HISTORIA DE CHILE. TOMO SEGUNDO. HISTORIA. TE 0 mn ” cds pe. A e TS HISTORIA FISICA Y POLITICA DE CHIL SEGUN DOCUMENTOS ADQUIRIDOS EN ESTA REPUBLICA DURANTE DOCE AÑOS DE RESIDENCIA EN ELLA Y PUBLICADA BAJO LOS AUSPICIOS DEL SUPREMO GOBIERNO POR CLAUDIO GAY CIUDADANO CHILENO, INDIVIDUO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTIFICAS NACIONALES Y ESTRANGERAS, CABALLERO DE LA LEGION DE HONOR. TOMO SEGUNDO. - HISTORIA. PARIS EN CASA DEL AUTOR. EN EL MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE SANTIAGO MDCCCXLY Mo. Bot.Garuen 19085 HISTORIA DE CHILE. CAPITULO PRIMERO. Lig-Lemu en Htata, — Marcik Pedro Balsa contra ese nuevo jefe, y sale de el qt en persona y destruye á Lig-Lemu que muere en. la. contienda. — Se traslada el gobernador á Santiago. — Aporta á Coquimbo Jerónimo de cal Llega á Santiago. — Rodrigo de Quiroga entra en el gobierno de Chile, prende á Villagra y le envia al Perú. > $ (15641565. ) Torva faz vuelve la fortuna á las armas de los Indios, pero ni por eso han de callar, pues menos dura lei es la muerte que el cautiverio, y de las cenizas de los hi- Jos del sacudido pueblo otros nuevos adalides se levan- tan para hacer una guerra de perpetua duracion, 6 que, si á fin ha de llegar, con el sello de una gloriosa y absoluta independencia sea. Apenas con tiempo Pedro de Villagra para reparar que puede espaciarse por los campos de Concepcion , libres ya de los batallones que en tan estremoso aprieto la tuvieron, cuando se le trae la noticia de que un muy considerable número de Cuyunchos (1), á las órdenes (1) Tribus cuyo orijen se ha perdido en el trascurso del tiempo, 6 HISTORIA DE CHILE. del capitan Lig-Lemu, corrian arrasando las provincias de Itata y de Chillan, cuyos naturales se iban suble- vando tambien. Concurrió Pedro Balsa con cuarenta caballos al teatro de la insurreceion, por mandato del gobernador, y comenzó á ejercitar en los campos un destemplado furor, ya que ni un solo hombre sobre quien descargarle topara en los primeros dias. Harto, sin duda, de devastacion, y pareciéndole que con la nueva de su llegada todos los Indios habian. huido aterrorizados de aquel pays, corríale con la mayor con- fianza acampando descuidado allí donde lugar mas con- veniente le pareciera : caro le hizo pagar ese descuido Lig-Lemu, que, echándose de interpresa contra él, le mató ocho soldados, y no mas porque con: Aceleramiento se retiró á la Concepcion. Justo desagrado manifestó Pedro Villagra al End - der el singular sesgo de semejante expedicion , y tam- bien comprendió lo mucho que importaba el correjirle , primero porque con retardar el castigo contra los rebe- lados habia de subir en ellos la fuerza y la audacia, y segundo porque en tomando cuerpo la revuelta, pre- cisamente quedarian interceptadas las comunicaciones entre Concepcion y Santiago ; mal verdaderamente grave para los Españoles, Aprestó, pues, ciento cincuenta soldados, y marchó en persona á vengar el descalabro que su capitan Pedro Balsa acababa de experimentar; en llegando 4 - Perquilabquem , descubrió el gobernador una estacada que Lig-Lemu habia levantado para colocar un nuevo cuerpo de tropas que de dia en dia estaba esperando : abatióla, y pasó inmediatamente á Qiiechumahuida , en cuyo punto tenia su acampamento el jefe indio ; pero pa CAPÍTULO 1. 1 en el camino le salieron dos cuerpos de Itatas que fue- ron rotos sin mucho esfuerzo. Con ver Lig-Lemu la desbandada de aquellos cuerpos, ya no quiso esperar en posiciones al pendon castellano; tuvo por mas cón- veniente divertirle con mentidos y astutos movimientos, como si fuera su ánimo acometerle, cuando solo va- gueaba en amparo de los fujitivos, y conseguido á su satisfaccion el objeto, rodeó de repente y ordenadamente la falda de un bosquecillo no muy poblado de matas, y pareció á retaguardia de los Castellanos , ya resuelto á resistirlos. No tardó en trabarse la esk. y mal acabara para los conquistadores si el hado no pusiera en sus manos la inte ije nte y esforzada persona del mismo Lig-Lemu. : que habia sostenido el combate con admirable tino, con bizarría sin par, y que vino á perecer precisamente cuando le llegaban tropas de refresco. Los Indios que, si con los recien llegados se cuenta, componian unos cuatro mil hombres, al verla muerte de su caudillo se dejaron ir 4 un teriiblo desmayo, y puestos en la más desmandada fuga prepararon á la caballería enemiga el medio de que con sus lanzas cubriera el campo de cá- dáveres. Trescientos fueron los Indios muertos, y dos- cientos (1) los prisioneros con qu el ebhernado? se volvió 4 la Concepcion. (1) En la real cédula de 11 de marzo de 1578 ya citada, se ponen 800 : — « Os hallasteis (dice de Juan Ruiz de Leon) con el Gobamiador: Pedro de Villagra, en desbaratar un fuerte á los Indios en el Feino de Belen (Per- nlesrb std y despues en Quechomavida (Qúiechumahuida ), habiendo salido dos escuadrones contra el gobernador y su Las los desbarataron matando trescientos, y prehendiendo ochocieritos d dichos indios.» En nues- tros documentos se tilda de exajerado ese o número, y señalan el de doscientos Are con referencia á varias t memorias Contemroráness. que, en verdad, tan. 8 HISTORIA DE CHILE. Estos repetidos triunfos de los Españoles aseguraron por algun tiempo el sosiego de las colonias, cuyos mo- radores comenzaron afanosos el cultivo de los campos, el laboreo de las minas, y el gobernador, que de veras apetecia la prosperidad del pais, salió estimulando y removiendo la industria fabril con asentar en la ciudad de Osorno varios menestrales intelijentes que estable- ciendo telares en breve llegaron á producir paños exqui- sitos, y lienzos de mucha limpieza y finura; pero bienes que precisamente habian de acrecentar la riqueza pú- blica, causa tenian que ser de nuevos males, pues la ambicion , átrueque de alcanzar los primeros, con infa- -tigable descaro suele preparar y realizar los últimos. - Y en aquella época de licencia y de desórden, de indisciplina y de anarquía, cuando hasta la voluntad, la persona del soberano insultada en la persona de Fran- cisco Villagra llegó á ser, ¿podia el gobernador Pedro contar, con respeto á una autoridad pálida , desvalida, pues no enseñaba otros títulos que el buen querer de su difunto hermano, contra quien tantos. y tan podero- sos enemigos se habian alzado? ¿Se agradecerian ni los esfuerzos del gobernador Pedro, ni la fortuna de sus armas, ni el zelo con que andaba por que el pais flore- ciera? Estaba este caudillo en la Concepcion , y si mu- chos y buenos amigos le acompañaban, no era corto el número de descontentos que la intriga, la envidia y la impostura le habian hecho , formando una oposi- cion tenaz y descompuesta á PE reglas administra- tivas se proponia plantear la autoridad, porque los abu- sos eran ya escándalos, el extravio poco menos que motin. Con perseverante nétita, continuó Villagra poniendo CAPÍTULO 4. 9 freno á cuantas demasías asomaban en las colonias ; pero como viera que los Indios no daban indicios de volver á la guerra , resolvió trasladarse á la capital del reino (1), ya por apartarse de un lugar que mezqui- nas pasiones tenian tan trabajado , ya tambien en ánimo de examinar por sí mismo cual curso se habia dado en Santiago á todos los negocios civiles y militares durante el tiempo de su propio gobierno. El cabildo de la capital recibió esta noticia con mu- cho contento, é hizo que el alcalde ordinario Juan de Cuevas, acompañado de un rejidor, fuese á Maipo á _ esperar á Pedro de Villagra, y acompañarle hasta su entrada en Santiago, que se verificó en medio de acla- maciones, celebrándola ademas con tres dias de fiestas y regocijos públicos, á contar del 3 de junio de 1564 (2). Comenzó desde luego el gobernador el arreglo de la administracion política con provision de varios empleos que en ella resultaban vacantes, y fuele preciso usar de su inflexible enerjía para que el ramo de hacienda recobrara la debida regularidad , porque la indolencia ó la contemplación le tenian desamparado , andando en po primeros contribuyentes caudales de mucho importe, cuando tantas y tan grandes atenciones se veian descu- biertas. - Esta medida, aunque justa, trajo al gobernador tantos enemigos cuantos fueran los individuos que ella alcanzó , pero al cabo entró el tesoro en fondos, y con ellos la autoridad en obras de jeneral aprovechamiento , porque (1) Ahora que los pase se mantienen con sosiego y en buen ca- mino, me dispongo á pasar á (Carta del pa al cabildo de Santiago.) (2) Libros del cabildo. 10 HISTORIA DE CHILE, como no parecian ya en el pais Indios de guerra, mientras que en Santiago se tomaron con nuevo empeño los trabajos de la catedral, de la casa del concejo, el laboreo de las minas, etc. , el activo Pedro de Villagra encargaba á todos los correjidores de su gobernación que cada cual en su distrito concurriera estimulando , ya la industria, ya el comercio z segun que la localidad lo permitiera. Así, en breve se vió un no esperado des-. arrollo en la agricultura de la fertil Imperial; Villarica respondiendo á su nombre con t la, suerte de tesoros ; Valdivia sacando de la Madre de Dios abundante y ri- quísimo oro, y solicitando su cabildo que el rey le coñ- - cediera el privilejio de asentar en su casco casa de mo-= neda; Osorno acrecentando el número de talleres, y enriqueciéndose tambien con su preciosa mina de Pon- zuelo. Mientras que con tántos bienes concurria la paz, gra- cias á una administracion intelijente y zelosa del bien comun, un buque mercantil que del Perú venia trajo la noticia de que el licenciado Lope García de Castro llegaria en breve, 6 habria llegado á aquel pais , Para gobernarle en nombre del rey. Mucho lo celebraron, así el cabildo, como el gobernador, y no sin motivo, porque la real audiencia de Lima, ejerciendo el gobierno del Perú desde el fallecimiento del conde de Nieva, hombre empeñado en la prosperidad de Chile, habia desaten- dido enteramente cuantas súplicas y reclamaciones le dirijieran los cabildos de ese último reino, sin siquiera otorgarles el mas insignificante auxilio ni en armas, ni en mantenimientos, en mas de dos años de su absoluto mando, Con venir al poder García de Castro, de pre- sumir era el favor de su autoridad, y el gobernador y el ad Pa CAPÍTULO 1. 11 cabildo de Santiago salieron al instante demandándole por medio de Juan Godinez, que fue despachado 4 Lima para felicitar al nuevo presidente (1), é inclinarle á que viniese al socorro de Chile con algunas mb y mu- niciones. Poco habia que este comisionado estaba en camino, y ya se esparció la voz de que, en efecto, recibido quedó en el Perú de presidente y capitan jeneral García de Castro, en 22 de setiembre de 156h; que desde luego mostró su desagrado á la. real. audiencia por ha- berse mantenido tan olvidada de la suerte del reino de Chile, cuando tantas veces se tenia. solicitado su am- paro; que-estaba acelerando el equipo y arreglo de un buen refuerzo de jente con destino á la defensa y con- servacion de este tan combatido pais, y que tambien se le daria un nuevo cara pero no se pronunciaba el nombre (2). Aunque Pedro de Villagra estaba resuelto á pasar todo el verano en Santiago, porque, como lo dice el cabildo de esa ciudad: «los Araucanos se maántenian » con sosiego en el término en que selos habia dejado, » con vista de aquella novedad se hizo mas necesaria su permanencia en la capital, para estár 4 mano de entre- gar el poder á quien en nombre de García de Castro saliese reclamándole. Semejantes voces nunca debieran adelantarse, por que la autoridad se desvirtua; en quien la ejerce suele entrar indiferencia cuando menos, y en los ca? seg MS (1) Presidente de la real audiencia; 1 ca e como algunos autores su- (2) Acaso A estas noticlas el ilustre die Bartolome Rodrigo Gon- zalez de Marmolejo, que vino por entonces del Cuzco, ya consagrado para entrar en la silla episcopal de Santiago. 19 HISTORIA DE CHILE, dos de mala índole la audacia puede ir hasta la insolen- cia. No falló, en verdad , la entereza de Villagra, mas que se reconociera en vísperas de haber de rendir un baston, que, atento á sus servicios y á su capacidad, en - manos dignas estaba ; pero se suscitaron en Santiago acaloradas disputas de las cuales hubieran podido resul- tar poderosas banderías, y todo por solo querer acla= rar si García de Clos tenia 6 no las competentes facultades para remover de, motu propio un gobernador interino con otra. interinidad menos poderosa , pues que la existente traía s > orfjen de facultad real, mientras de un simple or le. Los partidarios de Villagra ne gaban gen calor, y con calor afirmaban sus adversa- rios, que á mas pasaran unos con otros si cabildo y gobernador no atendieran á la conservacion del órden con zelo y firmepropósito de escarmentar 4 quien alte- y Gracias á la buena armonía con pot se correspondie- ron odas las autoridades, ni la tranquilidad sufrió que-. branto, ni la justicia encontra. trabas, pero la cuestion - de gobierno siguió ajitándose con tenacidad , hasta que por fin se anunció desde Coquimbo el jeneral Jerónimo de Castilla, diciendo al cabildo de Santiago haber ar- ribado á aquel puerto con doscientos (1) soldados, con municiones, « efectos, y órdenes, del presidente del Perú. Ya parece ahí desconocida E A autoridad de Pedro de Villagta, porque á ella debió dirijirse el general Casti- lla; con todo, si acaso hecho pudo no serle grato al gobernador, este se prestó si (1) sii gy Molina, otros autores van á mayor número; is probaremos su h Mostrar queja al unánime en a A e O CAPÍTULO 1, 13 querer de los cabildantes, para decir con ellos á Cas- tilla : « Que no desembarcase la tropa, sino que en las » mismas naves la llevase al puerto de la Concepcion » donde se reforzaria, y que en la entrada del verano » pasaria á esta ciudad su señoría á continuar la pacifi- » cacion de los Araucanos, los cuales cuando se vino á » la ciudad de Santiago los dejó sosegados y en buen » término como al presente estan (1). » El ayuntamiento de Santiago, que estaba muy satis- fecho con el acertado gobernar de Villagra, creyó que sin duda Castilla seria el nuevo gobernador nom- brado , mas como este jefe se anunciara con tanto em- bozo , Pensó. traerle á una franca y debida declaracion, por incdidi de aquella respuesta. Igual fue el sentir del gobernador Pedro. jj + Castilla recibió aquella órden, y lejos de observarla. E se dió de nuevo 4 la vela, no para arrimar 4. Concep= cion: sino pasando á Valparaiso donde hizo tomar tierra á su jente, y en cuanto la hubo abarracado, se dirijió Hs otra vez al cabildo de la capital no menos embozada- _ mente que la primera. Se le reitera la órden ya seña- lada; la desprecia; toma. su tropa, y parece con bo en Santiago. A un proceder que tanto se alejaba, no solo del ór- den natural de las cosas, sí hasta de los principios de la cortesanía, ya no quiso contentarse el cabildo sino tomando por suya la cuestion gubernat iva da, y trayendo á su seno la persona en quien residia la Deimnera autoridad , tras lo cual salió diciendo : « Xx requiérasele > (á Castilla) que si trae provision sobre el gobierno, » pase solo al cabildo á manifestarla ; que si es de S. M. (1) Cabildo de Santiago. 11 | HISTORIA DE CHILE. » Ó de quien poder tuviese para ello, los cabildantes » estan prontos á la obedecer, y que de no le retan y » hacen reo de culpa y cargo ante el rey. » No por ello se manifestó mas cortés el jeneral Casti- lla, antes renovando su insultante desprecio para con una corporacion, digna en todo caso de mas fina cor=- respondencia, se dirijió á la morada de Rodrigo de Quiroga, trájole al frente de la tropa venida del Perú, dióle el mando, de ella (1), y en seguida los dos jefes fueron á las casas consistoriales, donde notificaron al cabildo la provision de García de Castro, por la cual resultaba nombrado el dicho Quiroga gobernador inte- rino y capitan jeneral del reino de Chile. Se dió cumplimiento y obediencia al despacho; en el acto y sin réplica fue puesto en posesion del gobierno - Rodrigo de Quiroga; en el acto y sin dar causales fue preso Pedro de Villagra (2). Tal fue el desenlace de esa mal trabada pena en que algunos de los actores desempeñaron un muy deslu- cido papel, y ni se concibe como Rodrigo de Quiroga, con tanta experiencia de gobierno, con lealtad tan dis- tinguida así en sus relaciones públicas, como en las que mantuvo durante la vida privada, se prestara esta vez e Y elle (á Quiroga) el mando de los doscientos españoles que trajo de socorro. bildo de Santiago.) no se hayan dado helagós, A que cubrir un tan innoble. 0d para un caudillo en nada inferior á su; ilustre hermano ; ¿ qué razones dió don García Hurtado de Mendoza para la prision de este ?... CAPÍTULO 1. 46 á un juego de tan villano desaire para la ilustre corpo- . ración municipal de Santiago, porque no es de suponer que desprevenido le cojiera el nombramiento de go- bernador, Como quiera , preso el gobernador Pedro de Villagra, al momento fue trasladado á Valparaiso, se le puso en la capitana del mismo Castilla, y se le trasladó al Perú, á disposicion del presidente García de Castro, sin que se sepa cual fin tuyo aquel laborioso y célebre caudillo que la calumnia perdió, y la arbitrariedad sacrificó in- clemente , porque si otra cosa le derribara del poder, natural era que sus enemigos hubieran pensado en pa- sarla á la posteridad en abono de su desleal conducta, y descrédito de un jefe que todas las ciudades de Chile amaron con entrañable sinceridad (1). Ni hay sino leer el tercer libro del cabildo de San- tiago, para ver que á ninguno de los precedentes go- bernadores se le prodigan tantos elojios como los que los concejales vierten en honra de Pedro de Villagra, de quien dice Pedro Figueroa « que las obras de este » prócer merecian premios y no castigos. » Entró Pedro Villagra en el gobierno interino de Chile el dia 13 de junio de 1563, por disposicion testameñtaria que en este dicho dia hizo su hermano el mariscal Fran- cisco, y entregó el gobierno 4 Rodrigo de Quiroga en 14 de junio de 1565, por órden de Lope García de Castro, presidente de la. real audiencia del Perú. (1) Cuando Pedro de Villagra venció á Lig-Lemu ofició á todas las colonias di- ciéndoles que « con misa de accion de gracias, se las diesen á Dios de que con »Inuerte del jeneral Antuhuenu, la de Lig-Lemu, de sus mejores oficiales » y de multitud de soldados quedaba dominado el reino. » — A lo que res- pondierón todos los cabildos lenándole de bendiciones, de alabanzas á su valor, á su prudencia, á su constancia y zelo por el bien comun y por la tranquilidad del pais. tó - HISTORIA DE CHILE. Nació , como su hermano, en Colmenar de Arenas ; pasó al Perú, y de allí á Chile con don Pedro de Valdi- via, asistiendo á todas las empresas de ese famoso conquistador. Asentó vecindad en Santiago, fue factor oficial y real en esta ciudad , y maestre de campo jene- ral del reino, yen todos sus empleos se mostró muy zeloso de la justicia y de la igualdad. Conservó tenaz las ciudades Infantes, Angol y Concepcion, contra la manifiesta oposicion que sus respectivos cabildos levan- taron al considerarse sin fuerzas ni medios para resistir al alentado Antuhuenu, y al no menos audaz Antenucul, y como saliese con bien de su empeño, aquellos pueblos le agradecieron el que persistiera oponiéndose á la des- poblacion. No se crée dejara descendencia (1), ni aun se dice que fuera casado ; pobre entró al desempeño de las fun- ciones de la primera dignidad ; pobre le sorprendió un hado adverso despeñándole del poder. que con tanto jia 5 acaso no esté de mas ir que pere= ció entre el desprecio y eS Mas estrecha y desconsola- dora. indijencia. ole (1) ya pas soma gunas Junio. arenas si el don Alvaro de Villagra, seria 6 no hijo de Pedro. Fúnda anse en que parece en 1699 a doña Josefa Poni de Valenzuela y se llagra , probando ser descendiente del Alvaro ; pero con eso no dudas. La existencia de Alvaro de Villagra conocida está, pero ¿ fué ese raro hijo de Francisco, ó hijo de Pedro? Él pasó, como se ha visto, por hijo del mariscal. de en E $ 3 E a : d í y AAA RA | | | ] | | CAPITULO 11. Rodrigo de Quiroga se manifiesta opuesto a las disposiciones gubernativas 5% asentáran los Villagras. — El cabildo de e las defiende. — La m en el venerable sacerdote Marmolejo. — Sus obras y su muerte. — En sea bernador en Co — Ordena la cia de Chiloe. — La real au- diencia en Chile ( PU yo ios que, el 1/4 de Fnio de 1565, entró don Ro- dri so de Quiroga en posesion del gobierno de Chile, con ue le honró el li senciado Lope García de Castro, pre- sidente del Perú, y no hallamos causa por la 208] el cabildo de Santiago no conservó, ni traslado del nom- bramiento que aquel gobernador notificó acompañado é illa, ni a de recibimiento y cere- | o.con todos los demas gober- nadores lo había Hecho. arto á desquite de la in- decorosa conducta que en este lance observó Castilla, fuera hacer agravio á los concejales de la capital, todos ellos sugetos de probada nobleza é hidalguía. Es con todo cierto que entre esa ilustre corporacion y A qa ya que no fuera caso de un absoluto des: svÍo, y cias en daño comu parecieran necesarias, mente , tampoco se armonizaron los pareceres, pues Quiroga queria dar por el suelo con cuantas disposicio- nes gubernativas salieron de la autoridad de los Villa- gras, y los miembros del concejo se empeñaban en man- tenerlas valederas. Tregua hubo Para estos altercados con ocurrencias que, si bien pertenecen á la historia eclesiástica, en esta 11. Historia. 18 HISTORIA DE CHILE. merecen tambien una breve reseña, porque el personaje á quien conciernen sobrada influencia tuvo en la parte política, y es por lo mismo digno de recuerdo. En 1563, se habian recibido en Santiago las bulas que Pio 1V expidió en 17 de junio de 1561, erijiendo en catedral la parroquia de Nuestra Señora de la Ásun- cion de Santiago, capital de Chile, y poniendo en la silla episcopal al licenciado don Bartolomé Rodrigo Gonzalez de Marmolejo. Este prelado, cuya consagra- cion se verificó en el Cuzco, tenia por gobernadores de su iglesia episcopal á los presbíteros don Agustin Cis- neros , y don Francisco Jimenez, y vuelto de aquella ciudad, y prevenido cuanto al ceremonial contempló ne- cesario, pasó á consagrar el templo de Nuestra Señora y tomar solemne y pública posesion de su silla (1). Preciso es que gozara el reino de mucho sosiego cuando notamos que el laborioso y caritativo Marmolejo sale inmediatamente de la capital, recorre todas las pro- vincias hasta la de Osorno, poniendo en ellas doctri- neros pertenecientes á diferentes órdenes relijiosas , logra de los Promaucaes la resolucion de establecerse en pueblos, y les deja visitadores que atiendan á su instruccion, y los aparten de las suertes supersticiosas de sus adivinos Ó sortílegos. Apenas empezara cuando ¿acabó de pastorear ese virtuoso prelado, rindiendo su espíritu 4 fines de 1565, y en los 7h años E edad , vida, de constante y ejemplar caridad cristiana. Descendiente de padres nobles, avecindados en la ciudad de Carmona (Andalucía ), y ansioso de traer al gremio de la Iglesia las descarriadas tribus que las (1 >. su lugar diremos el modo y forma con Ye se solemnizó esta ce- remoni CAPÍTULO 11. 19 armas castellanas descubrian en la América, pasó á este pais siguiendo en las filas que corrieron sucesiya- mente bajo las órdenes de Diego Rosas, Pedro de Can- dia y licenciado Gasca. Tan señalada fue su virtud , que hasta los salvajes llegaron á respetarla recibiéndole en su campo como amigo, y oyéndole siempre con mani- fiesto respeto , mas que no siempre abrazáran las máxi- mas de paz y de fraternidad con que los convidara; y de la misma libertad usó con los bandos de civil dis- cordia, de entre los cuales salió una vez herido, no por malquerer, sino por inadvertencia, y en la confu- sion de una enconada pelea que él queria evitar aun á costa de su propia vida. Pasó despues á Chile con don Pedro de Valdivia, cuyas conquistas siguió con infatigable zelo en el des- empeño de sus funciones sacerdotales, y sin admitir nunca aquellos emolumentos de lícita asignacion. Tuyo encomienda de indios, concedida por el rey, en Malga- -—malga, y las horas que su ministerio le dejaba libres , las empleaba en la educacion cristiana de sus pobres jentes, como él decia, hablando delas de su encomienda, á quienes cuidaba. se les diese abundante y sano alimento, y un trato conforme en todo con lo que enseña el eyan- jelio, Socorrió dos veces á la ciudad Concepcion con ere- cidas sumas, y dos veces recojió á los vecinos de ella manteniéndolos á sus expensas en las dos primeras despoblaciones , hasta que tomaron nuevo asiento, Gastó con el ejército mas de cien mil pesos, consumió no pocos en traer á Chile una yeguada de que proceden los tantos y tan famosos individuos de la especie que hoy posee aquel reino; en fin, con su carácter conciliador, caritativo, cristiano, y no poco político, procuró grandes - 20 HISTORIA DE CHILE. bienes 4 las colonias chilenas , y las preservó mas de una vez de males, que sin la mediacion de ese santo sacerdote hubieran sido inevitables en aquella época de desacatos á la vez que de contemplaciones. La muerte de este varon esclarecido (1) en todas las ciudades fue llorada, pero con mayor razon en la capi- tal, aula, por decirlo así, donde diariamente se enseña- ban las virtudes del primer cura, primer vicario, y primer obispo que el pasto espiritual sirvió á los mo- radores de Santiago; y con sentido y público pesar la vió el gobernador Rodrigo de Quiroga, que se mantenia en esta ciudad, porque por ninguna parte daban seña los Indios de volver á turbar el sosiego en que Pedro de Vi- llagra habia dejado el pais. Vemos sin embargo que el 3 y el 29 de diciembre del expresado año pasó el gobernador revista de sus tro- pas (2), y que nombró de su teniente de gobernador y capitan jeneral del reino á Martin Ruiz de Gamboa, con facultad de permanecer en Santiago , y proveer la vacante que de alguacil mayor resultaba en esta Cciu- dad (3); de donde se infiere que debia ya tener resuelta su partida, aunque no se nos señala la «fecha en que hubo de ejecutarla. Con todo debieron reformarse algu- nas de esas disposiciones , pues el 19 de abril de 1566 estaba en el correjimiento de la capital Juan de Esco- bedo, el gobernador en la ciudad Concepcion , y Gam- boa en Valdivia. e Habia proyectado Rodrigo de Quiroga la repoblacion (1) Sucedióle en la silla episcopal á principios de 1567 el ilustrísimo señor don Fray Fernando de Barrionuevo, del órden seráfico; fue natural de Gua- dalajara, y en el poco tiempo que gobernó la Iglesia se adquirió opinion de santidad. (2-3) Libro 4? del cabildo. CAPÍTULO 1, : 22 de la plaza de Arauco y ciudad de Cañete, cuya deter- minación movió una terrible resistencia en los ayunta- mientos de Santiago y Concepcion, que alegaban dos cau- sas contra semejante empresa. La primera y mas fundada era que con ver los Araucanos como los Españoles vol- vian á establecerse en su suelo, se habian de irritar hasta punto de recojer nuevamente las armas , aunque por en- tonces no hubiese indicio ninguno de semejante querer ; y era la segunda, en Concepcion , el no querer su cabildo desmembrar el vecindario, pues se habia visto en gran- des apuros, y no estaba por provocar otros; y en San- tiago se decia que de tal empresa no dejarian de resultar pedidos de todo jénero, y ya estaban cansos sus habi- tantes de tantos y tan repetidos sacrificios , hechos en auxilio de las colonias del Sur. Hemos dicho que en Rodrigo de Quiroga pareció ma- nifiesta aversion contra todo cuanto hicieran los Villa- gras : estos habian abandonado Cañete y Arauco; las observaciones de los dos cabildos citados podian ser sen- satas , acaso realizarse (y en efecto fue asi), pero era preciso que en Cañete y en Arauco se asentara el gober- nador, por lo mismo que le resistian., Mandó, pues, á Santiago al licenciado Hernando de Villalobos, para que se encargase de la capitanía jeneral del reino en ausencia de Ruiz de Gamboa ; dió el mando de las armas (1) á don Miguel de Velasco ; hizo á Lorenzo Bernal su maestre de campo, y habiendo recojido cuan tos vecinos pudo hallar de los pertenecientes á la despo- blada Cañete, y no pocos veteranos que con la paz an- daban dispersos, Ó dados á la ociosidad , la expedicion (1) Jeneral de las armas dice el cabildo de Santiago. 22 HISTORIA DE CHILE. quedó determinada para el 13 de noviembre de 1566 (1). Que la paz debia parecer bien asentada lo prueba la resolucion en que por entonces entraron los misioneros mercenarios, que á Chile vinieran con Pedro de Valdivia, quienes se constituyeron en comunidad, y cabeza del reino de Chile en lá órden , no obstante que en Concep- cion existia convento de la misma desde 1563, 4 cuyos relijiosos encomendó OR en sú Ieniaendo Francisco deVillagra. 1 fund t fueron fray Antonio de Correa, fray Adtónlo Rondon, fray Bernabé Rodriguez , fray Juan Zamora, fray Antonio de Olmedo, fray Diego Jaime, y el lego Martin Velazquez, y todos ellos habian concurrido hasta entonces al campo de ba- talla para dar el socorro espiritual á los necesitados, Pa- recióles no quedaba mas que hacer sino retirarse al claustro, y sin embargo la paz llegaba á su término. Con mas de trescientos hombres pasó el Biobio Ro- drigo de Quiroga , llevando por todas partes una mano destructora que puso á los Indios en la mayor conster- nacion, por lo mismo que no debian presumir que hosti- lidades tan arrebatadas se rompieran , toda vez que nin- guna causa las motivaba. Los campos quedaban asolados, los naturales se vieron en la precision de huir el golpe de una inclemente cuchilla , y el desórden, y el terror, y los lamentos removieron de nuevo toda la Araucania , cuyos moradores ni sabian si pedir paz ó aceptar hope tos la guerra á que se los provocaba, (1) Figueroa y otros historiadores ponen en 1565 la reodilicltiod de San elipe de Arauco y de Cañete. Si acaso se quisiera dudar de la fecha que CAPÍTULO 1. 23 El campo castellano llegó , pues, á Arauco ; comenzó desde luego la reedificacion de esta plaza, que fue otra vez puesta á las órdenes del famoso Lorenzo Bernal; y de aquí se trasladó á Tucapel , sobre cuyas ruinas alzó la ciudad de Cañete , estableciendo en ella á muchos de sus antiguos vecinos, con otros nuevos que recibieron terre- nos y solares para su asiento. El mando de esta colonia fue encomendado á don Miguel de Velasco. Al regreso de esta colonia para la plaza de San Felipe «de Arauco, reparó el gobernador que el sitio llamado Quiapo (1) era de mucho interes para la correspondencia entre Arauco y Cañete, y por consiguiente se paró en él emprendiendo la construccion de un fortin. Aquí fue donde recibió Quiroga un oficio de su lugarteniente el licenciado Villalobos, en que le anunciaba que el cabildo de Santiago estaba sumamente sentido y muy descon- tento porque se le habia asegurado « que Su Señoría pen- »saba ir á la conquista y poblacion de Chiloe. » El ayuntamiento de Santiago , y del mismo sentir eran todos los demas, no presumia ventajas en ganar tierra cuando ni fuerzas bastantes habia para guardar la que á fuerza de tanta sangre se habia adquirido; pero fue mal hereditario entre los gobernadores el afan de extender los límites de su dominacion, y de ese mal no se habia de libertar Rodrigo de Quiroga ; solo que no conviniéndole romper abiertamente con la municipalidad de la capital del reino, hizo que se acercase á ella su lugarteniente, con esta misteriosa respuesta : « Que la hida á Chiloe » muestra hacerla solo por entretener la jente de guerra »con la esperanza de ella, y no para que en efecto se (1) Unos ponen Cuyapu, otros Queipo y Quipeo como Molina. 2% HISTORIA DE CHILE. »haga tan perjudicial empresa; que por esto mandó á » Martin Ruiz de Gamboa que fuese con dos ó tres amigos » solamente á Valdivia, á solo hacer muestra de que se » hiba á hacer la dicha jornada (1). » No pasó el ayuntamiento por el solapado contenido de semejante despacho, y menos el astuto rejidor An- tonio Tarabajano , quien salió diciendo, ante el mismo Villalobos , cuan poca fe le inspiraban las palabras del gobernador, y que los concejales no debian alzar la se- sion sin dejar acordada la respuesta que cumpliera dar á Quiroga, no por un mero papel, sino por medio de una diputacion que presentándose ante la primera au- toridad , supiese traerla al voto público. Todos los capi- tulares entraron gustosos en ese parecer, y fue acuerdo del mismo dia : « Que no se hiciese la mencionada em- » presa, añadiéndole nuevos gravámenes á esta ciudad, » quecomocapital del reino recalión sobre ella los reparos » delos asedios, repobl y recupera- » ciones de los establecimientos australes. Que por re- * Y parar estas cosas, han gastado los vecinos de ella muy grandes sumas de pesos de oro de sus haciendas, en el » sustento y allanamiento del reino; y gastan cada dia, » por lo que estan al presente muy empeñados, y de » manera que en otra urjencia no tenian con que servir » 25. M. Ni la hacienda real tenia con que hacerlo, » pues por el mismo motivo está tan empeñada que ya » no pedia dar socorro en manera alguna; y que así, » con la nueva poblacion se ponia 4 peligro todo el » reino. Por tanto que el diputado (2) pida con todo » calor, no consienta hir al jeneral Gamboa á la dicha 3 (1) Acuerdo del cabildo del 24 de enero de 1567. (2, El rejidor Tarabajano. ie A NI EI SR O O O CAPÍTULO 1. > 25 » jornada, ni sacar para ellajente alguna de este reino. » De esa manera se hablaba en Santiago mientras que en Quiapo escribia el gobernador las órdenes necesarias para que Ruiz de Gamboa pasase desde Valdivia á la conquista de Chiloe, mientras que ya corria la flecha en los cuatro Butalmapus, y mientras que los Araucanos del interior cumplieron la eleccion de su nuevo toquí Pilla- taru, que se supone próximo pariente del. célebre Lau- taro : así la embajada de Tarabajano quedó sin efecto. Como lo habia previsto el cabildo de la capital, los Araucanos no podian mantenerse quietos viendo otra vez á su enemigo establecido en su patria, y menos cuando ese enemigo caminaba destruyendo campos y arrasando una tierra, cuyos habitantes, aunque no rendidos, permanecian ya habia mas de dos años inofensivos y sosegados. A las voces de nuevo alzamiento, que no le sonaron bien al gobernador, salió desde Quiapo Pedro Cortés de Monroy , con unas setenta á ochenta lanzas que habian de guerrillear, no haciendo frente á crecidas masas si acaso con ellas dieran , sino dando de maloca Ó sorpresa sobre partidas sueltas. Monroy fue en sus correrías con extremado ae ; y queriendo ds mas ba una delas parci des contiguas á los establ espa ñoles le pedian ¡erpoimacion de la paz, pero era inútil contar con ella pues que Pillataru tenia ya en Qui- laco (1) tres mil soldados, de cuya instruccion para el manejo de las armas cuidaba el toquí con actividad y esmero. | No tardó mucho el jeneral araucano en salir del pa- (1) Limaco sin duda se quiere decir. 26 HISTORIA DE CHILE. ludoso lugar que sirvió de punto de reunion á sus sol- dados, pero nuevos estos en el arte de la guerra, se con- tentó con irles acostumbrando á ella por medio de re- pentinos avances contra las posesiones españolas , que causaban no pocos daños y solian quedar sin castigo , porque en una desbandada de anticipado concierto cu- bria á los conquistadores el verdadero puesto que las armas indias ocupaban. Ya por fin entrando el toquí en la resolucion de dar abiertamente contra la ciudad de Cañete, declaró sus posiciones en el cerro de Rucupillan, cuya elevacion mide mas de trescientos pies castellanos, teniendo los costados de norte y poniente como cortados á nivel, y dando á los de oriente y mediodia una fuerte palizada. Pillataru queria probar si los Españoles osarian venir á ofenderle , porque en defensa tan bien escojida pro- bable era que sus soldados mantuviesen el choque con mucha mas resolucion y confianza que si por primera vez se los pusiera en campo raso, La noticia de este acontecimiento enfureció al gober- nador Quiroga, porque de ningun modo quisiera él que semejante asomo de guerra llegara Ó tomar incre- mento, en triste abono del vaticinio de los cabildos de Concepcion y de Santiago; así es que inmediatamente mandó que el maestre de campo Miguel de Velasco, con buen número de tropas y algunos auxiliares , y con la partida que mandaba Pedro Cortés , pasase á atacar á los Araucanos, hasta desalojarlos de sus posiciones y deshacerlos. Estos jefes llegaron al pie del cerro de Rucupillan al romper el dia, en uno de los primeros de mayo de 1567, é intimaron la rendicion al toquí; pero aun- A A E A E O E A AA NN A A AAA A A a NÓ A CAPÍTULO 1. 297 que hubo de cojerle desprevenido su enemigo, con ufanía respondió no querer acomodarse sino con una guerra á muerte, y los Españoles comenzaron á repe- Char la cuesta, por la parte que conducia á la esta- cada del mediodia Velasco , y Cortés por la oriental con su columna y la de los auxiliares. En ambos costados respondió Pillataru al choque con entendida disposicion, y sus soldados defendieron la trinchera como si en la guerra muchos años de ejercicio tuvieran; pero al cabo de dos horas de ensayo saltaron sus adversarios la esta- cada, comenzó la pelea con encarnizamiento, entró en el ala que llevaba Cortés y en las masas indias una ruidosa confusion , queriendo aquella cerrar paso, y estas des- pejarle, y en fin, en tanto que Velasco cantaba la victoria en la cúspide de la montaña y centro del campo arau- cano, este con su toquí la descendia declarándose en reti- rada, seguida algun tiempo de las armas de Pedro Cortés. Pillataru perdió doscientos hombres, y de los ven- cedores no se señala número, aunque se dice salieron con muchos heridos, y sobretodo en la division auxiliar; de cualquier modo no estuvo en este triunfo el fin de la guerra á que los Araucanos fueron esta vez llamados, y mientras que los dos bandos se desafian en reencuen= tros y escaramuzas de no mas importe que el acreditarse de bien hallados en una recíproca hostilidad, volvamos la vista á la empresa de Ruiz de Gamboa. Con las órdenes que del gobernador rocibictib abla cau: dillo en los primeros dias del mes de enero de 1567, co- jió en Valdivia unos ochenta y cinco Españoles, se le unieron otros pocos en Osorno , á su paso para Chiloe en principios de febrero (1). De Osorno partió para la parte (1) Los autores suponen la conquista de Chiloe en 1566, pero mal admi- 28 HISTORIA DE CHILE, jurisdiccional del cacique de Carelmapu, situada sobre la ribera del golfo de Chiloe, cuyos moradores , así como su jefe, le recibieron con prendas de suma complacencia, hija sin duda de su índole pacífica y hospitalaria. De suerte que no fue llegar, ver y vencer la obra del jeneral español en aquella tierra, como así se ha sentado en varias historias , sino llegar, ver y fundar , con consentimiento y ayuda de los inocentes pescadores que la habitaban , y que salieron ofreciendo á sus huéspedes sus haberes , todas sus piraguas, á favor de las cuales recorrieron los Españoles la mayor parte del golfo. Ruiz de Gamboa bautizó el pais con el nombre de Pro- vincia de la Nueva Galicia, en recuerdo del gobernador Quiroga, oriundo de Galicia de España, y fundó la ciu- dad dicha San Antonio de Castro, ú sea Castro simple- mente, como algunos pretenden, obsequio sin duda dirijido al presidente del Perú; llamando tambien al rio que la baña el Gamboa, cuyo cognomento se perpetua. De sesenta á setenta mil almas se supone fue la pobla- cion entonces descubierta , y la distribuyó en diferentes encomiendas el jeneral Gamboa, dando á los Españoles que en la isla quisieron asentar vecindad un crecido” número de brazos para cultivar los terrenos que á cada uno le fueron señalados. Mientras continuaban los traba- jos de fábrica y demas, llegó aviso de Quiroga en que mandaba que Gamboa se trasladase á San Felipe de Arauco, dejando el mando de la expedicion en quien le Hfáramas f Aa A i cabildo de Santiago : u Y el 2% de enero » de este nuevo año de 67 aun estaba en Valdivia este ejército. » Tambien pretende que Ruiz Gamboa fue á Chiloe con solos 60 Españoles; ese nú- mero y mas parece que dejó á su maestre de campo Alonso Benites, vecino de Valdivia , cuando, regresando á Quiapo, le encargó el mando de la nueva conquista, al A | 4 Pa CAPÍTULO 1. 99) pareciere mas á propósito; y este mando recayó en el maestre de campo Benites , que quedó con todos los Es- pañoles, menos una escolta de diez ó doce caballos, con que Gamboa entró en Arauco. No se detuvo en esta plaza. Rodrigo de Quiroga, que en ella se mantenia, haciendo frente á las continuas pro- vocaciones de los Araucanos, habia recibido aviso de la llegada de una real audiencia á Concepcion , encargada del réjimen civil y militar del reino, y acompañado de Gamboa pasó á aquella ciudad para desnudarse de un poder en el que luego le veremos por la expresa voluntad del rey Felipe 1. CAPITULO UI. Ministros togados de la real Peas, > — Rodrigo de Quiroga entrega el gobierno al supremo tribunal. — Providencia intimatoria del tribunal gobernador. — Responde el toquí con la expugnacion de Quiapo. — La audiencia pide fuerzas para hacer la guerra. — Martin Ruiz de Gam jeneral en A — El ulmen Nahuelbuta. — Prosperidad de las Pm. meridional (1567.) Por cédula de Felipe II, fechada en la Granja el 27 de agosto de 1565, se mandó establecer en el reino de Chile real audiencia, que habia de residir en la ciudad Concepcion, no por mas derecho ni causa, sino el de rayar aquel pueblo con el Araucano, cuyo belicoso aliento presumió atajar la corte de España fiando á la pluma el problema que hasta entonces seguia resol- - viendo la espada. Mucho ganara con esta medida el reino de Chile si á la toga no se la desviase del templo en que se pesan los derechos y los desvíos del hombre, segun pactos de la sociedad á que pertenece; pero ar- mar esa toga y traerla á que disponga y soberana- mente ordene las batallas en un pais nuevo, en un pais desconocido del todo, fue un desacierto fatal, Y de ese desacierto ningun cargo hay que hacer á , Felipe 1, ni tampoco á sus consejeros ; estos, como aquel, vinieron á. la resolucion citada con la mejor fe, con verdadero sentimiento del bien , con miras de una acrisolada piedad en favor de los Indios, como en favor de sus conquistadores, Desde que Valdivia se estableció en Chile, la envidia, la cobardía, la ambicion, todas CAPÍTULO 111. 31 las pasiones en fin se desataron con calumnias, y aquel desventurado gobernador y sus sucesores sirvieron de blanco á la embozada iniquidad que los pintaba cuales no fueron nunca, cual ninguno de ellos quisiera parecer, y que todos dieran gustosos mil vidas que hubieran te- nido, antes que reconocerse en el retrato que sus émulos enseñaban en la corte de Felipe. Eran tiranos, eran am- biciosos, eran estafadores, eranineptos, á par que injus- tos, y si la guerra no tenia término, pobre disculpa el atribuirla al exajerado ardor de los Araucanos, cuando la causa real era, á mas de la mala direccion que se le daba, el grande interés que en su perpetuacion recojian así los go- bernadores , como algunos de los capitanes sus favoritos. Esas y otras imposturas penetraban muy á menudo hasta el mismo trono; hallaron por fin oidos, y no se dió con mejor remedio, sino el que vimos en la cédula citada anteriormente. Los ministros nsjpbeados para hacer parte del su- mo tri con entera independencia del semejante establecido en el Perú, fueron Diego Nuñez de Peralta, decano ; los licenciados Egas Venegas y Juan Torres de Vera, oidores, y para fiscal el jurisconsulto Navia, á quienes felicitó en Coquimbo el 12 de mayo el rejidor de Santiago, Juan Godinez, en nombre de su ayuntamiento, acompañándolos hasta Concepcion, en cuya ciudad se les dió entrada solemne con toda la tropa tendida, cam- paneo, salvas, aclamaciones , paseando el sello real en un hermoso caballo blanco ricamente enjaezado (1). Acabada la ceremonia de posesion y asiento, entró don Rodrigo de Quiroga deponiendo en manos de la (1) A ciudad compró el caballo á Francisco o en trescientos cuarenta pesos. La ceremonia ocurrió el 13 de agosto de 32 HISTORIA DE CHILE, audiencia la gobernacion de Chile, y quedó aquella so- berana en la administracion política y civil, soberana en el gobierno militar. Es de notar que este acontecimiento, si causa de Are contento fue para los Españoles, con tan grande ó me deporte le celebraron los Araucanos, porque Pillataru comprendió muy distintamente cuan bien se le servia desarmando al gobernador Quiroga, cuya es- pada en tantas ocasiones se habia ilustrado. Así es que el entendido toquí, sin detenerse asomó en el estado de Arauco, con numerosos cuerpos, de los cuales algunos pasaron corriendo hasta los establecimientos españoles, y en ademan de querer atacar la ciudad de Cañete. Saludo semejante no fue muy del gusto del tribunal gobernador , pero encargado de una mision puramente conciliadora, supuso desde luego que á su voz la tem- pestad se disiparia, y salió con un acuerdo en que se ordenaba, se hiciese saber á los enanos se hallaba rmas , y concurriesen á Concepcion expresando sus quejas, pues serian oidos y despachados con benignidad. Pasó á notificar 4 Pilla- taru ese auto tan peregrino el escribano de cámara An- tonio de Quevedo , pero el toquí, que sin duda no entendia de leyes, 6 quiso hacer como que no las entendia, cojió al escribano, le trajo entre filas hasta la fortaleza de Quiapo , que fue abandonada de la guarnicion española, tras una muy corta defensa , porque reconoció 4 tiempo que no se podia sostener , y se refujió en Cañete ; yen cuanto Pillataru se mirara en posesion de la plaza, hizo - entender á Quevedo que con lo visto podia. vales, y responder á la real audiencia. CAPÍTULO IL. 39 Bien podia Pillataru reir impunemente de una me- dida tan fuera de propósito, y mas cuando la audiencia llevó el desacuerdo hasta punto de quedar sin jente ar- mada, y sin capitanes de servicio , desde que Rodrigo de Quiroga le entregó el baston ; pero á vista del peligro en que se reconoció en cuanto tuvo noticia de la altivez del toquí, y de sus resultas, ofició 4 todas las ciudades en demanda de fuerzas con que hacer frente al enemigo , exijiendo de la de Santiago soldados , armas, caballos y municiones, y facultando á su cabildo para que por sí mismo nombrase capitan del cuerpo de jente que man- dar debia , cuyo capitan le daba la real audiencia por aceptado. : Acaso estuvieran las colonias del Sur en disposicion de responder debidamente á la demanda de la real audien- cia, que entra en Concepcion ondeando el estandarte de una paz. eterna y verdadera , para salir, al cabo de cuatro dias de ejercicio en el poder, con un jeneral apellida- miento á las armas. Pero en Santiago no habia ya ele- mentos de ningun jénero para que su cabildo viniese 4 nuevos sacrificios. Compuesto entonces su vecindario de ancianos, de inválidos, de hombres en fin que las bata- llas arruinaron con Deia miembro de menos ; el tesoro sin un maravedí ; los particulares empeñados en sumas cuantiosas, tomadas para hacer frente á los contínuos pedidos, 6 ya para mantener en sus. propias moradas hoy todo un pueblo que el enemigo ll le sus AOBares ; mañana uno, dos, ó mas dest y fujitivas , que en la capital se amparan; como hicieron " últimamente les capitanes Balsa y Zurita, y amen de esto, sacrificios sobre sacrificios para tantas necesidades como enseñaron las repetidas repoblaciones, y suerte TL HistORIA. 34 HISTORIA DE CHILE. que, mientras con el teson, con la inimitable constan- cia de los conquistadores parecian florecer y salir de entre ruinas aquellas colonias que con mayor furor per- seguian y asolaban los terribles Araucanos, la capital de Chile era la que fallecia, la que se atrasaba, la que sentia una dolorosa indijencia, y á la que sin embargo se re- curria como si hubieran de ser inagotables sus tesoros. Así, cuando el cabildo de Santiago tomó noticia de la órden en que la real audiencia le reclamaba un contin- jente de hombres, y los recursos á su equipo y armamento necesarios, en cada uno de los concejales se pintó el mas acerbo dolor, y con lágrimas habrian respondido todos ellos á la suprema autoridad si delante la vieran. ¿Como hacer en efecto? Todo, todo absolutamente fal- taba menos un acrisolado patriotismo , menos una volun- tad leal y desprendida ; pero con eso no se contenta nunca el que pide , y fue menester resolverse al sacrificio. Hízose junta general para que cada vecino concurriera ofreciendo á la patria aquello que su civismo y su jene- rosidad le aconsejasen, porque era caso de dejar al arbitrio individual lo que de autoridad no se podia ni debia ya pretender, y el acto entre aquellos antiguos y mutilados guerreros vistió un semblante de un súblime patético. Este ofrece el solo hijo que le queda, aunque no cuenta todavia en la edad viril, pero recuerda con sentimiento la imposibilidad de vestirle y armarle ; aquel, no teniendo hijos , responde que se empeñará con quien le fie para equipar dos, tres, ó mas soldados ; estotro, acaso sin cré- dito entre los pocos usureros que eran los vampiros de cada colonia, olvidando años y achaques, se pone en la* lista de la milicia por tener parte en el patriótico esfuerzo á que se le conjura en nombre del rey ; quien brinda con - a » cit a A Sia A NA e E CAPÍTULO Il. 35 * armas; quien se obliga á presentar caballos de cuyo costo responde con todas sus propiedades ; y al fin es el resultado la formacion de una partida de cincuenta á cin- cuenta y cinco plazas, jóvenes de catorce á quince años mas de la mitad, y el resto hombres de sesenta para arriba. Terminada así la junta, el cabildo se puso de acuer- do (1) para referir al tribunal gobernador las causas que le habian traido al sensible extremo de no poder contri- buir en aquella circunstancia con recursos de accion y provecho, aunque haciendo , como él dijo, la última po- tencia por servir á V. A.; y una vez descargado de ese deber, comenzó, con el zelo de que siempre dió tan cum- plido testimonio, el arreglo y organizacion de los solda- dos alistados para la nueva campaña. Esta obra no debió ser muy fácil. El refuerzo se le pide con urjencia ; en un solo dia se le prometen los vecinos, y con todo no vemos que se realize ni mueva hasta el 22 de setiembre, en - cuya mañana , por voto unánime de los cabildantes, y en virtud de la real provision de la audiencia , Se expidió título de capitan de aquella gente que iba á salir para Concepcion , al rejidor Juan Godinez. La audiencia entretanto habia nombrado jeneral en jefe de las armas 4 Martin Ruiz de Gamboa, maestre de campo á Lorenzo Bernal, y 4 Pedro Cortés le hizo capi- tan de partidarios. Esos son los jefes de que se hace mé- M1RISO0OA HEABAERAE FMFánins A de . e MA > dá comunicacion que en este dia enviaron los concejales de Santiago á la real au- diencia. Es una breve reseña de lo ocurrido en Chile desde la llegada de Pedro Valdivia hasta la fecha citada. Mas de (100,000 pesos de oro han gastado ya en la guerra los vecinos de Santiago, sin contar manutenciones, ni hacer mérito de los ordinarios. tributos. En esa comunicacion se ha de ver tambien con cuanta ve hemos marchado en el relato de los hechos que se apartan, con no pocá frecuencia, del comun decir de los historiadores que nos han precedido, 36 HISTORIA DE CHILE. 4 rito en todas las historias, y ninguna de ellas habla de Godinez. ¿Llegaria á Concepcion, cuando ya aquellos capitanes habian marchado contra el toquí? ¿Se negaria el tribunal gobernador á reconocer valedero el nombra- miento de capitan que en su rejidor hizo el cabildo de Santiago , no obstante haberla ordenado él mismo? Po- sible es tambien que las colonias meridionales concurrie- ran con algunos auxilios, y se dispusiera la expedicion encomendada á Gamboa, antes que las fuerzas de San- tiago llegaran á disposicion de la audiencia. Es lo cierto que la real audiencia presumió en peligro la ciudad de Cañete, desde que Pillataru se apoderara de Quiapo, en cuya fortaleza se mantenia (1), y Ruiz Gamboa fue man- dado con cien Españoles y doscientos auxiliares con que reforzar la guarnicion de aquella ciudad, y defenderla de los ataques enemigos. Siguió el jefe español por el camino de Puren, y los Indios amigos iban bajo la conducta del ulmen Nahuel buta, en cuya aljaba no se veia sino una sola flecha, sin que arma de ningun otro jénero pareciera en manos de aquel original caudillo. Semejante desprevencion no le gustó á Ruiz Gamboa; llegó 4 presumir que el ulmen no iba de buena voluntad á la guerra, y así se lo dió á entender con palabras, aunque medidas, de imponente. gravedad ; pero confuso y corrido hubo de quedar ante todos los que le seguian, oyendo como Nahuelbuta le respondió en tono muy familiar y de la mas admirable (1) Se dice que Pillataru fue á acamparse á dos leguas de Cañete, y que en su See le atacaron los Españoles. Es un error. El toquí se queda en Quiapo n toda su jente metida en la plaza y en las barracas que en derredor de ella DADES levantado Quiroga para .s campo. Ja Leda no Aoi gunos de berto cas ni de tiendas de campaña, las de Quiapo, he us de le ul 4 a Lu CAPÍTULO 11. 37 simplicidad : « Yo no acostumbro á pelear sino con las armas que quito al enemigo : le entro siempre con una flecha, y luego echo mano de las que él tiene. » En cuanto Gamboa llegara 4 Cañete, ya le pareció mengua de su fama el haber de quedar encerrado espe- rando á que el toquí quisiera, ó no, venir á provocarle, y por lo mismo volvió á salir con su tropa, resuelto á des- alojar de Quiapo á los Araucanos, que le esperaron con ánimo sereno y decidido. - Nahuelbuta tuvo encargo de atacar al enemigo por la parte que mira al Lebu, mientras que los Castellanos sostenian el frente del centro, 6 corte del arroyo Pilpilco, y empezó la funcion en los dos bandos con un esfuerzo desesperado. El arrojo del ulmen auxiliar en breve vino á hacerse asombro de los Españoles, no menos que de los Araucanos ; diestro en el tiro, suelto cual ninguno en los avances, y sobre todo entero y despejado para pelear y ordenar como si ajustes tuviera para que le respetara la muerte, tan pronto se le distinguia lidiando rodeado de enemigos, como libre de ellos y á la cabeza de sus súbditos alentándolos. Briosos se mostraban tambien los soldados de Gamboa , pero mas de tres horas de acalo- rado empeño se contaban, y todavia no daban los Arau- canos indicio ninguno de desaliento, antes atendian á los ataques enemigos con maestría y con imponderable re- solucion. i | El jeneral castellano debió reconocer la imposibilidad de desalojar al toquí, á no ser á expensas de la plaza que él queria restaurar, y resolvió por lo mismo comprar el triunfo con la ruina de aquella, sobre la cual comenzó á despachar gran número de alcancías que de prevencion lleyaba. Pronto prendióelalquitran, así las barracas, como e 38 HISTORIA DE CHILE. laestacada, y aunque los Araucanos corrian con dilijencia á sufocar el fuego, tal intensidad llegó á tomar, que, des- pavoridas las masas, y ya sin saber punto fijo en que sus- tentarse, se declararon en desbarate, en el cual perdieron unos doscientos hombres y varios prisioneros. Nadie se- ñala la pérdida que debieron sufrir los vencedores, quie- nes se retiraron á Cañete, dejando que Pedro Cortés corriera aquella comarca merodeando, y descomponiendo los cuerpos sueltos que los Araucanos pudieran formar de nuevo. Con aquella victoria, y los buenos resultados de las correrías de Cortés, que mientras Pillataru rehacia y ordenaba. sus filas en el corazon de los montes, sobre desbaratar varias partidas rebeldes, logró apresar un número considerable de familias, la real audiencia se acordó de que su mision no era sino el asentar una paz estable, y con ella volvió á convidar á los estados le- vantados, ofreciéndoles la restitucion de las familias prisioneras, y eterno olvido de los últimos aconteci- mientos. Hartas veces habia dicho el pueblo araucano que depender de los extranjeros era una ignominia , Y morir combatiéndolos una gloria de envidiable adquisi- cion; así es que ni responder siquiera quisieron á este segundo llamamiento del tribunal gobernador; hemos dicho mal , respondieron las tribus existentes desde en- tre Catiraiquen , á Santa Juana, y el Tabolebu hasta ra costa, con un alzamiento jeneral, que llevó á las filas de Pillataru gran número de brazos. | Y es de advertir sin embargo, que mientras mas Cal- gada y amenazadora se mantiene la tempestad en derre- dor de donde ha fijado su asiento la real audiencia, las ciudades de arriba Imperial, Villarica, y Osorno, á CAPÍTULO 1. 39 beneficio de un sosiego que nadie parece querer inter- rumpir, crecen en vecindario, doblan en riqueza, en- sanchan su comercio, y la industria fabril toma en aquella última colonia un admirable desarrollo ; verdad es que nunca con mayor conato, ni con tanto fruto, se habian laboreado las minas de labadero, porque en los conquistadores , como en los Indios, habian penetrado profundamente las amonestaciones y consejos del pia- doso prelado Marmolejo, y las tribus entraban en vida social, cristiana y laboriosa, constituyéndose en pueblos con una docilidad sin ejemplo hasta entonces. CAPITULO IV. Don Melchor de Sarabia, presidente a >dE, Ja del reino. — uu salida Santiago yendo á Concepcion. — cejo Ó junta de oficiales dere — Pillataru en Mariguenu. — Ios los Españoles. estos derro- dos. — Vuelve don Hei de Sarabia á Cidciaand de harto avergonzado de su derrota. un o (1568. ) Aunque de indómita y belicosa índole, los Indios no siempre se levantaban por el solo afan de hacer armas contra los Españoles; ocasiones hubo, en efecto, en que estos provocaban las revueltas por el incorrejible empeño de extender su dominacion, ó de recobrar lo que sus enemigos les habian quitado; y ocasiones hubo tambien en que fue motivo de levantamientos el duro proceder de algunos orgullosos encomenderos , y el su- persticioso sentir de otros cuya imperiosa voluntad que- ria convertir en ascetas hombres á quienes nada, ó muy poco, se les tenia dicho de una nueva relijion , entera- mente en pugna con la que ellos aprendieron en el libro de la naturaleza. Los Indios de paz podian aunarse muy «bien con la observancia de las fiestas, porque la holganza prove- chosa la encontramos todos ; pero que sin arraigada fe, y resuelta vocacion para la penitencia, hoy se hagan al palo, el viernes al ayuno, la cuaresma á la vijilia, y los domingos á ver en los templos, con devocion y com- postura, oficios que no entendian , solo pudieron creerlo los hombres de aquella época tan intolerante y visiona- ria , como rica fue en proezas, AA CAPÍTULO 1V. h1 Y contra la eficacia de esas medidas, que entonces salian únicamente de la voluntad particular, pero que mas tarde se convirtieron en ley del poder espiritual y del temporal, nada mas á propósito que la relajacion misma de los conquistadores (1), cuyos vicios y torpe- zas acaso se ostentaran mas descosidos que los que re- prendian á los infieles. Es verdad que ninguno de los ramos de la pública administracion podia robustecerse en el continuo vaiven de aquella exterminadora lucha, y el de la justicia era el mas impotente de todos ellos, pues tenia que cerrar los ojos para no ver los crímenes, ó mejor, verlos y tolerarlos á trueque de no descabalar los pocos brazos que servian de sosten á la conquista. Los ministros del Evangelio, que en sus principios seguian las banderas , ya en calidad de capellanes, ya en la de misioneros, á este tiempo ó por causa de achaques, de ancianidad, de cansancio, ó de todas esas cosas cojidos, se retiraban á las poblaciones mejor defendidas, en las cuales levan- taban conventos “para vivir en comunidad y quietud, quedando por lo mismo los campos de Indios de paz, y las encomiendas sin pastores, sin directores zelosos. Así, los naturales, aunque gran parte de ellos bautiza- dos ya, volvieron insensiblemente y sin estorbo á sus groseras, y tal vez asquerosas costumbres; así, los mis- mos Españoles, faltos de la palabra espiritual, sin juez ni ley por delante que á raya tuviera las pasiones, no tardaron en familiarizarse con el libertinaje, y en vida comun con los Indios, trabajo costara el adivinar por (1) Ya veremos pronto excepciones, que aquí no entendemos decir sino de las masas, y de una inmoral soldadesca contra la cual alzó la voz un ilustre pre- lado de quien hemos de hablar luego, 42 HISTORIA DE CHILE. los hechos, cual de las dos familias servia mejor al Pillan de los Araucanos. Contra males de trascendencia tanta, remedio medi- taba la real audiencia, mas para que el remedio fuera eficaz, era menester acabar la guerra, y lejos de aca- barse daba muestras de mayor ensanche. Tambien Fe- lipe II, sin enmienda de los informes que le movieron á sentar en Chile el supremo tribunal, y deseando que este marchase lleno y ordenado al fin de su tan im- portante cuanto esclarecida mision, vino en otorgar la presidencia y gobierno del reino (1) al licenciado don Melchor Bravo de Sarabia, natural de Soria, y decano de la audiencia de Lima. Con recibo del real despacho se puso ese personaje en camino para Chile, y aportó á Co- quimbo sin accidente ninguno, é instruido de su llegada, el cabildo de Santiago dispuso que su alcalde Juan Jofre pasara inmediatamente á felicitarle; mas como se le anunciara en seguida que el nuevo gobernador pensaba trasladarse á la capital, visitando de paso la tierra, fue acuerdo del 5 de agosto el nombramiento de alferez.real á Jerónimo Gonzalez « para que salga con el estan- » darte y el cabildo á recibirle,» sin que tampoco tuviera efecto esta disposicion, pues vemos que es el alcalde Francisco Riberos quien fue al encuentro de Bravo de Sarabia. Entró este en Santiago el 16 del propio mes (2), pre- sentó su despacho al cuerpo municipal « con facultad de » repartir los Indios que se hubiesen de encomendar, » y quedó reconocido y proclamado con el triple carácter de (1) Real en despachada en Madrid el 25 de setiembre de 1 (2 E , Pues, los autores suponiendo que el presidente ces desem- barcó en al el 15 de abril. CAPÍTULO IV. 13 gobernador del reino , capitan jeneral, y presidente de la real audiencia. ( Hasta el 2/, de setiembre permaneció el presidente en Santiago mejorando algunas disposiciones administrati- vas, tras lo cual se puso en camino para Concepcion , yendo hasta Maipo acompañado del alcalde Juan Jofre y de un rejidor; los cuales, al despedirse, le dejaron una corta escolta sacada de Santiago para resguardo del supremo jefe hasta su entrada en aquella ciudad, donde de nuevo se hizo recibir con los tres mencionados títulos. Esa travesía desde Coquimbo á Santiago y de San- tiago 4 Concepcion de mucha utilidad fue para el pais. El equitativo é intelijente Sarabia tuvo en ella la ocasion de notar cuan grande era el desconcierto de la naciente sociedad, y cuantos los males que la aflijian por lo mismo que tan embriagada la tenian ya los vicios. Así es que sin perder instante ordenó al licenciado Egas Venegas una visita jeneral por todo el reino, con cargo de asentar medidas uniformes y comunes : — 1” para la pronta, y por ningun título escusada,, satisfaccion del quinto real ; — 2% para el pago semanal, y abono, de atrasos en los sesmos, que á los Indios se les fuera en deber; — 3" para señalar de una manera estable cual servicio ha- bian de hacer los Indios encomendados , y cual salario los encomenderos debian abonarles; — 4” para distin- guir las atribuciones de los encomenderos , como los de- rechos de los encomendados, y hacer que estos fueran tratados con suavidad y moderacion ; — 5" para obligar que cada encomendero se procurase á sus expensas, por un dot rgado de la educacion cristiana lo menos u de la familia encomendada ; — 6* enfin, para poner en h4 HISTORIA DE CHILE. cada partido un protector de Indios, el cual los habia de defender, y traerlos en recurso á la real justicia, hasta quedar vengados los agravios que se les hubieren hecho. i De estas acertadas disposiciones con lucimiento salió Egas Venegas, corrijiendo escándalos y abusos , y asen- tando medidas de tal severidad , que como por encanto parecia renacer el arreglo de las costumbres y el mejor estar de los Indios, en todos los establecimientos sumi- sos á la ley castellana. Entre tanto nose mantuvo ocioso el presidente, antes con auxilio de personas de saber y de probidad, puso em- peño en la pacificacion de las tribus revueltas entre los rios Maule y Biobio, la logró, y con las mismas máximas de prudencia y de paz se dirijió por medio de ulmenes convidando á las parcialidades de los sub-andinos y lla- nos de Angol á la provincia de Chiloe, para ver satis- fecho , y en breve, como todas ellas depusieron sin. exi- jencias las armas. Quedaban , empero, los estados de Arauco, Tucapel y Catyray, de cuyos estados que no quisieron escuchar - proposiciones, salió el toquí Pillataru con seis mil guer- reros, apostándose en la memorable Mariguenu, ó cuesta de Villagra, y desafiando, por decirlo así, al gobierno de Concepcion. Contra insulto tal de nada servian las palabras; era preciso acudir á las armas, y esto es lo que determinó el presidente Sarabia, guardando de jeneral 4 Ruiz de Gamboa, de maestre de campo 4 Miguel de Velasco; pero como quisiera él mismo presenciar las operaciones de esta campaña, y tambien dirijirla, declaró por gober- nador interino de la Concepcion 4 Lorenzo Bernal. ] ] CAPÍTULO 1V. A5 Puesto, pues, en marcha con doscientos sesenta Es- pañoles, y quinientos auxiliares , y como le esperaran ya cuatro lanchas en las aguas del Biobio, á su desemboque en el mar, le atravesó con toda su jente sin tropiezo, y siguió pacífica y ordenadamente hasta asentar su real en Colcura, á falda setentrional de la E sobre cuya cús- pide se mantenia Pillataru. Allegada la noche hizo el presidente que se formase un como consejo de guerra, para concertar el modo y medios con que acometer al enemigo, pero con la inca- lificable premisa en que se asentaba , no una consulta de pareceres dejados en absoluta independencia, sino la marcada resolucion de la autoridad suprema, contra cuyo entender muy pocos son los hombres que se anuncian , porque pocos son los que, en el desagrado de quien tanto puede , incurrir voluntariamente quieran. En efecto, abrió el presidente la junta de jenerales proponiendo muy resuelto que convenia empezar por el reconocimiento del campo enemigo y sus trincheras, con sesenta hombres al mando del maestre de campo Miguel de Velasco, y á opinion tan anticipada, sin gran temple de alma, sin un exquisito zelo por el bien comun , no resiste nadie. Así es que la lisonja aplaudió, la cobar- día aprobó, pero la firme conviccion de una inevitable ruina inspiró á Velasco, no obstante haber adherido al parecer, un astuto rodeo, deslizando la expresion de que pudiera ser, en aquellas circunstancias, de sumo pro- vecho el dictámen del capitan Pedro Cortés con quien no se habia contado, siendo el mejor conocedor de las | entradas y salidas del campo que los Araticanos ocu- paban. A Sarabia no le gustó la propuesta, pero por no pasar » 46 HISTORIA DE CHILE. plaza de temerario, mandó venir á la junta á Cortés , y consultado este partidario sobre asunto ya resuelto , res- pondió con admirable tino : — « Le seria muy satisfacto- rio ser del número de los sesenta hombres destinados al reconocimiento, » solo que llamado conimperio por el pre- sidente á pronunciar un voto positivo, manifestó sin dis- fraz la inutilidad, como el grave riesgo, deir á reconocer un punto que todos los Españoles tenian visto y medido, bien á su costa. — «O ir todos contra el toquí , exclamó Cortés , 6 contarnos por perdidos si las fuerzas marchan divididas. » Pagó Bravo de Sarabia la llaneza con denuestos , mas como leyera en los semblantes de todos cuantos á su pri- mer dictámen habian suscrito que las razones de Cortés ellos tambien las reconocian , ya que no tuvieran valor para expresarlas, determinó que fueran al reconoci- miento ciento veinte Españoles y trescientos auxiliares, en lugar de ser sesenta; que con eso se hacia mayor el desatino, . En efecto , con el primer albor del dia comenzó á su- bir el cerro aquella jente conducida por Miguel de Velasco, y llevando la retaguardia el jeneral Ruiz de Gamboa , sin que Pillataru diese muestra de querer estorbarlo ; mas en cuanto viera que los Españoles torcian el último cara- col que á la cumbre llevaba , cargó con tan furioso ím- petu, con tan crecido número de soldados , que aquellos se vieron envueltos, gravemente ofendidos , y en la im- posibilidad de ofender, sino con arma blanca , de la cua] echaron mano para ver de salir de la horrible confusion. Aumentóse esta en breve , porque desbocado el caballo de Miguel de Velasco, saltó al centro del campo enemigo con su jinete, y como Pillataru lo notara, recargó con ! a : CAPÍTULO 1V. 47 un numeroso cuerpo sobre la vanguardia enemiga, y acaso lograra deshacerla si tan á punto no corriera Pedro Cortés para mandarla, y si para mayor asombro del toquí no apareciera de nuevo en cabeza de filas el maes- tre de campo , arrebatado de entre los Araucanos por un valiente militar cuyo nombre ha perdido la historia, Con todo, ni el arresto de los Españoles , igualmente que el de sus auxiliares ; ni la presencia de ánimo de los jefes Velasco y Cortés ; ni la temeridad de Francisco Her- nandez Rondon penetrando mas de cien pasos el campo araucano , del que arrancó un Español que allí tenia pri- sionero , nada bastó á contener el vigoroso empuje de los Indios, y fue preciso declararse en retirada , con la sen- sible pérdida de cuarenta y cuatro Españoles y cien auxi- liares que tendidos quedaron en el pecho de aquel hadario é imponente cerro (1). Llegaron los fujitivos al cuartel general para referir al gobernador el lamentoso éxito de sus descabelladas dis- posiciones, y sacarle al rostro, indicios de pesar, de hor- ror, de confusion y de espanto, comenzando sin duda á comprender que cabe mucha intonsía en materia de ar- mas, aun cuando uno sea muy lince en la de las letras. Así, entre desesperado y corrido alzó su campo, tras- ladándose 4 orillas del Vergara, en cuyo punto remitió el mando 4 Martin Ruiz de Gamboa, ordenándole pasase inmediatamente á Arauco, y trasladase su guarnicion de cuarenta hombres, que mandaba Gaspar de la Barrera, á la ciudad de Cañete. Gamboa marchó al descargo de esta mision en acelerada jornada, doblando los cerros (1) No se concibe porqué no pensarian los Españoles en guardar esa tan ven- tajosa posicion con un fortn en la crons. ENDE a ahorrado mucha sangre, y su li 8 48 HISTORIA DE CHILE. de San Jerónimo, y llegando á Arauco sin obstáculo; pero al paso con el presidio de aquella plaza para Cañete, le salieron unos seiscientos Araucanos, que si bien fue- ron rotos, y no mal escarmentados, todavia fue á costa de ocho Castellanos que en la pelea murieron. Sin la costumbre que tienen los Indios de celebrar sus triunfos sobre el campo de batalla , entregándose por mu- chos dias á un loco deporte, á excesos y borracheras, y juegos que los suelen traer 4 un enajenamiento de ánimo torpe é insensible, 6 mejor, si los Indios no durmieran tanto sobre sus laureles , perdiendo en la inaccion las re- sultas del triunfo , no cumpliera Gamboa tan á su satis- faccion el encargo que el gobernador le encomendó esta vez. Pero está Pillataru en medio de bailes y de comi- litonas , y el jeneral español tiene tiempo para poner la corta guarnicion de Arauco en Cañete, para volver al Vergara en donde le esperaba el presidente, y, en fin, para marchar en compañía de este hasta Concepcion, en donde entró Sarabia no «poco escocido , reflexionando cuanto desmereceria su nombre en la opinion pública, con conocimiento de su tan insigne, cuan funesta , bisoñada. o rg A A IL AR IIA GR Y AS A CAPITULO Y. Obispado de la ciudad Imperial. — La fortaleza de Arauco arrasada. — Pilla= taru en Quiapo. — Expedicion de Gamboa á las tierras de Pelantaru. — Es- fuerzos del presidente en favor de la administracion de la justicia. — Sus Pa Predio — Marcha el gobernador á los Infantes. — Vuelve á Conc — Muere el ilustre Barrionuevo. (1569. ) Corrian las armas castellanas por entre triunfos y der- rotas, pero entre tanto el reino de Chile se iba haciendo cada vez mas grande, cada vez mas ilustre. Ya tiene en su centro el supremo tribunal de justicia; su capital se envanece considerándose ennoblecida con una mitra cuya modestia, simplicidad y virtudes recuerdan los hermosos tiempos de la Iglesia católica, y para mayor lustre, viene ahora Felipe 11 asentando en la Imperial otra silla epis- copal , destinada al ilustrísimo y reverendísimo fray An- tonio de San Miguel, del órden seráfico, y guardian del convento de la ciudad del Cuzco, segun bula que, á presentacion del rey de España, expidió el papa Pio Y el 30 de diciembre 1567. Este sabio y zeloso prelado confirió poder al licenciado don Agustin de Cisneros para que rijiera su iglesia, mientras su consagracion , que ocurrió en Lima el 9 de fe- brero de 1569 por ante elilustrísimo arzobispo de aquella capital doctor don Jerónimo Loaiza; mas no parece que viniera á su silla hasta en mayo de 1571 (1). (1) ¿ Fue esta la primera silla episcopal de Chile, 6 la de Santiago? Tal es la cuestion que todos los historiadores han ajitado, y que ninguno ha resuelto 1. Historia, h 1 0 po. DO y 908 pa A dol Al uu 50 HISTORIA DE CHILE. Las rentas decimales del obispado de Santiago, á cuya jurisdicion pertenecian entonces todas las iglesias del reino, apenas si llegaban á ocho mil pesos ; pero con aquella novedad no solamente hubo que mirar el modo de compartir dicha renta entre los dos prelados, sino tambien el de señalar los límites del respectivo do- minio espiritual. Promovióse esta cuestion ante la real audiencia que la resolvió incontinenti, poniendo el 19 de enero de 1569 á don Agustin de Cisneros en pose- sion (1) de la tierra que media entre el rio Maule y Chiloe, declarada diócesis de la Imperial; y diócesis del obispado de Santiago desde el dicho Maule hasta Copiapo. ¿ En esto se andaba cuando llegó aviso de nuevos mo- vimientos del toquí en direccion de Cañete, y Melchor Bravo de Sarabia hizo que Ruiz de Gamboa y Miguel de Velasco con ciento veinte Españoles, y otros tantos auxi- liares, pasasen á protejer aquella ciudad. Pillataru gastó mas tiempo que era menester en arrasar la abandonada plaza de Arauco, y como sus espías le dijeran que en eon acierto. Es constante que el obispo San Miguel no vino á su iglesia hasta en 1571 ; constante que en virtud de la referida bula de 1567 erijió la parro- quia de la Imperial en catedral, con título de santa iglesia del señor arcángel San Miguel; constante tambien que esa iglesia no se vió completa hasta el 12 de abril de 1574, en cuyó dia se le dieron todas cuantas dignidades cor- responden al cabildo episcopal. Argíir con que la mitra de la Imperial ya la tenia otorgada Pio IVY por bula de 22 de abril de 1563, tambien en favor del re- ferido San Miguel, no prueba primacía , ni aun nominal , puesto que la bula de Pio IV en favor del obispo de Santiago, el célebre Rodrigo de Marmolejo, es de 27 de junio de 1561. Que San Miguel asistiera al concilio provincial cele- brado en Lima en 2 de marzo de 1567, y que en él se le llame obispo de la Imperial, no concluye tampoco por los que le quieren poner primer obispo de Chile. Era obispo nombrado desde 1563 , pero no obispo en ejercicio en su diócesi. (1) En la parroquia de San Pedro de la ciudad Concepcion ocurrió esta ceremonia, ee Í É 3 1] ¿ i : 1 ' 11 CAPÍTULO Y. 51 Cañete habia fuerza y una muy esmerada vijilancia, se acuarteló sobre las ruinas de Quiapo, dejando algunos cuerpos sueltos para correr las cercanías y evitar así una interpresa. A tres dias despues de apostado en aquel punto, pa- reció la columna de Gamboa, que se descolgaba por el camino de Puren, y eljeneral español, descubriendo el campo enemigo, hizo alto como determinado á retroce- der, teniendo por insuficientes las fuerzas que man- daba, para con enemigo tan numeroso y regularmente defendido. Los capitanes Pedro Cortés y Juan Ruiz de Leon, que en la irresolucion de su jefe creyeron leer la idea que le dominaba, se adelantaron á decirle que el no presentar batalla á Pillataru , y huirle, habia de acar- rear consecuencias muy fatales , que el toquí araucano saldria picando la retaguardia y corriéndola hasta Cañete, pues á tanto se le autorizaba en dándole la señal de que se le temia; y como tambien Velasco exprimiera el mismo parecer, Gamboa resolvió el ataque, y la columna castellana continuó su marcha de cara á los Indios, No se engañaron Cortés ni Leon. Tan lejos estaba el toquí de querer valerse de sus trincheras para medir su brazo con un enemigo, digno en su loca presuncion del mas alto desprecio, desde que en la cuesta de Mari- guenu le corriera , que con toda su jente se echó fuera del atrincheramiento, y lo que mas es, flanqueando sus haces en opuesta derrota y simulado apresuramiento , como si se pensara en una desbaratada fuga. Con mo- -vimiento semejante bien creyó Ruiz de Gamboa que al primer ímpetu quedarian necesariamente rotas las masas araucanas, y por consiguiente cargó mas lijero que de= 59 HISTORIA DE CHILE. biera, pues á una voz de Pillataru toda su jente descor- rió con maravilloso arte un perfecto círculo dentro del cual se encontraron los Españoles. Gamboa, que reco- noció el peligro, en dilijencia acudió tambien con el remedio formando los suyos en cuadro, y comenzando á jugar con los arcabuces que no erraban tiro, y aclara- ban las líneas del arrestado enemigo; pero este no cedia, ya que viera que en dos horas de tenaz empeño ni aun habia podido decentar las filas españolas , cuando de las suyas traia tendidos el plomo mas de trescientos Ca- dáveres. Ya en fin, abrió Pillataru el cerco, y se retiró á sus trincheras, quedando el campo español en su lugar, donde se mantuvo todo el dia , por si los Araucanos pen- sasen en volver á la carga ; y como estos no parecieran dispuestos á segunda prueba, ni Gamboa tuviera por cuerdo el ir á atacarlos al fuerte, los Españoles alzaron su real al dia siguiente encaminándose á Cañete. Gamboa se mantenia en aquella colonia, esperando que el toquí viniera contra ella , que con esta declarada intencion salió del cerro de Villagra, y la propia voz corria entre los Indios por espías que ambos bandos traian en accion; pero Pillataru no asomaba : algunas partidas insignificantes corrian los contornos del esta- blecimiento español, cubriendo con mentido rumbo los movimientos del ejército indio; y dilatando así las 0pe- raciones, la plaza consumia los víveres, y si llegaba á efec- tuarse el asedio, tanto y mas daño que el enemigo pu- diera acarrear la falta de mantenimientos. No quiso Gamboa verse en semejante apuro. Resuelto á. vituallar á la colonia de manera que de nada careciera aunque por algun tiempo llegara á verse cerrada, tomó cien CAPÍTULO Ve 53 +... soldados y. algunos auxiliares, y se dirijió de noche en línea de Puren contra las tierras de un rico y jóven ca- pitan ó ulmen llamado Pelantaru (1). Llevado por bue- nos guias, el caudillo español llegó muy de madrugada á la jurisdicion del ulmen, y no tardó en recojer buena provision de víveres; mas cuando quiso volver con la presa, le cayeron encima mas de seis mil Araucanos que el toquí tenia encubiertos en las faldas de los inmedia- tos montes, y se travó al instante una desesperada re- friega. Gamboa , que sin duda hubo de recordar el buen éxito de la accion de Quiapo, oponiendo al cerco del ene- migo un cuadro impenetrable, entró esta vez en el pro- propio sistema, cojiendo dentro la preciosa provision de alimentos que habia hecho, con empeño de salvarla y salvarse. Mientras le tenian cerrado con fuerzas res- petables , á pie firme y con descargas ejecutadas oportu- namente , contenia el empuje de sus enemigos; mas en cuanto estos dejaban desguarnecido un punto cual- quiera, el cuadro español marchaba ordenado y siempre en busca de una retirada honrosa. Así es que gastó mu= chas horas, ya peleando con esfuerzos de un valor in- comparable, ya avanzando en busca de su salvacion , con la cual contaba si 4 doblar aquella terrible abra llegara. Hubo aquel dia muy poco órden en los Indios, y aunque con impavidez dieran repetidas veces contra | el cuadro castellano, como nunca se ejecutara en masa, la arcabucería española derribaba y barria á los atrevi- dos grupos que se arrojaban al peligro, y el estrago acabó con imponer un completo desmayo á los Indios , - (1) Y no Pillataru como dicen los historiadores, suponiendo que el jeneral Gamboa fue á saquear las posesiones del toquí. — Pelantaru , ó Pelantaro, el mismo que mató al gobernador Oñez y Loyola, siendo ya toquí. 5h HISTORIA DE CHILE. dejando álos Españoles libre paso para Cañete, en donde entraron con rico botin, ya que con siete hombres menos (1). : Mientras que así reponian las armas castellanas el descrédito 4 que las trajo en la cuesta de Villagra la impericia del gobernador, este trabajaba sin descanso con la audiencia para que la administracion de la justicia entrara en un pie equitativo y beneficioso. Desde luego fue medida muy importante el quitar, así á los correji- mientos, como á las justicias ordinarias, la necia facul- tad de seguir y sustanciar en materias civiles, como en las criminales, sin informe, cuenta, ni apelacion á supe- rior, á no ser cuestion capital en crímen, y de enorme . cuantía en civil. Bravo de Sarabia, hombre, sobre sá- bio, de una rectitud austera, de un amor al bien comun que tuvo muy pocos modelos, dió por tierra con aquella peligrosa prerogativa, mandando que de las sentencias del inferior pudieran las partes apelar al superior , Y conminando con graves penas á cualquiera juez que no admitiese lisa y llanamente todo jénero de apelaciones siempre que en tiempo hábil parecieran. De paso volvió á recomendar que los encomenderos se portasen Con los Indios con humanidad y nobleza (2), guardándose 1) Las memorias de aquel tiempo y muchas de las historias publicadas , llaman á esta retirada de Gamboa la bella retirada equivalente á una fa mosa victoria. Consta, en efecto, en expediente seguido por Nuño Hernandez ante el oidor y doctor. Peralta, que Pillataru perdió en esa accion seisciento os In- los Araucanos debió ser considerable, las consecuencias parecen acreditarlo, pues el toquí tardó mucho tiempo en volver á romper las hostilidades. (2) Sentia en alivio de los conquistados lo mismo que Felipe II, quien, q real cédula de este mismo año, dada en Galapagar á 22 de marzo, el á la real audiencia de Concepcion cuidase del buen trato y educacion de los IS CAPÍTULO Y. 55 sobre todo de defraudarles sus salarios y Sesmos, por= que la menor falta en ello les costaria una multa quin- tupla á la cantidad defraudada, Hubo tambien nuevas reglas para los tambos, y transportes de unos á otros , con aranceles en que se se- ñalaban los derechos fijos segun que los pesos fueran, y como deseara dar al pais lustre y fuerza, y no le viera todavía con los suficientes elementos para dar salida á sus miras, ofició á Ruiz Gamboa diciéndole que si pre- sumia poderse defender Cañete con su propia guarni- cion y la arrimada de la plaza de Arauco, pasase inme- diatamente á los Infantes, en cuyo punto se encontraria él para dar nuevas órdenes. En efecto, salió el gobernador de Concepcion para los Infantes, y no tardó en llegar á este punto el jeneral Gamboa con la misma tropa que. llevado habia en so- corro de Cañete, y sin perder instante marchó para el Perú el maestre de campo Miguel de Velasco , con carta del presidente Bravo de Sarabia en la cual pedia al vi- rey (1) un regular socorro de hombres y de dinero, para traer á la obediencia las tribus de la rebelde Araucania, que le parecia facil y natural : en igual error se estre- llaron todos los gobernadores. Tras esto, Lorenzo Bernal fue nombrado maestre de campo, y como los Araucanos no enseñaran guerra en ninguno de los puntos, volvióse Sarabia á Concepcion desde donde comenzó á despachar diferentes embajadas, llamando todos los estados y tribus á una paz que habia de ser (decia) leal, duradera, honrosa, y de mucho provecho Indios, fundando para este fin monasterios inmediatos á las encomiendas, y aun fuera de ellas, á expensas del real erario en este caso, y del real erario y del encomendero en aquel. (1) Éralo entonces don Francisco de Toledo. 56 HISTORIA DE CHILE, para ambos partidos. ¿Como traducian los Indios estas rei- teradas amonestaciones? Suponiéndolas hijas del miedo , de la poquísima confianza que los Españoles tenian en la duracion de su conquista, y por consiguiente solian pro- ducir un resultado enteramente contrario al que se bus- caba. No fue por cierto esta vez así, porque Pillataru cayó gravemente enfermo , y ya que los estados arau- canos no respondieran al convite del presidente de la real audiencia, tampoco por entonces desplegaron su soberbio y ensangrentado pendon. Apenas tuvo tiempo el cabildo de Santiago para cele- brar contento la nueva aurora de paz que comenzó á lucir con la desaparicion del toquí araucano , despues de los reveses de Quiapo y del valle de Pelantaru, porque vino la muerte arrebatando de la silla episcopal al venerable y muy ilustre Barrionuevo ; calamidad que lloraron los cristianos, y tambien los Indios amigos , porque si aquel santo obispo fue para los primeros un consejero piadoso, un director lleno de zelo y de intelijencia , con los se- gundos hizo en muchas ocasiones oficio de un verdadero padre, dispensándoles á manos llenas lo mismo los bienes temporales que los espirituales, CAPITULO VI. Temblor de tierra. — Hechos de Bravo de Sarabia por el bien público. — Llegada del ilustrísimo San Miguel de Avendaño á la Imperial. — Pillataru muere, y Alonso Diaz declarado toquí. — El obispo de la Imperial comienza la visita de su diócesi. — Don fray Diego de Medellin llamado á la silla episcopal de Santiago. (1570—1574.) Con el establecimiento de la real audiencia en Concep- cion, con las entendidas disposiciones del presidente Sa- ravia para que la justicia no fuera parcial ni arbitraria, aquella ciudad comenzó á prosperar en poblacion y en riqueza, de una manera admirable. Callan las ar- mas; quedan los caminos limpios, expeditos, y de todas partes del reino concurren á Concepcion gran nú- mero de colonos que exponen sus derechos ante el su- - premo tribunal, ó le dan queja de agravios causados por jueces injustos, y tal vez prevaricadores ; pero si paz hay sin previo ajuste, si como por instinto los bandos beli- jerantes han depuesto el exterminador acero de que hasta aquí los hemos visto armados, dijérase que solo fuera para que la naturaleza hiciera tambien un impor- tante papel en el cruento drama á que el reino de Chile servia de teatro. : Esa Concepcion, en cuyo centro se mira una como corte del naciente imperio castellano; esa ciudad de cuya posicion topográfica se prometen los habitantes ventura y tesoros, gracias al arrimo de un mar majes- tuoso y despejado cuyas aguas se intiman con las que 58 HISTORIA DE CHILE. vomita el soberbio Biobio; esa Concepcion , salida con ufanía y brillo de entre las cenizas que por señal le deja- ran las armas dé la Araucania, el 8 de febrero (1), la hunde una violenta concusion de la tierra, y sus cimientos los barre al instante la braveza de las olas que como de propósito envia un piélago enfurecido, ya que el terrible sacudimiento le echa fuera de barrera con es- pantosa elevacion. Dia triste y tremendo, conocido con el nombre de miércoles de Ceniza, en el cual, 41as nueve de la mañana , ya cubrian las aguas del mar el espacio de lo que media hora antes era una ciudad rica y florente, pero, Para mayor asombro, sin que la catástrofe hiciera apenas víctimas (2), aunque de verdad ha de atribuirse 4 la hora en que ocurrió, y al espantoso bramido que de las entrañas de la tierra salió de antemano anunciando el terremoto , como si fuera de providencia para que los vivientes tuvieran tiempo de buscar en los desiertos campos la salvacion de sus vidas. .. Cinco meses continuos se mantuvo la tierrra oscilante y el mar en desborde; el curso de los rios estaba ata- (1) El 4 ponen muchos historiadores , pero contra su decir tenemos el do- cumento del voto que escribieron todos pon moradores de pera en pú- blico cabildo en 8 de julio de 1570, en el cual « se e lee: :—« Y que n esta ciudad y aL fe) » el miércoles de Ceniza de este presente año de 1570, á los ocho dias del mes » de febrero, á las So > horás en dia, pisa » >= e +. ames por intercesor y «custodio de aquella acad celebra la Iglesia en el año. Salió, pues, > Natividad d dee pe Virjen, quedó por consiguiente resuelto alzarle una ermita en la calle de la Loma, á la cual habian de concurrir, descalzos eh solemne procesion, autoridades civiles, militares y ca Ria sonanidades y recinos, todos los años, el jueves siguiente al miér- coles de (2) Dice Herrera que perecieron Pra hombres, En el documento de que habla la precedente nota se lee 2 — « Y que Dios os por su infinita miseri- » cordia, de la cual no se olvida el dia de su furor, fue servido que casi ningun » persona muriese, etc. » eu CAPÍTULO VI. 59 jado; los campos inundados, y hasta las montañas ame- nazadas de un nuevo diluvio, sintiendo todo el reino de Chile un perenne vaiven, un traque tronitoso subterraneo, como si el suelo estuviera quebrantando todas las ma- terias para luego volarse en pavesas. La iglesia catedral de Santiago Se habia concluido el 6 de noviembre de 1568, merced á la jenerosidad de los ha- bitantes, que respondieron con largueza al don á que el cabildo los llamó por medio de Juan Jofre, despues de haber consumido en ella mas de veinte y cinco mil pesos de fondos públicos, y este terremoto la hundió tam- bien (1). Cesó por fin la espantosa oscilacion ; el mar recojió sus aguas, los rios entraron en sus ordinarios límites, y como quietas y apartadas de los establecimientos espa- ñoles se mantenian las tribus araucanas, aquellos Co- menzaron á reparar sus pérdidas con el zelo y la activi- dad que en todas las ocasiones probaron. La real audiencia, así como el cabildo de Concepcion, á cuyo frente se hallaban los alcaldes Gomez de Lagos y Diego Diaz, como el correjidor Alonso de Alvarado, como el vicariojeneral y gobernador eclesiástico el pia- doso fray Fernando Romero, todos, en fin, apelaron á la jenerosidad de los moradores de las demas ciudades, para que concurrieran á remediar, Como mejor lo en- * tendiese cada uno, la terrible desgracia que cupo á Gon- (1) Con vista de estas ocurrencias mas de uno de los arrogantes conquis- elafan con que los Españoles fundaban casas, templos, y otros edificios, solian á la letra se cumplió la profecía, algunos de los Españoles súpersticiosos no cesaban de decir : Bien sabian esto los Indios, y bien claro nos lo de- cian. : , 60 HISTORIA DE CHILE. cepcion, y como la caridad fuese aun mas allá de lo que era de esperar, salváronse muchas familias del rigor de la miseria , y volvió 4 renacer la colonia fundando por cuarta vez sus moradas y sus templos. A beneficio del público sosiego, y con el constante zelo del presidente Bravo de Sarabia, la posicion de los Indios de paz iba ya muy mejorada, y las leyes man- tenian un saludable imperio en todos los departamen- tos ; porque los grandes abusos, los escándalos, y tal vez demasías que solian producir alzamientos y sangrientas guerras, solo entre algunos de los encomenderos se veian, y como el presidente, ó sea Egas Venegas en su nom- bre, habia puesto un protector de Indios en cada enco- mienda, ni la codicia ni la barbarie podian ejercerse impunemente. Bueno es decirlo de paso : sea que el tri- bunal supremo formase empeño en que luciera la justi- cia pura y sin mancha, porque de esta circunstancia pa- recia depender su honra y su estabilidad , sea que los Españoles vieran mas inmediata en aquel la persona de su rey, que no en los gobernadores precedentes, cuya carrera y elevacion podian valorar ellos mismos, como compañeros de armas, es lo cierto que el respeto y temor á la audiencia fue señalado y jeneral, cuando de los correjidores y justicias de los demas gobiernos no faltó - Quien descaradamente se burlara. > Así se iba reformando y morijerando aquella naciente sociedad en la parte política, cuando para mayor fortuna suya le llegó el ilustrísimo pastor San Miguel de Aven- daño que la habia de enseñar la verdad cristiana des- nuda de toda supersticion. En principios del mes de mayo de 1571, entró en la ciudad Imperial aquel vir- buoso varon, ya consagrado, y el dia primero que se CAPÍTULO Vi, 61 presentó en su iglesia , ocupó el púlpito para decir á sus feligreses no otra cosa sino que los Indios eran herma- nos en Jesucristo, que como á tales hermanos habian de tratarlos, y que el causarles el mas leve daño, ora en sus personas, ora en los intereses debidos y señala dos al servicio personal que prestaban, culpa era de la que Dios tomaria estrecha y severa cuenta. Como renovara esa doctrina visitando las encomien- das del distrito de la Imperial, al paso que en cada una de ellas dejaba un sacerdote para doctrinero, sucedió que allegado á la propiedad del capitan Pedro Olmo de Aguilera, señor de diez á doce mil Indios, este, ó por mucha devocion , Ó por algun remordimiento de su con- ciencia , ya que declarara no haber defraudado ni un solo maravedí á ninguno de sus encomendados, ofreció al obispo levantar siete iglesias en las parcialidades de su encomienda, y un hospital con cien camas, para cuidar en él los enfermos, comprometiéndose al efecto con escritura pública, otorgada ante el notario de la Imperial Juan Rodriguez (1). Volvió el obispo á la Imperial y tomó por cuenta suya el enseñar á los niños la doctrina cristiana , que se la es- plicaba todas las tardes en la iglesia con la mayor pa- ciencia y dulzura; mas viendo cuanta necesidad habia de un hospital donde recojer 4 los Españoles meneste- rosos y 4los indíjenas cuando sus achaques ú enferme- dades no les permitiesen ganar el sustento con el tra- (1) Eficaces. fueron las palabras de este sabio prelado, pues que habiéndole oido predicar el capitan Diego Nieto Ortiz de Gaete, vecino de Osorno , de- clara voluntariamente ser detentador de mas de veinte y siete mil pesos de jornales debidos á sus Indios; dispone que cuatro sacerdotes de arreglada vida se encarguen de toda su hacienda y restituyan lo que en deuda resultare, y muere con pesar de su conducta. Véase la pág. 432 del tomo primero, 62 HISTORIA DE CHILE. bajo, compró á sus expensas (1) un solar propio de los relijiosos de la Merced, y la fábrica se levantó con ayuda de los colonos. Ya que no hay duda que los Indios no fueran nunca fieles en sus promesas , ni que prefirieran todos ellos la muerte á una vergonzosa servidumbre, todavia se ve que no una vez, sino muchas, quebrantaron las leyes del agradecimiento mas por ajenas sujestiones de la presuncion resentida, que por resuelto y propio querer, Es prueba de esta verdad la encomienda de Lebquetal, perteneciente al honrado Hernan Perez, *“Cuidaba este sujeto de sus Indios con un amor, con un esmero , tal como si todos ellos fueran hijos suyos. Tan pronto se le veia á la cabecera de la cama de los que estaban enfermos, como enseñando á estos á leer, á aquellos la doctrina, á los demas allá las obligaciones de sus respectivos cargos; y los Indios por su parte pú- blicamente bendecian á la suerte que tal encomendero , 6 señor, les habia deparado. A esta venturosa y pacífica encomienda llegó por des- gracia el mestizo Alonso Diaz (2), sedujo á los Indios , y (1) Costó dos carneros y diez ovejas, y es preciso que en aquel tiempo fue- ho precio aquellas reses, pues que visitando el provincial de la ór- den el convento de la Imperial, no solo aprobó la venta que sus súbditos ha- bian hecho al obispo, sino que la dió por muy ventajosa. > (2) Dice Molina que Diaz contaba ya diez años entre los Indios de guerra, de se habia hecho distinguir po lor y por su habilidad. — ¿En + 90 UU) ee qué batallas se le ve distinguiéndose? Muchas hubo en diez años y ninguna le cuenta. Ni contarle podia. Este jóven nunca antes de ahora habia estado con los Indios. Pretendió en Concepcion entrar al servicio de las armas, pero con condicion de que desde luego se le diera el alferazgo. El presidente Bravo de Sarabia no hubo de ver causas bastantes para admitir la condicion , Y como viera Alonso Diaz desestimada su demanda , resolvió vengarse pasando al par- tido contrario. Tal es la cansa que produjo el levantamiento de Lebquetal, y cepa no fueran satisfactorias para los Indios las resultas, Diaz logró en ellas a a dat ba A y ME AY MUIPULD e a A 1 y j a cies CAPÍTULO Vi. 63 do ellos le siguieron caminando contra Concepcion en la creencia que habian de aniquilarla sin mas de llegar á sus puertas. | Dieron en ocasion en que Miguel de Velasco acababa de arribar con doscientos soldados , y provision de mu- niciones, con que le despachó al instante el virey del Perú don Francisco de Toledo, y el presidente Sarabia hizo que Lorenzo Bernal al frente de ciento cincuenta Españoles y doscientos auxiliares diese contra los in- surjentes hasta castigar cumplidamente su arrojo. | Alonso Diaz, muchacho de exajerado arresto, bien hubiera ahorrado á Bernal el trabajo de andar el da- mino , y álas cercas de la Concepcion se allegara , apesar del inesperado incidente ; pero algunos de los veteranos que le seguian lograron reducirle á que retrocediese para tomar posiciones favorables en la punta de la cadena de muelas que suben hasta Gualqui, en cuyo lugar se apostó, en efecto , acudiendo al campo armadas todas las mujeres y familias de los sublevados. Bernal no res- petó la ventaja del enemigo, antes suponiéndole nuevo en armas y no poco embarazado con tanta mujer como consigo tenia, se puso á subir la montaña con la firme persuasion de que en un cerrar y abrir de ojos habia de desalojarle; pero Diaz y cuantos le seguian acreditaron que no habian enarbolado el pendon para huir cobarde- mente, sino resueltos á mostrar que estaba en manos harto capaces para defenderle. Así la funcion fue larga y extremamente reñida, y si por la superioridad de las armas logró por fin Bernal romper las masas indias, desbaratarlas , y ahuyentarlas despavoridas, dejando en el campo mas de doscientos cincuenta cadáveres, y cerca de doscientos prisioneros, todavia fue menester comen- 64 HISTÓRIA DE CHILE. zar nueva refriega con las mujeres , que, unidas, y lla- mando cobardes á sus maridos porque huian, con in- dignacion y despecho hicieron frente á los Castellanos ; muriendo muchas de ellas en la rabiosa pelea , y las res- tantes, que fueron hechas prisioneras, se dieron muerte ellas mismas por la noche, siéndoles esto mas dulce y mas digno, que el haber de vivir sumisas á sus aborre- cidos vencedores. Tal fin tuvo la primera prueba de Alonso Diaz, vol- viéndose Lorenzo Bernal á Concepcion con los doscien- tos prisioneros , y sin mas pérdida que cinco Españoles y doce auxiliares. El presidente Bravo de Sarabia no podia recordar sin sumo sentimiento que causa habia sido él mismo de la derrota de Mariguenu, y resultas de esta el abandono de la plaza de Arauco. Pensaba continuamente en medios con que recobrar este punto, y con el nuevo refuerzo que acababa de recibir, y con el feliz éxito de la expe- dicion de Bernal, ya le pareció ocasion oportuna para levantar y repoblar aquel fuerte; por tanto cojió los dos- cientos soldados del Perú, y unos ochenta veteranos mas, con algunos auxiliares, y rompió marcha por la costa, llegando á Arauco sin contratiempo , comenzando desde luego la reedificacion de la plaza sobre sus anti- guas ruinas. Ya en esto habia fallecido el toquí Pillataru, y los — Araucanos todavia se mantenian sosegados; mas en cuanto supieran que los Españoles reponian otra vez el establecimiento arruinado , tuviéronlo por una provo- cacion, y la flecha comenzó á correr todas las tribus (1)- (1) Empeño en levantar fuertes, empeño en desmembrar las fuerzas , Y €0- peno en provocar, Pensar asentarse en pais enemigo, cuando ni de hartas armas e di CAPÍTULO VI. 65 Sin embargo , tiempo se dió para que los Españoles aca- baran con su empeño, quedando Árauco con buen pre- sidio, y rico almacen de municiones de boca y guerra, regresando en seguida el gobernador á Concepcion por el mismo camino de la costa. El desertor Alonso Diaz se habia rehecho del que- branto que le hizo sufrir Bernal, y corria arrasando los campos de Villarica, al paso que tambien ponia en armas todos los Indios de aquel pais. Con noticia los cuatro Butalmapus del atrevimiento y de la actividad de aquel jóven, y acaso esperando que con distinguirle traerian á, su causa gran parte de la jeneracion de procedencia mixta , le declararon toquí en junta jeneral de próceres, habida á consecuencia de la repoblacion de Arauco. Gregorio Bastidas, comandante jeneral de Villarica, comenzó á reconocerse mal seguro en presencia del atrevido Painenancu (1), y acudió pidiendo socorro al presidente Sarabia para poder hacer armas contra el enemigo que tanto le hostigaba. Unos ochenta hombres le mandó el gobernador con el capitan Lozano Arias, y con esta jente, y con la que á sus órdenes tenia Bastidas , comenzaron las operaciones contra el nuevo toquí, que se vió precisado á abandonar aquella tierra, castigado en varios reencuentros, y abandonado alcabo por gran parte de los Indios de las inmediaciones de Villarica, quienes convidados con el perdon doblaron de nuevo la cerviz al yugo extranjero. Ese mal empezar de las armas araucanas hizo presu- se dispone para mantener en la defensiva el conquistado, no parece concuerde con las reglas del arte militar. Si Diaz cayera en este tiempo sobre Concepcion, sin dificultad la entrara, porque habia quedado indefensa (1) Ese nombre tomó Alonso Diaz, en cuanto supo que “habia sido nombrado toquí de los estados araucanos, A HISTORIA, 5 66 HISTORIA DE CHILE. mir que la guerra no tomaria por entonces gran fuerza, y el fervoroso obispo de la Imperial, que paz apetecia y paz predicaba, aprovechó las circunstancias comenzando la visita de toda su diócesis hasta llegar á Chiloe, en cuyo tránsito cuentan los autores que administró el sa- cramento de la confirmacion á muchisimas personas, y que dejó distribuidos en todas las parcialidades un gran número de conversores evanjélicos (1). Vacante estaba todavia la silla episcopal de Santiago, para 14 cu: Senia presepigdo Felipe 11 al señor don fray Di áfico, y natural de la ciudad de su sobrenombre en Estremadura (2), cuya propuesta estimó S, S, Pio Y, por su bula de 18 de junio de 1574, El obispo de la Imperial fue el consagrante del R. P. Me- dellin, Es de esta época tambien el importante ensayo á que se aventuró el nauta Juan Fernandez, mrchando mar adentro en busca de aires jenerales con que abreviar la navegacion desde el Peru á Chile, en cuyo viaje se gastaban seis mas meses por llevar los bajeles cos- teando. En este ensayo descubrió Fernandez las dos islas - (1) Estimulados tambien*por este caritativo prelado, los cabildos y relijiosos hasta la laguna de Nahuel-Huapi, y por la costa hasta el rio Tolten, entrando en la relijion todas las tribus llanistas, y costinas. 2 dice el ilustrisimo don Manuel de Alday, pero el padre Diego Rosales le aan Matural de la ciudad de Lima. En contra de este aserto no. tenemos prueba, solo nos repugna, aunqt ible, que en aquella pu yá cena oa, se 3 diera á Medellin la Amitra, no obstante su saber Y emplar virtud. Lima si se quiere, en el mismo año $e ilustre Medellin, vendria á tener 36 á 37 años cuando le nombró obispo Felipe II; repetimos que eso no fuera ni imposible ni nuevo; pero este pre- Jado falleció en 1593 á la edad, dicen, de 64 años; ¿como hacer para casar CAPÍTULO Vi. 67 que con su propio nombre guarda la República Chilena, y pasó desde el Callao á Chile en solos treinta dias (1); pero á tan singular servicio se le respondió con una muy seria acusacion de brujería, de la que quiso la fortuna que los señores inquisidores de Lima le absolvieran, en cuanto llegaran á oir como el entendido piloto se proponia ha- cer que todos los marineros, aunque fueran santos, sa- lieran tan brujos como él mismo, sin mas que querer seguir igual rumbo con sus naves , poniéndose á unas cuatrocientas leguas aparte de la costa. Mucho conviniera que es ese decretar del tribunal tremendo tomaran luzla supersticion y laignorancia, y que en los resultados hubiera mas que la libertad del diestro y mal pagado Juan Fernandez, pero los hombres no se curan fácilmente en materia de creencias, y no tarda- remos en ver como hasta la misma autoridad política entra tambien, con la mejor fe del mundo, interviniendo en negocios de brujerías y hechizos, con tanto zelo y ardor cual pudiera hacerlo el mas escrupuloso inquisi- dor. Guando por solo este motivo fuera, gran bien le re- sultara al reino de Chile, si se le hubiese dejado la real audiencia, cuyos ministros, igualmente que su presi- dente, dieron hartas prendas de ilustracion y de tole- rancia, en el corto período que los hemos visto en ejer- cicio de sus funciones. De otro modo lo dispuso el rey de España. Ya hemos dicho cuales causas motivaran el estbleci- miento del supremo tribunal en Chile ; otras, y precisa- mente serian de distinta naturaleza , dieron márjen átres reales cédulas, que casi se suceden una á otra, y que (1) Hoy se suele hacer ese mismo viaje en diez y seis á diez y ocho dias, con vientos continuos y favorables, y en ocho el de Chile al Callao. 