82 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

La prensa est aba entonces rejida por una lei promulgada el II de diciembre de 1828 bajo el gobierno del jeneral don Fran- cisco Antonio Pinto. Esa lei, preparada por don Jose Joaquin de Mora, era ordenada i completa en su contestura, i consig- naba las garantias de una libertad prudente. Los delitos de prensa debian ser juzgados por jurados, principio que sancio- no tambien la constitucion de 1833, i los delitos jdeclarados tales, salvo los de sedicion que se castigaban con espatriacion o presidio, serian penados con prision conmutable en multas moderadas, aplicables a la beneficencia o a la instruccion pii- blica 11. Esta lei, mucho mas liberal que las que la precedie- ron, i mas tambien que la que se dicto mas tarde (1846), habia tenido hasta entonces poca aplicacion, por el rejimen autoritario i prohibitivo de la prensa que habia imperado an- teriormente; pero iba a comenzar a entrar en ejercicio desde que esta adquiriese alguna vitalidad.

Don Mariano Egana prepare entonces el proyecto de lei de imprenta que a su juicio podia evitar i, en caso necesario, re- primir los abusos que habian de hacerse sentir desde el dia siguiente a la cesacion de las facultades estraordinarias. Ese proyecto, presentado al senado el 24 de junio (1839), consta- ba de 103 articulos, convenientemente dispuestos; i era mas prolijoidetalladoen sus disposiciones que la lei anterior. Pero en lo que particularmente se distinguia de esta era en su espi- ritu restrictive i antiliberal. Despues de fijar las reglas para el establecimiento de una imprenta i la responsabilidad del im- presor, clasiiicaba los delitos que por medio de ella podian cometerse, esto es blasfemia, sedicion, inmoralidad e injuria, sobre cada uno de los cuales deberian los jurados calificar la gravedad por distintos grades, para aplicar las penas corres- pondientes. Esas penas eran de una gran severidad en todo orden de delitos; i en los cases en que estes fueren calificados en tercer grade, la penalidad censistiria ademas de una fuerte multa pecuniaria, en una prision e destierre de un afie por un escrito injurieso, de tres anos para uno tachado de inmeral.

II- Vease sobre esta lei la. Hist. Jeneval de Chile, tomo XV, paj. 289-30.

CAPfrULO SEGUNDO 83

de cuatro para el sedicioso, i de tres para los blasfemos; con la declaracion de que estas penas no obstaban para que el condenado a ellas no quedara eximido de la responsabilidad que esos delitos podian atraerle ante los otros tribunales.

Pero habia, ademas, en aquel proyecto muchas otras dis- posiciones de caracter restrict! vo, que no podian dejar de alar- mar a los espiritus liberales. Asi, al establecer que el editor debia entregar al fiscal un ejemplar de todo impreso, disponia que cuando este fuese de tales dimensiones (los opusculos) seria entregado «die^ i seis horas a lo menos, antes de hacerse la publicacion» (art. 4.^), lo que parecia un ensayo de censura previa; i en ese sentido esta disposicion fue modificada en el debate, imponiendo al editor la obligacion de rendir una fian- za para responder a las result as de cualquier juicio que se pro- moviera.

Los periodicos que entonces habian comenzado a publicar- se, i de los cuales hablaremos mas adelante, alzaron el tono para seilalar el proyecto de lei de imprenta como una audaz amenaza contra las libertades publicas que el pais tenia el de- recho de exijir, i como un esfuerzo encaminado a mantener, aun despues de la suspension de las facultades estraordina- rias, el despotismo impuesto desde 1830. En el senado, la dis- cusion de ese proyecto fue lenta i laboriosa. Habia alii tres hombres distinguidos, don Diego Jose Benavente, don Manuel Jose Gandarillas i don Manuel Renjifo que habiendo pertene- cido al bando vencedor en aquel aiio, se habian alejado de el porque no aprobaban la marcha del gobierno. Pero los dos primeros no asistian al senado desde las ocurrencias de agosto de 1837, ^U6 hemos recordado mas atras, i el tercero residia habitualmente fuera de Santiago. Sin embargo, en esta oca- sion creyo que su deber lo Uamaba al senado, i alii combatio muchas de las disposiciones mas restrictivas del proyecto. Don Andres Bello, senador tambien a la sazon, a pesar de sus relaciones con el gobierno, i de su amistad con Egaiia, demos- tro con gran moderacion, pero con lojica vigorosa los incon- venientes de varios de los articulos de la proyectada lei, i ob- tuvo algunas modificaciones. Aquellas discusiones que dura-

UN DECENIO

DE LA.

HiSTORIfl DE CHIliE

(1841-1851)

S>VKi^JL

eflcuADesMciofl

OBRHS COMPLETES

DE

DIEGO BARROS ARANA

TOMO XIV

UN DECEMIO DE Lf\ HISTORin DE CEIILE

(I841-f85l)

rrois/Lo FRiivaiERo

^'i^-

SANTIAGO DE CHILE Imprenta, Litograffa i Encuadernacion «BarceIona»

Calle Moneda, esquina de San Antonio 1913

Prologo de la edicion de 1905

La historia de Chile, objeto de tantos i tan variados estu- dios sobre la mayor parte de sus epocas, se ha detenido en el orden de los tiempos, en los acontecimientos de 1837, ^^ ^^^ la dejo don Benjamin Vicuna Mackenna en 1863 en su valio- so libro Don Diego Portales. Se han dado a luz, es verdad, historias que podrian llamarse de sucesos particulares, la campafia restauradora del Peru, la guerra civil de 1851, la guerra del Paclfico, i algun otro escrito fragmentario espe- cial; pero falta por completo una narracion seguida i orde- nada de los acontecimientos ocurridos en nuestro pais du- rante los ultimos setenta afios. No debe, pues, estrafiarse que en la prensa periodica, en las discusiones parlamentarias i en las conversaciones en los circulos sociales, se manifieste tanto desconocimiento de aquellos hechos, ise cometantan graves

I. De este libro se public6 el primer tomo en 1905; el segundo fue ter- minado en mayo de 1906, retardandose su impresion por accidentes impre- vistos hasta octubre de ese ano. En la presente reimpresion se incorporan las adiciones i correcciones que el seiior Barros Arana coloco al fin de los referidos tomos primero i segundo de 1905 i 1906.

Nota del Compilador.

UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

errores cuando se trata de recordarlos o de senalar algunos incidentes de todo ese tiempo.

Estelibro es un ensayo encaminado a coordinar la cronica de una porcion de aquel largo periodo historico que hasta hoi permanece inesplorado en sus verdaderas fuentes de infor- macion, i conocido solo por noticias tradicionales, vagas e in- suficientes, cuando no inexactas. He tornado por tema de mi trabajo el decenio que corre de 1841 a 1851,10 he estudiado con toda la prolijidad que me era dado poner en ejercicio, i me he empefiado por darlo a conocer en forma ordenada i clara, al alcance de todo orden de lectores.

Para la mejor intelijencia de esos acontecimientos, me ha sido necesario tomarlos de un poco atras, a fin de dar a cono- cer. sus antecedentes. De ahi proviene que este libro esta precedido de una seccion preliminar de mas de doscientas pdjinas. En alias he contado todos los sucesos que ocurrie- ron en nuestro pais en los cinco afios (1836-1841) que prece- dieron al decenio objeto de este libro. En esta seccion preli- minar he pasado en simple revista los acontecimientos que ya habian sido contados ordenadamente en otros libros, como el motin de Quillota, la espedicion restauradora al Peru, etc., etc., pero refiero con el conveniente desarrollo los que todavia no habian sido consignados en la historia. Debiendo, ademas, recordar con frecuencia antecedentes mas lejanos sobre ciertos i determinados sucesos, he cuidado de hacerlo en poco espacio, i con mucha frecuencia me he limitado a se- fialar por una nota el libro o el documento en que el lector hallara la noticia que puede importarle conocer.

Los acontecimientos que refiero en esta obra carecen del interes animado i dramatico que suele constituir el principal atractivo de los libros de historia. No se ve realizarse una grande empresa, una conquista, una guerra feliz, una revolu- cion, ni nada que tenga los caracteres de brillo i de represen- tacion. En cambio, esos diez aiios son de una labor infinita, i frecuentemente bien encaminada, para propender en todo sentido al progreso del pais. Al paso que se regulariza i afian- za la situacion financiera de la Reptiblica con el reconoci-

pr6logo de la edicion de 1905

miento, liquidacion i servicio de todas las obligaciones del estado, i quese inician trabajos publicos de diverse orden en la medida de los recursos publicos, se acometen reformas trascendentales en la instruccion publica en todos sus grades, asi como en la vida artistica e industrial, i en las diversas ramas de la administracion. El cambio producido en el pais por esa labor de diez anos, es verdaderamente enorme; pero es mayor aun la trasformacion operada en las ideas, el pro- greso de estas, que comienzan a independizarse del imperio tradicional de las preocupaciones que nos habia legado la co- lonia. Ese decenio en que por primera vez se ensayo en Chile un rejimen de libertad en medio deun orden imperturbable, dejando presumir lo que de ella se podia esperar, ofrece por esto i por otros motivos, una alta ensefianza. Estoi persua- dido de que bajo todos estos aspectos, la cronica ordenada de los acontecimientos ocurridos en Chile en esos diez anos (1841-1851), forma una de las secciones mas instructivas de la historia naeional.

Fuera de algunos accidentes que podrian llamarse particu- iares, i otros de caracter episodico, los acontecimientos de este decenio, repito, no han sido narrados hasta ahora. Me ha sido, pues, necesario estudiarlos i esponerlos mediante un trabajo de primera mano, ejecutado en las fuentes orijinales, i en fuentes bien variadas, segun lo exijia la variedad dema- terias que era necesario tratar en este libro. Esas fuentes, en que no se cuentan relaciones historicas anteriores, son los do- cumentos oficiales i administrativos, i algunas piezas, pocas en verdad, de caracter particular.

Todos los documentos que pueden llamarse capitales para la historia de este periodo de diez afios, los mensajes presi- denciales en la apertura del Congreso, las memorias anuales de los ministros, los presupuestos de gastos nacionales, las cuentas de inversion, i los debates de las Camaras (desde 1844), las colecciones de leyes i decretos, corren publicados; pero no es facil reunirlos fuera de las bibliotecas publicas. Yo he podido disponer de todos ellos en la vasta coleccion

UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de papeles relatives a nuestro pais que he colectado paciente- temente en muchos anos.

Existe ademas impresa una considerable compilacion de documentos del mas alto valor historico. Me refiero a la que lleva por titulo Sesiones de los cuerpos lejislativos de la Repu- hlica de Chile, publicada por orden del Congreso. Formada con una grande i paciente laboriosidad, dispuesta con ver- dadera intelijencia de lo que debe ser una compilacion de esa clase, i de los documentos que se trata de reunir, abundan- tisima en materiales, i acompaiiada de indices copiosos i es- merados para facilitar la consulta, esa obra, que hace un gran honor a su director, don Valentin Letelier, constituye un va- liosisimo arsenal de noticias historicas.

Esta yasta compilacion, que al presente (1905) consta ya de veinte i siete grandes volumenes a dos columnas, alcanza ahora solo hasta los aiios 1840 i 1841, es decir hasta la epoca en que casi podria decirse que comienza nuestro libro. Sin embargo, ella me ha sido de la mayor utilidad para dar a conocer i para comprobar hechos i noticias de tiempo ante- rior a que me era necesario hacer referencia. Por lo demas, la amistad que me liga a don Valentin Letelier, mi antiguo discipulo, me ha permitido consultar en varias ocasiones el gran deposito de documentos que tiene reunido i ordenado para continuar aquella publicacion.

Pero el gran deposito de documentos historicos i adminis- trativos se encuentra en el archivo jeneral de la nacion, for- mado por la reunion de los archivos particulares de todos los ministerios. Es un establecimiento que no tiene muchos aiios de existencia; pero que ha reunido una masa enorme de los papeles de caracter oficial de casi todo un siglo. Son incalcu- lables el numero i la importancia de los documentos de aquel orden que alii se guardan. Entre ellos se encuentra la mayor parte de cuanto pueda necesitarse para estudiar en sus me- jores fuentes i en sus masprolijos detalles la historia de nues- tro pais desde los primeros dias de la independencia. En ese archivo, donde, gracias a la benevolencia de su director don Julio Gaete i de los empleados que de el dependen, he halla-

PROLOGO DE LA EDICION DE I905

do todas las facilidades que podia apetecer, he recojidouna buena porcion del caudal de datos i noticias que me han ser- vido para coordinar este libro.

Otra fuente de informacion para la historia de este dece- nio, es la. prensa periodica, que en esa misma epoca comen- zaba a tomar crecimiento i desarrollo. La he consultado con prolijidad e interes, i en muchas ocasiones me hasidomui util No se crea, sin embargo, que los diarios i periodicos de aque- llos dias fueran tan noticiosos i aprovechables en su calidad de fuentes de informacion como los de nuestros dias. Mui lejos de eso: muchas veces me ha ocurrido recorrer una colec- cion de un diario de ese tiempo, i examinar diez o quince ntimeros seguidos, sin encontrar en ellos una sola noticia de caracter politico, administrative, o siquiera de interes local. El movimiento administrative, si bien funcionaba entonces con regularidad, no se revela sino mui debilmente en la pren- sa periodica, donde no se halla en ocasiones mencion alguna de hechos realmente notables, o solo se los menciona rapida- mente. Por otra parte, los articulos de esas publicaciones, as! los editoriales como las correspondencias, suministran en lo jeneral mucha menos informacion delo que debia esperar- se. Es frecuente que despues de leerse una o dos columnas de uno de esos diarios, se encuentre el lector sin nocion al- guna clara del asunto de que se trata. Asi, pues, si como acabamos de decir, los diarios i periodicos prestan alguna utilidad al que estudia los acontecimientos de esos alios, ella apenas indemniza el trabajo i la fatiga que la compulsa de aquellos impone al investigador.

Este concepto que nos merece la prensa periodica de aque- llos aiios, no comprende en manera alguna a El Araucano^ organo oficial del Gobierno, que se daba a luz una vez por semana. Si entonces no era practica el publicar un niimero tan considerable de documentos administrativos como al presente, si en su caracter de periodico oficial no podia ni debia tratar de todas las ocurrencias que interesan al histo- riador, i si por esto satisface solo en parte al proposito de in- vestigacion, reune los mas importantes, i acopia ademas los

liD UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

documentos estranjeros que se refieren a nuestro pais, facili- tando de esta manera el trabajo de investigacion.

Pero, ademas de esto, en ese periodico no son menos va- liosos i menos utiles los articulos editoriales. Escritos en su mayor parte por don Andres Bello, i dirijidos a esplicar i a defender la politica del Gobierno contra sus impugnadores de Chile o del estranjero, e inspirados por una gran modera- cion en el fondo i en la forma, esos articulos, que revelan tanto criterio como ilustracion, corresponden perfectamente a su objeto. Yasea que versen sobre hechos que se narran incidentalmente, o sobre principios politicos, legales o admi- nistrativos que se discuten, todos ellos procuran una efectiva ensefianza, i son de grande utilidad al que se propone estu- diar i escribir la historia de aqueltiempo. La coleccion com- pleta de El Araucano ha sido uno de los mejores guias que he tenido en la preparacion de este libro.

Hace cuatro aiios, al poner termino a la Historia jeneral de Chile, creia haber llegado al termino de mi carrera de es- critor. Habia narrado con estension i despues de muchos afios de constante labor, la historia de nuestra patria desde sus orijenes hasta 1833, fecha en que esta quedo organizada en Republica independiente, i bajo una constitucion que afianzaba su estabilidad. Ese era el termino que me habia trazado al dar comienzo a esa obra. Pareciame que despues de haber desempenado esa tarea, tenia derecho para descan- sar, esperando que escritores de las nuevas jeneraciones, vi- nieran a contar en otros i otros libros los acontecimientos de los tiltimos sesenta anos de la historia nacional. Creia, ade- mas, que mi avanzada edad me impedia acometer nuevos trabajos. Mi salud, sin embargo, se ha conservado bien, per- mitiendome vivir consagrado al estudio, casi en las mismas condiciones que en otros afios, i no tener inconveniente para ejecutar un trabajo que me fue encomendado por la Univer- sidad. Esta situacion me ha estimulado a preparar un nuevo libro sobre historia de Chile, elijiendo por tema un periodo

pr6logo de la edicion de 1905 11

que considero mui interesante e instructivo para las nuevas jeneraciones.

Entre la epoca en que termina mi Historia jeneral de Chile i aquella en que comienza el presente libro, hai un irascurso de algunos afios de graves i trascendentales acontecimientos. que me habria creido en el deber de contar si ya no lo hubie- ransido deunamaneraconveniente en otrasobras. Me refiero a las de don Benjamin Vicuiia Mackenna {Don Diego Porta- les, Valparaiso, 1863), de don Ramon Sotomayor Valdes (Historia de Chile, administracion de Prieto, Santiago, 1873), i a la Historia de la campana del Peru, (Santiago, 1878), por don Gonzalo Bulnes. La narracion historica que ahora pu- blico, esta contraida, vuelvo a decirlo, a hechos que la histo- ria no ha consignado todavia, i que en su mayor parte per- manecen casi del todo desconocidos.

Este voltimen, que es el primero de los dos de que constara la historia de este decenia, ha sido escrito en los meses de verano del presente ano. He puesto todo empeiio para des- cubrir i escribir la verdad, para no omitir ni callar nada que pueda interesar a las nuevas jeneraciones, i para juzgar los hechos i los hombres con justiciera equidad. Asi creo, i he creido siempre, cumplir las reglas que desde tiempo antiguo se han impuesto al historiador. «(iQuien ignora, decia uno de los mas grandes maestros del arte de escribir, que la primera lei de la historia es^no decir nada que sea falso, tener el valor para no callar nada verdadero; i evitar hasta la sospecha de favor o de odio?» (i)

Santiago, agosto de 1905.

( I ) «Quis nescit, primam esse historiae legem, ne quid falsi dicere audeat? Deinde ne quid veri non audeat? ne qua suspicio gratiae sit inscribendo? ne quasimultatis?» Cicero, De Oratore, 2, 15, 62.

UN DECENIO

DE LA

HISTORIA DE CHlIiE

0841-1851)

1836-1841

CAPITULO PRIMERO

Situacion politica de Chile a mediados de 1836: omnipotencia del minis- tro Portales: conservacion del rejimen represivo. 2. Graves aconteci- mientos de los ultimos meses de ese aiio: el gobierno se reviste de faculta- des omnimodas, i crea los consejos de guerra permanentes; primer ensayo de estos en Curico. 3, Motin de Quillota: es vencido en los contornos de Valparaiso: fusilamiento del ministro Portales por los insurrectos: tre- mendos castigos de estos; proceso del senador don Diego Jose Benaven- te. 4. Primeros actos de una reaccion politica menos restrictiva, con- servando sin embargo el gobierno la suma del poder publico. 5. Ojeada jeneral de la guerra contra la confederacion peru-boliviana: desafortu- nada campana de 1837. 6. Segunda campana contra la confederacion peru-boliviana: victoria definitiva de Yungai. 7. Antecedentes de una negociacion diplomatica con Espaiia para obtener el reconocimiento de la independencia: nombramiento de un ministro plenipotenciario por parte de Chile. 8. Celebracion de dos tratados internacionales. 9. Ereccion de la arquidiocesis de Santiago i de dos obispados sufraganeos. 10. Fo- mento prestado a las misiones de infieles sin ningun resultado.

§ I. Situacion politica de Chile a mediados de 1836;

OMNIPOTENCIA DEL MINISTRO PORTALES: CONSERVACION DEL

REJIMEN REPRESIVO. El afio 1836 se verifico por primera vez en Chile, dentro del orden constitucional, una eleccion de presidente de la Repiiblica, que revestia todas las formas le- gales, i que, por esas formas, a lo menos, no era la obra de la revolucion i de la violencia.

16 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Esta eleccion llamaba por un segundo periodo al gobierno, al hombre que acababa de ejercerlo como fruto de una tras- cendental revolucion.

Era este el jeneral don Joaquin Prieto, militar formado en una carrera de servicios relativamente modestos durante la guerra de la independencia, en que tuvo sin embargo la for- tuna de batir i dispersar en 1821 las ultimas bandas realistas que mandaba el feroz caudillo Benavides. Elevado a la pre- sidencia de la Republica a consecuencia de la revolucion de 1829 i 1830, que el habia capitaneado sin ser su verdadero autor, Prieto habia demostrado en el gobierno un notable buen sentido, gran moderacion de caracter, resistencia en cuanto le era posible a las medidas violent as o de injustifica- da persecucion 1, sin conseguir siempre evitarlas;i habia pres- tado desde el supremo puesto que ocupaba, una cooperacion utilisima i eficaz a la pacificacion efectiva del pais, i a la orga- nizacion discreta i vigorosa de un gobierno solido, honrado i con autoridad, cuya plantificacion dirijian otroshombres me- jor preparados para darle cima.

El mas conspicuo de estos era don Diego Portales, perso- naje de condiciones verdaderamente estraordinarias de inte- lijencia i de caracter. Estrano en su primera juventud a las manifestaciones de l!a vida piiblica, i consagrado a especula- ciones mercantiles, el espectaculo penoso del desgobierno que

I. En la guerra del sur, i desde que tuvo el mando de una division o de todo el ejercito, Prieto, rompiendo con la practica seguida, i aun desobedeciendo las instrucciones del ministerio, se habia empeiiado en evitar las ejecuciones capitales de prisioneros, o a lo menos en reducir su numero, prefiriendo atraerse a los caudillejos enemigos por medio de negociaciones i de perdon. Vicuna Mackenna ha dado noticia de estos procedimientos en algunas paji- nas de su interesante libro La guerra a muerte (Santiago, 1868).

En 1 83 1, una partida de chilenos emigrados en el Peru, prepare alii una espedicion contra el gobierno establecido en Chile. Habiendo desembarcado en Colcura el 31 de marzo, no tardaron en caer prisioneros, i fueron someti- dos a juicio. El jeneral Prieto, que debia rever i poner el cumplase a la sen- tencia como jeneral en jefe, resisti6 a las sujestiones de Portales que queria que se les aplicase la pena de muerte; i por sentencia dada el 8 de agosto con- denaba a los invasores del territorio a la pena de destierro fuera del pais o de relegacion a Juan Fernandez o a Chiloe. Vease sobre esto nuestra Hist, jeneral de Chile, tomo XVI, paj. 47-9.

CAPfTULO PRIMERO 17

imperaba en su patria desde que dejo el mando el jeneral O'Higgins en 1823, hirio el alma de Port ales, i lo arrastro de lleno a la contienda revolucionaria con el proposito de coope- rar a la estirpacion de la anarquia i al afianzamiento de un rejimen estable. Por la fuerza de su voluntad i por la claridad luminosa de su juicio, se impuso desde el primer momento como jefe de la evolucion pacificadora del pais. Sin ser militar ni letrado, con mui escasas nociones de ciencias politicas i ad- ministrativas, domino a los militares i a los letrados, llego a comprender i a manejar facilmente todos los resort es del gobierno, i a todas partes llevo su actividad i su mano, para acometer reformas utiles i para cimentar un gobierno re- gular, respetable i respetado. El gobierno de paz i de orden de rigorosa economia i de administracion efectiva que impe- raba en 1836, era, puede decirse asi, la obra de don Diego Por- tales. Sin duda el no lo habia hecho todo, ni habria podido hacerlo ningun hombre; pero el era el creador del plan, el que trazo las grandes lineas que sirvieron de base a la organiza- cion del gobierno, i el inspirador de muchos de los detalles de aquella obra laboriosa i compleja.

Sus colaboradores mas utiles eran don Mariano Egana i don Andres Bello. El primero, jurisconsulto laborioso, mui cono- cedor de la lejislacion civil entonces vijente, i de la adminis- tracion colonial, que en gran parte era la nuestra todavia, i ademas amigo decidido de los gobiernos fuertes, servia mui bien al poderoso ministro Portales para dar forma de decreto o de lei a las medidas que este queria imponer. Bello, en una esfera diferente, era el consejero discreto e ilustrado en todas las cuestiones internacionales, algunas de ellas mui complica- das, i el defensor majistral de nuestros derechos i de nuestra dignidad de nacion soberana, contra la arrogancia de los ajen- tes diplomaticos de las grandes potencias en sus relaciones con las nuevas republicas hispano-americanas. En otro orden prestaba sus servicios el ministro de hacienda don Joaquin Tocornal, antiguo empleado de aduanas, dotado de cierta practica en negocios administrativos, i que en el gobierno mantenia el rejimen de orden i de estricta economia que en

TOMO XIV.— 2

18 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

los anos anteriores habia planteado el habil financista don Manuel Renjifo, el verdadero organizadbr de nuestra hacien- da publica.

Portales habia llegado entonces a la cima del poder, mas que por la importancia de los altos cargos que desempeiiaba, por el predominio que se habia conquistado, i que le reconocia todo el elemento oficial de la Republica. En realidad, en sus manos estaba el gobierno del estado en casi todas sus mani- festaciones. Con el modesto titulo de teniente coronel, pero con el mas trascendental de ministro de guerra i marina, tenia bajo su dependencia efectiva el ejercito, las milicias i los dos buquecillos que constituian la armada nacional. Portales era ademas ministro del interior i de relaciones esteriores (ambos ramos formaban entonces un solo ministerio, que comprendia tambien la justicia, el culto i la instruccion publica); i como tal era el jefe jerarquico i eficaz de toda la administracion in- terna, a la vez que el director titular de lo que podia llamarse nuestra diplomacia. El congreso nacional, constituido por una forma de eleccion en que los adversarios del gobierno no to- maban parte, demostraba habitualmente la mas absoluta de- ferencia a la voluntiad de este.

Toda la Republica estaba al corriente de la supremacia in- contestable del omnipotente ministro Portales. Todo el que tenia algo que pedir o que representar al gobierno, recurria reverentemente a el, ya fuera en persona o por intermediario, seguro de obtener resoluciones rdpidas, con frecuencia inspi- radas por un sentimiento de justicia, o por razon de la conve- niencia publica, casi siempre espresadas con la franqueza del gobernante que tiene la conciencia de su mision i de su deber, i que no trata de eludir u ocultar su responsabilidad. Ningun alto funcionario publico, ni siquiera el ministro de hacienda, i ni siquiera el presidente de la Republica, se habria decidido a tomar medida alguna, aun de limitada importancia, sin con- sultarla previamente con el poderoso ministro, i sin obtener su aprobacion. Solo en los tribunales de justicia, preciso es recordarlo en honor de la patria chilena, habia encontrado el todopoderoso ministro, algunos hombres que, en nombre de

CAPfTULO PRIMERO 19

la lei, se resistian a condenar a los reos politicos a las altas penas que aquel queria aplicarles. Para evitarse esas contra- dicciones, Port ales se preparaba a sustraer a esos reos de los tribunal es ordinarios, i a crear una justicia especial, con jue- ces que por su cardcter i por sus condiciones, debiah ser de- ciles instrumentos del poder.

La Republica de Chile disfrutaba desde 1830 de una paz desconocida hasta entonces en los otros estados del mismo orijen, i que por su duracion no tenia precedente en nuestra historia desde los primeros dias de la revolucion de la inde- pendencia. Esa paz interior, fruto en gran parte de la actitud vijilante i vigorosa delgobierno, lo era mui principalmente de los habit OS arraigados de orden i de trabajoen un pais jene- ralmente pobre i apatico, donde las revueltas inquietaban a pocos, i ofrecian mui pocas probabilidades de lucro. Es ver- dad que en esos siete afios se habian descubierto varias ten- tativas de revolucion mas o menos insensatas, i que se habian esperimentado dos amagos de invasion preparada en el es- tranjero para venir a derrocar el gobierno; pero la misma fa- cilidad con que fueron dominadas esas amenazas de trastor- no, probaban su poca base en la opinion del pais.

Tenian ellas principal i casi esclusivamente por estimulante la suerte precaria, miserable, podria decirse asi, de los milita, res dados de baja en 1830 porque defendian un gobierno que- con mui buenos fundament os, ellos creian legal. La pruden- cia aconsejaba hacer cesar esa situacion injusta, i ademas pe- ligrosa, i reincorporar al ejercito a los militares recomenda- bles asi por sus buenos servicios anteriores, como por su con- duct a posterior, tranquila i alejada de motines. Port ales se manifesto inflexible a este respecto, empefiado en mantener lejos del ejercito a militares distinguidos, entre los cuales habia algunos que eran verdaderas glorias de la patria. En un examen detenido de los documentos concernientes a este particular, no hemos hallado mas que una escepcion a aquel proposito gubernativo, i ella fue hecha en favor de un oficial

20 UN DECENIO DE LA HiSTORIA DE CHILE

cuyos servicios consideraba indispensables el jeneral que te- nia a su cargo la defensa de la froritera del Biobio 2.

Ese sistema de represion se hacia sentir en todos los actos del gobierno, sin que se divisara indicio alguno que permitiera presumir cuando tendria aquella termino, o cuando esperi- mentaria la mas lijera modificacion. Del mismo modo, el go- bierno parecia resuelto a mantener i desarrollar la reaccion contra todos los impulsos liberales i democr^ticos que se ha- bian hecho sentir en los aiios anteriores; i a robustecer i pres- tijiar el espiritu viejo de la colonia con sus preocupaciones de todo orden i con el fanatismo relijioso. Las fiestas de este jenero, con conciirrencia de los mas altos funcionarios publicos, bajo apercibimiento de penas pecuniarias a los ina- sistentes, tomaron un gran desarroUo por su frecuencia i por su ostentacion 3. Es verdaderamente inconcebible que un

2. El oficial de que se trata era el sarjento mayor don Luis Salazar, que habia combatido en la batalla de Lircai (17 de abril de 1830), en la caballe- ria del jeneral Freire, i que por este motivo habia sido dado de baja. Sala- zar, por su esperiencia en la guerra contra los indios, por su conocimiento de las costumbres i de la lengua de estos, i por su gran sagacidad, era tenido por indispensable en el servicio militar de la f rontera del Biobio. El jeneral don Manuel Btilnes, que mandaba alii el ejercito nacional, habia pedido con instancia la reincorporacion de Salazar; i esta fue decretada el 21 de agosto de 1834.

Salazar acompaiio a don Claudio Gay en sus esploraciones en la Arauca- nia, cuando este preparaba su Historia fisica i politica de Chile. Gay, que ha contado una buena parte de la historia de la guerra contra los indios,'^apoyan- dose en las informaciones que recibio de Salazar, consagra a este un amisto- so recuerdo en la pajina 278 i siguientes del tomo VIII (parte politica).

3. Vease nuestra Hist. Jeneral de Chile, parte IX, cap. XXXVI, § 6, torn. XVI, p. 145.

Todas estas deferencias en favor del clero, no Uegaban a renunciar una sola de las prerrogativas del estado. Un solo rasgo bastara para dar a cono- cer las ideas de Portales a este respecto.

En 1835 el gobierno convino en la separacion del seminario que desde la creacion del Instituto nacional estaba unido a este; pero el gobierno se re- servo i uso el derecho de entender en los nombramientos de empleados del seminario, i en sus planes de estudios. El obispo Vicuna, a quien el gobierno, por los motivos que espondremos mas adelante, no le reconocia mas que el titulo de vicario apostolico, hizo pintar arriba de la puerta del seminario (si- tuado entonces en la manzana comprendida entre las calles de Agustinas, Riquelme, Moneda i Colejio) algo con que se queria representar el escudo de armas del Papa, es decir dos Haves cruzadas, encima de las cuales estaba la

capItulo primero 21

hombre dotado de un talento efectivo, i abierto a la luz del progreso, i que personalmente profesaba i practicaba la mas absoluta indiferencia en materias relijiosas, estimulase esas demostraciones de ideas i de practicas de otra edad, buscan- do en ellas un apoyo para el afianzamiento de su politica.

El ejercicio de un poder que puede Uamarse absolute, la ausencia de todo sintoma de contradiccion de parte de los hombres que lo rodeaban, dando a Portales una posicion de superioridad de que no habiaotro ejemplo en la historia de nuestras revoluciones, no podian dejar de perturbar de algu- na manera el equilibrio de su razon normal. «E1 espiritu del hombre, dice un distinguido publicist a moderno (Lord Rose- bery), no esta suficientemente lastrado para permitirle ejer- cer o sostener largo tiempo un poder absoluto i sin contrapeso. En otros terminos, la omnipotencia es incompatible con la naturaleza humana». Por causa de esta lei fatal e includible, a que no han podido sustraerse los mas grandes hombres, el juicio de Portales, tan claro i solido en los primeros aiios de su carrera politica, habia comenzado a perturbarse, creandole una situacion mas i mas embarazosa. Resuelto a mantener, i aun a reforzar el rejimen de vigorosa represion, Portales ha- bia visto con dnimo lijero ale j arse de su lado a aquellos de sus amigos que no aprobaban ese sistema, i entre ellos a tres hom- bres realmente distinguidos por su intelijencia i por sus ser- vicios, don Diego Jose Benavente, don Manuel Jose Ganda- rillas i don Manuel Renjifo, que antes habian dado prestijio al gobierno, i que habrian sido sus discretos i utiles consejeros. Otros hombres de posicion menos espectable, comenzaban tambien a comprender los inconvenientes de la omnipotencia del gran ministro, i se mostraban amigos menos ardorosos. El circulo que rodeaba a Portales, lejos de ensancharse con

tiara pontificia. Don Diego Portales no tolero esto, e impartio la 6rden si- guiente: «A1 vicario apostolico Santiago, enero 5 de 1836. El presidente me ordena decir a V. S. I. que debe hacer colocar el escudo de armas de la Repiiblica en el frontispicio de la casa del seminario conciliar. Dios guarde V. S. I. Diego Portales^.

Las ordenes de Portales no admitian replica, i esta fu6 cumplida puntual- mente.

22 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nuevos adherentes, se reducia lenta pero efectivamente. Sin embargo, el parecia no darse cuenta de esa situacion, i habi- tuado a imponer siempre su voluntad i a dominar todas las resistencias, no se cuidaba mucho de afianzar las adhesiones de los suyos, ante quienes no disimulaba su superioridad, ha- ciendolos con frecuencia objeto de una desdenosa descortesia i a veces de una burla mas o menos hiriente ^.

§]2. Graves acontecimientos de los ultimos meses de ese ano; el gobierno se reviste de facultades omnimo- das, i crea los consejos de guerra permanentes; primer ENSAYO DE tSTOS EN CuRic6.^ El i8 de setiembre de 1836,

4. Mas que por la arrogancia que debia inspirarle el convencimiento de su superioridad i de la sumision de que se veia rodeado, Portales, por vivacidad de caracter, que habia demostrado desde su primera juventud i que se creia heredada de sus mayores, se complacia en hacer burla de muchas personas, sin detenerse en ofender a hombres de ventajosa posicion, algunos de los cuales se alejaron definitivamente del poderoso ministro. Los contempora- neos contaban sobre este particular las mas variadas anecdotas. Don Ben- jamin Vicuna Mackenna, en su interesante libro Don Diego Portales (Valpa- raiso, 1863), ha reunido a este respecto algunos rasgos que contribuyen a ca- racterizar a ese persona je. De esas chanzas de Portales no se escapaban los mas altos funcionarios, i ni siquiera el presidente de la Republica don Joa- quin Prieto. En 1832 presento este al congreso el proyecto que creaba un nuevo escudo de armas de la nacion, sostenido por dos animales indijenas de Chile, el condor i el huemul, i segun un diseiio formado por el jeneral don Jose Ignacio Zenteno, Portales, que se hallaba en Valparaiso, se rio mucho entre sus amigos de aquel proyecto, preparado, decia por el «escriba», apo- do con que designaba a Zenteno porque en su juventud habia sido escriba- no. Aludiendo a los animales que debian colocarse en el escudo, Portales dijo: <<E1 verdadero huemul es el presidente de la Republica», palabras que dieron mucho que reir, i que como otras bromas del mismo jenero, contri- buian a hacer creer entre el comun de las jentes que el jeneral don Joa- quin Prieto era un hombre rudo, de limitada intelijencia i de modales vul- gares, cuando, por el contrario, tenia este un solido buen sentido, i un trato agradable i amistoso, sin que le faltasen discrecion i reserva cuando hablaba de los negocios ptiblicos. Prieto, por lo demas, no avanzaba opinion sobre estas materias antes de haber oido las opiniones i consejos de algunas per- sonas que con razon merecian su confianza.

Los contemporaneos que estuvieron en intimidad con Portales, contaban que, tan inclinado a hacer burlas a todo el mundo, solo respetaba a dos hom- bres cuyo saber estimaba en mucho, i cuyos servicios eran irreemplazables, don Andres Bello i don Mariano Egana, a pesar de las jenialidades singula- res i a veces candorosas de este ultimo.

CAPfTULO PRIMERO 23

al inaugurarse el segundo periodo de la presidencia del jene- ral Prieto, la Republica de Chile se hallaba 6nvuelta en com- plicaciones esteriores e internas de la mayor gravedad; i si bien fue posible dominarlas mas o menos prontamente, otras nuevas debian preocupar la atencion de los gobernantes, i dis- traer los recursos de la nacion.

El capitan jeneral don Ramon Freire, desterrado de Chile desde 1830, habia organizado en el Peru una pequena espe- dicion que embarcada en dos buques armados en guerra, ve- nia a Chile en la seguridad de que el pais se levantaria para secundar una revolucion que cambiase el gobierno del est ado. La historia de esa empresa, conocida por la publicacion de numerosos documentos, i de relaciones de verdadero valor, no entra en el cuadro de nuestro libro ^. Nos bastara recordar que la espedicion de Freire tuvo un lastimoso desenlace; que sin necesidad de combates, caian en poder del gobierno los dos buques espedicionarios con todos sus tripulantes, i que Freire i sus compaiieros eran entregados a la justicia militar para que los juzgase por el delito de alta traicion.

Antiguas complicaciones internacionales con el Peru naci- das sobre todo por resistencias de este para el establecimiento de relaciones comerciales sobre bases equitativas, habian to- mado un caracter much'o mas grave con motivo del estable- cimiento de la Confederacion peru-boliviana, i de accidentes graves o no, pero encaminados a preparar un rompimiento. Portales, con esa fijeza de propositos que caracteriza a los verdaderos hombres de estado, hizo declarer la guerra por el congreso de Chile (26 de diciembre de 1836), sin arredrarse

5. Vicuna Mackenna, Don Diego Portales, cap. XII, i Sotomayor Vald^s, Historia de Chile hajo el gobierno del jeneral Prieto, torn. II, cap, XXI i XXII.

6. Los antecedentes de esta guerra se hallan bastante bien espuestos en las dos obras queacabamos de citar, i en unos escritos de revista de donGon- zalo Bulnes. Pero conviene sobre todo conocer una nota de 18 de marzo de 1839 firmada por el ministro de relaciones esteriores de Chile, don Joaquin Tocornal.i dirijida al consul jeneral de S. M. B. en Santiago, que estaba em- pecinado en poner embarazos a la accion de Chile en la guerra contra la Con- federacion peru-boliviana, aun despues que esta habia sido destruida por la victoria de Yungai. Esa nota, escrita por don Andres Bello, es, como la je-

"24 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

por la poquedad de nuestros recursos, ni por las dificultades al parecer insubsanables de aquella empresa ^. Esa guerra, laboriosamente preparada por Port ales, i cuyo desenlace no alcanzo este a ver, le granjeo sin embargo una buena parte del renombre de que ha gozado ante la posteridad, por el lus- tre que dio a Chile la victoria.

Las preocupaciones de orden interno no eran menos inquie- tantes. El descontento de una buena parte del publico habia intentado hacerse represent ar en tres distintas hojas periodi- cas que tuvieron mui escasa circulacion, i que desaparecieron prontamente. En vez de esas manifestaciones de caracter le- gal, se descubrieron planes de conspiracion jeneralmente mui mal preparados, que dieron orijen a prisiones i a procesos, con una recrudecencia de las medidas represivas. El gobierno fue provisto por el congreso (el 9 de noviembre de 1836) de fa- cultades estraordinarias para trasladar de un punto a otro de la Republica a cualquier ciudadano; pero antes de muchos dias, esperimentaba su poder un estrepitoso rechazo ante otro alto cuerpo del estado. El 18 de noviembre, la corte de ape- laciones, constituida en sala marcial con la concurrencia de dos coroneles, i encargada de juzgar en segunda instancia al jeneral F!reire i a sus compafieros, revocaba por mayoria de votos la sentencia de pena capital impuesta por un consejo de guerra, i los condenaba solo a destierro. La corte marcial no apoyaba su resolucion en lei alguna; i en vez de aplicar las pe- nas tremendas establecidas por la ordenanza militar, habia contemplado los brilliant es servici'os de Freire, i creia que no era posible enViar al patibulo al hombre que podia ostentar gloriosos titulos al respeto de sus conciudadanos. Ese fallo.

neralidad de las comunicaciones diplomaticas que salieron de la mano de este, notable por su claridad, por su lojica i por su moderacion, i espone con verdad i con trasparencia las causas de aquella guerra. El lector puede ha- llarla reproducida en un libro reciente, Negociaciones entre Chile i el Peru por don Ricardo Montaner Bello (Santiago, 1904), cap. I, nota 8. La esposi- cion de esos antecedentes i la cronica de la guerra, no entran en el cuadro, en cierto modo sumario, que estamos trazando, de los ultimos aiios del go- bierno del jeneral Prieto, i en el no contaremos los acontecimientos que ya han sido referidos ordenada i claramente por otros histo riadores.

CAPfTULO PRIMERO 26

pronunciado en aquellas circunstancias, importaba una pro- vocacion audaz a la omnipotencia del ministro Portales, a que este contesto con medidas de una destemplada enerjia, que iban a hacer mucho mas violenta esa situacion.

El dia siguiente de dada esa sentencia ordenaba Portales al fiscal de la corte suprema que entablase acusacion criminal contra los jueces que la habian firmado. Acelero atropellada- mente la partida del jeneral Freire al destierro en las islas de la Oceania, i a la confinacion al presidio de Juan Fernandez de los demas presos politicos. En contra de todos ellos, Por- tales hizo aprobar por el congreso una lei, promulgada el 27 de enero de 1837, que ordenaba a todas las autoridades hacer pasar por las armas^ en cualquier punto de la Republica, i «dentro de veinticuatro horas, sin mas proceso que el necesa- rio para comprobar la identidad de la persona, i sin que de sus procedimientos se pudiera imponer recurso aIguno», a cualquier individuo que sin autorizacion del gobierno, regre- sase del destierro o se alejase del lugar de su confinacion. Aque- 11a lei barbara, que ponia la vida de los ciudadanos a merced de las autoridades subalternas, que por error o por deprava- cion podian cometer verdaderas atrocidades, fue inmediata- mente seguida por otra que iba a crear el mas franco i atrabi- liario absolutismo. «E1 congreso nacional, dice esa lei, sancio- nada el 31 de enero (1837), declara en estado de sitio el terri- torio de la Republica pOr el tiempo que dure la actual guerra con el Peni, i queda, en consecuencia, autorizado el presidente de la Republica para usar de todo el poder publico que su pru- dencia hallare necesario para rejir el estado, sin otra limita- cion que la de no poder condenar por si, ni aplicar penas, de- biendo emanar estos actos de los tribunales establecidos o que en adelante estableciere el mismo president e».

El congreso nacional cerraba sus sesiones al dia siguiente. Habia cesado de ser necesario desde que el presidente de la Republica, facultado para usar de la plenitud del poder pu- blico, se creia ampliamente autorizado para dictar por si solo leyes de todo orden. En efecto, el mismo dia i ° de febrero, espedia una lei que por su estension, por su regularidad i por

26 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

el acierto de sus disposiciones, dejaba ver que habia sido pre- parada desde tiempo atras. Esa lei reorganizaba todo el ser- vicio de las secretarias de estado, creando cuatro ministerios con atribuciones bien determinadas, uno de los euales seria el de justicia, culto e instruccion publica, ramos que hasta en- tonces habian estado a cargo del ministro del interior. Esta nueva organiza'cion de las secretarias de gobierno, que sub- sistio en la administracion de Chile cerca de cuarenta aiios, venia entonces a robustecer la omnipotencia de Portales. La lei que la estatuia, terminaba con el siguiente articulo transi- torio: «Interin no se provea el ministerio de justicia, queda provisionalmente encargado de su despacho el ministro del interior i relaciones esteriores».

Portales, al frente de tres ministerios, siguio dictando uno tras otro, decretos sobre diversas materias, que eran verda- deras leyes. Merece recordarse uno espedido el 2 de febrero, que mandaba a los jueces fundar las sentencias, refiriendose sumariamente a las leyes en que ellas se apoyaban. Esta lei, de indiscutible utilidad, i en cierto modo una garantia contra la posible arbitrariedad de los jueces, import aba la revocacion de una real cedula de 1778 (Novisima recdpilacion, lei 8, tit. 15, lib. 11), que entonces estaba en vigor, i que habia produ- cido mui malos efectos. Pero la reforma de 1837, si bien bene- ficiosa, era la obra de un movil pequeno. Se habia querido que los tribunales no pudieran dar en adelante sentencias como la que habia condenado a destierro al jeneral Freire, cuando las leyes castigaban con pena de muerte el delito que este habia cometido. El pensamiento de fUndar las sentencias, sometido al congreso en noviembre anterior, inmediatamente despues del fallo concerniente a Freire, habia dado orijen a la propo- sicion de modificaciones de detalle que demoraban la sancion de la lei; pero el decreto gubernativo, sin tomar nada de eso en cuenta, dejo sancionado ese principio, al cual se habia de dar mas tarde un desarrollo mucho mas lato todavia con la publicidad de los votos de los jueces en los tribunales cole- jiados.

Durante todo el tiempo en que Chile estuvo bajo el imperio

CAPfTULO PRIMERO 27

de aquellas absolutas facultades estraordinarias, es decir des- de febrero de 1837 hasta junio de 1839, el congreso funciono mui pocas veces. En todo el afio 1838, como lo veremos mas adelante, no funcionaron una sola vez las camaras lejislati- vas 7. Sin embargo, en ese periodo se dictaron numerosas le- yes, muchas de ellas de la mayor gravedad, i sobre una gran variedad de materias, pero todas con la forma de decretos autorizados por la lei de 31 de enero que habia puesto en ma- nos del presidente de la Republica la autoridad lejislativa. Algunas de esas leyes, que discutidas en el Congreso habrian dado orijen a prolongadas discusiones, aun en esa epoca en que los debates parlamentarios, eran de ordinario cortos i ra- pidos, se referian a procedimientos judiciales (implicancias i recusaciones de los jueces, juicio ejecutivo, recursos de nuli- dad, etc., etc.), eran de indisputable utilidad, suponian por su materia i porsu reglamentacion, solidos conocimientos ju- ridicos, i cualesquiera que fuesen sus defectos de detalle, im- portaban una gran ventaja sobre cuanto existia sobre esos asuntos en laembroUadalejislacion espanola. Esas leyes fue- ron preparadas por don Mariano Egafia, i entonces valieron a este, junto con el aplauso delgobierno, un modesto obsequio (una caja de oro para rape), i mas tarde, que los jueces, abo- gados i curiales dieran a esas leyes el nombre de su autor ^.

7. El 19 de diciembre de 1837 fueron convocadasMas camaras a sesiones estraordinarias para sancionar la desaprobacion del tratado de Paucarpata. Resuelto este negocio, el congreso qiiedo clausurado el 4 de enero de 1838.

8. En el trato corriente de jueces, abogados, escribanos i demas jentes de los tribunales de justicia, esas leyes eran designadas con el nombre de «Le- yes Marianas»; i aunque siempre se hacian criticas por tal o cual detalle, se reconocia jeneralmente que ellas eran me j ores que las que existian antes so- bre tales materias. Mas adelante daremos noticia de la cuestion que se sus- cito sobre el valor de las leyes dadas por decreto durante la facultades es- traordinarias, i sobre la necesidad de revalidarlas al restablecimiento del re- jimen constitucional. Algunas de las leyes dadas de esa manera, fueron co- rrejidas i enmendadas con modificaciones mas o menos importantes por de- cretos del mismo Egaiia cuando (desde 26 de junio de 1837) paso a desempe- nar el ministerio de justicia.

Desde noviembre de 1836 estaba pendiente ante la camara de diputados un proyecto de 1 29 articulos, presentado por el gobierno, es decir por Porta- les. Ese proyecto respondia a lo ordenado por el articulo transitorio de la

28 ' UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

El poder absoliito de que estaba revestido el presidente de la Reptiblica por la lei de 31 de enero de 1837, ^^ tenia mas que una limitacion. No podia condenar ni aplicar penas. Pero esa misma lei facilitaba la manera de salvar esa valla, decla- rando que esos actos, es decir la administracion de justicia, quedaban a cargo de los tribunales establecidos, «o que en adelante estableciere el mismo presidente». En virtud de esta autorizacion, apenas promulgada aquella lei, se dictaba, el 2 de febrero, un decreto del caracter mas tremendo. Creaba en la cabecera de cada provincia un consejo de guerra permanen- te, compuesto del juez de letrasi de dos militares designados a su voluntad por el presidente de la Republica, i encargado de juzgar militarmente los delitos de traicion, sedicion, tu- multo, motin i conspiracion, i de aplicar las penas de cualquier ra clase, inclusa la de muerte, sin apelacion i sin ulterior re- curso. Siete dias mas tarde, el 9 de febrero, el gobierno nom- braba los militares que debian componer los consejos de gue- rra, algunos de ellos simples capitanes o tenientes, i todos conocidos por su deferencia absoluta a la voluntad guberna- tiva. Bajo el rejimen creado por esas instituciones, se prac- ticaron en los dias 25 i 26 de marzo las elecciones populares para la renovacion de las camaras lejislativas. Facilmente se

constitucion del estado, i era la lei del rejimen interior, preparada para regu- larizar la administracion interna i para robustecer el poder publico. Aun no habia sido tomada en cuenta por el congreso cuando este cerro sus sesiones. Portales habria podido sancionarlo por decreto i en virtud de las facultades estraordinarias, como lo ejecuto con otros proyectos; pero no lo hizo. Habien- do recibido algunas modificaciones, volvio a ser presentado por el gobierno a la deliberacion del congreso en 1841, sin alcanzar tampoco aprobacion. Por fin, en el congreso, de 1843 renovado en parte no pequeiia, asi en la for- ma como en el fondo, el proyecto fue aprobado despues de laboriosa jesta- cion, i promulgado por el presidente de la Republica el 10 de enero de 1844. El proyecto primitivo (de 1836) de la lei de rejimen interior fue preparado o a lo menos revisado i arreglado, por don Antonio Jose de Irisarri, a la sa- zon intendente de Colchagua, segun se desprende de una carta suya, fecha- da en San Fernando el 24 de noviembre de 1836, i dirijida a don Diego Por- tales, carta que hemos visto en su orijinal. La disposicion jeneral i la redac- cion de aquel proyecto, sin ser irreprochable, i aun alejandose en muchas partes de las condiciones de una lei, deja ver una mano ejercitada en esas ta- reas, como era la de Irisarri.

CAPITULO PRIMERO 29

comprendera que la voluntad deJ gobierno, i sus designaciones de candidates, debieron triunfar en todas partes sin contra- peso i sin resistencia.

Si las consecuencias de aquel estado de cosas se hubieran hecho sentir solo en esa negacion de la libertad electoral, aque- Uo habria sido la repeticion talvez mas franca de lo que se habia hecho antes, i el modelo de lo que debia hacerse muchas veces mas adelante. Pero el primer ensayo de los consejos de guerra vino a producir en todas partes un arranque de con- miseracion i una penosa alarma. El 7 de abril (1,637) se alzaba el patibulo en la ciudad de Curico para sacrificar a tres indi- viduos de buena condicion social, acusados del delito de cons- piracion por simples conversaciones, de que en tiempos mejo- res no se habria hecho caso, i condenados a muerte por el con- sejo de guerra. Este inhumano atentado, contrario a toda razon i a toda equidad, era cometido bajo la impulsion del intendente de Colchagua don Antonio Jose de Irisarri, hom- bre de reconocida intelijencia, pero falto en lo absoluto de todo sentido moral, que ha dejado un recuerdo odioso en cada uno de los altos i variados destinos que desempeno ^. El cri- men de Curico, nombre que la historia ha dado a esas atroces ejecuciones, creaba en Chile una situacion de zozobras i de despotismo, comparable solo, si no peor aun, a la qn« habia pesado sobre este pais veinte aiios antes, en los dias mas som- brios del periodo denominado «la reconquista espanola*.

§ 3. motin de quillota; es vencido en los contornos de Valparaiso; fusilamiento del ministro Portales por los insurrectos; tremendos castigos de estos; proceso del SENADOR j DON DiEGO ]ost Benavente. El domingo 4 de junio (1837), entre nueve i diez de la mafiana, Uegaba a San-

9. Don Benjamin Vicuna Mackenna conto estos hechos en el capitulo XVI de su libro citado {Don Diego Portales); pero habiendo entrado en posesion del proceso orijinal seguido a los pretendidos conspiradores de Curico, des- tine a estos hechos un estudio especial que esta pubUcado en sus Relaciones histdricas (Santiago, 1878), torn. II, paj. 705-38. Esas relaciones, que se completan la una a la otra, salvo algunos errorcillos en accidentes subalter- nos sin importancia, forman un cuadro mui interesante de aquellos lasti- mosos sucesos.

30 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tiago un individuo llamado Francisco Diaz, subteniente dado de baja en 1830 por haberse batido en la batalla de Lircai, bajo las ordenes del jeneral Freire. Venia de trasnochada de Quillota, i referia que el dia anterior (sabado 3 de junio), a las dos de la tarde, se habia sublevado en esa ciudad una crecida division del ejercito de Chile, bajo el mando del coronel don Jose Antonio Vidaurre. Diaz, simple testigo de esos aconte- cimientos, contaba, ademas, que el ministro Portales, que pa- saba revista a esas tropas, habia sido apresado por ellas, asi como sus ayudantes i las autoridades civiles de aquella ciu- dad; i que los sublevados se disponian a marchar a Valparaiso para incorporar a la rebelion las tropas acuarteladas en este pueblo 10. Las personas con quienes hablo aquel individuo, se negaban a darle credito; pero antes de dos horas llegaba a la capital un emisario del jefe de la revolucion, i este traia va- rias cartas en que despues de ref erir esos sucesos, pedia Vidau- rre apoyo para evitar una resistencia que seria ineficaz, i para solucionar esa situacion i la formacion de un nuevo gobierno en el menor tiempo i sin grandes sacrificios 11. Algunas de esas cartas, que fueron puestas en conocimiento del gobierno, no dejaban el menor lugar a dlida sobre la efectividad de tan es- traordinarios acontecimientos.

10. El jeneral don Francisco Antonio Pinto, entonces separado del ejer- cito, i absolutamente estrafio a aquellos acontecimientos, referia que el dia anterior (3 de junio), entre ocho i nueve de la noche, andando por el centro comercial de la ciudad, se le habia acercado un caballero, roiembro princi- pal en el partido caido, i que con el mayor secreto le cont6 que ese mismo dia habia estallado un motin militar en Quillota, i que Portales estaba preso. El jeneral Pinto siguio tranquilamente su camino, sin dar el menor credito a aquella noticia, que el dia siguiente era publica en toda la ciudad. Creia, sin embargo, que a esas horas de la noche no habria podido llegar noticia de lo ocurrido en Quillota a las dos de la tarde; i que por lo tanto, aquella debia estar fundada no en el hecho efectuado, sino en la seguridad de que debia efectuarse.

11, El conductor de esta correspondencia era un birlochero de carruajes de alquiler, que paso a ser propietario de algunos, i que vivio unos treinta anos mas, mui estimado, por su buena voluntad i por su honradez, de cuan- tos lo ocupaban. Su nombre era Ascensio Palma. Habia ido a Quillota con- duciendo al ministro Portales; i alll se le tomo su carruaje, i se le ordeno ve- nir a Santiago con la correspondenciaMe Vidaurre, i de algunos de los suyos para unas cuantas personas de la capital.

CAPfXULO PRIMERO 31

Indescriptible fu^ elestupor que produjo en toda la capital la rapida i casi instantanea circulacion de esa noticia. Aunque a no caber duda, habia muchos millares de personas que de- bian recibirla con satisfaccion/no se hizo sentir signo alguno' de contento. En la modesta casa de gobierno, situada enton- ces en una esquina de la plaza (donde hoi se levanta la admi- nistracion central de correos), se reunian casi espontaneamen- te los mas altos dignatarios de la nacion, los consejeros de es- tado, gran numero de senadores i de diputados, los miembros de las cortes de justicia, los jefes de las oficinas administrati- vas, i numerosos ciudadanos de posicion espectable. En los cuarteles de los cuatro batallones de guardia civica, se tocaba jenerala, acudian en su mayor numero los ciudadanos que los componian, tomaban las armas, i en ordenada formacion acu- dian a la plaza a ofrecer sus servicios al presidente de la Re- publica. Este lanzaba una proclama moderada en sus pala- bras, pero enerjica en el fondo, para anunciar a los pueblos la revolucion de Quillota, haciendoles saber que la nacion tenia fuerzas i recursos para restablecer el orden. En los consejos de gobierno se resolvio hacer partir en el acto los pequefios des- tacamentos de tropa veterana que habia en Santiago, a refor- zar la guarnicion de Valparaiso. Con el mismo empeno se im- partieron ordenes al jeneral don Manuel Bulnes, que mandaba las tropas nacionales en la frontera del Biobio, para que acu- diera con ellas a sofocar la insurreccion, que por entonces pa- recia formidable.

La rebelion, sin embargo, fue dominada en menos tiempo i con mucha mas facilidad de lo que habria podido esperarse. La solidez i la regularidad administrativas, planteadas en Chile despues de 1830, merced sobre todo a la accion vigorosa i sostenida del mismo Portales, la disciplina jeneral del ejer- cito i de la guardia nacional, i los habitos de orden jeneraliza- dos en el pais, se sobrepusieron al levantamiento de un bata- lion, movido por unos cuantos oficiales. Otros destacamentos que habian sido arrastrados a la insurreccion, se separaron de ella; i est a misma fue batida en la madrugada del 6 de junio a las puertas de Valparaiso por las trOpas i las milicias que guar-

32 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

necian esta ciudad. Aquella violenta crisis no habia alcanzado a durar tres dias; pero costaba la vida al insigne ministro Por- tales, indignamente fusilado por el oficial encargado de su custodia.

A la sangre de tan ilustre victima, a la derramada en el campo del combate, se agrego todavia la de once milicianos de Aconcagua, barbara i atentatoriamente fusilados por orden del intendente de la provincia, porque se resistian a marchar a Quillota, dando por razon que el levantamiento revolucio- nario habia sido ya sofocado ^2. Pero luego vinieron los cas- tigos consiguientes i estos no podian dejar de ser tremendos, ya que el delito revestia caracteres atroces. Un consejo de guerra especial reunido en Valparaiso, condenaba a la pena ordinaria de muerte a veintitres individuos, promotores o complices principales del motin de Quillota; i diez de ellos fue- ron ejecutados con todo el aparato militar prescrito por las ordenanzas vijentes.

A esos procesos se siguio otro mucho menos justificado, pero que parecia encaminado a demostrar que el gobierno es- taba resuelto a mantener con toda enerjia el rejimen de repre- sion. Don Diego Jose Benavente, senador de la Republica, militar distinguido en las primeras guerras de la independent cia, ministro de estado mas tarde, i antiguo amigo de Porta- les, se habia alejado de este, descontento con aquel sistema restrictivo de gobierno. El dia del motin de Quillota, Vidaurre habia escrito una carta a Benavente para darle cuenta de ese movimiento i para pedirle sn apoyo moral. Esa carta que fue conocida, i que Benavente mostro a varias personas, i al mis- mo presidente de la Republica, dio orijen a la sospecha de que

12. Estos fusilamientos se verificaron el 7 de junio. El gobierno, que debio haber castigado con la mayor severidad al intendente de Aconcagua, no se atrevio a tomar ninguna medida de ese orden, i se limito a no dar publicidad a estos hechos, que no habrian dejado de producir indignacion. Ellos han sido claramente referidos por don Benjamin Vicuna en su importante libro (Don Diego Portales, cap. XXII, §§ 6i 7, tom. II, paj. 370-73.), donde pue- den hallarse las mas amplias noticias sobre el motin de Quillota, su represion i castigo, acontecimientos que no tenemos para que contar aqui, i que por o tanto nos limitamos a recordar de paso.J

CAPfTULO PBIMERO 33

aquel hubiera sido instigador del reciente motin. Se le tuvo en arresto en su casa, se le tomaron declaraciones judiciales a este respecto, i por ultimo se le traslado a Valparaiso (i.^ de agosto) a disposicion del fiscal que seguia el proceso por aque- llos acontecimientos, poniendolo en prision en un buque.

Aquel procedimiento dio orijen a una importante cuestion de derecho publico que establecio reglas favorables al autori- tarismo, que fueron aplicadas mas adelante con mucha fre- cuencia. Segun el articulo 15 de la constitucion, Benavente, en virtud de su fuero de senador, no habria podido ser apre- sado sin que previamente declarase el senado que habia lugar a la formacion de causa. Asi lo creia el, i asi lo represento al senado al darsele la orden de partir a Valparaiso; pero el se- nado encargo a una comision de tres de sus miembros (don Juan de Dios Vial del Rio, don Jos<e Miguel Irarrazaval i don Fernando Antonio de Elizalde) el estudio de esta delicada cuestion. Segun estos, el ejercicio de las facultades estraordi- narias suspendia el rejimen const itucional; i proponian, con fecha de 5 de agosto, la aprobacion del siguiente proyecto de acuerdo: «Se declara que el presidente de la Republica no ha excedido las facultades que le fueron concedidas por la lei de 31 de enero del presente afio, en el arresto del senor senador don Diego Jose Benavente».

Pero otro senador no menos espectable que Benavente, i como este ale j ado del gobierno por iguales causas, defendio los fueros de los miembros del congreso que consideraba atro- pellados, en lo cual, decia, se estaba siguiendo el ejemplo de Portales, que acostumbraba hacer burla de los cuerpos lejis- lativos. Gandarillas, ademas, sefialaba los inconvenientes que ofrecia la plenitud de facultades concedidas al presidente de la Republica; i por un proyecto de acuerdo que presento, pe- dia la derogacion de la lei de 31 de enero, i que en lugar de ella se concedieran al ejecutivo las facultades establecidas en la lei de 9 de noviembre de 1836, esto es, la facultad de traspor- tar a los facciosos de un punto a otro del territorio del estado, i esto no por un tiempo ilimitado, sino solo hasta el i.^ de se- tiembre siguiente. El senado que por entonces, como veremos

TOMO XIV. 3

34 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

mas adelante, se reunia pocas veces, en sesion de 25 de agosto declare por unanimidad que la mocion de Gandarillas no po- dia entrar a discusion. El proceso seguido a Benavente se pro- long© algunos dias mas. Por fin, el 8 de setiembre se le puso en libertad, declarandosele exento de todo cargo, por cuanto no habia «tenido compromise alguno con los amotinados». Pero aquella prision injustificada i arbitraria, habia dado ade- mas orijen a la decision del senado sobre el fuero de los miem- bros de los cuerpos lejislativos; i en los ailos posteriores, en las frecuentes declaraciones de estado de sitio o de f acultades estraordinarias, no se reconocieron a estos las garantias que la constitucion parecia haberles acordado i^.

§ 4. Primeros actos de una reaccion POLfxiCA m6nos

RESTRICTIVA, CONSERVANDO SIN EMBARGO EL GOBIERNO LA

SUMA DEL PODER pi^BLico. Esos actos i esas declaraciones parecian anunciar en el gobierno i en los cuerpos lejislativos el proposito de mantener i de robustecer el rejimen de represion instaurado i sostenido con obstinacion por el ministro Porta- les.Sin embargo los hechos que vamos a referir demuestran que el presidente de la Republica i sus nuevos ministros, es- taban inclinados a cambiar de politica

El 26 de junio, el presidente de la Republica Ueno las va- cantes que la muerte de Portales habia dejado en dos de los ministerios. Nombro ministro de justicia a don Mariano Ega- iia, jurisconsulto de saber, como ya hemos dicho, i conocido por largos servicios publicos prestados desde los primeros afios de la guerra de la independencia, como secretario de una junta de gobierno (1813-1814), mas tarde como ministro de estado

13. En 1837 se publico en Santiago un opiisculo de 232 pajinas con el ti- tulo de Noticia de la causa seguida al senador Diego Jose Benavente, escrito por este mismo, bajo el imperio de las facultades estraordinarias, i por tanto con cierta templanza en la forma; pero con bastantes noticias de los hechos a que se refiere. Don Benjamin Vicuna Mackenna los ha referido sumaria- mente, aunque con descuido en ciertos detalles, en una nota del cap. XXII, del libro que hemos citado antes. Nosotros, sin entrar en pormenores sobre el proceso de Benavente, que pueden hallarse en aquel opuscule, hemos que- rido consignar otros incidentes relacionados con esos hechos, que, como la intervencion de Gandarillas, i la declaracion del senado, no han sido recor dados, segun creemos, en ninguna relacion historica.

CAPITULO PRIMERO 35

en epocas bien dificiles (1823), como nuestro representante en Londres, como constituyente i como autor principal de la constitucion de 1833, i por fin como autor de varias leyes re- cientemente promulgadas. El ministerio de guerra fue dado al coronel graduado don Ramon de la Cavareda, el gobema- dor militar de Valparaiso en los dias de la tremenda crisis que se soluciono a las puertas de esa ciudad 1*. Aunque ambos habian sido amigos decididos de Portales, i secuaces de su po- litica, i por tanto de la represion contra toda tentativa de re- vuelta, i contra las ideas de reforma i de libertad, no poseian la enerjia del celebre ministro, ni sentian inclinacion a prolon- gar el rejimen de las persecuciones. El ministro de hacienda don Joaquin Tocornal, tomo a su cargo con el caracter de in- terino, el ministerio del interior i de relaciones esteriores, que desempefio en esas condiciones mas de un ano entero 1^. Co- mo Egana i Cavareda, no sentia aquel ninguna inclinacion por las medidas violentas, i habia de contribuir al cambio de sis- tema, que, por lo demas,era solicitado por el presidentePrieto. La sentencia dada en Valparaiso el 3 de julio (1837) por el consejo de guerra encargado de juzgar a los fautores del mo- tin de Quillota, habia condenado, como ya dijimos, a veinti- tres individuos a la pena de muerte; pero solo fueron ejecuta- dos diez, que eran tenidos por los mas culpables. Aunque el consejo de guerra estaba ampliamente autorizado para hacer cumplir sus fallos sin apelacion i sin ulterior recurso, «atendi-

14. Cavareda fue nombrado ministro de guerra el 7 de junio, esto es el dia siguiente de ocurrida la muerte de Portales; pero se quedo en Valparaiso a causa del recargo de atenciones que pesaban sobre el gobierno local, i don- de tuvo que presidir el consejo de guerra que juzgo i condeno a los oficiales mas comprometidos en el motin de Quillota. Cavareda no Uego a Santiago a recibirse del ministerio sino el mes siguiente. La fecha que damos en el tes- to es la de la nota en que el presidente comunicaba a las camaras el nombra- miento de los nuevos ministros.

15. Habiendo sido comisionado don Mariano Egaiia para desempeiiar el cargo de ministro plenipotenciario de Chile cerca del gobierno^ provisorio del Peru, se llamo a desempenar durante su ausencia el 'ministerio de justicia (6 de octubre de 1838) a don Ramon Luis Irarrazaval, que entonces se inicia- ba en la carrera politica. Pocos dias despues, el 19 de octubre, Irarrazaval era nombrado ministro del interior i relaciones esteriores que renunciaba To- cornal, conservando solo el de hacienda.

36 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

do, agrega la sentencia citada, a que el excesivo numero de los que deben sufrir la misma pena presentaria un espectaculo demasiado cruento, i teniendo presentes los principios de cle- mencia i de benignidad que rijen al gobierno», acordo suspen- der la ejecucion de los otros trece reos, i consult ar a este para que en virtud de las altas facultades de que estaba investido, resolviese lo que juzgare equitativo. El president e de la Re- publica indulto a esos trece individuos, conmutandoles la pe- na de muerte por la de destierro, que, como lo veremos mas adelante, no seria de larga duracion.

Una decision trascendental vino, pocos dias mas tarde, a demostrar de una manera no menos evidente esta modifica- cion en el caracter de la politica gubernativa. La subsistencia de los consejos de guerra permanent es con la amplitud de fa- cultades que se les habian acordado, creaba en toda la Repu- blica una situacion sumamente violenta, i espuesta a los ma- yores excesos de una desbordada tirania. El gobierno lo com- prendio asi; i por un decreto dictado el 28 de agosto (1837), con las formas i con el alcance de lei en virtud de la plenitud de poderes de que estaba investido, dispuso que las sentencias dictadas por los consejos de guerra no pudieran ser ejecutadas sino en los casos de sedicion o motin infraganti, debiendo en todos los demas someterlas a la revision del auditor de guerra residente en Santiago. Desde entonces pudo saberse que ya no se cometerian nuevos atentados como los deplorables fusi- lamientos perpetrados en Curico en abril de ese mismo afio.

La opinion publica recibia con satisfaccion estos primeros indicios de un cambio de politica. Parecia, en efecto, haber desaparecido con Portales la gran desconfianza gubernativa, el rigor en las persecuciones efectuadas por las autoridades subalternas, i el temor a las delaciones. El gobierno se mani- festaba mucho menos tirante en todos sus actos, i aun comen- zaba a procurar el acercamiento de aquellos de sus adversa- rios menos exaltados, llamando a algunos de los militares que estaban dados de baja desde 1830, para incorporarlos al ejer- cito que iba a hacer la campana restauradora al Peru. Como primer efecto de esta nueva situacion, se pasaron algunos me-

CAPfrULO PBIMERO 37

ses en que, al reves de lo que sucedia en los anos anteriores, no se hablo de planes de revueltas i de trastornos. La paz in- terior parecia ahora mas asentada que antes.

I sin embargo, aquella lijera modificacion politica no tenia base alguna legal. El gobierno se conservaba revestido de las omnimodas facultades estraordinarias acordadas con un pla- zo indeterminado por la lei de 31 de enero de 1837. En ese ano, en que se habia verificado la renovacion de los cuerpos lejis- lativos, el presidente de la Republica abrio las sesiones de es- tos el dia senalado por la constitucion (el iP de junio); pero sobrevinc el motin de Quillota, i desde entonces las camaras casi no volvieron a reunirse sino para acordar los honores fii- nebres al ministro Portales, i a fines de aiio para sancionar la desaprobacion del tratado de Paucarpata, de que hablaremos mas adelante, acordada ya por el poder ejecutivo. Este perio- do, sin embargo, vio promulgarse una gran variedad de leyes i sobre diversas materias, como simples decretos, dictados en razon de la plenitud de poderes que estaba en manos del pre- sidente de la Republica, i que este conservaba intacta e inal- terable; asi, pues, aquellas primeras concesiones en favor de un rejimen menos opresivo podian desaparecer a voluntad del supremo mandatario i de sus ministros.

§ 5. OjEADA JENERAL DE LA GUERRA CONTRA LA FEDERA-

ciON pert^-boliviana; desafortunada campana DE 1837. La principal preocupacion, por no decir la preocupacion unica del gobierno en esos dias, era la guerra a la confederacion pe- ru-boliviana. Era aquella una empresa a todas luces temera- ria que Portales habia acometido con una inspiracion jenial, i con el mas alto patriotismo, pero casi sin contar con mas re- cursos que el esfuerzo i la abnegacion del pueblo chileno. Al- gunos hombres de juicio se habian opuesto a esa guerra, sefia- lando la enormidadde los recursos navales i militares del jefe de la confederacion, i el prestijio alcanzado por este con sus re- cientes triunfos sobre el Peru, i comparando aquellos con la lastimosa situacion financiera i militar de Chile. Al divisarse por primera vez en 18361a posibilidad de una guerra esterior, el ejercito nacional contaba unos dos mil setecientos hombres.

38 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

distribuidos en las diferentes plazas del territorio, i cuya ma- yor parte (1500) estaba encargada de defender la, frontera del Biobio de las frecuentes irrupciones de los indios araucanos. La escuadra chilena const aba de dos barquichuelos, el ber- gantin Aquiles, antiguo barco espanol, arrebatado al enemigo en 1825, 1^ i la pequena goleta Colocolo, de modestas condi- ciones militares.

Pero la situacion de la hacienda publica presentaba todavia obstaculos aun mayores a la realizacion de esa empresa. La paz interior de que gozaba Chile desde 1830, i la regularidad administrativa que se habia implantado, producian cada ano un lijero crecimiento en las rent as del estado, mui satisfacto- rio, es verdad, en los tiempos normales, pero del todo insufi- ciente para atender a los gastos de la guerra. En 1835 esas en- tradas alcanzaron a 2.003,421 pesos; i en 1836 a 2.287,979 pe- sos, 17 cantidades que si bien bastaban para pagar todos los empleados i todas las obligaciones, con la escepcion del servi- cio de la deuda esterior, dejaban ver una imposibilidad abso- luta para hacer f rente a circunstancias estraordinarias. A na- die se le ocurrio entonces que Chile consiguiera contraer un emprestito esterior, desde que no pudiendo servir el contra- tado en Londres en 1822, carecia completamente de credito. Se pens6, si, en un emprestito interno; i una lei sancionada el 16 de agosto de 1836 autorizo al gobierno para levantar uno hasta por cuatrocientos mil pesos, «con el objeto de aumentar la fuerza naval». Aun en esas modestas condiciones, el levan- tamiento del emprestito era irrealizable; i el gobierno, por de- creto de iP de setiembre se limito apedir 200,000 pesos. Al efecto, emitio bonos de a 500 pesos que ganarian un interes de cuatro por ciento, i que negocio con los particulares i casi como si recibiera un favor, sin alcanzar, sin embargo, a jun- tar por este medio mas de 105,000 pesos. Otros arbitrios, uno

16. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn. XIV, paj. 605 i 606.

17. En esas sumas figuraban las economias que sehacian en los gastos anuales, i que pasaban como entradas al aiio siguiente. De ese modo, el ano 1836 recibio el anterior cerca de 150,000 pesos; i el 1837 recibio 212,726 pesos.

CAPfrULO PRIMERO 39

de los cuales f ue reducir al cinco por ciento el interes penal a que estaban obligados los deudores morosos del estado, a condicion de que cubriesen sin tardanza sus obligaciones, pro- dujeron mejores result ados, sin procurar en verdad recursos de algun modo suficientes para aquella empresa.

El gobierno no retrocedio ante tamanas dificultades. Cuan- do se hubo restablecido la regularidad administrativa, pertur- bada por el motin de Quillota, i cuando se hubo completado el ejercito que esos acontecimientos habian desorganizado en parte, zarpaba de Valparaiso laespedicion chilena (15 de se- tiembre de 1837) bajo el mando del jeneral don Manuel Blan- co Encalada, i despues de tocar en otros puntos, desembarca- ba en el puerto de Quilca i, avanzando al interior, ocupaba el 12 de octubre la importante ciudad de Arequipa. No entra en el plan de nuestro libro el contar los accidentes de esa campa- fia, referidos ya con bastante detenimiento en otras obras ^^, Comenzada con rara felicidad, tuvo por desenlace no una o varias batallas, sino un tratado que Blanco se creyo obligado a aceptar por hallarse amenazado por fuerzas mui superiores, i persuadido de que cualquiera operacion militar que inten- tase seria un desastre inevitable para las armas de Chile. Ese pacto, firmado en Paucarpata el 17 de noviembre (1837), tie- ne todas las formas esteriores de un arreglo amistoso, de sa- tisfaccion para ambas partes por pretendidos agravios o por hechos anteriores; i no tenia mas clausula depresiva para Chi- le que el reconocimiento implicito que este hacia de la exis- tencia de la confederacion peru-boliviana. El jeneral Blanco habia encargado esa negociacion a su secretario don Antonio

18. Con el titulo de Campana del ejSrcito chileno contra la confederacion peru-boliviana en 1837, publico don Ramon Sotomayor Valdes una estensa memoria historica (Santiago, 1896), que ha incorporado despues (1901) en el tomo II de su Historia de Chile bajo el gobierno del jeneral Prieto. Es mui considerable el numero de documentos impresos, partes oficiales, esposicio- nes, defensas, etc., etc., que circularon entonces o poco mas tarde, sobre esa campana i sobre el tratado que le puso termino. Sotomayor reprodujo algu- nos de ellos en los apendices de su memoria historica; pero se hallan ademas varios otros en las Sesiones de los cuerpos lejislativos de Chile, tom. XXV, paj. 422-59, ademas de algunos publicados en el tomo anterior (XXIV) de esa coleccion, paj. 486-96.

40 ' UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Jose de Irisarri, hombre habil, como ya dijimos, pero despro- visto de sentido moral, i factor de mui graves faltas en todos los destinos que desempefio al servicio de Chile. Esos antece- dentes, su calidad de estranjero (Irisarri era orijinario de Gua- temala), su antigua amistad con el jefe de la confederacion peru-boliviana, i la circunstancia de haberse quedado al lado de este despues de firmar ese pacto, daban a su conducta el color de una desvergonzada traicion i^.

Un violento i formidable grito de reprobacion acojio en Chile la noticia de la celebracion de ese pacto i de la vuelta de- sairada del ejercito que habia ido al Peru a disolver la odiada confederacion. En las conversaciones se daban a esos aconte- mientos los caracteres de un bochornoso i humillante desastre, de que casi en todks partes se hacia responsable a Irisarri 20, El gobierno no vacilo en negar su aprobacion a aquel tratado

19. Accidente singular! El negociador del tratado de Paucarpata por par- te del gobierno de la confederacion peru-boliviana, era el jeneral d6n Ramon Herrera, chileno de nacimiento que ocultaba cuidadosamente su nacionali- dad. Vivia fuera de Chile desde su juventud, i habia Uevado una carrera mi- litar i politica Uena de las mas singulares peripecias. Como Irisarri, con quien celebro aquel tratado, el jeneral Herrera es uno de los mas curiosos produc- tos de las perturbaciones i trastornos en las nuevas republicas americanas, Puede verse sobre Irisarri una estensa nota en la paj. 296, torn. XVI de la Historia Jeneral de Chile.

20. El tratado de Paucarpata i su desaprobacion dieron orijen, como diji- mos antes, a numerosos documentos oficiales i publicaciones de todo orden. La defensa del jeneral Blanco ante el consejo de guerra que lo juzgo i que lo absolvi6, no es, sin embargo, la unica pieza que se publico en defensa de aquel pacto. En Santiago, se dieron a luz otros escritos en el mismo senti- do, en que se trataba de justificar el tratado i de vindicar a Blanco, pero alii mismo se atacaba a Irisarri, acusando al gobierno de haber dado a este el importante cargo de secretario del jeneral en jefe. En esos escritos, asi co- mo en la acusacion entablada por don Manuel Montt, como fiscal interino de la corte suprema, contra Irisarri, se reprochaba a este la jestion de los ne- gocios del emprestito de 1822, de que no habia dado cuenta, como si este car- go no recayera sobre el gobierno mismo por haber Uamado al servicio publi- co a un hombre sobre el cual recaian esas acusaciones, i a las cuales podian agregarse las que resultaban contra Irisarri por su conducta como intenden- te de Colchagua.

En el pueblo se desperto el odio contra Irisarri en proporciones tales que si hubiera vuelto a Chile habria sido apedreado i muerto donde se hubiese presentado. Yo era entonces un nino de poco mas de siete anos, i conservo

CAPfrULO PRIMERO 41

i su conduct a encontro la mas amplia aprobacion en el con- greso, especialmente convocado (21 i 22 de diciembre). En el senado, el rechazo del pacto se hizo casi por aclamacion. En la otra camara, entre treinta diputados presentes, solo tres se pronunciaron por la paz. La guerra, que en los dias de la de- claracion habia tenido muchos impugnadores, considerandola una empresa mui peligrosa, i en todo caso sin provecho para Chile, paso a ser la aspiracion popular mas acentuada.

§ 6. Segunda campana contra la confederacion peri^- BOLiviANA: VICTORIA DEFiNiTiVA DE YuNGAi. Pero el envlo de una nueva espedicion al Peru ofrecia las mayores dificul- tades, entre otras causas, por la escasez de recursos pecunia- rios i por la falta de muchos otros elementos. En la frontera del Biobio, habia algunos cuerpos de buenas tropas, pero no era posible sacarlas de alii de improvise, cabalmente ese ano que se notaban no pocas inquietudes entre los indios.

Esa no era mas que una de las dificultades. La eleccion del jefe que debia mandar la espedicion ofrecia embarazos de todo orden; pero despues de largas meditaciones, se ofrecio ese puesto el 8 de febrero de 1838 al jeneral de brigada don Manuel Bulnes, que mandaba el ejercito del sur, i que, en mas de veinte aiios de carrera militar, se habia distinguido por un valor a toda prueba, por una discreta prudencia en la ejecu- cion de las operaciones que se le encomendaban, i por un gran conocimiento de los hombres. El jeneral Bulnes, de cuyos an- tecedentes hablaremos con mas detenimiento en otra parte, acepto ese cargo, i no tardo en trasladarse a Santiago a ace- lerar los aprestos espedicionarios. Mas que por falta de oficia- les, con el proposito de tranquilizar la opinion i de atraerse

la impresion del sentimiento publico. En esos dias me llevaron a una fun- cion de titeres que se representaba en el convento de San Agustin (debio ser en la pascua de navidad de 1837) con una numerosisima coucurrencia, en su mayor parte de jente del pueblo. La representacion se referia a los nego- cios publicos del dia. El protagonista de ella era don Singuisarra (nombre que se daba a Irisarri) al«cual sorprendian a todo instanteen alguna'maldad, por cada una de las cuales le daban una tremenda paliza, que el publico aplaudia con el mayor contento. Este sentimiento consciente o inconscien- te, fue durante muchos afios la opinion popular sobre aquellos sucesos.

42 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

en parte siquiera a sus adversaries, el gobierno llamo al ser- vicio active a algunos de los militares que estaban dados de baja desde 1830 21. Est a medida se habria hecho estensiva a muchos otros sin la terquedad que conservaban para no so- meterse a un gobierno que seguian considerando ilegal.

jLa tardanza en los aprestos espedicionarios, consiguiente a la estrechez de recursos, i a la falta que hacia en el gobierno la voluntad intelijente i vigorosa del ministro Portales, dio orijen a que por un momento se creyera que el gobierno no podia, ni pensaba continuar la guerra. Creiase dentro i fuera de Chile que todo el aparato militar no tenia mas objeto que el ver modo de obtener del jeneral don Andres Santa Cruz, jefe supremo de la confederacion perti-boliviana, una revision del tratado rechazado, para obtener algunas concesiones ven- tajosas para Chile. La verdad era bien diferente; i el gobierno del jeneral Prieto manifesto en esa ocasion la seriedad de propositos que le habia legado Portales, i que don Andres Beilo mantenia i realzaba en las relaciones diplomaticas, sos- teniendo el nombre i la dignidad de la patria chilena contra l!a arrogancia de algunos de los ajentes neutrales. Los emigra- dos peruanos que habian venido a Chile a solicitar del gobier- no la intervencion armada para devolver al Peru su autono- mia, i entre los cu'ales habia hombres de primera distincion en ese pais, no cesaban de estimular el mas pronto despacho de la espedicion, asegurando que ella iba a encontrar muchas menos dificultades de lo que podia creerse. Segun ellos, el de- sembarco del ejercito ehileno en la costa del Peru, seria la se- nal de un levantamiento jeneral que precipitaria la ruina de la confederacion.

La presencia de esos militares en el ejercito chileno habria,

! 21. El primero que obtuvo su reincorporacion en el ejercito, en esas con- diciones, fue el coronel graduado don Pedro Godoi, que mas de una vez ten- dremos que nombrar en otras pajinas de este libro. Fue dado de alta el 12 de enero de 1838, i nombrado poco despues primer ayudante del estado mayor jeneral del ejercito espedicionario. El jeneral don Francisco Calderon, que permanecia retirado del Ejercito por los mismos motivos, pero que gozaba de una pension acordada por gracia, fue dado de alta el 1 7 de abril siguien- te; pero no fue incorporado al ejercito espedicionario.

CAPfrULO PRIMERO 43

sin embargo, a no dudarlo, dado orijen a no pocas dificulta- des, ya por celos, desconfianzas i rivalidades entre ellos mis- mos, ya por los embarazos de incorporarlos a los cuerpos chi- lenos. El presidente Prieto, con mm buen sentido, propuso que una vez llegados al Peru, se formase un ejercito propia- mente peruano en su tropa i en su oficialidad, pero sometido a un solo jeneral en jefe; i esto fue lo que se adopto. El 6 de Julio zarpaba de Valparaiso el ejercito chileno compuesto de 5,400 hombres, embarcados . en veintiseis trasportes que es- coltaban seis buques armados en guerra. El jeneral en jefe llevaba a su lado algunos funcionarios civiles bien elejidos, que debian servirle de secret arios, de audit ores o de conseje- ros. Con el iban unos sesenta ernigrados peruanos, en su ma- yor parte militares, cuatro de ellos jenerales, i algunos perso- najes politicos, el mas notable de los cuales era el celebre lite- rato don Felipe Pardo, que era uno de los que con mas empe- ho habia solicitado la intervention de Chile en favor del Peru. Muchos de esos emigrados habian hecho con el jeneral Blanco la desafortunada campafia de octubre i noviembre de 1837.

Ya hemos dicho que no entra en riuestro plan el referir la historia de esa guerra, contada con gran prolijidad en obras de no poco valor ^, i que nos limit amos a consignar los ras- gos jenerales que sirven de" antecedentes a los sucesos que forman el asunto de nuestro libro. El ejercito chileno desem-

22. La primera obra, en orden cronolojico, que se dio a luz sobre esta gue- rra, es el Diario militar de la campana que el ejircito unido restaurador abrid en el territorio peruano el ano 1838 contra el jeneral Santa Cruz (Lima, 1840), por el coronel don Antonio Placencia, militar espaiiol al servicio del Peru desde la guerra de la independencia. Este escrito es la cronica militar de la campaiia, i se recomienda mas que por su valor literario, por la abundancia i la seguridad de sus noticias. En pos de esa obras vienen las siguientes: His- toria de la campana del Peru en 1838, por don Gonzalo Biilnes (Santiago, 1878) libro abundante en noticias i en documentacion; Historia de Chile hajo el gohierno del jeneral Prieto, por Sotomayor Valdes, tom. Ill (Santia- go, 1901), bien dispuesta, pero que por su investigacion adelanta poco a la anterior. Existe ademas un tomo de la Historia del Peru independiente , por don Mariano Felipe Paz Soldan, publicado en Buenos Aires, en 1888, i con- sagrado a los acontecimientos de 1835-1839; pero aunque contiene muchos documentos de valor, i en algunas partes noticias, esta inspirado por una es- pecie de hidrofobia contra Chile que a cada paso provoca a la risa.

44 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

barcaba en Ancon el 7 de agosto; pero antes de pisar tierra se hallo en presencia de complicaciones que venian a hacer mui dificil su situacion. El jeneral don Luis Jose Orbegoso, titu- lado presidente del Peru, bajoel gobierno de la confederacion, que tenia por jefe (protector) al jeneral Santa Cruz se habia declarado independiente de este; pero a la vez que su autori- dad no tenia ninguna consist encia, todo dejaba ver en ese paso i en los actos que se le siguieron, una mal encubierta hos- tilidad a Chile, i el orijen de nuevas i may ores dificultades. El rompimiento entre el gobierno de Orbegoso i el ejercito chile- no no tardo en declararse. Los emigrados peruanos que acom- pafiaban a Bulnes fueron autorizados por este para tomar la determinacion que creyeran convenient e (15 de agosto). Don Felipe Pardo, el coronel don Manuel Ignacio Vivanco i otros siete individuos de menor nota, se retiraron del ejercito chi- leno, acojiendose a la amnistia que les ofrecia Orbegoso. 23 Los demas, en numero seis veces mayor, i entre ellos varios jefes de alta gradi>acion, quedaron al lado de Bulnes prepa- randose a formar los cuerpos peruanos que, unidos a las fuer- zas espedicionarias, debian constituir el ejercito restaurador del Peru.

Las primeras operaciones militares fueron completamente felices. El ejercito chileno, despues de pequefias escaramusas, entro vencedor a Lima (21 de agosto) arrollando la resist en- cia que se habia tratado de oponerle. Desde alii estendio su campo de accion en todas las cercanias de la capital, sin gran- des dificultades. No pudo, sin embargo, ocupar el Callao, don- de un cuerpo de tropas enemigas estaba encerrado detras de fortalezas inespugnables con los medios de ataque de aquellos

23. En 1869 se publico en Paris un hermoso volumen, grande, en 4°, con el titulo de Poesias i obras en prosa de don Felipe Pardo. Esa edicion hecha por la familia, viene precedida por una corta pero bien escrita biografia de don Felipe, obra de su hijo don Manuel, que fue presidente del Peru. AUi, en la paj. XXI, da cuenta de esos hechos, i trata de justificar la conducta de su padre en aquella emerjencia. La justificacion no es en manera alguna satis- factoria, i lo es mucho menos conociendo los acontecimientos subsiguientes; pero no habria para que detenernos en ellos, puesto que no tienen relacion directa con nuestro asunto.

CAPfrULO PBIMERO 45

afios. El 25 de agosto, a los cuatro dias de ocupada Lima por el ejercito chileno,.se organizaba alii un gobierno provisorio bajo la presidencia del jeneral don Agustin Gamarra, que acompanaba a Bulnes desde Chile, i que era por parte del Peru el alma de esa espedicion, como paso a ser el mas active i efi- caz cooperador en las operaciones subsiguientes. Estas, sin embargo, no tomaron desde luego grande actividad.

Una columna chilena de avanzada que se habia adelantado hacia la sierra, fue sorprendida en Matucana (i8 de setiembre) en condiciones en que debia ser destrozada; pero la disciplina i el valor no solo la salvaron de un completo desastre, sino que le aseguraron una honrosa victoria. Fuera de estos acci- dentes, el ejercito chileno permanecia en la capital en una si- tuacion espectante, sin que las numerosas tropas de Santa Cruz se acercasen para emprender operaciones mas activas.

La prolongacion de ese estado de cosas podia ser fatal para el ejercito de Chile. Apenas pasado el equinoccio de setiem- bre, comenzaron a esperimentarse en los cuarteles repetidos casos de fiebres intermitentes, epidemia que sin ser mortifera, disminuia el efectivo de las tropas. Aunque los emigrados pe- ruanos que acompafiaban a Bulnes habian comenzado a or- ganizar lejos de Lima cuerpos regulares de tropas que debian compartir con las chilenas las eventualidades subsiguientes de la campana, es la verdad que la opinion i el esfuerzo del Peru no correspondieron a lo que aquellos habian hecho es- perar, sea por simpatias en favor de la confederacion, por indiferencia por la cosa publica, o por distancia hacia el es- tranjero. El jeneral chileno, sus secretaries i los demas di- rectores de la campafia habian llegado a penetrarse de que no hallaban alii, sobre todo en Lima, el apoyo que tenian de- recho a esperar. Agreguese a esto que cada dia llegaban al es- tado mayor noticias de concentraciones de cerca de ocho mil hombres de tropas de Santa Cruz, todo lo cual hacia temer hallarse antes de mucho tiempo en una situacion cercana a un desastre.

Despues de largas meditaciones, en una junta de guerra celebrada el 3 de noviembre en el palacio de Lima, se deci-

46 t - tJN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

dio la evacuacion de la ciudad por el ejercito chileno, i la re- tirada de este a los depart amentos del norte. Cinco dias des- pues (el 8 de noviembre), se ponia este en movimiento con todo orden, i se dirijia al puerto de Ancon para embarcar la infanteria e ir a dejarla en Huacho, mientras la caballeria se- guia al norte por los caminos de tierra hacia el departamento de Huailas. Las tropas de Santa Cruz que desde dias atras se habian acercado a la capital, no se decidieron a picar la re- taguardia al ejercito de Bulnes. Este esperaba acabar de in- corporar a sus fuerzas los cuerpos peruanos que seguian or- ganizandose con cierta actividad, i recibir los ausilios que con toda instancia pedia a Chile. En el estado mayor se creia que las operaciones militares en aquellos depart amentos no se abririan hasta el mes de marzo siguiente. Lima fue ocupada por Santa Cruz el lo de noviembre, con un ejercito de 7,500 hombres.

El jeneral Bulnes dio cuenta al gobierno de Chile de todos estos hechos en una nota en que esponia los fundamentos de su conducta con bastante claridad; 24 pero en que no queria dejar constancia escrita de la gravedad de su situacion. En cambio de ello, hizo venir con sus comunicaciones emisarios de la mas absoluta confianza, con el encargo de suministrar esos informes. Debian estos hacer saber que el ejercito de Chile no habia hallado en el Peru la acojida que prometian los emigrados al organizarse la espedicion, que su numero era por esto mismo insuficiente para sostener la guerra, i que si no se le enviaban en dos o tres meses mas refuerzos de tropa de infanteria i de caballeria, como igualmente caballos, no podria emprender operaciones serias con probabilidades de buen exito, i se limitaria solo a evitar en lo posible un com- bat e que podia ser un desastre. Estos informes llegaron a San- tiago el 8 de diciembre (1838).

Por mas que el publico no tuviese conocimiento de esas co- municaciones i mucho menos de esos informes verbales, la sola noticia de la evacuacion de Lima por el ejercito chileno

24. Esta publicada Integra en las notas del libro citado de don Gonzalo Bulnes, pajs. 173-75.

CAPfTULO PRIMERO 47

produjo una verdadera consternacion. El gobierno se creyo en la necesidad de dar esplicaciones dirijidas a levantar el es- piritu publico, sin embargo de que los hombres dirijentes, i el mismo jefe del estado contemplaban aquellos sucesos como precursores de una catastrofe. No fueron pocas las personas que en esos moment os creyeron que la guerra a que Chile ha- bia sido arrastrado, era un error de las mas fatales consecuen- cias, que al declararla se habia procedido con lijereza fatal i bajo el engaiio de las promesas de los emigrados del Peru, i que ella podia costarnos la perdida de todos los beneficios alcanzados por Chile en ocho afios de paz 25. Sin embargo, el gobierno sin perder la fe en el posible triunfo, mando reunir nuevos cuerpos de voluntarios o milicianos para socorrer al ejercito del Peru. Entre otros continjentes, vinieron de Talca un batallon de infant eria i un rejimiento de caballeria de Col- chagua, que fueron acuartelados en 'Santiago para que com-

25. El 8 de diciembre de 1838 se publicaba'una hoja suelta como numero estraordinario del periodico oficial {El Araucano). Daba la noticia de la eva- cuacion de Lima por el ejercito chileno, i se empenaba en desvanecer en lo posible la funesta impresion que ella producia. «La retirada de nuestro ejer- cito al norte, decia, es un hecho anunciado en nuestras comunicaciones an- teriores, i acordado con madura deliberacion en la junta de guerra que se celebro en Lima el 3 de noviembre. Esta medida, lejos de empeorar la situa- cion de las fuerzas restauradoras, las ha mejorado considerablemente. En el centro de unapoblacion desafecta i con la guarnicion de una fortaleza ene- miga a la espalda, no hubiera podido empeiiarse una accion con Santa Cruz sin aventurar hasta cierto punto el exito de la campana. En la posicion que ahora ocupa nuestro ejercito, podra reunirse, concentrarse i disciplinarse perfectamente, se Uenaran los siete cuadros peruanos que se ban formado, etc., etc.,» En los numeros siguientes, ese periodico sigui6 desenvolviendo el mismo tema, sin conseguir seguramente convencer a muchas personas.

Mientras tanto, en esos mismos dias, elpresidente Prieto escribia en el seno de la intimidad i de la confianza a su sobrino don Manuel Bulnes, jeneral en jefe del ejercito en campana, las palabras que siguen: «Dios te saque bien, mi amado Manuel, de ese infierno en que nuestra credulidad i patriotismo te ban metido, de que te juro me arrepentire eternamente, pues cada dia me arrepiento mas de este chasco, del cual no veo la hora de verte libre con ho- nor, como te lo he anunciado desdemi primera carta, despues de la accion de 21 de agosto (la toma de Lima). Todo nos ha faltado, hijo mio, principiando desde la base que era la opinion de esos malditos pueblos con que nos hicie- ron contar, i que a cualquiera habrian enganado, creyendolos con sentimien- tos racionales, como todos los del mundo conocido; pero hoi falta todo, i se pierden los calculos mas prudentes i meditados».

48 - UN DECENIO DE LA HISTOEIA DE CHILE

pletaran su instruccion militar antes de ponerse en viaje. En Concepcion se reunieron tambien milicianos i reclutas para hacerlos partir con el mismo destine.

Estos aprestos que imponian todo orden de sacrificios, no bastaban para calmar las inquietudes del gobierno i del pu- blico. Dos meses enteros se pasaron en esta penosa incerti- dumbre, que daba lugar a las mas tristes conjeturas. Las no- ticias de dos combates, uno terrestre (Buin, 6 de enero de 1839), i otro maritimo (Casma, 12 de enero) en que las armas chilenas habian obtenido el triunfo, no bastaban para desva- necer esas impresiones. Todo el mundo ansiaba ver partir aquellos refuerzos, sin los cuales parecia casi inevitable un espantoso desastre.

El 20 de febrero, casi a entradas de la noche, Uegaba ines- peradamente a Santiago el coronel don Pedro Urriola. Habia desembarcado esa mafiana en Valparaiso, i venia a mata ca- ballos a la capital para anunciar al gobierno que un mes antes, el domingo 20 de enero, el ejercito restaurador, bajo el mando del jeneral don Manuel Bulnes, habia alcanzado en Yungai ( depart amento de Ancachs) la mas esplendida victoria que podia esperarse. Urriola traia solo una carta de Bulnes para el presidente de la Repiiblica, i dos comunicaciones oficiales; pero, las tres piezas eran de tal manera sumarias que casi se limit aban a anunciar el triunfo. Urriola, que habia asistido a la batalla como comandante de uno de los batallones chilenos podia dar acerca de ella informes mas latos i completos. La noticia fue anunciada al pueblo con salvas de artilleria; las musicas militares recorrieron las calles; la ciudad entera se ilumino esa noche, i el triunfo se celebraba por todas partes con un contento enloquecedor. El dia siguiente Uegaban de Valparaiso boletines impresos con algunos detalles mas sobre esos grandes acontecimientos. Ni aun en los dias gloriosos de la independencia, la alegria nacional habia tomado esas pro- porciones i esa espontaneidad, porque entonces una parte no pequeiia de la poblacion conservaba aun sus simpatias por la causa de Espafia. Ahora, el triunfo reciente era celebrado en todos los hogares.

CAPfrULO PKIMERO 49

I ese eontento era profundamente justificado, i lo fue mas cuando se conocio todo el alcance de el aquel glorioso aconteci- mento. La Jornada de Yungai, era una de esas victorias raras en la historia, que deciden i terminan una contienda, sin nece- sidad de pactos i de transacciones. Despues de cinco a seis bo- ras de combate, el poder relativamente formidable de la con- federacion peru-boliviana quedaba destrozado, de tal suerte- que esta debia desaparecer irremediablemente para siempre. Chile, que habia visto en ella un peligro para la autonomia i la tranquilidad de esos paises, i que se habia comprometido a destruirla, podia deponer las armas i consagrarse confiada- mente a los trabajos de la paz, desarmar sus tropas i sus bu- ques que le imponian tantos sacrificios, i verse libre de las jes- tiones que algunos ajentes de las grandes potencias no cesa- ban de promover a titulo de neutrales, pero por el deseo de provocar enojosas dificultades.

Sin desconocer la parte que en esos grandes acontecimientos i en la victoria final tuvo la discrecion i la prudencia con que fue dirijida la campaiia, honor que es debido al jeneral Bulnes i a los consejeros asi civiles como militares que el gobierno de Chile habia puesto a su lado, es preciso recordar los otros fac- tores que contribuyeron mui principalmente a ese resultado. Entre ellos deben contarse en primer lugar las admirables con- diciones militares del pueblo chileno, su facil adaptacion a la disciplina, su valor a toda prueba en el combate, su constan- cia heroica para soportar con animo sereno todas las fatigas i todas las privaciones, i, sobre todo, su amor ardiente e in- condicional por esta patria que, sin embargo, no siempre paga como merecen los sacrificios que se hacen por ella. Entre esos factores de la victoria, debe contarse tambien mui.-principal- mente, el orden i la regularidad que el gobierno de 1830 habia planteado en la administracion, i que le permitian impartir sus mandatos, bien seguro de que estos seriah obedecidos. Esa era la obra de Portales; i, por este hecho, asi como por haber sido el inspirador de esa guerra, cuyo desenlace no le fue dado ver, a el corresponde una parte considerable de la gloria que

TOMO XIV.— 4

50 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Chile conquisto en ella, i que le permitio afianzar su prestijio entre las demas naciones del mismo orijen.

En medio de las manifestaciones del contento publico, los jenerales de brigada don Manuel Bulnes i don Jose Maria de la Cruz, (el jefe de estado mayor del ejercito restaurador) fue- ron elevados a jenerales de division; i a jeneral de brigada al coronel don Fernando Baquedano, que se habia ilustrado como jefe de caballeria. Entre los honores de esa clase, hai uno que merece especial recuerdo. El capitan jeneral don Ber- nardo O'Higgins, espatriado de Chile desde 1823, vivia en el Peru en una condicion modesta, pero rodeado de considera- ciones por el recuerdo de sus grandes servicios a la causa de la independencia i por su alejamiento de las complicaciones e in- trigas de la politica interna. Adversario en principio de la gue- rra entre Chile i la confederacion peru-boliviana, i persuadido de que las dificultades pendientes se podian arreglar por las vias pacificas, no podia, sin embargo, ser indiferente a la con- tienda empenada por la via de las armas. Si por mil motivos no le era dado tomar parte en las operaciones militares, fue el amigo i el consejero constante del jeneral Bulnes, mas que en los asuntos de guerra, en las cuestiones de caractel' civil i po- litico, i en las molestisimas jestiones que no dejaban de pro- mover algunos consules estranjeros. En vista de los informes dados a este respecto por el jeneral en jefe, el presidente de la Republica pidio al senado la derogacion de un decreto de 24 de mayo de 1825 que habia borrado a O'Higgins del escalafon del ejercito, para que este pudiera regresar a Chile en su rango de capitan jeneral. El senado, en sesion de 8 de agosto de 1839 cumplio por unanimidad de votos este acto de justicia; 26 pe- ro el ilustre patriota, cuya salud habia llegado a ser mui pre- caria, no tuvo la satisfaccion de regresar a su patria.

§ 7. Antecedentes de una negociacion diplomAtica con espana para obtener el reconocimiento de la indepen- dencia; nombramiento de un ministro plenipotenciario POR PARTE DE Chile. Aunquc la guerra hubiera sido la preo-

26. Los documentos relatives a la reposicion de O'Higgins en su rango mi- litar, fueron publicados en El Araucano del 16 de agosto de 1839.

CAPfTULO PRIMEBO 51

cupacion principal i casi absoluta del gobierno de Chile en aquellos dias, no le habian faltado atenciones de otro orden que le imponian no poco trabajo. Ante el ministerio de rela- ciones esteriores estaban pendientes diversas reclamaciones nacidas de varias causas i, principalmente, de medidas toma- das por el gobierno para hacer respetar su autoridad contra la arrogancia de algunos traficantes estranjeros, que creian que est a condicion, i el apoyo que les prestaban sus consules respectivos, les daban privilejio para menospreciar las leyes i los reglamentos de los paises debiles. Entonces ajitaban recla- maciones de esa clase los ajentes de Inglaterra, de Francia i de Est ados Unidos. Las de los dos primeros Uegaron a solu- cionarse con mas o menos facilidad; pero las del tercero, que eran multiples, que databan en parte de la guerra de la inde- pendencia, i que, a pesar de su poca justicia, se ajitaban con incansable teson, solo fueron completamente solucionadas muchos alios mas tarde. 27 El gobierno de Chile se defendio bastante bien en todas esas emerjencias, sin conseguir siem- pre hacer oir la voz de la justicia.

Habia, ademas, en perspectiva una negociacion diploma- tica que fue motivo de no pocas preocupaciones. El reconoci- miento de la independencia de Chile por la Espafia, en el esta- do a que habian llegado las cosas, no debia presentar dificul- tades por el fondo; pero, por la forma i por los procedimientos para Uegar a ese resultado, era mucho menos facil. En mayo de 1831, cuando todo debia demostrarle la absoluta imposi- bilidad de reconquistar sus perdidos dominios de America, Fernando VII se resistia aun con toda obstinacion a tratar con sus antiguos subditos 28.

Sin hacer caso de aquella resistencia, i solo en interes del comercio, i sin esperar reciprocidad, el ministro de hacienda don Manuel Renjifo, propuso al senado de Chile, en junio de 1833, la apertura de nuestros puertos al comercio jespanol. Ese proyecto no tuvo mas que dos sostenedores, don Manuel Jos^

27. Mas adelante, en la parte I, cap. IV, § i, damos noticias mas es' tensas de esos hechos,

28. Veanse las pajs. 172-3, torn. XVI, de la Historia jeneral de Chile.

52 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Gandarillas i don Diego Antonio Barros; pero, combatido ca- lurosamente por don Mariano Egaiia, i estando a punto de ser rechazado, fue retirado por su autor 29.

La muerte de Fernando VII (29 de setiembre de 1833) pa- recia deber poner termino a la resistencia de Espafia a tratar con los nuevos gobiernos de America. A instancias de la Ingla- terra i de Estados Unidos, el gobierno de la rejencia espanola por el organo del ministro de estado don Francisco Martinez de la Rosa, tomandose cuatro meses para dar una respuesta, anunciaba sus propositos favorables a una negociacion de ese jenero (12 de junio de 1834), omitiendo sin embargo el dar una declaracion franca i concreta sobre el reconocimiento de la independencia. Lejos de eso, refiriendose al efimero periodo del fejimen constitucional en Espaiia (1820-1823), en que el mismo habia sido ministro, recordaba las tentativas de nego- ciaciones paclficas promovidas por la metropoli, no para in- dependizar sus colonias, sino para someterlas mediante ciertas concesiones so.

La ultima declaracion de Martinez de la Rosa no era apa- rente para inspirar mas confianza a los nuevos estados hispa- no-americanos; i, como alii se hablara de un congreso interna- cional en que estos estarian representados, se suscitaron casi en todos ellos recelos i desconfianzas mui desfavorables a Es- pafia. Creiase jeneralmente que est a, minada por una degra- dante corrupcion i por una miseria mas degradante todavia,

29. Veanse los documentos nurns. 234, 235 i 255 en el tomo XXI de las Se- siones de los cuerpos lejislativos. De todo esto se hallaran mas amplias noti- cias en una nota de la paj. 181, torn. XVI de la Historia jeneral de Chile.

30. Martinez de la Rosa aludia a los comisarios enviados de Espaiia en 1820, para obtener el sometimiento de las colonias sublevadas de America mediante tales o cuales concesiones, dilijencias que no produjeron mas que el desden i la burla de estas. En otra parte {Hist. Jeneral de Chile, tom. XIII P^ij" 33.1-39) hemos contado estos hechos con amplitud de noticias. Es cierto que en 1823, en las postrimerias del rejimen constitucional, se intentaron de nuevo negociaciones de ese orden, i aun como ultimo recurso se hablo de re- conocer la independencia de las colonias, pero se pensaba en sacarles a estas unos veinte millones de pesos, que no habrian querido ni podido pagar. To- do esto esta tambien contado con muchas noticias en el mismo libro, tom. XIV, 227-237.

CAPfTULO PBIMEBO 63

pero forzada por un hecho consumado e irresistible, recono- ceria la independencia de estos, pero que exijiria por ello que le pagaran unos veinte o treinta millones de pesos, o que ad- mitieran por soberanos a algunos principes de la familia real de Espafia.;

De las comunicaciones cambiadas entre los gobiernos his- pano-americanos se desprendian estos principios, como bases inconmovibles para toda negociacion con la antigua metro- poli: i.^ No se trataria sino sobre la base del reconocimiento de la independedcia absoluta de estas Repiiblicas i de los go- biernos propios que ellas se habiain dado; 2.^ No se aceptaria ni ratificaria ninguna condicion onerosa; i S-^Todas las Republi- cas serian admit idas a tratar bajo iguales bases. Don Andres Bello dio a esos principios forma clara i bien definida. El go- bierno de Chile los sometio al congreso nacional, pidiendole autorizacion para entrar en esos tratos; i aunque la opinion liberal, representada por dos periodicos de la epoca, impugno calorosamente el proyecto gubernativo, este fue aprobado en setiembre de 1835. Sin embargo, el plan de negociacion quedo en nada por falta de acuerdo entre los gobiernos americanos. Solo el de Mejico, desentendiendose del compromiso moral de mancomunidad, envio un representante a Espafia, i obtuvo el reconocimiento de su independencia por el tratado de 28 de diciembre de 1836. 3i

Por entonces no se volvio a hablar de tales negociaciones. Tres alios mas tarde, el 31 de marzo de 1838, el gobierno dic- taba un decreto con el caracter de lei, "en virtud de las faculta- des estraordinarias, por el cual mandaba abrir los puertos de la Repiiblica a los buques espafibles durante dos afios; con la declaracion de que, en caso de no haber reciprocidad, cesaria en el acto esa concesion. Esta debia ser comunicada a Espafia por el intermedio del gobierno trances; i por este se supo la buena disposicion que habia en la antigua metropoli para cele- brar con Chile un tratado sin condiciones onerosas i sin clau-

31. Alaman, Histotia de Mijico, torn. V. paj. 865.

64 UK DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

sula alguna que embarazara una facil aprobacion ^2. El go- bierno no vacilo mas, i acordando el envio de una legacion a Espafia con ese objeto, dio por decreto de 14 de noviembre de 1838, el titulo de enviado estraordinario i ministro plenipo- tenciario a don Jose Manuel Borgofio. A pesar de sus honro- sos antecedentes en la carrera militar, vivia este desde 1830 dado de baja, separado del servicio, estrafio a todas las mani- festaciones de la politica i de la vida publica, i consagrado a modest as t areas agricolas para la subsistencia de su familia. Por otro decreto de 2o"del propio mes de noviembre, Borgono fue reintegrado en su rango de jeneral de brigada. Si en todo esto tenia parte la antigua amistad de este distinguido jefe con el presidente Prieto, que habia sido su subalterno en el cuartel de artilleria,era ante todo un acto de rigorosa i honra- da justicia, i un paso del gobierno a hacer cesar en lo posible los odios enjendrados por las antiguas contiendas. Borgono no pudo partir al desempefio de su mision sino en 1840.

§ 8. Celebracion de dos tratados internacionales. En ese ano se estipulo ademas un tratado internacional que debia tener cierta resonancia, pero que carecia de importan- cia en nuestras leyes, en nuestras relaciones internacionales i en nuestra vida industrial i social. El honorable John Wal- pole, consul jeneral de S. M. B. en Santiago, que habia moles- tado mucho a nuestro gobierno, promoviendo cuestiones de varias clases con motivo de nuestra guerra con la confedera- cion perii-boliviana, a la cual profesaba una mal encubierta simpatia, invito al ministro de relaciones esteriores a entrar en una negociacion absolutamente estrana a aquellos asuntos. Se trataba de obtener de Chile la adhesion a los pactos inter- nacionales que prohibian el comercio de esclavos, i que reco- nocian el derecho de visit a de las naves que hacian aquel trdfico.

32. Como el gobierno de Espafia, por real decreto de 10 de enero de 1839 acept6 la admision de los buques chilenos en los puertos de la peninsula durante dos anos, el gobierno de Chile hizo aprobar por el congreso una lei promulgada el i.^de setiembre de ese a&o que declaraba abiertos a perpe. tuidad nuestros puertos a las naves de Espafia, '

CAPfTTTLO PEIMERO 55

Todo esto no podia ofrecer la menor dificultad. Chile, ade- lantdndose en este punto a las naciones mas cultas e ilustra- das, habia declarado tiempo.atras que la esclavitud era un oprobio de la humanidad, i la habia hecho desaparecer libre i espontaneamente hacia ya muchos aiios, en la lei i en el hecho en todo el territorio de la Repiiblica. En 1811, el primer con- greso que tuvo la patria chilena, al darse un gobierno propio, habia declarado que todo hombre nace libre, i que eran libres los hijos de los esclavos. Prohibio, ademas, la introduccion de esclavos, de tal manera que aquel oprobio de la humanidad habria terminado seguramente antes de medio siglo. Esto no basto para satisfacer las aspiraciones que habia creado la re- volucion de la independencia; i en 1823, una asamblea, en cierto modo provisoria, habia sancionado bajo la inspiracion del gran patriota don Jose Miguel Infante, la absoluta liber- tad de esclavos en toda la 'Repiiblica. Nuestros gobiernos ha- bian prohibido tener esclavos a los ajentes que mantenian en el estranjero, i consideraban piratas a los chilenos que se ocu- paran en la compra o venta de esclavos.

Con est OS antecedentes, no era dificil el acuerdo, en la jes- tion que ahora promovian el gobierno britanico. El convenio propuesto, i las convencionesireglamentos complement arios, mas o menos iguales a los que habian celebrado otras poten- cias sobre este mismo negocio, fueron firmados por el ministro de relaciones esteriores i el ajente britanico el 19 de enero de 1839. Antes de darseles la promulgacion, el gobierno ingles, por causa de jestiones de que no tenemos para que tratar aqui, propuso todavia una convencion adicional que especificaba los mares en que, por el trafico que alii se hacia de esclavos, podia ejercitarse el derecho de visita. Esa convencion solo que- do firmada en agosto de 1841; i el pacto completo, con todos sus complementos, aprobado por el congreso de Chile, solo fue promulgado como lei de la Republica un ano mas tarde.

Merece igualmente recordarse otro pacto estipulado en esos mismos dias, aunque no llego a sancionarse. En 1838 tenia la representacion del Brasil en Santiago el caballero Manuel Cer- queira Lima, con el titulo de Encargado de negocios, i con po-

56 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILB

deres para celebrar con el gobierno de Chile un tratado de amistad i comercio. Parece que el desempeno de ese encargo no ofrecio ninguna dificultad. En el se ve la mano de don An- dres Bello, cuyas doctrinas de jurisprudencia internacional eran las mas adelantadas i las *mas liberales. El tratado en- tre Chile i el Brasil preparado en est a ocasion, refleja esas idqas, dando facilidades al comercio aun en tiempo de guerra aboliendo trabas, afianzando las garantias de los cindadanos, suprimiendo en lo posible las depredaciones de la guerra, am- parando los derechos de los neutrales, i hasta tratando de po- ner embarazos al corso ^3. Este pacto fue firmado en Santia- go el i8 de setiembre de 1838; i como ese afio no funcionara el congreso, se le sometio a la aprobacion de este el afio siguiente. Este tramite no ofrecio, en jeneral, embarazo alguno; pero el art. 7 que hacia obligatoria la entrega de los marineros deser- tores de las naves de una de las partes en el territorio de la otra, suscito una seria objecion. Uno de los diputados por Santiago, don Rafael Valentin Valdivieso (eclesiastico desde 1834, i ^^s tarde arzobispo de la diocesis de este nombre), sos- tuvo que estando prohibida en Chile la esclavitud, la entrega estipulada de los marineros, no rejiria con los que fuesen es- clavos, los cuales quedarian libres. «Puesto a votacion si se admitia o no (este nuevo articulo), dice el acta de la sesion del 28 de junio (1839), escrita por el mismo diputado Valdivieso, que era secretario de la camara, resultaron 15 votos por la afirmativa i 15 por la negativa; por lo que se reservo para se- gunda discusion. Esta se tuvo a segunda hora, i fue desechada (la proposicion) por 22 votos contra 8». ^4

33. El articulo 17 de ese tratado dice testualmente lo que sigue: «Si su- cediere que una de las partes contratantes se hallare en guerra con otro e^- tado, ningun subdito (del Brasil) o ciudadano (de Chile), o habitante de los dominios de la otra parte contratante que permaneciere neutral, podra acep- tar una comision o carta de corso para ayudar al estado enemigo o cooperar hostilmente con ella contra aquella de las partes contratantes que estuviere en guerra, bajo la pena de ser tratado como pirata».

34. El proposito liberal de la indicacion del diputado Valdivieso fue feliz- mente interpretado por don Andres Bello en una proposicion que no altera- ba el testo de ese pacto. En sesion del senado de 22 de julio de 1839, con mo- tiyo del articulo 7 del tratado, present6 Bello redactada la siguiente indica-

CAPfrULo PRIMERO 57

Aquel tratado merecio, pues, la aprobacion del congreso chileno, sin que se le modificara ninguno de sus articulos. No corrio igual suerte en el Brasil. Sometido alii en julio de 1839 a la aprobacion de la camara de diputados del imperio, sor- prendio por sus principios liberales; i el ministerio mismo, contrario tambien a ellos, lo retiro del congreso en setiembre de 1840. «Fue ese un grave error politico», dice el publicista brasilero que ha recopilado comentandolos, los pactos inter- nacionales de aquel imperio. ^s

§ 9. ErECCION de la ARQUIDI6CESIS DE SANTIAGO I DE DOS

OBisPADOS sufragAneos. Las cuestiones de caracter ecle- siastico, i la regularizacion de la marcha i funcionamiento de la iglesia chilena, venian preocupando seriamente al gobierno desde 1830, causandole graves inquietudes i obligandolo a to- mar providencias que por el caracter especial de esa clase de negocios, no podian ser eficaces i definitivas.

Cuando el partido pelucon o conservador dirijido por Por- tales, se apodero de las riendas del gobierno, la iglesia chilena est aba dividida en dos diocesis de igual rango, sufragdneas del arzobispado de Lima, i ambas se hallaban en sede vacante. El obispo de Santiago, don Jose Santiago Rodriguez Zorrilla, orijinario de Chile, pero desterrado de este pais en diciembre de 1825, por su obstinacion contra la independencia de su pa- tria, habia ido a acojerse a Madrid, donde recibia una pension de Fernando VII 36^ En ausencia de Rodriguez, la iglesia de

cion: «A1 tiempo de canjearse las ratificaciones se declarara a nombre del gobierno de Chile que al obligarse por el articulo 7 a la entf ega de los deser- tores de los buques brasileros, no ha entendido comprender bajo esta de- nominacion a los esclavos que huyendo de otros buques o de cualquier otro modo pisasen el suelo chileno, los cuales en ningun caso estara el gobier- no obligado a entregar.» Esta indicacion fue aprobada por asentimiento je- neral.

35. Antonio Pereira Pinto, Apontamentos para o direito internacional ou collecgao completa dos tratados, etc., (Rio de Janeiro, 1865), torn. II, pajina 514-33-

36. Aunque el gobierno de Chile, al espatriar al obispo Rodriguez, habia decretado que se le seguiria pagando su sueldo de seis mil pesos anuales, le retiro esta renta cuando supo que sin necesidad alguna i solo por odio empe- cinado a la independencia de su patria habia ido a establecerse en la corte de Fernando VII. Sin embargo, Rodriguez recibio, contra el voto del fiscal Ega-

68 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Santiago estaba gobernada por el obispo in partibus don Ma- nuel Vicuna, con el titulo de vicario apostolico que le habia conferido el papa Leon XII, i que habia aceptado el gobierno de Chile, pero cuya autoridad resistieron los canonigos en un largo i perturbador litijio que al fin perdieron. Al saberse en Roma la muerte del obispo Rodriguez ocurrida en Madrid, el papa Gregorio X'VI, sin previa presentacion, preconizo (julio de 1832) obispo de Santiago al espresado don Manuel Vicuna.

La diocesis de Concepcion se hallaba vacante desde fines de 1816, por Guanto el obispo don Diego Antonio Martin de Villo- dres se habia marchado al Peru para tomar posesion de otro puesto mas elevado a que lo ascendia el rei de Espana. El go- bierno de la diocesis estuvo alii sucesivamente en manos de tres vicarios capitulares, esto es, designados uno en pos de otro, por el cabildo eclesiastico. El ultimo de estos, elejido el 3 de noviembre de 1830, era don Jose Ignacio Cienfuegos, ser- vidor celoso de la patria durante la lucha por la independen- cia, que tambien tenia, como Vicuna, el titulo de obispo in partihus. El gobierno, queriendo dar fijeza a la administracion de la diocesis, present© a Cienfuegos a la curia romana (octu- bre de 1831) para que se le proclamase obispo de Concepcion. El papa accedio a este pedido; pero, en la bula de institucion (de 17 de diciembre de 1832), no tomaba en cuenta la propo- sicion, declarando obrar por su sola iniciativa en un negocio «en que ninguno, fuera de Nos, decia, ha podido q puede entro- meterse».

Estos nombramientos, por la forma en que eran hechos, ve- nian a crear una situacion mui embarazosa al goTbierno. Era evidente que el sumo pontifice no queria reconocerle el dere- cho de patronato'que habia ejercido la Espafia, i que los nue- vos estados de America, como herederos de ella, creian inhe- rente a su propia soberania. Est a dificultad dio orijen a gran-

na, algunas sumas por diversas causales, i sobre todo como ausilio para que pudiese regresar a su patria. Como el obispo muriera antes de emprender ese viaje, su familia siguio cobrando esos sueldos con la mayor porfia lo que al al fin obtuvo. Asi en las cuentas de la tesoreria jeneral, correspondientes a 1833, se ve que se pagaron por ese motivo 26,083 pesos. Vease el documento num. 838 del tomo XXII de las Sesiones de los cuerpos lejislativos.

CAPfrULO PRIMERO 59

des inquietudes en los consejos de gobierno. Sus letrados i los canonistas discutian/ esta cuestion. Don Mariano Egafia, en su caracter de fiscal de la corte suprema, sostenia que no debia darse curso a ninguna de esas dos bulas, por cuanto en ellas no se reconocia'^un derecho efectivo e imprescriptible del estado. La corte de'apelaciones de Santiago sostenia que puesto que Cienfuegos habia sido propuesto por el gobierno, i que la bula de su nombramiento, si bien no declaraba reconocer el dere- cho de patronato de Chile, no lo negaba tampoco espresamen- te, debia darsele curso. Cienfuegos^ en consecuencia, fue pues- to en el goce de su titulo efectivo de obispo de Concepcion el 28 de agosto de 1834, obligandolo a prestar el juramento de reconocer el patronato, i de respetar la constitucion i las leyes de la Republica. Por lo que toca a Vicufia, se le dejo gober- nando la diocesis de Santiago, pero solo con el titulo de vica- rio apostolico 37.

Aquel estado de cosas parecia deber prolongarse indefini- damente. Ni el papa habia de reconocer el derecho de patro- nato de Chile, renovando en otra forma el nombramiento de don Manuel Vicufia, ni el gobierno chileno, si bien no hacia objecion alguna a la persona del nombrado, no podia aceptar que de aquella manera, i sin intervencion alguna suya, el su- mo pontifice pretendiera Uenar en adelante los obispados de este pais. Despues de cerca de dos afios de espera, el gobierno adopto un arbitrio que, sin solucionar directamente el con- flict o, lo eludia con habilidad, i satisfacia ademas una aspira- cion del sentimiento relijioso del pais. El i.^ de julio de 1836 se presentaba al congreso una mocion de trascendental impor- tancia firmada por el presidente de la Republica don Joaquin Prieto i por su ministro del interior don Diego Portales. Soli- citabase autorizacion para dirijir a la sede apostolica las preces del caso para que se estableciese en el territorio de Chile una

37. En otro libro {Hist. Jeneral de Chile, torn. XVI, paj. 121-58) hemos re- ferido estos hechos con gran amplitud i con abundancia de pormenores. Aqui, nos limitamos a recordarlos como antecedentes de los sucesos que va- mos a contar. Puede verse tambien La mision del vicario apostdlico don Juan Muzi (Santiago, 1883), por don Luis Barros Borgono, cap. VI.

60 XJN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

metropoli eclesiastica, erijiendo en a^rzobispado la silla epis- capal de Santiago. Sedan sufraganeos de ella, a mas del de Concepcion, dos nuevos obispados que se establecerian, uno en Coquimbo i otro en Chiloe. Aquel proyecto fue aprobado sin dificultad en ambas ramas del congreso; i las preces del caso no fueron dirijidas a Roma sino el 24 de marzo de 1838, cuando el gobierno hubo adquirido informaciones seguras de que serian recibidas favorablemerite. El gobierno present 6, ademas, al referido don Manuel Vicuna para el cargo de arzo- bispo de Santiago, previa la aprobacion del senado, exijida por la constitucion. ^8 La ereccion del arzobispado i la preco- nizacion de Vicuna fueron sancionadas por el papa el 23 de Julio de 1840. Por otras dos bulas de i.^ de junio i de 6 de julio de ese mismo ano, habian sido erijidas las diocesis de Coquim- bo i de Chiloe; pero estas no fueron instaladas sino un poco mas tarde.

La instalacion del arzobispado de Santiago, en cambio, no sufrio retardo, i revistio toda la solemnidad que se le podia

38. El senado, reunido en sesion estraordinaria el 6 de octubre de 1837 para^entender en la provision de obispos, aprobo por unanimidad todas las que propuso'el gobierno, que eran las siguientes:

Don Manuel Vicuna para arzobispo de Santiago, i preconizado por el papa en 23 de junio de 1840.

DonDiego Antonio Elizondo, chantre de la catedral, para obispo de Con- cepcion, cargo'que renunciaba don Jose Ignacio Cienfuegos. Elizondo fu6 preconizado por^el papa el 27 de abril de 1840.

Don Jose Alejo Eizaguirre, dignidad tesorero de la catedral de Santia- go, designado obispo de Coquimbo. No habiendo aceptado el cargo, fue pre- sentado en su lugar el presbltero don Rafael Valentin Valdivieso que tampo- co acepto. Por fin, el 20 de diciembre de 1841 fue presentado el presbitero don Jose Agustin de la Sierra, i este obtuvo la preconizacion pontificia para obispo de Coquimbo el 22 de julio de 1842.

En esa misma ocasion del senado (6 de octubre Je 1837) fue elejido para ocupar la nueva diocesis de Chiloe, el padre franciscano frai Jose Manuel Basabuchascua, orijinario de San Juan (provincias arjentinas), gran lati- nista i hombre de cierta cultura intelectual. Por muerte de este fue presen- tado el padre dominicano frai Ramon Arce. Tampoco alcanzo este a reci- birse del cargo; i en 1844 fue presentado al presbitero don Justo Donoso, cuya preconizacion, por intrigas que es dificil penetrar, estuvo retenida has- ta julio de 1848, a pesar del meritb indisputable de este prelado, que es por su saber, uno de los mas distinguidos, sino el mas distinguido, que ha teni- do Chile.

CAPfTULO PRIMERO 61

dar. Conforme a las prescripciones constitucionales, fue some- tida al consejo de est ado la bula de institucion de la arquidio- cesis i de preconizacion del prelado; i este mismo presto el ju- ramento solemne (19 de marzo de 1841) de respetar la consti- tucion i las leyes asi^'como «el patronato nacional que compete al presidente de la Republica»; formula arbitrada para refor- zar las prerrogativas de que el Estado creia estar en posesion, a pesar de las pretensiones de Roma. A las suntuosas ceremo- nias celebradas en la catedral, se siguieron las fiestas popula- res, la iluminacion jeneral de la ciudad i los fuegos de artificio con que por todas partes se espresaba un content o jeneral tri- butado a la benevolencia i a la caridad del prelado.

§ 10. FOMENTO PRESTADO A LAS MISIONES DE INFIELES SIN

NiNGUN RESULTADO. El gobierno prestaba a estas i a todas las manifest aciones de caracter relijioso el mas decidido apo- yo de la accion oficial, i de los recursos del Estado en la escala que permitian las otras necesidades publicas. Dando credito i prestijio a la opinion vulgar de los beneficios que debian es- perarse de las misiones de infieles para la pacificacion i reduc- cion de estos, el gobierno del jeneral Prieto, por decreto de II de enero de 1832 mando restablecer el antiguo convento de franciscanos de Chilian, haciendo reconstruir con no poco costo una considerable porcion de el que los soldados patrio- tas habian incendiado en la segunda epoca de la guerra de la independencia, como madriguera de montoneras realist as. Ese convento i los frailes que alii se acojiesen, tendrian la obliga- cion de dar misiones en los territorios ocupados por los indi- jenas, i de educar cristianamente a los hijos de estos. Eran las mismas obligaciones que en lo antiguo, es decir, en tiempo del rei, les estaban asignadas, i pagadas con buenos dineros sin que se sacase provecho alguno.

Como habrian podido preverlo todos los que tenian espe- riencia o conocimiento de aquellas cosas, el ensayo del nuevo colejio de misioneros fue un esperimento en el vacio. Ni los indios acudian a las misiones para convertirse, ni sus hijos acudian a Chilian para instruirse en la relijion. Se dijo que faltaban operarios, i que era menester traerlos del estranjero,

UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de Italia, sobre todo, donde los conventos estaban repletos de relijiosos en una condicion mui poco holgada. Don Diego Portales, que acababa de ser nombrado ministro del interior (i por tanto de justicia i culto) se dejo persuadir de esto mis- mo, i por un decreto de 19 de noviembre de 1835 dispuso que el padre franciscano frai Zenon Badia fuese a Italia en busca de veinticuatro relijiosos de la misma orden, para traerlos a Chile por cuenta delEstado, i con sueldos o gajes convenientes. En los considerandos de aquel decreto se consigna una aseve- racion que esti reiiida con la verdad historica mas elemental. Dice asi el decreto: «Una dilatada esperiencia ha manifestado al gobierno i al publico que son indecibles los bienes que de est as misiones result an en pro de la relijion, del Est ado i de la paz comun». La esperiencia de siglos, conservada por la his- toria, probaba, como se sabe, todo lo contrario.

Los frailes italianos llegaron a Chile en 1837. A mas del co- lejio de Chilian, que continuaba reconstruyendose i reparan- do los estragos causados por el terremoto de 20 de febrero de 1835, el gobierno habia comenzado a construir otro en la ciudad de Castro, en la isla de Chiloe, para atender a las mi- siones mas australes, i para formar nuevos misioneros. Por- tales, en su memoria ministerial de 1836, i su sucesor don Ma- riano Egafia en las de los afios siguientes espresaban en ter- minos ardorosos las esperanzas que abrigaban en los frutos que habian de producir las misiones; pero no podian sefialar concretamente ninguno. Lejos de eso, ya en 1839 podia Ega- ga indicar algunos de los inconvenientes del sistema adopta- do. «E1 trasporte de misioneros estranjeros a nuestro suelo, decia, sobre ser costoso, ofrece todavia otros inconvenientes mas graves». El proceso seguido poco despues a algunos de ellos, demostro la exactitud de aquella observacion. Para ob- viar estos inconvenientes, que Egafia se guardaba de sefialar, se proponia estimular i dar desarroUo a la formacion de misio- neros nacionales, sin prever que estos habian de dar resulta- dos tan nulos como los estranjeros.

Este error de creer que la predicacion i las ceremonias reli- jiosas podian producir efecto en los salvajes, induciendolos a

CAPfrULO PRIMERO 63

cambiar de caracter i de costumbres, o que el agua del bau- tismo abriria sus intelijencias para hacerles comprender dog- mas complicados i oscuros, era i es un error comun a muchas jentes, i lo hemos visto mantenido i manifest ado largos anos i de mil maneras, en la direccion de la cosa publica. Pero es raro i casi podria decirse'incomprensible, que un hombre de regular cultura como Egana, que tenia gusto por el estudio de los libros i papeles referentes a nuestro pasado, i que por tanto debia saber los sacrificios i desembolsos que habian ori- jinado las misiones desde los dias de la conquista, i la nulidad absoluta de sus resultados, es incomprensible, repetimos, que un hombre de esas condiciones mantuviese todavia ideas que el mas lijero conocimiento esperimental de los hechos acon- sejaba modificar. Por lo demas, ese error se perpetuo largos anos entre nuestros hombres de Estado, i en nuestra adminis- tracion, hasta que la accion vigorosa de la industria ha ido a hacerse duena en pocos anos de las comarcas que las misiones no pudieron reducir en tres largos siglos.

§ n. TenDencias regalistas delgobierno en sus rela-

CIONES CON LA ADMINISTRACION ECLESlASTICA. Este apegO

a las tradiciones i a las preocupaciones relijiosas, que consti- tuye uno de los caracteres de aquella situacion, tenia limites bien marcados, i no llegaba en ningun caso a amenguar en lo menor las prerrogativas del estado. Hemos visto al gobierno negar el pase a las bulas que instituian obispo de Santiago a don Manuel Vicuiia, pprque este no habia sido presentado al papa por el presidente de la Republica. I en los nomhramien- tos en que este requisito habia sido observado, pero en que el sumo pontifice no reconocia espresamente el patronato, el go- bierno no les daba el pase sino cuando el agraciado prestaba i firmaba un solemne juramento prolijamente elaborado, en que se comprometia a respetar i obedecer todas las prerroga- tivas del Estado. Todos los actos gubernativos guardaban con- sonancia con los principios que normaban esas practicas. Conviene recordar algunos de ellos para dar a conocer la epo- ca i sus hombres por una de sus fases mas curiosas.

A fines de 1837 se presento al gobierno un breve de secula*

64 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

rizacion otorgado por el delegado apostolico residente en Rio de Janeiro, para que aqui se le diera el cumplase. El ministro Egaiia por un decreto de 29 de noviembre, mando retener ese breve por cuanto no se habia solicitado por el conducto i con el beneplacito del gobierno de Chile, i por cuanto este no reco- nocia ningun delegado pontificio que no tuviese su residencia i su representacion en nuestro pais. Esa resolucion, dada, como se ve, con un proposito fijo, fue confirmada i ampliada por un decreto de 7 de diciembre de 1838 que negaba en lo absoluto «el competente pase a los decretos, bulas o rescrip- tos que a solicitud particular se hubiesen obtenido del sumo pontifice, o de cualquiera autoridad o establecimiento eclesias- tico que existiere fuera del territorio de la Republica, si el gobierno no hubiese previamente dado el necesario permiso para impetrarlo». Este era el sentido que el gobierno daba a los principios regalistas consignados en la constitucion.

En esa epoca estaban Uegaiido a Chile numerosos frailes estranjeros que encontraban aqui una excelente acojida. Eran en su mayor parte espafioles, que venian huyendo de la per- secuciones populares que contra ellos se habian pronunciado, en algunas ciudades de la peninsula despues de la muerte de Fernando VII, i de las reformas liberales respecto a conven- tos i a la vida monastica. En Chile no habia necesidad alguna de esos frailes, porque si bien el.numero de las ordenes monas- ticas era mui reducido (en realidad solo cuatro, franciscanos, dominicanos, agustinos i mercenarios), cada una tenia varies conventos, i entre sacerdotes, novicios, coristas i legos, con- taban mas individuos que los que necesitaba el culto. Los frailes espafioles, muchos de ellos jente alegre, aficionada a la guitarra, i poco afectos a la sujecion de prelados de cualquier rango, preferian vivir en los pueblos chicos, o en los campos como capellanes de estancias, lo que les proporcionaba vida comoda i descansada, i algunas diversiones, la caza, carreras de caballos, rinas de gallos, etc., etc. El ministro Egaiia me- ditaba entonces una reforma jeneral de las ordenes relijiosas; i no pudiendo llevarla a cabo en toda su estension, quiso al menos someter a disciplina a esos advenedizos. «Todo relijioso

CAPfrULO PEIMERO , 65

que llegare a Chile aunque fuere en clase de transeunte, dice un decreto espedido el 12 de enero de 1838, esta sujeto desde

el momento en que pise el territorio de la Repiiblica a la auto- ridad i obediencia del prelado de su orden que existiere en la nacion, quien, con arreglo a su respectiva constitucion, debe ejercer sobre el la vijilancia i jurisdiccion que le corresponden sobre todos sus subditos».

Este decreto, al cual se le dio tambien el titulo de lei, no ofre- cia serias dificultades; pero se dicto pocos meses mas tarde otro sobre disciplina eclesiastica, que produjo no poca inquietud en el clero. En esa epoca, los curatos eran dados por concurso, i segun reglas canonicas que no tenemos para que recordar; i el beneficio alcanzado era perpetuo, de tal modo que el que lo obtenia no ponia ser removido sino despues de un juicio largo i engorroso. Los abusos a que esta inamovilidad de los parrocos dio lugar en America, fueron frecuentes i graves des- de tiempo antiguo, i la noticia de ellos llego a la corte comu- nicada por los gobernadores i por los obispos. Dos cedulas reales, dada una en 1603 i otra en 1654, modificaron en parte aquel rejimen para la provision de curatos, i facultaron a los obispos para proceder de acuerdo con los virreyes o goberna- dores, cuando hubiere causal i fundamento para ello, a la re- mocion del parroco sin admitir apelacion. Est as cedulas pa- saron a formar la lei 38, tit. I de la Recopilacion de leyes de Indias. La aplicacion de esta lei en varios casos, suscito recla- maciones i quejas ante el rei; i por fin, Carlos IV, por otra real cedula de iP de agosto de 1795 declare «que en adelante no puedan ser removidos los curas i doctrineros instituidos ca- nonicamente sin formarles causas i oirles conforme a dere- cho». Este era el rejimen que sobre el particular est aba esta- blecido en Chile en 1830.

Pero los desordenes de los parrocos, frecuentes i graves en tiempo antiguo, habian tornado mayores proporciones en los dias turbulentos de la revolucion i en el desgobierno de los afios subsiguientes. «Apenas podra concebirse ministerio mas importante i de cuyo buen desempeiio se deriven mayores beneficios a los fieles que el parroquial, decia lleno de uncion

TOMO XIV. 5

66 UN DECENIO DE LA HISTOEIA DE CHILE

relijiosa don Mariano Egafia; pero, nada hai tampoco mas funestopara la moral publica que los ejemplos de depravacion de los pdrrocos. Su viciosa conducta es un mal que no puede tolerarse por largo tiempo; i la nueva disposicion (la cedula de 1795) que prohibia privarlos de su beneficio sin un proceso formal seguido de todos los tramites de las leyes, dejaba las mas veces burladas las rectas intenciones con que el patrono o el prelado deseaban contener en el momento dano tan grave»* Para correjir este mal, Egana dictaba el decreto siguiente: «Mayo 24 de 1839. ^^ acordado i decreto: Se restablece en su pleno vigor la disposicion de la lei 38, titulo 6, libro i de Indias. Prieto. Mariano de Egana». Por el momento, fue- ron pocos los que conocieron el significado i alcance de ese de- creto.

Se le aplico, segun parece, en pocas ocasiones, i estas die- ron orijen a quejas i protestas, i aun a los recelos de algunos diocesanos sobre si era o no licito usar de esa facultad 39. Para hacer desaparecer esas dificultades, se haJ16 un arbitrio, que no tardo en ponerse en practica, i que ha hecho desaparecer la inamovilidad de los parrocos por medio de un nombramiento menos complicado, i que los deja en una condicion como in- terinos, i en todo caso amovibles a la voluntad del prelado.

Los hechos que dejamos espuestos, dan a conocer las ideas de aquellos gobernantes acerca de las relaciones entre la igle- sia i el Est ado. En el curso de los capitulos siguientes tendre- mos que tocar otras cuestiones de la misma naturaleza.

39. El Iltmo. don Justo Donoso, siendo obispo electo de Ancud, aunque mui poco inclinado a suscitar cuestiones contra la potestad civil, parece pronunciarse en 1848 contra el decreto de Egana aqui recordado, en sus no- tables InsHtuciones del derecho candnico americano, lib. II, cap. IX, num. 3.

CAPITULO II

I. Restablecimiento del rejimen constitu clonal despues de la victoria de Yungai, i adopcion de una nueva politica de templanza i conciliacion: 11a- mamiento al servicio alos militares dados de baja en 1830. 2. Proyecto de revision de las leyes dictadas bajo el imperio de las facultades estraor- dinarias: es rechazado. Derogacion de la lei que creo los consejos de guerra permanentes. 3. Economia i regularidad en los gastos publicos: el cos- to de la guerra contra la confederacion peru-boliviana. 4. Actos reaccio- narios que se reprochan al gobierno: declaracion de la vijencia de las le- yes del Estilo: proyecto de lei de imprenta. 5. El restablecimiento del 6r- den constitucional es seguido de Ja publicacion de varies periodicos con- tra el gobierno. 6. Regreso del ejercito chileno vencedor en Yungai: ho- nores con que fue despedido en el Peru, i fiestas publicas con que fue sa- ludado en Chile. 7. Acusacion de El Diablo politico: alborotos i desor- nes producidos en la ciudad. 8. El gobierno declara en estado de sitio la provincia de Santiago. 9. El jeneral Prieto se separa temporalmente del mando a pretesto de enfermedad, i lo confia a don Joaquin Tocornal con el titulo de vice-presidente. 10. Ruidoso proceso seguido a don Die- go Jose Benavente i a otros por el falso delito de conspiracion. Otro pro- ceso por el mismo delito (nota). 11. Las elecciones de 1840: el nuevo congreso: despues de la apertura de este, reasume la presidencia el jeneral Prieto.

§ I. Restablecimiento del r]&jimen constitucional

DESPUES DE LA VICTORIA DE YUNGAI, I ADOPCION DE UNA NUEVA POLfTICA DE TEMPLANZA I CONCILIACION: LLAMAMIEN- TO AL SERVICIO A LOS MILITARES DADOS DE BAJA EN 183O.

Los meses que siguieron a la gran victoria de Yungai fueron

68 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de content o i bienestar para el pueblo chileno. Aunque las cosechas agricolas fueron ese ano regularmente malas, como lo habian sido el ano anterior, la jente, preocupandose poco de estos accidentes, vivio una temporada, en la capital i en las provincias, en medio de fiestas en que el sentimiento de la glo- ria i del poder de la patria, se manifestaba por una ireal i pla- centera alegria. En Santiago, se dio a espensas del Estado un gran baile en la casa de gobierno (hoi intendencia) a que fue- ron invitadas todas las familias de cierta posicion social. Aun- que la vida literaria de la epoca era todo lo mas modesto que puede imajinarse, se compusieron algunas poesias en loor del triunfo de Yungai, una de las cuales ha conseguido perpe- tuarse en los recuerdos del pueblo, i hasta un ensayo de canto epico que merecio la aprobacion gubernativa ^. Pero el con- tento del pueblo se manifestaba en sus fiestas especiales, en las funciones de titeres en que se representaban episodios de la guerra, i en romances populares de tosca i desalinada con- feccion, pero en que no faltaban destellos de espontanea poe- sia, i que habria sido curioso reunir i conservar. En esos mis- mos dias se levantaba en el gran patio de la Universidad de San Felipe (local ocupado hoi por el teatro municipal) un tea- tro de madera que se inauguro en las festividades de setiem- bre, i que, aunque provisional, subsistio trece largos afios, i era lo mejor, lo mas espacioso i lo mas confortable que en su jenero hubiera tenido hasta entonces la ciudad de Santiago.

I . La mas popular de estas composiciones poeticas es la «cancion de Yun- gai*, en octavas octosilabicas, escrita por don Ramon Renjifo, hermano me- nor del celebre ex-ministro de hacienda, a la cual le puso musica el profesor don Jose Zapiola, i que hasta ahora se canta como himno patrio, en un ran- ge solo inferior a la cancion nacional. El ensayo epico de que hablamos en el testo, se titula Canto a la camp ana del ejircito chileno lihertador del Peru en 1 8 38 i principios de 1839, consta de veinte grandes pajinas, i fue impreso en I 839 a espensas del gobierno, Fue su autor un joven abogado llamado don Andres Torres, que habia desempeiiado el cargo de juez de letras de Colcha- gua en 1837, en cuyo caracter comenzo a entender en el proceso de conspira- cion conocido con el nombre de <<el crimen de Curic6»; pero en cuyo desenla- ce no tuvo la menor participacion, segun puede verse en los escritos de Vi- cuna Mackenna que hemos citado al hablar de esos sucesos.

nto que recordamos, tuvo entonces poco exito; i hoi esta tan comple- tamente olvidado que es raro ver nn ejemplar.

CAPfrULO SEGUNDO

Ese estado de los animos era debido a algo mas que a la sa- tisfaccion causada por el reciente triunfo. Chile comenzaba a gozar de una situacion realmente tranquila, que no habia co- nocido de muchos anos atras. Parecia haberse cortado eficaz i definitivamente aquella cadena de procesos politicos de los aiios anteriores. Nadie hablaba de revueltas, porque no habia persecuciones; i, Mjos de haberlas, el gobierno se mostraba tolerante con muchos facciosos o turbulentos de los anos an- teriores, i aun dejaba volver a Chile a varios de los desterra- dos politicos, haciendoles asegurar por intermedio de algunos de sus deudos o de otras personas que, apesar de las rigorosas leyes vijentes contra los espatriados, no se les seguiria dano alguno 2.

El espiritu de templanza i de moderacion en el ejercicio del poder publico, que distinguia al presidente Prieto, pero de que este habia tenido que apartarse por causa de circunstan- cias estraordinarias, i bajo la presion del poderoso ministro Portales, se manifesto despues de la victoria por actos mas significativos que los que acabamos de recordar. Contamos ya que con motivo de la organizacion del segundo ejercito que debia espedicionar al Peru, Prieto habia reincorporado al ser- vicio a algunos de los militares dados |de baja en 1830. A fines del afio anterior (1838), habia reincorporado al ejercito al je-

2. Entre estos indultos, recaidos en su mayor parte en personas de poca representacion, hai uno que merece recordarse; i del que vamos a dar cuen- ta. Don Rafael Bilbao, intendente de Santiago en los ultimos meses de 1829, habia perdido su puesto con la caida del partido liberal o pipiolo; i bajo el nuevo gobierno, se mezclo en algunas conspiraciones, a consecuen- cias de las cuales fue condenado en 1833 a seis anos de destierro. Bilbao se establecio en el Peru, i alii tomo parte principal a lo menos aparentemente, en la organizacion de la espedicion del jeneral Freire contra el gobierno de Chile. Todo esto era conocido i publico en este pais, i de ello se dej6 cons- tancia en los documentos publicos, i en los periodicos. Sin embargo, mui poco despues de la victoria de Yungai, obtuvo permiso para regresar a Chi- le, i vivio aqui tranquilo, bajo la promesa empeiiada por un hermano suyo»' de no volver a mezclarse en revueltas. Don Rafael Bilbao regreso a Chile con un hijo^de dieciseis anos que ;habia llevado al destierro para que le hi- ciera compania. Ese hijo era don Francisco Bilbao, que pocos anos mag tarde (en 1844) adquirio nombradia por hechos que a su tiempo tendremos que contar.

70 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

neral don Jose Manuel Borgono, i confiandole una alta repre- sentacion diplomatica. Despues de la victoria de Yungai estas nuevas tendencias de la politica gubernativa, inspirada en este particular por el mismo presidente de la Republica, se acentuaron mucho mas. El 20 de mayo el ministerio de gue- rra espedia un decreto concebido en estos terminos: «Desde esta fecha quedan dados de alta en el ejercito el jeneral de di- vision don Francisco Antonio Pinto i el jeneral de brigada don Francisco de la Lastra». Ambos militares, dados de baja en 1830 por negarse a reconocer el gobierno impuesto por la revolucion, se habian mantenido estraiios a todos los planes subsiguientes de trastornos; pero, entre el jeneral Lastra i el presidente Prieto habian mediado despues del combate de Ochagavia, acusaciones i ofensas, cuyo olvido hacia honor al caracter personal del jefe del Estado.

Este pudo persuadirse de que ese cambio de politica se im- ponia como una resultante de la situacion del pais. Cediendo a la necesidad de descanso despues de t ant as inquietudes i fatigas, mas que a las exijencias del servicio, el presidente de la Republica se traslado a Valparaiso con dos de sus ministros (Egana i Cavareda) i se detuvo alia un mes entero (28 de abril al 25 de mayo). A su entrada a esa ciudad, i durante su resi- dencia en ella, recibio las manifestaciones mas evidentes de adhesion i de respeto, asi de los nacionales como de los estran- jeros, entre los cuales habia entonces algunos comerciantes de la mas alta respetabilidad, i vivamente interesados en el progreso i en la prosperidad de Chile. El presidente i sus mi- nistros pudieron convencerse de que este pais habia entrado en una era de tranquilidad i de respeto a la lei, i de que era estemporaneo el mantenimiento del rejimen de represion que pesaba sobre Chile desde 1830.

El congreso, como sabemos, habia funcionado mui raras veces en 1837; i ^^ 1^3^ habia permanecido clausurado, mien- tras el presidente de la Republica, quedaba provisto de las mas omnimodas facultades. A estas no se les habia fijado otro plazo que el termino de la guerra; i este habia Uegado con la victoria de Yungai. El gobierno tenia determinado que el i.^

CAPfTtJLO SEGUNDO 71

de junio de 1839, ^1 congreso nacional, segun lo dispuesto en ia constitucion, abriese sus sesiones como en los dias de mas perfecta paz. El presidente de la Republica, en un auto espe- dido el 31 de mayo, con la firma del ministro Egafia, lo anun- ciaba en los terminos siguientes: «Declaro, por el presente decreto, cerrado el uso de las facultades estraordinarias con- ieridas al gobierno por la lei de 31 de enero de i837».

Est a declaracion, debio sorprender a los que creian que el gobierno no se desprenderia jamas de la gran suma de pode- res que se habian puesto en sus manos; pero otra disposicion de ese mismo decreto espresaba mejor el cambio de politica. «Los jenerales, jefes i oficiales separados del servicio en con- feecuencia de los decretos del congreso nacional de plenipoten- <:iarios de 7 de marzo i 15 de abril de 1830, decia, seran reha- bilitados a sus honores i empleos si se presentaren al gobierno solicitandolo dentro de cuatro meses, los que estan en el terrx- torio de la Republica, i dentro de ocho, los que se hallen fuera de el». Se reconocia, ademas, el derecho a montepio a las viu- das i huerfanos de los militares que hubieren muerto mientras estaban dados de baja.

Aunque aquel decreto establecia ciertas escepciones de ca- racter jeneral, i entre ellas para los que en la reciente guerra esterior hubieren tomado armas contra Chile (delito en que habian incurrido tres o cuatro individuos emigrados en el Pe- ru), i aunque muchos militares se negaron a acojerse a esa gracia para no recibir favor de un gobierno que detestaban, pasaron de veinticinco los que entonces fueron dados de alta, 1 los cuales, agregados a los que lo habian sido al organizarse el ejercito espedicionario, completaban un numero considera- ble de rehabilitados 3. Con la abolicion de los consejos de gue- Tra permanentes, sancionada por una lei especial tres meses

3. Algunas de esas rehabilitaciones acentuaban mucho el espiritu de Con- cordia que las habia inspirado. El coronel don Benjamin Viel, que habia tra- tado de ultrajar a Prieto retandolo a duelo por la prensa despues de Ocha- gavia con la mayor procacidad, i que despues del pacto de Cuscuz, i estando asilado en un buque frances, habia dirijido al gobierno comunicaciones de una gran destemplanza, fue, sin embargo, dado de alta el 14 de setiembre de 1839.

72 UN DECENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

despues, quedo del todo restablecido el rejimen constitucional i legal, i mantenido el orden interno en condiciones descono- cidas desde muchos anos atras.

La ultima de las m^didas dictadas por el presidente de la Republica en ejercicio de las facultades estraordinarias de que estaba investido fue un indulto jeneral, como los que solian dictar los reyes en celebracion de algun fausto acontecimien- to. Recordando la gloriosa Jornada de Yungai, la terminacion de la guerra esterior, la reunion ordinaria del congreso i el restablecimiento del orden constitucional, espedia el mismo dia '31 de mayo, con la firma del ministro Egana, un decreto cuya parte disposi'tiva dice asi: «Todos los reos rematados, sentenciados por cualesquiera tribunales de la Republica que existieren dentro ofuera de su 'territorio, obtendran el indulto de una cuarta^parte de rebaja del termino a que hubiesen sido condenados a presidio, destierro, confinacion, espatriacion o reclusion». Este indulto aprovecho a algunos de los procesa- dos politicos de los anos anteriores que llevaban una vida mi- serable en el destierro, o en la confinacion en lugares aparta- dos de sus residencias de familia.

§';2. Proyecto de revision de las leyes dictadas bajo el imperio de las facultades estraordinarias; es re-

CHAZADO. DEROGACION DE LA LEI QUE CRe6 LOS CONSEJOS DE

GUERRA PERMANENTES.— El congreso nacional abrio sus se- siones el i.o de junio de 1839 con toda la solemnidad posible. El presidente de la Republica en un discurso mui bien elabo- rado, hacia una esposicion sumaria, pero luminosa de los acon- tecimientos de los dos ultimos anos, de las peripecias i triun- fos de la guerra, del afianzamiento de una paz solida en el es- terior, i de un gobierno regular, respetado i respetuoso de las leyes i de las garantias i derechos de los ciudadanos. El pre- sidente sometia al fallo del congreso, con cierta elevada dig- nidad, su conducta en toda aquella crisis. Las dos camaras contestaron ese mensaje enviando al supremo majistrado un voto de aprobacion, ofreciendole su apoyo, i anunciando los beneficios que debian esperarse de la nueva situacion i del res- tablecimiento del rejimen constitucional.

CAPfrULO SEGUNDO 73

Apenas abiertas las sesiones del congreso, se suscito una cuestion constitucional de verdadera importancia. El presbi- tero don Rafael Valentin Valdivieso, diputado por Santiago, promovio en esta camara, en la sesion de 17 de junio, la discu- sion sobre la validez i duracion de las leyes dictadas por el presidente de la Republica en virtud de las facultades estraor- dinarias concedidas en enero de 1837. Aunque aquellas facul- tades por su ilimitada amplitud, i mas todavia por lo indeter- minado de su duracion, podian haber sido condenadas como inconstitucionales *, Valdivieso no entraba en ese orden de observaciones, ni ponia en duda el alcance de los poderes de que el gobierno est aba investido para lejislar. Mas aun, creia que esas facultades habian sido utiles en la pasada crisis, i que el gobierno habia usado de ellas con moderacion, i solo por el bien de la patria. Pero,-pensaba al mismo tiempo que las leyes de caracter jeneral i permanente, como las que mo- dificaban el funcionamiento del poder judicial, si bien vale- deras bajo el imperio de las facultades estraordinarias, no te- nian valor de verdaderas leyes una vez suspendidas esas facul- tades, si no eran sometidas a la revision i sancion del congre- so. El debate promovido en esta forma, e interrumpido a ve- ces por otros asuntos, no se soluciono sino dos meses despues i en el tomaron parte muchos diputados.

Esa discusion no nos es conocida sino por los informes de las comisiones que tuvieron el encargo de estudiar aquel pro- yecto, i por algunos articulos de los pocos periodicos que en- tonces salian a luz. En la variedad de argumentos que. se ha- cian valer, solo se descubren por algunos rasgos, ideas concre- tas i'^bien determinadas sobre la cuestion pendiente. Se sos- tuvo que las leyes promulgadas en esos afios (1837-1839) por simples decretos, bajo el imperio de las facultades estraordi-

4. El num. 6 del art. 36 de la constitucion de 1833, sefiala entre las atribu- clones del congreso la siguiente: «Autorizar al presidente de la Republica para que use de las facultades estraordinarias, debiendo siempre seiialarse espresamente las facultades que se le conceden, i fijar un tiempo determina- do a la duracion de esta lei.» Basta poner este precepto constitucional en frente de la lei de 31 de enero de 1837, que hemos copiado antes, para obser- var la flagrante violacion del c6digo fundamental.

74 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

narias, eran me j ores que aquellas que se habia tratado de re" formar; i que si en ellas se hallaban defectos, como algunos que se senalaron, deberia tratarse de hacerlos desaparecer, ya por la indicacion del autor del proyecto, como proponian unos, ya por el examen de una comision de individuos de las dos camaras, como proponian otros. En realidad, aquella dis- cusion. a juzgar por la luz que se desprende de esos documen- tos, demostraba en la camara la circulacion de principios va- gos e indeterminados e inespe riencia politica, o, mas propia- mente, escasos conocimientos sobre tales cuestiones. Al fin, en sesion de 14 de agosto, fue desechada aquella proposicion por veintidos votos contra doce. Casi todos los diputados que la aprobaron, pidieron que se dejara constancia de sus votos^ No se crea por esto que aquella cues t ion de principios habia apasionado por si misma a los hombres llamados a decidirla. Sin inferir ofensa a los diputados de 1839, ^^ jeneral -buenos aiudadanos, patriot as sanos i bien intencionados, se puede asegurar que mui pocos entre ellos estaban preparados para apreciar la cuestion de principios que envolvia aquel debate. Votaban unos por la revision jeneral i completa de las leyes dictadas bajo el imperio de las facultades estraordinarias, por que se decia que ellas eran malas, i ademas obra de don Mariano Egafia, cuyas ideas politicas, i sobre todo cuyos prin- cipios regalistas sostenidos con grande ardor en ftiuchos asun- tos, particularmente en el pase de las bulas sobre obispos, le habian suscitado una densa atmosfera de hostilidad. En cam- bio, los que no aceptaban la revision completa de esas leyes, las juzgaban buenas, o a lo menos me j ores que las que antes existian sobre los mismos asuntos; pero, al votar por la no revision jeneral de ellas, querian que se nombrase una comi- sion encargada de indicar los puntos en que pudieran intro- ducirse modificaciones de detalle. La comision fue nombrada en esa misma sesion (14 de agosto); pero, en definitiva, no se hizo nada, las denominadas ^ileyes marianas» quedaron sub- sistentes en la forma en que salieron de manos de su autor, i, solo en el trascurso de muchos aiios i mediante la introduc-

CAPfTULO SEGUNDO 75

cion de nuevos codigos o leyes, han ido quedando gradual- merit e derogadas.

Discusiones de un caracter parecido suscito otra lei que merecia haber sido aprobada casi sin discusion. A pesar de haberse declarado fenecidas las facultades estraordinarias, subsistian aun, a lomenos en la lei, los consejos de guerra per- manentes estatuidos en febrero de 1837, i dolorosamente en- sayados en los injustificables fusilamientos de Curico, que no podian recordarse sin horror. El 10 de julio (1838), el presi- dente de la Republica don Joaquin Prieto, i su ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, se dirijian al congreso para pedir la desapaficion de esos tribunales, que si en la epo- ca en que se establecieron parecian ser necesarios, habian ya dejado de serlo. «Todo ha variado de aspecto para nosotros hoi dia, decia el mensaje presidencial, gozamos de una tran- quilidad completa, i el gobierno no tiene motivo alguno para temer que se altere, lo que le hace creer innecesaria la subsis- tencia de la disposicion citada». En consecuencia, proponia que se declarase derogada en todas sus partes la lei que esta- blecio un consejo de guerra permanente en la capital de cada provincia. Demorado ese proyecto en el senado por causa del recargo de atenciones mas urjentes, fue aprobado a fines de agosto; i en la otra camara merecio una aprobacion inmediata i casi unanime ^.

§ 3. ECONOMf A I REGULARIDAD EN LOS GASTOS PT^BLICOS; EL COSTO DE LA GUERRA CONTRA LA CONFEDERACION PERI^-BOLI-

viANA. Enlos meses que siguieron a la victoria de Yungai, el gobierno podia sefialar, ademas de los ya recordados, otros act OS que eran merecedores del aplauso del pais. Fue uno de estos un decreto espedido el 17 de abril de 1839, Por el minis- terio de instruccion publica, i de la iniciativa de don Mariano Egana, por el cual se declaraba estinguida la vetusta univer- sidad de San Felipe, i se mandaba establecer otra, denomi-

5. En la camara de diputados, este proyecto tuvo dos votos en contra, los d e don Rafael Valentin Valdivieso i don Jose Vicente Larrain, no porque quisieran la subsistencia de los consejos de guerra, sino porque proponian para la lei una redaccion diferente i mas concisa.

76 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nada universidad de Chile, cuyos estatutos fueron mandados preparar, sin que el empeno del ministro bastara para ver planteada esa institucion sino cuatroanos mastarde. En otros capitulos posteriores de este libro, tendremos que hablar de ella con detenimiento i con abundancia de noticias referentes a nuestro desenvolvimiento intelectual. |

Es necesario, ante todo, recordar un hecho que podria de- cirse sin precedente en la historia. Con sus solos recursos or- dinarios, Chile habia hecho la guerra a la confederacion peru- boliviana, mas rica, mas poblada, mas poderosa que nuestro pais, i habia conseguido verla desaparecer. Para olio, habia levant ado un ejercito de seis mil hombres de las tres armas con otros destacamentos destinados a reforzarlo, i formo i equipo una escuadrilla de diez buques armados en guerra, que si no representaban un gran poder naval, bastaron para batir al enemigo, i asegurar a Chile el dominio del Pacifico. Sin em- bargo, el gobierno chileno no habia levantado emprestitos (porque no se puede dar este nombre al pequefio Jprestamo pedido i obtenido solo en parte al abrirse las operaciones), no habia impuesto contribuciones estraordinarias, ni exijido do- nativos voluntarios o forzosos. En los tres aiios que duro el estado de guerra, se pagaron mensualmente, i con la mayor regularidad i sin descuento alguno, los sueldos de todos los empleados de la administracion publica. El linico espediente que habia producido una entrada apreciable, habia sido la reduccion de los intereses penales a los deudores morosos que cancelaron obligaciones aprovechandose de esta concesion.

