LIBRARY OF PRINCETON

JUL -9 2003

THEOLOGICAL SEMINARY

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N9 85

1957

REVISTA BIBLICA

Fundada por Mons. Dr. Juan Straubinger

DISECTOR:

P. BERNARDO OTTE, S.V.D.

Colegio Apostólico San Francisco Javier Villa Calzada, F.C.N.G.R. (Prov. Buenos Aires)

SECCION LITURGICA: Agustín Born, Presbítero.

ADMINISTRACION: Mansilla 3865, Buenos Aires (Suscripciones, reclamos, pagos adelantados, suspensiones, cambios, etc4

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Suscripciones que no se anulen antes de su vencimiento (fia de afto) se consideran renovadas.

1

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REPRESENTANTES DE LA REVISTA BIBLICA

BOLIVIA: Dr. Damián Irusta, Casilla 6, LA PAZ.

BRASIL: Seminario do Espíritu Santo (Revista Bíblica), Santo Amaro, C. P. 12605, SAO PAULO, Capital.

COLOMBIA: Herder, Editorial y Librería, Calle 12, N* 6-83/Of. 204 BOGOTA (Colombia)., -

CHILE: R. P. Rodolfo Simons, S.V.D., Cas. 9194, SANTIAGO.

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VI diseño de le carátula ee debe a la gnntileaa del "Apostolado Litúrgico del Uruguay”

REVISTA BIBLICA

CON

SECCION LITURGICA

AÑO XIX JULIO - SETIEMBRE: 1957 N* 85

Sumario

SECCION BIBLICA

* ESTUDIOS

Pío XII y los estudios bíblicos - Ag. Bea, SJ. 121

Vivamos la Palabra de Dios - Consideraciones sobre el relato lucano

de viaje - 2. “Y no le acogieron”: Le. 9, 52-56 129

3. En torno al Reino: Le. 9, 57-62 131

La carta dirigida al ángel de Efeso - Ensayos sobre la parte parené-

tica del Apocalipsis - P. Hoyos, SVD. 134

¿Murió la Madre de Dios en Efeso o Jerusalén? 143

* CRONICA

Movimiento Bíblico Católico en la Argentina 145

XVII Semana Bíblica Española 146

* BIBLIOGRAFIA 149

SECCION LITURGICA

* ESTUDIOS

La parroquia, comunidad de culto - A/ons. Ch. - M. Himmer 161

Un directorio de la Misa - Giácomo Cardenal Le rearo 165,

Sugerencias para la reforma litúrgica general - C. Braga, CM. 170

Los fieles y la santa Misa - P. G. Amigó Jansen, SJ 172

Resoluciones de la conferencia litúrgica norteamericana - A. F.

Wilmes 147

* BIBLIOGRAFIA 175

EDITORIAL GUADALUPE

.

%

Pío XII y los estudios bíblicos

Nos es sumamente grato poder reproducir en las páginas de nuestra revista, en verdión castellana, la docta conferencia que pronunció el muy Rdo. P. Agustín Rea, S. J. durante la solemne sesión académica con que el Pontificio Instituto Bíblico conmemoró el octogésimo aniversario del naci- miento de su Santidad Pío XII. Nadie como el P. Rea que durante muchos años estuvo al frente del superior Instituto de ciencias bíblicas del campo católico y que hoy todavía en calidad de consultor de la Pontificia Comisión Bíblica viene ejerciendo una función importantísima y de gran influjo en la dirección suprema de los estudios bíblicos, podrá, por su trato largo e íntimo con el supremo Pastor de la Iglesia, ilustrar y valorar los extraordi- narios méritos de Pío XII en el campo de las ciencias bíblicas. Agradecemos, tanto al ilustre conferencista, como al director de la revista “Verbum Domi- ni”, el habernos gentilmente otorgado el permiso de publicar la conferencia mencionada.

LA DIRECCION

Mientras todo el orbe católico se regocija al cumplir felizmente, S. S. Pío Xll sus 80 años de vida, cada asociación de fieles, como mirando desde un atalaya, recuerda agradecida los beneficios que con tanta largueza ha recibido la Iglesia y todo el género humano por el celo incansable y el trabajo admirable del Sumo Pontífice. Por eso, también nuestro Instituto que no sólo se gloría en llamarse “Pontificio” sino que en muy repetidas ocasiones recibió las más preciadas mues- tras de confianza y benevolencia del mismo Pontífice a la ciencia bíblica y su solicitud por las Sagradas Escrituras y al detenerse en ellos brevemente siquiera, ;on cariño filial, para dar luego también con más alegría abundantes gracias a Dios por todos estos beneficios.

Evoquemos en nuestra mente aquel triste 10 de febrero de 1939 en que S. S. Pío XI, después de una vida llena de trabajos y fatigas se durmió en el Señor. En aquel entonces las condiciones de la ciencia bíblica consideradas en modo general eran bastante apacibles. No faltaron, en los últimos años del extinto Pon- tífice algunos incidentes bastante desagradables. El mismo, hablando alguna vez, de ciertos escritos publicados recientemente, se quejó amargamente que algunas veces se proponen sentencias tan ajenas a las normas y al sentir de la Iglesia que se puede pensar, casi, en un nuevo modernismo bíblico. Otros, por el contrario impugnaban los estudios científicos de la Sagrada Escritura como si fuesen perni- ciosos al espíritu y a la piedad católicos. La mayoría empero trataba con todo empeño de imbuir a los futuros sacerdotes de una amplia y profunda formación bíblica, no siempre muy seguros cual fuese el camino más prudente en el des- empeño de tan difícil tarea.

Las condiciones de la disciplina bíblica habían cambiado notablemente a partir le los últimos decenios del siglo pasado. En nuevas investigaciones y exploraciones fueron hallados no pocos monumentos de antigüedad que contribuyeron mucho para conocer más plenamente las lenguas, escrituras, costumbres, culto y acon- ecimientos del antiguo Oriente y arrojaron nueva luz sobre el modo de hablar, larrar, escribir y aún pensar y razonar de los antiguos. A nadie empero pudo multársele el que esos felices progresos de la ciencia antigua crearon nuevos pro- ilemas y movieran nuevas dificultades y por lo mismo originaron no pocas vari- aciones y dudas.

Cuando el nuevo Pontífice Pío XII, elevado a la cátedra de Pedro el 2 de marzo le 1939, tomó el gobierno del Sagrado Imperio, los tiempos favorecían muy poco i los estudios pacíficos de las disciplinas liberales. Casi en todo el orbe de la

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tierra resonabana ya las armas preparadas y dispuestas con toda diligencia para dar comienzo a la gran guerra que en breve tiempo pudo estallar y convertirse en una inmensa conflagración. Oprimido su corazón por el dolor, el Sumo Pon- tífice, cuando redactó su primera carta encíclica “Summi pontificatus" ya vió desatado el devastador incendio de la guerra que con tanto empeño había tratado de evitar, y aterrado por el horror escribió: “La pluma casi se detiene... cuando contemplamos todo lo que ha de surgir de esa simiente tenebrosa de violencia y de odio, como que la espada ya abrió surcos profundos”. (Acta Apost. Sedis 31 11939], 421).

1. Nadie se admiraría mucho si el Sumo Pontífice oprimido por tanto dolor, agobiado por el temor de tantos males y desvelado por tantos y tan graves cuida- dos, no hubiese pensado siquiera en fomentar y promover los pacíficos estudios de la disciplina bíblica. Pero no fué así. No habían transcurrido aún dos años del nuevo Pontificado cuando Pío XII, en enero de 1941 sin que nadie lo esperara, mandó a los profesores de nuestro Pontificio Instituto Bíblico preparar una nueva versión latina de los salmos “la cual había de seguir concisa y fielmente los textos primitivos, teniendo muy presentes, en cuanto fuere posible la venerable antigua Vulgata y demás versiones antiguas, juzgando y pensando sus variaciones con- forme a las normas del arte crítico” (Enchiridion Biblicum [ EB ] 574). Con toda razón se ha dicho, que esta decisión del Sumo Pontífice concebida por él mismo, prueba no sólo su juicio iluminado y claro, sino también su gran espíritu apos- tólico y eso más cuanto que el mismo, según declara luego expresamente en el Motu Proprio “In cotidianis precibus”, había penetrado cabalmente las dificultades anejas a tal tarea sin menospreciarlas de ninguna manera. “No ignoramos”, dice', “que la versión llamada Vulgata está estrechamente ligada a los escritos de los Santos Padres y a la exposición de los Doctores, y que, por el uso continuo durante muchos siglos, ha cobrado máxima autoridad en la Iglesia” (EB 574). Si no obs- tante tomó esta audaz resolución, no sólo trató de condescender con los deseos piadosos de muchos ministros sagrados, venerables obispos y aún de algunos S. R. E. Padres Cardenales, ni le movió su sola solicitud pastoral y su amor paternal hacia los varones y mujeres devotos de Dios, sino que se basó en motivos más sólidos de doctrina, que expuso unos dos años más tarde en la carta Encíclica “Divino afflante Spiritu”.

2. En este solemne documento expone y declara con su autoridad suprema cuál sea la fuerza y la autoridad de aquella antigua versión Vulgata que en su mayor parte fué hecha o corregida por S. Jerónimo, usada en la Iglesia latina durante casi mil años y declarada “auténtica” por el concilio Tridentino. El Sumo Pontífice declaró que la autenticidad de esta venerable versión, por el uso legí- timo y multisecular en la Iglesia no es primeramente crítica, sino más bien jurí- dica, y por lo mismo de ningún modo prohíbe antes al contrario reclama quet la doctrina bíblica “sea comprobada y confirmada también por los textos primitivos y que oportunamente se eche mano también de aquellos textos por los cuales se esclarezca cada día más en todas partes el recto significado de las Sagradas Es- crituras” (EB 549). Por lo cual, dondequiera, en alguna versión por antigua que fuese no apareciere con claridad el recto significado de un texto sagrado, ha de| buscarse dicha significación, ya sea que se trata de los salmos, ya de otro de los libros bíblicos, en el mismo texto primitivo críticamente expuesto.

a) El primer y principal deber del intérprete declara el Sumo Pontífice es el de investigar con diligencia y exponer con claridad el recto sentido del sagrado texto, no sólo por razones científicas sino por a “suma reverencia del texto” (EE 548). “Incumbe al exégeta tratar con sumo cuidado y veneración, en la forma que su mente entienda, más completa y perfecta aún las más mínimas partes qut bajo la inspiración del Espíritu Santo salieron de la pluma del hagiógrafo” (EB 547) De donde se sigue, naturalmente, que el texto primitivo, escrito por el mismo autor sagrado tenga mayor autoridad y más peso que cualquier versión, por esme rada que sea, ya antigua, ya más reciente" (allí mismo).

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Por tanto, todo aquello que puede contribuir con utilidad a esclarecer este sentido del sagrado autor, sea el conocimiento de las lenguas antiguas, en especial del hebreo y griego, sea la pericia en el arte crítico, sea el examen prolijo del texto mismo conforme al contexto inmediato y a otros textos similares: todo ello debe ser aprovechado con diligencia para explicar el texto sagrado. Pero aún no es suficiente. Tratándose de la palabra de Dios cuya vigilancia e interpretación fué confiada por Dios mismo a la Iglesia debe considerarse con no menor dili- gencia el argumento de las declaraciones del magisterio de la Iglesia, de la analogía de la fe y de las explicaciones dadas por los Santos Padres. A este último, Pío XII atribuye especial trascendencia. Dignas de mención son sus palabras con que reco- mienda la autoridad de los Santos Padres en este punto: “Ellos”, dice, “aunque a menudo fueron menos versados en conocimientos profanos y ciencia lingüística que los intérpretes de nuestros días, sin embargo en las tareas que Dios les confió dentro de la Iglesia descuellan por una suave penetración de las cosas celestiales y una admirable agudeza de la mente con lo cual penetran muy hondo las pro- fundidades de la palabra divina y echan mucha luz sobre todo lo que puede conducir a ilustrar la doctrina de Cristo y promover la santidad de la vida” (EB 554).

b) Con estas palabras se manifiesta claramente cual sea para el Sumo Pontífice la más profunda raíz de todo el cuidado y solicitud por las Sagradas Escrituras. Aunque estime en mucho el conocimiento de las lenguas y demás cosas que pueden contribuir oportunamente a la interpretación de las Sagradas Escrituras como son la historia, arqueología, geografía y otras ciencias similares, sin embargo todo ello se considera mero auxiliar y apoyo; lo que se persigue sobre todo, con el trabajo exegético, es que, por la interpretación se manifieste, cuál sea la doctrina teoló- gica sobre puntos de fe y costumbres de cada uno de los libros o textos, de modo que la explicación de los mismos, no ayude sólo a los doctores teólogos a proponer y confirmar los dogmas de la fe, sino que sea igualmente una ayuda para todos los sacerdotes en la exposición de la doctrina cristiana ante el pueblo, y sirva á los fieles todos para llevar una vida santa, digna del cristiano” (EB 551).

c) De aquí se comprende por qué el Sumo Pontífice pida con tanta insistencia, que todos los intérpretes traten de hallar y exponer el sentido pleno que Dios expuso en los sagrados textos, tanto el sentido literal, es decir, el sentido intentado y expresado por Dios y el hagiógrafo cuanto el sentido “espiritual” , siempre que su existencia conste debidamente, eviten sin embargo empeñosamente los sen- tidos figurados, es decir, las acomodaciones que más bien manifiestan la habilidad de un orador elocuente que el sentido verdadero y genuino del Texto Sagrado. Pues estas Sagradas Letras así Pío XII no necesitan de ninguna manera tales artes oratorias para mover y estimular a las almas: “Las mismas páginas sagradas, redactadas bajo el influjo del Espíritu Divino por solas desbordan del sentido natural; enriquecidas por virtud divina, tienen ellas valor propio; adornadas de belleza superior irradian y brillan por solas, con tal que el intérprete las explique integra y exactamente, a fin de que todos los tesoros de sabiduría y prudencia escondidos en ellas salgan a luz” (EB 553).

d) Entre los medios de interpretación, que con más eficacia pueden ayudar para hallar el sentido intentado y expresado por el hagiógrafo, menciona el Sumo Pontífice, amén de otros, la investigación del “género literario”. Ya casi 40 años antes de esta carta encíclica habían disputado los exégetas de los géneros literarios. Los intérpretes católicos empero se callaban bastante tiempo cuanto a ellos, des- pués de haber publicado la autoridad eclesiástica algunas amonestaciones y repro- baciones. Pero ya que investigaciones más profundas sobre los géneros literarios del antiguo Oriente han dado nueva luz al respecto, Pío XII pudo no sólo aprobar tal auxilio de interpretación, sino también recomendarlo (EB 560). Desde luego deben todos observar aquella norma mencionada en EB 558 para constituir los géneros literarios de aquel entonces “no de antemano” (o, como se suele decir, “a priori”), sino sólo por una exacta indagación de los antiguos escritos del Oriente. (Dicho sea de paso, que los investigadores que con anterioridad han tratado esta

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cuestión, por cierto no lo han tomado en cuenta debidamente). Pues el género lite- rario es una de aquellas notas que manifiestan la propia índole y condición de escribir del autor sagrado, autor secundario e instrumento del Espíritu Santo. Dios, autor principal, se sirve de tal índole y la eleva en cuanto fuere necesario. Pero esta misma doctrina de la instrumentalidad, la cual los teólogos católicos entre tanto han explicado más profundamente, siguiendo los vestigios de los Santos Padres y, ante todo, los del Doctor Angélico y Universal, esta misma doctrina contribuye poderosamente, según el Sumo Pontífice, para explicar más idónea y perfectamente que en siglos pasados la naturaleza y los efectos de la inspiración bíblica.

3. Lo que acabamos de exponer muestra abundantemente, cuan grande sea el valor de la doctrina expuesta en la carta Encíclica “Divino afflante Spiritu” para perfeccionar la hermenéutica bíblica y para dirigir y promover la exégesis de la Sagrada Escritura. El Sumo Pontífice ha titulado la carta Encíclica “Pro- videntissimus Deus” de su antecesor León XIII: “Ley principal de estudios bíblicos” * (o sea, como suelen decir autores recientes, su “carta magna"). Con el mismo nombre honorífico empero, si fuera posible atribuirlo a varios documentos, con merecida razón se podría designar también la carta Encíclica “Divino afflante Spiritu”. En efecto, esta es la verdad; ya que, a más de poner de manifiesto y confirmar lo que León XIII expuso y prescribió, añade clara y agudamente todo lo que exigen las condiciones de los tiempos presentes, después de llévalas a cabo tantas investigaciones e inventos hechos. Sin duda alguna quedará esta carta En- cíclica durante largo tiempo la ley y norma de la exégesis católica.

Más no es sólo la ley y norma, sino también una paternal exhortación para obrar. Ciertamente era grande el consuelo de los exégetas, cuando el Vicario de Cristo con su suprema autoridad declaró feliz aquel cambio en el estudio bíblico realizado en estos últimos decenios: “En gran parte se debe a aquel incansable trabajo , con el cual los comentadores católicos de las Sagradas Letras con todas sus fuerzas se empeñaron, a pesar de las dificultades y obstáculos de toda clase, a fin de que se aproveche debidamente lo que la actual investigación de hombres expertos ha aportado para solucionar los nuevos problemas” (EB 562). Con no menor gusto recibieron aquéllos las palabras del Sumo Pontífice por las cuales los estimula de tratar siempre de nuevo las difíciles cuestiones aún no aclaradas.

A la vez exhorta vivamente a los fieles a “apreciar no sólo justa e imparcialmente, sino también con muchísima caridad los intentos de estos esforzados operarios en la viña del Señor”. Pues aquella “libertad sincera de los hijos de Dios, la cual observe fielmente la doctrina de la Iglesia y, la que con gusto acepte y emplee como un don de Dios todo lo que el conocer profano haya aportado, desde ya por el estudio de todos elaborado y apoyado, es la condición y el manantial de todo fruto verdadero y progreso de la ciencia católica” (EB 565).

4. Si Pío Xll para fomentar y promover la ciencia bíblica no hubiese hecho

otra cosa que dar a luz la Carta Encíclica Divino Afflante Spiritu, por este soló documento, su memoria sería digna de perpetuarse y conservarse en los fastos de Sumos Pontífices. Pero en los 13 años que siguieron a la promulgación de ese

ínclito documento Su Santidad Pío XII de muchas otras maneras, por una parte

inculcó y protegió la doctrina propuesta en esa Encíclica, y por otra cuidó que lo

que en ella había explicado y dispuesto se llevara a la práctica en los estudios y

en la vida apostólica.

a) No extraña, pues, que la exhortación del Sumo Pontífice a que los exé- !■ getas católicos ataquen audazmente también los problemas difíciles aun no solu- cionados (Ench. Bíbl. 565) haya inducido a más de uno a proponer doctrina o conclusiones que sobrepasan los límites de la tradición católica y las cautelas esta- | blecidas por la Iglesia. Y así alguien osó en el año 1947 rogar al misino Sumo l Pontífice se dignara declarar derogados aquellos tres decretos de la Pontificia Comisión Bíblica que tratan de las narraciones sólo en apariencia históricas, de la autenticidad mosaica del Pentateuco y del carácter histórico de los primeros tres capítulos del Génesis (Ench. Bibl. 577). El sumo Pontífice no rechazó de plano semejante solicitud, ciertamente audaz, elevada humildemente por un varón de la

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mejor voluntad sino que remitió la cuestión al Pontificio Instituto Bíblico para su cabal estudio y dilucidación. Recibido el informe, Pío XII respondió, por inter- medio de la Comisión con una carta, dirigida no al solicitante sino al Emmo. Cardenal Arzobispo de París, volviendo a confirmar, sí, la amplísima libertad dentro de los límites de la doctrina tradicional de la Iglesia, concedida por la Encíclica Divino Afflante Spiritu, pero a la vez recalcando que por el momento al menos no se promulgarían nuevos decretos al respecto por cuanto que aquellas respuestas de ningún modo impedían que se siguieran examinando los problemas en ellos propuestos, en forma realmente científica conforme a los avances reali- zados en estos últimos 40 años (Ench. Bibl. 579). Lo que la Pontificia Comisión Bíblica, con la aprobación del Sumo Pontífice, en esa carta estableció no es de poca monta, pues, en las “Respuestas” de la Comisión Bíblica se manifiesta que pueden encontrarse cosas de las cuales, no necesariamente, ha de juzgarse que se imponían por la tradición ni que pertenecían a las cosas de fe o de moral ni que estaban íntimamente ligadas a ellas, sino que más bien dependían de las condiciones de la ciencia entonces vigentes y que, por consiguiente, están ahora sujetas a libre discusión y aun a cambios.

No es menos digno de mención lo que en la misma Carta se dice de los pri- meros once capítulos del Génesis. Pues, como de plano se concede que los conoci- mientos que la ciencia de hoy nos propone no eran suficientes para solucionar positivamente todos los problemas que aquellos capítulos presentan se invita expresamente a los exégetas que con ahinco se dediquen a todos los problemas literarios, científicos, culturales y religiosos que con esas narraciones se relacionan. (Ench. Bíbl. 581).

Esta prudente respuesta de la Comisión Bíblica ilustra también claramente lo que el Sumo Pontífice ya en su Encíclica enseñara sobre los géneros literarios, es decir, que no había de suponerlos como de antemano (Ench. Bíbl. 558) Como allí, así también aquí se exige una cabal investigación sobre “cuál sea el método y l(J razón de los antiguos pueblos orientales al componer sus libros , cuál su modo de hablar, cuál, finalmente, su noción de la verdad histórica” antes que se establezca nada definitivo sobre la índole literaria de ciertas narraciones de aquellos primeros capítulos.

b) En esta Carta como en la Encíclica Divino Afflante Spiritu se manifiesta ese espíritu amplio y magnánimo que afanosamente se vale de todas aquellas cosas que la humana industria y agudeza diera a luz pero a la vez también aquella fortaleza de ánimo con que el Sumo Pontífice, con ojo vigilante, reprueba todo lo que, audazmente publicado, carece de verdadero y sólido fundamento científico. Y así también en la Encíclica Humani Generis rechaza Pío XII enérgicamente ese método más libre de interpretar los libros históricos del Antiguo Testamento y recuerda que los hagiógrafos aunque se hayan nutrido para algunos relatos en las narraciones populares procedieron así “auxiliados por el soplo de la divina ins- piración, por el cual fueron preservados de todo error al seleccionar y juzgar esos documentos”. Aun más, tanto brilla en los Libros Sagrados del Antiguo Testamento el afán de verdad y sencillez que “debe decirse que nuestros hagiógrafos abierta- mente sobrepasan en ello a los escritores profanos” (Humani Generis).

En la misma Encíclica Humani Generis desecha el Papa todos los intentos de interpretación que “causan detrimento a la autoridad divina de la Sagrada Escri- tura”. Al exponer el sagrado texto debe tomarse en cuenta la analogía de la fe y la tradición de la Iglesia, no es lícito reducir al peso de una Sagrada Escritura al modo humano explicada por los exégetas, la doctrina de los Santos Padres y del sagrado Magisterio de la Iglesia; más bien, debe exponerse la Sagrada Escritura según la mente de la Iglesia, la cual fue divinamente constituida por Nuestro Señor Jesucristo custodio e intérprete del depósito de toda la verdad (Ench. Bibl. 612). Entre los diversos errores reprobados por el Sumo Pontífice en aquella parte de la Encíclica se enumera especialmente la manera que emplean algunos “de hablad mal del sentido humano de los Libros Sagrados bajo el cual, según declaran, yacé oculto el sentido divino el que sólo es infalible”, afirmando al mismo tiempo que

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ti sentido literal y su exposición elaborados bajo el ojo vigilante de la Iglesia por tantos y tan eximios exégetas debe ceder el lugar a esta nueva interpretación que llaman simbólica y espiritual y por la cual hay que facilitar por fin como dicen el acceso de todos a los libros sagrados del Antiguo Testamento que hoy día están ocultos en la Iglesia como una fuente cerrada”. Cuan ajeno sea todo ello con- cluye el Sumo Pontífice a los principios y normas hermenéuticas establecidas, por Nuestros Predecesores... lo mismo que por Nos en la Encíclica Divino Afflante Spiritu no habrá quien no lo vea” (Ench. Bíbl. 612 s).

c) León XIII en la Encíclica Providentissimus Deus expuso con especial cui- dado las dificultades que entonces surgían contra Sagrada Escritura de las ciencias naturales. Entre tanto, aplicados rectamente los principios proclamados por León XIII, casi todos los problemas encontraron su adecuada solución. Sin embargo, aun hoy día, realizados un mayor progreso y un más pleno desarrollo de las ciencias, especialmente de las paleontológicas, morfológicas y biológicas, conmueve poderosamente a muchos católicos aquella cuestión de si el primer ori- gen del cuerpo humano dejando a salvo la narración expuesta en el Génesis y en otros libros de la Sagrada Escritura puede aplicarse mediante la materia viva ya existente o sea la cuestión del evolucionismo. Pío XII ya había hablado de ella extensamente en la Alocución dirigida el 30 de Noviembre de 1941 a los miembros de la Academia Pontificia de Ciencias. Después de exponer lo que el católico, por fuerza, debe creer, el Sumo Pontífice concluye de este modo: ‘‘Numerosas investi- gaciones ora de la paleontología, ora de la biología, ora de la morfología hasta ahora nada aportaron que fuera positivamente claro y cierto acerca de ¡os otros problemas que atañen el origen del hombre. Se impone, pues, que dejemos que en los tiempos futuros la ciencia iluminada y guiada por la revelación, pueda dar algún día ciertas y definitivas conclusiones sobre un asunto de tanta importancia” (AAS 33 [1941] 506). Doce años después, Pío XII en la Encíclica Humani generis, volviendo sobre el asunto declaró que la Iglesia no prohibía que este problema ‘‘fuese tratado conforme al actual estado de las investigaciones y discusiones por hombres peritos en ambos campos”. Advierte, sin embargo, quee se haga con mo- deración y prudencia y con ánimo dispuesto a acatar el criterio de la Iglesia y no de un modo “como si nada hubiese en la revelación divina que exigiera la máxima moderación y cautela en este asunto” (Ench. Bíbl. 616).

Mientras el Sumo Pontífice favorece en esta materia decididamente la libertad, en el otro problema parecido, es decir el del poligenismo no admite tal libertad “por cuanto de ningún modo se ve cómo esta teoría pueda hermanarse con las sentencias que proponen, acerca del pecado original, las fuentes de la verdad re- velada y los documentos del Magisterio de la Iglesia” (Ench Bíbl. 617).

5. Lo que hasta aquí expusimos pone claramente de manifiesto que con celo infatigable Pío XII en sus 17 años de Pontificado ha hecho por la explicación y exposición de la doctrina de la Sagrada Escritura, por su inculcamiento, promo- ! ción y protección. No es de menor importancia lo que hizo a fin de que la misma doctrina se enseñara rectamente en las Escuelas y se llevara a la práctica en la cura de almas. '

a) En primer lugar, pues, adaptó con paternal y generosa liberalidad el Ins- 1 tituto que su Predecesor San Pío X había creado en Roma para fomentar los ( estudios bíblicos superiores, o sea nuestro Pontificio Instituto Bíblico, a las nuevas > exigencias y cuidó que se añadieran más amplias construcciones que se acomodaban oportunamente a las necesidades de la Escuela y de los estudios. En su girógrafo í del 30 de Mayo de 1954 declaró que estos edificios, unidos por una apropiada construcción a la Casa anterior del Instituto constituían ahora y para siempre la sede del Pontificio Instituto Bíblico y la oficina de administración del Rector que } fuere (pro tempore) del Instituto.

b) La Encíclica Divino Afflante Epiritu habla en varios pasajes del preclaro, § oficio de enseñar la Sagrada Escritura cuya importancia, como expone el Sumóla Pontífice, se demuestra por el hecho de que los sacerdotes no pueden adecuada- j mente desempeñar varios cargos de su sagrado ministerio, “si ellos mismos, en si

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paso por el Seminario, no se han impregnado de un activo y perenne amor a la Sagrada Escritura” (Ench. Bibl. 567). Por ello exhorta con gran insistencia a los Obispos a quienes incumbe el cuidado de los Seminarios a que vigilen diligente- mente por que en esta materia no se omita nada que pueda coadyuvar a lograr ese objetivo; a los profesores, empero, manda que dispongan toda la enseñanza de la Escritura de tal modo “que instruya a los jóvenes que se educan para el sacerdocio y el ministerio de la palabra de Dios en el conocimiento de las Sagra- das Letras y los imbuya en el amor a ellas para poder producir abundantes frutos de apostolado; que sin ese conocimiento y amor no habrá tales frutos” (Ench. bibl. 567). Pero dado que aquella Encíclica salió a luz en una época en que tantas naciones vivían agobiadas por el peso de las calamidades y ruinas y los Ordinarios del lugar y los Rectores de Seminarios estaban demasiado preocupados por los cuidados cotidianos de la vida e incolumidad, era de temer que los preceptos y consejos del Sumo Pontífice no produjeran en todas partes aquel fruto que pedía la gravedad y transcendencia del asunto. A fin de que no faltara nada, pues, a este respecto, Pío XII pidió a la Pontificia Comisión Bíblica elaborara una Instrucción apropiada sobre el recto modo de enseñar la Sagrada Escritura en los Seminarios de los Clérigos y en los Colegios de los Religiosos. Esta Instrucción aprobada por el Sumo Pontífice fue dada a luz el 13 de Mayo de 1950. En este importante docu- mento volvió a inculcarse que estas Facultades teológicas tuvieran profesores del todo ¡dóneos e instruidos debidamente en las ciencias bíblicas, munidos de los necesarios grados académicos y no recargados con otros graves oficios o minis- terios; que estos profesores, empero, observen fielmente en la enseñanza !as normas y leyes dadas por la Iglesia y sigan el método especialmente encomendado para esas facultades y el ministerio futuro de los oyentes, y además, que esas mismas facul- tades dispongan de todos aquellos instrumentos de estudio como libros, necesarios y útiles para profesores y alumnos.

c) Entre las instituciones que pueden contribuir a fomentar y nutrir un mejor conocimiento y mayor amor a la Sagrada Escritura entre los fieles cristianos, enu- meró el Sumo Pontífice también aquellas piadosas Asociaciones que tienen por regla procurar ese fin de varias maneras, es decir, máxime por la asistencia a Conferencias, a jornadas de uno o varios días o por la explicación de los libros sagrados, acomodada a los diferentes grupos de fieles.

La experiencia demostró que todo ello produjo no poco fruto en muchas re- giones, mas a veces existe el peligro de que esas reuniones realizadas por esas Asociaciones bíblicas u otras no aprovechen suficientemente a todos los asistentes y aun algunas contribuyan más a la “destrucción” que a la “edificación”. Por eso el Sumo Pontífice recientemente dedicó su paternal solicitud también a esas asocia- ciones y congresos, mandando promulgar por intermedio de la Pontificia Comisión Bíblica normas y leyes oportunas las que cabalmente discutidas y elaboradas fue- ron publicadas el 15 de diciembre de 1955 en la Instrucción de la misma Comisión sobre las Asociaciones Bíblicas, Reuniones g Congresos de la misma clase” (AAS 48 [1956] 61-64).

6. Al abarcar con una sola mirada todo lo que Pío XII en los 17 años de su Pontificado llevó a cabo para promover los estudios bíblicos, para proteger la sana doctrina bíblica contra los errores y peligros, para la cabal enseñanza de la Sagrada Escritura en los Institutos que preparan a los futuros sacerdotes y para el incre- mento del conocimiento de los Libros Sagrados y el amor a ellos entre los fieles: al abarcar, digo, todo ello de una mirada no podemos menos de admirarnos por las muchas e importantes empresas que ese solo Pontífice iniciara y realizara en este particular campo de actividad que es sólo uno de los muchos confiados a su solicitud, y lo realizara de modo tal que muy pocos Predecesores suyos se le podrán en ello equiparar. Y eso tanto más cuanto que todo se ha llevado a cabo en estos implacables años en que el mundo entero se sentía afligido por la cruelísima guerra, y terminada ésta sigue agitada por el temor de una nueva conflagración aun mayor; en que la Iglesia en muchos puntos del globo sufre una persecusión inaudita y una violenta opresión; en que, finalmente, tantos gravísimos problemas religiosos, mo

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lales, políticos y sociales sacuden las naciones. Pero si nos preguntamos cómo el Sumo Pontífice en medio de todo ese acontecer pudo desvelarse tanto también por nuestras cosas bíblicas, ciertamente debemos ante todo reconocer que el Espí- ritu Santo también en este asunto, a través del Vicario de Cristo ha ayudado (opem ierre) especialmente a la Esposa de Cristo, la Iglesia. Pero nos estimulará también no poco el que el mismo Espíritu Divino que tan egregiamente preparó a Eugenio Pacelli, el futuro Pontífice, para llevar a cabo tantas otras empresas, para la bíblica también lo dispuso con solícito cuidado y providencia, pues, no sucedió lortuitamente que nuestro Sumo Pontífice, apenas ordenado de sacerdote comen- zara a atender en la Curia Romana tareas en que de cerca pudo apreciar las difi- cultades y peligros que amenazaban de parte del modernismo y que para combatirlo y superarlo fuera por el lapso de más de los diez años siguientes el asiduo socio- de obra de los colaboradores de San Pío X. En aquellos memorables años el futuro Pontífice experimentó, por la triste suerte de muchos, cuánta importancia reviste el que los sacerdotes de la Iglesia estén bien y a fondo instruidos en la doctrina de la Sagrada Escritura y cuánto daño causan a la grey de Cristo la ignorancia de la Biblia o la desviación de ella de parte de los pastores o superiores. A esa experiencia se sumó otra que adquirió a lo largo de muchos años en la prepara- ción del Código de Derecho Canónico, a saber, el empleo de una crítica textual rigurosa y la práctica de una severa interpretación de los textos. A ninguno de los que tuvieron la dicha de tratar de más cerca a este Pontífice podrá escapar cuánto él, formado en esa escuela de la vida, desde sus años juveniles hasta el día de hoy haya estudiado y estudie por conocer y comprender el sentido genuino y auténtico de todos aquellos textos que en sus innumerables escritos y sermones aduce. Por eso, sin temor de errar, puede afirmarse que desde hace muchos años ensayó en mismo y practicó lo que en la Encíclica Divino Afflante Spiritu enseñara y pres- cribiera.