68 HISTORÍA DE CHILE. todas ellas prueban por lo menos demasiada lijereza de parte del gobierno español. En 13 de junio de 1573, dice Felipe II en el bosque de Segovia, que el licenciado Gonzalo Calderon pase al reino de Chile en calidad de juez de apelaciones (1) de las justicias ordinarias, y teniente jeneral, con residen= cia en Santiago y tres mil pesos de sueldo pagaderos por el erario. El 5 de agosto del mismo año, nombra en San Lo- renzo el Real á don Rodrigo de Quiroga para gober- nador del reino de Chile y su capitan jeneral (2), con asignacion de cinco mil pesos de su real hacienda. En fin, con fecha 26 del precitado mes y año dijo el rey á la real audiencia : « Que por causas cumplide- » ras á su real servicio la tiene quitada del reino de » Chile, i agregados sus miembros á la real audiencia » de Lima. » De todas esas disposiciones ninguna noticia tuvo el supremo tribunal de la Concepcion hasta el 8 de no- viembre de 1574, que desde Lima se las comunicó el primer nombrado, licenciado Gonzalo Calderon. Veremos en el próximo capítulo el cumplimiento de (1) « Con instruccion que de los pleitos que hallare apelados á la real au- » diencía, si esta no hubiere dado sentencia en vista, los fenezca, mas los a. » tuvieren esta primer sentencia, i los que él sentenciare, se envien aquellos, i » conceda de estos apelación $ la pan ebro se. ea , que pra a » para admitir y fenecer tas cau ES Cabildo as Sentiago ) (2) «A yos al A Rodri de Qu iroga d nti. o, residente en » las provincias de Chile, sabed : que por algunas causas cumplideras á nuestro » real servicio habemos acordado de quitar la nuestra audiencia que al pre- » sente reside en la ciudad de la Concepcion, de esas provincias. Y que » vos seais nuestro gobernador y capitan Jonenil de las mismas provincias » de Chile. (Traslado del cabildo de Santiago.) CAPÍTULO VI. 69 esas reales órdenes , pero debemos aquí decir que las funciones que á Calderon se le encomiendan , dejando de sus fallos recurso para la real audiencia de Lima, fueron muy perjudiciales á Chile ; complicóse con ellas y se hizo mas gravosa la administracion de la justicia, porque Chile ganaba mucho con tener en su propio suelo un tribunal que feneciera todas las cuestiones de dere- cho ú agravio, pero apartar de aquel tribunal la justicia ordinaria por medio de una como segunda instancia, no podia suceder sino lo que sucedió , orijinar crecidos gas- tos hasta el dia en que, con mejor consejo, fue abolido ese tal juzgado. CAPITULO VII. Rodrigo de Quiroga llamado al gobierno de Chile. — Juan Jofré corregidor de Santiago. — Calderon en el desempeño de su juzgado. — Hechiceros — Convento de monjas en Santiago. — El gobernador se dispone á ir en persona contra los Indios. (1575—1577.) Entró ese año con un recurso ála real audiencia, que- jándose Nicolas Nonclares , vecino de Santiago, de que el ayuntamiento de esta ciudad habia nombrado para _ Nuevos alcaldes dos sujetos demasiado jóvenes , y por la sola razon de ser encomenderos (1), cuando otros vecinos dignos y de edad conveniente habia en la ca- pital, mas que no tuvieran encomienda. El tribunal re- solvió conforme á lo que en la materia habia asentado la corte en 25 de abril de 1554, á peticion de Jerónimo de Alderete; esto es, que los cargos concejiles se provean en los vecinos, siendo tales los que tengan casa abierta 0 poblada, aunque no posean encomienda. La real audiencia mandó, pues, que un alcalde saliese de entre los encomenderos, y el otro de entre vecinos de casa poblada, siendo este oríjen para distinguir á esos dos jueces con el nombre de alcalde de vecinos el uno, y alcalde de moradores el otro (2). Como recibiera Rodrigo de Quiroga el real nombra- miento que le llamaba de nuevo al gobierno de Chile, (1) Llamábanse Marcos Veas, y Alonso de Có: rdova. (2) En 1589.se declaró de primer voto al de vecinos, y de segundo al de moradores. CAPÍTULO VI. 71 con expresion de llegar su dominio hasta el estrecho austral de Magallanes inclusive , se presentó este jeneral al cabildo de Santiago en fecha 26 de enero de 1575 (1), y en el mismo dia quedó la voluntad real obedecida y cumplimentada. Se encargó Quiroga del mando justamente cuando e audaz Painenancu corria de nuevo por ambas márjenes del Biobio , causando no pocos daños en los estableci- mientos españoles , é importándole muy poco las salidas que hacia Miguel de Velasco desde Arauco, con el es- cuadron que le habia confiado el presidente Bravo de Sarabia, Quiroga, ansioso de apagar cuanto antes esa nueva llama, salió el 1* de febrero no solo con nombrar maestre de campo á Ruiz Gamboa, y sarjento mayor á Gomez de Lagos, sí tambien haciendo que en aquel mismo dia marchasen contra el toquí con cuanta ¡jente se pudo recojer en Santiago ; yendo ademas el segundo encargado de representarle ante la real audiencia y el cabildo de Concepcion , pidiéndoles obediencia y cum- plimiento á la real cédula en que se le ee encomen- dado el gobierno. Painenancu, que tuvo aviso de este movimiento , no quiso verse entre dos fuegos, antes se retiró al centro del estado de Arauco , esperando recojer en él nuevas fuerzas. El 15 del dicho febrero ya estaba Gamboa en Talcamavida, y Gomez Lagos cumpliendo su encargo en la Concepcion, donde fue declarado Quiroga goberna- dor, capitan jeneral del reino, y presidente de la real audiencia (2). (1) Rojas se equivoca diciendo que Quiroga fue recibido en junio. (2) No ibaá tanto la expresion de la voluntad soberana, mas en eso se ve el + 72 HISTORIA DE CHILE. El nuevo gobernador nombró tambien á Juan Jofré cor- rejidor de Santiago, justicia mayor y su lugarteniente, no obstante que se deja ver en la capital harto afanado en la reforma de las leyes correspondientes á las minas y á su laboreo , enviando á todas ellas nuevos visitadores, que habian de mirar ante todas cosas por que á los Indios no se les defraudasen ni sus derechos, ni sus jornales, Llegó en aquellos dias una noticia que llenó de con- tento á todas las colonias, como que era el mismo rey el que hablaba en estos términos : « Hemos dado la co- » mision al capitan Juan de Losada para que de los » nuestros reinos de las provincias de Cartajena y Tierra » Firme envie cierta cantidad de jente de socorro para » el allanamiento de los naturales de las provincias de » Chile (1). > Y sin duda ninguna. hubo de tener efecto la disposi- cion, aunque no vemos en que fecha, ni cuantas plazas tuvo el refuerzo, porque el cabildo de Santiago solo asienta que « llegó la jente con el jeneral Losada, y en » su compañía Hernando Alvarez de Bahamonde (2). No vemos por esto que en empresa alguna entrara el gobernador, antes parece presidiendo el cabildo el dia desinteres del os majistrado Melchor Bravo de Sarabia, bajo cuya gober- nacion vió Chile verdad en la ley, equidad y órden. Resbaló en el arte de Jas armas, pero prin bien no hizo en el de gobierno!.... Zelo, solicitud pa- ternal por el bienestar comun, sin que hubiera pesetas. pues tanto valie- ron para él los Indios como los Españoles, y por lo mismo nunca se le torció la de la justicia, As Pe fue su ausencia, y tambien €l lloró el no poder dar á Chile tanta gloria, tanto lustre cual su alma ambicionaba, y cumpliera si Felipe 11 hubiese resuelto en sñas de e: (1) Real cédula de 23 de octubre de 1573. (2) Cabildo de Santiago. pp hace de 300 hombres este refuerzo; el abate Molina le lleva á 2000; muy subido nos parece este número que á ser cierto fuera mas sonado, y no dejara de traslucirse en las operaciones mili- tares. CAPÍTULO VI. 73 25 de mayo de 1575, declarando recibido y recono- cido en calidad de teniente jeneral y juez de apelaciones de todas las justicias del reino, y con recurso de sus fallos para la real audiencia de Lima, al licenciado Gon- zalez Calderon. De esta providencia se publicó bando, y despachó en el propio dia un traslado en legal forma para todas las ciudades del reino, á fin de que surtiese los convenien- tes efectos ; y con noticia de acontecimiento semejante la real audiencia cerró su tribunal en el 8 6 9 de junio inmediato , remitiendo todos los procesos en su poder existentes al juzgado del referido Calderon (1), marchando los majistrados para Lima , desde cuyo punto se trasladó á España el digno y sabio presidente don Melchor Bravo de Sarabia. En el estado no parecia todavia causa ninguna de inquietud, porque el zelo de las autoridades, el de los predicadores evanjélicos , y tambien el de algunos enco- menderos que, ó por inspiracion de una conciencia no- ble, ó por particular provecho, anhelaban la instruc- cion y conversion de los Indios, habia cumplido una prodijiosa metamórfosis en todas las tribus trayéndolas á la creencia, aunque fuera tibia y falsa, de la ley cris- tiana , y solo persistian fuera de ella, y fuera de trato y relaciones con los Españoles, las parcialidades del Lab- quemmapu ó Butalmapu llamado de la costa, centro del indómito Araucano propiamente dicho. (1) « Enviado de la corte, dice Molina, con el título de visitador, el cual » suprimió el tribunal de la real audiencia no por otro motivo que por ahorrar » gastos al real erario. » Ni Calderon tuvo título de visitador, ni él suprimió la real audiencia, sino el rey, y no expresa las causas que para hacerlo tuvo, como ha debido notarse en la real cédula á este particular referente. 7h HISTORIA DE CHILE. Con todo, desmanes y crímenes no pocos se cometian, y mas entre los Indios de paz, que no acertaban á rom- per enteramente con sus sortíilegos, ni por consiguiente con costumbres de una, aunque bárbara, constante es- cuela, y de tradicion inmemorial. De ese fatal y deplo- rable camino con la instruccion se les hubiera podido apartar, pero se prefirió siempre la violencia, que nunca hace prosélitos , porque como en los Indios, tambien en sus conquistadores lucia gran dosis de fanatismo y de supersticion, y el gobernador Rodrigo de Quiroga acu- dió para correjir aquellos males, nombrando al capi tan Alonso de Góngora juez de comision que habia de recorrer todo el pais castigando severamente á los hechiceros. - Este capitan salió de Santiago á los últimos del mes de octubre de 1575, y nadie nos cuenta cual éxito tuvo su mision , ni el lugar en que le cojió la muerte ; pero á no debió limpiar la tierra de los terribles jenios que en- tonces la infestaran , porque en 23 de enero de 1576, vuelve el gobernador con nuevo nombramiento al pro- pio asunto, en favor del capitan Pedro de Leisperberg , vecino de Santiago (1) , como si los Indios necesitaran de mucho mas que de medidas de esta especie para dar contra sus opresores toda vez que fuera coyuntura favo- rable. ? En tanto que Leisperberg recorre las reducciones, con (1) He aquí este curioso documento : — « Por euanto el capitan Alonso de . » Góngora, que nombré por capitan 1 juez de comision para el castigo de los: » hechiceros de los Indios, es fallecido de esta presente vida, i conviene proveer » otra persona que vaya á hacer dicho castigo. Porque es cierto que en la pro- » vincia de Promaucaes, ¡en todos los términos de esta ciudad de Santiago, hai » muchos Indios é Indias brujos que matan con hechizos á muchas criaturas, » é Indios é Indias que venden los hechizos públicamente , Causa de las dismi- » nucion de los naturales, é conviene proveer de remedio á este gran daño, , CAPÍTULO VIH. 75 un tan ejecutorio hacer que hasta el mismo Santo Oficio debiera envidiar, el gobernador presidia en Santiago los cabildos secular y eclesiástico, viéndose ya al frente de este el ilustrísimo obispo don fray Diego de Me- dellin. Tratábase en ellos, y en presencia de lo mas noble y caracterizado del vecindario de la capital , de la instalacion, ó sea fundacion, del primer monasterio de monjas que en Santiago se iba á sentar bajo el nombre de la pura y limpia Concepcion, y regla de San Agustin. Las fundadoras, que fueron siete (1), recibieron el hábito en aquel mismo dia de mano del prelado Medellin, y se recluyeron en seguida en su convento sito á distancia de dos cuadras al sur de la plaza. El cabildo de San- tiago se constituyó patrono de ese monasterio, del cual cuidó con exquisita solicitud. - * Pocos dias despues (el 12 de octubre de 1577) fue nombrado alcalde de aguas Pedro Martin, porque atento el gobernador á cuanto en bien comun pudiera resultar, y como notara que la ciudad solia escasear de aguas en el estío por la mala direccion que se daba á las que mi- nistra el Mapocho , acudió á este remedio con aquel juez encargado de distribuirlas por tanda rigorosa, con re- tribucion, por el trabajo, de dos fanegas de grano que cada hacendado quedó en la obligacion de pagar anualmente. Ya habia algunos meses que se habia tra- tado esta misma cuestion entre el juez de apelaciones + Calderon , y la municipalidad de Santiago, examinando » i confiando esta preservacion de vos el capitan Pedro de Leisperberg, ye- » cino de esta ciudad, os nombro para capitan y juez de esta interesante » comision, » (Cabildo de Santiago.) E) (1) Doña Francisca Tervio de Guzman; doña Isabel de los Angeles; doña Je- rónima de Atensio Villavicencio; Ana de la Concepcion; Isabel Zúniga ; doña Beatriz de Mendoza; y doña Ana de Cáceres. = 76 HISTORIA DE CHILE. la utilidad y conveniencia de traer á la capital el copioso surtidero de Apoquindo 6 Apoquimbo y Tabalagua, cuyo pensamiento se realizó despues con buenísimos resul- tados, aunque por vicisitudes, que no son de este lugar, pasó en lo sucesivo, Ya empezaba en este tiempo á surtir su efecto natural la mision del capitan Leisperberg, y ni solamente los Promaucaes dieron señas de querer vengar la violencia con que se les atropellaba en sus sin duda inmorales cos- tumbres , sino que los Pehuenches asomaron tambien á los valles de Chillan, y Painenancu en las inmediacio- nes de Arauco. Fue, pues, preciso pensar con lijereza en preparativos con que hacer frente á la guerra, y como, para dicha de los Españoles, llegara en la ocasion con nuevo refuerzo de jente (1), el gobernador, que hubo de presumir de 4 mucha gravedad este inesperado alzamiento , reunió cuantas fuerzas hallara á mano, y dispuso ir en persona. al. castigo de los provocadores , dejando el gobierno en su ya nombrado lugarteniente el capitan Juan Jofré. (1) No se hace mencion tampoco ni del número de la jente, ni de quien la mandaba, pero sí que vino el refuerzo del Perú de E CAPITULO VII. Pasa Quiroga á Concepcion. — Sale contra los Araucanos, y los persigue y acosa en todas direcciones. — Llega á Osorno y regresa á Concepcion. — Sale de esta capital para Santiago. — Martin Ruiz de Gamboa en Chillan. — Azoca en reemplazo de Calderon. — Muere el gobernador, (1577—1580.) En los primeros dias del mes de enero, salió Rodrigo de Quiroga de la ciudad de Santiago para castigar á los rebeldes. Acompañáronle hasta Maipo uno de los alcaldes de la capital y un rejidor ; pero el gobernador no hubo de asentar campo hasta orillas del Perqui- lavquen, desde el cual, y fecha del 17 del referido enero, dice al cabildo: « Voy con el ejército de S. M. á la » guerra y pacificacion de los Indios rebelados de este » reino, y estoy hoy en el real, en el campo de $. M., » en el asiento de Perquilavquen (1). » De este punto se dirijió 4 la Concepcion, con ánimo de pasar el Biobio por la parte de la costa, para arri- marse despues á la plaza de San Felipe de Arauco ; mas apenas habia entrado en aquella ciudad cuando se le anunció que con una division del ejército del toquí, estaba el capitan Cayancura en el valle de Guadaba , con órden de atacar al fuerte de Angol y á la ciudad de los Infantes. Mientras Quiroga atravesaba las aguas del Biobio, resuelto 4 cojer en sus mismas posiciones á Cayancura, el atrevido Painenancu cruzaba tambien el (1) Cabildo de Santiago. 78 HISTORIA DE CHILE. mismo rio en direccion opuesta , y con apresurada mar- cha; presumiendo expugnar de interpresa la ciudad Concepcion, pero se estrelló, como la vez primera, en $ las armas de Lorenzo Bernal, y se retiró maltratado con- tra Villarica para que igualmente le escarmentara su gobernador Rodrigo de Bastidas. Quiroga, por su parte, logró cojer 4 Cayancura en el citado valle, pero aquí la resistencia de los Araucanos fue terrible, y á no salir herido su jefe, puede ser que no quedara de los Españoles el triunfo. Aquel aconte- cimiento descompuso los ánimos de la irritada milicia que parecia dispuesta á sacrificarse antes que ceder, y que viendo á su jeneral en la imposibilidad de guiarla, cumplió una no mal ordenada retirada hastaesconderse en los fragosos montes de Nahuelbuta , en los cuales la respetó el gobernador. Reprimido de esa manera el provocativo ardor de los Araucanos , comenzó Rodrigo de Quiroga á hostilizarlos por la parte de Arauco y Cañete, cuyas guarniciones reforzó de paso, y marchó talando los campos indios hasta plantear su real en Puren, muy cerca de los pan- tanos de Rumaco, porque ningun cuerpo enemigo salió á disputarle el paso, Presupuso el gobernador que los Araucanos no vol- verían en algun tiempo al campo de batalla, y si cruel é implacable se mostrara siempre con los Indios quese le rebelaban , piensa esta vez en la dura suerte que algu- nos de los encomenderos vuelven á imponer Á sus en- comendados, y corre 4 la visita de todas las colonias australes, amenazando hasta con pena capital 4 quien quiera que un ápice se aparte de las ordenanzas que rijen el buen trato y humana correspondencia que con CAPÍTULO VIII. 79 los Indios se ha de tener. En esta visita aumenta el nú- mero de doctrineros y de conversores; hace qué se construyan nuevas iglesias, y algunas á expensas de dueños de encomiendas que le parecieron merecedores de esta como especie de multa, en expiacion de sus abusos, y finalmente ordena la fundacion de algunas aldeas , para que las tribus indias se habituen á la vida social y política. | En Valvidia sus disposiciones fueron tan justas cuanto interesantes para el comercio, arreglando los tratos y cambios con ordenanzas que si por una parte atajaban el fraude y la usura , por otra procuraban á los merca- deres que arrimaran al puerto todas cuantas franquicias pudieran desear, y el obligado servicio de ser socorridos con cuanto necesitaren sin que bajo ningun pretexto se pudiese logrear con ellos, ' Pasó en seguida á Osorno para ver por sí mismo, á mas de su excelente fábrica de paños y de linos, la fa- mosísima mina , llamada de Ponzuelo, de oro tan obrizo que á peticion de Francisco Castañeda hubo que ligar la pesa con seis quilates menos que el que se extraia de los demas números, para que el comercio corriera igual, como que los numularios comenzaban á no querer sino el oro de Ponzuelo. No salió el gobernador de esta ciu- dad sin haber determinado medios de impulso para las fábricas, y tambien ordenó se emprendiese la cultura del cáñamo, del que pronto empezó á utilizarse la ma- rina en el consumo de cardaje , velámen, etc. Desde Osorno retornó Rodrigo de Quiroga á la Con- cepcion, y no es fácil descubrir si los Araucanos le sa- lieron ó no al encuentro ; se advierte por lo menos que con enemigos contaba, « siguiendo sus marchas sin des- 80 HISTORIA DE CHILE, » cuido y acuartelándose con cuidado, sabemos por el » mismo gobernador que tenia su real en el llano de An- » dalican , término y jurisdicion de la Concepcion , donde » está alojado el campo y ejército de S. M. , á 8 dias del » mes de marzo de 1578 (1). Poco tiempo se mantuvo en ese campamento. Paine- nancu no quiso mostrarse, y por consiguiente tomó el gobernador sus cuarteles de invierno en la Concepcion, dándose desde luego á todo cuanto le pareció convenir para que esta colonia prosperara, y tambien dispen- sando no pocas encomiendas á militares beneméritos, que para esto y repartimiento de tierras le tenia autori- zado en forma el rey Felipe. Gracias á la presencia del gobernador, y tambien al reposo en que le dejaron por entonces los Indios , tomó la ciudad Concepcion un vuelo inesperado, porque como por encanto se iban cubriendo los solares, desapare- ciendo las ruinas , robusteciéndose el comercio, y lo que mas es aumentándose el vecindario ; pero contra tantos y tan consoladores bienes para los conquistadores, vino á salir la intrepidez del pirata inglés Francisco Drake; quien franqueando el estrecho, ni en la mar halló bastante para saciar su codicia, ni tampoco en la tierra, con haber saqueado en el Perú el puerto del Callao , en Chile el de Valparaiso. Sí que acudió el virey don Francisco de Toledo con las naves Nuestra Señora de la Esperanza, y la San Francisco, bajo la con- ducta, esta del capitan Juan de Villalobos , y aquella, que hacia de capitana, á las órdenes de don Pedro Sar- miento, ambos encargados de esperar la vuelta del pirata y | 4s aecastigal er 7h O (1) Cabildo de Santiago, CAPÍTULO VIII. 81 de esta empresa , como por tal no se cuente el paso de Sarmiento á España, ni resultado debiera prometerse el virey, cuando, dejándose ver Drake el 6 de setiembre de 1578, las naves que en su persecución se envian no sa- lieron del Callao hasta el 11 de octubre de 1579. Ello es que el atrevido Drake desapareció de aquellos mares despues de haber insultado y ofendido á los Españoles hasta saciedad. A Rodrigo de Quiroga ya le pesaba el ocio en la Gon- cepcion , y como le pareciera , no sin fundamento, que si, en la precedente visita hecha á las ciudades del sur, habia descubierto mas de un abuso en la administracion pública, y correjido no pequeños males de los que nunca. se suele dar cuenta á la suprema autoridad, abusos y males aflijirian tambien á los moradores de los otros puntos del reino, resolvió por lo mismo recorrer atenta y detenidamente todo el trecho del pais que le tenia apartado de la capital. , Salió, pues, de Concepcion á los últimos de enero de 1579, y se puso á pasear toda la extension de tierra que ciñen los rios Biobio , Claro, é Itata, reconociendo vegas y valles, montes y colinas por si tal vez permitie- ran las circunstancias el asiento de nuevas poblaciones. Cuando se viera sobre las márjenes del rio Chillan , que con tanta frecuencia bajaban á visitar los serranos Pehuenches, ante un suelo en que la vejetacion se ostentaba tan rica y lozana, no pudo resistir al deseo de plantar en aquella hermosa vega una gran colonia. en plaza fortificada, que habia de servir tambien como de cuartel constante y jeneral para el ejército de operaciones. Lleno de esta idea entró en Santiago, y el 18 de 6 1, HistoRtA, 82 HISTORIA DE CHILE. marzo de 1579 (1) ya decretó la fundacion de la ciudad de Chillan. Salió 0 contra el proyecto el cabildo de la Concepcion, y no tan solo acusando derechos juris- dicionales que á nada conducian, sino presumiendo gran desmejora para su porvenir, si acaso no le si- guiera tambien una considerable rebaja en su asentado vecindario ; pero Quiroga no quiso hacer cuenta de tales alegatós, antes mandó á Martin Ruiz de Gamboa, á quien ya habia dado el título de mariscal , y ejercia en- tonces en calidad de maestre de campo, que con una crecida columna pasase á fundar colonia en Chillan; cuya órden fue obedecida sin ninguna demora, saliendo la ciudad San Bartolome, entre los rios Chillan y Nuble, á los 36” 4' de latitud austral, . A poco tiempo despues de la salida de Ruiz de Gam= boa para Chillan, cayó enfermo Rodrigo de Quiroga, « (1) Figueroa supone esta fundacion en 1579; Rojas, que dice haberla pre- senciado, la lleva á 1580. Acaso contará el primero desde que se comenzó, y el segundo desde que se concluyó. Nuestra duda no pára en esa insignificante dis: erepancia, sino en si hemos de decir fundacion ó repoblacion. En don Mi- guel de Olivares, natural de Chillan, y en documentos y papeles de aquel ' tiempo se habla de un convento ú hospicio de la ciudad de Chillan bajo el nombre de San Ildefonso, erijido en los años de 1565, y pues se dice de ciudad de Chillan parecenos que no pudo ser fundacion la de Gamboa. ¿ No pondria esta colonia don Pedro Valdivia cuando en su famosa expedicion de 1546 corrió triunfante desde Santiago todos los llanos hasta el rio Itata? Y si ni colonia, ni ciudad, ni siquiera un fuerte se se puso en aquel parage hasta que * Ps lo ordenó, ¿á que esas tantas i irrupciones de los Pehuenches y Puelches as vegas de Chillan? ¿ Porqué saquear y arrasar la provincia de Chillan esos mismos indios, motivando la erpoticlon: dE Halen y del gobernador Pedro de Villagra en 1564, en ? No es posible que los Indios vinieran á saquear á los Indios, y si tal hubiera ocurrido, los Itatatinos y los Chillanes, saqueados y maltratados, no hicieran causa comun como la hicieron, alistándose en las banderas de Lig-Lemu. Estamos en que una colonia, Ó por lo menos una plaza, hubo en Chillan antes que la San Bar” olomé de Gamboa, mas que esta se alzara en distinto casco. CAPÍTULO VIH, 83 “y aunque cada dia se agravaban sus dolencias , no fue posible apartarle del despacho de los negocios públicos, antes hizo que se le viniera á dar cuenta de ellos al lecho en que yacia postrado, por parecerle que el bien co- mun se habia de resentir demasiado, si por sí propio no le cuidaba. Llegó en esto á la capital el doctor Lope de Azoca con el competente título para relevar de su cargo de teniente jeneral y juez de apelaciones al licen- ciado Gonzalo de Calderon, cuyas funciones debieron fenecer el 10 de junio de 1579, como que solo hasta esa fecha suena en los libros del cabildo; pero pare- cen con mayor latitud las facultades de Azoca que las que se le concedieron á Calderon, diciéndose aquel gobernador en ausencias y enfermedades del pro- pietario, Con todo, si recibido en el reino fue en su expresa calidad de ietienta jeneral y juez de apelaciones, no del otro título condicional hubo de hacer caso alguno Rodrigo de Quiroga , antes exije que Azoca, como todos los demas funcionarios públicos, concurra á su morada, al lecho en que lenta y progresivamente va consumiendo la vida, y desde el cual continúa rijiendo la máquina gu- bernativa con entera independencia. El cabildo de San - tiago harto insistió por que su querido gobernador se descargara de tan penosa tarea, ó que por lo menos la aliviara encargando la direccion de los negocios de poca monta á segunda persona, que la enfermedad con el descanso pudiera llegar á corrijirse; mas va- nas fueron siempre las representaciones de esta natura- leza, y así vemos que hasta para la eleccion de los concejales que debian servir en el año de 1580, fue preciso celebrar junta en la morada del ya desahuciada 84 HISTORIA DE CHILE. gobernador (1), cuya vida tuvo fin en la mañana del 26 de febrero, llenando de dolor y de sentimiento á todos los Españoles, Que á la muerte de ese ilustre caudillo con lágrimas .respondieran todos los hombres honrados de las colo- nias chilenas, no hicieron con eso sino pagar una muy corta parte de la gran deuda á que en cuarenta años de una carrera activa y laboriosa los habia obligado aquel conquistador, tres veces alcalde de Santiago, dos su correjidor, tres gobernador interino, y una propietario con real nombramiento. Hombre desinteresado, próvido, amante del bien jeneral, militar entendido y valeroso, igual en su vida pública como en la privada, acreedor por cierto á tan- tas honras como de sus conciudadanos y del mismo rey obtuvo, aunque nos pesa el que resbalara, por lo me- nos en connivencia del irregular proceder del jeneral Castilla, y el que, grande é hidalgo como se mostró en todas sus cosas, no hiciera que el resentimiento de las ofensas que de los Villagras presumiera haber recibido, con ellos desde luego y para siempre se enterrara. Nació el célebre Rodrigo de Quiroga en Ponferrada; vino á Childe con Pedro de Valdivia, conquistó á Chi- loe , y pasa, como su esposa doña Ines de Suarez , por fundador (2) del convento de Nuestra Señora de las (1) « Estando en presencia i en las casas del muy ilustre señor Rodrigo de » Quiroga, caballero del órden de Santiago, gobernador i capitan jeneral en » este reino por S. M. : nombrad l ilustre señor doctor Lope de Azoca, » teniente de gobernador, i capitan jeneral de este reino, por S. M.; i el capi- » tan Andres Yyañez de Varroeta, correjidor ; y los capitanes Alonso Alvarez » Verrio i Alonso Ortiz Zuñi lcald linarios de es iudad. etc.» (Acuerdo del cabildo, 1* de enero de 1580.) 2) Como que á sus expensas se hizo el edificio, y no paró hasta verle poblado ( en lo temporal y en lo espiritual. ¿ CAPÍTULO VIH. 85 Mercedes, en cuya iglesia yacian sus restos, y se re- cordaba su memoria con una misa cantada y responso, todos los sábados, y la festividad de la Vírgen; tributo. de gratitud que en ley habian constituido las venerables relijiosas de aquel monasterio para que nunca pereciera, el nombre de sus bienhechores. ¡ CAPITULO 1xX. Martin Ruiz de Gamboa gobernador. — Pasa 4 Osorno. — El doctor Ázoca pretende apoderarse del gobierno de Chile, — Destiérrale Gamboa, = Don Alonso de Sotomayor nombrado gobernador. — Expedicion naval al estrecho. (1580—1583.) Elo Con fecha 7 de febrero de 1577, habia hecho Rodrigo de Quiroga su disposicion testamentaria, en el campo de Perquilavquen , llamando para que le sucediera en el gobierno, si á fallecer llegase, 4 su yerno Martin Ruiz de Gamboa, en virtud de expresa facultad que para ello le tenia concedida el rey por real cédula de 28 de octubre de 1573. Conocia el cabildo de San- tiago aquella disposicion , Con cuyo motivo se apre- suró á oficiar al mariscal Gamboa, por conducto de uno de sus rejidores, noticiándole la sensible difun- cion del gobernador, é invitándole de paso para que se trasladase 4 la capital á fin de prestar el jura- miento de ley, ser reconocido y proclamado en la: calidad que por llamamiento de su suegro le corres- pondia. De mucho contento fue para los Araucanos la muerte. de Rodrigo de Quiroga, y sin duda tuvieron aviso de ella antes que Gamboa » Puesto que ya parecen armados en los contornos de Chillan unos, en los campos de Arauco Otros; por cuyo motivo tiene que responder el nuevo gobernador 4 la comunicacion del cabildo con poderes para que el doctor Azoca y Juan Hurtado sean qe CAPÍTULO IX. 87 en su nombre recibidos, y en su ausencia gobiernen las ciudades del reino (1). Esos apoderados parecieron en cabildo de 8 de marzo de 1580 exhibiendo el competente poder, y pidiendo efecto de la voluntad que en él se expresaba; lo cual tuvo lugar con el reconocimiento unánime de Martin Ruiz de Gamboa por capitan jeneral y gobernador del reino de Chile, en las personas de sus representantes. Gamboa comenzó, pues, su gobierno teniendo que dar cara á un enemigo, sino numeroso, sobradamente atrevido para mantenerle en constante alerta, causarle daños, y traerle al retortero. Tal cual defendida ya la ciudad de Chillan, y dejando en ella una respetable guarnicion , se echó el gobernador á correr tras los dife- rentes cuerpos indios que infestaban las vegas del Nuble y del Chillan, y se refugiaban siempre, y casi sin descala- a ss bro, enlosespesos bosques con que lindan ; de suerte qu PE reconociendo cuan inútilmente gastara el tiempo con un enemigo que parecia jugar de burlas para reir á sus an- chas de las armas conquistadoras y fastidiarlas, y te- niendo noticia de que en los establecimientos de arriba. cometian los soldados de Painenancu no pocos excesos , marchó con su columna á los Infantes de Angol. Algunos cuerpos sueltos se dejaron ver en aquella tierra, pero tampoco se les pudo dar alcance, revol- viéndose varios de ellos para la cordillera, y otros como en direccion de Puren, sin que en estos ni en aquellos (1) « Atento á no poder irme á recibir » en las cosas de la guerra, y de mi ausencia podria haa 0 pi pit » entre los Indios que estan desasosegados por tener nueva de la mu: erte del , 1 hallarme ara PP... con el campo y ejér » cito que en binarias de S. M. conmigo t (Gamboa al cp el 1? de marzo de 1580.) 38 HISTORIA DE CHILE. pareciera ir el toquí. Gamboa se mantuvo pocos dias en los Infantes, aunque con fecha 7 de julio firmó en aquel punto una órden por medio de la cual facultaba al doctor Azoca para que diese á persona digna la vara de alguacil mayor de la ciudad de Santiago. Desde Angol salió para los estados de Arauco, arra- sando en sus marchas todo cuanto hallaba de pertenencia de los Indios de guerra, que otro tanto cumplian ya tambien los Araucanos en los establecimientos españoles desde el Nuelas hasta Carampangue, pero siempre en cuerpos volantes y como de escapada. Gamboa pasó por la plaza de San Felipe, y sin detenerse fue á sentar su real en Cañete, desesperado viendo que con tanto hos- tilizar de los Indios, sobre no querer ellos empeñarse en funcion seria, ni siquiera indicios del hacer desu toquí le presentaban. Á pocos dias de haber llegado á Cañete ya vino á descubrir que Painenancu no estaba lejos del - campo castellano, y que comunicaba desde diferentes atalayas, con todos los cuerpos sueltos por medio de luminarias en la noche, y de ahumadas durante el dia. Distribuyó, por consiguiente, sus fuerzas en varias par- tidas á cargo de comandantes entendidos, que habian de recorrer la tierra en opuesto rumbo hasta ver si lograban hacer que los Araucanos se recojieran en un solo punto, Ó vinieran con su jefe á una batalla formal. Painenancu no por esto cambió su sistema, antes hubo de holgarse mucho en viendo esa disposicion de su enemigo, y pasó órden á. los cabos de todos sus cuerpos volantes para que divertieran á los partidarios españoles, no entrando contra ellos sino cuando parecieren favorables las cir- cunstancias, pero que cuidaran principalmente de áme- nazar varios puntos á la vez. Puntual cumplimiento CAPÍTULO 1X. 89 dieron los Indios á este ordenar de su jeneral, y así, no las batallas, sino las escaramuzas se sucedian unas á otras , ora venciendo este bando, ora vencido, sin que de semejante guerrear sacaran los Españoles otro fruto que un enojoso cansancio, y tambien la pérdida de muchos soldados, mas que con igual 6 mayor quebranto salieran sus contrarios, que estos al cabo lograron por mucho tiempo su fin, viviendo á expensas de los esta- * blecimientos extranjeros, con lo que los robaban en sus avances ó acometidas, ya nocturnas, ya tal vez ejecu- tadas en mitad del dia con una audacia sumamente ar- riesgada (1). Como ningun resultado satisfactorio saliera de este modo de entretener una guerra que parecia hacerse in- terminable , por lo mismo que no se lograba escarmentar - á los enemigos, recojió Gamboa todas las partidas que | andaban en persecucion de los Araucanos, y con ellas, y con las fuerzas que en Cañete tenia, se encaminó á los paludosos marjales de Lumaco, asentando en ellos su campo para ver si se descubria el toquí; pues este era todo su afan, presumiendo que si lograba derrotar, ó dar muerte á Painenancu, en breve depondrian todos sus súbditos las armas. Painenancu sin embargo no pareció, y el gobernador despechado se puso de nuevo en movi- miento, siguiendo el camino de los llanos, hasta la Im- perial; de aquí pasó á Villarica, y fue inmediatamente con su campo á la ciudad de Osorno. De esta expedicion resultó la planta de un fuerte en (1) Dice Rojas que algunos de los partidarios españoles fueron derrotados por los nacionales. No vemos en parte ninguna que en esta ocasion se cum- garon muchas escaramuzas con suerte variable, y siempre sin importancia. ER Se 90 HISTORIA DE CHILE. Quinchilca, destinado á relacionar las ciudades de Osorno y Valdivia con la de Castro de la Nueva Galicia, cuyo fuerte hubo «de quedar con suficiente presidio y á las órdenes de Bernardino de Quiroga (1), dando tras esto el go- bernador una descorrida por los mismos puntos ya rejis- trados, sin tropezar con Painenancu, sin poder enfrenar el arrojo de los cuerpos volantes que continuaban sa- queando los establecimientos españoles. Algun tiempo permaneció Gamboa en la plaza de Arauco, pero íbase á cerrar el otoño y determinó tomar cuarteles de invierno en Concepcion; y apenas habia entrado en esta ciu- dad cuando le llegó la noticia de que el toquí tenia su campo en la márjen meridional del Biobio, Es de presumir que hubiera respondido Gamboa á ese insultante desafío, no obstante la estacion , si ocurren- - cias de suma gravedad no le apartaran del teatro de la guerra. El doctor Azoca hubo de hallarse muy bien con el gobierno que en nombre del mariscal ejercia despues de un año, pero sin duda le dolia tambien el recuerdo de que en regresando Gamboa á la capital, tendria que desnudarse de la suprema autoridad, y para evitar un tan desagradable expediente, no vió medio tan llano como el salir diciéndose gobernador de hecho y de dere- cho, con mejor todavia que el que pudiera enseñar su poderdante. ; No tardaron en dar cuenta á Gamboa de esta peregrina salida del doctor, contra la cual tenia aquel mas de una arma, que si no fuese bastante el oponer la real cédula en virtud de la cual su suegro le habia nombrado, y esto equivalia 4 nombramiento del mismo Felipe 11, to- (1) Eso es lo que prueba doña Melchora Saez de cs y Y Quiroga relatando los méritos en que funda su pretensión á una encomi iend CAPÍTULO 1X. 9 davia acababa de recibir provision del virey don Fran- cisco de Toledo, en la que, y fecha 26 de abril de 1581, le nombra gobernador interino y capitan jeneral del reino de Chile. Así es que con una escojida escolta salió el mariscal de Concepcion, camino de la capital, cuyo concejo vino á recibirle á Maipo para entrar con él en Santiago el 22 de junio del referido año. Ruiz de Gamboa hubiera podido imponer silencio á las pretensiones de Azoca, con solo usar de la fuerza que á sus órdenes tenia, pero condújose con esmerada y laudable prudencia, no apelando á la disposicion de su antecesor, ni descendiendo á cuestionar el derecho con que obrara, notomando en cuenta la acordada for- mal del cabildo presidido por el mismo Azoca el 8 de marzo del año precedente, de la cual resultaba recibido y declarado gobernador, sino requiriendo al doctor y al ayuntamiento con el despacho del virey , para que se le diera obediencia y cumplimiento. El cabildo desempeñó este deber el mismo dia en que llegó ¿Santiago con el mariscal , el 22 de junió, pero Azoca siguió disputando sus pretensiones. Seguro es que si Azoca disponer pudiera esta vez de alguna fuerza armada, inevitable fuera la guerra civil en Chile; pero sin mas elementos de resistencia que su ca- rácter irritable é indómito, se contentó con turbar du- rante unos cuantos dias el eurso de la administracion con ruidosas protestas , y tal vez descompuestas declamacio- nes, hasta que perdiendo Gamboa la paciencia le despa- chó desterrado al Perú, y tras él, uno de los alcaldes de Santiago (1) con cargo de informar, primero al virey, y - (1) No se da el nombre del alcalde á quien cupo esa comision determinada en acuerdo de 22 de julio de 1581. ? 99 HISTORIA DE CHILE, despues al rey de España, de las causas que habian mo- tivado el destierro de aquel juez. Descartado de ese competidor, fue preciso pensar en poner sujeto que diera curso á todas las causas pendien- tes, y acaso por evitar gastos á los litigantes, dispuso que , compartido el reino en las diócesis de la Imperial y de Santiago , esa misma distribucion jurisdicional tu- viese tambien la justicia , administrándola en Concepcion el capitan Alonso de Alvarado, y en Santidgo el licen- ciado Diego de Rivas, ambos con título de tenientes go- bernadores, Los Indios de la jurisdicion de la capital parece que seguian en sus costumbres, á pesar del zelo con que Leisperberg desempeñara la comision que le encomendó el difunto Quiroga, aunque por otra parte bien pudiera ser causa distinta la que quiere perseguir Ruiz Gamboa, como que con distintas palabras la explica nombrando el 1 de octubre un juez de comision, «que pase á » evitar los daños que los Indios se hacen, i especial- » mente que se cele el de la borrachera, el cual es muy » pernicioso i nutritivo de grandes pecados, porque: » por experiencia se ha visto que en las borracheras ido- » latran, i los que de ellos son cristianos apostatan 1 » adoran las vacas, fomentan riñas, i se y. ima- » tan, etc. , etc. (1)> Tambien comenzó el gobernador á reformar la tasa de Santillana, y con mejoras de administracion saliera, á no tener aviso de que los Indios causaban terribles es- tragos en casi todos los establecimientos meridionales, cuya noticia le obligó á dejar la capital 4 fines de año, pareciendo con su campo en los Infantes de Angol el (1) Cabildo de Santiago. CAPÍTULO IX. 93 13 de febrero de 1582, no sin haber sufrido insultos del toquí que le solia ir flanqueando las marchas , y tal vez apretándole la retaguardia. Painenancu hubo de probar ventajas en andar de guerrilla ] J haz do sus fue E las . : y con este sistema trajo al gobernador tan enredado entre aquella ciudad y Villarica que raro era el día en que no se escaramucearan Indios y Españoles, sin que en siete y mas meses (1) se hiciese otra cosa que gastar tiempo, y los males seguir en aumento. Ya que las armas castellanas no se señalaran este año con hechos dignos de nota, fecundo fue por otra parte en acontecimientos harto fatales para los conquistado- res (2). Hemos dado cuenta de las dos naves que el virey del Perú despachó en 1579, á caza del pirata Drake, é importa conocer el resultado de esta expedicion. Con Pedro Sarmiento de Gamboa, comandante jene- ral de aquellos bajeles, salieron del Callao para el es- trecho los padres fray Antonio de Quadramiro y fray Cristoval de Mérida, y despues de haber corrido las cos- tas de Chile y otros mares, aportaron en Cadiz, dirijién- dose incontinenti 4 la corte. Presentaron, el jeneral y los relijiosos reunidos, á Felipe 11, una detallada rela- cion del viaje que acababan de hacer, la planta del reino de Chile y de sus islas, y una memoria en la que, des- pues de mencionados los estragos que Drake habia come- (1) El 15 de setiembre todavia estaba Gamboa en Villarica. (Cabildo de Santiago.) los doctrineros, y no poca parte del bajo clero, se dieron á una vida mundana, codiciosa y relajada, que corrompió la sociedad, y produjo excesos y desórdenes sin cuento, 9% HISTORIA DE CHILE. tido, se acusaban los medios de que conviniera echár mano, para cerrar el ceeeSho á la pisatanía Y por con- siguiente mantener los est de aque- llas rejiones al abrigo de sus avances y asechanzas, Contento entró Felipe en las miras que se le acaba- ban de proponer, y por tanto mandó que su consejo determinase sin demora una conveniente expedicion, haciendo un llamamiento al público en demanda de po- bladores ó colonos voluntarios para las ciudades que de nueva planta se habian de levantar á tiro del estre- Cho, y que ambas habian de ser plazas de armas. Mientras el gobierno apretaba el avío de la empresa, S. M. atendió á la provision del personal no solo para el mando de la armada, sí tambien para la goberna- cion de Chile, que interinamente desempeñaba Gamboa; y con este motivo expidió patentes de gobernador y ca- pitan jeneral de Chile á don Alonso de Sotomayor ; de superintendente de las proyectadas poblaciones, 4 Pedro Sarmiento , de almirante á Diego Flores de Valdés, y por último á los padres Quadramiro y Mérida, con las fa= cultades de comisarios jenerales de Indios, solamente dispensadas hasta entonces á fray Francisco de Guzman, y se les concedió tambien la de colectar mision, y fundar conventos para la conversion de los Indios. - Veinte y tres navios aparejados se vieron bien pronto en la bahía de Cadiz (1), teniendo á su bordo tres mil quie nientos hombres, gran número de familias de noble na- cimiento, y ámas, seiscientos veteranos de F landes, des- tinados al servicio del nuevo gobernador don Alonso. (1) En Sevilla dice Córdova, y que contra muestras de una terrible a el a. de Medina Sidonia hizo dar vela para yer naufragar al instante cinco naves CAPÍTULO IX: 95 Dióse vela en los principios de 1582, teniendo órden el almirante de dejar á Sotomayor y á su jente en Valdi- via, y volver despues al estrecho para fundar los pue- blos proyectados ; pero como si contra esta útil empresa, se revolviera la naturaleza entera, en cuanto penetrara el alta mar, ó tuvo que chocar contra vientos contrarios, ó si otros tomaban las naves en rumbo favorable, solo era para barloarlas con violento choque, para descon- certarles todo el aparejo, en fin para arremolinarlas tal vez formando de repente un ruidoso torbellino. que pa- recia querer botarlas todas á una por sobre el promi- nente olaje que desgajaba con furia el soberbio y em- bravecido piélago. Con todo, esos no eran sino asomos del proceloso y trájico fin á que marchaba la empresa, dos veces empeñada en penetrar el estrecho magallá- nico, dos veces desarbolada, sacudida, sumida gran parte en el profundo seno, y arrojada la restante al Brasil en medio de borrascas de un tremendo destemple. Así, con pérdida de mas de la mitad de las naos, y por consecuencia de la jente y enseres que en ellas iban , Valdés dió vuelta 4 España , y Sotomayor se dirijió á Chile por via de Buenos Aires. Por lo que hace á Pedro Sarmiento, acometió por tercera vez el paso del estre- cho con dos navíos y tres fragatas, y con la fortuna de - vencerle llegando á Chile á principios de febrero de 1585, - y en compañía de los relijiosos Quadramiro y Mérida. En cuanto tomó tierra comenzó la fundacion de un pueblo sobre la costa y continente chileno, dándole nombre de Jesus, y concluido y guarnecido de ciento cincuenta sol- dados, pasó á levantar en una hermosa vega la Cesárea Magallánica, 6 ciudad de San Felipe, distante de Jesus unas yeinte leguas. | 96 HISTORIA DE CHILE. Quadramiro y Mérida, con no alcanzar á ver en aquellos parajes pueblo de ninguna especie, tomaron una escolta y penetraron por los montes hasta dar en nu- merosas tribus indias recojidas bajo tiendas , de cuyas jentes parece fueron muy bien recibidos y agasajados. De aquí hubieron de echarse á correr las llanuras que llevan á tierra de los Huiliches y Cuncos, quienes, como por cosa nueva, les dijeron que los Huincas (Españoles) estaban en guerra con los Araucanos (1). ; En comprobacion de semejantes sucesos nada nota el libro del cabildo hasta en acuerdo de 6 de junio de 1583, en el cual se dió cuenta de un oficio de la real audiencia de la ciudad de la Plata, fechado en 15 de abril ante- rior , por el cual se le previene á la justicia y rejimiento de Santiago, «se advierta el reino contra la armada in- » glesa que estaba en Santa Catalina para pasar á poblar » en el mar del Sur, cuando llegó la nuestra al Rio Ja- » neiro para ir á poblar el estrecho magallánico. Y que el » gobernador que viene para Chile habiendo salido de » Buenos Aires, se estaba previniendo en Santa Fe con » los setecientos hombres que traia de socorro para pa- » sar luego á Chile, » (1) Todas las memorias antiguas concuerdan en los hechos que acabamos de relatar, pero ninguna de ellas nos da luz para ver lo que fue de los relijiosos citados, ni de los pobladores de Jesus y San Felipe. Unos pretenden que pere- E cieron en manos de piratas ingleses, otros que los degollaron los Indios, otros : que murieron de hambre y de frio; Córdova asienta que el 6 de enero de 1587, E Tomas Candish, habiendo pasado el estrecho con tres naves, y corriendo la costa, legó á descubrir la ciudad Cesárea Jlena de cadáveres y con algunos edificios todavia en pie, pero sin mas persona viviente que la de Tomas Fernandez, que el Inglés tomó á bordo, y depuso en el puerto de Quintero. Todavia hay quien CAPÍTULO IX. 97 Con esta novedad se puso el ayuntamiento de la capi- tal en busca de medios que respondiesen debidamente á la tropa que con el nuevo jefe Venia , no menos que á las provocaciones que de los Ingleses debia esperar el reino si 4 franquear el estrecho llegaran; llamando de paso para que con su autoridad concurriera á esa doble tarea el correjidor de Santiago Lorenzo Bernal, que gobernaba en ausencia de Gamboa (1). Este caudillo se mantenia en el teatro de la guerra sin lograr acabarla, sin concluir tampoco un hecho de armas con que dar nombre al período de su eobernacion, porque Painenancu huia de formales empeños, y con sus correrías tenia fastidiados á todos los Españoles; mas en cuanto aquel supiera que el rey le habia relevado del gobierno, si acaso viera en esa determinacion rejia un desaire á su persona , un desprecio de los singulares méritos que en la conquista habia consignado , ello es que despachó para Santiago á su hermano don Andrés, con nombramiento de lugarteniente de gobernador , y encargo de entregar por él 4 Sotomayor, ó á su apode- rado, el gobierno de Chile, en cuanto á ello se le re- quiriera. Gamboa en seguida hubo de trasladarse 4 la Imperial, con órden á todas las plazas de guerra de que solo man- tuvieran una vigorosa defensiva , hasta que el nuevo jefe guiara á su manera los negocios de la guerra. » de este reino, para proveimiento de la jente de guerra que viene, Que así » mismo mande juntar y domar cuantos potros se pudiere, i se hagan celadas, » sillas y demas arneses. Y que contra los Ingleses se vele con centinela en to- » dos los puertos de mar y sus costas. » (Acuerdo de 6 de junio de 1583.) 7 MI. HISTORIA, 98 HISTORIA DE CHILE, Mientras él cargo de gobernador, no jugó con fortuna la espada del caracterizado Gamboa, cuya noble proje- nie tuvo asiento en las inmediaciones de Durango en Vizcaya. Señalado fue sin embargo su valor en las mayores y mas ruidosas batallas de la Araucania, y siempre ocupando puestos importantes. Servicios eminentes prestó á la causa del rey, y vino al cabo á pagárselos este coll- cediéndole el título de mariscal, empleo en aquella época de los mas preeminentes en la milicia, y empleo que de antemano le habia dado su suegro Rodrigo de Quiroga. Él hizo la conquista de Chiloe ; durante su gobierno fue lo que siempre habia sido, hombre sencillo, franco, amigo leal, y recto juez, por cuyas prendas se le correspondió siempre con la estima uniyersal, que ni tampoco le falló cuando apartado del supremo poder descendió á la vida privada, retirándose de la escena militar y política para ni en una, ni en otra, volver á figurar. CAPITULO X. Sotomayor en el gobierno. — Construccion de nuevos fuertes. — Asedio de Villarica. — Sublevacion de los Indios. — Batalla reñida. — Alonso Diaz conducido á Cañete y ajusticiado. ( 15831584. ) Por todo el reino de Chile vocea la fama los grandes hechos que ya tiene acabados el gobernador don Alonso de Sotomayor, con treinta y siete años de edad, y son los veinte y dos gastados en servicio del rey, comenzán- dole en calidad de soldado voluntario en las banderas que el duque de Alba llevó á Flandes. Ha asistido á cien batallas; á la prision.de los condes de Ayamor, de Horno, y del jeneral Genlis ; 4 poco no se apodera de la: persona del príncipe de Oranje; muchas y muy glo- riosas cicatrices trae en prueba de su valor; la corte le ha confiado misiones de la mayor honra é importancia ; le ha pagado con empleos y dignidades de la mas alzada categoría, y no es mucho que el rey le mande ahora á gobernar uno de los mas ricos y hermosos paises de la América del sur. Tanto y mucho mas iba de lengua en lengua por to- das las colonias antes de que el nuevo gobernador lle- gara á pisar el suelo chileno; así es que el ayuntamiento de Santiago hubo de reconocer en el nombre de este gran personaje algo de mas superior y respetable, que en cuantos hasta entonces habian rejido los destinos del pais, el tribunal de la real audiencia incluso : pero no adelantemos los hechos, 100 HISTORIA DE CHILE, Salió de España , como hemos visto, don Alonso de Sotomayor con seiscientos hombres que habian de con- tinuar la conquista de la Araucania; pero es opinion que solos cuatrocientos sacara en bien de los terribles tem- porales con que la sacudió en el viaje una mar irritada, y con los cuales allegó á la ciudad de Mendoza el 28 de junio de 1583 despues de no pocos trabajos. Al cabildo de esta ciudad presentó Sotomayor sus patentes, y que- daron obedecidas y cumplimentadas acto continuo , de- clarándosele gobernador y capitan jeneral del reino de Chile. Tras esta dilijencia hizo extender el competente poder para que Diego García de Cáceres, vecino de la ciudad de San Juan , pasase á la capital, y en ella se hi- ciese reconocer con aquellos títulos, en su nombre y du- rante su ausencia; lo cual tuvo efecto el dia 18 de julio siguiente (1). Los cabildantes no quisieron que el nuevo jefe del estado los eojiera desprevenidos. El siguiente dia 19 se reunieron en consejo para determinar el modo y forma con que se habia de celebrar la entrada de Sotomayor en Santiago , y fue resolucion unánime : « Que se haga » un arco triunfal por donde entre, de adobes i madera, » blanqueado i pintado, y puestas en él las armas de S.M., » las de la ciudad, i las del nuevo gobernador. Que se » compre un buen caballo, si se hallare blanco, 1 CO!- » respondiente silla en que haga la entrada. Que se haga 1) Segun Olivares y otros que le han copiado, no fue Cáceres el reconocido á sino que hubo seis: Lorenzo Bernal, Alonso Reinoso, Gaspar de Vergara, Pedro de Leisperberg, Pedro Alvarez y Diego García de Maldonado... los cuales us bernaron bien hasta que llegó su poderdante.—A ser 5 no probara de muy diestro en el arte de gobernar el señor don Alonso, peronosotros nos atenemos á esto : « Y precedido eljuramento que hizo (Cáceres) en anima de su parte, fue » recibido de gobernador i capitan jenera! propietario. » (Acuerdo del cabildo de Santiago, 18 de julio") CAPÍTULO Xo 101 » un palio de diez i seis varas del damasco mejor que se » hallare, con cuatro cordones de cuatro borlas, con sus » goteras de terciopelo del mismo color. » Esa prelusion pinta bastantemente el entusiasmo con que habia de ser acojida la persona de Sotomayor, en cuyas manos se creyó sin duda la exterminadora. €s- pada que habia de domar de una vez y para siempre la injénita fiereza de la libre é inmortal Araucania ; mas para que á efecto fuera con forma de mas explícita y de mayor solemnidad , quiso el cabildo que con él concur- rieran 4 un mismo fin todas las autoridades de la capital, Por fenecidas se dieron naturalmente las que hasta en- tonces ejercieran con nombramiento del gobernador Gamboa, y preciso es que Sotomayor no pusiera en su apoderado Cáceres la facultad de proveer á vacaturas de indispensable resulta, puesto que con fecha 23 del pro- pio julio sale el cabildo poniendo nuevamente de corre- jidor y teniente jeneral de Santiago y su jurisdicion á Lorenzo Bernal, que acababa de salir del mismo em- pleo, con la llegada y recibimiento de aquel apoderado. Sotomayor, hecho desde niño á las fatigas que con la milicia suelen andar siempre, no quiso respetar la nieve que cubria las cordilleras, antes pasó por cima de ella trasladándose al valle de Aconcagua (1), en cuyo punto, y dia 17 de setiembre , nombró por protector jeneral de los Indios del reino á su hermano don Luis que le acompañaba ; este dió poder, con traslado del nombra- miento, á Agustin Briseño, cuya persona Se dió á reco- nocer en aquella calidad ante el cabildo de Santiago , el 20 del mismo mes. (1) Su tropa quedó en Mendoza, y no vino á Santiago hasta el enero si- guiente, mas no nota el cabildo qué número de plazas componía. 109 HISTORIA DE CHILE, Ya habian salido al encuentro del gobernador el al- calde de primer yoto Gaspar de la Barrera, y uno de los rejidores, y aquel entró en Santiago dos dias despues, es decir, el 22 de setiembre (1), pasando á caballo el arco triunfal que se alzó á inmediaciones de la plaza mayor, y conducido bajo el palio á la catedral, en donde seentonó un Te Deum, concluido el cual se le acompañó hasta su morada con igual solemnidad, No se ha vuelto 4 repetir este ejemplo, Dos dias despues (el 24 de setiembre ) diputó el go- bernador al rejidor Pedro de Leisperberg para Lima, con cuenta á la real audiencia de su llegada á Chile, y tambien detalles de las tristes ocurrencias que probado habia en el viaje la armada conducida desde España á las órdenes del almirante Valdés, El gobernador comenzó su gobierno con nuevas orde- nanzas relativas al beneficio de las minas de Chuapa, del Espíritu Santo y de Quillota , porque este apego al aro (2) pecado fue en que con intento mas ó menos pro- *(1) Hay autores que pretenden no haber entrado Sotomayor en Santlago hasta el mes de diciembre, otros ponen su entrada en 23 de noviembre; nos- otros seguimos al cabildo de Santiago, que es la autoridad fehaciente. En los residencia de todos los gobernadores pasados dijo á los capitulares : « Que por ».cuanto hasta ahora no está recibido personalmente de gobernador en este ca- » bildo, por haberlo sido por su procurador, ní tampoco haber hecho la solem- » nidad del juramento por su persona, que ahora les pide ser recibido de nuevo, » que se le tome el juramento y i todo se la cumplieron, ele.» o del 23 de noviembre 1583.) - "(2) Rara era la moneda que circulaba en PaRa á cste tiempo, y en esto ha- bia mucha ganancia para los mercaderes, en grave perjuicio del público que perdia en dar su oro á peso. El cabildo de Santiago, apeteciendo correjir el mal, pidió al rey, por medio de su apoderado Juan Corella sa Ardaz, le permi- tiese abrir casa de moneda : en su lugar veremos el result CAPÍTULO X. 103 nunciado cayeron todos los conquistadores; solo que esta vez se hace mas chocante, por lo mismo que, así de contento Painenancu de la llegada de Sotomayor, “cOmO los cabildantes de Santiago , formaba al propio tiempo el asedio de las ciudades Valdivia y Villarica, y se sabia esto en la capital de una manera auténtica. Siendo, pues, preciso marchar con presteza á la de- fensa de aquellos establecimientos, Sotomayor dió el mando de las armas, con título de coronel, á su hermano don Luis, 4 quien acompañó Francisco de Ocampo en calidad de sarjento mayor, y estos dos cabos salieron de la capital con doscientos Españoles y número mas crecido de auxiliares; pero preciso es que la guerra Se aparentase con demasiada gravedad, pues que don Luis se para á levantar sobre el Maule los fortines Duro y Butagar, y otro en el cerro de Quellu en el distrito de Cauquenes. a Del cabildo de Santiago no se saca tampoco suficiente luz con que distinguir si era ó no grande entonces el aprieto de las ciudades meridionales: se contenta con decir que en 25 de octubre de 1583 «ha leido cuatro » cartas de ¡os cabildos de las ciudades de Osorno, la » Imperial, Valdivia y Villarica, en que le dan parte » de la guerra y del estado en que al presente está la » tierra. » Con igual fecha proveyó tambien el goberna- dor la vacante del desterrado doctor Azoca, en el licen- ciado Diego de Rivas, y debió de durarle muy poco el empleo, pues parece el mismo Ázoca repuesto en sus funciones, y presidiendo el cabildo de Santiago, en 6 de diciembre del dicho año; pero volvamos á las opera- ciones militares, ¡ Bien servido el toquí de sus espías supo con tiempo 104 HISTORIA DE CHILE, que venian los Españoles en socorro de las ciudades si- tiadas, y no sintió poco la novedad, porque parecióle que con pocos dias mas que se le hubiera dejado tran- quilo, inevitable fuera la rendicion de los sitiados, escasos ya de municiones; como quiera, por si con la columna conquistadora marchase tambien el nuevo go- bernador, le pareció ser de su propia persona el cargo de saludarle saliéndole al camino. Con este arrojado intento tomó dos mil soldados de entre los que circuian la ciudad Villarica, y con lijera marcha pasó 4 Quebrada- Honda ó6 Paso-Hondo en término de Quinel, en cuyo punto se apostó distribuyendo su jente en diferentes celadas. Descuidado entró por aquel estrecho el 'coronel don Luis, pero resuelto y animoso respondió 4 la carga que en cerco le dieron los Araucanos, los cuales fueron rotos alcabo de media hora sin considerable, pérdida de uno ni de otro bando, y con gran rabia de Painenancu, de cuyas palabras y arrojo no hicieron esta vez gran caso sus indisciplinadas tropas. El toquí logró por fin reunir los bandos desmandados y caminó por atajos 4 ganar la vanguardia española hasta apostarse en un cerro, siempre cuidadoso de cubrir las fuerzas indias que andaban en la expugnacion de Valdivia y Villarica. Los Españoles le- volvieron á sacudir en aquella posicion, aunque ya con mayor coste, saliendo ensangrentados ambos partidos, sin que por ello escarmentara Painenanca, que volvió á carearse con su enemigo á vista de Villarica; solo que como los sitiados reconocieran la columna que venia en su auxilio, ejecutaron una vigorosa salida, y cojidos entre dos fuegos se declararon en desordenada fuga los Araucanos, perdiendo entonces mas soldados que CAPÍTULO X. 105 les habian costado las dos funciones precedentes. Encargada la persecucion de estos desbandados cuer- pos á los capitanes partidarios Tiburcio de Heredia (1), y Antonio de Galleguillos, que comenzaron desde luego arrasando los campos, y llevándolo todo á sangre y fuego en la tierra enemiga, don Luis corrió sus marchas á Valdivia, cuyos sitiadores se habian retirado en virtud de aviso que al intento les comunicó el toquí en cuanto se vió vencido. Con esta jente y con la que libró de Villarica, salió de nuevo Painenancu contra los partidarios, mas habíase empeñado contra él una desleal estrella, y no obstante el valor, el arrojo con que se ponia allí donde mayor riesgo pareciera , como Heredia, tambien Galleguillos logró derrotarle, mas que cara compraran la victoria los capitanes castellanos , pues ellos mismos lo Hegaron á confesar. Tales fueron los resultados de esta campaña, y no hay ciertamente causa para ponderar la importancia de tantas victorias, que no sería mucha cuando con vista de la relacion que de ellas y del estado del pais enemigo se le hizo al gobernador, este despacha, en febrero de 1581, para Angol, una columna de ciento setenta Espa- ñoles al mando de Lorenzo Bernal, mientras él por su parte entra en preparativos para conducir al teatro de la guerra nuevas fuerzas. Por ausencia de Bernal entró en el correjimiento de Santiago el capitan Juan Vazquez de Acuña, y para. visi- tador jeneral de las provincias setentrionales, y juez de residencia de todas las justicias, salió nombrado (1) Venido con Sotomayor, y tambien distinguido en las campañas de andes, 106 HISTORIA DE CHILE. Gregorio Sanchez, siendo tambien entonces la des- titucion del mayordomo del hospital, que no se nom- bra, y que parece habia distraido gran parte de los caudales destinados á la asistencia y cuidado de los. enfermos. Sotomayor activaba la empresa que lo grave de las circunstancias le aconsejaba tomar á su propia cuenta y riesgo, porque Painenancu, sobre asomar con ejército rehecho, y acaso mas granado que nunca, pues sale conun vice-toquí llamado Chipimo, y este con un segundo de nombre Mayerebe, todavia tiene en su auxilio los Pehuenches y Puelches que andaban ya arrasando los campos de Chillan, En Santiago, sinembargo, no debia haber abundancia de tropas, ni tampoco los trenes y bagajes correspondientes á la expedicion meditada, pues á mas de hacerse en la ciudad y su distrito levas, em= - bargos, y llamamientos, para que vinieran á servicio voluntario los que de él estaban exentos, como así lo ejecutaron varios vecinos, entre los cuales cuenta el rejidor perpetuo Cristoval de Aranda y Valdivia, y aun= que el cabildo dice en fecha 17 de agosto de 1584 : « Que, multa de veinte pesos, en toda la jurisdicion todos » los encomenderos tengan, como es costumbre , en sus » pueblos camas y mantenimientos para el ejército » que va, » todavia no parece tal ejército hasta el 14 de noviembre siguiente, en cuyo dia da parte el goberna- dor de que marcha para Chillan, y tiene su real en la ribera del rio Maule. Iba de maestre de campo con Sotomayor el capitan García Ramon, que tambien se habia señalado en las guerras de Flandes, y á quien esta vez dió el goberna- dor la órden de seguir con la caballería en marchas CAPÍTULO X. 107 dobles al socorro de San Bartolome de Chillan, que los Pehuenches tenian muy estrechada. Ramon descargó su - comision con actividad y fortuna, libertando la colonia española del brazo enemigo, justamente cuando ya Ca- recia de medios de defensa y de mantenimientos, siendo los Indios vigorosamente rechazados contra los montes, despues de dejar algunos muertos y algunas docenas de prisioneros. Llegó Sotomayor á Chillan, y aunque to- davia no hubiera desnudado su espada contra los Arau- canos, le pareció de mucha utilidad el estrenarse en la guerra con el impío y bárbaro sistema de G. Hurtado de Mendoza, y así ordenó que los prisioneros fueran inme- diatamente despachados á su pais con las manos y las narices de menos : este era el medio mas eficaz para que los naturales volaran en masa contra su sanguinario é inclemente opresor. Y así fue. Apenas pasara algunos dias de descanso el campo español en Chillan, y mien- tras levantaba, en los Magues, cerca de Canuco, el fortin llamado San Fabian, cuando Sotomayor tuvo que moverse en línea delos Infantes de Angol, en cuyo punto supo que la comarca de Puren, la de Ninico, las vegas de San Miguel, y hacia Maytenrehue y Calyray, todo estaba en armas, aunque, para desgracia de los Indios, iban estos en cuerpos cuyos caudillos cada uno de ellos obraba con absoluta independencia, sin plan ni combi- nacion alguna. Despachó el gobernador dos destaca- mentos de ciento cincuerita hombres, al mando del maestre de campo el uno, y habia de ir contra la su= blevacion de Catyray y tierras inmediatas, siendo jefe del otro el sarjento mayor, destinado al castigo de los Purenes. Pronto lograron estos jefes la dispersion de aquellos desordenados cuerpos , ejecutando en los pri- 108 HISTORIA DE CHILE. sioneros el atroz castigo que de órden del gobernador se cumplió en Chillan, y á mas incendiando todas las chozas y campos que en aquellos parajes encontraron abando- nados. Painenancu por su parte andaba impaciente en espera de refuerzos que los Pehuenches y Puelches le habian prometido, pero desgraciado en todas sus erm- presas, se reconocia sin prestijio, queria adquirirle por medio de alguna accion sonada, y aunque sin desam- parar el lugar á que habian de concurrir aquellos auxi- liares, mientras que llegaban, dispuso que su vice toquí Chipimo pasara á. fortificarse en la nombrada cuesta de Mariguenu, y en ella se mantuviese, hasta que él con los serranos fuera á reforzarle, Con noticia de este nuevo campo, cuyas fuerzas no se señalan , salió otra vez de Angol el maestre de campo á la cabeza de doscientos Españoles , y anduvo tan siji- loso y advertido en la jornada, que Chipimo fue sorpren- dido, roto y despojado de todos sus víveres, con no poca pérdida de hombres : un dia mas y acaso fuera otra la suerte de las armas araucanas, porque á dis- tancia de seis ó siete leguas de la cuesta estaba ya con su ejército Painenancu, cuando los Castellanos des- trozaban á su descuidado vice toquí, y cantaban por primera vez un triunfo sobre la cumbre del formidoloso cerro, Acabado este hecho, García Ramon regresó al cuartel jeneral de Angol, en el cual tambien estaba ya el coronel don Luis de Sotomayor ; de suerte que hecho inmediata- mente un alarde de las tropas reunidas, se encontró el gobernador con setecientas plazas de ambas armas, y Un cuerpo de cuatrocientos auxiliares , de cuyas fuerzas sacó trescientos hombres para el teniente jeneral doctor CAPÍTULO X. 109 Azoca, encargado de guardar los establecimientos de aquel distrito, y Sotomayor con el resto caminó contra los campos de Puren. No se detuvo muchos dias en estos parajes , porque como no diera con habitantes, ni tam- poco.con objetos en que descargar la ira que el nombre araucano le despertaba, se entró por la parcialidad de Licura, con ánimo de trasladarse á Cañete (1). Con esmerada precaucion le seguia las huellas Paine- nancu, en cuya compañía iba ya el mulato Eustaquio, esclayo del capitan Martin de Avendaño, y mozo de sin- gular arresto; pero ni uno ni otro querian acometer 4 los Españoles sino á revuelta de los montes, y con este intento ganaron la delantera, emboscándose en lo mas fragoso del camino, casi á vista de las vegas del Nuelas, La columna castellana llegó á la celada enemiga, sin muestra siquiera del mal dia que se le iba á dar, y pasó gran parte de ella llevando su frente el gobernador en persona ; mas asaltada con brioso ímpetu la retaguardia mandada por don Luís, se empeñó al instante una es- pantosa refriega que trajo al campo la jente del goberna- dor; y confundidos Españoles y Araucanos, ambos partidos parecian resueltos á sellar aquella jornada con un exterminio mutuo y completo. Painenancu desespe- rado corria las líneas con hechos que todos admiraban, y que los suyos trataban de imitar ; los primeros y mas famosos capitanes españoles comenzaron desde luego á, dudar de la fortuna, y por no desairarla trabajaban con despechado aliento; la muerte se revuelve furiosa en (1) Dicen varios escritores que al paso de Sotomayor por Puren, reforzó la guarnicion de esta plaza, pero ¿ cuando se habia reedificado? ¿ Quien hizo esta reedificacion? ¿Fue don Luis de Sotomayor mientras soci muelas estados ? Si de esto no hay prucba, necesari p efecto, y asi fue; luego veremos esa plaza alzada y guarnecida. 410 HISTORIA DE CHILE. uno y otro bando; gritos de venganza arranca entre los ensangrentados combatientes, hasta que al cabo de cinco horas de destrozo recíproco, logra penetrar un cuerpo de caballería. al ala india que guiaba el vice toquí Chi- pimo , se desunen las masas, Painenancu corre á orde- narlas y contenerlas,, la confusion crece, y 4 un segundo empuje de los Castellanos logra el alferez Juan Martin rendir al toquí (1), con lo cual huyen despavoridos los Indios, y causa en ellos un horroroso estrago la columna española, Esta reñida funcion, que tanto dió que hacer á los Es- pañoles, la sostuvo Painenancu, no con ochocientos - soldados, como se ha dicho, sino con mas de dos mil, y harto arrojo fue el ponerse con ese número y arma blanca, contra mas de setecientos cincuenta hombres que llevaba Sotomayor entre arcabuceros y caballería. Como quiera, el desertor Alonso Diaz, conducido á la ciudad de Cañete y recibidos los auxilios de la relijion , como él mismo lo hubo de solicitar, pagó con su vida las tantas que á los Españoles habia quitado durante su toquiato (2), y mucho mas hiciera ese intrépido jefe si favorecido tal cual vez de la fortuna, con una ó dos se- ñaladas victorias hubiera podido granjearse entre los Araucanos mas fe, y mayor prestijio : esa falta es la que descompuso todas sus operaciones militares. El gobernador dejó sus heridos en Cañete, tomó al- gunos caballos de los que esta: ciudad guarnecian, dió (1) Otros quieren que Juan Martin descubriera al toquí escondido en un co- ús 6 - A E Es 1 . 7 dee: LKáñhklas lo que á este respecto nos dicen nuestros manuscritos (2) Fue ajusticiado, dice Olivares, á los once años de su desercion. No dispu- tamos la la not l Moli j ino veinte y uno, Véase la nota del capítulo VI, t. 2, pág. 62, EN CAPÍTULO X. 4141 el mando de la plaza 4 Alonso de Reinoso, y marchó á sentar su real en los confines de Arauco, en donde se le vió con fecha 20 de diciembre de 1584 (1). (1) Algunos historiadores ponen todos esos acontecimientos un año mas adelante. Volvemos á repetir que nos ajustamos á las fechas del cabildo de Santiago, autoridad contra la cual todo argumento fuera excusado. ve CAPITULO XI. Cayuncura toqui. — Sotomayor á Carampangue. — Combate favorable desde luego á los Indios, y rotos estos en el segundo empeño. — Turuquilla yen- cido, — Camina el gobernador á Santiago. — Varias ventajas de los Arauca- nos. — Triunfo de Ramon. — Noncunahuel toquí, — Abandono de Arauco.— Muere Noncunahuel, (1585. ) Con el completo triunfo que sacó Sotomayor de las ar- mas del desgraciado Alonso Diaz, creyó poder gozar un largo descanso en su acampamento, pero fuera casuali- dad , descuido, ó intencion resuelta de alguno de los In- dios que á servicio de los Españoles andaban , ello es que á pocos dias de asentado el real castellano en los confines de Arauco, las llamas prendieron con furia en la plaza de aquel mismo nombre, y se hizo preciso atender á una pronta y activa, reparacion. En cuanto se consiguió esta, el gobernador dispuso que quedara man- dándola su maestre de campo García Ramon , y él con su ejército se trasladó 4 Puren , sobre cuyos escombros levantó nuevo fuerte, ó sea una nueva provocacion al invencible pueblo de aquel sublevado pais, cuando mas . necesario era el cuidado en conservar, dejando para me-. jor ocasion el de adelantar la conquista, aumentando - poco á poco los establecimientos, : | Si dilijentes andaban los Españoles en su obra, tam- poco los Araucanos perdian tiempo; con noticia de la muerte de su toquí , por quien no manifestaron un gran sentimiento, en breve corrió la flecha todas las tribus, y cuando el gobernador don Alonso suponia que en la im- CAPÍTULO XI. A Yi posibilidad de formar tropas estaba la Araucania, salió esta con su toquí Cayamcura, y una division de cinco mil hombres, dispuestos á pasar desde laatyrar al asedio de San Felipe. Sotomayor dejóuna buena partida de gente en Puren á las órdenes del capitan Francisco de Fernandez, para que concluyera el fuerte, y le guardara, y con la res- tante se fue á la defensa de Arauco, acampando á una legua de esa plaza , sobre la márjen del rio Carampan- gue. No tardó en llegar Cayamcura al valle, pero como se le dijera que el real castellano estaba á orilla del rio, mudó de propósito, presumiendo ser de mejor consejo atacar de interpresa cuerpo á cuerpo al gobernador, que no 'circunvalar el fuerte para verse al instante cojido entre dos fuegos. En este sentir despachó de espía al Yanacona Andrés, desertor, que habia servido muchos años al capitan Fernando Alvarez de Toledo, el cual tuvo la audacia de presentarse de nuevo á su señor con finjidas señales de arrepentimiento, y suplicando le recojiera á su servicio. Logró lo que demandaba, y tuvo por lo mismo ocasion de reconocer el campamento es- pañol dividido en tres líneas, y sin otra defensa que la natural del Carampangue con la cual estaba cubierta la retaguardia. Entrada la noche, el traidor Andrés tomó el caballo de suamo, y se echó á escape para dar cuenta á Cayamcura de su mision, y en consecuencia el toquí dispuso su jente en tres trozos unoá su mando, y otros dos álas órdenes de Lonconahuel y Antuleubu, para que cada cual atacase al mismo tiempo á una de las líneas enemigas. La fuga de Andrés dió en que entender al gobernador, y por lo que ocurrir pudiera tomó tambien - medidas de vijilancia , doblando guardias , corriendo 11. HistTORIA+ 8 1145 HISTORIA DE CHILE, avanzadas, y manteniendo en el campo una constante alerta. Bien fue menester precaucion semejante, y mejor es decir no bastante , pues acometidos los Españoles á media noche por las divisiones araucanas, cuando aquellos quisieron contener el choque, ya Cayamcura se habia llevado de calle los Indios auxiliares del goberna- dor, y penetraba en las filas castellanas con irresistible violencia. Con todo, la claridad de la luna permitiendo hacer tiro, jugaron los armas del rey su artillería de campaña, y sus arcabuces con mucho acierto, y al cabo de media hora pusieron respeto á los Araucanos ,quienes con su toquí retrocedieron hasta verse fuera de alcance, resueltos todavia á una nueva refriega en cuanto pare- ciera el alba. Esto es lo que ejecutaron con indecible esfuerzo, así como comenzara á rayar el dia , penetrando á pecho descubierto por entre el plomo de los enemigos para forzarlos 4 pelear al arma blanca, y aunque multi- tud de víctimas les costara el temerario arrojo, en sangre | española se cebaban tambien, con grande esperanza del vencimiento ; esperanza que de repente destruyó el maes- tre de campo y gobernador de Arauco, García Ramon, que acudió al campo de batalla con el presidio de Su mando, en cuanto el tiroteo le anunció la contienda , Y este refuerzo vino á resolverla en' terrible daño de 105 Indios que fueron largo trecho acuchillados de la cá- ballería (1). (1) En esta batalla perecieron 1 1 F .e Je Cayam- cura hacia de sarjento mayor, un hermano de Caramcuta. y los jenerales Antuleubu y Lonconahuel. Nadie cuenta el número de los muertos de una y de Loyola, en instrumento de igual merced á fayor de Francisco Viuza, CAPÍTULO XI. 415 - Tras este costoso y no menos señalado triunfo, García Ramon volvió con su jente á guarnecer Arauco, y el gobernador marchó á4 las vegas de Talcamavida, que ya las hostilizaba el cacique Turuquilla, y en una escaramuza que con los Indios de, este jefe jugaron los Españoles, fue herido y preso el mestizo Jerónimo Her- nandez, y en seguida ahorcado por órden de Sotomayor para que en él escarmentaran otros desertores. Ahuyen- tado Turuquilla, revolvió la columna castellana para Angol, en cuyo punto se reforzó con la tropa del licen- ciado Azoca, y penetrando despues la parcialidad de Catyray , vino á plantar campo en Tabolebu. Sobre ella cayó otra vez en este punto el soberbio Cayamcura , para verse, sino tan castigado como en Carampangue, por lo menos obligado á guarecerse de nuevo en los montes, dejando en manos de su enemigo otra palma mas. Sotomayor corrió despues su campo hasta el emboque del Tabolebu en el Biobio, y con su obstinada pasion por las plazas fuertes, que no podian menos de consu- mirle las fuerzas necesarias para las operaciones mili- tares, de un golpe alzó á la parte occidental del Biobio el fortin llamado la Trinidad, en Catyray el Espíritu Santo, al norte de Caramahuida , cerca de los montes de Nahuel- buta el San Jerómino, en Yumbel el Sán Felipe de Austria, y ála confluencia del Quaqueó Huaque con dicho Biobio la plaza dedicada al santo árbol de la Cruz. los que se hallaron con Sotomayor. Por lo demas, los historiadores pretenden que García Ramon se habia reunido al gobernador en el real antes que Cayam=- cura atacara la primera vez; si nuestros documentos no nos dijeran lo con- trario, todavia lo habiamos de inferír, porque no cabe que cl maestre de campo abandonara la plaza de San Felipe, ni que Sotomayor se lo consintiera, cuando, con noticia cierta de que ¡ba á ser sitiado , fue 4 acamparse sobre Carampangue. 116 HISTORIA DE CHILE. Por mucha jente que consigo llevase el gobernador, todavia asombra la actividad y el zelo con que debió darse á todas esas obras de construccion , puesto que él mismo dice en comunicacion al cabildo de Santiago con fecha 27 de marzo de 1585 : « Estando en el real y campo de » S. M. que está alojado cerca de los fuertes de la Tri- » hidad y Espíritu Santo, en sierras de Yumbel, etc. ;» pero ni á eso solo retrajo sus miras, sino que hizo cons- truir dos grandes barcas para que las plazas se comuni- casen mas fácilmente, y queriendo pronta correspon- dencia entre Concepcion y Arauco, vino plantar en la cúspide de la fatal Mariguenu un palenque defendido de una magnífica barbacana. Ciertamente fueran de mucho importe esos medios de comunicacion y de defensa, cuando pudieran Ser atendidos sin desmembrar la tropa de que habia necesidad para protejer todos los establecimientos españoles, Y responder á las tantas provocaciones con que en diversos puntos salia el invencible é infatigable Araucano; pero gastar aquella tropa en nuevos presidios, quitándole su accion , despropósito fue que no podia quedar sin su merecido. Guarnecidas, perfectamente abastecidas dejó Sotomayor esas tantas barreras que dejamos notadas, pero..... se encontró sin jente para la guerra; el in- vierno se le echaba ya encima; dió á su sarjento mayor Francisco de Ocampo la incumbencia de pasar á Concep- cion en demanda de nuevas tropas, y con este mismo fin se encaminó él en persona para Santiago , recibién- dole en Maipo, por comision de este cabildo, el alcalde de primer voto don Juan de Ahumada, que le acom- pañó hasta entrado en la capital en 22 de mayo de 1585, CAPÍTULO XL 117 A Cayameura poco ó nada le importó la reciura de la estacion ; tuvo aviso de la ausencia del gobernador, y de la distribucion de sus tropas en los distintos fuertes de reciente planta, y por tanto resolvióse á expugnar la plaza de San Felipe de Arauco , mientras que Millalemu habia de acometer la de Puren, Pilquetegua la de la , Trinidad, y á Taruchima dió el cargo de quemar las dos barcas puestas en el Biobio para servicio de los Españo- les. Taruchima desempeñó sin tardanza su comision convirtiendo en cenizas las barcas y los que las maneja- ban; pero Millalemu y Pilquetegua fueron rechazados con mucha pérdida , sobre todo el primero que se em- peñó demasiado en briosos asaltos , consumiendo en ellos la jente mas lucida del cuerpo que á sus órdenes se puso (1). Por lo que hace da] toquí, apretada tiene la plaza de San Felipe, incomunicada, y tambien cojidos todos los caminos para que la guarnicion española no se salve, si acaso intentare abandonar el puesto. Mirándose el maestre de campo García Ramon sin mantenimientos, sin municiones de guerra, y sin esperanza de socorro, como quien sabia que seandaba en leva de nuevas tropas, por estar empleada en la línea de fortificaciones la que con el gobernador vino, entró en la desesperada resolu- cion de atacar á los sitiadores , cuyo número pone en seis mil la opinion comun, no teniendo Ramon sino cuarenta y Cuatro lanzas. Los Españoles , firmemente persuadidos que la salida de la plaza les habia de costar la vida, y (1) El capitan Francisco de Hernandez fue quien le destrozó segun los histo- riadores, y se Je supone sarjento mayor. ¿ Habria dos sarjentos mayores? No olvidar que el Francisco de Ocampo, sarjento mayor, no está en Puren, sino en Concepcion reclutando jente. 118 HISTORIA DE CHILE. mas dispuestos á este sacrificio que á darse en manos de sus crueles enemigos, comenzaron todos ellos á cumplir sus deberes de cristianos acercándose al tribunal de la penitencia, y recibiendo en seguida, con piadoso fervor; la hostía consagrada de manos del capellan que los servia. Acabada esta dilijencia, García Ramon formó en la plaza su compañía; hízola entender que á morir le tenia condenada el hambre en el recinto, ó el hierro enemigo en el campo, y que de los dos extremos soló el último pudiera quedar burlado si con ánimo sereno; si unánimes y esforzados , Concurrian todos á romper los escuadrones infieles, ó á recibir en sus lanzas una glo- riosa muerte, : Así prevenidos, todos los Españoles se echaron fuera de murallas, y paso á paso caminaron ordenados y re- sueltos á las líneas de Cayameura , llamándolas por una parte el capitan Pedro Gutierrez de Mier , con la mitad de los Castellanos, y por la otra el mismo maestre de campo. Comenzado el combate, entrambos partidos lle- garon á verse envueltos, ó mejor el de los Españoles, quienes no trataban de abrir paso, ni echarse fuera del cerco en que las masas indias los acorralaron , sino de acometer y dar muerte á los mas arrestados del campo enemigo, ó parar los botes que se les asestaba. Como si un poder invisible les sirviera, ellos herian , ellos desba- rataban , ellos, en fin, segaban las vidas con tremenda lijereza y admirable acierto , Mientras que los tiros del enemigo todos salian vanos , todos se perdian en el aire con los rabiosos alaridos de aquella muchedumbre de guerreros, ó mal guiados, ó cojidos del mas fatal alu- cinamiento, Acaso concurrieran ambas cosas , porque llenos los cuerpos indios de espanto , de terror , notando CAPÍTULO XL. 119 que su furioso esfuerzo no hacia mella alguna en aquel puñado de hombres , al parecer invulnerables, que cada golpe que estos hombres descargaban daba fin de uno de los mas esclarecidos jefes araucanos, 6 ya de un vete- rano cuya destreza y bizarría en cien lances se habian descubierto, azorados y en desórden rompieron la reti- rada, para que los caballos de García Ramon se ensan- grentaran en los fujitivos hasta la saciedad , y que cansos de tanta matanza , se volvieran á recojer en su fuerte cargados de despojos , de vituallas, y sin la mas mínima lesion en sus cuerpos (1). - Avergonzado Cayamcura en presencia de tantas vic- timas , causa de todas ellas por una mala direccion ó por - una irresistible fatalidad, puso el hacha del toquiato en manos de Namcunahuel (2), jóven de grandes espe- ranzas, y , segun parece, harto bien visto en la soberbia milicia; él se retiró de las armas, siendo en edad mas propia para el descanso que no para las fatigas de la guerra, Aplaudida fue esta eleccion de Cayamcura, y motivo tambien para que con patriótico entusiasmo corrieran á las banderas de este nuevo toquí , no solamente los restos que del ataque de Arauco se salvaran, sino toda la ju- ventud de los estados, para formar época con 2 despunte (1) No parece sino que la razon natural se e Jolola contra ese hecho de armas verdaderamente prodijioso. ¡ Mas de 136 Indios para cada un Español!... En ello, sinembargo, convienen los historiadores, pero no es extraño, supuesto hn á Francisco s.. qu. Pedro Roa, de cuyos li MR Sie Es tambien los resultados expuestos. (2) Naugoniel le llaman otros, y le suponen hijo de Cayamcura. 190 HISTORIA DE CHILE. de una nueva organizacion , que como por encanto tras- * formó las costumbres de aquel pueblo rústico, que asentó en él los cimientos de una cultura hasta entonces desco- nocida , y que paulatinamente le condujo á extremo, por lo menos, de poder tratar de igual 4 igual con su terrible y osado conquistador. Ciento y cincuenta caballos de los que en lances dis- tintos se habian cojido á los Españoles, presentó el jóven Namcunahuel , entre mas de cuatro mil infantes, al pié de las murallas de San Felipe, cuando apenas si García Ramon y sus compañeros habian saboreado el gozo que justamente debió causarles su tan reciente y escla- recida victoria. La caballería araucana pareció en as- pecto formidable ; bien armada de lanzas de extraordi- nario alcance, conducida con regularidad, y mostrando los jinetes desembarazo, soltura y no poca gallardía. El toquí dispuso desde luego el cerco de la plaza enemiga, y la fábrica de un ataque con su parapeto y su banqueta para cubrir sus soldados de los fuegos enemigos, segun consejo que al intento hubieron de ministrarle algunos de los muchos mestizos que ya á este tiempo hacian causa propia la de los hijos del pais. Semejantes preven- ciones, si no debilitaron el invicto valor del maestre de campo García, ni el de los militares que tenia á sus Ór- denes, lograron por lo menos retraerlos del rompimiento á que se empeñaron con Cayamcura, pues si de fac- ciones tales una vez permite la casualidad que con dicha salga quien las emprende, es lo regular que cien otras pruebas sucedan con la consiguiente y entera ruina del temerario que pase á tantearlas, En esta parte iba en García Ramon con lo de animoso lo de cuerdo y prudente; veíase, como en la primera CAPÍTULO XI, 191 cerca, falto de municiones de guerra, no contaba, ni contar debia con socorros hasta la primavera , no estaba en ánimo de rendirse , pero tampoco le era posible man- tener la plaza, y solo le quedaban dos medios, pelear y morir probablemente en la pelea, ó sacar del enemigo un partido tan honroso cuanto permitiera la estrechez de las circunstancias. Parado en este último supuesto, hizo saber á Namcunahuel que podia contar con la plaza si- tiada y nunca con su guarnicion , antes tenia intento de salir con esta sin hacer uso de las armas, siempre que se le dejase el paso expedito ; pero que si se la provocaba, componíanla los vencedores de Cayamcura , y podia suponer á cuan subido precio venderian sus vidas. El joven toquí hubo de entrar en esas razones; dejó que su enemigo caminara tranquilo á meterse en el fuerte de . Puren, y entre tanto derribó las murallas del abando- nado Arauco (1). Este suceso fue para el jefe indio de mucho aliciente; - presumió que la fortuna le habia de regalar nuevas y mas floridas palmas, y al instante dirijió sus miras contra la plaza de Puren, cuyo mando acababa de entrar en el maestre de campo, segun así le correspondia por gra- duacion (2). La caballería araucana que el toquí mandó de avan- zada para la expugnacion de Puren, sorprendió en los prados contiguos al fuerte una docena de Españoles, (1) La pérdida de esta plaza la pone Molina en 1586; gran cargo resultara en tal casó contra el gobernador Sotomayor, y sobre todo teniendo consigo as 1: SA de refuerzo" y muchos us que tal lo dice lijeramenle el 0 Ovalle lleva el capos al fuerte de la Trinidad, y Molina dice que el sar= jento mayor le dió muerte en un monte. Ni Francisco Hernandez salió del tér- mino de Puren, ni el AEoRN mayor se halló en ninguna de las empresas de Namcunahuel, 199 HISTORIA DE CHILE. tres de los cuales fueron muertos, teniendo los restantes la fortuna de recojerse dentro de muralla. Alarmada con esto la guarnicion, y no descubriendo todavia la infan- tería del toquí, que á próposito la mantenia este en los bosques inmediatos , Ramon dispuso que el capitan Fran- cisco Hernandez cumpliese una salida contra el ene- migo, y adelantado este cabo muy mas allá de lo que la prudencia aconsejaba, porque los Araucanos finjieron retirarse, se vió en breve rodeado de cuerpos de infan- tería , teniendo que lidiar para defender su vida, y la de cerca de ochenta hombres que le seguian, con cuanto es- fuerzo saca la desesperacion, Terrible fue el choque, y en él perecieran todos los Españoles, si por acaso no hubiera tenido Tomas Olabarría el acierto de tender en tierra á Namcunahuel, haciéndole añicos el brazo Aerecho con el plomo del arcabuz, porque en costumbre los Indios de concurrir todos ellos en con- fusion al lado de su jefe, cuando en lances como aquel le llegan á ver, abandonaron una victoria segura ya, y que hubiese sido completa ; y entretanto Hernandez tuvo la inesperada dicha de salir del cerco, y regresará la plaza, aunque con treinta hombres y sus caballos de menos. Consternados los Araucanos con vista del lastimoso es- tado á que la herida acababa de reducir á su toquí, ya no cuidaron sino de recojerle con respeto, llevándole á paraje retirado y seguro para administrarle cuantos auxilios parecieran convenir á su cura y deseado resta- blecimiento; mas todo fue inútil, porque la muerte se. apresuró á quitar de las filas del belicoso pueblo un jó- : ven caudillo, tal vez hecho para eclipsar las hazañas de Ea un Lautaro, si tanto tiempo en la milicia quisiera la suerte dejarle, ] CAPÍTULO XI. 193 De todos modos, en su rápida y malhadada carrera dos hechos de mucha valiá dejó consignados el jóven Nam- cunahuel; volvió la esperanza á sus compatriotas con la toma de Arauco y casi derrota del capitan Hernandez, pero lo que mas importa, le debieron la creacion de un cuerpo de caballería, oríjen de nueva vida en el pais, y causa al cabo para que ante su poder se estrelle y capi- tule el valeroso y soberbio pendon de Castilla. — Por lo demas, harto ponderan los sucesos el desacierto de don Alonso de Sotomayor con cerrar toda su tropa en fortalezas mas ó menos útiles, cuando lo que se nece- sitaba era vagar constantemente en perseguimiento del enemigo, cansarle, fastidiarle, castigarle, no permi- tiéndole organizar una resistencia de consideracion, ni procurándole tampoco con el desmembriamento de las fuerzas, ventajas que necesariamente le habian de enso- berbecer, y llevar con doble confianza á empresas de que el conquistador no podia menos de salir perdiendo, aun cuando por suyo quedara el campo de batalla. Se hizo todo lo contrario; se les dejó á los Araucanos en com- pleta libertad de obrar ; todo un invierno han pasado hos- tilizando varios de los establecimientos españoles sitos en la frontera; pierden un jefe jóven y valiente, y tienen tiempo para reunirse los Butalmapus, tratar de la guerra, darse un nuevo caudillo, aumentar sus escua- drones, y salir por fin provocando al gobernador don Alonso, quien, con la primavera, y una columna reclu- tada en Santiago y Concepcion, vieneá abrir otra cam- paña en tierra tinta de sangre humana, sembrada de cadáveres insepultos, y á trechos escondida bajo las cenizas de una vejetacion cuya lozanía consumieron las llamas atizadas por un jenio implacable y exterminador. CAPITULO XII. El jefe Pilquetegua ahorcado. — Cadeguala en Angol. — El gobernador salva onia. — Cadeguala impide el paso de Puren al gobernador. — De- safío entre Cadeguala y García Ramon. — El gobernador sigue con tenaci- dad su sistema de fortificaciones. — Fastidiado de la guerra regresa á la ital, (1586. ) No consta con que fecha saliera de la capital el gober- .nador don Alonso, pero el 30 de diciembre de 1585 da su cuartel jeneral en Yumbel, segun lo nota el cabildo de Santiago, sin señalar cual fuerza sacara de esta ciu- dad, ni tampoco las que recojeria en Concepcion su sar- jento mayor Francisco de Ocampo (1). Desde aquel punto ya tuvo que atender á combatir las parcialidades de Gualquí y Talcamavida revueltas por el cacique ó capitan Pilquetegua, y ahuyentadas, Y corridas hasta Culenco, despues de haber talado el go- bernador todos aquellos valles, y pasado el Biobio por frente de Santa Juana , el jefe indio se mostró en los montes como en ademan de querer esperar á su ene- migo. Fue disposicion, 6, sise quiere, consejo de Pedro Cor- tés, el que convenia usar de ardid en esta ocasion para (1) Ya dijimos en el precedente capitulo que Molina (y tambien otros) traen esta vez al gobernador con dos mil caballos y mucha infantería de Españoles demos quitar un cero á la cuenta de Molina , y como nosotros pensará el buen juicio si atiende con cuidado á los sucesos de la campaña á que vamos á pesas pues por fortuna corren numerando e fuerzas de ambos partidos» se desentazan con evidente indicio de que el Español carecia de las ne a | CAPÍTULO XH. 1295 traer los Indios á la pelea, y habia de hacerse no pasando por el abra sino con un débil destacamento, para que los Araucanos bajaran confiados desde las crestas, y pudiera despues cargarlos la retaguardia del gobernador. Como este hallara racional el consejo de Cortés, 4 él mismo le dió el mando de la jente que se habia de em- peñar en este lance de vanguardia, y los resultados fue- ron cual se esperaba; pues Pilquetegua, que era otra vez el jefe de los Araucanos allí allegados, bajó á cortar á Cortés, se enredó la funcion, y cuando quiso reparar en lo falso de su empeño ya se vió circuido de todos los Castellanos que á Sotomayor seguian, y en menos de media hora fue roto y preso, yendo el gobernador hasta colgarle de un árbol, diciendo que para escarmiento de otros jefes, como si no hubiera sido mas acertado decir, para aliento y despecho de todos los hijos de la Arauca- nia, que mas indómitos y fieros se hacen cuanto mas se los castiga. Desde este punto siguió el gobernador, no para Angol como asientan algunos historiadores, sino recorriendo las plazas Trinidad y Espíritu Santo , pero sin detenerse hasta los Infantes, ya que á su sarjento mayor le mandara á Puren con un destacamento, y órden de marchar ade- lante en su plan favorito, esto es, en levantar fuertes y mas fuertes, siempre empeñado en creer que este era el mejor medio de sojuzgar á un pueblo acaso el solo nacido para ser y saber ser independiente. Ocampo cum- plió su encargo alzando en márjenes del rio Puchan- guí el fuerte llamado Guadaba, pero no tardó en ser co- jido de sorpresa por el capitan Cadeguala, que le mató la mayor parte de los Yanaconas trabajadores, le quitó algunas labranzas y otros ganados, y le forzó á huir; 1296 HISTORIA DE CHILE, mas como, para fortuna del sarjento mayor, diera en su retirada con una partida de caballos castellanos, revolvió inmediatamente contra el capitan vencedor, y en una reñida refriega recobró sus recientes pérdidas, obligando los Araucanos á la fuga (1), ya que por su parte perdiera dos de sus mejores oficiales, y dos soldados. El intrépido Cadeguala no se mostró muy sentido de este revés, antes se echó con la arrogancia de un triun- fador contra la plaza. de Angol, y no fiando solamente en sus desmedidas pretensiones, sino trayendo á parte de semejante empresa esa ratera inclinacion al ardid, que tan natural es entre aquellos indómitos pueblos, aunque rara vez los trajo el ardid á resultados ventajosos. En tanto que Sotomayor corria y talaba todos los cam- pos de la frontera, hasta entrar en la ciudad Imperial, que, segun el cabildo de Santiago, lo hubo de ejecutar el 12 de julio , despues de haber destrozado una junta ó parlamento de tribus indias, que en los valles de Cugui se acababa de reunir, para disponer arbitrios con que lle- var adelante la guerra, Cadeguala entró en relaciones con el cacique Cheuquetaru, jefe de los Indios de paz de la comarca de Angol, amigo de los Españoles, y hombre de gran crédito en el pais, Cheuquétaru habia de coadyuvar con Cadeguala á la toma de Angol, pero incumbíale el comenzar su traicion entregando la colonia á las llamas, durante la noche, € puntos distintos, y como caso fortuito, para que los Espa- ñoles asistiesen á cortar el fuego, y poder destrozarlos 1 (1) Parece ser que este triunfo se debió al denuedo con que combatieron Lorenzo Galdames, Juan Lazarte, Juan Toledo, Juan Montiel, Manuel Becerra, Felipe Duarte, Alonso Sanchez, Salvador Sanchez y Pedro Escoba ES Made tos dos últimos pagaron con si cumplieron. | | . ] ] > S CAPÍTULO XII. 197 medio de la confusion, que esta tarea el jeneral arau- cano se la reservaba. Todo quedó pues concertado , todo perfectamente dis- puesto y con la hora y señal dada, cuando, sin que Ca- deguala ni Cheuquetaru supieran una sola palabra, en Infantes de Angol entra Sotomayor con su jente, ya de noche (1), y, por casualidad, en la misma noche señalada para el incendio y ruina de aquella colonia, pero sin tener tampoco por su parte noticia ninguna de la conju- * racion de los enemigos. Con mil infantes y cien caballos esperaba Cadeguala á que las llamas le llamaran á Angol, segun se lo tenia prometido el jefe de los Indios de paz, quien entraba en “la colonia y salia de ella con la propia franqueza y liber- tad que los mismos Españoles, y por lo tanto habia ga- nado á sus miras cuantos Indios tenian aquellos á su servicio, determinándolos á poner fuego á las casas de sus amos al sonar las doce de la noche, y todos á una ven” Esto fue, en efecto, lo que sucedió puntualmente, y como Cadeguala concurriera cuando ya los Españoles andaban dados á cortar aquella tan terrible calamidad , que en mitad de la noche habia arrojado á las calles ancianos, mujeres y niños, en fin, cuantos moradores existian en la colonia, el estrago que los Indios causaron fue terrible. Entre aquel como dia de juicio para los Cas- tellanos, que en llanto, en gritos de desesperacion unos, y de Sami otros , se deshacen, sale de repente Soto- Ita de los asientos del cabildo de Santiago, entró el gobernador en Infantes de Angol el 24 de setiembre, y esa qúe no era muy crecido el que le a a; pero nuscritos de n | scier tos hombres, que entró á las nueve de la no- che, y que se alojó en ess : ALMAS. 