EA EN Y ESOS OSIRIS a ” AA AAA DA ¿AR AA) a A GAMA E ñ A | ENEWYORK BOTANICAL. ñ He (Ae SAME A EUA E "o APESRA NA SAA NA Ll EN eN UR Noe Ne PAE ¡A EA > Xx... Y M m A /e REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS UNIVERSIDAD DE LA HABANA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS Dres. VOLUMEN XVI, 1913 DIRECTOR: Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN. REDACTORES JEFES: Dr. ARISTIDES MESTRE. _ Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO. COMITÉ DE REDACCION: ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL- DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO RUIZ CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES ————-$B39 ED : LIBRARY NEW Y RA BOTANICAL GARDEN IMPRENTA “EL SiaLo XXx>” DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 HABANA a Y ' ANTAS y Ñ e? Ñ . 7” Da INDICE DE LAS MATERIAS DEL DECIMO SEXTO VOLUMEN NUMERO 1, ENERO Páginas Noruega. Estudio sobre emigración......... Sr. Gonzalo de Quesada.. 1 La atención en el niño: su desarrollo y edu- | E a 1 y ADS EAN 10 CA tido de ste aa ) JOAQUIN renzo Lac altares Dr. Emilio Blanchet.... 23 Controversia científica. —Réplica....... -.... Dr. A. R. Morejón... 46 El Maestro; sus versos; su biografía......... Sr. J. F. Campillo...... 98 ll ESO os A O. DT IMM ESA lil TADA e A A A RS OOOO Ls 119 VI 10 V vI VII INDICE Étude morphologique sur les pronomg> personnels dans les parlers du Niver- nais par J. M. Mennier +... uo. q. Monographie du parler de Chaulgnes | pard. M. Meunier. a eel Arcipreste de Hita.—Libro de Buen Amor.—Edición y Notas de Julio Ce- | Zoologisches Adressbuch. Berlín, 1911. ) Jonvergence in evolution by Arthur | O iS a La Fécondation chimique par Jacob ' oO ade La Vie dans les Océans par le Dr. L. TOUDIO. 0 e e ] VIII Alle fonti della vita; Dr. W. Mackenzie. Homenaje a José de la Luz y Caballero. Dis- CUESO: ¡Ein io o dal aa) mates le Dr. A. Mestre NUMERO 2, MARZO GUESO 2.00. o eli olaa elo io aio a ale J Homenaje a José de la Luz y Caballero. Dis- ) Factores de la Pedagogía Moderna........... El egoísmo (conclusión) La enseñanza técnica en Alemania Diario de Viaje. Por España..............- BIBLIOGRAFÍA +. leo o loci TI Studi Glottologici Italiani diretti da Gia- ) CUESO tala tale catalana fo aro ateo aia de tala y como de Gregorio. Volume Sesto, To- ( ) Homenaje a José de la Luz y Caballero. Dis- Al OOOO OI Sr. Manuel Sanguily.... Ldo. Raimundo Cabrera, Ldo. Alfredo Zayas..... Dr. Rafael Altamira.... Dr. J. M. Mestre Sr. Gonzalo de Quesada. Sr. Eusebio Guiteras .... Dr. J. M. Dihigo e. ..oo.oo Páginas 129 14 INDICE VII NUMERO 3, MAYO Páginas La Isla de Pinos según el tratado de París) Dr. Erelio Rodríguez Len- (COnfutorapado) anses ) MASAS Ad NOE 241 Diario de Viaje. Por España ........... an... Sr. Busebio Guiteras.... 263 La Facultad de Medicina de Beirut (con un y 5 SUD TAM UNO ONE 329 A nana) Lecciones de lengua griega sobre el texto de y > Srta. Laura Mestre...... 328 o A A S Mastiscuelas Nuevas atera ias aleeajea ele,=le Dra. Carmen O. Tagle... 331 VoL. XVI. UNIVERSIDAD DE LA HABANA. Núm. 1. REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS DIRECTOR: Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN. REDACTORES JEFES: Dr. ARISTIDES MESTRE. Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO. COMITÉ DE REDACCION: Dres. ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL- DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO RUIZ. CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES ld € ENERO» DE ..1915: SUMARIO: —NORUEGA—Estudio sobre emigración. .... cooooooomoo o... Gonzalo de Quesada. —L,A ATENCIÓN EN EL NIÑO: SU DESARROLLO Y EDUCACIÓN... Dr. Luis Padró. —JOAQUÍN LORENZO LUACES......o.o0ociocarer rr Dr. Emilio Blanchet. —CONTROVERSIA CIENTÍFICA. —RépliCA.......o.o ..oooooooo.- Dr. A. R. Morejón. —EL MAESTRO; SUS: VERSOS; SU BIOGRAFÍA .......o.o.coooo..o Sr. J. F. Campillo. ET TA, A AS NN Dr. J. M. Mestre. —BIBLIOGRAFÍA.—Étude morphologique sur les pronoms per- | sonnels dans les parlers du Nivernais par J. M. Meunier. | —Monographie du parler de Chaulgnes par J. M. Meunier. ¿Dr. /. M. Dihigo. --Arcipreste de Hita.—Libro de Buen Amor.—Edición y | Notas de Julio Cejador —Zoologisches Adressbuch. - Convergence in evolution par Ar- | thur Willey.—La Fécondation chimique par Jacques I,ceb. í —La Vie dans les Océans par L. Joubin.—Alle fonti della | yita, ¿par W! Mackenzie 0.0.) Dr. A. Mestre. IMPRENTA “EL SiGLo XX” DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 HABANA ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS. Decano: Dr. Evelio Rodríguez Lendián. Secretario: Dr. Juan Miguel Dihigo. Il. ESCUELA - DE. LETRAS /Y . FILOSOFIA. Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)........ Profesor Dr. Adolfo Aragón. Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)........ Y Dr. Juan F. de Albear. Vaineuistica (MUIQUESO). cano... MEA OO 2 . Edo Filología (CULO Ms ol E AO 2 Dr, Juam Miguel Diigo, Historia de la Literatura Española (1 curso)... : 4 Historia de las literaturas modernas extranjeras de ce EE TEIINES DAN REP DOS LNo r AS A a o Historia de América (l.curso) Dr. Evelio Rodríguez Len- , FE gu Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) / dián. PSICO UNCUESON 2 0 A e palo No ] Fxosotia Moral (T curso). IA daa re -% Dr. Enrique José Varona. Sociología ML CUESTE Le $ CONFERENCIAS História:de, la Eiosotíd. telnet a ene ro bas Dr. Sergio Cuevas Zequeira (Aux.) a A AA A E BAS Dr. Ezequiel García Enseñat (Aux.) Reteuas clásicast. Mi... o e A A Dr. Sixto López Miranda (Aux.> 2. ESCUELA. DE CIENCIAS. (a) Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso. 1 Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- + Profesor Sr. José R. Villalón. DTAICULSO,.. - ar A Oe a Geometría superior y analítica 11 curso)....... Geometría descriptiva (1 Curso). ..........0..: > Dr. Claudio Mimó. Rewonometriad curso) 0 le q o Física Superior (der airsO A aa ¡AE 2d : Física Superior (22 a E f ds a uo a: Química general (1 curso) SO E se Sr. Carlos Theye. Biología (1 CAES) MA E ALE TI ER E Dr. Arístides Mestre. Zoología (1 curso)..... A id SN ES Dr. Carlos de la Torre. Dio ineal LUCES e ene La a 2 2 o 1 a e Dibujo Natural (Li0anrso)- 1 e rió ¡A Sr: Pedro Córdova. Costimalogía .Ecurso lalo ida Lo A A ) > Mecánica Racional (1 CULO noe 51 Dr. Victorino Trelles. 'Astronomiía: PLE) a e E A ) Geodesia (U CUINA a e Si po Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. Mineralogía y Cristalografía (1. curso)..... . és Dr. Santiago de la Huerta. Botanica general (discurso atada a ide pacta das ds Dr. Manuel Gómez de la Maza. (b) Sección de Ciencias Físico-Químicas. Análisis matemático (Algebra Superior)....... Profesor Sr. José R. Villalón: Geometría Superior (sin la Analítica)......... 1 . E Trigonometría (plana y esférica)......c0oo.... ) E Dr. Ei: MIMAS. Física Superioniiler? Curso) a dorados ) A : ¡Bísica Superior (28 Curso atte ds as » Ds. Plácido ¡Blases, Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... ) z ON Quimica. Orgánica (curso) e lada > a O Dibujo añeal EL cmo ett a ta ecos 1 : Y E Dibujo Natural (Ltrs) ie oda ed es ' da Sr. Pedro Córdova. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... E Dr. Santiago de la Huerta. BrologTa INCA) dana o be ar» a a Dr. Arístides Mestre. Zoolosia ll Ar arts 2 a. Nota A Dr. Carlos dé la Torre, Botánica ¡general (A CUESO Sd o reimos lar e Dr. Manuel Gómez de la Maza. En 3) . . Cosmologia ll Curso Mi a ete ds 59 Dr. Victorino Trelles. (c) Sección de Ciencias Naturales. Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Sr. José R. Villalón. Geon etría Superior (sin la Analítica)......... ly ve ae NS Trigonometría (plana y esférica)........ coo... DN Dr, Claudio, Mimoó. Química general (1 curso)....:.... REA E sl Sr. Carlos Theye. Dibujo! Emnealr (MuCHESO) er ios da 1 ] Dibujo Nataral (TT COESO A ls Pa E: y »1. Pedro Córdova. Física Fmeral (EQUINA es AAA al e Y Dr. Plácido Biosca. log o , a O grafía (1 Curso)... y le De Santiapode la Huéna: Botánica Semeral (CIAO A ito E o l y: Fitografía y Herborización (Ll curso).......... j db ness Manuel Gómez dela Maza, Vol. XVI ENERO DE, 1913 Núm 1. REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS NORUEGA * ESTUDIO SOBRE EMIGRACION POR GONZALO DE QUESADA Ministro de Cuba en Berlún ANTECEDENTES HISTÓRICOS La leyenda, la historia, las sagas antiguas relatan las hazañas de los audaces navegantes de Escandinavia, los viajes de los vikings en sus ligeros bareos que aun quedan, reveladores de pasmoso arro- Jo, indomable voluntad y fenomenal fuerza física. Estos hombres del Norte (Norsmen)—noruegos, suecos, daneses—llevan por doquier su espíritu enamorado de la independencia, su corazón palpitante de libertad. Los descendientes de Odin abandonan su tierra—reco- rrida con rebaños y trineos por los nómades laponeses—y en sus buques piratas atraviesan los procelosos mares occidentales y godos o jutes. anglos o normandos, penetran y vencen en Francia, en In- elaterra, en España. Trasponen en sus naves airosas los Pilares de Hércules; a la vanguardia de las cruzadas van a rescatar el Santo Sepulero; no se paran en Grecia para admirar la belleza y el arte, y con sus hachas de doble filo ábrense paso en la opulenta y magní- fica Constantinopla. Son ellos los que exploran el Atlántico; los que llegan a Islandia * Sexto de la serie, LIBR NEW BOTA! GAR] 2 GONZALO DE QUESADA en 860, y allí fundan en 874 una república que dura 400 años y, siempre en busca de aventuras y lo desconocido, establece Erik el Rojo una colonia en Groenlandia. Mas no se detienen; en el año 1000 adquieren noticias de tierras, más allá, hacia el Oeste, las mis- mas que Bjorne Herjulfson en 986 había divisado. Con treinta y cinco de sus compañeros, el hijo del Rojo, Leif Erikson, sucesiva- mente arriba a Terranova, a Nueva Escocia, y al fin, en 1065, a un país de uvas, que llamó Vinland, parte del Nuevo Mundo, tres siglos antes que Colón y Vespueci. Como testimonio irrecusable de su es- tadía, aun perduran piedras cubiertas de hiedra de las torres que construyeron y una inscripción rúnica con la fecha de 1135. En 1887, para conmemorar todas estas proezas, erigióse en los Estados Unidos una estatua al intrépido marino. En el Economista Americano de Diciembre de aquel año, así escribía José Martí del descubridor: *“Leif Erikson fué el que, según cuentan los sagas noruegos, puso el primero el pie fuerte en América, que él llamó Vinland, en el año de 1065. Salió de Islandia en uno de aquellos barcos de roble de los vikines, labrados todos de la quilla al borde. Con aquel barco, que en vida servía al héroe de trono y en muerte de sepultura, vino hasta Massachusetts, que tiene prueba de su vi- sita en los nombres singulares, ni ineleses ni indios, de aleunas de las puntas y playas de su áspera costa, y en memoria de su atrevi- miento acábase de levantar una estatua, hecha de mano de mujer: ““A Leif, el Descubridor, hijo de Erik, que salió de Islandia y des- embarcó en este continente en el año de 1065””. ““La estatua, de tamaño heroico, representa a Le1f como un atlé- tico mancebo, vestido de malla recia que realza sus formas: va sin duda en su buque: el viento le tiene revueltos los cabellos. Hace do- sel con una mano como para ver más claramente la tierra: en la otra mano lleva asido el cuerno de mando. Así viajaban los reyes del mar, Jos que 1000 años hace afilaban sus quillas como las que ahora en vano le disputan la delantera en rapidez y gracia. Proa y popa iban doradas y talladas finamente, figurando cabeza y cola de dra- cón: las alas del dragón eran las velas; y al entrar en el puerto, imitaban las escamas del monstruo colgando afuera a los pechos del barco los escudos de madera de los guerreros de a bordo, amarillos y negros, ó blancos con eruz roja, azul o de oro.?” ““Leif vió el país de cielo azul y costas tormentosas. Bebiendo cerveza en vasos de roble contó a la vuelta, acaso al fulgor de una aurora boreal, aquel viaje al mar nuevo de olas rizadas como la ESTUDIO SOBRE EMIGRACION DS lana, y de tempestades, gratas al atrevido marinero. Luego vino Thorwald, en el bareo de Leif, y murió a manos de indios mientras le reponían el rostro 21 buque. Luego vino Thorfin, de gigantesca estatura, con Gudrid, su mujer, y siete mujeres más, todas de ca- bellos de oro. Vinland, allá muy al Norte, comerciaba con Islandia y Groenlandia. Siglos después, por mares más serenos, venía un ilustre ambicioso, en busca de estas tierras, con tres barcos carga- dos de hidalgos sin ocupación y criminales redimidos de las gale- ras. La estatua de Leif, hijo de Erik, se levanta sobre un pedestal de piedra de Lone Meadow, grabado en letras rúnicas: No se levan- ta, bamboleante y culpable, sobre una raza muerta. ”? El último viaje lo hacen en 1347. Después no hay oportunidad para lejanas empresas. Rodeados por poderosos vecinos ahora hay que velar por la propia salvación. Hasta el siglo vr no vuelven los escandinavos a dejar su fjords y sus montañas: buscan la liber- tad religiosa; pero no conquistan: sólo dejan huella de su bondad. Y la raza que, a través de los siglos, ha conservado su valor legen- dario, tórnase en una de las más pacíficas y trabajadoras del orbe. ÁREA Y POBLACIÓN Noruega ocupa la parte occidental de la península' escandinava; larga y estrecha, se extiende de 58” latitud Norte unas 300 millas hacia la zona ártica. Cubre una superficie de 329,987 kilómetros cuadrados y, según cáleulos de 1911, contaba con 3.411,694 almas, habiendo 1076 mujeres para cada 1,000 hombres. La densidad de la población es de 7 habitantes por kilómetro cuadrado y alcanza su máximo en el Sur. El crecimiento lo ha impedido, en mucho, la emigración; de 1835 a 1865 fué de 1.18 % anual, y bajó de 1865 a 1890, á 0.65 %, aumentando un poco recientemente. Los lagos figuran en 4 % del área, y cuatro quintas partes de Noruega son montañas y bosques; de lo cultivable del país, una cuarta, sólo se explota la quinta o el 5 % del total. El elima, aunque de crudos y largos inviernos, es saludable en extremo y uno de los más del mundo. El 1 % de la población cum- ple la edad de 90 á 100 años; un 7 %, de 60 á 70, y el promedio vive 50, notable cifra cuando se compara con la de otras naciones; como por ejemplo Italia, donde sólo es 35. OS GONZALO DE QUESADA CARÁCTER DE LA EMIGRACIÓN El noruego es uno de los emigrantes más apetecibles. Robustos, sanos y recios, resisten bien y se acostumbran a los diferentes cli- mas. No existe el analfabetismo entre ellos, y todos poseen una re- gular educación, pues en su patria es libre, obligatoria y universal. El pueblo es inteligente, laborioso, frugal, amante del orden. En política sustenta ideas avanzadas, gozando de instituciones de las más democráticas y, durante un siglo, de paz, sin que haya pasado por sacudimientos de ningún género. Las ideas socialistas han in- fluído e influyen mucho en las masas. Asimílase pronto al país donde emigra, se identifica con sus as- piraciones, acata sus leyes y está dispuesto á defender su nuevo ho- gar y patria con el mismo fervor con que lo hiciera por los suyos, inculeando en sus hijos—invariablemente mandados al colegio y no al trabajo—la lealtad y el amor a la tierra hospitalaria que, solíci- ta, lo acoge. CAUSAS DE LA EMIGRACIÓN La persecución religiosa o política y el servicio militar en nada han motivado la emigración. Sus causas son otras. La tendencia na- tural de los germanos a las aventuras, la esperanza de mejorar sus condiciones materiales que en Noruega presenta limitado horizonte, la adquisición de fincas más productivas a bajos precios, las crisis condiciones materiales que en Noruega presenta limitado horizonte, económicas con sus secuelas de pobres cosechas, trabajo escaso y mayores cargas sobre la propiedad, todos éstos han sido los princi- pales alicientes. Las cartas y las visitas de los que prosperan en América, pin- tando el éxito obtenido, son los mejores anuncios. Todos los años, cerca de un millón de pesos viene de los Estados Unidos; la mitad para pagar los pasajes de los parientes y amigos que han quedado. El Gobierno noruego no se vale de esta corriente para deshacerse de los mendigos y criminales; los impuestos que cobra anualmente para aliviar las necesidades de sus infelices bastan para ello. En un tiempo, los mormones—como en toda Escandinavia—*fo- mentaron la emigración noruega a Utah, haciendo prosélitos tam- bién para su religión, pero hoy no es tanta su influencia a pesar que tienen iglesia abierta en Cristianía, pues aunque la poligamia está prohibida por la Ley, hay completa libertad de cultos. ESTUDIO SOBRE EMIGRACION 5 LA EMIGRACIÓN Según Colciamini, de 1880 a 1905, la emigración de Alemania fué 2.128,291; la de Suecia, 655,332; la de Noruega, 408,949, y la de Dinamarca, 175,563, números que prueban cuán grande es la proporción respecto a los habitantes en los países escandinavos. Alemania, con 25 veces la población de Noruega, sólo envía 5 ve- ves el total de emigrantes que ésta. Las cifras oficiales de la oficina de Cristianía de 1901 a 1911 inclusive, son éstas: AÑO EMIGRANTES AÑO EMIGRANTES 1901 12,745 1907 22,135 1902 20,343 1908 8,497 1903 26,784 1909 16,152 1904 22,264 1910 18,912 1905 21,059 1911 12,478 1906 21.967 Como se ve, sube a más de 26,000 en 1903 y baja hasta 8,500 en 1908, oscilando con la situación económica del país y de los Esta- dos Unidos. - Cuatro quintas partes de los emigrantes proceden de los distri- tos rurales, donde la mitad de ta población total se dedica a la agri- cultura, la ganadería y a explotar los montes seculares. Hombres avezados a estas faenas en difíciles condiciones son labriegos inme- jorables que convierten terrenos ingratos en campos florecientes. Un 25 % de los noruegos empléanse en las minas, y muchos de ellos trabajan en esa misma ocupación en los Estados Unidos; un 8 % es gente de mar y a ella van como pescadores o en la tripula- ción y oficialidad de los buques, admirablemente preparados, como lo están, por la tradición y por la configuración del país con exten- sas costas. La marina mercante noruega en 1909 contaba con 1,574 toneladas por cada 1,000 habitantes, o séase casi el doble de los que corresponde a igual número a la Gran Bretaña. El resto de los emigrantes son obreros, artesanos, escribientes y eriados, distinguiéndose estos últimos por su honradez, buen genio y fidelidad. Los informes acerca de la edad arrojan una extraordinaria pro- 6 GONZALO DE QUESADA porción de jóvenes en pleno desarrollo, de 19 a 30 años, lo cual sig- nifica una útil savia regeneradora para la nación a que trasladan sus tranquilos hogares. DESTINO DE LA EMIGRACIÓN El 97 % de la emigración se dirige a los Estados Unidos; el res- to a Suecia y Dinamarca en Europa, y al Canadá, donde fueron unos 10,000 desde 1901 á 1908. En el Canadá occidental se caleu- lan unos 50,000 escandinavos; grandes colonias se han establecido en Manitoba y Saskatchewan; pero el mayor número se encuentra en Alberta y son labriegos. Muchos noruegos empiezan a radicarse en esas regiones, y de los Estados americanos limítrofes, miles eru- zan en busca de tierras vírgenes y baratas. En los primeros años de los 70 fueron algunos centenares a Australia y después á Chile y Sud-Africa; pero no continuó la emi- eración a estos pueblos. Centenares también han fundado sus ho- gares en Cuba, en Oriente, a lo largo del Ferrocarril Central, y re- socija ver lo cuidado de los campos y la nitidez de las cómodas vi- viendas. ESTADOS UNIDOS En proporción a sus habitantes, y hasta principios del siglo xx, Noruega contribuyó más que ningún país al crecimiento de los Es- tados Unidos. En la población de Europa, los escandinavos repre- sentan un 21% %, y en la de los Estados Unidos, un 10 %. De 1821 a 1903, llegaron a las playas americanas 1.609,922, sólo exce- didos por Alemania y la Gran Bretaña. La corriente comienza en 1825, cuando sale de Stavenger, puer- to en la parte occidental de Noruega, un pequeño barco con cua- queros que, como los Puritanos del Mayfower, preferían arrostrar los peligros de una ignota travesía a someterse a la restringida li- bertad de su patria. Aleunos se establecieron en New-York; otros fueron hasta Texas. En 1840 sólo había 1,200; en 1860 subieron a 60,000, y en 1870 triplicaban la última cifra. Atraídos por la semejanza del clima y la baratura de los terre- nos, sientan sus reales en las fértiles praderas de Illinois, las Da- kotas, Iowa, Wisconsin y Minnesotta. En los tres últimos Estados hay un millón de escandinavos; debido a ellos prosperan y maravi- llan con sus inmensas cosechas. Recientemente han ido todavía más al Oeste, a Washington y a Oregon, empleándose como marineros, leñadores y mineros. Las siguientes cifras dan una idea del movimiento emigratorio : de 1871 a 1880 entran en los Estados Unidos 94,823 noruegos; de 1881 a 1880—época de depresión económica en Europa—, 170,686, y de 1891 a 1900, 97,264. La tabla a continuación muestra la emigración a los Estados Unidos por sexos, de 1880 a 1903 inclusive, y por ella se ve que más v menos la tercera parte son mujeres: ESTUDIO SOBRE EMIGRACION AÑO HOMBRES MUJERES 1880 14.511 8,194 1881 17,929 11,172 1882 13,799 9,599 1883 9,986 6,988 1884 7,054 5,302 1885 10,523 5,746 1886 11,888 6,376 1887 7,572 5,818 1888 7,890 4.869 1889 Me a 1890 6,601 4.769 1891 7,644 4.924 1892 30n O 1893 8,936 4.924 1894 9,800 6,279 1895 5,193 3,674 1896 4.401 2,972 1897 5,581 3,274 1898 3,535 2,307 1899 3,007 1,931 1900 ge MON | 1901 6,456 3,119 1902 7,899 4.349 1903 16,249 8,212 TOTAL 22,705 29,101 23,398 16,974 12,356 16,269 18,264 13,390 12,759 11,370 12,568 12,568 16,079 8,867 7,373 8,855 5,842 4.935 6,705 9,575 12,248 24.461 S GONZALO DE QUESADA El promedio fué por lo tanto de: 1880 2.1800 O Ros vay 1 1d 090 1890 2,1900 7 a oros 0 0 O01 1900 a IIA E e o. y 20,613 Y. de TIO ARI a 11,498 Según las últimas estadísticas, en 1907 llegaron a los Estados Unidos 22,133; en 1908, 12,412; en 1909, 13,627, y en 1910, 17,538. La emigración escandinava es muy bien vista en la gran repú- blica. Los suecos y los noruegos abrieron a la civilización el Noroes- te, convirtiendo sus inmensos bosques en los graneros del mundo. Hace algunos años fueron preguntados un número de gobernado- res y hombres públicos en los Estados Unidos, cuál era la mejor emigración; quince favorecieron la alemana, catorce la escandina- va; dos la inglesa, escocesa e irlandesa; tres la francesa; dos la suiza e italiana, y uno la holandesa, belga, norte de Europa y ame- ricana; demostrándose así la alta estima en que tienen en los Es- tados Unidos a los noruegos, suecos y daneses. Y con razón, pues aparte de las cualidades que los caracterizan, está su patriotismo, que los convierte en buenos ciudadanos, sin que su afecto por la espléndida tierra adoptiva les haga olvidar la bru- mosa de sus padres. Cuando en la Unión Americana se combatía por redimir a los esclavos, todo noruego estuvo al lado de los aboli- cionistas, y regimientos enteros de ellos, con el uniforme azul fe- deral, lucharon voluntariamente por la libertad y la justicia. Y por ellas también, como marineros en las dotaciones de las escua- dras americanas de Dewey, Sehley y Sampson, contribuyendo así a la independencia de Cuba. ACTITUD DEL PUEBLO Y GOBIERNO La opinión pública está dividida en la cuestión de si es conve- niente a Noruega que sus hijos emigren; las clases pobres son par- tidarias de la emigración; las altas, no. En cuanto a la prensa, siem- pre y casi unánime, se opone a ella, sosteniendo que es una pérdi- da nacional. El Gobierno no le ha puesto trabas; ni la alienta ni la dificulta, y solamente se limita a vigilar a los agentes y cuidar de las condiciones en que embarcan sus súbditos. En un tiempo, y en vista de lo que representaban de merma para el país los brazos que ¡STUDIO SOBRE INMIGRACION y le restaba la emigración, pensóse en imponer a todo emigrante una contribución; pero la medida encontró poca acogida y fué des- echada. El único trámite que hay que llenar es para los individuos que cuentan la edad de servicio militar; éstos deben obtener un permi- so para ausentarse, lo cual se consigue fácilmente. Los noruegos que han abandonado el país sin cumplir sus deberes militares, son obligados a ello a su regreso, y a los inscritos ya, o a los que salen del país sin permiso, se les puede perseguir criminalmente. LEGISLACIÓN La primera ley sobre el transporte de pasajeros para ultramar es de 23 de Mayo de 1863, y se modificó en 22 de Junio de 1863. En 22 de Mayo de 1869 se puso en vigencia la que reza con la vigilan- cia de la emigración. La circular del Ministerio del Interior de 7 de Mayo de 1870, se ocupa de la ejecución de la ley de 1863 en lo tocante a los vapores destinados a los emigrantes; la del 22 de Ju- nio de 1872 se refiere al equipaje de los mismos, y la del 2 de Agos- to de 1884, prohibe que los fósforos formen parte del cargamento de los buques que conducen la emigración. La ley de 5 de Junio de 1897—muy semejante a la de Suecia— modifica la de 1869 en cuanto a lo de las agencias de emigración y lo que hay que pagar por cada emigrante. Finalmente, el regla- mento del 18 de Diciembre de 1899 dispone la forma en que se ha de aplicar la ley de 1869. El Departamento de Comercio lleva una estadística completa. A todo emigrante se le inscribe en un registro a cargo de la policía en el puerto de salida, y oportunamente se eleva a Cristianía copia de los datos adquiridos. Estos incluyen el nombre y apellido del emi- erante, sexo, edad, estado civil, profesión, lugar de nacimiento, de dónde procede, adónde se dirige, cantidad de dinero en su poder, si ha recibido recurso del extranjero para emigrar y motivo por el cual sale del país. LA ATENCION EN EL NIÑO SU DESARROLLO Y EDUCACION 1 POR EL DR. LUIS PADRÓ Maestro Público INTRODUCCIÓN En un trabajo de esta índole y dado el escaso tiempo de que disponemos, es Conveniente advertir que en fenómeno tan comple- jo, sólo cabe, para señalamiento y estudio de sus puntos principa- les, examinar someramente sus distintas fases. La importancia de la atención ha sido siempre reconocida por todos los psicólogos, pero insuficientemente apreciada por los educadores. Hay algunos, muchos de éstos, que descuidan función tan compleja, al extremo de que se dificulta encontrar en textos y autores opiniones concre- tas y determinadas. La atención es, a pesar de todo eso, de esa ca- rencia, la primera de las funciones psíquicas. Domina a todas las restantes actividades; preside a todas nuestras adquisiciones in- telectivas, a la forja de nuestro carácter y de nuestros hábitos, y es, sin duda alguna, que por ella el hombre se eleva por cima de los restantes individuos de la escala zoológica. La acción de este complejo psíquico repercute en toda la vida mental y orgánica; es, en suma, una función general del ser que se manifiesta mediante los fenómenos más elevados. Neyraec la denomina el motor del es- píritu porque guía nuestras inducciones y deducciones; permite la abstracción y hace más diáfanas y claras nuestras percepciones. William James, el insigne filósofo de Harvard, tiene razón cuan- do afirma “que el ejercicio de la atención debe ser contado como la parte esencial de la educación ””. Por estas causas y siendo muy difícil el problema que acome- temos, lo examinaremos a la luz de la psicología general anotando sus diversas fases. Adoptaremos el método de comparación entre los estados del adulto y los del niño; con esas comparaciones de 1 Tema desarrollado el día 23 de Enero de 1913, como aspirante a la Cátedra de auxiliar de la Escuela de Pedagogía. LA ATENCION EN EL NIÑO 11 procedimientos de psicología normal, aclararemos las diferencias entre uno y otro estado. También a la luz del método genético pro- curaremos dilucidar el fenómeno, porque de ese modo la evolu- ción quedará mejor dilucidada en todas sus etapas. Primeramente determinaremos su concepto, sus formas y desenvolvimiento; des- pués examinaremos por su orden las relaciones que la especifican, como fenómenos de conciencia; las distintas y variadas doctrinas que han tratado de explanarla hasta terminar, si el tiempo “alcan- za, con lo que a su cultivo se refiere. Este opúsculo lo resumiremos exponiendo aleunas conclusiones de carácter práctico aplicables al aula, guiados por la mano inteligente y experta del profesor Arnold. CONCEPTO: FORMAS, DESARROLLO Y EXPLANACIÓN Es costumbre hablar de la atención como si fuera un fenóme- no indivisible y poco analizable. Suele estudiársele como si fuera realmente un fenómeno único y no una complicada urdimbre de fe- nómenos. No existe esa abstracción, y para comprenderlo basta meditar un tanto sobre cada una de sus fases. Inmediatamente ad- quirimos la convicción de que no existe una sola forma, sino muy variadas y múltiples formas de atención. Baldwin dice: '“No tene- mos una sola atención, sino muchas y muy complejas.?”? ““La aten- ción advierte, por su complicado funcionalismo, que es una activi- dad de formas y contenidos muy variados. Según el estado presen- te de la psicología, se reconocen diversos concomitantes en la aten- ción visual, auditiva, motriz, etc. A causa de esta diversificación de funcionalismo, mucho varía su concepto de autor a autor, de investigador a investigador. Para la escuela del Profesor Ribot, la atención no es más que un fenó- meno motor. Esta la estima un monoideísmo con adaptación mo- triz Gel sujeto. Los concomitantes que la acompañan y manifiestan objetivamente som los que la sustantivan y caracterizan. La escue- la sentimentalista aprecia en ella sólo los elementos de carácter afectivo y no otra modalidad de la misma. Por este hecho la define, diciendo “que es la fijación de un acto vepresentativo mediante un sentimiento o una emoción””. Los intelectualistas difieren en mucho de lo que sustentan las escuelas anteriores. Ziehen, su representante más autorizado, au- tor del conocido texto de Psicología Fisiológica, opina que la aten- 12 LUIS PADRO ción es el resultado de una lucha entre representaciones diversas que quieren dominar en nuestro psiquismo. Ninguna de esas definiciones da conceptos cabales del fenómeno, y mucho menos aclara o ilumina sus fases y modalidades. El senti- mentalista sólo encuentra una modalidad afectiva, de carácter sen- timental o emotiva, excluyendo en la explanación o interpreta- ción del fenómeno, otros factores tan interesantes como decisivos. A su tiempo y vez, incurren en exclusivismos los que sólo ven en ella un acto volitivo, atendiendo sólo a representaciones y per- cepciones. Van-Biervliet expresa que la atención es una tensión volitiva del espíritu, ya sobre una modificación consciente, o ya hacia la misma, como término directo o indirecto de una sensación. Es también comienzo próximo o remoto de un movimiento, ya sobre una modificación sensorial o una contracción muscular. Para Fé- lix Arnold, la atención es un proceso sensorio-motriz, dominado por el sujeto, del cual se derivan claridad creciente, diferenciación y persistencia de un determinado estímulo o de una situación determinada. Esas teorías, como no aclaran el concepto de la atención, son todas buenas, pero convenimos con Pillsbury, en que adolecen de defectos y son todas imperfectas. El concepto, antes que en estas definiciones incompletas, conviene buscarlo en la explanación y descripción del proceso y su morfología, como a la vez, en las dis- tintas fases de su evolución o desarrollo. Para este empeño huscaremos los resultados de los métodos analíticos y genéticos. (a) Morfología—A fin de caracterizarlas debidamente esas variedades de la atención han sido diversamente clasificadas, y sus aspectos también diversamente discutidos. James los clasifica en sensoriales cuando la atención es dirigida a objetos de sensación, O intelectuales cuando se aplican a objetos de representación. Tam- bién puede ser inmediata o derivada. La primera tiene esa forma cuando lo objetivo interesa al sujeto, por sí mismo; derivada, cuan- do provoca el interés por asociación con otro proceso ú objeto. Existen otras dos formas generales, pero más ambiguas, que los psicólogos diferencian con las denominaciones de atención in- voluntaria o espontánea y atención suscitada o voluntaria. En la primera, un estímulo externo, de sensación, ocupa predominante posición en la conciencia. Abstraemos toda otra percepción, y no LA ATENCION EN EL NIÑO 13 tenemos más que un estado único, consciente, dominante por dos cualidades características: claridad y fijeza. En la segunda inter- viene la volición proporcionando los estímulos y dominando sobre los otros estados de conciencia. Una y otra—primera y segunda— difieren entre sí por la posición del sujeto. En el primer caso es pasivo y obedece a estímulos externos; en segundo, activo, provo- cando por sí mismo, por fenómenos internos, las determinaciones de la atención. Estas formas son genéricas, existen en todos los suje- tos y en cada acto de atención. Sin embargo, exhiben variaciones muy dignas de notarse en el niño y en el adulto. La facultad de adaptación es muy varia: unos, en la atención voluntaria, se caracterizan por la calidad y diversidad de los estímu- los que la provocan o excitan; otros—como lo prueba cierta experi- mentación adecuada, —manifiestan ciertas fluctuaciones, alterna- tivas y cambios peculiares. Unos y otros tienen un campo de aten- ción muy estrecho, dentro del cual las representaciones son más claras y definidas. (b) Descripción —Para describir el fenómeno es necesario va- lerse de los datos aportados por el método introspectivo. Una ojeada nos enseña que el foco de la conciencia comprende un plano princi- pal y otro accesorio; un punto central y otro periférico, marginal, donde los elementos son difusos, muy diferentes del primer plano donde todo es claridad y viveza. Debido a esto, en el proceso de la atención entran un complejo de fenómenos, donde uno de ellos ad- quiere mayor claridad. Cuando escribo estos renglones me son indiferentes la algazara y bullicio de los niños en el recreo; pero si suspendo el trabajo y fijo la atención en ellos, entonces todos se destacan en el máximo nivel] de la conciencia con vigor y claridad extraordinarios. A más de esa cualidad existen otras muy importantes que de- bemos mencionar aquí. El complejo psíquico cuyo análisis efectua- mos, tiene otras características que lo peculiarizan mucho, entran- do especialmente en el número de éstas, la fijeza de las impresio- nes por la estabilidad de éstas, y por su duración y permanencia en el foco consciente. Esta duración comprende una unidad espe- cial. Después se pueden generar un curso de representaciones su- cesivas, una serie de asociaciones que desvíen o aparten al sujeto del objeto atendido. Y nada de esto interrumpe la unidad caracte- rística, porque ésta sólo estriba en el enlace armónico de los fenó- menos conscientes y en su unificación o identificación. Meumann, 14 LUIS PADRO citado por Rusk, advierte por esta causa, por estos aspectos y tales ? modalidades, que la atención se rige por una constitución mo- nárquica. La atención produce una intensificación en las percepciones, como a la vez en todos esos restantes fenómenos. Esa cualidad po se acepta de jenal manera por todos los investigadores. Unos, como Pillsbury y Kilpe, la niegan; otros como Buell y Titchener la sostienen. Este psicólogo opina que la mayor diferencia entre dos impresiones recibidas, una más fuerte y otra más débil, depen- de de la mayor atención prestada en cada caso. A más de las cualidades tan someramente indicadas conviene señalar para hacer más clara esta deseripción, que la atención comprende una función muy interesante, característica que no de- bemos olvidar. Aludimos a la función analítica que separa y par- tieulariza ciertas percepciones e imágenes, ocultas en lo subconscien- te, y luego las coloca a pléna luz. Esa función analítica, como pue- de suponerse, es de gran valor en nuestra vida psíquica, porque sin ella no elaboraríamos ideas ni habríamos de efectuar nuestros procesos de abstracción. Haciendo un resumen que sintetice esta descripción, diremos que la atención se caracteriza por la mayor claridad, por la exacti- tud o fijeza de las impresiones, por la discutida intensificación de los estímulos periféricos y por la función analítica y electiva que realiza. (e) Condiciones. —El proceso que estudiamos está determina- do y caracterizado por ciertos estados que la preceden y acompañan. Esos estados que la especializan son de dos clases: unos objetivos, periféricos, y otros, internos o subjetivos. Pillsbury enumera entre los primeros la intensidad, la extensión y la duración del estímulo, y entre los segundos, la idea presente en el instante mismo del fenó- meno, en la educación, en el ambiente social y en la herencia del sujeto. Las condiciones externas dependen de las sensaciones porque cuando más vivo e intenso es un estímulo más violentamente se im- pone a la atención. A esta intensidad se agrega la extensión, con ciertas y determinadas excepciones, por razones biológicas, dado que un estímulo pequeño, de mínima extensión, puede provocar una reaceión muy dolorosa. La sucesiva presentación o exhibición de un estímulo, la rapi- dez, a su vez, condiciona la atención, como puede comprobarse diariamente en la escuela. Todo objeto que se agita rápidamente LA ATENCION EN EL NIÑO 15 se impone a la atención infantil. Siempre esta sucesión de estímu- lcs visuales hace muy interesantes todas las presentaciones. Las condiciones subjetivas exigen una enumeración muy larga, puesto que cada psicólogo buscando originalidad descubre y apor- ta una nueva. La idea directriz existente en la conciencia es la que por regla fija determina las preferencias. Esto es de fácil compro- bación mediante una introspección adecuada. Otro valor subjetivo que a su vez condiciona la atención es la actitud mental del sujeto. Su orientación psíquica previa a la ex- periencia, ante el estímulo objetivo, genera la dirección u orienta- ción de la atención. Ante un hecho semejante no atienden de igual. modo un naturalista y un poeta. Un paseo a la campiña los hace anotar distintas apercepciones derivadas de sus orientaciones previas. Los hábitos adquiridos, la educación directa o indirecta, y—se- eún Pillsbury—hasta la herencia por su modo condicionan la aten- ción. No atiende lo mismo un producto refinado de nuestros más altos niveles sociales que un ineducado, un analfabeto, un campesino de contenidos mentales muy exiguos. El factor interés ha sido muy discutido, y muchos textos le ex- eluyen como determinante de la atención. Mientras Pillsbury nie- a su existencia, demostrando que no depende de condiciones obje- tivas, sino de disposiciones subjetivas (el interés está en el objeto y no en el sujeto), otros psicólogos afirman su entidad real como determinante de la atención. Herbart, por su parte, lo afirma explicándolo como una activi- dad que no satisfecha de su saber, retiene los conceimientos y tra- ta de interpretarlos, Ribot asegura que por el interés la atención voluntaria se hace reductible y educable. Spencer afirma que las cosas leídas, oídas o vistas con interés, son mejor retenidas que las vistas, 0ídas y leídas apáticamente. Bain estima que el interés es como el placer proporcionado en el instante mismo del trabajo y de la acción. A pesar de todo William James con toda autoridad opina como Pillsbury, y sólo discrepan en palabras. Nosotros, en este punto, tomamos una actitud definida y concreta. Asentimos con Félix Arnold, aseverando que el interés no es más que una acti- tud motriz guiada o conducida por un contenido ideal o subjetivo. En la educación existe, de él se obtienen provechosos frutos, y con su auxilio se hace la labor didáctica más atrayente y divertida. 16 LUIS PADRO (d) Concomitantes.—Existe en la investigación psicológica una metodología rigurosa que aplicada convenientemente arroja siempre luz extraordinaria. Afirma el Dr. Varona que todo fenó- meno mental tiene concomitantes orgánicos. La atención es un com- plejo de fenómenos que se manifiestan al exterior por signos somá- ticos especiales y característicos. Aplicando el método objetivo- subjetivo señalaremos los concomitantes orgánicos de la atención. Es sabido que cuando deseamos atender a una presentación vi- sual volvemos la cabeza en dirección del objeto, y además, que este movimiento envuelve la convergencia y la acomodación de los ór- ganos de la visión. El proceso orgánico también es afectado: con la acomodación visiva, la respiración va uniformemente decreciendo en amplitud hasta una detención determinada. Estos cambios son de adaptación. En la atención central como opuesta a la sensorial, poco se altera. El pulso aumenta en velocidad, y los latidos del eo- 'azón disminuyen o acrecen, respectivamente, en la atención sen- sorial y en la central o interna. Todos esos síntomas de carácter orgánico o anatómico han sido convenientemente agrupados y clasificados por Meumann, se- eún cuenta Rusk. El psicólogo alemán establece cuatro grupos: 1. Los puros o primarios: procesos de acomodación de los senti- dos superiores. 2.2 Procesos secundarios de acomodación, en la actitutd y en el gesto, cuando se mueven las extremidades supe- riores, el tronco y la cabeza. 3.” Procesos primarios de expresión, cuyos signos son cambios en el ritmo cardíaco; en la velocidad del pulso, en la respiración, en los músculos torácicos. Todos éstos son principalmente de carácter reflejo, y son orgánicos. Intervie- nen en esas imervaciones músculos lisos. 4.2 Procesos secundarios de expresión, que consisten en gestos, mímica, de carácter bioló- sico, ya perdidos por la evolución filogénica, como las arrugas frontales, las erispaturas digitales, etc. Existen en el niño que usa de todo el cuerpo para atender, pero el tiempo y el factor edu- cativo los hacen desaparecer. (e) Medición. —Existen distintos procedimientos para la de- terminación cuantitativa. Los principales que pueden hallarse en los manuales al uso son cinco, y unos determinan la concentración y otros la amplitud de la atención. El primero el comúnmente usado se conoce con el nom- bre de método de cancelación de letras. Este consiste en tachar una letra, en un hoja impresa, donde se han puesto cien de cada LA ATENCION EN EL NIÑO 17 una de las letras escogidas. Se mide el tiempo con el cronómetro de pausa (stop-wath) y luego se determinan por cálculo los índi- ces de eficiencia y exactitud, en virtud de las relaciones existentes entre el número de letras canceladas y el tiempo invertido. El segundo se llama método de lectura complicada y su técni-. ea consiste en lo siguiente: Se hacen dos textos impresos de prosa filosófica difícil: uno de forma corriente y en otro se suprimen los signos, los espacios y las mayúsculas. El sujeto de experiencia lee el primer texto y se anota el tiempo; luego hace la lectura del se- eundo y se cuentan los errores, las faltas cometidas, y al final se señala también el tiempo invertido. El índice de concentración está en este caso determinado por el tanto por ciento existente entre los tiempos invertidos en la primera y segunda lectura. El método de las variaciones medias consiste en tomar 12 ob- servaciones de comparación de una línea recta. Hay dos estímulos: uno permanente y otro variable El primero consiste en una línea horizontal de un decímetro, sobre un cuadrado, y eolocada a 50 centímetros de distancia. El segundo es una reglita eraduada de 20 em. de largo con una línea horizontal de la misma longitud. La práctica consiste en hacer seis observaciones a un lado de la luz y seis al lado opuesto, como para rectificar el error de espacio en eada una de estas seis observaciones. Tres aumentando y tres dis- minuyendo el estímulo variable para corregir el error de tiempo. Los dos últimos procedimientos son también muy interesantes. Consiste uno en la adición simultánea de tres dígitos durante tres minutos; se cuentan los errores, y el operador cubre con una car- tulina las cifras que acaban de escribirse. El otro, de muy difícil aplicación en la escuela, mide la amplitud de la atención, me- diante el taquitoscopio, aparato de exposición rápida donde se exhiben como material, puntos, letras, palabras, figuras geométri- cas, ete., que el sujeto nombra inmediatamente. Los cuatro primeros se recomiendan por su sencillez y pueden usarse en cualquier aula a poco costo. (£) Desarrollo de la atención en el nño.—Para poder apre- ciar la evolución de esta actividad ereímos necesaria la exposición anterior para que, por comparación, se puedan comprender las diferencias entre el estado adulto y el infantil. Ahora usaremos el método genético, y con su aplicación señalaremos las etapas dis- tintas de su desarrollo. Preyer en su conocida obra estudió el alma del niño, pero 18 : LUIS PADRO como la atención requiere mucha, demasiada introspección, se hace imposible examinarla en los primeros años de la vida infantil. A pe- sar de esta imposibilidad, y de la carencia de medios algunos datos han podido acumularse. Ribot denominó primarias las formas más simples de la atención; todo estímulo, cuando es intenso, encadena la atención y la voluntad del niño. Los primeros motivos que le atraen y divierten son los objetos brillantes, los colores llamativos y cuantos estímulos pueden satisfacer sus necesidades corporales. Después se amplía a límites mayores el círculo, y entonces enfoca otros estímulos distintos, de mayor fuerza intensiva, y más ricos en contenidos subjetivos. Según Messmer—citado por Rusk,—la fija- ción no aparece en el niño hasta los once años. Para Meumann (vid Rusk), sin embargo, esa aptitud aparece más temprano, a los cin- co o seis años, como hubo de comprobarlo mediante el taquitos- copio. En cuanto a las concomitancias orgánicas, es evidente que el niño exhibe mayor cantidad de procesos motores. Todo maestro sabe con cuánta energía atiende el niño: cómo arruga la frente, mueve los labios y agita la lengua cuando escribe. Estos signos no eviden- cian una atención perfecta, sino expresan y condicionan estados primarios de la misma. En experimentos sobre la memoria se ob- serva que solamente los sujetos no adiestrados son los que acompa- ñan su atención con movimientos o tensiones musculares exage- radas. Todo exceso de tensión motriz representa un gasto inútil de energía, y es nocivo, por tanto, para el desarrollo mental. Esto indica generalmente las diferencias existentes entre las formas de atención del niño y del adulto. En el curso de su evo- lución las diferencias van gradualmente desapareciendo hasta que el niño adquiere las cualidades típicas del adulto. Todos los méto- dos comprueban que la amplitud es muy escasa en los infantes, mientras es mayor en los niños de edad más avanzada. Los segun- dos perciben más cantidad de objetos que los primeros. durante la exposición hecha en el taquitoscopio. Por estas razones Griffing llega a la conclusión de que la atención es una función de crecimien- to individual, cuyo máximo desarrollo sólo se alcanza cuando el observador está bien desarrollado. Senet entiende, y para comprobarlo anota observaciones muy curiosas de distintos investigadores, que la atención sufre una evo- lución ascendente desde el nacimiento, y sólo se detiene en los al- bores de la senectud. Ese desarrollo creciente concuerda con la ma- LA ATENCION EN EL NIÑO 19 vor complejidad del tejido nervioso. El trabajo mental continuado en una dirección determinada, favorece el desarrollo de las ex- pansiones protoplásmicas y colaterales nerviosas, acreciendo las aptitudes para el trabajo intenso. El desarrollo de la atención, es paralelo al de los lóbulos frontales, según han confirmado las expe- riencias de Fleichsig. Por esas razones y los datos expuestos la evolución puede con- cebirse fácilmente a través de las siguientes fases. Esto es, atrave- sando las etapas que se exponen a renglón seguido. Primero se en- cuentran las características de la atención con su numeroso cortejo de fenómenos motores. Luego se complica y aparece la atención sostenida, menos rica en dinamismo. En las formas primarias del tipo infantil, la atención es sensorial, periférica enfocando sólo ob- jetos de sensación. En las superiores se enfocan estímulos internos, hechos de representación, y la atención es central o subjetiva. En la evolución, primero la atención se adapta con dificultad; luego toma fácilmente los estímulos e inhibe sin dificultad todos los mo- tivos de distracción. Como puede fácilmente observarse en el niño, las formas de la atención acusan una excesiva movilidad o instabilidad, un dina- mismo exagerado. En el adulto los datos de observación comprue- ban estados opuestos. No hay movilidad, se presentan menos pro- cesos motores y la atención es estática. Haciendo un breve resumen que compendie lo anteriormente indicado diremos que hasta los doce o trece años la atención infan- til presenta los caracteres siguientes. Es más simple y primaria que activa y volitiva. Más apta a las influencias disolventes de la distracción; no ofreciendo obstáculos ni resistencias, donde los fe- nómenos motores pueden engañar fácilmente. Es fluctuante, torna- diza y versátil. Cambia fácilmente de motivos y muy dinámica porque aplica todo el cuerpo para atender. (e) Educación.—Esta última parte constituye lo más inte- resante de toda la cuestión y también lo insoluble del problema. Se afirma por pedagogos de indiscutida experiencia que el método es el arte de suscitar, mantener y hacer evolucionar la atención es- pontánea. Y esta triple finalidad es muy difícil obtenerla. Cabe preguntarse: ¿cómo se alcanza, de qué modo se consigue, cómo se produce ? Para concebir la respuesta es preciso tener a la mano ciertos informes y datos que aún carecen de veracidad y exactitud. Antes 20 LUIS PADRO que todo, conviene conocer qué actividades, o qué objetos in- teresan la atención infantil dentro de cada una de las fases de su evolución ya expuesta anteriormente. Con datos no muy comprobados se conoce primeramente que en la primera fase tie- nen su aparición y desarrollo las primeras modalidades del instinto. Esa fase ciertamente discurre desde el nacimiento hasta los cuatro años como parecen evidenciarlo los datos de Preyer y de Griffling. En la segunda etapa pueden observarse la aparición e iniciación de ciertos hábitos que se fortalecen cuando actúa sobre los instintos una ejercitación adecuada. Esta discurre desde la edad anterior hasta los catorce años, con las variaciones del caso, teniendo en cuenta las influencias climatéricas y la virtualidad de la intervención docente. En la última etapa los hábitos se transforman mediante la ac- ción educativa, en sus dos formas, mediata e inmediata, y ciertos aspectos de la abstracción en superiores normas de conducta. Y al establecer ciertas harmonías entre la educación de la atención y las fases indicadas, el procedimiento más adecuado, estriba en do- sificar atinadamente los estímulos ofreciendo situaciones intere- santes. La educación suministrada, en cada caso, por los distin- tos establecimientos docentes, con especialidad los kindergartens y las escuelas primarias y superiores, aprovecha los instintos, substituye los hábitos o introduce otros nuevos aprovechando la espontaneidad variable en cada niño. La escuela debe situarse en local apropiado, pleno de luz y de aire, ¿onde el trabajo se realice en ambiente propicio, y donde no abunden las caras foscas y adus- tas que impongan terror o miedo, fortaleciendo ciertas inhibicio- nes y constriñendo la libre movilidad infantil. Deben abundar los estímulos, las situaciones de ambiente, los cambios de situación, y en suma, eliminar todo cuanto engendre monotonía y cansancio. Van-Biervliet, conocido pedagogo, ha propuesto como solución para educar debidamente esta actividad mental, una serie de ejer- ciclos, o mejor dicho, una serie de normas que a nuestro humilde juicio, no tienen una comprobación adecuada en la práctica. En- tiende ese autor que el desarrollo y cultivo de la atención se consi- gue a virtud de las prácticas siguientes, que sumariamos a fin de que pueda apreciarse su efectividad. 1.2) Obligando al sujeto de experiencia a vencer todos los obs- táculos que se oponen a la orientación de su actividad útil. 2.2) Enseñando a dirigir con prontitud la atención sobre ob- jetos o estímulos que el sujeto ha aceptado voluntariamente. LA ATENCION EN EL NIÑO 21 3.2) Enseñando por medio de esfuerzos eraduados y SUCesivos, de acuerdo con el desarrollo mental y físico del sujeto, a prestar atención. De este modo se va alcanzando en series sucesivas y as- cendentes la complejidad del proceso. 4.) Adiestrando con prácticas convenientes a fin de que los esfuerzos aumenten por grados la intensidad y la amplitud de la atención. Este último en edad más avanzada teniendo a la vista las disposiciones naturales del sujeto y los resultados obtenidos en los ejercicios anteriores. Arnold lleva sus normas hasta especificar la atención por ma- terias en cada disciplina escolar. Ante el discípulo que atiende debemos suministrar algo que sostenga esa atención. El verbalis- mo excesivo se opone a los buenos resultados, los estímulos visua- les son incompletos; lo único razonable sería poner bajo el alcance del niño algún trabajo que pudiera realizar. Todo esto es un pro- blema de metodología antes que de psicología tal como lo expone el autor que hemos citado. Bagley, por su parte, discurre también sobre el particular y pone a contribución su vasta ciencia y su ilimitada experiencia para solución del problema. Expone diversas leyes del fenómeno y estudia en cada una de- terminados factores, como el juego, la curiosidad, los contrastes, los incentivos, etec., que influyen en la educación y evolución de la atención. Sus normas como las de los dos autores anteriores, no resuelven el asunto de manera satisfactoria. Sin embargo convie- ne tenerlas a la vista y aplicarlas corrigiendo sus deficiencias. Los de Van-Biervliet son los mejor sistematizados y los más concordan- tes con el desarrollo infantil A pesar de todo la educación de la atención es aún un proble- ma insoluble para la Pedagogía. El maestro con unas cuantas re- glas o múltiples normas, no sale airoso y triunfante de su cometido. La Psicología le ha prestado algunos auxilios, le ha proporcionado datos valiosos; pero nunca podrá suministrarle el sello de divini- dad necesario para someter varios corazones infantiles al imperio absoluto de sus labios. BIBLIOGRAFIA Arnold, Félix.—Attention and interest-—New York, MacMillan Co., 1910. James, William.--Psychology.—Briefer Course, New York, Henry Holt, 1906, Kiilpe, O.—Outlines of Psychology.—London, MacMillan Co., 1909. 22 LUIS PADRO Ziehen, Th.—Psicología fisiológica.—Bailly-Balliére, Madrid, 1910. 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Seiler, 1906. JOAQUIN LORENZO * LUACES POR EL DR. EMILIO BLANCHET Catedrático del Instituto de Matanzas Oportuno sería que al siguiente ligero estudio sobre las pro- ducciones poéticas de Luaces precediera la biografía de éste; mas, por carencia de suficientes datos, me limitaré a escasas noticias. En 1826, nació en la Habana; durante algún tiempo, estudió el Derecho; y, al cabo, dedicóse enteramente a la poesía, olvidando que ésta, en los países de lengua española, recompensa con exigua eloria y scbradas privaciones y amarguras hasta los más esclare- cidos ingenios. Cariñosamente forzado por la amistad, publicó Luaces sus primeras composiones. Amantísimo de Grecia antigua, esplendoroso templo de las be- llas artes y letras, así como de la filosofía, evocaba con su fogosa y rica imaginación á Leónidas inmolándose en las Termópilas, las batallas de Maratón y Salamina; escuchaba a Sócrates y Demóste- nes; se embelesaba en el incomparable Partenón. Agonía moral sin término debió ser la suya, viviendo en una sociedad indife- rente casi toda a los encantos estéticos, entregada al mercantilis- mo o la molicie, servilmente sumisa a los gobernantes; oyendo con frecuencia el estallido del látigo y los ayes del esclavo. ¡Y él, ge- nuino poeta, idealista sincero, ansiaba proezas para asuntos de sus odas, los tesoros artísticos de Italia, los paisajes de Suiza, la vida intelectual de París o Alemania! Alcanzó la trágica época de O'Donnell; sintió, por decirlo así, estremecerse bajo sus plantas la tierra cubana, anunciando el gran terremoto social de 1868, tan fecundo en santas aspiraciones, en desengaños, en desventuras, en horrores! En vez de excitar indirectamente el patriotismo cele- brando a héroes erjegos, apetecía ser el Tirteo de sus compatriotas, combatir por su libertad; pero no se lo permitía su endeble salud. Destino cruel! Falleció días antes de celebrarse en el Liceo haba- * Este era su apellido paterno. 94 EMILIO BLANCHET nero la victoria literaria por él obtenida con su oda El trabajo! Con deliciosa naturalidad, fluida versificación, buen colorido local, lindos rasgos de ternura, sobre asuntos campestres, cubanos, compuso Luaces romances, tan recomendables, por lo menos, cual análogas producciones de Vélez Herrera, afamado por su destreza en pintar escenas y tipos de nuestros campos. Gracioso es El sinm- sonte; bello, Nobleza; muy sentido y amoroso, Confianza; admira- bles, Soberbia, Desquite, Celos; qué bien expresa Quejas el rendi- miento de un enamorado no correspondido! En Desdenes, juicio- samente y con punzante burla reprende una ¡joven a interesado pretendiente, como prueba este fragmento: Que preguntaste en el pueblo si es de mi padre la estancia y que hiciste un gesto amargo al saber que era arrendada; mas que luego te animaste al ver lo que redituaba y lo fértil de las tierras que hay del valle a la cañada. Sé que también indagaste si las piedras de mi adorno eras finas o eran falsas... No son esos los informes que inquiere el hombre que ama, si la avaricia no ha echado honda raíz en su alma. Por nadie has averiguado si soy ¡joven recatada; si mi padre es hombre honrado * ni si fué mi madre casta; si tengo el genio apacible; si hay en mi conducta mancha; si soy una buena amiga y seré buena casada. Y esperas mal, esperando que a ti vuelva la mirada, porque un alma que se vende ninguno debe comprarla y si la quisiera alguna, sólo por extravagancia, un doblón daría por ella, no el amor de una muchacha. * Se descuidó Luaces, terminando en ado tres versos impares seguidos; antes, usó un verso libre donde correspondía uno asonantado. JOAQUIN LORENZO LUACES 25 En La ausencia ocurre este recomendable trozo: Aquella palma criolla, la palma de los recuerdos, a cuyo pie se elevaba aquel agradable asiento donde, fingiendo decirme traidoramente un secreto, en la abrasada mejilla recibí tu primer beso, del cereado forma parte que encierra el limpio terreno donde las vacas retozan con sus manchados terneros. . Si no me adoras, ingrato, no me lo digas, al menosj En El ¡uerto de Guanajay, cuadrito excelente, figura un galle- ro que, en un minuto, había jueado hasta dos años del sueldo que eanaba trabajando de mayoral; descríbese acertadamente una pe- lea de gallos. Preseripciones y Provocación parecen páginas del romancero de El Cid; en el comienzo de Casiigo, epílogo de la últi- ma poesía mentada, leemos: Puedes decir a tu padre que el insulto está vengado! Puedes decir que me quieres! Puedes vestirte de blanco! J"en passe et des meilleurs. Indudablemente son los romances de Luaces uno de sus más seguros títulos á la gloria. Sin embargo, quién los recuerda en Cuba? Como Lupercio Argeñnsola y Arquijo, sabía Luaces cincelar sonetos; de manera palpitante, describe en La salida del cafetal un caballo: Tasca espumante el argentino freno El bridón principeño generoso; Enarca el cuello en ademán rijoso, De noble ardor y de soberbia lleno. La dura boca en el membrudo seno Exhela un resoplido estertoroso Y bate con estrépito ruidoso Con fuerte callo el desigual terreno. 26 EMILIO BLANCHET Suelta la crin de la ondulante cola, Abierta la nariz, el ojo esquivo, Poco es el llano a su impaciencia sola. Salta mi bien, al fin; toma el estribo, El restallante látigo enarbola Y parte el bruto, con su carga, altivo. En el séptimo verso, deploro dos lunares: el de parecer boca sujeto de dos oraciones, siéndolo de una solamente; es ripio gran- de calificar de ruidoso el estrépito. La orgía romana, célebre cua- dro de Couture, inspiró a Luaces el soneto de igual título; en el dedicado a Junio Bruto, se atribuye a este cónsul la siguiente ex- clamación, oportuna y bella: Jmuerecia ha muerto, pero Roma es libre! ¿Cómo pudo el autor llamar a Marco Bruto Atlante que la pa- trig sostenta? Ni hubo tal cosa ni con él murió la libertad romana, extinta desde mucho antes. En el cuadrito La muerte de la bacan- le, ésta, yacente en un camino, a efecto de la embriaguez, y ardien- do en lubricidad, rabia de verse sola y, sin embargo, expira go- zando: contradicción reparable! Con este raseo hermoso termina el soneto sobre el levanta- miento del país lombardo-veneciano contra el Austria: Y exhaustas ya las generosas venas, Sólo pueden alzar en monumento Venecia ruinas y Milán cadenas. Casi la mitad de los sonetos de Luaces permanece inédita, se- eún he leído. Con poca fortuna, escribió Luaces poestas morales, tal vez por rivalizar con Milanés. Al oir el nombre del mentado género, frun- cen muchos el ceño, recelando sermoneo fastidioso; pero es injus- ticia notoria, cuando sabe el autor ofrecer cuadros interesantes, ensalzar dignamente hechos heroicos, de donde infiera por sí mis- mo el lector saludables enseñanzas y le resulten estímulos nobles. En artístico plato de oro, ha encontrado manjar provechoso y ex- quisito. Recuérdese a Píndaro, águila del lirismo; al reflexivo Ho- racio, tan dado a consejos; a Schiller, con su Infanticida y La Campana; a Víctor Hugo y su Oración por todos, Mirada a una boardilla; Lonefellow y su Excelsior, Salmo de vida, La construc- JOAQUÍN LORENZO LUACES 27 ción del barco. ¡En esencia, qué son las odas heroicas y las filosófi- cas, sino excitaciones a la virtud, a cuanto ennoblece la humani- dad? Siga el poeta el rumbo que le plazca, siempre que nos haga “sentir, pensar, nos cautive con la belleza u hondamente nos mue- va, nos lleve a vislumbrar lo infinito, en la sublimidad. No descuellan las poesías morales de Luaces, como atestiguan La madre infame, La aguja y los alfileres, La joven mendiga, La flor en el cieno, Rosa, la hija del artesano. Sin embargo, en la pri- mera leemos: y Que no oculta la huella del delito El brillo temblador de los diamantes. La doncella que presta al loco amante La llave del honor, en el misterio, Fácil es prostituya, en adelante, El tálamo nupcial al adulterio. Hablando del expósito, exclama el autor: Y es fruto del amor; entre placeres . Y apasionados raptos concebido! Y luego... ¡y tales madres son mujeres! Abandorado al hambre y al olvido! Por extremo sorprende encontrar en la composición este verso: Miréis espectro de apostura umbría y lo mismo sucede con tormenta borrascosa, en La joven mendiga. ¿Cómo no advirtió esas eraves faltas escritor tan esmerado e ins- truído? No fué acierto, ni con mucho, en La aguja y los alfileres, convertir éstos en distintivo de la aristócrata opulenta, con visos de liviana. Apruebo esta máxima: Que la mujer esclava de las modas Las alas tiende con que vuela al vicio, no así la interjección fina Alfiler tentador, yo te desprecio! ¿No usan acaso alfileres la dama y la hija del pueblo? 28 EMILIO BLANCHET Contemplando a una joven mendiga, con fundamento sobrado dice el poeta: Que no tiene el honor en nuestra vida Enemigo mayor que la pobreza. Más adelante agrega: ¿Mirarla no es terrible Sola y hermosa... joven... y mendiga? La mejor composición de la serie que vengo examinando es La vida, muy celebrada por Mitjans. El poema Cuba, de cuatrocientas octavas reales, distribuídas en cuatro cantos, es brillante y oriental derroche de fantasía y her- mosas estancias, imitando el autor al millonario que, en sólo una fiesta, disipa inútil e irreflexivamente un caudal. Ni en manos de tan verdadero y hábil poeta como Luaces, produce hoy efecto la Mitología. El, procurando justificar su error, dijo en una adver- tencia: “Como he tratado de rendir culto a las exigencias del siglo en las más de mis composiciones, he creído que podía dar algún esparcimiento al espíritu, emprendiendo una obra de mera fan- tasía. ” * Mostrando a diversas personas ilustradas el trabajo, opinaron unas que debía conservarse; otras, lo contrario, condenando la vo- laptuosidad de varios trozos y el empleo de la Mitología. Substan- cialmente, dicho poema es una alegoría tocante a la formación de Cuba, desprendiéndose de Yucatán. 