Así el Espíritu Divino al igual que para innumerables otras empresas, le pre- paró e instiuyó durante toda la vida para fomentar y promover la ciencia bíblica. Y ya Pío XII, así como se entregó con sumo interés y energía a todos los negocios vinculados con el sublime oficio del Pontificado, así también dedicó empeñosa-;, mente todas sus fuerzas a este particular dondequiera las condiciones de los hechos y de los tiempos lo exigían. Por eso apareció la carta encíclica “Divino afflamte .' Spiritu” de tanta importancia; por eso, el cuidado diligente por la pureza e inte- gridad de la doctrina, y su paternal solicitud por los salmos; por eso, finalmente, todo cuanto hizo para fomentar en los futuros sacerdotes y en todos los fieles elí conocimiento de las Sagradas Escrituras y su amor a ellas.

Nosotros, por lo tanto, a quienes la voluntad y la gracia divinas llamaron a cultivar de un modo particular las Sagradas Escrituras, a explicarlas y entregarlas a los fieles, en estos días, cuando todo el orbe católico celebra con júblilo el octogésimo aniversario del natalicio de nuestro Pontífice: a nosotros, digo, nos mueve e impulsa un motivo especial para dar gracias a Dios dispensador de todo bien, por todo cuanto se ha dignado conceder tan copiosamente al Vicario de Cristo sobre la tierra y por su intermedio a todos nosotros, y para rogarle con instancias que proteja por muchos años a este nuestro Sumo Pontífice, le con- serve con vida y salud, lo confirme y perfeccione cada día más y más con la luz sobrenatural y la gracia divina.

, Agustín Bea, S. J.

(Verbum Domini: 24, 1956, 129-141).

Vivamos la Palabra de Dios

Consideraciones sobre el texto tucano de viaje (Véase: Rev. Bíblica: N p 85, 1957, pg. 76s.)

2. “Y no le acogieron”. (Le. 9, 52-56)

Jesús estaba en camino a Jerusalén. Le. 9,52 prosigue: “Y envió mensajeros delante de sí. Y puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para prepararle albergue. Y no le acogieron porque iba a Jerusalén. Viéndolo los dis- cípulos, Santiago y Juan dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?” “Pero volviéndose Jesús los reprendió y se fueron a otra aldea”.

Un pequeño suceso de la vida pública del Señor, traído meramente como hecho histórico y de escasa significación. Pero tras esta apariencia late una realidad muy distinta. ¿Cómo podría, en efecto, haber cosa pequeña tratándose del Hijo de Dios? El, Hijo de Dios, solicita albergue y sus creaturas se lo niegan. “No le acogieron”. Santiago y Juan están indignados, y les sobran motivos para ello. Cuando haya pasado más de medio siglo, este mismo Juan, discípulo al que amaba, habrá de impregnar todo su evangelio de la cruel tragedia configurada en este hecho: “no le acogieron”. Pensemos tan sólo en el prólogo del Evangelio de San Juan, grandiosa sinopsis que el evangelista hace preceder a su mensaje. No menos de tres veces se repite en estos pocos versículos la idea-madre: “no le acogieron”, sólo que entonces reviste un carácter mucho más profundo y, diríamos, aterrador, por cuanto se divisa con mucha mayor claridad quién es el que no acoge y quién el no acogido. Es como si sintiéramos la lucha por dar forma de expresión a lo increíble: “Al principio era el Verbo y el Verbo era Dios. En El estaba la vida y la vida era luz de los hombres, y la luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron”. Así pues: Dios, vida, luz! y las tinieblas le cierran la entrada. Y nuevamente: “Estaba en el mundo y por El fué hecho el mundo, pero él mundo no le conoció”. Y finalmente: “Vino a lo que era suyo y los suyos no le recibieron”. En estos pocos versículos de introducción está dicho, pues, con triple encareci- cimiento: no le acogieron. Mas ahora aparece también el contraste con un acorde de triunfante gozo: “Pero a cuantos le recibieron dióles potestad de venir a ser hijos de Dios”, es decir, de nacer con toda la verdad de Dios para una nueva vida. Esto, pues, es lo grande y decisivo, lo único importante en la concepción del mundo y de la vida así del evangelista como del Espíritu Santo, cuyo instrumento es aquél: si Jesucristo es acogido, o no. Precisamente por esto no podemos pasar ligeramente por encima de la simple frase narrativa: “los samaritanos no le acogieron”, porque esta aldea samaritana se transforma a nuestros ojos necesariamente en imagen del mundo y de toda alma que se niega a recibir a su Dios y Señor... “No le acogieron”.

Ahora bien: ¿qué significa acoger? Lo fundamental es acoger a Jesucristo en la fe, y esto con el carácter en que ha sido enviado por el Padre: como nuestra vida eterna. Acogerle significa decir a su misión, dar el de la fe a su palabra: “yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Acogerle en la fe significa, por lo tanto, confesar que para nosotros todo se cifra en esto sólo: Jesucristo.

Una tal confesión es ya un acoger a Cristo con su verdad y con su misión; es un acogerlo con el intelecto, el corazón y buena voluntad. Pero consideremos que se trata aquí de confesar a Cristo como nuestra vida, confesión que a la vez causa maravillosamente lo que expresa: porque la fe es la raíz y el fundamento de la justificación, y ésta no es otra cosa que: Cristo en nosotros. De esta manera el confesar a Cristo como nuestra vida se convierte en un recibir a Cristo en nues- tra existencia y nuestro ser, tan real y tan maravilloso como sólo la omnipotencia amante y el amor omnipotente pueden hacerse recibir.

Cristo en nosotros: he aquí el contenido y el efecto de nuestra confesión de Cristo. Pero Cristo, nuestra vida, es al mismo tiempo y de manera no menos mis-

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leñosa, aquella vida nuestra que ha de realizarse más y más. Es así como toda nuestra existencia de cristianos con toda su actividad se transforma en un perma- nente “recibir a Cristo”. Pues, al decir de San Pablo, lo único que tiene importancia en la vida del cristiano es que Cristo, una vez que ha nacido en nosotros, “tome íorma”, crezca en nosotros, nos llene y compenetre cada vez más. En este sentido Cristo está siempre en trance de advenimiento, queriendo ser recibido de manera siempre nueva y más profunda, a saber, en cada palabra de la Sagrada Escritura, en cada palabra de su Iglesia, en cada voz de la consciencia y en cada inspiración de la gracia. Está en trance de advenimiento en sus creaturas hechas por El, para que nos sirvan de múltiple ayuda en el camino por donde El nos quiere conducir. En estas creaturas hay dos grupos donde está en trance de advenimiento por ex- celencia: en sus santos sacramentos: signos visibles de su gracia, y luego en sus hermanos, nuestros prójimos, y aquí sobre todo. Dios mismo sale fiador de su palabra que nos dice que Jesucristo está en trance de advenimiento en todos sus hermanos, ahora con miles de necesidades de cuerpo y alma; está viniendo y quiere ser recibido.

A la verdad, que haremos bien en no precipitarnos lanzando el veredicto sobre aquellos samaritanos de los que se dice: “y no le acogieron”. Pero queda en pie que lo único importante es si Jesucristo es recibido, o no.

¿Y cómo puede ser que Jesucristo alguna vez no sea acogido? Nuestro Evan- gelio dice claramente por qué los samaritanos no le acogieron: “porque iba a Jeru- salén”, es decir: porque era judío (o, por lo menos, porque en su carácter de peregrino de camino a Jerusalén se hacía solidario con los judíos en contra del santuario de los samaritanos en el monte Garizim). Esto quiere decir que Jesús no fué recibido por apasionamiento nacionalista, por el odio que se había ido for- mando entre los judíos de Judea, ortodoxos y de pura raza, y el pueblo mestizo de los samaritanos, suspectos en lo tocante a su religión.

“Porque iba a Jerusalén”. Esta motivación tan sencilla de la negativa de recibirlo, nos recuerda, pues, el mal básico de donde proviene tanta culpa y tanto pecado de los hombres: no es la verdad quien decide en la vida humana, sino la pasión; no nos guía la intelección, sino la ceguera del corazón.

¿Por qué no se le recibe a Jesucristo? En el caso de los samaritanos, por ser judío. No se amoldaba al ideal soñado de sus aspiraciones nacionalistas. En ef caso de los soberbios del espíritu de todos los tiempos, en cambio, la razón es que siendo el Hijo de Dios y pretendiendo serlo, habitaba, sin embargo, como verda- dero hombre en medio de nosotros, un medio que no excluía nada: desde los vahídos del lactante hasta los gemidos del moribundo. ¿Por qué no se recibe i* Jesucristo? Porque su reino no es de este mundo, porque parece desvalorizar los bienes y las alegrías de este mundo con su mensaje que señala al cielo como meta; porque llama bienaventurados a los pobres, los mansos, los perseguidos, porque conduce a los hombres por el camino de la cruz, de la afrenta, del sufrimiento, porque exige del intelecto soberbio el sometimiento por la fe, de la carne rebelde disciplina y continencia; porque quiere conducir a los hombres por medio de otros hombres continuando, por esto, su vida en su Iglesia...

Podríamos seguir enumerando razones sin nunca acabar. Donde quiera que un yo humano porfiado y caprichoso se busca a mismo en lo grande o en lo pequeño, allí Cristo se convierte para él en piedra de escándalo y se produce aquel hecho trágico y grávido de consecuencias: no le acogieron, porque no era tal como la pasión de ellos quería que fuese.

Mas este es precisamente el desorden fundamental en nuestra vida humana: que el corazón nos enturbia la vista, que tomamos por verdadero lo que deseamos que lo fuera, y que negamos todo cuanto no queremos que sea verdad. Esta es la “carne” que se rebela contra el espíritu, en castigo de que en el primer padre de todos los hombres se rebeló el espíritu contra Dios. Desde entonces el hombre caído, en todo lo que atañe su yo, carece de objetividad. |Cómo transcurre la vida de los hombres envuelta en el engaño de mismos! Al decir de un proverbio inglési se diría que vivimos “en el paraíso de los locos”. Nuestro querido yo siempre es

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bueno, siempre tiene razón, y lo que no le gusta, lo que le lleva la contra, es inalo. Aquí es donde tiene su raíz el pecado y las contieridas, aquí radica la dificultad casi insuperable de llegar a un verdadero entendimiento, también donde se trata de pueblos enteros. Pero lo que acarrea consecuencias más graves es el hecho de que a partir de aquí, desde esta radical falta de objetividad, se ha de decidir si se acoge, o no, a Jesucristo y si se le niega la acogida real y solamente por ser dis- tinto de lo que quisieran nuestra pasión y nuestro yo: Jesucristo crucificado, Jesucristo en su Iglesia, Jesucristo en sus hermanos, Jesucristo en toda la exten- sión de nuestra vida cotidiana de cristianos.

Vida en virtud de la palabra de Dios: cuán enormes son los problemas huma- nos que nos plantea: ‘‘No le acogieron”. Esta palabra nos coloca frente a la gran cuestión decisiva de toda historia y de toda vida: si Jesucristo es recibido, o no. ‘‘Porque iba a Jerusalén”; esta motivación dirige nuestra mirada a la más pro- funda raíz de toda culpa y todo pesado humanos; la rebelión de la carne contra el espíritu en la falta de objetividad connatural al hombre caído.

Que lleguemos a verla, la verdad que es Cristo, nuestra vida; que le acojamos para así recibir la "potestad de venir a ser hijos de Dios”, la potestad de vivir por él, en él y para él, para esto Dios nuestro Señor concédanos luz, fuerza y gracia.

3. En torno al Reino (Le. 9, 57-62)

Con evidente intención el evangelista San Lucas narra aquí juntamente tres encuentros con el Señor, encuentros de hombres que quieren hacerse discípulos suyos. La narración se distingue por su notable concisión y severidad. Golpe tras golpe aparecen las tres palabras del Salvador que son aquí el único objetivo. Sin querer se despierta la curiosidad por saber cuál habra sido el efecto que produ- jeron en cada uno de los solicitantes, pero el texto ni siquiera lo insinúa. Con tanta mayor precisión queda remarcado lo único que aquí tiene importancia: la palabra del Señor de la que hemos de aprender lo que él exige de quienes quieran anunciar su reino. Y esto es tanto que asusta. No quiere "algo” de su discípulo, lo quiere todo entero, y su exigencia no admite condiciones ni demora alguna. Debe anunciar el reino de Dios, y tal misión le ha de llenar tan enteramente y sin restricciones que a su lado enmudezcan todos los anhelos personales, por justi- ficados que fuesen humanamente. Mientras todavía subsista algún movimiento interior de esta índole, el discípulo no es tal cual lo quiere el Señor y como lo exige el reino.

Veamos ahora las palabras mismas del Salvador. Aquí sopla el espíritu del Evangelio: áspero, sin consideraciones, el espíritu del todo. ¡Qué diminuta aparece toda buena voluntad humana frente a este soplo poderoso precedente de un mundo distinto! “Te seguiré adondequiera que vayas”. ¿No habla así el entusiasmo? Se diría: Gracias a Dios, ¡por fin uno que se ofrece generoso a mismo! ¿Y cuál es la respuesta del Señor a tan entusiasta ofrecimiento? Pues, dista mucho de ser la que esperaríamos de quien suele cultivar solícitamente cualquier asomo de buena voluntad y no apaga la mecha humeante. El Señor se mantiene frío, reservado, su actitud casi asemeja el rechazo. Con palabras sosegadas pero inexorables pone al candidato frente a lo primero que hace tan duro el más estrecho seguimiento de Cristo: “las raposas tienen cuevas y nidos las aves del cielo; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Quien con El quiera anunciar el reino de Dios, debe hacerse apátrida en esta tierra como El. Ya lo hemos visto: Jesús vino a la aldea de los samaritanos y no le acogieron; mas El no hace valer sus derechos, sino que simplemente se marcha a la próxima aldea; y si allí encontró por ventura dónde reclinar la cabeza, no fué por ser de su “propiedad” ese lugar- cito, sino porque hombres buenos, tomando de lo suyo, se lo concedieron por una noche; ni fué así por casualidad, sino que tal había de ser, ya que forma parte de aquel “cumplirse los días de su asunción” y el “dirigirse a Jerusalén”. Coma peregrino en este mundo, quiere enseñar a los hombres a ser peregrinos también ellos, a no echar raíces demasiado hondas en este mundo que esencialmente no es

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sino un camino. Es esta una parte importante de su predicación del reino de Dios: la libertad de los bienes de este mundo. Pero quien quiera anunciar este reino realmente con poder y en su más estrecho seguimiento, debe realizar en mismo y vivir a los ojos del mundo no solamente la libertad necesaria, sino la plend libertad de los bienes de este mundo: debe ser ajeno a esta tierra.

Esto, empero, no es cosa tan fácil, porque la tierra es hermosa y buena, creada para el hombre, como el hombre para ella. Si bien no es su patria definitiva, debería ser, sin embargo, para él una patria provisional para los días de su pere- grinaje en este mundo, instituida especialmente para él por la amorosa mano paternal de Dios, en consonancia con sus necesidades y su capacidad. Había de reinar sobre la tierra y sometérsela, había de recibirla de la mano de Dios, capaz de evolucionar, para devolverla al Creador como transformada y cuasi nueva, cual obra de sus propias manos, consagrada y santificada por su amor agradecido y su servicio leal. Tal fué la intención primigenia del Dios creador. Verdad es que quedó frustrada y el plan deshecho; pero la tierra siguió siendo hermosa y el hombre siguió siendo capaz de usar el mundo para sus fines y gozar de sus bienes. Sólo que ahora se trata de un hombre desquiciado, un hombre que lleva dentro de la rebelión de la carne contra el espíritu, ya que no es amo en su propia casa, por haberse trocado sus facultades en pasiones y su capacidad en concupiscencia: concupiscencia de posesión, concupiscencia de gozo, concupiscencia de poder. Pero posesión, gozo y poder es precisamente lo que brinda el mundo, volviéndose por esto un peligro que seduce, encadena, domina y esclaviza al rey a quien debía haber servido, poniendo así en peligro su eternidad.

A otro le llamó el Señor: “¡Sígueme!” Este rogó: “Señor, déjame ir primero a sepultar a mi padre”. Un ruego tan sencillo nos toca espontáneamente el corazón. El joven está dispuesto a seguir el llamado del Señor incondicionalmente y sola- mente le pide una pequeña demora para hacer el último servicio de caridad a su padre difunto. ¿Y Jesús? El que no puede ver ninguna tristeza sin intervenir como consolador, el que resucita a nueva vida al hijo difunto de la viuda sollozante para secar sus lágrimas de madre, el que estando junto al sepulcro de Lázaro llora conmovido por la tristeza de las dos hermanas? Hablando en términos humanos, sólo por el pedido del joven se enteró que a éste se le acaba de morir el padre: Lo que esperamos ahora es una expresión sentida de condolencia y la prórrogaj solicitada. ¿Pero qué sucede en su lugar? La demora es negada, y por si esto no bastara, es negada con una aparente dureza y brusquedad que bajo las circuns- tancias del momento tiene que surtir un efecto simplemente cruel. El corazón sangrante del hijo tiene que escuchar las palabras: “¿Qué te importa a ti tu padre difunto? Deja que los muertos sepulten a sus muertos”. Terrible, de verdad, si acabara aquí; pero lo que sigue nos da la solución del enigma. En la voz del Señor debe haber sonado un poder fascinante, vencedor de este mundo, cuando prosiguió: “Tú vete y anuncia el reino de Dios”. No, no es así como habla uno de este mundo; es la irrupción que en el nuestro hace un mundo nuevo, y este nuevo mundo se llama precisamente “el reino de Dios”. El anunciarlo no permite demora de nin- guna clase, por importantes que parezcan las razones que para ello hay. Donde está en juego el reino de Dios, allí tienen que enmudecer todas las otras vocea, allí carece de valor cualquier consideración terrenal. Vivimos una nueva vida en un mundo nuevo. “Deja que los muertos sepulten a sus muertos”. Por lo tanto, la madre, los hermanos y los vecinos en casa son muertos, mientras que él vive, entresacado él solo de un reino de muertos, únicamente por el hecho de que se le ha dirigido el llamado: “Sígueme”. ¿Para qué quieres entretenerte aún a sepul- tar a un muerto, aunque fuera el propio padre, si has sido llamado a anunciar lo! vida en todo el mundo de muertos? ¡una nueva vida en un mundo nuevo! ¿Qué¡ llamamos nosotros duro, qué brusco, si frente a lo inmenso nuevo, el reino de Dios, se hacen trizas todas nuestras pequeñas medidas y proporciones? Esto es lo que la dura palabra del Salvador quiere grabar profundamente en nuestras almas precisamente mediante su sorprendente dureza: que frente a lo inmenso nuevo que viene del cielo quedan nulas todas nuestras proporciones terrenas.

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La primera palabra del Salvador se dirigía al hombre atado a los bienes da esta tierra. A diferencia de éste, el predicador del reino de Dios tiene que renun- ciar a un hogar en forma de propias posesiones. En esta segunda palabra del Salvador la renuncia se refiere al hogar en forma de la propia carne y sangre, en padre, madre, hermana y hermano, pero sobre todo: en mujer e hijos. No es bueno que el hombre esté solo. Su estructura corporal y anímica lo destinan a1 encontrar su complemento y consuelo en el humano, a hallar en el venturoso darse y recibir el don del otro, un poderoso impulso para el desenvolvimiento de todo su ser. Aquí están los bienes supremos y los valores que brindan la más grande felicidad, pero con esto también tratándose del hombre caído las más pesadas cadenas, la seducción más irresistible, el peligro más grande. Así pues, habrá de ser otro requisito para la predicación del reino de Dios el que se ayude a los hombres a llegar a la libertad más necesaria, allí donde es mucho más difícil, donde más íntimamente hierve la sangre, donde los corazones palpitan en el éxtasis y la pena del amor. ¿Qué tiene de extraño, pues, si el Señor exige nueva- mente del heraldo del reino la plena libertad y la renuncia total? La exigencia aterra, sí, pero justamente en este aterramiento demuestra su imperiosa necesidad ya que están en juego los bienes más sublimes y, en consecuencia, la lucha contra los peligros más temibles. “Deja que los muertos sepulten a sus muertos, vete y anuncia el reino de Dios” Sea este tu gran amor, el que no deja lugar para nin- guna atadura, amor que te inunda totalmente.

Aun falta el tercero. De nuevo escuchamos: “Te seguiré, señor”; esta vez con una restricción la mínima posible que propiamente se sobreentiende: “pero déjame antes despedirme de los de mi casa” Pero Jesús le responde: “Nadie que des- pués de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás, es apto para el reino de los cielos”. Aquí tenemos por tercera vez esta inexorabilidad incomprensible y literalmente inhumana. “Incomprensible” para nosotros, pues, no sabemos qué significa el reino de Dios; más que obvia en cambio, para quien sólo ha visto á Dios y viene para anunciárnoslo. “Inhumana”, sí, porque quien habla viene del cielo trayendo una nueva vida para un mundo nuevo. ¿Cómo habríamos de enten- derlo con sentimientos meramente humanos? Por tercera vez, pues, se nos presenta la exigencia del hombre en su totalidad, incondicionalmente y sin demora, en plena libertad, existiendo ya exclusivamente para su alta misión. ¿Por qué por tercera vez? ¿A qué otra cosa puede renunciar ya el discípulo? Renunció a su hogar en la forma de la propia posesión; renunció a su hogar en la forma de la propia carne y sangre, y esto tocó mucho más hondamente las fibras de su ser. Pero todavía resta un último reducto, el más profundo: en su yo propio, en su autodeterminación personal, en su libertad. Esto es lo último a que hay que re- nunciar. No figura en nuestro texto: en éste lo que exige es el alma indivisa. Pero después de lo primero que se refería a la libertad de los bienes de este mundo, y después de lo segundo que se refería a las ataduras de la carne y sangre, ya no queda sino lo último, lo más profundo: el perderse ahora incluso a mismo para no conocer ya más que la voluntad de otro, en calidad de “esclavo” de Crristo, como solía llamarse San Pablo. ,

Le. 9, 57-62: ¡helos aquí los tres consejos que se llaman los “evangélicos'’ : pobreza, virginidad y obediencia para el discípulo de Cristo que quiere anunciar el reino de Dios, una nueva vida en un mundo nuevo!

(Trad. H. Kahnemann).

M. Zerwick, S. J. (Pontificio Instituto Bíblico)

La Carta dirigida al ángel de Efeso

Ensayos sobre la parte parenética del Apocalipsis

1. Una primera impresión.

Si el lector recorre los siete versículos de la carta que dirigió el vate de Patmos, o mejor, que el Señor le manda escribir en una revelación acústica para orientar la obra apostólica del ángel de esa iglesia, ¿qué impresión primera recibe?

¿Verdad que la podríamos definir así?, que en esas pocas líneas se dicen muchas cosas misteriosas, hermosas, profundas, religiosas y morales, cosas que se refieren, sin duda, a una situación real de esa iglesia, pero en términos muy gene- rales, aplicables a muchas otras iglesias, aun a muchas nuestras hoy día existentes, sin precisar demasiado la situación exacta ni las circunstancias individuales qué se censuran y se intentan remediar. Esta es, por lo demás, una característica que, con un más o menos volveremos a encontrar en cada una de las siete cartas.

Se replicará y con mucha razón que para los efectos que se intentaban producir no se necesitaba descender a los pormenores ínfimos sino que sólo se requerían censuras y exhortaciones, consuelos y estímulos generales.

Si ahora comparamos esta carta, y las 6 restantes, con la literatura profética del Antiguo Testamento, la cual influyó indudablemente en la redacción de ellas como en la de todo el Apocalipsis, nos encongamos, como advierte Lohmeyer (1), con que los profetas, al referirse a situaciones bien concretas del pueblo elegido hablaban en términos generales para dar un sentido amplio y eterno a sus frases, fenómeno que, por lo demás, podemos observar también en autores no inspirados de libros religiosos y morales. El descender a datos concretos de situaciones em- barazosas, a fuer de método generalmente improcedente y enojoso, puede fácil- mente herir no sólo a las personas sino también la virtud de la caridad cristiana y resultar contraproducente y perturbador.

Por eso tal vez, Juan, siguiendo el ejemplo profético en su carta a Efeso que en el fondo no es carta por cuanto le falta el diálogo de alma a alma, la nota personal y concreta da para la situación históricamente única sus consejos y alientos en términos de valor universal, y así también para nosotros en el siglo veinte.

2. La situación de Efeso.

Precisamente por este aspecto universal, para dar un alcance más profundo k ciertas expresiones claves de la “carta” es necesario que echemos primero una mirada aunque más no sea superficial a la ciudad de Efeso de entonces. Tenemos de ella más datos que de muchas otras ciudades antiguas pero daremos solamente los indispensables para la mejor ilustración del texto.

La antigua capital de la región había sido Pérgamo, sede de la casa real de los Atálidos, mas su fama fue obscurecida por Efeso.

Efeso estaba situada favorablemente cara al mar y desempeñaba orgullosamente el papel de intermediaria entre el Oriente y Occidente, uniendo Grecia, Italia y aun España ' con las regiones asiáticas que se extendían hasta el Eufrates y más allá. Los antiguos la celebraban como el emporio del Asia cistaurense. Se han encontrado monedas efe-< | sinas en que ella misma se llama: “La primera metrópoli”. Swete le calculó en tiempos d de César Augusto 200 mil habitantes y en la época del Apocalipsis habrá tenido entre 250 a 300 mil. De debajo de las arenas y escombros se desenterraron las ruinas del Anfiteatro de Efeso con una capacidad para 50.000 personas, cifra notable que compite ventajosamente con la capacidad de los grandes estadios de nuestras urbes modernas. Era en ese tiempo cabecera de toda la provincia proconsular de Asia y asiento del pro- cónsul romano, ciudad libre, que por derecho tenía un Senado, arcontes, y “grammatci", « que intervienen en el motín de los Efesios contra Pablo.

Florecía en ella la cultura helenista y rayaba a gran altura la filosofía, la elocuencia y la escultura. El alto nivel de civilización aun de los convertidos al Evangelio se colige de la carta de San Pablo a los Efesios suponiendo aquí, sí, que esa carta fuese diri- , J gida a esa ciudad carta llena de profundísimos pensamientos sobre la Iglesia cuyo

D) En su Comentario al Apoc. pág. 40.

LA CARTA DIRIGIDA AL ANGEL DE EFESO

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fondo aun hoy día no hemos sondeado ni agotado su significación, que supone (no como en la Corinto de los cristianos modestos, pobres y esclavos) conversos sabios ilustrados, poderosos y nobles, en caso contrario, San Pablo con su intuición y espíritu realista no les habría expuesto verdades tan elevadas y difíciles. Esto mismo está insi- nuado por el lugar en que Pablo casi desde el principio de su actividad pronunció sus “discursos de combate”, conviene a saber, en la Academia de Tiranos.

Entre los famosos orfebres de la ciudad habrá habido hombres piadosos, pero en general, no nos equivocaremos suponiendo que no eran sino buenos comerciantes, gre- mialmente bien organizados, ricos e influyentes.

a) Religiones paganas.

Desde antiguo había aquí una de las "siete maravillas" del mundo, el Templo de Arlemis o Diana, Heróstrato lo incendió en el año 356 a. C. para lograr fama; pero el santuario fue reedificado con mayor esplendor y magnificencia. Un movimiento religioso relativamente intenso, peregrinaciones anuales numerosas, especialmente en las fiestas de la Diosa y un comercio único de estatuas se desarrollaron alrededor del Templo. Diana, la gran diosa de los efesios, no era una diosa clásica de noble porte sino la figura de una divinidad exuberante de la naturaleza, “causa” de la fertilidad. Pausanias Messeno (IV, 31, 8) dice que fué venerada de más personas particulares que cualquier otra diosa.

Pero la suya fue sólo la devoción de mayor relieve conocido y de acento popular como se ve en el motín contra Pablo y los suyos (Act 19). Las corrientes de varias religiones chocaron en la gran metrópoli; brujerías, supersticiones y la magia cundían y las “efesia grámmata”, fórmulas mágicas escritas en “hojas” y usadas como amuletos se llevaban a todas partes; en el movimiento de reacción iniciado por S. Pablo se que- maron libros supersticiosos por un valor de 360.000 pesos.

Poco a poco se introducía y se sobreponía el culto imperial. Más tarde, en tiempos de Domiciano, Efeso parece ser el centro y paladín del culto imperial en el Oriente,. Aquí estaba el templo provincial en honor del Emperador, y en sus monedas la ciudad podía estampar “neókoros”, algo así como “custodio del templo”, honor que distinguía a las ciudades que habían levantado un templo en honor del Emperador.

También el gnosticismo naciente penetró en la ciudad y se propagó por sus casas.

b ) La religión judía

Los judíos desempeñaban cierto papel en ese puerto. Su número no era despre- ciable y poseían una sinagoga cuando menos. Entre paganos y judíos había serias

diferencias, y estallaban conflictos.

c) El cristianismo

En este centro activo, agitado y en parte religioso fundó San Pablo en su segundo viaje, viniendo de Corinto con el matrimonio Aquila y Priscila, una comunidad cristiana, permaneciendo en medio de ella sólo poco tiempo. Aquila y Priscila y más tarde Apolo ensancharon la pequeña base, y Pablo, en su tercer viaje, quedó en Efeso casi tres años más tiempo que en ninguna otra fundación suya, consolidando la primera conquista e incrementándola. “Aquí se me ha abierto una ancha puerta, escribe el Apóstol a los Corintios refiriéndose a Efeso, y se produce mucho fruto” (I Cor 15, 32). De Efeso se esparció el Evangelio también a las ciudades vecinas como Colosas, Laodicea, Mileto y hasta Tróade. Sus célebres colaboradores fueron Timoteo, Erasto, Apolo, el docto alejandrino y el matrimonio Aquila y Priscila y seguramente otros que no conocemos. En su Carta a los Romanos (16, 4) alaba el Apóstol a este matrimonio diciendo de él que hubiera dado su cabeza para salvar la de él, refiriéndose al parecer a Efeso. Un soplo de Primavera pentecostal despertaba a muchas almas a la fe y el amor de Cristo. La carta del Apocalipsis al señalar que los Efesios habían perdido su “primera caridad” y al exhortarlos a que vuelvan a “las obras primeras” recuerda probablemente esos tiempos.

Pero no faltaron contratiempos y ataques. En I Cor 15, 32 (escrita en Efeso) dice: “He luchado con animales salvajes” expresión probablemente simbólica, y un poco más allá añade (I Cor 16, 9): “Y hay muchos adversarios”, que serán tal vez los devotos de Diana o con mayor seguridad, los judíos de la Sinagoga.

En su I Carta a Timoteo (1, 3) a quien dejó después como jefe de esa iglesia se insinúan ciertos herejes que quizás tengan relación con los nicolaítas del tiempo del Apocalipsis” Te rogué, dice Pablo al partir para Macedonia a su predilecto Timoteo, que te quedaras en Efeso, para que requirieses a algunos que no enseñasen doctrinas extrañas ni se ocupasen en fábulas y genealogías inacabables”.

Parece que la nueva cristiandad estuvo un tiempo abandonada a misma y per- dió su espíritu, su alta moral y su prístino fervor.

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Si esto fué así, la guerra de Palestina y la caída de Jerusalén (68-70) trajeron, seguramente, en parte por lo menos, una segunda floración con las características yat no paulinas de los años 55 a 57 sino las de las enseñanzas de los apóstoles de Jerusalén. La tradición cristiana o como dice el comentarista protestante Lohmeyer, “algunas no- ticias individualmente inciertas pero, en su conjunto, reflejo de una realidad” (Pág 21), refieren que en esos años santos llegó a Efeso el apóstol S. Juan y Felipe de Jerusalén; Timoteo y Juan y aun la Santísima Virgen según cierta no muy probable tradición estu- vieron sepultados en Efeso. Papías trae de ello cierta confirmación. Compitiendo en impor- tancia eclesiástica con Antioquía de Frigia y Alejandría de Siria, volvió, pues, a su primera gloria, pero tal vez no a su primer fervor si nuestra suposición de la época de la deca- dencia espiritual de Efeso es exacta, a no ser que tal vez se ponga el abandono del primer fervor entre los años 80 a 90, bajo los ojos del Apóstol Juan, lo cual es poco probable. Aquí se libraban al parecer, los primeros combates contra los perturbadores judaizantes y los herejes gnósticos. El espíritu helenístico vivo, palpitante e inquieto aun de los con-' vertidos buscó el prurito de novedades. San Ignacio de Antioquía, poco después del año 100 y de la publicación del Apocalipsis previene a su vez a los Efesios contra las divi-' siones heréticas.