La oficina denominada del credito publico ^, encargada del reconocimiento i pago de la deuda interna, cumplio con escrupulosa exactitud sus antiguos i sus nuevos compromisos. El prestamo de ciento cinco mil pesos contratado al principio de la guerra mediante la emision de bonos de quinientos pe- sos, se estaba amortizando con todo orden, por medio del sor- teo mensual de cinco bonos que se pagaban al contado, como

6. Seame permitido recordar que esta oficina que prest6 mui importan- tes servicios, tenia por presidente a don Diego Antonio Barros, mi padre; i que este destino gratuito, era'conferido por el senado.

CAPfrULO SEGUNDO 77

se pagaba igualmente el interes asignado a esa deuda. Ade- mas de eso, en este periodo se habia abierto un camino carre- tero (entre Quillota i Valparaiso, coriun costo de 30,400 pesos), se habian hecho reparaciones en otros, se habia construido un^edificio, modesto es verdad,. para museo, biblioteca i uni- versidad, i se habia enviado dinero a Europa para pago de una parte del costo de una gran fragata de guerra que por cuenta del gobierno de Chile se estaba construyendo en un astillero de Francia.

Todo esto, que parece un cuadro de pura fantasia, i que sin embargo es la mas severa realidad, era la obra de la paz inte- rior de que gozaba Chile desde 1830, del funcionamiento re- gular de sus instituciones administrativas, de algunas refor- mas preparadas con discrecion i puestas en obra con buena voluntad, i de una accion constante, escrupulosa i honrada para hacer cumplir la lei i evitar todo abuso. Don Manuel Ren- jifo, el habil organizador de nuestra hacienda publica, en cinco anos de ministerio (i ^ de julio de i8!30 a 6 de noviembre de 1835), habia estudiado en todos sus detalles esa complica- da rama de la administracion del estado, simplificandola en muchos de sus accidentes, suprimiendo trabas tradicionales inutiles, i mejorandolacontabilidad en las^oficinas del Estado, abolio o rebajo algunos impuestos, i dio grande impulso al comercio por medio de una politica verdaderamente liberal. En sus manos, la hacienda publica comenzo a levant arse, de su antigua postracion. Pero ese progreso lento si bien solida- mente gradual, era el fruto mas que del aumento de la renta, de la esmerada regularidad en su percepcion, i en la economia rigorosa e invariable en los gastos. El ministro Renjifo habia fundado escuela en la administracion publica, i su sucesor don Joaquin Tocornal habia seguido escrupulosamente ese sistema, introduciendo ademas algunas mejoras de accidente que completaban aquella obra de organizacion. ;

El movimiento de la hacienda publica de Chile durante aquella guerra merece ser estudiado; i para ello bastan los document OS present ados por el ministro de hacienda en, julio de 1839 a fin de obtener la aprobacion (de las cuentas de en-

78 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tradas i gastos de la administracion publica 7. En ellas llama la atencion tanto la rigorosa economia, casi la mezquindad con que se invertian los caudales del Estado, como la proliji- dad perfectamente clara con que se llevaba la contabilidad fiscal, aunque todavia por metodos anticuados. Esas cuentas sometidas al examen de tres senadores ^, debian merecer una inmediata aprobacion.

El senado primero, i en seguida, la camara de diputadosrse la dieron de una manera amplia en una lei promulgada el 5 de setiembre, en que ademas se autorizaba al presidente de la Republica para seguir percibiendo las contribuciones estable- cidas. Es verdad que esas cuentas prolijamente estudiadas, demostraban que los gastos hechos por el gobierno de Chile durante los ailos 1836, 1837 i 1838 montaban a 7.104,052 pe- sos! Los gastos de 1839, en que ademas del servicio ordinario de la administracion, se saldaron las ultimas obligaciones de las contraidas con motivo de la guerra, i por el desarme del ejercito, montaron a 2.541,291 pesos.

Por mas que se tome en cuenta que los pesos de esos anos (que oscilaban entre 44 i 46 peniques) representaban un va- lor casi triple al de los|nuestros, i por mas que sepamos que entonces el material de guerra i de marina, de condiciones infmitamente inferiores al de nuestros dias, tenia un precio inmensamente menor, i que las provisiones costaban mui poca cosa, no acertariamos a ccmprender como con la suma indicada, i sin dejar un reguero de deudas, pudo hacerse una guerra esterior que duro tanto tiempo, i que tomo tan gran- des proporciones. La esplicacion de este hecho se encuentra en la regularidad i en la economia en la administracion, en la parsimonia jeneral en los gastos, i en la supresion absoluta de todos los que no eran de indispensable necesidad*

Los hechos siguientes contribuiran a esplicar con bastante claridad este rejimen de economias. En el presupuesto de

7. Esas cuentas estan publicadas en el tomo XXVI' de las Sesiones de los cuerpos lejislativos, donde ocupan 250 grandes pajinas a dos columnas.

8. La comision era compuesta de don Manilel Renjifo, don Diego Antonio Barros i don Ramon Formas.

CAPfrULO SEGUNDO 79

gastos votados ese aiio para el siguiente (1840), se fijaban los concernientes al ministerio del interior en 212,884 pesos; i los de relaciones esteriores en 61,560 pesos. El ejercito i la ma- rina habian sido reducidos a 2,216 hombres de las tres ar- mas, i a cuatro buques encargados de protejer las costas i el comercio con un presupuesto de 917,094 pesos. Pero, esta estrechez aparecia mucho mas evidente en el ministerio de justicia, culto e instruccion piiblica, cuyo presupuesto total montaba a 186,656 pesos, de los cuales solo 17,825 corres- pondian a la instruccion publica ^. Aquel estado de cosas no esperimento modificacion sensible sino cuando las rentas pu- blicas tomaron un desarroUo mas considerable.

§ 4. ACTOS REACCIONARIOS QUE SE REPROCHAN AL GOBIER- NO; DECLARACION DE LA VIJENCIA DE LAS LEYES DEL ESTILO;

PROYECTO DE LA LEI DE IMPRENTA. Por ardicntcs que fueran las pasiones creadas por las contiendas civiles i por las per- secuciones que les fueron consiguientes, no habria sido posi- ble, o por lo menos razonable, aun a los mas empecinados enemigos de esa situacion, desconocer el cambio ventajoso operado en la administracion del pais, el orden i la regulari- dad en los gastos publicos, i hasta la cesacion de las medi- das represivas i su reemplazo por una politica mas moderada

9, Estos 17,825 pesos se distribuian asi: Al institute nacional para ausilio de sus fondos, 5,300 pesos; al liceo de Aconcagua 500 pesos (aunque en otras provincias, Coquimbo, Concepcion, Cauquenes i Talca habia liceos, estos debian sostenerse con sus propios recursos icon las pensiones de los alumnos); para escuelas de primeras letras, 8,635 (estas escuelas sostenidas por el Es- tado, eran 45 en todo el pais, distribuidas en las provincias en esta forma: Colchagua, 2; Maule, 4; Concepcion, 21; Valdivia, 9; Chiloe, 2; Coquimbo, 4; Aconcagua, 2; Valparaiso, i. Las otras escuelas gratuitas^que habia en Chile, i que no alcanzaban a 20, eran sostenidas por las municipalidades o por los conventos, segun mandate gubernativo. Todas las escuelas, como tendre- mos que recordarlo mas adelante, eran de lo mas modesto i atrasado que es posible suponer). El presupuesto de instruccion publica tenia ademas las par- tidas siguientes: Para don Claudio Gay i sus ayudantes encargados de via- jes^cientificos 2,34o!^pesos; i^para la biblioteca nacional 1,050 pesos. Como gastos estraordinarios, el presupuesto para 1840 consignaba una partida de 4.400 pesos para instalacion i menaje en su nuevo^edificio.^de la biblioteca, museo, i la universidad mandada crear. Ya podra suponerse que proporcio- nes se asignaban a estos trabajos.

80 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

i conciliadora. Pero el recuerdo de la epoca pasada, lasdes- tituciones, los destierros, las confinaciones a provincias apar- tadas o a penosos presidios, i hast a las ejecuciones capitales, habian creado en Chile una atmosfera de odios que era dificil disipar.

El gobierno tenia adquirida la calificacion de reaccionario ante el antiguo partido liberal. La derogacion de la constitu- cion de 1828 i de varias leyes, algunas de lasi^cuales eran abso- lutamente inadecuadas a las condiciones i a la escasa cultura del pais, i su reemplazo por otras menos avanzadas, habrian bastado para justificar ese calificativo, si otros hechos, el res- tablecimiento de antiguas practicas i el apego a formas que como los trajes especiales para los funcionarios publicos, los jueces, los municipales i hast a los profesores, no pareciesen demostrar un proposito sostenido en favor del restablecimien- to del pasado. Don Mariano Egana, espiritu ilustrado, i en muchas materias progresista, era el representante neto de estas tendenciasclasificadasde reaccionarias. Algunas de ellas se dejaron ver en las leyes, i atrajeron al gobierno, como va- mos a verlo, no poco desprestijio.

En el complicado laberinto de la antigua lejislacion espa- nola, hai un cuerpo de 252 disposiciones conocidas con'el nom- bre de «Declaraciones de las leyes del Fuero Real», i mas co- munmente con el de «Leyes del Estilo». No tienen, realmente, el caracter i la autoridad de tales, porque no aparece que fue- ran dictadas por ningun rei, ni promulgadas por las cortes, ni comunicadas a los tribunales para que les sirviesen de nor- ma. ,Todo esto inclinaria a no reconocerles valor legal; pero, es lo cierto que, sino como leyes, como simples doctrinas, o como declaraciones'esplicativas de las del Fuero Real, se las cita con frecuencia, i aun muchas de ellas forman parte de la Novisima Recopilacion promulgada en 1805 ^^. Con motivo

10. En las colecciones mas completas de codigos espanoles, se da coloca- cion a las leyes del Estilo; i la Academia de la historia de Madrid, les dio ca- bida en su coleccion de Opusculos legates del rei don Alfonso el sahio, «porque apesarde que no son obra del mismo, dice la Academia, sino posteriores,han acompaiiado siempre al Fuero Real, en todas sus ediciones, por servir de in- terpretacion i de aclaracion a sus leyes».

CAPfTTJLO SEGTJNDO 81

de la consult a de una corte de justicia, don Mariano Egana resolvio la cuestion para Chile en un decreto de 28 de abril de . 1838, dado con fuerza de lei, cuya parte dispositiva dice como sigue: «Las leyes del Estilo deben obtener en la nacion la mis- ma autoridad que las del- Fuero Real de que son ap6ndice, i como posteriores a estas, guardarse con preferencia cuando hubiese contradiccion entre unas i otras». .

En Chile, las leyes del Estilo eran casi absolutamente desco- nocidas. Aun entre los abogados eran mui pocos los que las habian visto. El decreto de Egana vino a darles gran notprie- dad. Se dijo de ellas que formaban un codigo de una remoti- sima antigiiedad (lo, que, como ya dijimos, no era exacto), que eran la espresion de un est ado social absolutamente bar- baro, que por esa razon habian caido en el mas completo des- credito, i que tratar de rehabilitarlas era un acto fruto de una mania reaccionaria. Por mas que por su espiritu no se dife- renciaran mucho de las leyes del rei sabio, que por su forma literaria les son mui superiores, las del Estilo eran presentadas como verdaderas monstruosidades, ultraj antes al buen sen- tido en una sociedad culta. En los afios posteriores, cuando en la prensa se queria hacer notar las tendencias retrogradas que se atribuian a Egana, se le solia denominar «el rehabilita- dor de las leyes del Estilo».

Pocos meses mas tarde, el 3 de octubre de 1838, Egana fue nombrado ministro plenipotenciario de Chile cerca del gobier- no que se habia instalado en el Peru bajo el amparo del ejer- cito chileno, i pudo prestar alii utiles servicios. A su vuelta del Peru, en enero siguiente, reasumio las funciones de minis- tro de justicia, en que lo habia reemplazado interinamente don Ramon Luis Irarrazaval. Como contamos antes, en este periodo Egana habia propuesto i apoyado diversas medidas liberales i conciliadoras, que eran la consecuencia de la victo- ria. No podia ocultarsele que la nueva situacion, abrogadas las facultades estraordinarias, habia de producir cierto movi- miento de prensa; i creyo que era indispensable contenerlo en ciertos limites, evitando los desbordamientos que, segun el, comprometerian la subsistencia de la tranquiHdad publica.

TOMO XVT. 6

82 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

La prensa est aba entonces rejida por una lei promulgada el II de diciembre de 1828 bajo el gobierno del jeneral don Fran- cisco Antonio Pinto. Esa lei, preparada por don Jose Joaquin de Mora, era ordenada i completa en su contestura, i consig- naba las garantias de una libertad prudente. Los delitos de prensa debian ser juzgados por jurados, principio que sancio- no tambien la constitucion de 1833, i los delitos jdeclarados tales, salvo los de sedicion que se castigaban con espatriacion o presidio, sedan penados con prision conmutable en multas moderadas, aplicables a la beneficencia o a la instruccion pu- blica 11. Est a lei, mucho mas liberal que las que la precedie- ron, i mas tambien que la que se dicto mas tarde (1846), habia tenido hasta entonces poca aplicacion, por el rejimen autoritario i prohibitivo de la prensa que habia imperado an- teriormente; pero iba a comenzar a entrar en ejercicio desde que esta adquiriese alguna vitalidad.

Don Mariano Egafia prepare entonces el proyecto de lei de imprenta que a su juicio podia evitar i, en caso necesario, re- primir los abusos que habian de hacerse sentir desde el dia siguiente a la cesacion de las facultades estraordinarias. Ese proyecto, presentado al senado el 24 de junio (1839), consta- ba de 103 articulos, convenientemente dispuestos; i era mas prolijoidetalladoen sus disposiciones que la lei anterior. Pero en lo que particularmente se distinguia de esta era en su espi- ritu restrictivo i antiliberal. Despues de fijar las reglas para el establecimiento de una imprenta i la responsabilidad del im- presor, clasiiicaba los delitos que por medio de ella podian cometerse, esto es blasfemia, sedicion, inmoralidad e injuria, sobre cada uno de los cuales deberian los jurados calificar la gravedad por distintos grados, para aplicar las penas corres- pondientes. Esas penas eran de una gran severidad en todo orden de delitos; i en los casos en que estos fueren calificados en tercer grado, la penalidad consistiria ademas de una fuerte multa pecuniaria, en una prision o destierro de un afio por un escrito injurioso, de tres anos para uno tachado de inmoral.

II- Vease sobre esta lei la Hist. Jeneral de Chile, tomo XV, paj. 289-30.

CAPfrULO SEGUNDO 83

de cuatro para el sedicioso, i de tres para los blasfemos; con la declaracion de que estas penas no obstaban para que el condenado a ellas no quedara eximido de la responsabilidad que esos delitos podian atraerle ante los otros tribunales.

Pero habia, ademas, en aquel proyecto muchas otras dis- posiciones de caracter restrictivo, que no podian dejar de alar- mar a los espiritus liberales. Asi, al establecer que el editor debia entregar al fiscal un ejemplar de todo impreso, disponia que cuando este fuese de tales dimensiones (los opusculos) seria entregado «die^ i seis horas a lo menos, antes de hacerse la publicacion» (art. 4.0), lo que parecia un ensayo de censura previa; i en ese sentido est a disposicion fue modificada en el debate, imponiendo al editor la obligacion de rendir una fian- za para responder a las resultas de cualquier juicio que se pro- moviera.

Los periodicos que entonces habian comenzado a publicar- se, i de los cuales hablaremos mas adelante, alzaron el tono para senalar el proyecto de lei de imprenta como una audaz amenaza contra las libertades piiblicas que el pais tenia el de- recho de exijir, i como un esfuerzo encaminado a mantener, aun despues de la suspension de las facultades estraordina- rias, el despotismo impuesto desde 1830. En el senado, la dis- cusion de ese proyecto fue lenta i laboriosa. Habia alii tres hombres distinguidos, don Diego Jose Benavente, don Manuel Jose Gandarillas i don Manuel Renjifo que habiendo pertene- cido al bando vencedor en aquel afio, se habian alejado de el porque no aprobaban la marcha del gobierno. Pero los dos primeros no asistian al senado desde las ocurrencias de agosto de 1837, que hemos recordado mas atras, i el tercero residia habitualmente fuera de Santiago. Sin embargo, en esta oca- sion creyo que su deber lo Uamaba al senado, i alii combatio muchas de las disposiciones mas restrictivas del proyecto. Don Andres Bello, senador tambien a la sazon, a pesar de sus relaciones con el gobierno, i de su amistad con Egana, demos- tro con gran moderacion, pero con lojica vigorosa los incon- venientes de varios de los articulos de la proyectada lei, i ob- tuvo algunas modificaciones. Aquellas discusiones que dura-

84 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ron muchos dias, no permitieron dejarla aprobada ese afio; i cuando lo fue en los primeros dias de julio de 1840, se abrio para ella en la camara de diputados, a que habian entrado ese aiio algunos liberales, segun veremos mas adelante, un ardien- te debate, a causa del cual se creyo mas prudente no insistir en la aprobacion de una lei que suscitaba tamaiias tempesta- des. Asi, pues, el proyecto reaccionario de Egafia, fue solo una tentativa frustrada para contener a la prensa, que no produjo otro resultado que el justificar ante el liberalism© la acusacion de reaccionario i de retrogrado que este hacia al gobierno. § 5. El establecimiento del 6rden constitucional es

SEGUIDO DE LA PUBLICACION DE VARIOS PERI6dIC0S CONTRA

EL GOBIERNO. Mas que esas leyes, acarreaba al gobierno odiosidad otro jenero de accidentes, i sobre todo elrecuerdo de los acontecimientos de la epoca anterior. El ejercicio discre- cional del poder durante siete largos afios, si bien habia ser- vido para establecer un orden estable, una administracion regular i vigorosa, habia creado tambien al presidente de la Republica, asusministros i consejeros, como ya dijimos, una atmosfera de odios que no debia desaparecer facilmente con las medidas de conciliacion adoptadas en los ultimos dos anos.

Motivos de otra clase eran igualmente invocados contra los hombres que ejercian el mando. El gobierno de Chile era en realidad una oligarquia, en que solo unas cuantas familias intervenian mas o menos efectivamente en la direccion de la cosa ptiblica. Si bien el bando que lo apoyaba, era mui nume- roso, era compuesto en su gran mayoria de hombres pacificos i estranos a toda ambicion politica, i a la posesion de empleos, que entonces eran mucho menos codiciados que lo que han sido mas tarde. Esto ultimo no obstaba para que a la sombra del presidente de la Republica se hubiera desarrollado un nepotismo antes desconocido en Chile. Los parientes del jefe supremo del Est ado se habian distribuido los mas varia- dos empleos, sin que se quisiera reconocer en ello otra cosa que el favor. Dos de esos deudos, don Carlos Garcia del Pos- tigo i don Jose Maria Sesse, obtuvieron de golpe buenas co-

CAPITULO SEQUNDO 85

locaciones en la marina i en el ejercito, i tras de ^stas, otras vent aj as. Del mismo presidente, que llevaba en la casa de go* bierno una vida modestisima, se decia que no alcanzaba a gas- tar la tercera parte de sueldo, i que habiendo entrado mui po- bre al gobierno, saldria con una fort una considerable. Esos hechos que la pasion de partido exajeraba desmesurada- mente, no bastaban para oscurecer las reales i solidas cuali- dades del jeneral Prieto, su equilibrio moral, su constant e buen sentido, su correccion i urbanidad en todas sus rela- ciones, i su moderacion para impedir en lo posible las medi- das violentas. Sin embargo, aquellas murmuraciones que no tardaron en salir a la prensa, dieron orijen a que se hicieran i serepitieraneuentas numerosas de lo que cada ano costaba al estado la familia del presidente de la Republica, todo lo que no podia dejar de daiiar el prestijio de ese alto funcionario, i de estimular las odiosidades que en su contra habian creado los negocios piiblicos.

Entre las publicaciones politicas de ese aiio (1839), hubo tres que tuvieron alguna resonancia. La primera de ellas en el orden de fecha, i tambien en el grado de popularidad, fue un periodico sin dia fijo que con el titulo de El Diablo politico aparecio el 18 de junio de 1839. ^u fundador i redactor era un joven estudiante de la Serena llamado Juan Nicolas Alva- rez, que seguia en Santiago sus ultimos estudios de leyes en la academia de practica forense, institucion de antiguo ori- jen (1778), revestida de cierta autonomia, en que se ensena- ban teorica i practicamente los procedimientos judiciales 12. Su plan declarado era romper el silencio impuesto al pais por

12. Don Juan Nicolas ^Alvarez, que adquirio casi repentinamente una grande i fujitiva notoriedad, pertenecia a una familia relativamente modes- ta i habia venido a Santiago a hacer sus estudios legales. En 1839 estaba in- corporado a la academia de practica forense, donde durante dos afios se cur- saban en la teoria i en la practica las reglas de los procedimientos judicia- les, antes de obtener el titulo de abogado. Sin manifestar un gran talento ni mucho amor al estudio, mostraba si un caracter firme, notable movili- dad de espiritu, i pasion por la politica. Entre sus camaradas, fueron sus amigos solo los jovenes que por sus relaciones de familia o por espiritu libe- ral, se inclinaban al bando de oposicion al gobierno. Uno de ellos, con quien trab6 mayor intimidad, era un clerigo llamado don Jose Domingo Frias,

86 FN DECENIO DE LA HISTOEIA DE CHILE

las facultades estraordinarias, i por el cuadro horroroso i de- testable de la tirania que sobre el pesaba desde 1830. En ese periodo, se decia, Chile habia sufrido los efectos de un desen- frenado despotismo, persecuciones, destierros, violencias, atropellos i fusilamientos, sin que se pudiera senalar en los gobernantes una sola virtud, ni acto alguno encaminado a la prosperidad i al esplendor de la patria. Todos los servi- dores de aquel orden de cosas eran implacablemente entre- gados a la excecracion; i ya sea que se les nombrase, como al ministro Egafia, presentandolo con el caracter del leguleyo retrogrado i patrocinador del despotismo, ya se les designase por alusiones no siempre claras i comprensivas, no se recono- cia una* sola buena cualidad sino en aquellos que contraria- ban algun acto del gobierno. Casi no hai necesidad de decir

que tambien aspiraba al titulo de abogado, qne despues fue cura de Maipo i que murio de canonigo de la catedral. Entre ambos meditaban la publica- cionde un periodico de oposicion al gobierno. Don Jose Victorino Lastarria, que habia sido compafiero de Alvarez i de Frias en la academia de practica (Lastarria salio de ella i se recibio de abogado en 1839) cuenta en sus Recuer- dos Liter arios (paj. 59 de la edicion de Leipzig, 1885) que fue consultado por estos sobre el particular, que aprobo la idea, i que propuso el nombre del pe- riodico, pero queno'escribio en el. Sea de esto lo que fuere, aquel periodico no tuvo mas director que Alvarez, que fue el autor casi esclusivo de todo lo que se publico alii.

El Diablo politico no tenia dia fijo, como decimos en el testo.Gadamimero tenia cuatro pajinas del tamano de un pliego de papel de oficio, a dos co- lumnas i de un tipo grueso, de tal modo que su material no era mui abun- dante. Mas tarde, algunos numeros tuvieron cinco i seis pajinas. Debajo del titulo habia la figura de medio cuerpo, de un homhre fumando una pipa que despide [mucho humo, destinado al parecer a representar al diablo. El lema del periodico esta formado por tres tercetos de Jorje Pitillas (seu- donimo de Jose G. de Hervas, poeta espanol de la primera mitad del siglo XVIII), en que anuncia que va a hablar, porque tiene mucho que decir, sin tomar en cuenta, sobre quien caeran los golpes.

Pasada esta primera campana periodistica, Alvarez volvio a sus estudios, i se recibio de abogado el 16 de abril de 1841. (Su amigo i compafiero Frias se habia recibido el mes anterior). Mas tarde, en 1845 i en 1851, Alvarez vol- vio a figurar en los disturbios politicos, pero su nombre no tuvo la misma re- sonancia que doce aiios antes. Don Benjamin Vicuna Mackenna que lo trato en esta ultima epoca, i que le ha consagrado algunas pajinas en la historia de esos sucesos {Historia de la administracion Montt) acompana su relacion de una litografia, que es un retrato de este ardoroso, i al fin infortunado aji- tador.

CAPfTULO SEGTTNDO 87

que sobre la memoria de Portales se hace recaer la respon- sabilidad de todos esos males. Si bajo su aspecto literario aquellos articulos revelan modestas condiciones de escritor, con formas difusas sin golpes de lucimiento i de injenio, no se puede dejar de admirar la audacia de quien entraba en guerra franca i resuelta contra un poder formidable que tan- tas pruebas habia dado de que queria i sabia reprimir todo acto encaminado a ajitar la opinion i a preparar nuevos dis- turbios.

Otro periodico de esos dias, que merece recordarse, fue uno que con el titulo de Cartas patrioticas comenzo a publi- car en agosto de ese afio el senador don Diego Jose Benaven- te, bajo el seudonimo de Junius. Constaba de ocho pequenas pajinaSy i Uego a contar diez i siete numeros destinados a cen- surar con cierta moderacion de forma, pero con espiritu firme i sostenido todos los actos del gobierno, como contraries a la libertad i a los intereses bien entendidos de la patria. En un rango inferior, i sin tomar en cuenta otras publicaciones del todo efimeras, debe contarse otro periodico titulado El Cons- titucional, que se comenzo a publicar el 24 de agosto, i del de que alcanzaron a aparecer cinco numeros. Era su director don Bernardo Jose de Toro, caballero de gran familia, que habia pasado algunos aiios en Europa en condiciones de estudiante, i adquirido no precisamente conocimientos, sino algunas ideas de ciencias politicas. Su periodico, que tuvo mui escasa eirculacion, merece ser recordado como antecedente de un ruidoso proceso politico.

^ De todos esos periodicos fue El Diablo politico el que tuvo mas larga vida i mayor eirculacion, i aquel que por la crude- za de sus ataques inquieto mas al gobierno, porque sin preo- cuparse mucho de discutir principios teoricos, ponia mas em- peiio en recordar los sucesos de los liltimos anos, para exaltar con ellos los odios populares. Ese i los otros periodicos creian p*reparar asi la opinion del pueblo para la contienda electo- ral que debia empeiiarse en marzo de 1840, con motive de la renovacion de congreso i de municipalidades. Sin embargo, ellos cometian un grave errror cuando queriendo enumerar

88 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

las faltas cometidas por el gobierno contaban entre ellas la reciente guerra contra la confederacion perii-boliviana, que la opinion jeneral del pais, en todos los rangos sociales, i casi sin escepcion, celebraba con el mas ardoroso entusiasmo i3, § 6. Regreso del ejercito chileno VENCEDOR DE YuN-

GAi; HONORES CON QUE FUE DESPEDIDO EN EL PeRIJ, I FIES- TAS pOblicas con que FUE SALUDADO EN Chile. Esc sen- timiento, que eraj verdaderamente popular, parecio cobrar mayor intensidad con motivo del regreso a Chile de las tro- pas vencedoras en la reciente campaiia. Se renovaron las fies- tas populares como en los primeros dias en que se celebraba la victoria; i el contento publico dominaba sobre cualquiera otra preocupacion.

Por completa i decisiva que fuera la victoria de Yungai, pasaron algunos dias para que en el Peru mismo pudiera apre- ciarse toda su importancia. Quedaban todavia al enemigo al- gunos cuerpos de tropa que por hallarse lejos, no habian asis- tido a la batalla: en poder de este permanecian las formida- bles fortalezas del Callao; i el mismo Santa Cruz, fujitivo del campo de batalla, habia Uegado a Lima, para anunciar en una aparatosa proclama la continuacion de la guerra, i en se- guida a Arequipa para reorganizar sus elementos militares. Todo aquello cedio ante la fuerza material i ante el prestijio de la victoria. A la vez que en unos puntos se sublevaban las poblaciones hasta entonces sometidas al gobierno de la con- federacion, en otros se sometian facilmente las ultimas fuer- zas que lo habian sostenido. Santa Cruz, fujitivo de sus pro-

13. Los redactores de estos peri6dicos de oposicion no disertaban especial- mente para condenar la guerra contra la confederacion peru-boliviana que habia Uegado a ser tan popular; pero en muchos de los articulos se encuen- tran alusiones para presentarla como una grave falta, sino como un crimen de Portales. En El Diablo politico, numero 8, se hace hablar desde el infierno al demonio, o al espiritu de Portales, en estos terminos: «Para sostenerme en el poder discurri la loable empresa de hacer la guerra a una nacion vecina, medida usual i comun en la politica de los tiranos que residen en estas oscu» ras rejiones.* En las Cartas patridticas, num. 17, selee: «Se dice que promuevo la anarquia. jCon cuanta mayor razon se diria si hubiese escrito contra las consecuencias desastrosas de esa fatal guerra en que nos envolvio el arro- gante orguUo de un atrabiliario i la servil deferencia de otros!*.;

CAPiTULO SEGUNDO 89

pios soldados, encontro asilo en el puerto de Islai, a bordo de una fragata de guerra inglesa, que lo llevo a Guayaquil. A mediados de marzo no habia en todo el territorio peruano otra autoridad reconocida que la del jeneral don Agustin Ga- marra, presidente provisorio de la Repiiblica.

Pero nada habia de mas incierto que la estabilidad de ese gobierno. Fuera de muchas causas de perturbacion, la incal- culable pobreza de su tesoro lo ponia en una situacion lasti- mosa, i casi en la imposibilidad de cumplir los mas premiosos compromisos. El gobierno de Gamarra habia surjido en una asamblea popular celebrada en Lima el 25 de agosto (1838) bajo el amparo del ejercito chileno, que cuatro dias antes ha- bia ocupado militarmente la ciudad. Aunque la espedicion chilena no habia hallado en el Peru el apoyo que se le habia hecho esperar, el gobierno provisorio no podia dejar de proce- der en el mas perfecto acuerdo con ella. El 14 de octubre el jeneral en jefe celebraba en Lima con el presidente proviso- rio, un convenio que revestia todos los caracteres de un pacto solemne. Chile habia hecho todos los gastos de organizacion i de equipo de la espedicion dirijida a restituir al Peru su in- dependencia, arrebatada para organizar la confederacion pe- rii-boliviana. De esos gastos que, segun las cuentas, excedian de dos millones de pesos, no se hacia merito por entonces, es- perando cubrirlos macs tarde, despues de alcanzado el objeti- vo de la guerra, distribuyendolos por partes proporcionales entre el Peru, Chile i Bolivia. Pero era indispensable regulari- zar la situacion financiera para el presente i hasta el termino de la campaiia. Por el pacto de octubre, el Peru, el mas inte- resado en la contienda, se comprometia a pagar el ejercito i los funcionarios civiles que lo acompanaban, el trasporte, mantenimientos i recursos desde la salida de Valparaiso, sin cargo alguno para Chile. El jeneral Bulnes, por su parte, con- vino en devolver al Peru dos barcos de que en agosto de 1836 se habian apoderado los marinos chilenos en el puerto del Ca- llao, devolucion que tenia por objeto facilitar a Gamarra los medios de organizar una escuadrilla peruana.

El gobierno provisorio no podia cumplir" puntualmente

90 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

esos compromisos. Un ajente chileno que venia del Ecuador a tomar la representacion de nuestro pais ante el gobierno del Peru, escribia a este respecto el lo de febrero las pala- bras siguientes: «He venido a ser testigo presencial de las vir- tudes i de la moral de nuestro ejercito, i a gozarme en ellas. Estoi viendo por mi mismo las penalidades i las escaseses que esta sufriendo, i me admiro de la heroica resignacion con que todo lo soporta i*». Los esfuerzos reales o aparentes de Ga- marra para cumplir aquellos compromisos se habian estrella- do contra la pobreza i la desorganizacion del pais. Mr. Bedfor H. Wilson, consul jeneral i encargado de negocios de S. M. B., i grande amigo del gobierno de Santa Cruz, contribuia a ha- cer mas desagradable la situacion de ese gobierno con jestio- nes de varias clases i con la cobranza de los intereses de una deuda contraida en tiempo de la independencia, i cuyo ser- vicio estaba suspendido desde muchos anos atras ^^.

La situacion del Peru, aun despues de haber recobrado su autonomia, con la caida de la confederacion, no tenia nada de satisfactoria. En el interior existian todos los jermenes de contiendas civiles i de anarquia, incluso la posibilidad de una tentativa de Santa Cruz para recuperar el poder perdido, i en el esterior se preparaban los combustibles para un rompi- miento con Bolivia, que vino a estallar en 1841. En esa emer- jencia, Chile, dando muestras de la mas alta seriedad i honra- dez de propositos, observo una conducta que no podia dejar de robustecer el prestijio alcanzado por la victoria. Su par- ticipacion en las contiendas internacionales de aquellas dos republicas, o en los disturbios internos que las ajitaban, ha-

14. Comunicacion de don Ventura Lavalle, encargado de negocios en Li- ma, al gobierno de Chile, de 10 de agosto de 1839.

15. Como se comprendera, no entra en nuestro plan el referir estos hechos €on algun detenimiento, i nos limitamos a recordarlos. Debemos, si, decir que ellos estan contados con gran acopio de noticias i con satisfactoria cla- ridad en un buen libro historico titutado Negociaciones diplomdticas entre Chile i el Peru, primer periodo, 18 39- 1846, por don Ricardo Montaner Bello (Santiago, 1904). Pueden verse tambien los primeros capitulos Mel tomo IV de la Historia de Chile hajo el gobierno del jeneral Prieto, por don Ramon Sotomayor Valdes.

CAPfTULO SEGUNDO 91

brian deslustrado el brillante papel que habia hecho en la pa- sada contienda. En consecuencia, limito su accion a recomen- dar a lasdos partes con el mayor empefio, aunque en defini- tiva sin buen resultado, la conveniencia de mantener la paz; i cuando se pidio al jeneral Bulnes que destacara algunos cuerpos de sus tropas en tal o cual provincia para consolidar a las autoridades, se escuso el de hacerlo, cumpliendo en ello las instrucciones de su gobierno. El proposito de este era sa- car cuanto antes todas sus tropas del Peru para dejar bien comprobado que al tomar las armas, no habia pretendido otra cosa que dar en tierra con un poder absorbente i temerario que era una amenaza para todos los estados vecinos i^.

El regreso del ejercito chileno ofrecia una seria dificultad: la fait a de recursos para realizarlo. Segun el arreglo de octu- bre, el gobierno del Peru le adeudaba mas de quinientos mil pesos; i en un est ado indescriptible de miseria, ese ejercito lo soportaba todo por un efecto de la disciplina i del patriotis- mo. «Faltode todo recurso, decia el jeneral Bulnes, sin medios de movilidad, sin vestuario i aun muchas veces sin el mas es- caso alimento, hemos vencido los caminos i las sierras mas es- carpadas, pasando por climas insalubres i en la peor estacion, durante nuestra marcha por entre los Andes. Con semej an- tes privaciones i padecimientos no era estrano que todo el ejercito ansiase por la vuelta a sus hogares despues de la vic-

16. Desde que el gobierno de Chile contra jo el primer compromiso de en- viar un ejercito al Peru contra la confederacion organizada por Santa Cruz, formo el proposito invariable de no tomar parte alguna en las contiendas ci- viles de cada uno de los dos Estados que la componian. Sobre esa base dio sus instrucciones a sus jenerales i a sus ajentes diplomaticos. Para mantener a este respecto su absoluta libertad de accion, el jeneral Bulnes, segun en- cargo de su gobierno, se obstino en no llenar las bajas que las enfermedades i los combates, hacian en su ejercito, con los reclutas peruanos que se le ofre- cian; i esperaba los ausilios de algunos centenares de hombres que con ese objeto se le enviaban de Chile periodicamente. Por este medio estaba seguro de la disciplina i del espiritu de sus tropas, lo que le permitio mantenerlas del todo estraiias a las turbulencias i ajitaciones politicas, todo lo cual mui dificilmente habria conseguido si ellas hubieran sido de diversas nacionali- dades.

92 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

toria ^h. Abandonando jenerosamente en favor del Peru to- do el armamento quitado al enemigo en el campo de batalla, obtuvo con no poca dificultad que se le suministraran dos- cientos mil pesos. Con esta suma se prepare a partir casi la mitad del ejercito, i el 22 de junio zarpaba del Callao bajo las ordenes del jeneral don Jose Maria de la Cruz, segundo jefe del ejercito espedicionario. En Valparaiso primero, i en se- guida en Santiago (19 de julio) recibieron esas tropas el aplau- so i las felicitaciones del pueblo i del gobierno; i sus jefes i sus oficiales fueron ademas obsequiados con bailes i con otras fies- tas que demostraban el justo contento de la poblacion en to- dos sus ordenes.

Cinco meses mas tarde se celebraba con mucha mayor so- lemnidad i con mas ardientes muestras de regocijo la vuelta a Chile del resto del ejercito i del jeneral que lo habia conduci- do a la victoria. Con no pocas exijencias habia obtenido Bul- nes que se le suministraran otros doscientos mil pesos, i el 19 de octubre se embarcaba en el Callao con el resto de sus tro- pas, en medio de los aplausos i vitorfes, i de las manifestacio- nes oficiales mas ardientes de confraternidad i de reconoci- miento. Pocos dias mas tarde, el 2 de noviembre, el congreso, reunido hacia poco en Lima, tomaba el siguiente acuerdo, que fue convertido en lei del Estado: «La nacion concede al ejercito i escuadra de Chile que han hecho la guerra al con- quistador, quinientos mil pesos como una muestra de recono- cimiento a sus eminentes servicios prestados a la indepen- dencia del Peru. El ejecutivo present ara a nombre del Peru al presidente de la Republica de Chile, jeneral don Joaquin Prieto, una medalla de oro en medio de dos palmas de dia- mantes, i de cuatro estandartes colocadosbajo una corona civica de brillantes. Se concede al jeneral Bulnes a nombre de la nacion, una espada de oro guartiecida de brillantes, con las armas de ambas republicas grabadas en el puno, i la ins- cripcion siguiente: «E1 Peru al jeneral Bulnes, vencedor en An-

17. Comunicacion al ministerio de guerra de Chile, Lima, 24 de mayo de 1839.

OAPfrULO SEGUNDO 93

cach.» Esta lei, que solo vino a cumplirse en su parte princi- pal muchos afios despues, era, como las otras manifestacio- nes hechas entonces en honor del ejercito chileno i de su jene- ral en jefe, la espresion sincera de un sentimiento de justicia i de estimacion por la solidas cualidades que este habia des- plegado en su doble caracter de militar i de representante honrado de la politica tambien honrada de su gobierno. Sin embargo, medio siglo mas tarde se exhibiria en el Peru entre las mas inconcebibles insensateces, que el jeneral Bulnes no habia mandado la bat alia de Yungai (Ancach), i que su ejer- cito, que tan brillantes pruebas dio de discipilina i de morali- dad, era una banda de salteadores i de asesinos!

El 29 de noviembre entraba a Valparaiso la escuadrilla na- cional que traia del Peru, la segunda division del ejercito ven- cedor is. A juzgar por las descripciones de la prensa, de esos dias jamas habia visto aquella ciudad fiestas mas grandiosas ni mas espontaneas. Esas fiestas, relijiosas, civiles i populares detuvieron a Bulnes i a sus tropas en Valparaiso. Solo en la tarde del i8 de diciembre hizo su entrada triunfal a Santiago, donde se le esperaba con un aparato desconocido hasta en- tonces en las festividades patrias. En el trayecto que debian correr el jeneral i el ejercito, es decir en la Alameda i en la calle de Ahumada, se habian levantado varios arcos provisio- nales de madera i de telas pintadas con dibujos alusivos al objeto. Las calles i avenidas estaban repletas de jentes de todas condiciones, que no cesaban de vitorear a la patria i a los vencedores. El jeneral Bulnes era acompanado por el pre- sidente de la Repiiblica, que habia salido a recibirlo a las en- tradas de la ciudad, i de todo su estado mayor, i seguido por el ejercito i por la guardia nacional hasta llegar al palacio de

18. Calculandose con razon que los vientos del sur reinantes en la prima- vera en esta parte del Pacifico. habia de dispersar la escuadrilla, se acordo senalar un punto de reunion para entrar a Valparaiso en conserva, i se desig- no con ese objeto el puerto de Talcahuano, en cuyas cercanias, en Concep- cion, tenia Bulnes muchas relaciones de familia. Llego este a ese puerto el 7 de noviembre; pero tuvo que permanecer diecinueve dias esperando la reu- nion de todos los buques para dirijirse a Valparaiso.

94 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

gobierno en la plaza principal, recibia las ovaciones populares manifestadas por voces de aplauso i por Uuvias de flores ^^. La ciudad estaba toda embanderada, i hasta las altas horas de la noche las bandas de musicos que recorrian las calles, mantenian con sus tocatas la animacion i el contento. A estas fiestas se siguieron un solemne Te-Deum cantado en la cate- dral, el dia siguiente, i un ostentoso baile dado en la casa de gobierno i a espensas de la nacion, el 30 de diciembre. Tres dias despues, el 2 de enero (1840) se daba en el mismo local otro baile costeado por el vecindario noble de Santiago. En medio de estas efusiones del patriotismo i de la alegria piibli- ca, habria podido creerse que en la sociedad chilena habian desaparecido las odiosidades politicas, i todos los jermenes malsanos legados por las contiendas civiles.

§ 7. ACUSACION DE «EL DIABLO POLfTICO»; ALBOROTOS I

des6rdenes producidos e;n la ciudad. No sucedia asi, sin embargo. El gobierno, es verdad, habia conquistado un gran prestijio, atrayendose a muchos de sus antiguos adversarios, i aplacando en lo posible con una politica moderada i concilia- dora, la exaltacion de las pasiones partidaristas. Pero la proxi-

19. Las fiestas oficiales, sociales i populares con que se celebro en Santiago el regreso del ejercito vencedor en Yungai tuvieron un aparato i una anima- cion desconocidos hasta entonces i dejaron un recuerdo que se conserve lar- gos anos. Yo era un nifio de nueve anos, i me toco ver el desfile de la comitiva i desde la galerla superior de un arco que mi padre habia hecho construir en la calle de Ahumada, a cuadra i media de la plaza, i en la puerta de nuestra casa. Todo el aparato, asi como el atavio de las tropas, que hoi nos parece- rian bien modestos, porno decir miserables, eran entonces imponentes. En la Alameda, donde la concurrencia de jente tenia grandes proporciones, se ha- bian construido tablados apoyados en los arboles laterales, i sobre las ace- quias que alii corren. Esos tablados se daban en arriendo, i fueron ocupados por numerosas familias. Algunos de ellos se desarmaron i vinieron al suelo, precipitando a muchas personas a la acequia. Entonces secontoque algunos hombres del pueblo se habian divertido cortando los cordeles o latigos con que estaban sujetos esos tablados.

En los arcos triunfales i en otros sitios, se habian puesto inscripciones en verso alusivas al acto que se celebraba; i circularon ademas hojas sueltas con versos del mismo caracter. La prensa de esos dias ha conservado algu nas muestras de esas pretendidas poesias, i ellas dejan ver en su mayor par te una deplorable mediocridad. Ignoro quienes fueron los autores de esas piezas literarias.

CAPfTULO SEOUNDO 95

midad de una contienda electoral no podia dejar de producir una gran perturbacion. En marzo i abril siguientes (1840) de- bian renovarse el congreso i las municipalidades; i el antiguo partido liberal o pipiolo, se ajitaba empenosamente esperan- do poder reconquistar a lo menos en parte, la representacion que tenia perdida desde diez afios atras. Aprovechando la de- rogacion de las facultades estraordinarias, i la tolerancia del gobierno, desconocida en toda la epoca anterior, se celebra- ban en dos o tres casas de la ciudad, reuniones de caracter po- litico en que se censuraban los actos administrativos, i se ha- cian los aprestos para la lucha electoral. La prensa de oposi- cion, que redoblaba sus ataques con mayor dureza, anunciaba el 12 de enero de 1840 la organizacion de una junta directiva de esos trabajos, compuesta de hombres que anteriormente habian pertenecido a diversos bandos, pero que ahora esta- ban unidos por un proposito comun 20. En esas reuniones se colectaban fondos para el sostenimiento i fomento de la pren- sa de oposicion, que sin esos ausilios no habria podido subsis- tir. AUi mismo se procuraban ajentes para distribuir impre- sos en las clases trabajadoras, para ilustrarlas contra el gobier- no, i ganar en ellas ausiliares para la proxima batalla electo- ral. En Valparaiso, en Copiapo, i en otras ciudades se empren- dieron trabajos analogos, que no tardaron en ser conocidos en Santiago, i que inquietaron al gobierno, empefiado en man- teder el orden publico tan dificilmente conquistado.

Los temores del gobierno, a este respecto, eran infundados, i revelaban un exceso de vijilancia. El pueblo no est aba pre- parado para dejarse arrastrar a una verdadera contienda poli-

20. El Diablo politico, num. 24, de 23 de enero de 1840, anunciaba que el 12 de ese mes se habia organizado en la casa de don Bernardo Toro, la «Socie- dad patri6tica», representante de los circulos politicos que iban a entrar a la contienda electoral, i que ella era compuesta de las siguientes personas: don Jose Miguel Infante, don Francisco Ruiz Tagle, don Eujenio Matta, don Die- go Jose Benavente, don Buenaventura Blanco, don Joaquin Campino i don Ramon Errazuriz , suplentes don Francisco de la Lastra, don Manuel Cifuen- tes i don Eujenio Cortes, i secretario don Bernardo Jose de Toro. Conviene advertir que entre la mayoria de esos caballeros no habia la menor manco- munidad politica, i que algunos de ellos, si no el mayor niimero, no eran de u^ilidad alguna para servir en una contienda politica i electoral.

96 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tica; i aunque levantisco en una asonada, i bajo la impresion ardiente del momento, no se habria sometido al rejimen de asociaciones politicas o revolucionarias. Por lo demas, el go- T^ierno perfectamente servido por la policia i por las tropas, tenia en sus manos los elementos suficientes para reprimir cualquier tumulto, i para robustecer el orden publico contra toda tentativa sediciosa. Pocos meses antes, en la plaza prin- cipal de Santiago, habia sofocado a mano armada i en poco rato, un tumulto popular que amenazaba tomar considera- bles proporciones, i que alarmaba a la ciudad 21. A pesar de todo el gobierno creyo que era llegado el momento de hacer sentir la autoridad de la lei para reprimir en sti orijen los pri-

21. El hecho a que me refiero, acerca del cual no he encontrado noticia en los periodicos de la epoca que me ha sido dado consultar, debe haber de- jado constancia en algunos documentos que no he logrado ver. Asi, pues, la narracion que sigue no tiene mas fundamento que mis recuerdos personales (los recuerdos de un nino de nueve aiios), fortalecidos por las conversacio- nes con otros testigos de esos hechos.

En abril o mayo de 1839, llego a Santiago un aereonauta norte-america- no que anuncio.queseelevaria en un gran globo, en un lugar publico, de la ciudad donde pudiera cobrar una entrada a las personas que quisieran ver de cerca los aprestos de la partida. La autoridad local designo para ello la plaza principal, fijandose el domingo proximo para la elevacion del globo. Ese dia, como a las tres dela tarde, la plaza fue despejada de transeuntes; i en las ocho calles que dan entrada a la plaza, i como a media cuadra de esta, se colocaron centinelas con un portero que no dejaba pasar sino al que paga- ba dos reales (25 centavos). El espectaculo era tan nuevo en Chile, que la plaza se Ueno de jente de todas condiciones, i especialmente de plebe, por- que las jentes de otra condicion se habian acojido en gran parte a las casas, para presenciar la ascension desde las ventanas o balcones. El globo pendia en medio de la plaza de unos aparatos de madera, i cerca de ellos habia algu- nos barriles llenos de gas que debia inflar el globo i producir su elevacion. Apenas se habian iniciado estos trabajos preparatorios, el aereonauta aun- cio que no podia verificarse la ascension porque el globo tenia una pequeiia rotura por donde se escapaba el gas, haciendo imposible la inflacion. Aunque se anuncio al publico que todoindividuo al retirarse de la plaza recibiria los dos reales que habia pagado, la plebe creyo que todo aquello no era mas que una desvergonzada estafa. Su primer impulso fue echarse sobre el aereonau- ta, sobre el globo i sobre los demas aparatos i destrozarlo todo. Intervino la policia. El aereonauta fue llevado a la carcel (situada entonces donde hoi esta el palacio municipal) para ponerlo a salvo de lasaiia de la plebe. Pero es- ta, masimasindignada, cargo violentamente contra la policia. La plaza habia sido empedrada tres o cuatroaiios antes con piedra de rio, i ese pavimento

CAPfTU LO SEGUNDO 97

meros jermenes de disturbios; i cometio la imprudencia de ha- cer una tentativa de evasion que no habia de reportarle be- neficio alguno, i si solo ajitar de nuevo la opinion.

Con motivo de la proximidad de las elecciones, i de la for- macion de la sociedad patriotica, El Diablo politico habia re- doblado sus ataques contra el gobierno, acusandolo de «mu- chos crimenes», de la creacion de la constitucion de 1833, des- truyendo sin forma legal la anterior, de la abyeccion impues- ta al pais por «aquel ministro (Portales), cuyo caracter i ac- ciones lo hicieron desaparecer en medio de los furores de una revolucion», de las facultades estraordinarias, de las pros- cripciones, encarcelamientos, destierros i asesinatos. Todo esto estaba dicho sin ese color i ese relieve que excitan las pa-

sumimstr6 a los insurrectos una arma que ellos sabian manejar con singular maestria. Hicieron caer, en efecto, una verdadera lluvia de piedras sobre los policiales (o vijilantes, como se llamaban), derribaron a algunos de los caba- llos que montaban i obligaron a los otros a retroceder.

La plebe quedo entonces dueiia de la plaza. Todas las puertas que caian a esta, la de la casa de gobierno, la de la residencia del presidente, etc., etc., estaban perfectamente cerradas. En la plaza se oia una desordenada grite- ria, i comenzaban a partir piedras sobre las ventanas. Mientras tanto, de las habitaciones del presidente se dio aviso, por el interior alcuartel de la es- colta, situado donde se levanta el cuartel central de bomberos. Habia alii un escuadron de caballeria de unos 150 a 180 hombres. Salieron estos apresura- damente montados en buenos caballos i sable en mano, i cayendo como un rayo sobre la plebe, repartian golpes a diestra i siniestra, i con tanta efica- cia, eran dueiios del campo i ponian en completa dispersion a los revoltosos. Antes de oscurecerse todo habia entrado en orden; i los heridos que queda- ban tendidos en el suelo porque no podian huir, eran recojidos, i trasporta- dos al hospital. Creo que en la plaza no hubo ningun muerto; pero no podria decir lo mismo de los heridos que fueron puestos en curacion. Este verdade- ro combate no dio lugar a debates en la prensa o en las camaras sobre las ga- rantias violadas, etc., etc., Parece que entonces se creyo natural i justificado que la tropa acometiera a filo de sable a la plebe amotinada.

Pocos dias despues de esto, un hombre del pueblo anuncio que el seeleva- ria en un globo. Obtuvo en efecto permiso para hacerlo en un patio de la es- tinguida escuela militar (la antigua maestranza, en la calle de este nombre). Su globo, relativamente chico, era formado de cascos de tela comun de di- versos colores, i se inflaba con humo de paja. El improvisado aereonauta hizo dos ascensiones en dos distintos domingos, hasta una altura al parecer de unos doscientos o trescientos metros, i Ueno de satisfaccion batia dos bande- raschilenas que llevaba en sus manos, Aquel hombre merecia perfectamente por su audacia, el dinero que debieron producirle esas hazailas.

Toxro XIV. 7

TIN DEcENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

siones; pero en seguida agregaba que los hombres de diver- SOS colores politicos que olvidando pasados resentimientos se juntaban en una asociacion patriotica, habian «jurado solem- nemente derrocar la tirania i establecer sin estragos ni des- gracias un gobierno que mereciese el encantador epiteto de republicano». No se necesito de mas para entablar acusacion formal contra aquel periodico por los delitos de injuria i de sedicion. Don Manuel Jose Cerda, abogado de caracter agrio i de principios autoritarios, que del puesto de juez del crimen acababa de ser promovido al de fiscal interino de la corte de apelaciones, se encargo de llevarla a cabo.

El redactor de El Diablo politico, don Juan Nicolas Alva- rez, provocaba desde dias atras esta acusacion, anunciando que deseabala oportunidad de un debate ante un jurado, para probar la efectividad de los cargos que habia formulado. Sin embargo, desde que se entablo la acusacion, pudo convencer- se de la dificultad de salir airoso. Deseando contraer su prue- ba al cargo de asesino lanzado al gobierno, no pudo hallar otros hechos que los deplorables fusilamientos de Curico en abril de 1837; i sin embargo, los documentos depositados en el ministerio, i cuyo reconocimiento le permitio el gobierno, no bastaban en manera alguna para constituir una prueba legal. Todo dejaba prever que un jurado seria un desastre para ese periodico.

El jurado se verifico el 10 de febrero, bajo la presidencia de don Jose Antonio Alvarez, juez del crimen de Santiago i hom^ bre tranquilo i bondadoso, a quien por efecto de los disturbios de esos tiempos, le habia tocado entender en otros procesos politicos de mucho mayor gravedad 22. El tribunal se habia reunido en la sala de un juzgado correspondiente a la carcel de Santiago (donde hoi se levanta el palacio de la municipa-

22. Don Jose Antonio Alvarez, fue el juez letrado que en Valparaiso sir- vio de asesor en julio de 1837 del consejo de guerra que condeno a muerte a los promotores del motin de Quillota; pero a el se debio principalmente que se suspendiera la ejecucion de algunos otros reos para quienes se impetro i se obtuvo el indulto del gobierno. Mas tarde tuvo que entender en otros pro' cesos politicos que debieron causarle muchos sinsabores.

CAPfTULO SEGUNDO 99

lidad), i alii se habian congregado algunos centenares de indi- viduos que Uenaban la sala, i se estendian en grupos hasta la plaza. Entre los espectadores de la calle se hallaba el celebre i viejo patriot a don Jose Miguel Infante, que parecia intere- sarse por la absolucion del acusado. A las diez de la mafiana comenzo la audiencia por la vehemente acusacion del fiscal Cerda, que el publico recibio con una silbatina, i que a pesar del mandato del juez, se repitio cuando el acusador pronun- cio algunas palabras duras contra la concurrencia. En cam- bio, el acusado fue aplaudido, a tal punto que el juez se vio forzado a hacer despejar la sala, i que el debate se termino a las doce i media del dia sin ruido ni espectadores.

La discusion entre los jurados se prolong© a puerta cerrada hasta las tres i media de la tarde. Eran estos trece caballeros designados a la suerte en una lista de cuarenta que la munici- palidad del depart amento elejia cada afio; i casi en su tot ali- dad afectos al gobierno, o a lo menos hombres pacificos i ene- migos de inquietudes i trastornos, pero tambien contrarios a las persecuciones inutiles. Despues de discutir largamente la culpabilidad del escrito acusado, resolvieron que no se podia condenar por injurioso, no porque no lo fuera, sino porque solo el ofendido podia entablar acusacion por tal delito. En cambio, se reconocio que el escrito era sedicioso (por las pa- labras que hemos reproducido mas atras); pero se discutio largamente si lo era en primero o en tercer grado, lo que ha- cia una gran|diferencia en la pena que debia aplicarse. Al fin, siete votos contra seis decidieron esta diferencia; i El Diablo politico, declarado sedicioso en primer grado debia sufrir solo una pena de multa por 200 pesos. El pueblo reunido en la plaza, tomo aquella resolucion por un triunfo, i prorrumpio en grandes vitores, haciendo necesario que acudiera la guar- dia de la carcel para dispersarlo.

Pero aquel alboroto no termino con esto solo. El Diablo politico, como se llamaba jeneralmente a don Juan Nicolas Alvarez, fue acompaiiado hasta su casa por grupos de jente del pueblo que lo victoreaba con gran bullicio, i en seguida hasta la casa de don Bernardo Toro, secretario de la sociedad

100 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

patriotica, donde se le convidaba a comer. Como alii se ce- rrara la puerta de calle para impedir la entrada a la plebe, esta cojio piedras i empezo a descargarlas sobre la casa. Todo aquello tomaba los caracteres de un desorden sin objeto de- terminado, i que podia adquirir mayores i mas inquietantes proporciones. La intervencion enerjica i resuelta de la policia basto para dispersar a los revoltosos i para restablecer la calma. 23

§ 8. El gobierno declaraen estado de sitio la provin- CIA DE SANTIAGO. El gobierno i sus mas inmediatos parcia- les i consejeros, recibieron el fallo del jurado como una ofensa a los intereses del orden i de la paz publica. «Todo hombre im- parcial, decia pocos meses mas tarde un periodico consagra- do a la defensa del gobierno, recordara con escandalo i con vergiienza que un tribunal haya absuelto a un periodista que habia imputado al gobierno asesinatos, presentando el mis- mo los comprobantes de su grosera i mal solapada calum- nia» 24. Esa opinion no apreciaba mas que la apariencia de las cosas. El fallo del jurado podia ser induljente; pero cual- quiera que el hubiese sido habria producido la ajitacion i los alborotos que el gobierno estaba interesado en evitar, i siem- pre habria dado una popularidad artificial, por decirlo asi, al escrito acusado i a su autor. En este sentido, la acusacion de aquel periodico, habia sido un grave error. El gobierno, sin embargo, persistio en el, tomando en seguida otras medidas mucho mas graves, que nada justificaban, i que si comprome- tian la tranquilidad publica i dafiaban al credito i al prestijio de la administracion del estado.

El mismo dia lo de febrero, ya mui entrada la noche, se

23. En los periodicos de la epoca hai algunas referencias sobre las ocurren- cias de este jurado, pero es mas noticiosa una carta escrita el 12 de febrero (1840), en vista de estos sucesos, por don Antonio Garcia Reyes a don Jose Victorino Lastarria, i que este ha publicado en sus Recuerdos literarios antes citados, pajs. 60-4. Garcia Reyes que era ent6nces un joven de 22 aiios que terminaba sus estudios, paso a ser antes de mucho tiempo, uno de los hom- bres mas notables del pais por sus condiciones sohdas de talento, de probi- dad moral i de caracter urbano i caballeroso.

24 El Conservador, num. 12, de 6 de agosto de 1840.

CAPfrULO SEGUNDO '■ > ^ / '\ t , /t ''/ '^ , ' ] 4(^1. ;

presento en la habit acion del jeneral Bulnes 25^ un individuo llamado Jose Manuel Bisama, oscuro oficial subalterno de ejercito,separadodelserviciocomo vicioso incorrejible. Se ha- Uaba en estado de ebriedad casi completa, i referia que en dias atras dos personas desconocidas lo habian persuadido a ase- sinar al jeneral Bulnes, que le habian ofrecido recompensarlo jenerosamente; i que despues de esto, otro oficial dado'de baja por el mismo motivo, i llamado Jose Manuel Bazan, le hablo de una conspiracion fraguada contra el gobierno por muchas personas de importancia, cuyos nombres apunto Bisama en un papelqueteniaenla mano. Agregaba este, ademas, que re- cordando haber recibido algunos servicios del jeneral Bulnes, habia resuelto verlo para re velar le aquel complot. No parece creible que este jefe, militar valiente, sagaz i conocedor de los hombres,dieralamenor importancia a aquella declaracion; pero querierido sin duda que se aplicase alguna pena a esos dos hombres que andaban hablando de tales cosas en las ta- bernas, dio aviso de todo a la policia; i en la mafiana siguien- te (II de febrero) Bazan i Bisama eran reducidos a prision. El gobierno, por su parte, dio una grande importancia a esos incidentes, i a los desordenes que se siguieron al jurado. Despues de algunas horas de vacilacion, en la tarde del ii de febrero, se reunia apresuradamente el consejo de estado, i alii, como si se viviera bajo la amenaza de una gran conmo- cion, se declaraba en estado de sitio la provincia de Santiago. A entradas de la noche, era proclamada esa resolucion en las calles i plazas de la ciudad, en la forma ordinaria de bando, es decir, por un escribano que iba acompanado por un pique- te de tropas i por algunos tambores. Grupos numerosos de jente del pueblo seguian a la comitiva, sin que nadie pudiera darse cuenta de lo que habia motivado aquel retroceso del orden politico i la suspension del rejimen constitucional 26.

25. El jeneral Bulnes habitaba una casa vieja, situada en la calle de la Compania, en el mismo local en que mas tarde construyo la residencia de su familia, esquina sur oeste de Amunategui.

26. El Araucano, num. 494, por un descuido evidente, dijo que el estado de sitio habia sido declarado el 10 de febrero; i de alii se tomo, con este error,

a trascripcion de aquel decreto que se hizo en el Boletin de las leyes. Basta

? ^ib^> T7N pErJNIO DE LA HISTORIA DE CHILE

El dia siguiente, 12 de febrero, aniversario glorioso de gran- des hechos de nuestra revolucion, i hasta el afio 1837, dia de fiestas civicas, se publicaba una estensa proclama del presi- dente de la Repiiblica a los pueblos de su mando. En ella les recordaba los esfuerzos del gobierno para establecer un re- jimen legal que, poniendo termino al uso de las facultades es- traordinarias, asegurara la libertad de todos, i el progreso del pais. Sin embargo, no se habian apreciado esos beneficios, i la prensa, sembrando la calumnia. ensenaba, ademas, que la re- volucion i el trastorno eran licitos. «Ocho meses de toleran- cia, decia, no han bastado a contener ni aun avergonzar a los malvados: ellos ban sacado sus fuerzas i osadiadela misma le- nidad del gobierno. Se multiplicaban por todas las provincias emisarios del club desorganizador de Santiago para conmo- verlas: se prepararon aqui reuniones tumultuosas, que en la plaza publica, prorrumpiesen, a presencia del mismo gobier- no, en gritos sediciosos». A todo esto, decia la proclama, ha- bia que agregar el plan de asesinaral «heroe de Yungai, aquien no se podia imputar influjo alguno en los consejos de gobier- no, i que acababa de coronar de gloria a la patria». Estos an- tecedentes, anadia, habian autorizado al gobierno para «ocu- rrir al remedio legal que sefiala la constitucion», es decir, a revestirse de poderes estraordinarios, pero, alii, i en seguida en un decreto especial, anunciaba que esta medida no debia inspirar recelos mas que a los desorganizadores, porque el re- jimen constitucional no seria alterado, i porque a pesar del estado de sitio, quedarian «subsistentes todas las leyes, todas las practicas i todos los actos electorales».

Aquella proclama, i el decreto a que hacemos referencia, escritos indudablemente por don Mariano Egafia, que era el unico letrado de^ entre los ministros, eran, seguramente, la espresion sincera del concepto que el gobierno tenia de la si- tuacion, esto es, deja suponer que realmente este creia en la

ver el testodel b^ndo del intendente de Santiago que publica ese mismo nu- merodeE'^ Araucano para reconocer que el estado de sitio fue proclamado el 1 1 de febrero, como consta de otros documentos. La carta citada de Gar- cia Reyes, escrita el 12 de febrero, no deja duda a este respecto.

CAPfTFLO SEGFNDO 103

gravedad de la situacion politica, en la inminencia de los peli- gros que la amenazaban, i en la necesidad de poderes estra- ordinarios para conjurarlos 27. Aceptando la buena fe de esos gobernantes, no es posible dejar de reconocer en ellos una inesperiencia que podia precipitarlos a los mas deplora- bles excesos. Alarmarse seriamente por los escritos mas o me- nos descoloridos i vulgares de periodicos que tenian mui re- ducido numero de lectores, i dar importancia a los desorde- nes en lascalles de Santiago, el dia del jurado, desordenes que fueron reprimidos tan facilmente, eran manifestaciones no tanto de poquedad de espiritu cuanto de un error de concep- to sobre las practicas mas corrientes de los paises rejidos por los principios democraticos. Pero, atribuir la menor seriedad al denuncio de dos miserables desventurados que, bajo el in- iiujo del licor hablaban de planes de conspiraciones i de ase- sinatos a que no se les podia suponer objeto ni motivo, i que los denunciantes no podian sefialar de una manera clara i de- terminada, era una falta absoluta de sagacidad i de penetra- cion, que se avenia mal en hombres de gobierno. No sin razon creyeron muchos de los contemporaneos que todo aquello, planes de revolucion i de asesinatos^ habria sido pura inven- cion del gobierno para justificar de algun modo la declara- cion del estado de sitio, i efectuar, bajo el amparo de este, las elecciones populares en el siguiente mes de marzo. La prensa estrana al gobierno proclamo entonces est a conjetu- ra, i la consagro mas tarde en la tradicion como una ver- dad incuestionable.

§ 9. El jeneral Prieto se separa temporalmente del mando a pretesto de enfermedad, i lo confia a don joa- quin tocornalcon el titulo de vice-presidente. el es- tado de sitio en laprovinciade Santiago, declarado tan intem- pestivamente i tan sin necesidad, era un resabio del rejimen

27. A imitacion del presidente de la Republica, algunos intendentes, go- bernadores i hasta subdelegados, lanzaron proclamas para anunciar, a los pueblos los pretendidos peligros que amenazaban la paz publica, i para aplaudir la actitud resuelta del gobierno que dominaria todas las dificul- tades.

104 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de gobierno a que Chile habia estado sometido desde 1830. Esa declaracion no tuvo el alcance que era de temer; porque fuera de las prisiones que se efectuaron a consecuencia de los denuncios de conspiracion, segun vamos a contar, no se to- maron otras medidas que se apartasen de la marcha regular del gobierno. Todo esto, sin embargo, no escusa en manera al- guna la accion gubernativa en aquellos dias.

El presidente de la Republica habia sido en los consejos de gobierno el mas empefiado en hacer cesar el rejimen de las facultades estraordinarias i de las medidas violentas i repre- sivas i se sentia mui contrariado al contemplar que la politica de templanza no habia calmado por completo todas las pa- siones hostiles al gobierno. Contabase entonces que habia cos- tado mucho a sus ministros decidirlo a que aceptase la decla- racion del estado de sitio; i que declarado este, habia exijido que se usase de el con la mayor moderacion. El presidente Prieto obedecia a las condiciones de su caracter, enemigo en lo posible del rigor i de las violencias; pero buscaba tambien en esa conducta el medio de salir del gobierno con pocas odio- sidades, o sin ellas, i dejar en la presidencia a un homhre que consolidara la paz interna i la regularidad administrativa tan laboriosamente alcanzadas; i que fuese para el una garantia de que tanto a su persona como a las de sus colaboradores, se les guardarian todas las consideraciones que ellos creian merecer.

En este punto, el^ presidente alimentaba desde un ano atras im proposito firme i bien definido. Desde que el triunfo de Yungai dio un alto lustre al nombre del jeneral Bulnes, creyo Prieto que este debia ser su sucesor en el gobierno del esta- do. Sin comunicar este proposito mas que a algunos de sus mas intimos amigos, estudio atentamente la situacion, i solo en visperas de las elecciones que debian verificarse en marzo (1840) para la renovacion de congreso, se decidio a iniciar sus trabajos, procediendo sin embargo, con una gran cautela, Como conocia que la mayor fuerza para la realizacion de ese proyecto estaba en las provincias del sur, i particularmente en Concepcion, cuyo intendente era hermano de Bulnes, de-

CAPfrULO SEGUNDO 105

termino el presidente ir el mismo a esplorar el terreno, i a pre- pararlo para la eleccion. Todo aquello dio orijen a modifica- ciones en el personal del ministerio. En lugar de don Ramon Luis Irarrazaval que alegando motivos de salud se separaba del ministerio del interior, volvia a desempefiarlo don Joa- quin Tocornal, el 28 de febrero. El siguiente dia, 29 de febre- ro, el presidente de la Republica don Joaquin Prieto, alegan- do sus enfermedades, i presentando los comprobantes de ellas, delegaba el mando supremo en manos del ministro Tocornal, que lo asumiria en el caracter de vice-president e. Pocos dias despues, partia Prieto para el sur a pretesto de cambiar de clima i de darse una temporada de descanso .

§ 10. RUIDOSOPROCESOSEGUIDO A DON DiEGO JOSE BeNA- VENTE I A OTROS POR EL FALSO DELITO DE CONSPIRACION.

Otro proceso POR EL MISMO DELITO (nota). La vice presi- dencia de Tocornal, que duro poco mas, de cuatro meses (has- ta el II de julio), solo fue seiialada por las elecciones de mar- zo (1840) que tuvieron no poca resonancia, i que llevaron al congreso jermenes de libertad desconocidos hasta entonces, i porque se desarrollo, un estraordinario e inconcebible proce- so politico, cuya iniciacion se habia invocado como una de las causales del estado de sitio.

Contamos mas atras que el 11 de febrero habian sido apre- sados en Santiago don Jose Manuel Bisama, como denuncian- te del plan de asesinato del jeneral Bulnes i don Jose Manuel Bazan, como comprometido en un gran complot contra el 6r- den publico. Todos los antecedentes que habia contra ellos eran lo que el primero habia denunciado a Bulnes, i una lista de conjurados que el mismo habia escrito bajo el diet ado de Bazan. Esa misma lista demostraba la torpeza o la maldad del denuncio. Alii se habian anotado veintidos nombres de personas en su mayor parte absolutamente estrafias a todo asunto politico, de algunas que habian muerto hacia tiempo, i de otras que de notoriedad se sabia que jamas habian to- mado parte en revueltas i conspiraciones, i entre estos los je- nerales don Francisco Antonio Pinto i don Jose Manuel Bor-

106 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

gofio, el ultimo de los cuales iba a partir a Europa en desem- pefio de una alta mision diplomatica. 28

En las primeras declaraciones tomadas, solo aparecieron nombres sin significacion social o politica; pero el patron de la taberna donde se reunian los denunciantes, refirio que Bazan contaba entre sus protectores al senador don Diego Jose Be- navente. Desde la prision que sufrio en julio i agosto de 1837, se habia obstinado este en no asistir a las sesiones de aquel cuerpo, i se mantenia en abierta oposicion al gobierno, dando a luz el periodico de que hablamos antes, i formando parte de la asociacion denominada Sociedad patriotica. 29 Llamado a informar acerca de sus relaciones, Benavente espuso que ape- nas conocia a Bazan, pero que habiendo tenido amistad con el padre de este, solia darle de tarde en tarde uno o dos pesos por via de limosna; afiadiendo en un"^segundo informe, que co- mo Bazan le pidiera algunos periodicos para repartir a jentes del pueblo, el le contest© que aquello no corria a su cargo; pero que hablaria a otros personas para que se los diesen. Los denunciantes, entre tanto, permanecian detenidos en el cuar- tel de vijilantes (o policiales de dia, a diferencia de los sere- nos, que eran los policiales nocturnos), i alii estaban en comu- nicacion constante con los ajentes que el gobierno i la inten-

28. Aquella lista, escrita por Bizama en una taberna, da una idea de la escasisima cultura de ese pretendido conspirador. Alii escribia Butierrez por Gutierrez, Gorgoiio por Borgoiio, etc,

29. Desde las ocurrencias de julio i agosto de 1837, que hemos contado mas atras, los senadores don Manuel Jose Gandarillas i don Diego Jose Be- navente no volvieron a asistir a las sesiones del senado. En sesion de 28 de agosto de 1839 se acordo preguntarles por medio de una nota si era «su"ani- mo continuaren lamisma inasistencia». Gandarillas contesto que el mal es- tado de su salud le impedia salir de noche, i que por ese motivo no habia con- currido al senado; pero que esperaba que su salud se lo permitiria el afio si- guiente. Benavente contesto de otra manera. Despues de recordar que no se le habia citado a la sesion de 31 de enero de 1837 en que se dieron facultades omnimodas al gobierno, aiiadia que despues de losprocedimientos observados con el ese mismo aiio, permitiendo qre se le apresara i de se le sometie- ra a juicio, el ignoraba si pertenecia o no al senado. La contestacion de Be- navente, de 29 de agosto de 1839, tiene el num. 569 en los documentos del to- mo XXVI de las Sesiones de los cuerpos lejislativos.

CApfTULO SEGUNDO 107

dencia empleaban para pesquisar las confabulaciones politi- cas de sus adversarios, i los delitos de cualquier orden.

Bazan i Bisama llevaban treinta i nueve dias de detencion, sin que el proceso que se habia iniciado contra ellos hubiese adelantado de los'primeros denuncios. El 21 de marzo, Bisa- ma, Uamado nuevamente a presencia del juez, declaro que el hombre que lo habia estimulad'j a asesinar al jeneral Bulnes era don Juan Nicolas Alvarez, el redactor de El Diahlo politico, el cual le habia dado seis pesos, ofreciendole mayor suma para mas adelante. Bisama agregaba que don Euse- bio Ruiz, oficial de caballeria mui reputado por su valor, i que estaba dado de baja desde 1830, se hallaba comprometi- do en el complot para asesinar al jeneral Bulnes. En el mis- mo dia se dio orden de prision contra Ruiz i contra Alva- rez; pero solo el primero pudo ser arrestado. El segundo, advertido oportunamente, logro ocultarse i sustraerse a la persecucion.

Aquella declaracion fue seguida seis dias despues de otra prestada por Bazan, que hasta entonces no habia cesado de repetir que no tenia nada que declarar. Ganado indudable- mente por la misma intriga a que estaba sometido su compa- nero de prision, Bazan declaraba, el 27 de marzo, que don Die- go Jose Benavente estaba empefiado en preparar un gran mo- vimiento revolucionario que estallaria si el gobierno ganaba las elecciones: que con este objeto habia venido Ruiz de Ilia- pel, donde estaba establecido; que habia otros ajentes encar- gados, en diversos pueblos, de sublevar la tropa, i que entre los promotores de la proyectada revuelta, se contaban don Bernardo Jose de Toro i don Ramon de la Barra, que forma- ban parte del directorio de la Sociedad patriotica. Bazan agregaba que si no habia declarado antes todo, era porque sabia por el mismo Benavente que este «tenia espionaje en to- dos los ministerios i juzgados». Por su contesto jeneral i por muchos de sus accidentes ,las nuevas declaraciones de aque- llos desalmados llevaban elsello de una gran maldad. De ellas, sin embargo, aparecia que Bazan habia tenido el encargo de repartir entre los artesanos los periodicos de oposicion i que

108 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

porello recibia unamodicagratificacion, todo lo cual no cons- tituia delito de nadie.

En esos dias, 29 i 30 de marzo, se efectuaban las eleccio- nes de diputados i de electores de senadores en toda la Repu- blica. Los aprestos i accidentes deesta contienda, i las noticias que comenzaron a llegar de las provincias, tuvieron mui in- quieto al gobierno, segun hat^mos de verlo. En esa eleccion, Benavente i sus amigos habian hecho cuanto les era dable para alcanzar el triunfo de algunos candidatos de oposicion. Apenas resuelta esta contienda, se descargo contra el i contra algunos de sus parciales el golpe que se venia preparando. Sin mas antecedentes que las declaraciones que acabamos de recordar, i cuyo valor no podia resistir a un lijero examen, la comision conservadora, reunida el 9 de abril, privaba a Be- navente del fuero de senador i lo entregaba a la justicia. Ese mismo dia, aquel hombre respetable por muchos titulos, i de distinguidos antecedentes, era reducido a prision i sometido a un proceso politico mucho mas absurdo todavia que el que se le habia seguido en 1837. Con el fueron presos don Ramon de la Barra i uno o dos individuos de posicion mas modesta, como ya lo habia sido don Bernardo Jose de Toro. . La secuela de aquel proceso se prolongo dos largos meses. En ese tiempo, no se produjo nueva luz sobre la culpabilidad de los acusados, ni siquiera se consiguio dar fuerza i solidez a las declaraciones con que se habia abierto el juicio. El fiscal interino, don Manuel Jose Cerda, desplego en su caracter de acusador, la mas porfiada obstinacion en presentar como cnl- pables a los acusados, deduciendo contra ellos cargos de cul- pabilidad de accidentes o de declaraciones que no tenian nin- gun alcance, i demostrando una saiia que, como lo record© uno de los defensores de aquellos, se avenia mal con la digni- dad del majisterio que desempefiaba, i con las leyes que fija- ban sus atribuciones. ^o Los acusados, por su parte, tuvieron

1^ 30. El fiscal Cerda apoyaba su acusacion contra Benavente en la circuns- tancia de que no era verosimil que Bazan hubiera «podido inventar las par- ticularidades i ocurrencias con que reviste su declaracion». El abogado de Benavente contest© a eso lo que sigue: <<Yo me inclino a creer lo mismo, por-

CAPfTULO SEGUNDO 109

por defensores a varios abogados, algunos de ellos elejidos entre los mas notables del foro de esa epoca. Esas defensas, mui desiguales entre si, como lo eran los antecedentes i las condiciones de los defendidos, establecieron i comprobaron la inocencia de estos i la inanidad de la acusacion.

La corte de apelaciones, en primera instancia, i luego la corte suprema, a donde habia reiterado sus jestiones el fiscal Cerda, ^i reconocieron facilmente la inculpabilidad de los acusados, i mandaron poner termino a todo procedimiento, i dejar a aquellos en completa libertad. Pero, don Bernardo Jose de Toro (puesto en libertad el i8 de mayo), i don Diego Jose Benavente i sus demas compafieros (puestos en libertad el 5 de junio), habian sufrido dos meses de prision, con todas las molestias i desagrados consiguientes, i teniendo que des- virtuar i desvanecer los cargos hechos a nombre de dos mi: serables desalmados, cuya comparecencia en el juicio era un ultra je inferido a los acusados.

Aquel proceso, que deja ver en las declaraciones de los de- nunciantes la accion artera i perversa de los ajentes subalter- nos de la autoridad, i en cuya concepcion i marcha no se des- cubre otra cosa que un proposito de venganza gubernativa,

que, aunque jamas he hablado con Bazan, i solo le conozco por la horrible pintura que de el hace el proceso, presumo que sin el ausilio de un sujerente mas malvado que el mismo, no habria podido coordinar ni presentar en tan buen orden sus confesiones. Creo, pues, que no son suyas, aunque el haya concurrido ante el juez a recitarlas: creo que alguna grave necesidad ha com- pelido a alguno a valerse de ese ruin instrument© para manchar la reputa- cion del seiior Benavente i de otros respetables ciudadanos, i para vengar en ellos la publica i franca oposicion que han hecho al partido ministerial, des- de que el gobierno abdico las facultades estraordinarias, i que el fin principal ha sido vengar a unos i atemorizar a otros. La serie de este proceso descubri- ra si mi juicio es exacto o err6neo».

31 . Segun los procedimientos entonces vijentes, este juicio fue fallado en primera instancia por la corte de apelaciones i en segunda por la corte supre- ma, a causa del fuero especial de que gozaba Benavente como senador, i con arreglo a la lei de 24 de juUo de 1826. Este rejimen subsistio hasta que por lei de 12 de julio de 1849, fue suprimido el fuero de los senadores, dipu- tados i consejeros de estado. Sinembargo, en la epoca en que estos gozaban de fuero, era el juez del Crimea quien tomaba las confesiones i declaraciones

quien instruia la sumana.

110 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

constituye un atentado tan temerario como insensate de que ni entonces ni mas tarda pudieron justificarse los tres minis- tros que tenian en sus manos el poder publico. Pero, si un proceso de esa clase, tramado contra cualquiera persona, es un grave delito que la historia debe estigmatizar, ya que no se le ha aplicado otro castigo, la persecucion temeraria e injusta de un ciudadano distinguido por sus anteriores servicios co- mo Benavente, Uamado por sus talentos i por su patriotismo a prestar otros no menos utiles, es un verdadero crimen po- litico, que, por desgracia, no ha sido unico en nuestras dis- cordias intestinas. ^2

32. En 1840 se publico en Santiago un oplisculo de 97 pajinas, con el titulo de Causa de conspiracion promovida contra el senor senador don Diego Jose

Benavente i , con otros tltulos en dos de sus pajinas. Este opusculo,

que podia contener una esposicion clara i ordenada de todo el proceso con la reproduccion de algunos de sus documentos mas conducentes al conocimien- to i a la apreciacion de los hechos, no es mas que un estracto fiel pero mui po- co ordenado de esas piezas, de man era que impone una lectura fatigosa, i ademas que sin un examen mui atento, detenido i en parte repetido, no se puede formar idea del juicio i de sus incidentes. En esas piezas llaman la atencion lasdefensas hechas por el abogadode Benavente, don Manuel Car- vallo, las cuales, fuera de algunas referencias de mal gusto a la historia an- tigua, que debieron ser de moda en aquella epoca, son alegatos notables por muchos conceptos. En ellas se presenta la personalidad respetable de Bena- vente, injustamente ofendida, se le vindica de todo cargo, i se insinua con bastante claridad que todo ese proceso es una maquinacion urdida por los ministros para vengarse de la independenciaqueaquelhabiademostradoen el senado, en la prensa i en los circulos sociales.

El proceso de los denunciantes se prolongo algun tiempo mas. Bisama, absuelto por el juzgado del crimen, lo fue igualmente por la corte suprema el 27 de Julio i puesto en libertad. Bazan, sin embargo, permanecio preso; i en 21 de octubre fue condenado a muerte por el juzgado del crimen, por haber sido , segun su propia confesion, complice de un crimen de conspiracion que solo descubrio despues de preso. Esta sentencia fue revocada por la corte de apelaciones el 23 de noviembre. Del tenor de esa sentencia se desprende que la corte no creia que hubiese sido efectiva la conspiracion. Desde entonces no volvieron a sonar los nombres de aquellos dos individuos sino en los es- critos de polemica en que se acusaba al gobierno, i tambien al jeneral Biil- nes, por la invencion de esa pretendida conspiracion.

Solo por via de nota vamos a dar noticia de otro proceso politico seguido esos mismos dias, i que tuvo mucho menos resonancia por la condicion harto mas modesta de los presuntos reos. Era protagonista de este el teniente co- ronel retirado don Ambrosio Acosta, militar espaiiol llegado a Chile en 1 8 1 8 en la espedicion que trajo la fragata Maria Isabel. Abandonando, a poco dc

CAPfTULO SEGUNDO HI

La absolucion de aquellos caballeros no comprendia a don Juan Nicolas Alvarez (el Diablo politico), acusado por Bisa- ma de haberlo incitado a asesinar al jeneral Biilnes. Como contamos dntes, aquel se habia ocultado para no ser reducido

desembarcar, el servicio del rei, se incorporo como otros de sus companeros, al ejercito de Chile, i se abrio luego una carrera lucida, que, sin embargo, no supo aprovechar. Hombre intelijente i de alguna cultura, arrogante e impe- tuoso, era en cambio desequilibrado i siempre dispuesto a empresas de re- volucion, por las cuales habia adquirido especial nombradia (Vease His to- ria Jeneral de Chile, tomo XV, paj. 131). Complicado en una frustrada cons- piracion en 1833, habia sido confinado a Juan Fernandez (Vease Don Diego Portales, por Vicuna Mackenna, cap. VI), i de alii habia logrado escaparse con los otros detenidos. En 1840 vivia en Santiago en calidad de tolerado por la suspension de las persecuciones que se siguio a la cesacion de las faculta- des estraordinarias en junio de 1839.

Para salir de la situacion de pobreza i de oscuridad en que estaba sumido, concibio Acosta el plan de levantamiento mas descabellado que es posible imajinar. Consistia este en seducir por medio de uno o dos ajentes de su con- fianza a algunos sarjentos del batallon Portales que guarnecia a Santiago, persuadido de que estos podrian sublevar ese cuerpo, i que, poniendose a su cabeza, le seria facil cambiar la situacion politica de Chile. Esos ajentes debian hacer entender que habia un gran partido que queria la revolucion, i que los jefes de esta serian los jenerales don Francisco Antonio Pinto i don Jose Manuel Borgoiio. Los ajentes de Acosta, Uamados Fernando Vidal i Jose Leon Mancilla, hablaron, en efecto, a dos sarjentos del batallon Portales; pero estos dieron cuenta de todo al coronel don Manuel Garcia, i este tomo activamente las medidas del caso. Mancilla fue apresado en la Alameda en la noche del 29 de marzo, cuando celebraba una nueva conferencia con los dos sarjentos, i poco despues lo fueron Vidal i Acosta. Este ultimo se con- dujo con mucha certeza i grande astucia para negar i escusar su culpabiU- dad; pero era acusado por su co-reo, i luego se suscitaron otros incidentes que seria engorroso referir i que hicieron bastante luz. Un consejo de guerra, presidido por el jeneral Borgono i compuesto de militares de graduacion i de buenos antecedentes, condeno con fecha de 9 de" junio, a Acosta, a Manci- lla i a Vidal a la pena de seis anos de destierro fuera de Chile. Los vocales de aquel consejo de guerra no creian en la seriedad de la conspiracion fraguada por aquellos tres individuos, pero tenian a estos por perturbadores habitua- tes de la paz pubUca, i como peligrosos para la disciplina de los soldados.

El fiscal de la causa creyo que esa sentencia era de una lenidad injustifica- ble, i apelo de ella ante la corte de apelaciones en sala marcial. La senten- cia dada por este tribunal el 4 de agosto, asentando que la conspiracion habia sido real i efectiva, condeno a muerte a los tres precesados, sentencia que, sin duda alguna, no se pensaba ejecutar. El 8 de agosto Acosta se fugaba de la prision, la carcel de Santiago, descolgandose del balcon a la calle por medio de una cuerda. Entonces fue creencia jeneral que esa fuga habia sido facilita- da por la autoridad. Por un decreto del presidente de la Republica de 1 1 de

112 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

a prision, i desde su escondite siguio escribiendo en el mismo sentidodeoposicion al gobierno. Aunque en el proceso no vol- vio a hacerse mencion de Alvarez, era lo cierto que sobre el pesaba una orden de prision que podia hacerse efectiva el dia que se dejase ver en la ciudad. Queriendo definir su situacion despues de algunos meses de forzado retiro, solicito, por inter- medio de un amigo, una audiencia del ministro Tocornal. En- tonces ya no habria sido posible repetir a Bisama el denuncio aludido, i el gobierno no tenia otro interes que hacer olvidar aquel absurdo proceso, cuyo recuerdo, como debe suponerse,- danaba al prestijio gubernativo. Tocornal, por otra parte, es- taba empeiiado, como veremos mas adelante, en hacer des- aparecer en parte siquiera las antipatias hacia su persona. Alvarez, en consecuencia, fue bien recibido por el ministro, i autorizado para usar de una completa libertad, sin peligro de ser molest ado por la temida orden de prision. ^3 Este fue el ultimo incidente del ruidoso proceso seguido contra hombres que no tenian otro delito que el haber ejercitado los derechos mas vulgares que la constitucion acordaba a todos los ciuda- danos.

§ II. Las elecciones de 1840; el nuevo congreso; des- pues DE LA APERTURA DE ESTE, REASUME LA PRESIDENCIA

EL JENERAL Prieto. El cstado de sitio declarado el 11 de

agosto, se les indulto, condenandolos a diez afios de carros o presidio ambu- lante; pero, seguramente, esta pena fue considerablemente reducida por la amnistia dada bajo la presidencia del jeneral Biilnes. Acosta, por su parte, residio en una chacara de los alrededores de Santiago, hasta que la amnistia jeneral le permitio vivir en libertad, i ademas disfrutar de una pension de re- tiro por sus anteriores servicios.

33. Don Juan Nicolas Alvarez habia puesto termino a la publicacion de su periodico. Se dijo entonces que esta resolucion era el resultado de sus arre- glos i convenios con los hombres del gobierno, i falto poco para que algunos de sus amigos lo tacharan de traidor. Alvarez creyo en el deber de justifi- car su conducta, i lo hizo en un articulo publicado en 26 de diciembre de 1840 en un periodico liberal de Valparaiso titulado La Bolsa. Ese escrito no con- vencio a nadie, i se quedo creyendo jeneralmente que el antiguo diablo po- litico habia pasado a ser el aliado secreto de Tocornal, i sostenedor de la can- didatura de este. Alvarez, como dijimos antes, se recibio de abogado en abril de 1 84 1. Lo veremos reaparecer en la politica al referir los sucesos de 1845 a 1846.

CAPfrULO SEGUNDO 113

febrero, i el proceso politico iniciado pocos dias despues con- tra algunos de los hombres que estaban mas empenados en mover la opinion publica, no habian tenido la menor influen- cia sobre los preparativos que se hacian en casi todo el pais para la contienda electoral que debia decidirse en los'dias 29 i 30 de marzo. El antiguo partido liberal, ale j ado del gobierno desde 1830, habia per dido a algunos de sus hombres que se hallaban todavia en el destierro, o que se Siabian plegado al poder; pero habia tambien engrosado sus filas con no pocos descontentos que se iban separando de los circulos guber- nativos. A la abstencion casi absoluta que hasta entonces ha- bian observado los liberales en todas las elecciones, habia su- cedido ahora una ajitacion politica desconocida largo tiem- po ha; i en muchos departamentos se trabajaba de una ma- nera franca i descubierta por candidatos para diputados cono- cidamente desafectos al gobierno.

Tenia este grandes ventajas en la contienda. Ademas de la adhesion absoluta de un partido mui numeroso, en que, con mui pocas escepciones estaban afiliados los hombres de mayor fortuna e influencia en el pais, contaba con el prestijio i el respeto que inspiraba la autoridad, sobre todo en los pue- blos pequeiios i en los campos, i con otro elemento electoral que debia asegurarle casi sin contradiccion, el triunfo en las grandes ciudades. La guardia nacional, regularizada por el ministro Portales para moralizar al pueblo i para el mante- nimiento del orden i de la tranquilidad, era en esas luchas un ausiliar poder oso del gobierno. La inscripcion en los rejis- tros electorales se hacia entonces obteniendo un boleto de- nominado «calificacion», sin el cual nadie podia votar. La const itucion de 1833 al fijar como condicion indispensable para obtener ese boleto el saber leer i escribir, habia esta- blecido tambien (por el articulo i.^ transit orio) que esa dis- posicion no tendria efecto sino despues de cumplido el afio de 1840. De manera, pues, que antes de esa epoca se califi- caban todos los soldados civicos sin distincion alguna; i como sus comandantes recojian las calificaciones para evi- tar, decian, que se perdieran, quedaba en manos de ellos un

TOMO XIV. 8

114 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

enorme poder electoral, que en Santiago podia estimarse en esa epoca en dos mil votos sobre cuatro mil doscientos electores inscritos. ^4 El partido de oposicion no se arredro por esta enorme desventaja; i aun en ciudades en que por las razones espuestas su derrota era inevitable, como en Val- paraiso i en Santiago, entro resueltamente a la lucha. Esta- ba persuadido de que el odio que se habia concitado el go- bierno con la politica de represion, aseguraba el triunfo de las ideas liberales.

La eleccion se verifico con gran tranquilidad en la mayor parte de los pueblos; pero en algunos departamentos se hicie- ron sentir pequefias perturbaciones que no alcanzaron a alte- rar la tranquilidad publica. Debido no solo a las fuerzas efec- tivas del partido de gobierno sino al apoyo poderoso que le prestaban los votos de la guardia nacional, el triunfo de este habia sido verdaderamente abrumador en las ciudades mas importantes de la Republica^ de 3,200 votos contra 990 en Santiago, de 450 contra 190 en Valparaiso i de 340 contra 114 en Concepcion. En una proporcion aproximativamente semejante habian triunfado los candidatos del gobierno, en San Fernando i Curico, que contaban una abundante pobla- cion rural, sometida en su mayor parte al sistema de inquili- naje, i por tanto dependiente de los grandes propietarios, en jeneral adictos al gobierno. En Rancagua, en cambio, los can-

34. Estas facilidades acordadas para la inscripcion en los rejistros electo- rales debian cesar, como decimos en el testo, despues de 1 840. Como el gobier- no, dueiio, por decirlo asi, de los votos de la guardia nacional, no queria des- prenderse de ese beneficio, mando por decreto de 2 1 de noviembre de ese afio abrir escuelas dominicales en los cuarteles civicos para que los soldados apren diesen a leer i a escribir, a fin de que pudieran seguir inscribiendose en los rejistros electorales. Aquellas escuelas mal organizadas, con maestros me- diocres, i en que se trato de establecer el sistema de enseiianza mutua, o de monitores, no dieron ningun resultado. Entonces se invento una doctrina interpretativa de la constitucion, segun la cual la condicion de saber leer i escribir para inscribirse en los rejistros debia exijirse a los que se inscribiesen por primera vez despues de 1 840, pero no a los que se habian inscrito antes de esa epoca, a los cuales, se decia, no se podia privar de un derecho que ya te- nian adquirido. Esta cuestion, como veremos mas adelante, se debatio con grande ardor en la prensa i en el congreso, hasta que aquella interpretacion quedo sancionada en una lei de 12 de noviembre de 1842. j

CAPfTULO SEGUNDO 115

didatos oficiales solo habian triunfado por una diferencia de unos sesenta votos. En el departamento de los Andes, no al- canzaba a veinte la diferencia en el niimero de votos entre los candidatos del gobierno, que triunfaba, i los de oposicion. En todos esos lugares se habiarespetado hasta cierto punto la libertad electoral, o a lo menos no se habian cometido irri- tantes violencias. Sin embargo, algunas de esas elecciones, asi las favorables al gobierno como las favorables a la oposi- cion, fueron objetadas en la cdmara con mas o menos calor; pero no se anulo mas que una sola. En algunos departamen- tos era tan considerable el poder oficial, que la oposicion no se habia atrevido a entrar en lucha. Contdbanse entre ellos San Carlos, Chilian i los Anjeles. 35

La oposicion triunfante en los departamentos de Quillota, de la Serena, de Elqui, de Ovalle, de Petorca i de Ancud, lle- vaba al congxeso nueve diputados, numero mui reducido sin duda, pero que significaba un cambio mui importante respec- to de los congresos anteriores, donde mui rara vez, i eso de- bilmente, se habia oido alguna voz que disintiese del gobier- no. Por otra parte,Jalgunos de los diputados recientemente electos, iban a provocar, como lo veremos mas adelante, cues- tiones sobre principios politicos nuevos en nuestros lejislati- vos, i que habian de preocupar la opinion publica. ^6

35. Copiapo, simple departamento entonces de la provincia de Coquimbo, estaba gobernado por el teniente coronel don Francisco Anjel Ramirez, hom- bre caviloso i violento que se habia seiialado en 1837, en Rancagua, en unos altercados electorales. Habia ido a Copiapo resuelto a ganar las elecciones, i recurrio a una variedad de procedimientos en su mayor parte de pequeiios detalles, pero que frustraban los planes de la oposicion, i que indujeron a esta a abstenerse de votar. El candidato oficial, que lo era don Victorino Ga- rrido, result© electo casi por unanimidad. Estos asuntos que dieron orijen a la publicacion de varios opusculos, hoi de escaso o ningun interes, fueron tambien discutidos en la camara de diputados. Garrido no pudo asistir a ella sino al abrirse las sesiones de 1841, i ent6nces se trato de la querella inter- puesta sobre la validez de sus poderes, la cual f ue desatendida.

36. La oposicion habia trabado tambien contienda electoral en San Feli- pe de Aconcagua presentando por candidato a diputado al jeneral don Juan Gregorio de Las Heras. En realidad, este obtuvo mayoria sobre el candidato de gobierno; pero " al hacer el escrutinio bajo la presidencia del intendente de la provincia don Fernando Urizar Garfias,se ledividieron los votos porque

116 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Toco ese ano abrir las sesiones del congreso nacional al mi- nistro don Joaquin Tocornal, en su caracter de vice-presiden- te de la Republica. El presidente don Joaquin Prieto, que aparecia como absolutamente estrafio a la reciente contien- da electoral i mas estrafio todavia a los procesos politicos que habian preocupado la opinion publica, no tardaba en Ue- gar a Santiago, repuesto, decia, de las dolencias que lo habian obligado a dejar el mando durante algunos meses. Por fin, el II de Julio, entraba de nuevo en funciones, a tiempo de pre- parar la eleccion de su sucesor, i de desarmar los trabajos que contra ella habian comenzado a organizarse.

unos decian Las Heras, otros Laseras, i otros, por fin, Laceras, sosteniendo- se que debian corresponder a tres distintas personas. Parece que esta fue la primera vez que se discurrio esta artimaiia, varias veces usada mas tarde, aunque sin exito. Pero se alego tambien que en una urna electoral habian aparecido veinte o treinta votos de mas sobre el mimero de votantes, i por esto se anulo la eleccion.

, San Felipe habria quedado sin representacion en ese congreso, pero mas tarde se mando por un decreto gubernativo repetir la eleccion;i esto se hizo en los dias 28 i 29 de marzo de 1841. Resulto elejido don Manuel Renjifo, que habia perdido su puesto de senador en el sorteo de renovacion de 28 de agos- to de 1839. Esta eleccion dio lugar en junio de 1841 a un largo debate sobre si el gobierno podia mandar hacer elecciones estraordinarias. Don Joaquin Tocornal, que entonces habia dejado de ser ministro, pero que cuando lo fue habia mandado hacer una eleccion en igualdad de circunstancias, impugno obstinadamente la de Renjifo, que. sin embargo, fue aprobada por la ca-

CAPITULO III

Primeros debates en el congreso de 1840: proyectos liberales que no alcan- zan aprobacion. 2. Discusion de un proyecto de lei de imprenta i su aplazamiento indefinido. 3. Varies proyectos de don Pedro Palazuelos sobre restablecimiento de los jesuitas, sobre instruccion piiblica i sobre otras materias: son desatendidos en la camara de diputados. 4. Organi- zacion de una sociedad de agricultura: su importancia social: otros pro- gresos industriales. 5. Creacion de la compania de navegacion de bu- ques a vapor en el Pacifico: arribo a Valparaiso de los primeros barcos de esa clase: beneficios producidos por esa empresa. 6. Dificultades crea- das al gobierno por el servicio de la deuda proveniente del emprestito de 1822: dilijencias efectuadas para regularizar su servicio i su buen resulta- do. 7. El gobierno de Chile hace construir en Francia una gran'fragata de guerra. 8. Lastimosa suerte posterior de este barco.

§1. Primeros debates en el congreso de 1840: proyec- tos LIBERALES QUE NO ALCANZAN APROBACION. La apcr-

tura del congreso de 1840 era un acontecimiento que debia tener mas trascendencia en la opinion que la de las otras asambleas lejislativas que la habian precedido en los ultimos diez'anos. Si en uno de esos congresos habian tenido entrada algunos individuos del bando caido en la guerra civil, ellos, como un efecto natural de la situacion, fueron eliminados del congreso, o pasaron casi desapercibidos. ^ Ahora, por prime- ra vez desde 1830, llegaban a un cuerpo lejislativo, indivi-

I. Vease la Hist. Jeneral de Chile, tomo XVI, paj. 38.

118 UN DECENIO DB LA HISTOBIA DE CHILB

duos conocidamente hostiles al gobierno, que habian conquis- tado esos puestos en una lucha franca, i que iban a sostener sus principios con resolucion, i en ocasiones con talento. El partido de oposicion, o liberal, esperaba con interes los deba- tes parlamentarios en la persuasion de que ellos tendrian in- fluencia en la eleccion presidencial que debia verificarse en 1841, i probablemente en un cambio radical de la situacion politica.

En el senado, i a consecuencia de la manera de elecciones en dos terminos, establecida por la const itucion de 1833, pa- recia todo calculado para dar al gobierno un triunfo indiscu- tible. Ahora, no se habia efectuado modificacion alguna tras- cendental, por cuanto los puestos vacantes de senadores des- pues del sorteo de agosto de 1839, (art. 7 transitorio de la constitucion), habian sido Uenados con los mismos individuos o con otros conocidamente adictos al gobierno. Por est a ra- 2on las sesiones del senado tilvieron mui poco movimiento. t En la camara de diputados las primeras sesiones fueron ocupadas en la presentacion i revision de poderes. Por uno i otro bando se objetaron, como ya dijimos, varias elecciones, pidiendo la nulidad. La camara desecho esas jestiones; i la mayoria, preciso es decirlo en su honor, no cometio, como pu- do haberlo hecho, ningun atropello anulando [los poderes de algunos de sus adversarios. Solo una eleccion fue anulada; i parece que en ese caso se procedio con justicia. 2

2. Ese caso fue, como dijimos en una nota anterior, el de la eleccion de San Felipe en favor del jeneral Las Heras. La camara desecho la jestion entabla- da por la diversidad de formas con que estaba escrito el nombre de este en los votos que entraron a la urna; pero no pudo desentenderse de que apare- eiesen veinte o mas votos que el mimero de votantes cuando esos veinte vo- tos habrian decidido la eleccion.

Se promovio ademas otra cuestion a que no se dio curso. En Ancud habia sido elejido diputado don Santiago Velisquez, joven orijinario de Chiloe, que solo el ano anterior habia obtenido el titulo de abogado. La comision no im- pugnaba la validez de los poderes de Velisquez: pero ponia en duda que 6ste poseyese la renta de quinientos pesos anuales que la constitucion se- nalaba como necesaria para los que ocuparan el cargo de diputados. Don Jose Joaquin Perez, (mas tarde presidente de la Republica), se separo de sus colegas, i dio un informe por separado <A mi juicio, decia Perez, era sufi-

CAPfrULO TEBOBEO 119

Apenas aprobada la mayoria de los poderes de los diputa- dos, se iniciaron enesa camara las discusiones politicas, o las proposiciones de reformas de caracter liberal. El diputado por Ovalle,don Melchor de Santiago Concha fue el promoter de las mas avanzadas. Nacido en Chile en el seno de una de las mas ilustres familias, e hijo del ultimo rejente de la au- diencia que el rei tuvo en nuestro pais, don Melchor hizo sus estudios legales en Lima, en el centro social mas aferra- do a la monarquia, i en cierto modo bajo la tutela de los vi- rreyes Abascal i Pezuela, por las consideraciones que guar- daban a la familia del estudiante chileno. Por una contra- diccion al parecer incomprensible, aquel joven, educado en un medio social hostil a toda idea de libertad i de indepen^ dencia, abrigo desde esos aiios las mas ardientes simpatias por la causa de la democracia i de la Republica por que en- tonces se peleaba en estos paises. Del mismo modo, criado en un centro de devocion relijiosa que iba hast a el fanatismo don Melchor se formo un verdadero libre pensador. Siendo todavia estudiante, fue asperamente reconvenido en la in- quisicion de Lima, porque se le habia sorprendido leyendo un libro prohibido que trataba mal a los reyes. La suavidad de su trato i la correccion de todos sus actos, eran la forma esterna de un caracter solido i de una grandeentereza moral.

En Chile habia figurado desde 1822 en loscongresos i en di- versQS cargos publicos. En la constituyente de 1828 su papel habia sido mui importante. Fue miembro de la comision en- cargada de preparar el proyecto de constitucion. Sus contem- poraneos contaban que don Melchor Concha formulo el pri- mer borrador del mecanismo politico ideado para aquel codi-

ciente saber que este caballero es abogado, cuya profesion, ademas de ser honrada en todas partes del mundo, es sabido que en Chile no puede produ- cir menos de quinientos pesos a quien sej)onga a ejercerla. Tampoco creo que para cumplir con la lei, sea necesario que los diputados, entren en averigua- ciones odiosas sobre las entradas de]un individuo que ha merecido la eleccion de una parte de sus conciudadanos> Este informe, que Ueva la fecha de 5 de junio, i que tiene el num. 69 entre los dociimentos del tomo XXVII de las Sesiones de los cuerpos lejislativos, decidio la cuestion, desarmando la tenta- tiva de declarar la nulidad de la eleccion de Veleisquez.

120 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

go; i que la esperta mano de don Jose Joaquin de Mora reto- c6 en sus accidentes, dandole una forma literaria irreprocha- ble. La caida del rejimen liberal en 1830 lo habia arrancado de la politica. Don Melchor se consagro al ejercicio de la abo- gacia, que le granjeo renombre, i a la lectura de muchos es- critores modernos que le permitio reaparecer en la vida pu- blica en 1840 mucho mejor preparado. ^

En la' sesion del 15 de junio presentaba dos proyectos a la camara de diputados. Uno de ellos se referia a la concesion de facultades estraordinarias, i tendia a evitar los abusos come- tidos a nombre de ellas en los ultimos anos. Segun el proyec- to de Concha; tales facultades no podrian darse por un tiem- po indeterminado; no podrian tampoco estenderse hasta la autorizacion para lejislar i para crear tribunales i juzgados de cualquiera clase que fuesen; i por ultimo, los decretos que se dictasen bajo el imperio de ellas, serian solo de caracter pro- visorio, debiendo pejder todo valor con el restablecimiento del rejimen legal. Aquel proyecto no fue aprobado, ni siquiera discutido; pero el contribuyo a formar la opinion publica a este respecto. Asi fue que aunque mas tarde se uso i se abuso ampliamente de las facultades estraordinarias i de los estados de sitio, se cuido de fijarles plazos claramente determinados, i no se dieron mas decretos con el caracter de leyes de efecto permanente.

EI otro proyecto del diputado Concha tendia a correjir un mal de que ya se habia ocupado otro congreso, i que habia Ua- mado la atencion de los gobiernos anteriores. Desde los tiem- pos coloniales, se esperimentaba en' Chile, sobre todo en las clases pobres, una mal comprimida animadversion contra los curas, por la dureza de estos en la cobranza i percepcion de los derechos parroquiales. El rumor publico daba circulacion a incidentes de ese orden ,que indignaban; i se repetian los nom- bres de algunos parrocos que en unos cuantos anos de ejerci-

3. En 1883, con motivo del fallecimiento de este distinguido ciudadano, publique acerca de el un pequeno opuscule biografico en donde se encontra- ran noticias en que no es posible entrar aqui. .^

CAPfrULO TERCERO 121

cio, ya por razon de los derechos exajerados que se hacian pa- gar, ya por captaciones de herencias efectuadas a veces al lado de los moribundos, habian adquirido fortunas considera- bles. En el primer congreso nacional en 1811, se seiialaron esos abusos con franca decision, i se dicto una lei segun la cual se pagaria a los parrocos un sueldo fiscal, i se les obligaba a ejer- cer sus funciones gratuitamente i sin otro emolumento que no fuera voluntario. ^ Uno de los primeros actos del gobierno de la reconquista espafiola en 1814 fue la derogacion de esa lei; i bajo el r^jimen de la Republica no habia sido posible res- tablecerla por la estrechez de los recursos del estado.

Las que j as contra la tirantez i la persistente codicia de los curas, se renovaron con mas subido colorido. En 1826, el go- bierno civil, eficazmente ayudado por el gobernador eclesids- tico don Jose Ignacio Cienfuegos, creyo haber remediado aquellos males por medio de un arancel de derechos parro- quiales, moderado para todo el mundo, i gratuito o casi gra- tuito para los pobres conocidamente tales. A la somhra de ese arreglo, sin embargo, seguian cometiendose los mismos abu- sus que Concha pretendio cortar por una nueva lei. Los curas, segun el, serian pagados con una renta fiscal que variaria de Unas a otras localidades, entre ochocientos i mil doscientos pe- sos anuales; pero estarian obligados a prestar gratuitamente los servicios parrroquiales, quedando en consecuencia aboli- dos todos los derechos que hasta entonces se pagaban. Ese proyecto, desfavorablemente informado, fu^rechazado (20 de Julio) por 31 votos contra 4; pero surtio efecto en cierto modo. El 9 de setiembre de ese ano (1840) el ministro Egana espedia una circular a los intendentes i gobernadores, en que les ordenaba poner los aranceles parroquiales en conocimien- to de todo el mundo, i exijir su puntual cumplimiento sobre todo en cuanto se refiere a la exencion de derechos en favor de los pobres. ^ *

4. Vease la Historia Jeneral de Chile, tomo VIII, pajs. 425 i 426.

5. Circular del ministro Egana, publicada en El Araucano, num. 526, de^2S de setiembre de 1840.

122 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

§ 2. DiSCUSIONDE UN PROYECTO DE LEI DE IMPRENTA, I SU

APLAZAMiENTO INDEFINIDO.— El asunto que 611. esa lejisla- tura dio orijen a las mas ardientes cuestiones fue el proyecto de lei preparado por don Mariano Egana para reprimir i cas- tigar los abusos de la libertad de imprenta. La discusion de ese proyecto, como fya contamos, se habia iniciado en 1839 en la camara de senadores, pero solo habia llegado a termino en las primeras sesiones del ano siguiente. En esa discusion se habian hecho desaparecer algunos defectos de detalle, i se habian suprimido o modificado algunas de las disposiciones mas restrictivas. Aunque en su forma primitiva era poco co- nocido, por cuanto solo se habian impreso unos pocos ejem- plares para el uso de los senadores, la prensa habia tenido no- ticias de su espiritu, i lo habia impugnado ardor osamente. El 15 de Julio era presentado a la camara de diputados en su nue- va forma, i se anunciaba que el ministro se presentaria a sos- tenerlo. Cuando fue conocido por el publico, se hizo sentir en contra de el una vigorosa condenacion. «Solo teniendo a la vista ese ominoso proyecto, decia un periodico, podra creerse que el gobierno de Chile se haya avanzado a organizar la ruina de las libertades publicas, solicit ando del cuerpo lejislativo la sancion de una lei que destruye la unica barrera que contiene los avances del despotismo. . . No se prohibe direct amente la libertad de imprenta; pero se le ponen trabas tan odiosas que, sancionadas, no habra quien imprima ni quiera escribir una sola palabra que esprese una idea politica. Con fianzas so- bre fianzas se ha discurrido destruir las imprentas . . Sanciona- da esa lei, a despecho de la opinion piiblica, pronunciada del modo mas enerjico i ostensible. . . (j habra quien diga que la nacion chilena esta sistemada bajo la forma republicana? . . . No nos admira la temeridad del gobierno para resqlver la ruina^de las libertades publicas. Lo mas estraiio es que el se- nado le haya prestado su sancion; i que la camara este tan dis- puesta a hacer lo mismo. h

Sin embargo, ese proyecto iba a ser detenido en la camara

6. El Censor imparcial, num. 4.

CAPfrrrLO tercero 123

de diputados. La discusion aplazada por unos cuantos dias, se abrio por fin el 27 de julio. Don Melchor Concha fue el pri- mero en entrar al debate. Sostuvo que la libertad de impren- ta para ser efectiva, no debia ser limitada, a pretesto de re- glamentacion, por ninguna lei; i en este sentido se pronuncia- ba contra la de 1828. Segun el, de todos los delitos imputados en ella a la imprenta, solo debia ser justiciable la injuria, i eso no por una lei especial sino por la lejislacion comun i ante los tribunales ordinarios. Los otros delitos no son tales, i los es- critos que los cometen no producen el menor efecto sino cuando el terreno, es decir la opinion, esta preparada para ello, Prediquese la revolucion i el trastorno en una sociedad libre- tranquila i feliz, i por mas elocuencia sediciosa que se desplie- gue, ella sera impotente para desviar la opinion publica. «Por el contrario, decia Concha, la represion de la prensa no ha conducido jamas al resultado que de ella se esperaba. Contra ella se han ensayado todos los sistemas: imajinables para amordazarla, prohibicion absoluta, censura previa, intimida- cion con la amenaza de penas severas; pero todos esos espe- dienteshan fracasado, i las ideas cuyoprogreso i cuyo triunfo se queria at ajar, han seguido abriendose camino». Jamas en el congreso de Chile se habian emitido conceptos mas radicales, pero la opinion publica no estaba entonces preparada para comprenderlos i mucho menos para aceptarlos. Asi fue que mientras los conservadores o pelucones se mostraban horro- rizados de tales doctrinas, ^ muchos de los liberales se creian en el deber de mostrarse estranos a ellas.

Uno de ellos, don Juan Manuel Cobo, diputado liberal por Petorca, pronuncio un largo discurso para demostrar que la

7. El Conservador, periodico que se publicaba desde enero de ese ario para defender al ministerio contra los ataques de los papeles liberales, se pronun- cio con singular ardor contra las teorias del diputado Concha en materia de libertad de imprenta, en su num. 12 de 6 de agosto de 1840. «Concluiremos, anadia, rogando a los ajentes europeos que le escuchaban, no den noticias en su pais de unoshechos que dan la idea mas mezquina i degradante delas luces de los representantes de la nacion, pudiendo quizas juzgarse con el mismo sentido a los demas diputados, a quienes sin ofensa no nos es dado hacerles imputaciones seme j antes.*

124 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

lei de imprenta era necesaria, que la que existia era mala por- que autorizaba el abuso de esa libertad, i que la que estaba en discusion seria preferible, sobre todo si se introducian en ella algunas modificaciones. Otro diputado liberal don Joaquin Campino, representante de Elqui, antiguo ministro de esta- do, i diplomatico en Mejico i en Est ados Unidos , impugno el proyecto de Egana, seiialando los inconvenientes que ofre- cian las trabas que a imitacion de Francia se ponian a la liber- tad de la prensaj por medio de fianzas para usar de ella, i re- Gordando lo que ocurria en otros paises mas adelantados don- de los abusos encontraban su correctivo, no en una lei sino en la misma prensa. Por fin, entro don Mariano Egana a aquel debate con toda la autoridad i todo el prestijio que le daban su puesto, sus antecedentes i su talento. Poseedor ya de una larga practica parlamentaria, empleando siempre en sus dis- cursos una admirable claridad, i de ordinario una gran fuerza de argumentacion, Egana era sin duda alguna, el primer ora- dor de esos congresos. En' esa ocasion, defendio su proyecto con habilidad, tratando de descargarlo del reproche de liber- ticida, cuando queria solo afianzar la libertad de la prensa, evitando que fuera desprestijiada con el abuso; i apoyando sus ideas con las lecciones que se desprendian de la historia i de la lejislacion de otros paises que el habia estudiado, en sus viajes i en los libros. El triunfo parecio ser suyo en esa ocasion. Despues de dos dias de debate, el proyecto fue aprobado en jeneral con solo cuatro votos en contra.

La discusion particular parecia deber conducir a un resul- tado semejante. En efecto, los dos primeros articulos del pro- yecto fueron aprobados sin dificultad, aunque, respectiva- mente, con diez i doce votos en contra. Pero se habia levanta- do una gran resistencia en la opinion i en la prensa. Comen- zaba a ajitarse con algun calor la nueva contienda electoral para la designacion de presidente de la Republica, sobre lo cual existia en el mismo seno del gobierno una mal disimulada diverjencia, i ni el presidente de la Republica, ni sus minis- tros, fuera de Egana, querian labrarse una grande impopulari- dad sosteniendo un proyecto que provocaba tantas resis-

CAPfrUTO TERCERO 125

tencias. Se dio por entonces de mano a su discusion, i se le de- jo dormir en el archive de la camara. Las complicaciones de la polltica, de que vamos a hablar mas adelante, facilitaron ese resultado. ^ Solo seis anos mas tarde, en tiempos mucho mas tranquilos, se habia de renovar el ataque contra la liber- tad de la prensa; i aunque se consiguio sancionar una lei res- trictiva i retrograda, ella misma vino a probar el enorme error que llevan consigo todas las medidas de esa clase. § 3. Varios proyectos de don Pedro Palazuelos so-

BRE RESTABLECIMIENTO DE LOS JESUITAS, SOBRE INSTRUC- CION PLIBLICA I SOBRE OTRAS MATERIAS; SON DESATENDIDOS

EN LA cAmara de diputados. Eutre otros proyectos deme- nor trascendencia presentados a aquel congreso, merecen re- cordarse por su singularidad, cuatro de que era autor el di- putado por Itata don Pedro Palazuelos Astaburuaga. Aboga- do desde febrero de 1820, i ademas doctor i ex-catedratico de teolojia de la universidad de San Felipe, Palazuelos habia uni- do a los escasos i vetustos conocimientos que entonces era po- sible adquirir en Chile, las luces lijeras i superficiales sumi- nistradas en la lectura de algunos libros i en dos viajes a Eu- ropa, en el segundo de los cuales le toco ser testigo en Paris de la revolucion de 1830 i de la caida de los Borbones. ® Ardo-

8. Un hecho ocurrido poco tiempo despues de aquellas discusiones vino a manifestar una vez mas la ineficacia de las leyes i de las acusaciones para su- primir los avances de la prensa. Se publicaba desde mediados de junio de ese ano (1840) un periodico de oposicion titulado El Buzon. Su redactor era un j6ven abogado llamado don Nicolas Figueroa, hombre de cierto talento i de una voluntad bien decidida. En el mes de setiembre, ese periodico fue acusado por sedicioso. El jurado, reunido el 1 5 de ese mes, lo declaro, en efec- to, sedicioso en primer grado, lo que significaba la pena de doscientos pesos de multa o treinta dias de prision. Se habia creido que siendo Figueroa per- sona de escasos bienes de fortuna, renunciaria a seguir publicando su perio- dico. No sucedio asi, sin embargo. La multa fue pagada; i El Buzon siguio publicandose, hasta que a causa de los accidentes politicos posteriores se le puso termino.

9. En 1852 publico en Valparaiso el distinguido escritor arjentino don Juan Bautista Alberdi un opusculo de una's 20 pajinas pequeiias con el titulo de Hombres publicos de Chile. Noticia hiogrdfica de don Pedro Palazuelos. Ese escrito, reproduccion de un folletin publicado en El Mercurio con motivo del reciente fallecimiento de Palazuelos (diciembre de 1851), esta fundado par-

126 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

roso en sus actos i en sus palabras, {en ocasiones elocuente i espiritual, Palazuelos no era sin embargo un hombre equili- brado, i con frecuencia se le veia tomar en las discusiones del congreso, o en otras circunstancias', los rumbos mas inespe- rados, i a veces los mas ajenos al sentido practico.

En el congreso de 1840, Palazuelos no habia dejado oir su nombre sino como uno de los firmantes de un informe apro- batorio del proyecto de lei de imprenta de que hemos habla- do. Pero el 10 de agosto presentaba a la camara de diputados un estenso memorial sobre diversos temas de gobierno, acom- panado de cuatro distintos proyectos de lei, tan estraiios por su fondo como por su forma. Segun Palazuelos, si Chile habia conquistado la independencia en los campos de batalla, no habia conseguido nada en favor de su civilizacion i de su progreso. «Nosotros, decia, ciegos, ipobres, inmorales i cer- cados por todas partes de peligros, creemos haber alcanzado con una victoria todos los beneficios de la ilustracion, de la riqueza i solidas virtudes de las masas. Nuestra vida es un sueiio interrumpido por el furor de nuestras pasiones ence- rradas en el estrecho circulo de lo presente; i nuestras espe- ranzas, otra ilusion de nuestra propia vanidad. Entre tan- to, la anarquia, la incertidumbre, i la fiaqueza se presentan, como sintomas seguros de la muerte de nuestras institucio- nes, a desmentir las promesas de los interesados en sostener i perpetuar la farsa ridicula que representamos».

Como demostracion de la verdad de estas apreciaciones, Palazuelos agregaba que mas de la mitad del territorio de la

ticularmente en los recuerdos personales del autor i en noticias recojidas en su trato con aquel; i aunque dista mucho de ser tan prolijo i exacto como ha- bria convenido, merece ser consultado no solo por los hechos alii referidos, sino por su agradable lectura. Palazuelos habia acompaiiado como secreta- rio a Cienfuegos en 1822 i 1823, en su mision a Roma (Vease Hist. Jeneraldc Chile, tomo XIII, paj. 373), i en 1826 acompano a Freire en calidad de audi- tor de guerra, en la segunda espedicion a Chiloe, tocandole intervenir en la ocupacion del archipielago (Vease id. id. tomo XIV, paj. 630). En su segun- do viaje a Europa, llevo el titulo de consul de Chile en los^Paises Bajos. Palazuelos era primo hermano de don Diego Portales; pero este no le mostro nunca grande estimacion.

capItulo tercero 127

Republica en su prolongacion al sur, est aba ocupado por in- dios salvajes i bravios, para contener a los cuales, i sin poder dominarlos, el gobierno estaba obligado a gastar mas de la tercera parte de las rentas nacionales. Esa situacion era mui peligrosa, i nos esponia a perderuna gran porcion de nuestro territorio, i a que un gobierno estrano enviase misioneros pa- ra conquistarla, como, segun el, habia hecho la Francia en al- gunos lugares. Como signos evidentes i aunciadores de ese peligro, Palazuelos seiialaba dos hechos que solo demostra- ban el esplendor de la civilizacion moderna, i que eran men- sajeros de paz, de progreso, de cultura, de riqueza i prosperi- dad. Esos hechos eran las notables esploraciones hidrografi- cas practicadas en los mares del sur por los marinos ingleses Parker King i Fitz-Roy, cuyos mapas i cuyas descripciones se publicaban en Londres para el servicio de todas las nacio- des del orbe; i la organizacion de una compania inglesa para establecer la navegacion por vapor en esta parte del Pacifi- CO. 1^ Palazuelos veia en esos hechos el principio de la ocupa-

lo. Todas las personas de alguna cultura estimaban los dos hechos recor- dados por Palazuelos como grandes beneficios que debian contribuir a la prosperidad del pais en todos sentidos. En esos momentos se esperaba con grande ansiedad el anunciado arribo de los buques de vapor para la navega- cion en el Pacifico, i los hombres de estado, como los negociantes de alguna ilustracion, se preparaban para recibirlos como simbolos de civilizacion i de riqueza. Asi se hizo, en efecto, como veremos mas adelante, cuando esos bu- ques Uegaron a Valparaiso en octubre siguiente.

Por lo que toca a la espedicion inglesa encargada del estudio de estas cos- tas i del levantamiento de cartas jeograficas, el gobierno de Chile, desde 1828 le habia prestado el apoyo que le permitia la escasez de sus recursos. Don An- dres Bello, para dar a conocer al publico chileno aquella espedicion, dio a luz en £^^y«wcawo, en los primeros meses de ese aiio (1840), una relacion mui bien hecha i bastante noticiosa de los trabajos de aquellos esplor adores, traducida de la celebre Revista de Edimburgo.

Esos viajes, sin eaabargo, despertaban recelos populares, que es penosa encontrar tambien en un hombre de la situacion i de las condiciones de Pa. lazuelos. El insigne naturalista Carlos Darwin, que acompaiiaba a Fitz-Roy en estos viajes, refiere que en laciudadchilena de San Fernando, conocio un notdrio que no podia creer que aquella espedicion tuviera un objeto pura- mente cientifico i no un proposito de conquista. <<Nadie es bastante rico, de- cia, para gastar tanta plata en un objeto tan inutil, (buscar lagartijas i es- carabajos, i quebrar piedras). Aqui hai gato encerrado.» Darwin's Journal of

128 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cion inglesa en aquellos lugares, i del despojo de nuestro terri- torio.

Pregunt abase enseguida por el remedio para prevenir esas calamidades. «Los americanos del norte nos lo ensenan, decia, haciendo predicar la relijion en los desiertos para que los pue- blos que se educan sean tan libres como sus antepasados. ;Pe- ro es obra larga! replicaran algunos. No, senores; en mui poco tiempo, sin mas trabajo que el de introducir un cuadro de misioneros en Tucapel de la costa, podriamos posesionarnos inmediatamente de la tierra habit ada aun por los indios bra- vos delaprovincia de Valdivia i de todos los valles de Arauco, que son el nucleo de todas aquellas reducciones». Palazuelos anunciaba que los mismos indios pedian que se les enviasen misioneros para someterse a la vida civilizada. ^i Pero este resultado, agregaba, no podria conseguirse «por eclesiasticos que no fuesen'eminentemente virtuosos, sagaces, intrepidos, ejemplares i mui diestros en el arte sumamente dificil de for- marhombres primeramente que relijiosos». Palazuelos creiaque los padres de la compania de Jesus reunian los requisitos ne- cesarios para reducir i civilizar todos los indios en unos cuan- tos afios. En consecuencia, el primero de sus proyectos estaba concebido en estos terminos: «Permitase a los padres de la compania de Jesus establecerse en la Republica bajo la cons- titucion i reglas de su 6rden».

Ese proyecto, por cualquier lado que se le mirara, revelaba en su autor un cerebro mui poco seguro. Era realmente in- concebible que un hombre de alguna cultura abrigara tales

researches into the natural history and geology, etc. cap. XII. Estas descon- iianzas que inspiraban las espediciones de esa clase, no desaparecieron sino mucho mas tarde, en todos los nuevos estados de America.

II. Palazuelos apoyaba sus aseveraciones a este respecto en los informes que, segun el, le habia suministrado don Claudio Gay, que era uno de los po- cos hombres de entonces que hubiera recorrido una porcion considerable del territorio ocupado por los indios; pero es indudable que Palazuelos daba a esos informes un alcance que no tenian, puesto que Gay, observador juicio- so, no se formo jamas tales ideas acerca de aquellos salvajes. Lo que hai de mas curioso en el preambulo del proyecto de Palazuelos, es el tristisimo con- cepto que este tenia de los frailes que estaban entonces encargados en Chile de las misiones de infieles, i a quienes pagaba el gobierno.

CAPiTULO TEBCERO 129

recelos contra los trabajos hidrograficos de Fitz-Roy, i contra la navegacion a vapor en el Pacifico; pero lo era mas aun el creer que los salvajes del sur estaban ansiosos por recibir mi- sioneros, i que estos, civilizandolos i haciendolos cristianos, e incorporandolos a la nacionalidad chilena, iban a ponerlos en pocos alios en situacion de rechazar las invasiones de los estranjeros. Pero, mas que eso todavia. No se necesitaban mu- chos conocimient OS de hist oria para saber que los Jesuit as ha- bian imperado en Chile como amos i senores durante mas de siglo i medio amontonando riquezas enormes que recibian por donativos i legados, que el rei de Espafia les habia encargado las misiones de infieles pagandoles gruesas sumas de dinero, i que los gobernadores los amparaban con sus tropas, sin que todos esos gastos i todos esos esfuerzos produjeran result ado alguno en favor de la civilizacion i del sometimiento de los indios. Si este era un hecho incuestionable, que nadie podia negar, ni siquiera poner en duda, puesto que los indios, a pe- sar de todo, se conservaban todavia en el estado de barbarie, i refractarios a todo sometimiento a la civilizacion (jcomo po- dia prometerse entonces que los mismos Jesuit as iban ahora a efectuar el prodijio de someterlos i civihzarlos en unos po- cos alios?

Sin embargo, al paso que los otros proyectos de Palazuelos fueron mirados con cierta indiferencia, el relativo al restable- cimiento de los jesuitas ocupo la atencion de los lejisladores de 1840. La camara acordo pedir informe al arzobispo elect o de Santiago don Manuel Vicuiia, i al obispo de Concepcion don Jose Ignacio Cienfuegos, que entonces se hallaba en la capital. Ambos prelados dieron a los pocos dias sendos infor- mes perfect amente acordes en la alabanza de los jesuitas i de los servicios que habian prestado, i en el pronostico de los be- neficios que debia reportar su restablecimiento. Segun el arzo- bispo electo, la compafiia de Jesus, «astuta i vilmente calum- niada», solo tenia por adversario «a la clase mas abyecta de las sociedades, a los enemigos de todo orden, a los que no reco- nocen mas imperio que el de sus pasiones, a los que aborre- cen la luz porque con ella se reconocen sus grandes defectos,

TOMO XIV. 9

130 UN DECBNIO DE LA HISTORIA DE CHILE

a los que . . . quisieran que nada existiese como reprobase de algun modo el desorden de sus deseos i acciones» 12.

Aunque, segun ese document o, los adversarios de los je- suitas eran «casi ningunos en el pueblo chileno», formaban en realidad dos ordenes bastante numerosos, i bien diferentes a los alii senalados. Pertenecian al primero los regalistas de la escuela de don Mariano Egana, hombres relijiosos i hast a fa- ndticos, pero que querian que el estado conservase sus pre- rrogativas, i que suponian que los Jesuit as eran los mas obs- tinados enemigos de ellas. El segundo orden de adversarios de esa mocion era formado por los duefios i poseedores de las numerosas propiedades rurales i urbanas que habian perte- necido a los jesuitas, de cuyo restablecimiento se temia que de una manera u otra se pudiera turbar la posesion de esos bienes, o irrdgarles cualquier perjuicio. Aquel proyecto fue entonces dejado de la mano; i solo muchos anos mas tarde se volvio a tratar del restablecimiento legal de los jesuitas, sin resultado practico.

Los otros proyectos del diputado Palazuelos, preocuparon menos la atencion, i no alcanzaron tampoco a ser discutidos. Poruno deellos se proponiareduciratodas las ordenes monas- ticas a vivir bajo la rigorosa observancia de sus respectivas constituciones, esto es, a Uevar la vida comun, para correjir los desordenes i abuses que se habian introducido, i para ha- cerlas menos ignorantes i, por lo tanto, mas utiles para la pre- dicacion i para la ensenanza. Otro proyecto tenia por objeto pedir el establecimiento de un banco de ahorro con la garan- tia del gobierno, para favorecer a las clases trabajadoras; pe- ro, sin proponer regla alguna sobre una institucion de esa na- turaleza.

En el memorial de que vamos hablando, se pronunciaba Palazuelos con estraordinaria dureza contra el estado de la instruccion publica en Chile. Cuando dos anos antes en abril de 1839, habia decretado don Mariano Egana la cesacion de la

12. En el tomo XXVII de las Sesiones de los cuerpos lejislativos, el proyec- to de Palazuelos ocupa entre los documentos el num. 163, i los informes de los prelados los numeros 2121213.

CAPfrULO TERCERO 131

vetusta universidad de San Felipe, i la creacion de otra nueva que se pensaba adaptar a las necesidades modernas de la en- senanza, los doctores de aquella, se habian congregado apara- tosamente (15 de mayo), para protestar de tal innovacion. Palazuelos, fue encargado de hacer esas representaciones i de pedir la reconsideracion de aquel decreto. En ellas, como en algunos de sus discursos, sostenia que la vieja universidad, considerada enteramente iniitil por la opinion, era el templo de las ciencias i el centro que en Chile irradiaba la ilustracion i el progreso. El gobierno, sin embargo, habia resuelto insistir en su plan, prometiendo solo reconocer a los viejos doctores la validez de sus titulos en la nueva universidad.

La mocion de Palazuelos, en cuanto se referia a la ense- fianza, se reducia a pedir el nombramiento de dos comisiones de seis individuos cada una, designados por mitad por los pre- sidentes de las camaras, i encargadas de preparar la una el proyecto de reglamento organico i la otra el plan de estudios de la nueva universidad, que debia rejir en toda la Republi- ca. Para justificar esta exijencia, Palazuelos lanzaba un tre- mendo anatema contra «la instruccion publica en nuestro pais, que ni puede ser mas defectuosa, decia, ni mas contraria a los fines que se propone, i a los medios que emplean en todo el mundo civilizado lo que se entiende por una sana i nacional instruccion». El defecto fundamental de esa ensenanza, con- sistia, segun Palazuelos, en que se tolerase que cualquier in- dividuo sin ser examinado i aprobado por su suficiencia, tu- viera derecho para ensefiar i aun para abrir una escuela. Esta condenacion se dirijia a todos los profesores i maestros, in- clusos los que, sin estar provistos de titulos de doctor u otro analogo, eran Uamados por el gobierno a rejentar una clase. «La verdad es, decia Palazuelos, que la instruccion publica entre nosotros no ofrece garantias a la sociedad ni al indivi- duo». Segun el, la ensenanza publica debia retroceder a los buenos tiempos de la universidad de San Felipe. No hemos hallado vestijio de que ese proyecto fuese tomado en cuenta.

§ 4. Organizacion de una sociedad de agricultura; su importancia social; otros progresos industriales.

132 us DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

A falta de una institucion de caracter oficial que como la pro- yectada universidad, reuniese a los que tenian alguna incli- nacion por las ciencias o las letras, o que deseaban poseer al- gun titulo o distincion de ese orden, se habia fundado en San- tiago una asociacion particular que, si bien de propositos industriales, gozo en aquellos aiios de la mas alta considera- cion, i reunio entre sus miembros a muchos hombres distin- guidos por varios titulos. Esa asociacion presto algunos ser- vicios al pais, i merece por tanto que la historia la recuerde. En mayo de 1838, en pleno rejimen de las facultades es- traordinarias, i en medio de la preocupacion jeneral consi- guiente a los aprestos para la segunda espedicion al Peru, se reunieron veinte i cinco o treinta individuos de ventajosa con- dicion, para echar las bases de una sociedad que tendria por objeto foment ar la agricultura, i adelantar la colonizacion. Aunque aquellos individuos eran casi todos adictos al go- bierno i a la situacion politica imperante, atrajeron a su seno a hombres de otro color i a algunos estranjeros i^. Ni siquiera limitaron ese centro a los agricultores: bastaba tener algun interes por el progreso del pais en cualquier 6rden,para ser ad- mitido en la Sociedad. Celebro esta su primera reunion el do- mingo 20 del referido mes, bajo la presidencia del ministro de justicia e instruccion publica, don Mariano Egana, i nombro su direct orio 1*; pero solo el domingo siguiente (27 de mayo) se verifico la solemne instalacion con asistencia del presidente de la Repiiblica, que pronuncio un discurso alusivo al acto, de los ministros, i de otros funcionarios i vecinos de respeto. Esta asociacion, que poco mas tarde se denomino Sociedad

13. Don Claudio Gay, que estaba entonces en Chile, i que fue miembro de esta sociedad, da por promotor de ella a don Miguel de la Barra, de quien tendremos que hablar mas adelante, que acababa de llegar de Europa des- pues de una residencia de trece aiios en Inglaterra i en Francia, ocupado en el servicio publico.

14. Fue nombrado presidente don Domingo Eizaguirre, caballero respe- table, empenado siempre entoda obra de filantropia i de progreso industrial, tesorero don Diego Antonio Barros, que a la sazon era senador i consejero de estado; i secretario don Antonio Garcia Reyes, joven estudiante de leyes, que ya^hemos nombrado en otra pajina. Vease sobre esto en la Hist, de Chi- le de don Claudio Gay, la seccion Agricultura, tomo I, paj. 125.

CAPfrULO TERCEBO 133

de agricultural de beneficencia, servia principalmente a los in- tereses de esa industria que permanecia estacionada en el atraso en que le habia dejado la colonia, con metodos rutina- rios para la labranza de los campos, i para la crianza i el bene- ficio de los ganados.En un periodico que se daba a luz por la secretaria de la sociedad, se publicaban memorias o simples noticias sobre innovaciones que convenia introducir en esas faenas, sobre nuevos cultivos, sobre los procedimientos mas practicos i beneficiosos en las matanzas, en la esplotacion de las villas i en otras ramas de la industria agricola. Esas publi- caciones no podian producir un cambio rapido i completo en una industria en que las practicas tradicioiiales tenian una consistencia de casi inamovibles; pero no por eso dejo de ha- cerse sentir su influjo, ya con modificaciones de detalle, ya preparando los animos para las innovaciones que habian de acompanar a un mejor est ado de instruccion. La sociedad de agricultura, ademas, por medio de representaciones al gobier- no, promovio mejoras de di versos ordenes, la apertura de ca- minos, la fundacion de algunas escuelas, i entre ellas la de ar- tes i oficios en 1847 i^, i se tomo la defensa de los agricultores contra las medidas dictadas por las autoridades locales que de alguna manera los perjudicaban. El joven secret ario don Antonio Garcia Reyes, fue el promotor de muchas de esas in- novaciones.

Pero la sociedad de agricultura aspiraba a ser una especie de centro cientifico, i atrajo a su seno a muchos hombres que tenian amor a las ciencias i a las letras. Entre sus asociados se contaron, don Andres Bello i su hijo don Carlos, don Ven- tura Marin, don Claudio Gay, don Ignacio Domeyko, don Mi- guel de la Barra, don Manuel Carvallo, el secretario Garcia Reyes, i algunos otros que seria largo enumerar. Pero quiso ademas contar con los nombres ya que no con la concurren-

15. La sociedad de agricultura se preocupo desde 1843 del proyecto de crear una escuela de artes i oficios, recojiendo al efecto antecedentes sobre establecimientos analogos en otros paises; pero s61o en 1847 pudo ver reali- zado ese pensamiento. Vease nota de 1 3 de agosto de ese afio al ministro de instruccion publica en El Agricultor, numero 70.

134 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cia real de altas personalidades que no podian asistir a sus se- siones. Asi, envio los titulos de miembros honorarios a los ca- pitanesjeneralesdon Bernardo O'Higgins^i don Jos^e San Mar- tin, que residian en el estranjero, al presidente de la Repii- blica don Joaquin Prieto, al ilustre patriota don Manuel Sa- las, i al padre franciscano frai Jose Javier Guzman, autor de un modestisimo ensayo historico, los dos ultimos de los cuales estaban impedidos por su avanzada edad de tomar parte en toda manifest acion de la vida publica. Puede decirse que en esos afios la sociedad de agricultura tuvo inscritos en sus re- jistros los nombres de casi todas las personas de alguna dis- tincion de nuestro pais.

Mayores i mas productivos progresos que la agricultura hacia en esos afios la industria minera. Se ha calculado en cerca de mil quinientas el niimero de minas (de oro, de plata i de cobre), entonces en esplot acion; pero no era tanto este nii- mero lo que constituia el progreso, cuanto la introduccion de nuevos metodos de beneficio que permitian estraer del mi- neral todo, o a lo menos la mayor parte del metal que contie- ne. Un industrial ingles Uamado don Juan Stevenson, habia obtenido en 1835 privilejio esclusivo para la introduccion de una maquina para el beneficio de los minerales de plata por la via humeda: i planteada esta poco mas tarde por otrosin- dustriales que compraron el privilejio, dio mui favorables re- sultados. En la esplot acion del cobre, rompiendo con la anti- gua rutina, se habian introducido mejoras considerables i aun, en algunos puntos, innovaciones radicales en los hornos de fundicion 1^.

En aquellos alios se inicio ademas la creacion de una indus- tria que estaba destinada a ser una gran fuente de riqueza para el pais. Nos referimos a la esplot acion de los yacimientos

16. Puede consultarse con provecho sobre este asunto un opuscule publi- cado en Santiago, en 1894, con el titulo de La produccion del oro, plata i co- bre en Chile desde los primeros tiempos de la conquista hasta fines de agosto de 1894, estudio serio i bastante prolijo por el injeniero don Alberto Herrmann. AUi se encontrara casi todo lo que es posible investigar sobre esta materia en las antiguas memorias historicas i estadisticas.

CAPfTULO TEECEEO 135

de carbon de piedra. Desde los primeros dias de la conquis- ta, los espaiioles tuvieron noticia de la existencia i de la uti- lidad de ese combustible. Se sabia que era mui abundante en Concepcion i su comarca. En 1557 las tropas de don Garcia Hurtado de Mendoza lo usaron durante su permanencia en la isla Quinquina i^. Sin darle importancia en una re j ion en que la lefia casi no tenia valor alguno, el carbon de piedra no era recojido sino en las capas superiores i superficiales^del te- rreno, era, por esto mismo de calidad mui inferior, i aunque se vendia a precios infimos, mui pocos lo compraban. Los que tenian algun conocimiento de la esplotacion de las minas de carbon en otros paises, suponian con razon que los yacimien- tos de Chile darian un producto de mejor calidad cuando se le buscara a mayor profundidad. El consumo de carbon de piedra en los minerales de las provincias del norte, i el anun- cio del proximo arribo de buques de vapor para la navega- cion de estos mares, hicieron comprender al gobierno el va- lor i la importancia, i quiso dar impulso a su esplotacion i^.

17. Vease Hist, jeneral de Chile, tomo II, paj. 121. Las noticias sobre el carbon de piedra dadas por Ona i Marino de Lobera que alii recordamos, fue- ron repetidas por otros antiguos cronistas. Suarez de Figueroa, Hechos de don Garcia Hurtado de Mendoza (Madrid ,1613), dice asi: «Socorri61es su buena suer te con una inanera de piedras que golpeadas unas con otras daban fuego i le conservaban en si como carbon. Con 6stas guisaban las comidas i se calenta-

ljan.» Antonio de Herrera, Historia jeneral de los hechos de los castellanos en

las Indias occidentales {M2idnd. 1615). dice en el cap. 11, lib. 6, dec. 8, que cer- ca de Concepcion hai una «mina de piedra negra que arde como carbom.

Muchos viajeros mas o m6nos distinguidos, desde Fr^zier (17 16) hasta el capitan Fitz-Roy (1839), hablaban del carbon de piedra de los alrededores de Penco, sin que se hubiera pensado en esplotar ordenadamente los yaci- mientos carboniferos. Nos bastard recordar las relaciones siguientes: Basil Hall's Estracts from a journal written on the coats of Chili, Peru and Mexico, que refiere en el tomo I, cap. VIII que el mismo us6 ese carbon; Stevenson's Twenty year's residence &&. vol, I, chap. VI; Darwin's Geological Observa- tions, part. II, chap. XII, i Fitz-Roy's Narrative of the surveying voyayes, chap. XIX, pajs. 423-424-

18. Ya en 1825 se habia hablado de esplotar minas de carbon de piedra i el gobierno decreto que los yacimientos de ellas pertenecian al dueno del terreno en que se encontrasen. Habia creido estimular su esplotacion; pero, como no surtiera efecto ese decreto, se le derogo en 1834, sin que esta ultima medida diera mejor resultado.

136 UNDECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Por orden suya fue contratado en Francia un injeniero que debia encargarse de dirijir los trabajos de ese orden; pero aunque esta dilijencia no produjo otro result ado que algunos reconocimientos en la rejion carbonifera, se habia conseguido llamar la atencion hacia una industria nueva i de grandes re- sultados en un porvenir no lejano i^.

§ 5. CrEAGION de la COMPANf a DE NAVEGACION DE BUQUES A VAPOR EN EL PACIFICO; ARRIBO A VALPARAISO DE LOS PRI- MEROS BARCOS DE ESA CLASE; BENEFICIOS PRODUCIDOS POR ESA

EMPRESA. El progreso industrial de aquellos aiios que pro- dujo resultados mas evidentes i rdpidos, fue sin duda el es^ tablecimiento de la navegacion a vapor en esta parte del Pa- cifico. Debiose este adelanto a la iniciath^a i a la actividad de un hombre de bien i de valor propio, a quien la posteridad ha erijido en Valparaiso una estatua a que se habia hecho acreedor.

Era este un caballero norte-americano llamado Guillermo Wheelwright, simple capitan de marina mercante, pero do- tado de espiritu activo e inventor. Nacido en 1798 en New- bury Port, ciudad mui comercial e industriosa, situada a ori- llas del rio Merrimack (estado de Massachussetts), i educado para ocuparse en la marina de comercio, mandaba mui joven un buque que en su primer viaje a larga distancia naufrago en Buenos Aires en 1823. Wheelwright perdia en esta catas- trofe, a la edad de veinticinco anos, sus modestos bienes de fortuna; pero sin desalentarse por eso, paso a Chile, se hizo de nuevo marino, i durante algunos anos navego entre los puer- tos del Pacifico, ocupado en la conduccion de carga i de pasa- jeros. En Guayaquil donde residio algun tiempo, tuvo a su cargo el consulado de Estados Unidos; pero prefirio es-

19. El contrato de que hablamos fue celebrado en Burdeos el 25 de diciem- bre de 1839 por el encargado de negocios de Chile don Francisco Javier Ro- sales. El injeniero contratado con el modesto sueldo de 800 pesos anuales, era un joven polaco llamado Leonardo Lachowski, quien hizo algunos reco- nocimientos de terrenos carboniferos, pero que fue separado de su cargo cuan- do los ajentes de la compaiiia inglesa de navegacion anunciaron el prop6sito de esplotar ciertos yacimientos de carbon. El contrato de Lachowski fue can- celado por decreto de 25 de marzo de 1841.

CAPfrULO TERCERO 137

tablecerse en Valparaiso, donde creia hallar condiciones fa- vorables para los negocios, donde se gozaba desde 1830 de una paz inalterable, i donde no tardo en contar con muchos i mui buenos amigos 20. Se ocupo alii, ademas de sus nego- cios particulares, en diversas empresas o proyectos de utili- dad jeneral, algunos de los cuales fueron acojidos i llevados a cabo. Pero Wheelwright meditaba ademas una empresa que por su magnitud i por la pobreza del pais, parecia irreali- zable. Se t rat aba nada menos que de crear una linea regular de vapores entre los puertos de Chile, que segun las ilusiones de Wheelwright, se estenderia mas tarde hast a el estranjero. Pretender Uevar a cabo esta empresa en estos paises i con ca- pitales nacionales, habria sido la mayor de las insensateces; pero, no parecia mucho mas cuerdo el esperar que se organi- zasen en el estranjero asociaciones para traer capitales a pai- ses que no pagaban sus deudas, i que vivian en medio de re- vueltas. Por lo demas, la navegacion a vapor no habia alcan- zado hasta entonces (1834) mas que un limitado desarrollo, aun en Europa i en Estados Unidos. La idea de estable- cer lineas de esa clase en estos mares, debia parecer casi te- meraria.

20. En enero de 1833, Wheelright estuvo a punto de ser asesinado en Val- paraiso por un piloto norte-americano apellidado Paddock que enfurecido porque no obtenia un prestamo que solicitaba, mato a punal a tres indivi- duos que no lo habian provocado, i ataco a otros, entre ellos a Wheelwright, que lograron esquivar la puiialada. V6ase sobre esto Vicuna Mackenna, Don Diego Portales, tomo i, pajs. 303-5; i en nuestra Historia Jeneral de Chile, tomo XVI, paj. 238.

El distinguido publicista arjentino don Juan Bautista Alberdi, amigo per- sonal de Wheelwright en Valparaiso, dio a luz en Paris, en 1876 (Wheel- wright habia muerto en L6ndre sen 1873) un volumen de 319 pajinas con este titulo La vida i los trabajos industriales de William Wheelwright, libro regularmente dispuesto, i que da una idea bastante exacta de la personali-.. dad moral de ese hombre notable; pero que habria convenido hacer mas no- ticioso i prolijo sobre los trabajos de este.

Conviene recordar aqui que en 1821 se present© al gobierno de Chile una solicitud para implantar en nuestros mares la navegacion a vapor mediante un privilejio acordado por quince afios. El director supremo O'Higgins, siempre entusiasta por esta clase de progresos, presto a ese proyecto todo el apoyo posible; pero la empresa no pudo Uevarse a cabo. Vease sobre esto la' Historia Jeneral de Chile, tomo XIII, paj. 594.

138 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Wheelwright no se arredro por nada. Apoyado por don Die- go Port ales, por el ministro de hacienda don Manuel Renjifo i por otros amigos, consiguio dominar todas las dificultades que le oponian la ignorancia i la rutina reforzadas por un na- cionalismo estrecho, i obtuvo del congreso nacional una lei promulgada con la fecha de 25 de agosto de 1835. Wheel- wright se comprometio a establecer, al cabo de dos afios, la na- vegacion a vapor en nuestros mares, a lo menos con dos bu- ques de esa clase, mediante un privilejio esclusivo por diez anos, que comenzarian a contarse el dia que esos barcos Ue- gasen a alguno de nuestros puertos. Wheelwright partio sin tardanza para Estados Unidos, esperando encontrar alii facilidades para organizar una sociedad que suministrase los capitales. Este primer esfuerzo fue un fracaso. Estados Unidos no era entonces la nacion inmensamente rica de nues- tros dias, ni nadie queria esponer su dinero en empresas de ese o de cualquier orden en paises tan pobres i desacredita- dos. Wheelwright se resolvio ir a solicitar esos recursos a In- glaterra.

La situacion era mui desfavorable para ello. El est ado de guerra entre Chile i la confederacion peru-boliviana no po- dia dejar de contrariar enormemente el proyecto de Wheel- wright; pero este, con una actividad incansable, con una clari- dad persuasiva en la esposicion de las bases i de las futuras utilidades de la empresa, i con una hombria de bien que se re- fiejaba en todos sus actos i en todas sus palabras, consiguio ganarse no pocas adhesiones. Por fortuna, la noticia de la gran victoria de Yungai i del restablecimiento de la paz, todo lo cual afianzaba el prestijio de Chile, vino a servir a la realiza- cion de la empresa en que Wheelwright est aba empeiiado. La sociedad organizada por este tomo el nombre de Pacific Steam Navigation Company y que conserva hasta hoi, cuando, prodi- jiosamente desarrollada, sus naves recorren casi todos los mares del globo. Su capital constabasolo de 102,450 libras es- terlinas, constituido por 2,449 acciones de a 50 libras cada una. De ellas, solo 189 habian sido suministradas en estos pai- ses, es decir en America, i particularmente en Chile. Todas las

CAPfTULO TERCERO 139

demas, esto es 2,260, eran suscritas en Inglaterra. Aun, de esa suma, solo poco mas de la mitad fu6 pagada al contado. Con esos fondos se mandaron construir en Londres dos bu- ques de vapor, de madera i de ruedas, segun se usaba enton- ces, del porte de 700 toneladas, i de un costo de 30 mil libras esterlinas cada uno, estando comprendidas en este precio, las maquinas, los pertrechos i el equipo para una larga navega- cion. Esos barcos, que recibieron uno el nombre de Chile i el otro el de Peru, zarparon de Bristol el i ^ de agosto de 1840, bajo las ordenes de los capitanes Gover i Peacock.

Despues de algunos dias de detencion, las dos naves si- guieron su viaje, i penetraron al estrecho de Magallanes a me- diados de setiembre. Era la primera vez que un buque de va- por navegaba en aquellos canales. El 18 de ese mes, en cele- bracion del aniversario de la independencia de Chile, los ma- rinos ingleses bajaron a tierra en las cercanias del puerto del Hambre, enarbolaron la bandera chilena, la saludaron con grandes'vitores, i al pie de ella enterraron una acta, escrita en pergamino, con una reseiia de aquella navegacion, todo lo cual habia de recordar mas tarde la suspicacia del vulgo, co- mo signo de propositos de conquista.

Aunque luego las tormentas de los mares del sur separaron a las dos naves, estas volvieron a reunirse en Talcahuano; i el 15 de octubre hacian su solemne entrada a Valparaiso en me- dio de salvas de artilleria i de repiques de campanas, i al son de musicas militares que en embarcaciones menores habian salido a recibirlas afuera de la bahia. El capitan Peacock, que montaba el vapor Peru, i que desde la cubierta de este buque saludaba con sombrero en mano a las tripulaciones de los bu- ques fondeados en el puerto i a la jente apinada en la ribera, recibia los aplausos freneticos de verdaderos millares de per- sonas. Como en los dias festivos, las oficinas publicas i las tiendas permanecian cerradas, mientras las calles se veian repletas de jentes en el mayor contento. Los diarios de esos dias, i las relaciones enviadas a Europa por el comandante i los oficiales de esos barcos, dejaron constancia de ^sta i de otras fiestas con que el pueblo chileno celebraba aquel aeon-

140 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tecimiento cuya importancia i trascendencia apreciaba debi- damente la nacion entera, puede decirse asi 21 . El trafico orde- nado i regular de esos buques entre Valparaiso i el Callao, se establecio casi inmediatamente. Uno de ellos partia para el Callao el 25 de octubre, Uevando cuarenta pasajeros, lo que era enorme para esa epoca. El gobierno de Chile, por un acto de estricta justicia, dicto una lei por la cual salvaba en favor de la empresa el inconveniente de que esta no hubiera traido los buques de vapor dentro del plazo convenido, declarando que, a pesar de esto, subsistiria por diez anos el privilejio es- clusivo que se le habia concedido 22. Aparte de los beneficios que esa empresa iba a producir al

2 1 . Todos estos antecedentes i estos hechos relatives al establecimiento de la navegacion a vapor en el Pacifico i al arribo de los primeros buques de esa clase, estan espuestos en la Vida de Wheelwright por don Juan B. Alberdi, que hemos citado mas atras. El vice-almirante don Luis Uribe Orrego, en un opiisculo publicado en Valparaiso en 1904, con el titulo de Nuestra marina mercante, resena histdrica, ha referido esos hechos con otras noticias de verda- dero interes, aprovechando para ello el primer informe dado por el directorio de la compania de navegacion a vapor del Pacifico a sus accionistas en 1 8 de agosto de 1843, con buenos datos sobre los costos, gastos i utilidades de la empresa en sus primeros anos.

Don Juan Bautista Alberdi, reproduce en su libro (paj. 121) un fragment© de un articulo necrolojico sobre Wheelwright publicado en La Republica de Buenos Aires en noviembre de 1873. El autor de este escrito, seguramente don Domingo Faustino Sarmiento, refiere como testigo de vista el arribo a Valparaiso de los primeros vapores, i da cuenta de los honrosos saludos que recibio Wheelwright, a quien, dice, vi6 ese dia por primera vez. Hai en esto una imperfeccion de recuerdos. Wheelwright se habia quedado en Londres atendiendo los arreglos que exijia aquella empresa, i solo llego a Valparaiso algunos meses mas tarde. En comprobacion de esto bastaria leer la relacion de esa fiesta que hizo El Mercurio de 16 de octubre (1840), es decir, el dia si- guiente de ella, relacion escrita sin duda alguna por el mismo Sarmiento, en donde no se hace la menor ref erencia a haber Uegado Wheelwright. Pero hai otro document© mas espllcito i positivo. El capitan Jorje Peacock, que ve- nia almando del vapor P^yw ha referido todo elviaje i la Uegada a Valparaiso eii una carta escrita en Valparaiso el 1 7 de octubre, i publicada en los perio- dicos de Londres. Alii se leen estas palabras: «Esta recepcion ha excedido con mucho aun a nuestras mayores esperanzas. Siento unicamente que el digno proyectista de esta empresa, Wheelwright, no se hallase presente para ser testigo de tan Usonjero entusiasmo*.

22. Segun la lei de 25 de agosto de 1835 que concedio a Wheelwright el privilejio de que hablamos, este se comprometi6 a poner a lo menos dos bu- ques de vapor en Valparaiso en el termino de dos anos. El gobierno a pesar

CAPfrULO TERCERO 141

comercio, ella estimulo en Chile el nacimiento de otra indus- tria que solo hemos mencionado mas atras. En los primeros dias de octubre (1840), hallandose en Talcahuano los dos bu- ques de vapor, el capitan Peacock se habia procurado carbon de piedra del pais, que a pesar de ser recojido en la superficie del suelo, i de ser por esto de calidad mui inferior, fue utiliza- do en aquellos barcos. Hizo, ademas, reconocer en Colcura unos yacimientos carboniferos, i llego a persuadirse de que dejaban concebir grandes esperanzas de riqueza. Wheelwright de vuelta a Chile pocos meses mas tarde, vio con dolor que la falta de carbon que entonces no venia de Inglaterra, era un obstaculo al mantenimiento i desarrollo de la navegacion a va- por en estos mares; i para remediar esa situacion, se traslado ^1 mismo a la provincia de Concepcion, i por el momento al- canzo un result ado que puede Uamarse satisfactorio. «Despues de tres meses de labor, escribia Wheelwright desde Talcahua- no, el 20 de octubre de 1841, tuve la fortuna de obtener buen carbon a bajisimo precio. Las minas no habian sido nunca tra- bajadas anteriormente; i el poco carbon que se habia tomado era superficial i de mala calidad. . . No tengo la menor duda de que lo encontraremos tan bueno como el que se esplota en In- glaterra». Dos anos mas tarde anunciaba desde Talcahuano que en dieciocho meses se habian estraido de aquellos yaci- mientos cuatro mil toneladas de carbon de piedra, inferior sin duda al ingles, pero que habia servido bastante ^ los buques de la compafiia de vapores 23. £1 gobierno habia desist ido de toda idea de esplotacion por cuenta del estado i disuelto el contrato que tenia con Lachowski, desde que vio a los ajentes de la compafiia inglesa poner trabajo en algunos yacimien-

de los adversaries que habian surjido contra esa empresa, conservaba su con- fianza a Wheelwright, dio, por lei de 10 de noviembre de 1836, una prorroga de diez i ocho meses a ese plazo; i todavia, por otra lei de 30 de octubre de 1837, repitio esa concesion por otros dieciocho meses, Esos plazos estaban vencidos cuando en octubre de 1840 IJegaron los primeros vapores; pero el gobierno, por lei de 18 de diciembre de 1840, declaro por gracia que eso no seria obstaculo para que siguiera subsistente aquel privilejio.

23. Veanse sobre esto los documentos que el vice-almirante Uribe Orrego ha estractado en las pajs. 49 i 50 del opuscule que citamos antes.

142 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tos carboniferos. Pero aunque esos trabajos, que habrian exi- jido grandes capitales, i una complicada organizacion, fueron abandonados antes de mucho tiempo, ellos excitaron la acti- vidad de otros hombres, i en ese sentido, fueron aquellos la iniciacion de una de las grandes industrias de nuestro pais. La compania de navegacion- a vapor del Pacifico tomaba entre tanto un gran crecimiento. A poco de haber puesto en movimiento sus barcos, en estos mares, comenzo aquella a percibir utilidadesquesatisfacianlas espectativas de los accio- nistas, i que lepermitian dilatar el campo de sus operaciones. La empresa aumentaba su flota con nuevos barcos, dejando ya presumirque en treinta anos seria una de las mas poderosas compafiias de navegacion del mundo entero. En 1844, ya Wheelwrilght queria estender los viajes de sus barcos hast a Panama, no como el limite final de sus operaciones, sino como medio de Uegar a mares i mercados mucho mas lejanos 24. Wheelwright que fue ademas el promotor de otras grandes empresas en Chile, segun habremos de verlo, merecia por aquella sola la estatua que se le ha erijido en Valparaiso.

§ 6. DiFICULTATADES CREADAS AL GOBIERNO POR EL SERVI- CIO DE LA DEUDA PROVENIENTE DEL EMPR^STITO DE l822; DILIJENCIAS EFECTUADAS PARA ESTABLECER EL SERVICIO DE

ELLA, I SU BUEN RESULTADO. Hemos dicho que el credito que Chile comenzaba a conquistarse en el estranjero habia contribuido a facilitar la organizacion de la compania de na- vegacion en el Pacifico. En efecto, era evidente, que, a pesar del motin de Quillota en 1837, Chile se distinguia entre todos los estados hispano-americanos por el orden interno, por la lealtad en sus relaciones con los estranjeros, i por la seriedad de propositos en la politica internacional, de que habia dado

24. Hallandose poco despues en Londres, daba Wheelwright el 12 de febre- ro de 1844 una conferencia ante la real sociedad de jeografia, sobre Pana- ma, o mas propiamente sobre toda la America Central, estudiada especial- mente bajo el aspecto de la posible comunicacion de los dos oceanos; i del es- traordinario porvenir que ella abriria al comercio universal. Esa conferencia supone un talento claro, conocimientos nada comunes i una admirable pre- cision en las informaciones jeograficas. En Chile fue traducida al castellano i pubUcada en los mimeros 752 i 754 de £^ Araucano

CAPfTULO TERCERO 143

buena muestra en la reciente guerra que habia dirijido con discrecion, i en que habia desplegado un poder de que no se le creia poseedor. Sabiase, ademas, que, asi como en el interior pagaba puntualmente a todos los empleados i a todos los acreedores del estado, cumplia los compromisos contraidos en varios arreglos para el pago de reclamaciones cuya justi- cia habia sido reconocida. Para asentar el credito nacional so- bre bases solidas, faltaba todavia que atender al servicio de la deuda esterna, suspendido casi sin interrupcion desde tre- ce afios atras, motivo de las mas premiosas exijencias de los acreedores, i causa de inquietudes i sinsabores para el gobier- no de Chile.

La historia de esa deuda era en estremo lastimosa. Habia sido contratada en Londres en 1822 por don Antonio Jose de Irisarri, en virtud de un poder en bianco que cuatro anos an- tes le habia dado el supremo director O'Higgins. Esa contra- tacion se habia celebrado cuando, por estar afianzada la in- dependencia de Chile, el emprestito habia llegado a ser inne- sario, i cuando el senado i el gobierno acordaban que no se lie- vase a cabo negociacion alguna. El emprestito, ademas, fue contratado bajo las mas gravosas condiciones. La deuda se establecio por la emision de diez mil billetes suscritos por el representante de Chile, de valor de cien libras esterlinas no- minales cada uno, que los contratistas de esa negociacion, los comerciantes de Londres, Hullet hermanos, se encargaban de colocar a razon deP|sesenta i siete libras diez chehnes; es de- cir, el gobierno de Chile recibia 675 mil libras esterhnas, i se obligaria a pagar un millon, abonando ademas por esta ulti- ma suma el creciddinteres de seis por ciento hast a la comple- ta estincion de la deuda 26. De todos los emprestitos contra- tados en ese i luego en los anos inmediatos por los otros esta- dos hispano-americanos, el de Chile era el mas oneroso, con escepcion de uno de la provincia mejicana de Guadalajara. Todavia en la remision de esos fondos se esperimentaron per- didas no despreciables. Una parte de ellos vino en oro amone-

25. Hemos dadomoticia^mui detallada de la contratacion de ese empresti- to en la Hist, jenerallde Chile, parte IX, cap. XI, § 9.

144 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

dado; pero Irisarri, alegando la dificultad de proporcionarselo en cantidad suficiente, envio un buque i muchos articulos navales o de otra especie que el gobierno no necesitaba, pero que segun aquel se venderian en Chile facilmente i con gran provecho para el estado, i que en realidad produjeron una per- dida.

El uso que se hizo de ese emprestito contribuyo a que fuese todavia mas deplorable. Una parte de el fu^ dada en 1823 en prestamo al gobierno del Peru, que no habia podido pagarla. En junio de i824.aparecia que el gobierno habia gastado im- prodtctivamente en las atenciones administrativas cerca de 700,000 pesos de los fondos del emprestito. En ese mismo ano (23 de agosto de 1824) se traspasaba el estanco de tabaco a una casa comercial (la de Portales, Cea i compafiia), que me- dianteese valioso privilejio i el prestamo que se le hacia de 500,000 pesos en especies estancadas i 300,000 en dinero, se comprometia a hacer el servicio de la deuda esterior, es de- cir, a pagar cada aiio en Londres 355,000 pesos. Por fin, en di- ciembre de 1825, el supremo director don Ramon Freire echa- ba mano de los ultimos 103,000 pesos que se guardaban de los fondos del emprestito, para hacer con ellos los gastos de la segunda espedicion a Chiloe, que dio por resultado la incor- poracion del archipielago al dominio de la Republica. Puede decirse que esos pocos fondos formaron la porcion mejor in- vertida del emprestito de 1822.