140 La molicie de la sociedad cubana en aquella época, según sos- pechó Fornaris; a mi parecer, el entusiasmo por Grecia antigua, sugirieron a Luaces 116 anacreónticas (locales, 85; mitológicas, las restantes), granjeándole, si bien era extemporáneo el género, más lectores que sus obras capitales. Están escritas en armoniosos heptasílabos y ofrecen fugaz y grato pasatiempo, sin desmerecer de Villegas ni Meléndez, como puede comprobarse con la La estatua de Cupido, El secreto, Las ciencias, La copa, Invitación al amor, La abeja y los panales. Dadas las diferencias mil entre el siglo de * Revista de Cuba, t. Xx, págs. 4123. JOAQUIN LORENZO LUACES 29 Anacreonte y el nuestro, sólo muy lejos puede un poeta moderno seguir las huellas del placentero cantor nacido en Teos; bástale conservar la índole de sus composiciones. En la tarea, no faltan a Luaces travesura ni gracia. En semejantes retozos y vuelos de ma- riposa, se nos presenta como Hércules entretenido en tejer guir- naldas. Unánimemente conceden a Luaces eminencia en las odas filosó ficas y las heroicas. Poeta legítimo, de alto vuelo, de la estirpe de Herrera, Quintana y la Avellaneda, puso a disposición de su estro versificación espléndida, amplios conocimientos, dominio del idio- ma, envidiable gusto, sólida cordura. Canta por espontánea inspi- ración, por imperiosa necesidad de comunicar nobles pensamientos, profundas meditaciones, sentimientos generosos; canta como en- tre solemnes murmullos; alza el cedro del Líbano su copa, cual se remonta el cóndor, victorioso rival del águila; jamás pulsa la lira por aplausos y dinero, indiferente el alma. En sus odas percíbese el trabajo del poeta erudito; no suelen embelesarnos la ternura ni aquel amor al campo que dictó a Virgilio deleitables versos; mas, si anheláis el belicoso ardor de Tirteo, pindárico homenaje a las grandezas de la civilización y sus campeones, quedaréis satisfechos. Creyérase salmo de David la Oración de Matatías; respira el bélico ardor, el fanatismo, de un sectario de Mahoma, en la época de la propaganda con el alfanje, el Canto de Kaled; se le asemeja el del Cosaco, en brío. Rebosa éste en la estrofa última, que dice: A la muerte, al combate, al saqueo! hurra al ezar, al señor de la tierra! rompa audaz nuestro canto de guerra de los cielos el cóncavo azul! El vapor de la sangre vertida yergue al fuerte y al débil agobia... como a Varna, París y Varsovia, hollaremos la regia Stambul. ¡Cuán estérilmente lanzó Luaces una Invitación al trabajo y la concordia, donde se encuentran estos versos: Atrás! atrás! espíritus mezquinos, Almas sin fe, generación bastarda; De vosotros no espera sus destinos La patria que, por ásperos caminos, Con firme pecho al porvenir aguarda, 30 EMILIO BLANCHET En la celebrada Caída de Missolonghi, palpitante de vida energía, señalo estos lugares: V Primero que la mano a las esposas, Presentar al acero el corazón! Antes que el cuerpo al vencedor lascivo, El alma dar econ entereza a Dios. Las sombras ya palpitan de entusiasmo De vuestros nobles, bravos ascendientes. AMí está Maratón! Mirad, valientes, Dónde Platea y Salamina están! Cuando triunfantes del Islam impuro La santa eruz elevaréis, gloriosa, Rompiendo el mármol de la tumba honrosa, Vilopemén la frente asomará. Duele tropezar en poesía tal con este galicismo: “Si el turco se debate.?” ¡Con qué maestría y cuánta elevación de numen pintó Luaces el hundimiento de Varsovia y el último día de Babilonia! Austero como Daniel y pregonando importantes verdades, contempla el poeta la orgía final de Baltasar en salón deslumbrante, los encan- tos y atavíos de beldades, la pompa de los magnates; aspira los aromas de flores, exquisitos manjares y pebeteros; deléitase con la música de instrumentos y armoniosas voces. Súbito, resuenan la oritería de los persas invasores, el choque de las armas; surcan lla- mas la humareda del incendiado alcázar, cúmulo de preciosidades; por fin, encadena Ciro a la soberana del Eufrates, ciudad de mura- llas y pensiles prodiglosos. Place en La luz cómo describe Luaces la creación, bañada por tan mágico finido, fuente de bellezas infinitas; pero causa penosa extrañeza que, entre sus beneficios, puerilmente mencione el de facilitar a enamorado mancebo la delectación de ir contando las hebras que forman la cabellera de su amada; * hasta es inverosí- mil entretenimiento semejante. En cambio, apenas habla del iris el autor, del iris, puente quizás ideado para que bajen a la tierra las ilusiones más puras y poéticas; olvídase el espejismo, singular fantasmagoría, pasatiempo de hadas traviesas, el arte fotográfico, * No pudiera el garzón, hebra por hebra, De la virgen hermosa Contar, rizo, el magnífico cabello. JOAQUIN LORENZO LUACES 31 hoy auxiliar de industrias, de ciencias, por ejemplo, la astronomía, para copiar instantáneamente fenómenos de los astros. ¿Cómo se olvidó la aurora boreal, hija de la electricidad ciertamente; pero que de la luz recibe atractivo incomparable ? Bien merecido homenaje tributó Luaces al ilustre D. Felipe Poey, dedicándole su oda filosófica o poemita. didáctico La natura- leza, ya descripción, ya elogio del universo. A la par que celebra Mitjans su estro y pompa, confiesa que, hasta cierto punto, es un inventario de los reinos animal, vegetal y mineral. * En el preám- bulo dice el autor fundadamente: El verso desbordado Se precipita audaz y se resiste, Aunque mi pecho fatigado gima, Al verse entre las redes subyugado Con que humilla al poeta electrizado La pompa estéril de la inútil rima. ¿Para qué vate, aun de los mayores, no ha sido muchas veces el verso un lecho de Procusto y, el consonante, una sirena pernicio- sa? Al punto que, en manos de Chateubriand y Lamartine, ha llegado la prosa, con ésta cumplidamente se expresa la poesía, quiero decir, cuanta belleza o sublimidad atesoran el mundo físico y el moral. - Por abarcar demasiados seres y objetos, casi nunca principales, resultó frío y vago un bosquejo para cuyos trazos era tan adecua- da la musa de Luaces. ¿Por qué no se detuvo en el sol, regulador y alma de planetas, manantial de bellezas y beneficios innumera- bles; en la Vía láctea, donde se aglomeran millones de estrellas, ca- mino de las almas en su regreso a Dios, conforme a bella supers- tición india; en las providenciales corrientes oceánicas, proveedo- ras de frescura o calor a diversos países? Olvidó los huracanes, que desarraigan, cual yerbecilla, árboles corpulentos, derriban edi- ficios, estrellan enormes bajeles; las inundaciones del Nilo, anti- guamente atribuídas a una piadosa lágrima de la diosa Isis y que salvan de esterilidad y muerte a Egipto; los terremotos, que ma- tan a millares de personas, reducen a escombros ciudades populo- sas y hacen desaparecer en dilatada grieta del terreno una aldea, como en las fauces de la ballena mísero pececillo. ¡Qué bien hu- biera descrito el poeta las cascadas del Ieuazú, el salto del Te- * Ob. cit., pág. 300. * 32 EMILIO BLANCHET quendama, lagos tan divinos cual el de Como, el de Zurich, el Le- mán, los arrebatos del Amazonas, que arrasan caseríos y selvas, el manto imperial de sus aguas, donde lucen seiscientas islas y la in- mensa Victoria regia; los Andes, con sus páramos, sus abismos, sus tremendas borrascas de nieve, sus portentosos volcanes, por ejemplo, el Cotopaxi, el Sangay, y el recuerdo del sublime general San Martín. La bella oda Ultimo amor, concluye dignamente así: El corazón, con rápido latido, ““Cantor, con una amante, Así me dice, encontrarás consuelo. ?? Yo quiero obedecer. ¡Arda incesante El fuego del amor! Venid con rosas, Ch, driadas de mis campos, amorosas! Alzad al cielo un himno delirante! Mirad mi desposada! Lluevan flores! Yo, Cuba, te proclamo La virgen de mis últimos amores! A instancias de D. José Ramón Betancourt, autor de la novela La feria de la Caridad, compuso Luaces un canto en honor de Ci- ro Field, y muy merecidamente obtuvo el primer premio en los juegos florales celebrados en 1859 por el Liceo de la Habana. En la brillante estrofa primera, nótase la incorrecta transposición: De buena voluntad paz a los hombres! Sin duda sería preferible llamar puente y no sierpe al cable sub- marino, por existir mayor semejanza en su destino y, también, porque implica maldad el segundo nombre mentado. Celebro el rasgo contenido en este renglón, refiriéndose al An- tieno y el Nuevo Mundo: S1 Dios los separó, Field los enlaza. Propios son de la oda heroica los siguientes versos: A tu sonoro acento, El eléctrico alambre se escondía Y al encendido oriente Y pálido occidente Como rayo flamígero corría, Los ocultos abismos visitaba JOAQUIN LORENZO LUACES 33 Y a las opuestas playas se acercaba. Llegó, por fin, llegó! De lo profundo, + Incólume surgió! Cielos, victoria! Oh, triunfo digno de eternal memoria! Cumplida está la comunión del mundo! Continuando la estrofa, dice el autor que las naciones, ligadas por el poder magnético, se agrupan en legiones y, aunque perezcan todas las naves del mundo, quedarán congregadas. Juzeo inadmisi- bles, por impropias, las palabras subrayadas. Á veces incurre Lua- ces en defectos fácilmente evitables y que no se esperaban de eseri- tor tan bien dotado y estudioso y que mucho se esmeraba en sus producciones. En la misma composición merecen recordarse los siguientes Versos: Ciro, Cambises, Alejandro, César! Pasad en vuestros carros y corceles, Que de cien pueblos la eerviz hollaron! Pasad! Vuestros estériles laureles El incendio y la muerte marchitaron, Pero no los de Field... Ellos florecen Y sin sangre ni llanto reverdecen. Vedlo si no! Con diestra inmaculada Del sabio ilustre conquistando el solio, Ha subido al moderno Capitolio, Laureado y solo, sin pavés ni espada. No creo a Cambises digno de citarse con Ciro, Alejandro Magno ni César. No era Field un sabio, sino un hombre emprende- dor, de perseverancia y energía sumas, gracias a las cuales realizó una maravilla, dando extensión inaudita a un medio de comunica- ción ya usado en varios países. Infinído Luaces por el notable abogado y filósofo D. José Ma- nuel Mestre, escribió en doce día, para los juegos florales del Liceo habanero, en 1867, su oda El trabajo, que, sin haberla leído, alaban algunos. Unánimemente y con entusiasmo, asignóle el primer pre- mio el jurado, en que figuraban Mestre y Piñeyro. En admirables estancias, contrasta el autor los recursos de que nacen provistos los animales y, en igual caso, los del hombre, quien desquítase después, dominando el mundo con su inteligencia y el trabajo, Bien dice Luaces: 34 EMILIO BLANCHET Y ¡guay del pueblo que, en quietud culpable Y en enervante ociosidad, dormita! Mirad la feria estable Del profanado golfo de Guinea!... AMí donde sus ramos vigorosos Extiende el baobab; con anchos ríos, Profundos lagos y altaueros montes; Bajo un sol esplendente, Perfumes aspirando en el ambiente; Selvático, feroz, sórdido, insano, Parece herido en la tostada frente De eternal maldición el africano. Danle en vano sus tierras a porfía Los frutos de más precio, Que desdeña con rudo menosprecio Su selvática y rústica apatía... *“Derriba el árbol por lograr el fruto?”, Y rendido a medroso vasallaje, Déspota en el hogar, siervo en la plaza, Por esposas austeras * Adopta esclavas, yermos por fronteras, Por víctima aceptable, al menos fuerte, Monstruos por dicses; por monarcas, fieras; Por código el terror, por ¿juez la muerte. En Síbaris vemos las grandezas del trabajo reemplazadas por la infelicidad y el envilecimiento, amareuísimos frutos de la moli- cie y ociosidad. Gallardamente describe el poeta los bienes y mara- villas que, de su laboriosidad, obtienen las naciones cultas y aeti- vas; en arranque propio de su patriotismo, pide a los cubanos que imiten modelos tan nobles. Al proclamarse el nombre del vencedor preeminente en los juegos florales antedichos, el brillante concurso reunido en el Li- ceo habanero supo con emoción profunda que ya dormía en el se- pulero el digno cantor del trabajo. Cual guerrero que perece ape- nas realizada una hazaña, expiró Luaces legando a su patria gelo- riosas rimas. No le permitió la muerte escribir su proyectada com- posición en alabanza de Juárez. Afanóse Mitjans en demostrar que, por sus odas, a Luaces y no a Heredia corresponde ser colocado después de la insigne Avella- * Opino que, por la tiranía del consonante, impropiamente usó aquí el autor la palabra austeras. JOAQUIN LORENZO LUACES 35 neda. Creo vanas y aun expuestas a injusticias comparaciones se- mejantes, por cuanto no puede medirse con matemática exactitud el mérito literario. ¿No basta con saber que era notable el de Luaces? Con asombro del sentido común, aseguró D. José Forna- ris que principalmente dimana la energía poética de aquel de usar muchos adjetivos rotundos y onomatopéyicos, como triforme, rijoso, membrudo, truculento; sustantivos tomados de la historia y la mitología, como Eumérides, Tebaida, trípodes, hecatombes; frases que expresan con vigor la acción, como taladra el Suez, fata- ga a los dioses, lanza el Egeo al Arábico. * ¡De qué hubiera servi- do indumentaria tal a un cuerpo mezquino y feo? Según Piñeyro, “ascendía (Luaces) en su vuelo lírico a cum- bres a que Heredia y la Avellanada únicamente llegaron, a que no alcanzó ningún otro poeta cubano, pero faltáronle las gracias seductoras de estilo y de lenguaje que van derechamente al cora- zón. No nos ha legado una sola de esas composiciones espontáneas, armoniosas en todas sus partes, que se graban en la memoria y pa- san de boca á boca.?” Escuchemos a Menéndez y Pelayo, coloso de la literatura espa- ñola: ““Nos parece el tercero en mérito entre los poetas de la isla, inferior a la Avellaneda, a quien por todo género de razones co- rresponde el primer lugar: inferior también a Heredia, pero su- perior a todos los restantes. Su entonación es la de Quintana o más bien la de Tassara, cuya influencia en la poesía americana ha sido extraordinaria. * Versificador robustísimo Luaces y enamorado en demasía de la pompa y rotundidad del período poético, suele abusar de su fuerza y caer en lo enfático y deelamatorio, que son el escollo del género en que principalmente hubo de ejercitarse. Pero es grande la pujanza de su fantasía e irresistible el empuje con que corre en sus estancias el raudal de la palabra sonora, ven- ciendo todas las esquiveces y reparos del gusto. La sobriedad era incompatible con su índole; pero en medio de su abundancia des- pilfarrada y viciosa y del continuo alarde que hace del vocabula- rio descriptivo, tiene, mo obstante, relativa corrección de gusto y de lengua, muy rara en los poetas cubanos de la última era. Por naturaleza propende a las regiones más elevadas del arte lírico...?” * Para la sección cubana de la Antología de poetas hispano-ame- * Revista de Cuba, t. X., págs. 562-3. * Esto es inexacto relativamente a Cuba. * Antología de poetas hispano-americanos, t. 11, Introducción, págs. XLVI y VII. 36 EMILIO BLANCHET ricanos escogió Menéndez y Pelayo La naturaleza, el Canto de Ka- led, La muerte de bacante, El último día de Babilonia, Caída de Missolonghi, La luz, La oración de Matatías, El trabajo. HI En Europa, un triunfo escénico recompensa al autor con lau- reles y considerables ganancias; en Cuba, si por gran casualidad se representa la producción de un hijo del país, mezquino por ex- tremo resulta el fruto en gloria y dinero. Las huenas compañías dramáticas, a su paso más o menos rápido, no suelen prestarse a estudiar obras nuevas, porque traen repertorio ya sancionado en Madrid, y muy practicado; por otra parte, el público siente des- vío por las piezas que la antedicha capital no haya refrendado. Vo- cación irresistible necesitó Luaces para escribir composiciones tea- trales sin probabilidad de que pasaran por el erisol de la represen- tación. En la primera de las tres guerras suscitadas por la ambición lacedemonia a Mesenia, * llesó ésta a verse en situación desespera- da. Consultado el oráculo de Delfos, exigió la inmolación de una virgen de regia estirpe, señalada por la suerte. Anulado, por erró- neo, el primer sorteo, brindó su hija el valeroso príncipe Aristo- demo, impulsado por fanatismo patriótico y religioso; quizá bus- cando popularidad que, en futuro día, le encumbrase al trono. En vano, el amante de la doncella manifestó ficticiamente,, por salvar- la, que ella le había sacrificado su honra. Enfurecido Aristodeme, consumó la inmolación. Por ésta y su mérito militar, le ciñeron la corona, así que, en una batalla, pereció el soberano. Aunque mejo- ró para Mesenia la lucha, como en premio celestial a su terrible holocausto, en sueños vió Aristodemo a su hija, vestida de negro y mostrándole su herida, en reconvención abrumadora y silenciosa, que le movió a suicidarse, expiatoriamente, sobre la tumba de la víctima sin mancha. Como al insigne poeta italiano Monti, a Luaces parecieron los referidos sucesos adecuado asunto para una tragedia; pero, consi- derando fundadamente que la sencillez de Sófocles y Eurípides no eustaría, en análogas obras, a un público moderno, complicó su trama, introduciendo el criminal y frenético amor de Theon, sumo * País fértil, hermoso, abundante en ganado, inmediato a Laconia; la primera lucha con ésta duró de 744 a 724 A.C, y le resultó adversa, JOAQUIN LORENZO LUACES Ey sacerdote de Júpiter, y el enlace de Cleonte y Aretea, hija del pro- tagonista. Por no haber sido fiel al molde helénico, tachan de fra- casado a Luaces los notables literatos D. Aurelio Mitjans y D. En- rique Piñeyro. Es verdad, si él intentó, lo cual no consta, una com- posición digna de incorporarse a la serie de Edipo rey, Antígona, Medea, Hécuba, Prometco encadenado, etc. Para ningún género li- terario existe un patrón exclusivo, invariable: si consiste la trage- dia en una acción desarrollada entre personas de alta categoría y donde la puera de las pasiones e intereses alcanza la mayor vio- lencia y produce temerosos efectos, ¿quién podrá, con justicia, ne- gar a Luaces la gloria de haber escrito, en Aristodemo, una verda- dera tragedia, que subyuga nuestra atención y conquista nuestros aplausos con bien trazado plan, oportunos incidentes, admirables peripecias, caracteres muy verosímiles y bien sostenidos, diálogo vivo, natural, versificación sobria, robusta? Esta peca por dura en alguna que otra ocasión; los que en ella censuran poca melodía ol- vidan que, en una obra de teatro, es menos necesaria que en la oda, en la elegía. Aunque someramente, analizaré la mejor producción dramática de Luaces, comprobando mis asertos. Comienza el primer acto do- liéndose el príncipe Aristodemo y el sumo sacerdote Theon de los desastres patrios y se van indicando el carácter de cada personaje. Al querer el último atribuir a los dioses irritados el infortunio de Mesenia, cual harían en semejante caso colegas de cualesquiera otras religión y tierra, ya en la antigúedad, ya en nuestra centuria, prorrampe enérgicamente Aristodemo: Qué!, los dioses? Calla, Sacerdote de Júpiter, y escucha, Que a hablarte voy como los buenos hablan. Tú sabes mi piedad... Del fiel, del justo Apito descendiente, aquí en mi alma Reina la religión. En los consejos, En el duro estridor de las batallas, En el hogar doméstico, me has visto Venerar a los dioses. En sus aras Perfumes exquisitos he quemado, Sus paredes cubrieron mis guirnaldas, Mis trípodes sus pisos; sus columnas Con mis victorias su labor esmaltan, Y de cien hecatombes con la sangre, Por mi entusiasta mano derramada, He bañado, en solemnes sacrificios, 38 EMILIO BLANCHET El blanco pedestal de sus estatuas. Pues bien... Si yo creyese un solo instante Que esas deidades, por mi amor honradas, Entregasen la mísera Mesenia Al yugo de ese pueblo que levanta Sobre el Eurotas la soberbia frente, Que herir debiera celestial venganza, Si esos dioses, repito... ¡Dioses que hicieran con Laconia alianza No pueden ser mis dioses! Deseando Aristodemo alejar del teatro de la guerra a su hija Aretea, por él adorada, proyecta casarla con el hijo del soberano de Arcadia; pero ella, secretamente esposa de Cleonte, rechaza el enlace, que desaprueba el infame Theon, apasionado de la joven. De momento en momento, se van vislumbrando próximas catástro- fes y desventuras. Arrepentida Aretea de haber contraído vínculos no sancionados por Aristodemo, dice: Desde entonces, oh, cielo, desde entonces Por las Furias sin tregua atormentada, Ni un instante consigue de reposo La hija criminal... Ni mis plegarias Ni mis ofrendas ni mi llanto pueden Tranquilizar mi espíritu. Asustada Me encuentro siempre, y al ligero ruido Que forma en estas bóvedas el aura, Me parece que el rayo del Tonante Sobre mi frente criminal estalla. En todas partes la terrille sombra Contemplo, de mi padre; su mirada Me llena de pavor, y su voz ruda Retumbando cual trueno en la montaña, Me grita sin cesar: ** Maldita seas, , Hija cobarde, corazón de esclava! ?” Anunciando los clarines que ya se encaminan al combate los guerreros, despídese de su esposa Cleonte, mostrándose ambos tan- to cariño, que excitan la rabia del sacerdote. En el segundo acto, conferenciando Theon con su inferior Me- las, dócil instrumento suyo, revela más su iniquidad, pues confie- sa que él mismo facilitó la secreta unión de Aretea ,quien, ligada a él como cómplice, accedería sin duda a sus deseos. Va a recibir un oráculo de Apolo, por él amañado, nueva malla de la red que JOAQUIN LORENZO LUACES 39 está preparando contra su víctima futura. En la escena III, exi- giendo Theon los favores de Aretea, estréllase en su ingénita hon- radez y fidelidad conyugal. Amenazada con estas palabras: La humilde sierpe Que hollaste con el pie, de rabia henchida, Sacude el estupor, se desenrosca, Espesa espuma y tósigo destila Y se revuelve... y amenaza... y muerde, responde ella : Más horrible parece cuando silba. Después, altivamente, al oir esta jactancia, Los hombres y los dioses me obedecen... Sacerdote soy yo! replica: Y yo... Apetida, esto es, de regia cuna. Sobrevienen Critias, presidente del Senado, varios miembros de éste y Cleonte y tras participar a Theon el primero derrota re- ciente y la muerte del monarca, peleando con denuedo, pídele que sugiera un medio salvador. Aquel sacerdote, siempre fijo en su recóndito designio contra Aretea, indica un sacrificio humano para propiciar a Júpiter. Fundadamente responde Critias que hazañas, no imploraciones al cielo, necesita en aquel conflicto la patria. En hermoso arranque, así se expresa la mujer de Cleonte: ¿Y olvidadas Dejáis vuestras mujeres, vuestras hijas? Qué! Nosotras, mujeres de Mesenia, Por infamante miedo pavoridas, Veremos impasibles que sucumba El último baluarte donde brilla La santa libertad?... Sólo daremos A tanta sangre con furor vertida, De los ojos el llanto miserable, Que nunca supo rescatar cautivas? 40 EMILIO BLANCHET A mi acento, Las mujeres mesenias reiinidas, Volarán a salvar a sus esposos Y a sus padres con noble valentía, Transportando a sus pechos desmayados El patriótico ardor que nos domina. Armas tenemos! Después de vigorosa descripción de la antedicha batalla, hecha por Aristodemo y Cleonte, sucesivamente, es aclamado rey el primero. o En el tercer acto, entrega Melas a Theon el rollo de papiro don- de está el falso oráculo encargado por él a su deudo Sofonisbo, sumo sacerdote en Delfos, y en el cual, para salvación de Mesenia, preseríbese el holocausto de una virgen por cuyas venas corra san- ere de Alcides y Apito. Entretanto, aconseja Critias al nuevo sobe- rano el casamiento de su hija y Cleonte, a fin de formar dinastías. Examinado bien el asunto, consiente Aristodemo. En una confe- rencia con Aretea, fíngese arrepentido Theon y logra ser perdo- nado y, además, el juramento por la Estigia, el más formidable, aun a los dioses, de no revelar jamás, jamás, que, por ministerio suyo, estaba ella casada con Cleonte. ¡Cuán propia de la tragedia antigua es la horrible imprecación del sacerdote en tal cireuns- tancia! ¡Parcas, furias, Divinidades todas del Cocito, Testigos sed! Si al juramento falta , Despedazad su cuerpo endurecido; Que escuche siempre el moribundo acento De las sombras del Tártaro; en su cinto Entretejed mil hórridas serpientes Que en su vil corazón encuentra nido; Que la persigan en la noche y día Clamores tristes, espantables silbos, Ayes de muerte, llantos infernales, Carcajadas, lamentos y rugidos... Que al morir, en su cuerpo, abandonado, Sin fúnebres honores, hunda el pico Bandada espesa de voraces buitres. En tanto que su sombra, con gemidos, Vague por las regiones del Erebo, Sin reposo encontrar siglos y siglos. ¡Cuántos diabólicos artificios contra una mujer inocente! No satisfecho el monstruo, exige a Melas, en nombre de Júpiter, que » JOAQUIN LORENZO LUACES 41 en el próximo sorteo de la víctima, aunque empleando fraude, sal- ga designada Aretea. Concluye el acto comunicando Critias a Theon, de parte de Aristodemo, el mandato de casar, al siguiente día, a dicha princesa con Cleonte. Regocíjase Theon viendo aproxi- marse la realización de su venganza. El sorteo de la hostia propiciatoria sirve de materia al cuarto acto. Ensañado Aristodemo por Theon, cree seguro el sacrificio de su hija y, en elocuente monólogo, muestra la lucha entre el amor paternal, en él muy vehemente, y el patriotismo, victorioso, al cabo. Considero sublime la exclamación final: Alza la frente! Yo soy Aristodemo! Las justas objeciones de Critias a la proyectada inmolación no corresponden a un griego de aquella centuria, sino a un filósofo de nuestros tiempos. Por inexplicable ofuscación de Melas, no co- mete el último la superchería dispuesta por Theon y, en conse- cuencia, sale de la urna el nombre de Ifita, hija de Licisco. Feliz pincelada de Luaces! Atribuyendo Melas su insistente error a Mi- nerva, afirma a Theon haber visto el airado semblante de aquella diosa, la cual reprobaba el engaño. Contesta el sacerdote: Miserable! Tú te burlas de mí! Grandioso y muy terrible es el quinto acto, donde revienta la tempestad, cuyas nubes han venido acumulándose. En la primera escena, oprime a Theon profunda tristeza, quizá por espirante destello de conciencia; quizás pensando en la definitiva desapari- ción de la mujer codiciada. Creyendo Aristodemo segura la inmo- lación de Hita, exáltase con la esperanza de que luzcan para Mese- nia días mejores. Descorrida una cortina, vemos el santuario donde la execrable superstición ofrecerá un espectáculo, digno, por su salvaje ferocidad, de los templos aztecas; ante la imagen de Júpi- ter están las ínfulas, la corona, la cuchilla, el ara, la leña; a en- trambos lados, trípodes de bronce, plata u oro. Manda Theon que mancebos y doncellas entonen los himnos de ritual y se traiga la víctima: al Rey, como a presidente del acto, pide una invocación. He aquí una parte de ella: 42 EMILIO BLANCHET ¡Purifiquen sus almas religiosas - Las libaciones que en tus aras vierto, Derramando en sus miembros sabatidos Del noble Alcides el potente esfuerzo! Que al levantar en la robusta mano De la Mesenia el centelleante acero, Presenten al contrario aborrecible, En el combate atroz, almas de hierro! Que mire, en sus campiñas rescatadas, Del espartano los desnudos huesos, Blanqueando al sol, alzar, amontonados, A su gloria inmortal, nobles trofeos! La noticia de haber huído Ifita con su padre, origina en el con- curso divergencia grave, pues anhelan Critias y algunos más que se desista del sacrificio y por éste aboga, entre otros, el implacable Theon. Apoyándole, dice Aristodemo, extraviado lastimosamente por su religiosidad y patriotismo: A dondequiera que los ojos vuelvo, Buscando mis antiguos capitanes, Sólo cobardes y mujeres veo... Oh, dioses inmortales!, ¿es mi raza Esa manada tímida de siervos Que ya apresta de Esparta a las cadenas Los pies robustos y los brazos recios? Marchad a Esparta a recibir el premio De tan vil abyección!... No os necesita Ithome en su recinto... Huid, pigmeos! Nada exige la patria de vosotros... Sobra, para salvarla, Aristodemo! Después, pronunciando estas palabras: Hija del corazón!, los dioses crueles En tan borrible situación me han puesto... Muere por la salud de la Mesenia! separa del grupo de las vírgenes a Áretea para entregarla al vic- timario. Quiere aquélla descubrir su enlace, mas la contiene una mirada de Theon, quien se desentiende, al rogarle Aretea que ma- nifieste la verdad salvadora. Sumamente pálido, convulso, entre sollozos, abraza el Rey a su hija y, desprendiéndose de ella a duras penas, grita a los sacerdotes que la víctima está pronto. Condúcela / JOAQUIN LORENZO LUACES 45 Theon al sitio fatal; se arrodilla la joven, empuña el arma homici- da el victimario... ¡Qué momento de emociones para el especta- dor! Llega a su colmo el terror trágico. Brotan de grupos diferen- tes estas exclamaciones: “Gloria a Aretea!”” ““Salud al Rey!?”” ““Perezcan los ateos Que a Jove han insultado! ??” En tan críticas cireunstancias, promete el abominable Theon a la princesa librarla, a trueque de un adulterio; mas recibe despre- ciativa contestación. Llega Cleonte, se apodera de Aretea y decla- ra que es su marido, lo cual no confirma ella, a causa del juramen- to por la Estigia, y niega Theon, aunque él mismo los había unido. Exasperado Aristodemo por lo que juzga artificio de Cleonte, aséstale una estocada que, interponiéndose, recibe Aretea, murien- do en breve. Mata el infortunado consorte al satánico sacerdote y aparece Melas, noticiando la retirada de los espartanos, atribuída por la imbécil muchedumbre a premio de la Divinidad por la muerte de Aretea. En todas épocas, ha engendrado la supersti- ción análogos delirios; habiendo florecido, excepcionalmente, un espino blanco, apenas comenzada la carnicería de hugonotes pres- erita por Carlos 1X Valois, figuróse el pueblo que así demostraba su aprobación la Providencia. Acaba la tragedia con suicidarse Aristodemo, después de expre- sar que, redimida la patria con sangre suya, debíase él a los manes de Aretea. No advirtió Luaces que tres muertes sucesivas en la es- cena, son peligrosas, contraproducentes. Además, alteró la ver- dad histórica. Por su plan hábilmente combinado, por la pintura de carac- teres, por sus situaciones y peripecias, es, en mi humildísima opi- nión, Aristodemo una de las mejores tragedias escritas en caste- llano. Según el notable literato D. Aurelio Mitjans, “cada acto, cada escena, cada discurso, encierra un interés vivísimo y crecien- te... Los detalles pasman, atraen, interesan y conquistan el aplau- so de nuestra admiración. Hay movimiento, hay vida, en los per- sonajes; hay verdad y elevación en sus palabras; hay arte y es- fuerzo felices en los puntos culminantes.?”? * Sin embargo, ni a D. Enrique Piñeyro ni a D. Martín González del Valle, autor de * «Estudio sobre el movimiento científico y literario de Cuba», por D. Aurelio Mitjans DÁgs. 358 y 359. 44 EMILIO BLANCHET La poesía lírica en Cuba, parece autor dramático Luaces: juzgo el primero ** que, por la naturaleza de su talento, vigoroso y elevado, pero poco flexible no poseía grandes disposiciones para el arte de Shakespeare ni, tampoco, ciertas especies del lírico. Su inspira- ción, valiente, al mismo tiempo que contenida, no abrazaba de una vez muchos sentimientos, sino que marchaba directamente a la ex- presión de uno solo, ganando en energía y vigor lo que perdía en variedad e interés. La admiración y la indignación eran lo más adecuado a su temperamento de poeta y por eso descuella en las odas a Ciro Field, Lincoln, la caída de Varsovia, la de Missolonghi, un canto al Trabajo. Injustamente, a mi ver, censura Piñeyro el haber complicado la trama con el tipo de Theon: cabalmente influ- ye muchísimo en los terribles sucesos de la pieza. También tacha aquel literato la dureza de los versos y la extremada concisión: no me adhiero a tal sentencia. Refiere la historia que guerreando el rey escocés Jacobo 1V, go- bernante distinguido, pero inhábil militar, contra Enrique VIII Tudor, fué vencido y muerto en la batalla de Flodden * (1513). Por tener solamente un año y cinco meses su hijo y sucesor, encar- góse de la regencia la viuda. Casándose, en breve, con el conde Angus, quiso darle participación en el mando; mas se opuso la nobleza y confirióse el cargo al duque de Albany, causa de mucho descontento por sus arbitrariedades. Posteriormente, rigió Angus y mantuvo en estrecha dependencia a Jacobo V, quien, por que- brantarla ,retiróse al castillo de Stirling, donde numerosos próce- res se le unieron. Llegado a su mayoría, intentó el castigo del con- de Angus, no consiguiéndolo por la fuga del último a Inglaterra. Guerreó contra Enrique VIIT, por tratar éste osadamente de im- poner a Escocia el nuevo dogma británico; pero, faltándole el apoyo de su aristocracia, murió de tristeza (1542). Fué padre de la infortunada María Estuardo. Su propensión a la voluptuosidad no amortiguó su amor a la ley y la patria. Fundó Luaces su drama El mendigo rojo, en verso y cinco ae- tos, en la ficción de que, habiendo sobrevivido Jacobo IV a la derrota de Flodden, durante años estuvo escondido, haciéndese pasar por menesteroso, envuelto en raída capa, cuyo color originó su sobre- nombre, y preparando el momento de poner en el trono a su hijo. Le constituyó el autor en Deus cx machiná de tres acciones, a sa- ** «Estudios y conferencias», págs. 2456. * Luaces pone erróneamente Feldon. JOAQUIN LORENZO LUACES 45 ber, derribar en pro de Jacobo V al regente Angus, frustrar la ten- _tativa de este para volver al perdido puesto, conseguir que aho- gando el nuevo monarca su ardiente cariño a Clary, no estorbe la unión y felicidad de ella y el ex-paje John, quien resulta hijo bas- tardo del providencial Mendigo. En la sociedad literaria, habane- ra, El Ateneo, se discutió sobre la unidad de acción en dicha obra, impuenada por los Sres. Fornaris, Saavedra y Costales, sostenien- do el primero que había en el drama tres acciones, ninguna, el se- gundo; el tercero, que obscurecía el paje John al protagonista. En la sesión del 12 de Marzo, 1865, leyó el autor su defensa, más ¿jul- ciosa que las expresadas inculpaciones. Puede afirmarse que en los cuatro primeros actos se desarrolla el suceso principal o sea el definitivo advenimiento de Jacobo V al trono; convertido en epí- logo el quinto acto, mejoraría la composición. Reina en ésta gran movimiento; hay escenas y peripecias de vivo interés, ideas y sen- timientos bellamente enunciados; pero, en conjunto, merece más encomios Aristodemo. Hxagerada, inverosímiles, propias de una parodia, son la soberbia de Jacobo V y la altivez de John. ¿Qué soberano entabla duelo con un súbdito? Ocurren entradas y sali- das no justificadas; a distancia de pocas palabras, una persona em- plea, con el mismo individuo, el tratamiento de tú y el de vos. * Dada la gran diferencia de asunto entre El mendigo rojo y Trai- dor, imconfeso y mártir, de Zorrilla, no considero atinada la si- guiente aserción de Mitjans: ** “*Il pastelero de Madrigal es más interesante y majestuoso que el mendigo escocés, y, sus situacio- nes y conflictos, más dramáticos. ?” Compuso también Luaces la defectuosa tragedia Arturo de Os- berg, el descolorido drama El conde y el capitán, las comedias, fal- tas de las condiciones del género, El fontasmón de Aravaca, La es- cuela de los parientes, Dos amigas, El becerro de oro, A tigre y zorra, bulldog. ¡Cuánto afán completamente perdido! Puede afir- marse que en Aristodemo estriba la gloria dramática de Luaces: pero ¿son muchos los capaces de igualarla ? * Escena entre lord Seyton Walter. ** Ob. cit., pág. 356. CONTROVERSIA CIENTÍFICA ? RÉPLICA POR EL DR. ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN Sr. Presidente de la Sociedad Cubana de Ingenieros; querido y admirado contrincante; señoras y señores. ' La primera noche que tuve el honor de dirigirme a vosotros para leer mis modestísimos trabajos, causa de esta polémica, 0s anuncié que en esta sesión explicaría las razones que la han moti- vado, así como también os pondría al corriente del porqué hube de esforzarme en definir las pirámides rectas y oblicuas. Consecuente con esta oferta daré lectura a la carta muy estimada que me diri- vió el querido amigo Juan Planas y que tiene fecha de 26 de Di- ciembre de 1911: ““Pinar del Río 26 de Diciembre de 1911.—Dr. Alfredo Rodrí- euez Morejón.—Mi distinguido amigo: Han llegado a mis manos, aleo tarde, es verdad, pero no es por mi culpa, los números de Ju- lio 1910 y Julio 1911, de la Revista DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CreNCcIaAsS, ambos con meritísimos trabajos de usted, en que se ve la cosecha que saca de sus afanes y desvelos. He admirado su tesis para el Doctorado por la tarea de pesquisas científicas que representa, y sobre todo, por lo atrevido de sus concepciones, de las cuales no soy partidario, auncue las admiro. Usted sabe, amigo Rodríguez, que de la discusión sale la luz. Yo quisiera poder discutir con usted, haciéndole ver los principios, opuestos a los suyos, que yo sustento. Le pido, pues, su autorización para entablar con usted una polémi- ca pública sobre sus dos trabajos citados, para impugnarle el pri- mero y demostrarle que lo que asegura en el segundo, o sea el va- lor del áneulo formado por dos tangentes, era ya conocido. El re- sultado de esta polémica no ha de influir para nada en la amistad que, sin conocerlo, le profesé, y que le sigo profesando, hoy que le conozco y que puedo apreciar sus méritos.—De usted affmo. ami- go, Juan Manuel Planas.—S. C. Martí 132.?” 1 El presente trabajo es una réplica a la refutación hecha por el Sr. Juan Manuel Planas a la tesis por mí sustentada al optar al grado de Doctor en Ciencias (sección de las Físico-Ma- > temáticas) y al artículo titulado «Curiosidades Científicas». CONTROVERSIA CIENTÍFICA 47 En los primeros momentos transcurridos después de la lectura de esta misiva, pensé contestar a mi querido amigo, negándome a aceptar la controversia que me proponía, pues ni mis numerosí- simas ocupaciones, ni los cuidados de mi familia, a la que dedica- ba todo el tiempo disponible, pues la enfermedad que aquejaba a mi padre se agravaba por días, ni el estado de mi espíritu profun- damente abatido por recientes deseracias, ni mis escasas condicio- nes de polemista, pues no estoy habituado a hablar en público, como lo prueba el hecho de ser ésta la cuarta o quinta vez que lo hago, no obstante que mi ¿juventud está ya en sus postrimerías; todas estas razones eran bastantes para negarme a echar sobre mí tan pesada carga, máxime cuendo después de todo, dado mi modo de pensar, nada absolutamente habría de ganar ni perder en esta contienda, perfectamente inútil si se tiene en cuenta que mis opi- niones, precisamente por ser mías, no han de tener valor alguno ni las ciencias han menester de ellas en lo adelante, como no leas nece- sitaron hasta ahora. Por otra parte, refractario por naturaleza a desempeñar el papel de actor y enamorado ferviente del de espec- tador, me aterraba la idea de desempeñar aquél y dejar éste; así es que pensé escribir a mi distinguido amigo todo lo antes expues- to y añadirle que en vista de que él no aceptaba mis opiniones, po- día, en uso de su pertfectísimo derecho, rebatirlas en la forma que estimare conveniente, que después de todo no sería más que la pri- mera, y para mí muy respetable, opinión en contra; que desde luego tampoco sería la última, pues tengo muy poca fe en mis po- bres facultades, por lo cual, si algo me admiraba, era la tardanza, año y medio, desde que se publicó mi tesis, en manifestarse las opiniones contrarias a ellas, atribuyéndolo al poco interés que des- pertaran mis lucubraciones científicas. Disponíame a hacerlo así, cuando me asaltó la idea contraria, pues siendo el trabajo impug- nado la tesis que sirvió para graduarme, podría alguien entender, aunque muy erróneamente, que el Tribunal de examen, y por ende a la Universidad, pudiere afectar que mi tesis fuera un conglome- rado de errores y falsedades. Al principio deseché tal idea por absurda, pero luego reflexioné que el temor remoto de que por al-' guien pudiere estimarse que de rais fracasos habría de ser respon- sable el competentísimo tribunal que me juzgara, y por consiguien- te nuestra Universidad; por fuera de razón que tal idea estuviera, me obligaba a velar por los fueros y justificar, llegando, si preciso fuere, a este sacrificio, todos los actos de mi ““Alma Mater””, porque 48 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN la Universidad es nuestra patria intelectual y a la defensa de ella estamos tan obligados como a la de nuestra patria civil, y así como ésta no la constituye sólo el hecho de haber nacido en determinado lugar, sino que la forma también ese adorable conjunto de hechos y recuerdos unidos imperecederamente a nuestra existencia, así también nuestra patria intelectual no puede constituirla sólo el hecho de ostentar un título de tal o cual centro de enseñanza, sino que la constituye ese inagotable caudal de hechos y recuerdos de nuestros mejores años, por los cuales nos vemos siempre con los libros bajo el brazo, siguiendo el camino que nos conduce al vetusto edificio, donde cada muro es un testigo de nuestras vacilaciones y anenstias en días de examen. o inmenso pizarrón donde trazába- bamos la fórmula rebelde junto al nombre de la beldad que inspira- ra la estrofa tan pletórica de amor como falta de los preceptos de la métrica; donde cada compañero es un hermano con quien tan pronto reñimos como estamos prestos a ayudarlo en sus trances difíciles; donde discutíamos, sin preparación alguna, exento de pre- tensiones y de aires académicos, lo mismo leyes de la mecánica ce- leste que los sistemas filosóficos más intrincados, conjuntamente con las jugadas hechas en el último juego de base ball y terminando con las típicas canciones que, ya son lamentos del alma cubana, o eróticos boleros; donde las aulas nos recuerdan tantos goces al contestar acertadamente al profesor, como sufrimientos contando los minutos que faltaban para terminar la clase los días que no preparábamos debidamente nuestras lecciones, y ocultándonos tras la bien situada columna que felizmente nos eclipsaba_a la vista escrutadora del siempre querido profesor, a costa de contener nuestra respiración 'y deseando tan sólo que por cualquier causa se viera precisado a interrumpir la clase. Son aquellos corredores donde dábamos las últimas leídas a nuestras lecciones, y aquellos árboles amados a cuya sombra nos cobijábamos para recibir las ca- ricias del céfiro que constantemente juega alrededor de nuestra isla, mimándola y acariciándola como niña preferida y merecedora de tales halagos; .son aquellos profesores, ya adustos o francos, taciturnos. o alegres, pero siempre queridos y respetados, que vela- ban por nuestra cultura y se afanaban por facilitarnos el camino que había de conducirnos al fin de nuestras aspiraciones; siempre prestos a aclarar nuestras dudas y a resolvernos con el más grande desinterés, las dificultades que se nos presentaran; son aquellos laboratorios, museos y biblioteca, donde cada aparato nos recuerda CONTROVERSIA CIENTÍFICA 49 un éxito alcanzado o una decepción sufrida, y donde cada libro guarda entre sus páginas huella indeleble de nuestras angustias O alegrías; la constituyen también aquellos bondadosos sirvientes que, a pesar de su aspecto autoritario y sus constantes regaños, re- sultaban nuestros mejores amigos y los llamados a sufrir nuestras guasas y majaderías, motejáncdolos con exquisito donaire, todo lo cual no impedía que estuviéramos prestos a recibir gustosos y atender, según el estado de nuestra escuálida bolsa, los asaltos que a ella intentaban; fórmala, por último, el recuerdo de las horas pasadas vigilando la hermosa flor que destacándose de las demás por su espléndida belleza, nos sugirió la idea de llevarla a la mujer objeto de nuestros amores, quien habría de recoger los frutos de nuestra incesante labor, la que en el porvenir compartiría la glo- ria que en esa edad se piensa que es siempre accesible, por la que redoblábamos nuestros esfuerzos, para evitarnos el sonrojo de pa- recer ante ella un mal estudiante, y cuyos halagos y sonrisas, con indisculpable ingratitud, estimábamos más que el de nuestros pro- pios padres; y así, hora tras hora, esperábamos que se distrajeran los bedeles, para arrancarla de su tallo, a fin de verla sobre el busto de nuestra amada meciéndose al ritmo de su anhelante respiración, . perfumando el arrullo de nuestro amor y manchada con la sangre que vertieran nuestras venas en la lucha sostenida para arrancarla de su tallo, como símbolo de que toda correría a torrentes, si preciso fuere por satisfacer los caprichos de la dueña y señora de nuestra voluntad. Ese conjunto es lo que forma nuestra patria intelectual, nuestra Universidad queridísima, la que estamos obligados, no a defender, que nada ni nadie, por muy alto que esté, podrá atacarla con más éxito que el de las embravecidas olas al chocar con el in- dómito arrecife; pero sí estamos en el deber de velar por que ni directa ni indirectamente pueda creerse, por los que a ella no están ligados por tales vínculos, que todos los actos allí realizados no los ha inspirado siempre la rectitud de principios y la estricta Justicia que ha caracterizado a los prestigiosos y muy doctos profesores que la integran. Por estas razones acepté esta polémica, y que no me equivocaba al pensar así hace ocho meses, lo prueba el hecho de que una revista como Cuba y América, tan seria, tan culta y celosa de nuestras instituciones, que tanto laboró por nuestra independencia y que en la paz tanto se ha esforzado por elevar el prestigio de nuestra patria, dice en su número correspondiente al 29 de Junio de 1912, con motivo de esta discusión, lo siguiente: “Original con- 50 ALFREPO RODRÍGUEZ MOREJÓN troversia.—Por la prensa diaria se ha anunciado ya la polémica científica que, en la Sociedad Cubana de Ingenieros, va a sostener próximamente, con un doctor de nuestra Universidad, el Sr. Juan Manuel Planas, Ingeniero belga, Catedrático titular del Instituto de Pinar del Río. ““Esto, al parecer, no tiene más importancia que la de mostrar que aun en estos tiempos turbados, hay ¿jóvenes en nuestro país que se afanan por el progreso de las ciencias, dedicándoles sus ma- yores ratos. Y, éstos de que se trata, son, ambos, profesores y am- bos ostentan más de un título universitario. Pero, a más de eso, la controversia anunciada tiene gran importancia, porque en ella re- futará el Sr. Planas la tesis que para graduarse de doctor en Cien- cias Físicas y Matemáticas, presentó y sostuvo su contricante en la Universidad Nacional. Y aquí está la importancia del asunto; porque la refutación de esa tesis, aprobada por un tribunal de cin- co profesores de la Universidad, y por ellos recomendada para que se publicase en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, su- pone en el Sr. Planas la idea de que el tribunal no supo lo que hizo. “No vaticinamos nada en favor del Sr. Plaras, antiguo amigo nuestro y colaborador de Cuba y América; pero, conociéndolo como lo conocemos, no creemos que vaya a jugarse, sin profundos conocimientos de causa, el renombre científico que como vulgariza- dor se ha conquistado en Cuba y en el extranjero. “El Sr. Planas es el mismo que en no léjanas oposiciones a una cátedra de Electricidad de nuestra Universidad, vió defraudadas sus esperanzas más legítimas por motivos de que no es del caso re- cordar.?” ““Supone en el Sr. Planas la idea de que el tribunal no supo lo que hizo””; como quiera que mi querido contrincante no ha rectifica- do esa suposición que se le atribuye, y esa misma idea se repite en un artículo publicado en la edición de la tarde del Diario de la Ma- rina, correspondiente al día 8 de Julio del presente año, y suscrito por las iniciales J. G. P., que son las mismas de un correcto eaba- llero y distinguido periodista que concurrió a la primera sesión celebrada el día 5 del mes próximo pasado, y a quien hago presente mi gratitud por los inmerecidos elogios que me dedica; en esa, por su forma, brillante reseña, se lee lo que sigue: **Dijo además el Sr. Planas, que la controversia que se proponía sostener con el Sr. Ro- dríguez Morejón era de carácter puramente técnico, y eneaminada a dilucidar ciertos puntos de vista en que no estaba de acuerdo con CONTROVERSIA CIENTÍFICA 51 su tesis y, por ende, con los señores que componían el tribunal exa- minador, toda vez que hicieron suyas las teorías en ellas sustenta- das como lo demuestra el hecho de que hubiera recomendado «e una manera especial la publicación de dicha tesis en la ReEvIsTA DE FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, de la Universidad de la Habana.?”” Es preciso un desconocimiento absoluto de la misión de un tri- bunal que juzga una tesis, presentada por un aspirante al grado de Doetor, para hacer semejante afirmación, y véome obligado a declarar muy alto, para que llegue a oídos de todos aquellos que lo ignoran, que el Tribunal en este caso, como siempre, supo per- fectamente lo que hizo, aun en el caso de que mis opiniones, que no tienen por qué ser las del Tribunal, fueran declaradas erróneas o falsas, que no lo han sido hasta ahora por mi estimado contrin- cante, como lo demostraré esta noche. En efecto: afirmar que el Tribunal “no supo lo que hizo””, significa tanto como que yo no soy Doctor, ni los ilustres profesores que me juzgaron saben cum- plir con su deber; y, por consiguiente, así como yo estaría prestó a pedir que se anulasen los ejercicios y someterme nuevamente a otros para probar que mis títulos los be ganado en buena lid, sin que los deba nada a favores ni influencias, sino única y exelusiva- mente a mi esfuerzo personal, ellos también, tened la seguridad de que mi afirmación es cierta, renunciarían sus puestos que tan honrosamente adquirieron y tan dignamente han desempeñado, sl el hecho de no aceptarse la opiniones que sustento significara que el Tribunal que las juzgó debía de caer con ellas. Nada más lejos de la verdad que tal stiposición, los que de ellos me escuchan, o habrán de sonreirse al oirme, creyendo que no hablo en serio, o han de quedarse estupefactos al saber que pueda pensarse tal cosa. Para probar lo expuesto, basta recordar que los ejercicios para obtener el grado de Doctor, son tres: el primero consiste en la: re- solución de unos problemas, con los cuales prueba el candidato la utilidad práctica que ha sacado de sus estudios; el segundo, con- siste en explicar una lección, previamente preparada, a fin de jus- tificar sus condiciones pedagógicas, y para ello se exige al candi- dato que la exponga, no como si estuviera ante un tribunal, sino ante una clase. Bastaban estos dos ejercicios para probar la capa- cidad del aspirante puesto que quien es capaz de aplicar y transmi- tir sus conocimientos, es porque conoce la carrera; pero se ha que- rido estimular el espíritu investigador, apreciar las condiciones del aspirante, no para repetir lo aprendido en las clases, y aplicar esos 2 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN conocimientos a las necesidades de la vida, y para ello es que se dispuso el tercer ejercicio; es decir, la tesis, la cual debe ser origi- nal, y con eso ya está dicho que no ha de consistir en repetir un capítulo de un libro, sino algo nuevo, aunque sólo sea en la manera de exponerlo, muy contrario este concepto al de mi querido con- trincante, que estima no hay novedad en exponer las cosas de dis- tinto modo al generalmente conocido. De lo único que el tribunal tiene que ocuparse en este caso es de que en la tesis no se cometan errores que acusen un olvido o un desconocimiento completo de los principios científicos reconocidos como indiscutibles, y en tal concepto, rechazará una tesis, cuando ella adolece de esas faltas, como seguramente hubiera rechazado la refutación de mi distin- guido contrincante, si se hubiese presentado con el objeto de aspi- rar al grado de Doctor, pues los errores son de tal naturaleza que acusan un olvido lamentable—aquí sí cabe bien la palabra lamenta- ble—de los principios y definiciones más sencillos de la ciencia de Euclides. No siendo así, el tribunal acepta la tesis y la califea con la más alta nota, sin que por ello se haga coopartícipe de las opi- niones que en ella se sustenten. Tan sabido es esto, y tan universal- mente reconocido, que ya se suprime, al imprimirlas, la aclaración pertinente al caso y en la que de un modo expreso se hacía constar lo que afirmo, según puede verse en estas dos tesis que presento y en las que se lee lo siguiente: ““El claustro de Medicina (y por ende el tribunal que pertenece a dicho claustro) no se hace solidario de las ideas sustentadas en las Tesis?”; si se tiene en cuenta que en los casos a que me refiero se trata de hombres eminentes, legítimas glo- rias de nuestra medicina, que fueron brillantísimos estudiantes de nuestra Universidad, y que en el examen de Doctor obtuvieron la calificación de Sobresaliente y el premio extraordinario que en- tonces se confería, se comprenderá la razón que tengo al sostener lo que afirmo. Aquí sobre la mesa tengo otras tesis, de la misma época de la Colonia, y en las cuales se suprime la referida aclara- ción, lo cual prueba que estaba de más por ser de todos conocida. Lo mismo exactamente tengo entendido que ocurre en todas par- tes, y no puede ser de otro modo, pues supongamos que ante un tribunal formado por profesores partidarios de la filosofía de H. Spencer, Kant o Compte se presente un sacerdote aspirante al erado de Doctor, y en su tesis trata un punto conforme a los pre- ceptos aceptados por la lelesia, ¿qué ocurrirá?, ¿lo suspende el tribunal? De nineún modo; le aceptará el trabajo y lo calificará CONTROVERSIA CIENTÍFICA 53 debidamente, siempre que la cuestión esté bien tratada conforme a los preceptos de la Flosofía que sustenta; y eso, no significará nunca que el tribunal, por ese hecho, haya aceptado las opiniones allí desarrolladas. Lo mismo ocurriría en mediciana, si el candida- to presentase un trabajo basado sobre la teoría de Koch, respecto a que la tuberculosis bovina es otra distinta a la humana y que, por lo tanto no se transmite de uno a otro ser, opinión que, como es sabido, rechaza la inmensa mayoría de los médicos; o si un dis- cípulo de: Cuvier y Agassiz presentase un trabajo contrario a la teoría de la transformación de las especies; o un admirador de Gustavo Le Bon desarrollara su tesis fundada en las opiniones sus- tentadas por este sabio respecto de la materia; opiniones completa- mente opuestas a las admitidas hasta hoy. Pero a qué insistir más sobre una cuestión clara como la luz meridiana, y de la cual nadie puede tener duda alguna, y para los que creyeron lo contrario con lo expuesto, ereo haberlos convencido de que en la lucha por adqui- rir los conocimientos humanos, yo no soy més que un soldado que podré caer vencido, empuñando mi tesis deshecha después de ha- berla blandido con honor, que otros (y desde luego que entre ésos no se cuenta mi querido cóntrincante) podrán anular pasando por encima de ella; pero la caída de un esforzado combatiente no podrá afectar nunca al ejército triunfante, que en este caso lo representa el Tribunal. Aclarado este punto, para mí el que más me interesa, pasemos a defender mi tesis de los ataques infructuosos que le ha dirigido mi querido contrincante, quien, más que un formal combate, se ha contentado con hacerle ligeros tiroteos, y abandonando el lugar por ella señalado, para la lucha, se ha retirado a campo distinto; y allí, lleno de júbilo, pregona su triunfo como consecuencia de esas esca- ramuzas, que le permiten formular una opinión completamente distinta a la sustentada por mí; pero fácil me será hacerle ver a mi estimado amigo, que tácticamente procedió mal, pues al lugar que él cree haber llegado triunfante después de la jornada, está lleno de peligros, perque allí tiene cortada la retirada. No os extrañéis que yo, el más pacífico de los hombres, me muestre esta noche tan adicto a los símiles militares; pero eso se debe a que habiéndose llamado a esta controversia la **Batalla de las Pirámides””, mi fantasía sólo ve por doquiera ejércitos comba- tientes, generales aguerridos, cañones, fusiles, trofeos y aprestos 54 ALFREDO RODRÍGUEZ MGREJÓN militares, y si en medio del fragor de la batalla veo alguna pirá- mide, apenas si recuerdo nada de ellas, como no sea la famosa frase del portentoso militar que a su presencia arengara a sus solados di- ciéndoles: ““Desde las elevadas cúspides de estos monumentos, cua- renta siglos os contemplan.”? Quién le hubiera predicho al genio de la guerra que sólo un siglo después, aquella su famosa batalla habría de compararse con esta modestísima polémica. Comienza mi querido amigo y distinguido contrincante, llaman- que el centro de un polígono irregular inscripto, es el mismo que el del círculo que el do la atención del error en que incurro al decir lo cireunscribe””. Basta leer en mi tesis los párrafos que el Sr. Pla- nas copia en su trabajo de refutación para comprender que eso no es un error, sino simplemente una errata, que no voy a recurrir para defenderla, al gastado recurso de atribuirla al cajista, simo que voy a aceptar gustoso la culpa de ella, para demostrar a mi que- rido amigo la poca importancia de la misma, como lo prueba el hecho de que ni el Tribunal, ni las muchas personas que han leído, o se han ocupado de mi trabajo, la han notado, seguramente por no olvidar el precepto elemental de todo buen leyente, que debe saber distinguir los errores de las erratas, para no estimar nunca a éstas como la expresión de las ideas del autor, precepto que nuestros maestros de lectura sintetizaban diciéndonos: *“El lector enmien- da””. Si se tiene en cuenta que yo no me valgo para nada del centro de los polígonos para deducir de las propiedades inherentes a ellos las posiciones de las pirámides, se ve claramente en mi querido ami- go el deseo de poner de manifiesto lo que él estima errores, sólo por tener ese gusto y no porque a ello le obligue el razonamiento cien- tífico, pues no basándome para nada en el supuesto error, claro está que pudo haber prescindido de él, sin que por ello se debilita- ran sus argumentos, ni se reforzaran los míos, ni más ni menos que si se tratara de una falta gramatical; ahora bien, me alegro del incidente, porque me permitirá salvar la errata en futura edición, si a ello hubiere lugar, y poder poner, en vez de una “fe de erra- tas te no hay ninguna más, cuando mi querido amigo no las ha en- contrado. Veamos lo que dicen los párrafos de mi tesis, que el Sr. Planas ”, esta afirmación rotunda: “Sin erratas””; porque seguramen- QU CONTROVERSIA CIENTÍFICA 5 copia en su trabajo (pág. 2) (“ “Siendo la altura de una pirámi- de la perpendicular trazada desde el vértice o cúspide a la base, ésta es una pirámide recta, pues en toda pirámide regular el pie de la altura se encuentra en el centro del polígono de la base; pues son dos las condiciones necesarias para que una pirámide sea regular: la que su base sea un polígono regular y la de que el pie de la altura esté en el centro del polígono de la base.”” Si mi querido amigo no hubiera copiado solamente el último párrafo de los que dedico a definir e indicar el trazado de la pirá- mide regular, sino que se hubiera fijado en los dos dedicados a ese asunto, vería que yo comienzo por trazar un círculo inscribiendo en él un polígono regular, y por el centro del círculo trazo una per- pendieular, y luego uno, un punto de esta perpendicular con los vértices del polígono “para formar la pirámide. Copiemos total- mente lo que sobre este punto digo en la pág. 20: (1 “Una pirá- mide se llama regular: cuando su base es un polígono regular, y sus caras laterales triángulos (equiláteros o isósceles) iguales.?” Es ésta definición sobre la que nos hemos de basar para definir 1 Toda la paginación está hecha conforme a la copia firmada por el Sr. Planas y que me entregó, la noche del 5 de Julio del corriente año según lo estipulado en las bases para lleyar acabo esta polémica, por lo que pondremos en notas las páginas correspondientes a la Revista. de la Sociedad Cubana de Ingenieros en que se publicó el trabajo del Sr. Planas y al folleto en que publiqué mi tesis pues los folios que de ésta se citan en el texto se refieren a los de la REVISTA DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS de la Universidad de Ja Habana, en que se dió a co- nocer. Corresponde pues esta pág, 2, a la núm. 273 de la R. S.C. de I., vol. Iv, núm, $, mes de Agosto, 1912. 1 Corresponde a la pág. 9 del folleto cit. y a la núm. 260 R. $. C. I. cit. 56 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN la pirámide recta y la oblicua. Para ello supongamos un círculo O, fig. 1.2, y en él inscribamos un polígono regular, A, B, C, D, E, F; por el centro O del círculo tracemos a dicho círculo una perpendi- cular indefinida, y tomando en ella un punto cualquiera, S, uná- moslo con los vértices del polígono por las rectas AS, BS, FS. Con lo que habremos construído una pirámide regular, pues la base es un polígono regular, y las caras laterales son todas triángulos isós- celes iguales, pues las aristas AS, BS, CS, DS, son iguales por obli- uas trazadas a un plano desde un punto S fuera de dicho plano, y equidistantes del pie de la perpendicular trazada al mismo plano desde el punto mencionado 5. Siendo la altura de una pirámide la perpendicular trazada des- de el vértice o cúspide a la base, esta pirámide es una pirámide recia, pues en toda pirámide regular, el pie de la altura se encuen- tra en el centro del polígono de la base; pues son dos las condicio- nes necesarias para que una pirámide sea regular: “La de que su base sea un polígono regular, y la de que el pie de la altura esté en el centro del polígono de la base. ”” Es decir, que aún en este caso particularísimo en que el centro del círculo coincide con el del polígono, por ser éste regular, yo prescindo del centro del polígono y me refiero al del círculo cir- eunseripto, al trazar la altura de la pirámide. CONTROVERSIA CIENTÍFICA Qi =J Veamos ahora lo que digo respecto al trazado de una pirámide irregular recta, pág. 22: (1) ““Consideremos ahora otro círculo, fig. 2. y en él inscribamos un polígono irregular cualquiera, A”, B”, C”, D?, E?, y como en el caso anterior, tracemos por el centro O? (2 una perpendicular indefinida al plano de dicho círculo, y unamos un punto cualquie- “a, S?, de esta perpendicular con los vértices A”, C?, D”, E”, con lo cual habremos construído una pirámide irregular, cuyas aristas laterales son todas iguales, por la razón expuesta, y esta pirámide es recta también, porque lo mismo que la representada en la fig. 1.2, el pie de la altura equidista de los vértices del polígono de la base.?” ““Son éstos los casos indiscutibles de pirámides rectas; veamos lo que en ellos ocurre para tratar de definir la pirámide oblicua, que es lo que nos proponemos en este trabajo.”?” Observando las figuras 1 y 2 encontramos que en ellas ocurre lo siguiente: 1.2 El vértice o cúspide se proyecta en el centro del polí- gono de la base; 2. El pie de la altura se proyecta en los puntos medios de los lados y en los de las diagonales de los polígonos de las bases; puesto que tanto los lados como las diagonales mencionadas, son cuerdas de la circunferencia en que están inscriptas dichas bases, y por consiguiente, los radios perpendiculares a ellas las divi- den en dos partes iguales; luego en todos esos puntos medios se proyecta el pie de la altura, que a su vez es el centro de la circunfe- rencia cirreunscripta a la base. Tampoco en este caso copla mi querido amigo los dos primeros párrafos en los que me refiero insistentemente al centro del círculo de la base, sin ocuparme para nada del centro del polígono, porque, repito una vez más, para nada lo necesito como fundamento de mis opiniones. Sólo copia mi estimado contrincante el tercero, donde se lee (pág. 2): (“1 “Observando las figuras 1.? y 2.2, encontramos que ellas ocurre lo siguiente: 1. El vértice o cúspide se proyecta en el centro del polígono de la base, etc., ete.?” Si se tiene en cuenta que ya había dicho antes, por dos veces, que la altura la tracé desde el centro del círculo cireunseripto a la base, y no desde el centro de ésta, ni aún en el caso particularísimo de que ambos centros se confundieran, y que en ese párrafo hablo conjuntamente de las dos pirámides: la regular y la irregular, y y Pág. 11 folleto y 261 de la R.C. $. TI. cits. El centro del círculo que es como se hizo en el caso anterior. Pág. 274 R. $. €. I. cit. RDA 58 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN que la idea sostenida desde el principio es la de que el pie de altura se encuentra en el centro del círculo cireunseripto a la base, y que por rara casualidad resultan consonantes las palabras dentro y cen- tro, se explica perfectamente que yo pusiera en el centro del polí- gono de la base donde debí poner dentro del polígono de la base; y si no bastaran estas aclaraciones, no hay más que seguir leyendo el párrafo transcripto por mi estimado contrincante y se verá que termina así: “luego en todos esos puntos medios se proyecta el pie de la altura que a su vez es el centro de la circunferencia cireuns- cripta a la base (pág. 23).?”” Por tercera vez menciona el centro del círculo en que está inscripta la hase o el de la circunferencia que lo limita, prescindiendo en lo absoluto del centro del polígono, que sólo menciono al definir la pirámide regular y que para nada me hace falta, ni he contado con él, al trazar la figura, ni definir las posiciones de los cuerpos mencionados; y se comprenderá que es sólo una errata, bien excusable por cierto, lo que he cometido y no un error, como infundadamente afirma mi querido amigo. Pusié- rame a caza de erratas en el luminoso trabajo de mi contrincante y pronto encontraría algunas mucho menos disculpables que esta única que él me ha señalado; así, por ejemplo, en la página 4 Y) se lee lo siguiente. ““Lo mismo ocurriría si la base fuese un rombo per- fecto.”” Desde que tal cosa leí, me he preguntado varias veces ¿qué cosa creerá mi querido contrincante que es un rombo perfecto?, porque en Geometría se llama simplemente rombo, al paralelógra- mo que tiene sus lados iguales y sus ángulos son: dos agudos y dos obtusos. No hay tales rombos perfecto, por la sencilla razón de que no existen los imperfectos. Más adelante, en la página 5.2, (Y al hablar de las pirámides que tienen por base trapecios, dice mi dis- tinguido contrincante lo que sigue: ““Examinaremos los casos de pirámides a bases trapezoidales. Nosotros opinamos que por exten- sión de lo que hemos dicho respecto a las pirámides irregulares, sean o no inseriptibles, las pirámides a base trapezoidal son rectas cuando su altura contiene su centro de gravedad, ete., ete.””; y más adelante, en el mismo párrafo, añade: **Si cualquiera de las cua- tro pirámides, fig. 6 y 7, del autor, a base trapezoidal, que el autor supone rectas, ete., etc.” Es decir, que en un mismo párrafo se dice tres veces a base trapezordal, en vez de base trapecial, porque (o) ps paar o - o (e) un + 1 Pág-121 2 Pág. 275 1 Pág: 27 e pio >, 2 aos CONTROVERSIA CIENTÍFICA 59 trapecial, según el Diccionario, es el adjetivo derivado del sustan- tivo trapecio, y trapezoidal es el adjetivo derivado del sustantivo trapezoide, y en español y en francés, se llama trapecio al cuadri- látero que tiene dos lados paralelos, que es la figura que tienen las bases de las pirámides a que se refiere mi estimado amigo; en caim- bio, trapezoide es el cuadrilátero que no tiene ningún lado parale- lo; es decir, que mi estimado contrincante gonfunde la figura geo- métrica trapecio, con la figura geométrica también, llamada trape- zoide, y esto no es ya una errata, como la de rombo perfecto, sino que es ya un error manifiesto y repetido tres veces en un mismo párrafo y sin rectificación en todo el trabajo. Solamente en inglés se llama trapezoid al cuadrilátero que nos- otros y los franceses llamamos trapecio, pero es porque no se conoce la palabra trapecio para designar figura geométrica alguna, mien- tras que en español, la palabra cuadrilátero es el nombre genérico que sirve para designar una figura cualquiera formada por cuatro líneas, y las palabras paralelógramos, trapecios y trapezoidles, para distineuir a los cuadriláteros según las posiciones de sus lados res- pectivos. El anglicismo estaría diseulpado, nunca ¡justificado, si el Sr. Planas fuera un individuo que hubiera hecho sus estudios en países donde la lengua nativa fuera el inglés; pero no siendo así, pues todos sabemos que ha cursado brillantemente su carrera en Lieja, y que por consiguiente sus estudios los ha hecho en la lengua de Víctor Hugo, lo que le ha permitido dominar ese idioma, hasta el punto de tener a su cargo la cátedra de francés, en el Instituto de Pinar del Río, la cual adquirió tras lucidas oposiciones; si ade- más de eso se tiene en cuenta que, seeún el reelamento de esta So- ciedad de Ingenieros, las discusiones que en ella se verifiquen han de ser precisamente en español, idioma que es el nativo de mi querido amigo, quien por su carácter oficial de profesor de idiomas en un centro docente, está obligado a poseer, como él posee, el debido conocimiento de las eramáticas castellana y francesa; todo esto, así como por el hecho de mencionar en su trabajo indistinta- mente las palabras trapecios y trapezoiwdales, nos impide aceptar como anglicismo, indisculpable también en él, lo que es un error geométrico claro y manifiesto. Pero yo no necesito recurrir a estos errores para defender mi tesis y demostrar lo equivocado que está mi querido contrincante en sus afirmaciones, y tened la seguridad que no los mencionaría si no me hubiera obligado a proceder así mi querido amigo, lla- 60 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN mando la atención inútilmente, sobre una simple errata cometida por mí, tan excusable y natural que nadie se había fijado en ella hasta ahora. Son tantos los errores de concepto que se encuentran en el trabajo de mi distinguido contrincante, que me sobra mate- rial para esta refutación. 0 Pasemos, pues, a ocuparnos del argumento más efectista usado por mi distinguido amigo para rebatir mis opiniones, el cual lo encontramos en la página 3.2, (Ddonde se hace referencia a lo que yo afirmo en la página 25 (2) del número 1. del volumen XI de la RevisTa DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS de la Universi- dad de la Habana. Mi querido contrincante escribe en la página 3.* de su refutación lo siguiente: “Según el autor, pág. 25, la pirámi- de será recta cuando pudiendo inscribirse en un círculo el polágo- no de la base, todas sus aristas laterales son iguales.?? El pone entre comas, como dicho por mí, lo que yo subrayo, poniendo punto final en la palabra 2guales. Esta manera de citarme le permite entrar en las siguientes con- sideraciones: “Esta aserción cae por su peso si examinamos las fies. A y B adjuntas, en que tenemos un triángulo inscripto como base de una pirámide cuyo vértice se proyecta en el centro del círculo cireunscripto. En ellas representamos una pirámide que no es recta, pues bien clara está su oblicuidad, tan manifiesta que hasta la altura cae fuera del triángulo de la base; y, sin embargo, esta pirámide obedece a las leyes del autor, pues las aristas latera- les son iguales, y el pie de la altura equidista de los vértices del polígono de la base.”? Esto dice el Sr. Planas, como consecuencia de lo que me atribuye haber afirmado yo. Copiemos íntegro el párra- fo de la pág. 25 “1 del número de las REvIsTA citada: “De lo expuesto se deduce que cuando el polígono de la base de una pirámide pueda inscribirse en un círculo, la pirámide será recta, “cuando todas sus aristas laterales seam ¡iguales””, porque entonces se verificará : 1.” Que el vértice o cúspide se proyecta den- tro del polízono de la base. 2. Que el pie de la altura se proyecta sobre todos los puntos medios de los lados y diagonales de la base. Estos casos particulares o tipos nos van a permitir el estudio de los casos generales, o séanse los de pirámides cuyas bases son polígo- nos que no pueden inscribirse en un círculo. ”” Pág. 274 R. S. C. I. cit. Pág. 14 folleto cit. o 262 R. $. C. I. cit. Pág. 14 folleto cit. o 262 R. S. C. I. cit. RNA CONTROVERSIA CIENTÍFICA 61 Se ve claramente que el Sr. Planas pone punto final en la pa- labra 2guales, donde sólo aparece una coma, y suprime la primera de las condiciones que yo digo han de verificarse; es decir: la de que el vértice o cúspide se proyecte, dentro del poligono de la base; fíjense que no se dice en el centro del polígono de la base, sino dentro; aquí aparece ya subsanada la errata de que hablé al prin- cipio y que mi estimado contrincante estimaba como un error. Hace más el Sr. Planas, dice que esa pirámide indiscutiblemente oblicua, satisface les condiciones que yo digo deben satisfacer las pirámides rectas; y ¿cuáles son las condiciones ésas según mi que- rido contrincante?, pues repitamos lo que dice al final del párrafo antes citado: “Esta pirámide obedece a las leyes del autor, pues sus aristas laterales son iguales, y el pie de la altura equidista de los vértices del polígono de la base.””? ¿Y qué se hizo de la primera condición, de la que sigue después de la frase “porque entonces se verificará: 1.”, que el vértice o cúspide se proyectará dentro del polígono de la base? Claro, como mi querido amigo puso punto final en la palabra 2gucles, donde sólo hay una coma, probablemen- te no siguió leyendo. Porque no es posible pensar que un polemista de su talla, y un vulearizador científico de reconocido nombre aquí y en el extranjero, según se afirma, y que yo por mi parte no dudo en lo absoluto, apele a estos recursos, más propios de un le- trado que defiende urna causa perdida, que de un investigador cien- tífico tan docto como mi querido amigo. Por otra parte, ¿pero es que puede haber la más remota duda acerea de la oblicuidad de una pirámide cuya altura se proyecte fuera de la base? Si eso no se diseute, si precisamente las pirámi- des que yo considero eomo oblicuas indiscutiblemente, son las que su altura se proyecta fuera de la base; lea, mi querido amigo, lo que afirmo en las páginas 24 y 25 (1 al referirme a las págs. 3 y 4, y que es lo siguiente: ““Resulta, pues, que estas dos pirámides (las representadas en las figs. 3.? y 4?) no reunen ninguna de las condiciones de las re- presentadas en las ñgs. 1. y 2.2 pues el véríice no se proyecta den- tro del polígono de la base, sino fuera de él; tampoco se proyecta el pie de altura en todos los puntos medios de las diagonales y lados del polígono de la base, y si en ciertos y determinados casos se cum- ple esta condición en aleunos puntos medios, ni es en todos, ni se proyecta la cúspide en un punto de la base, sino fuera de ella, 1 Pág.213 folleto cit. o 262.R. S. C. I. cit. 62 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN como hemos hecho ver anteriormente. Resulta, pues, que estas pi- rámides que no poseen ninguna de las propiedades de las represen- tadas en las figs. 1.* y 2.2, y que ese cambio lo ha producido sola- mente el cambio de posición del vértice, pues las bases permanecen siendo las mismas, y con las mismas propiedades, hay que dedu- cir que la posición de las pirámides de las figs. 3.* y 4.%.es comple- tamente contraria a las representadas en las figs. 1.2 y 2.2; y como estas últimas son rectas, forzosamente han de ser oblicuas las de las figs. 3.2 y 4,2” Lo mismo afirmo en las páginas 31 y 32 (1 al hablar del cono considerado como indiscutiblemente oblicuo, representado en la fie. 11. y que copio a continuación : ““Supongamos ahora un cono circular, fig. 11.?, cuyo vértice S p1ó e no se proyecte en el centro O del círeulo de la base, sino fuera de él, en otro punto del plano de éste, tal como N. El cuerpo que resul- ta no reune ninguna de las condiciones del cono circular recto an- tes descripto, puesto que: 1. Las generatrices no son iguales; 2." El vértice no se proyecta en el centro del círculo de la base; 3. Log planos determinados por dos generatrices no son perpendiculares a la base y las intersecciones de ellos con la referida base no son siempre diámetros, sino que pueden ser cuerdas cualesquiera, y 4.2 El pie de la altura no es el centro del círculo de la base, como en 1 Pág. 20 folleto cit. o 266 R. $. C. I. cit. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 63 el caso anterior. Resulta, pues, que este cono no reune ninguna de las condiciones del anterior, debido al hecho de haber cambiado de lugar el vértice, luego no puede considerarse de igual posición que aquél, que hemos llamado recto, luego forzosamente éste será oblicuo. ?” j Y en la página 30, (2) al definir la pirámide oblicua, digo y subrayo, para fijar bien en ello la atención, que: ““La pirámide será oblicua cuando no se verifiquen esas con- diciones, es decir, en los casos siguientes: 1. Cuando el pie de la altura está situada fuera del polígono de la base, pues en ese caso la cúspide no ete., ete.?” ¿Cómo es posible que se discuta semejante cosa y mucho menos que se me atribuya el haberlo dicho? Si la posición de la pirámide es discutible únicamente cuando el pie de la altura se encuentra dentro del polígono de la base, es entonces que podrá ser recta u oblicua, pero cuando el pie de altura esté situado fuera de la base, a nadie se le ha ocurrido pensar que pueda haber duda alguna res- pecto de su posición, y sólo confundiendo de modo inexplicable lo que digo y citando los párrafos míos de modo incompleto, es decir, tronchando a voluntad mis ideas y conceptos, callando unos y atri- buyéndome otros que no he expuesto en ninguna parte, puede afir- marse que yo haya dicho semejante desatino. Fácilmente podréis comprobar lo que digo, revisando todas las figuras de mi tesis, a ver en cuál de ellas se considera recta una pirámide o cono cuyo vértice no se proyecte dentro de la figura de la base, y en cuál de ellas no se considera oblicuo el cuerpo cuando ocurre lo contrario, como pasa en las figs. 3.2, 4? y 11.2, en la que se representan cuer- pos que son forzosamente oblicuos; esta palabra forzosamente es la que empleo, véase la pág. 25, (1) dos líneas más arriba del párrafo citado por mi distinguido contrincante, de modo incompleto, ha- ciendo punto donde sólo hay coma y tronchando, por consiguiente, la idea expuesta, lo cual le ha permitido hacer tales afirmaciones. Asimismo digo en la pág. 32 (2) que cuando el vértice de un cono se proyecte fuera de la base, forzosamente será oblicuo. A todo lo antes expuesto, añádese este dato, que cualquiera pue- de comprobar. La tesis consta de veinte y tres páginas de la RE- vIsTa; de ellas están dedicadas al desarrollo de la misma sólo quin- Pág. 19 folleto cit.'o 265 R. S. € Pág. 14 folleto cit. o 262 R. $ Pág. 21 folleto cit. o 267 R. $: C. I. cit. N PH wn 64 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN ce, pues las restantes la ocupan el exordio y la pequeña nota bi- bliográfica que la acompaña; pues bien, en esas quince páginas, repito veinte veces que el pie de la altura ha de encontrarse dentro de la base para que la pirámide sea recta; nueve veces digo que ha de encontrarse, en el punto medio de las mayores diagona- les, cuerdas, ejes de simetría, etc., etc., líneas que todas ellas han de estar contenidas en la figura de la base, lo cual es lo mismo que lo anterior, dicho de otro modo, y por último, repito ocho veces, que cuando el pie de altura está situado fuera de la base, la pirá- mide o cono serán oblicuos. Nada menos que ¡treinta y siete veces en quince páginas!, afirmo lo contrario de lo que me atribuye mi distinguido contrincante; es decir, que resulta una misma cosa re- petida a razón de más de dos veces en cada foja; y este recuento me obliga a dar una satisfacción al ilustre Tribunal que me juzgó, porque sin darme cuenta de ello, y habituado por mis condiciones de profesor a decir y repetir las cosas, hasta lograr grabarlas en la mente de mis discípules, olvidé que me dirigía a ellos, y hube de expresarme como si estuviera en una clase formada por alumnos del primer año de Geometría; y sirva como explicación a esa con- ducta, saber lo que fácilmente puede suponerse, que es ahora cuan- do yo me he ocupado de hacer tal cuenta. No obstante eso, señoras y señores, afirma mi estimado contrincante que una pirámide cuya cúspide se proyecta fuera de la base, es recta! -porque satisface todas las condiciones que yo atribuyo a las pirámides rectas!! Aun en el caso de que dejara aleuna vez de repetir lo ya dicho tan- tas veces, ¿puede nadie fundamentar un razonamiento, no ya cien- tífico, sino de aleuna fuerza al menos, basándose en que dejo de- decir una vez, lo que afirmo treinta y siete? Pero ni eso ocurre, ya habéis visto que ha sido preciso cortar un párrafo para afirmar cosa semejante, porque de no haberlo hecho así, en el mismo párrafo está la refutación más terminante y clara a tal suposición. No tenía, pues, necesidad mi estimado amigo, de esforzarse tanto en hacer- nos ver que le fué preciso pegar por su base, para que no se callera, la pirámide de cartulina que nos mostró, pues este auditorio es en extremo culto y no necesita, por consiguiente, que se le demues- tre de un modo objetivo que los cuerpos caen del lado hacia dende se inclinan, según la categórica afirmación de la sentencia popular basada en las leyes que rigen el equilibrio de los cuerpos, y en cuan- to a mí, que no alcanzo, ni con mucho, la cultura del último de mis oyentes, tampoco necesitaba mi culto contrincante de hacerme ver CONTROVERSIA CIENTÍFICA 65 que un cuerpo cae siempre que su centro de gravedad se proyecte fuera de la base que lo sostiene, como ocurre en la pirámide a que hacía referencia. y No he de terminar esta parte sin llamar la atención del audito- rio sobre otro lamentable error que comete el Sr. Planas, al repre- sentar gráficamente la pirámide a que se refiere su trabajo (fig. A), y consiste en que la proyección horizontal del cuerpo no correspon- de con la vertical del mismo, como claramente se manifiesta obser- vando la mencionada fig. A, donde se ve en la proyección hori- zontal un círculo que, por su posición sobre el plano horizontal o paralelo a él, debió aparecer representado en el vertical, según una recta, proyección de un diámetro cualquiera ,tal como el DE, fig. 3, 66 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN cuya recta debió ser de trazo continuo, pero más fino, en toda la parte que no es común con las proyecciones de los lados del trián- gulo que forman la base de la pirámide; para distinguir los cua- les faltan las correspondientes letras, colocadas según la anotación generalmente adoptada en todas las obras de Geometría Descrip- —S o” tiva. También se confundirán en la proyección vertical del diáme- tro mencionado, las proyecciones verticales de los radios que en la horizontal coinciden en toda su magnitud con las proyecciones de las aristas laterales, los cuales debieron ser determinados por medio de proyectantes y con las letras en este caso de imprescindible ne- cesidad para interpretar debidamente la figura. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 67 Para que se vean las deficiencias de que adolece este trazado, me he permitodo hacerlo debidamente en la fig. 3.2 expuesta. Tal vez esta deficiencia sea la causa que impedía a mi ilustrado contrincante reproducir esta figura en el encerado la noche que nos leyó su hermoso trabajo, y que él atribuía a la falta de compás. Defendida debidamente mi tesis de los ataques a ella dirigidos por mi querido contrincante, y justificada la actitud del tribunal que la juzgó, paso a ocuparme ahora de demostrar lo absurdo de la teoría sustentada por el Sr. Planas como fundamento de las defi- niciones de pirámides y conos rectos y oblicuos. Comienza su trabajo mi culto contrincante haciendo referencia a lo extraño que me pareció no haber encontrado semejantes defi- niciones en los libros de Geometría, y dice respecto de este parti- cular lo siguiente, pág. 1: (1 “Esto causa extrañeza al autor, que dice, en la pág. 18: ““Creemos debida la omisión a lo difícil que re- sulta definir bien la pirámide recta y la oblicua.?” ““Eso mismo (continúa el Sr. Planas) no nos ha causado extra- ñeza a nosotros, por dos razones :?” “1,7 Porque una pirámide, sea recta u oblicua, tendrá el mis- mo volumen, siempre que tenga la misma base y la misma altura.”” **2,2 Porque, basándose la oblicuidad de las pirámides en la oblicuidad de su eje de gravedad, es inútil buscar en libros de Geo- metría ¡definiciones que sólo encajan en tratados de Mecánica ?” Confesamos lealmente, que no hemos entendido en lo absoluto la primera de las razones expuestas; porque explicar la extrañeza que me ha producido el no encontrar las definiciones mencionadas, en las obras de Geometría por mí consultadas, diciendo: **Porque una pirámide, sea recta u oblicua, tendrá el mismo volumen siem- pre que tenga la misma base y la misma altura?””, es tanto como afirmar que no he encontrado esas definiciones en las obras men- cionadas, porque el cuadrado de la hipotenusa, es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, o porque el área del círculo es igual a R?, o por cualquiera otra verdad geométrica por el estilo. ¿Qué tiene que ver la omisión de esas definiciones con que el vo- lumen de una pirámide recta, es equivalente al de otra oblicua de 1guales base y altura; Como no se me alcanza la razón de esta sin- razón, pasemos a ocuparnos de la segunda de las expuestas. Por ella afirma categóricamente el Sr. Planas que la oblicuidad de las pirámides se basa en la oblicuidad de su eje de gravedad y 1 Pág: 213 KR. 5, CL. el, 68 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN que, por lo tanto, es inútil buscar en libros de Geometría definicio- nes que sólo encajan en tratados de Mecánica. Pero mi estimado amigo no cita un solo tratado de Mecánica en que se encuentren tales definiciones y no ya las relativas a las pirámides y conos, sino que tampoco encontrará en los tratados de Mecánica las que se hallan en todas, absolutamente en todas, las obras de Geometría; esto es, las definiciones de prismas, y cilindros rectos y oblicuos. Esta sola razón justifica que es en las obras de Geometría, y no en las de Mecánica, donde debieran hallarse. Pero no es mía la culpa de haber querido encontrar, donde no lo hallé, lo que mi distingui- do contrincante afirma que se encuentra en otra parte, donde tam- poco lo ha encontrado él; la culpa sí es en este caso de todos los pro- fesores y de todas las obras de Geometría, que me han enseñado que esta ciencia es la que se ocupa del tamaño, forma y posición de los cuerpos; y para que no se crea que soy yo quien afirmo tal cosa, citaré algunas definiciones de ella, las cuales ha olvidado mi dis- tinguido contrincante. En la página 2.? de la obra Elements de Géometrie, por A. Amiot, profesor de Matemáticas del Liceo de San Luis en París, corregida y aumentada por F. Vintejoux, profesor también del mismo Liceo. Se dice: ““La Geometría es la ciencia de la extensión, de la forma y de la posición, considerada de una manera absiracta?” (fíjense bien en esto, que es muy importante y que habré de utili- zar luego ““de una manera abstracta). En los Principios y proble- mas de Geometría, por el Dr. Eduardo Fontseré, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Wniversidad de Barcelona, se lee en la pág. 9: “La Ciencia ave estudia la forma, posición y magnitud de los cuerpos, de las superficies, de las líneas y de los puntos, se llama Geometría.” El prefación de la obra Tratado elemental de Geome- tría, de los Sres. F Rouche y Ch. Comberousse, dedicado, como todos vosotros sabés. a hacer una reseña histórica de esta ciencia, comienza así: “Las ideas de extensión, posición y forma son natu- rales al hombre. S= atrilmye a los egipcios y caldeos el primer en- sayo para precisar y coordinar esas ideas.”” “La Geometría apare- ció entre los griegos importada de Egipto por el fenicio Thales, ete., ete. Es decir. que para estos. famosos autores, la Geometría, cuyo origen, como todos sabéis, se atribuye a los egipcios y caldeos, no es otra cosa que la coordinación y precisión de las ideas de ex- tensión, forma y posición de los cuerpos. Pero ¿a qué rontinuar citando autores?, la lista se haría inter- CONTROVERSIA CIENTÍFICA 69 minable, basta recordar que es en la Geometría y no en la Mecá- vica donde se estudian las posiciones de las líneas y de los planos, en el espacio y entre sí; que es en la Geometría, y no en la Mecáni- ea, donde se estudia la simetría de los puntos, líneas, figuras o cuer- pos con relación a un punto, a una recta o a un plano, y que esto no es otra cosa sino el estudio de las propiedades que se deducen de las posiciones de esos elementos, figuras o cuerpos geométricos econ relación al centro, eje o plano de simetría; que es en la Greo- metría, y no en la Mecánica, donde se estudian las posiciones de una línea con relación a un plano, y que es en la Geometría, y no en la Mecánica, donde se estudian y defiren los prismas y cilindros rectos y oblicuos. ¿Qué razón hay para que todo esto se estudie en la ciencia que se ocupa de la posición de los cuerpos geométricos, y la de los elementos que los constituyen, y no se estudie en ella la posición de esos otros cuerpos geométricos que se llaman conos y pirámides? Absolutamente ninguna, como no sea la afirmación ro- tunda, y sin pruebas, de mi ilustrado contrincante, quien, para ha- cerla, ha tenido que prescindir de la definición de la ciencia de Euclides. En la página 3.2 (1) del trabajo que comento, dice y subraya el Sr. Planas: “Una pirámide no puede ser recta sino cuando, const- derada como volumen homogéneo, y suspendida libremente por su vértice, su base sigue siendo horizontal, esto es, cuando su eje de gravedad, por comcidir con su altura, queda vertical, como sucede en las pirámides regulares.?” Todos vosotros sabéis que “un cuerpo es homogéneo, siempre que volúmenes iguales de dicho cuerpo, tienen pesos iguales por pequeños que sean estos volúmenes””. Según esto, cuando el volu- men de la pirámide no sea homogéneo, ¿cómo podrá determinarse su posición? Hasta ahora teníamos grandes dificultades para de- finir las posiciones rectas y oblicuas; yo he tratado de definirlas dentro de los preceptos de la Geometría, que considera los cuerpos geométricos, como volúmenes abstractos, y en tal concepto, ereo que las definiciones dadas por mí, satisfacen todas las condiciones y se verifican en todos los casos; por lo menos me he cuidado al darlas, de que ellas dependan, única y exclusivamente, de la posi- ción del pie de la altura, respecto de la base de la pirámide; pres- cindiendo de toda otra circunstancias, pues la materia de que está formado el cuerpo es cosa de la que hay que prescindir en Geome- 1 Pág. 2714 R. 8. C. IL cit. 70 ALFREDO RODRÍGUEZ¿MOREJÓN tría, y las propiedades geométricas de los cuerpos hay que dedu- cirlas considerando a éstos y a sus elementos en abstracto. Así lo afirman Phillips y Fisher, profesores de la Universidad de Yale, en su libro Elements of Geometry, donde se lee en la pá- gina 3: “La porción de espacio que ocupa un cuerpo, considerada independientemente de la materia de que está compuesto, es un sólido geométrico.?? “El cuerpo material es un sólido físico.”? Ama- deo Guillemin, en el tomo primero de su conocidísima obra El Mundo Físico, y en la nota (2) de la página 6, dice: ““Los mate- máticos estudian las propiedades de los cuerpos geométricos, es decir, de la extensión figurada o de una porción del espacio cir- cunseripto en límites ideales.?? (Fijarse bien en la palabra ¿dea- les.) “La Geometría hace abstracción de la materia que constitu- yen, por el contrario, los cuerpos físicos. ”” También A. Amiot y F. Vintejoux, al definir la Geometría, ha- blan de la extensión, forma y posición en abstracto, como ya hube de llamar la atención, al referirme por primera vez a estos autores; H. Sonnet, en sus Primeros elementos de Geometría, dice (pág. 1.?) : ““Para estudiar la forma de los cuerpos, la Geometría hace abstrac- ción de todas sus demás propiedades físicas, como son el peso, el color, etc.?? G. M. Bruño, en la pág. 1.? de sus Elementos de (Greo- metría, dice: ““La Geometría estudia las propiedades de estos ob- jetos abstractos que se llaman figuras geométricas??; pero ¿a qué continuar si en idéntico sentido se expresan todos los que han culti- vado estas ciencias desde sus orígenes hasta nuestros días? Basta con lo expuesto para notar este nuevo error en que incurre mi cul- tísimo contrincante, y vamos a ver a qué resultados tan desastro- sos nos ha de llevar semejante afirmación. He aquí dos pirámides equivalentes, (1) puesto que tienen igua- les bases y alturas, construídas de alambres; en la núm. 1, fig. 4.2, el pie de la altura está en el centro de la circunferencia circunserip- ta a la base; pues bien, esta pirámide que yo considero recta, pues satisface todas las condiciones que estimo necesarias para ello, es oblicua, según lo afirmado por mi querido contrincante, pues el eje de gravedad no se confunde con la altura, y el volumen de la misma no es homogéneo, pues está formada de hierro, estaño, aire, ete. Es decir, que no obstante que su cúspide y el pie de su altura equidistan de los vértices de la base y de reunir todas las demás v 1 Las pirámides que representamos en la fig. 4, las expusimos al auditorio, no dibujadas sino construídas con alambres para hacer más visible lo que afirmamos. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 71 condiciones necesarias, a mi juicio, para considerar recta a una pirámide, y que a la vista salta esta afirmación, eso no obstante, es una pirámide oblicua, según mi estimado amigo. He aquí ahora la pirámide núm. 2, fie. 4, de igual base y altura que la anterior, e inscripta también dicha base, y colocada de idén- tico modo que ella en un círculo. Según mi modo de pensar, esta pirámide es oblicua, pues bien claro: se ve que su cúspide, por el hecho de no equidistar de los vértices de base, se acerca, inclinán- dose hacia dos de ellos y alejándose del tercero; me parece que na- DS ud EA NE a die dudaría viendo y comparando a ambas, cuál de las dos es la que debe considerarse recta, por acercarse más a la regular; sin embargo, dado que en esta pirámide el eje de gravedad coincide con la altura, será recta, según el Sr. Planas, siempre que su volu- men sea homogéneo; pero como en este caso el volumen no es ho- mogéneo, supongo que por no reunir todas las condiciones necesa- rias para ser recta, según mi estimado contrincante, debemos con- siderarla oblicua; y otra exactamente igual a ella en forma y po- sición, pero cuyo volumen sea homógeneo, será una pirámide recta. Llegamos, pues, a esta conclusión: que dos pirámides exactamente iguales en forma y dimensiones, una podrá ser recta, y la otro obli- cua, según que la materia de que estén formadas sea o no homo- génea. 72 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN Figuraos ahora otra pirámide regular, y recta por consiguien- te; pero cuyo volumen no sea homogéneo, por estar formada de cartulina y aire en su interior; sin embareo, al suspenderla libre- mente por su vértice su base, se conservará horizontal, debido a que el peso está repartido de modo uniforme. Suponed del mismo modo otra exactamente igual a la anterior en forma y dimensiones, cuyo volumen, tampoco sea homogéneo, sino que esté construída con cartulina, yeso, acero y aire, y al sus- penderla, no obstante que su altura pasa por el centro de gravedad de la base, ésta no se conservará horizontal, sino que se inclinará sensiblemente, si el peso no está repartido de un modo uniforme. Haced otra igual a las anteriores en forma y dimensiones, pero cuyo. volumen sea homogéneo por ser de yeso y maciza; por ejem- plo, al suspenderla libremente por la cúspide, su base se conser- vará horizontal, lo mismo que la de volumen no homogéneo, pero cuyo peso estaba repartido de modo uniforme. Resumiendo, tenemos: pirámides regulares de volúmenes homo- séneos, que al suspenderlas por el vértice o cúspide, se conservará su base en posición horizontal; pirámides regulares de igual forma y dimisiones, de volúmenes no homogéneos, en las que la base per- manecerá también horizontal ,debido a que el peso está repartido de modo uniforme; pirámides regulares de igual forma y dimen- siones que las anteriores, pero de volúmenes no homogéneos, cuyas bases se inclinarán al suspenderlas, debido a que el peso en ellas no está repartido de modo uniforme. He escogido estas pirámides por ser las que no ofrecen duda aleuna, ni al Sr. Planas ni a mí, respecto de su posición, la cual es recta para ambos por satisfacer las condiciones exigidas para ello por nosotros. Véase a qué caos hemos llegado ya, y eso que estamos en presencia del caso más sencillo, de aquel que no ofrecía antes dudas de ninguna clase, es decir, que en vez de aclarar ese punto de la ciencia, hemos apagado la única lámparilla que nos iluminaba. Todavía podéis construir otra más curiosa, tal como una pirá- mide hueca, de cartulina y oblicua sin discusión, puesto que satis- faga las condiciones necesarias para ello, según mi querido con- trincante y yo, esto es, que la altura no coincida con el eje de gra- vedad y el pie de dicha altura, aunque esté dentro de la base, no se encuentre donde debiera para ser recta, según mis creencias; al suspenderla, observamos que su base se inclina, no obstante que su volumen no es homogéneo, debido a que el peso está repartido uni- =J [dls] CONTROVERSIA CIENTÍFICA formemente. En cambio, otra igual en forma y dimensiones a la an- terior conservaría horizontal su base al suspender el cuerpo por la cúspide, si no siendo homogéneo su volumen, se tiene cuidado de que el peso esté repartido de un modo no uniforme. En síntesis, tenemos pirámides oblicuas, homogéneas y no ho- mogéneas, que al suspenderla por su cúspide, y en virtud de que su altura no pasa por el centro de gravedad de la base, ésta se inli- na con relación a la altura, y pirámides oblicuas también, de igua- les formas y condiciones que la anteriores, en las que, al suspen- derlas, la base se conserva perpendicular a la altura debida a que el peso no está repartido de un modo uniforme. Perdonadme, señoras y señores, esta fatiga mental que os obli- eo a sufrir, pero sírvame de excusa que yo también estoy extenua- do mentalmente, viendo subir, bajar, inclinarse, permanecer hori- zontal y qué sé yo cuántas variaciones más, a tantas pirámides como puede concebir la mente, formada de tantas y tan diferentes materias, repartidas de modo infinito, y todo esto para saber si las pirámides son rectas u oblicuas, lo cual no sabremos nunca si ello ha de depender de que el volumen sea homogéneo y que la altura pase por el centro de gravedad de la base; yo, por mi parte, renun- cio gustosísimo a seguir investigando esta cuestión, porque me re- sultaría imposible llegar a definirlas, no ya debidamente, pero ni siquiera de un modo aproximado, y en aleunos casos, está fuera de las facultades del hombre poder comprobar si una pirámide reune todas las condiciones que, según mi culto y estimado contrincante, se necesitan para que sea recta u oblicua. Así, por ejemplo: Su- pongamos por un instante que me trasladara al pie de la famosa pirámide de Cheops, acompañado de aleunos de estos discípulos míos, que con tanto interés han seguido esta polémica, y me pre- euntaran si aquella pirámide es recta u oblicua; en el acto podría contestarles, según mis opiniones, es recta, porque su base es una fieura que puede inseribirse en un círculo, sus aristas laterales son iguales, y el pie de altura se encuentra situado dentro de la base. Aceptando las teorías de mi querido contrincante, no podría con- testarles ni tan pronto, ni de modo tan preciso, sino que tendría que decirles: vamos a verlo: empecemos por determinar el centro de gravedad de la base; los alumnos, que cuando estudian Geo- metría, no han estudiado Mecánica, pues como afirma Schopen- hauer, aquélla es una ciencia a priori, mientras que ésta lo es a posteriori, y por eso, en todos los centros de enseñanza del mundo se o 74 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN estudia la Mecánica, que tiene como una de sus principales bases la Geometría, después de conocer .ésta, los alumnos, repito, que no han oído hablar de centros de gravedad, se mirarán unos a los otros, como para preguntarse, y ¿esto qué es? Eso no me impedirá conti- nuar mis investigaciones, y al llegar al pie de masa rocosa, pasaré no pocos trabajos para trazar las diagonales de la base y determi- nar el centro de gravedad de misma, el cual está oculto bajo la enorme masa que lo cubre. Conseguido este objeto, difícil, material y hasta políticamente hablando, pues no es fácil que el Gobierno ES ¡ 1 ' ' ' y ! ' I ' ' 1 ' ! ' , : 1 y ' 1 1 ' ' aL U de Egipto permitiera tal cosa, es preciso ver si satisface la otra condición, es decir, la de que la altura pase por dicho centro de eravedad; para ello, después de haber pasado muchas horas con la cabeza baja cavando y buscando el punto mencionado, volveremos la vista hacia arriba para buscar el vértice, y sobre nosotros sólo hay otra mole inmensa que lo cubre; ¡imposible!, pues, determinar su altura; pero por eso no he de dejar de satisfacer su legítima cu- riosidad, y volviéndome a ellos, les diré: vamos ahora, utilizando los medios de que dispone la Topografía (otra ciencia a priori, fundada también en la Geometría), a trazar una línea que, pasan- CONTROVERSIA CIENTÍFICA 7 QU do por el centro de gravedad de la base, se prolongue hasta fuera de ella; en este momento, los alumnos, que no saben una palabra de Topografía, ya no me siguen, a pesar del interés y la atención que me prestaban al principio, pues nadie atiende cuando no en- tiende. Determinada esa línea, tendremos que hacer pasar una ver- tical por un punto cualquiera de ella, tal como el B (fig. 5.2), con lo cual habremos determinado un plano vertical, que pasa por el centro de gravedad O; si el vértice S está situado fuera de este plano, indiscutiblemente la altura no pasará por el centro de gra- vedad; pero si, por el contrario, se encuentra en ese plano, podrán ocurrir dos casos: o bien la altura pasa por el punto O centro de eravedad, lo que resultará siempre que por los procedimientos, bien complicados por cierto, de la Topografía pedamos compro- bar que estando la altura contenida en el plano OBAS, resulta OB igual a SA; o bien pudiera resultar que estando la altura conteni- da en dicho plano, el pie de ella se encontrará en un punto cual- quiera de OB sin poder determinar cuál es; entonces será preciso hacer pasar por O otra línea horizontal cualquiera, OB”, y haciendo que por un punto de ella pase la vertical B”A”, habremos determi- nado otro plano vertical, y si el punto S se encuentra también en dicho plano, entonces, forzosamente, la intersección de estos pla- nos verticales que pasan por S y por O, será una vertical también, perpendicular, por consiguiente, a la base horizontal, y dicha rec- ta es la altura de la pirámide, la cual pasa por el centro de gra- vedad. ; No obstante que este procedimiento en la práctica resulta más sencillo, no dejan de ofrecer, tanto uno como otro, serias dificulta- des y un conocimiento completo de muchas materias que es preci- so estudiar después de saber la Geometría. Al llegar aquí habrá que suspender la sesión, porque el sol abra- sador de aquellas regiones y los trabajos llevados a cabo, tendrán desfallecidos al profesor y los alumnos. Sin embargo, falta lo más erave, ver si reune la tercera de las condiciones que han de satis- facer las pirámides rectas, falta nada menos que ver si ¡¡suspendi- da por su vértice, la base se conserva horizontal!! Arquímedes se comprometía a desquiciar el mundo si le daban una palanca ade- cuada y un punto fuera del elobo. El problema planteado por mi querido y culto contrincante, a quien quiera saber si las pirámides de Egipto son rectas, no tiene menos dificultades que el legado a la posteridad por el sabio de Siracusa. Y no es esto lo más grave, 76 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN sino que las pirámides serán oblicuas, porque no satisfarán esta ter- cera condición, pues como todos sabéis, el volumen de ellas no es ho- mogéneo, pues descartando el hecho de que no todas las piedras han de tener igual peso específico, todos vosotros sabéis que en el interior de ellas.hay galerías, salas para los sepuleros y excavacio- nes de distintas clases: no hay, pues, ni el recurso de contruir unas semejantes, pero mucho más pequeñas, y deducir la posición de las de Egipto por la posición que tengan las semejantes a ellas, pues como mi estimado contrincante hace depender la posición de di- chos cuerpos de la materia de que están formados, confundiendo así, de modo lastimoso, el cuerpo geométrico, que es la más pura abstracción, con el cuerpo físico, claro está que se llega a las con- clusiones tremendas desde el punto de la generalización científica a que hemos llegado; es decir, que dos pirámides exactamente igua- les por su forma y dimensiones podrán ser una recta (si el volumen es homogéneo, y la otra oblicua, si no es homogéneo el volumen); puesto que una satisfará la tercera de las condiciones exigidas por el Sr. Planas a las pirámides rectas, es decir la que su base se con- serve horizontal al suspenderia por su vértice, y la otra no llenará esa condición, como ya lo hemos visto, condición esta última que podrán reunir también en aleunos casos las pirámides oblicuas. Pero es mucho más grave la dificultad que nos ha creado el Sr. Planas, y es que generalizando sus teorías, a los otros cuerpos geo- métricos, prismas y cilindros, los cuales también tendremos que considerar como volúmenes homogéneos, porque no hay razón cien- tífica para que las pirámides lo sean y ellos no, cuando tan sólidos geométricos son unos como otros ,nos encontramos con que no sa- bemos, lo que hasta ahora era una verdad indiscutible, es decir, lo que son prismas y cilindros rectos y oblicuos; pues supongamos un prisma de volumen no homogéneo, V.G., de cartulina y aire por ser hueco, suspendido por su eje de gravedad, que suponemos coin- cida con la altura, conservará su base en posición horizontal, pero en cambio, otro igual exactamente al anterior en forma y dimen- siones, cuyo volumen tampoco sea homogéneo, pero en el cual el peso no esté repartido de modo uniforme, al suspenderlo por su eje de gravedad, su base no se conservará horizontal. ¿Qué serán estos dos cilindros? ¿Serán rectos los dos? Imposible, puesto que la diferencia de la materia que los constituye les da propiedades di- ferentes, y como la materia es factor importantísimo para deter- minar la posición, según mi docto contrincante, resulta que estos CONTROVERSIA CIENTÍFICA 77 dos cilindros no pueden tener la misma posición, luego si uno es recto, el otro es oblicuo. A esta conclusión llegamos, sólo tomando como altura del prisma, el eje de gravedad del mismo; pero todos vosotros sabéis que por la altura de éste, o del cilindro, puede to- marse una cualquiera de las infinitas perpendiculares comprendidas entre ambas bases, así es que si al primero de los prismas menciona- dos, los suspendemos por uno de sus vértices o por un punto cual- quiera de sus bases, que no sea el centro de gravedad, pero que será siempre el extremo de una recta, que es altura del cuerpo, también se inclinará la base, como fácilmente se comprende. Consideremos ahora un prisma oblicuo hueco, de cartón, cuya base sea un polí- sono regular, suspendámosle por el centro de una de sus bases, ex- tremo del eje de gravedad del mismo, sus bases se inclinarán. no obstante que su volumen no es homogéneo; en cambio, otro prisma. exactamente igual al anterior, en forma y dimensión de volumen no homogéneo, podrá conservar su base horizontal, si el peso del cuerpo no está repartido de modo uniforme. Estos dos prismas, has- ta ahora, eran indiscutiblemente oblicuos; desde ahora, no sabemos lo que son. Otra afirmación categórica, pues en todo el trabajo de mi que- rido amigo no hay ni la más remota duda respecto de lo que dice, pues lo que expone son sus convicciones profundamente arraiga- das, según lo que se desprende de la lectura del mismo; otra afir- mación, repito, la expone en la pág. 5.2, (D donde se lee: ““Si cual- quiera de las cuatro pirámides, figs. 6 y 7 del autor, a base trape- zoidal, que el autor supone rectas, fuese suspendida libremente por su vértice, no tardaría su altura en oscilar bajo el punto de sus- pensión, haciendo que terminase la horizontalidad del plano de su base.?? Pues bien, todos vosotros podéis concebir una pirámide de base trapecial, recta según mis creencias, suspendida por el vértice li- bremente, y su base permanecerá horizontal, si no siendo homo- géneo el volumen se tiene cuidado de repartir el peso del cuerpo de modo uniforme, pero no por eso dejará de ser una pirámide de base trapecial. Después de lo expuesto, yo pregunto, ¿pero es que la posición geométrica de un cuerpo puede en modo aleuno depender de la acción de una fuerza sobre él? ¿Qué tiene que ver la posición que toma un cuerpo debida a una o varias fuerzas actuando sobre él, 1 :P£g. 276 KR. 8. C. IT cif. 78 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN con la posición geométrica del mismo? Un prisma geométricamente considerado, ¿dejará de ser recto, porque yo lo coloque de modo que el plano de su base sea oblicuo con relación a otro plano cual- quiera? Respecto a este particular, me decía un discípulo, muy in- teligente y estudioso, que se encuentra en este lugar: ““Sr. More- jón, desde el momento que la posición de una pirámide dependa de la que le haga tomar la fuerza de gravedad al suspenderla libre- mente por su cúspide, y no habiendo razón alguna para escoger esta fuerza y no otra cualquiera, pues saliendo de la Greometría para resolver una cuestión puramente geométrica, lo mismo se está fuera saliendo por la puerta de la gravedad que por otra puerta cualquiera, yo creo que no hay razón para que yo no pueda some- ter una pirámide de volumen homogéneo (v. g., de acero) regular y suspendida por su cúspide a la acción de un potente imán, la pirámide en este caso no conservará su base horizontal; yo creo, Sr. Morejón, que la acción de las fuerzas sobre los cuerpos, no tie- ne nada que ver con la posición geométrica de los mismos.?? Eso creíamos hasta ahora, le respondí, y lo creíamos, porque así nos lo vienen diciendo todos los geómetras, desde los tiempos de Thales de Mileto, hasta hoy que hemos oído lo contrario. No es preciso que apele usted a fuerzas, ni a cuerpos materiales, no salga de la abs- tracción base de la Geometría; suponga usted el cono visual, o el cono de luz proyectado por una linterna mágica, o por los rayos del sol al penetrar por un pequeño agujero en una cámara obseu- ra; ¿eree usted que vamos a suspenderlos por la cúspide para ver si la base se conserva horizontal, o piensa usted que esos conos elt- culares, inmateriales y que, por consiguiente, su volumen no es, ni homogéneo ni heterogéneo, no han de ser rectos cuando todas sus generatrices sean iguales y oblieuos en caso contrario, o bien piensa usted que no teniendo volumen homogéneo no pueden tener po- sición geométrica, porque, como dice mi distinguido amigo y con- trincante: “Una pirámide (y un cono no es más que una pirá- mide de infinito número de caras) no puede ser recta sino cuando, considerada como un volumen homogéneo y suspendida libremen- te por su vértice, su base sigue siendo horizontal, esto es, cuando su eje de gravedad, por coincidir con su altura, queda vertical, como sucede con las pirámides regulares??? En la página 6 del trabajo de mi ilustrado contrincante, se lee lo siguiente: “Cuanto a troncos y trozos de pirámides y conos, 1" Pág. 276 R./S. C. E. cit. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 19 estimamos también que el autor se equivoca, al afirmar que los trozos son rectos u oblicuos según procedan de pirámides y conos rectos u oblicuos.?? En efecto, de una pirámide recta o de un cono recto, siempre podremos obtener un tronco recto; y de una pirámi- de oblicua, o de un cono oblicuo, siempre podremos obtener un tronco oblicuo; pero de una pirámide oblicua o de un cono obli- euo, podremos extraer un trozo recto siempre que efectuemos la separación por medio de un plano perpendicular al eje de grave- dad, "porque así obtendremos una nueva pirámide más pequeña, O un nuevo cono más pequeño en el que la altura coincida con el eje de gravedad. Igualmente, de una pirámide recta o de un cono recto, podremos extraer un trozo oblicuo, siempre que efectuemos la separación por medio de un plano que no sea perpendicular al eje de gravedad, porque así obtendremos una nueva pirámide más Fig. 6a pequeña, o un nuevo cono más pequeño, en que la altura no commct- da con el eje de gravedad. El Sr. Planas ilustraba estas sus afir- maciones, objeticamente, con los cuerpos que tengo el honor de poner a vuestra disposición para que los examinéis si así lo deseáis. Y he llegado, señoras y señores, a la parte más penosa y difícil de mi trabajo, porque cuando aquella noche veía yo a mi distinguido contrincante afirmar resueltamente lo que queda expuesto, y le- vantar como trofeo de triunfo de esta controversia, que él com- paró con la **Batalla de las Pirámides?””, este cuerpo, fig. 6.2, al que llamaba “trozo recto cortado del modelo oblicuo?”, fig. 7?, que os presento, al que designaba “pirámide oblicua””, de donde **se ha cortado un trozo recto””, y luego mostraba, siempre en lo alto, s0 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN este “trozo recto cortado del modelo oblicuo””, que también os pre- sento, fig. 8.*, y al que llamó “cono oblicuo de donde se ha cortado un trozo recto””, fig. 9.2; cuando mi querido y muy ilustrado con- Fig. 7a trincante mostraba todo esto con la satisfacción propia del que ha arrollado al contrario, y “su briosa refutación””, según la calificó con notable acierto el distinguido periodista a que antes me he Fig. Sa referido, la hacía con palabra tan fogosa como tal vez no lo fueran aquellas con que Napoleón alentara a sus soldados en el fragor de la verdadera Batalla de las Pirámides; yo, que en esos momentos CONTROVERSIA CIENTÍFICA | 81 veía la sonrisa que se dibujaba en muchos de los oyentes, y la cara de espanto que ponían mis alumnos, al ver que lo que mi querido y muy culto compañero llamaba trozos de pirámide y cono, no eran sino pirámides y conos deficientes, y que los trozos eran, figuras 7,2 y 9.2, éstos que él dejó sobre la mesa y a los que llamaba pi- rámide y como oblicuo; creedme, señoras y señores, mis deseos fue- Fig. 9a ron, y de haberlos podido realizar hubiera sentido con ello una eran satisfacción, porque yo estimo mucho al Sr. Planas, mis de- seos fueron, repito, poder quitarle, sin que nadie lo notase, la pirá- mide y el cono deficiente que a todos mostraba como trozos de cono y pirámide, respectivamente, y colocar en su diestra a los verda- deros trozos que él dejó sobre la mesa y a los que llamaba, según se lee escrito por él en una de sus caras, pirámide y cono oblicuo, respectivamente; porque dado lo estruendoso de aquel fracaso, yo veía a mi amigo meritísimo, no como al Napoleón de las Pirámides, sino como al caído de Waterloo, y luego, cuando al terminar su luminoso trabajo, mis alumnos, que no conocían su refutación a mi tesis, como no la conocía yo, se acercaron a la mesa, y cogiendo los cuerpos, que tuve que quitarles y guardar, mostraban a todos los concurrentes el tremendo e incomprensible error en que incurría, al confundir los troncos y trozos de pirámides y conos, con las pi- rámides y conos deficientes; cuando tal cosa ocurría, yo sólo me acordaba, al ver aquella caída, del prisionero, cien veces ilustre, de Santa Elena!! Ha sido para mí tarea penosísima encontrar una palabra que, sin lastimar a mi querido amigo, a quien debo toda clases de respe- 82 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN tos por sus condiciones personales y por la amistad que a él me une me ha sido imposible, digo, poder calificar este hecho sin herir su susceptibilidad; porque esto no es una errata, ni tampoco es un error, y de ahí mi dificultad para calificarlo, y como no encuentro palabra apropiada al caso, renuncio a ello y dejo a vosotros la pe- nosa encomienda de hacerlo si lo queréis. ¿Cómo es posible que mi contrincante haga extensivo el sienificado de la palabra trozo en castellano, que quiere decir, según el Diccionario: “Pedazo o par- te de alguna cosa cortada o separada de otra””, con el significado, particularísimo, de esa misma palabra al designar un trozo de pi- rámide o de cono? ¿Es que un trozo de cono o de pirámide es un pedazo cualquiera de un cono o de una pirámide como cree mi es- timado contrincante cuando afirma, pág. 6, (2 que: “de una pirá- mide oblicua, o de un cono oblicuo, podremos extraer un trozo rece- to, siempre que efectuemos la separación por medio de un plano perpendicular al eje de gravedad, porque así obtenemos una nueva pirámide más pequeña, o un nuevo cono más pequeño en que la al- tura coincida con el eje de gravedad ””? ¿Pero es que eso es el trozo de pirámide o de cono, como ratifica en los cuerpos presentados y en los cuales, de su puño y letra ha escrito mi querido contrincante lo mismo que afirma en su trabajo y que yo acabo de repetir? Todos vosotros sabéis que eso no es un cuerpo nuevo, sino que es otra pirá- mide, u otro cono que se llama pirámide o cono deficiente. Pero, es que hay más todavía, señoras y señores, no siempre que un plano corte todas las aristas laterales de una pirámide o todas las genera- trices de un cono, la parte de la pirámide o del cono comprendida entre el plano secante y la base del cuerpo dado se llama trozo de cono, ni en español ni en inglés, sino que en castellano se llama tro- zo de pirámide o de cono, según los casos, la parte de pirámide o de cono, respectivamente, comprendida entre la base y la sección que determina un plano, oblicuo a dicha base y que corta a todas las aristas laterales o a las generatrices. Eso es lo que los ingleses lMaman truncated piramid o truncad cone; y algunos autores espa- ñoles, también llaman al trozo de cono, cono truncado, y pirámide truncada al trozo de pirámide. Ahora bien, cuando el plano sector es paralelo a la base, el cuerpo que se obtiene (siempre el compren- dido entre la base y el plano sector, nunca entre la base y el vérti- ce como afirma mi distinguido contrincante), se llama tronco de pirámide o tronco de cono, según los casos; y los ingleses le lla- INP ES EL Cro: CONTROVERSIA CIENTÍFICA 83 man frustun of a piramid y frustun cone, respectivamente. Los franceses llaman indistintamente pyramide tronquée o tronc de pyramide o bien cone tronquée o tronc de cono a estos Cuerpos, es- pecificando si las bases son o no paralelas, para distinguir ambos casos; pero lo que no ocurre, ni en inglés, ni en español, ni en fran cés, ni en ningún idioma, es llamar por estos nombres a las pirámi des o conos deficientes como hace mi distinguido contrincante. Perdonadme, señoras y señores, que repita estas sencillísimas de- finiciones que todos vosotros conocéis perfectamente y no me ten- eáis a mal que, dada vuestra cultura, me ponga a repetir lo que vos- otros conocéis muy bien desde que aprendisteis los rudimentos de la Geometría; pero como quiera que mi querido contrincante lleg.: a la conclusión de que los troncos y trozos son rectos y oblicnos conforme a lo que él sustenta, y afirma que yo me equivoco al decir que los troncos serán rectos u oblicuos según procedan de cuerpos (pirámides o conos) que sean rectos u oblicuos, me he visto obli- gado a llamar la atención de mi querido contrincante respecto de que, sólo tomando por trozos de pirámides y trozos de conos a las pirámides y conos deficientes rectos, que él obtiene, puede afirmar lo que dice, porque a no ser por esa equivocación, vería mi culto amigo, que los trozos y troncos procedentes de pirámides o cónos oblicuos, son oblicuos, como claro se ve en ls cuerpos, fig. 7.* y 9.2, por él presentados y que vosotros podéis comprobar. Suponiendo que todo lo dicho por mi distinguido contrinconte fuera cierto, dando por sentado que ninguno de los errores anterio- res los hubiera cometido, bastaba esta absurda conclusión a que llega, para que toda su teoría venga abajo, no por los esfuerzos que yo haya hecho, sino por el peso de sus propios errores, los cua- les, si se me permite el símil, han sido para dicha teoría, la fuerza de gravedad, que la ha precipitado en tierra, cuando él la había sus- pendido libremente ante vosotros, a fin de observar la posición que tomaba el fundamente o la base de ella en el concierto de los cono- cimientos humanos. Réstame, para terminar esta parte de mi trabajo, referir, según ofrecí la primera noche que tuve el honor de dirigiros la palabra, la causa que motivó este, tan discutido como modestísimo, trabajo mío. Explicaba a mis alumnos la lección relativa a los poliedros, y les indicaba que según la costumbre establecida en mis clases, de- bían traerme al otro día un tema escrito sobre el asunto tratado. Al día siguiente, y conforme a lo dispuesto por mí, comenzaron a leer 84 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN sus respectivos trabajos, y noté que, con diferentes palabras, todos daban la misma definición errónea de pirámide oblicua; respecto de ese error hube de llamarles la atención, pero al notar que todos incurrían en él, ereí lo que siempre he creído en esos casos, que el error era mío, y dirigiéndome a ellos, hube de preguntarles, si de ese modo les había yo definido la pirámide oblicua, a lo que respon- dieron afirmativamente. Pues bien, les repliqué; si lo he dicho así, lo he dicho muy mal, y deben tachar eso y poner lo que voy a die- tarles. Me disponía a darles, la para mí sencilla definición, cuando noté que de ningún modo podía hacerlo debidamente, por lo que me vi obligado a decirles: en estos momentos no se me ocurre una definición clara y precisa, así es que se las daré mañana. Difícilmente me sería poder expresar el disgusto y la decepción erandísima que se apoderó de mí aquella tarde de constante re- cuerdo. Resulta que, me decía a mí mismo, yo, profesor de Geome- tría, no sé lo que es una pirámide oblicua, cosa que sabe cualquier alumno de la escuela primaria. Lo honrado es que renuncié mi puesto de profesor. Estas reflexiones las hacía en el trayecto de la Escuela a mi casa. Llegué a ésta y comencé a hojear obras de Geo- metría buscando la deseada definición, y nada encontré en ellas, y lejos de tranquilizarme por no hallarla, me dije: claro, es tan sen- cilla que no se consigna en los libros de puro sabida. Confieso que no se me ocurrió buscar en ningún libro de Mecánica. De todos modos, aquélla fué noche de insomnio horrible en que mi cuerpo se extenuaba a causa de la tremenda lucha entablada entre mis de- beres de padre y esposo, obligado a buscar el sustento de seres que- ridísimos, a los del ciudadano digno que no quería engañar a sus discípulos ni defraudar la confianza que en él se depositara al en- comendarle la instrucción de aquellos jóvenes que constituían la más legítima esperanza de la patria. Rendido al fin, dejaron de atormentarme las tristezas de la vida real, para ser víctima de ho- rribles pesadillas. A la mañana siguiente fuí a ver algunos amigos y antiguos profesores para que me ayudaran a salir en bien del compromiso contraído con mis discípulos, y cuál no sería mi asom- bro al ver que ellos, como-yo, tampoco sabían lo que era una pirámi- de oblicua; esto ya me tranquilizó, pues comprendí que mi igno- rancia era, por rara excepción, justificada en este caso. Referí a mi discípulos lo ocurrido, y desde entonces comencé una busqueda infatigable para ver si encontraba en algún libro lo que ya comen- zaba a despertar mi curiosidad. No quedó biblioteca pública, libre- CONTROVERSIA CIENTÍFICA 85 ría ni biblioteca de amigos, en que no estuviera buscando y rebus- cando durante tres años largos. Convencido de que la definición faltaba, intenté encontrarla, pues era para mí muy penoso tener que omitirla curso tras curso en mis explicaciones. Si largo fué el tiempo empleado en convencerme de que la definición no existía, no fué más corto el empleado en llegar a las conclusiones que he llegado; entonces y después de consultado con varios compañeros y profesores de Matemáticas, fué que me decidí a verificar mis ejer- cicios del Doctorado, y presentarlo como tesis, porque, como digo en el comienzo de ella, estimaba que era un estudio, s. no ¿Mportan- te, por lo menos original. Lo ocurrido después, vosotros lo sabéis; al año y medio de publicada, recibí el reto de mi querido amigo para esta polémica, y con ese motivo he vuelto a ocuparme del asunto; he mandado algunos ejemplares de mi trabajo a profeso- res y amigos inquiriendo el juicio que les mereciera, y como resul- tado de esas consultas, leeré algunas de las opiniones que he ob- tenido: El Dr. Pedro Córdova, Arquitecto de la Escuela de San Fer- nando, de Madrid, y profesor de Dibujo en nuestra Universidad, acaba de publicar una obra tan repleta de conocimientos útiles como bien expuestos, y titulada Curso Práctico de Dibujo Geomé-- trico, y en ella me hace el honor, sólo comparable en su magnitud a lo inmerecido que resulta, de citar (pág. 72) mi trabajo, en térmi- nos tan encomiásticos, que me veo imposibilitado de leer los párra- fos que me dedica, pues aunque esos elogios los inspira la bondad más excesiva y la amistad que desde antaño me une al dignísimo catedrático, no me parece propio leerlos, máxime cuando todos vos- otros sabéis que son injustificados; ahora bien, aprovecho esta opor- tunidad para hacer público testimonio de mi agradecimiento a mi ilustrado profesor, con quien habría de compartir gustoso mis éxi- tos, si por casualidad aleún día los tuviere, pues a él los debería en parte. El Dr. Antonio Rosell y Carbonell, ex-alumno laureado del Liceo de San Luis, en París; Catedrático, por oposición, de Mate- máticas en el Instituto de Matanzas, y una autoridad competentí- sima en estas cuestiones, a quien consideramos y respetamos como tal todos los que nos dedicamos a estos estudios, me dice en carta fechada en 1. de Abril de 1912: ““He leído con vivo interés su fo- lleto “Tesis sobre pirámides””. Si puede serle satisfactorio he de manifestarle que en mi clase, al tratar del estudio de los poliedros, 86 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN señalaré su nombre, año tras año, mientras viva, como el primero que ha tenido la honra de aclarar ese punto de la Ciencia. Para mí no hay en ciencias puntos menos importantes, en ese cielo como en la bóveda celeste todo es importante y las más pequeñas estrellas, suelen ser inmensos soles. ?? El sabio matemático F. Vintejoux, autor de innumerables obras, que todos conocemos, Profesor del Liceo de San Luis, en París, y el único que en Francia ha obtenido por dos veces consecutivas el ““Premio Nacional””, conferido al mejor profesor de Matemáti- cas, le dice al Dr. Rosell, en carta fechada en París el 8 de Junio de 1912: “Yo os doy las gracias por haberme enviado el trabajo del Dr. Morejón, y os suplico de transmitir a él mi agradacimiento y mi felicitación. A causa de que la lengua española no me es ha- bitualmente familiar, yo no he podido seguir en todos sus detalles el desarrollo de esta tesis; pero me ha parecido que la cuestión ha sido estudiada con cuidado y con discernimiento y que hay en ella, desde el punto de vista de la enseñanza, ideas útiles. ““Yo debo ver próximamente a uno de mis colegas que lee muy bien el español y yo tendré el placer, con su ayuda, de profundizar este trabajo, del cual yo no he podido tener más que una idea ge- nera.?? Con motivo de esta carta, me dice el propio Dr. Rosell, con fecha 24 de .Tunio de 1972: “Le envío mi más cordial felicitación por la opinión de Vintejoux: “la question a été étudiée avec soin et disernement??, pues la emite un célebre maestro premiado dos veces por la Sorbona.”” No son éstas las únicas cartas, ni las únicas felicitaciones, que ya por escrito o verbalmente he recibido por mi trabajo; pero no he de citarlas todas, porque algunas lo están en términos tan enco- miásticos, que puena con mi modo de ser el darlas personalmente publicidad, y permanecerán guardadas en las gavetas de mi escri- torio como seguramente hubieran permanecido éstas, si no me obli- garan a publicarlas el hecho de haberse dudado de la justicia y ree- titud del tribunal que juzgó mi modesto trabajo. Esas cartas prue- ban una vez más lo que no necesitaba probarse, por ser un axioma, y es que, dadas la competencia y honorabilidad de los miembros que constituyeron el tribunal, en este caso, como siempre, supieron lo que hicieron, aun suponiendo que ocurra lo que no es nada difí- cil que suceda; esto es, que las opiniones sustentadas en mi trabajo fueran erróneas, y de ningún valor científico, por consiguiente, pues CONTROVERSIA CIENTÍFICA 87 bastaba que el tribunal formara de ellas el mismo juicio que le ha merecido a mi distinguido contricante en la carta que me dirigió retándome a esta polémica, para que estuviera justificado el fallo que dictó. De todo lo expuesto se deduce: 1. Que mi querido amigo no ha probado, como afirma que lo ha hecho, nada que pueda afectar ni poco ni mucho a las opiniones que sustento. 2. Que el Tribunal ha procedido, como no podía por menos que suceder, con pleno conocimiento de lo que hacía al dictar su fallo. 3. Que cualquiera que sea el resultado de mis opiniones en el futuro, ya favorable o adverso, sólo a mí, única y exclusivamente, podría afectar, pero nunca al Tribunal, que no hizo más que dar su sanción al trabajo, por reunir los requisitos legales; pero que ese acto no significa que aceptaba mis opiniones, como tampoco que las rechazaba, reservándose cada uno de ellos el derecho de aceptarlas o RO, según su propio criterio le indicara. Podrá mi tesis, cual débil barquichuelo, tratar de conservarse a flote sobre el proceloso mar de los conocimientos humanos, reci- biendo, como acaba de recibir, el espumoso oleaje de una refuta- ción que se ha deshecho al chocar con su débil borda, y que lejos de sumergirla, la ha elevado más, permitiendo a su acerada quilla pasar por encima de la onda que la amenazara; pero eso no quiere decir que otras opiniones, más fundadas y más científicas, cual in- mensa montaña del mar, no la haga sumergir en el abismo más profundo, sin dejar ninguna huella de su existencia, lo cual no habrá afectado en lo absoluto la sublime grandeza del océano, que al permitirle flotar sobre él, mo se hizo responsable de su estabili- dad; así también podrán mis opiniones sumergirse en el olvido más completo, sin que por eso sufra las consecuencias el tribunal que las juzgara, ni se afecte en lo más mínimo la augusta majestad de nuestra prestigiosa Alma Mater. - Si el resultado, favorable o adverso de esta polémica, en lo que a mi tesis se refiere, es cosa que no me ha preocupado en lo absoluto, pues el no aceptar como verdades científicas lo que en ella expongo no significaría sino el fracaso de un esfuerzo, cosa tan común que a nadie sorprendería, y mucho menos a mí, que lo espero siempre, y desde luego sus efectos los amenguaría mucho la satisfacción del 88 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN deber cumplido, por virtud de lo cual he tenido el gusto de ser el primero que ha llamado la atención sobre ese punto obscuro de la ciencia, lo que ha motivado esta polémica, que me honra en alto erado, pues me ha permitido hacer oir mi desautorizada palabra en esta prestigiosa '“Sociedad Cubana de Ingenieros””, honor que nun- ca me hubiera proporcionado mi falta absoluta de mérito para ello, y que lo debo única y exclusivamente al hecho de haber pretendido cumplir con exceso mi deber de profesor, no dejando ignorar a los alumnos lo que estimé que pudiera enseñarles. Si el éxito no coro- nara mi labor, de nada tendría de que arrepentirme y sí mucho de que alegrarme. No resulta así respecto de mi otro trabajo **Curiosidades Cien- tíficas””, publicado también en la RevisTa DE LA FACULTAD DE LE- TRAS Y CIENCIAS, de la Universidad de la Habana, en el número co- rrespondiente al mes de Julio de 1911; pues en la carta de mi es- timado y culto contrincante, que he tenido el gusto de leer, me ase- euraba que, lo demostrado por mí, “era ya conocido””, lo cual me probaría en el curso de esta polémica. ¡ Pensad cuál no sería la pre- ocupación que me ha embargado durante los seis meses transcurri- dos desde que recibí dicha carta hasta que tuve el gusto de oir la lectura del brillante trabajo de mi querido amigo! Bien sabía yo que no tenía importancia científica alguna lo que en ese artículo demuestro, y bien claro digo que el título de **Curiosidades?” expli- ca perfectamente el concepto que me merecía mi pobre producción, y hasta llego a afirmar (pág. 25) (1 que la fórmula que encuentro para expresar el valor del ángulo de dos tangentes, es de ““eviden- cia tanta, que tampoco justifica estas líneas (me refiero al trabajo publicado en la REVISTA), si no fuera que ella nos permitirá dedu- cir la propiedad que ha de tener todo cuadrilátero circunscripto a un círculo cuya propiedad no deja de ser curiosa, aunque .sólo sea porque no la hemos visto consignada en ninguna obra de Geome- tria?”. En el párrafo siguiente, digo: “Ahora bien, nos importa mucho hacer constar que la publicación de este trabajo no obedece a que creamos se trate en él de una cuestión importante, mi. mucho menos que vamos a dar a la ciencia un nuevo teorema. El título que enca- beza estas líneas explica claramente el alcance de esta cuestión.?? Es decir, que lo único que motivaba aquel trabajo era la originalidad 1 Vol. xt, núm. 1 de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, mes de Julio de 1911 y 270 de la R. S..C. I. cit. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 89 del asunto, y esto no era nuevo, sino que ya se conocía, según afir- maba de modo terminante mi querido amigo... ¡Figuraos vosotros, que sois hombres de honor, cuánto no habré sufrido, pensando que mi estimado amigo iba a traer aquí el libro en el que se publicó, siquiera algunas horas antes de haberlo hecho yo, la fórmula y con- secuencia por mí deducidas y dadas a una Revista seria como ori- vinales, para que las honrara haciéndolas figurar en sus páginas! De hecho resultaba yo un plagiario, que me entretenía en buscar en libros raros cuestiones no vulgares, para sorprender la buena fe de los directores de una prestigiosísima publicación y darlas como mías; pues no hay que pensar en una coincidencia científica, no; dada mi insignificante personalidad como hombre de ciencias, con relación a la del autor de la obra en que apareciera previamente publicado mi trabajo, sólo cabía pensar en lo primero y no en lo segundo, pues las coincidencias se estiman que resultan siempre que a dos prestigios científicos se les ocurre la misma cosa simultá- neamente, pero nuca cuando uno de los que discuten la paternidad de un asunto es, como en este caso resulto yo, simple y obscurecido profesor de Matemáticas elementales, y el otro fuera por lo menos el autor de una obra científica, que por modesta que fuera, su au- tor valdría mucho más que yo. ¡Qué de torturas y qué de angustias no he sufrido, pensando, no ya en la tesis, que nada me preocupaba, sino en el momento en que mi amigo queridísimo, dirigiéndose a vosotros, os dijera en estas o parecidas palabras: '“Ved aquí en la obra tal, página tantos, editada por Fulano, lo que el Sr. Rodrí- guez Morejón da como suyo en el núm. 1.* del vol. XIII, pág. 25, de la REVISTA DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, de la Univer- sidad de la Habana, correspondiente al mes de Julio de 1911. A pesar de que son muchos y muy rudos los golpes que mi mala for- tuna me ha obligado a sufrir, y que mi alma forjada en el yunque del dolor, con el martillo de la adversidad, tiene, por consiguiente, el temple del acero, creedme que mucho dudé de poder soportar tan tremenda prueba. Cual no sería mi tranquilidad y con qué libertad no latiría mi corazón oprimido, cuando oí decir a mi docto contrincante estas palabras, pág. 9: (Y “Nosotros confesamos ingenuamente que no recordamos haberla leído nunca en mngún tratado de Geometria.?” Pero como el espíritu ha de estar constantemente hostigado por al- guna. preocupación, tras la tranquilidad grande, sí, muy grande, IPs 2795: 5. 0: Ls elb: 90 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN que aquellas palabras me produjeron, libre ya de la temida acusa- ción de impostor, fuí presa en el acto por la duda que me propor- cionaron las mismas palabras de mi amigo. En efecto, me decía: ¿Si ni él ni yo hemos visto esta fórmula y esta consecuencia en nin- euna obra de Geometría, antes de publicarlas con mi firma en la RevisTa, cómo es que este trabajo no es nuevo, no es original, sino que, por el contrario, era ya conocido? ¿Pero en dónde se publicó antes para que fuera conocido, o es que puede ser conocido lo que nadie ha visto? Verdaderamente, la duda trocóse en el más grande interés, para ver cómo amigo demostraba que era conocido una fór- mula y una consecuencia que ni él ni yo habíamos visto publicada antes en ninguna parte, como tampoco la conocían los profesores a quienes las consulté antes de publicarse por mí en la REvISTA men- cionada, como tampoco nadie recordaba haberla oído a ningún pro- fesor en sus explicaciones. ¿Es raro, verdad? Por fortuna, mi que- rido y docto contrincante no se hizo esperar mucho, y afirmó re- sueltamente, que esa fórmula encontrada por mí no era nueva, por ser, según dice en la pág. 9: (Y “Una simple transformación de la fórmula que indican todas las obras de Geometría al considerar el ángulo de dos tangentes como el límite del ángulo formado por dos secantes a una circunferencia??; y más adelante, pág. 10, Y) dice: ““Se llega a la fórmula del Dr. Rodríguez Morejón por medio de una fórmula general que la contiene implícitamente.?”? Si se tiene en cuenta que precisamente lo que nos proponíamos demostrar, según afirmamos en nuestro trabajo, era encontrar una fórmula que nos diera directamente el valor del ángulo de las dos tangentes sin re- currir a considerarlo eomo un caso particular del formado por dos secantes, lo que a nuestro juicio tiene la ventaja de ser más práctico, porque se obtiene con sólo medir el areo menor de los dos, determi- nados en la circunferencia por los puntos de contacto, y restando esta cantidad de la constante 180%, cosa mucho más fácil de hacer y, por consiguiente, más práctica que medir los dos arcos dados y res- tar el menor del mayor para obtener el valor del ángulo buscado; si ése es únicamente el objeto que se perseguía en esa fórmula en- contrada por mí, no hay más que dos caminos para demostrar que no io alcancé: o bien probar que ya otro lo había encontrado, o bien probar que es falso ese valor; ni una ni otra cosa ha probado mi que- rido contrincante, y lo que ha hecho es una cosa muy sencilla de 1 Pág: 279 -R..9:.C: Lo Cit. 2 “Pág. 280 R..8..C. E. Cib. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 01 hacer siempre que hay una tangente, esto es: escaparse por ella; supongan ustedes lo extremadamente sencillo que le habrá sido es- caparse de la cuestión, habiendo dos tangentes. En efecto, ¿qué es lo que hace mi estimado amigo para probar que mi fórmula no es original? pues llegar a ella por otro camino, largo y fatigoso, como lo son todos aquellos en que hay que recurrir a artificios de cálculo, los cuales sólo deben emplearse en caso de absoluta e imprescindi- ble necesidad, pero nunca cuando se puede llegar a una fórmula del modo sencillísimo y directo que lo hago. Pero aceptemos el camino que mi contrincante sigue y nos encontramos, y por ello le estoy muy agradecido, con que sólo sirve para confirmar la verdad de la fórmula dada; pues una cosa no deja de ser original porque se de- muestre la verdad de ella de varios modos. Difícil será en matemá- ticas no encontrar una fórmula cuva veracidad no haya sido de- mostrada de varias maneras; por no citar más que una conocidísi- ma, y salvado el espacio inmenso que separa la importancia de ella, como de todas las verdades científicas que más adelante citaré, con la escasísima importancia de la encontrada por mí, mencionaré el teorema de Pitágoras, del que se han dado innumerables demostra- ciones diferentes, hasta el punto de que, si no me engaña mi memo- ria, conté en una obra más de veinte, y hasta se deduce como coro- lario por simples operaciones algebraicas; es decir, sumando los valores de los cuadrados de los catetos en función de la hipotenusa entera, y de la proyección de cada cateto sobre la referida hipote- nusa, lo cual es tanto como afirmar que el famoso teorema se halla implícitamente contemido en las fórmulas generales que nos dan el valor de los dos catetos del triangulo en función de los elementos referidos. Pero es más, señoras y señores, es que aceptando el eri- terio de mi contrincante, llegamos a la conclusión de que todos los corolarios y consecuencias que se conocen en matemáticas, existían ya, mucho antes de que por alguien se hicieran patentes, pues to- dos están ¿mplícitamente contenidos en el teorema o en la fórmula de donde se han deducido, y, por consiguiente, habrá que estimar- los como cosa que no merece atención, no obstante que aleunos de ellos son más importantes que el teorema o fórmula de donde pro- vienen. Según eso, quien hizo ver que en todo triángulo isósceles, la línea que une el vértice con el punto medio de la base, es altura del triángulo y bisectriz del áneulo opuesto, no demostró nada nuevo, pues esa verdad estaba ¿/mplicitamente contemda en el teorema general, que dice: “En todo triáneulo isósceles los 92 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN ángulos opuestos a los lados iguales son iguales””; tampoco demostró nada nuevo quien hizo ver que un triángulo no puede tener dos ángulos rectos, ni dos obtusos, ni uno recto y otro obtuso, ni quien probó que los ángulos agudos de un triáneulo rectángulo son- complementarios, e iguales si el trián- gulo es además isósceles, pues todas esas verdades están ¿mplici- tamente contenidas en el teorema general relativo al valor de los tres ángulos de un triángulo; tampoco dedujo nada nuevo quien hizo ver que la línea quebrada que une los extremos de una recta, es mayor que ésta, pues esa consecuencia está ¿mplicitamente con- tenida en la definición de línea recta; tampoco demostró nada nue- vo quien hizo ver que es necesario que los ángulos opuestos de un cuadrilátero sean suplementarios, para que el cuadrilátero pueda inscribirse en un círculo, pues esa verdad está ¿mplícitamente con- tenida en la fórmula que nos da el valor del ángulo inscripto; tampoco demostró nada nuevo quien nos dió a conocer los valores del cuadrado y cubo de la suma o diferencia de dos cantidades, ni el famoso corolario relativo al cuadrado o cubo de un número formado por decenas y unidades; como tampoco demostró ¡nada nuevo Newton! al darnos la fórmula famosísima del binomio, pues todas estas verdades están ¿implícitamente contenidas en la fórmu- la general dada para multiplicar expresiones algebraicas; tampoco demostró nada nuevo Maclaurin al darnos a conocer la fórmula que lo ha inmortalizado, pues eso, como el mismo Maclaurin dice, no es más que un caso particular de la fórmula de Taylor, puesto que obtenida esta última no hay más que hacer sencillísimas operacio- nes algebraicas, consistentes, como todos sabéis, en permutar la variable x y el incremento h y dar a este último el valor O : ¡nada de eso es nuevo!, porque estaba ya implícitamente contemido en la fórmula de Taylor; así razonando, llegaremos a la conclusión de que todos los libros de Matemáticas están plegados de cosas que no deben figurar en ellos, pues son perfectamente conocidas por estar implicitamente contemidas en las fórmulas o teoremas genera- les, y extendiendo más el razonamiento, llevándolo fuera de las matemáticas puras, deduciremos que Leverrier no descubrió ¡nada nuevo! cuando dió a conocer la existencia del planeta Neptuno, porque este hecho estaba implícitamente contenido en las leyes de la Mecánica celeste, pues fué preciso que aparentemente infringie- ra Urano la Ley de la Atracción Universal, encontrándose en otro Ingar de la bóveda celeste, distinto al en que debiera estar, según CONTROVERSIA CIENTÍFICA 93 dicha ley, en aquellos momentos, para que buscando la causa de aquella simulada infracción apareciera Neptuno, no a los ojos del observador, sino revelándose en los cálculos que hiciera el sabio ma- temático; pero esto ¡no es nada nuevo!, porque estaba implicita- mente contemido en la Ley de la Atracción Universal; y extendien- do aún más el razonamiento y llevándolo hasta la Cosmografía y la navegación, conocimientos también basados en las matemáticas, llezgaremos a la consecuencia de que Colón, al descubrir la América, ¡no descubrió nada nuevo!, pues la existencia de este continente era una verdad implícitamente contenida en la gran verdad de la redondez de la tierra, y tanto es esto así, que el mismo Colón fué el primero que no creyó nunca haber descubierto un nuevo mundo, sino que se encontraba en aquel Cipango tan bien descripto por Marco Polo. Permitidme, señoras y señores, repetir una vez más que al citar estos hechos grandiosos y estos nombres de ilustres varones que nos permiten ereer que fueron ellos, y no nosotros, los formados a imagen y semejanza de Dios; permitidme, repito, aclarar bien el concepto de que al citarlos no he ereído, lo que sólo loco y atacado de delirio de grandeza pudiera ereer, esto es, que pueden comparar- se con el misérrimo trabajo mío objeto de estas líneas; no, y mil veces no; nadie, a excepción de mi querido contrincante, lo ha esti- mado de menos importancia que yo mismo, como puede comprobar- se leyéndolo; el objeto al citar tales descubrimientos ha sido única y exclusivamente hacer ver adónde llesaríamos aplicando el razo- namiento de mi querido amigo, cue estima no es nueva una fórmula científica deducida directamente, sin tener para nada en cuenta otra fórmula anterior, y sin que la dada por mí fuera antes cono- cida, por el hecho de que él, siguiendo un camino más largo y com- plicado, llegue a la misma fórmula que yo encontrara antes. Añá- dase a lo anterior, que el objeto principal del trabajo no era, como claramente se dice en él, dar a conocer esa fórmula del valor del ángulo de dos tangentes, sino como también se dice, deducir la pro- piedad que tienen los ángulos opuestos de un cuadrilátero circuns- eripto a un círeulo, cosa la cual tampoco estima nueva mi contrin- cante, a pesar de no figurar en los textos de Geometría, y de no haber razón, como no sea el que se desconociera antes esa propie- dad que yo encuentro, para no mencionarla, lo mismo que se men- ciona la del cuadrilátero inscripto. Animado con mis trabajos mi distinguido contendiente, encuen- 94 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN tra él como valor del mismo ángulo, el arco mayor menos ciento ochenta gramos; mas como para ello emplea análogos artificios de cáleulo y operaciones aleebraicas, para transformar la fórmula que da el valor del ángulo de dos secantes, camino que fué el se- euido para llegar también a la fórmula que yo directamente, y con sólo sumar dos igualdades sencillísimas encuentro; ese valor dado por mi estimado amigo, con ser cierto, no desmerita el mío, puesto que en la práctica siempre es más fácil obtener el que yo doy direc- tamente, sin tener para nada en cuenta el ángulo de las dos se- cantes, que era precisamente lo que me proponía, que no llegar tras aleunas operacienes y artificios, a deducir la que encuentra mi amigo, fundado en el ángulo de dos secantes, pues para ello es mu- cho más fácil considerar al ángulo de dos tangentes como caso par- ticular del de dos secantes; pero eso precisamente es lo contrario de lo que nos proponíamos demostrar. Por otra parte, mi estimado contrincante dice (pág. 10): “Expresar, como lo expresan los libros de Geometría, que el ángu- lo de las tangentes es igual a la semidiferencia de los arcos com- prendidos, es lo mismo que decir que dicho ángulo es igual a 180” menos el arco más pequeño.?” Tal afirmación no se le había ocurri- do ni al mismo Sr. Planas antes que yo hiciera ver la equivalencia de esos dos valores y la ventaja de tomar uno en vez del otro, no sólo por ser más fácil determinar el valor del ángulo dado, pues sólo hay que medir un arco en vez de dos, sino porque me permite deducir la propiedad de los ángulos opuestos del cuadrilátero cir- eunsceripto, propiedad que el Sr. Planas también comprueba. Por último, resulta muy particular que mi estimado contendien- te, que me niega haber encontrado tal fórmula, a la hora de uti- lizarla en sus cáleulos, no encuentra modo de designarla de otra manera que llamándola “fórmula del Dr. Rodríguez Morejón”, - con lo cual mi querido amigo me honra en alto grado al contraer el parentesco espiritual que contrae erigiéndose en padrino de mis hijos intelectuales, y me es grato declarar que ninguno hubiera escogido yo que lo mejorara, y muy pocos que lo igualaran, por lo que doy las gracias más expresivas por el honor que me dispensa. Queda, pues, demostrado de modo concluyente, que mi distin- guido amigo no ha probado que mi trabajo “Curiosidades Geomé- tricas”” no es original, sino, muy al contrario, ha confirmado lo que yo demuestro. 1 Pág. 280 R. $. C. 1. cit. CONTROVERSIA CIENTÍFICA 05 Antes de abandonar este puesto de honor, quiero hacer presen- te a todos vosotros mi agradecimiento por haber impreso a este acto el sello de distinción y cultura que os caracteriza, y no es el cumplimiento de un elemental deber de cortesía lo que inspira estas palabras, sino la profunda convicción de que sólo a vuestros pres- tigios y a los de mi distinguido contrincante, se debe el éxito de esta polémica, que por lo que a mí respecta, hubiera pasado sin dejar la más leve huella, como ha ocurrido siempre con el fárrago de mis pobres producciones. Sois vosotros los que iluminando con el brillo que emana de vuestras personalidades, este acto, le pro- porcionáis el esplendor que se irradia desde este lugar de honores y prestigios, al que nunea me hubiera traído mi precaria eondi- ción intelectual; y como vosotros, hbenévolamente, habéis prescin- dido de esta cireunstancia y os habéis prestado a honrarme dis- pensándome vuestra valiosa atención, a la que no soy acreedor en lo absoluto, es por lo que de mi corazón se desborda la justificada gratitud que mansamente corre hacia vosotros. No impide el estar a todos igualmente agradecido, dedicar un recuerdo especial a las damas que engalanan el acto, y a mis queridos discípulos que con tanto interés me han acompañado en esta jornada para mí llena de dificultades, siguiéndome y brindándome el entusiasmo de sus años juveniles, hasta el punto de que me hubiera sido imposible desfa- llecer, pues lograron contaminarme sus ilusiones y sus esperanzas al verlos tan interesados en estos debates, por asistir a los cuales dejaban gustosos los paseos y fiestas propias de su edad. Creedme, señores y señores, que cuando se ha perdido casi por completo la fe en la generación presente y es preciso volver la vista a la pasada, para confortarnos el espíritu y encontrar ejemplos de desinterés, abnegación y heroísmos sin límites, resulta consolador ver que en esos jóvenes que han de formar la del porvenir, está la única espe- ranza de la patria, de esta patria lacerada cuyas heridas, manando sangre todavía, están pronto a dar salida por ellas a la vida que aún le resta; y que en sus torturas, clama y pide a sus hijos que la asistan y atiendan debidamente, mientras éstos tratan de sacarles las entrañas, cual lo harían las fieras en la selva con inmaculada virgen. Otra eran satisfacción espiritual, me la ha proporcionado esta brillante “Sociedad Cubana de Ingenieros””, a la que tantos hono- res debo, pues ella, al querer reunir a todos los compañeros para la defensa común y velar por los prestigios profesionales elevando el 96 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN nivel intelectual de la clase, sieue el único camino que conduce a la verdadera rectificación de nuestros procedimientos. Sí, señoras y señores, cuando todas las clases que constituyen el pueblo cuba- no, se agrupan con el objeto de defenderse mutuamente y estudiar, plantear y resolver los problemas que afecten a nuestro desarrollo ¡intelectual y económico, es entonces que se irá consolidando el pres- tigio nacional; porque esas clases perfectamente organizadas para ese fin, serán para Cuba lo que deban ser los hijos cariñosos para aquella mujer a quien deben la existencia, que todos trabajan y se afanan por proporcionarles la dicha y el honor. Cuando esto ocu- rra, no deberá intimidarnos el engrandecimiento de los demás pue- blos de la tierra y mucho menos los progresos humanos, sintetiza- dos en la apertura del Canal de Panamá; lejos de eso, será propli- cia nuestra situación, porque al surcar nuestros mares las naves que comunican a todos los pueblos del elobo, podrá erguirse nuestra patria independiente y en verdad soberana, para devolver con el pabellón del triángulo escarlata y las salvas de nuestra artillería, el saludo respetuoso y cortés que le dirijan las demás naciones, y el estampido del cañón parecerá decir a los navegantes: “Id pro- clamando por todos los pueblos de la tierra, que existe en este lugar de la América una república soberana, nacida merced al esfuerzo titánico de su pueblo y consolidada por la cordura de sus ciudada- nos, los que con sus innumerables virtudes y rectificando sus erro- res, se proponen hacer de la Perla de las Antillas un modelo de pueblos libres. ”?” Como apéndice del anterior trabajo, damos a conocer las cartas que, al Dr. Manuel Serafín Pichardo, han dirigido los ilustres ma- temáticos Antonio y Bernardo Portuondo, legítimas glorias de este país, que los cuenta entre sus hijos predilectos, y cuyas cartas no fueron leídas por el Sr. Rodríguez Morejón la noche en que refutó las opiniones del Sr. Planas con la réplica que hoy publicamos. ““San Vicente de la Barquera, Agosto 13 de 1912. Sr. D. Manuel Pichardo. Mi distinguido y querido amigo: Recibo hoy su atenta carta de ayer, con la adjunta—que le devuelvo—del Dr. Rodríguez Mo- rejón. No es exacto que el juicio que mi hermano y yo formamos de CONTROVERSIA CIENTÍFICA 97 su trabajo científico le fuera adverso ni desfavorable. Estimamos mi hermano y yo que es un trabajo apreciable y digno de encomio por el espíritu investigador y rigorista que en él revela su autor, aunque no crea yo que sea un estudio de trascendencia. Creo que el señor Rodríguez Morejón puede hacer trabajos de más alcance. Esta fué la impresión que saqué de la lectura en Madrid, pues no disponía entonces del tiempo necesario para hacer un estudio dete- nido, como lo requiere verdaderamente aquel concienzudo trabajo. Devuelva usted a nuestro amigo Justo el saludo afectuoso, que también le envía Juan Francisco. Aprovecha esta ocasión para reiterarle su afecto y conside- ración.—Antomio Portuondo.?” / ““Sr. D. Manuel Pichardo. | Mi querido y distinguido amigo: Tengo el gusto de remitir a usted la carta que me envía mi hermano Antonio para que yo la haga llegar a sus manos. Como el asunto a que ella se refiere mi hermano fué ya objeto de correspondencia entre usted y yo, ereo oportuno añadir ahora.mi absoluta conformidad con el juicio que va expresado en la adjunta carta, y afirmar de nuevo mi opinión favorable a las condiciones de alta inteligencia y de laboriosidad que revela el trabajo científico del señor Rodríguez Morejón, y que hace de dicho estudio una obra por todo extremo digna de especial estimación y de sincero elogio. Sabe usted cuánto le quiere su buen amigo y paisano.—Bernar- do Portuondo.—Agosto 16 de 1912.”” EL MAESTRO; SUS VERSOS: SU BIOGRAFIA 1! POR J. F. CAMPILLO | «Dígase la verdad; mas dígase sin ira.» Martí. Las páginas del volumen XI de las obras de Martí—que viene publicando Gonzalo de Quesada, de trece años a la fecha,—son pá- ginas de júbilo; y de júbilo tanto para los adoradores del sublime Maestro, como para los admiradores del Discípulo, en quien aplau- den la constante devoción y su ““imperecedero amor?” al gran des- aparecido de Dos Ríos. En el Maestro, no sólo muéstrase, una vez más y en toda su pujanza al cubano sinsonte y cóndor, sudario y espada que van conociendo los martiólogos modernos—felizmente en aumento, siem- pre que aparece un nuevo tomo—sino que también, y con más re- fulgente aureola, al inquieto poeta simbolista que renovó su idioma con vibrantes y proféticas estrofas, dejando revelado en ellas el carácter de su alma sensitiva, dulce, escrutadora, casta, rebelde... ““tajos de sus propias entrañas?” que son la más auténtica, amplia y sentimental de todas sus biografías presentes. Sí; lo escribiré: una autobiografía única de aquel candoroso mortal, que bien *““pensa- tivo, febril, pálido y grave””, ““rebanando su pan en solitaria mesa, pidiendo al aire sordo modo de libertar de su infortunio al siervo””, ó, de otro modo, echándose en brazos de la muerte ““con los buenos, los tristes, los burlados que serán en otra parte burladores””, re- quiere, amorosamente, se le lea no en salones de ciudad grande, ““donde el amor, sin pompa ni misterio, muere, apenas nacido, de saciado””; no ““entre el andamiaje y las nacientes paredes...; no en el ““circo... donde lucen, cual daga cruel que hiere al que la blande, los vicios, y cual límpido escudo las virtudes””...; no don- de “las carrozas, las ropillas blancas, risueñas y alegres, el relu- ciente corcel de crin trenzada y riendas, y la albarda de plata sun- tuosa prendida, y el menudo zapatillo cárcel a un tiempo de los pies y el alma”” son... sino con mirada de atento vigía, y en 1 Dedicado al Dr. Gonzalo Aróstegui. EL.MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 99 Í calma de hijo bueno, en la soledad del campo, bajo una palma, cer- ca de la tumba de un héroe o de mañanita a la orilla del mar, fren- te a un trozo de pared rodeado de coronas y acribillado a balazos... El Discípulo—su albacea literario, más de lo poco que de su personalidad cura; y cómo prescinde de sí mismo y del orgullo natural en todo hombre de letras, —enseña su proverbial humil- dad al dar cabida, en el citado volumen XI, a la no implacable, pero sí injusta, crítica del conocido escritor y eminente antillano Américo Lugo. Esta crítica a que me refiero es el Prólogo a Flor y Lava—volumen impreso en París en 1909, y que bien puede consi- derarse una hábilmente razonada, cuidadosa selección—si se quie- re—de las obras del Maestro, publicadas por Quesada sólo hasta el volumen VII; pero, en cambio, fácil labor ordenada con mate- rial ya dado a la estampa por aquel a quien tacha, allí mismo, de impaciente, desordenado... inepto, en una palabra! Cuando leí tal de Lugo—sin conocerle,—me sucedió lo mismo que a otros equivocados de por acá: me lo imaginé un oportunista de esos que necesitan ponerse bajo la augusta sombra del Maestro para, rodeados de la ternura de que carecen, herir corazones, en vez de mitigarles las penas y sacarles del error, poniéndoles otro corazón junto al pecho. Y luego que le traté sentí tal atracción por él, que ya no buscaba sino—ceomo al fin lo encontré—el error de Lugo en alguna serpiente que, por infernal sortilegio, había tro- cado su rica pluma de marfil y oro en áspera bayoneta de cobre. Al verlo tan puro hubiera querido hacer mías todas las injusticias suyas... l Néstor Carbonell, hermano en Martí de cuantos le amamos por su blancura de alma, por la religiosa unción que le inflama cuando del Maestro habla, por el reverente culto que de sus doctrinas guar- da y—sobre todo—por la modestia con que mide su propia labor, sin arañar a los buenos ni sentir tristeza por el triunfo ajeno, nos deleitó, no ha mucho, por segunda vez, recordándonos El Poeta en todo su esplendor, en toda su portentosa magnitud de Atlas, al ge- nio y rapsoda de la lliada Libertadora. Y hablándonos de aquel genio, de aquel genio que “hubiera conquistado en la tranquilidad de una existencia sin luchas la gloria de Platón, el renombre de Píndaro, la fama de Demóstenes”, hizo, entre aplausos, asomar el asombro en más de un rostro incrédulo o ignorante, dibujarse la in- voluntaria mueca de arrepentimiento, o de ira, en alguno de esos que se proclaman ungidos—por no se sabe quién—para dar paten- 100 J. F. CAMPILLO te de gloria patria, y se ríen de aquello que no admiten, por no ne- garse a sí mismos... Pero Carbonell hizo más que eso: hizo mo- ver generosos brazos y manos que, estrechando nuestra bandera, pareciéronme más nobles y más blancos... Y si Carbonell procla- maba en voz alta, con frase arrebatadora de confirmado creyente las excelencias del impoluto Maestro, ¿por qué, poniendo mi insu- ficiencia y buena voluntad donde Carbonell pone toda su modestia, no habré yo de refutar errores históricos sobre El que se cometen en el Prólogo de Flor y Lava? Dice Lugo en sus Datos Biográficos que “al nacer José Martí en la Habana el 28 de enero de 1853, su padre, oficial de artillería español, se arrancó los galones para que el hijo no lo viera de es- clavo de nadie.?”