A este lugar, pues, para remediar los males que entonces cundían en él más visiblemente, sin aludir a Pablo ni a su modalidad doctrinal lo cual J“uan, coma “discípulo amado” del Señor y confidente de su corazón, no juzgó procedente nombrar porque quería armar y alentar a sus fíleles al combate con que amenazaba el porvenir incierto, envió el Vate de Palmos la siguiente “carta”:

“Al ángel de la iglesia de Efeso escribe”:

Esto dice

El que tiene en su diestra las siete estrellas,

El que se pasea en medio de los siete candeleros de oro Conozco tus obras, tus trabajos y tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos

y que has probado a los que se dicen apóstoles, pero no lo son, y los hallaste mentirosos y tienes paciencia

y sufriste por mi nombre, sin desfallecer;

Pero tengo contra tí,

que dejaste tu primera caridad.

Considera, pues, de dónde has caído, y arrepiéntete

y practica las obras primeras, si no, vendré a

y removeré el candelero de su lugar, si no te arrepientes.

Mas tienes esto a tu favor,

que aborreces las obras de los nicolaítas como las aborrezco yo.

El que tenga oídos, que oiga lo que dice el Espíritu a las iglesias.

Al vencedor le daré de comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de mi Dios” (Apoc. 2, 1-7).

III. Explicación del Texto 1. La introducción, (vers. 1.)

Para comenzar la carta, el Señor glorificado no trae a la memoria de los Efesios la historia grandiosa del pasado efesino ya habría luego ocasión de recordár- sela para su vergüenza sino que se presenta con las insignias de su poder y majestad, símbolos al mismo tiempo de su amor y condescendencia para con ellos. Recoge para el efecto detalles que ya había visto Juan en la aparición del Jinete (Apoc. 1, 16); “Tenía (el Jinete) en su diestra 7 estrellas, escribe Juan, y de su boca salía una espada aguda de dos filos”; luego anota un poco más abajo la ex plicación que da el mismo Señor de las estrellas: “Cuanto al misterio de las siete •strcllas son los ángeles de las siete iglesias”.

Había dicho también el Señor que estaba en medio de los candelabros (Ap. 1, 13) y que los candelabros significaban las siete iglesias del Asia (Ap. 1,20). Aquí

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en la carta efesina dice que “se pasea en medio de los 7 candeleros”, o sea de las siete iglesias. Cristo dijo a los apóstoles en el sermón de la Montaña: “Vos sois la luz”; Juan dice de las iglesias: “Vos sois candeleros encendidos”. Comprendemos fácilmente que con esta metáfora quiere decir: “No temáis; yo estaré en medio de vosotros”, o como dijera en otro pasaje evangélico: “Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”, siempre, en todo momento. A pesar de su subida al cielo no los ha abandonado, ni los abandonará, ni a ellos ni a nadie, en ninguna época, tampoco a nosotros en la actual tan turbulenta y perseguidora como aquélla, sino que los alentará a todos con su presencia invariable y afectuosa, “caminando entre ellos” los protegerá y los hará triunfar con El.

No tan fácil de entender es la otra figura: “Las siete estrellas que tiene en su mano derecha”. Wikenhauser advierte en su Comentario al Apocalipsis (pág. 30) que éste es un rasgo más bien abstráctamente pensado que no plásticamente visto. En efecto, a primera vista, parece difícil imaginarse “siete estrellas en una mano”. Zahn insinúa una solución gratuita un tanto complicada, creyendo que lo quo percibió Juan en la visión del Jinete y que repite aquí fue una especie de corona vuelta hacia arriba de siete estrellas unidas en un como aro invisible. No es impo- sible pero más probable nos parece que haya influido en ese atributo de Cristo el ambiente pagano, pues Júpiter, según las leyendas y “creencias” griegas llevaba como símbolo de su poder el rayo en su mano derecha, una especie de tizón en-* dido que relampageaba en los extremos que sobresalían de la mano del “padre de los dioses”, junto con dos flechas í2L Aun podía pensarse en cierto influjo de la aparición de Javé el soberano Legislador y Señor en el monte Sinaí en medio truenos y relámpagos.

No se objete que en el Sinaí no aparecieron estrellas, ni que Juan necesitaba pedir prestados atributos de majestad a una principal divinidad pagana. Nuestra imaginación trabaja en forma ilógica y une fácilmente elementos heterogéneos, lo cual puede ser aprovechado por Dios revelador. Juan, además bien podía haber fijado su atención en esos atributos de majestad divina, tan conocidos y corrientes en el ambiente helenista para trasladarlos, en abierta oposición a la idolatría rei- nante, a la diestra de Jesús, señalando, como en realidad señala, que Cristo y sólo Cristo ejerce los poderes divinos y lleva con fuerza infinitamente soberana y pro- tectora las siete iglesias en su mano.

La presencia perenne de la primera frase se conjuga y se realza con la omni- potencia de la segunda para consuelo de los efesinos afligidos por los tiempos procelosos que se avecinaban, su amorosa convivencia con ellos y el poder irresis- tible de su brazo protector.

Las dos expresiones figuradas van precedidas con un prof ético: Esto dice (esto dice, así habla el que tiene... y el que pasea...). No cabe duda que las dos palabras tienen entonación viejotestamentaria que golpean la atención del lector de entonces y la preparan para una comunicación seria. Una de las fórmulas predilectas de los profetas en circunstancias parecidas, cuando tenían que dar un mensaje importante al pueblo en nombre de Dios fué: “Esto dice Yavé”, “así habla Yavé Sebaot” (3L Pero la fórmula se empleaba no sólo en el AT sino también en la literatura religiosa de toda el Asia. Comunica, de todos modos, gravedad y solem- nidad al mensaje que se da.

2. La alabanza (vers. 2-3)

En forma muy psicológica y pastoral comienza el cuerpo de la carta, como casi todos los comentadores advierten, con un elogio muy significativo que, con toda segu- ridad, predispuso favorablemente a los destinatarios a escuchar el mensaje aun

(2) “Se representaba a Júpiter (Zeus) en figura de hombre majestuoso, con barba, cabellera abundante, sentado en un trono, en la mano derecha un rayo, tizón flamean- te en sus dos extremos, o máquina puntia- guda también llameante por sus dos ex- tremos y dos flechas, en la izquierda, una Victoria, y a sus pies un águila con las

alas desplegadas” dicen los autores y seña- lan así ya 6 puntas refulgentes como si dijéramos “6 estrellas”.

<3) Jeremías 2, 1; 16; 6. 22; y varias ve- ces en la carta que envía Jeremías a los ancianos cautivos en Babilonia: Jeren».

29, 1-28).

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en su parte más desagradable o admonitoria. Los Efesios habrán sentido que se les hacía justicia, que Cristo y su pastor en la tierra, Juan, los alababan por Id que eran de alabar, porque eran cristianos sinceros y aun heroicos y merecían el encomio. El recibirlo les abría el corazón para el resto de la carta. En este sen- tido son muy ejemplares y aleccionadoras estas cartas para nosotros: Alaban pri- mero a los fieles.

Como el Señor “camina entre ellos” lo ve todo; su ojo penetra en lo más recóndito del alma y de la vida de las comunidades cristianas y religiosas; sabe más de nosotros que nosotros mismos. “De mis faltas ocultas líbrame Señor”, reza el Salmista (Salmo 19, 3). Y el pueblo cristiano, intuyendo esta verdad termina su acusación penitencial: “Me acuso de mis pecados ignorados”.

“Yo te conozco”, ¿Y qué conoce y sabe?. Lo bueno.

Conoce sus obras y las enumera; primero, las positivas: “Conozco tus afanes y tu labor”, tu apostolado en la comunidad y más allá de ella, en el ambiente pagano, tu celo por la edificación y la organización del “reino de Dios”, mi reino, tu afán de extender las fronteras de la verdadera fe y de consolidar su arraigo en los corazones y los pueblos.

No pocos protestantes se sorprenden del acento que pone la carta exclusiva- mente sobre las obras y no sobre la fe. “Uno se admira que Juan, (el Señor mismo), al enfocar el conjunto de la conducta cristiana comience por las obras”, escribe Dehn en “La Vida Cristiana de la Iglesia Primitiva” (pág. 25). Ellos recurren luego a San Pablo para corregir el cuadro, distinto del paulino, que presenta aquí Juan. No cabe duda de que S. Pablo acentúa la fe y rechaza el buscar la justicia por las obras; pero no son las obras en sino las farisaicas que para él se han acabado, que desecha como inservibles para la justificación; el orgullo israelita por su propia labor, por su mera descendencia da Abrahán, la autosuficiencia humana son los que condena. San Pablo no se opone a S. Juan. En la primera carta a los Tesalonicenses (1, 3) pone el Apóstol de las Gentes una frase que en sus términos casi podría haber inspirado lo que Juan dice aquí: “Hago sin cesar, escribe, ante nuestro Dios y Padre memoria de la obra de la fe, del afán de vuestra caridad, y de la perseverancia de vuestra esperanza en Nuestro Señor Jesucristo”. S. Juan seguirá insistiendo en las obras a lo largo de todo el Apocalipsis hasta ensalzar a los muertos que mueren en la fe, pues, sus obras les siguen fApoc. 14, 13). No son, claro está, como aquí se ve, obras sin fe, sino toda la existencia cris- tiana en fe y obras la que decide en la vida y en la muerte, una verdad esencial que vale tanto para ellos, como para los protestantes y nosotros.

El Señor conoce también sus obras de aspecto más negativo, si algo de esta clase puede jamás llamarse negativo: su paciencia, su perseverancia en las tri- bulaciones, embates y persecuciones, querrá decir su heroica resistencia y defensa de la fe en los ataques de que los enemigos del nombre cristiano les hacían víctima, pues un poco más abajo vuelve a ese aspecto: “la paciencia” y perseverancia de ellos. No cabe duda de que eran persecuciones religiosas en las cuales habían demostrado poseer en alto grado la constancia en la adversidad, porque escribe:' “Tienes paciencia y sufriste sin desfallecer por mi nombre, por el nombre de Cristo. El verbo griego que corresponde a “soportaste, sufriste” está en aoristo, quiero decir que se refiere a un (solo) hecho histórico. Es pues, un acontecimiento deter- minado del pasado; no es todavía (por lo menos en esta expresión no la alude), la persecución sistemática, desencadenada ya en Roma por el Emperador Domi- ciano y que se cierne amenazadora también sobre el Asia y sobre ellos, fue un hecho más bien aislado que no conocemos en que se demostraron firmes y heroicos, pastor y grey “sufriendo por Cristo", perseguidos tal vez por algunos veteinos, paganos o judíos o el populacho irresponsable y seducido, como ya el Apóstol Pedro escribiera a los fieles del Asia (I Petr 3, 14; 4, 14): “Si padeciereis por la justicia, bienaventurados vosotros. No los temáis ni os turbéis antes glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar de vuestra' esperanza a todo aquel que os la pidiere”; “Bienaventurados vosotros, si por e? nombre de Cristo sois ultrajados”. “Tienes paciencia” (verbo no en aoristo u otro

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tiempo sino en presente) indica que continúan siendo perseguidos pero que siguen también ofreciendo a los enemigos su heroica y humilde resistencia.

Después de las brevísimas insinuaciones del texto (sólo tres sustantivos y luego otras cinco palabras más abajo) destaca la carta un detalle particular do importancia para las nuevas comunidades: el rechazo de las primeras herejías y turbaciones doctrinales, su defensa contra los falsos profetas. Otros pecados mi- narán la moral, pero las enseñanzas equivocadas destruyen la verdadera Religión, socavando el cimiento sobre el que se levanta el mismo edificio de la Iglesia de Cristo. Y esto es peor y de un alcance más transcendental que las faltas morales pues, acaba con la verdad y la religión, peligro entonces mucho más grave que hoy, pues hoy día la vida y doctrina de la Iglesia están consolidadas, entonces empero recien comenzadas, de modo que una desviación inicial podía implicar una naturalmente por la asistencia del Espíritu Santo imposible desviación total y definitiva que ellos debían prevenir y se sentían constreñidos a impedir Por eso eran muy celosos en el campo doctrinal y toda vigilancia les parecía poca cuando se trataba de maestros ambulantes: “profetas” o “apóstoles”.

Pero pese a la vital importancia de ese punto y a su responsabilidad el “ángel de la Iglesia de Efeso no se ponía nervioso, ni procedía con celo ciego poco ilus- trado sino con gran prudencia y caridad, las cuales se elogian. Se habían presentado “apóstoles” de fuera, “profetas ambulantes”; “misioneros”, diríamos hoy. El y la comunidad, como era su deber “los probaron”, con gran cuidado pastoral y, amor fraterno los examinaron para aprovechar, si era posible, los buenos elementos siempre necesarios para un apostolado más intenso y más amplio del “Evangelio”.

Mas al conocer que eran o impostores o aprovechadores o ignorantes con gran decisión los apartaron de la comunidad por “malos”.

La Carta dice “apóstoles” ; pero, naturalmente, no eran del número de los Doce que no podían ser “falsos” ni “malos”; ni los Doce, o uno de ellos podían ser desautorizados ni desechado? por los Efesios, puesto que aquéllos formaban, según el mismo Juan en el Apocalipsis (21, 14) los fundamentos de la Celestial Jerusalén. Había otros apóstoles y profetas. La Iglesia primitiva fue activa y esencialmente misionera, los miembros poseían un celo grande por propagar la Buena Nueva. Ca- da cristiano se constituía en nuevo centro, se sentía “Apóstol”, “mensajero” de Cristo un espíritu que desgraciadamente entre nuestros cristianos de hoy se ha perdido ca- si del todo, contraviniendo la misma esencia del movimiento universalista de la re- dención y así del cristianismo. El nombre “apóstol” no se había reservado aún exclu- sivamente a los doce elegidos por el Señor o por el Espíritu Santo. Y así Bernabé es llamado “apóstol” (Act. 14, 4; 14, 14) “Andrónico y Junia” eran “muy estimados entre los apóstoles y fueron en Cristo antes que yo, Pablo”. (Rom 16, 7). Pablo luchaba con varios, para no decir grupos de esos “profetas ambulantes”, unas veces mal instruidos y peor preparados para su oficio; aún Apolo, el célebre maestro y predicador desconocía puntos esenciales de la doctrina como el bautismo ciistiano; otras veces eran mal intencionados o sólo atentos a su lucro personal querían medrar a costa del movimiento, miembros perturbadores de la sinagoga, encerrados en sus errores basados en observancias del Antiguo Testamento o que reflejaban las nuevas vivencias de la gnosis incipiente, teniendo tal vez más sordo egoísmo que sincero amor. Por eso San Pablo traza celosamente la línea entre ellos y él. Nunca quiso recibir para nada de nadie (excepción hecha de los Filipenses) sino que ganarse su sustento con el trabajo de sus manos en el tiempo que le dejara libre su ministerio de apóstol. El peligro no había desaparecido aun a fines del primer siglo. De esa época se han conservado por escrito los criterios que entonces empleaban para disernir el falso del verdadero “profeta o predi- cador y guía, los cuales están consignados en el capítulo 11 de la Didajé. Son falsos los profetas y apóstoles, dice, cuando ponen exigencias exageradas: l9 res- pecto de la duración de su estadía, 29 de su alimentación y 39 de sus viáticos y sueldos. Se ve aquí el serio defecto que aquejaba entonces esa institución del apostolado. El criterio del verdadero era pues el desprendimiento, la sencillez y humildad. Las palabras del Apocalipsis dejan traslucir que esos “apóstoles” exa- minados no fueron aprovechadores avarientos sino, lo que es peor aún, sólo o

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principalmente estafadores y falsificadores de la palabra de Dios. En la prueba resultó que “se decían apóstoles y no lo eran, los halló mentirosos”.

Probablemente son también distintos de los Nicolaítas del final de la carta, pues, por algo van muy separados y, además, unos, los apóstoles mentidos, venían de fuera mientras los otros, los nicolaítas, eran miembros de la misma comunidad efesina. | 4

“l Enemigos por dentro y por fuera!” y en medio de ellos, haciendo vigilia de armas, la cristiandad con su Pastor, alerta, valerosa, sufrida sincera, activa y heroica. Todo eso es cierto y verdadero. Pero había un reparo que hacer, y era; que antes había sido mejores todavía: “Mas tengo contra tí...

3. La reprensión

“El primer amor y las obras primeras”.

En Septiembre de 1955 nos conmovieron las noticias de Córdoba; no me refiero al estrépito de armas de la revolución sino lo que lo acompañaba según, innumerables notas periodísticas: la forma luminosa y a veces heroica cómo se< ayudaban mutuamente en todas las contingencias de las tristes horas. Todavía está vivo en nuestro recuerdo el desprendimiento con que en los años críticos de 1946 y 1947 todo el mundo socorría a los países desvastados de Europa pero sobre todo la heroicidad de esos mismos pueblos con que, olvidándose realmente de mismos servían al prójimo: dividían su último mendrugo de pan, repartían su último pe- dazo de ropa y compartían el estrechísimo cobijo entre las ruinas y escombros de sus casas para que todos tuvieran siquiera algo con que nutrirse y en que guarecerse. Pasaron aquí los días y pasaron allá los años, y los hombres volvieron, hablando en términos generales, a encerrarse en los egoísmos sórdidos de siempre había pasado el primer amor y se habían alejado de sus obras primeras.

El Nuevo Testamento nos presenta un espectáculo aun más hermoso, pro- fundo y duradero. “La multitud (de los fieles) tenía un solo corazón y una sola alma... todo tenían en común (Act. 4, 32)” Y a cada uno se le repartía según sus necesidades (Act. 4, 35). Así en Jerusalén.

No muy distinto debe haber sido en la “diáspora”, como lo colegimos por la institución de los ágapes, conocidos por la reprensión de los abusos y las disposi- siones que San Pablo enviara a la iglesia de Corinto (I Cor cap. 12-14). Las dos Colectas en favor de los pobres de Jerusalén que practicó Pablo insinúan la exis- tencia de ese mismo espíritu amplio de caridad mutua en todo el ámbito de la Iglesia naciente. ¡Primer amor y obras primeras!

Pero tal vez debamos ensanchar aun más el significado de estas dos palabras. Junto con el florecimiento de la caridad cristiana había estallado vigorosa la pri- mavera del espíritu de fe, de la profunda piedad, de las manifestaciones públicas del Espíritu Santo, del profetismo, de los múltiples carismas y prodigios tanto en Palestina como en las funciones paulinas especialmente en Corinto. “Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles, en la unión en la fracción del pan y en la oración... Todos acordes acudían con asiduidad al templo, partían el pan por las casas, tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios en medio del favor general del pueblo”. (Act 2, 42-47) ¡Primer y más excelso amor! ¡Obras primeras, las más eximias!

Es de presumir que en Efeso se ha dado el mismo cuadro del primer amor y de las obras primeras, del florecimiento caritativo y religioso como en Jerusalén. Y casi es imposible imaginárselo de otra manera, bajo la mano vigorosa y pastoral de un San Pablo que dos veces y durante casi tres años cultivó aquel vergel de “la puerta ancha” para el Evangelio, o si más nos place, bajo el cayado amoroso del discípulo amado, Juan, asistido por la oración y el luminoso ejemplo y oportuno consejo tal vez de la Santísima Virgen. Quizá sea preferible suponer este último pe- ríodo ya que sin duda era el más conocido y apreciado por el autor del Apocalipsis, aunque sea más duro pensar que bajo su administración inmediata haya decaído el espíritu religioso de Efeso. Pero considerando la flaqueza humana, todo es posible.

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Al hablar Juan de “la primera caridad” de Efeso no habrá pensado, como algunos escriben (Dehn, 29) en el primer mandamiento de la ley de Dios, en opo- sición a cierta exageración en la aplicación del amor al prójimo sino en el fervor caritativo y/o religioso de los primeros tiempos, o sea, no quiere advertirles que han abandonado “la presencia de Cristo” (Vilmar) para dedicarse a la salvación de ia Iglesia como institución y organización; que no reprende cierta distinción entre el espíritu de Cristo y el ya vivo organismo eclesiástico, dedicándose con prefe- rencia a la exterior organización de las comunidades en detrimento de su interior espíritu (Dehn 29). Tampoco se habla aunque éste como los anteriores peligros eran y son reales y amenazan seriamente la Fe y la Iglesia de lo que Pío XII acertadamente llamara no hace mucho la “herejía de la actividad exterior en desmedro de la piedad y vida interior, como si por la intensa preocupación por la salvación al prójimo y las obras exteriores hubieran olvidado el amor de Dios, el primer amor de todos.

No es aventurado afirmar que, con casi seguridad, la carta habla de una cosa más sencilla y obvia: de la pérdida del primer fervor que los había distinguido y que cierta mediocridad y tibieza se había introducido en su vida espiritual, espe- cialmente en su aspecto caritativo: “Dejaste la primera caridad”.

Por ello mereció una severa exhortación: “Recuerda de dónde caíste, cambia de mente (arrepiéntete) y practica las obras primeras”. Quizás se habían produ- cido los mismos o parecidos abusos que ya Pablo tuvo que reprender en Corinto v que aun antes que él los apóstoles de Jerusalén trataron de remediar nombrando diáconos para la entrega de las limosnas y atención de los pobres.

En ascensión psicológica y natural aparece en la exhortación la trilogía de los verbos: Recuerda, arrepiéntete, practica tus primeras obras, o sea, actividad del intelecto, de la voluntad y ejecución exterior: haz memoria, cambia de mente y obra.

De todos modos, la falta de plenitud y perfección cristiana, cualquier que haya sido su característica especial ellos la conocían perfectamente y esto bastaba le parece a Cristo tan grave que amenaza con aniquilarlos, destruirlos o p.or lo menos, bajarlos de la categoría de cabecera del movimiento religioso del Asia: “si no, vendré a y removeré tu candelero de su sitio”.

4. Nicolaítas (vers. 6)

La reprensión y severa amenaza de una sanción grave (“remover”) se suaviza un tanto por el reconocimiento de otra buena acción de los efesios, cerrando así el ciclo como lo había empezado, con un elogio: “Odias las obras de los Nicolaítas”. “Tienes esto en tu favor (para que yo no remueva el candelero de su sitio) ; abo- rreces las obras de los Nicolaítas como las aborrezco yo”.

Aquí se hace una simple mención de los Nicolaítas y de sus obras. En otras cartas se darán mayores detalles y se señalarán las obras que consistían al parecer en cierta indiferencia religiosa y espíritu aseglarado y de contemporización con el mundo pagano, aunque se emplean términos no muy claros e inequívocos al respecto. Cuando se vuelva a nombrar a los Nicolaítas (en la tercera carta) expon- dremos lo poco que de esta secta se sabe, tan discutida y conocida en las iglesias de entonces como ignorada hoy día.

El texto trae una palabra fuerte: “aborrecer”, “odiar”, pero hace una clara distinción entre la cosa y las personas: aborrecen, como Dios, las obras pero aman a las personas, del mismo modo como Jesús odió el pecado y amó a los pecadores y como nosotros adoctrinados por Cristo y la Iglesia somos tolerantes y amorosos con los que yerran pero intolerantes e intransigentes con el error.

5. El llamado de atención (vers. 7 a)

Antes de poner fin a la carta con “la sentencia de vencedores” se intercala una fórmula estereotipada que aparece en las 7 cartas (desde la 4? a la V cambia de lugar y se pone como conclusión de todo) y es un toque de atención que intro- duce y realza en las cartas (1? a 3?) la importancia de la sentencia de vencedores, o resume y recalca todo lo anterior (4* a V cartas). Tiene algunas particularidades. De repente aparece el plural: “las iglesias” en la carta dirigida sólo a los efesios.

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Se ensancha el horizonte; lo que parecía ser mensaje para una sola iglesia se dirige de repente a todas, de modo que se refuerza la impresión de que las siete cartas, aunque individualizadas por iglesias, estaban destinadas a la lectura en el conjunto de ellas.

La carta es un dictado. Jesús dicta y el Espíritu habla, vale decir, que el Espí- ritu Santo habla a las iglesias por los labios de Cristo; puesto que el Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo, Cristo habla por su Espíritu exhortándolos a todos a prestar toda la atención al mensaje enviado.

6. Sentencia de vencedores (vers. 7b)

El galardón que se promete es el mismo en todas las cartas como en todo ejl Apocalipsis: participación en el reinado de Cristo glorioso, el cielo, la vida eterna. Mas cada carta encuentra para decirlo una nueva metáfora cual más hermosa para terminar, por último, en nuestra elevación al mismo trono del Cordero.

Las palabras “vencedor” “vencer” desempeñan un papel central en todo el libro. Aquí significa no el mártir, por lo menos no sólo el mártir de Cristo sino simplemente el cristiano que sufre y persevera, que tiene paciencia en la perse- cución, soporta las asechanzas de los falsos hermanos y triunfa sobre el mal.

Las imágenes mediante los cuales se promete al cristiano valeroso y perseve- rante la vida eterna no se relacionan con las otras que trae la carta. Alguien (Wikenhauser 36) supuso que la palabra “caíste” fuera el resorte que llevó la imaginación del vate a la primera “caída” de Adán y de allí al paraíso y al árbol de la vida. No es imposible. ¿Quién quisiera descubrir los vuelos misteriosos de la imaginación? Pero esta sola palabra parece un hilo conductor demasiado fino para llegar de la tibieza efesina al árbol de la vida.

Consecuente con las demás expresiones de esta suerte Cristo dice al final do la carta no “nuestro” Dios sino, “mi” Dios separándose teológica y esencialmente de nosotros, el Creador de las creaturas.

La idea del paraíso no ejerció un influjo preponderante, ni siquiera mediano, sobre la mentalidad e historia religiosa de Israel. Mas al acercarnos a la plenitud de los tiempos aparece con trazos más vigorosos en la literatura hebrea del judaismo posterior, siendo para éste el paraíso el lugar venturoso donde los muertos espe- raban el fin del mundo. Tal vez aluda Jesús a ese concepto al decir al ladrón en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

El Testamento de Leví (18) dice: “A los santos les daré a comer del árbol de la vida”, y el libro de Enoch (24, 4; 25, 4) habla de un árbol oloroso que ningún mortal puede tocar hasta el juicio, y cuyo fruto será el manjar de los elegidos.

Los “árboles de la vida” y “los árboles eternos”, expresiones probable- mente simbólicas (los hombres “piadosos” en oposición a los “impíos”) que están ocultos cabe la misteriosa fuente en medio de todos los árboles y regados del agua sagrada, que llegan a ser plantación eterna”, aparecen también en los textos de Qumran (Comentario a Habacuc, 8, 12s; 8, 5s; 9, 8 anterior al tiempo de Jesús. Véase Friedrich Nóscher. Zur theologischen Terminologie der Quamrantexte, Hanstein, Bonn 1956 p. 145 y 155).

He aquí también el “leitmotiv” preciso y bellísimo de todo el Apocalipsis de Juan: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida que está en el paraíso de mi Dios”.

Al dar una mirada retrospectiva debemos reconocer admirados que la efesina es una carta extraordinaria, solemne en toda su apretada brevedad, llena de metá- foras extrañas, palpitante de vida cristiana, un poco vaga en los términos pero conciso en las ideas y grandiosa en el final; traza en lineas generales el cuadro espiritual de los efesios y los alaba por su espíritu y su obras de fe, señala con precisión el defecto y lo condena, para rasgar al final las nubes y trasladar, por las promesas de victoria, nuestras ansias más hondas y perennes al Edén de la feli- cidad, estímulo poderoso para entrar con valor en el duro combate de la vida.

P. Hoyos, S. V. D.

¿Murió la Madre de Dios en Efeso o Jerusalén?

Una misteriosa oscuridad encubre el fin de la vida de la Virgen María. Nada sabemos de los detalles de su muerte. Tanto el tiempo como el lugar no los señala la Sagrada Escritura. ¿Dónde habrá fallecido?

Una teoría dudosa, la leyenda de Efeso, abogada por razones de turismo, cree que María había vivido sus últimos años cerca de Efeso, donde murió y fué sepul- tada. Esta leyenda se apoya en algunos argumentos. Sus defensores dicen: Según las palabras de Nuestro Señor en la cruz la Madre de Dios quedó recomendada al discípulo Juan. Este empero se trasladó de Jerusalén a Efeso en Asia Menor. Allá obraba, murió y fué enterrado. El sepulcro de San Juan ya siempre estaba en Efeso. A lo cual decimos, que Juan ciertamente se fué a Efeso,- mas sólo en años posteriores, en todo caso apenas antes del año 70. En este tiempo ya había muerto la Madre de Dios. Si hubiera vivido aún, habría tenido ya 90 años. Tan avanzada edad empero no supone nadie. Tampoco es verosímil que Juan haya exigido a una mujer anciana el viaje largo y penoso de Jerusalén a Efeso.

El segundo argumento de esta leyenda se basa en una carta del Concilio de Efeso, de la cual se desprende, como dicen, que María falleció en Efeso y quedó también inhumada allá. Nestorio, el orgulloso Patriarca de Constantinopla, había afirmado que a la Santísima Virgen no correspondiese el título de “Madre de Dios”. En el Concilio de Efeso en el año 431 rechazaron los obispos reunidos tal doctrina herética y destituyeron al Patriarca. Este juicio se les comunicó a los clérigos de Constantinopla en un escrito común de los Padres del concilio. Ahora bien; ahí deploran que Nestorio, aunque presente en Efeso, no había participado en las asambleas principales de los obispos reunidos en la iglesia de San Juan o la de María; antes bien, se retiró con sus partidarios, los obispos siríacos, a otra iglesia para realizar allá un contraconcilio por decirlo así. En este contexto se encuentra la frase siguiente: “Después de haber llegado Nestorio a la ciudad de Efeso, donde Juan el teólogo y la Virgen Madre de Dios, la Santa María tienen su sepulcro, se quedó fuera de la asamblea de los Santos Padres y Obispos, puesto que su conciencia mala no le permitió comparecer, y ha sido condenado”. Toda la riña gira alrededor > de la pequeña frase entrepuesta “Donde Juan... y... María tienen su sepulcro”.

Es fácil de ver, que en esta adición era el deseo el padre del pensamiento. Nestorio se viene a Efeso. Los obispos tienen su lugar de reunión, del cual Nestorio se queda lejos. El elige para y sus secuaces un lugar aparte. A eso añadimos un uso antiguo del idioma: San Esteban en Viena y San Pedro en Roma no significan a los Santos, sino más bien las iglesias de tal nombre. Pues, se nombra al Santo opinando en cambio la iglesia. Este mismo caso tenemos aquí. Se los nombra a Juan y María, pero se entiende sus iglesias. Mientras Efeso florecía cual ciudad cristiana, nadie sabía nada de la muerte de María en esa ciudad.

El tercer argumento tiene su fundamento en una visión de Ana Catalina Emerik. En sus meditaciones piadosas de la vida de Jesús y su Madre, ella pinta también los últimos días, el fin y el sepulcro de la Santísima Virgen María. Ella narra, como María tomó su habitación en Efeso, es decir una casita construida a propósito por San Juan, como expiró allá su alma y fué sepultada por los após- toles en una gruta cercana. A causa de eso se realizaron excavaciones cerca dq Efeso. En el año 1891 han hallado junto a Efeso los tesoros de una pequeña iglesia desmoronada. Es una iglesia bizantina con cúpula en forma de cruz, llamada Pa- nagia Kapulue, lo cual significa aproximadamente “Nuestra Querida Señora del Portón”. Según la opinión de los defensores de la teoría de Efeso debe haber sido esta casa el lugar de la muerte de la Madre de Dios.

Mas tal opinión es insostenible, fantasía piadosa y nada más. Pues primero, no se demuestra de ningún modo con el hallazgo de los restos de la casa, que allá estuvo la casa de la Madre de Dios. El hecho de que en Efeso hay varias iglesias marianas, no es de extrañar: ahí el concilio adjudicó solemnemente a María el título de Madre de Dios. Amén de eso falta la coincidencia perfecta de los datos de Catalina Emerik con los hallazgos hechos. La realidad no concuerda con las visiones de Catalina Emerik.