Esta deuda, a contar desde marzo de 1822, debia pagarse en dividendos semestrales de intereses i de amortizacion, que vencian a ultimos de marzo i a ultimos de setiembre. Los pri- meros nueve dividendos fueron pagados puntualmente con los fondos del mismo emprestito que se habian dejado en Lon- dres con este objeto. Pero a mediados de 1826 esos fondos estaban agotados; i en setiembre era necesario pagar el deci- mo dividendo. Contrayendo un prestamo usurario, don Ma- riano Egafia, entonces representante de Chile, pudo satisfa- cer ese compromiso; pero no le fue posible pasar mas alia. La casa contratista del estanco habia fracasado en su empre- sa; i despues de haber entregado algunos fondos, insuficien-

CAPfrULO TEECERO 145

tes para cubrir un solo dividendo, se disolvia el contrato con el gobierno (21 de setiembre de 1826); i el monopolio del taba- co volvio a quedar en manos del est ado. Aunque este consi- guio pagar otro dividendo de la deuda esterior en 1830 ^, el hecho efectivo i tremendo era que en 1840, cuando, en una situacion que, gracias a la mas estricta economia, era menos angustiada, el gobierno del jeneral Prieto trato de restable- cer el servicio de aquella, se encontro que montaba a 934,000 libras esterlinas, i que, ademas, se debian veintiseis dividen- dos de intereses. Por pesado que fuese este gravamen, i por penoso que fuera recordar su historia, era forzoso aceptar los hechos como inconmovibles, i no pensar mas que en salir de esa situacion, poniendo a salvo la honra de la patria.

No era Chile el unico estado latino-americano que se en- contraba en esa situacion. Entre los afios de 1822 a 1825 los nuevos estados, incluyendo el Brasil (por 5.200,000 libras) ha- bian contraido emprestitos en Londres por 24.194,571 libras esterlinas, cuyo servicio les habia sido forzoso suspender por causa de la limitacion de sus recursos i de los trastornos civi- les que los ajitaron durante los primeros anos de la vida de na- ciones independientes. ^i Chile que se habia adelantado a los demas paises hermanos en el establecimiento de un gobierno

30. En una nota de la paj. 160, tomo XVI, de la Hist, jeneral de Chile, se encontrara noticia de como se pago ese dividendo en 6 de diciembre de 1830.

31. En la Hist, jeneral de Chile, tomo XV, paj. 70, hemos dado algunas noticias de este jenero. El estudio de los emprestitos contratados por los nuevos estados en aquellos aiios, no ha sido aun objeto de un trabajo espe- cial de algun valor. Tres articulos publicados por don Juan Garcia del Rio en el Museo de dmhas AmSricas (Valparaiso, 1842), no son suficientemente prolijosicompletos.Los historiadores particulares de algunos de estos paises, han dado noticias bastante seguras sobre los emprestitos contratados por ellos. Por esas historias se sabe que si esos estados, no pudiendo satisfacer puntualmente las obligaciones contraidas, suspendieron por un tiempo mas o menos largo el servicio de sus deudas, algunos de ellos fueron victimas de las bancarrotas de las casas comerciales inglesas en que habian puesto su con- fianza. Don Jose Manuel Restrepo, en su Historia de la revolucion de Colom- bia, tomo III, paj. 497, cuenta la quiebra de la casa B. A. Goldsmith en 1826, irrogando a esa Republica una perdida de 402,099 libras esterlinas; i don Lucas Alaman refiere, Historia de Mijico, tomo V, como este estado per- dio en 1827 la suma de 448,908 libras esterlinas por la bancarrota de sus ban- queros Barclay, Herring, Richardson. Ya veremos que Chile sufrio mas tar-

TOMO XIV.— 10

146 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

regular i estable, estaba en el deber de dar el ejemplo del mas puntual cumplimiento de este orden de obligaciones. Una lei de 15 de julio de 1836 autorizo al gobierno para celebrar un arreglo con los acreedores ingleses para el servicio de la deuda esterna, con cargo de dar cuenta de todo al congreso para ob- tener su aprobacion.

Meses mas tarde, cuando Portales preparaba los recursos del pais para Uevar la guerra a la confederacion perii-bolivia- na, resolvio acreditar en Europa un ajente diplomatico, a quien encomendar la adquisicion de algunos elementos beli- cos, i otras comisionesque podian ofrecerse. Su eleccion reca- yo en don Francisco Javier Rosales, que en afios atras (en 1822 i alios inmediatos) habia residido en Europa como ajen- te de negocios de su cufiado don Felipe Santiago del Solar, entonces uno de los mas nombrados comerciantes de Chile. Sin poseer preparacion para la carrera diplomatica, Rosales era hombre de mundo i de corte; tenia practica de los asuntos mercantiles i una gran confianza en si mismo. Su titulo oficial era el de encargado de negocios de Chile en Francia; pero de- bia desempefiar cualquiera comision que se le confiriera*en otros paises de Europa. En 1839, cuando la victoria de Yun- gai puso termino a la guerra esterior i dejo a Chile libre de no pocas atenciones, el gobierno encargo a Rosales que propu- siera a los tenedores de bonos chilenos cierto arreglo para'es- tablecer el servicio de la deuda orijinada por el emprestito de 1822.

Las proposiciones que Rosales hizo a los acreedores de Chile se reducian a lo siguiente. Al capital entonces adeudado (934 mil libras esterlinas) se agregaria la suma adeudada por los treinta i seis dividendos impagos (756,540 libras esterlinas), formando una sola deuda. El gobierno chileno comenzaria a

de una perdida por una causa analoga,pero por una cantidad mucho menor. Sobre el emprestito de^i822, asi como sobre los otros que ha contratado la Republica de Chile, se encuentran abundantes datos numericos en el grueso e interesante volumen de noticias financieras, publicado en 1901 por la di- reccion jeneral de contabilidad, con el titulo de Resumen de la hacienda pu- hlica de Chile. " i

CAPfrULO TERCERO 147

pagarla por dividendos semestrales desde el ano de 1840; i abonaria el interes del 3 por ciento no solo por la deuda que resultaba de la acumulacion de los dividendos atrasados, sino por la primitiva deuda que habia sido contratada al 6 por ciento. Esta proposition era mucho mas equitativa de lo que parece. Sabemos que segun el tipo a que fue contratado el em- prestito, Chile habia recibido 675 mil hbras esterlinas i reco- nocido la obligacion de pagar un millon de libras. El interes del 6 por ciento que debia pagarse por ese millon nominal era exorbitante, casi el doble del mas alto que se solia pagar en Inglaterra. Por otra parte, el gobierno de Chile, efectuando la acumulacion de los dividendos impagos, ofrecia pagar por ellos el interes de un tres por ciento. Pero cualquiera que fuese la equidad de esas proposiciones, ninguno de los estados his- pano-americanos habia hecho hasta entonces a sus acreedo- res estranjeros otras mas ventajosas para restablecer el ser- vicio de sus deudas respectivas.

Los acreedores ingleses, sin embargo, se mostraron intran- sijentes. Rechazaron con indignacion las proposiciones de Ro- sales. El convenio de 1822 i los bonos de a cien libras, decian ellos, ofrecian el 6 por ciento de interes, i era lo que se les de- bia pagar. Pretendian que la suma que resultaba por la acu- mulacion de los dividendos impagos, se agregase al capital, i que, como este, fuera pagado con el interes del 6 por ciento. Rosales, que no tenia facultad para atender esas exijencias, consiguio hacer aceptar, segun el encargo de su gobierno, un arreglo puramente provisorio. En virtud de este, desde se- tiembre de 1840 se seguirian pagando semestralmente los di- videndos correspondientes al servicio de la deuda de 1822. La manera de pagarse la cantidad que resultaba de la acumula- cion de los intereses impagos, seria motivo de un arreglo sub- siguiente que debia celebrarse en Santiago, directamente con el gobierno chileno. El comite de tenedores de bonos de aquel emprestito, acordo confiar su representacion al coronel don Juan Walpole, consul jeneral de S. M. B. en nuestro pais, i a don Alejandro Caldecleugh, caballero ingles de buena posi- cion que residia en Santiago desde algunos anos atras. Los po-

148 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

deres de estos no los autorizaban para celebrar convenios de- finitivos; pero las bases a que arribaron en sus conferencias con el ministro de hacienda de Chile fueron aprobadas con gran satisfaccion por los acreedores ingleses, i el reconoci- miento i servicio de la deuda esterna, como veremos mas ade- lante, quedaron definitivamente arreglados. 32

Si la administracion del jeheral Prieto no alcanzo a cele- brar este arreglo final en un negocio tan complicado, i de tanta importancia para la honra i para el credito de Chile, le cupo la gloria de haberlo iniciado, i de haber restablecido en el he- cho el servicio de la deuda esterior con .las misma lealtad con que se pagaban las demas obligaciones del estado. En efecto, el 30 de setiembre de 1840 nuestro ajente pagaba en Londres 315,194 pesos chilenos (a razon de cinco pesos por libra ester- lina) a los prestamistas ingleses, como valor del dividendo que se vencia ese dia i el que habia vencido el 30 de marzo. Desde entonces la deuda de Chile fue pagada con la mas rigorosa exactitud,dentrodel plazofijado i sin el menor retardo. Hubo una ocasion en que la bancarrota de un banquero puso a nues- tro ajente casi en situacion de no poder cumplir en un semes- tre el compromiso contraido con los acreedores; pero Chile se habia conquistado ya un credito efectivo, i ese ajente hallo facilmente recursos para salir honrosamente de aquella situa- cion 33. Mas tarde, aunque la Republica ha contratado otros i otros emprestitos, i aunque ha tenido que pasar por crisis i

32. Este arreglo fue celebrado, en los principios del gobierno del jeneral Bulnes, por el ministro don Manuel Renjifo i los ajentes ingleses, en enero de 1842, i fue aprobado en 27 de mayo del mismo afio por el comite de los acreedores ingleses. Mas adelante daremos noticia particular de ese arreglo.

33. En 1844 el gobierno de Chile tenia por banqueros en Londres a los se- nores George and James Brown and C* El 20 de setiembre, teniendo en su poder 37,000 libras esterlinas del gobierno de Chile, con que debia pagarse el dividendo de la deuda que vencia el 30 de ese mes, aquellos senores se pre- sentaron en quiebra. El desastre para el credito de nuestro pais, si no se sa- tisfacian^esas obligaciones, importaba mas que la perdida del dinero. El re- presentante de Chile acudio a la casa de Baring hermanos; i esta tomando en cuenta, decia al gobierno chileno (en nota de 28 de setiembre) «la comple- ta buena fe que la Republica de Chile ha manifestado en sus transacciones pecuniarias i en la regularidad con que liltimamente ha Uenado sus compro- misos para con el estranjero», suministro los recursos que se necesitaban, i

CAPfrULO ^TERCERO 149

complicaciones que parecian comprometer todos sus recur- sos, nunca, jamas ha dqjado de cumplir esa clase de compro- misos con la mas severa i rigorosa exactitud.

§ 7. El gobierno de Chile hace construir en Francia UNA FRAGATA DE GUERRA. Tuvo ademas el gobierno en esos anos atenciones de otro orden en Europa, pero que impusie- ron un desembolso relativamente considerable de dinero. Se t rat aba de la construccion de un gran^buque de guerra con que se habia creido establecer solidamente el poder naval de la Republica.

En 1836, al declararse la guerra a la confederacion peru- boliviana, el primer cuidado de Portales habia sido organizar una escuadrilla sobre la base del antiguo bergantin Aquiles, de uno de los buques de la espedicion que organize Freire en el Peru, i que habia venido a entregarse al gobierno de Chile, i de dos naves arrebatadas enelCallao. Esa escuadrilla que sir- vio perfectamente en toda la campana, que se batio con de- nuedo obteniendo senalados triunfos, i que afirmo la prepon- derancia de Chile, era compuesta de debiles barquichuelos de comercio, empleados algunos de ellos en el trafico de cabo- taje,iarmados muiimperfectamente,perotripulados por hom- bres tan vigor osos como resueltos. Un solo hecho bastard para dar a conocer las condiciones de esas naves. En 1840, terminada la campana i trasportado a Chile el ejercito vence- dor, resolvio el gobierno vender siete de ellas por creerlas in- necesarias. La venta se efectuo en Valparaiso en remate pu- blico, i produjo 47,237 pesos 6 reales, 3 cuartillos! ^

Al organizar aquella escuadrilla, Portales hubiera querido tener buques mejores; i no pudiendo proporcion^rselos en es- tos mares, resolvio buscarlos en el estranjero. En 1836, cuan- do Rosales salia de Chile con el titulo de encargado de nego- cios en Francia, recibio la comision .de adquirir un buque de

tomo a su cargo la ajencia financiera de Chile. Pueden verse en un suplemento a El Araucano num. 752 los principales documentos referentes a este asunto. 34. Memoria presentada al congreso de 1 84 1 por el ministro de hacienda don Rafael Correa de Saa. En un apendice puesto por el almirante Uribe Orrego a la tercera parte de su libro Los orijenes de nuestra marina militar, paj. 230, se hallan noticias mas detalladas sobre la venta de esos buques^

150 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

primera calidad por su construccion i por sus dimensiones, para armarlo en guerra, o de hacer construir uno en Europa. Al pasar por Rio de Janeiro, puerto mui frecuentado por bu- ques de todas nacionalidades, buscoen vano uno quefuera po- sible comprar, i que reuniera aquellas condiciones. En In- glaterra, a donde llegaba en enero de 1837, Rosales visito as- tilleros, recojio informes de varias personas ventajosamente colocadas para suministrarlos, pidio propuestas mas o menos detalladas, i pudoconvencersede que una fragata de mui bue- na construccion, de porte de 1,600 toneladas, armada con 46 canones de calibre de a veinte i cuatro, provista de todos los elementos para salir al mar i pronta para recibir los vi- veres i tripulaciones, no costaria menos de 45 a 46 mil libras esterlinas, es decir 236 mil pesos. Hallando sumamente alto este precio, Rosales se traslado a Francia, donde, segun los informes que se le suministraron, se estaban construyendo buques de las mejores condiciones con un costo mucho menor.

Despues de nuevas i mas laboriosas dilijencias, se arribaba a un convenio que pudo creerse satisfactorio. Los senores J. B. Courrau fils i Arman, acreditados constructores nava- les de Burdeos, se comprometian a construir una fragata de las dimensiones i poder, i de las mismas condiciones de los bu- ques de ese porte de la marina real de Francia^ Se pondria trabajo en el astillero inmediatamente despues de firmado el contrato; ocho meses mas tarde, el buque seria botado al agua; i por fin, despues de otros cuatro estaria listo para na- vegar. La fragata seria entregada con su armamento com- pleto, con repuesto de pertrechos i provisiones, para una cam- paiia de un ailo en tiempo de guerra, «bocina en mano», como se dice entre los marines, i en estado de recibir las tripu- laciones i los viveres. Los constructores recibirian por toda paga, i en los plazos convenidos, la suma de 840,000 francos, esto es 168,000 pesos. El contrato fue firmado el 8 de octubre (1837), i ^ mediados de diciembre se iniciaban los trabajos.

En los principios, estos no ofrecieron ninguna dificultad. Los constructores estaban autorizados para emplear piezas

CAPfrULO TERCEBO 151

de artilleria i los demas articulos de fierro, cadenas, anclas, depositos de agua, etc., de fabricacion inglesa, con tal que f ueran de las mismas condiciones que los que usase la marina real de ese pais, i asi se hizo con ventaja para dmbas partes. Pero al querer colocarse la arboladura del ^buque, se suscito una cuestion sobre la calidad i las dimensiones de ella, que fue resuelta en contra de los constructores, i que irrogo a es- tos una perdida crecida. La fragata habia sido lanzada al agua el 4 de octubre (1838), i se hacian en ella los ultimos tra- bajos, cuando se recibio en Burdeos (en el mes de diciembre) la orden superior de no permitir que se embarcasen en ese bu- que armas i pertrechos de guerra, i de prohibir el enganche de marineros. Este era el result ado de una jestion diplomati- ca. Don Jose Joaquin de Mora, el celebre literato espanol que despues de haber desempenado en Chile un importante papel, habia sido dictatorialmente espulsado de este pais en 1831 35, habia ido a asilarse al Peru, donde tomo mas tarde servi- cio al lado del jeneral Santa Cruz. Representando ahora a la confederacion peru-boliviana con el titulo de consul jeneral cerca de los gobiernos de Francia i de Inglaterra, Mora ha- bia obtenido aquella orden, que, sin embargo, no paralizo sine mui accidentalmente los trabajos de construccion de la fragata.

Pero los constructores de esta promovieron tres meses mas tarde una jestion que, por injustificada que fuese, vino a im- poner al gobierno de Chile un nuevo gravdmen. Sostenian aquellos que la construccion de la fragata segun las bases es- tipuladas les imponia una enorme perdida, que, por tanto, no entregarian aquel barco si no se les pagaban doscientos diez mil francos (cuarenta i dos mil pesos) sobre la suma de 840 mil francos que rezaba su contrato. Si esta jestion se hubiera lle- vadoalostribunalesde justicia, seguramente estos la habrian desechado como desautorizada i temeraria; pero Rosales ha- bia convenido por un articulo del contrato (el 21) que todas

35. Vease la Hist, jeneral de Chile, tomo XVI, paj. 28 i siguientes. Recor- daremos tambien que don Miguel Luis Amunategui escribio una noticiosa Vida de don JosS Joaquin de Mora.

152 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

las cuestiones que surjiesen entre las partes serian resueltas por dos drbitros nombrados por ellas mismas. Los arbitros nombrados fueron dos jurisconsult os de reputacion, pero que debian creer que era negocio licito el despojar a un go- bierno hispano-americano en provecho de industriales fran- ceses; i despues de un juicio que, sin razon ni motivo duro cinco meses (del 12 de marzo al 9 de agosto 1839), condena- ron a los ajentes de Chile a pagar a los construct ores 110,000 francos (22,000 pesos) fuera de lo estipulado en el contrato. Asi, pues, i como Rosales habia pagado inspectores de los tra- bajos, comisiones, gratificaciones i otros gastos menores, la fragata costo 209,542 pesos, fuera de unos veinte mil pesos mas en viveres, seguros, adelantos a las tripulaciones, corres- pondencia i gastos personales del mismo Rosales en viajes u otros accidentes. Cuando se conoce la rigurosa economia que tenia que mantener el gobierno de Chile para hacer frente a las mas premiosas necesidades, se comprende que aquel gasto debio parecerle abrumador 36.

§ 8. Lastimosa suerte posterior de estebarco. La fragata, bautizada con el nombre de Chile, estuvo lista para salir al mar enlosultimos dias de diciembre de 1839, es decir, a los dos anos de haberse inciado su construccion 37^ sin em- bargo, solo el 17 de febrero de 1840 pudo darse a la vela. Se creeria que su arribo a Valparaiso en los primeros dias de ju- nio, debio ser mui celebrado. No fue asi, sin embargo. El go- bierno que estaba empenado en reducir todos los gastos pu-

36. Estos hechos constan con muchos pormenores de la correspondencia de Rosales con el gobierno de Chile i de los documentos que la acompaiian; pero existe ademas un opiisculo de 48 grandes pajinas publicado en Paris en 1846 por el mismo Rosales, con el titulo de Contestacion al informe evacuado por el senor comandante jeneral de marina en cuanto dice referenda con la fra- gata Chile. El objeto de Rosales al publicar este opusculo era justificar sus procedimientos en esos asuntos; i para ellos hace una esposicion prolija de los hechos, i reproduce los documentos que a ellos se refiere. De la misma esposicion de Rosales aparece que este se nego a aceptar la compaiiia de un oficial de marina que le ofrecio Portales para que lo ayudara con sus co- nocimientos en cuanto se relacionase con la adquisicion del buque.

37. En lugar de uno que era el plazo estipulado en el contrato. Ya hemos visto lo que motiv6 este retardo.

CAPfrULO TERCBRO 153

blicos a los mas estrechos limites, habia desarmado la mayor parte de las tropas que volvian del Peru, dejando por todo ejercito permanente 2,200 hombres de las tres armas. Del mis- mo modo, ponia en piiblica subasta, como ya dijimos, los bu- ques que habian constituido su poder naval en la ultima cam- pafia. El arribo de una gran fragata que debia ser servida por ocho o diez oficiales i por una numerosa marineria, era, puede decirse asi, una verdadera contrariedad. Avaluabase en 64 mil pesos el costo anual que ella impondria al tesoro, i este gasto parecia enorme, i que nada justificaba. La fragata no desempeno por entonces mas que una comision que la Uevo hasta el Callao, conduciendo un representante de Chile (don Ventura Lavalle). Por un decreto espedido el 30 de marzo de 1841, el ministerio de guerra, servido accidentalmente por don Manuel Montt, como veremos mas adelante, disponia el desarme de la fragata Chile, reglamentandolo en todos sus accidentes para poner la artilleria, las municiones, la jarcia, i los demas articulos navales a salvo de toda destruccion, o deterioro causado por la intemperie o por cualquiera otra causa. Aun se penso en construir sobre el casco del buque una especie de galpon de madera que defendiese la cubierta contra la Uuvia. La fragata en este est ado tendria por jefe un tenien- te de marina, al cual acompanarian dos guardia-marinas i treinta hombres de tripulacion entre piloto i paje. Esas orde- des fueron cumpHdas con toda regularidad.

Sin embargo, no tardo en reconocerse que aquella medida era impremeditada. La guerra entre el Peru i Bolivia, gue se veia venir desde mediados de 1839, i ^^^ ^^ gobierno de Chile, considerandola la mayor de las calamidades que podia caer sobre los dos paises, habia tratado de evitar ya con sus con- sejos, ya ofreciendo su mediacion, esa guerra, temeraria e in- justificada, acabada de estallar. Se anunciaba, ademas, que Santa Cruz, Uamado a Bolivia, se preparaba a abandonar su asilo del Ecuador, de todo lo cual podian resultar las mas es- traordinarias complicaciones i hasta elr establecimiento de la confederacion, destruida en la memorable Jornada de Yun- gai. La fragata Chile fue equipada nuevamente, iacompafia-

154 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

da por la goleta Colocolo, salio para los mares del norte, hasta Guayaquil, segun habremos de contar cuando entremos a re- ferir las complicaciones entre esos dos paises en cuanto obli- gaban al gobierno de Chile a mantenerse en un estado de es- pectativa i de inquietud.

La fragata Chile presto en esas emerjencias buenos i utiles servicios; pero no tardaron en notarse en su casco desperfec- tos mas o menos graves, cuya reparacion imponia frecuentes i no despreciables gastos.Un informe dado el 13 de diciembre de 1845, por el comandante jeneral de marina don Joaquin Prieto (el ex-presidente de Chile) sobre el proyecto de cons- truir en Chile dos buques de guerra, se pronunciaba contra esa idea, recomendando que las obras de esa clase debian eje- cutarse en Europa, i bajo la inspeccion i vijilancia de hom- bres especiales i competentes para que no se repitiera lo que habia ocurrido con la fragata Chile, que habia demandado muchas reparaciones, i que apesar de todo se hallaba casi in- servible, a menos que se hicieran gastos mui crecidos 38. Este informe fue confirmado por comisiones especiales de mari- nos i de constructores navales. Ha sido necesario «el desarme de la fragata Chile, a causa de su inutilidad manifiesta para continuar prestando los servicios a que estaba destinada, de- cia poco despues el ministro de marina. Esta fragata fue mui mal construida, segun lo muestran con evidencia los certifi- cados de algunos peritos comisionados para su reconocimien- to. Por ellos se ve que su construccion se hizo con maderas verdes aun, i de mui inferior calidad; i a esto, sin duda, se debe atribuir el hallarse ahora casi completamente podridas, como

38. El informe de que se trata fue publicado en Santiago en un opusculo xie 25 grandes pajinas con el titulo de Informe mandado pedir por el supremo gobierno al comandante jeneral de marina a consecuencia de la solicitud de don Juan Duprat. Era este un hombre entendido en construcciones navales que ofrecia al gobierno fabricar en Chile dos buques de guerra, asegurando que serian tan buenos como los que salian de los mas acreditados astilleros eu- ropeos. Su propuesta no fue aceptada; pero Duprat formo poco mas tarde en Valparaiso un modesto astillero en que se construyeron uno o dos buques, i en que se repararon algunas naves.

CAPfTULO TERCERO 155

asimismo las continuas i costosas reparaciones que ha ocasio- nado al erario en el breve tiempo que sirvi6» 39.

Antes que entrar en un gasto de 70 u 80 mil pesos para re- pararlo, sin seguridad de obtener un buen resultado, se re- sol vio el desarme parcial de ese barco. Se le dejo fondeado en la bahia de Valparaiso, i se instalo en el la escuela naval'creada por decreto de 12 de junio de 1845. Ese establecimiento, que no conto entonces mas que quince alumnos, disuelto tempo- ralmente dos aiios despues, i restablecido por fin en marzo de 1848, funciono durante largos aiios a bordo de la Chile, lo que no impidio, sin embargo, queestebuquefueraocupadoenalgu- nas comisiones en la costa de la Republica, que desempeno pesadamente, hasta que se le dejo de simple ponton en Val- paraiso.

Es penoso recordar la suerte definitiva i final de este barco. La fragata Chile, objeto de tantas atenciones i de tantos sa- crificios, convertida por su mala construccion, mas que por efecto de los aiios, en un casco inservible para otra cosa que para deposito de carbon, fue barrenada i echada a pique por orden delgobierno, en setiembrede 1865, en la bahia de Val- paraiso, para que no cayera en manos de las naves espaiiolas que venian a buscarnos guerra en busca de plata.

39. Memoria del ministro de guerra i marina don Jose Santiago^Aldunate al congreso nacional, en 1846.

CAPITULO IV

I. Proximidad de la contienda electoral; don Manuel Montt es llamado al ministerio del interior; el rectorado del Institute nacional. 2. Candida- turas presidenciales de los conservadores i de los liberales. sus fuerzas i sus resistencias. 3. Aparece la candidatura del jeneral Blilnes; anteceden- tes de este. 4. Publicacion de un periodico titulada La Guerra a la tira- nia. 5. Cambios en el personal administrativo; don Manuel Montt ocu- pa el ministerio de guerra; renacen los procesos politicos. 6. Acusa- cioni condenacion de LaGuerra a la tirania. 7. Sangrienta sublevacion de los presos del presidio ambulante. 8. Modificacion completa del minis- terio encaminada a servir al triunfo de la candidatura Btilnes; contradic- ciones que se suscitan contra ella. 9. , Convenio celebrado entre los libe- rales i los partidarios de Bulnes para la contienda electoral.. 10. Se veri- fican las elecciones; triunfo jeneral de la candidatura Bulnes.

§ I. Proximidad de la contienda electoral; don Ma- nuel Montt es llamado al ministerio del interior; el

RECTORADO DEL INSTITUTO NACIONAL. El I4 de julio de

1840, como contamos antes, reasumia el jeneral Prieto el go- biemo de la Republica, que durante cinco meses habia des- empefiado el ministro don Joaquin Tocornal con el caracter de vice-president e. Preocupaba entonces los animos la cues- tion electoral que debia resolverse el aiio siguiente con la de- signacion del nuevo jefe supremo del est ado. Habian comen- zado a disenarse las diversas candidaturas, i entre los soste- nedores del gobierno; que segun todas las probabilidades, de-

[:; 168 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

bian ser los vencedores, habia asomado una division que po- dia dar el triunfo a los adversarios, es decir a los liberales que vivian lejos del poder desde 1830.

Estas diverjencias, que habia interes en mantener ocultas, se dejaron ver, o por lo menos presumir por una pequefia mo- dificacion en la secretaria de gobierno. Don Joaquin Tocor- nal, ministro de hacienda, desempenaba ademas desde el 28 de febrero de ese mismo aiio (1840), el ministerio del interior ifrelaciones esteriores, que entonces formaban uno solo. Nue- ve dias despues de haber reasumido el mando, el 25 de julio, espedia el presidente un decreto por el cual eximia a Tocornal, que' representaba el gran exceso de sus ocupaciones, solo del cargo de ministro del interior, dejando, sin embargo, en sus manos las carteras de hacienda i de relaciones esteriores. El mismo dia 25 de julio era nombrado ministro del interior don Manuel Montt.

No era este un hombre nuevo en la politica i en la admi- nistracion. Aunque no contaba mas que treinta i un aiios, reunia en su persona, todos estos cargos: rector del Instituto nacional, profesor de derecho romano i espafiol, ministro de la corte suprema de justicia (de que habia sido antes fiscal interino), i presidente de la camara de diputados. Anterior- mente habia desempenado el puesto de oficial mayor, o sub- secretario, del ministerio de interior; i se contaba que enton- ces habia merecido la confianza del poderoso ministro Porta- les, que lo introdujo cerca del presidente. Este nombramien- to presentaba la anomalia de la particion de un ministerio (in- terior i relaciones esteriores) que siempre habia corrido a car- go de una sola persona. Aunque Montt lo habia aceptado sin dificultad, i asi se publico oficialmente, siguio desempenan- do todos sus otros destines incluso el de presidente de la ca- mara; i solo entro a desempefiar el de ministro el 3 de setiem- bre, despues de la clausura del congreso. 1 Montt entraba al

I. Convocado el coDgreso a sesiones estraordinarias ese mismo ano (1840), don Mannel Montt, ya ministro del interior, presidio la primera sesion el 1.° de diciembre, hasta que habiendose procedido a la eleccion de nuevo presi- dente ese mismo dia, resulto electo don Ramon Luis Irarrazaval. Segun las

CAPfcrULO CUARTO 169

ministerio resuelto a prestar al jeneral Prieto una coopera- cion decidida en la eleccion del future presidente de la Repii- blica.

El nombramiento de Montt habia sido firmado por don Ma- riano Egana, ministro a la sazon, como sabemos, de justicia, culto e instruccion piiblica. El mismo dia 25 de julio firmaba este el nombramiento de rector del Institute nacional, para llenar alii la vacante que dejaba Montt. Espiritu esencialmen- te relijioso, Egaila habia ido a buscar rector en el clero, i ha- bia elejido al presbitero don Rafael Valentin Valdivieso, que antes de tomar las ordenes se habia conquistado una honrosa posicion en el foro, que se habia hecho notar en el congreso, i que en el clero se distinguia en primera linea por su virtud, por su saberjuridico i por su talent o. Aunque Valdivieso pa- recia resuelto a vivir lejos de todo cargo de alguna represen- tacion, i habiase negado a desempeiiar el de obispo de la nue- va diocesis de Coquimbo, acepto la direccion del primer es- tablecimiento de enseiianza de la Republica; pero no llego a recibirse de ella. El 7 de setiembre, a tiempo que Montt to- maba posesion del ministerio, el presbitero Valdivieso escri- bia de su propia mano una renuncia de solo diez lineas. «Cuan- do me preparaba, decia, para tomar posesion del cargo de rec- tor del Institute nacional con que S. E. se sirvio honrarme, han sobrevenido acontecimientos que me impiden absoluta- mente verificarlo, por lo que hago renuncia de el, para que cuanto antes se nombre la persona que debe subrogar al ac- tual rector». Los acontecimientos a que alii se alude eran la intervencion ya bastante manifiesta, como vamos a verlo, del presidente de la Republica en favor de un candidate a la presidencia que no era el predilecte del clero, i la decision que por el manifestaba el ministro Egafia.

Debiende este designar etra persona para llenar esa vacan- te, fue etra vez a buscarla en el clero. Su eleccion recayo esta vez en un clerigo espanol que habia llegado a Chile de fraile franciscano, i que aqui se habia ocupado en la ensenanza de la

practicas parlamentarias posteriores, esa sesion habria sido presidida por el vice-presidente de la camara.

160 UN DECENIO DE LA HISTORIC DE CHILE

gramatica latina i castellana i de las matemdticas element a- les, ampliando en el estudio de estas ultimas los pocos cono- cimientos que trajo de Espana. Don Francisco Puente, asi se llamaba este eclesiastico, habia publicado en 1835 un opuscu- le gramatical que no carece de merito; pero, su reputacion como educador provenia, sobre todo, de su severidad con los estudiantes, resabios de otra epoca de que se contaban los mas curiosos rasgos, que a pesar de todo revelaban un espiri- tu de justicia i de celo por la educacion de sus discipulos. Sin embargo, en 1840, el presbitero Puente contaba 66 afios de edad, i ni su estado mental, ni su estado fisico lo acompafia- ban para el buen desempeno de aquel cargo 2. Su rectorado, que duro dos largos afios i que no podia importar beneficio alguno a la enseilanza, fue un tributo pagado a las preocupa- ciones relijiosas de la epoca. El ministro Egafia, espiritu avan- zado i progresista en otras materias, abrigaba en estas, las ideas mas atrasadas, i a pesar de que no podia ocultarsele el hecho evidente de que el clero en jeneral quedaba mui atras de la cultura que comenzaba a penetrar en la sociedad laica, persistia en confiarle con preferencia la educacion de la ju- ventud como en los dias mas oscuros de la colonia.

§ 2. Candidaturas presidenciales de los conservado- res i de los liberales; sus fuerzas i sus resistencias. La contienda electoral seguia entretanto preocupando los animos i tomando proporciones que en ciertos momentos hi- cieron temer por la tranquilidad publica. Conocidas la situa- cion politica del pais desde diez afios atras i la marcada sepa- racion de los dos partidos que lo di vidian, era lojico suponer que la contienda se trabaria entre dos condidatos: el uno re- presentante de los conservadores o pelucones que estaban en el poder desde 1830, i el otro de los liberales o pipiolos, que

2. El presbitero Puente desempeno hasta fines de 1842 el cargo de rector del Instituto; pero, a pesar de su celo, sus facultades mentales que habian decaido considerablemente, no lo acompanaban en el ejercicio de aquel des- tino. El gobierno, por lo demas, lo nombro miembro de la facultad de teolo- jia de la universidad i canonigo de la catedral d e Santiago, en cuyo rango fallecio en 1859, a la edad de 85 anos, en un estado de completa decre- pitud.

CAPfrULO CUARTO 161

desde ese ano formaban la oposicion, i habian soportado mu- chas i grandes violencias. Sin embargo, las cosas no se presen- taban con esa sencillez, i a mediados de 1840, la situacion po- litica de Chile era bastante completa.

El partido conservador tenia por base principal de su fuer- za, los hombres mas acaudalados de Chile, salvo mui escasas escepciones, grandes propietarios territoriales, representan- tes muchos de las antiguas familias que bajo el rejimen colo- nial formaban la aristocracia del pais, o mineros enriquecidos que obedecian a la fuerza de atraccion ejercida por la prepon- derancia de aquellos. Para todos estos, el gobierno conserva- dor, tal como lo habia cimentado Portales, representaba la paz interior, el respeto a la propiedad, la conservacion del re- jimen oligarquico que ponia el poder publico en manos de unos pocos, con esclusion sistemada de los demas, i en espe- cial del elemento popular, la resistencia a las reformas de ca- racter liberal, i el mantenimiento de la jerarquia social i de los privilejios de que gozaban las altas clases, ya que no ante la lei, ante la practica tradicional, i no por esto menos reales i efectivos. Este partido, numeroso por si, contaba ademas, con toda la administracion publica, con los intendentes, los gobernadores, los comandantes de policia, los empleados de hacienda i casi todos los jueces. Si el numero de esos emplea- dos era entonces mui poco considerable, a tal punto que nin- gun ministerio tenia mas de cuatro o cinco oficiales, incluso el subsecretario, habia en cambio algunos, como los coman- dantes de la guardia nacional, cada uno de los cuales, como hemos dicho antes, podia disponer de un numero crecido de votos. En los cuerpos lejislativos, el partido conservador con- taba con el senado casi entero, i con la camara de diputa- dos, menos diez o doce de estos.

El clero prestaba a ese partido un vigoroso apoyo, i consti- tuia una gran parte de su fuerza moral. No era este, sin embar- go, tan numeroso como podria creerse por la infiuencia que ejercia i por el estado jeneral del pais. Segun los mejores da- tos estadisticos, habia entonces en toda la Repiiblica 460 cle- rigos, de los cuales 186 desempefiaban las funciones de parro- TOMO XIV. 11

16i2 UN DECENIO DE LA HISTOEIA DE CHILE

COS o vice-parrocos, i 526 frailes regulares 3. Pero, aparte de J-a influencia consiguiente que podian ejercer en un pais reli- jioso hast a el fanatismo, en torno de ellos se agrupaba una turba considerable de jentes de diversos ordenes, sindicos, ad- ministradores de cofradias, depositaries o deudores de bie- nes eclesiasticos, que beneficiaban aquel estado de cosas. El clero veia en aquella situacion el restablecimiento de su an- t4gua influencia que habia comenzado a perder bajo el reji- men liberal, la conservacion de sus bienes con la facultad de administrarlos sin dar cuenta a nadie, i el mantenimiento de privilejios entre los cuales se contaba la susbsistencia de tri- bunals especiales para juzgar asi, en lo civil como en lo cri- minal, a los eclesiasticos. No faltaban, sin embargo, algunos de estos, sobre todo en la parte menos f avorecida del clero, aquella a que no alcanzaban las canon jias i prebendas, que dejaban ver simpatias por la oposicion, i aun que, en ocasio-, nes, la Servian activamente.

El partido liberal, mui quebrantado con las persecucio- nes de los anos anteriores, habia comenzado a reponerse con las medidas conciliativas iniciadas por'el gobierno, con el 11a- mamiento al servicio de algunos militares dados de baja, con la suspension de las facultades estraordinarias, con el resta- blecimiento de la libertad de imprenta, con el regreso a Chile de algunos emigrados o desterrados politicos, sobre todo, con el resultado en las elecciones de marzo de 1840, en que habia conseguido hacer entrar al congreso unos doce diputados. A pesar de todo, i a pesar de las ilusiones que suelen f or j arse los partidos en visperas de una campana electoral, los libera- les de 1840 no podian razonablemente esperar un triunfo, a menos de complicaciones inesperadas, i que sus adversaries se dividieran, como ciertos incidentes lo hacian presumir.

En efecto, en el partido conservador se hicieron notar dos

3. Estos datos estan tornados de un gran cuadro estadistico que se dio aluz enlamemoria del ministerio del interior correspondiente al ano de 1842 Ese cuadro estadistico no se reprodujo en la reimpresion que se hizo poste- riormente (1888) de las memorias ministeriales; pero se halla publicado en El Araucano, num. 625.

CAPfrULO CUARTO 163

corrientes desde que se trato de designar el candidato para la futura presidencia. Los hombres que podian llamarse los an- cianos del partido, se habian pronunciado en mayoria por don Joaquin Tocornal, que habia desempenado varios ministe- rios desde 1832, que habia adquirido practica administrativa en el manejo de los negocios piiblicos, i que representaba la tradicion de la politica de Portales, que para aquellos hombres era el ideal del buen gobierno. El clero, en su inmensa mayo- ria, prestaba una adhesion decidida a esa candidatura; i luego Uego a contarse que por su triunfo se habian hecho novena- rios en algunos monasterios de monjas. Una buena porcion de los funcionarios publicos, i entre ellos algunos intendien tes i gobernadores, estaban dispuestos a servir en esta oca- sion al ministro candidato que habia sido su jefe jerarquico. Pero, la nueva jeneracion del partido conservador, los jove- nes que Portales habia elejido entre los me j ores estudiantes para inniciarlos en el servicio publico, i como ellos, muchos que comenzaban a interesarse por la cosa piiblica, no disimu- laban sus aspiraciones a un cambio de politica, a la cesacion del rejimen restrictivo, i a la planteacion de reformas ten- dientes a foment ar el progreso i la cultura del pais. Aun entre los magnates del partido, la candidatura Tocornal encontra- ba ciertas resistencias de notorio significado. Asi, don Maria- no Egana, se pronunciaba francamente contra ella, porque creia que las complacencias por el clero que se habian de seguir al triunfo de esa candidatura, iban a menoscabar i tal- vez a destruir las regalias del estado.

Los liberales, mas o menos conocedores de esa situacion de sus adversarios, se habian ocupado en seiialar un candi- dato de su bando. En otra ocasion habrian designado al efec- to al jeneral don Ramon Freire, a pesar de los graves errores q\ie este habia cometido en la contienda de 1830. Pero Freire estaba desterrado, no se sabia cuando volveria a Chile, ni se podia presumir en que estado de animo se hallaria para entrar o no otra vez a la vida publica. Por un momento, surjio la can- didatura del jeneral don Jose Santiago Aldunate, propuesta no precisamente por los liberales sino por otros hombres que,.

164 UN DECENIO DE LA HISTORIA DB CHILE

como Benavente, habian pertenecido al bando contrario, i se- paradose de el cuando lo vieron asumir una actitud que cali- ficaban de despotica. La candidatura de Aldunate, por los honrosos antecedentes de este, por su caballerosa lealtad, i por la moderacion de sus ideas, habria atraido a ella a mu- chos individuos del partido conservador que rechazaban la candidatura de Tocornal, i habria sido una garantia para los liberales. La mayoria de estos, sin embargo, no queria can- didate alguno que no saliese de sus filas; i sin poder imputar falta alguna al jeneral Aldunate, desech6 la proposicion he- cha en favor de esa candidatura.

Despues de muchas dilijencias, la designacion de los libe- rales recayo entonces en el jeneral don Francisco Antonio Pin- to, que por sus antecedentes, por la elevacion i la probidad de su caracter, asi como por su intelijencia i su cultura, era la primera personalidad del partido liberal. Sin embargo, esa designacion que desagradaba sobremanera al clero i a los ul- tra-conservadores, hallaba no pocas resistencias en el campo liberal. Los mas exaltados de este bando no perdonaban a Pinto que en 1829 hubiera renunciado la presidencia de la Republica, sosteniendo la nulidad de la eleccion *, persuadi- dos de que esa renuncia habia dado motive a la revolucion que arrebato el gobierno al partido liberal. Reprochabanle otros que despues de 1,830 se hubiera mantenido alejado de su partido, sin tomar parte en ninguno de los conatos de le- vantamiento contra el gobierno conservador, i por fin, que hubiera aceptado que este ultimo lo repusiera en 1839 en su rango militar.Esa candidatura, porlodemas, nonaciacon mu- chos aires de bonanza. El jeneral Pinto, hombre desprovisto de ambicion, se habia resistido resueltamente a aceptarla; i solo cediendo a muchas instancias, consintio en prestar su nombre para una evolucion politica que en su sentir seria ab- solutamente frustrdnea.

§ 3. ApARECE la candidatura del jeneral BtJLNES; AN- TECEDENTES DE ESTE. Aquella situacion dejaba lugar para

4. Vease Hist, jeneral de Chile, part. IX, cap. XXX, §§314.

CAPfrULO CUARTO 165

una tercera candidatura. Esta nacio en nombre de la victo- ria alcanzada en la guerra esterior, i amparada por un crecido niimero de adictos i por el poder oficial.

El jeneral don Manuel Bulnes, este era el candidato desig- nado en esas condiciones, servia en el ejercito desde la edad de dieciseis ailos; i entonces se acercaba a los cuarenta. Ha- bia nacido en Concepcion, el 24 de diciembre de 1801, hijo de un militar chileno del mismo nombre, que servia en el ejercito del rei,pero que se plego a la causa de la revolucion,que aban- don© en seguida, tanto poreldesbarajuste en que se hallaba el ejercito de la patria, como por el influjo que sobre el ejercia un hermano eclesidstico, el cura de Talcahuano don Juan de Dios Bulnes, realista furibundo, i emisario del virrei del Peru en mui delicadas comisiones ^. Cuando solo contaba diez afios el nino Bulnes fue inscrito en el rango de cadete en uno de los cuerpos del ejercito de la frontera, a fin de que mas tarde pu- diera iniciarse en la carrera de las armas, que le asegurase su porvenir.

A principios de 18 17, en los liltimos dias del gobierno de la reconquista espanola, mandaba en Concepcion el coronel don Jose Ordonez, militar valiente i entendido, pero de una inflexible severidad. Se anunciaba entonces con todos los vi- sos de verdad, que aquella provincia seria invadida un dia u otro por un cuerpo de tropas que el jeneral O'Higgins habia reunido en Mendoza. Se sabe que esos avisos eran estrataje- mas perfectamente preparadas por los patriotas para obli- gar a los realistas a tener sus tropas repartidas en todo el te- rritorio. Ordonez, paraimpedir que en la provincia de su i^ian- do se organizasen guerrillas o cualquier otro jenero de hostili- dades, hizo arrest ar a todos los jovenes que por sus actos o palabras eran tenidos por afectos a los patriotas. Don Manuel Bulnes i un hermano menor Uamado Francisco, aunque hijos de un oficial realista, fueron reducidos a prision i enviados a la isla Quiriquina, de donde, al parecer, no podrian escapar- se, i debian vivir en el mayor desamparo, sin guardianes i casi sin viveres.

5. Vease Hist, jeneral de Chile, tomo IX, paj. 166.

166 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

El penoso cautiverio de aquellos presos duro hasta media- dos de abril siguiente. Cuando llegaron a la costa inmediata las primeras tropas patriotas, los detenidos en la isla desarma- ron los ranches que les Servian de albergue, construyeron balsas provisorias, i en la oscuridad de la noche se dirijieron a tierra. Treinta de ellos perecieron ahogados en esa aventu- rada travesia. Los demas ofrecieron sus servicios a los jefes patriotas. Los hermanos don Manuel i don Francisco Bulnes fueron incorporados en un cuerpo de caballeria ^. El segundo fue un buen oficial que desempefio largo tiempo la intenden- cia de Concepcion, i que fallecio cerca de treinta anos mas tarde en el rango de coronel.

Su hermano mayor recorrio una carrera mucho mas bri- llante. Desde su entrada al servicio militar, se distinguio por un valor a toda prueba, por su celo discreto en el desempefio de todas las comisiones que se le confiaron, i por una correc- cion de conducta rara en su edad. Bulnes habia hecho su es- treno militar en el sitio de Talcahuano i luego en la batalla de Maipo, pero, su renombre se formo en las tremendas cam- paiias del sur, que Vicuna Mackenna llamaba con tanta ver- dad «la guerra a muerte». Alii conquisto uno a uno sus grados, se distinguio en verdaderos centenares de peligrosisimos com- bates, mando varias espediciones, algunas mui azarosas, a tierra de indios, i en 1829 mandaba en jefe un rejimiento de caballeria con el rango de coronel graduado. Aunque amistoso con muchos de sus compaiieros de armas, residiendo casi siem- pre en los campos, i por tanto, privado de las distracciones sociales de las ciudades, Bulnes no habia tomado los habitos, o si se quiere, los vicios de la vida militar en aquellos aiios. No bebia, ni jugaba, ni nunca tomo parte en tumult os ni des- ordenes de cuartel, sefialandose, por el contrario, por su ape- go a la subordinacion i la disciplina. En los libros de la teso- reria jeneral hemos visto un dato que constituye un elojio de ese oficial. Bulnes no recibia en el sur mas que la mitad de su sueldo, que no era crecido, para que la otra mitad se pagara a

6. Vease Hist, jeneral de Chile, tomo XI, pajs. 133 i siguientee.

CAPfTULO CUARTO IQ",

su madre, dona Carmen Prieto, hermana del jeneral que fue presidente de la Repiiblica. Esta sefiora habia quedado en Chile en cierto desamparo, por cuanto su marido habia par- tido al Peru con otros jefes realistas, i muerto alii, dejando sin esclarecer sus derechos a ciertos bienes hereditarios en la provincia de Concepcion.

Hemos dicho que Bulnes no habia tornado nunca parte en desordenes i motines de cuartel. Sin embargo, la revolu- cion de 1829, que tenia causas i propositos mas altos que una simple sublevacion militar, conto con el desde el primer mo- mento. Toda aquella crisis en que Bulnes desplego sus dotes habituales de actividad i de prudencia, en un teatro mas os- tensible que la guerra contra los montoneros i los barbaros, le granjeo mas alt a nombradia i el ascenso al rango de jene- ral. Dos anos despues, en los primeros meses de 1832, manda- ba la felicisima campafia contra las terribles bandas de los Pincheiras, i puso termino a una guerra desoladora que aflijia a las provincias del sur. Ese triunfo, obra mas de la astucia i de artificiosas asechanzas,lque de la audacia militar, que siem- pre habia fracasado en aquellas campanas, realzo el nombre de Bulnes, prestijiandolo para mandar el ejercito chileno en una gloriosa guerra.

Esa guerra que hemos recordado mas atras en sus rasgos jenerales, i que la historia ha referido en todos sus acciden- tes, granjeo a Bulnes un inconmensurable prestijio i le atrajo en Chile i el Peru todo jenero de distinciones i honores. Al paso que en este ultimo pais se le daba el titulo de gran ma- riscal, i una suntuosa espada de honor, segun ya contamos, en Chile se le elevaba al mas altof rango militar (jeneral de di- vision) i se le concedian honores semej antes, i entre ellos, una rica espada con empuiiadura guarnecida de diamantes. A su regreso a Chile, en diciembre, recibio, en las manifesta- ciones populares i en losactos del gobierno, todas las muestras de simpatia i de aplauso que era posible tributarle. El presi- dente de la Republica le dio un puesto en el consejo de esta-

168 UN DECENIO DE LA HISTOEIA DB CHILE

do, corporacion a que entonces se le acordaba una gran con- sideracion '.

La situacion politica del jeneral Bulnes era mui delicada en esos mementos. Si para muchas personas era el candidate natural e irresistible a la presidencia de la Repiiblica en el proximo periodo, se levantaban contradictores obstinados, asi en las filas de la oposicion como en el gobierno mismo. Dos sucesos ocurridos en febrero de 1840 parecian preparados para daiiar al prestijio del vencedor de Yungai. Fueron estos la declaracion absolutamente injustificada del est ado de si- tio, hecha con el! voto de Bulnes en el consejo de estado; i el proceso mas injustificado todavia, a que dieron orijen los ab- surdos denuncios de Bazan i de Bisama. ^ Advertido sin duda de esos inconvenientes, Bulnes cuido con esmero de no mez-

7. El consejo de estado tenia entonces una organizacion diferente a la ac- tual, que data solo de la reforma de la constitucion. Entonces era compues- to de los ministros de estado i de nueve altos funcionarios o ex-funcionarios, elejidospor el presidente de la Republica, unode los cuales debia ser un jene- ral del ej6rcito o armada. Al plantearse la constitucion, Prieto habia dado este puesto al jeneral don Manuel Blanco Encalada. Designado este en 1837 jeneral en jefe del ejercito espedicionario al Peru, tuvo que abandonar aquel cargo, que no habia de ocupar mas tarde a causa de su alejamiento del go- bierno despues del tratado de Paucarpata. Ese puesto estaba, pues, vacan- te en 1839, i fue dado al jeneral Bulnes.

8. En un opusculo politico que se dice escrito en Valparaiso en marzo de 1 84 1 en sostenimiento de la candidatura liberal, i por tanto en contra de la de Bulnes, se defiende sin embargo a este de las injurias que le prodigaba la prensa periodica; pero se le reprochaban los hechos que recordamos en el tes- te. Dice asi: <<E1 jeneral Bulnes ha sido el bianco de injustas diatribas; pero los hombres imparciales lo juzgan de mui distinta manera. El no tendra co- nocimientos administrativos' i esperiencia de los negocios; pero en cambio sa- bemos que es franco, de espiritu claro, jeneroso, i que siempre el oprimido que lo busco, encontro su credito i sensibiUdad. Una sola falta que nadie po- dra defender, es su injerencia repentina en el consejo de estado, en un asun- to que le era propio (la conspiracion denunciada por Bazan i Bisama), i su voto por (el estado de sitio) quitar las garantias a sus conciudadanos i en- tregarlos a un poder absoluto que nos ha traido tantas desgracias. Este pudo ser un error, a que fue arrastrado por intrigas de que quiza ha sido victima; es una mancha a su reputacion; pero no un crimen que lo aleje de ocupar la primera majistratura de su patria.» Algunas ohservaciones arregladas a los principios i a la opinion de los pueblos de Chile (Santiago, imprenta hberal), paj. 5. Se da por autor de este opusculo a don Pedro Felix Vicuna.

CAPfrULO CUAETO

clarse en asuntos politicos, dejando solo ver sus deseos por la terminacion de ese i de otros procesos que se iniciaron.

§ 4. PUBLICACION DE UN PERi6dICO TITULADO «LA GUERRA

A LA TiRANf A». Aunque la candidatura Bulnes vagaba en la atmosfera de la politica desde meses atras, no Uego a tomar cuerpo sino despues del regreso del presidente de la Republi- ca de su viaje a las provincias del sur. Prieto, procediendo con toda cautela, habia podido imponerse de que esa candidatura contaba con muchas i mui solidas adhesiones entre los inten- dentes i los gobernadores. Estos liltimos eran, en la jenerali- dad de los depart amentos, acaudalados propietarios rurales que contaban a su servicio un numero crecido de inquilinos o vasallos inscritos como electores; i por esto, asi como por el poder publico que estaba en sus manos, representaban una gran fuerza electoral. En Santiago, la candidatura Bulnes ga- naba terreno por si misma, a causa de las perturbaciones que, como hemos dicho antes, se hacian sentir en el seno de los grandes partidos que desde tiempo atras tenian dividida la opinion. En los meses de julio i agosto se hablaba de ella por todas partes, i sus adeptos creian recojer cada dia valiosas adhesiones.

Notard6,sin embargo, en hacerse sentir una atrevida resis- tencia. El 25 de agosto (1840) aparecia un periodico sin dia fijo, de solo cuatro pajinas, casi del tamaiio de un pliego de papel de oficio i de modestisima impresion, pero que iba a te- ner una gran resonancia. Titulabase La Guerra a la Urania; i aunque este nombre, asi como la circunstancia de ser im- preso en la imprenta liberal (la Colocolo, la misma que habia publicado El Diablo politico), i el aparecer como propietario de esa publicacion don Pedro Chacon Morales, comerciante que habia tenido buena posicion, i que era considerado pipio- lo intransinjente,no provenia de ese campo, sino de los amigos de la candidatura ultra conservadora. Sonaba como director de el, don Juan Enrique Ramirez, joven de una familia de buena posicion, dotado de cierta intelijencia i de Jalguna cul- tura, lo que le habia valido que Portales lo ocupase en un puesto de oficial de ministerio, junto con otros jovenes que

170 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

se anunciaban como hombres de provecho, i que mas tarde, en 1843, al organizarse la universidad de Chile, el gobierno lo nombrase miembro de la facultad de filosofia i humanida- des. Pero si Ramirez era estimado por sus dotes intelectua- les, era igualmente conocido por su caracter fuerte i arreba- tado que lo precipito mas de una vez a lances estrepitosos, causa de cuestiones ante la justicia, i de irritantes publica- ciones.

El plan i objeto de este periodico, era, como lo dice su titu- lo, combatir resueltamente la tirania, entendiendo por tal el gobierno del jeneral Prieto, nacido de una revolucion, soste- nido por el fraude i la violencia, usufructuado por aquel i por sus parientes, i preparado para legar la Republica a un mili- tar grosero, sin intelijencia, sin virtudes, i sin mas titulos que lasvictoriasalcanzadas por el valor del soldado i por la casua- lidad. El periodico se proponia ilustrar la opinion del pueblo, para que este se pusiera en guardia, e impidiera la perpetua- cion de la tirania. En sus principios, fue debil en el ataque, palido i poco animado; pero fue tomando calor, i llego a ser el periodico mas provocador i ofensivo que jamas se hubiera publicado en Chile.

Ramirez tuvo sin duda desde el principio algunos colabo- r adores deescaso valimiento; pero luego llegaron dos hombres que entonces se estrenaban en la carrera periodistica, puede decirse asi, i que luego demostraron notables condiciones para ella. Era el primero de estos el coronel graduado don Pe- dro Godoi, militar que en la guerra de la independencia, des- de 1817, en Chile, en el Peru, en Chiloe, habia conquistado sus ascensos con buenos servicios; pero que a causa de los trastornos civiles, habia sido dado de baja en 1830. Reincor- porado al ejercito en 1838, i destinado a servir en el estado mayor del ejercito espedicionario al Peru, Godoi se estreno bien en la campafia, i su intelijencia lo habria Uevado a un alto rango si su espiritu burlon, su propension habitual de reirse i de hacer el ridiculo de sus jefes i de sus compafieros no hubieransuscitado las quejas de estos i obligado a Bulnes aale- jarlo del ejercito, conservandolo sin embargo en su rango i en

CAPITULO CXJARTO 171

sus emolument OS. De regreso a Chile, Godoi habria debido acojerse al partido liberal, que habia sido el suyo-; pero la apa- ricion de La Guerra a la Urania lo atrajo a este periodico ®. Porla claridad i soltura de su estilo„por su injenio para la bur- la, por la acritud acerada de esta, i por su valentia para diri- jir sus dardos aun a los mas poderosos i para desafiar las iras de estos, era Godoi un colaborador precioso para un perio- dico que entraba a la lucha resuelto a todo, i sin arredrarse por consideracion alguna.

El otro colaborador import ante A^ La Guerra a la Urania era don Jose Joaquin Vallejo, que se conquisto mas tarde una alta i merecidanombradia en la literatura chilena.Despues de una vida llena de contrariedades i de accidentes, Vallejo lle- gaba del sur, donde habia desempefiado la secretaria de una intendencia, refiido con su jefe, habiendo sufrido persecucio- nes 1 un proceso,i adquirido la conviccion de que bajo aquel rejimen politico, los funcionarios de ese orden tenian carta blanca para hacer cuanto se les antojase a condicion de que fuesen dociles ajentes del gobierno central, para todo i espe- cialmente para mantener la tranquilidad a cualquier costa i ganar la elecciones ^^. Vallejo fue absuelto en Santiago del

9. Don Pedro Godoi que habia hecho los estudios de colejio en los primeros anos del Institute nacional (1813-1814) i por su talento natural i por el trato con jentes de cierta instruccion, tenia una cultura superior a la de la inmensa mayoria de los militares de su tiempo; pero lo perjudicaba la estra- dinaria volubilidad de su caracter, su espiritu de critica i de sarcasmo que no respetaba nada ni a nadie, i que le atrajeron profundas enemistades, i no pocas persecuciones. Escribio por primera vez en 1830, en un periodico titu- lado El defensor de los militares (Vease Hist, jeneral de Chile, tomo. XVI, pa- jina 7); pero fue La Guerra a la tirania la publicacion en que revelo su gran poder de escritor en la polemica violenta, de que hizo tanto uso en los aiios posterior es.

10. Vallejo habia nacido en Copiapo en 1809, en un hogar mui modesto. Su padre era platero, i de escasos recursos. Sin embargo, fue enviado al ins- tituto o liceo de la Serena, i alii hizo sus primeros estudios. La precocidad de su talento le valio la ventaja i la distincion de que la municipalidad de ese departamento lo designase para ocupar una de las becas gratuitas que el go- bierno habia instituido en el colejio que rejentaba en Santiago el celebre literato don Jose Joaquin de Mora. AUi adquirio Vallejo algunos conoci- mientos i muchos amigos. Cerrado ese colejio por el destierro de su director (febrero de 1831,) se hallo aquel en la capital en el mayor desamparo, i le

172 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

procesoque se le habiapromovido;pero el queria algo mas, la destitucion i el castigo de su perseguidor. Era este el coronel don Domingo Urrutia, intendente del Maule, hombre adicto a Prieto, i amigo personal del jeneral Bulnes, los cuales no po- dian dejar de ampararlo. El espiritu liberal e inquieto de Va- llejo se sublevo con todo eso, i recurrio a la prensa para tomar venganza ya que no habia podido hallar justicia.

Hasta entonces Vallejo no habia publicado mas que uno que otro articulillo de ocasion en algun periodico; pero, en el retiro en que vivia en la ciudad de Cauquenes, habia tra- tado de escribir algo de mas intencion, de que se conservaron algunos borradores. Estos, asi como sus cartas confidenciales a algunos de sus amigos, dejaban ver en aquel modesto em- pleado, notables condiciones literarias. Vallejo no habia leido mucho, porque entonces eran raros los libros, i mas raros aun

fue forzoso hacerse dependiente de una tienda para ganarse la vida, al mis- mo tiempo que concurria a algunas clases en el Institute nacional. Vallejo era de filiacion liberal, pero a pesar de ello i de su modesta posicion, tenia por la vivacidad de su injenio i por la lealtad de su caracter, amigos entre los j6- venes mas distinguidos de la ciudad, sin distincion de bandos. El presidente Prieto, que se lo hizo presentar, le dio en 1835 el destino de secretario de la intendencia del Maule, servida entonces por el teniente coronel don Domingo Urrutia. Durante algunos aiios las relaciones entre el intendente i su secre- tario fueron cordiales. Observaba este una conducta prescindente en politi- ca; i aunque en ocasiones le hablaron sus amigos de movimientos sediciosos, Vallejo seguardo de adherirse aellos, i de denunciarlos. Perolamanera como eran gobernadas las provincias, el despotismo alii imperante, lastimaron su espiritu liberal; i probablemente algunas manifestaciones de este espiritu, le atrajeron la enemistad del intendente, la persecucion i un proceso molesto, engorroso, i al parecer, soberanamente injusto. Aunque trasladandose a San- tiago, fue albsuelto de toda culpa, el pedia la represion de Urrutia; i como es- te hallara amparo en el presidente de la Republica i en el jeneral Bulnes, Va- llejo se lanzo al periodismo con una vehemente pasion que se manifesto en los violentos escritos de que hablamos en el testo.

Recordaremos aqui que existe una Biografia de Vallejo por don Miguel L. i don Gregorio Victor Amunategui, que merece consultarse. Esa biografia, noticiosa i bien escrita, fue publicadaen 1866 en un opusculo de 193 pajinas, que ha llegado a hacerse raro; pero en 1894 ha sido reimpresa en el tomo III de una coleccion de Ensayos biogrdficos de don Miguel L. Amunategui. Ha reproducido este alii dos articulos de los que publico Vallejo en La Guerra a la tirania, que dejan ver el injenio que desplego en esos escritos, i la estremada virulencia de aquella contienda periodistica.

CAPfTULO CUARTO^ 173

en provincia, donde casi no circulaban mas que algun devo- cionarios u otros escrito de piedad. Pero, el tenia la intuicion del arte literario, adivinaba los recursos de que este podia usar, i disponia sus escritos con una rara simetria, perfecta- mente calculada para la claridad i el efecto. Su talento despe- jado, su espiritu observador,le permitian discurrir con orden, con lojica i con buen sentido cuando escribia de serio, i con emocion cuando espresaba los sentimientos de su alma; pero, el gran poder literario de Vallejo, sobre todo en los escritos politicos, estaba en el sarcasmo, en la ironia, en el ridiculo echado a manos llenas sobre sus adversarios. En La Guerra a la tirania, Vallejo fue un contendor terrible, siempre agresivo i destemplado, que no contenia ninguna consideracion, i que hoi no podemos leer sin censurar; pero, mas tarde, perdio gran parte de esa dureza, o mas propiamente, contuvo su ardor i su pasion, i sus escritos demuestran un alto valor literario. Si su vida mui accidentada, distraida por variados afanes po- liticos i por trabajos industriales, le hubiera permitido dejar- nos algo mas que algunas decenas de articulos variados en su asunto, Vallejo habria alcanzado un puesto mui prominent e en nuestra literatura.

§ 5. Cambios en el personal administrativo; don Ma- nuel MONTT OCUPA EL MINISTERIO DE GUERRA; RENACEN

LOS PROCESOS polIticos. La procacidad de la prensa enjen- draba odios e infiamaba las pasiones de partido; pero, no bas- to para detener al gobierno en el camino de franca i resuelta intervencion en que habia entrado. Lejos de eso, el presiden- te de la Republica, i el nuevo ministro del interior, don Ma- nuel Montt, adelantaban cada dia sus trabajos paraasegurar la eleccion presidencial del jeneral Biilnes. Se aseguraron la cooperacion de muchos funcionarios que parecian o estaban comprometidos a servir a la candidatura Tocornal, i aparta- ron de un modo u otro a los que podian ser un estorbo o una resistencia a la que sustentaba el gobierno. De las nueve pro- vincias en que entonces estaba dividido el territorio de la Republica, era la de Coquimbo la que inspiraba mas recelos, por cuanto el partido liberal o pipiolo, tenia alii muchas ad-

174 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

herencias que le habian dado el triunfo electoral en 1840, i que prometian asegurarselo para mas tarde. Era intenden- te de esa provincia don Francisco de Borja Irarrazaval, fun- cionario respetado, que habia ejercido el mismo cargo en San- tiago en alios atras (1833), pero, que se habia dejado ganar las elecciones de diputados en algunos departamentos de su pro- vincia, en marzo de 1840. Irarrazaval fue apartado de ese car- go, i colocado en su lugar don Juan Melgarejo, caballero dis- creto i honorable que, como gobernador de Copiapo primero i en seguida de Valparaiso, habia acreditado prudencia i ente- reza 1*. En Coquimbo, sin embargo, iba a comprometerse con mui poco provecho en la inmediata contienda electoral.

Ese movimiento en el personal administrativo se estendio a otros puestos, i Uego al mismo ministerio. Para Uenar la vacante que Melgarejo dejaba en Valparaiso, fue designado el ministro de guerra i marina don Ramon Cavareda, que ha- bia sido gobernador alii con fortuna en la crisis tremenda de junio de 1837, i ^^^ habia dejado mui buen recuerdo entre nacionales i estranjeros. En esos dias llegaban al gobierno rumores o noticias de planes revolucionarios, que produjeron no pequena alarma en el circulo del presidente de la Repu- blica. Para conjurar todo peligro, don Manuel Montt, con- servando el ministerio del interior, asumia el 15 de diciem- bre el de la guerra en calidad de interino. El gobierno se mostraba resuelto a proceder con toda enerjia contra los au- tores de cualquier proyecto tendente a perturbar el orden publico.

La anunciada conspiracion era una comedia, o algo peor que eso, en que el gobierno no habria debido parar mientes. Dos oficiales de malos antecedentes, que Servian en el escua- dron de husares de la escolta presidencial, don Rafael Soto Aguilar i don Agustin Valdivieso, presentaron al comandan-

II. Valparaiso era entonces un departamento de la provincia de Santiago. Al separarse Melgarejo de ese gobierno, en octubre de 1840, el comercio es- tranjero acordo mandar hacer su retrato i colocarlo en el salon de la Bolsa. Veanse los documentos mandados publicar en El Araucano, num 531 de 30 de octubre de 1840.

CAPfTULO CUABTO 175

te de su cuerpo el 14 de diciembre, el denuncio escrito de una revolucion a que el primero de ellos habria sido invitado, ofreciendosele desde luego una gruesa cantidad de dinero para cuando se hubiera alcanzado el triunfo. Segun ese de- nuncio, los in vit antes a la revolucion eran don Antonio 2P Millan, subteniente que habia sido del mismo escuadron de husares, e hijo de un antiguo militar del mismo nombre, que se habia conquistado la reputacion de valiente en las guerra de la independencia, i un caballero a quien Soto Aguilar no pudo reconocer por entonces. Los denunciantes, despues de varias conferencias, supieron que la revolucion estallaria a principios de enero proximo, que tenia ramificaciones en las provincias, i que en Valparaiso se apoderarian de la fragata Chile, que hacia pocos meses habia llegado de Europa.

Todo aquello no debia causar grande inquietud; pero luego se supoque el desconocido que invitaba, o prestaba su nombre para esas invitaciones revolucionarias, era el coronel retirado don Diego Guzman, militar que habia prestados buenos ser- vicios en las campafias de la independencia, sobre todo en la guerra de montoneros, pero que desde entonces se habia sena- lado por su espiritu turbulento, siempre quejoso de los go- biernos, i siempre hablando de revueltas i de los poderes abu- sivos que era necesario demoler. Aunque Guzman por si i por su esposa, poseia una fortuna considerable, parecia siempre inclinado a revueltas; i aun se contaba que el dia del jurado de El Diablo 'politico habia pasado largas horas en la plaza, con un calor abrasador (era el 10 de febrero), para aplaudir al acusado. Desde el tiempo de O'Higgins se le consideraba fac- cioso incorrejible. ^

Seria tan largo como engorroso, i sobre todo inutil, el en- trar a referir los accidentes de aquel proceso. Los dos presun- tos conspiradores fueron reducidos a prision. Sus confesiones confirmaban en ciertos puntos el denuncio, i lo desautoriza- ban en otros. Segun ellos, los denunciantes eran ajentes pro- vocadores que habian pretendido tentarlos para que entra- sen en el proyecto de revolucion, para denunciarlos en se- guida, provocacion, agregaban, que ellos habian rechazado

176 XrS DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

con indignacion. Guzman confio su defensa al doctor don Jose Antonio Rodriguez Aldea, personaje de gran nombra- dia como antiguo ministro de estado, i entonces uno de los mas notables abogados del foro chileno, i este se empeiio en recordar los antecedentes i servicios de su defendido i el re- tiro voluntario de este de la carrera militar para consagrarse a los trabajos agricolas, lo que demostraba su alejamiento de los planes de motines de cuartel. El defensor de Millan, al que- rer justificar a este, se empeno en dar a conocer los antece- dentes desfavorables de los denunciantes. La causa debia ser fallada por un consejo de guerra reunido el 4 de febrero de 1841. Aunque el proceso no dejaba nada bien comprobado, el fiscal militar, teniente coronel don Mateo Corvalan, reputa- do por su inflexible dureza en est a clase de juicios ^^, pedia para los dos presuntos reos la pena ordinaria de muerte, sea por haber invitado a los denunciantes para hacer una revo- lucion, sea por no haber denunciado a estos, si ellos fueron los provocadores.

Aunque aquel absurdo proceso no habria podido llegar a tales estremos, fue una fortuna para la dignidad de la justi- cia i para el bienestar de los acusados que el consejo de gue- rra que debia juzgarles fuera compuesto de militares de alta graduacion, jenerales i coroneles, que tenian un nombre que respetar, i entre ellos hombres de la mas reconocida benevo- lencia, don Francisco Antonio Pinto i don Francisco de la Lastra. El mismo dia 4 de febrero pronunciaba el consejo de guerra por unanimidad de votos una sentencia absolutoria; i esta era confirmada por la corte de apelaciones constituida en sala marcial ^3. Asi concluyo aquel proceso que la opinion

12. Vicuna Mackenna, Don Diego Portales, cap. XXII, tomo II, paj. 385.

13. Al mismo tiempo que este, se seguia por el juzgado del crimen otro proceso por el delito de conspiracion, que se trato de reunir en uno solo con el que se seguia a Guzman i a Millan. El principal reo de ese otro proceso era un hombre de clase inferior llamado Agustin Antistevan, acusado de conver- saciones i planes revolucionarios. Algunos de los comprometidos en este pro- ceso, fueron condenados a muerte en primera instancia el 27 de febrero de 1 841. La sentencia fue apelada por estos a la vez que por el fiscal Cerda, i el asunto de pasado a la corte suprema. Los reos que permanecian presos, fue-

CAPfrULO CUARTO 177

publica colocaba en la misma categoria que el seguido pocos' meses antes con motivo del denuncio de Bazan i Bisama, i que, sin responder a nada o sin hacer bien alguno, molesto te- merariamente a dos individuos, creando asj nuevas odiosida- des contra el gobierno.

§ 6. ACUSACION I CONDENACION DE «LA GUERRA A LA TIRA-

NfA». Estos ' procesos politicos produjeron como primer, i aun podria decirse como unico resultado, una violentisima re- crudecencia en los ataques i las injurias dirijidas al gobierno por los periodicos de circunstancias. «Hacia largo tiempo, dice don Andres Bello, que se publicaba en esta capital un papel cuyo linico objeto, al parecer, era zaherir i atacar la reputa- cion de gran numero de personas respetables, i representar al pais, nunca mas tranquilo que en la epoca actual, como ajita- do por las pasiones mas desenfrenadas, o bajo el yugo de la mas insoportable tirania. El hechodelaexistencia de seme j an- te escrito publico, sin ocurrir al sentimiento intimo de la na- cion i a lo que todos palpan por si, demostraba suficientemen- te el verdadero estado del gobierno i del pais; del mismo mo- do que la exajeracion en sus infundadas suposiciones contra las personas mas distinguidas i benemeritas, i aun contra fa- milias en masa, acreditaba que solo por su alta posicion i emi- nentes cualidades se habian atraido tan inmerecidos ultra- jes. Con todo, el espiritu de difamacion i de calumnia habia subido a un punto que era de temerse llegase a minar el edi- iicio social en sus cimientos, acostumbrando a la multitud po- 00 educada a mirar en menos la moralidad i la decencia, i a perder toda idea de consideracion i respeto a los primeros ma-

ron puestos en libertad en virtud de la amnistia proclamada, bajo la nueva administracion del jeneral Bulnes. Existe sobreeste procesoun opiisculo de 1 8 pajinas publicado ese mismo aiio con el titulo de Defensa del ciudadano Francisco Rayos por el doctor don Jose Gabriel Palma, que entonces estaba separado de su puesto de juez. Ese opusculo no basta para formarse una idea clara del proceso, pero si para comprender que este era un embroUo sin objeto i sin razon. El ciudadano Francisco Rayos fue mas tarde victima de otro proceso de la misma catadura, porque estos se siguieron repitiendo hasta veinte aiios despues para burla de la justicia, i sin mas resultado que molestar a algunas personas, i hacer odioso el gobierno. TOMO XTV. 12

178 UN DECENIO DE LA. HISTORIA DE CHILE

jistrados. Asi, la vida privada i las acciones mas indiferen- tes del jefe del estado, habian sido presentadas como otros tantos crimenes, o eran espuestas al ridiculo i al escarnio bajo el velo de alusiones o apodos que nadie podia confundir o equivocar. Finalmente, llego el caso en que desembarazan- dose los autores del papel enunciado, de toda traba i de todo embozo, no repararon en atacar directamente i por su titulo al mismo alto personaje, contando talvez con la impu- nidad, por el conocimiento que tenian de su caracter bonda- doso i suave» i*. Cuando se recorren las publicaciones a que se refieren estas lineas, se comprende la irritacion que debia producir a los ofendidos, i el justo temor de que aquellos cru-

14. El Araucano, num. 550,de 12 de marzo de 1841. Las palabras de don Andres Bello dan solo una idea jeneral del caracter de la publicacion a que se refieren (La Guerra a la Urania)', pero ellas no bastan para conocer hasta que punto habia Uegado la procacidad de la prensa en esos dias. Los dos ar- ticulos de aquel periodico que ha reproducido Amunategui en su biografia de Vallejo, suministran mas completa i cabal informacion. En aquel perio- dico eran mui leidas las «noticias de Turquia», invencion de don Jose Joa- quin de Mora diez anos antes, i esplotada ahora por el coronel Godoi con tanto injenio como maliciosa i cruel ironia.. Dando a los personajes chilenos nombres turcos de pura invencion, pero que permitian conocer de quien se trataba, se referian hechos mas o menos ridiculos, pero casi siempre ofensi- vos, que tenian alguna relacion o semejanza con lo que estaba pasando en Chile. El presidente Prieto, era Uamado el tio Abraham Asnul; i ese manda- tario que se distinguia por la suavidad de su trato, por su sagacidad i por la moderacion de su caracter, era presentado como un hombre vulgar, sin inte- lijencia, juguete de intrigantes, arrastrado a todos los abusos, sin lealtad ni consecuencia, mezquino i sin otro movil que la codicia para atrapa;r dinero para si i para sus deudos. Del mismo modo, el jeneral Bulnes, dotado de gran prudencia, reservado, conocedor de los hombres, aunque desprovisto de cul- tura intelectual, esto es, de estudios, sobrio i frugal en sus habitos, era Ua- mado Bulke Borrachei, bei o jefe turco, gran bebedor de cofiac, de jinebra i pisco, habitualmente ebrio, de tanta ignorancia como torpeza, i sumamente grosero. Otros personajes de la situacion, don Mariano Egana (Lord Callam- pa, nombre puesto anteriormente por don Manuel J. Gandarillas), don Ma- nuel Montt,Mon Miguel de la Barra, etc., en una palabra, todos los sostene- dores del gobierno, eran fustigados desapiadadamente; i como todo aque- llo, o casi todo, estaba escrito con soltura i con chiste, i como venia despues del silencio a que habia estado reducida la prensa en anos anteriores, aquel periodico era mui leido, i por todas partes?despertaba la risa, i excitaba el des- prestijio de los gobernantes.

CAPfrULO CUABTO 179

dos ataques i la burla obstinada que se hacia de la autoridad, dieran por fruto el desprestijio de esta.

El presidente de la Republica habia soportado esos ultra- jes con cierta resignacion; pero estos continuaban mas i mas violentos. Algunosamigosoconsejeros de palacio recomenda- ron la adopcion de medidas represivas. El ministro interino de guerra don Manuel Montt, que habia llegado al gobierno con la reputacion, adquirida en el rectorado del instituto, de estar dot ado de una grande enerjia,se encargo dellevar a cabo esas medidas. El i6 de enero de 1841 dictaba un decreto por el cUal se encargaba a la comandancia jeneral de armas, que impartiera orden al coronel graduado don Pedro Godoi de partir inmediatamente a la apartada plaza de Valdivia, donde recibiria las ordenes del intendente respectivo para el desem- peno de la comision que le confiaria el gobierno i^. Visible- mente, aquello era un destierro disimulado para ale jar a Go- doi de Santiago, e impedirle seguir escribiendo en aquel pe- riodico.

Pero aquellamedida no iba a remediar nada. Godoi se nego resueltamente i hasta con altaneria, a cumplir esa orden, de- clarando que preferiria romper sus despachos i cortar su ca- rrera militar a someterse a ese acto de violencia. Se le conmi- no con un proceso ante un consejo de guerra por el delitode desobediencia, sin que Godoi cambiara de determinacion. El presidente de la Republica podia apreciar por las ocurrencias de esos ultimos anos, lo que valian tales procesos; i creyendo, con razon, que el que se promoviese a ese militar no produ- ciria otro efecto que el dar mayor circulacion i boga a La Gue- rra a la tirania, no aprobo que se diese cur so a procedimien-

15. El decreto de que hablamos, dice testualmente asi: ^Santiago, enero 16 de 1 841. El comandante jeneral de armas impartira la correspondiente orden para que el teniente-coronel de infanteria de ejercito graduado de co- ronel don Pedro Godoi se ponga inmediatamente en marcha para la plaza de Valdivia a recibir las ordenes que le comunique el intendente de aquella provincia sobre el cumplimiento de una comision del servicio que debera desempeiiar en la misma provincia; entendiendose que gozara del sueldo in- tegro correspondiente a su clase mientras permanezca en dicha comision. T6- mese razon i comuniquese. Prieto. Manuel Montt.i>

180 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

to alguno de ese orden. Godoi quedo en retire absolute con un sueldo de 838 pesos.

Se penso entonces que la aplicacion rigorosa de la lei de imprenta podria reprimir la procacidad de ese periodico; i se resolvio entablar una acusacion, medida que habia resistido mucho el presidente de la Republica. El fiscal interino de la corte de apelaciones don Manuel Jose Cerda habria querido desde meses atras acusar al periodico que publicaba tales es- critos; pero segun lo prescrito por la lei de imprenta, las in- jurias no podian ser acusadas sino por el ofendido o por sus parientes inmediatos i^; i el presidente se habia resistido a promover tal juicio. Los ultrajes, mientras tanto, eran mas violentos en cada niimero del periodico; i al fin, el fiscal Cer- da fue autorizado por el presidente de la Republica para acu- sar como injurioso el num. 22, publicado el iP de marzo.

Ese proceso, sin embargo, no iba a producir en ningun sen- tido el resultado que se esperaba. Ni siquiera se consiguio descubrir el nombre del autor del articulo incriminado. Al iniciarse la demanda se presento el propietario del periodico don Pedro Chacon Morales declarando que el no era el autor de aquel escrito; pero que estaba comprometido por juramen- to a no revelarlo, i que el asumia la responsabilidad estable- cida por la lei. En consecuencia, Chacon fue puesto en la carcel para responder de las resultas del juicio.

El jurado se reunio el 12 de marzo bajo la presidencia de don Jose Antonio Argomedo, juez de letras en lo civil del de- partamento de Santiago. El diario oficial, El Araucano, pu- blicado ese mismo dia, se felicitaba del orden con que se ha- bia desarrollado aquel juicio, de la rectitud de los jurados, i delacompostura del publico. Sin embargo, si ese dia no se vie- ron los agrupamientos de jente i las turbulencias en las calles que habian alarmado al gobierno trece meses antes cuando la acusacion de El Diablo politico, el juez tuvo que imponer si- lencio a la concurrencia que parecia interesarse en favor del

16. El art. 24 de la lei de 1 1 de diciembre de 1828, dice testualmente lo que sigue: «Los impresos no pueden ser acusados como injuriosos sino por la per- sona injuriada, su apoderado, o por sus parientes hasta el cuarto grado*.

CAPITULO CUARTO 181

acusado. Este, es decir don Pedro Chacon Morales, se limito a leer una esposicion mui pdlida de las circunstancias que lo llevaban ante la justicia, con algunas alegaciones de ningun valor para demostrar que los ultrajes del escrito acusado no tenian el alcance i el significado que se les atribuia. Al fin, los jurados, despues de una madura deliberacion, declaraban in- jurioso en tercer grado el numero 22 de La Guerra a la Ura- nia, i el juez le aplicaba la pena correspondiente, una multa de 600 pesos i7. Chacon Morales o Moran, como la prensa de la epoca lo llama indistintamente, se resistio a pagar est a multa; sometiendose a sufrir la pena de prision impuesta en alternativa. Esa condenacion, sin embargo, no pusp termino a la publicacion de ese periodico. Lejos de eso, siguio dandose a luz en el mismo tono de burla, riendose de todo i aun de la sentencia del jurado, hasta que los primeros pasos, los arre- glos, de que hablaremos mas adelante, vinieron a simplificar la situacion, facilitando el desenlace tranquilo de la contien- da electoral.

§ 7. Sangrienta sublevacion de los presos del presi- dio AMBULANTE. Esc juicio i CSC fallo en visperas de elec- cionesicuando los animos estaban mui excitados por la proxi- midad de la contienda, debieron preocupar grandemente la

17. La misvasL^Guerra a la tirania'en sus niims. 23 i 24 ha'dado noticias so- bre este juicio de imprenta, que no bastan sin*embargo para conocerlo sus incidentes. El distinguido escritor arjentino don Domingo Faustino Sar- miento, que, como veremos mas adelante, estaba entonces en Chile, i toma- ba parte en la contienda periodistica, i escribia correspondencias para el Mercurio con la firma de Pinganilla (este era el nombre de un mono que en- tonces hacia furor en un circo de animales sabios i monos equitadores) refe- ria en el num. del 16 de marzo el jurado de La Guerra a la tirania, desgracia- damente en forma lijera i llena de alusiones dificiles de comprender, en vez de hacer una relacion sencilla i ordenada de lo que pas6. Lo que se ve mas claro es que Sarniiento creia que esa condenacion no produciria la muerte de ese periodico, como, en efecto, no la causo.

El gobierno no lo creia asi, i se preparaba para seguir acusando a los peri6- dicos de oposicion. Como se contara que en el jurado del 12 de marzo el juez Argomedo, que tenia ribetes de liberal, se habia mostrado complaciente con el acusado, el ministerio de justicia, interpretando la lei del caso, dicto el 18 de marzo un decreto por el cual mandaba que en adelante los jurados no fue- sen presididos por un juez civil, sino por el juez del crimen.

182 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Opinion piiblica; pero un acontecimiento absolutamente ines- perado i de un caracter del todo diferente, vino a Uamar ha- cia otra parte la atencion del gobierno, i de los hombres que tenian interes por la cosa publica. Se trataba de una gran su- blevacion de presos de los peores antecedentes, que costaba la vida a unos treinta de estos, pero en la cual habian reco- brado su libertad unos veinte malhechores que habian sido el terror de los campos, i que seguramente iban a volver a su vida de salteos i de los crimenes mas abominables.

A falta de carceles de buenas condiciones para la deten- cion segura de los criminales de mas gravedad, Portales habia inventado en 1836 un presidio ambulante, que en el lengua- je corriente, era denominado «los carros». Consistia este en s6- lidas j aulas de fierro que se colocaban de fijo sobre carretas mui poco mas grandes que las comunes, pero de construccion firme i segura. Las j aulas fueron construidas en una herreria inglesa que funcionaba con gran credit o en Valparaiso. Cada jaula estaba dividida en tres secciones horizontales, i en cada una de estas habia capacidad para seis hombres, que debian permanecer tendidos, porqueno habia espacio para sentarse. Los criminales estaban ligados de dos en dos por fuertes ca- denas sujetas a un solido anillo de fierro remachado en una pierna, a la altura del tobillo. Los carros, tirados por bueyes, se trasladaban de un punto a otro a distancias considerables, para ser ocupados los presidiarios en la apertura o en la repa- racion de caminos. Por penoso que fuera este trabajo, que or- dinariamente duraba el dia entero, era preferible a la deten- cion a que estaban sometidos los presos durante la noche i los dias festivos.

En marzo de 1841, los carros estaban estacionados en Pe- fiuelas, en las cercanias de Valparaiso, donde los presos en niimero de 122, se ocupaban en reparar el camino que condu- cia a Santiago. La guardia que los custodiaba se componia de 34 hombres de buena tropa, a cargo de un oficial llamado don Julian Zilleruelo. Entre los presos habia uno llamado Jero- nimo Corrotea, que por sus audaces fechorias en los campos de diversas proviticias, habia adquirido en casi todo Chile la

CAPfTULO CUARTO 188

mas terrible celebridad. Segun los informes recojidos mas tarde, fue este quien concibio la idea de un levant amiento, que prepare con el mayor sijilo, de manera que aunque fue ne- cesario comunicar el plan a muchos de los presos, la guarni- cion no tuvo noticia alguna, i^ni siquiera sospecha del com- plot que se preparaba.

En la manana del 14 de marzo, dos presos que habian ob- tenido permiso para ale j arse un poco a pretesto de una ne- cesidad corporal, volvian armados de piedras que dispararon sobre el oficial de guardia, a quien hirieron en la cara. En esos instantes, uno de los presos llamado Fernando Trelles, apo- derandose de una hacha que estaba cerca del fogon en que se preparaba la comida, rompia con ella los candados de otros carros, i salian los detenidos. Los sublevados Uegaron asi a componer 55 hombres. Los otros, en numero de 67, no pudi^- ron romper las cerraduras de sus j aulas, i quedaron encerra- dos. Algunos de los primeros lograron apoderarse de unos cuantosjfusiles que descargaron sobre la tropa, sin herir a na- die, i que por falta de municiones abandonaron en seguida, manteniendo la lucha a pedradas, i retirandose en fuga en to- das direcciones. La tropa, repuesta de la primera sorpresa, cargo sobre los fujitivos, persiguiendolos a balazos con el ma- yor encarnizamiento. Veintisiete de estos, i entre ellos el ca- becilla Corrotea, fueron muertos en la reyerta, i ocho grave- mente heridos, quedaron tirados en el campo. Los demas, en numero de'veinte, entre los cuales estaba el caporal Trelles, alcanzaron a ponerse en salvo. De la guarnicion, ademas del oficial que recibio una pedrada, fueron heridos un cabo i dos soldados is.

La noticia de aquel estraordinario i sangriento suceso se estendio con gran rapidez en los campos de los contornos, i

18. El Araucano, num. 551, de 19 de marzo de 1841, publico noticias i do- cumentos referentes a estos hechos. Don Domingo F. Sarmiento, en unos articulos publicados en El Mer curio en setiembre de 1841, con el titulo de Un viaje a Valparaiso, da cuenta de una visita que hizo al presidio ambulan- te que describe solo de paso, pero con algunas noticias curiosas, aunque sin recordar la insurreccion ocurrida seis meses antes. Veanse las pajinas 139-41 del tomo I de las Obras de Sarmiento, ed. de Santiago, en 1887.

184 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

antes de dos horas llego a Valparaiso, sembrando por todas partes la intranquilidad i el espanto, no solo por lo ocurrido sino por el terror que inspiraba la presencia en aquellas cer- canias de veinte bandidos, de la peor clase. En Santiago tam- bien produjo esa noticia un gran descontento. Inmediata- mente se hicieron salir partidas de tropas en persecucion de los fujitivos. Desde el mismo dia comenzo a ajitarse entre las clases dirijentes la Question de hallar un sistema penitencia- rio que hiciera imposible la repeticion de tales hechos. El pre- sidio ambulante, creado por la necesidad, estaba completa- mente desprestijiado como inhumano i como ineficaz para ob- tener la correccion de los criminales. Algunos hablaban de- restablecer un presidio en Juan Fernandez o en alguna otra isla; pero se senalaban las contrariedades a que establecimien- tosde esa clase dan orijen, i sobre todo la subleVacion de 1831, que habia ido a producir tantos estragos en Copiapo i^. Otros se prununciaron por la construccion de una gran carcel peni- tenciaria con talleres industrials i con escuela para la ense- iianza de los presos. Esta opinion triunfo ante el gobierno, ante el publico. Pero la construccion de esa obra, que deman- daba gastos considerables que entonces no podian hacerse, no fue emprendida sino en los primeros tiempos de la nueva administracion; i el presidio ambulante subsistio todavia seis anos mas.

§ 8. MODIFICACION COMPLETA DEL MINISTERIO ENCAMINA- DA A SERVIR AL TRIUNFO DE LA CANDIDATURA Bi5lNES; CON- TRADICCIONES QUE SE SUSCITAN CONTRA ELLA. En eSOS

dias, mediados de marzo, la contienda electoral tomaba ma- yor calor, i se definian mas distintamente los partidos que en- traban en lucha. Para nadie era un misterio que el presidente de la Repiiblica i su circulo prestaban un apoyo decidido a la candidatura del jeneral Bulnes, i que este contaba ademas con casi todas las influencias de la administracion publica. Pero se hacia notar una rara anomalia. Don Joaquin Tocor- nal era tambien candidato, i permanecia, sin embargo, en el ministerio de hacienda. Esta situacion se hizo mas insoste-

19. Vease Hist. Jeneral de Chile, tomo XVI, paj. 88 i siguientes.

CAPfrULO CUABTO 185

nibletodaviacuando sevio que el periodico que mas ofendia i ultra] aba al presidente de la Republica, La Guerra a la Ura- nia, tenia afinidades con uno de sus ministros; o que a lo me- nos simpatizaba con la candidatura de este, i le prestaba su apoyo tratando de desprestijiar a sus rivales. La prensa de esa epoca sefialo esta circunstancia, i poco mas tarde la re- procho con dureza al ministro candidato 20. Aquella situa- cion habia llegado a hacerse insostenible. Don Mariano Ega- na, que se habia pronunciado porla candidatura Bulnes, pero que se consideraba absolutamente inutil para la contienda electoral, presento su renuncia del ministerio de justicia 21.

20. He aqui lo que decia poco despues un periodico: «Por nuestra parte ya no tenemos que maravillarnos de cuanto se ha dicho de este ex-ministro (To- cornal); de la falta de fe imputada a sus compromisos con el presidente de la Republica; de sus ataques furibundos de la prensa, que lo representa i le sir- ve contra el mismo alto persona je i otros elevados caracteres del pais; ni de los que dirije esa prensa contra la administracion i la epoca del ex-ministro, solo por finjirse liberal ahora, para captarse la benevolencia de un partido, o mas claro, para sus fines de puro capitulo*. El Nacional, num. 8, de 21 de junio de 1841. Este periodico, como veremos en seguida, era inspirado por el ministro don Manuel Montt; i el articulo de que estractamos estas lineas era una defensa de este por haber mandado, por decreto gubernativo, hacer nue- vaeleccion en el departamento de San Felipe, medida que en la camara de di- putados impugnaba resueltamente don Joaquin Tocornal. En el tomo XXVII de las Sesiones de los cuerpos lejislativos se encuentran los documentos refe- rentes a este incidente.

21. Por via de nota vamos a dar noticia de dos acusaciones intentadas ante el senado contra don Mariano Egaiia en este ultimo periodo de su mi- nisterio, porque si bien ellos no tenian moviles ni alcance politico, preocu- paron mucho la atencion publica.

Se recordara que bajo el ministerio de don Diego Portales, el gobierno ha- bia pedido a Italia una remesa de frailes a quienes encomendar las misiones de la Araucania bajo la direccion de un prefecto que residia en Chilian. Aquel encargo habia dado los frutos mas deplorables. Los llamados misioneros Ue- garon a Chile en 1838. Algunos de ellos regresaron pocos meses mas tarde a Italia, disgustados del pais, de las misiones i de los superiores. Cuatro que quedaron, ocasionaron molestias mil vecesmayorestodavia.En diciembredel ano referido, el prefecto de misiones que era un fraile vizcaino Uamado frai Manuel Unzurrunzaga, dio a aquellas ciertas instrucciones que debian reglar las tareas en que iban a entrar. Ellos se negaron a aceptarlas, diciendo que no habian venido a America a someterse a la vida comun, ni a tener jefes o pre- fectos, que en Italia habian dejado mui buenos conventos,iquese les habia traido enganados, ofreciendoles condiciones que no se cumplian. Desprecian- do con gran altaneria los mandatos i conminaciones del prefecto que lleg6

186 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Tocornal, a su vez, renunciaba al mismo tiempo el ministe- rio'de hacienda. Ambas renuncias, fueron aceptadas el 27 de marzo; i con este motivo se opero una modificacion casi abso- luta del minis terio.

La separacion de cada uno de esos dos ministros se verifi- caba en condiciones bien diferentes. Egafia se retiraba del presidente de la Republica en calidad de amigo, i dispuesto a prestarle en toda circunstancia el continjente de sus conse- jos i de su adhesion. Tocornal, por el contrario, i por las razo- nes que hemos insinuado, se alejaba de Prieto en terminos de mal encubierta desconfianza. Los dos ministros salientes, se- guirian, sin embargo, ejerciendo funciones publicas en otros puestos. Don Mariano Egafia volvia a servir el cargo de fiscal de la corte suprema que desmpenaba con raro lucimiento des-

a declararlos suspenses de las funciones sacerdotales, tomaron caballos i se dirijieron a Concepcion. Hacia cabeza en esta desobediencia un fraile llama- do frai Alfonso Magnagrecia, hombre turbulento, que a mediados de 1840 aparecio en San Felipe de Aconcagua a pretesto de servir en una casa de ejer- cicios, pero en relalidad para predicar en todas partes contra el pais i contra el gobierno. Mandado venir a Santiago, i en vista del informe fiscal, el minis- tro Egafia, dispuso, con fecha de 3 de junio (1840) que el padre Magnagre cia fuera remitido a Valparaiso con otro de sus compafieros, i detenido en el convento de San Francisco, hasta que se tomase pasaje en un buque i se le hiciera partir para Europa. Pero este encontro alguien que le sujirio la idea de querellarse contra el ministro, acusandolo ante el senado. Esta acusa- cion.quepreocupo mucho la opinion, fue largamente debatida. Don Diego Jose Benavente tomo parte en ella para molestar a Egana; pero este se de- fendio con gran habilidad i tambien con gran conocimiento de la lejislacion civil i canonica, i la acusacion fue desechada. Un periodico de esos dias, El Conservador, num. 9, de 16 de julio (1840), dio noticia de estos hechos, ocu- pando todo el niimero, i publicando un apendice que se refiere a ellos.

La otra acusacion interpuesta contra el ministro Egafia, revestia mucha mayor gravedad. Por un decreto espedido el 24 de enero (1840) suspendia del cargo de fiscal de la corte de apelaciones a don Fernando A. Elizalde, i mandaba encausarlo. Elizalde, que figuraba desde tiempo atras en la politica i en la majistratura, que habia pertenecido a los congresos constituyentes de 1828 i 1833, i que ahora era senador, se hal^ia atraido las tachas de disipado i desidioso. Egafia, en los informes que dio sobre este negocio, decia ademas que Elizalde habia cometido otro delito, que no especifica. Como este acu- diera a la comision conservadora querellandose por la violencia de que se creia victima, ese cuerpo acordo, el 1 1 de febrero, representar privadamente al gobierno que la suspension de Elizalde no estaba comprendida en las fa- cultades del presidente de la Republica. Egafia insistio en su resolucion, pa-

CAPfrULO CITARTO 187

de 1830, i sin mas interrupcion que el tiempo en que el go- bierno lo habia creido indispensable en otras funciones. Don Joaquin Tocornal entraba el mismo dia 27 de marzo a servir la superintendencia de la casa de Moneda, vacante desde 1836 por muerte de don Jose Santiago Portales, i que se habia re- servado, haciendola servir interinamente desde entonces por el contador de aquella oficina.

El cambio total del ministerio quedo solucionado sin la menor dificultad, i en las condiciones mas favorables para fa- cilitar la eleccion del candidato presidencial. Por dos decre- tos de ese mismo dia, don Jose Miguel Irarrazaval entro al gobierno con el caracter de ministro del interior; i don Ma- nuel Montt, conservando en calidad de interino el ministerio de la guerra, paso a ocupar como propietario el de justicia, que habia dejado vacante la salida de Egafia. Por fin, el 14 de

sando"al efecto a la comision conservadora un estenso memorial en que estu- dia la cuestion juridica, i sin destinar mas^que una pocas lineas al caso par- ticular de Elizalde. La comision conservadora, en acuerdo de 26 de mayo, examine de nuevo la cuestion, i dio forma de fallo resolutive a la opinion que por via de insinuacion habia dado en febrero. Como Egana no revocara su decreto, acudio Elizalde al senado, i alii present© su acusacion. Con este motivo public6 un opusculo de 8 grandes pajinas a dos columnas con el titulo de Documentos relativos a la acusacion interpuesta . . , por don Fernando An- tonio Elizalde , qne contienen todas las primeras piezas relativas a este asun- to. El senado se ocupo de el en sesion de 2 1 de agosto, en que, a decir de El Conservador, num. 15, Egaiia defendio sus actos con notable habilidad. La guerra a la Urania, en su num. de 25 de agosto de esemismo ano (1840) dio cuenta mas estensadeesa discusion, que fue terminada con el pronuncia- miento del senado que desecho la acusacion del ministro Egaiia por diez vo- tos contra tres. En esa discusion, en que Egana tuvo que esponer los cargos que hacia a Elizalde por el mal cumplimiento de los deberes de su puesto, se- iialo entre otros, que no hubiera acusado a los peri6dicos que ultrajaban al gobierno i que excitaban a la revuelta. En consecuencia de la resolucion del senado, el fiscal qued6 suspense, pero con el goce de sueldo.

Elizalde no sobrevivi6 largo tiempo a estos sucesos. Por lei de 27 de octu- bre de 1842, el congreso concedi6 a su viuda i familia una pension de cuaren- ta pesos mensuales, que era la que ese mismo dia se concedia a otro majis- trado judicial.

En alios atras, Elizalde habia estado suspendido de sus funciones de fis- cal desde octubre de 1827 hasta octubre del ano siguiente, declarandose to- davia por decreto de febrero de 1829, que debia volver al desempeno de su cargo.

188 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

abril siguiente, era nombrado ministro de hacienda el conta- dor mayor don Rafael Correa de Saa.

Los dos nuevos ministros, Correa e Irarrazaval, no Ueva- ban al gobierno un continjente de luces i de esperiencia. Don Rafael Correa era un antiguo empleado de hacienda que co- nocia un poco la administracion de ese ramo; pero dominada por un fiscalismo intransijente, era ademas enemigo de todo innovacion. En junio de 1825, el jeneral Freire lo habia Ua- mado a ese mismo ministerio, i las primeras medidas que to- mo Correa, habian producido un amotinamiento popular en Valparaiso 22. Su ministerio que solo iba a durar unos pocos meses, caeria/bajo la nueva administracion, en manos mu- cho mas espertas. Don Jose Miguel Irarrazaval, que siendo mui joven, se habia iniciado en la carrera publica en la con- vencion constituyente de 1822, i mas tarde en la de 1833, ha- bia merecido esos honores, ante todo, por su prestijio de ma- yorazgo de una gran familia; i aunque abogado i senador, no se habia hecho notar mas que por un caracter adusto, i por su resistencia a toda novedad. Por lo demas, su ministerio no alcanzo a durar dos meses. El 19 de mayo, hastiado por pequefias contrariedades, i dando por escusa el mal estado de su salud, presentaba su renuncia, i era reemplazado por su hermano segundo don Ramon Luis Irarrazaval que habia sido ministro poco antes (1838-1840), i habia demostrado en ese puesto, junto con un espiritu liberal, condiciones de intelijen- cia i de caracter que habian dejado buen recuerdo, i que le procuraban amistosas relaciones aun entre los adversarios del gobierno.

La preocupacion dominante del nuevo ministerio, era la proxima contienda electoral. Aunque la candidatura del je- neral Bulnes tenia prestijio propio fundado en la victoria, i en las adhesiones que habia sabido conquistarse, i aunque todo hacia presumir que su triunfo era irresistible, el gobierno se empenaba en apartar los obstaculos que se oponian a ella. La prensa de oposicion, o mas propiamente. La Guerra a la Urania, provocando la risa, le hacia no poco daiio. El plan de

22. Vease la Hist, jeneral de Chile, tomo XIV, pajs. 556 i siguientes.

CAPfrULO CUARTO 189

hacer cesar esa publicacion por medio de acusaciones i de mul- tas, habia fracasado; i el periodico, despues de la condena- cion del 12 de marzo, seguia tan arrogante i provocador como dntes. Prefiriose no entrar en nuevas acusaciones, como se habia desistido de los golpes de autoridad, cuyo ensayo habia producido tan malos resultados.

Con mejor acuerdo, se determine publicar un periodico que poner en frente de la prensa de oposicion para contra- rrestar la influencia de esta. Montt, que intervenia en todos estos trabajos, llamo a la redaccion de ese periodico a tres personas que eran tenidas como aptas para un encargo seme- jante: don Domingo Faustino Sarmiento, don Miguel de la Barra i don Rafael Minvielle. El primero de ellos, emigrado arjentino, orijinario de San Juan, hombre sin instruccion or- denada, pero de un vastisimo talento, habia comenzado a es- cribir en Chile, i alcanzo a adquirir gran notoriedad en este pais, i a Uegar en su patria a la presidencia de la Republica, i al puesto, gloriosamente conquistado, de uno de sus mas ilustres i fecundos escritores. Sus otros dos companeros de redaccion, sin estar a esa altura, son tambien dignos de que se les recuerde. Uno de ellos, Barra, secretario de Egafia du- rante su mision a Londres, i luego encargado de negocios de Chile en Paris, habia hecho una gran parte de la campaiia del Peru en la secretaria del jeneral en jefe, e iba a desempeiiar en Chile varios cargos i entre ellos el de intendente de Santia- go. Minvielle, por fin, literato espafiol (orijinario de Jativa, reino de Valencia) se habia ensayado en la ensefianza en Bue- nos Aires, i al Uegar a Chile habia prestado sus servicios en la secretaria del estado mayor durante la ultima guerra, e iba a continuarlos en algunas oficinas administrativas i en la di- reccion de establecimientos de ensefianza. Por entonces, el esfuerzo de los tres se dirijio a defender la candidatura Bulnes contra los ataques de los ultra conservadores i de los liberales. El Nacional, asi se llamo el periodico que ellos publicaron, hizo su aparicion el 14 de abril (1840), i continuo publican- dose sin dia fijo hasta que el triunfo de aquella candidatura estuvo definitivamente alcanzado.

190 UN DEOENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Los adversarios de ella senalaban con mas o menos calor i con mas o menos destemplanza, los inconvenientes de esa can- didatura, llegando a sostener que, si llegase a triunfar, lo que parecia imposible, habria sido una calamidad para la patria. «Alejado constantemente (el jeneral Bulnes) del trato de la parte mas culta de la sociedad, decia uno de esos escritos, no le ha sido posible adquirir aquel tacto, finura i discernimien- to que se requieren para consultar las necesidades de los pue- blos, no ha podido observar la marcha i progresos de la civili- zacion desde un angulo de la Republica, ni penetrar las causas de sus prosperidad i decadencia, atesorando a lo menos aque- Uos conocimientos jenerales que mal se pueden dispensar en el que manda. Su ningun tino i esperiencia en los negocios de gobierno, lo espondran de continuo a deposit ar su confianza i la direccion de los pueblos en quienes no lo merecen;ii facil de desviar en todo aquello a que no se preste su intelijencia, sera siempre la victima de los que lo rodean. Convenzase, pues. el jeneral Bulnes, que los que le allanan el camino del mando supremo, son sus peores enemigos; que los que lo quie- ren colocar en una posicion para la que de ningun modo esta calculado, son los que preparan en' su elevacion una tumba para sus glorias militares» 23. A Bulnes se le reprochaba ade- mas, el ser sobrino carnal del president e Prieto, lo que daria a su eleccion un caracter de sucesion dinastica; el estar al mando del ejercito, lo que haria de su presidencia^el triunfo i el entronizamiento del militarismo; i por ultimo, quqestan- do apoyado con toda enerjia por los intendentes de provin- cia, algunos de los cuales, como los de Concepcion i del Maule, eran tenidos por mandones despoticos i atrabiliarios, estaria

23. Copiamos estas lineas de un opuscule de 16 pajinas titulado Bosquejo de la marcha de la Republica i de la influencia militar en sus destinos, publi- cado en Santiago, con fecha de 10 de abril. Escrito con una estudiada mode- racion en la forma, combate, como se ve, la candidatura del jeneral Bulnes; i aunque artificiosamente, hace la defensa de Tocornal, reprochando al pre- sidente de la Republica que lo hubiese alejado del ministerio que desempe- naba. En ese opuscule no hai censura alguna contra el partido i el candida- te liberal. Entonces, como veremcs mas adelante, se hacian esfuerzos para estrechar las relaciones entre este i los ultra-conservadores.

CAPfTULO CUARTO 191

Bulnes obligado a tolerarlos i a premiarlos, manteniendo asi un rejimen insoportable en una gran parte del pais.

Estas objeciones, sin embargo, no tenian influencia alguna en el dnimo de los adeptos de aquella candidatura. Era in- cuestionable que el jeneral Bulnes, criado en Concepcion en medio de las perturbaciones consiguientes a la revolucion, in- corporado en seguida en el ejercito, no habia tenido tiempo ni posibilidad de hacer estudios de ninguna clase, asi como su vida en las guerras contra los montoneros i los indios no le habian permitido mantener relaciones constantes con algu- nos hombres de cultura superior. Pero, tambien era verdad que bajo las apariencias del soldado natural i llano, mante- iiia una reserva discreta para no avanzar palabras u opinio- nes que pudieran crearle compromisos, que en su carrera mi- litar, asi en el campo de batalla como en el consejo, habia mostrado de ordinario una prudencia, que no escluia, por cierto, los rasgos de audacia; que, por una rara penetracion, poseia un notable conocimiento de los hombres; i por ultimo, que en su trato, ya fuera en los asuntos publicos, ya en las re- laciones familiares, se dejaba conocer al hombre que habia nacido entre jente de buena educacion. Los parciales de Bul- nes, ademas, creian i declaraban que este, lejos de dar impul- so i crecimiento al militarismo, lo contendria con tanta saga- cidad como firmeza en su esfera propia, como habria de con- tener dentro de la orbita de la lei de la moderacion a los inten- dentes i gobernadores, por mas compromisos que hubiese contraido con estos durante la contienda electoral. En apoyo de esta confianza en las dotes de mando que atribuian al jene- ral Bulnes, los parciales de su candidatura recordaban el acierto que ese jefe habia manifest ado dirijiendo, con toda fe- licidad, las dificiles operaciones de la guerra contra los indios i los montoneros, i mas todavia, en un campo mas vasto i mas complicado como habia sido la campana contra la confedera- cion peru-boliviana, en que, estando rodeado de dificultades militares, administrativas, politicas i hasta diplomaticas, ha- bia sido siempre afortunado. Si todo esto, se decia, es debido a que siempre tuvo a su lado buenos consejeros, es seguro que

192 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

en el gobierno tendra el mismo discernimiento para elejirlos, i que sabra reglar su conducta a los dictados de la razon i de la esperiencia de los hombres mas aventajados.

§ 9. CONVENIO CELEBRADO ENTRE LOS LIBERALES I LOS PARTIDARIOS DE Bl^TLNES PARA LA CONTIENDA ELECTORAL.

Si las objeciones que se hacian en contra de la candidatura del jeneral Bulnes no bastaban para arrebatarle el prestijio fundado en la victoria alcanzada en una guerra esterior, la amenazaba otro peligro que alarmo seriamente a sus adept os.

Como sabemos, tenia esta candidatura dos ordenes de ad- versarios, los ultra-conservadores, apoyados por la inmensa mayoria del clero, que proclamaban por candidato a don Joa- quin Tocornal; i los pipiolos o liberales de 1830, que habian proclamado al jeneral don Francisco Antonio Pinto. Si el pri- mero de estos bandos contaba en sus filas, aparte de presti- jiosos eclesiasticos, muchos hombres de ventajosa posicion social por sus fortunas i sus relaciones de familia, no tenia en realidad fuerzas para entrar en una contienda electoral, si no contaba con el elemento administrativo de que habia sido despojado. Los liberales por el contrario, ocupando una posi- cion subalterna respecto de aquellos, por el rango i la fortuna de sus adeptos, poseian una fuerza mucho mayor en la opinion i formaban el linico bando que habria podido entrar en lucha contra la candidatura del jeneral Bulnes. Pero los liberales no tenian verdadera fe en su triunfo. Persuadidos de que les seria imposible alcanzarlo teniendo en contra la intervencion oficial o gubernativa en todas sus manifestaciones, mas de una vez pensaron, a lo menos muchos de ellos, en desistir de toda lucha, que seguramente seria esteril. El jeneral Pinto que, a su pesar, habia aceptado el papel de candidato, habria aprobado ese desistimiento, si de el hubiera podido salir el triunfo de los principios de una politica moderada, sin perse- cuciones i sin anarquia.

De esta situacion resultaron proposiciones de alianza entre los ultra-conservadores i los liberales. Los primeros, al paso que desaprobaban la candidatura del jeneral Bulnes como depresiva para la cultura nacional, como el entronizamiento

CAPfrULO CFARTO 193

del militarismo, i como una escandalosa sucesion dinastica^ se empenaban en hacer recaer sobre el jeneral Prieto i sus intimos la responsabilidad completa de las medidas violen- tas i represivas de los ultimos diez aiios. Habia muchos libe- rales que oian esas insinuaciones mas o menos favorablemen- te; i a pesar de la resistencia que oponian muchos otros, pudo creerse como posible la alianza de aquellos dos bandos de an- tecedentes tan opuestos, sin que, sin embargo, Uegaran a se- nalarse fijamente las bases de acuerdo. Todo esto demostra- ba que un gran numero de los liberales que se empenaban en estas contiendas, ajitandose apasionadamente, carecian de ideales fijos. I

La prensa periodica de esos dias era compuesta por un nu- mero considerable de periodicos (14 o 16, inclusos los de Val- paraiso i la Serena), en parte de pequeiias dimensiones, sin dia fijo, i de vida tan efimera que algunos de ellos despues del primero o segundo numero, dejaban de publicarse. Esto, es verdad, demuestra el movimiento jeneral de la opinion en la proximidad de las elecciones; pero por la pobre redaccion del mayor numero de esos periodicos, i mas que eso todavia, por las reservas que en muchos de los accidentes de la lucha so- lian imponer las conveniencias de los partidos, ellos no dan completa luz sobre esas evoluciones. Esos periodicos, ademas, parecian no preocuparse de otros aconteciriiientos por gra- ves que fuesen, si eran estraiios a la contienda electoral '^*.

24. Esto fue lo que sucedio respecto de la insurreccion de los presos de los carros de marzo de ese ano (1841); que si bien merecio ser referida i comen- tada atentamente por El Araucano, no fue mencionada en otros periodico.s Otro suceso de mui distinto caracter, preocupo estraordinariamente la aten- cion publica dos meses i medio mas tarde, i sin embargo, casi no dejo vestijio en la prensa de la epoca.

El 31 de mayo (1841), poco antes de las nueve de la noche se produjo un voraz incendio en el antiguo templo de la Compaiiia. Favorecido por los al- tares, columnas i artesonados de madera, el fuego se propago con una rapi- dez asombrosa, i en pocos minutos Uego a la torre, enorme construccion tam- bien de madera, que ardio entera, iluminando a toda la ciudad. Esa torre tenia un magnifico reloj, construido en Chile un siglo antes en los talleres que los jesuitas tuvieron en la hacienda de la Calera, i que durante ese siglo fue el regulador por el cual se arreglaban los relojes en Santiago. Un periodico

TOMO XIV. 13

194 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

Sin embargo, no faltan del todo las noticias escritas i los he- chos para conocer i apreciar aquella situacion.

El iP de junio, al abrirse las sesiones del congreso, don Jose Francisco Gana, diputado liberal por el departamento de Elqui, presentaba a la camara un proyecto de once articulos destinado a completar la lei vijente de elecciones. Cada uno de esos articulos tendia a correjir o evitar los abusos que en la practica se habian introducido, i hechose sobre todo evi- dentes en las elecciones de marzo de 1841; los votos marca- dos con.sellos o senales, los escrutinios sin testigos, la vota- cion de los|Jguardias[nacionales uniformados i bajo la inspec- cion de sus jefes. Ese proyecto, aunque modificado en varios puntos, merecio la aprobacion de la camara de diputados; pero si bien el 21 de junio fuePenviado al senado,' era ya dema- siado tarde para que mereciendo la aprobacion, hubiese ser- vido en la eleccion que debia verificarse los dias 25 i 26 de ese propio mes. En otros momentos, ese retardo habria sido con- siderado una gran contrariedad; pero entonces se esperaba, como vamos a verlo, que en virtud de los acuerdos de los par-

de la epoca, El Elector Chileno, num. 9, destino ocho lineas a referir ese in- dio en un articulillo referente a la apertura del congreso: tan poca importan- cia se daba entonces a las noticias locales. Ese incendio, sin embargo, produ- jo una grande emocion, i dio orijen a las mas singulares invenciones sobre el orijen del fuego, i a todas las aberraciones del mas insensato fanatismo. A pedido de algunas personas de cierta cultura, don Andres Bello compuso un canto elejiaco {El incendio de la Compania) que fue publicado en un opuscu- lo de 12 pajinas, reimpreso en otras ocasiones, recopilado entre las obras poe- ticas del autor, i mui aplaudido por todos los hombres de buen gusto que han podido conocerlo.

El dia siguiente de aquel incendio (i.o de junio) debia abrirse el congreso, i desde antes de amanecer caia una Uuvia torrencial. El presidente de la Re- publica, los ministros i la comitiva oficial debian trasladarse de Ja casa de go- bierno (donde hoi se levanta el Correo), a la sala del senado (donde hoi esta la Biblioteca nacional). Ese trayecto debia hacerse a pie, i la etiqueta prohi- bia el uso del paraguas. Para obviar en parte el inconveniente que resultaba de aquello, se mando abrir la Catedral i la comitiva desfilo por el interior de ella. Pero quedaba por recorrer una porcion de la calle de la Bandera, que por estar al costado del templo de la Compania habia quedado des- pues del incendio cubierta de maderas i de-escombros. La policia haciendo trabajar a los detenidos del presidio en medio de la lluvia, consiguio desem- barazar la calle para que pasase el presidente i su comitiva; pero todo aque- llo impuso grandes afanes a la autoridad local.

CAPfTULO CUARTO 196

tidos, esta eleccion se efectuaria con la mas perfecta legali- dad.

El solo rumor del proyecto de acercamiento i de posible alianza entre los liberales i los ultraconservadores, habia alar- mado seriamente a los directores de los trabajos electorales en favor de la candidatura del jeneral Bulnes. Si bien el triun- fo de este parecia incuestionable mientras los otros dos par- tidos se mantuviesen separados i con candidatos diferentes, no podia abrigarse la misma confianza si estos reunian sus fuerzas i se resolvian a votar todos por una sola persona. Re- sueltos a impedir a todo trance que se celebrase tan temible fusion, los parciales de la candidatura Bulnes pusieron en jue- go todo jenero de empefios para entenderse con el directo- rio liberal a fin de llegar a un arreglo que evitase ese peligro. Los jenerales don Manuel Blanco Encalada i don Jose San- tiago Aldunate sirvieron de intermediarios para acercar a los bandos opuestos; pero el jeneral Bulnes i sus mas discretes amigos, acordaron llamar a don Manuel Renjifo, que residia casi habitualmente en el campo 25, i utilizar sus servicios en aquella negociacion.

Desde su salida del ministerio en 1835, Renjifo habia vivi- do apartado de la politica, i solo en 1839 habia ocupado su asiento de senador, e impugnado alii algunos de los articulos del proyecto de lei de imprenta; pero a fines de ese afio habia perdido ese puesto en el sorteo practicado, segun la constitu- cion (art. 7 transitorio) para la renovacion del senado. En las elecciones de 1840 no habia obtenido puesto alguno en el nue- vo congreso; pero habiendose anulado la de diputado por San Felipe, i repetidose en marzo del aiio siguiente (1841), Renjifo fue llamado a ocupar ese puesto. Esta nueva eleccion, verifi- cada en virtud solo de un decreto espedido por el ministro del interior don Manuel Montt, daba lugar a reparos, e iba a ser objetada en el congreso.

25. En la hacienda de Vichiculen (en la actual comuna de Llaillai) pro- piedad de su suegro (don Agustin Vial, muerto en 1838) que Renjifo habia tornado en arriendo. La produccion de ese fundo era entonces mui hmitada; pero Renjifo habia establecido ademas hornos de fundicion.

196 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

Pero Renjifo no necesitaba del titulo de senador para el desempefio de su encargo. Sus antecedentes lionorables i su ninguna participacion en las violencias i persecuciones del ultimo decenio, le daban prestijio para ser bien recibido por los liberales; i en efecto, pudo reunir en su propia casa a los hombres mas caracterizados de los dos partidos. Los minis- tros Irarrazaval i Montt asistian a esas reuniones para con- firmar las seguridades que debian darse acerca de los propo- sitos del gobierno, i de la conducta que este seguiria en el de- sarroUo de la contienda electoral. Uno de los actores en estos negocios por parte de los liberales, refiere que mientras el pri- mero de esos ministros se mostraba asequible, prometiendo el fiel cumplimiento de lo que se pactase, el segundo se mos- traba obstinadamente reservado, i casi sin desplegar los la- bios. En las primeras conferencias estuvieron para romperse las negociaciones, por el deseo o los compromisos que algu- nos de los liberales tenian con la candidatura Tocornal, pero el mayor niimero de ellos se mostraba mas dispuesto al arre- glo que proponia Renjifo, i que, como vamos a verlo, no im- portaba para los liberales la abjuracion de su candidato i de sus principios.

Despues de varias conferencias, en la noche del 21 de mayo, en una reunion de unas sesenta personas, fueron proclama- das las bases siguientes: Los dos partidos concurririan a la contienda electoral de los dias 25 i 26 de junio, sosteniendo cada cual el candidato propio que tenia proclamado. El go- bierno se comprometia a respetar i a hacer respetar la lei en la eleccion, i al efecto se ofrecia a espedir ordenes a las pro- vincias, para que las autoridades subalternas guardasen esa actitud legal. La union de los dos partidos se estrecliaria des- pues de la eleccion, cualquiera que fuesen el result ado de est a j el candidato triunfante; de tal suerte que si result aba elejido el jeneral Pinto, seria el jeneral Bulnes el apoyo del nuevo go- bierno, i el defensor de las libertades publicas; i si triunfare este ultimo, los liberales le prestarian su cooperacion, i serian, segun las palabras muchas veces repetidas en aquellas confe- rencias, las columnas de la administracion. El nuevo gobier-

CAPfTULO CUARTO 197

no se instalaria dando una amnistia jeneral por todos los deli- tos politicos, que pusiese termino a los procesos, las confina- eiones i destierros; i reincorporaria en el ej^rcito a todos los militares dados de baja despues de 1830, i que no hubiesen sido reincorporados en los tres ultimos anos. Este acuerdo, sancionado i aplaudido con grande entusiasmo, dio orijen a las mas espresivas manifestaciones de contento entre las per- sonas que habian concurrido a celebrarlo. Al separarse des- pues de la ultima conferencia, se abrazaban con la mayor efu- sion los hombres mas prominentes de los dos bandos, decla- rando que se habia realizado la union de los chilenos, i la es- tincion de los antiguos odios. «Hoi hemps hecho la revolu- cion mas feliz i mas honrosa para Chile», decia el jeneral Blan- co con todo el ardor que sabia imprimir a sus palabras. El convenio que se celebraba con tanto contento no descansa- ba, sin embargo, sobre compromiso alguno escrito i firmado, sino solo sobre la palabra de los hombres que se habian aso- ciado en nombre de los intereses mas caros de la patria.

Esas manifestaciones eran perfectamente sinceras de par- te del mayor numero de los hombres que tomaban parte en ellas. Por otra parte, en esos dias se hizo publico que se ha- bia concertado el matrimonio del jeneral don Manuel Bulnes con la hija mayor del jeneral don Francisco Antonio Pinto; i ese enlace era considerado un lazo de union indisoluble en- tre los dos bandos. El jeneral Pinto, que nunca habia mostra- do apego a la candidatura, que estuvo muchas veces para re- nunciarla, i que si no lo hizo fue solo por no aumentar el des- concierto consiguiente a la contienda electoral, sabia de so- bra que la eleccion Uevada a cabo bajo aquel acuerdo, debia inevitablemente elevar al jeneral Bulnes a la presidencia de la Republica. El jeneral Pinto, creia, ademas, i con el los mas juiciosos entre los liberales, que el nuevo gobierno daria a Chile un periodo de paz, sin procesos ni persecuciones politi- cas, de hbertad sin anarquia, de tolerancia para todas las opi- niones, i que buscaria sus colaboradores en los diversos par-

198 TIN DECENID DE LA HISTORIA DE CHILE

tidos, i solo segun las cualidades i los talentos que aquellos hubiesen demostrado 26.

§ 10. Se verifican las elecciones; triunfo JENERAL DE LA candidatura Bi^lnes. Los dos partidos que celebraron aquel arreglo, se manifestaban determinados a respetarlo fiel- mente en todos sus aprestos para la proxima contienda elec- toral. Asi en la prensa como en el trato social, se guardaban mutuamente la cortesia que debia esperarse entre aliados. En cambio, unos i otros, i mas todavia los parciales de la can- didatura Btilnes, mostraban una separacion pronunciada de los sostenedores de la candidatura ultraconservadora. En al- gunos escritos de la prensa daban a esta el calificativo de omi- nosa, i a sus parciales los dictados de reaccionarios, retrogra- dos, empefiados en restablecer el viejo rejimen, si no en la forma monarquica absoluta, en su espiritu i en sus resisten- cia a la luz i alprogreso. En algunas hojas sueltas de aquellos dias, Tocornal era atacado con gran dureza. Se le hacia res- ponsable de los ultrajes inferidos a Prieto en los papeles que sostenian la candidatura Tocornal, en los momentos en que

26. Los periodicos de la epoca, que, comohemos dicho, eran numerosos, han consignado mui escasas noticias sobre estos sucesos. Asi, el Elector chi- leno, que publicaba don Pedro Felix Vicuna en su num. 8, de 28 de mayo, solo destino un articulo de menos de una columna a referir la reunion del 21 de ese mes, sin entrar en pormenores, i sin consignar los acuerdos tomados, omision que mas tarde esplicaba como pedida por los representantes del go- bierno. En un periodico de la Serena, titulado La Estrella del norte, publica- do para sostener la candidatura Bulnes, en su num. 5, se habla de esos arre- glos como «una feliz idea sujerida por don Manuel Renjifo», pero sin dar no- ticia alguna concreta de sus bases. Don Ramon Renjifo, en la noticiosa bio- grafia de su hermano don Manuel (Santiago, 1845), ha recordado estos he- chos, pero sin entrar en pormenores. Don Pedro F. Vicuiia publico en Lima en 1846 un opusculo de 57 pajinas, con el titulo de Vindicacion de los princi- pios e ideas que han servido en Chile de apoyo a la oposicion en las elecciones populares de 1846. Comienza alii refiriendo los sucesos relacionados con la eleccion presidencial de 1841; i ya referido con mas estension, pero sin toda la luz conveniente, la celebracion de los arreglos de que hablamos en el tes- to. Por lo demas, esos hechos dejaron un vivo recuerdo entre los contempo- raneos. En aiios pasados 01 contar estos hechos con muchos pormenores a algunos de los hombres que tuvieron parte principal en ellos; i esos informes que conservo fijamente en la memoria, me han ayudado para hacer esta re- lacion.

CAPfrTTLO CTJARTO 199

este era todavia ministro de est ado. Se le reprochaba ademas el haberse apoderado por si mismo de la superintendencia de la casa de moneda, mientras desempenaba el ministerio de hacienda. Estos cargos, bastante duros, eran la replica de los repetidos iofensivos ataques dirijidos contra el jeneral Bulnes cuyo prestijio iba siempre en aumento.

El triunfo de la candidatura de este podia darse por incues- tionablemente asegurado. Los mismos liberales parecian creerlo asi; pero se afanaban empeiiosamente por sostener i afirmar la candidatura del jeneral Pinto para complacer a sus correlijionarios, i para dejar ver que al celebrar los pac- tos del 21 de mayo, lo habian hecho contando con fuerzas considerables que les daban derecho a una justa represent a- cion en el gobierno del pais. Ambos bandos creian que los ultraconservadores estaban en una diminuta minoria ante la opinion de todo el pais, i que, si desconociendo su verdadera situacion, se obstinaban en ir a la lucha, iban a sufrir una inevitable derrota.

Sin embargo, un accidente inesperado vino a producir cier- ta alarma en aquellos dos partidos. El 4 de junio celebraba la camara de diputados su primera sesion de ese afio; i elejia presidente de ella a don Joaquin Tocornal 27, La'mayoria que este obtuvo, i que, segun se vio en seguida, era puramen- te ocasional, alento a sus partidarios. Llegaron a creer que siendo tres los candidatos entre quienes se iba a dividir la vo- tacion, ninguno de ellos tendria mayoria absoluta, i que en- tonces, segun lo dispuesto por la constitucion (art. 69-72), tocaba al congreso perfeccionar la eleccion. Llegado este caso, el triunfo seria del que tuviera mayor numero de adeptos en los cuerpos lejislativos; i los ultraconservadores creian ha- llarse en esa situacion, desde que estos habian sido elejidos en marzo de 1840, bajo el ministerio del mismo Tocornal. Pa- rece que los partidos contrarios a este, concibieron por el mo-

27. La acta de esta sesion de la camara de diputados se limita a decir que Tocornal fue elejido por mayoria de votos, sin espresar quien era el candida- te opuesto, i sin consignar dato alguno para apreciar el estado de la opinion en esa rama del poder lejislativo. Por lo demas, las actas de las sesiones de esa camara eran mui sumarias, i en jeneral mal redactadas.

200 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

mento alguna inquietud, pero la eleccion iba a demostrar de la manera mas evidente que esos recelos eran absolutamente infundados. ,

La contienda estaba empenada en casi toda la Republica; pero en algunos departamentos tenia que ser mui floja, por- que solo el partido oficial poseia en ellos elementos electora- les. En cambio, en la dilatada provincia de Coquimbo, for- mada entonces por la que hoi lleva ese nombre, i por la actual de Atacama, los liberales tenian una gran superioridad. Los circulos politicos de Santiago, comunicandose a todas partes por medio de sus ajentes, mantenian cierta unidad en los tra- bajos electorales, dando la norma de ellos a las provincias. En todas partes las juntas directivas proponian como electo- res a las personas mas prestijiosas del partido dentro de la lo- calidad.

En Santiago, se formaron tres listas de electores, en repre- sentacion de los tres partidos contendientes, de veintiun nom- bres cada una. Como signo de las ideas del tiempo, senalare- mos aqui que las tres listas daban por primer nombre el del arzobispo de Santiago don Manuel Vicuna, i en seguida pre- sentaba cada una los de las personas mas notables del bando. Aun podria decirse que en esas tres listas estaban inscritos casi todos los hombres mas notables de la capital, por su for- tuna, por su ilustracion i por sus servicios. Los tres partidos habian recolectado fondos para subvenir a los gastos de la eleccion. Estos no eran entonces mui considerables. Existia el cohecho, la compra de votos; pero en pequeiia escala, i mui lejos del desarroUo que ha adquirido despues. La fuerza prin- cipal de la eleccion la hacian en esos dias los jefes de la guar- dia nacional con los votos de la tropa, los propietarios rurales con sus inquilinos, los comerciantes i los industriales con sus dependientes i operarios. En la eleccion presidencial de 1841 la gran mayoria de esos elementos estaba al servicio de la can- didatura Bulnes. A personas que tuvieron parte activa en esos trabajos oimos decir que la suma total de gastos de los tres partidos no alcanzaba seguramente a treinta mil pesos (de 45 peniques).

CAPfrULO CITARTO 201

Las elecciones, que debian durar dos dias^ segun los'regla- mentos vijentes, se verificaron el 25 i el 26 de junio con rela- tiva calma, i con las apariencias o formas de legalidad casi desconocidas hasta entonces. En Santiago i en muchos otros lugares, la tranquilidad fue completa. En tres o cuatro pue- blos, en Quillota entre ellos hubo desordenes mas o menos in- quietantes. En la Serena, por las circunstancias que referire- mos mas adelante, no hubo elecciones. Pero a pesar de todo, la crisis electoral se paso con relativa felicidad.

El resultado de la eleccion se fue sabiendo gradualmente en Santiago, con las dilaciones causadas por las grandes dis- tancias, i mas que eso todavia por las escasas comunicacio- nes que existian entre las provincias. El triunfo de la candida- tura Bulnes era enorme, i excedia a las previsiones mas opti- mistas de sus sostenedores i parciales. La candidatura del je- neral Pinto, mui popular, como ya dijimos, en la provincia de Coquimbo, habia obtenido mayoria en tres de sus distri- tos electorales, en los departamentos de Elqui, Ovalle, Ilia- pel i Combarbala (estos dos ultimos departamentos, por su escasa poblacion, formaban un solo distrito i tenian un solo diputado). Pero, para apreciar la importancia del triunfo al- canzado por el jeneral Bulnes, seria preciso comparar el nu- mero de votos obtenidos por cada candidato en algunos de los centros mas populosos e importantes de la Republica. Esa comparacion, aplicada al departamento de Santiago, de- muestra que la candidatura del jeneral Bulnes habria triun- do por gran mayoria, aunque los partidarios de las otras dos hubiesen votado por una sola lista 28. En otros distritos^la

28. En las publicaciones de la epoca no se dan noticias detalladas del re- sultado de las elecciones de junio de 1841; i las que se consignan en resii- men no son precisamente exactas. Esto nos indujo a consultar los documen- tos orijinales que dan completa luz, Vamos a hacer en vista de ellos una rese- ha. del resultado de la eleccion en Santiago, donde la contienda estaba mas caracterizada i donde, como debe suponerse, ese resultado debia representar en la opinion un triunfo definitivo.

Damos en seguida las listas de los candidatos a electores propuestos por cada uno de los bandos contendientes, anotando despues de cada nombre el niimero de votos que obtuvo en la eleccion.

Electores por el jeneral don Manuel Bulnes: el arzobispo electo don Manuel

202 tlN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

diferencia era proporcionalmente mucho mayor, i en algunos Tocornal no habia obtenido mas que uno que otro voto.

Era incuestionable que la candidatura Bulnes habia con- tado con el apoyo de la intervencion oficial, i que los inten- dentes i casi todos los gobernadores habian trabajado por ella con decision i franqueza. Pero el hecho de no haber ocurrido a violencias para alcanzar el triunfo, i la entidad de este, su estraordinaria magnitud, revelaban a no caber duda, que esa candidatura tenia un gran prestijio, i fuerzas propias funda-

Vicuiia, 3,885 votos; don Diego Antonio Barros, 3,057; don Juan Agustin Alcalde, 2,975; dean don Jose Alejo Eizaguirre, 2,378; don Manuel Salas Cor- valan, 2,374; don Jose Miguel Irarrazaval, don Jose Manuel Ortuzar i don Juan de Dios Correa, 2,373; don Mariano Egafia, don Vicente Ovalle Vivar, don Manuel Renjifo i don Jose Francisco Cerda, 2,372; don Juan de Dios Vial del Rio, don Manuel Covarrubias, don Francisco Vargas Bascunan i don Domingo Matte, 2,371; don Antonio Prado Sota, don Manuel Tagle, don Francisco de B. Irarrazaval, 2,370; don Ramon Aldunate, 2,299 votos,

Electores por el jeneral don Francisco Antonin Pinto: don Francisco Ruiz Tagle, 904 votos; jeneral don Jose Santiago Aldunate, 852; jeneral don Fran- cisco de la Lastra, 851; don Ramon Errazuriz, don Agustin Larrain, don Melchor de S. Concha i don Pedro Felix Vicuiia, 848; don Santiago Perez Larrain, 847; don Antonio D. Zanartu, don Joaquin Campino, don Jose San- tiago Luco, don Pedro Fernandez Recio, don Jose Francisco Gana, don Die- go Jose Benavente, don Bruno Larrain, don Juan Antonio Guerrero i don Miguel Gutierrez, 846; don Pedro Chacon Morales, 843; don Juan Jose Ugarte, 842 votos.

Electores por don Joaquin Tocornal: don Jose Maria Guzman, 1,478; don Jose Valentin Valdivieso i don Pedro Ovalle i Landa, 613; arcediano don Jo- se Miguel Solar i don Santiago Echevers, 611; don Domingo Eizaguirre, don Pedro Felipe liiiguez i don Fernando Marquez de la Plata, 610; don Jose Ma- ria Rosas i don Joaquin Gandarillas, 609; don J. Vicente Izquierdo, don Ra- mon Subercaseaux i don Jose Tadeo Mancheho, 608; don Santiago Perez Salas i don Pedro N. Mena, 607; jeneral don Enrique Campino, don Euje- nio Cortes i don Mariano Aristia, 606 votos.

Los electores del departamento de Santiago eran 21. La circunstancia de que en los dos ultimos grupos que acabamos de anotar falten algunos nom- bres, -asi como la gran diferencia que hai en el numero de los votos de indivi- duos que figuran en una misma lista, se esplica porque algunos de ellos eran presentado a la vez por mas de un partido. Asi, el arzobispo don Manuel Vicuna encabezaba las tres listas que entraron en contienda, don Diego An- tonio Barros figuraba en dos, etc., etc.

Las listas que aqui publicamos haran conocer los nombres de algunas de las personas mas empeiiosas de cada bando; asi como las cifras de votos que damos deja ver cual fue el resultado verdadero de la eleccion.

CAPfTFLO CUARTO 203

das sobre todo en la gloria militar. El resultado de la contien- da electoral venia a demostrar que aquella candidatura no habria necesitado la intervencion oficial para triunfar.

Por lo demas, el triunfo de la candidatura Bulnes era cele- brado por los liberales, casi con tantar efusion como si hubie- se triunfado su propio candidato. Durante los dias de las elec- ciones, el 25 i el 26 de junio, los directores de esos dos parti- dos (los liberales i los bulnistas) habian cambiado cortesias reciprocas de cordialidad i de unidad de propositos. El do- mingo 27 de junio, uno o dos centenares de individuos carac- terizados del partido liberal acudieron a felicitar al jeneral Bulnes en su propia casa ^^, ' espresandole que de su gobierno esperaban la paz, la concordia i la prosperidad de la patria, i recibiendo por respuesta la promesa de buscar ante todo, la realizacion de esos bienes. En seguida la concurrencia se tras- lado a la casa del jeneral Pinto so, i como este, dominado por la emocion, contestase solo algunas palabras a las salutacio- nes de que era objeto, prorrumpio aquella en ardorosas acla- maciones de jviva el jeneral Bulnes! jviva el jeneral Pinto! viva la union! espresiones que se repetian con gran content© en las calles, como si con ellas se quisiera saludar el adveni- miento de una nueva politica 3i.

29. Como ya lo dijimos en otra parte, el jeneral Bulnes vivia en casa de su madre, calle de la Compania, esquina sur oeste de la calle del Peumo, llama- da ahora de Amunategui, en el mismo local en que aquel edifico una suntuo- sa casa que fue su habitacion en los ultimos afios de su vida, i despues pro- piedad de su familia.

30. El jeneral Pinto habitaba una modesta casa situada en la calle de la Catedral, en frente del'actual palacio del congreso.

3 1 . El opusculo de don Pedro Felix Vicuna, que hemos citado en una nota anterior,Ma noticias mas o menos prolijas de estos incidentes; pero hemos utilizado ademas las que se comunicaron al periodico de la Serena titulado La Estrella del norte, i que este publico en su num. 8, de 23 de julio (1841).

CAPITULO V

I. Tranquilidad publica que se siguio a las elecciones. 2. Primeros accl- dentes de desintelijencia de los partidos; suspension de las elecciones de la Serena, i los procesos a que di6 lugar. 3. Promulgacion de la ordenanza militar; aplazamiento de la lei de rejimen interior. 4. Primera publica- cion de algunos titulos del proyecto de codigo civil. 5. Otras reformas intentadas en los ultimos dias de la administracion Prieto; proyecto de lei de pesos i medidas; proyecto de lei de creacion deuna corte de apelaciones en Concepcion; establecimiento de un tribunal del consulado en Valpa- raiso.— 6. Trabajos gubemativos de 6rden interno; mejora de las policias: reparaciones de caminos. 7. Complicaciones i dificultades intemaciona- les; conducta irregular del gobiemo de Mendoza; fuero de los diplomati- cos en materias judiciales. 8. Escrutinio jeneral en el congreso; procla- macion del jeneral Bulnes como presidente de la Reptiblica. 9. Ulti- mos diasdel gobierno del jeneral Prieto; proyecto de lei en su honor pre- sentado al congreso, que queda sin aprobarse.

§ I. Tranquilidad ptJBLicA que se sigui6a las eleccio- nes.— Las elecciones de 1841 no se podian presentar como un modelo de libertad i correccion, i mucho menos como demos- tracion del afianzamiento del rejimen democratico. Habia triunfado un candidate que contaba con el apoyo decidido del gobierno i de sus ajentes; i ese candidate, si bien contaba con titulos propios alcanzados mediante mui valiosos servi- cios, era sobrino carnal del supremo mandatario que lo hacia elejir. Todo esto era cierto, pero tambien lo era que Chile no

206 UN DBCENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

habia visto nunca elecciones mas regulares, con menos vio- lencias i en condiciones mas normales i mas tranquilas.

Se debia esto en gran parte el caracter personal del minis- tro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, i al sistema gu- bernativo que este acariciaba. Contabase de el que en fe- brero de 1840 se habia separado del gobierno porque se pro- clamaba un estado de sitio que el no creia necesario. Ahora, en 1841, i en medio de la crisis mucho mas ardiente provo- cada por la eleccion presidencial, se le vio promover acuerdos conciliatorios con el mas poderoso partido de oposicion, i evitar cuidadosamente los golpes de autoridad, i los procesos politicos por delitos verdaderos o falsos de conspiracion, que sin razon ni ventaja habian causado tantas molestias i tantos atropellos.

Al dar cuenta al congreso en el mes de setiembre de las ocu- rrencias de aquel ano, el ministro Irarrazaval senalaba varies hechos que en realidad merecian llamar la atencion de los le- jisladores i de todo hombre observador. Se habian hecho las elecciones que mas debian ajitar la opinion, sin recurrir a medidas extra-legales a pretesto de mantener el orden, esto es, sin estados de sitio i sin facultades estraordinarias. Se ha- bian tolerado las reuniones politicas asi publicas como priva- das. Se^^habia dejado a la imprenta en el goce de la mas com- pleta libertad, tolerando los ataques que dia a dia se dirijian al gobierno. Aquel rejimen de legalidad i de tolerancia, lejos de[haber producido la menor perturbacion, parecia haber con- solidado el orden pubhco. «Quizas, decia Irarrazaval, no ha- bra habido otra epoca en que la Republica haya llevado una marcha mas tranquila, i en que los verdaderos patriotas ha- yan tenido tantos motivos de congratulacion por la suerte que ha cabido a nuestra patria». Aquel ministro estaba con- vencido de que las medidas violentas, las facultades estraor- dinarias, los estados de sitio i los procesos politicos, lejos de in^pedir las revoluciones, las estimulan i las crean. El tiempo iba a encargarse de demostrar que estaba en la verdad. ^

La politica mas moderada del gobierno habia permitido el acercamiento de los partidos, i la celebracion de un arreglo.

CAPfTULO QUINTO 207

acojido con sinceridad por la mayoria de las jentes, i de que se esperaban grandes beneficios. En efecto, el habia hecho desaparecer las asperezas de la lucha en la mayor parte de los departamentos; i pasada esta, los liberales, aunque vencidos en las urnas, pudieron creer que, en virtud de los arreglos, serian llamados al gobierno al igual de los vencedores. En los primeros dias que se siguieron a la eleccion, esa confianza fue absoluta; i las manifestaciones de cordialidad entre los jefes i directores de los dos partidos, tendian a robustecerla. Para corresponder a las felicitaciones de que se le habia hecho ob- jeto, el jeneral Bulnes, acompafiado por el jeneral Pinto, visi- to a los hombres mas caracterizados i prestijiosos del partido liberal.

§ 2. Primeros accidentes de desintelijencia de los partidos; suspension de las elecciones de la Serena, i LOS PROCESOS A QUE Di6 LUGAR. Pero esta armonia prepa- rada con tanto afan, no podia ser suficientemente solida para que debiera creersela duradefra. Contra las previsiones de los preparadores de esos arreglos, sobrevinieron acciden- tes irregulares que desde luego comenzaron a perturbar esas relaciones. Dos de ellos, de que vamos a dar cuenta, no po. dian dejar de producir cierta exaltacion de los animos.

En Quillota la lucha electoral habia sido mui ardiente. Los liberales que en las elecciones de diputados de 1840 obtuvie- ron el triunfo, redoblaron ahora sus esfuerzos para alcan- zar igual resultado en la eleccion de electores de presiden- te. Fueron, sin embargo, derrotados; pero en la Jornada, provocaron desordenes, sobre todo en el distrito de Purutun, donde los hermanos Vicuna, hijos del vice-presidente de 1829, tenian a su disposicion un numero considerable de inquili- nos, con que creian poder resistir a la intervencion de la auto- ridad. A consecuencia de los altercados que acompafian a esas contiendas, se vio aquella en el caso de-decretar la pri- sion de don Francisco de Paula Vicuiia i de someterlo a juicio. Su familia acudio al gobierno para que se le pusiera en liber- tad, el mismo jeneral Bulnes intercedio por el; pero todo fue inutil i la prision se prolongo algunas semanas.

208 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

El otro incidente era grave, i provenia de una cuestion le- gal que no era facil resolver. Sabemos que en la provincia de Coquimbo el partido liberal tenia mucho sequito i creia con- tar con un triunfo seguro en las elecciones de 1841, como lo habia obtenido en la mayor parte de ella en las de 1840. Sin embargo, apesar de toda su dilijencia, perdio la votacion en los departamentos de Copiapo, Vallenar i Freirina (estos dos ultimos formaban un solo distrito electoral), pero la gano en otros departamentos (Elqui, Ovalle, Combarbala e Illapel). En la Serena, como ya dijimos, no hubo eleccion; i ahora va- mos a referir lo que'ocurrio.

El 25 de junio, a la hora de costumbre, se instalo en la Se- rena la mesa receptora deflos sufrajios, bajo la presidencia de donj__Nicolas Munizaga, caballero prestijioso de la locali- dad. Tomando al pie de la letra lo dispuesto en un articulo transitorio de la constitucion que disponia que el saber leer i escribir seria indispensable para ejercer el derecho a sufra- jio despues del aiio'^1840, la mesa receptora exijia esta con- dicion a los que se presentaban a votar, i no recibia los votos a los que no la Uenaban cumplidamente. Los otros vocales de la mesa, con la escepcion de uno solo, apoyaban resuelta- mente a Munizaga en esta determinacion.

Pero ella contrariaba los planes del intendente de la pro- vincia don Juan Melgarejo. Contaba este como fuerza princi- pal para la contienda, con los votos de la tropa civica que, segun sabemos, constituia un gran elemento electoral. Como la inmensa mayoria de la tropa, sin saber leer i escribir, vo- taba solo por la concesion que le habia hecho el articulo cons- titucional antes citado, la resolucion de la mesa receptora pri- vaba al intendente de la mayor parte de su fuerza para entrar en la contienda. Reprochando con grande aspereza ese pro- cedimiento, i representando a la mesa que ella no tenia auto- ridad de calificar a los electores, i que su deber no era otro que el de recibir el voto de los que estaban inscritos, Melgarejo le mando por dos veces en forma imperativa que desistiese de esa actitud; i por dos veces tambien contesto la mesa soste- niendo firmemente su resolucion como la unica que era posi-

cApfrurx) QtTiNTO 209

ble seguir en presencia del mandate espreso de la constitu- cion. En estas contestaciones se habia pasado el dia entero, de tal modo que al hacerse el escrutinio parcial de la tarde, se encontro que de los 913 individuos inscritos en el rejistro de la Serena, solo habian votado cien, de ellos 96 por Pinto i 4 por Bulnes.

La votacion iba a terminarse con esto solo. Cuando los vo- cales quisieron depositar la urna de los votos en la sala muni- cipal, la encontraron cerrada; i como reclamaran de ese pro- cedimiento al intendente, este les devolvio su comunicacion sin leerla. La eleccion, como se sabe, duraba dos dias; pero a la manana siguiente, aquel mandatario, al paso que enviaba los antecedent es para someter a juicio a los vocales de la mesa receptora, impedia a estos con la fuerza armada el seguir fun- cionando, Todo aquello, como debe suponerse, produjo una grande excitacion en la ciudad, e iba a tener resonancia en toda la Republica, i a producir acalorados debates en el con- greso.

El juicio iniciado en la Serena contra los vocales de la mesa receptora no fue de larga duracion. Segun la lei de eleccio- nes, entonces vijente, esplicada en este punto por un decreto de 20 de abril de 1840, la sustanciacion i esclarecimiento de est a clase de delitos correspondia a la justicia ordinaria; pero la designacion de la pena era privativa del gobernador local. El juez de letras de la Serena, don Juan Cortes, en sen- tencia pronunciada el 19 de julio, declaro que si bien la cons- titucion «dejaba entender terminantemente que pasado el ano 1840 los ciudadanos debian saber leer i escribir para po- der sufragar, no era la mesa receptora la encargada de hacer cumplir ese requisito», i que en consecuencia, los cuatro voca- les que en aquella ocasion se habian negado a recibir los su- frajios, habian infrinjido la lei. En virtud de aquella decla- racion, ese mismo dia 19 de julio daba su fallo el intendente Melgarejo, i condenaba a los referidos vocales a pagar cada uno una multa de seis mil pesos, o a falta de esta, a sufrir seis afios de confinacion a Chiloe. Los presuntos delincuentes en- tablaron sin tardanza apelacion ante la corte suprema. TOMO XIV. 14

210 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Pero este asunto iba a tratarse antes en el congreso. En efecto, el 2 de agosto, los tres diputados liberales de la pro- vincia de Coquimbo, don Melchor de Santiago Concha, don Fermin del Solar i don Jose Francisco Gana, haciendo una re- sena de los hechos espuestos, i acompanando algunos docu- mentos comprobantes, presentaban a la camara una proposi- cion de acusacion del intendente don Juan Melgarejo. La reunion de los antecedentes i de los informes del caso retarda- ron por algunos dias la solucion de este negocio. En el debate desplego don Melchor Concha la mas resuelta enerjia para condenar los actos del intendente de Coquimbo; lo secundo alguno de sus correlijionarios liberales; pero ese funcionario tuvo ardientes i sostenidos defensores; i por fin, en sesion de 10 de setiembre, la mayoria, dividida en otras cuestiones, pero compacta en esta, desechaba el proyecto de acusacion por veinticuatro votos contra trece 1. Como es facil suponerlo, todo tendia a dificultar la armonia que el pacto del 21 de ma- yo habia hecho concebir a los dos partidos.

En cambio, el fallo de la corte suprema en el recurso de ape- lacion interpuesto de la resolucion del intendente de Coquim- bo, parecio encaminado a calmar las animosidades. Los cua- tro vocales de la mesa receptora de la Serena reclamaban contra la decision de Melgarejo por la cual se condenaba a cada uno de ellos a una multa de seis mil pesos, esto es, un to- tal de 24 mil pesos, suma verdaderamente enorme en aquella epoca, i que en nuestro tiempo, aun sin tomar en cuenta el es- tado jeneral de la riqueza i el valor comercial del dinero, re- presentaria un valor triplicado. Por sencillo i claro que fuera al asunto, el recurso de apelacion duro cuatro meses. Alfin, el 18 de noviembre (1841), la corte suprema dictaba la senten- cia siguiente: «Teniendo presente que los articulos 8dela cons- titucion i i ^ de las disposiciones transitorias i 36 de la lei de elecciones, dan motivo para poner en conflicto el juiciosobre

I. Los documentos relatives a los hechos que acabamos de referir, se ha- llan publicados bajo los niims. 368 a 375 i 403 a 409 del tomo XXVII de las Sesiones de los cuerpos lejislativos de Chile. Algunos de ellos habian sido pu- blicados ya en la prensa de la Serena o de la capital.

CAPITULO QUINTO 211

el sufrajio de las personas que no saben leer i escribir en el ano de 1841; 2.0 que por esta circunstancia no se califica (en la sen- tencia de primera instancia) que los miembros de la mesa re- ceptora de la Serena hubiesen procedido con fraude, en cuyo unico caso es la aplicacion de la pena prevenida en el articulo 80, de la lei de elecciones, se absuelve de la pena a los[^miem- bros de la mesa receptora de la Serena».[Este fallo, que ponia termino al litijio entre estos i el intendente de la provincia de Coquimbo, evitaba artificiosamente, como se ve, el dar opi- nion sobre el fondo de aquel conflicto, es decir no se pronun- ciaba acerca del verdadero alcance del precepto constitucio- nai sobre si habia cesado o no definitivamente el derecho'de sufrajio reconocido a los que no sabian leer i escribir. Dos afios mas tarde, se iba a renovar esta cuestion en mucho mas vasta escala, apasionando a los partidos, i en condiciones alar- mantes.

§ 3. Promulgacion de la ordenanza militAr; aplaza-

MIENTO DE LA LEI DE R^JIMEN INTERIOR. Los ultimos me-

ses del gobierno del jeneral Prietb fueron de gran laboriosi- dad administrativa. Asi el presidente de la Republica como sus colaboradores, no querian separarse del mando sin dejar resueltas ciertas cuestiones o, mas propiamente, cimentadas ciertas reformas que creian de indiscutible utilidad. Para ello era indispensable el concurso del poder lejislativo, lo que era un serio embarazo por la prolongacion de las discusiones, i por las resistencias insubsanables que se suscitaron en algu- nas de ellas.

Segun contamos antes, el gobierno habia aprovechado am- pliamente las facultades estraordinarias acordadas por lei de 31 de enero de 1837 P^^^- lejislar por si i ante si sobre diversas materias, algunas de las cuales eran, a no caber duda, absolu- mente estranas a los negocios que pudieron dar orijen a aque- 11a desmedida ampliacion de poderes. Se recordara que don Mariano Egaiia habia utilizado esas facultades para dictar, sobre todo en materias de procedimientos judiciales, una se- rie de leyes, a las cuales la voz comun dio el nombre de ese ministro (las leyes marianas), i cuya validez permanente fue

212 UN DBCENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

seriamente objetada, aunque sin resultado. Esa misma con- cesion de facultades estraordinarias sirvio para la reforma del codigo militar.

Desde los primeros dias de la independencia, el ejercito, asi como la marina de Chile, se habian rejido por las ordenan- zas espafiolas, modificando, sin embargo, muchas de sus dis- posiciones por leyes o decretos de los gobiernos nacionales. Los inconvenientes de ese rejimen se habian reconocido par- ticularmente en el ejercito de tierra, a causa de la inaplicabi- lidad de muchas disposiciones al nuevo sistema de gobierno, i del gran niimero de reglamentos accidentales que habia sido necesario dictar. Ya en 1836, el ministro Portales senalaba al congreso la necesidad de reformar esa ordenanza para adap- tarla a las nuevas necesidades del pais. Ese trabajo fue en- comendado al coronel don Jose Bernardo Caceres, antiguo mi- litar de la epoca de la independencia, que a ese titulo unia el de abogado, obtenido en 1829. Aunque en esa tarea fue ayu- dado por otras personas, la nueva ordenanza, a pesar de cier- tas modificaciones, casi no merecia el nombre de tal. Sin em- bargo, el gobierno, usando de las facultades de que estaba in- vestido, la hizo promulgar por lei de la Repiiblica con fecha de 25 de abril de 1839. El ministro que la sanciono (don Ra- mon Cavareda), conocia bien los inconvenientes de ese codi- go, en su nueva forma, i asi lo espresaba al congreso. «No se ha hecho en la reforma, decia, alteracion sustancial de ella (de la antigua ordenanza), ni menos perdidose de vista su espiri- tu en las materias innovadas, habiendose procedido con tanto escrupulo i timidez que pudieran tacharse de un respeto supers- ticioso». El ministro recomendaba laventaja de haberreunido en un solo cuerpo muchas disposiciones esparcidas por todas partes. Los defectos de esa ordenanza, muchas veces recono- cidos, i en parte reparados por otras disposiciones, parecian exijir una reforma mas radical que se reclamo muchas veces. La actividad lejislativa del gobierno, encontro en otras ocasiones, resistencias que no fue posible dominar. Esto fue lo que sucedio con el proyecto de lei de imprenta preparado por don Mariano Egana, i presentado al congreso en 1839.

CAPfrULO QUINTO 213

Ese proyecto, mucho mas restrictivo que la lei de 1828, en- tonces vijente, fue aprobado con no pocas modificaciones en el senado; pero, el afio siguiente (1840), segun contamos dn- tes, no pudo abrirse camino en la otra camara. Aquella re- forma anti-liberal, sufrio entonces un fracaso; pero, seis aiios mas tarde, se la habia de promo ver de nuevo con mejor exito, aunque en realidad, sin ventaja para nada i para nadie.

La administracion del jeneral Prieto no pudo tampoco de- jar establecida otra lei de gran necesidad, exijida por la cons- titucion del estado, i a la cual el presidente de la Republica i sus ministros daban grande importancia. Nos referimos a la que debia reglar la administracion interior, deberes i atribu- ciones de intendentes, gobernadores, subdelegados, etc. Se recordara que en noviembre de 1836 el presidente de la Re- publica habia presentado a la camara de diputados un pro- yecto de lei sobre la materia que por su estension i por la va- riedad de asuntos que trataba, era, puede decirse asi, una es- pecie de codigo. Aquel proyecto que por su autoritarismo de- bia suscitar muchas criticas, i ademas, aunque bien escrito, adolecia de vacios i deficiencias, i de buen metodo en algunas de sus partes, 2 no entro siquiera a discusion, al paso que mui graves asuntos vinieron entonces a preocupar seriamente la atencion del gobierno. El 26 de agosto (1841), el gobierno con la firma del presidente de la Republica, i de su mini3tro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, enviaba al congreso un nuevo proyecto de lei del rejimen interior. «En el, decia, se ha procurado enmendar las faltas esenciales del anterior, i suplir las imprevisiones inculpables que se tuvieron al traba- jarlo. . . No me lisonjeo de que el proyecto que acompailo este exento de defectos. De vuestras manos sacara muchos menos, pero pienso tambien que la obra de su perfeccion no es del mo- mento, i que solo se consolidara por la esperiencia que sumi- nistre la practica de sus disposiciones». Aunque Irarrdzaval en su memoria presentada ese afio, recomendaba empeiiosa-

2. Ya hemos dicho que ese proyecto de 1836, fu6 preparadp, o a lo menos revisado por don Antonio Jose de Irisarri.

214 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

mente la pronta sancion de aquella lei, no alcanzo esta ni si- quiera a entrar por entonces en discusion. Como const ase de 176 articulos, i como se anunciase que tendria una segunda parte para reglamentar otras manifestaciones del rejimen in- terior, la comision encargada de su estudio propuso que se simplificase el debate autorizando al presidente de la Repu- blica para darle su sancion. Pero esta idea nofue acojida; i la lei del rejimen interior siguio siendo materia de estudio i de discusion de las lejislaturas subsiguientes, hasta que en 1843, bajo un nuevo congreso, esa lei, defectuosa sin duda en mu- chos de sus detalles, pero buena en su conjunto i de la mas indisputable utilidad, fue sancionada el 10 de enero de 1844, con la firma del presidente de la Republica don Manuel Bul- nes i del ministro del interior don Ramon Luis Irarra- zaval.

§ 4. PrIMERA PUBLICACION de ALGUNOS TfXULOS DEL PRO-

YECTO DE c6digo CIVIL. Cupo tambicu a la administracion del jeneral Prieto la gloria de dar los primeros pasos para la codificacion nacional. Esta obra que habia preocupado tanto al ministro Egafia, i a que estaba consagrado don Andres Be- llo, dejo ver sus primeros frutos en el ultimo ano de aquella administracion.

Desde los primeros dias de la independencia se habia ha- blado en Chile de la necesidad de la codificacion nacional, pero sin dar a esta obra toda su importancia, i creyendola ha- cedera por los letrados de la colonia. Solo en 183 1, i bajo la iniciativa de Egaila, se vio al gobierno proponer la ejecucipn de esa obra enterminos que dejanadvertirquese comprendia su valor, i que se apreciaban sus dificultades. Aquel esfuerzo fue contrariado por la petulante arrogancia de algunos hom- bres que teniendo una idea mui estrecha de las condiciones de esa reforma, creian que ella podia ser llevada a cabo por cual- quier letrado. Todo aquello tendia a perturbar la ejecucion de esa obra. Don Andres Bello, sin embargo, se hizo superior a esas contrariedades; i en medio de las mas complicadas ocu- paciones, de los afanes mas variados i premiosos, se dio tiem- po para preparar su proyecto de codigo civil; i en 1840 tenia

CAPfrULO QFINTO 215

terminada una buena parte de el 3. Una lei sancionada el lo de setiembre de ese afio, dispuso el establecimiento de una co- mision de lejislacion compuesta de dos senadores i de tres di- putados, cuyo encargo estaba formulado en los t^rminos si- guientes: «E1 objeto de los trabajos de la comision es la codi- ficacion de las leyes civiles, reduciendolas a un cuerpo orde- nado i completo, descartando lo superfluo o lo que pugne con las instituciones republicanas del estado, dirimiendo los pun- tos controvertidos entre los interpretes del derecho.» En rea- lidad, aquella comision no tendriamas trabajo que revisar el proyecto de don Andres Bello; pero se habia buscado esta for- ma para no suscitar de nuevo las cuestiones que en 183 1 pro- voco el proyecto de codificacion nacional.

La comision celebro su primer acuerdo el 11 de setiembre (1840). Aunque alii se hablo de «examinar los proyectos que sobre cualesquiera partes de la lejislacion civil present asen los miembros» de la comision, esta no tuvo otra materia de es- tudio que el proyecto de Bello; i despues de recorrer el titulo preliminar del codigo, dio la preferencia al examen de los ti- tulos relativos a las sucesiones por causa de muerte. Aunque por una lei posterior (de 29 de octubre de 1841) se creo una segunda comision encargada de revisar el proyecto de codigo civil, presentado por la primera, ninguna de las dos tuvo una verdadera influencia en la elaboracion del proyecto de codigo civil que preparaba don Andres Bello. Por lo demas, no era

3. Vease Hist, jeneral de Chile, tomo XVI, paj. 65. AUi hemos contado que don Mariano Egaiia queria que Bello fuera sustraido a toda otra ocupacion, i que se le se dejara encargado solo de la codificacion. No pudiendose conse- guir este arreglo por los motives que alii apuntamos, Bello habria debido re- nunciar a ese trabajo, ya que no parecia posible que pudiera desempeiiarlo. En efecto, tenia a su cargo la direccion de las relaciones esteriores que con motivo de la guerra contra la confederacion peru-boliviana , era mui laborio- sa; la redaccion de El Araucano i de todos los documentos publicos de algu- na importancia, mensajes presidenciales, memorias de los ministros, comu- nicaciones diplomdticas, etc., etc. Pero todo esto era no mas que una parte de las ocupaciones de Bello en esa epoca. En aquellos mismos aiios publica- ba sus notables Principios de derecho internacional (1832), su tratado de Orto- lojia i mHrica, i otros escritos de menos estension, i preparaba su Gramdtica castellana. I en medio de estos trabajos, volvemos a repetirlo, Bello seguia formando articulo por articulo el codigo civil de Chile.