428 HISTORIA DE CHILE. mayor, no para contribuir á sofocar el horroroso incen( sino para combatir con los enemigos que á tan ardid apelaron, porque tal tuvo la dicha de antes que alma nacida le hubiese dado parte sangre que ya corria en las calles, y como desde diera con los Indios que á sus anchas iban acabando co los colonos, comenzó la carga con serenidad admir con arrojo inaudito, llevándose de calle las masas ind y no deteniéndose hasta ponerlos fuera del recinto eso ya cuando comenzaba el alba á pintar su p luz. Una vez que Sotomayor vió fuera de la colonia al Cadeguala , destinó en su persecucion al capilan del Monte con un escuadron de caballería, y al el sol, empeñó este jefe con los Araucanos nue cion, que no dejó de ser harto bien sostenida; pe cabo fueron rotos los Araucanos, y Cuarenta prisio que dejaron en manos del capitan Monte , en / ron al instante pasados por las armas en desagrav tantos males como acababan de causar en aq! lonia, En lo mas escabroso de los montes se entró el y con admirable celeridad despachó emisarios par á junta concurrieran los próceres de las parcialidad llicura, Tucapel, Paycavi y cuantas existian ha del mismo Arauco, resuelto como estaba á nO. los Españoles un dia de descanso, ni tampoco U punto en que poder considerarse seguros. El resultado de esta convocatoria pasó de lo que Cadeguala se habia prometido , verse inmediatamente á la cabeza de cinco mil reros en las líneas de infantería, y con mas de CAPÍTULO XI. 129 tos (1) caballos cuyos jinetes, si no fueron superiores entonces á los de los Castellanos, en nada desmerecian de ellos. Así provisto de hombres , y tambien de recursos con que asistir á la continuacion de la guerra, ya no quiso mas embozos, ni tampoco echar mano de ardides; antes resolvió dar la caza á su enemigo yendo derecho á sitiar la plaza de Puren, en la cual estaba el maestre de campo echado, como queda dicho, de la de Arauco. Tuvo noticia Sotomayor de este movimiento del toquí, y con los mismos doscientos hombres que llevó á los In- fantes de Angol, salió de esta colonia en busca de su ad- versario; pero tambien este llegó á saber que el gober- nador venia contra él, y por consiguiente dejó la mayor parte de su ejército á las órdenes del jeneral Caniutaru, delante de la plaza de Puren , y con sus doscientos caba- llos, y cuatrocientos peones mas, avanzó al encuentro de Sotomayor, resuelto 4 impedir que llegase á la plaza si- tiada refuerzo alguno, Cadeguala se apostó dominando un desfiladero que era el camino mismo por donde habian de atravesar los Españoles , y en efecto, cuando en el tal desfiladero aso- mara el destacamento avanzado que el gobernador en- viaba en descubierta, de tal suerte y tan de sorpresa le apretó el jefe indio, que fue preciso retroceder á uña de caballo, y no todos los Españoles, pues quedaron muer- tos en el primer ímpetu una media docena de ellos. Cuando los que de esta escaramuza se salvaron vinie- MOS ii aci ds sie ATA >. , Pero este número nos parece exajerado, porque concurrir á Infantes de ca caballos, y pocos dias despues salir con quinientos , no parece probable tampoco atinamos donde pudo el toquí reclutar tal número, por mucho « en la especie caballar prosperara ya entonces, 1, HISTORIA, 9 130 HISTORIA DÉ CHILE. ron dando cuenta al gobernador de lo ocurrido con los Indios, y que cortado tenian el paso, resolucion fue de atacarlos de lleno segun la escabrosidad del terreno lo permitiera; pero en cuanto los oficiales que con Sotomayor iban oyeran esa, en su sentir, locura del jefe, todos ellos salieron oponiéndose al ataque, ya acusando lo escarpado Y difícil del terreno, ya ponderando fuerzas enemigas - que el sueño, 6 el poco deseo de pelear, abultaban sobre manera » Ya en fin, sacando en reliquia la persona misma del gobernador, que (decian los aduladores) no debia exponerse á una continjencia para que por un valor te- merario llegase 4 quedar el reino en la orfandad, Y todos los Españoles perdidos. Fueran esas fazones, ú otras, ello es cierto que Soto- mayor no quiso pasar adelante, ni medirse con Cade=. guala (1), antes se volvió 4 Angol en demanda de nuevas fuerzas con que oponerse á las atrevidas empresas del toquí araucano, Por una victoria tomó el toquí esta retirada del jefe dé las armas españolas > Y victoria fue , en efecto, porque nada tan desastroso en armas como dejar ver á su ene- migo. que son las suyas dignas de respeto, si nocuadra decir de miedo, Ello es que Cadeguala lleno de orgullo Y de soberbia se volvió ásu campo de Puren, é inmediata- , penis mandó un parlamento 4 García Ramon, partici- Pándole que el gobernador le habia temido, que bien es- carmentado tuvo necesidad de volverse por el mismo ca- mino que traia para favorecer 4 los sitiados, y, en una Pa ma spa que Sotomayor atacara á Cadeguala, que perdiera imuchos a o .. pee meno tuviera ademas la gloria de montar el as ¿no como fue para quedar este desmontado, > es lástima que nuestros materiales, ni otros historiadores no hablen * Semejante hecho, No hubo ataque, he ahi la verdad, e CAPÍTULO XI. 131 palabra , que no debiendo estos contar ya coñ auxilio de ninguna especie , los llamaba 4 partido para que aban- donasen el fuerte, del cual se los dejaria salir con libertad y todo jénero de seguridades, ó si les agradara entrar á servicio de las armas araucanas, en ellas hallarian no so- lamente honrosa acojida, sí tambien los empleos que á cada cual correspondiera segun méritos. Dase por su- puesto que Cadaguala amenazab acon la severidad de las armas, caso de que ninguna de sus propuestas resul- tase aceptada. En García Ramon el valor iba hasta la mas temeraria exajeracion , á paso que la política apenas si tuvo jamas entrada en el pecho de aquel guerrero ; de manera que trajo la suerte dos caractéres harto iguales para que los acontecimientos corrieran con mas velocidad que de es- perar parecia ; porque respondiendo el jefe castellano al emisario del toquí con un muy insultante desprecio, y lleno Cadeguala de ufanía con la retirada 4 que acababa de obligar al gobernador, en cuanto se le comunicó la arrojada y descortés respuesta del mariscal de campo, se arrimó en persona á las murallas, y comenzó 4 exor- tar á los sitiados, ofreciéndoles cargos, honores y Tée- compensas (1), si en término de veinte y cuatro horas pasaban á sus filas, de paso que 4 García Ramon le prodigaba mil injurias retándole 4 combate singular. No rehusó Ramon ese reto, y como quedara apla- zado para la mañana del siguiente dia, en el campo parecieron ambos adversarios, trayendo cada cual de ellos cuarenta caballos de escolta, y de jefe de los Espa- (1) En sentir de algunos historiadores, el soldado Juan Tapia hubo de pasarse en esta ocasion á los Araucanos, confiado en las palabras del toquí, y le dieron un grado en aquella milicia; no se dice cual grado 132 HISTORIA DE CHILE. ñoles el capitan Francisco de Hernandez. Puestos estos dos destacamentos á media distancia, dejando entre ellos campo bastante para que los dos jefes midieran en toda anchura y libertad sus armas, salió Cadeguala mon- tado en un arrogante potro, y armado de una enorme pica, y á recibirle corrió impávido el maestre de campo. Como, al cruzar de los dos caballeros, el lanzazo que el toquí dirijiera contra Ramon pasara en vago por uno de los costados, un revés de la espada del Castellano cruzó la cara del caudillo araucano, cayendo inmediatamente en tierra , y aunque con aliento se levantó hasta en ade- man de querer montar de nuevo, no fue sino el último respiro de su malograda vida, que acabó al instante con pasmo y desaliento de todos los suyos, que se retiraron en silencio, para no volver á pensar en la continuacion del cerco, sin traer con ellos un nuevo toquí. | Es este lugar oportuno para decir que gran parte del asiento definitivo de las primeras colonias conquista- doras, á sucesos como el anterior se debieron, ó si no se quiere que de igual naturaleza fueran , semejantes y los mismos eran en resultados : hablamos de esa fatal desgracia que parece seguir á todos los jefes supremos de la Araucania, que mueren cuando mas fe comienzan á inspirar á sus pueblos, cuando mas necesitan estos de guia y de ejemplos de denuedo y bizarría. Parece increible que habitantes de suyo indómitos, de - Suyo tambien audaces, y sobradamente belicosos , solo desánimo, solo disgusto y sentimiento sienten en cuanto Megan á ver que se les arrebata el hombre que los manda y conduce; sin que ningun subalterno entre en el acto á reemplazar el cargo vacante, sin que capitan , hi cacique, ni ulmen, por muy caracterizado que sea , CAPÍTULO XII. 133 ose aventurarse á dirijir las masas cuando estas llegan á quedarse sin cabeza. Bien es cierto que en semejante conducta no se ve sino una muy señalada muestra de la índole independiente que al pueblo araucano distingue. Amor al pais, amor tambien á sus usos, culto exajerado si se quiere por cuanto á su vida y costumbres concierne; pero nada de ponerse bajo órdenes de quien no haya merecido la venia popular, nada de obediencia á persona que las mayorías no traigan autorizada con el cargo de la comun defensa (1). De ahí nace sin duda el que ese pueblo, ya que hoy harto disminuido en comparacion de lo que le halló la conquista de los Españoles, y aunque en contacto con naciones civilizadas, fiel y relijiosamente corre con sus tradiciones, con sus costumbres, con la escasez de sus necesidades, y hasta con el propio instinto de arrogante é independiente, como se presentó ante los Valdivias y Villagras; acaso no sea digno de nota, ni tampoco parezca haber influido demasiado en el jenio de esos hombres que extendieron su nombre por todo el orbe, el que algo hayan ensanchado el cultivo de sus campos, el que á comerciar bajen los fronterizos con los pueblos cultos, ni tampoco el que con el uso de los caballos hayan salido de la vida monótona y sedentaria en que los halló el pendon de Castilla. (1) Y ¡qué sistema tan provechoso !... Salgan de él, y como nos lo enseñan los demas pueblos, un atrevido, un hombre cualquiera que con ambicion de mandar se sienta, en breve corromperá las masas, en breve levantará un ndon, y por ps en breve abrirá en su patria una guerra que la Otro, será, no para dictar leyes al vencido, solo para entrar en posesion de familias de que lleguen á escasear, ó que les parezcan de buena y lejítima per- tenencia. E E 134 HISTORIA DE CHILE. Como quiera, en volviendo á la fatal suerte que puso fin á los dias del toquí Cadeguala , vemos que cinco mil y mas Araucanos se desalientan y huyen voluntariamente de delante del fuerte de Puren, internándose en los mon- les para que los jefes de las tribus entreguen el hacha su- prema en manos dignas de llevarla. : Supo Sotomayor este accidente y, ya se ha dicho cien veces, en este gobernador que por otra parte no careció de prendas dignas de alabanza, una sola y única idea lu- cia... ¡alzar fuertes !... como si empeñado estuviera en que cada dia surjieran nuevos apuros, nuevos sucesos que ponian en grave compromiso á las armas de su mando. Es verdad que no se contentó por entonces con esas solas disposiciones; abrigado en el silencio que pare- cieron guardar los Araucanos, se puso con gran apego á reparar los estragos que el incendio habia causado en Angol y tambien enmendó el gobierno civil con medidas seyeras, porque casi habian caido en desuso ya todas cuantas dejaran en vigor los antecedentes gobernadores, du como la autoridad iba tanto tiempo entretenida con los negocios de la guerra, una completa desmoralizacion penetró en casi todas las colonias, tambien en la milicia, y por decirlo de una vez, hasta en los mismos encargados de propagar la palabra evanjélica. | En dantiago siquiera, ya que muchos sacrificios tuvie- rOn ( ue st ir sus oradores, como que era el pueblo CAPÍTULO XIL 135 guiente las costumbres no llegaron á resentirse hasta el escándalo, como en otros puntos , ni hubo tampoco que deplorar esa relajacion de algunos malos sacerdotes, cuyo ejemplo llegó áser como una epidemia para masas igno- rantes, aunque muy inclinadas á no vivir sino conforme es la vida de los que corren con el cargo de instruirlas, Sí que tuvo que luchar, y no poco, el concejo de San- tiago , con una manada de usureros y trapisondistas por una parte, y con no pocos encomenderos que abusaban á cara descubierta del mas santo de los respetos , el res- peto al semejante ; verdad es que de el sentir de ciertos hombres no eran los Indios jant sino viles instrumentos solo traidos para que sudaran ese oro apetecido con tanta ansia , y buscado á expensas - de víctimas humanas. Así es que el cabildo, ya se viera en su seno con el jefe del estado, ya con su lugar- teniente, ó ya solo, en todo caso supo hacer que la ley fuera, lada: ; que para el desvalido hubiera amparo, y para el criminal castigo, sino cual la justicia le pidiera, aquel por lo menos que mas se aunara con las necesi- dades de una época en la cual no siempre podia hablar con libertad el majistrado. Esa independencia con que parecia obrar el ayunta- miento de Santiago, no carga solamente con lo que en estos nuestros dias se entiende por de atribuciones juris- dicionales y concejiles, Los capitulares salieron mas de una vez contra las mismas disposiciones de los goberna- dores supremos , como ya lo hemos visto : si no siempre, ni nunca, si se quiere, lograran enfrenar pretensiones Ó nadas del poder, eso consistió en que no hubo en los concejales otra fuerza que la de su resuelto querer, disponiendo de las armas Baplos 4 EOS contra 136 HISTORIA DE CHILE, quienes sin recelo ninguno hubieran descargado el peso de una severa justicia, á verse con brazos capaces de sustentarla, En esta misma ley incurriera tambien Sotomayor, á quien el cabildo de Santiago representaba con toda enerjía lo incongruente, lo perjudicial, lo absurdo de su sistema de fortificaciones, cuando no servian sino para irritar mas y mas al pueblo araucano ; cuando con- sumian hombres y caudales quedando desoladas, por decirlo así, las demas colonias, y cuando, en fin, ningun socorro venia de España, ninguno del Perú, ninguno, porque ninguno era de esperar en la excén- trica posicion en que á Sotomayor se le habia colocado en Chile, dejándole absoluto , independiente del virey de Lima, como lo veremos en breve, Con todo Sotomayor despreciaba semejantes observa- ciones, é iba adelante con su plan, por la sola razon que así era su sentir, y á su sentir servian de apoyo las ar- mas que mandaba. No tardaron los Araucanos en llamarle denuevo á la guerra, pero para cansarle, para irritarle, pareciendo siempre, y á una, en distintas direcciones , ya que en cuerpos sueltos, y que nunca querian esperar el combate. Como que era su mision el divertir al enemigo, desorien- tarle y entretenerle, causarle daños en sus propias posesiones cuantas veces lo permitiera la ocasion y Y todo con el objeto de que con mayor seguridad y conve- niencia pudieran ajustarse los caciques indios en la eleccion de 'muevo toquí, organizacion de tropas y acopio de toda suerte de pertrechos para la guerra. En estas correrías, pues otro nombre no merecen , NO hubo fruto ninguno para las armas castellanas; talaban A CAPÍTULO XIL. 137 campos, incendiaban, mataban tal cualindio desman- dado, tal vez indefenso y aun inocente, ya teniendo que correr á las inmediaciones de Puren , ya hácia Villarica, tal vez haber de regresar contra los llanos de Angol, pero, como queda dicho, siempre sin fruto, siempre sin Jograr alcance á los cuerpos sueltos con que los Arau- canos corrian el pais, porque estaban estos bien servi- dos, y llevaban á las tropas de Sotomayor rendidas y desesperadas, sin dejarles nunca la satisfaccion de la venganza. De suerte que el gobernador, canso ya de la inutili- dad de su empeño, y presumiendo por otra parte que á no presentar el enemigo mayores fuerzas , era imposible que la guerra pudiera llegar á tomar un carácter grave, resolvió volverse á los Infantes de Angol, en ánimo de reparar enteramente aquella colonia, hasta dejarla abri- gada contra cualquier ataque imprevisto, y hecho, tomar aquel jiro que las circunstancias le aconsejaban , ya volviendo á seguir la conquista, ya retirándose á la capital para dar curso á los negocios de la administracion civil del reino, que buena necesidad habia de esta im- portante medida, sobre todo en materia de justicia casi muda, Ó cuando menos desentendida y abandonada despues de dos y mas años que la guerra vino á ser una necesidad, y la atencion primera y Única del jefe del estado. CAPITULO XIII. Tratos de paz con algunas tribus indias. — Huenualca toqui. — Engaño de Cadepinque. — Muerte del cacique Hueputaun. — Destemplanza de los Españoles. — Un refuerzo del Perú. — Huechuntureu y su hermana. — El gobernador en la capital. — Desafío de Huechuntureu y Cade- pingue, ( 1587.) El £6 de febrero de este año hubo de llegará Angol la noticia del desembarque que el pirata inglés Tomas Candish cumplió el 6 de enero del propio año en las de- siertas ciudades cesáreas, 6 de los Césares(1), segun afir- man varios autores, y cuyo pirata se hizo á la vela en el puerto de Plimouth, el 21 de julio de 1586. Se pretende, pues, que el corsario inglés, una vez pa- sado el estrecho de Magallanes, recojió en la costa al es- pañol llamado Tomas Hernandez, arrimó á Valparaiso , entró en Quintero, y que en este puerto desembarcó al Hernandez para que le pusiera en relaciones inmediatas con el pais, pero que no volvió á ver á semejante emisa- rio, sino que Alonso Molina, con los milicianos numeris- tas de Santiago, le hizo alejarse de aquel punto y con pérdida de algunos hombres de la tripulacion, aunque la resarciera con presas que despues cumplió en el mar, entre otras la nao de Filipinas. Hemos dicho acerca de esto lo que nos ha parecido mas probable, y no hay pues Fazon para nuevas suposiciones; sí nos choca ver que So- tomayor no tomó en este caso el menor empeño en ir al (1) Véase lo que decimos respecto á este particular en el capítulo IX por lo demas tomamos las fechas de los pos : asientos del cabildo de Santiago. A CAPÍTULO XII, 139 amparo de los puertos de la costa, » Por si el pirata quisiera acometer alguno de ellos; es posible que estu- vieran con regular defensa , ya que no seles enviósocorro ninguno. Sí que algunos dias despues ya vemos como el gober- nador sale delos Infantes de Angol, y marcha en direc- cion de Puren, corriéndose despues y sucesivamente á las ciudades Imperial, Valdivia, Osorno, Villarica, cayendo en seguida sobre orillas del rio Tolten para asen- tar nuevas fortificaciones, cuyos vestijios aun hoy dia parecen visibles. Malo era el estado de los Indios de la parte de Villa- rica y toda su comarca, porque á mas de los desastres de la guerra, el hambre los tenia en aquel año doblemente an- gustiados, y no resistieron á las armas castellanas, antes hubieron de capitular momentáneamente con ellas, y va- rias tribus subandinas siguieron el propio ejemplo, que en ello no hacian sino ganar tiempo para romper paces siempre que así conviniese á sus miras, - Y si parte y gran parte pudo tener la escasez de ali- mentos entre los Araucanos para venir á paz con los Es- pañoles, todavia tuvieron algunos caciques la órden del nuevo toquí Huenualca , jefe de Purenes y de Arauca- Nos, para tomar esta espera con el enemigo, en tanto que él por su parte pudiera salir con las necesarias fuer- zas ; entre aquellos caciques que rindieron obediencia al gobernador, cuenta como mas famoso el capitan de los subandinos llamado Huechuntureu. Siá tal aprieto llegaron los Araucanos con la falta de víveres, en otro no menos grande se encontraban los Españoles, sobre todo los de los fuertes de Trinidad y píritu Santo, que no solamente carecian de municiones 1h0 HISTORIA DE CHILE. de boca, sí tambien de vestuario, yendo el soldado hasta perder paciencia y respeto á sus jefes, que se vieron en la inmediata necesidad de abandonar aquellas plazas, antes que el enemigo llegara á cercarlas haciendo indis- pensable la rendicion. Ya apuntamos en el precedente capítulo que al gober- nador se le habian concedido facultades omnímodas, que ni de sus operaciones, ni de su conducta habia de res- ponder á la autoridad del virey, y este fue entonces un mal muy grave para Chile, porque en ese independiente desvío de las dos autoridades españolas mas inmediatas, vino á nacer, sino enemistad , por lo menos una muy desdeñosa tibieza, y el Perú, que era el único punto 4 que Chile podia recurrir para remedio de sus males , el Perú decimos no queria mandar socorros de ninguna especie á las armas castellanas que continuaban le conquista de Valdivia, He ahí porqué la escasez de tropas que seguian ya en este caso al gobernador Sotomayor, he ahí tambien por- qué el soldado se veia sin vestuario, y tal vez sin pan. Como quiera no tardó el rey de España en enmendar ese fatal yerro volviendo á poner el gobierno de Chile bajo la dependencia del virey de Lima (1). Sotomayor asentó por fin el gobierno en la Imperial , porque supuso que con las paces ofrecidas por algunas tribus hambrientas, ó traidas á este caso para que mas se - (1) « Que aunque entonces se tuvo por conveniente sacar su gobierno de » la dd que hasta entonces habia tenido al virey del Perú, despues » con lo que d ¡encia se ha visto ha pa ido qu iene á mi servicio, »i para el buen gobierno i pacificacion de esas provincias que el gobernador » que de ellas fuese esté sujeto á dicho virey, ¡ que guarde y cumpla sus ór- : SE i que le avise de todo lo que fuere de consideracion. » (11 de enero e 1589.) (Cabildo de Santiago.) CAPÍTULO XHL. 1241 durmieran los Españoles, la guerra no seria posible en algunos meses; pero el toquí Huenualca pensó de dis- tinta manera, y salió á campaña contra los establecimien- tos españoles donde cumplió daños inmensos durante el resto del invierno, y á punta de la primavera , ya pare- ció sitiando el fortin de Guadaba. Con aviso que de esta occurencia dió el maestre de * campo al gobernador, fue disposicion de este que saliese Ramon de Puren con cuantas fuerzas tuviera dispo- nibles, no dejando en el recinto sino los hombres que bastaran para sustentar un ataque imprevisto ,. en tanto que volvieran á favorecerlos; y como así se ejecutara, llegó García Ramon á verse frente del toquí, obligán- dole á levantar el cerco de Guadaba cuya guarnicion estaba ya en la mayor estrechez y casi resuelta á capi- tular. A seguir con atencion los acontecimientos, no parece sino que Huenualca abandonara este lance con la firme persuasion de asegurarse mejor la victoria. Habian cojido sus tropas casi 4 inmediacion del fuerte al soldado Val- verde, y sele llevaron prisionero los Indios en travesía de montes y veredas conocidas solamente de ellos, mientras que García Ramon regresaba por otro rumbo á la plaza de Puren. Apenas habia entrado en ella cuando un Indio de paz llamado Cadepinque se le acerca y dice, que el toquí araucano estaba en las vegas de San Miguel, con muy pocos soldados y dado á. bailes y á borracheras en cele- bridad de la atroz muerte que el capitan Piurume aca- baba de dar al soldado Valverde; y se expresó aquel In- dio con tanta minuciosidad , con tan ajustados detalles, con acento, en fin, tan natural y sencillo, que el maestre 112 HISTORIA DE CHILE, de campo ni recelar siquiera quiso de que podia ser, y era, un ardid para guiarle á una celada. Salió por consiguiente con cuarenta caballos de los del fuerte, y el indio Cadepinque que habia de acompañar á los Españoles ofreció y trajo bajo sus órdenes otros cua- . renta ó cincuenta Indios de los llamados de paz, aunque bien sabian ellos lo que habian de hacer en llegando el caso de obrar. Españoles é Indios llegaron al sitio designado, y en verdad que en él estaba Huenualca, pero entendido de antemano con el cacique de paz, y ya con aviso de la jente que á las manos se le venia con todas las demas circunstancias al intento convenientes. Ramon, sin des- confiar de la buena suerte que allí le habia guiado, hacé un alto , y con veinte hombres, que manda echar pie á tierra para penetrar donde el toquí estaba , comienza 4 subir un empinado otero, creyendo iba á cojer despre- venido al enemigo; pero en breve perdió semejante ilu- sion , porque el mismo Cadepinque le mató uno de los Españoles casi á sus pies, le cojió las armas, y dió la señal de ataque. Eno Pasmado quedó un instanté el maestre de campo reco- nociendo la traición, solo que como nunca dió entrada al miedo, puesto al frente de los suyos comenzó á reti- ratse hácia donde habia dejado los otros. veinte soldados y los caballos de los que le seguian , teniendo sin embargo que resistir á nubes de piedras y de flechas con que le hostilizaban el toquí y el cacique traidor. Seiscientos Araucanos le acosaban por todas partes, ya cortándole el paso, ya acometiéndole de costado, y en estas alternativas de despechada defensa. una flecha llegó de > á. hincarle en el lagrimal, que le saltó el ojo; y con AAA. ME erre rm AAA CAPÍTULO XII. 113 todo cada vez mas sereno, cada vez mas animoso, logró llegar á donde estaban los caballos, y desde entonces tomó otro jiro la resistencia, aunque siempre desventa—- josa para los Españoles , y siempre en la necesidad de irse retirando sin poder entrar de lleno á la ofensiva, porque los Indios los perseguian desde puntos elevados é inaccesibles á la caballería. Por fin lograron salir de aquel peligroso lance los Es- pañoles, aunque dejando en el campo siete muertos, y cada uno de los que volvieron á la plaza de Puren con graves y no pocas heridas; así es que García Ramon ardia en deseos de ver un momento en que poder vengar aquella perfidia de Cadepinque , pero con los deseos tuvo que contentarse por entonces, porque ese cacique no menos que el toquí pasaron á recojerse á sus ordinarias guaridas , y hasta la jente perteneciente á la parcialidad del traidor se habia retirado á los montes de Nahuel- buta. Con todo no tardó en tener suelta la ira, porque como tambien las parcialidades de la parte de Villarica y Tolten, sobre todo aquellas que poco antes habian brindado con paz, le jugaron al gobernador algunas pa- - Sadas de infidelidad , este dió órden al maestre de campo que descargase todo el rigor de la guerra en los estados de Puren, Angol y Catyray, mientras que él por su parte -—Arrasaba los de las parcialidades arriba mencionadas. A fuego y á sangre entraron ambos jefes en aquellas Sierras, no respetando mujeres, niños, ancianos, n1 . Muchos de los Indios de paz, y como en esta venganza que un despreciable é innoble resentimiento rejia , vi- niera á caer prisionero el cacique Hueputaun, jefe de mucha consideracion en las tribus de Tolten y de Villa- 444 HISTORIA DE CHILE. rica, en él descargó Sotomayor su furia haciéndole sufrir una muerte atroz. Y ¿cual fue el fruto de violencias tan reprensibles? Sí que en Angol y en Tolten hubo algunas rendiciones , pero eran forzadas, eran falsas, y no tardaron por lo mismo en hacer parte comun con las demas tribus que en los montes de Nahuelbuta se habian refujiado, para salir en breve mas fuertes y mas furiosos que nunca á la guerra. Es verdaderamente de reparar que los gober- nadores que con mayor encono se cebaron en los Indios del pueblo araucano, esos mismos gobernadores son los que mas tuvieron que trabajar en la guerra, y los que menos adelantaron en ella, poniendo el pais (enten- demos las colonias) en el mayor quebranto, en conflictos harto fundados, y á pique de perderse. Pero así ha suce- dido y así sucederá siempre : de todos los pueblos es la pasion de la venganza , cultos, ó en el estado de la sim- ple naturaleza; es de ley, si se nos permite la palabra, el que todo hombre apetezca vengar un daño recibido , luego mas vehemente ha de ser ese deseo de satisfacer su pasion, cuanto mas cruel y terrible sea el daño que se le haya causado. Así, al notar las parcialidades de los montes de Puren y los refujiados en los de Nahuelbuta el furor con que á los de Villarica, Tolten, Angol y otras se les tenia, consideraron la ocasion favorable para servirse de ellas con fruto y pronto enviaron emisarios convidándolas con que se arrasarian desde luego todos los fuertes que los Españoles habian levantado sobre aquellas riberas , siempre que concurriesen resueltas á la guerra. Las parcialidades refujiadas tenian nombrado su jefe llamado Huechunturcu, hombre de un arrojo sin par y ASE AAAA€<«PmuekK PSP eme mmm CAPÍTULO XII. ! 145 con dotes muy á propósito para la milicia, porque á lo severo y justo, reunia una táctica y un jenio organizador nada comun. Todo estaba preparado para echarse á la guerra, y solo se esperaba que las tribus de Tolten y de Villarica concurrieran como lo habian prometido, cuando una mujer despechada , vertiendo lágrimas de indigna- cion y de ira, se pone á recorrer los estados clamando venganza, y su elocuencia, y su llanto, y sus gracias y su varonil arrojo, logran remover en todos los corazones un insensato delirio, que ya no se puede llamar odio, contra el nombre español , y todos, jóvenes y ancianos, todos se alistan, todos se ponen á las órdenes de la he- Tolna- araucana.... hermana del jefe que acabamos de nombrar, Huechuntureu... esposa del desgraciado Hue- putaun á quien y quitó la vida con inclemencia tanta. Esta nueva calamidad que estaba ya para caer sobre los Españoles como un torrente impetuoso que nada en su curso respeta, debió suspender su estragopor uno de aquellos incidentes raros entre los Indios, decimos raros porque constantemente los hemos visto bien servidos de sus espías, perfectamente orientados acerca de todos los movimientos de sus enemigos, y en esta ocasion quiso la fatalidad que sus correos les participaran. noti- cias Pe abultadas de un refuerzo que al puerto de la a de arribar por órden del virey del nando de Torres y Portugal, conde de Vico (1). a) Hay autores que retardan de un año mas este refuerzo y suponen que venian a. Ey capitanes Castillejo y Peñalosa. Nada de 50 nos dicen Muestr ; manuscritos, y, por consiguiente, tampoco tenemos derecho para re- sistir. á los ratos que nos han precedido; solo sí notamos na aquellos dos capitanes estaban en Chile despues de muchos años, que seguian en esta a 10 M. Historta* 146 | HISTORIA DE CHILE. Para los Españoles estas nuevas fuerzas, que no pasa— ban en todo de unos doscientos hombres, eran preciosas en aquel entonces; así es que celebraron aquel arribo con demostraciones exajeradas , mientras que los Arau- canos, ya prevenidos para saltar á la guerra, se que- daron como cortados aprehendiendo miles y miles de enemigos de refresco para acabar de traerlos al detes— table yugo de la servidumbre. Huechuntureu y su hermana esperaron, pues, á que las fuerzas enemigas comenzaran á desarrollarse , porque en esos dos jefes de par iba lo arrestado con lo pru- dente. No fue tan cuerdo el gobernador : apenas viera en sus banderas. ese corto número de hombres llegados del Perú, cuando ya hubo de creerse señor de la Arau- cania toda, y comenzó á correr la tierra segun costum- bre, es decir, talando campos, quemando y dando muerte á cuanto con nombre de Indio pareciera, En tal caso ya comprendió el jefe de los Purenes y Nahuelbutas cuanto se le habian aumentado las noti- cias corridas de lengua en lengua, y cuan poco debia de tenerle oculto el insignificanterefuerzo ; solo que con todo de salir á la guerra fue con el firme propósito de no comenzarla á campo abierto, sino con celadas y sorpre- sas hasta gastar parte de las fuerzas enemigas , y poder despues medirse con ellas cara á cara. o €s lo que siguió puntualmente. En llegando el go- bernador 4. «correr las inmediaciones de Nahuelbuta 6 aos al no le dejaba dar un paso con bien, guer- conquista, que con Sotomayor vendrán luego desde Sinto; y no comprende- mos como pudo ser que pasaran al Perú, ni como que el virey de Lima o ec pes el refuerzo, cuando no rot basta ahora que Comisionados fue CAPÍTULO XII. 147 rillas aquí, cuerpos sueltos allá , una sorpresa en esta parte, un ataque imprevisto en la otra, y siempre cau- sándole pérdidas, y siempre quitándole bagajes y trenes, sin ofrecerle ocasion alguna en que poder desquitarse. Cual seria el hacer dei entendido Araucano inferirse debe sin mas que considerar que Sotomayor avergonzado , y canso ya de tantas incomodidades que no le traian sino pérdidas, y el jeneral desaliento en sus filas, abandonó el juego con el enemigo, y se retiró 4 Angol, poniéndose inmediatamente á fortificar mas y mas el recinto de Gua- daba, temiendo no sin fundamento que los Indios pen= sarian en sitiarle, y esa obra concluida, dejó el mando de la plaza al capitan Cristoval de Arana. Del resto de sus tropas tampoco quiso mas para continuar hostilizando ; debió comprender la inutilidad de semejantes operaciones cuando con tan cortas fuer- zas se iba contra todo un pueblo en armas, y como qui- - siera, ante todas cosas, la perpetuacion de los estable- cimientos ó6 fortines, que en esto fundaba él su mayor gloria, en cada uno de ellos fue encerrando por partes la gente de su columna; y dejando el mando á su maestre de campo, partió para Concepcion, resuelto á pasar despues á Santiago, en busca de nuevas tropas, y de: Nuevos recursos para volver á la guerra. > igamos, sinembargo, las operaciones de la guerra, ó y luego nos traerán ellas mismas al exámen de las de So- tomayor. | Huechuntureu no respetó las e mperias de la esta- cion, antes viéndose ya sin enemigos en campaña , Co- menzó 4 pensar seriamente en el modo de irlos desalo= jando de sus establecimientos, y caminó en primer línea contra Guadaba. El capitan Arana, que mandaba esta 14158 HISTORIA DE CHILE. plaza, noticia anticipada tuvo de esta determinacion del jeneral indio, y por consecuencia se aprestó para reci- birle con cuanta resolucion convenia, porque la fortifi- cacion se hallaba ya bastante bien defendida, y no mal provistade víveres y municiones. Llegaron los Áraucanos 4, vista del fuerte, y cuando se disponian 4 ponerle cerco le pareció al jefe español deber impedírselo, y echó fuera del recinto toda su gente, marchando á la cabeza de ella decido á rechazar al si- tiador ; determinacion loca que dió márgen á una acalo- rada refriega en que los Castellanos fueron acuchillados casi hasta delante de las mismas bocas de fuego que defendian el fortin, y que costó la vida al mismo Arana, á los oficiales Juan Rubio y Pedro Calderon (1), y toda la guarnicion pereciera, si por fortuna no se refujiaran con presteza tanta dentro del mismo fuerte. Esta vez tambien Huechuntureu incurrió en falta, pues que, en lugar de poner cerco á. la plaza, y con mas seguridad despues del triunfo que acababa de conseguir, se retira á los montes con toda su jente y con el cuerpo, ÚÓ la cabeza, del capitan Arana, para celebrar la victoria con bailes y embriagueces, y perder en tanto todos los frutos que de sus hechos de armas debieran resultar, con mejor consejo se apartaran aquellos inocentes std jes de sus asquerosas costumbres. Pero mientras que así perdia el tiempo ese cuerpo de guerreros con su jefe á la cabeza, el toquí Huanualca , (1) Olivares pa este ataque y la muerte del capitan Arana á la poi Nuestros documentos traen en efecto que Yanequeu sitió á Guadaba, y aco- metió vigorosos ro y app cid el fuerte, ci eso cade mucho mas tarde, es decir en A ho CAPÍTULO XUL. AñO detenido algun tiempo en lo mas recóndito de los bosques á causa de una aguda enfermedad , pasa contra la plaza de Puren y la asedia, decidido á vengar en aquel sitio la muerte de su intrépido antecesor Cadeguala. Los prime- ros ataques con valor los resistieron los Españoles , pero al cabo considerando el maestre de campo que víveres y municiones comenzaban á escasear, que socorro ninguno tenian que esperar por entonces, y que luchar contra tantos enemigos era dar lugar á una ruina completa para toda la guarnicion, hizo al romper del dia que esta tomase las armas, para ver de romper el cerco y abandonar el fortin al enemigo. En cuanto se puso al frente de los ba- tallones araucanos, los hizo entender como él y sus soldados venderian muy caras sus vidas, si se intentase cortarles el paso, y que lo que convenia era se diesen por pagados y satisfechos con el fortin y los enseres que en él quedaban. Sin reparo aceptó el toquí el partido, de- jando que los Castellanos caminasen para Angol, mien- tras que sus Indios arrasaban la fortaleza ; porque en los Indios la satisfaccion de un completo triunfo se asentaba desde que lograban convertir en escombros cualquier establecimiento que de abrigo pudiese servir á. sus opre- sores ; y si no vieran en su territorio ni colonias, ni for- tines, nunca tomara la guerra eljeneral rebato, el ehcar- nizado encono con que aquellos hombres se arrojaban á las armas. | Mientras esas occurrencias acontecian , en Santiago se hallaba Sotomayor procurándose cuantos recursos podia haber á mano para atender á la conquista de la Arauca= nia, pero grande fue su sorpresa , no menos erande su sentimiento, cuandorecibió 4 la vez la noticia de la muerte del capitan Arana en Guadaba, y el abandono de Puren. 150 : HISTORIA DE CHILE. No se veia aun con las fuerzas necesarias á sus fines ; salir de la capital sin recojer otras que esperaba de las diferentes colonias costaneras, tampoco lo tenia poracer- tado, pero era de todas maneras indispensable el tomar una medida que de algun alivio pudiera servir á los establecimientos fronterizos, y por tanto hizo que su hermano don Luis pasase á las parcialidades revueltas y contra el toquí, con la jente ya prevenida en Santiago, toda ella de caballería, y en número de algunas ciento oghenta lánzas (1). yq > Don Luis salió pues de la capital y pasó el Biobio por Talcamavida , para entrar despues por Millapoa, á Ta- bolebu y Catiray cuyos paises fueron entregados á todos los horrores de la guerra; pero, preciso es decirlo , pocas ó ninguna de las expediciones del pendon castellano tan atrevidas como esta, ninguna tampoco donde los hombres hubieran de desafiar mas abiertamente á las intempe- ries y á los malos pasos del camino, teniendo que marchar 4 cada instante, ora por barrizales intransi- tables, ora por torrenteras , ora por derrumbaderos, ora en fin cargados de lluvias que con destemple y ventisca parecian salir diariamente para interceptarles paso. Los rios fuera de madre, las arroyadas hechas ya rios, los valles inundados y sobre eso un frio, una reclura insuportables, á no ser Para naturalezas de bronce. | Ya por fin vencieron aquellos audaces y roblizos con- quistadores todos esos inconvenientes, y se pusieron en medio de los montes de Nahuelbuta, en busca del capitan (1) Don Luis salió de Santiago hacia mediados del invierno; y el orador parece todavía en la capital en setie se A bildo del 5 y del 22 de setiembre. "bre, como consta de los acuerdos del ca- Eo No CAPÍTULO XII. 151 Quechuntureu (1) , que tenia hecho tambien un como palenque ó estacada para defensa del cuerpo de guerreros que á sus órdenes llevaba. Como los Españoles recono- cieran la posicion enemiga, pronto fue parecer de ata- carla, porque todos ellos iban hechos.una fieras al cabo de tantas incomodidades sufridas, y que anhelaban vengar en el enemigo causante de todas ellas. Así, el aco- metimiento fue terrible , y con igual despecho salió la resistencia, porque cruzándose los dos bandos en un muy estrecho terreno, hasta el uso de la lanza se hizo impo- sible, y se hubo de recurrir. en la pelea al puñal, como dice el vulgo, pues esa fue el arma con que Se disputó aquel dia la victoria. E Muchas horas costó el saberse cual de los dos bandos la habia de cantar, hasta que por fin lograron los Españoles dar muerte al caudillo araucano y sucedió lo que en casos tales sucedia siempre , el desaliento de las filas indias, y tras el desaliento la fuga. ea Esta batalla costó mucha sangre á los dos partidos, pero en el de don Luis, si mal no fuera el gran número de heridos que sacara de la funcion, los muertos no hubieron de pasar de nueve, entre los cuales solo se trae el nombre de un Francisco de Talavera. | A Tras esa sangrienta funcion pasó don Luis á Puren, para atacar al esforzado y prudente Huechuntureu, pero como este jefe tuviera fuerzas mucho mas numerosas que fo] el desgraciado Quechuntureu, como el caudillo caste- llano recordara tambien que muchos de los suyos no €s- taban todavia en posicion de sustentar un nuevo lance con el brio necesario, hubo en principios sus recelos, Y dos ó td) No confundir ese nombre con el de Huechuntureu; es otro capitan, que este último tenia por su segundo. : ea pa Y. E 152 HISTORIA DE CHILE. tres dias se pasaron sin que resolucion ninguna se tomara ni de parte de los Españoles, ni tampoco de los Arauca- nos. Cosa rara ! ambos bandos se respetaban esta vez !... Sin embargo, fue preciso venir 4 las manos y el com- bate se presentó con igual saña que el de que acabamos de dar cuenta, solo que la fortuna se habia declarado por don Luis, y en breve le trajo prisionero al jeneral Huechuntureu, dando así fin á la batalla, porque azorados se echaron por los montes los batallones indios, que- dando el campo español dueño de un jefe terrible, y digno por sus prendas de mas ventura, lc - Y en principio la tuvo mucho mas grande que prome- térsela debiera, porque habiendo ofrecido á su vencedor que si con la vida se le dejaba, á paz habia de traer las tribus ó parcialidades sujetas á sus órdenes , con hidalgo Porte entró don Luis en la propuesta, y siguió con su ilustre prisionero hasta acamparse en el valle de Mulchen : desde donde con mayor facilidad se podia dar compli- miento á los tratos con que Huechuntureu convidaba, y tratos que realizó con señalada honradez y relijiosidad, en cuanto estuvo de su parte, dE Como quiera, habíale vuelto la espalda la fortuna á ese jefe con traerle 4 manos de los Españoles, y era pre- ciso que mal acabara ya su carrera. Lleno de amor propio, de delicadeza, de respeto , si se quiere, no á los -su palabra, preciso le fue, en cumplimiento de ella, entrar en relaciones de transición y paz con el cacique C ba e cda lepinque , aquel cacique que engañó á Ramon. Bien aceptara ese indio el volver á paces con los Españoles, una vez que la voz y los esfuerzos de Huechuntureu habian logrado que m | »nte- Españoles, porque por ellos nada hiciera, sino al empeñó uchas de las parcialidades fronte=. y CAPÍTULO XII. 153 rizas depusieran sus armas, pero por una parte su trai- % y cion le parecia imperdonable, por otra temia que García "Ramon no era capaz de perdonar, y por consiguiente se negó de un modo muy arrogante y resuelto á toda com- posicion con los enemigos de su pais. des Resentido Huechuntureu de un tan marcado desprecio, = y porque el caudillo español no viera en la negativa de Cadepinque , 6 un convenio secreto entre esos dos jefes, ó el muy poco valer de las ; 'omesas del primero, , aunque prendas traia ya soltadas orueba, no pudo contenerse , y desafió al cacique. t : pe r : Y Desventurado !... en el campo quedó al instante ten- | dido y exánime, cuando al campo corrió, muy confiado de salir con bien del combate, porque en el manejo le las armas y en destreza á ninguno de sus compañeros cedia él, y menos al cacique Cadepinque, que el hado quiso ES protejer esta vez, para que la guerra volviese de DUJe yo COR Sus tremendos y lamentosos estragos. ads a | CAPITULO XIV. y ; Je Du Yanequeu, heroina chilena. — Sus hechos. — El gobernador sale de Santiago, y reconoce la necesidad de desalojar algunos fuertes. — Vuélvese á Santiago. — Yanequeu sitia la plaza levantada en Puchangui. — Valerosa defensa del capitan Castañeda. : á SS 1588.) $ pa pi Ya hemos visto que con fortuna pareció don Luis en los campos de su enemigo, y triunfo grande fue el aca- bar con dos jefes de valor y de crédito, al paso que los esfuerzos del uno de ellos habian hecho callar á las armas araucanas en varias parcialidades; pero queda por delante el toquí, queda tambien la famosa Yanequeu, que á la.cabeza de algunos serranos de Puren, de Nahuel- buta, de Arauco y Tucapel, cae inclemente sobre: todos los establecimientos Españoles, y venga la muerte de su esposo con uno arrojo y una suerte sin par. De tal manera corre la fama de esa heroina por toda la Araucania, que con mas renombre que el toquí, y con mejor acierto, todo lo mueve, todo lo alarma, todo en fin lo atrae y seduce, resuelta á no dejar las armas hasta haber dado fin de los asesinos de su marido, que asesi- nos los llamaba ella en su loca desesperacion. Con la rendicion instant n .holes, pudieron respirar algunos dias Villarica y los fuertes de Tolten , hasta entonces casi incomunicados, Y COn pocas esperanzas de escapar de manos de tantos enemigos ; pero ya se ha dicho, ese alivio fue suma- pon CAPÍTULO XIV. 1455 Ea mente corto, pues Yanequeu por una parte, y Huanualca E por otra, todo lo pusieron en breve muy estrechado, y Tara era la partida de Españoles que cruzar un camino pu di lera sin experimentar desgracias. Don Luis puso en conocimiento de su hermano Soto- 1 el estado inquieto y turbulento del pais, los pro- resos que la insurreccion hacia, la falta de hombres con que contenerla, y tambien el sumo descontento de muchas de las guarniciones, que si por una parte se veian á pesar suyo acorraladas en los fuertes, por otra carecian casi todas ellas de medios de defensa. Ese descontento en la tropa encerrada en los fortines tenia otro motivo mas fuerte todavia que los que acaba- mos de exponer. El soldado gusta mucho mas de corre- rías que de presidios, y esto por la sencilla razon de que en estos no halla sino ocio y fastidio sin provecho, mientras que con salir á campo enemigo puede mero- dear, puede en fin dar suel da todas sus pasiones, que hn no suelen ser tal vez muy ajustadas. Todos esos males, graves eran sin duda, pero y ¿como remediarlos? El gobernador en Santiago iba muy á duras penas recojiendo algunas fuerzas , pero insignificantes, porque el ayuntamiento de la capital (y de este sentir eran los de las demas colonias) resistia, no á los sacri- ficios á que diariamente se le llamara, sino al mal rte equivocado, en un sistema provocativo para el pueblo enemigo, en un sistema, en fin, que no pensaba sino. en levantar encierros donde poner los brazos que debian servir para la proteccion y defensa comun. - a Se acababa de recibir el socorro que voluntariam | E enviado el virey del Perú, y ya estaban esas fuerzas 156 HISTORIA DE CHILE. A perdidas, por decirlo así, en la cadenas de fuertes, muy útiles sin duda , á poder disponer de un cuerpo de mil ó dos mil hombres para tener constantemente abierta la comunicacion apetecida, mas muy perjudiciales por lo mismo que se carecia de las fuerzas volantes que abri- gados del enemigo los pudieran mantener. 4 Por otra parte era de mucho atractivo para Sotomayor la absoluta independencia de la autoridad que se le habia entregado ; queria guardarla intacta, y en ese sentir se figuró que, con humillarse al virey de Lima so- licitando su amparo , su gobierno no dejaria de desme- guardadas y de mayor riesgo, yendo en seguida á cas- tigar á los cuerpos indios que en tantos apuros tenian á r 0 CAPÍTULO X1V. 457 recho hacia la del rio Puchangui, á á cuyo pa mandó que concurriera su hermano Luis. No anda ciertamente averiguado sidesde esa plaza . “pasara don Luis directamente á alguno de los puertos para ir despues camino de España, pero como quiera allí fue donde el gobernador le encargó ya la mision de pasar á la corte en solicitud de fuerzas con que acabar la conquista de la Araucania. Es lástima que á la historia le falte el texto de la de- . manda con que Sotomayor debió llegar al trono de Cas- tilla, porque fuera irrecusable testimonio de que en aquel gobernador, con tanto de honrado cuanto de valiente, á par iba tambien una exajerada presuncion de sí mismo A y un muy limitado conocimiento del mucho valer del pueblo contra quien hacia armas ; pero todo eso se deja suponer en la propia respuesta que el rey hace 4 aquella solicitud, respuesta que en ningun otro lugar dijera mejor que en este con las siguientes palabras: « Habiendo visto lo que me habeis escrito muy aten- » tamente con don Luis de Sotomayor, vuestro hermano, » acerca del estado en que estaba la guerra que haceis » á los rebeldes de las provincias, y la brevedad con que » prometeis acabarla socorriéndoos con gente de estos » reinos, he acordado que se Os envie, y que sean los pe » seiscientos hombres que pedis , y que los lleve el dich » don Luis, vuestro hermano (1). » Ya se ve si, con seiscientos hombres, con brevedad se prometia acabar la guerra... era imposible que un So- tomayor soltase esa prenda seguro de salir con su em- peño, era imposible que á tanto pudiera comprometerse de una vez, quien tanto vió y palpó lo que los Arauca- se (1) Asientos del cabildo de Santiago. : pai e dl , 158 HISTORIA DE CHILE. nos podian; pero sea, y en favor suyo hablamos, sea ese un medio de conseguir siquiera elementos con que poder sustentar la lucha, cuando mucho indecisa , para no incurrir en terribles responsabilidades, tras las cuales fuera inevitablemente el descrédito. Ya dirémos luego en su lugar cual suerte corrió ese socorro que el rey de España otorgó á don Luis Soto- mayor; ahora entremos en el hilo de las operaciones militares. Mientras á esa disposicion descendia el gobernador, la infatigable Yanequeu se habia corrido hacia las colo- nias australes, causando mil perjuicios á los Españoles, Je matando 4 cuantos por delante encontraba; hasta - que por último dando con una partida que de Osorno venia para: Villarica, logró apresarla y con las cabezas de todos los desgraciados hizo esa mujer que sus emi- sarios corrieran la flecha por todos los ángulos de los cuatro Butalmapus, dando así un nuevo aliento, y nuevo estímulo á los pueblos para que confiados tomasen las Armas, ds Cayó en seguida gr if que los Castellanos te- nian en el valle de ndalepe 6 Andalepu, á unas siete leguas de Villarica, pero. como tuviera noticia de que el gobernador venia en persecucion suya, no quiso realizar el asedio , y se retiró 4 los montes espe ando á ver los ; da movimientos de sus contrarios, , _En valde concurrieron estos al teatro de la guerra, porque Indio ninguno se les presentó delante en muchos dias gastados inútilmente en recorrer los alrededores Y por consiguiente fue preciso pensar en reforzar de nuevo, y mejor que nunca, las ciudades australes, porque si por entonces no daba la cara el enemigo, harto se sabia que ae CAPÍTULO MN: 59 era muy de temer, y que tras tantos daños como llevaba hechos en los establecimientos españoles , otros no me- nos terribles volveria á descargar. Con esa necesidad de reforzar las guarniciones volvió Sotomayor á verse sin jente para seguir hostilizando al pais, así resolvió quedarse otra vez á la defensiva, y el 1* de abril de este año en la ciudad Imperial entró, donde no tuvo poco que hacer con la desmandada ad- ministracion civil, hasta que al fin de dicho mes, ó primeros de mayo, pareció con su jente Ó dle en Angol. e En grandes apuros debió él considerar á las dolo el y establecimientos fronterizos, no obstante las nuevas fuerzas con que acababa de dotarlos, puesto que en la triste necesidad se mira de recurrir de nuevo á la capital del reino en demanda de soldados y de caballos, y consta de los asientos del cabildo que en Santiago” entró otra vez el gobernador el 2 de junio de 1588 (1). Ni apetecian otra cosa los Araucanos, así es que la primera que salió en esta ocasion contra los conquista—- dores , fue la implacable Yanequeu, la cual marchó in- mediatamente desde la parte austral al cerco de la plaza de Puchangui. Formalizado el asedio, desde luego And con - asaltos y avances de una audacia sin igual, y siempre á la cabeza de sus tropas ; pero defendia la plaza el oficial don Manuel Castañeda, y con acierto y COn valor re- chazaba á sus enemigos: tenia tambien por Jortuna! a abundancia de mantenimientos y de municiones, y por tanto sin recelo entró en una tenaz resistencia, causando ed Donde haciendo reclutas de tropa y caballos de remonta se mantuvo el año, (Cabildo de Santiago.) + se do A > Y P y S E. 160 HISTORIA DE CHIL cada dia no pocos descalabros en las filas de la osada - heroina. Empeñoformó tambien esta en no apartarse de aquel | campo sin haber rendido á su terrible enemigo, y los dias, y las semanas, y los meses se pasaban tambien sin adelantar paso, como sin que auxilio pareciera para los sitiados. Ni era caso tampoco de esperar en socorro; las fuerzas castellanas estaban todas ellas aisladas, conde- hadas á defender el punto especial en que se las tenia divididas, y sobrado sabia Yanequeu que libre y suelta- mente podia continuar el asedio, porque no habia medio de venir á estorbárselo. El solo mal para ella estribaba en los: mismos sitiados, en el mas 6 menos tiempo que estos pudiesen sustentarse dentro del recinto. Del aprieto de esta plaza noticia llegó en breve á So- tomayor, que ya estaba en la capital de Chile; pero no le quedaba medio ninguno con que concurrir al socorro de los sitiados. Sobrado se afanaba él por que se le mi- nistraran hombres, caballos y fondos, ó enseres con que equiparlos, sobrado abogaba en favor de los estableci- mientos oprimidos, y casi dejados 4 merced de los Indios; mas ¿ qué podia responder un pueblo de donde conti- nuamente se estaban sacando brazos y dinero y mante- nimientos, yendo el civismo de sus moradores hasta privar á sus familias del pan que alargaban á cuenta de que á las tropas noles faltase el obligado sustento, ni á las a su accion? Admira, en efecto, cuanto desprendimiento, cuanto y cuanta abnegacion en los habitantes de la capital, y ES de bien lo reconoció Sotomavor : vej o Ne 7 yor : vela por sí pr ] e sibilidad de A os recojer los auxilios necesarios, y tenia que . sufrir con resignacion los funestos resultados de su CAPÍTULO X1V. 161 sistema, si acaso no fuera de condenar tambien su ter- quedad en mantenerse con el virey del Perú como si enteramente fuera extraño á la causa de Chile, cuando, por fin y postre, uno y otro gobierno dependian de un mismo monarca. De suerte que entre las veces que las colonias de Chile llegaron á reconocerse en posicion demasiado inestable y aventurada , esta ha de contar tambien, y no porque en las armas enemigas hubiera mayor, ni acaso tanto empeño , como en los dias de un Caupolican y de un Lautaro, ni tampoco porque el gobernador guiara las ¿ABI inas sin tino, sin el necesario valor ; nada de eso : el mal estaba en el aislamiento á que se veia reducido el pais ; en los grandes esfuerzos con que habia contribuido. creyendo llegar á poner fin á una guerra cada vez mas irritada 4 fuerza de provocaciones; en fin, en la A lejanía de la metrópoli, que en el supuesto de ayudar 4 la conquista, como sin duda lo hiciera , entre el darle Ey ka noticia del estado peligroso de las colonias, y el arribo d de los auxilios que ella quisiese otorgar, mediaba un e ey trascurso de tiempo poco menos que desesperado. L. 7 Así, el desaliento estaba en todos los corazones , y si acaso no llegó á desmentirse el valor de que los Caste- lanos dieron en aquella memorable época tan repetidas pruebas, ese valor, decimos, solo estaba en los hombres puestos delante del peligro, porque sabian que de valor era preciso usar, Ó rendir sino sus vidas en manos de £nemigos implacables. + Tal fue la conducta que observaron los súbditos del pita Castañeda, continuamente acometidos por. las másas de Yanequeu, continuamente arrestados en salidas temerarias, con empeño de que la heroina chilena le- 1), HisToR1A+ A 162 HISTORIA DE CHILE. vantara el sitio, y los dejara respirar algun tiempo. Con todo, ello es que, sin embargo del número , de los varios meses de un cerco sumamente apretado, resistieron las fuerzas de Castañeda hasta punto de fas- tidiar 4 Yanequeu, que por no haber de luchar tambien con el rigor de la estacion fria, abandonó el campo; yendo á plantar sus armas en un recojido valle no muy distante de Villarica, aunque sobrado seguro y defen- dido para poder esperar hasta que á sus miras convi- niera el abrir nuevamente la campaña (1). (1 No danos en "parte que nuestra confianza pudiera merecer con el nombre enseñan nuestros documentos. Ovalle crée que Yanequeu debio ir á sitiar, no la fortaleza de Puchanquí, sino la de Andelepe, pero en este punto Olivares le corrije. Como quiera, ni un solo apunte se vuelve á ver que de la heroina ehilena dé noticia; es presumible que'á la cabeza de sus guerreros siguiera » Sas pu en a frándes EMpres3s, ye lo* 2 en algunas excursiones contra ll como el que les cupo á miles de sus compairicias con la terrible peste que desde la ciudad Imperial corrió casi todo el reino. Feliz en ar mas, envanecida con los laureles pa en ellas habia recojido, y lo que mas es, mujer ofendida , que la mujer rara vez perdona los ultrajes, ¿ como cal ella de seguir casti- gando á sus po áno impedirselo. una causa grav CAPITULO XV. Quintuhuenu electo toquí. — Se piden auxilios al virey del Perú. dd ia que este dá al cabildo de Santiago. — Destitucion de Azoca. —Marcha Soto- mayor contra Quintuhbuenu. — Batalla de la cuesta de Villagra. — roma? e Arauco, — Colocolo el jóven. ( 1589—1590. ) No jugaba con fortuna la presuncion del gobernador Sotomayor, aunque no le faltaban prendas sobre que fundarla, porque si de recursos materiales pudiera echar mano para descorrer el vasto campo en que se paseaba su imajinacion , rejistrando conceptos tal vez aventurados, los mas de ellos irrealizables , posible es que durante su gobierno. no domado, eso no, pero con freno se hubiera visto el ardimiento del pueblo araucano, no obstante nacer con el instinto de una absoluta independencia puesta á precio de vivir libre, ó de buscar gloriosa muerte , corriendo al exterminio de quien pretenda Oprimirle. Y en esta ocasion todo parecia concurrir para que el gobernador castellano desesperara de su causa, sin po- der culpar á nadie del desastroso aspecto que los nego- cios de la guerra iban enseñando; él, y solamente él, vino á colocarse en el mas arriesgado extremo á que las armas pueden llegar cuando se marcha con imprudente confianza por medio de un pais rebelde , lleno de orgullo, de E de naturales defensas ; y eso con fuerzas casi antes, pues, ya que los Españoles cumplieran 164 HISTORIA DE CHILE. durante aquella memorable conquista hechos de sin par valor, ya que armados fueran con gran ventaja sobre su enemigo , cuenta se ha de hacer tambien del arrojo que este mostró constantemente, cuenta, y mucha, del nú- mero con que entraba en las batallas. No es menester tal. Sotomayor asegura al rey de Es- paña , por medio de su hermano don Luis, que con seis- cientos Españoles que S. M. le otorgue, acabada quedará la conquista del inmortal pueblo; Sotomayor no ve la necesidad de mendigar socorros al virey del Perú, esto fuera una declaracion como de vencido; y no se mira en semejante caso, ni menos quiere parecer en dependencia de una autoridad extraña para él ; Sotomayor está en la capital de Chile predicando una nueva leva para ir con- tra los Indios que aprietan con obstinado empeño las ciudades meridionales, sin llevar á la cabeza un toquí, es verdad , pero al cabo matando colonos, arrasando es- tablecimientos, y teniendo en completa ajitacion á po- blaciones enteras. Vamos á ver los resultados. El cabildo de Santiago no puede concurrir con los deseos de su gobernador, y esto por causas que escusa- mos de repetir, puesto que ya se expusieron en el capí- tulo precedente; á Santiago llega la noticia de que reu-. nidos los cuatro Butalmapus, el hacha del toquiato acababa de ser puesta, por unanimidad, en manos del valiente Quintuhuenu , enemigo encarnizado de los Cas- tellanos, aunque en esta parte bastara con decir Arau- cano, Á Sañtiago llega igualmente la noticia de que don Luis Sotomayor, aportado en Portobelo con los seis- cientos soldados que le otorgó Felipe 1, no puede ya avanzar á Chile, sino que era voluntad del monarca pa- sase aquella jente en persecucion de algunos piratas CAPÍTULO XV. * 4165 dispuestos á apresar en los mares los galeones de Amé- rica al cumplir estos su regreso, Semejantes ocurrencias enseñaron á Sotomayor un camino , el camino cuyo tránsito mas repugnaba , cual fue el de acudir al virey del Perú con demanda de auxi- lios por medio de su maestre de campo García Ramon. Y si bienes resultaron para los Españoles de semejante resolucion, que no se le atribuyan al gobernador don Alonso, sino al cabildo de Santiago cuyos miembros sa- . lieron comisionando á Jerónimo de Benavides para que pasara á pedir el amparo del virey, por medio de soli-' citud escrita en fecha 1h de julio del año en que andamos, - yes de presumir que la demanda del primero una 'con- secuencia forzosa de la del segundo fuera, mas que su parte queramos hacer á. las circunstancias ; á tal por lo menos nos inclina el contexto de la carta con que favo- reció el virey á dicho cabildo , segun resulta de sus asien- tos (1). (1) Hay manuscritos, y tambien impresos, en los cuales se asienta se el virey despreció esas demandas; pues oigamos al virey. «Recibí vuestra carta del 14 de julio y veo muy bien el contento que, Se- hores, os habrá dado mi venida á estos reinos. Pues está tan entendido en todos bllos el amor y gran voluntad que tengo á ese que no fue la menor causa . de aceptar yo este cargo, por tener yo mas aparejo de acudir á las necesidades que se me representan de esa tierra y ciudades rene. Y para que me se he querido enviar antes de entrar en la de armada con la persona del almirante Hernando Lamero; lleva 200 soldados muy es- cojidos, y todos bien vestidos y armados y socorridos. Lleva órden de desem- rcar en Concepcion, porque estando en aquel paraje alcanzando tan buena parte del verano pueda entrar el señor pai A > el estado de Arauco y ES en él, porque esto es lo que quiere y manda $5 » Y liso blo el bue suceso di ed cosas de ese reino die seariicliód podeis creer que tengo de atender á ellas con mas voluntad y veras “¡ae á las de este del Perú, con jente , armas y ropa. De lo cual no se lleva ahora mas por no haber llegado los navios en que se aguarda; en otro navio irá con ella el 166 HISTORIA DE CHILE. Como quiera, elementos para sustentar la guerra habia en el reino, y en juego supo ponerlos el gobernador desde que comprendió que peligraban su fortuna y cré- dito si no removia activo todos cuantos medios parecie- ran de algun provecho. Desde luego crecido era ya el número de Españoles que sin oficio ni beneficio corrian el pais, particularmente las provincias mas sosegadas, y todos ellos sin obligaciones ni dependencias ; habia tambien una multitud de reformados , muchos forzosos, otros voluntarios , y todos 6 casi todos fuera del poder militar, porque en aquella época, ni este, ni el civil pu- dieron enseñar en las Américas un brazo respetable, sino que obligados ambos á mil culpables condes- cendencias á trueque de economizar instrumentos de apoyo contra el enemigo comun, en el mas completo desprecio se hundieron, con grave daño de la causa que querian hacer valer, y escandalosa relajacion de las cos- tumbres. - Posible es, sin embargo, que en la primera de esas dos clases mas de un hombre fuera indigno de formar en las filas de la milicia; pero en la segunda no cabe seme- jante suposicion, porque se componia de oficiales de mucha honra, de probado aliento, de vida muy arre- slada, solo que apasionados ciegamente los unos por esta Ó aquella administracion ; desatendidos los servicios de los otros por tal ó cual otra, segun que el reino cam- biaba de autoridades, cosa que sucedia con no poca fre- capitan Jerónimo Benavides; y como yo tengo tanta noticia de las cosas de por allá, para mi no hay guerra de importancia en Chile si no es de Andalican 9. AA 0 Arauco; y esto es lo que se ha de allanar y poblar; y para ello acudiré yo con la voluntad y cuidado que digo, y asis i ñor go- bernador........» go, y así se lo escribo al señor g (Cabildo de Santiago). A AI CAPÍTULO XV. 167 cuencia , como ya se ha debido advertir, así se renovaban tambien las listas de los agraciados como las de los despe= didos, listas que de ordinario venian á aumentar los re- sentidos, abandonando voluntariamente un servicio que - no consideraban obligatorio sino para con personas de su propio y particular agrado. Señalamos este hecho no con otro fin sino con el de probar que don Alonso anduvo político y acertado, tomándole por un recurso de mucho importe para salir del conflicto en que las circunstancias le habian colocado por no querer dar á la guerra la des- embarazada accion que ella requeria. Sirvióse, pues, de ajentes entendidos que supieron “atraerse gran número de mercenarios, y sobre todo el de descontentos que valian mucho mas para el servicio, ya por estar habituados á aquella guerra de exterminio y de privaciones, ya por tener un muy exacto conoci- miento del pais, como igualmente de los hábitos del ene- migo ; llevándolos á las filas , á los unos con la promesa de considerables recompensas en cuanto rendir pudiera la tierra que se conquistara, á los otros con adelantar su carrera por medio de empleos y graduaciones, y la 0p- cion tambien 4 las encomiendas que de nuevo se hubie- sen de distribuir. En esta entendida tarea gastó don Alonso gran parte del invierno, contando con salir á campaña en cuanto se mejorara de estacion, y tambien con sacudir de lleno á las masas rebeldes, siempre que con algun auxilio de Lima llegara á reforzarse el que á costa de tanto afan, y de compromisos no pequeños, se estaba formando él mismo en Santiago. E : Los Araucanos por su parte tambien iban adelantando “mucho en su empeño de limpiar la tierra ahuyentando á Ea 168 HISTORIA DE CHILE. sus aborrecidos opresores , que ó muy estrechados en los fuertes se mantenian, ó precisados á huir de ellos, sobre todo desde que el infatigable Quintuhuenu entró ejer- ciendo las funciones de toquí, porque auxiliado de los cuatro Butalmapus, y no viendo delante un cuerpo de tropas que contra sus empresas saliera, todo lo corria im- punemente, todo lo llenaba de espanto; y ya por último vino á dar contra el fortin español, levantado en la fa- mosa cuesta de Mariguenu, cuya guarnicion fue pasada á cuco. una vigorosa resistencia, y el toquí se quedó con sus huestes en aquella montaña, en la espe- ranza de que su enemigo vendria buscándole para vengar la sangre que le acababa de arrebatar. sia Eso es lo que sucediera á no salir impidiéndolo un no pequeño contratiempo con la nave que el virey don G. H. de Mendoza despachó para Chile, que sobre verse obligada á perder un tiempo muy precioso en la absoluta calma que la cojió en alta mar, todavia fue á desembar- car en Concepcion una tropa, tan maltratada y escasa de salud, que el gobernador creyó imposible llevarla á la _Buerra sin esperar á que reparara sus fuerzas. Mientras esta forzosa tregua de las armas castellanas, preciso es que el comisionado del cabildo de Santiago, Jerónimo de Benavides, volviera igualmente al reino con algun nuevo socorro del virey, como así lo ofrecia este en su carta á los concejales, puesto que parece en - fecha 12 de octubre (1) de este propio año , Tecibiéndose de alguacil mayor en la capital de Chile, En la administracion de la justicia tambien hubo re- forma personal , porque el doctor Lope de Azoca comenzó de nuevo á mostrarse muy amante de la suprema autori- (1) Cabildo de Santíago, CAPÍTULO XV. 169 dad, no obstante lo que esa pasion le costara en tiempo del mariscal Gamboa, y por consiguiente el gobernador don Alonso, que tampoco quiso á su lado personas que aspiraran á despojarle del poder, salió destituyéndole en 21 de julio (1), poniendo. en su lugar al licenciado Pe- dro de Vízcara. Como quiera, á mediados de setiembre pudo ya Soto- mayor salir de Santiago, encaminándose contra el atre- - vido Quintuhuenu que sin haber abandonado la placeta de la cuesta de Villagra, seguia tendiendo correrías que á veces allegaban hasta inmediaciones de Concepcion, con cuerpos puestos á las inmediatas órdenes de denoda- dos jefes, y todos ellos jóvenes, entre los cuales con- taba el hijo del astuto y venerable Colocolo, - 3 Las armas castellanas llevaban en sus filas unas seis- cientas plazas (2) entre ellas ciento treinta reformados, de los cuales tomó veinte el gobernador para escolta de Su propia persona, distribuyendo las fuerzas restantes entre los capitanes Yrarrazabal, Ruiz, Guzman , Jofré, Rodolfo, Cortés, Quiroz, Ulloa, Galleguillos y Avendaño, con reserva, para su maestre de campo, de la famosa (1) Cabildo de Santiago. 4 (2) Ovalle y Molina suponen mil y ademas el número competente de auzí- ná E A sE pre Bs lecues te esa, manera? Es a que don G. ó6R omero como otros le llaman; presumimos que Penasidas volviera bien con otro refuerzo, démosle otros 200, aunque nada dice el cabildo de Santiago; serian la conquista á pique de pe “arresto de Sotomayor, ni se aviene tampoco con lo que discierne un bo oia sentido si ejerce sin pasion 170 HISTORIA DE CHILE, compañía de los otros ciento y diez reformados, que se empeñaron en formar cuerpo á parte, á fin de asegurar mejor el buen éxito de sus esfuerzos. Las jornadas no debieron ser muy aceleradas, aunque aceleradas parecia pedirlas la gravedad de los negocios, pues es constante que el cabildo de Santiago solo rejis- tra dos partes del gobernador, uno del 11, y otro del 23 de octubre, en los cuales dice : « Estoy de marcha para Arauco, y llevo en mi companía al vecino de San Juan, Ruiz de Leon, » sin siquiera notar el lugar que sus reales ocupaban en esas dichas fechas, Sabese sí que en habiendo pasado el Biobio, el camino de la costa siguieron los Castellanos hasta acampar en Colcura, al pie de la famosa cuesta que tanta sangre española llevaba ya bebida. Grande fue la sorpresa de Sotomayor en reparando que Quintuhuenu no solamente le esperaba defendido en el fuerte cuya guarnicion habia pasado á cuchillo, sino que, como se le dejara tranquilo durante tanto tiempo, con una terrible estacada de corpulentos troncos tenia cojido todo el ámbito de la mesa, y dentro de ella cuatro mil guerreros dispuestos en órden de batalla; pero adelan- tados los Españoles hasta semejante punto, no era po- sible retirarse sin probar fortuna. Al amanecer del dia siguiente comenzaron las armas del rey el repecho del cerro Mariguenu, llevando la van- guardia el mismo Sotomayor con su escolta de los veinte reformados; seguíale despues García Ramon con la compañía de la propia clase, y con otra compañía de cien hombres iba el sarjento mayor, marchando los de- mas capitanes , Cada cual con su peloton de jente por de- recha ¿izquierda de la cuesta, con órden de atacar al CAPÍTULO XV. 171 enemigo en todas direcciones hasta penetrar las trin- cheras. Quintuhuenu despachó un cuerpo de sus tropas para que impidiesen la subida de los Castellanos hasta la cumbre, y por consiguiente pronto se trabó á medio pecho del cerro una funcion reñidísima y sangrienta; pero por último rompió el gobernador las filas araucanas, y los Castellanos llegaron á verse al pie de la estacada donde la batalla vino á hacerse jeneral. Dilijente y bravo corria Quintuhuenu las líneas ex- hortando á los suyos, y convidándolos con la victoria en que se aseguraba para siempre la libertad del pais; y no menos bravo, no menos activo, se mostraba Soto- mayor apechugando por entre lanzas y macanas enemi- gas, con sus veinte reformados, á fin de ganar tierra dentro del recinto. La muerte cumplia sus estragos en ambos partidos, pero ni el uno ni el otro pudo entrar en la esperanza de ceñirse los laureles de aquella jornada, durante ocho horas de un combate que no ya el valor aunado con la prudencia, sino la desesperacion susten- taba. Por fin, la una de la tarde seria cuando Quintuhuenu tuvo la desacertada idea de recojer sus huestes contra el recinto del fuerte, pensando que en concentrarlas mas, la resistencia habia de ser mayor, y doble de impetuosa ; dió al efecto las convenientes órdenes, y, apenas las ma- sasaraucanas empezaran á replegarse cuando unos veinte reformados de los del maestre de campo asaltaron la es- tacada , abriendo en un instante la suficiente brecha para que sin estorbo pudieran penetrar los demas Españoles, y de repente se vieron estos corriéndose por el interior del recinto hasta cojer acorralado á su enemigo, que A o E A 472 HISTORIA DE CHILE. arrogante, y lleno de despecho, circundaba las afueras del fortin. Aquí ya no conoció límites el arrojo. Españoles y Araucanos se confundieron batallando ; entre los prime- ros solo se advertia la tronitosa voz de Sotomayor pi- diendo enfurecido venganza, muerte , en aquellas me nadas de infieles que con impiedad tanta sobre quel mismo suelo habian inmolado las vidas de los mas escla= recidos y mas alentados castellanos; entre los segundos otro tanto voceaba el jóven Quintuhuenu contra los opresores de su pais, que, como sus compañeros, sepultados debian quedar en la mesa de aquella en- sangrentada montaña, en merecido castigo de la indigna, injusta y violenta expoliacion que su codicia queria perpetrar en un pueblo á cuyos bienes ningun derecho tenian. Pero como en ninguno de los dos bandos se debili- taran los esfue: 0sel suelo pareciera ya sem- e cuenta de ello hicieran los brado de e res. pu combatientes, y tambien como reconociera Sotomayor que á cerrarse el sol sin ver el desenlace de aquel tre- mendo dia, posible fuera que, sino roto, por lo menos desalentado y sin honra, en la necesidad de una retirada le pusiera la inmediata noche, 4 todo riesgo se echó por entre las masas enemigas desafiando al toquí araucano, como quien sabia que en caso de ayudarle la fortuna, esa seria la primera y la mejor conclusion del triunfo ; a que la muerte del jefe trasmite pues visto habemos un espantoso desánimo en aquellas intrépidas cuanto Inocentes lejiones, Acaso tuviera tambien Quintuhuenu esa propia idea Españoles, porque como el rayo avanzó al en- de los CAPÍTULO XV. 473 cuentro de Sotomayor, y ambos caudillos echaron pie á tierra, no para medir sus armas segun reglas de caba- llería, sino determinados á despedazarse como pudieran - hacerlo dos tigres; tanto era su inconsiderado y repre-- hensible furor!!! Así es que cuando el jóven Quintu- huenu quiso caer sobre su odioso adversario, á tierra vino de tres puñaladas que en su alentado pecho clavó el brazo del jefe castellano... Y ¡cosa admirable!... La muerte del toquí araucano produce en los ánimos Un efecto enteramente opuesto al que no sin razon se esperaba; los soldados del desven- turado Quintuhuenu cumplen, sin saberlo , la heróica re- solucion que cuarenta años atras inontilóó á los seis cientos soldados del valeroso vicetoquí Lautaro, muerto tambien á manos de los Villagras. .. ¡ La muerte, la muerte, y no la afrenta!... es el grito con que se responde , en la cumbre de Mariguenu, al degraci do fin de Quintuhuenu ; y montando Sotomayor el caballo del jefe indio, de nuevo y con doble empeño tiene que resistir al furioso ímpetu de los Indios que de propósito: echaban sus pechos en las puntas del acero enemigo para morir con gloria, ú obli- garle á retirarse del recinto. ¡Inútil hacer! Era mucho el esperanzado aliento con ba sostenian los capifinal ata Apillan, Palentaru, Archiguala y el jóven Colocolo, que á todas partes iban difundiendo ánimo, , y cumpliendo hechos dignos de una suerte mas venturosa. Fue, pues, menester ceder el campo, retirarse, dejando seiscientos cadáveres en la placeta, pero ¿cual quedaria el bando castellano cuando no se halló con fuerzas para seguir la derrota de su ene- 17h HISTORIA DE CHILE. migo, en la cual necesariamente hubiera hecho multitud de prisioneros?... Con pérdida de veinte Españoles , nada mas , cuentan todos los historiadores que se adquirió este inmortal triunfo ; sí que añaden que ni uno solo de todos los res- tantes dejó de sacar heridas de mayor ó menor grave- dad, y con dos harto profundas salió tambien el mismo Sotomayor. : Quienes fueron los muertos nadie nos lo dice (1), pero de los que mas se señalaron en aquel memorable hecho de armas un autor conserva nota, y la queremos tras- ladar sin comento (2). : - Mucha satisfaccion sintió el gobermádor alcanzando ese tan disputado y sangriento triunfo, y grande fue su sorpresa , como tambien su contento, cuando retirándose de la famosa cuesta con direccion al valle de Laraquete, el retumbo de la artillería le dió á presumir que se cele- braban sus palmas con solemne deporte. Era una escua- drilla de guardacostas del mar del Sur que por órden del virey del Perú corria las aguas en persecucion de varios (1) Solamente se hace mencion de un Portugués, caballero del hábito de dde > pu e Rio ds veo del boss en accion pando los om pa- ciendo á los Españoles : ¿Quién ha de temer á esos pues sin ptm sin ¡ca- ñones, sin arma ninguna capaz de imponer respeto ?.... Al comenzar la pelea le asentó un Araucano su macana, y la Bb del tiro parece que fue tan activa como la del plomo que vomitan los caí 2 Francisco son y loteo Y po Riveros o de En quien jamas se halló tardanza alguna; Córdova, y Castillejo aunque postreros ES Con ellos don Alonso Brito, y nd Á quien la fama ha dado honroso precla, (Vuev a Araucana.) dE CAPÍTULO XV. 175 piratas , y como llegara oportunamente á vista de Mari- guenu cuando ya los Indios iban en desbandada, se apre- suró á saludar la ventura del jefe castellano jugando con todos sus cañones. Sotomayor se figuró desde luego que en aquellos bajeles venia para él algun refuerzo de tro= pas, pero pronto salió de ese lisonjero error, conociendo - exactamente el objeto y destino de semejante flotilla que sin perder tiempo dió vela para el Callao (1). Sotomayor acampó, pues, á orillas del Carampan- gue, pero ya con los laureles de Mariguenu un poso marchitos, como quien vino ásaber que, mientras á tanta costa , y con tantos peligros, ante los soldados de Quin- tuhuenu un porvenir honroso , ó un eterno baldon, traia puesto en juego , otros cuerpos rebeldes daban de nuevo á las llamas la plaza de San Felipe de Arauco, siquiera para prueba de que si un paso se adelantaba en la guerra contra aquellos indómitos Indios por la parte A, v. g., en la parte B se salia perdiendo, y con esto, la balanza de los recelos, como de las esperanzas, delos dos par- tidos, en fiel se mantenia constantemente. Fue, pues, menester resolverse á la reedificacion de San Felipe de Arauco, tantas veces arrasado ó incendiado; tantas, y á tanta costa, vuelto á fundar, como que, en efecto, era de mucho importe para las armas castellanas, y un freno para los Indios de aquel turbulento y belicoso estado, Pero Sotomayor probó esta vez de mucho mas estra- téjico que todos sus predecesores, porque Arauco no (1) Pero en ella volvió 4 poner él gobernador á su maestre de campo García Ramon, con demanda de nuevos socorros que del virey del Perú solicitaba Otra vez para acabar, decia él, las repoblaciones de Puren y de Tolten, pesja se necesitaban fuerzas respetables, porque en e. estados era donde mas se ajaban los ndios | nu HISTORIA DE CHILE, sufriera tantos descalabros á, situarle en punto de inme- “diato arrimo para las fuerzas que en su defensa pudieran venir por mar desde Concepcion, y á esto es 4 lo que atendió esta vez don Alonso plantando la plaza casi barbeando las aguas del Pacífico y del Meseta, con una = dilatada calle de medio de la cual salia el castillo llamado San Ildefonso. WR Esta obra tan perfectamente concebida, con bien se - acabó; y con ayuda de brazos araucanos, que con la misma buena fe que les conocemos, entraron desde luego en ajustes de paz; pero todavia produjo otras ven- tajas, aunque transitorias, de no poca importancia al- gunas. ¡ a plaza de San Felipe de Arauco estaba fundada al pie del cerro llamado de Colocolo, pero la resolucion de Sotomayor la puso en lo mejor de las tierras del heredero de aquel respetable nombre, jóven de nobilísimas prendas, y que en muchas batallas llevaba ya acreditada la pru- dencia que tanto distinguiera á su ilustre padre, no me- nos que su acrisolado patriotismo, y maduro ardimiento : ya le hemos visto en la sangrienta funcion que costó la vida al toquí Quintuhuenu. 4 Ese jóven suerrero se opuso á la resolucion del go- bernador castellano, pero en valde, porque con sus solos criados, Ó sean vasallos, imposible contener la voluntad apoyada en seiscientas bayonetas poco mas ó menos, y bayonetas acostumbradas á lidiar contra miles de In- dios, Por lo mismo se retiró prudente, y despachó los correspondientes emisarios con convocatorias para dife- A .. Fentes caciques de los contornos, que en dia y punto lA garon á reunirse no muy lejos de las márjenes Es Es ES dado lle - de Curilemo, Colocolo expuso brevemente los males que CAPÍTULO XV. 477 el pais debia esperar si se dejaba que los Castellanos acabasen la repoblacion de un establecimiento mucho mas resguardado del que hasta ent vieron en aquella tierra, que era preciso concurrir cuanto antes á desba- ratar planes de trascendencia tanta para toda ella; y en fin, que como dueño del suelo en que los Españoles se acababan de establecer, y por apartar toda sospecha de un mezquino interés personal en cuestion donde po- dian ir comprometidas tantas vidas, él con sus súbditos entraria en donde mas peligros se vieran, solo que para arrostrarlos con esperanza de buen éxito, salir debian guardándole la espalda todos aquellos capitanes, y las jentes de su respectiva dependencia. : Los pareceres se hallaron divididos, y la mayoría es- tuvo por que era una grande imprudencia el atacar en tal descubierto 4 las armas del rey, de suerte que el jó- ven Colocolo, perdiendo esta vez paciencia, Y acaso resen- tido del mal éxito de su empeño, cuando por tantos títulos se contemplaba acreedor á muy distintos mira- mientos, volvió de nuevo, con solos sus súbditos, contra el campo castellano, y entróle resuelto como si seguido de un numeroso ejército fuera. Ya es de suponer el resultado de semejante desacierto, y por tanto fuera inútil detenernos refiriéndole, solo sí conviene decir que el ardidoso jóven quedó prisionero de las armas castellanas ; que Sotomayor le hizo gracia de la vida bajo condicion de someter á su dominio y obedien- cia los Indios dependientes de su señorío; y que no ha- biendo logrado este empeño, aunque le pareció en sus Principios de fácil y natural cumplimiento, supuso en la Negativa un nuevo insulto á su pundonor, y se consagró al servicio de los Españoles, entre quienes se me 1. Historia, ' 178 HISTORIA DE CHILE. fiel y reconocido, sin hacer armas nunca contra los hijos de su pais, porque á cuenta de tan noble conducta puso aquel desventurado jóven la dependencia de su vida cuando don Alonso salió perdonándosela, con la solemne promesa de inalterable lealtad. CAPITULO XVI. Paillaeco toquí. — Carácter de Sotomayor. — Vence al toqui. — Asedian los Indios á la Imperial. — Las viruelas. — Se traslada Sotomayor á San- tiago.— Pasa al Perú, y se encuentra desposeido de su autoridad. ( 15901592. ) Con la conclusion de la obra en que andaban entre- tenidas las armas de Sotomayor, acabaron tambien las palabras de paz que varias parcialidades tenian prometi- das desde que se hizo pública la muerte del toquí Quin- tuhuenu, palabras de que sin duda necesitaron usar los Indios en tanto que con acuerdo jeneral se atendia á la provision del toquiato en persona caracterizada , no menos que á la reorganizacion de nuevos batallones con que hacer frente al enemigo. En efecto, pronto supo el gobernador que el hacha estaba ya en manos del cacique Paillaeco, ó Paillacó , que de ambas maneras le escriben nuestros manuscritos ; y por consiguiente preciso fue volver á tomar las drmas antes que los rebeldes cobraran elementos demasiado poderosos, En San Felipe de Arauco dejó Sotomayor la guarnición conveniente, al mando del capitan Francisco de Riberos, y éon el resto de su jente se encaminó á los estados de Tucapel y de Puren, donde ya se dejaba ver el muevo toquí, y parecian los Indios en completa insurrección. La marcha fue horrorosa en sus consecuencias, y aunque lado en cien ocasiones Sotomayor, para con los Indios, cuando suelta dejaba correr su pasion de ven- e 450 HISTORIA DE CHILE. ganza, esta vez fue ya bárbaro, pues que lo indefenso como lo inofensivo por naturaleza , lo inocente como lo que culpable en cierto modo pudo parecer, todo pasa por una misma medida , por las llamas, ó por el hierro. No admiten disculpa esos extravíos de la razon hu- mana, y sinembargo hay que salvar al hombre, compa- deciéndole, sien él parece un corazon incapaz de aunarse con la perfidia, toda vez que se la dejara descubrir el uso de un exámen racional, desapasionado, y sano, de todos sus hechos. En el gobernador don Alonso nunca hubo esa alma impía, feroz, que algunos escritores le supusieron, yendo hasta hacerle cargo de la muerte de catorce mil Indios durante su gobierno; en Sotomayor no se ha de mirar á la persona, sino á la loca idea que á esa persona domina, á esa idea de que por sí y ante sí ha de conquistar á un pueblo mas fácil de exterminar que de rendir, á esa idea que comprometido le tiene ya con las colonias de Chile, con las autoridades del Perú, hasta - con el mismo rey, y que al menor y mas insignificante suceso cuya tendencia incline contra la realizacion de ese sentir hijo de un entendimiento sobradamente lijero, to- das sus pasiones se desatan, son ellas las que imperan, y no el juicio, ni el hombre, ni su corazon, ] Repárese sino la manía. La resistencia de los Indios enciende en ira al gobernador don Alonso; jura abatir su soberbia y traerlos aherrojados al yugo del poder cas- tellano, pero con la particularidad de que los brazos necesarios para obra semejante en una cadena de for- tines los encierra. Hácenle ver las funestas consecuen- cias de ese su sistema; llega él mismo 4 palparlas; se arrepiente; vuelve á incurrir en el propio error; le abandona de nuevo, y.... y ahora, ahora que con -. CAPÍTULO XVI. 181 algunos cuatrocientos soldados marcha en ánimo de ver como sufocar el incendio que en los estados de Puren y de Tucapel atiza el toquí Paillaeco, la idea de fortificar le sorprende, y un fuerte levanta en Lebu, sin pararse á examinar cuales posiciones ni cuantas fuerzas tenia el enemigo, ni menos el modo de usar de las suyas en caso de necesidad; pero, bien cierto de que aquel fuerte de nueva planta le habia de pedir gran parte de sus sol- dados, con dilijencia hizo que el capitan Francisco Her- nández pasase desde Concepcion á Santiago en demanda de socorros imposibles de realizar, solo que el goberna- dor habia olvidado esta circunstancia. Concluido el fortin de Lebu, y dejádole un regular presidio, pasó el gobernador á Tucapel donde tambien levantó la plaza de este nombre, pero no muy lejos de ella (en la parcialidad de Molquilla) le atacó de inter- presa la gente de Paillaeco llamándole con cien caballos que se finjieron desde luego en repentina fuga hasta traer la vanguardia española al bosque ocupado por el gruesodel ejército indio, y allí en erande apuro pusieron al gobernador; mas retirándose este á su turno hácia el llano, donde tenia el resto de sus tropas, el inex- perto toquí cayó en la imprudencia de seguirle cre- -— yéndole vencido; se empeñó un combate jeneral, no poco sangriento tambien ; y como el mismo toquí pere- ciera en la pelea, la dispersion de sus tropas se verificó con pérdidas muy considerables. Tras esa nueva victoria á Puren pasaron las armas castellanas, y tambien se volvió á rehabilitar aquella plaza (1D. de suerte que con una muy corta escolta quedó (1) García es de opinion contraria á esa que nosotros sentamos siguiendo lo que nuestros documentos nos dicen, 4182 HISTORIA DE CHILE. Sotomayor despues de guarnecidos Lebu, Tucapel, y Puren, igualmente que Puchangui á su paso por los In- fantes de Angol, desde cuyo punto regresó á la ciudad Concepcion con muy poquísima jente. Pocos dias habia descansado en esta ciudad cuando los capitanes Melillanca, y Catipillan, caminaron con grueso ejército al asedio de la ciudad Imperial, seguros de que en la tierra no tenia el enemigo fuerzas para oponerse á sus intentos, y que la suerte de aquel establecimiento espa- ñol del mayor ó menor esfuerzo de sus defensores habia de depender. Animo mostraron los sitiados rechazando en los primeros dias los asaltos á que los Araucanos se arrojaban temerarios, pero al cabo con el trascurso del tiempo, y la estrechez del cerco que no les permitia salir de murallas para procurarse mantenimientos, ni auxilio de ninguna especie, todo comenzó á escasear, y con el recelo de que una inevitable muerte tenian ante sus ojes, tambien entró en la poblacion el hambre, | Indecible el desaliento de aquellos moradores reduci- dos como se veian á la dura alternativa de entregar sus cabezas al acero de un enemigo que no habia de usar de piedad para con ellos, con sus esposas é hijos , Ó perecer bajo el rigor del cruel azote que sobre sí cayera cerrándoles la puerta de su recinto para que siquiera pu- dieran procurarse en la tierra ese rústico sustento que en él encuentran los brutos. Sin el heróico y santo fervor con que salió á las calles E e venerable obispo don Antonio de San Miguel conso- e Jando á los fieles, convidándolos para que mása comun se hiciera de los medios de subsistencia que de reserva pudiera haber en casas desahogadas, ricas y precavidas, y que parte de esa masa tuvieran los pobres y los solda- CAPÍTULO XVI. 183 dos, á fin de alargar las horas de la vida, por si en al- . guna de ellas quisiera dolerse el cielo de calamidad tanta, víctimas lleyaba ya hechas el hambre, pero víctima hu- biese sido de una vez todo el vecindario, porque ya no parecian ni brazos bastantes, ni en estos aliento para disputar al Araucano la presa que se preparaba á des- truir con inclemente deporte. ¿Como, en efecto, resistir 4 las amonestaciones de aquel eminente pastor que descalzo, con un grosero dogal colgado del cuello, con un pesado leño sobre sus hombros, y humilde, y fervoroso, y vertiendo un rio de lágrimas , recorriendo va toda la colonia á fin de que la caridad despierte, á fin de que la esperanza en la omni- potencia renazca en los corazones, y para que el pedazo de pan que aun conserya el rico, venga en parte á manos del pobre, apeteciendo que ambos alarguen su existen= cia, y ambos á una sucumban al rigor del hambre en no habiendo medio ninguno con que satisfacerla ? De apuros semejantes ¿no se le debiera pedir cuenta al gobernador? A guardar este á su lado una columna de operaciones pronta siempre para responder á cualquier - acontecimiento, ¿no hubierasido fácil correrá la salvacion de una ciudad importante y rica? | Esta es ocasion muy oportuna para decir que sola- mente la Providencia podia contener los funestos resul- tados á que las filas castellanas quedaron expuestas con los extraños é inconcebibles despropósitos de su jefe, y la Providencia, pues, salió enmendándolos quitando las armas de manos de los Indios con una espantosa epi- demia de viruelas que desde luego se declaró en la Im- perial. Mil personas arrebató en aquella ciudad, el hambre primero, y tras el hambre la peste de las virue- 184 HISTORIA DE CHILE. las, que así lo asientan varias memorias de la época, dignas todas ellas de mucho crédito, corriendo como el relámpago casi todo el reino, y descargándose furiosa en los naturales, no menos que en los Españoles (1). En paz, pero bien enlutado, tuvo que verse forzosa- mente el pais, y no porque don Alonso respetara seme- jante azote, pues oportunidad mejor para sojuzgar las tribus indias nunca vino á ofrecérsele, sino porque ni un soldado, por decirlo así, podia disponer para allanar la tierra, y las fuerzas encastilladas su tributo estaban pa- gando tambien á la epidemia. Fundaba sin embargo grandes esperanzas en el deseado retorno de su maestre de campo, trasportado á Lima, como ya vimos, en de- manda de socorros al virey, don García Hurtado de Mendoza; suponia igualmente, ; delirio! que el capitan Hernandez le reuniria en Santiago un buen trozo de jente para poder correr, sin estorbo ya, toda la Arauca- nia, y asentar el pendon castellano en el mismo centro de aquel pueblo invencible, Tales ilusiones nutria el alma de Sotomayor en la ciudad Concepcion cuando le llegó aviso del comisionado Hernandez con traslado de la res- puesta escrita del cabildo de la capital, y cuya sustancia era : que la ciudad no podia en manera ninguna favo- recerle, despoblada como la habian dejado tantas y tan repetidas levas; que minas y estancias todo estaba aban= - donado por falta de brazos; que, en fin , Si tanto era el - aprieto y la escasez de jentes en que $. S. se encontraba, acudiese á Lima, 6 4 España, en solicitud de elementos de guerra, no habiendo ya ninguno en el reino. De preveer era semejante resultado. Si 4 este no si- (1) Segun G. Qui roga las tres cuartas partes de los Indios se llevó ese ter- rible azote, E CAPÍTULO XVI. 185 guieron otros mas desastrosos , agradézcase á que el pais no se encontraba en posicion de hacer armas. Como quiera, todavia cayó en la presuncion de don Alonso la idea de que con su presencia en Santiago, otro sesgo diferente tomarian las cosas, y otros serian los esfuerzos del cabildo, siquiera por no desairarle cara á cara; y con esta máxima se apartó de Concepcion yendo camino de la capital con algunos caballos de escolta. En llegando allá se entendió con los capitulares, y demas autoridades reunidas, exponiéndoles cuanto importaba un sacrificio, acaso el último, para concluir la conquista de un pais que en continua alarma tenia todos los esta- blecimientos meridionales, y mas que algo pudiera haber de verdadero en la tal presuncion, donde nada queda, ningun sacrificio cabe : tal fue el sentido de las palabras con que se le respondió al gobernador, teniendo este que resignarse y concentrar todas sus esperanzas en la comi- sion de su maestre de campo, y aguardar su regreso en la mas completa inaccion, pero con el doble sentimiento de saber que sus enemigos, con todo de lo desfavorables que los sucesos de la última campaña les habian sido, con todo del terrible estrago que entre ellos cumplieron las viruelas, cuya plaga comenzaba ya 4 moderar sensi- blemente su malignidad, en el cacique del segundo Bu- talmapu, llamado Paillamacu, acababan de poner el toquiato; no porque habilitados estuviesen para saltar de repente á campaña, pues que escasísimos de brazos se veian, sino para probar á sus opresores que en guerra los habian de tener en tanto y siempre que un solo Arau- cano con vida se pudiera mantener en el pais. Llegó por fin, el maestre de campo (1) 4 la bahía de (1) Nada bien despachado del virey don G. H, de Mendoza, dicen la mayor -186 HISTORIA DE CHILE. Concepcion, pero con mucha menos jente de la que el virey entregó en el Callao 4 Lamero en su primer envío, y á Concepcion pasó volando don Alonso presumiendo que mayores fuerzas se le traian. Entró don Alonso en aquella ciudad el A de abril de 1592 (1) y no quedó poco sorprendido reparando el débil socorro con que García Ramon habia vuelto del Perú, socorro ni de mucho suficiente para reemplazar las pérdi- das que la epidemia pal Pm en las pmreaion me- ridionales, cuando co rollar, de una vez, y para siempre, el turbulento ardor de todas las parcialidades insumisas. No gastó ee Hauao: a en aconsejarse, y de Concepcion mism para el Callao, seguro de que su presencia en la ciudad de los Reyes habia de sacar del virey cuantos auxilios le sujiriera su propio querer; pero como ningun bajel guardara entonces aquel puerto, á Santiago regresó en toda dilijencia (2), bien resuelto á substituir sus atri- de de los historiadores. ¿ Habria alguna causa para que el virey se condujera esta vez segun da á a el ESO 202 esas o Desde luego los su- cesos en que trar d teria, pero importa ob- servar aquí que don G. H. de Mendoza no PP menos de es como, y en qué consumia E fuerzas el gobernador de Ente, an que don eso adelantara un sa ydon la conquista » Y de Sotomayor, el valerde los Araucanos tenia igual nc ó, mas claro, no era HENgunOs sad $us el primero Po haci ont en todas direcciones, al pie de los rebel nes. En abono de pe e rimera Ji poa da > May no volverá ba ode se mismo virey, citada en nota de la pá- á mas de lo tengo, sin ninguna duda, » que con e oro entregados á Laicos yu los que hay allá, habrá » los que bastan, y aun ce para poder allanar y poblar todo el estado » de Arauco, y hecho esto, con sientos del cabildo del 17 de febrero de 1590.) (As (1) Cabildo de Santiago. (2) El 1? de mayo pasa por el pueblo de Duao, de Maule ; no dice el cabildo qué día entró en Santiago, pero nota que el í de julio estaba en aquella ca- CAPÍTULO XVI. 187 buciones gubernativas en persona de su confianza, y marchar en seguida para el Perú. La falta de bajel por una parte, y por otra los solícitos esfuerzos del cabildo de Santiago para disuadir al gober- nador de su empeño de dejar el reino huérfano, por de- cirlo así (1), en circunstancias que tanto importaba viji- lar las operaciones de los Araucanos corriéndose ya por algunos estados hasta vista de los establecimientos Espa- ñoles, aunque en grupos de muy corta consideracion, entrabaron durante algun tiempo la empresa de Soto- mayor, pero por fin salió poniéndola en planta el 30 de junio, trasladándose á bordo de un buque surto en el puerto de Valparaiso. Magnífica acojida mereció don Alonso del virey don García Hurtado de Mendoza, haciendo que el cabildo dela ciudad de los Reyes saliera á recebirle fuera de puertas, para acompañarle en seguida hasta palacio, á cuyos umbrales salió el virey dispensando al goberna- dor de Chile el mismo ceremonial, la propia pompa con que de costumbre eran recibidos los vireyes en su pri- - mera presentacion oficial (2). pital, y que el 30 del siguiente julio se embarcó para Lima en el puerto de Valparaiso. Molina y otros pretenden que don Alonso regresó á Chile; que encomendó el mando militar para durante su ausencia á García Ramon, y el político al licenciado Pedro de Vizcara. — No hay de cierto sino esto último, pero en calidad de gobernador militar y político, que así se recibió en el ayuntamiento el 31 de Julio, como se ve en los asientos de los cabildantes con estas palabras: « El licenciado Pedro de Vízcara teniente de gobernador » y capitan jeneral de este reino de Chile, y justicia mayor; usando de los » poderes que del rey N. $. tengo en ausencia del gobernador de este reino, y » los por S. S. en mi subdelegados para las cosas de gobierno, etc., etc. » (Cabildo de Santiago.) tusiasmado Lay Mí s Ed + 1 hitAna A A esa resolucion de don Alcnso. No es admisible una suposicion de que ni la mas" remota idea hay en el libro de asientos, y nuestros manuscritos la contradicen señaladamente. ; : ; (2) Don G. H. de Mendoza llevó muy 4 mal la llegada de dor Alonso Soto- 188 HISTORIA DE CHILE. Que don García Hurtado de Mendoza tenia en mucha estima la persona de don Alonso de Sotomayor, mas que discordes estuvieran esos dos ilustres personajes en el modo de hacer la guerra á los Indios, lo prueban testi- monios irrecusables; y de tanto mas mérito cuanto que no es raro ver como se le desatiende al caido desde el mismo instante en que la fortuna sale enseñándole su torva faz. Habia, por otra parte, en el virey un esme- rado civismo , una penetracion sobradamente exquisita, y aunque seguro estuviera de que, con distinto sistema, resultados mas ventajosos habria procurado á Chile el gobierno de Sotomayor, harto comprendió que la persona nombrada para sucederle no era, ni con mucho, tan á pro- pósito en las circunstancias, y por consiguiente entró en la idea de ver como guardar en el gobierno chileno 4 don Alonso, sin dejar su propia responsabilidad descubierta ante la soberana voluntad. ; En estaidea convocó el real acuerdo, y propuso á todos los miembros una suspension pura y simple al cumpli- miento que lá real resolucion pedia, fundando razones que los ministros no debieron considerar de gran peso, puesto que todos unánimes salieron diciendo ser impo- sible el negar la provision del gobierno de Chile 4 don García Oñez de Loyola, que por competentes poderes la reclamaba ya de la audiencia; que eso fuera desairar Ad " Sol do inmediatamente para que en la misma nave, y sin u gobierno ; solo que habiéndole expuesto el gober- e chulos o las Ea de su ida al Perú, y las onas en quienes habia pers dejado interinamente el cargo de sus facultades, fue tantó su júbilo que con mil d ostraciones caballerosas salió honrando á aquel personaje. He ahi lo s 0 le gustó hailarse con a novedad de que el rey le tenia dado sucesor, y que en camino iba á ponerse este E reemplazarle. CAPÍTULO XVI. 189 á un sujeto caracterizado, lleno de talentos, y de servi- cios muy distinguidos en el Perú, y capaz de guiar con tanto acierto como el mismo don Alonso, las riendas del gobierno chileno. Justicia ejercia en este caso aquel supremo tribunal, y decimos justicia con el previo supuesto de que ni vió entre los dos sujetos diferencia de cualidades, ni para el real servicio compromiso de ninguna especie, aunque aparte de él quedara Sotomayor, como así lo prevenia la voluntad soberana. Pero resistimos á ese supuesto; la audiencia de Lima no estaba, ni nunca estuvo, por don Alonso Sotomayor, en calidad de gobernador de Chile, y solo porque este supo “(bien ó mal hecho) mantenerse independiente de ella, mientras duró la independencia del reino chileno de los vireyes del Perú. Resentida le tenia el silencioso orgullo con que Sotomayor la habia tratado, y de su resentimiento en breve nos dará: otra prueba , harto injusta en verdad, porque de todos modos, si errores cometió don Alonso durante su gobierno, pren- das soltó tambien'que digno le hicieron de respeto y de recompensas, aunque tardías, pues ese suele ser des- graciadamente el ordinario curso de las cosas humanas, Así descartada la pretension del virey, no le quedó á don Alonso otro arbitrio sino mandar á Chile por su familia, pues en este reino habia casado con doña Isabel de Irarrazabal, hija del capitan don Francisco, señor de las Casas y de Andía, que con su esposa la señora doña Lorenza de Zarate pasó á aquellas rejiones. En Lima se mantuvo don Alonso de Sotomayor hasta que don García Hurtado de Mendoza salió dándole el mando de uno de los buques de la escuadra que echó en persecucion del pirata inglés Ricardo Hawkins, á las ie 190 HISTORIA DE CHILE. órdenes de su cuñado don Beltran de la Cueva y Castro, y sorprendido el pirata en el mar del Sud en 1594, en manos de don Alonso quedó prisionero, teniendo ademas ese ilustre caudillo la gloria de tomarle de abordaje la propia nave que de capitana hacia entre las demas del jefe corsario. : Fue algunos meses despues resolucion de la corte de Londres una empresa naval contra Panamá. En 10 de octubre de 1595 salió de Plimouth una escuadra bajo la conducta de los jenerales Juan Hawkins,hermano del pi- rata (prisionero de don Alonso), y Francisco Drak; y como noticia de estos movimientos tuviera con tiempo don García Hurtado de Mendoza, al instante pensó que nadie como Sotomayor para desempeñar en aquellas cir- cunstancias la capitanía jeneral del punto amenazado, vacante entonces por reciente fallecimiento del presi- dente de la audiencia, y por consiguiente salió nom= brándole para dicho destino, pero el real acuerdo se negó á recibirle sin dar las causales (1). En Lima estaba á este tiempo don Alonso de Soto- mayor, y no se pasaron muchos dias sin recibir la noticia de que los Ingleses se habian puesto á vista de Puerto= Rico ; causa fue esta, sin duda, para que los oidores del Perú, con mejor acuerdo, y honroso olvido de pueriles resentimientos, salieran ministrando al ex-gobernador de Chile la real provision con que se le. mandaba con= currir al desempeño de la capitanía jeneral de Panamá: Dilijente acudió Sotomayor ála defensa del punto que á su cuidado se fiaba en nombre del rey, y dilijente se mostró en todos cuantos preparativos consideró de valer para salir al opósito de las armas que contra él venian. (1) Recordar lo que acabamos de decir en la pájina precedente, CAPÍTULO XVI. A91 La escuadra enemiga tomó puerto en Nombre de Dios, pero mandada por Francisco Drak solamente, porque Juan de Hawkins pagó con su vida en Puerto-Rico, en choque con los valerosos capitanes Pedro Tello de Guz- man , Sanchez Pardo de Osorio, y Pedro Juarez. Desem- barcó un trozo de jente el jeneral Drak, y púsola á las órdenes de su hermano Tomas, quien caminando contra Panamá, y al mismo llegar á Capirillo, á tres leguas de aquella ciudad, tuvo sobre sí las tropas de don Alonso, se comenzó el ataque, y la vanguardia mandada por el capitan Juan Henriquez Canebiot, que en Flandes ha- bia servido con Sotomayor, y tambien en Chile, al ins- tante le puso en completa derrota corriéndole hasta las naves. Dos dias despues de esa victoria de las armas a las, ocurrió la muerte del jeneral Drak; llegó á aquel punto cojido de una fiebre maligna, y con los reveses de sus armas, tal hubo de ser su encendimiento que vino á sucumbir, quedando para gobierno de la escuadra su dicho hermano Tomas, que marchó en seguida para - Portobelo, para ser nuevamente roto por el mismo don Alonso; de suerte que pocas naos, y muy pocos Ingleses de los de esta empresa, pudieron volver 4:su pais natal. Una vez libre Panamá de sus enemigos, don Alonso renunció su cargo, y pasó á España en las naves que mandaba el jeneral Garibay. S. M. le otorgó una en- comienda de rédito de cinco mil pesos anuales en Chile, trasladada despues al Perú, por dejar aquellas rentas “aplicadas al real obraje de jarcia establecido en aquel reino; dióle tambien el gobierno, presidencia y capita- nía jeneral de Panamá, con especial cargo de fortificar á Portobelo, y esto con instancias tales que don Alonso. 192 HISTORIA DE CHILE. tuvo que someterse á la voluntad soberana, pero al cabo de su mision, y cuando ya tenia conseguida licencia tem- poral para regresar á la península, el rey volvió 4encomen- darle el gobierno de Chile, con real cédula expedida en 1601. -No admitió esta gracia, y á la corte se trasladó con su esposa, sus dos hijos don Alonso y don Carlos, una hija y su suegra, donde S. M. le hizo consejero de guerra. Tales fueron en sustancia los hechos harto laboriosos del esclarecido caudillo que tanto apeteciera en sus dias la conquista de la Araucania, que con tan sencilla fe creyera en ella, sin que la experiencia de nueve años de continuada lucha contra los hijos de aquel pais, llegara á desilusionarle, antes parece ser que á la vida de eterna paz pasara (1) con el firme convencimiento de que en haberle apartado del gobierno de Chile, la monarquía española habia perdido el goce de una de las mas pre- CloSas , y mas lucidas posesiones de la América. (1) Murió en Madrid en 1610, CAPITULO XVI. La mitra de la Imperial en don Agustin de Cisneros. — Don Martin García Oñez de Loyola, gobernador de Chile. — El toguí Paillamacu. — Trátase de paz con el gobernador. — Su porte respecto á lo perteneciente á cosas de gobierno. (15921593. ) A un nuevo órden de cosas va á pasar el reino de Chile, con un nuevo gobernador, y los acontecimientos nos dirán si hubo en ello ventajas ; pero ante todas cosas digno es de recuerdo el personaje que se anticipa á to- dos esos acontecimientos. El obispo de la Imperial ha pasado por real disposi- cion á la iglesia de Quito, y su silla en el licenciado don Agustin de Cisneros, dean de la misma iglesia , que en- tró en el gobierno episcopal en setiembre de 1592, para con sus dotes y ejemplar virtud enjugar las lágrimas de tantos fieles como parecieron llorando la ausencia de su primer pastor. Por desgracia, cuando pocos meses des- pues se disponia el ilustre Cisneros para pasar á Santiago á fin de recibir del santo prelado que en la capital habia," la consagracion de usanza, Dios dispuso de su vida, y tambien , muy poco despues, de la del que debia ser su consagrante (1). : Sensible fue la pérdida que hizo E reino en estos dos laboriosos varones cuya piedad y zelo habian sido un (1) Sus restos fueron trasladados á la Concepcion desde la arruinada Im- a por mandato del gobernador don Francisco Laso de la Vega. El templo : ue fueron depositados en ruinas quedó cuando el asolamiento de aquella. : primera ciudad. 11, Historia, 13. 494 HISTORIA DE CHILE, poderoso freno contra la relajacion de las costumbres, por lo menos en todas cuantas partes pudieron ellos al- canzar con sus caritativas y fervorosas exhortaciones ; pero ya lo hemos dicho , un nuevo jiro para el gobierno civil y militar de Chile tiene escrito el libro de los desti- nos humanos, y acaso estuviera á su lado tambien el decreto de que á manos de nuevos obreros habia de pasar al mismo tiempo la direccion de las cosas concernientes á nuestra fe : asunto es este que con alguna extension hemos de tratar en el capítulo siguiente, ya que el órden natural de los acontecimientos pide que volvamos la vista al sucesor de don Alonso de Sotomayor. | - Don Martin García Oñez de Loyola, caballero de la órden de Calatrava, maestre de campo del reino del Perú, natural de la provincia de Guipuzcoa (España), y próximo pariente del célebre fundador de la compañía de Jesus, fue nombrado gobernador de Chile por real cédula de Felipe II, despachada en San Lorenzo el 10 (1) de setiembre de 1591. ombre de noble estirpe, de probado valor, de luces nada comunes, de esmerada prudencia, y de una cir- cunspeccion que casi rayara en desconfianza hasta de su propia persona, en el Perú supo granjearse no poca nombradía, hasta que por último acabó de esclarecerla on la prision de toda la familia del inca Tupac-Amaru, que en los Andes se revolvia solícito á fin de recobrar á mano armada los derechos de aquel imperio, derribando al virey don Francisco de Toledo , Con igual y mayor razon que Pizarro habia derribado á sus inocentes y - malhadados abuelos, | Ala captura de ese príncipe se siguió su injusta muerte, (1) Otros ponen equivocadamente el a. ps A Ps CAPÍTULO XVIL 195 y no culpamos de esto á Loyola, pues que no hizo sino obedecer las órdenes del virey, que mandó pasar por las armas á todos los miembros de la revoltosa familia. Don Diego Martin tuvo en premio de ese hecho la mano de la hija del desgraciado Inca, doña Beatriz Clara Coya (Princesa de Oro, en lengua del pais), recojjendo ade- mas, por real merced, el gobierno de Chile. Un socorro de mas de cuatrocientos soldados y abun- dantes provisiones de boca y guerra se le suministró en el Perú, al tiempo de pasar á encargarse del gobierno de Chile ; y el 23 de setiembre de 1592 aportó en Val- paraiso , es dlecir cincuenta y tres dias despues de la sa- lida de don Aloñso de ese puerto para el Callao, que así mismo lo nota el cabildo de Santiago. Cuando ese cabildo recibió noticia de semejante acontecimiento, un júbilo indecible sintieron, así los miembros que le componian, como igualmente Sus administrados; pues cuando la persona que cargada venia con la primera autoridad del reino no hubiera reu- nido prendas de tanta esperanza, todavia se dieran todos por muy satisfechos, considerando que llegaban muy á propósito tropas con que hacer frente á los Arau- canos, que ya se ejercitaban en cercos de guerra para abrir nueva campaña. Por tanto, vino en determinar el ayuntamiento, con fecha 24 del mes referido, que Segun * costumbre se compre « para su lustroso recibimiento da- » masco con goteras de flocaduras de oro y seda para el » palio, una silla, brida con su freno, cabezadas, pretal -» y baticoi dorados, y el caballo blanco del capitan Juan » Jofré, para que el gobernador haba su entrada ; que » para ella el fiel ejecutor tenga aderezada Lo a » formada la puerta. » 196 HISTORIA DE CHILE. Con todo ese aparato, y grandes demostraciones de alegría, fue recibido don Martin Oñez de Loyola en San=_.. tiago, el dia 6 de octubre de 1592, segun consta de los E asientos de su cabildo (1). Si don Alonso de Sotomayor consideró de fácil hacer la conquista de la Araucania, sembrando á profusion en su suelo fortalezas mas ó menos defensables, y lleván- dolo-todo 4 punta de lanza siempre que los Indios salie- ran desbaratando sus planes ; enteramente contrario sis- tema traia meditado Loyola, y con seguridad de llegar á aquel mismo fin, porque en su calidad de esposo de la hija única de un inca ó príncipe indio, señor se hubo de creer de todos los Indios, y que á su vOz precisamente habian de soltar ellos las armas, renunciando todas sus pretensiones de independencia. Ese hecho ( y otros recojerá en breve la historia) nos da ya á entender que el humo de la suprema autoridad ha ofuscado el claro juicio del hombre que en el Perú dejaba prendas de una circunspeccion muy sesuda,, y siempre precavida. Los Araucanos, como ya se apuntó en el capítulo pre- cedente, habian puesto el hacha del toquiato en el an- ciano Paillamacu, hombre sino tan hidalgo como aquel famoso consejero del insigne Caupolican , llamado Colo- “colo, no menos sagaz, no menos amante de su pais, ni tampoco menos cauto, y si, como en los dias de aquel ve- nerable anciano, sobrados anduvieran los brazos, y de- mas elementos de guerra , con la experiencia que de esta tenian ya en este tiempo los Indios, de suponer es que Paillamacu hubiera éclipsado las tantas y tan grandiosas ponen ponen (1) Molina Ay: sis OS se eses á Chile en el mes de 8. 