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Al lado de la leyenda de Efeso, la cual carece de todo fundamento sólido y la que hoy rechazan casi todos los sabios católicos, hay otra tradición intrínseca- mente más probable y a la vez más antigua: la tradición de Jerusalén. Esta afirma que María Santísima murió en el monte Sión, barrio de Jerusalén, y ya en el siglo cuarto tiene adeptos. Epifanio, obispo 315-403 , el testigo principal de esta tradi- ción y conocedor cabal de Jerusalén dice que la opinión común de su tiempo expresa, que María jamás había abandonado Palestina. Niega el parecer de algunos, que ella hubiera partido con Juan a Asia diciendo: “Ciertamente emprendió Juan el viaje a Asia, pero en ninguna parte se dice, que él tomó consigo a la Virgen”. Según esta tradición muy antigua se hallaba en el monte Sión, a pocos pasos del cenáculo, la casa del evangelista San Juan. Aquí pasaba María sus últimos años y era, por lo visto, el centro y el alma de la joven comunidad de Sión. Allá se durmió para la eternidad. La casa se convirtió más tarde en iglesia. Mas cuando reconstruyeron la iglesia vecina del cenáculo dentro de una iglesia grande, probablemente hacia fines del siglo cuarto, incluyeron también la casa de la Madre de Dios, de manera que el ce- náculo rodeó la casa de la Cena y la de la muerte de María. Hoy se levanta en este lugar la iglesia alemana Dormitio Sanctae Mariae. Es una suntuosa iglesia rotonda románica con alto campanario, en la cual los Padres benedictinos de la Congre- gación de Beuron cantan la gloria de la Madre de Dios un símbolo de la ciudad visible desde lejos. Se la construyó en el año 1906 según los planes del arquitecto Renard de Colonia, empdeando piedras oriundas de Jerusalén y adornándola con mosaicos magníficos. Situada justo en la línea de la demarcación entre Israel y Jordania, sufrió mucho en la guerra judío-arábica. Campanario, techo y cúpula quedaron estropeados. Bajo la cúpula se parapetan soldados judíos tras bolsas de arena y desde allí están vigilando con sus pistolas automáticas toda la ciudad antigua de Jerusalén. La cripta de la basílica contiene una escultura de María Santísima xecien finada, hecha de madera de cerezo. También ésta sufrió por la guerra judío-arábica; pues revestida de oro y plata, fué despojada de su revesti- miento por los judíos vencedores. De igual modo querían sacar el rostro y las manos de marfil, de candoroso resplandor, pero María, la “Torre de Marfil”! resistió. Sólo cortaron las manos las cuales han sido repuestas por una escultura de piedra. La estatua está rodeada de 12 columnas artísticas, simbolizando a los 12 apóstoles, En el medio de la cúpula está representado Jesús, recibiendo el alma de María difunta.

Probablemente desde allá los apóstoles trasladaron los despojos mortales de la Madre de Dios pasando por delante de la mole del templo más allá del torrente Cedrón a la cercanía del huerto de Getsemaní y allí fué, donde los apóstoles dieron sepultura al cuerpo de María.

Hoy se levanta en aquel lugar la iglesia del Sepulcro de María Santísima. Fué construido en el año 450 y la tumba fué venerada mucho antes. La iglesia es unai cripta, a la cual conduce una ancha escalera de 48 gradas. Allá en el brazo oriental de la nave transversal se halla la tumba de María Santísima. Allí yacía por breve tiempo el cuerpo virginal de María, hasta que fué elevado al cielo para quedar nuevamente unido con su alma.

Dr. Pablo Bruin

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MARCHA Y PROGRESO DEL MOVIMIENTO BIBLICO CATOLICO

CATAMARCA:

Este año, igual que el año pasado, el Movimiento Bíblico Católico tiene sus “AUDICIONES BIBLICAS RADIALES” en la radio L\V7 de Catamarca, todos los Domingos a las 13.35 hasta las 14 hs. Las audiciones son auspiciadas por el comercio local. Los temas que se toman en esa opor- tunidad, son los capítulos del Génesis. En forma dialogada, o más bien de una con- versación, se tratan los problemas que se presentan en los capítulos del Libro Sagra- do del Génesis. Por esta razón titulándose las audiones con el nombre de “CONVER- SACIONES SOBRE LA BIBLIA”.

En ellas conversa delante del micrófono el R. P. Eugenio Lákates SVD, director dio- cesano del Movimiento Bíblico Católico de Catamarca, con los directores locales del mismo movimiento. Las audiciones son se- guidas en muchos hogares catamarqueños con mucha atención.

Hoy día en Catamarca existen ya 18 gru- pos Bíblicos en los diferentes barrios de la Ciudad y dos en el interior de la Provincia. Mensualmente se reúnen todos los Grupos para una Asamblea en el Templo de San Francisco, donde se celebra una misa ves- pertina en honor del Espíritu Santo, donde se desarrolla un sermón sobre la Persona del mismo Espíritu Divino. A continuación reúnense los Grupos en el salón de actos para informarse sobre la marcha del Mo- vimiento y para escuchar una conferencia o charla sobre temas bíblicos. Cabe desta- car que cinco alumnos del Seminario Re- gional, procedentes de cuatro diferentes diócesis del Norte Argentino, encargáronse de la dirección de cinco Grupos Bíblicos, que funcionan en diversas partes de la Ciudad. El Director diocesano siente la obligación de manifestar en este lugar su contento y satisfacción por la actuación excelente en sus respectivos Grupos. Al mismo tiempo alberga la esperanza de que estos cinco jóvenes Seminaristas, cuando lleguen a ser sacerdotes, serán los fundadores del Movi- miento Bíblico en sus respectivas diócesis.

CORDOBA:

En la heróica y docta Ciudad de Córdoba comenzó el Movimiento Bíblico a acrecen- tarse de una manera extraordinaria desde el principio de este año. En la reunión del Clero, que tuvo lugar en la casa de los Padres Jesuítas en Carlos Paz, habló el R. P. Eugenio Lákatos, SVD, sobre la necesidad de un Movimiento Bíblico Católico en Cór- doba. El efecto era, que todos los 60 sacer-

dotes participantes de las jornadas men- cionadas “POR UN MUNDO MEJOR” se han resuelto a introducir la lectura del San- to Evangelio en todas las asociaciones en sus parroquias. De este modo, se ha creado un ambiente excelente para la formación de los futuros Grupos Bíblicos. Cabe desta- car la actitud y empresa de algunos párro- cos de la Ciudad. Por ejemplo la del Pbro. Denardi que introdujo la lectura dominical del Evangelio en la iglesia parroquial con mucho éxito. Otra iniciativa tuvo el R. P. Rubén González Alderete, SVD, que en las reuniones de A. C. hace leer a los socios el S. Evangelio durante cinco minutos y los hace reflexionar sobre lo leído otras cinco, a fin de que le cuenten sobre sus impre- siones y pensamientos que les ha sugerido el texto sagrado. Cosa casi idéntica hace el Pbro. Etchevarría con los estudiantes uni- versitarios. Mas, todos estos esfuerzos her- mosos supera la empresa que se llevó a cabo en la iglesia de Corazón de María, donde el R. P. Gómez con el R. P. Burela invitaron al Sr. José Ames con la finalidad de dar un cursillo bíblico para los socios de A. C. El mismo pedido formularon tam- bién a la Srta. Ilda Gómez para las socias de A. C. El cursillo es semanal y tiene una gran cantidad de participantes. En Argüello, suburbio de la Ciudad de Córdoba, hace lo mismo la Sra. Julia de Seydel con un grupo de niños y niñas del barrio. Podemos decir realmente que es el “primer Grupo Bíblico Infantil” en nuestra Patria.

Al visitar Córdoba en el mes de julio, durante el Congreso Internacional de En- señanza Media, puedo decir, que mis im- presiones son excelentes. Pude comprobar de que se ha creado un ambiente muy pro- picio para crear nuestros Grupos Bíblicos. Tan es así que en la Parroquia de Cristo Rey,, ya hemos creado un Grupo Bíblico y en los días consecutivos se iban a crear otros cuatro o cinco. Es cuestión de tiempo a fin de que tengamos en Córdoba una cantidad considerable de Grupos Bíblicos. ¡Loado sea el Señor por todo ello!

P. Eugenio Lákatos, S. V. D.

CORRIENTES (Bella Vista)

Desde el 5 al 19 de mayo se realizó la Santa Misión, predicada por los Rdos. Pa- dres Misioneros Redentoristas.

Fué preparada con anticipación e inteli- gencia por los Rdos Padres, que desde el pulpito hicieron comprender la importancia del acto.

Las Hijas de San Pablo iniciaron su pro- paganda desde el primer día, visitando to- dos los hogares, dándoles oportunidad de adquirir un ejemplar de la Sagrada Biblia

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o del Santo Evangelio, con el objeto de hacer llegar a todos la palabra de Dios, portadora de paz, alegría y bienestar.

La noche del jueves se expuso junto a la cruz la Sagrada Escritura y los libros del Santo Evangelio.

El Rdo. Padre Elias Dell’Oca habló sobre la Biblia, ¿qué es?, y la obligación que te- nemos de amarla y leerla para sacar pro- vecho.

Luego se leyó un pasaje del Evangelio de San Juan.

Uno de los Padres Misioneros bendijo los sagrados textos de todos los fieles, reco- rriendo las naves del templo, mientras se entonaba el Himno del Evangelio que fué muy bien ensayado por las Hnas. Francis- canas Belgas y el pueblo.

En representación del pueblo Bellavis- tense, un hombre, una señora, un joven, una joven, un niño y una niña tocaron el Santo Libro para demostrar la fidelidad.

Los fieles prometieron leer, meditar y practicar lo que el Divino Maestro enseña y manda en su Testamento, que se encon- traban en las estampas recordatorias alu- sivas al acto.

El Señor Obispo, Mons. Vicentín, le con- cedió al Rdo. Padre Elias Dell’ Oca 100 días de indulgencias a la oración compuesta por él, para antes y después de leer la Sagrada Biblia y Evangelio.

Desde ahora en más de 350 hogares se lee la palabra de Dios, en la S. Biblia y en el S. Evangelio que se han distribuido.

Bella Vista revivió una vez más días tan sublimes bajo la celestial mirada de María, Maestra y Reina.

Hna. María Teresa Bilbao, H.S.P.

XVII SEMANA BIBLICA ESPAÑOLA

Del 14 al 28 de septiembre de 1956 y bajo la presidencia del Sr. Patriarca, comenzó, en el salón de actos del Consejo Superior de In- vestigaciones, la XVII Semana Bíblica, or- ganizada por el Instituto Francisco Suárez, en colaboración con AFEBE, y ya desde el primer momento todos los semanistas se dieron cuenta de la importancia y trascen- dencia del tema central: «Los géneros lite- rarios de los Evangelios». Mons. Eijo y Garay saludó a todos y dió normas para precavernos de los peligros de una exégesis aprioristica que conceda demasiado a los procedimientos literarios con merma de la historicidad de los Evangelios.

El día 24, el Profesor José Angel Ubieta, Lectoral de Bilbao, trató sobre *El kerigma apostólico y los Evangelios ». Primero defi- nió el kerigma a base de las cartas de S. Pablo y de los discursos de los Apóstoles en el libro de los Hechos, como el tipo de predicación apostólica, que anuncia por vez primera al mundo no cristiano el mensaje

del Salvador. Así, luego pudo hablar del género literario de los Evangelios en su relación con el kerigma apostólico y de los diferentes modos de entender el tema según la Historia de las Formas. Concretamente: primero, el pensamiento de Dibelius y de Bultman; segundo, reduciendo el estudio al Evangelio de S. Marcos. Razones: actualidad en el «Entmythologisierung» y el influjo en toda exégesis de hoy.

El P. Olegario García de la Fuente. Pro- fesor del Real Monasterio de El Escorial-, nos habló de un hallazgo por él realizado, ds una obra inédita de Fray Luis de León. Son acaso lecciones de Hermenéutica dadas en 1581 bajo el título de <De sensibus Sacrae Escriturae ». Después de tratar de la auten- ticidad, basado en la crítica externa e in- terna, expuso la doctrina del célebre agus- tino hablando, de los sentidos de la Sagrada Escritura en general y de los diversos sen- tidos en particular, y de los puntos de doctrina peculiares del autor, comparándo- los con cuatro de sus contemporáneos: Martínez de Cantalapiedra, Sixto Senense, Rodrigo Dosma y Diego de Turégano. Acabó demostrando cómo ya en el siglo XVI la Noemática Bíblica tenía muchas semejanzas con la moderna de nuestros días.

El día 25, el P. Claudio Gancho, Profesor de S. Juan de los Reyes de Toledo, bajo el tema «Las citaciones del Antiguo Testa- mento en los sinópticos y en los rabinos », habló de la influencia del Antiguo Testa- mento sobre el Nuevo y cómo en las citas evangélicas aparece su conexión con los libros anteriores de la Sagrada Escritura, las citas evangélicas en su elemento mate- rial. Habló de catálogos, fórmulas introduc- torias y texto original: abundancia en Mateo y en la Catcquesis primitiva. Las citas de los tres primeros evangelistas parecen seguir más de cerca la versión griega alejandrina, aunque con libertad en las palabras. En el elemento formal trajo ejemplos de la exé- gesis cristiana y expuso la fuerza de las fórmulas «para que se cumpliera» (Mt), «es necesario cumplir» (Le). La exégesis de lo» Evangelios es fundamentalmente idéntica a la de los Apóstoles, tal como aparece en el Libro de los Hechos, y unos y otros siguen la ruta marcada por el Maestro: Una exé- gesis fundada en las profecías y en una tipología por la que refieren a Jesús lo que antes se dijo del pueblo de Israel. Para acabar, habló de la exégesis rabínica: sus fórmulas y diversos tipos de ella para asi compararla con la evangélica.

El Profesor P. José Ramos García, del Colegio de PP. Clarecianos de Santo Do- mingo de la Calzada, sobre el tema *Un principio hermenéutica del Dr. Máximo », expuso cómo S. Jerónimo afirma que al- gunas veces para entender lo que se dice en la S. Escritura hay que buscar un sen-

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tido más profundo. Esto se comprueba en los Evangelios sinópticos y en las Cartas, y este sentido profundo está relacionado con el modernamente llamado «sensus plenior».

El día 26, el Profesor Salvador Iglesias, Lectoral de Madrid, habló sobre * género literario de los Evangelios de la infancia *. Tocó brevemente las características pecu- liares de los dos primeros capítulos de S. Mateo y de S. Lucas al margen de la catc- quesis sinóptica. Esquematismo artificioso del Evangelio de la Infancia especialmente en S. Lucas. Color levítico y entonación lírica del mismo. Centró su exposición en torno al género literario legendario llamado de la infancia de los héroes, que, según la crítica racionalista, se reflejaría en los re- latos de la infancia de Cristo. Examinó los pretendidos parentezcos con la infancia de Sargón, de los Reyes egipcios, de Buda, de Zaratustra, Krsna, Osiris, Dionissos, de Au- gusto, de Platón, Alejandro, Escipión el Africano, Apolonio de Triana..., para con- cluir negando la dependencia de los Evan- gelios respecto a estas leyendas. Demostró la falsedad de la tesis de Gressmann, que ve en el Evangelio de la Infancia de S. Lucas la clásica leyenda del expósito, y rebatió la teoría del Midrash haggádico de Kattenbusch. Demostró cómo los procedi- mientos literarios de estos primeros capí- tulos de Mateo y de Lucas se encuentran perfectamente dentro de la línea semítica de los escritores del Antiguo Testamento y a su luz deben estudiarse; y por eso estudió al final los Evangelios de la Infancia a la luz de los escritos del Antiguo Testamento. La filiación literaria de los Evangelios de la infancia es estrictamente viejotestamen- taria, como se ve por la composición y es- tructura de los signos, por las resonancias de motivos bíblicos y por las semejanzas, como clichéts estereotipados, en el trata- miento de los mismos temas: mujeres esté- riles que dan a luz (Sara y Ana), el naza- reto (Sansón, Samuel, Jeremías), las anun- ciaciones de nacimientos (Sansón e Isaac).

El P. Isidoro Rodríguez, Profesor de la Pontificia Universidad de Salamanca, trató sobre « Consideración filológica del mensaje de la Anunciación ». El analista filólogo del texto griego nos da los rasgos principales de la personalidad de la Virgen tal como aparecen en el diálogo con el ángel. San Lucas, de úna manera artística, expresó admirablemente la plenitud de gracia de María, su humildad, su turbación, de modo que nos ofrece el mejor retrato de la Madre de Dios.

El P. Marciano Villanueva, Profesor del Colegio de Santo Domingo de la Calzada, habló de la mueva controversia en torno al voto de virginidad de Nuestra Señora ». Trató del progreso en nuestros días de la

sentencia que niega el voto en el campo protestante y también en el católico; así habló extensamente de las razones aducidas por Giichter, el docto profesor de Innsbruck. Expuso todos los argumentos: desconoci- mientos de la virginidad en el Antiguo Tes- tamento, y así una muchacha palestinense anterior a Cristo, María, no pudo hacer un voto o propósito de virginidad sencillamente porque las excelencias de la virginidad no fueron conocidas hasta la predicación del Evangelio. Dicen igualmente que las pala- bras de María significan únicamente una virginidad en el pasado o en el presente no en el futuro y así el pasaje lucano en que se apoya la creencia en el voto admite otras traducciones diferentes de la general que venía haciéndose. Acabó el P. Marciano que los argumentos contra el voto son tan po- derosos que nos obliguen a abandonar la opinión tradicional.

El día 17, se leyó el trabajo enviado a la Semana por el Profesor Antonio González Lamadrid, del Seminario de Palencia, « Gé- nero escatológico-apocalíptico de los Evan- gelios*. Exponía cómo a primera vista pa- recen distinguirse en los Evangelios dos corrientes ideológicas, dos tradiciones dis- tintas respecto de los tiempos escatológicos: 1* éstos son inminentes: «En verdad os digo no pasará esta generación antes que todas estas cosas sucedan». 29 Estos se presentan lejanos: Parábolas del crecimiento del reino de Dios... La predicación de Cristo supone lejano el fin de los tiempos. Muy variadas han sido las soluciones dadas, hasta llegar a la dada por el liberalismo rígido; según ésta, en los Evangelios no hay más que una tradición, la que cree inminente los tiempos escatológicos. Jesucristo se habría engañado fatalmente. Partiendo del problema plan- teado por los textos evangélicos, cuya refe- rencia a la primera o segunda venida de Cristo no aparece clara, hizo ver los proce- dimientos literarios de carácter cósmico que el Antiguo Testamento y las literaturas apó- crifas emplean para describir las grandes crisis de Israel, y demostró que tales proce- dimientos son asimismo empleados en los Evangelios, para la descripción literaria de una y de otra venida de Cristo. Concluyó así: En la exégesis de los pasajes escatoló- gicos de los Evangelios no se ha de insistir demasiado en el valor literal de las pala- bras, ya que ellas forman parte de un gé- nero literario especial; y puesto que las formas literarias que anuncian la primera y segunda venida de Cristo son poco más o menos las mismas, hay que tener buen cuidado de atribuir todo a la segunda ve- nida por el solo hecho de que nos hallamos en presencia de fórmulas de sabor escato- lógico-apocalíptico. Creo, acabó diciendo, que gran parte del material que ordinaria- mente se atribuye a la segunda venida de

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Cristo, se ha de referir en realidad a la primera.

El profesor José María González Ruiz, sobre «t/n celibato apostólico y de la exégesis 1. Cr. 7, 25-45 dedujo que la cues- tión sobre las «vírgenes» partía de un grupo de jóvenes de ambos sexos que constituían el estado mayor de S. Pablo en la evange- lización de Corinto. El Apóstol les aconseja no realicen sus relaciones prematrimonia- les, sino que se mantengan en la virginidad para más plenamente poder darse al Señor. De la exégesis del texto paulino concluyó que se encuentran aquí los motivos apos- tólicos para la observancia del celibato.

El P. Pablo Luis Suárez, Profesor del Colegio Santo Domingo de la Calzada (Lo- groño), bajo el tema « Estructura política, social y religiosa del Estado de Israel», habló de la situación actual. En la estruc- tura política expuso la organización de aquel nuevo estado de Oriente, su política con los árabes, sus partidos políticos, sus instituciones nacionales, la organización mundial sionista. En lo social habló espe- cialmente de las colonias agrícolas; nos refería el horario y lo referente al matri- monio, hijos, divorcio, comisión de seguros y sanidad, vida científica y artística. Y aca- bó tratando sobre los problemas que plan- tea la cuestión religiosa: lugares santos judíos, santuarios cristianos, comunidades católicas, cismáticas, protestantes, de árabes y de druzos.

El día 28, el P. Juan Leal, Profesor de la Facultad Teológica de Granada, habló del « Género gnómico en los Evangelios». Des- pués de tratar de la terminología gnómica en general: la sentencia, el dicho, el aforis- mo, el apotegma, el epigrama, el maschal hebreo; y de la fórmula gnómica: elementos constitutivos y ornamentales, expuso cómo Jesucristo en su predicación se sirvió del género gnómico propio de los sabios an- tiguos y muy acomodado para grabar las ideas profundas en los discípulos. Así la forma en los Evangelios es el diálogo, el paralelismo, la metáfora, la hipérbole, la paradoja, las imágenes y comparaciones. Por su contenido y su forma se distinguen de la predicación de los Apóstoles y de S. Pablo en particular. Todo el conjunto nos da una certeza de que son palabras del mismo Jesús.

Finalmente, el P. Alberto Colunga, pro- fesor de la Facultad teológica de S. Esteban, en Salamanca, sobre »EI cielo nuevo y la

tierra nueva» habló de la contienda sobre los orígenes de las cosas y el fin de las mismas. Las palabra «cielo nuevo y tierra nueva» de Isaías, citadas luego por S. Pedro y S. Juan, han sido interpretadas como expresivas de una especie de glorificación del mundo material, para acomodarlo al estado glorioso del hombre. Fundado en los otros libros de la Sagrada Escritura y en frases de la Suma Teológica, demostró el sentido espiritual de tales palabras. El cielo y la tierra han sido criados para el hombre, y luego contaminados por sus pe- cados. Al final trató del cielo nuevo y tierra nueva en los tiempos mesiánicos y en el reino de los cielos después de la glo- riosa resurrección del hombre.

Por las tardes se discutían amplia y pro- vechosamente las ponencias de la mañana y las comunicaciones presentadas por el Dr. D. Enrique Raúl González en torno a «los procedimientos redaccionales de S. Ma- teo», y por el P. Serafín de Ausejo Cap. sobre «las citas del Antiguo Testamento en San Juan». De moderador actuaba el jefe de la Sección Bíblica del Instituto «Fran- cisco Suárez,» Dr, Muñoz Iglesias.

Así, en un clima de sinceridad y de ca- ridad, se ha desarrollado la XVII Semana Bíblica Española. Presidió algunas sesiones el Excmo. Sr. Obispo de Mallorca. Ha sido fructuoso y oportuno el tema central sobre los géneros literarios. Interesa adentrarnos en el espíritu semita, ver a Abraham cami- nando por los desiertos de Bersheba, o a los israelitas como beduinos cerca del Sinaí, y a Dios moldeando el cuerpo de Adán. Ver el estilo y la mentalidad del Antiguo Testamento para entender mejor quién es el Padre que está en los cielos, o qué son las tinieblas exteriores o qué es el Paraíso para el que se cita al buen ladrón. Si como decía Zolli, el Antiguo Testamento es incompleto sin el Nuevo, también para mejor comprender el Nuevo Testamento necesitamos del Antiguo. Y así entre los dos, el perfil divino y humano de Jesucristo aparece más vivo y atractivo; y su doctrina, sus palabras de vida eterna, se nos hacen más sencillas y asequibles; y entonces Jesu- cristo, El sólo, continuará siendo en este mundo que estos días se hace pedazos el camino de la verdad y la vida.

FRANCISCO M. LOPEZ MELUS

(Cultura Bíblica, Nros. 146-151, 1956 > 286-290).

BIBLIOGRAFIA

Fr. Noetscher: Zur Theologischen

Terminologie der Qumran-Texte (La terminología tec lógica de los textos de Qumran). - Bonner Biblische Beitráge 10. - Peter Hanstein, Bonn, 1956. - 201 págs. - D\l. 22,50.

Entre los libros buenos que se ocupan de los problemas suscitados por los hallaz- gos en las cercanías del Mar Muerto, el de F. Noetscher es, sin duda, uno de los me- jores, que se recomienda tanto por la vasta erudición y el ponderado juicio del autor como por la actualidad del tema y la am- plitud y profundidad con que es enfocado y desarrollado.

F. Noetscher presenta su obra como una primera tentativa de esclarecer términos y conceptos religiosos que son relevantes pa- ra la comunidad de Qumrán a la que per- tenecían los manuscristos hallados en va- rias cuevas de la pendiente oriental del desierto montañoso de Judá. El estado ac- tual de la investigación parte de los ma- nuscritos están todavía en vías de publi- carse— no permite aun proponer resultados definitivos. El mismo autor del presente libro cuenta con la posibilidad de que va- rias de sus afirmaciones han de ser más tarde precisadas, completadas y corregidas. Por otra parte no puede esperarse ¡ndefini- tivamente con la investigación teológica de los textos descubiertos sólo porque éstos pueden ser aumentados.

Noetscher dispone su materia en cuatro capítulos. El primero lleva el título “gnosis”, término muy complejo y de múltiples ma- tices, que comprende cosas muy diferentes. Después de un estudio comparativo muy amplio y completo de la correspondiente terminología en el mundo espiritual orien- tal, investiga el docto autor la terminología gnóstica de los escritos qumránicos. El resultado: las raíces de esta terminología en los escritos de la secta de Qumrán se hallan en el Antiguo Testamento. Una dis- ciplina arcana, en sentido técnico de las gnosis orientales, es ignorada.

El segundo capítulo está dedicado al dua- lismo. Noetscher concluye que el dualismo tal como se presenta en los escritos de Qum- rán no reviste carácter cósmico sino ético y no es absoluto como el de la religión iránica. Su inspiración en el monoteísmo del Antiguo Testamento impedía a los hom- bres de Qumrán considerasen el mal y el bien como dos principios absolutos y anta- gónicos. Una dependencia de la doctrina

dualística del iranismo no puede demos- trarse y es a priori improbable.

La parte más amplia es la tercera que examina los conceptos tan importantes y frecuentes también en el Nuevo Testamento: “Luz y Tinieblas” y en especial “Luz y Vida”. La conclusión es idéntica a la de los capítulos anteriores: “Ambos, el Nuevo Testamento y el grupo de Qumrán, descan- san sobre las bases del Antiguo Testamento cuyos pensamientos adoptan y evolucio- nan” (129).

La cuarta y última parte indaga la escato- logía y analiza los conceptos: futuro, fin, tiempo, juicio, justicia, predestinación, ex- piación y redención. La comunidad qumrá- nica dispone de una escatología bastante desarrollada que se asemeja a la de Daniel y Macabeos y se distancia mucho de la exuberante escatología que encontramos en los libros apocalípticos apócrifos. Su sote- riología está inspirada en el Antiguo Testa- mento y carece de aquellas ideas que son características para el Nuevo Testamenta.

La monografía de Noetscher se distingue por el extraordinario acopio de materiales traídos a colación, por la moderación y serenidad en el juicio que caracterizan todas las publicaciones del erudito exégeta y orientalista, por la abundancia de literatura consultada y la diligencia extraordinaria con que los conceptos han sido analizados. No ha sido la intención del autor brindar una visión completa de todo el edificio teológico de la comunidad. Escogió con acierto aquellos puntos doctrinales que im- porta conocer para saber asignar a la co- rriente espiritual de Qumnán su puesto dentro de las corrientes religiosas de su época y señalar, en cuanto sea posible, sus fuentes, sus relaciones con otros movimien- tos y su posible influjo en la religión del Nuevo Testamento.

El gran valor de los escritos de Qumrán consiste principalmente en que nos permiten formarnos una idea más clara del ambiente religioso y de los movimientos espirituales dentro del judaismo al comenzar la era cristiana. Los hallazgos demuestran una vez más que la gran fuente de inspiración en este tiempo es el Antiguo Testamento. Los puntos de contacto que sin duda existen entre Qumrán y el Nuevo Testamento se explican natural y fácilmente por la iden- tidad del mismo suelo espiritual en que se nutrieron. Por la personalidad de su Maes- tro que no tiene parangón en la comunidad del Mar Muerto, el cristianismo y sus es- critos se elevan muy por encima de la comunidad y los escritos de Qumrán.

B. Otte. S. V. D.

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REVISTA BIBLICA

Ed. Jacob: Théologie de L’ Ancien Testament (Teología del Antiguo Testa- mento). - Editorial Delachaux & Nies- tlé, Neuchátel, 1955, págs. 287. - Fr. 12.

Escribir una teología del Antiguo Tes- tamento es cosa ardua y delicada. Supone un conocimiento exacto y preciso de la his- toria tanto de la religión y revelación como de sus documentos literarios en la época anterior a Cristo, profunda y cabal com- penetración de los textos viejotestamenta- rios y poderosa fuerza intuitiva y sintética para presentar en un sistema armonioso las diversas ideas religiosas del Antiguo Tes- tamento.

Puede decirse que la Teología del Anti- guo Testamento que nos brinda Ed. Jacob como fruto de sus estudios exegéticos, sa- tisface plenamente a lo que justamente se puede exigir de una obra de tal índole, lo que no significa que el lector comparta todas y cada una de las opiniones que el autor propone a lo largo de su libro. La exégesis es, en general, sobria, sólida y bien fundada, la disposición clara y ajus- tada al contenido doctrinario del Antiguo Testamento, el lenguaje preciso y luminoso. Las indicaciones bibliográficas al principio de cada párrafo dan testimonio de la se- riedad científica con que el autor acometió su empresa.

En la introducción resume Jacob breve- mente la historia de la disciplina y define su lugar en el conjunto de las ciencias bíblicas y teológicas. Aplaudimos la since- ridad con que asienta el principio herme- néutico: “Una teología del Antiguo Testa- mento que se basa no sobre algunos versí- culos aislados, sino sobre el conjunto del Antiguo Testamento, no puede ser sino una cristología, porque es en Cristo que es reu- nido y llevado a la perfección lo que en el Antiguo Testamento es manifestado, a tra- vés de una historia larga y variada, por medio de sucesos, de personas e institu- ciones (11)”.

La idea central del mensaje viejotesta- mentario es, según Jacob, la presencia viva y activa de Dios en el mundo, en la historia y en su pueblo. Por consiguiente divide su teología en tres partes: Los aspectos ca- racterísticos de Dios, la acción de Dios en el mundo y la historia, el triunfo de la acción divina.

Entre los aspectos de Dios tal como lo revela el Antiguo Testamento, el más carac- terístico es el que Yahvé es un Dios vivo. De esta idea debe partir la teología del A. T. Para comprender esta idea es necesa- rio analizar los nombres, especialmente el de Yahvé, examinar las relaciones de Dios con otros dioses y seres sobrehumanos, estudiar las manifestaciones de Dios (el Angel de Yahvé, la gloria, el nombre de Dios) y sus atributos (la santidad, la jus-

ticia, la fidelidad, el amor, la cólera, la sabiduría). El nombre Jahvé expresa la vida de Dios en cuanto es duración y presencia, activa y efectiva, en el pueblo y para con el individuo, para asistirlo y salvarlo.

La presencia viva de Dios en el universo se manifiesta por su acción cuyo objeto es crear y conservar la vida. Los medios de esta acción son el Espíritu y la Palabra; sus principales aspectos la creación y el gobierno del mundo (la historia); el hom- nre y la alianza su objeto. Especialmente presente está Dios en ciertas instituciones (lugares, culto, ley) y hombres (reyes, pro- fetas, sacerdotes, sabios). He aquí los gran- des temas de la segunda parte.

La última encara los enemigos de la ac- ción del Dios vivo: el pecado y la muerte. La lucha entre los poderes antagónicos que es el tema de la redención, y el triunfo final, el reino mesiánico, constituyen el lógico final de la teología.

Agradecemos al erudito autor el habernos brindado esta preciosa y harmoniosa visión de conjunto de las principales ideas del Antiguo Testamento, dándonos de esta suer- te un instrumento muy útil para una mejor comprensión de los textos bíblicos y del mensaje divino en ellos contenido.

B. Otte, S. V. D.

G. E. Closen, S.J.: Wege in die Heilige Schrift (Meditaciones teológicas sobre ideas religiosas fundamentales del An- tiguo Testamento). - Fr. Pustet, Regens- burg, segunda edición, 1955, 346 págs., DM. 10, ^/12,

Agradecemos sinceramente tanto a la be- nemérita Editorial Pustet como al P. L. Maurmann, S. J. el haber hecho nuevamen- te accesibles las profundas y hermosas me- ditaciones teológicas en que el erudito y piadoso exégeta, Gustavo E. Closen, muerto demasiado tempranamente sin haber podido llevar a cabo las grandes realizaciones que prometían sus preclaras dotes intelectua- les, descubre al lector cristiano los in- mensos tesoros escondidos en las páginas del Antiguo Testamento, enseñándole al mismo tiempo el camino por el cual puede penetrar en los secretos más profundos de la Sagrada Escritura para apropiarse su» riquezas espirituales.

El libro está escrito no sólo con la com- petencia y erudición de un especialista que se ha dedicado largo tiempo a la investi- gación del Antiguo Testamento, sino lo que es más importante y da al libro su nota personal y valor duradero con la fe entusiasta y piedad reverente de un cre- yente que ha encontrado en la Palabra Di- vina la “Perla preciosa” de la que habla N. Señor y que ha asimilado esta Palabra de vida por medio de una vida de oración

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intensa. El lenguaje es sencillo y claro; como el estilo bíblico, está lleno de acer- tadas imágenet. que hacen atrayente y fas- cinadora su lectura.

Las 25 meditaciones teológicas tratan te- mas sacados de la historia de los patriarcas, de las palabras y la vida de los profetas y de los salmos. La primera que versa sobre el misterio de la Sagrada Escritura como misterio de gracia, de verdad y de amor, es una muy bien lograda exposición de la na- turaleza de la Sagrada Escritura como otra “Encarnación” del Verbo Divino. Las últi- mas dos tienen por objeto el misterio de la redención en el Nuevo Testamento tal como vive ya en las páginas del Antiguo Testa- mento: el misterio del corazón y de la cruz del Redentor.