216 UN DFCBNIO DB LA HISTORIA DE CHILE

lojico esperar una colaboracion mas eficaz i mas activa a la obra de la codificacion, de hombres que no habian hecho mas que los estudios rutinarios de la antigua lejislacion, que des- conocian por complete el espiritu filosofico en que se inspira la jurisprudencia moderna, i que no tenian tiempo para em- prender esos nuevos estudios. El Araucano, comenzo a publi- car desde el 7 de mayo de 1841 todos los articulos revisados hasta entonces por la comision del congreso, a la cual se atri- buian, sin Uamar por entonces la atencion de las jentes, mui preocupadas en esos dias por la ardiente contienda electo- ral *. Aunque Bello, venciendo los inconvenientes que resul- taban de ese sistema de comisiones revisoras, siguio traba-

4. Solo en enero de 1 842 comenzaron a aparecer en El A raucano unos ar- ticulos consagrados al estudio analitico de la porcion del codigo civil publi- cada hasta entonces, esto es, las sucesiones por causa de muerte. Esos articu los inspirados por una gran seriedad de propositos, escritos con una notable claridad, revelan un lato conocimiento de la materia. Don Andres Bello los celebro con toda franqueza, i aunque rebatio con buen fundamento algunas de las criticas que se hacian a ciertas disposiciones del proyecto de codigo, acojio como fundadas varias de las observaciones consignadas en esos articu- los. Don Andres Bello supo con satisfaccion que el autor de esos articulos era un joven abogado que acababa de obtener el titulo de profesor de derecho civil en el Instituto nacional.

Llamabase don Miguel Maria Gu6mes. Habia sido un estudiante distin- guidisimo en el Instituto Nacional, i obtenido su titulo de abogado en enero de 1841. En ese momento estaba vacante la clase de derecho romano i de de- recho civil (espanol) en aquel establecimiento. Don Manuel Montt, que la desempenaba, la habia dejado en setiembre anterior (1840), para ocupar el puesto de niinistro; i don Francisco de Borja Eguiguren, que lo reemplazo en el profesorado, dejo tambien ese puesto para ir a desempenar un juzga- do de letras a Valparaiso. La^clase de derecho del Instituto se dio entonces a concurso. A este no se present© mas que Guemes, que despues de una prueba mui lucida, fue nombrado profesor el 13 de marzo de 1841. A pesar de su ju- ventud, i de no contar mas que dos meses de abogado, Giiemes se hizo notar desde el primer dia de profesorado por una gran seriedad, i un celo riguroso en el cumpUmiento de sus obligaciones.

En esa epoca no se abria curso de leyes sino cada dos aiios. Los ramqs que iba a ensenar Giiemes, se cursaban en tercer i cuarto aiio de los estudios le- gales; en el primero de ellos (que coincidia con los anos impares) el derecho romano, i en el segundo (los anos pares) el derecho espanol. Al paso que este ultimo se estudiaba por un libro titulado Ilustracion del derecho espanol por don Juan Sala, excelente restimen de la compleja lejislacion de nuestra an- tigua metr6poli, el derecho romano era enseiiado por la instituta de Heine- cio, traducida i arreglada por don Andres Bello en un Ubro admirable por su

CAPfrULO QUINTO 217

jando con toda const ancia en su proyecto de codigo civil, no consiguio verlo convfertido en lei de la^Republica sino diez i seis anos mas tarde.

§ 5. OtRAS REFORMAS INTENTADAS en LOS l^LTIMOS BIAS DE LA ADMINISTRACION PrIETO; PROYECTO DE LEI DE PESOS I MEDIDAS; PROYECTO DE LEI DE CREACION DE UNA CORTE DE APELACIONES EN CoNCEPCION; ESTABLECIMIENTO DE UN TRI- BUNAL DEL CONSULADO EN VALPARAISO. Entre los proyec- tos de lei propuestos en esta epoca, i que si bien no alcanza- zaron a aprobarse bajo la administracion del jeneral Prieto, pertenece a ella la iniciativa, debe contarse uno presentado a la camara de diputados el 19 de julio (1841) para fijar de

precision tan vigorosa como elegante, i por el caudal de sus noticias. Pero este libro circulaba manuscrito; i cada ano que tocaba ensenar derecho ro- mano, el profesor empleaba a lo menos tres meses en dictar en cada clase una porcion del testo para que la copiasen los estudiantes. En los meses restan- tes del ano escolar, se aprendia mas o menos de memoria el libro.

Don Miguel Maria Giiemes vino a romper con esta practica en beneficio de la buena ensenanza. En 1843 indujo a sus alumnos'a buscar un editor que se encargara de publicar ese libro. Don Andres Bello di6 gratuitamente per- miso para hacer esa edicion; pero cuando se le pidio que permitiera ponerle su nombre, se nego a ello por cuanto ese libro no era orijinal suyo, ni propia- mente una traduccion. El libro se public6 sin nombre de autor, i hasta sin portada. Don Andres Bello dijo a los estudiantes que lo vieron con ese moti- vo, que si sus ocupaciones se lo permitieran, el haria una reconstruccion de todo el libro, dando mas desarrollo a algunos de sus titulos o capitulos. Se sabe que no le fue posible emprender este trabajo. Por entonces se limito a correjir las pruebas limpiando el testo de los numerosisimos errores que corrian en las copias manuscritas.

Esta publicacion permiti6 a don Miguel Maria Giiemes introducir una re- forma radical en la ensenanza del derecho romano. Dejando el testo como pauta o programa para los alumnos, hacia en cada clase esplicaciones o con- ferencias de un alto valor, en que pasaba en revista las leyes, las institucio- ptiblicas i civiles, i con frecuencia los usos i costumbres de los romanos. Aque- llas esplicaciones suponian un gran saber, i eran mui apreciadas por los alum- nos que tenian verdadero gusto por el estudio. Entre ellos se conquist6 don Miguel Maria Giiemes la reputacion de gran maestro; i hoi mismo se le debe contar como uno de los mas ilustres profesores de leyes que ha tenido la Uni. versidad de Chile.

Fue verdaderamente lamentable que el hombre que se estren6 con tanto lucimiento en la literatura juridica en 1842, no hubiera seguido cultivando este ramo de la actividad intelectual que no ha side tan cultivado en Chile como debiera serlo, sino en los ultimos tiempos.

218 FN DECENIO DE L4 HISTORIA DE CHILE

una manera estable i legal los pesos i medidas usados en Chi- le. En esta materia estaba vijente en Chile el rejimen espanol, o mas propiamente castellano (puesto que no habia perfecta uniformidad en las diversas provincias de la metropoli); pero la costumbre, i mas todavia la mala fe de los pequeiios co- merciantes, i la falta de patrones i de reglamentos seguros, habian introducido algunas variaciones i no pocos abusos. Ese sistema complicado, que no tenia punto alguno fijo e in- variable de partida, i en que las divisiones i subdivisiones no obedecian a ningun principio lojico, causaba dificultades aun en las mas sencillas operaciones de contabilidad, i habia dado ademas orijen a diferencias entre provincia i provincia, dife- rencias pequefias, es verdad, pero que causaban no pocas mo- lestias en las transacciones comerciales. Para remediar estos inconvenientes, el gobierno nombro una comision de tres in- dividuos, dos de ellos agrimensores, encargada de preparar la lei del caso.

Esos comisionados tenian conocimiento del sistema metri- co decimal, i sin duda alguna apreciaban sus indiscutibles ventajas; pero creian, como creyeron tambien el gobierno i el congreso, que cualquiera modificacion sustancial en esta ma- teria, la sustitucion de un sistema en uso por otro nuevo, aun- que este fuera mui bueno, iba a producir las mas lamentables perturbaciones en el comercio, i a facilitar todo jenero de frau- des. Estos inconvenientes eran reales i verdaderos; pero cons- tituian solo una crisis transitoria, que por molesta que fuese, todavia era'peor conservar el antiguo sistema con defectos incorrejibles, i retardar la introduccion de una reforma util, que a'pesar de todas las resist encias, tendria que imponerse.

El proyecto de 1841 conservaba la clasificacion, subdivision i denominacion del antiguo sistema. La definicion de cada una de las medidas, aunque hecha con el mayor esmero, carecia de una base natural i fija, i se prestaba a adulteracion por error o por malicia *>. En las divisiones i subdivisiones habia

5. El primer articulo de la lei dice como sigue: «La base para todas las me- didas asi de lonjitudes como de superficies, volumenes, aridos i liquidos sera la vara, que es una distancia igual a ochocientas treinta i tres milesimas par-

CApfruLO QumTO 219

aun mayor facilidad para error o para fraude, por mas que la lei estableciera los medios de tener patrones modelos a que se ajustarian las medidas usadas'en el comercio, i que fijara pe- nas para los que no se sometieran a esas disposiciones. Aquel proyecto, discutido i objetado en el congreso, solo alcanzo su sancion definitiva el I5lde diciembre de 1843. La crecien- te cultura del pais hizo conocer antes de mucho los defectos irreparables de aquel sistema, i cuatro afios mas tarde, en enero de 1848, el gobierno i el congreso, adoptaban una re- forma mas sabia i mas radical: la implantacion del sistema metrico decimal de pesos i medidas.

Promovieronse ademas en esos meses otras reformas que, si no alcanzaron a plantearse, prepararon la opinion para impo- nerlas mas tarde. Una de ellas tendia a mejorar la organiza- cion judicial de la Republica. Hast a entonces no habia en toda esta mas que catorce juzgados de letras, o de primera instancia ®, i dos cortes de justicia, la de apelaciones i la su- prema, establecidas ambas en la capital. Aquel orden de cosas cuando las comunicaciones eran raras i dificiles, i cuando los viajes eran mucho mas costosos que al presente, imponia los mas serios gravamenes a los litigantes, era causa de la'dila- cion indeterminada de los juicios, i de que muchas personas de provincia fueran victimas de una in justicia, o de un des- pojo, sin que se resolvieran a promover apelacion. En setiem- bre de 1841, el diputado por el departamento de Lautaro 7 presentaba un proyecto de leiporleli:ual se pedia la creacion de una corte de apelaciones en la ciudad de Concepcion, que conociera en las causas civiles, criminales i de hacienda^^de

tes del metro; esto es a una diez millonesima parte de un cuadrante del me- ridiano terrestre,» ^No habria sido mucho mas claro, mas sencillo i mas prac- tice senalar por base de todas las medidas no una parte del metro, sino el me- tro mismo, como se hizo en la lei de 29 de enero de 1848 ?

6. Los catorce juzgados de letras estaban distribuidos de la manera si- guiente: tres en Santiago (dos en lo civil i uno en lo criminal), dos en Valpa- raiso (uno en lo civil i otro en lo criminal), i los nueve restantes colocados de a uno en los lugares que siguen: Copiap6, la Serena, San Felipe de Aconca- gua, San Fernando, Talca, Cauquenes, Concepcion, Valdivia i Ancud.

7. Don Ramon R6zas Mendiburu, hijo del doctor Rozas, el insigne patrio- ta de los primeros dias de la revolucion.

220 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

sea provincia i de las otras tres (Maule, Valdivia i Chiloe) en que est aba dividida toda la rejion austral de la Republica a partir desde el no Maule. Ese proyecto de la mas indiscuti- ble conveniencia i de absoluta justicia, imponia gastos creci- dos en epoca de grande estrechez, i fue dejado de mano por entonces. Solo en noviembre de 1845 se sanciono la lei que creaba cortes de apelaciones en Concepcion i la Serena; i aun asi esos tribunales,* pedidos con tanta instancia en aquellas ciudades, solo pudieron quedar instalados cuatro afios mas tarde (1849).

Cuando hemos dicho que en 1841 no existian en Chile mas que dos tribunales o cortes de justicia, no hemos tomado en cuenta los consulados o tribunales de comercio' Con ese titulo funcionaba en Santiago desde el tiempo del rei (1795) una junta o corporacion compuesta de comerciantes designados en cierto modo a propuesta de los que ejercian est a profesion, encargada de la administracion de justicia en materias mer- cantiles, i provista ademas de facultades economicas que la autorizaban para tener fondos propios i para propender a cier- tos trabajos de adelanto de la colonia. El tribunal del consu- lado de Santiago habia perdido con el rejimen republicano estas ultimas atribuciones; pero seguia administrando jus- ticia en primera instancia en materias comerciales. El creci- miento de Valparaiso i el rdpido i considerable desarroUo que alii habia tomado el comercio, hacian necesario el estableci- miento de un tribunal analogo en esa ciudad. El gobierno, por un decreto de 29 de mayo de 1839, revestido del caracter de lei, en virtud del rejimen de facultades estraordinarias, creo el consulado de comercio de Valparaiso, que comenzo a funcionar el mes siguiente.

§ 6. Trabajos gubernativos de 6rden interno; mejo-

RAS DE LAS POLICIas; REPARACIONES DE CAMINOS. OtrOS

trabajos de orden administrativo que pueden recordarse, ocu- paron aFgobierno en esos dias. De este numero era el mejora- miento de las policias, que, a pesar de la escasez de recursos de las municipalidades, i de la limitacion de los ausilios que podia ofrecerles el gobierno, correspondian mas cumplida-

CAPfrULO QUINTO 221

mente al objeto de su institucion. En los campos donde los medios de represion eran mui debiles, i donde los subdelega- dos i jueces territoriales no tenian recursos ni ausiliares para el desempeno de su cargo, se notaba un cambio mui favora- ble, respecto de lo que ocurria algunos anos antes. «Es de admirar, decia en 1841 el ministro del interior, que a pesar de lo imperfecto del sistema actual, bay an disminuido con- siderablemente los delitos atroces, tan frecuentes en otro tiempo; de tal manera que en el dia se puede transitar de un estremo a otro del territorio sin recelo i aun sin precauciones; prueba evidente de la moralidad gradual de nuestra pobla- cion, o si se quiere, el resultado de los habitos de orden que se ban contraido mediante la mejora del sistema de goberna- cion.» Paraapreciar la verdad que encierran esas lineas, es me- nester trasladarse por la imajinacion a los tiempos anterio- res, cuandotodos los caminos estaban recorridos por bandas bien organizadas de malhechores, para defenderse de los cuales era menester que los viaj antes se retardaran dias i se- manas para juntarse en numero de veinte i cinco o treinta, todos bien armados, hara hacer frente a las eventualidades de la marcha.

La policia urbana recibio tambien mejoras considerables, asi en Santiago como en varios pueblos. Segun el sistema en- tonces vijente, estaba dividida en dos cuerpos independien- tes, la policia diurna (los vijilantes), i la policia nocturna (los serenos), lo cual ofrecia, como es facil suponerlo, los mayores inconvenientes, reagravados con el escaso numero de cada uno de esos cuerpos. Asi, Santiago no tenia mas que 52 sere- nos para la guardia nocturna de la ciudad. Este numero fue casi triplicado en los liltimos anos de la administracion Prie- to; i la policia, como debia esperarse, esperimento un cambio mui favorable. Mejoras mas o menos importantes fue posible introducir en otras ciudades como Valparaiso, Concepcion i Copiapo, que estaban mal servidas; pero aun en pueblos que no habian tenido policia, se hizo sentir el espiritu de reforma, i pudieron contar algunos policiales. A pesar de todo, la. divi- sion de estos en dos cuerpos distintos subsistio mas de diez

222 xnsr decenio db la histobia de chile

afios, causando todos los embarazos i entorpecimientos que es facil suponer.

Otro servicio publico que debia llamar seriamente la aten- cion del gobierno, i que en efecto le merecio la proteccion que le era posible dispensarle, fue el de caminos. El crecimiento de la industria i del comercio los exijia empenosamente; pero la limit acion de los recursos del erario publico no habia per- mitido dedicar a este ramo el impulso que necesitaba. Asi fue que ademas de la apertura del camino carretero entre Quillo- ta i Valparaiso, casi no se hizo otra cosa que componer los existentes.

Pero entonces se hablaba mucho de los excelentes caminos que en algunos paises, en Estados Unidos particularmente, se abrian por empresas particulares a las cuales autorizaban los gobiernos para cobrar un moderado derecho de peaje, constituyendo asi un excelente negocio para ellas, i un bene- ficio incalculable para el publico. Creyendose posible implan- tar en Chile un sistema analogo, el congreso nacional, por lei de 2 de setiembre de 1835, habia autorizado al presidente de la Republica para promover la construccion de caminos, puen- tes i canales, concediendo a los empresarios la facultad de imponer moderados i proporcionados derechos de peaje, pon- tazgo i navegacion, o haciendolos cobrar por medio de ajen- tes publicos, con el unico i esclusivo objeto de indemnizar a dichos empresarios.

Aquella autorizacion debia durar seis anos; pero se pasa- ron estos sin que se presentara un solo empresario para aco- meter trabajos de ese orden. La pobreza jeneral del pais en aquellos anos, no permitia destinar capitales en trabajos se- guramente costosos, i que debian producir un interes mui re- ducido, i talvez nulo. A causa de la limitada poblacion de Chile, de la escasa industria i de la misma pobreza, el numero de viajeros que recorrian los caminos publicos era mui limi- tado; i se creia que toda empresa de aquella clase no podia conducir mas que a un desastre. Sin embargo, en 1841, cuan- do ya habia espirado el plazo de aquella autorizacion, se anun- cio que se querian hacer propuestas para la construccion de

CAPfruLO QUOTO 223

un camino; i el gobierno solicito (octubre de 1841) i obtuvo del congreso que se le renovase la autorizacion por cuatro alios. Todo aquello iba a producir una nueva decepcion. En Chile no habia hombres ni capitales para acometer tales em- presas, ni las condiciones del pais, los usos i costumbres de sus habitantes, eran favorables para estimularlas i fomentar- las. El gobierno, por estas][razones, se limito a componer los caminos existentes i a esperar mejores tiempos para abrir otros nuevos.

§ 7. COMPLICACIONES I DIFICULTADES INTERNACIONALES; CONDUCTA IRREGULAR DEL GOBIERNO DE MeNDOZA; FUERO DE LOS DIPLOMATICOS EN MATERIAS JUDICIALES. Fueron

tambien aquellos meses epoca de un gran trabajo en el minis- terio de relaciones esteriores. La guerra contra la confedera- cion peru-boliviana, tan felizmente terminada, no habia pues- to fin a los recelos i rivalidades de las dos Republicas que la habian formado, i menos aun a las discordias civiles i a las revueltas internas en cada una de ellas. Asi en Bolivia, como en el Peru, habia sido mui celebrada la victoria de jYungai; pero inmediatamente habian asomado profundas perturba- ciones dentro de cada uno de esos estados, i luego la guerra entre ambos.

Por mas que Chile hubiera salido de aquella contienda Ueno de gloria i de honor, aunque al volver a nuestro suelo las tro- pas vencedoras encontraron la Republica en perfect a paz, i por mas que ella estuviese desinteresada asi en las contiendas intestinas de aquellos dos paises, como en la guerra que se preparaba entre ambos, no le era dado desentenderse de lo que pasaba a sus puertas, puede decirse asi. Nuestro gobierno estaba en el deber de mantenerse al corriente de esos sucesos, i, conservandose en la mas estrictaf^neutralidad, evitar en lo posible los males que se divi^aban, i que por un acaso u otro podian comprometer los intereses nacionales. Aquella situa- cion, que exijia de nuestros gobernantes tanto tino como acti- vidad i enerjia, fu^ servida con acierto i con rectitud, segun veremos adelante, donde nos proponemos referir este orden de hechos con algun detenimiento, i hasta una fecha mas

224 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

avanzada de aquella a que hemos alcanzado en nuestra na- rracion.

A esas preocupaciones se unian otras de menos importan- cia seguramente, pero que imponian atencion i molestias. Nos referimos a las indemnizaGiones que con razon o sin ella reclamaban algunos siibditos o ciudadanos de grandes poten- cias por perjuicios que decian haberseles inferido por actos que databan de las guerras de la independencia, o por emba- razos que habian hallado^en sus operaciones comerciales. Esas reclamaciones apoyadas a veces con intransijencia i con des- comedimiento por el gobierno respectivo del reclamante, exi - jian de ordinario indemnizaciones enormes, convirtiendolas en una inescrupulosa esplotacion. El gobierno tuvo que oir en esta epoca reclamos de Estados Unidos, de Francia i de Inglaterra, i tuvo que defenderse contra la reclamacion mis- ma o contra la cuantia de la indemnizacion. Todo aquello imponia, comodebe suponerse, un gran trabajo; i por mas que este fuera ejecutado por un hombre tan competente i labo- rioso como don Andres Bello, i por mas que en ocasiones lo- grara convencer a sus contendores i rebajar sus pretensiones, esas reclamaciones impusieron mas de una vez a nuestro go- bierno sacrificios pecuniarios que no guardaban relacion con el asunto que los habia motivado, segun habremos de con- tarlo mas adelante.

Otros negocios de mui distinto caracter, pero tambien de- pendientes del ministerio de relaciones esteriores, causaban no poca preocupacion al gobierno de Chile. La Republica Arjentina ardia en una espantosa guerra civil. La capital es- taba hollada bajo una tirania implacable, que ha dejado a la posteridad un recuerdo de sangre i de horror. Casi en cada provincia se habia levantado un tiranuelo que obedeciendo a los peores instintos suyos o de sus consejeros, vivia empefia- do en mantener i dilatar el terror i la persecucion. «E1 exceso mismo de esos horrores, decia un pensador arjentino, vendra a disimularlos ante la historia, porque la posteridad se resis- tira a creerlos como verdaderos, i acabara por tomarlos en todo o en parte por la invencion atroz de un cerebro enter-

CAPfTULO QUINTO 226

mo» 8. En la provincia de Mendoza , la que mantenia mas es- trechas relaciones con Chile, se habia levantado uno de esos despotas feroces. Era este don Jose Felix Aldao, antiguo frai- le, que en las guerras de la indeperidencia habia cambiado el hdbito dominicano por el sable de los granaderos a caballo, que habia peleado como valiente contra los espafioles, i que en los disturbios posteriores, habia llegado hasta gobernador de Mendoza.

En esa provincia vivian muchos chilenos, en jeneral peque- nos propietarios rurales o simples trabaj adores de los cam- pos. El rejimen mantenido por Aldao en el gobierno de Men- doza (el sostenia que lo habia encontrado establecido), no respetaba nacionalidades, i los chilenos estaban sometidos como los nacionales, si no mas que estos, a soportar los im- puestos estraordinarios, la requisicion de ganados, el sumi- nistro forzado de forrajes o de viveres, i el servicio obligatorio i gratuito en las tropas de la provincia. El gobierno de Chile habia reclamado en varias ocasiones contra tales violencias; i aunque habia obtenido contestaciones mas o menos satis- factorias de los mandataries de Mendoza, no habia tardado en verse que se repetian los^mismos vejamenes, lo que impor- taba agregar la burla a la ofensa. Los periodicos de Chile que referian esos vejamenes con profunda indignacion, propo- nian di versos arbi trios para correjirlos. Llegose a indicar por algunos de ellos la conveniencia de intervenir militarmente en los negocios internos de aquella provincia, i de apoyar a los que alii combatian armados al gobierno, en la seguridad de que estos no cometerian tales desmanes. Ese consejo no encontro acojida ni en los mandataries ni en la opinion.

El presidente de la Republica al dar cuenta de estas trope- lias en la apertura del congreso, el i.^ de junio de 1841, las ca-

8. Oi este concepto a don Domingo de Oro cuando con un infinito talento de narrador, me referia una tras otra algunas de las inauditas atrocidades de que en aquellos afios fueron teatro las provincias arjentinas. Don Domingo Faustino Sarmiento, que en sus Recuerdos de provincia ha hecho un excelen- te retrato de Oro (pajs. 75-95), recuerda este pensamiento con otras palabras, pero con rigorosa exactitud en la idea.

TOMO XIV. 15

226 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

lifico en terminos dignos pero enerjicos. «Creo, decia, que no debemos ya fomentar unas relaciones de que apenas reporta- mos otros frutos que la mas desigual correspondencia; i con esta mira ocurrire a vosotros para que me autoriceis a derogar suspender o modificar las leyes que reglan actualmente el trdfico entre Chile i Mendoza, si el gobierno juzgare necesario recurrir a una medida tan repugnante a sus sentimientos». Mes i medio mas tarde, el 17 de julio, el presidente de la Re- piiblica anunciaba al congreso que las reclamaciones nueva- mente entabladas no habian correspondido a las esperanzas del gobierno, i que por tanto era Uegado el caso de tomar las medidas anunciadas. La aprobacion de ese proyecto sufrio algun retardo. Mientras tanto, en los ultimos dias de setiem- bre, como contaremos mas adelante, comenzaba a llegar a Aconcagua una considerable inmigracion, que viajando a Cordillera cerrada, venia a buscar asilo contra las sangrien- tas i terribles persecuciones que en aquellas provincias ame- nazaban a los vencidos en la guerra civil. Los informes que daban esas jentes no permitian esperar que por entonces cesa- rian las violentas estorsiones ejercidasalli contra nacionales i estranjeros. '

Aunque hasta esa fecha era mui reducido el niimero de ajentes diplomaticos que hubieran venido a Chile, ya habian ocurrido demandas o litijios en que habian intervenido, o sido parte Igunos de ellos, i suscitadose dudas o contradicciones sobre competencia para juzgar. Una pragmatica espedida por Felipe V en Aranjuez en 15 de julio de 1737 (que forma la lei 6 a titulo 9, libro 3 de la Novisima Recopilacion) esta- blecia que los tribunales del pais conociesen en las deman- das que se interpusieran contra los ministros publicos por deudas i contratos particulares que durante el ejercicio de su ministerio hubieren contraido. Otras disposiciones parecian confirmar esta regla, despojando asi a los ministros diploma- ticos de los fueros i privilejios.que a este respecto les confiere le practica de las naciones, i reconoce el derecho de jentes. Esta regla, sin embargo, no podia aplicarse sin reciprocidad i los represent antes de naciones que se sujetaban a di versos

CAPfrULO QTJINTO ' 227

principios tenian derecho para objetarla. La corte suprema consulto al gobierno sobre el particular, pidiendo que se le dieran reglas fijas para nivelar su conducta en ocurrencias de ese caracter. El presidente de la Republica recurrio al con- greso para proponerle la solucion de esa dificultad. Segun el, JOS juzgados i tribunales de Chile debian en tales casos, suje- tarse no a la lei espaiiola, que no era reconocida ni seguida en ningun otro pais, sino a los principios del derecho de jentes. Esta proposicion, retardada i mui discutida en el congreso, merecio sin embargo la aprobacion de este, i fue sancionada como lei de la Republica en 3 de setiembre de 1842.

§ 8. ESCRUTINIO JENERAL EN EL CONGRESO; PROCLAMACION DEL JENERAL BULNES COMO PRESIDENTE DE LA REPl^TBLI-

CA. La administracion del jeneral Prieto llegaba a su ter- mino. En la cabecera de cada una de las nueve provincias en que entonces estaba dividida la Republica, se habia reunido el 25 de Julio el respectivo colejio electoral. Todo aquello se habia verificado con la mas irreprochable exactitud. Solo en la Serena se hizo notar la fait a de tres elec tores no elejidos por las causales que hemos senalado antes, i de uno en Con- cepcion, por motivo de enfermedad. Fuera de estos dos acci- dentes, todos los colejios provinciales habian funcionado en numero completo i con la mas perfecta regularidad. En todas partes se practicaban estos actos con un contento que podia llamarse jeneral. Se celebraba la tranquilidad solida i placen- tera del pais, i en todos los tonos se anunciaba que la nueva administracion plantearia un rejimen de paz i conciliacion, sin golpes de autoridad i sin procesos ni desterrados politicos. La reunion del congreso pleno del 30 de agosto en Santiago, para practicar el escrutinio jeneral, revistio tambien todos los caracteres de solemnidad que fue posible darle. A ella con- currieron a lo menos en su mayor parte, los diputados i se- nadores que habian sido hostiles a la candidatura del jeneral Bulnes. Ante la lei, el triunfo de este era irreprochable, r casi correspondia a la unanimidad de sufrajios, constituyendo al parecer la muestra mas brillante i mas honrosa de aplauso i de adhesion que un hombre ilustre podia recibir de sus con-

228 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ciudadanos. De los i68 individuos que debian componer los nueve colejios electorales de la Repiiblica, 154 votaron por el jeneral Bulnes^, i esta cifra se estimara mucho mas recordan- do que entre esos electores se contaban muchos, por no decir la mayoria, de los hombres mas notables i mas prestijiosos del pais por sus fortunas, sus antecedentes o sus servicios. El jeneral Biilnes fue, pues, proclamado en el congreso i acep- tado casi en todas las ciudades i campos en medio de fiestas. La eleccion presidencial, segun las palabras de El Araucano, habia tenido desde sus primeros pasos las condiciones de po- pularidad que casi podian darle el caracter de una aclama- cion popular. ^| i

*^?A1 escribir esas lineas en el periodico oficial, don Andres Be- Uo dejaba constancia del espectaculo, nuevo hasta entonces en America, que ofrecia Chile en la trasmision legal del mando supremo en medio del mas tranquilo i placido bienestar; i por ello felicitaba al pais con la mas viva efusion. «^No es verda- deramente un prodijio, decia, para cualquiera que haya con- templado a esta naciente Republica en los seis meses pasa- dos, terminada apenas la ajitacion de las elecciones, verla en- trar inmediatamente en el curso de la vida ordinaria, sin ren- cores ni rivalidades, a manera de un pueblo antiguo, desde

9. Segun lo prescrito por la constitucion del estado, i los calculos sobre el numero i la reparticion de sus habitantes; Chile elejia entonces 56 diputados Correspondiendo por cada uno de estos tres electores, los colejios electorales de toda la Republica debian componerse de 168 para las elecciones indirec- tas o de segundo termino. En las elecciones de 1841, la votacion se descom- puso en la forma siguiente:

En la Serena faltaron electores ' 3

En Concepcion, uno por enfermo i

JJn voto por el jeneral O'Higgins, en Santiago i

Nueve votos por el jeneral Pinto, en Coquimbo 9

Por el jeneral Bulnes 154

Total 168

El Araucano, mui parco en la publicacion de documentos referentes a la eleccion presidencial de 1841, que habria importado hacer conocer, dio, sin embargo, a luz el acta del escrutinio jeneral en el num. 577 de 10 de setiem- bre.

CAPfrULO QUTNTO 229

largo tiempo esperimentado en la carrera de las elecciohes populates Esas palabras contenian una grande ensenanza que desgraciadamente no habia de aprovechar a algunos de los gobiernos subsiguientes.

Al dejar constancia de ese hecho, Bello, en ese i en otros escritos de aquellos dias, recordaba de paso los progresos, i senalaba discretamente al recien elejido los deberes que le tocaba llenaf con el alto puesto a que estaba llamado. Era uno de ellos la difusion de la instruccion publica en todos sus grados, como fuente de todo progreso, i como timbre de ho- nor para la Republica. Ya veremos a esta realizar en lo posi- ble, bajo el gobierno del nuevo mandatario, aquellas nobles aspiraciones.

§ 9. Ultimos dias del gobierno del jeneral Prieto:

PROYECTO de lei EN SU HONOR PRESENTADO AL CONGRESO,

QUE QUEDA SIN APROBARSE. El jeneral Prieto iba a salir del gobierno en las me j ores condiciones personales a que le era dado aspirar. Su administracion que habia durado diez afios completos i que por esto era un espectdculo nuevo en Chile, i, como ya dijimos, en toda la America espanola, dejaba esta- blecido el gobierno regular, con instituciones fijas, con espi- ritu de orden, con escrupulosa seriedad en el pago de las obli- gaciones del estado, i con las condiciones mas esenciales^de progreso. Para obtener ese resultado, aquella administracion habia sido severa i represiva, i en ocasiones mas dura de lo que era necesario; pero, en jeneral, no se atribuian al presi- dente de la Republica las medidas de rigor. Este no contaba . con enemigos implacables entre sus adversarios; i aun habia conseguido atraerse a algunos de ellos por actos de equi- dad i de buena politica, Su espiritu de orden i de economia personal le permitia salir del gobierno en un favorable estado de fortuna,que unidaasu renta militar le permitiria pasar el resto de su vida en una posicion desahogada.

Si bien es verdad que aun entre las personas mas adictas a la administracion, no era raro oir murmurar del presidente de la Republica, recordando ora su espiritu de economia, ora la poca estension de sus luces, o cualquiera debilidad perso-

230 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nal, la mayoria de los hombres que habian cooperado en cual- quiera esfera a su gobierno, conservaba por el una solida es- timacion. Tres senadores, don Mariano Egafia, don Diego An- tonio Barros i don Jose Manuel Ortuzar, que por sus antece- dentes i su posicion de fortuna no podian ser acusados de aduladores, presentaban el 9 de agosto un proyecto de lei, cuyoarticulo i.^ deciatestualmente lo que sigue: «Don Joaquin Prieto es benemerito de la patria en grado eminente.» Una comision lejislativa de cuatro senadores i de ocho diputados le present aria solemnemente i en un acto publico, aquella de- claracion «como un testimonio de la gratitud nacional a sus jenerosos i eminentes servicios». El orijinal de esa lei, seria colocado en la sala del despacho del presidente de la Republi- can para que a la vez que acreditara la gratitud nacional a los servicios del jeneral Prieto, «fuese un estimulo que empeiiara a sus sucesores a distinguirse en la carrera de la gloria que les ofrece la patria». Al discutirse este proyecto (el 16 de agosto) el senador don Diego Jose Benavente, pidio que se le aplazara durante un ano, sosteniendo que entonces, calmadas las pa- siones del momento, el voto del senado, cualquiera que el fuese, seria un fallo mas justiciero i sereno. Desechada esa proposicion, el proyecto fue aprobado por unanimidad. Ai Uegar a la camara de diputados, fue sometido, segun la prac- tica constante, a la comision de gobierno encargada de in- formar.

Ese informe no se dio nunca. Si bien habia en aquella ca- mara algunos diputados dispuestos a dar a aquel proyecto una ardorosa aprobacion, habia tambien otros que lo habrian impugnado con resuelta decision, i habia muchos otros que miraban con indif erencia aquella manifest acion o que lacreian inconveniente. Parece que se temio que se suscitase una dis- cusion del peor efecto; i se prefirio no promoverla. Asi, pues, aquella proposicion, que sin la menor duda habria encontra- do una fuerte contradiccion, i que en caso de ser aprobada habria establecido un mal precedente, quedo alii paralizada, sin alcanzar la sancion que habria debido convertirla en lei. Por lo demas, si el jeneral Prieto no Ilego a obtener ese honor,

CAPfTULO QUINTO 231

la nueva administracion le dispenso todas las consideraciones que podia apetecer.

Recordaremos ademas, como un simple rasgo de interes local, un ultimo acto de la presidencia del jeneral Prieto. En 22 de agosto de 1832 habia propuesto al congreso el modelo de un escudo de armas de la nacion, mas elegante i artistico que el que se usaba desde los dias de la revolucion. Ese escu- do fue aprobado por el congreso, en lei de 26 de junio de 1834, con el caracter de escudo oficial de la Repiiblica de Chile 1^. Desde entonces se le uso en todos los documentos publicos, en el cuno de nuestra moneda, i hasta en los botones i otros arreos de los militares. Sin embargo, por descuido, o por de- sidia, se habia dejado encima de la puerta principal de la casa de gobierno (hoi casa de la intendencia), el escudo de armas del tiempo de O'Higgins, consistente en una columna con una estrella i la palabra «libertad». El jeneral Prieto no quiso re- tirarse del mando sin reparar esa'omision. En los ultimos dias de su gobierno, a mediados de setiembre, se echo abajo el antiguo escudo de armas, i se le reemplazo por el nuevo es- cudo, en estuco bianco, que subsiste hasta ahora, pero ata- viado de color.

Al dejar el ipando supremo, el 18 de setiembre de 1841, el jeneral Prieto publico un opiisculo de 23 grandes pajinas que Ueva este titulo: Esposicion que el prdsidente de la Republica, Joaquin Prieto, dirije a la nacion chilena, el dia 18 de setiem- bre de 1841, ultimo de su administracion, Es el cuadro claro i ordenado de la marcha del pais en los ultimos diez aiios, en que, saliendo de un estado de perturbacion i desgobierno ve- cino a la anarquia, habia conseguido este establecer la paz interna, asentar instituciones que tenian el caracter de esta- bles, fundar el credito nacional por el cumplimiento de las obligaciones financieras, propender al adelanto de la indus- tria i de la riqueza piiblicas, i Uevar a cabo con gloria i felici- dad una penosa guerra esterior. Esa Esposicion, escrita por

10. Amunategui, Precursores de la independencia, tomo III, pajs. 587 i si- guientes. Hist, jeneral de Chile, tomo XVI, pajs. 267 i siguientes.

232 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

don Andres Bello, es en su jenero, una obra maestra de arte de presentacion de los hechos sin jactancia i sin exajeracion, en forma rapida i sumaria, pero, con metodo irreprochable para hacerlos comprensivos, i para darles todo su relieve. Ese documento, verdaderamente capital, fiie recibido entonces con vivo interes, ha sido varias veces reimpreso, i merece ser leido atentamente por todo el que quiera estudiar la historia de aquella administracion ii.

II. La Esposicion de que hablamos fue reimpresa en 1858, en las pajsi 59-72 del tomo I de la coleccion titulada Documentos parlamentarios o compi- lacion de los discursos de apertura del congreso, i memorias de los minis- tros i reproducida mas tarde como apendice del tomo IV de la obra de So- tomayor Vald6s, que hemos citado antes.

UN DECENIO

DE LA

HISTORIA DE CHlIiE

(1841-1851)

PRIMER PERiOOO OE LA PRESiOENCIA REL JENERAL ROLKES

1836-1841

i

■^

M

^jN^m

i

CAPITULO PRIMERO

I. El jeneral Bulnes se recibe del mando de la Republica: significado de las fiestas de su recepcion. 2. Organizacion del primer ministerio del nuevo gobierno; el ministro Renjifo propone el plan politico que debia seguirse; proposicion i sancion de la lei de aninistia. 3. Llega a Chile una nume- rosa inmigracion arjentina arrancada de aquel pais por la guerra civil; hospitalidad con que es recibida por el gobierno i por el pueblo. ^4. Mal- trato i persecuciones de los chilenos en Mendoza bajo el gobierno de Al- dao; el de Chile se ve forzado a suspender las relaciones comerciales con las provincias trasandinas. 5. Trabajos de Renjifo en el ministerio de hacienda; reglamentacion concerniente a los presupuestos i a la cuenta de inversion; arreglo definitive del servicio de la deuda esterior. 6. Nue- va ordenanza de aduanas. 7. Creacion de una escuela normal de precep- tores. 8. Trabajos publicos; ordenanza sobre caminos; quinta normal de agricultura; creacion efimera de una caja de aborros; diversos proyectos quimericos que no podian realizarse. 9. Situacion tranquila i placen- tera del pais por efecto de la politica imperante; propositos de concilia - cion en los nombramientos de algunos empleados publicos. 10. Lei de rehabilitacion de los militares dados de baja; leyes referentes a los jenerales O'Higgins i San Martin. 11. Resultados inmediatos de esas leyes; la si- tuacion del jeneral San Martin; muerte del jeneral O'Higgins: honores funebres que se le tributan. 12. Reforma parcial de la lei de eleccio- nes populares; se conserva el derecho de sufrajio a los electores ya inscri- tos, aunque no supiesen leer i escribir; influencia de esta decision en la opinion publica.

ApfeNDicE. El jeneral Freire; su destierro i su regreso a la patria.

§ I. El jeneral Bi^lnes se recibe del mando de la re- pi^blica: significado de las fiestas de su -recepcion. El 18 de setiembre de 1841 se recibia el jeneral Bulnes en San-

236 T7N DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tiago, del mando de la Republica, en medio de fiestas piibli- cas de todo orden, i de un contento jeneral. Jamas ese dia de gloriosos i placenteros recuerdos para Chile, habia sido cele- brado con tanta efusion ni con tan visibles muestras de ale- gria. En esta ocasion, esas fiestas tenian mas razon i fun- damento que en ningun otro ano. Don Andres Bello, que ese dia celebraba el cumpleanos de la patria en un magnifico can- to, muchas veces reimpreso, i digno de serlo, recordaba al pueblo, desde las columnas del diario oficial, lo que signifi- caban aquellas manifestaciones del contento publico, i las esperanzas que las hacian nacer. «(;Quien podra desconocer, decia, los grandes destinos de la nueva era que hoi se abre para los chilenos, a vista del estado prospero del pais i del impulso de vida i actividad que hoi recibe por todo? (jNo esta vivo entre nosotros el recuerdo de las desgracias i estravios pasados, para que no sepamos apreciar i conservar los bienes presentes ? El estado lamentable de casi todos los paises sud- americanos ^;no hablara constantemente a nuestros corazo- nes i a nuestra razon, exijiendonos imperiosamente el sacri- ficio de todas nuestras pasiones por la conservacion de una paz tan cara i en la que se fundan todas nuestras esperanzas? . . . Podemos entregarnos, sin inquietudes i zozobras, i con mas motivo que en ninguna otra ocasion precedente, al rego- cijo que inspira la vuelta^del gran dia de la independencia; i el aniversario de este ano sera, sin duda, notado entre los de- mas, por los acontecimientos importantes i gloriosos que lo han precedido, por los que deben acompanarlo i por la nueva era de prosperidad que se abre para la Republica. En el se va a ver por primera vez en la America del Sur el espectdculo de un presidente que, despues de dos periodos constitucionales de orden i arreglo, despues de haber establecido el imperio de la lei, sometiendose el primero a este imperio, bajo del mas alto puesto para cederlo al elejido del pueblo, confun- dirse entre los ciudadanos, o hacerse notar unicamente por el digno i glorioso ejemplo del respeto a las instituciones na- cidas i afianzadas bajo su prospero gobierno». En seguida, en ese, asi como en otros escritos de esos dias, recordaba Bello

CAPfTULO PRIMERO 237

al nuevo mandatario el vasto plan de trabajos que debia lle- var a cabo en todos los ramos de la administracion piiblica para corresponder a las esperanzas i a las necesidades de la patria.

En las fiestas de aquellos dias se pudieron observar no po- cos signos de paz i concordia entre los ciudadanos i las fami- lias, que dejaban ver que las feroces pasiones politicas de los alios anteriores, comenzaban a suavizarse. La mas esplendida manifestacion de esta modificacion del sentimiento publico fue un gran baile ofrecido en la casa de gobierno. Bajo la ad- ministracion anterior se hacian fiestas de esta clase a espen- sas del Estado en el aniversario de la patria, o cuando se que- ria celebrar grandes acontecimientos. El baile que se di6 en Santiago el 30 de diciembre de 1839 P^-^a festejar el regreso del ejercito vencedor en Yungai, habia dejado un vivo recuer- do en la alta sociedad. Ahora se efectuo uno que segun las descripciones que nos han quedado, eclipso en brillo i en gran- diosidad a cuanto se habia visto hasta entonces en Chile. El primer patio de la casa de gobigrno (hoi casa de la intenden- cia), cubierto con un cielo de tela, con sus paredes, balcones i pilares tapizados con gasas, banderas i cintas de los colores nacionales, adornado con numerosos espejos i alumbrado por variedad de araiias i blandones, servia de sala de baile, como tambien servia el segundo patio, igualmente ataviado para este objeto. Entre cenefas i colgaduras, se veian medallones con trozos de poesia, algunos de ellos de buena literatura, que dejaban ver la mano esperta de Bello, i sobre los pilares los nombres de las victorias de la guerra de la independencia i de la reciente guerra contra la confederacion perii-boliviana. La prensa de esa epoca ha dejado la noticia detallada de la suntuosidad de aquellos festejos '. Pero la verdadera impor-

I. El Araucano, en su numero 580, de 1.° de octubre de 1841, hizo una des- cripcion prolija de aquel baile con muchos pormenores sobre todos sus acci- dentes, la estension de las mesas en que se sirvio el refresco (una de ellas de 80 varas de largo), las piramides o castillos de dulces para recordar las gran- des victorias nacionales, i la lista de los articulos consumidos, 42 pavos asa- dos, 255 fiambres, 384 botellas de Champagne, 435 de cerveza, 108 de cog- nac, 5,000 vasos de helados, 1,000 docenas de barquillos, etc. etc., Don

238 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tancia de ellos est aba en el numero i en la calidad de la con- currencia. Se habian repartido 2,200 invitaciones; i la afluen- cia de jente fue tal que aquellos espaciosos patios i salones parecian estrechos. En esa concurrencia se veian hombres i familias de todos los colores politicos, de sentimientos i tra- diciones mui opuestos, que no se habian reunido nunca, a lo menos desde diez anos atras, bajo el mismo techo.

Aquel baile tan concurrido i tan celebrado por una gran parte del publico, fue la ultima fiesta de esa clase dada por el gobierno. La disposicion de las invitaciones causaba los ma- yores embarazos, desde que no siendo posible hacerlas esten- sivas a todo el mundo, sin distincion de clases sociales, aun entre las familias consideradas decentes, debian resultar mu- chos agraviados; ademas de que era contrario al caracter re- publicano i democratico de nuestras instituciones, la repeti- cion de fiestas a que solo tenian entrada las jentes de cierto rango, o que aspiraban a formar parte de el. El gobierno de 1841 resolvio, con mui buen acuerdo, poner termino a la cos- tumbre imperante bajo la administracion anterior de celebrar el aniversario patrio con una fiesta de esa naturaleza.

§ 2. Organizacion del primer ministerio del nuevo gobierno: el ministro Renjifo propone el plan POLfxiCO

QUE DEBIA SEGUIRSE: PROPOSICION I SANCION DE LA LEI DE

amnistia. Dijimos que la celebracion del aniversario de la independencia tuvo aquel afio un significado especial por la conciliacion i la armonia que pudo notarse entre muchos de los hombres i familias de bandos opuestos, i al parecer irrecon- ciliables. El hogar del jeneral Bulnes iba a estender i a afirmar este acercamiento. Acababa de contraer matrimonio con dofia Enriqueta Pinto, la hija mayor del jeneral don Francisco An- tonio Pinto, seiiorita de una notable distincion de caracter i de intelijencia, que al lado de su padre habia adquirido una cultura intelectual i una ilustracion mui raras entonces en

Claudio Gay, quej[se hallaba entonces en Santiago, i que asistio a ese baile, tomo un bosquejo que llevo a Paris, i que en manos de un buen dibujante (F. Lehert) fue convertido en una lamina que lleva el numero 28 en el Atlas de la Historia fisica i politica de Chile.

CAPfrULO PRIMERO 239

nuestro pais, aun entre las senoritas i las senoras de la mejor educacion, sin que eso perjudicase a su modestia i a la suavi- dad de su trato. Esa distinguida senora que desde luego ejer^ cio una sana i discreta influencia sobre el dnimo de su marido,. fue tambien un elemento de conciliacion para atraer al gobier- no a algunos de los hombres que vivian en la oposicion desde afios atras.

Pero la politica que el jeneral Biilnes queria inaugurar en el gobierno, tendia en lo posible a ese resultado. A principios de setiembre, cuando efectuada su proclamacion de presiden- te de la Republica, tuvo que preparar la organizacion de su primer minis terio, se dirijio a don Manuel Renjifo, que segun ya contamos, le habia prestado tan utiles servicios en la elec- cion, para pedirle en los terminos mas honrosos para este, que se prestara a acompanarlo en el puesto de ministro. «Sabe Ud., le decia, que sin su poderoso ausilio, yo no podria Uevar la pesada carga que me aguarda». Renjifo se habia re- tirado al campo; i desde alii contesto una carta que constituye el mas honroso documento para su autor. «Puede decirse que desde el principio de la revolucion hasta nuestros dias, decia Renjifo, jamas ha habidoun periodo de orden, de calma i de esperanzas como el que actualmente disfrutamos. Por una feliz combinacion de circunstancias, los partidos en que dntes se dividia el pais han depuesto su animosidad reciproca, i todos esperan de Ud. seguridad i proteccion. Mas, a pesar de esto, se alucinaria mucho el que creyese consohdada la obra de la union, i estinguidas de raiz las viejas antipatias. Solo al nuevo gobierno esta reservada la mision de reahzar esta hala- giiefia perspectiva. Atraer a los que fueron enemigos de la ad- ministracion que espira; emplear a los hombres de merito que entre ellos haya; conceder una jeneral amnistia a los que por delitos politicos viven en el destierro; rehabilitar al corto nu- mero de oficiales que aun quedan fuera del servicio militar de los que se dieron de baja en 1830, son medidas que sin trepi- dacion deben adoptarse por un acto espontaneo del gobierno para que produzcan pleno efecto; porque si despues las arran- ca el infiujo o la import unidad, si se die tan con repugnancia^

240 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cediendo al ruego, o bajo condiciones que humillen a los agra- ciados, mejor estaria negarlo todo, i preferir un sistema de persecucion contra el partido liberal, pues asi conservara a lo menos algunos amigos la nueva administracion, i obrando a medias, seguramente los perderia a todos . . . Quien no perci- ba la diferencia que hai entre 1830 i 1841, i crea que lo que fue entonces necesario, es ahora conveniente, da en esto una prueba de obstinada ceguera; o de que consulta mas bien sus pasiones que su juicio. H

El jeneral Bulnes est aba perfect amente dispuesto para aco- jer esos consejos, i para seguirlos dentro de ciertos limit es. El mismo 18 de setiembre, momentos despues de recibirse del mando, organizaba su primer ministerio, i Uamaba a presi- dirlo a don Ramon Luis Irarrazaval, que siempre se habia mostrado iniciador o sostenedor de las medidas conciliadoras; pero no dio entrada en el a hombre alguno que hubiera figu- rado en la oposicion liberal o pipiola bajo el anterior gobier- no 3. Veinte dias mas tarde, el 7 de octubre, i despues de de- tenida i madura reflexion, se hacia el nombramiento de con- sejeros de estado; i entre estos no se daba tampoco pues to mas que a un liberal, i ese era el jeneral Pinto, padre politico del presidente de la Republica. Esta actitud respecto del par- tido liberal, lastimaba sin duda a algunos de sus jefes o direc- tores, que creian que en virtud de los arreglos que precedie- ron a la eleccion presidencial, en aquellos cargos debian estar representados los dos partidos. Otro acto gubernativo vino

2. Carta de don Manuel Renjifo al jeneral Bulnes, escrita en la hacienda de Vichiculen el 14 de setiembre de 1841. Fue publicada por don Ramon Renjifo en la Memoria biogrdfica, o biografia de aqu61, que dio a luz en San- tiago en 1845. Esta carta, de caracter privado, i sin pretensiones literarias, supone un notable sentido politico. Son sobre todo dignas de observacion las lineas en que compara la situacion politica en que se inicio la adminis- tracion Prieto, ila de 1841, en que Uegaba al poder el jeneral Bulnes.

3. El ministerio nombrado el 18 de setiembre de 1841, era compuesto de don Ramon Luis Irarrazaval, del interior; don Manuel Montt, de justicia, culto e instruccion publica; don Manuel Renjifo, de hacienda; i el jeneral don Jose Maria de la Cruz, de guerra i marina. Como este ultimo se hallaba en Concepcion, i no se sabia siquiera si aceptaria el ministerio, entro a reempla- zarlo Montt con el caracter de interino.

CAPirULO PBIMERO 241

en cambio a modificar la mala impresion que los primeros nombramientos habian producido en las filas de los antiguos opositores al gobierno.

El nuevo gobierno habia hecho prometer por su prensa una lei de amnistia por los delitos politicos, que permitiera regre- sar a la patria a todos los chilenos que permanecian en el des- tierro, i entre los cuales se hallaba el capitan jeneral don Ra- mon Freire. En el seno del gobierno i en el consejo de estado se discutio mucho la amplitud i el alcance que debia darse a esa lei. Los ministros Irarrazaval i Renjifo sostenian que la amnistia debia ser amplisima, sin restriccion alguna; i logra- ron hacer triunfar su parecer. En consecuencia, el mensaje enviado al congreso el 12 de octubre con la firma del presiden- te de la Repiiblica i de su ministro del interior, proponia la lei en los terminos siguientes: «Se concede amnistia a todos los chilenos que se hallan actualmente en destierro, a consecuen- cia de tentativas o hechos contra las autoridades o contra el orden publico del Estado». Las sesiones lejislativas habian sido prorrogadas hasta el 20 de octubre para dar tiempo a la aprobacion de este i de otros proyectos que el gobierno se pro- ponia presentarles.

En el senado, la amnistia amplia e ilimitada encontraba serias resistencias; no tanto por la libertad en que se dejaba a los desterrados i perseguidos politicos para volver a la patria, cuanto por el recelo de que invocando esa lei se restableciese en el goce de sus empleos, honores i sueldos, a los militares o funcionarios civiles que habian sido separados de ellos. Al fin, la lei fue aprobada el 15 de octubre, pero con la agregacion de dos lineas que restrinjian su alcance isus beneficios. «Se de- clara, decia aquella agregacion, que por el hecho de la amnis- tiano se concede la restitucion de honores, empleos i sueldos. » La camara de diputados, donde se manifestaron opiniones en contra de esta restriccion, aprobo la lei por unanimidad de votos el 16 de octubre en esa misma forma para evitar retar- dos *; i el 23 del propio mes fue sancionada por el presidente de la Republica.

4. El acta de la sesion de la camara de diputados de 16 de octubre, despues TOMO XIV. 16

242 FN DECENIO DE LA HISTOEIA DE CHILB

La forma en que fue aprobada esta lei contrariaba los pro- p6sitos politicos de los ministros Irarrdzaval i Renjifo, i se- guramente tambien los del presidente de la Republica, i no satisfacia las aspiraciones i esperanzas de los proscritos o desterrados; pero sirvio a veinte o treinta de estos, que vivian en el Peru, en Bolivia, en Guayaquil i aun en Panama, en una situacion precaria, i que pudieron volver a Chile al seno de sus familias. El ailo siguiente, como vamos a verlo, el gobierno del jeneral Bulnes renovo con resultado sus jestiones ante el congreso para consumar la mejor obra de reparacion i de jus- ticia iniciada con aquella lei de amnistia.

§ 3. Llega a Chile una numerosa emigracion arjen-

TINA ARRANCADA DE AQUEL PAIS POR LA GUERRA CIVIL: HOS- PITALIDAD con que ES RECIBIDA POR EL GOBIERNO I POR EL

PUEBLO. Al inaugurarse la administracion del jeneral Bul- nes, i antes que regresaran a Chile los ultimos proscritos de la pasadas contiendas civiles, llegaba a este pais una numerosa inmigracion dejciudadanos de un pais vecino que venian hu- yendo de la mas feroz i mas implacable de las persecuciones. Hemos recordado antes la guerra civil que azotaba en esos afios la Republica Arjentina. La campafia emprendida en 1839 contra la tirania de don Juan Manuel Rozas por el ejercito denominado «libertadoD>, bajo el mando del jeneral don Juan Lavalle, habia sido dirijida con poco acierto i con menos for- tuna. Obligado a retirarse de las puertas mismas de Buenos

de consignar que esta lei fue aprobada por unanimidad, agrega las cir- cunstancias siguientes, que son mui dignas de tomarse en cuenta. «E1 seiior Palazuelos hizo indicacion para que se dirijiese un voto de gracias al presi dente de la Republica por haber iniciado un proyecto que honraba sobre ma- nera su administracion, haciendole presente que, a pesar de abundar la ca- mara en los jenerosos sentimientos de S. E. se veia precisada a pasar por la adicion hecha por el senado en atencion a estar pr6ximo a espirar el periodo lejislativo, i temiendo retardar los beneficos resultados de tan filan tropica medida. Cuando se discutia dicha indicacion, se ausento de la sala uno de los senores diputados, quedando incompleta la representacion, i con este moti- vo se levanto la sesion».

Como quedaran todavia muchos asuntos sin despacho, el congreso fue con- vocado a sesiones estraordinarias; pero solo el afio siguiente, como veremos en seguida, volvio a tratarse del restablecimiento en sus destinos i rentas de los amnistiados.

CAPfrULO PBIMEBO 243

Aires en setiembre de 1840, ese ejercito, perseguido por fuer- zas considerables, se dirijia a las provincias^del norte, i des- pues de contrariedades i sufrimientos de todo orden se frac- cionaba en dos cuerpos que iban a correr la suerte mas lasti- mosa. Una division, que se daba el titulo de segundo ejercito libertador, mandada por el jeneral don Gregorio Ardos de La Madrid, se dirijia de la Rioja a las provincias andinas o de Cuyo, donde le esperaban grandes fatigas, numerosos comba- tes i, por ultimo, un espantoso| desastre ^. Por algunos dias, la fortuna parecio estar de parte de La Madrid. Despues de ocupar la ciudad de San Juan, entraba a Mendoza el 4 de se- tiembre (1841), que abandonaban precipitadamente las fuer- zas enemigas, i era recibido como vencedor en medio del con- tento de la poblacion. Esta ventaja fue mui accidental. Una

5 . No conozco ninguna relacion propiamente historica de estos aconteci- mientos, pero si narraciones fragmentarias i biograficas, i numerosos docu- mentos. El Araucano publico una estensa, pero desordenada esposicion de una gran parte de esa campaiia, firmada por el jeneral La Madrid el 28 de agOsto de 1841. Puede verse en el num. 579 de ese periodico, de 24 de setiem- bre. Por una coincidencia, ese[^mismo^dia aquel caudillo era derrotado en las cercanias de Mendoza, i emprendia su retirada a Chile, segun vamos a recor- dar en el testo. Esta segunda parte [de^la campana de La Madrid esta con- tada por este, con poca claridad, en una estensa carta escrita desde Santiago de Chile el 22 de octubre de 1841 al jeneral don Jose Maria Paz. Esa carta ha sido varias veces publicada, i va reproducida por el mismo Paz en el es- crito que voi a record ar. En 1855 se publicaban en Buenos Aires las Memo- Has pdstumas del brigadier jeneral don JosiJVIaria Paz, fallecido el aiio ante- rior. AUi, refiriendose a^^los acontecimientos de la guerra civil, inserta un apendice que en forma de nota va de^la'paj.[65 a la 235, del tomo III de aque- 11a obra, Ese apendice^tiene este titulo:__ Ultima campana del jeneral La Ma- drid en el interior de la Republica Arjentina, a«o^i839, 40 i 41. Esta resena, destinada a rectificar unas memorias ineditas del jeneral La Madrid, que Paz tuvo a la vista,^es^clara, ordenada i comprensiva, i segun creo, lo mas ilustrativo que se haya escrito][sobre esos hechos. Se sabe que el mismo aiio 1855 sepublicaba en Buenos Aires^un volumen con el titulo deObservaciones sabre las memorias pdstumas del jeneral Paz por el jeneral La Madrid. Alii se habla de estos sucesos, reproduciendo la carta citada, que tambien insert6 Paz; pero en realidad no da mayor luz sobre ellos. Ademas de estas fuentes de informacion, existe todavia el parte del jeneral Pacheco, que es bastante estenso, i que fue publicado en los periodicos arjentinos. En algunos de estos se tach6 de inexacta una relacion de la batalla del Rodeo del medio publica- da en El Mercurio de Valparaiso, de 9 de octubre de ese ano, i escrita segun los informes de los emigrados. i

244 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

division de mas de dos mil hombres, que se hacia llamar se- gundo ejercito de la Confederacion, venia, a las ordenes del jeneral don Anjel Pacheco, en alcance de La Madrid; i el 23 de setiembre estaba situado a pocas leguas al oriente de Mendo- za. En el sitio denominado, Rodeo del medio, se verifico el dia siguiente (24 de setiembre) un encarnizado i sangriento combate. El ejercito de La Madrid, reducido a unos mil cua- trocientos hombres, era batido i obligado a retirarse a Men- doza. Pero esa misma noche los restos salvados de la derrota, tomaban el camino de la cordillera para buscar en Chile su salvacion contra la sana implacable de los vencedores. La montaiia, entonces cubierta de nieve casi hasta la falda, no ofrecia paso seguro, ni aun por los senderos de Uspallata, que eran los que seguian los fujitivos. Venian estos en su ma- yor parte a pie, escasos de ropas i mas escasos de viveres; i tenian que marchar sobre la nieve casi sin rumbo fijo, por cuanto no se veia apariencia alguna de camino. A entradas de la cordillera, habian esperimentado un temporal de viento i nieve, de corta duracion, por fortuna, pero que los molesto sobremanera i que fue causa del estravio i muerte de muchos de los fujitivos. Las miserias que aquellos infelices contaban de su viaje partian el alma de sus oyentes. Todo eso, sin em- bargo, era poco ante los horrores, fusilamientos i degiiellos de que fueron victimas los que cayeron en manos de sus feroces perseguidores.

Al encimar la cumbre, el 25 de setiembre, los fujitivos que iban adelante, encontraron cuatro viajeros que marchaban en direccion opuesta. Eran don Domingo Faustino Sarmiento i tres compatriotas suyos que se dirijian a Mendoza o sus con- tornos para reunirse al ejercito del jeneral La Madrid, que creian preponderante en aquella comarca. La palabra «derro- ta» esplico a los viajeros la causa de aquella dolorosa emigra- cion. Uno de ellos volvio atras a requerir ausilios en Santa Rosa de los Andes, i estos no se hicieron esperar ^. De alii se

6. Don Domingo F. Sarmiento ha referido estos hechos con colorido, pero con pocos pormenores, en sus citados Recuerdos de provincia, pajs. 194 i sig. En un bosquejo biografico de uno de los caudillos de esas guerras {El Chacho)

CAPfTULO PBIMERO 245

enviaron mulas cargadas de viveres, de cueros de carnero i de otros abrigos, i salieron vaqueanos de aquellos caminos para favorecer la marcha de los fujitivos. Exajerandose elnumero de estos, se le hacia subir a muchos centenares; i se contaba ademas que con ellos venian familias enteras, con mujeres, ancianos i ninos. La hospitalidad de los habitantes de Santa Rosa, de Curimon i de San Felipe, hizo cuanto se podia espe- rar de ellos.

Pero la noticia habia volado a Santiago. El gobierno no va- cilo en prestar a los fujitivos todos los ausilios que estaban en sus manos; i al efecto, ademas de enviar algunos socorros utiles i de hacer partir al cirujano de ejercito don Carlos Bous- ton para atender a los enfermos i estropeados, autorizo al in- tendente de Aconcagua para hacer los gastos indispensables en aquella emerjencia. El sarjento mayor de injenieros don Jose Antonio Guilizasti, que servia este cargo, correspondio cumplidamente a esa comision. En Santiago, residian enton- ces desde meses atras algunos emigrados arjentinos que por sus talentos i su cultura se habian conquistado una buena po- sicion social, ^el doctor don ^Gabriel Ocampo, don Domingo Oro, don Martin Zapata i don Gregorio Gomez, entre otros, i ellos, unidos al jeneral don Juan Gregorio de las Heras, hi- cieron cuanto podia esperarse para socorrer a sus compatrio- tas. Algunos caballeros chilenos se distinguieron tambien en est a obra de hospitalidad, recojiendo erogaciones entre los vecinos pudientes, preparando funciones teatrales a beneficio de los emigrados, i prestando a estos todos los ausilios que po- dian mejorar su situacion. El numero de ellos, inferior a lo

que era uno de los inmigrantes, Sarmiento ha sido mas estenso al recordar aquellos acontecimientos, sin dar, sin embargo, amplitud de noticias. V6ase el torn. VII, pajs. 271 i sig. de sus Ohras, edicion de Santiago (1889). Adver- tiremos que alii se ha cometido el descuido de poner setiembre de 1842 como fecha de estos acontecimientos ocurridos el aiio anterior. El Mercurio de Val- paraiso publico una animada i colorida resena de la emigracion, escrita indu- dablemente por Sarmiento, i reproducida varias veces en periodicos i aun en libros arjentinos. Vease A. Zinny, Historia de los gohernadores de las provin- cias arjentinas (Buenos Aires, 1882) tom. Ill, pajs. 158-166. La Madrid hizo tambien listas de los emigrados que llegaban a Chile para la tranquilidad de sus famihas.

^6 VN DKCENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

que al principio se habia creido, alcanzaba sin embargo a tres- cientos o cuatrocientos hombres. Todos fueron atendidos a medida de sus necesidades i de su condicion. El jeneral La Madrid, que fue afectuosamente recibido por el presidente de la Republica, represento en diversas ocasiones a este i al mi- nistro Irarrdzaval su satisfaccion por el hospitalario recibi- miento que se habia dispensado a el i a sus compatriotas, de todo lo cual, agregaba, guardaria siempre un recuerdo inde- leble 7.

Puso tambien el gobierno el mayor empeno en buscar para aquellas jentes ocupaciones adecuadas a la condicion de cada cual. Los simples soldados las hallaron facilmente; pero entre los oficiales i agregados civiles, habia hombres de cierta edu- cacion. Todos ellos, o mas propiamente, todos los que tenian habitos de trabajo, lo encontraron unos en el comercio, o en la industria, i otros en los puestos publicos a que los Uamo el gobierno, como lo encontraron muchos de los emigrados ar- jentinos que siguieron Uegando a Chile, fujitivos de las san- grientas discordias civiles que asolaban ese pais. Mui poco tiempo despues, fuera de algunos clerigos que obtuvieron cu- rates, pasaban de cincuenta los arjentinos emigrados que desempenaban empleos publicos en nuestro pais; i este nu- mero que puede parecer reducido, era entonces enorme por cuanto la administracion era servida por un personal mui li- mitado de funcionarios. Debe tambien hacerse notar que al- gunos de ellos fueron llamados a destinos de responsabilidad i de confianza, i que el mayor numero correspondia a ella cumplidamente.

f. § 4. MaLTRATO I PERSECUCIONES DE LOS CHILENOS EN

Mendoza bajo el gobierno de Aldao; el de Chile se ve forzado a suspender las relaciones comerciales con LAS PROVINCIAS TRASANDiNAS. Mieutras tauto, la situacion

7. De todo esto hai noticia en algunos articulos de El Araucano, ien es- pecial en uno del numero 582 de 15 de octubre de 1841. La Madrid ensayd el establecimiento de una panaderia, pero en los pocos aiios que residio en Chi- le fue socorrido por erogaciones de los particulares, i seguramente tambien por ausilios del gobierno, como lo fueron otros emigrados.

CAPfrULO PRIMERO 247

de los chilenos en algunas de las provincias arjentinas, i par- ticularmente en Mendoza, era verdaderamente horrible. Se creeria que los mandones que alii imperaban, querian castigar en aquellos la hospitalidad que se dispensaba en Chile a los hombres salvados de ese despotismo. Bajo el r^jimen a que el f raile Aldao tenia sometida a esa provincia, los chilenos esta- blecidos en ella, hombres pacificos i labradores honrados, no tenian garantia alguna para sus personas ni para sus bienes. Se les enrolaba por la fuerza en las bandas que sostenian la guerra contra los Uamados unitarios, i se les despojaba de sus ganados a titulo de requisicion para el servicio publico. Las reclamaciones entabladas por el gobierno chileno eran desatendidas, o si se las escuchaba, i se obtenian promesas de reparacion, no tardaba en verselas escandalosamente viola- das. El gobierno habia creido erradamente que el de Buenos Aires, con quien habia mantenido amistad, i que estaba en- cargado de las relaciones esteriores de la Confederacion, pro- curaria el remedio a esos males, i a el se habia dirijido, en ene- ro de 1841. Las comunicaciones del gobierno chileno no fue- ron siquiera contest adas. El 27 de diciembre de ese mismo alio, el gobernador de Buenos Aires abria las sesiones de la sala o camara de representantes, i en un largo mensaje le daba cuenta de la situacion de todos los ramos del gobierno. «Las supremas exijencias de la Republica para salvar su libertad del furor de los salvajes unitarios, decia Rozas, han concen- trado en si la atencion del gobierno. A esta circunstancia im- periosa se debe que no hay a podido aun espedirse sobre algu- nos asuntos concernientes a las relaciones con el gobierno de Chile. Ocupose de ellos con el mismo espiritu de benevolencia que siempre le ha acreditado» ^.

Como contamos antes, el gobierno chileno tenia resuelto cortar toda relacion con Mendoza, i habia sido autorizado

8. Mensaje a la decima nona lejislatura del poder ejecutivo a la represen- tacion nacional, Buenos Aires, diciembre 27 de 1841, publicado entonces en un grueso opuscule, i reproducido en seguida en varios peri6dicos de Ameri- ca. Puede verse en La Gaceta delcomercio de Valparaiso, nums. 32 i sig., de marzode 1842.

248 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

para ello por lei de 20 de octubre de 1841 ^. Pero a poco de promulgada esa lei, se presento en Santiago un enviado con- fidencial del gobierno de Mendoza, que no hallamos nombra- do en los documentos que tenemos a la vista, daba escusas por los sucesos pasados, i aceptando varios arreglos, prometia evitar esos excesos en adelante. «Pero Uegado el caso de que el gobierno de Mendoza ratificase las promesas de su ajente, lo que hizo fue contestar al nuestro (30 de marzo de 1842) que consultada sobre la materia la representacion provincial, se le habia prohibido por ella tomar parte en sus relaciones es- teriores por hallarse encargado de este departamento el go- bierno de Buenos Aires, a quien ofrecia dirijirse, a fin de que si lo estimase conveniente, la facultase para^entenderse con la administracion chilena, afiadiendo que las acciones que quisiesen deducirse por nuestrosxiudadanos ante los tribuna- les del pais serian atendidas en justicia despues del restable- cimiento del|6rden, alterado por la guerra civil io.»

Todo aquello no era una simple denegacion de justicia, sino una burla audaz. El retardo del gobierno de Buenos Aires para contestar a los reclamosjdel gobierno de Chile, i la razon alegada para escusarlo, dejaban ver el proposito de eludir la reparacion de las injurias inferidas. La opinion o dictamen de

9. Vease el cap. V, § 7 de los Preliminares.

10. Estos asuntos estan prolija i majistralmente tratados por don Andres Bello en el El Araucano num. 608, de 15 de abril de 1842, i en la Memoria del ministerio de relaciones esteriores de ese ano. Esta pieza esta firmada por don Ramon Renjifo, oficial mayor o subsecretario del ministerio del interior, en- cargado accidentalmente del despacho por ausencia del ministro Irarrazaval, que habia ido al Peru, segun veremos mas adelante.

Todo hace creer que Aldao estaba interesado en mantener la mas abso- luta incomunicacion con Chile, para que (los salvajes unitarios), es decir, los emigrados arjentinos que se hallaban en Chile, no pudiesen hacer Uegar a Mendoza cartas o impresos que fuesen a fomentar el espiritu de revuelta. Es curioso a este respecto un decreto espedido por Aldao el 17 de enero de 1843, que hallamos publicado en El Progreso de Santiago, num. 83 de 16 de febrero. Segun ese decreto, toda persona que en Mendoza recibiese impresos de Chile, debia entregarlos al jefe de policia para que fuesen [quemados en la plaza piibhca, por la mano del verdugo. «E1 que no cumpliese con lo preve- nido, decia el art. 3.0, sera penado con la multa de cien pesos la primera vez; i en caso de reincidencia, con la que el gobierno juzgare por conveniente»

CAPfTULO PRIMERO 249

lasala ocamara de representantes de la provincia de Mendoza, invocado por el gobernadof de esta, era una simple superche- ria. Ese gobernador, despota absolute en su provincia, no te- nia mas sala de representantes, segun los informes seguros que se tenian en Chile, que una reunion de seis individuos, entre ellos un mozo de botica, un oficial de pluma de la escribania i dos espanoles, antiguos soldados prisioneros de la batalla de Maipo, confinados en esa ciudad. Se sabia ademas que aquel gobernador no tomaba en cuenta el dictamen de esa supuesta asamblea lejislativa, sino para autorizar algun nuevo atrope- llo, i que sin consultarla, ni consult ar tampoco para nada al gobierno de Buenos Aires, habia entrado muchas veces en comunicaciones i arreglos con el de Chile sobre asuntos co- merciales entre los dos paises. Pero mas irrisorio i ofensivo todavia era aquello de ofrecer para la reparacion de danos, la decision de los tribunales (jlos tribunales del fraile Aldao!), i esto «despues del restablecimiento del orden alterado por la guerra civil», que llevaba visos de no acabarse nunca.

Estas consideraciones decidieron al gobierno de Chile a dictar, el 13 de abril de 1842, en virtud de la autorizacion san- cionada en octubre anterior, un decreto mui meditado de solo cuatro articulos, el primer o de los cuales decia lo que sigue: «Se suspende el trafico mercantil que ha existido hasta ahora entre esta Republica i las provincias trasandinas de la Confe- deracion arjentina». Los otros articulos tenian por objeto re- glamentar i hacer efectiva aquella resolucion. Arrancada al gobierno de Chile como una necesidad por el capricho i la per- versidad de los gobernantes de Mendoza en esos dias de dolor i de depresion, esa medida que perjudicaba a los dos paises, subsistio solo cuatro ailos. Establecido en Mendoza un go- bierno mas regular, una lei chilena (21 de noviembre de 1846) vino a poner termino a una situacion de todo punto desfavo- rable.

§ 5. Trabajos de Renjifo en el ministerio de hacien- da; REGLAMENTACION CONCERNIENTE A LOS PRESUPUESTOS I A LA CUENTA DE INVERSION; ARREGLO DEFINITIVO DEL SERVICIO DE LA DEUDA ESTERIOR. La suspension del CO-

260 UN DECENIO DB LA HISTOBIA DE CHILE

mercio con las provincias trasandinas habia sido adoptada con no poca resistencia por el gobierno de Chile, que no ha- bria podido tomar otras medidas de desagravio, a menos de provocar un rompimiento armado a que, por otra parte, lo invitaban algunos de los cabecillas i propagandistas de la re- sistencia al despotismo que alii imperaba. Esa medida era contraria al sistema francamente liberal que el ministro Ren- jifo queria imponer en materias de hacienda, i sobre todo en cuanto se relacionaba con el comercio. Como vamos a verlo, tenia ^ste en esas materias ideas perfect amente asentadas, que supo dejar establecidas en leyes.

Renjifo habia vuelto al gobierno en 1841 (se recibio de su cargo el 18 de octubre) animado por la misma actividad que desplego en los primeros aiios de la administracion de Prieto. En octubre de 1841 se encontraban pendientes ante el con- greso dos proyectos de lei nacidos i aprobados en el senado, que tenian por objetoTeglamentar la preparacion de los pre- supuestos i de la cuenta de inversion de los caudales piiblicos. Renjifo que, bajo su primer ministerio, habia establecido no poca regularidad en esos ramos del servicio rentistico, observo que esos dos proyectos, aunque bien intencionados, eran defi- cientes; i creyendo que esa materia podia ser reglamentada por una simple disposicion gubernativa, obtuvo la suspension de aquellos, i el 18 de diciembre de"i84i espidio un decreto de solo diez articulos, que fue la base de nuestra lejislacion administrativa en esta materia, i cuyas disposiciones tan pre- cisas como razonadas, se han seguido repitiendo mas o menos fielmente en las leyes posteriores. Cada una de sus disposicio- nes tiende a regularizar este servicio, a fiscalizar el manejo de los fondos piiblicos, a evitar gastos que no estan autorizados por el poder lejislativo, a establecerla responsabilidad perso- nal del ministro, cuando, con motivo de gastos eventuales, se excediese del presupuesto, i a dar a la contabilidad del Estado las condiciones jeneralesque la hicieran clara, metodica i se- gura. Los presupuestos de gastos, que hasta entonces eran mui sumarios, i formaban por secciones un apendice de la me- moria de los ministros, comenzaron a ser mucho mas prolijos

CAPfrULO PRIMERO 251

i detallados. Del mismo modo, las cuentas de inversion, per- fectamente ajustadas al presupuesto, tomaron formas mas ordenadas, i desde 1845 comenzaron a darse a luz en un opusculo o volumen por separado, i adquirieron mucha mas publicidad.

En medio de otros|trabajos de la mayor importancia, i para cuya solucion habia sido autorizado por el congreso, segun veremos mas adelante, Renjifo habia contraido su actividad a la solucion de un negocio que tenia el mas premioso caracter de urjencia. Contamos antes 11 que en setiembre de 1840 el go- bierno de Chile habia restablecido el servicio de su deuda es- terna, es decir, habia comenzado a pagar los intereses i la amortizacion del emprestito contratado en Londres en 1822, que entonces montaba a 934,000 libras esterlinas. Pero, tam- bien contamos que quedaba pendiente una cuestion mui deli- cada, a saber como se pagarian los intereses de esa deuda que habian dejado de pagarse durante veinte i seis semestres, i que importaban 756,540 libras esterlinas. Por fin, se recor- dara que los tenedores de bonos en Londres habian conve- nido en que este asunto se arreglara en Santiago, directamen- te con el gobierno de Chile, i habian designado al coronel John Walpole, consul de S. M. B., i al comerciante ingles don Ale- jandro Caldecleugh, para que los representasen en esta jes- tion 12. Renjifo tuvo que entenderse con ellos; i despues de

11. Vease cap. Ill, § 6, parte Preliminar.

12. Los representantes de los acreedores ingleses fueron en esta jestion, como decimos en el testo, dos caballeros ingleses que residian en Santiago. El mas caracterizado de ellos era el coronel John Walpole, consul jeneral de S. M. B. en Chile. Era este un celibatario entrado en anos, que vivia bastan- te retirado, con pocas amistades, i que en las relaciones diplomaticas que co- rrian por su mano como encargado de negocios i como unico ajente del go- bierno ingles, se mostro siempre exijente, sobre todo en cuanto de alguna manera se tocaba con la confederacion peru-rboliviana, por la que parecia mostrar gran simpatia. Walpole, residio en Chile ocho a diez anos, i al regre- sar a Inglaterra no dejaba amistades. Las personas que lo trataban, lo consi- deraban homhre de alguna lectura, pero de modestas facultades intelec- tuales.

Don Alejandro Caldecleugh era un caballero ingles de buena posicion. Habia salido de Inglaterra en setiembre de 18 19, en calidad de secretario particular del honorable Edward Thorton, que venia a America en calidad

252 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

prolija discusion, llego a fijar bases de arreglo que sus conten- dores creyeron aceptables.

Esas bases eran las siguientes: los intereses impagos se ca- pitalizarian, emitiendose en consecuencia nuevos billetes de cien libras cada uno, por el monto absolute de dichos inte- reses: Chile pagaria el interes del 3 por ciento sobre el monto de los intereses capitalizados: este interes no se pagaria sino desde el 30 de setiembre de 1847 para adelante, i por semes- tres, hasta la estincion definitiva de la deuda i^; desde ese mismo aiio se pagaria ademas un i por ciento para fondo de amortizacion; estos pagos se harian ^semestralmente en Lon- dres: se permit iria desde 1847 la conversion de ?los bonos de la deuda esterior en bonos equivalentes "de la deuda interna del 3 por ciento, i reconociendo un aumento de un 10 por cien- to a los capitales que se trasladaren; i por fin, el gobierno de Chile quedaba en libertad para redimir a los precios corrien- tes de plaza los bonos del' emprestito que pudiese comprar. Segun este arreglo, el Estado pagaria desde luego cada ano en Londres la.suma de 385,000 pesos (con inclusion de los costos

de ministro plenipotenciario cerca de la corte de Portugal, establecida en- t6nces en Rio de Janeiro. De alii hizo un corto viaje en 182 1 a Buenos Aires, Chile i el Peru. Su situacion, en cierto modo oficial, le servia para hacer una parte de ese viaje en buques de la marina real. De vuelta a Inglaterra publi- co un libro con el titulo siguiente: Travels in South America, during the years 1819-20-21, London, 1825, 2 volumenes, libro de escaso o de ningun valor. Prendado del clima de Chile, Caldecleugh, regreso poco mas tarde a este pais, i trabajo minas en las provincias del norte, pero se fijo en Santiago, donde contrajo matrimonio, i se establecio en una propiedad de campo al poniente de esta ciudad. Poseedor de algunos bienes de fortuna, vivia confortablemen- te, interesado en ensayos agricolas i en otros trabajos, en cierto modo cien- tificos. Se manifestaba arrepentido de haber publicado el libro que hemos nombrado mas arriba, porque lo hallaba mui superficial. Cultivaba trato con todos los ingleses de alguna cultura que llegaban a Chile, i fue amigo de Darwin. Su nombre se ve en algunas publicaciones cientificas de Inglaterra, a que enviaba notas meteorolojicas, botanicas, etc.

13. Renjifo juzgaba fundadamente que el estado del tesoro nacional le permitia hacer desde luego el servicio de esta segunda seccion la deuda ester- na; pero por un exceso de prevision, temia que se suscitase algun gasto es- traordinario, por reclamaciones internacionales, etc., etc., i quiso retardar cinco anos el pago, seguro como resulto, que en 1847 la situacion de la ha- cienda publica seria mucho mas ventajosa.

CAPfrULO PRIMERO 263

de remesa, i de comision), por intereses del 6 por ciento i amor- tizacion del capital de la deuda esterna; i desde 1847, pagaria ademas cada afio 166,439 pesos por intereses del 3 por ciento sobre la suma acumulada por intereses impagos.

Walpole i Caldecleugh, que habian recibido las proposicio- nes de Renjifo, i que, por su parte, las consideraban acepta- bles, no estaban autorizados para celebrar un convenio defi- nitivo,'i debian, en consecuencia, enviar a Londres el pacto acordado, para que alii fuera sometido a la aprobacion de los tenedores de bonos. El gobierno de Chile, por su parte, confio su representacion a don Francisco Javier Rosales para pro- poner i perfeccionar aquel arreglo. A fines de enero de 1842, fueron enviados a Londres los documentos e instrucciones que se relacionaban con el.

En esa epoca las comunicaciones entre Chile e Inglaterra tardaban tres largos meses, i en ocasiones mas. Solo el 27 de mayo pudo celebrarse en Londres la junta de tenedores de bonos. Rosales presento alii las proposiciones que hemos de- tallado; i estas fueron aprobadas casi sin discusion i por una- nimidad^de votos. Pocos dias mas tarde, el 9 de junio, firmaba Rosales, en nombre del gobierno de Chile, i con todas las so- lemnidades legales del caso, las obligaciones contraidas para el pago de esta segunda forma de la deuda esterna de Chile **. Todo aquello se arreglo con la mas completa seguridad i sin contratiempo alguno por entonces. Solo dos alios mas tarde vino a esperimentarse un contratiempo. Rosales habia nom- brado ajentes del gobierno de Chile para el servicio de la deu- da en Londres, a los comerciantes George i James Brown i Compaiiia, i estos, como hemos recordado antes, hicieron bancarrota en agosto de 1844, cuando tenian en deposito 37 mil libras esterlinas de propiedad nacional chilena. El gobier- no de Chile solo pudo recuperar 11,000 libras!

14. Segun este arreglo, se hizo la renovacion de los billetes de a cien libras emitidos en 1822, por otros que ahora suscribia Rosales. Al efecto, se pidio por los diarios la presentacion de los antiguos billetes para darlos nuevos. Aquellos billetes eran 9,340; pero, solo, se presentaron 9,302, es decir, no se presentaron 38, que seguramente se habian perdido, talvez por muerte de sus duenos.

264 TTN DECKNIO DE LA HISTOMA DE CHILE

Las proposiciones hechas por el gobierno de Chile para la renovacion del servicio de la deuda esterna, habian sido acep- tadas por los tenedores de bonos, porque eran las mas venta- josas,' entre varias que con igual objeto habian ofrecido otros estados hispano-americanos. Por lo demas, por el pago pun- tual i correcto de sus obligaciones en el mercado de Londres desde 1840, i por ser el linico de estos estados que vivia en paz, que renovaba sus mandatarios por las vias legales, i que daba garantias a los estranjeros, la Republica de Chile co- menzaba a merecer que se tuviera fe en su palabra i en sus promesas; i sus bonos comenzaban a cotizarse en la bolsa en las condiciones a quejalcanzaban los paises honrados i^.

Renjifo habia previsto todo esto, i podia considerarse sa- tisfecho de su obra. Si el estaba persuadido de que el empres- tito esterior de 1822 habia sido una calamidad, creia tambien que esa calamidad tenia algunas compensaciones. Desde lue- go, el servicio puntual de esa deuda, cualesquiera que fuesen los males que ella produjo, daba a la Republica un credito que no habria podido conquistar por otros medios. No todo el producto del emprestito estaba perdido. Una parte de el se habia utilizado en la campafia para la incorporacion de Chiloe al dominio de la Republica. De sus fondos se habia prestado un millon i medio de pesos al Peru, para ayudarlo en la guerra

15. The Atlas, diario de Londres, en su ntimero de 25 de enero de 1842 daba el siguiente precio corriente de los fondos publicos americanos ese dia:

Los de Chile. . al 71

Id. peruanos sin demanda

Id. colombianos sin demanda

Id. colombianos de 1824 12

Id. Republica Arjentina 20

Id. Venezuela 28

Id. Brasil 64

Id. Mejico 29

Chile habia alcanzado un puesto relativamente honroso en la bolsa de L6ndres por la rigorosa puntualidad con que desde aiios atras estaba sir- viendo su deuda. A poco de haberse celebrado el arreglo de 9 de junio de que hablamos en el testo, los bonos de Chile Uegaron a 80, i siguieron subiendo mas adelante. En mayo de 1843, los bonos chilenos del 6 por cientose coti- zaban a 93; i el ano siguiente, en mayo de 1844, de 103 a 105.

CAPfrULO PRIMERO 255

de la independencia; i si este pais por su deplorable desgo- bierno, no podia pagar esa suma, lo haria en otra ocasion fa- vorable, cubriendo tambien a Chile los mismos intereses que este pagaba a los acreedores ingleses. Pero el mayor benefi- cio que Renjifo atribuia a aquella negociacion era el haber li- quidado las cuentas de las deudas publicas, i saberse ahora que entre la esterna ( $ 8.452,700) i la interna, estas subian a 10.890,000 pesos. «Empeno, decia Renjifo, con la profundi- dad de concepto de un verdadero pensador, que representa el precio de la independencia nacional, i si se quiere los desacier- tos de la inesperiencia en los primeros dias de nuestra vida politica; pero que siempre es mui inferior al valor inmenso del bien adquirido» 1^.

§ 6. NuEVA ORDENANZA DE ADUANAS. La prosperidad re~ lativa a que habia alcanzado la hacienda publica de Chile, la situacion desahogada que le permitia pagar puntualmente a todos sus empleos i satisfacer todos sus compromisos, inclu- so el servicio de la deuda esterior, se debia ante todo a la paz- interna que parecia definitivamente cimentada, i al espiritu de- orden, de regularidad i de economia implantado en toda la administracion. El mas somero examen de un cuadro de las rentas fiscales, hacia ver que la mas importante de estas, i la que habia esperimentado mayor crecimiento en los ulti- mos diez ailos, era la que producia el comercio, es decir, las aduanas. Al paso que esa renta no pasaba, un aiio con otro antes de 1830, de 808,600 pesos, la de 1840 habia alcanzada

16. Son mui numerosos los documentos relativos a esta negociacion. Don Manuel Renjifo di6 a conocer los mas importantes de ellos en los apendices de las dos esposiciones que sobre estos asuntos present6 al congreso ese mis- mo ano 1842. La primera de ellas esta en la memoria anual del ministerio de hacienda con fecha de 15 de octubre. La segunda es un informe o mensaje di^ rijido al congreso con fecha de 28 de noviembre, para darle cuenta de los ul- timos incidentes de aqu ellos arreglos, i se halla publicado en El Araucano, num. 641, de 2 de diciembre de 1842. Esas esposiciones, escritas por el mis« mo Renjifo, como sus otras n^morias ministeriales, son un modelo de clari- dad en la forma, i de seguridad de juicio en el fondo, i dejan ver un verdade* ro hacendista i un notable hombre de Estado. Nosotros, ademas, hemos con- sultado atentamente en el archive jeneral de gobierno, un volumen de todo* loe documentos orijinales sobre estos arreglos. S

256 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

a 1.825,509 pesos. Si esta entrada, por causas eventuales, sufrio el ano siguiente una disminucion de cerca de doscien- tos mil pesos, en 1842 volvio a seguir su marcha ascendente, elevandose a 1.936,323 pesos. Como lo senalaba Renjifo, este hecho, en su conjunto, no era ni podia ser el resultado de cau- sas accidentales i pasajeras, sino el efecto de un crecimiento regular i constante, repetido casi sin variacion en doce anos consecutivos.

Renjifo estaba persuadido de que ese ramo de entradas podia tener un crecimiento considerable, no por el aumento de los derechos i por la exajeracion del fiscalismo, es decir, de las trabas administrativas, sino por el contrario, mediante la rebaja de impuestos onerosos, i la supresion o reforma de medidas que coartaban la libertad del trafico. El ultimo ano del gobierno anterior, bajo el ministerio de don Joaquin Tc- cornal, i en virtud de repetidas autorizaciones acordadas por el congreso, se habia dictado, con fecha de 8 de marzo (1841), i con el titulo de «adiciones al reglamento de aduana», una es- pecie de ordenanza relativa a los almacenes de deposito en aduana i al comercio maritimo de transito. Esa ordenanza, inspirada por el deseo de satisfacer una necesidad real de la administracion, pero, en que se exajeraron las medidas de precaucion contra el contrabando, suscito, desde el primer momento, muchasquejasdel comercio, i aella se atribuyo en gran parte la disminucion que ese ano se esperimento en las entradas de aduana, sobre todo en la seccion de derechos por almacenes de deposito.

Esas quejas sirvieron de apoyo a una lei dictada por el con- greso i promulgada el 29 de diciembre del mismo ano, por la cual se autorizaba al presidente de la Republica para deter- minar, establecer i reglamentar los derechos de deposito, al- macenaje i trasbordo, para alterar los derechos de importa- cion i de esportacion, i para reformar el rejimen de la aduana de Valparaiso, o si lo consideraba preciso, para aumentar o disminuir sus empleados, i para fijarles los sueldos. Esta auto- rizacion duraria ocho meses, es decir, dentro de ese plazo se llevarian a cabo esas reformas que se creia urjente implantar.

CAPITULO PRIMERO 257

Los votos' del congreso fueron cumplidos antes de ese ter- mino. Renjifo, antiguo comerciante, conocia bastante bien la practica de las operaciones de aduana. Habia ademas leido algunos libros de economia politica, el de Say particularmen- te, i en esas lecturas habia adquirido ideas solidas sobre la li- bertad de comercio como fuente de entradas para el estado, i de beneficos negocios para los particulares. Ahora, ademas, ze traslado a Valparaiso a estudiar por si mismo el movimien- to i el rejimen de la aduana, i a recojer informaciones de los comerciantes mas acreditados i honorables. Desde que en enero siguiente quedo desembarazado del arreglo referente a la deuda esterna, Renjifo acometio empefiosamente este nuevo trabajo. El fruto fue una ordenanza, o mas propiamen- te un verdadero codigo de aduanas de 552 articulos, que fue promulgado el 2 de junio de 1842, con la prescripcion de que comenzaria a rejir el i.^ de julio siguiente.

La autorizacion conferida al gobierno comprendia espre- samente la facultad de reformar el rejimen interior i econo- mico de las aduanas, i de suprimir o crear empleos. Renjifo, sin embargo, se habia abstenido de tocar estos puntos, per- suadido de que la reforma en las operaciones de la aduana, simplificandolas considerablemente, facilitaria el trabajo de los empleados, i enseiiaria pronto si era o no necesario aumen- tarlos o reducirlos. Fuera de este punto, la nueva ordenanza atendia i reglamentaba cuanto tenia relacion con las aduanas. La reforma habia obedecido a dos principios, la simplifica- <:ion de los tramites de desembarco, almacenaje i despacho, i la reduccion de derechos; i la ordenanza correspondia a ellos. Por aquel, es decir por la simplificacion de los tramites, faci- litaba las operaciones de aduana, suprimiendo aquellos mas engorrosos e inutiles, i aliviando a los comerciantes i a los empleados de un trabajo innecesario. Por el segundo, esto es por la reduccion de derechos, tendia a abaratar algunas mercaderias, cuyo consumo aumentaria en consecuencia, produciendo en definitiva un aumento en la venta, o por la rebaja considerable a los derechos de almacenaje, lo que au- mentaria los depositos.

TOMO XIV. 17

258 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

La reforma, que seria interminable esponer en sus acciden- tes, correspondio a esos propositos. Fue admitida i puesta en planta sin embarazo ni oposicion, si bien fue necesario, como diremos luego, esplicar algunas de sus disposiciones. Aun se creyo que un aumento accidental en los ingresos era un resul- tado de la reforma, cuando en realidad la rebaja de los im- puestos debia producir en el primer momento un resultado contrario. Pero, si aquella ordenanza importaba un beneficio real para el comercio, i en este sentido era aplaudida por los mercaderes, por los armadores i por los navieros, inspiraba ternores en los circulos de las jentes que tenian alguna inter- vencion en la jerencia de la cosa publica. Creiase que ese 6r- den de reformas, rompiendo con las ideas dominantes sobre proteccion a una industria que no existia, iba a traer al pais males incalculables. Algunos periodicos, sin embargo, con- tribuyeron de algun modo a ilustrar la opinion, sino precisa- mente con escritos orijinales sobre est as materias (escritos que por lo jeneral eran mui mediocres), por la publicacion de noticias, i por la reproduccion de escritos sobre la gran con- tienda entonces empeilada en Inglaterra entre proteccionis- tas i libre-cambistas i7.

Aquella ordenanza por bien intencionada i completa que fuera, se resentia de la precipitacion con que habia sido ela- borada. Algunas de sus disposiciones necesitaron ser esplica- das para su inmediata ejecucion. Fue tambien necesario dic- tar varias medidas de detalle para Uenar vacios que se nota- ron. Por fin, la practica hizo necesario el modificar algunos articulos. El mismo Renjifo reconocia francamente esos pe- queiios defectos de detalle, i no se escusaba de correjirlos. Pero sea de esto lo que se quiera, la ordenanza de aduana de 1842 correspondia satisfactoriamente a las necesidades del pais en aquella epoca i aportaba un gran progreso en ese ramo de la administracion publica, i consignaba ideas i principios

17. Asi, por ejemplo, La Gaceta del comercio reproducia en esos mismos dias (Julio de 1842) un largo i luminoso disc\irso sobre la lei concerniente a los cereales, i un notable articulo sobre <<aduanas» traducido de la Revista de Edimhurgo, piezas ambas de espiritu liberal. ';

CAPfTTJLO PEIMERO 259

economicos mui adelantados, que hacen honor a nuestro pais, i que por largo tiempo se siguieron acatando en casi todas nuestras leyes aduaneras de una epoca posterior. Esos prin- cipios consignados en nuestra lejislacion, han merecido el aplauso de mui distinguidos publicistas i^.

§ 7. Creacion de una escuela normal de preceptores. Durante la administracion del jeneral Prieto se habia he- cho bien poca cosa en favor de las escuelas i de la difusion de la instruccion primaria. Casi no habia mas que dos disposi- ciones administrativas de todo ese decenio encaminadas a ese objeto. En 14 de setiembre de 1830, al devolverse a los con- ventos i monasterios de monjas las propiedades que les ha- bian sido secuestradas, se les impuso, por lei del llamado con- greso de plenipotenciarios, la obligacion de, abrir cada uno una escuela publica de primeras letras i^. Por decreto de 21 de^noviembre de 1840, se mandaron establecer escuelas do- minicales en los cuarteles civicos de Santiago. Una i otra me- dida fueron infructuosas. Los con vent os pusieron todas las dificultades posibles a la creacion de escuelas; i cuando se les oblige a ello, abrieron en el convento o fuera de el, modestisi- mas salas para veinticinco o treinta niiios, puestas a cargo de unjpreceptor reconocido por su dureza a la vez que por su ignorancia. Las escuelas dominicales de los cuarteles tenian, como dijimos antes, un proposito electoral, i no correspondie- ron a este; i mucho mer os a la difusion de los conocimientos primaries 20.^

Aunque en 1840 i 1841 se habia tratado de mejorar en lo posible este ramo del servicio publico, al terminarse la admi- nistracion del jeneral Prieto, no habia en toda la Republica mas que cincuenta i seis modestisimas escuelas publicas sos- tenidas por el estado, que imponian un gasto anual de 10,780

18. M. Courcelle Seneuil, encargado anos mas tardepor nuestro gobierno de hacer un estudio sobre la lejislacion aduanera de Chile, obra todavia en su espiritu i en muchas de sus disposiciones de la reforma de Renjifo, no vacila- ba en proclamar su superioridad, sobre las leyes aduaneras de la gran mayo- ria de los demas paises.

19. Vease Hist, Jeneral de Chile, torn. XVI, pajs. 13 i sig. .^ 20. Vease mas atras, Preliminar, cap. II, §11.

260 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

pesos 21. El menaje de esas escuelas, asi como las salas en que funcionaban, i el material de ensenanza era de lo mas mez- quino i roido que es posible imajinar.

Por lo demas, se oponian a esa reforma obstaculos que pa- recian invencibles. El primero de ellos era la f alta" absoluta de preceptores medianamente idoneos. Las pocas escuelas publicas que habia en Chile eran rejentadas por hombres cuya preparacion intelectual rara vez pasaba de saber leer i escri- bir. Algunos de ellos eran soldados realistas, prisioneros en la guerra de la independencia, mientras otros provenian de filas menos estimables. Se recuerda el proceder de una corte de justicia que juzgando a un individuo por el delito de robo en una iglesia, lo condenaba a ser maestro de escuela, i se recuer- da tambien la valiente protesta de don Andres Bello desde las columnas del periodico oficial contra un fallo que parecia diri- jido a infamar la noble carrera del precept orado.

Entre las clases dirijentes se habia abierto camino el con- vencimiento de que no se conseguiria nada con fundar es- cuelas si no se las dotaba de maestros regularmente prepara- dos; i que no hallandose estos en el pais, era menester formar- los, como se hacia en los paises mas adelantados. En el presu- puesto presentado al congreso el 28 de julio (1841) el minis-

21. Esas escuelas, dijimos antes, estaban distribuidas de la manera siguien- te: 2 en Colchagua, 4 en el Maule, 23 en Concepcion, 9 en Valdivia, 6 en Chi- loe, 8 en Coquimbo, 3 en Aconcagua, i en Valparaiso.

De esas cifras aparece que Santiago no tenia entonces una sola escuela sos- tenida por el estado. Esta falta estaba suplida de la manera que aparece en los datos siguientes. Segun un cuadro formado en la tesoreria municipal de Santiago, en junio de 1843, habia en esta ciudad 78 escuelas primarias. De ellas, 8 eran municipales, 7 conventuales, 3 parroquiales, de los canonigos i del arzobispado, i 60 particulares. Algunas de esas escuelas tenian mas de cien nifios; en otras, estos no alcanzaban a diez. La asistencia a esas escuelas alcanzaba a 3,346 nifios (2,296 hombres i 1,050 mujeres), de los cuales 1,199 recibian ensenanza gratuita i 2,147 la pagaban. En la gran mayoria de esas escuelas se enseiiaba solo lectura, escritura i el rezo. En el preceptorado de esas escuelas se contaban 44 mujeres. Fuera de seis u ocho maestros que tenian alguna preparacion intelectual los demas no tenian mas conocimien- tos que los de primeras letras. Segun un comunicado que dio a luz El Arau- cano, pocos dias mas tarde, en aquel cuadro no se habian tomado en cuenta otras cuatro escuelas de mujeres, que debian de ser mui pequeiias.

CAPITULO PRIMERO 261

tro de justicia e instruccion publica don Manuel Montt habia puesto entre los gastos estraordinarios la partida siguiente: «Para el establecimiento i fomento de las escuelas de prime- ras letras i fundacion de una escuela normal, 10,000 pesos». Esa partida fue aprobada por el congreso sin gran dificultad. La opinion ilustrada del pais reccnccia las ventajas de aque- 11a institucion.

A la administracion del jeneral Bulnes toco establecerla. El 18 de enero de 1842, el ministerio de instruccion publica servido siempre por don Manuel Montt, espedia un decreto cuyo primer articulo dice lo siguiente: «Se establece en San- tiago una escuela normal para la ensenanza e instruccion de las personas que han de dirijir las escuelas primarias en toda la estension de la Republica». La ensenanza que alii se iba a dar era leer i escribir con perfeccion, i un conocimiento com- pleto de los metodos de ensenanza mutua i simultanea: dog- ma i moral relijiosa: aritmetica comercial: gramatica i orto- grafia castellanas: jeografia descriptiva: dibujo lineal: nocio- nes jenerales de historia i particulares de la de Chile. Los alum- nos pensionados serian por entonces solo veintiocho, todos esternos, cadauno de los cuales recibiria una gratificacion de cien pesos anuales para su mantencion i vestuario; pero con- traian la obligacion de servir siete anos como preceptores en el lugar que les designare el gobierno. La escuela podria reci- bir mas alumnos, pero no pensionados. El personal de sus empleados, constaria solo de dos, un director que seria a la vez el profesor de todos los ramos indicados, i un inspector o ayudante. El primero de esos cargos fue confiado a don Do- mingo Faustino Sarmiento, el distinguido escritor arjentino que hemos nombrado ya, que mantenia el mas ardiente entu- siasmo por todo lo que se relaciona con la difusion de las luces, que entre los variados accidentes de su vida habia sido maes- tro de escuela, i que iba a conquistar en la literatura i en la historia politica de estos paises un nombre realmente ilustre.

La escuela normal se inauguro en junio siguiente en la mas modesta condicion,enunas piezas alquiladas en el tercer piso del antiguo portal de Sierra Bella, en la plaza principal de

262 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Santiago. Su material de ensefianza era modestisimo i defi- ciente, i el numero de sus alumnos no alcanzo a completarse. Sin embargo, la contraccion desplegada por algunos de ellos hizo que ese establecimiento diera buenos frutos desde sus primeros dias; pero no tomo desarrollo sino cuando trasla- dado a un edificio propio i en mejores condiciones, se creo el internado (1845), i en seguida se ensancho su plan de estudios i se aumento el numero de sus profesores. Asi, pues, solo des- pues de algunos afios, la escuela normal llego a producir un numero regular de preceptores para satisfacer las mas premio- sas necesidades de la ensefianza primaria 22.

§ 8. Trabajos pijBLicos; ordenanza sobre caminos;

CREACION EFImERA DE UNA CAJA DE AHORROS; DIVERSOS PRO- YECTOS QUIM^RICOS QUE NO PODIAN REALIZARSE. Domiuaba

entonces en el gobierno un notable espiritu de actividad ad- ministrativa que desgraciadamente estaba contrariada por la estrechez de los recursos del estado, o por las ideas i preocu- paciones que resistian a muchas reformas. Las memorias de los ministros contienen sobre diversos puntos innovaciones a veces de indisputable utilidad; i los diputados llegaron algu- na vez a reprocharse el no llevarlas a efecto (27 de junio), sin tomarse en cuenta que esas dificultades no podian ser re- mo vidas por los lejisladores.

22. Don Domingo Faustino Sarmiento, por su ardoroso entusiasmo por la instruccion publica, pudo servirla desde la direccion de la Escuela normal, alentando i estimulando a los jovenes que estaban a su cargo a proseguir en la carrera del estudio i de la ensefianza; pero su caracter inquieto, i el orden mismo de sus conocimientos, no eran adaptables a las pacientes tareas del profesorado. Pero ese mismo aiio de 1842 dio a luz Sarmiento dcr, cbras de corta estension cada una, pero de merito i de utilidad. Fue la primera un opusculo de 69 pajinas titulado: Andlisis de las cartillas, silahavios i otros mS- todos de lectura conocidos i practicados en Chile, esposicion critica de esos opusculos usados entonces en nuestras escuelas, sancionados por la rutina, pero condenados por la razon; i el Silabario por el director de la Escuela nor- mal, reimpreso miles de veces, i usado por millones de ejemplares en las es- cuelas primarias de Chile i de la Republica Arjentina. Puede verse para mas pormenores a este respecto, los caps. IV i V del libro de don Guillermo Gue- rra titulado Sarmiento, su vida i sus obras. Santiago, 1901, i otro libro de un titulo analogo por don Manuel Antonio Ponce, donde esta bien estudiada la accion pedagojica del primer director de la escuela normal.

CAPfrULO PRIMERO 263

Entre los trabajos piiblicos que se propusieron, ocupaba un lugar preferente la construccion de almacenes de aduana. El ministro Renjifo, comprendiendo mui bien que el excesivo valor del terreno en las cercanias de la aduana (mas tarde in- tendencia) no.permitia procurarselo alii para esas construc- ciones, proponia llevarlas a cabo algunos centenares de me- tres mas lejos, espropiando varias casas, destruyendo el inutil Castillo de San Antonio, que se ve seilalado en los antiguos pianos, cortando el cerro en cierta estension, i por fin ganan- do terreno sobre el mar, para formar los almacenes de deposi- to i un gran muelle de descarga. Estas obras, ejecutadas mas tarde con tan grandes costos, i en mui largo, numero de aiios. fueron, pues, anunciadas i propuestas entonces, cuando el es- tado de nuestra hacienda no permitia mirarlas sino como el mas quimerico de los proyectos 23.

El movimiento industrial que entonces empezaba a des- arrollarse a la sombra de la paz i de la estabilidad admin is- trativa, tenia series obstaculos por la falta de caminos en al- gunas partes, i en otras por el mal est ado de los que existian. El gobierno prestaba a este ramo del servicio no poca aten- cion, i todos los recursos de que le era dado disponer. Pero, ademas de que estos eran insuficientes para remediar aquellas necesidades, los trabajos que se emprendian no estaban so- metidos a un plan ordenado e intelijente. Asi, pues, aunque los de Chile eran indisputablemente me j ores que los caminos de los paises vecinos, eran entre los comerciantes i los agri- cult ores objeto de que j as i de censuras. El ministro Irarraza- val, consultandose con algunos injenieros nacionales o estran- jeros que estaban al servicio del gobierno, formulo un plan de administracion i de trabajos de ese orden que recibio la forma de proyecto de lei, i que en ese caracter fue presentado al con- greso. Los trabajos de viabilidad sedan ejecutados bajo la di-

23. En ese mismo ano de 1842 el gobierno adquirio por espropiacion, i en virtud de una lei del congreso los terrenos que por el lado del mar cerraban la plaza de Orrego (hoi de la Victoria) en Valparaiso, i destruyendo los po- brisimos edificios (casi chozas) que alii se alzaban, se edifico la carcel, un cuartel i un teatro.

264 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

: eccion superior/^del^presidente de la. Republica, ayudado por un cuorpo de injenieros, i bajo la inspeccion de una junta de caminos que habria en cada provincia. Se adjudicaban como londo principal a.esos trabajos los derechos de peaje estable- cidos o que se estableciesen, i los cuales siempre fueron defi- cient es. Para hacer efectiva la lei, revestia a la junta de auto- ridad judicial en las contiendas que, sobre apertura, direccion o cualquiera otro punto concerniente a caminos, promo vieren los propietarios del terreno. Merece recordarse un articulo transit orio de la lei, dirijido a correjir ejecutivamente abusos arraigados, i mui frecuentes en nnestros campos. Dice asi: «Todos los caminos publicos i cailes que hayan sido variados sin permiso de la autoridad competente, i los terrenos de di- chos caminos i cailes de que el publico haya cido despojado por los propietarios de terrenos colindantes, f^eran restituidos a su antiguo estado, sea cual fuere el tiempo trascurrido de^- de que las espresadas variaciones o usurpaciones se efectua- ron». Este proyecto, detenidamente discutido en el congreso, i aprobado por este, fue promulgado como lei de la Republi- ca, el 15 de diciembre de 1842 24. La creacion i reglamenta- cion del cuerpo de injenieros que por la autoiizacion dada en esa lei debia ejecutar el presidente de la Republica, fue mui laboriosa, pero quedo terminada en agosto del ano siguien- te (1843).

A esta innovacion se debieron grandes beneficios. La lei de caminos no se cumplio en todas partes, i en todos los casos con la rigorosa exactitud que habria sido de desear. La indo- lencia de los propietarios territoriales, i el descuido o las com- placencias de las juntas de caminos, dejaron subsistentes mu- chos abusos. El desborde const ante de los canales de regadio, la mala construccion de los puentes, la clausura de sendas antes traficadas, siguieron repitiendose casi en todas partes, i

24. El Semanario, periodico de esos dias que tuvo bastante resonancia, pu- blico en su num. 3, de 28 de Julio de 1842, un articulo bien pensado que ana- lizaba el proyecto de ordenanza sobre caminos. Al paso que lo aplaude calu- rosamente, i como una muestra de las ideas de progreso que ^hallaban acep. tacion en el gobierno, hace ciertas observaciones atendibles, [^algunas de las cuales fueron tomadas en cuenta en la discusion.

CAPfrULO PRIMEBO 265

contra las prescripciones terminantes de la lei; pero bajo el imperio de esta, se compusieron muchos caminos, o se abrie- ron pocos anos mas tarde otros nuevos que suponian un gran trabajo, i entre ellos la cairetera de Melipilla a Valparaiso, i la que se construyo en las serranias de Chacabuco para co- municar a Santiago con Aconcagua. El gobierno habia con- fiado la direccion del cuerpo de injenieros a un profesional es- panol a quien Egafia habia contratado en Londres en 1825 para que vinierp. a Chile a ensefiar matematicas 25. Don An- dres Antonio de Gorbea, este era su nombre, se habia sena- lado en el cumplimiento de sus deberes por su competencia i por sus excelentes dotes de caracter, i en desempeno del car- go de director del cuerpo de injenieros, presto nuevos servi- cios que le han valido que se le recuerde entre los buenos ser- vidores de este pais i entre [los promotores de nuestro pro- greso.

La agricultura debio, ademas, al gobierno ese ano otro ser- vicio cuyos beneficos rjsultados, sin embargo, no habian de percibirse sino algunos anos mas tarde. En 1839 habia com- prado el gobierno en 4,750 pesos al occidente de Santiago, una estension de terreno casi erial. Habia formado parte de una chac^ra de don Jose Santiago Portales (padre de don Diego), fallecido en 1836. El gobierno queria que ese terreno, en ma- nos de la sociedad de agricultura, pasase a ser una quinta mo- delo, en que se ensayaran los cultivos agricolas mas adelan- tados, i que ellos sirvieran para la ensenanza piiblica. Aquella sociedad, despues de haber introducido algunas mejoras en ese local, i de haber planteado nuevos cultivos, formo un re- glamento administrativo que sanciono el ministerio del in- terior el 12 de diciembre de 1842, i que sirvio de norma para la administracion i adelanto del establecimiento. Desde el aiio siguiente (1843) pudo esta disponer de una subvencion fiscal de poco mas de cinco mil pesos, que permitio hacer nue- vos cultivos, i comenzar algunas construcciones. Pero el ade- lanto de la quinta normal de agricultura no se hizo regular i

25. Vease la Hist. Jeneral de Chile, torn. XIV, paj. 534.

266 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ordenado sino en 1849, cuando se confio su direccion a don Luis Sada, entendido horticultor italiano que dirijio la mayor parte de las plantaciones i mejoras de aquel establecimiento.

Se debio tambien a la iniciativa de la sociedad de agricul- tura el ensayo de un establecimiento que, a pesar de su indis- cutible utilidad i del interes que se puso en el, no pudo soste- nerse. Era este una caja de ahorros, autorizada por un decre- to gubernativo, i prolijamente reglamentada, que se abrio aparatosamente el 14 de agosto (1842) con asistencia de mu- chos persona] es importantes por los cargos que desempefia- ban o por su posicion social. A pesar de esto, i aunque la pren- sa, aplaudiendo esa institucion e invitando al pueblo a depo- sitar sus ahorros, publicara los reglamentos de la caja, esta tuvo escasos imponentes. Los directores mismos, viendo el poco resultado de sus afanes, descuidaron esas atenciones, i la caja de ahorros fue marchando a su caida i desaparecimien- to como una demostracion de que el pueblo no estaba prepa- rado todavia para utilizar establecimientos de esa clase 26^

Una suerte analoga, si no mas triste, corrio otra institu- cion proyectada mui poco despues (octubre de 1842), con el titulo de «Sociedad de industria i poblacion», i con el objeto de comprar terrenos incultos, hacerlos utilizables por medio de canales de regadio i de navegacion, i establecer en ellos po- blaciones industriosas. Este proyecto quimerico, que revelaba la mas completa inesperiencia, i un desconocimiento absolute de los principios mas claros de la economia social, conto, sin embargo, segun la prensa de esos dias, por adeptos entre San- tiago i algunas provincias, centenares de hombres distingui-

26. Los balances de la caja de ahorros que periodicamente publicaba El Araucano, dejan ver el pobre resultado producido por aquella institucion. Asi el 30 de abril de 1843, la suma total de los depositos' montaba a 3,123 pe- sos, i solo mucho mas tarde se elevo algo mas. Con la publicacion de esos ba- lances se hacia notar la poca atencion que prestaban a la caja algunos de sus •directores, convencidos de que esta era una tentativa fracasada. Por lo de- mas, la caja, por causas que no tenemos para que tratar aqui, sufrio contras- tes en la administracion de sus fondos; i fue necesario que una*lei de 2 de agosto de 1861 autorizara al gobierno para gas tar ocho mil pesos para cu- brir el deficit. Un decreto de 12 de julio de 1862, nombro una comision en- cargada de pagar lo que se debia a los imponentes.

CAPfrULO PRIMERO 267

dos, comenzando por el presidente de la Repiiblica, de mu- chos de los cuales se pusieron los nombres sin consultaries. A pesar de todo, la proyectada sociedad de industria i pobla- cion fracaso antes de haberse formalizado 27,

En el niimero de esas quimeras deben contarse otros pro- yectos de grandes obras piiblicas o de empresas colosales, que en esos dias preocuparon la opinion, i que merecieron el apoyo absolutamente ineficaz del gobierno. Entre ellas ocupa un lugar sobresaliente un proyecto sobre canalizacion del rio Maule, llevando a el, por el lado norte las aguas del rio Lon- tue, i por el sur las del Nuble, proyecto que se proponia eje- cutar un agrimensor Uamado don Felipe Astaburuaga, i que el gobierno trato de fomer/car 28. Era otro de esos proyectos el de navegacion a vapor en el rio Maule, i de alii a Valparaiso para lo cual se habia otorgado privilejio esclusivo en 1838, i que se renovo ahora sin provecho alguno 29. Se proyecto la construccion de un grande i magnifico hospital al norte de Santiago, en que re reunirian los dos que existian en la ciudad (San Juan de Dios i San Francisco de Borja), los cuales serian demolidos para vender el terreno, con cuyo producto se eje- cutarian las nuevas ^obras. No tardo en verse que esa cons- truccion era contraria a la hijiene, i ademas de tan costosa ejecucion que no habria sido posible llevarla a cabo. Del mis- mo modo, despues de haberse gastado algunos fondos en el reconocimiento de la isla de la Mocha, con el proposito de es- tablecer una" colonia penal o un presidio para reos remata- dos, se reconocieron los inconvenientes que ofrecia ese pro- yecto i se desistio de el para emprender el ano siguiente una carcel de grandes proporciones.

§ 9. SiTUACior t:;anquila i placentera del pais por

EFECTO DE LA POlItICA IMPERANTE; PR0P6sIT0S DE CONCI-

liacion en los nombramientos de algunos empleados pi^-

27. Pueden verse en la Gaceta del comercio, diario de Valparaiso, num. 205, de 4 de octubre, las bases organicas de esta proyectada sociedad, i la prime- ra lista de suscriptores que continue publicando en los niimeros siguientes*

28. Decreto de 14 de noviembre de 1842.

29. Decreto de 3 de mayo de 1842.

268 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

BLicos. La situacion de la Republica era entonces la mas placida i tranquila porque hubiera pasado desde los dias de su nacimiento. Si bien sufria las consecuencias de las malas cosechas de los anos anteriores, si la salud publica, compro- metida por las viruelas i por otras enfermedades, dejaba mu- cho que desear, la cesacion de las ajitaciones politicas, la tre- gua dada a la contienda de loc partidos, parecian excitar el bierxcstar i ei contento. La prensa habia perdido por completo la acritud i la procacidad que la habia caracterizado en los dos anos que precedieron a la eleccion. Un afio despues de la batalla electoral, un diario senalaba como placenteramente memorable la fecha del 27 de junio, porque recordaba el dia de 1841, en que los conservadores moderados que apoyaban a Bulnes i los liberales que aclamaban a Pinto, se daban el abrazo de conciliacion declarando que el triunfo del primero era el triunfo de todos. Los ultraconservadores que sostuvie- ron la candidatura Tocornal en la pasada contienda, i que en definitiva fueron los linicos derrotados en ella, parecian con- formes con ese desastre, i comenzaban a acercarse al nuevo gobierno, que los recibia en buenos terminos. Tanto la prensa periodica como los documentos de caracter privado i confi- dencial, han dejado constancia de esa satisfactoria situacion. Don Andres Bello escribia lo que sigue en El Araucano de 22 de Julio de 1842: «Aun no ha corrido un afio desde que ter- mino felizmente aquella crisis electoral tan prolongada, cuya ajitacion habia alarmado seriamente los animos, i ya vemos cumplidos los pronosticos de los que solo veian en ella el mo- vimiento que acompafia a todasjlas elecciones populares. No bastaba el espiritu de orden que'acompafio a la eleccion i que prevalecio despues de ella, ni la reconciliacion jeneral de los partidos; era necesario que proscribiendose voluntariamente toda vana discusion sobre teorias ociosas o superficiales, i toda personalidad odiosa o irritante, se manifestase plena- mente el caracter solido i sensato de este pueblo. . . Lo esta- mos viendo en el dia: el movimiento del pais es pur amen te organico o industrial; i si entramos a veces en el campo de las teorias, si echamos algunas bases para las mejoras verdade-

CAPfTULO PRIMERO 269

ras, nuestras miras i nuestros pasos, nada invaden o precipi- tan» ... I despues de pasar en revista los liltimos actos admi- nistrativos, agregaba: «Esperamos que servira en parte esta lijera resena para dar a conocer dentro i fuera del pais, la mar- cha solida, moderada i progresiva que han trazado a las auto- ridades nuestras las circunstancias de orden i estabilidad no menos que la voluntad de la nacion».

En agosto de 1842, al dar cuenta al congreso del estado de la nacion, el ministro del interior decia con perfecta verdad lo que sigue: «Si examinamos el cuadro historico de la Repu- blica, desde el primer dia de la independencia, en ninguna de sus fases hallaremos como en la que hoi se presenta a nuestra vista, tan bien cimentado el orden, tanta armonia entre los gobernantes i gobernados, tanto respeto a las instituciones, ni tanto celo por la conservacion del inapreciable bien de la paz domestica. Este, que ha sido siempre un deber de los go- biernos, hoi le ha tornado la nacion a su cargo; i con semej an- te custodio, el orden publico sera inalterable» 30.

El jeneral don Jose Ignacio Zenteno, hombre de caracter recto e independiente, que aunque amigo personal del jeneral Prieto, se habia alejado del gobierno de este desde que lo vio tender al despot ismo, es un testigo abonado i prestijioso para deponer acerca de aquella situacion. Mantenia entonces Zen- teno correspondencia con el jeneral San Martin, que vivia en Europa estrano a todos los acontecimientos de estos paises, i lo informaba con mas o menos prolijidad acerca de las ocu- rrencias de Chile. A poco de haberse inaugurado el nuevo go- bierno, le escribia lo que sigue: «Ud. nos felicita porque des- preciando teorias irrealizables, damos ejemplo de orden i de verdadero civismo a todos los demas est ados hispano ameri- canos. ciQue habria dicho Ud, si hubiera presenciado nuestras recientes elecciones de presidente de la Republica? Tres par- tidos politicos, no facciones, sostuvieron la lid electoral. Pero jcon que franqueza, urbanidad i decoro! Nada de coaccion,

30. Memoria del Ministro del Interior al congreso de 1842. Ya hemos dicho que esta memoria esta firmada por don Ramon Renjifo, a causa de que el ministro Irarrazaval habia hecho un corto viaje al Peru.

270 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nada de disturbios, ni violencias. La autoridad publica pare- cia impacible. Todo lo hizo el pueblo, pero de un modo que seria digno de Inglaterra, i aun de los mismos Estados^Unidos, de suerte que pasada la ajitacion electoral, es decir, el simple acto de la eleccion, todo entro por si mismo en la marcha re- gular i firme que de algunps afios a esta parte felizmente he- mos emprendido. . . Asi es que el i8 de setiembre tuvimos la dulce satisfaccion de ver a Prieto, despues de diez afios de go- bierno, descender tranquilo i apacible de la silla suprema, i su- bir a ella el elejido del pueblo rodeado de sinceros aplausos. Si a esto se agrega el buen estado de nuestras rentas, los ade- lantos de la policia i de los demas ramos administrativos, los progresos de la educacion, de las artes i del comercio, la^mejo- ra de las costumbres, i el desarrollo, en fin, de nuestra civili- zacion, convendra Ud. en que desde luego se ofrece a Chile un porvenir bast ante lisonjero, i aun| mucho mas pronto de lo que podria esperarse. Hoi mismo^ha dado el gobierno la mejor prueba de la marcha conciliadora i franca que se ha propues- to, preparando una lei de absoluta amnistia para todos los que se hallaren espatriados, profugos o de cualquier modo perseguidos por causa de opiniones politicas. Va a pasar a las camaras i su sancion es un hecho. . . La distancia de Europa se acorta cada dia. Entre Valparaiso i el Callao existe una linea de vapores, que para el inmediato diciembre va a pro- longarse hasta Panama, i a tocar con otra, que hai de} istmo a Inglaterra, de modo que en cuarenta i cinco dias, o poco mas, puede vencerse un viaje de Europa [a. estas rejiones» ^i. El signo mas evidente e incuestionable de este espiritu nue- vo de la politica que producia el aplacamiento de los partidos i la satisfaccion jeneral, era la designacion para puestos admi- nistrativos importantes, de individuos gratos a la opinion, i que no eran elejidos por un movil estrecho de banderia. El jeneral don Francisco Antonio Pinto, ademas de ser nombra- do consejero de estado, como ya dijimos, habia sido llamado a ocupar el alto cargo de inspector jeneral del ejercito, sin

31. Carta inedita de^Zenteno al jeneral San Martin, Santiago, i3^de octu- brede 1841. j

CAPfrtriiO PRiMERO 271

que nadie viera en esa designacion otra cosa que el proposito de ofrecer a los militares una garantia de formalidad i rec- titud.

Otro nombramiento igualmente aplaudido por la opinion fue el de ministro de guerra. Contamos antes que el i8 de setiembre, al recibirse del mando, el presidente de la Repii- blica habia Uamado a ese puesto al jeneral don Jose Maria de la Cruz, que gozaba de la reputacion de hombre recto i ene- migo de persecuciones i de violencias. Pero Cruz habia puesto dilaciones para recibirse del minfsterio, i por ultimo lo habia renunciado. Fue entonces (20 de abril de 1842) llamado a ocu- par ese cargo el jeneral don Jose Santiago Aldunate, que por su rectitud i caballerosidad era mui considerado en todos los partidos, i tenido ademas por liberal solido i de buena lei, sin estar propiamente afiliado en el bando que se daba ese nom- bre. Su!actitud politica, i sus primeros actos correspondieron cumplidamente a esos antecedentes i a esa reputacion 32.

El jeneral Cruz paso a desempefiar el cargo de gobernador de Valparaiso; i cuando, por lei de 27 de octubre de 1842, ese depart amento, unido a los de Quillota i Casablanca, paso a formar una provincia aparte, fue aquel su primer intendente. No desempeiio largo tiempo este destino; pero por la seriedad de su caracter, por su irreprochable rectitud, i por su cons- tancia en todos los trabajos i atenciones que estaban a su car- go, dejo mui buen nombre en Valparaiso. Se recordaba sobre todo su actitud en medio de una espantosa catastrofe, un in- cendio horrible que en la noche del 15 de marzo de 1843 des- truyo una gran porcion del barrio mas rico i comercial de esa ciudad.

Mayor resonancia tuvieron dos nombramientos hechos por el ministerio de hacienda en personas de gran notoriedad, que eran considerados eneniigos constantes del gobierno. Don Ma-

32. El jeneral Aldunate, militar desde las primeras campanas de la inde- pendencia, habia prestado excelentes servicios en la campana libertadora del Peru, i en la toma del archipielago de Chiloe; pero su prestijio descansaba principalmente en la honorabilidad i la moderacion de su caracter, que no escluian una inquebratanble entereza en el cumplimiento leal de sus deberes . En la pasada eleccion, no habia sido partidario de la candidatura Bulnes,

272 UN DECENIO DE LA HISTCr.JA DE CHILE

nuel Renjifo, como se recordara, al aceptar ese ministerio, habia propuesto el cambio de politica que se estaba desarro- llando con el apoyo eficaz del presidente Bulnes, cuyo buen sentido le hacia comprender las ventajas de esa innovacion. Habiendo quedado vacantes dos importantes destines de ha- cienda, la contaduria mayor o tribunal de cuentas, i la teso- reria de la casa de moneda, el presidente de la Republica i su ministro Renjifo llamaron al primero de ellos a don Diego Jose Benavente, i al segundo a don Joaquin Campino. Uno i otro eran personajes acreditados por sus servicios anterio- res, por sus talentos, i por la independencia de caracter; a pesar de su mui modesta situacion de fortuna, en el congreso, en la prensa i en los circulos politicos habian figurado entre los adversaries mas ardientes del gobierno. Ni el uno ni el otro habian solicitado esos destinos, que sin embargo, iban a asegurarles la subsistencia; i al recibirlos no habian compro- metido en lo menor su independencia. Benavente en el se- nado i Campino en la camara de diputados, conservaron una actitud digna i honrada, sin escusar sus censuras a los actos o principios del gobierno, que ellos consideraban desfavorables a la causa de la libertad i de la justicia. Era esto, cabalmente, lo que hacia la honra del gobierno por aquellos nombramien- tos 33.

§ 10. La LEI DE REHABILITACION DE LOS MILITARES DADOS DE baja; leyes referentes a los JENERALES Q'HIGGINS I San Martin. Contamos antes que en octubre de 1841, al discutirse en el senado el proyecto de lei de amnistia presen- tado por el gobierno, se le habia agregado un inciso que limi- taba la estension que se habia querido dar a aquel jeneroso pensamiento. Habian vuelto a Chile los desterrados i pros-

33. Estos nombramientos que fueron mui comentados en los circulos so- ciales, i en jeneral mui aplaudidos, se hicieron con distancia de mas de un a.ho entre uno i otro, i cuando se presentaron las vacantes. Por mas dilijen- cia que hemos puesto,rejistrando los archives, no nos ha sido dado descu- brir la fecha exacta de ellos. Solo hemos podido hallar que Campino comen- zaba a desempeiiar la tesoreria de la casa de moneda el 1.° de junio de i842,i que Benavente despachaba como contador mayor el 23 de setiembre de 1843

CAPfTULO PRIMERO 273

critos que las contiendas civiles habian arrojado del pais. Habia entre ellos militares de alt a o baja graduacion, que como otros que no habian salido de Chile, estaban privados de sus titulos, i privados tambien de toda renta. Bastara re- cordar que entre esos militares se encontraban hombres de los antecedentes i servicios en la guerra de la independencia del capitan jeneraldon Ramon Freire, i del jeneral de divi- sion don Juan Gregorio de Las Heras.

Para reparar esta injusticia, se prepare por el ministerio un proyecto de lei de sok) dos articulos, que la opinion liberal e ilustrada del pais debia recibir con gran contento. Por el primero de ellos se declaraba rehabilitados en sus grados i empleos a los jenerales, jefes i oficiales separados del servicio a consecuencia de los acontecimientos de 1830; i por el segundo se reconocia derecho a montepio conforme a la lei, a las fami- lias de aquellos militares que hubiesen muerto, cuando esta- ban dados de baja por la misma causa. El presidente de la Re- publica prestaba una franca i resuelta aprobacion a ese pro- yecto; pero todavia acojio con mayor decision otros dos que debian ser present ados conjuntamente al congreso. Por ellos se declaraba que los jenerales don Bernardo O'Higgins i don Jose de San Martin gozarian a perpetuidad el sueldo integro correspondiente a su grado militar aunque residieran en el es- tranjero. Tanto el presidente de la Republica don Manuel Bulnes como el ministro de guerra don Jose Santiago Aldu- nate estaban persuadidos de que esos proyectos serian apro- bados prontamente, i talvez por aclamacion.

Los tres proyectos fueron presentados a la camara de dipu- tados el 7 de setiembre (1842). Apenas se les hubo dado lec- tura, tomo la palabra para sostenerlos el ministro de hacien- da don Manuel Renjifo, iniciador, como sabemos, de la politi- ca de conciliacion. «A1 presentar estos proyectos, dijo, el go- bierno se ha propuesto dos objetos: conciliar enteramente los partidos haciendo de todos ellos una sola familia, i borrar si' era posible hasta la memoria de nuestros funestos estravios». I despues de dar algun desarrollo a esas ideas, terminaba su discurso con estas palabras: «Pido a la camara que sancione, si

TOMO XIV. 18

274 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

es posible, los proyectos de que nos ocupamos antes del i8 de setiembre, que asi contribuiremos a solemnizar de un modo gloriosojel dia grande de nuestroJaniversario».

Aquellas palabras fueron acojidas con satisfaccion por la gran mayoria de la camara. Don Melchor de Santiago Concha, aplaudiendo ardorosamente ese proyecto, pidio que se les vo- tara sin dilacion, i en votacion publica. Otro diputado liberal, don Juan Manuel Cobo, dijo que la mas pequefia demora en la sancion de este negocio seria una falta. Por fin, don Pedro Palazuelos Astaburuaga, en una fogosa improvisacion, pedia lo mismo, como un acto de reparacion i como un ejemplo para las Republicas hermanas, que vivian sumidas en sangrien- tas discordias en que habian desaparecido todos los senti- mientos jenerosos. «Debemos mirar estos mensajes, decia, como una inspiracion divina, a la cual debe contestar sin tar- danza nuestra conciencia; debemos darles la preferencia so- bre otros asuntos, i en fin, debemos considerarlos como un simbolo de nuestra civilizacion». La comision encargada de estudiar esos proyectos, segun la practica de la camara, pre- sent© su informe aprobatorio pocos momentos despues, i la discusion volvio a abrirse a segunda hora.

Todo hacia creer que aquellos proyectos serian aprobados ese mismo dia. El ministro del interior don Ramon Luis Ira- rrazaval los recomendo, reclamando para la administracion del jeneral Prieto el honor de haber dado, por la elevacion de algunos jefes a sus antiguos honores, los primeros pasos en favor de esta obra de reparacion. «Si la lei de amnistia, dijo, no.Ueno los deseos de todo pecho republicano, hoi se han realizado: este es su complemento». Solo entonces se hizo oir una voz en contra de esos propositos de jenerosidad.i de olvi- do. El diputado suplente por Santiago don Manuel Jose Cerda, el mismo que en su caracter de fiscal interino habia actuado con tanta sana en los ultimos procesos politicos i jurados de imprenta, se encargo de poner trabas a la aprobacion de aque- llas leyes, suscitando dudas sobre su equidad, sobre su alcan- ce i sobre losUnconvenientes que iban a ofrecer en su aplica- cion. «Aunque me digan que soi un judio, decia Cerda en jus-

CAPfTULO PRIMERO 275

tificacion de su conduct a, ique me import a! yo debo hablar aqui con la voz de mi conciencia». La oposicion de^Cerda, aun- que combatida por algunos diputados, fue causa de que se le- vantase esa sesion sin haberse resuelto nada.

Renovose la discusion el 9 de setiembre. Los ministros de hacienda i de guerra, don Manuel Renjifo i don Jose Santia- go Aldunate, asi como el diputado Concha, impugnaron con nuevos argumentos las alegaciones de Cerda. Hubo un mo- mento en que la discusion tomo un jiro mui ardiente, cuando Concha, rechazando el apodo de «descarriados», que se daba a los vencidos en 1830, se empeiio en demostrar que eran estos cabalmente los que entonces defendian la constitucion i las leyes. Al fin, la rehabilitacion de los militares dados de baja, i el derecho a montepio de las familias de los que habian muer- to, fue aprobada en votacion secreta con doce votos en con- tra. Las otras dos leyes que disponian el pago de los sueldos de los jenerales O'Higgins i San Martin, fueron aplazadas, por cuanto Palazuelos pedia que se hiciera igual concesion en favor de los jenerales Freire i Las Heras que estaban residien- do en Chile. Solo el 12 de setiembre fueron aprobados uno en pos de Dtro esos dos proyectos, pero cada uno obtuvo once vo- tos en contra. Es penoso recordar que en 1842 hubiera en la camara de Chile quienes por ignorancia o por prevencien, ne- garan su apoyo a un acto de simple i modesta justicia a los dos mas ilustres i prestijiosos fundadores de la indepen- dencia.

En el senado, aquellos proyectos hallaron todavia nueva resistencia. Introducidos al despacho el 16 de setiembre, solo el 21 del propio mes se inicio la discusion. Don Diego Jose Be- navente, con todo el prestijio que le daban sus largos servi- cios, fue el primero en dar opinion. «Felicito, dijo, al senado i a toda la Republica, por haber alcanzado la epoca feliz, no dire como en Roma, de cerrar las puertas de Jano, pero si con mas propiedad, las puertas de la revolucion, por ver apagada la discordia, estinguidos los odios i rencores, i realizadas en fin todas las esperanzas que concebimos en setiembre de 1810. . . Entre los individuos que aparecen agraciados por es-

276 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tas leyes hai algunos (O'Higgins i San Martin) que me infirie- ron grandes males; mas yo seria indigno del nombre de chile- no i^de ocupareste asiento en 1842, si tuviera presentes esos resentimientos para negar mi voto al premio de servicios emi- nentes».

Pero Benavente tuvo que sostener la discusion con dos contendores empecinados. Uno de ellos era el presidente del senado don Jose Miguel Irarrazaval, hermano mayor del mi- nistro del interior, pelucon inflexible, enemigo de innovacio- nes i de los que las sustentaban ^, 1 el otro don Mariano Ega- iia, que con mucho mas talento i con una notable ilustracion juridica, profesaba en di versos ordenes de asuntos publicos las mismas ideas. Los argumentos empleados por ambos te- nian algunos puntos de contacto; pero Egafia, que combatia porfiadamente la lei que rehabilitaba a los militares dados de baja en 1830, apoyaba i defendia las otras dos leyes referen- tes a los jenerales O'Higgins i San Martin, cuyos meritos se complacia en reconocer i en proclamar. La discusion, que Be- navente, por su parte, sostuvo con notable talento, se conti-

34. Don Jose Miguel Irarrazaval habia sido miembro del congreso de ple- nipotenciarios de 1830, i fue uno de los que mas empeno pusieron en que se diera de baja a los militares que no reconocian al gobierno impuesto por la revolution.

En un articulo publicado en El Araucano num. 631, de 23 de setiembre, don Andres Bello defendio mui bien el proyecto de rehabilitacion de los mili- tares dados de baja, contra los ataques de que se le hizo objeto en el senado. AUi califico ese proyecto de «uno de los actos que honran mas a la presente administracion; acto eminentemente calculado para consolidar la paz pre- ciosa que goza nuestra Repiiblica; acto no solo oportuno sino necesario en las circunstancias del pais; no solo politico, sino que aun pudiera llamarse justo en el sentido mas alto i noble de esta palabra».

Segun hemos referido en el capitulo anterior, el gobierno habia querido in- cluir en la amnistia sancionada en octubre de 1841, la rehabilitacion de los militares dados de baja. Hemos podido ver los documentos relativos a la discusion de la amnistia, i en ellos aparecen las restricciones que se le queria poner. Don Mariano Egaiia propuso que la amnistia no comprendiese a los que se hallaban desterrados por sentencia judicial, en cuyo caso se hallaban el jeneral Freire i otros individuos. Esa proposicion fue desechada por gran mayoria. Fue en cambio, aprobada otra, propuesta por don Juan de Dios Vial del Rio, segun la cual la amnistia no importaba la rehabilitacion de los militares dados de baja i esta declaracion hizo necesaria la presentacion de este otro proyecto.

CAPfriTLO PRIMERO 277

nu6 cerca de tres horas, complicandose con numerosos inci- dentes; pero la primera de esas leyes fue aprobada por una gran mayoria (once votos contra tres). Las otras dos leyes, aplazadas ese dia, fueron el 24 de setiembre objeto de una nueva discusion en que Egana i Benavente, perfectamente de acuerdo, sostuvieron los derechos que O'Higgins i San Mar- tin tenian a la concesion que, contra las leyes jenerales, se les hacia. Esas concesiones que en buena justicia debieron ser aprobadas por aclamacion, solo lo fueron por una mayoria cast insignificante ^, lo que en realidad no constituye un honor para los senadores de 1842. Las tres leyes fueron promulga- das por el presidente de la Republica con fecha de 6 de oc- tubre.

§ II. Resultados inmediatos- de esas leyes; la situa-

CION DEL JENERAL SaN MaRTIN; MUERTE DEL JENERAL O'HlG- GINS; HONORES FtTNEBRES QUE SE LE TRIBUTAN. Esas leyes,

en cambio, eran aplaudidas casi sin contrapeso por la parte mas ilustrada de la opinion nacional. La primera de ellas, la que rehabilitaba a los militares dados de baja en 1830, aunque de un caracter amplio i jeneral, no comprendia, despues de las rehabilitaciones parciales decretadas en 1839, ^^^ Q^^ ^^^s treinta i ocho oficiales de todas graduaciones, entre las mas altas i las mas bajas 36. Pero habia entre ellos, ademas de al- gunos militares estimables i bien relacionados, dos jenerales de primera distincion, cuyos hechos Uenaban muchas i mui brillantes pajinas de nuestra historia. Eran estos los jenera- les don Juan Gregorio de Las Her as i don Ramon Freire, que

35. La lei relativa a O'Higgins fue aprobada por siete votos contra cuatro; i la referente a San Martin por seis votos contra cinco.

36. Los treinta i ocho oficiales a quienes alcanzo la lei de 6 de octubre de 1842, estaban distribuidos de la manera siguiente: 2 jenerales, 6 tenientes- coroneles, 3 sarjentos mayores, 8 capitanes, i ayudante mayor, 10 tenientes i 8 subtenientes.

Mayor fue el numero de los militares dados de alta por simples decretos en los dos ultimos anos del gobierno del jeneral Prieto. Alcanzaban estos a 55. Distribuidos en las siguientes graduaciones: 4 jenerales (Borgoiio, Pinto, Lastra i Calderon); 3 coroneles (Viel, Formas i Rondizzoni); 5 tenientes- coroneles, 7 sarjentos mayores, 16 capitanes, 4 ayudantes mayores, 14 te- nientes i 2 subtenientes.

278 UNDECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

al obtener la rehabilitacion, solo aspiraban a pasar el resto de sus dias en un honroso descanso 37, Esa lei les permitia satisfacer ese deseo gozando de la consideracion i del respeto de las nuevas jeneraciones.

Las otras dos leyes, aunque contraidas en su forma solo a sefialar como habria de pagarse el sueldo a dos viejos mili- tares, tenian un alto significado, e importaba un acto de jus- ticia i de reparacion tan honroso para ellos como para el go- bierno que lo acordaba. Los jener ales O'Higgins i San Martin, las mas altas i brillantes personalidades de nuestra revolu- cion, habian salido de Chile hacia veinte alios, i vivian en el estranjero en una condicion bien modesta, i casi en calidad de proscritos. Si bien ellos recordaban esta patria con carino e interes, celebrando, i aplaudiendo sus progresos ^^, en Chi-

37. El jeneral Las Heras habia sido dado de baja junto con otros jefes el 27 de marzo de 1830, por haberse negado a reconocer al gobierno entonces imperante. (Vease Hist, jeneral d-e Chile, torn. XV, paj. 538). Aunque conta- do entre los adversaries del gobierno, Las Heras se mantuvo completamente estrafio a toda intervencion en la politica i a los planes de resistencia i de re- vuelta. En 1839, habria podido acojerse a los decretos dados por el gobierno. i ser reintegrado en su rango militar, como lo habian sido otros jefes; pero no quiso pedirlo. Solo fue dado de alta el 7 de octubre de 1842, en virtud de la lei del dia anterior. Las Heras, por lo demas, no pensaba volver a servir en el ejercito; i en consecuencia, pidio i obtuvo cedula de retiro el 23 del propio mes i aiio. En 1861, en los primeros dias de la presidencia de don Jose Joa- quin Perez, desempeiio per unos cuantos meses la comandancia jeneral de armas de Santiago,

El capitan jeneral don Ramon Freire fue igualmente dado de alta el 7 de octubre de 1842. Es tan alta la notoriedad de este personaje en la historia de Chile, son tan estraordinarios los acontecimientos de su vida desde 1836, i son ademas tan casi absolutamente desconocidos esos hechos, que nos he- mos decidido a poner al fin de este capitulo un apendice que llenara ese va- cio, consignando noticias que hasta ahora no habian sido referidas en nues- tras cronicas. •*

38. Entre los diversos libros en que se da noticia de los ultimos aiios de la vida de O'Higgins i del interes con que miraba todo lo que tenia relacion con Chile, sin tomar parte alguna en sus evoluciones politicas, merece recordarse la segunda parte que en 1882 puso don Benjamin Vicuna a la reimpresion de su Ostracismo de O'Higgins, reimpresion completada con el titulo de Vida de O'Higgins. En esa segunda parte hai abundantes noticias i muchos do- cumentos sobre la materia.

No hai precisamente una relacion ordenada de la vida del jeneral San Mar- tin, en su retiro de la escena piiblica. En una larga nota de la Historia Jene-

CAPfTULO PRIMERO 279

e se habia debilitado i casi tendia a borrarse el recuerdo de esos dos grandes hombres.

Esas leyes debian poner a O'Higgins i a San Martin, en cualquiera parte del mundo en que viviesen, sino precisa- mente en una ventajosa situacion de fortuna, al menos en una condicion que los libertara de la miseria. O'Higgins que por causa de la revolucion de la independencia habia perdido casi por complete su fortuna, vivia en el Peru de los productos de una hacienda que en premio de sus servicios le habia obse- quiado aquelgobierno, pero que por falta de capitales no po- dia esplotar sino en reducidas proporciones. A San Martin, que habia ido a residir a Europa para sustraerse a toda parti- cipacion en las turbulencias de los nuevos estados hispano- americanos, le habia tocado peor suerte todavia. Habia hecho confianza en personas que no la merecian, i estas le habian irrogado perdidas que lo dejaron en verdadera pobreza so. La lei del 7 de octubre lo ponia en situacion de recibir en Pa-

ral de Chile, tomo XIII, paj. 803, se encontraran algunas referencias acerca del interes que en esos afios de retire mostraba por el progreso de Chile.

En carta de San Martin escrita en Grand Bourg (alrededores de Paris) en 9 de junio de 1843, al presbltero don Juan Antonio Bauza, antiguo capellan del ejercito de los Andes, i mas tarde canonigo de la catedral de Santiago, se leen las llneas siguientes: «No puede figurarse cual es mi satisfaccion al ver la marcha de prosperidad i orden que sigue Chile. jQue contraste no pre- senta esta brillante situacion con la anarquia i desorden que devora a los otros estados limitrofes! EUos podian tomar por modelo su feUcidad, debida a ese 6rden, moderacion i patriotismo». Esta carta se conservaba entre los papeles de Vicuna Mackenna, que hoi se guardap en la Biblioteca Nacional.

39. San Martin, que era mui arreglado en sus gastos, habia reunido en America una cantidad que se hace subir de cien mil pesos; i que envio a In- glaterra como reserva para los anos de retiro de los negocios publicos en que pensaba. Su apoderado, que era un compatriota de San Martin, comprome- tio esos fondos en la bolsa de Londres. El jeneral arjentino don Juan Lavalle, que se hallaba en Buenos Aires, en 1824 escribia desde alii una carta al jene- ral don Enrique Martinez, i en ella se burlaba de la perdida que acababa de esperimentar San Martin. Esa carta cayo en manos de los jefes reaUstas que sostenian aun la guerra en el Peru contra los independientes, i la publicaron para escarnio de estos.

El cabildo de Santiago habia obsequiado a San Martin una chacara de mui buenas condiciones, situada al oriente de Santiago. San Martin la ven- dio en 1820, al partir para el Peru, a otro compatriota por la suma de 30,000 pesos, aunque su valor era seguramente superior a ese. San Martin recibi6 al

280 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ris o en cualquiera parte un sueldo anual de cuatro mil pesos (de 44 peniques), que recibio puntualmente hasta el dia de su muerte (17 de agosto de 1850), i que en las condiciones de la vida de entonces, le procuraba a el i a su familia un decente bienestar. De paso observaremos que aunque San Martin era brigadier jeneral de la Repiiblica Argentina, capitan jeneral de Chile i gran mariscal del Peru, solo Chile le pago el sueldo en vida.

O'Higgins no alcanzo a gozar un solo dia del beneficio acor- dado a su favor por la lei de 7 de octubre de 1842. Sin tener noticia de ella, el 24 de octubre, poco despues de medio dia, fallecio en Lima, de un afeccion cardiaca de que sufria de tiempo atras, i cuando se disponia para volver a Chile. En Lima se habia tributado a su cadaver i a su memoria el ho- menaje a que lo hacian merecedor sus esfuerzos por la liber- tad i la independencia del Peru. En Chile, la noticia de su muerte, propagada por los sentidos elojios de la prensa perio- dica, era recibida, con justicia, en todas partes, como la de una desgracia nacional. Entre los muchos escritos publicados esos dias para recordar los servicios de O'Higgins, hai uno que merece senalarse como un tremendo reproche a las injus- ticias de la opinion. «(;Por que desgracia, decia, los mas es- clarecidos varones han de ser la victima de los mas acerbos i prolongados infortunios? No bien habia O'Higgins colgado la espada con que nos rescato de la antigua servidumbre, cuan- do sus servicios se echaron en olvido, sus sacrificios jenerosos se desconocieron, se le oblige a abandonar el suelo que el mis- mo habia libertado, i en vez de las aclamaciones que habia recibido ayer no mas, al salir del campo de victoria, se execro su nombre, se le Ueno de improperios. Chile llego a olvidar que tenia un O'Higgins, i que este O'Higgins, el heroe de su his- toria, vivia en la vecindad, pobre, a merced de un pueblo es- traiio. Si esa alma grande que presidio nuestros primeros des-

contado 6,000 pesos, i una escritura por los otros 24,000 pesos. Cuando algu- nos anos mas tarde (en 1823 o 1824) quiso entrar en posesion de ese capital, se le promovieron todo jenero de litijios, i San Martin murio sin ver cancela- da esa deuda, que tampoco fue pagada a sus herederos.

CAPfTTTLO PRIMERO 281

tinos, que dio el soplo de vida a nuestra patria, no hubiese sido superior a la mezquindad de las pasiones, en el abandono indigno a que se vio reducido; habria maldecido la sangre que derramo en favor de un pueblo ingrato. Mas, no! en medio de su desgracia, O'Higgins hacia votos fervientes por la prospe- ridad de este pueblo. El era el objeto de sus conversaciones, de sus pensamientos, de sus delirios» ^.

El%obierno de Chile quiso tributar a la memoria de O'Hig- gins los honores que correspondian a tan inclito patriota. El 24 de noviembre, al recibirse la noticia de fallecimiento, el ministerio del interior espedia un decreto en que mandaba que todos los empleados civiles i militares al servicio de la Re- piiblica, vistieran luto por ocho dias consecutivos. Cinco dias mas tarde pasaba un mensaje al congreso, en que pidiendo que se tributaran a O'Higgins honores civicos, proponia que a espensas del estado se trasladasen a Chile sus restos morta- . les, que se les diera sepultura en el cementerio, bajo un mau- soieo de marmol, que su retrato se colocase con distincion «en la galeria de retratos de los hombres eminentes de Chile», i que se autorizase al presidente de la Repiiblica para dar toda la pompa|^i^solemnidad a estos acuerdos. Ese proyecto, discu- tido en todos sus accidentes en el senado en las sesiones de 19 i 21 de diciembre, fue aprobado con la agregacion de un articulo por el cual se mandaba erijir una estatua del jeneral O'Higgins, que seria colocada en la Alameda de Santiago. En esta discusion, don Mariano Egafia, con el alto prestijio que le daba el hecho de haber sido testigo de toda la revolucion, i actor, en muchos de sus mas importantes acontecimientos, hablo de estos con gran autoridad, i seilalo la injerencia capi- tal que en todos ellos habia tenido O'Higgins, hasta merecer el apodojde;padre de la patria.

Aquel proyecto, sin embargo, quedo por entonces en sus- penso a causa- de la clausura del congreso. Por efecto de una

40, El Semanario de Santiago, num. 21, de 23 de noviembre de 1842. Este articulo verdaderamente.notable, de que aqui solo tomamos algunas frases, fue publicado anonimo como los demas escritos de ese peri6dico. Me con^^ que es debido a la pluma de don Antonio Garcia Reyes.

282 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

culpable indolencia, este asunto no se trato en la camara de diputados sino ano i medio mas tarde, i solo el 13 de julio de 1844 quedo convertido en lei de la Republica. Todavia se pa- saron veinticuatro afios para dar cumplimiento a esa lei en lo que respecta a la traslacion a Chile de los restos mortales de O'Higgins, i mucho mas todavia para que la historia i la pos- teridad hicieran completa justicia al eminente patriot a ^i.

§ 12. Reforma parcial de la lei de elecciones popu- lares; se conserva el derecho de sufrajio a los elec-

TORES YA INSCRITOS AUNQUE NO SUPIESEN LEER I ESCRIBIR; INFLUENCIA DE ESTA DECISION EN LA OPINION PIJBLICA.

Aquella situacion tranquila i placentera de mediados de 1842, que parecia deber acentuarse con las medidas gubernativas de*conciliacionJque hemos recordado antes, i sobre todo con la lei que rehabilitaba en sus grados i honores a los militares da- dos de baja en 1830, fue seriamente comprometida con la dis- sension i sancion de una lei complementaria del reglamento de elecciones sancionado en diciembre de 1833, a poco de jurada i puesta en vigor la constitucion vijente. En los ensayos an- teriores de ese reglamento, i particularmente en las elecciones de 1840 i de 1841, se habian notado en el algunos vacios o dis- posiciones no suficientemente claras, o que se prestaban a duda; i las modificaciones que se habian ido proponiendo, ten- dian, en su mayor parte, a completar de una manera mas es- plicativa ocho o nueve de sus articulos. Como se recordara,

41. Mas adelante daremos noticia de la discusion de este proyecto en la camara de diputados.

Haremos notar aqui una coincidencia singular. El A raucano, el periodico oficial del gobierno de Chile, trasmitia en su numero de 25 de noviembre <i842) la noticia de la muerte de O'Higgins. En el mismo numero anunciaba que el dia anterior habia fallecido en Santiago don Manuel Jose Gandarillas senador de la Republica, i ministro de la suprema corte de justicia. Este ha- bia sido uno de los mas obstinados e intelijentes adversarios de O'Higgins, i autor deunaserie de articulos contra este que fueron publicados en El Arau- cano en 1834 (vease sobre ellos la Hist, jeneral de Chile, torn. XVI, paj. 227). Aparte de esto, Gandarillas habia sido un hombre realmente superior, que en el ministerio, en los cuerpos lejislativos i constituyentes i en la prensa se habia^hecho notar por un talento distinguido, per una grande entereza i per un liberalismo de buena lei.

CAPfrULO PRIMERO 283

en junio de 1841, en visperas de las elecciones de presidente de la Repiiblica, se habian aprobado ciertas modificaciones de aquel reglamento, que no alcanzaron a merecer la aproba- cion del senado. Esas enmiendas casi no se tomaron en cuen- ta; i las que ahora se proponian, versaban casi todas sobre otros punt OS.

Debiendo efectuarse las elecciones en marzo de 1843, el senado se ocupo desde las primeras sesiones ordinarias del ano anterior en la discusion de las enmiendas propuestas. Algunas de estas no tenian el menor alcance politico; pero en el debate se suscitaron otras a las cuales se les atribuia gran- de importancia. Una de estas ultimas se referia al articulo 81 del reglamento, por el cual se conferia al gobernador departa- tal el derecho de imponer las penas por los delitos electora- les, una vez que el juez ordinario les hubiera reconocido ese caracter. Era lo que habia ocurrido en la Serena en las elec- ciones de 1841, segun contamos mas atras. Ahora, al tratar- se de estas modificaciones de la lei, don Diego Jose Benaven- te pedia al senado, en sesion de 7 de setiembre, la reforma ra- dical de aquel articulo. Creia inconveniente dar facultades judiciales a funcionarios administrativos que sin conocimien- tos juridicos, o animados por pasiones personales o politicas, podian cometer graves injusticias. Segun el, esas atribucio- nes debian quedar en manos del juez de derecho que hubiere investigado los antecedentes, de cuyos f alios podria apelarse en todo caso. Aunque Egafia, por una declaracion ministe- rial de 20 de abril de 1840 habia reforzado aquella disposi- cion de la lei, acepto i apoyo la enmienda propuesta por Be- navente, i esta fue aprobada por unanimidad.

No presentaba, por cierto, la misma facilidad la solucion de las otras cuestiones suscitadas por varias enmiendas. El requisito de saber leer i escribirpara ejercer el derecho de su- frajio, dio, como vamos a verlo, orijen a ardientes debates, enturbio sobre manera las relaciones hasta entonces cordia- les de los partidos. Esta condicion impuesta a los electores, jera nueva en nuestro derecho publico. La constitucion libe- ral de 1828 no la habia exijido, i la constitucion de 1833, al

284 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

imponerla por el articulo 8, habia declarado espresamente que la calidad de saber leer i escribir para poder ejercitar el derecho de ciudadania, solo tendria efecto despues de cum- plido el afio de 1840. Se recordara el conflicto a que esta dis- posicion habia dado orijen en la Serena, en la eleccion presi- dencial de 1841; i como a pesar de haber entendido la supre- ma corte de justicia en las incidencias de ese negocio, no ha- bia una resolucion que hiciera desaparecer todas las dudas.

En la sesion del 12 de setiembre propuso don Mariano Ega- na dos articulos transitorios de la lei, que tendian a resolver la dificultad. Por el primero de ellos, se confirmaba lo dis- puesto por la constitucion al declarar indispensable el saber leer i escribir para entrar en posesion del derecho de sufrajio; pero, por el segundo, se hacia la aclaracion siguiente: «Los chilenos que hubieren sido hasta aqui calificados (inscritos) como ciudadanos elect ores con derecho a sufrajio i estuvie- ren en posesion de ese derecho, continuaran gozandolo hasta su muerte, si no lo perdieren o fueren legalmente suspendi- dos de su uso, aunque no tengan la calidad de no saber leer i escribip). El debate se iba a empenar sobre esta formula de solucion, que envolvia una importante cuestion legal.

Dos senadores, don Diego Jose Benavente i don Jose Mi- guel Solar (arcediano de la catedral), se pronunciaron ardien- temente contra ese articulo, que consideraban una interpre- tacion violenta i antojadiza de una disposicion constitucio- nal de la mas absoluta claridad. Segun ellos, pasado el aiio 1840, no podria conferirse el derecho de sufrajio a los que no cumplian con el requisito de saber leer i escribir; i lo habian perdido irremediablemente los que, sin llenar esa condicion, lo habian ejercitado antes de esa epoca. La opinion contraria tuvo en el senado por sostenedores al mismo Egaiia, al minis- tro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, ^2 { a don An- dres Bello. Este ultimo pretendio elevar esta discusion, ha- ciendo de ella una cuestion legal que debia tratarse en otra forma que las pendencias de partido. Sostenia que la consti-

42. Irarrazaval habia regresado del Peru a mediados de agosto, i reasu- mido el ministerio.

CAPfTULO PRIMEEO 285

tucion de 1833, aceptando la situacion del pais i las leyes que hasta entonces rejian en materias de elecciones, habia impues- to la condicion de saber leer i escribir a los que adquirieran el derecho de sufrajio despues de 1840, conservando la pose- sion de ese derecho a los que lo habian gozado antes de esa epoca, aunque no supieran leer i escribir. En apoyo de esta interpretacion, sostenia que la constitucion habia concedido ese derecho sin limit acion, i que no era justo que se privara a los favorecidos de lo que se les habia acordado. Despues de una animada discusion, el articulo propuesto por Egaiia fu^ aprobado ese mismo dia (12 de setiembre) en el senado por la mayoria, de un solo voto (6 contra 5). Pero ese debate, que habia ajitado mucho la opinion, siguio ocupando la prensa periodica, sin que se diera grande importancia a las otras mo- dificaciones que se introdujeron al reglamento referido ^. La reforma de ese reglamento entro a la discusion de la camara de diputados el 3 de octubre. Una gran parte de las jentes no veia en ella mas que un espediente para fortificar el poder de intervencion del gobierno en las contiendas electo- rales. En esa reforma solo llamaba la atencion el articulo transitorio introducido por Egana para mantener a los guar- dias nacionales en posesion del derecho de sufrajio, que el go- bierno usufructuaba por medio de los comandantes de los cuerpos civicos. Como al discutirse aquel articulo en las se- siones del 28 i 31 de octubre se hicieron a este respecto algu- nas insinuaciones, el ministro de hacienda don Manuel Ren- jifo se vio en la necesidad de vindicar al gobierno, sostenien- do que este no habia pedido tal declaracion ni la habia in- cluido en su proyecto de reforma, que habia nacido libremen-

43. El Semanario de Santiago trato la cuestion de las enmieridas del re- glamento de elecciones en cinco articulos, que comenzaron a publicarse el 25 de agosto, i que en el curso del debate, se pronunciaron contra la inter- pretacion propuesta por Egana. Bello. por su parte, contest© esos escritos en tres articulos publicados en El Araucano de esos dias, numeros 632, 635 i 636 Los articulos de El Semanario fueron escritos por don Manuel Antonio To- cornal, segun se ve en la biografia de este por don Miguel Luis Amunategui. Vease Ensayos biogrdficos (Santiago, 1894), torn. Ill, paj. 23. Los articulos de esa polemica estan recopilados en el torn. XV, de las Obras completas de Bello.

286 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

te en el senado; pero que creyendola fundada, los miembros del gabinete se habian decidido a prestarle su apoyo. Los di- putados don Joaquin Campino i don Jose Joaquin Perez im- pugnaron aquel articulo con razones de diverso orden; i lo defendieron los ministros Renjifo e Irarrazaval, a la vez que el diputado Palazuelos. Pero en aquella camara esa declara- cion hallo mucho menos resistencia que en el senado. Asi fue que, al Uegarse a votacion el 31 de octubre/fue aprobada por una mayoria que no guardaba relacion con el numero de 56, diputados que componian la camara. Entonces se conto que muchos de estos, que considerabanltemeraria la interpreta- cion dada por Egafia al articulo constitucional, pero que por otra parte, no querian contrariar al gobierno, se retiraron de la sala, de manera que la votacion se verifico con mui escasa concurrencia (21 votos por la aprobacion del articulo contra 14 por su rechazo).

Aquella cuestion, volvemos a repetirlo, ajito considera- blemente los espiritus. Los antiguos liberales, i con ellos toda la juventud que se preparaba para entrar a la vida publica, vieron en ese articulo de la lei solo una invencion preparada contra la libertad del sufrajio, para consolidar en el gobierno el bando que estaba ejerciendolo, i para cerrar la entrada al congreso i a toda representacion en la cosa publica a los hom- bres que querian conservar su independencia. Entonces i mas tarde, en la prensa i en el congreso se present© aquella lei como un golpe formidable a las libertades publicas. La inesperiencia de los hombres de aquella jeneracion les hacia creer que bastaba exijir a todos los electores la calidad de sa- ber leer i escribir para tener ciudadanos conocedores de sus derechos, resistentes al cohecho i al poder de los gobiernos, i por tanto, elecciones libres i dignas de una Republica. Ellos no conocian la deplorable historia de las elecciones populares en otros paises en que la lei exijia del elector las mismas ca- lidades; i mucho menos podian presumir lo que desgraciada- mente seria en Chile el sufrajio popular ejercitado por elec- tores que saben leer i escribir.

AP^NDICE

mwm DEL mmi mm \ su rlgreso a la patria

APENDICE

DeSTIERRO del JENERAL FrEIRE I SU REGRESO A LA PATRIA

Don Benjamin Vicuna Mackenna ha contado en dos de sus libros {Diego Portales, Cap. XIV, tomo II, pajina 153, i en Juan Fernandez, historia verdadera, etc. ^etc.yCa.p. XXVIII) la condenacion adestierro impuesta al capitan jeneral don Ra- mon Freire en 1836 1, el rigor inexorable desplegado por el ministro Portales en la ejecucion de esa sentencia, i por ulti- mo el embarque de aquel, i su partida de la isla de Juan Fer- nandez. En esas i en otras relaciones no se dan mas que mui lijeras i vagas noticias sobre los siguientes acontecimientos de la vida de ese hombre ilustre. Nosotros, con la luz de do- cumentos desconocidos hasta ahora, vamos a hacer en algu- nas pajinas, una narracion de peregrinaciones que podria Uamarse la «odisea del jeneral Freire».

En la tarde del 8 de marzo de 1837, zarpaba de Valparaiso el bergantin goleta Colocolo, con destino a Juan Fernandez,

I . La sentencia de la corte marcial que condeno a Freire a diez anos de des- tierro, tiene la fecha de 18 de noviemhre de 1836. En ese tribunal se pronun- ciaron por la pena de muerte el rejente don Jose Gabriel Tocornal i don San- tiago Mardones; i por el destierro don Santiago Echevers i don Lorenzo Fuen zalida, i los coroneles don Manuel Antonio Recabdrren i don Jose Bernardo Caceres. Sirvan estas lineas de rectificacion a una nota puesta por Vicuna Mackenna en la paj. 136 del tomo II de su libro Don Diego Portales.