? Y continúa: ““Lo educó con el propósito de que fuera un hombre libre??; y—cual si tratara sutilmente de ensalzar a Don Mariano,—con menoscabo del patriotismo del Maestro para hacerlo aparecer luego como émulo del poeta Heredia (a quien pone como dominicano), agrega de Don Mariano: “en una oca- sión le dijo: “Porque no me extrañaría verte peleando un día por la independencia de tu tierra?”... Está muy bien presenta- da, casi imperceptiblemente, esta peregrina idea; pero se la ve, por- que al comentar a Martí Poeta escribe: “Cuando se pone a const- derar a un escritor cubano (Heredia, Bachiller y Morales, etc.), lo primero que le mira es el patriotismo. Heredia que *““AcAso des- pertó en su alma, como en la de los cubanos todos, la pasión inez- tinguible por la Libertad”” fué tema favorito de su palabra de agi- tador. ¡Y Heredia era domimicano de origen y su nacimiento en Cuba mero accidente!!!”” Luego pasaré a la iniciación y juramento del Maestro y a lo que llamaría la génesis de su amor a la Libertad; volvamos ahora a Don Mariano: ““Cuando tenía un año Martí de nacido lo llevaron a España y no sólo le inculcaban la sumisión más absoluta a su Gobierno””, (2) sino que la aspiración del padre era hacer del hijo un escribientillo de la policía española; esto es: un cubano nativo dispuesto a perseguir a sus compatriotas amantes de la indepen- dencia. Lo mismo puede afirmarse de sus primicias literarias. Martí encontró siempre la oposición más intransigente a la exterioriza- ción de su genio literario. Para convencer a Lugo de que estaba equi- vocado, bastará copiar aquí lo que el Dr. Viondi acaba de publi- 2 Carbonell. la Conferencia. EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 101 car... “Tales procedimientos (el castigo) aplicados a personalidad tan artística y delicada como la de Martí, en el período de su adoles- cencia, habrían necesariamente de desgarrarle el alma y sumirlo en el más profundo desconsuelo, como lo revela su carta (y se publica íntegra una carta de Martí al *““Señor Mendive””) y continúa así: ““Pero transcurrieron los años, y con ellos la transformación del viejo conquistador, que de tirano de su hijo pasó a ser, deslumbrado por los fulgores del genio, su admirador más entusiasta, y el ado- lescente maltratado y sórdidamente explotado, sintió a su vez, por ley de reciprocidad, trocados sus sentimientos de víctima por otros nobles y generosos de piedad y cariño hacia su padre. ““Recuerdo haber oído en distintas ocasiones, a Martí hablar de su padre, y siempre lo hizo con indulgente benevolencia. ”” La confirmación de lo que el Dr. Viondi escribe—y dió a la pren- sa el poeta Díaz Silveira para sacar de error a alguien—está en es- tos versos sencillos—pág. 160, vol. XI—G. de Q.—-: ““Si quieren que de este mundo Lleve una memoria grata, Llevaré, padre profundo, Tu cabellera de plata.?? y estos otros: Cuando me vino el honor De la tierra generosa, No pensé en Blanca ni en Rosa Ni en lo grande del favor. Pensé en el pobre artillero Que está en su tumba callado: Pensé en mi padre el soldado: Pensé en mi padre el obrero. Cuando llegó la pomposa Carta, en su noble cubierta, Pensé en la tumba desierta, No pensé en Blanca ni en Rosa. Sigue Lugo: “Rafael María Mendive fué maestro suyo””, y cita luego el caso en que éste ““le dió una vez a empeñar su reloj para + ¡prestarle seis onzas a un poeta necesitado””; pero pasa por alto la prisión de Mendive—por separatista—olvidando la escuela de que salió Martí a los nueve años, (3) así como el Colegio del Dr. Casado, 3 Carbonell, la Conferencia, 102 J. F. CAMPILLO donde conoció a Valdés Domínguez—su ángel consolador, hermano en el destierro,—y el hecho de que un amigo de su padre, a espaldas de éste, le alentara para seguir sus estudios. Vamos ahora a la génesis del Maestro como patriota; el amor a ““lo que acaso despertó en su alma, como en la de los cubanos todos, pasión inertinguible por la Libertad””; eso que en Martí fué una obsesión primero y una completa consagración después no tuvo El, ni tuvimos nosotros, que aprenderlo de Heredia, como adu- ce Lugo aun después de haber tenido en sus manos el vo- lumen VÍ (Hombres), páginas 97 a 100—donde el propio Maes- tro confiesa que el Señor Mendive “no escribió jamás sino sobre verdades de su corazón o sobre penas de la patria””, y continúa así: ““ .. porque sabe bien poco de Cuba quien no sabe cómo peleó él por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestinos y Sus sátt- ras impresas, cómo dió EL EJEMPLO... ¿Por qué quitarle su gloria al Sr. Mendive? Este es un lamentable error de mi recordado ami- go Lugo: dedicar un cortísimo párrafo a los años de 1868 a 1873, porque en ellos fué que el neófito profesó en su fe para con la tris- te patria esclava. Carbonell, que no quiere a Heredia por Mecenas o impulsor de Martí, valiéndose de una frase suya, ni admitiría la peregrina idea de que el egregio cantor del Niágara fuese domini- cano—porque, en tal caso, Martí mismo hubiera sido español—por- que el padre de Heredia era oriundo de Santo Domingo—y por- que sosteniendo eso no fuera ni argentino San Martín...—Car- bonell no comete ese error; y dice así en su primera conferen- cia: “El toque de clarín de Yara, primero, haciendo vibrar su alma de patriota (descontando de esto que el amor a la Libertad no es planta exótica, sino indígena en Cuba, desde los tiempos de Hatuey) la prisión de su viejo amigo, (Y los sucesos de Villanueva (5) y otros desmanes y abusos por el Gobierno de Espa- 4 De yersos sencillos: Con los pobres de la tierra Quiero yo mi suerte echar: El arroyo de la sierra * Me complace más que el mar. 5 El enemigo brutal nos pone fuego á la casa; El sable la calle arrasa A la luna tropical. No hay bala que no taladre El portón: y la mujer Que llama, me ha dado el ser; Me viene a buscar mi madre, (sigue) EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 103 ña fueron, seguramente, los que fijaron en su mente la divina idea de la Libertad y la necesidad de conquistarla. Fué en- tonces—ceontinúa—como su despertar glorioso. Fué entonces ACASO que se juró en secreto a ella y celebró sus bodas con la patria; fué entonces que recibió esa consagración del dolor que sublima el alma y señala cumbres desconocidas al pensamiento.”? Y en su segunda conferencia llama “la voz de una promesa de un juramento?” al profético verso libre Yuao Y ESTRELLA que aparece en la pág. 241 del volumen XI; pero el propio Martí emplea, varias veces, el vocablo juramento, no en ese verso libre—que es de 1882,— sino en 1871, cuando el fusilamiento y deportación de los estudian- tes de Medicina de la Universidad de la Habana (entre los que se hallaba Valdés Domínguez, que fué el noble rehabilitador de ellos) ; en estas estrofas que copio del volumen 1 de las obras publicadas por Quesada, se lee: Lloré, lloré de espanto y de amargura: Cuando el amor o el entusiasmo llora Se siente a Dios, y se idolatra, y se ora; ¡Cuando se llora como yo, se jura! ¡Y yo juré. Fué tal un juramento Que si el fervor patriótico muriera Si Dios puede morir, nuevo surgiera Al soplo arrebatado de su aliento! Tal fué, que si el honor y la venganza Y la indomable furia Perdieran su poder y su pujanza, Y el odio se extinguiese, y de la injuria Los recuerdos ardientes se extraviaran, De mi fiera promesa surgirían Y con nuevo poder se levantaran E indómita pujanza cobrarían. La prueba más concluyente de mi aserto es que en la hoja fir- mada por Pedro de la Torre y Valdés Domínguez, que escribió Mar- tí, y fué fijada en algunas de las esquinas más públicas de Madrid 5 (sigue) A la boca de la muerte, Los valientes habaneros Se quitaron los sombreros Ante la matrona fuerte. Y después que nos besamos Como dos locos, me dijo: «Vamos pronto, vamos hijo: La niña está sola; vamos! 104 J. F. CAMPILLO en 1872—págs. 63 a 66, vol 1,—dice... “que no lloremos dema- siado, poque hay un límite al llanto sobre la sepultura de los muer- tos, y el amor infinito a la patria que se jura sobre sus cuerpos y que no teme ni se abate 11 se debilita jamás, porque los cuerpos de los mártires son el altar de la honra...?? (6) Tan es así lo que digo; tan es así, repito, que el mismo Carbo- nell, en su primera Conferencia, en la que no se sabe qué admirar más, si la precisión en lo que narra o el discreto cuidado de no presentar al Mártir en todo su inacabable, multiplicado y hondo martirio, estuvo casi a punto de llegar a igual parecer al decir estas palabras emocionantes : “Una noche en que para tratar del asesinato de los estudiantes de Medicina se reunieron los cubanos allí (en Madrid) residentes, Martí habló; y recuerda uno que estuvo en aquella reunión, que fué su discurso relampagueante, encendido, arrebatador: y recuer- da, también, que sucedió esa noche una cosa sobranatural. Colgado de la pared, sobre la tribuna, había un mapa de Cuba y cuando Martí lleno del más tierno lirismo hacía una invocación a su patria llorosa y rodeada de cadenas, cuando la concurrencia suspensa tem- blaba de emoción, el mapa cayó como una corona sobre su cabeza. ¡Fué como si su tierra toda entera, respondiera a su llama- miento!...?” Veamos en los Versos Sencillos—pág. 190, vol XI—cómo el Maestro—que, a mi entender, no quería que alguien, que no sé quién pueda ser, cantara en la iglesia, escribía después de aquella horrible matanza: La imagen del rey, por ley, Lleva el papel del Estado: El niño fué fusilado Por los fusiles del rey. Festejar el santo es ley Del rey: y en la fiesta santa ¡La hermana del niño canta Ante la imagen del rey! ( Lugo dice que Martí “pasó a Guatemala, donde fué nombrado Catedrático de la Universidad”? (en 1877); pero no advierte que fué entonces por segunda vez. El Maestro estuvo en Guatemala en 1876, volviendo (en 1877), de México, ya casado, con Doña Car- men Zayan Bazán. Y agrega Lugo: “Volvió a su patria (en 1878) 6 Solían loz madrileños motejar a Martí «Cuba llora», EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 105 y establecióse como abogado en la Habana con Don Miguel Viondi””. Martí nunca ejerció su profesión por no prestar juramento de aca- tar las leyes de la Corona. Trabajó en el bufete del Dr. Viondi mientras conspiraban los dos. Por lo demás, Lugo, en verdad y con justicia, desperdició bien poco del material con que, en 1909, contaba—volúmenes del I al Vll—para su trabajo que, como él lo confiesa, resulta hecho de prisa y como para cubrir una exigencia de momento. La gallar- día de su pluma veterana no se ve en Flor y Lava; pero, por otra parte, su concisión y profundo análisis del patriota nos trae a la mente aquella noble frase del Maestro: ““Las palabras pomposas son innecesarias para hablar de los hombres sublimes. ?” No obstante, el descuido de Lugo no está en asegurar que el Maestro obró por. impulsión ajena—cuando los genios como Martí toman del ambiente que les rodea, aquello que les conviene, en vez de asimilirsa a él;—no está en proclamar lo que debemos a Heredia (pues si Heredia era cubano como Lugo lo sabía, la espada liberta- dora de Máximo Gómez nos vino de Santo Domingo); (7) no está en creer que, “como la de Zorrilla, su gloria*”—la literaria del Maestro— “brotó a los pies de un cadáver?”, cuando es bien notorio que brotó del Arte y la Literatura mismos; no está en decir que “era raro que no redactase aleún periódico, cuando redacta dos y dirigía uno (*); no está en quitar al Señor Mendive—poeta también—parte de lo que en la gloria del sublime Poeta le cabe; ni en olvidar a Don José de la Luz, a Ramón Zambrana, Don José de Armas y Céspedes... No; Martí no copió a nadie; era un hombre poliédrico. Si (8) “sintiendo bullir en su cerebro un pensamiento de fuego, desarrolló, de día en día, a la luz de la re- flexión y de los años, sus ideas; si mirándose como constreñido y re- ducidas a estrechísimo círculo sus latentes facultades, concibió el plan de recorrer el mundo en pos de útiles conocimientos y con la esperanza de ser útil algún día a su patria””; si, Martí, “joven aún, 7 Versos del poeta Heredia al habanero J. M. Unzueta ansiando volyer a Cuba: «El bárbaro destino Del Texcoco en las márgenes ingratas Me condena tal vez hasta la muerte. Hermoso cielo de mi hermosa patria ¿No tornare yo á verte? * La América, El Economista Americano y La Edad de Oro. Luego Patria. 8 Bolívar descrito por Coundé: que copio al pia de la letra por parecerme exacto el pa- recido, 106 J. F. CAMPILLO con la conciencia íntima de su ser”” y alentado por su natural mis- ticismo, creyó llevar en sí un espíritu que le movía a obrar como obró, ese espíritu no fué el de Heredia, sino el espíritu de Bolívar. ¿Se olvidó Lugo del artículo Tres Héroes del volumen V, páginas 15 a 21? Y aun así—suponiendo que copiara,—no fué émulo de Bolívar sólo, sino que se dejó guiar por los manes de Bolívar, Hidalgo y San Martín. ¡Hermosa trimidad digna de ser imitada! A mi modo de ver, el error, incomprensible en un hombre de la mentalidad de Lugo, estuvo en no darse cuenta de que no ha lle- gado el momento propicio para la biografía real y verdadera—cui- dadosamente documentada—del gran Iluminado continental; y con- sidero una injusticia la que nos hace en decir que “al cabo de quin- ce años, tal omisión acusa ingratitud de parte (?) de Cuba hacia el mejor de sus bienhechores””. Aparte de otras razones—las históri- cas, —(9) ninguna me parece de más peso que ésta: la biografía de Martí no puede nadie escribirla al calor latente de la evolución, o efervescencia, de su propia obra, incompleta, tronchada si se quiere, porque no todos han visto ni ven tan lejos como El; pero su biogra- fía está casi hecha con lo publicado por Quesada, quien, con las proclamas, discursos, escritos, polémicas, correspondecias, gaceti- llas, bosquejos, versos... del Maestro, lo ha ido mostrando cual si tomara parte activa en arduos problemas que a todos nos afectan. Lo que, leyendo de prisa y sin buscarle el meollo, ha creído Lugo ““de momentáneo interés político”? en aquel entonces, es, todavía, consejo profundo y desinteresado del más ingenuo de los hombres para resolver problemas político-sociales que aun hoy subsisten, por desgracia, y que a todos nos atañen... Haga mi amigo Lugo un paralelo entre las “breves notas—de Quesada—““en que se ciñe, por lo general a consignar su eterno recuerdo e imperecedero amor y que no nos permiten suponer en su autor las dotes de escritor qué requeriría la empresa que le señala la opinión general”? y nuestra accidentada vida y los peligros que nos amenazan y entonces aplau- 9 Washington Irving, publicó su vida de George Washington—que es obra la más com- pleta—y no defectuosa como las de Marshall o Sparks, a los cincuenta y seis años de muerto el Libertador del Norte. * Larrazábal quiso completar su vida del Libertador Simón Bolivar en 1873, teniendo entonces datos mejores que los de los Restrepos, Baralt, etc., contemporaneos del Libertador del Sur. * La biografía del General San Martín, más completa es de D. Bartolomé Mitre que vió la luz en 1890. EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 107 dirá lo que no le permitió medir su prisa; aplaudirá la labor de Quesada con igual entusiasmo que aplaudió éste—aun después de haber leído el Prólogo de Flor y Lava—aquel magno discur- so continental de Buenos Aires en que Lugo cerró “besando las manos a Cuba”” luego que hubo intentado, en vano, salvar a nues- tra América de las garras del agio y la absorción... ¡De aquel discurso de brioso antillano y valiente americanista en que, Lugo, hizo salir ““de los escombros volando las mariposas””, cuando—ante el miedo y la lisonja—reclamaba la base del Bienestar general de toda la América! ¡De aquel Lugo martiniano! Paréceme que, por cariño, por ese afecto filial que nace y se hace indestructible en el servicio a la patria en el destierro, he ido al Discípulo como río al mar o como, por lejos que esté la playa, va hacia ella la ola. ¿Habrá el Discípulo de enojarse porque le defien- da de lo que él miró como producto natural que recoge todo aquel que hace algo útil? ¿Le molestará que proclame, sin miedo, que sin su labor no remunerativa y sí altamente patriótica, ni cubanos ni extranjeros podrían conocer a José Martí el maravilloso artista ? Elo no me detiene y vuelvo a Lugo y no por inquina a Lugo, a quien admiro y siempre recuerdo con afecto sincero, sino porque su crítica pudiera ser producto de críticas de envidiosos de por acá y por eso—y porque no había podido hacerlo antes—le contesto en Cuba. A Rubén Darío y Figarola-Caneda les sobraba razón; y la razón hay que dársela a quien la tiene. Hay que decir “la verdad, mas sin ira?”, como lo aconsejaba el Maestro. Al novel autor de Mi Primera Ofrenda, al que sacó tan gallardamente del olvido a Igna. cio Mora, al que ha hecho una leyenda de Los Chinos y la Revolu- ción Cubana, al que labró un símbolo en Che Díaz, Mirandita... y echó a un lado la pluma del escritor romántico para tomar la dis- creta y razonada de representante de un país débil ante países fuertes y absorbentes y salió siempre airoso en sus empeños... le sobra erudición—una erudición sólida de la que no hace alarde— para triunfar en la labor del historiógrafo. Gonzalo de Quesada es un torbellino de trabajo y sabrá multiplicarse y vencer. Pero ¿dón- de están sus Memorias Diplomáticas? ¡Cuándo saca Las Conferen- cias Pan-Americanas, de donde El Arbitraje en la América Lati- na es sólo un capítulo preparado, impreso, encuadernado, repar- tido y muy buscado, en El Haya, en tres semanas? ¡Dónde están sus Discursos que, desde edad temprana, fueron una mina para el Partido Revolucionario Cubano? ¿Dónde sus artículos de Patria? 108 J. F. CAMPILLO ¿Dónde las Conferencias sobre Reciprocidad Comercial que, a ve- ces, hacía escribir a máquina, en el mismo vagón de ferrocarril, con un mundo de cifras, un celemín de sentido común y hasta su poco de buen humor? ¿Por qué no ha acabado sus Estudios Socio- lógicos Americanos que le han llevado a publicar pequeños e intere- santes opúsrulos sobre Emigración, como base de la soberanía y pro- greso de nuestros países? ¿Por qué... tiene a su lado gente indis- creta y parlanchina? Todo abandonado por “servir a Cuba, darla a conocer y mostrar que somos dignos de la Libertad”? y al mismo tiempo recoger pacientemente la obra dispersa de José Martí. La biografía del Maestro—más interesante para el Discípulo que sus cosas del pasado—está haciéndose. Sobrarán brazos y hasta colores para acabarla, pero Hay montes y hay que subir Los montes altos; ¡después Veremos, alma, quién es Quien te me ha puesto al morir! Evitando que el tiempo, la desidia, la polilla u otro accidente cualquiera destruya lo que es y será imprescindible para todo aquel que del Maestro saber quiera, el Discípulo ha fabricado—a sabien- das—alas en que aleunos se remontan y le motejan como desde lo aito. Y ahí está la obra buena; en dar la miel; en sacar el oro de las entrañas de la Tierra; en poner en movimiento a los admiradores y amigos del Maestro en la América toda; y luego aparecer como un descuidado, o un nervioso, que guarda en una gaveta los volúme- nes ya hechos y los publica cuando le conviene o le viene en ganas! Los once volúmenes dados a la estampa, hasta hoy, han servido para que en Cuba se conozca al Maestro; para que Cuba, que no parecía darse cuenta exacta de esa pérdida, mida a José Martí en toda su grandeza. La generación nueva opina como Rubén Darío, Román Vélez y el mismo Lugo. Todos palpan la sublime piedad y el genio del Maes- tro y saben que nunca se le llorará bastante, aunque nuestros ayes enternezcan la tierra. Encanta volver a la patria y ver a la generación nueva dando conferencias o recitando algo del Gran muerto... Llena de gozo el alma oir a la gente del pueblo cantar en tristes octosílabos: Martí no debió de morir!... EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 109 El Maestro—aristócrata de maneras y de gustos—se impone a la aristocracia literaria por los fulgores de su genio. El Maestro—demócrata por su afán de elevar al pueblo y no de levantarlo inútilmente—se entra en el corazón del pueblo, por su amor infinito a los que sufren. ¿Quiénes le entenderán mejor? Los amantes de la dulzura, el amor paternal, la delicadeza en todas sus manifestaciones, la virtud o el dolor rimados, preferirán su Ismaelillo y sus Versos Sencillos, porque, dentro de la novedad, no rompen moldes que consideran sagrados. Mas los que no saben medir, los que quieran estrofas escritas no en tinta de academia sino en su propia sangre, los que no crean que esos endecasílabos hirsutos nacidos de grandes miedos o de grandes esperanzas, son un esfuerzo del dulce tro 'ador que rehuye el con- sonante o el asonante, esos entenderán mejor y apreciarán más los Versos Libres... Los padres que en la lucha diaria por el pan hu- bieren bebido el amargo vino de la vida, verán brillar con intensi- dad, luz de héroe en el Padre Suizo! Quienes de los montes de oro hayan tenido o tengan que bajar y aguardan cabe el duro ronzal la gruesa albarda, se sentirán más ligeros del peso de ella, comparan- do la propia pena con la de su 4lma, llegada la hora del trabajo. Los que tengan ganado el pan y hecho el verso sin postrarse, sín ca- llar, ceder, lamer manos de potentado y se sientan viriles para no ensalzar, excusar defectos, tenerlos—en demasía—que es manera de excursalos y ni mansa y temerariamente hayan celebrado vicios O encumbrado vanidades, comerán con gusto su plato de pobre y com- prendiendo que a sus mejoros hijos desgracia la Naturaleza, senti- rán que los fecunda el golpe como en Hierro!... Con los versos del Maestro, repito, nos queda su autobiografía más amplia, más bella y sonora, más dulce e ingenua. En esas estro- fas tajos de sus propias entrañas, están sus ansias de niño que ama la Libertad (como en los del 27 de Noviembre su juramento de don- cel que promete morir por ella); está su amor de padre y su dolor de hijo; su queja de hombre lastimado por quienes, careciendo de valor para seguirlo en su Calvario, no supieron o no quisieron com- prenderlo; la ira del apóstol que desprecia la vana pompa, y el per- dón del filósofo que conoce el peso de los vicios y siente el estupor de la carne y del oro; están los ayes del proscripto y los lamentos del patriota en la inercia; los consejos del sabio, el ruego del vidente. .. su ternura constante! 110 : -J. F. CAMPILLO ... No se bata Sino el que odie el amor! Unjanse presto Soldados del amor los hombres todos! La tierra entera marcha a la conquista De este rey y señor que guarda el cielo! En el Siglo de la Ciencia, que unas veces nos turba y enardece, otras nos asombra, las más nos desencanta, y muy pocas nos con- suela; en el ambiente investigador en que existimos, resulta lógico, irresistible, el anhelo de saberlo todo, de conocer la biografía del Maestro, para orientarnos sobre la formación y desenvolvimiento de su genio ponderoso!... Mas pintarlo como lo pintan sus pro- pios versos, o como se retrata El en su joyante prosa (*), copiarlo siquiera, paréceme tan imposible como pintar o copiar la Naturale- za toda en un sólo lienzo, aunque este lienzo se remontase, por lo alto, hasta lo infinito de los espacios y se perdiese en lo ancho de los horizontes! A meditar inclinan sus estrofas que llegan al alma. Veámoslo en estas de Luz de Luna: . . . Oh, 81 vieras Cuando sobre los trigos requemados, Su ejército de rayos el Sol lanza, Cómo chispean, cómo relucen, cómo, Asta al aire, el hinchado campamento Los cascos mueve y el plumón lustrosos! S1 vieras cómo el mar, roto y negruzco Vuelca el barco infeliz y encumbra al fuerte; Si vieses, infeliz, cómo la Tierra Cuando la Luna llena la ilumina, Desposada parece que en los aires Buscando va, con planta perezosa, La casa florecida de su amado! —Ha de ser, ha de ser como quien toca La cabeza de un niño! —-Calla, ciego. Es como asir en una flor la vida. De súbito vió el ciego. —Esta que esplende, Dijéronle, es la Luna. Mira, mira Que mar de luz! Abismos, ruinas, cuevas, * Martí acostumbrado a «sajar en sí mismo», retratando hombres y cosas, solía, volunta- ria oinvoluntariamente, retratarse a sí propio. No un artículo, sino muchos artículos buenos pudiéranse escribir sobre este punto, en que no ahondo por eyitar el amontonamiento a que su pasmosa fecundidad nos lleva, o por miedo a la demasiada extensión en este trabajillo. EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 111 Todo por ella casto y blando luce Como de noche el pecho de las tórtolas! —¿Nada más?—dijo el ciego, y retornando A su amada celosa los ya abiertos Ojos, besóle la temblante mano Humildemente, y díjole: —No es nueva, Para el que sabe amar, la luz de luna. EL EGOISMO ? POR EL DR. JOSÉ MANUEL MESTRE Fag est, jus non est. Trahit sua quemque voluptas—(VirG. Ecl 11). Señores: Nada me parece más impropio de la gravedad del mo- mento que comenzar mi tesis con ridículas cuanto hipócritas excla- maciones de modestia, que suelen prodigarse en proporción de los quilates de amor propio: estoy muy lejos de intentar hacerlo así, y sólo por cortos instantes molestaré la benévola atención de vuestras señorías para hablar un poco de mí mismo. Indudablemen- te que a primera vista no dejará de calificarse de inexplicable osa- día que el que aún no ha sido, sino apenas, iniciado en los sublimes misterios del templo de Minerva, pretenda sentarse en la cátedra de Filosofía; sin duda que no faltará quien crea que me lanzo con- fiado en que haya para mí una longanimidad que, excesiva, pudie- ra ser llamada generosa injusticia; pero unos y otros se equivocan: soy bastante franco para decirlo. El neófito viene impelido por vi- vísimo entusiasmo, conoce que puede poco, que vale menos; mas ¿qué hará si se siente poderosamente atraído por los mágicos acor- des que oye resonar dentro del templo de la Sabiduría? ¿Qué hará si su mano se levanta a pesar suyo para llamar a sus puertas, ce- rradas ante los profanos? Sí, he ahí la explicación de mi atrevl- miento; conozco la bondad con que este ilustre claustro alienta a la juventud amante del saber, y no he temido que pueda suponerse necia presunción, que jamás halló a sabiendas cabida en mi pecho, lo que no tiene más origen que el entusiasmo de que me siento animado. Confieso que a pesar de que temía no tratar dignamente el asun- to que había elegido para este acto, su trascendencia, por una parte, y por otra el considerar tal cuestión del género de aquellas que tras ser muy discutidas poco se dan a la práctica, me animaron 1 Discurso leído y sostenido por su autor en el primer ejercicio de los exigidos para optar al grado de Doctor en Filosofía de esta Universidad; se publica a petición de algunas personas amantes de estos estudios. EL EGOISMO 113 a decidirme por ella con una temeridad que acaso sólo encontrará satisfactoria excusa en mis buenos deseos. Voy, pues, a buscar en las páginas de la historia de la Filosofía cuáles son las doctrinas qué, prescindiendo de dos de los tres motivos que determinan las acciones del hombre, esto es, del motivo apasionado y del moral, sólo reconocen en él, aquel que lo impele a verificar sus acciones por la sola consideración del bien que de ellas pudiera reportar. Yo procuraré fijar el carácter de las más nobles filosofías que precedie- ron y siguieron al cristianismo, bajo el punto de vista en que me he colocado, y a la vez que exponga ciertas doctrinas como dema- siado calumniadas por sus detractores, mostraré otras, que, so agra- dable aspecto, encubren asquerosa la lepra del egoísmo, que puede ofrecerse y preconizarse con tan diferentes matices: ora más oO menos sensual, ora más o menos racional, ya tratando de deslum- brar con protestas de tener por base el interés general, ya presen- tándose descaradamente para proclamar los principios del indivi- dualismo más refinado. Baste con estos preliminares, en que de propósito he sido tan sucinto, por no anticipar ideas que serán desenvueltas, tan debidamente como me sea posible, en el lugar que le corresponde: en cuanto a la palabra egoísmo está usada en el curso de esta disertación en su sentido más lato. J O leyes de Manu, y podremos comprender esa poética y nebulosa filo- sofía de la India, que Brama reveló a los Indus nacidos en la cuna de la humanidad. ¡Cuánta grandeza y magnificencia! El espee- táculo de una naturaleza de gigantescas proporciones, aquellas montañas inmensas que majestuosamente y por los siglos parecen enseñar al hombre del Asia el lugar de la eterna morada con sus empinadísimas cúspides, todo debió contribuir para que elevándose éste a la concepción de una causa que produjera tantas maravillas, llegara a preocuparse en tales términos por la idea de la umdad, que no viera en los seres y objetos de la naturaleza más que una manifestación del alma universal del mundo. Pero en primer lugar consideremos al Bramenismo, ya que según recibida opinión a él pueden referirse todas las doctrinas de la India; considerémoslo bajo el punto de vista que nos corresponde. ¿Encontramos en él reconocido el principio egoísta? He aquí cómo responde un autor Abramos respetuosamente los Vedas, leamos los Puranas y las 114 JOSE MANUEL MESTRE moderno (Brunel): “El Braman es un egoísta que no vive sino para sí mismo, que no se ocupa más que de su salud personal, que desdeña la vida activa y de relación, que atraviesa el mundo co- rriendo, y que se apresura a aislarse para vivir a su sabor, solita- rio y ocioso.”? Las palabras son bien terminantes, pero no me pa- rece que puedan tomarse a la letra; pues bien estudiado el egoís- mo del Braman no es el principio individual que buscamos. En efecto, ¿hay personalidad acaso? “La personalidad no existe real- mente, dice Manú (1, 14), cuando se contiene la acción de Maya, los seres se pierden en el sér, como el aire de un vaso en la atmós- fera.”” “Como es uno el fuego de todos los leños en que se mani- fiesta, así el espíritu único, alma del Universo, contenido en cada uno de los seres en que reside, aparece como si fuese múltiplo””;— dice el Bhagavata-purana (Il, 32). No pudiéramos procurarnos más esplícita respuesta: no comprendo cómo puede haber egoísmo en el hombre que se mira a sí propio y mira a sus semejantes, que mira a la creación como un juego engañador. “Sin la ilusión de que dispone el Espíritu Supremo, que es todo inteligencia, no se verificaría la alianza del espíritu con las cosas; pero esta alianza no tiene más realidad que la del alma con las imágenes que per- cibe en sueños.”” (B.-pur., II, 9. 1.) El Braman ve a Dios por dondequiera; la tierra, las aguas, los árboles, los animales, los as- tros, todo es para él sagrado y digno de veneración. Ni debe soplar con su boca el fuego, ni marchar con la frente levantada, porque sus pies pueden causar la muerte de algún animal. “Ciertas gentes, dice Manú, aprueban la agricultura; pero tal medio de existencia repuena a los hombres de bien, porque el arado con un hierro cor- tante destroza la tierra y los animales que contiene.?”” El que pro- fesa el bramanismo no debe por lo tanto experimentar otro deseo que el de identificarse con Brahm, y evitar la metempsícosis; así sus deberes en la vida de relación sólo se reducen a engrosar un poco “ese río temible del mundo; cumplido este deber, puede el hombre esperar en la inacción, en la inmovilidad, en el silencio, el momento en que libre de las trabas que le aprisionaban en la carne, “pueda su alma, djivatma, decir: —Yo soy atma, el alma divina.”” (Brunel.) Esa es la vida bramánica, una aspiración cons-, tante hacia la divinidad: ¿cómo pensará en sus semejantes? La va- riedad desaparece en la unidad, el hombre se pierde en el seno de Brahm, la ilusión se eclipsa ante la realidad. Esa horrible división de castas es una patente comprobación de cómo niega el bramanis- EL EGOISMO 115 mo la conciencia individual y destruye la vida práctica. Excusado me parece ocuparme de las diferentes doctrinas hijas del brama- nismo, porque, espiritualistas o materialistas, todas se reducen fun- damentalmente a un panteísmo más o menos explícito, y eso nos impediría marchar directamente al fin que nos proponemos. Del bramanismo a la filosofía persa, al mazdeísmo, hay bas- tante diferencia, y ambos abren la serie de las religiones conocidas de la humanidad, y según la opinión más admitida ambos debieron tener un origen común, perdido en los abismos del pasado. **Des- pués de alguna profunda escisión sin duda, dice el autor que me ha proporcionado algunas de las citas anteriores, el mazdeísmo se ex- tendió por el Occidente, tendiendo la mano al mosaísmo, mientras que el bramanismo se estacionaba en el Asia meridional descar- gándose de la acción exterior en dos de sus derivaciones, el og2pcia- nismo desde luego, y en seguida el budhismo.”? El mazdeísmo es una religión más humana que el bhramanismo. Zoroastro no es más que un hombre, pero un hombre dotado de admirable sabidu- ría, que es el eco de la voz divina y que exige que el hombre sea bueno. Ya esto es reconocer el libre albedrío, la libertad subjetiva. El mazdeísman tiene un fin en sus acciones: buscar la luz que es el cuerpo de Ormuzd y evitar las tinieblas, el cuerpo de Ahriman, más claro, hacer que el bien alcance victoria sobre el mal, mientras llega el día en que, vencido completamente Abriman, la virtud reine tranquilamente sobre la tierra, y los hombres gocen de una felicidad perfecta. El mazdeísmo no mira con indiferencia a sus semejantes, y suplica por ellos cuando entona sus plegarias. “*¡ Que mi deseo se cumpla !, exclama, ¡oh, Ormuzd!, que los malos lleguen a ser mazdeismanes, que se borren sus pecados, y que donde esté el pecado, en lo adelante no se vean más que obras puras!”” La carl- dad no se detiene ahí, se extiende hasta el perdón de las ofensas cuando media el arrepentimiento. “Si el hombre os irrita con sus pensamientos, palabras o acciones, y se humilla profundamente ante vosotros, sed su amigo.”” ¡Qué bello precepto! Así como la filosofía índica toma una dirección 2dealista, espe- culativa y sintética, la filosofía china muestra tendencias reflexi- vas, prácticas, experimentales. En efecto, Confucio o Khoung-fou- tzcu, anuncia su doctrina, no comunicada por Dios de un modo ex- traordinario e inmediato, sino como expresión de la más alta sabi- duría humana : el confuceísmo no es más que un consejo de la filoso- fía, y eso lo distingue de las demás doctrinas de Oriente: ¿qué 116 JOSE MANU£L MESTRE carácter presenta por la faz que nos toca? El principio que debe guiar al hombre en sus acciones, la ley de su naturaleza es su per- feccionamiento; el deber está en el corazón de todos lós hombres y es obligatorio y absoluto. “Lo perfecto es por sí mismo perfecto, absoluto; la ley del deber es por sí misma ley del deber. El hombre perfecto no se limita a perfeccionarse a sí mismo y a detenerse en seguida: por esa razón debe tratar también de perfeccionar a los otros seres. Perfeccionarse a sí mismo es sin duda una virtud; per- feccionar a los demás es alta ciencia; ambos perfeccionamientos son virtudes de la naturaleza o de la facultad racional pura. Re- unir el perfeccionamiento exterior y el interior constituye la regla del deber.”” (Tehoungyoung, 25, traducción de Pauthier.) Eso es hermoso; esa moral es exacta, pero fría, sin emoción, como dice Brunel, sin religión. ¿Cuál es en resumen la moral de Confucio? Dice este escritor: “una mezcla de la sequedad estoica y del for- malismo farisaico””. Si el hombre tiene por ley su perfeccionamien- to, claro es que ha de estudiar su naturaleza antes que todo para buscar allí los preceptos que deban conducirlo. El que conoce su naturaleza racional. conoce el cielo o la razón suprema, cuyos de- eretos son inmutables. Es cierto que la doctrina de Confucio como la de Mencio preconizan ideas fraternizadoras, es cierto que en ellas la personalidad adquiere un valor que no le concede el pan- teísmo indio, es cierto que el fin que se señala a las acciones huma- nas es el soberano bien, el desenvolvimiento; pero ¿se negará que tan morales principios sólo se extienden a los hombres que tienen la fortuna de gozar de ciertos privilegios? ““Nada ha pedido Con- fucio, dice M. Buchez, en nombre de las mujeres, en nombre de los hijos, en nombre de los esclavos*”, y en ese sentido nada más egoísta que una doctrina que reserva todas las ventajas de sus principios para una clase, mientras otras se veían expuestas a las abominacio- nes que la constitución del celeste imperio autorizaba. Detengamos por un momento el curso de nuestras observacio- nes, ya que hemos considerado bajo el prisma conveniente esa filo- sofía del Oriente tan llena de grandeza y de debilidad; contemple- mos por un momento en conjunto esas tres grandes faces que cree- mos bastan para darnos idea de las más primitivas especulaciones de la humanidad, y tratemos de percibir por entre la confusión de la religión con la filosofía si el egoísmo era el principio que debía servir de norma a las acciones del hombre. Sin creer que tales sis- temas puedan nunca considerarse como verdaderamente morales, ¿ EL" EGOISMO 117 por desconocer, como llevamos indicado, el carácter positivo de la personalidad y libertad humanas, tampoco me parece por la misma razón que pueden ser mirados como egoístas, pues en el confuceís- mo, que es en el que más importancia se concede a esa personalidad, hemos encontrado que la moral, aunque más política que religiosa, es pura y severa, y preseribiendo al hombre su perfeccionamiento, le manda al mismo tiempo, si quiere realizar la doctrina de la hu- manidad, que tenga bastante imperio sobre sí mismo para juzgar a los otros como a sí propio, y para obrar respecto a sus semejantes como quisiera que éstos obraran con él. No nos detendremos a examinar el budismo, ni el egipcianismo, ya que hemos procurado trazar a vuela pluma la fisonomía moral de la filosofía de Oriente, presentando sus más principales siste- mas; pero no creemos deber dejar de ocuparnos de un nuevo prin- cipio que aparece en la historia representado por el pueblo fenicio; así como del mosaísmo, antes de trasladarnos a la filosofía de la Grecia. Sobre la angosta ribera dominada por los cedros del Líbano, y en las que por aquellas proximidades se encuentran, pululaba un pueblo numeroso, que valiente y emprendedor no temía ir en pos del horizonte y recorrer sobre sus buques todos los puertos de los mares conocidos. Ese pueblo se hace el símbolo de la actividad y levanta un altar a la industria... El principio sensual predomina allí; seguramente se encuentra el egoísmo, y “ésa es la explicación del aborrecimiento y repugnancia que en la antigúedad se profesa- ba a los pueblos comerciales”?”. (Michelet.) En efecto, los fenicios habían declarado una celosa guerra a todos los que pretendiesen arrebatarles el cetro de los mares. ““Ellos y aun más los cartagine- ses, como dice un filósofo de nuestros días, cultivaban el elemento egoísta del comercio con exclusión de los demás elementos sociales. Amando sobre todo el oro, el placer, subordinaban Minerva a Mo- loch, esto es, el desenvolvimiento de la naturaleza espiritual del hombre a la sed insaciable del lucro. ”” En medio de la borrasca deshecha que corrían las ideas y las creencias, levantadas por el soplo de destrucción del paganismo Oriental, la nave pudo al fin encontrar un áncora de que asirse para contrarrestar algún tanto los embates de la tormenta. El án- cora de esperanza fué el mosaísmo. El vino a prometer el orden en medio de la más repugnante anarquía, a prometer la luz en medio de densísimas tinieblas, a dar figuras mientras llegaba el figurado, 118 JOSE MANUEL MESTRE a preparar la tierra donde debía encarnar el Hijo de Dios. Moisés sube al Sinaí para hacerse eco de la Voz divina y dominando los truenos y el terremoto y el sonido tremendo de la trompeta divina, hacer oir los mandatos del Eterno. ¡Gran día! ¡Tú desplegaste el porvenir a la vista de los hombres, y colocaste en cierto modo la primera piedra de la civilización ! Moisés separa la vista del pueblo escogido de esas brillantes lumbreras que iluminan las tinieblas insondables del espacio, de todas las maravillas de la creación, para hacérsela fijar en Artífice Omnipotente que las fabricara; y evita el politeísmo, el sabeísmo y el fetichismo: prohibe las imágenes que pretendían representar las cosas del cielo y huye del materialismo en el culto; y, en verdad, ¿cómo podrían la pintura y la escultura dar una idea del Dios de los profetas? ““Levanté mis ojos, dice Daniel (cap. X), y via un hombre cuyo vestido era blanco como la nieve y ceñido por un cinturón de oro: su cuerpo era como de cerisólito, su rostro brillaba como el relámpago, sus ojos brillaban como antorchas encendidas, sus brazos y pies parecían de bronce pulido.” Moisés predica la unidad de Dios y desecha la metempsícosis y el panteísmo: Moisés anuncia su doctrina no para que fuera patrimonio de una casta privilegiada, sino para todo Israel; no para Israel solamente, sino para bien de los pueblos de la tierra. No obstante, en medio de todo, el mosaísmo ofrece un carácter de egoísmo que no podemos menos de percibir: aun no se había llegado a una concepción pura de la Divinidad, aun no se había visto a Jesús, en el festín postrero, reclinar la cabeza en el seno de su discípulo amado, ni pagar desde la cruz las ofensas con el perdón, y el pueblo judío pasaba a cuchi- llo a los que oraban al pie de los ídolos, derrocando a éstos sobre charcos de sangre. (Continuará.) BIBLIOGRAFIA 1. Étude morphologique sur les pronoms personnels dans les parlers actuels du Nivernais, par J. M. MEuNtER. Paris, 1912. II. Monographie du parler de Chaulgnes, canton de La Charíté-sur-Loire (Nidvre), par J. M. MeuntEr. Paris, 1912. La casualidad de haber llegado a París para hacer su erado de Doctor en Letras, cuando nos hallábamos de paso en esa ciudad y la circunstancia de ser gran amigo del Abate Rousselot, nos permi- tieron estrechar la mano del distinguido lingiista Meunier, trabaja- dor infatigable, a quien conocíamos mucho por los escritos que había dado a la publicidad. De inteligencia viva, conversación amena y espíritu alegre impresiona Meunier agradablemente desde el primer momento, mucho más cuando se le llega a tratar con relativa intimi- dad. No nos ocuparemos de sus múltiples trabajos que dan relieve a su carácter de lingilista, aunque bueno es que se sepa entre nosotros que ha discurrido sobre el dialecto del Nivernais estudiado en el fonó- metro, acerca del método gráfico para la educación de los sordos-mu- dos, sobre la pronunciación del latín clásico, la pronunciación normal de este idioma, orígen e historia del habla del Nivernais y otros mu- chos asuntos de carácter especial en los que ha expuesto su punto de vista. Esta bibliografía concrétase a las dos Tesis ya indicadas, sien- do la segunda complementaria según él mismo indica, pues fueron la materia de su grado de Doctor que tuvimos el gusto de presenciar en compañía de Rousselot, en la Sala de grados de la Universidad de París y en cuyo acto pudimos advertir sus conocimientos exterioriza- dos para la necesaria defensa de su doctrina frente a la crítica que le hicieran personalidades tan sobresalientes como Thomas, Brunot, Roques y otros. Eligió Meunier como tema de su disertación el estu- dio de los pronombres personales en el habla del Departamento del Nióyre y después de presentar la carta de dicho Distrito, la biblio- grafía, el sistema gráfico que empleara, una lista de las localidades en que el lenguaje ha sido estudiado y los nombres de las personas interrogadas, analiza los pronombres de la primera série: ego, tu, se y dentro del de primera persona las formas tónicas y átonas, las ex- presiones del plural en ambos casos, el régimen directo: me, te,*se y 120 BIBLIOGRAFIA el indirecto miha, tibi, sibi con la enumeración de las localidades del Niéóvre en que la se tónica ha sido empleada en vez del pronombre lui, ala. Siguiendo la misma orientación estudia los pronombres de la se- gunda persona bien con el carácter de pronombre tónico o átono sin olvidar las variantes morfológicas advertidas en te, t, así como otras formas de no menor interés. En cuanto a Nos nos, uos uos consigna las evoluciones observadas en Saint-Péreuse, Les Grains, Gué-Girauld, Les Michots, Chitry, Ruages, Orbigny, Le Breuil, Saint-Sulpice, Chaulgnes, Beaubery, Abrest, terminando esta parte con el orígen de los pronombres de la primera persona de plural y con el de la segun- da persona de igual número. Al ocuparse de los pronombres de la segunda serie, analiza el demostrativo de la tercera persona señalan- do las formas tónicas y átonas del género masculino tanto en singu- lar como en plural para demostrar después cómo “li ha dado 41. Expuesto ésto trata sobre el régimen directo masculino, tanto tó- nico como átono, haciendo lo mismo con el régimen indirecto mas- culino; consigna que la forma átona es menos resistente que la forma tónica presentando ejemplos de Lormes, Metzle-Comte, Moissy- Monulinot, €; manifiesta la evolución de 21% átono en el habla Ni- vernais, y en los otros Departamentos para terminar esta materia con la indicación de los posesivos. La forma pronominal neutra illum aparece expuesta en su carácter de forma acentuada y de for- ma átona y como se advierte desde el principio del libro hay riqueza de ejemplos, sobre todo en cuanto a este último aspecto, de Tamnay, Huis Bary, Metz-le-Comte, Mouchy, Les Granges, Huis-Blondeau, Ouroux, Blismes, Saint-Hilaire-en-Morvan, Les Michots y Le Breuil. Al referirse al pronombre de la tercera persona o artículo expone su declinación en francés antiguo presentando las conclusiones de que el estudio morfológico por él realizado en el Departamento del Niévre demuestra que los pronombres latinos de la primera persona ego y de la segunda tu se han extendido y que surgió la creación del de ter- cera persona; que muchos de estos pronombres han conservado for- mas variadas de la antigua declinación latina, siendo menos resisten- tes las formas átonas que las tónicas; que el pronombre ego tiene aún formas tónicas representadas por ¿je , uje , je, jo; que las formas áto- nas de ego son muy numerosas tanto en la llanura como en los Amognes y en el Haut-Morvan; que el plural nos átono ha desaparecido en todas las hablas del Niévre siendo reemplazado por las diferentes formas del singular según los lugares; que Nos y uos tónicos han seguido un des- BIBLIOGRAFIA 121 arrollo paralelo siendo nó, vé en ciertas partes de Morvan, no, vó en otras, nu, vu también en otras y nd, ví en la mayor parte del Nidvre sobre todo al oeste, en las márgenes del Loira, y que me, te, se átonos se han hecho me, te, se y m, t, s; en algunas localidades el se átono ha sido substituído por illorum, y que me, te, setónicas han degenerado en mae, twe, swe; que las locuciones populares como vous se portez bien, vous se battez no pueden explicarse por el empleo abusivo de se pronombre de a persona por vous pronombre de 2a persona, dado que el dialecto Nivernais enseña que se representa aquí el segundo uos latino; que el desenvolvimiento prodigioso del pronombre de 3a persona demuestra cómo las vocales son el elemento más movible del lenguaje; que en las hablas del Nivernais se encuentran vivo aún los tres l¿ del antiguo francés; y que los gramáticos que en el siglo xvrr condenaron el empleo de £ e y para representar una persona pretextando ser el adverbio 1—1bi se equivocaron; que en Morvan el pronombre neutro *¿llum (állud) en nominativo no se distingue actualmente del masculino ¿lle no siendo posible afirmar que el neutro *2llum viva aún en esta región ; que el pronombre *(21) lum en acusativo se emplea todavía en Mor- van bajo la forma de le, l, y en ciertas localidades ha sido substituído por 2 — 1bi; que el artículo tiene formas numerosas en Nidvre y que el antiguo artículo compuesto as en vez de a les reemplazado en francés a partir del siglo x1tH1 por «us, aux es muy usado en ciertas partes de Morvan con las formas 4 y €. En la Tesis complementaria concrétase Meunier a hacer la histo- ria del habla de Chaulgnes discurriendo tanto sobre la lengua latina entre los Aediu, como acerca del latín vulgar en el Nivernais, de la lengua griega en las hablas de Morvan, de la lengua germánica en el Nivernais para terminar preguntándose si existen dialectos y señalar no sólo la utilidad del estudio del chaulgnard sino el método que ha empleado en el análisis de su dialecto, en las pesquisas efectuadas en las hablas de Morvan como elementos necesarios para su trabajo sobre _los Pronombres personales. En la segunda parte después de exponer la pronunciación del latín, analiza en el capítulo de las vocales, co- menzando por las tónicas, cuanto se refiere a la a latina y romana con la serie de elementos perturbadores; a la e abierta del latín vul- gar en su tratamiento normal, y elementos perturbadores; a la é cerra- da del latín vulgar en la misma forma, así como todo cuanto se rela- ciona con la í, la o, la ó, la ú del latín vulgar sin olvidar los dipton- 908 Qu, «£, (2, como tampoco las vocales átonas, ni las postónicas, postónicas iniciales, ni iniciales. En la segunda Sección nos habla 122 BIBLIOGRAFIA de las consonantes latinas como de las palatales actuales de Chaulgnes estudiadas por medio del paladar artificial, las linguales, las labiales, las sonantes y los grupos constituídos en cada uno de los aspectos fi- siológicos de las consonantes. Junto con el Estudio morfológico y con la Monografía ha publi- cado, Meunier, para mejor ilustración de su tesis, un hermoso atlas en que reune cartas linguísticas que precisan los lugares del habla peculiar siguiendo para ello la excelente inspiración de Gillieron, colocando como lo hace éste, al lado de cada localidad las formas del pronom- bre pero con la singular diferencia de que mientras Gillieron usa como palabras-tipos únicamente las francesas, Meunier emplea la forma latina. Para realizar su pensamiento toma las formas de los pronombres personales que atribuye al latín vulgar exponiendo la manera cómo se han representado en el habla actual del Nivernais. Partiendo del latín vulgar consigna los paradigmas del francés anti- guo y los del latín clásico sin que resulten siempre claras las síntesis expuestas. En el análisis de las formas actuales de la localidad se nota la adición de formas recogidas en distintos lugares distantes del Niéyre y que en modo alguno pueden servir para la explicación de las formas de esta localidad en atención ú4lo apartado en que se hallan del lugar del origen. Ha sido motivo de crítica la clasificación de las formas tal como las presenta Meunier, fúndase ella en que su insuficiencia impide apreciar con toda minuciosidad los rasgos que caracterizan la diversa clase de habla dentro del dominio motivo de la pesquisa, y de ahí sin duda las observaciones que se le han hecho en cuanto a las for- mas je, nous, vous. Respecto a su segundo trabajo o sea el relativo a la fonética del habla de Chaulgnes, la materia por ser menos nueva resulta de interés secundario comparada con la primera. En este trabajo el autor consigna que su objeto es la lengua latina vulgar, tal como se ha desenvuelto mediante una serie no interrumpida de trans- formaciones lentas e inconscientes desde la conquista de César hasta nuestros días, no exclusivamente en toda la extensión del lugar ele- gido por Mennier para su estudio, pues en cada punto se comprue- ban diferencias, sino en Chaulgnes donde nació. Cualquiera que sea el juicio que haya merecido esta Tesis nadie dejará de reconocer el esfuerzo realizado como tampoco el mérito de haber reunido datos linguísticos que demuestran la ventaja de la especialización. BIBLIOGRAFIA. 193 III. Arcipreste de Hita. —Libro de Buen Amor. Edición y Notas de Julio Cejador. Ediciones de “La Lectura». Madrid, 1913. Acaba de publicarse para solaz de los amantes de la literatura y para los investigadores en el campo del lenguaje una elegante y bien impresa edición del libro, que a juicio de su prologuista, resulta el más valiente que se ha escrito en lengua castellana y que por su mé- rito intrínseco y extrínseco ocupa lugar prominente entre el Quijote y La Celestina. Este libro que revela en alto grado un carácter ori- ginal, que es obra personalísima, es a su vez artístico e irónico como que perteneciendo al segundo período del primer ciclo de los tiempos antiguos que comprende el siglo x111 refleja el género carácterístico de la época, la sátira, que hace señalados progresos, introducida en la literatura castellana por el notable escritor Juan Ruiz llamado gene- ralmente el Arcipreste de Hita. Wxpónese en dicha obra la vida so- cial de su época, pinta al hombre mundano, sobre todo cristiano y clérigo, como dice el ilustre Cejador, el cual conoce el mal que hace y se arrepiente pero que vuelve a caer en los lazos del loco amor que acaba señoreándole. La crítica no ha estado muy de acuerdo en la manera de juzgarle, pues mientras para uno llegó a ser este autor el Petronio español, para otros estan insignificante lo producido por él en el campo de. la poesía que hasta resulta excluído del catálogo de los poetas. Para Cejador «es el gigantazo aquel llamado Polifemo, que nos pintó Ho- mero, metido a escritor. Los sillares en que levanta su obra son vivos peñascos arrancados de la cumbre de las montañas y hacinados sin argamasa ni trabazones convencionales de las que no pueden prescindir los más celebrados artistas». Aplaude Cejador la fran- queza de su decir cuando manifiesta que exterioriza “todo lo que en- cierra su pecho, y el pecho de este poeta primitivo es grande como el universo. ¡Una verdad tan sin tapujos, que tumba de espaldas al más arrojado! ¡Un realismo tan cimarrón, que ciega y acobarda al más atrevido!» Mas si interesante es el Prólogo y el Libro de buen Amor lo son en demasía las notas puestas al pie de cada página porque ellas van encaminadas a aclarar la idea que expresa el vocablo castellano de la época; y realmente hemos gozado leyéndolas y meditando sobre ellas pues son reveladoras de la cultura del gran lingiiista y literato Cejador y de la labor paciente que ha realizado en obsequio de los estudiosos. 1] en esas notas se exponen el cambio de la vocales ex- 124 BIBLIOGRAFIA plicando sus transformaciones con la referencia latina correspon- diente, la influencia morisca en la presencia de ciertas letras, el uso de unos adverbios por otros, los casos de metátesis advertidos en la substitución de 1 por r, la causa de la duplicación de las consonantes iniciales, los casos de sinalefa, de aféresis, los de contracción, la ex- presión de la forma vulgar en que se ve el respeto etimológico no advertido en la forma correcta, los usos de silbante por gutural, la s parásita etc., etc. y tantas útiles indicaciones que benefician mu- cho la otra de aquel Arcipreste de ingenio fácil, satírico y libre que fué comparado con Cervantes pero sin su honestidad, su extremada profundidad y su grandeza como ha dicho Fernández Espino y de quien dijo Menéndez y Pelayo que fué «un clérigo libertino y taber- nario,» considerándolo Puymaigre «un libre pensador, un enemigo de la Iglesia» mientras Amador de los Ríos pensó que era (un severo moralista y clérigo ejemplar, que si es cierto que cuenta de si pro- pio mil picardías lo hace para ofrecerse como víctima expiatoria de los pecados de su tiempo, acomulándolos sobre su eminente cabeza.» La obra de erudición realizada por Cejador merece el mayor encomio, pues descifrar el enigma, poner claro el libro de modo que puedan leerlo y juzgarlo doctos e indoctos ha sido empresa, si digna de acometerse, como Cejador confiesa, justo es que asimismo digamos que no para efectuarla cualquiera sino aquél que une a sus conoci- mientos lingilísticos los literarios indispensables para ello. Lamén- tase el distinguido prologuista que sea él quien la acometiese porque hubiera querido encuadrar la sátira maravillosa de la clerecía y aun de toda la sociedad del siglo XV en marco digno que pintase y pusiese ante los ojos del lector, añade, aquella corrompida edad del cautive- rio babilónico. En verdad que así lo ha hecho con maestría, y en justicia debemos reconocerlo. —Suum cwique. Dr. J. M. Druico, Prolesor de Lingúística y de Filología. BIBLIOGRAFIA 125 IV. Zoologisches Adressbuch. Berlín, 1911. Friédlander und Sohn, edit. V. Convergence in evolution; by Arthur Willey. London, 1911, John Murray, Albemarle St. W. VI. La Fécondation chimíque (PARTHENOGENESES ARTIFICIELLE); par Jacques Loeb. París, 1911, Mercure de France. VII. La Vie dans les Océans; par le Dr. L. Joubin. París, 1912, E. Flanmarion, editeur. VII. Alle fonti della vita; Dr. W. Mackenzie, Genova, 1912, A. For- míiggini, editore. Bajo los auspicios de la Sociedad Zoológica Alemana publicóse en 1895, por primera vez, el Zoologisches Adressbuch, almanaque inter- nacional de zoólogos; despues, en 1901, se completó esa primera edi- ción. Este volumen de 1911, de más de mil páginas, contiene los nombres y direcciones de zoólogos, anatómicos, fisiólogos y paleontó- logos de muy diversos países, indicándose al mismo tiempo los esta- blecimientos científicos y técnicos. La utilidad del libro es innega- ble; no debe faltar en las bibliotecas dedicadas a las ciencias naturales. Cuando en el verano de 1912 visité la M'Gill University, en Mon- treal, Canadá, tuve el gusto de conocer al Dr. Willey, Profesor de Zoologia, y de recibir de sus manos un ejemplar de su obra Conver- gence in evolution, que publicada en Londres en 1911, la dedica así a su eminente maestro Ray Lankester: «To you, with your intimate and apostolic knowledge of the situation, and mastery of this facts which govern it, it may seem rash to attempt anything like a revi- sion of first principles; but having regard to the actual state of zoo- logical speculation, yesterday or to-day, it is clear that much re- mains to be done before the ground can be freed from many of the qualities which favour the growth of error.» Mucho, en efecto, dice Willey, queda por hacer para que desaparezcan las causas que con- tribuyen a desarrollar el error. En el Preface el Profesor Willey expresa que en las páginas del li- bro trata de mostrar cómo la homoplasia no comprende todos los ca- sos incluídos en la convergencia, en la amplia aceptación del término. En diez capítulos se ocupa: 1. The art of morphology, being a dis- course upon organic form; 2. Physiological classification: 3. Exposed, and concealed animals (phanerozoa and criptozoa); 4. Free and Fixed Animals (eleutherozoa and statozoa); 5. Mimiery and homoplasy; 6. Divergence and paralelism; 7. Special convergence; 8. Habitudes and attitudes (bionomical convergence); 9. The ways of breathing 126 BIBLIOGRAFIA (respiratory convergence); 10. Convergence in minute structures (his- togenetic convergence). Varios dibujos ilustran la obra, cuyo frontis- picio adorna la fotografía de la cabeza del Herpestes smithii, viéndose su pupila horizontal. “El progreso de la morfología—escribe el Profesor Willey al final de ese estudio donde acumula hechos intere- santes y se destacan eruditas apreciaciones biológicas doctrinarias— depende de la substitución de ideas más que de la promulgación de leyes»; para él, es polifilético el árbol de la vida y no se anastomosan las ramas sino cuando el desarrollo en zigzag haya comenzado.... Agreguemos, para terminar esta nota bibliográfica, que el mencionado zoólogo no desdeña los problemas de la antropología: dígalo si no su artículo Swastika and Udaliya in Ceylon publicado en Man, la revista mensual del Instituto Real de Antropología de la Gran Bretaña e Irlanda. La Srta. Anna Drzewina ha traducido del aleman el volumen de Loeb sobre la Fécondation Chimique ( Parthénogénese artificielle), fruto del “esfuerzo experimental de más de diez años, realizado por un biólogo eminente y de una actividad prodigiosa.» Despues de reco- rrer una por una las páginas del libro compréndese cuanta razón le asiste al Decano de la Facultad de Ciencias de Dijon para decir que de aquél es imposible dar un resumen que satisfaga; en efecto, (las ideas directoras son tan simples y dominan de tan alto los hechos, que no dan en ningun modo la medida del trabajo analítico maravilloso efectuado por el autor sobre los procesos de la fecundación». En su libro, Loeb expone los resultados de las investigaciones que han tenido por fin trasladar el magno problema de la fecundación desde el dominio de la morfología al campo de la químico-física: resulta- dos que aprecia sintéticamente en la Introduction; y desde los prime- los capítulos Remarques preliminaires sur les développement de l'euf d'Oursine, La chimie de la fecondation y la partenogenesis natural, hasta el último, el vigésimo nono, sobre La nature de la mort et la prolongation de la vie de 1"euf par la fecondation (pág. 340), revélase la intensa labor del sabio empeñado en ilustrar los misterios de la ciencia genética por medio de su experimentación infatigable. A pesar de los particulares que han merecido la crítica, júzgase atina- damente el libro de Loeb como “un brillante mosáico de sus obras anteriores»; háse reunido con maravilloso arte todo lo que existe de esencial, de fundamental, en sus trabajos anteriores, en esas publi- caciones que por la naturaleza del asunto vienen hace tiempo intere- sando vivamente al mundo sabio. BIBLIOGRAFTA 127 Es suficiente decir cuales materias son objeto del pequeño libro de Joubin sobre La wie dans les Océams para estimular a su lectura aun a los mismos que no se preocupen de esa clase de investigaciones: el origen del mar y de los seres vivos, los medios marinos y sus carac- teres fisicos; los movimientos de las aguas del mar y las modifica” ción que originan en las faunas y las flores, los fondos marinos, la luz animal, la visión en los seres marinos, los habitantes de las ro- cas y de las playas; las faunas abisales, los arrecifes de coral. . El exa- men del medio donde evolucionan esos seres conduce al conocimien- to de las faunas y de las floras marinas: forman estas las dos partes en que puede dividirse la obra de Jubin a que nos referimos y que se ha considerado como un resumen de oceanografía biológica. Los seres vivos que habitan el vasto dominio de los mares, constituyen tres categorías de faunas: la de los que se alejan poco de las costas, la de los que se encuentran en las grandes profundidades y la de los que flotan en la superficie de las aguas, donde tanto los animales como numerosas plantas presentan curiosísimas adaptaciones. El artículo sobre los ar -cifes de coral y de las teorias emitidas para explicar su formación atraen con justo título: es que los corales han jugado siempre importante papel en la historia de los mares; hoy mismo, ellos preparan nuevos terrenos, y, obligados por el gradual enfria- miento polar, buscan regiones nuevas donde refugiarse. Y este estudio de oceanografía de Joubin, dedicado al Príncipe Alberto de Mónaco, nos conduce facilmente al capítulo VI del li- bro del Dr. W. Mackenzie titulado Alle fonti della vita. Prolego- mena di scienza e d'arte per una filosofia della natura, y cuyo autor nos ha enviado atentamente. Dicho capítulo es el que se refiere a la Vita ed estetica degli abissi; siendo los demás: Le generazioni atternanti, Alla ricerca della persona, L'unúta biologica, Energía psí- chica e teleología y La morale della natura. La obra, que consta de 387 páginas, tiene varias ilustraciones de color intercaladas fuera del texto; y presenta, al final, un índice bibliográfico—HKlenco di alcune opere citate—relacionado con los problemas científicos que trata y que sirven de base a múltiples elucubraciones filosóficas. Punto de partida de las consideraciones que hace Mackenzie al referirse a la Vita ed estetica degli abissi es el estudio del plancton (mhayxrós, vagante), «la incomensurabile nube di esseri vaganti», la fauna a que alude Joubin de seres que flotan en las aguas, y que al decir de Virchow son ellos para el biólogo lo que las nebulosas para el astrónomo: los unos y las otras llevan al hombre a los um- 128 BIBLIOGRAFIA brales de lo infinito! La vida del oceano está llena de grandiosas escenas. (Una lenta, continua, inmensa pioggia organica, piove dagli strati superiori nei piú profondi. 1 campi del mare fecondano gli abissi!.... Por otra parte, la relación de los organismos que constituyen el plancton no puede ser más extensa: noctilucas, fora- miníferos, radiolarios, actinias, sifonóforos ctenóforos, nemertes, sagittas, holoturias, pterópodos, cefalópodos, crustáceos, tunicados, peces.... y el fitoplancton: plantas pelágicas, diatomeas, algas, etc. Después el Profesor de Génova analiza lás formas artísticas que ofre- cen esos seres y recuerda la famosa expedición del Challenger en la que solo la clasificación de los radiolarios recogidos le hizo invertir a Hoeckel diez años de su vida. El inmenso número de aquéllos, su condensación local, así como la extraordinaria producción de belleza en el seno del océano, le hacen exclamar al pensador: (Forse, non a caso ritroviam a queste armonie qualche assonanza del mito ellenico di Afrodite Anadioméne sorgente dal mare!» Chispa del genio ilu- minando el porvenir; presagio que ha justificado la ciencia de nues- tros días con sus maravillosos medios de investigación. Dr. A. MESTRE, Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología. ITO TAL CUBALSO) Te MATAS a a ia ii Profesor Dr. Arístides Mestre. rotura UL. CUESODA xa e sacan cia a Te Do Mas JO SJ DOSEATA CICLO) 1. Mt A e de Antropología general (Í-curso)............... e Dr. Luis Montané. “Dr. Carlos de la Torre. CONFERENCIAS Y Histología y Embriología Zoológicas.......... | Aratomía Comparada A A do ds Dr. Arístides Mestre (Aux.) Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Jefe de los traba- jos prácticos del Laboratorio de Biología, etc.); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física); Dr. Gerardo Fernández Abren (Jefe del Laboratorio de Química); y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo An- tropológico Montané» y el Laboratorio de Antropología tienen por Jefe al Profesor titular de la asignatura. 3 ESCUELA DE ' PEDAGOGIA Psicología Pedagógica (1 curso)...,.0......... ] Historia de la Pedagogía (1 'curso)............ Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. PERS EScolar (1 turbo domo. ds do J Metología Pedagógica (2 Cursos) dd dE A Dr. Manuel Valdés Rodríguez. ao meat CAiCUESOS in AE a e 1 Sei Podés Córdos mba natural CLeburso ns cada Ne J 32 $5. Pedro. Córdova; ; CONFERENCIAS 'I. - Crítica de la Educación Contemporánea...) La Pedagogía Experimental... : L TI. Lectura é interpretación de las obras de los A A O CIO AO grandes pedagogos contemporáneos .. Agrupada la carrera de Pedagogía en ES cursos, comprende también asignaturas “que se estudian en-otras Escuelas de la misma Facultad. 4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico. CAEN o AR Id AN A > Profesor Sr. Eugenio Rayneri. Estereotomía. (Í CUISO). dt ) 3 Aermensura aro) If y DE Alejandro Ruiz Cadalso. Materiales de Construcción (1 curso)..... E a A Construciones Civiles y Sanitarias (1 curso)... ) A A e de oe ceo Pri 1, Di 1 de Asoc Enseñanza especial dela Electricidad (3 cursos) Arquitectura é Higiene de los Edificios (1 curso) Historia de la Arquitectura (1 curso) .......... Contratos, Presupuestos y Legislación especial ( de á la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... ¿ Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero, Electricista y Arquitecto; y son sus profesores Auxiliares: Dr. Andrés Castellá, Sr. A. Fernández de Castro (Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); y Sr. Plácido Jordán (Jefe del Labo- ratorio y Taller Eléctricos); con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se estudia la: carrera de /aestro de Obras; exigiéndose asignaturas que corresponden á otras Escuelas. 5. ESCUELA DE AGRONOMIA Química Agrícola é Industrias Rurales (1 curso). 5 Sr. Ovidio Giberga. Dr. Antonio Espinal. ' Profesor Dr. Francisco Henares. Fabricación de azúcar (1 CHRep] A ARTOnOnta ME GUS is rl y ara di e o cóce | POOLE OTa JASNCUBSO cias lO AI ta di > Sr. José Cadenas. Eñtdtecia (Didac le A APA E j Economía Rural y Contabilidad Agrícola (1 cur- ARA ARE IL O SAS ] . ! Legislación Rural y formación de Proy ectos AA, or -aJORA Comallon gs LSO a NO SR A a ) El profesor auxiliar de esta Escuela es el Dr. Buenaventura Rueda (Jefe de los Mu- seos y Laboratorios). Para los grados de Perito químico agrónómo y de Ingeniero agrónomo, se exigen estudios que se cursan en otras Escuelas. En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 45 de la tarde, se dan informes respecto á los detalles de la organización de sus diferentes Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. AWISO LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS €s bimestral. Se solicita de las publicaciones literarias ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- rrespondiente; y de los centros de instrucción ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra sección bibliográfica. Para todo lo concerniente á la REvISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) dirigirse al Sr. Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, Re- pública de Cuba. NO'TTOE The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other month. We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section. Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed matter, etc., to the Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, República de Cuba. AVWVIS La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On demande l'échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu dans notre partie bibliographique. E Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoi d'ouvrages, etc., on est prié de s'addresser au Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, República de Cuba. VorL. XVI. UNIVERSIDAD DE LA HABANA. Núm. 2. REVISTA DE LA FACQUETAD DE-LEPRAS Y:ETENCIAS DIRECTOR: Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN. REDACTORES JEFES: Dr, ARISTIDES MESTRE. Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO. COMITÉ DE REDACCION: Dres. ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL- DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO RUIZ CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES. MARZO DE. 1913. % SUMARIO: —HOMENAJE A JosÉ DE LA LUZ Y CABALLERO—Discurso.... Manuel Sanguily. = = —Discurso.... Ldo. Raimundo Cabrera. = = —Discurso.... Ldo. Alfredo Zayas. FACTORÉES-DB 1,4, PEDAGOGÍA MODERNA 050000 edo Dr. Rafael Altamira. SL EDS MON CORCISION) Mo a Ts Má eo Dr. J. M. Mestre: —LA ¡ENSEÑANZA TÉCNICA; EN ALEMANÍA 00 ..oomoceo.o no... Gonzalo de Ouesada. DIARIO DESVIATE =D OR: ESPADAS: 00serrobole odo aero PTA + oe Eusebio Gutteras. —BIBLIOGRAFÍA.—Studi Glottologici ftaliami diretti da] 7, Te MÓDIRICO: ARAN A AO RN AO O ANA ) ; IMPRENTA “EL SiaLo XX>” DE AURELIO MIRANDA > TENIENTE REY 27 HABANA ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS. Decano: Dr. Evelio Rodríguez Lendián. Secretario: Dr. Juan Miguel Dihigo. |. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA. Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)....,... Profesor Dr. Adolfo Aragón. Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)....... 53 Dr. Juan F. de Albear. Eanpuisticad año ig a cs a a E ena Elología (CETHTSO) >. a e e apa dia Dr. Juan Miguel Dihigo. Historia de la Literatura Española (1 curso)... : p > Historia de las literaturas modernas extranjeras de De. Guillesmo Dombgatay Roldán. PES CUESOS) AA O aaa a NN oa Historia de América (1 curso)................ 1 $ Dr. Evelio Rodríguez Len- Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) $ dián. PICOlOB1A EL. CUESO rt PA Eiosotía Moral (Curso) ata Pdo És Dr. Enrique José Varona. Sociologia (il c4tsO).e... ces a e CONFERENCIAS Elistoria-de la Pilosoña.. qt. a ie dan Dr. Sergio Cuevas Zequeira (Aux.) PAtera turas. Dl as RP SO Dr. Ezequiel García Enseñat (Aux.) Ly ENPRAS SCÍÁSICADS . 20. da Dr. Sixto López Miranda (Aux.) 2. ESCUELA -DE- CIENCIAS. [a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso. Análisis matemático (Cálculo diferencial é inte- + Profesor Sr. José R. Villalón. ral) A: CUE A O O Geometría superior y analítica (1 curso)....... Geometría descriptiva (1 curso)............... | Se Dr. Claudio Mimó. Trgeonontetría Ll” Curso o nba e ai de eos Básica Superior Chercos ctas To ecc E : Física Supetor (LECUELSO) ns AA AO j de DE Ouímicaspeneral; ECcuEso) a e oe ad a Sr. Carlos Theye. Broto ta ECU) RR o Ia a a Ez Dr. Arístides Mestre. Zoología (1 curso)..... A A Dr. Carlos de la Torre. Dibujo Timeal Ecurso da canica Le Ad RATO ee , Dibujo Natura (E Cro) a o: ) 20 Sr. Pedro Córdova. Cosmología (l:CUFSO) A A Mecánica Racional (6ecnESo).... lesa. 2 to. se Dr. Victorino Trelles. INSFEONORMA ARTES A O A da (eodesta (Uictrso e li Rs $ Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)..... ... > Dr. Santiago de la Huerta. Botánica. general' (LEO) 2.00 ale ne 53 Dr. Manuel Gómez de la Maza. [b[ - Sección de Ciencias Físico-Químicas. Análisis matemático (Algebra Superior)....... Profesor Sr. José R. Villalón. Geometría Superior (sin la Analítica)......... 