Lo que más interesa a Closen y, que da al libro su valor especial, no es la historia como tal sino su sentido teológico. Así, p. e., ve en los dos relatos de la torre de Babel y la escala de Jacob, temas de la segunda meditación, prefigurada e ilustrada la Doc- trina del Nuevo Testamento sobre la gracia. Closen saca las últimas consecuencias prác- ticas de la unidad orgánica entre el Antiguo y el Nuevo Testamento lo cual le permite descubrir en la historia y las enseñanzas del Antiguo Testamento las del Nuevo, es- pecialmente el misterio del Mesías.

Convencidos de que este libro como pocos es apto para despertar y avivar el aprecio de la Sagrada Escritura y de enseñar el método para descubrir y apropiarse sus inagotables tesoros formulamos votos por su más amplia difusión, b. Otte, S. V. D.

A. Robert et A. Tricot: Initiation Bi- blique (Iniciación Biblique). - Introduc- ción al estudio de las Sagradas Escritu- ras. - Desclée & Cié., Tournai, tercera edición refundida, 1954, XXVI/1082 págs., 4 cuadros sinópticos, 8 mapas. - Fr. 2.400.

La introducción a la Sagrada Escritura, publicada por A. Robert y A. Tricot bajo el nombre “Initiation Biblique” goza de un bien merecido aprecio y prestigio entre las publicaciones francesas de esta índole. La tercera edición “refundida” no hace sino aumentar el valor y la utilidad de esta ex- celente guía en las múltiples ciencias que se proponen facilitar el estudio de la pala- bra divina.

Resultado del trabajo combinado de trein- ta especialistas reclutados entre los más re- nombrados exégetas del catolicismo francés, representa una síntesis autorizada del esta- do actual de la labor exegética llevada a cabo en las últimas décadas.

Resultaría fastidioso enumerar uno por uno los 34 capítulos de las once secciones de que consta el manual. Nos contentamos

con mencionar siquiera algunos que darán al lector una idea relativamente completa de la abundancia del material y de la am- plitud del enfoque.

El primer capítulo, a cargo de P. Benoit, expone y define el aspecto divino de la Sa- grada Escritura como libro inspirado. In- siste acertadamente en el carácter análogo del concepto "inspiración” que se extiende hasta las mismas palabras de los librós sa- grados. El párrafo sobre la inerrancia, es- pecialmente “la distinción entre la persona privada de un escritor y su personalidad pública de autor” ha sido objeto de censura por parte de varios críticos. Para hacer jus- ticia al autor deben confrontarse sus expli- caciones que da en “Revue Biblique”, 1956, 416-422.

El origen humano de los libros que for- man la Biblia es expuesto por varios auto- res. Muy instructivas resultan las aclaracio- nes sobre los géneros literarios del Antiguo y Nuevo Testamento. Un apéndice sobre la cuestión sinóptica cierra esta sección. El autor se inclina hacia la teoría de las dos fuentes. Como dice en una nota, no pudo aprovechar aún el diligente estudio de Va- ganay sobre el tema.

A continuación se resume la historia del texto y de las versiones y se proponen bre- ves nociones sobre la crítica del texto y la historia de la interpretación.

Las secciones cuarta a décima familiari- zan con la geografía de los países bíblicos y el ambiente histórico y religioso que le sirvió de marco y fondo a la historia sa- grada. Interesan especialmente los párrafos sobre la historia del pueblo judío, de Jesús y de la Iglesia naciente y sobre la religión del Antiguo y Nuevo Testamento.

La última sección establece e ilustra el contacto y las relaciones entre la Biblia y la vida, la teología, la pastoral, la liturgia, y el arte cristianas.

Amplios elencos bibliográficos de obras bien seleccionadas se encuentran al final de cada capítulo o grupo de capítulos.

Varios cuadros sinópticos e ilustraciones en el texto y en el apéndice que trae tam- bién ocho mapas, completan la obra y fa- cilitan la inteligencia y asimilación del rico material.

En resumen: una suma completa y bien ordenada, sólida y moderna de las ciencias introductorias y auxiliares del estudio bí- blico que cumple plenamente con su come- tido de proporcionar al estudioso los ele- mentos deseables para un fructuoso estudio del texto sagrado. B. Otte, S. V. D.

C. Charlíer, OSB: La lectura cristiana de la Biblia. - Edit. Litúrgica Española, Barcelona, 1956, XV/435 págs.

“La finalidad de este libro es ayudar al cristiano no iniciado, de cierta cultura, a

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encontrar en la Biblia la fuente auténtica de su vida cristiana” (XIII).

El estudio fructuoso de la Biblia tiene dos premisas: cierta iniciación en los pro- blemas históricos y literarios de la Biblia y comunión con el Espíritu presente en ella. Verificar estas premisas en el lector ansio- so, hacer de la Biblia el libro de su vida es el propósito que guía al sabio benedictino a través de los diez nutridos capítulos.

En el primero investiga el porqué la ma- yoría de los cristianos prácticamente ignora la Biblia. Son tres: el jansenismo bíblico que reserva la Biblia a una minoiía privi- legiada; el cientismo bíblico que la despoja de su espíritu vivificador y el pietismo bí- blico, reacción exagerada frente al mal an- terior. La solución debe buscarse en la ge- nuina tradición que siempre recomendó la lectura de la Palabra Divina a todos los cristianos y señaló también los principios que deben inspirar su interpretación.

Los siguientes capítulos explican el ca- rácter divino y humano del Libro de los libros, su forma literaria y contenido teo- lógico, su origen e historia, el marco geo- gráfico y el ambiente espiritual, su relación con las demás ciencias, especialmente con la teología, y con la cultura cristiana.

Especial mención merece el capítulo no- veno donde el docto autor expone los prin- cipios de la interpretación cristiana de la Biblia. “Tres cuartas partes de esta inter- pretación se destinan a convencer al lector que hay un clima indispensable para la lec- tura de la Biblia, un ambiente personal que es el único que permite entrar profunda- mente en su contenido viviente” (342). Es- tas disposiciones son: fe, amor, espíritu li- túrgico.

Si bien Charlier no pretendió proponer una obra técnica, brinda, sin embargo, una exposición sucinta y sólida de la doctrina cristiana sobre la Biblia, basada en un co- nocimiento exacto de los problemas y que impulsa al lector a la reflexión personal. Notas bibliográficas al fin de cada capítulo permiten al interesado recabar informacio- nes más precisas y más amplias en obras especializadas.

No dudamos que la traducción castella na, clara y fiel, hecha sobre la cuarta edi- ción francesa, contribuirá eficazmente a la reeducación bíblica de los pueblos de habla española, especialmente en el continente americano, donde las sectas protestantes, tergiversando las palabras del sagrado tex- to, hacen una propaganda desorientadora y falta de escrúpulos. Deseamos a la obra de Charlier, presentada esmeradamente por la Editorial Litúrgica Española, la más amplia difusión y el mayor número de lectores.

B. Otte, S. V. D.

W. Th. Aucr: Katholische Bibelkunde (Manual Bíblico Católico). - Editorial Katholisches Bibelwerk, Stuttgart, 1956, 176 págs. y 30 ilustraciones. - En tela: DM. 12,80.

El presente manual no se presenta cual introducción científica y técnica a la Sa- grada Escritura, sino como un manual popular, escrito en un lenguaje fácil, atra- yente y adaptado a la mentalidad del pueblo no muy versado en letras. Su fin y objeto es dar una contestación clara y precisa a tres preguntas fundamentales de nuestra santa religión. ¿Cómo llegó la Palabra de Dios a esta tierra? A ésta responde la pri- mera parte que aclara los siguientes con- ceptos: revelación (naturaleza, fuentes e instrumentos), inspiración e inerrancia de la Sagrada Escritura, noemática (sentidos) de la Sagrada Escritura. La segunda pre- gunta: ¿Cómo llegó la palabra escrita de Dios a los pueblos? es contestada en la segunda sección que trata sobre la historia de los textos originales y las versiones bíblicas. La tercera parte que es la más larga y ocupa las dos terceras partes del total de las páginas, está dedicada a la solución de la tercera pregunta: ¿Cómo llegó la Sagrada Escritura al pueblo alemán? Considerando, que el autor compuso su manual para el movimiento bíblico del pueblo católico de Alemania se comprende de que pusiera tanto empeño en relatar minuciosamente la historia de la Biblia alemana desde la versión de Ulfilas hasta las ediciones más recientes. Es tal vez la reseña histórica más detallada y acabada de la Biblia entre los pueblos de lengua alemana. Treinta láminas ilustran plásti- camente la historia de la Biblia desde los rollos de Qumrán hasta la Biblia de Herder de 1800.

El manual prestará sin duda excelentes servicios a los que se interesan por conocer mejor la historia de la Palabra de Dios y por comprender más exactamente su divino mensaje. Estos servicios serán, sin duda, mejorados en una segunda edición para lo cual recomendamos mayor precisión y exactitud en la exposición, más prolijidad en el desarrollo de cuestiones capitales y cercenamiento en otras, menos importantes.

B. Otte, S. V. D.

M. Noth: Gcsammclte Schriftcn zum Alten Testament (Escritos relativos al Antiguo Testamento), - Chr. Kaiser Ver- lag, Miinchen, 1957, 306 págs.

Los estudiosos del Antiguo Testamento agradecerán sinceramente al prestigioso profesor e investigador en la Universidad de Bonn el haber reunido y publicado en un tomito cómodo ocho publicaciones apa-

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recidas en varias revistas y folletos, no siempre fácilmente accesibles. El tema de los problemas que se discuten en estos es- tudios y ante todo el tono sereno y objetivo y la amplitud y profundidad con que se lleva la discusión, dan a la colección un valor e interés científico nada comunes.

No es posible dar a nuestros lectores un resumen de los ocho estudios prietos y den- sos. Nos contentamos con unas cuantas ad- vertencias.

El primero es el más extenso y tiene por objeto las leyes del Pentateuco, sus suposi- ciones y su significado. El “Sitz im Leben” y sentido de la “Ley", no era por lo menos hasta Josías, el estado israelita sino la alianza entre Yahvé y las doce tribus. La Torah era la norma que regulaba la vida y el orden de la confederación teocrática de las doce tribus que no era idéntica con la esfera y el dominio del Estado. Por su "Ley", los israelitas se distinguían de sus coetáneos cananeos, miembros de un mismo Estado. Desde el siglo cuarto aproximada- mente, esta “Ley” se transformó en un va- lor absoluto e independiente de las condi- ciones en que se había creado y como tal pasó a ser identificada con el Antiguo Tes- tamento como tal.

El cuarto trabajo “Jerusalem und die is- raelitische Tradition” sale de la observación de que Jerusalén hasta la era de David era una ciudad cananea sin importancia para Israel y sin mención en las tradiciones an- teriores. Por su posición geográfica neutral entre los dos Estados (Israel y Judá) David la eligió por capital que como tal era pro- piedad de David y no pertenecía ni al reino septentrional ni al reino meridional. Pero no este hecho de que Jerusalén era la resi- dencia de la dinastía real, por más brillante y glorioso que fuera el reinado de David y Salomón, sino la traslación del arca y su vinculación con el palacio hacían de Jeru- salén el verdadero centro de las doce tribus y esto independientemente de los altibajos por los cuales pasó la dinastía. Por esta traslación autoritativa, el rey se intercaló en los asuntos del culto y desde este mo- mento los sacerdotes pertenecían a la cate- goría de los empleados del rey.

En el estudio siguiente, Noth se confronta con la escuela “Myth and Ritual” de inves- tigadores ingleses y escandinavos. Esta es- cuela propone como idea llave de la inter- pretación del Antiguo Testamento la con- cepción sacral y hasta divina del rey que es sacerdote y una casi encarnación de la divinidad, idea que se encuentra en varias religiones del Antiguo Oriente y según la escuela susodicha, también en Israel. Noth niega que sea legítimo trasladar sin más ideas propias de las religiones no-israelitas a la de Israel. Demuestra que la idea de la realeza, por mucho tiempo, era extraña a

los Israelitas, y que, cuando Las circuns- tancias hicieron necesaria la adopción de esta forma de gobierno, sus funciones que- daron siempre bien delimitadas.

En el último artículo examina el autor el término “Los Santos del Altísimo", espe- cialmente en Daniel 7 llegando a la conclu- sión que esta expresión primitivamente de- signaba a los seres sobrenaturales que for- man como el cortejo divino y que una in- terpretación posterior y secundaria vió en ellos al pueblo de Dios.

Estos pocos resúmenes bastan para con- vencer al lector de la riqueza y actualidad de la colección.

D. Otte, S. V. D.

W. Rudolph: Chronikbiichcr (Cróni- cas). - Handbuch zum A. T. 21. - J. C. B. Mohr, Tübingen, 1955, XXVI/338 págs. - Rúst. DM 24,40/tela: DM 27,40.

“Toda la erudición de la Sagrada Escri- tura está contenida en esta obra. El que se jacta poseer la ciencia de las Sagradas Es- crituras sin conocer las Crónicas, se hace ridículo”. Con estas palabras realza San Jerónimo el valor y la importancia de las Crónicas. Corresponde a este juicio del “Doctor Máximo” el esmero, la amplitud y solidez del comentario que W. Rudolph de- dica a este libro bíblico.

Las corrupciones del texto en este libro se mantienen dentro de límites moderados (IV). Lo mismo puede decirse de las co- rrecciones que propone el comentarista. El fin del Cronista es “narrar la realización de la teocracia en Israel”. Esta se basa en la elección de Judá y Jerusalén, donde Yah- vé tiene su templo y David su trono (VIII). El verdadero Israel, por la culpa del reino septentrional, sólo es Judá y Jerusalén (IX).

Así, Crónicas resulta la primera apología del judaismo. Su composición se remonta a los primeros decenios del siglo cuarto (X). La autoridad histórica, según opina W. Ru- dolph, se disminuye por el afán del cronista de justificar ante el foro de la razón hu- mana la providencia divina (XVII). El Cro- nista, como los demás historiadores, antes de ser historiador, es predicador de la ac- ción divina en el mundo (XVI). Un resumen del mensaje teológico de la obra del Cro- nista, ofrece Rudolph en el séptimo capí- tulo. Como toda la historiografía del Anti- guo Testamento está dominada por la idea de la teocracia, así también la de las cró- nicas, sólo que a diferencia de la profética, desaparece casi por completo la esperanza escatológica.

Las características del comentario propia- mente dicho son las de toda la serie a que pertenece: traducción literal, amplio apa- rato y discusión crítico-textual, explicación

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histérico-teológica. Sin duda, la obra de W. Rudolph prestará por la amplitud del mate- rial reunido y de los problemas planteados y la serenidad con que son discutidos pre- ciosos servicios al que sabe emplearlo con ojos de crítico.

B. Otte, S. V. D.

J. Stcinmann, Le prophéte Jérémie (El profeta Jeremías). - Lectio Divina 9. - Les Editions Du Cerf, Paris, 1952, 328 páginas.

Entre todos los profetas de Israel, el más humano, no obstante el carisma profético, y el más profundo es sin duda Jeremías, cuyas obras genuinamente poéticas pueden competir con las más bellas producciones de la literatura mundial.

A la persona y obra, a la vida y al tiem- po del sacerdote-profeta de Anatot que por espacio de cuarenta años luchó desespera- damente por la supervivencia de su nación, cuya próxima ruina que debía anunciar era la gran pena de su alma y significaba el más rotundo fracaso de su existencia como hombre y como profeta, dedica J. Stein- mann el noveno volumen de la serie “Lectio divina”, que por su argumento resulta la continuación de su libro sobre el profeta Isaías.

El elemento principal lo constituyen los oráculos, discursos, monólogos, súplicas y relatos históricos del libro del profeta-poeta. La traducción francesa, que aspira a refle- jar fielmente el estilo lírico propio de Je- remías, se inspira principalmente en la de Condamin y se diferencia bastante de la de Gelin en “La Sainte Bible de Jérusalem”. Tal vez demasiado lugar se ha cedido en la crítica textual a la conjetura subjetiva.

El orden en que se proponen los textos no es el canónico, sino el cronológico. Este arreglo permite al autor explicar los vatici- nios y discursos del gran profeta como un- ción de su vida y de su ministerio y en- marcarlos en las circunstancias históricas concretas que los motivaron. Estas situacio- nes históricas son relatadas amplia y deta- lladamente formando así el relato histórico el marco de todo el comentario de J. Stein- mann que brinda de esta manera al lector una visión panorámica de la historia de Judá y del Antiguo Oriente desde el año 701 (expedición de Senaquerib) hasta 585 (cuan- do desaparece el profeta en Egipto). Para completar el cuadro histórico del profetis- mo en esta época, Steinmann tuvo a bien insertar en su libro también la obra y vida de los profetas Sofonías (c. 4), Habacuc y Nahum (c. 7) y el c. 4 de las Lamentacio- nes (c. 17), reservando para otra oportuni- dad la exposición de la actividad y perso- nalidad de Ezequiel. El comentario propia- mente exegético es conciso y claro y se limita a aclarar los puntos esenciales.

BIBLICA

De especial interés y provecho resultan los cc. 18 y 19, donde Steinmann describe y define con honda penetración psicológica la personalidad de Jeremías bajo los aspec- tos del hombre, del poeta y del profeta y resume su mensaje y pensamiento bajo los títulos: el novador, las fuerzas de Yahvé, la justicia de Yahvé, la ley, el mesianismo, el profeta y el misterio. El último capítulo informa sobre la continuación y edición de ia obra literaria del profeta después de su muerte.

El lenguaje vigoroso y a veces atrevido, la penetración psicológica profunda, la ex- posición clara y harmónica hacen que la lectura resulte a la vez instructiva y amena, si bien no faltan algunas exageraciones y parcialidades. El lector interesado en pene- trar en el alma y la mentalidad del gran poeta y profeta y de comprender su pensa- miento, se beneficiará grandemente con el estudio de la obra de Steinmann.

B. Otte, S. V. D.

G. Castcllino, S.D.B.: Libro dei Salmi

(Libro de los Salmos). - La Sacra Bib- bia, editada por Mons. S. Garofalo. - Marietti, Torino, Roma, 1955, XI y 912 págs. - L. it. 3800.

Escribir un comentario al salterio que satisfaga tanto a las exigencias científicas de la investigación moderna como a las legítimas aspiraciones de aquellos que bus- can en el salterio principalmente el ali- mento espiritual de sus almas necesitadas, es cosa delicada y ardua. Para contentar a unas y otras, Castellino optó por separar en la interpretación la explicación filoló- gica y la histórico-teológica. Precede a am- bas el texto original traducido directamente al italiano que va acompañado, en sendas columnas del texto latino de la antigua versión Vulgata y de la reciente de Pío XII. La primera parte del comentario comprende los elementos de crítica textual, notas gra- maticales y lexicográficas y multitud de referencias a lugares paralelos tanto bíbli- cos como extrabíblicos. La segunda, pre- cedida de una amplia introducción especial en que se discuten cuestiones sobre edad y autor del salmo y se señala su tema y es- tructura, comenta e ilustra versículo por versículo o un grupo de versículos, dentro y en función del conjunto del salmo, extrae su doctrina teológica y ascética y señala sus valores para la vida cristiana.

Una innovación acertada es la agrupación y el trato de los salmos según los grandes temas y los distintos géneros literarios: lamentaciones individuales, salmos de con- fianza, lamentaciones públicas, cánticos de acción de gracias, himnos, salmos reales, salmos de Sión, salmos de Yahvé rey, litur- gia de la fidelidad a Yahvé, salmos sapien-

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cíales y plegarias varias. Tal tratamiento tiene la ventaja de ahorrar repeticiones o referencias inútiles y molestas. El salmo individual no es considerado como una unidad independiente sino como pertene- ciente a determinada categoría, lo que fa- cilita enormemente su recta intelección. Notas introductoras especiales justifican esta clasificación y agrupación y dan cuenta de las características propias de cada gé- nero.

Todo el comentario va precedido de una introducción general, compendiosa y precisa, sólida y a la altura de la investigación más reciente. Mención especial merece el párrafo

13 que brinda una síntesis muy oportuna de la teología de los salmos: el hombre en sus relaciones con Dios; Dios en y en sus manifestaciones dentro de la creación y la historia; Dios en la redención del mundo. En la muy abundante literatura echamos de menos el muy rico y sugestivo comen- tario de F. Nótscher que en pocos años al- canzó varias ediciones. Para la versión siríaca habría que recordar la serie de artículos de A. Vogel aparecidos en “Bí- blica”, 1951.

Concluye la obra el aparato crítico que por razones técnicas no se ha podido in- sertar en el texto mismo. Las últimas cuatro páginas informan sobre el amplio uso de los salmos en la liturgia, testimonio elo- cuente del aprecio de que gozan en la oración oficial de la Iglesia. El uso de los salmos en la Liturgia es tema del párrafo

14 de la introducción a cuya nota biblio- gráfica podría agregarse el instructivo es- tudio de B. Fischer: Die Psalmenfrommig- keit der Martyrerkirche (La piedad de los salmos en la Iglesia de los Mártires), Frei- burg, 1949. (Véase REVISTA BIBLICA, 1952,

66, p. 127).

El comentario de Castellino es fruto sa- broso y sazonado de larga y continua ocu- pación con el salterio y testimonio de la vasta erudición del autor. Como tal es un excelente instrumento de trabajo y un guía seguro para el que aspira a penetrar más hondamente en las riquezas y bellezas del salterio.

B. Otte, S.V.D.

J. Steinmann, Ainsi parlait Qohélét (Así hablaba Qohelet). - Témoins de Dieu 15. - Les Editions Du Cerf. París, 1955, 136 págs.

Entre todos los libros de la Biblia el más enigmático es el Qohelet (Eclesiastés). Enig- mático es su nombre, enigmático su origen y enigmáticos son ante todo la mentalidad y el pensamiento del autor. No es, pues, de extrañar que hasta en e! siglo segundo de la era cristiana entre los mismos rabinos

se oyeran voces que reclamaron fuese reti- rado de la colección de los libros sagrados.

Arrojar luz sobre estos problemas y faci- litar la lectura y la inteligencia cristiana del libro al hombre moderno es la ardua tarea que se propone Steinmann en el pe- queño librito que dedica como tomito 15 en “Témoins de Dieu”, al Qohelet.

Publicado alrededor de 250 antes de Cris- to por un sabio anciano, nacido en un país antiguo y heredero de una cultura milena- ria, y dirigido a los aristócratas de fortuna e inteligencia, representa la teología y mo- ral de un espíritu conservador que mira con desconfianza todo lo moderno y nuevo. Qohelet pertenece a la literatura sapiencial. Para -su recta comprensión importa, pues, conocer este género literario y su historia, tanto en Israel como en todo el Antiguo Oriente.

El problema del libro es el de la vida: si ésta encuentra razón suficiente en mis- ma. La solución negativa se comprende sólo, si se considera la absoluta ignorancia de los hombres de aquel entonces sobre la suerte de los mortales después de la vida presente. El poeta presenta su doctrina bajo la forma de confesiones novelescas del rey filósofo Salomón. Si éstas terminan con un optimismo ante los gozos de la vida y el elogio de un moderado hedonismo, no debe olvidarse que éste es afirmado por el pri- mer capítulo del Génesis y que Jesús con- dena la solicitud desordenada.

Reconocemos en el erudito autor un es- tilo elegante que cautiva y fascina al lector y profunda penetración y acertada descrip- ción psicológica. Sin embargo, varias de sus afirmaciones merecen serios reparos. Stein- mann hace a “Qohelet” no sólo ignorar, sino negar la existencia personal del hom- bre después de su muerte (67). El lector se pregunta cómo puede en un hagiógrafo ne- gación tan rotunda compaginarse con la inerrancia de la Sagrada Escritura. Una aclaración sobre el género de la diatriba a que alude Steinmann en el último capítulo (pág. 134) habría explicado tal vez esta di- ficultad.

B. Otte, S. V. D.

E. Hoskyns - N. Davey: Das Rátsel des Neuen Testaments (El enigma del Nue- vo Testamento). - Traducido al alemán por H. Bolewski. - Edit. Ch. Kaiser, München, 1957, 199 págs. - DM. 7,50.

El pequeño y muy substancioso libro trata casi todos los problemas que suelen discutirse en las introducciones al Nuevo Testamento, pero no en la forma acostum- brada de los manuales sino enfocados y solucionados desde el tema central de los escritos neotestamentarios. Las múltiples cuestiones puestas a discusión en la pre-

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sente obra convergen todas hacia una: ¿Quién es el Cristo? Es el mérito especial de esta obra hacer ver cómo Cristo es el fin y el sentido de todo estudio y de toda investigación relativa al Nuevo Testamento.

El resultado es positivo: “Toda descrip- ción de los acontecimientos que deja entre la fe de la Iglesia y el Jesús de la historia un abismo infranqueable, demuestra ...falta de crítica (180)”. Aceptar o no aceptar la interpretación que el mismo Nuevo Testa- mento propone de mismo no pertenece al historiador sino es incumbencia de la fe. Este testimonio en boca de exégetas pro- testantes que conocen perfectamente y re- sumen acertadamente la investigación de los últimos cien años es señal promisoria de un cambio favorable que está obrándose entre los mejores eruditos del mundo no católico

B. Otte, S. V. D.

M. Dibelius: Botschaft und Geschichte

(Mensaje e historia). - Edit. J. C. B. Mohr, Tübingen, 2. tomo, 1956, 253 págs. - En rústica: DM. 21, ; en telar.DM. 25,20.

El segundo tomo de Botschaft und Ge- schichte (Mensaje e historia) es una reco- pilación de diez publicaciones del difunto exégeta M. Dibelius que aparecieron en di- ferentes revistas, entre los años 1914 y 1942. Resumen, pues, aunque sólo en parte, del trabajo científico llevado a cabo durante treinta años por un investigador que por la diligencia de sus estudios y lo fructuoso de sus iniciativas supo granjearse la estima del mundo científico.

Los trabajos del volumen que comenta- mos, están dedicados a la dilucidación de problemas planteados por los escritos pau- linos y otros de la ltieratura más antigua del cristianismo. Atraerán, pues, el interés no sólo del exégeta, sino también del his- toriador tanto de la Iglesia como de las religiones. Amplios índices escriturísticos, onomásticos y analíticos facilitan grande- mente la consulta y el aprovechamiento de los resultados a que llegó el autor. El gran sentido histórico, el talento combinatorio y la destreza en el manejo del método exe- gético son otras tantas garantías del mérito y de la actualidad de los estudios que re- produce la presente colección. Exégetas e historiadores agradecerán tanto a los reco- piladores como a la Editorial el habernos brindado en dos cómodos tomos una parte de los frutos del trabajo de M. Dibelius.

B. Otte, S. V. D.

A. Wikenhauser: Die Apostelgeschich- te (Los Hechos de los Apóstoles). - Re- gensburger Neues Testament 5. - Fr. Pustet, Regensburg, 3* edición retocada,

1956, 298 págs. y 1 mapa. - DM. 10,50/ 12,50.

Entre los comentarios al Nuevo Testa- mento, escritos en alemán, la serie “Regens- burger Neues Testament”, publicada por A. Wikenhauser y O. Kuss en colaboración con los mejores exégetas alemanes, se re- comienda por presentar al lector, en forma sencilla y concentrada, una interpretación sólida y completa, actual y teológica, de todo el Nuevo Testamento, dando prefe- rencia a la exposición positiva del mensaje y la teología de los escritos neotestamen- tarios. Sin perderse en discusiones polé- micas y sin molestar con cuestiones que interesan solamente al especialista, brinda una visión completa y armónica de los resultados de la investigación más reciente.

Comparada con la segunda, la tercera edición del docto comentario que A. Wi- kenshauser dedica a uno de los más impor- tantes libros del Nuevo Testamento, a los hechos, que por referir los orígenes y la evolución de la Iglesia inmediatamente des- pués de Pentescostés y por contener la forma más antigua del mensaje cristiano, el evangelio antes de los evangelios, des- pierta un interés cada vez más vivo y plantea problemas especiales, se presenta notablemente aumentada y profundamente retocada. No hay página que no testi- monio de la diligencia con que el erudito autor revisó su texto ampliando, abreviando o precisando las frases y multiplicando las referencias a lugares bíblicos o de la lite- ratura no bíblica que pueden ilustrar un término o un pensamiento, y con que apro- vechó los resultados de las más recientes investigaciones, especialmente de Dupont y Cerfaux. También los 24 excelentes aparta- dos en que Wikenhauser trata problemas de especial interés o resume la doctrina teológica sobre determinado tópico, se han beneficiado con estos resultados y la incan- sable labor del exégeta. Totalmente nuevo es el apartado muy instructivo sobre la estructura común de los discursos misio- nales ante un auditorio judío (pp. 49-52).

Como en las ediciones anteriores, tam- bién en ésta hace el autor una vigorosa defensa, bien fundada, de la autoridad his- tórica de los discursos que se leen en los Hechos, dando explicación satisfactoria de las dificultades y objeciones. En cuanto a la composición del libro, el autor mantiene su opinión, manifestada ya anteriormente, de que si bien Lucas, el compañero de Pa- blo, es el autor de la obra, ésta sin embargo no fué compuesta sino después de la muer- te del gran Apóstol. Como argumento alega la tradición más antigua. El fin de los Hechos por más que no demuestra que el proceso terminó con la muerte de San Pa- blo, tampoco es base suficientemente sólida para afirmar que el libro fué compuesto

BIBLIOGRAFIA

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antes de terminar el primer cautiverio de San Pablo en Roma.

En resumen: un comentario sólido y teo- lógico que también allí donde se aparta de opiniones tradicionales y familiares, sabe apoyar su parecer sobre argumentos obje- tivos y plausibles.

D. Otte, S. V. D.

K. Barth: Kurze Erklarung des Ro- merbriefes (Breve explicación de la car- ta a los Romanos). - Editorial Ch. Kai- ser, München, 1956, 226 págs. - Rústica: DM. 8,50; en tela: DM. 10,80.

Entre las cartas paulinas ninguna ha encontrado tantos y tan diversos comenta- rios como la de los Romanos. Su tema, sus problemas y sus ideas han ejercido siempre y siguen ejerciendo poderosa atracción so- bre los espíritus más grandes de la huma- nidad. La interpretación de esta carta marcó épocas. Las concepciones características del genio de S. Agustín, de vasta y profunda repercusión en la historia del mundo oc- cidental, están las inspiradas en la carta de S. Pablo a los Romanos como lo entendió e interpretó el obispo de Hipona. Lutero propuso su nuevo Evangelio como la legí- tima interpretación del pensamiento paulino tal como se manifiesta en la carta a los Romanos. La nueva teología dialéctica se presentó al mundo con un comentario de Barth a la misma carta.

Hermano menor de este comentario, pero no simple resumen sino nueva tentativa de penetración y comprensión es el presen- te libro de K. Barth. Redacción escrita de conferencias pronunciadas sobre el tema en Basel a auditores sin formación teológica especial, es una explicación breve, sintética y teológica de toda la carta, en forma lite- raria accesible a todos y sin el bagaje del aparato científico. Una compendiosa intro- ducción brinda los elementos indispensables para la recta comprensión de lo que sigue. El tema de la carta es Cristo y el Evangelio. Este es la revelación del fallo del juez divino sobre la humanidad. Para el hombre que se somete con fe a esta sentencia ju- dicial de Dios el evangelio implica salva- ción y vida (3, 21 - 8, 39). Los capítulos 9-11 ilustran lo que significa el Evangelio para aquellos que, como los judíos incré- dulos, no lo reciben con fe. Los últimos capítulos (12, 1-15, 13) son el revés de los anteriores y demuestran lo que es el Evan- gelio para aquellos que lo acogen con fe.

El Evangelio es, pues, esencialmente la manifestación de la justicia de Dios, en- tendida ésta en el sentido de sentencia ju- dicial. No podemos hacer nuestra esta in- terpretación demasiado forense de este concepto de importancia fundamental en el sistema teológico de S. Pablo. Concedemos,

sin embargo, que el comentario de Barth hace palpar lo complejos e intricados que son los problemas que suscita la carta a los Romanos.

B. Otte, S. V. D.

A. Wikenhauser. Die Chrisusmystik des Apostéis Paulus (La mística cristo- céntrica del Apóstol San Pablo. - Her- der, Freiburg, 2. edición refundida y ampliada, 1956, 171 págs. - DM 8,80.

Desde hace 40 años comenzó a acentuar- se la discusión sobre la mística de San Pa- blo. La dificultad del problema está prin- cipalmente en la desunión que existe entre los teólogos sobre lo que es mística y la dificultad de definir el sentido preciso de la fórmula "En Cristo”.

Entre los escritores católicos que tratan el problema e informan ampliamente sobre el estado actual de la cuestión, se distingue A. Wikenhauser cuyo libro sobre el tema se recomienda por la amplitud con que lo discute y la reconocida autoridad científica de su autor. Wikenhauser define la mística como “aquella forma de piedad que aspira o vive una unión inmediata (o contacto directo) del alma con Dios”. La definición puede parecer a alguien demasiado vaga, pues no precisa la naturaleza de esta unión (contacto). Al hablar en el segundo capí- tulo de la naturaleza de la mística cristo- céntrica de San Pablo, el autor trata de definir y delimitar esta unión: tarea ardua porque se trata evidentemente de un mis- terio.