TOMO XIV. 19

290 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

pero con viveres e instrucciones para una larga navegacion. Era un buquecillo viejo i de pobre construccion, de solo 140 toneladas, i al parecer inadecuado para la comision a que se le destinaba. Era mandado por don Leoncio Senoret, marino frances que acababa de abandonar el servicio del Peru para incorporarse al de Chile, i que recibia por primera comision una realmente penosa. El 13 de marzo, antes de amanecer, llegaba la Colocolo a Juan Fernandez; despues de desembar- car algunas provisiones que conducia para el presidio, recibia a su bordo a «los reos de Estado», asi se les denominaba, que debia trasportar a paises lejanos. Eran estos el capitan jene- ral don Ramon Freire, el teniente coronel don Salvador Puga, i los paisanos don Vicente Urbistondo, don Jose Huerta i don Ramon Buenrostro. La despedida de estos de los demas con- finados politicos que quedaban en la isla, fue triste i conmo- vedora. Todos creian que Freire i sus companeros eran lle- vados fuera de Juan Fernandez para hacerlos desaparecer en las soledades del mar.

La Colocolo se alejo de aquella isla el 16 de marzo, poco despues de medio dia, con rumbo hacia el noroeste hasta co- locarse entre los paralelos 25 i 26, para seguir de alii su nave- gacion hacia el poniente. Durante muchos dias, esta no espe- rimento ningun inconveniente; pero el 9 de abril se descu- brio una seria averia en el baupres, que hizo necesario reca- lar pocos dias mas tarde a una de las islitasque forman el pe- queno archipielago de Gambier. La Colocolo reparo su dano; pero sufrio tambien un furioso temporal que la retuvo alii hasta el 3 de mayo. Aquella navegacion, llena de contrarie- dades, de privaciones i de molestias, i en una situacion de- presiva para un hombre que despues de conquistar un nom- bre ilustre habia desempefiado los mas altos puestos en su patria, se prolongo todavia mucho tiempo mas. Un furioso temporal, que duro veintidos dias, puso a ese barquichuelo al borde de un penoso naufrajio. Al fin, el 29 de junio la Colo- colo entraba al pequeno golfo de Port-Jackson, en cuyo cos- tado sur se levanta la ciudad de Sidney, capital de una de las mas ricas colonias de Australia. Los reos politicos, dejados

CAPfTULO PRIMEEO 291

en completa libertad, bajaron a tierra, ese mismo dia. La Co- locolo, despues de recibir muchas reparaciones en su casco, en su arboladura i en su velamen, se hacia a la vela el 19 de Julio; i venciendo temporales mucho mas formidables que los que esperimento en su primer viaje, entraba a Valparaiso el 10 de setiembre. AUi hallaba la ciudad en duelo desde los primeros dias de junio. El|poderoso ministro que habia des- pachado ese buque con los reos politicos, habia sido inmolado en un escandaloso motin militar.

Facil es imajinarse la suerte penosa que esperaba a los des- terrados de Chile en la ciudad de Sidney. Contando solo con los mui escasos recursos pecuniarios que habian podido lle- var consigo, sin relaciones de ninguna clase en aquel pais, sin entender el idioma que alii se hablaba, i sin posibilidad de procurarse una ocupacion que les proporcionase siquiera el mantenimiento, no pensaron mas que en trasladarse al Peru o a cualquiera de las Republicas americanas donde habrian podido hallarse en condiciones de menos desamparo. Freire, por su parte, que se habia visto acusado en Chile de traidor, suponiendose que habia recibido recursos de los enemigos de su patria para echar abajo el gobierno de esta, i que tenia ademas noticia de la declaracion de guerra a la confederacion peru-boliviana, no queria por nada acercarse a ninguno de esos paises. Por estas consideraciones, asi como para buscar una residencia menos costosa que Sidney, i desde donde pu- diera proporcionarse relaciones con Chile, i recibir comuni- caciones i recursos de su familia, determine Freire ir a esta- blecerse a una de las islas de la Oceania. Antes de fines de 1837 se traslado a Tahiti, la isla principal del archipielago de la Sociedad, que entonces habia comenzado a tener cierto renombre por las complicaciones diplomaticas a que daba orijen el establecimiento de misiones, i los planes de someti- miento de que no tenemos para que ocuparnos aqui.

Residia desde anos atras en esas islas un frances llamado Moerenhout, que negociaba en la pesca de perlas i en la vent a de nacar, i que por el intermedio de los misioneros franceses, mantenia relaciones comerciales con Valparaiso. Moerenhout,.

292 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

hombre bueno i hospitalario, no tardo en darse cuenta de la enormidad de la desgracia de Freire, del contraste entre la situacion presente i la grandeza pasada de este, i de las nota- bles dotes de su caracter i de su corazon. «Este jeneral, dice un celebre viajero, que conocio a Freire en esa isla en 1838, ha encontrado en el corazon de M. Moerenhout una jenerosa i noble simpatia, i sus penas aparecian suavizadas por los cui- dados de la amistad. Freire soportaba con valor i firmeza el tiempo de la adversidad». Aquel bondadoso industrial entre- go al jeneral chileno una barraca o cabana, como las habita- ciones del pais, para que estableciese su residencia, i frecuen- temente comian en la misma mesa.

En esa situacion, Freire conocio i trato a algunos ilustres marinos que por las complicaciones a que hemos aludido an- tes, estuvieron en esa epoca en aquella isla, i han consagra- do a aquel un simpatico recuerdo. Son estos el capitan Abel du Petit-Thouars, Voyage autour du monde sur la fregate la Venus, torn. II, pajs. 429 i sig.; Dumont d'Urville, Voyage au pole sud et dans I'Oceanie, torn. IV, pajs. 67 i sig.; i las com- paiieros de este, Jacquinot i Dubuzet, el ultimo de los cua- les cuenta que de Valparaiso conducia cartas para Freire, en- viadas por su familia. Todos ellos refieren que el jeneral chi- leno llevaba una vida mui modesta, pero que gozaba de la consideracion de cuantos lo conocian, que soportaba su des- gracia con dignidad i entereza, i que no tenia mas preocupa- cion que el recuerdo de su patria i de los suyos. Es digno de notarse que en todas esas relaciones se manifiesta desconoci- miento o confusion de los hechos que alii mismo se recuerdan como antecedentes historicos referentes a estos paises.

Por aquellos afios se habian hecho mui frecuentes las comu- nicaciones entre las costas occidentales de America i la Ocea- nia. La guerra contra la confederacion peru-boliviana, inte- resaba en aquellas islas a muchas jentes, negociantes, arma- dores, etc., i las noticias de lo que aca ocurria, llegaban alia con relativa rapidez. Freire seguia con avidez las ocurren- cias de la guerra; i cualesquiera que fuesen las ideas que el tenia sobre las causas de la contienda, i las que j as que en su

CAPfrULO PRIMERO 293

desgracia podia abrigar contra su patria, toda su alma estaba por el triunfo de esta. Resuelto sin embargo a no volver a America mientras durase esa guerra, evitanda asi que se le hiciera victima de desconfianzas i de calumnias, se mantuvo alii en Tahiti hasta que Uego la noticia de la victoria de Yungai i de la ruina definitiva de la confederacion perii-boliviana. Abandonando entonces aquel asilo, Freire venia a fijarse en octubre de 1839 ^^ ^^ puerto de Cobija, para estar mas cerca de su patria i de su familia, esperando que un dia u otro se levantaria el destierro que habia soportado tanto tiempo i con tantas penalidades, i firmemente determinado a no vol- ver a tomar parte ni interes en ninguna manifestacion de la vida publica.

Entre las pocas personas de alguna consideracion que ha- bitaban entonces en Cobija, habia un estimable caballero ar- jentino, comerciante en cascarillas, a quien el gobierno del jeneral Velasco, presidente de Bolivia despues de la caida de la confederacion, habia revestido del titulo de prefecto del litoral. Llamabase don Gregorio Beeche, i es el mismo que ha- biendose establecido en Valparaiso un poco despues, se con- trajo a coleccionar libros sobre America, i acabo por ser un bibliografo distinguido a la vez que un vecino justamente es- timado en la sociedad chilena. Beeche, por su fortuna i por su condicion, vivia en Cobija rodeado de comodidades que eran escepcionales en ese pueblo. Conocedor de los brillan- tes antecedentes de Freire i de sus desgracias en los ultimos tiempos, Beeche, con la franqueza i la hidalguia de un caba- llero, lo Uevo a su casa en condiciones de bienestar que no ha- bria podido|procurarse en punto alguno de aquellos lugares. «E1 excelente caracter de Freire, decia don Gregorio Beeche, el recuerdo de sus servicios, la sencillez de su trato, i la co- rreccion de todos sus actos, hacian agradable el hospedaje que con tan buena voluntad le habiamos ofrecido». Freire vi- vio diez meses en esas condiciones en casa deBeeche.

Su resolucion de no volver a figurar en la vida publica pa- recia inconmovible. Desde Cobija mantuvo relaciones episto- lares con su familia, pero parece que no recibio cartas de sus

294 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

antiguos amigos politicos, o que si las recibio, no quiso con- testarlas. Asi, pues, aunque entonces comenzaba a ajitarse la opinion para la proxima contienda electoral, a nadie se le ocurrio proclamar la candidatura del jeneral Freire. A pesar de esto, el gobierno de Bolivia, sea por desconfianza propia, o por sujestion estrafia, temio que la presencia de ese jeneral en un puerto tan inmediato a Chile pudiera producir alguna perturbacion en este pais; i por decreto de 30 de diciembre de 1839, ordeno al prefecto deJCobija que hiciera retirar a Freire a algun punto del interior, a Potosi o a Cochabamba. Beeche, sin embargo, comprendiendo que la conduct a del je- neral chileno no daba lugar a tales recelos, i mucho menos a una medida que consideraba injusta i vejatoria, dejo pasar aquella orden sin darle cumplimiento.

En Julio de 1840 llegaba a Sucre, residencia entonces del gobierno de Bolivia, don Manuel Camilo Vial, encargado de negocios de Chile. Profesaba este de tiempo atras una apa- sionada malquerencia a Freire, a quien acusaba temeraria- mente de las mas graves faltas, entre otras de haber recibido ausilios de Santa Cruz para venir a trastornar el gobierno en Chile. En sus conferencias con don Jose Maria Linares, el ministro de relaciones esteriores de Bolivia, dandole las in- formaciones mas desfavorables sobre Freire, i sin tomar en cuenta la conduct a que este observaba en Cobija, aseguraba como un hecho cierto que desde alii estaba conspirando con- tra la tranquilidad de Chile. Oigamos como el mismo Vial re- f eria estos incidentes al ministerio de relaciones de este pais, en nota fechada en Sucre el 28 de agosto (1840). «Tambien tuve una conferencia con el ministro en la que manifeste cual habia sido en Chile la conducta de don Ramon Freire, i cual desde el Peru; que el gobierno tenia pruebas inequivocas de sus proyectos desorganizadores, i que su residencia en Cobija no podia ser con otro fin que el de mantener sus relaciones con los conspiradores para fomentar la sedicion i estar a la espectativa de cualquier movimiento para introducirse en Chile. Bajo estos antecedentes, pedi el cumplimiento del auto que libro el gobierno provisorio. Pedi que para hacerlo efec-

oapItulo peimeeo 295

tivo se sefialase a'^Freire un termino limitado i perentorio; i que se encargase^a las^autoridades de Potosi i Cochabamba, donde se le mando pasar, mayor^vijilancia para que no abuse en la hospit alidad que se le ha concedido». Vial refiere que despues de esa' conferencia, tuvo otras mas en que insistio con mayor empefioTtodavia en que el gobierno de Bolivia diera la orden de ale jar de la costa al jeneral chileno, don Ra- mon Freire. El ministro de Bolivia don Jose Maria Linares se vio en la precision de satisfacer esa persistente exijencia, i de hacerlo en terminos que no daban lugar a aplazamien- tos i retardos.

Se hallaba entonces en Sucre don Antonio Martinez Palla- res, espafiol de nacimiento, pero jeneral del Ecuador, i en- cargado de negocios de esta Republica. En Chile, donde ha- bia estado el afio anterior con igual cargo, se le habia mirado con desconfianza, i en Bolivia se le tenia por ajente de Santa Cruz para preparar algun trastorno. Al tener noticia de la medida tomada respecto a Freire, se acerco Pallares al minis- tro boliviano en son de consejero i de defensor del jeneral chileno, creyendo procurar contrariedades al gobierno de este pais. Su jestion fue mal recibida, i rechazada con acritud. Ella, por desgracia, perjudicaba a Freire, fortificando las im- putaciones que se hacian a este de estar confabulado con los enemigos de su patria.

El prefecto de Cobija recibio con marcado sentimiento la comunicacion del gobierno en que se le ordenaba alejar a Freire de aquel puerto. El sabia que ese jeneral que vivia a su lado, i como su huesped, era absolutamente estrafio a los planes que se le atribuian; pero era aquella orden tan peren- toria i terminante que no podia escusarse de darle cumpli- miento. En efecto, el 8 de setiembre, se la comunicaba a Frei- re en los terminos que siguen: «Senor jeneral don Ramon Frei- re. A consecuencia de varias reclamaciones que ha hecho a mi gobierno el gabinete de Santiago de Chile para que V. se retire de este lugar donde se considera peligrosa su residen- cia a la tranquilidad de aquella Republica, me ha ordenado prevenir a V. que en el termino de doce dias marche V., se-

296 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nor jeneral, a permanecer en uno de los pueblos del interior. Siento mui viyamente, senor jeneral, el servir de organo que haga saber a V. esta resolucion que en concepto de mi gobier- no contribuye a sostener la buena armonia i la amistad de Bolivia con Chile, que de otro modo podrian comprometer- se. Espero, senor jeneral, que V. se dignara ejecutar esta 6r- den en el termino indicado debiendo escribir a mi gobierno en este correo que he dado cumplimiento a mi resolucion ci- tada. Dios guarde a V. Gregorio Beeche».

Freire se apresuro a cumplir aquella orden; pero antes quiso dejar consignada una protesta contra la violencia de que se le hacia victima. En representacion dirijida a Beeche, le decia lo que sigue: «Senor prefecto: Cuando el jeneral Santa Cruz era duefio del Peru i de Bolivia hallandose rodeado de todo su poder, prefer! vivir entre los salvajes antes de hacer con el causa comun contra mi patria, cualesquiera que fueren los motivos de aquella guerra. Luego que desaparecio el sistema protectoral, mis necesidades me obligaron a aproximarme a mi familia, i vine a Cobija reclamando las leyes de la huma- nidad que han consagrado el asilo como un principio venera- ble. Cerca de un ano he permanecido en el territorio bolivia- no sin que se acuse mi conducta de la mas pequena f alta, sea con el pais que me otorgo su hospitalidad, sea para con el mio, en cuyas cuestiones internas no me he mezclado de ningun modo. Bastantes pruebas de esta verdad posee el senor pre- fecto Beeche, en cuya casa he habitado. No obstante mi ab- soluta prescindencia, i el deseo sincero que me anima de no mezclarme mas en los negocios politicos, el gobierno de Chile ha hecho reclamacion al de Bolivia para que se me aleje de este litoral al interior. Si sus demandas fuesen reducidas a mi separacion de Cobija porque mi aproximacion a Chile se creyese peligrosa a los intereses de Chile, no habria recibido con sorpresa la orden que V. G. (vuestra gracia) me comunico con fecha de ayer. Siento, empero, i dueleme demasiado, que el gobierno boliviano, segun se me informa, haya dado acceso a imputaciones calumniosas que ofenden mi patriotismo, i lastiman mi honor. Jamas tuve relaciones politicas con el je-

CAPfrULO PRIMERO 297

neral Santa Cruz; i vuelvo a contestar por el honor i con la franqueza militar de un veterano de las leyes de ese honor que nunca viole, en la espedicion que hice a Chile, no tuvo el jeneral Santa Cruz conmigo ninguna intelijencia, ni parte al- guna directa que yo la supiese. Para dar una prueba inequivo- ca de esta verdad, sobre las muchas que tengo ya dadas, aho- ra mismo, en vez de marcharme a Guayaquil, u otro lugar que mas me convenga, i para lo cual tengo completa libertad, he resuelto, contando con el honor del gobierno boliviano, el irme a Chuquisaca. Quiza con este sacrificio, que no es pe- queno en la actual situacion, pueda desvanecer recelos i tran- quilizar a los que me hacen la alt a injuria i a los que me ca- lumnian de relaciones con estranjeros contra mi pais nati- vo . . . Ramon Freire».

Forzoso le fue al ilustre desterrado ponerse en marcha para el interior de la Republica. Despues de un viaje tan largo como fatigoso, pero en que habia hallado una acojida hospi- talaria en varios pueblos de parte de personas i familias de buena posicion, llegaba el 12 de octubre a Sucre, en donde pensaba fijar por entonces su residencia. Vial, establecido en esa capital, seguia afanosamente los pasos de Freire, i daba cuenta de todo al gobierno de Chile. En nota de 19 decia a este, lo que sigue: «Don Ramon Freire Uego a esta ciudad el 12 de este mes; i se por las conversaciones que ha tenido que mantiene correspondencia con Chile, i que le dan esperanza de que haya revolucion. Presumo que sus comunicaciones van a Chile bajo la cubierta del senor Beeche, gobernador de Cobija, con quien es mui amigo». Era cierto que Freire man- tenia comunicaciones con Chile, pero solo con su familia, i absolutamente estranas a la politica, en que no queria tomar parte, i mucho mas todavia a planes revolucionarios en que ya no se pensaba en este pais. Pero lo que habia de mas te- merario e inf undado en las inf ormaciones^de Vial, era atribuir a una persona de las condiciones ijdel caracter de Beeche, par- ticipacionen aquellos supuestos afanes revolucionarios. Por lo demas, de la correspondencia del gobierno de Chile se des- prende que este no tomaba mui en cuenta^aquellos informes.

298 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Freire permanecio todavia un ano largo fuera de Chile. La lei de amnistia dada por el jeneral Bulnes al inaugurarse su gobierno (23 de octubre de 1841), abrio las puertas de la pa- tria a todos los desterrados politicos. Freire, segun creemos, regreso a Chile en losultimos dias de ese ano. Su arribo a Val- paraiso i a Santiago no fue objeto de manifest aciones popula- tes o sociales, que si bien entonces eran mucho menos fre- cuentes, de lo que han llegado a serlo mas tarde, no habrian dejado de hacerse sentir, si desde antes de pisar la tierra no hubiera mostrado Freire la mas firme e irrevocable resolu- cian de no tener representacion ni injerencia alguna en los asuntos politicos.

Su situacion de fortuna era entonces mui penosa. Hacia doce anos que no recibia sueldo alguno; i durante este tiempo, su esposa, que tenia que mantenerse en Chile con cuatro hijos, estaba ademas obligada a enviar a Freire algunos socorros al estranjero, contando para esto con sus mui modest os bienes hereditarios, i con los ausilios de sus parientes.

En anos pasados, el supremo director O'Higgins habia ob- sequiado a Freire, en premio de sus servicios, la hacienda de Cucha-Cucha, una de las propiedades secuestradas a los realistas durante la lucha por la independencia. Pero con mo- tivo de la devolucion de los secuestros, Freire fue privado de €sa propiedad, para entregarla a sus antiguos duenos (la fa- milia Urrejola). Aunque en yirtud de la lei de 6 de octubre de 1842 que reincorporo al ejercito a todos los militares dados de baja doce aiios antes, mandandose pagarles los sueldos respectivos, Freire fue reconocido en su antiguo rango de ca- pitan jeneral, esa lei venia a crearle en realidad una situacion relativamente modesta. Colocandose fuera del servicio acti- vo, se le asigno el sueldo de cuartel; i ese sueldo fue fijado en 2,712 pesos anuales, por decreto de 29 de marzo de 1845; i en 2,720 por la lei de 30 de octubre de ese mismo ano. Freire ha- bria podido obtener una renta mas alt a (3,500 pesos) si hu- biera querido pedir i aceptar una de esas comisiones de mero aparato que dan derecho a los militares para ser considera- dos en servicio activo, i para gozar sueldo integro. Pero el lie-

CAPfrULO PRIMERO 299

gaba del destierro resuelto a vivir sinceramente retirado de la administracion i de la vida piiblica, i a no volver a usar la casaca militar que tan bizarramente habia Uevado en los dias gloriosos de la guerra por la independencia. Solo el 24 de enero de 1850, cuando habia comenzado a esperimentar los prime- ros sintomas de la enfermedad que habia de causarle la muer- te (el cancer), fue incorporado a la comision calificadora de servicios, lo que le permitio recibir el sueldo de jeneral de di- vision en servicio activo durante los ultimos dos afios de su vida.

Se creia Freire con el mas perfecto derecho a una indemni- zacion por el valor de la hacienda de Cucha-Cucha que habia recibido en premio de sus servicios. Una sentencia dada por la corte suprema el 2 de mayo de 1843 le reconocio ese dere- cho, mandando que el Estado le pagara la cantidad de 20,750 pesos, pero no en dinero efectivo sino en bonos de la deuda interior, que ganaban 3 por ciento de interes, lo que equiva- lia a reducir aquella suma a una cantidad de seis a siete mil pesos. Una lei del congreso, de 24 de setiembre de 1845, le concedio por gracia i «en atencion a los servicios prestados en la guerra de la independencicL», que esa suma de 20,750 pesos le fuera pagada en efectivo.

Freire vivio esos ultimos aiios en condicion modesta, lejos de toda representacion. En 1846 se quiso esplotar su nombre i el recuerdo de^sus servicios en reuniones populares sin con- secuencia, como si se viviera todavia en los tiempos que pre- cedieron a 1830. Todo eso molestaba sobre manera al jeneral Freire, que, sin embargo, permanecio inalterable en el retiro que se habia trazado. Su muerte, ocurrida el 9 de diciembre de 185 1, en medio del fragor de la guerra civil, i cuando la atencion jeneral sehallaba fij a en la contienda empeiiada al sur del rio Maule, i que se decidio esos mismos dias, causo sin embargo una profunda impresion en todo el pais. Por un de- creto dado el dia siguiente (10 de diciembre) se mando que todas las tropas que guarnecian a Santiago, vistieran luto durante quince dias. Una lei dada pocos meses mas tarde (4 de setiembre de 1852), mando pagar a su familia la suma de

300 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

25,000 pesos, como premio a los grandes servicios del ilustre jeneral, i algunos afios mas tarde otra pequeiia suma por la misma razon. Pero el verdadero premio acordado al jeneral Freire consiste en 1^ estatua erijida en Santiago por suscri- cion popular, i en el aplauso que la historia tributa a su va- lor heroico de soldado, a su patriotismo i a su hombria de bien.

CAPITULO II

I. Movimiento de los espiritus en busca de otros ideales que la politica.

2. Fundacion de dos peri6dicos literarios: don Juan Garcia del Rio.

3. Formacion de una sociedad literaria; publicacion de El Semanario.

4. Preparacion i publicacion de la Historia fisica i politica de Chile por don Claudio Gay. 5. Preparacion, discusion i promulgacion de la lei organi- ca de la universidad de Chile.— 6. Reforma radical e importante de los es- tudios secundarios. 7. Reformas en el ministerio de guerra; restableci- miento de la escuela militar; frustrado proyecto de formacion de un nuevo codigo militar. 8. Gastos fiscales para el fomento de peri6dicos; publi- cacion del primer diario en Santiago. 9. Relaciones entre el gobiemo i el clero; resistencia que encuentran algunas pretensiones de este. 10. Las eleccionesde 1843.

§ I. Movimiento de los ESpfRixus en busca de otros IDEALES QUE LA polItica.— AI caloi de aquel movimiento politico que desde 1839 sucedio al rejimen letarjico de las fa- cultades estraordinarias, habia surjido en la vida social de Chile cierta espansion de los espiritus en busca de otros hori- zontes mas placidos i serenos que las rivalidades de los par- tidos. Se hablaba de grandes empresas industrials, de colo- nizar el sur de nuestro territorio, de abrir caminos i canales, 1 hasta del cultivo de ciertos conocimientos en asociaciones li- terarias. Todo esto era bien vago e inconsistente, pero dejaba ver los jermenes de aspiraciones de cultura i de progreso, en medio de una jeneral satisfaccion por la paz i la tranquilidad de que gozaba la Republica.

302 UN DECENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

Los alios que habian trascurrido desde la implantacion del gobierno regular, es decir desde 1830 a 1839, ^o habian sido favorables para este movimiento de los espiritus. Sin embar- go, dadas las condiciones del pais, la falta casi absoluta de estimulos i de ambiente, no habian sido esteriles esos anos en este orden de manifestaciones. En ese perlodo en que el celebre hidrografo Fitz Roy levantaba la carta de nuestras costas i daba a conocer en sus libros una buena parte de la jeografia de nuestro pais, i en que el insigne naturalist a Car- los Darwin senalaba los rasgos principales de la jeolojia de este pais, otro naturalista de menos poder, pero de una in- cansable actividad, don Claudio Gay, recorria por encargo del gobierno todo el territorio chileno, irecojia los materia- les para la obra que lleva su nombre i que constituye un mo- numento de perseverancia discreta i bien dirijida. Ese era tambien el tiempo en que don Andres Bello, a la vez que pre- paraba el codigo civil, escribia sus notables Elementos de de- recho internacional, i sus sabios estudios de prosodia caste- liana (ortolojia i metrica), i excelentes estudios criticos 1. Pero ni esos, ni otros libros de menos valor, escritos i publica- dos en aquellos aiios, bastan para pretender dar a estos el caracter de un periodo de produccion literaria. La actividad periodistica que siguio a la suspension de las facultades es- traordinarias, vino por otra parte a demostrar el estado de atraso en que a este respecto se hallaba todavia nuestro pais. En los numerosos periodicos que se publicaron en los dos anos que precedieron a la eleccion de 1841, es raro encontrar algu- nos articulos de cierto valor literario por su fondo i por su forma.

Pero ya se dejaban sentir los primeros jermenes de aspira-

I. Por via de nota, record aremos ademas como produccion literaria de esaepoca la Gramdtica de la lengua latina (1838) por don Francisco Bello, adaptacion intelijente a nuestro idioma de los trabajos de la filolojia mo- derna, i los Elemenlos de la filosofia del espiritu humano por don Ventura Ma- rin, libro de enseiianza, fundado sobre todo en los tratadistas franceses de principios del siglo. Como produccion historica, en todo ese periodo solo hai un libro que seiialar, El chileno instruido por el|padre franciscano frai^Jo- se Javier Guzman, libro destituidode todo valor historico i literario.

CAPfTULO SEGXJNDO 303

clones de esta clase. En algunos de los periodicos de estos anos se lee uno que otro articulo sobre la pobreza de la biblioteca nacional en libros modernos i utiles, i se pide al gobierno que la dote convenientemente. Los profesores del Instituto na- cional acordaron en abril de 1839 celebrar reuniones periodi- cas para leer memorias cientificas o literarias, escritas por ellos mismos; pero esos ensayos, mui modestos, se sostuvie- ron solo unos pocos meses. Otra asociacion proyectada por los mismos profesores con un objeto mas preciso i determina- do, no tuvo mejor exito. Proponiase el estudio de la historia nacional, mui desconocida entonces, a pesar de estar todavia vivos muchos de los principales actores de los grandes aconte- cimientos de la revolucion, i se proponia, ademas,coleccionar relaciones i documentos relativos a nuestro pasado 2. Aquella asociacion, cuyas dilijencias por la recoleccion de materiales historicos tuvieron mui poco efecto, desaparecio sin dejar mas huella que la aficion por esos estudios que se desarrollo en algunos de los asociados. Como manifestacion de este mo- vimiento de los espiritus, recordaremos que en 183^ se cons- truia en el gran patio de la universidad de San Felipe, con- denada a desaparecer, un teatro que aunque provisional, fue lo mejor que en su jenero hubiera tenido Santiago hasta en- tonces, i subsistio trece largos ailos en constante servicio.

§ 2. FuNDACioN DE DOS peri6dicos literarios: Don Juan Garcia del Rio. La absoluta tranquilidad que siguio a la eleccion presidencial de 1841, vino a favorecer este mo- vimiento de los espiritus 3. Ehtre los numerosos emigrados

2. Se encontraran algunas noticias documenta^as sobre estos hechos en la Historia del Instituto Nacional por don Domingo Amunategui Solar, torn. II, capitulo IX. Nosotros recibimos hace muchos aiios inform aciones verbales sobre esas sociedades literarias de boca de don Antonio Garcia Reyes, que era uno de sus principales promotores; pero los recuerdos que conservamos no tienen suficiente interes para darles cabida en estas pajinas.

3. No entra en nuestro proposito, i menos en el plan de este libro, el dar no- ticia detallada de los hechos e incidentes que contribuyen a esplicar este mo^ vimiento, i por lo tanto nos limitamos a recordar los rasgos capitales i mas caracteristicos. Por via de nota, consignaremos los pormenores siguientes. El 6 de noviembre de 1841 comenzo a publicarse la Gaceta de los fribunales, que poco mas tairde agrego a ese titulo estas palabras i de la instruccion pvtbli^

304 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

que las discordias civiles de los otros estados hispano ame- ricanos arrojaban a nuestro pais, habia algunos de cierta ins- truccion que cultivaban, o que podian cultivar las letras con cierto lucimiento. Hemos hablado antes de don Domingo Faustino Sarmiento, arjentino orijinario de la provincia de San Juan, que con una preparacion literaria irregular e in- completa, se hizo escritor en Chile, i alcanzo mas tarde una alt a i just a nombradia. Ligado a este estuvo don Vicente Fi- del Lopez, joven abogado, orijinario de Buenos Aires, e hijo del poeta mas celebrado de la revolucion arjentina. Dot ado de una intelijencia facil, de cierta imajinacion i de variada lectura, le habia procurado esta conocimientos estensos pero, superficiales, que hacia valer en su conversacion i en sus es- critos. Instalado en Valparaiso, comenzo a publicar, con la colaboracion de otros compatriotas, desde el mes de febrero (1842) un periodico que tuvo mui escasa circulacion, i que solo alcanzo a contar seis numeros. La Revista de Valparaiso, asi se llamaba ese periodico, trataba muchas materias, prin- cipalmente literarias, con gran suficiencia i dogmatismo, con referencias a la historia literaria no siempre exactas, i con la persuasion de superioridad sobre sus lectores. Un juez mui competente, juzgando uno de los articulos de esa revis- ta, por cuanto publico por algun tiempo los decretos i demas documentos concernientes a esta materia. El promotor de esta publicacion fue don An- tonio Garcia Reyes, que la dirijio uno o dos anos; pero como este era un abo- gado mui joven, se busco para presentarla mas autorizada el nombre del doc- tor don Jose Gabriel Palma, que habia sido ministro de corte, i que luego volvi6 a ese cargo.

Valparaiso era entonces la unica ciudad, en toda la Republica, que tuvie- se un diario, El Mer curio, que databa de 1827, pero que al principio fue solo peri6dico bisemanal. El iP de febrero de 1842 se comenzo a publicar en esa misma ciudad, otro diario, La Gaceta del comercio, que llego a contar cuatro afios de existencia.

Santiago no tenia entonces ni habia tenido nunca diario alguno. Solo el ano 1842, el 10 de noviembre, se publico el primer niimero de El Progreso, ■diario que alcanzo a contar mas de nueve anos de vida.

La unica ciudad de provincia, fuera de Valparaiso, que hubiera tenido periodicos antes de esta epoca, era la Serena. Concepcion, donde se trato tambien de fundar una sociedad literaria en 1842, tuvo este ano su primer periodico, El TeUgrafo, que se publicaba dos veces por semana, a contar del 1 5 de diciembre de ese ano.

CAPITULO SEQUNDO "• 305

ta, lo caracteriza en los terminos siguientes que son igual- mente aplicables a muchos otros escritos que ella dio a luz: «Era uno de los primeros casos de los embrollos metafisicos, de que despues hemos tenido que soportar tantas repeticio- nes, en que se desenvuelven las mayores vulgaridades i aun necedades sin arte ni lojica, sin claridad i sin respeto a las reglas gramaticales, con frases huecas i altisonantes, que ha- cen revivir un culteranismo, de nueva especie, pero tan inso- portable como el de Gongora i sus discipulos». * No faltaron en aquel tiempo quienes se formaron el mismo concepto de esos escritos, en que, sin embargo, se descubria talento i cier- ta instruccion jeneral, pero de poco fondo.

De diversa procedencia era otro emigrado politico de mas alto renombre, i escritor tambien, pero de un merito sobresa- liente. Era este don Juan Garcia del Rio, cuya carrera poli- tica desde los dias de la independencia, es' una cadena de los mas variados accidentes, que daria materia para un estudio historico o biograiico tan instructivo como interesante. ^

4. Miguel L. Amunategui, Biografia de don Jos6 Joaquin Vallejo, paj. 188 del tomo III de los Ensayos biogrdficos. El juicio de Amunategui, fundado en un conocimiento cabal de los antecedentes, esta ademas comprobado por los fragmentos de la Revista de Valparaiso que se reproducen en seguida del trozo que copiamos en el testo.

5. Don Juan Garcia del Rio, es una de las figuras mas curiosas i singula- res de la revolucion hispano-americana. Por su talento, por su injerencia en grandes acontecimientos, por los altos puestos que desempeiio en Chile, en el Peru, en Colombia ren el Ecuador, merecia de sobra que su vida hubiese si do estudiada con alguna prolijidad. Sin embargo, ese estudio no se ha he- cho; i aun las notas biograficas que han solido darse, son del todo deficientes^ i de ordinario llenas de errores. La razon de esto, es la dificultad de estudiar la vida de Garcia del Rio en tan diversos lugares, i en medio de peregrinacio- nes i de los mas variados accidentes. El mismo, con todo, dio un hilo conduc- tor para seguirlo en todas las peripecias. En setiembre de 1843, se presento en Santiago ante un jurado como acusador de un escrito del ministro boli- viano don Casimiro Olaneta, en que se le hacian las mas tremendas acusa- ciones. En su discurso, que los que lo oyeron calificaban de modelo de la mas conmovedora elocuencia, Garcia del Rio tuvo que hablar de si mismo, e hizo una reseiia de su carrera publica. No conocemos ese discurso en su forma Integra; pero el resumen hecho por un diario de la epoca {La Gaceta del co- mer cio de Valparaiso) contiene no pocas noticias.

No nos seria dificil coordinar aqui los numerosos datos biograficos que acerca de Garcia del Rio tenemos a la mano; pero como nos fuese necesario TOMO XIV. 20

306 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Garcia del Rio, despues de haber desempefiado altos puestos en otras Repiiblicas, i despues que en Chile mismo habia ser- vido con lucimiento en los dias mas gloriosos de la lucha por la independencia, volvia a este pais batido por la desgracia, casi desterrado de todas partes. En vano el gobierno del Ecua- dor, con la mas notoria falta de tacto politico, habia querido

llenar muchas pajinas, i como ellas serian estraiias en este libro, nos limita- mos casi a algunas referencias o indicaciones bibliograficas que podran ser- vir al que acometa un trabajo mas o menos completo.

Don Juan Garcia del Rio nacio en Cartajena (Nueva Granada), en 1794. Su padre, que era un comerciante espaiiol de crecida fortuna, lo mando a es- tudiar a Cadiz; i alii alpasoque adquirio conocimientos que nohabria podida recibir en su ciudad natal, contra jo relaciones con otros americanos que man- tenian en su trato el odio a la dominacion espanola. De vuelta a su patria cuando ya estaba rebelada, fue nombrado, a pesar de su corta edad, en 18 14, secretario de una oomision que iba a Londres a comprar armas, i a otras ajencias revolucionarias. El jefe de esa comision era don Agustin Gutiei;rez Moreno, que mas tarde estuvo asociado a don Antonio Jose de Irisarri en los enredos consiguientes a la contratacion del emprestito chileno de 1822. (Vease Hist. Jeneral de Chile, tom. XIV, pajs. 520 i sig).

En 1 8 17, la revolucion de Nueva Graiiada habia sido dominada por las. armas espaiiolas, Garcia del Rio se encontro en Inglaterra sin ocupacion i sin recursos; se vino a Buenos Aires, i de alii paso a Chile el ano siguiente. En otra parte hemos referido estensamente su actuacion en Chile como perio- dista i como sub-secretario de relaciones esteriores, i en el Peru como minis- tro de San Martin, i despues como su ajente en Europa para entender en los quimericos proyectos de monarquia. (Vease Hist. Jeneral de Chile, tomos XI, XII, i XIII). En Londres, asociado con don Andres Bello, publico en 1823 La Biblioteca americana, i en 1826 i 1827, El Repertorio ameHcano, dos perio- dicos destinados a la difusion de conocimientos utiles en estos paises. Puede verse lo que acerca de ellos ha escrito don Miguel Luis Amunategui en su Vida de don Andres Bello. En 1823, ademas, publico en Londres (bajo el ana- grama de Ricardo Gual i Jaen) una corta pero mui bien escrita Biografia del jeneral San Martin, muchas veces reimpresa, i traducida al ingles.

A la vuelta de Europa, en 1828, Garcia del Rio penso establecerse en M6jico; pero el gobierno de esta republica, movido por el conocido patrio- ta guayaquileno don Vicente Rocafuerte, no le permitio. llegar a ese pais, por cuanto profesaba ideas monarquicas. Sobre este asunto publico eser mismo ano en Nueva York un opusculo de 16 pajinas, titulado Documen- ios relatives a la denegacion de pasaporte para Mijico a Juan Garcia del Rio.

Habiendo determinado regresar a Colombia, desempefio alii un importan- te papel como diputado, como ministro i como escritor, en el ultimo tiempo de Bolivar i bajo la presidencia del jeneral Urdaneta. Sobre estos hechos se hallan noticias en los ultimos capitulos de la Historia de la revolucion de Co- lombia por don Jose Manuel Restrepo, tomo IV, Besanzon, 1858; i en las Me-

CAPfrULO SEGIJNDO 307

revestir a Garcia del Rio del caracter de su representante en nuestro pais. El gobierno de Chile, por medio de una comuni- cacion de ministro a ministro, datada el 25 de febrero de 1842, habia esplicado al del Ecuador, las razones que tenia para no reconocer a aquel como encargado de negocios. La cir- cunstancia de haber servido a Santa Cruz como ministro de

morias del jeneral Rafael Urdaneta (Caracas, 1888). Inmediatamente des- pues de la muerte de Bolivar (1830), dio a luz una estensa i notable necrolo- jia de este, publicada entonces en los periodicos, i reimpresa en varias oca- siones. El lector puede hallarla casi integra en el ultimo capitulo de la Vida de Bolivar por don Felipe Larrazabal (Nueva York, 1875).

En los Apuntes sobre bibliografia colombiana por don Isidoro Laverde Ama- ya, (Bogota, 1882), paj. 22, se habla de Garcia del Rio, i se le da por autor de un libro titulado Meditaciones colombianas (Bogota, 1829), sin indicarse cosa alguna sobre lo que trata ese libro. Nunca lo he visto en esa edicion; pero tengo motivos para creer que fue hecha en 1831. Conozco si la reimpresion que de ese escrito se hizo en la coleccion titulada Documentos para la histo- ria de la vida publica del Libertador , tomo XIII (Caracas, 1877), donde ocupa 70 grandes pajinas a dos columnas. Es un examen detenido de la situacion politica de Colombia a la epoca de la muerte de Bolivar, i del remedio de esa situacion por una monarqula constitucional.

Garcia del Rio preparaba ademas otra obra titulada La America en el si- gh XIX, considerada en su poblacion, su cultura i su riqueza. En El Museo de dmbas Amiricas publico algunos fragmentos de ella.

Espulsado de Nueva Granada, despues de la caida de Urdaneta en 183 1, Garcia del Rio, se acojio a la nueva Republica del Ecuador. AllI fue bien reci- bido por el jeneral don Juan Jose Flores, que lo hizo su ministro de hacien- da. Espulsado tambien del Ecuador en 1834, despues de una revolucion con- tra Flores, se acojio Garcia al Peru. Don Domingo Amunategui Solar, en un artlculo publicado en los Anales de la universidad (1897) con el titulo de Mora en Bolivia, dio a luz algunas cartas de Garcia del Rio, referentes a esa epoca, que dan a conocer en gran parte su caracter moral mui poco ventajo. samente. En el Peru fue ministro de hacienda de Orbegoso, i desempeiio una mision a Quito, prestando sus servicios a la confederacion perii-boliviana.

Destruida esta en Yungai, el jeneral Flores, presidente del Ecuador, con- £6 a Garcia del Rio la representacion de ese pais cerca del gobierno de Chile. Venia en un buque mercante chileno que fue detenido en el Callao, lo que le ocasiono no pocas molestias. Por lo demas, el gobierno chileno no podia ni debia reconocer como ajente de un gobierno amigo al hombre que acababa de estar al servicio de los enemigos de Chile en un puesto mui espectable.

En el testo de esas mismas pajinas, referimosja tentativa periodistica de Garcia del Rio i su^fracaso, i mas>delante^daremos una reseiia del celebre jurado de setiembre de^i843, en que obtuvo un esplendido triunfo, i se con- quist6 la reputacion de orador eximio.

Los ultimos alios de Garcia del Rio fueron mui tristes. Vivi6 en Copiap6

308 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

la confederacion perii-boliviana, i de haberse mostrado en ese puesto decididamente hostil a Chile, si bien autorizaban al gobierno para no reconocerlo en ningun cargo publico, no le atrajo, sin embargo, la enemiga popular; i Garcia del Rio, habria podido vivir tranquilo en este pais, i aun considerado por su talento, si sus conexiones politicas en otros paises no hubieran venido a suscitarle cuestiones i dificultades de di- verso orden, que tendremos que recordar mas adelante.

Buscando en el cultivo de las letras una ocupacion hon- rada que le procurara su sustento, Garcia del Rio inicio en Valparaiso el iP de abril de 1842, la publicacion de un perio- dico o revista semanal con el titulo de El Museo de dmhas Americas. El objeto de esa publicacion era divulgar, por me- dio de articulos claramente escritos, conocimientos de cual- quier orden, interesantes particularmente para los pueblos americanos, i que por estar consignados en obras volumino- 3as, dificiles de procurarse, no se hallan al alcance de todos. El resultado, sin embargo, no correspondio a ese proposito. El Museo de dmhas Americas publico una gran variedad de

en condicion mui modesta, pero gozando de la consideracion de muchas jen- tes que estimaban en el su notable talento, i la amenidad instructiva i atra- yente de su trato. En ese tiempo cobraba al Peru ciertas sumas, que, segun el, se le debian por sueldos atrasados. Hai mui pocos recuerdos sobre el resto de su vida. Solo hemos visto la noticia de que fallecio en Mejico en 1856, a la edad de 62 anos.

En mayo de 1837, el capitan Abel du Petit-Thouars, mas tarde almirante; Uegaba a Lima, i paso a ver a Santa Cruz. «E1 jeneral protector, dice el ma- rino frances, me hablo mucho del rei (Luis Felipe) i de la familia real, en los terminos de una alta estimacion, dignos del jefe de la gran nacion a que te- nemos el gran honor de pertenecer. Vi tambien a algunos miembros del go- bierno i mas particularmente al senor Garcia del Rio, ministro de hacienda que yo habia encontrado ya en Guayaquil, cuando visite este puerto en 1833. A la epOca de ese viaje, este ministro estaba encargado de la cartera de re- laciones esteriores de la Repiiblica del Ecuador, bajo la presidencia del jene- ral Flores. Antes habia sido el amigo i el consejero del jeneral libertador Bo- livar. Estos antecedentes me dispensan de hacer su elojio. Me acojio con amistad: poseia ya toda la mia: i este encuentro inesperado fue para mi de un agrado infinito». Du Petit-Thouars, Voyage autour du monde sur le frigate la Venus, Paris, 1840, tom. I, paj. 293.

Al terminar estas notas, recordaremos que Garcia del Rio tenia la condeco- racion de la lejion de merito de Chile, i la de la orden del Sol del Peru.

CAPfrULO SEGUNDO 309

escritos, traducidos unos, estractados otros, i pocos verdade- ramente orijinales, en su mayor parte estrafios a la America, i sobre todo a Chile. Acerca de la historia de estos paises, casi no hai mas noticias que algunas not as cronolojicas, o efe- merides de mui poco valor. Garcia del Rio, que habria podido dejar pajinas de gran merit o con solo reunir sus recuerdos so- bre algunos de los hombres o de los hechos de la epoca de la lucha por la independencia, no hizo nada de eso. Por lo de- mas, no tuvo colaboradores. Est aba obligado a llenar el pe- riodico, escribiendo o traduciendo cuanto contenia. Ese pe- riodico, que tuvo en su principio una regular circulacion, i que alcanzo a publicar tres volumenes de cerca de quinien- tas pajinas, fue decayendo poco a poco, hast a desaparecer a fines de ese ailo, casi sin dejar recuerdo, i sin haber ejercido influencia en el movimiento literario que nacia en Chile ^.

6. El Museo de dmhas Amiricas, dado'el tiempo en que se publico, es una empresa que honra a su editor.|Era este/don Manuel Rivadeneira, tipografo espanol, orijinario de Cataluna, que, fujitivo'de su patria por las revueltas politicas, habia pasado a Buenos Aires, i despues a Chile para ocuparse en trabajos de imprenta. Ocupabase en Santiago como compajinador de El Araucano cuando lo conocio, mi padre don Diego Antonio Barros, i lo esti- mulo a que comprase la imprenta de El Mercurio, facilitandole los recursos para ello, a fin de hacer servir la imprenta i el diario en la contienda electo- ral de 1 841. Rivadeneira, que desde luego obtuvo buen resultado en esa em- presa, introdujo muchas mejoras tipograficas, i dio a luz una reimpresion en dos volumenes de los articulos de don Mariano Jose de Larra {Figaro), que puede considerarse lo mejor que hasta entonces habian producido las pren- sas chilenas como trabajo tipografico.

Garcia del Rio acudio a Rivadedeira para la publicacion de su periodico que debia costear el editor. El Museo de dmhas AmSricas llego a contar 230 suscritores, numero mui considerable para esa epoca, pero que se esperaba aumentar. No sucedio asi, sin embargo. Pocos meses mas tarde, ese nume- ro estaba reducido a 88 en Santiago i 51 en Valparaiso. Don Manuel Riva- deneira, deseando regresar a Espana para acometer grandes empresas en su arte, vendia la imprenta de Valparaiso a don Santos Tornero, recomendable negociante espailol, que en el ramo de imprenta i libreria presto en Chile mui buenos servicios a la difusion de las luces Puede verse un curioso opuscu- lo o libro escrito por el mismo Tornero con el titulo de Reminiscencias de un viejo editor (Valparaiso, 1889). A pesar del empeiio que_este tuvo siempre por sostener las publicaciones destinadas a fomentar la cultura, le fue forzoso poner termino a El Museo en diciembre del mismo ano 1842. Garcia del Rio, falto de colaboradores, se habia visto obligado a escribir, traducir o estrac-

310 UN DECENIO DE LA HtSTORIA DE CHILE

§ 3. FORMACION DE UNA SOCIEDAD LITERARIA; PUBLICA-

ciON DE «EL SEMANARio». Se ha solido atribuir influencia a esos periodicos, i particularmente a la Revista de Valparaiso, en la primera aparicion de cierto movimiento literario que se hizo sentir en Chile. Todo nos hace estimar aquella opinion como una simple quimera. Aquel periodico que tuvo escasa circulacion, i mui corta vida, no tenia las condiciones para ejercer tales infiuencias. El Museo de dmbas Americas, mu- cho mejor escrito, mas interesante i mas instructivo, no sir- vio tampoco a aquel objeto desde que las materias que tra- taba tenian mui poca atinjencia con las cosas de Chile. El na- cimiento de aspiraciones literarias entre nosotros en 1842, era el resultado de la paz interna, de la epoca de concilia- cion, de tolerancia i de contento en que pudieron creerse es- tinguidas para siempre las discordias civiles i hasta las pole- micas ofensivas i ultra] antes que habian solido ocupar la prensa. La aparicion de los primeros sintomas de un movi- miento literario casi al mismo tiempo que aparecian esos pe- riodicos exoticos, es una simple coincidencia de dos hechos que tenian una causa comun, el estado fayorable de la opi- nion para excitar los animos hacia un orden de ideas mas elevado.

En efecto, en los mismos dias en que se comenzaba en Val- paraiso la publicacion de esos periodicos, se organizaba en Santiago una sociedad literaria, compuesta en su mayor par- te por jovenes que hacian en el Instituto nacional sus ulti- mos estudios. Buscaron para director a uno de sus profeso- res mas prestijiosos, a don Jose Victorino Lastarria, que des- de febrero de 1839 desempefiaba con lucimiento las clases de lejislacion universal (introduccion a la ciencia del derecho), i de derecho de jentes, haciendose notar por un espiritu liberal,

tar casi todo lo que se publicaba en ese periodico. El mismo dice que de 25 1 articulos que dio a luz El Museo en los nueve meses corridos de abril a di- ciembre, 230 eran obra suya. Don Andres Bello, cuya colaboracion solicito Garcia del Rio, solo pudo suministrarle dos piezas poeticas. Cuando este ul- timo habla de sus colaboradores se refiere a los individuos que le comunica- ron alguna noticia verbal o que le prestaron un libro.

CAPfTITLO SEGUNDO 311

i por una elocuencia que era rara en el profesorado. El 3 de mayo, cuando aquella sociedad contaba solo dos meses de- existencia, celebro una solemne i aparatosa reunion en que Lastarria leyo un estenso i bien elaborado discurso para aplaudir el amor a la literatura de que daba muestra la ju- ventud, i para recomendarle el estudio de los buenos mode- los i sujerirle algunas observaciones conducentes a preparar los espiritus al cultivo de las letras. Ese discurso, impreso es- meradamente a espensas de la sociedad, aplaudido por la prensa en Chile, i reproducido con elojios en otros pueblos hispano-americanos, asi como las piezas poeticas o en prosa premiadas en un certamen abierto por la misma sociedad en setiembre, dieron cierto lustre a aquella asociacion de estu- diantes, que poco mas tarde iba a producir no poco ruido , i casi podria decirse una tempestad 7.

Una publicacion aparecida mui poco mas tarde vino a ma- nifestar mas evidentemente aun aquella tendencia de los es- piritus a excitar un movimiento literario. El 14 de julio de ese mismo afio se iniciaba en la capital un periodico semanal titulado El Semanario de Santiago, que alcanzo desde el pri- mer momento mas circulacion i mayor credito que los dos que acabamos de recordar. Era laobra de varios jovenes que en su mayor numero habian terminado recientemente sus es- tudios forenses, algunos de los cuales, don Antonio Garcia

7. «La sociedad de literatura», este era su nombre, comenzo a formarse a mediados de febrero, al abrirse las clases en 1842, es decir en los dias inme- diatos al miercoles de ceniza (segun la practica de entonces) que ese aiio ocu- rri6 el 9 de febrero. La sociedad se reunia en una sala de la casa en que esta- ba establecida la imprenta de La Opinion, de propiedad de don Ramon Ren- jifo, i que este prestaba jenerosamente. Los asociados, que pasaban de trein- ta, recaudaron entre ellos mismos algunos fondos que sirvieron principal- mente para hacer una esmerada edicion del discurso de Lastarria, que fue ejecutada en Valparaiso en la imprenta de don Manuel Rivadeneira. Esa edicion, que hace honor a la tipografia chilena de esa epoca, es ahora mui ra- ra; pero Lastarria reprodujo ese discurso en sus Recuerdos literarios, pajs. 96 i siguientes, al consignar sobre aquella sociedad algunas noticias que no es- tan exentas de errores de detalle. Los socios presentaban i leian composicio- nes en prosa i verso, que no siempre pudieron publicar; pero el afio siguiente tuvieron a su disposicion el periodico titulado El Crepusculo, segun contare- mos mas adelante.

312 UNDECENIO DE LA HISTORIA DE CEHLE

Reyes, don Manuel Antonio Tocornal, don Salvador San- f uentes i don Jose Victorino Lastarria, adquirieron poco mas tarde gran renombre en la politica o en las letras. Otros j6- venes escritores, como don Jose Joaquin Vallejo, que estaba 'establecido en Copiapo, acudieron tambien con su colabora- cion. El Semanario, aspiraba a ser un periodico politico, afec- to al gobierno existente, pero con derecho de guardar su in- dependencia para condenar todo lo que mereciere censura, i con el proposito de tratar de todo aquello que, a su enten- der, interesase al bien publico i fuere susceptible de mejora. «No creerlamos llenar nuestro proposito, agregaba el pros- pecto, si en esta publicacion no dieramos una parte no peque- na a la literatura. Chile, apenas salido de las tinieblas en que permanecio por espacio de tres siglos, Chile, que al comenzar su vida politica, debio contraer esclusivamente sus desvelos a aquellas exijencias de mas vital importancia para las na- ciones principiantes, no ha podido dispensar hasta ahora a las bellas artes toda la atencion que merecen. Pero, -cuando a beneficio de algunos aiios de paz i de independencia, ha lo- grado entrar tan prosperamente en la carrera de la civiliza- cion, cuando las ciencias han comenzado a estender su bien- hechor influjo sobre su suelo, en fin, cuando un vasto comer- cio lo pone en contacto con todas las naciones del universo, mengua seria que Chile no hiciese tambien algunos esfuerzos para formarse una literatura» ^.

Aquel periodico, repetimos, obtuvo desde su primer mi- mero una gran popularidad. En ese tiempo en que todas las publicaciones de ese jenero solicitaban, i muchas obtenian, la proteccion del gobierno, que estaba autorizado para gas-

8. Mas adelante, el prospecto, queriendo esponer el objeto de este perio- dico, sefiala las afinidades que tendria con los otros que se publicaban en Chile; i anuncia que se propone hacer algo mas nacional que El Museo de dm- bas Amiricas. Alii no nombra, siquiera la Revista de Valparaiso, que habia tenido escasisima circulacion, i que por lo tanto no le sirvio de estimulo i mucho menos de modelo. El Semanario declara que el tipo de periodico que habia tenido en vista i que queria imitar era uno de Caracas titulado El Li- ceo deVenezuela que don Andres Bello habia dado a conocer en El Araucano . El autor de ese proyecto fue don Antonio Garcia Reyes.

CAPfTULO SEGUNDO 313

tar anualmente en este objeto hasta 9,000 pesos, El Semana- rio no pidio nada, deseando sufragar todos los gastos solo con el producto de la suscricion i de la venta. El exito de esta publicacion no era el resultado de la novedad. Los escritos de El Semanario son, como debe suponerse, de mui distinto merito; pero muchos de ellos, aunque primeros frutos de j6- venes principiantes, dejaban suponer cierta superioridad, i se distinguian de la jeneralidad de los articulos de los perio- dicosque habian circulado antes en Chile, por mejores formas literarias, por mayor estudio i conocimiento de los asuntos tratados, i ordinariamente tambien, por la rectitud del juicio. Cuando se tiene noticia de la limitacion i de la superficiali- dad de la instruccion que se daba en esa epoca, sorprende hallar en algunos de los articulos de ese periodico ideas sufi- cientemente claras i fijas, en asuntos en la que la opinion co- rriente mucho menos discreta i menos ilustrada, iba por mui di verso camino. Esto era, por ejemplo, lo que sucedia res- pecto de la proyectada «sociedad de industria i poblacion» de que hemos hablado antes, que habia recibido centenares, de adhesiones, muchas de ellas prestijiosas i caracterizadas, i que se proponia regar, cultivar i poblar los terrenos baldios del sur con capitales, con industria i con pobladores chile- nos. Con una gran moderacion en la forma, pero con firmeza, i sin temer contrariar de frente las quimeras sustentadas por un patriotismo estrecho i vulgar. El Semanario demostraba que Chile no podia Uevar a cabo tales empresas, ni estaba en su interes acometerlas, apartandose del camino practico i ra- cional que consistia en atraer la inmigracion estranjera, mas laboriosa i mas preparada para ese efecto ^. Las previsiones

9. «Desenganemonos, decia El Semanario el 18 de noviembre de 1842. No tenemos recursos para poblar los baldios de Arauco, i las provincias del sur (Valdivia i Chiloe), ni lo tendremos en muchos afios. Es preciso que venga poblacion europea con capitales europeos, i con industria europea, si aque- Uas hermosas rejiones no ban de estar condenadas por siglos a la disolucion en que hoi se encuentran. Esta obra es facil, es lucrativa para los europeos: es violenta, es imposible para nosotros, i arruinara precisamente a toda empresa que se proponga arrostrarla. Si esta sociedad (la de industria i po- blaciones) fuese capaz de vivificar nuestro suelo, enhorabuena convendria- mos en que recojiese ella los proventos de la colonia; pero si en vez de vivi-

314 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de ese periodico, como se sabe, se vieron pronto realizadas. La sociedad de industria i poblacion fracaso al nacer, puede decirse asi; i la colonizacion estranjera acometida pocos afios mas tarde, aunque no en la estension que habria convenido, produjo los mas felices resultados.

En otro orden de materias se encuentran en algunos artiou- los de El Semanario la misma fijeza de ideas i la misma erc- titud de juicio. En materias literarias solian verse en esa pu- blicacion las muestras de un buen sentido que casi no podia esperarse de la deficiencia de los estudios. Las producciones mas exajeradas de|la literatura denominada «romantica», circulaban en manos de los jovenes que tenian aficion por la lectura. En el teatro eran aplaudidos los dramones mas estra- vagantes de esa escuela. El Semanario la emprendio contra ellos, sin desconocer el valor de las buenas producciones de ese jenero, i dejando ver un recomendable criterio literario ^^. Sus escritos sobre este asunto, provocaron una ardiente po- lemica (a que se referia don Miguel Luis Amunategui en unas lineas que hemos copiado mas atras), i en ella eljbuen sen- tido est aba al lado de El Semanario. Los|articulos humo- risticos de Vallejo, son, bajo las apariencias lijeras, fruto de la razon. Por fin, la poesia que hasta entonces no se habia re- velado con mucho exito entre los escritores chilenos, tuvo

iicar, va a niantener en estagnacion las tierras por falta de recursos i de ausi- lios, vale mas que elprovecho sea en favor del estranjero de quien recibimos el beneficio».

lo. Las lineas siguientes que estractamos de un articulo publicado el 21 de Julio, hara conocer las doctrinas profesadas por El Semanario sobre este asunto. «Esperemos, decia, que al fin desaparecera ese desenfreno de las ima" jinaciones. . . Pasara el influjo de esa escuela (la romantica) que ha amenaza- do invadirlo todo, i le sustituira una nueva, ni clasica, ni romantica, ni tan estravagantemente libre como la de Victor Hugo, ni tan servilmente esclava como la de La Harpe. La razon i la buena filosofia, esas supremas regulado- ras del pensamiento, seran sus linicas lejisladoras; i entonces nosotros, so- bre la tumba del romanticismo, podremos grabar este epitafio. Fuiste el nue- vo cometa del siglo XIX. . . Pero de repente desapareciste sin que nadie hu- biese podido comprenderte». Sorprende encontrar en un escrito chileno de 1842, conceptos tan claros, tan fijos i tan exactos. El autor de este articulo fue don Salvador Sanfuentes, uno de los mas asiduos colaboradores de aquel periodico.

CAPfTULO SEGX7NDO 315

entonces dos representantes que dejaban ver recomendables condiciories, don Salvador Sanfuentes, autor de un poema narrativo titulado El Campanario, del jenero de las Leyendas espanolas de don Jose Joaquin de Mora, entonces mui popu- lares en Chile; i don Hermojenes de Irisarri, autor de algunas piezas liricas de creacion i de ejecucion esmeradas i correc- tas. Debemos, ademas, advertir que en esta rapida resefia no tomamos en cuenta sino las muestras de ese periodico que merecen recomendarse.

El Semanario era tambien, como ya dijimos, un periodico politico, pero en condiciones bien diferentes a las de los otros que lo habian precedido. Si bien por su filiacion de familia o de afecciones, algunos de los escritores de ese periodico eran contados entre los partidarios del gobierno existente, i si bien estimaban en todo su valor la marcha tolerante i conciliado- ra adoptada desde la elevacion del jeneral Bulnes, sin querer hacerse los aplaudidores de todos los actos gubernativos, i mucho menos los adversarios sistematicos de ningun parti- do, conservaban su independencia; i como lo anunciaron en el prospecto de su periodico se reservaban el derecho de des- aprobar todo lo que juzgaban vituperable en la administra- cion del est ado. Al discutirse en el congreso las enmiendas de la lei electoral, i particularmente al tratarse de la calidad de saber leer i escribir para conservar el derecho de sufrajio. El Semanario se pronuncio abiertamente en contra de las ideas sostenidas por los ministros; i esta misma actitud observaron sus colaboradores en otros negocios, segun veremos mas ade- lante. Esta actitud de aquellos jovenes escritores, anunciaba un espiritu de resistencia a los golpes de autoridad, a las le- yes restrictivas i a todos los actos que de alguna manera sig- nificasen atentados o amenazas contra la libertad i^.

II. Don Antonio Garcia Reyes, que ordinariamente escribia en El Sema- nario los articulos que podian llamarse de fondo, daba a luz en el num. 24, de 15 de dicienibre, un articulo titulado Politica, dirijido a descargarse de los reparos que en otras publicaciones se hacian a aquel por no tratar mas frecuentemente de esta materia. «Si por politica, decia Garcia Reyes, hemos de entender la discusion de los intereses de partido, la impugnacion abierta o la defensa sistematica de los que ejercen la autoridad, desde luego debe-

316 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Con la publicacion de ese periodico coincidio un hecho que merece recordarse, como muestra de un espiritu nuevo que comenzaba a hacerse sentir. Fue este la representacion de dos dramas orijinales que obtuvieron un gran exito, debido en parte a su merito, pero'mas aun al proposito de estimular la produccion de ese jenero de obras. El primero de estos, titu- lado Los amores del poeta (representado el 28 de agosto de 1842), tenia por autor a don Carlos Bello, el hijo mayor de don Andres, que a la posesion de algunas dotes literarias, reunia una gran inesperiencia en el arte teatral. El segundo era Ernesto, drama representado el 9 de octubre, escrito por don Rafael Minvielle, literato espanol que hemos nombrado antes. La prensa de esos dias aplaudio exajeradamente el va- lor de aquellos dos piezas. Mas tarde, una critica mas juicio- sa, ha venido a asignarles el lugar que les corresponde en la historia de nuestros primeros ensayos literarios 12.

§ 4, PrEPARACION I PUBLICACION DE LA «HISTORIA pfSICA I

polItica de Chile», por don Claudio Gay. Otro punto de caracter literario que dio que hablar a la prensa i que preocupo a la opinion mas de lo que puede ahora imajinarse, fue el anuncio de la publicacion de los trabajos de don Claudio

mos declarar que no ha sido nuestro animo, ni lo sera jamas, el ociiparnos de politica. Demasiado tiempo la prensa periodica ha sido entre nosotros el instnimento manual de los odios i de los rencores de partido, el campo de ba- talla en que las pasiones violentas que enjendran las querellas de gobierno, ejercitaban la tactica odiosa de hacer Hover sobre las facciones enemigas sos- pechas maliciosas, acusaciones falsas, sarcasmos i dicterios envenados. Epo- ca de escandalo que no se puede recordar sin dolor, i que afortunadamente ha quedado atras a una distancia en que nuestros ojos no alcanzan a distin- guirla. No sera El Semanario quien la haga renacer. Nosotros *no pertenece- mos a ninguno de los bandos que han dividido la Reptiblica, i no reconoce- mos gobierno nuestro que sostener, ni partido contrario que combatir. Otro objeto mas noble, mas puro, mas desinteresado debe ocupar la mente de los ciudadanos; el de ir promoviendo la mejora de nuestra condicion social. . . No por eso hemos mirado con indif erencia la administracion de los pueblos , ni la defensa de las instituciones. Tan lejos de eso, hemos sido los unices que de algun tiempo a esta parte, han recordado sus deberes a los funcionnrios subalternos, i tomando parte activa en las cuestiones sobre nuestro derecho publico».

12. Miguel L. Amuntategui, Las primeras representaciones dramdticas en Chile, (Santiago. 1888), cap. XII i XIII.

CAPfrULO SEQUNDO 317

Gay. Era este un naturalista frances llegado a Chile en los lil- timos dias de 1828, que veinte meses mas tarde (setiembre de 1830), celebraba con el poderoso ministro Portales un con- trato por el cual se obligaba «a hacer un viaje cientifico por toda la Repiiblica, en el termino de tres aiios i medio, con el objeto de estudiar la historia natural de Chile, su jeografia, jeolojia, estadistica, i cuanto contribuye a dar a conocer las producciones naturales del pais, su industria, comercio i ad- ministracion». En el termino de cuatro afios debia presentar al gobierno el cuadro complete de sus trabajos con mapas de las provincias i pianos de las principales ciudades.

Cuando celebraba ese contrato, Gay no era precisamente un sabio; pero aunque lo hubiera sido, no habria podido dar cumplimiento a tan vasto plan de trabajos. Sin embargo, hizo mucho mas de todo lo que habria debido esperarse. En vez de tres afios i medio, empleo mas de diez en recorrer nues- tro pais, estudio cuanto le era dable para ensanchar sus co- nocimientos, se comunico con los sabios mas eminentes de Francia para sus consejos i sus instrucciones, acumulo en to- das partes las mas prolijas observaciones, construyo mapas que distando mucho de una mediana perfeccion, era lo mejor que habia entonces, i colecciono animales, plantas i minera- les para formar en Santiago un museo de historia natural, i para Uevar a Europa ejemplares de todo lo que debia utili- zar en la composicion de su obra. Cuando se conoce el resul- tado de sus trabajos, se puede asegurar que mui dificilmente se habria hallado un hombre que solo, sin ayudantes i con los limit ados recursos que podia suministrarle el gobierno, hu- biera llegado a desempeiiarse tan satisfactoriamente como lo hizo don Claudio Gay. Por otra parte, las notables dotes de caracter de este, su irreprochable probidad moral i la amena afabilidad de su trato, le habian captado la estimacion je- neral.

En enero de 1841, Gay se encontraba en Santiago de vuelta de un viaje que a costa del gobierno habia hecho al Peru, a fin de recojer materiales para la parte historica que se habia comprometido a tratar en su obra. Se ocupaba en encajonar

318 ITN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

las muestras de los reinos animal, vejetal i mineral que habia reunido en sus viajes, i que habian de servirle en Paris, i en colocar en una salas del actual palacio de. justicia, la primera coleccion de objetos de ese orden, que iba a ser la base del Museo nacional. Para la composicion i la impresion de su obra, le era indispensable contar con colaboradores i con ma- teriales tipograficos i de grabado que solo podria procurarse en Europa. Su viaje fue acordado por el gobierno i aprobado por el congreso mediante una lei dictada en noviembre de ese ano, por la cual se concedia a Gay los derechos de ciuda- dano chileno, se le mandaban entregar seis mil pesos para sus gastos de trasporte, i se autorizaba al gobierno para ausi- liar, con la cantidad que fuere necesaria, la publicacion de aquella obra. Un decreto, espedido en febrero del ano siguien- te, mandaba colocar el retrato de Gay en la sala del Museo nacional. El 21 de junio del mismo ano (1842) se hacia este a la vela en Valparaiso con rumbo a Burdeos. En su compa- fiia iban cuatro jovenes chilenos que el gobierno enviaba a Europa bajo la vijilancia de Gay, a continuar sus estudios, tres de ellos de ciencias fisicas, i el cuarto de pintura i^.

La obra de Gay llevaria el titulo de Historia fisica i poli- tica de Chile, i trataria todas las materias que abraza una tan vasta denominacion. Aunque la proteccion amplia i je- nerosa del gobierno habria bastado para publicarla. Gay qui- so contar con la cooperacion del publico. Al efecto, hizo im- primir prospectos bien ordenados, en que se daba a conocer detalladamente el estenso plan de la obra, i la indicacion de las materias que debia tratar, i se abrieron suscriciones en la secretaria de la sociedad de agricultura, i en algunos esta- blecimientos comerciales. La obra se publicaria en ejempla- res de tres condiciones diferentes de lujo por el papel i por las laminas, i tambien de precios reducidos a fin de ponerla al alcance aun de las personas de modesta fortuna, para las cua- les cada tomo costaria solo dos pesos. Como cada suscritor

13. El lector hallara todas las noticias que pueden interesarle sobre este asunto en el libro que publicamos en Santiago en 1876, con el titulo de Don Claudio Gay. Su vida i su obra. i

CAPfTULO SEQUNDO 319

debia pagar adelantado el precio de un tomo (que en los ejem- plares de lujo era de nueve pesos) Gay quiso que ese adelan- to fuera garantizado por una persona de conocida posicion social 1*. La autorizada palabra de don Andres Bello, dando a conocer desde las columnas de El Araucano la estension i la seriedad de los trabajos de don Claudio Gay, contribuyo po- derosamente a la excelente acojida que el publico dispense a aquella invitacion.

En efecto, en Santiago i en las provincias acudieron los suscritores en mayor numero de cuanto podia esperarse, Segun documentos que tuvimos a la vista, alcanzaron a la crecida cifra de 605. Mui pocos entre ellos eran lo que pedian ejemplares de calidad i de precio inferiores. Cuando se leen las listas de ellos que publicaban los periodicos de la epoca, sorprende ver inscritos entre los suscritores a la publicacion de una obra de caracter cientifico, a muchos hombres absolu- tamente estrafios a todo estudio de ese orden, i a no pocos estranos a todo cultivo intelectual. Sin duda, habian creido que la obra de Gay seria algun libro pintoresco, accesibie a todas las intelijencias, i talvez utilizable por sus precept os o consejos para la practica de los trabajos industrials.

Desde agosto de 1844 comenzaron a llegar a Chile las pri- meras entregas de la obra de don Claudio Gay. La mayoria de los suscritores esperimento una penosa desilusion. El testo de la historia politica interesaba a pocas personas, i casi a nadie las entregas consagradas a la zoolojia i a la botanica,. que fueron publicandose mas tarde. Aun las laminas primo- rosamente dibujadas i grabadas, que representaban plant as i animales, Uamaban la atencion de mui pocos. Muchos suscri- tores no tomaron ni siquiera las primeras entregas, muchos otros abandonaron la suscricion despues de haber recibido

14. El tesorero elejido por Gay fue mi padre, don Diego Antonio Barros^ que firmaba todos los recibos de la suscricion. Este era un servicio de pura amistad, que Gay agradecia efusivamente en sus cartas. Cuando comenza- ron a Uegar las primeras entregas de la obra, mi padre confio su distribucion i espendio a don Pedro Yuste, librero espaflol mui conocido en Santiago, que muchos anos mas tarde murio en Barcelona, desempenando el consulado de Chile. - ^

320 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

dos o tres tomos, i solo uno que otro siguio con ella mas ade- lante. Ademas de esto, aunque Gay habia buscado la coope- racion de trece colaboradores para la preparacion de las par- tes de su obra consagradas a la historia natural, i aunque tambien los tuvo para la seccion de historia politica, aquel enorme trabajo no podia avanzar con la presteza que exijia en Chile la impaciencia del gobierno i del publico. Todo esto fue causa de que aquella publicacion, que debia demorar veinte aiios, se hallara abandonada mucho antes de ese tiem- po aun por suscritores de alguna ilustracion, que creian, sin embargo, que las obras de esa clase se fabrican como por una maquina. Al recordar estos incidentes, conviene dejar constancia de que sin la proteccion decidida i constante que le dispenso el gobierno, la Historia fisica i politica de Chile^ por don Claudio Gay no habria podido llegar a termino i^.

§ 5. Preparacion, discusion i promulgacion de la lei orgAnica de la universidad de Chile. En esos mismos dias se trataba en el congreso de otro asunto mas directamen- te encaminado a fomentar el desenvolvimiento intelectual de la Repiiblica, i que preocupo los espiritus mucho mas que todas las otras reformas de ese orden propuestas desde la in- dependencia. Se trataba de la organizacion de una nueva uni- versidad, que debia reemplazar a la vetusta e inutil institu- cion que con un nombre analogo nos habia legado la colonia.

Don Mariano Egaiia era el promotor de la creacion del nue- vo establecimiento. Educado bajo el rejimen antiguo, i bajo la influencia i el prestijio de su padre, el celebre doctor don Juan Egaiia, era don Mariano por su talento i por los conoci-

15. En la paj. 185 del libro antes citado, agrupamos cuidadosamente algu- nos datos sobre el costo que impuso al gobierno la publicacion de la Historia fisica i politica de Chile, por don Claudio Gay. Segun esos datos, la suscri- cion a 400 ejemplares, muchos de ellos de lujo, costo 49,758 pesos. Los gastos -en sueldos de Gay, costos de viaje, etc., etc., pueden avaluarse en otros 50,000, de modo que el gasto total podria apreciarse en cien mil pesos, apro- ximativamente.

Nos abstenemos de hacer el analisis de la obra de Gay, i de dar juicio acer- ca de ella por creerlo fuera de este lugar. Por lo demas, en el libro citado {Don Claudio Gay: su vida i su obra) se encontrara amplitud de noticias todo esto.

CAPfrULO SEGUNDO 321

mientos que llego a adquirir en la lectura, una rara amalga- ma de las ideas viej as i preocupaciones de otra edad, i de las luces que el espiritu revolucionario intentaba propagar. Des- de que tuvo injerencia en el gobierno, se empeno en la fun- dacion de escuelas; i como el estado no tuviera recursos, Ega- fia imponia a cada convento la obligacion de crear i de soste- ner una. En 1823, siendo ministro de gobierno, bajo la admi- nistracion del jeneral Freire, espedia con fecha de 10 de di- ciembre, un decreto por el cual fundaba una corporacion cientifica que tendria el pomposo titulo de«Academiachilena», Constaria esta de tres secciones, una de ciencias morales i politicas, otra de ciencias fisicas i matematicas, i la tercera de literatura i artes. El director supremo, en su caracter de protector de la academia, nombro miembros de ella a todos los individuos nacionales o estranjeros que en Chile manifes- taban alguna aficion al estudio. Aquella academia, como de- bia esperarse del estado de atraso del pais, fue una institu- cion de mero aparato, que se reunia mui raras veces, que no hizo nada, i que desaparecio sin dejaxl ningun recuerdoi

A este result ado contribuyo tambien el viaje de Egafia a Europa (22 de mayo de 1824), ^^ desempefio de una impor- tante mision que le habia confiado el gobierno. Egafia, por causas que no tenemos que esponer aqui, no fue feliz en ella; pero aprovecho su viaje para contratar profesores, para pro- mover desde alia diversos adelantos en nuestro pais, i sobre todo, para ensanchar sus conocimientos con nuevos estudics i con la observacion de pueblos i de instituciones en que habia mucho que aprender. Egafia volvia a Chile en diciembre de 1829, con una rica biblioteca, la mejor que en el pasado i en el presente hubiera habido hasta entonces en nuestro pais, i con un caudal de conocimientos que le daban un puesto de honor i de prestijio entre sus conciudadanos.

Por muerte de don Diego Portales, fue llamado Egafia a sucederle en el ministerio de justicia, culto e instruccion pu- blica (26 de junio de 1837). Desde luego, se ocupo de su anti- guo proyecto de crear una universidad o academia, que creia indispensable para la propagacion de la cultura. El 12 de

TOMO XIV. 21

322 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

enero de 1838 declaraba validos para obtener grados, los exa- menes rendidos en el seminario de la arquidiocesis, pero ana- dia que esa concesion quedaba sujeta a lo que mas adelante resolviere el gobierno cuando realizara el proyecto de esta- blecer la universidad del estado, en que estaba ocupado. Por entonces, sin embargo, no fue posible Uevarlo a cabo, i solo se construyo, como ya contamos, un modesto edificio de dos pisos que se destinaba a biblioteca i museo de la nacion, i a las oficinas i clases de la universidad.

Solo un ano mas tarde, cuando el pueblo celebraba con un entusiasmo loco los triunfos recientemente alcanzados en la guerra esterior, diet aba don Mariano Egaiia (17 de abril de 1839) un decreto cuyos dos primeros articulos decian lo que sigue: <fQueda estinguido desde hoi el establecimiento literario conocido con el nombre de universidad de San Felipe. Se es- tablece en su lugar una casa de estudios que se denominara Universidad de Chile». En virtud de las omnimodas faculta- des estraordinarias de que entonces estaba revest ido el pre- sidente de la Republica, ese decreto fue dado con la fuerza de lei. Los doctores de la|decrepita universidad de San Felipe se reunieron aparatosamente para protestar contra la disolucion de aquel establecimiento que, despues de no haber servido para gran cosa en otros tiempos, habia Uegado a ser ahora un anacronismo ante las nuevas ideas i las nuevas necesidades del pais. Se conformaron al fin aquellos doctores cuando, vien- do que el gobierno no volveria atras, se les hizo entender que conservarian sus titulos i sus asientos en la nueva corpo- racion.

Habia necesitado Egaiia no poca firmeza para acomcter esa reforma. Pero, si ella despertaba censuras i provocaba resistencias entre los elementos vetustos de la sociedad, la juventud la aplaudia, desconfiando, sin embargo, de que la obra de aquel ministro correspondiera cumplidam^nte al es- piritu nuevo. Aunque por entonces no se adelanto mas en la creacion de ese instituto, los documentos oficiales, los mensa^ jes del presidente de la Republica, las memorias de los minis- tros i los articulos de El Araucano, siguieron anunciando la

CAPfTTJLO SEGUNDO 323

proxima instalacion de la nueva universidad, i los beneficios que de ella debian esperarse.

El 27 de marzo de 1841 dejaba don Mariano Egafia el mi- nisterio de instruccion publica; i, como contamos antes, fue reemplazado por don Manuel Montt. Era aquel un tiempo de muchos afanes politicos, i por tanto, mui poco favorable para trabajos del caracter de la organizacion de la universidad que, por lo demas, no habria podido realizar la administracion del jeneral Prieto, que estaba para terminar. Sin embargo, don Andres Bello, que habia sido encargado de preparar un plan de bases organicas de la nueva universidad, presento su pro- yecto el 26 de julio de aquel ano. Sometido este al estudio de una comision designada por el gobierno, i compuesta del doc- tor don Jose Gabriel Palma i don Miguel de la Barra, quedo aprobado por ella el i.^ de setiembre, con lijeras modificacio- nes. Pasaron todavia nueve meses antes que aquel proyecto fuese present ado al congreso. Seguramente, en este tiempo fue sometido a nuevas revisiones; i es creible que en ellas se e hizo pasar por cambios mas o menos esenciales. Nosotros, que no hemos conocido las diversas formas que recorrio en esa larga jestacion, vamos a examinarlo en aquella en que salio a luz en julio de 1842, para obtener la aprobacion lejislativa.

Al preparar este plan, se habia querido hacer de la univer- sidad de Chile un cuerpo academico o sabio, a la vez que un cuerpo docente. Tomando por modelo las corporaciones de esa clase en Francia, que entonces tenian una reputacion casi sin rival en el mundo entero, se trataba de amalgamar en un solo cuerpo, lo que alii se llama Instituto (cuerpo academico) con la universidad (cuerpo docente).

r|Asi como el Instituto de Francia esta dividido en cinco aca- demias (academia francesa, de bellas letras e inscripciones, de ciencias morales, de ciencias matematicas, fisicas i natu- rales, i de bellas artes), la universidad de Chile fue dividida en cinco facultades (filosofia i humanidades, leyes, ciencias fisicas i matematicas, medicina i teolojia); pero, esta seme- janza existia solo en el numero de las facultades, i no en la distribucion de las materias comprendidas en cada seccion.

324 TIN DECE»IO DE LA HISTORIA DE CHILE

Para complacer al gran numero de doctores teologos que le- gaba como fosiles la vetusta universidad de San Felipe, se creaba en la nueva una facultad de teolojia. Ademas de esto, mientras cada una de las otras facultades seria formada por treinta miembros, la de teolojia tendria cuarenta, i formaria ademas una academia de ciencias sagradas, con prerrogativas especiales. Todo esto era tanto mas estrano cuanto que al paso que las otras facultades tenian el encargo de vijilar la ensefianza de las ciencias o ramos de estudio de su resorte res- pectivo, la de teolojia estaba libre de esas atenciones, por cuanto el est ado no pensaba tener enseilanza teolojica en la universidad, ni la tenia en sus colejios. Don Diego Portales, que fue, en el orden cronolojico, el primer ministro de instruc- cion publica, la suprimio en el Instituto por un decreto de 2i de febrero de 1837; i desde entonces la teolojia quedo des- terrada de los colejios del Estado.

Segun el plan organico de la universidad, el gobierno nom- braria por primera vez a todos los funcionarios de la corpora- cion i a todos los miembros de las facultades. Sin embargo, en adelante, esa designacion de tales funcionarios seria hecha tambien por el presidente de la Republica, pero de una terna presentada, segun los casos, por el claustro pleno universita- rio o por una facultad. Aun la eleccion de los simples miem- bros academicos no tenia valor alguno si no era confirma- da por un nombramiento formal del presidente de la Repu- blica.

Aquel plan de organizacion daba, pues, a este una inter- vencion decisiva en todos los nombramientos universitarios. Todas sus demas disposiciones estaban calculadas para robus- tecer i ensanchar las facultades del supremo mandatario i para no dejar a la universidad ninguna real i efectiva. «Co- rresponde a este cuerpo, decia el articulo iP, la direccion de los establecimientos literarios i cientificos nacionales, i la ins- peccion conforme a las leyes i a las instrucciones que recibiere del presidente de la Republica». «Los acuerdos de la univer- sidad o de cada una de sus facultades que no se refieran a su orden interior (decia el articulo 22 del proyecto, 23 de la lei),

CAPfTITLO SEGUNDO 325

seran sometidos al presidente de la Republica para su apro- bacion». «E1 presidente de la Republica (agregaba el articulo 31), dictara los reglamentos necesarios tanto para la universi- dad en jeneral, como para cada una de las facultades, dispo- niendo en ellos lo conveniente acerca del ejercicio de las pro- fesiones liter arias i cientificas». Al fijar las atribuciones de cada una de las facultades, el proyecto i la lei las circunscri- ben a proponer al gobierno, nunca a ejercer ninguna autori- dad. Por fin, aunque el proyecto creaba un consejo de la uni- versidad, compuesto del rector, del secretario, de los decanos de facultades i de dos individuos designados por el presidente de la Republica, ese cuerpo no tenia ninguna facultad efecti- va; i el proyecto lo consideraba tan insignificante, que por el articulo 21 est aba dispuesto que se reuniese en sesion una vez al mes. En resumen, el consejo, como la universidad entera, no tenian mas que facultades inf ormativas .

Consignaba ademas el proyecto otras disposiciones que merecen recordarse. El articulo 29 disponia que la casa de la antigua universidad, seria destinada a la nueva; disposicion que fue modiiicada en el congreso, dandose otro destino a aquel local 1^. Por el articulo 27 se mandaba celebrar cada ano una sesion solemne del claustro universitario, con asis- tencia^del patrono i del vice patrono, es decir del presidente de la Republica i del ministro de instruccion publica. En ella se daria cuenta de los trabajos de la universidad, se distribui- rian los premios alcanzados en los certamenes literarios abier- tos por las facultades; i uno de los miembros de la corporacion designado por el rector, pronunciaria un discurso sobre un

16. La antigua universidad ocupaba media manzana, rodeada por tres de sus lados por las calles de Agustinas, de San Antonio i de la Moneda (del Chi' rimoyo, como se decia entonces). Ese local recibio un destino diferente del que proponia el proyecto. El gobierno se reserv6 el gran claustro universita- rio, en cuyo centro se habia levantado un teatro provisorio, i en uno de cu- yos salones funcionaba la camara de diputados. Toda esta seccion fue cedida a la Municipalidad para la construccion del gran teatro. Tres casas mui mo- destas que en aquel terreno poseia la universidad con frente a la calle de la Moneda, fueron cedidas al Instituto nacional para procurarle rentas.

326 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

punto cualquiera, a su eleccion, de la historia de Chile. Esta disposicion, de cuya iniciativa se mostraba justamente orgu- lioso don Miguel de la Barra, tuvo una saludable influencia en nuestro progreso intelectual. Aunque alii no se hablaba mas que de un simple discurso, los miembros academicos, ^xcediendose de su encargo, introdujeron desde el principio la practica de elaborar una memoria historica, i a veces un libro entero; i esta practica produjo varios trabajos notables, dio a conocer mas o menos bien algunos hechos o algunos pe- riodos de nuestro pasado, i desperto en las nuevas jeneracio- nes el amor por este jenero de estudios.

La discusion de ese proyecto no suscito dificultades en el congreso; pero ofrecio accidentes que merecen recordarse. El mensaje gubernativo, firmado por el presidente de la Repu- blica, jeneral don Manuel Bulnes, i por el ministro de instruc- cion publica don Manuel Montt, fue enviado al senado el 4 de Julio (1842). La discusion, continuada con flojedad i con gran- des intervalos, no tuvo tropiezos, si bien durante ella se in- trodujeron en la lei algunas modificaciones de mas o menos trascendencia. Se redujo a treinta el mimero de los miembros de la facultad de teolojia, como lo era el de las otras faculta- des, se dispuso que el consejo de la universidad celebrara una sesion no cada mes, como disponia el proyecto, sino cada se- mana, i se agrego por fin un articulo que paso a ser el 7.0 de la lei. «Todos los empleados de la universidad son amovibles a discrecion del patrono>>, decia ese articulo. Esta disposicion, violatoria de una de las mas claras garantias constitucionales, ponia a los mas altos funcionarios de la ensenanza publica en peor condicion que la gran mayoria de los empleados de la nacion.

Una sola voz se alzo en la prensa contra esa temeraria ab- sorcion de poderes, i contra la condicion depresiva creada a hombres que, por la naturaleza de sus funciones, debian reu- nir calidades que habrian debido merecerles mayores consi- deraciones. El Semanario de Santiago llamo la atencion del publico hacia esos puntos, seiialando la inconveniencia de privar a la universidad de iniciativa, i a sus fundadores de las

CAPfTTJLO SEGUNDO 327

garantias indispensables para asegurarles su independencia ^'. El proyecto de la lei organica de la universidad, entro en dis- cusion en la camara de diputados el 14 de noviembre. La co- mision encargada de su estudio pedia que se le prestara apro- bacion, no porque estuviera exento de faltas^notables, sino por quedar mui poco tiempo de sesiones, i porque no era po- sible dejar para otra lejislatura un proyecto cuya sancion era reclamada imperiosamente por la opinion publica. Los pri- meros articulos del proyecto fueron aprobados facilmente; pero al Uegar al 7.°, don Joaquin Campino, recordando lo es- crito por El Semanario, senalo los inconvenientes que resul- taban de que la universidad estuviera dependiente del gobier- no, hasta el punto establecido por esa disposicion. El dipu- tado don Manuel Jose Cerda primero, i en seguida, el ministro de instruccion publica don Manuel Montt, sostuvieron la ne- cesidad de aprobar esa lei de indiscutible utilidad antes de la clausura del congreso, aduciendo que como la universidad seria compuesta por los hombres mas ilustrados del pais, mu- chos de los cuales formarian parte del congreso que debia ele- jirse el ano siguiente, a estos correspondia el proponer las mo- dificaciones que en su organismo aconsejase la observacion i la esperiencia 1^. Campino, percibiendo que el deseo de la camara

17. El Semanario hablo en algunos de sus numeros del proyecto de lei so- bre organizacion de la universidad; pero el articulo a que nos referimos aqui es uno publicado en el numero 18 de 3 de noviembre i este se contrae casi esclusivamente a senaiar la inconveniencia del articulo 7.° de la lei. Ese ar- ticulo fue escrito por don Manuel Antonio Tocornal.

18. En su numero 20 de 18 de noviembre, hizo El Semanario la resena bas- tante noticiosa de la sesion de la camara de diputados del 14 del mismo mes. AUi da cuenta en los terminos siguientes de la parte que en ese debate tomo otro diputado: «E1 senor Palazuelos dijo entre otras cosas notables (que sen- timos no recordar) que seria preciso que pasasen por lo menos veinte aiios, para que la universidad pudiese gobernarse por si misma: que esta no iba a ser sino una infante i que forzosamente necesitaba un tutor; que el no sabia aun que clase de hombres eran los que iban a componer este cuerpo; queco- nocia mucho a los pueblos o a la muchedumbre, i que el no comprendia en este numero unicamente a la clase menos acomodada sino tambien a los honibres de frac. Por ultimo insistio mucho en un espiritu nuevo que se di- visaba: amplifico repetidas veces esta idea; pero no por esto llegaron a com- prender lo que queria decir. Concluyo citando el ejemplo de lo que sucede en

328 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

era poner fin a este negocio, retire su indicacion, i la lei entera, con sus treinta i un articulos, quedo aprobada ese mismo dia. Antes de una semana, el 19 de noviembre, era sancionada i promulgada por el presidente de la Republica; pero debian pasar algunos meses para que la universidad quedase defini- tivamente instalada i en funciones.

§ 6. ReFORMA radical E IMPORTANTE de LOS ESTUDIOS.

SECUNDARios. Sin el aparato de una lei i de "discusiones par- lamentarias, se inicio entonces, en el dominio de la instruc- cion, una reforma de la mayor trascendencia, que, si bien no pudo llevarse a efecto desde luego con la solidez conveniente, no tardo en dejar ver sus primeros efectos. Esa reforma tenia por objetivo la enseiianza denominada colejial o secundaria. Por mas que segun los documentos oficiales, la instruccion publica hubiese sido desde los dias de la independencia una de las atenciones preferentes de todos los gobiernos, es la ver- dad que la enseiianza, i mui particularmente la secundaria, no habia hecho progresos que de alguna manera correspon- diesen a los esfuerzos i a los gastos que ella imponia. En 1842 ella constaba todavia, como en los tiempos de la colonia, de solo dos ramos de estudio, el latin i la filosofia. Es verdad que existian ademas clases de jeografia elemental i descriptiva, de gramatica castellana, de frances i de ingles; pero estas eran libres, es decir, las seguia un numero reducido de alumnos, i estos sin obligacion. Mas adelante, en el curso de leyes, habia una clase de literatura (bellas letras), en que se estudiaban los principios elementales de retorica. El joven que salia del co- lejio despues de terminar los estudios secundarios, carecia de todos los conocimientos aprovechables en la carrera de la vi- da, i de los que tienden al desarrollo de la intelijencia. Lo que entonces se llamaba filosofia, no formaba ciertamente una escepcion a esta observacion jeneral sobre aquella enseiianza.

los conventos i en otras corporaciones cuando se llega a la epoca de la elec- cion de sus prelados. Dijo que quien ignoraba los fraudes, las maniobras i las intrigas vergonzosas que se oponian en ejercicio en tales actos.» Con estos ejemplos Palazuelos se proponia demostrar que mejor que autorizar a la universidad para elejir libremente su rector, sus decanos, etc., etc., era en- cargar al gobierno que los nombrara i destituyera a su albedrio.

CAPfTULO SEGUNDO 329

Los pocos hombres que por sus conocimientos salian de ese marco estrecho, los habian adquirido en la lectura, o en la en- senanza privada, como la que daba don Andres Bello en su casa a un reducido niimero de jovenes.

A fines de 1842, la publicacion de un escrito sobre estas materias vino a llamar fuertemente la atencion de todos los que se interesaban por este orden de cuestiones. Su autor era don Ignacio Domeyko, profesor polaco contratado en Europa en 1838 por cuenta del Instituto (liceo) de la Serena para ve- nir a ensenar quimica i mineralojia. Proscrito de su patria, despues de la revolucion de 183 1, Domeyko habia hecho sus estudios de ciencias en Paris, i habia observado personalmen- te la organizacion de la ensenanza en Francia, sin dejar de imponerse de lo que a este respecto pasaba en Alemania. El estado de atraso en que se hallaba Chile en 1838 debio impre- sionarlo penosamente, i estimularlo a proponer una reforma. En Santiago, a donde habia venido en la temporada de vaca- ciones (1841), contrajo relaciones con muchos de los hombres mas importantes del pais, i entre estos con el jeneral don Jose Santiago Aldunate; ^^ i al saber la elevacion de este a un mi- nisterio (el de guerra i marina), escribio para el una memoria sobre la organizacion de la enseilanza publica que no podia dejar de interesar vivamente a los hombres de gobierno. Mien- tras esa memoria era mui tomada en cuenta en el ministerio, Aldunate habia hecho sacar una copia que fue publicada en los mimeros 26 i 27 de El Semanario, correspondientes a los dias 29 de diciembre (1842), i de 5 de enero (1843).

Esa memoria es una pieza recomendable por su metodo i por su claridad. Sin tener propiamente nada de nuevo para cualquiera persona que poseyera mediano conocimiento del estado de la instruccion publica en los paises mas adelanta- dos, era para Chile de una novedad casi absoluta. Domeyko dividia la instruccion en tres grados, esponia las condiciones i necesidades de cada uno de ellos, i recomendaba el rumbo i

19. El jeneral Aldunate era cabalmente quien, siendo intendente de Co- quimbo, habia promovido la contratacion en Europa de un profesor de mi- neralojia. Este antecedente procure sus relaciones con Domeyko.

330 TJN DECENIO DE LA HISTORTA DE CHILE

orden que debia darse a los estudios. Contraia particularmen- te su atencion a la ensenanza colejial o secundaria, porque «en toda nacion que se gobierna por si misma, i que quiere una independencia moral efectiva, es talvez la instruccion colejial la que mas influye en los destinos del pais, en la mar- cha del gobierno, en su fuerza moral, i en el caracter nacional de la clase civilizada». Sefiala con este motivo el error mui je- neralizado entonces (que no ha dejado de serlo en nuestros dias), de creer que los estudios secundarios tienen por objeto conducir a la posesion de titulos profesionales, o a carreras lucrativas, i que por tanto, son inutiles los que no correspon- dan directamente a ese objeto. Demuestra que esos estudios, al paso que preparan la intelijencia para los estudios superio- res o universitarios, comunican a los jovenes conocimientos jenerales que ensanchan el espiritu i desarrollan los sentimien- tos morales de que no' puede dispensarse ningun individuo que aspire a ser tenido por hombre ilustrado. Dando al latin una import ancia a todas luces exajerada, Domeyko sostiene que es incompleta toda ensefianza secundaria que no com- prenda ademas la lengua patria, la literatura, algun idioma vivo, la historia, las matematicas, i las ciencias; i sostiene, ademas, que esos estudios no debian ser seguidos a voluntad de los padres o de los alumnos, sino obligatorios para todos. Domeyko proponia, ademas, una separacion absoluta entre la ensefianza secundaria o colejial, i la superior o universita- ria. Para esta, pedia la nueva universidad que acababa de crear la lei, sosteniendo que debia ser solo docente, i compues- ta de profesores; insinuando ademas con mucha moderacion, que en un pais nuevo donde son escasos los hombres dedica- dos a las carreras literarias, las corporaciones de caracter aca- demico ofrecian mas inconvenientes que ventajas.

Su plan de reforma se dirije principalmente a los estudios secundarios, Uegando a presentar un cuadro de la manera de ponerlo en ejecucion. Si las bases propuestas por Domeyko para la distribucion de esos estudios se prestan a muchas ob- jeciones, i podian modificarse en sus detalles, la idea jeneral parecia irreprochable, i debia apasionar a todos los que tenian

CAPfTULO |SEGUNDO 331

interes por el progreso intelectual de la Repiiblica. La memo- ria de Domeyko, en consecuencia, fue mui leida i jeneralmente aprobada.

En el gobierno habia encontrado tambien aceptacion. El ministro de instruccion publica don Manuel Montt, despues de consultar el parecer de algunos de los profesores del Insti- tute, se determine a acometer la reforma aconsejada en la memoria de Domeyko. Para ello se encontraba un obstaculo serio. El rector del Instituto nacional, presbitero don Fran- cisco Puente, que, como ya dijimos, no estaba en situacion de desempenar cumplidamente ese cargo, era por su edad, i por su apego a otro orden de cosas, refract ario a toda reforma. Ese obstaculo, sin embargo, fue removido facilmente. El pres- bitero Puente, nombrado canonigo racionero de la catedral, renunciaba el rectorado del Instituto, que habia llegado a ser una carga demasiado pesada para el. Esa renuncia fue admitida el 28 de diciembre (1842), i el mismo dia era Ua- mado a reemplazarlo el profesor de filosofia de aquel estable- cimiento.

Era este don|Antonio Varas, joven de veinticinco aiios, que se habia hecho notar por su contraccion al estudio i por la se- riedad de caracter, ya en su calidad de alumno, ya en el des- empefio de varios destinos que tuvo a su cargo en ese estable- cimiento. Si esa eleccion merecio el aplauso del mayor numero de los profesores, compafieros de Varas en esas tareas, des- agradaba en cambio a muchos que creian firmemente que el rectorado del Instituto debia estar en manos de un eclesias- tico, como lo habia estado de ordinario. 20 Varas, que era uno de los escritores de El Semanario, consagro tres articulos al estudio de la reforma propuesta por Domeyko. En ellos, la aceptaba en el foiido, comprendiendo i sosteniendo como aquel que la instruccion secundaria tenia un objeto mas alto i mas jeneral que el de obtener titulos profesionales; pero di-

20. En los periodicos de la epoca se publicaron algunas insinuaciones a este respecto. En La Gaceta del comercio del 10 i del 15 de abril (1843) se die- ron a luz dos articulos contra el nombramiento de Varas, por la dureza de trato que se atribuia a este,

' 332 UN DECENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

sentia en algunos accidentes que, ante la idea jeneral, pueden considerarse subalternos i de detalle. 21

Asi, sin aceptar en todas sus partes el plan de estudios se- cundarios propuesto por Domeyko i dando menos importan- cia al estudio del latin, sin suprimirlo, proponia Varas en el segundo de sus articulos, otro plan en que igualmente se hacia entrar la variedad de conocimientos, esto es, la historia, las matematicas, las nociones cientificas i algun idioma vivo. Para desvanecer las preocupaciones vulgares en materia de ensenanza, Varas entraba a demostrar que la variedad simul- tanea de estudios, interesaba mucho mas a los ninos, i les pro- curaba mayor provecho que la persistencia fatigosa en el es- tudio de un solo ramo, algunos meses continuos, como sucedia hasta entonces.

Aunque aquella reforma debia correr a cargo del nuevo rector del Instituto, don Antonio Varas, que merecia la con- fianza completa del ministerio de instruccion publica, se creyo necesario consultar a Domeyko sobre los medios de plantear- la. Fue este Uamado a Santiago por una nota del ministro, de fecha de 3 de enero de 1843. 22 Domeyko, que en su memoria casi se habia limitado a indicar los rasgos jenerales, no hacia mucho caso de los detalles. Sin embargo, impugno resuelta- mente algunas de las ideas de Varas, lo que produjo entre ellos cierto desabrimiento que no desaparecio jamas del todo en la larga carrera de ambos. El ministro, aceptando el plan jeneral propuesto por Domeyko, acabo por aceptar en los accidentes, las ideas emitidas por Varas en los articulos a que hacemos referencia.

21. Entre otras diverjencias que se notan en estos escritos, debe sefialarse que Varas sostiene que habia ventaja en que la uaiversidad tuviera caracter academico o de cuerpo sabio, i que en el Instituto nacional siguieran hacien- dose los estudios superiores; mientrss que Domeyko pedia que estos lilti- mos quedaran separados absulutamente de los secundarios. Se sabe que este ultimo parece, que era el mas fundado, se abrio camino i fue llevado a la practica en 1852.

22. La nota de don Manuel Montt al intendente de Coquimbo para que hiciera venir a Domeyko, ha sido publicada en la biograf ia de este, escrita por don Miguel L. Amunategui.

CAPfrULO SEGUNDO 333

Esas ideas fueron la base de un decreto supremo, de solo ocho articulos, espedidos por el ministerio de instruccion pii- blica el 25 de febrero de 1843. Fija los ramos que debian cons- tit uir los estudios secundarios o de humanidades, los distri- buye en seis afios, i da algunas reglas para poner en prdctica el nuevo rejimen, i para el avance de los alumnos en los diver- sos afios del curso. Ese decreto, formulado seguramente por el mismo Varas, i fiel reglamentacion de las ideas emitidas en su articulo, se presta a muchas observaciones de caracter pe- dagojico. Asi, por ejemplo, agrupa todos o casi todos los es- tudios cientificos en los tres primeros afios del curso, como si solo se quisiera dar acerca de ellos las nociones mui rudimen- t arias al alcance de los nifios de di^z a trece afios; i los suprime por completo en la seccion mas adelantada del curso. Pero, cualesquiera que sean los defect os de detalle, que el tiempo se encargaria de patentizar i de correjir, aquel decreto sefiala el impulse de una gran reforma en nuestra instruccion pii- blica.

Ese mismo afio 1843 comenzo a plantearse la reforma solo en el Instituto nacional, bajo la accion sostenida i empefiosa del rector don Antonio Varas. Los seminaries i los colejios de ensefianza particular le oponian una obstinada resistencia. En el Instituto mismo era preciso luchar con no pocas con- tradicciones de numerosos padres de familia que clasificaban de inutiles todos los nuevos estudios, i aun de personas que tenian injerencia i representacion en la politica. Ademas, en el mismo Instituto faltaban profesores de mediana prepara- cion para ensefiar los nuevos ramos de estudio, i fue necesario comenzar a formarlos; como faltaban tambien libros elemen- tales que fue preciso suplir de cualquier modo, i aun reimpri- miendo algunos testos europeos no siempre bien elejidos. A pesar de todo, si bien muchas de esas nuevas clases comenza- ron a funcionar desde entonces, pasaron todavia largos afios para que pudieran establecerse otras que estaban designadas en ese plan.

Aquel decreto que reglamentaba los estudios secundarios jenerales, fue seguido poco despues (13 de marzo) de otro re-

334 UN DECENIO DE LA HISTOKIA DE CHILE

ferente a los que seguian los aspirantes al titulo de agrimen- sor. Hasta entonces, no se exijia a estos mas que el conoci- miento de los primeros ramos de matematicas puras (aritme- tica, aljebra, jeometria, trigonometria i secciones conicas, todo esto sin gran desarroUo) i topografia. El decreto que re- cordamos impuso por primera vez a esos estudiantes la obli- gacion de cursar gramatica castellana, jeografia, historia, re- torica i un idioma vivo.

Como parte de esa reforma, se habia dictado otro decreto que refleja un proposito determinado i discreto. En su me- moria citada, Domeyko senalaba la necesidad de una escuela normal superior, destinada, como la que existia en Francia, para formar profesores de instruccion secundaria. Como la planteacion de un establecimiento de esta clase ofrecia las mayores dificultades, Domeyko ^roponia que de las becas que el gobierno costeaba en el Institute nacional, diera algunas a los colejios de provincia, para que estos enviaran alumnos distinguidos que hicieran o ensancharan alii sus estudios, i volvieran a aquellos establecimientos a desempenar las fun- ciones de profesores. Esta idea fue bien acojida por el gobier- no, i reglamentada en un decreto de 8 de febrero, en que se asignaba a esos jovenes, a mas de la beca, una subvencion de cien pesos anuales para costear los gastos mas indispensables de su residencia. Esta concesion, acordada entonces a los co- lejios de Concepcion i de Coquimbo, se estendio despues al de Talca, i fue aprovechada por unos pocos jovenes de esos tres establecimientos; pero, antes de muchos aiios, cayo en com- plete desuso.

§ 7. Reformas en el ministerio de guerra: restable- cimiento de la escuela militar! frustrado proyecto de

FORMACION DE UN NUEVO c6dIG0 MILITAR. En todos los ra-

mos de la administracion piiblica se hacia sentir este saluda- ble espiritu de reforma, despertado i llevado a la practica a la sombra de la paz interna, i de la concordia i la tolerancia es- tablecia por la politica inaugurada con el gobierno del jeneral Bulnes. La mayor parte de esas reformas era recibida sin re- celos por la opinion jeneral del pais, por cuanto no se veian

CAPfrULO SEGUNDO 335

aparecer en ellas los intereses de partido o de circulo, sino aspiraciones de mas elevado caracter.

El jeneral don Jose Santiago Aldunate, ministro de gue- rra, promo vio dos de ellas que merecen recordarse. Fue una la creacion de una academia o escuela militar. Un estableci- miento de ese nombre habia existido en 1817, fundado por el supremo director O'Higgins para instruir aceleradamente a los oficiales del nuevo ejercito de Chile que conquisto tanta gloria en las campanas subsiguientes. Ese establecimiento, que el gobierno hubiera querido tener en buen pie, habia, lle- vado despues una vida intermitente; a tal punto que hubo un tiempo en que se coloco como una seccion del colejio que diri- jia don Jose Joaquin de Mora. En los primeros anos de la ad- ministracion del jeneral Prieto, la academia militar tuvo una existencia mas regular i estable; pero fue clausurada en 1838, despues de haber incorporado en el ejercito a casi todos sus alumnos. Formaron estos una porcion considerable de la ofi- cialidad que hizo la campafia contra la confederacion peru- boliviana.

La escuela que Aldunate queria restablecer, se diferenciaba esencialmente de aquellos primeros ensayos. Se dividiria en dos secciones de cuarenta alumnos cada una. La primera de oficiales, a quienes se daria una instruccion cientifica en lo posible, pensando el gobierno mandar a Europa a los mas dis- tinguidos de ellos a completar sus estudios, para formar mili- tares facultativos. La segunda tenia un objetivo mas modes- to, pero no menos util. Se compondria de aspirantes a cabos i sarjentos, recibirian una instruccion adecuada a ese propo- sito, i serian destinados en la practica a instructores de tropa. El plan de estudios de ambas secciones seria dictado por el presidente de la Republica. Aldunate creia poder costear ese doble establecimiento con una reduccion de oficiales i clases del ejercito igual al numero de alumnos, i con una subvencion de 3,500 pesos con que contribuiria el est ado para el pago de profesores. Remitido al senado el proyecto del gobierno, el 19 de agosto, i sostenido alii por Benavente, merecio aproba- cion jeneral i particular unanime, sin modificacion alguna.

' 336 UN DECENIO DE LA. HISTORIA DE CHILE

Entro el debate en la camara de diputados el 23 de setiem- bre. Don Manuel Jose Cerda se opuso resueltamente a la crea- cion de la escuela militar. Sostenia que la paz de que gozaba el pais hacia innecesaria la fundacion de una escuela de esa clase, que estaria formando militares que no se necesitaban. El ministro de hacienda defendio la proyectada institucion, sosteniendo que por solida que fuera la paz de que gozaba Chile, siempre seria necesario costear un pequeno ejercito aunque fuera solo para mantener tranquilos a los indios bar- baros del sur, rechazando i castigando las irrupciones de estos. Renjifo sostenia ademas que el establecimiento que se trataba de fundar obedecia a un proposito de instruccion, porque se queria formar militares ilustrados. Al fin, el proyecto fue aprobado en jeneral con un solo voto en contra, i con unos pocosen la discusion particular de algunos de sus articulos. Por ultimo, el 6 de octubre de 1843, era sancionada i promul- gada la lei que creaba la nueva escuela militar; i en los prime- ros meses del ano siguiente, comenzaron a funcionar sus dos secciones. Si ellas no dieron desde luego todos los beneficios que se esperaban, no fueron en manera alguna esteriles. No podia atribuirse a la lei o al gobierno que no se hubiera al- canzado al fruto que necesitaba mejores condiciones cientifi- cas i sociales para jerminar.

La otra reforma en el orden militar proyectada por el go- bierno, aunque tan importante o mas que la anterior, fracaso completamente. Contamos antes que el 25 de abril de 1839 habia sido promulgado un codigo militar, elaborado en Chile por encargo del gobierno, i sobre la base de la antigua orde- nanza espanola. Los defectos e inconvenientes del nuevo co- digo, que el gobierno mismo habia reconocido, no tardaron en traerle las criticas de todos los militares de alguna ilustra- cion. Aldunate, que era de este mimero, se preocupo de ese asunto desde su entrada al ministerio; i pensando en una re- forma litil i efectiva, creyo que era indispensable dar comple- tamente de mano al codigo militar sancionado en 1839, i P^e- parar uno nuevo. La manera que discurrio para llevar a efecto esa idea, era, sin embargo, la menos aparente para conseguir

CAPfxULO SEGUNDO 337

ese resultado. Por un decreto espedido el lo de enero de 1843 , disponia el nombramiento de una comision encargada de pre- parar un codigo militar que comprendiese todo lo relative al ejercito, su organizacion, disciplina, servicio de guarnicion i de campana, premios, retires, procedimientos judiciales i pe- nas, i ademas todo cuanto era relative a la guardia nacional. Por otro decreto de 18 del mismo mes, fue nombrada la co- mision codificadora. Debia componerse esta de veintiun mili- tares (4 jenerales, 5 coroneles, etc.), i diez ciudadanos civiles, en parte abogados de prestijio.

Aquella comision, presidida por el jeneral don Francisco Antonio Pinto, se instalo aparatosamente, se dividio en varias sub-comisiones, encargada cada una de ellas de una seccion de la obra que se le habia encomendado; pero, ese trabajo que necesitaba de unidad en su preparacion, no salio de sus pri- meros aprestos. Desgraciadamente, aunque conociendose mas tarde ese error, se buscaron otros medios para llevar a cabo esa obra, tales como el de confiar la elaboracion del proyecto a una sola persona, ellos han sido ineficaces, i el codigo militar de 1839, s^ mantiene todavia, aunque correjido i reformado. en muchas de sus disposiciones por leyes i decretos posteriores.

§ 8. Gastos fiscales para el fomento de peri6dicos:

PUBLICACION DEL PRIMER DIARIO EN SANTIAGO. Aunque laS

rentas publicas no alcanzaban a tres millones de pesos, i a pe- sar de la estricta economia que el gobierno estaba empenado en mantener en todos los gastos piiblicos, le era forzoso des- tinar al fomento de la instruccion publica mas fondos que los que hasta entonces se habian invertido en ese servicio. Entre aquellos gastos figuraban los costos de algunas impresiones que fue necesario hacer para las escuelas i colejios, i entre es- tos el nuevo silabario i el estudio sobre los metodos de lectura por Sarmiento, el testo para iniciar la enseiianza de la historia en el Institute, i los libros preparades por Domeyke en la Se- rena para el estudio de la mineralejia i de la decimasia.

Pero, ademas de estes gastos, el gobierno creia indispensa- ble subvencionar periodicos, que creia utiles para difundir la cultura, ya que la suscricion de los particulares era mui re-

TOMO XIV. 22

338 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ducida, i del todo insuficiente para costear esas publicaciones. El presupuesto de gastos publicos votado en 1841 para 1842^ autorizaba al gobierno para gastar en este objeto 9,794 pesos

En esa epoca, no habia en toda la Republica mas que un solo diario. El Mercurio de Valparaiso, fundado en 1827 como periodico bi-semanal, i convertido despues en diario; i ese, que tenia mui pocos gastos, se costeaba con la subvencion gubernativa i con la publicacion de avisos correspondientes a una plaza comercial. El i.^ de febrero de 1842 habia comen- zado a publicarse alii mismo otro diario titulado La Gaceta d e comercio que pudo sostenerse cinco aiios con el apoyo que le prestaba el movimiento mercantil de aquella plaza.

Santiago, entre tanto, no tenia, ni habia tenido nunca un diario. A mediados de 1842, los hermanos Vial Formas, mui adictos al gobierno, i parientes ademas del presidente de la Republica i del ministro de hacienda, proyectaron la funda- cion de un diario politico i noticioso, cuya redaccion querian confiar a don Domingo Faustino Sarmiento, que ya se habia conquistado la reputacion de periodista. El diario se llamaria El Progreso, nombre simbolico de la importancia que se le atribuia. Esa empresa imponia gastos relativamente conside- rables; i no habria podido intentarse siquiera la publicacion proyectada sin la decidida proteccion gubernativa.

El gobierno quiso prestarsela, i prestarla tambien a otras publicaciones. La partida del presupuesto destinada a este objeto para el ailo 1842, montaba, como ya dijimos, a 9,794 pesos. Ahora (junio de 1842) fue elevada a 16,468 pesos para el aiio 1843. Pero ese aumento que, si bien suscito dificultad en la camara de diputados, merecid ser aprobado, 23 f^^ ^e-

231 El Semanario, en su num. 8, da cuenta de la sesion celebrada por la camara de diputados el 25 de agosto; i despues de referir que se propuso re- diicir el monto de la partida que pedia el gobierno para subvencionar perio- dicos, agrega: «En seguida tomo la palabra el seiior Palazuelos, i manifest6 que estaba mui conforme con esta economia; que jamas haria oposicion a las de esta naturaleza; que era indispensable poner una limitacion a la prensa periodica, pues no producia en Chile ninguna utilidad. Esclamo encoleriza- do: ique podra resultar a la nacion de que tres o cuatro palanganas publi- quen sus pensamientos ? ^Donde esta esta clase privilejiada que se halla libra

^CAPITULO SEQUNDO 339

sistido en la de senadores, como excesivo i como peligroso por los malos resultados que podia producir. La partida fue redu- cida alii a solo 6,000 pesos (i ^ de octubre), con lo que habria fracasado la proyectada publicacion de un diario en la capital. La discusion a que dio orijen en la camara de diputados la reconsideracion de este asunto ha sido recordada con algunos pormenores por la prensa de la epoca. En la sesion del 14 de octubre, el ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, oostuvo la conveniencia de ese gasto como un estimulo ofre- cido a la propagacion de las luces por medio de periodicos, que, dadas las condiciones de nuestro pais en aquella epoca, no habrian podido subsistir sin la proteccion del gobierno. El diputado Palazuelos, que ya se habia pronunciado contra esos gastos, sostuvo de nuevo con grande ardor que los periodicos que se publicaban en Chile no ofrecian la menor utilidad, que el pueblo no sabia leer, ni se interesaba por las cuestiones que trataba la prensa, i que el mejor medio de civilizarlo era la predicacion relijiosa 24. A pesar de ese discurso, la camara

del contajio de los vicios con que nos contamino la revolucion, i por consi- guiente en aptitud de instruir a los pueblos? Seiiores! yo sostendre siempre que es necesario que trascurran algunos aiios para la que la imprenta pueda ejercer su benefica influencia. Los que creen que la imprenta es el organo de la opinion, diran lo contrario, se reiran de mi, pero yo, de acuerdo con la filo- sofia, repetire siempre mi opinion. No me avergonzare de hacerlo aun a ries- go de parecer turco, que no tendre de que arrepentirme» (risas). Concluyo diciendo que ya que no teniamos una lei de imprenta que restrinjiese en parte su ejercicio, era necesario a lo menos economizar en cuanto fuera posi- ble el capital que se invertia en su ensanche. [Se procedio a votar, i se aprobo la partida propuesta por el gobierno.

24. El Semanario , en su mam. i6 de 20 de octubre (1842), hace el siguiente resiimen de ese discurso: <<E1 seiior Palazuelos dijo que ya habia tenido otra vez el honor de manifestar a la camara su opinion en esta materia: que no creeria jamas que la circulacion de los periodicos que se publicaban en Chile fuesen de alguna utilidad a la clase que mas se necesitaba civilizar; que era mui crecido el numero de los que no sabian leer, i que esta sola consideracion manifestaba su inutilidad; que en balde se decantaba que este era un acto democratico, que a su juicio no lo seria jamas, que ningun fruto se sacaria de enseiiar a estos hombres enteramentes intultos las diferentes formas de gobierno, la politica, la literatura, etc.; que era preciso formar primeramente su corazon, i que esto solo se conseguiria pagando un cierto numero de reli- jiosos para que les predicasen constantemente el eVanjelio; que creia que los periodicos en Chile, a los ojos de todo hombre sensato, no eran mas que una

340 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

insistio por una gran mayoria en la aprobacion de la partida propuesta por el gobierno. El senado a su vez, cediendo a las recomendaciones de Benavente, aprobo, igualmente, esa par- tida por una notable mayoria (8 votos contra 3). Don Mariano Egaiia, que impugnaba ese gasto como desmoralizador, habia sufrido esta yez un rechazo inesperado (16 de noviembre).

Mi^ntras tanto, El Progreso, seguro de la proteccion del gobierno despues de la votacion de la camara de diputados, habia salido a luz el 10 de noviembre. En nuestro tiempo, cuando se recorren ese i otros periodicos de aquellos arios i de los inmediatos, se les encuentra de mui poco valor, escasos i a veces vacios de noticias, inciertos o estraviados para juzgar los acontecimientos de esos mismos tiempos, i mas aun, ordi- nariamente, para apreciar los hechos pasados; i deficientes, por tanto, para ser utilizados como documentos de informa- cion historica. Pero es menester trasladarse a esa epoca para valorizar el alcance de aquella innovacion. La ciudad de San- tiago, capital de la Republica, asiento del gobierno,. de los tri- bunals i del congreso, con una poblacion calculada entonces en 60,000 almas, habia llegado al afio 1842 sin tener un diario. I aunque El Progreso, sin dar informaciones del movimiento administrativo i de los debates del congreso, con mui escasas noticias de la ciudad, i con mucho menos aun de las provin- cias, no correspondia sino mui mediocremelite a lo que se tie- ne derecho a exijir de una publicacion de esa clase, se le reci- bio como una saludable novedad; i, estimulando algun interes por las noticias del esterior, i por el estado de la cosa publica, contribuyo, en cierta linea, a fomentar la cultura.

§ 9. ReLACIONES ENTRE el gobierno I EL CLERO: RESIS-

especie de lujo; que justo le parecia tener un periodico como El Mercurio que noticiaba el movimiento del comercio i del mercado; pero que si se es- -tendia este favor a otros de un interes mas lejano e inconexo, era entera- mente inutil, i perjudicial al erario». Este discurso se prolong© mucho mas, pero parece que termino con risas prolongadas asi de Palazuelos como de los demas diputados.

La prensa de esos dias hacia notar que El Semanario que apoyaba el man- tenimiento de la subvencion gubernativa a los periodicos, no la habia solici- tado, para si ni la tuvo nunca.

CAPiTFLO SEQUNDO 341

TENCIA QUE ENCUENTRAN ALGUNAS PRETENSIONES DE 6STE.

En medio de la tranquilidad que reinaba en toda la Republica i dft la Concordia mas o menos solida establecida entre los par- tidos, habian comenzado a aparecer sintomas de division i de renovacion de las antiguas hostilidades. Se sabe que en esta situacion tenia gran parte la intelijencia que el congreso habia dado a un articulo transitorio de la constitucion del estado a fin de establecer a quienes obligaba la calidad de saber leer i escribir para ejercer el derecho de voto en las elecciones. Pero asomaban ademas sintomas bastante claros de descontento de parte de otra fraccion social que habia sido mui deferente al gobierno del jeneral Prieto, a5mdandolo en cuanto le era dable a consolidarse, i de quien habia recibido todo jenero de consideraciones i de favores. Esa fraccion social era formada por el clero secular i regular, i por todo lo que se relaciona con el.

Desde su instalacion, el gobierno del jeneral Bulnes se ha- bia mostrado dfeferente con el clero. Seguia este gozando las mismas consideraciones i las mismas prebendas que bajo el anterior gobierno. Los document os oficiales, asi los decretos i las comunicaciones de las autoridades civiles, como las me- morias del ministro del culto, reflejaban propositos iguales de buena armonia. Sin embargo, en los actos habia diferencias que el clero no podia dejar de notar, i que debian inspirarle recelos. Un decreto de 2 de agosto de 1832 disponia la asis- tencia del presidente de la Republica, acompanado de los al- tos funcionarios del estado, a las fiestas que se celebraban en los aniversarios patrios, i ademas a las de Corpus Christi i su octavario, la del apostol Santiago, las del jueves i viernes san- to i a la procesion llamada del senor de mayo. El jeneral Prie- to cumplia rigorosamente ese encargo; i ademas, en la tarde del jueves santo, salia con un considerable sequito de emplea- dos a rezar estaciones en las calles i en las iglesias de la ciudad. En 18 de junio de 1838, don Mariano Egana reconvenia i con- minaba a los empleados judiciales i de instruccion publica que habian estado remisos en el cumplimiento de «una obli- gacion especial que las leyes espresamente les imponian», esto

342 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

es, en la asistencia a algunas de las fiestas o procesiones. El presidente Bulnes, apartandose de esas practicas i desenten- diendose de aquel mandate, no asistio bajo su gobierno mas que a una sola funcion relijiosa, a la que cada afio se celebra- ba en la Catedral el i8 de setiembre 25.

Esta actitud debia tener influencia en la opinion. Por lo demas, comenzaba a reaparecer en ese orden de ideas, sobre todo en las nuevas jeneraciones, cierto espiritu de indepen- dencia, que habia existido antes, i que]^liabia sido sofocado despues de 1830 ^6. Se hablaba con mas o menos franqueza de la necesidad de poner a raya la excesiva influencia del cle- ro, i en la prensa se hicieron insinuaciones sobre esto que de- bieron causarle no pocas molestias. Alguna vez, esos escritos fueron mas lejos de cuanto podia esperarse, dadas las ideas

25. Los periodicos de la epoca consignan un hecho que demuestra el fana- tismo popular. Era practica que los entonces serenos o guardianes de poli- cia nocturna, cantaran en voz alta la hora que corria, i el tiempo que hacia, ya este fuera sereno, nublado o de lluvia. Ese canto que se repetia sin inte- rrupcion cada media hora, durante toda la noche desde las nueve hasta el amanecer, era precedido de estas palabras: «Ave Maria purisima». Habien- dose mandado en febrero de 1843 que se simplificase ese canto, limitandolo a anunciar la hora i una sola palabra indicadora del tiempo, se considero aquello, por muchas jentes, un ataque audaz a la relijion nacional.

26. En 1852, bajo la administracion Montt, se trato de restablecer a lo menos en parte, aquellas practicas, i los funcionarios publicos se vieron de nuevo en la obligacion de asistir entre otras a las fiestas -del jueves santo acompanando al presidente de la Republica i sus ministros, i recibiendo con ellos la comunion. Esta practica se conserve hasta 1856. Habiendose entur biado las relaciones entre el gobierno i el clero, ceso la asistencia de aquel a las fiestas de semana santa.

Estas practicas que fueron jenerales en las colonias del rei de Espaiia, como lo fueron en la metropoli, se conservaron en algunas de ellas mucho mas largo tiempo que en Chile. Tengo a la mano, un volumen de 580 pajinas impreso en Lima, i titulado Guia politica, eclesidstica i militar del Peru para 1873, i alii, en la paj. 45, se ven estas linfeas: «Dias en que asiste el gobierno con todas las corporaciones a la santa iglesia Catedral. El jueves santo a la Catedral i estaciones. El viernes santo. El 19 de marzo, dia de San Jose, patrono de la Republica. El dia de Corpus a la misa i procesion. El 28 de Julio, fiesta nacional, aniversario de la proclamacion de la independencia. El 30 de agosto, dia de Santa Rosa, patrona de Lima. El 24 de setiembre al templo de la Merced a la fiesta de nuestra senora de las Mercedes, patrona de las armas del Peru.» Ignoro si todavia se conservan todas o algunas de estas practicas.

CAPfTULO SEGUNDO 343

dominantes i el fanatismo arraigado en todos los ranges so- ciales. En diciembre de 1842, El Mer curio de Valparaiso (nu- mero 4,290) publicaba un articulo editorial destinado, decia, a «preparar el terreno» para establecer en Chile la tolerancia relijiosa, o libertad de cultos, como una necesidad de las so- ciedades modernas, i como un signo representative de la civi- lizacion de un pais. Aquel escrito que ningun otro periodico se atrevio a prohijar o a disculpar siquiera, fue recibido como una abominacion execrable, i dio tema a muchos predicadores para ardientes sermones, contra la llamada «corrupcion de los tiempos». Como debe suponerse, en esas predicaciones se cla- mo contra la libertad de la prensa, pidiendo para esta leyes represivas, sobre todo en cuanto se relacionase con la relijion del est ado. Estos accidentes decidieron al clero a activar la publicacion de un nuevo periodico relijioso, que como otro del mismo caracter que habia existido antes (El Observador eclesidstico , de 1823), tendria por objeto defender los intereses de la iglesia. En efecto, el i.^ de abril de 1843, aparecia el pri- mer numero de la Revista Catolica, que no tardaria en abrir campana contra muchas de las condiciones fundamentales de la sociedad moderna.

Un escritor mui habil de aquellos dias, don Domingo F. Sarmiento, previo el rumbo que tarde o temprano habia de tomar ese periodico, i quiso darle un consejo que no habia de ser seguido. «Deseariamos que nuestro clero conociese profun- damente la historia prof ana de las epocas modernas, i el es- piritu, marcha i tendencias del siglo en que vive. Por falta de este conocimiento puede incurrir en el grave error de darnos una sesta, decima o vijesima edicion de las resistencias inuti- les que en todas partes, en epocas diversas, (el clero) ha hecho a las ideas del siglo, resistiendo a las reformas e instituciones que la opinion exije, i suscitando, contra la parte pensadora de la sociedad, las preocupaciones i las resistencias populares que al principio corresponden al llamamiento, pero que al fin se vuelven en un verdugo del mismo clero» ^7. Seguramente los que entonces leyeron esas lineas, i las que completan aquel

27. El Progreso, num. 103, de 1 1 de marzo de 1843. j

344 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

articulo, no estimaron exactamente cuanta verdad encerraban.

La estrechez de los recursos del estado, i el espiritu de eco- nomia imperante en el gobierno, no habian impedido que este acudiese en la medida de sus fuerzas, i talvez un poco mas alia, a atender las exijencias del culto, a las reparaciones de templos, i a pagar congruas a los curas cuyas parroquias no les suministraban lo suficiente para vivir. Entonces mismo, se inauguraba en Valparaiso una nueva iglesia parroquial, de construccion sencilla pero elegante, i que en aquel tiempo pa- recio suntuosa, para reemplazar el edificio modestisimo, ve- tusto i ruinoso que habia legado la colonia.

El 5 de octubre (1842), el arzobispo de Santiago, don Manuel Vicuna, mui anciano i achacoso, recurria al congreso para demostrarle el estado de indijencia a que se veia reducido, no por lo limitado de la renta que se le pagaba sino por las nume- rosas necesidades a que tenia que atender. Aquella peticion fue mui debatida en una i otra camara; porque, si bien la ma- yoria estaba dispuesta a acordar un socorro estraordinario a un prelado conocido por su espiritu caritativo i por la auste- ridad i modestia de su vida, se queria conocer en que consis- tian las necesidades de que aquel hablaba solo en terminos jenerales. Por otra parte, no era aquella la primera vez que el arzobispo habia solicitado una subvencion estraordinaria, que se le habia concedido, i se deseaba^^fijar a esta un monto que no fuera excesivo. Al fin, se le concedio, por una sola vez, un ausilio de doce mil pesos. El congreso puso mas dificultades para acordar un ausilio estraordinario al obispo de la Serena, don Jose Agustin de la Sierra, para establecer i regularizar el gobierno de aquella nueva diocesis.

Pero, si el gobierno i el congreso estaban dispuestos a aten- der en lo posible esta orden de exijencias de los obispos i del clero, resistian resueltamente a acceder en algo que pudiera significar derogacion de la soberania i prerrogativas del esta- do. Se hallaba entonces en discusion en la camara de diputa- dos la lei llamada de rejimen interior, cuyo primer proyecto habia sido presentado por Portales en 1836, i modificado mas tarde considerablemente. Aquel proyecto era esencialmente

CAPfrULO SEGUNDO 345

regalista, es decir, reconocia al poder civil todos los derechos i facultades que las leyes espanolas confiaban al sober ano i a sus delegados en sus relaciones con las autoridades eclesias- ticas. El caracter particular de aquel proyecto i de la lei que resulto de el, se manifiesta sobre todo por la difusion regla- mentaria de cada uno de sus largos i fatigosos articulos. Dos de estos (76 i "]"] del proyecto, que pasaron a ser los 75 i 76 de la lei), ponian a los curas parrocos bajo la inspeccion de los intendentes de provincias facultando a estos para vijilarlos en el cumplimiento de sus deberes i en el manejo de los fondos de la iglesia parroquial, para acusarlos ante la autoridad ecle- siastica o ante la civil, si aquella no hubiese atendido el recla- mo, i aun para suspenderlos de sus funciones si fuera nece- sario.

El anciano arzobispo de Santiago, o mas bien dicho los cle- rigos que lo rodeaban, vieron en aquellas disposiciones un ataque a fondo a las prerrogativas e inmunidades eclesiasti- cas. Con la firma de aquel, se present 6 a la camara un memo- rial dirijido a impugnar severamente esas disposiciones, i a pedir, o mas bien dicho, a reclamar que no se les diera apro- bacion. El debate, iniciado el 16 de setiembre (1842), fue mas ardiente de lo que solian serlo. El ministro del interior, don Ramon Luis Irrardzaval, tomo la defensa del proyecto i de las prerrogativas del Estado, que eneste caso, decia, no tenian mas objeto que resguardar i garantir el buen servicio publico. Su impugnador era el presbitero don Jose Miguel Aristegui, diputado por Castro i secretario, ademas, de la camara, que desplego en esa discusion si no talento oratorio, una rara ener- jia para condenar esas disposiciones i para senalar los males que, segun el, iban a acarrear. Irarrazaval, con un estudio prolijo de la cuestion, vol via a la camara diez dias despues (26 de setiembre), i demostraba que los articulos en discusion eran incomparablemente mas moderados en el sostenimiento de la soberania nacional, que la multitud de leyes relativas a este asunto que estaban vijentes. Leyo, al efecto, algunas dis- posiciones de la ordenanza de intendentes, de las del codigo de Indias, i la lei 4, titulo 8, libro i ^ de la Novisima Recopila-

346 UN DECENIO DE LA. HISTORIA DB CHILE

cion. Todas esas leyes, dictadas por el rei pero vijentes en la lejislacion chilena, agrego, confieren a los intendentes facul- tades mas amplias que la que se discute, la cual, por otra par- te, iba encaminada a evitar o a reducir las frecuentes compe- tencias entre la autoridad civil i la eclesiastica.

Por concluyente que fuera esa argumentacion, apoyada en hechos irrefutables, ella no basto para poner termino al de- bate. A la autoridad de las leyes invocadas por Irarrazaval, contesto Aristegui con la opinion de algunos canonistas, de Villarroel, entre otros. El diputado Palazuelos, doctor i pro- fesor en la antigua universidad de San Felipe, entro tambien (28 de setiembre) en la discusion para probar a su vez con las sagradas escrituras, los santos padres i los canonistas, que estos tambien prestaban apoyo a los articulos impugnados. Por fin, este ultimo dia, despues de un nuevo discurso de Ira- rrazaval, fue aprobado el primero de esos articulos; i en la sesion siguiente (30 de setiembre) lo fue el segundo, despues de un nuevo debate. Los sostenedores de las regalias del Esta- do, empenando una renida batalla, habian obtenido una es- plendida victoria. Sus adversarios, aunque amparados por la autoridad moral i el prestijio del arzobispo, solo habian podi- do reunir quince votos. Los articulos, tan calurosa i tan obsti- nadamente impugnados por la representacion arzobispal, i por un debate que se habia prolongado durante tres sesiones, quedaron subsistentes en la lei sancionada el 10 de enero de 1844, que fue derogada cuarenta i un anos mas tarde por otra lei sobre la misma materia, en 22 de diciembre de 1885.

§ 10. Las elecciones de 1843. En los ultimos meses de 1842 comenzo a sentirse cierta ajitacion politica, precursora de la contienda electoral que iba a empeiiarse en marzo del aiio siguiente. No tenia, sin embargo, la intensidad ni la es- tension de las de i84oi 1841. El pais estaba tranquilo en todas sus provincias. No habia persecuciones, ni procesos politicos, i la opinion jeneral se mostraba satisfecha de esa situacion. Asl, a pesar de los escritos de la prensa, en Santiago, como en la mayor parte de los pueblos, nadie penso en hacer oposicion a los candidatos que presentaba i que sostenia el gobierno. En

CAPITITLO SEGUNDO 347

las ciudades en que^ como en Valparaiso, se preparaban los partidos a la lucha, era visible que a pesar del calor que se gastaba en las proclamas, la eleccion debia ser tranquila. En muchas partes no se mostraba interes mas que por la elec- cion de municipalidades, que debia verificarse en abril si- guiente, i que provocaba las ambiciones domesticas, por de- cirlo asi, dentro de los depart amentos.

La prensa, sin embargo, mostraba en ocasiones un gran calor, i a veces no poca destemplanza en los ataques al gobier- no. Don Jose Miguel Infante, el celebre patriota de 1810, re- tirado de todo cargo publico, se interesaba todavia por la mar- cha politica del pais, que juzgaba con la mas profunda hon- radez, sin pasiones mezquinas, i con una franqueza incontras- table, pero a la vez con un criterio singular que no siempre estaba de acuerdo con la razon i con la lojica^s. Desde 1827 publicaba un periodico, sin dia fijo, titulado El Vaidiviano fe- deral, dirijido en su principio a demostrar las ventajas de las federaciones sobre los gobiernos unitarios, pero que habia pa- sado a ser el organo de las opiniones de Infante sobre todo orden de materias. El antiguo prestijio conquistado porbue- nos servicios, la austeridad de su vida i su patriotismo, le atraian el respeto jeneral, i parecian facultarlo para dar su opinion sin ambajes, aun en los asuntos mas delicados. El ca- racter jeneral de ese periodico, esto es, el hecho de ser el re- fiejo de las opiniones de un solo hombre, mui respetado, en verdad, pero que vivia apartado de todos los partidos, i que no recibia inspiraciones de nadie, le habia alejadoloslectores- i El Vaidiviano federal tenia en esta epoca mui escasa circula- cion, a lo que contribuian tambien la falta de amenidad i de arte de sus escritos. El 20 de enero (1843), con motive del ani- versario de la victoria de Yungai, condenaba con la mayor dureza la guerra contra la confederacion perii-boliviana que habia dado a Chile tanto lustre i tan alta posicion en el conti- nente. «Si la guerra fue injusta, temeraria, i dirijida a fines siniestros, decia Infante, la responsabilidad serd de los mal- vados que la promovieron, i del imbecil gobierno que la de-

28. Vease la Hist. Jeneral de Chile, torn. XV, paj. 196.

348 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cret6». Creemos que jamas se habia empleado mayor destem- planza para juzgar esos acontecimientos; i no recordamos ha- ber visto protestas contra ella. A pesar del prestijio de Infan- te, aquel periodico, volvemos a repetirlo, no tenia poder ni influjo para ajitar la opinion.

El estado de la opinion, a pesar de los lijeros jermenes de oposicion que habian comenzado a notarse, no era favorable para las publicaciones apasionadas i violentas; o a lo menos ellas no habrian podido producir ajitaciones como las de los tiempos pasados. En visperas de las elecciones, el 9 de enero (1843), habia comenzado a publicarse en Santiago un perio- dico politico con el cual se pretendio mover la opinion, i ayu- dar al triunfo del partido liberal en algunos departamentos de la Republica. El Democrata, este era su nombre, tenia por promotor i redactor principal a don Juan Nicolas Alvarez, conocido jeneralmente con el apodo de «Diablo politico», en recuerdo de su campafia periodistica de 1839. Proponiase, se- gun anunciaba, ilustrar al pueblo, ensenarle sus deberes i sus derechos, i propender al establecimiento de la verdadera de- mocracia. La cuestion de principios politicos teoricos, tratada con poco peso, no estaba al alcance de las personas a quienes ese periodico queria instruir; pero se ocupaba ademas de la situacion politica de Chile con un proposito electoral. Toman- do la representacion del antiguo partido liberal o pipiolo, ven- cido en 1830, ese papel tenia por proposito condenar i execrar todo lo hecho por el gobierno del jeneral Prieto, como un pe- riodo de horrores i del mas desencadenado despotismo. La constitucion de 1833 era presentada como el codigo de la tira- nia que, artificiosamente i bajo las apariencias de Republica, habia creado en Chile un gobierno revestido en el hecho de un poder absolu-to. Proponiase, ademas, rehabilitar el gobierno pipiolo de 1828 i 1829, i parecia desconocer la desorganiza- cion de aquellos dias, que presentaba como el reinado de la libertad destruida por la perfidia i la traicion.

Se comprende que a los hombres que habian vivido en aquellos tiempos aj it ados i de inseguridad, i que pasaban ahora por la situacion tranquila i regular inaugurada por el

CAPfTULO SEGUNDO 349

gobierno del jeneral Bulnes, no habian de apasionarlos mu- cho las declamaciones de ese periodico, que desde El Progreso rebatia Sarmiento con firmeza i muchas veces con^buena loji- ca. El Democrata, periodico de oposicion violenta i retrospec- tiva, en una epoca de apacible bienestar, no tuvo, pues, la po- pularidad i el exito que cuatro anos dntes habia alcanzado El Diablo politico; i despues de publicar nueve numeros, des- aparecia sin dejar recuerdo de su existencia. Si como este ultimo, El Democrata hubiera sido acusado i perseguido, se- guramente habria alcanzado mas popularidad i representa- cion.

Las elecciones, entre tanto, se verificaron en toda la Repu- blica en los dias 26 i 27 de marzo, con la mayor tranquilidad. Alguno de los periodicos de esos dias hacia notar que jamas habia pasado el pais por una crisis electoral que exaltara me- nos las pasiones. En efecto, como ya dijimos, en la mayor par- te de los pueblos no habia habido lucha, ni se habian presen- tado mas candidates que los que eran propuestos i apoyados por los ajentes gubernativos. Aun en los pocos depart amentos en que hubo contienda, la eleccion se verifico en paz, sin vio- lencias ni tropelias.

El triunfo del gobierno habia sido completo en la eleccion de diputados, como lo fue en la de senadores cuando se reu- nieron los electores de estos. Es cierto que entre los nuevos diputados figuraban algunos hombres que eran tenidos por viejos liberales, i que en ese caracter habian intervenido en la eleccion presidencial de 1841; pero, ahora tenian conexiones mas o menos francas con el gobierno, o con alguno de los mi- nistros, i estaban dispuestos a plegarse a la nueva situacion. El ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval procu- raba empenosamente ese acercamiento, que habia iniciado i que apoyaba el ministro de hacienda don Manuel Renjifo. Pero este ultimo, atacado ya por una dolencia hepatica, que antes de mucho tiempo debia Uevarlo al sepulcro, se vio for- zado a separarse accidentalmente del ministerio (11 de febre- ro, 1843), que paso a desempenar como interino el ministro de justicia don Manuel Montt. Irarrazaval, aunque falto de ese

350 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

apoyo, no desistio de aquel intento; pero se vio contrariado en sus jestiones.

En efecto, en el ultimo tiempo^ i sobre todo, al prepararse en elgobierno, segun la practica establecida bajo la anterior administracion, las listas de los diputados i de los senadores que debian resultar elejidos, se pronunciaron diver jenciasen- tre dos de los ministros. Irarrazaval se habia empeiiado en Uevar al congreso a algunos de los liberales de 1841, no por cierto a los que se mostraban mas tercos e intransijentes, i a varios jovenes que revelaban tendencias independientes i pro- gresistas. El ministro de justicia, don Manuel Montt, que veia peligros en muchas de las innovaciones de que se hablaba, i que queria ante todo un gobierno fuerte, segun la forma crea- daisostenida por Portales, buscaba para los cuerpos lejisla- tivos hombres de otro temple, que al paso que profesasen una absoluta adhesion al gobierno, fueran por sus ideas, o por su educacion, o por sus familias, esencialmente conservadores. La confeccion de la lista de diputados fue mui laboriosa; i aunque Irarrazaval consiguio introducir a algunos de sus pa- trocinados, Montt obtuvo en ella una indiscutible mayoria.

Todo aquello habia producido cierto desabrimiento en las relaciones de los dos ministros, que, a pesar de todas las cau- telas llegaron a percibir los hombres que estaban cerca del gobierno, i deque circularon rumores en el publico, propala- dos principalmente por insinuaciones de la prensa. Contose que los dos ministros habian mostrado propositos de retirarse i aun, que habian preparado sus renuncias. Laprudencia iel buen sentido del jeneral Bulnes consiguio desarmar esa cri- sis 29. Esas desintelijencias debian reaparecer antes de mu- cho con mayores proporciones.

29. Vease, entre otros papeles de la 6poca, la Gaceta del comercio, de 30 de marzo de 1843.

CAPITULO III

I. El cometa de 1843; grande incendio en Valparaiso. 2. Fallecimienta del arzobispo de Santiago don Manuel Vicuna. 3. El gobierno resuelve tomar posesion del territorio vecino al estrecho de Magallanes; apresto i partida de la espedicion. 4. Viaje de la goleta Ancud i fundacion de una colonia en el estrecho. 5. Creacion de una oficina de estadistica; levan- tamiento del censo de 1843, 6. Fundacion de una carcel penitenciaria en Santiago. 7. Construccion del Instituto nacional. 8. Lei de matrimo- nio de disidentes; proyecto de supresion del f uero de los diputados i se- nadores 9. Sancion i promulgacion de la lei de rejimen interior: discu- sion de otras leyes i aprobacion de algunas. 10. Resistencia a los proyec- tos que imponian nuevos gastos; enerjicas protestas contra las pensioner de gracia. 1 1. Frustrado proyecto de un viaje del presidente i de sus mi- nistros por toda la Republica: creacion de la provincia de Atacama. 12. Inauguracion solemne de la Universidad de Chile. 13. Afluencia de estranjeros distinguidos en Chile en ese aiio; Monvoisin i Rugendas. 14. Progreso lento pero perceptible de la ciudad de Santiago; el puerto de Val- paraiso.

§ I. El cometa de 1843; grande incendio en Valparai- so.— En los primeros meses de 1843, eran raros o insignifi- cantes los acontecimientos de la politica interna, a pesar de la proximidad de las elecciones; i la atencion publica se pre- ocupaba deotro orden deasuntos. Residian entonces en Chile por diversos motivos algunos persona] eshispano-americanos de antecedentes notables, entre los cuales se trabaron pole- micas mas o menos ruidosas i trascendentales que desperta-

352 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ron grande interes entre las jentes de alguna cultura. Mas adelante tendremos que recordar ciertos accidentes que se relacionan con esoS hechos.

Pero esa clase de asuntos no podia interesar mas que a un limit ado mimero de personas. Para la jeneralidad fue un motivo de curiosidad i de preocupacion la aparicion en los meses de febrero i marzo de ese ano, de uno de los cometa mas hermosos i sorprendentes que se hay an observado jamas. Ese astro que llamo tanto la atencion de los astronomos, i que un momento su cola estendida en la esfera celeste, media, segun buenos calculos, 69 grados 1, fue en Chile motivo de vivas in- quietudes no solo entre la jente del pueblo, sino en el seno de muchas alt as familias. Era aquella la epoca de las misiones de cuaresma, i en muchas de estas el cometa fue sefialado a los fieles como el nuncio de los proximos castigos que el cielo iba a enviar a los mortales. Don Domingo F. Sarmiento, querien- do desvanecer las preocupaciones vulgares, tuvo la buena idea de reproducir en El Progreso (8 de marzo) algunas pa- jinas sobre la constitucion de los comet as tomadas de un li- bro elemental que corre con el nombre de Francisco Arago. Pero, si las palabras autorizadas del insigne astronomo pu- dieron ilustrar a las personas de cierta cultura, no llegaban hasta la gran mayoria de los concurrentes a las predicaciones de cuaresma.

Accidentes de otro orden preocuparon tambien la aten- cion. Dos grandes incendios, ocurridos con el intervalo de pocos dias, uno en Santiago i otro en Valparaiso, en los ba-

I. El celebre cometa de 1843, que fue motivo de muchos trabajos espe- cialas, esta descrito con mas o menos detenimiento en casi todos los trata- dos de astronomia de cierta estension. El lector puede hallar una lamina -que lo representa bastante bien en la paj. 1629 de la Astronomie populaire de Flammarion (Paris, 1884)

Don Andres Bello, siempre empenado en la propagacion de los conoci- mientos cientificos, i ademas mui apasionado por los estudios astronomicos, publico en El Araucano num. 689, de 3 de noviembre de 1843, una noticia bastante detallada acerca del gran cometa de ese aiio, tomada principal- mente del informe que acerca de ese astro dio Arago a la academia de ciencias de Paris. Es mui probable que ese escrito i otros analogos encontra- ron entonces mui pocos lectores en Chile.

CAPfrULO TERCERO 353

rrios comerciales, habian causado grandes perdidas, i desper- tado por esto un sentimiento de conmiseracion demos trado en suscriciones para reparar en parte las desgracias. Todo aquello quedo sobrepujado i aun olvidado, por decirlo asi, despues de otra catasfrofe de ese jenero que la prensa'califico ed «el incendio mas horroroso'que se habia esperimentado^en Chile». Las noticias que acerca de el consignaron los docu- mentos oficiales i la prensa de esosjdias, confirman amplia- mente esa apreciacion.

El 15 de marzo, a las ocho i media de la noche aparecia re- pentinamente un incendio formidable desde el primer mo- mento, en un almacen de articulos navales situado en la calle de la Aduana, uno de los barrios mas comerciales de la ciudad de Valparaiso. La casa incendiada era propiedad de don Juan de Dios Correa, acaudalado caballero de Santiago, que dos meses antes habia obtenido permiso de la municipalidad para construir un puente de madera que atravesando la calle a cierta altura, pusiera ese edificio, en comunicacion con otra casa tambien de su propiedad. Ese puente sirvio desgracia- damente para propagar el incendio a uno i otro lado de la ca- lle. El fuego, favorecido por el material lijero de las construe- clones, cuyos altos eran casi todos de madera, se propago ra- pidamente en una grande estension. Por un lado habia po- dido ser cortado, salvandose la Bolsai la Aduana; por el otro, cundio casi hasta el punto en que la poblacion estaba enton- ces interrumpida por la punta de un cerro que avanzaba ha- cia el mar.

Valparaiso tenia en ese tiempo mui escasos elementos para combatirlos incendios. Unas dos bombas movidas a brazos, i de mui corto poder, se descompusieron despues de algun trabajo enteramente ineficaz; i solo el esfuerzo personal po- dia hacer algo para cortar el fuego i para salvar algunas mer- caderias o muebles. El jeneral don Jose Maria de la Cruz, in- tendente de la provincia, i el jeneral don Jose Santiago Aldu- . nate, ministro de guerra, que se hallaba accidentalmente en Valparaiso, dirijian con tranquilidad i firmeza aquellos esfuerzos de salvamento ejecutados en medio'del^as espan-

TOMO XIV.— 23

354 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

toso desorden. Los acompanaban en esos trabajos varies em- pleados civiles o^militares, los oficiales i tropa de la guardia nacional, i muchos vecinos, nacionales o estranjeros, todos los cuales desplegaron grande actividad en esos afanes, i no me- nos entereza para reprimir la rapacidad incontenible i des- vergonzada de la plebe. Pero Cruz i Aldunate tuvieron ademas otros ausiliares que es justo recordar. En la bahia estaban fondeados dos buques de guerra estranjeros, la fragata fran- cesa Reine Blanche, comandante Alix, i el vapor ingles Sala- mander, capitan Hammond. Montaba ademas el primero de esos barcos el almirante Abel Du- Petit Thouars, celebre ma- rino que por sus empresas i por sus escritos ha dejado un nom- bre ilustre en la marina francesa. Todos ellos bajaron a tierra con sus tripulaciones, i prestaron los mas eficaces servicios, que era posible exijir, i de que result aron algunos heridos. El ejemplo de ellos fue seguido por los capitanes de varios buques mercantes, que mostraron igual denuedo. El incen- dio, sofocado al parecer al venir el dia, renacio mas tarde, i se mantuvo con intermitencias entre los escombros hasta la maiiana del dia 17. El ministro de guerra, el intendente de la provincia i los marinos estranjeros no habian tomado una hora de descanso 2.

Las perdidas causadas por el incendio fueron avaluadas en mas de dos millones de pesos, si bien mas tarde se las apre- ciaba en cantidad mucho menor. Quedaron crmpletamente- te destruidas quince casas i un cuerpo de bodegas. Entre los numerosos almacenes incendiados, habia seis que estaban arrendados por la aduana, i repletos de mercaderias, de las cuales se salvo mui pequena parte. Junto con los almacenes de comercio, desaparecieron varios establecimientos indus- -triales, el mas importante de los cuales era la imprenta de El Mercurio, que hasta el ano anterior habia pertenecido a don

2. Las noticias mas prolijas de esta catastrofe fueron dadas por la Gaceta del comercio de los dias 16 i 17 de marzo i reproducidas por El Progreso de Santiago delos dos dias siguientes. El celebre artista bavaro Mauricio Rugen- das, que sej^hallaba entonces en Valparaiso, pinto un cuadro que representa el incendio._Se halla reproducido por la litografia en el Atlas de la Historia de " Chile de donXlaudio Gay.

CAPfrULO TERCERO 355

Manuel Rivadeneira. Era ahora su propietario el intelijente i laborioso industrial espanol don Santos Tornero, que habia hecho sacrificios considerables para montarla conveniente- mente, i que a pesar de las perdidas que esperimento, volvio a organizarla e hizo renacer su diario dandole mayor desarro- Uo i auje 3.

Aquella catastrofe que produjo tantas perdidas, no tuvo sin embargo las consecuencias que se temieron al principio. Es cierto que a los estragos del fuego se habian seguido la destrucciones consiguientes a un salvamento precipitado, i ademas los robos efectuados en las horas del incendio i en los dias inmediatos por rateros de la peor clase, sobre todo ni- nos i mujeres. Pero se habia salvado una gran cantidad de mercaderias que fue devuelta cuidadosamente a sus dueilos. La ciudad gano considerablemente con la reconstruccion, en mucho mejores condiciones de solidez, de comodidad i de aspecto, de toda la parte incendiada. Se trato de mejorar el servicio de bombas, aunque sin conseguir ese objeto por en- tonces, i se preparo la opinion de las jentes para la admision de ajencias de sociedades europeas de seguros contra incen- dios. Un alio mas tarde, todos los estragos que acabamos de recordar, habian sido remediados, i Valparaiso presentaba mucho mejor aspecto que antes del incendio.

§ 2. Fallecimiento del arzobispo de Santiago don Ma- nuel Vicuna. Valparaiso fue tambien ese ano el lugar de otro acontecimiento que los documentos oficiales i la prensa present aban como una deplorable desgracia publica. El arzo- bispo de Santiago habia fallecido en esa ciudad el 3 de mayo a las diez de la mafiana. Enfermo desde tiempo atras de una afeccion estomacal, probablemente un cancer, se le habia trasportado a Valparaiso, creyendo sus medicos i familia- res que el cambio de temperamento le seria benefico para sus dolencias. Esas ilusiones no tardaron en desvanecerse, i des- pues de muchos dias de fatigas i sufrimientos, el prelado fa-

3. Don Santos Tornero, en un libro que hemos citado antes, Reminiscen cias de un viejo editor, cap. VII, ha referido estos incidentes junto con mu» chas noticias sobre aquel incendio. '

356 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

llecio en medio de las lagrimas de los suyos, i de los toques funebres de todas las campanas de la ciudad.

Don Manuel Vicuna habia gobernado la diocesis de San- tiago desde 1830; pero entonces solo con el caracter de vica- rio apostolico, i con el titulo de obispo in partibus de Ceran, que le habia conferido Leon XII. El gobierno que se habia negado a reconocerle el de obispo de Santiago, igualmente conferido por el papa](Gregorio XVI) por motivos que no te- nemos para que recordar aqui, solicito i obtuvo para el la preconizacion de arzobispo en 1840.^^ Los primeros aiios de su episcopado habian sido para Vicuna amargos i fatigosos. Los canonigos de su propia diocesis habian pretendido desco- nocer en una buena parte sus poderes i atribuciones; i des- pues de una^escandalosa reyerta, se^habia visto Vicuna for- zado a solicitar el amparo del poder civil. Por lo demas, ha- bia entrado en f uncfones con las ideas del ^episcopado de ahora dos siglos; i sin distinguir la diferencia de los tiempos, pretendio ejercer por si o por sus delegados la facultad de prohibir la introduccion al pais de los libros que por cual- quier motivo consider ase peligrosos. En cambio de esto, si aquel prelado no se distinguia por la elevacion de su inteli- jencia, ni tampoco por su ilustracion, la suavidad de su ca- racter en el trato familiar, la austeridad de costumbres duran- te su vida entera, su fervorosa devocion i su caridad inagota- ble para con los pobres, i para todos los que la imploraban, hacian de el un prelado de virtudes ejemplares, i fueron causa de que el pueblo lo llorase sinceramente. El gobierno, por su parte, tributo a los restos mortales i a la^memoria del difunto prelado los mas altos honores de que le era dado disponer. El cadaver, embalsamado en Valparaiso, fue traido a Santiago con grande aparato, para ser espuesto al publico, i en seguida sepultado en la catedral con la mas solemne pompa. Todos los documentos oficiales de esos dias, asi el mensaje de apertura del congreso leido por el presidente de la Repiiblica como la

4. El lector encontrara referidos estos hechos con grande amplitud de por- menores en la Hist. Jeneral de Chile, torn. XVI, pajs. 121-58.

CAPfTULO TERCEBO 357

memoria del ministro deljculto, hacian los mas sentidos elo- jios del finado arzobispo.

. J Por delegacion del prelado durante su enfermedad, gober- naba entonces la diocesis con el titulo de provisor i vicario jeneral el presbitero don Jose Miguel Aristegui. Muerto Vicu- na, el cabildo eclesiastico creyo caducadas las facultades de aquel; i el 9 de mayo se reunia para eiejir un vicario capitu- lal: que con el caracter de propietario se hiciera cargo del go- bierno de la diocesis mientras durase la vacancia arzobispal. La eleccion de los canonigos recayo por mayoria de votos en el dean de la catedral don Jose Ale jo Eizaguirre, eclesiastico de gran prestijio por sus relaciones, por su ascetismo notorio i por la entereza de su caracter. Era ademas Eizaguirre gran sostenedor de las agresiones al poder civil a que se da el nom- bre de prerrogativas de la iglesia. Su sola proclamacion de vicario capitular, dejaba ver a este respecto propositos cla- ros i definidos.

El presidente de la Republica debia tener intervencion en el nombramiento del vicario capitular, con quien tenia

que entrar en comunicaciones, i a quien debia mandar pagar el sueldo que le correspondia. El cabildo eclesiastico salio del paso ccmunicando el mismo dia de la eleccion, i como un hecho consumado i de su plena autoridad, el nombramiento que acababa de hacer. El testo'de aquella comunicacion no daba lugar a la menor duda. AUi no^se pedia el beneplacito gubernativo, ni se hacia^sobre^esto la menor insinuacion. El ministro del culto, teniendo que ccntestar el dia^siguiente aquella comunicacion, creyo si no afianzar los derechos del Estado, salvar aljmenos las apariencias con la palabras si- guientes: «Tengo la satisfaccion de comunicar a US. que S. E. (el presidente de^a Republica) ha|^prestado su aprobacion a este nombramiento que'^recae en' una persona de las aprecia- bles prendas][del[senor Eizaguirre».^^ Este era un espediente semejante al que creyendo resguardar sus prerrogativas, em- s' La comunicacion del cabildo eclesiastico i la contestacion dada el 10 do mayo por el ministro don Manuel^Montt, estan publicadas en El Araucano, num. 664.

358 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

pleaba el gobierno al dar pase a las bulas de preconizacion de obispos, en que el papa se resistia a reconocer a Chile el dere- cho de patronato que habian ejercitado los reyes de Espana.

Un afio entero subsistio aquel rejimen interino en el go- bierno de la dioc^sis de| Santiago. [Ningun accidente grave perturbojas relacionesMeJeste con^el poder civil, que por lo demas, se mostraba mui^ def erenteja las autoridades eclesias- ticas. Pero no tardaron en sobrevenir acontecimientos i cues- tiones a las cuales se dio importancia desmedida, inquietan- tando los 'espiritus, segun habremos de verlo mas adelante.

§ 3. El gobierno resuelve tomar posesion del terri- TORio vecino al estrecho DE MagallAnes; APRESTO I par- TiDA DE la espedicion. El iP de junio de 1843 abria sus sesiones el congreso nacional con todo el aparato que esa ce- remonia habia encarnado en nuestra vida piiblica. El presi- dente Bulnes leia a los congresales recien elejidos, una espo- sicion sumaria i modesta de la marcha de la Republica, sin jactancia por los progresos alcanzados, i sin pomposas pro- mesas por otrps que se preparaban. Sin embargo, ese ano se realizaron algunos que son dignos de conmemoracion.

El mas importante de ellos fue la ocupacion del estrecho de Magallanes, llevada a cabo con mui escasos recursos i con la mayor felicidad. Desde los dias de la lucha por la indepen- dencia esa empresa habia preocupado el animo del supremo director don Bernardo O'Higgins, a quien, rodeado de los afanes mas premiosos i de todo orden de dificultades, no le fue dado acometerla. Durante su ostracismo en el Peru, O'Hig- gins no cesaba de recomendar la ocupacion de Magallanes a los gobiernos de su patria, para facilitar la prosperidad de esta, acercandola por esa via a los grandes centros de la civi- lizacion i del comercio. Sus instancias se redoblaron cuando tuvo noticia de que una comision cientifica (la dirijida suce- sivamente por los capitanes Parker King i Fitz-Roy) habia estudiado aquella re j ion i levant ado la carta de sus costas. A pesar de las recomendaciones de O'Higgins, nada se hizo por entonces parayievar a cabo la ocupacion de la rejion ma- gallanica.

CAPITULO TERCERO ' 359j

Los trabajos hidrograficos de los ingleses tenian un carac- ter cientifico encaminado a favorecer los intereses de la na- vegacion i del comercio; i al parecer eran ajenos a todo pro- posito de conquista. Pero luego comenzaron a publicarse re- laciones de viajes, o memorias jeograficas, en que se descri- bian aquellos lugares como perfectamente adaptados para fundar colonias. Un marino frances de renombre, el capitan Dumont d'Urville, despues de un viaje de esploracion en los tnares vecinos al polo sur, recomendaba a su gobierno^a ocu- pacion del estrecho i la fundacion de una colonia francesa. Una re vista de jeografia i otros libros sobre la misma mate- ria, apoyaban esos proyectos ^.

El gobierno de Chile tuvo noticias de esos hechos por in- formes enviados de Europa; pero, ademas, la opinion publica habia tornado conocimiento de otros incidentes, i comenzaba a inquietarse. Ya hemos dicho que la circunstancia de haber enarbolado una bandera i enterrado una acta conmemorati- va los primeros buques que venian al Pacifico, a establecer la navegacion a vapor (1840), habia despertado no pocos re- celos. En marzo de 1843 se anunciaba que un vapor de guerra ingles, el Salamander, en viaje de Montevideo a Valparaiso, se habia detenido en el estrecho de Magallanes reconociendo los puertos i caletas, todo lo cual, decia un diario, haria na- cer muchos recelos si no supieramos que el gobierno ha to- rnado sus medidas para ocupar i poblar esas rejiones 7.

Las medidas tomadas por el gobierno estaban fundadas en una gran reserva, i en una mayor economia. El intendente de Chiloe don Domingo Espineira, oficinista laborioso i de mucha esperiencia, fue encargado de preparar en Ancud, le- jos de toda inspeccion del publico, las fuerzas que debian ir a tomar posesion efectiva de aquellos apartados territoriosi

6. Con el titulo de La fundacion de una colonia chilena en Magalldnes, pu- blique en e\ El F err ocarr il de 26 de diciemhre de 1899 una esposicion de- tallada de todos estos antecedentes. Esta esposicion ha sido despues repro- ducida en varies libros o memorias. El lector puede "hallarla como apendice num. 6 de la publicacion que en 1901 hizo don Nicolas Anrique del Diario de la goleta Ancud, etc., etc., que recordaremos mas adelante.

7. El Progreso de 13 de marzo de 1843.

360 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Constaban estas de solo veintitres hombres entre soldados i marineros, que debian embarcarse en la goleta Ancud, peque- no barco de construccion nacional, de unas treinta toneladas, que Uevaba sin embargo insignias i artilleria de buque de guerra. Se dio el mando de la espedicion al capitan de puerto de Ancud don Juan Williams (mas conocido con el nombre

e Juan Guillermos), esperimentado piloto ingles que servia desde 1824 en la marina chilena, donde habia obtenido el grado de capitan de fragata. La tropa era compuesta de solo siete artilleros (dos de ellos Uevaban sus mujeres) mandados por el teniente don Manuel Gonzalez Hidalgo, que seria el primer gobernador de la colonia. A todos estos, se agrego un voluntario que despues de prestar utiles servicios en esa es- pedicion, debia seiialarse por otros no menos importantes, que ilustraron su nombre.

Era este don Bernardo Philippi, joven prusiano que con estudios desordenados e incompletos, pero con un espiritu aventurero i emprendedor, habia hecho largas navegaciones, una de ellas en un viaje cientifico, i que se hallaba en Chiloe ocupado en recojer objetos de historia natural para enviar a Alemania. La amenidad de su trato, la variedad de sus cono- nocimientos i su buen caracter, le habian ganado la amistad del intendente Espineira, i f ueron motivo para que este lo aceptara como voluntario en la espedicion que se preparaba, i que a mediados de mayo estuvo lista para hacerse a la vela.

Si por su poder naval i por el numero de la jente que la componia, esa espedicion era miserable, por las provisiones que se habiani reunido, por el espiritu de los espedicionarios, i por la juiciosa seriedad de las instrucciones que se les dieron, podia esperarse de ella un feliz i honroso resultado ^. Las ins- trucciones preparadas por Espineira, preveian todos los por- menores i accidentes de la empresa. Williams, usando las pre- cauciones recomendadas, i siguiendo el itinerario que se le

8. La goleta Ancud, a pesar de sus pequefias dimensiones, llevaba provi- siones abundantes para siete meses, todo el material para una fortificacion, dos grandes cerdos, tres perros, un gallinero lleno de aves, i muchos otros ob- jetos indispensables para la fundacion de una modesta colonia.