1593, y - CAPÍTULO XVI 497 hazañas de sus mayores, dando á la bandera española lecciones sumamente fatales. Y al cabo ¿qué mayor honra para un jeneral que el haber asentado en los cua- tro Butalmapus la independencia casi ya encadenada , echando de todos ellos á sus arrogantes opresores en quienes recayeron males sin cuento , horrores y cruelda- des que ni la pluma se atreve á señalar ? Es verdad que Paillamacu supo auxiliarse de personas muy capaces, así para el consejo, como para la accion, y salió desde luego con el nombramiento de dos vice-toquís, Pelantaru y Millacalquin , ambos jóvenes, ambos enten- didos, y ambos oficiales de mucha práctica en la guerra ; pero el hombre de mas valía para el toquí fue, sin duda alguna , el esclarecido cacique Antupillan (dia del diablo y hora de la potestad de las tinieblas , en idioma indio), tipo verdadero de la falsía, de la mas solapada inten- cion, y de una facundia tan melíflua y derretida que era imposible resistirla, y lo que es peor, ni llegar á recelarla, , Cuando el gobernador don Martin entró en Santiago, . público era ya que Paillamacu estaba en los marjales de Lumaco instruyendo á sus tropas, y engrosando sus filas de dia en dia, porque aquel era el punto dado para que concurrieran los Indios de armas tomar de todos los cuatro Butalmapus ; y en proceder así se ve que el toquí se preparaba para la guerra con las mismas acertadas precauciones que en su tiempo procedió el entendido Antuhuenu. No por esa noticia desesperó Loyola del triunfo de su plan de paz, pero por lo que acontecer pudiera, y pues que dispuestos para la guerra salian los Araucanos, para la guerra comenzó 4 disponerse tambien él, y el primer Pi he 198 HISTORIA DE CHILE. acto de su gobierno fue salir nombrando de maestre de campo jeneral á don Pedro Paez Castillejo ; y de sarjento mayor á Miguel de Olavarría (1). En seguida se pas0'á la organizacion de las tropas, y apresto de materiales, pero pidiendo al cabildo de Santiago, lo que no habia dado últimamente á don Alonso Sotomayor, es decir, hombres, petrechos y dineros. El cabildo nada pudo ministrar; algunos voluntarios pare- cieron al llamamiento de Loyola, sin mas que por ser nuevo en la escena, que la novedad siempre enseña al- gun atractivo ; y como esto no se encontrara suficiente para poder imponer una paz honrosa, ó sustentar la guerra sin descrédito, don Martin recurrió á las arcas reales, y las halló vacías. Es digno de nota el auto que proveyó el gobernador con fecha 19 de enero de 1593, para remedio de sus apuros, dice así : , « Que obligado de la extrema necesidad en que halló - » este reino, así de hacienda como de jente, y todo lo » demas necesario para el seguimiento de la guerra y » pacificacion de los Indios rebelados 3 procurando las » medidas mas eficaces para suplir esta necesidad, y en » el entretanto que S. M. provea de remedio ; el que mas » conveniente ha parecido á su real servicio, y menos » dañoso del bien jeneral, segun tambien les parece á los » Oficiales reales de la real hacienda, es la cantidad ne- A tales, y á otros? Nada : cada gobernador cup vas criaturas, y de alli la resulta onados, 6 fastidiados; cuando das las fuerzas. Ss E: 0 CAPÍTULO XVH. 199 » cesaria para ello buscarla prestada hasta que en sus » reales cajas hubiese de que pagarla, y en particular » para este presente año se buscase lo que fuere irrecu- » sable y forzoso , prestado por la dicha cuenta, con la » obligacion de que si S. M. no tuviese por bien de man- » darlo pagar, lo pagará el dicho gobernador de su pro- » pia hacienda. » Y por ser poca toda la que así se pudo hallar pres- » tada entre los vecinos, moradores y naturales de esta » ciudad, y su distrito, y los demas de este reino, por la » suma pobreza que todos ellos tienen ; he mandado pe- » dir de nuevo á todas las personas que de su propia » voluntad lo quisieren hacer, siryan á S. M. graciosa- » mente con lo que cada una buenamente pudiere, de alguna cantidad de ropa, caballos y armas, por la » mucha necesidad que hay de ellas..... Atento á que está prohibido por provisiones de la real audiencia de los Reyes, echar derrames en semejantes ocasiones y » necesidades, que era el reparo de que se solian valer » en este reino, etc., etc. (1) » De la recaudacion de donativos que producir tad y ese auto, quedaron encargados el sarjento mayor Ola- varría, y el factor Bernardino Morales; pero cortísimo fue el fruto, y no hubo mas remedio que contentarse con lo que se tenia, y marchar al teatro de la SUATAS RAFA, ver si con palabras de, paz se quitaban las armas sai. 2: nos de los Indios. a El proceder de don Martin en la nit de Chile, no desbaratando el personal de ja administracion civil y militar de su antecesor, como solia ser de usanza entre los gobernadores, cuando este no hizo sino los dos nom= a) Libro del cabildo. => ES = 200: HISTORIA DE CHILE. bramientos citados mas atrás, fue de un muy venturoso augurio para aquel vecindario y sus autoridades , porque en efecto, no con cambios personales mejoran hacienda, justicia, ni milicia, y prudente es guardar los hombres que esos ramos manejan, toda vez que con intelijencia y honradez desempeñan sus cargos. Pero es que Loyola entendia ser gobernador de abso- luto consejo, y poner tierra de por medio entre su per- sona y las reclamaciones que los méritos, los servicios, el deber y la equidad, hubieran podido levantar obligán- dole á miramientos de merecido respeto. Hay que se- guirle aquí con los asientos del cabildo en la mano, lo primero porque no carece de interés la retahila de pue- blos cuya administracion se distribuye entre varios suje- os, pueblos de que algunos ni acaso memoria existe hoy ; y lo segundo porque vemos con esmerada exacti- tud lo bien que don Martin Oñez de Loyola consume su tiempo para dar por el suelo con cuantas leyes, orde- nanzas, bandos, provisiones y reglamentos, gobernado habian el reino de Chile durante medio siglo, con tal ó cual reforma que la experiencia pudo aconsejar, no hay duda , pues que otro tanto se cumple en todos los paises del mundo. En Teno firmó ya nombramiento de alguacil mayor de todas las ciudades dei reino, en favor de Juan de Ba- —Jaincua, y con fecha 21 de febtela de 1593. En Peteroa,-y fecha 2% de dicho febrero, nombra- miento de protector de Indios para Lesmes de Augurte, y nombramiento de correjidor y lugarteniente de capitan jeneral de la ciudad de Santiago para Jerónimo de Benavides, En el real de Pocoa 6 Tocoa, y fecha 3 de marzo, CAPÍTULO XVH. 201 nombramiento para Diego de Rojas en calidad de cor- rejidor de los pueblos de Indios Cauquenes, Chanco, Luanco, Purapel, Purales, Pocoa, Y ichuquen , Longa- milla, Putagan, Duao, Lora, Gualemas, Luntue, Pe- teroa , Pegueu, Malaquito y Gonca. Entró el gobernador en Concepcion, y nombró el 30 de mayo á don Alvaro de Villagra correjidor de los pue- blos de Teño, Branco, Nancagua, Colchagua, Pecuno, Lighueno, Pichidegua, Pugidegua, Rapel, Malloa-, Taguatagua y Copeguen. El 2 de junio, y en el mismo punto, nombramiento para Jerónimo Ledeño en calidad de correjidor de los pueblos de Quillota, Aconcagua, Ligua , Putaendo, Chuapa, y de los Yanaconas de don Alonso Sotomayor ; con órden de que Luis Abad, por su parte, administre los de Colina, de Gaspar de la Barrera, y los de Lampa de Tomas Duran. En 4 de junio, ordenanzas nuevas concerniente á los Indios reducidos, « las que me han parecido mas justifi- » cadas , dice el mismo gobernador, para poner cerca cor- » rejidores y administradores que cuiden de su beneficio. » En 10 de agosto, formal bando para que en parte ninguna sean obedecidas ni cumplidas las cédulas rea- les, ni las reales provisiones de la audiencia de Lima, si no pareciesen con el cúmplase del superior gobierno de S. E.; y esto, «atento, dice, á que viene á Chile con » el ánimo de ser beneficio á los Españoles. á los Indios » reducidos, y á los nacionales de guerra , por ser vistos » los daños irrogados á los habitantes de las ciudades del » reino por el puntua] cumplimiento que habian dado á » dichas reales cédulas y provisiones que no venian acer- » tadas como dictadas de lejos. » 2092 HISTORIA DE CHILE. En una palabra, todo lo removió, todo lo arregló 4 su manera , y ese desprecio jeneral de cuanto los prece- dentes gobernadores dejaran en vigor para que mas. ex- pedito y desembarazado pudiera marchar el gobierno, precisamente debió alarmar algunas conciencias, que entonces alzarian la voz, puesto que el virey don García Hurtado de Mendoza manda desde Lima al licenciado Luis Merlo de la Fuente para que cumpla una visita je- neral en el reino de Chile, y dé puntual cuenta. La visita tuvo efecto, pero sus resultados no andan averiguados. Llena así la medida de cuanto correspondía á la acmi- nistracion civil y política, en la guerra pensó don Mar- tin, ó mas bien en la realizacion de la paz, que con ella salió convidando á los Araucanos desde la ciudad Con- cepcion , por conducto de un Indio neutro (1) encargado de decir al toquí Paillamacu que él (don Martin) habia venido á Chile por expresa voluntad del rey para ajustar paces con los Indios todos, y se habia prestado gustoso á semejante mision< no por otra causa sino porque , como esposo de una India, un entra able afecto sentia por todos los de su nacion, y no habia de parar hasta dejar asegurada su perpetua felicidad. Para el logro de ella, convenia , pues, que de acuerdo todos los próceres de los cuatro Butalmapus, se señalase un sitio donde dis- cutir, pactar y firmar los solemnes tratos de una paz franca, estable y ventajosa. El toquí, que sabia cuan precioso es en ciertos casos el tiempo , y de tiempo tenia, él necesidad todavia, oyó sin dar muestras de desagrado las propuestas del nuevo gobernador, y hasta salió, como queriendo incensar sus ausencias, dándose lá enhorabuena por sí, y á nombre (1) Otros dicen que auxiliar. $ CAPÍTULO XVII. 203 de su pais, viendo con la suprema autoridad entre los Abañoles á un hombre casi Indio, decia él, basta los vínculos que le unen á la hija de un príncipe nacido en el suelo americano; pero por esa misma circunstancia, y en prenda de la ventura que queria labrar á los Ame- ricanos, debia comenzar S. S., añadió el toquí, por la despoblacion de todos los establecimientos españoles desde el rio Itata hasta el canal de Chiloe, declarando ' los pueblos intermedios en plena libertad y absoluta in- dependencia. .... « Proponédselo al gobernador, y pro- » meto no romper las hostilidades hasta saber en esa » parte cual es su voluntad..... » La respuesta fue muy araucana , es menester confe- sarlo, pero no desconcertó la arrogancia á don Martin , antes se apresuró á insistir en la convocacion de un par- lamento , en el cual, prometia, quedarian ajustados ese y otros puntos, todos ellos muy beneficiosos Para los Indios. A esta segunda invitacion contestó el toquí comisio- nando al sagaz Antupillan que, puesto en presencia del gobernador, supo virle con calma, mientras él pintaba el supremo poder de su rey, las fuerzas inmensas de que disponia para arrasar aquellas tierras en cuanto se aca- bara de cansar su soberana clemencia ; el mucho amor que aquellos descarrilados pueblos le inspiraban; las dichas que tenia su real ánimo reservadas para todos sus habitantes desde que sumisos vinieran á su obedien- cia, ete., etc., armas todas ellas que Antupillan volvió contra el gobernador con admirable apróposito , porque hasta entonces , ya que los Araucanos tuvieran probado el valor personal de los Españoles, ni seña siquiera po- dian figurarse de tan numerosas fuerzas, de la clemencia e] 204 HISTORIA DE CHILE. real, ni tampoco de las dichas que esa clemencia $ guardaba : habian visto grandes lástimas , eso sí ; que- rian paz, no hay duda, pero sin esclavitud ; « y si en paz » apeteceis vivir con nosotros, le dijo Antupillan muy » cuerdamente, paz ofrecemos, mas dejadnos nuestro » suelo libre..... Eso es lo que no quereis..... » « Pues, permitidme ahora, señor, añadió el emba-. » jador indio, que trocándose los cuidados sea yo quien » 0s aconseje la paz, y no elijais la guerra. Observad » relijiosamente los tratados que yo os propongo en nom- » bre de mi nacion, y permanente y duradera vereis esa » deseada paz. Pero si hiciéreis lo que habeis tenido de » costumbre, estad cierto que uno solo que de los nues- » tros quede, ese habra de mantener la guerra hasta que » rinda gloriosamente la vida en obsequio de la pdas » y de la patria. » Ya sell que á tales condiciones la paz era irrealizable de parte del gobernador, y por lo mismo, aunque atento y cortés despidió al embajador indio, siempre prome- dd esperanzas de paz, siempre insistiendo en un congreso formal de los caciques y jenerales de todos los Butalmapus, bien sentia en su interior la necesidad de ir á la guerra, y á este fin comenzó á dar desde luego su mas particular atencion. CAPITULO XVIII. Llegan a jesuitas á Chile. — Como fueron recibidos en Coquimbo, y despues en Santiago ( 1593.) Cinco años y mas hacia que las autoridades del reino de Chile, con vista de la muy escandalosa relajacion de costumbres en que sus administrados habian caido, sin= tiendo tambien la suma falta que en el pais habia de sa- cerdotes y doctrineros, no solamente para la instruccion de los Indios reducidos, sino á fin de enfrenar las des- atadas y vergonzosas pasiones que imperaban en las ma- sas españolas, arrastrándolas á los mas torpes y crimi- nales extravios; y como de tanto renombre gozara entonces la doctrina de los PP. de la compañía de Jesus, al rey Felipe 11 se habian dirijido solicitando se les en- viasen relijiosos jesuitas que atendiesen al cultivo de la viña del Señor. Con vista de semejante exposicion salió diciendo S, M., en fecha 12 de setiembre de 1590, lo siguiente : « Mis presidentes, oficiales y jueces reales de la casa: » de Contratacion de Sevilla. YO os mando que dejeis » pasar á las provincias de Chile á Juan Ramon, de la » compañía de Jesus, y que pueda llevar siete relijiosos » de la dicha compañía que van á entender en lagcon= » version y doctrina de los Indios. Fecha en San qe » TEnzO , CbC..... Ese fue el solo conducto con que los jesuitas dice + 206 HISTORIA DE CHILE. de España para Chile, pero dirijiéndose anticipada- mente á la casa que ya tenian en Lima, siendo provin- cial de ella, y por consiguiente de las demas establecidas en el Perú, el P. Juan Sebastian Parricio , apóstol de la América. Acaso no encontrara este relijioso en los obreros destinados para Chile las cualidades necesarias al buen desempeño de la obra, puesto que no obstante venir designados para aquel reino, S. R. los retuvo en su casa, diciendo que pediria entre tanto 4 Dios una acertada eleccion de sujetos de ciencia y experiencia, de sujetos, en fin, habituados á los trabajos y hechos á la tierra, hechos á los Indios, conocedores de sus costumbres , y maxime tratándose de una provincia tan vasta, tan po- blada; y de jente tan noble: Fue resultado de esas meditaciones el salir nombrado vice-provincial de la mision destinada á Chile el P. Bal- tasar de Piñas, que ya habia sido provincial del Perú, y procurador jeneral de la compañía en Roma; con facul- tades expresas del R. P. Parricio para entender por sí solo en la elección de los siete sujetos que le habian de acompañar, en puntual cumplimiento de lo prevenido en la señalada real cédula. En consecuencia , los compañeros que elijió el P. Piñas fueron Luis de Valdivia, maestro de novicios; Fertando 'fíde Aguilera y Juan de Olivares, hijos de Chile, y por tanto instruidos en la lengua de los Indios, que cuenta, en efecto, merecia esa circunstancia; Luis de Estela y Gabriel de Vega, relijiosos de acreditado zelo ;-en fin, suel de Telena y Fabian Martinez, en calidad de coad- jutoros ; y todos ellos , excepto Olivares, que en aquella sazon se hallaba feta. de Lima, todos pasaron á bordo del navío San Francisco Javier, el 12 de febrero de CAPÍTULO XVII: 207 1593, en el puerto de Callao, para subir 4 Chile (1). Una impetuosa borrasca tuvieron que sufrir cuando la nave andaba hácia los 33 grados de latitud, y cuando mas esperanzados estaban los marineros de caer en breve sobre el puerto de Valparaiso, cuyo rumbo seguian, la destemplanza de los vientos desgobernó el bajel, y al cabo le precipitó tras 10 pocos peligros en direccion de Co- quimbo , y este puerto pudo tomar para que los relijiosos comenzaran tranquilos la obra de que iban encomendados. Indecible el entusiasmo de los cabildantes y morado - res de Santiago como llegaron á saber el arribo de los PP. de la compañía á Coquimbo, y grandes preparativos se hicieron para recibirlos en la capital, solo que rece- loso el convento de Santo Domingo de que se le arrebatase la honra de hospedar y obsequiar á personajes de tanto importe , su provincial el P. 1. Francisco de Riveros, y su prior F. Pedro de Alderete, natural de la ciudad de Osorno (en Chile) salieron poniendo en el valle de la Ligua un religioso dominico con cartas suplicatorias para que los jesuitas no aceptasen mas hospedaje que el con que se les aguardaba en aquel convento hasta tanto e ellos pudiesen poner casa. El 12 de abril de 1593, penetraron q jesuitas en la capital de Chile dirijiéndose al convento de Santo Do- mingo, pero ya de noche, aunque no por ello les esca- searon los áplausos, ni las aclamaciones de todo un pueblo enajenado con la llegada de los hermanos del re- dentor Jesus, comio así se expresaba él mismo en su loco deporte (2). 1) Se equivocaron los autores (¡ue pretenden que con el gobernador dos Mart ules Me torrmts pena on los la al reino de Chile. te. Los moradores de Coquimbo yv 203. HISTORIA DE CHILE. Pronto comenzaron los donativos en dinero para. que fundaran casa los jesuitas , y adornaran suntuosamente el templo de Dios, costando desde luego el lugar donde habia de alzarse, y que ya habia ocupado un antiguo gobernador, que no se nombra, tres mil seiscientos pe- sos de oro. No se pasó mucho tiempo sin venir á tomar el cognomento de colejio con título y advocacion de San Miguel Arcánjel, merced á la liberalidad del capitan Andres Torquemada , y al de igual graduacion Agustin Driseño, que juntaron todas sus haciendas, é hicieron donacion de ellas á la compañía, con reserva del usu- fructo para los dias de su vida, pero, á condicion de pagar cada año, y por cada uno, trescientos pesos de oro álos RR. PP. Copia de esa escritura, celebrada en 16 de octubre de 1595, se mandó al P. jeneral de la órden F. Claudio Aguaviva, y en su vista mandó no solamente las gracias, sino una muy encomiosa patente de fundador para cada uno de aquellos capitanes, mas no sirvió sino para el Torquemada, porque como resultara Driseño con deudas, y por tanto en la imposibilidad de cumplir lo que pro- metido habia, y los padres no habiendo recibido de él no estaban, ni de mucho. ta 4 3 la Q 1 llegada de los RR. jesuitas. En aquella ciudad, ni ayuntamiento, ni autoridad, ni pare ticular alguno, quiso brindar con su casa á los obreros del Señor, no obstante lo extrem oso de la fe de la época, pero aveníase con la misma la firme creencia que en una casa sita en el recinto, y desierta despues de varios años, una mul- titud de duendes y de espíritus inmundos habitaban, y esto tenia en un per- etuo temor á varias almas pacatas: 1 qn á > petligrosa casa echaron los ve- cinos de Coqu imbo á los jesuitas, y de ella á todas bx lejiones E Jerte de exorcismos y de zos constante sal eta el para trasladarse á Santiago, mulas, dinero, viveres, acompañamiento, con todo contribuyeron los ricos Coquimbanos á trueque de que los misioneros hicieral por tierra un viaje mejor, y menos aventurádo que el experimentado en el mar, ; CAPÍTULO XVI. sino mil setecientos siete pesos de oro, se negaron á con- siderarle como fundador, y le pagaron con el nombre de benefactor, bajo del cual entró en la sociedad de Jesus retirándose del mundo. En una palabra, costó el colejio de los jesuitas ciento cincuenta mil pesos de oro, sin entrar en cuenta las alhajas de iglesia, ni otros ornamentos necesarios al culto, y este edificio que dió principio en 1591, y que se acabó en 1631, el temblor de tierra del 13 de mayo de 1647 se le llevó enteramente (1). De sus trabajos evanjélicos, de sus conquistas espiri- tuales, en el órden de los sucesos hablará la historia ; aquí baste decir que desde luego salieron condenando la. ignorancia, la desidia, la ambicion , la mala doctrina que habian manifestado hasta entonces los encargados de la direccion de las almas ; y por fundamento no vemos sino un hecho ciertamente escandaloso , el precio de cien pesos que se hacia pagar por cada sermon un sacerdote en Santiago : eso no era distribuir la palabra de un Dios, sino traficar descaradamente con ella. (2). (1) En 1608 quedó la provincia de los jesuitas separada de la dependencia del Perú por disposicion iy del P. Claudio Aguaviva, siendo su primer provincial universidad en 1634 á solicitud de Felipe IV, y universidad siguió siendo hasta 1747 se erijió en la capital la real de San Felipe. - (2) El que apetezca saber las profecías de doña Catalina Miranda, de la India - Constanza, del Indio Andrés, y de otros inspirados, que veinte años antes de 11, HisToRIA. CAPITULO XIX. Pasa el gobernador contra el vicetoqui Pelantaru. — Funda dos fuertes. —Paz con algunas parcialidades. — Santa Cruz de Coya. — Los je-uitas en los estados de Arauco.—El toqui en los pantanos de Lumaco.—Asedio del fuerte bo Jesus. — Reformas gubernalivas de don Martin. — El pirata Ricardo Aero del cabildo de Santiago de 17 de setiembre de 1594. (1593—1594.) No se firmaron tratados de paz entre Paillamacu y el gobernador, aunque por la afirmativa estan otros histo- riadores; pero en paz se mantuvieron algunos meses ambos bandos, que cada cual tenia sus razones para ello. Don Martin Oñez de Loyola queria remover cuantos me- dios pusieran las circunstancias en su mano, á fin de venir con los Indios á una amistosa reconciliacion , y con tanto mayor deseo de este tan dichoso resultado, cuanto que se reconocia sin los necesarios elementos para sus- tentar largo tiempo las hostilidades, si por desgracia presentaran los enemigos las fuerzas necesarias, porque de su teson no se podia dudar un solo momento. Paillamacu, por su parte, queria el tiempo para ins- truir completamente á sus tropas, disciplinarlas, y po- nerlas en estado de defender con ardor y honra su pen- don , como que meditaba no soltar las armas hasta purgar el pais de extranjeros. Por consiguiente, todavia se vol- vieron á comunicar los dos caudillos enemigos, entrete- niéndose ambos con esperanzas y promesas falsas, porque ni los Araucanos estaban en intencion de admitir paz sin que los Españoles cumplieran previamente la evacua- sl a | | ; 5 é CAPÍTULO XIX. 921 cion del pais, ni estos pensaron en otorgarla 4 menos de que los Indios se habian de someter al dominio del rey, y no para ser tenidos por verdaderos Españoles en cuanto á los derechos de ciudadanía, sino en calidad de esclavos, Ya por fin, salió el vicetoquí Pelantaru en los estados de Puren, provocando á la guerra , y el gobernador tuvo que romper marchas desde la Concepcion, resuelto á detener los progresos de la guerra. Siguió al paso del Biobio frente de Yumbel, y fue 4 campar en Chibicura , sobre su márjen austral, á cuyo punto presumió atraer al enemigo con levantar de pie dos fortines, del nombre de aquel lugar el uno, y el otro bajo el de Jesus (, que fue puesto en la márjen setentrional. Causa fue esta que dejó á descubierto los pensamientos de ambos par- tidos , €s decir, la mala fe con que trataban de paces á favor.de condiciones ajenas de su sentir. Corrieron, pues, varios cuerpos indios á estorbar el proyecto de los Castellanos, pero fueron ahuyentados, y de ahí salieron varias parcialidades prometiendo obe- diencia, y á mas un punto (el de Millapoa ) en que aque- llos pudieran asentar establecimiento como prenda de recíproca amistad con los Indios. No era todo esto sino, y pase la vulgaridad , una dedadita de miel para dor- mir al enemigo hasta adquirir medios suficientes con que destruirle, - DAS Paillamacu no entendia de otros ajustes. | Don Martin Oñez aceptó gustoso terreno y promesas: > pasando á fundar inmediatamente la ciudad llamada Santa Cruz de Coya (2) , en honra á la memoria de su Ae d d 140) DON blicas construyó inmediatamente para la comunicacion de ambos rt : E uertes, 2 (2) Unos la llaman así, 'ótros Santa Cruz de Loyola evidentemente equi- Ñ 212 HISTORIA DE CHILE. consorte, y ciudad que estuvo á los 36* 10” de latitud austral ; pero en tan desventajosa posicion, tan descu- bierta, tan escasa de aguas, que no se concibe cuales miras pudieron dirijir la mente del gobernador al esta- blecimiento de un pueblo sin perspectiva , sin amparo y sin vejetales. A tres leguas del Biobio por la parte orien- tal, á ocho por la del setentrion, pero sin un solo arroyo en sus contornos para refresco de la campiña, y se debe creer que sus moradores le habrian abandonado de vo- luntad propia, aunque en él les hubieran querido dejar tranquilos los Indios. - El gobernador puso en esa poblacion ochenta vecinos con dos alcaldes ordinarios, cuatro rejidores, dos de los cuales perpetuos, un síndico, y un escribano ; dejando en calidad de correjidor al capitan don Antonio de Aven- daño ; pero como mirara don Martin casi por cosa suya propia aquel pueblo con nombre de su esposa, hizo gran- dísimos esfuerzos á fin de llevarle rápidamente á un alto grado de prosperidad , y no le sirvió mal la ruin adula- cion que de todas partes venia brindándose para que, satisfecho el amor propio, puerta abierta quedara á las vocados, pero manuscrito tenemos á la vista que nos parece muy bien instruido en la materia, y no solo niega esos dos nombres sino que afirma que los Espa- ñoles no hicieron esta vez sino cambiar la terminacion del nombre del terri- >» por aquellos lados, fuimos de propósito á rejistrar y obervar su situacion y » vestljlos, queen el día son pocos ó ningunos por estar cultivados y poblados » de viñas y de arboledas aquel paraje que los Españoles llaman Millapoa, y » Guilácoya ó Guilácoyan el de las minas, pero aun: estos nombres eternizan » la memoria de la antigua Millacoya, ó Princesa de Oro, á quien en su viudez » honró el rey con muchós premios y grandezas. » sE y CAPÍTULO XIX. 213 exijencias de la codicia. Hasta conventos de franciscos y mercenarios llegó á ver en pie, pero en su rápido es- plendor, la gloria de haberse atraido la sangre mas noble, mas rica y mas ilustre del vecindario de la Concepcion , humo fue que se pudo mantener recorriendo pausada- - mente el espacio hasta que al cabo de cinco años le despachó con furia el violento embate de las armas araucanas. Esa mentida sumision en que parecieron entrar algu- nas parcialidades de los-estados de Arauco y Tucapel, aunque Paillamacu no depusiera las armas, ni tampoco sus segundos , fue de mas dura que no hubiera podido presumirse , porque el astuto gobernador vino á distraer con inesperada novedad la atencion de muchas tribus. Noticias puntuales tenia del famoso nombre que los PP. de la. compañía de Jesus se iban adquiriendo como por encanto, no tan solo en la capital del reino, sino por todos sus ángulos, porque , es preciso confesarlo, el afa- noso zelo de estos hombres, y sus esfuerzos para llegar á ser los directores relijioso-políticos de la nueva sociedad que en aquel pais iba tomando nacimiento , rayaron en maravillosos ; y á ese zelo, á esos esfuerzos , apeló el go- bernador para plantar en el centro de aquellas tribus insumisas abogados de la causa del rey, predicando sola- mente la de Dios. Y de confiar era, en efecto, en que tal podria ser el resultado , porque los jesuitas , Una Vez seguros de que en la piedad de los fieles tenian afianzado su porvenir, desplegaron toda cuanta actividad se nota siempre en estos obreros, abriendo escuelas, doctrinando con= ciencias, atrayéndose voluntades, y conquista" 0 basta punto de excitar en ellas el irresistible deseo de salir á 214 HISTORIA DE CHILE. por todas partes á reclutar almas con que engrosar las filas de los.partidarios de aquellos nuevos apóstoles de paz y caridad , con que el cielo vino favoreciendo el reino de Chile. No se mire en eso exajeracion. La capital de Chile vió ya á fines de 1593,-'como las estancias, como las cha- cras, como los ranchos de toda aquella comarca lo vie= ron, no solamente Españoles, sino Indios y negros cor=- riendo calles y caminos, valles y montes, todos en procesiones, estos con cruces en la mano, aquellos con vara de justicia, los de mas allá en traje de neófitas, y clamando en masa á una verdadera conversion á la santa ley, y los negros convidando con ella á los de su color, y los Indios á sus hermanos, y los jesuitas á los natura= les y compatriotas, arrebatando tras sí multitud de jentes entusiasmadas, llenas de amor y de contento , porque se les guiaba á espectáculos de una pompa, de una gran- diosidad imponente, con la solemne promesa de que tras ellos una vida de eterna ventura estaba reservada para todos. Era de mucho estímulo en los Indios el oir en su propio idioma , porque este las hablaban los jesuitas, ese len- -guaje de caridad evanjélica, de dulzura y de amor que bien manejado pudiera servir para ablandar hasta. la sal- vaje braveza del ser irracional, si con el irracional pu- E diera comunicar sus ideas y sentimientos el hombre. Así es que fueron muchos los Indios que desde las inmedia- _ ciones de Santiago se corrian hasta las aguas del Biobio, sin otro objeto que para pregonar, en medio de otros Indios, la ley de los nuevos apóstoles, el verdadero amor de estos para con aquellos, las venturas que les prome- tian, y siempre afirmando que , atinque aunados con los CAPÍTULO XIX. 25 Españoles, no Españoles debian ser, porque solamente hablablan de un rey de paz superior á todos los reyes, y al cual se le debian respeto y sumision. Todo eso nuevo era, en efecto, para los estados de la arrogante Araucania, pues en la época á que aludimos no se habla que en los establecimientos allí sentados por los Españoles , mas sacerdotes hubiera sino en las ciudades Valdivia, Imperial , y Osorno, y aunque zelosos concur- rieran ministrando la santa doctrina, pues esto no pasa de una simple suposicion , atendida la estrechez en que , de continuo solian tener los Indios aquellas ciudades, particularmente las dos primeras, sus predicaciones no fueron sino en lengua castellana, que de ninguna ma nera podia surtir gran fruto entre los Indios, cuya mayor parte la desconocia., Así debió discurrir el gobernador «don Martin Oñez, á quien respondió el P. Luis de Valdivia con los herma= nos Hernando de Aguilera, hijo de la Imperial, y Ga- briel de Vega, ambos muy instruidos en el idioma del pais, ambos hombres de arresto y de una afectuosidad muy á propósito para conquistar corazones. | Llegaron esos dos misioneros al cuartel jeneral del gobernador á principios de 1594, cuando iba ya muy - adelantada la obra de Millacoya, 6 sea Santa Cruz de Coya, y al instante se internaron en los. estados de Arauco, sin mas armas, ni otro acompañamiento, que una muy resuelta fe en el poder de su elocuencia, pues á tanto podia ir su presuncion tras las maravillosas con= quistas hechas en la parte norte del reino con muy corto Hempo de tarea, Grande fue el asombro de aquellas tribus considerando el arrojo de dos hombres entre ellas ya, y predicándoles 216 HISTORIA DE CHILE. la fe de Cristo en su propio lenguaje, reprendiéndolas con uncion y dulzura los funestos males de sus viciadas y vergonzosas costumbres , llamándolas á una vida santa y arreglada sin la cual no podia haber bienes de ninguna especie, y convidándolas, en fin, con la misericordia, con la gracia , con la munificencia del Supremo Ser, si llorando contritas sus pecados, si olvidando odios y re- sentimientos contra semejantes suyos, y deponiendo el arma destructora de una guerra de que la humanidad misma parecia horrorizarse , en una fraternal reconcilía- cion entraran con sus enemigos, perdonándoles como el: Salvador del mundo habia perdonado 4 los suyos. La gracia de ese lenguaje no penetró demasiado el corazon de las masas, pero harto triunfo fue el traerlas _ embelesadas con él, y aun el llevarlas de valle en valle y de otero en otero, sin duda con la curiosidad de oir | “.' sermonear á los misioneros , Y ver sus efectos, Estos fue- E ron ( e poca consideracion ; algunas madres dejaron que ¿e iltera su valer, ni su significado, aunque ACASO concediéndole algina virtud específica; ancianos e hubo tambien y enfermos que aceptaron ese remedio es- - piritual de mano de aquellos curanderos (1); mas lo re- potimos, importó menos esto que la larga entretenida en ieron las armas, hasta que abandonaron aquellos porque al querer pasar á los de Tucapel con el - mismo. propósito de conquista , ya les fue preciso caminar al amparo de las bayonetas castellanas, El gobernador atendió entretanto al completo e. de su ciudad, y al apresto de lo que menester era para la +(1) Con ese nombre los comenzaron á llamar los Indios, nombre que hubiera ctidd mejor en los jos 4d de San Juan de Dios, o CAPÍTULO XIX, 217 defensa de los dos fuertes de Chibicura y de Jesus, en cada uno de los cuales quedó un presidio de cincuenta lanzas á las órdenes de Juan de Ribadeneira (1); y como con señales de guerra asomaran ya parte de esas mismas parcialidades que le prometieron obediencia, alzó su campo resuelto á combatirlas, y á correr las colonias me- ridionales para asentar en ellas las reformas que la ad- ministración pudiera necesitar. Camino de Puren siguieron los Españoles para ahuyen- tar de los pantanos de Lumaco al toquí, y á sus otros jenerales que no estaban en ánimo de resistir, ni de em- peñar tampoco aventuradas funciones, sino solamente de llamar la atencion de su enemigo, para que á la re- taguardia obraran otros cuerpos de los cuales ninguna noticia se tenia, Con seiscientos hombres bien resueltos pareció el ca- pitan Lancotehua al pie del fuerte de Jesus, á poco de haberse alejado de aquel lugar don Martin Oñez de Loyola, y sin que el comandante Ribadeneira lo advit- tiera, sino despertando á media noche entre las llamas del horroroso incendio que el diestro cabo araucano le pegó por todos cuatro costados. Alentados corrieron los Castellanos á la defensa del fuerte, procurando impedir que los Indios le entraran , mas fue tiempo perdido por- que el fuego ganó con violencia todo el recinto , las pare- des vinieron á tierra, y hubo menester de luchar cuerpo á cuerpo en medio de ruinas, hasta que para dicha de la guarnicion, muerto de una estocada quedó Lancotehua á los pies de Ribadeneira (2), y sus soldados se retiraron despavoridos, como solian hacerlo en casos tales, (3) Ovalle no señala sino yein (2) Ovalle dice que quien o á ese capitan fue el Español Guajardo; cosa e” 218 HISTORIA DE CHILF. El gobernador no halló quien el paso le interceptara, mas no por ello dejó de probar que como muchos de sus predecesores, en las cosas del enemigo descargaba una inclemente saña, cuando no podia saciarla en la cabezá del enemigo mismo; pues corrió las parcialidades atra= vesando para la Imperial con una ferocía y un conato devastador, indigno verdaderamente de toda alma grande y jenerosa. El propio sistema de reformas con que le vimos obrar desde Santiago hasta Concepcion , ese mismo cumplió en las colonias de arriba, y empeñólas 4 las labores de las minas con codiciosa severidad , porque si por una parte sintiera de cuanto provecho habian de serle sus rendi- mientos para atender á las necesidades de la guerra, y creacion de los nuevos pueblos que de ella, ó sea de sus . resultas, pudieran surjir, tambien por otra se dejaba ya arrastrar de su natural sobradamente déspota, prelu- diando á dominar aquel reino como mas á su soberana voluntad cumpliese. Dejemos que los hechos vengan en apoyo de ese nuestro decir, : En la ciudad Imperial se hallaba entonces el licen= ciado Pedro de Vizcarra, y algo hizo para contener la aventurada arbitrariedad á que parecia inclinar don Mar= tin Oñez de Loyola, pero no lo bastante , porque se re- Quiere un temple de alma muy exquisito para espetar la verdad desnuda en quien ejerce el poder supremo, que si 4 mal llega á tomarla, con una sola palabra destronca para siempre el porvenir del súbdito atrevido.... Con todo, sentido del juez de apelaciones salió de la Impe= rial el gobernador dirijiéndose 4 la Concepcion, en cuyo - es esta contra la cual no podemos, ni queremos, argúir : escribimos Ribade- ra , porque ese nombre nos dan nuestros manuscritos, CAPÍTULO XIX. - 919 punto le nota el cabildo de la capital, con fecha de 2 de mayo de 15914 (1). | Entonces fue cuando el toquí Paillamacu y sus dem jenerales salieron descaradamente rompiendo hostilida= des por diferentes puntos, primero para mantener sus huestes á expensas de los establecimientos españoles, y segundo para amaestrearlas poco á poco en lances de guerra, que no podian ser muy peligrosos, una vez que la columna de operaciones, la mas temible para ellos, con el gobernador se habia recojido á Concepcion. Por otra parte la ocasion no podia ser mas oportuna. El Inglés Ricardo Hawkins (2) acababa de asomar corriendo la costa de Chile y saqueando sus puertos, despues de haber penetrado el estrecho de Magallanes con dos bajeles, y don Martin Oñez se vió en la mayor estrechez sin saber donde andaba el mayor daño, si en los extranjeros que le asaltaban, ó en los naturales que con furia tanta salian á la guerra, quedando por lo mismo sin alender á los unos, ni á los otros; hasta que por último salió con medidas de inmediata violencia jus- tamente cuando el pirata habia satisfecho ya su cod.cia, Dice el cabildo de Santiago que el gobernador pasó desde Concepcion al fuerte de la Cruz (3) , y que allí ex- tendió bando, con fecha 15 de junio, amenazando con pérdida de bienes, y pena de la vida, á quienquiera que llegara á sacar Indio de paz, ni de guerra, del suelo de su (1) Todos esos hechos anteriores, y otros de los que en este capítulo se han de notar, al año de 1595 los llevan los demas historiadores, Los apuntes los diguos de fe, á ellos nos alenemos siempre, : (2) Véase lo que se dice en el capítulo XVL E : (3) ¿No seria el pueblo de Santa Cruz ?..... Por fuerte de la Cruz no vemos hasta ahora ninguno con ese nombre, nadie nos ha dicho que tal fuerte exis> tiera, ni quien le leyantó, ni en donde; y con todo el fuerte de la Cruz se nota en los asientos cabildantes. 220 HISTORIA DE CHILE. naturaleza , ya fuera por tierra, ya por mar ; y precisa- mente debió ser semejante medida á fin de evitar los pro= gresos que pudiera hacer el pirata Ricardo , si desgra- ciadamente se le unian los hijos del pais ; pero á poco quese reflexione , por tierra cae ese supuesto, y para ello no hay sino comparar fechas con un hecho harto curioso. El pirata inglés Hawkins habia hallado en una de las naves que apresó á los Españoles, un crucifijo de un tamaño natural, y se decia que le hizo mil pedazos con demostra- ciones de escarnio, arrojando poco á poco á la mar todos los trozos de la imájen. El virey don G. H. de Mendoza, sabedor de un tal atentado, se aparejó para vengarle con la solemne ceremonia de encomendar la empresa al santo Cristo de la ciudad de Burgos (Castilla la Vieja), con no meros fama de milagroso en estos nuestros dias entre los Castellanos, que la que en-aquella época gozaba (1). Con noticia de la prision de aquel pirata por el alen- tado don Alonso de Sotomayor, con noticia igualmente del voto hecho por el virey en favor del santo Cristo de Burgos, la ciudad de Santiago salió en procesion de desagravios al Cristo que el Inglés arrojó al agua, con advocacion al de Burgos, y dicen los concejales en su libro : « Que con fecha 8 de julio de 1594, presentó ante » ellos una peticion el comendador de Nuestra Señora de » Mercedes, pidiendo se le haga merced que pueda salir » tres pies á la calle para una capilla que quieren hacer » de la advocacion del santo Cristo de Burgos. » - No hallamos, pues, en que fundar esa. severa medida del gobernador de Chile, - (1) Desde entonces se conserva en la iglesia de San Agustin de Lima un crucióijo del mismo tamaño y dimensiones que el existente en Burgos, y to- cado á este, que estuvo tambien en poder de los ', qu agustinos ; dia se halla en una capilla de la catedral. dios a+ e. IS fin CAPÍTULO XIX. 221 “Y todavia salta mas la intencion del gobernador en querer asentar en el pais una irresistible dictadura , sin causas que la autorizen, pues que vemos que sin atender á remediar los males con que el toquí araucano agobia los pueblos españoles sitos en el pais rebelde, sin existir ya el pirata inglés, ni señas tampoco de desacatos de ninguna especie á la autoridad suprema, don Martin vuelve desde el llamado fuerte de la Cruz á Concepcion, y con fecha 10 de julio comunica órdenes al sarjento mayor Miguel de Olavarría, para que sin réplica, mira- mientos, ni consideraciones, cumpla en Santiago una gran leva de hombres, de armas y de caballos para la campaña del verano siguiente..... Cual fuera el contexto de esas órdenes, cuales las fa- cultades que al sarjento mayor se le dieran , eso es lo que confesamos, y con no poco sentimiento, no poder seña- lar; solo sí consta que de dolor, de indignacion y de lá- grimas llenaron la capital del reino de Chile, la ciudad que desprendida, extremadamente jenerosa , se adelantó siempre á socorrer las necesidades del estado, quitándose sus moradores de la boca el pan que para sus familias necesitaran , por que es po no careceria de sus- tento (1). sd (1) « Que atento á los grandes daños que esta bed recibe con los a » bimientos que se hacen á ar pegsonas muy pobres para des » guerra; asi por ser casados y ca e hijos, y estar ocupados en sus gran- » jerias con que se. sustenta tan; ps algunos oficiales que sustentan la república » que sin ellos perecería. Y las del as que se han echado : se echan en esta » ciudad y su jurisdiccion, sin em pero E ES las reales provisiones que estan des- » pachadas porla real audiencia de los Reyes, que mandan los 04 » Por todo. lo cual esta ciudad, vecinos, y moradores, y estantes, y ec » tantes de ella y su jurisdiccion Gta n muy aflijidos , y claman sobre ello » las plazas........ y los predicadores en los púlpitos.... .- 11efi » las calles, cargadas con sus hijos, lloran y piden á pia, por ..* ello, por los daños que reciben. Y para remedio de todo esto tods hacer Mi 222 HISTORIA DE CHILE, Como quiera, en Concepcion permaneció el goberna- dor, esperando el fruto que sus órdenes rindieran en la capital, y atendiendo entretanto á la administracion civil con cuantas reformas le pareció conducentes á su sistema de gobierno, y luego salió con el pensamiento de que muy conveniente seria un fuerte en el puerto de Valpa- raiso, cuya ejecucion encomendó tambien al concejo de Santiago, sin decirle de qué recursos podria echar mano, Ese concejo se enteró de la dicha órden en el celebrado el 17 de setiembre , de que se habla en la precedente nota. Infiérase, pues, cual seria entonces el estado de Chile con la guerra empeñada, sus puertos robados; el gober- nador en la inaccion; las leyes fundamentales atrope- lladas por el jefe supremo, y la fuerza militar arrancando violentamente hombres, caballos, recursos, y los po. brazos que los producian con su diario sudor (1). » probanzas y e de los dichos daños y clamores, y que sea eS » mado de eilo e Satjemo EN e e a como y porqué está en nom- » . e iendo el dicho a y » demas referido, y no remediándolo se ocurra á S, S, el señor gobernador, » con io rat 'Fecandos a pete remedio de des -QIEDOS cnt, 1 y para que de- cad y para hacer los dichos recaudos y pape pales Epi Informe á su peñórtós lo » asEdO: * don Aci de ns ao y ficl ejecutor de esta ciudad, al S ; ue presente está, lvace 1Ó, po firmaron, » a $ (Cabildo "e Santiago, 17 de land det ¿Enseñó nunca esa ilustre cop ia teneri supremo ? ¿Serian esas de- mas del pueblo, contra ellas se fiirá tedra del | Espírito Santo?... ds levanta la voz en Sd Moto de la “niga audiencia de Lima debió llevar el cabildo de asias de n Martin Oñez, pues que con fecha 26 de abril de cut A provision Jobitiendo á los gobernadores que en el reino de E o el sacar vecinos de las capitales para la guerra por as, 1501. ) en to de queja tan last, CAPITULO XX. Hostiliza el gobernador á los Indios Catirayes. — Avanza á Puren, — Fortifica el lago Lumaco. — Relijiosos agustinos en Chile. — Orijen peregrino de su convento. — Asedio de Lumaco y de Puren. — Pedro Cortés á la defensa de los sitiados. — El gobernador derriba esos dos fuertes. — Alcabala, (1595=1596.) Ardiendo en ira habia puesto al gobernador el comun entender de los Araucanos para salir á quebrantar las cadenas con que atarlos querian los conquistadores, como si no estuviera en el órden legal de la naturaleza el resistir 4 quien daña, y defender lo que se trae de he- rencia para sustento y conservacion propria. + Así, resolvió conducir la guerra sin templanza desde que en su poder tuviera los elementos que se prometió de un rigor tan injusto cuanto fue implacable, porque ni quiso oir las quejas con que el ayuntamiento de la capi- tal le buscó por medio de su rejidor Zúñiga, ni pensó tampoco en salir á enjugar las lágrimas de tantas desam- paradas familias, euando menos con palabras de consuelo y de unaa encion hidalga, que no fuera esto parecer dé- bil, aun cuando la imperiosa ley de la salud pública le obligara 4 usar de aquel inexorable teson. Y no obstante arrastrar con niños, por decirlo asf, con casados, con viudos, con hombres que las circuns- tancias, la edad y la ley tenian exentos del militar ser- vicio, escasísimo fue el número de brazos que entró en sus banderas, si descontamos el de los auxiliares que en esta ocasion se puso en dos mil, como que se llamaron á 22h HISTORIA DE CHILE. la guerra las varias parcialidades declaradas libres de todo jénero de tributos, en pago de quedar sujetas á - servir en la milicia siempre que se las emplazara, por- que de Españoles solo cuatrocientos se hallaron reunidos, y para eso con mas de doscientos setenta se mantenia don Martin Oñez en la Concepcion. El dia 2 de enero de 1595 salió de aquella ciudad con los indicados dos mil cuatrocientos hombres entre auxi- liares y Castellanos; pasó el Biobio en las dos barcas de los fuertes Jesus y Chibicura; visitó su fundacion de Millacoya, y fue á acamparse entre los Catirayes, habi- tantes que llevaban ya cumplidas ocho sumisiones, y otros tantos alzamientos, como que sold ofrecian paces, cuando se hallaban sin recursos para alimentar la guerra. Así, don Martin arrasó todos sus campos, y dejó el pais lleno de lástimas, que al cabo no podian conducir sino 4,irritar mas y mas la indignacion de las tribus para que en su dia se echaran en busca de tremendas represalias. Paillamacu y Pelantaru se habian recojido con toda su gente en el centro de los montes, dejando libre campo al gobernador para que á sus anchas talase todo cuanto por delante encontrara, porque, ya se ha dicho, era el to- quí hombre muy cauto, y antes de entrar en funciones decisivas queria asegurarse de que sus solda: lo cumpli- rian puntualmente el deber de tales, sin que el arresto de sus enemigos los sobrecojiera, ni llegara á debilitar su injénito valor. Por los barrizales inmediatos 4 Puren cruzaban ya las armas castellanas , cuando los batidores lograron reparar la huella de muchas jentes que hácia un repecho se en- caminaba, y el gobernador se puso á seguirla hasta lle- gar á descubrir una vallejada , en cuyo centro un escua- CAPÍTULO XX. TS dron de Indios á las órdenes de dos mulatos desertores de los Españoles, que parece pensaban tender una celada á la tropa de don Martin. Cargaron los soldados del rey, y fueron rotos al instante los Indios, quedando prisio- neros los dos desertores, y otros tres capitanes, que como aquellos fueron pasados por las armas (1). Revolvió el gobernador en seguida hasta acampar sobre las ruinas de Puren, y desde allí convidó nueva- mente con la paz á Paillamacu, pero se habia descubierto demasiado para hacer creer á los Indios que nada sino su ventura deseaba, y por tanto indignado rechazó el toquí toda propuesta de acomodamiento, diciendo que no se habia de pensar en lo sucesivo sino en el extermi- nio total de uno de los dos pueblos , la Araucania para los Españoles sin uno siquiera de todos sus hijos, ó la Araucania para sus hijos, sin nombre ni reliquia de Español. Por una insignificante bravata tuvo el caudillo castellano la respuesta , y presumiendo abatir el orgullo del toquí y de sus huestes con nuevas provocaciones, levantó el arrui- nado fortin de Puren ; 4 las márgenes del lago Lumaco alzó otro con lo cual pensó privarlos de aquella su ordinaria guarida ; envió á la guarnicion de Guadaba un trozo de auxiliares para refuerzo de su guarnicion ; volvióse hos- tilizando para los estados de Tucapel y de Arauco, cuya plaza trajo de nuevo al cerro de Colocolo , erijiéndola en ciudad dedicada á San Ildefonso, y fortificando la cuesta para que, con esta defensa, y la del castillo que la domi- (1) Al gobernador atribuyen los historiadores esa derrota de los Indios, pero si gloria se desprende de ella ¿ porqué robársela injustamente al capitan Pedro Gutierrez de Mier? Este fue con su companía quien atacó y venció á los Indios este quien prendió á los mulatos, como así resulta de cer:ificacion del mismo gobernador al interesado, y á Francisco de Buesa, sarjento de su . 11. HistorIa. 226 HISTORIA DE CHILE. naba, se mantuviese al abrigo de los ataques del pueblo araucano. Ese fue el resultado de aquella campaña, re- gresando el gobernador á Concepcion, donde puso á, toda su jente en cuarteles de invierno (1). Otras fueron las ocupaciones de las autoridades de Santiago en tanto que el gobernador hostilizaba el pais de los Araucanos. El rey habia ordenado al virey del Perú, y de paso al R. P. provincial de ermitaños de San Agustin de la provincia de Lima , que con toda dilijencia se mandasen á Chile algunos PP, de la órden (2), para que en este reino se estendiera la fe católica, Por consecuencia, en 13 de enero de 1595 pasaron al puerto del Callao , con direccion á Chile, los PP, Fr. Francisco de Hervas, lector ; el predicador Fr. Francisco Diaz, y Fr. Cristoval de Vera en calidad de yice-proyincial, á quien siguieron, con fecha 16 del siguiente febrero , Fr. Agustin Carrillo, Er, Juan Vascones, Fr, Pedro Picon , y el lego Fr. Gas- par de Pernia, que todos ellos tomaron puerto en el de Er pelos le lleva 4 la provincia de Cuyo, y por consiguiente adelanta dos le ná A Angol y es porque tambien pe Ma os seur ya lo veremos, (3) En dí ti les cédulas con LLeu Ue que Felipe 11 premiaba á sus hos y demas autoridades para que se en- viasen Solas ei á la habia de ellos, pero ¿como no pde que de sa oR Necesidld defi las pra bargo no hemos visto que el rey saliera diciendo ni á su Fe- presentante en el Perú, niá los que en otros puntos de la América tenia : Vayan hombres, rejas armas y demas útiles > guerra ee perdes se carezca dde esos elementos para domar la resistencia d ó que Meguen á descubrirse. Sí que tr. abajaron con admirable constancia los predica- dores del evangelio; sí que hicieson muchos prosélitos en las tribus, y que gran parte hay que atribuirles en el afianzamiento de varias de las conquistas hechas en el suelo americano; pero mas ce hubieran sido aquellas COn- quistas si Felipe II se mostrase tan solícito por la gloría del pendon de sus ea como se mostró por el acrecentamiento de las comunidades reli- CAPÍTULO XX. 227 Valparaiso, de donde pasaron á Santiago, siendo reci- bidos en esta ciudad con gran pompa, y no poco con- tentamiento, hácia últimos del mes de abril, El cabildo salió ofreciendo á esos relijiosos, dos ó tres dias despues de su arribo á la capital, un solar en la calle dicha la Cañada, y al instante comenzaron los ci- mientos de su primer convento, con una harto reducida capilla, en la cual celebraron los divinos misterios du- rante algun tiempo; pero como se reconociera la estre- chez del local, para tantas jentes como concurrian á los oficios; como tambien cojiera bastante aparte de un cre- cido vecindario que, á pesar de su devocion, sentia la incomodidad de haber de asistir á un paraje tan distante de sus moradas ; á remediar este inconveniente se puso en breve el P, vice-provincial, obteniendo del capitan Francisco de Riberos, y de su esposa doña Catalina, la donacion graciosa de la parte de casa y sitio á ellos per- teneciente, á inmediaciones de la plaza mayor, sitio y _Casa destinada por Dios mismo para vivienda de los hijos San Agustin, «ue por este motivo la cedieron sus dueños (1). Esos primeros hijos de San Agustin no quedaron ocio- sos en la capital, antes marcharon á poner casa en otros (1) Apoyamos en la historia que todos los historiadores relatan, y que mi- ramos en parte como fabulosa : hela aquí. Muchos años antes de que los Chilenos, ó sea Españoles avecindados en San- tiago de Chile, pensaran en relijiosos de la órden de San Agustin, se dejaba ba en una de las salas de la casa de Riberos un como Nazareno con su túnica de mangas muy anchas , y muy largas, en todo parecidas á las de los hábitos dejos PP. agustinos; y el dia en que llegó á Santiago a noticia de que el rey les les: eusiala relijiosos de la dicha órden, se presentó en el corral de aquella alma, pero con la particularidad de que sobre el alar del tejado de aquel edificio, y mientras permaneció visible la per- sona del santo, una gran bandada de cuervos, pájaros que no existen en aquella 298 HISTORIA DE CHILE, diferentes puntos ; el P. Fr. Agustin Carrillo pasó á fun- dar convento en Concepcion ; Herbas (otros dicen Picon) á la Imperial; y Diaz 4 Valdivia, de suerte que á. bene- ficio de muchas limosnas, á beneficio tambien de unos dos mil pesos que debieron esos relijiosos á la jenerosidad de don Pedro Leisperberg , pudieron solicitar y obtener que su vice-provincia se trasformase en provincia indepen- diente de la del Perú, con la venia del jeneral de la órden el P. Alejandro Senense (1). Todavia hubo otro suceso para la iglesia , 4 muy poco tiempo despues, pero por desgracia para Santiago fue de muy poca duracion. Con la noticia del fallecimiento del ilustrísimo y vir- tuoso Medellin, el rey presentó, para que ocupara la silla episcopal de Santiago, al R. P. Fr. Marcos Robledo, comisario de los primeros relijiosos franciscos que en Chile penetraron; mas como este varon pasara á mejor vida aun sin noticia de semejante presentacion, la mitra vino á recaer en Fr. Pedro de Azagua, de la propia ór- den , y que residia en la provincia de Santa Fe del nuevo reino de Granada; pocos dias le conservó la iglesia, pues vino á dejarla huérfana, pagando su natural tributo sin haber tenido el necesario tiempo para consagrarse. comarca, se mantuvo perenne en el tejado...... Desapareció el santo, desapare- cieron los cuervos, y el P, Vera, vice-provincial de la órden, comprendió que a pes sá A cuya posesion le fue dada en 13 de mayo de 1595, ra que trasform:; la en conv j E ci q ento pudiese salir del reducido y pobre alber- (1) Esa es la verdad, por mas que los escritores la hayan querido desfigurar acusando á los agustinos de Chile de inobedientes, y de revoltosos; quien quiera ver que hubo conformidad entre la provincia de Chile y la del Perú para esa indicada segregacion de poderes, lea la patente expedida en Nápoles en 1599 por el mismo jeneral, y la cláusula que comienza con estas palabras, Frater Alexander Senensis, ordinis heremitarum Sancti _Augustini, etc. CAPÍTULO. XX. 229 Pero volviendo nuestra atencion á las armas, recor- ramos los sucesos á ellas relativos. de 7 Hemos dejado al gobernador con su jente en la ciudad Concepcion, despues de haber alzado los fuertes de Lumaco y Puren, para enfrenar el belicoso ardor de aquel pueblo indómito. Pues esos fuertes tiene ase- diados ya Paillamacu, cuando apenas si don Martin habia comenzado á descansar en sus cuarteles de in- vierno , porque el toquí, con Pelantaru y Millacalquin, concurrió dilijente 4 destruir la irritante enseña que los Castellanos acababan de enarbolar en medio de la tierra rebelde. ; Fosos, trincheras, estacadas , hasta chozas levantó el jeneral araucano ante aquellos fuertes , estas para abrigo de sus tropas contra los rigores de un muy recio invierno, y aquellas para cortar la accion de la caballería , Caso de que contra sus esperanzas amaneciese un dia cojido de fuerzas españolas que á la defensa de ambas guarnicio- nes pudieran acudir. Dos meses, y mas, de asedio habian trascurrido antes que á noticias de don Martin llegara, el riesgo en que estaban los soldados de Puren y de Lu- maco, porque el toquí buen cuidado tuvo de cerrar las comunicaciones de la frontera con varios Cuerpos saca- dos del grueso de cinco mil (1) hombres que trajo al sitio. -Exasperado el gobernador en sabiendo un aconteci- miento de tanto importe, y sin reparar en la estacion, sin hacer cuenta de que ella por sí sola pudiera consu- (1) En la mitad le deja Figueroa , acaso porque no contó sino con los que quedaron manteniendo el asedio, pues efecti ' fue poco mas Ó menos su número; mas algo ha de valer tambien el de los cuerpos volantes conque: interceptó las comunicaciones, no MMLuUU> 230 HISTORIA DE CHILE. mir las fuerzas que á sus órdenes tenia entonces, si ex- puestas á su inclemencia las sacara, á Puren quiso di- rijirse inmediatamente, y con su intento saliera, á no oponérsele los primeros, y mas acreditados capitanes, exponiendo que tal resolucion era de inevitable muerte para toda la tropa , y esto sin esperanza ninguna de que llegase á favorecer á los sitiados. Con todo, preciso fue ceder á parte de la exijencia. « Dejar de favorecer á esas dos guarniciones que el enemigo tiene en tanta estrechez, eso no lo toleraré yo nunca , dijo el gobernador ; forzoso es cerrar los ojos, atropellar riesgos, y ver como sacar. con honra el pendon nacional. » Y en un consejo de guerra se resolvió que ciento treinta Españoles con seis- cientos auxiliares se pusiesen en camino para socorro de los cerrados en los fuertes de Lumaco y Puren, _El cabo á cuyas órdenes se puso esa jente no podia ser otro que el alentado Pedro Cortés, porque para él se re- servaron siempre las empresas mas difíciles, mientras que las ricas prebendas de la milicia no solian caer á veces, sino en los menos meritorios; y Cortés marchó lleno de contento, pues por cosas de muy poca monta tenia él las lluvias, las riadas, los atolladeros , los frios y otros mil estorbos con que vino aquel invierno ponién- dolo todo intransitable, como si de concierto obrara con el toquí Paillamacu. Cuantas penalidades y disgustos hu- biera de vencer en aquella peligrosa jornada de suponer son sin mas que reparar que catorce dias puso desde Concepcion hasta Puren, y eso marchando casi dia y noche, porque menos mal veia él para sí, y para su jente, en la fatiga, que no en un descanso donde no ba sn encontrar sino frios yhumedades en que perder a salud, : CAPÍTULO XX. 231 Cuando se le dijo al toquí que Pedro Cortés se acer- caba á la defensa de las guarniciones sitiadas (1), harto sintió el suceso, pues seguramente contaba con la ren- dicion de ambos fuertes que carecian ya de toda suerte de abastecimientos, y aunque el número de soldados que aquel acreditado caudillo llevaba no fuera de respetar, en la persona de su jefe veia el toquí lo mucho que ellos sabrian hacer empeñados en funcion , y por consi- guiente se retiró 4 los montes sin aguardar á que se le hostigara, Cortés entró en los fuertes, y desde ellos avisó al go- bernador la suerte de haberlos salvado del poder arau- cano, pidiéndole de paso instrucciones. El mismo don Martin en persona se las llevó, yendo con cuanta gente le habia quedado, para echarse de nuevo en persecución del toquí , porque habia formado empeño en castigarle ; pero el toquí tenia tambien su plan de campaña, su em- peño de sacar el pais libre del yugo extranjero, y sabia cuando convenia la retirada , cuando el ataque ; pues aparte Caupolican y Lautaro, ningun otro soldado pro- dujo la Araucania, ni mas sagaz, ni mas cauto, ni mas celoso de la independencia de su patria. A depender de sí propio el refrescar la vida quitando 4 su ancianía unos veinte años, posible que con su sistema de guerra no solamente de la Araucania expulsara á los Españoles, sino de todo el suelo chileno, como presumió hacerlo el atrevido criado del gobernador Pedro de Valdivia. Don Martin debió reformar muy mucho la opinion con (1) Molina asienta que el toquí tomó 4 Lumaco; que Puren solo estuvo si dias, y eso por los vice-toquís Pelantaru y Millacalquin ; ¿ porque no vendria á ayudarlos con su jente Paillamacu? ¿tan satisfecho le dejaron | laureles de Lumaco ? ? 232 HISTORIA DE CHILE. que vino al gobierno de Chile, relativamente á los natu- rales del pais belijerante; no que desconfiara de ven- cerlos con las armas, esto de ninguna manera, sino que comenzó á creer que infructuosas serian siempre con ellos las negociaciones de paz, y que rigor, y no con- templaciones , era el remedio saludable contra aquellas soberbias y osadas masas; pero con todo, no hubo de tener por suficientes las fuerzas que hasta Puren le fue- ron acompañando, ni las que allí tenia Pedro Cortés, para romper hostilizando aquellos estados ; puede ser que presumiera nuevos peligros para los presidios de Puren y de Lumaco; lo cierto es que por esta ó aquella causa él desalojó los tales fuertes, los demolió , lo cual casi le acusa de sobrada lijereza en el pensamiento que á la resolucion de fundarlos le llevara, y entró ta- lando el pais en busca de Paillamacu sin lograr verle, sin dar con uno de sus soldados : de modo que harto de inútiles y molestas correrías, á los Infantes de Angol (1) fue á sentar sus reales, para entender en negocios de administracion civil y política, ya que ninguno parccia en que se hubieran de ocupar las armas, Las leyes relativas á las minas y su beneficio se re- sentian de la severidad con que don Martin Oñez de Loyola habia dictado las demas correspondientes á la administracion , y por tanto comenzaban 4 producir frutos de lisonjera esperanza ; solo que como eran tan grandes los fondos que las armas consumian , todavia no sacaban el pais de su notoria y casi jenpral po- breza; diremos mas, ni siquiera se pudo contar con aquel ramo para Aliviarla en algo, á no ser que contemos el insignificante ahorro de tal 6 cual donativo para (1) Véase la nota 1 de la pájina 226. CAPÍTULO XX. 233 sustento y equipo de las tropas, en los casos de grandes apuros. - Hubo quintos, hubo sesmos, hubo otras cien adealas forzosas, impuestas sobre los rendimientos de las minas, por ciertos gobernadores de Chile , pero todos ellos su- pieron respetar los demas productos de la agricultura y de la industria, porque harto gravámen tenian sobre sí con el azote de la guerra por una parte, con las exijen- cias de la autoridad por otra, mas que saliera palián- dolas colocándose entre el civismo y la libre voluntad de cada uno de los ciudadanos. El gobernador Loyola en- tendió de otra manera muy distinta la cuestion. Ya le vimos apelando por medio de Olavarria en la ciudad de Santiago, no al acendrado patriotismo de su cabildo, no á la noble jenerosidad de sus administrados, sino á la mas desatada violencia, á penas las mas severas, para que se le rindieran hombres y caudales ; y ahora desde los Infantes, creyendo sin duda que las minas, que el comercio y tráfico de las colonias, que el sudor de los labradores, y el de los jornaleros, todo en oro se ha con- vertido, acuerda imponer la real alcabala con cargo de un dos por ciento, que si moderado á primera vista, exorbitante y sobradamente desacertado fue, pues removió en todo el pais un grito de indignacion, y de dolor. No escasearon las reclamaciones, y á mas, acaso, hu- bieran pasado algunas ciudades á no reparar que de las discordias no podia menos de surjir un gran provecho para los enemigos, y prudentes mantuvieron el respeto que al jefe supremo habian jurado, aunque partes hubo donde entre autoridades y concejos se notó un fatal des- vío, yendo el de Santiago hasta elovar al Perú una muy 23h HISTORIA DE CHILE, sentida queja de las vejaciones que se le hacia experi- mentar al reino; exponiendo ademas la escasez de me- dios en que se encontraba, y la urjencia con que se de- bia atender á socorrerle, asegurando que si así no se cumplia sin demora., por perdido se podia contar el fruto de medio siglo de se. soler y de sacrificios de sumo importe. CAPITULO XXI. Planes del gobernador. — Pasa á la Imperial. — Emprende la visita de otras colonias, y le siguen los jesuitas misioneros. — Regresa el gobernador á la Imperial. — Su muerte y la de cuántos Españoles le acompañaban. (1596—1598, ) Armados se paseaban en los montes de Purén Pailla- macu y sus jenerales, pero las tribus de las parcialidades mas meridionales tranquilas se mantenian en sus hogares sin dar muestra de que intento de rebelarse abrigaran ; lo cual fue de buen agúero para el gobernador, pues llegó á presumir que de buenas , ó de malas, razon habia de hacer entender al toquí, y como este no quisiera dar frente 4 los Españoles, entró don Martin en el jigan- tesco proyecto de utilizar sus soldados en el reconoci- miento de todo aquel continente espaciado hasta la Tierra de Fuego y mar del Norte, puesto que en buen estado parecia la parte de conquista que llegaba al canal de Chiloe: levantó, pues, el correspondiente plan, y le despachó 4 la corte de España dándole por cosa, hecha. Como de antemano conviniera visitar y examinar cui- dadosamente todos los establecimientos meridionales ; tantear con tino y cautela el espíritu de las parcialidades pacíficas; ver de traer los Purenes á paz, y si tenaces la despreciaran, descargar sobre ellos todo el rigor de la guerra hasta inutilizarlos, para que no pudieran levan= tarla , por lo menos en algunos meses ; con cuatrocientos 236 HISTORIA DE CHILE, Españoles y mas de mil setecientos auxiliares se apartó en principios de diciembre de 1596 de los Infantes de Angol, y vino á plantar sus reales en Quinel. La fortuna concurrió esta vez para favorecer los pla- nes del gobernador procurándole medics con que entrar á ejecutarlos. El vireinato del Perú estaba en manos de don Luis de Velasco desde el 24 de julio de 1596, y con conocimiento este jefe de los tantos males, y estrecheces tantas, que el cabildo de Santiago relatara en su justa queja, inmediata- mente armó y equipó unos setecientos Españoles, y 4 las órdenes del caudillo don Gabriel de Castilla los puso para que los pasara á Chile sin demora, como en efecto ocur- rió , desembarcando en Valparaiso , y trasladándose en seguida á Santiago. Pocos dias descansó esta. tropa en la capital , porque toda ella se puso en marcha para el cuartel jeneral del gobernador, que no cabia de gozo en cuanto tuvo noti- cia de un auxilio de tanto valor, y no menor oportuni- dad, yendo hasta creerse ya señor de toda la Araucania á y descubridor de tierras que ningun otro hasta entonces habia rejistrado. Algo era de hacer, en efecto, con un cuerpo de mas de mil y cien Españoles, que á ese número iba con los recien llegados , y ademas el de auxiliares, cuyo valor nunca supo desmerecer del que alimentan los hijos de aquel pais. e Así, en cuanto don Gabriel de Castilla se presentó con aquel precioso socorro en el real de Quinel, la mi- tad de sus fuerzas fueron despachadas para la provincia de Cuyo, con órden de atravesar la cordillera camino de Aconcagua, hasta la ciudad de Mendoza, donde proveyén- CAPÍTULO XXI. 237 dose de lo que menester hubiera , seguiria marchando hácia el oriente, para fundar en la calzada que guia á Buenos Aires un establecimiento ; como en efecto se ve- rificó sobre el sitio que llaman de los Venados, dándole el nombre de San Luis de Loyola, en memoria de la casa del mismo gobernador (1). Este salió con el resto del ejército en busca de Pailla- macu (12 de enero de 1597) contra la parcialidad de Puren , resuelto 4 rendirla, Ó, caso de resistencia, arra- sarla, y pasó el Biobio por el fuerte de Jesus, entrando luego por Catiray con un furor que nada quiso respetar, y eso que no llegó á dar con enemigos armados; mas cuando llegó 4 Puren ya le presentó Pelantaru una muy bien sostenida funcion, donde ambos bandos se causaron graves pérdidas, sin que ninguno pudiese cantar victoria, porque el vice-toquí se entró voluntariamente en los bos- ques de Nahuelbuta , y el gobernador no parece que in- tentó penetrarlos. : Siguió algunos dias corriendo aquel pais rebelde, pero sin fruto, porque ni el toquí, ni sus segundos, volvieron á dar la cara , antes se comenzó á extender la voz, y Su designio tuvo, de que esos jefes habian licenciado sus tropas por falta de bastimentos para mantenerlas en pie. Esas voces que tan perfectamente decian con el es- tado de la tierra y el completo desaparecimiento del enemigo, las tuvo don Martin -por un muy dichoso re- sultado de aquella campaña , como que ningun otro ha- bia rendido ella, y por tanto determinó trasladarseá la mperia 1 para pasar el invierno, y ver de paso si al- hilda ea la dia nm el jefa la pobló , - A E n 3 nn en ella (1) Nada se sabe de esta ciudad, ni qué ni . 3 + 3 ETS 238 HISTORIA DE CHILE, guna reforma pediria la administracion económica de sus dependencias, y de las de otros establecimientos, como la guerra le dejase tiempo para ello, Justicia es decir que el sistema de gobierno de don Martin , duro, arbitrario, y tal vez apoyado en demasías, porque límites tuvieron sus atribuciones como las de los demas gobernadores, mas que él se atreviera á saltarlos, todavia hubiera podido ser de provecho para el reino de Chile , en la hipótesis de que los Araucanos se man- tuvieran tranquillos, para que libre el gobernador de los cuidados de la guerra, á la parte administrativa se diera enteramente, poniendo todas las colonias bajo un pie de perfecta consonancia. La prueba de esto la vemos en las ciudades de Villarica, Valdivia y Osorno, que mante- niéndose apartadas del ruido de las armas alcanzaron un auje maravilloso .en los tres ramos mas importantes de comercio, agricultura y mineraje ; sus poblaciones siguieron , por lo mismo, un muy singular acrecenta- miento, y raro era el vecino de aquellas dichosas colo- nias que no se viera en esta época con un pasar decente, por lo menos, pero habia gran número de ellos muy acaudalados, : Entre la Imperial, Villarica, lago de Lumaco y Pu- ren , anduvo vagando el gobernador todo el año de 1597 ; los dos primeros puntos sirviéndole de descanso de las correrías harto frecuentes que cumplia en Jos.dos últimos, siempre ansioso de tropezar con Paillamacu, ó con alguno de sus jenerales; pero vanos fueron sus esfuerzos, y vano su infatigable zelo por acabar lo que era inacabable , la dominacion de la Araucania. Estaba dispuesto que el toquí no habia de medir sus fuerzas con el caudillo español, en tanto que este siguiera CAPÍTULO XXI. 239 acompañado de la imponente columna que le seguia, compuesta de Castellanos y de auxiliares; y decimos que estaba dispuesto, porque el entendido toquí entre esos mismos auxiliares tuvo constantemente varios servidores fieles que sabian comunicar los movimientos del gober- nador, y cuanto en sus filas ocurria, con gritos de en- tendida significacion para los que manejan la clave, como sucede econ los signos del telégrafo, al paso que insignificantes parecian á los que no estaban en el se- creto, Como ningun enemigo pareciera en las tierras de que mas recelo se podia tener; como ya iba el gobernador disgustándose de tanto veredear, con molestia tambien de toda su jente, porque en marchas y contramar- chas es donde se gasta el soldado; entró en la resolu- cion de atreguar las hostilidades que hacia á un pais tranquilo en apariencia, y se puso á recorrer las ciu- dades de Villarica, Imperial, Valdivia y Osorno, dete- niéndose en cada una de ellas bastante tiempo; pues mas fue esta una expedicion relijiosa, que no militar. Del buen éxito con que salieran de sus misiones los jóvenes jesuitas Aguilera y Vega, dedujo el P. Luis Val» divia consecuencias de gran ventaja, continuando el cul- tivo espiritual entre los Indios, y por consiguiente en persona marchó él mismo desde Santiago á Concepcion, y desde esta ciudad al cuartel jeneral del gobernador, con el cual seguia, acompañado tambien de Aguilera, y del hermano Télena (1). Todo el tiempo que la co- (1) Gabriel de Vega regresó de órden de Valdivia Santiago, para que leyese un curso de artes, dice la memoria donde tomamos estas noticias, añadiendo con la mayor sencillez del mundo, que el P. Luis de Valdivia con- sideró inútil por entonces la cooperacion de aquel súbdito suyo, porque en veinte y dos horas aprendió él (Valdivia) los distintos idiomas de las tribus 210 HISTORIA DE CHILE, lumna española quedaba de descanso en una de aquellas ciudades, los misioneros lo pasaban confesando, bauti= zando y predicando, así álos Indios, como á los Españoles, y si algun crédito se ha de dar á los escritos de la época, en los siete meses que el gobernador hubo de pasar re- corriendo las indicadas poblaciones, mas de setenta mil almas entraron en la fe cristiana, Don Martin Oñez de Loyola vino á la Imperial con la entrada del verano de 1598 , pero los jesuitas misio- neros no debieron quedar con él, aun suponiendo que á la Imperial volviesen con la columna, pues parecen de nuevo en su colejio de Santiago, con mejor fortuna que la que tuvo el malhadado gobernador (1). En el curso de los sucesos que vamos á narrar muy discordes anduvieron los historiadores, y si algunos con- ciertan, solo ha sido porque se copiaron sucesivamente, sin querer detenerse en el exámen de hechos de tanta gravedad ; hechos que precisamente debieron ser el re- sultado de una muy meditada conjuracion , y hechos, en fin, que en sus propias circunstancias envuelven no poco de hiperbólico , para resolverse ¿4 no dejarlos correr con tanta lijereza, . - Se supone que en paz estaban los estados Araucanos cuando el gobernador volvió 4 la ciudad Imperial, y se supone tambien que Paillamacu segun unos, y Pelantaru indias de Chile evanjélica, (1) Dice el autor de la memor se confiesa jesuita, y que por] » Que ya los Indios fraguaban el alzamiento » ps bed pas se retiraron hasta ver en que paraba aquel nublado, O sitio Janes que viniese el azote que amenazaba á todo el al Ó rebelion de toda 1 » este año de 1598... etc,, etc, » a llerra, como sucedió en » Y POr tanto podia suplir con ventaja á Vega en la predicacion ia de que hablamos en la precedente nota, que jeneral, por el descontento que co- CAPÍTULO XXI. 21 segun otros, con solos doscientos hombres sorprendieron á don Martin Oñez de Loyola escoltado de sesenta oficiales reformados, es decir de sesenta hombres de los mas aguer- ridos, de los mas alentados y diestros de que podia hacer alarde el pendon castellano. Entre los muchos manuscritos de que vamos haciendo uso para señalar los acontecimientos de la sonada con- quista que en la Araucania presumieron cumplir los Es- pañoles, uno hay donde se arguye contra esa pretendida, paz, y se modifica la interpresa, de tal manera que al menos, si fe absoluta no merecieren las noticias, mucho se avienen con lo que la prudencia puede sin escrúpulo tomar por verisímil, á falta de testimonios sobre que fundar lo verdadero. Entremos, pues, en la narracion del suceso, y apré- ciele cada cual 4 su modo. Estando (el gobernador) en la ciudad Imperial re- cibió cartas de su esposa doña Beatriz Coya, y de su pa- riente el R. P. Fray Ignacio de Loyola, del órden se- ráfico, relijioso muy recomendable por sus talentos y virtudes, que por aquellos tiempos fue electo obispo del Paraguay. El contenido de las cartas se reducia á signi- ficarle que convenia mucho pasase luego á la Concep- cion, y con buena escolta, porque los Araucanos y Pu- renes estaban alzados. El P. Loyola le prevenia que le esperaba en Angol (1) y que mirase como venia por= que 4ncanamon y Pelantaru hacian junta en Puren para asaltarle en el camino, y lo mismo le avisó de oficio el (1) Confirma otro d it decir, añadiendo que se le lla- maba á don Martin á la tal colonia, para cortar serias desavenencias entre su correjidor y el cabildo, pidiendo el primero la rigorosa observancia de dis- posiciones gubernativas, que aquel cabildo, como el de Santiago y otros, resis- tian como contrarias al bien comun. 16 TL. Historia. 212 HISTORIA DE CHILE. capitan comandante de la ciudad de Angol , con decla- racion que tomó á Indios fieles y amigos. Los caciques Imperiales de Boroa y Maquegua, don Juan Inaitharo, y don Diego Vaycopillan, cristianos viejos y buenos va- sallos del rey, le avisaron lo mismo al jefe, pidiéndole que suspendiese el viaje por entonces, que el capitan de amigos don Melchor Naguelhuri (Espaldas de Tigre) era efectivamente traidor, y tenia sus intelijencias con An- canamon y Pelantaru, á quienes habia avisado cuando fue de correo, No hubo modo de disuadir al jefe de su viaje, por lo mismo resolvió hacerle luego á la lijera y marchó para Angol, distante de la Imperial veinte y cinco leguas, con ánimo de llegar en el mismo dia, y dejar burlados á los Araucanos caso que intentasen alguna noyedad. Salió escoltado con seiscientos soldados y tropas de Indios im- periales , pero tenaz en su idea confiada, los hizo volver atras , pareciéndole estar seguro quedando solo en su compañía sesenta oficiales reformados, con su familia, su capellan y tres relijiosos de San Francisco, que fueron el R. Fr, Juan de Tovar, provincial de esta provincia que andaba de visita, su secretario el P. Fr. Miguel Kovillo, y el hermano Fr. Melchor de Artiaga. Salieron de la Imperial el año de 1598, dia 21 de no- viembre , en que escribimos este tan lamentable y trájico suceso, y no pudiendo vencer la jornada hasta Angol, alojaron en un ameno valle de Curalaba ( Cuvalabquen escriben otros). Con la noticia que el capitan correo Naguelhuri dió á Ancanamon y Pelantaru , de estar de partida el señor Loyola para Angol, se adelantaron con quinientos (1) infantes para ser menos sentidos , y em- (1) Doscientos dice Molina y la mayor parte de los historiadores. No.es crei- CAPÍTULO XXI. 213 boscados en varias partes vieron pasar al jefe con toda su comitiva , siguiéronle la retaguardia y alcance hasta la noche, y apartados en corta distancia de los pabello- nes observaron que todo estaba en profundo silencio, sin espiar guardias, ni centinelas, y ante todas cosas rodea- ron los caballos y bagajes , dirijiéndolos por extravíos á, Puren. Al romper el amanecer, divididos en cuatro colum- nas asaltaron de improviso por los cuatro costados los pabellones, y hallándolos dormidos los recordaron á, mazadas y lanzadas, gritando con furor ¡lape, lape! (¡mueran , mueran !) sin darles siquiera lugar para to- mar las armas. y El jefe Loyola fue el primero y el último que recordó los avisos pasados y se defendió valerosamente con su espada , hasta que pidiendo favor al rey, le conocieron por la voz, y cayendo todos sobre él le quitaron la vida. De los ciento y cincuenta hombres que eran con los relijiosos y criados, solo escaparon con vida tres muy mal heridos : dos Indios del servicio, y el clérigo capellan , don Bar- tolome Perez, criollo de Valdivia, á quien llevaron cau- tivo á Puren con todo el botin y despojos de ropas, armas y equipajes, y el casco de la cabeza del desgra- ciado gobernador para celebrar la victoria á su bárbara USanza. A ese lamentable fin vino el gobernador don Martin, arrastrando en pos suyo la vida de tantos oficiales be- neméritos , y todo porque, con alcanzar la autoridad ble que con tan poca gente se aventuraran á tanto los Araucanos, que , si a probaron siempre de alentados, nunca desconocieron tampoco lo mucho que sus enemigos sabian ejecutar, sobre todo en los lances de extremado riesgo, 24 HISTORIA DE CHILE. suprema de un reino, perdió lo que de circunspecto y precavido tuvo mientras sirvió sumiso á voluntades ajenas. ! La historia le ha prodigado toda suerte de alabanzas, y prendas se vieron en él dignas, en verdad , de in- cienso, por lo que hace al hombre privado; pero hay que atender al hombre público, y este no le vemos nos- otros con toda la limpieza que es de desear, para que fueramos á incurrir tambien en debilidades bajo todos conceptos reprensibles. Harto dicen contra la administracion del malhadado don Martin Oñez de Loyola, el exámen que de ella pasa á hacer un comisionado del virey del Perú don García Hur- tado de Mendoza; lo poco satisfecho que de la tal mision debió volver el comisionado, cuando el virey se pone contra el contexto de sus sagradas promesas al cabildo de Santiago, y no obstante el grande interes que al reino de Chile manifestó siempre, de todo jénero de re- cursos le priva, acaso contemplando que para robustecer la tiranía habian de servir, y no para otra cosa ; la pro- vision de la real audiencia, y en fin, ese grito lamentoso que en las calles de la capital y en los púlpitos suena, pi- diendo freno contra prevaricaciones de un poder que la fatalidad hubo de engreir para que marchara á su propia ruina por entre excesos que habian de castigar un dia sus enemigos, ó sus mismos partidarios. Su desventurada esposa, que noticia de esa trájica muerte del gobernador tuvo en la ciudad Concepcion donde se hallaba despues de algunos meses, con el mayor desconsuelo se apartó presurosa de aquella tierra de luto para ella, como para otras muchas familias, y á la corte de Madrid se dirijió acompañada de una hija que CAPÍTULO XXI, 215 el rey Felipe HI (1) casó con don Juan Henriquez de Borja, heredero de la casa de Gandía, declarándola mar- quesa de Oropesa, con dotacion tambien de la enco- mienda de Indios del príncipe don Diego Sayri-Tupac que el mismo don Martin Oñez de Loyola prendió en los Andes, y decapitó en el Cuzco por órden del virey don Francisco de Toledo (2). (1) Sucedió á Felipe Mel 13 de Setiembre de ese mismo año de 1598. (2) 30,000 hombres pusieron los Araucanos en armas y en solas 48 horas á contar de la muerte del gobernador, mataron á todos los Españoles que es- taban fuera de las plazas fuertes, y pusieron cerco á las ciudades de Osorno, Valdivia, Villarica, Imperial, Cañete, Angol, Coya, y Arauco, quemando ade- mas las de Concepcion E noted Molina, y eso mismo asientan la mayor parte de los historiador Verdad es que el oo de los Butalmapus fue jeneral tras el fin del jefe Loyola, pero ni produjo tantos guerreros, ni tan rápidos fueron los sucesos; >» o Pe E 3 o = e o a = p = = lx) = a = = 3 Pd = o =3 e. o. y o S r Valdivia, si entonces hubo en las filas castellanas armas para sustentar gana: ahora vienen á perderlo no obstante el hrdles valor con q lo defendieron algunos capitanes. CAPITULO XXII. Don Pedro de Vízcara gobernador interino. — Alzamiento de los Araucanos. Vízcara sigue con ventura los negocios de la guerra. — A los seis meses de gobierno, tiene que poner el mando en manos de don Francisco Quiñones, nombrado por el virey del Perú. ( 15981599.) En gran consternacion puso la muerte del gobernador á todas las colonias, porque de suyo se dejaban entender las terribles consecuencias que semejante acontecimiento habia de rendir, y no ciertamente por la pérdida, aunque sensible, del hombre, sino de su nombre, Comunicó esa infáusta novedad al cabildo de Santiago , el de la CGon- cepcion, pidiendo que saliese sin demora la capital á remediar del mejor modo posible los males que eran de temer; dia de luto fue verdaderamente para San- tiago aquel en que se llegó á difundir semejante no- ticia, porque en su recinto existian todas, ó casi todas, las familias de los valientes reformados victimas del fu- ror araucano , por una incalificable imprudencia. El cabildo de la capital, que en los casos de riesgo siempre supo vencer imposibles, y cumplir sacrificios de admirable heroicidad, inmediatamente salió llamando para el gobierno interino del reino al licenciado don Pedro de Vízcara , que á pesar de su avanzada edad no solo le aceptó, sino que con la intencion de reclamarle le hubo de sorprender el nombramiento de los cabil- dantes (1). (1) Y le obligaron (á don Pedro) á encargarse del gobierno, dice Molina , CAPÍTULO XXI! 27 Tras el juramento, y demas ceremonias al caso con- cernientes, Vízcara puso en la lugartenéncia de su go- bernacion , y capitanía general, á Francisco Jofré; hizo su maestre de campo á Pedro Paez Castillejo, y sarjento mayor á Luis de las Cuevas, siendo muy pocos los dias que se perdieron en la capital para equipar y rejimentar la mayor parte de los vecinos de la colonia y su jurisdic- cion, aptos para el servicio, y 4 cuyos gastos se atendió con unos catorce mil pesos que el nuevo gobernador tomó de las arcas reales. Tambien los Araucanos dieron en esta ocasion prueba de grandísima actividad. En Puren celebraron los jefes y caciques el triunfo de la muerte de Loyola, y desde allí se despacharon emisarios para todos los Butalmapus, con restos del cuerpo de la víctima, para excitar al je- neral alzamiento, que se cumplió en todas las tribus sitas y los vecinos de Santiago resolvieron de comun acuerdo dejar el pais, y reti- rarse al Perú. 0 dedo necesidad de obligar, o Mine aci sigo en eleadorsisd antes fue « Pedro dé Vistafá gobernador y bn 0 re y Jus mayor de este » reino y provincias de Chile por el rey N. S .— Por cuanto por la muerte » del gobernador de este reino, don Martin pa Oñez y yes mi antecesor, » conforme á derecho, y á los títulos del rey N. $. que tengo de lugarte- » nierte de gobernador y capitan jeneral de este reino, yo sucedi en el dicho » gobierno, y en todas las facultades , provisiones y cádni as reales, y pr rivile- » jios en todas materias de gobierno concedidas y pertenecientes al dicho go- » bernador Loyola. Demas de que no obstante yo ser necesario, el cabildo, » justicia y rejimiento de la ciudad de Santiago , como cabeza de este reino, » luego como se entendió en da muerte e dicho gobernador, me nombró » portal aotpte y cap mas ab: » dancia, lo acepté his el juramento ere tanto que por S.M. ota cos » se ora. etc. , Ese documento, yA Pee volveremos á hablar para apoyo de los hechos que siguen, se dió én Concepcion con fecha 8 de febrero de 1599, y copia íntegra existia en la ejecutoria de la familia de los Cuevas y Oyarzun, que miento perpetuo se ha conocido en la ciudad de Santiago , y con otros cargos harto honoríficos. 218 HISTORIA DE CHILE. entre los 35" hasta los 0? de latitud austral, tomando las armas aun los mismos que contaban ya muchos años de paz con los Españoles, y que en su fe se habian incor- porado. Este repentino y universal alzamiento , por tierra hubiera podido dar al instante con todas las colonias españolas, si le utilizaran los jefes con mas re- gularidad, y no tanta pasion ; pero en su loco deporte abrazaron á la vez diferentes empresas, cuando mas convenia ir cumpliéndolas por su órden correspondiente, y por tanto, dieron con obstáculos que hubieran podido serles fatales. Estudiemos los hechos, . El gobernador emprende su jornada desde Santiago para Concepcion , con cerca de cuatrocientos voluntarios españoles , y hácia el 22 (1) de diciembre de 1598; pero en la ciudad de Chillan encuentra á Pelantaru, que la tenia cercada. No esperaron batalla los Indios , porque recelosos de ser cojidos entre dos fuegos abandonaron el sitio, y las armas castellanas pudieron continuar sus mar- chas. En las cercanías de Concepcion dió Vízcara con los batallones del mismo toquí, que sin tener bloqueada la ciudad, á vista de cuanto ella pudiera hacer estaban; mas tampoco quiso Paillamacu medirse con su enemigo, que penetró en aquella colonia causando á sus autoridades y moradores un gozo y un entusiasmo indecibles, El gobernador contó desde luego con el civismo de los vecinos de Concepcion y convidóles, por lo mismo, á que tomaran parte directa en la defensa de tantos estableci- mientos amenazados de los Indios. No fue vano el apelli- FE RNW S 3 y A + 1 HILA 7 Y. 4 A e ¿/ y dl Y el Perú elunnifinaA, Has g jidores para ] ] ilios del virey, yle enterase verbalmente de los riesgos que el reino corria; para Buenos Aires otro, que habia de hacer igual solicitud al gobernador de aquel pais, Ya veremos luego cual fue el éxito de esa importante comision, DN A in A e A A A A A A A CAPÍTULO XXIL. 219 damiento , y si no de gran monta el número de hombres que aquella ciudad puso en las filas del rey. bastó por lo menos para reformarlas, quitando el arcabuz de manos de ciertos habitantes de Santiago, llenos de amor al pais, sí, que por defenderle se armaron , pero que ni su edad, ni sus fuerzas permitian se diesen á las fatigas - dela guerra. En este arreglo andaba Vizcara, y tambien en la provision de varios cargos de importe, así para g0- bierno, como para guerra, cuando pareció en Puchacay el cacique Huenucura (1) con dos mil soldados y ánimo de hostilizar las colonias situadas al setentrion del Bio- bio, y tener en continua alarma á la ciudad Concepcion; de suerte que, no siendo acertado quedar con el enemigo á la espalda, tuvo el gobernador que suspender las ope- raciones que iba ya á cumplir para las ciudades de ar- riba, mandando á su maestre de campo Paez del Casti- llejo, que inmediatamente saliese contra Huenucura hasta ver de obligarle á repasar el Biobio. El jefe araucano tenia mas valor que experiencia. Como llegara á su noticia que los Españoles iban á ata- carle, al encuentro se adelantó con la temeraria presun- cion de que nadie habia de resistir al poder de sus armas, y esto era lo que mas deseaba el entendido Castillejo , que con apariencias de temeroso y desalentado , se quedó esperando á su contrario, en posicion ventajosa , y en cuanto este le acometiera se trabó la funcion con tan acertadas disposiciones que al cabo de una hora, poco mas ó menos, los batallones indios quedaron com- pletamente deshechos, dejando en el campo multitud de muertos, y nO Pocos prisioneros. (1) Otros ponen Paillaturu , no yemos este nombre en nuestros docu- mentos, 250 HISTORIA DE CHILE. No por eso quedó el pais libre de enemigos. Apenas entrado en Concepcion el maestre de campo, con los trofeos arrebatados 4 Huenucura, cuando de órden del toquí Paillamacu, con dos mil hombres vino Lancote- gua (1) resuelto 4 bloquear 4 Concepcion , y puso su primer campo en Gualqui, tierra extremamente do- blada é inmediata al Biobio. Contra este jefe envió el gobernador á su sarjento mayor Luis de las Cuevas que llevó en su compañía ciento y sesenta lanzas, para volver tan airoso del empeño , como del suyo acabara de salir Castillejo, pues derrotó las huestes indias recha- zando á sus guaridas á cuantos de la accion salieron con vida (2). Ocurrian estos sucesos á los últimos del mes de enero de 1599 y en ellos, ó cuando mas, del 1* al 2 de febrero ya pudieron los Españoles entrar en mejores esperanzas, y su nuevo gobernador dar á su plan de guerra un campo mucho mas extenso, porque aportó 4 Concepcion un refuerzo (3) del virey del Perú, que no podia llegar (1) Hijo del Pess que pereció en el oe de Jesus á manos de Riba- de Guajardo segun o (2) Aunque no pi los Pet ese uta no se puede dudar de él, puesto que consta en la relación de méritos del mismo Cuevas, justificada en juicio contradictorio por testimonio del capitan don Rodri igo de Arana que se halló presente, de Juan Perez de Caceres, id. , y de don Gabriel Vallejo , el cual pop diciendo : « Y que fue una victoria de las buenas y de impor- con que mr e de . + Concepción, pue se ge e á los ene- » migos. repasar el Bio. » de 2000. » (3) De un refi o, venido tambien del Perú ARE del O E ES ii a E sin embargo olmos como se pura Vizcara en : Concepcion con SS 3 del dicho febrero : « Y confiando de la capacidad de la persona, y ser caballero notorio, del » sarjento mayor, Luis de las Cuevas, como le doy comision para que en el » navío que está surto en este puerto de la Concepcion, de que es maestre CAPÍTULO XXIl. 251 con mejor oportunidad para que las armas castellanas combatieran la terrible tormenta que de las cenizas del desventurado Loyola vino á levantarse. Tiempo era, en efecto, de concurrir á sufocar el in- cendio, porque Paillamacu, que por su parte llevaba ya expuenados los fuertes de Puchanquí y de Santa Cruz, en sabiendo las sucesivas derrotas de sus otros jenerales por las tropas de Concepcion, lleno de ira quiso él mismo acercarse á bloquear esta ciudad; arrasando de ante- mano Jesus y Chibicura para dejar mas expedito el paso del Biobio. Vízcara marchó sin detenerse con quinientos hom- bres á la defensa de aquellos dos fuertes, ya sitiados por un cuerpo de dos mil Indios 4 las órdenes de Pai- llamacu, pero ya no era el airado, sino el circunspecto toquí, pues reconociendo que á mas de venir fuerzas res- petables contra sus armas, por algo habia de contar el hacer de las dos guarniciones sitiadas, desde el ins- tante en que comenzara el combate, tuvo por mas cuerdo no esperar al gobernador, y se retiró con sus huestes hacia la confluencia del Lecudahnu con el Ta- bolebu. » Diego Saez de Loisa, para hacer su viaje á la ciudad de Valdivia, se embarque » y lleve en él las municiones que le he mandado entregar suficientes para las » ciudades de las fronteras de arriba , del socorro d tiempo que la semana » próxima pasada envió á este reino el señor virey del Perú don Luis » de Velasco y llegaron á este puerto. Para que se vayan entregando á los » capitanes de guerra, y oficiales reales de cada ciudad conforme á la instruc- » cion que se lleva, tornando recaudos del recibo, y trayendo RR e MRE TRA » murió el dicho gobernador, y las municiones, artillería, y presidio, que habia » en cada frontera de las ciudades Imperial, Valdivia, Villarica y Osorno. Y que Aal er Ms ANA led: a AN e ÓN tao capitanes y ut ay UL JULUDL » correjidor de Infantes de Angol, para que salga escolta de la dicha ciudad » á encontrarse con la que viniere con él, y con el dicho socorro, para que » llegue con regularidad. »- 252 HISTORIA DE CHILE, De todos modos, sus frutos recojió el toquí de esta empresa, porque don Pedro de Vízcara, que llegó á probar, en los pocos dias de su mando, ser tan inteli- jente en armas, como lo habia sido en letras, com- prendió con razon que en el estado en que entonces se hallaba el pais, aquellas dos fortalezas no podian menos de venirá ser presa del arrogante enemigo, y por consi- guiente despachó sus guarniciones para socorro de Santa Cruz de Coya, á cuyo punto se trasladó él mismo, en cuanto hubo hecho lo propio con los presidios de Tu- capel y de Lebu , trayéndolos en refuerzo de las armas encargadas de guardar la ciudad de Cañete, y la de Arauco. En llegando á Santa Cruz de Coya, mandó un des- tacamento para Guadaba y Angol, con órden de que si estas guarniciones conceptuaran no poder sustentarse en -sus puestos, á la ciudad de los Infantes se traslada= sen, haciendo pasar aviso á la Imperial, Villarica, Val- divia y Osorno, que socorridas serian en breve por mar desde la ciudad Concepcion, porque á este punto se re- tiró Vízcara, huyendo de la estacion rigurosa, y dejando ya las armas Araucanas concentradas en los marjales de Puren. Tales fueron los sucesos de las armas tras la muerte del gobernador Loyola, y ya se ve si el licenciado Pe- dro de Vízcara fue sobradamente dichoso, puesto que se retira á invernar á Concepcion, habiéndose hecho respe- tar del pueblo indómito , cuando mas enardecido y entu- siasmado salió desafiando á sus Opresores, Contaba Vízcara con la entrada de la próxima prima- vera para marchar resuelta y agresoramente contra los batallones de Paillamacu, acampados en Puren, pero el CAPÍTULO XXII. 253 18 de mayo de este propio año de 1599, aportó en Con- cepcion don Gabriel de Castilla que de órden del virey del Perú conducia, para defensa del reino de Chile, y en virtud de la demanda que á este efecto le hizo el comi» sionado del cabildo de Santiago, un refuerzo de qui- nientos veteranos, y el gobernador nombrado don Fran- cisco de Quiñones. Para que mayor pareciera la ventura de los Espa- ñoles, en Santiago de Chile estaba ya desde el 25 de abril, otro socorro de hombres con que respondió el go- bernador de Buenos Aires don Diego Valdes de Lavanda, por medio de su primo don Francisco Rodriguez. De suerte que Vizcara tuvo que entregar el baston , cuando elementos habia para recojer laureles, toda vez que á las fuerzas las guiara la prudencia; y con la gloria de dejar todas las colonias españolas defendidas y en poder de los Españoles, se retiró á Santiago para volver al desempeño de su cargo Ó sacerdocio judicial (1), juntamente con la interinidad del administrativo , COMO se verá en breve. (1) Se le supone despoblador de las ciudades de Santa Cruz de Coya y de los Infantes de Angol. Ni aun tal pensamiento tuvo Nunca, como ya nos lo han dicho los hechos, pero á mas, no hay sino oirle á él mismo en el documento de que ya hicimos mérito. « Y el resto de dicha jente y soldados, por la necesidad que de ella hay » para fortalecer las ciudades fronteras de Angol, Chillan, Santa Cruz de » Coya, y esta de la Concepcion, contra las.cuales los enemigos naturales » amenazan, y acometen cada dia con furia y potencia, se traigan donde re- » sidiere yo, ó mi teniente de capitan jeneral Francisco Jofré, y para otros » efectos necesarios para el buen expediente de la guerra, antes que el ene- » migo pueda prevalecer, no obtante haber traido todo lo necesario y posi- » ble de la ciudad de Santiago, sin los que estoy esperando, estantes, y habi- » tantes y útiles para la guerra. » Por último lu=go veremos que ese hecho, si censura merece, sobre el sucesor en el gobierno del señor Vizcara ha de recaer, y nO sobre este. CAPITULO XXIUHH. Gobierno de don Francisco de Quiñones. — Funcion de Yumbel. — Crueldades ejecutadas en los Indios. — Despoblaciones de algunas colonias. — Pasa e ( 1599.) Don Francisco de Quiñones, hijo del reino de Leon : y alcalde ordinario de la ciudad de los Reyes , tomó las riendas del gobierno de Chile desde que aportó en la ciudad Concepcion, aunque su recibimiento en la ca- pital parece no hubo de ocurrir sino por comision, hácia mediados de junio del año en que estamos, á tiempo mismo que su antecesor el licenciado Vizcara, fue reco- nocido en calidad de teniente jeneral y gobernador inte- rino de Santiago y su jurisdiccion, por mandamiento expreso del referido Quiñones. Este sujeto. gozaba en Lima no solamente de esas serviles consideraciones, que parecen culto debido á las riquezas , sino que como se hubiese conducido en los cargos de república con una rectitud, y una severidad tal cual exajerada , como habia mostrado en ocasiones peligrosas, tremendas 4 veces, un ánimo poco comun, y sobre todo, un arresto poco menos que irresistible, vino á llamar la atencion pública sobre su propia per- sona , y de ella se solia servir la autoridad superior siempre que llegaba á verse amenazada, 6 desconocida ; cosa harto frecuente en aquella época de licencia, de CAPÍTULO XXHL. 255 crímenes , de fanatismo , y de extravíos sobrado repug- nantes. | : Ahí estan los títulos que le valieron á Quiñones el gobierno del reino de Chile, y aunque insignificantes parezcan á primera vista, no los enseñara tan honro- sos, ni tan meritorios, mas. de uno de los que en ese tan supremo puesto llegaron á ver las que un dia se llamaron Américas Españolas. Sirvió mucho á la elevacion de don Francisco de Qui- ñones, el lijero discurrir del virey del Perú, que con noticia de la jeneral sublevacion de los Indios de Chile, en virtud de la muerte dada al tan incrédulo , cuanto malhadado Loyola, y sabedor tambien del mando á que de ley habia venido el licenciado Pedro de Víz- cara, vino á suponer perdido el reino de Chile por mil _Tazones, de entre las cuales las dos mas ponderantes eran ; 1% que un letradono podia ser buen militar ; 2 que en un hombre de setenta y mas años como Con- taba Vízcara, muerta la facultad física , y muerta la fa- cultad intelectual habian de estar; contra cuyo desatino toda observacion fuera escusada, porque el solo sentido comun ha de suponer tanto y mas de lo que nosotros quisieramos decir sobre el particular. Sin embargo, sean los hechos por sí mismos los que nos den la medida del valer de esos dos caracteres tan distintos que notamos entre la sesuda prudencia de don Pedro de Viízcara, y la arrebatada índole del ilustre al- calde de Lima que vino á sucederle. No admite duda que el pueblo araucano de dia en dia acrecentaba sus fuerzas ; de dia en dia se hacia mas tre- mendo; y de dia en dia ponia mas en riesgo las colonias castellanas ; todas esas son consecuencias naturales del 256 HISTORIA DE CHILE. triunfo, ó mejor, de los repetidos triunfos con que la fortuna favorece á un bando, como es consecuencia tam- bien que el bando vencido desaliente y comience á recelar de sus propias fuerzas. Como quiera, no hay que olvidar que Quiñones viene á poner sobre las fuerzas de su antecesor, el refuerzo de quinientas plazas que con él vienen del Perú, otro muy regular socorro de Buenos Aires acuartelado ya en San- tiago, y aunque ningun historiador deje señalado el nú- mero preciso de Españoles con que el nuevo gobernador va á salir á la guerra , sin incurrir en nota de exajera- dores bien podemos llevarle hasta mil dos, ó mil trescien- tos hombres; número de no poco importe en aquel tiempo, atendida la ventaja del arma que iba á la defensa y sosten de sus usurpaciones. Pero ese número, mayor ó menor como él fuese, en nada , ó por lo menos en muy poco hubo de tenerle Paj- llamacu, que estaba 4 la sazon en Puren, y que en cuanto se le dijera el arribo del nuevo gobernador, llevó el atre- vimiento hasta punto de presumir la toma de Concep- cion, con gobernador, habitantes y soldados que dentro de ella habia, Seis mil Indios mandaba entonces el toquí, dió la ter- cera parte á su vice toquí Millacalquin , y con Pelan- taru (1) (et otro vice toquí), y los cuatro mil hombres, en camino de Concepcion se puso, resuelto 4 sitiar esta ciudad. (1) Dice Olivares que Millacalquin fue esta vez al cerco de los Infantes de Angol; así lo asientan tambien nuestros manuscritos; pero en que Pelantaru marchara entonces contra la ciudad de Coya, como pone ese historiador, es- tamos discordes ; este vice-toqui vi pañando á su jefe, y en la accion de Yumbel se halló. Garcia piensa que Pelantaru pasara á Tucapel; tambien se equivoca, a CAPÍTULO XXXIII. 257 En cuanto el nuevo gobernador supo ese movimiento del enemigo, de la Concepcion salió con su jente, mar- chando al encuentro del toquí, viniéndose á encontrar los dos caudillos en los llanos de Yumbel. Con motivado y recíproco respeto hubieron de mirarse ambos bandos, porque no desatentados, ni iracundos, se acometen esta vez, aunque de esa manera solian de ordinario romper en todas sus funciones, antes se advierte que el castellano ordena sus filas con esmerada precaucion, cerrando las alas con toda su caballería y montando seis cañones al frente de los infantes, mientras que el toquí por su parte cuadra tambien las líneas araucanas en igual órden, oponiendo, por decirlo así, peones contra peones, y ca= ballería contra caballería. Faltábanle las bocas de fuego, y grandes destrozos le hacian estas desde que comenzó el combate, con encarnizamiento sí, pero conducido de ambas partes con disciplina, con presencia de ánimo, y con admirable tino. A mas de tres cuartos de hora de desigual lucha (decimos desigual porque la artillería española la tenia constantemente en esa línea , con ter- rible estrago de los Araucanos), vino á comprender el toquí un muy mal éxito para sus tropas, caso de conti- nuar en la pelea con el órden que hasta entonces ob- servó, y por tanto presuroso anduvo dando cuantas disposiciones convenian, para que su caballería arran- case impávida contra la castellana , facilitando así á los batallones una embestida impetuosa hasta penetrar el centro de los piqueros y de los arcabuceros, obligándolos al juego del arma blanca. Esa tan osada resolucion cara le costó al toquí, y si cierto es que con ejecutarla en grande aprieto puso á las armas del gobernador, en el último trance, puesto -- 1. Histonta. 17 258 HISTORIA DE CHILE. que al cabo de dos horas de un combate atroz, sostenido brazo á brazo, y alimentado con innumerables víctimas, acaso perecieran todos los Españoles en una pavorosa des- bandada, 6 tuvieran que rendirse á sus enemigos, á no salir Quiñones poniendo á retaguardia un escuadron con órden terminante de quitar la vida á todo soldado , ó pe- loton , que señal diese de quererse pronunciar en reti- rada ; esa resolucion , decimos, le fue muy desastrosa á Paillamacu, que al cabo vino 4 verse con la flor de sus guerreros derrotada, y en la necesidad de abandonar el campo, para que el nuevo gobernador comenzara desde luego á dar suelta á lo que mas lucia en su Aa 3 UN implacable , y ya bárbaro rigor (1). Y, si se quiere, sea disculpa de esa irritante venganza, el exceso de la ira que debió sentir don Francisco de Qui- ñones á vista de tantos Españoles beneméritos como en aquel campo rindieron sus vidas, defendiendo el honor del pabellon ; pero ¿ hay igual disculpa para dejarle cor- rer las tierras de Puchanqui, Millapoa , Tabolebu y Cati- ray, con ese inclemente furor, que no solo se ceba en los campos talándolos y reduciéndolos á cenizas, sino que á cuchillo pasa cuantos habitantes logra tropezar en aquella como batida militar, sin distincion de edad, ni tampoco de sexo ?... (1) Hizo degollar sobre el campo de batalla á todos los Asp á todos los heridos, y por mas que queramos trasportarnos mentalmente á las cos- tumbres de la época, por mas que los que en el relato de esta a de los presalias contra un enemigo feroz, impío y sanguinario, munca podemos dar con razones que á tan comun parecer nos inclinen; y esto por la simple causa de que no podemos menos de ver aquí un pueblo, sobre ofendido é Pre E pe 4 tosco vivir de la pio cae 0 una nacion con A y lo que mas dedicó dicos ser As Y do nó Y A + $ caridad para con el be iaa á e dd AAA CAPÍTULO XXIHI, 259 Verdad es que para llevar la irritación del cuerpo so- cial hasta el último extremo, no hay como castigárle, y en este punto por camino derecho marchó el nuevo go- bernador, que si á fuerza de crueldades logró infundir algun terror en las perseguidas tribus, de corta dura fue, y tambien do estímulo para que las fuerzas de una milicia que él contaba poco menos que arrollada , ro- busta y ardorosa pareciera de nuevo en distintas di- recciones, poniéndole en la necesidad de reforzar in- mediatamente la guarnicion de Santa Cruz de Coya, y pasar á la lijera 4 Concepcion en demanda de ele- mentos con que acudir al auxilio de las ciudades ame- hazadas. Con mucha celeridad tuvo que andar el gobernador en esta ciudad para llevar 4 efecto parte de las disposiciones que el estado de las cosas dé la guerra hizo necesarias, porque pronto vino á reconocer que en manos del Araucano caerián necesariamente las poblaciones de Ca- ñete y de Arauco, estrechadas ambas ya, y por tanto aconsejando la inmediata medida de ir 4 ampararlas; y cuando esto no fuese factible”, salvar por lo menos 4 sus habitantes favoreciendo la despoblación + en este último parecer se puso Quiñones, sin duda porque mas debia áu- harse con lo crítico de las circunstancias. | ] La medida vino á tener efecto casi en sentido inverso antes que el gobernador presumia , y tambien sin su in- tervencion, porque los colonos y la guarnicion de Ca- hete en la que estaban los presidios de Tucapel y de Lebu, viéndose sin bastimentos, y gravemente amena- zados, se resolvieron á romper el cerco abandonando al enemigo la plaza, y retirándose á Arauco; á ese mismo Punto, y en los propios dias fue á abrigarse tambien la 260 HISTORIA DE CHILE. oblacion de Santa Cruz de Coya, d liendo los montes de San Jerónimo, y tomando á su paso el destacamento que guarnecia el fuerte de ese nombre. Semejantes hechos bien merecen el nombre de triunfos para las armas araucanas, las cuales ninguna otra cosa. pedian sino el que de su suelo desaparecieran los Espa- ñoles, y con ellos hasta el último vestijio de su domi- nacion. Probaban tambien que el alzamiento indio de cada vez se ostentaba con mayor robustez , y que ese pueblo heróico cebo en que saciar su venganza iba bus- cando; pero contra tan tremenda llama , si acaso débil fuera el remedio que en susarmas pudiera considerar el go- bernauor, muy eficaz, muy ejecutivo hubo de verle en la so- berana virtud de su destemplada € injénita inclemencia. Por lo mismo, y como los sucesos salieron obligándole á modificar sus proyectos, relativos á la despoblacion de Cañete y de Arauco ; como por segura viera la subsisten- cia de esta última plaza; ya que en su centro habian entrado las fuerzas de las que atras dejamos señaladas; 4 marchas forzadas caminó desde Concepcion , por las mismas parcialidades de Tabolebu, Catiray, Puchanqui, Puren y Lumaco, hasta la Imperial, pasándolas con igual furia que la que le vimos tras la sangrienta accion de los llanos de Yumbel. Asediada tenian los Indios la ciudad Imperial , pero no quisieron estorbar la entrada al gobernador, que fue recibido de aquellos moradores con muestras de indeci- ble júbilo, y mas cuanto que se reconocian deudores de su salvacion á este inesperado arribo de don Fran- cisco , justamente cuando serios recelos de que no habian de ser socorridos se divulgaban ya en el centro de la ciudad, donde los Araucanos hacian correr noticias CAPÍTULO XXIHIL. 261 muy adecuadas para que el desaliento se asentara en to- dos los corazones. ¿Como no desesperar, en efecto, sabiendo de un modo indudable que, sobre verse cerrados de un tan crecido número de enemigos, en el propio aprieto se - encontraban Valdivia, pt Villarica, y otros diferen- tes establecimientos? Hay que decir aquí que cuando el virey del Perú pasó al gobernador de Chile la órden de proclamar por rey de España á Felipe 111 en consecuencia del fallecimiento del 11” del mismo nombre, su padre, decíale tambien la salida del coronel don Francisco Ocampo con un so- corro de 200 hombres; y este socorro en defensa de Valdivia y demas colonias habia de ir, como así se lo manifestó á sus cabildos el gobernador Quiñones desde que entró en la Imperial, cuyo asedio levantaron los Árau- canos voluntariamente. Empero de otro modo lo determinó la fortuna. Quiñones no podia abandonar la ciudad Imperial á las consecuen- cias de un nuevo cerco, inevitable desde el instante que él, con sus fuerzas, se ausentara de esa colonia ; los ví- veres en ella andaban ya muy escasos , tambien las mu- niciones de guerra ; y el gobernador tuvo menester de gastar muchos dias para remediar en lo posible esas dos tan terribles necesidades de existencia ; por otra parte el prometido refuerzo del virey no parecia , disponer de tropas que fueran á suplirle no se podia; porque las llegadas con don Francisco andaban corriendo los pa- gos de Ja Imperial en busca de mantenimientos, que no estaban abundantes, pues asolados dejaban los Indios el campo; y en este intervalo Villarica, y Osorno, y Val- divia, en poder del arrogante enemigo habian de caer. 262 : HISTORIA DE CHILE. Pasma verdaderamente la actividad de ese pueblo in- dómito en aquella época que parece escojida por alguna divinidad infernal para que solo lástimas , solo horrores y muertes, se cumplan con despechada saña entre dos partidos á cual mas feroz ya, y no es de menos asombro el inaudito esfuerzo, el infatigable empeño con que corre el bando castellano para apagar esa tea voraz que va á consumir la obra de medio siglo de heroicidades , en descrédito del orgulloso pendon que acaso llegara á echar hondas y duraderas raices en el riñon de la Araucania, si mas político, si mas sagaz, y mas templado, fuera desde luego su porte. Paillamacu , su astuto consejero Ancanamon , y su vice-toquí Pelantaru , son los jefes que sitian las ciu- dades Valdivia , Qrorno , y Villarica (1); y ese mismo toquí cuenta con traer despues la ciudad Imperial á tan fatal suerte , pero quitando de allí las armas del gober- nador por medio de operaciones de bien entendida es- tratejía. No vendrá á atacarle á aquel recinto, no, antes se correrá como el rayo á la provincia de Chillan, llevándolo todo á fuego y sangre, y poniendo en apre= tado cerco la ciudad San Bartolome de Gamboa con un cuerpo de dos mil soldados, aunque otros sueltos han de registrar presurosos los contornos : ante semejante nove- dad ya no podia mantenerse ocioso el jefe castellano, que (1) En poco tuvieron siempre los Araucanos el oro, y en poco ó nada le tienen mo. sd tados modos cierto es que solamente aa sacaron en Pes ga CAPÍTULO XXI. : 263 así lo habia presumido tambien Paillamacu , 6 mejor, eso fue loque hubode adivi tendido y astuto consejero. El de noviembre de 1599 pereciera irremisible- mente la colonia de Valdivia , si sus moradores no se hubieran mantenido alerta y resueltos á una defensa des- esperada. En cuanto se vieran al romper el dia , cerca- dos de enemigos, comenzaron á cumplir salidas de tan increible arrojo que forzaban á los cuerpos Indios mas allá de lo que era de suponer, y hasta les solian tomar víveres y prisioneros. Alentados con sucesos sino de suma importancia, con la suficiente para poderse pro- meter los en que fundaban ellos su sosiego , y la con- servacion de sus bienes, ya se atrevieron á un golpe de mano, arriesgado si se quiere, pero con probabilidades de infalible, porque con informes de escrupulosa exac— titud fueron á dar durante la noche en un campamento de familias enemigas; y sobrecojidos los Indios, y emba- razados tambien entre los ayes y lamentos de sus mu- jeres é hijos llenos de espanto, en manos de los Valdi- vianos dejaron todos cuantos bastimentos tenian, y la mayor parte del mujeriego con muchos niños de pecho que fueron conducidos á la colonia. Como de todas estas escaramuzas , que no otro nom- bre merecen, y que frecuentes fueron en los primeros dias del asedio , salieran los Españoles triunfantes , , Casi con desprecio comenzaron á mirar á su enemigo, y el exquisito zelo que desde luego mostraron para tantear sus fuerzas, vino, por fin , á convertirse en el mas reprensi- ble descuido, en medio de un pueblo que harto ponderaba su arrojo en el solo hecho de presentarse impávido álda boca de los cañones sin mas que una macana en la mano, 6 cuando mucho una lanza. 