En la primera parte investiga y examina el erudito autor las fórmulas que emplea San Pablo para describir la unión miste- riosa existente entre el cristiano y Cristo glorificado: “En Cristo”, “Cristo en nos- otros” y los llamados “genetivos místicos”. La tarea más trabajosa es la del segundo capítulo: definir la esencia de la mística paulina. Dos escollos deben evitarse: caer en el panteísmo y minimizar la intimidad de la unión. La unión entre Cristo y el cristiano es más estrecha que la entre causa y efecto, y no debe confundirse con la presencia de Dios en todo ser. Si bien Wi- kenhauser se esfuerza por penetrar más hondamente en este misterio de cómo existe el cristiano en Cristo, sus explicaciones no hacen sino aumentar la impresión de ha- llarse frente a un auténtico misterio del orden divino. La tercera parte hace ver como esta unión, en su origen y progreso, es fruto del trabajo combinado de Dios en los sacramentos y del hombre que debe llevar la vida de Cristo. La última parte, donde el autor compara la mística paulina con la helenística, sirve para señalar y defender el carácter propio e independiente de la primera.

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REVISTA BIBLICA

Por la importancia del tema, la abun- dancia del material reunido y la solidez de la exposición, tanto el teólogo como el cristiano culto estudiará con fruto el pre- cioso libro que lo informará sobre un punto central de la teología paulina que el autor llama con razón el corazón de la piedad del gran Apóstol.

B. Otte, S. V. D.

L. Alonso Sckoekel S. J.: Viaje al país del Antiguo Testamento. - Editorial “Sal Terrae”, Santander, 1956, 384 págs.

En los últimos años aparecieron varias relaciones de viaje a los países de la Biblia, publicadas por especialistas en las ciencias bíblicas ya por piadosos peregrinos, cuya lectura, amén de ser amena y divertida, resulta ciempre útil y benéfica para el atento lector a quien permiten peregrinar, siquiera en espíritu, por los países bíblicos, tomar contacto con su vida y sus costum- bres y formarse una idea más o menos adecuada y plástica del ambiente en que se desarrollaron los acontecimientos que nos relata la Biblia.

Si bien todos estos relatos, comenzando con el de la piadosa peregrina de fines del s. 4, Eteria de Galicia O), versan sobre el mismo tema común, cada uno lo enfoca desde distinto ángulo visual y lo desenvuel- ve de diferente manera. Esta nota personal e individual da a cada uno su valor propio y único. El tema es tan complejo y la realidad histórica tan rica que ningún autor podrá agotarlos.

Tres elementos componen el presente li- bro de Alonso Sckoekel y marcan su fisonomía propia: el Antiguo Testamento, las ciencias bíblicas y el viaje que hizo su autor en 1954. Prevalece el primero y a él se han subordinado los demás. Por eso, el orden del libro no es el del viaje sino el de la historia del Antiguo Testamento. El autor lleva al lector primero a la Biblia y luego al escenario, explicando y relacio- nando ambos entre por medio de su profundo conocimiento de las ciencias bí- blicas, especialmente de la arqueología, y de las experiencias personales, hechas du- rante su viaje al Oriente. La combinación armónica de los datos científicos y de las notas personales al servicio de una inteli- gencia más profunda de las Sagradas Es- crituras constituye la característica y el valor de este libro. El estilo sobrio y ameno y las oportunas reflexiones personales ha- cen que la lectura sea al mismo tiempo un placer y un beneficio.

Una bibliografía selecta de más de veinte publicaciones sobre el tema del libro, bre- vemente resumidas y valoradas, completan

(1) Una excelente versión castellana, con Intro- ducción, notas explicativas c ilustración publicó

el mérito de la obra. Lo que lamentamos es la ausencia total de todo elemento ilus- trativo, la cual sin embargo fácilmente puede ser subsanada por el lector que tiene a disposición uno de los magníficos atlas bíblicos a que se remite el autor en su elenco bibliográfico.

B. Otte, S. V. D.

Elias, el profeta. - Études Carmeli- taines 35. - Desclée de Brouxver, Bruges.

- I. tomo: En las Sagradas Escrituras y las tradiciones cristianas, 1956, 267 págs., 10 ilustraciones y 3 mapas. - II. tomo: En el Carmelo, el judaismo e is- lamismo, 1956, 317 págs., 13 ilustra- ciones.

En dos cómodos tomos que constituyen el volumen 35 de los prestigiosos “Etudes Carmélitaines”, las plumas más autorizadas del mundo científico presentan una imagen, la más rica, completa y exacta hasta la fe- cha, del gran profeta y padre de la Orden Carmelitana. Los tres primeros capítulos (el primer tomo) analizan las fuentes. El pri- mero reproduce los textos bíblicos referen- tes a la gran figura, en versión francesa de la Biblia de Jerusalén, con amplias notas explicativas que se deben principalmente al R. P. de Vaux. En el segundo capítulo, J. Steinmann y E. Boismárd pintan la ima- gen del gran reformador tal como aparece en las páginas del Antiguo y Nuevo Testa- mento. El tercer capítulo es una recopila- ción de las tradiciones antiguas, de la lite- ratura griega, siríaca y latina, del culto litúrgico oriental y occidental y de la ico- nografía cristiana. El cuarto capítulo precisa cómo, y en qué sentido la Orden Carmeli- tana es una fundación de Elias y éste su padre espiritual. Para aclarar estas rela- ciones mutuas se define el concepto de filiación espiritual y mística y de imitación profética y ascética. El último capítulo da cuenta del influjo que siempre ejerció y sigue ejerciendo el gran profeta en el judaismo y el islamismo.

23 regias ilustraciones, en parte en color, y tres mapas aumentan el mérito científico y artístico de la obra que por la solide* científica de los artículos y la abundancia de materiales constituye un monumento li- terario digno del gran profeta y una fuente rica de informaciones de primera mano para exégetas, teólogos, historiadores, pre- dicadores y directores de almas.

B. Otte, S. V. D.

Iniciación Teológica: por un grupo de

Teólogos bajo la dirección del P. A. M. Ilenry, O. P. - Herder, Barcelona (y

J. Monlcvcrdc, Itinerario de Eteria, Plantin, Bue- nos Aires, 1955, 111 págs.

BIBLIOGRAFIA

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Buenos Aires, Carlos Pellegrini 1179), tomo 1: Las fuentes de la teología. Dios y la creación; 1957, 786 págs.

Para gran provecho espiritual y religioso de los cristianos de habla española está realizando la benemérita Editorial Herder lina amplia labor de traducción y publica- ción de obras de fondo escriturístico, teo- lógico, filosófico, ascético, pastoral, peda- gógico y biográfico que, por la importancia y actualidad del tema y la solidez de la doctrina expuesta, han conseguido el aplau- so y la aprobación unánime en los países donde aparecieron las ediciones originales.

Súmase ahora a estas publicaciones la traducción de la “Initiation théologique”, aparecida en París en el año 1952, como resultado de un trabajo conjunto de un equipo de unos treinta teólogos, casi todos dominicos, bajo la dirección del P. A. M. Henry, O. P. La traducción completa cons- tará de tres tomos (1: Fuentes de la teolo- gía: Dios y la creación. 2: Teología moral. 3: La economía de la salvación) que presen- tarán e ilustrarán, en un sistema armonioso, cimentado sobre la base sólida de la ge- nuína tradición tomista, toda la doctrina teológica que suele explicarse en las dife- rentes disciplinas teológicas. Constituyen, pues, los tres tomos, una especie de enci- clopedia del saber teológico que propor- ciona al lector una visión panorámica de todo el vasto campo de la teología católica. Unidad del plan y en el desarrollo, garan- tizada por la pertinencia de los distintos

1 colaboradores a una misma corriente teo- lógica, y abundancia del material son. pues, las características de la obra de Henry. Cada problema particular es tratado a fon- do, por un especialista en la materia, pero siempre en dependencia de la idea central y en función del lugar más o menos impor- tante que ocupa en el conjunto del edificio.

(Los principales títulos del primer tomo son: las fuentes de la teología, la Sagrada Escritura, la tradición, el magisterio ecle- siástico, la liturgia, el derecho canónico, la existencia de Dios, la creación, el gobier-

¡no del mundo. Los autores ponen especial empeño en señalar las relaciones entre la doctrina y los problemas de la vida moder- na anotando cómo éstas se solucionan a la luz de la primera. El enfoque de los distintos problemas es tal que llegan e inte- rezan al hombre moderno con su menta- lidad propia y distinta de tiempos anterio- res. Una selecta bibliografía al final de cada párrafo orienta al lector interesado en ahondar en el tópico.

La obra nació de la imperiosa necesidad de poner en manos de los cristianos de hoy, especialmente de los que militan en las filas del apostolado laico, un manual sufi- cientemente amplio y a la vez armonioso

que Ies permite alcanzar aquella formación y cultura teológica que hoy día Ies es indis- pensable para que puedan cumplir con éxito la misión de colaborar a la recristia- nización de las familias y la sociedad.

Los lectores a que, según la intención del director y de sus colaboradores, está des- tinada la obra principalmente, se reclutan entre los seminaristas y jóvenes religiosos que buscan una síntesis de cuanto aprenden en las diferentes asignaturas teológicas, en- tre las religiosas, cuya vida espiritual y cuyas funciones educativas y apostólicas exigen una formación más elevada de la que pueden proporcionarles la pobre bi- blioteca de que comunmente disponen y la instrucción religiosa que ordinariamente re- ciben, y entre los seglares que sienten la necesidad de alcanzar un nivel de cultura superior al catecismo para saber apreciar mejor el don de la fe, defenderla y pro- pagarla.

La iniciación de Henry satisface amplia- mente los gritos de religiosos y laicos que se oyen en todas partes: (Dadnos una teo- logía! La versión castellana que ofrece la Editorial Herder en una primorosa presen- tación tipográfica está llamada a ejercer un fructuoso apostolado. Formulamos votos por que este precioso libro logre penetrar en muchas familias, institutos religiosos, se- minarios y casas de religiosas despertando por doquiera el espíritu de una fe más ilus- trada y por eso más vigorosa.

B. Otte, S. V. D.

Fr. Trochu: Bernadeta Soubirous - La

vidente de Lourdes. - Herder, Barcelona y Buenos Aires (C. Pellegrini 1179), 1957, 529 págs.

La presente obra se recomienda e im- pone por tres razones. En primer lugar por- que desde la primera hasta la última pá- gina, es una ilustración admirable e im- presionante de la verdad, tantas veces re- petida e inculcada por la Sagrada Escri- tura, de que Dios elige lo que es pequeño en los ojos del mundo para confundir a los grandes y llevar a cabo sus sabios de- signios. Los hombres de hoy, y lastimosa- mente también muchos cristianos, hemos perdido el concepto de la verdadera gran- deza. La vida de la biografiada por Tro- chu es muy apta para corregir nuestras ideas al respecto. Una segunda razón que encarece el valor de la presente biografía es la combinación feliz y armoniosa de exactitud científica, cual se exige de una obra de tal índole y de sencillez y belleza de estilo. La obra se apoya sobre los me jores documentos y fuentes que el presti- gioso autor, conocido por su clásica Vida del Santo Cura de Ars, sabe aprovechar con extraordinaria habilidad. Esta solidez en

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REVISTA BIBLICA

la documentación da al libro de Trochu el rango de una biografía de primera cate- goría que, merced a sus excelentes cuali- dades estilísticas, se lee con verdadera fruición.

Añádase a estas razones la actualidad del tema la historia de Bernadeta es la de Lourdes que no deja de cautivar la aten- ción de fieles e incrédulos y de apasionar a amigos y enemigos, y la oportunidad de la publicación de la versión castellana, cuando el orbe entero se prepara para fes- tejar el primer centenario de las aparicio- nes de Lourdes, y no queda lugar para dudar de que el libro de Trochu se gran- jeará muchos amigos agradecidos en el mundo de habla española.

La traducción es fiel y castiza. La pre- sentación tipográfica es impecable y des- cuella por la alta calidad del papel, la per- fección de la encuadernación y la nitidez de la impresión prendas que caracterizan las ediciones de Herder. Constituye así el conjunto del argumento y de la presenta- ción externa del libro un digno homenaje a la Virgen de Lourdes y a aquella alma sencilla y cándida que ella eligió para ma- nifestarse al mundo.

B. Ottc, S.V.D.

Paolo Arnaboldi: La Familia de Dios

(sobre la Fraterna Ayuda Cristiana: FAC). Euramérica, Madrid, 11x18, págs. 332, 55 Pesetas. (N9 1 de la serie V de la Colección “Mundo Mejor”).

Ya conocemos y trabaja en muchas pa- rroquias nuestras oficialmente recomendada e introducida la FAC (Fraterna Ayuda Cris- tiana). En el presente libro el ideador y propagador del Movimiento FAC, Don Paolo Arnaboldi, presenta la base neotestamenta- ria de él, ensalza a la parroquia como fa- milia de Dios y centro de la nueva técnica para practicar el mandato divino del amor. El libro da consejos prácticos para la rea- lización de las obras, abre nuevos horizontes, insinúa nuevas maneras de ápostolado, y para no dejarlo todo en hermosos motivos, describe minuciosamente la organización de la FAC y en una larga tercera parte pre- senta documentalmente, ilustradas por fo- tografías, las realizaciones del Movimiento, principalmente en Italia. Más que las pala- bras sencillas y emocionadas de don Arna- boldi son los hechos los que hablan; espe- ramos que también entre nosotros este libro

estimulará aun más y orientará a siempre nuevos campos de acción el amor cristiano de los católicos.

P. H.

Ignacio Fernández de Castro: Del pa- ternalismo a la justicia social. - Eur- américa, Madrid, 1956, 11x18, págs. 182, 35 Pesetas. (N9 2 de la serie IV de la Colección “Mundo Mejor”).

P. H.

Algunas formulaciones del autor que se refieren a los católicos españoles y a los empresarios españoles parecen sobreacen- tuadas y un tanto exageradas, tal vez para recalcar las verdades de fondo que pesan como una montaña y los españoles aludidos se revolverán y darán coces contra el agui- jón; pero en general creemos, juzgando des- de lejos y por los ecos que a veces traen las noticias entre líneas, que, como otros semejantes, este libro era necesario, impres- cindible como toque de alerta y clarifica- ción del ambiente de la Madre Patria. Este ensayo es un apasionante e incisivo enjui- ciamiento de la realidad social española de la actualidad desde el punto de vista cató- lico; se destaca por la gran claridad en el planteamiento del problema social, sobre todo en su dolorosa variación española, por el acento nada libresco sino popular en la expresión y el cristianismo auténtico en la proposición de la solución. La sinceridad con que Fernández de Castro hace el aná- lisis de las causas y las formas de la mi- seria actual de la clase proletaria española y de la tendencia conservadora de las clases acomodadas y católicas es tajante y salu- dable. No tenemos el derecho de esconder sino el deber de revelar el malestar social reinante aunque se nos tilde de socialistas y comunistas. Celebramos la actitud del autor. El primer paso hacia la mejoría es siempre un diagnóstico serio y exacto, sobre todo cuando se indican claramente también los remedios que la doctrina social cristiana indica para esa terrible enfermedad moder- na. ¡Ojalá tenga muchos lectores, y éstos abran los ojos para ver los males y traten de ponerles remedio antes que sea tarde, tanto en España como entre nosotros en Iberoamérica! No somos pesimistas, pero tampoco ciegos. Hay mucho que reformar y ajustar. El autor señala los puntos más álgidos del quehacer católico del momento. Tomémoslo como guía.

P. H.

SECCION LITURGICA

La Parroquia, comunidad do culto

La comunidad parroquial va ordenado, ante todo, hacia el culto divino, cuyo centro es la Santa Misa. Ella es, por consiguiente, el corazón de la vida parroquial.

¿Es necesario recordar que el culto litúrgico y, especialmente, la Misa son actos esencialmente comunitarios? El sacerdote que celebra del Santo Sacrificio cumple esta función en nombre de la Iglesia, y el párroco, más especialmente, en nombre de la parroquia que está a su cargo.

“En efecto, (este Sacrificio) por su naturaleza, si bien es realizado por el Me- diador entre Dios y los hombres, debe ser considerado como obra de todo el Cuerpo Místico de Cristo”*2!. De ahí el papel de los pastores de almas, a menudo recordado por San Pío X y sus sucesores, de señalar a los cristianos su dignidad de miembros del Cuerpo Místico y, por consiguiente, el derecho y el deber que les corresponde “de participar, en su justo lugar, en los ritos litúrgicos”*3 4!.

La participación activa de los fieles

La mayoría de nuestros sacerdotes no se contenta con predicar la participación

(activa de los fieles, sino que, además, ha puesto en práctica los medios apropiados para procurar esta participación, siguiendo en esto a las recomendaciones de los t mismos Papas: difusión del misal y de los libros litúrgicos, canto del pueblo, misas comentadas y dialogadas, etc. De la misma preocupación están inspiradas la forma- ción de los acólitos y de las scholas, la restauración de las iglesias, etc.

Nada de exageración

Sin embargo, no debe darse una importancia exagerada a la participación I activa: tal sería, sobre todo, la actitud de aquellos que consideraran a los métodos prácticos empleados para este fin como “absolutamente necesarios para constituir I el carácter público y comunitario del Santo Sacrificio” o “como indispensables para | que la acción sagrada cumpla su fin”**!.

Se caería en la misma exageración si se preconizara una participación comuni- l taria y fraternal de los fieles en oposición a las leyes fijadas por la Iglesia en : materia litúrgica. Esta disciplina está, particularmente, subrayada en los artículos ! 1257 y 1261 del Código; ella fué recordada repetidas veces por S. S. Pío XII, princi- palmente en la encíclica Mediator Dei, donde escribe: “...únicamente al Sumo Pon- I tífice le corresponde el derecho de reconocer y establecer cualquier costumbre con- | cerniente al culto divino, de introducir y aprobar nuevos ritos y modificar aquellos que juzque conveniente cambiar. El derecho y el deber de los obispos es velar dili- gentement sobre la exacta observancia de los preceptos de los sagrados cánones acerca del culto divino. No está permitido, pues, dejar a la arbitrariedad de perso- nas particulares, aunque fuesen del clero, las cosas santas y venerables que perte- necen a la vida religiosa de la sociedad cristiana y atañen al ejercicio del sacerdocio

(1) En la reunión anual de los decanos de la diócesis de Tournai (Francia) en 1955, se estudiaron los problemas de la parroquia como comunidad de culto y de catcquesis, de apostolado y de apoyo mutuo. Las actas de las sesiones, que tuvieron lugar los días 19 y 20 de julio, fueron publicadas en Memorial de la reunión prosynodale de 1955 (t. IV, 23). Transcribimos a continuación la parte de este importante documento (p. 247-260) que se refiere a la parroquia como comunidad de culto, exposición que estuvo a cargo del propio obispo diocesano, Mons. Himmer, y que reproduce la revista Les Questions Litur- giques et Paroissiales, 36 (1955), n? 6, pág. 315-324. La claridad, amplitud y sentido práctico con que es abordado este tema fundamental de la pastoral litúrgica hacen que estas páginas sean una documentación sumamente útil. (Nota de la Dirección).

(2) Encíclica Mediator Dei (Bubnini, 31, n? 105).

(3) Idem, n1? 5.

(4) Idem, n1? 105 y 106.

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REVISTA BIBLICA

de Jesucristo y al culto divino.. “Debe reprobarse totalmente la actitud teme- raria de aquellos que deliberadamente introducen nuevas prácticas litúrgicas o hacen revivir ritos caídos en desuso, en contra de las leyes y lúbricas actualmente en vigencia"5 (6).

Nada de inmovilidad

No obstante estas advertencias, por más terminantes que sean, no justifican, de ninguna manera, la inercia y la inmovilidad de aquellos que no manifiestan preo- cupación alguna por asociar a sus fieles al culto litúrgico. Estas no quitan, de nin- gún modo, el problema: se trata de poner a los fieles en condiciones para ejercer su derecho y cumplir sus deberes de miembros activos de una comunidad de culto. Este problema encuentra una serie de obstáculos: los prejuicios fuertemente arrai- gados de una religión individualista; la necesidad de salvaguardar la piedad perso- nal; la dificultad de introducir a los fieles en el sentido de la Misa, misterio de fe, en la inteligencia de los ritos y las fórmulas latinas; finalmente, el peligro de trans- gredir las leyes litúrgicas y de crear, hasta permaneciendo dentro de los límites de lo permitido, una diversidad excesiva entre las distintas parroquias.

la importancia del problema

Este problema reviste, sin embargo, una gran importancia. Primeramente, por la gloria de Dios: ¿acaso no hay derecho para reclamar en favor de Su culto no sólo una masa de personas yuxtapuestas sino una asamblea de hijos fraternalmente unidos en la misma fe? Luego, por la vida cristiana, de todos los feligreses y su irradiación apostólica: en efecto, es en la comunidad-parroquia donde el cristiano encuentra, obligatoriamente, el ambiente providencial para su realización personal y su misión social. Por consiguiente, si la comunidad-parroquia debe su existencia a la iglesia parroquial (no hay parroquia sin iglesia); debe en gran parte su creci- miento y su fervor a la vitalidad de la asamblea litúrgica. Es, sobre todo, después de haber tomado conciencia de su profunda unión en torno de la misma mesa para comer el mismo mnjar, que los fieles serán suficientemente fuertes para edificar afuera una comunidad auténticamente fraternal. Sin haber logrado antes la fusión de los corazones en el interior de la iglesia, no será, apenas, posible realizarla en el exterior.

Elementos de solución

¿Cuáles son, pues, los medios que deben emplearse para hacer de nuestras parroquias comunidades de culto y, especialmente, para devolver a la Misa todo su alcance comunitario?

1. Es necesario, en primer lugar, que el sacerdote descubra o vuelva a descu- brir, penetre y profundice el sentido de la liturgia y de la Misa, así como su lugar en la vida eclesial y parroquial. Se esforzará por llegar a este convencimiento mediante el estudio y la meditación a la luz de la teología y de la tradición y bajo la dirección de maestros competentes. Importa, sobre todo, que el sacerdote renueve, a menudo, su fe en el misterio de la Misa, mmorial di Sacrificio d la Cruz y, a la vez, auténtico sacrificio. Tendrá cuidado de precisar el lugar de los fieles, sin restringirlo m exagerarlo: según la enseñanza de la Iglesia, los bautizados no poseen, en manera alguna, “el poder sacerdotal”, pero tienen, en virtud de su unión con el Sumo Sacerdote, el derecho y el deber de ofrecer, junto con el celebrante, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Finalmente, procurará conocer bien los ritos, su significado y lai reglas a que están sujetos.

2. Luego de este estudio personal, el sacerdote enseñará a sus feligreses ponien- do a su alcance los descubrimientos que habrá hecho. Especialmente, antes de emprender “una iniciativa litúrgica”, en la que se concretará la actitud comunitaria de los fieles, tendrá cuidado de prepararlos por medio de una catcquesis adecuada. Esta última será progresiva y estará basada en una doctrina segura.

(5) Idem, no 57.

(6) Idem, 58.

LA PARROQUIA, COMUNIDAD DE CULTO

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3. En cuanto a la restauración de una liturgia más comunitaria, ésta emplea, ordinariamente, las siguientes formas: comentarios durante el desarrollo de las cere- monias, destinados a introducir de antemano a la asamblea en la conciencia y el juego de su propio papel; diálogo, es decir, recitación o canto por los fieles, de las respuestas al celebrante o el diácono; lecturas de la traducción en lengua vulgar de ciertas partes, especialmente de la epístola y el evangelio; ejecución de cantos y sal- mos apropiados; actitudes colectivas (de pie, de rodillas, sentados, siguiendo los dis- tintos momentos de la Misa); introducción a los ritos más expresivos, tal como la Misa cara al pueblo; las procesiones de entrada, del ofertorio y de la comunión, etc.

¿Qué pensar de esas “iniciativas litúrgicas’’?

La intención de sus promotores debe ser firmemente alentada. ¿Acaso no quieren responder al llamado del Sumo Pontífice en favor de una liturgia activa y viviente y, al mismo tiempo, a las aspiraciones y el derecho de los fieles, deseosos de comprender los ritos y de asociarse a ellos en toda la medida permitida? En cuanto a las realizaciones, para juzgarlas debidamente, es necesario considerarla» una por una. Este juicio deberá apoyarse, a la vez, sobre la concepción doctrinal que inspira cada una de las innovaciones, sobre su valor educativo y también sobre la legitimidad, o sea, su conformidad con las actuales normas de la Iglesia en ma- teria litúrgica.

Se comprende perfectamente que, para salvaguardar la unidad del culto oficial, la Santa Sede se haya reservado la reglamentación de la Liturgia (can. 1257). “Debe reprobarse, pues, según los términos de la nota de la Comisión Episcopal de Pastoral y Liturgia, adoptada por la Asamblea de los Cardenales y Arzobispos de Francia, toda tentativa, confesada o no, de modificar la Liturgia romana de manera ilegí- tima”^.

Sin embargo, de ello no deberá concluirse que toda iniciativa litúrgica sea por eso condenable, pues a pesar de la rigidez inherente a toda disciplina, la que rige la Liturgia está dotada, en ciertos puntos, de una innegable flexibilidad.

A. Los comentarios

‘El papel del comentarista como señala el Directorio para la Misa dominical de la diócesis de Nancy no consiste en llamar, personalmente, la atención de la asamblea, sino en ayudar a orar mejor y, sobre todo, a unirse mejor al celebrante”. Por lo general, los comentarios son útiles, hasta necesarios, como medio para revelar al auditorio el sentido de las fórmulas recitadas enteramente en latín. ¿Es necesario insistir en las principales cualidades requeridas para esos comentarios? Inspiradas en una sólida doctrina y animadas por una profunda piedad, ellas deberán ser pre- sentadas, además, con precisión y sobriedad. No serán, pues, improvisadas, sino re- dactadas con el respeto que impone la grandeza de los ritos en que se intercalan. La cualidad principal del comentario será la discreción. Ella evitará que se atraiga sobre la atención del auditorio, en perjuicio, ya sea del Sacrificio que debe permanecer en el centro de la asamblea, ya sea del papel del celebrante cual presidente de la reunión. No se puede tolerar, bajo ningún precio, ese género de comentario que sea un largo sermón en tanto que el sacerdote en el altar continúa realizando los ritos del Sacrificio. Lo mismo, ese comentario, so pena de ser fastidioso y cansador, que malogre los momentos de silencio, indispensables para la devoción personal.

Los comentarios en el curso de la Misa y de las ceremonias litúrgicas no están prohibidos por las rúbricas. Lo que está prohibido es sustituir el latín por el francés en la propia liturgia. Una sola excepción se nos ha concedido hasta ahora, pero no concierne al misal sino a ciertas partes del ritual. Sin embargo, para pro- teger contra ciertos excesos y asegurar un mínimo de uniformidad, convendría que nosotros diéramos “directivas” sobre la manera de comentar la Misa. Nuestra

(7) Cf. Documentation Catholique, 1954, n1? 1176, col. 823; Quest. Lit. et Par., 31 (1954), pág. 232.

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intención es fijar esas directivas en un “Directorio”, junto con las que tratan de los otros medios de participación activa.

Con todo, witre tanto, insistimos en que se vele:

1. por la preparación seria de los comentarios, redactados preferentemente por escrito;

2. por su discreción, reduciendo al mínimo su número y su duración;

3. exigimos además que, de ningún modo, se ubiquen en aquellos momentos en que la atención de la asamblea silenciosa debe estar concentrada en la propia liturgia; por ejemplo; en la misa solemne, mientras que el sacerdote canta, o en la Misa rezada, durante la recitación, en voz alta por el celebrante, de las preces presidenciales: colecta, prefacio, Pater y poscomunión.

Si se quiere que todo el pueblo participe exteriormente en la Misa, es nece- sario concederle, por lo menos, la recitación o el canto de las respuestas litúrgicas al celebrante y al diácono, vale decir, los Et cum spiritu tuo, los Amen, los Gloria tibi Domine, el diálogo del prefacio, la conclusión del Pater y el Deo grafías que sigue al Ite Missa est. En las Misas rezadas, se agregará el Confíteor y los tres Domine non sum dignus antes de la Comunión de los fieles.

Asimismo es de desear que la asamblea, suficientemente preparada por los ensayos indispensables, pueda recitar con el celebrante o el cantor, alternando con la schola, las partes del Ordinario de la Misa señaladas por el Kirial (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus).

Pensamos que en este terreno de las Misas dialogadas, cantadas o recitadas conviene indicar un mínimo que todas las parroquias deberán observar, y luego dejar a cada uno la preocupación de extender el “diálogo” tan lejos como lo permitan las posibilidades locales.

Agregaremos algunas observaciones de orden práctico:

1. No conviene practicar el diálogo en todas las ocasiones, sino reservarlo a ciertos días.

2. No se admitirá el canto o la recitación de la asamblea sino a condición de una ejecución que un mínimo de dignidad y perfección.

3. En cuanto a la forma de dialogar la Misa recitada, el celebrante deberá cuidar de dar la entonación querida. La iniciación se hará, además, progresivamente.

Aquí sea tal vez la ocasión para decir una palabra acerca de la “Misa en coros hablados”: a nuestra opinión, esos textos franceses que un recitador alterna con el pueblo, tienen el peligro de apartar del altar y del celebrante; sin querer prohi- birlos, desearíamos que este medio de participación activa no se emplee sino por excepción y únicamente usando fórmulas aprobadas por el Ordinario.

Es necesario tratar de inculcar ese sentido de la comunidad, de la familia de Dios, de la Iglesia reunida en torno al Señor: las respuestas comunitarias, el ofertorio, el "memento”; el canto, sobre todo, que no es nunca de la schola solamente, sino que quiere ser, con melodía fácil, de toda la asamblea, aunque no esté preparada previamente...; también la postura externa uniforme todos de pie o todos sentados es una superación del mezquino individualismo y facilita el vínculo interior. Todo "coopera para poner en «videncia la unidad viviente del Cuerpo Místico” (Mediator Dei).

B. Los diálogos

(Continuará). Trad. A. B.

Mons. Ch. - M. Himmer

De "A Mcssa, figliolir

Cardenal GIACOMO LERCARO.

1)

Un Directorio de la Misa

Un importante documento litúrgico-pastoral del Cardenal Lercaro

Presentaci ó n

1. Os presento, mis muy amados, este Directorio Litúrgico, que no tiene otro fin pero un fin grande y santo que la realización concreta de este programa: conseguir de la manera más sencilla, pero al mismo tiempo la mái conforme con el espíritu de la sagrada Liturgia, la “participación activa de los fieles en los Sagrados Misterios”.

De esta participación afirmaba el Papa Pío X, ya al principio de su ponti- ficado, que ella es “la fuente primera e indispensable en la que el pueblo puede beber el verdadero espíritu cristiano” (Tra le sollecitudini, A. A. S. 36; Bug. 3, 3)(r>. Estas augustas palabras del gran Pontífice, mientras sintetizaban toda la historia maravillosa de tantas generaciones cristianas que han bebido en esta fuente pri- maria e indispensable y han podido, de este modo, imprimir a la vida y a la civilización el sello del espíritu de Cristo mostraban y abrían el camino a un movimiento espiritual que, bajo el nombre de Movimiento Litúrgico, se proponía volver a llevar al pueblo cristiano a un contacto más estrecho con la santa Liturgia. Este propósito ha sido cumplido, porque el Papa actual ha podido feli- citar al Movimiento Litúrgico “por haber hecho conocer ... que el pueblo cris- tiano tiene el deber de participar, según su propia condición, en los ritos litúr- gicos” (Mediator Del, A. A. S. 523; Bug. 41, n9 5).

Después del Papa Pío X vino Pío XI quien escribía: “En verdad, es abso lutamente necesario que los fieles no asistan a las sagradas ceremonia? como espectadores extraños y mudos, sino que ... alternen su voz con la del celebrante y la schola” (Divini cuitus, A. A. S., 21 [1929], 40; Bug. 19, n9 16). Y el Papa actual declaró que “siempre que no haya un motivo razonable que se oponga, los fieles deben realizar todo lo que en el altar manifieste más claramente la unidad viviente del Cuerpo Místico”; y elogió el esfuerzo cumplido por hacer de la liturgia “una acción sagrada en la cual realmente tomen parte todos los asistentes’ (Mediator Del, A. A. S., 566, 560; Bug. 41, n9 120 y 104).

Estos son los principios, proclamados por tales autoridades, los que orientan nuestro Directorio.

2. El Directorio considera únicamente la Misa rezada, no sólo porque la Misa es el centro del culto y la Misa rezada es aquélla a la que los fieles asisten las más de las veces y en mayor número, sino también porque, comenzando por un programa preciso y limitado, será luego más fácil, una vez que se haya entrado en el espíritu de la Liturgia, extender la participación del pueblo a los demás ritos sagrados. Por cierto, sería muy de desear que se vuelva a la Misa parroquial cantada1 (2) que, como destaca la encíclica Mediator Dei (561; B. n9 105), goza de una dignidad particular”; sin embargo, juzgamos más práctico, por el momento, que nos conformemos con la sola Misa rezada.