CAPITULO TERCERO 361

prescribia, navegaria hasta el estrecho,[i penetrando en ^1 fundaria una colonia, cuyo mando provisorio confiaria al te- niente Gonzalez. Como el gobierno tenia proyectado enviar otro buque con mas jente i con nuevasjprovisiones, Williams esperaria el arribo de este para dar la vuelta a Chiloe. Pero si en el peor de los casos, no llegara ese barco en todo el resto del ano, Williams, para evitar una catastrofe como la de las colonias fundadas el siglo XVI, ^ levantaria el nuevo esta- blecimiento, i volveria al norte con toda su jente. El 22 de mayo la espedicion se daba a la vela en el puerto de Ancud. Segun los calculos mas fundados, la comision confiada a Wil- liams podria estar terminada aiites del iP de setiembre, fe- cha en que emprenderia la vuelta, si no habia contratiempo o retardo. Todos los que tenian conocimiento de esa empresa esperaban confiadamente los mas felices resultados. En su mensaje de apertura del congreso (el 1.^ de junio) el presiden- ;e de la Repiiblica, que habia mostrado gran interes porque se Uevara a cabo la espedicion, guardaba sobre ella la mas estudiada reserva. El 25 de agosto siguiente, el ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval anunciaba que ese dia ya debia flamear el pabellon de Chile en el estrecho de Ma- gallanes.

§ 4. VlAJE DE LA GOLETA «AnCUD» I FUNDACION DE UNA

COLONIA EN EL ESTRECHO. Las cosas no habian marchado con tanta regularidad. La navegacion se emprendia en la epoca mas desagradable del ano, con dias cortos,con frecuen- tes i obstinadas neblinas, i no pocas veces acompaiiadas de recias borrascas. Aunque los espedicionarios tomaron luego a su bordo a un cazador de lobos llamado Carlos Miller ,[mui practico de aquellos canales, i que les fue de gran utililidad, esperimentaron [no pccas contrariedades, perdieron un bote, i se vieron forzados a recalar a un puerto vecino a las islas Guaitecas, para construir otro. En ese puerto, donde por este motivo se vio detenida desde el 12 de junio hasta el 3 de Ju- lio, la goleta Ancud encontro dos buques norte-americancs

9. Vease la Hist. Jeneral de Chile, torn. Ill/paj. 85.

362 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Pescadores de lobos marinos, con los cuales entro en comuni- caciones. Uno de ellos tenia para su uso un ejemplar de la <:arta del estrecho de Magallanes levantada por Fitz Roy, re- cientemente publicada por el almirantazgo ingles, i todavia desconocida en Chile. Don Bernardo Philippi, que era un buen dibujante, aprovecho su forzada estadia en aquel puerto para sacar una copia de ese mapa, que habia de ser de la mayor utilidad en el res to del viaje.

Mayores contrariedades esperaban a los espedicionarios mas adelante. «E1 28 de julio, dice la relacion de uno de los .viajeros, estabamos a la vista del cabo Tres Montes (que la Ancud no habia podido dob'lar), en medio de una recia tor- menta, cuando desgraciadamente perdimos un timon, i la re- gala de estribor fue destrozada a popa i a proa, a consecuen- cia de lo cual se mojaron nuestras provisiones». Fue necesario regresar al puerto de donde habian salido poco antes (2 de agosto), i despachar de alii un bote a pedir a Chiloe los ausi- lios indispensables para continuar el viaje. Philippi se hizo cargo de esa dificil comision, i la desempeno con el mejor acierto. En la noche del 26 de agosto, despues de una ausen- cia de veintitres dias, regresaba del puerto de Ancud, con- duciendo una lancha cargada de viveres, i de todos los mate- rials necesarios para reparar la nave averiada. Solo el 6 de setiembre pudo esta continuar su viaje.

La navegacion por los canales de mas al sur, no ofrecio nuevas contrariedades. El capitan Williams, siempre viji- lante, se mantenia en pie de dia i de noche para evitar cual- quier contratiempo. «No hai palabra, decia Philippi, con que pueda dar la menor idea de esta esplendida i romantica ruta, que absolutamente no puede describirse. El mundo conocido no tiene nada que se le pueda comparar para la navegacion a vapor. Abunda en excelentes bahias, tiene un surtido in- agotable de maderas, i por lo que toca al clima, constante- mente hemos almorzado i comido sobre cubierta. Todos te- nemos la felicidad de gozar de buena salud, i en todos reina el contento i el patriotismo». El 17 de setiembre la Ancud. pe- netraba en el estrecho de Magallanes; i a la mafiana siguien-

CAPfTULO TERCERO 363

te, hallandose cerca de la isla Carlos III de las costas espa- iiolas, celebraba el aniversario de la independencia de Chile. «Mientras la pequena Ancud manifestaba con canonazos sus sentimientos de alegria, dice Philippi, se destapo un barril de vino, i toda nuestra tripulacion participo. Mejor jente no ha pisado la cubierta de un buque, gracias a la eleccion del ca- pitan Williams».

Pasando adelante, sin hallar la menor contrariedad, los espedicionarios doblaban el cabo Fro ward; i el 21 de setiem- bre iban a fondear al puerto Felipe, situado en la costa orien- tal de la peninsula de Brunswick, i mas conocido con el fati- dico nombre de puerto del Hambre, que recuerda el fin las- timoso de la colonia que en ese sitio fundo Pedro Sarmiento el siglo XVI. Alii desembarco el capitan Williams con la ma- yor parte de su jente i dos piezas de artilleria; i en medio de estrepitosas salvas que eran contestadas desde la goleta, tomo solemnemente posesion de aquellos territorios en nombre de la Republica de Chile. La bandera nacional fue enarbolada en el recinto de un cercado, base del fuerte Bulnes, nombre que en honor del presidente de la Republica se iba a dar a la poblacion que alii se fundase 10.

Preparabase el capitan Williams a adelantar el reconoci- miento de la parte oriental del estrecho, cuando a medio dia del 22 de setiembre fondeaba en ese^mismo puerto el vapor de guerra Phaeton, de la marina francesa, que venia a cargo del capitan Maissin en viaje para las islas Marquesas, de que acababa de tomar posesion la Francia. En ese barco iban un obispo i varios rriisioneros para aquellas islas; los cuales, ha- biendo bajado a tierra i tendido una carpa, celebraron el 24 de setiembre una misa solemne. Como el dia siguiente se man- tuviera enarbolado el estandarle trances, dirijio el capitan

10. El capitan Williams encontro cerca de ese sitio una alta vara de ma- dera erijida alii por los marinos que pasaron por esos lugares en 1840 en los primeros buques de vapor que venian a establecer la navegacion enjel Paci- fico. Al pie de esa vara hallo el acta que con algunas monedas recordaba aquel acontecimiento. Todo eso fue removido para no dar lugar a que en al- , gun tiempo se le considerase signo de toma de posesion. ^

364 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Williams un oficio al comandante del Phaeton, para quejarse de aquel hecho que juzgaba atentario contra la integridad del territorio chileno. «E1 comandante del vapor, dice una relacion de caracter oficial, contest© que hasta aquel dia esas rejiones no habian s:do sometidas a ninguna posesion regular ni cubiertas con bandera alguna, i que los navios de todas las naciones, estableciendose moment aneamente en ellas, des- plegaban a su voluntad los respectivos pabellones sobre sus tiendas: que el comandante habia interpreiado en este mis- mo sentido el pabellon chileno enarbolado sobre la colina inmediata; i que en cuanto a la significacion dada a este he- cho en la nota del capitan Williams, el senor Maissin no te- nia la mision de reconocerlo, por no estar provisto de los pode- res necesarios, i que se limitaba a certificarlo asi al capitan, haciendole saber que no pretendia en|ninguna manera aten- tar a los derechos de la Republica de Chile, dado que fuesen fundados, pues solo tocaba a su gobierno decidir sobre ello» . El intermediario en este cambio de comunicaciones habia sido don Bernardo Philippi, que adem2.c de hablar el frances como su propio idioma, tenia mas preparacion i mas conoci- mientos que sus companeros para defender los derechos de Chile en aquella emerjencia ^i.

II. Los hechos que contamos aqui mui abreviadamnete estan consig- nados en documentos i relaciones que han visto la luz publica i que conviene recordar. El diario de navegacion del capitan Williams, jefe de la espedicion fue publicado en los Anales de la Universidad correspondiente a los meses de mayo i junio de 1901, por don Nicolas Anrique, quien, a la vez que le agrego algunos documentos complementarios mui utiles, introdujo en el testo mo- dificaciones para hacerlo mas claro, segun el lo dice. Don Bernardo Philippi, apenas se hubo tomado posesion de aquel territorio, escribio en aleman una carta en que hace una resena sumaria, pero noticiosa i pintoresca de toda la espedicion. Esa carta, que hemos utilizado en nuestro testo, fue traducida al castellano i publicada en El Progreso de 17 de noviembre de 1843, i des- pues reproducida en otros periodicos. Ese mismo dia 17 de noviembre, pu- blicaba El Araucano, num. 691, un resiimen noticioso i mui bien hecho de todo lo ocurrido en la espedicion, fundado en los documentos oficiales que habia recibido el gobierno.

En un escrito nuestro sobre estos hechos, dimos noticia de dos relaciones francesas que refieren el viaje del vapor Phaiton por el Estrecho de Magalla- nes. Alii mismo reprodujimos algunos fragmentos de [una revista francesa

CAPfrUTO TERCERO 365

El capitan Williams debia permanecer en el estrecho ade- lantando los reconocimientos hasta que llegase otro barco con nuevos elementos para la naciente colonia i encargado de reemplazar a la goleta Ancud. El vapor Phaeton, que en- tro a Talcahuano el 7 de noviembre, trajo las primeras noti- cias de aquellos sucesos i las primeras comunicaciones de los espedicionarios. Al anunciar al publico la ocupacion del te- rritorio de Magallanes, la prensa la celebraba mas que por la espansion territorial que ese hecho importaba, por haberse libertado Chile de un conflicto internacional si el buque f ranees Uegando algunos dias antes, hubiese plant ado alii los signos de soberania i dominio ^^. En Santiago, la noticia pu- blicada con amplitud de detalles, produjo gran contento. La ocupacion de Magallanes habia sido pedida muchas veces, por la prensa, creyendose que ella nos acercaria a la Europa i favoreceria consider ablemente nuestro comercio. El feliz resultado de esa espedicion era mui satisfactorio para el go- bierno que la habia dispuesto. Por fin, las personas mas auto- rizadas^entre las que habian tomado parte en esa empresa, asi el capitan Williams en sus comunicaciones oficiales, como don Bernardo Philippi en su correspondencia particular, ha- blaban de aquella re j ion como de una tierra notable por su belleza, por su clima i por su poder productor. Esos infor- mes fueron profusamente publicados, i en todas partes se les presto entero credit o.

La realidad no correspondia a esas ilusiones. No tardo en verse que la fundacion de una modesta colonia en el estrecho no producia los beneficios que se esperaban. El comercio no abandonaba la via del cabo de Hornos, que presentaba ven- tajas efectivas para la navegacion a vela. Los territories ocu- pados no ofrecian para la agricultura las condiciones de que se habia hablado. El gobierno, dando la preferencia a otras atenciones mas premiosas, i desilusionado tambien sobre la

de jeografia en que se deplora que el gobierno f ranees hubiera tardado en ocupar el estrecho, dando asi tiempo a que Chile tomara posesion. 12. El TeUgrafo de Concepcion de 9 de noviembre de 1843.

366 -- UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

import ancia de la nuevacolonia,le presto modest a ayuda, con- virtiendola en una especie de presidio para reos que, a juicio del tribunal respectivo, no revelaban una completa deprava- cion. Mas tarde sobrevinieron alii espantosos motines que de- jaron un^recuerdo de sangre, de dolor i de vergiienza.

Esto no disminuye la import ancia de aquella empresa, Lejos de eso, la ocupacion del territorio de Magallanes en 1843, cuando los recursos del estado era tan reducidos, cons- tituye un timbre de honor para la administracion del jeneral Bulnes. El adelantarse a las ideas i a las condiciones del mo- mento, aun en empresas que parecen destinadas a fracasar, constituye un signo de los verdaderos hombres de estado; i si por muchos aiios pudo creerse que aquella habia producido solo un penoso desengailo, el tiempo ha venido a demostrar de una manera esplendorosa que los que la aconsejaron i los que la Uevaron a cabo, no se habian enganado en sus previ- siones.

§ 5. Creacion de una oficina de estadistica: levanta- MiENTO DEL CENSO DE 1843. La trauquilidad absoluta de que gozabael pais desde la elevacion del jeneral Bulnes a la pre- sidencia, el desaparecimiento de toda forma de oposicion obs- tinada desde que se dio la lei de amnistia i se puso termino a la politica de procesos politicos, creaban una situacion favo- rable para emprender trabajos de organizacion administra- tiva, en que, a pesar de los esfuerzos anteriores, quedaba mu- cho por hacer. Comprendiendolo asi, el gobierno se empeno con buena voluntad en una multitud de trabajos, en algunos de los cuales no le fue dado adelantar mucho, ya por inespe- riencia, ya por escasez de recursos.

De todos los servicios que se relacionan con la administra - cion publica, era talvez la estadistica el mas atrasado. Bajo el gobierno colonial era casi desconocido; i los datos que se da- ban sobre poblacion, comercio, industria, etc., estaban en gran parte fundados sobre simples avaluaciones. En 18 13, cuando la guerra ardia en una gran porcion de nuestro terri- torio, el gobierno nacional habia intentado levantar un censo de la poblacion, cuyo resultado mui deficiente por mil razo-

CAPfTULO TERCERO 367

nes, no merecio la confianza de nadie ^^. Un librito de 250 pdjinas que en 1824 publicaba el doctor don Juan Egafia con el titulo de Almanak nacional para el estado de Chile, util bajo muchos respectos, es nulo, puede decirse asi, en datos estadis- ticos. Lo mismo puede afirmarse del Repertorio chileno del ana 1835, que sin nombre de autor publico don Fernando Urizar Garfias. Eran esfuerzos meritorios, qiie consignan noticias aprovechables, pero que demuestran que el servicio de esta- distica era entonces casi completamente desconocido. Una especie de censo que se formo en ese mismo ano 1835 daba a la Republica una poblacion total de 1.010,236 almas; pero nadie creyo en la exactitud de esa cifra, juzgando que habria sido necesario elevarla un diez por ciento a lo menos para ob- tener una aproximacion mas exacta.^;

En diversos documentos oficiales habia deplorado esta falta el ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval. El 27 de marzo de 1843, declarando que «el conocimiento de la estadis- tica de un pais es la base indispensable para graduar sus pro- gresos, atinar con los obstaculos que los enervan, i calcular con acierto las convenientes medidas administrativas», creaba una oficina de ese orden que dotaba de solo dos empleados, el primero de los cuales seria don Fernando Urizar Garfias. El plan de trabajos fijados en ese decreto habria sido mui dificil- mente realizable en un pais mucho mas adelantado, i por un numeroso personal de funcionarios de una gran preparacion. La oficina de Santiago debia estudiar las condiciones del pais bajo todos sus aspectos, su situacion moral e intelectual, el movimiento de la poblacion, el efecto de las leyes sobre el pro- greso del pais, las relaciones del estado con la iglesia i con los otros paises, la industria, la beneficencia i la instruccion, i por ultimo «los acontecimientos notables de cualquier especie ocu- rridos en Chile desde i8io». Urizar Garfias, oficinista laborio- SO, carecia de las condiciones de amplitud de conocimientos i de preparacion intelectual que requeria ese programa, que, por lo demas, no habria podido llenar una sola persona, por

13. Vease la Hist. Jeneral de Chile, torn. IX. paj. 1 28. I

368 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

mas preparada que fuese. Asi, pues, se limito a reunir i coor- dinar los datos que acerca del comercio esterior en 1844 sumi- nistraban las aduanas, i a publicar el ano siguiente un libro de datos estadisticos sobre la provincia del Maule que, si bien utiles, no correspondian al vasto plan de trabajos impuesto a la oficina de estadistica 1*.

Para contribuir a la adquisicion de noticias de ese orden, el gobierno dicto algunas providencias que merecen recordarse. Poruna circular del ministerio del culto de 28 de agosto de ese mismo ano, se pedia a los prelados de las ordenes regulares que se sirvieran suministrar datos precisos del establecimien- to en Chile de cada una de ellas, del numero de relijiosos con que contaban, de sus convent os, iglesias, colejios, escuelas, bibliotecas, fundos rusticos i urbanos, etc. En verdad que ha- bria sido interesante el recojer esas noticias; pero sea que no se reconociera al gobierno el derecho de pedirlas, o que se te- miera que ellas pudieran servir para un nuevo secuestro de los bienes conventuales, o, lo que es no poco probable, que los prelados, por falta de los conocimientos del caso, no pudieran suministrar todos esos datos, la jestion del ministerio no pro-

j 14. La provincia de Maule estaba gobernada desde la administracion del jeneral Prieto por el coronel don Domingo Urrutia que acostumbrado a la vida militar de la frontera, no se sujetaba a la lei, ni tampoco se empenaba por el adelanto moral o material de ella. Don Jose Joaquin Vallejo, que fue su secretario, rompio luego con el, i sufrio persecucion; pero se hizo el ene- migo formidable del intendente i del gobierno que lo sostenia, escribiendo contra ambos con la mayor dureza. El jeneral Bulnes que era amigo per- sonal de Urrutia, dejo a este al frente de la intendencia. Se esperaba que Urrutia, bajo la administracion que se inauguraba en 1841, se trazaria otra linea de conducta. No sucedio asi, sin embargo; i las acusaciones contra Urru- tia seguian repitiendose con mayor persistencia. Por fin, se le indujo a pre- sentar su renuncia, que fue aceptada el 2 de mayo de 1843. En su lugar fue nombrado intendente del Maule el auditor de guerra del ejercito del sur don Jose Miguel Bascuiian, que inauguro en la intendencia una marcha admi- nistrativa mui diferente a la de su antecesor. Fue Bascuiian el que, a pedido ■del ministerio, recopilo todos los datos que sirvieron para la formacion del opiisculo titulado Estadistica de la provincia del Maule, Santiago, 1845. Bas- cufian fue el unico de los intendentes que cumplio con puntualidad ese en- cargo; i por eso no pudieron hacerse publicaciones analogas sobre otras pro- vincias. Aunque algunos gobernadores suministraron informes i datos nii- tn^ricos, fueron mas o menos deficientes.

CAPfrULO TERCERO

dujo todo el result ado que se esperaba. Otra circular pasada a los diocesanos con fecha de i.^' de setiembre para obtener noticias analogas respecto de los obispados, cabildos eclesias- ticos, curatos, monasterios de monjas, cementerios, etc., etc., no dio me j ores result ados.

La otra medida dictada por el gobierno para adelantar los trabajos estadisticos fue una circular espedida por el ministe- rio del interior el 23 de junio, i dirijida a los intendentes para que estos la hicieran llegar a los gobernadores i subdelegados. Se disponia en ella que el iP de octubre siguiente se iniciase el levant amiento de un censo jeneral de la Republica por me- dio de comisionados elejidos segun^sus condiciones de idonei- dad, que trabajarian sin remuneracion alguna. Las indicacio- nes dadas alii acerca de los datos que debia contener el empa- dronamiento, son bien concebidas; no asi las reglas a que de- bia someterse ese trabajo, segun las cuales esa operacion debia resultar imperfecta 1^. El censo se Uevo a cabo'en esa^forma, i dio por resultado, despues de un largo trabajo de ordenacion de los datos recojidos, la cifra de 1.081,494 almas como pobla- cion total de la Republica. Aunque este ensayo^de censo se habia practicado con mayor empeno i con mas discernimiento i prolijidad que los anteriores, se conocio "que^no podia inspi- rar gran confianza, i se dio en varios escritos^un^aumento de otras doscientas mil almas a la cifra arriba'anotada.

§ 6. FUNDACION DE UNA cArCEL PENITENCIARIA EN SAN- TIAGO.— El crecimiento limitado pero constante de las rentas nacionales, i la rigorosa economia con que^eran*administra- das, permitian al gobierno acometer algunas reformas que correspondian a las aspiraciones de progreso de aquella epoca de satisfactoria tranquilidad, i que por exijir gastos de alguna consideracion no habia sido posible llevar a cabo en los afios anteriores. Asi fue como en 1843 se inicio la construccion de

15. Asi, por ejemplo, el empadronamiento debia comenzar el i.o de octu» bre, i podria continuarse los dias siguientes. No se anotarian en un lugar a los transeuntes i residentes temporarios, los cuales serian anotados en las casas o pueblos de su habitacion ordinaria. Ya se comprendera que estas prescripciones no podian dejar de producir deficiencias i errores.

TOMO XIV. 24

370 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

dos obras publicas dejndisputable^utilidad i de un costo cre- cido.

Hemos hablado antes del sistema creado en 1836 para la detencion de los reos rematados, i de la sangrienta subleva- cion de estos en marzo de 1841. Aquel horrible presidio am- bulante denominado «los carros», ofrecia todo jenero de incon- venientes, i habia merecido la condenacion de casi todos los hombres de alguna cultura que tuvieron oportunidad de ver- lo. Pero la creacion de ese presidio habia sido obra de la ne- cesidad; i aun cuando, con motivo de la sublevacion recorda- da, se hicieron visibles sus defectos, no fue posible, por la falta de recursos, pensar en una reforma radical. Se trato si de res- tablecer el antiguo presidio de Juan Fernandez, o|de fundar uno en la isla Mocha, enfrente de la embocadura del rio Tirua (en la actual provincia de Arauco), en la isla Huafo, al sur de Chiloe, o en otra mas austral. Se recojieron informes sobre cada una de esas localidades; i despues de|seria meditacion- se reconocio que todas ellas ofrecian los^mas graves inconve, nientes, i|entre estos la facilidad para las sublevaciones i la fuga de los presidarios. Por otra parte, habia entonces en Chi- le algunas personas de cierta ilustracion que eran oidas en los consejos de gobierno i que condenaban las colonias penales como mui costosas, como ineficaces para alcanzar la enmien- da i correccion de los reos, i como espuestas cada dia a san- grientos i horrorosos amotinamientos. Para ellos, no habia mas medio de satisfacer esa penosa necesidad que el sistema penitenciario, tan adelantadoJenJEstados Unidos, por me- dio de vastas carceles con escuelas i talleres en que los reos adquirian los conocimientos primarios; i obligados a trabajar, aprendian ademas un oficio que los ponia en situacion de ga- narse mas tarde honradamente la vida.

' El gobierno^se decidio por este ultimo arbitrio. Se recojie- ron al efecto muchos informes i aun algunos pianos de carce- les de ese orden de Estados Unidos. El resultado de esos estudios, fue la combinacion de un proyecto que el ministro de justicia don Manuel Montt describiafen est a forma: «EI plan del edificio que el gobierno ha considerado conveniente

CAPfTULO TERCERO 371

adoptar, es el panoptico, dispuesto en radios o alas partientes de un circulo central, donde estara colocada la habitacion de los inspectores. Hileras de celdas calculadas para contener un hombre solo, ocuparan los dos lados^de cada una de estas alas i a"los estremos de los patios que ellas han^dedejar entre si, deberan colocarse^los talleres». j i. j' - ^^

El 24 de junio se pasaba por el ministerio' de justicia a la camara de diputados el mensaje presidencial en que se pro- ponia la construccion de una carcel penitenciaria. Est aria esta situada en un terreno fiscal situado en las inmediaciones de Santiago. Tendria la estension suficiente para construir, cuatrocientas celdas de la capacidad suficiente para la habi- tacion de un hombre solo. El congreso autorizaria desde luego un gastode 30 mil pesos para dar principio a los trabajos. Era tan evidente la utilidad de aquel proyecto i la necesidad que se queria remediar, que no encontro oposicion, i el 19 de julio quedo sancionada i promulgada la lei que mandaba construir en las inmediaciones de Santiago una gran carcel peniten- ciaria.

Aquel establecimiento, que venia a reemplazar al horrible presidio ambulante, era un signo de progreso, tanto mas evi- dente si se toma en cuenta que Chile al disponer su fundacion se adelantaba mucho a las ideas dominantes en todos estos paises. La construccion de la carcel penitenciaria se comenzo el mismo ano, siguiendo un piano formado sobre los de otros establecimientos analogos. Pero en Chile eran entonces mui escasos los operarios de alguna habilidad, i en aquellos traba- jos se cometieron muchos errores, resultado de inesperiencia; i la ejecucion no correspondio en algunas de sus partes a los gastos que ella imponia i a los deseos del gobierno. Por esas mismas causas, la construccion, en que fueron ocupados en los trabajos subalternos los mismos presos de los carros, mar- chaba con mucha lentitud, de tal modo que pasaron siete anos para verla regularmente concluida.

En setiembre de 1847 se dieron por terminadas sesenta cel- das de una de las calles de la cdrcel penitenciaria. Inmedia- tamente se inicio la traslacion de reos, que fue continuandose

372 UN DFCENIO DE LA. HISTORIA DE CHILE

gradualmente asi que se iban terminando las otras secciones del edificio. Antes de mucho se reconocio que aquella prision con cuatrocientas celdas, i que se habia creido suficiente, i quiza sobrada, para las necesidades de Chile, no hastaba para contener todos los reos rematados por sentencia de la supre- ma corte de justicia. En ese mismo afio, 1847, ^^ ministro de justicia, que lo era don Salvador Sanfuentes vol via a preocu- parse del pensamiento de restablecer el presidio de Juan Fer- nandez para los reos de delitos menos graves, o de anteceden- tes menos desfavorables que los de aquellos malvados que se destinaban a la carcel penitenciaria. De aqui nacio la idea de enviar a algunos de aquellos reos a la colonia de Magallanes, medida que produjo los mas malos resultados. El escandaloso i feroz motin que estallo alii al terminar el ano 185 1, encontro en esos reos buenos cooperadores.

§ 7. CoNSTRUCCiON DEL Instituto nacional. Otra cons- truccion emprendida ese mismo ano representa mucho mejor todavia el progreso a que habia alcanzado Chile a la sombra de la paz i del rejimen de tolerancia i de moderacion implan- tado i sostenido por el gobierno. La obra de que vamos a ha- blar puede recordarse con satisfaccion, sin que se nos repre- senten las lastimosas llagas sociales que trae a la memoria el solo nombre del establecimiento de que hemos hablado mas arriba.

El Instituto nacional fundado por el gobierno patrio en 1813, cerrado por las autoridades espafiolas bajo el rejimen de la reconquista, i restablecido en 1819 por el supremo direc- tor don Bernardo O'Higgins, era con una gran superioridad, •el mejor establecimiento de ensenanza que existia i que jamas hubiera existido en Chile. En el se hacian los estudios para al- canzar los titulos cientificos i profesionales de abogado, de agrimensor i de medico. Cualesquiera que fuesen los vacios i las deficiencias de esa ensenanza, en Chile, donde no habia nada mejor, gozaba de un gran credito; i ese credito se esten- dia a los paises vecinos. En efecto, de todos ellos venian jove- nes a hacer sus estudios en el Instituto nacional.

Mi^ntras tanto, este establecimiento estaba instalado en

CAPfTFLO TERCERO 373

las peores condiciones. Ocupaba el claustro o convent o del antiguo colejio maximo de la estinguida compania de Jesus, en el sitio en que hoi se levanta el palacio del congreso nacio- nal. Ese claustro, formado por construcciones que contaban mas de un siglo de edad, tenia grandes patios aparentes para las recreaciones de los estudiantes; pero los edificios que los cerraban, eran por su deterioro i vetustez lo mas triste i lo mas antihijienico que es posible imajinar. Alii no habia ven- tanas con vidrieras, ni puertas que ajustasen o techos que no se pasasen por muchos puntos a la menor Uuvia. Aquellos edi- ficios habian sido cuartel de los famosos talaveras de San Bru- no, durante la reconquista espaiiola, i lo fueron en 1817 i 1818 de los soldados patriot as vencedores en Chacabuco i Maipo; i ya se podra suponer que trato recibirian de tales huespedes. No es esto todo. De ese antiguo edificio se habian segregado, dos porciones del frente que daban sobre la calle de la Cate- dral. En la esquina del oriente se habia levantado, como ya dijimos antes, el modest o edificio que don Mariano Egaiia habia hecho construir para Universidad. En la esquina del poniente, en un patio subalterno de aquel antiguo convento,. se habia establecido, en las mas chocantes condiciones de mi- seria i desaseo, el cuartel de los vijilantes, o pohciales de dia en cuyas puertas, i aun en el patio mismo, se desarroUaban casi cada dia escandalosos i renidos altercados entre los guar- dianes i algunos de los individuos apresados por ellos.

El gobierno habia querido remediar aquel deplorable esta- do de cosas, i aun habia gastado algunos fondos en reparar ese vetusto edificio. El estado ruinoso de este hacia del todo ineficaces aquellos esfuerzos. Por otra parte, el Instituto se hacia estrecho para el numero de jovenes que afluia a el; i cada ano se desechaban a muchos solicitantes por falta de local. Solo la estrechez de los recursos del erario habia detenido al gobierno para preparar un remedio eficaz a esa necesidad; pero, en 1843, la situacion de la hacienda publica era mas des- ahogada. El gobierno era dueno desde tiempo atras de los te- rrenos que habian formado el convento de San Diego, al cos- tado sur de la Alameda, i entre las dos calles que tenian el

374 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nombre de ese santo. En ese terreno i en el que adquiriera un poco mas al sur por compra a particulares, se construiria un vasto edificio con el nombre ya consagrado de Instituto na- cional, i destinado a la ensenanza secundaria i superior, en- tonces unidas en un solo cuerpo, i cuya separacion propuesta por Domeyko, no habia sido aceptada por el gobierno. El pro- yecto primitivo se estendia hasta construir esos edificios sobre la linea de la Alameda, destinando esta parte para habitacio- nes de profesores. Un agrimensor mui laborioso, don Vicente Larrain Espinosa, que habia adquirido practica en construc- ciones, formo los pianos del establecimiento, cuyo costo esti- mo en 250,000 pesos. Sobre esta base, se formulo el mensaje gubernativo que fue presentado al congreso por el ministerio de instruccion publica el 30 de junio. El ministro del ramo, don Manuel Montt, en su memoria anual, fechada un mes mas tarde, pedia empefiosamente a los lejisladores el pronto des- pacho de un negocio de indisputable i de reconocida urjencia. Sin embargo, nacieron entorpecimientos inesperados. Los frailes franciscanos alegaron derechos a la propiedad de aquel terreno; i hubo un momento en que se trato de buscar otro para aquella construccion. La lei fue sancionada i promulgada el 3 de noviembre siguiente (1843), dejando al gobierno en li- bertad para elejir el local que mas conviniera. El asunto pro- movido por los padres franciscanos, se arreglo felizmente, aunque con algun retardo; i la construccion de la niieva casa de estudios pudo principiarse en los primeros dias de 1845.

Esa construccion, que el gobierno esperaba ver terminada al cabo de dos aiios, fue mucho mas larga i laboriosa. Aunque reducida en sus proporciones, puesto que se dejo sin construir los departamentos destinados a habitacion de los profesores (en cuyo local se levanto mas tarde, en 1863-65, la actual Uni- versidad) esa obra, cuyo costo excedio considerablemente del presupuesto, se continue durante cinco largos afios; i solo en i ebrero i marzo de 1850 abrio el Instituto sus clases en el nue. vo local. Desde luego, pudo observarse que si aquellos edifi- cios espaciosos, bien ventilados, a la vez que defendidos con- tra el rigor de las estaciones, i susceptibles de mantener en

OAPfrULO TERCERO 375

ellos la hijiene i el aseo, importaban un beneficio incalculable sobre lo que se habia llamado Institute nacional, no corres- pondian a las esperanzas que habian hecho concebir ni a los sacrificios pecuniarios que costaban. La construccion era s6- lida, pero distribuida con escaso acierto. Todo esto era el fruto de la inesperiencia i de la falta que habia en Chile de verdade- ros arquitectos. Por lo demas, aunque al ejecutar aquel espa- cioso edificio se habia creido que por largos aiios correspon- deria sobradamente a las necesidades de la enseiianza secun- daria i superior de Chile, luego, mui luego, comenzaron a no- tarse sus deficiencias, i a feclamarse la creacion de otros esta- blecimientos.

§ 8. Lei de matrimonios de disidentes: proyecto de supresion del fuero de los diputados i senadores. Otros asuntos tratados en el congreso en esa misma epoca, re- velaban tanto o mas que los anteriores un solido progreso. En efecto, aunque la ilustracion del pais se iniciaba apenas, co- menzaban a jerminar en algunas cabezas ideas adelantadas que debian abrirse camino sobre las preocupaciones que nos habia legado la edad colonial.

Un importante documento publico de aquellos dias, tan notable por la elevacion i el liberalismo de las ideas como por la elegante nitidez de su forma, comenzaba con est as palabras: «La constitucion ha permitido que en los dominios de la Re- publica residan, se establezcan i aun se naturalicen, estranje- ros de diferentes relijiones. Profesamos la inviolabilidad del sagrado de la conciencia, i aun toleramos el culto privado i puramente domestico de los^estranjeros que no son catolicos, salvo siempre el respeto debido a la relijion del est ado, i bajo las restricciones impuestas por la moral universal i por el 6r- den publico. Mas, hechas una vez estas concesiones, ei-a una inconsecuencia en nuestra lejislacion el precepto universal de solemnizar el matrimonio conforme al rito de la iglesia cato- lica, sin una escepcion a favor de aquellos que imbuidos en opiniones rclijiosas diversas, no podian hacer uso de este me- dio i^.» Aquel documento, que llevaba la firma del presidente

1 6. Copio estas lineas del mensaje pasado por el gobierno al congreso el 4

376 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de la Republicadon Manuel Bulnes, i del ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, declaraba solemnemente que en Chile existia dentro de la constitucion del estado, la tole- rancia relijiosa, i proponia que en virtud de esa misma tole- rancia se reconocieran i legalizaran los matrimonios que en nuestro pais contrajesen los disidentes. Toda esa mocion es- taba inspirada por los sentimientos mas levantados de con- fraternidad i de respect o a los estranjeros de creencias relijio- sas diferentes a las que imperaban en Chile.

Constaba ese proyecto de diez articulos. Reglamentaba to- do lo relativo a los matrimonios de los disidentes, exijiendo a estos'las mismas condiciones legales a que en Chile estaban sometidos los contrayentes catolicos; pero en lugar del rito nupcial usado por estos, bast aria la declaracion formal de los conyujes ante dos testigos, i el parroco, u otro sacerdote com- petentemente autorizado para hacer sus veces, el cual desem- penaria en este caso las funciones de ministro de fe, i anotaria la partida legal de matrimonio en los rejistros que estaban a su cargo. La lei seiialaba los medios de revalidacion de los ma- trimonios de disidentes que no se hubieren efectuado en esa o en otra forma legal, i declaraba la nulidad de los matrimonios que no se arreglasen a esas prescripciones. Este rejimen que subsistio en Chile sin ofrecer inconvenientes, fue sin embargo, impugnado entonces. Don Vicente Orrego, diputado por los Anjeles i canonigo de la catedral de Santiago, se opuso a esa lei, que consideraba depresiva para los parrocos, a quienes, decia, se les despojaba de su caracter espiritual i evanjelico, rebajandolos a la condicion de ministros publicos. Sin embar- go, aunque esa lei no quedo totalmente aprobada, lo fue en la lejislatura siguiente, con mui lijeras modificaciones i con la agregacion de un articulo (el 6P). Imponia este a los parrocos la obligacion de inscribir en sus rejistros a los hijos que nacie-

de agosto de 1843, para proponerle la lei de que hablamos en el testo. Ese mensaje|que|hace|honor al gobierno que propuso i sanciono aquella lei, es obra de don Andres Bello, cuyas ideas a este respecto quedaron incorporadas en la lejislacion chilena. El articulo 1 18 de nuestro codigo civil es la reproduc. cion o refundicion de los dos primeros articulos de la lei de que hablamos.

CAPfTULO TERCEEO 377

ran de matrimonios contraidos de esa manera. La lei, asi com- pletada, recibio su sancion definitivael 6 de setiembre de 1844,

Menos exito alcanzo por entonces otro proyecto que tenia un proposito de nivelacion i de igualdad, aunque en mui dis- tinto orden. Una lei de 24 de julio de 1826 habia establecido en favor de los miembros del congreso un fuero o privilejio en virtud del cual no podian ser demandados civil o criminal- mente sino ante la corte suprema, de manera que los juicios en que fuera parte un senador o un diputado, cualesquiera que fuesen su importancia i la provincia de donde provenia, debian ventilarse en primera instancia en Santiago, i ante el mas alto tribunal de la Republica. Los males que resultaban de aquel orden de cosas, exceden, segun los documentos de la epoca, a toda ponderacion. Se hablaba de los sacrificios pecu- -niarios i de las molestias que aquel rejimen imponia a los liti- gantes de provincia que tenian juicio pendiente con algun congresal. Se senalaba el recargo de ocupaciones que sin ne- cesidad efectiva se imponia al tribunal supremo. Se demos- traba ademas que aquel fuero, lejos de prestijiar a los miem- bros del congreso, los presentaba ante el vulgo como litigantes de sospechosa buena fe, que aprovechaban ese privilejio para hacer mas largos los litijios i para cansar a sus contendores. Algunos rninistros de estado, i aun algunos congresales, se ha- bian pronunciado abiertamente contra la conservacion de aquel privilejio. El Semanario, periodico que, como dijimos antes, gozo gran credito, condeno con grande enerjia el fuero de senadores i diputados, que irrogaba males sin cuento sin producir un solo beneficio i7.

El ministro de justicia don Manuel Montt se decidio a pedir la supresion de un privilejio contra el cual se pronunciaba con gran mayoria el juicio publico. El 3 de agosto (1843), el pre- sidente de la Republica enviaba al congreso, por ese ministe- rio, una mocion cuyo articulo i.^ decia lo que sigue: «Los se- nadores i diputados no gozaran de fuero privilejiado en sus causas tanto civiles como criminales.>> En los articulos siguien-

17. El Semanario de Santiago, num. 15, de 13 de octubre de 1842.

378 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tes se declaraba, en cambio que los congresales, desde el dia de su eleccion, no podrian ser sometidos a prision por delitos o por deudas, sin la previa declaracion de la camara respec- tiva. Para no producir perturbacion, se declaraba, ademas, que las causas entonces pendientes, continuarian hasta su conclusion en el tribunal en que se encontrasen. Parecia que una lei concebida en esa forma no debia hallar oposicion ni retardo. Sin embargo, i a pesar de las recomendaciones de otros ministros para obtener la aprobacion de ella, o de otra que correspondiese a ese objeto, se pasaron seis anos sin ver sancionada aquella reforma. Al fin una lei dictada el 12 de Ju- lio de 1849 vino a suprimir definitivamente el fuero especial de los senadores i diputados; i ademas de los consejeros de es- tado, a quienes no se habia tomado en cuenta en el proyecto de 1843.

§ 9. SaNCION I PROMULGACION DE LA LEI DE REJIMEN INTE- RIOR: DISCUSION DE OTRAS LEYES I APROBACION DE ALGUNAS.

El congreso se ocupo, ademas, aquel aiio en la discusion de otras leyes de notoria importancia, i que, como las anteriores tendian a adelantar i a consolidar la organizacion politica i administrativa del pais. Ocupa el primer lugar entre ellas la denominada de rejimen interior, verdadero codigo de admi- nistracion interna de 174 articulos. Preparada, como dijimos antes, en 1836, reformada i rehecha en parte dos veces, corre- jida i enmendada en muchos de sus articulos, esa lei difusa i redundante en un gran numero de sus disposiciones, deficien- te en otras, i en jeneral autoritaria i represiva, era discutida con lentitud, i fue aprobada no porque se la creyera buena, sino como una ordenanza provisoria que se iria mejorando gradualmente segun los dictados de la esperimentacion. Des- pues de tantas demoras i aplazamientos la lei, pedida siempre a las camaras con instancias, fue promulgada el 10 de enero de 1844. Ya hemos dicho que esa lei, cuyos defectos han sido conocidos i exajerados, i ha prestado mui buenos servicios en la marcha administrativa del pais, fue sustituida por la lei de 22 de diciembre de 1885. ^ Como una especie de corolario de esta lei, i con el caracter

CAPfrULO TERCERO 379

de limit acion de los poderes de las autoridades locales, pre- sent 6 don Mariano Egaiia al senado el i6 de agosto (1843) un proyecto de lei titulado de «allanamiento de casas». Sefiala- ba prolijamente los casos que como incendio, inundacion, cuando se sintiesen voces o signos de que seTcometia algun delito, o se supiese se falsificaba moneda, o que se conspiraba contra el orden publico, que se tenia secuestrada a una perso- na, i muchos otros que no tenemos para que enumerar, facul- taban la visita, inspeccion i reconocimiento de una casa por la fuerza piiblica, i con orden de la autoridad administrativa o judicial. La lei, ademas, reglamentaba la manera de proce- der en tales casos, i las penas que recaerian sobre los funcio- narios publicos que en ellos se excediesen en sus atribuciones. En el senado, no suscito todo aquello ninguna discusion, i el proyecto de Egana, con sus veinte articulos, fue aprobado sin debate, por unanimidad, i en una sola sesioji (28 de agosto) 1®. No tuvo igual resultado en la otra camara. Excitado por al- gunos escritos de la prensa, se produjo en el publico un senti- miento de repulsion contra aquel proyecto. Se le presentaba como la espresion del mas despotico absolutismo, que ponia el hogar domestico a merced de mandataries inescrupulosos que podian violarlo de dia o de noche con cualquier pretesto. Esa lei, se decia, era una amenaza para todos, i se prestaba a los mas incalificables abusos. No es estrano que se la dejara sin sancion.

Fueron materia de larga i fatigosa discusion. en aquel con- greso dos proyectos de lei presentados por el gobierno, refe- rentes ambos a asuntos importantes, pero que antes de mucho tiempo debian ser resueltos definitivamente i de una manera mui di versa. Uno de ellos, referente a la compra de pastas de plata para la casa de moneda, reglamentaba en cierto modo la acufiacion monetaria de ese metal, i fue convertido en lei el 18 de agosto de ese mismo ano (1843). El otro, de que he-

18. En un articulo de diario publicado poco mas tarde se dijo que el se- nador don Diego Jose Benavente, se habia opuesto a la aprobacion de es- ta lei; de la reseiia de la sesion de 28 de agosto consta lo {que decimos en el testo.

380 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

mos hablado mas atras con algun detenimiento, era la regla- mentacion de pesos i medidas vijentes en Chile desde los pri- meros dias de la colonia, pero adulterados variadamente en las provincias por el uso i la mala fe de los traficantes; i quedo sancionado por lei de 15 de diciembre de 1843. Una reforma mucho mas radical i mas cientifica, la adopcion de los pesos, medidas i monedas segun el sistema metrico decimal (29 de enero de 1848), vino a reemplazar aquellas leyes.

El gobierno fue autorizado por el congreso para resolver por si mismo ciertos negocios que exijian estudio o recoleccion de datos que las camaras no podian procurarse facilmente. Esas autorizaciones se acordaban por un plazo fijo; i mas de una vez el gobierno se vio obligado a solicitar prorroga para desempenar su cometido. Fue esto lo que sucedio con una autorizacion acordada al presidente de la Republica en no- viembre de 1843 para dictar una ordenanza jeneral de correos sin que se la llevara a cabo; i la prorroga de un ano acordada en enero de 1845, no tuvo mejor resultado.

Sin desconocerse la importancia del correo en la vida indus- trial i social, se le miraba entonces principalmente como un ramo de produccion para el estado, no se le estendia sino a los puntos que se costeaban, i se hacia pagar por el porte de la correspondencia un valor excesivo (dos reales, o 25 centavos oro por carta sencilla entre Santiago i Valparaiso), que se au- mentaba con la mayor distancia. El correo, es vefdad, produ- cia esos afios al fisco una entrada de 44 mil pesos; pero su costo excedia de 30 mil pesos. Ademas habia en la Republica mu- chos lugares que vivian en completa incomunicacion; i aun en los pueblos mas adelantados el movimiento postal era mui diminuto i^. El correo, a pesar del desenvolvimiento jeneral del pais, se mantuvo casi estacionario, sin corresponder a ese progreso, hasta 1853 en que se planteo el sistema ingles, con

19. Es curioso conocer el movimiento del correo en aquellos anos, para compararlo con el actual.

En 1845 habia correo diario entre Santiago i Valparaiso. El trafico postal se hacia de noche en 1 3 horas i media.

Al sur hasta Concepcion habia tres correos mensuales i otros tres de Con-

CAPfrULO TERCERO 381

franqueo previo por medio de los sellos que hoi se usan, con porte igual para toda la Republica, i de la quinta parte de su antiguo precio.

§ 10. Resistencia a los proyectos que imponen nuevos gastos: enerjicas protestas contra las pensiones de GRACIA. El espiritu de economia en los gastos publicos im- plantado por el gobierno anterior i mantenido con sostenida firmeza por la administracion del jeneral Bulnes, se habia co- municado a los senadores i diputados; i no era raro ver recha- zados gastos que parecian de primera necesidad, aun cuando fueran propuestos por el gobierno. El 23 de agosto pasaba al congreso el presidente de la Republica un mensaje dirijido a regularizar los sueldos de los intendentes de provincia, de sus secret arios i de los gobernadores, medida justisima^, destinada a equilibrar razonablemente las rentas de esos funcionarios, en que habia chocantes desigualdades, pero que imponia un mayor gasto de treinta mil pesos anuales. Ese proyecto, viva- mente combatido en la camara de diputados, pero defendido con vigor i con talento por el ministro Irarrazaval, fue al fin

cepcion a Santiago, La correspondencia entre essos puntos Uegaba en nue- ve dias.

Al norte hasta Copiapo por tierra tres veces al mes.

Entre Santiago i Aconcagua, un correo semanal.

Entre Valparaiso i Quillota, un correo semanal.

En algunos pueblos de limitada poblacion por donde pasaba el correo del norte o sur, no habia oficina ni estafeta, i en ellos no se recibia ni se despa- chaba correspondencia por la posta.

El presupuesto votado en 1842 para 1843 fijaba en 28,528 pesos todos los gastos del ramo de correos, inclusos los sueldos de empleados, etc., etc.

En la sesion de 4 de agosto de 1843, el ministro del interior don Ramon Luis Irarrazaval, reclamando de la camara de diputados la autorizacion para dictar una ordenanza de correos, senalaba los defectos de todo orden de que adolecia este servicio, i que el gobierno no podia correjir sin esa lei que lo fa- cultara para ejecutar una reforma radical i absoluta. «E1 sistema actual de correos, decia, es incompleto. Puntos importantes hai que carecen absoluta- mente de administracion, i en los mas, esta se encuentra en estado deplora- ble. . . Si se recorren los diversos ramos de la administracion, se vera que nin- guno se encuentra en mayor desarreglo que las estafetas.» I sin embargo, el gobierno que estuvo autorizado durante dos aiios para dictar una ordenan- za jeneral de correos a fin de llevar a cabo una reforma completa, no pudo hacerlo.

382 xrs DECENio de la historia de chile

aprobado. En la otra camara fue don Mariano Egana el obs- tinado impugnador de ese proyecto, que si bien alcanzo a ob- tener aprobacion jeneral, no quedo despachado. Solo cuatro alios mas tarde, por una lei de 3 de noviembre de 1847, se re- gularize de alguna manera la dotacion de esos funcionarios.

Este espiritu de economia nojse arredraba ante ninguna consider acion. Fue materia de largo debate i de no poca resis- tencia la concesion de cuatro mil pesos que el nuevo obispo de la Serena, don Jose Agustin de la Sierra, solicitaba para subvenir a los gastos de su instalacion en aquel puesto. Solo por una mui debil mayoria, pero con una grande oposicion, se permitio al jeneral don Manuel Blanco Encalada, hacer un viaje a Europa con el goce de sueldo. La discusion de los pre- supuestos se hacia con mucho detenimiento, i en vez de pe- dirse aumento de gastos, la mayor parte de las indicaciones que se presentaban, tenian por objeto proponer reducciones i economias. En 1843 se renovaron con mayor calor las propo- siciones del ano anterior para rebajar o suprimir la partida para suscricion i fomento de los periodicos. Palazuelos, en la camara de diputados, i Egana en el senado, se pronunciaron enerjicamente en contra de ella, pero solo lograron limitarla.

Un item de la partida 24 del ministerio del interior, dio ori- jen a un largo e interesante debate en la camara de diputados. Ese item, concebido en estos terminos: «Para gastos secretos. 6,000 pesos», venia figurando en los presupuestos desde 1832, i tenia por objeto suministrar al gobierno recursos para des- cubrir los planes de revuelta de sus adversaries 20. Ademas de que se consideraba depresiva para el pais i para el gobierno la subsistencia en el presupuesto de gastos publicos de una partida redact ada en esos terminos i de cuya inversion no se daba cuenta, se creia que en el estado de tranquilidad de que gozaba la Republica, i cuando ni remotamente se podia supo- ner que alguien conspirase, era un contrasentido dejarla sub-

20. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn. XVI, paj. 267. La partida de gastos secretos siguio figurando en los presupuestos hasta el ano 1863; pero el go- bierno de don Jose Joaquin Perez, inauguradoen 1861, no hizo nunca uso de esos fondos, i propuso o acepto gustoso que se suprimiera del presupuesto.

CAPfTULO TERCERO 383

sistente. La partida, sin embargo, se mantuvo; pero luego se le dio una forma velada que no permitia percibir su verdadero objeto 21. Segun nuestras informaciones, el gobierno destino en aquellos afios en que nadie temia revoluciones, una parte de los fondos para gastos secretos en socorros a algunos de los muchos emigrados politicos de las otras Republicas his- pano-americanas.

A pesar del espiritu de rigorosa economia imperante en el congreso, este habia acordado algunas pequefias pensiones de gracia, de mui poca monta, pero en que se percibia un senti- miento de conmiseracion i complacencia mas que un principia de justiciera equidad. Esas gracias injustificadas daban orijen a nuevas peticiones. «E1 abuso temerario que se ha hecho de algun tiempo a esta parte del derecho de peticion para enta- blar solicitudes sobre pension de gracia, decia un censor mui autorizado de aquella practica, ha excitado justamente en el publico una censura jeneral, cuyos ecos se han dejado oir mas de una vez en esta sala. Apenas hai deudo de un empleado difunto, por inferior que haya sido su jerarquia, e insignifi- cantes los servicios que haya prestado, que no se crea con de- recho para presentarse al congreso demandando rentas, i pretendiendo que el erario publico cargue con la obligacion de mantenerlo. Por estraila que parezca esta pretension, vemos que cada vez se jeneraliza mas, que brotan solicitudes por momentos a cual mas inconsiderada i atrevida, i que la cama- ra se ve forzada a consagrar una parte de su escaso tiempo a oir peticiones de interes privado, siempre onerosas al tesoro nacional, i rara vez fundadas en la equidad o en la justicia».

El autor de esas lineas era don Antonio Garcia Reyes, abo- gado joven, pero ya mui distinguido, que ese aiio se iniciaba en la carrera parlamentaria, haciendose notar por la franca rectitud de su caracter i por una palabra facil, ardiente i colo- rida que antes de mucho habia de hacer de el uno de los mas brillantes oradores de nuestros congresos. Esas palabras for- maban parte del preambulo de un proyecto de acuerdo con

21. La lei de presupuestos redactaba esta partida en la forma siguiente: «Para los gastos que autoriza la lei de 4 de agosto de i832».

384 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

que el joven diputado pretendia poner remedio a un abuso que senalaba con tanto vigor. «No se dara curso, decia Garcia Reyes, a ningun memorial en solicitud de pension de gracia, a menos que se funden en grandes servicios hechos a la Repii- blica, justificados con document os fehacientes. No se consi- derara como grandes servicios el desempefio regular i ordina- rio de un empleo rentado». Proponia ademas otras medidas para cortar tales abusos; i en un discurso pronunciado en esa misma sesion (17 de julio), senalaba todavia lo que sigue: «Cau- sa asombro que una cantidad de 50,000 pesos que esta gra- vando nuestra deuda, se consuma en pensiones ... En el pe- riodo actual, hai mas peticiones en las dos camaras que las que ha habido en muchos afios anteriores. Hemos resuelto 5: quedan todavia 22 en esta camara, i 27 en el senado». Esta mocion, acompanada del seiialamiento de los fraudes a que se recurria para sorprender el juicio de la camara, produjo una grande impresion, i por algun tiempo limit 6 considerablemen- te los abusos que Garcia Reyes habia denunciado i condenado con tanta entereza i con tanto patriotismo.

§ II. FrUSTRADO PROYECTO de UN VIAJE DEL PRESIDENTE I DE SUS MINISTROS POR TODA LA RePX^TBLICA! CREACION DE LA

PROVINCIA DE Atacama. Si bien es verdad que algunas de esas pensiones de gracia, que, como hemos dicho, eran en cada caso de mui limitado monto, parecian obedecer solo a senti- mientos de conmiseracion i complacencia, en jeneral, se hacia sentir la resistencia al aumento de los gastos piiblicos. Una peticion de cuatro mil pesos para renovar el menaje del pala- cio del presidente de la Repiiblica, dio orijen en la camara de diputados a prolija discusion, i a insinuaciones i protesta contra esos gastos 22. Este mismo espiritu se dejo ver en otras ocasiones. Con fecha de 3 de agosto, el presidente de la Repu- Wica pasaba al congreso, por el ministerio del interior, un men-

22. Sesiones de 21 i de 31 de julio de 1843. En contra de esa peticion se hacia valer que desde el gobierno del jeneral Prieto, al presidente electo •que iba a vivir al palacio, se le daban 8,000 pesos para el menaje de sus ha- bitaciones. Se creia, por tanto, que habiendo recibido el jeneral Bulnes esa suma, no habia motivo para hacer nuevo gasto. Los sostenedores de esa pe- ticion la sostenian diciendo que era preciso efectuar algunas reparaciones en

CAPfrULO TEROERO 386

saje que debio preocupar mucho la atencion en las provincias. Deplorando la ineficacia i la inaplicabilidad de todas las teo- rias de buena administracion en una sociedad en que el espi- ritu publico se desenvolvia con lentitud, en que este solia po- ner obstaculos a las mas utiles reformas, i en que el gobierno no podia conocer en toda su variedad i estension las necesi- dades que deseaba remediar, proponia un arbitrio que creia practico i provechoso. La creacion de la oficina de estadistica, dispuesta con ese objeto, no bastaba para ello; i el gobierno queria imponerse por si mismo del estado del pais.

Al efecto, el presidente i sus ministros se proponian hacer un viaje de estudio en toda la Republica. Visit arian en la pri- mavera proxima los departamentos del sur de la provincia de Santiago, i las provincias de Colchagua, Talca, Maule, Con- cepcion, Valdivia i Chiloe. Ese viaje no habria impuesto al tesoro nacional un gravamen que pudiera considerarse enpr- me. El gobierno, fundandose en los calculos que tenia hechos, pedia solo 16,000 pesos, sin quedar ligado a la obligacion de rendir cuenta de gastos. En el mismo mensaje anunciaba que en el ano entrante (i844)^se haria el viaje a las provincias del norte, para lo cual solicitaria oportunamente del congreso los recursos que se creyeran necesarios.

Durante dos o tres semanas se tuvo por seguro ese viaje, i se hicieron algunos preparativos, contando con que la partida se verificaria a principios de octubre. Como referiremos mas adelante, se hallaban entonces en Chile dos padres jesuitas Uamados Cesareo Gonzalez e Ignacio Gomila, empenados en obtener del gobiernojlar estauracion de la compania de Jesus en el caracter de congregacion de orden legal. Por intermedio de algunos eclesiasticos de alta posicion i de varios caballeros, esos padres se ofrecieron en esta ocasion para acompafiar al presidente de la Republica en aquella visita a las provincias. El jeneral Biilnes era bastante sagaz para comprender lo que eso significaba. Hizo dar las gracias a los padres, i no admitio

el edificio. El mal estado de este, como veremos mas adelante, hizo necesa- rio^trasladar poco mas tarde la residencia del presidente de la Republica al palacio de la Moneda. TOMO XIV.— 25

386 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

sus ofrecimientos. Por lo demas, el proyectado viaje, recibido con poco favor en ercongreso, quedo absolutamente sin rea- lizacion por desistimiento del presidente.

Pero ese espiritu de economia del gobierno^i del congreso, cedia, como hemos visto en otros casos,^ante las necesidades reales cuya satisfaccion importaban un progreso verdadero. Asi como disponia la creacion de una carcel penitenciaria, i la construccion de un vasto edificio para el Instituto[Jnacional, el congreso autorizaba al presidente de la Republica para em- plear 70,000 pesos en adquirir ciertos terrenos en Valparaiso donde construir almacenes de aduana, fuera de otros 35,000 que con una autorizacion seme j ante se habian invertido en un objeto analogo en aquella ciudad. 23 Del mismo modo, el gobierno i el congreso no se detuvieron ante consideraciones de aquel orden para realizar algunas reformas administra- tivas.

La provincia de Coquimbo se estendia, entonces desde el rio Choapa hasta el confin setentrional de Chile, con una po- blacion' que, segun el ultimo censo, ascendia a 103,679 habi- tantes, pero que probablemente pasaba de 120,000. Por su estension, i por el movimiento industrial que en ella se habia desarroUado en puntos bastantes apartados, necesitaba un crecido niimero de funcionarios. La ciudad de Copiapo, que I OS descubrimientos miner os de los ultimos diez afios habian enriquecido considerablemente, formaba ahora uri centro in- dustrial i comercial mas importante aun que la capital de la provincia. Todo demostraba que era necesario constituir alii una provincia como se habia hecho el ano anterior con Val- paraiso (lei de 27 de octubre de 1842), segregandolo de la pro- vincia de Santiago. El presidente de la Republica lo pidio asi al congreso por un mensaje de 18 de agosto; i aquella innova- cion que parecia perfect amente justificada, si bien iba a im- poner un mayor gasto, no encontro resistencia, aunque su despacho estuvojre tar dado por el recargo de[ otros negocios. Por fin el 31 de octubre de 1843 quedo legalmente instituida la provincia de]Atacama.

23. Leyes de 31 de octubre de 1842 i de 29 de noviembre de 1843.

CAPfTULO TERCERO 387

§ 12. Inauguracion solemn^e de la Universidad de Chile. El 19 de noviembre de 1842, como contamos dntes, habia sido sancionada por el presidente de la Republica la lei orgdnica de la Universidad de Chile. Sin embargo, solo a me- diados del ano siguiente se dieron los pasos preparatorios para la instalacion de ese cuerpo. La lei confiaba al presidente el encargo de nombrar por primera vez todo el personal que de- bia componerlo, es decir treinta individuos para cada una de las cinco facultades. Esa designacion era entonces mucho mas dificil de lo que parece, por causa de la escasez de hombres de estudio i de alguna preparacion cientifica i literaria. Habia, es verdad, muchos frailes o clerigos que se decian teologos, i numerosos abogados mas o menos conocedores de las antiguas leyes, pero eran raros los hombres que tenian algun gusto por el cultivo de las letras, i mucho mas los que lo tenian, por el estudio de las ciencias matemdticas, fisicas o m^dicas. El go- bierno se vio en consecuencia reducido a nombrar solo un nu- mero menor de individuos para cada facultad, reservdndose el derecho de ir completandolas mas adelante. 24 Esos nom- bramientos, despachados por el ministerio de instruccion pu- blica, contaban con la aprobacion i el beneplacito de los de- mas ministros, cada uno de los cuales habia propuesto o indi- cado a algunos de los individuos que entraron a formar las

24. En vez de 150 individuos de que, segun la lei, debia componerse la Universidad, el gobierno nombro entonces solo 85, distribuidos en esta forma: 8 de la facultad de medicina; 12 ciencias matematicas i fisicas; 19 de humanidades; 23 de leyes; i 23 de teolojia. Estas dos facultades, ademas, incorporaron a su seno a los doctores en leyes i canones de la antigua Univer- sidad de San Felipe, que alcanzaban a 23. El gobierno , como decimos en el testo, se reserve el derecho de seguir nombrando otros individuos hasta completar 30 en cada facultad; i en efecto, pocos dias despues nombraba uno en la facultad de teolojia, i otro en la de leyes.

|La lista de los futuros miembros de la Universidad fue consultada con don Andres Bello; i el agrego algunos nombres,entre estos los de don Jose Joa- quin Vallejo i don Luis Antonio Vendel Heyl en la facultad de humanidades. Como se comprendera, no pocos de los nuevos universitarios eran de mui es- casos conocimientos,^ por mas que se les presentara como hombres ilustra- dos. Algunas personas, Domeyko entre otras, habian sostenido que en Chi- le no podia haber un cuerpo de caracter academico, o sabio; i que la Univer- sidad debia ser formado solo de profesores, como cuerpo docente.

388 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cinco facultades de la universidad. En honor del gobierno de 1843 debe decirse que en aquellos primer os nombramientos no habia intervenido el espiritu estrecho de circulo o de parti- do; i que entre aquellos primeros universitarios se contaban hombres de todas las sect as i colores. Entre los nombrados no fue incluido ninguno de los ministros, que sin embargo poseian titulos para ello. Los nombramientos fueron estendidos el 28 de junio de 1843.

A esos nombramientos debian seguirse los de rector, de se- cretario jeneral, de cinco decanos i de otros tantos secretarios de facultades; funcionarios todos modestamente rentados. Pero mas que por esa renta, se estimaban aquellos puestos por el honor de presidir el cuerpo sabio de Chile, o una de sus secciones. Pareceria que a nadie se le debia ocurrir que el pues- to de rector pudiese ser confiado a otra persona que don An- dres Bello, cuya superioridad intelectual era de tal manera alta que no podia ser puesta en duda. No sucedio asi, sin em- bargo. En torno del gobierno se hicieron valer con grande obstinacion poderosas influencias para que aquel alto cargo se confiara al canonigo don Juan Francisco Meneses, que des- de el tiempo del presidente Carrasco (1809) venia figurando, primero como secretario i consejero de los ultimos goberna- dores, i bajo el gobierno de la Republica, como cooperador de la reaccion ultra-conservadora, i distinguiendose no por su ilustracion, que era mui escasa, sino por su terquedad i dureza de caracter. En su favor se hacian valer las circunstancias si- guientes: Meneses era eclesiastico i canonigo, i por tanto, de probada adhesion a la iglesia: habia sido el ultimo rector de la Universidad de San Felipe: era chileno de nacimiento i po- seia los titulos de abogado i de doctor. Bello, se decia, carece de todas estas circunstancias.

El gobierno resistio a tales exijencias, i por un decreto es- pedido el 21 de julio, nombraba a don Andres Bello rector de la universidad de Chile, i designaba a los demas funcionarios de esta corporacion ^s. En honor de don Mariano Egana, que

25. El decreto que designo a Bello rector de la Universidad, contenia ade- mas los siguientes nombramientos: secretario jeneral don Salvador Sanfuen-

CAPfrULO TERCERO 389

tenia grande injerencia en estos aprestos, i que en esa ocasion fue nombrado decano de leyes, debemos decir que a pesar de su espiritu ultra-conservador en muchas materias i casi mona- cal, empefio en esta ocasion campana resuelta en favor de la cultura, sosteniendo en todas partes que solo Bello, el sabio Bello, podia ser rector de la Universidad de Chile.

Ese mismo dia 21 de julio (1843), se espedia por el ministe- rio de instruccion el decreto siguiente: «Desde esta fecha ce- sara completamente en sus funciones la Universidad de San Felipe, i el rector de esta corporacion hara que se entreguen jpor el correspondiente inventario al secret ario jeneral de la Universidad de Chile, los libros, papeles, archives i demas co- sas que le pertenecieron». La Universidad de San Felipe des- aparecia sin dejar recuerdos ni de ciencia ni de progreso. Veintitres doctores de ella que vivian entonces, fueron incor- porados en la nueva universidad, distribuyendose, casi por mitad, entre las facultades de leyes i de teolojia. f El dia 17 de setiembre fue senalado para la solemne insta- lacion de la Universidad de Chile 26. Debia Jcelebrarse esta

tes; facutad de telolojla: decano don Rafael Valentin] Vadivieso, secretario, donjusto Donoso; facultad de leyes: decano don Mariano Egaiia secreta- rio don Miguel Maria Giiemes; facultad de medicina: decano don Lorenzo Sazie, secretario don Francisco Javier Tocornal: facultad de ciencias fisicas i matematicas: decano don Andres Gorbea, secretario don Ignacio Domey- ko: facultad de humanidades: decano don Miguel de la Barra, secretario don Antonio Garcia Reyes.

26. Entre otras frivolidades i practicas del viejo rejimen a que don Maria- no Egaiia prestaba respeto i acatamiento, era una de las mas caracteristi- cas la de los uniformes, o trajes especiales para cada orden de funcionarios. Como su padre, el doctor don Juan Egana, queria don Mariano que los jue- ces, los congresales, los cabildantes, los profesores, los empleados de hacien- da, usaran tales o cuales trajes, con distintivos, cucardas, presillas, etc.; i mientras el vivio, se respetaron mas o menos esas practicas, que luego fue- ron desapareciendo. Al disponerse la inauguracion de la Universidad, Ega- na propuso con grande insiste ncia esta cuestion, i obtuvo del gobierno un de- creto dictado el 2 de setiembre que reglamentaba todo lo relativo al uniforme oficial de los miembros de esa corporacion. Como alii mismo se dijera que ese traje no era obligatorio mas que para el rector, los decanos i los secretarios, fueron estos los linicos que lo usaron; i eso solo los tres primeros aiios de la existencia de la Universidad. Segun nuestros recuerdos, en 1846, al celebrar- se la sesion solemne anual (11 de octubre), ya casi habia desaparecido del todo el traje oficial.

390 ' UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ceremonia en el salon de honor de la antigua universidiad, que desde anos atras servia de[[sala de sesiones de la camara de diputados, i que siguio prestando este servicio hasta fines de 1852. A las doce del dia, se agolpaba en la plaza principal de la ciudad una masa compacta de jente de todas condiciones para ver pasar al presidente de la Repiiblica i a su numerosa comitiva, en marcha de la casa de gobierno (hoi intendencia de Santiago) a la Universidad, donde hoi se levanta el teatro municipal. La comitiva, en ordenada formacion de a dos en dos individuos, ocupaba cerca de tres cuadras. El presidente de la Repiiblica, rodeado de sus ministros, cerraba la colum- na. Precedianlo en el orden que sigue, las corporaciones o per- sonas que pasamos a enumerar: una diputacion de cada una de las camaras, el cabildo eclesiastico, los prelados de las 6r- denes regulares, los dos tribunales de justicia, los jenerales i militares francos, asi veteranos como civicos, la municipali- dad de Santiago, todo el cuerpo universitario agrupado en sus cinco secciones, entre las cuales ocupaba el puesto de honor la facultad de teolojia, los profesores del Instituto nacional, los del seminario, una diputacion de la academia de practica forense, la sociedad de agricultura, i por ultimo, los alumnos del Instituto. La banda de musicos de la escolta presidencial arompanaba a la comitiva.

La ceremonia de lainstalacion de la Universidad, fue reves- tida de solemne aparato. Cuando toda la concurrencia hubo ocupado los lugares que le estaban asignados, el ministro de instruccion piiblica, se adelanto en el estrado qne ocupaba el presidente de la Repiiblica, i despues de declarar a nombre de este instalada la Universidad de Chile, i de pronunciar \m cor- to discurso para seiialar el objeto de est a corporacion, dio lec- tura a la lista de los miembros que debian componerla. Leyo entonces don Andres Bello el notable discurso de apertura de las tareas universitarias que la prensa ha reproducido en nu- merosas ocasiones. Sefialando en sus rasgos jenerales las fun. ciones que los cuerpos de esa clase estan llamados a desempe- fiar en las sociedades modernas, Bello trazaba majistralmente aunque solo con unas cuantas plumadas, el programa de tra-

OAPfTULO TEECERO 391

bajos de cada una de las facultades, programa que solo ha sido desempenado en parte. Por ultimo, el secret ado jeneral don Salvador Sanfuentes dio a conocer los temas que propo- nia cada facultad para los certamenes literarios del ano si- guiente. Una salva de veintiun canonazos disparada en el ce- rro de Santa Lucia, anuncio a Santiago que quedaba instala- da la Universidad de Chile.

Todo esto, sin embargo, no era mas que una parte de la ce- remonia de aquel dia. La comitiva, poniendose de pie, i co- locandose en seguida en rigorosa formacion, se dirijia a la Catedral que estaba preparada de fiesta. Alii se canto un so- lemne Te Deum en celebracion de aquel gran acontecimien- to. Don Mariano Egaiia, que haciendo valer su influjo i su prestijio en el gobierno, habia impuesto este ceremonial, ha- bria creido incompleto el acto que se celebraba si no iba acom- pafiado de una fiesta relijiosa. La comitiva no se disolvio sino cuando hubo dejado al presidente de la Repiiblica en la casa de gobierno.

§ 13. Afluencia de estranjeros distinguidos en Chi- le EN ESE ano; Monvoisin I RuGENDAS. No era razonable. esperar que la nueva universidad viniera a cambiar en pocos afios, i como por encanto, el estado intelectual del pais. Para apreciar debidamente la lentitud con que se operan estos cambios, bastaba recordar que los esfuerzos mas o menos perseverantes de todos los gobiernos patrios desde 1810, aun contando con maestros tan eximios como Mora i Bello, co- menzaban ahora apenas a hacer sentir sus beneficios en las nuevas jeneraciones. Sin embargo, la accion de la universi- dad iba a manifestarse con menos rapidez i con menos inten- sidad de lo que habria sido de desear, pero de una manera- efectiva en los dominios de la literatura i de las ciencias.

La influencia universitaria iba a ser ayudada en esos anos por factores de otro orden. La mayor facilidad de comunica- -ciones por medio de los buques de vapor habian puesto a Chi- le en relacion mas continua con el estranjero. Las complica- ciones internacionales entre las Repiiblicas hispano ameri- canas, i las revueltas internas en algunas de ellas, habian he-

392 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cho afluir a Chile, a unos en caracter diplomatico, u otros en c alidad de emigrados o de desterrados, a muchos de los hom- bres mas distinguidos de los paises hermanos, que aqui re- novaban sus polemicas, dando animacion a la prensa nacio- nal. «Chile es el asilo de todos los desgraciados que, naufra- gos en el oceano de la revolucion, decia el 15 de febrero de 1843 un diario de Valparaiso, buscan su salvacion en esta roca a cuyo pie vienen a estrellarse sus olas sin moverla. En Chile esta hoi asilado el pensamiento sud-americano. Chile es el tea- tro elejido para ventilar todas las contiendas, es el terreno neutral donde se baten todos los campeones, i su prensa es la tribuna en que saben todos que su voz, sera escuchada, i no ahogada por viles pasiones i el espiritu mezquino de partido»27. En efecto, en ese mismo ailo 1843 el jeneral don Tomas Ci- priano de Mosquera, representante de Nueva Granada en Chile, publicaba en Valparaiso dos gruesos volumenes para denunciar a la faz del mundo a los que el creia autores del in- fame asesinato de Sucre. En los dias 21 i 22 de setiembre de ese mismo ano se verificaba en Santiago un juicio de impren- ta en que el acusador era el celebre patriota i escritor don Juan Garcia del Rio, i el acusado el representante de Boli- via don Casimiro OlaHeta; i aunque el asunto que se ventila- ba no tenia propiamente relacion con Chile, habia, como ve- remos mas adelante, apasionado vivamente la opinion publi- ca, que aplaudio con gran entusiasmo el talento oratorio des- plegado en aquel debate. De todo esto tendremos que hablar detenidamente mas adelante 28.

Ocurrio tambien en esa misma epoca el arribo de otros hombres que de un modo u otro debian tener influencia en el desenvolvimiento de la cultura nacional 29, En 1843 lle-

27. La Gaceta del comercio, num. 318.

28. En el cap. V. *

29. En 1840 llego, por un raro accidente, a Chile un hombre distinguido que debia tener alguna influencia en el desenvolvimiento de nuestra cultu- ra. Don Luis Antonio Vendel Heyl, este era su nombre, nacido en Paris en

1 79 1, era un distinguido helenista, profesor esperimentado i distinguido de la universidad de Francia, i autor de muchos libros Jpreparados para la en- senanza del latin i del griego. Algunos padres de familia franceses i belgas

CAPfrULO TERCERO 393

garon a Chile dos insignes artistas, que gozaron entoncesMe un inmenso renombre, i que dejaron en el pais obras de ver- dadero merito. Eran estos el pintor frances Raimundo Mon- voisin, i el dibujante i pintor bavaro Mauricio Rugendas. Eran los mas hdbiles maestros en su arte que jamas hubieran venido a Chile; i hast a hoi no han sido sobrepujados por los artistas de ese orden que mas tarde han visitado nuestro pais. Nacido en Burdeos en 1793, Monvoisin obtenia en 1821 un segundo premio en el cpncurso de bellas artes de Paris, i un primer premio en 1822. Aquello no era mas que el prin- cipio de una carrera de honores. Sus cuadros de historia eran comprados para los museos i para las ricas colecciones de algunos particulares. En 1842 emprendio un viaje a America esperandoj^establecerse en Chile en condiciones ventajosas para^crear una escuela de pintura. De|paso, visit 6 las ciuda- des de Rio de Janeiro i de Buenos Aires, i pinto algunos re- tratos, pero|no quiso fijarse en^ninguna de ellas. En febrero deji843, llegaba a Santiago; i aqui, bien recibido por el go- bierno i por muchas personas, prendado por la suavidad del clima, por la paz profunda i placida que se disfrutaba, i por la seguridad de hallar un trabajo bien remunerado, se esta- blecio por muchos anos ^o.

organizaron un colejio viajero que a bordo de la fragata Oriental debia hacer un viaje'al rededor del mundo, mientras que los j6venes que lo formaban, hacian sus estudios de letras i de ciencias. Ese buque, salido de Nantes en octubre de 1839, i haciendo escala en Rio de Janeiro i en Montevideo, llega- ba a Valparaiso, donde solo debia permanecer algunos dias. La Oriental nau- frago a la salida de ese puerto el 23 de junio de 1840. Todos sus pasajeros sal- varon felizmente, i casi todos pudieron regresar a Europa. No asi Vendel Heyl, que siendo pobre, prefirio quedarse en Chile. Don Andres Bello, que no tardo en conocerlo i en apreciarlo, lo hizo entrar a la ensenanza, donde el distinguido profesor frances presto buenos servicios. En la Revista de Sud Amirica, tomo II (Santiago, 1874), publique una estensa noticia sobre la vi- da, escritos i profesorado de Vendel Heyl, donde el lector puede hallar abun- dantes noticias sobre todo esto.

30, Monvoisin habia conocido en Europa a algunos chilenos, entre ellos a don Jose Luis Borgofio, que fue su discipulo de pintura, i a don Mariano £)gana i don Pedro Palazuelos, a quienes habia retratado en Paris. Estos lo- instaron para que se viniese a Chile, donde tendria mucho trabajo bien re- munerado, i donde podria fundar una escuela de pintura. Monvoisin no aco- jio por entonces esa invitacion; pero en 1841, a causa de ciertas contrarieda

394 UN DECEisno de la historia de chile

Era Monvoisin un pintor de una rara fecundidad. En Fran- cia dejaba muchos cuadros en museos publicos i en coleccio- nes particulares; trajo a Chile doce o catorce, talvez inferio- res a aquellos, pero de todas maneras, de un merito sobresa-

des con otros artistas, determino trasladarse a Chile. Don Francisco Javier Resales, encargado de negocios de esta Republica en Paris, lo recomendo al gobierno en los terminos mas calurosos, presentandolo como un gran artis- ta, i como el hombre aparente para fundar en Santiago una escuela de pintu- ra. Con esas recomendaciones salio de Francia.

' Monvoisin estuvo primero en Rio de Janeiro, i alii se detuvo unos dos me- ses. Pinto varios retratos, i entre ellos, uno de cuerpo entero del joven em- perador don Pedro II, que acababa de ser proclamado mayor (a los i6 afios) En Buenos Aires, donde se detuvo tambien dos meses, pinto igualijiente al- gunos retratos, i entre ellos tres o cuatro de don Juan Manuel Rozas, uno de los cuales guardaba entre los bosquejos de su taller, como una curiosidad. Por fin, Monvoisin Uegaba a Santiago por la via de la cordillera en los ulti- mos dias de enero o en los primeros de febrero. Acerca de su recibimiento en esta ciudad^nada puede dar una idea mas cabal que las siguiente nota:

«Febrero, 3, 1843. Con mucha satisfaccion se ha impuesto el gobierno del oficio de V. S. num. 217 que me ha entregado personalmente el seiior Monvoi- sin, al que acompanan copias de las propuestas que dirijio a V. S. i de la con- testacion que le dio. Una de las adquisiciones mas importantes que V.S, ha podido hacer en Europa, es ciertamente la de este distinguido profesor, por la fundada esperanza que hace concebir, de ver, con su venida a Chile, esta- blecida una escuela de dibujo i pintura en nuestro pais que le proporcione j6- venes perfectamente instruidos en un arte tan util i agradable. Todo lo espe- ra el gobierno del talento i bien acreditadas aptitudes del senor Monvoisin; i lisonjeado altamente con esta idea, le ha recibido del modo mas benevolo i satisfactorio que V.S, podia prometerse; i puedo asegurarle que con igual agrado i aceptacion han visto su arriboa Chile todos los queconbcen su^estra- ordinario merito.

«Ya se deja ver que el gobierno no ha vacilado un momento en acojer los importantes designios del seiior Monvoisin. Se establecera, pues, cuanto an- tes se pueda una academia de dibujo i pintura, bajo su direcccion, de cuenta de la Republica, i sin perjuicio de escuelaique dela suya quiera plantear el se- nor Monvoisin. Se le ha facilitado la importacion de todos los instrumentos i utiles que trae al efecto, libres de todo derecho. Se le ha proporcionado, a su eleccion, una de las salas de los edificios piiblicos desocupados (en el edificio de la antigua universidad) para la comoda colocacion de los objetos de pintu- ra i escultura que conduce; i se le ha adelantado una cantidad de pesos, a cuenta de la asignacion que se le senalara.

«Como todas las providencias que el gobierno debe espedir para la plan- teacion de la academia indicada, corresponden al ministerio de justicia e instruccion publica, paso a su conocimiento el oficio de V. S. a que contesto con sus adjuntos. Ramon Luis Irarrdzaval. Senor encargado de nego- cios de Chile en Francia*.

CAPfrULO TERCERO 395

liente. Esos cuadros, exhibidos en un salon de la antigua uni- versidad de San Felipe, i visitados por centenares de perso- nas, arrancaron la admiracion de todos los que habiendo via- jado por Europa habian visto algunas pinturas de valor, i de aquellos que por el cultivo del espiritu o por intuicion natu- ral, tenian el sentimiento del arte. El presidente de la Repu- blica acojio con entusiasmo el pensamiento de fundar una es- cuela de pintura, a cuya cabeza se pondria al insigne artista. Se dieron en efecto los primeros pasos para realizar ese pen- samiento; pero sin ningun resultado, porque el gobierno no podia crear un establecimiento de esa clase sino en condicio- nes mui modestas, ni el pais podia proporcionar otros alum- nos que nifios mas o menos incultos, a los cuales, por otra parte, habria sido necesario comenzar por ensefiarles los pri- meros rudimentos del dibujo. Todo contrastaba con el carac- ter de Monvoisin. Prefirio este consagrarse al cultivo de su arte como una esplotacion industrial; i a la vez que vendio sus cuadros a buenos precios a algunos caballeros acaudala- dos de Santiago, se dedico a pintar otros que se le encarga- ban, o verdaderos centenares de retratos que despachaba con gran rapidez, pero algunos de los cuales son realmente obras maestras en su jenero. Monvoisin residio en Chile casi quince anos, con cortas interrupciones; i si propiamente no tuvo discipulos, ni se empefio en tenerlos, contribuyo pode- rosamente a despertar el gusto artistico en un pais, en donde^ con mui sefialadas escepciones, no se habian visto en el rango de pinturas, mas que detestables^mamarrachos 3i.

31. El taller de Monvoisin tomo en Chile casi los caracteres de una iabrica, tal era la rapidez i la manera como se ejecutaban los trabajos. Aque artista estaba asociado con una joven francesa llamada Clara Fileul, que tenia una parte principal en el trabajo de retratos, que era el que daba mas movimiento i mas utilidades al taller. Monvoisin pintaba las cabezas, i en ocasiones delineaba o bosquejaba los cuerpos, que su asociada se encarga- ba de pintar. Un retrato de medio cuerpo valia seis onzas de oro; pero si Ue- vaba manos, se pagaba ademas una onza por cada una. En los retratos de se- iioras, Monvoisin solia recargarlos con el adorno de encajes negros. Estos eran pintados mecanicamente por decirlo asi, ejecutados por [la aplicacion sobre la tela de un trozo de encaje empapado en pintura, procedimiento que ya habia usado Monvoisin en Francia, cuando pintaba retratos- de algunas

396 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

El otro artista que hemos recordado, era un hombre de condiciones mui diferentes. Vast ago de una familia de pin- tores, algunos de ellos de nota, Mauricio Rugendas, nacido en 1799, en Ausburgo, se habia dedicado desde su nifiez al dibujo, i habia alcanzado una maestria prodijiosa, i no pocos aplausos en los certamenes artisticos. Poseedorde una regular fortuna i de buena educacion, Rugendas viajaba por pla- cer, llevando siempre su cartera i sus lapices; i en una epoca en que no se conocia el daguerreotipo, precursor de la foto- grafia, tomaba vistas o simples bosquejos de cuanto llamaba su atencion, paisajes, edificios, tipos de hombres, formando con esos dibujos colecciones inmensas que despues de sumuer- te fueron adquiridas para un museo. De esa manera viajo Rugendas en Mejico, i en el Brasil, sobre cuyos bosquejos se han publicado los dibujos de ese artista reproducidos por grabado. En Chile tomo vistas de muchos lugares, dibujo di- versos tipos nacionales (algunos de los cuales fueron popula- rizados por la litografia), i pinto algunos cuadros, uno de los cuales, que representa la batalla de Maipo se conserva en la Biblioteca nacional. Rugendas, que no buscaba un negocio en el cultivo de la pintura i del dibujo, obsequiaba sus bosque- jos o los trazaba de carrera en los albums en que se le pedia que dejara un recuerdo. La incuria ha hecho que se pierdan muchos de esos dibujos, i entonces mismo no fueron aprecia- dos en todo su valor por algunos de sus poseedores. Sin em- bargo, Rugendas debe ser considerado uno de los primeros difundidores del gusto artistico en nuestro pais ^2.

damas antiguas para el museo de Versalles, lo que alia le habia valido algu- nas burlas, i aun caricaturas. A pesar de este espiritu mercantil o industrial aplicado a la ejecucion de las obras de arte, Monvoisin se esmeraba en cum- plir de otra manera cuando trataba con alguna persona de cierta intelijencia, O cuando hacia el retrato de una mujer hermosa. Por eso, algunos de esos trabajos alcanzaron las condiciones de obras maestras.

Monvoisin volvio a Francia en 1858, i fallecio en Boulogne (cerca de Pa- ris) el i.o de abril de 1870.

32. En las pajs. 177-8 de la Vida i obras de don Claudio Gay (Santiago, 1876 puse una nota biografica sobre Rugendas, en que el lector puede hallar no- ticias mas amplias que las que es dado consignar aqui. De paso recordare que algunas de las laminas del Atlas de la Historia de Chile por don Glaudio Gay,

CAPirULO TEECERO 397

§ 14. Progreso lento pero perceptible de la CIUDAD DE Santiago; el Puerto de Valparaiso. El movimiento de progreso creado por la paz i por la tranquilidad imper- turbable de que disfrutaba Chile, hacia sentir principalmente sus manifest aciones en la vida de ciudad. No habia esta cambiado esencialmente desde los tiempos coloniales; pero despues de 1841 pudieron notarse modificaciones que sin im- portar cambios radicales, significaban un gran progreso. Va- mos a agrupar sobre esto algunas noticias que no carecen de interes.

El departamento de Santiago, cuya estension era enton- ces la misma que al presente, tenia, segun el censo de 1843, una poblacion de 95,795 almas, cifra que en realidad debia elevarse en un diez o quince por ciento, apreciando la de la poblacion urbana entre sesenta i setenta mil habitantes. La renta municipal de todo este distrito, inferior a la del depar- tamento de Valparaiso, montaba solo a unos 65,000 pesos. Esa suma, absolutamente insignificante para satisfacer to- dos los gastos que imponia la administracion local, era con- sumida en gran parte en el pago de una policia mal organiza- da i de un numero mui escaso para una ciudad tan estendida como la capital de la Republica de Chile ^3.

Acababa esta de recibir un notable acrecentamiento. Por

que representan paisajes o costumbres de nuestro pais, han sido formadas sobre la base de los dibujos de Rugendas. Este insigne artista fallecio en Ba- viera en 1858.

Por esos aiios (1842) se introdujo en Chile el daguerreotipo. La primera maquina de esa clase que Uego al pais, fue traida por la Oriental, aquel bu- que escuela en que venia Vendel Heyl. Entonces hacia solo un aiio que este invento era conocido en Francia. Poco mas tarde llego otra maquina envia- da de obsequio al Instituto nacional por don Francisco Javier Rosales, en- cargado de negocios de Chile en Paris.

^^. La policia de seguridad de Santiago, era compuesta en 1840, como hemos dicho antes, de dos cuerpos independientes: los guardianes de dia (vi- jilantes), i los guardianes de noche (serenos). Los vijilantes, todos de a ca- ballo, constaban de 67 soldados, i de 6 oficiales, 5 sarjentos i 7 cabos. Los serenos eran mucho menos numerosos, porque ademas de 7 hombres entre oficiales i clases, solo contaban $7 soldados a pie, i 16 a caballo.

En 1843, con motivo del crecimiento de la ciudad, de que vamos a hablar, la policia, sobre todo la nocturna, fue aumentada, elevandose a 89 vijilan- tes i 153 serenos.

ITN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

muerte de don Jose Santiago Portales (el padre de don Diego Portales), ocurrida en 1836, sus hijos se partian en 1841 de una chacara que aquel tenia a estramuros de la ciudad, i al poniente de ella. El gobierno compro la parte mas occidental de aquel predio para formar la quinta normal 3*; i los here- deros de don Jose Santiago, cortaron sus terrenos en lotes, por medio de la prolongacion mas o menos rigorosa de las ca- Ues de la ciudad, en vez de separarlos por anchas avenidas que habrian formado alii mas tarde un hermoso barrio. Tomo ese distrito el nombre de Yungai, en homenaje a la victoria alcanzada en el Peru en enero de 1839. Para recordarla, la lei habia dispuesto que se erijiera alii un arco triunfal; pero desistiendo de ese proposito se destinaron los fondos acorda- dos para ese objeto, a la construccion de un asilo de sefioras pobres. Aquel barrio, que importaba un desarroUo de la ciu- dad, reunio un numero considerable de pobladores, i comen- z6 a edificarse. El gobierno puso luego algunos establecimien- tos de caracter oficial; pero pasaron largos ailos para que el nuevo barrio adquiriera las condiciones de ciudad.

La ciudad i la provincia de Santiago era gobernada desde 1830 por don Jose Joaquin de la Cavareda, hombre sagaz i enerjico que habia cooperado al mantenimiento del orden pu- blico, pero que no correspondia al nuevo orden de cosas que se estaba estableciendo despues de 1841. La prensa lo senalo como desfavorable i hasta hostil a toda innovacion. En cam- bio, don Miguel de la Barra, que reemplazo a Cavareda du- rante una corta licencia que este obtuvo, i que desde el 7 de agosto de 1843, fue nombrado intendente propietario, fue presentado como un funcionario progresista que queria apli- car a Santiago los adelantos que el mismo habia observado en las importantes ciudades de Europa. Las innovaciones in- troducidas por de la Barra, eran, sin embargo, mui modestas, oomo ajustadas a la estrechez de recursos, a la relativa po- breza del vecindario, i a la resistencia que la mayor parte de

34. Ese terreno fue^comprado a don Jose Diego Portales (hermano mayor del celebre ministro que llevaba un nombre parecido) en la suma de 4,750 pe- sos, i con un plazo que vencio el iSJde'mayoMe 1844. ^ ^ ^

CAPfTULO TEBCERO •" 99

este oponia a muchas mejoras, por bien inspiradas que fue- sen. De todas maneras merecen ser recordadas.

Don Miguel de la Barra cambio de un golpe todos los nom- bres de las calles de la ciudad, haciendo desaparecer los anti- guos, que en su mayor parte no significaban nada, i reempla- zandolos por otros que recordaban acontecimientos histori- cos. Esos nombres fueron fijados por medio de planchas me- talicas colocadas en las esquinas; asi como se fijaban otras planchas [menores para la numeracion de las casas. Todo aquello, que impuso un gravamen al tesoro municipal, resulto enteramente inutil. El pueblo no se habituo a esa innovacion, i siguio dando a las calles su nombre antiguo, como no tomo en cuenta la numeracion de casas. Dos o tres aiios despues unos i otros, los nuevos nombres i los numeros, estaban com- pletamente olvidados. Probablemente no se habria esperi- mentado ese frac^so si la reforma se hubiese reducido solo a algunas calles.

El alumbrado publico de la ciudad estaba en el pie en que se hallaba veinte aiios atras, es decir, cada dueno de casa es- taba obligado a encender en la puerta de calle, dentro de un farol, una vela de sebo que duraba de ordinario hasta las diez o las once de la noche, pasada cuya hora la ciudad quedaba completamente a oscuras. Mas aun, habia calles en que en una o|dos cuadras enteras se hallaba la pared corrida de un con- vento, o no habia puerta alguna alumbrada, i en las cuales desde las entradas de la noche reinaba una absoluta oscu- ridad. Don Miguel de la Barra impuso a este respecto, con la cooperacion de la municipalidad, una reforma que produjo mui buen resultado. La obligacion de los vecinos de alumbrar el frente de sus casas, fue reemplazada por una contribucion que no tenia nada de exorbitante, cuyo monto estaba desti- nado a pagar el alumbrado publico servido segun un con- trato celebrado con la municipalidad. Aunque el alumbrado constaba solo de una lampara de aceite dentro de una linter- na con reflectores, colocada en cada esquina donde se abrian cuatro bocacalles, aquella innovacion que se mantuvo en el mismo estado hasta setiembre de 1857 (hasta el estableci-

400 VrS DECENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

miento del gas de alumbrado), importo un progreso enorme para la ciudad ^s. En ese tiempo se hablo tambien de orga- nizar una sociedad industrial para dotar a Santiago de aguas puras, traidas por canales especiales de manantiales vecinos; pero ese proyecto, aunque acojido favorablemente, era en- tonces irrealizable por la escasez de capitales ^6.

Otro importante progreso alcanzado por la ciudad en aque- llos anos se debio en gran parte a la iniciativa de don Miguel de la Barra. La provision de carnes muertas para el abasteci- miento de la ciudad, era entonces un comercio libre. Habia en varios puntos de los suburbios de Santiago, matanzas de industria particular. Por su desaseo, por el ningun cuidado que se tenia en la eleccion de las reses, i por la concurrencia de jentes ociosas que encontraban un gran placer en corretear i en enfurecer a los animales que se iban a matar para el abas- to, esos establecimientos ofrecian todos los inconvenientes imajinables. La ciudad de la Serena, adelantandose bajo este respecto a Santiago, tuvo desde 1843, por indicacion i conse- jo de algunos estranjeros, un matadero publico en favor del cual el congreso creo alii un impuesto municipal ^7. La mu- nicipalidad de Santiago concibio el proyecto de crear un es- ^ablecimiento analogo; i a peticion suya, el gobierno solici- to del congreso que se impusiera a favor de el una contribu- cion (30 de junio de 1843). Eran tan estranas las ideas que se tenia sobre estos negocios, i tales las influencias que pusie" Ton en juego los empresarios particulares, que el despacho de

35. Decreto del ministerio del interior de 27 de junio de 1844. La lamina 43 del A Has de la Historia de Chile, por don Claudio Gay representa una es- cena de las calles de Santiago en la cual se ven tres casas de la construccion i forma que entonces dominaba en la ciudad, i de que todavia se hallan mu- chas muestras en los barrios apartados. En las puertas de cada una de ellas 56 ve el farol de que hablamos.

36. Los promotores de este proyecto fueron el agrimensor don Jose Vicente Larrain Espinosa, i el joven abogado don Antonio Garcia Reyes. El plan era .mui semejante al que mas de veinte aiios mas tarde se puso en^ejecucion para dotar a Santiago de agua potable. Los promotores de ese pensamiento en 1842, creian poder realizarlo con 120,000 pesos, lo que era un grave error. Vease sobre esto El Semanario de Santiago, num. 14 de 6 de octubre de 1842.

2,7. Leide2ode Julio de 1843.

CAPfrULO TERCEEBO 401

estas jestiones, tardo dos anos; i que al aprobar la creacion de aquel impuesto, el congreso resolvia que se fundasen tres mataderos ^s.

El est ado jeneral del pais, su industria relativamente es- casa, i la modestia de las fortunas particulares no favorecian el progreso de las poblaciones. En Santiago se edificaba mui poco, i las nuevas construcciones no se distinguian por la be- lleza ni por la grandiosidad. El intendente, sin medios para realizar mejoras, consiguio apenas reducir en lo posible los ranchos de paja que existian en la ciudad, algunos de ellos en barrios relativamente centrales ^9. Queriendo servir al crecimiento de la ciudad, el intendente i el municipio se em- penaron en dotarla de dos nuevos mercados publicos para espendio de articulos de abasto, uno de los barrios del sur de ella, i otro en el nuevo barrio de Yungai.

La accion de la autoridad local se hizo sentir en otro 6r- den de hechos. En 1838 se habia establecido en Santiago bajo la direccion i vijilancia de la municipalidad, una loteria pii- blica cuyos productos se destinaban al sostenimiento del hos- picio de indijentes de la capital. Esa loteria, que se jugaba mensualmente, era de poco valor, i desde el principio rindio beneficios de escasa importancia. Mientras tanto, al paso que se desarrollaba en el pueblo la pasion por esa clase de juego, nacian i se fomentaban a la sombra de la loteria publica, o mas bien, a imitacion de ella, rifas i loterias privadas que ofreciendo enganosamente mayores utilidades, atraian a las jentes.-La pasion popular por esos negocios crecia de una ma- nera alarmante; pero, mientras el pueblo acudia presuroso a esas loterias i rifas, que en la mayor parte de los casos eran estafas desvergonzadas, la loteria publica vendia dificilmente sus billetes, de tal manera que algunos meses dejaba perdida

38. Lei de 18 de Julio de 1845.

39. En 1842 existia en el costado occidental de la plazuela de la Moneda, una lecheria a donde llegaban diariamente del campo treinta o cuarenta va- cas. Los galpones i las viviendas que alii habia eran simples ranchos de paja. En Valparaiso habia en 1843 habitaciones de esa clase en el sitio denomina* do plazuela de Orrego, i hoi plaza de la Victoria.

TOMO XIV. 26

402 UN DECENIO DE LA HISTOKIA DE CHILE

a la municipalidad *^. A peticion de esta, el gobierno, por de creto de 20 de agosto de 1844, puso termino definitivo a aque- 11a loteria, lo que justifico la persecucion que la autoridad lo- cal emprendio contra los negocios particulares de ese jenero que hacian algunos particulares, excitando i esplotando la pasion del juego en las masas populares.

En las demas ciudades de la Republica, fuera de Valpa- raiso, era mas evidente todavia la supervivencia del atraso de otros tiempos. En todos los pueblos del sur, desde Talca hasta el territorio araucano, estaban todavia sus habitantes ocupados en reconstruir las casas, las iglesias i los cuarteles destruidos por el espantoso terremoto del 20 de febrero de 1835, i luchaban ademas con una gran pobreza, consecuen- cia todavia de las largas guerras de la independencia, i contra los montoneros i los salvajes, despues, i result ado tambien de una repeticion de malas cosechas. Fue una fortuna para mu- chos lugares que el gobierno se viera obligado a acantonar en ellos la mayor parte del ejercito permanente, que pagado con toda puntualidad, consumia sus sueldos en gastos que in- corporaban sumas relativamente crecidas en el movimiento de la riqueza publica.

Valparaiso, hemos dicho, formaba una escepcion. El censo de 1843 daba a su departamento 30,826 habitantes, cifra que en realidad deberia computarse en 40,000 para la sola ciu-

40. La loteria de Santiago fue creada, decimos en el testo, -en 1838,! aprobada por decreto gubernativo de 26 de julio de ese ano. La loteria, que se jugaba mensualmente, tenia veinte o treinta numeros premiados, uno^por valor de 500 pesos i los demas de a 100 pesos. Aquella institucion que produ- cia una modesta entrada para el hospicio, produjo un beneficio de mui diver- so orden. En 1837 comenzo a circular en Chile la moneda de cobre, mandada acunar el ano anterior. A pesar de su utilidad, el pueblo se negaba a recibirla, confundiendola con las «senas» que se usaban en algunos despachos para las pequenas compras. Por acuerdo de la municipalidad se resolvio que una parte de cada premio se pagara en moneda de cobre. Esto sirvio para darle circulacion, pero contribuyo para desprestijiar la loteria. En algunos meses de 1844, la municipalidad tuvo perdidas en esta negociacion; i como, por otra parte,'el hospicio recibia por otros medios los recursos necesarios para su subsistencia se resolvio "sin dificultad, por el decreto citado, la supresion de las loterias.

CAPfTULO TERCERO 403

dad *i. Sus rentas se eievaban a 68 o 69,000 pesos anuales. Con la permanencia^habitual de setenta u ochenta buques de todas nacionalidades en el puerto, tenia este un gran movi- miento comercial, que se refiejaba en la ciudad por la grande abundancia de almacenes de tiendas, de casas de consigna- ciones, de hoteles, fondas, cafees, etc. Valparaiso tenia dos diarios en tiempo en que Santiago no tenia ninguno ^. Sus construcciones, en su mayor parte, es verdad, de material li- jero, eran mas elegantes, mas comodas i mas aseadas que las de la capital. El incendio de marzo de 1843, destruyendo una parte considerable del barrio comercial, dio motivo para nue- vas i mejores construcciones. En Valparaiso se edificaba en- tonces un teatro, superior al que en esa epoca habia en San- tiago; i se preparaba, como ya hemos dicho, la demolicion de una vieja e inutil fortaleza para levantar alii i en sus contor- nos, sobre terrenos arrebatados al mar, vastos almacenes de aduana que correspondiesen a las necesidades de ese puerto. Todo aquello era el resultado del comercio, i del rejimen li- beral a que lo habia sometido el gobierno de Chile.

41. Esta'es la poblacion que en 1842 le daba a don Juan Garcia del Rio en unos articulos que con el titulo de «Valparaiso» publico en El Museo de dm- bas Americas. Hai alii un regular caudal de datos para apreciar el progreso de esa ciudad entre 18 17 (con 5,000 habitantes) i 1840.

42. Los diarios que se publicaban en Valparaiso eran El Mercurio, funda- do, como ya hemos dicho, en 1827, i la Gaceta del comercio, cuyo primer nu- mero aparecio el 1.° de febrero de 1842. Santiago tuvo solo su primer diario en noviembre de este afio.

CAPITULO IV

I. Exorbitantes reclames hechos a Chile en estos anos por algunas de las grandes potencias: enormes sacrificios pecuniarios que ellos imponen para evitar mayores complicaciones; el gobierno no acepta uno de estos i lo so- mete a arbitraje. 2. Primeras negociaciones diplomaticas entre Chile i las Republicas del Peru i Bolivia despues de disuelta la confederacion. 3. Alarmas producidas por la permanencia de Santa Cruz en el Ecuador; infructuosas dilijencias para obtener su espulsion de ese pais; temores de guerra entre el Peru i Bolivia.— 4. Primeros trabajos de liquidacion de cuentas por los gastos de la guerra contra la confederacion. 5. Infruc- tuosas negociaciones con el Peru. 6. Guerra entre el Peru i Bolivia; gran victoria de esta ultima en Ingavi. 7. Grave situacion i complicaciones creadas por el estado de guerra; celebrase la paz entre el Peru i Bolivia ba- jo la mediacion de Chile. 8. Aprestos para la reunion de un congreso americano.

§ I. Exorbitantes reclamos hechos a Chile en estos

ANOS POR ALGUNAS DE LAS GRANDES POTENCIAS: ENORMES SACRIFICIOS PECUNIARIOS QUE ELLAS IMPONEN PARA EVITAR MAYORES COMPLICACIONES; EL GOBIERNO NO ACEPTA UNO DE

ESTOS I LO SOMETE A ARBITRAJE. La Republica de Chile iba venciendo con rara felicidad todas las dificultades que emba- razaban la organizacion interior, i habia alcanzado a consti- tuir un gobierno regular i ordenado bajo un rejimen templa- do de moderacion, de libertad i de aspiraciones a un lejitimo progreso. Pero tenia ademas que luchar con dificultades de

406 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

orden diverse, provenientes de las relaciones con los otros paises, las cuales exijian junto con una atencion vigorosa i discreta, una solida preparacion intelectual. La ' Republica tuvo la fortuna de contar para este servicio con un hombre escepcional por su talento i por su saber, que desde el destino relativamente modesto de subsecretario de relaciones este- riores, daba con grande acierto rumbo i caracter a los nego- cios que estaban a su cargo. ^iNecesitamos decir que habla- mos de don Andres Bello?

Las cuestiones de ese jenero que preocupaban la atencion del gobierno de Chile creandole los mas serios embarazos, eran de dos ordenes distintos. Provenian unos de las recla- maciones que con razon o sin ella venian a entablar los ajen- tes de grandes potencias pidiendo para algunos de sus nacio- nales indemnizacion por perjuicios que segun ellos se les ha- bian irrogado por actos del gobierno o de sus ajentes. Perte- necian al segundo las cuestiones nacidas de la marcha politica de las Republicas vecinas i hermanas, i de las complicacio- nes a que ella daba orijen. Por mas que est as ultimas fueran las mas importantes i trascendentales, eran las primeras las que imponian mayores molestias, ya por la irritante injusti- cia de algunas de ellas, ya por la persistencia mas irritante to- davia que solia ponerse en su jestion.

Provenian algunas de est as cuestiones de actos ejecutados en las guerras navales de nuestra independencia. Las opera- ciones de esa clase, aun dirijidas con el mas rigoroso respeto a las practicas del derecho internacional, traen siempre compli- caciones o diiicultades con los neutrales, que esperimentan o finjen perjuicios por los bloqueos o por otros actos belicos. En nuestra guerra maritima, esas cuestiones eran mas frecuentes.

Los marinos de las grandes potencias miraban en jeneral mui de alto a bajo a los gobiernos nacientes en America. Algu- nos de ellos abrigaban simpatias por la causa de Espafia, la sirvieron en muchas ocasiones de una manera disimulada, pero no menos efectiva; i aun en los casos en que uno que otro se inclinaba por la causa de los independientes, no se atre- vian a hacer nada en favor de estos para evitar las jestiones

capItulo ctjarto 407

que podia promover en Europa la corte de Madrid. Mayores eran todavia los embarazos que creaban algunos mercaderes, patrones de buques mercantes que venian a estos mares, apro- yechando el estado de guerra para sus intereses, ya burlando a los patriotas, ya a los realistas, segun como se presentara el negocio. Uno de esos traficantes, el capitan norte americano George Coggeshall, ha contado en la relacion de sus viajes, que habiendo sabido en Nueva York que el puerto del Callao estaba bloqueado por la escuadra chilena al mando de Lord Cochrane, i que los espanoles resistian ventajosamente en buenas fortalezas, pero que podian hallarse faltos de basti- mentos, equipo un buque cargado de viveres, i con el zarpo de aquel puerto el 15 de noviembre de 1821. El plan de Cog- geshall era burlar el bloqueo i vender al mas alto precio posi- ble a los realistas el cargamento que llevaba. Pero como al llegar al Callao (el 6 de marzo de 1822) hallo este puerto en poder de los patriotas, se declare el mismo patriota, i vendio a estos las provisiones que llevaba para los espafioles. De la relacion del capitan Coggeshall aparece que eran muchos los traficantes que hacian entonces en estos mares negocios de esa clase, enganando ora a los patriotas, ora a los realistas ^.

Los actos ejecutados por algunos de esos negociantes o ca- pitanes de buques de comercio, fueron causa de serias com- plicaciones, i de reclamos persistentes i no pocas veces desco- medidos, en que los gobiernos de las grandes potencias, i mas que ellos, los ajentes que tenian acreditados en Chile, hacian valer la superioridad|indiscutible de su poder. La mas antigua provenia del apresamiento efectuado en Chorrillos el 11 de diciembre de 1820 por dos buques de la escuadra chilena del bergantin ingles Indian, que viniendo de Rio de Janeiro, traia como pasajeros i con trajes de paisanos americanos, doce o catorce oficiales espanoles que venian a servir al Peru, i que desembarcaron cautelosamente en Pisco. ^^Escj buque fue de-

I. El libro de Coggeshall que consigna la relacion de sus viajes, i que da las noticias que recordamos en el testo, se titula Voyages to various parts of the world, made between the yearsi?,oo and 183 1. Tengo a la vista la 2.* edicion, Nueva York, 1853.

408 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

clarado buena presa por los tribunales chilenos; pero contra ese fallo, i por encargo espreso de su gobierno, el comodoro in- gles Sir Thomas Hardy entablo en agosto de 1822 sus primeras reclamaciones, que no vinieron a solucionarse sino en 1839 ^*

Otra de las complicaciones nacidas de aquel estado de gue- rra provenia del apresamiento de un buque norte americano llamado Warrior, que el virrei del Peru habia ocupado para trasportar armas i algunos ajentes militares en las cost as del Pacifico. En agosto de 1820, cuando se hacian en Valparaiso los liltimos aprestos para la partida de la espedicion liberta- dora del Peru, ese barco visitaba cautelosamente los puertos del norte de Chile para recojer noticias que comunicar al ene- migo. Cochrane lo sorprendio en el puerto de Coquimbo el 25 de agosto; i quitandole su tripulacion, lo hizo conducir a Valparaiso para que fuese juzgado como presa de guerra 3.

Entre esos traficantes que al mando de un barco de comer- cio de bandera neutral estaban al servicio de las autoridades realistas del Peru, figuraba en primera linea Eliphalet Smith, capitan del bergantin Macedonian. Hallandose en Valparaiso en 1818, se hizo a la vela furtivamente en la noche del 18 de setiembre para llevar al virrei del Peru la noticia de los apres- tos que aqui se hacian contra una espedicion espaiiola que venia de Cadiz. Condujo en seguida a Panama al jeneral es- pafiol don Mariano Osorio i a otros funcionarios realistas que querian regresar a la metropoli. En abril de 1819, cargaba en su buque, en la caleta de Huarmei, una suma considerable de dinero que un acaudalado negociante de Lima enviaba a las islas Filipinas, como caudales de una poderosa compania es- panola de comercio. Sorprendido alii por Lord Cochrane, se vio forzado a entregar esos caudales como buena presa de gue- rra ^. Todavia en mayo de 1821, el mismo capitan Smith, de vuelta de Filipinas, fue sorprendido en el puerto de Sama ne-

2. Todos los documentos concernientes a este negocio estan publicados bajo los numeros 546 a 582 en el tomo XXIV de las Sesiones de los cuerpos le- jislativos de la Repuhlica de Chile, (Santiago, 1902).

3. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn. XIII, paj. 52.

4. Vease id, id., tomo XII, paj . 253.

CAPiTULO CUARTO 409

gociando mercaderias de realistas, i otra vez se le hizo presa una fuerte suma de dinero ^.

Estos i otros negocios de menor entidad que seria largo de- tallar, dieroh orijen a las persistentes reclamaciones, entabla- das i sostenidas a veces con arrogante descortesia, por los go- biernos de las naciones mas poderosas que habian entrado en relaciones con la nueva Republica. La Francia, que tambien habia tenido una cuestion de esa clase, habia dado, por el 6r- gano de sus ajentes, la not a mas alt a del descomedimiento ^. Debiase esto a la arrogancia que esos i otros ajentes estranje-

5. Vease Hist. Jeneral de Chile, tomo XIII, paj. 206.

6. La jestion promovida por la Francia provenia del allanamiento de un buque frances, el bergantin Jeune Nelly, ejecutado en Valparaiso por orden judicial en setiembre de 1833. Seria largo consignar aqui los antece lentes de este negocio; pero si, recordaremos que ellos estan espuestos con toda clari- dad, en una nota del ministerio de relaciones esteriores de 21 de setiembre de 1833, que se halla recopilada entre los documentos de la memoria de ese ministerio correspondiente a 1834, i se rejistra en la paj. 150 del tomo I, de la coleccion de esas memorias (Santiago, 1858). La jestion de este negocio fue iniciada con un gran calor i con altanero descomedimiento por M. Verninac vice-consul frances en Valparaiso. Ya en otros asuntos, los ajentes de Fran- cia habian mostrado gran descortesia, i la siguieron mostrando en palabra- i en actos que indujeron al gobierno chileno a recomendar a su representan- te en Paris, el encargado de negocios don Francisco Javier Rosales, que ma- nifestase a los ministros de Luis Felipe la inconveniencia de esa conducta, como ofensiva a la dignidad i a la independencia de la Republica de Chile. Este fue el objeto de una nota del ministerio de relaciones esteriores a Rosa- les, de 14 de abril de 1838. «La Francia, decia, desea establecer un nuevo e inaudito derecho internacional en estas rejiones, i aunque mas o menos, todas las grandes potencias maritimas estan poseidas de igual espiritu , i para todas ellas el espendio de sus mercaderias es el primero de los intereses humanos, ante el cual deben enmudecer los derechos de estas Republi- cas, i hasta los de su independencia i su honor, la que ha llevado a un punto mas exorbitante sus pretensiones, es la Francia. Sus ajentes han sido los lini- cos que han reclamado contra la existencia de todo bloqueo que no haya sido previamente notificado a su gobierno; de manera que si la suerte de una cam- paiia, si la salud del estado exijiesen la imposicion inmediata de semejante medida, no nos seria licito recurrir a ella antes del trascurso de cinco o seis meses; i nuestros mas esenciales intereses habrian de desatenderse i de sacri- ficarse para que no se siguiese el menor perjuicio a tres o cuatro espedicio- nes que de las costas de Francia pudieran destinarse durante este tiempo al puerto bloqueado».

El gobierno frances debio penetrarse de la justicia de las quejas que le trasmitia nuestro encargado de negocios. Si Rosales no recibio la satisfaccioa

410 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

ros fundaban en el poder de sus gobiernos respectivos, i segu- ramente mas aun, a la escasa cultura de esos funcionarios, porque, como debe suponerse, aquellos no daban grande im- portancia a la eleccion de los representantes, todos de orden inferior, que enviaban a estos paises. Esas jestiones, i otras de menor gravedad que, como hemos dicho, creemos inutil recordar, acarrearon al gobierno los mas serios desagrados i, por temerarias que fuesen, le impusieron considerables desem- bolsos que, gracias a la regularidad i a la economia en la ad- ministracion de los dineros publicos, pudo el gobierno sopor- tar. Vamos a dar una resena cronolojica del orden i de la pe- nosa manera como fueron solucionadas esas cuestiones.

La primera de ellas era la relativa al apresamiento del ber- gantin ingles Indian, apresado en Chorrillos en diciembre de 1820. Ya hemos dicho que antes de dos anos el comodoro Har- dy entablo reclamacion contra la sentencia que habia decla- rado buena presa ese buque. Sin embargo, habianse dejado de mano aquellas jestiones cuando vino a ajitarlas de nuevo con grande obstinacion, en 1835, el coronel John Walpole, consul jeneral i encargado de negocios de S. M. B. No acepta- ba este en manera alguna la razon i la justicia de aquellos pro- cedimientos, i la indemnizacion era reclamada en terminos poco conciliatorios. El gobierno supo que los interesados en esta jestion habian conferido plenos poderes a la plaza comer- cial de Dickson, Price i C.^ negociantes ingleses establecidos en Chile desde muchos afios atras. Despues de prolijas discu. siones sobre el monto de la reclamacion, obtuvo el gobierno de. aquellos comerciantes una rebaja de 64,639 pesos, lo que

de desagravio que habria debido darsele, oyo al menos palabras de urbana cortesia, i consiguio radicar i solucionar en Paris la reclamacion pendiente por el asunto del bergantin Jeune Nelly. El gobierno frances, sin embargo, reclamo con tanta insistencia una indemnizacion pecuniaria, que Rosales se vio reducido a aceptarla, pero pidiendo su rebaja hasta establecer aquella en nueve mil pesos, cantidad minima respecto de la cuantiosa i exorbitante demanda de los interesados. El gobierno de Chile, que creia que esa reclama- cion no tenia razon alguna, aprobo ese arreglo en virtud de las facultades es traordinarias de que se hallaba investido hasta el ano 1839, i solo en conside- racion a la pequena suma que se cobraba. Veanse sobre este asunto las me- morias del ministerio de relaciones esteriores de 1840 i 1841.

CAPfTFLO CUARTO 411

redujo la cobranza a 170,000 pesos por el casco i carga de aquel bergantin. El gobierno se comprometia a pagar esa su- ma por septimas partes que iria cubriendo afio a afio, i abo- nando el interes de 6 por ciento por las cantidades que que- dasen por pagar. Esa transaccion fue aprobada por las dos camaras en julio i agosto de 1843, i quedo sancionada por una lei de 29 del ultimo de esos meses.

La Question orijinada por el apresamiento del bergantin Warrior era de mucho menos importancia i de reducido valor. El gobierno de Chile, que se hallo falto de algunos documentos que le habrian servido para la defensa de su derecho, acepto una transaccion que a poca costa hacia desaparecer ese mo- tivo de dificultades. Segun el convenio celebrado con el repre- sentante de los Estados Unidos, la Republica de Chile pagaria en siete anualidades de 2,142 pesos la suma de 15,000 pesos, i ademas el interes del 6 por ciento sobre la cantidad que cada afio quedara por pagarse. Este convenio aprobado sin la me- nor dificultad en las camaras en los meses de setiembre i octu- bre de 1841, quedo definitivamente sancionado por lei de 12 de noviembre de ese mismo afio.

De mui diversa importancia era la reclamacion entablada por la devolucion de los capitales tomados en Huarmei, en abril de 18 19 al capitan Eliphalet Smith. Todo el mundo sabia que esos caudales pertenecian a la compaiiia espaiiola de Fili- pinas, i que Smith era simplemente el patron del barco que en compafiia de un buque frances, debia conducirlos a Fili- pinas. Sin embargo, sucesivamente dos encargados de nego- cios de Estados Unidos, Mr. Richard Pollard primero, i Mr. John Pendleton desde mayo de 1842, habian ajitado con la mayor persistencia, esta reclamacion. El gobierno chileno, privado de ciertos documentos que solo mas tarde llegaron a sus manos, deseando evitar todo conflicto con una nacion tan poderosa, i por fin creyendo poner termino definitivo a todas las reclamaciones de ese orden, se sometio en octubre de 1842 a celebrar con el representante de Estados Unidos, un con- venio sobre las bases siguientes: La Republica de Chile paga- ria al referido representante la cantidad de 104,006 pesos co-

412 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

mo devolucion de los caudales tornados por Lord Cochrane en el puerto de Huarmei, i ademas 123,397 pesos como interes del 5 por ciento sobre esa suma desde el 8 de abril de 1819, dia de la captura, hasta fines de diciembre de 1842. Esa suma total de 227,397 pesos seria pagada en siete anualidades, de- biendo abonar cada afio el interes de 5 por ciento por las su- mas que quedasen por pagar. Este arreglo que, como se ve, era enormemente gravoso, fue sin embargo aprobado el mes siguiente, i sin mayor dificultad, por las dos ramas del con- greso, i desde diciembre comenzo a hacerse con toda puntua- lidad el servicio de esta nueva deuda.

Esas tres reclamaciones costaron al gobierno, como se ve, mas de cuatrocientos mil pesos, sin contar con los intereses que era preciso pagar hasta la estincion definitiva de la deuda, i los costos de la remision de fondos, es decir la perdida en el cambio, que si bien entonces era mui lijera, se hacia sensible tratandose de caudales tan considerables. En todos estos arre- glos intervenia el ministro de hacienda don Manuel Renjifo, i era el quien solicitaba i exijia plazos para los pagos, calcu- lando con razon que el gobierno se habria hailado en descu- bierto si hubiera tenido que pagar de golpe i al contado aque- llas sumas. Del mismo modo, al pactar en 1843 el arreglo del servicio de la deuda esterna, de que ya dimos noticia 7, esti- pulo que el servicio de un 3 por ciento sobre la suma de los reditos capitalizados, no comenzaria a correr sino desde 1847; epoca en que a juicio de Renjifo, el estado estaria libre del pago de estas otras obligaciones. Esta discreta circunspeccion del celebre hacendista, liberto a Chile de todo embarazo o di- ficultad; i pudo este seguir pagando con la mas rigurosa pun- tualidad todas sus obligaciones sin que jamas incurriera en atraso ni de un solo dia. No es estrano que los bonos de nues- tra deuda se cotizaran desde esos anos en la bolsa de Londres en condiciones de superioridad sobre los titulos de deuda de la casi totalidad de las naciones estranjeras.

-Renjifo deploraba amargamente los sacrificios que impo- nian a Chile esas reclamaciones, como deploraba tambien el

7. Vease mas atras, cap. i, § 5.

CAPfrULO CUARTO 413

sacrificio mucho mas grande impuesto por el emprestito de 1822. Sin embargo, creia que todo debia pagarse puntualmen- te para libertar a la Republica de complicaciones esteriores, i para asentar de un modo indestructible el credito de esta. «Esos empenos, decia filosoficamente Renjifo, representan el precio de la independencia nacional, i si se quiere, los desa- ciertos de la inesperiencia en los primeros dias de nuestra vida politica; pero que siempre son mui inferiores al valor inmenso del bien adquirido».

Hemos dicho que el gobierno chileno habia creido poner termino definitivo a aquellas onerosas reclamaciones recono- ciendo la supuesta deuda por los capitales capturados en Huarmei en abril de 1819. No se obtuvo, sin embargo, este result ado. Apenas hubo aquel manifestado el proposito de solucionar esta cuestion en ese sentido, Pollard, el represen- tante de Estados Unidos, iniciaba otra en nombre del mis- mo capitan Smith para obtener el pago de los capitales que se le tomaron en mayo de 1821 cerca del puerto de Sama. Esta jestion que sostuvo con grande ardor Pendleton, el sucesor de Pollard, era tanto mas irritante cuanto que al convencimiento de que los caudales aludidos eran de propiedad espafiola, vino a agregarse la circunstancia de que despues de haberse firma- do el arreglo anterior, Uegaron a manos del gobierno docu- mentos que demostraban que el capitan Smith no tenia nin-, gun derecho a los capitales que se habia hecho pagar. Las me- morias ministeriales del gobierno de Chile, aunque escritas con toda la mesura que don Andres Bello ponia en esos do- cument os, dejan ver el prof undo desagrado que le produjo esta nueva jestion despues de la jenerosa complacencia con que habia solucionado la anterior. La actitud intransijente de Pendleton, la destemplanza de sus comunicaciones, i el rumbo todo dado por el a esta negociacion, indujeron al go- bierno a dirijirse al secretario de estado de la confederacion americana para darle que j as de estos agravios, sin obtener la reparacion que le era licito esperar. Hubo momentos en que aquella cuestion tomo el aspecto mas alarmante.

Por azaroso que fuera todo aquello, el gobierno de Chile es-

4:14 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

taba en el deber de sostener sus derechos i su dignidad, i de resistir con las mejores razones a una reclamacion que creia injusta, i cuya aceptacion, segun todo lo hacia presumir, esti- mularia la present acion de otras i otras. «E1 gobierno, decia el ministro de relaciones esteriores en 9 de setiembre de 1844, a consecuencia de prolijas investigaciones hechas de su orden en vista de documentos autenticos de que se halla en posesion, esta intimamente convencido de la ilejitimidad del reclamo». En este convencimiento, resolvio defender su derecho, por mas que esto lo obligara a mayores sacrificios pecuniarios que el pago de lo que se le cobraba ^.

Esta jestion fue sostenida por el gobierno de Est ados Unidos durante mas de veinte anos con la mas porfiada per- sistencia. Chile tuvo durante algunos anos una legacion en Washington casi sin otro objeto que debatir esa cuestion. Se cambiaron notas i memoriales, se acumularon documentos, certificados i declaraciones de numerosas personas que fueron testigos de aquellos acontecimientos. Por fin, el 10 de noviem- bre de 1858 se firmo en Santiago una convencion segun la cua- la cuestion seria sometida a arbitraje, i se designaba por arbi- tro a Leopoldo I, rei de los belgas. El fallo de este fue dado el 15 de mayo de 1863. Aceptando que los reclamantes norte americanos tenian realmente parte en la negociacion de cuyos capitales se habia apoderado Lord Cochrane, la sentencia mandaba pagarles la cantidad de 42,240 pesos por capital, i 19,698 por interes. Ese fallo qiie no esta justificado a la luz de

8. Seria un estudio instructive e interesante el que hiciera la historia de los reclamos hechos a Chile por los gobiernos de algunas de las grandes po- tencias para obtener, a titulo de indemnizacion, enormes sumas de dinero. En las pajinas anterior es hemos reunido en forma sumaria, pero con no poco trabajo, noticias de las mas importantes que se trataron i discutieron en los anos a que se refiere este libro. Las memorias del ministerio de relaciones es- teriores pasan jeneralmente de carrera sobre esos asuntos, como si se sin- tiera repugnancia al recordarlos, i solo se detienen en el ultimo para justifi- car la actitud del gobierno. Nuestros archivos contienen abundantes docu- mentos sobre todos esos reclamos, que pueden ser estudiados por quien se proponga escribir la historia de ellos. Nosotros los hemos examinado con bastante detenimiento, pero no entraba en el plan de este libro el contar es- tos hechos con todos sus incidentes.

CAPfrULO CUARTO 415

los documentos present ados en el juicio, fue cumplido pun- tualmente por el gobierno de Chile, que se consideraba des- cargado de una manera honrosa de una reclamacion que habia producido desagrados de todo orden 9.

§ 2. Primer AS negociacio^tes diplomAticas entre Chile

I LAS REPLTBLICAS DEL PeR^T I BOLIVIA DESPUES DE DISUELTA

LA CONFEDERACION. Las relacioues internacionales con las' otras Repiiblicas hispano-americanas, si bien no tenian el sello de insaciable codicia de las que acabamos de recordar, ofre- cian dificultades i embarazos de mui diverse orden, que im- ponian igualmente desagrados, i que exijian una constante atencion. El Peru i Bolivia, aun despues de disuelta la confe- deracion, no habian hallado la paz interior, vivian entre si en un estado de desconfianza precursor de un rompimiento, i obligaban a Chile, que solo queria vivir en paz interior i este- rior,'a observar atentamente esos acontecimientos que podian atraerle complicaciones.

Como se recordara, el 25 de agosto de 1838, a los cuatro dias de ocupada Lima por el ejercito chileno, se habia organizado alii un gobierno provisorio que tuvo por jefe al jeneraJ don Agustin Gamarra. Cerca de el fue enviado don Mariano Ega- fia, con el cargo de ministro plenipotenciario de Chile; pero este regresaba poco mas tarde i^, i la representacion de nues-

9. Don Manuel Carvallo, que en su calidad de ministro plenipotenciario de Chile en Beljica, fue el abogado chileno en este litijio, publico en Bru- selas en 1861, con el titulo de Pieces principahs de la correspondance , etc., un voliimen de 500 pajinas de memoriales i documentos indispensables para es- tudiar i conocer la cuestion, pero que no estan espuestos con el metodo i cla- ridad que habria convenido. La sentencia del arbitro fue publicada en la me- moria del ministerio de relaciones esteriores correspondiente al aiio 1863,

10. Don Mariano Egana ocupaba en Chile el ministerio de justicia, i es- taba ocupado en preparar la reforma de algunas leyes, aprovechando las facultades estraordinarias de que el gobierno estaba investido, cuando lleg6 la noticia de la ocupacion de Lima por el ejercito chileno, i la organizacioii del gobierno provisorio de Gamarra. Egaiia fue entonces nombrado minis- tro plenipotenciario cerca de aquel gobierno (por decreto de 3 de octubre), si sin la menor tardanza se ponia en viaje, llevando por secretario adon Miguel de la Barra. Desembarco en Chorrillos el 20 de octubre, i antes de mucha promovio sin resultado alguno ciertas negociaciones con el jeneral don Luis Jose Orbegoso, que seria largo e inoficioso referir aqui. Egaiia asisti6 tarn-

416 UX DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tro pais fue confiada de nuevo a don Ventura Lavalle que co- nocia mucho el Peru, que habia intervenido en los accidentes que prepararon la guerra, i que iba a seguir prestando sus ser- vicios en situaciones bien delicadas.

Lavalle venia de Quito, a donde habia ido a solicitar en va- no la alianza de ese gobierno contra Santa Cruz, desembarca- ba en Malabrigo (un poco al norte de Trujillo) dos dias des- pues de la victoria de Yungai, i el 29 de enero se presentaba en Huaras a los jenerales Bulnes i Gamarra. En el moment o se hizo cargo con toda claridad de la situacion del pais; i diri- jiendose al gobierno de Chile con fecha de 29 de febrero, al paso que le daba cuenta de la deplorable miseria a que estaba reducido el ejercito chileno, i de la morahdad de que daba pruebas a pesar del desamparo en que se le tenia, le anunciaba su prevision de que la reciente victoria, cuyos resultados no podian medirse con exactitud, iba a poner termino definitivo a la confederacion. Santa Cruz que habia creido poder repo- nerse de su desastre, despues de las mas accidentadas i peno- sas peripecias, corrio a asilarse al puerto de Islai, donde el vice consul ingles Thomas Crompton lo embarco en un buque

bien a la junta de 8 de noviembre, en que se decidio la retirada de Lima por el gobierno de Gamarra i por el ejercito de Bulnes. Poco despues se resolvi- su regreso a Chile, dejando a don Miguel de la Barra, como secretario del je- neral en jefe. Egaiia debia dar cuenta al gobierno de Santiago, de la critica situacion del ejercito chileno en el Peru, i de la necesidad de enviarle pron- tamente refuerzos para evitar un desastre que parecia inminente. Ya sabe- mos que el gobierno preparaba esos refuerzos cuando llego la noticia del es- plendido triunfo de Yungai.

Si la mision de Egaiia no correspondio en todas sus partes al proposito del gobierno de Chile, fue debido a causas que este no podia prever, i entre ellas a la actitud de Orbegoso, que declarandose en contra de Santa Cruz, no que- ria tratar con Chile, colocandose asi en una situacion insostenible. La mision de Egaiia habia sido inspirada por un alto proposito de honradez politica en las relaciones con las dos repiiblicas que formaban la confederacion. Las ins- trucciones dadas a Egaiia el 5 de octubre, i que, segun parece, fueron escri- tas por este mismo, interpretando el pensamiento del gobierno, honran al presidente Prieto i a sus ministros. Durante el desempeno de su mision, Ega- fia se empeiio en asentar la cordial i sincera amistad de que se habia en ese documento. El lector puede verlo publicado por don Ricardo Montaner Be. llo, en su libro Negociaciones diplomdticas entre Chile i el Peru (Santiago, 1905), pajs. 17-19.

CAPfrULO CITARTO 417

de guerra de su nacionalidad, la Samarang, que lo llevo a Gua- yaquil. La plaza del Callao, i los cuerpos de tropas de la con- federacion que quedaban en pie, se sometieron sin gran difi- cultad. En Bolivia, como lo veremos en seguida, el poder de Santa Cruz habia caducado estrepitosamente.

Pero ni el Peru ni Bolivia tenian condiciones de paz inte- rior. En el Peru, el tesoro publico pasaba por dias de la mas absoluta carencia de recursos; i la no interrumpida serie de revoluciones i de trastornos habian empobrecido el pais de una manera deplorable. Las revueltas incesantes habian crea- do ambiciones de todo orden, i la mas profunda desmoraliza- cion en todos los servicios. Gamarra i sus consejeros mas inti- mos i mas fieles, no podian tener mucha confianza en las mis- mas tropas que acababan de organizar; i deseando consolidar su gobierno, insinuo la idea de distribuir algunos cuerpos chi- lenos en varios puntos, Arequipa, el Cuzco, Lima i Huancayo donde habrian sido los sostenedores del orden publico. Bulnes i Lavalle, sometiendose rigorosamente al plan politico a que se habia ajustado toda la campana, no aceptaron ese pensa- miento que habria presentado a las tropas chilenas como en- cargadas de imponer un gobierno al Peru. Lejos de tales pro- positos, el jeneral Bulnes reclamaba, en virtud de las estipu- laciones mas claras i mas autorizadas, el pago de sus soldados i de sus marinos, i recursos para regresar con ellos a la patria.

Esa actitud era el cumplimiento rigoroso del plan que ej gobierno de Chile se tenia trazado. «Si aun pudiese quedar al- guna duda en espiritus prevenidos contra el desinteres de nuestras miras, decia el presidente de Chile en la apertura del congreso nacional de 1839, ^^ conducta que observa actual- mente, i a que siempre sera fiel el gobierno, la disipara del todo. No hemos intervenido de modo alguno en los negocios inter- nos del Peru. Cualquiera que hubiese sido la persona en quien depositase el pueblo peruano la autoridad suprema, hubiera- mos respetado su eleccion. Esta ha sido nuestra politica res- pecto de los estados americanos, i lo sera respecto de Bolivia, i de cualquiera otro que se halle en igual caso». En terminos analogos se espresaba el gobierno de Chile al aprobar los pro-

TOMO XIV. 27

41S " " UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cedimientos que sus representantes estaban observando en el Peru. «La conduct a de nuestro ejercito en el Peru i su pronto regreso a Chile, decia a Lavalle nuestro ministro de relaciones esteriores con fecha de 25 de junio, acabaran de acreditar ante la America i el mundo toda la pureza de nuestras intenciones, i el verdadero patriotismo con que principiamos i hemos con- cluido una obra verdaderamente americana». Ya hemos con- tado antes como el jeneral Bulnes, habiendo obtenido los so- corros mas premiosos que necesitaba, i a que estaba obligado el gobierno del Peru, sacaba su ejercito en dos grandes por- ciones, i con el volvia a Chile, donde lo esperaba un recibimien- to triunfal 11.

En Bolivia, el poder de Santa Cruz, mucho menos solido de lo que este creia, tambien habia desaparecido. Al salir a cam- paiia contra eKejercito de Chile, Santa Cruz habia confiado el

II, Vease parte P^e/mmay cap. II, § 6.

Cuando Bulnes reclamaba del gobierno peruano los recursos que necesi- taba para el regreso de su ejercito, i que aquel estaba obligado a suminis- trarle en virtud de convenciones solemnes.se suscito unacontradiccion'que nadie esperaba. El consul jeneral de la Gran Bretafia en el Peru, Bedford H. Wilson, gran partidario de la confederacion peru-boliviana , i enemigo irre- conciliable de Chile i de todos los que habian concurrido a derribarla, no po- dia tolerar que ergobierno del Peru reuniera fondos para suministrarlos al ejercito de Bulnes. Por notas de 15 i de 27 de abril (1839) se dirijio «al jefe de seccion del ramo de relacioneg esteriores del Peru», reclamando en terminos inconvenientes i hasta conminatorios contra aquella decision, i sosteniendo que esos fondos debian destinarse al pago de los intereses de la deuda que esa Repiiblica habia contraido en Londres, i cuyo servicio estaba suspendido desde anos atras, i que el Peru no habria podido atender en medio de la crisis tremenda en que estaba envuelto. Esa jestion, promovida con el proposito de suscitar embarazos i provocar contestaciones que pudiesen perturbar i talvez interrumpir las relaciones, no produjo ningun resultado practico.

La deuda esterna del Peru, fuera de millon i medio de pesos que debia a Chile desde 1823, i de otra suma debida a Colombia, montaba a 1.816,000 li- bras esterlinas, solo de capital al 6 por ciento, i tenia por orijen tres empres- titos contratados en Londres en 1822, 1824 i 1825. Don Juan Garcia del Rio, que como ajente del Peru habia contratado en Londres el primer empresti- to, i que en 1837 era ministro de hacienda en esa Republica, apreciaba en 1842 la deuda esterior peruana (solo en Inglaterra, i sin tomar en cuenta lo que se debia a Colombia i a Chile en 1.816,000 libras esterlinas; i los intere- ses corridos desde octubre de 1825 en que se habia suspendido el servicio de Iq, deuda, en 1.852,320 libras esterlinas. Museo de dmhas Americas, tom.III, paj. 397.

CAPfrULO CUARTO 419

mando de las tropas que dejaba en el sur de Bolivia al jeneral don Jose Miguel Velasco, que era su amigo personal, i que habia sido vice-presidente de la Republica. Esto no impidio que Velasco, aprovechando aquellas complicaciones, i esplo- tando el descontento de muchas jentes, iniciara un movimien- to revolucionario el i8 de enero de 1839, ^^^ encontro eco en muchos pueblos, i que acabo por acentuarse cuando se tuvo noticia del desastre que Santa Cruz habia sufrido en Yungai. En las actas de la revolucion, Velasco era proclamado presi- dente provisorio. Un congreso constituyente convocado poco despues en la ciudad de Sucre, dictaba el i ^ de noviembre (1839), ^^^ l^i cuyo primer articulo decia lo que sigue: «Se de- clara a don Andres Santa Cruz, presidente que fue de Bolivia, insigne traidor a la patria, indigno del nombre de boliviano, borrado de las listas civil i militar de la Republica, i puesto fuera de la lei desde el momento en que pise su territorio». Por otras resoluciones del mismo congreso se declaraban nulas i de ningun valor todas las leyes dictadas bajo el gobierno de Santa Cruz, se ponian en secuestro las propiedades de este, i se conminaba con penas a los que mantuviesen comunicacion con el. A pesar de todo, el antiguo protector de la confedera- cion contaba con un partido numeroso en Bolivia, como con- servaba muchos parciales en el Peru.

El nuevo gobierno de Bolivia, entre tanto, manifesto la mayor deferencia por Chile, i por cuanto concernia a esta Re- publica. Sus comunicaciones al jeneral Bulnes, inspiradas por los sentimientos mas amistosos, tenian por objeto manifestar- le a el i al gobierno chileno la gratitud de Bolivia por los jene- rosos i eficaces servicios prestados a la causa de America, i en especial a las dos Republicas que formaron la estinguida con- federacion. En esas comunicaciones, le anunciaba que ya te- nia nombrado un plenipotenciario que viniese a Chile a espre- sar a su gobierno esos mismos sentimientos de gratitud, i a renovar las relaciones de amistad entre las dos Republicas 12.

12. Nota de don Manuel Maria Urcullu, ministro de relaciones esteriores de Bolivia, al jeneral Bulnes, Chuquisaca, 21 de marzo de 1839, publicada en El Araucano de 28 de junio de ese mismo ano. El Araucano, periodico oficial

420 UN" DEGENIO DE LA. HISTORIC. DE CHILE

En efecto, el 13 de junio era recibido por el presidente de Chile, con todas las solemnidades de estilo, don Manuel Mo- lina, en su caracter de ministro plenipotenciario de Bolivia. En su discurso de. recepcion, anunciaba que venia a Chile a estrechar los lazos de confraternidad, de que este pais habia dado pruebas tan inequivocas en la penosa situacion de que acababa de salir Bolivia. Sin dificultad de ningun jenero, arri- bo a firmar el 6 de agosto dos convenciones con el gobierno de Chile, una de ellas de alianza i comercio, i la otra sobre ajuste i liquidacion de los gastos de la reciente guerra. El espiritu de esos pactos, a lo menos por lo que respecta a Chile, esta clara- mente espuesto en la memoria que el ministro de relaciones esteriores presentaba al congreso nacional quince dias des- pues. «Las bases de esta alianza se presentan por si mismas: una reciproca garantia de la independencia i soberania de cada uno de los aliados, contra toda agresion de un estado vecino que quisiese destruirlas o menoscabarlas; i la estipulacion de ausilios contra toda tentativa directa o indirecta del jenera Santa Cruz, dirijida al restablecimiento de su dominacion en el Peru o en Bolivia».

Ese mismo dia 6 de agosto, en que firmaba aquellos pactos, el ministro de relaciones esteriores aprobaba en los terminos mas esplicitos otro proyecto de alianza que proponia el go- bierno provisorio del Peru. «Las bases de esta alianza, decia el ministro chileno, parecen presentarse por si mismas; ausi- lios mutuos contra toda tentativa que se haga por el jeneral Santa Cruz o sus ajentes para restablecer su' dominacion, o para excitar disturbios interiores, i reciproca garantia de in-

de la Repiiblica de Chile, dirijido con tanto acierto por don Andres Bello publicaba, junto con los documentos chilenos que sin inconveniente podian darse a luz, todos los que, impresos en otras partes, se referian a estos asun- tos. De esta manera, la coleccion de aquel periodico forma un precioso archi- ve hist6rico que nosotros esplotamos el escribir estas pajinas, sin poder en- trar en todos los pormenores, que solo vendrian bien en estudios especiales. Por lo demas, don Andres Bello, reunia en ese periodico con mucho discer- nimiento noticias i documentos mui abundantes sobre los demas estados de America, sobre los sucesos contemporaneos de Europa, i sobre el movimien- to i cientifico i literario en las naciones mas adelantadas.

CAPfTULO CUARTO 421

dependencia contra los ataques de cualquiera estado o esta- dos vecinos, dirijidos a destruirla o a menoscabarla . . . Sobre estas bases ha ajustado mi gobierno con el de Bolivia un tra- tado que va a someter al congreso nacional, i no solo estd dis- puesto a celebrar otro semejante con el Peru, sino que desea- ria que las Repiiblicas peruana i boliviana se ligasen con igua- les estipulaciones reciprocas, formandose de esta manera un pacto triple de alianza i garantia que pudiera estenderse su- cesivamente a otras Repiiblicas, con las modificaciones con- venientes, i Uegaria talvez a establecer en el derecho publico de los estados del sur, cimientos mas solidos que los que han tenido hasta ahora».

El gobierno chileno, ademas, habia demostrado por otros actos la sinceridad de sus amistosos propositos. En 1832, aco- sado por la persistente hostilidad que de parte del Peru era objeto el .Comercio de Chile, el gobierno de este pais, compe- tentemente autorizado por el congreso, habia dictado, con fecha 16 de agosto de ese ano, un decreto que imponia un de- recho de tres pesos por arroba a los azucares i chancacas pe- ruanas ^^. Despues de los ultimos acontecimientos debia des- aparecer, si era posible, el recuerdo de aquellas dificultades. El gobierno de Chile dio el primer paso. Por un decreto de 13 de abril de 1839, dado con fuerza de lei en virtud de las facul- tades estraordinarias de que estaba investido, derogo aquella disposicion, imponiendo a los productos peruanos los derechos «establecidos por la lei de internacion a iguales efectos prece- dent es de cualesquiera otras naciones». Natural parecia que el gobierno del Peru se hubiese apresurado a dictar medidas analogas respectode los productos chilenos. No lo hizo asi, sin embargo. En los mejores terminos posibles, dio las gracias por aquella concesion; pero anuncio que tomaria medidas analogas cuando se celebrase con Chile un tratado de co- mercio.

§ 3. Alarmas producidas por la permanencia de Santa Cruz en el Ecuador: infructuosas dilijencias para ob-

13. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn. XVI, paj. 212.

422 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

TENER SU ESPULSION DE ESE PAIS! TEMORES DE GUERRA EN-

TRE EL Peri^ I Bolivia. Como se ve, Santa Cruz, a pesar de SU tremendo desastre, seguia inspirando alarmas i temores. Se habia asilado en la Republica del Ecuador, i habia estable- cido SU residencia en Guayaquil. A no caber duda, gozaba alii del favor del presidente jeneral don Juan Jose Flores, i tenia a su alrededor hombres dispuestos a servirlo o a defenderlo. Entre" estos se contaba don Antonio Jose de Irisarri, el pleni- potenciario que por parte de Chile habia negociado en noviem- bre de 1837 ^^ celebre tratado de Paucarpata. Desde alii Santa Cruz hacia preparar un estenso manifiesto destinado a referir a su manera los hechos de su gobierno como fundador i pro- tector de la confederacion, i a justificar su conduct a con mas artificio que verdad. Mantenia, ademas, comunicaciones con numerosos amigos i parciales en el Peru i en Bolivia, con cuya ayuda esperaba recuperar en todo o en parte el poder perdido. Entre sus parciales, era creencia casi corriente que Santa Cruz no aguardaba mas que el regreso a Chile del ejercito que man- daba el jeneral Bulnes, para invadir el Peru en las mej ores condiciones para alcanzar buen exito.

De esa conspiracion constante, Chile no tenia nada que te- mer directamente. Fuerte por su poder militar, como lo habia probado en la reciente guerra, lo era mas aun por la solidez de sus instituciones, i por la paz interior de que disfrutaba. Santa Cruz no podia emprender ataque alguno contra este pais, pero si podia invadirj perturbar el Peru i Bolivia, crean- do un conflicto embarazoso para los estados vecinos. Sus tra- bajos persistentes, en que no le faltaban colaboradores, iban dirijidos a la ejecucion de este proposito.

La situacion'^de aquellas dos Republicas era favorable para alentar a Santa Cruz en la elaboracion de esos planes. En am- bas, la paz interior era mui precaria. Cualquier observador podia descubrir que en el Peru el poder de Gamarra no tenia base solida, i que en torno de el se'ajitaban los ambiciosos^que querian arrebatarselo. En Bolivia, el jeneral don^ose Balli- vian, vicepresidente de la Republica, i ademas, ministro de la guerra, se habia alzado con las tropas de su mando contra el

CAPfTULO CUARTO 423

presidente Velasco (6 de julio de 1839); i si bien no tardo en ser batido i obligado a buscar un asilo en el Peru, era induda- ble que el orden publico estaba en aquel pais a merced de cual- -quier caudillo inescrupuloso.

Pero habia otra circunstancia mas favorable todavia para facilitar una empresa como la que preparaba Santa Cruz. Los acontecimientos de 1835 a 1836, por mas que prepararon la -reunion de esas dos Repiiblicas en un solo cuerpo que recibio el nombre de confederacion, crearon odios profundos entre ellas, ya por el despecho producido por la derrota de los pe- ruanos, ya por el rencor que inspiraron las ejecuciones capi- tales cometidas por los vencedores durante «la dominacion boliviana», palabras con que se designaba al gobierno de San- .ta Cruz. Gamarra i sus mas autorizados consejeros estaban persuadidos de que no era posible mantener relaciones o cele- brar cualquier pacto con Bolivia, sin hacerle sentir el agravio -del Peru por aquellos acontecimientos. Tratando de esos asun- tos con don Eusebio Gutierrez, ministro residente de Bolivia en el Peru, Gamarra habia espuesto como primeras bases para un arreglo amistoso entre las dos Republicas, las siguientes: .1.0 Entrega de los soldados peruanos que Servian en el ejer- cito de Bolivia; 2P Devolucion aparatosa en las marjenes del Desaguadero de las banderas tomadas al Peru por el ejercito boliviano en la campaiia de 1835-1836; i 3.*^ Pago por Bolivia de una indemnizacion por los perjuicios ocasionados por aque- llos acontecimientos, que el Peru estimaba en sesenta millones de pesos, pero que por jenerosidad reducia a solo tres millones. . El congreso de Bolivia rechazo indignado las dos ultimas ba- ses en las sesiones de 27 i 28 de junio 1*.

Pero el gobierno boliviano queria evitar un rompimiento.

Su representante don Eusebio Gutierrez llego hasta firmar

en el Cuzco, residencia entonces de Gamarra, el 14 de agosto,

. un proyecto de tratado que no podia tener buen exito. Se exi-

. jia de Bolivia que diera al Peru las mas esplicitas i solemnes

. satisfacciones por las ofensas hechas a la libertad e indepen-

, 14. La noticia detallada de esas sesiones del congreso boliviano esta pu- blicada en El Araucano de 4 de octubre de 1839.

424 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

dencia de este pais por la intervencion de 1835. Se le compro- metia, ademas, a pagar una indemnizacion por los perjuicios causados por esos acontecimientos, cuyo monto se estipularia en un pacto definitivo. La fijacion de limites entre ambas Re- publicas seria materia de otro tratado. Todo dejaba presumir que el Peru reclamaria entonces un ensanche territorial como parte de la indemnizacion que cobraba, i que Bolivia no podia pagarle en dinero. El congreso boliviano desecho resueltamen- te ese pacto. El negociador Gutierrez se retiro de ese cargo, i en su lugar fue nombrado plenipotenciario don Hilarion Fer- nandez.

La tirantez de relaciones entre aquellas dos Republicas, las exijencias desmedidas del Peru, i la firmeza de Bolivia para rechazarlas, hacian temer en todas partes un estrepitoso i fa- tal rompimiento. En Chile, sobre todo, se seguia con la mas marcada inquietud el desenvolvimiento de estos sucesos. Al corriente de esa delicada situacion, asi por los inf ormes del mi- nistro de Bolivia en Santiago, como por las comunicaciones enviadas del Peru por don Ventura Lavalle, habia encargado a este, de acuerdo con la recomendacion de las dos camaras chilenas, que emplease sus buenos oficios en favor de un arre- glo amistoso de aquellas desavenencias (24 de junio). Aunque el gobierno- del Peru dio contestaciones tranquilizadoras a Lavalle, este pudo convencerse de que la guerra a Bolivia era cuestion resuelta en el animo de Gamarra i de sus ministros. El gobierno de Chile creyo que no debia omitir esfuerzo algu- no para evitar una guerra que consideraba una catastrofe i una vergiienza para esta parte de la America; i con una esfor- zada insistencia ofrecio directamente su mediacion para pre- parar un arreglo pacifico 1^. No es seguro que en el estado de animo de los gobernantes del Peru aquellas comunicaciones hubiesen bastado por si solas para desarmar la guerra que se preparaba; pero entonces, cabalmente, asomaban otras difi- cultades que por el momento hacian imposible el rompimien- to. Por lo demas, como vamos a verlo, todo aquello no con-

15. Comunicaciones directas del ministro de relaciones esteriores de Chil« al del Peru, de 6 de agosto i 22 de noviembre de 1839.

CAPiTULO CUARTO 425

dujo a una paz estable sino solo al aplazamiento por corto tiempo de una.guerra a todas luces deplorable.

Las dificultades que inquietaban al Peru provenian de otra parte. Don Jose Espinar, el encargado de negocios que Gama- rra tenia en Quito, comunicaba con insistencia, que Santa Cruz, ayudado por otros proscriptos, preparaba la invasion por el norte del Peru, i que contando con apoderarse de Tru- jillo, haria de esta ciudad el centro de sus operaciones. El con- sul chileno en Guayaquil suministraba los mismos o analogos informes. En vista de ellos, el gobierno de Chile habia resuelto (22 de agosto) que don Ventura Lavalle se trasladase a Quito con el caracter de encargado de negocios, para pedir que aquel gobierno espulsase de su territorio a Santa Cruz, o lo alejase de la costa, obligandolo a residir en un punto desde donde no pudiera intent ar cosa alguna contra la paz interna del Peru. Aunque el ministro de relaciones esteriores del Ecuador, don Luis de Saa, contestando comunicaciones directas del gobier- no de Chile, hubiese asegurado (3 de agosto) su resolucion de impedir a Santa Cruz todo acto de hostilidad contra el Peru, Lavalle, al entrar en funciones en su nuevo cargo (8 de no- viembre), entablo las jestiones que le habian sido encomen- dadas. Siete dias mas tarde comunicaba a su gobierno que habia sido recibido por el presidente Flores con todas las mues- tras de consideracion i con las espresiones mas esplicitas de estimacion i deferencia por el gobierno de Chile 1^; pero no le fue dado obtener las medidas que reclamaba respecto de San- ta Cruz.

Sin ser realmente un hombre superior, Santa Cruz, a la vez que se habia atraido en el curso de su carrera odios profundos, se habia ganado en todas partes adhesiones mas o menos s6- lidas i duraderas. En el Ecuador, contaba muchos amigos asi entre los nacionales como entre los emigrados de otros paises; El presidente Flores, cuya carrera ofrece mas de un punto de semejanza con la de Santa Cruz, guardaba a este toda consi- deracion. Si bien no tenia ningun interes en prestarle amparo

16. Nota de Lavalle^al ministro de relaciones esteriores de Chile, Quito, 15 de noviembre de 1839.

426 UN DEOENIO DE LA HISTORIA.DE CHILE

en sus planes para la recuperacion del mando en el Peru i en Bolivia, no queria causarle desagrados, i mucho menos negar- le la hospitalidad a que aquel creia tener derecho por aconte- cimientos del tiempo de la independencia i^. Aun, empeilan- dose en aparecer desinteresado en los asuntos de aquellos dos paises, Flores presto mas de un servicio a Santa Cruz.

A pretesto de corresponder al gobierno de Chile que tenia en Quito un encargado de negocios, envio a nuestro pais con iin titulo seme j ante al jeneral don Antonio Martinez Pallares. El objeto ostensible de la mision de este era estrechar las rela- ciones entre los dos paises, i dar seguridad de que el gobierno del Ecuador no permitiria que en su territorio se fraguasen conspiraciones contra la tranquilidad de los est ados vecinos. Pero la mision de Pallares tenia ademas un objeto reservado, que este debia tratar verbalmente, i sin dejar constancia al- guna escrita. Pediria al gobierno de Chile que hiciera valer su influencia cerca del de Bolivia para que este levantara el se- cuestro bajo el cual habian sido puestas las propiedades que Santa Cruz poseia en ese pais. El gobierno chileno se ofrecio gustoso para desempefiar ese cargo en la intelijencia de que el antiguo protector de la confederacion partiria para Europa, tan pronto como entrase en posesion de su fortuna. Ya vere- -mos que si Santa Cruz tuvo por un momento ese proposito, luego desistio de el para continuar en su carrera de conspira- dor i de pretendiente a presidencias. No parece que la mision de Pallares diera otros signos de vitalidad i^.

17. En 1822, Santa Cruz, entonces coronel, i recien pasado del ejercito es- panol, en que hizo sus primeras armas, habia sido despachado del Peru por

" el jeneral San Martin con un cuerpo de tropas en ausilio de las fuerzas colom- 'bianas que sostenian alii la guerra. El jeneral don Antonio Jose de Sucre que las mandaba con alta intelijencia, obtuvo, despues de una gloriosa campafia, la memorable victoria de Pichincha (24 de mayo) que liberto para siempre la presidencia de Quito. Santa Cruz habia hecho toda esa campafia, que con in- fundada vanidad recordaba en sus conversaciones como una gloria personal suya.

18. El jeneral don Antonio Martinez Pallares era espaiiol de nacimiento. Paso a Americaen 18 18 en la espedicion destinada a Chile, que salio de Cadiz

.convoyada por la fragata Maria Isabel, capturada en Talcahuano en octubre deese ano. Pallares traia el modesto rangode subteniente del batallon de Can

CAPfrULO CUARTO 427

§ 4. Primeros trabajos de liquidacion de cuentas for los gastos de guerra contra la confederacion. ^el go- bierno del Peru habia acreditado tambien un caracterizado representante cerca del de Chile. El 21 de marzo de 1840, el vice-presidente don Joaquin Tocornal, encargado del mando supremo, recibia en Santiago a don Matias Leon en el caracter de ministro del Peru. Tanto en su discurso de ese dia como en la primera not a que dirijio al ministerio de relaciones esterio- res, Leon espuso que el objeto principal de su mision era dar las gracias a nombre del congreso del Peru, al gobierno i al pueblo de Chile por los grandes servicios prestados a ese pais libertandolo de la dominacion de Santa Cruz i^. Todo, en esas relaciones, presentaba la apariencia de la mas perfecta i abso- luta armonia.

Pero la situacion no era tranquilizadora. El gobierno de Chile, Ueno de inquietudes por los repetidos anuncios de gue- rra entre el Peru i Bolivia, i por los demas asuntos relaciona- dos con esos dos paises, tenia que prestar a estos una cons- tante atencion. Por haber marchado el plenipotenciario La- valle en comision al Ecuador, como ya contamos, el gobierno chileno habia enviado al Peru con el simple caracter de ajente. financiero, a don Victorino Garrido, oficinista i militar espa- iiol al servicio de Chile, que en la campaila contra la confede-

tabria; i como otros oficiales de esa espedicion, abandono las filas espanolas i tomo servicio entre las patriotas. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn, XII, paj. 92. En el Ecuador alcanzo el titulo de jeneral. En Santiago, donde tenia an- tiguas relaciones, i donde residian otros espanoles en igual situacion a la suya, Pallares fue bien recibido por estos. El ministerio lo reconocio en el ca- racter de encargado de negocios del Ecuador, el 4 de marzo de 1840, i se ma- nifesto dispuesto a pedir al gobierno de Bolivia el desembargo de los bienes de Santa Cruz a condicion de que este se marchara a Europa. Pero la mision de Pallares desperto muchos recelos. En Chile se creia jeneralmente que el jeneral Flores, presidente del Ecuador, estaba interesado en procurar la res- tauracion de Santa Cruz, promoviendo i fomentando revueltas en el Peru i Bolivia, i que Pallares servia a esos planes. En Bolivia a donde paso Palla- res en seguida, i donde referia que la paz interna de Chile no podia durar largo tiempo, fue tomado por ajente de Santa Cruz i despedido con poca cere- monia.

19. Los documentos que se citan estan publicados en El Arancano de 27 de marzo i de 3 de abril de 1 840.

42S UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

racion habia desempenado el cargo de intendente de ejercito, desplegando en el, como en muchas comisiones que se le en- comendaron, las mas recomendables dotes de sagacidad i de caracter 20. Garrido habia llevado un doble encargo (setiem- bre de 1839): liquidar todas las cuentas pendientes con el Pe- ru; i hacer valer el prestijio de Chile para impedir la guerra entre esa Republica i Bolivia.

En la liquidacion de cuentas, se tendria por base la conven- cion celebrada en Lima el 12 de octubre de 1838, entre el je- neral Bulnes, jefe de la espedicion restauradora, i el jeneral Gamarra, como presidente provisorio del Peru. Esa conven- cion, que ya hemos recordado en otra parte, establecia que «todos los gastos de la campafia de la restauracion, desde el embarque de las tropas en los puertos chilenos debian suplirse o indemnizarse por el gobierno peruano». Garrido debia ade- mas arreglar entre las tres Republicas empeiladas en la guerra esterior la distribucion de los gastos orijinados por la organi- zacion i apresto de la espedicion. Segun los calculos mui pro- lijos de la contaduria mayor de Santiago, ascendian aquellos a poco mas de dos millones de pesos. El encargo confiado a Garrido sobre este particular, estaba espuesto en los terminos siguientes en las instrucciones que en 29 de agosto (1839) 1^ dio el ministro de relaciones esteriores don Joaquin Tocornal: «Fijandonos en los dos millones, i descontando de ellos 500 mil, que se cargan por esta misma razon a Bolivia, restan 1.500,000 pesos que deben distribuirse por mitad entre las dos Republicas, chilena i peruana. V. S., pues, demandara 750,000 al gobierno por la cuota que le cabe en dichos gastos, i hara todo lo que este de su parte para obtener el pago integro de esta suma en el termino mas corto posible; pero en caso nece- sario esta V. S. facultado para rebajarle hasta 50,000 pesos, consult ando en ello la prontitud i seguridad del pago».

El comisario chileno fue recibido con las mas espresivas de- mostraciones de fraternidad. El ministro de relaciones este- riores del Peru don Benito Lazo escribia desde Huancayo el 13 de octubre (1839), al ministro de Chile lo que sigue: «Como

20. Vease la Hist. Jeneral de Chile, torn. XV, paj. 445.

CAPfTULO CUARTO 429

ciertamente el Peru esta en el deber no solo de retribuir sino aun en el de recompensar los eminentes servicios que le han prestado los soldados de la nacion chilena, pues que por ellos se logro derrocar al despota que lo oprimia, el gobierno del infrascrito ha creido mui prudente i oportuno el nombramien- to de un comisionado que ventile semejante negocio». Garrido era bastante habil para dar a estas manifestaciones mas al- cance que el que realmente tenian, es decir de ceremonias i promesas, sin el deseo sincero de llegar a una liquidacion efec- tiva. Por lo demas, los hechos vinieron a demostrarle que el gobierno del Peru no podia cumplir por entonces esos compro- misos. La pobreza del erario nacional era estremada. En esos dias tomaba el jeneral Bulnes las ultimas disposiciones para regresar a Chile con su segundo cuerpo de ejercito; i aunque segun los terminos espresos de la convencion de octubre de 1838 el gobierno del Peru debio haber pagado los haberes ven- cidos a las tropas, i proporcionado los recursos para la vuelta, no habia podido hacerlo sino en parte, por lo cual Bulnes se habia comprometido en nombre del gobierno de Chile, garan- tizando que este pagaria lo que quedaba debiendose. El tesoro del Peru no pudo pagar en esos dias cantidades relativamente pequenas que se le cobraban con insistencia.

Garrido, sin embargo, emprendio el trabajo de liquidacion con toda voluntad. Antiguo empleado de hacienda desde Es- pana, i visitador de oficinas fiscales en Chile, tenia en materia de cuentas una gran practica, que ahora puso en ejercicio. El gobierno del Peru, por su parte, designo dos contadores que se contrajeron a justificar los suministros que se decia: hechos al ejercito de Bulnes, i a impugnar algunos cargos. Aunque todo aquello dio lugar a contestaciones i dificultades, el 27 de enero de 1841 Garrido presentaba la liquidacion definitiva al gobierno del Peru, que este reconocia formalmente dos dias despues. Segun ella, el Peru, por efecto solo de la convencion de octubre de 1838, estaba debiendo a Chile 724,094 pesos; quedando ademas a favor del ultimo otras acciones que se se- guirian discutiendo. Garrido habia desempeiiado satisfacto- riamente esta parte de su mision.

430 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

§ 5. Infructuosas negociaciones con el Peru. Pero este tenia ademas otros dos encargos. Garrido debia, como sabemos, ajustar el reparto entre Chile, el Peru i Bolivia del monto de los gastos que ocasiono el apresto de la espedicion restauradora, i debia tambien poner de su parte todo el em- peno posible para impedir la guerra entre esas dos ultimas Republicas. Estas dos comisiones, segun vamos a verlo, se complicaron entre si; i contra todos los esfuerzos de Chile i su ajente, condujeron al mas deplorable resultado.

A poco de llegar al Peru, Garrido se convencio de que el pensamiento dominante i casi esclusivo en el gobierno, era el llevar la guerra a Bolivia. A pretesto de ponerse en guardia contra las asechanzas de Santa Cruz, no se omitia dilijencia para reforzar el poder militar. Gamarra habia obtenido del jeneral Bulnes que dejase al Peru el armamento tomado al enemigo en el campo de Yungai. Las inconcebibles penurias porque pasaba el tesoro peruano, se esplican en parte por los gastos que se hacian en conservar un ejercito numeroso, i en los aprestos i equipos para mantenerlo en pie de guerra. Des- de sus primeras comunicaciones al gobierno de Chile, le dio a conocer Garrido esa situacion. Repitiendole esos informes en nota de 7 de enero de 1840, le decia lo que sigue: «Lo que yo miro como indudable es la guerra con Bolivia, pues las con- versaciones de las personas que forman la actual administra- cion, los aprestos que se hacen, i mas que todo el ardiente de- seo de saquear a Bolivia i de humillar a aquella Republica son ideas que halagan demasiado a estas jentes para que de- sistan de ellas». Garrido no cesaba de recomendar que el go- bierno de Chile tomase una actitud resuelta para impedir la catastrofe de una guerra.

El gobierno de Chile no omitia esfuerzos por evitar el rom- pimiento. Habia recomendado la paz en todos los tonos, i ha- bia ofrecido su mediacion. Bolivia estaba dispuesta a acep- tarla, pero el Peru daba contestaciones evasivas, disimulando sus propositos, que cada dia se hacian mas evidentes. En vista de los ultimos informes que recibia, el gobierno chileno se de- cidio a tomar una actitud mas resuelta. En marzo de 1840

CAPfrULO CUABTO 481

ejercia el mando supremo don Joaquin Tocornal, en calidad de vice-presidente, i el ministro de la guerra don Ramon Ca- vareda firmaba el despacho del ministerio de relaciones este- riores. Con fecha de 17 de ese mes, se dirijia a don Manuel Fe- rreiros, ministro a la sazon del mismo ramo en el Peru, i en terminos cultos, pero francos i enerjicos, abordaba la cuestion. «E1 vice-presidente, decia, me ha dado orden para reclamar del gobierno peruano una declaracion categorica. (jQuerra o no el gobierno peruano aceptar la mediacion chilena, cuando sus relaciones con el de Bolivia lleguen a un punto de irrita- cion que le parezca vecino a la guerra? (jHara uso de nuestros buenos oficios antes de apelar a las armas ? Aunque parece que estoi autorizado para anticipar una contestacion afirmativa, mi gobierno desearia recibir sobre esta materia esplicaciones directas i francas ... La cuestion pendiente entre sus dos alia- dos, es una cuestion rigorosamente chilena. Cualquiera de eilos que deseche los medios conciliatorios de obtener justicia i se precipite a la guerra antes de haberlos agotado, sera a sus ojos un perturbador de la paz, un enemigo de los intereses co- munes de estos nuevos estados i de los intereses peculiares de Chile. Estos principios influiran en la linea de conducta que mi gobierno creera justo i conveniente observar».