264 HISTORIA DE CHILE. Ya no era menester pasar las noches desvelados en la ciudadela ; no merecía semejante sacrificio un enemigo que todos los dias se dejaba correr; cada cual podia re- tirarse á su casa, confiando la seguridad pública, si acaso no su defensa, á la vijilancia de cuatro hombres, que ha- bian de mantenerse en la plaza , en forma de cuerpo 6 guardia de prevencion, como quien dice. Los Araucanos bien sabian lo que dentro de muros pasaba , que no les faltaban amigos, y no les convenia sacar á los Españoles de su loca confianza , antes seguian con su natural sagacidad los planes de seduccion 4 que desde luego recurrieron , so capa de tal cual desaliento para mayor ceguedad de sus opresores, y dia se señaló en el cual la plaza habria de ser invadida : entre tanto ningun ataque serio, ningun movimiento que verdaderos temores pudiera inspirar. Con todo, á oidos del sarjento mayor (1) llegaron los manejos de los Araucanos y de sus ajentes, y en noticia del gobernador de la plaza (2) los puso ; pero este hubo de tomar por cuento lo que la rea- lidad le habia de enseñar bien 4 pesar suyo , y para fatal desgracia de todos los colonos. Volvió de rechazo el sarjento mayor insistiendo por que inmediatamente se tomasen providencias no sola- mente para resistir al enemigo el dia dado, puesto que se sabia lo era el 24 de noviembre, sino contra los que en la conjuracion resultaren comprendidos siendo casi todos los criados de los Españoles, segun así lo afir- maba el que en servicio del mismo sarjento mayor andaba; pero el gobernador respondió con insultante destemplanza á ese nuevo aviso, labrando desde en- (1) No vemos su nombre en parte ninguna, y es de sentir. (2) Tampoco se nombra, CAPÍTULO "XXUL, 265 tonces la ruina de toda la ciudad, con causa para que los colonos se pronunciaran en dos bandos, mas numeroso el de la primera autoridad porque siempre tuvo esta muchos aduladores, pero mas feliz el que se declaró por el sarjento mayor, pues que al fin, de una muerte cierta, Ó de una eterna servidumbre, mas dolorosa que la misma muerte, vino á salvarse. Fue fortuna para este el hallarse en el puerto los navíos de Ballano, Villaroel, y Diego de Rojas, á los cuales pasó sus familias con el mayor sijilo, sin que llegase á notarlo el gobernador, sirviéndose de canoas y lanchuelas que bajaban el rio hasta poner la jente en las naves, De este mismo medio usó con su familia el precavido sarjento mayor, pero tanto su persona , como las de los que de su mismo pensar eran, al frente del peligro esperaron armados la llegada del alba del 24. Mientras en esta faena se entretenian todos cuantos Españoles creyeron en el peligro que corrian, unos cincuenta Indios entre infantes y caballos, penetraron sijilosamente en la plaza, apoderándose al instante de los cuatro vijilantes puestos en ella, y tras esta dili- jencia en las iglesias comenzaron á tocar á fuego los criados traidores, sacando con esto de sus casas á los moradores que caian indefensos en manos de cuerpos Indios apostados á todas las puertas, y en todas las oe.” calles (1). Dos horas cuando mas pusieron en atar á todos los crédulos que con vida quisieron guardar los Araucanos, porque á mas de cuatrocientos se la qui- (1) Segun Molina cuatro mil Indios de ambas armas penetraron en la ciudad ; Olivares pone cinco mil, dos de infantería, y tres de caballería ; nuestros documentos no fijan número, pero de suyo se deja inferir que debió ser crecido, 266 HISTORIA DE CHILE. taron, respetando la de otras tantas mujeres que hicieron esclavas , cuarenta y dos niñas, y algunos niños (1); pero el sarjento mayor y los de su partido, como pre- venidos esperaban al enemigo, con él entraron en una reñida pelea digna de fin mas venturoso, porque ya que su suerte con bien sacó á muchos de ellos del inútil y arrestado empeño que pusieron por salvar la colonia de manos de masas tan numerosas, de sentir es que arro- jándose al rio, unos 4 caballo (2), otros en algunos botecillos que de prevencion se tenian para atravesar hasta las tres naves españolas, muy pocos fueron los que al lado de sus familias (3) pudieron llegar, porque en las aguas quedaron ahogados. > El 5 de diciembre, es decir, once dias despues de esa terrible desgracia, entró en el puerto de Valdidia el coronel Francisco Ocampo con el socorro de 220 (4) Españoles, para no ver sino ruinas, con la pesadumbre de haber perdido dos hijos puestos al cuidado de una (1) Particular mencion se hace del capitan Rodrigo de las Cuevas que á ruego de su criado no solamente se le perdono la vida, sino que se le dejó vivir con su esposa. Esa misma gracia cayó, á instancias tambien de sus respectivos criados, á los padres de los recien nacidos doña Ana de Almonacid y don Pedro de So- tomayor, conducidos ambos á una misma parcialidad, y cuando esos niños al- canzaron la edad, de consentimiento de sus padres, y tambien de sus señores, lebraron su matrimonio , con promesa de validarle segun la iglesia , en cuanto docs se pr Agustin Barraza; y de ese enlace proceden los Sotomay todos han respondido dignamente 4 la honra y lustre de su que hasta el dia el barco en que pensaba bogar hasta alcanzar las naves, su caballo se ahogó, y con él se sumerjió en las aguas, (3) No sabemos cual causa pudo hace haci ) (2) De ese número fue el sarjento mayor que echándose montado al rio para — (8) 300 le da Molina; Olivares 200. CAPÍTULO XXI, 267 cuñada por fallecimiento de su esposa, aleunos dias antes de su salida para el Perú; por fin, un antiguo criado suyo oyó los ruegos de este desventurado padre, y no paró hasta lograr la libertad de los dos niños pa= sándolos' 4 bordo, tras lo cual Ocampo se encaminó hácia la ciudad de Osorno. He ahí cuanto corresponde al cerco y ruina de una de las mas ricas colonias chilenas, perdida por la culpable neglijencia de su gobernador de plaza, y perdida mien- tras que don Francisco de Quiñones se afana corriendo los campos de la Imperial en busca de provisiones con que poner á sus colonos, y guarnicion, con elementos que faciliten una resistencia sostenida , si nuevo asedio le pusieran los enemigos. Pero casi con la noticia de esa irreparable pérdida, vino á recibir el gobernador la de que el toquí, con algunos dos mil hombres (1) se hallaba arrasando la provincia de Chillan (que eso mismo anun- ciamos ya. mas atras), y que San Bartolome de Gamboa no podria resistir muchos dias al ímpetu de las armas araucanas. Ante un hacer tan acelerado y que con tanto des- crédito asomaba para las banderas del rey, ya no pudo contenerse el nuevo gobernador, antes se puso en mar- cha, caminando dia y noche al encuentro del toquí, y atravesó el rio Biobio por su confluencia con el Ver- gara; pero pronto supo el toquí este movimiento , y no estaba en ánimo de verse cojido entre dos fuegos, que lo importante á sus fines iba en sacar al gobernador de la Imperial. ias quiera , muchos eran los bastimentos 4 Potantar pasó con el resto de: las las tropas que tomaron : á VAIO, es en Ly que con ellaá : pronan en cuanto se ausentara el gobernador. 268 HISTORIA DE CHILE. que Paillamacu recojió en los campos de Chillan , y á su pais se empeñó en trasladarlos ; resolucion que estuvo á, pique de costarle muy cara , porque revolviendo con su jente, y no mal servido esta vez de sus espías el gober- nador, poco tuvo este que inclinarse para ponerse de- lante de los Araucanos en las islas de Taboy, llamadas despues Tavon, situadas al oriente de Yumbel , y distantes de esta plaza cosa de seis leguas. No le supo bien 4 Paillamacu este inesperado en- cuentro , pero forzoso le fue aceptar el combate á que se le trajo sin siquiera darle el tiempo necesario para escojer posiciones, porque en ese acometimiento esfor- “zado y repentino fundó el impávido Quiñones un triunfo mas completo, y mas fecundo en resultados de lo que vino á salir; pues los Araucanos supieron resistir el em- puje de los Castellanos en mas de cuatro horas que tardó en llegar la noche para que con las tinieblas desapare- ciera el toquí, pasara el rio Laja, y se encaminara á cor- tar el Biobio, burlando de esa manera las esperanzas del campo del rey, Con todo, dilijente anduvo tambien Quiñones para salir en persecucion de su enemigo, que, merced al carguío del rico botin recojido en Chillan , se dejó al- canzar al mismo paso del Biobio, y cargado de los Españoles con indecible furia, vino á perder mucha mas jente que en Taboy, y lo que es mas, todo el comboy que llevaba (1); aunque á costa de mucha sangre com- praron los Españoles esos leves triunfos, Tras esas dos funciones el gobernador pasó á la ciudad Concepcion para dejar en ella sus muchos heridos, y re- (1) Consistente no solamente en víveres, sino tambien en mucho ganado de cerda, y no pocos de carga y de labor, ; CAPÍTULO XXI. 269 poner algunos pertrechos de guerra, inutilizados ó perdi- dos en sus precedentes excursiones; mas ningun descanso pudo dar á parte de sus tropas, porque con él hubo de entrar en aquella colonia el parte de que cuatro mil In- dios sitiaban la plaza de haga; y diez mil (1) la ciu- dad Imperial. La empresa de libertar á Árauco, á Pedro Paez Casti- llejo se la confió el gobernador, que con trescientos cin- cuenta Españoles, fue á pasar el Biobio casi á orillas del mar, llegando sin obstáculo al valle de Chibilinco, cami- nando despues toda la noche hasta márjenes del rio Carampangue , para con la luz del dia romper las líneas sitiadoras, como así lo verificó sin grande esfuerzo, in- ternándose en seguida en la ciudad sitiada. Allí se detuvo unos cuantos dias cumpliendo todos ellos varias salidas de ningun importe, porque los Indios solian retirarse hu- yendo siempre el empeño de una accion seria, para luego volver delante de la plaza, seguros de que mas ó menos tarde la falta de municiones vendria á ser su mas pode- roso auxiliar. Si esa ú otra causa llegó á aconsejar el abandono de aquella colonia , cosa es que no se puede asegurar ; re- sulta sí que Paez Castillejo salió de ella con toda su jente, con los colonos y las guarniciones allí cerradas desde la despoblacion de Cañete y otros puntos atras mencionados, y pasó por entre los sitiadores sin resisten- (1) Seguimos el decir de todos los historiadores, y con tanta mas razon, cuanto que así cuentán tambien nuestros manuscritos; pero no la esto para que reconozcamos, como reconocerá tambien el lector, que no se trala aquí de los guerreros que siguen al toquí y á sus subalternos; son en su mayor número masas pongase masas que remueve el general le- vantamiento, y menos terribles, con ser t , que mil ó dos mil soldados de los que van con ini 6 con Peltataro: Los hechos lo jus- pes carán, 270 HISTORIA DE CHILE. cia, mas que gran parte de estos le siguieran observando hasta verle del otro lado del Biobio, y camino de Concep- cion, mientras que el resto se puso á demoler los edificios de la ciudad desamparada. - Es resúmen de cuanto en el presente capítulo queda dicho que en siete meses de operaciones entre los dos bandos belijerantes , jefe del araucano el sesudo Pai- llamacu, y del castellano el gobernador don Francisco de Quiñones, siete establecimientos han perdido los Es- pañoles , los seis voluntariamente abandonados, cuales son Cañete, Tucapel, Lebu, Santa Cruz de Coya, San Jerónimo y Arauco; y la ciudad de Valdivia arrasada, y la Imperial cerrada por numerosas huestes, y Villarica y Osorno sin esperanza de salvacion. Apenas si á princi- pios de este año de 1599 cuentan las filas araucanas seis mil guerreros, yá fines del mismo ya presentan cerca de treinta mil combatientes, mas que poco aguerridas pa- rezcan las dos terceras partes de ellos, De tan lastimosos sucesos , de esa sangre que 4 tor- rentes ha corrido en Valdivia , ¿ cabe culpa contra el gó- bernador don Francisco de Quiñones? y ¿qué se le pudiera argúir á un jefe entendido, á un jefe de un . valor probado en cien ocasiones, y que si tal vez midió sus fuerzas con las del caudillo araucano, siempre fue para recojer laureles , obligándole por lo menos á una prudente retirada? No, no; ese incendio tan terrible que así se descuelga en todas ó casi todas las colonias de la parte fronteriza de la Araucania, la imprevision de Loyola le encendió ; era preciso que cumpliera sus es- tragos, solo que la gravedad de estos, de la conducta mas ó menos prudente del jefe de las armas castellanas dependia , y ahí parece estribar un cargo no poco Ler- CAPÍTULO XXI. 9271 rible contra Quiñones, que en lugar de usar de una jenerosa y debida benignidad, para con los Indios iner- mes por lo menos, sus campos tala, sus vidas corta in- clemente, y es causa de que la irritacion por todos los ángulos del pais insumiso pregone el grito de una ven- ganza, que ya no se ha de ver satisfecha. hasta llegar al total exterminio de las armas invasoras. CAPITULO XXIV. gob ador d cisco pide al virey del Perú un sucesor para el gobierno de Chile. — Asedio de la Imperial y su defensa. — Pasa Quiñones á socor- rerla, — Vence á Millacalquin vice toquí. — Despuebla la colonia Imperial, y la de los Infantes, —Regresa á Concepcion. ( 1600.) En el pecho del gobernador Quiñones no cabe desa= liento, pero ¿cual nombre hemos de dar al hastío, por decirlo así, con que mira en Concepcion los asuntos de gobierno , y particularmente los que dicen relacion con la guerra? No hay duda que la situacion era , sobre apu- rada, doblemente dolorosa, viendo la rapidez con que se venia á la extrema necesidad (queremos admitirla por tal) de despoblar tantos establecimientos, y casi sin es- peranza de poder sustentar los pocos que restaban levan- tados en el suelo araucano. ) Quiñones debia sentir sobremanera que tales aconte- cimientos se cumplieran durante su mando , Como si un hado adverso. saliera expresamente para dar por tierra con las esperanzas que en ese hombre activo y ardidoso se habian puesto, y como si de intento á esa dignidad se le trajera para que en ella se desvirtuara el gran re- nombre ganado en Lima luchando contra riesgos que no todos los hombres acometen con fortuna, y raro es el que de ellos sale triunfante. Si á cubierto creyera él entonces su caballeroso pun- donor con entregar el mando de las armas, y el gobierno interino de Chile, en manos de uno de sus subalternos , e ii O mr e He E CAPÍTULO XXIV. 273 no por eso o delito de resentir un amargo pesar al ver malogrado el fruto de sus trabajos. Viendo, pues, que la conquista peligraba , puesto que los Araucanos pro- gresaban , al paso que los Españoles perdian terreno, y que las poblaciones fur dadas en muchos años, á costa de tanta sangre, desaparecian como si no hubiesen exis- tido, el jeneral Quiñones, ya, por otra parte, en edad avanzada, pensó en pedir su retiro al virey, que se lo concedió. Pero ántes de ir á disfrutarlo, aun tuvo una - hueva desgracia, en la cual continuó dando pruebas 09 celo y de conocimientos militares. Js <= Me Despues que Paillamacu , arrogante con la ruina de - | ¿ga habia encargado á su vicetoquí Millacalquin la Imperial ; despues qué el maestre de campo astillejo hubo despoblado aquella colonia llevándose en salvo á sus vecinos, y á los de Cañete, que se ha- bian acogido á ella, el ambicioso jefe araucano no quiso que su teniente tuviese la gloria de apoderarse solo de la Imperial, y fué 4 incorporarse con él, juncion que compuso el número de diez mil sitiadores. Los infelices sitiados ya no tenian víveres, y, lo que mas es, ya habian apurado los inmundos recursos á que apelan los valientes en tales casos, á saber, caballos, perros, gatos y hasta el cuero del calzado; y hacian salidas desesperadas por medio de sus numeros0s enemi= gos, naturalmente soberbios, y, en aquel instante, er- guidos con sus recientes triunfos. Paillamacu se los recordaba sin cesar, con el fin de mantener su ardor, prometiéndoles nuevas victorias. Claro estaba que en las salidas que haci Españoles perecian ; pero tal vez preferian morir á manos de los Araucanos, que de exte- nuacion y desfallecimiento. A lo menos, er el MU, HistorrA. fe FS de: e an HISTORIA DE CHILE, e ys + + Po PSN 5 Es calor de la vida hasta el último suspiro. En esta deplorable situacion, y sin esperanza. e ser socorridos á tiempo, no les quedaba ya mas recurso que rendirse por medio de la mejor capitulacion que le; ¡fuese posible alcanzar de sus enemigos. En efecto, se resignaron, y, reunidos en el ayuntamiento, vecinos y militares, resolvieron, despues de una larga y dolorosa deliberacion, entregarse á los Araucanos, 3 Á penas habian tomado esta resolucion extrema dose cuando, de repente, ven entrar en la sala una mujer, na señora española en traje militar, espada en mano, . deman varonil, heróico, jesto entre desdeñoso y airado. onocida como una heroina, tal vez sin igual en las his- torias, doña Inés de Aguilera (este era su nombre ), que los sitiados habian visto mil veces sobre el muro comba- tir al lado de su marido y de sus hijos, muertos, al fin, delante de sus mismos ojos, y rechazar briosamente ella, consintiesen en ir 4 olvidarla ho vez, en medio de un bárbaro jentilisimo, y en una indigna esclavitud, E e sin acordarse que Dios no abandona nunca á los suyos; que para corazones donde reina la verdadera fe, no hay nunca casos tan extremos, puesto que cuando lle- gan á faltar remedios humanos en las desdichas, queda el recurso supremo á la misericordia divina. ¡ Avergon- zaos de vuestra pusilánime determinacion, y que los que no tengan ánimo ó fuerzas para seguirme, vayan á pos. trarse delante de nuestra soberana protectora Virjen de las Nieves, pidiéndole humildemente perdon de haber desconfiado de la divina providencia, é implorando su especial amparo, mientras que yo y los que quieran ser conmigo, vamos á combatir nuestros feroces ene- migos! » ' Esto dicho, la asamblea quedó como electrizada, y | al punto un grito jeneral proclamó por gobernadora á doña Ines de Aguilera, la cual aceptó con magnanimidad la responsabilidad de tan peligrosa mision, y salió triun- te del ayuntamiento, seguida de los valientes; mien- tras que los ancianos y niños iban con sus mujeres y madres á invocar el amparo de nuestra Señora de las Nieves, imájen venerada y preciosa que el obispo San s coño XXIV. 275 q Miguel habia dado á su catedral, en donde, á fuerza de ruegos, la habia dejado al pasar al obispado de Quito, | : Claro está que en honor mismo de la verdad de los hechos, y de la perseverancia poderosa que dá la fe á corazones bastante inocentes para no tener que hacer alarde de una tan inútil como triste incredulidad, nos guardaremos de querer insinuar, ni de creer nosotros, que la Vírjen hubo de trastornar las leyes de la natura- leza para protejer á los sitiados de la Imperial; lo que se comprende muy fácilmente es, que los infelices, lle 5 . HISTORIA DE CHILE. 55 Mos de confianza en su intercesión , se mantuvieron sobre esta última áncora de la esperanza con ánimo y fuerzas para descubrir humanamente algun remedio á sus des- dichas, segun el proverbio : A Dios rogando y con el mazo dando. Sobre todo, en semejantes casos, todos los hombres, sin distincion de prácticas y creencias, se acojen al poder supremo y reconocen su propia miseria. Como lo hemos dicho ya., todos los animales domés- ticos y hasta las badanas y aforros de los muebles ha- bian servido de sustento á los sitiados, y las salidas que , - habian hecho estos para prolongar la vida solo por al- - gunas horas, habian sido causa para los mas de una pronta muerte. Sin embargo, en este instante de fervor y de fe viva, Francisco Galdamez ejecuta una , sale so- lamente con cincuenta hombres, pasa, y vuelve no solo con yerbas, sino tambien con legumbres y aves; pero de repente, se ve asaltado por un cuerpo de 2,000 ene- migos, y noobstante, Galdamez entra sano y salvo en la plaza, sin haber perdido un solo hombre. ¿Como sucedió este milagro? — Helo aquí. Galdamez, viéndose alcanzado, dió frente continuamente, y continuó su re- tirada en columna, , Por frente y fondo; la intelijencia Militar de los Araucanos completó el milagro; porque, _maravillados estos de la injeniosa y sencilla evolucion de los Españoles, se quedaron embelesados mirándola, y, por decirlo así, estudiándola, hasta idas llegar _ ilesos bajo la proteccion de la plaza, Gs -¡Júzguese cual debió de ser la alegría de los sitiados! Recuperadas sus sa an á postrarse con acciones de gracias, y nuevo fervor, á los piés de nuestra Se- ñora de las Nieves. Pero, al salir del templo, otra mayor solucion de construir un barco, sin pararse en dificulta= CAPÍTULO XXIV. 277 angustia los acongoja ; se sienten arder de sed, y no - tienen ni una gota de aguas porque los Araucanos les han cortado la del rio de las Damas, de que bebian. Este último mal era sin remedio humano, ó, á lo ménos, así lo creian; y se ponen á«buscar como locos una fuente ó arroyo, sin mas razon que la esperanza de que la Pro- videncia les enviaria agua de un modo ó de otro, y así fué : sea que nunca hubiesen notado que una cisterna muy profunda, en donde nunca habian=mirado, fuese un pozo manantial, ó que la Huvia la hubiese abaste- cido, sin que ellos parasen la atencion en ello, se halla- ron con la descubierta preciosa de que podia e, les agua en suficiente medida. Así recuperados de sus mayores necesidades, con las > fuerzas, sintieron mayores esperanzas , y surjieron en sus espíritus nuevas inspiraciones para trabajar en bus- _car medios eficaces de salvacion; porque los recursos que poseian tan milagrosamente no podian durar mu- cho, y lo mas racional era pedir socorro, cosa imposible por tierra, al paso que por mar no tenian el mas mínimo transporte. La consecuencia de esta reflexion fué la re= es des, ni saber si tendrian ó no materiales suficientes y pro- pios para esta construccion. Pu las manos á la obra , este proyecto se ejecutó en pocos dias, y, gracias á este teson admirable, se vieron poseedores de un transporte. Mas, cosa particular, ni una sola vez les habia pasado por el pensamiento que carecian de lo ma esencial para le Búbicran roto iirens: y ya me á desesp pundos de repente, uno de los concurrentes pensó que 978 HISTORIA DE CHILE. podrian suplir esta falta con la pez de los cueros de vino. Con esta feliz ocurrencia renace la esperanza, y todos, cada uno por su lado, van en busca de cueros viejos de vino, cuando uno de ellos halla dos de dichos cueros llenos de un alquitran muy puro. Es mas. fácil el hacerse juicio de la sorpresa y del jú- bilo que causó esta felicísima descubierta que el pintar- los. Gon esta excesiva abundancia de brea que la fervo- rosa piedad de aquel tiempo hizo mirar como un presente del cielo, el barco se halló muy pronto carenado, y no que- daba mas que hacer que botarlo al agua, montarlo y dar 8 vela en. busca de socorro para la plaza. En efecto, una noche, con el mayor sijilo, lo hecharon al Capten, y co- - misionaron á don Bernardino Quiroga para que, con dos Españoles y tres Indios, fuese en él 4 exponer la extre- midad en que se hallaba la Imperial... Pero:todo esto no pudo hacerse tan sijilosamente que . no llegase bastante pronto á conocimiento de Pailla= macu, y á penas este lo supo, destacó á su vicetoquí Millacalquin con tres mil hombres para ir 4 guardar - el paso en Yumbel y oponerse á la llegada del socorro: Causa verdaderamente sorpresa el ver el acierto y pericia militares de dls + guerreros araucanos, que im- por su intrepidez, sino tam- bien por sus miras estratéjicas. Como, sin duda alguna, lo habia pensado Paillamacu, el enviado de la Imperial habia arribado felizmente á la Concepcion, y el gober- -nador pe se habia puesto inmediatamente en marcha, pr epie con n fuerzas suficientes, en aten- s, Dien pr este a es con teson, y solo cediese al fuego de la artillería. No CAPÍTULO XXIV. 279 dándose por vencido, Millacalquin se rehizo, y, reple- E gado sobre el rio Tabon, presentó segunda vez la ba= talla al jeneral español, pero de nuevo fué deshecho y batido. De suerte que Quiñones llegó, sin mas estorbo, sobre Paillamacu, el cual, por prueba de que las fuer- zas españolas que le venian encima eran UA levantó apresuradamente el sitio. El momento de la entrada del libertador en la plaza, y las sensaciones profundas de consuelo y de gozo que debieron experimentar los infelices sitiados, son cosas que no se podrian describir tan bien como la imajina- _cion las concibe. Doña Ines de Aguilera recibió del go- bernador un verdadero y bien merecido homenaje de admiracion y de respeto por sus virtudes heróicas, á las cuales la Imperial, dejando á parte los favores particu- lares de la Providencia , debia el haberse mien hagia | A a llegada del socorro (1). | $ «38 Bien que hayamos leido en algunas noticias de los i acontecimientos de aquel tiempo, que Quiñones se man- | tuvo en la Imperial hasta la llegada de un barco, que | vino en abril , para transportar los habitantes de la plaza E : á la Concepcion, la razon, y otras noticias mas fidedig= E nas nos inclinan á creer mas bien lo que García dice, á saber, que habiendo resuelto la evacuacion de la co- -lonia, el jeneral español se puso de nuevo, y sio Emo 1 como era natural, en marcha, ordenando d odo, que llevaban bien custodiados ; vitantes, y en medio de ellos, 4 la ilustre doña Ines de Ñ, a) No se comprende el error de Molina que da por sentado que doña Ines de Aguilera no habia aguardado por el socorro, y que, aprovechándose de una o ocasion, se habia salvado por mar con el obispo, y algunos habitantes. «Es De tan falso dice Garcia, que el obispo habia muerto, y no habia entonces Me. - Obispo. » 280 HISTORIA DE CHILE. Aguilera, á la cual el rey recompensó con una pension anual de dos mil pesos (1). ¡Qué cuadro tan admirable y tan Hero representan ¡lio desgraciados, salvados tan milagrosamente, en medio de sus libertadores, llorando, por una parte, la pérdida de su colonia y de sus bicilas y, por otra, sus- pirando: de gozo de verse en salvo; levantando los ojos llenos de lágrimas de reconocimiento al rostro de la ado- rada Vírjen á cuyo amparo se acojieron en los dias pa- sados de terror y de angustias, y 4 la cual llevan en el medio, con todos los ornatos de la catedral y hasta el libro becerro ó protocolo de esta iglesia! ¡ Qué marcha tan triunfal! ¡ Jamas historia ha presentado un cuadro ; tan magnífico, ni tan propio á conmover, y llenar de sentimientos heróicos y relijiosos cualesquiera corazon de abrigarlos ! e sí llegaron á la Concepcion ; así acabó la Imperial, Y esta es la verdad de los hechos. Las diferencias que se pueden ha en algunos escritos, diferencias que la his- toria d » SON puro efecto, en parte, de copias de- fectuosas, y, en parte, de confusion de los acontecimien- - tos que han sucedido en diferentes colonias con cir- cunstancias muy parecidas, y que ha sido muy fácil confundir. El gobernador Quiñones concluyó tambien aquí su gobierno. Cansado de servir, y tal vez, por los ajes y la lidad de fuerzas que acarrea la vejez, dejó el mando, ues de haberlo desempeñado quince meses con | 1 pe (1) Bascuñan intenta, al parecer, ajar los laureles de esta ilustrisima Es- pañola, acusándola de haber dado muerte á un eclesiástico y á una India. Su- poniendo que el hecho sea cierto y digno de la historia, la jenerala de la Im- : —perial pensó, sin duda, que hacia justicia. CAPÍTULO XXIV. 281 nor. Los Chilenos han conservado una larga memoria de los nobles y jenerosos sentimientos de que estaba ador- nado este jeneral, y de los cuales aun dió una magnífica prueba al despedirse, mandando distribuir á las viudas de los valientes que habian muerto bajo su mando, la crecida cantidad de 20,000 pesos, que con este objeto habia pedidó á su cuñado, el arzobispo de Lima, santo Toribio Magravejo. + de pronto, una fuerte tem ( 1600.) intros sucedian las desgracias que acabamos de a e, aun habia otras para colmo de padecimiento de los habitantes de Chile, y fueron las que vamos á referir. El almirante holandes Van Noort, que habia entrado por el estrecho de Magallanes con dos navíos y un yate, se apareció por febragia o en el mar del Sur. Por y les impidió de operar reunidos; pero no por eso cau- saron menos males. Una de las naves, mandada por un - Capitan llamado Jacobo Machis, arribó al puerto de La- vapié, no lejos de Arauco, y el comandante, engañado por la actitud pacífica de los Indios, saltó imprudente- mente en tierra. Mal le advino, porque los naturales aprovecharon de la primera ocasion, y cuando mas des- cuidados estaban los Holandeses, mataron 4 veinte y tres de ellos, no salvándose los demas sino porque, rece- losos, se habian quedado en las lanchas. García se formaliza sin razon, á nuestro parecer, por- lolina, al referir este hecho, añade : «Quizá por- que les parecieron Españoles. » — Bien podria ser que los Chilenos aborreciesen á todos los estranjeros, como lo asegura García; pero no seria extraño que en este odio universal, hubiese alguna particularidad contra los 4 a “ et % - CAPÍTULO XXV. 983 que habian sido y eran sus agresores. Con todo eso, la conjetura de Molina nos parece poco reflexionada, en atencion á que los Indios tienen buen ojo y buen oido, y verdaderamente no podian confundir los rostros y traje holandeses con los españoles, ni la lengua pue landesa con la castellana. De todos modos, el comandante Machis quedó eGtiS los muertos, y el mando del buque recayó en su teniente y sobrino Baltasar Cardes. Este quiso, al parecer, que la pena del mal que habian hecho los Indios á su tio y á sus marineros cargase sobre otras cabezas inocentí- simas de él. En efecto, Cardes fondeó (17 de abril) en Chiloe, y parlamentó con el gobernador, Ruiz de Pliego, - bajo pretexto de comerciar y hacer víveres. Pliego le dejó saltar en tierra con era este gobernador de un natural blando y bondadoso, y desconocia, por otra parte, hasta los menos ofensivos estratajemas de guerra. Así fué, que al punto experi- mentó lá fatal consecuencia de su ciega confianza ; pOr que á penas hubo desembarcado, el pirata holandes hizo dar muerte al infeliz gobernador, y á nueve Espa- ñoles mas, que le quisieron defender, ni mas ni menos -que si fueran los Indios que habian asesinado á su tio. — No satisfecho con esto, tomó por auxiliares á los na- turales, temiendo que otros Españoles viniesen á vengar la muerte de sus hermanos; sa saqueó la ciudad de Castro ; > algunos raptos de mujeres, se fortificaron en la casa de un particular llamado Mar- tin Uribe. Esta atroz conducta de Europeos contra Europeos, que se deberian considerar allí como hijos de un mismó suelo, no podia menos de despertar un noble resenti- tanta mas confianza, cuanto 4 281 HISTORIA DE CHILE. miento en el corazon de los Españoles, y así sucedió. Favorecidos por la noche y por el conocimiento del ter- reno, estos últimos se rehicieron , atacaron á los Holan- deses y les mataron dos hombres; hirieron á. su capitan arrancándole la bandera, y rescataron á sus pobres mu- jeres ; y, por complemento de satisfaccion , sobrevino el coronel Ocampo, el cual sorprendió al pirata y le forzó á reembarcarse precipitadamente, con pérdida y muerte de treinta Holandeses y de trescientos auxiliares. Entretanto, Van Noort, que habia anclado el 21 de marzo en la isla de Mocha, echó en tierra, para explo- rar, á un marinero llamado Juan Claesz, condenado por insubordinacion á ser abandonado en tierra extraña, con promesa de indultarle si volvia salvo, y dándole, para atraerse los habitantes, navajillas, espejuelos y otras niñerías de tráfico. Claesz fué muy bien recibido y tratado por los Indios, los cuales cedian un carnero una azada, y una ó dos gallinas por una navaja; y tanto los embelesó , que dos caciques fueron á bordo y pasaron allí la noche sin querer volver á tierra, Al dia siguiente , los Holandeses desembarcaron con ellos, pora ver sus poblaciones, que se componian de unas cin- Cuenta chozas de paja, largas y estrechas con una en- trada en el medio; pero los Indios no les permitieron entrar en ellas ni hablar con sus mujeres, las cuales, á una seña, iban á hincarse de focillas delante de sus talarios, e pi á sentarse, y les dieron de re- frescar con chicha, que era su licor de regalo. El 24, Van Noort salió para la isla de Santa María, y, el 26, apresó en sus aguas una nave que, al verle, habia largado la vela. Esta era el Buen Jesus, en comi- CAPÍTULO XXV. 285 sion para dar aviso de la llegada de velas extranjeras por el estrecho, y que justamente fretaba con un car- - gamento detocino y de harina para proveer á la Concep- cion y á otras plazas marítimas. En Valparaiso , el corsario apresó algunos barcos es- pañoles, y otros fueron echados á pique. Sin embargo no saqueó los apresados, contentándose con quitarles algunas provisiones de que carecia él mismo. El 1” de abril, llegó á la embocadura del rio Guasco, en cuya costa echó á tierra al capitan del Buen Jesus, y á la mayor parte de su tripulacion. Desde entonces, no se oyó hablar mas de él, sin duda, porque avistó las velas enviadas en su persecución por el virey, al mando de su sobrino don Juan de Velasco. Con el tiempo, se supo que habia tomado el rumbo por Filipinas, en donde habia sido muy maltratado por navíos españoles; pero el hecho es que Van Noort entró con el suyo (el Mauricio) en Roterdan, el 26 de agosto de 1601 (1). Este episodio se encuadra maravillosamente en la guerra de Chile, como prueba de que era superfluo ser Americano , jentil y tener que convertirse para estar expuesto á invasiones ; y, de paso , como prueba tambien de que la humanidad y la crueldad, lo mismo que todas - las demas virtudes y vicios, no tienen fronteras ni país natal, sino que se hallan naturaliz “ciones, sin que estas tengan nada que envidiarse unas á ras, ni echarse en cara sobre este particular. (1) Ulloa, y Jorge Juan, viaje á la América meridional. ES sta CAPITULO XXVI. sl Gobierno interino de García Ramon. ás : En. 1600.) : + García Ramon, antiguo maestre de campo, se hallaba en Lima siguiendo una solicitud, cuando el virey le nombró para pasar de gobernador interino 4 Chile ; pero lejos de prestar á este jeneral los auxilios necesarios para restablecer la superioridad de las armas españolas, y rescatar lo má el soria nada le concedió, sp le (1) Pero García, refiriéndose á Rojas, asegura que García Ramon recibió tropas de Buenos. o 5 y Molina dice que le llegó un rejimiento de velez ranos , que le cond : de Lisboa: don Francisco dl e op historiadog, a opinion jeneral, O a ME Y Ei e: q vas CAPÍTULO XXVI, 287 riese, Pelantaru habia pasado el Biobio para echarse sobre la provincia de Chillan. De modo que el goberna- dor, no pudiendo dividir sus fuerzas , se hallaba en la imposibilidad de atender á los dos puntos amenazados. Sin embargo, aun supo García Ramon sacar bastante partido de los pocos recursos que tenia para contener á los jefes araucanos, y lo que es mas, forzarlos á ale- jarse de las márjenes del Biobio. Era mucho , sin duda, el no perder terreno; pero no era bastante para lo que se pedia y necesitaba. Al cabo de seis meses de mando, tuvo que cederlo al maestre de campo don Alonso de Rivera, enviado como gobernador en propiedad ; - siendo de notar, dice Molina, que García Ramon, pre- cisamente porque conocia lo peligroso de la situacion , no habia aspirado á mas que á mantener sin nuevas pér- didas lo que existia. e El nombramiento del nuevo gobernador nos da 0ca- sion de notar que no era extraño que la corte juzgase á los jefes españoles de Chile con cierta severidad, puesto que el mismo virey del Perú estaba persuadido de que la guerra se eternizaba por el solo interés de los gober- nadores y otros jefes del ejército. En efecto, llevado de esta persuasion, el virey habia pedido al rey un gober- nador español, no solo de pericia y conocimientos mili- tares, sino tambien desinteresado, á fin que no tuviese mas miras que las de terminar la conquista , y este fué el motivo por el cual don Alonso de Rivera obtuvo el mando de Chile con fuerzas, hasta entonces, no vistas, y COn grandes recursos para pagarlas; puesto que el rey le prometió quinientos Españoles, Y , POr de pronto , le su cargó de transmitir al virey del Perú la órden de darle trescientos. Desde este momento, queria S, M. que su * 288 HISTORIA DE una, sólo señalado y fiagilio: por el: grado de jeneral hasta el de solda á los habitantes de Chile de ha enon de guerra con que aa a y erario, desde con el fin de ali > CAPITULO XXVII. Acontecimientos : Mimi militares, bajo el gobierno del maestre de campo n Alonso de Rivera. — Ruina de Villarica ( 1601.) Era muy cierto que los infelices habitantes de Chile estaban ya casi en la imposibilidad de soportar por mas tiempo las cargas de la guerra; y la providencia del rey, - enel hecho de mandar pagar los sueldos de su ejército - por el erario, fué una verdadera providencia para ellos. A este interesante y feliz resultado , se añadia otro que lo fué no ménos, á saber, que el soldado, hasta entonces desmoralizado por la necesidad, y por el robo á que acudia para su remedio , volvió 4 encerrarse en los lí- mites estrechos de la disciplina, y ya no dió mas motivos de queja , en este particular. Al despachar de gobernador de Chile á don Alonso de Rivera con tan poderosos medios de terminar la guerra que asolaba aquel reino, el rey pensó y esperó « esfuerzos serian muy luego coronados de un feliz Rivera pensaba y esperaba lo mismo, y así se lo ] metió al monarca. Con estas esperanzas y priticiab e embarcó en San Lucar de Barrameda y llegó felizmente á Lima. En vista de las órdenes que le llevaba, el virey puso al punto á su disposicion los 300 hombres, dos transportes, y el dinero para las pagas; y, sin mas tar- danza, el nuevo gobernador de Chile se embarcó, y arrinó al puerto de la Concepcion , por febrero de 1601 ()- 4) García, d 1. HisTonta. 19 LA 290 HISTORIA DE CHILE, En aquella época, Villarica y Osorno, solas colonias australes que les quedaban á los Españoles, se hallaban sitiadas por los Araucanos., La primera, mandada por el eqmegiior don Rodrigo Bastidas , estaba estrechada por el vicetoquí Millacalquín y sus habitantes hacian] que los lectores han admirado, sin duda. alguna, en otras partes. Muriendo de hambre, cadáveres galvanizados, mas bien que hombres en vida, sus defensores, dirijidos por el valiente capitan Bastidas, habian resuelto enterrarse bajo los escombros de la plaza ántes que rendirse; ph no pudiendo contar con que les llegase socorro, hacian salidas portentosas en busca de yerbas para sústontarill | Así se iban muriendo todos de una manera ó de otra. En la segunda, mandada por el maestre de campo don Fer- nando de Figueroa, sus habitantes no se señalaron con menos arrogancia y dieron igualmente pruebas no equí- vocas de grande valor y de una firme perseverancia. En este estado se hallaba Chile, cuando llegó el gober- nador Rivera, y sus primeras atenciones fueron los so- corros urgentes que reclamaban estas plazas, En efecto, despachó incontinenti al maestre de campo Gomez Ro- mero y al capitan Francisco Hernando Ortiz, con setenta hombres, y órden de reforzarse con tropas auxilisres en Chiloe. Al dar cumplimiento á su encargo , supo Romero que en la cienega de Perpalen, habia un campo ene- migo muy bien atrincherado, y fortificado con una buena palizada. Sin duda, este campo debia de ser una especie de cuartel jeneral, desde donde los Indios hacian incursiones, y por lo tanto, muy interesante el des- truirlo, puesto que Romero, no obstante la urjencia de acudir á Villarica, se empeñó en tomar la cienega, ope- CAPÍTULO XXVII 291 racion que le costó tres dias de ataques y de repulsas. Enfin, venció todos los obstáculos, y los enemigos dis- persos, huyendo por todos lados, dejaron muchísimos muertos, en parte ahogados en la cienega. Pero estos tres dias perdidos eran de llorar para los desdichados de Villarica. Y con todo eso, ¡ cosa increi- ble! Romero se va de allíá Castro, y se contenta con en- viar cincuenta hombres al mando de Ortiz 4 Osorno. Llega Ortiz á Osorno, y Paillamacu , bajo pretexto de temer este refuerzo, levanta momentáneamente el sitio; pero en realidad, para reforzarse él mismo, como luego severá. Enfin, don Fernando de Figueroa destaca á Ortiz al socorro de Villarica; pero ya era tarde. En Mari- quina, este capitan supo que Villarica ya no existia. Millacalquin no habia dejado un instante de descanso á los infelices defensores, los cuales, no pudiendo ya, por su corto número, defender el cuerpo de la plaza, se habian retirado 4 un baluarte, en donde Bastidas, con solos diez 4 doce hombres que le quedaban, se ha- bia defendido hasta que Millacalquin, poniendo fuego al baluarte, los habia forzado á salir, y aun estos valientes habian tenido bastantes ánimos para morir con las armas en la mano. Este fué el fin de Villarica, sucedido en octubre de 1601, y al cabo de dos años y once meses de sitio. Aquí, los Indios no hallaron mas vivientes que algunas mujeres, algunos niños y el pobre presbítero Andres Viveros que martirizaron con lenta é injeniosa crueldad, 4 le CAPITULO XXVHL + Sucesos que preceden á la evacuacion de Osorno. — Llegada de Ocampo con un refuerzo de tropas. — Su salida para Chiloe. — Es atacado y muerto por los Araucanos. ( 1601.) Ortiz volvió con esta tristísima nueva 4 Osorno. En este momento, los Indios de encomienda de la provincia de Cunco se conjuraban con los de guerra, bajo el mando de Ligcoy, valiente jefe, atrincherado con mil de los suyos entre un canal de mar y una cienega intran- sitable para caballos, y aun dificilísima para la infan- tería por lo profundo del agua que llegaba á la cintura. Noobstante estos obstáculos, Figueroa resolvió tomar esta posicion y castigar á Ligcoy. En efecto, sale de la plaza, llega á vista de los enemigos, y manda preparar, cuatro piraguas, prefiriendo arriesgarse por el canal, que atravesar la cienega, en cuyo paso habria perdido mucha gente. Por otra parte, el canal presentaba la facilidad de ser atravesado sin mucha resistencia, pro- tejiendo el desembarco el fuego de una division. Así se verificó; las cuatro piraguas abordaron á la parte de los enemigos, los soldados que las montaban saltaron en tierra, se formaron y los contuvieron con su fuego, mientras se les incorporaban las otras divisiones. Esta operacion concluida, Figueroa se halló con otra dificultad mayor que vencer, á saber: al pié de un risco, CAPÍTULO XXVIIL 293 que no daba acceso si no era por la cienega, que habia querido evitar, y por algunos senderos de tierra firme, defendidos con estacas puntiagudas y entrecruzadas, en manera de caballos de frisa; pero la empresa estaba de- masiado adelantada para que fuese posible el retroceder sin haber conseguido su fin, con escarmiento de Ligcoy y de los suyos. Gon todo, tuvo el jefe español mucho que hacer para abrirse paso mandando que los auxiliares lo despejasen arrancando las estacas; pero enfin, lo consiguió arrojando al enemigo á la cienega, en donde aun hizo este una larga, aunque infructuosa defensa, y de donde se retiró con orden á un fuerte que lenia, pro- tejido por una escarpada roca. Cuanto mas les costaba á los Españoles el forzar los Araucanos á rendirse, tanto mas les acrecentaba el ansia de alcanzar estayictoria; los bizarros Araucanos no eran del mismo parecer, y probaron en este , como en otros muchos, que eran tan impertérritos en la defensa. como denodados en el ataque; en todo el dia, las tropas españolas no pudieron hacer el menor progreso. Sin embargo, como á la valentía reunian el tino militar, sus enemigos, que sabian, sin duda, no poder esperar por socorro, desalojaron por la noche para retirarse por la cienega; pero la oscuridad de las tinieblas dió lugar, ántes que lo ejeculasen completamente, á la claridad del dia, y fueron vist Inmediatamente, Figueroa les destacó 4 Ortiz con los auxiliares, y este capitan pudo hacer algunos prisioneros, entre los cuales se halló, por su desgracia, el jefe Ligcoy, digno por su valor he- róico de mejor suerle, y á an. mandó Figueroa dar una cruel muerte. ¡Errores fatales! ¡Ceguedad funesta ! puesto que e no y de esperar, ni cabia en razon, que su Socorro E y tan felizmente, que al p: 29h HISTORIA DE CHILE. los mas bárbaros y los mas pos diesen los PARO . dd idad. drigo de Rojas, de que iba á ser envestido por grandes fuerzas, Sin tomar descanso , Figueroa salió de nuevo á o, salvó al capi- 5 Ira, que venia á explorar las provin- taáge Calle Calle y Quinchilca , y que, sineste acaso, habria caido en la ruina de Villarica, á donde se dirijia. El fuerte. de' Tebifllado fué evacuado, y Figueroa con- centró toda: las fuerzas de su distrito para resistir, no á onjuracion , sino á la trama perpetua é inter- minable de conjuraciones que no habian cesado de ur- dir los Araucanos desde la muerte de Loyola. ¡ Qué movimiento! ¡qué multitud deshechos heróicos y de héroes de una y otra parte! Apenas si el ánimo del lector puede discernir de qué lado se inclina la ba- lanza del sentimiento interesado que se experimenta E siempre en favor ó en contra de uno de dos partidos. Es una particularidad de la historia de Chile, sin parangon en las demas historias. Por un lado el teson y la perse- verancia de los Españoles us padecimientos y sus grandes desgracias. Por otro, los esfuerzos incesantes, el pereejO y la bizarría de qn brillantes Araucanos. > Ei E A láminas de bronce. Poteó no y pod emos menos de ad tar la pintura que hacen del carácter y de las virtudes privadas de ne naturales los misioneros, los cuales los No bien hubo regresado 4 Osbino su comandante, ; j ciiido recibió _partedel de Tarpellada, que lo era Ro- CAPÍTULO XxXVIk. 295. de los Araucanos no alberga me tigclentos a “y magnánimos. Figueroa, no pudiendo ignorar estaba sublevada, y que á Paillamacu, el cual, $ que intrépido, y capaz de sobrellevar las at lec guerra, se hallaba sin embargo ya muy entrado en se le habia juntado Pelantaru, otro caudillo qu menos formidable , tomó medidas para poder resistirles, y, y, en caso necesario, para ir á buscarlos sin esperar á que le atacasen. La que le pareció mas urjente fué la construc» cion de una ciudadela , y él mismo, en persona, C00- peró á ella con sus propias manos ; ejemplo que dió tal impulso 4 los trabajadores, que en poco tiempo quedó la plaza fortificada con este poderoso resguardo; porque una ' ciudadela en el recinto de una plaza es tan venta= sa, que puede haber casos en que baste á salvar la - e la za, y á preservar de los efectos de un mal éxito. La segunda medida que tomó fué el alojar cómoda- mente y con seguridad á las clarisas de Santa Isabel en la casa del capitan Ortiz, el cual la cedió gusto- sísimo, consintiendo que se hiciese en una parte de ella, puesto que ofrecia suficiente capacidad, un oratorio para el servicio divino. Estas clarisas, Ó franciscanas, llama- das de Osorno, habian sido fundadas en el año 1573, segun el abate Olivares, por tres señoras de esta ciu- dad, con el título de Beaterio, y el obispo de la Imperial, abia reducido á clausura bajo la regla de Santa Clara. Entretanto, se delantera un dia al gobernador unos Indios de paz, que llegaban con el parte de que al norte del Rio Bueno quedaban acampadas tropas espa- ñolas, detenidas por la dificultad de pasar el rio. Bien A e 295 - HISTORIA DE CHILE. que los mensajeros no pudiesen decir otra cosa mas acerca de estas tropas, Figueroa supuso que venian á reforzar su guarnicion, y envió con urjencia al capitan Ortiz, acompañado de su hijo, para que facilitasen á dichas tropas el paso del Rio Bueno, paso arriesgado, y para cuyo servicio no habia mas que cuatro muy peque- ñas canoas. Marcharon incontinenti los dos Ortiz, padre é hijo, y hallaron que las tropas anunciadas venian man- dadas por el coronel Ocampo, el cual, habiendo llegado demasiado tarde al socorro de Villarica, venia ahora á reforzar la guarnicion de Osorno. se A primera vista, parece incomprensible como habia tardado tanto Ocampo en aparecer; pero, dejando á parte que la multitud y rapidez de los acontecimientos hacen olvidar el corto período de tiempo en que suce- atrincheraron. Los Indios los cercaron y por la noche les daban continuos asaltos ; pero viendo que eran sin fruto, determinaron dejarlos morir de hambre ; recurso infalible ciertamente , si, por su lado, los pobres sitiados, con esta prevision, no hubiesen ellos tomado una resolucion. Esta fué que el capitan Peraza, reconocido unánimemente por jefe, dispuso construir una piragua; y una noche en que los Indios, segun su máxima, habian parecido alejarse para caer de improviso sobre ellos, transportó en ella á la otra orilla su gente, en muchos viajes. l amanecer, viendo los Indios que los e Eapañoldl se habian salvado , se pusieron á perseguirlos y, al fin, los ron. Pero ya los Españoles se hallaban animados por y una de estas as. que solo vienen de arriba biesen sido despóllazados por los Indios: Reputándose invencibles con esta inspiracion, rechazaron valientemente á los Araucanos, y llegaron , sin cesar de defenderse, 4 Carelmapu , pueblo de Indios amigos y aun de muchos moradores Españoles, y 4 donde, por complemento de consuelo, acababa justamente de llegar don Francisco Hernandez con un refuerzo de cien hom- bres para Osorno. ' El corregidor de Castro, 4 cuyo partido pertenecia Carelmapu, "SS con el mayor celo todo lo que el 4 Me + a y «3 CAPITULO XXIX. " ed : Prosiguen los sucesos de Osorno antes de la evacuacion de esta colonia. — Su - Jocendio. — La religiosa doña Gregoria Ramirez y el Indio Huentemagu. (1601.) », Don Fernando de Figueroa tenia demasiadamente las cualidades de un brillante militar de accion para que no hubiese alguna vez cierto apresuramiento en sus re- - soluciones. Así es que, confiado en el desconcierto en que habia dejado, con la última sorpresa, á los Arau- Canos, ho supo prever que podian atacarle mas pronto. Por desgracia , sucedió todo lo contrario. Sin duda las plazas y fuertes de las colonias españo- las, sobre cuyas fortificaciones nada vemos en los his- toriadores contemporaneos, no eran de la resistencia que las nuestras tienen en el dia, y tanto menos, cuanto sus muros no arriesgaban que los Araucanos abriesen brechas en ellos; pero aum'debian presentar algunos obstáculos , sino obras exteriores, tales como fosos, y puente levadizo, para que el enemigo no llegase de pronto y de pié llano á la capital dela plaza. Sea lo que fuere acerca de esto, las disposiciones militares de noche eran regulares en Osorno : las tropas acuarteladas en la ciudadela; guardias, centinelas, y patrullas; y si en la vijilancia hubo descuido , es probable que no ha sido por culpa del jefe que mandaba. Sobre todo, en tales casos, siempre ha sido imposible el averiguar la verdad. Una noche pues (21 de mayo 1601), en medio de una CAPÍTULO XXIX. 301 tempestad horrorosa, y cuando los Españoles menos lo esperaban, se ven de repente arder las casas de Osorno ; los enemigos habian entrado en la plaza, gracias, probablemente, 4 la estrepitosa borrasca. Despertándose despavoridos , los habitantes, amena- zados por las llamas, salen aterrados á las calles; las madres llevando á sus hijos en los brazos, los maridos á sus mujeres, los hermanos á sus hermanas, y suscla- mores aumentan el bramido de la tempestad y forman un verdadero caos. Era justamente lo que los Araucanos se habian propuesto : saqueo, raptos de mujeres y prisio- neros; bien que Paillamacu hubiese recomendado mucho á los suyos que lo ejecutasen sin desunirse y con mE mayores precauciones. Sin embargo, los enemigos, Ca gados de botin, y embarazados con mujeres y neros , quese apresuraban á poner en seguro, no podian > mantenerse en estado de batirse. A los gritos del tumulto, las tropas de la ciudadela pabian tomado las armas; pero , en Sorpresas nocturnas, cuando se ¡ignoran los proyectos y las fuerzas de los ene- migos , siempre hay alguna indecisión. Noobstante, las llamas pusieron de manifiesto el desórden en que se hallaban los Indios; los soldados españoles salieron á ellos y los forzaron á abandonar la presa que: habian hecho, y la mayor parte de los prisioneros; pero no lo ejecutaron. sin una grande resistencia de los Araucanos a 2, al retirarse, aun se llevaronalgunas mujeres des- pues de haber muerto á muchos Españoles, y, entre ellos, por mayor desgracia, al mismo maestre de campo don Fernando de Figueroa. + Al dia siguiente, llegó Peraza con Hernandez, los hombres, ia y bagajes que habian ido á' buscar 4 302 HISTORIA DE CHILE. Castro, desde donde regresaron sin el menor encuentro ni estorbo. Aquí tiene lugar una particularidad concermianla E la índole de los Araucanos ; porque, por mas que se diga que una golondrina no hace verano, tambien es muy cierto que rara vez se ve un ejemplo de vicio 6 de vir= tud sin imitadores. Entre las mujeres que los Araucanos se llevaron de esta terrible sorpresa , se hallaba una religiosa de Santa Isabel (doña Gregoria Ramirez), de quien se prendó de amor sensible el Indio Huentemagu , en manos de quien cayó. Decimos de amor sensible , porque al punto en que este Araucano, hombre de bien y de corazon , vió que sus insinuaciones ofendian á su cautiva, se encerró en los límites del afecto el mas rendido y respetuoso. En una palabra, pudo mas para con él la virtud de la monja que su peregrina hermosura. Confesemos que Escipion, por pues motivos, no fué mas contenido ni ; a tte, la religiosa, cuya principal esperan de conservarse pura se fundaba en la proteccion. de Dios, no pudo menos de notar con admiracion , y aun con una sensacion de reconocimiento, la sumision del Den desvivia dos hacer llevadera y aun gaia su situacion á doña Gregoria Ramirez; pero viendo que esta señora estaba siempre triste, bien que le tratase él con dulzura, en recompensa de sus nobles procedi- mientos; viendo, sobretodo, un dia, lágrimas en sus ojos, resolvió restituirla á la libertad y 4 su convento, aunque él ¡Jo bicen de morir de pesar. ¿En donde, €n CAPÍTULO XXIX. 303 qué hombre culto, civilizado, noble ó plebeyo, se ha- llará un rasgo mas hermoso de magnanimidad y de bondad de corazon ? Al formar esta noble resolucion, Huentemagu corria algunos riesgos; porque en este instante, el resenti- miento de Paillamacu y de los Araucanos, en jeneral, contra los Españoles no tenia límites, y Huentemagu podia, comprometerse gravemente. Por lo mismo , resolvió eje- cutar su proyecto con maña, sin que nadie lo supiese. Con este fin , se concertó con un enviado de Peraza (que iba á proponer algunos canjes y rescates ) , y entre ellos quedó concertado que se la robaria ; y así fué. De modo, que, en la opinion de todos, Huentemagu habia tenido la desgracia de perderla con otra mujer que poseia ya bau- tizada, y que quiso dejar ir con doña pato á su con- vento. Este último rasgo pone enteramente á descubierto la sensibilidad de Huentemagu; no pudiendo él vivir al lado de su ídolo, quiso que una persona suya le recordase á ella, CAPITULO XXX. e seal Estado miserable de Osorno. — Los habitantes la abandonan y se trasladan con mucho trabajo á Chiloe. — Salida de las monjas clari para Santiago. ( 1602.) ampo habia muerto en el camino de Chiloe, y tambien, sin duda alguna , los capitanes Or- tiz, padre é hijo, puesto que hemos visto Peraza, que iba con ellos, proclamado jefe despues de la derrota en la que quedó muerto Ocampo. Por consiguiente, Peraza manda ahora en Osorno, á no ser que sea Hernandez, que vino con él de Castro, Nada de esto ignoraban los Araucanos, y lejos de en- tibiar su ardor la venida de los refuerzos, al contrario, e ab: nuevos brios con la certeza de que cuantos mas : r 5 hay, mas pronto se acaban los víveres, El caso pues, para ellos, era estrehar 4 los Españoles de modo que no pudiesen procurárselos , al paso que consumiesen los que tenian, sin dejar, por eso, de continuar las hos- tilidades, cuando hubiese buena ocasion para ello. Vuelven , en efecto, los Araucanos á poner un cerco mas estrecho á la plaza, y á renovar tentativas de sor- presa y de asalto. Continuamente rechazados, otras tan- tas veces vuelven ála carga. De una y otra parte se notan rasgos de valor admirables. Entre los Españoles, se ad-= mira aquí » COMO hemos admirado en la Imperial, á una heroina española, la cual se llama justamente como la a, es decir doña Ines, Pero esta es doña Ines de Ba- * CAPÍTULO XXX. 305 zan , hermosa mujer que se bate con un denuedo varonil, mas que varonil, extremado, entre su marido el capitan - Bazan y su hijo ; otra semejanza con doña Ines de Agui- lera, con la diferencia de que esta experimenta el dolor, que no tuvo la otra, de ver caer muertos delante de sus ojos á su marido y á sus hijos. Mientras tanto, el tiempo dura, y los víveres no. Ya los sitiados empiezan á padecer, con angustia , escasez de ellos, y ya preven que se verán en crueles extremi- dades. De aquí, junta en consejo Ó ayuntamiento, de vecinos y militares, y deliberacion de enviar de nuevo á - Castro á buscar provisiones. El arrojado Peraza se ofrece para esta arriesgada empresa, sin pensar en lo que habia padecido , y en los peligros que habia corrido el año an- terior, en otra semejante. Ignoramos si los sitiadores le dejan pasar ó si se abre paso, ó si burla la vijilancia del enemigo. El hecho importante para la historia es que salió, esta segunda vez, el dia 20 de enero de 1602, La fecha una vez establecida, no hay para que dudar, en atencion á que estas fechas no han podido menos de exis- tir y conservarse especialmente en las actas y archivos de los cabildos, conservadores natos de estos preciosos documentos. Y en este punto, queremos aprovechar de la ocasion de pagar un tributo de admiracion á estos cabildos, y á sus miembros, cuyo valor y virtudes cívicos han debido contribuir poderosamente á los buenos éxitos, cuando los habia, y padecer otrotanto, cuando eran malos, Porque es un error muy grande el creer que el ánimo y la firmeza que se ejercen en una poltrona ó silla no me- recen elojios porque no se practican á la boca de un cañon. Es, al contrario, mucho mas fácil, A 11, Historra. A Y ai 306 HISTORIA DE CHILE. parecer, adquirir el ardor del valor por el movimiento ¿de el calor mismo de la accion , que reflexionando fria- mente en un consejo, y aguardando con ánimo imper- turbable consecuencias, tal vez funestas é inevitables, 'de una determinacion valiente y resuelta á toda costa, ¿ Cuantos elojios deben merecer los cabildos chilenos ? ¿Qué rasgos de enerjía, de paciencia , de resolucion y de jenerosidad no debieron haber tenido en tan largos años de duras pruebas, por las cuales han tenido que asar ? Volviendo á la nueva expedicion de Peraza , salió , como hemos dicho, con propósito de traer á la plaza nuevos elementos de existencia y resistencia, y de par- ticipar con masseguridad al gobernador la imposibilidad de conservar la colonia. ¡ Gosa extraña ! Peraza fué y volvió muy en breve sin haber experimentado contratiempo alguno. El parte que habia enviado al gobernador habia llegado 4 manos de este jefe superior, como lo probaron las órdenes que at fueron transmitidas , á pocos dias de allí, 4 Hernandez para que evacuase la colonia, y e onduftas sus morado- res á Chiloe, con el fin de fundar con ellos las de san Antonio de Calbuco, y de San Miguel de Carelmapú (1). Hernandez dió cumplimiento á estas órdenes. Por 0c- tubre de 1602, salió de Osorno, llevándose á sus habi- .tantes que lloraban , inconsolkbles, la pérdida de una patria, en donde dejaban sus bites y el porvenir de sus hijos , adquiridos con tanto trabajo, y en medio de crueles zozobras y peligros, Si querian recuperarlos , tenian que empezar de nuevo á trabajar. Esta fué la E E E > CAPÍTULO XXX, 307 . > - suerte de Osorno , al cabo de un sitio de mas de cuatro años (1). El viaje á Chiloe fe funesto para muchos de ellos. Por mas que hizo Hernandez, militar experimentado, para confortarlos y asistirles, tuvo el cruel sentimiento de que se le muriesen en el camino sobre veinte perso- nas, de flaqueza ó por males que no estaba en su mano remediar. Luego que llegó á los nuevos establecimientos con sus interesantísimos colonos, Hernandez envió con toda comodidad, y el decoro posible, las relijiosas de Santa Isabel á Castro, y dió parte á don Alonso de Ri- vera de haber cumplido en todo sus órdenes. En vista de este parte, el gobernador despachó un transporte á Castro para trasladar las relijiosas á Yal- paraiso ; desde donde , por noviembre (2) de 1603, pasa- ron á la capital. Allí, con limosnas y donativos, fun- daron el convento de Santa Clara, á cuya edificacion contribuyeron jenerosamente el virey del Perú, y las personas de distincion de Lima. (1) Carvallo (2) Perez García, refiriéndose al lib. 7? del cabildo, libro que empieza dicho año, y en el cual se halla el acuerdo de esta corporacion, diciendo que era - muy justo socorrerlas, y E cinco cuadras de la plaza con elcos- . tado de la iglesia á la Cañad de . o CAPITULO XXXI. Suerte deplorable de los prisioneros españoles. > La relacion verídica y cireunstanciada de los mas de los hechos que componen esta historia no puede menos de hacerla tristísima. Pero esta es la historia, la cual, segun el P. Ovalle, no tiene, en este particular, así como en otros muchos plata nada que se le semeje en las demas historias. Hablando de los infelices cautivos que se llevaron los Araucanos de las arruinadas colonias españolas, dos consideraciones angustian el corazon, á saber; que amos la víspera, Ó por «decirlo así, se veian esclavos al dia si- guiente; y que teniendo por principal objeto esta larga y sangrienta lucha el convertir paganos al cristianismo, los cristianos que la sostenian corrian el mayor riesgo de ver alterada su fe por el roce con las prácticas y COS- tumbres del paganismo , durante muchos años de cal- tiverio. Acerca de la primera de estas dos reflexiones, el mismo Ovalle confiesa que los Indios eran desapiadados 'a COn sus cautivos, no pudiendo olvidar que los Es- pañoles habian litadido su país, dando muerte á mu- chos de los que habian querido defenderlo; se se habian apoderado de sus tierras y bienes, y los me sujetado á servidumbre á ellos mismos. No era pues de esperar que los tratasen bien, ni siquiera humanamente, y asi sucedia que los dejaban morir de hambre, los agobiaban ' ss ma des, 55d 208 + CAPÍTULO XXXL. 309 de trabajo en labores dómesticos y del campo, y los de- .n ir desnudos, En esto, sin embargo, hacian dife- - rencia entre los hombres y las mujeres; á los hombres los despojaban , engalanándose ellos mismos con sus vestidos, y muy particularmente con los uniformes mi- litares. A las mujezess se los dejaban; pero como no ocupaciones serviles que les daban, las pobres señoras se veian muy luego obligadas á vestirse como las Indias mismas. Peor aun que esto era el calzado; porque una vez usado el que llevaban, tenian que andar con los piés desnudos. El po. se reducia A pellejos de animales ento á harina de maiz visto el desprecio « con que los pi miraban las como= didades de la vi om Era una dolorosa ¿iimsafl pe ( no es muy de extrañar que haya habido. hololdad entre ellas, que quisiesen huir 4 toda costa tan lastimosa suerte, Pero aun padecian mayores angustias cuando se veian ocupadas en los servicios mas bajos, ya fuese en lo interior, ya en los campos. Estas infelices, en estos de Ipptos al coc que en que habian sido á lastimaba era el as a e brazos. Ovalle dice que ha visto él ep algunas que habian vuelto mancas de cautiverio, por este ejerci- " cio, Es verdad que añade, por otro lado, hablando del valor y de la constancia de estasítautivas, que se acuerda haber visto una de ellas, ya muy vieja, que volvió tan fresca» y tan- gorda como si viniese de un lugar de con- “e de Ñ 3810 HISTORIA DE CHILE. veniencias y regalos. Esto prueba perfectamente el poder del hábito sobre la naturaleza, y cuan sin razon nos. creemos mas débiles de lo que somos. Solo así se puede comprender como han podido sobreponerse 4 tantos trabajos. Pero lo que se comprende menos fácilmente, Ó, por mejor decir, lo que no se puede imajinar sin sentirse angustiado, es el profundo dolor que debia des- pedazar sus entrañas maternales al ver á sus hijos, en la mas tierna edad, sujetos 4 las mismas miserias, con la particularidad de los castigos bárbaros que les daban sus amos, bajo el menor pretexto, 6 cuando no acertaban á obedecer por falta de fuerzas ó de intelijéncia, Eche- mos un velo sobre estos pobres corazones de madres para no aflijir por mas tiempo los de los lectores que saben que el corazon de una madre es uno de los mayores, sino el mayor prodijio de la creacion. +; : En cuanto á los hombres adúltos, claro está que ade- mas de estos trabajos; tenian que estar dispuestos á morir cuando menos lo esptrasen, en atencioná que un . fútil pretexto bastaba, ó una borrachera en la cual sus amos entonaban sus atroces cánticos, recordaban sus hazañas, y por consiguiente su resentimiento y motivos de odio contra los Españoles, En estos casos, la ven= ganza, ciega por sí y ciega de embriaguez, inmolaba sin piedad á los prisioneros, traidos allí mismo muchas veces de antemano con este objeto. de Mas es de toda justicia añadir y notar, que en muchos de estos casos, se han visto caciques y otros personajes de entre ellos, interceder con autoridad, afeando estos * hechos, y salvando á-los que iban á ser víctimas de ellos. , $ ! € Sobre el segundo particular concerniente alriesgo que $ ON CAPÍTULO XXXI. 311 corrian estos propagadores de la fe, dé ver sú propia fe, sino alterada sustancialmente, 4 lo menos entorpecida por desuso de prácticas relijiosás, y por el contacto con hábitos jentiles, la consideracion mas asómibrosa para el notable resultado final que termina este capítulo, es, que la virtud la mas acendrada solo podia por algun tiempo preservar intacto el honor de las mujeres espa- ñolas, y que, al fin, tuvieron que ser mujeres de sus amos, Lo mas admirable, continua Ovalle, es que en una e muy larga esclavitud, no se ha conocido un solo após- tata. Es cuanto se puede decir por la gloria de la fe ca- tólica, y en honra de la firmeza española; porque este he- cho es tanto mas digno de ser notado que los prisioneros eran tan numerosos, que no habia labrador que no tu- viese, á lo menos, uno. Por otro lado, tambien hay que decir en honra de los Araucanos y atenuacion del título de bárbaros con que han sido calificados, que si se apropiaron mujeres espa- ñolas, estas no eran casadas, y que no han separado ni una sola, de las que se hallaban en este Caso, del lado de su máfido (1). A los mozos solteros españoles, les permitieron, segun Molina , casarse con jóvenes araucanas, de cuyos en- laces han nacido principalmente los Chilenos de natu- raleza mixta, que fueron, Con el tiempo, los mayores enemigos de los Españoles. No debemos omitir tampoco otra particularidad, en (vés de los Araucanos. Esta particularidad, que es una de las que mas interesan para Sacar consecuencias mo- (1) Molina. $ dl 312 HISTORIA DE CHILE. | rales de la historia, y formarse un juicio de la verdad probable, en medio de contradicciones, ha sido, que muchos Españoles, que es mas, algunos de mucho € á CAPITULO XXXIL. Llegan de España los 500 soldados prometidos por el monar —Plazas res- tauradas. — Acierto del gobernador Rivera. — Cesacion de su mando y causas que la ocasionaron. : adas ( 1603.) Los lectores han debido ver con extrañeza que un militar de renombre como Rivera no pareciese en per- sona, en ninguna parte, y en tan largo tiempo , mientras los Araucanos hacian los estragos referidos en las colo- nias españolas. Pero luego se reflexiona que Rivera, conociendo á los Araucanos, su táctica, su arrojo, y la nulidad, contra ellos, de la ventaja de las armas de fuego, de se estaba, no en la inaccion, sino atendiendo á otros % ramos de su gobierno, por imposibilidad de moverse activamente. Era este gobernador demasiado experi- mentado para ignorar que toda plaza que no es socorrid eficazmente y á tiempo, tiene que rendirse. Esto era tanto mas probable en las colonias españolas , cuanto á la imposibilidad de socorrerlas eficazmente, se juntaba la circunstancia de tener un cortísimo número de defen- sores diezmados por el hambre y los trabajos de muchos años de sitio. Rivera ansiaba con tanto mas ardor por hallarse en estado de poner remedio á tantos males, que ya veia á los colonos muy desanimados, y dando Mani- fiestos indicios de no hallarse muy lejanos de emigrar ; y tuvo mucho que hacer para infundirles nuevas espe- ranzas. En efecto, en el instante en que le llegaron por Bue- > 314 HISTORIA DE CHILE. nos Aires los quinientos hombres que esperaba, lo que sucedió en noviembre, se puso á su frente y marchó sobre Arauco, restableció la colonia, y reconstruyó el fuerte de Santa Margarita en Lebu. En presencia de las fuerzas que tenia, los Aráucanos se refujiarón 4 los montes, por manera que no habia hallado ni uno en los llanos. Levantó, en seguida, la plaza de Tucapel, y dos fuer- tes; uno en Paycabi, y otro junto á la Imperial, despues de lo cual, invadió como un torrente las tierras enemigas, E ki aunqte inútilmente, porque los Araucanos las habian % asólado al retirarse, para no dejarle recursos; táctica ; dolorosa pero sublime, de hombres de corazot resueltos 4 todo trance, que ha seguido igualinente algun jeneral roderno, á quien muchos han atribuido la honra de esta invención, sin fundamento. E Sin embargo, la expedicion no fué del todo infruc- sa, puesto que, ademas de la reconstrucción de las azas, Rivera consiguió que algunas parcialidades pi- —Gieseñ paz, bien que alguñas lo hiciesen pérfidamente, con el solo objeto de servir de espías 4 los Indios guer- de trigo y de cebada para el ejército. - Trasladándose de aquí á. la isla de lá Laja, ordenó la edificación de la plaza del Natinitento , en lá parciall- dad de Santa Fe, 4.1a orilla meridional del Biobio; atra- vesó este rio por Negrete , recorrió toda la comáfeá sue bandina, y dio vuelta por los distritos de Quechereguaás y Puren, ejerciendo actos de vigor y de conquistádor, . Ñ E ES E CAPÍTULO XXXIL. 315 con tán feliz éxito, que muchísimos Indios se sometie- ron. Gomo era de razon, Rivera los acojió muy bien, pero bajo la condicion de que irian á establecerse con proximidad á las colonias españolas, y se alistarian po servir como tropas regladas, con sueldo señalado. ¿Ye Es muy de notar que estas condiciones fueron espon- ñ táneamente aceptadas por estos naturales, los cuales se mantuvieron fieles; transmitiendo á sus descen= dientes esta fidelidad, como lo han probado todos los que vivian en las lagunillas de San Pedro de Coluera, Santa Juana; Talcamahuida, San Cristoval y nta Fe. De donde se sigue evidentemente que la conducta militar sola no basta para someter, por mas que un jeneral crea haber conquistado. Vencer _no es someter; la fuerza. vence, pero para someter se necesita, sin dejar de apoyarse en la fuerza , con= sultar la índole, vais todo, el interés de los ven= cidos. En esta misma e murió el célebre Paillamacu , cargado de'años y de laureles, y le dieron los Arauca- nos por sucesor á Huenencura. Este tomó posicion en las montañas de Nahuclbuta, aguardando por una buena este aviso, Rivera hizo alé | que se dejase ver; pero no pudo conseguirlo; de suerte que le pareció probable no se hallase con ánimo ni en estado de emprender grandes cosas, y lo sintió, porque los asuntos del gobierno le llamaban con besan á la capital, Don Alonso de Rivera, digno del puesto que ocupaba, reunia la »prevision y la prudencia « á su aptitud militar, y sabia por experiencia que los recursos mas Seguros iso sobre los Españoles. Gon necesitaba para mejorarla. 316 HISTORIA DE CHILE. serian los que él se proporcionase dando fomento á la agricultura , al comercio y á la cria de animales, auxi- liares del hombre en sus trabajos. Así fué, que luego que qupgaron restablecidas las plazas de San Jerónimo, Tri- ida y Espíritu Santo, que puso, con sus distritos, á los órdenes del famoso Cortés (1), regresó $ á la Concep- cion para pasar inmediatamente de allí 4 Santiago, P como lo verificó el dia 6 de mayo (2). Siendo el carácter y los conocimientos de este gober- nador los que constituyen un hombre verdaderamente capaz y de un gran mérito, Hiyera tenia la conviccion tiempo en la inaccion, y que lo medios que fono á st disposicion serian muy inst 15 por todas partes á los acontecim la. cual era muy difícil poner: din sin grandes y poderosos | recursos. Con esta íntima persuasión, reunió en consejo el ayuntamiento, el dia 6 de agosto, presidiendo él mis- mo, para deliberar sobre diferentes puntos concer- nientes á la situacion verdaderamente precaria de las cosas del reino; y de su acuerdo salió que se despachase un enviado al virey con un parte circunstanciado del 4 ion prudencial de lo que e : estado de cosas, y una exp. Esta mision, que fué encargada al “maestre de campo don Pedro Cortés, llamado á Santiago (3) con este ob= jeto, debió de ser dirijida al virey Velasco , puesto que (1) Este Cortés, segun Carvallo, tan hábil con la pluma, como terrible con la espada, era pariente del vencedor de Méjico, y mereció el renombR sita Chileno. En su estado de servicios se leian ciento y diez y muere a (2) Actas del cabildo de Santiago. (3) Acuerdos del cabildo. ul icientes para hacer frente. ¿ imientos de una guerra, 4 | 4 CAPÍTULO XXXIL 317 su sucesor don Gaspar o ad llegó el 18 de enero del año siguiente. Llenado este esencial deber, el gobernador fué 4 ver —seplentrionalos; estableció , conforme á las facultades que el rey mismo le habia didé; una torada de ocho mil reses en Calentoa, para abastecer de carne el dis- trito y las plazas de guerra; y fundó fábricas de paños y cobertores en Melipilla, para no tener que pedir estos jéneros al Perú. Entretanto, llégó la respuesta del virey, por la que no podia e mas que referirse á los recursos que vinie- España, y, en su vista, Rivera hizo una repre- él mismo al monarca, exponiendo la situacion crítica en que se hallaba : la insuficiencia de la anualidad que le enviaba el virey, así como tambien la de las tropas de que disponia , y concluyendo con tomar bajo su res- ponsabilidad la samision de todos los Indios, si S. M. dignaba enviarle mil buenos soldados (1). Puesta 4 cubierto su responsabilidad sobre estos puntos esenciales, el infatigable verá regresó á la Concepcion, no para descansar, sino para entrar de nuevo en cam- paña, y en efecto, hizo una fructuosa, atrayendo á la paz uo E de Tucapel y de Arauco. Esta > a, la ejecutó entrando por el territorio de "Buena Él speranza, desde donde fué á atravesar el rio de la Laja por Caripichun. De aquí, marchó á Santa Fe; pasó el Biobio por la plaza del Nacimiento ; penetró en - el territorio subandino , recorriéndolo por todas partes; dió la a ME os e al estado de Arauco = 1) Figueroa dee ¿mil soldados de Europa, y en total dos mil, 318 HISTORIA DE CHILE. por el norte de San Jerónimo, y atravesando segunda vez el Biobio á dos leguas mas arriba de su desembocás dura én el mar, regresó á la Concepcion. En este vas militar, no solo tuvo la satisfaccion de reducir á la paz la: parcialidades arriba dichas, sino que estableció la plaz de San Pedro en donde hoy existe, y un fuerte en e cerro de Ghepe, dedicado á nuestra Señora de Ale, con el fin de protejer el paso del Biobio, cerca de su desem= boque en el mar. Pero en lo que mas este gobeMador y e Chile dió muestras de ser hombre de cápacidad, de juicio y de. saber, fué en la súplica dirijida al padre visitador de la provincia de la compañía de Jesus para que le enviase misioneros que ayudasen con el celo y ami r de la hu- manidad , que en las cuatro partes del mundo, en los puestos mas arriesgados, la relijion cristiana está: siempre pronta á poner como centinelas avanzadas para protejer á los desgraciados y ablandar á hombres de hierro, privados de la simple razon natural; para que ayudasen y S st En Pe el padre visitador despachó á la ciudad de la Cblicapcion á los PP. Gabriel de Vega, y Francisco Villegas, los cuales eran tanto mas aptos pare ara llegar tan digno y alto ministerio , cuanto hablab an corriente- : mente el idioma de los vattinades. conocian su cáracter , sus inclinaciones, sus pasiones y sus debilidades. ss, gobernador llevaba en sus expediciones á los dos padres, - y Dios sabe los males de que preservaron á ambas partes belijerantes, y los adios que una y otra les han debido, e a ir $ $ CAPÍTULO XXXI. 319 Porque no hay para que disimularlo, los Españoles, dejando á parte la fe, que es el patrimonio el mas feliz de la naturaleza española, los Españoles tenian tanta necesidad como los Indios de santas palabras que mode- rasen los desórdenes de su vida; desórdenes que se co- municaban de los hombres á las mujeres, por manera que la disolucion de las costumbres era tan jeneral como lastimosa. Los padres misioneros establecian su púlpito, por decirlo así , en los campamentos y en los cuerpos de guardia, en donde oían y muchas veces veian cosas que la caridad cristiana podia sola dejarles ver y oirsinrepug- nancia. Al fin, su celo y perseverancia tuvieron digna y merecida recompensa : gracias á sus sermones, ú su - Suave doctrina, á sus fáciles lecciones y á una > a de trato con la que los Indios quedaban confusos, muy luego las lenguas se sintieron anudadas, y las costumbres purificadas de inmundicia, en cuanto era posible y exi- gible; porque en la guerra, los hombres mas moderados y racionales caen alguna vez, sin pensarlo, en casos de relajamiento. : Por otro lado, los padres llenaban el primer objeto de É sus misiones, y lograban frutos de bendicion en la con» y version de los Indios. Ovalle dice que no hacian nin- guna expedicion sin convertir 4 muchos de ellos, y que aun de moribundos obtenian que muriesen de muerte ejemplar con todos los sacramentos , como lo harian los mas fervorosos cristianos. Realmente Rivera poseia todas las ada reque- ridas para completar la grande obra de la conquista , y le habria dado, sin duda alguna, un grande impulso, si un acontecimiento, en parte fútil, y en parte grave, á la vez serio y risueño , nO hubiese surjido de su propio 320 HISTORIA DE CHILE, corazon para estorbarlo : en una palabra, puesto que es forzoso decirlo, por mas que le pese 4 la historia, Rivera se enamoró. El objeto de sus deseos era digno de él; Inés de Córdova, hija de la heroína Inés de Aguilera, era digna de un trono. Los dos amantes calcularon con desmayo la inmensidad de la distancia que hay de Chile á la corte de España, y lo que tardaria la licencia del rey , indispensable para que se casasen en regla : ¡im- posible el diferir por tanto tiempo el momento deseado ! En efecto, se casaron sin licencia; y como el virey del Perú no estaba sumamente satisfecho de Rivera, por- que cada dia le molestaba pidiéndole recursos para con- tinuar la guerra, recursos que no tenia ó no podia darle, el virey dió parte de este enlace, que hubiera podido quedar ignorado; y sin duda, este parte se re- sentia del mal humor de su autor; de suerte que la res- puesta fué quitar el gobierno á Rivera, bien que, en recompensa de sus servicios , el rey le dió el de la pro- vincia de Tucuman. É Fuera de los acontecimientos referidos, no hubo - hingun otro en su gobierno, si no es la muerte del Obispo de Santiago, don Francisco Pedro de Azuaga, cuya silla episcopal fué ocupada, en 1601, por el P; Pr. Juan Perez de Espinosa, fundador del semina- rio del Angel de la Guarda; el cual tuvo que encargarse al mismo tiempo del obispado de la Concepcion , por promocion de su obispo, don Francisco Reginaldo de Lizarraga, al de Tucuman. Ahora, el 2 de febrero 1604 , llegó de teniente y juez de apelaciones el licenciado Fernando Talaverano Ga- llegos (1), que hará muy luego figura en esta historia ; Y (1) Cabildo. ] CAPÍTULO XXXII. 321 el 9 de agosto, el primer veedor del ejército don Fran- cisco de Villaseñor y Acuña; empleo que no habia existido hasta entonces, porque hasta entonces los gobernadores habian hecho todos los presupuestos del ejército. ñ 0d 11. HisTORIA, pa CAPITULO XXXIII. A Hisena dal apctra de camno don UU eg García Ramon. —Su reci- bimiento. — Preparativos, — Fuerzas imponentes de que disponia. ( 1605.) Como se refiere al fin del precedente capítulo, descon- tento el marques de Salinas, virey del Perú, del celo mas marcial que cortesano del gobernador Rivera, dió parte á la corte del matrimonio que este habia contraido sin real licencia. Ciertamente habia habido algun apresura- miento en este acto, por no decir descuido de la disci- plina, sobre cuyo punto un jefe debe ser inflexible y ejemplar; pero enfin, habia sabido mantenerla tan bien Rivera con respecto á los grandes fines del real servicio, que verdaderamente merecia, por la naturaleza de la infraccion que habia cometido, que se le perdonase esta sabrosa pecadilla. Pero no fué así; y en vista de este acontecimiento , re- cibió el cabildo de Santiago dos cartas , el 3 de febrero, una del virey, y otra de don Alonso García Ramon (1), en la cual este último rogaba al ayuntamiento le apres- tase caballos y sillas para sujente, con el bien enten- dido que todo el importe seria reintegrado. Enfin, el 21 de marzo, entregó Rivera el mando á Su sucesor, y marchó para Tucuman, cuyo gobierno le habia dado el rey, en recompensa, de sus buenos servi- (1) García, CAPÍTULO XXXIII. 323 cios; y es de notar, que al atravesar la cordillera, en- contró los mil soldados que él mismo habia pedido para terminar la conquista de Chile, los cuales venian de la Plata en donde habian desembarcado. La entrega del mando, esta yez, se habia hecho en la Concepcion, á donde García Ramon habia llegado directamente, con tropa fresca, no queriendo perder tiempo en Santiago, con el fin de aprovechar del buen tiempo, y entrar desde luego en campaña. Por esta razon, suplió álas formali- dades y ceremonial acostumbrados , remitiendo su nom- bramiento al cabildo, para que mandase tomar asiento de él en sus actas. El mérito de García Ramon era tan conocido , que la relacion de sus servicios, tanto en Europa como en Chile, enviada por el virey al ayuntamiento de Santiago, llenó dos planas de letra muy menuda de su libro de asiento. Júzguese qué esperanzas no debia infundir la venida de este jeneral, que trae doscientos hombres aguerridos, armas y municiones ; á los cuales vienen á juntarse otros doscientos cincuenta, capitaneados de Méjico por el ca- pitan Villaroel; sin contar los mil que le vinieron de España, mandados por don Antonio de Mosquera; se- - senta, conducidos por el capitan Rodriguez del Manzano y Ovalle, y, enfin, ciento y cincuenta mas, bajo las órdenes de Martinez de Zabala, componiendo estas fuer- zas un total de mas de tres mil hombres, buenos solda- dos, y bien pagados, circunstancia esencial para que no dejasen de ser buenos por ningun motivo. Porque, al situado, se le añadió una consignación de ciento y cuarenta mil ducados de las arcas reales, | Asi como lo hemos dicho , con tantos medios , COn su celo y experiencia, García Ramon prometía una era y - 324 HISTORIA DE CHILE. nueva al reino de Chile. Este jeneral, ante todas cosas, nombró por teniente jeneral á don Fernando Talabe- rano, por maestro de campo 4 Nuñez de Pineda, y por sarjento mayor 4 don Antonio de Nájera. Envió de visitador de Santiago y de la Serena á don Luis del Peso; y de la provincia de Cuyo, á don Alonso de Cór- dova ; y tomadas estas providencias, se fué 4 pasar el _Biobio para desafiar, por decirlo así, á los enemigos ; pero Huenencura no creyó oportuno el presentarse por en- tonces. De suerte que el gobernador tuvo que contentarse con talar sus campos, y la satisfaccion de atraer al de- ber y á sus banderas un buen capitan, llamado Juan Sanchez, que las habia abandonado mucho tiempo hacia. | En San Felipe de Arauco, plaza que puso en un estado respetable para imponer á Huenencura, decretó Con | fecha del 7 de mayo, que todos los encomenderos, Ve- cinos y moradores de las ciudades despobladas : Santa- Cruz de Coya, Arauco, Cañete, Infantes, Imperial, Villarica, Valdivia y Osorno, volviesen á tomar po- sesion de sus colonias y bienes respectivos, puesto | que este era el principal objeto de los grandes sacrificios hechos por el rey para la conquista de Chile. : | El 23 de mayo , García Ramon marchó para. SantiagO, y el 14 de julio, fué recibido con pompa y bajo de dose , á la puerta de la ciudad inmediata al convento de Santo Domingo; y luego que prestó juramento, le llevaron p como en-triunfo á su palacio. ME id _ Tales eran las esperanzas que los capitulares de Sal” tiago fundaban en él, que dieron en su honra fiestas magníficas; y al jeneral Mosquera, que habia: llevado los mil hombres, no teniendo mejor medio: de mostrarle a CAPÍTULO XXXII. 325 su reconocimiento , le hicieron presente de una rica ca» dena de oro. - de : En una palabra, la única falta que podia notarse en esta abundancia de elementos de buen éxito erancaba- llos, y muy luego llegaron mil y quinientos de Tucuman - para remontar completamente la tropa de caballería. «Me marcho, decia García Ramon, un dia (el 5 de diciembre), me marcho, decia él, lleno de confianza, para ir á some- ter de una vez á los rebeldes de Arauco, Tucapel y de- mas estados de la Imperial.» Salió, en efecto, y en Rancagua (el 141), se halló con su patente de sobernador en propiedad, que remitió á Santiago, nombrando por sus apoderados al alcalde Je- rónimo Benavides; al contador Azocar, y á Gregorio Serrano, para que se formalizase su recibimiento; y con- tinuó su viaje á la Concepcion, 4. donde llegó por año nuevo de 1606, hallándose con un ejército tal que no se ha visto ni ántes ni despues en Chile. Sin ambargo , ántes de entrar en campaña, quiso Usar de bondad y de política , Y despachó al desertor recupe- rado Juan Sanchez, de quien hemos hablado, y que habia hecho grandes servicios 4 los Araucanos , para que 4 Huenencura, pintándole las senazaban; y, mientras económicas y de fo- vica de paños de Melipilla, de estab! él en Quillata, y del acre- centamiento de la torada de Calentoa, debida á su an- tecesor Rivera. Escribió 4 la corte, Y pidió en favor de estos establecimientos la encomienda de Indios del valle de Aconcagua para don Alonso 4% Sotomayor, enco- mienda que redituaba 5000 pesos anuales; y» enfin, 326 HISTORIA DE CHILE. recompensas para los beneméritos clciles del ejército de Chile (1). Todo cuanto pidió este gobéaador, le fué concedido por el monarca : fuerzas, sueldos , pertrechos y gracias; mas, cosa tan inesperada como dolorosa, todos estos aprestos € infinitos recursos se estrellaron contra los in- trépidos pechos de los gallardos Araucanos, y abrieron paso á sus lanzas y macanas ; estas, estas eran las causas de la eterna duracion de la guerra, la táctica y el valor de estos hombres invencibles (2). No ha habido pueblo ni nacion que haya presentado mas motivos que los Chi- lenos para alimentar una curiosidad intelijente, aun li- mitándose á lo que da que pensar la serie de partes de oficio, Ó diario de operaciones militares de que se com- pone, en sustancia hasta aquí, la historia de la con- quista. El número de sus guerreros en verdad ilustres, ilustres por hechos asombrosos , sin mezcla alguna de so- fisma, parece increible; y su táctica, lo repetimos, era la de Follard; la de los mariscales de Luxemburgo y de Villars, y otros célebres autores sobre el arte de la guerra. Mientras que todos los Americanos septentrio- (1) En la real cédula de organizacion del ejército de Chile el rey mandaba que el soldado gozase de ocho pesos mensuales; que no pagase mas que la cuarta parte del valor de su subsistencia, y y que lo restante quedase á cargo del erario, y, enfin, que en el coste del vestuario , no se le agravase con de- dl arbitrario, por.mas que lo autorizase la costumbre. — — Que al ca- pitan reformado se le atribuyesen ochenta pesos mensuales; á los subaltert cuarenta, y veinte y cinco á los Sion 3 y que, por fin de cada a al Perú gr beneméri tos para ser premiados con correjimientos de distrito, en aquel vireinato, y servir de estímulo á sus co ército de Chile.—Cabildo, mts (2) Si bien nos acordamos, hemos visto esta táctica y este arrojo citados en As a O del caballero de Follard , como prueba de la infali- tratado de táctica que este oficial jeneral frances escribió en dichos comentarios, E Ss Eno 25 *» 7 CAPÍTULO XXXII. 327 nales adoptaban las armas de fuego, los Chilenos, y, en particular, los Araucanos despreciaban estas armas y se burlaban de ellas, arrojándose con rapidez y abor- dando al enemigo al arma blanca, sin aguardar que los afusilasen desde lejos impunemente. Al punto en que se hicieron con caballos , quitándoselos á Sus enemi- - gos, se sirvieron de estos animales, cuya existencia igno- raban, con ventaja, é imajinaron justamente lo que Ani- bal puso en práctica en Italia, por la primera vez desde que hubo guerra entre los hombres, á saber, el trans- portar la infantería en ancas de la caballería, para que llegase mas pronto y descansada á donde se necesitaba, Si á estas consideraciones añadimos la consideracion de no menor importancia, del valor y de la experiencia de los Españoles, veremos que desde el gran Ciro hasta ellos no ha habido historia militar mas fértil en grandes acciones, que la de los Araucanos. Porque, en efecto, sus enemigos eran los vencedores de la Europa. El mismo dia en que fundaban una plaza en Chile, ganaban una ruidosa batalla en Europa, y ponian en peligro á la ca- pital de la civilizacion; y lo que los Españoles no han podido hacer, ningun ejército lo hubiera hecho, en iguales circunstancias, CAPITULO XXXIV. e e, Indecision aparente del gobernador en restablecer las colonias. — Apologia de esta indecision. — Desgraciados sucesos que la justifican. e E peo ( 1606.) .. Huenencura desechó con desden las proposiciones de paz que le habia llevado el capitan Juan Sanchez de parte del gobernador. Con esta respuesta, García Ramon entró en campaña, pasó el Biobio, y se puso 4 talar y quemar las tierras enemigas para provocar el coraje de Huenencura. Mientras tanto, Ayllavilu, otro jefe temible, que man- daba 6,000 hombres y un gran número de auxiliares, se apoderó del fuerte reedificado junto á la Imperial por 4 órden de Rivera, y pasó á cuchillo su guarnicion que era de ciento y cincuenta hombres. Desde alli, el caudillo araucano marchó sobre Arauco, y le puso sitio bajo la direccion del Español (1), el cual habia abandonado sus banderas, por resentimientos contra el gobernador Gar- cía Ramon. Al punto en que lo supo, el gobernador acudió para castigar á Ayllavilu; pero lejos de temerle, Ayllavilu le alió al encuentro con resolucion , y le atacó en la cuesta de Villagra. Deshecho en este punto por las fuerzas de Gar- cía Ramon, Ayllavilu se rehizo, y presentó segunda ba- (1) Este Español, cuyo nombre propio no hallamos, no debe confundirse con Juan Sanchez, que volvió á sus banderas, como hemos visto, al paso que este Español murió, COMO se verá, sin volver á ellas, - CAPÍTULO XXXIV. 329 talla en las llanuras de Turaquilla, en donde, si el Es- pañol, que tenia arrojo y conocimientos militares, .. hubiese olvidado su resentimiento personal para dar toda su atencion al éxito de la jornada, mal lo hubieran pa- sado los Españoles. Por fortuna, obcecado de rencor contra García Ramon, se precipitó ciego en la pelea, buscándole para medirse cuerpo á cuerpo con él, y fué muerto por el capitan Galleguillos. Vencido el ejército araucano , el gobernador dejó el mando de sus tropas al maestre de campo Lisperjer, y. regresó 4 la Concepcion, sin haber repoblado co SS ni hecho nada si no fué mucho ruido (1). dl El 2/ de setiembre se puso de nuevo á la cabeza del ejército, llevando en su compañía un gran número de antiguos moradores de colonias despobladas, y, esta vez, no era creible que semejante demostracion quedase sin efecto. Sin embargo , así sucedió. García Ramon pasó con sus colonos muy cerca de las ruinas de Coya y de Angol, que quedaban á su mano izquierda ; entró en el valle de Tucapel sin repoblar la ciudad de Cañete; penetró por Puren, taló, asoló , y se limitó 4 establecer su cuartel general en Boroa cerca de las ruinas de la Imperial. Hay cosas nd que saltan á los ojos del mas distraido lector, y que es inútil el explicar, porque realmente no es dable. Hemos visto un bando. para. que los antiguos colonos se preparasen para ir á repoblar sus antiguas colonias, y tomar nueva posesion de sus respec- tivos bienes. Hemos visto que este interesante objeto era el principal de la conquista. Ahora, en este mismo (1) García. 330 HISTORIA DE CHILE. instante, vemos á García Ramon decidido á llevará - debido efecto estas medidas, puesto que le acompañan | muchísimas familias. Y, sin embargo, ni la Imperial re- puebla. ¿Qué podemos decir á esto? ¿Cual podia ser la causa de esta inaccion con respecto al principal objeto aparente de la expedicion? | Esta causa era indecisión , y, lo que es mas , indeci- sion fundada ; fundada en el conocimiento y expe iencia que tenia García Ramon del jenio militar de los: Canos; fundada en su resolucion de defenderse hasta “morir, resolucion clara por el desden con que Huenen- cura habia deshechado sus proposiciones de paz; y por consiguiente, fundada en la certidumbre de que no bien habrian entrado los antiguos colonos en el goce y pose- | sion de sus respectivas moradas, que de nuevo sehu- bieran visto sitiados por los Indios, y de nuevo expuestos á horribles calamidades. En vano, el ejército español era numeroso , fuerte, y bien organizado; porque luego, .. Muy luego hubiera cesado de contar con estas ventajas, y aun de existir, como en efecto desapareció, sin haber tenido que subdividirse, para protejer colonias lejanas una de otra, ¿ Y qué hubiera sucedido, si hubiera tenido que hacerlo ?... Pero tal es la desgracia de los que mandan y gobier- man. En casos críticos, tienen que disimular sus vo ', porque la crítica no entra en ellos ni los comprende. Tal era el caso de García Ramon. _¿Lisperjer, encargado del mando, hostilizó las. parcis- lidades de Tucapel haciendo muchos estragos, y redujo % la paz 50,600 indíjenos de los estados de Arauco Y Tucapel. Es verdad que esta misma paz la habian oble- nido del gobernador Rivera, y la acababan de violar. eriencia CAPÍTULO XXXIV. 331 Por lo mismo , García Ramon les impuso la condicion de que tendrian que emigrar al norte del rio Itata; con- dicion que les pareció dura y que quisieron considerar, ántes de aceptarla. Asia se quedaron terjiversando sin resolverse. Conforme á las órdenes que tenia, Lisperjer lerántó, en le márjen occidental del Biobio, la plaza de Monterey, n io del virey del Perú, en el territorio de Milapo El objeto de esta plaza era tener en respeto á los Indios de Taboleu y de Catiray. Este mismo maestre de campo marchó á Tucapel con el fin de levantar la co- lonia de Cañete. En esta expedicion maltrató y persiguió cruelmente á los naturales, que no tardaron en ven- “garse no menos cruelmente, como era de esperar. El ejército español se hallaba dividido en tres divi- siones; una al mando del maestre de campo Pineda 5 otra al de don Diego de Sarabia; y la tercera se la habia reservado el mismo capitan jeneral (1). Pineda recibió órden de po con la suya para levantar un fuerte en Chichaco. Sarabia fué mandado para establecerse entre este fuerte y el de Boroa, levantado por Lisperjer, y defendido por trescientos hombres; y o a co- municacion entre ellos. El gobernador se y el 8 de enero de 1607, estableció su cuartel py PR un punto que él mismo llamó : El estero de Madrid (2). Por su lado, Huenencura observaba todos estos movi- mientos , y aguardaba por la suya, que no tardó en pre- sentarse. Así como lo hemos dicho , el fuerte de Boroa estaba á la orilla del Kepe, y tenia trescientos hombres (1) Garcia. (2) Cabildo, e 392 HIBEORKA DE CHILE. de guarnicion. Lisperjer, quelo mandaba, hacia batidas por los contornos, mientras. que García Ramon se inter- naba hasta la comarca 'subandina por el rio Taboy. - Dispitato así el teatro de la guerra y las Versaás si es de sus actores, veamos si lo que ha sucedic a, en una sabia prevision, Solo tenemos que añadir o precedente que la sublevacion de los Indios de Misqui, confederados con los de Tom , Quinel y Guambali, bajo su capitan, que se llamaba justa Misqui, era, en este mismo instante, una declaraci manifiesta de que todos se dejarian exterminar á md > rendirse. ¿ dolo; drosag' huevas, García Ramon vuela de nes del A las de la Laja; tala, asuela, y at antos Indios puede herir sus armas , sin excep- cion ni de edad ni de Sexo; y gado 4 las víctimas de San Fabian, regresa ála Concep- cion. Pero apenas habia llegado, cuando recibió aviso de e Ayllavilu, con sus impertérritos Araucanos, habia ado, en Chichaco, á N de Pineda, con muerte de ONGhON buenos oficiales , de los cuales fué uno e capi- tan Villaroel. hd Corre de nuevo e Ramon 4 tomar venganza de Ayllavilu; pero en lugar de este caudillo, se halla con ues de haber así ven-= quptgeo XXXIV. 339 el parte de que A estrecha la plaza de Boroa , ; cuyo jefe Lisperjer y una parte de sus defensores ya no $. He aquí este caso notable, bajo diferentes as- que ha sidomas fácil ignorarlos que imajinarlos. - A Un dia Lisperjer creyó oportuno hacer provision de de carbon, y salió él mismo á caballo, solo por pasatiempo, ¿ con los trabajadores encargados de esta faena. Traba- jaban pues los soldados, hacian carbon, y su coman- dante los miraba trabajar, cuando, de repente, aparece HoepacoÓs con tres mil hombres, los sorprende y los defiende su vida con coraje, hasta que viéndose al punto de caer en manos de los enemigos, de > ea al Kepe, en cuyas aguas se ahoga. Este ha sido el hecho, y poco impatd que Lisperger hubiese salido para recibir un convoy (1 )> cedió por neglijencia en tomar precauellnes militares las mas rudimentales en semejantes casos, y que de este hecho, resultó la evacuacion forzosa. de la plaza. En efecto, Huenencura le dió, en se; eguida, tres asal- tos, y aunque en todos fué rechazado. por el comandante Negrete (2), ya era tiempo que le viniese á este S '0, porque ya no podian mas sus tropas, Que habian: quedado muy reducidas por la pérdida de los “que habian muerto en la sorpresa exterior. Al fin, llegó por fortuna á á tiempo el sido es decir, á tiempo arcía es de parecer que Lisper- correría, puesto que no se (m) e lo dice Molina, al paso que Perez Ga , sin duda, salido para hac al ma ds 334 HISTORIA DE CHILE. para salvar las vidas á estos valientes. En cuanto á la plaza, todo lo que se podia hacer era demoler las fortifi- caciones, y así lo ordenó García Ramon. Por lo demás, no es cierto, como lo asegura Molina, que en Chicha] y aquí todos los Españoles hubiesen sido muertos ó p sioneros. Por prueba de que no fué así, en el mes de abril siguiente, Sarabia fué comisionado por el gober- nador y por él cabildo, para ser su apoderado en Lima; y en cuanto á Pineda, claro está que no murió, puesto que él mismo dió parte de estas pérdidas. En este supuesto, cierto y averiguado, no es probable que estos dos comandantes hayan esquivado solos. la muerte; y esto prueba cuan numerosas son las exajera- ciones que se le escapan á la historia, A CAPITULO XXXV. Sensacion dolorosa causada por estas pérdidas. — Mision secreta del p. Luis de Valdivia. —Su viaje á España. — Nueva reorganizacion del ejército, de (1606—1607. ) El mas respetable ejército de los Españoles en Chile habia sido casi enteramente destruido en pocos dias. El gobernador lo veia con tanta mas amargura, cuanto lo havia previsto. El cabildo se hallaba consternado. Las esperanzas de la corte de España estaban frustradas. Los sacrificios hechos para conseguir el resultado contrario habian sido sin fruto. El cabildo da disposiciones para la seguridad de la capital. El gobernador muestra su previ- sion de nuevos desastres por: 3) órdenes que da á los en- comenderos, En efecto, los capitulares ds Santiago se constituyen en cabildo abierto; llaman para tomar parte en sus de- liberaciones á los capitanes de mas experiencia , y acuer- dan: « que para seguridad de la ciudad y su territorio , se haga una requisicion de armas y caballos; que los correjidores vijilen los Indios de sus respectivos partidos, y desde luego, les hagan entregar las armas que tengan en su poder (1). » El gobernador, por su lado, recomienda á los enco- menderos den buen trato 4 sus Indios; que no los alqui- len como acémilas para las faenas de minas, con per- juicio de sus mismos pt ad puesto que los mineros (1) Cabildo. 336 HISTORIA DE CHILE. los miran como bestias, y los matan á fuerza de trabajo, no yéndoles nada en que mueran ó vivan; que esta pers- pectiva era irritante para los demas Indios, los cuales no podian menos de mirar con horror la suerte que les cabria , en semejante caso; y con el mismo horror á los autores de ella, Entre tanto , por los informes que habian ido á la corte de todo lo acaecido, el virey recibió órdenes para que indagase las verdaderas causas de la resistencia de los Araucanos y de la prolongacion de la guerra. Presuroso de cumplirlas, el conde de Monterey, conociendo la sabiduría y las virtudes del P. Luis de Valdivia, funda- dor del primer colejio de la compañía de Jesus en el Perú, le llamó y le confió este secreto. El P. Luis, que habia ya sido misionero en Chile y sabia hablar el idioma de los naturales, se ofreció gustoso para ir á llenar esta mision, y se puso sin la menor tardanza en camino para la Concepcion. Lo primero que hizo aquí el P. Luis de Valdivia fué tomar señas, bajo pretexto de poder conducirse con mas acierto en la nueva mision apostólica que iba 4 emprender tratando mucho con militares, y sonsacándoles su ver- dadero parecer acerca del carácter y cualidades de los naturales de Chile. Despues de haberse formado así él mismo una opinion , ó por mejor decir, confirmádose en la que tenia ya desde largo tiempo, dió parte al gober- nador de la mision que iba á predicar, con el fin de coo- perar con las armas espirituales al objeto de la guerra. García Ramon le mostró un profundo reconocimiento, Y le confesó con la mas síncera conviccion , que tenia mas confianza en sus armas espirituales que en un bueñ ejército. CAPÍTULO XXxXV. 337 Marchó con esto el P. Luis de Valdivia, ostensible- mente, para catequizar y convertir como mnisioneteaA los Indios; y, en realidad, para llenar una grande sion política , de la cual, 4 su parecer, debia de resultar la pacificacion del reino, ó guerra eterna hasta el ex- terminio total de los Araucanos ó de los Espa oles. Su primera estacion fué Colcura. De aquí, pasó á Pen- quienhue; — á Quedico; — á Quiapo; — Tucapel; — Lebuliencoya, y, enfin, á Cayocupil; y, en todas partes fué recibido con amor, y oído con la mas suave docili- dad por los naturales , que le conocian y le saludaban con los mas cordiales parabienes y bienvenidas. Todo lo que les decia les parecia bien, fácil y gustoso, y se mostraban. tan dispuestos, 0 el mismo Valdivia, 4 ponerse en paz con el rey de los cielos, como con el de paña. Es un hecho, contra el que no hay comentarios posi- bles q que no se estrellen ; y, á menos de negarlo, una de dos, ó la consecuencia era clara, evidente, ó indiscutible. Volvió gozoso, por mas que digan, el padre jesuita al Perú, y contó con la mayor alegría estas buenas noticias al virey, proponiéndole un medio infalible de pacifica- cion. Sin duda, este medio le pareció plausible al virey; pero no teniendo por conveniente el adoptarlo bajo su responsabilidad , y persuadido de que el monarca lo aprobaria , juzgó que no podria hallar mas digno emba- jador para el caso que el mismo P. Luis de Valdivia, y le - despachó con pliegos para la cortes. El padre jesuita salió para . namá, á-fines de 1606, y, al cabo de una larga, aun- que feliz navegacion , arribó á España, fué sin demora á la corte, y expuso al monarca que las causas E la du- 11, HisTORIA.- 338 HISTORIA DE CHILE. racion de la guerra eran : « 1* Los horrores que se co- metian en ella; 2” las divisiones que los mismos jefes españoles suscitaban entre los Indios ; 3* el maltrato que los encomenderos daban á los de sus encomiendas; y hi" el interes que tenian los comandantes del ejército en continuar la guerra; interes que consistia en el botin, y en el gran número de esclavos que adquirian. » Notemos aquí que todos los que han escrito, Ó mas bien , han tomado apuntes sobre los acontecimientos de aquel tiempo , son de contrario parecer. Perez García, Carvallo, Figueroa, y otros muchos opinan diferente- mente; así como tambien atribuyen 4 los naturales un carácter y defectos, á los cuales los jesuitas y misione- ros presentan un cuadro de calidades opuestas. A quien hemos de creer? — No sentenciemos; pongamos solo una reflexion, y es: que los jesuitas trataban á los In- dios en su estado natural de razon y de tranquilidad de espíritu, y no les inspiraban rencores; y que los militá- res no se veian con ellos sino era con las armas en la mano, y en medio de tempestades de odios, pasiones y venganzas. De todos modos, el P. Luis de Valdivia concluyó re- presentando al monarca, que « tales eran los motivos que habia para buscar, en conspiraciones supuestas, pre- textos para eternizar la guerra; y que si S. M. dignaba mandar que su real hacienda costease todos los años el viaje de los jesuitas necesarios en las casas de conver- sion (que él mismo se encargaba de establecer), man- dando, | + POr otro lado, que cesasen las hostilidades , y se nantuviesen las fuerzas españolas en la defensiva , él res- ponderia de la pacificacion del reino sin tirar un tiro; Y sin agotar las arcas reales, CAPÍTULO XXXVs 339 A su tiempo verémos los efectos de esta proposicion. Mientras tanto, la corte no se habia dado por vencida, Al paso que el rey habia manifestado desear conocer la causa de cuanto sucedia , S, M, no aprobaba el que un jeneral de ciencia y experiencia como lo era García Ramon hubiese abandonado, sin graves motivos, plazas erijidas en país enemigo, con desaire de las armas es. pañolas , y despues de haber costado al erario sumas cuantiosas. Estas reflexiones del monarca emanaban 4 sin duda alguna, de que no habian llegado á sus reales manos los descargos de García Ramon, el cual, siempre que habia tenido que evacuar una plaza, habia infor- mado á la corte de las causas que le habian impelido 4 ello, causas que serian permanentes por las continuas infracciones de los Indios á la fe jurada. Recientemente aun, el 11 de enero de 1607, habia dado parte al rey de que los mil soldados que le habian llegado de España eran de una complexion tan apocada, que los que no morian de pesar, se pasaban á.los Indios para sustraerse á las fatigas de la guerra, y que, vista la nulidad de di- chos soldados, suplicaba 4. S. M. le enviase otros mil que _Mereciesen este nombre, Era tan cierto que el gobernador García Ramon habia obrado así, que el virey, á la sazon don Juan de Men- doza y Luna, marques de Montesclaros, recibió órden para que los establecimientos existentes en Chile fuesen conservados ; y que para ello , enviase 20,000 pesos con el fin de que los habitantes de Monterey, Arauco y Ca- ñete se surtiesen de simientes, ganados é instrumentos de labor de las tierras; exijiendo que se les facilitase el pago con plazos cómodos. Ademas de esto, quiso S, M. que del Perú pasasen inmediatamente 500 buenos sol- 310 HISTORIA DE CHILE. dados á Chile, y, al año siguiente otros tantos; y, enfin, que debiendo estar la línea del Biobio defendida en lo sucesivo por 2,000 hombres bien armados, concedia 292,279 pesos anuales para soldarlos (1). Por consiguiente, García Ramon era injustamente ta- chado.. La historia es un tribunal en donde los hombres toman arbitrariamente asiento para juzgar á otros hom- bres, y la historia debe 4 García Ramon una grande pájina. La diferencia, 6, por mejor decir, la oposición de otros pareceres al suyo, no arguye nada, de interin no se aclare la competencia del uno y de los otros. Pot prueba de esta importante verdad, no hay mas que ver lo que pensaban los militares españoles de Chile, y lo que pensaban los misioneros acerca de los naturales. Imposible el ponerlos de acuerdo ; pero no tan imposible el escojer entre los dos pareceres, apelando 4 la razon y al conocimiento de la historia. Los Romanos emplea= ron , con formidables fuerzas y lejiones, doscientos años en la conquista de España ; los Godos otro tanto. Llega- ron los Arabes, y en dos años, con fuerzas numérica= mente inferiores, hicieron la misma conquista. Claro está: los primeros y los segundos trajeron desastres Y calamidades á los vencidos; los Arabes les trajeron bienes inmensos , y que nunca habian conocido. (1) Perez García, — 5 E CAPITULO XXXVI. Primera crecida del rio Mapocho. — Segundo establecimiento de la real audiencia. ( 1609.) A fines de 1607, el cabildo de Santiago habia recibido un pliego en que el rey pedia le informase , en atencion á que su real ánimo era el establecer de nuevo la real audiencia , de si convendria extender la jurisdiccion de este tribunal sobre el Tucuman y el Paraguay. En junio de 1608, recibió el nuevo arreglo del ejér- cito, firmado por el virey con fecha del 24 de marzo de este año (1), y al cual se habia dado enteramente cumplimiento por octubre. Reforzado con hombres y dinero, el gobernador tomó para sí una columna de 1,500 infantes ; otra de ca- ballería de 490, y una compañía, para su guardia , de 10 oficiales reformados. Con lo restante de sus tropas, organizó dos campos volantes , uno mandado por su maestre de campo, que debia protejer las colonias de la costa, y hacer correrías por los estados de Arauco , Tucapel y Puren; — y el otro, se lo reservó para hacer batidas en los llanos. Dadas estas disposiciones, marchó, el 10 del mismo mes de octubre, para la hacienda de Can- cico, y allí se estuvo hasta el 18 de noviembre en que volvió 4 la Concepcion (2). (1) García. (2) Cabildo. 