3. El Directorio, en su parte normativa, tiene un carácter preceptivo. No i obstante, la aplicación de las normas deberá graduarse razonablemente, porque

(1) En las siguientes citas de la encíclica Mediator Dei indicaremos solamente la página de Acta Apostolicae Seáis que traen el texto oficial (A. A. S., 39 [1947]. Nota del autor). - Nosotros añadimos, precedida de la letra B., la cifra del párrafo según la numeración de Bugnini: Documenta pontificia ad instaurationem liturgicam spectantia , Roma. 1953. Próximamente aparecerá una versión castellana completa de este Directorio, publicada por la Sociedad San Gregorio, Buenos Aires - Montevideo (Nota de la Dirección).

(2) Cf. nuestra conferencia: Torniamo alia Liturgia solemne, en el “Bolletino Ceci- liano”, octubre-noviembre 1954.

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ella requiere una preparación y formación adecuadas, tanto de los clérigos y cantores, como del pueblo que está llamado a participar.

4. Por eso hacemos seguir al Directorio una Catcquesis que tiene por objeto explicar la liturgia de la Misa y aclarar los principios y conceptos en los cuales se inspira el método de participación sugerido por el Directorio. Por el mismo motivo, las normas del Directorio son frecuentemente comentadas por notas des- tinadas a explicar, sobre todo, el espíritu que anima las mismas normas. Los párrocos, y los sacerdotes en general, podrán servirse de esos medios para instruir al pueblo y, sobre todo, a aquellos de nuestros fieles que militan en las organi- zaciones católicas: éstos constituyen, evidentemente, el núcleo elegido sobre el cual podrán apoyarse para poner en práctica el uso del Directorio.

5. Naturalmente, se comenzará por la Misa parroquial: ella es, en realidad, la que encarna más adecuadamente las nociones que son la base del Directorio*3*; después podrá seguir, donde se celebre, la Misa de los niños, que así se irán formando en la participación; luego, donde existe, la Misa vespertina; y después, si es posible, todas las Misas de los días de fiesta, incluso las que se celebran en las últimas horas de la mañana, en las cuales, de ordinario, la asamblea en torno al altar es más bien pasiva y más fácilmente perezosa. En cambio, en las Misas de semana la cosa se hace más fácil, porque a ellas asiste un público iniciado ya en el conocimiento del misal.

6. En la aplicación del Directorio, hace falta, especialmente, recordar que para crear una participación viva y fructuosa, es necesario aportar a la cele- bración del rito sagrado no solamente la sensibilidad y el estilo del Directorio, sino sobre todo el espíritu que ha dictado las normas del mismo.

No es suficiente el introducir la casulla amplia y el diálogo o, incluso, los cantos que concuerdan con el momento y el sentido de la liturgia. Antes por el contrario, es necesario ir formando, aunque lentamente, a las almas a seguir, en el curso del año, los misterios de la Redención que la liturgia recuerda y hace revivir; a sentir y apreciar la propia incorporación en la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, por la cual los hombres son capaces de glorificar dignamente a Dios; y a estrechar el lazo de la solidaridad fraterna que une a todos los hijos de Dios para formar su gran familia*4 5*.

Este sentido fraternal, esta comunión de los espíritus en la caridad, es ca- racterística de la Liturgia que siempre tiende e invita a superar el individua lismo egoísta a veces hasta en la piedad y crea las bases seguras para una vida común verdaderamente fraternal en la justicia y el amor.

7. La participación del pueblo no será equilibrada y, tal vez, ni siquiera sea posible, si el sacerdote, por una parte, y los clérigos, los cantores y todos cuantos concurren a la celebración, por la otra, no llevan en el cumplimiento de sus funciones popias, una conducta de dignidad, de piadoso recogimiento y de límpida belleza que debe lucir en todo: empezando por las vestiduras y en su manera de llevarlas, en los movimientos, en la voz, en los gestos, en el adorno del altar, en el canto ...*B*.

(3) Cf. Mediator Dei, 592; B. 41, n* 197: “asi el pueblo cristiano toma parte activa en la Santa Liturgia, la cual vendrá a ser realmente la acción sagrada en la que el sacerdote, sobre todo el que tiene cura de almas en la parroquia confiada a su celo, en estrecha unión con la asamblea del pueblo, rinde al Señor el debido culto”.

(4) "Todo lo que concierne al culto religioso exterior tiene su importancia, pero lo que es más urgente y lo que importa sobre todo es que los cristianos vivan la vida litúrgica y alimenten y acrezcan el espíritu sobrenatural de la misma.

Procurad, por lo tanto, con el mayor desvelo que el clero joven... sea formado en la inteligencia de las ceremonias sagradas... no solamente a fin de que el seminarista pueda un día cumplir los ritos sagrados con orden, decoro y dignidad debidos, sino sobre todo para que sea educado en la más íntima unión con Cristo sacerdote... Ingeniaos también de todos modos para que... el clero y el pueblo formen un solo espíritu y una sola alma..." ( Mediator Dei, 591-592; B. 195-197).

(5) “Que el seminarista pueda un día cumplir los ritos sagrados con orden, decoro y dignidad debidos" (ibid. B. 196).

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En especial, se deberá evitar toda prisa desagradable; el celebrante, la schola, los lectores y los clérigos deben ordenar sus intervenciones de tal manera que no se incomoden o se sobrepongan los unos a los otros.

8. El método esbozado aquí, posee ciertas características que lo hacen par- ticularmente apropiado para acercar al pueblo al espíritu de la santa Liturgia:

a) Expone en todos sus detalles la razón de ser y el fin de los diferentes movimientos de la Santa Misa. A la luz de la historia de los ritos, este método ha procurado recoger y seguir el espíritu10*.

b) Da al pueblo su propio papel, bien distinto al del celebrante. En efecto, se cree frecuente e injustamente que, para participar en la Misa, se debe leer en su propio misal todo cuanto dice el celebrante. El sacerdote en la Misa tiene tareas y acciones propias que los fieles no tienen ni pueden tener; porque la participación, como en cualquier otra acción colectiva, es también aquí diferen- ciada, y cada uno concurre con la parte que le corresponde. Sin duda, aquella opinión podría resultar hasta peligrosa si no se advirtiera: en el sentido de que de este modo uno puede llegar a aislarse completamente del resto de la comu- nidad, encerrándose en una actitud interiormente individualista que queda muy lejos del sentido de la liturgia. Entrando en una iglesia, donde numerosos fieles asisten a misa con su misal, he tenido casi la impresión de entrar en un restauran! donde un centenar y más de personas consumen al mismo tiempo una comida que puede ser la misma, pero uno ignorando al otro, cada uno para sí, sin pre- ocuparse ni de las alegrías ni de las penas de los vecinos. |La casa del Señor no es un restaurant; su mesa es la mesa de familia!

c) Es ese sentido de la comunidad, de la familia de Dios, de la Iglesia re- unida en torno del Señor, que el método sugerido aquí trata de inculcar por todos los medios: las respuestas comunitarias, el ofertorio, el “memento”; el canto, sobre todo, el cual no es nunca de la schola solamente, sino que quiere ser, con melodía fácil, de toda la asamblea, por poco preparada que sea...; también la postura externa uniforme todos de pie o todos sentados es una superación del mezquino individualismo y facilita el vínculo interior. Todo “coopera para poner en evidencia la unidad viviente del Cuerpo Místico” (Mediator Dei, A. A. S., 566; B. 41, np 120).

d) El método, siendo bien simple, significa una participación completa: los momentos principales de la Misa son aquí acompañados por el pueblo, el cual interviene de un modo racional y justificado históricamente, y de una manera que le da a cada uno el verdadero sentido de lo que se cumple en el altar sin que por ello sean necesarias demasiado largas explicaciones.

9. En este método, como en el resto de la santa Liturgia en general, el canto tiene una importancia particular. Es la voz de la asamblea que no puede expre sarse sino por esta palabra rítmica que es el canto.

Era mi deseo ofrecer al lado de los textos latinos, cantos en italiano: el pueblo no entiende el latín, aunque hoy día consigue mejor fijar los textos en su memoria y pronunciarlos sin estropearlos demasiado.

No era fácil lograr un repertorio de cantos adaptados al clima litúrgico en general, y a los diversos tiempos y fiestas del año en particular. Los cantos religiosos italianos, poco numerosos y no siempre buenos, que circulan en el pueblo, son casi siempre inspirados en una piedad individualista y hasta, fre- cuentemente, sentimental, que desentona con el clima litúrgico.

Por otra parte, en la riqueza del repertorio gregoriano, no faltan tesoros de melodías simples, cuya expresión está completamente conforme con el espí- ritu de la liturgia. En verdad, como escribía el santo Papa Pío X: “el canto gre- goriano posee en grado supremo las cualidades de la música sagrada; y por esta

(6) No que se deba volver la Liturgia actual a las formas primitivas: el desarrollo de los ritos se ha producido en la Iglesia bajo la influencia del Espíritu Santo (cf. Mediator Dei 545, B. 57); pero la historia de los ritos explica la razón de ser y conduce así a recoger su espíritu.

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razón es el canto propio de la Iglesia romana, el único canto que ella ha here- dado de los antiguos Padres y que... ha guardado con un celoso cuidado...; una composición musical eclesiástica será tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna cuanto más diste de ese supremo modelo” (Tra le sollicitudini, 22 de noviembre de 1903; A. A. S., 21; B. 3, n9 11).

Las dificultades no faltan: la lengua italiana no tiene las mismas caracte- rísticas que la lengua latina; y, por otra parte, las melodías gregorianas nacieron y florecieron sobre textos latinos determinados. Sin embargo, nos ha animado no sólo el ejemplo de otros países, donde las lenguas difieren del latín más que la nuestra, sino también el de venerables precedentes*7). Esto nos dió el vivo deseo de crear en la santa asamblea dominical ese clima austero y dulce de reli giosidad profunda y de cohesión fraternal: clima reposado, meditativo y, al mismo tiempo, de decisión viril, que logra crear sólo la melodía gregoriana, alternada entre la schola y toda la comunidad presente.

Con ello no pretendemos excluir o menospreciar ni el canto polifónico, ni los cantos populares, cuando, sobre todo estos últimos, poseen un auténtico valor de expresión artística*8 9).

El Repertorio ofrece para los diversos tiempos del año y los diversos mo- mentos de la Misa*9), cantos que consideramos particularmente adaptados, tanto en su texto como en la melodía.

Estos cantos pretenden tener forma responsorial; no son “piezas” que un “público” escucha cual “espectador mudo y extraño” (Pío XI) como en un concierto. Sino que son la voz de la asamblea de los hijos de Dios que responde a las invitaciones, las exhortaciones y los ruegos de la schola que se hace guía de la asamblea.

A pesar de la preocupación por acercar la santa Liturgia al pueblo, se ha evitado con el mayor cuidado, de dar la impresión de una liturgia en lengua vulgar. Así, fuera de las lecturas propiamente dichas (epístola y evangelio) no hay en el Directorio ningún canto o texto recitado que sea la traducción de textos litúrgicos del Ordinario o del Propio del día.

Por otra parte, el Directorio, no sólo no pretende impedir el uso privado del misal en italiano, sino que lo considera como una ayuda preciosa para pro fundizar la participación activa en la Misa, y es su ambición despertar en todos este deseo.

10. Abrigo la viva esperanza de que el Directorio produzca un gran bien en nuestro pueblo.

Recientemente, he recibido la visita del obispo de Berlín. El me decía que en la zona oriental los católicos ya no tienen ni prensa, ni escuela, ni asocia ciones: no Ies queda más que la Misa, y ni siquiera cada semana. Pero provi- dencialmente, antes de la invasión, se había realizado, sabiamente, una campaña para enseñarles a participar en la Misa. Ellos estaban, pues, preparados. Y hoy día, la Misa en la cual toman parte activamente, les basta para mantenersc firmes en la fe y en la práctica de la vida cristiana, en medio de dificultades increíbles, y más de uno, en otro tiempo tibio y frío, se ha vuelto ferviente.

Por el contrario, he recibido en mi casa, hace algunos días, a S. E. Benito Mar Gregorios, arzobispo en el rito siro-malabar, de Trivandhum, en la India

(7) Así, por ejemplo, el texto del canto bien conocido Ubi caritas... es del siglo IX, mientras que la melodía es uno de los monumentos más primitivos del canto eclesiástico. Y muchos son los ejemplos de los siglos IX al XII, en los que sobre la misma melodía secuencial o aclamatoria se cantaba en latín y en languaje vulgar” (Cf. Bulletino Ceci- llano, 1935, p. 275)...

(8) Compárese la jerarquía señalada por el Motu Proprio Tra le sollecitudini, y por la más reciente Encíclica Musicae sacrae disciplina.

(9) “...siempre que estos cantos estén bien adaptados a las distintas partes del Sacrificio” (Encíclica Musicae sacrae).

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Este celebraba la Misa en mi capilla; aunque yo no sea del todo ignorante con respecto a los ritos orientales, he tenido la clara sensación del malestar que deben experimentar nuestros fieles ante nuestra Misa cuando ésta permanece para ellos como una sucesión oscura de palabras incomprensibles y de gestos misteriosos. Y me he dado cuenta por qué un número grande, demasiado grande (los porcentajes dados por las estadísticas son verdaderamente tristes) descuidan tan fácilmente el cumplimiento del precepto.

Os ruego a todos, sacerdotes y fieles, que superéis las pequeñas dificultades que podrían oponer el prejuicio o el gusto individual, o el hábito convertido en segunda naturaleza, o el amor a la tranquilidad que se rehúsa a todo esfuerzo nuevo.

Animado por numerosas aprobaciones, por una experiencia personal casi tan larga como mi vida porque he tenido la suerte de recibir una educación litúrgica desde la tierna infancia y por tantas experiencias hechas por otros; animado también por los ensayos ya realizados en la diócesis, los que han abierto a los fieles, alegremente sorprendidos, como nuevos horizontes; ruego, pues, a Jesús, sumo y eterno Sacerdote, y a María, Reina del universo, que bendigan esta empresa, santa entre todas, porque está destinada a dar al Dios de majestad infinita un culto más consciente y más digno de nuestra parte, y a crear en los fieles una conciencia más profunda de su pertenencia a la Iglesia y de los lazos de fraternidad que los une para formar la familia de Dios.

11. Indudablemente, cuando nuestras poblaciones hayan comprendido lo que es la Misa, y la consideren no como una acción incomprensible y casi mágica, cumplida por el sacerdote; sino, por el contrario, como un propio asunto suyo en que ellos tienen parte y donde reciben un rico aporte de vida espiritual, será fácil persuadirlos de que tienen el deber de cumplir el precepto: más que pre- cepto, la Misa de los días de fiesta será, incluso, una necesidad del espíritu, como para el cuerpo lo es la comida diaria.

Se me opondrá un duro aumento de unos minutos. No: largo es lo que no se comprende y que, por lo tanto, no gusta; en cambio, siempre resulta breve lo que interesa y lo que se ama110*.

Con la dulce esperanza de que, una vez abierta, “la fuente primaria e in lispensable”, nuestros amados fieles alcancen ampliamente el espíritu de Nuestro Señor Jesucristo, los bendigo afectuosamente.

f Giácomo Cardenal Lercaro

Arzobispo de Bolonia

Abadía de Praglia, 8 de junio de 1955.

Traducción: Agustín Born.

(10) Cuando se dice que la vida es hoy dinámica y que la gente está apurada, se lvidan fácilmente de que una película y este es el pasatiempo más difundido y más recuente dura de 2 a 3 horas... Por lo demás, experiencias medidas con el reloj rueban que la santa Misa celebrada según nuestro Directorio dura, con una homilía azonable y la comunión de los fieles, de 45 a 50 minutos.

Sugerencias para la reforma’ litúrgica general !>

Para la Misa

1. Se desea que se simplifiquen o más bien se anulen las normas de Addit. et Variat. Missalis, tit. V, N1 * * * * * * * 9 4 y 5, acerca de las dos o más Misas conventuales o cantadas.

2. Que para las Misas de los Sábados de Témporas haya dos formas: forma larga, como está ahora en el Misal, la que se usarán en las Misas conventuales y siempre que en esos sábados se adhiera alguna Orden o la Primera Tonsura; en todas las demás Misas cantadas y rezadas, en cambio, se usaría la forma corta, ] en la cual, después del Kyrie y antes del Dominus vobiscum, se diría una sola oración y lección, como ahora en las Misas de los viernes de Témporas.

3. Que durante el tiempo después de Pentecostés, para las Misas de S. María en sábado sea permitido elegir, en lugar del formulario siempre fijo, por ejemplo el formulario de Ja última fiesta de la Virgen o bien el de una festividad mariana especial del respectivo mes.

4. Que en la segunda y tercera Misa rezadas, celebradas privadamente en seguida después de la primera Misa de Navidad y de la Conmemoración de Todos los fieles Difuntos, pueda omitirse todo lo que precede al Introito; y, respectivamente, el último Evangelio. Pues el celebrante no deja el altar; y las tres Misas constituyen, en este caso, un solo acto, por lo menos moral.

5. Que la conmemoración llamada inseparable, en las Misas y en todas las Horas del Oficio sea rezada bajo una sola conclusión junto con la oración de la que no puede separarse, puesto que constituye una sola oración.

6. Que las colectas mandadas por el Ordinario sean sólo de dos categorías: por causa no graves y por causa grave, suprimiéndose totalmente las imperadas que han de rezarse incluso en fiestas dobles de P clase, porque rarísimas veces son mandadas.

7. Que el Tracto, que es una salmodia solemne, sea suprimido en las ferias de los tiempos de Adviento. Septuagésima y Cuaresma: ¿no sería lógico suprimir también el Tracto Absolve en las Misas rezadas de difuntos, que son Misas votivas simples?

8. Que se omita el Credo en la segunda y tercera Misa rezada de Navidad, cuando el sacerdote las reza en forma privada inmediatamente después de la primera Misa.

9. Se desea un Prefacio propio para las Misas de Corpus Christi y de la Sma. Eucaristía. Todas las fiestas del Señor dobles de P clase y primarias de la Iglesia Universal gozan de un Prefacio propio, con la excepción de la fiesta de Corpus Christi en la que ahora se dice el Prefacio común. Esto parece concordar poco con la dignidad de esta fiesta cuyo misterio tiene íntima relación con el Santo Sacrificio de la Misa. Y, a la inversa, si tiene Prefacio propio, por ejemplo la

(1) La conocida revista internacional Ephemerides Liturgicae (70 [1956], 4, págs.

261-273) publica un interesante estudio sobre la resonancia que ha tenido el Decreto

General acerca de la simplificación de rúbricas. El trabajo lleva el titulo “Echi ad

decretum de simplificatione rubricarum” y la firma del P. C. Braga, C. M., miembro

del cuerpo de redactores de dicha revista. Luego de citar algunos decretos diocesanos que revelan una sabia identificación con el espíritu del Decreto General del 23 de marzo

de 1955, especialmente en lo que se refiere a la primacía del ciclo temporal sobre el

Santoral, el autor hace un resumen ordenado de las soluciones de las dudas acerca de la interpretación del Decreto General en base de las declaraciones y respuestas oficiales de la S. C. R. Finalmente se bace eco de algunas sugerencias y desiderata formuladas

por colaboradores y lectores de la revista. Transcribiremos a continuación esta última

[■arte del estudio del P. Braga.

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SUGERENCIAS PARA LA REFORMA LITURGICA GENERAL

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fiesta de Cristo Rey, que se celebra sólo una vez al año, cuánto más la Misa de la Eucaristía que se ha de decir muchas veces, por ejemplo en ocasión de las XL Horas; y en coro, en lugar de la Misa conventual de la feria V “per annum”, se puede decir.

10. La fórmula de la distribución de la Sagrada Comunión es demasiada larga. De ahí que, habiendo muchos comulgantes, no siempre sea fácil decir para cada uno de los comulgantes todas las palabras con la debida dignidad. ¿No podría suplirse por otra fórmula más breve, por ejemplo: “Corpus Christi custodiat te. Amen” (El Cuerpo de Cristo te guarde. Amén), o bien: por otra más antigua: “Corpus Christi. Amen” (El Cuerpo de Cristo. Amén)?

Para el Misal

11. Para que el sentido concuerde con las palabras, varias oraciones de las Misas del tiempo de Cuaresma que hablan del ayuno y de la penitencia exterior como de un elemento exclusivo de ese tiempo (el cual, por demás, en nuestros días fué tan mitigado por la Iglesia), podrían reemplazarse por otras, tomadas de antiguos Sacraméntanos, que tratan más directamente de la penitencia interior, siendo ésla el verdadero elemento de la renovación cuadragesimal del cual el hombre pecador no puede sustraerse de manera alguna.

12. Para obtener una selección más amplia de la divina Escritura y una mayor variedad en la catcquesis, evitando la monotonía que pueda derivarse de la repetición de la misma Misa del precedente domingo en las ferias de la semana, podrían introducirse otras perícopas para las lecturas de los miércoles y viernes, como podrá verse en antiguos Misales, Además, podrían tomarse esas mismas perícopas, alternativamente, en la Misa dominical, obteniéndose así un ciclo trienal de lecturas.

Para el Breviario

13. Las Lecciones propias de la S. Escritura en el I nocturno sean conser- vadas únicamente en aquellas fiestas que puedan tener lecciones verdaderamente históricas y realmente propias; y en los días que, por su naturaleza, tengan un carácter particular, como, por ejemplo, el Miércoles de Ceniza. En todos los de- más Oficios de cualquier rito, a los que ahora se les atribuyen lecciones apro- piadas, las lecciones del I nocturno sean tomadas de la Escritura occurente.

14. La recitación de las Horas menores podría hacerse más fácil y cómoda, conservando la actual estructura en cuanto a las partes principales, pero supri- miendo capítulo, responsorio, versículo y oración que son elementos de una época posterior y reemplazándolos por la Oración dominical (Pater noster) recitada por el hebdomadario en alta voz.

15. La fiesta de la Circuncisión del Señor sea elevada al rito doble de I clase. Siendo fiesta doble de II clase, tiene, sin embargo, privilegios de fiesta doble de I clase; las fiestas particulares de I clase, en caso de ocurrencia, ceden a esta fiesta de II clase; en las I Vísperas no se hace conmemoración de la fiesta doble precedente. Además, todas las fiestas de precepto que se enumeran en el canon 1247, 1 son dobles de I clase, con la sola excepción de la Circuncisión del Señor.

16. Las “Preces” (Kyrie eleison y versículos siguientes) que se rezan en la acción de gracias después del almuerzo y la cena, tienen origen monástico, como las Preces que antes se decían en el Breviario en los días de rito simple. Por lo tanto, ¿no podrían suprimirse?

C. Braga, C. M.

Los Fieles y la Santa Misa

Al regresar del Congreso Internacional de Pastoral Litúrgica, tenido en Asís del 21 al 28 de setiembre, encontramos las preciosas “Sugerencias al venerable clero de la arquidiócesis de Santiago de Cuba”, dadas por Mons. Enrique Pérez Serantes con fecha 3 de setiembre. Todas son valiosísimas; pero para nosotros adquirieron especial relieve las relativas a la Santa Misa, pues concuerdan admi- rablemente con los más vehementes deseos de aquella universal asamblea. Dice el celoso Prelado que, aunque la Misa es la más urgida de las prácticas cristianas, sin embargo “son muchísimos los fieles que desconocen lo que es la misa, y a ello se debe que le den tan poca importancia, siendo entre nosotros muy contados los que asisten al augusto sacrificio, y muchos los que por fútiles motivos se excusan de asistir; al revés precisamente de lo que ocurre con las personas que han recibido la debida preparación, están diestras en el uso del misalito y id usan con gusto y con provecho” . A continuación recuerda cómo, sin esta prepa- ración, es bien escaso el fruto de la ímproba labor que se imponen los sacerdotes yendo a celebrar la Misa en lugares apartados: “este acto del culto católico no dice nada a los que desconocen su naturaleza y su importancia; en él se sienten extraños, nada hacen, y muchas veces nada oyen, ni entienden”.

“Pensando en estas cosas, se explica que muchos asistan tan sólo material- mente a la Misa...” “En este punto es a todas luces evidente que se impone dejar el camino trillado y buscar otro mejor”.

¿Cuál será ese nuevo camino mejor, por el que lograremos la asistencia activa y fructuosa de los fieles al Santo Sacrificio? La respuesta está dada no solamente por el Congreso de Asís y el anterior de Lugano (que insistió en la participación activa en la liturgia), sino por el reciente Congreso Diocesano Litúrgico de Bar- celona (26 de abril a 6 de mayo 1956), que estudió precisamente la Misa bajo el aspecto pastoral.

Una serie de encuestas previas reveló la necesidad de revalorizar la Misa en la conciencia cristiana: “son muchos se afirma también allí los que entre nosotros asisten a la Santa Misa desconociendo lo que ella es y la necesidad que de la Misa tenemos en nuestra vida cristiana”. En una parroquia de ambiente social medio, mientras el 99 % cumple con el bautismo, la primera comunión, el matrimonio y la sepultura religiosa, sólo asiste a Misa un 20 %, “y entre los que asisten de modo habitual, son muchos, más de lo que a primera vista pudiera parecer, los que dejan de asistir a ella sin una verdadera causa que lo explique; porque asisten a ella por costumbre, tradición o presión familiar, o porque si faltan a Misa cometen un pecado del que, confesándose luego, ya quedan satis- fechos”. Como decía el Sr. Obispo de Barcelona, “hay que convencer a los fieles que el acto por excelencia, el que más dignifica, es la Santa Misa; sin ese conven- cimiento, todos los otros medios para proveer la asistencia de los fieles a la Misa pierden su eficacia, al menos en gran parte”.

Mas este convencimiento exige una iniciación previa en la Misa. Ahora bien, las explicaciones dadas corrientemente, si bien ensalzan teóricamente el valor infinito del santo sacrificio, donde Cristo repite incruentamente su inmolación cruenta en la Cruz, dejan en la sombra, al menos de un modo práctico, la parte de los fieles en la Misa. Los cristianos no comprenden su lugar en la celebración eucarística. Para muchos sin duda ocurre, desgraciadamente, lo que se cuenta de un director cinematográfico de Hollywood, que, invitado por una artista católica a presenciar la misa solemne de un domingo, dió su opinión acerca de ella: “|Ese espectáculo no dura una semana en un teatro!” ¿Para cuántos fieles ba misa es también solamente eso, un mero espectáculo, al que se asiste pasiva- mente, sin mayor interés que el de evitar un pecado de omisión, pero sin com- prenderlo ni tomar la parte que le corresponde en el drama sagrado?

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LOS FIELES Y LA SANTA MISA

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Urge, pues, explicar a los fieles la Misa, pero de un modo litúrgico, es decir, dándoles la conciencia de su papel en el acto máximo del culto cristiano. El Congreso de Barcelona formula al respecto varias conclusiones, que resumimos así:

1) Inculcar en el pueblo cristiano que su principal deber y su mayor dig- nidad consiste en la participación del sacrificio eucarístico de un modo tan intenso y tan activo que se unan estrechamente con el Sumo Sacerdote Jesucristo.

2) Poner de relieve el sentido comunitario, no individualista, de la celebración de la Misa: es toda la Iglesia quien lo ofrece por ministerio del sacerdote, y la comunidad cristiana se incorpora a esta acción eminentemente social.

3) Desarrollar el apostolado litúrgico según las directivas de la encíclica “Mediator Dei” y de la “Musiese sacrae disciplina".

4) Fomentar el canto litúrgico del pueblo, que aumenta la fe v la piedad y ayuda a tomar parte activa en el culto divino; empleando ante todo el canto gregoriano.

5) Enaltecer el oficio de los servidores del culto, sean niños o adultos.

6) Hacer un Directorio, diocesano, de la Misa, sobre actitudes, lector, diálogo, cantos y otras formas de participación. Esto se ha hecho ya en varias partes de Europa, con gran provecho de la piedad.

7) Dar importancia a la misa parroquial cantada, por ser el acto oficial y más solemne de la asamblea de los fieles.

8) Alentar la práctica de la comunión dentro de la Misa, siempre que no haya motivo plausible para lo contrario.

9) En las misas de primera comunión, velación de los esposos y funerales, poner las circunstancias externas de local, personas y ambiente de modo que destaquen la grandeza del culto y la dignidad de la acción sagrada.

10) El apostolado seglar se sentirá llamado al apostolado litúrgico para lograr una mayor asistencia y mejor participación del pueblo fiel en la Misa.

11) Norma de este apostolado será, conforme a las palabras del Papa: “rea- lizar individual y colectivamente la significación del ministerio eucarístico, que es sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad, de tal forma que, hermanados todos, por virtud del Pan de vida, puedan glorificar al Señor por las buenas obras del culto litúrgico”.

El mismo Congreso barcelonés reconoció que a veces los misales de los fieles no están suficientemente adaptados (las oraciones del misal son demasiado sin- téticas, los otros textos no siempre son fácilmente inteligibles por mismo, etc!. Hemos tenido ocasión durante nuestro viaje por Francia, de conocer dos preciosos misales acomodados a los fieles: uno dirigido por el P. Feder, S. J., y otro llamado Misal Bíblico, ambos orientados por el Centro de Pastoral Litúrgica de Francia; todo está cuidadosamente estudiado para que el fiel encuentre la mejor com- prensión de los riquísimos tesoros del Misal. Por otra parte, no se olvide existe el peligro de que el asistente se aísle leyendo su libro y no se logre la actuación : comunitaria, que es el ideal.

Se recomiendan las misas dialogadas (cuidando la oportuna variedad), las misas dirigidas por un lector que sea intermediario entre el sacerdote y el pueblo. Que se excluya absolutamente del espacio de la Misa cualquier otra oración (rosarios, novenas, etc.). La predicación téngase a continuación del Evangelio, i como está ordenado en muchas diócesis.

Estos y otros parecidos arbitrios ayudarán a la gran tarea de hacer viva v fructuosa la Santa Misa entre los fieles. Se necesita una acción inteligente y anida. Las misas vespertinas asimismo se han mostrado muy prácticas y deseables.

P. GUSTAVO AMIGO JANSEN, S. J.

Resoluciones de la conferencia litúrgica norteamericana

Se llevó a cabo en London (Ontario, Ca- nadá), del 20 al 23 de agosto de 1956, una Conferencia Litúrgica norteamericana, en la que se adoptaron las siguientes conclu- siones:

“Las principales etapas de una Reforma Litúrgica ya son claramente establecidas, caracterizándose: l9 por la inquietud de la pastoral; 29 por el uso de la historia y el respeto al pasado, sin “excesivo e insano arqueologismo”; 39 por una simplificación de los elementos que tienen importancia teológica primordial y que inducen mejor al culto divino; 49 por el deseo de enrique- cer la devoción hacia la S. Liturgia.

“La Santa Sede ha indicado con claridad que las recientes modificaciones litúrgicas no son sino primeros pasos y que una reno- vación más completa se está estudiando, que se fundamentará sobre los principios que acabamos de recalcar.

“Sabemos que el fin pastoral que se pro- pone esta Reforma litúrgica nos hace ver que la Santa Sede desea conocer la opinión de los apóstoles de la S. Liturgia, en varias partes del mundo. Por tanto, sometemos las siguientes resoluciones que expresan el deseo del grupo reunido en Semana de Es- tudios Litúrgicos, de que siga adelante la Reforma litúrgica. Juzgamos que tales re- soluciones se conforman a las tendencias que actualmente se manifiestan por el mun- do y que lograrán un valor especial para la Iglesia norteamericana.

Sometemos:

l9 Que las sabias disposiciones del De- creto del 23 de marzo de 1955, sobre la simplificación de rúbricas, acogido con tnto entusiasmo por el clero y por los fieles, sean ampliadas según las normas enuncia- das en dicho Decreto y según el “Ordo Hebdomadae Sanctae”.

La Misa:

29 Que, en la revisión del Misal Romano, las rúbricas confirme al “Ordo Hebdoma- dae Sanctae” indiquen la participación de los fieles con expresiones como: “todos con- testen, todos sentados y escuchen”, etc...

39 Que se fomente la práctica, ya prevista por las rúbricas y recvonocida pastoral- mente provechosa para la participación del pueblo en la misa, de celebrar el Sanio Sacrificio en un altar de cara al pueblo.

49 Que, en las futuras ediciones del Misal Romano, se recalque tipográficamente, la estructura básica de la Misa, sobre todo que el Canon empiece por el “Dominus vobis- cum” antes del Prefacio, y termina con el “Amen” después de la Doxologia (antes del Pater noster).

59 Que, conforme al “Ordo Hebdomadae Sanctae”, se elimina cada repetición del rezo, en la Misa.

69 Que las nuevas disposiciones que rigen la recitación de las colectas, en las misas cantadas y solemnes, estipuladas por el De- creto del 23 de marzo de 1955, se apliquen también a las misas rezadas.

79 Que, a fin de realzar el valor pastoral de la misa de los catecúmenos, se permita el rezo de las oraciones y lecturas de esta parte de la misa, en lengua vulgar.

89 Que, para el beneficio de la inmensa mayoría de los fieles, cuyo único contacto habitual con la Sagrada Escritura consiste en la lectura de lecciones de la misa, el orden de las misas del temporal litúrgico se escalone sobre un siclo de tres o cuatro años, permitiendo así a los fieles tomar parte y contacto con el Antiguo y el Nuevo Testamento.

99 Que, para el beneficio de la formación espiritual de los sacerdotes y de los fieles, quienes podrían aprovechar de la lectura más de las riquezas del año litúrgico, se reduzcan las misas de Réquiem, diaria de la Sagrada Escritura, participando

109 Que se mantenga el rezo del Credo únicamente los domingos y en las fiestas de primera clase.

II9 Que se apruebe una fórmula de la “oratio fidelium”, a fin de que las intencio- nes de la comunidad cristiana sean recor- dadas en el curso de la misa.