Al mismo tiempo que el gobierno de Chile asumia una acti- tud tan resuelta i casi conminatoria respecto de los gobernan- tes del Peru para apartarlos de los insensatos proyectos de guerra, resolvia enviar una legacion estraordinaria a Bolivia para propender a la paz. Confio este esa mision, con el carac- ter de encargado de negocios, a don Manuel Camilo Vial, abo- gado que en Chile yenia figurando en algunos congresos, i va- rios puestos judiciales. Por sus instrucciones. Vial debia aten- der varios encargos, el primero de los cuales era «restablecer la buena armonia entre el Peru i Bolivia», impidiendo no solo la- absorcion de uno de esos estados por el otro, sino la des- membracion de una parte del territorio de uno de ellos para incorporarlo al de su contendor. A juicio del gobierno de Chi- le, las exijencias del Peru respecto de Bolivia eran absoluta- mente injustificadas. «No se ve razon nifundamento alguno

432 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

de justicia, decia en esas instrucciones de caracter reservado, para las demandas que por el gobierno peruano se hacen a la Republica de Bolivia, que no tuvo mas parte que el Peru en la obra de la confederacion, i contribuyo mas eficazmente que el a su destruccion 2i». Con esas instrucciones, partia Vial de Valparaiso a bordo de la corbeta Janequeo el 13 de mayo de 1840.

Sin embargo, sobre la base de esas exijencias temerarias se habian reabierto en Lima las negociaciones entre el ministro Ferreiros, en representacion del Peru, i el plenipotenciario boliviano don Hilarion Fernandez. Despues de prolijas i por- iiadas discusiones en que mas de una vez estuvo para produ- cirse un rompimiento, arribaron el 19 de abril (1840) a cele- brar una convencion preliminar de paz, amistad i comercio que, resolviendo algunos puntos del litijio, dejaba pendientes muchos otros 22. Esa convencion, que fue ratificada pocos

21, Instrucciones del ministerio de relaciones esteriores de Chile al repre- sentante de este pais en Bolivia. Santiago, 23 de abril de 1840.

22. Don Victorino Garrido que seguia estas negociaciones con todo el in- teres que debian inspirar a un ajente de Chile, i que con su sagacidad habi- tual logro estar al corriente de cuando se trataba, seguramente por las con- fidencias de Fernandez, dio cuenta cabal de ellas al ministerio de relaciones esteriores en una nota de 10 de mayo de 1840, mui ilustrativa de aquellos in- cidentes. Don Ricardo Montaner Bello ha hecho un largo e importante es- tracto de ese documento en las pajs. 58 a 60 del libro antes citado.

Aquella convencion que no habia de tener cumplimiento, i que no detuvo los trastornos interiores de esas dos Republicas, i mucho menos la guerra entre ambas que se veia asomar, tenia un articulo que tocaba a Chile. El Peru, en cambio de los pagos que exijia de Bolivia, declaraba a esta exenta de toda responsabihdad respecto de los gastos de la guerra de la restaura- cion, es decir, el Peru, por si solo i sin consultar a nadie, eximia a Bolivia de pago de lo que esta debia a Chile. Vease sobre esto la memoria del ministe- lio de relaciones esteriores de Chile, correspondiente a 1841. Aun sin tener cumpHmiento, esa convencion produjo no pocos desagrados al gobierno de Chile. El encargado de negocios que este tenia en Bolivia, don Manuel Ca- milo Vial, habia sido mui bien recibido en aquel pais; estimandose en mucho los propositos que mostraba por impedir todo rompimiento con el Peru. Pero Vial, ademas, entablo jestiones contra el articulo de la convencion de que ha- blamos, referente a la deuda de Chile; i lo hizo con poca prudencia, por lo -cual se le contest© en terminos ofensivos, negando a este pais el derecho de hacer cobro"alguno. El encargado de negocios de Chile creyo un deber reti- rarse por entonces de la capital.

CAPfTFLO OUABTO 433

dias despues i canjeada en el mes de junio siguiente, no hizo mas que aplazar la guerra que debia estallar despues de los mas estraordinarios acontecimientos i con los resultados mas imprevistos.

La actitud del Peru respecto de Chile en toda esta emerjen- cia, a pesar de las frases estudiadamente afectuosas de sus co- municaciones* era mui poco aparente para robustecer la de- cantada fraternidad. El artificio mui poco injenioso con que eludia toda contestacion directa sobre si aceptaba o no la me- diacion chilena en sus dificultades con Bolivia, revelaba un- plan malicioso que debia llevar a una guerra injusta, que con- trariaba la politica de Chile en favor de la paz de esas Repu- blicas. Sobre todo eso, un articulo (el lo) de la convencion de 19 de abril que acababa de celebrar con Bolivia, declaraba a esta, en cambio de los gravamenes que en su propio provecho le imponia, exenta de pagar a Chile lo que este cobraba con le mas perfecto derecho. Como recordamos poco antes, Chile habia suprimido por un decreto de 13 de abril de 1839, ^^ ^^- puesto escepcional que desde 1832 gravaba la importacion de productos peruanos, i habia esperado que el Peru correspon- diese a esa resolucion suprimiendo a su vez los derechos que alii gravaban la introduccion de los productos chilenos. Sin embargo, se pasaron cerca de veinte meses en contestaciones dilatorias; i cuando por un reglamento de comercio dictado el 30 de noviembre de 1840, derogo los derechos escepcionales que pesaban sobre los productos chilenos, quedaron estos so- metidos al impuesto comun, que siendo siempre mui oneroso, no satisfizo las just as aspiraciones del comercio. Todo aquello, volvemos a repetirlo, no era aparente para estrechar las rela- ciones entre las dos Repiiblicas.

El gobierno de Chile, lejos de aceptar el sistema de evasivas i dilatorias que habia adoptado el Peru, queria una situacion franca i bien definida. En diciembre de 1840 se hallaba en Santiago don Ventura Lavalle, que daba cuenta de los planes tramados por Santa Cruz en la Republica del Ecuador. Con fecha de 16 de ese mes, el ministerio de relaciones esteriores, que habia comenzado a desempenar don Manuel Montt, con- TOMO XIV.— 28

434 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

fiaba a Lavalle el cargo de ministro plenipotenciario cerca del gobierno del Peru; i dandole siete dias despues instrucciones bien precisas, lo hacia partir apresuradamente 23. Debia viji- lar por la permanencia del sistema de la restauracion, es decir, impedir todo lo que tendiese a restablecer la confederacion. Llevaba tambien el encargo de defender a los ciudadanos chi- lenos establecidos en el Peru contra los vejameifes de que, de un modo u otro, solia hacerseles victimas. Se haria cargo de la liquidacion de cuentas practicada por Garrido, para que quedara reconocida. Sobre la distribucion de los dos millones en" que Chile avaluaba los gastos hechos en la organizacion de la espedicion restauradora, Lavalle llevaba un encargo per- fectamente claro i definido. Debia reclamar del Peru el reco- nocimiento de la obligacion de pagar los 750,000 pesos que le correspondian, i de protestar de la declaracion en que esa Re- piiblica, sin ningun titulo para ello, i en agravio de Chile, exi- mia a Bolivia del pago que le correspondia hacer.

Todo aquello no habia de producir por entonces resultado alguno practico. Al desembarcar Lavalle en el Callao en enero de 1841, la revolucion ardia en una parte del Peru. El coronel don Manuel Ignacio Vivanco, prefecto de Arequipa, habia levantado la bandera de la insurreccion contra el gobierno de Gamarra, i lo habian seguido los demas departamentos de sur, Cuzco, Puno i Moquegua. Aunque parecia que Vivanco aspiraba solo a tomar la presidencia de la Republica, sus pro- clamas i algunas referencias a la intervencion de Chile en los acontecimientos de los ultimos cuatro anos, hacian temer que ese levantamiento tuviese conexion con Santa Cruz. Aquel estado de cosas, sin embargo, no se prolong© mucho tiempo. Vivanco, despues de esperimentar algunas defecciones, fue batido en Cuevillas (departamento de Puno) el 30 de marzo

23: Segun contamos mas atras, Preliminar cap. Ill, num. 7 la fragata Chi- le, llegada hacia poco a nuestro pais, fue enviada entonces al Callao, i ella condujo al plenipotenciario Lavalle. Se recordara que de vuelta de este via- je, en decreto de 30 de marzo (1841), i por razon de economia fue mandada desarmar aquella nave, cuyo mantenimiento en pie militar costaba 64,000 pesos al aiio. Ya veremos que poco mas tarde fue necesario desistir de esa resolucion.

CAPfrULO CUAKTOi 435

(1841), por el jeneral don Ramon Castilla, i obligado a asilarse en Bolivia.

El triunfo del gobierno sobre los revolucionarios no facilito la marcha de las negociaciones pendientes con Chile. El jene- ral Gamarra tenia su atencion iija en otros asuntos, el mante- nimiento del orden interno, las medidas de defensa contra las asechanzas de Santa Cruz, i los preparativos belicos contra Bolivia; i se preocupaba mui poco de las relaciones con su alia- do de ayer, o mas propiamente queria desentenderse de el. El plenipotenciario chileno promovio de palabra o por escrito la discusion de las cuestiones pendientes de tiempo atras, i de otras que se iban suscitando; i solo obtuvo contestaciones di- latorias, i muchas veces no obtuvo contestacion alguna. Es cierto que habiendo anunciado el proposito de liquidar las cuentas del emprestito de millon i medio de pesos que Chile hizo al Peru, designo el gobierno de este pais una comision en- cargada de entenderse sobre este particular con el plenipoten- ciario chileno; pero esa comision se reunia pocas veces, demo- raba el estudio de cada accident e, i dejaba pasar los^meses sin resolver nada. Hai un documento importante que da una no- cion clara e incontestable de aquel estado de cosas. En 23 de diciembre de-1841, teniendo Lavalle que ausentarse de Lima en desempefio de una comision de que hablaremos mas ade- lante, dejaba al ministro de relaciones esteriores del Peru un memorandum de los asuntos que quedaban pendientes. Ese memorandum es un indice o catalogo de las numerosas notas que desde el 3 de febrero de ese afio habia pasado a ese minis- terio sin haber obtenido contestacion 2*. Por lo demas, el des- gobierno en casi todos los ramos de la administracion publica, era entonces un mal endemico en el Peru.

§ 6. GUERRA ENTRE EL PeRI> I BOLIVIA; GRAN VICTORIA DE

ESTA tiLTiMA EN iNGAvf. La situacion interna de Bolivia no presentaba mejor aspecto. Santa Cruz tenia alii muchos parciales i ajentes movedizos i empeiiosos, que excitaban la

24. Esta nota de que Lavalle mando copia a Chile en justificacion de su conducta ha sido publicada por don Ricardo Montaner Bello, en el libro ci- tado, pajs. 82 i 83.

436 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Opinion, i que en medio del desorden jeneral, encqntraban adeptos. En noviembre de 1840 habia estallado en Oruro un motin que proclamaba a Ballivian, i que fue sofocado sin gran esfuerzo. El president e Velasco, aunque revestido de facultades estraordinarias, no pudo mantener el mando con- tra otro motin militar que estallaba el 10 de junio de 1841, en Cochabamba, en su propio palacio, encabezado por el te- niente coronel don Gregorio Goitia, uno de sus edecanes. Re- ducidos a prision Velasco i sus ministros, fue Santa Cruz pro- clamado jefe supremo de la Republica, i deposit ario provi- sorio del gobierno el coronel don Sebastian Agreda ^s. Aquel movimiento, secundado en algunas provincias, dio orijen a otros levantamientos con distintos caudillos i con distintos propositos, o mas propiamente a la mas desordenada anar- quia.

Seria tan largo como estrano a nuestro objeto el referir aunque sea sumariamente aquellos acontecimientos que du- rante unos tres meses mantuvieron en Bolivia el mas espan- toso desorden, i que la historia no ha podido aun estudiar con todos sus accidentes. La proclamacion de Santa Cruz no habia encontrado el eco que se esperaba; i ademas hacia te-, mer las complicaciones esteriores que ella podia suscitar por parte de Chile i del Peru. Mientras tanto, el jeneral don Jose Ballivian, fujitivo de Bolivia desde dos aiios atras, despues de la tentativa revolucionaria que hemos recordado antes i proclamado traidor por el congreso constituyente (12 de Ju- lio de 1839) habia vuelto a la patria, i asumido el poder pu- blico con el apoyo de muchos de los caudillos de aquellas re- vueltas. Por un decreto espedido el 27 de setiembre (1841) Ballivian declaraba derogada la reciente constitucion de 1839, i tomaba el mando provisorio de la Republica hasta que una convencion nacional le diese un gobierno estable. Ese documento, i los actos todos del gobierno que se estaba asentando en Bolivia, demostraban que no se trataba ya de la restauracion de Santa Cruz.

25. Los documentos relatives a esta sublevacion, estan recopilados en El Araucano de 27 de agosto de 1841.

CAPfrULO CUABTO 437

A pesar del establecimiento de la navegacion a vapor que habia facilitado considerablemente las comunicaciones en as costas del Pacifico, las noticias de Bolivia, que debian dar a vuelta por el Peru, llegaban a Chile con un gran retardo. Asi, solo en la ultima semana de agosto (1841) se supo en San- tiago el levantamiento ocurrido en Cochabamba el 10 de ju- nio, en que se habia proclamado la restauracion de Santa Cruz. Esa noticia confirmaba las que el gobierno tenia de Guayaquil. Se le habia anunciado que el antiguo protector de la confederacion, empenadt) siempre en recuperar el mando, hacia los aprestos para volver a Bolivia, favorecido por un movimiento revolucionario que debia estallar alii. Se anun- ciaba, ademas, que para distraer la atencion de los gober- nantes del Peru, se preparaba una invasion por el norte de este. pais que debia efectuar un cuerpo de emigrados perua- nos. Santa Cruz, a fin de alentar a sus parciales, hizo irhpri- mir en Quito una proclama para esparcirla en Bolivia, en que anunciaba a aquellos que se disponia a embarcarse con rum- bo a Cobija.

Est OS informes indujeron al gobierno de Chile a inter ve- nir de una manera que se consideraba eficaz. Mando apres- tar apresuradamente la fragata Chile ^^, que en marzo an- rior, como ya dijimos, habia sido puesta en estado de desar- me, i con la pequeiia goleta Colocolo la hizo salir (2 de setiem- bre de 1841) en desempeno de una delicada comision enco- mendada al comandante jeneral de marina don Ramon Ca- vareda. El objeto de la espedicion era apoderarse de Santa Cruz al desembarcar en Cobija o en otro puerto, o tomarlo en el buque en que venia de Guayaquil, siempre que no hubiera motivo para temer que la nacionalidad de ese barco pudiese dar orijen a complicaciones internacionales. El gobierno es- taba resuelto a retener a Santa Cruz en Chile rodeado de to-

26. La fragata Chile, buque nuevo de 46 canones, estaba mandada por el capitan de fragata don Santiago Jorje Bynon, marino intrepid© i esperimen- tado que servia en la armada de Chile desde las guerras de la independencia. El bergantin goleta Colocolo, de 6 canones, tenia por comandante al capitan de corbeta don Leoncio Senoret, incorporado a la marina chilena en 1836.

438 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

das las comodidades imajinables, pero en absoluta imposibi- lidad de seguir perturbando la paz de estas republicas, i a no dejarlo en completa libertad sino para ir a establecerse a Europa.

La fragata Chile fue a situarse en Cobija, mientras la Colo- colo avanzo hasta el Callao, i aun llego a Guayaquil. En este puerto se creyo posible sorprender a Santa Cruz al tomar una embarcacion; pero este, a pesar de las promesas hechas a sus parciales en cartas i en proclamas, se mantuvo cautelosamen- te en tierra esperando el triunfo de la revolucion que en su favor se habia iniciado en Bolivia. La goleta Colocolo estuvo de vuelta en Valparaiso el 22 de noviembre (1841), i un mes mas tarde (el 24 de diciembre) volvia la fragata CM^.'Fueron mui pocas las personas que entonces conocieron el verdadero objeto del viaje que acababan de hacer aquellos buques.

Si esa espedicion no habia producido el resultado que se esperaba, el comisario del gobierno i los comandantes de los buques traian a Chile la noticia segura de que los sucesos del Peru i de Bolivia habian tornado un rumbo que frustraba to- dos los planes de Santa Cruz 27. Pero en cambio, se desarro- llaban los acontecimientos mas estraordinarios, que ahonda- ban la perturbacion jeneral en esos dos paises, i que inquieta-

27, Como se comprendera facilmente, es estrano al objeto de estas pajinas el contar con todos sus pormenores la ejecucion de los planes de Santa Cruz para recuperar el poder; pero debemos recordar algunos hechos e incidentes. En junio de 1841, dos ajentes de Santa Cruz, nombrados Angulo i Cespedes, enviados^del Ecuador, intentaron en vano sublevar el departamento peruano de Piura. En dicienibre de 1841, cuando la goleta chilena Colocolo se habia retirado hacia tiempo de Guayaquil, Santa Cruz complete alii la organiza- cion i equipo de una pequef^ columna de emigrados peruanos compuesta de mui pocos soldados, i de 19 oficiales, uno de los cuales, el coronel don Justo Hercelles, debia mandarlos. Su equipo, destinado a armar tropas en el Peru, era compuesto de mas de mil fusiles, abundantes municiones i otros elemen - tos belicos. Hercelles i sus compafieros desembarcaron en Paita, i avanza- ron hasta un pueblo cercano llamado La Guaca. Antes de haber enrolado al- guna jente, los invasores fueron alcanzados por una columna de mas de dos- cientos hombres mandados por el coronel don Juan Jose Arrieta. No se Uegd sin embargo, a un rompimiento. Los dos jefes celebraron una conferencia i Uegaron a un acuerdo. Hercelles desistio de todo intento belico i por un con venio firmado el 19 de enero de 1842 depuso i entrego las armas municio-

CAPfrULO CUARTO 439

ban al gobierno de Chile. La guerra tanto tiempo prevista, habia estallado sin causas que la justificasen, acompanada de ferocidades que horrorizan, i con un exito que nada hacia es- perar.

Gamarra i los hombres dirijentes del Peru, habian visto en la insurreccion de Cochabamba de junio de 1841 i en la proclamacion de Santa Cruz un motivo para Uevar a Bolivia la guerra tanto tiempo deseada. El 7 de julio, el consejo de estado que funcionaba en Lima, declaraba la patria en peli- gro, i autorizaba al presidente de la Republica para hacer la guerra a Santa Cruz donde se le proclamase, facultandolo a aquel para aumentar el ejercito, celebrar alianzas, levantar emprestitos, restrinjir la libertad de imprenta, i trasladar de un punto a otro o hacer salir del pais a las personas que dieren motive para recelar de que simpatizaban con el enemigo 2S^ Gamarra, encargado del mando del ejercito, i facultado para salir del territorio, si lo exijiesen las operaciones militares, partio de Lima hacia el sur, puso en movimiento las tropas, i excito por todas partes el espiritu guerrero. Don Ventura La- valle, testigo de todo esto, trazaba al gobierno de Chile, el cuadro de la lastimosa situacion del Peru, en nota de 14 de julio, en los terminos siguientes: «La penuria del erario pe- ruano se aumenta cada dia con los exorbitantes gastos que demanda la creacion i conservacion de un ejercito numeroso, con el constante trasporte de tropas de un punto a otro de la Republica, i con el desgreiio de todos los ramos de la hacien- da publica. Todos los empleados permanecen a medio sueldo, i este mismo, mal pagado; de modo que, fuera de la inclina- cion que jeneralmente se nota en la mayor parte de ellos de defraudar siempre que pueden, las rentas del Estado, las ne-

nes i pertrechos;ypero recibio 19,000 pesos como importe de ellas. Los docu- mentos relatives a este incidente estan reproducidos en un alcance a la Gace- ta del comercio de Valparaiso, de 17 de febrero de 1842. A principio del ano siguiente esos sucesos tuvieron sangrienta repercusion.

28. La resolucion del consejo de estado de Lima de 7 de julio de 1841, de que hablamos en el testo, esta publicada en El Araucano numero 575 de 27 de agosto de ese ano.

440 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

cesidades que sufren obligaran a muchos a entrar por pactos ihdignos que pudiera desechar su conciencia si no se viesen acosados por el hambre. Esta capital, que en su mayor parte es habit ada por jentes que dependen de las rent as del Esta- do, es donde con mas fuerza se deja sentir la presente mise- ria». En medio de tan tremenda situacion, el gobierno del Peru marchaba resueltamente a la guerra, seguro de la vic- toria, i de que ella le report aria prestijio, recursos i estabi- lidad.

Las acontecimientos que seguian desenvolviendose en Bo- livia no autorizaban esa actitud. El gobierno formado por la revolucion de Cochabamba,"^ no insistia ya en proclamar la restauracion de Santa Cruz, que por todas partes suscitaba resistencias insubnasables. La elevacion de Ballivian, en me- dio de pronunciamientos militares, vino a acentuar esta nue- va faz de los sucesos. Gamarra, sin embargo, habiendo reuni- do su ejercito, en numero de unos 5,000 hombres en el depar- tamento de Puno, lanzaba desde el pueblo de Lampa, el 14 de setiembre, una proclama en que anunciaba a los bolivianos que, sin abrigar proposito alguno contra la independencia de ese pais, iba solo a hacer la guerra al partido que pretendia el establecimiento del gobierno de Santa Cruz, que era una amenaza para el Peru. El 2 de octubre paso la frontera, i ocho dias despues se apoderaba de la ciudad de la Paz, i de toda la comarca. Desde las primeras hostilidades, los invasores cometieron violencias i tropelias que provocaron represalias, i que dieron a esas operaciones un marcado caracter de fero- cidad.

Por un momento, Ballivian habia creido poder detener la guerra.fHabia tenido antes comunicaciones secretas con Ga- marra, que, segun parece, lo estimulaba a sublevarse contra Velasco, i creyo sin duda que aquellas relaciones podian serle utiles en la presente crisis. Dirijiendose al jefe invasor, le ma- nifestaba que el gobierno presente de Bolivia habia cruzado los planes de los revolucionarios de Cochabamba, que recha- zaba con la misma decision que el Peru todo plan de res- tablecer a Santa Cruz, i que por esto veia con asombro la in-

CAPfrULO CUARTO 441

vasion injustificada del territorio boliviano. Todo aquello era trabajo perdido.|Gamarra hacia contestar esas comunicacio- nes en un tono de la mas alta arrogancia, como si no creyera las esplicaciones que se le daban, i mostrandose resuelto a no abandonar la empresa en que estaba empeiiado sin haber obtenido una solucion definitiva. «E1 ejercito peruano, es- cribia el secretario de Gamarra el 6 de octubre, contestanda un oficio de Ballivian, se habia internado en Bolivia, i no le seria honroso retroceder, sin haber alcanzado para su patria las seguridades que venia a buscap>.

La guerra se hizo inevitable. Ballivian empleo cerca de un mes en reunir todos los cuerpos de tropa i todos los recursos militares de que podia disponer Bolivia. El jeneral don Jose Miguel Velasco, salido de la prision en que fue puesto en ju- nio anterior, cuando se le quito el mando del Estado, habia juntado algunas tropas que jenerosamente entrego a Balli- vian. Llego a contar este unos cuatro mil soldados, i con ellos abrio la campana efectiva. No es este el lugar de con- tarla en sus accidentes, pero si de recordar su desenlace defini- tivo. El i8 de noviembre estaban a la vista los dos ejercitos en los llanos vecinos a La Paz, en frente del pueblo de Viacha, i en un campo denominado Ingavi o Incahue, nombres am- bos que se han dado^ a la batalla de que ese lugar fue teatro.. Despues de diversos movimientos, i escaramuzas de los dos ejercitos, durante la mafiana, la batalla se empeno en forma a medio dia. A las primeras descargas de fusileria cayo muerto el presidente Gamarra a la cabeza de su ejercito. Este acci- dente, divulgado prontamente en su campo, produjo una gran perturbacion. Las tropas comenzaban a vacilar, i las vigoro- sas i repetidas cargas de los bolivianos, vinieron a decidir la Jornada despues de cincuenta minutos de verdadero com- bate. La histori'a recuerda pocas victorias mas completas i decisivas. El boletin del ejercito boliviano daba cuenta de ella, talvez con alguna exajeracion en las cifras, en los termi- minos siguientes: «Los trofeos de esta celebre victoria son cuatro banderas, ocho piezas de artilleria, 3,400 fusiles, 290- lanzas, mayor numero de sables, todo el parque enemigo, i

442 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cuanto componia el tren de su ejercito. Ha muerto en el cam- po, i sobre su primera linea, el jeneralisimo de las armas pe- ruanas, i ban quedado prisioneros en nuestro poder el jeneral en jefe don Ramon Castilla, 24 jefes, 150 oficiales i 3,200 indi- viduos de tropa.» Aquel desastre importaba la destruccion completa del ejercito del Peru. Ballivian, casi sin encontrar resistencia, recorrio o hizo recorrer con sus tropas grandes porciones de los departamentos peruanos de Puno i Moque- hua hasta el puerto de Arica 29.

§ 7. Grave situacion i complicaciones creadas for el

ESTADO DE GUERRA; CELEBRASE LA PAZ ENTRE PeRU I BOLI-

BiA BAjo LA MEDiACiON DE Chile. En Lima, entre tanto, se carecia por completo de noticias del teatro de la guerra. En ausencia del presidente de la Repiiblica, gobernaba alii iin consejo de estado presidido por don Manuel Menendez. Sea por la dificuitad de las comunicacianes, o por un plan adoptado por Gamarra, aquel recibia mui de tarde en tarde informes acerca de las operaciones militares. El 28 de noviem- bre (1841), diez dias despues del desastre de Ingavi, i sin tener lamenor noticia delo ocurrido alii, el consejo de estado espe- dia un largo decreto que importaba la declaracion de guerra a Bolivia. «La campaila que ha emprendido el jeneralisimo presidente de la Republica sobre Bolivia, decia el articulo iP de ese decreto, es conforme a la autorizacion de 7 de julio ultimo, i debe continuarla hasta obtener las seguridades exi-

29. Los periodicos de la epoca, en Chile, en el Peru i en Bolivia, publica- ron los principales documentos referentes a 6sta campaiia, pero en 1842, se dio a luz en Valparaiso, por la imprenta de don Manuel Rivadeneira, un opusculo de 58 pajinas, titulado Campana de cuarenta dias hecha por el ejer- cito boliviano al mando del jeneral Ballivian contra el ejircito invasor del Peru a las ordenes de don Agustin Gamarra. Aunque se habla de estos hechos en di- versos libros, lo que conozco con mas forma de historia es el compendio es- crito por don Manuel Jose Cortes {Ensayo sobre la historia de Bolivia, Sucre, 1 861), en cuyo capitulo V hai noticias bien sumarias e incompletas de todo esto. Puede verse igualmente otro compendio publicado en Cochabamba en 1870 con el titulo de Breve resumen de las lecciones de la historia de Bolivia, por don Luis Mariano Guzman, en que la leccion 1 1.* esta consagrada a estos sucesos.

CAPfrULO CUARTO 443

jidas en esta. En su virtud hara el gobierno la declaracion de guerra que corresponde».

Solo el 6 de diciembre se tuvo en Lima noticia del desas- tre. El presidente del consejo de estado la anuncio al pueblo en una ardorosa proclama, en que, despues de dar cuenta de la muerte de Gamarra i los horrores cometidos por los ven- cedores, proclamaba la resolucion de continuar al guerra hasta conseguir el objeto que se buscaba, asegurando que el pais tenia recursos abundantes para ello; i pedia a la nacion que deponiendo las pasiones de banderia, acudiera a servir en esa patriotica empresa. «En medio de las amarguras que cercan el puesto que ahora ocupo, decia el presidente del consejo de estado, son mi consuelo las virtudes del pueblo magnanimo a cuya frente me hallo. Mi ambicion toda entregarlo glorioso ^ digno de su nombre, si antes no me fuere necesario que una muerte envidiable, cual la de nuestro ilustre presidente, ter- mine los dias de vuestro amigo Manuel Menendez» ^.

Este impetu guerrero no duro largo tiempo. El desastre tenia para el Peru proporciones mayores que todo lo que se podia imajinar. Habia perdido un ejercito entero; i aunque podia reunir jente para reemplazarlo con simples reclutas, le faltaban armas i muchos otros aperos militares. Por otra parte, la desmoralizacion jeneral i la estremada miseria del tesoro publico, no hacian posible la continuacion de la guerra. A pesar del obstinado empefio del gobierno peruano en eludir toda palabra de aceptacion de los buenos oficios de mediador que desde mucho tiempo venia ofreciendo Chile, se adopto un arbitrio bien diverso. El 17 de diciembre, Lavalle fue llama- do a palacio; i alii el presidente del consejo de estado le pidio encarecidamente que a nombre de Chile ofreciese la media- cion de paz a los dos belijerantes. Queria, ademas, que esta proposicion que el Peru acojeria sin vacilar, fuese hecha con las apariencias de espontanea, i demostrando a ambas par- tes las ventajas de un avenimiento. Accediendo a esta peti-

30. Esta proclama se halla reproducida en El Araucano de 14 de enero de 1842.

444 "^ 'UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cion, Lavalle presentaba el dia siguiente (i8 de diciembre), en nombre del gobierno de Chile, el ofrecimiento de media- cion.

Era ministro de relaciones esteriores el canonigo don Agus- tin Guillermo Charun, tenido por letrado i por politico arti- ficioso, que mas tarde fue obispo de Trujillo. El mismo dia i8 de diciembre aceptaba la mediacion ofrecida; pero preten- diendo hacer creer que la situacion del Peru distaba mucho de ser angustiada, i bajo un falso concepto de la dignidad del pais exijia dos condiciones previas que habrian podido hacer fracasar toda negociacion. Inmediatamente desistio de una de ellas, i poco mas tarde desistio tambien de la segun- da 31, Lavalle habia ofrecido la mediacion de Chile en virtud de los poderes jenerales que le tenia confiados su gobierno; pero en los momentos en que se disponia para ponerse en mar- cha al sur con el objeto de acercarse a los mandatarios de Bo- livia, recibio instrucciones mas completas i precisas sobre lo que debia hacer en tan complicada situacion. El gobierno de Chile queria que su mediacion fuese efectiva i eficaz, que cor- tase la guerra entre el Peru i Bolivia, i que solucionase to- das las cuestiones pendientes, de manera que no volvieran a nacer aquellas complicaciones. Esas instrucciones escritas en Santiago (el 3 de diciembre) cuando solo se tenia noticia de haberse iniciado el rompimiento, no correspondian sino mui incompletamente al aspecto que habian tomado las co- sas despues de la gran victoria de los bolivianos en Ingavi. En cumplimiento de las ordenes del gobierno de Santiago,

3 1 : Las condiciones establecidas por el canonigo Charun para aceptar la mediacion, eran dos. i.* La Republica de Chile garantizaria que Santa Cruz no volveria a gobernar en Bolivia. 2.* Las tropas bolivianas, antes de abrirse las negociaciones, evacuarian el territorio peruano que estaban ocupando. El canonigo Charun queria dejar constancia en los documentos que esta me- diacion, pedida con tanto empeno con el gobierno del Peru, era aceptada solo por deferencia a Chile que la ofrecia. Lavalle objeto las dos condiciones propuestas, i sobre todo la primera que se referia a Chile. El presidente del consejo de estado i su ministro convinieron en retirarla. Aunque persistio en dejar subsistente la segunda, en que creia empenada la dignidad del Peru, tuvo tambien que ceder cuando conocio la actitud firme i resuelta de Balli- vian.

CAPfrULO CUARTO 445

se embarcaba Lavalle en el Callao a fines de diciembre en uno de los vapores que recorrian esta costa, desembarcaba en Is- lai, i el 5 de enero de 1842 se hall'aba en Arequipa. Ese mismo dia se dirijia a la vez al jeneral Ballivian que estaba en la ciu- dad peruana de Puno, al frente de un cuerpo de tropas, i a la junta o consejo de gobierno que lo represent aba en La Paz. A ambos ofrecia la mediacion de Chile para preparar un ave- nimiento. Ambos tambien aceptaron gustosos aquel ofreci- miento, pero rechazaban con toda enerjia la condicion exijida por el Peru abandonar antes de abrir las negociaciones, el territorio ocupado por tropas bolivianas en pais enemigo. No quedo a Lavalle mas arbitrio que regresar a Lima. La condicion exijida con tanta arrogancia por el canonigo Cha- run, habia frustrado el proyecto de mediacion; i los departa- mentos australes del, Peru quedaban bajo la dura dominacion de un ejercito vencedor i mui poco complaciente.

Los acontecimientos i peripecias de ^ esa guerra inquieta- ban mucho al gobierno de Chile. Temia este no solo los pro- bables danos que podia esperimentar su comercio, sino el ver- se envuelto en complicaciones i obligado a intervenir, como lo habia hecho en ailos anteriores. La tardanza en las comu- nicaciones aumentaba esa inquietud, impidiendo la trasmi- sion de ordenes o de prevenciones que correspondiesen pre- cisamente al estado de las cosas en aquellos paises. El 27 de diciembre (1841) llegaba inesperadamente a^^yalparaiso la corbeta de guerra francesa Camille. Venia de Cobija, i aun- ciaba que cuarenta dias antes se habia verificado en los lla- nos vecinos a la Paz un gran combate en que los bolivianos habian obtenido una completa victoria. Dentro de una car- ta de Cobija, que traia ese buque, venia la copia de un parte escrito por Ballivian en el campo de batalla el mismo dia de la victoria, que no dejaba lugar a duda sobre la efectividad de aquellos acontecimientos. En vista de ellos, el gobierno repitio las ordenes mas premiosas a Lavalle de activar con toda dilijencia cuanto fuese necesario para constituir la mediacion.

Mientras tanto, las noticias que seguian llegando del Peru,

446 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

aumentaban estraordinariamente la inquietud. Se supo que la proyectada mediacion se habia frustrado por la exijencia del gobierno peruano de imponer condiciones que el vence- dor no habia de aceptar. Lavalle comunicaba que a causa de este contratiempo, regresaba a Lima a esperar nuevas 6r- denes. Por fin, se anunciaba que Santa Cruz i sus parciales se- guian preparando desde Guayaquil partidas de emigrados i de aventureros que invadian las provincias del norte del Peru para provocar revueltas. Con el objeto de solucionar est as dificultades, el gobierno de Chile se decidio a tomar una acti- tud mas decisiva, haciendo entender en caso necesario, que estaba resuelto a todo para hacer cesar una situacion que afec- taba seriamente a este pais. En los consejos de gobierno, ce- lebrados con la mayor reserva, se resolvio que el ministro del interior i relaciones esteriores don Ramon Luis Irarrazaval se trasladase a Lima a dar impulse i caracter a las jestiones pendientes; i que iria en la fragata Chile no solo para dar mas aparato a su mision, sino para que este barco prestara sus servicios en las costas del Peru para impedir las espediciones de Santa Cruz i de sus adeptos, i para resguardar los intere- ses chilenos i sus duenos en todo aquel litoral. La Chile zar- paba de Valparaiso el 6 de febrero {1842), sin que el publico pudiera darse verdadera idea del objeto del viaje. Don Ra- mon Renjifo, hermano del ministro de hacienda, i sub-secre- tario del ministerio del interior, entro en funciones en reem- plazo de Irarrazaval, pero por entonces no se publico decre- to alguno que autorizara esta sustitucion. En el publico se de- cia que el mal estado de salud de este alto funcionario, lo ha- bia obligado a emprender ese viaje, en busca de un clima mas benigno en que ademas de restablecerse, pudiera darse algu- nas semanas de descanso ^2,

32. En 20 de julio presentaba don Ramon Renjifo al congreso la memo ria anual del ministerio de relaciones esteriores, i comenzaba con estas pala- bras: «Llamado a presidir el departamento de relaciones esteriores por enfer- medad i ausencia del ministro propietario» . . .

El mismo ministro interino Renjifo en nota de 22 de enero (1842) al con sul de Chile en Lima, esplicaba mui sumariamente el objeto del viaje de Ira rrazaval, i el servicio que debia prestar esa fragata.

CAPfrULO CUARTO 447

A fines de febrero, cuando Irarrazaval llegaba a Lima, se habia operado un cambio considerable en aquellos negocios. El gobierno del Peru, tomando el peso a la gravedad de la si- tuacion, i a pesar de la opinion contraria de algunos milita- res i de otros personajes notables, habia resuelto en una con- ferencia celebrada el 9 de febrero, entrar en negociaciones con Bolivia sin exijir las condiciones previas de que se habia ha- blado antes; i al efecto nombro negociador por su parte a don Francisco Javier Miriategui, letrado de gran reputacion en. aquel pais. Por mas que la opinion vulgar fuera desfavorable a Chile, atribuyendo a propositos mezquinos el interes que este gobierno tenia por el restablecimiento de la paz entre el Peru i Bolivia, el plenipotenciario chileno don Ventura La- valle fue reconocido en el caracter de mediador, que desem- pefio con notable elevacion de miras i con el mas feliz resul- tado.

Inicio Lavalle el cumplimiento de su encargo desde la ciu- dad de Arequipa, dirijiendose el 25 de marzo al consejo de gobierno de Bolivia i al jeneral Ballivian para abrir negocia- ciones de paz. Las respuestas que recibio fueron del todo fa- vorables. Ballivian mando suspender las operaciones milita- res, deteniendo la marcha de una division boliviana que se dirijia al Cuzco. Las largas distancias, la dificultad de las co- municaciones, i las vacilaciones retardaron todavia cerca de un mes el desenvolvimiento de aquellos laboriosos arreglos. El gobierno de Bolivia confio su representacion a don Hila- rion Fernandez, hombre versado, como sabemos, en esta cla- se de asuntos. De comun acuerdo se fijo para lugar de reunion un pequeno pueblo peruano llam.ado Vilque, situado unas ocho leguas al poniente de Puno. El 9 de mayo se iniciaron las con- ferencias, en la casa de Lavalle, que las presidia.

No es de este lugar el referir todos los incidentes i tropie- zos de aquellas negociaciones, ni los medios a que fue precisa recurrir para dominar muchas dificultades. Fernandez i Ma- riategui defendian con grande ardor, i a veces con recrimina- ciones i de una manera agresiva, los intereses de sus paises respectivos. Lavalle, conservando la serenidad de su animo i

448 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

la frialdad de su juicio, era el elemento moderador, fiel repre- sentante^de los propositos de su gobierno, que no queria ven- tajas inmoderadas, ni imposiciones humillantes para ningu- na de las dos partes. El jeneral Ballivian, que en su condicion de vencedor, habria podido exijir ventajas molest as para sus contrarios, se condujo, sin embargo, con una gran modera- cion. Al fin, despues de las mas laboriosas peripecias, el 7 de junio (1842) se firmaba con el titulo de «preliminares» un pac- to de ocho articulos que ponia termino a esa azarosa situa- cion iabriaun periodo de paz entre aquellos dos estados que con tan mal exito habia pretendido Santa Cruz reunir en uno solo. «Las Republicas de Bolivia i del Peru, decia el articulo primero de ese tratado, se protestan paz i amistad inaltera- "bles, olvidando para siempre los motivos que las, obligaron a tomar las armas».

El ministro Irarrazaval habia seguido desde Lima la mar- cha de la negociacion; pero sin tomar injerencia aparente en ella. Recibido con afable cortesia por los hombres de gobier- no, el habia aprovechado esa situacion para observar i estu- diar otras cuestiones que, como el reconocimiento de las deu- das, no habian de solucionarse sino mas tarde. Cuando el pacto de 7 de junio se hubo ratificado, i canjeado, Irarrazaval se embarcaba en la fragata Chile, i llegaba a Valparaiso el 21 de Julio. Despues de algunas dias de descanso, vol via el 11 de agosto a desempenar las funciones de ministro del interior i de relaciones esteriores.

El gobierno de Chile recibio aquel pacto con la mas mar- cada satisfaccion. No habia obtenido nada para si, porque tampoco habia pedido nada. Su mediacion en aquella emerjencia habia sido absolutamente desinteresada. Buscaba la paz, porque la guerra era el desprestijio de estos paises, que €l estranjero hacia estensivo a todos ellos. Esa conducta seria, i esta victoria diplomatica le conquistaron a Chile casi tanto credito como los grandes triunfos alcanzados en la ultima gue- rra. Es cierto que entre los mismos que fueron beneficiados con aquel pacto, es decir, entre peruanos i bolivianos, no han faltado mas tarde espiritus mal dispuestos que hayan atri-

CAPfTTTLO CUAETO 449

buido a Chile propositos bastardos en aquella mediacion. Por eso es util conocer el juicio que ella merecio a los hombres que mejor conocian esa situacion, i que mejor pudieron apre- ciar los resultados que se alcanzaron.

Con motivo de la ratificacion i canje del tratado de junio que debia tramitar Lavalle en su caracter de mediador, re- cibio en esos dias numerosas comunicaciones de los minis- tros de Bolivia i del Peru. Todas ellas dejan ver en los termi- nos mas espresivos la gratitud al gobierno de Chile por haber impuesto la mediacion, i a su representante don Ventura La- valle por haberla llevado a cabo, haciendo asi el mayor de los bienes a dos Republicas que estaban empenadas en una lucha destructora 33. Pero debemos recordar otro testimonio dado en una ocasion solemne. El 29 de julio de ese mismo ano(i842) era recibido en Santiago por el presidente de la Repiiblica don Manuel Bulnes, un alto representante de Bolivia que como ministro de est ado de su pais habia tenido injerencia en estas negociaciones. Don Casimiro Olaneta, este era su nombre, anunciaba su mision en la forma siguiente: «Entre otros objetos de comun interes para las Republicas de Chile, el Peru i Bolivia, me ha enviado mi gobierno cerca del que V. E. preside tan dignamente, con la mision especial de ma- nifestarle su gratitud, i de espresarle mui vivamente el reco- nocimiento por la benevola interposicion con que Chile ha puesto termino a los males de la guerra que aflijia al Peru i a Bolivia. La paz que bajo la respetable mediacion de Chile han firmado ambas naciones, es debida a los incesantes es- fuerzos de V. E. i al activo i constante empefio del senor La- valle, ministro mediador chileno. Esa paz firme i estable, pro- mete para despues dias de ventura i prosperidad por los ter- minos de moderacion i justicia que envuelve, debidos tam- bien a la influencia bienhechora del gobierno de Chile, i a los consejos saludables con que supo aproximar a los belijeran-

33; El Araucano de 19 de agosto de 1842 publico algunas de las piezas re- lativas a esas negociaciones, i entre ellas pueden verse las comunicaciones de los ministros de relaciones esteriores del Peru i de Bolivia a que hacemos re- ferenda en el testo.

TOMO XIV. >9

450 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tes para el triunfo de la razon i ventajas de la humanidad. He ahi otro motivo de agradecimiento de la parte de mi gobier- no. Dignese V. E. aceptar la cordial sinceridad de estos sen- timientos». Esas palabras son un testimonio que la historia debe recojer i consignar 3*.

§ 8. ApRESTOS para la reunion de UN CONGRESO AMERI- CANO.— Desde 1840 habia comenzado a ajitarse de nuevo la idea de reunir un congreso de plenipotenciarios de todas las Republicas hispano-americanas. El iniciador, o mas propia- mente, el renovador de esta idea, era el gobierno de Mejico^ representado en estas jestiones por don Juan de Dios Canedo, diplomatico de cierto valor, Chile, en virtud de un tratado solemne celebrado en 1831, estaba comprometido a concurrir a el, Pero, como entonces se hablara del establecimiento de pactos de union americana, don Andres Bello se habia ade- lantado a esplicar en los mas altos documentos oficiales que estaba encargado de redactar, el alcance que el gobierno de Chile daba a ese pensamiento 35. Ahora, en presencia de esta nueva invitacion a un congreso americano, Bello confirmo su opinion en la memoria de relaciones esteriores de ese ailo

34. No nos ha sido dado referir estos hechos con toda la amplitud de por- menores, que en realidad salen del cuadro i del dominio de la historia de Chi- le. Por lo demas, estos hechos han sido contados con suficiente desarrollo i con buena documentacion en un libro recom^ndable, publicado hace poco en Santiago. Nos referimos al que lleva por titulo Negociaciones diplomdti- cas entre Chile i el Peru (i 839-1 846), por don Ricardo Montaner Bello. Nos- otros lo hemos tenido constantemente a la vista, usando ademas un caudal mui considerable de documentos sobre esos sucesos. Nuestra esposicion, con- signada en una historia jeneral de esa 6poca, tiene por fuerza que ser mucho mas compendiosa i sumaria que la de un libro especial, como el que acaba- mos de citar. Sin embargo, el examen de los documentos recordados, nos ha permitido dar mayor luz sobre algunos incidentes.

El conocimiento de esos papeles, nos hace sentir en que su mayor parte, casi en su totalidad, permanezcan ineditos. La correspondencia de los ajen- tes de Chile don Victorino Garrido i don Ventura Lavalle, como la de don IVIiguel Zaiiartu en los aiios anteriores (1830-1835), constituye un conjunta de piezas de gran valor historico, tanto para Chile como para el Peru. A pe- sar de que don Ricardo Montaner Bello ha utilizado ampliamente esos do- cumentos, todavia queda en ellos mucho material que pueda llamarse ine- dito.

35. Vease Hist. Jeneral de Chile, tom. XVI, pajs. 182-191.

CAPfTTTLO CTJ-\RTO 451

(1840). «E1 gobierno de Chile, decia, no cree que es este el me- jor medio de que los estados americanos pudiesen valerse para estrechar su union politica, i hace tiempo que espuso al de Mejico su juicio sobre los embarazos i dificultades que se tocarian para la reunion de este cuerpo i para la espedicion i eficacia de sus deliberaciones. El tiempo no ha hecho mas que confirmar la solidez de las consideraciones que se some- tieron por nuestro gobierno a sus aliados, i en el trascurso de tantos ailos puede decirse que apenas se ha dado un paso para la realizacion del proyecto. Sin embargo, no habra por nues- tra parte oposicion i demora, i suscribiremos gustosos a los deseos de_ los demas Estados concurrentes, por debiles que* sean nuestras esperanzas de Uegar por esta senda a resulta- dos positivos».

El proyecto de reunion del congreso americano no podia marchar con rapidez. La dificultad i la intermitencia de co- municaciones entre los diversos Estados, las diferentes preo- cupaciones que inquietaban a cada uno de estos, i las cons- tantes, i aun podria decirse, perpetuas guerras civiles en casi todos ellos, eran otros tantos motivos de aplazamientos i de- moras. El gobierno de Chile, sin fe, como sabemos en el re- sultado del congreso americano, habia, por causa de sus com- promisos, puesto todo empeno en la realizacion de esa asam- blea. Por proposicion suya, se convino en que el sitio en que funcionara, fuese la ciudad de Lima, como el punto mas cen- tral entre los diversos Estados. Propuso'igualmente que se in- vitase al Brasil, porque si bien era imperio, tenia orijen, in- tereses i destinos semej antes a los de las Repiiblicas de este continente. En 1843, estaban de acuerdo, i dispuestos a con- currir al congreso, Bolivia, Buenos Aires, Brasil, Chile, Ecua- dor, Mejico, Nueva Granada i el Peru. El gobierno de la Nue- va Granada era uno de los Estados que mostraban mas inte- reses en la realizacion de ese plan. Algunos de ellos tenian en- tonces nombrados sus plenipotenciarios.

En algunas de las memorias de relaciones esteriores, quiso don Andres Bello fijar por parte de Chile las bases, o por me- jor decir las materias sobre que debian versar las deliberacio-

452 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nes de aquella asamblea. La primera de todas era, segun su dictamen, el afianzamiento de la independencia i soberania de los nuevos Estados, que la Espafia se habia negado a re- conocer, o que comenzaba a hacerlo no como el resultado de la victoria, sino como una gracia sujeta a condiciones. Bello cjreia que en este punto, los nuevos Estados debian garanti- zarse aquella situacion, i especificar los medios de hacer efec- tiva esa garantia. Colocaba en segunda linea la determina- cion del derecho internacional entre estas Republicas, i sus relaciones con otras potencias, no con el proposito de esta- blecer principios nuevos, sino en reconocer i proclamar los 'mejores entre los existentes. Se daba importancia a consti- tuir al congreso o a una asamblea organizada por el, en poder mediador para dirimir las cuestiones que se suscitasen entre los nuevos Estados, evitando en lo posible rompimientos i guerras. «E1 objeto a lo menos es grandioso i benefico, decia Bello; i cuando no produjese los efectos que son de desear, siempre seria laudable i honroso el haberlo intentado». Bello consideraba mui peligrosa la intervencion de un Estado en las guerras civiles de otro; i creia que cada uno debia guardar la mas absoluta neutralidad en los asuntos internos de los de- mas. Creia con veniente i util el derecho de asilo para los pros- critos perseguidos de otros paises; pero tambien creia nece- saria «la adopcion de reglas equitativas para que el territorio de un pueblo i el asilo que dispensa al infortunio, no se con- vierta en una oficina de armas incendiarias, i de maquinacio- nes hostiles a la seguridad de los otros».

El gobierno de Chile insistia en algunas de estas ideas, i en parte con mayor desarrollo, en la memoria ministerial de 1844. Se descubre en todo esto unidad i fijeza de propositos, i de propositos serios, ajenos a intereses mezquinos i a todo espiritu de intrigas. Cuando se estudian estos hechos en todos sus incidentes i pormenores, como hemos tenido que hacerlo nosotros, se esperimenta un impulso de satisfaccion para ren- dir un homenaje de aplauso a los hombres que de esa manera daban lustre en aquellos afios al nombre de Chile.

CAPITULO V

I. Gracias al espiritu liberal del gobierno de Chile, vienen a asilarse aqui mu chos de los antiguos servidores de la confederacion peru-boliviana; cele- bre jurado de imprenta entre don Juan Garcia del Rio i don Casimiro Ola- fieta. 2. Ruidosa polemica entre el jeneral Mosquera, ministro plenipo- tenciario de la Nueva Granada, i el jeneral Obando; celebracion de un tra- tado con aquella Republica. 3. Revueltas i desorganizacion en el Peru; temores de una guerra entre esta Republica i el Ecuador; perturbaciones que esa situacion crea a las relaciones con Chile. 4. Santa Cruz, de acuer- do con sus parciales de Bolivia, se prepara para volver a este pais a recu- perar el mando; fracaso de esta tentativa, cae prisionero en el Peru, i su vida se halla en peligro. 5. El gobierno de Chile reclama la persona de Santa Cruz para evitar las dificultades que comenzaban a aparecer; com- plicadas negociaciones a que da orijen este asunto; el preso es traido a Val- paraiso, i aqui se resuelve dejarlo en este pais. 6. Instalacion de Santa Cruz en Chilian; el gobierno de Chile le procura todas las comodidades i consideraciones conciliates con su situacion. 7. Partida de la legacion chilena a Espana; trabajos de ella, i dificultades que encuentra; firmase al fin un tratado el 17 de diciembre de 1841. 8. El gobierno de Chile objeta este pacto, i da nuevas instrucciones a su plenipotenciario. 9. Celebra- cion definitiva del tratad o con Espana.

§ I. Gracias al espIritu del gobierno de Chile, vie- nen A ASILARSE AQUI MUCHOS DE LOS ANTIGUOS SERVIDORES DE LA CONFEDERACION PERtT-BOLIVIANA; C^LEBRE JURADO DE IMPRENTA ENTRE DON JUAN GaRCIa DEL RiO I DON Ca-

siMiRO Olaneta. Despues de la caida de Santa Cruz ha- bian acudido a asilarse en Chile muchos de sus parciales i ser-

454 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

vidores que habian sido implacablemente perseguidos en el. Peru i en Bolivia. Entre ellos figuraban hombres que habian ocupado alii altas posiciones, i que tenian gran notoriedad. Don Juan Garcia del Rio, como sabemos, despues de desem- peiiar el elevado cargo de ministro de hacienda de la confe- deracion peru-boliviana, i de haberla representado en la Re- publica del Ecuador, habia venido a Chile; i si el gobierno no pudo reconocerlo encaracter diplomatico,lo dejo vivir en paz, escribir i aun provocar un juicio ante los tribunales, para jus- tificar su conducta.

El jeneral don Trinidad Moran habia servido decididamen- te a la causa de la confederacion peru-boliviana hasta des- pues de Yungai. Habia sido el linico jefe enemigo que inten- to traer la guerra al territorio chileno. En 1837 se apodero del presidio de Juan Fernandez, intento en vano desembar- car en Talcahuano, i se presento en son de enemigo en los puertos de San Antonio i del Huasco. Pues bien, despues de terminada la guerra, el jeneral Moran venia a asilarse en Chi- le; i gozando de absoluta libertad, recurria a la prensa para defenderse en los periodicos o en opiisculos contra las acusa- ciones de que se le hacia objeto en el Peru. El distinguido es- critor arjentino don Domingo Faustino Sarmiento, testigo de este i de muchos otros hechos analogos, escribia en 1843 est as palabras: «Grande i noble es el pueblo que asila jenero- samente a los que ayer no mas fueron sus mas obstinados ene- migos.»

Pero este derecho de asilo no podia ser ilimitado. Santa Cruz, que contaba muchos amigos i parciales en el Peru i en Bolivia, permanecia en la Republica del Ecuador preparan- no movimientos subversives en aquellos dos paises. En este plan de constante conspiracion, se habia pretendido conver- tir algunos puntos de Chile, a Valparaiso, principalmente, en oficina de maquinaciones contra el orden publico en esas Re- publicas. AUi se podian comprar armas, imprimir proclamas incendiarias, i sobre todo mantener comunicaciones i trasmi- tir ordenes a los conspiradores del Peru i de Bolivia. En 17 de marzo de 1840, el ministro Irarrazaval escribia lo que si-

CAPfTULO QUINTO 455

gue a don Ventura Lavalle, ministro de Chile en Quito: «E1 vice-presidente (Tocornal) ha aprobado la determinacion de V. S. de dar pasaporte para Chile a los jefes de la estinguida confederacion que deseen trasladarse a este pais. Pero que- da a la prudencia* de V. S. rehusar est a gracia a los individuos que por su conducta posterior a la emigracion, i por su carac- ter conocido, den fundamentos para recelar que, pasando a residir a Chile,. se propongan continuar aqui sus manejos con la ventaja que proporcionan la situacion de esta Republica i sus comunicaciones con el Peru i con Bolivia». El gobierno de Chile se habia visto en la precision de coartar en cierto modo la libertad de que gozaban esos emigrados, obligando a algunos de ellos a residir lejos de Valparaiso o de otros pun- tos de la costa. Casos hubo en que le fue indispensable hacer salir del pais a alguno de esos asilados que era conocido co- mo peligroso.

Esto fue lo que sucedio con el jeneral don Ramon Herre- ra. Era este chileno de nacimiento, aunque el ocultaba o di- simulaba su nacionalidad. Su actuacion en la carrera publi- ca, en la lucha por la independencia, no se habia senalado por ningun servicio apreciable. En 1823 habia servido de minis- tro del caudillo Riva Agiiero, empenado en estorbar la obra libertadora de Bolivar 1. En 1836 aparece intimamente li- . gado a Santa Cruz, a cuyo lado, i en su calidad de enemigo de Chile, la patria de su nacimiento, hizo por entonces un gran papel. El jeneral Herrera, fue en noviembre de 1837, el negociador por parte de la confederacion, del convenio de Paucarpata. Despues de la caida de Santa Cruz, Herrera ha- bia venido a Chile, a pedir asilo, i aqui se le habria dejado vi- vir en paz si su espiritu inquieto i sus compromisos anterio- res no lo hubiesen inducido a seguir empefiado en servir a los planes de revuelta en el Peru i en Bolivia para operar la restauracion de Santa Cruz i de su sistema. El gobierno de Chile que habria podido tomar medidas represivas contra Herrera, se limito a enviarle un pasaporte el 4 de marzo de 1840, para que se alejara de Chile.

I. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn. XIV, paj. 345.

456 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Entre los muchos emigrados de aquellos dos paises que vinieron a asilarse en Chile, se contaron el coronel don Sebas- tian Agreda i el teniente coronel don Gregorio Goitia, que, como referimos en el capitulo anterior, promo vieron i ejecu- taron en Cochabamba, el lo de junio de 1841, el escandaloso motin militar que quito el mando al jeneral Velasco, i pro- clamo la restauracion de Santa Cruz. La conducta que ellos observaban en Chile, al menos en apariencias, no daba lugar a cargo alguno contra ellos. Al fin, en los primeros dias de di- ciembre de 1842, tomaron en la intendencia, en Valparaiso, pasaportes para embarcarse en un buque frances, la fragata Esfnond, que recibia carga i pasajeros para los puertos del sur del Peru.

Estos aprestos de viaje no pasaron desadvertidos al mi- nistro plenipotenciario de Bolivia en Chile. Desempenaba este cargo don Casimiro Olaiieta, hombre inquieto i apasio- nado que despues de haber servido a Santa Cruz con la mas ardorosa decision, se daba ahora por adversario resuelto de todo el orden de cosas caido en enero de 1839. Manifestando un grande interes por el mantenimiento de la paz en Bolivia Olaneta pidio al gobierno que no dejara partir a aquellas dos emigrados (Agreda i Goitia); i el gobierno accedio a ese pedi- do. Su orden llego a Valparaiso el 7 de diciembre, cuandoj^la fragata Esmond iba a partir, i cuando esos dos individuos es- taban embarcados. El jeneral don Jose Maria de la Cruz, los hizo bajar a tierra, dejando por entonces sin efecto el pro- yectado viaje.

El Mercurio de Valparaiso tomo la defensa de los emigra- dos bolivianos. Acusabase al gobierno de haber violentado los principios del derecho natural i de jentes, i la constitu- cion del estado que garantizaba a todos los habitantes del pais la facultad que se negaba a aquellos dos emigrados bo- livianos. Don Andres Bello se creyo en el caso de defender la resolucion gubernativa, i lo hizo en el tono discreto i mode- rado que empleaba en tales casos. Todo aquello no habria pasado de ahi tanto mas cuanto que el gobierno, creyendo que no habia inconveniente en dejar partir a Agreda i Goitia,

CAPfrULO QUINTO 457

les permitio poco mas tarde ponerse en viaje; pero sobrevi- nieron nuevos incidentes que condujeron a un ruidoso juicia de imprenta, que entonces preocupo grandemente la opinion, i que per mas de un motivo merece recordarse.

En los escritos publicados en defensa de Agreda i de Goitia, i en otros a que dio orijen este negocio, se habian hecho alusio- nes desfavorables, i en seguida cargos severos a Olaneta, que de servidor apasionado de Santa Cruz habia pasado a ser su encarnizado enemigo cuando le vio caido del poder. Esos es- critos eran la obra de don Juan Garcia del Rio, o se le atri- buian todos ellos; i contra el la emprendio don Casimiro Ola- neta en uno articulos que con el titulo de «Mi defensa» publico en el mes de marzo (1843) en el nuevo diario de Santiago (El Progreso). Tres meses mas tarde recibia Olaneta de Bolivia algunas informaciones, i aun documentos contra Garcia del Rio, i entre ellos una carta que se decia escrita por este al coronel boliviano don Fructuoso Pena, incitandolo a revolu- cionar aquel pais, i aun a asesinar a Ballivian 2. Todo esto dio material a otros nuevos articulos de una estraordinaria violencia, mas ofensivos i ultraj antes que los anteriores, los cuales fueron igualmente publicados en El Progreso.. Garcia del Rio, acusado de ser ajente secreto de Santa Cruz, i de ocu- parse en preparar revueltas en favor de este caudillo, era cali- ficado con toda dureza de venal, revolucionario, malvado con- suetudinario (asuetudinario, decianesos escritos), etc., etc.

Garcia del Rio, que residia en Valparaiso, se traslado in- mediatamente a Santiago, i en los primeros dias de julio en- tablaba ante el juzgado del crimen acusacion contra los ar- ticulos publicados en El Progreso. El 19 de julio, cuando da- dos los primeros pasos judiciales, manifestaron los edit ores de ese diario que el autor de aquellos escritos era el ministro plenipotenciario de Bolivia, el juez del crimen don Jose An- tonio Alvarez, por cuanto ese juzgado carecia de jurisdiccion

2. Pena habia sido descubierto en un proyecto de sublevacion en favor de Santa Cruz, que era su tio, condenado a muerte i fusilado con otros trece in- dividuos. Entonces se conto que entre los papeles tornados a Pena se habia hallado la carta de Garcia del Rio.

458 UN DECENIO DE LA HTSTORIA DE CHILE

sobre esa clase de funcionarios, declaraba que no habia lu- gar a la acusacion contra don Casimiro Olafieta. El mismo dia (19 de julio) Garcia del Rio pedia la revocacion de ese de- creto, insistiendo enerjicamente en su acusacion, que hacia recaer sobre el propietario de la imprenta que habia hecho aquellas publicaciones. En vista de esta actitud, i conven- cido de que de un modo u otro la acusacion se llevaria a cabo, Olafieta se dirijia al gobierno de 22 de julio para anunciarle que renunciaba a sus inmunidades para presentarse ante la justicia a confundir a su acusador. GarciaMeljiRio, que mas de una vez estuvo inclinado a desistir de la acusacion, se vio forzado a persistir en ella al verse ofendido de nuevo por alur siones mal intencionadas en las notas que sobre esos acciden- tes present© Olafieta.

No es necesario referir las numerosas incidencias de este juicio, que lo prolongaron meses enteros. El primer jurado declare sin vacilacion que habia lugar a formacion de causa; i designados por la suerte, i con todos los tramites legales, los individuos que debian formar el segundo jurado, se fijo para su reunion el dia 21 de setiembre. La gran publicidad que se habia dado a todo este asunto, la notoriedad de los dos perso- najes que intervenian en el, i la fama de oradores distingui- dos de que disfrutaban ambos, habian movido de tal modo la opinion que pudo preverse que mas que en cualquiera otro juicio de imprenta, la sala del juzgado del crimen no podria contener mas que una minima parte de la concurrencia que habia de solicitar entrada. Los representantes diplomaticos o consulares estranjeros, algunos funcionarios de categoria, i varios miembros de los cuerpos lejislativos, solicitaban em- pefiosamente que se les permitiese asistir al debate que iba a abrirse. Para satisfacer a esta exijencia, se penso en cele- brar el jurado en el gran salon de la antigua Universidad, en que celebraba sus sesiones la camara de diputados. El presi- de nte de esta, que lo era el jeneral don Francisco Antonio Pin- to, no se creyo autorizado para acceder a esa peticion, que por lo demas, no correspondia a la dignidad de un cuerpo lejisla- tivo. En cambio, pudo obtenerse para este caso la sala bas-

CAPfrULO QFINTO 459

tante estensa en que funcionaba la municipalidad de Santia- go. En la parte de ella en que sesionaban los cabildantes, to- marian asiento los jurados, los diplomaticos i los consules, i algunos funcionarios de alta representacion; i el resto de la sala se dejaria abierta para el publico.

El 21 de setiembre, a las doce del dia, se abria la audien- cia. La sala estaba atestada de jente, toda ella de buena con- dicion social. Tanto alii como en los grupos que se formaban en la escalera, en los pasillos i hast a en la plaza, se guardaba una notable compostura. En medio de un respetuoso silencio don Juan Garcia del Rio, se puso de pie, i con voz firme i tran- quila, con acento claro, con palabra facil, i con frase corrien- te e irreprochable, con golpes oratorios, oportunos i frecuen- tes, i despues de un exordio corto pero bien calculado, for- mulo la acusacion contra los escritos en que se le habia ofen- dido desapiadadamente. Analizando las doctrinas aceptadas enotros paises sobre los libelos injuriosos, i sosteniendo que a los autores de estos se les condena sin permitirles aducir pruebas, el renunciaba a ese privilejio, i pedia la comproba- cion de los cargos que se le habian hecho. «Pruebas, dijo, con vehemencia Garcia de Rio, no injurias, no declamaciones, no calumnias nuevas! El tribunal en que estamos no es la pren- sa ni la tribuna; i si el sefior ministro de Bolivia no Uena este deber, podre decirle con el mas justo derecho: sois un impos- tor! Yo deseo las pruebas, las pido, las provoco. Vengan la carta, las pruebas de que soi venal, asesino, revolucionario; si no, tendre derecho para decir al sefior Ministro de Bolivia: sois un calumniador!». Aludiendo a la carta publicada con su nombre, i de que se habia pretendido sacar tantos cargos con- tra el, declaro solemnemente que era apocrifa, que el no la habia escrito.

La defensa de Olafieta, pronunciada con gran calor, era igualmente notable por la facilidad de diccion, por la soltura del lenguaje, i por algunos golpes oratorios. Presento a Gar- cia del Rio como ajente de Santa Cruz, razon por la cual el gobierno de Chile no habia querido reconocerlo en el cargo que traia del Ecuador, i que correspondiendo a su comision.

4G0 UN DECENIO DB LA HISTOBIA DE CHILE

se habia constituido en defensor de Agreda i de Goitia. Para demostrar que Garcia del Rio estaba empenado en fomentar en Bolivia revueltas i sangrientas venganzas, exhibio la carta que se decia escrita por este, i que habia dado materia a los escritos acusados. Como Garcia del Rio repitiera con toda fir- meza que el no habia escrito aquella carta, pidio Olaiieta que ella fuera reconocida por peritos. Su contendor acepto sin vacilar este sistema de comprobacion, prestando adema- ante el juez el solemne juramento de que aquella carta no ha- bia sido escrita por el.

Este incidente interrumpio durante cerca de tres horas la prosecucion del juicio. El juez de derecho don Jose Antonio Alvarez, hizo reunir en los archivos de gobierno algunos dos cumentos escritos i firmados por Garcia del Rio; i nombro tres espertos que, despues de prestar juramento de que obra- rian «recta i fielmente», se encerraron en una sala adjunta a hacer el estudio que se les encomendaba. Al reabrirse el de- bate, los espertos declararon con el mas perfecto acuerdo, que la carta era falsificada; i a las observaciones que Olaneta hizo a ese dictamen, aquellos lo confirmaron con un gran numero de razones. La letra de la carta era de diversa mano que la fir- ma, aun cuando se habia pretendido imitarla. Habia letra trazada en dos golpes, otras enmendadas, rasgos en que se descubria el retardo con que habian sido ejecutados para lie- gar a la imitacion. Este examen, hecho con tranquilidad, lle- v6 al animo de los jurados i de la numerosa concurrencia que llenaba la sala, el convencimiento intimo de que la carta era falsificada.

Entrada ya la noche, continuo el debate. Garcia del Rio, manifestando la nulidad de las pruebas aducidas en contra suya, i analizando varios accidentes para acabar de demos- trar que la carta aludida era falsificada, paso a ocuparse de los gobernantes de Bolivia, a quienes debia imputarse esa fal- sificacion, recordando algunos de sus antecedentes, i conde- nandolos con vigor i elocuencia. Solo entonces dio principio a la parte mas brillante i luminosa de su discurso. «Se me acu- sa, dijo, de revolucionario perenne i consuetudinario. Esto

CAPfTULO QT7INT0 461

no es exacto: ful revolucionario con Bolivar, con San Martin i con O'Higgins, sirviendo al lado de ellos en puestos de con- fianza, cuando se trataba de hacer independientes a estos paises». Con este motivo paso en revista toda su vida piibli- ca, desde que a la edad de veinte aiios^entro a servir a su pa- tria, la Nueva Granada, empe'nada en alcanzar su indepen- dencia. Sin vanidad ni jactancia, pero tambien sin timidez i sin falsa modestia, recordo sus servicios en rasgos jenerales, animados i siempre lucidos, que mantuvieron suspenso al auditorio hasta las once de la noche. « Jamas, en juicio algu- no, decian los contemporaneos, se habia desplegado en Chile tanta elocuencia». A esas horas se suspendio el debate, resol- viendo el juez que se continuaria a las diez de la mafiana del dia siguiente.

Esta segunda Jornada fue muchos menos importante; Gar- cia del Rio hizo una recapitulacion de su gran discurso, insis- tiendo en ciertas ideas que solo habia tocado de paso. Olafie- ta hablo mas largamente, repitiendo sus cargos contra su ad- versario, o agregando algunos nuevos, i empeiiandose de jus- tificar a los gobernantes de Bolivia del delito de falsificacion, i de los otros que se les habian reprochado. Su discurso deja- ba ver el mismo ardor i las mismas dotes oratorias que de- mostro en todo este juicio. Al fin, terminados los alegatos, los jurados, despues de mui corto acuerdo, declaraban inju- riosos en tercer grado los articulos sobre que habia recaido la acusacion. El juez de derecho imponia en seguida la pena de seiscientos pesos de multa o noventa dias de prision al editor de El Progreso, ya que por la inmunidad de que gozaba el autor de aquel escrito no podia ser penado. Como debe su- ponerse, la multa fue pagada ese mismo dia por la legacion de Bolivia ^.

3, Este celebre jurado que preocupo mucho la opinion publica, dio mate- ria a los pocos diarios de entonces para latas relaciones de lo ocurrido en las audiencias de los dias 21 i 22 de setiembre. Es digna de notarse entre ellas la que dio a luz La Gaceta del comercio de Valparaiso en seis de sus numeros, del 505 al 5 10, de 25 a 30 de setiembre. Hai alli estensos estractos, o mas pre- piamente, un estenso resiimen de los discursos del acusador i del acusado, pero en que si bien se hallan el plan i el desarrollo de la argumentacion, i los

462 UN DECENIO DE LA HISTOBIA DE CHILE

El juicio de imprenta solucionado de est a manera, no in- teresaba personalmente a nadie en Chile. Se debatian cues- tiones concernientes a otros paises; i los contendientes, es- tranjeros ambos, no tenian aqui conexiones de familia i mui pocas relaciones sociales o de amistad. Sin embargo, aquel jui- cio habia preocupado profundamente la opinion, i habia des- pertado mas interes todavia que los otros en que se ventila- ban asuntos que podian llamarse domesticos, i aun que aque- llos en que se trataba de castigar los ultra] es inferidos al pre- sidente de la Republica. Por este motivo nos hemos creido en el deber de referir esos hechos con detenimiento. El inte- res suscitado por ese juicio se esplica mas que por el asunto mismo esto es por lo que se referia al gobierno de Bolivia, por las altas personalidades que intervenian en el litijio, i sobre todo por el nombre de Garcia del Rio, por el recuerdo de su actuacion en los grandes acontecimientos de la independen- cia, al lado de los hombres mas ilustres de este continente, de quienes fue amigo i consejero, i por la just a fama de su gran talento de orador i de escritor.

Garcia del Rio habia obtenido en aquel jurado un triunfo esplendido. Los jueces i el publico lo habian absuelto de toda culpa; i no recordaban en toda la ciudad los incidentes del juicio sino para celebrar las grandes dotes que habia desple- gado aquel hombre verdaderamente notable., Garcia del Rio, a pe§ar de la circunstancia de haber sido enemigo de Chile co-

hechos a que en esta se hacia referenda, no se descubre sino en parte, el cau- dal de elocuencia desplegado por ambos contendores. Se daba por autor de la relacion de la Gaceta a don Vicente Fidel Lopez, literato arjentino que en- tonces estaba emigrado en Chile,

El juez de derecho don Jose Antonio Alvarez, los jurados i los espectado- res todos que asistieron a aquel debate, lo recordaron toda la vida haciendo los mas ardientes elojios del gran talento desplegado por Garcia del Rio. Don Manuel Antonio Tocornal, entonces joven abogado que comenzaba a conquistarse una ventajosa posicion en el foro, habia sido visto por Garcia del Rio para que se encargase de la acusacion en el jurado; pero, ofrecien- dose a prestarle sus servicios profesionales, Tocornal lo determine a pre- sentarse el mismo ante los jueces, seguro de que su elocuencia le aseguraria un triunfo brillante, Tocornal contaba anos mas tarde todos los incidentes de ese jurado, con interes i con una gran animacion, i acababa por decir que Garcia del Rio se habia mostrado en esa ocasion un orador incomparable.

CAPITULO QUINTO 463

mo servidor de la confederacion peru-boliviana, habria po- dido arreglar su residencia en este pais, regularizar su situa- cion, i obtener mas tarde un cargo que procurandole una exis- tencia honrada, le arraigase en el pais. Pero ese hombre real- mente superior por su intelijencia i por su ilustracion, carecia de constancia para el trabajo, i sin ser un malvado o un cini- co, de ese equilibrio moral que normaliza la conducta de los hombres. El prefirio trasladarse a Copiapo en busca de algu- na ocupacion industrial, para lo cual no tenia la menor con- dicion, i fue a continuar esa vida de «cristiano errante» segun la espresion que a si mismo se aplicaba don Antonio Jose de Irisarri, i que Uevaron algunos otros hombres despues de ha- ber servido con lucimiento a la causa de la independencia hispano americana ^.

4. Vease mas atras, sobre Garcia del Rio, la nota num. 5 del capitulo II de esta misma parte.

Por via de nota, daremos aqui algunas noticias, en su mayor parte desco- nocidas, acerca del contender de Garcia del Rio en aquel celebre jurado.

Don Casimiro Olaneta, mui conocido por sutalento, por su elocuencia^ i mas que todo por una absoluta falta de sentido moral que le permitia abra- zar Unas tras otras todas'las causas, i abandonarlas en seguida con animo li- jero, es uno de los tipos mas orijinales i curiosos que han producido las revo- luciones en los paises hispano-americanos. Nacido en Chuquisaca (hoi Sucre) en 1796, don Casimiro era sobrino de don Pedro Antonio Olaiieta, impor- tante caballero del Alto Peru, que habiendo abrazado con ardor la causa del rei i servidola con decision, alcanzo el rango de brigadier jeneral, en que fue muerto en 1825, victima del amotinamiento de su propia tropa. Su sobrina fue realista en su juventud, lo que no le impidio declarar mas tarde que desde entonces trabajaba secreta i cautelosamente por los patriotas. Su pa- pel en los primeros congresos de Bolivia fue prominente por el poder de su elocuencia. En su patria desempeiio cargos importantes, 'i una legacion en Europa. En 1836 estaba al servicio de Santa Cruz, i en nombre de este ve- nia a Chile, i fracasaba en sus esfuerzos por impedir la guerra.

Durante esa guerra, Olaiieta sirvio en el rango de ministro al gobierno de la confederacion. Pero batida esta en Yungai, Olaneta se apresuro a renegar- la, anunciando de palabra i por escrito que habia sido adversario de ella^ Todos estos incidentes que son mui curiosos, han sido ya contados, i cons- tan ademas de una serie de publicaciones del mismo Olaneta en defensa pro- pia, que son de lectura fatigosa, i ademas del todo contraproducentes. Don Antonio Jose de Irisarri publicaba entonces en Guayaquil un periodico titu- lado La verdad desnuda, en que hacia la defensa de Santa Cruz i alii atacaba. duramente a Olaneta.

Habia este dejado en Chile mui malos recuerdos. Se le hacian acusacio-

464 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

§ 2. RUIDOSA POLEMICA ENTRE EL JENERAL MOSQUERA, MINISTRO PLENIPOTENCIARIO DE LA NUEVA GRANADA, I EL JENERAL ObANDO; CELEBRACION DE UN TRATADO CON AQUE-

nes de diverse orden, i entre ellas, la de haber tenido relaciones con personas -que Vivian descontentas con el gobierno , i a quienes estimulaba a la revuel- ta. Habiendose anunciado en Santiago que gobierno de Bolivia iba a nom- brarlo o lo habia nombrado su representante en nuestro pais, el ministerio <le relaciones esteriores, servido entonces por don Manuel Montt, se dirijia, •con fecha de 24 de octubre de 1840, a don Manuel Camilo Vial, encargado de negocios de Chile en aquella Republica, encargandole que representase alii que Olaiieta no seria recibido en caracter de diplomatico, i que por lo tan- to valia mas no nombrarlo para evitarle un bochorno personal i a aquel go- l>ierno un desaire. Olaiieta vino sin embargo a Chile; pero no presento pode- res, i luego regreso a Bolivia con motivo de la guerra que alii habia estallado <,i84i) entre esta Republica i el Peru. AUi se mostro mui empeiiado por la le- lebracion de la paz, Firmada esta bajo la mediacion de Chile, Olaneta vol- vio a este pais con el titulo de ministro plenipotenciario de Bolivia; i como contamos antes (en el capitulo anterior), el gobierno de Santiago lo reco- nocia en este caracter el 29 de julio de 1842. Parece que el presidente Balh- vian tenia mucho interes en alejar a Olaneta de Bolivia, i que por la via re- servada, hizo saber que la residencia de este en Santiago no seria larga, por- -que el gobierno boliviano tenia el proposito de enviarlo a Europa. Creiase que el gobierno de Chile lo habia recibido bajo esas condiciones.

En este tiempo, Olaneta, por encargo de su gobierno, promovio la cuestion de limites entre Bolivia i Chile. El articulo 1.0 de la constitucion de esta Re- publica, i una lei de 31 de octubre de 1842, que declaraba propledad nacio- nal los huanos que existen en el norte de Chile, en el litoral del desierto de Atacama, i en las islas de islotes adyacentes, dieron orijen a esa cuestion. El ministerio de relaciones esteriores de Chile contesto la nota de Olaiieta; pero todo aquello no era mas que el principio de una cuestion cuyo desenvol- vimiento sale del marco que hemos trazado a este libro.

Ya contamos las jestiones promovidas por Olaiieta en diciembre de 1842 sobre detencion de los ciudadanos bolivianos Agreda i Goitia en diciembre de 1842, la polemica a que ella dio lugar, i el jurado que de ella resulto. A poco de solucionado este negocio de una manera desfavorable a Olaiieta, presentaba este al gobierno de Chile, a mediados de noviembre (1843), su carta de retiro, i luego acudia a los tribunales de justicia entablando una que- rella contra su esposa dona Maria Santistevan, por varias causales, pero en realidad por cuestion de intereses. Despues de los primeros escritos, las par- tes acordaron someter el asunto al fallo de dos letrados, don Jose Barros Pa- «os (abogado arjentino), por parte de Olaiieta, i don Manuel Carvallo, por parte de la seiiora. En una de las reuniones o comparendos de las partes, Ola- neta colmo de insultos a Carvallo a consecuencia de lo cual, este entablo que- rella ante la justicia. El juez del crimen de Santiago, don Ambrosio Silva ■Cienfuegos, por auto de 28 de junio de 1844, decreto la prision de Olaneta. Aunque este alego su inmunidad diplomatica, fue conducido preso ese mis-

CAPITULO QUINTO 465

LLA Republica. Como hemos recordado en otro capitulo ^, ese mismo afio en 1843 se debatia ademas en Chile con gran calor otro litijio de orijen i caracter estranjeros, i en que apa- recian como contendores dos hombres de alta representa- cion en su pais. Se trataba de descubrir i de seiialar al autor de uno de los crimenes mas inicuos que se han cometido en America. Parecia que ambos, al empeiiar aqui ese debate, querian hacer al pueblo chileno juez de la contienda. Vamos a contar como se desarrollo este incidente.

En noviembre de 1842 habia llegado a Chile el jeneral don Tomas Cipriano de Mosquera, con poderes de ministro pleni- potenciario de la Nueva Granada, su patria. Su mision abra- zaba tres puntos que era permitido manifestar en publico:

mo clia a la carcel publica, situada entonces en la plaza principal, donde ho se levanta la municipalidad. Al pasar por la casa de gobierno, donde hoi esta el correo central, Olaiieta, burlando a los alguaciles, se entro corriendo a esa ■casa a pedir amparo al presidente de la Republica.

El gobierno busco una solucion cohciliadora a aquel conflicto: i algunos dias despues resolvio que Olaneta por haber presentado su carta de retiro hacia cerca de ocho meses, habia perdido su inmunidad de ministro plenipo- tenciario de Bolivia en Chile; pero que como tenia en su poder el titulo de re- presentante de Bolivia en el congreso internacional americano que iba a reu- nirse en Lima, debia considerarsele como ministro diplomatico en transito, cuyo caracter era tambien inmune. El juzgado del crimen^acato esta declara- cion, i mando suspender todo procedimiento contra Olaneta. Carvallo que habia jestionado contra esas resol uciones, i que pedia la inmediata espul- sion de Olaneta, se vio desatendido por el gobierno que][dej6 partir a este con las consideraciones correspondientes a su rango diplomatico.

No tenemos para que dar noticias de la carrera posterior de Olaneta, i de los altos cargos que sirvio todavia en su patria. Nos limitamos a indicar que fallecio en Sucre, en i860, ocupando un puesto enla'majistratura judicial.

Aunque existe una Biografia del Dr. Casimiro Olaneta, por don Felix Re- yes Ortiz, impresa en La Paz, en diciembre del 860, i^aunque hai alii muchas noticias, es bastante deficiente para conocer la vida de ese curioso persona- Je. Del mismo modo, una coleccion o reimpresionMe^escritos de este publica- da en Sucre en 1877 con el titulo de Obras de Casimiro Olaneta, no contiene mas que algunos de sus opiisculos, i no los mas importantes. Por lo demas, todos ellos, en gran parte sembrados de argucias para disculpar su conducta, tienen escaso valor historico, i menos valor literario; lo que no impide que el coleccionador (Manuel Campero) lo proclame el primer foUetista sud-ameri- cano i lo ponga en la misma linea que Lamennais, con O'Connel, con Mira beau, etc., etc.

5. Cap. Ill, §13.

TOMO XIV.— 30

466 UN DECENIO DE LA. HISTORIA DE CHILE

activar la reunion del congreso americano, ante el cual venia debidamente acreditado; promover un tratado de amistad i comercio con Chile; e inclinar al gobierno de este pais a em- plear su mediacion para evitar un rompimiento entre el Peru i el Ecuador, nacido, entre otras causas, por una vieja cuestion de limites. Pero Mosquera traia ademas otro encargo de ca- racter reservado, a que seguramente daba mas importancia que a los anteriores. Se trataba de obtener del gobierno de Chile que interpusiese su valimiento cerca del de la Republica peruana, para que este autorizase la estradicion del jeneral don Jose Maria Obando, acusado de ser el asesino del insigne mariscal de Ayacucho don Antonio Jose de Sucre ^. Fue esta cuestion la primera que promovio el representante de Nueva Granada en una comunicacion que llevaba la fecha del 19 de diciembre (1842).

El gobierno de Chile no hizo esperar su contestacion. Cua- tro dias mas tarde, el 23 de diciembre, el ministro Irarrazaval

6. El suceso que aqui recordamos, es decir el asesinato de Sucre, ha dado orijen a la publicacion de algunos volumenes de mas o menos valor, i acom- panados algunos de ellos de numerosos documentos, sin que la posteridad pueda pronunciar un juicio definitivo; porque si bien todas las sospechas i el mayor numero de las opiniones caen sobre el jeneral don Jose Maria Obando, no hai pruebas suficientes para pronunciar un fallo condenatorio.

Sucre, como se sabe, fue asesinado el 4 de junio de 1830. Desde luego re- cayeron sospechas sobre Obando; pero aunque el mismo pidio que se le juz- gara, no se hizo nada efectivo, i el se considero absuelto. Siguio figurando en varios puestos, i entre ellos en el de ministro de guerra. Solo en 1839 se des- cubrio por casualidad la pista del crimen; i fue condenado a muerte i fusilado el que dispuso la ejecucion del asesinato. Apolinario Torres, este era el nom- bre del asesino, murio echando toda la responsabilidad sobre Obando. Per- seguido este, huy6 i se asilo en el Peru, donde publico el libro de que habla- remos en el testo. Don Jose Manuel Restrepo ha contado estos hechos con gran serenidad de espiritu, en su Historia de la revolucion de Colombia, par- te III, cap. XVII, i en el Apendice 24 puesto al fin del tomo IV de esa obra, Pero existen algunos libros u opusculos sobre esta cuestion, entre los cuales hai dos escritos por don Antonio Jose de Irisarri, contrarios a Obando, que merecen recomendacion especial. Se titulan: Historia critica del asesinato del gran mariscal de Ayacucho, Bogota, 1846; i Defensa de la historia critica, Cu- razao, 1849. La lectura de la mayor parte de las publicaciones que corren sobre esos deplorables acontecimientos, me permiten decir que mui segura- mente son estos dos libros de Irisarri lo mejor que se ha escrito sobre aque- llos, no solo por su valor literario, sino por el talento de demostracion.

CAPfTULO QUINTO 467

SO negaba, en los mejores terminos, pero con firme resolucion, a intervenir en esos asuntos. Segun el, el crimen que se impu- taba a Obando, por odioso i atroz que fuese, era de caracter politico, i estaba, por esto, fuera del niimero de los que auto- rizan la estradicion. Por otra parte, el tiempo trascurrido des- de que se cometio ese crimen (doce afios), i la participacion que durante este tiempo habia tenido Obando en los negocios publicos de aquel pais, bastaban para considerarlo sustraido a toda persecucion. En efecto, en esos doce ailos, Obando ha- bia recibido distinciones del gobierno de su patria i desempe- nado (en 1831) el ministerio de guerra. Habia sido ademas, candidato a la presidencia de la Republica; i si ahora se tra- taba de procesarlo, era porque habia sido vencido en la guerra civil, i porque andaba profugo fuera de su patria, i como pros- crito politico.|

Obando, entre tanto, no encontrandose seguro en el Peru,, donde, mediante un cambio de gobierno (que comenzaban a hacerse frecuentes), podia ser entregado a la Nueva Granada, habia resuelto venir a establecerse a Chile. Mosquera, renun- ciando ahora a reclamar la estradicion, pedia en una nota de 26 de diciembre, que se negara a aquel el asilo. Esta jestion dio lugar a que don Andres Bello, con su alta competencia en estas materias, rfijara en nombre del gobierno de Chile, las re- glas invariables a que se proponia sujetar su conducta. Esas reglas eran las siguientes: Conceder el asilo por punto jeneral. Negarlo a los que se hubieren hecho culpables de crimenes atroces. Concederlo a los criminales que tuviesen en su favor la atenuacion de haber cometido su falta en interes de una faccion o de un partido politico. I por ultimo, que la denega- cion de asilo estuviese fundada en document os judiciales au- tenticos '. Segun estas reglas basadas en los mejores princi- pios de derecho internacional, el gobierno de Chile podia ad- mitir sin recato alguno a Obando cuando viniera a este pais.

7. La nota del gobierno de Chile en que contestando a Mosquera esta- tablece estas reglas, es una pieza notable que lleva la^fecha de 5 de enero dc 1843. ^on Ricardo Montaner Bello, la ha estractado bien en la paj. 166 del libro citado. En este pasaje, hemos utilizado ese estracto.

468 FN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Llegaba este a Chile en esos mismos dias, i traia un libro que habia escrito o hecho escribir en Lima para vindicar su con- ducta de los tremendos cargos que le hacian el gobierno de Nueva Granada i los secuaces de este ^. Obando contaba alii a su manera, sus campanas i sus servicios, haciendo al efecto una especie de resena historica de las guerras civiles de ese pais; i por lo que toca al asesinato de Sucre, lo atribuia al je- neral don Juan Jose Flores, presidente del Ecuador. Respecto de sus enemigos o adversarios, i de los que lo perseguian, ese libro era implacable, i de una destemplanza poco comun. Mos- quera era, entre aquellos, uno de los mas ultrajados. Obando repartio su libro a muchas personas, contrajo relaciones con algunas jentes de imprenta, i obtuvo que se le tratara en al- gunos articulos de diario con cierta consideracion. Estableci- do en Quillota, hizo desde alii publicar en el diario de Santiago (El Progreso) en los ultimos dias de marzo (1843) una serie de articulos en que mas sumariamente referia las persecuciones de que se le habia hecho objeto en su patria.

Mosquera, por su parte, se creyo en la obligacion de defen- der a su gobierno i de defenderse el mismo; i al efecto empren- dio por partes, o entregas, la publicacion de un libro que llego a tener 650 pajinas de testo, i un volumen suplementario de 450 pajinas de documentos. Proponiendose refutar parte por parte la esposicion de Obando, Mosquera hace tambien la his- toria de las guerras civiles de la Nueva Granada desde los ul- timos dias de la dominacion espanola hast a 1840, entrando en muchos pormenores, i tratando mal a sus adversarios, aun- -que en tono menos virulento. Como debe suponerse, las ver-

8. El libro que recordamos, se titula Apuntamientos para la historia, o sea manifestacion que el jeneral Josi Maria Obando hace a sus contempordneos i a la posteridad del orijen de la persecucion que ha sufrido, etc., Lima, 1842, un volumen de 360 pajinas bastante nutridas. Es una esposicion narrativa, con gran recargo de hechos i de incidentes, contados con claridad, i con regula- res formas literarias; pero todo aquello con una pasion frenetica, con lengua- je destemplado, i con unar profusion de apodos i epitetos ofensivos i ultra- j antes, que quitan a ese libro el prestijio de fuente de informacion. Se ha con- tado que Obando tuvo un colaborador que dio forma mas literaria a sus apuntes; pero nunca he podido conocer lo que haya^de verdad^en^esa indi- cacion.

CAPfrULO QUINTO 469

siones de Obando i de Mosquera sobre unos mismos hechos, difieren esencialmente. Uno de los diarios de esa epoca publi- co algunos fragmentos de los dos escritos sobre un punto dado, como para hacer notar esas diver jencias ^. Si no es posible es- timar el libro de Mosquera como la espresion de la verdad his- torica, si hai muchos motivos para no aceptar sino en parte la version de los hechos, i menos aun todos sus juicios i aprecia- ciones, importa reconocer que el correspondio en lo posible al objeto que se tuvo al publicarlo. La opinion ilustrada de Chile se impuso con algun interes de esas cuestiones, i el juicio que acerca de ellas se formo fue en jeneral desfavorable a Obando. La mision de Mosquera a Chile habia despertado los mas singulares recelos. Su pais natal, devorado por las contiendas civiles, i en una situacion mui semejante a la anarquia tenia entonces por directores a hombres de una gran mediocridad. La circunstancia de que Mosquera pertenecia en Nueva Gra-

9. El libro publicado por Mosquera lleva este titulo; Exdmen critico del It- belo publicado en Lima por el reo prdfugo JosS Maria Obando, Valparaiso, imp. de El Mercurio, 1843. Entre los contemporaneos se contaba que en la redaccion de la obra que lleva el nombre de Mosquera habia tenido mucha parte don Juan Garcia del Rio, si bien este mostraba grande interes en ocul- tarlo. Como debe suponerse, aquella polemica no podia apasionar la opinion publica en Chile. Sin embargo, el libro de Mosquera fue jeneralmente leido, e inchno la simpatia en favor de la causa alii defendida. Obando, por lo de- mas, estuvo solo de paso en Santiago, o en Valparaiso, i vivio retirado en Quillota, tratando mui pocas jentes, i mas tarde en la Serena. Residio en Chile hasta setiembre de 1845; i al alejarse del pais, publico en El Progreso, num. 894, un articulo en que daba las gracias por la hospitalidad que habia recibido.

Esos dos hombres regresaron poco mas tarde a Nueva Granada, i volvieron a figurar en primera linea en los acontecimientos politicos de ese pais. Oban- do, el presunto asesino de Sucre, fue elevado a la presidencia de la Republi- ca, en 1852, i derribado de ella dos anos despues. Su papel en los aconteci- mientos posteriores no fue menos prominente. Es notable en ellos la reconci- liacion de Obando con Mosquera en i860, sirviendo ambos a una misma causa en la guerra civil. «Digno de Uamar la atencion, decia entonces un pe- riodico de Bogota {El Tiempo), es el hecho de que aparezcan reunidos al cabo de la vida en defensa del derecho de la democracia, estos dos hombres cons- picuos, Mosquera i Obando, que han representado en nuestras sangrientas guerras anteriores los papeles de Sila i Mario sirviendo de bandera por lo menos en 30 aiios a los dos bandos enemigos». Obando fue muerto en un pe- queiio combate de la guerra civil, el 29 de abril de 1861.

470 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nada al partido conservador, que este se hallaba en el poder, i que algunos de sus prohombres proponian el gobierno monar- quico como el remedio'contra la desorganizacion de estos pai- ses, dio materia para que muchos de los estadistas peruanos creyesen que aquel venia a Chile con el plan de establecer la monarquia. Ya aquello era una insensatez; pero'esta subia de punto cuando se creia ademas que en este pais aquellas ideas encontraban credito, i podia intent arse ponerlas en plant a. En el curso de la revolucion de la independencia i de las ajita- ciones i discordias civiles de los primeros ailos de la Republi- ca, en que se dejaron^ver algunos monarquistas en casi todas las secciones americanas, no se habia levantado jamas en Chi- le una sola voz en favor de la monarquia. Era manifestar el mas completo desconocimJento de este pais, el suponer que ahora que se habia constituido i organizado convenientemen- te, que gozaba de una libertad real i efectiva en medio de una absoluta tranquilidad, i que habia demostrado al mundo, se- gun la feliz espresion del jeneral San Martin, que podia haber Republica de nuestra lengua (es decir de nuestra raza) i^, fuera Chile a abandonar estos inconmensurables beneficios, para correr la aventura de la creacion de monarquias.

I sin embargo, en el Peru habia quienes creyesen tamanos absurdos. Don Ventura Lavalle que, desde Lima, tenia al go- bierno de Chile al corriente de cuanto podia interesarle en las accidentadas ocurrencias de aquel pais, escribia lo que sigue el 14 de noviembre de 1842. «E1 jeneral La Fuente me ha con- tado que el senor Laso, el senor Mariategui, el jeneral Vidal, i el jeneral Nieto (los prohom.bres de aquella situacion) creen con el mayor candor que la mision del jeneral Mosquera a Chile tiene por objeto tratar sobre el establecimiento de mo- narquias en America, i hacen a nuestro gobierno la acusacion de pretender dividir el Peru, para obtener mas facilmente la preponderancia sobre el. Si el mismo jeneral La Fuente no me

10. Escribiendo desde Paris el 26 de setiembre de 1846 al jeneral don Fran- cisco Antonio Pinto, el jeneral San Martin le decia estas palabras: «Su afor- tunada patria ha resuelto el problema (confieso mi yerro, yo no lo crei) de que se puede ser re ublicano hablando la lengua espaiiola.»

CAPirULO QUINTO 1 471

hubiese dicho que habia oido hablar a esos sefiores en este sen- tido con la mayor formalidad, i que buscaban los medios de oponerse a nuestras maniobras, haciendose ante todo de una marina superior a la nuestra, hubiera yo creido que estos eran cuentos de ninos, porque solo ellos podrian dar ascenso a se- me] antes patraiias. Por fortuna, el jeneral La Fuente calmo todos sus temores, haciendoles ver lo infundados que eran, i ya se han tranquilizado». El ministro de relaciones esteriores de Chile contest aba ese aviso en los terminos siguientes: «La mision del senor Mosquera a Chile no tiene, por cierto, el ab- surdo objeto que algunos miembros del gabinete peruano ha- bian llegado a concebir. Activar la reunion del gran congreso americano, promover un tratado de comercio i de correos ma- ritimos entre ambos paises, e inclinar a este gobierno a em- plear su mediacion para un avenimiento pacifico entre los gobiernos peruano i ecuatoriano, son los objetos indicados por ahora por el senor Mosquera, i justamente hoi mismo he cc- menzado a conferenciar con el ii».

Iniciose, en efecto, antes de mucho la preparacion de un tratado de amistad, comercio i navegacion entre Chile i Nue- va Granada. Este trabajo, sin embargo, no pudo marchar con mucha rapidez. Mosquera habia propuesto un proyecto difuso i con disposiciones de dudosa utilidad; i fue necesario some- terlo a un estudio prolijo, i reducirlo a formas convenientes, dando lugar en el a los principios mas razonados i mas libe- rales, asi respecto a las personas como respecto al comercio, que pueden consignarse en pactos de esa naturaleza. Quedo este firmado el i6 de febrero de 1844; pero fue necesario, ade- mas, estipular algunas clausulas adicionales. Fueron estas acordadas en Lima en octubre siguiente entre Mosquera, que se habia trasladado al Peru (en marzo), i el encargado de ne- gocios de Chile en aquella ciudad. Discutido i aprobado sin dificultad por el congreso, el tratado de amistad, comercio i navegacion con la Nueva Granada, solo vino a recibir su san- cion definitiva dos afios mas tarde, el 2 de febrero de 1846.

1 1 . Comunicacion del ministro de relaciones de Chile al plenipotenciario Lavalle: Santiago, 14 de diciembre de 1842.

472 TTN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

§ 3. ReVUELTAS I DESORGANIZACION EN EL PeRU! TEMORES DE UNA GUERRA ENTRE ESTA RePUBLICA I EL ECUADOR: PER- TURBACIONES QUE ESA SITUACION CREA A LAS RELACIONES CON

Chile. La paz celebrada en junio de 1842 entre el Peru i Bolivia, no habia aprovechado igualmente a las dos Republi- cas. La primera aparecia siempre atormentada por una inco- rrejible desorganizacion, i se hallaba ademas amenazada por constantes revueltas internas, seguidas de violentos cambios de gobierno, i por una guerra esterior. La segunda entraba en un periodo de orden i de regularidad, i aun acometia reformas de organizacion, es verdad que bajo un rejimen de dura repre- sion que no se detenia ante los estremos de una verdadera dic- tadura. Esa situacion, mas favorable que los tiempos de re- vuelta i de anarquias, no duro largo tiempo. Desaparecio a impulsos de nuevas revueltas, i sin dejar nada solidamente asentado.

En el Peru, por el contrario, no habia pasado un solo dia de tranquilidad. Aun en los moment os en que la Republica esta- ba preocupada por la guerra esterior, se habian descubierto en el ejercito conatos de sublevacion. Apenas firmada la paz, se hicieron sentir los levantamientos militares con diversos cau- dillos en varias partes del territorio, creando una confusion administrativa que seria tan largo i dificil dar a conocer en sus accidentes como absolutamente iniitil en nuestro libro ^^, La autoridad de aquel consejo de est ado que mandaba en Lima, habia sido desconocida en el Cuzco por los jefes milita- res, que llamaban al gobierno al jeneral don Francisco VidaL

12. No conozco ninguna relacion regularmente ordenada de estos aconte- cimientos. Las memorias sohre las revoluciones de Arequipa desde 1834 hasia 1866, por el doctor don Juan Gualberto Valdivia (Lima, 1874), libro escrito sin documentos i sin espiritu de verdad, parece espresamente preparado para hacer mas complicada e inabordable la esposicion i la intelijencia de los hechos. En el archivo del gobierno de Chile, se guarda la correspondericia de su representante diplomatico don Ventura Lavalle, i ella contiene un valio- so caudal de noticias sobre esos acontecimientos. Don Ricardo Montaner Bello ha utilizado muchas de ellas en los capitulos VI, VII i VIII de su im- portante libro; pero, como ya hemos dicho, de aquellos documentos se puede sacar mucho material historico.

CAPfrULO QUTNTO 473

Antes que este hubiera llegado a recibirse del mando, otro jefe militar, el jeneral Torrico, se habia sublevado en Lima (i6 de agosto) i tomaba el gobierno del estado. Esa situacion puramente provisoria no duro mas que dos meses. Torrico fue derrotado en un combate, i reducido a buscar su salvacion en la fuga, i a pedir asilo en el estranjero. El jeneral Vidal, que entonces entro al gobierno, iba a verse a su vez envuelto en complicaciones i dificultades.

Desde luego, el Peru estaba a punto de llegar a un rompi- miento con el Ecuador. A una antigua e importante cuestion de limites que databa del tiempo de la colonia, i a las dificul - tades consiguientes a la guerra entre el Peru i Colombia, ca- torce anos antes, se afiadia la natural desconfianza que inspi- raba la conducta del Ecuador, que, dando asilo a Santa Cruz i a sus secuaces, parecia estimular los planes i maniobras de estos para excitar constantemente la revuelta en las dos Re- publicas que formaron la estinguida confederacion. Como hu- bieran fracasado las negociaciones en busca de un arreglo de tantas dificultades, el gobierno del Peru, recordando el buen exito de la mediacion de Chile en la contienda con Bolivia, habia pedido al ministro chileno que hiciera valer ese mismo recurso. Lavalle, sin consulta previa a Santiago, se habia apre- surado a ofrecer esa mediacion, que el gobierno peruano acep- to oficialmente (2 de agosto).

El gobierno de Chile, por su parte, no aprobo esa conducta. Las relaciones de este pais con el Ecuador distaban mucho de ser cordiales. Cuando en 1838, el gobierno de esta ultima Re- publica habia ofrecido su interposicion amistosa en la con- tienda con la confederacion perii-boliviana, Chile se habia ne- gado a aceptarla. Mas recientemente, en febrero de 1842, Chi- le se habia negado tambien a reconocer a Garcia de Rio en el caracter de encargado de negocios del Ecuador. Todo hacia temer que el jeneral Flores, presidente de esta ultima Repu- blica, aprovechara esta o cualquiera coyuntura para inferir una ofensa a Chile. «E1 gobierno, decia a este respecto el mi- nistro Irarrazaval, cree que no ha llegado el caso de proponer- la (la mediacion) por su parte, i por tanto, no le es posible ra-

474 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

tificar el ofrecimiento hecho por V. S. al gobierno peruano i3.» Aquella jestion no paso de alli. El i6 de agosto, como dijimos antes, era derribado el gobierno que habia solicitado la me- diacion de Chile; i el que le sucedio no tuvo tiempo, segun pa- rece, para preocuparse de esas cuestiones.

Esa situacion irregular, las mudanzas de ministros i hasta de jefe supremo, perturbaban todas las relaciones diplomati- cas, i creaban al represent ante de Chile las mas desagradables molestias. Era inutil pretender avanzar en la liquidacion i mas aun en el finiquito de las cuentas pendientes con Chile, por mas claras i justificadas que estas fuesen. No era posible disimularse que se obedecia a un plan de obstinado aplaza- miento. Lavalle que, en vista de los hechos de cada dia, habia adquirido el mas profundo convencimiento sobre el particu- lar, recibio una confirmacion que haciadesaparecer toda du- da. Don Francisco Javier Mariategui, nombrado liquidador por parte del Peru, conto a Lavalle que el canonigo Charun, ministro de relaciones esteriores de aquella Repiiblica, le ha- bia ordenado que dilatara cuanto fuese posible la liquidacion de las cuentas del emprestito de 1823, i que en esos trabajos no llegase a ningun resultado favorable a Chile 1*. Habia, pues, un plan obstinado de dilaciones para no solucionar nada.

Los cambios de gobernantes no modificaban aquel estado de cosas. En los primeros dias de 1843, las tropas estacionadas en Arequipa se sublevaron proclamando al jeneral don Manuel Ignacio Vivanco. Aquel movimiento tomo prontamente cuer- po. Dos buquecillos, que formaban la escuadra del gobierno se plegaron a los rebeldes; i aunque este quiso capturarlos por medio de los neutrales, fracaso en este intento i^. Por fin, el

13. Comunicacion del ministro de relaciones esteriores al plenipotenciario Lavalle: Santiago, 23 de agosto de 1842.

14. Comunicacion del plenipotenciario Lavalle al ministro de relaciones esteriores de Chile: Lima, 24 de noviembre de 1842.

15. Los buques peruanos que se sublevaron poniendose al servicio de la revolucion, eran la corbeta Yungai i el bergantin Limena. El jeneral don Francisco Vidal que, como vice-presidente del consejo de estado, ejerci6 el mando supremo, espidio el 4 de marzo (1843) ^n decreto por el que declara- ba a esos barcos fuera de la proteccion de las leyes patrias i tenidos por pira-

CAPfTULO QUTNTO 475

8 de abril tomaba el mando el jeneral Vivanco con el titulo de director supremo. En sus primeras conferencias con el repre- sentante de Chile, se empeilo en demostrarle las simpatias que abrigaba por este pais, la estimacion que profesaba a los hom- bres publicos que lo gobernaban, i su proposito de marchar en el mejor acuerdo con ellos. Su ministro de relaciones este- riores era don Felipe Pardo Aliaga, el mas celebre literato del Peru. Este habia residido en Chile, habia estado a sueldo del gobierno, i habia cultivado con Portales, con Egafia i con Be- llo, si no relaciones de intima amistad, de trato suficiente para conocerlos i apreciarlos, i mostraba por ellos gran considera- cion, presentandolos como estadistas modelos de rectitud i de lealtad. Lavalle pudo creer por algunas semanas que las jes- tiones que estaba encargado de promover, se acercarian a su desenlace.

En esta espectativa, se pasaron seis' largos meses. Al fin, el 12 de octubre (1843), el ministro Pardo comunicaba a Lavalle que los nuevos comisionados liquidadores de las cuentas del emprestito de 1823 las encontraban enteramente arregladas i

tas, quedando autorizados los buques de las naciones neutrales para batir- los i apresarlos en donde los encontrasen. Aunque este decreto fue comunica- do a todos los ajentes diplomaticos i consulares, algunos de los cuales po- dian contar con buques de su nacionalidad respectiva, nadie penso en atacar a los buques sublevados. La falta cometida por el gobierno del jeneral Vidal fue mui censurada entonces i mas tarde, pero resulto enteramente esteriL

Accidentes de este jenero se han suscitado dos veces en Chile. En diciem- bre de 1829, una fragata de guerra inglesa, a ruego del gobierno chileno. apres6 en las inmediaciones de Valparaiso al bergantin Aquiles, de que se ha- bian apoderado los revolucionarios. Vease la Hist. Jeneral de Chile, torn. XV, paj3. 446 i sig.

En setiembre i octubre de 1851, el gobierno de Chile declaro piratas los buques que Servian a los revolucionarios; i el encargado de negocios de S. M. B. se presto a servir a los planes gubernativos haciendo apresar esos barcos, que no podian oponer la menor resistencia. Puede verse sobre esto el libro de don Benjamin Vicuiia Mackenna, titulado Levantamiento i sitio de la Serena, torn. I, cap. VI, en cuyos apendices estan ademas publicados los documentos que hacen al caso.

Estos hechos traen a la memoria el combate naval sostenido en 1877 por el monitor peruano Hudscar, declarado pirata por el gobierno del Peru, con un buque de guerra ingles que trato de apresarlo. Ese combate tuvo enton- ces una gran resonancia en todo el mundo.

' 476 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

exactas. Pero, en seguida de este reconocimiento' de la deuda, venian algunas observaciones^que parecian anularlo. Una sola de ellas bastaba para hacer perder la calma al negociador mas tranquilo. El emprestito de 1823 habia sido estipulado en un pacto solemne celebrado con toda regularidad. En virtud de ese pacto, Chile habia entregado el dinero que prestaba, i el gobierno del Peru lo habia recibido. Pero el congreso del Peru se habia disuelto sin haber alcanzado a aprobar aquel tratado; luego, el Peru no estaba obligado a pagar el dinero que habia recibido en prestamo. Las otras observaciones, aunque absur- das, eran menos irritantes que esta. El ministro Pardo al co- municar esas observaciones al plenipotenciario chileno, espre- saba que ellas requerian un estudio detenido, i que las irregu- laridades observadas solo podian ser resueltas por el gobier- no 1^. La salida deLdirector supremo, de Lima, para ir a sofo- car^a insurreccion que seguia creciendo al sur del Peru, dio pretest o para aplazar nuevamente la jestion de aquel negocio.

Don Ventura Lavalle, hombre frio i sereno, pero a la vez de un caracter firme i resuelto, no podia resignarse a soportar aquella situacion, i creyo que era llegado el caso de que el go- bierno de Chile tomase otra actitud. «La esperiencia que ten- go adquirida en el largo tiempo que he permanecido en este pais promoviendo los intereses de Chile, decia Lavalle el 27 de diciembre (1843), me ha dado el convencimiento intimo de la ineficacia e inutilidad de un proceder moderado i politico; i para no ser en lo sucesivo juguete de manejos dobles i arteros, me permito indicar a V. S. que o hemos de abandonar nues- tras reclamaciones o las hemos de sostener con la entereza i el vigor a que nos da derecho indisputable nuestra justicia i la desatencion i desprecio con que hasta ahora se ha correspon- dido a nuestra moderacion i cortesia 17».

El gobierno de Chile conocia aquel estado de cosas tan bien como Lavalle; pero creia que, a pesar de tantos desengafios.

16. Comunicaciones del ministro Pardo al plenipotenciario Lavalle, de 12 de octubre i 20 de noviembre de 1843,

17. Nota de Lavalle al ministro de relaciones esteriores de Chile: Lima, 27 de diciembre de 1843.

CAPfrULO QUINTO 477

no debia desesperarse de llegar a un resultado razonable por los medios de la moderacion. «Causa no ya fastidio sino indig- nacion, decia el ministro de relaciones esteriores de Chile, sa- ber el estado i tratar el asunto relativo al ajuste de la deuda peruana, pues cada anuncio de V. S. sobre este particular re ve- la mas i mas no solo la mala fe, sino la falta de dignidad de la administracion peruana. La ausencia del director (jeneral don Manuel Ignacio Vivanco) de la capital, no era motivo bastan- te para paralizar la tramitacion a que ha querido sujetarse el asunto, pues el gobierno no tiene que evacuarla, sino las ofici- nas respectivas. La materia es realmente grave, pero no de la dificultad en su espedicion que pondera el sefior Pardo (don Felipe, ministro de relaciones esteriores). Por todo esto, re- nueve, pues, V. S. sus esforzadas i enerjicas jestiones ^h. To- dos estos esfuerzos debian ser esteriles por entonces.

En esos mismos anos el Peru entraba en una revolucion financiera de la mas alta trascendencia. Se habian descubierto enormes depositos de huano, al parecer inagotables, i comen- zaba a reconocerse que ese articulo, de grande utiHdad como abono agricola, era mui apreciado en el estranjero, i que al- canzaria un precio mui subido. Aunque nadie podia calcular entonces la prodijiosa riqueza que aquello represent aba, se creyo desde luego que el Peru iba a salir de esa deplorable si- tuacion de pobreza que le impedia pagar puntualmente sus empleados, servir su deuda, i satisfacer las mas premiosas obligaciones. Esa nueva situacion no acelero desde luego la liquidacion i arreglo de las cuentas con Chile, i fue necesario que aquel pais tuviese un gobernante de gran caracter, empe- fiado en asentar el orden i la regularidad administrativa (el jeneral don Ramon Castilla) para que fuera posible esperar que se llegaria a algun resultado.

En medio de ese desgobierno, los chilenos residentes en el Peru, i casi lo mismo ocurria a los que habitaban Bolivia, eran victimas de mui malos tratamientos. Se les enrolaba por fuer- za en el ejercito, con desprecio de los certificados de naciona-

i8, Comunicacion'del ministerio'de relaciones esteriores a Lavalle: Santia- go, 28 de diciembre de 1843.

478 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

lidad de que eran poseedores; i sin pagarles sueldo, se les obli- gaba a los mas penosos trabajos. Esos malos tratamientos al- canzaban a individuos de condicion superior, i aun a comer- ciantes o propietarios dignos de todo respeto. A las reclama- ciones de los ajentes de Chile, se satisfacia despues de largas tramitaciones, atribuyendo la violencia a desmanes de fun- cionarios subalternos. Algunas de esas reclamaciones causa- ron no poco desagrado al gobierno de Chile.

En ocasiones, ademas, la correspondencia diplomatica asu- mio por parte del Peru una inconveniencia inaceptable. A fines de 1843 fueron licenciados en Lima algunos destacamen- tos de tropas. Los soldados eran despedidos sin pagarles sus haberes atrasados. Result 6 de alii que la ciudad se lleno de individuos que no teniendo que comer, ni como ganarse la vida, se convirtieron en rateros i malhechores. «E1 senor pre- fecto del departamento, decia don Benito Laso, ministro de relaciones del Peru, al representante de Chile, me ha hecho presente que con motivo de haberse dado de baja de los cuer- pos del ejercito a ciento ochenta chilenos que Servian en ellos, la ciudad se ha plagado de ladrones, i no puede tomarlos la policia por no saberse con individualidad los que de ellos scan, i por ser desconocidos todos». En consecuencia, el ministro de relaciones esteriores, queria que, siendo lo mas a proposito «alejar a los individuos sospechosos», se prestase el represen- tante chileno a «facilitar el modo de que todos aquellos solda- dos se embarcasen para su pais, donde seguramente no serian tan peligrosos» i^. Como Lavalle observara prontamente los terminos de aquella nota, i la aseveracion de que los rateros que pululaban en Lima eran solo los ciento ochenta chilencs que acababan de ser separados del ejercito, sin pago i sin re- cursos, i no todos los individuos que se hallaban en igual si- tuacion, el ministro Laso retire su nota, pasando en lugar de ella otra concebida en los terminos de la mas esmerada corte- sia, en que «queriendo el gobierno guardar todas las conside- raciones, decia, a la nacion chilena, con quien lo ligaban los

19. Nota del ministro Laso al ministro plenipotenciario de Chile: Lima 13 de diciembre de 1843.

CAPITULO QUINTO 479

vinculos mas estrechos de amistad», se proponia arreglar ese negocio de acuerdo con Lavalle, «a fin de evitar que las jentes vulgares creyesen que se tomaba contra ellos una medida per ser chilenos» 20. Incidentes de esta clase se renovaban frecuen- temente.

§ 4. Santa Cruz, de acuerdo con sus parciales de Bo- livia, SE prepara para volver a este pais a recuperar el

MANDO: FRACASO DE ESTA TENTATIVAI CAE PRISIONERO EN EL

Peru, i su vida se halla en peligro. La guerra civil entre tanto se habia enseiloreado del sur del Peru. A la confusin io al desorden creados por ella, se agregaban los incesantes rece- los de complicaciones i hasta de rompimiento con Bolivia. En medio de las angustias i alarmas de aquella situacion, ocurrio un acontecimiento que debia ser -causa de mayores inquietu- des, i seguramente tambien de mayores consecuencias. El je- neral don Andres Santa Cruz, que permanecia en la Republica del Ecuador, alternando su residencia entre Quito i Guaya- quil, i haciendo valer sus antiguas relaciones con algunas de las personas que rodeaban al director supremo del Peru (Vi- vanco), hizo pedir a este que se le diera una legacion en Euro- pa para servir desde alii a ese pais, sin despertar recelos i des- confianzas 21. Todo aquello no pasaba de ser un artificio para adormecerla vijilancia de sus adversarios. El 16 de agosto se embarcaba Santa Cruz cautelosamente en Guayaquil, para tomar tierra segun las circunstancias, en los puertos australes del Peru, o en Cobija. En aquellos lugares esperaba hallar mu- chos parciales, ya entre los militares peruanos que estaban empenados en la guerra civil, ya entre los numerosos emigra- dos bolivianos que residian en Tacna, i que mantenian corres- pondencia con Santa Cruz. Alii estaban Agreda i Goitia, ar- dorosos parciales del antiguo protector de la confederacion,

20. Nota del ministro Laso al plenipotenciario de Chile: Lima 31 de di- ciembre de 1843. Este incidente que recordamos solo de paso, esta contado con mas detenimiento en las pajs. 163-4 del libro de don R. Montaner Belle.

21. Santa Cruz pedia en primer lugar que se le permitiese establecerse en Tacna, es decir a las puertas de Bolivia, para atender desde alii los interese^ que tenia en ese pais, i que si esto no fuese posible se le diese una legacion en Europa.

480 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

segun hemos contado antes; i alii estaba tambien un vice con- sul ingles llamado Hugo Wilson, mui interesado en esas in- trigas.

El gobierno de Chile estaba al corriente de todos los pasos i proyectos de Santa Cruz, asi por las comunicaciones de La- valle como por los informes que le trasmitian 'don Fernando Marquez de la Plata, consul chileno en Guayaquil. Desaprobo con la mas resuelta franqueza todo pensamiento de confiar a Santa Cruz una legacion en el estranjero. «Las misiones diplo- maticas, decia el ministro de relaciones esteriores de "Chile , suponen esencialmente la confianza intima del gobierno que representan, ni puede conferirse una distincion mas elevada a un individuo de respetabilidad que ha hecho largos i seiia- lados servicios a su patria que el darle la investidura de repre- sentante suyo cerca de los gobiernos estranjeros. iQue signi- iicaria, pues, la mision que se trata de encargar a Santa Cruz ? Su significado ostensible seria que el actual gabinete peruano mira a Santa Cruz como eminentemente digno de su aprecio i confianza, que son falsas las maniobras inmorales i atroces que se le han imputado, i que la causa en que incesantemente han trabajado i trabajan el i sus ajentes, es una causa a que la administracion peruana concurre 22».

La actitud del gobierno de Chile fue todavia mas enerjica i resuelta cuando ocho dias mas tarde supo que Santa Cruz ha- bia salido de Guayaquil con destino a los puertos del sur del Peru. No se limito entonces a encargar a Lavalle que hiciera valer el sentimiento chileno ante el gobierno del Peru ^^, sino que dirijiendose a este mismo, lo instaba a oponerse a las ma- niobras de Santa Cruz, i le indicaba su firme resolucion de llegar, si fuere necesario, a los liltimos estremos para desba- ratarlas. El gobierno de Chile, respetando la independencia

22. Nota del ministro de relaciones esteriores de Chile al plenipotenciario JLavalle, de 4 de octubre de 1843. Despues de dar a este muchas otras razo- nes sobre el mismo asunto, se le encarga que las haga valer ante el gobierno -del Peru.

23. Nota del ministro de relaciones esteriores a Lavalle: Santiago 13 de octubre de 1843.

CAPfrULO QUTNTO 481

de los otros estados, estaba resuelto a no intervenir en sus contiendas internas; «pero, profesando, agregaba, ese respeto a los gobiernos que ostensiblemente se hallan en posesion de la autoridad por el consentimiento nacional, estamos mui dis- tantes de estenderlos a las tentativas de un jefe ambicioso que no repara en promover sus designios por las conspiraciones, los amotinamientos i la anarquia . . . dando a conocer que la turbacion delos Estados vecinos era uno de los medios con que contaba». . . «E1 gobierno de Chile, decia mas adelante, esta resuelto a emplear cuantas fuerzas i medios pueda contra las tentativas de invasion ilegal, contra las maniobras de conspi- racion i trastorno, contra las maquinaciones de asonadas i tu- multos anarquicos que tiendan a poner a don Andres Santa Cruz a la cabeza de todos los Estados vecinos». Aunque el go- bierno de Chile pedia en esa nota la cooperacion del Peru, i reclamaba de este «una franca esposicion de su modo de pen- sar sobre esta materia», dejaba ver que solo o acompaiiado se opondria resueltamente a la restauracion de Santa Cruz, que seria una amenaza constante para la tranquilidad de estos paises 2*. Pocos dias despues, el gobierno de Chile se dirijia en un sentido analogo al de Bolivia. Esas comunicaciones fue- ron favorablemente acojidas. El gobierno del Peru contest aba el 4 de noviembre que «no permitiria bajo ningun aspect o que don Andres Santa Cruz pudiese permanecer un solo memento en territorio peruano, ni mucho menos dirijir sus maquinacio- nes contra el reposo de su patria».

Santa Cruz, entre tanto, despues de voltejear muchos dias en busca de noticias, desembarco cautelosamente cerca de la caieta de Camarones, el 13 de octubre. Un comerciante arjen- tino llamado Jose Manuel Castellanos, encargado por los ami- gos de Santa Cruz, de servirle de guia para ponerlo en comu- nicacion con sus amigos, lo introdujo por el valle de Lluta hasta cerca de la frontera de Bolivia. La ciudad de Tacna es- taba cntonces por el bando rebelado contra Vivanco, i some- tida a una junta de gobierno, toda ella desfavorable a Santa

24. Nota del ministro de relaciones esteriores de Chile al de igual rango del Peru: Santiago. 13 de octubre de 1843. TOMO XiV. 31

482 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

Cruz; i al tener noticia del deseinbarco de este, quiso cruzar resueltamente sus planes. Apresado Castellanos, i temeroso de la suerte que podia caberle, revelo cuanto sabia, i puede decirse que entrego a Santa Cruz a sus aprehensores. Sorpren- dido a la media noche del 2 de noviembre, i sin poder oponer la menor resistencia, el antiguo protector de la confederacion iu6 apresado de orden del jeneral don Pedro Cisneros, prefecto i comandante de armas de Tacna por la revolucion, i llevado inmediatamente a Moquegua a fin de impedir cualquiera ten- tativa de sus parciales para ponerlo en libertad.

Es dificil imajinarse una situation mas azarosa que la que entonces atravesaba el ex-protector de la confederacion peru- boliviana. En el Peru estaba declarado fuera de la lei por el congreso de Huancayo en setiembre de 1839. En Bolivia, otra lei lo habia declarado traidor en los terminos mas oprobiosos. Las tentativas subsiguientes de Santa Cruz para recuperar el mando perdido, no habian hecho mas que dilatar i robustecer esas odiosidades. Es cierto que Santa Cruz tenia amigos i par- ciales asi en el Peru como en Bolivia; pero estos estaban fuera del gobierno, mientras que los que mandaban le eran decidi- damente hostiles. En Moquegua podia temerlo todo de sus aprehensores; pero sus recelos debieron ser mucho mas angus- tiosos cuando supo por sus guardianes que el jeneral Ballivian, presidente de Bolivia, reclamaba que le fuera entregado. La actitud de este, en efecto, era mui poco tranquilizadora. Al saber el desembarco de Santa Cruz, i su aproximacion a la frontera, habia hecho pasar hasta el territorio peruano un pi- quete de tropa boliviana que no llego a tiempo para capturar- lo. Sus reclamaciones subsiguientes, aunque hechas por la via diplomatica, eran en cierto modo conminatorias. Ademas, se anunciaba que Ballivian estaba resuelto a pasar el Desagua- dero a la cabeza de una division para arrebatar a Santa Cruz por la fuerza. La vida de Santa Cruz estaba en esos momentos en inminente peligro, porque por mas que la junta revolucio- naria del Peru declaraba su intencion de conservarla, eso de- pendia de las circunstancias que se hicieran valer o que pu- dieran surjir.

CAPITULO QUINTO 483

§ 5. El gobierno de Chile reclama la persona de San- ta Cruz para evitar las dificultades que comenzaban

A APARECER; COMPLICADAS NEGOCIACIONES a que da ORijEN ESTE ASUNTO; EL PRESO ES TRAIDO A VALPARAISO, I SE RESUEL-

VE DEjARLO EN ESTE PAIS. Como hemos visto, entre la par- tida de Santa Cruz de Guayaquil (i6 de agosto) i su desem- barco en Camarones (13 de octubre) habian trascurrido cerca de dos meses empleados sijilosamente en buscar informacio- nes que debian suministrarle sus amigos de Tacna. Ese retar- do habia causado las mas vivas inquietudes al gobierno de Chile. Cuando este supo que Santa Cruz habia tornado tierra i caido prisionero de las autoridades peruanas, se creyo en el deber de tomar parte en los acontecimientos que iban a des- arrollarse. Mando al efecto una pequena division naval a car- go del capitan de fragata don Pedro Diaz Valdes ^^, compues- ta de la fragata Chile i de la goleta Janequeo, i destinada a los puertos del sur del Peru, para donde partia el i.^ de diciembre (1843). Aunque el objeto aparente de esa espedicion era res- guardar los intereses de Chile i de sus nacionales en las emer- jencias que pudieran surjir en aquellas costas, Diaz Valdes Uevaba una comision mui delicada e instrucciones importan- tes para el consul de Chile en Arica. Era este un comerciante chileno Uamado don Ignacio Rei i Riesco, hombre de inteli- jencia clara, de caracter solido i de una grande actividad. En esta ocasion tuvo un ericargo dificil por mas de un motivo, en que ejercito en lo posible aquellas cualidades.

Rei i Riesco debia presentar a la junta gubernativa, que en

25. Don Pedro Diaz Valdes era hijo de un caballero espanol del mismo nombre que fue asesor letrado de la capitania jeneral de Chile, antes de la revolucion, i de su esposa dona Javiera Carrera, la hermana de los caudillos de ese nombre. El joven Diaz Valdes habia sido enviado por su madre a ha cer sus estudios en Estados Unidos a cargo del celebre comodoro Porter, a quien habia conocido i tratado en Chile, en 1814. Alii se habia dedicado Diaz Valdes a^la marina i servido en un buque de guerra norte americano. Acaba- ba de regresar a su patria i de entrar al servicio naval en un rango relativa- mente alto. Se le tenia por un hombre serio e intelijente, a quien se le espera. ba un lucido porvenir. Desgraciadamente fallecio, antes de mucho tiempo. siendo mui joven, victima de la tuberculosis.

484 UN DEOENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nombre de la revolucion triunfante funcionaba en Tacna, un oficio suscrito con fecha de 30 de noviembre, por el ministro de relaciones esteriores de Chile. Escrito con una gran mode- racion e inspirado por una lojica de buena lei, ese oficio tenia por objeto ofrecer los servicios de este pais para dar una solu- cion conveniente a las. complicaciones de aquella situacion. Santa Cruz era una amenaza constante contra la tranquilidad del Peru i de Bolivia; i en cualquiera de estos dos paises en que se encontrase, aunque fuera en calidad de preso, seria un mo- tivo de inquietudes i de akrmas. «Si la excma. junta (guber- nativa de Tacna), decia aquel documento, considera impar- cialmente la situacion del Peru i de Bolivia, reconocera que de los Estados que tienen un interes en ello, Chile es el unico que puede ofrecer garantias de seguridad para la custodia de don Andres Santa Cruz, i no solo de custodia segura, sino de que no se hara jamas de su persona un uso que pudiese inquie- tar al Peru ni a Bolivia. Cree, pues, mi gobierno tener algun derecho a la confianza de la excma. junta cuando le pide que ponga a su disposicion i bajo su custodia la persona de don Andres Santa Cruz. No hai en esto nada que pueda parecer opuesto a los sentimientos de humanidad que animan a la ' junta provisoria, i de que tampoco est a desnudo el gobierno de Chile. Don Andres Santa Cruz gozaria en Chile de toda la libertad compatible con la seguridad de los gobiernos vecinos, i de todas las consideraciones que se deben al infortunio. El gobierno de Chile se compromete solemnemente a ello».

Las instrucciones dadas al comandante Diaz ' Valdes i al consul Rei i Riesco dejaban ver un proposito bien determina- do. Al paso que a este se le encargaba poner todo en movimien- to para obtener la entrega de Santa Cruz, se ordenaba al pri- mero que en caso que ese caudillo hubiera conseguido esca- parse del Peru i tomar la fuga en algun barco, lo persiguiese con sus naves hasta darle alcance para traerlo a Chile. «Puede suceder tambien, decian mas adelante las instrucciones, que puesto ya Santa Cruz a bordo de la Chile, exija de V. algun buque de guerra estranjero la entrega de su persona. En tal ^aso debe V. denegar tal pretension, haciendo al que lo inten-

CAPITULO QUINTO 485

te las justas i prudentes reflexiones que sujiere el asunto; mas, si no desiste mediante ellas, e intenta estraerlo a viva fuerza de la Chile, V. lo resistira del mismo modo, i hasta un termino que deje bien puesto el pabellon chileno 2«». La escuadrilla chilena llegaba a Arica con esas instrucciones el ii de diciem- bre. Rei i Riesco lo comunico tanto a los representantes de la autoridad publica en aquella rejion del Peru, como al jeneral Ballivian, presidente de Bolivia, que se hallaba en la ciudad de La Paz.

La junta gubernativa, que en nombre de la revolucion triun- fante mandaba en el sur del Peru, se habia trasladado al Cuz- co. Sin vacilacion, Rei i Riesco se ponia en viaje para esa ciu- dad, i llegaba alii el 3 de enero (1844), oportunamente para desbaratar una combinacion que contrariaba los planes de Chile. Era evidente que ni Ballivian ni la junta revolucionaria de gobierno del Peru tenian ideas fijas a este respecto; i que esta ultima, temiendo verse envuelta en un conflicto con Boli- via, o esperando de esta Repiiblica ausilios para sostenerse contra el gobierno de Lima, habia firmado el 24 de diciembre, un convenio en el cual se estipulaba que los poderes contra- t antes enviarian a Santa Cruz a un pais de ultramar, lejos del continente americano. Aquel pacto esperaba su ratificacion en pocos dias mas para que se tratara de darle cumplimiento. Ballivian creia antojadizamente que en ninguna parte tendria Santa Cruz mas medios que en Chile para conspirar contra la tranquilidad del Peru i de Bolivia. Mientras tanto, no se vela

26. Las instrucciones que estractamos tienen la fecha de 30 denoviembre- Sobre este articulo que copiamos, los dos representantes del gobierno, Diaz Valdes i Rei i Riesco, se creyeron autorizados para ir mar lejos todavia. Dan- do a su vez instrucciones a don Buenaventura Martinez, comandante de la Janequeo para cuando esta goleta condujera a Santa Cruz, se le ordeno que si este fuera reclamado por algun neutral, se negara a la entrega; i que «si el agresor cometiese el atentado de querer estraerlo por la fuerza, daria el co- mandante Martinez su ultimatum, anunciando tener ordenes de fusilarlo al primer amago que se intente para sacarlo, lo que ejecutara despues de dejar bien puesto el honor del pabellon.» El gobierno de Chile, aprobando los demas acuerdos de sus ajentes, condeno i anulo este con la mayor enerjia. JPor lo demas, como vamos a verlo, no hubo ningun buque neutral que pre- tendiera intervenir en todo eeto.

486 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

medio alguno para que los gobiernos de uno i otro Estado pu- dieran enviar a Santa Cruz a un pais lejano, i mucho menos como impedir que volviera de alia a renovar sus aventuras, contando como contaba, con secuaces dispuestos a ayu- darlo 27.

Las dilijencias de Rei i Riesco para obtener la anulacion de ese pacto, fueron fatigosas i prolijas, i dieron lugar a comuni- caciones i a proyectos de convenios que seria inoficioso deta- llar. Debemos si hacer notar que en algunas de esas piezas se jestiona sobre la suerte futura de Santa Cruz, a quien alterna- tivamente el Peru i Bolivia consider an «su propiedad». La junta de gobierno se avenia a entregar el preso a Chile, pero solo en deposito, es decir, reservandose el derecho de recla- marlo cuando lo tuviese a bien, i quedando Chile obligado a entregarlo. Sobre esta base se celebro el ii de enero un conve- nio que no debia tener efecto sino cuando fuera sancionado por el gobierno chileno.

La entrega de Santa Cruz se efectuo sin necesidad de ese pacto, i de una manera inesperada. El comandante Diaz Val- des, que no se alejaba de aquella costa, habia trabado relacio- nes con muchas personas de esos lugares, i entre ellos con el jeneral peruano don Jose Felix Iguain nombrado prefecto de Moquegua por el gobierno revolucionario. En el buque de su mando, la fragata Chile, lo condujo de Iquique a Arica a me-

27. En aquellos dias en que, en realidad, los gobiernos de Bolivia i del Pe- ru, se disputaban la entrega de la persona de Santa Cruz sin que ninguno de los dos tuviera idea de lo que convenia hacer con el prisionero, Ballivian con- cibio la idea de reunir una asamblea de representantes^de losEstados vecinos, para que ellos, competentemente autorizados por sus gobiernos respectivos, resolvieran lo que debia hacerse. Con este objeto, se dirijio en el mes de ene- ro de 1844 al gobierno de Buenos Aires, desempenado entonces por el jene- ral don Juan Manuel Rozas. La contestacion de este, de fecha de 30 de abril, concebida con una intemperancia casi increible, establece que Santa Cruz, por sus antecedentes, no merecia consideracion alguna, dandole el trata- miento de bandido, salteador, inhumano, cruel, funesto, criminal, sin ejem- plo; pero declara que se abstendria de tomar parte en las deliberaciones en que se tratase sobre la suerte de ese hombre. Esa comunicacion, publicada en los periodicos de La Paz, del Peru i de Chile, puede verse'en El Progreso, diario de Santiago, num. 605, de 23 de octubre de 1844.

CAPfTULO QUINTO 48"

diados de enero, comprometiendose Iguain, de una manera solemne i por escrito, a entregar a Santa Cruz mas o menos en las condiciones de deposito, como se proponia en el conve- nio del Cuzco. En cumplimiento de esa promesa, el desafor- tunado ex-protector de la confederacion peru-boliviana, fue sacado de Moquegua a pretesto de trasladarlo a Tacna; pero a medio camino se le llevo a la cost a, i el i ^ de febrero (1844) fue entregado en el puerto de Sama al comandante Diaz Val- des, que habia ido a ese lugar para tomarlo a bordo de la go- let a Janequeo.

Santa Cruz, despues de dos meses i medio de ansiedades i zozobras desde que salio de Guayaquil (16 de agosto), habia pasado otros tres de angustias i de humillaciones en las carce- les de Tacna i de Moquegua, trasportado de un lugar a otro sin miramientos, i en medio de personas que no le disimulaban su mala voluntad. Sabia que entre los gobiernos del Peru i de Bolivia se trataba de su suerte sin consideracion alguna, i que ambos se lo disputaban como su «propiedad». Mas de una vez se habia hablado de las leyes que en uno i otro pais lo habian declarado fuera de la lei. Asi, pues, si la entrega de su persona al gobierno de Chile o a los representantes de este pais era una nueva ofensa que debio lastimarlo dolorosamente, Santa Cruz no tardo en conocer que habia cambiado mui ventajosamente de suerte. Trasportado inmediatamente en Arica a bordo de la fragata Chile, buque nuevo con todas las comodidades de los me j ores barcos de esa epoca, fue hospedado en la camara del comandante Diaz Valdes, que este le cedio; i recibio de el todas las consideraciones que sabe prestar un caballero distin- guido por su nacimiento i por su educacion. Santa Cruz creyo asegurada su vida, i aprecio todas las ventajas de su nueva situacion. Cuando supo por el comandante Diaz Valdes que este estaba comprometido a entregarlo de nuevo a las auto- ridades de tierra, si era reclamado en nombre del gobierno del Peru, Santa Cruz declare con toda firmeza, que efse acojia al asilo que podia dispensarle la Republica de Chile.

Pero el gobierno chileno habia desaprobado el convenio, que, como dijimos, habia celebrado en el Cuzco, el 11 de ene-

488 Xm DECENIO DE la mSTORIA DB CHILE

ro, el consul Rei i Riesco; i desaprobado tambien el documen- to que el comandante Diaz Valdes habia firmado en Sama el , i.o de febrero al recibirse del prisionero. El gobierno creia de- presivo para su dignidad el constituirse en depositario de un preso que quedaba siempre a disposicion absoluta e incondi- cional del gobierno del Peru, a quien deberia devolverlo, sin discusion, sea que se tratase de elevarlo a la presidencia, de devolverle la libertad, de ponerlo en otra prision o de fusilarlo, «Despues de haber ocupado un lugar principal en los consejos de la restauracion, decia el periodico oficial de Chile, ^^ podia sin degradarse descender al de un subalterno que obra a dis- crecion ajena, que est a encadenado a la ejecucion de las orde- nes de una autoridad estraila aun con peligro suyo i contra su propio juicio?» 28. Pero al rechazar las condiciones con que se le habia entregado la persona de Santa Cruz, el gobierno no se creia en la obligacion de devolver a este contra su voluntad, autorizando talvez algun acto de inhumanidad, o procedi- mientos tendientes a mantener i fomentar la discordia i la in- tranquilidad en los paises vecinos.

En esas circunstancias, el gobierno resolvio acreditar cerca de la junta que gobernaba en el sur del Peru, un ajente confi- dencial encargado de tratar estos asuntos; i con fecha de 4 de marzo confio esa comision a don Manuel Camilo Vial, que po- co antes habia desempenado las funciones de encargado de negocios en Bolivia, i que desempefiaba ahora interinamente la fiscalia de la corte de apelaciones. En las instrucciones, bas- tante esplicativas i prolijas que se le dieron dos dias despues* se leian estas lineas que las refunden, i que dejan ver una re- solucion bien determinada. «E1 gobierno de Chile ha resuelto que si Santa Cruz reclama asilo por creer que corre riesgo su vida en el territorio peruano, debe concederle proteccion, pero en la intelijencia de que por ella no va a quedar en libertad, ni tampoco deja de quedar sujeto a los arreglos que se hagan

28. El Araucano niim, 707, de 8 de marzo de 1844. El articulo de que co* piamos estas lineas es una notable esposicion de la conducta del gobierno en todo ese negocio.

CAPfTULO QUINTO 489

sobre su suerte futura, asegurandole su vida en todo caso, i su bienestar en cuanto fuere compatible con su custodia».

Aquella cuestion que algunos de los hombres que estaban figurando en el Peru, parecian empenados en embrollar, iba a ser resuelta practicamente. El 8 de marzo (1844) llegaba a Valparaiso la fragata Chile, trayendo a su bordo a don Andres Santa Cruz. A las personas que tuvieron permiso para visitar- lo, i a los empleados de gobierno que por razon de oficio tuvie- ron que tratarlo, decia aquel que abrigaba la confianza de re- cibir el asilo del gobierno de Chile. Pocos dias mas tarde, lle- gaba al mismo puerto el consul Rei i Riesco, a dar cuenta del estado de toda aquella seccion del Peru, i a pedir empeiiosa- mente al gobierno que no autorizase en manera alguna el re- greso de Santa Cruz. Los parciales de este, segun contaba Rei i Riesco, estaban dispuestos .a sublevarse para ponerlo en li- bertad, i restaurarlo en el mando, aprovechando para ello la falta de tropas en esa re j ion; de tal modo que las autoridades dependientes de la junta de gobierno, tenian resuelto fusilarlo tan pronto como desembarcara, para evitar la realizacion de aquellos planes. Rei i Riesco pedia en consecuencia que no se entregara a Santa Cruz al Peru, o a lo menos que se retardase su entrega. El jeneral don Jose Felix Iguain, prefecto, como sabemos, de Moquegua ^, escribia una carta confidencial al jeneral Bulnes, presidente de Chile, bajo cuyas ordenes habia servido durante la campana restauradora. «La no ratificacion por parte de Chile del convenio celebrado en el Cuzco sobre la persona de don Andres Santa Cruz, me iba a poner en la for- zosa necesidad de ejecutar (fusilar) a ect'^ individuo, si el esti- mabilisimo comandante DiazValdes, en lugar de devolverlo, no me hace el servicio de llevarselo. . . Las circunstancias je- nerales de la Republica, i las mui particulares de este departa- mento me incapacitaban en un todo para responder de la se- guridad de Santa Cruz, i no habiendo variado estas, ahora misrrio no me atrevo a decir que podre mantenerlo en una pri- sion. Haciendo valer la amistad que V. se sirvio dispensarme

29. Tacna i Moquegua formaban hasta 1875 un solo departamento.

490 UN DECENIO DE LA HTSTORIA DE CHILE

cuando estuvo en el Peru, me permito suplicarle que se digne acceder a dicha demora (en la entrega del preso), porque de lo contrario a mi no me queda mas arbitrio que fusilar a Santa Cruz» 30. El gobierno de Chile, que habia meditado mucho so- bre la linea de conducta que debia seguir en esa emerjencia, se resolvio a tomar una actitud irrevocable i definitiva. Segun ella, Santa Cruz, seria retenido en Chile hasta que fuera posi- ble hacerlo partir a Europa, bajo garantia de no ejecutar acto alguno para recuperar el mando en el Peru o en Bolivia, o de atentar contra el orden publico en cualquiera de esos dos pai- ses. El gobierno se proponia guardarle todas las consideracio- nes compatibles con la condicion i la seguridad de prisionero, i procurarle todas las comodidades i todo el bienestar que pu- diera apetecerse. En la memoria de relaciones esteriores de ese alio, el ministro del ramo esplico sumariamente la actitud de Chile en esa dificil situacion; pero ella, como veremos mas ade- lante, fue todavia objeto de otras i otras negociaciones que vinieron a justificar plenamente aquellos procedimientos. La verdad es que en esas circunstancias, Chile, sin otro interes que el anhelo serio i desinteresado por la paz de los paises vecinos, presto al Peru i a Bolivia un indisputable servicio, i lo presto igualmente al desafortunado ex-protector que ha- bria podido terminar en el patibulo aquellas aventuras.

§ 6. Instalacion de Santa Cruz en Chillan: el gobier- no DE Chile le procura todas las comodidades i conside. raciones conciliables con su situacion. A mediados de marzo (1844), el presidente de la Repiiblica, jeneral Biilnes, confio al coronel don Benjamin Viel, su amigo i su antiguo compafiero de armas, una comision de confianza, para la cual tenia casi todas las condiciones. Se trataba de la guarda de Santa Cruz en una ciudad de provincia, donde este, gozando de todas las formas de una absoluta libertad, no pudiera ejer-

30. Esta carta, conservada orijinal en el archive de relaciones esteriores de Chile, tiene la fecha de Tacna a 4 de marzo de 1844, i esta publicada integra en las pajs. 236-7 del libro otras veces citado de don Ricardo Montaner Be- lle, que contiene otros documentos o porciones de ellos sobre estos sucesos, en cuya relacion no nos es posible ser mas prolijos en nuestro libro.

CAPfTULO QUINTO 491

citar sus maquinaciones para turbar la paz en el Peru o en Bolivia. Viel, frances de nacimiento, antiguo oficial en el ejer- cito de Napoleon, incorporado al de Chile en 1817, reunia a las vent aj as de una presencia arrogante i simpatica i de una buena educacion, un jenio vivo i animado i rasgos caballero- sos, todo lo cual no escluia una inclinacion decidida por la vi- da alegre. Bulnes creia fundadamente que esas condiciones hacian de Viel el mejor compailero o guardian que podia po- nerse al lado de Santa Cruz. En los ultimos dias de marzo par- tia Viel para Chilian con encargo de tomar en arriendo una casa, i de hacer alii todos los aprestos del caso para hospedar convenientemente al caracterizado prisionero. Esa casa fue provista de muebles i de servicio de cocina i mesa, enviados espresamente de Valparaiso, por encargo del gobierno ^i.

Santa Cruz, entre tanto, permanecia en Valparaiso a bordo de la Chile, hospedado i atendido con toda consideracion, i sin reparar en gastos ^2. A los funcionarios chilenos con quienes tuvo trato, i a las pocas personas a quienes se permitio visi- tarlo, manifesto aquel su satisfaccion i su tranquilidad por verse libre de sus aprehensores; pero se quejaba de la larga detencion que se le hacia sufrir en Chile. Frecuentemente de- cia que su unica aspiracion era trasladarse a Europa, a vivir en paz, rodeado de su familia, i sin pretender recuperar el po- der perdido en America. Esas protestas, que no descansaban en ningun antecedente, i que nada garantizaba, no eran crei- das por nadie. El gobierno de Chile, que no tenia ningun inte- res egoista en mantener prisionero al antiguo protector de la confederacion, i que habria celebrado mucho poder desemba- razarse de el, se creyo forzado a no desviarse del plan de con- ducta que el desarrollo de aquellos acontecimientos le habia present o.

31. Esos efectos fueron comprados por la comisaria del ejercito i marina de Valparaiso, a la cual se le mando pagar su importe (en 1 1 de abril) que montaba a 2,360 pesos de 45 peniques.

32- En 20 de mayo el ministerio de relaciones esteriores ordeno a la comi- saria de Valparaiso, pagar 1,400 pesos por gastos hechos en la fragata Chile, en mesa, vinos, etc., etc., mientras estuvo alii detenido don Andres Santa Cruz.

492 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

La traslacion de Santa Cruz se efectuo con todos los mira- mientos necesarios para hacerle soportar su situacion. El 21 de abril llegaba a Talcahuano a bordo de la fragata Chile, i acompanado por el coronel Viel. El intendente de Concepcion, coronel don Francisco Bulnes, hermano del presidente de la Repiiblica, lo recibia con toda consideracion i lo hospedaba en su propia casa durante algunos dias en que Uuvias incesan- tes impedian hacer el viaje a Chilian. Santa Cruz, no cesaba de dar las gracias por las atenciones que en todas partes reci- bia 33. Pocos dias mas tarde, Santa Cruz, siempre activo i animoso, seguia a caballo su viaje a Chilian, sin arredrarse por la inclemencia del tiempo en la estacion de las lluvias, que ha- bia comenza.do; i el 2 de mayo quedaba instalado en esa ciudad.

Chilian habia sido destruido casi completamente por el te- rrible terremoto de 20 de febrero de 1835. Un decreto guber- nativo de noviembre de ese mismo ano, dispuso que la pobla- cion se trasladara un poco al norte, en un terreno piano i des- pejado en que se trazaron calles, plazas i avenidas en las me- jores condiciones de ornato i de comodidad. Los pobladores, sin embargo, habian en su mayor parte vuelto a sus antiguas habitaciones, que reparaban de cualquier modo, i se resistian obstinadamente a ir a habitar la nueva ciudad, donde habrian tenido que construir otras casas. En 1844, Chilian nuevo, co- mo se decia, estaba todavia en formacion, es decir estaban construyendose muchas habitaciones; pero ya existian, ade- mas de algunas de particulares, los edificios fiscales, la iglesia parroquial, la residencia de los misioneros, un cuartel, la car- eel, el cabildo i la casa de la gobernacion. Habiase tomado en arriendo la mejor casa del pueblo, i alii se instalaron Santa Cruz i Viel, en condiciones de comodidad i de decencia que en ese tiempo i en aquellas provincias, podian considerarse de un lujo desconocido e inusitado.

En efecto, segun una observacion que merece recordarse, en aquella epoca de rigorosa i sostenida economia, Viel era el

33, El Teligrafo, periodico de Concepcion de 27 de abril de 1844.

CAPfrULO QUINTO 493

unico empleado de Chile que tenia facultad para gastar libre- mente ^^; i el, que nunca habia sido arreglado i economico, usaba de ella sin atajo, i a satisfaccion de su propio gusto. La mesa de Santa Cruz, preparada por un cocinero frances lleva- do de Valparaiso, costaba quinientos pesos mensuales, en una epoca en que una suma igual habria bastado para la subsis- tencia decente i abundante, durante un ano entero, de una familia larga i acaudalada de aquellas provincias. En esa mesa se Servian los me j ores vinos estranjeros, i el champagne en abundancia. Santa Cruz era aficionado a la caza; i para la sa- tisfaccion de este gusto se le tenian caballos, escopetas i sir- vientes. Habia hecho traer de Guayaquil un hi jo de unos quin- ce afios de edad; i para el entretenimiento de este, se le pro- curaban volantines u otros objetos de juego, sin tomar en cuenta los gastos que ellos ocasionaban.

A pesar de todo, la situacion personal de Santa Cruz, dadas las condiciones de su caracter, la inquietud de su espiritu i la obstinada ambicion de gobierno i de mando, distaba mucho de ser placida i agradable. Recibia las visitas i atenciones de los vecinos mas importantes de aquella comarca. El intenden- te de la provincia de Concepcion (de que Chilian era entonces un departamento), i el jefe militar del distrito, coronel don Manuel Zaiiartu, no le escaseaban muestra alguna de consi- deracion. Santa Cruz que parecia mostrarse sensible a estas atenciones, que algunos dias se mostraba locuaz, sobre to- do cuando referia algunos incidentes de la epoca de susgrande- zas, vivia en realidad reconcentrado en sus recuerdos, i medi- tando siempre sobre la manera^de|reconquistar el poder per- dido. A pesar de la vijilancia de|que se creiajodeado, Santa Cruz hallo medios de hacer llegar cartas suyas no solo a su fa- milia, lo que le era permitido por orden del gobierno, sino a algunos de sus parciales del Peru i de Bolivia ^s.

34. Articulo de don Gonzalo Bulnes en El Ferrocarril de 1 1 de diciembre de 1904, sobre el libro de don Ricardo Montaner Bello.

35. Creemos que se leeran con interes las noticias que acerca de la reten- cion de Santa Cruz en Chile nos ha dejado un hombre distinguido que lo co- noci6 i lo trato en esa situacion.

De regreso de un viaje al territorio araucano, don Ignacio Domeyko llega-

494 UN DECENIO DE LA HISTOEIA DE CHILE

La detencion de Santa Cruz en Chile, que se prolongo veinte meses, dio todavia lugar a muchas i complicadas jestiones, i por fin a un pacto, que devolvio su libertad a aquel caudillo, a condicion de que se alejara de America. Mas adelante habre- mos de contar esas negociaciones con los pormenores conve- nientes para darlas a conocer. Aqui, sin embargo, debemos recordar una reclamacion hecha en favor de Santa Cruz por

ba a Chilian el 7 de marzo de 1845. En las memorias autobiograficas que dej6 manuscritas, ha contado ese viaje, i sus incidentes con alguna estension, i de ellas vamos a estractar los pasajes siguientes:

«Desde que Viel supo mi llegada a Chilian, me invito a su casa, ofreciendo- dome un cuarto mui comodo al lado del que ocupaba el jeneral Santa Cruz. Alii pase tres dias en su sociedad». Despues de dar algunas noticias sobre el orijen i la carrera anteribr de ese personaje, de sus cualidades de gobierno, de su vanidad i de sus errores, recuerda su caida, i como con toda cortesia lo coloco el gobierno en Chilian. Domeyko, continua su narracion en los ter- minos siguientes: «E1 gobiern6 de Chile habia colocado cerca de el a un mili- tar de confianza, el coronel Viel, frances, del ejercito de Napoleon, que habia tomado parte en la guerra de la independencia de Chile. El gobierno no limi- taba los gastos para la vida conveniente del ex-jefe de la confederacion peru- boliviana. El alojamiento era comodo, el cocinero era frances, habia mucho vino, aves de caza, frutas, etc., etc. Yo he creido desgraciados a estos dos personajes. Uno de ellos tenia realm ente la mania de creerse un Napoleon, i de considerar al otro un Hudson Lowe. Se querellaban continuamente, quejandose el uno del otro , i de la suerte que los habia colocado en condi- ciones reciprocamente desagradables. Viel estaba secretamente encargado de vijilar al protector, para impedir sus relaciones con sus parciales del Peru i de Bolivia, i su fuga. Santa Cruz lo sabia, i le gustaba hablar de Napo- leon, i eso hacia saltar al frances, que en cada mencion de Bonaparte creia ver una alusion a su papel de Hudson Lowe. Durante tres dias, yo fui testi- go de esta triste comedia».

«Santa Cruz, por su cara i su figura, tenia el aire de un simple indio de las Cordilleras bolivianas, de las tribus que hablan el dialecto quechua o aima- ra. De una talla tan pequeiia como Thiers, flaco, seco, de un color cobrizo, frente estrecha i cabellos negros i gruesos. Sus ojos eran negros de ebano, brillantes, pero con una espresion de desconfianza, sus mejillas anchas i sa- lientes, los labios espesos, la cara parecia siempre afeitada. Nada dejaba ver en el tristeza. No tenia aire de meditar mucho lo que hablaba; sin embargo, no decia tonterias. Su juicio era recto, con cierta penetracion i con espiritu practico, pero con poca ciencia. No cesaba de soiiar con la revolucion i con la reconquista de su trono, Mantenia comunicaciones secretas con sus par- tidarios de La Paz i de Potosi; i mas de una vez consiguio burlar la vijilan- cia de su Hudson Lowe.

«Por el contrario, el coronel Viel presentaba el tipo perfecto de un frances, grande de talla, robusto, de un rostro noble i hermoso, de frente abierta i de

CAPfrULO QUINTO 495

un gobierno estrano, en condiciones i en forma que merecen senalarse.

Despues del dferrumbamiento de la confederacion peru-bo- liviana, el jeneral don Andres Santa Cruz, como sabemos, ha- bia hallado en la Repiiblica del Ecuador la mas benevola hos- pitalidad. Establecido primero en Guayaquil i poco despues en Quito, vivio rodeado de algunos de sus secuaces, mantenia

grandes ojos, llenos de fuego. Vivo, franco, se exaltaba facilmente, contan- do algun hecho caballeresco. El cargo de vijilante le era penoso . . .

«E1 tercer dia,[que^fue el de mi despedida, encontre a Santa Cruz de buea humor. Me encargo que espresase al presidente Bulnes su gratitud por la be- nevolencia con que se le trataba;agregandomeque el nopensabaen otra cosa que endejar la America, para reunirse con su familia en Inglaterra o en Fran- cia . . . Nos sentamos a almorzar. La conversacion corria sobre asuntos indi- ferentes. Bebiamos champagne como agua. La conversacion se hizo mas se- ria. Se trato de la necesidad de simplificar los procedimientos judiciales; i Viel para complacer a Santa Cruz, record© los codigos que este habia dado a Bolivia, antes que los tuviesen las otras Repiiblicas americanas. Santa Cruz, regocijado con este cumplimiento , levanto lavoz. «Es verdad, dijo, pero vean Uds. lo que acaba de hacer ese bribon de Ballivian. Ese codigo que me costo tanto trabajo, publicado i proclamado por mi, que llevaba el nombre de co- digo de Santa Cruz, porque no podia tenerotro, el, ese bandido, le ha quitado mi nombre por una simple orden, bajo pretesto que no era mi obra sino de una comision.» I echando a Viel unamirada al soslayo, agrego: <<^Por que se llama codigo Napoleon el codigo frances ? El emperador Napoleon ...» Aqui Viel salto de su asiento, se puso rojo i salio de la sala. Santa Cruz no acab6 su vaso i nos levantamos de la mesa. Al despedirnos, porque los caballos esta- ban ensillados hacia tres horas, terminaba la conversacion dirijiendose a mi: «Acaso Napoleon ha escrito su codigo? Eran otros los que trabajaban i el no hizo mas que proclamarlo. Yo tenia muchas mas dificultades que veneer, menos juristas i menos hombres que pudiesen trabajar desinteresadamente por el bien del pais. ^No era justo que el codigo llevase mi nombre «Es cierto,» conteste yo. El protector me abrazo, i me entrego dos cartas, una para el presidente i otra para el ministro. Me retuvo todavia en su cuarto, i me pregunto con benevolencia: «£Cuales son sus proyectos, don Ignacio, para lo futuro? iTiene la intencion de arraigarse en Chile, o piensa buscar su suer- te en otra parte?* «Mi pensamiento, conteste yo, esta siempre ocupado con el recuerdo de mi patria: es imposible que yo pueda encontrar descanso en. otra parte». «En ese caso, interrumpio Santa Cruz, nosotros nos encontra- remos mas de una vez. A pesar de que en mi situacion actual yo no pueda prometer grandes cosas, no tengo duda de que yo volvere a ser lo que debo. Frecuentemente ocurre, agrego, que el hombre, a pesar de su caida vuelve a su primera altura. Es verdad que Dios no ha permitido que Bonaparte vivie- se lo suficiente para. . Viel entro subitamente calmado de su colera. Arro- j6 una mirada descpnfiada sobre las cartas. Santa Cruz se callo, i nos despedi- rnos.*

498 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

relaciones con los amigos i parciales que conservaba en el Peru i en Bolivia, i publico una estensa i artificiosa esposicion jus- tificativa de su gobierno, que habia hecho escribir. El jeneral don Juan Jose Flores, presidente del Ecuador, habia recibido a Santa Cruz con todas las muestras de simpatia i deferencia, i dadole pruebas de querer serle litil. A pretesto de celebrar tratados de comercio con Chile, enviaba a este pais una lega- cion a cargo del jeneral Martinez Pallares, con el objeto real de obtener que nuestro gobierno influyese cerca del de Bolivia para obtener la devolucion de los bienes embargados a Santa Cruz. Ese representante del jeneral Flores, que con fundados motivos fue mirado en Chile con desconfianza, paso en segui- da a Bolivia (1840), donde no tardo en ser reconocido i despe- dido como ajente del ex-protector para combinar los planes de la proyectada restauracion de este. Desde Guayaquil, habia preparado Santa Cruz los movimientos sediciosos contra el Peru i Bolivia, i de alii habia partido en agosto de 1843 para intentar la aventura que lo habia hecho caer en manos de sus adversarios. Si en todas estas empresas no habia sido eficaz- mente ayudado por la cooperacion directa del presidente Flo- res, era indudable que habia contado con la maliciosa toleran- cia de este.

Ahora, el gobierno del jeneral Flores se presentaba como intercesor para pedir la libertad de Santa Cruz. En nota de 22 de mayo (1844), don Benigno Malo,.ministro de relaciones esteriores del Ecuador, se dirijia al funcionario de igual rango de Chile, para demostrarle que, a juicio de aquel gobierno, «ni las teorias conservadoras del orden social, ni las leyes de la guerra, ni el juicio de la posteridad sobre los hechos que se re- jistran en los fastos de la historia, podrian jamas consagrar el principio de que un gobierno negocie con otro la entrega i es- clavitud de un hombre que, si en un tiempo fue un poder hos- til, no es en el dia sino una individualidad que vive de lo pa- sado». En esta virtud, i sosteniendo que desde tiempo atras Santa Cruz abrigaba la resolucion de trasladarse a Europa, pedia que se le dejara en completa libertad para que pudiese cumplir este proposito.

CAPfrULO QUINTO 497

Aquella jestion produjo una gran sorpresa al gobierno de Chile. En consejo de ministros se trat6 de la contestacion, que de comun consentimiento, debia ser enerjica i definitiva. Don Andres Bello la redacto con aquel pulso que se hacia notar en los document OS de ese jenero que salian de su mano. La refu- tacion de la nota del ministro del Ecuador era completa. En- tre otros pasajes de ella, merecen sefialarse los siguientes: «E1 gobierno de Chile (dice V. E.) sabe mui bien que el jeneral San- ta Cruz abrazo tiempo ha la mas firme i sincera resolucion de trasladarse a Europa siempre que se le restituyeran sus bie-. nes. Siento no poder suscribir a este aserto. El gobierno de Chile no ha tenido jamas esa intima persuasion.' Ha creido que existen pruebas notorias de la persistencia del ex-protector en sus antiguos proyectos; i los fundamentos que hayan asis- tido al gabinete ecuatoriano para juzgar sincera i firme la re- solucion que se atribuye a Santa Cruz, no han estado nunca a su alcance. . . La suerte de los jefes supremos que, restituidos a la vida privada traman conspiraciones i atizan revueltas, no es acreedora a las mismas consideraciones que la de aquellos que renuncian sinceramente a la carrera publica, o solo aspi- ran a figurar en ella por medios lejitimos. Si V. E. cree que el ex-protector pertenece a estos, respeto sus convicciones; pero el gobierno de Chile ha formado diferente juicio; i para for- marlo no se ha fundado en meras sospechas de lo que pudiera hacer Santa Cruz, sino en hechos de toda notoriedad, ejecuta- dos por el i por sus ajentes» 36. Est a, nota, de la misma fuerza en cada una de sus partes, justificaba cumplidamente la con- ducta del gobierno de Chile, i cortaba toda discusion.

§ 7. Partida de la legacion chilena a Espana: traba-

JOS DE ELLA, I DIFICULTADES QUE ENCUENTRA: fIrMASE AL FIN UN TRATADO EL I7 DE DICIEMBRE DE 184I. En ese mis-

mo aiio (1844) llego a su termino una negociacion diplomatica

36, La nota contestacion del ministro de relaciones esteriores de Chile de que estractamos estas lineas, tiene fecha de 27 de agosto de 1844. Fue pu- blicada, junto con la del gobierno del Ecuador, en la raemoria ministerial del ramo correspondiente a ese afio.

TOMO XTV. 32

498 UN DECENIO DE LA. HISTORIA DE CHILE

en que Chile estaba empenado desde anos atras, i a la cual se le daba una exajerada import ancia, contra la opinion de algu- nas personas que no le atribuian ninguna. Contamos antes 37^ quejel gobierno de Chile impuesto de que la Espana desistia de su porfiada e insensata obstinacion de no tratar con las nuevas republicas americanas, habia resuelto en 1838, enviar a Madrid una legacion encargada de establecer esas relaciones. La represent acion de Chile fue confiada entonces (14 de no- viembre de 1838) al jeneral don Jose Manuel Borgoiio, con el titulo|^de ministro plenipotenciario. Sin embargo, se pasaron dos aiios, antes^de que se pusiera en viaje para desempenar ese destino. El gobierno de Chile habia querido esplorar, por medios en cierto modo indirectos i reservados, si esa mision seria recibida en Madrid de una manera conveniente.

Esta esploracion, empenada por la legacion de Chile en Pa- ris, habia tenido buen exito. Con fecha de 10 de enero de 1839,. don Mariano Calvo de Onis, ministro de relaciones esteriores de S. M. C. se dirijia al encargado de negocios de Chile en Francia, don Francisco Javier Resales, para espresarle que el gobierno espanol se comprometia a reconocer la independen- cia de Chile, bajo dos condiciones: la aceptacion de la deuda contraida por aquel gobierno en este pais durante la domina- cion espailola, . i la devolucion de las confiscaciones hechas aqui a siibditos de Espana. Ninguna de esas dos condiciones ofrecia la menor dificultad. Chile, libre i espontaneamente, sin presion de nadie, habia sancionado tiempo hacia en sus leyes esos dos principios que consideraba fundados en la equidad. En 6 de agosto de ese mismo ano (1839), otro ministro espanol comunicaba a Rosales que aquel gobierno se comprometia a reconocer la independencia de Chile sobre bases iguales a las acordadas por la corte de Espaila a la Republica mejicana, en el tratado de 28 de diciembre de 1836. Estas informaciones, confirmadas por otras subsiguientes, decidieron al gobierno a activar la partida de la mision confiada al jeneral Borgono.

Era este un militar acreditado por buenos servicios en la

^7. Preliminares, cap. I, num. 7.

CAPfTULO QUINTO 499

guerra de la independencia. En su juventud habia hecho al- gunos estudios, i en el curso de su vida, sobre todo en el tiem- po en que estuvo separado del servicio, su aficion por la lec- tura le habia permitido adquirir variados conocimientos. Bor- gofio era considerado el militar mas ilustrado del ejercito de Chile, despues de los jenerales don Francisco Antonio Pinto i don Jose Ignacio Zenteno; i por eso no causo estrafieza su nombramiento para confiarle una mision diplomatica. Don Andres Bello reunio ordenadamente todos los documentos, comunicaciones i leyes nacionales que pudiera necesitar Bor- gono, i redacto ademas las instrucciones mas prolijas i mas claras, a que debia este ajustar su conducta. Segun ellas, esa mision no debia durar mas de dos ailos, tiempo que se consi- deraba suficiente para llegar a la celebracion de un tratado.