312 HISTORIA DE CHILE, Hay en los asientos del cabildo, por un lado, ciertas reticencias; y, por otro, algunas indirectas que dan . pena por la situacion moral, aun mas que por la militar, del interesante García Ramon. En efecto, el ayunta- miento sabe y asienta que este gobernador pasó en la hacienda de Cancico desde el 10 de octubre hasta el 18 de noviembre; y este mismo cabildo ignora si en principios de 1609 hizo algo y si Huenencura se mantuvo inofen- sivo (1). El hecho es que el desafortunado García Ramon, que realmente lo era, á penas habia organizado el ejér- cito, tuvo que dejar el mando Á su maestre de campo para trasladarse á la capital, en donde un desastre nuevo venia á juntarse á los pasados desastres: el Mapocho habia salido de madre, el tercer dia de pascua de Pen- tecostés, tan inopinadamente, y con tanta furia, que no dió lugar á precaver sus efectos invasores contra casas y bienes, ni aun á precaverse las personas mismas , puesto que hubo 120 víctimas de esta, inundacion, y 20,000 cabezas de ganado sumerjidas. A esta calamidad pública, se siguió la carestía de granos , por la escasez, que fué tal, que faltaban los ne- cesarios para la sementera, A esta segunda calamidad, la de la hambre, y, finalmente , estas calamidades se terminaron por una plaga de langostas que devoraban los frutos de la tierra, y las frutas de las huertas. En estas lastimosas circunstancias, García Ramon mostró la prenda mas brillante del que ocupa un puesto elevado, el desinteres, cualidad noble que debe imponer silencio á la infinidad de detractores, de quienes, por Justa é inatacable que sea, ninguna conducta está segura. (1) García. CAPÍTULO XXXVI, 313 Despues de haber dado un noble ejemplo de simpatía por los inundados y hambrientos, el gobernador reunió los vecinos pudientes de Santiago en la catedral con el cabildo, bajo la presidencia del obispo diocesano, y tal fúé el impulso que dió á la deliberacion con la pintura de las calamidades que aflijian 4 la humanidad, que todos los presentes se ofrecieron á contribuir, cada uno en proporcion cón sus facultades, á aliviarlas; y que nadie pensó en hacer un acta de él; de nadie se dudó; todos fueron creidos bajo su palabra. - Con esto, se trajeron granos y comestibles á toda costa; y para evitar en lo sucesivo las crecidas del Mapocho, el gobernador proyectó contener sus aguas con un muelle, el cual fué construido bajo la direccion del maestre de campo don Juan Quiroga, y del capitan Gines de Gillo, agrimensor jeneral de Chile, En los vestijios que aun se ven de esta importantísima obra, se nota y se admira la solidez que ha tenido. En este punto, recibió el cabildo la noticia de que los majistrados de la audiencia que se iba á establecer de nuevo en Chile habian llegado á Lima , y, acordó se hiciesen los preparativos necesarios para recibirlos con la pompa y ostentacion correspondientes. En acuerdo del 26 de junio, los capitulares diputaron al alcalde Alonso de Córdova, y al regidor Diego Godoy, para ir á recibirlos á Valparaiso. No obstante, «otra reunion del mismo cabildo, el dia 7 de agosto siguiente, deja ver cierto descontento de la venida y restablecimiento de la real audiencia. A esta reunion, fueron convocados todos los prelados de la ciudad y sus moradores, porque se trataba de la aboli- cion del servicio personal de los Indios, proyectada por Te 344 HISTORIA DE CHILE, real audiencia, y que no era muy del gusto de los capitulares, en atencion á que dicha abolicion habia causado ya desastres en el Perú; y, en efecto, resultó de la deliberacion el acuerdo de que se solicitase de todos los tribunales la continuacion del servicio personal, para cuya solicitud dieron amplio poder al capitan Gregorio anchez. A fines de agosto, salió el gobernador de la Concep- cion para ir en persona á recibir en Santiago la real audiencia, cuyos miembros hicieron una solemne en- trada, el dia 8 de setiembre, con el real sello , por me- dio de las tropas de línea y milicianas, con don Luis Merlo de la Fuente por presidente; don Fernando Ta- laverano, don Juan Casa] y don Gabriel de Alada por oidores; los cuales, de interin llegaba un fiscal, dieron este cargo á don Fernando Manchado ó Machado. El carácter de Justicia y de integridad del presidente d Merlo de la Fuente fué el mismo en los demas magis- trados de este tribunal, y esta tradicion se mantuvo entera en todos sus sucesores hasta la cesacion de la audiencia. Pero Molina no está en lo cierto, cuando ase- gura que el cabildo se alegró con la venida de este tri- bunal, sin el cual se habia pasado durante treinta y cuatro años, trascurridos desde que habia sido suprimido el que se habia establecido en la Concepcion. Es muy Posible que no hubiese mas motivo para el descontento del cabildo: que la supresion -proyectada del servicio personal de los Indios; y, en este caso, no ha debido de ser duradero, puesto qué el rey no aprobó por entonces . dicha supresion, CAPITULO XXXVI. Batalla de Lumaco. — Muerte del gobernador García Ramon. (1609—1610.) Enfin, vemos que Huenencura, aunque ya viejo, aun tenia la actividad de un guerrero araucano. Aprovechán- dose de la ausencia del gobernador, ausencia que no habia creido tan larga, el caudillo pasó el Biobio con dos mil caballos (1), y saqueó algunas estancias espa- ñolas. Pero en medio de su expedicion, supo que el go- bernador se acercaba con fuerzas, y no juzgó oportuno aguardarle, contentándose con enviarle á decir por un prisionero español á quien dió libertad : «Que no se figurase que le huia; porque, lejos de eso, le iba á esperar en Puren. » El gobernador habia salido, el 1” de noviembre, con nuevos reclutas voluntarios; una compañía de caballe- ría de la ciudad, y una del batallon de infantería del rey. Estos milicianos no solo gozaban del fuero militar, sino tambien del mismo sueldo que la tropa de línea, mien- tras estaban en campaña. Con estas fuerzas y las que se le reunieron en la frontera, el ejército español constaba de ochocientos hombres suyos y ochocientos auxiliares. El gobernador pasó el Biobio. Huenencura, que se hallaba atrincherado en la cienega de Lumaco, le salió al (1) Esta version, que es de Perez García, nos parece menos probable que los gruesos de tropa (por decir columnas volantes) con que dice Carvallo que Huenencura pasó el Biobio en esta coyuntura. Eran demasiados 346 HISTORIA DE CHILE, encuentro con seis mil hombres, y le ofreció batalla. Estando ya los dos ejércitos en posicion sobre el des- agúe del lago, y prontos 4 embestirse, sale de repente al frente un capitan araucano, llamado Palicheu, solo, montado en un brioso caballo, y despues de haber jes- ticulado largo rato, haciendo pruebas de mucha fuerza de brazo y destreza en el manejo de la macana, con- cluyó retando al gobernador García Ramon, en persona, á singular combate. Al oirle, uno de los auxiliares, cuyo nombre ha quedado malamente en el olvido, salió es- pontaneamente á sostener el reto por el gobernador; y, si Palicheu era valiente y esforzado, su competidor des- conocido no lo era menos, 6, por mejor decir, lo fué mucho mas, puesto que á pocos lances y encuentros le aterró y le cortó la cabeza, ; Por este leve é indiferente episodio, se ye que los Araucanos no necesitaban leer historias, y hacerse imi- tadores de tiempos caballerescos, pues naturalmente se sentian estas nobles aunque locas inspiraciones, El fin del reto de Palichen fué el principio de la ba- talla, batalla mas que reñida, que hubo de ser fatal para los Españoles, puesto que ya la primera línea fuctuaba;s ya cedia, ya iba á echarse atras y desordenar, proba- blemente, la segunda, cuando el gobernador arranca heróicamente, se pone á su frente, la lleva de nuevo á la carga y fija la suerte de la jornada. Desde este mismo punto se decide la victoria por él, y los enemigos huyen en completa derrota, dejando una infinidad de muertos. El gobernador persiguió mientras pudo la retirada. Pero ya García Ramon se hallaba cansado y falto de salud , y luego que replegó el ejército , tuvo que volverse CAPÍTULO XXXVII 347 á la Concepcion, lleno de satisfaccion, sin duda , pero conociendo que sus fuerzas le abandonaban. Por una coincidencia particular, su digno competidor Huenencura estaba en el mismo caso; y este ilustre caudillo, que le habia dado tanto que hacer, y que aun desde la cama , en que murió á pocos dias, meditaba y ordenaba sorpresas contra los Españoles, confesaba que García Ramon era un grande ZOnDrS , y un hombre de bien. A pesar de su estado de debilidad , al oir que los Butal- mapus habian nombrado por sucesor de Huenencura á Ayllavilu IT, que fué uno de los mas bizarros jefes arau- -canos (1), García Ramon proyectaba ir á medirse con ga él, tan pronto como viniese la estacion de salir 4 cam=.. paña ; pero su enfermedad se agravó, y falleció el 19 de julio de 1610, lleno de amargura al oir que Ayllavilu habia estrenado su mando con la muerte de los capi- tanes Arraya y Antonio Sanchez, degollados, con sus compañías , en una salida que habian hecho de la plaza de Angol (2). (1) Don Basilio de Rojas , y Molina. - (2) No solo era García Ramon un militar ilustre, sino tambien hombre inte- resante 20 sus ia muee al salir a la niñez, se habia hallado en la gue ; en Tunez, con don Juan pi Austria; en la Jorvada de los ocrIeadS, en Flandes, y, ¿con el principe 5 Bu e. En Maestricht, habia mandado la retaguardia del eins En pe sitio de < mjgmoa plazA habia ephiño * paoea al Ei habia entrado dentro de ella, y De aquí, salió con dos heridas, y con ro escudos mas que el príncipe le pz 5 ocho que y ya tenia, Habia rstatd en alii y de ali, habia posi asado 4 Mau y en od sirvió diez años de sarjento major, y de maestre de campo. Despues de campo en el Callao , habia pasado de gobernador á. 345 HISTORIA DE CHILE, García Ramon fué universalmente llorado no solo por los Españoles sino tambien por sus enemigos; de los pri- meros, por sus excelentes cualidades ; y de los segundos por la humanidad de sus sentimientos, en particular, á favor de los prisioneros indios. Es bastante, ciertamente , para honrar la memoria de un hombre estimable ; pero los Españoles le debian mas que sentir su muerte por sus excelentes cualidades. Lo repetimos, García Ramon era, no solo un militar de ciencia y de experiencia, sino tambien un hombre polí- tico que meditaba mucho , y resolvia difíciles problemas morales, con mucha prevision ,. como la experiencia lo - ha demostrado. La mayor fatalidad en la posicion de este. -jeneral, fué que sabia por instinto que seria mal juzgado, - por una parte; y, por otra, que no podia sacrificar su convencimiento á opiniones apasionadas, erroneas é in- teresadas , tal vez, sin comprometer la conciencia de su deber y su responsabilidad. La crítica es mas jeneral que la ciencia; tiene una inmensa mayoría, y seria go- zar de demasiadas ventajas si tuviese todo lo demas. o es dudoso que en la ejecucion de represalias contra raucanos, García Ramon sacrificaba su razon y Su humanidad á una arraigada y funesta máxima , por la cual, el partido que cede es perdido y se muestra cobarde. Tal no era su opinion sobre este punto; porque sabia que el partido agresor, siempre el mas fuerte, es muy dueño, si quiere, de hacerse regulador del sistema de guerra; y que, muchas veces, las mas crueles represa- lias son antes bien dictadas por exceso de previsiones pusilánimes que por energía y firmeza. Je CAPITULO XXXVIIL. Mando interino del oidor decano de la audiencia (1). — Buenos sucesos bajo su mando. e ( 1610.) Ao Extraño caso es el que aquí nos presenta la historia : un togado pacífico mas feliz que un guerrero afamado, en operaciones militares y acciones de guerra. A García Ramon sucedió, en el mando interino, el oidor presidente de la audiencia don Luis Merlo de la Fuente, reconocido como gobernador del reino el 16 de agosto de este año. Este majistrado habia sido escojido, —.en virtud de su grande capacidad, de su ilustracion y de su carácter, — por el virey del Perú, para fundar de nuevo el Eribuiiad de la audiencia real de Santiago; de suerte que era Merlo de la Fuente el primero entre los hombres de alto mérito que componian dicho tribunal, cuyas atribuciones y actos políticos hubieran debido ob- tener una conmemoración especial de parte de los que tomaron asiento de los acontecimientos históricos del país. Lejos de eso, solo vemos que algunos, — como Perez García y Rojas, —se paran en notar únicamente , que la real cédula del restablecimiento de la AdienElK de Santiago estaba mal redactada, puesto que dice, — al señalarle esta capital por residencia, — « donde estaba (1) Una real cédula, de San Lorenzo á 2 de setiembre 1607, autorizaba los gobernadores de Chile á dejar el cor del gobierno á los presidentes de ps audiencia de Santiago. Así aparece de los hechos, y asi in: Molina ta real cédula. Sin cb el caido opinaba que esta concesion habia sido pre yno ji ohermadores. 350 HISTORIA DE CHILE, ántes, » siendo así que ántes residia en la Concepcion. Es reparo poco digno de la historia, y , realmente, habia materia para decir mucho mas. En efecto, el sabio tribunal de Santiazo de Chile no era solo un templo de la justicia , sino tambien un senado, en donde se trataban las mas arduas cuestiones de go- bierno, y de donde salian los informes los mas luminosos para el rey y sus reales consejos sobre cuanto perte- necia al bien del estado y á los progresos de la con- quista. Ciertamente, en todo otro caso, y si este tribunal - hubiese estado solamente encargado de la administra- cion de la justicia civil y criminal, habria sido inútil, y aun algo extraño, el darle por presidente un jeneral, un gobernador militar y político que nada tenia que ver en sentencias jurídicas. Así es que los oidores de esta real audiencia, cuyos informes eran calificados de sabios en la corte, gozaban de la mayor y mas merecida consi- deracion; y, muy á menudo , tenian que llenar, aun in- dividualmente, misiones políticas de difícil cumplimiento. El primer paso del tribunal de Santiago, en su nueva carrera, y aun antes de haber tomado asiento en su es- trado, fué la supresion del servicio personal, 6 servidum- bre de los Indios de encomienda, contra cuya supresion representó el cabildo, Por consiguiente, es visible que no solamente tenia que llenar la obligacion, bastante penosa ya, de aclarar puntos de derecho muy confusos y complicados para administrar la justicia. entre los colo- nos, sino tambien que velar para su conservacion, y la prosperidad jeneral del reino; y no solo llenó siempre el primero de estos deberes con una inflexible rectitud, citada como proverbial en España mismo , sino que cumplió el segundo con tanto tino, que las cosas del el CAPÍTULO XXXVII. 351 reino habrian tenido otro jiro, si algunos de los informes - de su real audiencia no se hubiesen estrellado contra obs- táculos insuperables, - Con esto, sorprende mucho menos la felicidad de corta duracion, — puesto que no duró mas que seis meses, — del gobierno de Merlo de la Fuente. El primer acto de este gobernador fué reunir el vecin- dario en concejo, pidiéndole voluntarios para la guerra, ensalzando la honra de servir á la patria con las armas en la mano, y el deber que tenia cada ciudadano de pagarle esta deuda sagrada. Pero su elocuencia produjo poco efecto en el auditorio , y hubo de ape- lar al interes materia] para conseguir algunos alista- mientos. T 4 Kiki dr dd de dd 3550 A A puesto que su fecha era de 26 de mayo de 1608, en la cual el rey decretaba por esclayos á todos los Indios (de mas de diez años los hombres, y de mas de nueve y medio las mujeres), que en el término de dos meses de su pu- blicacion no se acojiesen á la paz. Despues de haberla mandado publicar en Santiago por público bando, que se echó el 20 de agosto, Merlo la mandó publiar en los mismos términos, en las ciudades de la Serena, Con- cepcion, Chillan, y en los fuertes de Arauco, Lebu, Angol, Paycavi y demas poblaciones. No satisfecho con esto, envió mensajeros á todos los cantones 6 Butalma- pus, para que dijesen á los Indios que, pasados los dos meses de plazo , quedarian sometidos al rigor de la ley, si no se acojian á la paz, y que, acojiéndose á ella, se- rian favorecidos y protejidos en nombre del rey. Todo esto lo hacia el gobernador no solo para que los Indios no pdiesen alegar ignorancia, sino tambien para obrar 392 HISTORIA DE CHILE. él mismo, cuando llegase el caso, segun los principios mas rigurosos de equidad y de justicia. Porque Merlo de la Fuente sabia que tenia una carga muy pesada sobre sus hombros, contando, como contaba, muy poco con la sumision de los Araucanos. Sin em- bargo, salió á la cabeza de sus tropas para el fuerte de Paycavi, en donde se aseguró con satisfaccion de que sus órdenes para la publicacion y propagacion de la real cédula habian sido debidamente ejecutadas. Pero, no obstante , aun creyó que era conveniente el dar un paso mas, y lo hizo, enviando á Ayllavilu un menes indivi- dual, en el cual la decia : «La paz que el monarca os ofrece benignamente, vosotros mismos la habeis pedido muchas veces, y otras tantas la habeis violado, despues de haberos aprovechado de la confianza quo teníamos en ella para ponernos ase- chanzas. En el instante que os ha parecido útil y prove- choso violarla , lo habeis ejecutado de una manera atroz, con hechos horribles , renegando á vuestro Dios, profa- nando sus templos, saqueándolos, y llevándoos las vasoS sagrados. Tales son los crímenes que han apurado la longanimidad dela justicia del soberano. » Pero en vuestras manos está el desarmarla : deponed las armas con resolucion de no volver á tomarlas, Y sereis libres, bajo las condiciones las mas suaves. » A este mensaje noble, digno y franco, Merlo de la Fuente recibió una respuesta altanera de parte de Ayllavilu. Con todo eso, aguardó á que el plazo de los k s : Meses concedidos á los Indios para reflexionar Se cumpliese , ántes de entrar en campaña. Pero este tér- mino habiéndose pasado sin obtener el resultado deseado, se puso en marcha, con ochocientos Españoles y No" a E O a A e E mo AS A e $ CAPÍTULO XXXVII 353 vecientos auxiliares, sin dejar traslucir sus intentos ni á donde se dirijia, con lo cual puso fin al descon- tento taciturno de sus oficiales, que ya le tachaban de lentitud. El foco de la insurrección se hallaba en este instante en el estado de Arauco, y las fuerzas españolas entraron en él; perolos Araucanos no las esperaron. De Arauco, pasó el gobernador á Tucapel, y, desde Lebu, destacó algunas columnas mandadas por Nuñez de Pineda y otros jefes, con el fin de hacer sentir el peso de la guerra á los que no querian paz. Estas co operaron con acierto, y regresaron con botin , caballos y prisioneros , entre los cuales habia veinte capitanes araucanos. Otra expedicion bajo el mismo plan, mandada por Miguel de Silva, tuvo la misma feliz suerte. Pero nada deesto pudo arredrar al intrépido Ayllavilu, el cual, atrincherado en la cienega de Lumaco, esperaba con firmeza y confianza la ocasion de vengarse y resar- cirse de sus pérdidas. El valiente Ayllavilu no tuvo que esperar largo tiempo. Luego que Merlo hubo organizado su caballería, y recibido un refuerzo que esperaba de Yumbel, marchó de Lebu sobre los Araucanos, á pesar de que algunos le pintaron con exajeracion las fuerzas enemigas, y las posiciones ventajosas que ocupaban. -——Yalo sabia yo, —respondió el jeneral jurisconsulto, —ya sabia yo que la posicion que ocupa Ayllavilu pasa por inexpugnable; pero razon de mas para que yo le arroje de ella. Si el terreno es malo para nuestros ca= ballos , tampoco debe de ser bueno para los suyos, y, por este lado, tenemos la ventaja de que para nuestras balas no hay tierra mala. ¡Ea, señores! concluyó el digno gobernador, ¡ probemos á Ayllavilu y e 1. Historia. 354 HISTORIA DE CHILE. vengan tras él, que no hay lago ineilaaáfo para las armas españolas. » Y, dicho esto, marcha, ¡llega y ¿bit en a la cienega. La vanguardia la mandaba Pineda; el gobernador mismo llevaba el centro, y puso la retaguardia bajo las órdenes del sarjento mayor Silva. Viéndole entrar con tanta valentía por la cienega, Ayllavilu le creyó perdido, y destacó una columna aguer- rida para que fuese á disputarle el paso; pero Pineda la rechazó y avanzó do sus tropas. Sorprendido de esto, el jefe araucano Febajó algo de la confianza que tenia en su posicion y envió otra columna mas fuerte contra los Españoles, los cuales le hicieron volver las espaldas, como lo habian hecho con la primera. Entonces, Aylla- vilu soltó, por decirlo así , los diques átodas sus fuerzas, y una nube de Indios se arrojó al encuentro de Merlo. La batalla habia empezado al amanecer y duró hasta medio dia con grandes vicisitudes de parte y de otra. Muchas veces estuvieron á pique de perderla los Españoles ; pero enfin vencieron, aunque, segun algunos, su victoria fué gosa milagrosa. Las pérdidas de parte y de otra no se han podido calcular, bien que los Araucanos dejaron mil muertos y muchos prisioneros, entre los cuales, algunos jefes, que el gobernador se vió en la triste necesidad de mandar matar. En efecto, las cabezas de los capitanes Sanchez y Arraya, degollados par Aylla- vilu en Tolpan, se veian en lo alto de un roble, y alli mismo mandó poner Merlo las de los jefes araucanos. Aquí dieron fin las operaciones militares de éste ilustre gobernador, que tuvo las dos glorias de serlo por las letras y por las armas. A pocos dias de allí , estando en Puren, recibió aviso de que un nuevo gobernador : 3 CAPÍTULO XXXVII. 355 nombrado por el virey al interinato de Chile, habia llegado á Valparaiso, y regresó 4 Santiago para entre- garle el mando, dejando á su ejército una larga me- moria de sus aciertos militares, memoria que aun dura en su esclarecida descendencia , tanto en Chile como en el Perú, CAPITULO XXXIX. ' $ E Gobierno interino de don Juan de Xara-Quemada. — Grándes conocimientos y capacidad que tenia. — Sabiduría de sus actos políticos, administrativos y militares. : (1611, El gobierno de don Juan de Xara-Quemada , dejando á parte el fomento que este sabio gobernador dió 4 los ramos administrativos, á la agricultura, á la industria y al comercio, segun se verá, presenta un modelo de conducta política, de donde surjieron talvez proyec- tos posteriores de pacificacion, como lo veremos á su tiempo. : : El virey del Perú habia recibido parte de la muerte de García Ramon, y habia nombrado al interinato del gobierno de Chile á don Juan de Xara-Quemada, hom- bre del mayor mérito (1), del que habia dado brillantes pruebas en puestos eminentes que habia ocupado; caba- llero del hábito de Santiago, y destinado ya para ir de presidente de la real audienica. Xara-Quemada fué reci- bido de gobernador el 15 de enero, y dos dias despues de presidente. : Es cosa muy digna de notarse que sus primeros pasos en el gobierno hayan sido dados en favor de los Indios de encomienda. Como lo acabamos de recordar, ya la real audiencia, al tomar posesion, y aun ántes de haber tomado posesion , habia manifestado la misma tendencia, encontrando obstáculo para la ejecucion de sus proyectos, (1) Natural de Canarias, CAPÍTULO: XXXIX, 357 en las representaciones del cabildo. Ahora: sucede lo mismo. A penas entra en la presidencia Xara-Quemada, la real audiencia reproduce nuevas instancias (prueba evidente de que este tribunal era un grande cuerpo po-- lítico), para que se suprima el servicio personal de los Indios, y al punto, el cabildo se reune para: deliberar de nuevo sobre este particular, y acuerda. que se envie con nuevas súplicas al rey para que dicho servicio no se suprima, 4 F. Francisco Riveros, con F. Diego de Ur- bina por acompañado. Sin decidir esta tan debatida cuestion , que por esto. mismo aparece ser interesantísima, no se puede ménos de advertir con mucha atencion que, viendo sus'inten- tos á favor de los Indios estorbados, por de pronto, con la representacion del cabildo al monarca, Xara-Que- mada halló medio de aliviarlos en su suerte, dismi- nuyendo los emolumentos que estos infelices pagaban á su protector, ó6 mas bien, tirano que los estrujaba , llamado Luis Pavon. En efecto, redujo estos emolumen- tos, que eran de mil y doscientos pesos, á novecientos, y muy luego tuvo la grande satisfaccion de quitarles enteramente esta carga, aprovechándose del noble des- interes del capitan Perez de la Cuadra, el cual se ofre- ció á desempeñar gratuitamente el empleo de protector de los Indios. | | Esta medida tan justa y tan política , nO impidió á este gobernador de atender á la parte militar de sus cui- dados : á los siete dias de haber tomado el mando, se puso en marcha para la frontera , y tuvo ocasion de mostrarse tan celoso y sabio administrador, como sagaz y justo en política, dos cualidades que, lejos de contra- decirse en un hombre de estado , forman una feliz union. 358 HISTORIA DE CHILE, Esta ocasion fué que notó falta de caballos entre los Españoles , al paso que los Indios tenian muchos. Asom- brado de un hecho casi increible, preguntó la causa, la indagó y descubrió que esta causa era la baja codicia de los tenedores de paradas ó estancias, los cuales sacrifi- caban á su interés propio el jeneral, y, en particular, el del ejército, criando mulas cuyo comercio les era muy ventajoso en el Perú, en lugar de caballos. Indignado de este abuso, lo cortó de raiz imponiendo grandes multas á los tenedores que infrinjiesen lo que estaba mandado, que era mantener cien yeguas para caballos y no para producir mulas. En fin, salió el 17 de febrero para la frontera, en donde dió pruebas de la misma capacidad en miras militares, Estableció su cuartel jeneral sobre Rio-Claro, entre el de la Laja y el de Yumbel. Desde allí, se fué á visitar las plazas y fuertes, y vió con una rapidez y seguridad, dignas de un jeneral consumado, que el Biobo estando bien guardado, no habia que temer correrías de Araucanos. Dió las órdenes mas eficaces para que nada faltase en punto á defensa y vijilancia, sin pensar, por su parte, á lo que parece, que fuese útil ni necesario el ir á inquietarlos con vejaciones sin fin y resultado provechoso. Así se pasó el verano en la mas serena paz , por mas que los que escribieron las cosas de aquel tiempo se figuren que no es posible que haya sido así, y se manifiesten sorprendidos de no haber hallado bajo este gobierno correrías, saqueo, sangre y fuego. ¿Y porque las habia de haber, estando el Biobio guar- dado con puestos militares suficientes, y dejando los Indios en paz, sin ofenderlos ni irritarlos inútilmente ? De todos modos, tal pareció ser el objeto que se pro- puso Xara-Quemada, y entre la infinidad de planes y o NIN E E RN CAPÍTULO XXXIX. 359 proyectos que se han ensayado , como se verá, en este solo se vió razon clara, y probabilidad de éxito de- mostrada. ' Mientras tanto, el gobernador no perdia el tiempo en la inaccion, y su ejército fué el mejor asistido que se hayá visto, pues tal era su cuidado solícito por el sol- dado, que, el dia de paga, la presenciaba él mismo, para observar y ver si se hacía con justicia é integri- dad (1). En su tiempo, las fábricas de paños y tejidos para la tropa recibieron un grande impulso, y tierras inmensas fueron labradas y sembradas, y todo esto, en beneficio de la tropa. Enfin regresó á invernar en la Concepcion. Xara-Quemada tenia una de estas cabezas poderosas dotadas por la naturaleza con profusa liberalidad : á todo estaba : jurídico, político, administrativo y hasta ecle- siástico : todas las materias posibles las trataba y las ventilaba con la misma prontitud y lucidez. Los curatos en Chile se daban por eleccion. Los clérigos seculares presentaban tres pretendientes; los reglares, uno solo. El gobernador tenia, entre sus atribuciones, la de pro- veer á los euratos, y claro era que los reglares no pre- sentando sino un candidado, el gobernador tenia que aceptarlo. Xara-Quemada vió en este modo de proce- der, irregularidad é injusticia, y se puso á. consultar antecedentes y reales ordenes, y halló, en efecto, que las habia para que los curatos Se diesen por oposicion y al mas merecedor, presentando los conventos tres examinados, lo mismo que los seculares. Inmedia- tamente, les dió cumplimiento y las puso para siempre en vigor. (1) Figueroa. 360 HISTORIA DE CHILE. o Al momento de volver á entrar en campaña por octu= bre, notó que tenia poca fuerza efectiva ; envió á San- tiago á pedir una compañía de línea, y luego que le vino, marchó sobre Arauco. Allí, supo que Ayllavilu 11 hacia correrías y cometia robos en las poblaciones espa- ñolas; y, tan hábil en guerra como en paz, Xara-Que- mada, proyectó cortarle la retirada, y lo consiguió con una marcha rápida y bien concertada. Al volverse con su presa, el caudillo araucano se vió cortado; pero es verdad que no se amedrentó. Lejos de eso se mantuvo firme y se batió como se batian los Araucanos, es decir, como un leon. Pero fué muerto (1), y sus tropas, vién-= dose sin cabeza, se desbandaron , Corriendo para salvarse al Biobio, en donde muchos se ahogaron. Era un grande hombre Xara-Quemada, lo repetimos; pocos herederos han heredado una gloria tan merecida, tan bien adquirida , tan real y verdadera como la que han heredado sus descendientes que existen y honran al reino de Chile. Sien lugar de haber gobernado quince meses , hubiese mandado quince años, ¿quien sabe los bienes que habrian resultado para España, para Chile, y para los pobres Indios? Pero, por desgracia, no mandó mas que quince meses : el 28 de marzo 1612, entregó el mando á su sucesor. (1) García.* 4 CAPITULO XL. Segundo gobierno del maestre de campo don Alonso de Rivera, — Regreso del Padre Luis de Valdivia con órdenes del rey. — Sucesos de su sistema de pacificacion. (1612.) Ya hemos visto los motivos que el P. Valdivia pre- sentó á Felipe III para pedir á este monarca adoptase un sistema defensivo de guerra, añadiendo que él mismo se encargaba de la pacificacion de los Araucanos, si S. M. se dignaba mandar que las arcas reales costeasen, cada año, el viaje de un número suficiente de misioneros de la órden para las casas de conversion de Chile. Admirado el rey dela proposicion , concedió á Valdivia todo cuanto este quiso, tanto mas gustoso con sus planes, cuanto llenaban sus mas vivos deseos, á saber; la paci- ficacion de los Indios sin sangre ni crueldades. En con- secuencia, nombró al mismo Valdivia visitador jeneral del obispado de la Imperial, que se hallaba vacante; y, á peticion suya, mandó volver de gobernador á Chile á don Alonso de Rivera que estaba en Tucuman, con la advertencia de que se sometiese á la voluntad é inten- : ciones del padre jesuita , en todo cuanto este intentase con respecto á la pacificacion del reino. Como condicion esencial de la paz proyectada, Valdi- via pidió al rey, en favor de los Indios, un indulto jene- ral por todo lo pasado, y el rey selo concedió con la misma facilidad. No satisfecho aun con todo esto, y á fin de santificar, 362 HISTORIA DE CHILE. en cierto modo, su plan y su mision, el padre Valdivia quiso y obtuvo que el papa y toda la cristiandad se inte- resasen en su éxito ; el papa, que era entonces Paulo Y, concedió, á peticion del rey, induljencias porque se ro- gase por la paz, y los fieles rogaban, en efecto, con ple- garias, procesiones y novenas. Armado con tan exorbitantes poderes, Valdivia, de vuelta á Chile y á la ciudad de la Concepcion, en 1612, empezó su carrera, y si nadie, especialmente los milita- res, si nadie tenia confianza en la eficacia de su sistema , ninguno, ni aun el mismo gobernador, podia coartar sus facultades. Emprendio, pues, su obra grandiosa po- niendo en libertad 4 muchos Araucanos principales que se hallaban desterrados en el Perú; y, á su llegada á la Concepcion en marzo, á otros prisioneros, de los cua- les era uno Turilipe, jeneral de la caballería araucana, para que llevasen á.los suyos pruebas de las buenas no- ticias que les traia. Estas demostraciones persuadieron á los Indios, y desde luego manifestaron desear que el misionero de paz fuese en persona á verse con ellos; pero no todos mos- traron esta docilidad, y se mantuvieron sublevados mu- chos que lo estaban. - Entre tanto, los Araucanos nombraron por jeneral á Ancanamun justamente cuando don Alonso de Rivera llegó á Santiago, el dia 98 de marzo. Rivera, al punto en que supo la llegada de Valdivia á la Concepcion , fué á reunirse con él, pero ya Valdivia habia salido para Arauco, con designio de dar satisfaccion á los Indios. En Arauco, tuvo noticias de que el sarjento mayor Alonsó de Cáceres y Saavedra, que se hallaba en Lebú , acababa Justamente de maltratar 4 algunos caciques prisioneros, CAPÍTULO XL, 363 y al punto le envió órden de cesar toda hostilidad , con- - formándose á. la voluntad real, Al mismo tiempo, envió mensajes á los caciques sublevados, y atrajo á la paz á lo ménos seiscientos, con mas de tres mil mujeres y niños. Los primeros efectos de su sistema no pararon aquí; pues en este mismo momento, 13 de junio 1612, vi- nieron á verle cinco caciques de Catiray, primer par- cialidad guerrera, á cuya cabeza se hallaba Guayqui- milla (1), que querian, en nombre de otros muchos, satisfacerse y oir de su propia boca el perdon jeneral de todo lo pasado, con la condicion esencial de exencion de servidumbre personal. - Para mejor persuadirles y convencerles de la verdad del hecho y de las disposiciones benéficas del rey, el padre Valvidia se puso en marcha, con estos cinco caci- ques, sin mas escolta que dos soldados, que le servian de asistentes para su servicio, y un intérprete, que el monarca habia exijido que llevase siempre consigo, bien que hablase él mismo corrientemente el idioma de los naturales. En vano el comandante de Arauco quiso oponerse á esta resolucion del jesuita, por precipitada y muy arriesgada; porque Valvidia , persuadido de que no se podian hacer grandes cosas sin grandes resoluciones, y aconsejado por dos maestres de campo, tres capitanes y los capellanes de los fuertes, quiso mas exponer su vida por Dios, por el rey y por la paz, que comprometerla por un temor, que sus intenciones, y la responsabilidad que los caciques embajadores tomaban sobre sí de su vida , alejaba de su pensamiento, (1) En una carta original que hemos visto en los archivos de Lima encon- tramos Llancamilla y en otros manuscritos Guayquimilla ; el primero quiere decir Piedra de oro y el segundo Lanza de oro 364 HISTORIA DE CHILE. Partió , pues, el P. Valdivia con ellos, y en efecto, antes de llegar á Catiray, vió venir á su encuentro otros ocho caciques guerreros (1), sin armas y todos con un ramo de canelo en la mano, los cuales se habian adelantado, ansiosos de verle y de oirle, y para tener la honra de formar su escolta hasta Namcu donde se ha- llaban de asamblea todos los Indios inmediatos á la frontera (2). - Este hecho histórico no deja duda acerca de la firme persuasion , en que estaba el jesuita , de que su sistema era el único que pudiese alcanzar los grandes fines de la pacificacion de los Indios; ni tampoco, tal vez, del éxito, si Dios y mil circunstancias inevitables, y extrañas á este mismo sistema , no lo hubiesen hecho abortar. Al entrar el P. Luis de Valdivia en el congreso de ancianos y caciques guerreros, todos se levantaron con profundo respeto, y vueltos á sentar, el cacique Guay- quimilla abrió la sesion proponiendo : 1” Que, ante todas cosas, la asamblea tributase gracias al P. Valdivia por sus buenos oficios, y por el favor que le hacia, confiando en ella; y que se le manifestase el contento grande y jeneral que causaba su venida. 2" Que se le diesen pruebas de la fe ciega, y entera confianza con que la asamblea aceptaria sus propuestas ; le y confianza que, á la verdad, no reinaban en la multitud del pueblo, el cual atribuia 4 puro estrata- jema de los Españoles todo lo que les decian, 3” Y que, enfin, depusiese todo recelo tocante 4 la (1) Los cuales se echaron en sus brazos, dándole mil parabienes, y mani- festando el sumo gozo que tenian en verle. Ovalle. (2) En los archivos de Lima se hallan varias cartas 2. mismo Valdivia en las elos A .célebre mis Peras describe de 2.£ a 4 CAPÍTULO XL. 265 inviolabilidad de su persona, bien que la asamblea es- tuviese convencida, por la presencia misma de su reve- rencia en medio de ella, de que el.grande ánimo del P. Luis de Valdivia no era susceptible de albergar una debilidad. A esta noble mocion del cacique orador, el jesuita respondió dando gracias de la buena opinion que de él tenian, y aceptándola, puesto que en este caso, no hacia mas que cumplir con los deberes que le imponian la re- lijion y las órdenes de su rey; deberes que no le per- mitian de reparar en peligros, aunque realmente los hu- biese, cosa lejana de él, como ellos mismos lo habian visto en otras muchas ocasiones en que se trataba del bien de la paz y de sus almas; que en cuanto á la verdad de su mision y á la sinceridad de los bondadosos deseos del rey, ya las hostilidades estaban suspendidas, por man- dado del mismo gobernador, que tenia órden de con- formarse con todo lo que él, P. Valdivia, juzgase con- veniente para llegar al fin supremo de la paz; y que, por consiguiente, ya podian, cuando gustasen, y lo mas pronto seria lo mejor, ir á verse ellos mismos con el gobernador, para oir de su boca la confirmacion de cuanto les habia dicho. Los caciques y ancianos oyeron con muchísima aten- cion y con muestras de adhesion las palabras de Valdivia ; pero, al cabo de 'una corta deliberacion, resolvieron que, no obstante se hallaban muy dispuestos por sí mismos , 4 admitir sus proposiciones, y á- ejecutar lo que les decia, opinaban que las circunstancias exijian que obrasen con acuerdo jeneral de todos los caciques guerreros; y que, para obtenerlo, seria muy conve- niente que su reverencia se trasladase con ellos á la 366 HISTORIA DE CHILE. parcialidad de Namcú, en donde se hallaban reunidos todos los toquis , capitanejos y caciques. En el estado de progresos en que se hallaba la nego- ciacion, no habia posibilidad de negarse á ello, y el P. Luis no titubeó un solo instante. La prontitud y el regocijo visible con que dió una respuesta afirmativa á la proposicion produjo una sensacion jeneral y agra- dable en la asamblea. Puestos, al dia siguiente, en mar- cha, caminaron otros dos, por caminos remotos é igno- rados, sin que los Indios que acompañaban al jesuita, y de cuando en cuando le miraban al descuido para co- lejir por su semblante lo que pasaba en su interior, no- tasen en su rostro el menor gesto de alteracion. Llega- ron , pues, y le presentaron en la asamblea jeneral de toquis , capitanejos y caciques, en donde le habian pre- parado asiento en alto, mientras que los miembros de la junta se sentaban en el suelo , segun su costumbre. El primer rumor de la entrada y del recibimiento una vez aquietado , y esperando ya todos en silencio, se levantó Guayquimilla y pronunció un discurso prepara- torio de hora y media, en el cual recomendó con airo- sas figuras de retórica la persona del padre jesuita á la asamblea pidiéndole atencion y respeto hácia él, y con- fianza en cuanto les dijese. _Despues de Guayquimilla, habló el toquí jeneral, asegurando que ya la asamblea se hallaba preparada á ello, y penetrada de los mismos sentimientos del preo- _ Pinante por la persona y las virtudes del R. Luis de Valdivia, cuya presencia -les colmaba de honra y de alegría. Penetrado de la importancia y de la dignidad de su mision, y aprovechándose del ascendiente que creyó CAPÍTULO XL. 367 tener en la junta, Valdivia se mantuvo sentado , dando á entender por señas que iba á hablar; y, al cabo de un rato de silencio grave é imponente , dijo: « Toquis, capitanejos y caciques que componeis esta respetable junta, no os sorprendais ni ofendais de ver que os hablo en esta postura , contra vuestros usos y COS- tumbres, pues os hablo, y os traigo el mayor bien de cuantos la providencia puede conceder á los hombres, -—la paz, — en nombre de Dios, rey de los cielos y de la tierra, y del mas grande monarca que haya en toda ella. » . Viendo que la asamblea habia oido sin sorpresa, y aun con algunas muestras de humilde admiracion este exordio, el P. Valdivia expuso los principios los mas suaves y justos que debian de guiar la conciencia de un cristiano en los menores tratos, y la fe que estaba obli- gado á guardar en el cumplimiento de su palabra , s0 pena de no faltar á ella impunemente , aunque lograse engañar á los hombres; « porque, añadió el padre jesuita con ardor y vehemencia, aun en este caso de poder burlarse de los tribunales y de la justicia de los hombres, tiene que comparecer delante del tribunal supremo, que es el de Dios, á quien nada se oculta , y que Ve lo que encierra en sus mas escondidos ardides la mas astuta conciencia, castigando con rigor y sin misericordia el mayor de los delitos , cual es la mala fe, y el abuso de la confianza del prójimo. >» ( Hizo aquí una pausa Valdivia, como para tomar aliento; pero, en realidad, para dar tiempo al auditorio de meditar este punto esencial de entera confianza en sus palabras. Al fin , repuso + e « Si esto, pues, sucede á cualquiera hombre, por infi- 368 HISTORIA DE CHILE, delidad á su palabra , en casos muy comunes en la vida, ¡juzgad de lo que le sucederia á un rey de la tierra, que, en nombre del rey de los cielos, engañase á una nacion de corazones nobles y valerosos, como lo sois vosotros! » Y aprovechando de la sensacion profunda y mani- fiesta que esta última reflexion acababa de producir en ellos, continuó , sacando y exhibiendo las reales cédulas que traia : « Pues aquí teneis esta real palabra de un gran mo- narca; aquí, sus proposiciones de paz con todas las ventajas que encierra; aquí, mis poderes para ejecutar sus órdenes, y aquí, enfin, su voluntad de que nadie, ni aun el mismo gobernador, pueda impedir sus bené- ficos efectos. ¡Miradlas! vereis que no están escritas con plumas, como las que usan los Españoles, sino impre- sas, como los libros..... | « ¡De rodillas! — continuó este hombre increible con un irresistible arrojo, —; de rodillas! esta es la postura humilde en que debeis verlas, y oir su contenido. Aquí teneis un intérprete, de cuya fidelidad no os podrá quedar duda. » : En efecto, una satisfaccion jeneral se manifestó cuando hubieron oido la traduccion del intérprete. Pero ya eran las nueve de la noche, y se difirió la delibe- racion, CAPITULO XLI. Continuan los progressos del P. Luis de Valdivia en su intento, f 1612.) Al dia siguiente , al amanecer, el jesuita les dijo misa, y en seguida les explicó los misterios del santo sacrificio, con cuya explicacion quedaron maravillados. Entraron luego despues en consejo, y el P. Luis hizo un breve y claro resúmen de lo tratado el dia anterior para dar nuevo pábulo á una buena deliberacion. « Ya podreis, hermanos mios, — les dijo, — vivir pacíficos y con quietud en vuestras casas, seguros de que ningun Español llegue á ellas, ni exija de vosotros el menor servicio personal. Nosotros solos, los padres de la Concepcion, vendremos, cuando lo permitais, para instruiros en los principios de la religion cristiana; por- que esto es lo mas esencial, lo que mas desea el rey, y lo que mantendrá para siempre la paz entre nosotros. » Pero, al mismo tiempo, es preciso que advirtais, que así como los Españoles se guardarán de pasar la frontera, y de intentar turbar esta paz, tambien vosotros debereis respetar la línea divisoria de los dos países, línea que quedará marcada por el curso del Biobio, no pasándola bajo pretexto e. 10 para ir á hacer mal á los Españoles. » Y vosotros, añadió Valdivia hablando ditectifitegta á los Indios guerreros, vosotros , que sois los que rompeis esta paz, decidme, ¿cuales son los frutos que e de 11. Historia, 370 HISTORIA DE CHILE. + la guerra? Helos aquí; los frutos que sacais de vuestras continuas revoluciones, son muerte, cautiverio, ham- bre, pérdida de vuestros bienes y ganados; incendio de vuestras casas; ruina de vuestros hijos, afliccion y lá- grimas de vuestras mujeres, y por fin , destierro de vues- tra patria : tales son los efectos de la guerra. A fin de ahorraros todos estos males y de conservaros el goce de vuestra libertad, de vuestros bienes, hijos y mujeres, me expuse á los contratiempos y riesgos de una nave- gacion de tres mil leguas, para ir á decir al rey cuan desgraciados érais con los malos tratamientos y vexacio- nes que padecíais, y para suplicará S. M. me autorizase á libertaros de ellos, Me lo otorgó el rey, y volvi á des- hacer estas mismas tres mil leguas para ejecutar mis planes y cumplir su real voluntad. Creo que estos son motivos muy suficientes para que me creais, y fieis en mi palabra. Al punto en que salté en tierra, quise venir á verme con vosotros, contra el parecer de todos, porque todos me decian que érais falsos y traidores; pero yo, que os conozco mejor que nadie, y que sé sois hombres de juicio y de gobierno, bien que esteis siempre prontos á combatir por vuestra libertad , vine, me metí sin recelo entre vuestras lanzas, y me entregué sin la menor des- confianza á vuestra lealtad. Si me hubiese engañado, si hubiese alguno entre vosotros que se sintiese la tentar cion de desmentir esta confianza, no os figureis que YO le pidiera gracia; al contrario, le abriria mi pecho y le pondria manifiesto el corazon para que me hiriese ; $e- guro de que muriendo por cumplir la mision de salvar vuestras almas, iria la mia en derechura á gozar de la presencia de su Dios, » | No hubo acabado de pronunciar estas últimas palar CAPÍTULO XLI. 371 bras el padre Luis, cuando levantándose de repente el toquí jeneral de Carampangue, respondió : « No hay lanza, Padre mio, capaz de llegar á tu pe- cho, sin haber atravesado ántes el mio.. Nos has he- cho justicia al fiarte 4 nosotros; pues no somos tan bár- baros, ni tan faltos de entendimiento, ni tan traidores como suponen. No, no desconocemos el bien que el rey nos hace, ó quiere hacernos con la paz que por tu minis- terio nos ofrece ; y todos estamos reconocidos por él, al rey, al gobernador y á tí. En prueba de ello te dicen todos , por mi boca, que si la paz ha de ser como la pin- tas, todos quieren, y todos queremos esta paz. Digo que yo persuadiré á todos los ausentes y salgo garante de ello, de que la paz conviene, y de que todos debemos desearla, si la paz nos trae los bienes y favores que tú dices; vuelvo á decirlo, porque la que hasta ahora se nos ha ofrecido, se ha reducido á falacias, á un puro pretexto para hacernos esclavos, y servirse de nuestros bienes, y de nuestros cuerpos. Una paz semejante no la queremos, y le preferiremos siempre la guerra. Sobre todo, padre mio, si bien lo reflexionamos, dándonos el rey nuestras propias tierras y nuestra libertad , nada nos da que no nos pertenezca de derecho, y que no debamos defender, á toda costa, con nuestros brazos. Sin em- bargo, y puesto que, sin.acudir á las armas , podremos gozar de estos bienes, venga esa paz tal y como nos la prometes; y haremos ver á los Españoles, que nos re- putan por disimulados é inconstantes en nuestros deseos, que ántes faltará la luz del sol, y ántes faltarán flores en los campos, que nosotros faltemos á la palal a que mos dado, y al pacto que hayamos hecho. Ante los Españoles viniesen, vivíamos en paz, y n05 mul > 372 HISTORIA DE CHILE. cábamos en términos que no cabíamos en los campos. Despues que ellos han venido con su paz, siempre he- mos estado como en guerra; nos hemos disminuido, he- mos perdido nuestras haciendas, y hemos padecido males increibles hasta que la exasperacion nos ha impelido á rechazar la fuerza con la fuerza. Hénos aquí prontos á dejar las armas; no solo no pasaremos la línea, sino que castigaremos con rigor á todos cuantos se atrevan á entrar en tierra de Españoles. Daremos, ademas, paso libre á los correos y 4 toda comunicacion hasta Chiloe, y enfin, abrazarémos la religion de Jesucristo. » Tal fué el feliz resultado de la deliberación , resultado debido al teson relijioso y á la buena fe del P. Valdi- via. Al salir de la sesion, los caciques se daban las ma= nos y el parabien, y resolvieron acompañar al R. je- suita á la ciudad de la Concepcion para que los presentase al gobernador. Así lo hicieron y Valdivia hizo la entrada mas triunfal y mas gloriosa que conquistador alguno haya jamás hecho. El gobernador y los principales ha- bitantes de la Concepcion ensalzaban este triunfo; y el primero declaró que Valdivia habia dado mas lustre á su gobierno, pacíficamente y en un dia, que el que le hubieran dado muchos años de guerra hecha con el mas feliz éxito. En prueba de esta verdad, le rogó que en adelante, se sirviese ordenar como si él mismo fuese gobernador, puesto que estaba mas seguro de sus luces y de su acierto , que de los suyos propios. y Pero en medio de esta aprobacion jeneral se halla- descontentos. Estos eran algunos antiguos mili- tares que presumian conocer á los Indios mejor que el P. Luis de Valdivia, CAPITULO XLII. Prosigue la misma interesante materia. — Perspectiva lisongera de paz. — Fatales acontecimientos, (1612.) Ancanamun , Pelantaru y Uñobilu, caciques de Puren, se mostraban desconfiados; pero aun tuvieron deseo de cerciorarse de la verdad, y enviaron al ulmen de Ca- Tampangue á la Concepcion con este objeto. A fin de sa- tisfacerle mas completamente, el gobernador y el misio- nero, de comun acuerdo, despacharon con este ulmen al alferez Silvestre Melendez, oficial de tino y que ha- blaba con facilidad la lengua chilena, para que llevase pruebas evidentes de la verdad á Ancanamun , que era el mas poderoso entre los caciques , leyéndole las reales cédulas de pacificacion. Marchó Melendez, llegó 4 Puren, fué muy bien aco- jido de Ancanamun, y le dejó tan satisfecho con la exhi- bicion de las pruebas que llevaba, que el poderoso Ca- cique le dió guias para que fuese á la Imperial, y las propagase á los que las ignoraban ó dudaban de ellas. El enviado español halló la misma acojida en la Im- perial, con la sola diferencia de que aquí , los naturales, despues de la lectura de Melendez, quisieron que un cautivo español que tenian les tradujese segunda vez las reales cédulas, Pero luego que Quesada, así se llamaba el cautivo, les hubo confirmado en la verdad , ellos mismos le acompañaron á Osorno, dispuestos á corroborar sus 37h HISTORIA DE CHILE. E A A aserciones, encidos de su sinceridad. Entretanto, Ancanamun habia reflexionado, y re- suelto enviar á la Concepcion al ulmen Guaycamilla á suplicar al P. L. de Valdivia. que viniese en persona á, Paicavi, á fin de confirmar todo lo que le habia dicho Melendez , tocante á las reales cédulas. El gobernador y el P. jesuita, gustosos con este nuevo mensaje, respondieron que iban á ponerse en marcha para satisfacerle. Salieron , en efecto, y llegaron á Pai- cavi, en donde luego recibieron aviso de la venida próxima de Ancanamun, el cual les prevenia que no llevaria mas escolta que su comitiva. Así lo cumplió el jefe araucano. Pero hizo mas; por- que no solo llegó con solas cuarenta personas , sino que trajo consigo á los principales prisioneros españoles que tenia, y los remitió con gracioso ademan á la disposicion del gobernador español. Este rasgo de magnanimidad llenó de sorpresa á los oficiales españoles , los cuales no se cansaban de admirar la hermosa presencia de Ánca- namun que, ya en edad avanzada, se mostraba, no 0bs- tante, tan gallardo como si estuviese aun en todo su vigor viril. Su estatura era heróica, y en su estructura, aparentabaser un verdadero Hércules. El gobernador y el P. Luis de Valdivia, que habian salido á su encuentro con todo el estado mayor, le reci- bieron con agasajo y ostentacion, y le acompañaron á su alojamiento en medio de salvas de artillería , dándole el gobernador la derecha. Ancanamun, visiblemente lisonjeado y agradecido á la honrosa acogida que le ha- cian, manifestó desde luego deseo de hablar de los pre- liminares de la paz, objeto de su reunion. Entraron en deliberación, y convinieron ; «1” En que los Españoles CAPÍTULO XLI. 375 abandonarian las plazas de Paicavi y Angol; 2” que el Biobio seria frontera inviolable entre Indios y Espa= noles ; 3” que los prisioneros serian recíprocamente resti- tuidos á su respectiva nacion, y A” que los misioneros serian bien recibidos en los Butalmapus , con el fin de predicar, catequizar y convertir á los naturales que qui. siesen oirles y convertirse al cristianismo.» Estos preli- minares debian de ser ratificados en asamblea ¡jeneral de caciques, y Ancanamun tomó sobre sí el irlos á buscar en persona , y conducirlos al cuartel jeneral español. Tal era la perspectiva de buen éxito. Partió Ancana- mun despidiéndose cordialmente del jeneral Rivera, de sus oficiales y de Valdivia, prometiéndoles que ningun ulmen resistiria 4 su persuasion ; y así fué. Ya Ancanamun habia recorrido muchos distritos; ya muchos caciques habian ido á Paicavi, á donde llega- ron á pié, procesionalmente con ramos floridos de ca- nelo en la mano, símbolo -de paz; ya habian llegado los misioneros enviados por el provincial; ya la paz es- taba enfin asegurada, cuando el hado suscitó un im- pedimento contra el cual se estrellaron todas las volun- tades. Hélo aquí. Tenia Ancanamún entre sus mujeres una española , llamada María de Junquera , que, aprovechándose de su ansencia , se fugó de su casa con una hija, y dos Indias, instruidas por ella en los principios de la relijion cris. tiana. Una de estas 'se habia llevado tambien á un hijo que tenia de Ancanamun, al cual este amaba tierna- mente. Todas estas fujitivas, cuya huida les habia sido sujerida y proporcionada por un seductor, se acojieron justamente 4 Paicavi, mientras su amo propagaba los beneficios de la paz. 376 HISTORIA DE CHILE. Este es el hecho. Júzguese cual debió de ser la sen- sacion del poderoso cacique , cuando de vuelta á su casa, aunque algunos dicen que supo la noticia en camino , se halló con el desórden ocasionado por este acontecimiento. Ciertamente, el hombre mas civilizado y prudente ha- bria tenido mucho trabajo en contenerse, en semejante caso. Pues no. Lejos de entregarse al arrebato de un resentimiento muy natural, excusable, calculó fria- mente que los Españoles no podian tener la menor parte en su desgracia. En consecuencia , llamó al ulmen de llicura, Utaflame, particularmente estimado y querido del P. Valdivia , y le encargó fuese á pedir le resti- tuyesen sus mujeres y sus hijos, Los tres misioneros que el provincial habia enviado fueron : Oracio Vecchio, Italiano, primo del papa Alejan- dro VII; Martin de Aranda, chileno, y Diego de Mon- talban , mejicano , los cuales habian llegado á Paicavi, cuando se presentó Utaflame , acompañado de algunos Indios. Apenas le vió Valdivia, corrió á él. Utaflame se echó en sus brazos, y el jesuita le recibió en ellos con la misma efusion de sentimientos, pidiéndole nuevas. « Malas, le respondió. Oyeme : Ya sabes que con tu trato suave , y tus dulces palabras, has podido conmigo lo que no han podido todos los gobernadores de Chile con todo su poderío ; porque contra todos me he batido, yá todos les he hecho el mayor mal que he podido. Tú solo has sabido amansar mi índole feroz. ¿Sabes porqué? Porque creo entí, y en cuanto me dices; puesto que me has devuelto mi hijo, cautivo entre Españoles. ¡Que Dios te bendiga por la paz y los bienes que nos traes! Los aceptamos con agradecimiento. Pero de poco nos servirá, si Ancanamun los desecha; y temo que si no le resti- CAPÍTULO XLIL. 3717 tuís sus mujeres é hijos, no los aceptará jamas. » Confuso quedó Valdivia, aunque por sí mismo hu- biera querido en el instante devolver á Ancanamun sus prendas ; pero no podia, solo , tomar esta resolucion , y se contentó con eludir la demanda por de pronto, sin prometer en lo futuro (1); y lo mas pasmoso es, que á pesar de este grave acontecimiento, no dudó en enviar los tres jesuitas con Utaflame , en despecho de Rivera, que queria oponerse á esta determinacion tan impru- dente. Es verdad que Utaflame respondió de ellos, y se los llevó 4 Ilicura, en donde los alojó en su propia casa. Con la respuesta que le llevó el ulmen, Áncanamun insistió, pidiendo que ya que no le devolviesen las es- pañolas, no podian razonablemente negarle las arau- canas, y su propio hijo. Perplejo el gobernador con esta juiciosa representa- cion, no le pareció que podia resolver por sí mismo, y la sometió 4 una junta de clérigos y de jurisconsultos. En esta junta, hubo diversos pareceres acerca de la re- solucion que convenia tomar, aunque todos estaban unánimes en que la relijion y la justicia protejian á las fujitivas. El caso era arduo. Si Ancanamun se volvia contra la paz, ya se podia renunciar á ella mientras él viviese; pero, por otro lado, era muy de temer que res- tituirle las fujitivas seria enviarlas 4 morir, á lo ménos una que se habia amancebado con el que les habia ayudado á fugarse. En consecuencia, fué resuelto. « que se podia devolver 3 Ancanamun una sola mujer india, bajo la condicion que se casaria con ella lejítimamente en presencia de la Iglesia. » (1) Valdivia opinó siempre que se se debian devolyer. Molina. 378 HISTORIA DE CHILE. Esta funesta resolucion mató todas las esperanzas, cuando era tan fácil, á nuestro parecer, sin grandes inspiraciones de política, y con solo un poco de despejo, de reflexion, de buena fe, sobretodo, salvar la paz con provecho de la relijion , que sirvió de motivo para errar ciegamente. Que Rivera, poniéndose, por un instante, en lugar de Ancanamun, le hubiese mandado á decir, sin consultar con nadie si no es con el P. Valdivia, « que la relijion y su deber le impedian de complacerle , por mas que reconociese cuan justo y razonable era lo que pedia; que fuese él mismo, en persona, á verse con las fujitivas, y que si estas querian volverse voluntaria- mente con él, nadie lo estorbaria; » y la paz no habria sido comprometida, yeste aciago caso se hubiese conver- vertido en un feliz acontecimiento. Porque Ancanamun, el sensato y magnánimo Ancanamun habria ido; habria sido magníficamente recibido y agasajado, y, templado su enojo con esta prueba evidente de que los Españoles eran inocentes, se habria sentido dispuesto á la indul- jencia; habria hallado sus Indías y su proprio hijo bau- tizados, como realmente lo estaban. Estas mujeres le hubiesen dicho que al huir, no habian tenido mas mo- tivo que el deseo de ser cristianas; que sé hiciese cris- tiano él, y que con el mayor gusto le seguirian , puesto que le amaban. ¿Quien sabe los bienes que habrian re- sultado de este suceso bien aprovechado? (1) Pero en lugar de eso, ¿qué hicieron los adversarios de la paz? — Alabar á Dios que lo habia permitido. No hay mas que oir 4 Perez García, sobre este particular: « Fortuna ha (1) « Hízose una oracion en nuestro colejio, y en otras partes, porqué diese Dios buena salida á un negocio come este, de q lia seguir tanto mal ó tant Ovalle. CAPÍTULO XLIII. 379 sido, dice él, para Áncanamun el tener un pretexto honrado de hacer lo que no hubiera dejado de hacer en todo caso. » Romper la paz, quiere decir García. Semejantes juicios apagan el sentimiento, y el lector enjuga las lágrimas que no habia cesado de verter por las desgracias de Chile, ¿Qué sucedió, en efecto? —Que Ancanamun, indig- nado, mandó dar muerte á los tres jesuitas Vecchio, Aranda y Montalban, que estaban en llicura. Estos mártires fueron sacrificados el dia 14 de diciembre, á las nueve de la mañana (1). El sentimiento que causó este funesto acontecimiento fué jeneral; pero lo mas extraño ha sido que no solo los militares, sino tambien los capitulares de San- tiago, el vecindario, y, segun las memorias del ca- bildo , el jeneral mismo, lo achacaban á la guerra defensiva, y clamaban contra sus lamentables efectos. Nadie tuvo lá sinceridad de reconocer la gravedad del motivo de resentimiento lejítimo que se le habia dado 4 Ancanamun. En consecuencia, hubo reunion de capitulares, y se acordó con el jeneral Rivera despa- char 4 la corte al maestrede campo Cortés, con el Pi Losa, franciscano, por acompañado , para que pidiesen la cesacion de la guerra defensiva. Estos enviados nada consiguieron. El rey insistió en que se mantuviese , lo que no impidió á S. M. de recompensar á Cortés de sus brillantes servicios, declarándole benemérito de la pa- tria, y concediéndole 2,000 pesos de renta (2). (1) Olivares. . ' (2) Cortés murió á su regreso en Panama , en la temprana edad de 55 años, - descendien García. tes en Chile. Perez CAPITULO XLIII. Consecuencias de los acontecimientos referidos en el capítulo anterior, — audiencia, ( 16131614.) Cortés y el P. Losa no podian estar de vuelta en todo el año, por mas éxito que tuviesen. Mientras tanto, el gobernador se hallaba sumamente perplejo con los cla= mores de los que se quejaban de tener las manos atadas, por un lado ; y, por otro, con la autoridad del P. Luis de Valdivia, que exijia se respetasen las órdenes del rey. A todo esto, la muerte de los misioneros de Ilicura ha- bia sido para los Indios la señal de correr 4 las armas. Ancanamun y Pelantaru rompieron con ardor las hosti- lidades, en términos que Rivera creyó que su responsa- bilidad no le permitia mantenerse impasible por mas tiempo. Salió á campaña, y al impulso, por decirlo así, - de sus Españoles que ardian en deseos de venganza, se dejó: caer sobre llicura, quemando, talando y matando con tanto furor, que los Araucanos no hallaron asilo, ni aun en los montes; porque allí mismo fueron persegui- dos y degollados todos los que no se rindieron. Pero Valdivia acudió á la audiencia pidiéndole favor y ayuda contra estas infracciones atroces á las órdenes del so- berano, y la audiencia intervino, en efecto , para que cesasen ; de suerte que Rivera se vió forzado 4 resignarse y ¿regresar ála Concepcion, despues de haber repartido CAPÍTULO XLIII. 381 entre las guarniciones de las plazas de la línea doscien- tos cincuenta hombres que le habian venido del Perú; y organizado la caballería en columnas volantes para oponerse á las agresiones de Ancanamun. Las plazas del Biobio las mandó trasladar á la orilla opuesta. La de San Francisco de Borja fué puesta en Negrete. Otra, en la juncion del Guasque con el Biobio, y dos mas en la confluencia de este rio con él de la Laja. Una de estas dos estaba dedicada 4 Nuestra Señora de Ale, y la otra 4 San Rosendo. En Curihuillin y Talcamahuida, habia otras dos. La de San Felipe de Austría, en Virguenu, quedó poblada, y se reforzaron las guarniciones de las de Santa Lucía y Buena-Esperanza. De este modo, la línea se hallaba coronada de plazas, y vijilada por pa- trullas de caballería, pero no aun suficientemente, puesto que el famoso Loncothegua la forzó muchas veces bur- lándose del campo volante. Regularmente, este caudillo, tan intrépido como los mas de sus predecesores, ejecutaba sus correrías de noche sin que nadie supiese á donde dirijia sus fuerzas. Pasaba, por ejemplo, por Santa Lucía y San Felipe, daba un golpe de mano, y se volvia con el botin á la otra orilla. Cuando el aviso llegaba al campo volante ya era tarde, puesto que los soldados españoles no podian pasar el Biobio. Con esto, crecia el resentimiento de los militares, y aun el del cabildo de Santiago, resentimiento que se au- mentó con la mision del licenciado Hernando Manchado, encargado de fijar el tributo que debian pagar los Indios de encomienda. Ya, por una real cédula (1), el rey habia mandado á los encomenderos que no ejerciesen veja- (1) 8 de diciembre 1610. 3892 HISTORIA DE CHILE. ciones contra ellos, ni los oprimiesen con insoportable servidumbre. Estos Indios eran una recompensa de los servicios militares de los encomenderos, en atencion á que les pagaban un tributo anual, pero no porque fuesen sus esclavos. Noobstante, los interesados viciaron esta regalia, y no solo redujeron sus contribuyentes á un verdadero estado de servidumbre, sino tambien á. sus mujeres y á sus hijos. Ahora, para llenar debidamente su encargo, Man- chado pidió á cada encomendero una lista de los que po- seia, y con estas listas, fijó el tributo'que debian pa- garles, y los declaró libres para que fuesen á. trabajar en donde y como pudiesen. De aquí, nuevo descontento, como se ha visto, y nuevas reclamaciones. Estos des- contentos y estas reclamaciones prueban que los Indios se quejaban con razon, y que los de guerra, en vista de la suerte que tenian los de paz, tenian grandes mo- tivos para no fiarse en ella, De todas estas ilaciones na- turales, resultan los bienes que meditaba el padre Val- divia, y el motivo de oposicion que sus planes haliaban ; y resulta, enfin, por último corolario y claridad lumi- nosa de la historia, que la pintura que nos han transmi- tido los misioneros del carácter y calidades de aquellos naturales, era, por lo ménos, mas desinteresada y ménos apasionada que la que nos han dejado los militares, sus enemi Volviendo á los hechos, la discordia hacia de las suyas por todas partes en Chile, en aquel momento, y hasta el jefe de la Iglesia se hallaba en guerra contra los mi- nistros de la justicia, Por fortuna, bien que este suceso fuese escandaloso, no era ménos, ó, por mejor , era aun mucho mas pueril y ridículo. El obispo de San- CAPÍTULO XLHI, 383 tiago, Perez Espinosa, pretendia preceder en las pro- cesiones á los oidores de la audiencia ; y estos sostenian que debian ir en las procesiones delante de su ilustrísima. Este era el grave motivo de la ruidosa contienda eclesiás- tico-jurídica, De esta contienda surjió un recurso de ambas partes á la corte, y á este recurso el rey respondió , el 3 de di- ciembre de 1611, que su voluntad era que el obispo si- guiese, con un solo paje de cola, al sacerdote oficiante, y que la audiencia fuese detras del obispo. Si su majestad se hubiese limitado á cortar la cuestion en su sencillez natural, probablemente el negocio habria quedado con- cluido; pero, por desgracia, fué de su real agrado aña- dir ; «que no solo al obispo, sino tambien á todos los demas sacerdotes, se les diese agua bendita ántes que al rejente y oidores. » De aqui, nuevo escándalo harto mas serio, puesto que, por no verse humillados, el presidente y oidores, en lugar de entrar en la iglesia, se quedaban á la puerta, esperando su turno para ir á tomar agua bendita. Es preciso confesar que S.. 5. de la real audiencia de Santiago apelaban á un triste recurso, y daban márjen á, lejítima censura. El sabio obispo, que lo era real- mente en cánones y sagrada teolojía., lo era mucho mé- nos en política urbana , y los censuró agria y abierta- mente. Los majistrados se defendieron con la misma poca destreza, y de altercacion en altercacion , el pre- lado, en uno de sus arrebatos de celo por la fe , envió el librito de la buena crianza al presidente y oidores, Viendo en este hecho un atentado á la majestad de la justicia, la audiencia mandó intimar por un alcalde ordinario órden de arresto al obispo. Al ir á ejecutar 384 HISTORIA DE CHILE. este mandato, el alcalde se hincó de rodillas delante del prelado, diciendo que lo cumplia, leyéndolo, pero que no lo ejecutaria; pero su señoría ilustrísima ahorró esta molestia al alcalde saliendo al punto de la ciudad y y retirándose á un bosque, que llamaron desde entonces la Quebrada del Obispo, desde donde fulminó entredicho contra la ciudad de Santiago. El efecto fué el que se podia esperar ; el pueblo, esen- cialmente católico cristiano, creyó que la tierra se iba á hundir bajo sus piés, y se puso á clamar por que le de- volviesen su pastor. El tumulto fué creciendo , y el tri- bunal, alarmado, envió súplica al obispo para que tu- viese á bien restituirse 4 su palacio. Aprovechándose de esta ventaja, su señoría respondió que muy ciertamente lo haria, pero bajo la condicion , sine qua non , que uno de los oidores iria 4 pié 4 buscarle , mientras que los demas señores de la audiencia lo esperarian en el arra- bal igualmente desmontados. No hubo remedio. Por el bien de la paz, el tribunal tuvo que someterse á estas condiciones, esperando que así tendria fin este triste debate. Pero se engañaron el presidente y oidores; porque, á pocos dias de allí, y bajo pretexto de visita 4 la provincia de Cuyo, el obispo tomó el camino de Buenos Aires y se embarcó para Es- paña, En el momento en que llegó el obispo de Santiago á la corte , ya el rey sabia todo lo que habia pasado, y no solo no quiso darle audiencia, sino que mandó que nadie le diese oidos, intimándole que su real voluntad era que regresase á su silla episcopal, desde donde podria exponer sus motivos de queja. Pues aun no cedió el santo prelado, En lugar de vol- CAPÍTULO XLIII. 385 verse á Santiago de Chile, se fué á Sevilla, y allí, se metió fraile de San Francisco. Al morir, legó 60,000 pesos, que se habia llevado de su obispado, para obras pias; pero la catedral de Santiago puso oposicion á la ejecucion de este testamento, y, al cabo de un largo pleito, el supremo consejo de Indias la declaró lejítima heredera de su obispo. Sorprende el que S. M. no haya forzado el prelado á obedecer; pero sin duda pensó el rey que Espinosa en lo sucesivo seria malquisto en Santiago; y no proveyó á su episcopado, porque le pareció conveniente dejar dormir por algun tiempo este escandaloso episodio. 11. HisTORIA. CAPITULO XLIV. Cuidados administrativos de don Alonso de Rivera. — Otros corsarios holán- deses en el mar del Sur. — Descubierta del estrecho de Lemaire. (1615=1616.) Reducido á la inaccion , el gobernador Rivera fomen- taba la agricultura y el comercio. La cria de ganados se acrecentó mucho por su cuidado. En las dehesas del rey, habia veinte mil yeguas; en las estancias de Caten- toa, catorce mil vacas, y en los pagos de Buena-Espe- ranza , veinte mil ovejas. Se labraban y sembraban muchos terrenos incultos. En su tiempo, una medida mayor de trigo no valia mas que ocho reales. Una vaca costaba otro tanto; un carnero dos reales, y uno y me- - dio una oveja. Las fábricas de Quillota y Melipilla esta- ban perfectamente dirijidas y producian muchos jéne- ros. De suerte que el soldado se vestia, se alimentaba y tambien se procuraba comodidades sin aumento de gas- tos, El cuidado y el celo de este gobernador procuraron muchas economías al erario. Su buena política retrajo del hábito indecoroso de traficar 4 muchos jefes del ejército; y no solo precavia las deserciones, sino que continuamente se le presentaban voluntarios, Mientras que Rivera daba su atencion á la economía CAPÍTULO XLIV. 387 política , por su lado, y el padre Valdivia á su sistema de pacificacion, por el suyo, llegaron corsarios holan= deses al mar del Sur. Perez García habla de dos; uno, que él llama Jorje Spilbergen, por abril 1615; y otro, al cual pone por nombre Jacobo Lemaire. Este último fué el mismo Lemaire, quien, el 25 de enero 1616, descubrió el estrecho que lleva su nombre y que separa la isla de los Estados del continente ame- ricano, casi en frente de la boca este del estrecho de Magallón De Spilbergen, García se contenta con decir, refirién= dose á Rojas, que el 13 de julio (1615), derrotó con sus seis naves, en la costa del Perú, ocho que el virey habia enviado contra él. Por otra parte, dle no habla nada de Lemaire, y refierela invasion ¡lb 1, CUya relacion confronta en parte con la que se -1ce en n la Cronolojía sed del América; He aquí su tenor. Spilbergen entró por el estrecho de Magallanes y se dejó ver en el mar del Sur con sus naves, por mayo de 1615. Los habitantes de la isla de la Mocha le hicieron señas para que arribase, pero receloso, echó el áncora á media legua de distancia. El jefe de los Indios fué á bordo con uno de sus hijos, y llevó provisiones. Como era la unica cosa que queria Spilbergen, se largó luego que las tuvo. El 29, los Holandeses fueron á anclar en frente á Santa María, y mientras que, por un lado, no quisieron aceptar, por desconfianza, un convite, que ( ofrecian al- gunos Españoles á los oficiales de ma .; por otro, desembarcaron tres compañías, y Un cuerpo de marinos que incendiaron algunas casas, y se llevaron quinientos 388 HISTORIA DE CHILE. carneros, trigo, cebada, habas, y gallinas, con todo lo cual se hicieron á la mar. El 1” de junio, pusieron la proa á Lima, y, de paso, Spilbergen echó algunos hombres á tierra en la Con- cepcion, en donde puso fuego á algunas casas. De allí, fué de arribada á Quintero para hacer leña y aguada, lo cual hecho, se dirijió á la costa del Perú. El virey envió contra él una escuadra de ocho buques, mandada por el almirante Alvarez del Pulgar y por el jeneral Rodrigo de Mendoza. Las dos escuadras se en- contraron y se embistieron el 17 de junio, y la fortuna se declaró por la holandesa. La almiranta española fué echada á pique, y Spilbergen capturó un patache, y desmanteló las otras seis naves que se retiraron muy maltratadas. Dueños del mar del Sur, los piratas fondearon en el Callao por espacio de ocho dias. De allí se fueron á Paita , y despues de haber ejercido muchas piraterías , volvieron por Filipinas 4 Holanda, á donde llegaron en 1617 (1). (1) Asilo dice Rojas; pero Ulloa y Jorge Juan aseguran que en Filipinas don Juan Ronquillo deshizo completamente este pirata. CAPITULO XLV. Nuevos sucesos de la guerra defensiva. — Muerte de don Alonso de Rivera; Elojio de este jeneral. (1617.) El padre Valdivia llevaba adelante su sistema con el mas laudable teson, y luchando animosamente, no solo contra la situacion crítica de su causa, sino tambien con- tra sus detractores, en cuya sistemática oposicion la his- toria descubre, con pena, interes y pasion; al paso que Valdivia habia dado, y daba sin cesar, pruebas del mas noble desinteres. Sus fines estaban en su corazon , y su interes, en el éxito de sus penosas faenas. Á pesar de la irritacion, que erecia, de los Indios de guerra, el padre Luis se aventuraba continuamente é iba á ver los Indios de paz, que se echaban en sus brazos, y que él estre- chaba contra su corazon con la ternura de un verdadero padre. ¿Como no habian de creer en él, viendo el poco caso que hacia de la vida, exponiéndola continuamente á los mayores riesgos por el buen suceso de la paz? Sí, creian en él los ludios, pero en él sólo, porque así - se lo aconsejaba su instinto. Así es que los de guerra violaban continuamente la frontera, burlándonse con tanto arte como arrojo, de fuertes, del campo volante y de patrullas. Pero en una de estas agresiones, cayó Pelantaru en manos de un valiente y vijilante capitan, llamado Gines de Lillo. Este pues, prevenido de que Pelantaru proyectaba una expedicion ó sorpresa, le dejó 390 : HISTORIA DE CHILE, pasar, le sorprendió él mismo, le hizo prisionero, y per- siguió á los suyos, que, como sabemos, se desbandaban al punto en que perdian á su jefe, hasta un monte en donde los cercó por una pronta maniobra. Sin duda era corto el número de estos fujitivos, puesto que Lillo les hizo dar muerte á todos y enterrarlos para ocultar el hecho. Todo esto con tanta priesa y con tal sijilo, que ni el mismo padre Luis de Valdivia lo supo. Justamente en esta época , llegó de España otro je- suita., el padre Luis Sobrino, con nuevas órdenes de la corte para mantener la guerra defensiva. Los enemigos de Valdivia creian que Sobrino habia ido á la corte en- viado por el padre Luis, con el fin de contrarrestar los informes que llegaban al monarca contra dicho sistema ; pero aunque así fuese, no solo Valdivia habria usado de un derecho respetable, sino que aun hubiera llenado un- deber. El hecho es, que, ademas de estas nuevas órdenes que prohibian la guerra ofensiva, el jesuita So- brino traia un testimonio del desagrado de S. M. contra el gobernador, jefes y oficiales del ejército de Chile que desaprobaban el sistema de pacificacion últimamente adoptado; y este testimonio aumentó el odio y el encono contra el padre Luis de Valdivia, y el propósito de hacer cuanto fuese posible por desmentirle, bajo pretexto de derecho natural de defensa y de celo por el servicio. De suerte que los lectores tienen ya todos los datos necesa- rios para resolver el probiema de la perpetuidad de la guerra de Chile, problema , que se reduce á saber porqué en tantos años, con tantos esfuerzos de parte de los me- jores militares de aquel tiempo, y con tantos sacrificios, duró y no se acabó. En cuanto á don Alonso de Rivera, sin entrarnos en lo CAPÍTULO XLV. + 391 íntimo de su conciencia, de que, por mas que digan, no dió el menor indicio acerca del sistema de guerra, reci- bió la reprension del monarca con un amargo senti- miento. Ya enfermo y disgustado, su mal se agravó, y falleció el dia 9 de marzo en la ciudad de la Concep- cion (1), causando universal sentimiento con su muerte, El único consuelo que tuvo en sus últimos instantes fué el saber que los padres hospitalarios de San Juan de Dios, que él habia pedido al virey del Perú, príncipe de Esquilache, para que viniesen á encargarse de los hospitales de Chile que se hallaban muy descuidados, acababan de llegar con su superior Fray Gabriel de Molina. En efecto, la órden de entrega á estos relijiosos, del hospital de la Concepcion se dió el mismo día 9 de marzo, por el cabildo, que aun quiso reservarse el título de pa- tron; y la entrega se efectuó el 18 de abril. Gran for- tuna fué la llegada de estos interesantísimos padres para los pobres enfermos : en cuarenta y siete años de su asistencia, se contó el número increible de veinte y siete mil doscientas treinta curas en ambos sexos. Los hospitales de Chile habian sido fundados por el gobernador Valdivia. En 1555, habia fundado en la ca- pital el de Nuestra Señora del Socorro. Dos años despues (1) Don Alonso de Rivera era de Ubeda, en Jaen. Era un brillante oficial , que se habia distinguido en las guerras de Flandes, y que últimamente habia mandado dos veces en Tucuman y otras dos en Chile, dando pruebas de gran saber y de estar dotado de bellas prendas. De la ilustre Chilena (hija de la heroina de la Imperial), con la cual se habia casado, como se ha dicho, dejó un bijo y dos hijas; el primero era capitan de su ejército; una de sus hijas , y la otra se casó con el p re- 1 mayor elojio del carácter de Rivera es que dejó á sus hijos pobres, no obstante las ocasiones, grandes 392 HISTORIA DE CHILE, de la muerte del fundador, fueron asignados á este hos- pital una estancia en Chada, una encomienda en la provincia de Maule, y la facultad de enviar á cada mina de oro un Indio para que tomase de este metal todo cuanto pudiese cargar por sí solo y llevar sobre sí. Este hospital estaba al cargo del ayuntamiento, el cual nom- braba cada año dos administradores. Los enfermos eran entonces muy bien asistidos; pero las cosas, en este punto, se habian alterado, El hospital de la Concepcion estaba administrado de modo que ya era tiempo que los religiosos de San Juan de Dios llegasen, y su venida, con las reformas que se siguieron , puso de manifiesto cosas muy poco dignas. Por eso no les faltaron á estos padres enemigos y calumniado- res absurdos; pero la opinion hizo justicia, y su conducta ejemplar triunfó de ellos, CAPITULO XLVI. Gobierno interino del licenciado Hernando Talaberano, — Proteccion que da á la guerra defensiva. (1617.) Es de notar que así como la muerte del gran Huenen- cura coincidió con la del gobernador de Chile García Ramon, lo mismo ahora, sucede la de Ancanamun cuando fallece don Alonso de Rivera. Los Butalmapus nombraron por sucesor de Ancanamun á Loncothegua , cuando el cabildo de Santiago entregó el mando á Her- nando Talaberano, nombrado en el testamento de Ri- vera (1). Pero Loncothegua renunció al mando, y este recayó en el toquí Lientur, el cual escojió por su teniente jeneral á Levipillan. Al instante en que fué revestido del supremo po- der, Lientur dió tales pruebas de aptitud militar y de actividad , pasando y repasando el Biobio con sorpre- sas invisibles, imperceptibles, hasta que habia dado el golpe, que los Españoles le pusieron el sobrenombre de Duende. Con la noticia de estas invasiones, Talaberano salió de Santiago y viajó con tanto apresuramiento , que el 1? de abril pasó por Rancagua; el 12 entró en Yumbel, (1) Aun insiste, ó parece insistir el cabildo en que los gobernadores no tenian este derecho, puesto que se lee en su acta del 16 de marzo : « Cuyo nombramiento (el de Talaberano por Ribera) no seria enteramente lejítimo , pues | in 1 717 1 1Tandiencia. » - 39h HISTORIA DE CHILE, y el dia 10 de julio, ya estaba en la Concepcion, en donde por primer acto de su gobierno se declaró par- tidario del sistema de pacificacion del P. Luis de Val- divia , y manifestó altamente que entendia que todos lo respetasen, aunque no fuese mas que por hallarse en reales órdenes, bajo severas penas. De esta manera, puso término á clamores que, áotros inconvenientes, juntaban el de ser ridículos pues eran inútiles. Viéndose bien apoyado, Valdivia cobró aliento, y continuó sus jestiones de pacificacion pidiendo al go- bernador la libertad de los prisioneros hechos por su pre- decesor. Talaberano la concedió , y el P. Luis los envió con nuevas amonestaciones á los Indios de guerra. Pero es de notar que estos prisioneros, al volver á los suyos, iban muy bien vestidos y con aire y semblantes, no de esclavos que salen de cadenas, sino de hombres libres que habian viajado por su gusto. Esta novedad agradó muchísimo á los demas Indios, los cuales deseaban con ansia verse con tan buen gobernador, pero no se atre- vian á salir 4 la frontera. Súpolo Talaberano, y al punto les envió un mensaje tan halagueño de promesas y se- guridad, con tal que se avistasen de buena fe con el P. Valdivia, que los Indios ya iban á salir, cuando una ienturimposibilitó este feliz proyecto, _ Esta sorpresa fué ejecutada con tal tino táctico y tal determinacion que ya estaba completamente ejecutada cuando hubo noticia de ella. | A Lientur, jeneral en jefe, se habia juntado otro Lientur, cacique de Cayeguemo, el cual, de amigo de los Españoles, se habia cambiado en enemigo por resenti- miento de haber perdido una hermosa dama que le ha- bian quitado. Reunidos estos dos Lientur, dieron el golpe nueva enrriraca dol E: CAPÍTULO XLVI, 395 de mano de que hablamos, arriesgándose hasta Chillan, y volviéndose con la presa de nada ménos que cuatro- cientos caballos, con los cuales se retiraron por el Bo- quete de Silla-Velluda. * En este tiempo, ya un nuevo gobernador, nombrado por el príncipe de Esquilache, estaba para llegar, y Tala- berano dejó las cosas en tal estado por no tener el dis- gusto de entablar lo que él no podria concluir, y lo que otro desharia tal vez, no aprobándolo (1). Solo habia mandado diez meses. ' tuyo fué la mujer de Vega Bazan, presidente que fué de la audience (1) Talaherano dejó memoria y descendencia en Chile; una de dos hijas que 4 namá, Ovalle. k CAPITULO XLVIL. Gobierno de don Lope de Ulloa y Lemus. —Su oposicion al sistema de Val-* divia. — Este ilustre jesuita se retira á España. — Muerte de Ulloa. ( 1618—1620.) Ulloa fondeó en la Concepcion, bien que le espera- sen en Valparaiso. Segun Rojas , debió de hacerlo así, porque , sin duda, traia tropas y pertrechos. Esta su- posicion es plausible, puesto que sea lástima que los compiladores de la época, lo mas del tiempo, tengan que atenerse á suposiciones. Por fortuna importa poco que Ulloa haya fondeado en una ó en otra parte. El hecho es que el cabildo de la Concepcion le recibió y reconoció por gobernador y presidente, el dia 12 de enero. No es demas el notar que Nuñez de Pineda continuaba en el empleo de maestre de campo, y que el sarjento mayor era Fernandez de Rebolledo. Estos dos oficiales superiores guardaban y vijilaban la frontera. Ulloa la fué á visitar por sí mismo, se aseguró del buen estado de defensa, y de allí se fué 4 Santiago, á donde llegó por abril. En su recibimiento , hubo, segun el cabildo mismo lo confiesa, algunas circunstancias delicadas que no le parece conviene expresar ; circuns- peccion muy digna y loable en los capitulares de San- tiago. Pero estas circunstancias delicadas Carvallo nos las cuenta, en sustancia, así. El gobernador Lope de Ulloa, capitan de los jentiles- CAPÍTULO XLVII. 397 hombres lanzas del Perú, era un jeneral de mérito só- lido, un hombre de mucho juicio y aun de grande pre- vision y sagacidad, pero sumamente puntilloso, en honra, decian sus apasionados, de su representacion, y de ningun modo por futilidad personal. Así debia de ser, admitido una vez el mérito incontestable de Ulloa. De todos modos, al entrar en la capital, pre- tendió que le recibiesen bajo de palio. Si se hubiese limitado á esto su dignidad,-tal vez no se le hubiese to- mado muy á mal; pero no fué así , puesto que declaró entendia que en los casos en que los oidores de la au-- diencia debian ponerse en pié , él se mantendria en su asiento. Este rasgo, no se le pudieron perdonar los togados españoles, los cuales, en todos tiempos , han mirado con ceño desdeñoso, — real ó afectado, — el uniforme militar, bajo la máxima de Ciceron : « Cedant arma toga. » Enviaron informes á la corte contra Su presidente Ulloa, y 4 su tiempo, este gobernador recibió órden superior de conformarse á. los usos y costumbres de sus predecesores. Sin embargo, Ulloa era naturalmente bondadoso y conciliaba, cuanto era posible, las exijencias de Sus deberes con las urbanas y sociales, y cuando vió el ca- bildo opuesto á la supresion del servicio personal de los Indios, como perjudicial, dejó á su arbitrio el nombrar dos apoderados que ventilasen este asunto para dar sa- tisfaccion al virey. El 18 de setiembre, el gobernader estaba de vuelta en la Concepcion á donde le llamaban las continuas é impunes correrías de Lientur sobre el territorio español. Pero, ántes de entrar en los detalles inevitables de 398 HISTORIA DE CHILE, hechos militares; no podemos ménos de advertir una cosa digna de ser notada, y es; que, hi la guerra ni los contratiempos, nilas desgracias mismas mas lastimosáas, impedian , cuando lo ocasión lo permitia, los regocijos, los carteles, torneos, sortijas, cañas, y corridas de toros. Todo esto tuvo lugar con ostentacion y júbilo en San= tiago y en la Concepcion; para celebrar, por mandado del rey, la festividad de Nuestra Señora de la Concep- cion: Ya sabido es que en la parte relijiosa de estas fes- tividades los principales papeles pertenecen á los ca- bildos, eclesiástico y secular, y á las corporaciones relijiosas, y jamas todos se esmeraron tanto por solem- nizar un dia santo, como en esta coyuntura. Volviendo al estado de la guerra; la corte empezába yá á tener ménos esperanzas en el buen éxito del sistema del P. Luis de Valdivia, vistos sus pocos efectos; y los informes contrarios que le ibán de Chile; y se acordó de que si Ulloa era excesivamente puntilloso, por ún lado, tambien era, por otro, un militar de grandes conoti- mientos y capacidad. En consecuencia, el rey le envió carta blanca, y plenas facultades para que obrase segun su conciencia y ciencia militar, adoptando, segun le pa- reciese, la guerra defensiva 6 la ofensiva, coi prefe- rénicia, en cuanto posible fuese, de la primera; á fin de evitar efusion de sarigre¿ puesto que el inaydr deseo del católico monarca era reducir 4 los Indios al seno de la Iglesia. - Ulloa se mostró no de esta eminente confianza y quiso corresponder á ella formándose juicio por sí mismo de lá verdad, sin fiarse en informes interesados ó apa- sionados. Oyó, sin embargo, cuánto unós y otros le de- cian; y, de opiniones diversas, formó poco á poco la suya: Hg E CAPÍTULO XLVIT: 399 Antes de adoptar medidas extremas, y conformándose al deseo piadoso del rey en favor de los Araucanos, pasó á Santiago con el solo objeto de consultar con militares retirados , que debian ser, á su parecer, desinteresados ; y con su antecesor Hernando Talaberano. ¡Cosa extraña! Este mismo Talaberano que habia sostenido con tanta autoridad al P.. Luis de Valdivia, sostiene ahora, « que jamas se conseguiria someter á los Indios, sino por una guerra de exterminacion. » Francamente, creemos el hecho apócrifo, aunque no tendria nada de extraño que Talaberano pensase ahora así, y en lo pasado de otro modo. Sea como fuese, el gobernador concluyó sus exámenes de opiniones; oyendo muy particularmente y con la mayor atencion al mismo P. Valdivia, sin tomarse la libertad de interrumpirle una sola vez; y creyéndose bastante bien informado , volvió á la Concepcion. Pero aquí, aun no quiso obrar precipitadamente, y concedió al P. Luis la libertad de Pelantaru que el padre le pidió. Marchó Pelantaru muy en galanado, y en aparien- cia muy reconocido; pero á pocos dias de su vuelta en- tre los suyos, el mismo Pelantaru atacó con Lientur la frontera. Es verdad que en una reunion de guerreros, en donde Pelantaru parecia dispuesto á quedar fiel á su palabra, le emborracharon, y que, seducido, se dejó llevar tras de Lientur. De todos modos fué con él, y este hecho le pareció á Ulloa suficiente para no temporizar en adelante, y usar de la libertad que tenia de optar, segun su conciencia , entre la ofensiva y la defensiva. En vano Valdivia le hizo reflexiones, Ulloa persistió en su determinacion y marchó con arranque sobre Puren, ta- lando, quemando y haciendo prisioneros, los cuales 100 HISTORIA DE CHILE. fueron repartidos entre los o que se habian dis- tinguido. Puesto el ejército ulolales, dá invierno, regresó el gobernador á la Concepcion. Viéndose sin poder, y afli- jido del mal éxito de su empresa, cuyos fines habian sos- - tenido su magnánimo corazon en medio de grandes tribulaciones, el P. Vafiiia se retiró y se embarcó para España. Ya volvia la primavera, ya Ulloa pensaba en salir á campaña, cuando, inopinadamente, un ataque de gota, mal de que adolecia, le arrebató. Este gobernador murió el 8 de diciembre de 1620, en la Concepcion. 9 MN El P. Valdivia: $ ae La historia debe al P. Luis de Valdivia una mencion muy especial, y no puede dejarle irse como un fugado, cuando era, y loserá para la posteridad, un grande hom- bre, un hombre de bien, un bienhechor de sus seme- jantes ardiendo en caridad cristiana, y tan arrojado pacíficamente (lo que es serlo mucho mas), como el mas intrépido guerrero, cuando se trataba de los fines de su santa y heróica mision. El P. Luis de Valdivia (1) era maestro de novicios en el colejio de Lima cuando Felipe Ml envió de España ocho jesuitas para fundar el de Chile. Reflexionando el provincial de Lima, Sebastian Parricio, que los suyos serian mas aptos para ello, por conocer la lengua y las costumbres de los Indios, guardó consigo los que llega- ban de la Península, y envió en su lugar otros tantos de los suyos, con el vice provincial Baltasar Piñas, y el P. Luis de Valdivia por rector, en atencion á su sabi- duría y á sus grandes calidades. Estos fundadores del colejio de jesuitas de Chile se embarcaron en el Callao, el dia 2 de febrero 1593, con viento próspero y mar bonanza; pero muy luego sobre- vino una borrasca, y tuvieron que arribar á Coquimbo , en donde el P. Valdivia aprovechó el tiempo y la cir- - cunstancia, operando una multitud de conversiones, y - (4) Pariente muy cercano del AE este nombre. pe E 6 M. HISTORIA. 102 - HISTORIA DE CHILE. bendiciendo al cielo por haberles enviado la feliz tem- pestad que las habia occasionado. El 12 de abril siguiente, llegaron á á Santiago, y sin to- mar el menor descanso el activo rector se puso á recojer donativos y limosnas para la ereccion del colejio máximo, y de un grandioso templo, declarando fundadores á cuantos contribuyeron á esta obra. Entre estos, se halla- ron el capitan Andres de Torquemada y don Agustin Briseño , el cual tomó el habito, y perdió la calidad de fundador en este hecho, segun decia el agudo Valdivia, no habiendo podido llenar enteramente las condiciones del auto de fundacion. Pero esto era un puro finjimiento piadoso para dejar lugar á otro fundador, que podia presentarse, para concluir sus edificios. Esta interesante ocupacion no le impedia de predicar no solo á los Indios sino tambien á los Españoles , que tal vez podian sacar algun provecho de sus sermones. En 1597, estando ya sus construcciones muy adelan- tadas, marchó de mision á la Concepcion, á la Imperial yá Valdivia, tomando en todas partes su alojamiento en los hospitales, y predicando con frutos de bendicion. En Osorno, estando el hospital lejos de la ciudad, acceptó el hospedaje que le ofreció un noble cuidadano en su casa. Este caballero, prendado de la virtud y del ardor del P. Valdivia, y oyéndole expresar con cuanta ansia deseaba propagar la fe, fundando colejios ó casas - de conversion, le hizo donacion de la suya para que hiciese de ella lo que le pareciese, e Aceptó el P. Luis, y ya iba á mandar poner manos á la obra para convertirla en colejio, cuando repentina= mente tuvo que restituirse al colejio máximo. | Hasta la ruina y despoblacion de las colonias, este | | É | ve de A ld CAPÍTULO XLVIII, 103 misionero ejerció su ministerio en cuanto se lo permi- tieron los acontecimientos de la guerra y las situaciones de los ejércitos, operando conversiones, y dánse á co- nocer á los Indios por un ánjel de caridad y por un apóstol de verdad. Pero despues de la pérdida de las colonias, pareciéndole ajiproyincial que ya nada le que- daba que hacer al P. Luis en Chile, y que seria mas útil en Lima, le mandó volver al Perú á rejentear su anti- gua cálcdra de teolojía. Tal era su mérito, que en todas partes hacia falta , y en donde no se hallaba se le echaba de ménos. Hemos visto posteriormente su celo y su saber en la ardua empresa de la pacificacion del reino de Chile. Ha habido pocos hombres en el mundo capaci e su arrojo frio y reflexionado. Atoda costa, aunque le fuese en ello la vida, el P. Luis de Valdivia queria, y lo probó, conseguir el fin mas alto que se podia soñar en el estado en que estaba: la guerra de Chile, visto, sobre todo, el resentimiento de los Araucanos, su jenio guerrero, su aptitud militar, su táctica irresistible y su sagacidad estratéjica, Es increible que las pruebas que ha hecho entonces este jesuita no hayan subyugado todos los co- razones y todos los entendimientos. Pero razon , entendimiento, todas > iras no- bles del alma se ocultan y huyen del contacto de pa- La mas lejana posteridad admi-. , su noble y dea intelijencia , y la ingguaniccidal de su anchuroso corazon, puestos en ES evidencia por los sucesos posteriores y por la intermi- nable resistencia de los bizarros Áraucanos. Así pensaba probablemente tambien el rey de España, puesto que le recibió con las mas lisonjeras pruebas de as 0h HISTORIA DE CHILE. bondad, y le colmó de consideracion queriendo nom- brarle al supremo consejo de Indias. Pero Valdivia no tenia ambicion. Para él le bastaba su alma y lo estricta- mente necesario al sustento de su cuerpo ; y lo mismo que al salir para Chile con poderes del rey para la pacifi- cacion, habia dado gracias 4 S. M. por el obispado de Santiago, que el monarca le propuso ; así ahora se las dió por el cargo de consejero de Indias , sin aceptar ni ántes ni despues. , | Preguntándole pues el rey lo que queria : « Nada mas, señor, respondió él, que algun dinero para libros, y licencia para irá terminar mis dias en mi colejio de Valladolid. » Así fué, y allí murió por el año 1642. ES cs . | A B " - CAPITULO XLIX. Gobierno interino del oidor don Cristoval de la Cerda. ó : (1621.) Una de las grandes fatalidades de las cosas de Chile era la corta duracion de los gobiernos. Á penas tenia tiempo un gobernador para enterarse del estado de los asuntos del reino, cuando ya otro venia á ocupar su lugar, y no tenia para que pensar en formar planes cuya ejecucion no estaba Cóada para él. No hay mas que yer lo corto de algunos capítulos de los que prece- den, conteniendo cada uno los acontecimientos de un gobierno, no siendo jusi el confundirlos, ni conve- niente el poner en parangon á los gobernadores, los cuales tenian y tuvieron todos su respectivo mérito. Don Cristoval de la Cerda fué reconocido gobernador del reino el 13 de diciembre, despues de la muerte de Ulloa, como solo oidor que quedaba en la real audiencia por muerte de todos los demas, y por la ausencia de su colega Machado que se hallaba en Lima con negocios urjentes. Hubo en esta ocasion una de estas particula- ridades notables que solo se ven en la interesantísima historia de Chile, historia que, como lo dice Ovalle, no tieñe su semejante entre las demas historias; y fué que, por si no era lejítimo su nombramiento, la Cerda se con- firmó á sí mismo en el mando. Mientras queel cabildo solo habia dudado de la lejitimidad de estos nombramientos, no habia nada que extrañar, porque los capitulares 5 106 HISTORIA DE CHILE, eran verdaderos padres de la patria, y su celo en man- tener en toda su integridad su poder y autoridad, como tales, era muy laudable, y no puede ménos de honras altamente á los ojos de la posteridad. Pero aquí, no es el cabildo sino toda la real audiencia, representada por uno solo de sus majistrados , la que duda; y, por otro lado, se reconoce á sí misma bastante poder político y ejecutivo para quitarse á sí misma dudas, confirmán- dose en la verdad de la cosa dudosa. Esta don de insuficencia implícitamente reconocida, y de poder ejecutivo, podia surjir de que, si era indudable que el capitan jeneral fuese presidente de la audiencia, no lo era tanto que el presidente de la audiencia fuese capitan jeneral; y que, tal vez, la real cédula en favor de Garcia Ramon no estaba Pi explícita en este particular. De todos modos, este gobernador dió principio 4 su mando ocasionando al cabildo una pesadumbre, 6, á lo ménos, un gran disgusto, con suprimir el servicio per- sonal de los Indios, llevando á debido efecto, por medio de público bando, po tasa, hecha por el virey, de lo que habian de pagar por año (1). Una y otra providencia Se empezaron á ejecutar el dia h de MAZO, en un vecino de Santiago llamado don Fernando de Irrazabal, y al pa- recer, no con jeneral disgusto, puesto que “a obispo Villareal exhortaba á que este cobro se hiciese con mucha compasion, añadiendo que mas valdria no hacerlo en (1) Este acto del virey, acto que encerraba 73 articulos , fué confirmado muy luego por una real cédula de 17 de julio 1629 2. Segun la tasa susodicha , todos los Indios, desde los últimos limites del Perú hasta el canal de Chiloe, debian" pagar solamente 8 pesos y / reales al año: 6 para el comendador respectivo, 1 1/2 al cura párroco ae al Ao y otro medio al protector. Los ue pagar mas que 7 1/2; y los de la provincia de Cuyo, 8, Leon. A al reales.) CAPÍTULO XLIX. 107 manera alguna. Quiroga dice tambien que seria el único medio de tenerlos contentos, puesto que aunque no les costase mas que ocho reales al año la contribucion de pecho, les pareceria violenta. Como se ve, era un conflicto en el cual seria teme- rario el querer decidir á tres siglos y tres mil leguas de distancia. Al recibir su nombramiento, la Cerda tuvo dos cartas; una , del cabildo de la Concepcion, y la otra, del maestre de campo Pineda , el cual le daba parte de que Lientur y Catillanca: de Puren habian forzado la línea y cau- sado desastres en Yumbel. Con esta noticia, el nuevo gobernador interino cerró la puerta de la audiencia, y marchó á la guerra el dia 15 de enero, llevando todas lás tropas que habia en la capital y á muchos de sus valerosos vecinos; y con celeridad, puesto que el 19 llegó á Teno el 30 á Maule, y el 12 de febrero á Yumbel, segun las noticias que tuvo de su marcha el cabildo. Los Araucanos habian entrado y operado con tal rapidez, que no podian los Españoles figurarse que for- masen un cuerpo de ejército, sino mas bien una cua- drilla de salteadores, y con esta persuasion , salió desta- cado el capitan Juan Alonso con su compañía para que les diese alcance antes que pasasen el Biobio. Corre el capitan Alonso, llega 4 dar vista al rio cuando ya los Araucanos estaban á la otra orilla, y lo pasa él mismo con sus soldados. Pero en aquel mismo instante, los Araucañnos hicieron alto y volvieron sobre sus persegul- dores con tantoímpetu, que los Españoles, sorprendidos y sin formacion, fueron batidos y quedaron todos allá 6 muertos ó prisioneros. Con estos sucesos, los jefes araucanos se daban por 108 HISTORIA DE CHILE. invencibles, «yy, segun Molina, Lientur se reputaba el favorito predilecto de la fortuna. Lo cierto era que los moradores españoles estaban consternados viendo cuan incesantes eran estas noticias desastrosas. En efecto, miércoles santo, el correjidor entró en el cabildo con una carta, fecha el 22 de marzo, - anunciando la pérdida del fuerte de Nicolguenu, con muerte de catorce soldados españoles y doce auxiliares que servian la artillería; y añadiendo que habia aun que temer nuevas y mayores desgracias por falta de fuerzas para resistir á los Araucanos. Con esto, y con la bandera que flotaba desplegada en Santiago pidiendo reclutas, la ciudad y el cabildo mismo se hallaban en grande apuro, por la imposibilidad en que estaban de enviar refuerzos á la frontera. En cuanto al gobernador, es preciso confesar que hacia todo lo que era humanamente posible con los cortos recursos de que podia disponer, manteniendo una vigilancia continua sobre la línea, mientras que suplia la falta de soldados con fortificaciones, Al norte del rio de la Laja, y al sudeste de Yumbel, con una legua de distancia intermedia, mandó erijir el fuerte de San Cristoval. Pero si estas fortificaciones protejian á los defensores que estaban dentro del recinto, no impedian á los Indios de burlarse de ellos por otros lados, como lo hacia Lientur muy á su salvo. Esta reflexion nos recuerda que el P. Luis de Valdivia acababa. € ¿retirarse de Chile en vista de la órden del ar la ofensiva, 6 mantener la segun pAÑioss conveniente. ¿Porqué se mantiene la Cerda en la defensiva, puesto que tanto anhelaban por castigar 4 los Indios? La facultad amplia que el rey CAPÍTULO XLIX. 1109 habia dado á Lope de Ulloa, este debia haberla transmi- tido á su sucesor, sin jénero de duda. ¿Porqué la Cerda no se sirve de ella? Una de dos; ó por falta de fuerzas , Ó porque opinaba por la defensiva ; y esta ha sido siempre la opinion del tribunal de Santiago, en jeneral, y de algunos de sus miembros us" ls en particular. Volvamos á, los hechos. y El gobernador, despues de haber asegurado la defensa de la frontera , salió de Yumbel para la plaza de Buena Esperanza, porque un desastroso incendio la redujo á cenizas. ¿Cual de estas dos plazas fué reducida á ceni- s? Porque es imposible colejirlo claramente de la MD atucion lastimosa de los apuntes de aquel tiempo. Sin duda la de Yumbel, puesto que la hizo reedificar sin demora porque su distrito estaba expuesto á continuas correrías de los guerreros de Puren. Bien que Carvallo solo hable de este acontecimiento, no puede dudarse de que haya sucedido, por la razon que ya en otra ocasion hemos dado, á saber, que es mucho mas fácil ignorar un hecho que inventarlo, sobretodo cuando no ofrece motivo de interes. En resúmen , Perez García asienta que este . pco dor, presidente de la audiencia, se mantuvo sobre la defensiva, permaneciendo personalmente ya en la Con- cepcion ya en los fuertes, hasta el 7 de abril que bajó iago, de donde no volvió á salir. En noviembre, llegó á la se oncepcion un gobernador nom- brado por el príncipe de Esquilache, y por consiguiente, la Cerda pasó siete meses en Santiago muy tranquilo, bien que en todo este tiempo los Araucanos no cesasen de amenazar la frontera; porque estaba seguro que Se hallaba bien defendida. De donde se sigue evidente- 410 HISTORIA DE CHILE. mente que no era tan imposible el conseguir este fih; fi se necesitaban tantas fuerzas para ello. La historia es una abeja laboriosa que, voltejeando en medio de los hombres y de sus acciones, solo se fija en los que le dan jugos para su obra, la cual es un conjunto de conse= cuencias morales, de reglas y de principios de conducta. El hecho de una permanencia pacífica de siete meses en Santiago, sabiendo que el Biobio estaba bien guardado, es un argumento Iltroso del cual el gobierno del ilustre Xara-Quemada habia sido ya un ejemplo mas largo de que el sistema del P. Luis de Valdivia, sin el evento aciago de las mujeres de Ancanamun, hubierá* producido bienes infinitos. La historia lo aclarará. Pero es cosa muy de notar que estos dos ejemplos han sido dados por dos presidentes de la celebérrima at- diencia de Santiago , hombres eminentísimos en sabidu- ría y prendas personales. Y que no se nos diga que el elojio que hace Ovalle de la Cerda pueda ser debido á los sentimientos religiosos de este gobernador : porque es preciso hacer justicia al autor que citamos, el cual no deja ningun gobernador sin “alabanzas, segun Su mérito ; y aun cuando la piedad de la Cerda fuese 4 sus ojos un motivo mas para ensalzarle , no iria tan descá- minado, pues no nos parece que priñicipios relijiosos puedan ser malos consejeros en ningun caso. « Aunque natural de Méjico, dice Ovalle, —en sus- tancia ,—era este gobernador oriundo de la casa de la Cerda, tan conocida por su lustre en España. Su injenio y Su memoria eran portentosos, y ya en las primeras escuelas en donde habia cursado, habia prometido ser, — Con sus prodijiosos adelantos ,—el eran ministro de la real audiencia, y consejero de la chancillería de Santiago CAPÍTULO XLIX. 441 de Chile. A su sabiduría reunia un don de jentes uni- versal ; su nobleza brillaba en su afable cortesía llena de benignidad con cuantos tenian que hablarle y tratarle, por ínfima que fuese su condicion. Los soldados le idola-, traban, y todos se hubieran hecho matar por él, en el instante que les hubiese dado la señal de batirse. No diré nada de su piedad ,—continua Ovalle , —por no ofender su modestia. Solo diré que jamás se le ha visto á la derecha de un sacerdote, por mozo y poco elevado que fuese en dignidad ; 4 todos les daba su derecha. En una palabra, don Cristoval de la Cerda era un hombre muy eminente. » > * + at sos OAPITULO L MES de don Pido Osores (1) de Ulloa.— Se mantiene en la defensiva. — Desórdenes de este gobierno.—Agresiones de los Araucanos. —Otros pi- ratas holandeses. — Muerte del gobernador. Boa se as > gobernador llegó á la Coniocion y fué recono- cido de capitan jeneral por el cabildo de esta ciudad el dia 5 de noviembre. Su edad avanzada no inspiró muy felices pronósticos , y tal vez el virey príncipe de Esqui- lache no le habia dado el mando de Chile, sino porque se hallaba de gobernador en Guancabelica. Don Pedro de Osores se mantuvo en la frontera todo el verano hasta el 1* de abril en que marchó para la ca- pital. El cabildo de Santiago le envió una diputacion á Maipú, y le recibió con la ostentacion acostumbrada el 22 del mismo mes. El 27, quedó reconocido La pe dente de la real audiencia. á otros que no tenian el mas mínimo conocimiento de la guerra ni de las cosas de Chile ; y el cabildo mismo ma- nifestó esta opinion, diciendo que la corta duracion de Jos empleos , y muy particularmente la del mando supe- _ rior, eran grandes escollos para el buen acierto de los - gobernadores. Estaban tan penetrados de esta verdad los capitulares , que en 20 de noviembre de 1621 acordaron (1) Algunos escriben Sores, y debe de ser un yerro, Perez García escribe Osores, que nos parece mas español. Sin embargo, Ovalle dice Sorez. $ 4 » CAPÍTULO L. 113 pedir al rey se sirviese prolongar la duracion de los go- biernos. , he : —Notemos, sin embargo , que era cosa muy dificil para el monarca conceder lo que le pedian, pues que los trá- mites regulares eran que á un gobernador muerto suce- diese un interino, mientras que el rey mismo nombraba uno en propiedad; porque el autorizar al virey del Perú para que hiciese estos nombramientos ofrecia ó podia.ofre- cer grandes inconvenientes. Realmente hasta entonces el mal de la corta duracion del mando habia sido inevitable, pues todos los gobernadores habian muerto , excepto la primera vez que lo dejó don Alonso de Rivera por haberse casado sin real licencia. z » qe El nuevo gobérnador recibió tres reales cédulas : la primera anunciando la muerte de Felipe HI, y sus fune- rales , hechos el 31 de marzo 1621 ; la segunda, pr omul- ¿dedo el advenimiento de Felipe IV, 4 la edad le diez y seis años (1); y en la tercera pedia el presidente del consejo real un donativo y un empréstito. Como en cir- cunstancias eríticas siempre las esperanzas renacen Con las novedades de esta naturaleza, el advenimiento de Felipe IV causó una cierta sensacion de contento , que produjo una especie de distraccion en medio del desaso- siego jeneral. Lo cierto es que siempre hay cosas nuevas en estas grandes mudanzas. Hasta entonces , el príncipe de Esquilache habia des- cuidado enteramente de dar cumplimiento á la real órden que imponia.