129 Que, para el provecho de los fieles, se haga más expresivo el rito del Ofertorio.

139 Que se cante el Santus completo (in- cluido el “Benedictus”) antes del “Te igitur”.

149 Que la gran Doxología del Canon sea rezada en voz alta o cantada por el sacer- dote.

159 Que la genuflexión que interrumpe la gran Doxología se postergue hasta después que los fieles hayan respondido “Amen”.

169 Que el momento de la comunión de los fíleles no sea más interrumpido por el rezo del Confiteor y de la absolución ge- neral.

179 Que el prólogo del Evangelio según San Juan vuelva a ser una oración facul- tativa para el celebrante.

189 Que en sínodos, retiros sacerdotales y otras reuniones importantes del clero, se permita alguna disposición de “concelebra- ción”, al criterio del Ordinario del lugai.

En el Breviario:

199 Que, para el beneficio espiritual de lo» sacerdotes en ministerio activo, se resta- blezca el uso de Laudes como oración ma- tutina, de Maitines como meditación, y d* Vísperas como oración nocturna.

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BIBLIOGRAFIA

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209 Que se autorice a los sacerdotes en ministerio activo el rezar el Breviario en su idioma propio por los siguientes motivos;

a) Para la unidad de la iglesia: la reci- tación del Oficio Divino en lengua vulgar favorecerá la unidad del espíritu y del co- razón de los sacerdotes de todas las nacio- nes: pues entenderán mejor universalmente las oraciones oficiales de la Iglesia.

b) Para la piedad personal del sacerdote.

c) Para su predicación: el sacerdote que rece el oficio en el mismo idioma que su predicación, estará en contacto más vital con las Sagradas Escrituras, con los Padres de la Iglesia y los documentos pontificios.

enriqueciendo así su repertorio homilético.

d) Valor pastoral apologético: la recita- ción del Oficio Divino en lengua vulgar y, por consiguiente, la familiarización más completa con el Nuevo y el Antiguo Testa- mento, incrementará los frutos pastorales del sacerdote en sus relaciones con los her- manos “separados, especialmente en los países donde hay mayoría protestante.

Sometemos estas resoluciones con el res- peto más profundo e inmensa gratitud.

Aloysius F. Wilmes Secretario de la Conferencia Litúrgica Elsberry, Missouri, U. S. A.

BIBLIOGRAFIA

Cantoral de los fieles, recopilado por Enrique Lombardi. - Editó: Revista “Psallite”, La Plata, 1956. - Un vol., 12 x 17,5 ctms.; 135 págs.

Antología de Cantos Eucarísticos. - Editó: Revista “Psallite”, La Plata, 1954. Un folleto, 12 x 18 ctms.; 38 págs.

El activo director de la revista trimestral de música sagrada “Psallite” en su segunda etapa, ha publicado en los últimos años estas dos colecciones de cantos religiosos “para uso privado” de seminarios y cole- gios religiosos. Dada la escasez de reper torios apropiados, el esfuerzo realizado me- rece todo elogio. La primera de las publi- caciones nombradas contiene los principales elementos del Kyrial Romano: Asperges, Vidi aquam, Tonos comunes, Responso, Credos, etc., una serie de cantos gregoria- nos; el texto castellano del Ordinario de la Misa; un repertorio de cantos en latín y en castellano para las Misas rezadas, las Vísperas y Completas dominicales, y las Antífonas marianas. El segundo folleto brinda una colección de 42 cantos en latín para las funciones eucarísticas, como la Bendición con el Santísimo, Hora Santa, Adoración de XL Horas, etc. Las ediciones están bien presentadas y dan testimonio de la obra que la mencionada revista viene llevando a cabo entre nosotros en pro de la música sagrada.

Agustín Born, Pbro.

Gastón Morin: Pour un mouvement liturgique pastoral (Por un movimiento litúrgico pastoral). - Colección “La Clar- té-Dieu”, N9 XIII. - Editions de L’Abei- lle, Luon. - Un vol., 12 x 19 ctms.; 75 págs.; Fr. 60.

Partiendo de la definición del adjetivo “pastoral”, el autor señala como propósito del movimiento litúrgico el devolver a la

liiurgia su carácter popular, esto es, no una forma de piedad para una elite, sino “la voz y la vida misma de todo el pueblo de Dios”. Este propósito implica dos grandes tareas: l9 llevar a los fieles a una inteli- gencia perfecta de la liturgia, sus textos y ritos sagrados; 29 realizar las funciones litúrgicas de modo accesible, inteligente y vivo. Ahora bien, aquí surge un problema grave cuya solución es fundamental: la readaptación mutua del pueblo y de la liturgia. Sobre este último punto, la adap- tación de la liturgia al pueblo, el autor hace sugerencias sumamente interesantes, por ejemplo cuando dice: “Es necesario volver a descubrir que la Sagrada Euca- ristía es un acto antes de ser una cosa: un acto colectivo de la comunidad cristiana antes de ser un bien de los individuos. Es menester que se comprenda de nuevo que la Misa no tiene por fin la consagración de la hostia para ser expuesta a nuestra adoración, sino que la Hostia está hecha para ser ofrecida, repartida y consumida en la Misa”.

En resumen: un libro que merece ser estudiado con detenimiento y cuyas orien- taciones son un seguro punto de partida para emprender una renovación litúrgica auténticamente pastoral.

A. B.

Karl Hermann Schelkle: Paulus, Leh- rer der Vater. (Die altkirchliche Aus- legung von Romer 1-11. (Pablo, el maes- tro de los Padres. La interpretación patrística de Romanos 1-11). Editó: Patmos-Verlag, Düsseldorf, 1956. - Un tomo, 15 x 22 ctms.; 458 págs.; rústica: DM 28.50; en tela: DM 30.00.

El autor, profesor de exégesis neotesta- mentaria en la Facultad de Teología de la universidad de Tubingia, emprende en esta obra una tarea importantísima: la valori-

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REVISTA BIBLICA

zación histórica y sistemática de la exégesis patrística de los primeros once capítulos, o sea, la parte central, esencialmente dog- mática, de la Carta de San Pablo a los Romanos. El testimonio patrístico aducido en este estudio, comprende ^a los Padres griegos, con Basilio y Gregorio Nacianceno, hasta Crisóstomo, exclusive, y los Padres latinos, con Hilario y Ambrosio, hasta Agus- tín y Jerónimo, exclusive, aprovechando, sin embargo, algunas fuentes posteriores al período señalado, a saber, cuando se trata de escritos exegéticos soherentes (comen- tarios, homilías y “catenas”) sobre la Carta a los Romanos, explícitamente.

En verdad, la historia de la exégesis bí- blica es un campo poco investigado; no hay aun ningún estudio completo que abarque toda la Biblia o por lo menos todo el Nuevo Testamento. Sólo algunas monografías se han ocupado de esta disciplina; sobre todo en los últimos años se ha dado un paso más decidido en este importante campo de la investigación histórica de la exégesis. Entre los últimos estudios se destaca éste del profesor Schelkle, que describe la his- toria de la exégesis patrística de Romanos 1-11. Versículo por versículo va exponiendo el pensamiento interpretativo de los Padres de la Iglesia, demostrando el esfuerzo de la época patrística por desentrañar el pleno sentido del texto paulino. Así va señalando la evolución teológica en las controversias doctrinales de aquellos siglos con respecto a los conceptos dogmáticos fundamentales cuales son: ley y evangelio, pecado y jus- tificación, obras y fe, libertad y gracia, argumentos éstos que hasta el día de hoy no han dejado de ser los temas clásicos de la teología occidental. La riqueza del testi- monio patrístico ordenado admirablemente por el autor en este estudio concienzudo, constituye un valioso aporte a la teología dogmática, sacado de la Escritura y la pri- mera tradición eclesiástica, a la vez que lleva a una inteligencia más profunda de la inspiración paulina.

Agustín Born

Mons. L. - A. Terrier: I‘our un renou- veau paroissial (Por una renovación pa- rroquial) Colección “La Ciarte - Dieu”, N9 XVI. Editions de L’Abeille, Lyon. - Un vol., 12 x 19 ctnis.; 139 págs.; Fr. 80.

El libro reúne tres cartas pastorales de Cuaresma del obispo de Trantaise (Francia), Mons. L. A. Terrier recientemente fallecido. En ellos aquel celoso prelado se explaya con gran dedicación sobre tres problemas fundamentales de la pastoral: l9 El domin- go cristiano, su profanación y restauración; 29 la renovación de la parroquia como autén- tica comunidad cristiana; 39 los hombres en la parroquia y en la Iglesia. Mons. Te-

rrier no vacila en señalar con cristiana fran- queza las negligencias, errores y tendencias peligrosas que han llevado a la profanación del domingo y, paralelamente, a la deca- dencia de la vida parroquial, pero no se detiene en fustigar los males, sino que, re- sueltamente, y con irrefutable clarividencia, precisa los medios más apropiados para ana verdadera renovación. El conjunto de los tres documentos constituyen una breve síntesis de la teología y práctica pastorales. Su lectura significa un examen de con- ciencia y, a la vez, un programa de acción.

Agustín Born

Erneuerung der Liturgia (Renova- vación Litúrgica). Cuadernos de María Laach, N9 14.

María in Liturgia und Lehrwort (Ma- ría en la liturgia y la tradición). Cua- dernos de María Laach, N9 15.

Eirchenmusik in der Gegenwart (La Música Sacra en la actualidad). Cuader- nos de María Laach, N9 18.

Liturgische Haltung und Coziale Wirklichkeit (Vida litúrgica y realidad social). Cuadernos de María Laach, N9 19.

Editó: Verlag “Ars Litúrgica”, María Laach, - Volúmenes de 15 x 22,5 ctms.; 112 págs.; DM 3.50 cada uno.

La secular abadía benedictina de María Laach, cuna del movimiento litúrgico alemán después de la primera guerra mundial, sobre todo en lo que respecta a la fundamentación teológica e histórica del mismo, constituye aun hoy día uno de los centros de estudios litúrgicos más activos del continente euro- peo. Testimonio de ello es el actual Instituto “Abt Herwegen”, que lleva su nombre de Dom Ildefonso Herwegen, quien durante treinta años fuera abad de aquel monasterio y el alma de la labor litúrgico-científica de sus monjes. Entre ellos se destacó el nombre Je Dom Odo Casel, el inolvidable iniciador de la “teología del misterio” y fundador del “Archiv für Liturgiewissenschaft” (Archivo para la ciencia litúrgica), en la actualidad dirigido por Dom Hilario Emonds y publi- cado por el mencionado Instituto. Este se ha hecho también cargo de la publicación de “Liturgiegeschíchtliche Quellen und For- cliungen” (Fuentes e investigaciones histó- ricas de la liturgia), fundada por el célebre Dom Cuniberto Mohlberg, monje oriundo de la misma abadía (ahora profesor de Pon- tificio Ateneo San Anselmo de Roma), publi- cación que, tras el silencio de la última guerra, ha vuelto o salir con el título ‘‘Lilurgieutissenschnftliche Quellen und For~ sehungen” (Fuentes e investigaciones de ciencias litúrgicas) y bajo la dirección de

BIBLIOGRAFIA

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Rom Odilo Hcimig. AI lado de estas publi- caciones científicas, cumplen un propósito más bien de divulgación los Cuadernos “Liturgic und Monchtum” (Liturgia y Mo- nacato) que en su continuación tercera, bajo i la redacción de Dom Teodoro Bogler, han presentado en los últimos años una serie de títulos de gran interés y actualidad. El modesto nombre de cuadernos que los edi- | tores dan a esta colección, engaña fácil- mente, pues se trata de opúsculos de más de 100 páginas cada uno, hermosamente presentados: sólida encuadernación con tapa cartoné y artística cubierta (aludiendo al l tema del respectivo cuaderno), papel e im- presión inmejorables, ilustraciones de re- producciones de obras de arte sagrado. En fin, una presentación sumamente atractiva que por sola invita a la lectura.

Renovación Litúrgica. Este título incluye una serie de trabajos que versan alrededor de la restauración litúrgica, exponiendo los I problemas, aspiraciones y proposiciones de I la supuesta reforma, ya sea desde el punto

Ide vista histórico, ya sea en consideración a la realidad pastoral del hombre moderno | y de sus dificultades y necesidades espiri- I tuales frente a la liturgia de la Iglesia, i Asimismo estudia las tendencias de reforma de la liturgia monástica benedictina y cis- I tercíense, respectivamente. Las nueve cola- I boraciones, debidas a conocidos autores i (como los monjes Emmanuel von Severus, I* íheodor Bogler, abad Basilius Ebel, Odilo i Heiming, y los sacerdotes seculares Alfons ) Kirchgásser y Karl Thieme) constituyen, no I obstante su variedad de miras, una unidad i temática de gran fuerza persuasiva que i fascina al lector atento e interesado en los problemas de tanta actualidad cual es la restauración litúrgica. Las ilustraciones del t Cuaderno presentan detalles del sagrario y del candelabro del cirio pascual de la Aba- día de la Santa Cruz, de Herstelle.

María en la liturgia y la tradición. El ' cuaderno reúne las principales conferencias de la asamblea anual del Instituto “Abt Herwegen” celebrada en el Año Mariano de 1954. La devoción mariana popular, que se caracteriza por una gran dosis de mani- festaciones sentimentales que fácilmente os- curecen la eminente posición teológica de María en el plan de la redención, necesita ser iluminada por la profunda visión cristo- i céntrica y eclesiológica que nos trasmiten los Padres de la Iglesia y la liturgia occi- dental y oriental, inspirada por aquéllos. Aquí aparece la Madre del Redentor, dentro de la economía de la salud, sobre todo como tipo y figura de la Iglesia, pensamiento del que es exponente destacado el gran obispo de Milán San Ambrosio. Las conferencias publicadas en este Cuaderno, que dan una

admirable síntesis de la mariología patrís- tico-litúrgica, incluye asimismo la voz de un teólogo protestante contemporáneo (Hans Asmussen) sobre “María, la Madre de Dios y la doctrina de la Iglesia Evan- gélica”. Entre los demás autores menciona- remos a Otto Semmelroth S. J., abad Dom Basilius Ebel, Dr. Johannes Pinsk, Paul Doncoeur, S. J. Ilustran el Cuaderno 5 re- producciones de arte mariano, antiguo y moderno.

La música Sacra en la actualidad. Nq podía faltar en los Cuadersos de María Maach el tema de la música sagrada, siendo como es uno de los elementos importantes de la liturgia y dado que los monjes bene- dictinos, por una larga tradición, están particularmente consagrados al cultivo del canto litúrgico por excelencia que lleva el nombre del Papa Gregorio Magno, benedic- tino también antes de ocupar la Sede Apos- tólica. El famoso Moto Proprio de San Pío X y la reciente encíclica Musicae sacrae disciplina de Pío XII no dejan duda acerca del lugar de privilegio que le corresponde al canto gregoriano en el culto de la Iglesia, principalmente en su forma rigurosa y so- lemne: la Misa cantada y las funciones so- lemnes de la Alabanza Divina. Sin embargo, paralelamente con la evolución de la reno- vación litúrgica, ha surgido una contro- versia, a veces acalorada, cuya índole entra profundamente en el campo práctico de la pastoral litúrgica: el problema del valor absoluto del canto gregoriano y la legiti- midad del que llamaríamos canto “gregoriá- nico” en lengua vulgar (es decir, el uso de las melodías gregorianas con textos ver- náculos). A este ultimo se refiere la cono- cida declaración de la Congregación del S. Oficio, del 29 de abril de 1955, dando una interpretación auténtica a concesiones particulares anteriores y delimitando su aplicación. El presente Cuaderno está, pues, dedicado al estudio de estos problemas a la luz de aquellos documentos pontificios, para entrar, asimismo, en la mencionada controversia, pesando imparcialmente el pro y el contra de las distintas tendencias. Finalmente pasa a referirse al apostolado de los coros parroquiales, el empleo de los modernos medios técnicos de difusión, co- mo la radio y la televisión, al servicio de la música sagrada, la restauración del canto de las vísperas dominicales, etc. Los tra- bajos fundamentales de este Cuaderno: La espiritualidad del canto gregoriano: Pro- blemas de reforma gregoriana a la luz de las directivas de Pío X; El canto “gregoriá- nico” en la renovación litúrgica actual, se deben a la pluma de Dom Urbanus Bomm,

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conocido autor de misales para fieles. Par- ticular interés revisten también el estudio sobre “Nuevas composiciones según el espí- ritu del canto gregoriano’’ , que firma Fer- dinand Habel; y el original relato “Yo can- té con centenares de miles”, de Dom Gregor Schwake, el “gregorianista ambulante”, so- bre su labor de treinta años en la enseñanza del canto gregoriano en centenares de pa- rroquias. El Cuaderno, dedicado a Dom Basilius Ebel, abad de María Laach, en su GO9 natalicio y el 109 aniversario de su gobierno abacial, trae como introducción el bello sermón del obispo Niceta de Reme- siana (siglo IV) “Sobre la utilidad de los himnos”. Acompañan a este Cuaderno, in- cluyendo la cubierta del mismo, cinco her- mosas reproducciones ampliadas de minia- turas de la llamada Biblia de Heisterbach, del siglo XIII.

Vida litúrgica y realidad social. La última entrega de los Cuadernos, que acaba de publicarse en el centenario de la consa- gración de la basílica abacial de Maria Laach, se desplaya sobre la irradiación de la vida litúrgica hacia la realidad social. La liturgia y la participación en el culto de la Iglesia no son un acto “dominguero” sin trascendencia en la vida cotidiana, sino que, por el contrario, deben abarcar al hombre íntegro, todas sus jornadas y su vida entera. El culto empuja a la acción (“Culto y ac- ción”, Dom Emmanuel von Severus); la liturgia comunica al cristiano la fuerza con- sagratoria de los misterios del Señor y lo dispone así a santificar el mundo con Cris- to; los sagrados textos de la liturgia, espe- cialmente los del misal, constituyen todo un programa de acción social (“La liturgia y la situación social de la actualidad”, Dom Burkhard Neunheuser); sobre todo la cé- lula de la familia cristiana recibe de la liturgia su continua consagración (“Liturgia como principio formal de la familia cató- lica”, A. C.); la Eucaristía es la fuente de la caridad, por excelencia (“Vínculo de amor y de paz”, Mons. Bernhard Stein). Estos y otros pensamientos ilustran la ín- tima relación de la vida litúrgica con la realidad social, son los que hacen el conte- nido de este Cuaderno, que es introducido por una carta de Pío XII, dirigida al abad de María Laach con motivo del 8’ centena- rio de su basílica. Las ilustraciones están tomadas de los artísticos vitrales del ábside oeste de la basílica.

Agustín Rom

Alois Riedmann: Die Wahrhcit des C.hristentums (La Verdad del Cristia- nismo). Tomo III: Die Waht'lieit Uber die Kirche Jesu (La Verdad sobre la Iglesia de Jesús); tomo IV: Die Wahr-

heit über die vier letzten Dinge (La

Verdad sobre las Postrimerías). - Edi- torial Herder, Friburgo de Brisgovia. 1955 y 1956. Dos vol. ene. en tela, 16 x 24,5 ctms.; XVI/245 y XVI/342 págs.; DM 18.50 cada uno.

La obra “La Verdad del Cristianismo”, del profesor Alois Riedmann, que ha quedado completa con la aparición del cuarto y úl- timo tomo, es una apología histórica de caracteres particulares y de suma utilidad para predicadores, conferencistas, catequis- tas y pedagogos católicos. La obra total se divide en cuatro partes: I9 La verdad sobre Dios y su obra; II. La verdad sobre Cristo;

III. La verdad sobre la Iglesia de Jesús;

IV. La verdad sobre las Postrimerías. Los cuatro grandes volúmenes encierran una riqueza extraordinaria de material en el cual están reunidos y sistemáticamente or- denados los seguros resultados de la inves- tigación moderna en todas las disciplinas que tienen relación con las verdades ex- puestas. A pesar de la índole apologética de la obra, el autor no se pierde en contro- versias infructuosas, sino que pone el acen- to en la exposición de las verdades reve- ladas, brindando, en una grandiosa síntesis, un fundamento firme y claro del edificio de la fe. El índice analítico de nombres y materias facilita el uso de la obra, en la que también laicos estudiosos y no en último lugar los convertidos encontrarán respuesta a su afán por conocer más pro- fundamente las verdades del cristianismo.

Agustín Dom

Jacques Leclercq: Begegnung mít Gott. Das gottliche Lcben in uns. (En- cuentro con Dios. La vida divina en nosotros). - Editó: Rex-Verlag, Lucerna, 1956. - Un vol. ene. en tela 11,5x19,5 ctms.; 254 págs.; sfr. 11. DM 10.50.

El libro del epígrafe es la versión ale- mana del primer tomo de “Essais de mo- ra/e catholique” I. “Le retour á Jésus” (Editions Casterman, Tournai-Paris), uno de los mejores trabajos del conocido teólo- go Jacques Leclercq, profesor de la univer- sidad de Lovaina. El modesto título de “ensayos” que el autor da a su obra en el original francés no hace sospechar que se trata de una exposición fundamental com- pleta de una verdadera teología moral, cuyo objetivo no es el negativo del pecado, sino la perfección positiva de la vida cristiana en el crecimiento y bajo la acción de las virtudes teologales, la fe, la esperanza y el amor, hacia la plenitud de la vida divina en nosotros, hasta la plenitud de Cristo.

Este primer tomo expone, precisamente, cuales son las ideas fundamentales y la

BIBLIOGRAFIA

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•esencia misma de la vida ético-moral del cristiano. El cristianismo es esencialmente una religión, y no una mera colección de preceptos morales. El sentido de la vida del hombre no se cumple sino en la adora- ción de Dios. El mensaje cristiano es la buena nueva del amor de Dios que en Cristo y su obra redentora llega a su mani- festación máxima. Vida cristiana es vivir en Cristo la vida de amor del Espíritu de Jesús; es la vida divina de Cristo en nos- otros. La perfección cristiana consiste en que el alma esté completamente compene- trada por la gracia y que la vida entera esté dominada por las virtudes teologales, sobre todo por el amor que incluye las demás virtudes. Luego de estas premisas, la mayor parte del primer tomo se dedica a las tres virtudes teologales y expone las consecuen- cias prácticas de su actualización predomi- nante en la vida del hombre bautizado.

La obra de Leclercq tiene el mérito ex- traordinario de considerar la moral cristia- na no en forma aislada sino dentro de la realidad sobrenatural del mensaje evangé- lico de la redención y elevación divina del hombre por el amor de Dios. Su exposición no está determinada por un afán casuístico de sutiles distinciones, sino que pretende ir a lo esencial: la postura religiosa y espi- ritual del hombre total en el encuentro con la gracia. El lenguaje del autor es moderno y atrayente, y al mismo tiempo fácil y claro, capaz de cautivar al lector desde la primera página. La profunda visión teológica y espi- ritual de la moral católica lejos de todo concepto formalista deja en el alma una gran alegría y gratitud por la vocación cristiana.

Agustín Bom

Pfliegler: Leben-Bildung-Heilige Bil- dung (Vida - Formación - Formación santa). Editorial Volksliturgisches Apos- tolat Klosterneuburg/München, 1957. - 180 págs.

Esta obra, aparecida en 1933, llega hoy en su sexta edición completamente reela- borada. El problema que trata el autor es, cuál es el fin de toda educación y como llegar al mismo. Ciertamente en este sentido el Dr. Pfliegler tiene algo que decirnos, ya que trabajó por largos años en aquel mo- vimiento juvenil, el cual junto con todos los adelantos externos y terrenos se entregó a los valores internos y con esto a Dios. Hoy día echando el autor una mirada re- trospectiva repensando de nuevo toda la i problemática de la cuestión, se define ente- ramente por una educación hacia la “ple- nitud de Cristo”.

Cómo alcanzar esta meta lo dice clara- mente el autor, mostrando cómo aplicar las leyes generales del desarrollo y crecer en

la naturaleza a la vida humana en sus di- ferentes fases de evolución. En la parte “Formación santa” nos muestra el doctor Pfliegler cómo se puede conducir al joven mediante la triple y misteriosa vida de los sacramentos, de la santa misa y del año litúrgico, hacia Aquel que dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Esta meta hay que alcanzar en primer lugar mediante una enseñanza buena y concienzudamente pre- parada.

Estas características del libro lo hacen muy recomendable para los padres y educa- dores de la juventud. Pero asimismo lo recomendamos para los asesores de nues- tros movimientos juveniles, ya que encon- trarán en el mismo mucho material para reuniones y charlas.

H. Schulte, SVD

Schedl: Umbesiegbare Sonne - Gott und Christus im Kreislauf des Jahres (Sol invicto - Dios y Cristo en los ciclos litúrgicos del año). Editorial Volkslitur- gisches Apostolat - Klosterneuburg/ Miinchen 15, 1957. - 240 págs.

El autor, conocido por su traducción del nuevo salterio, como asimismo por la pu- blicación de varios estudios exegéticos, pre- senta ahora sus reflexiones acerca de los domingos del año litúrgico; las mismas se nutren por entero de la teología bíblica. No se trata de un Sermonario, sino de un libro en el cual todo amigo de la liturgia encuentra para cada domingo unos pensa- mientos apropiados; los mismos son toma- dos del Evangelio Dominical o de las partes cantadas y versan con preferencia sobre la persona del Salvador: ciertamente una nueva manera de enfocar a Cristo.

Lo que más atrae a una lectura meditada de la presente obra, es la descripción viva y original de la persona del Salvador: así, por ejemplo, en el Domingo “Oculi” encon- tramos unas consideraciones sobre el ojo de Cristo. Muy interesante asimismo la des- cripción de los caracteres de aquellos que rodeaban a Nuestro Señor: así el capítulo sobre la efervescencia de los Galileos, el Domingo in Albis. Lo que asimismo reco- mienda a la obra es que su autor estuvo en Tierra Santa, pudiendo dar así a sus relatos y descripciones más claridad y vida. Así se destaca el 12. Domingo después de Pen- tescostés por su relato del Buen Samaritano.

Por el frecuente uso de la Sagrada Escri- tura, se llega a expresar con toda precisión la relación íntima entre la Biblia y la Li- turgia, fin primordial del movimiento litúr- gico-popular. Por esta misma razón desea- ríamos ver este libro en las manos de todos aquellos que se esfuercen por una renova- ción litúrgica de los fieles.

H. Schulte, SVD

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REVISTA

BIBLICA

F. X. Arnold: Seelsorge aus der Mitte der Heilsgeschichte. (Pastoraltheologi- sche Durchblicke). Cura de almas desde el centro de la Historia de la Salvación. (Perspectivas teológico-pastorales) . Edit. Herder, Freiburg, 1956, 236 págs. - Rús- tica: DM. 12,50; Tela: DM. 14,80.

Las dos últimas centurias fueron muy fluctuosas en el campo teórico-práctico de la Teología Pastoral, especialmente de la kerygmática y de la Catequética. Un centro de poderosa irradiación de estos esfuerzos fué y es la Universidad de Tübingen, Ale- mania por sus tratados de actualidad, sali- dos de plumas autorizadísimas. Entre esos autores se destaca el doctor Arnold por la obra que comentamos, amén de otras obras muy notables. Sus “Perspectivas pastorales” vienen a ser una síntesis muy densa de los esfuerzos realizados por la Iglesia en el cumplimiento del “Testamento del Divino Maestro”: Id y predicad el Evangelio a to- das las creaturas, bautizándolas en el nom- bre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar cuanto yo os he dicho. El doctor Arnold nos guía por varios “paisajes” pastorales arrancando desde el Concilio de Calcedonia y siguiendo por el Decreto del Concilio Tridentino so- bre el Sacrificio de la Santa Misa (17-9-1562, en la sessio 22?), destaca el influjo del mismo en la predicación y explicación del sacrificio, para desembocar finalmente en la vía histórica que tomó la Teología Pas- toral al reaccionar contra el Deísmo e Ilu- minismo antropocéntrico anterior. Trata después el tradicionalismo francés, los tra- bajos de la Teología romántica alemana, las elucubraciones de Sailer, Drey, Móhler, Hirscher y Graf. Muy atractiva se presenta la parte que nos orienta en el camino que tomó la Teología Pastoral hasta lograr la eliminación del punto de vista antropocén- trico de la Pastoral y poner téticamente en el centro de sus cuadros teóricos y las enseñanzas prácticas la Augusta Persona del Verbo Encarnado, Cristo Jesús, Media- dor y Salvador del género humano. Final- mente nos conduce al Catecismo de las Diócesis Alemanas, fruto maduro y sazona-

do de tantos esfuerzos pastorales realizados en el decurso de las dos últimas centurias.

Cualquier católico, sea sacerdote, sea laico, que siga con interés la labor que viene realizando la Iglesia de Cristo bajo el soplo vivificador del Espíritu Divino en la cura de almas, leerá el libro de ma- rras con gusto y provecho.

P. Huberto Werny, SVD.

F. M. de Hauser: “Mi hijo sacerdote» - Editorial Herder, Barcelona, Buenos Aires, C. Pellegxini 1179), 1955. - 183 páginas.

No hay en el mundo Institución alguna que pueda presentar una galería de hom- bres y mujeres ilustres como los tiene la Iglesia Católica. Federica Müller de Hauser en su obrita: Mi hijo sacerdote hace una selección en doble serie de madres heroicas e hijos santos, quienes brillan en el cielo de la Iglesia cual astros dobles que tacho- nan la bóveda celeste. Y destacando en todas las madres que saca a relucir el in- flujo benéfico y edificante con que ellas supieron desempeñar su oficio de la mater- nidad, demuestra una vez más como la Iglesia de Cristo vive y crece por medio de la savia vivificadora del heroísmo abnegado de las madres católicas desde los tiempos de María Santísima Madre del Salvador, hasta nuestros tiempos que produjeron madres como Doña Margherita, madre de Don Bosco, y la humilde campesina húngara, madre del Cardenal Mindzenty. Una lectura meditada de la presente obra dejará hondas huellas en los corazones de las madres ca- tólicas de hoy y en los de sus hijos; sacer- dotes y maestros encontrarán en el libro de marras ejemplos con que matizar sus catequeses y sus clases. Pues, no hay como el ejemplo de la vida, llena de honda sen- sibilidad humana y del empuje de la gracia del Espíritu Santo, para regenerar nuestra sociedad materialista.

Merecen un aplauso la autora por su acertado trabajo y la Editorial por la esme- rada presentación.

P. Huberto Werny, SVD.

Edmond Jacob: THEOLOGIE DE L’ANCIEN TESTAMENT DELACHAUX ET NIESTLÉ J. Steinmann: AINSI PARLAIT QUOHELET TÉMOINS DE DIEU 15 J. Steinmann: LE PROPHETE JEREMIE LECTIO DIVINA 9

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W. Kohlhammer, - Stuttgart

G. Kittel - G. Friedrich: Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Diccionario teológico al N. T.). - VI/8, págs. 449-512, pnéuma-pólemos, DM 4,60.

J. C. M. Mohr, Tñbingen

G. van der Leeuw, Phánomenologie der Religión (Fenomenología de la Reli- gión). - 2. edición, 1956, 808 págs. - DM 35/39.

O. Cullmann, Die Christologie des Neuen Testaments (La cristología del N. T.). - 1957, 352 págr. - DM 21/25.

J. Hempel, Das Bild in Bibel und Gottes- dienst (La imagen en la Biblia y la Liturgia). - SgV 212-1957, 35 págs., - DM 1,90.

Edit. Borgiana, Barcelona

J. M. Bover, S. J.: Vida de Nuestro Señor Jesucristo. - 1956, 1431 págs.

Herder, Barcelona (Buenos Aires)

K. Adam, Jesucristo, segunda edición, 1957, 304 págs.

Herder, Buenos Aires

E. Martínez, Estudios exegéticos sobre los Evangelios Dominicales g Festivos. -

Universidad Laboral “José Antonio Gi- rón”, Zamora, segunda edición 1955, 885 págs., 84 láminas.

Fr. Pustet, Regensburg

O. Kuss, Der Rómerbrief (Carta a los Romanos) - Traducción y comentario, entrega 1 (Rom. 1, 1 - 6, 11), 1957, 324 págs., DM 13,50.

A. Wihenhauser, Einleitung in das Ncue Testament (Introducción al N. T.). - segunda edición, 1957, 436 págs., tela DM 21, para estudiantes, en rústica: DM 15.

Eckhart Verlag, Wittcn/Ruhr.

F. Lüpsen, Palástina, Bilder einer Reise (Cuadros de un viaje). - segunda edi- ción, 1956, 135 págs., 128 láminas.

Vandenhocck & Ruprecht, Góttingen J. Jeremías: Die Gleichnisse Jesu (Las parábolas de Jesús). - cuarta edición, 1956, 208 págs. - DM 7,80/9,80.

A. Tópelmann, Berlín W

Chr. Burchard, Bibliographie zu den Handschriften vom Toten Meer (Bi- bliografía a los manuscritos del Mar Muerto). - BZAW 76, 1957, X7/118 págs., DM 28.

Editorial Litúrgica Española, Barcelona O. Hophan, Los Apóstoles. - 1957, 442 págs., 19 láminas.

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