Borgono debia Uevar un secret ario de legacion. Todo aeon- sejaba poner a su lado un hombre intelijente e ilustrado, que en Espaiia, donde aquel no tenia persona alguna a quien con- sultar una duda, lo pudiese ayudar con sus luces. Entonces comenzaban a figurar varios jovenes de notable intelijencia, i algunos de ellos se habian estrenado con buen exito en el ser- vicio publico. Aquella ocasion habria servido para que alguno de ellos visitase la Europa, lo que, por las condiciones econo- micas de nuestras familias, era entonces mucho mas dificil que al presente. Bajo el mando del poderoso ministro Port ales,. se habria procedido asi, sin escriipulos ni miramientos. Ahora, el nombramiento de secretario de la legacion a Espaiia dio lugar a muchas vacilaciones. Por fin, el 30 de noviembre (1840) cuando la legacion estaba para partir, era nombrado secreta- rio de ella el coronel don Jose Maria Sesse, casi sin mas titula que el ser sobrino del presidente de la Repiiblica don Joaquin Prieto 38. El 18 de noviembre partian de Valparaiso Borgono

38. Don Jose Maria de Sesse era hijo de un oficial espanol llamado Raimun- do, i de una hermana del jeneral Prieto, con la cual aquel se habia casado en Concepcion. Durante las primeras campaiias de la independencia, don Rai- mundo habia acompaflado a Carrera, lo que le vali6 una injeniosa burla del jeneral Osorio. Cuando este ocupo la presidencia en 1814, mand6 que todos los funcionarios piiblicos justificaran su conducta durante el gobierno de los patriotas. Como el tribunal llamado de vindicacion no diera a don Raimun-

500 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

i toda su comitiva en un buque de vela que se dirijia a Bur- deos. El 9 de marzo siguiente Uegaba a ese puerto.

Alii esperimento Borgono su primera desazon. La carta que lo acreditaba represent ante de Chile iba dirijida a la reina go- bernadora dona Maria Cristina de Borbon; pero ^sta se habia visto forzada a abdicar el mando (12 de octubre de 1840), que ejercia una junta hasta la reunion de las cortes, espresamente convocadas para ello. Borgono se dirijio desde Paris a ese po- der provisorio para anunciarle su arribo, i obtuvo la contes- tacion mas satisfactoria ^o. Creyo, sin embargo, que debia esperar que la situacion se asentara i, en consecuencia, solo se presento en Madrid el 28 de mayo. Veinte dias'antes las cortes del reino habian proclamado rejente al jeneral don Baldomero

do Sesse un fallo mui favorable, este apelo a Osorio, el cual puso esta pro- videncia: «Se encarga al interesado que no revuelva lo que esta tapado. OsoRio». Poco despues, Sesse se volvio a Espana llevandose a su hijo, al cual coloco en una escuela militar, i en seguida en un cuerpo del ejercito.

Esa carrera no parecia abrirle un brillante porvenir. En 1837, tenia, sin embargo, Sesse el grado de capitan, pero pocas esperanzas de adelanto. Sa- biendo que en Chile, su patria nativa, era jefe supremo su tio materno, de- termine venirse, en la esperanza de hallar una suerte mejor. En efecto, en 1838 se le incorporo en el ejercito en el rango de teniente coronel i se le dio el mando de un batallon. Asi, hizo la campana restauradora del Peru al lado del jeneral Biilnes, que era su primo hermano. Sus compaiieros de armas contaban que si no poseia cualidades mui brillantes, era empeiioso por la disciplina de su cuerpo. De vuelta de la campana, fue elevado al rango de co- ronel.

Era don Jose Maria Sesse un hombre de trato facil i agradable, de bue- nos modales, pero, sin ser precisamente ignorante, desprovisto de una ilus- tracion regular, i sobre todo de los conocimientos que pudieran necesitarse en la secretaria de esa legacion. Pero lo que el deseaba era volverse a Espana, donde tenia muchas relaciones, i donde queria vivir sienvpre, i para ello pe- dia un destino que le asegurase una renta, ya que no poseia fortuna, i esto fue lo que consiguio. Mas tarde, volvio a Chile en busca de ocupacion; pero esos accidentes son del todo estrafios al cuadro de nuestro libro.

39. La contestacion del ministerio de la rejencia tiene la fecha de 28 de marzo de 1841, i esta firmada por don Joaquin Maria Ferrer, individuo no- table del partido liberal, que habia vivido en el Peru, i que habia figurado en Espana bajo el rejimen constitucion al (1820-1823). Perseguido durante el periodo de la reaccion, Ferrer, poseedor de cuantiosa fortuna, se distraia en Francia, haciendo a sus espensas ediciones mui cuidadas, en volumenes pequeiios, de algunas^obras clasicas de antiguos autores espafioles. Esas edi' ciones son mui estimadas.

CAPfTULO QUINTO 501

Espartero, llevado a tan alto puesto por los ajitados aconte- cimientos depa'guerra civil. Sin hacer objecion a la irregulari- dadj^de forma^en las credenciales de Borgoiio, este fue recibido en audiencia privada por el rejente el i8 de junio, quedando por tanto autorizado para entrar en negociaciones.

Fue encargado de ellas por parte de Espana don Antonio Gonzalez, ministro de Estado (relaciones esteriores), presiden- te del consejo de minis tros, i uno de los mas celebres oradores politicos que hubiera producido el restablecimiento del reji- men constitucional en estos ultimos aiios. Despues de las pri- meras conferencias, presento Borgoiio, el 26 de junio, un pro- yecto de tratado de solo siete articulos perfectamente com- prensivos i claros, escritos sobre la base del tratado mejicano, con .lijeras modificaciones, debidas en parte a diferencias en cierto modo jeograficas. Ese proyecto de pacto habria podido ser firmado sin inconveniente i sin perjuicio para Espana, por el representante de esta. No sucedio asi, sin embargo. El mi- nistro don Antonio Gonzalez present aba el 4 de julio un con- tra-proyecto de veinte articulos, de un pliego de esplicaciones, i de cinco articulos adicionales que formaban un pacto suple- mentario. Este ensanche dado a ese instrumento provenia en parte de haber dividido en dosj^algunos articulos del proyecto primitivo, i en parte tambien, de^a introduccion de algunas disposiciones que antes no se habian tomado en cuenta, i que no eran\necesarias.|

Eljrepresentante de Espana queria que en aquel pacto apa- reciese como obra de*el, i^debidas a la accion benefica del go- bierno de la reina, la devolucion de las propiedades confisca- das durante la guerra de la independencia, la absoluta liber- tad de todos los espanoles perseguidos, desterrados i prisio- neros en esa epoca, i la igualacion de derechos en favor de 6s- tos para adquirir propiedades, heredar, testar, etc., etc., todos ellos principios i reglas establecidos espontaneamente en la lejislacion chilena i en su practica administrativa, desde mu- cho antes que se pensara en elaborar tratados con la antigua metropoli. Los articulos adicionales tenian por objeto esta- blecer una rebaja de la cuarta parte de los derechos de aduana

602 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

que segun la tarifa jeneral pagarian los productos espafioles, naturales o manufacturados que se introdujesen en Chile; es- tableciendose la misma rebaja para los productos chilenos que se llevasen a Espafia. El ministro Gonzalez apoyaba la agre- gacion de estos articulos, que en realidad no beneficiaban en manera alguna a Chile, que no tenia nada que enviar a Espa- fia, sosteniendo que ellos figuraban en el pacto celebrado con Mejico, circunstancia de que no se habia dado noticia alguna en todos los preliminares de esta negociacion.

Marchaba esta con una lentitud desesperante. Borgofio ha- bia preparado sus reparos al contra-proyecto del representante de Espafia; pero este, ocupado sobre todo por las ardientes discusiones de las cortes, i luego por la asonada de 17 de octu- bre (1841) en que se intento restaurar a mano armada la re- jencia de Cristina, i por la sangrienta represion que se siguio, casi no prestaba atencion mas que a esas cuestiones i dificul- tades de la politica interior. Por fin, el 17 de diciembre (1841) se firmaba en Madrid el pacto que se venia elaborando desde meses atras. Borgofio habia conseguido reducir o limit ar al- gunas de las exijencias, ajustandolas en lo posible al tenor de sus instrucciones; pero no le fue dado suprimir los articulos adicionales, porque, si bien el gobierno de Chile no le habia dado encargo alguno sobre el asunto a que se referian, el mi- nistro espaiiol los consideraba tan indispensables que sostenia que sin ellos no se podia firmar pacto alguno. Esa insistencia, inspirada por un espiritu financiero de mui poca elevacion i de menos discernimiento, estuvo a punto de frustrar toda esa negociacion. En enero siguiente (1842) partia de Burdeos el capitan don Victor Borgofio, adicto militar de la legacion chi- lena, e hi jo del jeneral negociador, trayendo a Chile el instru- mento orijinal i autentico del tratado que acababa de cele- brarse.

§ 8. El gobierno de Chile objeta este pacto, i da nue- VAS instrucciones a su plenipotenciario. Cuando llego a Chile la noticia de haberse celebrado aquel pacto, se hallaba el gobierno preocupado aun en el dominio de las relaciones esteriores, por negocios que llamaban mas premiosamente su

CAPfrULO QUINTO 503

atencion. El ministro del ramo, don Ramon*Luis Irarrazaval, como sabemos, habia marchado al Peru a activar varlas jes- tiones, una de las cuales era la paz entre esa Repiiblica i Bo- livia. En el consejo de\ninistros, i oido el parecer de Bello, se habia reconocido que, por las razones que daremos mas ade- lante, no era posible sancionar el tratado de 17 de diciembre de 1841. Pero, ademas de que no se creia regular el asumir una actitud decisiva sin el acuerdo del ministro propietario, se sus- citaba otra dificultad. El congreso i el gobierno, obedeciendo al plan de orden i de rigorosa economia, habian fijado a la mi- sion confiada al jeneral Borgoilo, una duracion de dos anos; i los fondos votados al efecto correspondian a ese plazo. Tan iirme era la resolution gubernativa a este respecto, que Bor- gono habia resuelto su regreso a Chile, i tornado pasaje a bor- do de un paquete a vapor que debia salir para las Antillas en el mes de noviembre (1842), cuando recibio una carta escrita en Santiago en junio anterior, en que se le recomendaba re- tardar su viaje.

En efecto, el gobierno de Chile persistia en continuar o en renovar la negociacion con Espafia, a pesar del mal resultado de aquel primer ensayo, i contra la opinion de muchas jentes que creian absolutamente innecesario el pacto que se trataba de celebrar. De este dictamen eran, entre otros hombres no- tables, i con fundamentos mui diversos, don Mariano Egana i don Jose Miguel Infante. Creia el primero que la soberbia in- sensata de la antigua metropolis de que habia dado tantas pruebas durante el reinado de Fernando VII, aun despues del triunfo definitivo e irrevocable de la independencia hispano- americana, no le permitia reconocer la independencia de las nuevas Republicas en forma que la dignidad de estas la incli- nase a aceptar, i mucho menos'a pedir ese reconocimiento. Don Jose Miguel Infante sostenia que el establecimiento de relaciones con Espafia, lejos de reportar a Chile algunas ven- tajas, contribuiria a mantener nuestro atraso, estimulando la perpetuacion de las preocupaciones i errores de todo. orden que aquella nos habia legado. Entonces habia en Chile muchas jentes, sobre todo en las nuevas jeneraciones, que pensaban

504 UN DECENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

en estas materias con notable independencia, unos como Ega- fia i otros como Infante.

El gobierno, como decimos, habia resuelto continuar las ne- gociaciones con Espana. Don Ramon Renjifo, que desempe- naba el ministerio de relaciones esteriores en ausencia de Ira- rrazaval, presentaba, el 20 de julio, la memoria del ramo, i con ella el proyecto de presupuesto en que se pedian fondos para el mantenimiento de la legacion en Espana. Esos fondos f ueron votados sin dificultad; i el ministerio procedio a formar las nuevas instrucciones que debian darse a Borgoiio. Estas es- tuvieron listas i firmadas por el ministro el 7 de noviembre. Segun ellas, la agregacion de los articulos adicionales al pacto firmado en Madrid, hacia imposible la aprobacion de este. EI gobierno de Chile hallaba, con sobrada razon, inconveniente la rebaja escepcional de derechos de aduana en favor de una nacion determinada; i en este caso esa rebaja era tanto mas inconveniente cuanto que por mas que en esos articulos se hablaba de reciprocidad, esta no debia aprovechar en nada a Chile. Pero, sobre todo esto, la reduccion de los derechos adua- neros ofrecia otra dificultad insubsanable. Chile habia cele- brado un pacto con Estados Unidos, contrayendo en el un compromiso solemne de no otorgar a ninguna otra potencia favor ojprivilejio, de cualquiera clase que sea, que no fuera estensivo a ellos; compromiso que, aunque de un modo menos solemne, se habia contraido con otras grandes potencias.

Las instrucciones hacian en seguida el examen de otros pun- tos del tratado de 17 de diciembre, i desechaban algunas de las reglas o principios introducidos en el por el ministro espa- iiol como absolutamente innecesarios, por cuanto estaban con- signados en la constitucion o en las leyes de Chile i robusteci- dos con la practica de muchos anos. El gobierno chileno insis- tia en que en el tratado se dejara la constancia espresa de que las propiedades secuestradas a los espafioles durante la lucha, habian sido devueltas libre i espontaneamente por la Repu- blica mucho antes de que se pensara en tratar con la Espaiia, como se habia reconocido a los espaiioles el derecho de vivir libremente en el pais, bajo el amparo de las leyes i con el goce

CAPfrULO QUINTO 505

de todos los derechos civiles, en igual condicion con los demas estranjeros i con los nacionales. Para la mas perfecta claridad^ esas instrucciones fueron formuladas en Chile en un proyecto de tratado circunscrito en trece articulos perfectamente re- dactados, i que contenian las ideas o principios realmente aceptables entre los que habian sido debatidos. En esas ins- trucciones i en ese proyeccto de pacto en que se descubre, has- ta en sus menores accidentes, el espiritu claro, metodico i or- denado de don Andres Bello, asi como su irreprochable segu- ridad de redaccion, se habian puesto algunas notas por las cuales se sefialaban al negociador las lijeras modificaciones de detcdle que le era dado proponer o aceptar ^.

Borgofio, que se habia retirado a Francia, debia regresar a Espana, i reabrir las negociaciones con arreglo a las instruc- ciones que acabamos de disenar sumarianiente. Era natural i lojico suponer que el proyecto de tratado que debia presen- tar, seria favorablemente acojido en Madrid; pero tambien era de temerse, que las perturbaciones consiguientes al des- gobierno i a la guerra civil, al frecuente cambio de ministros, i a la elevacion de hombres sin antecedentes serios, cuando no verdaderos aventureros de la politica, podian crear exi- jencias i tropiezos que frustraran la negociacion. Como el go- bierno de Chile queria que este Uegara eficazmente a termi- no, i esto en el menor tiempo, se recomendo a Borgofio que activase en lo posible las jestiones que se le encomendaban, preparandose a regresar a Chile en poco tiempo, sea que ob- tuviese el pacto que solicit aba, sea que su jestion no produ- jera ese resultado. Al efecto, se le enviaron dos cartas de re- tiro de la misma fecha (7 de noviembre de 1842), escritas

40. Asi en estas instrucciones i proyectos de tratados, como en las comu- nicaciones del gobierno de Chile, i en las del plenipotenciario Borgofio, se designa a los espaiioles con la denominacion de «los siibditos de^S. M. C>; i a los chilenos con la de «los ciudadanos de la Republica de Chile*. La Republi- ca, decia don Andres Bello, tiene ciudadanos i no siibditos. Sin embargo, ea anos posteriores, vi un convenio, no recuerdo sobre que materia, ^celebrado entre el gobierno de Chile i un plenipotenciario espaiiol, en que se decia: «Los subditos de S. M. C. i los subditos de la Republica de Chile*. No necesito de- cir cuanto me choc6 este accidente.

606 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

dmbas en los terminos de la correcta cortesia diplomatica, pero que por su tenor correspondian a aquella alternativa. Borgono debia presentar la una o la otra segun el resultado que alcanzase en esta jestion. Ambas iban dirijidas «A su al- teza serenisima el duque de la Victoria (don Baldomero Es- partero), rejente de Espana».

§ 9. Celebracion definitiva del tratado con Espa- NA. En cumplimiento de sus instrucciones, Borgono se pre- sento de nuevo en Madrid antes de mediados de mayo de 1843. Todas sus dilijencias para renovar inmediatamente las negociaciones fueron absolutamente esteriles. Los disturbios interiores de la monarquia, los levant amientos de las pro- vincias, i por fin el desencadenamiento de una nueva guerra civil, preocupaban todos los animos en la corte, i no permi- tian prestar atencion a negocios de otro orden. El rejente Es- partero, abandonado por muchos de los suyos, sin poder do- minar la insurreccion que asomaba por todas partes, aban- don© el 28 de Julio el sitio que habia puesto a Sevilla, i se re- tiraba a Cadiz donde, dos dias despues (30 de julio) tomaba unbarco que, en son de espatriado,jhabia de llevarlo a Ingla- terra. «Asi caia, despues de tres aiios, un gobierno inhabil, i con el, el hombre que la Espana habia considerado como un heroe, i que habia correspondido tan mal a su confianza» *i.

La reaccion administrativa que siguio a la caida del rejen- te, i luego la declaracion de la mayor edad de la reina dona Isabel II (10 de noviembre de 1843), parecieron dar facili- dades a las jestiones de Borgono. En 4 de noviembre habia pasado este al ministro interino don Joaquin de Frias el pro- yecto de tratado liltimamente remitido de Chile; pero ni este, ni don Salustiano de Olozaga, jefe del primer ministerio de la reina, alcanzaron a imponerse siquiera de la negociacion pendiente con Chile. Un acontecimiento realmente estraor- dinario produjo la caida de Olozaga, i la elevacion de don Luis Gonzalez Bravo, hombre nuevo en el gobierno, pero no en

41. H. Reynald, Histoire de I'Espagne depuis la mort de Charles III jusqu' d nos fours, paj. 275.

CAPfTULO QUINTO 507

las contiendas de los partidos, a quien iba a tocar en suerte el poner fin a estas negociaciones *2. Sin embargo, aunque este ofrecio a Borgofio ocuparse preferentemente en el estu- dio de ellas, los complicados i alarmantes acontecimientos de la politica interna seguian atrayendo por completo la aten- cion de todos los miembros del gobierno.

Por fin, consiguio Borgono celebrar algunas conferencias con el ministro Gonzalez Bravo. No le fue dificil demostrarle que Chile no podia aprobar los articulos llamados adicionales, i ademas, que ellos no reportarian un beneficio efectivo a la Espafia. Del mismo modo, manifesto la inutilidad de algu- nas de las disposiciones del pacto de 17 de diciembre, i los in- convenientes de detalle que ofrecian otras. Por fin,^despues de algunas conferencias, Borgofio i Gonzalez Bravo firma- ban en Madrid, el 25 de abril de 1844 un tratado de catorce articulos, por el cual la Espafia reconocia solemnemente la absoluta^independencia de Chile, i se establecian las relacio- nes de amistad i comercio entre ambas naciones, como iguales en su rango i en su soberania. El pacto queJiBorgofio habia conseguido hacer aprobar en Madrid era la trascripcion lite- ral del proyecto que don ^Andres Bello habia formulado en el ministerio de relaciones esteriores de Chile en noviembre de 1842. Solose le habia agregado un articulo evidentemente

42. El acontecimiento estraordinario que produjo la caida de Olozaga fue el acto de desacato i violencia perpetrado por este en la noche del 28 de no- viembre (1843), obligando por la fuerza a la reina doiia Isabel II, joven de 13 anos de edad, a firmar el decreto de disolucion de las cortes. Borgono comu- nicaba al gobierno la noticia de esos acontecimientos, i aun enviaba algunas de las piezas escritas de mayor trascendencia. Asi es como en nuestros ar- chivos se halla copia certificada del acta de la asamblea de los grandes del reino ante la cual hizo Isabel II la esposicion del desacato cometido por Olo- zaga.

El sucesor de este, don Luis Gonzalez Bravo, habia sido liberal exaltado, i era conocido redactor de un periodico satirico titulado El Guirigai, i como autor de un opiisculo ofensivo para la familia real en que denunciaba el ma- trimonio secreto que habia contraido la reina madre. Vease Eduardo Chao, continuacion de la Historia de Espana del padre Mariana (Barcelona, 185 i, torn. V, paj. 45). Ahora aparecia convertido en moderado (conservador) i en respetuoso defensor de la real familia. Gonzalez Bravo es tambien autor de una comedia titulada Intrigar para morir, Madrid, 1838.

508 TJN DECENIO DE LA HISTORIA DB CHILE

innecesario (al cual se dio el numero 13) en que se disponia que las materias no pactadas en este tratado, podrian ser ob- jeto de otras negociaciones entre las partes.^Cumpliendo las instrucciones de su gobierno, Borgono obtenia una audien- cia de la reina, i presentandole la carta de retiro, se despedia de ella en los mejores terminos de cortesia internacional. El secretario de la legacion don Jose Maria de Sesse, quedaria en Madrid en el caracter de encargado de negocios de Chile.

En este pais, entre tanto, la tardanza que se ponia en la celebracion de ese tratado, producia la mas desagradable im- presion. El gobierno no podia creer que las estraordinarias complicaciones de la politica interna en Espana, la guerra ci- vil, la caida de la rejencia i la declaracion de la mayor edad de la nueva reina, fuesen causa suficiente para esplicar ese retardo. Agreguese a esto que la poca frecuencia de las comu- nicaciones con Espana, i el retardo con que llegaban, era otro motivo de incertidumbres. Asi se comprende que el ministro don Ramon Luis Irarrazaval, preparando en los primeros dias de setiembre la memoria en que iba a dar cuenta al con- greso de los negocios que corrian a su cargo, no pudiera anun- ciar que el 25 de abril se habia celebrado en Madrid el trata- do de que se hablaba. Lejos de poder anunciar esto, el mi- nistro espresaba sus fundados recelos de que la negociacion hubiese fracasado. «Si no se obtuviese, decia, el resultado que deseamos, el gobierno de Chile tendra a lo menos la satisfac- cion de haber hecho por su parte todo lo que era compatible con sus deberes.»

Segun la practica de entonces, cada ministro leia a la ca- mara, en sesion publica, la memoria en que daba cuenta del movimiento administrativo del aiio en la seccion que estaba a su cargo. El 9 de setiembre (1844) se daba lectura a la me- moria de relaciones esteriores. Al leer las lineas que dejamos copiadas, el ministro se detuvo, para esclarecer i rectificar aquel informe, pues ese mismo dia se habian recibido noti- cias mucho mas satisfactorias. En efecto, acababa de llegar una not a de unas cuant as lineas, escrita en Madrid el 26 de

CAPfrxTLO 'qitinto 509

abril, en que Borgoiio anunciaba quedar firmado el pacto cu- ya celebracion se le habia encomendado. No habia alcanza- do a enviar una copia; pero como comunicase que era «con- forme a los deseos del gobierno», el periodico oficial pudo anunciar el hecho como un acontecimiento favorable ^^. Aprobado en Chile por el congreso nacional i en Espana por las cortes, las respectivas ratificaciones se canjearon en Ma- drid el 26 de setiembre de 1845. El instrumento en que cons- taba la ratificacion espaiiola, i que segun la practica corrien- te, era enviado de Madrid en una lujosa caja, solo llego a Chi- le en marzo de 1847, cuando su retardo comenzaba a causar ciertas inquietudes, presumiendose que se hubiese suscitado algun entorpecimiento. Fue entonces traido por don Salva- dor de Tavira, caballero espafiol que venia a desempefiar en Chile el destino de encargado de negocios de Espana.

Cuando se recuerdan las dificultades i retardos que fu6 ne- cesario veneer para llegar a la celebracion de este tratado, i cuando se toma en cuenta el ningun resultado de el para el progreso material o moral de Chile, casi nos sentimos incli- nados a ponernos del lado de don Mariano Egana i de don Jose Miguel Infante que sostenian en aquellos aiios la inuti- lidad, cuando no el daiio de todo pacto con la Espaiia. En efecto, ese tratado, sin procurar a Chile ninguna ventaja, no ejercio la menor influencia para desarmar alarmas i preven- ciones que la absurda politica de la antigua metropoli parecia empenada en mantener i perpetuar **.

43. El Araucano, num. 734, de 13 de setiembre de 1845.

44. Vamos a recordar solo de paso algunos datos que corroboran esta opi- nion.

En enero de 1846, el jeneral don Mariano Paredes entraba a Mejico, triun- fante en una revolucion i convocaba un congreso constituyente que se queria encaminar al establecimiento de una monarquia. El gobierno espanol, o si se quiere la corte de Madrid, tenia interes en esta descabellada tentativa con la esperanza de erijir un trono para algun principe de la familia real, probable- mente para la hermana de la reina, de cuyo matrimonio con un principe fran- ces se trataba en esa epoca. La invasion de Mejico por un ejercito de Es- tados Unidos, vino, entre otras causales, a dar en tierra con ese proyecto.

Pocos meses mas tarde, surjio de nuevo en la corte de Espana o mas pro- piamente, en la recamara de la reina madre, este proyecto de crear monar-

510 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

quias en America. El jeneral don Juan Jose Flores, presidente derrocado en el Ecuador, se habia ganado en Madrid la confianza i la proteccion de aquella seiiora, i organizaba una espedicion para venir a America a levantar un tro- no para ella, segun unos, o para un hijo del segundo matrimonio que ella habia contraido secretamente. Esta tentativa, que estuvo mui adelantada, i que durante algunos meses (1846- 1847) ^ue tema de las discusiones de la prensa i de los congresos de America i de algunos Estados europeos, oblige al gobierno de Chile a iniciar una cruzada diplomatica contra ella i las demas de su clase, i a prepararse para rechazarla por las armas. Aquella empresa fue desbaratada por la accion del gobierno ingles.

Al mismo tiempo que surjian estos motivos de inquietud, ocurrian otras molestias. Don Salvador de Tavira, el encargado de negocios de Espaiia, es- timulado por algunos de sus compatriotas, no podia tolerar que en las fiestas de setiembre, aniversario de la independencia de Chile, se recordasen en los cantos patrioticos i en las inscripciones que se ponian en las plazas i paseos, los nombres de los patriotas, i de las victorias que nos habian dado liber- tad. En setiembre de 1847 se traslado a Valparaiso en los dias de esas fiestas para no asistir a solemnidades oficiales i para no poner bandera en la lega- cion, i no quiso que la pusiera un buque espaiiol que habia en ese puerto. Ta- vira dio cuenta de todo esto al ministerio de Estado de Madrid. El encar- gado de negocios de Chile en esa capital se empeiio en desvanecer todo mo- tivo de aprehension. Se sabe que el gobierno de Chile llevo su complacencia hasta intentar la sustitucion de la antigua cancion nacional por otra de paz. Todavia se suscitaron otras cuestiones por asuntos talvez mas nimios. Cuando quedo convenido entre los negociadores el tratado del 25 de abril de 1844, el representante de Espaiia manifesto que la reina, siguiendo una practica de sus antecesores, pensaba distinguir a los ministros estranjeros que intervinieran en actos de esa clase, concediendoles una condecoracion espanola, seguramente la cruz de Carlos III. Borgono contesto con cortesla pero con firmeza, que la constitucion de Chile, i su organizacion republica- na, no permitian a los chilenos admitir i mucho menos usar esas condecoracio- nes. por honrosas que ellas fuesen. Despues de esto no se volvjo a hablar de ese asunto.

Con fecha de 30 de diciembre de 1847, el duque de Sotomayor, ministro de Estado de Espaiia, paso al encargado de negocios de Chile una carta para el jeneral Bulnes, presidente de esta Republica, en que le comunicaba que la reina habia acordado concederle la gran cruz de la orden de Carlos III, cuya condecoracion enviaba en una caja. Como el encargado de negocios de Chile representase en conferencia privada que el presidente, en calidad de soberano no podia recibir comunicaciones sino de otro soberano, i no de los ministros de cste, la reina firmo con buena voluntad la nota remisora de la condecoracion. Esta fue traida a Chile por don Manuel Rivadeneira, el editor espafiol mui conocido i estimado en este pais, que ahora se proponia hacer una recorrida por todos los Estados de la America espanola, en busca de apo- yo para la coleccion de au tores espanoles que estaba publicando.

Mientras tanto, el presidente Bulnes no sabia que hacerse con una conde- coracion que el no habia pedido, i que no podia ni queria usar. Se propuso que se conservaria en la sala del despacho de gobierno, i sobre todo esto se gas-

CAPfrULO QUINTO 611

taron algunos pliegos de papel en notas i contestaciones sin resultado algu- no. Segun parece, el jeneral Bulnes, que tenia condecoraciones de verdadera importancia, no volvio a acordarse de la que le envio la reina de Espaiia. Asi se comprende que en la Guia oficial de Espana correspondiente a los anos que siguen, i en que se publicaba la lista de los caballeros gran cruz de la 6rden de Carlos III, no aparezca el nombre del jeneral Bulnes.

En otra parte entraremos en mas detalles sobre algunos de los hechos re- cordados en esta nota.

CAPITULOVI

I. Pubiicacion de un diario de filiacion liberal en Santiago. 2. Fallecimien- to de don Jose Miguel Infante; duelo publico que produce; honores que se le tributan. 3. Don Francisco Bilbao; su aparicion en la carrera publi- ca; da a luz un escrito titulado Sociabilidad chilena. 4. Ese escrito es acusado i condenado en un ruidoso juicio de imprenta; variados acciden- tes a que esos sucesos dan orijen. 5. Despues de injustificados aplaza- mientos, se sancionan los honores civicos pedidos por el gobierno para las memorias de O'Higgins i de Infante; tardanza para cumplir esas leyes. 6. Desconocimiento de nuestro pasado que dejan presentir aquellos aplaza- mientos; primeros ensayos de caracter historico. 7. Primera reunion solemne de la Universidad de Chile; la memoria historica de don Jose Vic - torino Lastarria, i las apreciaciones a que dio orijen. 8. Frustrado pro- yecto de poner las misiones de infieles a cargo de los padres jesuitas. 9. Eleccion de arzobispo de Santiago i de obispo de Ancud; la preconiza- cion de este ultimo es aplazada en Roma cerca de cuatro aflos. 10. El jeneral Bulnes se retira accidentalmente del gobierno por motivo de en- fermedad, dejandolo confiado al m'nistro Irarrazaval con el caracter de vice-presidente.

§ I. PUBLICACION DE UN DIARIO DE FILIACION LIBERAL EN

Santiago. Desde 1843 habia comenzado a hacerse sentir una nueva evalucion en los partidos politicos que pretendian dirijir la opinion del pais. Los antiguos liberales o pipiolos de 1830, se habian plegado en gran numero al gobierno, como se habian plegado los ultra-conservadores que en 1841 abrie- ron campana por la candidatura de don Joaquin Tocornal. El gobierno contaba asi con un partido inmenso, hecho indis- TOMO XIV. 33

514 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cutible que se manifestaba por la tranquilidad placentera i sin precedente de que gozaba la Republica desde que^'se inau- guro la presidencia del jeneral Biilnes. Esa tranquilidad,^que representaba un aplacamiento de las pasiones politicas, era el result ado de la moderacion en el ejercicio del poder, de la desaparicion de las medidas violentas i vejatorias, de la tole- rancia de todas las opiniones, i de la supresion de los procesos politicos por actos sin valor ni importancia i hasta por sim- ples conversaciones.

Pero esto no satisfacia todas las aspiraciones. En algunos circulos, sobre todo entre los jovenes que se unian en asocia- ciones literarias o de estudio, se creia que nuestro pais, que habia conquistado la paz interior, estaba en situacion i en condiciones de alcanzar innovaciones asi en sus leyes como en su sociabilidad, que lo alejaran del rejinien antiguo i lo acer- caran a los pueblos cultos de la edad moderna. Todo aquello era vago e indeterminado; pero lo que se veia como incues- tionable era el nacimiento de ideas nuevas excitadas por la lectura de algunos libros modernos, i por algunos progresos en la ensenanza. Comenzaba, pues, a disenarse la lucha entre este espiritu innovidor, i el respeto a la tradicion, manifes- tado por la resistencia mas o menos obstinada a las innova- ciones. Estos matices de la opinion estaban representados en el gobierno por dos de los ministros, el del interior i relacio- nes esteriores don Ramon Luis Irarrazaval, adversario de las medidas restrictivas, i que no se alarmaba por las noveda- des i Feformas, i el ministro de justicia don Manuel Montt, que era considerado el sustentador del sistema de Portales,, que ya habia hecho su epoca. Aunque los dos ministros se guardaban aparentemente la mas urbana cortesia, aquella diverjencia era conocida i sentida por todos los que de alguna manera se interesaban por la cosa piiblica.

Aquel movimiento de opinion tuvo pronto su reflejo en la prensa periodica. La fraccion avanzada emprendio la pu- blicacion de un nuevo diario que, con el titulo de El Siglo, co- menzo a darse a luz en Santiago el 5 de abril de 1844. Su co- lor politico era gobiernista, pero gobiernista con Irarraza-

CAPfrULO SESTO 515

val; i por sus tendencias i sus aspiraciones, podia denominarse progresista. Entre sus escritores aparecieron algunos jovenes que se iniciaban en la carrera de las letras; pero cuyo inspira- dor era don Jose Victorino Lastarria, profesor distinguido de derecho publico en el Instituto nacional, i conocido ya por otras muestras literarias de un valor considerable respec- to del estado de la ilustracion i de la cultura en esa epoca. Santiago tuvo por entonces dosorganos de publicidad, que pudieron considerarse represent antes de dos opiniones opues- tas, uno de ellos, El Siglo, de filiacion liberal, i el otro, El Pro- greso, de tendencias conservadoras. Sin embargo, esos diarios, el uno i el otro, tenian tan poca vida i tan escaso movimien- to, eran de ordinario tan faltos de noticias, i trataban tan poca variedad de asuntos, i eso tan superficialmente, que las tendencias de cada uno de ellos, apenas perceptibles en el principio, vinieron a acentuarse solo un poco mas tarde. Las primeras polemicas versaron sobre frivolidades, i aun sobre cuestiones de palabras i.

Por lo demas, el publico no hacia entonces mucha estima- cion de la prensa periodica, ni esta encontraba un numero considerable de lectores. Las hojas que se imprimieron en epocas de elecciones o los escritos de caracter personal, te- nian cierta circulacion; pero los periodicos de discusion i de noticias (queen la discusion i en las noticias estaban inmensa- mente lejos de lo que han llegado a ser en tiempos posterio- res) pasaban realmente desapercibidos e ignorados para la inmensa mayoria de las jentes. Entonces se seiialaba comoun hecho digno de notarse que El Semanario, de que hemos ha- blado antes, hubiera podido vivir algunos meses (1842-1843) sin subvencion del gobiemo. Los demas periodicos, asi en Santiago como en Valparaiso, no habrian podido sostenerse sin la subvencion gubernativa; i aun asi, solo se imprimian de cada uno de ellos unos trescientos a quinientos ejempla-

I. El Siglo, hemos dicho, aparecio a la publicidad el 5 de abril, aniversario de la batalla de Maipo, que queria recordar. Pero ese dia era viernes santo. El Siglo, en un articulo de pobre literatura, pretendia relacionar esos dos atiiversarios.

616 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

res 2. Como se comprende, era un rasgo que podia calificarse de audacia, el lanzarse, como lo hacian los directores de El Siglo, al campo de la publicidad, sin contar con la subven- cion del gobierno.

§ 2. Fallecimiento de don Jos6 Miguel Infante; due- lo ptjblico que produce; honores que se le tributan. La aparicion de aquel diario, que sin duda era una novedad digna de nota en una epoca en que la publicidad por medio de la imprenta habia alcanzado tan escaso desarrollo en el pais, preocupo mui poco la opinion. No sucedio lo mismo con un acontecimiento de mui distinto caracter, ocurrido cuatro dias despues, que produjo gran sensacion en la capital, que provoco variados incidentes, i que tuvo gran resonancia en todo el pais.

El 9 de abril (1844) fallecia en Santiago el gran patriot a don Jose Miguel Infante, alejado de todos los cargos i hono- res que de ordinario dan realce aun a modestas i casi oscuras personalidades, pero rodeado de un inconmensurable pres- tijio, que tenia su fundamento en meritos i en virtudes ver- daderamente relevantes. En la memorable asamblea del 18 de setiembre de 1810, Infante, entonces procurador de San-

2. Segun la cuenta jeneral de gastos del Estado, en 1845 la suscricion a periodicos, monto a 13,627 pesos, distribuidos en esta forma:

Suscricion al perlodico El Tiempo (tres veces por semana) $ 1700

» a El AgricuUor (Sociedad de agricultura) 270

» a ^/^raMcawo, semanal (oficial) 2,272

» a £/ Progreso .^ 3.770

» a£'/.(4//a (de Talca) 300

» a El Mercurio , 4.375

» a La Gaceta del comercio (Valparaiso) 840

Estos mismos gastos, con modificaciones de accid antes, siguieron repitien- dose varios anos. Debe tenerse en cuenta que esos periodicos, mucho mas chicos que los actuales, i aun con mui poco material para su tamano, impo- nian un costo mui reducido de impresion; i en cuanto a redactores no tenian mas que uno solo (no habia cronistas, ni reporters, etc., etc.,), que ganaba 20, 80 i mas tarde hasta 100 pesos mensuales, cuando gozaba de gran credito. Solo en esas condiciones podian publicarse esos periodicos.

El Araucano, periodico oficial, no tenia suscritores. La cantidad de 2,272 pesos anuales que se le pagaban, era lo que costaba la impresion.

CAPfrULO SESTO 517

tiago, habia pedido la creacion de un gobierno nacional, que fue [el primer paso hacia la independencia. En las diversas juntas de gobierno en que le toco formar parte, i en el puesto de ministro de Estado que desempeno en diversas ocasiones, sirvio resueltamente a la independencia, sosteniendo siem- pre, con una firmeza inconmovible, los principios mas avan- zados de libertad i de democracia. Puede decirse que la li- bertad absoluta i definitiva de los esclavos, sancionada i pues- ta en ejercicio en Chile en 1823, i por tanto, antes que en cual- quiera otro pais que tuviese esclavos, es la obra de Infante; i ella basta para discernirle una corona civica ^.

3. En otro libro hemos contado estos hechos a que solo hacemos aqui una simple referenda.

Para apreciar en su justo valor aquel acto de Infante, conviene recordar que en esaepoca, en 1823, existiala esclavitud en todos los nuevos Estados hispano americanos, en el Brasil, en Estados Unidos i en las colonias de la Gran Bretafia, de Francia, de Espana i de Portugal. Es cierto que contra la esclavitud se habian pronunciado con tanta elocuencia como enerjia los filosofos de la escuela revolucionaria; pero esa institucion tenia ardientes defensores. Solo Francia, en 1794, bajo el rejimen de la convencion na- cional, habia abolido la esclavitud; pero ochoj aiios^mas tarde, bajo el go- bierno del consulado, la restablecio. Estos hechos, que conviene recordar, dan realce a la lei chilena de 1823, que abolio para siempre la esclavitud en la Republica de Chile, i sobre todo a don Jose Miguel Infante, que fue su pro- motor.

No se crea^que en esa epoca^el pensamiento de dar libertad a' los esclavos se hubiera hecho camino entre^nosotros, i que fuera la opinion de la mayo- ria. Mui 16jos de eso: si entonces habia algunos hombres adelantados que pensaban como Infante, la existencia de la esclavitud era para el comun de las jentes todo lo mas natural i puesto en'razon que podia existir en el reji- men social. Esa creencia se perpetuo por mui largos anos, aun entre indivi- duos que se decian encargados de la enseilanza de la moral. En 1871 se pu- blico en Santiago un volumen de 700 grandes pajinas, que Ueva este titulo: Tratado teoldjico-moral de la jusiicia, o sea, concordancia del derecho chileno con la ieolojia moral en materia de justicia. Es un tratado de moral teol6jica, destinado a instruir a los seminaristas que se destinan a confesores, fu6 im- preso con licencia de la autoridad eclesiastica, i tiene por autor a don Zoilo Villalon, que despues de larga carrera sacerdotal i de muchos aflos de profe- sorado, se incorporo a la compania de Jesus. Discutiendo prolijamente este punto en las pajinas 15-19, Uega a esta conclusion: «La esclavitud en nada se opone al derecho natural, i es licita»; pasando a asentar que tambien es licito el comercio de esclavos, a menos que se haga con^fraude o por medics inhumanos i que los hijos de los esclavos son propiedad del amo». La moral de don Jose Miguel Infante, prohibiendo en lo absolute i sin escusas la e9c)a«

513 UN DECfJNIO DE LA HISTOaiA DE CHILE

Por su intelijencia, que no podia considerarse estensa ni luminosa, i por la deficiente instruccion que le habia sido dado recibir, Infante no era ciertamente un hombre superior. Sus principios en politica i en sociabilidad, que mantenia con una iirmeza incontrastable, no eran sujeridos por la meditacion i por un estudio detenido, sino el fruto de impresiones, i aun de la influencia de personas que valiendo mucho menos que el bajo el aspecto moral, habian conseguido fascinarlo *. De este modo abrazo con gran calor las ideas federalistas que sos- tuvo en la prensa, en los cuerpos lejislativos i en todos los circulos sociales, i que logro imponer en un plan de constitu- cion politica, i en un ensayo de administracion, que fue un verdadero fracaso. Asi tambien se desarrollo en su animo un espiritu de sostenida oposicion a todo lo que representaba la tradicion i la monarquia, que llego a convertirse en muchas materias en una aprehension desordenada.

Cuando no pudo hacer valer sus ideas en el gobierno, o en los cuerpos lejislativos, inicio la publicacion de un periodico (i o de diciembre de 1827) semanal en su principio, i luego sin dia fijo, pero que Infante mantuvo hasta el dia de su muer- te, i que llego a contar 206 niimeros. El Valdiviano federal,

vitud.i el trafico de esclavos, es ciertamente preferible a la moral teolojica que se ensena en ese libro.

4. Entre las personas, que, segun los recuerdos de los contemporaneos, cultivaron con mayor intimidad relaciones seguidas i de confianza con In- fante, se contaba en primer lugar a don Manuel Aniceto Padilla, individuo de raza mestiza, orijinariodel Alto Peru, de la vida mas inquieta i accidenta- da que podria senalarse como tipo del anarquista de la epoca de la revolu- cion de la independencia, i a quien San Martin caracterizaba con estas breves palabras: «Padilla es el indio mas per verso que yo haya conocido*. En otro libro, Hist. Jeneral de Chile, tom. XIV, paj. 56 i siguientes, he dado una lar- ga nota biografica sobre este singular personaje. Cierta tintura de ilustra- cion jeneral adquirida en sus viajes, una gran facilidad para hablar, i un es- piritu inquieto i arrogante, cualidades sobresalientes de PadilUa, habian se- dncido a Infante a tal punto, que las opiniones de aquel se imponian casi sin contrapeso en el animo de este. Fue inutil que algunos amigos de Infante le representaran los inconvenientes de tal amistad. Ella susbistio hasta que Padilla fue espulsado de Chile en julio de 1828. Vease Hist. Jeneral de Chile, tom. XV, paj. 264. Esa amistad, sin embargo, no perturbo en lo menor el noble caracter moral de Infante.

CAPITULO SE3TO 519

este fue el titulo de ese periodico, era la obra esclusiva de In- fante; i alii pueden hallarse sobre una gran variedad de ma- terias sus opiniones personales, que el daba con toda fran- queza, sin disimulo de ningun jenero, con formas a veces du- ras, i de ordinario poco literarias, i en lenguaje en que no es- casean los desaliiios e incorfecciones. Al lado de ideas sanas, seguras i correctas sobre algunas materias, se encuentran alii exajeraciones increibles, quimeras sin fundamento, i no pocas veces, verdaderas aberraciones. Su pasion por el siste- magubernativodefederacion, lo convierte en aplaudidor de todos los federales del mundo, i lo lleva hasta tributar gran- des alabanzas a Rozas, a Facundo Quiroga, al fraile Aldao, i a los otros malvados que tiranizaban i ultrajaban la Repu- blica Arjentina. Su antipatia por las formas monarquicas, i en jeneral por las tradiciones del pasado, lo inducia a conde- nar todas las instituciones en que creia ver vestijios de ellas, inclusas las universidades. Sus opiniones eran espresadas sin miramientos ni consideraciones, acerca de los gobernantes i sus adeptos, llegando a ofender sin causa ni motivo a los que no seguian sus ideas, como ofendio temerariamente a don Andres Bello, porque sostenia las vent aj as del estudio del de- recho romano. Mas de una vez empleo una dureza injustifi- cada para censurar a los gobernantes. El Valdiviano federal, organo esclusivo, puede decirse asi, de un solo individuo, re- dactado sin tomar en cuenta la opinion de nadie, i que se im- primia, casi secretamente, en una pequeiia imprenta en la propia casa de su autor, no podia tener una gran circulacion. A la epoca de la muerte de Infante no alcanzaban a treinta los ejemplares de cada niimero que corrian por la ciudad.

Todo festo habria hecho de Infante un personaje poco atra- yente e inadecuado a toda popularidad, si esas condiciones no hubieran estado oscurecidas por las mas nobles cualida- des de caracter. Ni en su vida publica ni en su vida privada habria podido senalarse un acto que desdijera de la mas ri- gorosa probidad moral. Su rectitud i su franqueza lo aleja- ron siempre de toda intriga; i en el gobierno i en su casa no se le vio jamas apartarse de la verdad, o siquiera disimular-

520 UN DECENIO DB LA HISTORIA DE CHILE

la. Sin ser un verdadero jurisconsulto, fue por su amor a la justiciar por su criterio honrado, uno de los jueces mas no- tables, sino el mas notable de todoslos jueces de nuestros tri- bunals en aquella epoca; i esa alma apasionada i facilmente impresionable en las contiendas politicas, inspiraba plena confianza a los litigantes, cualesquiera que fuesen las opi- niones i principios de estos. Esa moralidad intachable, esa rectitud nunca desmentida, eran, ante todo, los titulos que constituian el credit o i el prestijio de don Jose Miguel Infan- te, i la veneracion con que su nombre era pronunciado en toda la Republica.

La muerte de Infante produjo en la ciudad una grande im- presion. Los periodicos, comenzando por El Araucano, anun- ciafon aquel acontecimiento en sentidos articulos necroloji- cos en loor del «padre de la patria». En uno de esos periodi- cos se publicaron unos versos latinos en forma de acrosticos, destinados a deplorar la perdida que Chile acababa de esperi- mentar. En honor de Infante se recordaba que habia sido miembro de la junta de gobierno que en 1813 habia llevado a cabo la fundacion del Instituto nacional;.i la juventud que alii hacia sus estudios quiso acociarse a las manifestaciones del duelo publico. Don Eusebio Lillo, joven estudiante de instruccion secundaria, se estrenaba con un canto a la memo- moria de 'Infante en el cultivo de la poesia, en que pronto iba a alcanzar un puesto de honor. Los estudiantes de cursos su- periores de aquel establecimiento solicitaron del ministerio que se suspendieran las clases por una maiiana para asistir en cuerpo al entierro de Infante; i como lejos de hacerles esa concesion, se les despidiera con aspereza, determinaron no tomar en cuenta la resolucion gubernativa.

El entierro de Infante se verifico en la maiiana del 11 de abril con una solemnidad puramente popular, hasta enton- ces desconocida. Jamas, dice uno de los periodicos, se habia visto en Santiago una concurrencia mas numerosa en el en- ti3rro de una persona, aun de patriotas de gran prestijio, i de relaciones de familia liiucho mas estensas que las de In-

CAPfrULO SESTO 521

fante ^. La casa de este (situada en la calle del Estado, esqui- na sureste de la calle de la Moneda) estaba repleta de jente de todas condiciones. Los estudiantes tomaron el ataud en hombros, i recorriendo con el la calle del Estado i la plaza principal, lo colocaron alii en el carro mortuorio, para condu- cirlo a brazos hasta el cementerio.

Esas manifestaciones del sentimiento publico, dieron orijen a accidentes que conviene recordar. Infante habia sido ab- solutamente esceptico en materias relijiosas; i ni en sus actos, ni en sus escritos, ni en sus conversaciones habia disimulado sus ideas a este respecto. Como miembro del gobierno, el ha- bia dispuesto en diciembre de 1825 el destierro del obispo Ro- driguez, que no cesaba de poner obstdculos al establecimien- to de la Repiiblica. Como escritor pubHco habia combatido con valiente insistencia los excesos -del fanatismo, la intole- rancia relijiosa, la injustificada preponderancia del clero, i su intromision en la politica. Don Jose Ignacio Cienfuegos, obis- po absuelto de Concepcion, amigo de Infante, i su colega en la junta de gobierno de i8i3i 1814, habia visitado poco antes aesteparahablarlederehjion. La conferencia de aquellos dos hombres realmente distinguidos, habia sido afectuosa i tier- na; pero Infante se resistio con firmeza a todo acto o a toda palabra que estuviera en contradiccion con las convicciones de su vida entera. Los deudos i algunos amigos de Infante, co- nociendo el peso abrumador de las prevenciones creadas por el fanatismo, trataron sin exito, de paliar la verdad de lo ocu- rrido en los ultimos momentos del ilustre patriota ^. A esta circunstancia se debio el que no se permitiera celebrar exe- quias en el templo de Santo Domingo en honor de Infante, i

5. Los contemporaneos recordaban el entierro de don Manuel Salas, graa patriota e ilustre filantropo, en octubre de 1841, que habia sido mui solem- ne, i que por sus virtudes civicas, a la vez que por sus estensas relaciones de familia i de amistad, habia atraido una concurrencia enorme. Sin embargo, el entierro de Inlante se consideraba mas solemne todavia.

6. Entonces se publico un opusculo de 12 pajinas con el titulo de Ultimos momentos del cindadano don JosS Miguel Infante (Santiago, 1844, Imprenta liberal), que debio circular en reducido numero de ejemplares, i que ha lie- gado a ser mui raro.

522 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

mucho menos predicar una oracion funebre que en elojio de este tenia compuesta un relijioso de esa orden.

En otras partes tuvo tambien gran resonancia la muerte de Infante. En la academia de practica forense, concurrida por bachilleres en leyes, i por abogados jovenes^ se acordo tributar un homenaje a la memoria de Infante; pero la esten- sion i alcance que debiera darsele, fueron objeto de altercados entre los academicos. En los consejos de gobierno, esas diver- jencias en la apreciacion de la personalidad de Infante fueron sin duda mayores, porque si bien todos los ministros recono- cian la importancia de los servicios de ese gran patriota, se descubrian inconvenientes a cualquiera acto publico que real- zara la figura moral de ese obstinado i severo censor de tantos actos del gobierno, i que directa o indirectamente lastimara las preocupaciones relijiosas de la mayoria del pais. El minis- tro Irarrazaval, apoyado por el presidente de la Republica, liizo triunfar su opinion i preparo un mensaje al congreso, que le fue presentado a los pocos dias de su apertura (i8 de junio de 1844). Segun ese proyecto, un retrato de don Jose Miguel Infante, costeado por el tesoro nacional, seria colo- cado en el salon principal del palacio de gobierno. Se erijiria ademas, tambien a espensas del tesoro publico, i como testi- monio de la gratitud nacional a su memoria, un monumento con una inscripcion que recordara su nombre i sus servicios 7. Ya veremos el resultado que tuvo aquel proyecto.

7. En esa epoca, eran todavia mui raros los retratos en las familias de Chi- le. Despues de los del maestro Jil, modesto pintor peruano de raza mestiza que ejercia su arte en los anos de la revolucion de la independencia, habia re- sidido en Chile el pintor frances Herve, que ejecutaba regulates retratos por los aiios 1832 -1840. La introduccion del daguerreotipo en planchas metali- licas, i con una sola prueba. se habia jeneralizado tan poco, que en 1844 no habia en Santiago mas que un solo individuo que hiciera retratos de esa cla- se; i este era un frances grabador de la casa de moneda. Pero entonces habia llegado Monvoisin, i comenzaba a ejercer su arte. Llamado a la casa de In- iante, con motivo de la muerte de este, Monvoisin tomo fielmente el bosque- jo de la cabeza, i pint6 un retrato de cuerpo entero, tomando la forma i di- mensiones de este, de las ropas del difunto. Ese cuadro, conservado por la fa- milia, deberia ser adqurido por el Estado para una galeria nacional.

Infante, que en una edad avanzada habia contraido matrimonio con una sobrina, no dejaba descendientes directos. Poseia algunos bienes heredados

CAPfriTLO SESTO 523

§ 3. Don Francisco Bilbao; su aparicion en la carre-

RA PI^TBLICA; da a LUZ UN ESCRITO TITULADO «SOCIABILIDAD

chilena*. A poco de acaecidas la muerte de Infante i las incidencias que acabamos de contar, ocurrio un hecho de re- ducida o de ninguna importancia, pero en torno del cual se hizo gran ruido, i se ajito la opinion de una manera es- traordinaria e inesperada hasta constituirlo en un aconteci- miento historico que ha dado materia a muchos escritos, i que se recuerda en los nombres de calles i de plazas. Estamos en el deber de referir esos hechos^con alguna prolijidad, i apar-* tandonos de las exajeraciones que se han formado en uno u otro sentido.

El iP de junio de 1843 se habia iniciado en Santiago la pu- blicacion de un periodico titulado El Crepusculo, organo de una sociedad literaria que hemos recordado antes. Era una especie de revista mensual, que reemplazaba a El Semanario de 1842, pero cuyas producciones eran en jeneral inferiores a las de este, con escepcion de algunos escritos en prosa i ver- so {La oracion por todos, imitacion de Victor Hugo, i varios fragment OS de filosofia i de historia literaria) de don Andres Bello, que estan marcados por la misma superioridad de las obras de este. Ese periodico se ocupaba solo de literatura, i tenia una reducida circulacion, a pesar de que ciertos ataques critico-burlescos de que sele hizo ob jet o,debierondarle algu- na boga ^.

Entre los individuos de aquella asociacion literaria se con- taba don Francisco Bilbao, que sin ser el mas active i labo-

de sus padres, una casa i una chacara que administraba discretamente, i que le servia para Uevar una vida modesta, perfectamente acorde con su carac- ter austero, i para socorrer a algunas familias o individuos, porque segun el testimonio de sus contemporaneos, Infante era mui jeneroso i caritativo.

8. En 1844 se publico en Santiago un periodico titulado El Barbero, de que alcanzaron a salir a luz seis numeros. El mismo se caliiicaba de «papelu- cho astrinjente, cosquilloso i sudorific© para entretener a los ninos». Su ob-_ jeto era hacer la critica i la burla de los escritores, particularmente de los poetas de El Crepusculo; critica poco elevada i a veces nimia. pero en que no faltan rasgos felices e injeniosos. Su autor era don Juan Vicente Mira, abo- gado, i hombre de no escasos conocimientos literarios, sobre todo en poesia castellana.

524 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

rioso de ellos, iba a alcanzar en mui corto tiempo una alta nombradia. Nacido en Santiago, en enero de 1823, e hijo de don Rafael Bilbao, uno de los pipiolos que sufrieron perse- cucion despues de 1830, aquel, niilo todavia de diez anos, acompano a su padre al destierro en Lima, hasta que la nue- va politica mas conciliadora del gobierno chileno en 1839, permitio regresar a la patria a algunos de los desterrados i proscritos. Don Francisco Bilbao comenzo entonces sus es- tudios ordenados en el Instituto nacional; i pasando mui ra- pidamente por los primeros, cursaba en 1843 las clases supe- riores de derecho. Dotado de una hermosa figura, de un ca- racter suave i bondadoso, franco i espontaneo en sus relaciones de amistad, incapaz de odio i de envidia, i tan amante de sus padres como respetuoso por sus inaestros, Bilbao era, ante todo, un joven esencialmente simpatico, querido de todos los estudiantes que fueron sus contemporaneos i condiscipulos. En su ninez, pasada entre pipiolos, Bilbao habia oido hablar cada dia, por no decir cada hora, contra los gobiernos fuer- tes i despoticos, a los cuales se atribuian todas las desgracias de su familia, las persecuciones i destierros de su padre, i has- ta la estrechez de bienes de fortuna en que este habia caido. Todo esto habria hecho del joven Bilbao un pipiolo del molde corriente en aquel estado politico i social. Pero su alma im- presionable i jenerosa no tardo en ser dominada por un orden dQ ideas que salian de lo comun.

La lectura de un opiisculo titulado Palahras de tin creyen- te, escrito en frances por el abate Lamennais i traducido al castellano por don Mariano Jose de Larra, produjo ese efec- to. Ese opiisculo que la enciclica papal que lo condeno, cali- ficaba de «pequeiio en el tamaflo pero inmenso en la perversi- dad», que por su vigor i su colorido poetico era denominado la epopeya de la' democracia, se apodero por completo del es- piritu de Bilbao. Como muchos de sus amigos i camaradas, habia querido este iniciarse en la carrera literaria cultivando la poesia, i habia comenzado a componer una especie de poe- ma didactico titulado La Caza. Uno o dos iragmentos que leyo a algunos de sus amigos, dejaban ver poco estro i gran

CAPfruLO SESTO 525

dificultad de versificacion. Desistiendo resueltamente de ese intento, se contraia por completo a trabajos de otro orden. En 1843 publicaba en un opusculo de 33 pajinas la traduccion de otro escrito de Lamennais titutado La esclavitud moderna, produccion notable de elocuencia mas que de razonamien- to, i defensa de la mas estremada democracia. Aquella traduc- cion que no. se distingue por su rigorosa exactitud ni por su correccion, demuestra la tendencia del espiritu del traductor. Entonces fue recibida con indiferencia. Un diario de esa epo- ca, dijo con mucha razon que aquel escrito que se referia a un estado social mui diferente, no tenia la menor aplicacion a Chile.

Bilbao se pre par aba para hacerse el defensor de aquel or- den de ideas. Se ha dicho algunas veces que para ello hizo fuertes estudios, i que adquirio estensos i variados conoci- mientos. Todo esto es inexacto. No solo carecia Bilbao de toda nocion cientifica, lo que por lo demas era comun a los jovenes de su jeneracion, como resultado del atraso en que estaba la ensenanza piiblica, sino que en la variedad de lec- turas de literatura o dehistoria,revelaba una gran inferioridad sobre muchos de aquellos. Su valor no estaba en sus luces que eran bastante limitadas, sino en su fe en los principios que habia abrazado, i en las otras cualidades morales de que hablamos mas atras ^.

9. Debo declarar aqui que al escribir estas pajinas, me atengo, sobre todo, a mis recuerdos personales fundados en el conocimiento inmediato de los hombres de que se trata, i particularmente del mismo Bilbao.

A principios del aiio escolar de 1839, cuando apenas contaba yo ocho anos i meses de edad, fui incorporado en calidad de esterno en el Instituto nacio- nal, i colocado en la clase inferior de latin, que rejentaba el conocido profe- sor don Domingo Tagle Irarrazaval. AUi estaba Francisco Bilbao, que en- tonces contaba una edad cabalmente doble a la mia. Ejercia sobre los ninos una gran autoridad que todos soportabamos gustosos, porque era bueno i afable aun con los mas chicos. Cuando por falta del profesor no habia clase, Bilbao no nos permitia regresar a nuestras casas. Nos Uevaba en formacion al cerro de Santa Lucia, o a otro lugar solitario, i nos mandaba hacer ejer- cicio de marchas i de evoluciones militares. Podria contar muchos inciden- dentes singularmente comicos de aquellos ejercicios i de otros rasgos que re- cuerdo con toda precision.

La clase de don Domingo Tagle estaba dividida en grupos, segun el esta-

526 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

El primer escrito de Bilbao iba a levantar una verdadera tempestad. El i.^ de junio de 1844, publicaba El Crepusculo (num. 2 del tomo II) un articulo titulado Sociahilidad chile- na, i firmado con el nombre de Francisco Bilbao, hasta en- tonces casi desconocido. Su objeto era bosquejar en sus li- neas jenerales el estado social de Chile, empenandose en pre- sentarlo como lamentable i radicalmente atrasado. Los fac- tores de ese atraso, que lo han creado i que lo mantienen, son de dos ordenes. El primero consiste en la tradicion monarqui- ca, las leyes, las costu mbres, las ideas i las preocupaciones de la antigua metropoli. El segundo es la relijion, es decir el cris- tianismo que si bien sano i bueno en su orijen, ha sido desnatu- ralizado i pervertido por el catolicismo, o 'mas propiamente por el sacerdocio catolico cuyo influjo era tan robusto i per- sistente en estos paises. Todo esto, que ha sido sustentado tantas veces con mas o menos elocuencia, podia escribirse

do de adelanto. El profesor tomaba dos veces al dia la leccion a los tres gru- pos mas adelantados. De ellos salian los monitores que iban a tomar la lec- cion a los chicos o principiantes, i que la juzgaban buena o mala segun la porcion de dulces que llevdbamos, o un lapiz, un trompo, etc., etc. Bilbao, que era el mayor de la clase, era el mas adelantado, i formaba el solo el pri- mer grupo. Asi el estudiaba preteritos i supinos cuando nosotros no salia- mos del rosa, rosae. Por eso, i ayudado por lecciones especiales del profesor, que le tenia gran cariiio, pudo dar el afio siguiente examen de latin, i pasar en 1 84 1 a estudiar filosofia.

Permitaseme consignar un recuerdo personal de la denominada «ense- fianza mutual de esos tiempos. A los pocos meses de clase, yo habia cobrado un verdadero terror a los monitores, i no cesaba de lamentarme de su tira- nia e injusticia. Durante muchas semanas se creyo en casa que todo cuanto yo contaba debian ser exajeraciones de nino desaplicado i regalon. Pero el verme llorar todos los dias, tarde i manana, movio a mi padre a ir al Insti- tuto a imponerse de lo que hubiera. El remedio que se hallo fue retirarme de aquella clase, i pasarme a la inmediatamente superior {la 2.* de latin) que re- jentaba don Ramon Elguero, mas tarde profesor universitario en la facul- tad de medicina. Como demostracion de que la dureza de los monitores era infundada, a lo menos respecto a mi, debo recordar que a fines de ese ano (1839), cuando se formo la lista de los alumnos mas adelantados en cada clase del Instituto, para publicarla en El Araucano, se me coloco en este ran- go en la 2.a clase de latin; i asi se publico en aquel periodico el 31 de enero de ano siguiente. Sirva este recuerdo para demostrar lo que valia en la practica el denominado ^sistema de Lancaster^, o de enseiianza mutua.

Mas tarde trate a Bilbao con bastante intimidad, i pude conocer a fondo

CAPfrULO 8ESTO 627

con orden i claridad en lengua castellana. Bilbao, tanto por fait a de lijeza no precisamente en las ideas capitales sino en la manera de relacionarlas, como por su admiracion per los escritos que habian llegado a ser su lectura habitual, dio a aquel articulo formas raras, apocalipticas en muchos pasa- jes, i en casi todos poco regulares i armoniosas, literariamen- te. Pero, cualesquiera que sean los reparos que por todos es- tos puntos puedan hacerse a aquel escrito, domina en el una cualidad que casi los hace desaparecer. Es el valor heroico del autor para lanzar resueltamente sus opiniones a un publico cuya gran mayoria estaba dominada por un fanatismo abru- mador i agresivo.

§ 4. ESE ESCRITO ES ACUSADO I CONDENADO EN UN RtJIDO-

so juicio DE imprenta; variados accidentes a que esos SUCESOS dan orIjen. Sea por la reducida circulacion de aquel periodico, opor laindiferenciajeneral del publico, poca preparado para preocuparse de este orden de cuestiones, el articulo de Bilbao paso desapercibido en los primeros dias. Pero desde que llego a noticias del clero, i desde que La Re~

cuiles eran su caracter i su ilustracion. En Buenos Aires, donde durante algunos meses nos vefamos frecuentemente (enero a junio de 1859), lo en- contre mui empenado i comprometido en la politica arjentina. Entonces estaban para romperse las hostilidades entre la Confederacion (es decir Ur- quiza) i Buenos Aires. Bilbao se habia pronunciado con gran calor por la primera, i la defendia en la prensa i en los circulos. Conocidos los antece- dentes de esa contienda, se reconoce facilmente que no puede existir mayor incompatibilidad que aquella actitud de Bilbao, i los principios que habia sostenido i proclamado desde su juventud.

Mas tarde he leido, o por lo menos he recorrido todo o casi todo lo que se ha escrito sobre Bilbao. Es iriconcebible como las exajeraciones en un sen- tido o en otro han llegado a falsear la verdad. Bilbao no era ni lo que han es- crito sus panejiristas, ni mucho menos lo que han dicho sus adversaries. La verdad esta en el medio de apreciaciones tan opuestas. Haremos, sin embar- go, notar que la popularidad i el aplauso que se tributan a la memoria de Bilbao la debe este mas a sus impugnadores que a sus panejiristas.

A nuestro juicio, el escritor que se ha ocupado de Bilbao con mas conoci* miento de causa i con mas equidad, es don Benjamin Vicuna Mackenna, que fue su amigo personal. Habia de Bilbao en algunos de sus escritos retra- tindolo con buena luz. Aqui recordaremos la Historia de la Jornada del 20 de abril de 1851, (Santiago, 1878), cuyo cap. Ill constituye en su mayor parte un retrato de Bilbao del mas vivo colorido i de gran exactitud.

528 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

vista Catolica dio la voz de alarma, se produjo un impulse de indignacion contra aquel escrito i contra su autor, que iba a tomar grandes proporciones. La autoridad eclesiastica, re- presentada cabalmente en esos dias por un tio carnal de Bil- bao, nombro una comision encargada de estudiar el articulo de este para lanzar sobre el un edicto condenatorio i^. Se man- do predicar en todas partes, para senalar las abominables doctrinas que se trataba de propagar, i para condenarlas i refut arias i^J En la prensa periodica se publicaron numero- sos articulos, notables por su vaciedad i por su pobrisima li- teratura, pero que revelaban esa ceguera del mas cerrado fa- natismo, contra la cual no hai discusion posible. Solo en El Siglo se dieron a luz algunos articulos para defender a Bilbao i sus doctrinas de las imputaciones de que se les hacia objeto. En ellos se sostenia que ese joven, que la prensa clerical i de- vota se empeiiaba en presentar como corrupter del pueblo, era por su moralidad, por sus costumbres i por sus virtudes de f amilia i de sociedad, un verdadero modelo de correccion i de honorabilidad.

10. Desde octubre de 1843 desempenaba el cargo de vicario capitular dele- gado el canonigo don Bernardino Bilbao, tio de don Francisco, i hombre de acentuado espiritu relijioso. Estos sucesos le causaron la mas penosa impre- sion; pero aunque desaprobaba con toda su alma la conducta i el escrito de su sobrino, no se dejo llevar a los excesos que se pretendian de el. Asi, cuan- do se le exijio que lanzara un edicto condenatorio de aquel escrito, el vicario ■capitular se limito a nombrar una comision compuesta fpor los presbiteros -don Jose Ignacio Victor Eizaguirre, secretario del arzobispado, i don Justo Donoso, para que informaran sobre el particular. Parece que ese informe no se dio nunca, creyendose castigado el delito imputado a Bilbao con las sen- tencias del jurado i de la corte suprema de que hablaremos en seguida.

Habiendose aunciado que varios curas de la ciudad i de los campos se pre- paraban a escomulgar solemne i aparatosamente a don Francisco Bilbao, el vicario dicto, el 24 de junio de 1844, un edicto por el cual prohibia a los curas hacer tales escomuniones sin preceder orden del prelado. Este edicto -esta inserto en el Boletin eclesidstico , tomo I, paj. 150.

11. Esta orden se estendio particularmente a las casas de educacion, i se cumplio con todo celo. Yo era entonces interno en el Instituto nacional; i recuerdo que todos los alumnos fuimos reunidos en la gran capilla del esta-- Tblecimiento, donde el capellan, que era un padre agustino, llamado frai Jose Santos Valero, pronuncio una platica en refutacion de las doctrinas de 3ilbao. Como se cbmprendera sin dificultad, la gran mayoria de los oyentes no- entendia una palabra del asunto de que se trataba.

CAPfTULO SESTO 529

Los adversaries de Bilbao, como se ve, parecian empeiia- dos en dar a este una gran notoriedad. Como si todo aquello no bastase para conseguir ese objeto, se resolvio acusarlo ante el jurado, sin pensar que un juicio de imprenta, necesa- riamente publico, habia de granjear, cualquiera que fuese su resultado, una inevitable popularidad al joven escritor. En aquellos dias se contaba que en los circulos de gobierno ha- bia habido casi unanimidad de pareceres en favor de la acu- sacion; i que los que la impugnaron no pudieron hacerlo sine mui debilmente.

El acusador debia ser el fiscal de la corte de apelaciones. Desempenaba interinamente este cargo don Maximo Mujica, abogado joven, de un talent o claro, que con limitados estu- dios, pero con gran practica en las tareas de los tribunales, habia adquirido un notable criterio juridico. Con motivo de los sucesos que vamos contando, se le ha presentado como un fanatico intolerante, i casi como un inquisidor. Nada hai mas distante de la verdad. Mujica era esceptico en materias de relijion; pero profesaba una distancia invencible por todo lo que significara innovaciones de caracter social. Para el los filosofos que se habian ocupado de tales cuestiones, i de que se hablaba sin conocerlos, eran insensatos si no malvados, i los que, como Bilbao, pretendian seguirlos en estos paises, no pasaban de ser locos, a los cuales era preciso reprimir opor- tunamente, porque podian hacerse peligrosos. De todo eso se reia Mujica con mui buen humor i con no poco gracejo. Por lo demas, ese tipo era frecuente entre los hombres de su jeneracion; i solo ha comenzado a desaparecer, o a lo menos a modificarse, con el mejoramiento de los estudios, o mas pro- piamente con la iniciacion de los estudios cientificos.

La acusacion fiscal fue presentada el 13 de junjo al juzga- do del crimen, que desempenaba don Ambrosio Silva Cien- fu3gos. El articulo de El Crepusculo era acusado por tres cau- sales: blasfemia, sedicion e inmoralidad. El primer jurado, reunido el 17 de junio, declaro, sin dificultad, que habia lu- gar a formacion de causa. Estos accidentes, trasmitidos al publico por uno de los diarios de la capital {El Siglo), man-

TOMO XIV. 34

530 TIN DECENIO DS LA HISTORIA DE CHILE

tenian i estimulaban la excitacion de la juventud. En efec- to, si el escrito de Bilbao le habia atraido la execracion del clero, si entre la jente calificada de seria por su edad i por su posicion social, se habia producido un movimiento de marca- da desaprobacion, i si aun alguno de los hombres que habian figurado a la cabeza del partido liberal o pipiolo, negaban toda solidaridad con aquel, la juventud lo aclamaba con gran- de entusiasmo, elevandolo al rango de un reformador. En esas condiciones de la opinion publica se iba a verificar el ju- rado que debia condenar o absolver el escrito de Bilbao 12.

Abriose este el jueves 20 de junio a las diez i media de la manana, en la sala, relativamente estrecha, de un juzgado del crimen, situado a la entrada de la carcel publica, donde hoi se levanta la casa municipal de la ciudad. Desde tempra- no esa sala estaba ocupada por mucha jente; i en el portal de la cdrcel i en la plaza se hallaban apretados grupos de cu- riosos. Contra lo que debia esperarse, en aquella concurren- cia dominaban, por su numero i por su entusiasmo, los ami- gos de Bilbao. Cuando este llego i paso a tomar el asiento que se le destinaba, fue saludado afectuosamente por muchas personas, lo que debio confortar la entereza que venia demos- trando en todas las tramitaciones del juicio.

Segun las publicaciones de la prensa de aquellos dias, i se- gun el testimonio de testigos dignos de credito, el debate en aquel jurado, si bien mui animado i ardiente en varios pa~ sajes, no tuvo en realidad nada de notable. Los asistentes a ese jenero de espectaculos pudieron darse cuenta ahora de la falta de aquella elocuencia que en setiembre del ano anterior desplegaron el acusador i el acusado en otro juicio de imprenta i^. En est a ocasion Mujica leyo la acusacion.

12. Uno de los amigos de Bilbao, se habia ofrecido para hacer su defensa en el jurado. Era este don Francisco de Paula Malta, hermano mayor de don Manuel Antonio i de don Guillermo, abogado joven i animoso i uno de los escritores de El Siglo. Segun un articulo publicado por el mismo en este diario, se vio obligado a desistir de ese intento por mandato terminante de su padre.

13. Vease mas atras, cap. V. § i. la resena'que hemos hecho del jura- do entre Garcia del Rio i Olaneta.

CAPfTULO SESTO 531

insistiendo en algunos puntos, dando a otros mayor desarro- llo, i pidiendo la aplicacion del maximo de la pena por cada uno de estos tres capitulos: blasfemo,>inmoral i sedicioso. La defensa de Bilbao carecia de todo car act er de alegato juridi- co, o de algo dirijido a ilustrar la razon i a producir el con- vencimiento. Era una esposicion de vaguedades, en frases no siempre claras, i que podrian considerarse de efecto, si en ellas se descubriera mas alcance; pero que entonces de- bieron causar una gran impresion en el auditorio que se ha- llaba reunido. Bilbao sintetizaba la cuestion i su defensa, en- tablando el parangon entre el i su acusador, seiialando a este como el representante de un pasado ominoso que se desploma, i a si mismo, como «una frente bautizada en el crepiisculo que se alza». En medio de las interrupciones, ora del acusador, ora del juez, Bilbao conserve su entereza, contestando a todo con frases en cierto modo apocalipticas, que repetian con insistencia esas ideas sobre el pasado que se hunde i el porve- nir que se levanta i^.

La defensa de Bilbao habia sido a todas luces deficiente; pero cualquiera que ella hubiese sido, su condenacion era inevitable. Los hombres que componian el jurado creian un deber includible de su parte poner atajo inmediato i resuelto a la propagacion de ideas que segun la opinion corriente, po- dian producir un cataclismo social. El fallo del jurado, que absolvia a Bilbao de la acusacion por sedicioso, lo condenaba en el maximo de la pena, es decir en una multa de 600 pesos por cada uno de los otros delitos que habian provoca- do la acusacion, es decir por blasfemo i por inmoral. Se ha hecho notar algunas veces que todos o casi todos los jueces que juzgaron a Bilbao eran de filiacion conservadora. El co-

14. El Crepusculo del 1,° de julio publico una resefta de ocho pdjinas de debate en el jurado de 20 de junio. Aunque alii se prometia una esposicion completa de todo aquello, la desaparicion de aquel periodico no permitid cumplir esa promesa. Por lo demas, la reseiia publicada ocho dias despues del jurado, i arreglada, no cabe duda, por el mismo Bilbao, o con su intervencion directa, basta para apreciar lo que alii pas6. i para reconocer que la discu- sion carecio de toda importancia.

532 TIN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nocimiento que tuvimos con un gran numero de los hombres de aquella jeneracion, nos autoriza ampliamente para afir- mar que Bilbao habria sido igualmente condenado por un tribunal compuesto de pipiolos, porque es.tos, con mui pocas escepciones, profesaban sobre estas materias las mismas ideas que sus adversaries tradicionales. Solo las nuevas jeneracio- nes prestaban apoyo a esta evolucion de las ideas que habia comenzado a hacerse sentir el dia del entierro de don Jose Miguel Infante.

Bilbao no tenia recursos para pagar esa multa, i habria tenido que sufrir la pena de seis meses de prision que la lei consideraba equivalente. El publico cubrio aquella suma por medio de erogaciones recojidas de un modo apresurado en cantidades relativamente pequenas. El jurado se habia es- tendido hasta cerca de las dos de la tarde, i hasta esa hora se- guia atrayendo jente a todos los alrededores de la carcel. Al salir a la plaza, Bilbao fue recibido como verdadero triunfa- dor, en medio de los aplausos i vitores de una concurrencia de millares de personas, en que si bien dominaban por su nu- mero los jovenes estudiantes, se encontraban algunos caba- lleros de otras condiciones, i muchos hombres del pueblo de la clase de artesanos. Los adversaries de Bilbao, que, segun se decia, estaban preparados para hacer manifestaciones de otro orden, se habian visto forzados a abandonar el campo; i por esto no hubo choques que hubieran causado mayor per- turbacion. El heroe de esa Jornada, joven de veintiun afios, era Uevado en triunfo, ardientemente aclamado, mientras que la excitacion del debate, i la emocion producida por esos aplausos parecian haber debilitado sus fuerzas. El doctor don Guillermo Blest, uno de los medicos mas afamados de la ciudad, i profesor en la escuela de medicina, testigo de aque- lla escena, abrazo afectuosamente a Bilbao, lo condujo a un cafe vecino (donde hoi se levanta el palacio arzobispal) i le hizo servir vino para confortarlo. La compacta muchedum- bre que acompanaba a Bilbao entre vitores i aplausos, des- pues de recorrer varias calles de la ciudad, i una seccion de la Alameda, no comenzo a disolverse sino cuando lo hubieron

CAPfruLO SESTO 533

dejado en su casa (situada en la calle de Agustinas, entre Mo- rande i Teatinos).

A pesar de la condenacion de Bilbao i de la fuerte multa que habian pagado sus amigos, el triunfo de este era indis- cutible i estrepitoso. Por mas que los pulpites hubieren tro- nado en contra suya, i que la prensa periodica, o a lo menos la mayor parte de ella, lo hubiese colmado de^denuestos i de ultra] es, la verdad es que Bilbao habia conseguido conmover la';opinion, i atraerse las simpatias de la parte mas movediza i ardorosa del publico. Los adversarios de Bilbao, el clero, el fiscal acusador, los jurados que pronunciaron la condenacion de aquel escrito, debieron, dentro de la lojica, reconocer el gravisimo error que habian cometido al provocar i sostener esa acusacion, cuyos resultados no podian ser mas contrarios al objeto que se proponian. Sin embargo, por una inconcebi- ble ceguera, aquellos hombres persistieron por nuevos actos en el mismo plan de conducta, creyendo anonadar por com- plete a Bilbao i al partido que se formaba en torno suyo, i en realidad haciendo cuanto estaba en su poder para aumentar el credit Oji la popularidad de estos.

En efecto, el 24 de junio el fiscal Mujica se presentaba al juzgadojpidiendo que se decretase la destruccion piiblica de cuanto ^ejemplar^se_hallase del escrito acusado i condenado. Comoj]eljjuez"se escusase de tomar tales medidas por cuanto la lei no disponia nada al respecto, Mujica recurria a la corte suprema de justicia; i est a daba el 2 de julio una sentencia que la historia debe recordar como muestra de las ideas ve- tustas de^otra era, cobijadas todavia en aquel alto tribunal. En^cumplimiento de una lei de Indias que se referia a los li- bros hereticos o contrarios a la autoridad real que los corsa- rios holandeses solian introducir en las colonias del rei de Es- pana en los siglos XVI i XVII i^, mandaba que los ajentes

15. 'La,' lei a que se refiere la sentencia, es la 14. titulo XXIII, lib. I del c6digo de Indias. Esa lei es la reproduccion de una cedula espedida por Fe- lipe III, ^en II de febrero de 1609, que dice asi: «Porque los herejes piratas (holandeses), con ocasion de las presas i rescates, han tenido alguna comuni- cacion en los puertos de Indias i esta es mui danosa a la pureza con que nues-

534 TTN" DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

subalternos de la justicia recojieran todos los ejemplares que se hallasen del escrito de Bilbao, para ser entregados al fue- go, en presencia del juez i por mano del verdugo ^^. Asi se efectuo, en efecto, pero no en la plaza publica, donde se^ha- brian producido tumultos o des6rdenes,^sino en el patio inte- rior de la carcel. Los promotores, autores i ejecutores de aque- 11a sentencia no podian imajinarse^que cuando ellosseaf ana- ban con tanto'empeiio por anonadar para siempre a Bilbao i su obra, estaban en efecto trabajando por la gloria de este, dando una vasta popularidad a sus ideas, i preparando las numerosas ediciones que se ban hecho de un escrito sin valor filosofico o literario que entonces habria pasado casi desaper- cibido, i que hoi estaria absolutamente olvidado sin la perse- cucion insensata de que se le hizo objeto.

El mismo dia 24 de junio celebraba el consejo deja Univer- sidad una sesion estraordinaria, a peticion del decano de le- yes don Mariano Egana. Hombre ilustrado e intelijente, como hemos dicho en otras ocasiones, venia, por un deplorable es- travio de criterio, fruto del fanatismo relijioso i de resabios de la educacion de otra epoca, a servir a la glorificacion de Bilbao, creyendo candorosamente dar a el, a sus doctrinas i a sus parciales, el golpe de gracia . Pedia Egaiia que Bilbao fuera separado de los cursos de estudios legales del Instituto, que lo fuesen igualmente los estudiantes de mas de quince afios de ed^d, que hubiesen aplaudido a Bilbao, en aquella Jornada, que se investigara la conducta observada por los alumnos de ese i de los otros establecimientos de ensefianza el dia del jurado, i que se suspendiera al profesor Blest hast a que se justificara del cargo formulado por la voz publica so- bre haber acompanado i amparado a aquel en los momentos

tros vasallos creen i tienen la santa fe catolica, por los libros hereticos i pro- posiciones falsas que esparcen i comunican a jente ignorante. Mandamos a los gobernadores i justicias i rogamos i encargamos a los arzobispos i obispos de las Indias i puertos de ellas que procurer! recojer todos los libros que los herejes hubieren llegado o llevaren a aquellas partes, i vivan con mucho cui- dado de impedirlo.»

16. Esta celebre sentencia ha sido muchas veces publicada. El lector pue- de verla en los Recuerdos liter arios de Lastarria, paj. 286, edicion de Leipzig.

CApfruLO SESTO 535

en que era vitoreado en la plaza publica. Solo dos de los miembros del consejo no se mostraron en perfecto acuerdo, i eso mui debilmente. El decano de matematicas, don Andres Antonio de Gorbea i7^ hombre intelijente, espiritu liberal, trato de moderar algunas de esas exijencias, al mismo tiempo que don Andres Bello se oponia a que se tomaran medidas violentas i de rigor contra los jovenes que habian vitoreado a Bilbao, «porque estas, segun lo ha demostrado, decia, la esperiencia de todos los tiempos, siempre han producido el efecto contrario de aquel que se ha esperado de ellas». Las re- soluciones tomadas por el consejo, dieron orijen a muchos tra- mites que seria largo e innecesario esponer. La unica que se hizo efectiva fue la separacion de Bilbao de las clases de de- recho del Instituto i^; i aun esta habria sido mui probable- mente revocada, si aquel hubiera permanecido en Santiago. Pero «despues del triunfo», asi decia Bilbao cuando recordaba la Jornada del 20 de junio, se habia trasladado a Valpa- raiso, donde su padre dirijia un diario de su propiedad (La Gaceta del comer do), i en octubre siguiente se embarcaba con rumbo a Europa.

La autoridad eclesiastica, hemos dicho, no habia lanzado en los primeros dias censura solemne contra el escrito de Bil- bao, i contra el periodico que lo dio a luz. Los espiritus mas exaltados murmuraban en sus conciliabulos contra el vicario delegado don Bernardino Bilbao, atribuyendo a sus senti- mientos de familia, el que no hubiese cumplido, decian, con los deberes de aquel cargo. Pero a principles de julio reasu- mia sus funciones el vicario capitular don Jose Ale jo Eiza- guirre, elevado ahora al rango de arzobispo electo, i su pri- mer acto fue encaminado contra la prensa. El 13 de julio pu- blicaba un edicto solemne por el cual prohibia la publicacion de un periodico literario de la filiacion de El Crepusculo, que

17. Vease Hist. Jeneral de Chile, torn. XIV, paj. 534.

18. Los documentos en que estan consignados estos hechos con pormeno- res en que no nos es posible entrar, estan publicados en la historia del Insti- tuto nacional, por don Domingo Amunategui Solar, tomo II, pajs. 686-96^

536 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

sin embargo siguio publicandose durante algunos meses ^^. Ese periodico, de mui poco merito, circulo en man'os de los jovenes i de los estudiantes.

La opinion emitida por don Andres Bello acerca del efecto contrario que producen las medidas violentas de represion, fue confirmada por la marcha natural de los acontecimien- tos. Las censuras i condenaciones de la prensa, pronuncia- das porel jurado, o por los aparatosos edictos del metropolita- no, no produjeron, en manera alguna, el resultado que se ha- bia creido alcanzar. En el mes de agosto, se trababa en los periodicos de Santiago i Valparaiso una ardiente polemica so- bre tolerancia relijiosa i libertad de cultos, que inquieto mu- cho los espiritus. El clero, que no habia tolerado nunca que se hablase de tales cosas, pudo ver que al traves de la atmos- fera de fanatismo que pesaba todavia sobre la sociedad chi- lena, las ideas fundamentales de la sociedad moderna comen- zaban a abrirse paso.

Pero un hecho de mui distinto orden, i en cierto modo de caracter particular, vino a demostrar las tendencias de reac- cion contra el espiritu de intolerancia en materias relijiosas. El 24 de junio de 1844, cuando don Mariano Egana pedia en el consejo de la Universidad medidas de represion contra Bilbao, sus amigos i parciales, senalaba nominativamente a don Vicente Fidel Lopez, como un propagandista de ideas

19. Como no fuera' posible continuar la publicacion de El Crepusculo, sus directores emprendieron a principios de julio la de otro periodico titulado El Clarin. Apenas publicado el prospecto, lanzo el arzobispo electo el edicto de que hablamos arriba <<Si en todo tiempo, decia, debemos levantar nues- tros ojos al cielo, nunca necesitamos hacerlo con mas fervor que en el pre- sente, cuando la doctrina catolica se ve combatida en la Iglesia de Chile por algunos fieles que abjurando los principios relijiosos en que fueron imbuidos, quieren minar por sus cimientos la creencia primitiva. . . Creiamos que con haber sido condenados piiblicamente, abandonasen sus pretensiones; pero vemos con dolor que lejos de eso, tratan de mudar ropaje; i tomando la de- f ensa de la relijion, quieren atacarla mas impunemente». I despues de dis- cutir el caracter i los limites de la libertad de imprenta, el arzobispo electo prohibia la lectura de El Clarin «bajo las penas espirituales que impone la iglesia, como son la separacion del cuerpo eclesiasticOj i la de ser reputado por miembros divididos de la union con Jesucristo.» Este edicto esta publi- cado en el Boletin eclesidsiico, tom. I, pajs. 15 1-54.

CAPfrULO SESTO 537

subversivas, a quien era preciso reprimir con toda severidad. Era este un caballero arjentino, emigrado' a Chile a conse- cuencia de las revoluciones en su patria, hombre de varia- da ilustracion literaria, que aqui escribia en la prensa perio- dica, i que en un modesto colejio particular (El Liceo) que rejentaba con don Domingo Faustino Sarmiento, era profe- fesor de historia i de literatura. El consejo bajo el concepto de que era dudoso que sus facultades lo autorizasen para to- mar medidas contra un profesor de la ensefianza libre, apla- z6, o mejor dicho, rechazo la proposicion de Egaila. El afio siguiente, el mismo Lopez era llamado por la facultad de filo- sofia i humanidades de aquella Universidad a llenar la vacan- te que en ella habia dejado el deplorable fallecimiento de don Francisco Bello, el hi jo ilustre del sabio rector de esa corpo- racion 20. La parte mas ilustrada de la opinion pubhca vio

20. Don Vicente Fidel Lopez, nacido en Buenos Aires en 1816, era hija imico del doctor don Vicente Lopez i Planes, jurisconsulto i poeta, autor del himno nacional arjentino i de otras poesias patrioticas, i presidente de la suprema corte de justicia de esa ciudad. Aunque la posicion de este cerca de R6zas era mui favorable, su hijo, cuyo espiritu ardoroso no podia avenirse a soportar tranquilo el despotismo imperante, abandon© su casa, i se mezcl6 en la revolucion de 1840, por cuyo motivo tuvo que emigrar a Chile. Despues de haberse ensayado en el periodismo, Lopez quiso consagrarse a la ense- fianza; i asociadacon Sarmiento, fundo un colejio llamado el Liceo, que tuvo corta vida.A fin de demostrar su competencia para el profesorado, rindio en mayo de 1845 , las pruebas para obtener el titulo de licenciado en humanida- des, leyendo al efecto, un discurso sobre los resultados con que los pueblos antiguos han contribuido a la civilizacion moderna, que demuestra vapedad de conocimientos, i que entonces llamo la atencion entre los hombres de al- guna ilustracion.

Lopez fue elejido miembro de la facultad de filosofia i humanidades, el 24 de Julio de 1845. Asistian a la sesion don Andres Bello, don Antonio Garcia Reyes, don Ventura Blanco, don Manuel Talavera, don Domingo F, Sar- miento, don Miguel de la Barra, don Rafael Minvielle i don Ventura Cousi- ilo. Lopez fue elejido por cinco votos (los de los cinco individuos nombrados en primer lugar en la nomina anterior). Los otros tres votos fueron dados a don Miguel Pinero, tambien emigrado arjentino, escritor de talento, que mu- ri6 mui poco despues de tuberculosis.

Por encargo del gobierno, Lopez preparo dos libros elementales, un Com- pendio de historia de Chile que durante algunos aflos fue usado en las es- cuelas, i un tratado de bellas letras (retorica) que no fue usado nunca en la ensefianza.

538 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

en este hecho una protesta contra las acusaciones de que Lo- pez habia sido objeto, al paso que los acusadores de Bilbao de sus amigos vieron en esa eleccion una ofensa a los senti- mientos relijiosos.

§ 5. DeSPUES de INJUSTIFICADOvS aplazamientos, se san- CIONAN LOS HONORES ClviCOS PEDIDOS POR EL GOBIERNO PA- RA LAS MEMORIAS DE O'HiGGINS I DE InFANTE; TARDANZA

PARA CUMPLIR ESAS LEYES. El afio 1844 se alcanzo un pro- greso de cierta consideracion en la vida politica de la Repu- "blica. Por primera vez se establecio en nuestro congreso un servido taquigrafico regular i const ante. Se queria dar ma- yor publicidad a los debates parlamentarios, dejando consig- nadas las opiniones emitidas en ellos, como comentarios es- plicativos de las leyes que se discutian. El Progreso publicaba en suplementos o alcances, los boletines detallados de las sesiones de ambas camaras, reproducidas en estenso, i al pa- recer, con bastante fidelidad.

El examen de aquellos boletines revela una grande este- rilidad parlamentaria. Se encuentran, es verdad, las discu- siones suscitadas por proyectos sobre abolicion del estanco i tablecimiento de un banco nacional; pero ellas dejan ver mui poca preparacion en sus promotores, i esplican el fracaso que aquellos esperimentaron. Se trato de fijar i deslindar los de- rechos del Estado i de los propietarios colindantes a los terre- nos abandonados por el mar, pero este negocio de dificil so- lucion, ilustrado en el senado con gran ciencia juridica por don Andres Bello, no vino a ser solucionado sino cinco aiios mas tarde, por una lei de agosto de 1849.

Por entonces, fue motivo de larga discusion en la camara de diputados el proyecto de lei presentado por el presidente de la Republica en 2 de diciembre de 1842 para tributar ho- nores civicos a la memoria del jeneral O'Higgins. En el se- nado, ese proyecto fue aprobado sin retardo; i aun merecio que se agregase a los honores propuestos, la idea de la ereccion de una estatua, que fue igualmente aprobada. En la camara de diputados, aquel proyecto, siempre aplazado, llego al mes de junio de 1844 sin haber merecido la aproba-

CAPfTULO SB3TO 539

cion. Es penoso recordar algunas de esas discusiones que no hablan mui alto de la ilustracion ni del criterio que se hacian valer. Don Pedro Palazuelos i algun otro diputado se oponian a los honores propuestos a la memoria de O'Higgins, i sobre todo a la ereccion de una estatua, ya porque bajo el gobier- no de este habian sufrido muchas personas que no verian con buen ojo ese monumento, ya porque habiendo muchos hom- bres que habian prestado servicios en la revolucion de la in- dependencia, seria necesario levantarles monumentos a to- dos, ya, por fin, porque no habia en Chile quien pudiera eje- cutar una obra de esa clase, i que encargada a Europa, saldria mala. El buen sentido de la camara desecho esta argumenta- cion; i el 21 de junio el proyecto quedo aprobado sin modifi- cacion alguna, i con una mayoria, que casi equivalia a la una- nimidad. Sin embargo, aunque el presidente sanciono la lei con fecha de 13 de julio (1844), se dejaron trascurrir mas de veinticinco anos sin que se le diera cumplimiento. Los restos mortales de O'Higgins fueron repatriados en enero de 1870; i la estatua que se le erijio en la Alameda en 1872, fue cos- teada en la mayor parte de su importe por una suscricion popular 21. .

Menos afortunado todavia anduvo el proyecto en que el presidente de la Republica proponia honores civicos a la me- moria de don Jose Miguel Infante. El fanatismo relijioso, sin tomar en cuenta los grandes servicios de este ilustre pa- triota i sus innegables virtudes, habia tratado de mover los espiritus en contra suya; i el proyecto del gobierno, aspira- cion de la justicia publica, fue aplazado durante tres afios. Solo alcanzo la sancion definitiva por una lei de 14 de julio de 1847. I 3- pesar de todo, aquella lei no ha tenido hasta aho- ra un cumplimiento cabal i completo.

§ 6. Desconocimiento de nuestro pasado que dejan

21. En el libro publicado en Santiago, en 1872, sobre los hechos aqui re- cordados, con el titulo de La corona del Mroe, se hallaran las noticias i docu- mentos referentes a la repatriacion de los restos de O'Higgins, i ereccion del monumento, asi como muchas piezas de valor historico, junto con una buena biografia que fue escrita por don Benjamin Vicuna Mackenna.

540 Vm DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

PRESENTIR AQUELLOS APLAZAMIENTOS; PRIMEROS ENSAYOS

DE carActer hist6rico. En esta conducta habia una bue- na parte de neglijencia de las autoridades para cumplircon el mandate de la lei cuando no habia deudos interesados en exijirlo. Pero, tambien entraba por mucho un desconocimien- to inconcebible de los hechos grandes o pequenos de un tiem- po que no se podia llamar lejano. Los hombres de aquella jeneracion, separados solo por un cuarto de siglo de la epope- ya revolucionaria, muchos de ellos testigos de una parte de esos sucesos, i viviendo en torno de los autores mas o menos principales, tenian sobre aquellos grandes acontecimientos nociones incorrectas i desordenadas, i en todo caso, mucho menos completas que las que tienen los hombres de la jene- racion preeente. Este fenomeno, que al enunciarlo parece una chocante paradoja, se repite en todas partes, con mas o menos intensidad. Cuando se leen en la prensa chilena de esos tiempos, los articulos necrolojicos, o aquellos destinados a recordar algun aniversario, se encuentran casi siempre solo yaguedades sin noticias fijas i seguras i no pocas veces los errores mas estraordinarios e inconcebibles. Asi, entre los es- critos que entonces o poco mas tarde se destinaron a recor- dar los servicios de Infante, no hai uno solo que revele cono- cimiento regular de los hechos, i de la personalidad moral de ese gran patriota.

Como hemos contado antes, algunos hombres de cierta ilustracion se habian preocupado de procurar un cambio a ese estado de la opinion. En 1839, los profesores del Institu- te nacional habian formado una asociacion empenada en reunir i ordenar documentos historicos, sin conseguir otra cosa que procurarse unas pocas piezas desligadas que no era posible organizar. Poco mas tarde, al disponerse la organiza- cion de la Universidad de Chile, se establecio por un articulo de la lei que cada ano, un miembro de la corporacion, desig- nado por el rector, prepararia un discurso sobre algun acon- tecimiento de la historia nacional, fundando su relacion en documentos autenticos. Casi al mismo tiempo, la sociedad de agricultura, disponia la ejecucion de un trabajo de ese

CAPfrULO SESTO 541

orden, que no tardo en ser realizado, i que dio orijen a mui ardientes discusiones.

Este trabajo seria una biografia del jeneral don Bernardo O'Higgins, que, como se recordara, era miembro honorario de aquella asociacion. El encargo fue confiado al canonigo don Casimiro Albano, que si bien habia conocido intima- mente a O'Higgins desde la ninez 22^ i habia sido contempo- raneo i testigo de los grandes acontecimientos de la revolu- cion, no tenia sobre ellos noticias mas fijas i ordenadas que el comun de las jentes. Carecia, ademas, el canonigo Albano de la preparacion literaria para disponer un libro medianamen- te ordenado. A pesar de todo, i despues de una tarea de mas de un afio, la sociedad de agricultura hacia imprimir a sus espensas, en los primeros meses de 1844, un volumen de mas de 260 pajinas entre testo i document os.

Ese volumen Ueva el titulo de Memoria del Excmo. senor don Bernardo O'Higgins. La vida publica de este, es decir sus servicios militares i politicos, no alcanzan a llenar la quinta parte de aquellas pajinas; i las noticias que acerca de ellos consigna, no se distinguen de las mas vulgares i conocidas, con algunos errores, i estan casi absolutamente desprovistas de la luz que se habria alcanzado con una lijera investjga- cion. Aun, en las otras partes de su libro, donde Albano ha- bria podido acumular datos utiles fundandose en sus recuer- dos, i en el conocimiento personal que debia suponerse de los hombres de su tiempo, aquellas pajinas son mas o menos va- cias, de tal suerte, que mui escasamente se puede recojer en ellas algun dato apreciable. En realidad, de aquel libro en que no se economizan los elojios al jeneral O'Higgins, no se des- cubre nada para conocer i apreciar la personalidad moral de este.

Faltando otros libros sobre la historia de la revolucion de la independencia, el del canonigo Albano habria debido 11a- mar la atencion, i encontrar muchos lectores. No sucedio asi,

22. O'Higgins habia pasado algunos afios de su niiiez en Talca, en casa de los padres del canonigo Albano. Vease la Historia Jeneral de Chile, tomo XI, paj. 565.

542 UN DECENIO DE LA HIST3RIA DE CHLE

sin embargo. Pero, en cambio, en algunas de sus pajinas tra- taba con singular dureza a personajes que habian dejado fa- milia, i que tuvieron ardorosos defensores. Las polemicas a que esos accidentes dieron orijen, sin descubrir datos nuevos que los ilustren, demostraban el conocimiento mui escaso i casi nulo que habia de los hechos, i las ideas que entonces se tenian jeneralmente, aun por los hombres que en esa epoca pretendian escribir acerca de la historia i de su mision de mo- ral i de justicia.

En agosto de ese ano, llegaron las primeras pajinas (una entrega de 120 pajinas) de la historia politica de Chile que don Claudio Gay habia comenzado a publicar en Paris. En ellas se pasaba en revista el reinado de los reyes catolicos don Fernando i dona Isabel enEspafia, los viajes de Colon i sus companeros i sucesores, el descubrimiento i conquista del Pe- ru, i apenas se contaban mui superficialmente los primeros sucesos de la historia propia de Chile. Aquellas pajinas, en jeneral de un merito literario superior al de la casi totalidad de los libros impresos o manuscritos que entonces corrian so- bre nuestro pasado, distaban sin embargo mucho de corres- ponder a su objeto, i de anunciar una historia digna de este nombre segun las exijencias de la critica razonada de este jenero de producciones. La prensa, a pesar de todo, recibio aquellas pajinas con marcada benevolencia, observando solo que la forma arcaica dada a la traduccion del manuscrito de Gay, debia cambiarse por otra mas natural i menos pre- tenciosa 23, Aquella obra que, por su estension i por la ma- nera como era preparada, habia de tardar algunos aiios para terminarse, no tendria influencia para hacer cesar el descono- cimiento de nuestro pasado. Pero la nueva Universidad de Chile estaba encargada de una mision de ese orden, i ella la lleno en cuanto le fue posible.

23. Como debe suponerse, no puede entrar en nuestro proposito el dar aqui noticia de la preparacion de la obra de don Claudio Gay, de la tarea confiada a su traductor, de como paso este luego a ser preparador i redactor de la his- toria, i de como fue necesario reemplazarlo por otro. Hemos contado todo esto con gran latitud de noticias en otro libro titulado, Don Claudio Gay, su vida i su obra (Santiago, 1876), pajs. 152 i siguientes.

CAPfrULO SESTO 543

§ 7. Primera reunion solemne de la Universidad de Chile; la memoria hist6rica de don Jos6 Victorino Las-

TARRIA, I LAS APRECIACIONES A QUE D16 OrIjEN. La Univei-

sidad de Chile llevaba un ano de existencia. Habia prepara- do varios reglamentos que comenzaban a ponerse en ejerci- cio con cierta regularidad; i se habia ocupado en algunas cues- tiones de orden administrativo, mas que de caracter cientifi- co. La Universidad no habia hallado por entonces la coopera- cion que esperaba en favor del trabajo intelectual. Al insta- larse en 1843, cada una de las cinco facultades, segun lo dis- puesto por la lei, habia propuesto temas para los premios que debian discernirse en el ano siguiente. Solo a dos de ellas, a las de medicina i de humanidades, se presentaron memorias (tres a la primera i una sola a la segunda) en aquel certamen, i ellas eran deficientes, e indignas de premios.

La facultad de filosofia i humanidades habia demostrado mas actividad que todas las otras i llevado a cabo en aquel aiio una reforma de caracter literario que entonces preocupa mucho la atencion, i que aunque fundada en principios de una sana i severa lojica, no fue jeneralmente seguida, decay 6 antes de mucho tiempo, i solo quedo subsistente una porcion mui reducida de ella. Tomando base en un notable articula publicado en Londres veinte anos antes por don Andres Bella i don Juan Garcia del Rio sobre ortografia castellana, don Domingo Faustino Sarmiento present© a la referida facultad una interesante memoria que fue materia de larga discu- sion. Como aquellos literatos, Sarmiento, desplegando mas ardor que ellos, rebatia animosamente los principios i prac- ticas seguidos en esta materia por los paises de lengua caste- llana, i sancionados por la real academia espafiola, i propo- nia las reformas que convenia introducir. Tendian todas ellas a simplificar i aun a hacer mas lojico i razonado el uso de cier- tas letras en la escritura; i Sarmiento las proponia i defen- dia con verdadero talento. Esas proposiciones, largamente discutidas en el seno de la facultad, fueron aprobadas en par- te considerable; i el consejo universitario, bajo la presiden-

544 ' "^ UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

cia de don Andres Bello, les presto igualmente su sancion 2*. La reforma ortografica fue puesta en ejercicio en las publica- ciones universitarias, en el periodico oficial, i en un gran nii- mero de las impresiones que se hacian en el pais; pero impug- nada aqui mismo por muchas personas, i no seguida en nin- guna de las Repiiblicas hermanas, no tardo en caer en desuso. La practica no ha respetado en realidad mas que dos acci- dentes de aquella reforma, contra los cuales no puede alega- se razon alguna atendible.

El 22 de setiembre (1844) celebro la Universidad la pri- mera sesion solemne anual prescrita por sus estatutos, con toda la solemnidad de que fue posible revestirla. Don Ramon Luis Irarrazaval, que, como veremos mas adelante, desempe- iiaba el mando supremo en el rango de vice-presidente de la Repiiblica, presidia la aparatosa asamblea. A su lado esta- "ban el arzobispo electo, don Jose Alejo Eizaguirre, i algunos -de los ministros de Est ado. El secret ario jeneraldela corpo- racion, don Salvador Sanfuentes, dio noticia de los trabajos de esta en una memoria tan prolija como discreta. Despues •de el, don Jose Victorino Lastarria, que a la edad de vein- tiocho alios se habia conquistado ya renombre de literato i de profesor, leyo la introduccion de la memoria historica que segun los estatutos de la Universidad debia presentar cada alio uno de sus miembros designado por el rector. Lastarria, -encargado de iniciar esa serie de trabajos destinados a pre- parar el estudio fundamental de la historia patria, no se ha- hia. sometido estrictamente a las prescripciones de la lei. En A^ez de un discurso, que era lo que se le pedia, presentaba un libro, i este ejemplo fue seguido por casi todos los que des-

24. Facilmente se comprendera que no es este el lugar de entrar en deta- lles sobre la reforma ortografica adoptada en Chile, en 1844, i sobre la cual se ha escrito tanto entonces i despues. A los que deseen conocerla en sus fun- •damentos i en su alcance recomendaremos el luminoso i bien dispuesto in- iorme que en 25 de abril de ese afio paso la facultad de humanidades al con- sejo universitario para darle cuenta de sus acuerdos. Es un documento a to- das luces notable, varias veces publicado en esa epoca i mas tarde, Ese in- iorme fue escrito por don Antonio Garcia Reyes, entonces secretario de la facultad de filosofia i humanidades.

CAPfTULO SESTO 545

pues desempenaron igaal encargo. Del mismo modo, en vez de referir uno o varios hechos de nuestra historia, Lastarria presentaba una disertacion de mui diverse jenero con el titulo de Investigaciones sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial de los espanoles en Chile. Como ese libro, poco conocido ahora, es el reflejo de las ideas que sobre his- toria tenian entonces no poca circulacion en Chile, estamos en el deber de consagrarle algunas lineas.

Cuando llegaron a Chile las primeras pajinas de la histo- toria politica escrita por don Claudio Gay, al lado de los gran- des elojios de que se le hizo objeto, se formulo una critica bastante singular. Se le reprochaba el haber adoptado para su obra el metodo narrativo, en vez del filosofico, que habia venido a reemplazarlo con tanto brillo i con tan buen re- sult ado 25. La lectura i la circulacion de algunos libros de je- neralidades historicas con los titulos de historia filosofica, de historia de la civilizacion, de historia constitucional, etc., etc* habia hecho nacer aqui, como en otras partes, la idea del des- cubrimiento de un nuevo metodo de estudiar i de escribir la ciencia de los hechos, sin conocer estos, ni los documentos sin los cuales no es posible apreciar de modo alguno los tiempos pasados, ni el desenvolvimiento social. Creiase que aquellos libros, que cuando son buenos, son el fruto de un gran saber i de largas meditaciones, i que no pueden escribirse sino sobre paises que tienen estudiado i preparado desde mucho tiem- po atras un enorme material historico, no exijian absoluta- mente el trabajo de invest igacion. Don Jose Victorino Las- tarria era el mas prestijioso sustentador de esas ideas sobre la ciencia de la historia. Estas tenian grande aceptacion en- tre los jovenes que entonces se iniciaban en la carrera de las letras o que formaban parte de la sociedad literaria 26. Don

25. Don Claudio Gay tuvo noticia por los periodicos, de estas observacio- nes que se hacian a su obra, i las rebatio victoriosamente en una carta que no estaba destinada a la publicidad, pero que merecia tenerla. Vease la Vida de Gay antes citada, pajs. 156-8.

26. Apelando a mis recuerdos, podria consignar aqui muchas noticias su- mamente curiosas sobre las ideas literarias de aquella jeneracion en que co-

ToMo XIV.— :3.'3

546 XJN DECENIO DE LA HISTOR3A DE CHILE

Francisco Bilbao profesaba las mismas doctrinas, i mas tar- da escribio sobre esta materia algunas pajinas en que no es facil hallar coordinacion e ideas concretas.

El libro de Lastarria, que es la obra de un hombre de ta- lent o es, sin embargo, la mejor demostracion del error fun^ damental de aquel pretendido sistema historico. Escrito con buenas formas literarias, inspirado por un espiritu realmen- te liberal, i dejando ver un proposito determinado, no da a conocer ni siquiera superficialmente nuestro pasado, ni nos ,suministra nocion alguna apreciable de lo que fue la colonia. Todo lector que recorra ese libro, reconoce sin tardanza la deficiente preparacion del autor, por la falta de noticias i de hechos conocidos i comprobados, i por la absoluta imposibi- lidad de fundar doctrina alguna sin conocerlos. La pretendi- da historia filosofica, aunque impugnada por don Andres

menzaba a jerminar el amor a las letras. Me limitare arecordar dos hechos quefreo sujestivos.

En 1859 trate con intimidad en Montevideo a don Vicente Fidel Lopez, que en sus conversaciones recordaba con interes muchos hechos de su resi- dencia en Chile. Contabame que en 1845, con motivo de una memoria pre- sentada por el a la Universidad, i que hemos recordado en otra nota, fueron. a verlo tres jovenes chilenos de la mejor condicion, que nombraba, para pe- dirle que les hiciera clase de filosofia de la historia. Lopez les dijo que era mucho exijir de el, que no se creia en estado de decirse profesor de tal mate- ria; pero que le seria agradable el hablar con ellos algunos dias sobre el particular. «Supongo, aiiadio, que ustedes tienen nociones jenerales de histo- ria universal*. «N6! contestaron ellos. Nosotros no queremos perder tiempo en esos fatigosos i aburridos estudios o lecturas de historia, sino aprender filo- sofia de la historia». Lopez agregaba con mui buen humor que la clase no ha bia pasado mas alia.

Algunos afios mas tarde, hablaba yo con uno de los individuos que habian formado parte de aquella sociedad literaria, i a quien estimaba mucho por sus excelentes dotes de caracter i aun de intelijencia. Recordaba el algunos hechos historicos de nuestro pais, con los errores mas inconcebibles. Freire, segun el, habia ganado la batalla de Chacabuco con una carga de caballeria, don Manuel Rodriguez habia tomado en Maipo el mando del ejercito porque San Martin estaba borracho, i Rodriguez habia alcanzado el triunfo. Como yo le observara que esos i otros hechos que recordaba, no tenian la menor verdad, que Freire no se habia hallado en Chacabuco, ni Rodriguez en Mai- po, me contesto con la mayor formalidad: «Yo.no me he ocupado nunca de estudiar hechos, que no conducen a nada. Yo no conozco mas que la filoso- ria de la historia.»

CAPiTULO SBSTO 647

Bello, con todo el poder de su prestijio i de su ciencia, tuvo entonces cierta boga entre la juventud, pero no tard6 en ha- cer crisis; i las subsiguientes memorias universitarias, aun- que de un merito mui diferente, pero apartandose casi todas de ese sistema, ban contribuido, a lo menos algunas de ellas, a echar las bases de la verdadera historia 27. Hoi, aquellas discusiones estan perfectamente olvidadas.

§ 8. Frustrado proyecto de poner las misiones de in-

FIELES A CARGO DE LOS PADRES JESUITAS. El ailO 1844, COmo

ha podido verse, fue de la mas completa tranquilidad politica. Ni los debates de las camaras, ni las discusiones de la prensa, en que sin embargo tomaba parte un diario de marcada opo- sicion a una parte del gobierno, producian la menor ajitacion. Chile continuaba gozando de la era de paz, de libertad i de tolerancia inaugurada por la presidencia del jeneral Bulnes. Todo hacia creer que habian desaparecido para siempre de nuestro suelo las turbulencias i revueltas; como habian des- aparecido las persecusiones i destierros, i los odiosos procesos pohticos, escarnio de la justicia, i pretest o de atropellos i ven- ganzas.

En el dominio eclesiastico hubo, si, ese aiio no poco movi- miento. La muerte de don Jose Miguel Infante, como conta- mos antes, habia sido causa de serias preocupaciones en el cle- ro; pero el celebre escrito de don Francisco Bilbao, que en otra ocasion habria pasado desapercibido, adquirio por el juicio de

27. Veinticinco anos despues de la publicacion de la memoria de Lasta- rria, se dio a luz otra sobre el mismo asunto, patrocinada igualmente por la Universidad, i a la cual se habria podido dar el mismo titulo. Nos referimos a Los precur sores de la independencia de Chile por don Miguel Luis Amuna- tegui. Pero este autor habia estudiado prolijamente los hechos en todos los cronistas, grandes i pequenos, en todas las leyes dictadas por los reyes de Es- paiia i en verdaderos millares de documentos tanto publicados como inedi- tos. Su libro, fruto de un gran saber i de un notable arte de esposicion, no es un conjunto de disertaciones de una inutil vaguedad, i apHcable a todos los tiempos i a todos los paises, sino el retrato fiel, Ueno de vida i de colorido de una situacion social que duro cerca de tres siglos, con pocas variaciones en BUS accidentes, pero con una notable uniformidad en su espiritu. Para nos- otros, la verdadera historia filosoiica se halla en los libros concebidos i pre- parados de esta manera.

548 FN DECENIO DE LA HISTOKIA DE CHILE

imprenta de que hemos hablado, la importancia de un acon- tecimiento que apasiono grandemente al clero i a una porcion considerable de los habitantes de Chile. Pero otros asuntos de caracter relijioso o eclesiastico preocuparon ademas, por en- tonces, la atencion del gobierno i del publico.

Fue uno de ellos una tentativa de restauracion legal de la compafiia de Jesus. Restablecida esta por una bula pontificia de 7 de agosto de 1814, i repuesta especialmente en los domi- nios del rei de Espana por la real orden de Fernando VII de 29 de mayo de 1815, renacio por entonces en la metropoli i en algunas de sus colonias, como Mejico ^; pero no pudo obte- nerse el mismo resultado en Chile, si bien habian regresado a este pais cuatro o seis Jesuit as de la epoca de la espulsion de 1767, que venian a morir en el seno de la patria. Fue iniitil que en 12 de marzo de 18 16, el doctor don Pedro Ovalle i Landa, en su caracter de procurador de ciudad, pidiera al cabildo de Santiago el restablecimiento legal de la Compaiiia. Ni el nu- mero de los individuos de esta, ni los escasos recursos del go- bierno i de la ciudad, ni la situacion revolucionaria del pais, permitian la realizacion de tal proyecto. Como debe suponer- se, mucho menos podia pensarse en ello, despues del triunfo de las armas de la patria i de la organizacion de un gobierno independiente.

Mientras tanto, en Espana, la compania de Jesus habia jer- minado prosperamente al amparo del absolutismo de Fernan- do VII, al cual prestaba una valiosa cooperacion. La Compa- iiia, reocupando una gran parte de las casas que le habian per- tenecido, llego a contar centenares de conventos, grandes o pequenos. La muerte de ese monarca iba a poner termino a la prosperidad credent e de aquella asociacion. Un decreto de la rejencia de 4 de julio de 1835, firmado por la reina madre dona

28. Puede verse en Alaman, Historia de Mejico desde 1808, tomo IV, pa- jinas 454-6 la relacion detallada del solemne restablecimiento de la Compa- iiia de Jesus en aquel virreinato, Uevada a cabo el 19 de mayo de 18 16, con rara solemnidad, i en virtud de orden espresa de Fernando VII, que manda- ba que se le devolvieran las propiedades secuestradas en 1767, que no hu- bieran sido enajenadas.

CAPfTULO SESTO 549

Maria Cristina, i por su ministro el celebre conde de Toreno, la declare suprimida a perpetuidad en todo el territorio de la monarquia. Los jesuitas debian abandonar el traje de tales, suspender toda comunicacion con los relijiosos de la misma orden de otros paises, i considerarse en el rango de clerigos seglares, en cuyo caracter percibirian una pension alimenticia de cinco reales vellon (25 centavos) diarios por cabeza, mien- tras no se les presentase otra ocupacion.M

Los jesuitas espanoles se repartieron por todas partes. Al paso que muchos aceptaban curatos en Espaiia, i que otros iban a reunirse a la corte del pretendiente, don Carlos, en ar- mas contra la reina, algunos buscaban asilo en el estranjero, o tendian la vista hacia America, donde esperaban hallar una favorable acojida. De la Repiiblica Arjentina, donde se esta- ba entronizando el tremendo despotismo de Rozas, se les hi- cieron insinuaciones alentadoras para que fueran a estable- cerse alii. En consecuencia, cinco de ellos se embarcaban siji- losamente en Cadiz. El 28 de mayo de 1836, se hacian a la vela para America; i el 8 de agosto siguiente estaban enfrente de Buenos Aires.

Segun su plan, los jesuitas se preparaban para desembarcar de incognito. Pero su arribo al puerto habia sido avisado, i el gobernador, el obispo, el clero i una gran parte del vecindario quisieron hacerles el mas ostentoso recibimiento, con repiques de campanas, fuegos de artificio i lluvias de flores; i hospedar- los en las mejores condiciones posibles. Los jesuitas corres- pondieron a esas manifestaciones colocando en sus pechos el mismo dia de su desembarco (9 de agosto) la cucarda roja con la inscripcion «Federacion o muerte», que debian llevar todos los verdaderos federales, es decir, los amigos, parciales i aplau- didores de Rozas. Antes de mucho tiempo se les puso en po- sesion del convento o colejio central de los antiguos jesuitas, i se les autorizo para abrir cursos de estudios. Rozas se mostra- ba dispuesto a entregar a los padres la ensenanza nacional en sus tres grados. Ellos, por lo demas, anunciaban que luego saldrian a catequizar a los indios barbaros del sur para redu- cirlos a la vida civilizada. No parece, sin embargo, que pusie-

550 TIN DECENIO DE LA HTSTORIA DE CHILE

ron mucho interes en estos ultimos trabajos, cuyos frutos, por lo demas, no se dejaron sentir. Tras de aquellos relijiosos, Ue- garon otros de la misma orden, que recibieron iguai acojida, lo que les permitio estenderse en otras provincias, donde fue- ron recibidos con el mismo favor.

El arribo de los jesuitas a Buenos Aires intereso mucho a las jentes piadosas en Chile. El arZobispo electo don Manuel Vi- cuna i otros eclesiasticos, se pusieron en comunicacion con ellos para pedirles que enviaran algunos relijiosos a este pais, donde serian bien recibidos, i donde hallarian una ventajosa situacion. Entre las numerosas propiedades que los jesuitas habian poseido en Chile antes de la espulsion, i que fueron vendidas por orden del rei, habia algunas, se decia, que ha- bian pasado por testamento a manos de sus actuales posee- dores, con la condicion de devolverlas a la compailia de Jesus si esta fuere restablecida. La llegada de los jesuitas a Chile, se agregaba, seria seguida de la devolucion de esas propiedades. Ademas de eso, el gobierno se habia reservado algunas iglesias i conventos de la antigua Compailia; i todo dejaba esperar que estos serian entregados a los relijiosos que vinieran ahora. Esas cartas fueron enviadas a Roma para ponerlas en cono- cimiento del padre jeneral; pero por entonces no se tomo nin- guna determinacion 29. Ese intervalo fue aquel en que el di- putado don Pedro Palazuelos presento el proyecto de restau- racion de los jesuitas, que obtuvo un resultado tan poco hala- gador 30.

A principios de 1843 llegaban a Santiago por la via de la Cordillera los padres Cesareo Gonzalez e Ignacio Gomila. Des- de el tiempo de la espulsion de la compania de Jesus de los dominios del rei de Espafia (1767), no se habian visto en nues- tro pais relijiosos de esa orden, porque no pueden llamarse tales los cuatro o seis viejos que en caracter de simples pres- biteros, i sin hacer vida conventual, habian obtenido permiso

29. La Compania de Jesus restaurada en la Republica Arjentina i Chile, el Uruguai i el Brasil, por el P. Rafael Perez, relijioso de la misma orden (Bar- celona, 1901), pajs. 131 i 132.

30. YediSQ\osPreliminares,CdL^.lll, §3.

CAPfTULO SESTO 551

del rei para terminar sus dias en el suelo de su patria. La tra- dicion, alimentada por leyendas jeneralizadas en todos los ordenes sociales sobre las riquezas i habilidades de los jesui- tas, los revestia de caracteres i condiciones singulares, talento, ilustracion, gran ciencia del mundo, i de un arte prodijioso para imponerse, dominar a los demas, i obtener todo lo que querian. Los padres Gonzalez i Gomila eran mirados como una novedad en que el vulgo creia descubrir algo de misterioso. Las autoridades eclesiasticas, el gobierno mismo, i muchas de las familias mas acaudaladas i de mejor posicion, los recibie- ron con particular favor. Algunas de estas ultimas les hicieron obsequios de cierta consideracion para estimularlos a fijarse en Chile.

Los dos padres jesuitas se dedicaron a predicar en las mi- siones de cuaresma. Era el tiempo en que el gran cometa de 1843 ofrecia a los predicadores un recurso admirable para la facil demostracion de que la colera celeste estaba a punto de caer sobre los hombres para castigarlos, como lo merecian sus pecados. Aquellos dos predicadores, que seguramente se des- empefiaban mejor que los del pais, atrajeron mucha jente a sus platicas en varias iglesias de la ciudad, i merecieron ardo- rosos elojios en la prensa de esos dias. En el clero, en los circu- los sociales i en los consejos de gobierno, se trataba de utilizar los servicios de los jesuitas, procurandoles ocupaciones con- formes a su instituto. Tras de los padres Gonzalez i Gomila habian llegado cavilosamente otros cuatro o cinco jesuitas que residian unos en Valparaiso, otros en haciendas de cam- po, socorridos en sus necesidades por algunos vecinos acauda- lados. Como contamos antes, los padres Gonzalez i Gomila, se hicieron ofrecer por algunos de sus favorecedores para acom- paiiar al presidente de la Repubhca en un viaje que este pen- saba hacer a las provincias del sur. Ese ofrecimiento no fue aceptado.

Entonces era pubhco el estado deplorable de las misiones de infieles, confiadas, como se sabe, a los padres franciscanos. El gobierno lo conocia perfectamente, i lejos de querer ocul- tarlo, o siquiera disimularlo, lo anunciaba francamente al

552 TTN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

congreso. Los colejios fundados para crear misioneros, no ha- bian producido nada. La mayor parte de las misiones estaban abandonadas i desiertas, i las capillas estaban arruinandose. Los indios permanecian en sus tierras en el estado habitual de barbarie, i sin acordarse de las misiones i de los misioneros; i los que por pura formula habian recibido el bautismo, eran tan estranos a toda manifestacion relijiosa como los que nun- ca habian salido de sus selvas.

Los personajes mas prestijiosos del clero, i en jeneral todos o casi todos los hombres que en el gobi^rno o en los circulos sociales se preocupaban de estos negocios, ignoraban u olvi- daban que lo mismo, i muchas veces algo peor, habia ocurrido durante los dos siglos casi completos en que las misiones es- tuvieron a cargo de los jesuitas, i que estos, a la epoca de la espulsion, despues de haber irrogado gastos mui considerables a la corona, dejaron a los indios en el mismo estado de jenti- lismo i de barbarie en que los hallaron ciento ochenta anos antes. De esa ignorancia o de ese olvido provenia que don Pe- dro Palazuelos anunciara al congreso en agosto de 1840, que «sin mas trabajo que el de introducir un cuadro de misioneros (jesuitas) en Tucapel de la costa, podriamos posesionarnos in- mediatamente de la tierra aun habitada por los indios bravos de la provincia de Valdivia i de todos los valles de Arauco que son el nucleo de esas reducciones». De esa ignorancia o de ese olvido provenia tambien que el arzobispo electo de Santiago i el obispo de Concepcion prestaran un decidido apoyo a aquel proyecto fundado en quimeras insostenibles.

El gobierno se vio en esos dias rodeado de personas mas o menos caracterizadas que pedian empeiiosamente que se pu- sieran las misiones de infieles a cargo de los jesuitas, como los operarios indispensables i seguros para ese jenero de empresas. Se hizo casi forzoso el aceptar ese arbitrio, procurando un arreglo con el padre Cesareo Gonzalez, que parecia suficien- temente autorizado para ello por sus superiores. Don Manuel Montt, en su calidad de ministro del culto, debia ser el nego- ciador por parte de Chile. Segun sus memorias ministeriales, parece que este est aba tambien en la persuasion de la eficacia

CAPfTULO SESTO 553

de las misiones para la civilizacion i el sometimiento de los indios; pero estaba tambien en el deber de resguardar los de- rechos i prerrogativas del Estado contra el espiritu absorbente que se atribuia a los jesuitas.

Las negociaciones que se iniciaron fueron mui prolijas i la- boriosas. El padre Gonzalez, empleando un gran artificio, pe- dia ya una, ya otra cosa, en forma que parecia pretender mui poco. Sus exijencias, descartados muchos detalles, i algunas peticiones que fueron rechazadas desde el primer momento, comprendian estos tres puntos capitales: i.^ Restablecimien- to legal de la compafiia de Jesus, lo que la habria autorizado para reclamar las propiedades de que hemos hablado antes, i para recibir nuevas donaciones'i herencias; 2P El prefecto de las misiones, revestido casi de autoridad episcopal, seria nombrado por el padre superior de la Compafiia; 3.° Se entre- garian desde luego a los misioneros para su residencia, el cole- jio i casa de Valdivia con sus pertenencias. Los padres anun- ciaban ademas el establecimiento de un noviciado para for- mar relijiosos o misioneros.

Todo aquello, en realidad, era absolutamente inaceptable. El padre Gonzalez, despues de largo debate, pudo convencerse de que sus proposiciones no serian aceptadas, i tuvo que limi- tarse a ser trasmisor de otras diversas formuladas por el go- bierno en un decreto dictado el 30 de octubre (1843). Segun este, el padre Gonzalez quedaba autorizado para introducir en Chile quince jesuitas que se encargasen de las misiones del sur, para «atraer a los indios infieles al seno de la fe cat61ica». Dando por razon o pretesto el estar todavia vijente en nues- tra lejislacion la pragmatica de Carlos III (de 1767) que es- pulso a los jesuitas, se les negaba el derecho de formar cuerpo reconocido por la lei; pero, «podrian vivir observando sus cons- tituciones, en cuanto no se opusieran a las leyes del Estado, i como simples misioneros encargados de la predicacion de evanjelio». El gobierno se comprometia a pagar el pasaje de los jesuitas que en virtud de ese encargo, vinieran a Chile, i a pagarles una congrua desde que pisasen el territorio de la Re- publica. El padre Gonzdlez, que no tenia facultad para cele-

554 UN DECEXIO DE LA. HISTORIA DE CHILE

brar convenios sobre tales bases, partia pocos dias despues para^-Roma a fin de presentarlas al padre superior. El gobier- no de Chile le habia suministrado los recursos pecuniarios para este viaje, i un pasaporte en que lo consideraba como funcionario o ajente de este pais. Parece que los jesuitas que quedaban en Chile, i los que residian en las provincias, pre- vieron con toda seguridad que aquellas negociaciones no con- ducirian mas que a un fracaso. Sin embargo, disimularon cui- dadosamente esas aprehensiones; i aun alguno de ellos recibio €ncargos i comisiones del gobierno.

Era entonces superior de la orden el padre Juan Roothaan, jesuita holandes de rara actividad, i de un espiritu emprende- dor, que estaba empenado en conquistar para la compania su antigua espansion i su antiguo poderio. Habia, en efecto, es- tablecido ocho nuevas casas o provincias (como dicen los je- suitas), en Francia, en Alemania, en Italia, en Austria i en Estados Unidos, i debio parecerle una insolencia que en Chile se opusiera resistencia a un establecimiento analogo. Hizo desaprobar duramente la conducta del padre Gonzalez, por haber oido tales proposiciones (diciembre de 1844), ordenan- dole que el mismo comunicase al gobierno que la Compaiiia no enviaria sus relijiosos a catequizar i civilizar a los indios de Chile si no era restaurada i reconocida en la condicion legal que reclamaba. El padre Gonzalez, cuya conducta era aspe- ramente desaprobada por sus superiores, fue la victima espia- toria de aquella mal aventurada negociacion. «Aunque en un principio parecio resignarse, dice un historiador de la Compa- iiia de Jesus, despues de algun tiempo abandono su vocacion, volvio al mundo i ciertam^nte que su vida en adelante, segun sabemos, fue poco digna de la santidad del sacerdocio 3i».

Los jesuitas que quedaron en Chile, i entre ellos el padre Mariano Berdugo, que era su jefe i que gozaba de gran credit o cerca del superior en Roma, debieron creer que el rechazo de las proposiciones de que fue portador el padre Gonzalez, iba a producir una gran consternacion en este pais; i que el gobier- no, volviendo sobre sus pasos, reanudaria las negociaciones

3 1 . Padre Rafael Perez, La compania de Jesus restaurada, etc, etc.. paj. 354,

CAPfrtTLO SESTO 555

accediendo a cuanto se le pedia. No sucedio asi, sin embargo. Los padres esperimentaban un grave error cuando aprecia- ban la opinion jeneral por el circulo de las personas, hombres i mujeres, que les habian procurado asilo i obsequiosos recur- sos. Don Antonio Varas, que como veremos mas adelante ha- bia reemplazado el lo de abril de 1845 a don Manuel Montt en el ministerio de justicia, culto e instruccion publica, daba cuenta al congreso en agosto siguiente de aquellas negociacio- nes, que consideraba frustradas, sin manifestar el menor pro- posit o de reanudarlas. Despues de algunos meses de suspen- sion de relaciones, fueron los padres los que las renovaron por interposicion de personajes ventajosamente colocados que Servian de mediadores. Carece en lo absoluto de todo interes el detallar aquellos incidentes, i nos bastara dar a conocer las negociaciones en sus puntos capitales.

Los padres exijian siempre con toda insistencia el que se les reconociera el caracter de congregacion legal, para hacerse cargo de las misiones de infieles; pero, en vista de la obstina- cion con que eran^echazadas esas pretensiones, limitaban o reducian sus exijencias a condiciones que, segun ellos, podian hacerlas aceptables. Insinuaban que no pretendian reclamar la cesion de las propiedades cuyos poseedores|las habian reci- bido por herencia con cargo de entregarlas a^la Compafiia si esta era restaurada, pero se reservaban el'derecho de recibir- las si los referidos poseedores querian hacerlo libre i esponta- neamente; como se reservaban del mismo modo el derecho de recibir los donativos que se quisiera hacerles. Se habrian dado por satisfechos, decian, si siquiera se reconocia su estableci- miento legal en las provincias de Chiloe|i de Valdivia, donde estaria la casa central de las misiones de irffieles que iban a dirijir. Cada una de esas proposicionesfjsuscitaba las objecio- nes que es facil suponer.

Todo nos induce a creer que don Antonio Varas, que en des- empeiio de una comision del gobierno, acababa de visitar las provincias del sur, i que conocia el pasado de las misiones de infieles, no tenia ninguna fe en su eficacia 32. Pero se hallaba

32. El P. Perez, libro citado, paj. 415, dice^espresamente que ni don Ma-

556 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

bajo la presion de influencias de todo orden, i no podia escu- sarse de oir las proposiciones del padre Berdugo. El arzobispo electo don Rafael Valentin Valdivieso, su secretario el pres- bitero don Jose Hipolito Salas, mas tarde obispo de Concep- cion, el provisor don Jose Miguel Aristegui, i algunos caballe- ros altamente colocados por sus relaciones i por su fortuna, varios de ellos senadores, diputados o consejeros de Estado, i todos decididos amigos i empefiosos sostenedores del gobierno, eran los padrinos i patrocinantes de los jesuitas. Don Antonio Varas no habria podido rechazar abiertamente las proposicio- nes de estos; pero tampoco le era posible aceptarlas, desde que no era dificil conocer el alcance de cada una de ellas, por mas que se tratara de disimularlo. Aunque en esas discusiones pro- puso o acepto algunos accidentes, en la esencia i en el fondo se mantuvo inconmovible en los principios establecidos en el decreto de 30 de octubre de 1843, de que hemos hablado antes. Colocada firmemente la cuestion en este terreno, el padre Ber- dugo puso termino a su jestiones.

Por lo deriias, los padres jesuitas se disponian a establecerse en Chile sin reconocimiento legal, como lo han hecho otras congregaciones, usando para ello de la liberalidad de nuestras instituciones. Sin embargo, como esa situacion no autoriza la posesion ostensible de bienes, se hizo todavia una tentativa para obtener por la lei la restauracion efectiva. Pero estos he- chos, ocurridos en 1854, salen del cuadro que nos hemos tra- zado en este libro.

Las misiones de infieles, entre tanto, quedaron en el mismo pie en que se hallaban antes de las jestiones de los padres je- suitas. En los documentos i en las relaciones de estos inciden- tes, no se descubre que aquellos relijiosos se preocuparan mui ssriamente de preparar la conversion de los indios. Lo que

nuel Montt ni don Antonio Varas entendian palabra en materia de misiones de infieles. El asunto, sin embargo, era mui sencillo para que no fuera enten- dido. Las misiones que habian costado tanta plata primero al rei i despues a la Republica, no habian producido otro resultado que ese gasto. Las misio- nes contaban 300 afios de existencia en la Araucania, i al cabo de ellos, en 1845, los indios persistian en no querer convertirse.

CAPfrULO SESTO 557

ellos querian era restablecer en Chile una provincia jesuitica, como la que habia existido antes de 1767, i como las que la Compania habia fundado en otros paises en los ultimos afios. Asi, pues, las misiones de infieles quedaron en el mismo pie que tenian antes que^se iniciasen las negociaciones con el pa- dre Gonzalez. La esperiencia, por otra parte, habia ensefiado que cualquiera tentativa que se hubiera hecho para fundar nuevas misiones, habria fracasado fatalmente, como fracasa- ron las de los siglos anteriores.

§ 9. Eleccion de arzobispo de Santiago i de obispo de

AnCUD: la PRECONIZACION de ESTE tJLTIMO ES APLAZADA EN

Roma cerca de cuatro anos. Como contamos antes, en mayo de 1843 habia quedado, por muerte del arzobispo don Manuel Vicuna, en sede vacante la arquidiocesis de Santiago. El cabildo eclesiastico, segun lo dispuesto por los canones para tales emerjencias, habia designado vicario capitular al dean don Jose Alejo Eizaguirre, a quien recomendaban, junto con una gran piedad, un apego inconmovible a todas las prerro- gativas reales o pretendidas de la iglesia. En su caracter de vicario capitular tuvo el profundo desagratio de ver que algu- nas de ellas habian desaparecido para siempre ^3. Sea a causa de estas contrariedades, o por un efectivo mal estado de su salud, el vicario tomo poca injerencia en el gobierno de la ar- quidiocesis; i desde mediados de octubre lo confio al canonigo don Bernardino Bilbao, que el cabildo eclesiastico habia de- signado vicario capitular delegado.

33. Una de esas prerrogativas, de cuya derogacion, segun creemos, no se dejo constancia escrita, pero que fue objeto de muchos i contradictorios co- mentarios en los circulos sociales, es la siguiente. Bajo el viejo rejimen, es decir, en tiempo del rei, era practica en las procesiones de Corpus a que asis- tia tropa, tender por tierra la bandera de esta, para que pasase sobre ella el sacerdote que llevaba la sagrada forma, i con el sus inmediatos acompanan- tes.Esa practica habia sido suprimida en tiempo de O'Higgins, pero fue to- lerada bajo el gobierno de Prieto, a lo menos en la ciudad de Santiago. El je- neral Aldunate, ministro de guerra de la nueva administracion, habia encar- gado que se pusiera termino a esa practica, i que en lugar de tender la ban- dera por el suelo, se la inclinara al pasar la procesion en signo de reverencia. Contabase entonces que esta resolucion habia desagradado mucho al vicario capitular.

558 UN DECENIO DE LA HISTORIA DB CHILE

Un ano entero paso la iglesia de Santiago en esa situacion. El 7 de mayo se reunia el consejo de estado, i elejia la terna de tres eclesiasticos que debian presentarse al presidente de la Repiiblica para ocupar el puesto vacante de arzobispo; i otra terna para designar obispo de Ancud. Esta diocesis de nueva creacion, no habia sido aun provista de prelado por haber fa- Uecido uno en pos de otro, dos eclesiasticos que el gobierno habia elejido para ese cargo. En las ternas formadas el 7 de mayo, obtuvieron el lugar de honor el dean Eizaguirre para el primero de esos puestos, i el presbitero don Justo Donoso para el segundo. Presentados ambos al senado por el presiden- te de la Republica, merecieron, en acuerdo de 17 de junio, el beneplacito solicitado, el primero por unanimidad, i el segun- do con un voto en contra entre trece votantes. El gobierno no tardo en dirijir las preces a Roma para obtener la preconiza- cion de los dos prelados< '

En toda esa emerjencia habia podido verse que Eizaguirre contaba con la adhesion de todo el clero, o a lo menos de la parte mas representativa de el. Sus altas i numerosas relacio- nes de familia tenian seguramente en ello mas parte que sus otros meritos. No sucedia lo mismo con el obispo electo de Ancud, que si bien por su talento i por sus luces estaba desti- nado a ser uno de los mas preclaros prelados de la iglesia ame- ricana, no podia ostentar esos blasones aristocraticos a que entonces prestaba tanta deferencia la sociedad chilena. Na- cido en Santiago el 19 de julio de 1800, en el seno de una fami- lia honrada, pero de posicion relativamente modesta, don Jus- to Donoso entraba a los catorce aiios a la recoleccion domini- cana, hacia alii sus estudios con raro lucimiento, i pasaba a los veintitres afios a ser profesor. En las primeras polemicas sos- tenidas poco mas tarde sobre asuntos relijiosos, adquirio en- tre los suyos el prestijio de escritor, como ya habia conquis- tado el de predicador. Habiendo obtenido su secularizacion en 1829, desempeno por mas de diez anos el curato de Talca, complete sus estudios hasta alcanzar el titulo de abogado en 1842, i adquirio por su contraccion i por sus conocimientos el credito que le valio ser nombrado, casi a la vez rector del se-

CAPITULO SESTO 559

minario (20 de junio de 1843) por el gobierno eclesiastico, i secretario de la facultad de teolojia (21 de julio) por el gobier- no civil. Un sermon que predico en la Catedral el 18 de setiem- bre de 1840, le merecio los elojios que a los sentimientos pa- trioticos de esa pieza oratoria tribute don Jose Miguel Infante en El Valdiviano federal.

En medio de las tareas que le impuso la ereccion de la nue- va diocesis de Ancud, de que iba a ser el primer prelado, don Justo Donoso publicaba ese mismo ano el Manual del pdrroca americano, que la prensa recibio con aplauso, i que merecio ser reimpreso dentro i fuera del pais; i preparaba otra obra de mas alto alcance que le conquisto el renombre de gran cano- nista. Nos referimos a las Instituciones de derecho canonico americano, cuyo primer tomo aparecio en mayo de 1848, i que fue seguido de un segundo publicado a fines del afio siguiente, Aunque preparado para servir de testo a los estudiantes ame- ricanos, ese libro, por la estension dada al estudio i a la espo- sicion de cada materia, por el conocimiento tan vasto coma prolijo de las declaraciones de los concilios, de las bulas i de- cretales de los papas, i de las doctrinas de los canonistas, i por contener en sus dos grandes volumenes toda la materia del derecho de la iglesia dispuesta en buen orden, ese libro, repe- timos, merece el calificativo de majistral, aiiadiendo que sirve al hombre de cualquiera profesion o creencia, que desee infor- macion sobre la lejislacion eclesiastica. Como la obra anterior, fue est a reimpresa en Chile i en el estranjero, i alcanzo una gran circulacion en toda la America, respecto de la cual con- tenia doctrinas juridicas que en vano se buscarian en otros tratados jenerales de derecho canonico.

Mientras tanto, la preconizacion del autor de ese libro para obispo de Ancud estaba detenida en Roma. La situacion de este habia llegado a hacerse inquietante i depresiva ante la posibihdad de un rechazo que todo hacia temer. El represen- tante de Chile en Roma ^^, encargado de recojer informacio-

34. Era este don Ramon Luis Irarrazaval, que a fines de 1845, como vere- mos mas adelante, habia marchado a Europa como enviado estraordinario i ministro plenipotenciario de Chile cerca del gobierno pontificio.

560 UN- DECEXIO DE LA HISTORIA DE CHILE

nes a este respecto, pudo saber que de aqui se habian enviado informes secretos contra Donoso, sin que le fuera posible des- cubrir de donde partian. A no caber duda, habia alii una in- triga artificiosamente urdida que habia caido perfectamente en la secretaria del gobierno pontificio, donde, segun es fama, son mui bien recibidos los informes de esa clase.

Esta contrariedad produjo- en Chile la mas desagradable impresion. «E1 gobierno, decia el ministro del culto dirijien- dose a los otros obispos de este pais, acaba de recibir la mui sensible noticia de que el despacho de las bulas de institution del revmo. obispo electo de Ancud, presbitero don Justo Do- noso, ha sido postergado a causa de injustos i siniestros infor- mes dirijidos de Chile a la corte romana, por temerarios i ca- jumniantes emulos o enemigos personales del citado obispo ^5. En consecuencia, el ministro pedia a los otros prelados que a la mayor brevedad informasen a Roma sobre las cualidades morales e intelectuales que distinguian al presbitero Donoso, los servicios prestados a la ensefianza, i la correccion i pureza de sus costumbres. Esos informes, dados sin tardanza i en los terminos mas satisfactorios, hicieron desaparecer toda dificul- tad. El 3' de julio (1848), el pontifice Pio IX proclamaba en consistorio secreto al presbitero Donoso, obispo de la nueva diocesis de Ancud. Asi tuvo termino un incidente, nacido de una oscura intriga, i que import aba una injusticia contra un liombre de un merito real.

§ 10. El jeneral Bi^tlnes se retira accidentalmente

DEL GOBIERNO POR MOTIVO DE ENFERMEDAD, DEJAnDOLO" CONFIADO AL MINISTRO IrARrAzAVAL CON EL CArAcTER DE

VICEPRESIDENTE. El jeucral don Manuel Bulnes habia lle- gado al termino del tercer afio de su gobierno en las me j ores condiciones que era dado apetecer. En todos o casi todos los ramos de la administracion publica, se habian introducido, en

35. Nota de don Salvador Sanfuentes, ministro de gracia, justicia, culto e instruccion publica, de 3 de abril de 1848, al arzobispo de Santiago i a los obispos de Concepcion i de la Serena para pedirles que informasen a Roma sobre los meritos i virtudes del presbitero Donoso a fin de desvirtuar las ca - lumniosas acusaciones de que se le habia hecho objeto.

CAPITULO SESTO 561

la medida de los recursos del pais, obras nuevas, reformas o Imodificaciones de indisputable utilidad; i algunas estaban haciendo sentir ya sus beneficios. El presidente de la Repu- blica, contra los vaticinios de los que combatieron su eleccion, no se habian opuesto a ninguna de esas innovaciones, i bien lejos de eso, habia prestado a algunas de ellas una eficaz coo- peracion.

Pero no eran esas novedades administrativas, que, como es facil comprender, no podian constituir un cambio ostensible en la manera de ser del pais, lo que establecia el valor real de aquella situacion. Era si la placida tranquilidad que reinaba de un estremo a otro de la Republica, sin que en toda ella se hicieran sentir las medidas de violencia, ni acto alguno que coartase el uso de una solida libertad. Esa tranquilidad pare- cia inconmovible. El alboroto callejero que se formo con mo- tivo del juicio de imprenta (junio de 1844) no habia inquieta- tado a nadie; el orden publico no habia sido perturbado; i dos horas despues del vitoreo a Bilbao, todo habia vuelto a su estado habitual. Delante de aquella situacion, todo hacia creer que en Chile, donde el pueblo mostraba en el hecho tanto res- peto por la paz, habian desaparecido para siempre los golpes de autoridad, los estados de sitio, las facultades estraordina- rias, i los procesos politicos, todos factores mas eficientes de revueltas i de trastornos que los planes mejor urdidos por los revolucionarios de profesion.

En condiciones seme j antes, la direccion del gobierno no imponia ansiedades ni fatigas. Sin embargo, la salud del jene- ral Bulnes se habia resentido en los ultimos meses. Habituado desde su juventud a la vida activa de campafia, casi siempre en movimiento en la defensa de la linea de frontera contra las constantes asechanzas de los indios, la tranquilidad a que es- taba forzado en la ciudad, se avenia mal con su naturaleza. El iP de junio de 1844, no habia podido asistir a la apertura del congreso nacional, i habia enviado su mensaje para que fuese leido por el ministro del interior. Tres meses mas tarde, se creyo en el caso de separarse temporalmente del mando.

En efecto, tomando por razon el mal estado de su salud, i

TOMO XIV. 36

562 UN DECENIO DE LA HISTORIA DE CHILE

la necesidad de repararla, i prometiendo enviar al congreso los comprobantes de uso, espedia Bulnes el ii de setiembre el de- creto en que anunciaba su resolucion de ale j arse accident al- mente del gobierno. Quedaria este a cargo del ministro del in- terior don Ramon Luis Irarrazaval, que a su practica admi- nistrativa, unia el espiritu liberal i conciliador que entonces estaba imperando en la direccion de los negocios publicos. Asi fue que aquel cambio de jefe supremo que iba a durar varios meses, no se hizo notar por modificacion alguna en la direc- cion de los negocios publicos.

Coincidio con este otro cambio que debe recordarse. El mi- nistro de hacienda. don Manuel Renjifo, sufria desde meses atras de una afeccion hepatica que a principios de 1843 lo ha- bia obligado a abandonar sus tareas ministeriales durante un mes entero. Repuesto por entonces de sus dolencias, desem- pefio de nuevo el ministerio durante unos once meses; pero, a principios de 1844, se reagravaron sus dolencias, i habria de- jado definitivamente aquel puesto si el ptesidente i sus minis- tros no se hubieran obstinado por conservarlo en el. Reempla- zado accidentalmente i alternativamente por algunos de sus colegas, Renjifo, que tenia mui pocas esperanzas de curacion, no cesaba de pedir que se le nombrara un reemplazante efec- tivo. El primer decreto que iirmo el vice-presidente Irarraza- val fue ese nombramiento, estendido el 12 de setiembre. Por el llamaba al ministerio de hacienda a don Jose Joaquin Pe- rez, que contaba, ademas de algunos servicios en la diploma- cia, no pocos afios de ejercicio en la vida parlamentaria. Aun- que ese nombramiento espresaba que era interino, i mientras durase la enfermedad de Renjifo, este no habia de volver mas al desempeiio de su cargo. Aquel intelijente servidor de la Re- publica habia llegado al termino de su mision.

INDICE

PRELIMINARES (1836-1841)

Pr6loqo de la edicion de 1905 5

CAPITULO PRIMERO

1. Situacion politica de Chile a mediados de 1836; omnipotencia del ministro Portales: conservacion del rejimen represivo 15

2. Graves acontecimientos enlos ultimos meses deese ano: el gobierno

se reviste de facultades omnimodas, i crea los consejos de guerra permanentes: primer ensayo de estos en Curic6 22

3. Motin de Quillota: es vencido en los contornos de Valparaiso; fu-

silamiento del ministro Portales por los insurrectos; tremendos castigos de estos: proceso del senador don Diego Jose Bena- vente 29

4. Primeros actos de una reaccion politica menos restrictiva, conser-

vando sin embargo el gobierno la suma del poder publico 34

5. Ojeada jeneral de la guerra contra la confederacion peru-boliviana:

desafortunada campana de 1837 37

6. Segunda camparia contra la confederacion peru-boliviana: victorift

definitiva de Yungai 41

7. Antecedentes de una negociacion diplomatica con Espaua para ob- tener el reconocimiento de la independencia; nombramieqio de

un ministro plenipotenciario por parte de Chile 50

TOMO XIV. 37

564 Indiob

Pajs.

8. Celebracion de dos tratados internacionales 54

9. Ereccion de la arquidiocesia de Santiago i de dos obispados sufra-

ganeos , 57

10. Fomento prestado alas misiones de infieles sin ningun resultado. . 61

11. Tendencias regalistas del gobierno en sus relaciones con la admi-

nistracion eclesiastica 63

CAPiTULO II

1. Restablecimiento del rejimen constitucional despues de la victo- ria de Yungai i adopcion de una nueva politica de templanza i conciliacion: llamamiento al servicio a los militares dados de baja

en 1830 67

2. Proyecto de revision de las leyes dictadas bajo el imperio de las facultades estraordinarias: es rechazado. Derogacion de la lei que creo los consejos de guerra permanentes 72

3. Economia i regularidad en los gastos publicos: el costo de la gue- rra contra la conf ederacion peru-boliviana 75

4. Actos reaccionarios que se reprochan al gobierno: declaracion de

la vijencia de las leyes del Estilo: proyecto de la lei de imprenta. 79 6. El establecimiento del orden constitucional es seguido de la pu-

blicacion de vario.? periodicos contra el gobierno 84

6. Regreso del ejercito chileno vencedor en Yungai: honores con que

fue despedido en el Peru, i fiestas publicas con que fue saludado

en Chile 88

7. Acusacion de El Diablo politico: alborotos i desordenes producidos

en la ciudad 94

8. El gobierno declara en estado de sitio la provincia de Santiago. . 100

9. El jeneral Prieto se separa temporalmente del mando a pretesto

de enfermedad, i lo confia a don Joaquin Tocornal con el titulo

de vice-presidente 103

10. Ruidoso proceso seguido a don Diego Jose Benavente i a otros

por el falso deli to de oonspiracion. Otro proceso por el mismo de- lito (nota) 105

11. Las elecciones de 1840; el nuevo congreso: despues de la apertura

de este, reasume la presidencia el jeneral Prieto 112

CAPITULO III

1. Primeros debates en el congreso de 1840: proyectos liberales que

no alcanzan aprobacion 117

2. Discusion de un proyecto de lei de imprenta, i -su aplazamiento

indefinido 122

tNDIOB 566

Pajs.

3. Varies proyectos de don Pedro Palazuelos sobre restablecimiento

de los jesuitas, sobre instruccion publica i sobre otras materias: son desatendidos en la camara de diputados 125

4. Organ izac ion de una sociedad de agricultura: su importancia so-

cial: otros progresos industriales 131

5. Creacion de la compaiiia de navegacion de buques a vapor en el

Pacifico: arribo a Valparaiso de los primeros barcos de esa clase: beneficios producidos por esa empresa 136

6. Dificultades creadas al gobierno por el servicio de la deuda pro- veniente del emprestito de 1822: dilijencias efectuadas para esta- blecer el servicio de ella, i su buen resultado 142

7. El gobierno de Chile hace construir en Francia una fragata de guerra . •. , , 149

8. Lastimosa suerte posterior de este barco 162

CAPITULO IV

1. Proximidad de la contienda electoral: don Manuel Montt es Ua- mado al ministerio del interior: el rectorado del Institute na- cional 157

2. Candidaturas presidenciales de los oonservadores i de los liberales:

sus fuerzas i sus resistencias 160

3. Aparece la candidatura del jeneral Bulnes: antecedentes de este. 164

4. Publicacion de un periodico titulado La Ouerra a la Urania 169

5 Cam bios en el personal administrativo: don Manuel Montt ocupa

el ministerio de la guerra; renacen los procesos politicos 173

6. Acusacion i condenacion de La Ouerra a la tirania 177

7. Sangrienta sublevacion de los presos del presidio ambulante 181

8. Modificacion completa del ministerio encaminada a servir al triun-

fo do la candidatura Bulnes: contradicciones que se suscitan con- tra ella 184

9. Convenio celebrado entre los liberales i los partidarios de Bulnes

para la contienda electoral 192

10. Se verifican las elecciones: triunfo jeneral de la candidatura Bul- nes 198

CAPITULO V

1. Tranquilidad publica que se siguio a las elecciones 205

2. Primeros accidentes de desintelijencia de los partidos; suspension

de las elecciones de la Serena, i los procesos a que dio lugar 207

3. Promulgacion do la ordenanza militar: aplazamiento de la lei de

r^jimen interior 211

566 fNDIOE

Pdjs.

4. PriBiera ptiblicacion de algunos titulos del proyecto de codigo civil. 214

5. Otras reformas ititehtadas en los ultimos dias de la administracion

Prieto; proyecto de lei de pesos i medidas; proyecto de lei de creacion de una co"rte de apelaciones en Concepcion; estableci- miento de im tribunal del consniado en Valparaiso 217

6. Trabajos gubernativos de orden interno; mejoras de las policias:

reparaciones de caminos 220

7. Complrcaciones i dificultades internacionales: conducta irregular

del gobieino de Mendoia: fuero de los diplonadticos en malcrias judiciales 223

8. Escrutinio JBneral en el congreso: proclamacion del jeneral Bulnes como presidente de la Republica 227

9. Ultim-os dias del gobiemo del jeneral Prieto; proyecto de lei en su

ht)nor presentado al congreso, que queda sin apfobarse 229

PRIMER PERtODO DE Li PREStDlJ^CIA DEL JENERAL BT^LNES

CAPITULO PRIMERO

1. El jeneral Bulnes se recibe del mando de la Republica: significado de las fiestas de su recepcion 235

2. Organizacion del pi.'imer ministerio del nuev o gobierno: el minis-

tro Renjifo propone el plan politico que debia seguirse: proposi- cion i sancion de la lei de amnistia 238

3. Llega a Chile una numerosa emigracion arjentina arrancada de

aquel pais por la guerra civil: hospitalidad con que es recibida ■por el gobierno i por el pueblo 242

4. Maltrato i persecucion de los chilenos en Mendoza bajo el gobier-

no de Aldao: el de Chile se ve forzado a suspender las relaciones

comerciales con las provincias trasandinas 246

6. Trabajos de Renjifo en el ministerio de hacienda; reglamentacion concerniente a los presupuestos i a la cuenta de inversion; arre- glo definitive del servicio de la deuda esterior, . 249

6. Nueva ordenanza de aduanas 255

7. Creacion de una escuela normal de precep tores . 259

8. Trabajos publicos; ordenanza sobre caminos: creacion efimera de

una caja deahoiros: diversos proyectos quimericos que no podian realizarse ...'..••..••.. 262

9. Situacion tranquila i placentera del pais por efecto de la politica

imperante: propositos de conciliacion en los nombramientos de algunos empleados publicos 267

fNDICE 567

PAjs.

10. La lei de rehabilitacion de los militares dados de baja: Jeyes refe- rentes a los jenerales O'Higgins i San Martin 272

11. R«sultados inmediatos de esas leyes: la situacion del Jeneral San Martin: muerte del jeneral O'Higgins: honores funebres que se le tributan^ 277

12. Reforma parbial de la lei de elecoiones populares: se conserva el derecho de sufrajio a I03 eleotores ya inscritos aunque no supiesen

leer ni escribir; influencia de esta decision en la opinion p«blica. 282

APENDICE Destierro del jeneral Freire i su regreso a la patria 289

CAPiTULOII

1. Movimiento de los espiritus en busca de otros ideales que la po-

litica ^ . . , 301

2. Fundacion de dos periodicos literarios: don Juan Garcia del Rio . 303

3. Formacion de una sociedad literaria: publicacion de El Semanario . 310

4. Preparacion i publicacion de la Uistoria fisica i polUica de Chile

por don Claudio Gay 316

5. Preparacion, discusion i promulgacion de la lei organica de la Uni-

versidad de Chile 320

6. Reforma radical e importante de los estudios secundarios 328

7. Reformas en el ministerio de guerra: restablecimiento de la es- cuela militar; frustrado proyecto de formacion de un nuevo codi-

go militar 334

8. Gastos fiscales para el fomento de periodicos: publicacion del pri- mer diario en Santiago 337

9. Relaciones entre el gobierno i el clero; resistencia que encuentran

algunas pretensiones de este 340

10. Las elecciones en 1843 346

CAPITULO m

1. El cometa de 1843: grande incendio €n Valparaiso 361

2. FaHecimiento del arzobispo de Santiago don Manuel Vicuna 365

3. El gobierno resuelve tomar posesion del territorio vecino al es- trecho de Magallanes: apresto i partida de la espedicion 358

4. Viaje de la goleta Anctul, i fundacion de una colonia en el es- trecho 361

5. Creacion de una oficina de estadistica: levantamiento del censo

de 1843 366

568 INDICE

Pajs.

6. Fundacion de una carcel penitenciaria en Santiago 369

7. Construccion del Institute nacional 372

8. Lei de matrimonios de disidentes: proyecto de supresion del f uero

de los diputados i senadores 375

9. Sancion i promulgacion de la lei de rejimen interior: discusion de

otras leyes i aprobacion de algunas 378

10. Resistencia a los proyectos que impone nuevos gastos: enerjicas

protestas contra las pensiones de gracia 381

11. Frustrado proyecto de un viaje del presidente i de sus ministros

por toda la Republica: creacion de la pro vincia de Atacama 384

12. Inauguracion solemne de la Universidad de Chile 387

13. Afluencia de estranjeros distinguidos en Chile en ese aiio: Mon-

voisin i Rugendas 391

14. Progreso lento pero perceptible de la ciudad de Santiago: el puer-

to de Valparaiso 397

CAPITULO IV

1. Exorbitantes reclamos hechos a Chile en estos aHos por algunas

de las grandes potencias: enormes sacrificios pecuniarios que ellos imponcn para evitar may ores complicaciones: el gobierno no acepta uno de estos i lo somete a arbitraje 405

2. Primeras negociaciones diplomaticas entre Chile i las Republicas

del Peru i Bolivia despues de disuelta la confederacion 415

3 Alarmas producidas por la permanencia de Santa Cruz en el Ecuador: infructuosas dilijencias para obtener su espulsion de ese pais; temores de guerra entre el Peru i Bolivia 421

4. Primeros trabajos de liquidacion de cuentas por los gastos de la

guerra contra la confederacion 427

5. Infructuosas negociaciones con el Peru 430

6. Guerra entre el Peru i Bolivia: gran victoria de esta ultima en Ingavi 435

7. Grave situacion i complicaciones creados por el estado de guerra: celebrase la paz entre el Peru i Bolivia bajo la mediacion de Chile 442

8. Aprestos para la reunion de un congreso americano 450

capItulo V

1. Gracias al espiritu liberal del gobierno de Chile, vienen a asilarse aqui muchos de los antiguos servidores de la confederacion pe- ru-boliviana: celebre jurado de imprenta entre don Juan Gar- cia del Rio i don Casimiro Olafieta 453

Indice 569

Pajs.

2. Ruidosa polemica entre el jeneral Mosquera, ministro plenipoten- ciario de la Nueva Granada, i el jeneral Obando; celebracion de

iin tratado con aquella Republica 464

3. Revueltas i desorganizacion en el Peru: temores de una guerra en- tre esta Republica i el Ecuador: perturbaciones que esa situa- cion crea a las relaciones con Chile 472

4. Santa Cruz, de acuerdo con sus parciales de Bolivia, se prepara para volver a este pais a recuperar el mando: fracaso de esta ten- tativa: cae prisionero en el Peru, i su vida se halla en peligro 479

5. El gobierno de Chile reclama la persona de Santa Cruz para evi-

tar las dificultades que comenzaban a aparecer; complicadas ne- gociaciones a que da orijen este asunto; el preso es traido a Valparaiso, i se resuelve dejarlo en este pais 483

6. Instalacion de Santa Cruz en Chilian: el gobierno de Chile le pro-

cura todas las comodidades i consideraciones conciliables con su situacion 490

7. Partida de la legacion chilena a Espana: trabajos de ella, i difi- cultades que encuentra: f irmase al fin un tratado el 17 de diciem-

bre de 1841 . 497

8. El gobierno de Chile objeta este pacto, i da nuevas instrucciones

a su plenipotenciario 502

9. Celebracion definitiva del tratado con Espana 506

CAPITULO VI

1. Publicacion de un diario de filiacion liberal en Santiago 513

2. Fallecimiento de don Jose Miguel Infante: duelo publico que produce: honores que se le tributan 516

3. Don Francisco Bilbao: su aparicion en la carrera publica: da a

luz un escrito titulado Sociahilidad chilena 523

4. Ese escrito es acusado i condenado en un ruidoso juicio de im- prenta: variados accidentes a que esos sucesos dan orijen 527

5. Despues de injustificados a[)lazamientos, se sancionan los hono-

res civicos pedidos por el gobierno para las memorias de O'Hig* gins i de Infante: tardanza para cumplir esas leyes 538

6. Desconocimiento de nuestro pasado que dejan presentir aquellos aplazamientos: primeros ensayos de caracter historico 539

7. Prim era reunion solemne de la Universidad de Chile: la memoria

historica de don Jose Victorino Lastarria, i las apreciaeiones a que dio orijen

8. Frustrado proyecto de poner las misiones de infieles a cargo de los 543 padres jesuitas. . . 547

670 fNDICB

Pdjs.

9 Eleccion de arzobispo de Santiago i de obiapo de Ancud: la pre- conizacion de este ultimo es aplazada en Roma cerca de cug-tro

alios 557

10, El jeneral Bulnes se retira accidentalmente del gobierno por mo- tive de enfermedad, dejandolo confiado al ministro Irarrazaval oon el caracter de vice-presidente. . , 560

m

^i^'

THIS BOOK IS DUE ON THE LAST DATE STAMPED BELOW

AN INITIAL FINE OP 25 CENTS

WILL BE ASSESSED FOR FAILURE TO RETURN THIS BOOK ON THE DATE DUE. THE PENALTY WILL INCREASE TO 50 CENTS ON THE FOURTH DAY AND TO $1.00 ON THE SEVENTH DAY OVERDUE.

AUG

7 W?

^Mav'56PW

jlttiS t9§i

IV

^y^^w^i^El

fgl 9 1067 3 g

LD 21-100m-7,'39(402s

TU

«'^ '^

/ O

279979

:Bl^

UNIVERSITY OF CALIFORNIA UBRARY

"■ .%^

M.M

»^*«-

^1«.

rjir

r»f

«iiif^

Bm

:^.m

1&J»,

.J^.«£.1?P".

,iffl#*#v

M 'mi

.«Ji^«

*1i

i|.:«LJI.Il.m

mm

'^MM

^m

G:^'^^^^_. ■!«&'

€A

^i A^

l/M^^

Clk-«;mi: "*

'"■^-%rlt^

.^llJt^OOft '% *^*L m % wmU

m. %. -^te