á los vireyes del Perú el deber de recom- pensar en cada año doce beneméritos oficiales del ejér- (1) Este fué el primer monarca que concedió á los Genoveses el transporte de negros esclavos á la América para alivio de los Indios. Segun el abate de negros Raynal, entraron allí nueve millones de estos, desde entonces hasta sus dias. UIZ, h14 HISTORIA DE CHILE, cito de Chile, y, á solicitud del cabildo de Santiago, el nuevo monarca renovó dicha real orden corroborándola con particular encargo. Este hecho prueba que los capi- tulares no solo protejian á sus administrados naturales > sino tambien á los militares, | Los protectores de los pobres indios, siempre maltra- tados, recibieron el título de protectores fiscales para estimularlos á llenar con mas celo sus honoríficos empleos, Jero con cosas buenas hubo una que probó muy mal , y esta fué el nombramiento de maestre de campo que el gobernador Osores hizo en su cuñado don Fran- cisco de Alba y Norueña, contra reales órdenes que pro- hibian 4 los gobernadores y al mismo virey del Perú el dar empleos en sus familias. AS Volviendo á los Araucanos, Lientur, por sí mismo ó por sus capitanes , hacia correrías, y para ejecutarlas con probabilidad de éxito, se ponia en atalaya sobre los al- los desde donde descubria los movimientos de los Espa ñoles, y daba señal á los suyos para que ejecutasen lo que él habia mandado. En oposicion á esta tán ica , el gobernador usó de la misma, mandando construir | r sobre el cerro de Negrete un fortin con el nombre de Atalaya, E > a . 7 SURE: . . Ata desde el cual se descubrian igualmente los movimientos del enemigo, que no podia pasar el Biobio sin ser visto. Este cerro era tanto mas ventajoso cuanto tenia un rico manantial de agua. o » Pero de nada sirvió esto, y si hemos de dar crédito á los apuntes de Carvallo, no era nada de extrañar ; por- que, por un lado, los jefes y oficiales españoles se halla- ban muy descontentos con la guerra defensiva ; por otro, miraban con hastío la indolencia del gobernador, y con odio la de su cuñado y maestre de campo, el cual no > DI =el o estaba desnudo y aba Y CAPÍTULO Boo M5 pensaba mas que en enriquecerse , aprovechándose de cuanto le venia á las manos. El ejército estaba mal ves- tido y mal pagado, y los soldados padecian hambre, mientras que él enviaba miles de pesos al Potosi, y se apropiaba las ovejas de los pagos de Buena Esperanza. Las consecuencias fatales de esta conducta fueron la des- moralizacion del ejército , la indisciplina y la insubordi- nacion ; y con esto, era inútil contar con el valor de las tropas. Los soldados tenian que robar para vivir, y se hicieron , por decirlo así , á cara descubierta salteadores. Todo el obispado de la acen les temia como si fuesen enemigos, porque los jefes y capitanes nada podian. Como para formar contraste , mientras el ejército es- pañol se desorganizaba, el aracuano se arreglaba, y habia alcanzado ya á un alto grado de órden y de disci- plina. Por eso, y por lo que hemos visto ya de las agre- siones de Lientur, parece muy extraño que no haya habido acciones de guerra. Molina se contenta con decir que no cesó la guerra contra los: Lienturanos. Perez García dice que así lo cree , y que nota con sentimiento, por los muchos certificados, cédulas y testimonios en punto á informes de hidalguía y méritos de nobles pa- tricios, cuan lijeraimente se han escrito las cosas de este lerno. Quiroga dice tambien que t todo iba mal; que se halla a en la mas erítica situacion. Cuando todos se yeian mas desanimados lució 0 mente un rayo de esperanza con un despacho de Madrid del 21 de octubre , en que el rey anunciaba la vuelta de don Yñigo de Ayala 4 Chile con una escuadra en que llevaba trescientos buenos soldados y todos los pertrechos ado, y que el reino Ze A16 HISTORIA DE CHILE, necesarios. En efecto, Ayala habia salido con todos estos preciosos recursos de San Lucar de Barrameda, y habia navegado felizmente hasta el estrecho de Magallanes; pero á. penas habia entrado en él sobrevino una tan fu- riosa tempestad que se perdió la escuadra, y nunca se oyó hablar mas de Ayala. Solo se salvó la almiranta man- dada por Francisco Mandrugano, el cual habiendo per- dido de vista la capitana, que era Nuestra Señora del Juncal, se dejó ir viento atras á Buenos Aires, en donde desembarcó con su jente, la cual condujo por tierra á Chile, Lo mas portentoso, en medio de tantas adversidades, era que clamaban por poder hacer la guerra ofensiva. Hace algunos dias, hemos visto 4 don Cristoval de la Cerda temeroso de malos acontecimientos por falta de fuerzas, y ahora, vemos al cabildo de Santiago apro- vecharse de la circunstancia de un nuevo virey, el marques de Guadalcazar, que llegó á Lima á principios de 1623, para pedir con nuevas instancias al rey autorizase la guerra ofensiva; alegando que la defensiva desmora- lizaba al ejercito español, al paso que el Araucano se organizaba ; representado que los enemigos, ingreidos y soberbios, acometian á las estancias españolas , incen- diaban, mataban y robaban impunemente ; y que N se podia ya decir que mataban solo á los que podian matarlos , puesto que habian dado 4 jesuitas pacíficos « indefensos una muerte cruelisima ; por lo cual estaba visto que era urjentísimo el contenerlos con una guerra incesante á sangre y fuego, ántes que los extranjeros tuviesen la idea de ir á apoderarse del puerto de Val- divia. Que el cabildo de Santiago opinase par la guerra + CAPÍTULO L. hA7 ofensiva , no había que extrañarlo; pero que supusiese que los Araucanos habian dado muerte á los tres jesuitas de llicura sin motivo, y aun sin grandes motivos deirri- tacion y de resentimiento, nos parece ménos conforme á la verdad de los acontecimientos. Igualmente aparece contrario á un buen raciocinio la consecuencia que teme de invasion extranjera en el reino. Segun hemos visto en una circunstancia de piratería de Holandeses, la opinion, si hemos de dar crédito á Perez Garcia , era que los Chilenos aborrecian igualmente á todos los extran- jeros. Si esta opinion no estaba bien fundada, era á lo ménos muy cierto que si hubiesen querido ó pensado en. ello, habian tenido ocasiones de coligarse con ellos y no lo habian hecho. Por consiguiente, era mucho mas. probable que la idea de hacer conquistas en Chile les. viniese, al fin, 4 otras naciones en vista de la falta de habitantes chilenos y españoles, puesto que estos se des- truian reciprocamente con una guerra de exterminacion. ¿Qué era la poblacion de Españoles desde los confines del Perú hasta el Biobio, es decir en una extension de doscientas cuarenta leguas que con su anchura formaba ocho mil y tantas cuadradas ? Qué era la de los Araucanos y demas Indios en las cien leguas (1) que les quedaban de el Biobio hasta el mar de Chiloe? ¿Y qué habia de uceder destruyéndose continuamente á sangre y fuego Araucanos y Españoles? Una de dos; ó trasladar toda España á Chile, ó hacer lugar á otras naciones. En efecto, si los Indios hubiesen querido, ahora mismo, en este instante , €s decir 4 principios de 1624, vuelven á la mar del Sur los Holandeses, con la sola di- mn (1) Muy cerca de ellas, 1, Historia. 27 118 HISTORIA DE CHILE. ferencia de que esta vez vienen del mar del Norte, y los habrian acojido. Pero ántes, nótese que el año de 1623 se acaba de pasar sin acciones de guerra, á lo ménos no las vemos en ninguna parte; y la defensiva bastaba para que las hubiese si los Araucanos pasaban el Biobio; y sin embargo el ejército español estaba desmoralizado , sin disciplina, desnudo y hambriento, por un lado; y, por otro, los guerreros araucanos perfectamente organizados, briosos y emprendedores. Realmente, es una verdadera niebla de contradicciones. Vengamos á los Holandeses. «En la ocasion presente, estos traian nada menos que una escuadra y una armada. De la escuadra, solo el cabildo de Santiago habla de ella. La armada fué avistada el 2 de febrero. Estaba mandada por un Jacobo Eremit Cherje, y se componia de once navíos de línea y dos pataches. Llevaba mil seiscientos treinta y siete hombres de desembarco (1) y doscientas no- venta y cuatro piezas de artillería. El primero que la descubrió , dice Perez García refiriéndose 4 Quiroga, fué un vaquero que la vió pasar por en frente de la costa de San Antonio. Sin embargo, nadie sabe, puesto que nadie lo dice, en qué pasó el tiempo hasta el 8 de mayo que fondeó en el Callao con designio de ir 4 saquear á Lima. Con esto, el pobre ganadero, que habia tenido muy buenos ojos, y que habia corrido 4 dar parte al gobernador de su descubierta , fué acusado de alarmista revolucionario, y ahorcado sin misericordia , crueldad mas que dudosa, increible , bien que lo aseguren Carvallo y Quiroga. (1) Perez García. — Carvallo dice: con 10,637 hombres de desembarco y añade que la escuadra holandesa (sin hablar de armada) habia salido de Ams- terdam el 29 de avril 1623, y habia entrado por el cabo de Hornos. CAPÍTULO” L. 119 Sin embargo, la escuadra 6 armada, ó uno y otro junto, era muy cierta, y si en el tiempo dicho hasta el 8 de mayo, nadie la habia visto, era porque se habia ido á la isla de Juan Fernandez á refrescar su gente. Segun Carvallo, cuando se fué al Callao, ancló en la isla de San Lorenzo con el proyecto de ir 4 apoderarse de Lima; pero era un proyecto insensato para sus pocas fuerzas, y así se estrelló. Perez García dice que Eremit murió de despecho. Lo cierto es que murió el 2 de junio, dejando el mando al vice almirante Ghen Puighen Scafímann. Este, mas prudente, se limitó á un bloqueo que duró cinco meses; se fué despues á Guayaquil, in- cendió la ciudad, pirateó y, enfin, se volvió á Europa por el cabo de Hornos. Por otro lado, Perez García habla de una escuadra de cuatro navíos; pero ignora quien la mandaba ni lo que hizo hasta junio que fondeó en el puerto del Papudo. El correjidor de Santiago, Florean Giron, corrió con las milicias á protejer el puerto de Valparaiso. Es de notar que, durante la ausencia de estas, la real audiencia nom- bró un capitan de guerra, Pedro Lisperger, PU que con los vecinos guardase la cuidad. Enfin, el gobernador, que ya lo era en pl murió, CarERón de años y de ajes, en la Concepcion, el re (1), dejando el interinato á su parece querer ignorar lo malo, dice que Osores era muy caritativo y limosnero; pero algunos, como Quiroga y aun Olivares, no lo quieren creer. (1) Carvallo dice el 11. CAPITULO LI. Interinato del maestre de campo don Francisco de Alba y Norueña. — Sucé- dele don Luis Fernandez de Córdova y Arce.— Esperanzas que inspira. — Llegan refuerzos á Valparaiso. — Orden y declaracion de guerra ofensiva. ( 1625—1628. ) Reconocido por el cabildo de la Concepcion en 19 de setiembre, Norueña lo fué por procuracion, el 2 de no- viembre, en el de Santiago, y no pretendió que la real audiencia le reconociese por presidente. Realmente repugna el dar cumplimiento al rigoroso deber que impone la historia al que se encarga de escri- birla, cuando hay que transmitir á la posteridad parti- cularidades personales, que importaria muy pocoignorar, y que no son dignas de su atencion. Del gobierno interino de Norueña y de sus actos nadie habla si no es Carvallo, y lo hace con una vehemen- Cia E realmente anuncia certeza de datos, segun los cuales , este gobernador interino no habia aguardado á que el proprietario muriese para serlo, puesto que en vida y en virtud de sus ajes, habia obtenido este que el rey le concediese la gracia de nombrarse un sucesor, cosa difícil de creer. De todos modos , don Francisco de Alba solo se mostró hábil en atesorar y enriquecerse, y de ninguna manera en contener á los Indios que no ce- saban de insultar la frontera. Todo lo que hizo fué esta- blecer algunas baterías que defendiesen 4 la Concepcion, y comisionar al oidor Machado para que fuese á Valpa- raiS0, y otros puntos del distrito de la capital, con el CAPÍTULO LI. 1491 mismo objeto. Por lo demas, al entregar el mando á su sucesor, al cabo de ocho meses de interinato, dejó el obispado de la Concepcion en tan lamentoso estado, que no pudiendo ya acudir á sus necesidades el de Santiago, hubo de enviar á comprar granos á todo coste al Perú, El nuevo gobernador, don Luis Fernandez de Cór- dova y Arce, fondeó en la Concepcion el dia 29 de mayo de 1625. Era este gobernador jeneral de la armada de Filipinas y del puerto del Callao, señor de la villa del Carpio y XXIV" de su nombre. El mismo dia en que des- embarcó fué reconocido por el cabildo de la Concepcion. Segun Molina, traia refuerzos para el ejército y órden para tomar la ofensiva contra los Araucanos. Pero esto, dice Perez García, no puede ser, puesto que dicha ór- den, fecha en Madrid, á 13 de abril 1625, no llegó á Chile sino en enero de 1626. De todos modos su venida fué reputada de buen agúero, y dió grandes esperanzas de salir del atolladero en que todo se hallaba en Chile, esperanzas que no podian menos de ser bien fundadas, atendiendo á la grande reputacion militar y otras bri- llantes circunstancias de este ilustre gobernador. Por eso, sin duda alguna, nadie pensó en criticar su nombra- miento , bien que fuese sobrino del virey del Perú, que le habia nombrado; y en efecto , empezó refrenando abusos en las administraciones, y desórdenes en el ejér- cito, sobretodo, el vicio que tenian los soldados de jugar sus prendas de vestuario. La caballería se vio remontada en pocos dias. En este tiempo, Lientur habia dejado el mando, no, como parece creerlo García, porque viese venir la guerra ofensiva, puesto que, segun este mismo recopila- dor, la ofensiva no habia venido sino por vejez y por re- 192 HISTORIA DE CHILE. sentimiento natural de sus grandes fatigas, como se lo parece á Molina. Putapichion Joreu fué electo unáni- memente y con mucho aplauso su sucesor, por todos los Butalmapus; pero era la estacion de grandes lluvias poco propia á la guerra, y el gobernador español pudo per- manecer en la Concepcion hasta la primavera, que salió con su maestre de campo don Alonso de Córdova y Figueroa, — primo suyo,— y con el sarjento mayor - Rebolledo, para ir á inspeccionar las plazas y fuertes asegurándose de su buen estado de defensa. Era cuanto podia hacer por entonces, debiendo mantenerse en la defensiva, y empezó por la de San Felipe de Arauco, pasando el Biobio el 7 de setiembre , y dejando en ella á su maestre de campo. De allí regresó 4 la frontera, y puso en la de San Felipe de Austria al sarjento mayor Rebolledo. Repartió la tropa entre los diferentes fuertes, y tomadas estas medidas de precaución, marchó para Santiago. En Rancagua, encontró al alcalde Francisco Rodri- guez de Ovalle, el cual habia venido con un rejidor, en nombre del cabildo, á recibirle y acompañarle á la casa de campo preparada ya para estarecepcion , y en la «cual permaneció hasta el 21 de diciembre que continuó marcha á Santiago, en donde fué inmediatamente reconocido gobernador y capitan general por el cabildo, y, al dia siguiente , presidente de la audiencia. Llega, por fin, el 25 de enero 1626, la tan deseada órden para la guerra agresiva. Grande alegria y satis- faccion sobretodo, de parte del cabildo, alegría y sa- tisfaccion respetables , en atencion 4 que, si los capitu- lares padecian alguna ilusion en sus esperanzas , era claro que no seengañaban por capricho , si noes por con- CAPÍTULO Ll. 123 vencimiento , bien ó mal fundado, que nacia de un modo de sentir natural y sincero. Prueba de esta verdad ha sido la serie de solicitudes incesantes hechas á la corte, en el espacio de trece años, para conseguirlo. Hela, pues, aquí esta real cédula, fecha en Madrid , á 13 de abril del año anterior, autorizando fuego y sangre, y la esclavitud de los Indios. ¡Albricias! García dice que la guerra defensiva habia hecho mucho mal á los cristia- nos y poco bien á la conversion de los Indios , y añade que Olivares piensa tambien que ha sido perjudicial á unos y otros. Respetando la opinion personal de este re- copilador de hechos, corremos á asegurarnos de lo con= cerniente á la de Olivares, y vemos en una mision que hizo el P. rector de Santiago en el districto de Arauco, con los P P. Oracio Vechi y Martin de Aranda : Que en medio de-cien caciques y una infinidad de In- dios pasó lo siguente. Expone el P. rector el objeto de su mision, asegu- rando que él y los demas misioneros no se arriesgan por conquistar oro y tierras, sino por conquistar almas para el cielo. Habla en seguida de la dicha que trae consigo la fe; de la suavidad de los preceptos evanjélicos; de las maravillas de los misterios de la relijion cristiana, y de la dulce tranquilidad de los espíritus justos. Leván- tase en pié el toquí de Peguenche , reduccion principal de Arauco, y en nombre de todos los demas, responde : « No te canses en predicar; déjanos seguir nuestros usos y creencias. No estamos ahora para mudar de re- ligion , puesto que estamos en guerra con los de Puren y de la Imperial que son enemigos de los Españoles , y nuestros, á la verdad. Seria una verglenza que, cuendo tenemos lanzas y macanas en las manos, las dejásemos 1124 HISTORIA DE CHILE. para tomar un rosario, como si fuésemos mujeres ó vie- jos caducos. Déjanos nuestra pluralidad de mujeres con las cuales damos soldados á la patria para que la defien- dan, y honren nuestras canas, cuando seamos viejos, Déjanos, en fin, concluir la guerra y despues hablare- mos de eso. » Pero todos no fueron del parecer de este toquí. Otro de la parcialidad de Arauco se levantó con otros treinta, y fué á ofrecer obediencia y regalos al rector, dicién- dole que él y sus compañeros le oirian de muy buena gana, dándole infinitas gracias de las miras con que venia; que ya podia empezar á bautizar niños, puesto que las cosas que le decia del cielo le parecian cosa de maravilla. Oyendo esto Levipangui, que era el que habia ha- blado ántes, tomó á parte al P. Aranda, y le dijo en confidencia : « Bien me parece lo que nos decis; pero sabe que es- tamos recelosos de que vosotros los padres hagais como hacian los curas, quitándonos los hijos para pajes y las mujeres para ser criadas. Si no lo haceis, bien venidos. Ya podeis empezar á hacer cristianos. » En efecto , empezaron los PP. su mision con frutos de bendicion. Obligado el rector á volverse á su colejio de Santiago, se quedaron Aranda y Vechi, haciendo gran cosecha de almas en este punto de Arauco, que era el mas poblado. De allí, pasaron á la isla de Santa María, y, si hubiésemos de copiar las conversiones y casos prodijiosos de buena voluntad y fervor de los In- dios , casos contenidos en las cartas de los misioneros á su rector, serian necesarios volúmenes. Pero esta mate- ria es historia á parte. Volvamos á nuestro tratado. CAPÍTULO Ll. 195 El 97 de febrero, sale el gobernador de Santiago, pasa por Yumbel, y llega á la Concepcion el 20 de abril. Desde aquí, intima paz ó esclavitud á los Araucanos, intimacion á la cual dan por respuesta aquellos valien- tes: ¡ guerra, guerra ! Era cosa sabida y nadie extrañó la respuesta. Pero lo que sucedió entonces muy digno de notarse fué que los Indios amigos, siempre constantes y fieles durante la defensiva, se declararon enemigos con el solo anuncio de la ofensiva. Este acontecimiento, bien reflexionado , era la verdadera solucion del problema; pero, lejos de estudiarlo, lo miraron los mas como una prueba del odioso carácter de los Indios; y con semejantes racioci- nios no hay que esperar en saludables resoluciones. Hasta el concienzudo Quiroga habla de este hecho con cierta lijereza desdeñosa. Segun este autor, hubo entre los Indios de paz algunos de distincion que proyectaron desertar llevándose á otros seducidos; — Y €5 de ad- vertir que servian con sueldo , como auxiliares. — Sú- polo el gobernador , y mandó prender á los principales motores, de los cuales cinco fueron condenados á muerte, y marcharon al patíbulo con la mayor entereza. El 15 de setiembre , el gobernador marchó á la plaza de Buena Esperanza; pero mientras no le llegasen re- fuerzos, no podia ir á buscar á Putapichion. Así sucedió que el 15 de diciembre , se volvió ¿la Concepcion. Esta ciudad fué declarada residencia del gobernador; — la plaza de Arauco, la del maestre de campo , — Y la de Yumbel, la del sarjento mayor. El gobernador dió em- pleos á los criollos , y Se granjeó el buen afecto de los ha- bitantes. Le El 97 de enero, entró en Valparaiso la Trinidad con 126 HISTORIA DE CHILE. refuerzos y pertrechos que no podian ser de mucha importancia, pues cabian en un solo transporte. El ca- bildo de Santiago envió víveres y órden al comandante para que fuese á desembarcar á la Concepcion; pero, ó no la recibió ó se desentendió de ella, puesto que los soldados que habia traido se hallaban el 18 de febrero en Melipilla de marcha para Santiago. Lo mas extraño en- tonces, fué que nunca se supo si habian retrocedido para dar cumplimiento á la citada órden, ó si habian conti- nuado por tierra. Lo único cierto ha sido que el capitan jeneral, que los esperaba con impaciencia para entrar en campaña, se hallaba aun en la Concepcion, en los dias 12 de marzo ,—30 de abril, —h de junio ,—13 de agosto, —3 de octubre ,—y 13 de diciembre. Mientras tanto, Putapichion se mantenia en la inac- cion, esperando , sin duda alguna, los efectos de la guerra ofensiva. A principios de enero, salió Córdova de la Concepción con su ejército, y el 15 del mismo mes estableció su cuartel general en Yumbel, cerca de San Felipe de Austria. Su llegada allí dió la señal de las hostilidades. El maestre de campo Córdova y Figueroa salió sijilosa- mente de Arauco con cuatrocientos Españoles y ciento y cincuenta auxiliares, llevando en ancas víveres para cinco dias, con direccion 4 Tucapel. Allí, dividió sus fuerzas en correrías, hizo ciento y quince prisioneros de diferentes edades y sexos, y antecojió cuatrocientos ca-' ballos con algunas cabezas de ganado. Algunos intré- pidos Tucapeles quisieron oponer una loca é inútil re- sistencia, y ocho quedaron muertos. Los habitantes en jeneral habian huido á los montes con lo que habian podido llevar, CAPÍTULO LI. 197 A esto se redujo por esta vez la guerra ofensiva , pues no parece que el Gobernador haya pasado el Biobio, ni que haya habido novedad alguna durante el verano, en la plaza de Buena Esperanza. El 20 de marzo, ya estaba Córdova en marcha para ir á invernar en Santiago, en donde permaneció hasta el 3 de octubre, en que las nuevas que recibió de Putapi- chion le obligaron á volver á la frontera. Hasta ahora , la ofensiva no ha podido ocasionar mu- chos desastres á los Araucanos; pero no podemos olvidar que durante los últimos cuatro años de defensiva, no obstante quejas y lamentos , no hemos visto acciones de guerra ni encuentros. CAPITULO LH. Prosigue ye el ofensiva. — Valentía de Putapichion.— Ataque de Chillan uerte de su correjidor. — Batalla de Ig Caogrej jerasa ( 1629.) Era Putapichion un gallardo mozo de Tomeco y de la encomienda de Trujillo; el cual, de amigo de los Espa- ñoles , — Dios sabe porque ,—se habia vuelto enemigo. Este, pues, amenazado, quiso probar cuan poco caso ha- cia de amenazas , empezando él mismo la campaña con un golpe ruidoso contra la plaza del Nacimiento. Si- tuada á la orilla austral del Biobio, ademas de su si- tuacion inaccesible por un lado ,—tenia esta plaza una buena guarnicion y cuatro pedreros. Pero en nada de esto se paró el jóven guerrero. Llega este con tropas veteranas de caballería, les manda echar pié á tierra, y á pesar de una verdadera tempestad de tiros y cañonazos, en un arranque , se aloja en el foso y se pone á cubierto del fuego de la de- fensa. El viento soplaba en aque! instante favorable á - sus intentos, que eran nada menos que incendiar las. casas, que á la verdad tenian techos de paja, y con Móchias inflamadas , y no con disparatados tizones arro- jados con hondas, lo llevó 4 efecto. Todas las casas ardieron menos dos, que se hallaron al abrigo del viento, y un baluarte, en donde las valientes tropas españolas resolvieron enterrarse ántes que rendirse. Sin embargo, su situacion era de las mas críticas por CAPÍTULO LI. 129 hallarse entre las llamas por detras, y los enemigos por delante. Bien lo veia Putapichion, y contando por ase- gurada la victoria, se arroja á la cabeza de los suyos al asalto ; pero tan sostenido fué el fuego de los defensores, y tan mortal para los Araucanos, que por mas que hizo el jefe, sus tropas se desordenaron y se retiraron dejando muchos muertos. Y con todo eso, estas tropas desordenadas, segun el mismo autor, llevaban hombres y mujeres cautivos ; Ca- ballos y ganado; particularidad que cita tambien Molina. Hay en todo esto una contradiccion manifiesta; pero por fortuna, la verdad, que es lo que se busca, se halla en el resultado final, contando por demasías detalles difíciles de conciliar; y esta verdad es que Putapichion , amenazado, es quien ataca sin amenazar; y que los amenazadores se defienden con toda su valentía, sí, pero con trabajo. Esto es lo que se saca en limpio de los datos mismos de Figueroa, en el cual notamos cierta exactitud militar que nos aconseja le demos particular crédito. Pues este mismo escritor dice, 4 consecuencia del ataque de la plaza del Nacimiento , que lejos de haberse desanimado, Putapichion volvió muy luego á pasar el Biobio con su trozo de veteranos determinados, y fué á infestar el hermoso valle de Quinel, hecho que otro escritor bien informado corrobora, añadiendo que lo ejecutó sin mirar en la proximidad de la plaza de San Felipe y burlándose, al contrario, de ella y de la celeridad con que el sarjento mayor intentó cortarle la retirada. - Si fuese cierto, como lo asegura Carvallo, que Puta- pichion mandaba en esta ocasion mil quinientos caballos, no habria hecho una grande hazaña. Lo que se conjetura _con cierta probabilidad es que los seiscientos Españole 130 HISTORIA DE CHILE. que habia en Yumbel, sorprendidos por de pronto, se rehicieron y rechazaron al enemigo, como lo dice Perez García refiriéndose á Rojas. El sarjento mayor Rebolledo, cuya vijilancia no parecia muy propia á tranquilizar los animos, quiso tomar una especie de desquite de este último atentado de los Araucanos, pasando el Biobio y ejecutando con algun éxito una correría en la que conquistó algunos caballos y ganados; pero no eran estas correrías lo que se entendia por guerra ofensiva, dirijida con teson y vigor á su último fin que era la paz; lejos de eso, estos actos parciales de encono ocasionaban represalias seguras. Lo que se necesitaba era operar en masa, y no se comprende como ni porqué el gobernador, que en h de diciembre se aprestaba para la campaña de verano de 1629 , se mantuvo todo este tiempo en la Concepcion, en donde se hallaba el 11 de enero, el 7 y 20 de febrero, y 8 de marzo. Sin duda, como lo dice Carvallo, se ocupaba en actos de gobierno, proveyendo á empleos vacantes, reformando oficiales, poniendo órden y me- todo de distribuciones y abastecimientos, pidiendo y obteniendo que un ministro de la audiencia pasase cada año á la Concepcion para tomar cuentas y residencia, restableciendo la fábrica de paños de Quillata y tomando otras muchas medidas útiles. Ademas de esto, tenia desavenencias con la audiencia, que provenian de cier- tas exijencias de sus ministros : estos querian > y se les honrase con el saludo de banderas cuando delante de ellas , y el gobernador lo prohibió, con entera aprobacion del rey. El fiscal de la audiencia recurrió en una ocasion al monarca con queja de que en un caso dado no se habia podido proceder contra el secre- CAPÍTULO LH. 431 tario del gobernador,—Pedro Valiente de la Barra ,— porque nadie se atrevia á declarar contra él, y el rey habia mandado que el gobernador mismo le castigase si era culpable. El gobernador dió un correjimiento en Santiago á don Diego Gonzalez Montero , y la audiencia formó oposicion á ello. Estos debates entre las primeras autoridades eran fatales, Y» por desgracia, tomaron tanto 1 to, que el dor pensó que provenian de que los SS. des la audiencia, hallándose lejos de su presidente, que lo era él, olvidaban que lo era, y representó al rey sobre este particular, pidiendo que la real audiencia se trasladase á la Concepcion con el fin de poder presidirla mas á menudo. Parece ser que el monarca halló bastante bien fundada la suposicion del gobernador de Chile, puesto que S. M. mandó al virey del Perú informase sobre lo ocurrido , y SUS causas, Sea lo que fuere acerca de la ausencia del capitan ge- neral del teatro de la guerra, Perez García opina que esta ausencia, que él llama inaccion, dió márjen á Pu- tapichion para que osase emprender las jornadas de Chillan y de las Cangrejeras, en las cuales batió á los Españoles. Olivares, Figueroa y Molina cuentan estas dos acciones de guerra diez años ántes que hayan sucedido, en 1619, bajo el gobierno de Lope de Ulloa y Lemus; pero Perez García prueba que estos autores se engañan , alegando un dato irrecusable, á saber, que Bascuñan, hecho prisionero en una de ellas, habia sentado plaza en 1625, de edad de diez y seis años, y que, por consi- guiente, tenia diez en 1619, y no podia. ser capitan ni prisionero 4 esta edad. En efecto, Bascuñan mismo confirma este hecho, y se halla de acuerdo con el cabildo de Santiago y con el rey, los cuales concuerdan 132 . HISTORIA DE CHILE. con Rojas , Quiroga y Tesillo (1). Oigamos á Bascuñan. El dia 10 de abril 1629, se echó el enemigo sobre la comarca de Chillan, no con proyectos serios, sino para saquear y hacer mal con un golpe de mano, El correjidor de esta frontera le salió al encuentro; pero desgraciada- mente, desmintió en esta circunstancia el valor y la experiencia que realmente tenia, no queriendo seguir pareceres diferentes del suyo. Porque á una legua de la ciudad le advirtieron que iba á hacer un largo rodeo que daria lugar al enemigo á tomar una posicion ven- tajosa en la cordillera; mientras podia, por un atajo fácil, venir 4 las manos con él, con probabilidad de buen éxito. Enfin, no lo hizo, ibid su dictamen solo, y cuando dió vista 4 los Araucanos, ya estos habian ga- nado un paso montuoso, y se habian situado sobre un barranco casi intransitable. Y es de advertir que cuando llegó el correjidor, habia dejado atrás buen número de los suyos, que por cansancio de los caballos no habian podido seguirle ; segunda fatalidad, porque los Españoles eran ciento, tropa valiente y escogida; y los Araucanos . no pasaban de ochenta, con lo cual, si hubiese evitado el rodeo y los hubiese alcanzado teniendo sus tropas frescas, los habria derrotado sin dificultad. Llega pues el valiente correjidor al barranco, quiere atravesarlo con intrepidez, y al primer paso que da lo derriban del ca- ballo; dos hijos suyos corren á socorrerle, y tienen la misma suerte, lo mismo que cuatro buenos soldados, que no quisieron abandonarlos. Los demas, viéndose sin jefe, y conociendo que no habia allí valentia posible sino solo temeridad inutil, se retiraron. Estaba yo entonces, continua Bascuñan, en el tercio (1) Bascuñan ; — Rojas; —Real cédula de mayo 1629; — Cabildo, Tesillo- A A A A A ma CAPÍTULO LU. 138 de San Felipe de Austria , en una compañía de infantería española. Supimos este mal suceso aquella misma noche, y el sarjento mayor Rebolledo determinó ir á cortar al enemigo la sola. retirada que tenia. Se ejecutó el moyi- miento bastante á tiempo; pero se ejecutó mal : la embos- ada fué mal entendida , y por de pronto se nos escapa- ron tres corredores de los enemigos, que hubiéramos podido cojer y que nos dejaron solo sus caballos, arro- jándose al rio Puchangue, sola escapada que tenian, puesto que por un lado del paso se hallaba la montaña escarpada de la cordillera nevada.; y, por otro, barrancos imposibles de atravesar. Si nos hubiésemos dividido por trozos en el contorno del valle, disposicion que no ofrecia riesgo alguno, pues á la menor señal nos hubiéramos concentrado sin dificultad, no se nos hubieran escapado. El resultado fué que, advertidos, los demas se nos esca- a paron igualmente tan ufanos que, á pocos dias, ejecu= taron nuevos proyectos contra nuestro. tercio de San Felipe de Austria. » El 15 de mayosiguiente, masdeochocientosenemigos, despues de haber saqueado y destruido muchas estancias, vinieron á atacar nuestro tercio. Las lágrimas me vienen 4 los ojos al recordar esta desgracia y la pérdida de tantos compañeros, considerando, sobretodo, que.sucedió por falta de gobierno y de buen consejo. En aquel tiempo, lo sé por experiencia, los consejos de los ancianos, hombres de ciencia y experiencia, eran poco oidos y menos apre- ciados : «es pensar muy á loviejo, » decian los que eran aconsejados sin lisonja. Así le sucedió a mi padre el maestre de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda con el gobernador don Luis Fernandez de Córdova, el cual, con la noticia de la muerte del correjidor de qe y 1, HisTORIA. e 134 HISTORIA DE CHILE, 5 de sus dos hijos, habia venido con prisa de la Concep- cion, y se habia alojado en casa de mi padre, que se hallaba retirado en el país, al cabo de servicios largos , de algunas dichas, y de muchos trabajos, con una pierna y un ojo de menos, y, sobretodo, muy pobre. «Sé por experiencia, dijo mi padre al capitan jeneral, previendo el ataque de los Araucanos del 15 de mayo ; sé por expe- riencia que los enernigos volverán á la carga con fuerzas respetables contra el tercio de San Felipe de Austria; por- que saben, tan bien como nosotros, las pocas fuerzas que tenemos; y seria bueno mantenerse apercibido. » « Piensa V. muy á lo viejo, señor de Pineda, » respon- dió el gobernador. Es verdad que este refran de adula- dores palaciegos se le escapó por distraccion, pues repa- rando en la persona del anciano maestre de campo, y en las trazas visibles de sus buenos servicios, añadió luego : « No descuidaré el aviso. Ya las medidas están tomadas para el resguardo de la frontera. » Esto dijo; pero no por eso dejó de volverse á la Concepcion muy ajeno de pensar en lo que iba á suceder. »En efecto, los ochocientos Araucanos, despues de haber hecho grandes estragos, matando, talando y saqueando, nos aguardaron en el desfiladero de un estero, llamado de las Cangrejeras. El sarjento mayor, al ver el atentado de los enemigos, destacó caballería á reconocer por donde se retiraban. La gente que salió del tercio serian unos setenta hombres. Diri- jitronse pues al citado desfiladero, en él cual nos aguardaban los Araucanos, sabiendo perfectamente que toda nuestra fuerza se reducia á doscientos hombres mal avenidos y peor disciplinados. Al embocar, un acci- dente fprano fué como un presajio de lo que nos iba 4 led «CAPÍTULO ¿LH >. h353 suceder; un arcabuz se disparó casualmente y mató á un: soldado que estaba delante. No sé porque no me maló 4: mí, pues me hallaba á su lado codo con codo. : Los Indios se habian formado en columnaz separadas: por alguna distancia. Nuestra caballería cargó la pri- mera, que era de unos doscientos hombres; pero per-: dimos diez muertos y cinco prisioneros, y los demas tuvieron que retirarse á una loma rasa para aguardar por la infantería que iba bajo mi mando. Ms llegó el parte de losucedido , puse la infantería que pude á caballo y llegué con cuanta celeridad me fué posible. En las tres compa- ñías de infantería no habia ochenta soldados, los cuales ,' con los de caballería, componian un total de poco mas de ciento y sesenta; al paso que los enemigos eran ya en- tonces mas de mil, habiéndose concentrado. Mesitné en la loma, 4 donde se habia retirado nuestra caballería, y vi desde luego que algunos trozos de los enemigos echaban pie á tierra para venir á atacarnos. Bajé de mi caballo, me puse á la cabeza de la vanguardia, como capitan mas antiguo, é interpolando las picas con los arcabuces, marché en este órden contra el enemigo, segun”el buen consejo del maestre de campo Pineda, que me habia dicho. muchas veces cuan: bien le habia resultado siempre el atacar á los Indios resolutamente, sin darles tiempo. á, contar Ó calcular nuestras fuerzas. Y á fe que habríamos salido mejor librados, si en esta ocasion me hubiesen creido, y hubiésemos cargadoá la vez infan- tería y caballería, con lo cual nos hubiéramos hecho dueños de la posicion. ( » Iba pues yo á ejecutar esta carga , cuando, de re- pente , llega un capitan de caballería lijera con órden de ee que me detenga, y forme en redondo mi infante ía 136 HISTORIA DE CHILE. respondí que era una lástima perder tiempo, y que nuestra salvacion consistia en la rapidez de «nuestros movimientos; pero á esto me respondió, que la temeri- dad producia rara vez buenos efectos, y que sobretodo no hacia mas que cumplir con las órdenes que le habian dado. Obedecí, y mientras yo ejecutaba la evolucion mandada, sucedió lo que yo con razon temia, á. saber, que el enemigo no aguardó á que mi infantería con- cluyese el movimiento, y la atacó en media luna, con lain- fantería en el centro, y la caballería en las alas. Por mayor desgracia, el tiempo nos era contrario : la lluvia apagaba nuestro fuego , y muy luego fuimos envueltos por nuestros numerosos enemigos, habiendo sido abandonados por nuestra caballería. ¿Qué podíamos ochenta contra mil? Así es que nuestros capitanes y soldados, por mas que se defendian valerosamente, caian muertos á lanzadas ó eran exterminados por las terribles macanas de los Araucanos. En cuanto á mí, herido en la muñeca de una lanzada, quedé en la imposibilidad de conti- nuar defendiendo mi vida. De un golpe de macana me derribaron, me atravesaron el peto con una lanzada, pero esta arma: defensiva que yo llevaba era buena y no me mataron. Enfin, perdí el sentido, y cuando volví en mi, me vi cautivo. » e De esta accion Putapichion llevó treinta cautivos, los cuales fueron repartidos entre sus provincias, y desti- nados á ser sacrificados sucesivamente en fiestas na- cionales. Ademas, perecieron en ella noventa y cinco Españoles, y, á su consecuencia, se perdieron tambien doscientos Indios amigos, como lo decia amargamente el rey al año siguiente (1). (1) Real cédula de 20 de setiembre 1630. r CAPÍTULO LI. 137 Sin embargo, Putapichion hubiera podido hacer mas, en esta ocasion, y, segun Molina, si hubiera querido se hubiera apoderado de la plaza. Pero Putapichion no pensó mas que en gozarse en su triunfo. En las juntas de los suyos se alababa de haber dado muerte en Chillan y las Cangrejeras á ciento y cincuenta Españoles, des- truyendo- treinta estancias, y conquistando dos mil caballos; y para eternizar estos hechos, proyectaba sa- crificar el prisionero que le habia tocado ásu Pillan, en accion de gracias , y con su sangre, hacer que los toquis picasen escudos de la nacion. Córdova, que esperaba de un instante al otro un sucesor, y no queriendo entregarle tan desairado el baston , salió de la Concepcion y, el 1 de octubre, esta- bleció su cuartel jeneral junto al fuerte de San Luis. Re- suelto 4 invadir los tres Butalmapus, el marítimo , el de los llanos y el subandino , envió al maestre de campo al primero con mil y doscientos Españoles y auxiliares; el sarjento mayor al de la falda de la «cordillera, y guardó el de los llanos para sí mismo. Figueroa corrió por Tucapel hasta el Cauten y ruinas de la Imperial; mató treinta va- lerosos que se le opusieron; hizo doscientos prisioneros de ambos sexos, cojió:setecientas cabezas de ganado vacuno y mil caballos , bien que Molina diga, sin razon, que fueron siete mil caballos y cien bueyes. Pero la mayor parte de esto se perdió «al regreso en'una tormenta que duró veinte horas, y que dejó á los Españoles yertos, en términos que tuvieron mucho trabajo en volver salvos á Arauco. dá Rebolledo salió, no dicen con qué fuerza, de San Felipe de Austria, y recorrió desde la plaza del Naci- miento por Colue, Charcienco y Quechereguas, Segun 1138 HISTORIA DE CHILE. Molina, no hizo nada, porque los Araucanos se retiraron á los montes. Segun Quiroga, volvió con buena presa de ganado y cabal!os, Ll gobernador salió de San Luis con mil doscientos Españoles y auxiliares , recorrió Angol y Puren; pasó el Cauten, y saqueó la fertil comarca de Maquegua. Satis- Techo con esto, y con mucho botin, se volvia sin pensar en que, en el camino, tendria que pelear y tal vez per- derlo. En efecto, Putapichion salió 4 su encuentro para -quitárselo; lo encontró en Quillin y le presentó la ba- talla con tres mil Araucanos. En el primer choque, desordenó á los Españoles, por manera que los oficiales tuvieron grande dificultad en rehacerlos; pero por último lo consiguieron y la accion se restableció. Sin embargo, fortuna fué para ellos el tener artillería muy bien servida, ¿pues esta arma hizo estragos en las filas enemigas, lo cual visto por Putapichion, dió la señal de retirada, y .sseretiró, llevándose prisioneros, y parte del botin que ar- rancó á los Españoles, á Jos cuales no tuvo inconveniente en dejarles cantar victoria, El 3 de noviembre ya estas tropas se hallaban acuarte- ladas en su fuerte de San Luis, y el gobernador, airoso con esta victoría, regresó á la Concepcion, en donde entregó el mando á su sucesor el dia 23 de diciembre, jes de cuatro años y medio de mando. De Chile pasó á Sanariaa con el mismo empleo en propiedad. e CAPITULO LI. Gobierno de don Francisco Laso de la Vega.—Refuerzos que trae.—Su política. —Batalla indecisa del paso de don García, ó de Picolhué q). ( 1630.) Estaba don Francisco Laso de la Vega en la corte cuando Felipe TV le nombró de gobernador de Chile. Pero es de advertir que ya los cortesanos hacian aprecio del valor de los Araucanos, y los reputaban no como á Indios bárbaros, sino como á fuertes enemigos de la corona de España. Por eso el rey puso las miras en Laso, cuyo renombre militar se fandaba en largos y brillantes servicios hechos en los Paises Bajos, considerándole ademas bajo otros respetos, pues estaba dotado d “prendas las mas recomendables. Bien que creyese que debia de haber mucha exajeracion en lo que se contaba a figurar que pudiese halla mejante conjunto de hér pasiones nobles , don Francisco Laso de la Vega pidió al rey hombres y todo lo que se necesitaba para sobrepo- nerse á una tan tenaz y valerosa resistencia, y el mo- narca se lo concedió todo , mandando al conde de Chin- chon, nombrado justamente virey del Perú, le diese todo cuanto necesitase , haciendo levas en su vireinato para su ejército. : Llegaron á Lima los dos personajes; pero el virey (1) Tesillo solo escribe Picoloé, Y 440 HISTORIA DE CHILE. tardó un año entero, bajo de diferentes pretextos ó mo- tivos verdaderos de dificultad , en aprontar todo lo que le pedia el nuevo gobernador de Chile. Enfin, puso á su disposicion tropa, armas y dinero, estimulado con las desgraciadas nuevas que le vinieron de los desastres de Chillan y de las Cangrejeras; y el 12 de noviembre se verificó el embarco de don Francisco Laso, caballero del hábito de Santiago , con quinientos hombres, armas, pertrechos y dinero en tres bajeles, llevándose ade- mas algunos Indios principales que se hallaban cau- tivos en el Perú, con el fin de darles libertad y atraerse las voluntades de los demas. Navegaron prósperamente hasta reconocer la isla de Mocha; pero al bajar 4 la Concepcion , experimentaron un temporal tan recio y peligroso, que ya los pilotos pensaban en tomar puerto en la isla. de Santa María. Si hubiera sido á tiempo, este pensamiento habria sido acer- tado; pero ya era tan tarde que quedaron ensenados en la misma bahía , sin poder tomar puerto, ni hacerse á la mar. Ya las cabezas se hallaban perdidas; ya no se cian mas que suspiros y lágrimas , implorando cada cual á su modo el poder de Dios, cuando de repente saltó el viento; se continuó la navegacion sin mas ZOZObra, y, el 23: de diciembre, entró don Francisco Laso en la Concepcion. Este gobernador, militar ilustrado y de grandes cali- dades (1), fué reconocido el mismo dia por el cabildo de la Concepcion, como capitan jeneral , en propiedad, del reino de Chile. El 5 de enero, el cabildo de Santiago envió: dos diputados á cumplimentarle con la mas expre- siva satisfaccion de su llegada ; porque durante el año (1) Natural de las montañas de Santander. (Perez García.) | CAPÍTULO LIL. Ab que Laso habia pasado en Lima luchando con inconve- nientes, habia estado en correspondencia con el cabildo de la capital, que le informaba.de cuanto sucedia en la guerra y en el reino. Y, á este propósito, no puede menos de notarse con admiracion, y aun con cierto sen- timiento afectuoso de apego hácia aquellos cabildantes, * el solícito é incesante cuidado con que miraban y vijila- ban las cosas del país. Ciertamente , en todas partes, el cuerpo municipal es el protector natural de todos sus administrados ; pero habia en este un no sé que de íntimo y de paternal que le hace extraordinariamente intere- sante. Bien que, tal vez, la historia no tenga lugar de relatar ciertas cosas, que se dan por supuestas siendo reglas jenerales, no puede menos detomar una parte muy interesada en las mas mínimas concernientes á la guerra de Chile. En este instante en que don Francisco Laso de la Vega llega á la Concepcion, tiene que dar un disgusto al cabildo de Santiago, despues de haber estado en perfecta correlacion con él durante un año por escrito. El motivo de este disgusto interior de familia, digámoslo así puesto que asi era, fué que el cabildo le habia pedido le mandase ó le trajese doscientos arcabuces que nece- sitaba, y el gobernador le habia traido cuatrocientos, á saber : doscientos arcabuces y ciento y ochenta mos- quetes ; los primeros á 39 pesos y los segundos á 40, precio muy superior al que pensaba el cabildo, que en otras ocasiones habia pagado los arcabuces 12 pesos so- lamente; por manera que la suma total ascendia á 11,500 pesos, y no teniéndola el cabildo, hubo de ex- ponérselo al capitan jeneral, suplicándole tomase las armas á su cargo para el ejército. Pero esto no le impi- dió de despachar al punto para la Concepcion 2,634 1412 HISTORIA DE CHILE. cabezas de ganado, de 1,000 que el nuevo gober- nador le habia pedido, y 4 cuenta de este número ; ni de comprar el hermoso caballo de un particular llamado Juan de Cuevas; silla, dosel y otros ricos aprestos de funciones para recibirle. Pero volvamos á la guerra. El principio del año y el del gobierno de Laso de la Vega coincidieron exactamente. Los Araucanos estaban soberbios, y el amor á su patria y á la libertad , segun las pruebas que daban de este amor, no ha tenido otro igual en el mundo, desde que estas dos palabras han hecho palpitar los corazones de los hombres, Ya no pen- saban en tener que defenderse, y, amenazados hace algunos meses, como se ha visto, con guerra ofensiva - Si no aceptaban la paz , que desdeñaron , respondiendo : ¡la guerra! ¡la guerra! ahora, ya piensan y proyectan nada menos que marchar sobre Santiago, y, de ante- mano , hacen una reparticion entre ellos de bienes y de cautivos. Laso pasa revista á sus tropas, manifiesta la satisfaccion que le causa su porte y su marcial resolu- cion , anima á los habitantes, y todos en rededor de él recobran esperanzas y vigor. Sin embargo, emplea en primer lugar la política , an- tes de servirse de las armas ; porque aun no puede creer ni la mitad de lo que le dicen del valor y táctica de los Araucanos. Envia á los Indios que habia traido del Perú y á otros prisioneros que habia en la Concepcion en li- bertad , para que lleven propuestas de paz á los Butal- mapus , y otras particulares á Putapichion, diciéndoles que, si aceptaban , el 1* de febrerose hallaria en la plaza del Nacimiento para celebrar los preliminares de ella. Al enviar estos prisioneros libres, el gobernador los colmó de agasajos y de regalos, CAPÍTULO LI. 143 Pero, antes de pasar adelante en la materia, no debe- mos omitir la noble política de Laso con su predecesor, que habia sido, es preciso confesarlo, sino descuidado, desgraciado. Era un papel difícil el del capitan jeneral entrante , en este punto, porque si habia hechos ciertos, ya se sabe que el vulgo es ignorante y los abulta, sin entrar en cuenta con hazares y circunstancias imprevisi- bles. De todos modos, don Luis de Córdova dejó en Chile, que aun no lo ha olvidado, renombre de grande y de desinteresado ; y su sucesor, aconsejándose con él, le honró con tales miramientos y pruebas de una grande consideracion, que don Luis se quedó muy airoso. - Mientras llegaba la respuesta de los jefes araucanos, el gobernador, penetrado de la fuerza moral que dan las esperanzas que vienen de arriba, y de la debilidad de las fuerzas humanas, despachó correos ¿todas las ciudadesco cartas para los prelados hiciesen rogativas por la paz, y» pedia, por la victoria de las armas españolas. escribió 4 todos los gobernadores y justicias para que se mostrasen severos en punto á costumbres y moralidad pública, pues donde no hay moralidad no puede haber - virtudes patrióticas, sin las cuales todos los esfuerzos en guerra son nulos. Realmente don Francisco Laso de la Vega se mostraba digno en todo del alto puesto que ocupaba, y de la con- fianza que inspiraba al ejército y 4 los habitantes de Chile. Pero los Araucanos, lejos de aceptar la paz, se manifestaron prontos á entrar en campaña; y lo mas particular fué , Segun aviso que recibió el gobernador el 18 de enero, que los Indios á quienes habian devuelto la libertad eran los mas revoltosos instigadores de la reglares y seculares, para que si la dura necesidad lo Igualmente 444 HISTORIA DE CHILE. guerra. En vista de este aviso que vino por la frontera de San Felipe, envió Laso órden al maestre de campo Cór- dova , cuya residencia, como se sabe, era Arauco, para que, si veia venir el enemigo, le saliese al encuentro bien concentrado sin dividir sus fuerzas; pero que si el ene- migo se retiraba sin haber hecho mal y sin mengua de las armas españolas , no formase empeño en seguirle, pues - no convenia correr hazares, á menos que hubiese nece- sidad urgente de exponerse á ellos, Córdova, entre otros cuidados, uno que le moles- taba particularmente era el ver comprometido á Re- multa , Indio amigo, que estaba con treinta hombres en los altos de Quedico para asegurar el paso, y, el 21 de enero, destacó al capitan Juan de Morales, que mandaba Indios auxiliares, para que con los que tuviese y treinta Españoles fuese á retirar á Remulta. El 24, oye el maes- tre de campo tocar alarma, y envia algunos Indios 4 la descubierta hasta el Juego de la Chueca, que distaba una legua ; mientras él, con cuatrocientos Españoles, in- fantes y caballos, se pone en movimiento. Marcha , en efecto, Córdova delante con la caballería , seguido de la infantería al mando de don Antonio de Avendaño, que ejercia funciones de maestre de campo del tercio, y, á pocos pasos, recibe parte de que los Indios de su descu- bierta habian venido á las manos con los Araucanos, y pedian socorro. Acelera su marcha, llega al Juego de la Chueca, y halla: sus Indios amigos cantando victoria y alzando en las puntas de las picas dos cabezas que ha- bian cortado á los enemigos. 'Vió ademas entre ellos un mestizo, llamado Lázaro Ambrosio, el cual dijo pasaba á los cristianos, siéndolo él mismo ; pero dejó dudas acerca de la verdad sobre si habia pasado ó si no habia podide CAPÍTULO LIM, 145 escaparse; porque, ademas de ser mestizo, se habia criado y vivido entre los enemigos (1). No notamos estas particularidades sino porque este mestizo ganó la con- fianza del gobernador y le engañó en la primera ocasion que tuvo para hacerlo. Entretanto, este mestizo, que era hombre entendido y de valor, aconsejó á Córdova-Figueroa que no prosi- guiese , pues Putapichion tenia tres mil caballos y dos mil infantes, resuelto 4 dar batalla, y á tomar posicion en Millarapué, distante de dos leguas. Era el caso para el maestre de campo de tener presente lo que le habia escrito el capitan jeneral : « Si el enemigo no ha hecho mal, y si no hay mengua para nuestras armas, no es necesario querer darle alcance, exponiéndose á hazares imprevisibles. » Pero es una enfermedad humana el tener miedo de seguir un buen consejo, cuando, sobre- todo, este acto se semeja á obediencia; el maestre de campo quiso mas complacer á sus capitanes , que mani- festaban tener buena voluntad de batirse, y prosiguió hasta Millarapué. Sin embargo el enemigo se acababa de retirar, y los Españoles no hallaron allí mas que un mes- tizo lengua, que los Araucanos habian cojido , colgado de un árbol. : Viendo esto, Córdova-Figueroa envió delante al te- niente Antonio Gomez con treinta arcabuceros españoles y el teniente Rengel de Indios amigos .. doscientos caballos, para que sirviesen de vanguardia, destacando batidores por todos lados , pero con advertencia de no (1) Figueroa asegura que este mestizo habia sido dos veces as e . patria. O se engaña, ó Tesillo padece error. Con todo, es mas probable y 04 primero estuviese mal informado, puesto qUe el mestizo dice que pasa cristianos por ser cristiano. 446 HISTORIA DE CHILE. pasar mas allá del paso de don García ni ellos ni los descubridores. Marchan de vanguardía Gomez y Rangel, llegan al paso de don García, que es un desfiladero for= zoso de la montaña; pero, en lugar de obedecer ha- ciendo alto, obran con el maestre de campo como este obraba en el mismo instante con el capitan jeneral, y pasan adelante, prueba evidente del achaque humano de que hablabamos. Al salir del desfiladero, descubrie= ron el enemigo avanzando en batalla ; pero ya no podian retirarse sin mengua. Llega en esto Córdova-V'igueroa al paso de don García, ve claramente las consecuencias de la desobediencia ; pero el mal estaba hecho, y ya no podia retirar su vanguardia del otro lado sin mengua y sin peligro. Lo que le quedaba que hacer era disponerse al ataque, y así lo hizo, mandando á los Indios monta- dos echar pié á tierra ,:y que formasen con sus lanzas entre los tiradores españoles de las compañías de don Gines de Lillo y de don Alonso Bernal, las solas de in- fantería que hubiesen llegado con tres de caballería man- dadas por los capitanes Adaro , Rodriguez y Muñoz. La demas infantería habia quedado atrás , y muy pronto se conoció la falta que hacia. Todo esto lo vcia el enemigo, que ya sabia por. otra parte contra qué fuerzas iba á batirse, y, aprovechán- dose con destreza de la circunstancia, atacó á los Espar ñoles resolutamente. Defendiéronse estos con denuedo, como de costumbre, y muy luego vieron á la infantería del enemigo ceder. La española arremete á ella. con nue- vos brios , se adelanta y se separa del órden de batalla ; mas la araucana , que no habia hecho mas que un movi- vimiento simulado, vuelve, conversa sobre el ala izquieda española , mientras que la caballería corta á la infantería CAPÍTULO LH. KnT que habia avanzado, y la degúella con sus capitanes y ofi- ciales. En esto, los Indios amigos empiezan á titubear y ya muchos vuelven 4 montar sus caballos (1). Adviér= tenlo los Araucanos y cargan sobre la caballería española que se ve obligada á retirarse por el paso, justamente al tiempo en que Avendaño y Carmona entraban en él con alguna infantería de la que habia quedado atrás. ¿ Qué habia de suceder? Lo que sucedió : esta caballería, que no se retira, como dice Tesillo, sino que huye (2), atro- pella á la infantería de Carmona y Avendaño, y no deja nada que hacer, por decirlo así, á los enemigos. Sin embargo, aun hubo batalla ; los Araucanos de una parte, y los Españoles de la otra se batieron hasta no poder mas, y se separaron, dejando los Españoles cua- renta muertos y cautivos ; entre ellos los capitanes Aven= daño, Carmona, Lillo, Bernal, Tellez, y Morales, cl cual, despues de haber retirado á Remulta , acababa de incorporarse bastante á tiempo para morir, Los Araucanos tambien dejaron muchos muertos (3), y cantaron victoria. Realmente, la victoria hubiera sido suya, si se hubiesen aventurado á pasar el desfiladero ; pero no lo hicieron, y por eso, sin duda, tambien los Españoles la cantaron. Con el parte de este suceso, salió don Francisco Laso de la ciudad para Arauco , pasó el Biobio , y supo, ántes de llegar á la plaza, que ya el maestre de campo se ha- mataron el suyo, y con gran riesgo hubo de ra de sí el maestre de campo, dice migos que iban 4 1) Al maestre de campo le montar otro. (Figuezoa.) Estaba tan fue este autor, que mandó dar muerte á algunos de los ladios a uir. (2) En tropel y confusion, dice Figueroa. - (3) Segun Figueroa, la batalla duró casi 6 horas. Los Araucanos perdieron 700 hombres, y los Españoles 200. El maestre de campo recibió dos heridas, y no hubo casi un Español que no tuviese alguna. 148 HISTORIA DE CHILE, llaba de vuelta en ella. Interiormente descontento, no pudiendo desentenderse de que habia habido desohe- diencia manifiesta á sus órdenes, tuvo la buena y diestra política de hallar excusa á esta falta. El mal estaba he- cho sin remedio, aunque le era muy sensible el ver la ejecucion de un plan de campaña, que preparaba sobre Puren , imposibilitada por entonces. Sin embargo, se contentó con formar un consejo de deliberacion, del cual resultó que lo mas oportuno era volver á la Concepcion, y así se efectuó. Este fué el resultado de la batalla llamada , por otro nombre, dePicolhwé , y contada por todos los escritores poco mas ó menos en los mismos términos. Solo Molina parece haber tenido datos erróneos. En cuanto á Perez García, refiriéndose á Olivares, atribuye la victoria deci- didamente á los Españoles, bien que, por otra parte y en sustancia, sus datos sean conformes con los que se han visto en esta narracion. CAPITULO LIV. Continuacion del Gobierno de Laso. — Pasa el Biobio y acampa sobre la cie- nega de Lumaco. —Putapichion no se presenta, — Vuelve el gobernador á pasar el Biobio y se acuartela en San Felipe de Yumbel. —Pasa Putapichion la frontera y ataca áSan Bartolome de Gamboa.—Sale el gobernador enfermo de San Felipe en su persecucion.— Batalla de los Robles.— Pasa el gober- nador á Santiago. — Buenas providencias de gobierno. — Levanta tropas y vuelye á campaña. ( 1630.) Reflexionando el gobernador que seria oportuno ma- nifestar de algun modo á Putapichion que no le temia, á pesar de su arrogancia, marchó á la plaza de Buena Esperanza, tomó allí setecientos Españoles y cuatrocien- tos auxiliares; pasó el Biobio y estableció su cuartel je- neral á la entrada delos pantanos de Lumaco, mandando hacer algunas batidas para atraer al jefe araucano, mas inútilmente : Putapichion no se mostró. Despues de al- gunas demostraciones, en las que hizo algunos prisione- ros, mandó plegar las tiendas, volvió á pasar el Biobio y fué á acuartelarse en San Felipe de Yumbel, y no en Buena Esperanza , como cree Olivares. Allí estaba obser- vando , encargando la vijilancia , y recibiendo promesas de que era imposible que Putapichion pudiese pasar por sorpresa, y cuidando de su salud, que estaba muy que- brantada. El que mas le aseguró, de todos los coman- dantes, que nunca los Araucanos lograrian sorprenderle, fué el sarjento mayor Rebolledo, y justamente la suerte se empeñó en desmentir su prevision, como luego se verá, Ah 1. HisTORIA. $ 150 HISTORIA DE CHILE. Putapichion no habia parecido porque tenia tanta sa- gacidad como valor; sabia que el gobernador tenia mala salud , que los pantanos eran mal sanos; veia que el in- vierno se acercaba, y le daria mejores ocasiones. Ade- mas, calculaba el valiente Putapichion que con caballos cansados no se pueden hacer largas correrías ni brillan- tes cargas. Enfin, sabia que por mas vijilantes que estu- viesen, no le seria muy difícil pasar el Biobio, y así sucedió. Tales eran los verdaderos motivos de la ausen- cia del jefe araucano, y no miedo , como lo piensa Te- sillo. Que la cienega de Lumaco fuese una especie de Rochela para los Indios, es muy creible; pero que se fundasen en lo díficil de tomarla para creerse invencibles, como se le figura al mismo Tesillo , esto no es probable nidiscutible, puesto que en todas partes arrostraban álas armas españolas, y que los pantanos de Lumaco no esta- ban en todas partes. Los cálculos de Puntapichion tenian tan buenos datos, que un dia, sin que se supiese como ni por donde, invadió la frontera y cayó de golpe sobre San Bartolomé de Gam- boa, 4 tiempo que el gobernador se hallaba enfermo en la plaza de San Felipe. No obstante el malísimo estado de su salud, al oir que Putapichion causaba estragos horribles en las estancias , Laso se presentó 4 caballo al frente de sus soldados , que eran cuatrocientos Ene les, infantería y cabillestas; y cien auxiliares. | En el momento mismo de dirijirse al punto atacado, recibió un nuevo parte de que el enemigo se retirabá con buena presa. Con este aviso, mandó que sús hombres montados pusiesen un infante en ancas , y él mismo dió el ejemplo: De este modo aceleraron de tal ma ra, el movimiento, que en pocas horas anduvieron ocho 16- 0 $ CAPÍTULO LIV. 454 guas; pero los caballos quedaron derengados, y fué pre- ciso darles descanso. Por consiguiente, hubieron de acampar aquella noche. Al amanecer el dia siguiente, el jeneral quiso conti- nuar súu marcha en la misma forma que la víspera, aun= que contra el parecer de los mas acreditados capitanes. A las cuatro de la tarde estaban los Españoles á un tiro de arcabuz de los enemigos, que los veian , sin que ellos los viesen , puesto que estaban emboscados. Ya los caballos estaban rendidos, y los hombres tal vez mas que los animales, habiendo pasado dos dias crueles de fatiga sin comer. Este sitio se llamaba el de -los Robles, y estaba á orillas del Itata. Allí acamparon los Españoles. Establecido el alojamiento, la infantería entró en él, y la caballería se mantuvo en las avenidas, como puestos avanzados. Don Francisco Laso se dejó caer de su caballo mas bien que se apeó, y se echó sobre la yerba procurando mitigar con la humedad la, calentura que le abrasaba. Los soldados salieron de su formacion y arrimaron las armas. Todo esto lo veian los Araucanos desde su emboscada. Súbitamente, hállandose los soldados descansando y sin armas, los oficiales muy descuidados, y, enfin, cuando menos se esperaba, cargan á escape los Arau= canos con impetu irresistible, sin haber sido vistos ni sentidos; cargan , decíamos, la caballería española que guardaba las entradas del campamento, la desordenan, y esta misma caballería atropella la infantería españolas Es mas fácil el figurarse que el pintar tan espantosa con- fusion como la que produjo esta sorpresa. Los Araucanos arremetian y mataban con furor. Los gritos se podian oir del cielo. Don Francisco Laso los oyó, pero cuando 452 HISTORIA DE CHILE. le quedaba solo el tiempo necesario para montar á ca- ballo, espada en mano, y sin ninguna arma defensiva. Por fortuna, tenia una buena este jeneral en su intrépido corazon. Ayudado de sus capitanes reformados, que se le reunieron al instante, hizo prodigios de valor, invo- cando á Santiago, y gritando con brio ¡Viva España! Esta lucha cruel duró mas de una hora, sin que los sol- dados reconociesen á sus jefes ni guardasen manera alguna de formacion ; sin órden, sin disciplina ; enfin, en una horrorosa confusion. Por fin, la noche cierra, y la termina. Putapichion habia perdido la mitad de su jente y se retira; pero no se creyó oportuno seguirle la retirada; ademas de que la falta de claridad lo impedia, los Españoles contaban cuarenta muertos y un gran número de heridos. Figueroa es mas serio en esta relacion, contando na- turalmente que Putapichion se retiró con calma y ma- jestad, porque estaba herido, y llevándose bagajes y prisioneros. Harto denuedo tuvieron los Españoles, y no se comprende como quedó ni uno solo con vida, puesto que no pudieron tirar un tiro, y que la sorpresa fué tan repentina que Putapichion, segun Perez García con re- ferencia á Olivares, le quitó al jeneral su capa de grana. Si hubiese podido ser, como lo dice este mismo último autor, que el gobernador pudo formar sus tropas y cargar en órden, seria otra cosa ; pero esta asercion es contraria á los demas detalles, y es difícil admitirla. Enfin, Perez García asienta que esta batalla fué decisiva en favor de los Españoles, y se funda en que el mismo jeneral dice refiriéndose á ella, en carta del 1h de setiembre al cabildo : « La batalla que se ganó el 14 de mayo, con escarmiento del enemigo, y para castigo de su orgullo, CAPÍTULO LIV. 453 Así lo asentó el cabildo en su libro , añadiendo que esta batalla fué el total rescate del reino. Ya habia entrado el invierno poniendo tregua en la guerra con lluvias, con crecidas de rios y aun con inun= daciones , especialmente por el anchuroso Biobio, que parece entonces una especie de mar, y el gobernador pensó en volver á la Concepción para poner órden en los asuntos civiles del estado. El que de estos llamaba mas su atencion era el desánimo de los dueños de las estan- cias que, temiendo perderlas cuando menos lo esperasen, las tenian en un total abandono, por una parte; y, por otra, muchos carecian de recursos; porque habian hecho adelantos cuantiosos al ejército, sin que las arcas del gobierno hubiesen pagado su importe. Así se enjendra- ban los males recíprocamente en Chile unos á otros. Don Francisco Laso buscaba remedio á estos males; y para hallarlo , procuraba asesorarse con buenos consejos, especialmente consultando con el cabildo de la Concep- cion. Con esta buena política lo reunió un dia en concejo del mayor número de personas de todas partes de las fronteras, y expuso con la mayor claridad las causas de las dolencias públicas, entre las cuales indicó con una sorpresa digna de un gran político, el desmayo de los moradores y hacendados, que descuidaban la cultura de las tierras, y la cria de ganados. «Si lo hacen por falta de medios, dijo el gobernador, yo salgo garante que el real erario abonará todos los atrasos, y desde luego, estoy pronto á cubrir por mí mismo, en cuanto me lo per- mitan mis facultades , los mas urjentes. pa | En efecto, pagó por de pronto mas de cien mil pesos, res- pondió por el gobierno de lo demas; satisfizo, dió ánimos, y con su prudencia restableció los mas arduos negocios. 15h HISTORIA DE CHILE. Pero aun quedaba un objeto digno de mayor aten- cion, que era la estancia de ganados de Catentoa , la cual, aunque propiedad del estado, ó tal vez por causa de eso, se hallaba completamente abandonada. El mo- desto don Francisco Laso declaró que lo que se habia de hacer para remedio de este mal era imitar al gran go- bernador don Alonso de Rivera, que la habia fundado, perpetuando en esta restauracion su memoria , por tan= tos títulos inmortal. En virtud de esta sabia y noble resolucion, y una vez calculado el consumo anual de la tropa, consumo que era de ocho mil vacas, Laso mandó poner treinta mil en dicha estancia , cuyo producto ase- guraba para siempre esta parte del sustento del sol- dado. Habiendo llenado estas grandes atenciones, de gober- nador pensó en bajar á la ciudad de Santiago con el fin de darse á reconocer por presidente de aquella real au- diencia; y el 23 de julio, llegó á ella. Ya sabido es que el patriótico y cortés cabildo de Santiago se esmeró en prepararle un magnífico recibimiento para el cual habia comprado , como ya hemos dicho, un magnifico ca- ballo, silla, dosel, palio y otros objetos de ostentacion. Para ir á recibirle 4 Maipú y llevarle á la casa de campo, comisionó á don Luis de Contreras y á un rejidor. Reconocido el mismo dia en el cabildo por capitan je- neral gobernador, lo fué, al dia siguiente en la real au- diencia por presidente. Diéronle magníficas funciones, tanto mas cuanto este gobernador obtenia sufrajios uni- versales , y en particular el afecto, y aun el reconoci- miento del cabildo , el cual se hizo un punto de honor en tomar y pagar las armas que Laso le habia traido del Perú, deseando congraciarse con este Huete montañés. ATA A CAPÍTULO LIV. 155 Es verdad que el político don Francisco de Laso, creyendo que era muy esencial vivir en armonía con todas las ju- risdicciones, sin lo cual es imposible gobernar con acierto y granjearse voluntades, habia escrito una carta al ca- bildo de Santiago, del tenor siguiente, con fecha del 14 de setiembre 1630 : « He llegado al puerto de Paita el 28 de octubre 1628, y para aprovechar tiempo, y obtener socorros á Lima por tierra. Hasta mediados de febrero 1629, el virey, conde de Chinchon, no pudo facilitármelos, y aun eran poquísimos ; de suerte que queriendo embarcarme el 20 de abril, me aconsejaron, — y Creo que con ra- zon ,—que lo difiriese hasta la primavera. Estas fueron las causas de mi demora, y de no haber venido ántes del 23 de diciembre que llegué, á reunir mis débiles es- fuerzos á los grandes de las demas autoridades del reimo de Chile, para trabajar por su bien y prosperidad. » A mi llegada, pasó revista al ejército que constaba de solo mil y doscientos hombres viejos, estropiados y mal armados, porque las armas estaban en muy mal. estado. Puse en ello el remedio que pude, y fuí á bus- car al enemigo 4 Puren. No habiéndose presentado, me volví 4 Yumbel, en donde me mantuve vigilando la frontera, hasta que tuve la ocasion de ganar la batalla. del 14 de mayo, en que los enemigos han debido que- dar escarmentados, y su orgullo castigado. Bl invierno vino, —las lluvias son copiosas ,——los rios Crecen, ymars l. » ; . e ar A ato op campal En la capital, el gobe de infantería y una de caballería para llevarlas 4 la frontera desde donde le avisaban Córdoya-Figueroa y Rebolledo que el enemigo meditaba atacarla con un 456 HISTORIA DE CHILE. cuerpo de ejército de siete á ocho mil hombres. En vista de estas noticias, el cabildo de Santiago se esmeró en poner á la disposicion del jeneral todas las fuerzas que pudo reunir. Sin embargo, Laso hubiera querido, y aun preten- dió en esta ocasion, que á estas levas se juntasen algu- nos caballeros vecinos, pareciéndole cosa extraña que los hijos lejítimos del reino se excusasen de defen- pe pero parece que habia cédulas reales en su favor, las cuales, aunque no estaban muy claras, le hicie- ron conformarse con ellas ántes que dar lugar á inter- pretaciones contradictorias y á debates interminables. En esto, llegó á Santiago, en principios de octubre, don Fernando de Bustamante Villegas, militar de gran crédito y experiencia en aquella guerra, el cual confirmó que, por dos Indios cristianos que se ha- bian fugado de los Araucanos, se sabian los aprestos formidables que Putapichion y Keunpuantú hacian para atacar la frontera y acabar con los presidios. Con esta mala noticia, los ánimos volvieron á apocarse , temiendo nuevas calamidades, y viendo que el enemigo tenia mas ardor que nunca para la guerra. El gobernador reunió en su misma casa una junta á la cual asistieron los oidores y el fiscal de la audiencia, el cabildo de la ciudad y algunos antiguos capitanes ; y expuestos los puntos acerca de los cuales debian delibe- rar, resolvieron que se juntasen hombres y caballos para aumentar las fuerzas españolas. A consecuencia de esta deliberación, fueron nombrados dos diputados del ca- bildo para que nombrasen los que con menos perjuicios. pudiesen ir á campaña aquel verano, y nombraron unos cincuenta, de los cuales veinte representaron CX- CAPÍTULO LIV. 157 poniendo imposibilidad, y los cincuenta quedaron en treinta. Pero, aunque este corto número parezca ridiculo, es indecible el valor moral, y aun real y físico que la pre- sencia de estos vecinos y moradores en el ejército da á los soldados. Por fin, Laso consiguió reunir unos ciento y ochenta hombres en las tres compañías con los voluntarios mon- tados, y los despachó en principio de noviembre para la Concepcion, á donde se dirijió él mismo, el dia 5 de di- cho mes. En la Concepcion, habia dejado al maestre de campo Córdova Figueroa, y en lugar de este, habia quedado con las mismas funciones en el estado de Arauco don Fernando de Zea. Rebolledo habia permanecido en San Felipe. En la frontera habia 1,300 Españoles y 600 auxi- liares con sueldo (1). (1) Carvallo. Tesillo dice que Zea, natural de Cordova, era un rayo de la guerra y ya experimentado en esla. CAPITULO LY. Forma Laso nuevo concepto de los Indios y confiesa se habia engañado. -— Sale de nueyo á campaña, — Putapichion , con Queupuantu por teniente ó vicetoquí y siete á ocho mil hombres, ataca la frontera. — Batalla de la Al- rada. (1630—1631. ) Don Francisco Laso conocia ahora cuanto se habia en- gañado no queriendo creer que los Araucanos fuesen tan valerosos, y lo confesaba reconociendo, con noble modestia, que eran mas que valientes, heróicos, incom-= parables. Santiago Tesillo, dice Figueroa, ha omitido este hecho notable, que lejos de ser indecoroso para su señor, le honra, al contrario ; ademas de que la historia debe ser de una verdad inflexible, sin lo el, no seria historia. Marcha pues el gobernador para la frontera el 5 de noviembre conduciendo con la mayor suavidad y dulzura á los voluntarios de Santiago. A“su llegada, supo el nombramiento que Putapichion habia hecho de teniente jeneral en Queupuantú (1), y que habia persuadido al anciano extoquí Lientur que se juntase á ellos. Halló en Arauco al maestre de campo muy perplejo con los auxi- liares que estaban poco firmes, no por espíritu de rebelion sino por el temor que les causaban las grandes fuerzas que llevaban los Araucanos, á los cuales pensaban , en efecto , en pasarse para salvar la vida, En este mismo O, vino á presentarse al goberna- 1) García, — Keupuantú; oia Tesillo, IP ACE SIE EA ET A NS A O GAPÍTULO LV. 159 dor el Indio Gatimala , uno de los confederados, con un prisionero mal herido que con otros cuatro habia venido por la noche de espía, y queriendo llevarse un caballo que estaba á la puerta del casino de Catimala, habian sido oidos y perseguidos, quedando este prisionero. El go- bernador le hizo preguntas, y el Indio , aunque herido y preso, respondió con firmeza, que los suyos estaban acampados á seis leguas de allí, y que todos los Es- pañoles del reino no eran bastantes para resistir á siete ú ocho mil valientes bien organizados, y mandados por Putapichion y Queupuantu. Con estas noticias y con la infidelidad que se temia de parte de los Indios auxiliares, el gobernador mismo se vió por un instante perplejo; pero luego su claro ingenio le sujivió un pensamiento que puso al punto en ejecucion y fué, que acordó destacar trescientos de estos auxiliares con cien Españoles al mando de un bizarro oficial, el teniente Estevan de la Muela, contra Ílicura, de donde era toquí Keupuantú. En efecto, el 20 de diciembre, marcha Muela y vuelve con cincuenta caba- llos y veinte prisioneros, entre los cuales se hallaban jus- tamente tres mujeres y dos hijos de Keupuantú, que por mas seguridad las habia dejado en el monte. : * Es preciso confesar que si los pobres Indios auxiliares no habian sido calumniados, se habian muy pronto con- vertido, puesto que en esta expedicion con Muela, la cual duró ocha dias, se portaron bizarramente. ia dad que el general Laso tenia don de atraccion no solo con su afable bondad sino Con el celo manifiesto é ince- sante con que miraba y asistia al soldado, auxiliar como español, en todas sus necesidades. Continuamente pa- saba revistas para asegurarse del buen trato, armamento 460 HISTORIA DE CHILE. y vestuario, y reprendia á los capitanes cuando hallaba la menor falta. Iba en persona á las fraguas y armerías; á los cuarteles y á los ranchos, y viendo que las raciones de pan se daban en grano y que los soldados tenian que molerlo á fuerza de brazos en una piedra, mandó y Ob- tuvo que se las diesen en harina, por medio de una contrata hecha en la Concepcion, con lo cual quedaron desterradas estas piedras, y el soldado aliviado de una infinita molestia. Las casas y edificios de las plazas de la frontera, que tenian techo de paja, ya en este instante, gracias al cuidado y al ojo ejercitado y celoso del señor don Francisco Laso de la Vega, se hallaban bajo de un buen tejado y al abrigo de fáciles incendios. El gobernador estaba acuartelado en Arauco con ochenta Españoles y quinientos auxiliares. Putapichion, Queupuantu y Lientur estaban en marcha sobre dicha plaza; pero el viejo extoquí se separó porque oyó cantar á ciertos pajáros , y ladrar á zorras, cosa que tuvo á malísimo agúero (1). Putapichion, que no creia en agúe- ros, continuó su marcha con sus cinco mil hombres, infantería y caballería, y estableció su cuartel jeneral á una legua de la plaza de Arauco. Laso habia mandado á Rebolledo, que estaba en San Felipe, le enviase los cien soldados de caballería que tenia bajo sus órdenes, 6 quese los condujese él mismo, si gustaba de incorporársele, y dejándolo á su arbitrio. El valiente, aunque desgraciado, Rebolledo prefirió venir él mismo con los cien caballos. El gobernador, teniendo ya sus fuerzas reunidas, pasó revista y se halló con ochocientos Españoles y quinientos auxiliares, (4) Perez García, refiriéndose á Molina. CAPÍTULO LY. 461 El dia 13 de enero (1) del año entrante 1631, decidido á salir á camporaso , bien que hubiese muchos pareceres de que mas valia esperar al enemigo en la plaza , el ca- pitan jeneral puso en órden sus negocios temporales, confesó y comulgó, y su ejemplo fué seguido por sus oficiales y por la mayor parte del ejército, teniendo alli ocho relijiosos y clérigos seculares. Entre los pri- meros se hallaba Fr. Francisco Laso de la Vega, so- brino del gobernador. La víspera por la noche (2), . habia habido alarma; algunas avanzadas de los enemigos habian llegado hasta la misma plaza, y Laso habia te- nido la inútil temeridad de salir en persona con alguna tropa. Algunas horas«despues, habian empezado á arder las casas de los contornos, y la oscuridad de la noche dió lugar á una claridad lastimosa. Un poco antes de amanecer, el gobernador mandó que se pusiesen en marcha las tropas auxiliares Con escarapela blanca para distinguirlas de los enemigos (3). Formaban estas una gran guardia qué muy luego en- contró á la enemiga, de cuyo encuentro se siguió una pequeña accion en la cual murieron cuatro Araucanos, y se aprisionaron dos, que dieron muy útiles señas. Los Indios auxiliares tuvieron algunos heridos por su parte, y como de comun acuerdo, cada partido se replegó 860 campo. | | Pero ya entonces , el mismo jeneral marchaba á la car beza de sus tropas , exhortándolas alegremente , y llegó al mismo sitio en donde la gran guardia de amigos acá á 1 4. (1) Perez García. — Tesillo y Carvallo dicen e pa E (2) Figueroa dice : « Aquellamisma noche; » pero en punto 4 fechas, jemos á Perez García. ' (3) Figueroa. 1162 HISTORIA DE CHILE. baba de batirse. Allí, hizo alto en una lomá de suave declivio, llamada la loma de Petaco (1), y dispuso el órden de batalla, mandando, en primer lugar, que los Indios amigos echasen pié á tierra, y formasen entre los Espa- ñoles. El sarjento mayor mandaba la derecha, com- puesta de: infantería; el maestre de campo Zea, la izquierda, formada de caballería, y el comisario jeneral don Alonso Villanueva mandaba la reserva, toda de - gente escojida. El sol subia al horizonte , no muy radiosó aquel dia, cuando el ejército español vió venir el enemigo con ade- man reposado y airoso, 6, mas bien, sereno y alegre, como si los Araucanos fuesen á una fiesta. Se componian sus filas de dos mil infantes y seis mil.caballos (2) con lanzas de cuarenta palmos, unidos de modo que parecian alamedas móviles, y sacudiendo graciosamente las plumas que adornaban sus cabezas; al compas de sus instrumentos bélicos, qe Llegan y despliegan, Qeupuantú con la caballería á la derecha ; Putapichion, á la izquierda con la infantería, Este jeneral harenga á sus tropas, recordándoles las vie- torias que habian conseguido sus padres contra los Españoles; casi cien años de noble resistencia, y glorias tales como las de Chillan y Cangrejeras. Keupuantú: se manifiesta impaciente y quiere entrar en accion. « Démosle gusto,» dijo Laso observándole. Y Zea arranca con la caballería contra la infanteria araucana; pero esta le gacilo en la punta de sus lanzas, y la caba- (1) Tesillo, A ; _ (2) Figueroa olvida, —puestó que nó lo ignora, —que Lientur se ha separado con dos mil hombres, y que las fuerzas araucanas quedaron reducidas á cinco mil, d - 4 CAPÍTULO LY. 163 llería Española vuelve la espalda. Si Putapichion hubiese aprovechado este instante, la victoria era suya, dicen todos los escritores de aquel tiempo. Irritado Laso con- tra su caballería, denuesta su retirada y la anima á dar nueva carga; porque el fuego de la mosquetería , bien que les hiciese estragos, lo despreciaban los Araucanos, que pateaban por arrojarse á ella; pero Putapichion los contenia. Vuelve en esto la caballería española á la carga y rompe las filas (1) enemigas. Pero parece sér que en este punto Putapichion quedó gravemente herido, al mismo tiempo que sú caballo, cayendo los dos á tierra, y esta fué la principal causa de la derrota. De todos modos, huyeron los Indios, por mas que hizo Keupuantú por contenerlos, y huyeron de manera que los infantes, muchos á lo menos, corrian tan lijeros como los mismos caballos , asiéndose á sus colas. El gobernador siguió la relirada por el espacio de dos leguas , hasta que juzgó seria conveniente dejar tomar aliento á sus soldados. Murieron en esta accion dos mil enemigos, aunque algunos han reducido su pérdida á 1200. Los prisioneros fueron seiscientos. Los caballos que se les quitaron, de tres á cuatro mil. E De los Españoles, solo dos murieron y cuatro auxiliares; y de unos y otros hubo muy pocos heridos. El jeneral ordenó la vuelta 4 Arauco, 4 donde llegaron bastante á tiempo para cantar un Te Deum , en accion de ia por tan feliz y brillante victoria. Laso dió gracias jene- rales á su valiente ejército, en nombre del rey, y algunas en particular; despues de lo cual, convidó á comer á todos los oficiales. e ; da e ; A PO (1) Carvallo dice que esta caballeria fué rechazada dos veces; pero Y2 solo, $ 464 HISTORIA DE CHILE. Desde el dia en que se ganó esta batalla, Chile re- nació á la esperanza. Desde entonces se multiplicaron los buenos sucesos. Los Indios habian perdido su orgullo, y sus armas su prestijio, y en la misma proporcion se habia aumentado la fuerza moral del ejército español. Esta la acrecentaba Laso dando premios y recompensas á los que los habian merecido, en lo cual no se podia en- gañar, puesto que habia juzgado por sus proprios ojos. Ademas, el gobernador envió parte al cabildo de San- tiago en una carta detallada de este suceso, por medio de don Fernando de Bustamante, al cual el cabildo dió en albricias doscientos cincuenta pesos de su caja , y los oidores de la audiencia, trescientos, acordando ademas que se hiciese un presente de reconocimiento al gober- nador, enviándole un caballo de batalla, que fué el.de Jusepe Leon, el mas lucido caballo de todo el reino, que costó trescientos sesenta pesos ; y asentando que en la batalla de la Albarrada, ejecutó la providencia divina el castigo de los enemigos sin pérdida de un hombre. Esta victoria fué celebrada en todas las ciudades de - Chile, con regocijos y fiestas públicas. CAPITULO LVI. Sentimiento de Laso de la Vega de no haberse aprovechado de la victoria de la Albarrada.— Putapichlon, eiii medita volver á campaña.— Sale el go- bernador de san Felipe á Quilicura. — Destaca Rebolledo con tropas hasta el Cauten.— Maloca propi é isportacin de sus capitanes. — Felices resultados que tiene, — Pasa el gobernador á la Concepcion,— Providencias civiles y militares.— Va á ¿ete Tiene un asunto de competencia con la real audiencia.— Sentencia la de Lima en favor del gobernador. (1631.) Al empezar este o, no podemos menos de adop- tar y exponer las reflexiones sensatas que hace Carvallo hablando de la alegría con que se celebraba el exterminio delos Araucanos. Si los Indios, dice él, ear ganado la batalla de la Albarrada, toda la provincia de la Concepcion hubiera corrido peligro, estando sin fuerzas para resistirles. Si el gobernador español los hubiese perseguido despues de la victoria, sin dejarles descanso (1), tal vez los habria sometido, 4 lo menos por mucho tiempo, aunque á costa de crueldades, que, en resumidas cuentas , eran. contrarias a fin 4 donde todas las miras se encaminaban, á saber; á aumentar el número de los vasallos de la corona de España. Los mil y tant tos. de ellos (2) Ó cerca de dos mil que acababan de ser exterminados eran per- (1) Carvallo olvida que los que 0 se cansan como los perseguidos tie esidad de ¡Jescan y no ral Le Araucanos ds contaban haber perdido, pan heridos que murieron despues, dos mil cuatrocientos hombres; y aña Ea utor que Laso manifestó un tardío sentimiento por aber dejado imperl el suceso, no persiguiéndolos. ¿ yy H. HisTORIA. O 02 + 166 HISTORIA DE CHILE, didos para ella, y no eran estas las intenciones del monarca. Ademas de esto, al paso que los Españoles mataban á los Araucanos, estos mataban á los Españoles, y por una y otra parte, cada triunfo ú victoria era un caso lastimoso , una pérdida tan sensible como irrepara- ble. Este habia sido ya el grande error de Valdivia, que pensó mas en matar que en someter, sin reflexionar que países desiertos ninguna utilidad le podian traer al rey nial Estado. Sin embargo, las acciones de gracias fueron entona- das en Lima por este suceso, como lo habian sido en Chile. Los prisioneros , en jeneral, fueron repartidos en diversos presidios, y solo se reservaron en depósito los principales para canjearlos , llegado el caso. El jeneral Laso salió de nuevo y muy pronto á campaña, reflexio- nando, aunque talvez algo tarde , que la victoria pasada seria de ningun provecho si no la aprovechaba. En efecto, Putapichion , aunque herido y reducido á la inaccion en Calpin , mientras sus heridas no estuviesen cicatrizadas, no dejaba por eso de pensar en salir luego á pedir á Laso el desquite de la Albarrada, y ya formaban los Indios nuevas asambleas con este objeto. Tales fueron las noti- cias que trajo el valiente Chanque, capitan de auxiliares, al gobernador que se hallaba en San Felipe, y que mandó sobre la marcha órden al maestre de campo Zea para que el 20 de enero se hallase en Negrete sobre el Biobio con las fuerzas de Arauco. Chanque, que habia - estado ocho dias en su descubierta, habia traido doce prisioneros mas, y decia haber deja algunos muertos. -Reunido con Zea y las fuerzas de Arauco, salió el gobernador, con mil doscientos Españoles y auxiliares, para marchar sobre la provincia de Quilicura, en > 0 CAPÍTULO LVL, 167 se hallaba Putapichion , esperando con impaciencia el momento de volver á campaña. Porque era Putapi- chion un guerrero no solo de corazon, sino tambien de una grande cabeza, que lejos de desanimarse con adver- sos sucesos, sacaba útiles lecciones de ellos. ¡ Heróica constancia ,— exclama Figueroa ,—la de este jefe, y la de su nacion! Habiendo llegado á Velimavida, mandó que el sar- jento mayor Rebolledo se adelantase con toda la caba- llería y los auxiliares á Quilicura, mientras él se dirijia hácia el rio Coypú, en cuyo punto proyectaba aguardar el resultado de su expedicion. Marchó Rebolledo resuelto á avanzar con los auxiliares hasta el Cauten, dando órden al capitan mas antiguo de los Españoles, á quien quedaba naturalmente el mando en su ausencia, para que siguiese con la demas tropa sus huellas hasta el mismo rio de la Imperial, donde le aguardaria, Adelántase Rebolledo , y á penas lo pierden de vista - los capitanes y soldados que seguian á distancia, empie- zan ácavilar y 4 vociferar que el sarjento mayor Rebolledo habia. dado esta traza 4 su expedicion para hacer la maloca solo con sus auxiliares, y aprovecharse solo de ella. Sin decidir si esta sospecha era verosímil por haber- sela infundido, tal vez, otras experiencias de semejantes casos, los capitanes, incitados por resentimiento ó por codicia, marcharon con paso tan redoblado, que no tardaron en incorporarse con Reb lledo sobre el Cau- ten ; y allí, sin órden ni permiso, resolvieron pasarlo. Rebolledo trató de hacerles guardar el buen órden de la disciplina ya con autoridad, ya en términos de era A pero perdió el tiempo, y Se lavó las manos, dejándo es obrar tan locamente como les pareciese. 1168 HISTORIA DE CHILE, Pasan estos revoltosos con arrebato á la otra parte del Cauten , y bien que desordenados, volvieron no obstante con ciento v cincuenta prisioneros. Este feliz resultado agrió á Rebolledo, el cual juzgó que no por eso la falta de disciplina era menos digna de castigo; y de vuelta 4 Coypú donde los aguardaba el gobernador, le dió parte de este acontecimiento. Laso mandó al instante procesar á los capitanes por desobediencia , y aunque en virtud de no sé qué razones con que se justificaron , fuesen absueltos, les mandó quitar los prisioneros que habian hecho y depo- sitarlos en el fuerte del Nacimiento. Realmente hay culpas ó faltas felices, al paso que hay buenas acciones desgraciadas. Este rasgo de indisci- plina produjo, por lo menos, el buen efecto de poner de manifiesto el acrecentamiento de la fuerza moral del ejército español. Así lo pensó Laso, y se alegró tal vez; y así mandando poner los prisioneros en el fuerte mas cercano al enemigo , mostró que los creía muy del caso para persuadir á los de su nacion que el objeto de la guerra no era la crueldad inútil, siño reducirlos al gre- mio de los Españoles. Con estas mismas miras, envió al instante una India cautiva á decirles que estaba muy dispuesto á entregarlos, si querian obedecer y reconocer - por su lejítimo principe al rey de España; y no fueron pocos los que aceptaron esta paz por amor de sus hijos. Si todas las expediciones tuvieran estos venturosos resultados, no habria mas que desear ; pero seria pre- ciso, para conseguirlos, que se buscasen sin pensar en intereses particulares. De todos modos, ya empezaba á ver Laso que con enemigos como los Araucanos, el único medio de conquista era colonizar, no como lo habian hecho sus predecesores, sino con poblaciones numerosas. CAPÍTULO LVL 1469 Ya llegaba el mes de abril, y el gobernador determinó pasar á la Concepcion para arreglar otros asuntos que no eran de guerra, y despachar un enviado á la corte con parte del estado de las cosas de Chile , verdadero Flandes americano, en donde todos se sacrificaban , con raras excepciones, por su rey y su patria. Para eso, envió de procurador á don Francisco de Avendaño, dán- dole una buena ayuda de costa de las cajas del ejército, á la que contribuyeron tambien las ciudades del reino. Pero este procurador hizo como todos los procuradores que iban á España; no volvió. De Madrid, fué de gober- nador á Tucuman. Por mayo, se ocupó el gobernador con la mayor aten- cion en la distribucion del situado, que el virey le acababa de enviar en un navío, dando particular cuidado á la asistencia del soldado, á su calzado y á su vestuario, tan descuidados hasta entonces, que no parecian soldados españoles. Hizo un reglamento severo para cortar el vicio de jugar las prendas de vestuario , haciendo responsable de su observancia y de la cuenta y razon de cuanto e les abonaba á los individuos de sus respectivas companias, á los capitanes de ellas. Despues de esto , dió el jeneral su tiempo á la restau- racion de las plazas y edificios de la frontera. Como, Ye lo hemos dicho, á los techos de paja habian sido susti- tuidos buenos tejados, para hacer mas difíciles los in- cendios por parte de los Indios. En la estancia de Buena Esperanza junto al rio de la Laja, morada de gober- nadores verdaderamente militares, mandó construir una casa decente para ellos, y UN fuerte para soldados, pa y un fuerte que merecia este nombre. Habiéndose con P tado sus predecesores con vivir, en la Concepcion po 1170 HISTORIA DE CHILE. ejemplo, en casas que parecian mas bien ruinas , mandó hacer, y se ejecutó en el espacio de dos años, sin molestar la real hacienda ni tocar en el situado, casas de un exterior imponente y regio, aplicando á esta atencion encomiendas y pensiones vacantes, Evacuados estos asuntos, marchó Laso para Santiago, á donde llegó á principios de junio y fué recibido con la mas espléndida ostentacion. El cabildo eclesiástico por su lado, y 4 su cabeza el obispo.don Francisco Salcedo de pontifical, cantaron un nuevo Te Deum en honra del que este santo prelado calificaba con el título de restau- rador. Sin embargo , siempre con una idea fija en la cabeza, en medio de otras muchas, don Francisco Laso de la Vega volvia continuamente á ella. Ciertamente se mani- festó muy retonocido á las demostraciones de conside- racion y de confianza con que todas las autoridades le honraban ; pero esto no le impidió de llenar lo que él pensaba ser esencialemente su deber. Acerca de algunos bandos que habia mandado publicar el año anterior sobre _las obligaciones de la guerra , halló que habia habido una culpable desobediencia, á lo ménos, en el defecto de lentitud, y se manifestó muy descontento. Habia habido individuos que abiertamente habian desconocido su auto- ridad , ó por mejor decir, la de la ley, negándose 4 ser- vir. Tuvo Laso conocimiento de estas faltas y de los que las habian cometido, y mandó arrestarlos. Este acto in- fundió y esparció ya dudas sobre si era apariencia ó rea- lidad lo que mostraba ser bondadoso ; pero Laso quiso pasar adelante , sin mirar en los inconvenientes perso- nales que podrian resultar de su firmeza. Este hecho, al parecer indiferente y de poca conse- - enel asunto mas que una falta CAPÍTULO LVI. 174 cuencia, se hizo grave porque ministros de la audiencia, que gozaban de grande influjo, tomaron cartas en la - defensa de los acusados, y fué esta circunstancia una razon mayor para que el capitan jeneral, gobernador y presidente , se empeñase en mantener toda su autoridad dienamente. Es verdad queignoraba Laso, acostumbrado como estaba á la regularidad y formalidad de proce- deres, que los gobernadores de Chilé eran los 1 as fácil- mente é impunemente calumniados de cuantos han sido acusados en falso desde que hay gobernadores en el mundo. Las habladurías, y aun los suposiciones menti- rosas de que fulano Ó mengano han dicho tal ó cual cosa del gobernador, no podian, á su parecer, alcanzar á una autoridad que con sus acciones desmentia las habladu- rías y falsas acusaciones. Aquí sucedió que entre los arrestados habia un ciudadano principal de grande pa- rentela , y esto ponia la cosa en bastante mal estado. Con todo, no faltaban hombres de seso Y bien in- n veian que Laso de la Vega te en este asunto, pensaron er fin á desavenencias, ins- articularidades Cconcer- tencionados que, si bie obraba un poco militarmen que era fácil y justo el pon truyéndole acerca de ciertas P _nientes á la sociedad de la capital. Llevadas de este - buen deseo, algunas personas de consideracion pidieron al gobernador mandase poner en libertad al preso, in- sinuándole que ciertas cosas graves en otras partes, nO - eran allí ni siquiera serias. Gustosísimo se prestó Laso á esta condescendencia, al punto en que vió que no habia de formalidad habitual. El habitante salió de su arresto; pero el mal estaba hecho, es decir la ofensa recibida, y el amor propio . ajado, tanto mas, cuanto el jeneral, por respeto á la ley 172 HISTORIA DE CHILE. y al buen ejemplo, exigió que él ó sus deudos diesen fianza, y lejos de querer conformarse con esta condicion, el ciudadano de Santiago y sus parientes apelaron á la audiencia pidiendo aclaracion del motivo del arresto; por lo cual, el asunto dejeneró en competencia entre autori- dades y jurisdicciones diversas. Y lo peor fué que Laso, mas militar que otra cosa, quiso vencer de golpe; y que los oidores, mas acostumbrados á los trámites lentos de procedimientos jurídicos, manifestaron poseer una grande dosis de madurez y sangre fria. En efecto, los culpados alegaron, en disculpa de su desobediencia, una real cédula de 1612, que los dispen- saba del servicio. La audiencia decia que la materia era de resorte suyo. Laso sostenia que á él solo pertenecia el Juzgarla. Traslado al virey. El conde de Chinchon pre- senta el punto á la decision de la audiencia de Lima, que juzga la causa en favor de la autoridad militar, y, en efecto , el rey mismo confirmó posteriormente este juicio. Don Francisco Laso usó jenerosamente de esta sen- tencia, no volviendo á hablar mas del asunto, con lo cual sometió mas corazones que si hubiese usado de su de- recho y hubiese operado reformas. Pero hizo mas, como si nada hubiese pasado, dió un dia magnífico de campo á los principales de Santiago, entre los cuales se hallaban los culpables, y muchos detractores SUyos. CAPITULO LVIH. Continua malo de sus heridas Putapichion. — Qeupuantu elejido toquí. — Su sorpresa, su valentía, y su muerte. — Sana Putapichion y vuelve á campaña.—Sucesos de la correría que los Españ les hicieron hácia el Cauten y la Imperial, (1631—1632.) “3 E Tardaba el gran Putapichion en curar de sus heri- das (1), y los Butalmapus le dieron por sucesor á Qeu- puantú, que hemos visto mandando una de las alas del ejército araucano en la batalla de la Albarrada. En este instante , hallamos á Qeupuantú alojado cn un profundo valle, rodeado de bosques, en el cual habia construido una habitacion ó casina con cuatro puertas para que fuese mas difícil sorprenderle. Pero ántes de irle á buscar allí, veamos qué hacian los Españoles de la frontera, mien- tras el jeneral Laso se hallaba en Santiago ocupado du- rante el invierno. Esta estacion, aquel año , fué sumamente benigna, y el maestre de campo don Francisco de Zea aprovechó de esta circunstancia feliz para hacer contínuas correrías en país enemigo, especialmente Cn llicura y en Puren, como depósitos y puntos de reunion de los Araucanos. Qeupuantú, que era caviloso , Ó previsor, pensaba pro- bablemente que el gobernador español no le dejaria des- canso, y que tal vez maquinaria algo contra su solo 50 dividuo; y, en efecto, no S6 engañaba el nuevo toqui ; i diciendo que der que Putapichion ha muerto, ia U Pr mo .>: . a ; 5 de haberlo perdido.—Era un error, como se verá, 47h HISTORIA DE CHILE, porque realmente Laso hacia cuanto podia para empeñar, hasta con dádivas , los Indios amigos de Arauco para que se le entregasen muerto ó vivo. Con este fin, destacó sobre Ilicura cien Españoles y trescientos auxiliares con el mayor sijilo , y encargo muy especial de guardar buen órden. Llegan á la salida de unos bosques que rodeaban el valle en donde moraba Qeupuantú, sin haber sido descubiertos, un poco ántes de la mañana, é inmediatamente forman dos emboscadas con dos trozos, mientras el tercero ataca la casina de Qeupuantú. Pero este, que, aun durmiendo, no dejaba de la mano su lanza, salió por la puerta opuesta al ataque y se entró en el monte como una vision. Los Españoles se retiraron para ver si saldria, y en efecto volvió con unos cincuenta hombres armados con lanzas y adargas. Una de las dos emboscadas los atacó con denuédo; pero ellos se defendieron con no ménos , hasta que Qeupuantú se vió herido, y entonces se volvieron á internar en el monte dejando algunos muertos. Imajinando los Espa- - holes que tal vez creeria que no habia mas emboscada que la que le acababa de atacar, y que si esta se alejaba, tal vez volveria, se retirazon con muestras de marcharse desanimados de poderle cojer. Cae Qeupuantú en el en- gaño, ó bien sale resuelto á vengarse ; sale, decíamos , mas airoso que la primera vez, y con mas jente, denos- tando y llamando á combate 4 los Españoles. Era ya dia claro á la sazon , y descúbrese de repente la segunda emboscada tan oportunamente, que no le deja tregua ni lugar para volverse á ocultar. No le que- daba ya al jefe araucano mas recurso que su brazo y su lanza, y, es preciso confesarlo , uno y otro eran formi- CAPÍTULO LVII. 175 dables. A pesar de su inferioridad numérica, pelea y resiste con firmeza. Caen los suyos junto 4 él, y continua peleando , nombrándose con altivez, y eritando con voz espantosa : « Yo soy Qeupuantú el que ha dado muerte á tantos de los vuestros ; » (porque parece que es esta de- elaracion 4 la faz del enemigo la mayor prueba para ellos de valentía) « quisiera exterminar á todos los Españoles y tener mil vidas para perderlas todas por la patria y por la libertad (1)! > : Oyendo esto Loncomilla, hijo de Catimalá coman- dante de los auxiliares , se arroja á él lanza en ristre, y empezó entre ellos una. singular y atroz batalla. Fuertes, violentos, feroces y diestros á la par, se tiran botes tre- mendos de lanza y los paran largo tiempo sin herirse, hasta que se les rompen las hastas. Entonces, como de comun acuerdo, alzan con sus brazos poderosos en alto sus macanas que caen par algunos instantes en vago, Y hacen temblar la tierra. Enfin , se declara la suerte por Loncomilla, y de un golpe acertado aterra á su contra- rio, haciéndole la cabeza mil pedazos (2). Murió el ter- rible Qeupuantú con veinte Y tres heridas que habia recibido en aquella madrugada. Pero no por eso se reti ¡ yos; léjos de eso , continuaron batiéndose como fieras , y todos que fueron rodeados y prisioneros. 1 Tao EIUNS* murieron, ménos doce (1) ¿No es tan heróico esto como el ahora nazco, pues que asi muero de Epaminondas? — Figueroa. : (2) Tesillo, que cu nta poco mas ó ménos este suceso en los mismos térmi- nos, varía la conclusion, diciendo que Loncomilla, despues de rota su lanza, hirió á Qeupuantu en la cabeza con un alfanje que tenia ceñido. Sin duda este acion de Figueroa, y otros que la cuentan — . autor es una autoridad ; pero la narraci como él, nos ha parecido mas conforme á los usos araucanos contesta este combale singular, aunque confiesa que Loncomilla mató á Qeu- 176 HISTORIA DE CHILE. El nombre de Laso fué ensalzado á lo mas alto en esta ocasion. Ya se pensaba que los Indios de llicura, des- animados para siempre, pedirian la paz y se retirarian á la Imperial. Vanos cálculos. Los Indios de llicura se reunieron para hacer honras fúnebres pomposas, á su manera, al ilustre jeneral que habian perdido ; y despues de haberlo llorado , le buscaron un vengador, nombrando en una junta plenaria para sucederle en el mando, á un pariente suyo, el cual se llamaba justamente Loncomilla,, como el Indio auxiliar que habia dado muerte ¿Qeupuantú. El nuevo toquí se disponia ya para entrar en campaña, y por primera providencia queria cortar la comunicacion á los Españoles con Arauco; pero Zea que lo supo, fué con los mismos cuatrocientos hombres, sorprendió com- pletamente á Loncomilla, que no tenia consigo mas que cincuenta hombres con los cuales se defendió hasta mo- rir, y desbarató todos sus planes, volviéndose con pri- sioneros, ganado y caballos, Mientras tanto, por la parte de San Felipe, Rebolledo tenia la misma feliz suerte, y aun mas feliz , puesto que, ademas de su éxito en muchas correrías, tuyo la ventaja mucho mas apreciable, de atraer á la paz los célebres . Pehuenches, y lo que mas es, por auxiliares con sueldo, haciéndoles opimas promesas. En cuanto á promesas, dice Carvallo, Rebolledo era tan liberal cuando rajaba y cortaba en paño ajeno, como apretado en lo que le interesaba personalmente. _ Estos Pehuenches, que Tesillo llama Veliches y que califica de ingratos, eran muy valientes y no ménos san- guinarios, y si se redujesen sin restriccion interior, se- rian muy útiles; pero el mismo autor añade que siempre era preciso estar mirándoles 4 la cara para ver de des- CAPÍTULO LVII. 477 cubrir lo que tenian en el pensamiento. De todos modos, ninguna de las grandes ventajas conseguidas por los Es- pañoles ántes del invierno, ni durante esta estacion, en la cual se les cojieron mas de seiscientos prisioneros, mil caballos, y muchas cabezas de ganado ; ninguna de las correcciones crueles que creian haber dado á los Araucanos, bastó para enfriar su ardor belicoso, su amor á la patria y á su independencia. Mientras que los Espa- ñoles creian lo contrario, los Araucanos proycctaban darles nuevas pruebas de que era tiempo perdido todo cuanto se hacia por someterlos. En efecto, cuando menos lo aguardaba, recibió parte Laso de que hacian llamamiento jeneral de sus provin- cias para un poderoso esfuerzo que querian intentar, mandados por Putapichion, el cual, despues de haberse consumido mucho tiempo de impaciencia , se veia ya en estado de volver á las armas, sin recordar en ninguna manera lo que acababa de padecer. Tesillo, con grande sorpresa nuestra, opina que Putapichion, en punto á valor y á consejo, tenia muy poco de ambas cosas. Sin duda , este autor no estaba enterado de los antecedentes de Putapichion, é ignoraba , cosa imposible, Chillan, las Cangrejeras y la capa de grana de su jeneral. Enfin, informado el gobernador de que este jefe arau- cano tenia sus fuerzas reunidas , salió 4 buscarle él mis- mo de la frontera de San Felipe , á principios de enero 1632, con mil y ochocientos hombres entre Es auxiliares, y se fué á acuartelar en Curalava. Una vez allí, mandó al sargento mayor Rebolledo con caballería á correr por Repocura , Con órden de replegarse á él ” Quillin, donde le aguardaria. . Apenas el gobernador habia tenido tiempo para alo- pañoles y - 478 HISTORIA DE CHILE, jarse en Quillin, cuando ya Rebolledo estaba allí de vuelta de su correría con trescientos prisioneros y seis mil cabezas de ganado. Esto pareció tan inaudito , que algunos capitanes viejos decian á Laso que era esta presa un verdadero triunfo, y que merecia la pena de no exponerse á perderlo , en el supuesto de que los enemigos vendrian á recobrarlo á toda costa. Laso fué de parecer contrario, respondió que si con presas semejantes se contentaban, la guerra de Chile seria eterna; que no habia levantado el campo para venir á apoderarse de un vil botin y de algunos esclavos, sino para servir al rey y al estado batiendo á los Araucanos; que semejantes pa- receres podrian serles muy perjudiciales para su honra y reputacion , puesto que dejarian creer servian mas por interes propio que por el honor militar y gloria de las armas españolas, y que, enfin, si esta presa habia de aumentar el rencor de los enemigos y hacerles venir mas pronto álas manos con su ejército, esta seria su mayor utilidad. « Seamos dignos de nuestros antiguos Españo- les, que han hecho cosas mas grandes que nosotros, concluyó el gobernador, dando fin glorioso á esta guerra, y eterna memoria á nuestro nombre. » Dicho y hecho, don Francisco Laso fué á Repocura, donde se habia ejecutado la fructuosa maloca., y los ca- ciques de la provincia le enviaron á suplicar tratase bien á los prisioneros. La respuesta fué, que no solo pensaba tratarlos bien , sino que estaba muy dispuesto á resti- tuirlos , si aceptaban la paz; y, en efecto, la aceptaron. El jeneral permaneció tres dias en aquel amenísimo valle, regalando á su ejército con carnes, frutas y legumbres. Al cabo de estos tres dias, marchó para la Imperial, lugar de tristes y dolorosas memorias. Hallándose á con regalos y ofertas, P CAPÍTULO LVH, 179 orillas del Cauten, á media legua de esta antigua plaza de milagros de valentía y de padecimientos, mandó que se hiciesen agresiones para irritar al enemigo, que- mando casas y saqueándolas; pero ni un solo enemigo se mostró. Lejos de eso, el gobernador no vió mas que mensajeros con súplicas para que pusiese fin á los estragos que cometian los Españoles. Tras de los mensajeros le vinieron muchos caciques que recibió con la mayor cortesía y agasajo , pregun- tándoles porque no se acojian á la paz á fin de ahorrarse aquellos estragos de la guerra. La respuesta fué que lo harian de muy buena gana si los Españoles estuviesen siempre allí para protejerlos ; pero que luego que se mar- chasen, vendrian los guerreros de llicura y de Puren á castigarlos por haber estado en relacion de amistad con sus enemigos. Esto se pasaba la víspera de Navidad. Al dia siguiente, marcharon los caciques muy pagados del recibimiento que les habia hecho el gobernador, y este canjeó el mismo dia muchos prisioneros. Gon esla ocasion, supo que los enemigos se hallaban con mil y quinientos hombres á la otra parte del Cauten y que aguardaban por refuerzos. Sobre la marcha, el jeneral mandó pasar el rio á Zea con mil caballos, llevando en ancas alguna infantería para dispersarlos. Pasó Zea; pero el enemigo se retiró apresuradamente, y el maestre de campo mandó á Sus tropas talar y saquear. Con esto vinieron á implorarle idiéndole ne les hiciese tanto mal. Sin embargo, i destruir y arruinar. Lo que quen se vé que si con una mano mane] no era la intencion del gobernador a era imponer. Por eso aba la espada, con la 180 HISTORIA DE CHILE. otra concedia jenerosamente todo cuanto le pedian, bajo la sola condicion de la paz. Por desgracia, aunque pro- gresaba, lo hacia, por decirlo así, paso á paso y lenta- mente. Pero esta era la naturaleza de los Araucanos. Por dorde quiera que marchase el ejército español, se veian enemigos sin poder venir á cabo de ellos, por mas que se hacia, hasta que un dia Catimalá imaginó un ardid que vamos á referir. Formaba él con los auxiliares la vanguardia, y con mucha destreza marchó de manera que luego se halló á retaguardia, con el fin de que elenemigo no le viese por de pronto. Entre tanto, dijo al jeneral que era precisole permitiese simular un ataque contra la verdadera reta- guardia española, la cual simularia una defensa, y que él se retiraria como rechazado á ponerse bajo la protec- cion de los enemigos. Lo permitió Laso, y Catimalá ejecutó su maniobra con el mayor éxito. Al punto en que habiéndose retirado lo bastante, vió venir á su socorro los Araucanos, que lo creyeron suyo, los atacó, mató á veinte é hizo once prisioneros. Por otro lado, mientras el gobernador hacia esta cam- paña con tan felices resultados, los Indios de Ilicura, ] mandados por el caudillo Huenucalquin , que habia sido nombrado á la muerte de Loncomilla, se arrojaron im- petuosamente subre el territorio de Arauco, incendiaron la parcialidad de Carampangui y capturaron mujeres indias de los de paz. Catimalá que lo supo, corrió , con el beneplácito del gobernador, y sostenido por Zea con alguna caballería, para ir á vengarse y á rescatar las mujeres de Arauco. Los de Ilicura conocian el cáracter de Catimalá, y seguros estaban que vendria á sorpren- derlos, si podia, En consecuencia, pusieron centinelas CAPÍTULO LVIL... 181 sobre todas las alturas de Puren para no serlo; pero la caballería española operó con tanta celeridad, que aunque las centinelas que vieron venir á los Españoles, dieron parte al instante, cuando los de Ilicura se hallaron formados para resistir, ya Zea estaba de vuelta con cin- cuenta prisioneros, El conjunto de operaciones arriba relatadas compu- sieron lo que se llamó la campaña de la Imperial, cam- paña fructuosa en sucesos venturosos para las armas españolas, y en la cual se cogieron un total de quinientos prisioneros , doce mil cabezas de ganado , mil caballos; se dió muerte á ciento y setenta enemigos; fueron resca- tados muchos Españoles cautivos, y reducidas á la paz sesenta familias con sus jefes. Pero todo esto no procuró ni paz, ni descanso para el ejército español. Parece cosa increible, pero asi fué. De regreso de esta campaña, don Francisco Laso repartió sus fuerzas entre las plazas de San Felipede Austria y Arauco, y él seretiró á la de Buena Esperanza, llamada tambien estancia del rey. Estas disposiciones ya tomadas, Y la tropa estando con descanso en sus cuarteles , los Áraucanos de Puren y de llicura empezaron de nuevo á inquietar la frontera, y siemprese llevaban algo; hombres, ganados Ó caballos. El gobernador empezaba á convencerse de que por los medios empleados hasta entonces no era probable poder someter á estos intrépidos enemigos, los cuales, ademas de su arrojo, tenian en su favor la naturaleza del país que los protegia. Muchas veces habia entrado en consejo con el maestre de campo y el sarjento mayor para haber de dar traza de someterlos, Ó á lo menos de reducirlos Pero era una cuestion sobre la cual no se Á : ¡ á la inaccion. Rebolledo 31 hallaban de acuerdo nunca , puesto que Zea y ll, HISTORIA. 