1 E Trigonometría (plana y esférica).............. J 2 Dr. Claudio Mimó. ¡Eisica; Superior (er. Corso) mas ers: ralons !] de ; STCA AD APeriorn (Ze GUESO) ES ade iaa S de Dr. Plácido Biosca. Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... » 6 Química DVrgáñica (curso. e. el A E Dibujo:Líineal! eL CULSO) +. oe ate erat 2 - Dibujo-Natutal (L.CUso A ) y) pr. Esdro Cordoye Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... 2 Dr. Santiago de la Huerta. Biolosía (EcursO) E. en ra a Dr. Arístides Mestre. ZOO lOLTA ECU ON ae IA RO a al Se Dr. Carlos de la Torre. Botánica general E Curso o ia > Dr. Manuel Gómez de la Maza. Cosmología: EL iCursoO!) db ds as dr E Dr. Victorino Trelles. (c) Sección de Ciencias Naturales. Anál'sis matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Sr. José R. Villalón. Geon etría Superior (sin la Analítica)....... l Dr. Claudio Mimó Trigonometría (plana y esférica).. ........... S de SA 0 IE uímica genera CUESO AA il otero 4 r. Carlos Theye. ími 1 (1 Sr. Carlos Thes Dibujo Lineal EL Curso). tes e > 1 DE Dibujo, Natural (Ll Curso) ts o e Sr. Pedro Córdova. Fisica enerallol: CASO) 2 a a > Dr. Plácido Biosca. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... 1 . Geologia (ECHESO) ada oie e PE oi J y Dr. Santiago de la Huerta. Botámiica:ceneral: (1: Cuts coca ato 1 Fitografía y Herborización (1 curso).......... EL Dr. Manuel Gómez de la Maza, CS y A 1 Vol. XVI MARZO DE 1913 Núm 2. LIBRARY NEW YORK BOTANICAL ¿ARDEN REVISTA DE; LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS HOMENAJE A JOSÉ DE LA LUZ Y CABALLERO DISCURSO * POR EL SR. MANUEL SANGUILY Señoras y señores: Un generoso sentimiento de solidaridad, sin duda, nos junta esta noche, que por el hecho viene a ser así como punto de inter- sección de lo porvenir, con lo pasado—nos congrega en una fies- ta,—por su objeto esencialmente cubano—por su naturaleza esen- cialmente familiar, y por su origen e inspiración esencialmente patriótica; —que aquí, y ahora se demuestra—por herencia natu- ral de esclarecidas memorias y santas aspiraciones—la compenetra- ción de dos edades muy diferentes de nuestra historia, se realiza una manifestación de carácter a un tiempo social y psicológica, por donde—al través de largos años y vicisitudes portentosas—revéla- se e ilumínase la unidad moral, el enlace espiritual de varias gene- raciones, a virtud de ese profundo instintivo impulso que nos obli- ga de vez en cuando, que ahora con más motivo que otras veces nos fuerza, antes de proseguir la incierta jornada, a volver la vista ha- 1 Discurso pronunciado en la velada que celebró la «Asociación de maestros, maestras y amantes de la niñez cubana», el 22 de Febrero de 1900. 130 MANUEL SANGUILY cia atrás, como si percibiendo dilatado y oscuro el tortuoso y abrup- to sendero. necesitáramos apoyarnos para no tropezar y caer, pedir alientos, estímulos y perseverancia, a los que lo recorrieron con gloria resplandeciente y por lo mismo, desde lejos, como astros be- nignos, irradian hacia nosotros, sus cuitados sucesores, la lumbre bendita de su amor y de su fe. Que esa sombra querida de nuestro insigne compatriota no fué como las de quienes, tal vez más venturosos, vienen al mundo para no dejar ni huella de su paso, pruébalo de modo inconcuso e irre- cusable la causa que aquí os reúne y a mí me compromete a dirigi- ros la palabra. En vísperas de partir a tierra extraña los maestros de nuestras escuelas públicas, en excursión de pocas semanas de la que desco- nozco los motivos y propósitos en tanto grado como dudo de la rea- lidad de sus beneficios, si descontamos los naturales que ocasionará la contemplación de pueblos diversos y costosos monumentos, el Círculo Pedagógico ha considerado necesario y oportuno evocar la dulce imagen de uno de los más erandes mentores de la juventud que el mundo haya producido jamás, de un inspirado apóstol de la educación, de un excelso y purísimo patriota, del hombre angélico y cuasi divino que, a haber nacido fuera de esta isla sin ventura, aparecería ante la humanidad reconocida y reverente como uno de los más eximios representantes de la virtud y de la ciencia, como uno de los más egregios servidores de la verdad y de la civiliza- ción de que debiera envanecerse el siglo x1x, y—en tal concepto— le ha parecido también conveniente y útil que alguien recordara —bien o mal—sus títulos a nuestro cariño y nuestra veneración, sus títulos incomparables a que se le recuerde siempre, a que se le ame siempre en esta tierra, al menos Bientras la habiten como sus únicos dueños hombres de nuestra estirpe que cumplan con el de- ber de transmitirse de padres a hijos nuestra lengua, nuestras glo- rias y nuestra nacionalidad, pasando de mano en mano la lámpara de alabastro en que arda y resplandezca con llama inmortal el es- píritu y la vida del pueblo cubano. Debo desde luego advertir deslustrada palabra no corresponde en manera alguna a la grave- dad del difícil asunto, ni menos a la alteza de aquel varón mara- villoso; ya que sé que en ocasiones como ésta suelen no bastar amor tan sincero y filial como sentí hacia él cuando vivía, y «veneración tan respetuosa y tan tierna como me inspira su dulce memoria en- aun cuando no se necesita, —que mi DISCURSO 131 tretegida—cual yedra del alma—a las primeras y mejores impre- siones de mi vida. Acaso por esta cireunstancia, al surgir delante de mí en este momento mismo su imagen augusta, enseñoréase del ánimo pláci- do, aunque amarga tristeza, pues nunca fué más cierta la obser- vación de que no hay pena tan intensa como recordar los tiempos felices en horas de incertidumbre y agonía. De entonces acá he dado aleunos pasos demasiado largos por la tenebrosa selva del poeta, dejando caer unas tras otras, como pétalos descoloridos de perfu- mada flor que se marchita, esas que creímos encantos de la existen- cia, deliciosas mentiras de la juventud que son los espejismos de la mente, a la manera que son los mirajes las mentiras del desierto; y al contemplar la enmarañada vía obstruída por los despojos de la lucha y como empedrada de tantos infelices que se afanaron y combatieron sin dejar ni nombre ni recuerdo, llégase, en trágica cavilación. a sospechar con ira tal vez, cuando menos con angustia resignada, que la refriega al cabo ha sido inútil, estéril el sacrificio; que comúnmente el esfuerzo resulta perdido; que en el mundo todo es relativo y todo en el fondo insignificante; que los mayores em- peños son dolores inmensos, tormentos horribles para el individuo, pero que nadie conoce, o que nadie puede medir ni comprender; que en la lucha del vivir todos a la postre resultamos vencidos, cae- mos, vamos hundiéndonos y por encima, bravía y formidable, se levanta y pasa la eterna ola que borra cuanto existe: la alegría, el heroísmo, el martirio, pueblos, reyes, revoluciones, todo eso que produce aleún ruido, que parece constituir lo que llamamos la erandeza humana, y que en definitiva no es más que el mezquino bullir de necias o vanas ilusiones, la burbuja misteriosa que brota de improviso, lanza instantáneo reflejo tornasolado y desaparece en el océano sin fondo ni riberas. Y —sin embargo—lo mejor, lo único en realidad grande, ama- ble y fecundo son cabalmente esas quimeras, ilusiones y delirios que pueblan y alegran, como enjambres de abejas de oro, los años juveniles; pero que en la edad viril o en la edad provecta sólo son el patrimonio excepcional y privilegio exclusivo de las almas so- beranas y santas. Ahuyentadlas de la mísera existencia humana y decretáis de un golpe el predominio de la animalidad en el mundo, a tiempo de apagar todos los luminares de la historia. En cambio, en esas fulgentes personalidades que se imponen por misión sentir continuamente afanes indecibles y ansias inapagables, desdén por 132 MANUEL SANGUILY todo lo terreno y solicitud por todo lo celeste, empeño constante por realizar lo que parece utópico, por encarnar lo que parece ideal, es donde se muestra realmente sublime la humanidad; por- que si hay en el universo algo sin disputa superior, algo porten- toso en que el frágil mortal penetra en la esfera de la excelsitud divina que nuestra mente concibe, es el espectáculo inefable de esa mísera desheredada que en el encierro y aislamiento de un grano de tierra, y sometida por ley ineludible a las flaquezas y fe- rocidades de la materia viviente, vence las exigencias brutales de la carne, domeña como a alimañas salvajes las violentas pasiones y, enaltecida y transfigurada por la virtud y por el amor, se somete inquebrantable y voluntariamente al tormento de escudriñar en el misterio impenetrable, a las durezas del ascetismo, a la regla de hierro del deber, a la insania bienaventuranza del sacrificio! ¿Qué milagro mayor ni más pasmoso puede realizarse que ese perpetuo milagro de la bestia que se doma a sí misma, para con- vertirse, purificada de su vil escoria, ora en el sabio que consume su juventud y sus fuerzas persiguiendo lo que no se encuentra nunca; ora en el santo que todo lo desprecia soñando en lo que no será jamás; ora, en fin, en el mártir ofreciéndose en holocausto ante las aras de nobles anhelos que no ha de ver realizados, que probablemente no han de realizarse en tiempo alguno?... Y por ventura el empleo más útil de la existencia, la misión más fecundante aún cuando más áspera y espinosa, ¿no consiste en andar entre los demás hombres, remedando al sol del firmamen- to, con una antorcha en la mano para alumbrarles el camino; con- sumirse para que haya quien vea y no caiga, empeñarse con ar- dorosa, piedad en que el bruto que se enrosca y hospeda en el fon- do de nuestras entrañas, como enorme oruga, despierte de su som- nolencia de larva, respire el ambiente embalsamado por los aro- mas de la idealidad y el sentimiento, y en nueva y magnífica trans- formación tienda las alas nacaradas en pos de la región serena y radiante del bien, de la belleza y la verdad ? Si todo ello no fuera al cabo sino engañoso y falso devaneo, ¿no vale, sin embargo, la pena de intentarse? ¿No evidencia cuando menos una naturaleza exquisita en quien se propone tan supremo fin, un alma superior que nos da la medida de nuestra grandeza, que revela—sobre todo—la capacidad de nuestra organización hu- mana para mejorar, para ascender en la infinita escala de los seres y las ideas, para no desesperar nunca completamente ni de nuestra DISCURSO 33 condición ni de nuestro destino? ¿No es un consuelo fortificante el que resulta mirando de cerca a esos escogidos o predestinados que siquiera, al menos, nos reconcilian con nuestra miseria, inspirán- donos lástima por los que se arrastran en el crimen o yacen sumi- dos en el cieno, y respeto y amor por esta pobre acongojada hu- manidad ? Empero, mientras solamente debamos contemplar y reveren- ciar, yo me siento animado de igual si no mayor devoción que los demás y singularmente ante la plácida y beatífica memoria del su- blime educador y patriota; aunque, francamente, señores, no acier- to cómo presentarlo a vuestros ojos, aun en lo que sólo tendría que ser rapidísimo bosquejo, deseando—pues que es consiguiente—ser exacto y completo en cuanto me sea dable; porque, ¿cómo descri- bir y exponer la personalidad de ningún hombre? ¿Quién sería capaz de no temblar al intentarlo? ¿Quién tampoco puede jamás penetrar hasta el sedimento último del sér humano, hasta la esfe- ra íntima, recóndita y siempre arcana de la conciencia, ni percibir con lucidez la relación cabal y la influencia cierta de cualquier hombre, por notoria que haya sido su participación en el desen- volvimiento de su país y en un momento determinado de su his- toria ? Por otra parte, aun renunciando como tengo que hacerlo—a un examen siquiera somero de sus doctrinas como educador y como filósofo, por más que son éstas las fases más luminosas y originales en que se ofrece a la admiración y al respeto de sus con- ciudadanos, sería siempre muy difícil narrar brevemente, a pesar de haber sido tan sencilla, la noble vida de José de la Luz Caba- llero; porque corre parejas, está enlazada, identificada con la his- toria de esta isla, y no es hacedero—como veis—encerrarla en los límites naturales de una conferencia. Empieza ella con el siglo y termina hace treinta y ocho años: abraza, pues, extenso período de esplendor material, mercantil y agrícola; de sensualidad ruda y bárbara; de miserias sociales y alternativas políticas: primero igualdad de condición a ambos la- dos del océano durante largo espacio de tiempo entre los españoles y sus descendientes, y luego brutal militarismo y tiranía cada vez más odiosa y funesta; dos razas superpuestas, el colono oprimien- do al esclavo, y a su vez oprimido por el forastero; y de ahí la ger- minación más o menos sorda de pasiones sombrías, el fermento de la rebeldía o la inconformidad, la confusión natural de tendencias 134 MANUEL SANGUILY incipientes y vagas; período obscuro, generador de embriones de escasa viabilidad, en que el pueblo—aquella masa de esclavos y explotadores—semeja, vista desde aquí, un pólipo informe y colo- sal arrastrándose y hozando en una tierra primaveral y exube- “ante, en sus mayores proporciones sin roturación ni cultivo; po- blación abigarrada que erecía con dificultad, viviendo, ya disemi- nada por los campos en incomunicación casi completa; ya apiñán- dose en ciudades costeras o como perdidas—aquí entre fragas— allí en medio de inmensas llanuras, bajo la ley impuesta desde la capital, pequeña Babilonia, emporio militar, traficante y supersti- cioso: en resumen, una verdadera colonia de plantación, con su aristocracia de fastuosos hacendados y su burguesía de comercian- tes; laboratorio sin arte ni ciencia consagrado a fabricar azúcar rutinariamente; sociedad de tipo más o menos primitivo, donde toda aspiración se cifraba en hacer fortuna o en despilfarrar en el deleite malhadados caudales como ofrenda a la vanidad impre- visora y al egoísmo desenfrenado; donde la grandeza se fundaba en la desigualdad de condición o de dinero; donde el Estado todo lo centralizaba, todo lo absorbía y lo agostaba todo; donde la auto- ridad no se manifestaba sino por la fuerza avasalladora y opresi- va; donde, en fin, ningún ideal rasgaba con un rayo tibio la espe- sa obscuridad de las almas, pues que abajo apenas si asomaba toda- vía la conciencia humana, mientras arriba casi había desaparecido. En esta atmósfera caliginosa, en este medio social sin virtud y sin poesía, situado entre una república demasiado joven y ya co- rroídas por un cáncer sus entrañas, y viejas tierras españolas en que razas diversas amontonadas dormitaban como monstruos pere- zosos e inofensivos, vino al mundo, en esta ciudad de la Habana, hace un siglo, el 11 de Julio de 1800, José de la Luz y Caballero. Pudiera de un rasgo hacer el compendio de su existencia, en lo que tuvo de exclusivamente personal, diciéndoos que pasó de ella unos veinte años en el Seminario y el retiro del claustro; que lue- eo—y en dos diferentes ocasiones, aunque por diversos motivos— viajó un tiempo relativamente largo, siempre investigando, estu- diando y aprendiendo, y que, maestro de profesión, por sus ineli- naciones y por su patriotismo, después de predicar una filosofía tan sólida como brillante, fundó; en su edad madura, un gran Co- legio, dentro del cual transcurrió, en beneficio y para honra de los cubanos, la última parte de una vida fecunda e inmaculada. Un examen breve, pero atento de toda ella, me impone contem- DISCURSO 135 plarlo aunque sólo sea en dos de sus aspectos generales que se completan, el de su personalidad interior—moral e intelectual—y el de su personalidad social, o sea, su individualidad y su influencia. Desde luego, no vacilo en declarar que en él—a mi jJuicio—lo singular, lo exquisito, lo grande, muy grande ciertamente, fué su persona, el hombre, el sér extraordinario ornado por próvida na- turaleza con todas las dotes y todas las excelencias humanas, pues que realizó en medio de nosotros un tipo moral incomparable en que se fundieron, como dos perfumes mezclados en vaso de pre- cioso metal, la virtud antigua y la virtud cristiana, el alma de un discípulo de Sócrates con el alma de un discípulo de Cristo, la se- renidad de un sabio de la Grecia de los estoicos y el amoroso des- interés de un hombre del Evangelio, sobre los cuales debió haberse cernido constantemente la mística paloma de la Inspiración divina. ' Había nacido con el espíritu preparado para la virtud, con el cerebro preparado para la sabiduría, con el corazón preparado para el amor. En el blando regazo de la santa matrona que fué su madre, bebió a raudales, como a ubérrimos pechos, la caridad, el sentimiento fraternal de la familia, los afectos delicados y tier- nos. Su naturaleza sensible y su carácter bondadoso, en el ardor de su temperamento y de su raza, decidieron su inclinación a la vida estudiosa y meditativa, en que pareció como consagrado a la con- templación de la verdad suprema y la adoración del soberano bien. Aquellos tiempos eran sosegados, monótonos y prosaicos sobre- manera. España por entonces era la patria madre de la inmensa mayoría de los cubanos. Unos y otros españoles, los de allende y aquende el mar, constituían una misma nación, sin las injuriosas diferencias posteriores, el primer efecto de las cuales habría de ser la gran revolución en que se desprendiera la América latina tras largo e intenso estremecimiento que partió en pedazos la re- gia corona con que los monarcas de España ceñían a modo de in- menso zodiaco los dos hemisferios de su dominación. La juventud de Luz y Caballero pudo, por lo mismo, florecer en la tranquilidad y el reposo, al abrigo de las tempestades políticas, y deslizarse quieta y sin preocupaciones bajo la égida del sereno hogar de su familia, perfumado de oraciones como un santuario, y bajo las bóvedas del claustro donde, como lumbre del cielo, como se filtraban multicolores los rayos solares al través de los vidrios de las ojivas, recibía la enseñanza de los sacerdotes, oyendo junta- mente de sus labios la palabra de la iglesia que le imponía sus 136 MANUEL SANGUILY dogmas, y la palabra de la filosofía que le imsinuaba sus nega- ciones. La doctrina de la iglesia católica, la religiosidad de su madre, aquella vida de preces y recogimiento, el comercio continuo con las cosas sagradas, sus prácticas rituales, los estudios escolásticos del Seminario, el empleo del latín, rudo verbo de un pensamiento petrificado, fueron lenta, pero firmísimamente formando los funda- mentos de su carácter. Y así, por su índole propia y aquellas pecu- liares condiciones de su educación primera, no llegará a ser un eran eseritor ni un gran artista el que hablando con elocuencia ingenua y arrastradora mostrará el fuego y la unción de los admi- rables padres del siglo 1v; porque su imaginación habrá perdido la paleta mágica que decora y aviva las ideas, sin que pueda yo afir- mar si con salud menos quebrantada desde tan temprano hubiera desplegado la potencia constructora de esos escasos poetas del pen- samiento que asombraron al mundo por la audacia y la simetría de sus sistemas filosóficos, ya que atesoraba, con la fe más viva en el porvenir de la humanidad en razón a su creencia en la bondad infinita de una Providencia divina, como suprema síntesis, talen- to perspicuo y poderoso, verdadera autonomía mental, y saber tan vasto como profundo, a extremo—bien lo recordaréis—que al fin de sus días se le llamaba **el maestro de todas las ciencias?””. Jamás tampoco será hombre de acción en el sentido que vul- garmente se da a este vocablo. Nada en él, ni fuera de él le ineli- naba ni podía inclinarle hacia el lado violento y trágico de la vida. Por su genio apacible y sus hábitos sedentarios habría de tomar otros rumbos su actividad, bien que la época tampoco consentía ni exigía mucho más, y en este concepto cabe decirse que fué cuan- to podía y debía ser un hombre de su condición y de su tiempo Cuando llegaron hasta Cuba los sacudimientos de la Península y de sus colonias continentales, el efecto fué muy pasajero y él —por otra parte—era apenas un adolescente. Más tarde, cuando ya hubo alcanzado la mayoría de su edad, Cuba no había alcanza- do aún la mayoría de la suya; era entonces menos que un pueblo moderno, era un inmenso bazar de esclavos, y para serlo perpe- tuamente acaso—o para continuar siéndolo algún tiempo más, — vió con la imprevisión de su ignorancia sorprendida, o con el des- abrimiento de su sensualidad perturbada, la eran catástrofe de la Tierra Firme; por lo que fué vano intento el de que aquí clava- DISCURSO 137 ra sus garras El Aguila Negra, o que brillaran en el horizonte cu- bano Los Soles de Bolívar. Posteriormente todavía, si ese pueblo materializado llegaba a aspirar a un cambio en su condición política, la idea capital, el sen- timiento originario y propulsivo habían de ser la idea y el senti- miento de salvar inicuas riquezas materiales a trueque del man- tenimiento por tiempo indefinido de la institución de la esclavitud. ¿Era posible, en tales cireunstancias, que un hombre inteli- gente, justo y tan bueno, tan humano como Luz y Caballero, sim- patizara con aquel espíritu político que, por su forma, era enton- ces desnaturalizado, y por sus móviles abominable? ¿No era legí- timo también que no creyese viable ninguna tentativa que hubie- ra de ser forzosamente la tentativa de muy reducida minoría ? Por supuesto que habréis comprendido qu aludo únicamente a las tendencias políticas de la primera mitad del siglo, cuando la mayor parte de los revolucionarios cubanos solicitaba el amparo y ayuda del extranjero—de México, Colombia y a la postre de los Estados Unidos—nmo por odio a España, ni por amor a la libertad y a la independencia; sino por conservar con el latifundio del inge- nio la situación privilegiada de los señores feudales de la colonia que vivían y querían seguir viviendo felizmente a expensas del eri- men infame de la esclavitud y de la trata africana. Luego que Cuba, por causas diversas y remotas, haya elabo- rado y acariciado otra aspiración más legítima y más castiza, ya él será un anciano, afligido por tenaces achaques, pobrísimo de fuerzas físicas, desligado casi de la tierra, preocupado fervorosa- mente del cielo, sin confianza apenas en los suyos, y muy escasa si alguna fe en el inmediato porvenir de su país. Se ha publicado—entre esos aforismos suyos que, por lo co- mún, eran sólo ideas sueltas que habrían de desenvolverse luego, — uno que—obscuro y todo como tenía que ser—permite columbrar algo así como su filosofía de la historia cubana, en que se muestra su punto de vista general, explicando de paso su actitud y sus pro- fundas miras. Consideraba que los pueblos no podían modificarse sino por la fuerza o por la educación, y que sin la oportunidad, sin la concurrencia de hechos físicos y morales, el genio mismo, porque es incapaz de crearlos a su antojo, sería absolutamente im- potente como descuidara—arrastrado por el deseo y las opiniones de su partido—el estudio de todas las circunstancias exteriores e interiores del problema, y por la observación de las que determina- 138 MANUEL SANGUILY ban el nuestro, creía que ni el propio Napoleón Bonaparte—al que en cierto sentido ponía tan alto como Jorge Washington—hubiera podido producir con éxito una revolución en la isla de Cuba por entonces. En su concepto, era su pueblo una oveja que sólo amena- zada en sus propiedades materiales se hubiera convertido en león; por lo que ante su juicioso y sereno civismo no había más que dos procedimientos que seguir—o la incierta violencia, o la perseve- 'ante preparación; —o “golpes de cuerda*”—como decía—o el guta cavat lapidem; y, naturalmente, para él la elección no pudo ser él dudosa. De ahí que su carácter, su vocación y las condiciones públicas enderezaran por mejores rumbos su patriotismo ardiente, pero re- flexivo,—que comprendiera que la obra que debía proponerse era de regeneración, de creación lenta y difícil, porque había de em- pezarse, si se quería fundar con solidez, por lo interior y no por lo externo, por dentro, por el alma misma de la gente cubana. Solía repetir la máxima de Shelling: '“Dad al hombre la conciencia de lo que es, y pronto será lo que debe ser.”” Por todas partes veía sólo esclavos negros y blancos esclavos, una muchedumbre egoísta, fría y envilecida. Palpando tantas miserias sociales su perspicacia no podía engañarle. Era preciso iluminar las conciencias, purificar- las, sanear aquella podredumbre, infundir un alma nueva en aquel cuerpo gangrenado. El era capaz de abnegación y desinterés para desdeñar todos los atractivos de la vida, a fin de acometer la magna empresa de restauración intelectual y moral; pero sus deseos ardientes no pu- dieron realizarse en seguida, y aunque el mal estado de su salud le obligó a ausentarse de la patria, regresó, sin embargo, a poco, por habérsele complicado inicuamente—como sabéis—en la céle- bre causa de conspiración de 1844. Este grave incidente en que tuvo ocasión de patentizar la ente- reza y rectitud de su carácter, si naturalmente aumentó su presti- sio, en cambio, agravó sus dolencias, a punto de que en lo sucesi- vo, débil y muy delicado siempre, le será imposible todo esfuerzo erande y sostenido. Esto explica que no concluyera la impuena- ción famosa del eclecticismo de Cousin y el doctrinarismo políti- co de que el ilustre Guizot era el elocuente corifeo, la cual había emprendido resueltamente desde 1839 en ruidosa polémica; así como que nos veamos privados de otros trabajos que había anun- ciado y preparaba, entre ellos un estudio relativo al cerebro, otro DISCURSO 139 acerca de la metafísica de Maine de Biran y sobre todo el que de- bía ser la exposición sistemática de su propia filosofía. Pero esos tenaces achaques que tantos propósitos y beneficios malograron, no le impidieron abandonar al cabo su retiro e inac- ción forzada, para fundar, como lo hizo en 1848, el por muchos conceptos incomparable colegio de “El Salvador””, desde donde, hasta el fin de sus días y durante catorce años, consagrado a la educación de la juventud cubana, ejerció influencia poderosa, di- rectamente en sus discípulos e indirectamente en la sociedad toda. Es verdad que se había desatendido de intervenir por modo inmediato en las cuestiones de actualidad, de plantear por su par- te y pretender resolver los problemas complicados o pavorosos de que dependía la suerte futura del país. No predicó, por lo mismo, declarada y abiertamente ningún programa político ni se permitió manifestación alguna en este sentido. Y aunque tampoco abogó en público contra la trata y la esclavitud, ni hubiese podido—por lo demás, intentarlo siquiera,—fué sincero abolicionista, y todos lo sabían, como que en el círculo de sus amigos condenaba aquellas abominaciones en que lo menos negro que veía era la piel del in- feliz africano. Su acción, por tal manera, fué indirecta, como lo explica su ilustrado biógrafo, el cual manifiesta no abrigar el temor de cometer irreverencia comparándola con la acción del Evan- gelio. Porque en su esfera, y conforme a los dictados de su buen jui- cio, propagó con serena conciencia José de la Luz y Caballero contra todas las iniquidades y siempre predicó en el mismo asiento de los Capitanes Generales recelosos y omnipotentes, en el antro mismo de los negreros oligarcas, los principios fecundos de moralidad pú- blica y privada que llevan en sí, como forzosas naturales consecuen- cias, la ruina de la tiranía, la afirmación viril de la dignidad del hombre, la inequívoca condenación de aquel régimen de despo- tismo y envilecimiento... ¡Quién como él se atrevió a tanto? ¿Quién como él santificó la elocuencia convirtiéndola, no en instrumento de vulgares ambi- ciones personales, sino en bálsamo y panacea de las desventuras de la patria y verbo divino de las más santas aspiraciones de la vir- tud?... El mundo no puede, no debe olvidar jamás que aquel an- ciano sencillo, fuerte en la verdad y sin más amparo que la pureza de su conciencia—una noche por siempre memorable, en sublime arranque de justificación y de piedad, profirió una palabra inmor- 140 MANUEL SANGUILY tal. ardiente como las obyurgaciones de los profetas, terrible como la maldición del justo a la ciudad infame,—palabra esencial, pro- funda, positivamente revolucionaria!... Ah!, bien me acuerdo. Yo estaba allí, si bien era demasiado niño; pero pude oirla, y no se me ha olvidado nunca. Vivíamos en la colonia militar, y en la sala espaciosa del colegio encontrábanse reunidos el representante de la autoridad pública, y los amos de esclavos. los señores afortunados y satisfechos... El maestro ha- blaba en el silencio imponente y el recogimiento del concurso sub- yugado... No sé lo que iba diciendo; mas, de repente, le vi erguir- se iluminado y casi sobrenatural, alzó hacia el cielo entrambas ma- nos y resonó en el espacio, como voz descendida de lo alto, esta sentencia formidable: *“Antes quisiera yo, no digo que se desplo- ““maran las instituciones de los hombres—reyes y emperadores, — ““los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano ““el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral.?” Entonces—no fué más que un instante; pero creí que por los aires retumbaba el trueno divino y que la tierra toda temblaba es- tremecida en el fragor relampagueante de un apocalipsis;— y hoy, cuando ya han pasado tantos años y tantos acontecimientos, no puedo menos sino figurarme aquel cologio como una montaña altí- sima y sagrada, pedestal gigantesco y esplendoroso sobre el cual el patriota cubano alza la frente coronada, como por una diadema, de los resplandores del cielo; porque aquellas expresiones suyas paré- cenme el verbo de una nueva creación en los espacios o en la his- toria, y difícilmente concibe pasmado el pensamiento que no fue- ran proferidas desde la tribuna tempestuosa de la Convención o sobre la cima inflamada del Sineí. Agrupábase a vir aquella elocuencia majestuosa y dignifica- dora lo más selecto de la población. Naturalmente, de esa manera, no enseñaba ni podía enseñar ninguna ciencia especial. Era antes que un profesor, el maestro, el educador, un escultor de almas, un artista de hombres, y así—ni más ni menos—consideraba y enten- día él la gran misión que voluntariamente se impusiera. El colegio, en consecuencia, fué más que una academia libre o una escuela fructífera de ciencia; fué una como pequeña iglesia, a la manera de aquellas primeras beatíficas comunidades eristia- nas; un hogar en que hermanos todos los discípulos se desenvol- vían al calor de las sonrisas del maestros de cuyos labios manaban la doctrina y el consejo como un rocío de bendición y de vida. DISCURSO 141 Porque él cuidaba de sembrar en los corazones la buena semilla, a la vez de nutrir con sano alimento las inteligencias—en consonan- cia con los reclamos del tiempo.—“* Hombres, más bien que acadé- micos—solía decir,—es la necesidad de la época!””, ya que para él, educar era templar el alma, fortalecerla para la lucha de la vida; formar antes que pedantescos doctores que conociesen las materias de los libros, que sólo poseyeran la ciencia enteca que cuando más ) llega a crear los homúnculos de Vagner, hombres que viviesen del espíritu de rectitud y no del espíritu del temor, fuertes de ánimo y prudentes y enteros en todas las vicisitudes y alternativas de la existencia. Figuracs, señores, una sociedad en que predominaran tales ca- racteres y comprenderéis que una parte de ella no podría ser es- clava de la otra parte; sino que juntas, en la suprema dignidad del derecho, en vez de formar una ruín manada constituirían un pue- blo libre y dueño de sí mismo. Esta consideración explica cómo el dulce maestro mereció de unos el anatema, mientras reviste para otros su veneranda memo- ria los caracteres de las cosas sagradas; y por qué aquéllos le mi- ran, al modo que los fariseos a Cristo, como el enemigo de la ley vigente, el adversario actual y vencedor futuro de todas las in¿jus- ticias y maldades; en tanto que los demás le bendicen como sím- bolo de las más nobles aspiraciones de su patria, como un reforma- dor, como un enviado, el amigo de su pueblo, el buen consejero, el guía infalible y generoso que en la noche obscura presiente y anun- cia la próxima festividad de la mañana, el genio que concibe una idea salvadora y consagra su existencia a sembrarla en el surco de la historia. Pero si en substancia el tipo sublime de hombres que el educa- dor cubano concibiera para amoldar a él el alma de sus com- patriotas, fué inspirado en las páginas del Evangelio, no puede inferirse que hubiera ni soñado siquiera convertir su país en un convento de frailes ensimismados en extática contemplación, mien- tras los extraños y los perversos se repartieran como botín de gue- rra las prosperidades terrenales. Yo sé que se ha dicho, funda- damente en algún sentido, que la lógica interna, que la dialéctica de la idea cristiana conduce al monacato, al despego de la vid: social, al desasimiento y despreocupación respecto de los grande: e inmediatos intereses de la colectividad; yo sé también que no) rompió el cristianismo desde luego las cadenas de los siervos; per> 142 MANUEL SANGUILY sé al mismo tiempo que si infunde humildad hasta el envilecimien- to, como en Jacopone de Todi, despierta también el sentido políti- eo y el ardor republicano, como en Arnaldo de Brescia; porque el reformador de Galilea al cabo no trajo al mundo la paz sino la guerra, y su propia doctrina, que consiente tantas interpretacio- nes, sin otras armas a veces que la palabra puede producir pro- fundas y trascendentales conmociones. ¿No recordáis a aquel pon- tífice Inocencio III, que montado en una mula y empuñando un crucifijo estremeció la cristiandad a la manera de un terremoto? Porque la verdad es que si no siempre una doctrina esgrime el acero, casi siempre una espada ensangrentada hasta el puño no es otra cosa en la historia humana que el buril inconsciente y tremen- do que esculpe en la carne del mundo un ideal distante concebido en la serenidad apacible del pensamiento. Observaciones semejantes explican también cómo no siendo ni político ni menos revolucionario José de la Luz y Caballero, fué—no obstante—un precursor. Después de su muerte ocurrieron sucesos que seguramente él no esperaba. Pero las semillas habían germi- nado y al fin, hemos aprendido y debemos tener siempre muy pre- sente, con más motivos ahora mismo, en esta confusión y zozobra en que vivimos, que no se debe desesperar por completo, en ningu- na circunstancia, de la humana virtud y dignidad. Por eso para mí la gran contienda de 1868 surgiendo de la po- dredumbre colonial y como sorprendente derivación, fué un ver- dadero milagro. Pero notad, señores, que sobrevino como fruto de la enseñanza de *aquellos maestros admirables que fueron faros altísimos que desde el alborear del siglo irradiaron sobre Cuba durante cincuenta años la luz de su estupenda inteligencia y el calor vivificante de sus grandes corazones: el Padre Caballero, el Padre Varela, José Antonio Saco, y los pocos que les acompañaron o siguieron. Ellos sí fueron realmente el pasmoso milagro de nues- tra historia, a punto de parecernos incomprensibles su aparición y su ministerio. Y él mismo, ese adorable y excelso José de la Luz y Caballero, ¿cómo explicar su personalidad en nuestro suelo sin apelar a los prodigios? ¿Cómo concebir entre tanta miseria su pure- za, entre tanta abyección su rectitud, entre tantos apetitos sus ge- nerosas ansias? Porque, ¿ quién como él fué bueno y dulce, sin man- cilla, sin vanidad ni soberbia, todo amor y virtud, sabiduría y forta- leza? Yo no sé, señores, de ningún hijo de mujer que en justicia pudiera más que él merecer que se le llame “hijo de Dios””; y entre DISCURSO 143 tantos beneficios como derramó en torno suyo, tengo por más in- apreciable el idealismo que infundió en nuestras arterias como antí- doto enérgico de la degradante e inhumana brutalidad de su época! Fué, pues, por lo que he podido deciros, una gloria humana, y la gloria personal más alta y más pura de la isla de Cuba. Han co- rrido muchos años, después de él que fué la santidad y la sabi- duría—flor divina que no parece nacida en el cieno de la tierra sino caída por acaso de un mundo mejor, —vinieron otros que representa- ron el heroísmo y la gloria, sobrevinieron mudanzas y trastornos, y —ya lo estáis viendo—su nombre se guarda, sin embargo, en el corazón cubano como guardan los hijos las sagradas cenizas de sus padres, y ¡ojalá todos le vieran siempre en la sucesión de los tiem- pos tan grande como le contempla mi cariño, tan vivo como le ten- go ante mis ojos: anciano cuando no era muy viejo todavía; do- blado por la enfermedad y la fatiga de penoso vivir, demacrado como el anacoreta de la Tebaida; pero de voz robusta y vibradora como si debiera resonar en el fondo mismo de la almas; de as- pecto sencillo y venerable y tan limpio por fuera como por dentro, de mirar penetrante y húmedo, circuída la soberbia cabeza con el místico halo que ciñe la frente de los bienaventurados!, porque en un largo período de nuestra historia fué su grande espíritu cifra y compendio del espíritu cubano! Quizás por lo mismo se sintiera al fin desfallecer. Aleuien ha afirmado que a punto de morir hubo de exclamar con melancolía : ““Muero de cansancio, de cansancio!”” Mas ¿quién no se cansa al- guna vez de la vida? ¿Qué cubano que piense en las vicisitudes de su patria no ha querido en más de una ocasión lanzar un grito de angustia inmortal o de suprema cólera y caer en el acto en el re- poso y en la nada? ¿Quién es tan desventurado que no haya senti- do una vez sola siquiera, nuestra miseria humana, la inmensidad de nuestro orgullo, la erudeza de nuestras pasiones, y nuestra fra- gilidad y nuestra impotencia? ¿Quién, a menudo, no medita som- bríamente sobre la brutalidad de la lucha y los triunfos escanda- losos de la protervia? ¿Quién, en fin, como el poeta, no cree que la historia del mundo es la condenación del mundo? Empero, hom- bre del temple de Luz y Caballero, jamás hubiera—como Fausto— tendido la mano, a impulso del desencanto, buscando la copa de eristal que convida a la última solemne libación; y si alguna vez sintió en su ánimo el frío del desaliento—él, que mientras más viejo se sentía más espartano—sería seguramente sólo cuando hu- 144 RAIMUNDO CABRERA biera observado motivos que le hicieran desconfiar de la virtud de sus paisanos y temblar por el porvenir de la patria, entre tanta fla- queza, ignorancia y desunión—esa desunión nuestra que parece nuestro pecado original, que pudiera ser nuestro delito y nuestra ruina, —y contra la cual clamaba, contra la cual—si viviese aho- ra—clamaría con toda sus fuerzas, como cuando repetía el famoso verso del Cancionero de Petrarca, pidiendo Paz—Paz entre los eubanos—en un gemido de angustia y desesperación ! DISCURSO POR EL LDO. RAIMUNDO CABRERA Señor Presidente de la República: La Sociedad Económica de Amigos del País tiene en esta fecha memorable y en este momento solemne, la gloria y la dicha de ofren- dar al pueblo de Cuba y a su gobierno republicano, este monumen- to modesto, severo y sujestivo que recuerda a una de las más gran- des eminencias intelectuales del país, entre aquellas que bajo las rudezas del régimen colonial, presintieron, desearon y prepararon con sus labores esforzadas e inteligentes. nuestro estado actual de ciudadanos de una nación libre. Cincuenta años de suspicacias, o de revoluciones o inquietudes mantuvieron en olvido relativo y aparente el nombre venerado del filósofo, el sabio, el educador y repúblico enérgico, a quien pro- pios y extraños atribuyeron la magna labor de haber formado en la atmósfera viciada de las servidumbres, hombres conscientes y caracteres templados para las reivindicaciones heroicas de la Jus- ticia y el Derecho. Si ése fué su timbre y por él se le consagró el dictado expresivo de Maestro de la Juventud Cubana, la Patria entera debía levantar sobre sólidos cimientos un homenaje de gratitud duradero al va- rón insigne en cuya personalidad ejemplar y sublime se aunaron la Sabiduría y la Virtud, la mansedumbre y la fortaleza en su abnegada y perseverante consagración al futuro bienestar de su pueblo. A la Sociedad Económica, por su historia y sus tradiciones edu- DISCURSO 145 cadoras correspondían las iniciativas de este propósito, y si cir- eunstancias ocasionales impidieron su realización con la magnifi- cencia que concibió en el proyecto primero, debe declarar regocija- da que ha contado con el concurso de todas las clases sociales, de todos los elementos y organismos del país. En el granito y el bronce de este monumento, el escultor y el arquitecto han fundido y tallado las dádivas amorosas de todo un pueblo; las de los pobres y los ricos, las de los niños y los ancianos, las de los ciudadanos viriles y las de nuestras hermosas y sensi- bles mujeres, las de los alumnos y los maestros de las escuelas pri- marias, las de los estudiantes y catedráticos de Institutos y Univer- sidad; las de los nacionales y extranjeros y hasta las de los que fueron enemigos apasionados en las lidias de la soberanía de la Metrópoli contra la colonia rebelde, envueltos todos ahora en los pliegues de unión, de paz y concordia de nuestras instituciones re- publicanas. Con las dádivas populares están fundidas en el metal y la pie- dra, las de las asociaciones privadas y públicas, las de legisladores y jueces, de los empleados civiles y militares, de los Consejos pro- vinciales y Ayuntamientos y con recomendable largueza las del Ayuntamiento de la Habana y la del Gobierno nacional. "Todos esos donativos han formado esta masa que dice y dirá a los actuales y a los venideros, que el pueblo de Cuba tiene una conciencia nacional ilustrada por el conocimiento de su propia his- toria, la veneración a sus grandes hombres, el aprecio de su estado político presente y el ansia inextinguible de futuros mejoramientos. Don José de la Luz y Caballero por su propia grandeza, por la trascedencia de sus labores sacerdotales y patrióticas, por las ala- banzas de sus compatriotas y las abominaciones de sus contrarios, fué un símbolo; un Mesías en el corazón de sus contemporáneos que le amaron y en la imaginación de sus discípulos que le com- prendieron. Su estatua, con sus excelencias o deficiencias artísticas simbo- lizará en lo adelante el amor del cubano a su pasado, su reverencia a sus mentores intelectuales y sobre todo el culto patriótico a los sacrosantos ideales de cultura e independencia. Honorable Presidente, a vos que personalizando el sentimiento del país y dando cauce a vuestros propios impulsos personales, ha- béis prestado generoso y decisivo concurso a esta obra de civismo; a vos que podréis ufanaros de dejar en sitio espléndido de la capi- 146 ALFREDO ZAYAS tal de la República un recuerdo hermoso y emulador de vuestro paso por el Gobierno, os invito a que descorráis el velo que cubre la estatua de Luz y Caballero. En esta brillante concurrencia que presidís, donde no estamos solos los cubanos, sino nos acompañan y estimulan prestigiosas re- presentaciones de pueblos amigos, cada corazón se agitará con un latido de gratitud o admiración ante la efigie del Maestro y en cada labio habrá una frase de aplauso sincero para el gobernante que honrándose a sí mismo ha sabido honrar la memoria de uno de los más grandes hombres de su pueblo. He dicho. ' DISCURSO *! POR EL LDO. ALFREDO ZAYAS Señor Presidente de la República; señor Gobernador de la Pro- vincia; señor Alcalde municipal; Autoridades militares y civiles; representación de extranjeras naciones, y pueblo de Cuba: Allí, ante nuestras miradas, se levanta al fin, la estatua de Luz y Caballero. No en la actitud arrogante y altiva del vencedor en cruen- tas batallas, ni siquiera en la postura de legítimo orgullo, de quien recoge lauros por los acordes de su plectro o por los rasgos de su pluma, o los trazos de su pincel, o los golpes de su buril, o cosecha frutos en el campo, árido a veces, de las ciencias, o desentraña misterios de la materia, en descubrimientos útiles al progreso de la humanidad, no; preséntase en la actitud modesta y sencilla del Maestro de una juventud, del filósofo pensativo, laborando silente y tenaz sobre la materia impalpable del espíritu y sobre la dúctil masa del cerebro humano, en actitud modesta y sencilla, repito, sosteniendo en una mano el libro de donde arranca raudales de ciencia, y en la otra mano, el lápiz con que dejara trazado pensa- mientos profundos de lacónica expresión, llenos del candor de su su alma y del amor inextinguible a su patria y a sus semejantes; con la mirada perdida allá en las brumas lejanas del horizonte, 1 Pronunciado el día 24 de Febrero de 1913 en el Parque de la Punta de la Habana, al inaugurarse la estatua de D. José de la Luz Caballero. DISCURSO 147 como queriendo, en ese éxtasis, en que seguramente se encontró en múltiples ocasiones, dar al brillo de su mirada fulgurante, la potencia, incógnita todavía, de esos rayos misteriosos que transpa- rentan la opacidad, como ansiando ver él, a través del denso velo, el porvenir, y en éste la suerte que guardaba el destino a su patria amada, a sus hermanos queridos, y a los hijos de su espíritu y de su enseñanza. Y así es como debía presentarse al pueblo de Cuba al que fué su mentor hace ya más de media centuria, al que vivió sin hiel en el alma, lleno de amor para todo lo que significaba humanidad, viviendo en una tierra esclava, sintiendo ansias de libertad; vi- viendo en el seno de una sociedad donde la corrupción imperaba, y manteniéndose él puro e inmaculado, como la flor que brota en lodazal inmundo, y, sin embargo, abre sus cándidos pétalos, sin mancharse, y esparce su perfume, que embalsama el ambiente, y lleva en sus alas la brisa que la besa. Ese, que la técnica social llamara José de la Luz y Caballero, que el cariño de un pueblo denominó simplemente Don Pepe, filósofo que se adelantó a su época, exponiendo ideas y doctrinas que aún no se enseñaban, y que más tarde surgieron de labios de autoriza- dos propagadores de las mismas, lo que pudo dar lugar a que un eseritor francés manifestara que los filósofos españoles de Cuba se habían adelantado un cuarto de siglo, a sus colegas de Europa. Ese hombre fué el que lleno de cariño por la ¡uventud, le incul- có el sagrado sentimiento del amor a la patria por encima de todos los amores; y la necesidad de hacerla erande y fuerte; fué el que vivió predicando la paz entre nosotros, acaso lo que predicaría, desde el alto pedestal en que se asienta su estatua, si sus labios de bronce pudieran, por mágico impulso, abrirse un momento, y de su helada garganta brotara la palabra que, emocionante, renovaba, más que en los oídos, en los corazones de sus conciudadanos y de sus discípulos. Cuando hace poco más de cuatro años, en solemne festividad análoga, tuve el honor de hacer uso de la palabra frente a la esta- tua del inmortal Cervantes, evoqué el recuerdo imperecedero de Luz y Caballero y aplaudiendo la iniciativa de colocar en uno de nuestros parques la estatua de aquel qtie fué Príncipe de la len- gua española, del inmortal autor del Quijote, dije al propio tiem- po que aquel acto debía estimularnos a la erección de la estatua de José de la Luz y Caballero en otro parque de nuestra populosa ca- 148 ALFREDO ZAYAS pital. La Sociedad Económica, aquella Corporación en que su voz resonó enérgica en inolvidable ocasión, recogió mis palabras, y en solemne sesión que presidí, se designó una Comisión que bajo la dirección entusiasta de su dignísimo actual Presidente, entonces Presidente de la Sección de Educación, acometió el empeño de lle- var adelante la obra, venciendo dificultades mil, por lo que es de justicia que en este momento tributemos nuestros aplausos a la Sociedad, a la Comisión, y en especial al Ldo. Raimundo Cabrera, amante de nuestras glorias y obrero eficaz de nuestra cultura. José de la Luz y Caballero ha sido examinado ya en todos sus aspec- tos, por plumas y palabras mucho más autorizadas que las mías; no son tampoco ni la ocasión ni el lugar y ni aun la molesta lluvia que cae, circunstancia que me autoricen a distraer vuestra aten- ción, con un examen sintético de la obra y labor de Luz y Caballero: haríalo gustoso en otro lugar y en otras condiciones, y aquí debo limitarme a decir que su obra educativa fué más bien de ejemplo y práctica que de escritos y teorías; que él fué un caso animado, un ejemplo que observaron sus conciudadanos, viéndolo impasible ante la adversidad, sin miedo en el corazón, y con dulzura en los labios, con amor entrañable en el alma y con esperanzas, sin ocaso ni vacilaciones, en el porvenir de su patria; que él comprendió que los niños de aquel entonces, hombres del mañana, habían de ser la piedra angular del edificio nacional, y abandonando el faus- to y la comodidad, dejando a un lado todo lo que era bullicio y luz, se retiró a las aulas de su Calegio, para allí inculcar en el alma del sér humano en desarrollo, el principio del sentimiento del deber, el del sentimiento de la justicia, el de la religión en su contacto con la filosofía, el amor a la humanidad y a la patria..., y consi- guió, por una parte, ser el blanco de todos los que aborrecían la libertad política, que transforma hombres en ciudadanos, y la liber- tad social, que cambia esclavos en hombres y que ambas habían de aunarse en la independencia de nuestra patria; y en cambio, fué el culto de todos aquellos corazones nobles y generosos que vie- ron en él, no al apóstol de una enseñanza simplemente, sino al obre- ro de un mañana, al cimentador de una patria, en una tierra dota- da por la Naturaleza con inefables bellezas del mundo físico, pero donde abundaban las tristézas y amarguras del mundo moral. Y Luz y Caballero enseñando la necesidad de aspirar para con- siderarse digno de vivir, enseñando que primero debían caer los astros del firmamento que el sentimiento de justicia, sol del mundo DISCURSO 149 moral, del corazón del hombre; enseñando que educar no es dar una carrera para vivir, sino era templar el alma para la vida; enseñando todo lo que era freno de las pasiones, y aliento a la pureza de las ideas, y amor al progreso, dejó tras sí, como el astro rey cuando desaparece en occidente, según la inspirada cantora de Cuba, un astro fúlgido de luz, que no se ha apagado, que no pue- de apagarse, a menos que una tormenta horrible de pasiones des- atadas, pase sobre nuestra tierra, borre el recuerdo del pasado, e invada con sombra impenetrable los caminos que llevan a los ideales. Y él, Luz y Caballero, fué, de esta suerto, mentor de la juventud, educador de su pueblo, admiración de propios y extraños, alma pura donde no cabían malas pasiones, donde para nadie hubo odio ni rencor, y, a pesar de los años, se levanta más hermosa y esplen- dente su figura amable, a través de los años que pasan, y que nos parecen más largos o numerosos de lo que fueron, a fuer de pletó- ricos de sucesos tristes, porque son los alegres los que menos im- presionan nuestra mente y emocionan nuestras almas. A la dis- tancia nos parece Luz y Caballero como un faro esplendente que he- mos dejado atrás, pero que nos obliga a volver la vista de rato en rato para mirar y admirar en el horizonte su luz que brilla con el fulgor del lucero vespertino, y que irradia desde la pasada centu- ria, evocando recuerdos de todo lo que aquí vale y significa, y se nos antoja que nos dice que es necesario que impere su doctrina, que viva su recuerdo, y que llegue la etapa, por él soñada, donde en la prosperidad, la libertad y moralidad de la patria, que él co- noció entristecida y esclava, sea permitido a sus hijos reposar de la tarea de formarla. No debo terminar estas palabras, sin decir que he sido alta- mente honrado al designárseme para que en nombre del gobierno de la República haga constar la recepción, de manos de la Comi- sión de la Sociedad Económica, de este monumento, que honrará en lo adelante a nuestra ciudad. Recibido queda por el gobierno de la República, y en su nombre yo doy las gracias expresivas a todos, absolutamente a todos cuantos a él contribuyeron; así a los que aportaron el valioso concurso de su voluntad perseverante como a los que trajeron el pequeño óbolo; lo mismo al rico que al pobre, al poderoso que al desvalido, porque estoy seguro que si palpitara el corazón en esa estatua, lo que más le satisfaría sería ver unidos y mezclados, sin diferencia de clases, ni cosa que los 150 ALFREDO ZAYAS distinga, a los habitantes todos de esa patria que él tanto amara, y que no sería posible que existiera divididos y subdivididos por pasiones y rencores los llamados a mantenerla. Cuando estaban de cuerpo presente los restos mortales del filó- sofo, cuando en la casa del colegio El Salvador, en la Calzada del Cerro, yacía rodeado de sus discípulos, y besado por la ola de amor y veneración que nacía del corazón palpitante del pueblo aglomerado e iban a ser trasladados a la necrópolis, uno de sus discípulos, al que me ligan vínculos de afecto de sangre y que aún vive, llevando sobre sus hombros erguida todavía la cabeza pensadora, coronada por la nieve de los años, hubo de tomar la palabra, y en presencia del pueblo acongojado, exclamó: **; To- davía está aquí nuestro Don Pepe!” Y cuando tal frase vertía, no sienificaba que estaban allí los despojos mortales de aquel hom- bre insigne, no significaba que aun no había llegado el momento de dejarlos en la huesa sombría; quería decir que el cuerpo vol. vería a la tierra, y el barro se confundiría con el barro, y la mate- ria deleznable iría a animar a otros seres por las arterias recón- ditas de la tierra o en el laboratorio sin tregua de la Naturaleza; pero que la esencia de su sér flotaba en aquella atmósfera, que la enseñanza estaba en aquellas almas, que el ejemplo estaba ante aquellos ojos, y que bien podían desaparecer bajo la tierra los hu- manos despojos, porque todavía se podía seguir diciendo: ““¡ Aún está aquí nuestro Don Pepe!”” Y yo, en este instante, frente a la naturaleza de la patria, ante el mar inmenso y esplendente, ante el verdor de nuestros árboles, ante el espectáculo de nuestro pue- blo, ¡ah!, sólo hago un voto: que hoy, mañana y siempre, pueda aleuna voz levantarse para exclamar: ““¡ Todavía está aquí nuestro Don Pepe!””; porque todavía esté palpitante su enseñanza, imitán- dose su ejemplo, amándose su recuerdo, y sobre todo, llenando los corazones aquel amor sin máculas, purísimo, que puso a la patria por encima de todos los amores. FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 1 POR EL DR. RAFAEL ALTAMIRA Catedrático de la Universidad de Oviedo Señor Rector, señores profesores, señoras y señores: De igual manera que la conferencia anterior tuvo por motivo el hecho de haber organizado la Universidad de la Habana una for- ma de Extensión Universitaria y de existir en la de Oviedo otra forma distinta, la conferencia de hoy responde a otro hecho de la Universidad de la Habana que debe enorgullecerla y que a mí me ha llenado de satisfacción: el hecho de que ella haya intervenido, con una actuación importante, en el desarrollo de la Escuela Pri- maria, el hecho de que exista aquí, de igual manera que en la ma- yoría de las Universidades del mundo entero y en la misma Uni- versidad de Madrid, una Sección, un grupo, una asignatura al me- nos, dedicado al estudio de la pedagogía. El renacimiento moderno de la educación, no sólo de la pedago- gía como ciencia, como doctrina, sino de la educación como práctica, nos ha hecho en España tener, precisamente, algo de este carácter, que viene a dar representación especial a las relaciones establecidas entre un organismo de enseñanza superior, como la Universidad, y al establecimiento y desarrollo de la enseñanza primaria. Y por esa relación, yo he creído que podía tener interés aquí el que yo dijese algo respecto del modo cómo allí ha cooperado lo que diríamos el grupo de los reformadores de la enseñanza española, a esta unión entre la Universidad y la primera enseñanza de una parte, y de otro lado a la formación de los núcleos pedagógicos especiales, que se llaman Museos pedagógicos. Realmente, nosotros no tenemos una historia, ni de nuestra pedagogía ni de nuestra enseñanza; el libro clásico que ha corrido de mano en mano en todo el mundo, que ha servido de información y que pretende representar la historia de la enseñanza nuestra, el libro de Gil y Zárate es, como todos saben, un libro muy somero, en el cual faltan noticias importantísimas y, PS 1 Conferencia pronunciada en la Universidad Nacional el día 5 de Marzo de 1910. 152 RAFAEL ALTAMIRA sobre todo, la consideración de lo que han representado en la histo- ria de la civilización española momentos importantes, momentos esenciales en el desarrollo de nuestras instituciones educativas y de las ideas de ese género; y ni el libro de Sánchez de la Campa, que quiso sustituirlo, ni la Historia de las Universidades escrita por don Vicente de la Fuente, pueden en manera alguna, llenar el va- cío, a tal punto que cabe establecer como una característica de nuestra historiografía en relación con la enseñanza, que a no dedi- carse de una manera original e inmediata al estudio de los docu- mentos originales en que se puedan encontrar los diferentes he- chos que caracterizan la historia de la enseñanza de nuestra peda- eogía, una persona que carezca de preparación para leer los docu- mentos, no podría, en manera alguna, enterarse de lo substancial de ellos, porque no están aprovechados en los libros manuales que he citado y que son los únicos que poseemos. Por estas razones, preci- samente hay todavía, en lo que se refiere a la historia de nuestra enseñanza y a la historia de las disposiciones espirituales del pue- blo español con relación a la cultura, muchos errores históricos. Yo he tratado, porque era deber mío, cuando intenté escribir una historia de la eivilización española, de estudiar a fondo, en lo po- sible, este movimiento como uno de aquellos que integran la activi- dad histórica del pueblo español, y creo haber conseguido fijar aleunas de las líneas fundamentales de la historia de ese desarrollo especial de nuestro pueblo, y haber contribuído a que los lectores de mi libro se formen una idea distinta de la idea que corre ordi- nariamente, tocante a este particular. Así, por ejemplo, la aten- ción preferente y casi exclusiva que el pueblo español ha tenido que prestar durante casi todo el siglo xIx a los problemas de orden político, primero, el problema grave de su independencia en la lucha con Napoleón, después el problema de su organización políti- ca por la negativa loca de Fernando VI! a reconocer la impor- tancia que tenía el movimiento de las Cortes de Cádiz, hizo que las fuerzas vivas de nuestro pais descuidasen toda otra cosa que no fuese la resolución de aquellas luchas políticas que duraron 'asi cien años y que tuvieron que decidirse con gran derramamien- to de sangre; de donde, y como quiera que es una característica del movimiento mundial en el siglo xIx, las actuaciones de todo el pro- ceso español quedan retrasadas en el orden de la enseñanza, y sobre todo podrán presentar a los ojos del observador el cuadro de un país distraído de la importancia fundamental que tiene el orden FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 153 educativo y no prestando a la resolución del problema que a él se refiere, toda la energía, todo el interés que necesita. Pero esto, que es un hecho actual, que es un hecho del siglo x1x, contradicho, sin embargo, por otros hechos que luego diré, se ha elevado a siste- ma de interpretación de la Historia de España y, en general, de la historia de todos los países que toman como exponente de todo el proceso secular los fenómenos producidos en una época determina- da, generalizándose precipitadamente y trajo consigo la estimación de que ese apartamiento del problema de la cultura como problema fundamental de un pueblo, era lo genuino, lo tradicional del espíri- tu español, digeámoslo en honor, no de España, sino de la huma- nidad, porque, al fin y al cabo, España un pueblo de ella es y la integra, y sería muy grave que la humanidad hubiera descontado desde los comienzos de su constitución a un grupo de muchos mi- llones de hombres que no tuviesen el concepto de la importancia que representa la cultura en el mundo, digámoslo en honor de la humanidad, que éste es un error, porque lo tradicional, lo pro- piamente español, es la preocupación y el afán de cultura, que bastaría que nosotros dirigiéramos los ojos a aquellos movimien- tos en los cuales se inicia la constitución de nuestra nueva naciona- lidad al calor de los diferentes núcleos de origen político que se constituyeron en la Península para que observáramos con qué inte- rés apenas salimos de la primera crisis propiamente política de la vieja Edad Media, cuando comienza a alborear en Europa entera el renacimiento propiamente dicho desde fines del siglo xt, cómo España acude con el contingente de sus alumnos, muchos de los cuales se elevan pronto a la categoría de maestros, a todas las escue- las en las cuales se había iniciado ese renacimiento, en aquellos paí- ses en que había alboreado anteriormente que en el nuestro, cómo en Italia, en Francia, y cómo en ellos, por su parte, desde el mo- mento en que se reconquista la ciudad de Toledo, desde el momento en que puede decirse que el movimiento de recuperar el suelo patrio del poáer de los árabes está conseguido, cómo ella, también, con es- píritu amplio y liberal, con espíritu de transigencia, que es hoy otra de las características de nuestra historia, detenida sólo por un corto número de tiempo que no hemos sido así, cómo, digo, movida por este espíritu, los Reyes nuestros fundan la escuela de Toledo, a la cual acuden los hombres de toda Europa, y traen allí—como poco tiempo después trajera a la Universidad de Murcia Alfon- so X—profesores judíos, cristianos y mulsumanes, pidiéndole a 154 RAFAEL ALTAMIRA cada uno “de ellos la ciencia y no preguntándole la fe que profesa- ban. Y así vemos cómo las Escuelas de Italia, cómo las Escuelas de Francia, cómo las Escuelas de Toledo y después las primitivas Uni- versidades españolas, están todas ellas henchidas de alumnos, y cómo todas las colectividades, las municipales por una parte, las del clero en sus diferentes manifestaciones por otra, no sólo se esmeran en fundar sitios en los cuales pueda adquirir cultura el pueblo es- pañol a la manera y en la dirección como se entendía entonces, sino que envían pródigamente nuestros alumnos al extranjero, y es un hecho curioso éste, de que apenas hay cabildos en España en los siglos XI, XIV y xv, que no tengan becas de estudios y de viajes para todos aquellos que después de haber hecho los estudios preli- minares en los establecimientos españoles, deseen ampliarlos, de- seen elevar su espíritu al contacto de aquellos grandes maestros que hacían célebres las escuelas italianas, francesas e inglesas. Y esto que pasó en la Edad Media, se repite en aquel final de este período, en aquel final de los tiempos medioevales en que España camina a la unidad política y tiene como representación de su dirección en este orden a Isabel I, en Castilla, a Fernando II, en Aragón, y es de ver-—el cuadro es, por otra parte, bien conocido—con qué afán todas las clases sociales, aun aquellas a las cuales se tacha, ordina- riamente, y no sin razón muchas veces, de ligeras y superficiales, cómo todas ellas se apresuran a fundar academias, a llevar a sus hijos, a ir las mismas mujeres adultas, a recibir la enseñanza de los sabios italianos, franceses e ingleses, que son llamados a España. o bien verificar viajes para elevar su espíritu con el trato de los erandes profesores. Y el movimiento sigue, es excusado que yo lo detalle, porque es el más conocido de todos aquellos ciclos durante los siglos XVI y XVH, que tienen una manifestación tan esplendoro- sa que llegan a ser nocivas en aquellas funciones innumerables de Universidades, mayores y menores, que produjeron un conflicto en aquella que primeramente se había fundado, y necesitaba contar, no sólo con eran claustro de profesores, sino con un gran número de alumnos, conflicto que explicó la disposición de Felipe II, que quería a todo trance, restaurar el movimiento de nuestros alumnos, que se dispersaban por todas partes y que en un número considera- ble iban a Ffutrir los claustros, las agrupaciones escolares de Univer- sidades extranjeras, con daño de las Universidades españolas. A fines del siglo xvIr, desde su mitad, se produce aquella deca- dencia de todos conocida y no explicada todavía por nadie, Esa de- FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 155 cadencia es un paréntesis en este movimiento de cultura, en este deseo de producir una educación del espíritu que sirviese para la perfección de la vida y para la lucha misma de ella; pero ese intervalo es sumamente breve, y apenas en el siglo XvHI viene España a ser reconfortada en el orden político internacional por la unión con la casa de Borbón, por las relaciones, que por otra parte le fueron tan funestas, con los reyes absolutos de la Casa francesa, el movimiento tradicional sale otra vez a la superficie, re- cobra la superioridad que le corresponde, y vuelve a ser la España del siglo xvmi la España preocupada de la cultura. En esta nota se distingue el movimiento del siglo xvur de los anteriores. En ellos, Europa, y España con ella, se había preocupado casi exclusivamente de la enseñanza superior, de las Universidades, y un poco de lo que diríamos de la cultura general en su grado superior como preparato- ria para la Universidad; el siglo xvHmi se preocupa de la educación popular, se preocupa de la escuela primaria y, semejantemente, de la escuela técnica para el obrero, de la escuela que puede capacitar a los hijos del pueblo para el ejercicio de su oficio, de su profesión, que restauraría aquello que importaba a los economistas del si- elo xvrmr: la agricultura y la industria españolas. Existe otra nota interesantísima también, y es que en el si- elo xv la doctrina fisiocrática dominó en la Europa entera, y es España quien en mitad del siglo xvI1, antes que adquiriera fuerza en el mundo la escuela industrial, se preocupa por la voz de Campo- manes y Jovellanos, de la industria fabril, de la manufacturera, de la minera, poniéndola al lado de la agricultura y templando con eso el radicalismo de una escuela que quería reducir puramente a la actividad agrícola todo el movimiento económica en la península. Este proceso del siglo XVIII, que trae consigo la fundación de tantas escuelas interesantes, entre ellas el Real Seminario Pestalo- ziano, se señala por una efervescencia grande en todas las gentes que se preocupan del porvenir en España dirigiendo, en el orden de la educación, y que llevan otra vez nuestros estudiantes al extranje- ro, y traen, otra vez, profesores extranjeros a nuestro país. Este movimiento queda detenido con la guerra de la independencia; pero es curioso observar que en cuanto se constituyen las Cortes de Cádiz, con aquellos patriotas que entendían que la España nue- va, la España progresiva, sería lo que deseaban los verdaderos patriotas cuando la hicieran ellos, no cuando la recibiesen hecha de un rey extranjero (que fué el error de los afrancesados); como 156 RAFAEL ALTAMIRA cuando se constituyeron aquellas Cortes, atacan de una manera es pecial el problema de la educación, y lo coloca entre los preceptos constitucionales, y como todo movimiento liberal de restauración de los partidos liberales, va acompañado en España, constante- mente, con la fundación de escuelas, a tal punto, que puede decirse que uno de los principios fundamentales de nuestros partidos libe- rales, cualquiera que sea la orientación, es considerar que la edu- cación constituye uno de los principales deberes del Estado, y que es preciso atender a eilos con toda liberalidad. Y en nuestros días hay una nota que viene a confirmar cómo el proceso continúa y se mantiene vivo; y es que nuestros grandes reformistas en el orden social, como Costa, Salmerón, Samá, todos estos que han interveni- do en el movimiento político o social de España, son, al propio tiem- po, pedagogos, educadores, y combinan su papel de agitadores, a veces apocalípticos, como Costa, con el programa de la educación como primer deber de todos los pueblos y con sentencias como esta de Costa, que resume, perfectamente, su orientación en este sentido, la sentencia de que así como hay un artículo en la Consti- tución española que obliga a los españoles a defender a la patria con las armas en la mano, debiera haber otro que dijera: todo español está obligado a defender a la patria con los libros en la mano. (Aplausos. ) Al propio tiempo que esto, con todas estas demostraciones y he- chos, se venía expresando como una tradición viva en el espíritu es- pañol, oscurecida por períodos de decadencia, por períodos de atracción de otros problemas, pero que surge a la superficie inme- diatamente al mismo tiempo que las escuelas, aparece la otra nota que ordinariamente se atribuye a muestro modo de ser; a saber, el sentido del aislamiento, de la incomunicación con el extranjero, desmentida, también, por los hechos. He referido antes varios de éstos, al explicar la tradición del afán por la cultura, porque nos da a entender cómo constantemente desde los primeros tiempos de la Edad Media el español ha ido al extranjero y ha recibido pro- fesores del extranjero, y no hay más que este lapso, que esta inte- rrupción, la interrupción que viene y no de una manera absoluta, que nos cerrase a toda comunicación con el extranjero, si no de una manera limitada en el concepto de la ley, de una manera todavía más limitada en la práctica, el lapso de tiempo que va desde la caída de Felipe 11, a fines del siglo xvI, hasta el rompimiento de esa incomunicación, ya en el siglo xvn, cuando la visión clara de las FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 157 necesidades del país llegaba hasta declarar que la necesidad de re- forzar nuestra industria y mejorar nuestra agricultura y los órde- nes de la vida económica, obligaba a que se llamasen a agricultores, industriales, capataces y obreros preparados, sin mirar su origen, ni la religión que tuviesen, saltando por encima de todo el sentido de exclusión que había traído la expulsión de los judíos primero y de los moriscos después. Y esto que ocurre entonces, ocurre en todos los momentos de la vida española cuando vuelve el siglo xvI11, nuestro renacimiento pe- dagógico; aquí vienen profesores ingleses, alemanes, italianos, de todas partes, y nuestros institutos políticos, nuestras municipalida- des, muestras Sociedades de Amigos del país, toda entidad que se le- vanta con programa patriótico, funda inmediatamente pensiones de estudios para el extranjero, de la cual salen a veces hombres de la importancia científica universal del académico Orfila, que fué hijo de una de esas pensiones de estudios en territorio es- pañol. Pues esa misma característica de nuestra manera de enten- der la obra educativa, no cerrándose, sino abriéndose a la influen- cia ajena, viene en demostración de que eso mismo caracteriza el movimiento actual en los que estimamos que uno de los factores principales de nuestro progreso será el aumento, cada día mayor, de las pensiones de estudio en el extranjero, que hemos establecido, en cuanto el espíritu liberal ha podido abrir camino en el orden en que estamos, a las pensiones de estudios para alumnos y para pro- fesores, con objeto de que no se pierda la comunicación entre el es- píritu español que quiere conservar su nota propia y que quiere encontrar aleo progresivo, aleo grande, algo que pueda hacer frue- tificar su obra. Por último, nos encontramos con esta nueva nota que importa señalar por la relación que tienen con el cuerpo principal de mi conferencia. Se ha dicho, durante mucho tiempo, que es una característica de los pueblos latinos esperarlo todo del Estado y en interesarse poco en su representación social en las cosas que, sin embargo, com- peten a la sociedad de una manera predominante, por lo menos, de una manera en la cual deben colaborar activamente, en la obra oficial, y que una de esas manifestaciones es la enseñanza. Pues bien, la nota tradicional de la historia nuestra, es todo lo contrario, es la fundación particular; la inmensa mayoría de nuestras Uni- 158 RAFAEL ALTAMIRA versidades, la inmensa mayoría de nuestras escuelas, son fundacio- nes de hombres particulares, de individuos que, al morir, o en vida, legan su fortuna o parte considerable de ella para fomentar esta- blecimientos de enseñanza. No hay más que recordar este ejemplo. La historia de las Universidades está llena de ellos. Pero basta esto: la fundación de la Universidad de Alcalá por Cisneros, y la de Oviedo por el legado de un Obispo. Esta es la iniciativa particular y lo que predomina en la historia de nuestra Pedagogía, en vez de predominar la acción del Estado. El momento actual, tiene exactamente el mismo carácter: las cosas más importantes para una persona que viniese a España y quisiese estudiar el movimiento pedagógico nuestro, serían las fun- daciones particulares, y sin salir de nuestro mundo universitario, aun nuestra misma Universidad de Oviedo, es un ejemplo de ello, porque lo más que hacemos en aquella casa no es lo que pedimos al Estado, sino lo que hemos hecho por iniciativa propia; y las mejores escuelas, los mejores organismos de ese tipo en el territorio asturia- no como en el gallego, son de particulares que se han interesado en la obra de la enseñanza, son instituciones particulares de indivi- duos que se han interesado en la obra de la enseñanza y que han querido aportar a ella su espíritu, su entusiasmo, su vida. ¿Qué es lo que falta en este orden? Sencillamente fortalecer esa corriente y hacer que lo que se manifiesta hoy como una expresión débil de la nota principal, adquiera las proporciones que adquiriera en los si- glos xv y xvi y en las relaciones de riqueza en que nosotros pode- mos estar con otros pueblos, la fundación de enseñanzas debidas a particulares o a los auxilios de ellos en la obra educativa, lleguen a tener toda la potencia económica, toda la potencia de organización de que es capaz el pueblo español. Y la otra nota a que me refería, es la de la libertad de nuestra enseñanza, respecto a la cual no se puede tener una idea clara fuera de muestro país. Yo he podido observar esto en países europeos. Esta libertad se caracteriza, importa decirlo, aun cuando sea bre- vemente, por tres notas, referente una de ellas a la fundación de establecimientos y a la posibilidad de verificar estudios fuera de los establecimientos oficiales y sin sujetarse a la disciplina de ellos. En esto tenemos también nuestra particularidad, y es que todo es- pañol que tenga un título profesional que lo habilite, y sin títulos, muchas veces, pueda fundar un establecimiento de enseñanza, des- de la escuela primaria a la Universidad, y todo individuo que quie- FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 159 ra estudiar, pueda hacerlo en su casa o acudiendo a la Universidad, puede no ser alumno oficial y entrar en las aulas universitarias, dándose “una facilidad tan completa, que ha llegado a ser un pe- ligero por diferentes consideraciones, las cuales no me he de detener a exponer y a considerar, porque ellas se relacionan con problemas de orden político y religioso en nuestro país en los que yo no puedo entrar; pero tenemos, además, la libertad de la Cátedra en una si- tuación que excede a la situación de libertad de otros países, que quizás en otras direcciones de la vida la tiene mayor que nosotros, pero que en este punto son inferiores a ella. Yo preguntaba a un profesor alemán, con motivo de una cues- tión grave que hubo allí poco antes de llegar yo, a propósito de las ideas del profesor, yo le preguntaba: ¿Si un profesor de una Uni- versidad alemana, con toda la autonomía que ellos tienen, manifes- tase ideas contrarias al Kaiser-o a la política fundamental domi- nante, qué le pasaría? Y me dijo: Sería inmediatamente expulsado de la Universidad. Pues, en nuestras Universidades tenemos profe- sores republicanos, ultrarradicales, que están hablando todos los días contra las instituciones del país y están todos los días haciendo manifestación franca de las ideas suyas, y nadie se mete con ellos, continúan siendo profesores. Yo les preguntaba a los franceses qué pasaría si un profesor de Derecho Internacional manifestase ideas iguales a las manifestadas por Herbert, qué le pasaría. Pues le pasa- ría lo que le pasó a Herbert, sería expulsado. Pues nosotros tene- mos profesores que han expresado esas ideas y no han sido ex- pulsados. Y podemos decir eso en honor de nuestro pueblo actual, que él ha sabido respetar la libertad completa de la Cátedra, de la cual no suelen quejarse sino aquellos que no hacen uso de ella, porque yo puedo testimoniar por mí propio, que yo he podido exponer, en el terreno científico, en el que tiene el deber de contenerse todo profe- sor, que sea profesor, y no utilice la Cátedra para propaganda de nineún género, sino de lo que entiende que es la verdad, yo puedo decir que he votado con absoluta libertad y sigo votando, que ja- más he recibido amonestación de mis superiores ni en el medio so- cial en el cual mis ideas han brotado, porque yo entiendo que la Cátedra del profesor español es una propiedad tan sagrada como la tierra que puede comprar con su oro cualquier ciudadano, y mientras no incurra en ninguna de las faltas que taxativamente marca el Reglamento, tiene que ser muy hondamente respetado en 160 RAFAEL ALTAMIRA el aprovechamiento y la utilización de la ciencia suya, en la misión que le ha indicado el Estado. Y, por último, la libertad nuestra se representa en este otro he- cho, que no deja de tener importancia al señalarlo en todas partes, por lo mismo que la tradición nuestra, la leyenda referente a nues- tras mujeres, es aquella que podía condensarse en un refrán caste- llano, que dice: “La mujer, la pierna quebrada y en casa.?? (Ri- sas.) Esto podía suponer que ha habido dificultades para que la mujer se instruya, se cultive; por el contrario, en España ha ocurrido lo que ocurre en Cuba, la mujer ha entrado en la segunda enseñanza, en el Instituto, en la Universidad, y no se han conmovi- do las esferas celestes, todo el mundo ha aceptado aquello como un hecho natural, y no ha producido ni movimiento de extrañeza ni desagrado en el cuerpo de los estudiantes varones, en los que re- presentan, hasta ahora, la exclusiva en los centros de enseñanza, ni extrañeza, tampoco, en el cuerpo social; lo que le falta a este movimiento en España, es que sea la mujer misma quien se capaci- te y se lleve a conciencia de que la cultura es para ella una nece- sidad. Pues bien, señores, la expresión moderna actual de esta nota que yo considero característica, porque la historia me lo está de- mostrando continuamente, de nuestros centros, en materia de ense- ñanza; las instituciones, digo, que presentan y vienen a completar esta nota fundamental de nuestros tiempos, son varias, pero en la imposibilidad de que yo tratase todas ellas aquí, he escogido dos, una porque representa el núcleo de que ha partido todo el movi- miento moderno en este sentido; la otra porque es un museo peda- gógico cuyo problema se relaciona con el que acaba de fundar la Universidad de la Habana. La primera es la Institución libre de enseñanza. Muchas perso- nas de las que me escuchan habrán oído hablar de ella; probable- mente muchas, también, no tendrán de ella más que el nombre, y convienen decir lo que es y cómo es hoy nuestra realidad en la vida pedagógica. La Institución libre de enseñanza toma su nombre, pura y sen- cillamente, porque es una institución que no tiene nada que ver con el Estado, que no ha recibido jamás subvención de él, y que no quie- re recibirla nunca. Esa institución se fundó en el año de 1876, cuando por motivos de intransigencia del Gobierno que había traí- do la restauración, el Gobierno que se constituyó inmediatamente FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 161 después de la restauración borbónica, aquellos profesores de la Universidad de Madrid y de otros centros españoles, fueron expul- sados de ellas y algunos fueron a las cárceles. Lo que les interesaba a ellos era el mantenimiento del principio de la libertad de la Cáte- dra y por esto se colocaron en oposición con el. Gobierno, que les exigía un juramento que limitaba esa libertad, y una vez lanzados de la Universidad ellos, lo que trataron es de que la corriente educa- tiva, amplia, libre, abierta a todos los vientos del espíritu, no se interrumpiese en España, y entonces todos se reunieron y se consti- tuyó la Institución libre de enseñanza con el propósito de fundar una Universidad libre e independiente del Estado. Allí estaban al- gunos de los que viven todavía, como Moret, Monteros Ríos, Eche- garay; allí estaban algunos de los que han muerto, como Gabriel Rodríguez, Salmerón, Calderón, Gamazo; allí estaban una porción de muchachos que comenzaban entonces su vida intelectual y que se encendieron inmediatamente en el amor de la gran obra que se preparaba; allí estaban esos que luego se han llamado Cossío, Ru- bio, Caso, Machado, y tantos otros que ilustran la vida intelectual de España en los últimos años. Se constituyeron las clases tomando cada uno de los profesores la especialidad a que se habían dedicado preferentemente, no construyendo un cuadro rígido a la manera de los programas de las Universidades oficiales, empeñándose en que hubiera cátedras aunque no hubiera profesores, sino, por el contrario, supeditando por completo el programa a la existencia de hombres: cuando no había asunto, no se explicaba. Pero si esto fué el año de 1876, y durante algunos años la Institución libre de en- señanza, pronto se advirtieron los hombres que trabajaban en ella, no con un sentido político, sino con un sentido profundamente educativo, que aleo cojeaba en su obra, y era la falta de prepara- ción de los alumnos que venían a aquellas cátedras de tipo universi- tario, en que ,por ejemplo, se introdujo nuevamente en el programa de la Universidad, por D. Gabriel Rodríguez, que era un espe- cialista, la música, que se había perdido en la tradición, se encon- traron, digo, que los alumnos que iban a aquellas clases universita- rias, no tenían preparación de cultura general, y era imposible tra- bajar con ellos, y lógicamente, fueron a esto: hay que preparar a esos muchachos, y vino entonces un curso, un período preparatorio, con objeto de que aquellos jóvenes se formasen en el espíritu de la casa y pudiesen rápidamente adelantar en el proceso propiamente universitario superior; pero los muchachos que tomaban en el pe- 162 RAFAEL ALTAMIRA ríodo de enseñanza secundaria que diríamos, padecían ellos, a su vez, lo que se había encontrado que padecían los muchachos del pe- ríodo universitario, y es que venían mal preparados de las escuelas; es decir, a tomar al niño desde el comienzo a sembrar la semilla desde el primer instante, para así colocarlo en aquellas condiciones en que Goethe coloca a Wilhelm Meister e indicaba como necesario para obtener una verdadera formación educativa del espíritu, el colocar a los muchachos, desde los primeros instantes, en un medio homogéneo, y preparar el tipo de educación que se quería, con objeto de que el educando no recibiese desvío de“otro medio dis- tinto y que se pudiese sacar de él todo el provecho posible. Y cuando se llegó a este instante y se tomó al niño desde los primeros años y se fundó la escuela de párvulos, y se comenzó a trabajar en aquellos espíritus, se comprendió que el problema fundamental de un país no está en la Universidad; el problema fundamental de un país está en la Escuela y en el Instituto, está en el período de cultura ceneral, y que era mucho más importante que la fuerza de todos aquellos hombres se dedicaran a la labor de formar espíritus, de producirlos, para que luego ellos, con aquella preparación, pudie- ran hacer la educación profesional suya en pocos años; era más importante que gastar las fuerzas inútilmente en constituir, sobre los cerebros tranquilos de gentes que no tenían preparación sufi- ciente, profesionales que siempre flaquearían de aleún lado; y aque- llos hombres, que eran todos profesores universitarios, que podían, por lo tanto, tener lo que muchas veces tienen los hombres colocados en lado superior en las fuerzas de la vida, que se divide en grados, el orgullo de estar arriba y de no ocuparse de las cosas de abajo, como los profesores de la Universidad de la Habana, se constituye- ron en maestros de escuelas aquí y allí, y explicaban filosofía, dere- cho o ciencias de la administración, como Moret, o metafísica, como Salmerón; fueron a enseñar estas cosas en la medida que deben ser enseñadas, porque para el niño, la realidad tiene exactamente los mismos problemas que el adulto; fueron a enseñarles a aquellos niños a formarse en el primer instante en el espíritu que se quería que tuviesen. Tal ha sido el proceso de la Institución libre de enseñanza, la cual es hoy, no una Universidad, sino una escuela de cultura gene- ral, en la cual se han venido a condensar aquellos caracteres de la pedagogía moderna, que rápidamente quiero explicar yo. En primer lugar, si me preguntaseis, cuál es la pedagogía en la FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 165 Institución libre de enseñanza, yo os diría. Si preguntáis, con esto, qué sistema, qué doctrina, qué orientación entre las varias que se puede dividir el mundo pedagógico, científico, es la que sigue la institución o dónde está el libro en el cual un grupo de profesores de ella hayan explicado desde el primer instante el sistema que se proponían desarrollar, y que ha continuado desarrollándose, yo diría: no hay pedagogía de la Institución. ¿ Y por qué? Porque ella ha querido que su doctrina no fuese una doctrina sistemática e in- flexible, que fuese, por el contrario, una práctica real y viva en la cual la teoría, que es interpretación de los hechos, saliera, a cada instante, rectificando, en vivo, con los hechos mismos en vez de examinarlos, y así, el que quiera conocer la pedagogía de la Insti- tución, tiene que irla a buscar en la serie de rectificaciones y tanteos por los cuales ha pasado el sistema y los procedimientos de la en- señanza, y en la vida de sus cátedras, que no se parece a nada, por lo mismo que no puede tener sistema nineuno; que no quieren en- cerrarse y eristalizarse en un núcleo determinado, que viene a ser, al fin y al cabo, como una pared sin condiciones elásticas por las cuales tuviera que moverse un cuerpo que está en crecimiento con- tinuo. Dentro de estas condiciones fundamentales de la doctrina peda- gógica de la Institución, ella se caracteriza en todos estos puntos en primer lugar, por una neutralidad absoluta profesional; a la Institución pueden ir los hijos de familias de todas las religiones; ni se le pregunta esto al niño ni se influye sobre su conducta en educación religiosa; la educación religiosa; la educación religiosa la sigue haciendo la familia con absoluto respeto por parte de la Institución: absoluta neutralidad política, porque aun cuando al niño se le enseñan ciencias políticas, se le enseñan ciencias, y no se le inscribe y se descoyunta el espíritu suyo dirigiéndole, desde el primer instante, en el sentido de una propaganda interesada de la política activa del país; es más, cada uno de los profesores que allí concurren, pueden pertenecer y pertenecen, efectivamente, a dife- rentes direcciones políticas: así no dificulta, absolutamente nada, ni la inteligencia y ordenación de la práctica pedagógica de la casa; neutralidad, incluso patriótica, porque la Institución ha querido de tal manera crear espíritus libres preparados para la obra de coope- ración humana, que ella se ha levantado contra la doctrina que de Francia nos viene y que tanto ha hecho: con los batallones esco- lares para no leyantar en el niño el espíritu de agresión contra na- 164 RAFAEL ALTANIRA die ni espíritu militarista, que no es el momento de hacer despertar en el espíritu del niño. Juntamente con esto no hay por qué decir que es otra nota de la obra de la Institución libre de enseñanza, la libertad absoluta de la Universidad. La Institución no es escolásti- 'a ni positivista ni neokantiana; es sencillamente un grupo de hom- bres que de una manera libre, amplia, desinteresada, sin prejuicios, creyendo que su espíritu sea siempre lo más objetivo posible, in- vestiga la verdad y se la comunica a los otros por el mismo espí- ritu de libertad y de amor. La Institución tiene como tercera nota, ésta: no instruye, educa. Lo que le importa, lo fundamental para ella, es todo lo que va implícito en la palabre educación: y la ins- trucción es para ella un medio que utiliza en la medida que le sirve y hasta donde le sirve, sabiendo, perfectamente, que cuando se ha indicado en una dirección moral o sentimental al individuo todo lo que es instrucción, que no es más que una relación de cosas hechas, eso lo puede adquirir en un momento dado con una rapidez extraordinaria, al paso que aquel que no tiene dirección en la fuerza del espíritu suyo, la instrucción siempre resultará una cosa postiza, de la cual no podrá aprovecharse para las grandes erisis de la vida. La educación ésta no la ha entendido la Institu- ción en un sentido unilateral, sino en un sentido verdaderamente integral; ella ha acudido, desde el primer instante, a todas las ma- nifestaciones de la vida y del espíritu del niño; no ha tenido pre- ferencia por ninguna de ellas y ha procurado llevarlas al unísono, y lo mismo se ha ocupado de la educación física que de la intelectual y la moral, haciendo que se compenetren y se auxilien mutuamente, como en la realidad del espíritu del niño y en la del hombre tam- bién, y entendiendo que de igual manera que la Universidad, los erandes colegios clásicos ingleses tienen por lema no el hacer sa- bios, sino el hacer caballeros, una escuela que piense en lo que puede significar la influencia de un espíritu mal formado respecto a su país, tiene que pensar en ofrecerle como la obra suya más alta, esos caballeros, hombres en toda la integridad y en todas las direc- ciones de la vida. (Aplausos. ) Existe un peligro que corremos los hombres de profesión inte- lectual, que consideran que lo nuestro, aquello a que nos dedica- mos, es lo más importante del mundo, y por lo tanto, influímos en el ánimo de nuestros alumnos para que ellos sigan el mismo cami- no que hemos seguido nosotros y sacrifiquen la vida suya a aque- u llas cosas que a nosotros nos han interesado; y esto ha producido FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 165 la consecuencia terrible de que muchachos que no tenían vocación ni aptitud para una profesión de orden intelectual, la hayan se- guido, y hayan concluído por ser seres completamente inútiles para ella y para el país en que viven, y en cambio, si se les dejara desarrollar su actividad según sus propios deseos, resultaría mu- cho mejor que en el caso contrario, pues en éste serán malos abo- gados, malos jueces o ingenieros. La Institución ha tenido buen cuidado en eso, porque ella no quiere hacer sabios a todo trance y hombres que cultiven la nota intelectual, quiere que cada uno de éstos demuestre la vocación y aptitudes que tiene, lo eual exige, de parte del profesor, un estudio detenido, para que tome en el mundo el camino que será más fácil para ellos, con objeto de seguir aquella regla económica en virtud de la cual hay que tener el mayor resultado con el-menor esfuerzo, y el menor esfuerzo, en el orden de las actividades, está en la dirección de la vocación y de la aptitud, y si esa vocación y esa aptitud es tal que el muchacho ten- ga que seguir siendo harinero o agricultor como su padre, o fa- bricante de telas, la Institución no se opone a ello, sino, por el contrario, lo impulsa a que siga aquella dirección, dándole con esto, además, una lección de sentido democrático, la lección de ha- cerle entender que tan digno es ocuparse en estas cosas como en el descubrimiento de las más altas cosas científicas. Otra nota de su educación es el sentido psicológico, a saber: el niño, desde el primer día, desde el primer año, desde el pri- mer período de sus estudios, empieza a ver, que es lo único que puede hacer entonces, a ver el mundo, la realidad en todas sus manifestaciones; no hay esta graduación forzada que durante algún tiempo ha querido establecer la psicología pedagógica inglesa, en la cual el niño no es apto para ciertas ciencias, para ciertos desempeños, sino hasta ciertas edades; que es preciso em- pezar por uno y luego seguir por otro, cuando la experiencia ha demostrado que, por el contrario, como decía antes, el niño tiene, y no hay más que atender a las preguntas suyas, tiene el cuadro entero de los problemas que puede tener la humanidad, todo le interesa y todo, le sugiere algún interrogatorio, y es preciso apro- vechar esa disposición, ese abrir espontáneo del espíritu a todas las explicaciones objetivas de la realidad para poner en cada una de esas preguntas, en la medida en que él ve, los problemas muy chiquitos, pero al fin y al cabo, el problema en lo fundamental, para poner en ellos la iniciación de una corriente que poco a poco 166 RAFAEL ALTAMIRA irá ensanchando y profundizando el conocimiento hasta que llegue a una penetración propiamente científica del problema. Por eso las cosas todas que el niño pueda admirar, todas las disciplinas que el niño pueda adquirir, las fundamentales de la vida, las lleva de frente constantemente, desde el principio hasta el final de la obra educativa, y esto se hace incluso en estas direcciones que ahora comienzan a ser una novedad en todas partes, a saber: la de que el trabajo manual ha comenzado en la escuela, continúa en todos los grados, y los muchachos que terminan su cultura en la Institu- ción, siguien haciendo trabajos manuales como los niños del pri- mer erado de la enseñanza, una vez que se establece dicho trabajo manual en todo su desarrollo y en un sentido propiamente educa- tivo, como Rousseau pensaba. Otra nota es el sentido realista, absoluto de su educación, que el otro día os decía cuando hablaba de la manera de entender los procedimientos de la educación en la Institución; toda teoría en el sentido de explicación o interpretación del fenómeno, está pos- puesta a la observación del fenómeno mismo, de manera que el niño es conducido por la presencia de las cosas hacia el conocimiento * científico de ellas, y a la formación de la teoría, o sea de la inter- pretación de aquel fenómeno con otro fenómeno, para formar una serie, y los procedimientos, que se aplican lo mismo al arte que a la historia, que a las ciencias naturales, que a la ciencia física, que a todas las manifestaciones de la cultura, han sido tan grandes, que yo he podido observar en la materia de arte la agudeza de obser- vación que han adquirido los niños por haber sido conducidos al conocimiento de la característica de obras de arte individualmen- te, considerado por cada uno de los maestros, y luego en la serie de la corriente que se llama escuela; la agudeza, digo, de precisión, por haber partido siempre de la cosa misma, en vez de haber par- tido de una cosa teórica, no de una explicación en la cual se dice que el Greco o Velázquez se caracteriza con tales colores, para que luego venga la observación del cuadro, sino que han empezado por la observación del cuadro. Yo he comprobado v. gr. el hecho de una observación deducida de obras escultóricas, completamente nue- vas, por unos muchachos que llevaban ya dos o tres años de traba- jo en los museos, unos muchachos de diez a doce años de edad; ha- bían traído al Museo de Madrid unos vaciados de escultura de Donatello y de Luca della: Robbia; estaban todavía confundidos; no se habían clasificado ni ordenado, y el profesor de arte llevó el FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 167 grupo de sus muchachos al Museo para que viesen aquello. ¿En qué consistió la lección? En esto sencillamente. Ahí tienen ustedes estas piezas, vean si son iguales o si pueden señalar caracteres y si pue- den clasificarlas en grupos; y el profesor se hizo el distraído y se puso a mirar otras cosas, y los muchachos comenzaron a observar y al poco tiempo habían hecho la elasificación necesaria; no sabían lo que aquello significaba; no sabían más que había una porción de piezas, cada una con su propia significación, respecto de las cua- les se había aguzado la atención suya, e hicieron inmediatamente la clasificación: aquí hay una escultura, de quienquiera que sea, que es muy dulce, muy suave, un poco amanerada, afeminada, que diríamos empleando esta palabra en el uso corriente, que a mí me parece que no es verdad, y hay otras esculturas, por el contrario, sombrías, vigorosas, con cierta dureza, con verdad. Esas son las notas que distinguen estas dos esculturas del Renacimiento ita- liano, y son las dos primitivas. Y vino entonces la segunda pre- gunta. ¿Cuál les gusta a ustedes más? ¿Cuál creen ustedes supe- rior? Inmediatamente, y éste es un fenómeno que se repite cons- tantemente en la historia de la humanidad y de la crítica artística, el fino, el afeminado, el acabado, el bonito, en suma, porque la humanidad ha empezado por lo bonito, fué el preferido. El pro- fesor no hizo observación de ningún género, se limitó a decir: Sigan ustedes mirando. Alseuien le preguntó: ¿Es que a usted no le parece bien esto? Y empezó a defender la superioridad de aquel acabadito, limado. —Yo no digo absolutamente nada, no digo más sino que sigan mirando a ver si ven algo más. Y los muchachos siguieron mirando, y al poco rato, ellos, que habían visto ya obras de importancia en el arte, en las cuales se había inspirado su gus- to, empezaron a raciocinar y empezaron a decir: A la verdad que éste es un poco falso; acaso estas líneas estén demasiado lamidas; acaso este acuse del músculo es poco verdad, algo dulzón, todo esto; puede que sea mejor el otro; y empezaron a declinar hacia la con- sideración de la otra escultura, y concluyeron los mismos que ha- bían comenzado de una manera radical a defender al escultor que representaba la nota lamida, que antes habían eriticado, y dijeron: En cambio, el otro tiene en su sobriedad, una valentía extraordi- naria que lo acerca más a la realidad, e indudablemente éste es mejor escultor que aquél. Y ésa fué la lección, no más, completa- mente objetiva, por la cual los alumnos fueron llevados ellos mis- mos mediante la observación a rectificar la primera opinión suya. y 168 RAFAEL ALTAMIRA Juntamente con esto, la Institución se ha preocupado, prefe- rentemente, del sentido educativo de su obra que desenvuelve la personalidad de los muchachos. La Institución no se asusta de la personalidad; por el contrario, no desea que el muchacho sea lo que se suele decir en los términos de la primitiva educación, la educación clásica, para la cual el mejor niño es el más calladito, el que no se revela; la Institución quiere que se revele, porque enton- ces significa que tiene personalidad, que ven con sus propios 0jos y que no aceptan el criterio de la gente sino después de razona- mientos, y sostienen el suyo propio, y por eso aspira a que los alum- nos pregunten, discutan siempre, que el alumno, en suma, vaya desenvolviendo su propia personalidad y tenga el carácter nece- sario para la vida. Así lo hace la Institución, sabiendo, perfecta- mente, que la educación no crea jamás, que la educación no pue- de dar al individuo lo que no tiene, que ella, lo que puede hacer, es sacar y desarrollar las cosas que hay dentro del individuo, y ésta es la función más augusta que le corresponde. En fin, la Institución se preocupa de una manera grandísima por ese mismo sentido a que aludía antes, de hacer hombres, de comunicar al espíritu de sus alumnos el profundo sentido ético de la vida; ha querido que ellos viesen, constantemente, la responsa- bilidad que hay en todos nuestros actos, aun los que parecen más insignificantes, respecto de la vida de los demás, y que es preci- so inspirar absolutamente la conducta nuestra en un alto sentido ético, moral, sin el cual serían inútiles y aun nocivas en la vida todas las culturas y todas las profesiones y todas las cosas que en mano del que no tiene ese sentido son armas sólo aplicadas al pro- vecho propio y al egoísmo. Por último, señores, la Institución ha tenido como principio, desde el comienzo de ella, la coeducación; en sus aulas todas, desde el principio hasta el fin, se sientan los niños y las niñas, los varo- nes y las mujeres, y ellos tienen la experiencia de que esta comu- nicación fraternal y amistosa en el trabajo ha producido un más alto sentido moral en unas y otros, y han sabido respetarse más a medida que han hecho más vida común y se han conocido. Tal es la Institución libre de la enseñanza, la cual ha venido a difundir con el espíritu suyo y a desarrollar en los alumnos suyos también en la Península, y ha venido a difundir toda la obra que pueda considerarse como moderna en el desarrollo pedagógico es- pañol. Una de esas obras es el Museo pedagógico a que yo me refe- FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 169 ría. El Museo pedagógico es una obra de la Institución en este do- ble sentido: que los hombres que lo crearon, que lo organizaron, aun cuando la iniciativa viene de parte del Gobierno, son hombres salidos de la Institución, es ese mismo Cossío de que os hablaba antes, el cual es su primer director; es Ricardo Rubio; son otros discípulos más jóvenes de la Institución; he sido yo durante nueve años; y en otro sentido, también, es hijo el Museo de aquella casa, porque continúa su significación fundamental, el criterio funda- mental en la educación, llevando a aquella esfera en la cual el Museo pedagógico fué creado. El Museo pedagógico fué fundado en el año 1882, para llenar una función que se consideraba necesaria en la formación del magisterio. Esta función, si no al concepto de esta misión que el museo pedagógico iba a llenar, correspondía a un sentido en el cual habían nacido en Europa todos los museos pedagógicos anteriores al nuestro. En efecto, todos los de la pri- mera época, que diríamos, son museos que se han fundado de una parte para llenar deficiencias en las normales; es decir, para dis- cutir el programa o la dirección, o rectificar el sentido de la forma- ción del magisterio en las escuelas públicas. ¿Por qué se hizo esto en vez de acometer la formación de las normales? Sencillamente por un procedimiento político o de mano izquierda—que suele ser una mano muy aprovechada en la vida presente (Risas. ),—cuando se quiere reformar una institución que tiene ya intereses creados, como quien dice, de no acometerlos de frente, porque entonces es casi seguro que se estrella uno; sino, como hizo Duruy en la refor- ma de la enseñanza francesa, creando al lado de la institución vieja que se cae a pedazos, la institución nueva. Ese es el significa- do de los Museos pedagógicos, lo que sienificaba también la con- centración del material, del mobiliario, de los modelos, del edificio de escuelas, una concentración de todo lo mejor y más moderno, para que estuviese allí, como está en un museo; por eso se llamaron museos, a disposición del que quiera ir a verlos, y se interesen por las cosas que hay en el material, en el mobiliario de las escuelas de diferente género o modelos de edificación de escuelas en las re- laciones con la higiene. Por esto los museos primitivos fueron, en cuanto a los materia- les, museos de vitrinas, museos en los cuales o se comprobaba o se sa- caba de la casa industrial dedicada a la fabricación de materiales que enviasen allí sus alumnos, que eran al mismo tiempo un anun- cio para ella; y luego se dirigió también en el sentido de consti- 170 RAFAEL ALTAMIRA tuir la biblioteca pedagógica, que no existía hasta entonces, un sitio en el cual se coleccionasen libros de orden pedagógico para el público que se dedicaba a estas profesiones. Por ejemplo, el Museo pedagógico de París se constituyó con estos dos caracteres perfec- tamente claros: el museo de vitrinas y el museo biblioteca, que lue- eo se desdobló de dos maneras. Por estas razones, por haber nacido así los museos pedagógicos en el mundo, han atendido a estas cosas: primero, al material de la escuela que comprende estos tres grupos que yo indicaba antes: el material de enseñanza, el mobiliario y los planos de edificación; segundo, a crear bibliotecas especiales pedagógicas, ya en tiempos normales, ya en tiempos revolucionarios, prestando libros a todas partes, como se hizo en Madrid y se ha hecho en muchos museos pedagógicos del mundo, a organizar una oficina de consejo y de información para todos los menesteres de las colecciones pedagó- gicas, y para que las personas que no tienen tiempo, que no tienen preparación para averiguar por sí mismo qué es lo que les convie- ne en cuanto a todos los particulares de la fundación de una es- cuela, vayan a los técnicos, a los especiales, y reciban de ellos todos los consejos concretos, necesarios, en vista de los datos, del proble- ma, para que la fundación fructifique. La reforma llegó realmente a cumplir con su fin. Esta primitiva oficina de consejo, se desdobló después en dos: una oficina de consejo para las iniciativas naciona- les, y una oficina de información y de intercomunicación, es decir internacional, con objeto de corresponder a las noticias de enseñan- za entre todas las naciones del mundo entero, que hiciesen que la obra de cada una de ellas viniese a irradiar a todas partes. Esta forma primitiva de los museos se cambia bien pronto en otras, y los museos han evolucionado, han llegado a una segunda etapa, que se caracteriza por esta nota, que rápidamente voy a indicar: en primer lugar, por establecer en ella conferencias de metodolo- gía sobre los materiales existentes en los museos, empezando a sacarlos ya de la simple consideración visual. Las cosas no están allí esperando a que se venga a verlas. Las cosas están en vida, en función, mediante conferencias metodológicas, y los profesores para enseñar cómo se utiliza el material aquél, en conferencias genera- les metodológicas, en las cuales el material entra como tantas fun- ciones O sirve para afirmar los procedimientos de enseñanza, tales como el Museo de París, que lo constituyen estas clases, semejan- temente al de Madrid, que las ha tenido para todos los órdenes de FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 171 la enseñanza; segundo, la vivificación del material depositado allí, no ya en conferencias pedagógicas para los maestros, sino en leccio- nes modelos para los alumnos, singularmente en aquellos países en los cuales la carencia de presupuesto para este orden de cosas no permite que las escuelas estén dotadas con suficiente y buen ma- terial. Es, por ejemplo, el problema que he encontrado en la Argenti- na, en la provincia de que es capital la Plata, la provincia de Bue- nos Aires, en la cual el presupusto no ha podido dotar todavía a todas las escuelas de un material moderno, y lo que hacen las es- cuelas es ir a los museos pedagógicos para dar sus lecciones, cons- tituyendo un lugar de excursiones muy interesantes. Tercero, el cambio de material hecho por los alumnos. En la Argentina es muy frecuente que los alumnos de las escuelas nor- males de mujeres intervengan en las clases de trabajo manual, en las clases de ciencias naturales, ete., o formen colecciones de obje- tos reales, ya vivos o ya disecados, de animales, por ejemplo, o series referentes a las lecciones de cosas, ete., que suman al cabo del año una serie de trabajos que llegarían a constituir un archivo, que se empolvaría, que se destruiría y no serviría para nada. Com- prendiéndolo así, han vivificado eso en la Argentina, en mi sentir muy bien, mediante el intercambio de los trabajos, y el Museo de Buenos Aires es el centro de comunicación; allí van a parar los de todas las escuelas normales, y se envían de allí a las demás, con lo cual consiguen dos cosas: que las escuelas se conozcan entre sí; que las colecciones de cosas que se pueden obtener en una localidad fácilmentente vayan a otras y, por lo tanto, se aumente el museo escolar, y luego que el material escolar venga a tener una organiza- ción viva por medio de los profesores de mañana. De aquí se ha ido en Montevideo y en Madrid también, a esta otra cosa: a construlr el material de enseñanza en el museo mismo. En este sentido, el Museo pedagógico de Montevideo me parece un modelo, porque ha instalado taller en su local, y construye allí mismo el material de enseñanza en casi todas las direcciones de la cultura de la es- cuela, y lo hace acomodándose a este principio, que importa difun- dir mucho: del material bruto, poco costoso, del material que es ejemplo, ese precioso gabinete de física hecho por el Museo peda- gógico de Tokio que posee el Museo de Madrid, gabinete hecho con pedazos de bambú, con hojas de lata y con botellas, que se tiran una vez que se ha bebido el contenido, y que tiene todos los apara- tos de física que se pueden enseñar, incluso una máquina eléctrica 172 RAFAEL ALTAMIRA que produce chispas. Esta simplificación del material tiene dos ventajas grandes: la primera es que lo hace flexible: el material que producen las casas industriales es rígido. Pues bien, es pre- ciso flexibilizar el material preparando al maestro para que lo construya, para que lo sepa hacer, para que lo improvise en el mo- mento oportuno, dándole la preparación técnica para que esto pueda verificarse; y en segundo lugar, es preciso ir a esto otro, a esto que ha enunciado Cossío en una admirable conferencia de hace dos años ante los maestros de Bilbao, en una frase paradógica a primera vista, pero que tiene su explicación, una frase alarman- te: a desacreditar el material. ¿ Y qué quieren decir estas palabras de desacreditar el material? No quiere decir que se puedan hacer clases sin tener ciertos materiales, lo que quiere decir es esto: que hay que arrancar a la gente la preocupación que tienen, no sólo los maestros de instrueción primaria, sino los Catedráticos de la Uni- versidad, de que no se puede hacer ciencia ni se puede explicar a la sente nada si no se tiene un riquísimo material de lo más caro y costoso del mundo, que no siempre se puede utilizar, y que sin eso no se puede hacer física ni historia ni nada, es romper el descanso que la pereza de nuestra voluntad pone cuando tenemos un rico material, creyendo que eso lo va a traer todo y que podemos cru- zarnos de brazos poniéndonos en frente de eso; por el contrario, este otro principio de que el material es nada, como el profesor no sepa usarlo, no sepa aplicarlo determinadamente a cada problema del momento y como no sepa corregir la deficiencia de la lección suya en relación con el problema particular que cada día pueda ofrecer en la clase y le ofrece la curiosidad del alumno, inventando ellos los materiales necesarios en los términos de sencillez, y pensa- mos que es absolutamente indispensable para que la enseñanza sea fructífera, y en virtud de los cuales yo he escuchado una de las lee- ciones más maravillosas de geografía hecha con cáscaras de naran- ja vacía, con caña y con un relieve hecho de yeso delante de los alumnos. Por último, el Museo pedagógico ha constituído allá, alrededor de este núcleo primitivo de su acción, otra porción de cosas inte- resantes; por ejemplo, ha procurado llevar a las Normales que ca- recen de ellos, los juegos al aire libre, oreanizando paseos y excur- siones con los normalistas, ha constituído la biblioteca infantil a la manera, por ejemplo, como la Universidad de la Plata, con un eran sentido y con un gran éxito hasta ahora. Ahora bien, de todas FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 13 estas cosas, para mí, las dos más importantes que el Museo pe- dagógico pueda tener, siendo todas ellas fundamentales, siendo todas ellas las que deben constituir el programa ideal de un Museo pedagógico, serían éstas: la oficina de informaciones y consejos técnicos para evitar estos errores, en virtud de los cuales se derro- cha mucho dinero inútilmente, que personas que quieren crear un establecimiento de enseñanza, lo hagan sin atenerse a los prin- cipios fundamentales de la pedagogía, y la higiene no tenga en cuenta los consejos necesarios con respecto al material que debe se- leccionarse y tirar su dinero a la calle sin conseguir fundar aquello que ellos quisieron fundar; y en segundo lugar, porque estas ofici- nas de consejo hacen falta, de una manera especialísima, para la dirección en la cultural individual. Todo el que ha trabajado en la vida, sabe cuánto tiempo se pierde leyendo libros inútiles; todos hemos sufrido esto alguna vez. Ahora bien, esto hay que corregirlo en lo posible, sobre todo para el niño y para el maestro; y al niño, por el mal efecto que pueden hacerle lecturas que no sirvan para la formación de su espíritu, sobre todo por el tiempo que le hace perder. ¿Cómo pueden los museos pedagógicos proveer a éstos? Un catálogo no basta, porque es una lista de libros que no puede llegar a hacer crítica de ninguna manera y en la cual, por lo tanto, el título y el nombre del autor, no dice nada: hace falta otra cosa. El Museo pedagógico de París lo ha logrado. ¿Cómo? Creando el Boletín de las bibliotecas populares, en el cual se da cuenta de las obras nuevas, de todas las publicaciones nuevas que puedan inte- resar al maestro y al pueblo que acude a las bibliotecas de este carácter, con una nota crítica de tres o cuatro renglones, diciendo sencillamente así: Este libro es bueno o malo, o este libro sirve para tal cosa; es vano para tal o cual propósito, y el libro, a pesar de su título, no sirve para eso. Y no se contenta con las publicacio- nes del día, sino que de vez en cuando trae listas escogidas de los libros que deben leerse con relación a un asunto, por ejemplo, con relación a la historia de Francia, con relación a la Revolución fran- cesa, y los problemas particulares de la geografía en los tiempos modernos en relación a la zoología, con relación a la ingeniería eléctrica, ete. Con lo cual tienen los lectores una publicación que les sirve de guía perfecta y mediante la cual ellos pueden escoger los libros que le interesan, sin pérdida de tiempo. Una publicación de este género, hecha por un grupo de personas inteligentes, en que hay que buscar especialistas y que resulte económica, como hacen los 174 RAFAEL ALTAMIRA pedagogos de París, euya publicación cuesta ocho francos al año nada más. La otra cosa fundamental es la oficina de comunicación inter- nacional: muchas veces nos hace falta grandísima para momentos de apuro, para momentos de crisis, de reformas en la legislación saber qué se hace en el mundo y cómo el mundo está marchando. Por último, la tercera cosa son las conferencias metodológicas, a saber: en este sentido, la enseñanza de la metodología se ha ins- tituído durante mucho tiempo de esta manera: un profesor sube a su cátedra y explica o se remite a un libro para que lo consulte el que quiera saber cómo se enseña la física con una serie de pre- ceptos, o el que quiera saber cómo se enseña la historia con una serie de hechos notorios, y el material que debe usarse en esta forma o la otra. Este es el sentido perfectamente teórico; después de eso, el sentido que ha precedido a las conferencias metodológi- cas del museo moderno, que debe recomendarse, es éste: hacer de- lante de los maestros lecciones modelos, que los profesores que van a enseñar metodología, enseñen a la manera del que la enseña, to- mando aquellos alumnos de las escuelas normales como si fueran alumnos primarios, y él, como si fuera el maestro, porque no hay mejor manera de enseñar a hacer las cosas que haciéndolas delante de la gente. j Ahora bien, este ideal de los museos pedagógicos, que se for- man reuniendo las notas de diferentes museos, cada uno de los cua- les ha ido resolviendo los problemas fundamentales que tenía pre- sente en su país, ideal éste es el que debe desear cada uno de nos- otros para el Museo pedagógico de nuestro país. Yo sé bien que en la mente del Museo pedagógico de la Habana está el llegar a hacer todo eso y mucho más, y yo tengo la firme confianza de que con el afán de la cultura, que con el interés individual que ponéis en la obra de vuestra enseñanza, vuestros museos serán todo esto, y que vosotros, maestros, cooperaréis constantemente hacia ese fin. Y en virtud de esto, vosotros hallaréis que no hay dificultad ninguna que os impida hacer lo que quisierais hacer en todo tiempo. (Gran- des aplausos.) EL EGOISMO POR EL DR. JOSÉ MANUEL MESTRE (Continuación.) 1 Entremos en la Grecia: la humanidad salta de su cuna, y plan- ta en Europa la enseña de la filosofía oriental: la Grecia escribe en ella una palabra, y esa palabra vino a añadir a la idea de lo ¿mfimito, que traía consigo la filosofía primitiva, la de lo finito, la de indivi- dualización, para que resultase de ahí la armonía y la estética. En el Oriente el politeísmo resulta de la divinización de los atributos del Sér; en la Grecia el hombre coloca al hombre sobre los altares, y la imaginación lo adorna con las dotes de la belleza y de la poe- sía. Conformándonos para el caso con las épocas en que divide la historia de la filosofía griega un distinguido alumno de la Univer- sidad de Bruselas, examinaremos rápidamente, según nuestro pun- to de vista, su período de formación, el de madurez, y el de deca- dencia. El primer período se extiende hasta Sócrates: es período de des- envolvimiento, el espíritu obedece a la ley de la espontancidad. 'Tiberghien lo divide en cinco partes, que sólo nos detendrán en sus más notables representantes. Prescindiendo de la escuela jónica, ““que es naturalista sin ser sensualista”” (Tib.), veamos cuáles son las consecuencias de la escuela ¿tálica o pitagórica (580 A. C.). “El bien consiste en la semejanza del alma con la divinidad : el hombre debe procurar que exista en el mundo la unidad y reine el amor, la virtud, la igualdad—la comunidad social debía ser la traducción de esa unidad.'”—De la escuela eleática sólo hablaremos refirién- donos a su parte física. lios eleatas transportan la unidad a la na- turaleza, y la consideran de un modo mecánico y materialista. De- mócrito, según observa M. Lafaist (Dissert. sur la Ph. atom.), no puede menos de confesar que el soberano bien está en esta vida, puesto que no admite la inmortalidad del alma, ni la Providencia divina. El soberano bien consiste en estar exento de los disgustos que puedan provenirle al hombre a consecuencia de sus propias pasiones, y por lo tanto deben emplearse los medios oportunos para 1 Véase el número de Enero. 176 JOSÉ MANUEL MESTRE evitar esos disgustos; por ejemplo, la prudencia, la indiferencia por los asuntos públicos. ¿Eso no se parece mucho al egoísmo? Las escuelas intermediarias tratan de combinar y conciliar los diferen- tes principios de las escuelas anteriores—Anazágoras, Heráclito y Empédocles.-—Las escuelas sofísticas son constituídas por los hom- bres que hacían de la filosofía un oficio y que ponían mezquina- mente a sueldo la ciencia. Según sus doctrinas no había más prin- cipio de moral y de derecho que la satisfacción de las pasiones. Pro- tágoras, Gorgias. En el segundo período la filosofía griega estudia la conciencia humana y tiende a la unidad. “Sócrates (470-400) es el primero que haya dado al hombre el sentimiento de su valor moral y de su dignidad personal.?”? La moral fué objeto preferente de sus estudios y el conócete a ti mismo (gnóthi seautón) fué la enseña de su filosofía. Pero si Sócrates dió dirección al movimiento filosófico, su filosofía sólo adquirió el mayor desenvolvimiento fe- cundada por los genios de Platón y de Aristóteles, después de haberse comenzado a desarrollar por Antístenes, Pirron, Arísti- po, ete., para decaer más tarde en el epicurismo. La escuela cínica fundada por Antístenes, es eminentemente egoísta. Para Antístenes el bien supremo está en la independencia, pero en la independencia completa: el cónico sólo ve turbada su felicidad por la sombra de Alejandro, y el tonel es la utopia de la felicidad porque en aquel asilo el hombre se ve libre de sus padres, de sus hermanos, de sus semejantes, y cree haber cortado el nudo eordiano que une al individuo con la sociedad. Los cínicos prelu- dian el estoicismo. Para Arístipo, el fundador de la escuela crre naca, el bien consiste en la posesión de todos los placeres; se olvida del deber para no percibir más que el goce, y no como quiera, sino el goce presente e inmediato—hedonismo.—La escuela cirenaica anuncia el epicurismo. Platón y Aristóteles constituyen la época de organización, y sus fiosofías, completándose recíprocamente, producen una gran sín- tesis filosófica, la idea y la realidad. A no recordar el semper ad. eventum festinat, me dejaría llevar del deseo que experimento de detenerme algún tanto en Platón, pero su moral mucho más eleva- da que la de los demás filósofos griegos nos haría trabajar demasia- do para poder encontrar las huellas del egoismo. En sus obras la noción del derecho se ve confundida con la de la moral. Aristóteles no abandona los principios de su maestro Platón; los reviste con nuevas apariencias; pero difiere en cuanto considera que el hombre EL EGOISMO 177 debe ocuparse, no del bien en sí, sino del bien relativo y realizable en la tierra; en una palabra, el bien para Aristóteles estriba en los goces del espíritu. (Tib. 260, P. Vent. 86.) Con la filosofía socrática, toda la griega anda velozmente en la decadencia. Tres escuelas caracterizan esta decadencia, el estoicis- mo, el epicurismo y el escepticismo. El estoicismo tal vez puede considerarse como una degeneración del peripato; concedió, es cier- to, al yo más dignidad y libertad; pero esa orgullosa indiferencia respecto de todo lo ajeno, esa reconcentración desdeñosa no es otra cosa que el egoísmo, con una de las mil y una fisonomías de que pue- de revestirse—--Zenón, Crisipo. El epicurismo define la filosofía una actividad que procura por ideas y pruebas, una vida feliz.—Eude- monismo.—Para Epicuro el bien consiste en la felicidad y la feli- cidad en el placer; ““el bien del alma, dice Ritter, no es más para esta escuela que el estado sano y tranquilo de la carne, es un bien- estar físico de que el alma goza por anticipación y que tiene la es- peranza, si no la seguridad, de conservar en lo futuro.?” La 'socie- dad existe por el ¿mterés que tienen los hombres en aumentar la suma de sus goces y en disminuir sus sufrimientos, y ésta es la úni- ca consideración que debió presidir en el contrato social: la injus- ticia nada significa si de ella no resulta aleuna turbación en los go- ces del hombre. El escepticismo cierra la filosofía griega e inaugura la alejan drina: su valor es negativo (Tib.) La escuela alejandrina nace de la fusión de la filosofía griega y de la del Oriente, y se funda en el sincretismo que Ammonto Saccas (200 A. C.) primeramente, y después Plotino, Porfirio, ete., produjeron con semejante alianza. La moral de la escuela de Alejandría tiene un carácter religioso y panteísta. Terminaría en este punto la breve reseña que de la filosofía de la antigiiedad me había propuesto hacer para ir consignando los diversos matices que el principio egoísta ha ido adquiriendo duran- te esa majestuosa marcha de la humanidad que se llama el progreso; pero no quisiera dejar de investigar rápidamente el mismo prinei- pio en las ereencias de algunos hombres notables de Roma, la domi- nadora del mundo, ya que hemos hablado tan someramente del epi- curismo, y ya que la de Cicerón puede ser considerada como la últi- ma escuela filosófica de la antigiedad. Cualquiera que haya estu- diado con aleuna atención las obras monumentales del Genio roma- no no habrá dejado de encontrar, y no pocas veces, desenvueltos 178 JOSÉ MANUEL MESTRE en ellas los principios del estoicismo y del epicurismo: fácilmente se comprenden las tendencias egoístas de ambos sistemas. Abrid por dondequiera esas páginas inspiradas que ha legado a la admira- ción de la posteridad el poeta Venusino: ¿qué nos dice del severo y estoico Catón? Ese gran santo del pagamsmo, como lo llama el Padre Ventura, daba a menudo fuerza a su austeridad con la copa del placer: Narratur ut prisci Catonis soepe mero caluisse virtus. (Oda 21—Libro 30 ) Y el mismo Horacio, ¿cómo se presenta a nosotros al través de los siglos? Vedle pidiendo verde mirto y flores olorosas, de esas que se abren a los cálidos rayos del sol, para entretejer sus cabellos per- fumados: Nunc decet a“t viridi nitidam caput impedire myrto, Aut flore, terre quem ferunt solutee. (Oda ¿—Libro 10 ) Oidle cómo recuerda a Sextio que la vida es corta y que las es- peranzas son fugaces como el humo; cómo aconseja a Planco que deseche, como sabio, la tristeza, y olvide en el vino las agitaciones de la vida. ¿Qué es el mañana, oh, epicúreo? No te inquietes, no te inquie- tes, nos responde, aprovecha los días que el destino te concede, recoge esas flores, porque son efímeras y pueden marchitarse, y no pienses en mañana: si el presente nos sonríe, ¿a qué pensar en el porvenir? Si es sombrío, es preciso gozar... Filtra tus vinos, Leu- conoe, y mide la esperanza por la corta duración de la existencia... Y no se detiene ahí, señores, vosotros lo sabéis aún mejor que yo, el que se vanagloriaba de ser un puereo de la piara de Epicuro, Epicun de grege porcus (lib. 1. Ep. 4), no podía menos de expresar- se de un modo tan claro que nos ahorrase el trabajo de formar nues- tras deducciones. En efecto, no puede darse nada más explícito que sus palabras en una de sus sátiras (3.2, lib. 2.) : “Todo eso repug- na, dice refiriéndose a lo que antes ha expuesto, al sentido común, a la moral y hasta el interés, que casi es el único origen de la justicia y de la equidad.”” : At Sensus moresque repugnant, Atque ipsa utilitas, justi prope mater et cequi. Y nada tampoco más circunstanciado que su exposición de la EL EGOISMO 179 doctrina de Epicuro en lo que respecta al estado primitivo del hom- bre, y al origen de las instituciones sociales. (Sat. 3.2, lib. 1.) ¡Qué desconsoladoras doctrinas! ¡Qué consecuencias tan tristes! Horacio es consecuente: para él sus padres valían menos que sus abuelos, él vale menos que sus padres, y sus hijos deberían ser más depravados todavía. Es indudable que el Cisne de Venosa no deja de vez en cuando de enunciar sentencias de intachable moralidad; pero además de ser como margaritas escondidas entre escoria, 0 solitarias flores sofocadas por el ramaje, mi objeto ha sido trazar con la exactitud posible la fisonomía de un epicúreo romano. En cuanto a Cicerón, el último filósofo de la antigiedad, nos ha dejado en esa galería tan llena de magnificencia y de maestría, bellos cuadros que gustaríamos de contemplar si eumpliese a nues- tro objeto, pero que no podremos negar que se muestra incrédulo y sin fe más de una vez. Cicerón es noble delante de Epicuro, sen- sato en presencia de Zenón, discreto admirador de Platón (de los Verd. Bienes v de los Verd. Males), es cierto: nos ha dejado en su tratado de los Deberes el libro de moral más completo, y más sólido tal vez de la antigiiedad ; pero en cambio “ha concluído por confe- sar, en una de sus académicas, que el hombre puede formar concep- ciones verdaderas y falsas; mas que en él no existe ningún medio de distineuir éstas de aquéllas; y supuesto que el mismo criterio que conduce a la verdad lleva también al error, es necesario mante- nerse en una suspensión de todo asentimiento.?”? (P. Vent.) ¿Que- réis ver, dice un célebre orador sagrado, cuál era la moral de ese hombre que nos ha dejado un tan bello tratado de los Deberes? En un fragmento del libro de la República, que Lactancio nos ha con- servado, encontramos que la máxima fundamental de la moral de Cicerón era ésta: “es preciso pensar como filósofo, y vivir como hombre político; Philosophiae quidem praecevta noscenda, vivenda autem civiliter?”” (Laect. IV. 14). Coneluyamos, pues, nuestra investigación del principio egoísta o interesado en la filosofía que precedió al cristianismo, que tiempo es ya de pasar a examinar la influencia que bajo ese respecto tuvo la aparición de éste sobre la tierra, 180 JOSÉ MANUEL MESTRE ¡ql La filosofía antigua se perdía en el intrincado laberinto de las especulaciones. Tras de tantos siglos, tras de tantos conatos, algo so lamente había adelantado el hombre en el conocimiento de su propia naturaleza y en la concepción de la divinidad. Cicerón se separa de sus interlocutores en su De Natura Deorum, sin que hubiesen varia- do, casi en nada, las disposiciones con que éstos se habían reunido. Pero llegó al fin el día fijado en las profecías para el cumplimiento de tantas promesas, y el Bautista oyó aquella voz, que según Isaías, debía clamar desde el desierto : ** Aparejad el camino del Señor y ha- ced derechas sus sendas.”” (S. Luce. HI.) El Verbo se hizo carne. En ese momento el mundo antiguo sufrió una conmoción profunda, el temblor de la tierra cerró las puertas del templo de Jano, el viejo edificio que habitaron tantas generaciones se estremeció desde los - cimientos desplomándose con tremendo fracaso y sobre los escom- bros levantóse una Cruz, de donde pendía el Hijo del Hombre. La redención del pecado $e había verificado al fin y la sangre del Cor- dero tenía el ara del holocausto. Paz para la humanidad desde ese instante, porque el Mesías había traído la Buena Nueva y había dicho con su boca divina: “un mandamiento nuevo os doy: amaos unos «a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros mismos. (Juan 13.) La paz os dejo, la paz os doy (14.”) que vos- otros estáis limpios por la palabra que os he dado.?” (15.) Desde ese instante resuena por primera vez por los ámbitos del mundo, los verdaderos preceptos de la moralidad: el libre albedrío, sin el cual no puede existir la ley moral, es reconocido; el hombre, que hasta entonces cuando más, sólo tenía limitada su personalidad a la cualidad de ciudadano, tuvo personalidad como hombre, las jerarquías, que trazaban profundas líneas divisorias en la sociedad antigua, se disiparon para que todos los miembros de la humanidad fuesen considerados de un origen igual y común; y los hombres pu- dieron de ese modo darse el abrazo de amor y el ósculo de paz. Larga y enojosa sería la tarea de recorrer, por brevemente que fuera, todas las fases que después del cristianismo ha presentado la filosofía, y sobre enojosa y difícil me apartaría de mi objeto. El hombre ha tratado siempre de conocer su naturaleza; pero aun yendo a estudiarla sin ideas preconcebidas ha visto más o menos bien en ella, a veces, y otras su imaginación le ha forjado ilusio- nes que ha llegado a tomar por realidades. De ahí provienen tan- EL EGOISMO 181 tos sistemas filosóficos además de que mientras más va adelantando la humanidad en su marcha, mayor desenvolvimiento adquieren las ideas y con más exactitud se van explicando los fenómenos del espíritu. Me ceñiré, por lo tanto, a examinar aquellas doctrinas que distintamente han reconocido al móvil interesado como el que debe conducir a la humanidad hacia su fin, y al exponerlas fácil será percibir, cómo a pesar de partir de semejantes principios, tienen cierto aspecto distinto los sistemas egoístas posteriores, de los an- teriores a la predicación del Evangelio. Nada diremos por lo tanto de aquella filosofía que alcanzó tan brillante victoria sobre todas las herejías, que amenazaban la exis- tencia de la doctrina cristiana, ni de la filosofía de la Edad Media, cuya misión fué reducir los elementos del cristianismo a un cuerpo de sistema; trasladémonos a la época en la filosofía moderna, adqui- riendo un desenvolvimiento metódico, se emancipa de la autoridad de la griega, como de toda autoridad extraña, y pretende descubrir la verdad por sí sola, y detengámonos, como en nuestro correspon- diente puesto, en algunos de los que descollaron más en aquella escuela sensualista, inaugurada por Bacon de Verulamio, a fines del siglo xvI y principios del xvr. Comencemos con Hobbes (1588-1 679), que en los tiempos mo- dernos ha fundado la moral y la política del sensualismo, y ha sido el más distinguido representante del sistema del interés o del bien- estar, y procuremos exponer en breves términos su doctrina. Hobbes asienta como motivo universal de todas las acciones humanas el bienestar. El bienestar es el fin del hombre; es decir, aquel motivo que nos impele a practicar cualquier acción, o meramente a tener un deseo, teniendo a la mira el placer que de ello podemos repor- tar; de manera que en fórmula pudiera decirse: “El placer es el fin último de toda acción, y el amor o deseo del placer el móvil uni- versal de la conducta humana.”” Todos los que han estudiado el sis- tema de Hobbes convienen en concederle esa fuerza lógica, en el desenvolvimiento de los principios que sienta como fundamenta- les, que le ha dado justamente tanta celebridad: nosotros sólo lo seguiremos por ahora en aquellas consecuencias que más contribu- yan a darlo a conocer brevemente, pues sólo más adelante, cuando tratemos de refutarlo, nos aprovecharemos de algunas otras de sus deducciones, conforme lo han hecho los que mejor se han ocu- pado de la materia. Si el placer es el fin último de las acciones, ¿qué es el placer? Oigamos cómo lo expone M. Renouvier (M. Ph. 182 JOSÉ MANUEL MESTRE moderne): ““La sensación producida en el cerebro y acompañada de un esfuerzo exterior constituye la percepción; esta misma sen- sación acompañada de un esfuerzo interior hacia el corazón, cons- tituye ya el placer, ya el dolor, según que los movimientos sensibles favorecen o contrarían el organismo vital. Ahora bien, si el es- fuerzo o la reacción se verifica hacia la causa de la sensación, hay apetito; en el caso contrario hay aversión. El objeto del apetito es el bien; el de la aversión es el mal. No puede existir regla común sobre el bien y el mal en la Naturaleza; ese punto se deja a la decisión del juez. Lo bello y lo feo son los signos aparentes y pro- bables del bien y del mal: belleza, bondad, placer, son especies de bienes, el uno en promesa, el otro en hecho, el último como fin. El mal se divide de un modo análogo, y todas las pasiones resultan de esos primeros elementos combinados de diversos modos y desig- nados con diferentes nombres.” Jouffroy, al estudiar el sistema de Hobbes, saca aleunas consecuencias más o menos inmediatas, de las que unas son metafísicas y teóricas, y otras se refieren a la práctica moral y al derecho político: entre las primeras es una, que el principio único de las calificaciones de los actos y de las cosas estriba en la existencia o no existencia de la propiedad de producir placer o dolor; y otra, que todas las pasiones que en nos- otros existen, no son en el fondo más que transformaciones de una que es la única que pueda existir «en nosotros: el amor del bien- estar personal. Todo lo que conduzca a tal fin será legítimo y bueno: el hombre tiene el derecho de hacer y de apropiarse por to- dos los medios posibles cuanto pueda contribuir a su bienestar. Si todos tienen derecho a todo, son inevitables las colisiones, y por lo tanto la guerra será el estado de naturaleza, “guerra sin tre- guas, como dice Hobbes, de cada cual contra todos, y de todos contra cada uno””; pero ese estado de combates continuos y de lu- cha sin término, no puede ser la felicidad; y Hobbes explica de un modo consecuente con sus principios, la formación de la socie- dad y el advenimiento de la paz de dos maneras posibles: la pri- mera... pero ¿a qué fatigar la benévola atención de mi ilustrado auditorio? ¿Quién no conoce las ideas contenidas en el libro del Ciudadano? Creo que con lo que dejo expuesto se puede probar que el filósofo inglés establece principios no distintos de los del sensualismo antiguo, aunque mejor eslabonados y desenvueltos con más extensión. Tiberghien, al hacer el juicio crítico de esta doctri- na, la considera como un imponente ejemplo de un sistema sen- EL EGOISMO 1 go (de) sualista puro, rigurosamente desenvuelto en sus consecuencias mo- “ales, políticas y religiosas. No trataré de escudriñar las tendencias más o menos egoístas de la filosofía que después de Hobbes se han inclinado al sensualis- mo; me limitaré a bosquejar ligeramente las doctrinas de Helvecio para pasar a Bentham, que en nuestros días ha renovado aquel atrevido sistema dándole nuevas aplicaciones, y desenvolviéndolo también de una manera rigurosa, y con esto creeré haber trazado el esqueleto del desarrollo del principio esoísta en la historia de la Filosofía. Pero antes de hablar de Helvecio creo deber decir dos palabras sobre La-Rochefocauld, el eminente autor de las Mári- más. El duque de La-Rochefoucauld no puede colocarse en la mis- ma línea que Hobbes y Helvecio, sus doctrinas no pueden propia- mente considerarse como un sistema; él escribe al dictado de los tristes desengaños, su voz tiene la entonación melancólica de la de aquellos que han levantado algún tanto el velo que encubre el co- razón humano, y han descubierto debajo, las más veces, lepra y podredumbre. He aquí en el fondo la apreciación que hace Jouf- froy de este espiritual y admirable escritor. Ocupémonos de Hel- vecio. El libro del Espíritu produjo en el siglo xv una grande sen- sación: los principios del sensualismo de Condillac, aunque ten- diendo naturalmente al egoísmo, no habían sido aún desarrollados por un raciocinador valeroso que no se arredrara ante las conse- cuencias; era preciso, como da a entender Jouffroy, que la metafí- sica de Condillac tuviera su moral; y Helvecio, como Saint-Lam- bert, no temió desenvolver todas las consecuencias de la filosofía de la sensación. En el libro del Espíritu encontramos toda la doc- trina del hijo de Condillac, así como la profesión más clara y po- sitiva de las máximas morales de Hobbes. Dejémosle hablar. “Si la Naturaleza, dice, en vez de dedos y manos flexibles, hubiese ter- minado nuestros puños por pezuñas, ¿quién duda que los hombres no estuvieran aún errantes por las selvas como ganados fugitivos ?”” La sensibilidad física es su punto de partida, y su moral ha de resentirse de tal fundamento. El placer es el único motivo y la única ley de nuestras acciones: este principio se deduce no sólo de la naturaleza misma del hombre, sino también de la experiencia, que atestigua de un modo innegable que lo útil es el bien y que el interés es la verdadera medida de nuestros juicios, y el solo princi- pio de nuestros actos. ““Si el universo físico, dice (Disc. 11 cap: Ll); 184 JOSÉ MANUEL MESTRE está sometido a las leyes del movimiento, el universo moral no lo está menos a las del interés.?? Nos detendremos aquí: muy pronto echa- remos mano de aleunos desenvolvimientos de la doctrina de Hel- vecio, como la mejor refutación que de ella pudiéramos hacer; por ahora quede Helvecio consignado entre los campeones de la filoso- fía egoísta. Tócanos exponer, según nuestro plan, el sistema de Jeremías Bentham (murió en 1833), que enunciando el antiguo principio egoísta, le dió, como creo haberlo dicho ya, otras aplicaciones, y fundó esa escuela utilitaria que no pocos han abrazado, y cuyos efectos han sido tan importantes. Bentham no es para Jouffroy, que ha hecho una de las mejores apreciaciones de su teoría, un filósofo, sino un legista. No entra como Hobbes en análisis y estu- dios de la naturaleza humana, para encontrar científicamente la solución del problema moral, sino que establece como axioma el principio utilitario “como si la Filosofía no tuviera que ver con tal proposición y no pudiese suministrar ningún hecho para des- mentirla o confirmarla.”? El primer capítulo de la obra de Ben- tham titulada Principios de Legislación, está dedicado a la expo- sición del axioma. “La Naturaleza, dice, ha colocado al hombre bajo el imperio del placer y del dolor: a estas impresiones debemos todas nuestras ideas, les referimos todos nuestros juicios, las deter- minaciones todas de nuestra vida.”? El hombre tiene por único ob- jeto buscar el placer y evitar el dolor, y esos sentimientos eternos e irresistibles deben ser el grande estudio del moralista y del legis- lador. El principio de la utilidad subordina todo a estos dos mó- viles. Mal, es dolor o causa de dolor: bien, es placer o causa de placer. La virtud no es bien sino por los placeres que de ella se de- rivan: el vicio no es un mal sino a causa de sus consecuencias do- lorosas. El bien moral no es bien sino por su tendencia a producir bienes físicos: el mal moral no es mal sino por producir males físi- cos; “pero cuando digo físicos, agrega Bentham, entiendo las pe- nas y placeres del alma, tanto como las penas y placeres de los sen- tidos””. Bentham creía que su doctrina era nueva y original; pero por lo que llevamos dicho ya puede comprenderse que no es otra que la que hemos encontrado en el corazón de esas filosofías de otros tiempos que yacen en el magnífico panteón de la historia de la Filosofía y que hemos ido examinando tan rápidamente. Bentham trata de establecer una aritmética moral para determinar cuáles son los elementos según los cuales es necesario apreciar las dife- EL EGOISMO 185 rentes especies de placeres y de penas, y al mismo tiempo indica las principales circunstancias que influyen en las sensaciones y las modifican en los diversos individuos, y examina los efectos que puede producir una acción. Además de la aritmética moral, el lesista inglés procura investigar los medios de que el legislador puede disponer para determinar a los hombres a verificar más ac- ciones útiles, y menos acciones perjudiciales a la sociedad, y de esas investigaciones resulta su dinámica moral, que da a conocer los móviles que pueden influir en la voluntad humana, o hasta qué punto las sensaciones pueden obligar a la observancia de las leyes. No pretenderemos desenvolver en todas sus fases la doctrina utilitaria; bástenos el fijar las relaciones de este sistema con los demás egoístas y delinear su fisonomía particular. Permítaseme trasladar algunas líneas de la citada apreciación del sistema egoís- ta de Jouffroy para concluir mi breve exposición. “Bentham no disfraza el principio de la utilidad en lo más mínimo, lo establece en toda su desnudez, declarando que es el único que influye real- mente cn las acciones humanas: lanza contra los otros principios de conducta, argumentos llenos de ironía y de desprecio sin tran- sigir absolutamente con ninguno; y una vez establecido su prin- cipio, acepta franca y rigurosamente todas las consecuencias sin la menor incertidumbre. Esa decisión es la que da a Bentham cier- ta originalidad, y la que le ha procurado discípulos fanáticos y apasionados enemigos, porque no se podía ser a medias adversario o partidario de semejante filósofo. La intrepidez de Bentham le hace acreedor a ser colocado al nivel de Hobbes. Ambos, como ver- daderos ingleses, prosigue Jouffroy, han sido igualmente intré- pidos y francos en sus opiniones, por más contrarias que fuesen al sentido común de la humanidad.”” Detengámonos por un momento, antes de pasar a la refutación de las doctrinas egoístas, en examinar las diversas fases bajo las cuales puede presentarse el principio que las anima, al paso que procuraremos precisar el carácter constituyente de todas esas doc- trinas. El hombre puede ser guiado en sus operaciones por tres móviles que pueden encontrarse más o menos combinados y que en ciertos casos pueden influir separadamente; estos tres móviles son: el apasionado, el moral y el egoísta: cuando nosotros buscamos la verdad, cuando, por ejemplo, ayudamos a nuestros semejantes, únicamente por amor a la verdad y al prójimo, sin tener en cuen- ta para nada nuestro propio bien, obramos bajo la influencia del 186 JOSÉ MANUEL MESTRE primer motivo: cuando practicamos ciertas acciones porque son buenas en sí mismas, haciendo abstracción del bien que de prac- ticarlas podemos reportar, influye en nosotros el segundo motivo: euando sólo tenemos por mira nuestro bien personal, cuando éste es el único móvil y el solo fin de nuestras acciones, la estrella del Ego es la que nos conduce, y he ahí el carácter de todo sistema egoísta: negar los otros dos motivos de nuestras determinaciones. Fácilmente se comprenderá que siendo el bien personal un hecho tan complejo debe haber habido gran divergencia entre los mismos filósofos partidarios del sistema egoísta, porque unos han desco- nocido ciertos elementos, mientras otros los han proclamado; éstos se han colocado bajo puntos de vista más extensos, esotros se han contentado con estudiar algunos elementos tan sólo. Del profundo análisis que hace Jouffroy de la naturaleza del bien personal, re- sultan tres hechos distintos: primero la satisfacción de nuestra naturaleza, que es el bien; segundo el placer que acompaña a esa satisfacción, que es la felicidad; tercero los objetos propios para producir esa satisfacción y el placer que de ello resulta, que son lo útil. ¡Cuántas mutilaciones puede sufrir la idea del bien per- sonal! ¡Cuánto puede variar de aspecto la doctrina egoísta! Ya puede definirse el bien, el placer, confundiendo el primer elemento con el segundo: ya ha podido darse por fin del egoísmo el verda- dero bien, esto es, la satisfacción de las diferentes necesidades y facultades de nuestra naturaleza, revistiendo al egoísmo de su for- ma más severa y más próxima a la moralidad: ya por último, si no para los filósofos, al menos para muchos, aquellos objetos que sirven para proporcionarnos el bienestar, son el mismo bien, y en vez de aplicarlos a los fines para que están destinados sólo tratan de conservarlos. Y no,es eso sólo; cada una de estas formas princi- pales del egoísmo, puede ofrecer variados matices según el diverso modo de comprender los hechos dominantes. No pasaré por alto, sin embargo, algunas especies de sistemas egoístas, porque mere- cen una atención especial. Ciertos filósofos han notado que al cum- plimiento de un deber seguía siempre una agradable sensación, y han llegado a creer que tales sensaciones debían ser procuradas con preferencia a cualquiera de las otras: su teoría ha podido pa- recer moral, pero sólo a los que no la consideraron atentamente, . porque desde luego es tan egoísta como cualquiera de las otras, considerándose en ella a la virtud como medio, y al placer como fin. No hablaré de los que creen que debe seguirse la virtud por lo EL EGOISMO 187 que tiene de bello y delicado: ése es el refinamiento del egoísmo + ““muchos se conducen con toda las delicadezas del desinterés, no por elevación de alma, sino por susceptibilidad de gusto; repug- nan el egoísmo como los malos olores, únicamente porque afecta desagradablemente sus sentidos, y son egoístas en esa repugnancia misma que el egoísmó les inspira, pudiendo ser reducidos por el vicio si se les presenta cubierto de flores y perfumes””. (Jouff.) Para concluir sólo mencionaré las tentativas que se han hecho para deducir del egoísmo la regla del interés general: unos han tra- tado de sustituir el interés general al personal por los fenóme- nos de la simpatía, otros por la necesidad de respetar y servir al interés de los demás, para que a su vez éstos respeten y sirvan al nuestro. De cualquier modo que sea, por diverso que sea el as- pecto que ofrezcan esas doctrinas, pertenecen siempre a un tipo fundamental. “Que el individuo, dice Jouffroy, busque la satis- facción de las tendencias de su naturaleza, o el placer que viene con ellas, o los diferentes objetos que pueden producirla; que pre- fiera la satisfacción de tales tendencias a la de tales otras, y tal clase de placeres a cual otra en el mayor interés de su bien' o de su felicidad; que tome en fin para alcanzar ese objeto, la vía del interés general, o que marche directamente, poco importa; lo que lo decide a obrar es siempre aquello que considera como su bien particular. El móvil, por lo tanto, es siempre personal y reflexivo, esto es, interesado; permanece profundamente distinto del motivo apasionado, que es personal sin ser reflexivo, pues, no es intere- sado ni desinteresado, y del motivo moral, que es reflexivo, pero impersonal, es decir, desinteresado. ”” Ahora bien, ya que hemos examinado el principio egoísta en las más notables formas con que ha precedido y seguido al eristia- nismo, ya que hemos fijado sus caracteres distintivos y posibles, no sólo en los hechos sino en abstracto, pasemos a su refutación en general, y en particular a la de aleunas de las teorías más tras- cendentales. En la dificultad de presentar las que he tratado de exponer de un modo que no me hiciera salir de los límites que me había trazado, y que a la vez me permitiera ofrecerlas sin adulte- rarlas, he procurado valerme de las propias palabras de sus auto- res y no perder nunca de vista la crítica que de ellas hayan formado distinguidos escritores. Esas son las garantías que ofrezco, y tales son también las que me han animado a mí mismo a pensar sobre tales cuestiones, y a tratar de formular mi humilde dictamen. 