182 mIStÓRÍA DE CHILE. eran de parecer de que, para conseguirlo, lo mas conve- niente seria invadir su territorio continuamente con par- tidas volantes durante el invierno, y cortarles los víveres por el verano; y que Laso no opinaba lo mismo. Sin embargo en esta ocasion, que era oportuna , puesto que ya estaban en el mes de abril, dejó al maestre de campo seguir su idea y marchar contra llicura. Marchó Zea con designio de sorprender al enemigo; pero este, que estaba sobre aviso, habia puesto escuchas y centinelas por todas partes, y la marcha de los Españoles fué descubierta. Mataron estos ocho centinelas y luego finjieron retirarse, dejando una emboscada de trescientos auxiliares y cien Españoles. Los de llicura cayeron en ella y perdieron ochenta hombres muertos, y ciento y veinte prisioneros con algunos caballos, Verdaderamente son cosas, no diremos precisamente increibles, pero sí incalculables : los Españoles mataban yaprisionaban tantos Araucanos, cogian tantos caballos y ganados, que ni de hombres ni de estos animales debia de quedar uno en las tierras de los Indios. CAPITULO LVIIM. Exajeraciones de algunos historiadores. — Preparativos de Huenucalquin. — Vále á buscar Laso. — Operaciones de la campaña. — Socorro de tropa á Tucuman para someter los Indios sublevados. — Vuelve el gobernador á Santiago. — Sucesos de Rebolledo en San Felipe, y de Zea por Arauco. — Nueva campaña hecha por el gobernador. — Su éxito, ( 1632—1634.) Digámoslo, aunque nos pese, la historia se resiente muchas veces de cierta exajeracion muy loable porque procede de sentimientos nobles y jenerosos. No dirémos que hay en los datos de don Santiago Tesillo ausencia de verdad, puesto que otros autores, y entre ellos Fi- gueroa, concuerdan con él, aunque parece que muchas “veces se fundan en sus mismas aserciones; pero lo cierto es que, segun las actas del cabildo de Santiago, el gober- nador habia salido de allí tan alarmado con los partes que le habian venido de los aprestos formidables de Huenu- calquin, que habiéndose puesto en marcha el 18 de no- viembre, el 24 ya estaba en Teno, el 7 de diciembre en Yumbel y el 25 de enero del año entrante 1632, en la Concepcion. Pero luego vió que le habian abultado mucho, mu- chísimo las fuerzas de Huenucalquin, y noobstante, aunque el virey del Perú le habia enviado un refuerzo de doscientos cuarenta hombres con pertrechos, aun ha- bia pedido refuerzos á Santiago , refuerzos que el ca- bildo, asesorado con la audiencia, no habia creido posible enviarle, en atencion 4 que estaban amena- 18h HISTORIA DE CHILE. zados de una nueva invasion de corsarios, y que ya los hombres que la ciudad tenia á su disposicion no eran de- masiados para vijilar mil y quinientos Indios y dos mil negros ,—enemigos domésticos, — que habia en ella. Estas son particularidades que aclaran mucho la ver- dadera importancia de los hechos, y, francamente, no pueden ménos los lectores de estar reconocidos 4 estas rectificaciones de los cabildos, puesto que por ellas pue- den formarse juicios mas exactos de verdad, sin admi- rar ménos los interesantes servicios hechos á la causa por ilustres militares, Igualmente, vemos que, el 17 y 23 de octubre del año anterior, el cabildo de Santiago ha hecho una especie de ley suntuaria , compuesta de catorce artícu- los, arreglando los trajes y otros gastos excesivos que acarreaba un lujo desenfrenado; particularidad digna de notarse en cuanto contrasta de una manera casi cho- cante con los apuros y apocamiento en que decian se hallaban aquellos vecinos ; y esta ley, creemos haberla visto atribuida al gobernador don Francisco Laso y á sus miras lejislativas, para las cuales tenia la misma ap- titud que para las grandes operaciones militares, sin que Tesillo haga mencion del cabildo. Enfin, el cabildo dice que desengañada S. S, de . Que no habia mucho que temer de las amenazas de los Indios, se habia mantenido en la Concepcion, sin salir. á campaña hasta el 26 de abril , Y que el 5 de junio ya se hallaba invernando en Santiago, Estas contradicciones son crueles, puesto que sabemos, sin que pueda quedarnos jénero de duda, que Laso es- taba por Natividades en la Imperial; que envió 4 la otra parte del Cauten á Zea contra Putapichion; que CAPÍTULO LVIM. 485 hizo rescates , atrajo Indios á la paz, y se cogieron en esta campaña gran número de prisioneros, con presas . de ganados y caballos. ¿A quien creer en tales casos? — Á todos, salvo una ligera sustraccion. en la suma de exajeraciones. Porque cada cual cuenta su historia , y no podemos desconocer que Tesillo servia de cerca con el gobernador, á quien tenia un apego, que, tal vez, no le permitia de ver sus cosas si no es con anteojos de aumento. Otros autores, sin dejar de ser justos, y aun tambien entusiastas para con don Francisco Laso de la Vega, con- fiesan que era este gobernador mas rígido que concilia- dor, y mas militar que político. Ciertamente habia tenido grandísimas dificultades que vencer, y obstáculos que su- perar para poner las cosasde la guerra en el estado en que estaban en aquel entonces ; pero tambien habia sido par- ticularmente atendido por el conde de Chinchon, y ayu- dado por los cabildos de Chile. Bien que Laso se hubiese portado como buen caballero cuando la audiencia de Lima sentenció en su favor sobre la oposicion de compe- tencia entre él y la de Santiago de Chile, hubiera podido evitar estos choques teniendo presente que los cabildos hacian mucho mas de lo que les era buenamente posible con el mas admirable celo ; que lareal audiencia repre- sentaba muy de cerca la autoridad real , y que los veci- nos de Santiago, lo mismo que los habitantes de otras ciudades, no habian dejado de pagar la deuda grande de un ciudadano á su patria, sirviéndola con vida y bie- nes, ¿De qué importancia eran algunas excepciones, poquísimas, para fundar en una infraccion muy du- dosa., si se atiende á la real céduda de 1612 en favor de los vecinos de Santiago, un asunto gravísimo de estado? 186 HISTORIA DE CHILE. — De ninguna , y realmente Laso lo hubiera evitado, si á su noble enerjía militar, hubiese querido añadir un poco de sangre fria política. En primero de marzo, el cabildo de Santiago habia acordado conceder armas, pólvora y municiones, —al fiado por un año, — á los procuradores que le habian enviado con este fin las ciudades de Cuyo, Mendoza y San Juan , para defenderse,— si llegaba el caso, — contra los Indios de la Rioja y de Tucuman, que estab ( En la misma época, sin duda alguna, el virey conde de Chinchon habia pedido á Laso enviase,—noobstante sus propias necesidades, — un socorro de tropa á don Felipe Alburnoz, gobernador de Tucuman, para someter á estos mismos Indios que eran los Calchiaques. Laso cumplió con esta órden enviando al correjidor de Men- doza, don Juan Aldaro, con un escuadron á Tucuman. Pero cuando lo hizo, se hallaba en la plaza de Buena Esperanza , como lo dice Carvallo; y sin embargo , se- gun Tesillo, una de las grandes atenciones que llamaban ahora el capitan jeneral á la capital, era el dar compli- miento á esta misma órden del virey. Ciertamente, el punto donde estaba Laso entonces importa bastante poco al fundamento de la historia ; pero por otro lado, anuncia cierta composicion en el plan del relato, que puede, tal vez, causar alguna confusion en el órden de los hechos ; bien que en esta circunstancia no la haya. En efecto, el escuadron que fué al socorro de Tu- cuman produjo el resultado que se pedia , cooperando eficazmente á la sumision de los Calchiaques, en la que tuyo gran parte el jeneral don Jerónimo Luis de de Ca- brera, no solo con su persona sino tambien con sus bienes, ON EA CAPÍTULO LVHI. 487 Estos Indios, despues de sometidos, fueron tras- feridos 4 Buenos Aires, en donde se fundó con ellos la poblacion de los Quilmes. Parece, entre tanto , que mientras el gobernador es- taba en Santiago, Putapichion y Huenucalquin conti- nuaban pasando y repasando el Biobio, mal que le pesase al sarjento mayor Rebolledo; el primero por la frontera de San Felipe, y el segundo por la de Arauco. Era un modo muy particular de hallarse aterrados. Picado Re- bolledo de estas burlas , pasó el Biobio con una columna - lijera por la plaza del Nacimiento, y en Puren , entró en la ciénega, á cuyas orillas vió las balsas de los enemi- gos. Con esta descubierta aguardó la noche, pasó el lago con su tropa, y al amanecer cayó sobre las casinas en las cuales cautivó unos cien hombres y mujeres, y dejó á otros muertos. Despues de lo cual quemó las habita- ciones y cuanto tenian los Indios, que quedaron tan ate- morizados , dice Carvallo, que durante mucho tiempo no se atrevieron á asomarse á la frontera. Sin embargo , uno de los prisioneros que Zea habia hecho en llicura le dió parte de que en los montes de Puren habia un lugar muy oculto , guardado por muthas centinelas avanzadas, y que servia de punto de reunion á aquellos Indios guerreros. Este prisionero delator de los suyos queria gozar pacíficamente en el seno de su fa- milia, cautiva tambien, de la paz que le ofrecian, y se aventuró á servir de guia á los Españoles en esta expe- dicion. El maestre de campo destacó al teniente Muela con cuatrocientos auxiliares y doscientos Españoles. Con Muela iba tambien un capitan de auxiliares llamado Phe- lerengel. Marcharon sijilosamente y llegaron cerca del sitio indicado , en donde habia una parte de los Arauca- LA HISTORIA DE CHILE, nos resueltos á marchar contra Arauco. Se echaron de repente y por sorpresa los Españoles sobre ellos, mata- ron unos setenta é hicieron cien prisiqneros. Espárcese esta noticia, tocan al arma los Indios, salen los setecientos y siguen á Muela, que ya se retiraba con órden. Le pasan á vanguardia , se situan ventajosamente y empiezan una accion contra los Españoles. Por des- gracia, aquel dia, llovia copiosamente y las armas de fuego les eran de muy poca utilidad, por no decir de ninguna. Por consiguiente, tuvieron que batífte al arma blanca; pero aun conservaban ventaja, y el enemigo se hacia ya atrás ; mas fué para volver 4 la carga con mas ímpetu á fin de romper las filas PS intento que no consiguió, porque los Españoles, ¡ firmes como rocas. Retroceden segunda vez los Araucanos con el mismo designio, y los Españoles, que por lo malo del terreno no podian tenerse en pié , ni hombres ni caballos, empezaron á retirarse. Pican los Indios la retaguardia y cargan en diferentes puntos hasta cinco veces, cuando ya á los Españoles se les caian las armas de las manos por el frio que les cortaba la respiracion; de suerte que treinta Españoles murieron en esta ocasion , y otros mu- chos despues, á consecuencia de las fatigas y de la incle- mencia de los seis dias que habia durado esta expedicion, escrita por este tenor de la misma mano del maestre de campo Zea (1). Al mes de julio siguiente, destacó Zea otra' columna de cuatrocientos Españoles y cien auxiliares sobre Puren, y esta columna volvió á los catorce dias con ochenta y siete prisioneros y trescientos caballos, habiendo muerto á (1) Figueroa, cuya narración adoptamos, añade que ya los combatientes no - se daban cuartel, A A CAPÍTULO LVII. s 189 muchos enemigos, de los cuales, por esta parte, ya no se vió ninguno hasta en el mes de agosto (1). Es decir que por ninguna parte habia ya que temerlos, pues por San Felipe, Rebolledo los habia arrojado á la Imperial. Y con todo eso, Tesillo, que pone el hecho de llicura en el mes de julio, dice : « que no habia que- dado que hacer á las armas españolas hasta el de agosto. » ¡ Qué ceguedad ! | : Mientras tanto, don Francisco Laso de la Vega lle- naba sus deberes de presidente de la real audiencia de Santiago; y como ya estaba en el tercer año de su go- bierno, conocia mejor la naturaleza de los hombres y las cosas del reino de Chile. Justo con todos los que pedian justicia, mezclaba con ella una particular benevolencia hácia los hijos del país, y empezó á ser mas querido ; por- que hasta entonces, este ilustre gobernador habia inspi- rado mas respetó que sentimientos de afecto, por la razon de que era mas imponente que llano, sintiéndose siem- pre revestido de la severidad que dan al exterior cuida- dos abstractos y serios. La autoridad que le daba sobre los ánimos su acierto en operaciones militares, nadie re- cordaba la hubiese gozado ninguno de sus predecesores. A 16 de noviembre , se fué de Santiago á Yumbel, sin que se hubiese sabido la causa de esta marcha repen- tina. Sin ninguna duda , dice Perez García, tuvo aviso secreto de algunas de las correrías felices de Huenucal- quin , de que habla tanto Molina ; pero, sea lo que fuere, todo el mes de diciembre lo pasó en paz, bien que 0cu- pado en preparativos para salir 4 campaña. Segun Gar- (1) Tosillo. — Estos prisioneros contradicen á Figueroa. ¿A quien creer? Francamente y en conciencia, á este, Vemos demasiada exaltación en Tesillo, y algunas veces, poca sinceridad. 190 : - HISTORIA DE CHILE. cía , reunió mil y quinientos hombres, pasó el Biobio en - busca de Huenucalquin ; no le halló, y se contentó con hacer trescientos prisioneros en Repocura. El 26 de abril 1633, ya se hallaba de vuelta en la Concepcion, en donde se mantuvo hasta el 23 de junio , en que las cre- cidas de los rios habiéndolos hecho invadeables , volvió 4 “invernar en Santiago. El 29 de julio, llegó á esta capi= tal ; visitó el partido de Aconcagua el dia 20 de octubre; volvió á salir para la Concepcion el 17 de diciembre , y llegó á esta ciudad á la entrada del año 163). Así se pasó el verano de 1633, segun García ; pero Tesillo es algo mas explícito. Segun él, el gobernador, habiendo salido á campaña á principios de enero, y des- pues de haber concentrado sus fuerzas en Negrete, mar- chó sobre el rio Coypú, á orillas del cual se acuarteló. Desde allí dió órden 4 Rebolledo para que marchase con toda la caballería contra Pellaguen , confinante á Puren, y tan tenaz en la resistencia como esta. Rebolledo tuvo poco ó nada que hacer en esta marcha, por la razon de que los enemigos estaban ocultos en los montes. Algunos temerarios hubo que quisieron oponérsele y perdieron la vida en la demanda; otros fueron cogidos, y con estos y algunas familias , se incorporó con el jeneral en Coypú. A su vez, Laso marchó con todas sus fuerzas á Puren, ' con el solo fin de molestar á los Araucanos cortándoles los víveres, que es lo que mas sienten. Sin embargo, no se mostraron en masa, sino por pequeños destacamentos diseminados por todo el terreno que ocupaba el ejército. español. A fuerza de ser molestados , algunos se acojie- ron á la paz, y entre estos, uno fué un principal cacique llamado Guayquimilla , con setenta personas de su fami- CAPÍTULO LVIHHL. . 191 lia y allegados. A pocos diag, se creyó Ó se supo que esta acojida á la paz no era sincera y sí finjida, y el gobernador mandó prender á Guayquimilla, el cual vi- vió y murió en una cárcel con muestras de cristiano. Pensando en retirarse, no quedándole nada que hacer allí al ejército, el jeneral mandó disponer, el dia mismo de la salida, una emboscada de cuatrocientos Españoles y auxiliares al mando del capitan Vazquez de Arenas, en la cual cayeron los enemigos dejando algunos muer- tos y muchos prisioneros. Es increible cuan fácilmente caian los Araucanos en emboscadas, por mas que esto les habia sucedido tan frecuentemente. Es una particula- ridad que ensalza, mas que otra alguna , el valor arro- jado de estos intrépidos guerreros. El gobernador mandó dar muerte á estos infelices prisioneros (1). (1) Tesillo, — Bien habíamos pensado, dando crédito á Figueroa cuando nOs aseguró que ya no se daba cuartel. Lo mas increible es que Tesillo aplaude esta accion de Laso, diciendo que se debia hacer lo mismo con todos. CAPITULO LIX. Nuevas sorpresas de los Indios.— Putapichion se prepara á salir con grandes fuerzas á campaña. — Vale al encuentro Laso; pero no le espera el jefe araucano. — Dispersa este sus fuerzas. — Causas de las malocas y correrías por parte de los jefes españoles. — Diferentes correrías y sucesos de Laso hasta que regresa á la Concepcion. PA (1634.) El gobernador se retiró para la Concepcion, y apenas habia vuelto las espaldas, cuando los pobres Indios sa- lieron de los montes para ver si les habia quedado algo y para levantar otras habitaciones, puesto que todas las que tenian estaban abrasadas. Se hallaban ocupados en esta faena con una perseverancia admirable, y en medio de ella se vieron de nuevo asaltados por setecien- tos Españoles y auxiliares que el gobernador echó sobre ellos, desde que supo que habian salido de los montes. Esta nueva expedicion regresó al cabo de nueve dias con ochenta prisioneros y trescientos caballos. ¿No seria tal vez esta expedicion la repeticion de otra? — No. Nos hemos asegurado bien de ello, real- mente cansados de asentar las mismas acciones y los mismos resultados por todos lados, sin fin ni objeto posi- bles. Pues aun, el gobernador volvió atrás, antes de verificar su regreso á la Concepcion, con la noticia de que Putapichion se preparaba á salir con nuevas y mayo- res fuerzas á campaña. Salió aun otra vez de San Felipe, y tomó posicion sobre el rio de la Laja; pero Putapichion, lejos de presentarse, dispersó su ejército. Para asegu- BE A CAPÍTULO LIX. ' 193 rarse mas del hecho y experimentar la fidelidad de los de Puren que últimamente se habian acojido á la paz, los envió mezclados con auxiliares experimentados á Pu- ren mismo, y surtieron tan bien, que á los siete dias, volvieron con cuarenta y cinco prisioneros mas, los cua= les confirmaron la noticia de la dispersion de las fuerzas de Putapichion. Con esto Laso se retiró tranquilo á la Concepcion. Allí, su espíritu activo se ejercitó en obras de utilidad. La falta de un almacen de pólvora y las continjencias desgraciadas á que esta falta podia dar lugar, llenaron su atencion, y mandó construir una casamata para este objeto. Tras de esto, hizo un arsenal de artillería que no existia ; un cuerpo de guardia y una sala de armas, que podia competir con las mejores de Europa. Estas cons- trucciones militares ocasionaban necesariamente las de otras casas para empleados, y contribuian á hermosear la ciudad que, como ya hemos dicho , era no solo capi- tal de las plazas de la frontera, sino tambien puerto de mar, y merecia poseer la real audiencia, dice Tesillo, el cual parece persuadido que ha sido una equivocación el ténor de la real cédula que la hizo restablecer en San- tiago, á donde necesariamente los gobernadores tienen que ir para presidirla ; cosa irregular que carece de fun- damento, y causa graves inconvenientes. Estaba pues el gobernador por abril en la Concepcion con pocos ánimos para bajar á Santiago por causa de su salud delicada ; pero por estosmismo, la Concepcion no le era muy favorable, puesto que el invierno aquí es mas riguroso con lluvias y vientos del norte. Sin em- bargo, tanto hicieron la audiencia y el cabildo rogán- dole fuese, que al fin, se resolvió 4 ir. Y este es el caso a h9h HISTORIA DE CHILE. de decir que hay grandes inconvenientes en este viaje, puesto que la ausencia del jefe del ejército puede acar- rear graves resultados. Esta ausencia tiene lugar justa- mente durante la distribucion de los situados, y no es difícil comprender que estas distribuciones serian mucho mas satisfactorias para todos los interesados en jeneral, pero particularmente para los mas humildes , si la pri- mera autoridad estuviese á la vista. En esto se distinguió mucho un gobernador interino , ministro de la audiencia, Merlo de la Fuente, y no menos su sucesor el ilustre Xara Quemada. Laso hubiera querido imitar á estos brillantes modelos, y hubiera querido que los otros cabos del ejér- cito tuviesen la misma noble ambicion; pero parece que, lejos de tenerla, tenian otra tal vez diametralmente opuesta, é increible en militares de tanto honor. Laso quiso poner remedio á este abuso de la baja codicia; pero el mal estaba demasiado arraigado. Sin embargo mitigó sus malos efectos, mandando por bandos que entrasen víveres todos los que quisiesen , con tal que en pagó recibiesen dinero y no jéneros de tráfico. Pero ra sido preciso para la exacta «ejecucion de sus s que se hallase en todas partes, por la razon de que los jefes y capitanes eran los que las infrinjian mas fácilmente , y con mas ventajas , en los fuertes y plazas de la barr sin temor de comprometer su honra ni OU Or E0 vento e sonidos desprecio á los Indios por los Españoles fra el conocimiento que tenian de su codicia, codicia que era el móvil principal del ardor con que ejecutaban malocas, saqueos y hacian , Prisioneros de ambos sexos. Estaban persuadidos los " Araucanos de que los maestres de campo, sarjentos mayores y capitanes no querian guerra con ellos si no era por estos fines, y que el jefe de cada correría y sa- queo se aprovechaba solo de la presa ú del botin que hacia, con el objeto de comerciar fuera del reino. Por esto se ve cuan acertado iba el P. Luis de Valdivia en sus principios Ó motivos, y en sus fines; y el estar de acuerdo con él, como lo hacen Tesillo y otros, en los pri- meros condenando los segundos, no lleva camino, ni esto se llama raciocinar, sino hablar con pasion , jénero de yerro que puede ocasionar tantos males, y los oca- sionó , sin duda alguna , como la ciega codicia de enri- quecerse. 5 + Por fin, la real audiencia, el cabildo y los vecinos de Santiago tuvieron el regocijo de ver llegar al ilustre Laso, á la entrada del invierno de 1631. Desde allí, sin dejar de dar mucha atencion á los asuntos civiles, no descuidaba los militares. Putapichion se hallaba enton- ces retirado del otro lado del Cauten , á la falda de la cordillera, en comunicacion con Antiguenu , otro cacique de renombre que tenia bastantes hombres bajo sa mando. Esta posicion la habia escojido Putapichion como inacce- sible por lo estrecho y difícil de las gargantas montuosas que conducian á ella. El gobernador le tenia muchas ganas á Putapichion. Realmente, no podia olvidar Laso que este valiente Araucano, de quien Tesillo habla con tanto desden, le habia quitado en cierta ocasion su capa de grana. Como decíamos, le tenia ganas y meditaba su ruina. Con la noticia de la posicion que ocupaba Pu- tapichion, envió órden al sarjento mayor Rebolledo, desde Santiago, para que le fuese 4 desalojar, si po- dia. Rebolledo obedeció; pero cerca del Biobio, lo descubrieron las centinelas araucanas desde las alturas e E A HISTORIA DE CHILE, a Netimiento y creyó deber retirarse á San Felipe. An nimados « con esta retirada los enemigos, treinta (1) temerarios de entre ellos tuvieron el arrojo de adelan- tarse hasta los potreros españoles para llevarse caballos; pero Rebolledo, ya prevenido de su audaz proyecto, habia mandado al capitan Domingo Parra de una com- pañía de auxiliares de San Cristóval, que fuese con sus soldados y algunos arcabuceros , todos montados, á cor- tarles la retirada. Ejecutó muy bien Parra esta órden, y encontró á los treinta valientes Araucanos cerca de las orillas del Itata. Bien que las fuerzas españolas fuesen muy superiores, los Indios las arrostraron, y se batieron quedando todos ó muertos ó prisioneros sin que se sal- vase mas que uno solo que corrió á llevar esta noticia á los suyos. Los Españoles y auxiliares tuvieron algunos heridos. Muchísimo se holgó Laso con ella cuando la recibió por su lado. Muy luego salió de Santiago para la Con- cepcion , en donde se halló con cincuenta caciques de la Imperial que venian á pedirle paz, movidos del temor d maltratados aquel verano, dice Tesillo, el cual añadal « : porque por bien, no es posible se consiga cosa loable desu natural. » — Semejante ceguedad es increi- ble en un hombre de mérito que ha llenado pájinas, ele- gantemente escritas, de rasgos de resistencia heróicos, al paso que en los cuatro últimos años de defensiva no se vé apenas uno ; increible en un hombre que confiesa que la codicia es el gran móvil de malocas y correrías, y que el uso que hacen del botin los que las mandan los hace despreciables á los ojos de los mismos Araucanos. (1) Carvallo dice dos, que salieron á su encuentro, al parecer, con el solo objeto de hacerse matar, probando cuan poco se les daba de morir. AA A CAPÍTULO IX. MO Pero dejemos reflexiones inútiles cuando tenemos de- trás de nosotros un rastro de pruebas eternas de que no hay para que leer seriamente los recopiladores de aquel tiempo. Exceptuando Figueroa, —bien que algunas veces caiga en contradicciones bastante singulares ,— y €x- ceptuando á los jesuitas , con particularidad á Ovalle, todos los demas ó faltan de sinceridad , Ó de consecuen- cia, Es materia imposible el sacar en limpio qué querian 6 qué pensaban algunos de ellos, ¿Porqué, — dice Fi- gueroa ,—no queria la paz Putapichion?-— Porque pre- feria la guerra á la esclavitud. E Salió.pues Laso en los primeros dias de enero de 1634, de la frontera de San Felipe, y, al mismo tiempo, salió Rebolledo de Arauco para marchar por las cimas de San Jerónimo á Puren, para incorporarse con el jeneral. Alonso Villanueva Soberal, que habia remplazado á Rebolledo en San Felipe, de sarjento mayor, Como Rebolledo habia remplazado al maestre de campo Zea en Arauco, tuvo la misma órden. Estas fuerzas se diri- jian sobre Puren con intencion de asolar enteramente la provincia, y no dejar hombre vivo (1). El plan era que las fuerzas de Arauco y les de San Felipe llegasen de golpe á Puren el mismo dia para empezar sus Opera- ciones simultaneamente en diferentes puntos. Rebolledo debia operar á la ig .% Utanlevo, y Villanueva en la misma cienega, pleg despt Jes uno y otro á la casa vieja de Puren. En cuanto 4 Laso, este escojió para sí caminos desu- sados , y escondidos, tan llenos de pantanos y de obstá- (1) Los ardides son los mejores medios y los mas eficaces para la conversion y quietud de estos rebeldes, quitándoles hijos, 9 emp 4 E á ellos mismos bajo el yugo tremendo de la esclavitud.— Tesil 32 ad JJ, HISTORIA. A E HISTORIA DE CHILE. culos, que temió no llegar á tiempo 4 Puren. En esta marcha , él mismo ayudaba á los trabajadores á allanar las dificultades casí insuperables de la ruta, animando á sus soldados no solo con la yoz sino tambien con su ejem- plo. Es de advertir que el gobernador habia mandado pasar todos los prisioneros á cuchillo, se entiende los de armas tomar. En pr Apesar de todas estas medidas y precauciones, el resultado no llenó enteramente las esperanzas de Laso, por la razon de que los descubridores del trozo de Arauco se encontraron con batidores araucanos, De suerte que fué preciso batirse, dando la alarma estos últimos, Sin embargo, aun se hicieron sobre cincuenta cautivos, y se dió muerte á treinta y cuatro combatientes, Incorporado Laso con todas sus fuerzas en la casa vieja de Puren, en aquel dia y en el siguiente, los Es- pañoles abrasaron todas las legumbres y productos de aquel ameno y delicioso territorio , transfiriendo los apo- sentos de un punto á otro luego que asolaban el primero. Durante esta operacion , Vinieron al campo español muchos Indios y mujeres, los primeros con mensajes , y las mujeres para hacer súplicas al gobernador por el buen trato de los prisioneros. En vista de que algunos pedian la paz, rogando que suspendiesen los Españoles el asuelo de sus tierras , Laso mandó suspender la eje- cucion por tres dias, | A este propósito, Tesillo suelta una tirada que real- mente no nos atrevemos 4 calificar por temor de llamarla implicitamente odiosa, Segun este autor, la virtud mili- tar de Laso, — fidelidad 4 sus promesas, — era ociosa con estos rebeldes, en quienes no habia fidelidad, y era cosa dura que España guardase su palabra con ellos, CAPÍTULO LIX. 199 sin que ellos la guardasen nunca con España, llamán- dolos por último monstruos, é hijos de la ambicion. Viendo el gobernador, al cabo de los tres dias de sus- pension , que los mensajeros de paz no volvian , mandó continuar el asuelo aun con mas rigor que ántes, si era posible. Los Araucanos miraban desde lejos , reunidos en grupos, la ruina de su hermoso suelo cuyas cosechas - > aquel año hubieran sido abundantísimas en exceso, $ tanto mas , cuanto despues que habian hecho las bras, sus habitantes habian disminuido considerable mente en número, por los muchos que las armas esp - holas habian muerto y llevado á cautiverio, sin contar otros, que con este temor se habian expatriado ó mudado de morada. Bi Mientras tanto, un cacique de Puren, llamado Lianca, que era uno de los que habian venido con propuestas de paz, hacia cuanto podia para que los suyos se acojieran á ella; pero el venerable Lianca perdia el tiempo. Segun decia este, sus paisanos no la aceptaban porque preferian morir á ser esclavos, y que por eso debian reunirse allí en el mes de marzo, con el fin de preparar la venganza desus ultrajes ó perder con gloria la vida. Sin embargo, Lianca consiguió volver con algunos otros á presencia del gobernador, y les arengó él mismo diciéndoles : « Decis que el amor de la libertad os impele á la - guerra, tanto como la memoria de las agresiones y ul-= ' trajes que han venido 4 hacernos los Españoles. Eso seria bueno si los que están hoy aquí fueran los que han venido con Almagro, que rechasásteis valerosos; Ó los que vinieron con Valdivia, al cual habeis resistido , así como tambien á algunos de sus sucesores. Pero despues, 0S habeis acojido á la paz, y reconocido por vuestro señor 500 HISTORIA DE CHILE. al rey de España; y desde este punto somos rebeldes y por eso nos tratan como á tales. Hace cuatro años que os sustentais con yerbas del campo, porque vuestras cosechas os faltan, quemándolas y talándolas continua- mente los Españoles. De modo que todo cuanto haceis por la libertad os convierte en esclavos de esta libertad. Reconoced, al fin, al rey y ála razon. Lastimaos de vos- otros mismos y de vuestros hijos y mujeres, que necesa- riamente caerán en manos de los Españoles, ó morirán de hambre en los montes. Esto os lo digo por vuestro bien; en cuanto á mi, estoy resuelto á apartarme para siempre de vuestros levantamientos, » Así habló el sesudo Lianca y su discurso pareció , al principio , haber persuadido á los demas Indios. Pero se halló allí justamente un mestizo, del nombre de Chica- guala, que habia bajado de la Imperial, y que aun habia hablado el dia ántes con el gobernador. Este mestizo frustró el buen efecto de las persuasiones de Lianta,, in- citando á los otros á la guerra, y marchándose con la mayor parte de ellos. Lianca y algunos otros se acojieron á la paz, rogándole levantase en Puren , y poblase un fuerte de Españoles para protejerlos, Laso formó consejo para deliberar sobre este punto, y resultó que accedió á la súplica de Lianca y de los otros. No podemos ménos de notar aquí una de estas contra- dicciones increibles que quitan la voluntad de dar impor- tancia alguna á las opiniones de los escritores de aquel tiempo. Segun Tesillo, « este consejo de levantar y poblar un fuerte en Puren, era sospechoso , puesto que tuviese por objeto la paz; porque un proyecto de paz entre los que ganaban honra y riquezas en la guerra, no podia menos de serlo, Bien que no esté siempre en manos de los CAPÍTULO LIX, 501 hombres el asegurar la paz, cree dicho autor que mas de una vez ha estado en manos de algunos el excusar los desastres de la guerra. Es cierto que el fin 4 donde se encamina la guerra, es la paz; pero si esto se entiende y se hace en todas partes, no sucedia lo mismo en Chile, porque allí, de la guerra surtian para muchos los bienes y conveniencias de la vida, » Volviendo al asuelo de Puren, Laso lo mandó continuar durante todo el mes de enero; pero mientras tanto algunos Indios de paz le vinieron á dar parte de que los de guerra proyectaban echarse sobre Acauco. Laso envió á Rengel, capitan de auxiliares, con doscientos de estos y cien Españoles, á atajarlos. Marchó Rengel, y al paso por Ílicura, destrozaron algunas casinas y aprisionaron unas treinta personas con dos caciques. Despues de esto, continuaron sobre Arauco, pero no hallaron allí ene- migos. | En principios de febrero, levantaron el campo los Españoles y se pusieron en retirada. El primer dia, se notó la falta de un Indio ianacona, cristiano , y todos creyeron que sin duda alguna le habia cojido el enemigo. Ya lamentaban su desgraciada suerte, cuando hé aqui que llega Gurinamon, cacique de Puren, montado en un magnífico caballo y armado con brillantes armas de Europa (1), con otros cuatro, y con el Indio cristiano que se habia echado de menos en el ejército. Llega Cu- rinamon al jeneral, que le recibió con mucha cortesía , y le presentó el Indio ianacona , diciendo á Laso, que lo habia hallado dormido en un monte, y se lo traia por afecto á su persona , y noobstante los graves daños que les habia causado en sus tierras. (1) Quitadas á los Españoles, dice Figueroa. 502 HISTORIA DE CHILE, Este Curinamon deseaba la paz, y lo mas particular es que la deseaba contra la voluntad de su mismo padre, Para que la paz fuese duradera, decia él á Laso, seria preciso levantar las antiguas ciudades españolas, y poblarlas con Españoles menos codiciosos y sanguinarios que los antiguos. Trayendo entre nosotros muchos Espa- ñoles, conseguireis mas fácilmente la paz porque muchos la desean. | - Tras de esto, Curinamon, que vió los ojos de envidia con que los oficiales miraban las hermosas y lucientes armas que llevaba, y que muchos le pidieron con pro- posiciones en apariencia ventajosas, las dió al capitan de la Lastra, de cuyas manos pasaron posterior- 4 las del marqués de Vaides, iS Entre otras cosas raras y notables de esta campaña, hubo una plaga de arañas, cuya mordedura, segun varios autores, daba la muerte á los soldados con síntomas de rabia, yéfiútctios murieron así; y esta fué una de las causas para apresurar la salida de Puren, en donde, por otra parte, se habia conseguido el objeto, puesto que los Indios de allí estaban resueltos á retirarse 4 la Imperial, y aun mas allá. En Micura, sucedia lo mismo, y ya esta provincia quedaba casi totalmente abandonada. En la retirada , á cada étapa se veian venir Indios 4 pedir la paz, movidos por el amor á sus hijos y mujeres cautivos; y muchos sin esto, ya cansados de padecer otros males, hacian lo mismo. Todo el mes de febrero , lo pasó Laso en San Felipe, hasta que pareciéndole oportuno el ir 4 ver lo que ha- cian los enemigos de la costa, fué y dió órden al maestre de campo Rebolledo que saliese con cuatrocientos Espa- ñoles, infantería y caballería. , llevando consigo á Aterica > . Y ¿CAPÍTULO LIX. 503 con quinientos auxiliares. Rebolledo marchó para esta expedicion y se echó de repente sobre Calcoimo y Ke- lomo, donde hizo todo el mal que pudo, y aprisionó cin- cuenta individuos, de los cuales era uno el famoso Guri- milla, cacique que habia hecho muchas correrías por las fronteras españolas, y cuya cabeza envió como pre- sente á los auxiliares de San Cristoval y Arauco, á los cuales Curimilla habia hecho mucho mal (1). (1) Sin duda, este es otro Curimilla, puesto que ya Perez García nos ha dado un toquí de este nombre por muerto, Igualmente, en esta campaña que concluye, el mismo autor nos cuenta que hubo en lliura un gran choque con Huenucalquin , el cual se defendió hasta morir. Tesillo no dice una palabra, ni vuelve 4 hablar de este jefe araucano, — Hay en esto reticencia de Tesillo. $ Ed ss CAPITULO LX. Laso en la Concepcion.—Recibe parte de una nueva tentativa de Putapichion. so ñoles y Araucanos. — Nombran estos por toquí á Curanteo. — Muerte de este.— Sucédele otro Curimilla. (1634.) pati € E Desde la Concepcion , 4 donde se retiró 4 fines de marzo , el gobernador informó al rey del estado en que se hallaba la guerra de Chile, exponiéndole que se nece- sitaban dos mil buenos soldados para darle pronto fin. Durante la cuaresma, no hubo un solo parte de agre- sion de los Indios ; pero la víspera de Pascua, llegó uno de Villanueva anunciando que Putapichion venia contra él con fuerzas imponentes. Laso le mandó en respuesta tomar posicion en la Laja, á donde llegaria él mismo muy pronto, y le cumplió su palabra juntándose con él muy luego en dicho punto. Bien que las fuerzas que tenia allí fuesen muy inferio- res á las que se suponian al enemigo, ya no habia lugar para pedir mas á Arauco, y se resolvió 4 esperarlo. Entre- tanto un auxiliar, llamado Mavida, activo y sagaz, que habia ido con veinte de los suyos á la descubierta , vió á orillas del Biobio los corredores de Putapichion en mayor número que los que él mandaba. En vista de ello, envió corriendo á pedir al gobernador un refuerzo de treinta, que le fueron destacados sobre la marcha y CAPÍTULO LX. 505 con los cuales entró en accion con los del enemigo, lo batió y le hizo algunos prisioneros , entre los cuales se hallaba un hijo del célebre Ancanamun , que el lector ha conocido. Uno de los que se salvaron dió parte á Putapi- chion de lo que acababa de suceder, y viendo este que su marcha estaba descubierta, se retiró desde allí mismo. Villanueva, que lo supo, le fué al alcance hasta Pella- guen ; se encontró con un trozo de Araucanos, mató á treinta y aprisionó cincuenta, de los cuales era uno un cierto Puelentaru, que gozaba de una grande reputacion militar. Pero aquí se acabó, porque el gobernador cayó gravemente enfermo y tuvo que retirarse á la Concep- cion por abril, en donde luchó entre la muerte y la vida, hasta el mes de agosto en que felizmente se hallaba en estado de buena convalecencia. Entonces, los médicos y los asuntos del estado exigieron que mudase de clima y salió para polio por mar hasta Valpa- raiso. Pero aquí, debemos de notar que si este viaje por mar era bueno para su salud, primer objeto sin duda alguna, tenia por otra parte Laso que dar cumpli- miento á una real cédula que habia recibido aquel año, cédula que el maltrato cruel que daban los encomenderos á sus Indios habia arrancado con cólera de manos del monarca, que exijia su cumplimiento con premura. Parece, en efecto, que el remedio era demasiado tar- dío ; que los abusos hechos con los Indios de paz estaban muy inveterados , sin que se viese provecho , cosa muy de notar, para los que cometian estos abusos. Ademas, no era fácil conciliar todo lo que mandaba la real cédula con los intereses públicos, y Laso se hallaba muy per- plejo. Sin embargo , animado de su celo y buenas inten- 506 HISTORIA DE CHILE. ciones, no solo tomó consejo de la real Audiencia y del cabildo, sino tambien de cuantos estaban en estado, por sus luces y conocimientos, de aclarar la cuestion, Pero tal fué la diversidad de pareceres que le dieron, que despues de haberlos tomado, se halló mas confuso que ántes; por donde se verá cuan difícil era el poner de acuerdo las miras ú las pasiones de los diferentes intere- 08. Por fin, concluyó el gobernador dando cumplimiento á dicha real cédula, es decir, dejando libertad 4 los In- dios; descargándolos del servicio personal, y de parte de los gravámenes de las tasas que pagaban, sin que esto surtiese mejor efecto en lo futuro, que lo habian surtido medidas análogas en lo pasado. Mientras Laso llenaba estos deberes en la capital, los comandantes de los fuertes hacian el suyo. Por setiem- bre, el maestre de campo y el sarjento mayor marcha- ron á Cauten, donde toma su fuente el rio de este nombre, que, como se sabe, es el de la Imperial, Putapichion se hallaba á la sazon entre este rio y la sierra 6 cordillera Nevada, combinado con Antiguenu, cacique rico y de renombre, y los dos mandaban fuerzas respetables. Marchó el ejército español contra ellos y apresó tres corredores , por los cuales se supo que un desertor auxiliar, llamado Pichiñanco, soldado de experiencia y de valor, se habia juntado con ellos. Estos jefes debian tener una asamblea al dia siguiente, cinco de octubre , con todos los de Pubinco en Curalab, con cuyo objeto se habian de reunir aquella misma noche en Con estos datos, los comandantes españoles resolvie- ron sorprenderlos , y para ejecutarlo, Rebolledo corrió CAPITULO LX. 507 4 Cauten con sus tropas, mientras Villanueva con las suyas caja de improviso sobre Elol, Hecha esta combina- cion de movimientos, se separaron los dos jefes espa- ñoles; pero Villanueva, antes de llegar al punto de reunion de los Indios, tropezó con una casina en donde habia treinta de estos y tuvo que hacer ruido batiéndose con ellos, porque opusieron una resistencia furiosa. De manera que el plan de sorpresa quedó desconcertado, y se limitó Villanuevaá los resultados ordinarios de algunos muertos y prisioneros, Desde entonces, ya no le quedaba que hacer en este punto y se fué 4 incorporar con Rebolledo, con el cual hizo su juncion muy á tiempo, puesto que este maestre de campo, habiendo destacado algunas partidas que- dándose con una reserva, se habia visto atacado con vigor por los Araucanos, los cuales recibian refuerzo casi al mismo tiempo que le llegaba á Rebolledo el del sarjento mayor Villanueva. Los Araucanos cargaron de nuevo; pero fueron rechazados , bien que se hallasen mandados, — á lo ménos así lo pensaron los Espa- ñoles, — por el mismo Putapichion que fué aun herido. en esta accion. Sea como quiera, si los Araucanos se retiraron, los Españoles hicieron lo mismo, bien que con ciento y cincuenta prisioneros y dejando solo tres muertos. Es cosa muy de notar que el autor que acabamos de citar y que no se halló en esta expedicion porque estaba en Santiago con Laso, dice que supo estos detalles por cartas de Rebolledo y Villanueva, cartas tan discor- dantes que le habia sido imposible, por de pronto, el formarse un juicio probable del hecho. Pero que esto no era de extrañar, puesto que estas disonancias eran muy 508 HISTORIA DE CHILE. frecuentes entre los diferentes comandantes del ejército de Chile, tan frecuentes como sus rivalidades y discor- dias. En este instante, recibió aviso el gobernador de que los Butalmapus habian nombrado por toquí jeneral á Curanteo , y con esta noticia reunió el cabildo para pedirle caballos de remonta, que él se obligaba á pa- gar muy en breve. El cabildo se los aprontó , y al punto el jeneral los envió á la frontera, quedándose él aun en la capital, en donde , el 1? de enero de 1635, fué convidado por los capitulares á presidir la eleccion de - nuevos alcaldes. Muy luego despues , recibió parte del maestre de campo con el relato de su nuevo encuentro con los Araucanos, en el cual habia perdido la vida el nuevo toquí Curanteo. Con esto, Laso se quedó todo el año en Santiago sin pasar á la frontera. i é CAPITULO LXI. Reúnense los Araucanos en Pelleguen con proyectos hostiles. — Sorpréndeles el maestre de campo.— Hace prisioneros, y atrae algunos Indios á la paz.— guenle los Españoles y rescatan los caballos. — Sale el capitan Mejorada de Castro hasta Osorno.—Castiga aquellos Indios matando á ciento, y se retira sin pérdida. — Entra el invierno. — Los Indios de Tirua quitan caballos á los Españoles. — Siguen las correrías, — Proyecto de repoblar á Valdivía.— Dilaciones.—Vuelve Laso á la Concepcion, á donde llega el 15 deenero 1636, (1635.) No habia desengaño posible para los Araucanos por la resolucion firme é irrevocable que habian formado de morir todos antes que rendirse. Por otro lado, tampoco habia desengaño posible para los Españoles, por la resolucion firme é irrevocable de los hombres de guerra que mandaban, de eternizarla por su propia honra y provecho. Estos son los dos puntos esenciales que la historia ha tenido hasta ahora que aclarar, y que quedan tan m mi- fiestos y patentes, que los lectores no pueden en concien- cia conservar la menor duda acerca de ellos y de la con- secuencia moral que se sigue. > A la entrada del año de 1635, habia discordia entre los Araucanos, introducida entre ellos por maña y des- treza del maestre de campo Rebolledo. Sin embargo, aun supieron concertarse, dándose punto de reunion en Pellaguen para caer sobre Arauco. Recibió aviso de este proyecto Rebolledo, y con mucha cautela y silencio se echó de improyiso, con una columna lijera, de 510 HISTORIA DE CHILE. sobre ellos, los sorprendió , y aprisionó cincuenta indi- viduos y á un cacique. Algunos otros se acojieron á la paz, y uno de ellos fué el cacique de la parcialidad , llamado Guarapil, con toda su familia. El maestre de campo regresó con quietud á Arauco. Con todo eso, de allí á pocos dias, un AA de eñemigos sorprendió con éxito á los auxiliares de Cu- rilebo, y se llevaron un buen número de caballos. Toca- ron generala, se formaron los soldados Españoles, los persiguieron, los alcanzaron en Puren, cojieron á cinco de ellos y rescataron los caballos. Estos cinco prisione- - ros contaron que los suyos se preparaban á atacar la reduccion del general auxiliar Catimalá con quinientas lanzas ; y Rebolledo volvió á salir para Calcoymo, y con - emboscadas consiguió cojer á doce corredores enemigos, los cuales confirmaron la noticia de que cerca de allí reunidos ochocientos combatientes araucanos. La noche se acercaba , y Rebolledo temió que los enemigos recibiesen nuevos refuerzos para el dia siguiente, te- niendo , por otro lado, un mal terreno que podria serle ventajoso. En consecuencia, se retiró en buen órden todas sus fuerzas bien concentradas á tierra llana, destacando al Indio auxiliar Marinau á los altos de Puren para que desde allí vijilase los movimientos del enemigo. Este auxiliar dió parte al maestre de campo de que en efecto sabia con certeza que mil caballos iban á cargar el campo español, y Rebolledo creyó deber retirarse á Arauco , á donde tuvo el buen éxito de llegar sin ser atacado. En la isla ici de Chiloe, habia , en Castro, unos cien soldados de caballería, y en la de Galbuco, unos setenta de infantería, con las miras unos y otros, mas CAPÍTULO LXI. 5141 bien de vijilar los Indios de paz y la seguridad de los moradores españoles, que para hacer correrías entre los guerreros vecinos de Osorno. El gobernador tenia moti- vos recientes de quejá contra estos, y envió órden al capitan Sanchez Mejorada, que era gobernador allí, para que saliesé con sus fuerzas á castigarlos. Salió Pedro Mejorada, y llegó hasta Osorno, apesar de una grande resistencia, dando muerte á ciento de los enemigos y retirándose él luego sin pérdida notable, Entretanto, llegaba el invierno, ya estaban á fines de marzo, y queriendo aprovechar el poco tiempo que que- daba, Laso envió órdenes para que el ejército hiciese una campaña. Salieron el maestre de campo y el sarjento mayor, el primero contra Pellaguen ; y el segundo contra Utamlevo. Despues de haber cautivado ciento y cincuenta individuos, con muerte de otros veinte, se reunieron en elestero de Lumaco, reconocieron Puren y la Cien no hallaron 4 nadie en toda la provincia, con lo cuai se retiraron á sus cuarteles de invierno, que se anunció tan riguroso, que en los meses de mayo y junio ni una partida lijera pudo salir 4 campaña. Pero al parecer, los rigores del invierno no arredraban tanto á los Araucanos como á los Españoles, puesto que algunos de Tirua, que eran los mas cercanos por la parte dela costa, llega- ron á Arauco y hasta el fuerte de Colcura, y se lleva= ron de una reduccion de Indios amigos hasta cincuenta caballos. Picado Rebolledo , salió, á pesar de las incle- mencias del cielo, hasta Tirua mismo, pasando el rio en balsas con una partida lijera, y tanto se internó, que tuvo tiempo el enemigo para reunir quinientos comba- tientes. Gon todo, Rebolledo se mantuvo firme, y los Españoles se batieron con tanto ánimo, que mataron á 512 HISTORIA DE CHILE. treinta de los enemigos, y cojieron trece con mas de cien mujeres y niños. Por parte de San Felipe , Villanueva destacó alguna jente con un ayudante, y un Indio prisionero por guia, para que fuese 4 destruir algunos ranchos enemigos que habia por encima de Puren. Llegaron los Españoles y hallando los ranchos despoblados, continuaron su mar- cha hasta Cauten, en donde cojieron cuarenta mucha- chos, y mataron á veinte Indios, pero tuvieron que reti- rarse apresuradamente porque los enemigos se pusieron en su alcance. En Malloco, se atrincheraron en un des- filadero, en el cual se defendieron tan bien, que los enemigos se retiraron desanimados, dejando á los Españoles volver en salvo á sus cuarteles, En estos detalles de que abunda con demasiado exceso el gobierno de don Francisco Laso de la Vega, hay, e S oiegas del fastidio de la similitud idéntica de aconteci- ientos, similitud por la cual mas de una vez creerá el lector ver el mismo repetido por inadvertencia ; hay, de- cíamos , ademas de esto, la poca sinceridad de las narra- ciones, poca sinceridad tan manifiesta, que el lector mismo, sin querer, ve claramente lo que el escritor omite con mal acertada intencion, Llega por fin la primavera, y 4 primeros de octubre, sale el ejército á campaña ; pero la estacion bella se mos- tró tan horrorosa , que sus inclemencias de viento y tor- rentes de lluvia eran peores que las del invierno. Gon los mayores trabajos, llegaron los Españoles al rio de Coypú, infinitamente poco caudaloso en todos tiempos, pero tan soberbio en esta ocasion, que detuvo al ejército muchos dias sin que lo pudiese pasar. Duraban estas in- temperies, y, en lugar de disminuir, parecian cada dia CAPÍTULO LXI. 513 mas enfurecidas, en términos que los soldados y hasta los mismos jefes se hallaban abatidos y de mal talante. Sin embargo, los jefes la tomaron por punto de honor, y resolvieron el paso del rio con balsas improvisadas, y lo ejecutaron con pérdida de algunos ahogados, españoles y auxiliares. En Puvinco, distribuyeron las tropas en columnas para correrías, y estas llegaron hasta el rio Tabon, matando enemigos, aprisionando hasta ciento y veinte individuos, y llevándose muchos caballos y armas ofensivas y defensivas, Esta jornada fué llamada la de Mongon, por compara- cion de la detencion é inconvenientes que experimentó en ella el ejército á los que experimentan los navegantes al pasar el promontorio que hay desde Guayaquil al Ca- lao, por corrientes y vientos contrarios. De resultas de esta jornada hubo entre los oficiales y soldados tantos cuentos y chismes sobre el ánimo y desánimo que tales 4 y cuales habian mostrado en estos dias adversos, que : realmente se podia decir que era un puro influjo del. clima este estado de enemistad, y mas bien naturaleza que mal hábito contraido por el ejercicio de la envidia. En este mismo año, recibió el virey, conde de Chin- chon , reales órdenes concernientes á la repoblacion de Valdivia, como tambien las habia recibido el mismo go- bernador de Chile. Acerca de la ejecucion de este proyecto, estas dos primeras cabezas de gobierno no estaban enteramente acordes. El conde, que no conocia cuan importantes serian las fortificaciones de esta plaza, reputaba superfluo el gasto que se haria para levantar- las; y Laso, que conocia la importancia de dichas forti- ficaciones, pugnaba por que se levantasen noobstante que ocasionasen gastos, y buscaba medios y arbitrios 11. HisTORIA, : 33 514 HISTORIA DE CHILE. para conseguir el fin, que le parecia muy interesante. Tan larga fué la dilacion causada por estos debates, que hubo . lugar á que llegase nueva órden perentoria para que dicho proyecto se ejecutase. Tuvo que resolverse el virey, y despachó un navío á Valdivia, y al capitan de ingenieros y cosmógrafo mayor don Francisco de Quiros, con ór- den de sondar, demarcar y trazar, y, hecho esto, de pasar á la Concepcion á fin de comunicar sus planes al gobernador, Dió Quiros debido cumplimiento á esta Ór- den, y despues regresó al Perú para dar parte al virey de los resultados de su operacion. El conde, que habia. buscado sin fruto empresarios que quisiesen encargarse, mediante gracias y favores, de esta costosa obra, remitió su ejecucion al gobernador de Chile para que la hiciese por los medios que las reales cédulas expresaban, Este modo de dar cumplimiento á las reales cédulas era - + diferirlo de nuevo, puesto que no expresaban los medios que debian emplearse en la ejecucion de las obras pedi- das; y, tal vez, dar lugar á que en España. reflexiona- e - sen mas sobre la materia de que se trataba. - Tesillo dice, que acerca de esto, ha presentado alguna vez ciertas consideraciones á don Francisco Laso, el cual mantuvo con entereza, y aun con alguna severi- dad, la excelencia de su opinion. Si es cierto, dice este escritor, que un enemigo europeo puede entrar sin grandes dificultades en Valdivia, tambien lo es que no ignorará el arte militar lo bastante para fortificarse en dicho punto, sin probabilidad de conservarlo, y, lo que mas es, sin utilidad, aun cuando lo lograse. Y pro- siguiendo en la materia, el mismo autor opina que no habia que temer que los Indios fuesen mas inclinados á otros extranjeros que á los Españoles, como lo habian CAPÍTULO LXI, 515 manifestado con sus actos hostiles contra los piratas ho- landeses que habian llegado al mar del Sur en 1600. Como, en efecto, esta demostracion queda ya hecha, de muy atras, los lectores deben estar bastante entera- dos para formarse juicio por sí raismos de la importancia de la cuestion. En esto, el gobernador recibió aviso de que los Árau- canos se preparaban de nuevo á la guerra, y habian nombrado por general al intrépido Curimilla, y con esta noticia, salió Laso con la tropa que pudo juntar, el 22 de diciembre para la Concepcion, á donde llegó el 15 de enero de 1636, y de donde muy pronto se puso en cam- paña, ES CAPITULO LXII. Sale el gobernador de Arauco con fuerzas. Un prisionero auxiliar descubre su marcha al enemigo, y vuélyese á la plaza. — Sale de ella segunda vez para las tierras de Marinao. No le aguardan los enemigos. — Las fronteras que- dan casi enteramente libres de ellos por sus emigraciones hacia el Cauten. — Resolucion de leyantar dos poblaciones ; una á orillas del Coypú, y otra en Angol.—Va el gobernador á reconocer para leyantar planes, y se vuelve á la Concepcion sin haberlos ejecutado. ( 1636.) Despues de algunos dias de sosiego, el gobernador proyectó una expedicion á Pelulcura , provincia confi- nante á la Imperial, y llegó á ella con la espada desen- vainada causando espanto á los enemigos. Como habia reservas de dinero para pagar espías, Rebolledo, que era muy liberal de lo que nada le costaba, no las habia - escaseado. Por este lado, si los enemigos eran numero- 505, tenian mucha ménos aptitud militar por falta de ejercicio y experiencia. La víspera de Navidad, el go- bernador dejó la frontera de San Felipe al cargo de Villanueva con doscientos hombres, y salió con las de- mas fuerzas para Arauco (4). Para la segura ejecucion de sus planes, creia Laso que habia que temer unincon- veniente , el cual era la fuga de un auxiliar, llamado Cuero, que acababa de pasar al enemigo, y probable- mente no habria dejado de enterarle de los preparativos (1) Tesillo, — Por esta citacion, se ve el poco fundamento de unos ó de otros, — sino de todos, — de 108 escritores de la época : segun García, llega Laso á la Concepcion el dia 15 de enero 1636; — segun Tesillo , sale de pa que el 24 de diciembre 1 635.—¿A quién creer poe fortuna, esto im- * CAPÍTULO LXII. 517 de los Españoles para irle á buscar; pero noobstante , salió de Arauco con tropas españolas y auxiliares que componian una, fuerza efectiva de mil y quinientos hom- bres. El enemigo no estaba lejos de allí y sus batidores no tardaron en encontrarse con las descubiertas españo- las, á las que hicieron algun mal matándoles algunos auxiliares, y cojiendo prisionero á uno. Este fué causa de que esta leve circunstancia se hizo grave, diciendo todo lo que sabia de las intenciones y marcha de los Españoles; y, en efecto, los Araucanos, despues de haberle degollado, esparcieron la alarma entre sus guer- reros. Este malhadado azar obligó á Laso á volverse á Arauco con el fin de adquirir nuevas ántes de empren- der su expedicion. Para eso, destacó cien auxiliares con treinta tiradores españoles que fueron á la descubierta y cautivaron en Calcoymo á cinco mujeres y dos Indios, por los cuales supieron que el desertor Guero habia cau- sado mucho cuidado á los suyos anunciándoles la proyec- tada invasion de Pelulcura, bien que les pareciese in- verosímil. Con estas señas y otras, Laso envió por delante al teniente de auxiliares Munzibay con tres- cientos y ochenta de sus soldados y algunos tiradores españoles, y órden de ocupar todos los pasos y veredas; y él mismo le siguió muy de cerca yéndose á alojar en las tierras de Marinao cerca de Paicavi. Munzibay habia dividido sujente en columnas, de las cuales Longo de Gue, hijo del jeneral Catimalá, mandaba una de sesenta hombres. Este encontró , el martes 22 de enero á media noche, á diez enemigos no lejos del estero de Juan Agustin, y cojió á dos, por los cuales supo que los o 518 HISTORIA DE CHILE. Araucanos se hallaban reunidos en el Manzano, á dos leguas de allí. Longo de Gue pasó este aviso al goberna- dor, y simultaneamente al teniente Munzibay, que estaba apostado en el estero de Claroa con el resto de su tropa. Pero el enemigo, ya prevenido por sus ocho ba- tidores , se habia concentrado con todas sus fuerzas una legua mas atrás. El teniente Munzibay lo siguió con cautela hasta Copaybo, punto en donde se juntan los caminos de Relomo y Calcoymo, y lo alcanzó en un desfiladero donde se habia atrincherado, con toda su caballería desmontada que ascendia á trescientos hom- bres. Manzibay siguió este ejemplo, y con sus tiradores, iguió desalojarlo, matándole treinta y nueve hom- bres, y poniéndole en huida declarada. En esta huida, los Araucanos dejaron muchas armas y caballos. El co- mandante de los auxiliares envió incontinenti parte del hecho al gobernador por medio de uno de sus soldados llamado Quenterlu, — «¿Cuantos son los muertos? le preguntó el gobernador? —No tuve tiempo mas que para matarlos, sin pensar en contarlos,» respondió qu terlu. Si el gobernador se hubiese detenido tres dias mas en Arauco, sin duda alguna hubiese encontrado el ene= migo resuelto á esperarle, en atencion á que tenia dos mil guerreros de Calcoymo, Relomo, Pellaguen, Tirua, Repocura., la Imperial, Cauten, y Tolten, puntos que habia atravesado la flecha mensajera de la guerra , des- pedida por Marinao y por su hermano Curinamon. Pero ahora, ya Laso se halla desesperanzado de ver la cara al enemigo, y noobstante, siente tanto ver inutili- zados sus preparativos de campaña, que aun quiere hacer una nueva tentativa para atraerlo, Con este fin, simula CAPÍTULO LXII. 519 una retirada con gran ruido de tambores y clarines, ti- ros, y llamas de incendio, y hace alto cerca de orillas de un riachuelo. Desde allí, envia á Rebollec con mil caballos, Españoles y auxiliares, contra Pelul= cura, quedándose él con la infantería. Cada soldado de los de Rebolledo llevaba en grupa víveres para los dias que podia durar la expedicion. « Y aquella primera noche (dice Tesillo, en substán= cia), nos emboscamos en parte segura para la caballería, teniendo á espaldas un estero sin nombre, pero el cual, desde entonces fué llamado el estero de las Truchas, por la infinita abundancia que habia de ellas. Como capitan de caballos, me hallaba presente, y puedo ase; habia tantas, que obstruian el estero, y. los adios las pescaban con las mantas. » Desde la emboscada, destacó Rebolledo cien auxi- liares para ocupar todas las avenidas , y estos cojieron á cinco de los enemigos de la reunion de Relomo, que andaban reconociendo. A orillas del rio Tirua, nuestras descubiertas avistaron seis corredores; pero no les tiraron por no hacer ruido, cuidado que fué inútil porque en este mismo lance, se pasó al enemigo un ne- - gro, trompeta de la compañía de don 'Tomas Ovalle. Sin embargo, avanzó Rebolledo dejando los caballos de refresco á la orilla del rio con treinta hombres, La tropa lo pasó casi 4 nado. Los Indios auxiliares, qué iban de vanguardia, á penas se vieron á la otra orilla, desaparecieron á rienda suelta sin que nadie supiese quien habia mandado este movimiento desordenado. >El país, aunque montuoso, ofrecia veredas de buen piso, mas tan estrechas, que los soldados tenian que desfilar uno 4 uno. En algunas partes, hubieron de subir e 500 a HISTORIA DE CHILE. bajar por peligrosos precipicios. Ha sido caso verdade- mente increible y milagroso que en esta marcha el enemigo tuviese poquísimas fuerzas, porque lo teníamos ya sobre la retaguardia sin poderle hacer frente, y con solos cien hombres hubiera podido degollar fácilmente seiscientos que allí íbamos. » Los auxiliares , á lo que pareció luego, habian cor- rido hasta Pelulcura. Rebolledo, con algunos reforma- dos, habia esperado por los Españoles, y los capitanes Ura y Cavaleta, que iban de vanguardia, se le incorpo- raron , así como tambien Ovalle y Herrera, que manda- ban el centro; los primeros, á las cinco de la tarde, y estos, dos horas despues. El capitan Juan Vazquez de Arenas y yo llegamos mas tarde con la retaguardia, por- que nuestros caballos ya no podian mas de cansancio. > » Aquella noche la pasamos sobre las armas, y tuvimos que rechazar al enemigo, ya reforzado, por tres veces. Al amanecer, nos pusimos en marcha; pero luego hici- mos alto con gran temor de que muchísimas huellas de caballería que notamos de repente, y que indicaban que los caballos se habian dirijido á nuestras fronteras, fuesen de enemigos. Sin embargo, continuó la marcha , aunque con alguna zozobra, y á pocho trecho, avistamos á nuestros auxiliares, los cuales habian cogido en Pelul- cura sesenta mujeres y niños con tres caciques. Era ruin _ producto de una expedición tan premeditada y tan pe- noSa ; pero aun se consiguió que los Indios de Tirua. , de Calcoymo y de Relomo se fuesen retirando y emigrando hacia el Cauten. » Por todos estos infinitos detalles , invariables, inevi- tables y continuamente repetidos, vemos que las fronte- ras se hallaban ya libres de enemigos, y que si los Es- CAPÍTULO LXII. 529 de pañoles querian guerra, tendrian que irla á buscar bastante lejos. La primera consecuencia de esta situacion era que ellos ocupasen los lugares dejados por los Arau- canos, so pena de haber derramado sangre para fabri- car desiertos, y realmente este resultado no merecia la pena. Parece que Laso hizo la misma reflexion, puesto que dió parte al virey de este pensamiento, sujerido ya muy de antemano por el mismo conde de Chinchon al gobernador Laso. Porque es preciso confesar que este virey atendia con mucho celo á las cosas de Chile. En su tiempo y vireinato jamás se oyó la menor queja de ' olvido. Los beneméritos no tenian ni aun necesidad de solicitar recompensas exponiendo sus servicios; el virey los sabia y premiaba cuando ménos los interesa- dos lo esperaban. Es verdad que en gran parte esto era debido al celo del mismo Laso , que no perdia nin- guna ocasion de recomendarlos, manteniéndose él mismo en la mas atenta armonía con el virey, como hubieran debido hacerlo todos los gobernadores. El estar mal con los vireyes del Perú era calcular muy mal los intereses del reino de Chile. Sobretodo, el conde de Chinchon , sabido es, ha dejado un renombre glorioso, no solo en el Perú y en Chile, sino tambien en todas las Américas. Por fin, determinó don Francisco Laso levantar una po- blacion á orillas del Coypu, y otra en Angol. Se hallaba, por marzo de este año, en la estancia del m Rey proyectando una nueva expedicion ántes que el in- vierno volviese á paralizar todos sus movimientos, Su primer objeto era el reconocer el sitio en donde se ee trazar la nueva poblacion á orillas del rio Coypú, marchó con las fuerzas de Arauco y de San Felipe, reu- nidas en el Nacimiento, á Angol, en donde se alojó. Sus dh se 522 . HISTORIA DE CHILE, primeras disposiciones fueron, como era natural, ocupar las veredas y caminos por donde podian venir enemigos, y mandó que se diese este encargo á don Antonio de Novoa y á don Domingo de la Parra con docientos cin- cuenta auxiliares y algunos tiradores españoles, Estos capitanes salieron á reconocer, y se alojaron junto al estero de Caraupe. A tiro de mosquete de ellos se hallaban en aquella noche los enemigos; pero sin que ni unos ni otros lo supiesen. Al amanecer, los capitanes españoles se pusieron en marcha y llegaron á donde habian acampado y dejado rastros olvidando caballos y arreos. Es verdad que no eran mas que trescientos, mandados por Curinamon, y sin mas proyecto que ir á ver si podian robar caballos : en las fronteras. Tras de Noyoa y Parra, marchaba á cierta distancia el mismo gobernador, y oyendo este acontecimiento, lo achacó á descuido de los comandantes; pero estos dieron por excusa lejítima , que un auxiliar se les habia huido, y era, sin duda alguna, Bnica los habia descu- bierto al enemigo. El ejército continuó su marcha 4 Coypú. Allí, hubo pareceres diversos sobre la conveniencia y los inconve- nientes de aquel sitio para una poblacion. Al cabo de - disputas, no se hizo nada, y dieron los Españoles la. vuelta para la frontera. A fines de abril ya estaba Laso en la Concepcion, en donde habia dado cita para en el 8 de mayo, al maestre de campo y al sarjento mayor, ¿ En donde ha visto Molina que en la campaña de este verano, el arrojado Curimilla se hubiese atrevido á poner sitio á la plaza de Arauco? No lo vemos en nin- CAPÍTULO LXIL. 523 gun escrito, por mas que lo buscamos con cuidado por tener cierta desconfianza en la parcialidad de Tesillo. Lo mas extraño es que el mismo Perez García asienta este hecho, —refiriéndose á Molina, el cual añade : « que Curimilla fué muerto en un encuentro con el maestre de campo Zea. » ¡ Es así que Rebolledo habia sucedido á Zea, ya mucho tiempo habia, en este mando! CAPITULO LXIT. Continuacion del capítul a militar en la Concepcion, en la cual nada se resuelve, — e. se. á Santiago, — Consulta con la Audiencia y merece su aprobacion.— Jun espues, en el cabildo.— Vuelve el gober- nador por octubre á % mid on de Naucopillan. ( 1636.) Llega el dia 8 de mayo, dia de la cita dada por Laso en la Concepcion al maestre de campo y al sarjento mayor, y llegan Rebolledo y Villanueva. Forma el go- bernador consejo con ellos; con los capitanes mas anti- guos y con el veedor jeneral, proponiendo por discusion el proyecto de poblaciones en Coypú y Angol. Discútese este proyecto largamente; unos opinan por Coypú ; otros por Yumbel ; los mas son de parecer que el mas conve- niente sitio es Angol. Por fin, queda Laso tan irresoluto como lo estaba ántes , y pasa á Santiago para consultar sobre la materia á la real Audiencia y 4 los cabildos. Era lo mejor que podia hacer el gobernador, puesto que para las poblaciones proyectadas necesitaba nuevas levas y moradores, y un consejo de guerra no podia darle ni las unas ni los otros. Por fortuna, el proyecto parecia satisfactorio 4 todos, y, por su lado, el virey lo fomentaba por. todos los medios que podia, juntando - refuerzos para ir á apoyarlo á Chile, € invitando mora- dores de Lima á ir á poblar los nuevos establecimientos. Marcha Laso para la capital , llega felizmente, y, el 28 de agosto, entra en el cabildo, acompañado de un oidor y por el fiscal de la audiencia. En esta sesion , leyó Laso un manifiesto escrito , que ya en una junta prepa- é CAPÍTULO LXIIL. 595 ratoria que habia tenido con los ministros del mismo tribunal en su propia casa, habia merecido la aprobacion de estos. Este manifiesto contenia la exposicion de las operaciones militares, cuyos felices resultados durante los siete años de su gobierno eran debidos ,— decia Laso humildemente, —mas bien á la Providencia que habia mirado por los Españoles de Chile, que á sus mé- ritos personales. He pensado, — continuaba el gober- nador en su escrito, —que lo que nos queda que hacer es progresar, ocupando terreno y poblando, acerca de lo cual he sometido ya mis proyectos á S. M. y al virey conde de Chinchon, que los han honrado con su aproba- cion. Debo de añadir que mi mayor gozo , en este inte- resante asunto, es el verme apoyado por los altos pare- ceres de los señores ministros de la real Audiencia, cuyo profundo saber y celo por el servicio del rey y del Estado, son el mas cierto y seguro salvoconducto para alcanzar , en todo, un fin dichoso. Otros, sin duda alguna, mas capaces que yo, ten- drán la buena suerte de fijar la paz en este desgraciado suelo ; y lo que ha sucedido durante mi mando dá in- dicios de que así será. Este mismo parecer tienen los sabios ministros del alto tribunal, que tan de cerca re- presenta la autoridad del rey. Para la guerra, señores, se necesitan pando: y ninguno me ha llegado de España, por la razon de que la guerra del continente la puso en la dura necesidad de no enviármelos. Las fuerzas que espero del Perú serán tan cortas, que de poco auxilio nos servirán; y, con esta prevision , he traido en mis equipajes una caja bien provista para pagar liberalmente á cuantos quieran alistarse para servir á su patria. ¡Apresurémonos, se- « a 526 HISTORIA DE CHILE. ñores; el tiempo pasa, vuela y no volverá! Es cosa muy extraña que habiendo en este país tantos hombres mozos y robustos que no tienen oficio ni beneficio, y de los cuales muchos se hacen salteadores, ninguno se presente para ir á ser valiente con los valientes, en frente del enemigo, lejos del cual no hay valentía. Este es el punto acerca del cual llamo la atencion de Y. S., pidiéndoles empleen su celo y justicia en descubrirlos y entregárme- los, pues así lo exigen el servicio, las ordenes del rey y el deber mismo de Y. $. Con los nobles vecinos de esta ciudad, obraremos con la atencion que merecen; bien que estemos auto- rizados para hacer apercibimientos, no los haremos, puesto que estamos muy convencidos que de ántes ten- dremos que moderar su ardor, que excitarlo. Muy seguro estoy de que tan principales vasallos no pueden ménos de estar ansiosos de conservar el esmalte de sus blasones en todo su esplendor, yendo á pelear por la causa que tan valientemente han sostenido sus mayores, los cuales se los han dejado, A Y. S., señores, les toca el recordar este deber al que lo olvidase, si es posible que alguno de ellos se hallase en este caso; lo cual es mas que dudoso. Porque si se goza con derecho nobleza here- dada, no hay nobleza verdadera si no se adquiere con hechos personales. A estas palabras del gobernador, respondió el ca- bildo como le correspondia, con la mas digna expresion de reconocimiento. Reconocemos, dijo el orador, reconocemos con el mayor gozo, que Chile debe su salvacion, — despues de Dios, —á los siete años del inmortal gobierno de Y. $., y nuestro profundo reconocimiento ha pasado ya los CAPITULO LXIIL. 527 mares para ponerse á los piés del monarca que nos ha enviado en Y. S., como gobernador, un instrumento de la Providencia. Reconocemos con Y. S, que lo que nos queda que hacer es progresar y colonizar, y que para ello se nece- sitan soldados y moradores. Todos los vecinos de Santiago saben esto mismo , y todos se hallan dispuestos á llenar su deber respectivo, no solo por obligacion, sino por afecto y admiracion hácia el jeneral don Francisco Laso de la Vega, que los tiene tan llenos de entusiasmo como de gratitud. La mayor dicha de todo el reino de Chile seria de llegar al fin de nuestros males por manos de quien tan eficaces remedios ha sabido ponerles, que con razon le podemos y debemos llamar nuestro restaurador. En consecuencia, V. S. puede ver y calcular hasta donde alcanzarán la buena voluntad y los cortísimos me- dios de los cuatrocientos vecinos escasos que componen esta poblacion, Mucha razon tiene Y, S. en pensar y en esperar que los nobles habitantes no necesitarán de apercibimientos para cumplir con lo que 5. M. les ha mandado; pero ya Y. S, conoce que por mas que quieran aprestarse, las imposibilidades superan mucho á la buena determinacion , y demuestran que si no se buscan otros medios , todos estos, sirealmente los hay, serian muy insuficientes. Por lo demas, la antigua lealtad: de estos vecinos, las enormes contribuciones con que han asistido á los gastos de la guerra, la, sangre que ellos mismos y sus antepasados han derramado, todo esto, puesto en la consideracion de Y. S.,le dejará sin la menor duda de | que si no fuesen necesarios aquí para defender sus pro- pios hogares y protejer á sus hijos y familias contra 528 HISTORIA DE CHILE, enemigos domésticos, cuyo número es muy crecido , arderian por marchar á la victoria, infalible á las Ór- denes de Y. $. Estas son puras reflexiones que proponemos á Y. S. Vea si son justas. Disponga como guste y como puede de todos nosotros, que todos estamos prontos á seguirle y obedecerle. Es preciso confesar que en nuestra Moca, que se pre- cia tanto de diestra y de discreta , no se hallaria mejor orador militar, ni mejores oradores municipales. ¡Honor y gloria á Laso y á los capitulares de Santiago! Lo que la historia siente es no haber tenido respuesta de la Audiencia. Muy digna de leerse hubiera sido, si hemos de juzgar por el manifiesto y respuesta que preceden. Por fin, el gobernador consiguió solos cincuenta hombres con sueldo, y con ellos y algunos pocos mon- tados, salió, 4 fines de octubre, para la frontera á marchas forzadas, persuadido de que los socorros del Perú debian haber llegado ya á la Concepcion. Mientras tanto, Rebolledo habia atraido algunos na- turales de Tirua., Pellaguen , Calcoymo y Relomo á la paz. Otros se habian ido hácia la Imperial á reunirse con Putapichion, al cual se habian juntado Anteguenu y cues: En Hepocura , quedaban aun enemigos. E Perú no no llegaba, E Laso queria hacer ss emprendió y las Ss coniotos ya ' li- á pere c en esta misn 19, Époc ¿lola luto fuerzos del Perú con aviso de ando Cl rinchon de qu otros se iban á poner en marcha. CAPÍTULO LXIII. 529 En esto, se huyó un Indio de paz al enemigo y 0ca- sionó, divulgando los proyectos de los Españoles, una reunion de guerreros. Estos, en número de trescientos caballos mandados por Naucopillan, valiente guerrero y cacique de Puvinco, llegaron á nuestras fronteras. Villanueva envió á Parra con doscientos auxiliares y cin- cuenta Españoles á la otra parte del Biobio. Pasó el capitan Parra y dió con los enemigos en un paso estrecho - que llaman la Angostura, en el 0, en que acababan de pasar para retirarse , sin haber hecho nada. Por con- siguiente, no se hallaban reunidos ni en órden de ba- talla; de suerte que Parra los atacó con mucha ventaja. No obstante, Naucopillan hizo frente con denuedo, y se mantuvo firme hasta que quedó gravemente herido , y prisionero con veinte y tres de los suyos. Los demas se dispersaron, unos por el rio y otros á los montes, aban- donando armas y caballos. Este encuentro, que fué uno de los mas felices del tiempo de Laso, sucedió el dia doce de diciembre. Laso se alegró tanto mas con el buen éxito, cuanto Naucopillan era su enemigo muy perso- nal. Este prisionero le llevaron al fuerte de Buena Esperanza, y el gobernador fué allá muy luego para co- nocerle. ¡ Cosa rara! Naucopillan, viéndose en pre- sencia del gobernador, se echó á sus. piés. Laso le levantó, abraz de con fe e ha de ad, y diciéndole : ; « Advierte co1 ué facil acilidad la suer hace mudar de modo de pensar seg 13, HisTORIA. CAPITULO LXIV. eros pa de poblar en Angol. — Dase e á la obra. —Sus progressos. — Cae de nuevo enfermo el gobern — Se restablece y forma otros proyectos. —Salteadores á las puertas A A Concepcion.— Son descubiertos, cojidos , muertos y descuartizados, — Cojen los Indios cinco prisioneros de la plaza de Angol. — Muerte de estos. — Castigo frustrado. — Chicaguala. — Muerte de Naucopillan. o: de Angol. — Su reedificacion. — Regresa _ Laso á la Concepcion y á Santi ( 1637.) El gobierno de Laso no deja un momento de descanso niá la historia ni á sus lectores : guerra continua, guerra por todos lados; de modo que no hay posibilidad de mezclar con los acontecimientos militares, otros de no menor interes, y cuyo relato es forzoso diferir para cuando haya tiempo y lugar. La captura de Naucopillan y los proyectos del gober- nador le hicieron perder, tal vez, mucho tiempo en la frontera , de modo que no pudo salir hasta primeros de enero á realizar sus planes de colonizacion. Para fijarse con mas probabilidad de acierto en lo concerniente á la ejecucion de estos planes, don Francisco Laso tomó con- sejo de todos los auxiliares, capitanes - capitanejos de las fronteras , los cu cuales unánimente opinaron que Angol era preferible á Coypú para establecer la nueva colonia. produjo las razones mas convincentes. para ello, razones que decidieron al gobernador á « escojer Angol. En cuanto á los pareceres españoles, que tambien Laso quiso oir, todos eran o segun los intereses ó pasiones de E dE o CAPÍTULO LXIV. 531 cada uno. El astuto Rebolledo, sin adoptar explicita- mente un sitio de preferencia á otro, indicó solo que cuanto mas cerca estuviese del enemigo, mas conveniente seria. El sarjento mayor Villanueva se mostró mas sin- cero y mas desapasionado, demostrando las ventajas de Angol. Enfin, este fué el lugar señalado para la proyec- tada poblacion, lugar que distaba veinte leguas de la Concepcion, y doce de la plaza de San Felipe, detrás de tres rios que son el de la Laja , el rio Claro y el Bio- bio. En consecuencia, se incorporó el gobernador con las fuerzas de Arauco en Negrete, y las llevó á acuarte- larse en Angol. Se dió principio con ardorá la obra, y en pocos dias, se vieron levantados cuatro frentes del recinto, encer- rando una capacidad cuadrada de mil seiscientos piés, Muy luego , se hallaron construidos los cuarteles y alojamientos de la guarnicion, y todas las mujeres, con cuantos muebles , haberes y utensilios habia en San Felipe, fueron trasladadas á la nueva ciudad (1). Esta actividad fué tanto mas oportuna, cuanto Laso cayó otra vez enfermo y tuvo que volverse á la Concepcion. Re- bolledo pasó á Arauco, y Villanueva quedó en Angol encargado de la continuacion de las obras, con sete- cientos setenta hombres, infantería y caballería, Las razones principales que habia habido para tras- ferir la plaza de San Belipe á á Angol eran que ya no ha= bia enemigos en Puren, ni en otras provincias vecinas ya desiertas, y que, en caso de guerra, hubiera sido preciso ir á usoscidk muy lejos, con inconvenientes in- (1) A la cual dió por bOIÓ eligobernador : La ciudad de San Fran- eisco de la Vega. — Tesillo. 532 HISTORIA DE CHILE. finitos para el éxito de cualquiera empresa. El invierno se pasó en paz, circunstancia feliz que permitió el pro- seguir con teson y sin interrupcion en las construc- ciones. Pero no. bien hubo venido el buen tiempo, que ya Villanueva empezó á hacer correrías por los contor- nos de la reciente colonia. Entretanto, se restablecia el gobernador y ya se sen- tia bastante bueno para salir á campaña. Sus intentos ahora eran de ir hácia la Imperial para ponerse en si- tuacion próxima á los enemigos, que todos se habian retirado allí, y pensar en repoblar la antigua ciudad, cuyo restablecimiento, como sabemos, ofrecia por grande dificultad, la de socorrerla, en caso necesario, por tierra. Naucopillan , que no se mostraba excesivamente resentido de la pérdida de su libertad, insinuaba cosas muy buenas para conseguir la pacificacion de Puvinco, su tierra, y parecia incomodarse mucho con algunas tentativas de robos de caballos hechas por los suyos en las cercanías de la nueva colonia, bajo la conducta de un Iparquili, amigo y vecino suyo, que por su ausencia gozaba de la popularidad que él habia te- nido. Naucopillan que, á pesar de su indiferencia afectada , suspiraba interiormente por verse libre, sentia tanto mas los atentados de Iparquili, que todos eran en perjuicio suyo, y le enviaba continuamente una de sus mujeres, ya de edad avanzada , para rogarle no hiciese cosas inútiles, y que podrian acarrearle malas € consecuencias. En este punto, para hac" un poco de diversion á las cosas de la guerra, se vieron en torno á la Concepcion asesinatos frecuentes y robos á mano armada, sin saber quien los cometia , y casi á la puertas de la ciudad. No s ON CAPÍTULO LXIV. 533 solo los Españoles avecindados , sino tambien los via- jantes, los mismos Indios y los negros eran víctimas de los facinerosos ocultos que infestaban la comarca, sin que se les pudiese hallar en ninguna parte. En vano don Francisco Laso, sumamente irritado con esta novedad , estimulaba á las justicias, y mandaba él mismo hacer militarmente diligencias para descubrirlos ; todo esto fué infructuoso por mucho tiempo, y todos creian que los bandoleros que cometian estos crímenes debian de ser Indios de paz que se ocultaban en alguna parte montuosa sin tener morada fija. Por fin, la providencia se encargó ella misma de entregarlos. Un dia, en medio del camino real junto á una cienega, que llamaban la cieneguilla, á dos leguas de la Concepcion , los facinerosos asaltaron á muchos pa- sajeros , de los cuales algunos quedaron muertos y otros tuvieron la buena suerte de salvarse. Estos últimos, aco- jiéndose á la Concepcion, declararon que los salteadores no eran nada menos que verdaderos Indios guerreros que se ocultaban en los montes. Enciéndese de nuevo en có- lera el gobernador y envia tropas á hacer incesantes ba- tidas en todas las espesuras. Las batidas quedaron bur- ladas , y se recurrió á las trampas y emboscadas hasta que en una de ellas cayó un Lepiguala, el cual declaró que el jefe de la banda era un antiguo desertor del ejér- cito español, Indio bautizado llamado Cuero. Y es de notar que este facineroso , despues de haber desertado, se habia arrepentido, y habia sido perdonado. Con esta noticia, va Laso en persona á buscarle , y se amaña tan bien, que muy pronto le prende con todos los suyos, y los manda llevar 4 la Concepcion, en donde fueron arcabuceados, descuartizados, y sus cuartos puestos 534 HISTORIA DE CHILE, en cruces en los caminos para escarmiento de otros, A penas, el gobernador habia tenido tiempo para se- renarse, despues de haber hecho justicia, cuando le vino un mayor motivo de sentimiento. Habian salido de Angol algunos soldados para ir 4 buscar al fuerte del Naci- miento víveres, y dos se destacaron para sacar algunos caballos de la isla de Diego Diaz, situada enmedio del Biobio. Estos dos valientes tardaron en volver, y la es- colta se retiró á Angol sin esperarlos. Bien que los dos atardados hubiesen podido aguardar por otros que de- bian pasar aquel dia del Nacimiento 4 Angol, se pusie- ron en camino para volver, y fueron atacados y cojidos por Iparquili, que, no contento con ellos, fué 4 buscar otros tres que quedaban guardando los caballos en la isla de Diego Diaz, y se fué muy ufano con cinco prisioneros. Grande dolor le causó á Laso esta noticia , temiendo la suerte que tendrian los cinco infelices. En efecto, los Indios les dieron muerte en Puvinco, partiéndoles las cabezas con sus macanas. El gobernador mandó inme- diatamente que á toda costa fuesen castigados, y salie- ron los jefes de la frontera, llevando á Naucopillan por guia con otro su amigo prisionero como él el mismo dia, llamado Pichipil. Solo es preciso advertir que este último tenia su familia consigo y, por esta razon sin duda, habia dado pruebas de lealtad; de manera que en la ocasion presente, mereció bastante confianza para que se le encargase del mando de una de las correrías. Pero Pichipil, despues de haber extraviado, de intento, su partida , sé pasó al enemigo. Esta ANA frustró del éxito, y los Españoles se lupa por dichosos en salir sin pérdidas, CAPÍTULO LXIV. 535 Poco satisfecho con este resultado, Laso mandó reunir el ejército 4 principios de febrero, se le incorporo en Tol- pan, y se fué á alojar en Curalab. Desde allí, envió por delante quinientos auxiliares y cien tiradores españoles hasta Quillin, y en el rio de este nombre, aprisionaron á cinco de los Indios de guerra; pero no contentos con esto, los auxiliares se adelantaron dos leguas mas y co- jieron á otros diez. El alarma dada por los que se esca- paron al ver las tropas españolas, atrajo sobre ellas fuerzas superiores de los enemigos, por manera que Re- bolledo tuvo que correr con mil y quinientos caballos á socorrerlas, en vista de lo cual, los enemigos se retiraron, Laso marchó entonces en persona á Elol, en donde se alojó, y aquella misma noche, perdió 4 un Indio amigo llamado Murcullanca , en quien tenia mucha con- fianza, el cual aprovechó de la ocasion para volverse ¿ los suyos. Esta fuga causó mucha pena al gobernador; pero al día siguiente, debió de haber quedado satisfecho con la muerte de Murcullanca, el cual habia tenido la osadía de ponerse inmediatamente y sin tomar descanso, á la cabeza de una partida para ir á quitar caballos 4 los Españoles. ¿ Qué desengaños mayores querian estos, si realmente los hubiesen buscado con sinceridad y buena fe ? En aquel mismo instante, Putapichion, Anteguenú y Repocura habian reconocido por superior á Chicaguaála, mestizo de Indio y de Española, pero Española de cali- dad, que habia preferido casarse con un Araucano á su libertad entre los suyos. Este Chicaguala la echaba de arrogante, y prometia que muy pronto los Españoles se arrepentirian de los males que causaban á la tierra de Puvinco. Laso lo sabia y tomaba las mayores precau- P a 536 HISTORIA DE CHILE. ciones para que no tuviese lugar á sorprender el mas .mi- nimo destacamento, y mas de una vez tuvo la impru- dencia de reconocer por sí mismo el horizonte, afin de descubrirsi habia enemigos ; imprudencia muy frecuente en grandes capitanes, por mas que, cuando se hallan de sangre fria, confiesen que es una temeridad inútil el com- prometer la salvacion de un ejército, comprometiendo ellos su vida. icado contra Iparquili, Naucopillan era su mas acér- .rimo enemigo, y daba al jeneral español las señas y los consejos mas oportunos para que le atajase los pasos. Es de advertir que Iparquili ocasionabaá Naucopillan justos motivos de resentimiento , portándose en sus propiedades como si fueran las de un enemigo , hasta impeler á los propios hijos del prisionero á que quitasen á su padre las mujeres que habia dejado en su casa, Este rasgo de per- versidad dió al traste con la sangre fria de Naucopillan, el cual en esta ocasion se puso rabioso de celos. Tesillo dice que tal vez, si se le hubiese dado libertad en aquel instante , habria hecho mas daño 4 los suyos que los Es- pañoles mismos; pero que aconsejaron á Laso no se fiase en él ni en la cólera que manifestaba contra Iparquili. Trasladado enfermo á la Concepcion , tuvo un tabar- dillo en el cuerpo de guardia donde estaba preso. Vién= dolo seriamente enfermo, el mismo Tesillo se lo llevó 4 su posada, prodigándole remedios y cuidado; pero su hora habia llegado. Al verse fallecer, dice Tesillo, me manifestó querer morir como cristiano, y que le daria sumo consuelo con traerle algunos relijiosos de San Fran- cisco. Asflohice. Naucopillan fué bautizado, recibió todos las sacramentos, y murió realmente de muerte ejemplar. Volviendo á Puvinco, don Francisco Laso habia ES Ae CAPÍTULO LXIV. 591 llegado al rio Tabon, y aquel dia, cayeron en algunas emboscadas doce guerreros, por los cuales supo que Pu- tapichion y Chicaguala tenian tres mil lanzas para entrar en campaña. Con este aviso, permaneció el gobernador tres dias sobre el rio Tabon; pero los enemigos no pa- recian y dió la señal de retirada á las fronteras por Lu- maco. El ejército siguió este movimiento con mucho con- tento , hallándose suficientemente vengado de las agre- siones de Iparquili. Pero Laso tuvo entonces el mayor de los sentimientos que habia experimentado, y fué que en Tornacura , recibió parte de que la nueva plaza de Angol se habia quemado , toda menos las murallas , con cuanto contenia dentro, como prendas de ropa , muebles, utensilios , alhajas, en fin, todo, todo, sin que quedase nada á losintereseados en esta fatal desgracia. Este acon- tecimiento lo tuvo el ejército á muy mal aguero; pero lo cierto es que era un mal acontecimiento , que causó una verdadera afliccion al capitan jeneral ; porque era impo- sible el ponerle remedio hasta la primavera, y el invierno empezaba entonces. Sin embargo, quiso Laso que se pusiese mano á la obra de la reedificacion incontinenti. Pero ántes, mandó formar causa al alférez Juan Izquierdo que habia que- dado decomandante , y que fué condenado á muerte. Sa- tisfecho con que los demas viesen la pena que tocaba al olvido de una grande responsabilidad , Laso le indultó, y luego se puso á dar á los soldados ejemplo de celo y actividad, cooperando él mismo á la restauracion de lo perdido por el incendio, ya acompañando en persona á las escoltas, ya vijilando en las construcciones. En esta ocasion , los auxiliares de Arauco se mostraron abrumados de fatigas, y en efecto, las habian tenido 538 HISTORIA DE CHILE, grandes y muchas en la última expedicion, por lo cual Laso les dejó ir 4 descansar en sus cuarteles, Cuando se volvió el gobernador 4 la Concepción, ya la reedificacion estaba casi acabada. Por el mes de julio, pasó de allí á Santiago, en el momento en que una en= fermedad epidémica aflijia 4 sus habitantes, acobar= dados por este azote y por una segunda crecida del Mocho que los amenazaba con otra inundacion. Mientras la campaña por tigrra, otros piratas holan= deses se presentaron de nuevo para hacer alianza con los Araucanos contra los Españoles; pero la escuadra que traian fué dispersada por los vientos. Uno de sus barcos envió una lancha armada á la isla de Mocha ; los natu- rales se apoderaron de ella y mataron 4 los Holandeses que la montaban. Otro bajel tuvo la misma suerte eñ la islita de Talca cerca de Santa Maria. En vista de estos acontecimientos, éláro estaba que los Chilenos consideraban 4 todos los extranjeros, poco mas Ó menos, comó énemigos. Pero volviendo á los Araucanos, causa sorpresa el que el intrépido Putapi= chion sé haya mantenido en la inaccion, y que Chica- guala se haya limitado 4 proférir fanfarronadas. Lo cierto es que las mas de las correrías las habia mándado Laso para mantener á los soldados vijilantes y alerta; y lo mas particular, que durante el amago de los piratas holandeses pór mar, los Araucános elijieron por toquí jenerál 4 Lincopichion (1). (1) Es verdad que García padece tambien ciertas equivocaciones, que tal vez pueden proceder de malas copias; porque la llegada de los socorros del Perú; y la edificacion de Angol lás da en 1698, en lugar que, como $e acábd de ver, Tesillo, testigo ocular y presente á todo, pone estos hechos en 1637; FIN DEL TOMO SEGUNDO. INDICE DEL TOMO SEGUNDO. Caprruzo 1. jefe, y sale derrotado, — Acude el gobernador en persona y destruye á Lig-Lemu que muere en la contienda. — Se traslada el gobernador á Santiago.—-Aporta á Coquimbo Jerónimo de Castilla. — Llega á San= Villagra y le envia. al Perú, +: «either ed as Caprruno 11. — Rodrigo de Quiroga se manifiesta opuesto á las disposicio= nes gubernativas que asentaron los Villagras. — El cabildo de Santiago las defiende. — La mitra en el venerable sacerdote Marmolejo. — Sus u muerte. —El gobernador en Concepcion. — Ordena la con- quista de Chiloe. — La real Audiencia en Chile... ........ «++ — Rodrigo de rovidencia inti- matoria del tribunal gobernador, — Responde el toquí con la expug- — La Audiencia pide fuerzas para hacer la guerra, El ulmen Nahuelbuta. — Prosperidad de las colonias meridionales... ..¿.. <<... Capiruno IV. — Don Melchor de Sarabia, presidente y gobernador del reino. — Su salida de Santiago yendo á Concepcion. — Concejo ú junta ficiales generales. — Pillataru en Mariguenu, — Atácanle los Espa- ño n estos derrotados. — Vuelve don Melchor de Sarabia Concepcion harto avergonzado de du derrola...<. + +... > Caprruto V. — Obispado de la ciudad Imperial, — La fortaleza de Arauco arrasada. — Pillataru en Quiapo. — Expedicion de Gamboa á las lierras de Pelantaru. — Esfuerzos del presidente en favor de la administracion de o ñ CR de la justicia. — Sus disposiciones lejislativas -— Marcha el gobernador á los Infantes.— Vuelve á Concepcion.— Muere el ¡lustre Barrionuevo, + errbro VI — Temblor dé tierra. — Hechos de Bravo de Sarabia por el Pillataru muere, y Alonso Diaz declarado toquí.— El obispo de la Imperial comienza la visita de su diócesis.— Don fray Diego de Me- dellin Mamado á la silla episcopal de SU AUT Caprruzo VIH. — Rodrigo de Quiroga llamado al gobierno de Chile. — Juan Jofré correjidor de Santiago. — Calderon en el desempeño de su Pág — Lig-Lemu en Itata. — Marcha Pedro Balsa contra ese nuevo So 540 ÍNDICE. Pág. juzgado, — Hechiceros. — Convento de monjas en Santiago.— El gober- nador se dispone á ir en persona contra los Indios... +... ...... Caprruno VIT. — Pasa Quiroga á Concepcion. — Sale contra los Arauca- nos, y los persigue y acosa en todas direcciones. — Llega á Osorno y regresa á Concepcion. — Sale de esta capital para Santiago. — Martin Ruiz de Gamboa en Chillan. — Azoca en reemplazo de Calderon. — a a 77 Caprruto IX. — Martin Ruiz de Gamboa gobernador. — Pasa á Osorno. — El doctor Azoco pretende apoderarse del gobierno de Chile. — Des- tiérrale Gamboa. — Don Alonso de Sotomayor nombrado gobernador. e AO ANA E O a o o | uULO X. — Sotomayor en el gobierno,— Construccion de nueyos fuer- | tes. — Asedio de Villarica. — Sublevacion de los Indios. — Batalla reñida. — Alonso Diaz conducido á Cañete y ajusticiado. ....... Caprruzo XI. — Cayuncura toquií. — Sotomayor á Carampangue. — Com- El gobernador salva esta colonia. — Cadeguala impide el paso de Puren al gobernador. — Desafío entre Cadeguala y García Ramon. — El gober- nador sigue con tenacidad su sistema de fortificaciones. — Fastidiado de la guerra regresa á la capital, . dd ER e CaprroLo XII. — Tratos de paz con algunas tribus indias. — Huenualca toquí. — Engaño de Cadepinque. — Muerte del cacique Hueputaun. — Destemplanza de los Espanoles. — Un refuerzo del Perú.— Huechuntu- y su hermana. —El gobernador en la capital. — Desafio de Hue- A O A E e Rs qe CapITUL - — Yanequeu, heroina chilena. — Sus hechos. — El gober- nador sale de Santiago, y reconoce la necesidad de desalojar algunos fuertes. — Vuélvese á Santiago. — Yanequeu sitia la plaza levantada en Puchangui. — Valerosa defensa del capitan Castañeda... ..¿. . . » 154 Caprruzo XV. —Quintuhuenu electo toqui. — Se piden auxilios al virey | del Perú. — Respuesta que este da al cabildo de Santiago. — Destitu- cion de Azoca. — M la cuesta de Villagra. — Incendio de Arauco, — Colocolo el jóven. . . . 163 A dm Sotomayor á Santiago.— Pasa al Perú, y se encuentra desposeido de su Md o e y IR O A A SAA Caerrozo XVIT. —La mitra de la Imperial en don Agustin de Cisneros. — | Don Martin García Oñez de Loyola, gobernador de Chile. — El toquí Paillamacu. — Trátase de paz con el gobernador, — u porte á lo perteneciente á cosas de gobierno. : respecto z 93 e $5 ».:e PIP “o 4 . . ÍNDICE. 54m Pág Caprruzo XVIHM, — Llegan los jesuitas á Chíle.— Como fueron recibidos en Coquímbo, y despues en Santiago. . 205 Cariruro XIX.— Pasa el gobernador c contra dl toga” Pela E unda dos fuertes. —Paz con algunas parcialidades. — Santa Cruz de Coya. — Los jesuitas en los estados de Arauco. — El toquí en los pan= tanos de Lumaco.— Asedio del fuerte de Jesus. — Reformas gubernati- vas de don Martin. — El pirata Ricardo Hawkins. — Acuerdo del ca- bildo de Santiago de 17 de setiembre de 150%... ..........+.. 210 Caprrozo XX.— Hostiliza el gobernador a los Indios Catirayes. — Avanzaá Puren, —Fortifica el lago Lumaco. — e Pi en Chile. — Oríjen peregrino de su convento. — dio de Luma de Puren. — Pedro Cortés á la a de los ha — El soerado derriba esos dos fuertes. — Alcabala. . . .... NN AS CaprruLo XXI. — car del abbermador? = pal: á PR ea rial. — Em- prende la visita de otras colonías, y le siguen los jesuitas misioneros. — Regresa el gobernador á Ja a Su muerte y la de cuantos Es- pañoles le acompañaban. . ¿ + + 295 Caprruto XXH. — Don Pedro dé vital ¿grerdádor Atciido — - Sd miento de los Araucanos. — Vizcara sigue con ventura los negocios de la guerra. — A los seis meses de gobierno, tiene que poner el mando en manos de don Francisco Quiñones nombrado por el virey del Perú. 246 Capiruo XXI. —Gobierno de don Francisco de Quiñones. — Funcion de b los campos de Chillan, despues de ganada cta — Vence eee al toquí en dos encuentros , y regresa á Concepcio CaprruLo XXIV. — El gobernador don Francisco pl db MY “del perú un sucesor para al E rretaión de Chile. — Asedio de la Imperial y su de- fensa. — Pasa Quiñones á socorrerla. — Vence á Millacalquin vicetoquí. — Despuebla la bla Imperial, y la de los Infantes.— Regresa á Con- CEDCION a e add a e A yl Caprruro XXV.— Nuevas calamidades con la vegada e un plena otindes al mar del Sur. — Saqueo de Castro. — Van Noort desembarca en la Mocha y despues apresa algunos barcos en Valparaiso. . . . . +... +. + 282 Carrruro XXVI — Gobierno interino de García Ramon. : . 286 Capiruto XXVI. — Acontecimientos y E ibititares bajo bierno del maestre de campo don Alonso de Rivera.— Ruína de vid 289 Caprruzo XXVII. — Sucesos que preceden á la erica de Osorno. — Llegada >. Ocampo con un refuerzo de tropas. — Su salida para Chi- atacado y muerto por los Áraucanos. . . . + A: 10L Cibtmis qxb -— Prosiguen los sucesos de Osorno áhtes de la evacua- y cion de esta cofonia. — Su incendio. — La die doña Gregoria Ra- mirez y el Indio Huentemagu. Caprruro XXX. — Estado slenio la Osorno.” 10% habitantes A 5112 ÍNDICE, Pá abandonan y se trasladan con mucho trabajo á Chiloe. — Salida de las pe pra Sanda Moa a aiahe aio y Caprruzo XXXI. te deplorable de los prisioneros españoles. . . . . 308 Caprruro XXXII. — Llegan de A s00 soldados prometidos por el monarca. -—Plazas restauradas. — Acierto del gobernador Rivera. — Cesacion de su mando y causas que la ocasionaron, . 3l Caprruro XXXIII. — Segundo gobierno del maestre de ADA den nea s0 García Ramon. — Su recibi miento, — Preparativos. — Fuerzas impo- ne CaprrruLo XXXIV.— loma aparente. del A hecnador en Po Pel las colonias, — Apologia de esta in ne sion. — peros sucesos que la justifican. .. .. Capiruro XXX V. — Sensación dolo Mes, oda pi as Robo E A — -Mi- sion secreta del P. Luis de Valdivia.— Su viaje á España. — Nueva reorganizacion det alrata . 335 Caprruto XXXVI, — Primera m0 del rio > MndiaN Bei por blecimiento de la real Audien Cariruto XXX VIH.— Batalla de Lumicn ita del rada pa Ramon. pi . CapITULO XXXVIL ala arias del po o PE la pes e — Buenos sucesos bajo su mando. . .., Caprrezo XXXIX.— Gobierno interino de pe don de A ls — Grandes na lamientds y capacidad que tenia. — Sabiduría de sus actos políticos, aditivos Oates. 0. de $ XL. — Segundo gobierno del maestre de SlnDS Po lona PA Rivera, — Regreso e Padre Luis de Valdivia con órdenes del rey. Sucesos de su sistema de pacificación. . ., Caprruto XLI, — Continuan los progressos del p. lis de Valli en pa ntento.. 50 eje ip oa CaprruLo XLU O Po misma interesante iS — — Perspectiva lisonjera es paz. — Fatales a acontecimient . 322 . 361 obispo de NS con la real Audiencia, , ... e + +.380 'T idados administrativos de mes o de a Otros corsarios io en el mar del Sur. — Descubierta del estre= cho de Lemaire. » Carrruto XLY, Y Ari Ag pd óe 000 Alonso de Riyera,— Elojio de este jener ral... ? CarrruLo XALVI «—Gobierno interino del onticiada de pa — Proteccion que da á la guerra defensiva. . e ....... E jols E de don Lope de Ulloa 3 ph — Su opo- sistema de Valdivia. — Este ilustre jesuita se retira á España. — Muerte de Ulloa. . ... eS TADA 00 tod, É pal e IS a o A E fal 386 ÍNDICE. edi id XLVIML. — El P. Valdivia. .... de A Carrruzo XLIX. — Gobierno interino del big só Cristoval mn la Cerda. Caprruro L, ios de don Pedro Osores de Ulloa.— Se mantiene en la defens: — Desórdenes de este gobierno. — Agresiones de los Po e 0 piratas holandeses. — Muerte del gobernador. .. Caprruto LI. — Interinato del maestre de campo don Francisco de Alba y Norueña. — Sucédele don Luis Fernandez de Cordóva y Arce.— Espe- ranzas que inspira. — Llegan refuerzos á Valparaiso, — Orden y decla- ración de guerra OfensiVA. . ... +... ......-. +. > Caprróo mo — Prosigue la guerra ofensiva. — Valentia de po tó de Chillan ] muerte de su ES — Batalla de las Cangre- Heras. os a AA CAPITULO LJ, — ore de don Hnos A de la Vega.— Refuerzos que trae.— Su política, — Batalla indecisa del paso de don Sans ó de Piel el + $ 9% xo 405 412 Caprruno LIV. — Continuacion del pod Pe Po — o E Biobio y y : acampa sobre la cienega de Lumaco. —Putapichion no se presenta. — Vuelve el gobernador á pasar el Biobio y se acuartela en San Felipe de Yumbel, — Pasa Putapichion la frontera y ataca á San Bartolomé de . Gamboa.—Sale el gobernador enfermo de San Felipe en su persecucion. — Bala la de los Robles.— Pasa el gobernador á Santiago. — Buen CapiruLo LV. — Forma Laso nuevo concepto de los Indios y confiesa se habia engañado, — Sale de nuevo á cam — Putapichion, con Queupuantu por teniente ó pro y siete 4 e mil e... ataca la frontera. — Batalla de la Albar Maoteia qe Pira ldie CaprruLu LVI.— Sentimiento de 0 br la dean do no ligas aprove- ¿chado de la victoria de la Albarrada. — Putapichion, apa medita volver á campaña.— Sale el gobernador de San Felipe á Quilicura.— Destaca Rebolledo con tropas hasta el Cauten.— Maloca Po é insubordinacion de sus capi itanes.— Felices resultados que tiene. — Pasa el gobernador d á la! .— Providencias « Vaá Santiago. —Tjene un asunto de competencia cin la real Slicadio: — Sentencia la de Lima en favor del gobernador... +.» ...«... Carrruzo LV. — Continua malo de sus heridas Putapichion. — és puantu elejido toquí. — Su sorpresa, su valentía, y su muerte. — Sana Putapicbion y pa á campaña.—Sucesos pe > correria que los Españoles hicieron hácia el Cauten y la Imperial, . .-. Capiruno LVUT.—Exajeraciones de algunos linortecadds: ó Prepiranbl de Huenucalquin. — Vále á buscar Laso. — Operaciones de la cam- paña. — Soeorro de tropa á Tucuman para someter á los Indios suble- vados. — Vuelve el gobernador á Santiago. — Sucesos de Rebo!l ledo en San Felipe, y de Zea por Arauco. — Nueva campaña hecha por el go . 449 obernador. — Su éxito, A A 544 e ÍNDICE. Pa CarrruLo LIX. — Nuevas sorpresas de los Indios. — Putapichion se pre- tativa de Putapichion. — Va á esperarle sobre el rio de la LA Retí- rase el jefe araucano. — Laso enfermo.— Pasa convaleciente por mar á Santiago. —Real cédula en favor de los Indios de encomienda.—Liga de Putapichion con Antigueno y Puchiñanco. — Sorpresa Pi Accion de guerra.—Retiranse e y Araucanos.—Nombr n estds por ei á Curanteo. — Muer este. — Sucédele otro Cur da. di — Reúnense e Huggers en Pelleguen con proyectos hostia: —orgn el maestre de campo. — Hace prisioneros y atrae algunos Indios á e — Un destacamento enemigo se lleya muchos caballos de Curilebo.—Persíguenle los Españoles y rescatan los caballos. —Sale el dogo Mejorada de Castro hasta Osorno. — Castiga aquellos Indios matando á ciento, y se retira sin pérdida. — Entra el invierno.—Los Indios de Tirua quitan caballos á los Españoles. — Si- guen las correrías. — Proyecto de repoblar á Valdivia. —Dilaciones. — Vuelve Laso 4 la Concepcion. ..........+. CarrruLo LXIL.—Sale el gobernador con fuerzas, 08 llevo sica su marcha al enemigo, y vuélvese á la plaza. — Sale de ella se- nt levantar e y se vuelve á la ¿e sin haberlos E cutado. . A > iaa LXIL — Cotifiizationó del aupritila anterior. Junta militar en la Concepcion, en la cual nada se resuelve. — Pas akas so 2 e cad — Pa o El EE A o E E ¿ de ele abildo,—Vuelve el gobernador por octubre á hn. frontera: ias = 504 . 509 de Naucopillan. ....<. 2 o.» CaprruLo LXIV. —Hoblalos de poblar € en pe gol. — De: principio á la obra. — Sus progressos. — Cae de nuevo enfermo el gobernador.— Se resta estos. g Incendio de Angol. -- Su reedificacion.— Regresa Laso á la Concepcion y á Santiago. A A e A Os e 0 A A E A E a e FIN DEL INDICE DEL TOMO SEGUNDO. Y, . 530