111 No ha mucho dije que, según lo comprueba la observación, exis- ten tres móviles que son la brújula de las acciones humanas; el apasionado, el moral y el egoísta; que movidos por el primero pro- cedíamos sin reflexión aleuna, guiados por un impulso directo y sin tener en cuenta para nada nuestro propio bien; que por el segundo íbamos en pos de lo bueno, aun a costa de lo que para nosotros lo es; que por el tercero nos procurábamos ciertas cosas o practicábamos ciertas acciones no precisamente atendiendo a su naturaleza sino al provecho que de ellas podríamos reportar. Pues bien, desde el momento en que una doctrina filosófica prescinda de aleuno o aleunos de esos móviles, puede ser considerada como de- fectuosa. Pareceríame excusado, señores, tratar de demostrar que los sistemas egoístas pasan por alto los dos primeros móviles, si no fuera que en estas materias nunca deben preferirse pruebas que pudieran controvertirse: aplazo, pues, para cuando me ocupe en particular de ciertos sistemas, el demostrar que la consecución de nuestro bien, reconocida y proclamada como único fin de las accio- nes humanas, es el carácter dogmático de todo sistema egoísta. Veamos, entretanto, si el interés puede ser aceptado como nor- ma de las acciones humanas. Señores, me parece imposible que a menos de tener metalizado el corazón haya quien profese opinión semejante. Pero... a un lado el patético y vayan algunas razones. Hay una época en la vida del hombre en que lo vemos como aban- donado a sus propios instintos; viviendo sin saber que vive, verifi- cando ciertos actos sin conciencia, parece que el pobre y débil ani- mal debe perecer sin remedio: pero brilla sobre él la mirada de la Providencia; poco a poco el velo que cubría su mente va hacién dose más y más transparente, su cuerpo se desarrolla, su inteligen- cia va cobrando vigor y llega un día en que el velo se rasga y el hombre exclama: “yo siento, yo pienso, yo quiero””; desde aquel momento, momento indefinido de vaporosos límites, comienza una nueva vida para él, su medro en su mano está y aunque dueño de sí propio, hay alguna voz allá en sus adentros, que no es del metal de las voces humanas y que le manda ir siempre adelante y preten- de dirigirlo en el camino de la vida. El hombre recibe la misión de continuar, digámoslo así, la obra que Dios había comenzado. ¿Qué libro le han enseñado ciertas cosas? Ve un crimen; eso es EL EGOISMO 189 perjudicial, pudiera decirse; pero es demasiado poco: eso es amjusto, eso es i1mmoral, exclama la conciencia. El desenvolvimiento espon- táneo de ciertos elementos, esos secretos impulsos, esas aspiraciones hacia un estado distinto del presente. todo atestigua que el hom- bre tiene una tarea sobre la tierra y esa tarea no es otra que el dirigirse hacia el fin que le está asignado, esto es, el perfeccionarse según todas sus fases. Dios le ayuda, lo ha dotado de los elementos necesarios, y lo ha hecho libre para hacerlo responsable. El prin- cipio egoísta, bajo ningún aspecto que pueda ser considerado, pue- de exclusiva y directamente llevar al hombre hacia ese fin. La naturaleza del hombre es de tender a la perfección: Dios le dice al hombre: “ven a mí””, y le ha escrito sus sacrosantos mandatos por doquiera que vuelva los ojos; los lee en la bóveda celeste, los percibe entre el murmullo de las brisas, los escucha al través del bramido del huracán: Dios está en todas partes y de todas partes viene esa luz que ilumina la conciencia humana y completa lo re- lativo con lo absoluto, lo finito con lo infinito. Verifica el hombre cualquier acción, “es conveniente?”, “a nadie perjudica””: no bas- ta eso, algo vemos además, en ella que podrá no oponerse a las de- más circunstancias, pero que sólo percibimos bajo otro punto de vista. Pero entremos en otras consideraciones. La utilidad es un principio muy relativo y deleznable: nadie tiene derecho a negar a Otro que tal cosa le sea útil por muy inútil que le parezca. Jamás podrá establecerse un sistema de derecho y de justicia basado sobre un principio que permite a cada uno obrar conforme calcula que conviene a sus intereses y cuya individualidad es tal que, probable- mente, difícil será encontrar a dos que, partidarios de la doctri- na egoísta, estén perfectamente de acuerdo acerca del modo de comprender su interés. Este tendrá por objeto solamente satisfa- cer las tendencias de su naturaleza, aquél buscará el placer que acompaña a esa satisfacción, y ¿no habrá mil y una especie de placeres?: estotro, entretanto, manga arriba, sumerge las manos en el oro y remueve las amontonadas piezas o computa afanoso la dotación de su ingenio. Otro carácter del móvil interesado que al propio tiempo sirve de argumento en contra del sistema, es el de no implicar obliga- ción: en efecto, por mucho que nos convenza tal o cual acción no comprendemos que eso signifique que estamos obligados a practi- carla, es preciso que aquello que es bueno para mí sea esencialmen- te bueno y solamente en ese caso me sentiré en el deber de ejecutarlo, 190 JOSÉ MANUEL MESTRE es decir, “que el motivo del egoísmo puede ser legitimado por el mo- tivo moral, pero no recibe su legitimidad de sí propio?””. “*¿ Obra- ré o no?, se pregunta el distinguido discípulo de Cousin: el egoís- mo responde: Obrad, porque vuestra naturaleza lo desea. Para que la respuesta fuese una razón, sería preciso que expresase una verdad evidente y la expresa tan poco, que mi inteligencia pide al punto demostración de esa pretendida verdad. Cuando me con- tento con la respuesta del egoísmo no obedezco, por lo tanto a una razón, sino al deseo de mi naturaleza. En la verdad de las cosas, el egoísta no obra por razón sino por pasión; razone los medios de satisfacer su pasión, y, bajo ese aspecto, su conducta es razona- da, es cierto; pero regida por un impulso de la pasión y no por una convicción de la razón, y aunque razonada, su conducta no es razonable. No se obra racionalmente sino cuando se obra moral- mente, porque sólo entonces se obedece a una razón, esto es, a una verdad evidente; hela aquí: Lo que es bueno es obligatorio.?” Muy pronto restringiré más aún los argumentos: por ahora me figuro estar oyendo a algunos decir: todo eso es muy cierto, esos sistemas no pueden ser aceptados porque se asientan sobre funda- mentos absolutos; pero la utilidad bien entendida ¿por que ha de considerarse del mismo modo? Una utilidad moderada, que no pretenda invadir la esfera de acción de las demás, que se refiera a objetos que favorezcan el desarrollo y satisfagan las necesidades naturales, ¿por qué no ha de servir de fin a nuestras acciones, de guía a nuestra conducta? Permítaseme responder con las palabras de un malogrado catedrático de esta Universidad, cuya dulce elo- cuencia tantas veces resonó en este mismo lugar y cuya existencia tronchó la parca en hora demasiado temprana para que los que tuvi- mos ocasión de conocer el grado privilegiado con que brillaban en él, el talento y la virtud: rendiré así, en cierto modo, un tributo a la memoria del digno maestro y del excelente amigo, no del que habla solamente, sino de muchos de los que componen este ilustrado auditorio. ““Se quiere sostener por algunos, decía José Zacarías G. del Valle (Rase. Hist. de la Fil. Nota.), que mediante la añadidura bien entendida ya tiene pase la utilidad y la disputa es de pala- bras. No hay tal: la disputa subsiste porque se refiere a la substan- cia, a la esencia del bien, y el carácter de toda substancia es ser idéntica a sí propia, no poderse expresar sino por su mismo nom- bre y rechazar en consecuencia los demás, a no ser como accidentes. EL EGOISMO 191 Los ejemplos son un medio de aclarar oscuridades. En la calle me detiene un infeliz en cuya cara sombría ha grabado su sello la mi- seria: me pide un pedazo de pan, y con espontánea misericordia le doy una moneda. Voy a llevar el cálculo de las utilidades tan lejos como pueda; pero haré una advertencia preliminar que ani- quile el sistema. Oir al hombre, examinarlo rápidamente, sentir movido el ánimo, poner la mano en el bolsillo y socorrerlo, todo fué un punto: protesto ante Dios y los hombres, y así lo declara- rán cuantos han experimentado lo mismo, que el arranque de mi benevolencia fué tan espontáneo que ni daba lugar a cálculos, ni en realidad hubo el más mínimo. Mil acciones hay como ésta; luego, o extrae de ellas químicamente el utilitario su interés, o el móvil de todas las acciones no es el que él supone.?” Prosigue después con el cálculo que promete y prueba de un modo terminante que aun concediendo que las acciones virtuosas puedan proporcionarle al hombre utilidad, tomando esta palabra en su más lato sentido, no puede deducirse de ahí que virtud y utilidad sean términos sinó- nimos, sino que cuando más estarán entre sí en una relación de causa y efecto, que, por más necesaria que pueda suponerse, no es suficiente para que se confundan ambos términos. ¡Divina virtud, la frente de los que te practican brilla con un fuleor celeste, por- que el dedo de Dios ha puesto en ella la señal de los escogidos, tú inundas su espíritu de dulcísimos deleites; pero yo no quisiera seguirte por disfrutarlos: tú debes ser amada como te amaban los mártires, porque Dios te ha colocado en el cielo como la estrella de los Reyes Magos, para servir de norte y guía a la humanidad!... ¿Podrá serlo, por ventura, el interés personal? He dejado expues- tas razones generales que parecen suficientes para que se pueda contestar negativamente. Vaya una todavía antes de pasar a otro punto de la cuestión. Según observa Balmes, que gusta mucho de observaciones semejantes y con no escasa razón según comprendo, poco fundamento debe tener una doctrina cuyos principios ex- puestos en toda su desnudez repuenan a la conciencia del género humano: “Este hombre es un egoísta; para él no hay bueno sino lo que le ofrece utilidad””; es una bien terrible acusación para todo el que no esté preocupado con el espíritu de sistema. Tal observa- ción, que he reproducido en substancia, aislada podrá no ser de gran fuerza; pero, añadida a las demás razones, puede servir como de ratificación a la opinión que sostengo. Ya que hemos presentado los anteriores argumentos para ata- 192 JOSÉ MANUEL MESTRE car al sistema egoísta en general, prosigamos en particular con Hobbes, Helvecio y Bentham para concluir nuestra refutación : sl tales doctrinas son falsas, averigúemos el error en que descansan. La refutación de Hobbes puede hacerse directamente, esto es, yen- do a buscar la diferencia que existe entre su doctrina y la verdad; e indirectamente colocándonos en el seno de su opinión y examl- nando si es o no consecuente. Hobbes, en primer lugar, mutila no sólo el fenómeno total de las determinaciones humanas, sino tam- bien la determinación egoísta; y no sólo ésta, porque asimismo mu- tila el placer, cuya mira es la única que percibe en la determina- ción egoísta. No reconoce más que el móvil egoísta, porque todo lo explica negando los sentimientos contrarios, y partiendo de ese principio; ““es cosa bien averiguada, dice, que la formación de las mayorés y más duraderas sociedades, no resulta de que los hombres se profe- sen una recíproca benevolencia, sino de que se temen mutuamente?”. Los hombres, según este filósofo, tienen la voluntad de dañarse unos a los otros y de ahí resulta naturalmente el combate. El peor de todos los males es la muerte y por lo tanto nada hay que censu- rar, ni hay nada contra el uso de la recta razón, cuando “*por toda suerte de medios trabajamos por nuestra propia conservación”. Pero la guerra perpetua y universal, que debe resultar de tales y de otras premisas, es intolerable y el derecho de conquista y de servidumbre es el medio único de salir de tal estado. No entremos en pormenores que no cabrían en las dimensiones a que debo ce- ñirme, me contentaré con llamar la atención sobre el principio de sociabilidad que Hobbes echa abajo tan terminantemente. ““Los hombres, dice, se asocian por accidente y no por una disposición necesaria de la Naturaleza.*? ¡Extraña hipótesis aunque inexpli- cable por las circunstancias personales de Hobbes! ¿ Habéis sor- prendido alguna vez, le pregunta un filósofo, a la naturaleza hu- mana desenvolviéndose en aleuna otra parte distinta de la socie- dad?; y con razón le hace tal pregunta, porque el espíritu humano por su esencia, el cuerpo mismo del hombre y la historia de la hu- manidad, todo proclama altamente su naturaleza social. La socie- dad será ventajosa, pero no la amamos por eso únicamente; somos llevados a ella por un movimiento instintivo. Además, el egoísmo de Hobbes no es el egoísmo en toda su inte- eridad, porque en el interés bien entendido existen dos cosas; des- de luego la mira de nuestro bien, después la del placer que en nos- EL EGOISMO 193 otros resulta, y el filósofo inglés sólo tienen en cuenta este último elemento que es la consecuencia del otro. Por fin, Hobbes prescinde de varios placeres, de que es sus- ceptible el hombre, porque olvida que existe un gran número que proviene de la felicidad de los demás hombres y es debido a la sim- patía; y digo que deseonoce esa clase de placeres, porque a suceder lo contrario nunca hubiera llegado a establecer que la guerra es el estado natural. Refutemos esa doctrina bajo otro punto de vista. He aquí un argumento bien poderoso, que se le ha presentado otras veces: si el hombre comprende que el estado de guerra es el más opuesto al interés personal, ¿cómo es posible que haya podido existir el estado natural, que se supone?; es claro que, por las mismas razones que Hobbes lo hace cesar, nunca debió nacer. ¡Notable contradicción! Por otra parte, es bien rara y distinta de la común la acepción que da a la palabra derecho: en el estado natural na- die está obligado y todos tienen derecho a todo: los deberes no co- mienzan en esa teoría sino cuando el fuerte ha vencido al débil, y no comienzan sino para éste. Baste de Hobbes, que parece suficien- te lo que llevo dicho. Helvecio, como expuse antes, abrazó de la manera más clara, las máximas morales de Hobbes y, por lo tanto no me detendré para refutarlo; contentaréme con trasladar aleunes fragmentos de su libro del Espíritu, que quizás sean su más elocuente refutación. Veamos cómo explica la virtud de la beneficencia: ““El hombre hu- mano es aquel para quien la vista de la desgracia ajena es insopor- table, y que, para evitar tal espectáculo, se ve, por decirlo así, for- zado a socorrer al deseraciado. El hombre inhumano, por el con- trario, es aquel para quien la miseria de otro es un espectáculo agradable y que para prolongar sus placeres rehusa todo socorro a los que padecen. Así, pues, ambos, tan diferentes entre sí, bus- can el placer igualmente, siendo movidos por el mismo resorte.?” ¿Qué son el amor y la amistad para el autor del libro del Espíritu? ““Amar, es necesitar... La fuerza de la amistad es proporcionada a la necesidad que tienen los hombres unos de otros. Si amáramos a nuestro amigo por él solo, jamás consideraríamos otra cosa que su bienestar y no nos quejaríamos del tiempo que pasa sin vernos o escribirnos.”? Añádase esto a lo que dijimos de Hobbes, ¿para qué más? Pudiera decirse lo mismo de Bentham, señores, porque estable- 194 JOSÉ MANUEL MESTRE ciendo axiomáticamente el principio de la utilidad, sin creer que necesitase de pruebas, en sus bases su doctrina es exactamente como la de Hobbes. Empero, el Sistema utilitario de Bentham, por efecto de una confusión que procuraremos poner en claro, ha tra- tado de sustituir en el sistema egoísta la regla del interés general a la del interés individual, como si la primera pudiera salir legí- timamente del principio fundamental de ese sistema. Efectivamen- te, Jeremías Bentham, desde el capítulo en que analiza “el bien y el mal político (no ereo que sea antes), olvida la utilidad indi- vidual, para no ocuparse más que de la general. “La sociedad está de tal modo constituída que trabajando por nuestra felicidad par- ticular, trabajamos por la general. No pueden aumentarse nues- tros propios medios de goce sin aumentar los ajenos.?”? (Pág. 82, ed. de Dumont.) Ahora bien, ¿es compatible la regla del interés general con la idea fundamental del sistema egoísta? De que el sistema de Bentham es uno de éstos, no puede caber duda, pues él sostiene que “la naturaleza ha colocado al hombre bajo el imperio del placer y del dolor (cap. 1.? Princ. de Leg.) y no sabe lo que dice el que pretenda sustraerse de esa ley, pues tiene por único objeto buscar el placer y evitar el dolor?”, y tales sentencias no des- lucirían por cierto, ningún sistema egoísta. Y el de Bentham ¿po- drá admitir legítimamente la regla del interés general? No lo pa- rece; en primer lugar, porque si se dice que el placer y el dolor lo rigen todo, será con referencia a lo que sintamos, y en ese caso esos placeres y dolores no son enteramente personales, porque los que experimenten los demás deben ser para nosotros como si no exis- tieran. En segundo, ya se diga que nos complacemos con el placer de que otros gozan y sentimos cuando ellos padecen por una espe- cie de simpatía; ya que propendiendo a la utilidad de los demás, éstos propenderán a la nuestra; en último resultado, ¿eso no viene a ser tener por mira predilecta el interés personal? ¿ Y no resulta de ahí que esa regla del interés general es un contrasentido en un sis- tema egoísta? He aquí que la doctrina de Bentham queda propia- mente reducida a la regla del interés particular. Y en verdad que, como observan algunos moralistas, el modo con que explica aleu- nas acciones atestiguan hasta no más que su sistema es goísta. Se- eún él existen siempre ciertos motivos naturales que se refieren al propio interés y que median para que verifiquemos nuestras' ac- ciones torciendo su legítima vía, como sucedería si pagásemos para tener crédito o fuéramos verídicos para obtener la confianza. No EL EGOISMO 195 debe cometerse un crimen ni aun oculto, bien porque podemos con- traer un mal hábito que tarde o temprano puede descubrirnos, bien porque esos secretos nos ponen en inquietudes que amargan nues- tros placeres. ¿Podrá violarse una ley inconveniente? Es preciso calcular “si los males probables de la obediencia son menores que los males probables de la desobediencia”?. Nada más terminante, y nada más cierto en mi concepto que si se traen a la memoria los argumentos que hemos opuesto a las doctrinas anteriores y a la del interés en general, quedará victoriosamente refutado el sistema utilitario de Bentham. IV Después de haber eserimido, aunque con mano bisoña, la espa- da de la moral contra los sistemas egoístas, después de haber com- probado, como ha estado a mis alcances, que el principio que les sirve de base no puede tender hacia el fin que Dios ha asignado a la humanidad, réstame aun el entrar en algunas aclaraciones con las que pondré fin a mi trabajo. Ante todo téngase presente no sólo que no niego que el móvil egoísta influya en las determinaciones humanas, sino que admito también que la moralidad no excluye a la utilidad y viceversa, que están en no pocos casos íntimamente unidas, y asimismo que ciertos filósofos, fundadores de doctrinas egoístas, han prestado servicios a la causa de la verdad. En efecto, Hobbes, que sienta claramente su principio, que deduce sencilla y valientemente sus consecuencias, ha puesto la doctrina al descubierto, ha disipado la niebla con que la habían envuelto otros filósofos y franca y leal- mente la ha ofrecido a los ataques de la sana filosofía. En cuanto a Bentham ha prestado grandes servicios a la ciencia del derecho y de la legislación, pues con su sistema ha abierto nuevas vías, hecho eran número de juiciosas observaciones y contribuído al desarrollo de esas ciencias. Quede, pues, sentado que cuando el amor al bien subyuga al amor de sí mismo, lo adopta, lo transforma y lo purifi- ca; pero que permanece en guerra abierta con el egoísmo, esto es, con la personalidad grosera, absoluta, salvaje, exclusiva, porque está llamada a combatirla, a vencerla y exterminarla. Juraría que oigo, en este momento, a aleuno de esos hombres que blasonan de positivistas decirme: Todo eso es muy bello, pero 196 JOSÉ MANUEL MESTRE no pasa de ser una especulación; echad una ojeada en torno de vos: ¿qué es lo que divisáis? Al individuo haciéndose centro único de sus acciones, al fuerte oprimiendo al débil, al rico volviendo desde- ñoso el rostro cuando el mendigo le alarga una mano trémula, a las naciones engrosando sus ejércitos y procurando repartirse los despojos de las menos poderosas, al mercantilismo sobre un trono de oro, y a la humanidad moviéndose como para llegar aleún día a la completa absorción del elemento social por el elemento indivi- dual. Con vuestras ideas de amor al bien y de fraternización no sois más que un utopista; alimentaos de ilusiones. Esas expresiones caracterizan, señores, a una multitud de fríos calculadores, de bue- nas intenciones si se quiere, pero de maleadas creencias. ¿ Utopista yo?, les contestaría, ¿utopista porque no quisiera que se arrebata- se a las acciones humanas la más bella aureola que pueda adornar- las, porque no quisiera que para verificarlas necesitásemos de cóm- putos matemáticos, antes que de todo? Vosotros sí que sois hombres de poca fe, que dudáis del cristianismo. Cristo nos ha mandado ser hermanos y perdonar a nuestros enemigos, y yo creo en el porve- nir... Llegará un día en que el hombre no odiará ya al hombre y en que la gran muralla se derrumbe, y los límites que dividen las naciones se borren para siempre, y hasta los océanos desaparezcan. Llegará un día, repito, en que lleewen a armonizarse el elemento individual y el elemento social: ved lo que ha sucedido con la pa- labra; primero la tradición; luego la escritura; después la ¿mpren- ta; ¿y hoy? Vedla montar en el telégrafo y recorrer en un instante el mundo... El hombre se postra hoy ante el ídolo de Baal; pero alguna vez lo destrozará con desprecio y lavará después sus manos para purificarse. Más todavía: ¿pretendéis, acaso, que os permita someter los principios de la moral a los hechos? No puedo aceptar absurdo semejante. Mi tarea está terminada, señores, o mejor dicho, bosquejada; el asunto era arduo y mi mano es demasiado novicia para haber podido trazar siquiera un rasgo digno. He dicho. LA ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA POR GONZALO DE QUESADA Ministro de Cuba en Berlín El acontecimiento culminante de la educación en Alemania durante el siglo x1x, fué la creación de la Escuela Superior Técnica. Si antes pudo creerse en el extranjero que Alemania era un pueblo de poetas y pensadores, cuya única preocupación consistía en la producción de obras intelectuales de reconocido mérito, apar- tado de todo lo práctico y perdiendo la energía para lo real y lo positivo en la lucha económica de las naciones, el moderno desarro- llo industrial y comercial de Alemania ha venido a demostrar que aquella preferencia del germano por lo intelectual no entorpeció el progreso económico, sino que, antes bien, lo fomentó. En ningún país han tenido tan íntimo contacto los estudios científicos y la práctica industrial como en Alemania. La ciencia, que no ha cesado de adelantar, se ha hecho la poderosa aliada de la industria y en todos sus ramos se nota la influencia alentadora, fecunda y pene- trante de aquélla. Una nueva era trajo consigo nuevas necesidades. Los erandes descubrimientos revolucionaron los métodos antiguos de producción y con ellos las relaciones comerciales de los diferen- tes estados de Europa. El Gobierno, por una parte, exigía funcio- narios mejor instruídos en los asuntos a su cargo, tales como bos- ques, minas y vías de comunicaciones y marítimas; por otra parte, la competencia industrial con Inglaterra hizo que los planteles tée- nicos se esforzaran en llegar a la altura actual y, desde los princi- pios del siglo xIx, se establecieron en varios lugares escuelas de ar- quitectura, politécnicas e industriales. Posteriormente se concen- traron en diferentes ciudades, constituyendo núcleos de gran méri- to científico. En 1869, a fin de que las masas que no podían seguir estos estudios superiores, pudieran, sin embargo, mejorar sus conoci- mientos en este sentido, se promulgó una ley que obliga a los pa- tronos a dejar libres a sus empleados el tiempo necesario para asistir a los cursos profesionales, y en 1902 se dió a los patronos el derecho de obligar a sus aprendices a concurrir, haciéndolos res- 198 GONZALO DE QUESADA ponsables de sus ausencias. Baviera y Sajonia fueron los primeros que adoptaron este sistema y reglamentaron la enseñanza técnica, dictando severas multas para los contraventores de la ley. Los aprendices se agrupan por categorías, por artes y oficios simila- res. El cuerpo de profesores es de lo más variado que puede dar- se; son maestros, mecánicos, ingenieros, obreros mismos que se han escogido para la enseñanza. Más de ocho millones pagan las muni- cipalidades y otras corporaciones en beneficio de esta labor, sin contar con lo que el Estado contribuye. De 1899 data el paso decisivo en realzar los centros técnicos; fué entonces que se estableció la escuela superior técnica de Char- lottenburgo, resultante de la fusión de dos instituciones, de la Aca- demia de Arquitectos y de la Escuela de Ingenieros; hasta entonces las politéenicas eran tan varias en su forma que fué preciso reor- eanizarlas hasta ponerlas en el admirable pie en que se encuentran hoy, como ésta de Charlottenburgo y las de Dresde. Brunswick, Darmstadt, Hanover, Karlsruhe, Munich, Stuttgart, Aquisgrán, Breslau y Danzig. Los planteles técnicos alemanes pueden dividirse en dos gru- pos: los técnicos industriales y los técnicos comerciales. Los indus- triales, a su vez, son de cuatro clases: las escuelas superiores, las escuelas intermedias, las elementales y las de perfeccionamiento profesional. Las facultades son, por lo común, de arquitectura, ingeniería civil, mecánica, química, construcción de barcos y arquitectura na- val, metalurgia y ciencias naturales y no se admiten como estu- diantes sino a los que poseen el “certificado?” y a los extranjeros que muestren un atestado de su país y prueben que es equivalente al certificado alemán. Un número extraordinario de estudiantes se admiten como oyentes, con tal de que con ello no sufra la enseñan- za. A los extranjeros se les concede asimismo, la entrada en idéntica forma, con tal de que demuestren tener hase científica para conti- nuar los estudios. Estos ocupan treinta y tres horas a la semana, para los arquitectos y hasta treinta y ocho para los ingenieros civi- les, mecánicos y eléctricos. Las cuotas son de M. 2,50 a M. 4.— por conferencia y de M. 2— a M. 3.— por los experimentos y ejer- cicios. La matrícula de entrada varía de M. 10.— a M. 30.— para los alemanes y en ciertas escuelas, donde los extranjeros pagan más, lleza a M. 40.— para éstos. Estos planteles, tan renombrados en otros países, se ven concurridos por un número crecido de extran- LA ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 199 jeros; en los politécnicos hay un veinte por ciento; en los de selvi- cultura, 30; en los de minería, 40; mientras que a las universida- des sólo acuden un ocho por ciento. Las instalaciones materiales de estas escuelas son inmejorables, a veces suntuosas, y los laboratorios, en particular, son de los me- jores del mundo. Además de los centros que hemos enumerado, hay escuelas su- periores que especializan, como las de minería, de pintura, de mú- sica y, sobre todo, las comerciales, situadas en Berlín, Francfort, Colonia, Manheim, Leipzig y Aquisgrán. La de Colonia, considerada como la de más renombre y mejor dotada en Alemania, tiene una facultad compuesta de cincuenta profesores y maestros. No sólo se enseñan las asignaturas de un plan de estudios muy completo, sino que durante el período escolar celébranse conferencias sobre otros asuntos, a las cuales pueden concurrir todos los que así lo deseen, mediante el pago de $2.30 por el semestre, o $0.25 por cada conferencia. La enseñanza cuesta un poco menos de cien pesos al año y hay clases nocturnas gratis. Hay también en el ramo del comercio, las escuelas inferiores que pasan de 600 y tienen más de 40,000 estudiantes, en que se combina la teoría con la práctica y se destinan ciertas horas para que los discípulos asistan a las casas de comercio de las ciudades a darse cuenta cabal de la labor del comerciante o del industrial. Como en las otras enseñanzas, hay escuelas intermediarias e inferiores de cursos técnicos para los diferentes oficios, como de cerámica, electricidad, tapicería, artes aplicadas, industrias tex- tiles y navegación. A los quince o diez y seis años de edad, se ingre- sa en estos planteles intermediarios y los estudios duran de dos a tres años. Los establecimientos primarios pasan de 2,500 con más de 300,000 asistentes y su número ha erecido considerablemente desde 1904, cuando el Emperador Guillermo, al inaugurar la Uni- versidad técnica de Danzig, expresaba su deseo de “aumentar el número de estas escuelas, porque el progreso de la técnica es lo que conduce a la victoria en la lucha entre las naciones?”. Por lo que significa para los países de América la enseñanza agrícola, creemos útil extendernos aleo más sobre ella. En Prusia, las escuelas superiores de agricultura son la base de esa educación y exigen, para ingresar en ellas el haber aprobado seis clases en una escuela de segunda enseñanza y un curso prác- tico en dos años. 200 GONZALO DE QUESADA La instrucción se extiende a poco más de dos años y al final de éstos, los estudiantes obtienen el diploma de grado, después del examen correspondiente. El plan de estudios abarca las siguientes materias: Física, Química, Botánica, Zoología, Mineralogía y Geo- logía, Economía Política, con preferencia a asuntos referentes a la agricultura, como, por ejemplo, la valorización de productos mi- nerales, máquinas y aperos de labranza, tecnología agrícola, abonos de la tierra de distintas especies, pastos y alimentación del ganado, ete., ete., habiendo, además, gran interés en los cursos llamados de inspectores de tierras, de sistema de regadío y de drenaje. Las principales escuelas superiores o universidades agrícolas están en los lugares siguientes: Berlín, que en 1911 tenía 916 es- tudiantes; Bonn-Popelsdorf, con 589; Weinhenstephan, 216, y Hohenheim, con 197. En Prusia, al finalizar el año de 1903, había 16 escuelas en conjunto. Las universidades de Breslau, Gottingen, Kónigsberg, Hall, Jena, Leipzig y Giessen, tienen anexos, institutos arrendatarios O administradores de fincas rústicas pueden adquirir los conocimien- tos necesarios en cualquier ramo científico que mejor les conven- ga para el manejo de las propiedades a su cargo; después de tres años de estudios satisfactorios, a los estudiantes se les da un cer- tificado, según el cual el Gobierno les autoriza a ejercer el magis- terio en las escuelas agrícolas y cuando solamente siguen un curso de dos años, un certificado que los autoriza a ser inspectores de terrenos. Hay también escuelas superiores de veterinaria en los siguientes lugares: en Berlín, que en 1911 contaba con 387 alumnos; Hanover, con 249; Munich, con 330; Dresde, con 214, y Stuttgart, con 94. Luego vienen los planteles de agricultura práctica, donde los educandos son, por lo regular, muchachos de 15 a 20 años de edad, en su mayoría hijos de hacendados arrendatarios de fincas. Unos están establecidos por agricultores, otros por sociedades, otros por donativos heghos al efecto; pero todos bajo la jurisdicción y am- paro del Gobierno, pues casi todos reciben ayuda del Estado o de organizaciones públicas. Estas escuelas se llaman *“*Ackerbauschu- len”? y están situadas en el campo, siempre unidas a una finca pe- queña o mediana. El jefe es algunas veces propietario, otras arren- datario o director de la institución; los estudiantes son internos, teniendo que abonar su comida, alojamiento, ete., a más de la ense- LA'ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 201 hanza. Muchas, sin embargo, admiten estudiantes a media paga o sin paga alguna. La instrucción es práctica y teórica al mismo tiempo, prefirién- dose la primera durante el verano y la segunda durante el invier- no debido al clima. La enseñanza práctica se refiere a toda clase de labores agrícolas que los pupilos deben llevar a cabo con sus propias manos. La enseñanza teórica reza con la economía rural, ciencias naturales, horticultura, cultivo de árboles frutales y ve- terinaria, y con frecuencia cursos de economía política y leyes para la agricultura. Para estas escuelas no se requiere más que la ense- ñanza elemental y ciertos conocimientos prácticos, simples, de agri- cultura. Los cursos duran un par de años. Solamente en Prusia hay hoy día 21 de estos planteles. Existen, además, otras instituciones llamadas “Escuelas de In- vierno de Agricultura””; como en las otras, los alumnos son de 15 a 20 años de edad, pero la enseñanza es puramente teórica, durando los cursos completos un par de estaciones. En el verano los mucha- chos trabajan en las fincas de sus padres o en otras, ganándose la subsistencia. Como en estas escuelas no hay instrucción práctica, los estudiantes desde luego, pueden dedicar mayor número de ho- ras a las clases y, en cuanto a la parte teórica, aprenden en dos es- taciones de invierno lo mismo que los que asisten a las escuelas con enseñanza práctica en dos años. Estos planteles, por lo regular, están situados en ciudades pequeñas; los muchachos se alojan en casas particulares a módico precio y el costo de la matrícula no es mayor de 20 a 30 marcos o sean $5 a $7.50, con ligerísimas variaciones en una que otra institución. Para ser Director de una de estas escuelas, se requiere haber pasado el examen final en una de las superiores a que antes me he referido; y el Director tiene siempre un ayudante con título de Maestro de Agricultura. Las clases se dividen en pri- mera y segunda. En Prusia, el número de estos planteles era en 1908 de 184 con 1382 maestros y 7273 estudiantes. Es de notarse que los profesores de estas instituciones dedican su tiempo, en ve- rano, a dar conferencias entre los campesinos; esto es, el maestro rural ambulante de que ya nos hablaba Martí, en 1884, en “La América?”, como necesidad imperiosa en nuestros pueblos, para lle- var la luz del saber al hogar del campesino. Pero hay también en este ramo de la agricultura, el moderno sistema de la especialización. Para ello están las escuelas para cul- tivo de praderas, horticultura, lechería, albeitería y apicultura y 202 GONZALO DE QUESADA de selvicultura, a lo que se da gran importancia en el Imperio, por el cuidado que merecen sus extensísimos y valiosos bosques. De estas últimas hay dos superiores, como las de Eberswalde, Munden, cuatro de segundo orden y una para principiantes en Templin, en Prusia; existen departamentos para esta ciencia en las universida- des de Munich, Tubingen y Giessen; en la escuela superior técnica de Karlsruhe y unas diez escuelas más, esparcidas por todo el Imperio. Para los que no pueden asistir a clase, debido a sus ocupaciones, hay escuelas dedicadas especialmente a la propagación de la ense- ñanza elemental agrícola en los distritos rurales y en las que se da instrucción técnica. Las clases son en invierno durante la noche, en marcados días de la semana y los domingos por la tarde. En Prusia había, en 1908, 3871 instituciones con 55,889 estudiantes. En 1912, en el Imperio había en total catorce escuelas politéc- nicas y escuelas de minas, con 16,717 alumnos y oyentes, y trece aca- demias de bosques, escuelas superiores agrícolas y veterinarias, con 3424; seis escuelas superiores de comercio, con 7,335, y 27 conserva- torios de música y escuelas de Bellas Artes, con 7,758. Para que no parezca parcial nuestra opinión acerca de lo que debe Alemania a estas instituciones técnicas y cómo se ha realizado la profecía del príncipe imperial Federico, cuando, a raíz del tra- tado de Francfort, en la inauguración del Museo de las Artes In- dustriales en Berlín, dijo: “Hemos vencido en los campos de bata- lla de la guerra; venceremos ahora sobre los campos de batalla del comercio y la industria””; citaremos el parecer de los franceses Astier y Cuminal, en su interesante obra acerca de la enseñanza técnica, industrial y comercial, en Francia y en otros países, que así se expresan: “Las escuelas técnicas alemanas, al crear una men- talidad práctica que orienta las actividades hacia el comercio y la industria, ha tenido incontestablemente la parte principal en la ex- pansión maravillosa de ese país. Ellas han despertado, provocado, como una consecuencia inevitable, mejoras de toda especie que res- ponden a un estado de espíritu de la sociedad, a un concepto espe- cial del papel que debían desempeñar, a una verdadera necesidad. ”” Ya el profesor Blondel de París, en 1898 había declarado: “Para llegar a la supremacía económica, Alemania prosigue su marcha hacia adelante, sin descuidar medio alguno conducente a asegurar el éxito y de estos medios, el de más trascendencia son las escuelas: las escuelas industriales y las escuelas comerciales””, y contrayén- LA ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 205 dose a las industriales primarias y a los cursos de perfeccionamien- to, añadía: “Los hombres de Estado de esa nación comprendieron que se trataba de una obra eminentemente patriótica, pensaron que la verdadera causa del peligro social no reside tanto en la diferen- cia de las riquezas como en el antagonismo de la educación. Elevar los conocimientos y las aptitudes de las clases bajas, he ahí una de las condiciones indispensables en la reforma social. Los gobiernos todos de Alemania se dan cuenta hoy de lo que implica la enseñan- za profesional que no solamente acelera el movimiento ya extra- ordinario de la industria alemana, sino que mantiene la pequeña industria frente a la grande y permite a un cierto número de jóve- nes de la burguesía, de otra suerte inactivos, encontrar, ora en su país, ora en el extranjero, empleos lucrativos. El desarrollo de las escuelas profesionales, bajo otro aspecto, contribuye al progreso científico de la industria que aprovecha todas sus innovaciones. ”” Y finalmente, Torau-Bayle, hablando de la enseñanza comercial y del adelanto económico del Imperio, después de estudiarlo deteni- damente, llega a esta conclusión: *“Es el conocimiento muy espar- cido de las lenguas vivas, unido la instrucción comercial muy per- peccionada que ha suministrado a Alemania estos agentes viajeros notables que hacen una competencia tan ruda a sus colegas fran- ceses e ingleses. ”” DIARIO DE VIAJE ? POR EUSEBIO GUITERAS POR ESPAÑA I El Domingo de Ramos de 1843—9 de Abril—salí de Matanzas para la Habana; y el martes 11 me embarqué en la fragata Apolo econ dirección a Cádiz. La tierra desapareció muy pronto de mis ojos, que la veían desaparecer con dolor amargo, y ya el Jueves Santo desembocamos el canal de Bahama: aquí nos abandonó el viento en popa y quedamos en calma Viernes y Sábado Santo, sin que el buque obedeciese el timón y dando vueltas en medio de un esposo horizonte de neblina. Al oscurecer del 21 vimos las Bermudas a gran distancia, y el 29 se nos declaró un noroeste fuerte que nos obligó a aferrar todas las velas, menos las gavias, sobre sus tres rizos y mantenernos a la capa 6 horas desde las dos de la madrugada hasta las 8 que sufri- mos toda la fuerza del temporal. El 17 de mayo tuvimos un día divertido; porque en su madru- gada eritaron tierra y durante toda la mañana estuvimos mirando la isla de Santa María, una de las Terceras pertenecientes a los portugueses. Tiene la isla seis leguas de circuito solamente y su terreno, aunque quebrado y aleunas veces formado de riscos, sobre todo por la parte oriental, presenta también la verdura de la ve- getación. Como estábamos sólo a 3 millas al sur, distinguíamos cla- ramente la ciudad capital de la Isla, muy bien colocada en anfitea- tro a la orilla del mar y sus alredores cultivados. Al ponerse el sol ya veíamos apenas la Isla como una nube azulada. Cada día se me hacía más insoportable la vida monótona y fastidiosa, mucho más cuando las calmas y la poca ligereza de nuestra fragata nos esta- 1 Gracias a la bondad de nuestro querido amigo y compañero el Dr. Juan Guiteras, co- menzamos a publicar el interesante Diario de viaje que escribiera su señor padre y quese ha conservado inédito hasta ahora, DIARIO DE VIAJE 205 ban mostrando claramente que el viaje se alargaba demasiado. Un noroeste fresco alegró nuestros ánimos, llevándonos hasta que en la madrugada del 25 de Mayo se oyó el grito hermoso de “tierra!??; grito cuya impresión sólo conoce el que lo oiga; grito que nos hace olvidar en un momento todos los malos que hayan pasado. Ansioso de ver por mis propios ojos la tierra, subí a la toldilla ya cuando se distinguió claramente el cabo de San Vicente. Allí estaba el con- tinente europeo: allí está esa vieja Europa; allá está ese antiguo mundo con su historia de 50 siglos, con sus soberbios monumentos. ¡Cuánta transformación! ¡Cuánta grandeza y cuánta miseria! Tal pensaba yo y recordaba las grandes épocas que han pasado por el mundo antiguo. La creación del hombre—Adán; los imperios que se levantan y caen y se hunden y se vuelven nada.—La fuente de la civilización que nace con el sol en el Oriente y que vemos nos- otros cada día pasar al Occidente: cuántos nombres ilustres están eseritos en la portada de ese inmenso espléndido teatro! Estos pen- samientos aumentaban más y más el deseo de poner el pie en la tierra europea, deseo que no se me cumplió hasta el día en cuya madrugada descubrimos la farola de San Sebastián de Cádiz. Lo único que la sobrepuja, y con ventaja, es Constantinopla. De en medio de las ondas, como por encanto, se nos presentó la bellísima y antigua Gades; sus torres y sus casas blamquísimas se dibujaban en el fondo de un claro y sereno cielo de azul; formá- banle una hermosa faja las negruzcas murallas bañadas por las olas del mar. Con dificultad creo que se encuentre una ciudad que presente un golpe de vista tan gracioso y tan magnífico a la vez. A medida que nos acercábamos se levantaba el sol iluminándonos el precioso paisaje que todos nos deleitábamos en contemplar. 1181 A las 9 de la mañana salimos de la fragata, donde había- mos pasado 46 días a merced de los elementos, y pisamos la tierra —tierra de Europa!-—Dos días solamente estuve en Cádiz gozando, aunque de paso, de las bellezas que en su reducido recinto encierra, y ayer *1 de Mayo me embarqué para la andaluza Sevilla. Surcan- do las ondas del pintoresco Betis, del Betis, fuente de inspiracio- nes felices, llegamos a las 6 de la tarde a la corte de los magníficos reyes moros; y corte también del rey Don Pedro. Descúbreme tus 206 EUSEBIO GUITERAS encantos, ciudad insigne; descúbreme tus mil recuerdos, corte es- pléndida: el hijo de las tierras nuevas viene a tocar a la puerta de tus soberbios monumentos. TT Desde el momento que pusimos el pie en la imperial Sevilla, nos lanzamos ansiosos a la magnífica catedral y elevamos nuestras al- mas por las elegantes, altísimas columnas que las inmensas bóvedas sostienen, y admiramos las soberbias capillas de preciosos mármoles y las delicadas molduras arabescas, y las bellas imágenes, y los magníficos cuadros de Murillo, Zurbarán y Vargas y toda la gran- deza, en fin, de ese espléndido monumento de los pasados siglos. Después de gozar de la primera impresión subimos al gigante de Sevilla, a la famosa, la morisca Giralda, cuya atrevida construc- ción es muy diena de admirarse. La catedral de Sevilla es una obra maravillosa, cuya descripción no emprendo hasta haberla visto mu- chas más veces. La antigua Hispalis fué, según tradición, fundada por Hércules; y Arias Montano, poeta célebre, hace derivar aquel nombre de la voz fenicia Spala, que quiere decir tanto como valle o llanura; por serlo efectivamente el lugar en que está situada la ciudad, llamada después por César Julia Rómula, y por fin Sevilla, nombre que, según el parecer de Rodrigo Caro, es el mismo de His- palis, corrompido primero por los godos, por los árabes y finalmen- te por los castellanos. Créese que la fundación de Hispalis data de una fecha anterior a la dominación romana, como he dicho; y en verdad que yo no comprendo cómo había dos ciudades a tan poca distancia y tan erandes y maeníficas como la fama las encarece—Hispalis e Itá- lica.—La situación, el clima, el suelo fértil, presagiaban sin duda un porvenir de grandeza a la ciudad de Hércules, y lo tuvo, como nos lo muestran los monumentos soberbios que en distintas épocas se han levantado en ella y el distinguido lugar que ocupa en la historia de la península ibérica. Los que han dejado más recuerdos en Sevilla fueron los moros, cuya soberbia, trabajosa y atrevida arquitectura se echa de ver todavía a pesar del tiempo y de las añadiduras que posterior- mente se han hecho, y a pesar de la poca inteligencia en conservar- los y de la mucha ignorancia a veces y poco respeto en destruirlas. DIARIO DE VIAJE 207 IV De los romanos poco es lo que conserva su antigua colonia, y eso no se sabe con harta seguridad. Según Rodrigo Caro las mura- llas fueron obra de Julio César, y efectivamente debe ser creencia antigua según una vieja inseripción que hay en la puerta de la Carne y que dice: Condidit Alcides, renovavit Julius urbem Restituit Christo Fernandus Tertius Heros. y también en español en la puerta de Jerez: Hércules me edificó, Julio César me cercó de muros y torres altas, y el rey santo me ganó con Garci Pérez de Vargas. Dos estatuas se conservan de la antigua Hispalis en Sevilla, y re- presentan, la una a Hércules y a Julio César la otra: ambas se co- locaron en la alameda vieja el año 1574 bajo Felipe IT. Créese también que sea romano el cuerpo principal de la torre del Oro; cuya situación a la orilla del Guadalquivir, da a conocer claramente su objeto de resguardar las embarcaciones que surza- ban las ondas del poético Betis. Su figura es un octágono coronado de almenas. Posteriormente le han añadido un cuerpo más pequeño, rematando con otro todavía más pequeño, y concluyendo el todo con una cúpula de azulejos. Todo el edificio es de sillares unidos con gran solidez. En él gimió D.? Aldonza Coronel, querida del rey D. Pedro, que tuvo presa allí. La tradición cuenta que el nombre del Oro trae su origen de que sirvió para almacén del oro que se importaba de América; y también que en ella guardaba sus tesoros 1D. Pedro. El interior no ofrece nada de particular: dos salas rodean el edificio con balcones a la calle abiertos el siglo pasado. Asegúrase, y es la causa de hallarse pocos monumentos romanos en Sevilla, que los árabes echaron mano de casi todas las lápidas y eran número de piedras pertenecientes a las obras de aquellos seño- res de la tierra para construir los cimientos de su gigantesca torre, la atalaya de Sevilla. 208 EUSEBIO GUITERAS y Sevilla entró en poder del musulmán a los 716 años después de la venida de nuestro Redentor. Desde entonces establecieron allí su corte, siendo el primer rey Abdalasis; suntuosa corte de que todavía se conservan restos admirables, aunque descompuestos en la dominación posterior. En 1246 emprendió conquistar la ciudad morisca el rey San Fernando, y después de un largo sitio en que de una y otra parte sobresalieron ilustres guerreros, cuyos nom- bres la fama ha traído hasta nuestros días, se rindió al poder. eris- tiano, habiendo estado 534 años bajo los árabes. Fué el conquista- dor D. Fernando, rey que subió a ser santo y que tiene en gran veneración Sevilla. El monumento más grande que conserva esta ciudad del tiem- po de los moros y el más entero, es la torre de la antigua mezquita. llamada después la Giralda. Lo atrevido de su elevación, la elegan- cia de su forma, la gracia de sus adornos, dan una buena idea del gusto de la arquitectura árabe. Mudo gigante que ha combatido fuerte con los tremendos huracanes, y por ocho siglos ha sido tes- tigo de grandes y repetidos acontecimientos que lo hacen más inte- resante. Construyóse el año de 1000, y su elevación se contaba hasta 250 pies, terminando con cuatro grandes globos dorados, colocados uno sobre otro, y cue fueron substituídos a fines del siglo XIv por tres cuerpos que van en disminución y que levantan la Giralda a cien pies más de-altura. Su forma es un cuadrado perfecto con 50 pies por cada lado, y su material de sillería, hasta unos seis pies sobre el suelo y lo demás de ladrillo. De trecho en trecho se ven ventanas con balconcillos, compuestas de dos arcos en forma de herradura con una columnita de mármol en el medio; y a los 87 pies de altura empiezan dos fajas de dibujos arabescos que dan gracia y variedad a la torre. Al llegar al primer cuerpo aparecen los muros laterales abiertos por arcos en que están colocadas 25 campanas, y coneclu- ye con una balaustrada a cuyos cuatro ángulos se levantan cua- tro pedestales de piedra en figura de campana que rematan con jarrones de azucenas de hierro. La puerta es tan pequeña que un hombre no pasa con comodidad, y la subida, por cuestas de ladri- llos, construídas sobre bóvedas, que van disminuyendo su ancho, de más de seis pies, hacia arriba, porque aumenta el espesor de los / DIARIO DE VIAJE 209 muros exteriores. Por el centro de la fábrica corre en toda su altura un vano cuadrado que llega hasta más arriba de las cam- panas. Sobre el cuerpo donde éstas están colocadas empiezan los cien pies que añadieron el siglo xtv. El primer cuerpo tiene el mismo ancho cuadrado que el vano de la parte morisca, remata con una balaustrada, y sirve como de base al segundo cuerpo moderno que también es cuadrado, con columnas dóricas y cornisa, en cuyo friso, con letras tan grandes que se leen desde la calle, está escrita esta inseripción : Turris—fortissima nomen—dni—Prov. $. En la bóveda está la campana del magnífico reloj colocado en el primer cuerpo y que es obra de Fray José Cordero, del siglo pasado. El tercero es jónico y esférico, cerrado por una graciosa cúpula, que remata con un globo de bronce sosteniendo el llamado Giral- dillo: es ésta una gallarda estatua de bronce dorado que representa la fe, y tiene en la mano derecha un gran lábaro y en la izquierda una palma; y movida por el viento que bate en aquél, gira sobre un perno de hierro, sirviendo de veleta. El de 14 pies de alto, y su peso de 28 quintales. Unido al frente norte de la catedral está el patio de los naran- jos en el mismo lugar que ocupó la antigua mezquita, y después de la conquista, catedral por el santo rey. No quedan de este edificio más que los muros al norte y oriente, y eso renovados y sin el me- nor aire de antigúedad. La entrada principal está por el lienzo del norte, formada con tres arcos de herradura: el primero está ador- nado de hermosos arabescos, que una mano jenorante ha renovado y pintado con lechada amarilla: cierra este arco una soberbia puer- ta forrada a la parte exterior con curiosas planchas de hierro dibu- Jjadas de relieve. Llámase esta puerta, del Perdón, por una capillita que se ve a la izquierda, toda de jaspes hermosos, con una estatua del Ecce homo de tamaño natural. El hermoso areo de la mezquita fué posteriormente adornado con varias estatuas, que son: a los lados, las erándes de San Pedro y San Pablo, la Anunciación de Nuestra Señora más arriba, y so- bre el arco, Cristo arrojando del templo a los mercaderes. El patio está sembrado de naranjos, con una fuente en el me- dio: tiene 455 pies de largo, y de ancho, 350. Por la parte del oriente está la que llaman nave del lagarto, por uno que está frente - 210 EUSEBIO GUITERAS a una puerta practicada en el muro de la catedral, y casi cubierta por un arco de la antigua mezquita. En la parte alta de esta nave se halla la biblioteca fundada por D. Fernando Colón, hijo del inmortal descubridor del Nuevo Mundo, que puso allí todos sus libros y que, aumentada, cuenta hoy de 18 a 20,000 volúmenes, to- dos antiguos. Mucho extrañé no ver apenas libros modernos, y mucho más que en una biblioteca pública no se reciba un solo pe- riódico de ninguna clase. Vi en ella tres manuscritos anteriores a la invención de la imprenta, y cuya letra preciosa imita el delica- do grabado con perfección: uno de ellos es un misal que perteneció al cardenal Mendoza, y es el más rico en adornos de pinturas ex- quisitas en miniatura, y dorados con unas sutilísimas láminas de oro; otro es la biblia que regaló a D. Alonso el Sabio San Luis rey de Francia. Vi además, y tuve en mis manos, la poderosa espa- da con que peleó en la conquista de Sevilla Garci Pérez de Vargas, de aleo más de 5 cuartas de largo, y toda de muy fino y bien tem- plado acero. Con ella se enseña un viejo pergamino con estos versos : De Fernán González fuí, de quien recibí el valor, y no le adquirí menor de un Vargas a quien serví. Soy la Octava maravilla en cortar Moras gargantas: no sabré yo decir cuántas, más sé que gané a Sevilla. El último manuserito es otra biblia, hermosa por lo pequeño de la perfecta escritura. Sobre los estantes de libros corre una galería de retratos de arzobispos y personas ilustres; entre ellas D. Fer- nando el Santo, pintado por Murillo; el retrato de éste, el del poeta sevillano Arias Montano; la serie de arzobispos de Sevilla, el marqués de Santillana, ete. En el primer descanso de la escalera que conduce a la biblioteca, hay dos lápidas encajadas en la pared: la una es de D. Iñigo de Mendoza, capellán de los Reyes Católicos: está su cuerpo de medio relieve, acostado y vestido de sacerdote. La otra es una lápida antiquísima del tiempo de los romanos y que dedicaron los navegantes de Julia Rómula al emperador Adriano. En una de las columnas de la nave del lagarto está apoyado un púlpito de piedra y sin adorno alguno, sostenido por una colum- DIARIO DE VIAJE 211 nata de mármol. En el muro de la columna está encajada una lápi- da que dice así: AO AVI En este sitio predicaban S. Vicente Ferrer S. Francisco de Borja, El venerable padre Fernando de Contreras El V. P. M. Juan de Avila El V. P. Fernando de Mata y otros grandes , varones que con su apostólico celo lograron maravillosos frutos en esta ciudad. En la misma nave está colgado, como he dicho, un lagarto de ma- dera, y además un cuerno, un freno que dicen fué del caballo de San Fernando, y la vara que, según se cree, perteneció al primer asistente que tuvo Sevilla. vI Verdaderamente los orientales muestran en todas sus cosas una riqueza y suntuosidad de galas que admira a la vista y deleita los sentidos: en todo se echa de ver una variedad pintoresca y licen- ciosa, hija tal vez del ardor del clima, que los hace muelles y co- diciosos de todo aquello que mueve los sentidos exteriormente: así lo vemos en sus costumbres, en sus trajes, en su manera de ha- blar, rica de poesía, y por fin en su arquitectura, que es lo que más me ha sugerido esta idea, contemplando por vez primera la gala y suntuosidad arábiga en los bellos alcázares de Sevilla. Cons- truyéronlo los moros bajo el reinado de Abdalasis, hijo de Muza; fué entregado en 1248 a San Fernando, el cual lo habitó y dió en él-su alma al Criador, Los eristianos, desde que fueron sus dueños, empezaron a hacer alteraciones en el palacio árabe, y sobre todos el rey D. Pedro el Cruel, que casi lo reedificó completamente; 212 EUSEBIO GUITERAS bien es verdad que siguió el gusto oriental y aun se valió de arqui- tectos árabes para la obra. Una mañana que acababa yo de hacer mi visita diaria a la soberbia catedral, salíme a ver el exterior del edificio por la parte del sur, y como mis ojos andan siempre a caza de manjares que sa- cien su grandísima curiosidad, descubrieron un lienzo de mura- lla que daba sobre la plaza, adornado de torres con almenas, y con un arco por entrada sin adorno ninguno. Al momento atravesé la plaza y me hallé bajo una puerta formada con tres arcos que con- ducen a un patio pequeño y rodeado de mezquinas casas; seguí adelante y atravesando otros dos areos se me presentó de repente un espectáculo magnífico, inesperado y nuevo enteramente para mí. Estaba frente a la entrada del palacio árabe. Es su altura de 55 pies, toda cubierta de ricos y graciosos arabescos de estuco, cuyos dorados y colores vivísimos es gran lástima que hayan desaparecido. La puerta es cuadrilonga y tiene a ambos lados dos arcos embu- tidos con lindos dibujos en la parte superior; sobre esta parte co- rre una faja de arabescos sostenidos por arcos pequeños con colum- nas del mismo estuco y trabajo; y más arriba están los balcones formados con columnitas de varios mármoles que sostienen gra- ciosos arcos de herradura muy laboreados, sobre los cuales en dos líneas alrededor de un caprichoso y raro dibujo de líneas anchas que llaman greca, se lee en letras góticas esta inscripción : El muy alto e muy noble, e muy poderoso, e muy conqueridor don Pedro por la gra- cia de Dios, rey de Castiella e de Leon, mandó facer estos alcázares, e estos pala- cios e estas portadas que fue fecho en la era de mil e cuatrocientos e dos. Año de 1364. Siguen a la inscripción las exquisitas labores, y remata el todo con una especie de dosel formado por un precioso artesonado de alerce, madera muy usada en Sevilla y que es incorruptible y fuerte. Se- paran esta trabajosa entrada del resto del frente dos pilares de ladrillo cuadrados que arrancan desde el artesonado y están sos- tenidos por dos pequeñas columnas de mármol. Los dos cuerpos laterales de la fachada son iguales y no ofrecen nada de particu- lar más que los balcones en la misma línea que los principales, y adornados cada uno con un grande arco perfecto y tres pequeños a los lados de herradura, y labores arabescas. Una plaza bastante DIARIO DE VIAJE 213 erande se extiende frente al palacio, rodeada de edificios moder- nos, y en ella daba el rey D. Pedro audiencia sobre un, trono ele- vado por gradas de piedra. La admiración que sentimos al ver tan lujosa entrada nos sigue y se aumenta recorriendo el interior del edificio: echemos una mirada por el salón que está al entrar, por sus brillantes arabescos que son de los pocos que milagrosamente han escapado a la ignorante mano del que apagó los vivos colores esmaltados con cal, apagando la riqueza y lucimiento que hacía antes parecer un ascua de oro, como dice el anticuario Caro. Atra- vesando este salón entré por un arco magnífico al soberbio patio. Admira tanta grandeza, trabajo tan delicado y tan lleno de gra- cia; tanta variedad de dibujos, y trabajados con tan exquisito ousto; la elegancia de los arcos cuyos contornos forman graciosas conchas; el continuo y deleitoso juego de las labores que en mil formas seductoras cubren las paredes hasta morir en el también riquísimo artesonado de maderas esculpidas con la más delicada minuciosidad: el zócalo hermosísimo hecho de menudas piezas de pintados azulejos formando las raras grecas. Todo sorprende y en- canta en este patio, lo mismo que en el resto del edificio, que hacen todavía más interesante sus recuerdos históricos entre los que con negro esplendor brillan los de D. Pedro el Cruel. Tiene el patio de largo 70 pies y 54 de ancho: 24 arcos, de los cuales son más altos los que están en los centros; ostentan cala- dos primorosos figurando como conchas y hojas: los sostienen dos columnas a cada lado y tres en los cuatro ángulos. El pavimento es de lozas de mármol, y en el centro se levanta una sencilla y gra- ciosa pila. Cuatro grandes puertas dan a este patio y varias ven- tanas con dos arcos y una columnita de jaspes en el medio. Las puertas son del más delicado trabajo, todas de alerce y formadas de pedacitos de esta madera, tallados y después embutidos, haciendo dibujos de muchísimo gusto, y cuya gracia resalta más con los co- lores pintados: en las puertas que dan al patio se ve en todo el rededor una línea de letras árabes que un embajador moro tradujo posteriormente y son sentencias muy principales según dijo. En la parte oriental del patio está la pieza más suntuosa del palacio, la de más gusto y más exquisito trabajo: el espléndido sa- lón de los Embajadores. Desde el pavimento que es de mármol blanco, hasta el arranque de la cúpula o media naranja, formada toda de relucientes casetones dorados, todo está cubierto de los más finos arabescos que puede ostentar la arquitectura rica de los 214 EUSEBIO GUITERAS hijos de Mahoma, y los más perfectos calados y más lucientes azu- lejos en mosaico; en todo respirando los más bellos y variados ca- prichos pintados de azul y oro. Por la parte del patio da entrada a esta riquísima y admira- ble obra un soberbio arco, y por los tres otros lados conducen a las habitaciones interiores tres arcos pequeños sostenidos por dos columnas. Cuatro balcones de hierro dan ai salón y corresponden al piso alto: a la altura de ellos corre una galería de retratos de re- yes de España con un escudo de armas debajo. Admirado estaba yo contemplando trabajo tan maravilloso; y solo, no interrumpía el silencio del viejo alcázar más que el ruido de los árboles del vecino jardín que gemían con el viento. Un re- cuerdo terrible me asaltó allí; un recuerdo de sangre; y yo tal vez pisaba el lugar mismo donde se cometió un fratricidio y rodó la cabeza ensangrentada de una mujer. Temblé; y miré las columnas y miré el balcón, y... todo estaba mudo... En e casó el rey D. Pedro con D.* Blanca de Borbón, pero antes que ésta llegara de su patria la vecina Francia, ardía el licencioso príncipe en amores por la hermosa D.?* María de Padilla; así es que aquélla fué abandonada y puesta en prisiones. D. Pedro Fadrique, maestre de Santiago y hermano político de D. Pedro, vino por aquel tiempo a Sevilla y entró en el alcázar a ver a su hermano, que no lo quisiera, porque le odiaba de muerte, lla- mándole el Bastardo; y sin duda este odio, unido al que ya pro- fesaba a la desventurada francesa, hizo suponer "relaciones entre los dos o realmente existieron, que no me acuerdo bien; pero lo que de cierto se conserva es que el Rey dió orden a sus maceros para que asesinara a D. Fadrique al entrar en el salón de Em- bajadores por las columnas que están frente al arco de entrada, y al mismo tiempo subía a las habitaciones que dan al salón, y tron- chaba la hermosa cabeza de la infeliz D.? Blanca, que echó des- de un balcón, el que está a la derecha entrando al salón por el patio, al pavimento, y fué a dar junto al cuerpo moribundo del maestre. Casóse D. Pedro con D.* Juana de Castro, que no quiso sa- ciar los deseos del rey sin una corona en las sienes; y como todas, recogió despego y abandono. De otras dos cuenta la historia que fueron requeridas por el libertino D. Pedro, hermanas las dos, y de una de ellas se conserva gran veneración a su cuerpo incorrup- to sepultado en la iglesia de Santa Inés, de Sevilla. Llamáronse DIARIO DE VIAJE 215 D.* Aldonza y D.* María Coronel, y ésta es la venerada. Casó con D. Juan de la Cerda, que el Rey envió a pelear contra su hermano D. Enrique; pero sabedor de que el Rey quería manchar su claro nombre, voló a sus estados y le declaró la guerra, que concluída en favor de D. Pedro, hizo éste prisionero a D. Juan y le encerró en la torre del Oro: a los pocos días fué condenado a muerte como rebelde, y entonces fué cuando la desolada esposa corrió a postrar- se ante los pies del Rey y pedirle el perdón que aquél le dió di- ciendo fuera ella misma a la torre a darle la libertad. Vuela, y su corazón palpita de alegría; entra en la prisión y encuentra sólo el frío cadáver de D. Juan. El bárbaro rey tuvo ánimo aún para seguir sus crueles galanteos con D.? María, que desesperada des- truyó su hermosura, objeto de su desdicha, echando aceite hirvien- do sobre su rostro. D.* Aldonza fué más débil y cedió al Rey, que la abandonó y encerró en la torre del Oro. Tales sucesos cruzaban por mi miaginación al pasear las de- siertas salas del alcázar sombrío y misterioso. Entréme por un sa- lón bajo que llaman del Príncipe y dicen fué habitación de los asis- tentes de Sevilla: es bastante espacioso y dividido en tres partes por dos arcos que llegan hasta el artesonado, mezquinamente reto- cado con dibujos pintados y unas fajas anchas de dorado que des- dicen en gran manera de la delicadeza del menudo trabajo árabe. En el segundo cuerpo del edifiecio hay dos habitaciones, las más ricas después del salón de Embajadores: una es la que corres- ponde a los balcones de la fachada, es pequeña y elegante, rodeada de arcos con columnitas de muy varios y preciosos jaspes: la otra es el dormitorio del rey Cruel, también pequeña y con un balcón que da a los jardines: en uno de sus ángulos hay una especie de nicho grande formando un arco, que parece ser el lugar que ocu- paba el lecho donde se agitaría el fratricida en sueño interrumpido; en el mismo nicho hay una puertecita que conduce a la capilla del palacio. En la línea del dormitorio corren dos salones hermosos, uno de los cuales, más espacioso, servía de comedor, y ostentan los dos muy ricos artesonados. Así en éstos como en los demás salones de segundo orden, siguen uno mismo los adornos, que empiezan con un zócalo de vara y media de altura de azulejos, y sobre él una ancha vaja de arabescos que sigue caprichosamente los contornos de las puertas y ventanas, y cubriendo los ángulos del aposento se une a otra faja del mismo ancho que acaba donde empieza el arte- sonado. Pero la caprichosa variedad de los dibujos, siempre dife- 216 EUSEBIO GUITERAS rentes, y su delicada elegancia, obligan a que se fije la vista en cada pedazo del rico arabesco, y del trabajo artesonado. Las renovaciones hechas posteriormente a D. Pedro ofrecen muy poco o nada de particular. Muchas hizo el emperador Carlos V cuando celebró en el alcázar sus bodas con D.* Isabel de Portugal. y que muestran el poco gusto del insigne padre de D. Juan de Aus- tria. Encaramó sobre el magnífico corredor del patio principal, otro con una balaustrada de mármol, y arcos sobre columnas tam- bién de mármol que afean la parte árabe y merecían se echaran abajo. Cerca del salón de Embajadores está el patio llamado de las Muñecas, porque dicen era el departamento de las mujeres: tiene 21 pies de largo sobre 17 de ancho, y lo rodean sobre sus correspondientes columnas de mármol blanco diez hermosos arcos calados: las paredes están cubiertas de arabescos; y el artesonado que cubre el corredor es precioso. Encantado y lleno de impresiones dejé el árabe alcázar, y volví después con Antonio; segunda visita en que ví los hermosos jar- dines cubiertos de flores hermosas, atravesado de calles entre cuyos ladrillos hay surtidores imperceptibles que elevan finos chorros de agua hasta la altura de unos seis pies. Los cuadros están cercados de arrayanes y en el centro de algunos se ven formados artificiosa- mente con una planta compacta llamada boje, algunos escudos de armas reales de España y las cruces de diversas órdenes militares. De trecho en trecho aumentan la belleza de los jardines sencillas pilas. Muy inmediato al palacio están los baños, ya abandonados. Rodea todo el jardín una galería abierta, cuyo frente erotesco pre- senta aleunas pinturas al fresco, y que llegaba no hace mucho hasta la torre del Oro. varl ¿Quién será capaz de descifrar los misterios de una ciudad como Sevilla que cuenta tantos siglos de existencia? Encuéntrase a cada paso los míos con restos que indican una grandeza pasada, y en vano quiero conocer su historia; porque esos viejos paredones cu- biertos de musgo, esas torres coronadas de almenas, esa multitud de columnas que se hallan esparcidas hasta en las casas miserables, esos restos no hablan, y a todos me parece siempre que acompaña aleún recuerdo; y me separo de ellos desconsolado de no haber satisfecho mi curiosidad. Repaso los anales de Sevilla y noticias DIARIO DE VIAJE 217 de viajeros y anticuarios, y la misma ignorancia; bien es verdad que ¿cómo he de encontrar libros que descubran los misterios de los monumentos de Sevilla, cuando lo que queda a esta genera- «ción, los mismos que debían conservarlo, .lo destruyen o des- componen? Aun en las tradiciones más sabidas encuentro motivo de queja, pues las noticias que me da éste las contradice aquél, y no me queda más remedio que ir a buscar en los libros las tradiciones po- pulares de Sevilla. Hoy vi por primera vez el lugar en que lo tuvo una de las más decantadas y que conserva un monumento para testificarla—El 'andilejo. Por no me acuerdo qué motivos, una noche, en una callejuela de Sevilla, un hombre embozado atacó a un caballero muy principal de la corte del rey D. Pedro: defendióse el atacado con fuerza y ánimo, pero no pudo resistir a las del encubierto, y cayó atravesa- do en el suelo, clamando: ““Favor, muerto soy.” A las voces que daba el moribundo y el ruido que hizo el cuerpo al caer, asomó una vieja su tez morena y arrugada, y su candil prendido de una mano descarnada, por la ventanilla, a tiempo que a pasos acelera- dos se retiraba el matador; y aleo impresionó a la vieja del fugi- tivo, en tal manera, que con gran rapidez apagó el candil y cerró su ventana, quedando la calle a oscuras con un cuerpo muerto y revolcado en su sangre. Al amanecer el día y descubrirse el mise- rable espectáculo, la familia del muerto, con la mayor actividad, empezó a tratar de descubrir aquel asesinato a toda costa, pues era familia muy principal: vanas se hacían todas las pesquisas, y el mismo Rey, conociendo el caso, trató con empeño de que se encon- trara el delincuente. Un zapatero de viejo que tenía su humilde tienda en la plaza de palacio, se dejó decir, lleno de la indignación que todo el pueblo sentía, que ya no había justicia, pues no la en- contraban los tristes parientes del finado: dejáranme hacer a mí, y yo prometo que ese muerto no queda sin venganza. Lo cual, ha- biendo llegado a oídos de D. Pedro, mandó venir al que tales razo- nes decía, y revistiendo al humilde zapatero con la dignidad de asistente y todos los poderes necesarios, le intimó la orden de que había de amanecer al día siguiente colgado de la pared su cuerpo o el de la persona que tan grave delito cometiera, en el mismo sitio tenido aún con la sangre del muerto caballero. El imfeliz zapatero que quisiera haber sido mudo, salió a prae- 218 EUSEBIO GUITERAS ticar cuantas diligencias sugerirle pudiera el deseo de conservar su vida, y clamaba desesperado, preguntando al cielo lo que nadie sabía, cuando una voz que parecía salir de la tierra, le llamó por su nombre: volvió la cabeza el pobre asistente, encontrándose con» la vieja, único testigo de la escena sangrienta que tenía ocupada toda Sevilla. Conocíala él, y fué a buscar consuelo contándole su evita, y al parecer le halló, pues se dice que le vieron salir satis- fecho y contento y dirigirse al alcázar a anunciarle al Rey cómo todo estaba descubierto; y guardó secreto, diciendo que a la ma- ñana siguiente se vería. ¡Cuál fué la sorpresa de todo el pueblo enrioso que se había amontonado en el lugar del crimen, y sobre todo del Rey, al ver un retrato de éste colgado en la pared! Y efectivamente, había sido el matador D. Pedro, que conoció la vieja cuando huía por el crujido que formaban los huesos de las rodi- llas del Rey, que ordenó permaneciese allí su retrato, mudado des- pués por lo que existe hoy y es una estatua de medio cuerpo con armadura, corona y cetro, puesta en un nicho arqueado con algu- nos sencillos adornos alrededor y un escudo de armas debajo. La calle en que está este busto se llama del Rey Don Pedro, y del Can- dilejo la immediata, donde estuvo la ventana de la vieja descu- bridora. Al pie de la torre del Oro se conserva otra tradición del mismo Rey. Cuentan que en ciertas controversias con el clero, fué conde- nado a excomunión; pero no había quién se atreviera a intimarle la sentencia, hasta que un clérigo atrevido se encargó del negocio, y tomando un barco listo para darse a la vela, púsose una tarde a esperar al Rey, que solía pasearse a caballo a la orilla del río Comunicóle osado la excomunión y se dió a la vela a toda prisa por el río abajo: cuentan que fué tan grande la ira que se apoderó del Rey, que obligó al caballo con todo su vigor a lanzarse al agua tras del que huía, y con gran peligro de su vida se adelantó casi hasta la mitad del río. Extraño carácter por cierto es el del rey D. Pedro, tan célebre en los anales de Sevilla: orgulloso y altanero por naturaleza, jJus- to a veces y con rareza, y siempre valiente y atrevido, bañó muchas veces sus manos en sangre, y sanere de la suya misma. Alcanzó en la historia por unos el título de Cruel, por otros, de Justiciero; y sin duda pesa más el platillo de la crueldad que el de la justicia. Hízola Dios marcándole su hora final el año y expiró a ma- nos de su hermano D, Enrique. No ha habido en España un per- DIARIO DE VIAJE 219 sonaje, incluso el Cid, que haya sido más trabajado por los inge- nios que el rey D. Pedro. ¿Qué poeta español, dramático o roman- cero no ha siquiera una vez presentado en sus obras algún rasgo de la agitada vida del nieto de San Fernando? VIII Una de esas hermosas tardes de Junio en que el cielo de Anda- lucía me representa el querido de mi tierra, y en que un airecillo fresco mitiga los rayos del sol de la tarde, salí de mi casa sin más compañía que la alegre y entretenida de mi curiosidad y sin más intención que la de satisfacer y dar gusto a mi compañera. Dirijo mis pasos desde luego a la plaza de San Francisco, que presenta alrededor de su espacio irregular la casa de la Audien- cia, que no ofrece nada de particular, y la del Ayuntamiento, que con razón mantiene la fama de ser uno de los principales edificios de la ciudad. Presenta a la plaza una extensa fachada de altura mediana y cuyas dos mitades, enteramente distintas, fueron en di- versas épocas construídas. La parte antigua, que es la famosa, está formada de dos cuerpos; el primero, una galería arqueada; soste- niendo el segundo compuesto de cinco ventanas; y aunque el todo no presente una hermosa vista, sin embargo, de cerca, los detalles ofrecen las galas de la arquitectura plateresca a que pertenece el edificio; una multitud de esculturas representando ángeles, flores, animales, trabajadas con maestría, rodean las columnas y las ven- tanas, capiteles, frisos y cornisas, todo exquisito y al gusto plateres- eo, que tengo para mí debía haber sido propiedad exclusiva de sus introductores los plateros que lo usaban en sus trabajos, pero eu verdad no debía haber ejercido su costosa y difícil influencia sobre los grandes edificios. Salíme de la plaza por la calle de las Sierpes, la más concurrida de la ciudad, y siguiéndola llegué al Duque, plaza sembrada de árboles sombríos con una fuente en el medio, de cuya taza se levanta sobre monstruos egipcios un obelisco de me- diana altura. Atravesé la plaza y tomé por la calle de las Armas hasta llegar a la puerta Real, que es una de las más antiguas de la ciudad, y por donde entró la procesión triunfal del Santo Rey cuando sacó a Sevilla de manos de infieles. Fórmala un arco coro- nado por un medallón que representa a San Fernando en medio de los patronos de Sevilla San Leandro y San Isidro. Muy cerca 220 EUSEBIO GUITERAS de esta puerta se entra ya en el extenso paseo que corre mucha par- te de la ciudad bañada por el río, y ciertamente es cosa deliciosa pasearse por las anchas calles de árboles contemplando el Gruuadal- quivir, el Betis cantado por los poetas; y la linda llanura verde que del otro lado se extiende limitada por fértiles y graciosas coli- nas, más hermosas que nunca a aquella hora en que sobre ellas des- cansaba la suave luz del sol poniente. Deleitándome con paisaje tan pintoresco caminé hasta llegar a la romana torre del Oro; y de- jándola a mi espalda, y a mi derecha el salón de Cristina rodeado de jardines y árboles coposos con su enlozado suspendido algunos pies del piso y cercado de asientos con respaldo de hierro, fuíme orillando el foso por donde corre un arroyuelo besando las viejas negruscas murallas de los romanos coronadas de almenas y ador- nadas a pocas distancias de torres pequeñas. Iba mi cabeza ocu- pada de los pasados tiempos y contemplaba estos lugares con gran- de interés, pues en todo este espacio que hay entre la torre del Oro, la fábrica del tabaco, la extensa muralla que cerca las huer- tas del alcázar y las márgenes del río, fué el teatro de los más con- tinuados y reñidos encuentros de los árabes con los eristianos, du- rante el cerco que duró aleunos meses. Y como de todos aquellos tiempos se cuentan fábulas caballerescas que de boca en boca han eruzado los siglos, hasta llegar al nuestro aumentadas y a veces totalmente distintas, me eusta recorrer los lugares en que pasaron aquellos hechos, hijos sólo tal vez de la superstición, o también cantos alegóricos de los poetas. Así es que con estos pensamientos divertía yo mi paseo, y recordaba las hazañas que cuentan del ca- ballero Garci Pérez de Vargas, que ayudó a D. Fernando en la conquista de Sevilla, y de quien he leído un viejo romance que dice cómo peleó una vez contra siete moros y los derrotó; y otra en compañía de dos valientes caballeros, que enviaron al Rey ára- be un cartel diciéndole que a la mañana siguiente irían los tres caballeros a tocar las puertas de la ciudad con las puntas de sus lanzas; y antes que amaneciera el sol ya estaban los moros sobre las armas y dispuestos a apoderarse de los arrojados valientes, que se lanzaron en medio de la turba enemiga peleando por llevar a cabo su temerario intento. Pero tantos fueron los contrarios, que tuvieron que retirarse sin conseguir su objeto; no sin dejar en el campo infiel sangrientas muestras de su osado esfuerzo. Cuéntase también que en este cerco, estando persiguiendo a los moros el maestre de Santiago, y viendo éste que aquéllos se esca- DIARIO DE VIAJE 221 paban y la noche a más andar se venía, extendió los brazos al cielo, exclamando: “Santa María, detén tu día””; y el día, deteniéndose, le dió ccasión de derrotar a los infieles. A obras de Josué parece que el buen maestre añadió también+las de Moisés, pues dicen que sacó en cierta ocasión agua de una peña para dar de beber a sus sedientos soldados. Cuéntanse estas anéedotas muy comúnmente y con muchos vi- sos de verdad. ¿ Y quién rontradecirá al hombre del pueblo, igno- rante, poético y enpersticioso que nos cuente esas extrañas histo- rias con que arrullaron sus sueños al nacer, y que luego se lo qui- taron en las lareas noches del invierno? Mientras pasaban por mi cabeza todas estas cosas ya dejaba de- trás la fábrica del tabaco y el lienzo de muralla que rodea el alcá- zar, y me hallaba a poca distancia de la puerta de la Carne, tan vieja que he leído tuvo el nombre de Ahoar y lo conservó hasta el año de 1262. Siguiendo el lienzo de la muralla vi muy pronto los arcos del acueducto romano que llaman Caños de Carmona, y me acer- qué pronto a aquella sólida obra de tantos sielos, admirando la soberbia arquería de uno o dos cuerpos, según la desigualdad del terreno, y que va a morir en la muralla junto a la puerta de Car- mona. La calzada que arranca de ésta es también obra de los anti- guos romanos. Aquí puse término a mi largo paseo, y entréme en la ciudad, y metíme en las sevillanas callejuelas, que a mí me pa- rece no hay nada más enrevesado que las calles éstas, haciendo de Sevilla un laberinto verdadero. A poco rato de caminar me hallé frente a una portada gótica; pregunté qué edificio era, dijéronme ser la iglesia de San Esteban, y me metí; y dentro tuve motivos de aleszrarme, pues lo primero que vi fué un hermoso retablo en el altar mayor. Fórmanlo dos cuerpos con seis columnas corintias cada uno y adornado todo, aunque sin cargazón, de adornos platerescos. En el primer cuerpo se ven dos hermosos cuadros de Zurbarán, de grande efecto, representando a San Pedro y San Pablo. En el medio hay otros cuadros que, lo mismo que los otros del retablo, son obras de los Polaneos, discípulos de Zurbarán, y representa el mar- tirio de San Esteban. Sobre éste, en el segundo cuerpo, hay un naci- miento que me gustó mucho, sobre todo por el ropaje, y a los lados otros dos cuadros representan a San Fernando y San Hermene- gildo; rematando el todo del retablo con un crucifijo en el ático. En 222 EUSEBIO GUITERAS el lado del evangelio hay una pintura muy antigua de la Virgen. Salí de la iglesia con dirección a casa, pero al pasar por una pla- zuela llamóme la atención un edificio de rara fachada. En el cen- tro de un muro coronado de una hermosa balaustrada calada al gusto gótico, se levantan dos pilastras corintias de mármol blanco con escudos y bustos con una inseripción sobre el arco, rematando con tres pedestales en que se lee entre eruces en cada uno: 4 de agosto de 1519 entró en Hierusalem. A la derecha de la puerta hay una cruz a algunos pies del suelo, puesta en un nicho todo de exquisitos jaspes. No sabiendo qué era aquella portada ni teniendo quien me diera cuenta, tuve por lc mejor entrarme, y así lo hice, sin ver más que un patio sembrado con algunas flores. Un viejo que había allí me dijo que aquélla era la casa de Pilatos, y muy contento de haber dado con ella, entré en el antiguo palacio de la familia de Ribera y hoy de los duques de Medina-Celi, y a que el pueblo ha dado el nombre de aquel juez de Judea; porque habiendo hecho D. Fadri- que de Ribera un viaje a los santos lugares, volvió cuando se estaba construyendo este palacio, y se encargó de disponer a su gusto la fachada: la gente dió en decir que era igual a la de Pilatos, que D. Fadrique acababa de ver, y tanto se dió, que esa voz ha atrave- sado los siglos, y, todos los sevillanos dicen que el nombre de Pila- tos le viene de que la vista del palacio es igual a la del juez en Jerusalén. A la derecha de la entrada hay una puerta que da a un elegante patio: tiene 62 pies de largo y 60 de ancho, y lo forman 24 arcos sobre columnas de mármol: todos los adornos son arabes- cos en yeso, a imitación de los del alcázar, sobre zócalos de azulejos de relieve y con hermosos artesonados. Sobre esta galería se levan- tan las columnas y arcos de otra alta que también está adornada de arabescos, y presenta al patio una gótica balaustrada con calados de gusto. Es muy digno de notarse en la galería baja una colección de bustos, colocados en nichos y que representan diferentes ilus- tres romanos, entre ellos Rómulo, Quirino, Trajano, etc. Estos bustos fueron regalados por el papa Pío V a D. Perafán Enríquez de Ribera, virrey de Nápoles, y también otras estatuas, de las cuales vi cuatro que hay a los cuatro ángulos del patio: dos son colosales y representan a Minerva con casco y escudo. Largo rato las estuve contemplando porque, en verdad, nunca mis ojos habían DIARIO DE VIAJE 223 visto tanta animación en el mármol: la hermosa y erguida cabeza, la postura llena de majestad, el airoso ropaje que cae en mil plie- gues, todo recrea la vista y da motivos de admiración. Las otras dos estatuas, aleo mutiladas, representan a Ceres y una Musa, con- ecluyendo el magnífico adorno de patio tan interesante, una pila que se levanta 'en el centro y cuya taza sostienen tres delfines. Entrando se halla hacia la izquierda la escalera adornada de arabescos hasta el arranque de la cúpula formada de casetones do- rados. Alrededor del patio hay salas espaciosas adornadas con ara- bescos y azulejos; en la que está frente a la entrada hay un precio- so arco que conduce a la capilla del palacio. Las puertas que dan al patio son iguales a las del alcázar, y hasta tienen su inscripción latina alrededor. La noche no me permitió seguir mi paseo y dirigirme hacia el Duque a gozar de las últimas luces del crepúsculo que alumbraban todavía los puestos que rodeaban la plaza, y en que los montañeses, bajo cuatro tablas muy pintadas, presentan sus grandes cántaros de fresquísima agua: divertíame en observar el pintoresco traje de algunos campesinos que conversaban, compuesto de la chaque- tilla con mil adornos y bordados, el calzón ceñido a la rodilla con cordones y sujeto con ancha, encarnada faja a la cintura, cubierta la pierna con especies de botas abiertas a un lado como las de nues- tros caleseros, llamadas polainas, y rematando todo con el calañés de copa alta y una manta doblada sobre un hombro; más allá se paseaban algunos caballeros con capa y calañés; por allí cruza un ciego proclamando un parte que se acaba de recibir o el periódico que trae tales y cuales noticias; y más acá y más allá, chiquillos rotos y descalzos, ancianos, inválidos, y también los recatados ver- gonzantes, algunas o las más veces desveregonzados, que todos tien- den al paseante la limosnera mano. Estando sentado en uno de los poyos que rodean la plaza se acercó a mí un joven descalzo, vestido de un remendado pantalón y una mala camisa, sucio y con una manta de lana al hombro y en la cabeza un traído calañés. Encaróseme con una risa imbécil y necia, pero sin poder desmen- tir en medio de la expresión de simple que cubría su rostro, un cierto aire de tuno, de esos que se pierden de vista, y me dijo: Zeñorito, déme zu merzé un ochavito y le toco a aquella zeñora que viene por allí. Prometíselo, y fuése con aire muy indiferente a colocarse por donde debía pasar la buena señora, que muy seria y descuidada se 224 EUSEBIO GUITERAS acercaba; y al momento de enfrentarse los dos, vase el pillo y le corta el paso imitando el toque del tambor y tocando fuertemente con los pies en el suelo y en.los muslos con las manos con grande asombro de la vieja, que se asusta, da un paso atrás y, gruñendo, sigue su camino, mientras el pillo le enseña los dientes con imbécil risa. Á no mucha distancia pasaban varias señoritas en grupo, y con su acostumbrado toque se metió entre ellas, y las dispersó, siem- pre sin dejar la risa de los labios. No pude contener la mía y fuíme a mi cuarto considerando modo tan arrastrado de ganar el pan. IX Infinitas son las ielesias que posee Sevilla dentro y fuera de su recinto y que con sus torres dan más hermosura a la vista lejana de Sevilla. ¿ Y habrá aleuna por mezquina que sea que no se adorne con alyuna obra de pintura o escultura de tantos artistas que flo- recieron, particularmente en Andalucía, los siglos xv1 y xvi? Al- gunas he visitado yo, y elertamente debo poner en primer lugar la Caridad. La fachada de esta iglesia no ofrece en su arquitectura nada de particular, sino los azulejos que representan la Caridad; a los lados la Fe y Esperanza, y bajo estos dos, San Jorge y San- tiago, euyos dibujos se atribuyen a Murillo. Entremos a admirar el tesoro de gloria que este artista ha encerrado en la Caridad. Tiene esta lelesia una sola nave bastante espaciosa, trabajada con gusto. El retablo mayor es de mucho mérito, representando en primer término, con figuras aisladas, el santo entierro, y en el fondo, el Calvario, de relieve, de Pedro Roldán, discípulo de Mon- tañez. En el muro del lado de la epístola hay un cuadro de Muri- llo de tres varas de alto sobre siete de largo, y representa el mila- ero del pan y los peces. La figura de Jesucristo sentado es magní- fica; la expresión de su rostro es divina: también son muy dignos de observarse un niño que está de pie cerca de Jesús con dos peces en la mano, y un viejo israelita que está sentado con la cabeza recli- nada en una mano, lleno de naturalidad. De Murillo es también un cuadrito del niño San Juan que está bajo este último, y otro enfrente, que es el niño Jesús, en los cuales se admira la gracia y naturalidad con que pintaba sus niños el divino Murillo. De la misma mano se ve en el lado del evangelio una bellísima Anunciación, y otra obra de maravilloso efecto que figura a San DIARIO DE VIAJE 225 Juan de Dios cargando a un pobre con ayuda de un ángel: el ros- tro del santo en actitud de levantarse con el peso caritativo está lleno de bondad y dulzura: es admirable el efecto con que los sua- ves tintes de los tres personajes resaltan en medio del fondo oscuro. Pero la más bella obra con que aquel inmortal pintor enrique- ció la modesta iglesia de la Caridad es el cuadro que está frente al milagro de los panes y que tiene las mismas dimensiones que éste. Le dan el nombre de la sed de Murillo y representa a Moisés mi- tigando la del pueblo de Dios. En medio del cuadro se levanta la persona magnífica y llena de majestad e inspiración del primer legislador, cuya cabeza rodea una brillante aureola de suavísima luz: a su izquierda está una negruzca roca de donde brota un manantial, cuyas clarísimas y perfectamente ejecutadas aguas se esparcen por el suelo: por fin, en el resto del cuadro está el pueblo sediento, cuyas figuras, muy unidas y muy llenas de expresión, hacen este cuadro superior al de los peces. El hombre que recoge agua del manantial con un jarro es de un admirable efecto de elaroseuro, y no lo es menos el que delante de éste está en primer término haciendo la misma operación en el agua que azulea en “el suelo. Detrás de éste se ve una matrona dando de beber a un niño,: a cuyo lado está otro mayorcito esperando ansioso que acabe su hermano. ¡ Cuánta expresión en el rostro del muchacho que espera! : en todas sus facciones se ve marcado el deseo de apagar la sed ar- diente; sus manos y ojos se tienden al jarro de agua; se percibe, se admira la sequedad de sus labios entreabiertos—pincel divino !— Digno de observarse es también el niño a caballo que está en pri- mer término y la mujer bebiendo con un niño en brazos, el cual tiende las manecitas al jarro con la sencillez y naturalidad más perfectas. ¿Quién será el que no conozca el mérito de esta obra sublime? ¿Quién no admirará la perfecta expresión de todos los rostros, la sencillez y naturalidad de los ropajes, el suavísimo colo- rido difundido por todas partes? Bastaba sólo este cuadro para inmortalizar a su autor. Y aunque en vano pretenderá lucir Juan de Valdés Leal al lado de esas flores de la inmortal corona de Murillo, sin embargo, quiero citar los dos cuadros de aquel artista que se hallan a los pies de la iglesia y cuyas alegorías desempeñó bien su autor. Representa uno de los trofeos de la muerte y en él se ven coronas, tiaras, ar- maduras, libros y otros atributos, todos esparcidos en confusión y dominados por un negro esqueleto. El otro es la misma alegoría, 226 EUSEBIO GUITERAS pero desenvuelta de una manera distinta y bastante rara; pues figura en primer término dos ataúdes con los cadáveres roídos y descarnados de un obispo y un caballero de Santiago; en medio del cuadro se desprende de lo alto, en una suave luz, la mano de la justicia con una balanza, en cuyos platillos se distinguen: en uno, atributos de vicios con este lema: Ni más. y en otro de virtudes con el de Ni menos. Al pie del cuadro hay una anta en que se lee: Finis elorie mundi. Las iglesias de San Marcos y Santa Catalina son notables por sus torres árabes del mismo tiempo que la Giralda: son cuadradas como ésta y adornadas de ventanillas con arcos de herradura: las dos Jlevan el sello de su antigiiedad marcado en sus negros paredo- nes cubiertos de musgo. La capilla de la Universidad se atribuye al célebre arquitecto D. Juan de Herrera: compónese de una cruz latina, y fué construí- da por los primeros jesuítas que hubo en Sevilla. La única nave tie- ne 139 pies de largo hasta la primera grada del presbiterio: súbese por cinco de mármol, que ocupan todo el ancho de la nave, al altar mayor, compuesto de cuatro pilastras corintias con una columna del mismo orden a los dos lados en que se apoya el segundo cuerpo for- mado por tres entrepaños con dos pilastras cada uno: remata el todo con adornos que llegan a la bóveda y que son de madera do- rada, lo mismo que todo lo demás de la obra, excepto el zócalo y base, que son de jaspe. Llenan los entrepaños del primer cuerpo tres de las mejores obras de Juan de las Roelas, que representan la sacra familia: cuadro muy estimado; el coro de ángeles adoran- do a Jesús es magnífico, y por todas partes se admira el suavísimo colorido: a los lados se ven un nacimiento y una adoración, cuya luz le da muy buen efecto. Tres cuadros de mucho mérito tam- bién adornan el segundo cuerpo: en medio la Anunciación, de Francisco Pacheco, y a los lados San Juan Bautista y San Juan Evangelista, de Alonso Cano, Añádase a esto dos preciosas estatuas DIARIO DE VIAJE 227 de la hábil mano de Montañez, que están sobre las dos columnas sa- lientes, y figuran a San Pedro y San Pablo, y acaba este retablo uno de los más hermosos de Sevilla. De muy poco tiempo a esta parte se han trasladado a la iglesia de la Universidad varios sepuleros que pertenecen a la familia anti- gua de Ribera, ascendientes de los duques de Medina-Celi. Son muy dienos de observarse los magníficos mausoleos de D. Pedro Enríquez y su mujer, trabajados con exquisito gusto en Italia Fórmanlos dos grandes nichos arqueados con medallones represen- tando pasajes de la Santa Escritura, dentro de los cuales se halla la urna cineraria con la estatua echada del muerto. Bajo el nicho corre un pedestalón con tres escudos de armas y otras figuras, so- bre el cual descansan cuatro columnas con sus pilastras detrás, que sostienen el friso y corneja, rematando en figura triangular. ÁAm- bas obras son de mármol y están colocadas una frente a otra; los adornos son diferentes, luciendo por todas partes el trabajo y ga- las de la arquitectura plateresca. La altura será de 11 varas sobre 6 de ancho. Otros sepuleros más sencillos cubren las paredes de la nave, y en que el viajero no se para, porque ni el exterior llama la atención, ni las frías cenizas de aquellos muertos nos recuer- dan nada. Lo contrario sucede al contemplar la modesta loza que cubre los preciosos restos de D. Juan de Arguijo, cuya lira dió a España los bellísimos y acabados sonetos que dieron gloria a su autor, con- servando aún en nuestros días la merecida primacía de cuantos han usado aquella difícil composición. También encierra las cenizas de un poeta el sepulero de már- mol que forma un nicho con una estatua, rodeado de mármol blan- co con los contornos negros. Son las del eminente Benito Arias Montano, muerto en 1598. La iglesia del Salvador ofrece una alta fachada de ladrillo y piedra a que se sube por gradas de todo el ancho del templo, y ador- nada con pilastras corintias, rematando con un ático. La arqui- tectura churrigueresca tomó posesión de este edificio construído en el lugar mismo en que hubo una mezquita hasta fines del si- glo xv1 que se desplomó. El coro, como en la catedral, quitando toda la vista del templo, cuyos retablos cansa mirar, porque fasti- dian verdaderamente esas masas de madera dorada que tocan hasta las bóvedas y cargadas de adornos con tanta profusión y tan poco 228 EUSEBIO GUITERAS tino, que no se puede menos de maldecir a D. José Churriguera, inventor de estilo tan pesado y que cansa la vista sin recrearla. De lado de la epístola están las obras con que embellecieron los artistas esta parroquial. La primera capilla encierra a Santas Jus- ta y Rufina, con la Giralda, estatuas que trabajó muy bien Pedro Duque Cornejo, discípulo de Roldán. Las dos que siguen están de- dicadas a San Cristóbal y San Fernando, cuyas estatuas son de la mano del maestro de aquellos dos: D. Juan Martínez Montañez. Venérase, y ciertamente con mucha devoción, en la capilla si- guiente, la antigua imagen de Nuestra Señora de las Aguas, y como de más nombradía y más historia, quisieron obsequiarla recargando de más adorno que a otras su tremenda capilla. A aquella imagen va unida una tradición de San Fernando. Cuentan que una vez se apareció a este santo Rey una visión figurando una mujer con un niño en la falda. Retúvola él a la memoria y envió después por dos muy célebres artífices que se comprometieron a copiar aquella imagen según la descripción que del original el Rey hacía. Al cabo de aleún tiempo presentóse uno con su obra concluída, que vista por el monarca la tuvo por de ningún mérito. y no quiso guardar- la. Preséntase después con su imagen el compañero, y D. Fernan- do, aunque no muy satisfecho, la conservó porque decía que estaba entre dos aguas: y de aquí toma su nombre la vireen del Salvador, que es la misma. El santo Rey no guardó mucho la imagen ésta, porque se le aparecieron un día dos mancebos, pintor y escultor, para copiar la visión, lo que hicieron muy pronto y muy a gusto del Rey. ¿Y cómo no, si dicen que eran dos ángeles? Esta última imagen se conserva con gran veneración en la capilla Real de la catedral, y he leído que nadie ha podido averiguar de qué materia está hecha, que se conserva con los mismos vestidos que la pusie- ron los celestiales espíritus, y que no hay quien ose levantarlos, porque “no está muy lejos, me decía un viejo en la catedral, el día en que un atrevido que quiso averiguar cómo estaba construída Nuestra Señora de los Reyes, perdió la vida?”. Cháchara y no más. Episodio de la historia sevillana. Desde el domingo pasado 4 se corrió que Sevilla iba a pronunciarse, a imitación de otras provincias, contra la regencia del reino, con mo- tivo de haber dado ésta al traste con el Ministerio benéfico de Ló- pez y puesto a Mendizábal. Aquel día se reforzaron las guardias, se armaron retenes y... —po hubo nada.— DIARIO DE VIAJE 229 Ayer la cosa fué más formal. Al oscurecer empezaron a reunirse en corrillos, y a cirse los gritos de “Viva la libertad! Muera Es- partero!””; y unos 30 ó 40 armados y el pueblo, se lanzaron a la plaza de San Francisco, donde está el Ayuntamiento, pero fueron arroyados y heridos por un escuadrón de caballería. Las calles principales estaban bien animadas: corros por todas partes, y por todas partes resonaba el trote de la caballería rondando. Salimos nosotros y fuimos a un café: las casas estaban cerradas; la gente todo alborotada. Al volver a casa vimos en la calla parados un es- cuadrón de caballería y un piquete de infantería; estaban reunidos para leer, según costumbre en un tumulto, la ley marcial, que prohibe se formen corrillos y se hable política: nadie la quiso leer, y no se leyó, y el pueblo que estaba alrededor se quedó tranquilo. Y después del alboroto, tiros—algunos, —conversaciones, COrros, es- cuadrones, ete., ete. ¿Qué hubo? nada! La cosa se formalizó, y antes de ayer jueves 15, la tropa cargó sobre el pueblo, porque éste empezó a tirar piedras, y aquélla les tiró una descarga cerrada, de que resultaron dos muertes; volvió el pueblo a atacar a la tropa, y a ladrillazos la hizo retroceder; vino la caballería y corrió el telón de este teatro en la calle de las Sierpes, y ayer vi las balas clavadas en las paredes de las casas. Ayer al oscurecer salimos y reinaba la mayor agitación : la plaza de San Francisco estaba sobre las armas, y lo mismo las puertas en que había artillería: todo anunciaba un gran rompimiento; y nos- otros fuimos a tomar una taza de café. Cuando salimos, todo había mudado: la tropa desfilaba para sus cuarteles, los balcones estaban iluminados, y las 25 campanas de la Giralda daban al viento su tremendo repique, y por todas partes los gritos de viva la libertad, viva la Constitución, viva la milicia nacional, muera Espartero, mueran los tiranos. El Ayuntamiento parece que había hablado al general en sentido de que aquella noche el pueblo estaba decidido a atacar las tropas y que correría sangre. Ello es que Sevilla se pronunció independiente y ahora la gobierna una junta nombrada por el pueblo. ¡Qué aspecto tan triste presenta hoy (20 de Julio) la corte an- tigua de los árabes—Sevilla!—Qué silencio! Qué consternación ! Sólo interrumpe el silencio el ruido del cañón que envía desde la 230 EUSEBIO GUITERAS muralla balas y granadas al enemigo bando de Espartero capita- neado por Van-Hallen y situado a poca distancia de la ciudad en Cruz del Campo y la casa de la cera. Esta mañana comenzó el bombardeo. Subimos a la azotea dudosos de esta nueva, y con efec- to, a poco oímos sobre nosotros un fuerte silbido y después, a algu- na distancia, el estallido de la cruel granada. Salimos a la calle, ocupada casi sólo por mujeres llorando y lamentándose, y sentidos volvimos a casa. ¿Dónde ir? ¡Triste situación! Tres campanadas de la Giralda anuncian cada bomba que envía el enemigo. ¡Oh, Dios!, calma tu ira: perdón! 20 de julio. Xx Al sur de la catedral levantó el famoso Juan de Herrera uno de los más bellos y elegantes edificios que posee la ciudad bañada por el cantado Betis, y destinado por la reunión de mercaderes que antes se congregaban en la catedral profanando la santidad de templo tan suntuoso. El viajero se deleita contemplando la lonja de Sevilla en que se ve con el gusto de Herrera la sencillez, severi- dad y elegancia de arquitectura grecoromana. El edificio está aislado, formando un cuadrado perfecto de 200 pies de largo con 63 de alto. Súbese por 4 o 5 gradas al enlozado ancho que lo rodea, adornado de trecho en trecho con columnas pequeñas, unidas por cadenas. Forman la obra dos cuerpos de orden toscano compuesto de pilastras de piedra martelilla de las canteras de Jerez, teniendo los entrepaños de ladrillo. El cuerpo primero presenta por las partes de norte y poniente tres puertas y ocho ventanas intercaladas de dos en dos: por el sur tiene dos puertas y una por levante; el adorno del segundo cuerpo forma once ventanas por cada lado, rematando con una balaustrada que coronan cuatro torrecillas en forma de obelisco en los cuatro ángu- los y un globo correspondiente a cada pilastra. Se entra por la puerta de poniente que está junto a la escalera; pero antes de subir, el viajero se detiene a contemplar la elegante sencillez del patio, cuya planta cuadrada tiene por cada lado 72 pies: fórmanlo veinte arcos en ambos cuerpos del edificio con eo- lumnas dóricas en el primero y en el segundo ¡jónicas, rematando con una balaustrada, bello conjunto lleno de majestad y hermosura DIARIO DE VIAJE 231 que aumentan las grandes lozas de mármol blanco y negro de que están cubiertos patio y corredores, levantándose en medio de aquél una pila sencilla. La escalera es ancha y hecho toda de jaspes riquí- simos que cubren también el muro formando labores irregulares con una especie de escudo en el descanso principal compuesto de una lápida o tarjetón entre dos columnitas y rematando con una corona. Cubre la escalera una bóveda con casetones sencillos y con- cluye con linterna. Por los años de 1785 se cerró la galería superior por orden de Carlos 111 para establecer el magnífico archivo de Indias, colee- ción interesantísima que con buen orden encierra tantos preciosos documentos desde que el ilustre y atrevido Colón trató en Granada con los católicos reyes su proyecto gigantesco y temerario llevado a cabo por divina inspiración, hasta nuestros días, que sólo queda apenas la triste Cuba, mi adorada patria. Ocupa el archivo tres alas del edificio, que admiran por la elegancia y sencillez de los adornos. El pavimento es de mármoles y jaspes formando dibujos, que se aumentan con graciosos mosaicos en los ángulos: cubre los muros la hermosa estantería de caoba construída al estilo dórico con sencillez y adornando el friso relieves figurando trajes, ídolos, armas, etc., de los desventurados indios. Una bóveda remata los espaciosos salones, hermoseada con muy sencillos casetones. A la entrada se ve un retrato de Colón de tamaño natural con un elobo en la mano y a los pies una tarjeta que refiere las fechas de su nacimiento y muerte y su arrojada empresa. Al concluir los salo- nes del archivo se encuentra una pequeña sala en que se ve un retrato de Colón, otro de Hernán Cortés y un busto de Vasco de Gama. Allí, en estantes, con cristales, está encerrado lo más pre- cioso que posee el archivo: todos los papeles concernientes al des- cubrimiento y conquista; pero, ah!, no se ven más que paquetes y no se permite ver más! La escalera que conduce a las azoteas de la Lonja es muy ad- mirada por estar construída en el aire; los gruesos escalones de granito con pasamanos de lo mismo, suben unidos a las paredes sin más apoyo en el centro que la artificiosa trabazón de los cantos. 5 XI La catedral de Sevilla es el primer monumento espléndido le- vantado por el hombre que han visto hasta ahora mis ojos: templo Lo e 15] EUSEBIO GUITERAS espléndido digno del Sér augusto que la habita, obra soberbia ins- pirada por el cielo. Sus levantadas balaustradas y finas agujas y fuertes botareles, y sobre todo la torre altísima dominan las ori- llas del Guadalquivir; y de lejos se dibujan con mágico efecto en el cielo azul de Andalucía. ¿Quién no siente conmovido el cora- zón; quién no llena su alma de grandes impresiones al pisar el rico pavimento de ese soberbio templo de Dios? Yo no dejo un día de visitar obra tan suntuosa y me place sorprenderla a todas horas y bajo todos aspectos, pues en cada visita ofrece al curioso viajero una nueva gala de tantas que encierra. Ya cuando los pri- meros albores del día van alejando de sus inmensas naves la oscu- ridad, iluminándose gradualmente hasta que los rayos del sol pene- tran por las pintadas ventanas, cuyos cristales descomponen la luz y colorean los objetos que hieren aquellos débiles rayos: ya cuando la fuerte claridad del mediodía presenta a los ojos encantados el templo lleno de luz; ya en fin cuando viene el sol con sus rayos descompuestos a pintar de azul y verde y encarnado las preciosas esculturas doradas de la capilla mayor. Entonces es cuando acu- den más emociones a agitar el alma; entonces es cuando la catedral gótica desenvuelve su magia triste y consoladora. Las sombras em- piezan a extenderse por las bóvedas altísimas: apenas el sol forma entrando por las elevadas ventanas un rayo que cruza iluminando el aire—es el último!:—la luz se desvanece, y sentimos que con la última claridad se desvanecen los mundanos pensamientos, y la vista atónita busca a Dios por todas partes: ya las inmensas colum- nas casi se pierden en las bóvedas. Y vemos los santos que se des- prenden del lienzo animado por Murillo, Zurbarán; y vemos la divina Concepción de Montañez levantar sus manos y ojos al cielo y abrir sus labios; y el San Antonio de Murillo tiende los brazos al niño Dios que en los suyos lo estrecha; y la luz inmortal de la eloria que los rodea hiere nuestra pupila atónita. Y sentimos el perfume suavísimo del incienso, nuestros ojos siguen su voluptuo- sa ondulación, y nos parece que se mueven los ángeles del altar y baten sus brillantes alas. El alma enmudecida teme y goza y presta atenta oído al dulce y lejano rumor de los instrumentos celestiales y habla con Dios en silencioso pasmo. Y más opulento, más espléndido el santo templo se ostenta cuando se viste las ricas alhajas de oro y plata y sedas; cuando cubre sus eallardas columnas de rico terciopelo con franjas de oro, y oculta bajo estos adornos su puerta principal que cierra magnífi- DIARIO DE VIAJE 189) ¡2e] ds] co cancel de madera dorada y terciopelo carmesí con hermosos ca- lados; entonces lucen los ricos atriles y bancos en gran número ha- ciendo juego con el cancel: y el brillante altar de plata resplandece a la luz de cien cirios en candelabros de plata; y el incienso, como una nube, oscila en el espacio, y los armoniosos sonidos del mag- nífico óreano se esparcen por las anchas naves; y las campanas de la gigante Giralda dan al aire estrepitosos ecos que van a perder- se en la lejana llanura del Guadalquivir. Cuando el rey San Fernando conquistó en 1248 a Sevilla, esta- bleció la iglesia católica en la mezquita de Mahoma; y fué ésta la catedral hasta 1401 que se reunió el cabildo y dijeron: ““Faga- mos una iglesia que los del porvenir nos tengan por locos”; y llevando a cabo su proyecto, el año de 1519 se puso fin a la gigan- tesca obra consagrándola a Dios. La forma del edificio es un cuadrilongo * y tiene de largo co- ““rriendo de oriente a poniente 378 pies y de ancho de norte a sur 254, sin contar el fondo de las capillas laterales ni la Real que sale ““del cuadrilongo. Tiene el edificio cinco espaciosas naves y dos “además en que están las capillas. La del medio con el intercolum- “*nio que corre entre las puertas norte y sur forman lo que se llama “el crucero y tiene de ancho 59 pies con 134 de alto. Las naves la- ““terales cuentan 39 15 con 96 y las capillas 37 con 49. En el cen- ““tro del crucero está el cimborrio de 143 pies y medio de al- ura” Sostienen las 68 hóvedas que cubren el edificio, 36 pilares for- mados de varios grupos unidos de columnitas además de los medios pilares correspondientes a las bóvedas que arrancan del muro del edificio. Los adornos son pocos y muy sencillos: alrededor de toda la obra y del crucero corren andenes calados con mucho gusto; y lo son también las labores resaltadas que adornan las cuatro bóve: das del centro del erucero. Las ventanas, que casi todas rematan en figura triangular, están rodeadas de adornos góticos, cerrándolas hermosos cristales pintados representando pasajes religiosos. El pavimento es todo de grandes lozas de mármol, formando dibujos en algunos puntos, particularmente bajo el cimborrio, que mues- tra hermosos mosaicos de jaspes figurando la Giralda con dos ja- rros de azucenas a los lados. Y ciertamente es lástima que hayan quitado a tan suntuoso templo gran parte de su grandeza y majes- 1 Colón.—Sevyilla artística. Ax 34 EUSEBIO GUITERAS tad, colocando en medio del edificio el inmenso coro en que se de- tienen las miradas que se extenderían con encanto vagando entre las gallardas columnas. Son nueve las puertas que dan entrada a la magnífica catedral, y la principal da a poniente: fórmala un atrevido arco gótico de grandes dimensiones adornado de gracio- sos doseletes, sobre el cual, después de aleunos adornos, se levanta un muro coronado de una elegante balaustrada con una cruz en el medio y abierto por una claraboya circular con calados, cerrada por vidrios de colores. A la derecha de esta principal, que no se abre más que al rey o al arzobispo en gran ceremonia, se halla la puerta del bautismo, y a la izquierda la de San Miguel. Las dos presentan sus bellos arcos laboreados con sus estatuas de barro cocido a los lados, que representan los patronos, evangelistas y otros santos: cubre el medio punto de la primera un medallón del bautismo, que así como el de la puerta de San Miguel, que figura el nacimiento, y los que se ven a oriente, son muy estimados. For- man estas tres puertas la fachada, que presenta un aspecto gran- dioso y lleno de belleza y elegancia, vista sobre todo desde alguna altura inmediata en que a la fachada se une el techo de la catedral; y como las naves son de alturas diferentes, todas están unidas por erandes arbotantes, y todas con sus caladas balaustradas y por todas partes levantándose las cien graciosas agujas góticas que se dibujan en el azul del cielo. Por la parte de oriente, correspondientes a las de San Miguel y el Bautismo, hay otras dos puertas de la misma construcción con la adoración de los Reyes y la entrada de Jesucristo en Jerusalén en los medallones, y a los lados, estatuas de ángeles, patriarcas y profetas. Corresponden a los brazos del crucero otras dos grandes puer- tas, cuyas fachadas no están concluídas: las cierran hermosos can- celes de caoba al estilo gótico. Las dos restantes son la que conduce al sagrario y la que sale a la nave del Lagarto, cuyo arco está cu- bierto por uno de la antigua mezquita. Entremos ya a descubrir las preciosidades que en su recinto encierra el templo de Dios. Ocho bóvedas encierra su nave principal, sin contar la capilla Real y el cimborrio, y dejando una en el medio, entre la Real y la Mayor, está la capilla Mayor, que ocupa dos bóvedas; síguese el cimborrio, bajo el cual está la crujía o paso al coro que llena las bóvedas cuarta y quinta, quedando limpias las tres siguientes que DIARIO DE VIAJE 235 forman el trascoro hacia la entrada principal. Las cuatro naves laterales están desocupadas y da magnífica vista su limpio espacio, donde los ojos se deleitan en vagar. A ambos lados limitan el edifi- cio dos naves bajas en que están colocadas las capillas. Súbese por cuatro gradas a la Mayor, y después de atravesar un espacioso pavimento cercado por tres partes de rejas doradas, se sube al altar por 10 gradas de mármol de todo el ancho de aquél, que es el mismo de la nave. El magnífico retablo está cerrado por tres muros, en cuya parte exterior y a bastante altura corre una faja de estatuas con doseletes góticos que son tenidas en grande estima. El altar mayor es de extraordinaria altura y ocupa todo el frente de la nave y parte de los costados. Fórmanlo 44 nichos se- parados por pilares góticos y cuatro fajas que los atraviesan, ador- nados de doseletes y mil menudos y preciosos adornos; en cada ni- cho se representa, con muy buenas esculturas, un pasaje de la vida de Jesucristo. Encima se desprende un dosel con artesonado, en cuyo frontispicio se ve una faja de estatuas con peanas y doseletes, que representan los doce apóstoles y la Virgen en medio con su hijo en los brazos, muerto; rematando el todo con un Calvario bajo dosel de terciopelo carmesí. Este trabajoso y hermosísimo retablo es todo de alerce dorado: la delicadeza y prolijidad de los góticos adornos es admirable. Sobre la mesa del altar está la imagen de plata con dorados de Nuestra Señora de la Sede, antigua y venera- da imagen que perteneció a San Fernando, el cual la puso en la mezquita para la primera misa que se dijo en ella. Debajo de ella se levanta el gran tabernáculo con que hacen juego los dos atriles, todo de plata con buenos relieves. Atravesando la crujía éntrase al coro por una gran reja dora- da. Ocupa dos bóvedas. El intercolumnio de la primera está cerrado por dos vestíbulos de ricos mármoles y jaspes, con seis demasiado gruesas columnas, cuyas bases y chapiteles, dóricos, son de bronce. En el medio del muro hay como un altarito con pila de agua ben- dita, y a los lados dos puertas que conducen al coro. Sobre estos vestíbulos se levantan los dos magníficos órganos, cuya admirable construcción admira al viajero y que inundan de armonía el templo con los melodiosos acentos de sus enormes tubos que bien imita la música lejana del cielo y las tempestades de la tierra. Sus adornos son objeto de grande erítica para los inteligentes: pertenecen al gusto plateresco y llegan con profusión hasta la bóveda, aumen- tando el defecto que ya el coro tiene de por sí de quitar la vista a * 236 EUSEBIO GUITERAS las naves. Junto a cada vestíbulo hay dos capillas góticas con muy exquisitas labores trabajadas todas en alabastro. Las que están del lado de la epístola encierran varias esculturas del Montañez, y en- tre ellas la divina Concepción. Qué hermosa es! Qué hermosos los ángeles que tiene al pie! Qué ternura y colorido en aquel rostro de virgen lleno de expresión, de vida! Qué ropaje! La delicadeza de las facciones... ¿Quién inspiraría a aquel genio composición tan brillante ? La capilla dedicada a Nuestra Señora de los Remedios cierra el corro por la parte que da a la puerta principal. Está toda hecha de muy raros mármoles jaspeados siguiendo con elegancia el estilo dórico. En el medio está el altar de la santa, que es una antiquí- sima pintura con dorados: a derecha e izquierda se ven dos rejas que dan' entrada al coro, y sobre ellas, en dos nichos, los bustos en bronce de Santas Justa y Rufina: siguen a cada lado un cuerpo de arquitectura con cuatro bajorelieves, trabajados en Génova con mucha propiedad. El interior del coro es todo de aleree y pertenece al estilo gótico, que ostenta sobre todo sus finas labores de encaje en la del arzobispo, que está al frente coronada de un exquisito dosel. Las demás sillas altas están todas separadas por columnas con dos nichos, donde se ven estatuitas de santos, y en el medio, caprichosas grecas: cúbrelas un dosel también con estatuitas y todo corrido; las sillas bajas muestran en sus respaldos medallones hermosos representando pasajes de la Santa Escritura, que están trabajados con mucho gusto, lo mismo que todos los demás capri- chosos adornos. Levántase en el medio el facistol de madera con adcrnos de bronce coronado por un templete, dentro del cual hay una Concepción. Allí vi algunos de los muchos y costosos libros de canto-llano que posee esta catedral y que son muy apreciados por las pinturas que contienen en miniatura y las letras mayúsculas tan llenas de adornos exquisitos. (Continuará. ) BIBLIOGRAFIA I. Studi Glottologici Italiani diretti da Gracomo De GREGORIO, Volume Sesto, Torino 1912. El distinguido profesor Giacomo De Gregorio, de la Universidad de Palermo, nos ha obsequiado con un ejemplar de sus Studi Glottolo- gici Iteliani, vólamen VI, atención que mucho agradecemos pues nos permite conocer los interesantes trabajos que contituyen este libro, nuevo esfuerzo plausible de su meritoria labor en el campo de los estudios lingúísticos, especialmente en la rama de los dialectos de su lengua nativa. Este volumen, como los anteriores, es hermoso ex- ponente del éxito de la especialización para el mejor conocimiento de determinada materia. Revisando el sumario de la obra nos en- contramos con un artículo de Sapienza acerca de la Etimologie po- polari e fenoment affini del dialetto siciliano con particolare riguardo alla: 20nacatenese; otro de Bertoni sobre Note etimologiche emiliane, y dos del profesor De Gregorio, uno sobre 1 dialetto fiorentino volgare e la lingua italiana y otro sobre ll dialetto romanesco, curiosos estudios que reve- lan el saber de su autor y contribuyen á mejorar el conocimiento que hasta el presente se ha tenido de ambas formas dialectales. Afirma rotundamente el autor, al tratar sobre el dialecto florentino vulgar, que el carácter toscano de la lengua italiana no puede ser con- tradicho por la particularidad fonética y morfológica de dicho dialee- to; que el prototipo de la lengua italiana no fué aquella tosca forma dialectal oída en boca del vulgo ignorante, sino aquella delicada que utilizó toda pers3na culta. Sin negar el profesor De Gregorio el carác- ter toscano de la lengua italiana propónese en dicho trabajo recoger algunos de los principales resultados, tanto fonéticos como morfológi- cos, del dialecto florentino que señalan diferencias con los correspon- dientes obtenidos en la lengua italiana. Indica, en el capítulo de la sintáxis, las variantes advertidas entre el dialecto florentino y la lengua italiana, vése en aquél el empleo del sujeto plural con un verbo en singular al igual que pasa en griego; consigna el uso de avere por essere en la construcción del participio pasado; el empleo de la forma oblícua del pronombre personal por la del nominativo; 238 BIBLIOGRAFIA el la puesto como sujeto del imperativo que la lengua común omite o pospone al verbo, así como también discurre sobre la forma plural del posesivo sus por la plural loro. Es curioso notar cómo en cier- tas construcciones sintácticas coinciden idiomas que morfológicamen- te tienen sus especiales características; así pues, al reparar que el dialecto florentino añade pleonásticamente el artículo determinativo trás el sustantivo y el adjetivo en: 2 libro il piu bello, pensamos en idéntica construcción en la lengua árabe en la frase el ¿2mratu el jasá- natu; la mujer la) hermosa. Refiriéndose el profesor De Gregorio a la particularidad léxica o gramatical del dialecto florentino frente a la lengua común italiana, no vacila en afirmar que no es grande, que es mayor en la fonética, porque no se trata de simples vicios de pronunciación como hubo de creerse, suponiéndose que el pueblo había alterado o corrompido la voz de una lengua ya bella y formada, sino que se trata de caracteres fonéticos genuinos, muy especiales. Para demostrar las diferencias fonéticas estudia las vocales y dentro de ellas los casos de diptonga- ción, la substitución en el colorido vocálico, Ja elisión de la átona fi- nal, como a veces se advierte en el dialecto cubano y en tantos otros idiomas. Al hacer el análisis de las consonantes así como de los grupos que en ellas se forman consigna el valor de fricativa palatal de la ec antes de e, 2 tanto en el florentino como en el toscano; que la ¿ inicial ante e o 7 se convierte en el florentino en fricativa sonora del mismo orden, como el grupo qu + vocal traysftórmase en k y el skj en stj. Al estudiar el sonido de t, d, afirma que no es netamente dental sino más bien alveolar representándose por t, d, y llama la atención sobre el muy importante hecho de la t de la terminación verbal ate, ete (22 pers. plur. del Pres.,) ato, ito, uto que se presenta en el florentino cambiada por el sonido fricativo sordo de la gutural. Más adelante manifiesta que el grupo B + D en el florentino se ha asi- milado a dd; que el nexo L + consonante se resuelve en este dialecto de dos modos en completo desacuerdo con el italiano y que R+con- sonante se asimila a la consonante siguiente. Es curioso observar dentro de los fenómenos sintácticos lo que pasa en el dialecto flo- rentino con esas pequeñas voces que han perdido algún elemento final y se las denomina proclíticas, igual que resulta en griego con sus proclíticos, el artículo, %, ot, ai; las preposiciones els (és?, éE (éx), év, las conjunciones el y 6s y la negación o% (ox, ovx). No obstante estas semejanzas la unión en el florentino aparece más efectiva según se ve en pekkanto, pemmese, ibbastone. Ocúpase asimismo el profesor De BIBLIOGRAFIA 239 Gregorio de la metátesis de sílaba, de los simples fonemas, etc., ete. Para terminar su estudio analiza la forma de las voces al través de las categorías gramaticales consignando que los cambios de declina- ción son bastante frecuentes. El segundo trabajo que publica el profesor De Gregorio se con- ereta a 11 díaletto romanesco afirmando que ha sido poco estudiado des- de el punto de vista glotológico y que por virtud de su gran concor- dancia con la lengua italiana debe prestársele la debida atención. Refiérese al estudio hecho por Tellenbach expresando las semejanzas y diferencias que se nota entre ésta y la suya, no creyendo en la transformación por alguien señalada del romano hacia el toscano. Al exp»mner las consideraciones generales sobre el dialecto romano discurre sobre la influencia del toscano en la modificación de éste diciendo que no es de esta opinión, 19 perche la storia non ci dice affatto che la popolazione romana sia stata in quella congiuntura sostituita da popolazione toscana; anzi ci dice che la Toscana non ebbe gran fatto ad ingerirsi negli affari politici di Roma; 29 perche il vero centro d'irra- diazione linguistica, sia nel periodo classico che nel romanzo e Roma; si eché se noi troviamo forme di voci, di origine latina, che esistono oggi a Roma ed esistono anche in altre zone, non abbiamo menomamente al dritto di supporre che a Roma sieno state importate da queste zone, a meno che le forme corrispondenti dell'ant. rom. non sieno addirittura divergenti; nel qual caso, del resto, la supposizione non potrebbe mai elevarsi a verita storica. Esfuérzase el profesor De Gregorio por indicar la importancia del romano en la lexicografía italiana, lamentándose que en el die- cionario no se hubiesen tenido en cuenta centenares de vocablos romanos, porque para la compilación de los vocabularios generales de la lengua italiana resulta de utilidad comprobada el léxico ro- mano. El romano es a su juicio un elemento de unión entre los dialectos toscanos y meridionales; que en el vocalismo es aquél casi idéntico al toscano, especialmente al florentino, salvo las va- riantes vocalarias que presenta. Tras ésto nuestro distinguido. compañero va estudiando detalladamente dentro de la fonética las vocales tónicas, señalando los casos tanto de invariabilidad como de substitución, manifiesta lo poco que hay que observar en los dipton- gos, la particularidad de las vocales átonas, las consonantes en sus clasificaciones como los casos de prótesis, epéntesis, aféresis, metáte- sis, contaminación, etc., ete. Estas son, a grandes rasgos, las ideas sustentadas por el muy 240 BIBLIOGRAFIA competente profesor de la Universidad de Palermo. Todo lo expues- to en sus notables trabajos resulta de utilidad grande y agradecidos tienen que sentirse para con él cuantos aficionados a las pesquisas glotológicas quieran conocer estos puntos de vista, porque a la clari- dad de la exposición se une un saber profundo y un método digno del mayor encomio. . Dr. J. M. Diuico, Profesor de Lingúística y de Filología. BLOOD A E ... Profesor Dr. Arístides Mestre. Zoología LLC a A AE, ERES ) ol Des iadá ore ZODSLAta” (Ll CUSCO Antropología general (1 curso).............. Y Dr. Luis Montané, CONFERENCIAS Histología y Embriología Zoológicas.......... / Dr Aríétides Mestre (Xux: ) Anatomía Comparidasi a e as | Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Jefe de los traba- jos prácticos del Laboratorio de Biología, etc.); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física); Dr. Gerardo Fernández Abreu (Jefe del Laboratorio de Química); y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo An- tropológico Montané » y el Laboratorio de Antropología tienen por Jefe al Profesor titular de la asignatura. 3 ESCUELA DE PEDAGOGIA Psicología Pedagógica (1 Curso)............... 1 Historia de la Pedagogía (1 curso).........:.. j - Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. Higiene Escolar (MiGHESO) e a da Metología Pedagógica (2 cursos) ........0.... 5 Dr. Manuel Valdés Rodríguez. DIO lineal (il CURSO A ion Nas 1 Z cd Dibdujo naturab(l. curso) io y S 12 Sr. Pedro Córdova. CONFERENCIAS I. Crítica de la Educación Contemporánea...) La Pedagogía Experimental. . TI. Lectura é interpretación de las obras de los grandes pedagogos contemporáneos .. ) Aerupada la carrera de Pedagogía en ES cursos, comprende también asignaturas que se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. 4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico. | y Profesor Dr. Luis Padró. (PNCMESOS Vo AN REI lies acia Profesor Sr. Eugenio Rayneri. Estereotomia. (Curso). Ea it a ls ¡ e O REO e A ' a Dr. Alejandro Ruiz Cadalso, Materiales de Construcción (1 curso)......... ) So) de Materiales. Estática Gráfica ta Sí Añfeho Sandoval Construciones Civiles y Sanitarias (1 curso)... ) Hidromecánica (1 cursO).....ooooomooccooo... / GE Wraqtin arial. CULO) a lo Di e a ¡ 2 Sr. Eduardo Giberga. Ingeniería de Caminos (3 cursos: puentes, fe- / - 7 rrocarriles; “callesiy> Carreteras ias aro oda ' 2 Dr. Luis de-Arozarena. Enseñanza especial de la Electricidad (3 cursos) E Sr. Ovidio Giberga. Historia de la Arquitectura (1 curso).......... Contratos, Presupuestos y Legislación especial á la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... ) Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y Arquitecto; y son sus profesores Auxiliares: Dr. Andrés Castellá, Sr. A. Fernández de Castro Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); y Sr. Plácido Jordán (Jefe del Labo- ratorio y Taller Eléctricos); con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se estudia la carrera de lZaestro de Obras; exigiéndose asignaturas que corresponden á otras Escuelas. 5. ESCUELA DE AGRONOMIA Química Agrícola é Industrias Rurales (1 curso). Arquitectura é Higiene de los Edificios (1 curso) Dr. Antonio Espinal. ( Profesor Dr. Francisco Henares. Fabficación de azúcar (1 curso). .............. y PEO NOAS A VACUTTO e bis a ola e 1 ZAPLANA E a do dos de E Sr. José Cadenas. EMO LCEnia MEL CULSO Melo RAS atacar j A A A O O RO Legislación Rural y formación de Proyectos / (RELE SO o E TA E A A o NA ) El profesor auxiliar de esta Escuela es el Dr. Buenaventura Rueda (Jefe de los Mu- seos y Laboratorios). Para los grados de Perito químico agrónomo y de Ingeniero agrónomo, se exigen estudios que se cursan en otras Escuelas. Economía Rural y Contabilidad Agrícola (1 cur- | | sis Sr. José Comallonga. En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 45 de la tarde, se dan informes respecto á los detalles de la organización de sus diferentes Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. AWVISO La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es bimestral. Se solicita de las publicaciones literarias Ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- rrespondiente; y de los Centros de instrucción Ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra sección bibliográfica. Para todo lo concerniente á la REVISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) dirigirse al Sr. Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, Re- pública de Cuba. NOTLCIE The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other month. We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section. Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed matter, etc., to the Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, República de Cuba. AVWVIS La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On demande l'échange des publications littéraires et scientifiques: 1l en sera fait un compte rendu dans notre partie bibliographique. Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoi d'ouvrages, etc., on est prié de s'addresser au Secretario de la Facultad de Letras y Cienciasr Universidad de la Habana, República de Cuba. VoL. XV] UNIVERSIDAD DE LA HABANA. Núm. 3, REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS DIRECTOR: Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN., REDACTORES JEFES: Dr. ARISTIDES MESTRE. Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO,. COMITÉ DE REDACCION: Dres. ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO RUIZ CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES- MAYO DE 1913. SUMARIO: —LA ISLA DE PINOS SEGÚN EL TRATADO DE París (con un : s CEADACO) La ao á Eta IPR RO Lo Y80 En Dr. Evelio Rodríguez Lendián, ESDIARIO DEXVIAJE—POR ESPAÑA. m.lo ocio cr Sr. Eusebio Guiteras. —LA FACULLAD DE MEDICINA EN BEIRUT (con un grabado).. Dr. /. M. Dihigo. —LECCIONES DE LENGUA GRIEGA SOBRE EL TEXTO DE HOMERO. Sría. Laura Mestre. AE EDASNUBVAS dio ainia loa mc ca Dra. Carmen O. Tagle. IMPRENTA “EL SiGLo XxXx>” DE AURELIO MIRANDA TENIENTE REY 27 HABANA ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS. Decano: Secretario: Dr. Juan Miguel Dihigo. l. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA. Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)........ Profesor Dr. Adolfo Aragón. Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)....... o Dr. Juan F. de Albear. Tanguistica E CUESO) Ulea UTE ad : Ade Eilología DÁÚPUESO) corona a plo Rede de letal Algo ea dd Dr. Juax; Miguel Dibigo, Historia de la Literatura Española (1 curso)... : » Historia de las literaturas modernas extran js] 3) eS DE DOMncre a CENCHESOS IEA a le e RN ticas lao a" Historia de América (1 curso)..........o.o.o.... ) Dr. Evelio Rodríguez Len: Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) dián. Paurotagía-(E CUÉSOD”, omo rd ea ea sr Eilosofía Moral (ll CULSO) 2. 97 ee ooo 3 Dr. Enrique José Varona. Sociología (E CUrSO) ¿a Ii tae Is PE hee CONFERENCIAS Historia:de la BLOSOAA nde ade pois Dr. Sergio Cuevas Zequeira (Aux.) IIteraturasa e aire llo tl G Toi Dr. Ezequiel García Enseñat (Aux. Denguas clásicas. dba a o gta DO O aa Dr. Sixto López Miranda (Aux.)> 2. ESCUELA DE CIENCIAS. Dr. Evelio Rodríguez Lendián. José R. Villalón. Claudio Mimó. . Plácido Biosca. . Carlos Theye. . Arístides Mestre. . Carlos de la Torre. . Pedro Córdova. . Victorino Trelles. Alejandro Ruiz Cadalso. Santiago de la Huerta. Manuel Gómez de la Maza José R. Villalón. . Claudio Mimó. . Plácido Biosca. . Carlos Theye. . Pedro Córdova. . Santiago de la Huerta, . Arístides Mestre. . Carlos de la Torre. . Manuel Gómez de la Maza . Victorino Trelles. [a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso. Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- Profesor Sr. a A A A Geometría superior y analítica (1 curso)....... Geometría descriptiva (1 curso)...........o... ) 5 Dr. Trigonometría ELCUrESO). Dit e e Física: Superior (Ter, Curso) .¿2e. Fal ee D Fisica Superior (20 CUrSO ato. e A e ) de % Otámica general (Ll CUrso). dotadas so eo me Sr Bioldpía (1 TAS) temas da e e ara 7 Dr ZOO lOgía CÍ-CURSO) + mo decai eo pa lea ej aa 53 Dr Dibujo A mealGUSCUuESO: toa ajo he so A ateo y S Dibujo Natural? (LÍGUESO DA mods aloe diras E z Cosmología (1 Curso)... o ol Mecánica Racional (INCUESO) Honas mostro eo cacelezo o 7 Dr Astronontía VÍ Curso) ni note lato Geodesia (Acuse rta E Dr. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)..... A Dr. Botánica general (Licurso). e. ii a sd Dr, [b[ Sección de Ciencias Físico-Químicas. Análisis matemático (Algebra Superior)....... Profesor Sr. Geometría Superior (sin la Analítica)......... Ñ D Trigonometría (plana y esférica) ....oo.oo.o..... J 00 5 Física. Superior; (ler; CULSO) >. 52 marie. e y D Física Superior; (22 Curso)... occiso. 2. 20 $ Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... y Sr Química Orgánica (A Curs) 2. domos to ee Dibujo mea (curso) alegada Sa de y h S Dibujo Natural (Icaro) 10 ca ss ls y E Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... ee Dr Bioldría(l. CUORE e Dr Zoologia (biCUESO). .lonmsadt ca ote to ls 0 a 5% Dr Botánica general (UCUESO li... loa aata dae ee ao 5d Dr Cosmologla UL. CURSO)... Sian 0d cie EN do Dr (c) Sección de Ciencias Naturales. Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Sr. Geon etría Superior (sin la Analítica)......... » D Trigonometría (plana y esférica).............. y > Química, genétral (L CULSO). bl bro ea yn Sr Dibujo EmealsCICUrSso):yezar ae topa br 0 o ao o de ' S Dibujo Natural CUBO) ac ii ea yes e > Física general (1 curso) Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... Geología (1 curso) Botánica general (1 curso), +... coo... e. 1% y Fitografía y Herborización (1 curso).......... e ao ojo ao ora. q...» 4. José R. Villalón. . Claudio Mimó. . Carlos Theye. . Pedro Córdova. . Plácido Biosca. . Santiago de la Huerta. . Manuel Gómez de la Maza Vol. XVI MAYO DE 1913 Núm 3. REVISTA DE EA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS ! POR EL DR. EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN Decano de la Facultad de Letras y Ciencias Señor Rector de esta Universidad : Señoras y señores: Nunca me he encontrado en situación más difícil como al aproximarse el instante en que debía cumplir mi compromiso, en mí más ineludible que en otro alguno, de pronunciar la conferen- cia final de la serie de este año, no ya sólo por el excesivo trabajo que sobre mí ha pesado últimamente, que ha consumido un gran caudal de mis fuerzas, dejándome poco menos que agotado, sino por mi perplejidad al tratar de escoger el tema que había de ser- virme de asunto para la misma. He tenido siempre por norma ele- gir aquellos que han de tener interés para todos, por sí mismos, porque estando muy seguro de mis pobres facultades, de ese modo los que me prestan el favor de su atención, pueden llegar a olvi- darse ante la importancia y el interés del asunto, de las dotes del que habla. Y cuando me eché a buscar, en estos últimos días, el que hoy habría de tratar, realmente, no lo encontré, creándome una si- tuación tanto más violenta para mi modo de ser, cuanto que el tiempo corría con vertiginosa rapidez, cada vez mayor, a medida que más cerca me encontraba del día previamente señalado. 1 Conferencia pronunciada en el Aula Magna de la Universidad el día 26 de Abril de 1913. 242 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN Y una de estas tardes, al descender de esta Universidad, ter- minada mi labor, en compañía de mi muy querido amigo el Dr. Juan Miguel Dihigo, y expresarle mi apurada situación, hubo de decirme: “¿Por qué no hablas de la cuestión palpitante de Isla de Pinos?”” ““Es asunto muy vidrioso—respondíle—y además, no tengo estudio sobre el mismo, ni poseo antecedentes ni datos bas- tantes para tratarlo.” Pero os confieso, que desde aquel día no dejé de pensar en ello, hasta el punto de irse abriendo en mi cerebro camino la idea de acometer tal empresa, y acabar por decidirme con la reflexión siguiente: que en efecto, antes que hablar, por ejemplo, del conflicto de los Balkanes, o la transformación política de la China, a pesar de su importancia, debía ocuparme de asuntos que fueran nuestros, aunque no me fuera dable considerarlo en toda su integridad, pues para perdonar mis faltas y todas mis de- ficiencias, estaríais vosotros, siempre generosos, siempre dispuestos a otorgarme la mayor benevolencia, hoy para mí más necesaria que nunca, ya que en las más desfavorables condiciones, sólo me guía el propósito de deciros, conversando en alta voz con vosotros, sin pretensiones oratorias de que carezeo, ni alarde de conocimien- tos, que no tengo, lo que pienso sobre tal particular que hoy pre- ocupa a los cubanos. Pero es que había además motivos sobrados para decidirme a tratar esta cuestión. Después de transcurridos varios años—los que van de 1905 a la fecha—desde el fracaso sufrido por los em- peñados en la anexión de Isla de Pinos, elementos americanos que a ella acudieron a raíz del cese de la soberanía española adqui- riendo a bajo precio tierras para venderlas después, realizando de ese modo un fabuloso negocio, ha resurgido en estos días esta im- portante cuestión, aprovechando, sin duda, que aún se halla pen- diente de resolverse de modo definitivo en el Senado Americano el Status de dicha isla, y que se ha inaugurado la Administración del Presidente Mr. Wilson, que representa en los Estados Unidos el triunfo del Partido Democrático. Así lo demuestra lo que la Re- vista mensual The Times of Cuba, que en primero del año corrien- te comenzó a publicar en esta ciudad, en idioma inglés, el señor Edward F. O*Brien, dijo en la siguiente nota: ““El buen pueblo de la Isla de Pinos no ha abandonado todavía su esperanza de que algún día pueda ser cobijado bajo los pliegues de las barras y las estrellas, y los principales residentes de la Isla esperan que su . sueño pueda realizarse durante la venidera administración demo- LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 243 erática de los Estados Unidos y la administración de Menocal en Cuba. ”” De ese nuevo movimiento en sentido anexionista, se ha hecho eco, además, la prensa de esta ciudad. El valiente periódico El Comercio, que ha seguido siempre con interés y cuidado todo cuan- to con este asunto referente a Isla de Pinos se relaciona, dedicando al estudio de todos sus antecedentes la más preferente atención, inspirado en la defensa de los altos intereses del país, daba a cono- cer en su edición de la mañana del 25 de Marzo último, por creerlo de palpitante actualidad, dadas la corrientes de anexionismo exis- tentes en la Colonia americana residente en Isla de Pinos, lo pu- blicado en contra de tales aspiraciones por el periódico The Even- ing Fulletin, de Filadelfia. La Lucha, por su parte, publicaba, y La Prensa, diario de la noche, la comentaba también, una informa- ción titulada ““La Anexión de Isla de Pinos””, que en síntesis de- cía que el Presidente de la Asociación de Americanos de dicha Isla, el coronel F. J. Keeman, preparaba una extensa exposición que sería enviada al gobierno de Washington, autorizada por 500 mil firmas, solicitando la anexión definitiva a los Estados Unidos, de la Isla, y que el día 10 del corriente serían puestas en circulación ciertas planillas, con objeto de recoger tan considerable número de firmas. La Discusión, representante como el que más de los altos inte- reses del país, periódico genuinamente cubano y consagrado a la defensa de esos caros intereses, con el título “La Isla de Pinos. y la Soberanía de Cuba””, insertaba, para explicar los móviles de esos elementos anexionistas, el trabajo publicado por la notable Revista Cuba Contemporánea, en la sección titulada “Notas Edi- toriales””, redactada por su Director, mi estimado amigo Carlos de Velasco, con referencia a la nota contenida en la Revista The Times of Cuba de que dejo hecha mención, y en otro artículo con el título *“El Derecho de Cuba sobre la Isla de Pinos?””, daba a co- nocer aleunos antecedentes que confirman el derecho inalienable de Cuba sobre la expresada Isla. Se ha vuelto a poner, pues, sobre el tapete, el asunto de la so- beranía de Cuba sobre la Isla de Pinos, y de ahí que yo estimara que no podía haber tema de mayor interés que éste, y que resolvie- ra tratarlo alentado por la brillante información periodística a que he hecho referencia. + Me propongo, pues, señoras y señores, abordarlo, y tratarlo, no * 244 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN sé si podré conseguirlo, sin pasión, olvidándome de que soy cubano, para hablar imparcialmente y desde puntos de vista exclusiva- mente doctrinales, científicos, no patrióticos, a fin de que no se vea en mis ideas, sino el resultado del estudio razonado, sereno, des- apasionado e imparcial de tan importante asunto. Pero antes de comenzar nuestro estudio, debo de hacer una honrada declaración. El año de 1909, y con motivo de un artículo publicado en Sep- tiembre de dicho año por la importante Revista The North American Review, con el título “*¿ Hemos perdido una posesión va- liosa??”?, y debido al honorable senador M. A. Clapp, artículo en el cual se trataba de revivir el interés del pueblo americano, acer- ca de la cuestión debatida del derecho de los Estados Unidos sobre la Isla de Pinos, haciendo ver que ella no pertenecía geográfica- mente a Cuba y que no había estado anteriormente bajo su admi- nistración, publicó en el número de Noviembre de la propia inte- resante Revista, otro artículo luminoso y oportuno, como suyo, un compatriota nuestro, que si en los tiempos de la conspiración y la guerra fué un infatigable colaborador de Martí, en los tiempos de la paz ha honrado el nombre de Cuba, trabajando sin descanso con sus excepcionales dotes de hombre de mundo, su patriotismo, inteligencia y cultura en los distintos cargos que ha desempeñado como Ministro de nuestra República en América y Europa, el señor Gonzalo de Quesada. Y lo que yo quiero decir y debo decir, es, que dicho artículo constituye un acabado trabajo de refutación al del senador Clapp, y que de él he obtenido los datos y antecedentes más preciosos para tratar este asunto, reduciéndose mi labor, por consiguiente, a la ampliación de algunos puntos de vista, con perjuicio, sin duda, de la claridad y la precisión en los conceptos, y de la galanura y la elegancia en la forma. Siguiendo el plan que él se traza, que me parece el mejor, voy a comenzar estudiando la cuestión desde el punto de vista geográ- fico, pero antes digamos por qué, y con qué motivo se ha plantea- do esta cuestión. Sabido es que por el tratado de París firmado en 10 de Di- ciembre de 1898 entre España y los Estados Unidos, y ratificado en 11 de Abril de 1899, España renunciaba todo derecho de so- beranía y propiedad sobre Cuba, y que por su artículo segundo cedía a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que están ahora, decía, bajo su soberanía en las Indias occidentales. De LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 245 aquí dedujeron los interesados en que la Isla de Pinos fuera terri- torio americano, sobre todo, después de la publicación del mapa en que figuraba como posesión de los Estados Unidos, que ella esta- ba comprendida entre estas islas cedidas a los Estados Unidos, por lo que es evidente que entendían y sostenían que el término Cuba no abarcaba en su concepto la expresada Isla de Pinos. Importa, pues, demostrar, que la Isla de Pinos no pudo ser comprendida entre las islas cedidas a los Estados Unidos, porque ella, y por eso no se la menciona, está implícitamente comprendida en el término Cuba, como parte de la misma, como tierra a ella adyacente y respecto de la cual, renunció España, expresamente, a su soberanía y pro- piedad. En el examen político sobre ja Isla de Cuba del Barón Alejan- dro de Humboldt, estudio interesantísimo que contiene las sabias observaciones de aquel eminente hombre de ciencia, acerca de nuestra tierra, hechas con el conocimiento directo de la misma, recorriendo sus campiñas, navegando por sus costas, visitando sus ciudades, estudiando su rica flora y su variada fauna, se dice al tra- tar de la extensión que ““como la Isla de Cuba está rodeada de en- calladeros y arrecifes en más de dos tercios de su largo, y como la navegación se hace por fuera de estos tropiezos, la verdadera con- figuración de la Isla fué ignorada por mucho tiempo””. Y agrega: ““la figura de la Isla de Pinos y las costas meridionales entre Puer- to Casilda y Cabo Cruz (detrás de los Cayos de las Doce Leguas), han tenido un aspecto muy diferente en nuestros mapas. El Sr. Lindeneau había observado después de lo que había publicado el depósito hasta 1807, que la superficie de la Isla de Cuba, sin los islotes vecinos, era de 2,255 leguas geográficas cuadradas (de 15 al grado), y con los islotes que la rodean, de 2,318. Este último re- sultado equivale a 4,102 leguas marítimas cuadradas (de 20 al erado).?” Yrefiriéndose a la que él da en su obra, después de hacer notar que deseando presentar el resultado más exacto, había encargado al sabio geógrafo señor Bausá que calculara el área conforme al mapa de la Isla en cuatro pliegos que acabaría bien pronto, dice, que dicho geógrafo halló en Junio de 1825, que la superficie de la Isla de Cuba, sin la de Pinos, era de 3,520 leguas marítimas cuadradas, y con ella de 3,615. Por último, para dar a conocer mejor la fuerza territorial de la Isla de Cuba en proporción al resto del archipiélago de las Anti- 946 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN llas, presenta una tabla en la que aparece la superficie en leguas marítimas cuadradas de las islas que constituyen el Archipiélago Antillano, y en ella figura Cuba con la de 3,615, que es la asignada por Bausá, incluyendo la Isla de Pinos. Es, pues, evidente, que para Humboldt el territorio de la Isla de Cuba comprendía también los islotes y cayos que la rodean, y que al determinar de modo especial su extensión superficial, acepta la calculada por el geógrafo Bausá, de 3,615 leguas marítimas, cuadradas, que es la de Cuba, inclu- yendo la Isla de Pinos. Esta opinión y este cálculo de Humboldt, se encuentran corro- borados más adelante, al deseribir, con sobrio y brillante estilo, las peripecias y emociones del viaje que realizó fuera de la Habana por la costa sur de la Isla, y donde refiriéndose a la parte de ella que comprende el Archipiélago de los Canarreos, dice lo que sigue: ““En medio de este laberinto (se refiere a los cayos y encalladeros) se levanta una isla grande, única, cuya área excede cuatro veces la de la Martinica, y cuyos áridos montes están coronados de majes- tuosos coníferos. Esta es la Isla de Pinos, llamada el Evangelista por Colón, y después Isla de Santa María por otros pilotos del siglo xvI; es célebre por la excelente caoba (Swietonia Mahagoni) que el comercio toma allí. Navegamos al E. S. E. atravesando la embocadura de Don Cristóbal para llegar al islote rocalloso de Cayo de Piedra y salir de aquel archipiélago que los pilotos espa- ñoles llaman desde los primeros tiempos de la conquista, Jardines y Jardinillos.?” Y esta opinión de Humboldt es la de tedos los geógrafos y car- tógrafos de todas las nacionalidades. En el término geográfico *“Cuba”” hase comprendido siempre a los centenares de islotes, cayos y archipiélagos que la rodean. Son islas, islotes, cayos, adyacentes, palabra que conforme al dicciona- rio de la lengua castellana, quiere significar tanto como próximo, inmediato, junto, y en el teenicismo propio de la Geografía, tierra próxima a otra, y que políticamente de ella forma parte. Tal es el concepto con que han figurado en todos los mapas, desde los pri- meros de 1492 a 1502, hasta el día de hoy, esos innumerables islo- tes, cayos y archipiélagos que rodean la Isla de Cuba, tales como el de los Canarreos en que se halla la Isla de Pinos, la cual ha sido siempre considerada como parte de Cuba, del mismo modo que las Baleares de España, Sicilia y Cerdeña de Italia, Lone Island del Estado de New York y la Isla de Wight de Inglaterra. Todas 47 90) LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS sona uefidua or s o «vueqno sunfo7 * , > s 3 1 o 9.1079UIOTH 92 os sn oa corcato 000005 -1 "ATVIS 248 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN las geografías, así las de texto en las escuelas de nuestro país, como en las de los Estados Unidos, corroboran ese hecho. La de nuestros compañeros los doctores Aguayo y Latorre, consigna que un gran bajo, muy rico en esponjas, se extiende hasta muchos kilómetros de la costa sur próximo a Batabanó, y sirve de asiento al archipiéla- go de los Canarreos, formado por la Isla de Pinos y los 270 cayos, divididos en varios grupos; el primero, formado por los cayos ad- yacentes a la península de Zapata y que se extiende desde la punta del Padre hasta el cabo Matahambre; el segundo, más al Sur, lla- mado de los Jardines y Jardinillos, situado en el banco de su nom- bre y que está separado del grupo anterior por el canal de los Canarreos y del de Isla de Pinos por el canal del Rosario; y el tercero, formado por los cayos de Batabanó, atravesado por el canal de la Hacha y enlazado por los Petatillos y los cayos del Hambre y otros a las adyacentes a la Isla de Pinos. Esta Isla, según dichos compañeros ,tiene 2,200 kilómetros cuadrados de superficie y está rodeada al N. por una serie de cayos y bajos que forman un arco desde los cayos de Dios hasta el canal del Inglés. Al. O. de la Isla se encuentran los cayos de los Indios, y los cayos de San Felipe, frente a la ensenada de Cortés. Pero de mayor importancia para nuestro asunto, es, sin duda, que el Departamento de la Guerra de los Estados Unidos, en sus mapas militares, al igual que los que aparecen en el Censo que bajo su dirección se llevó a cabo en esta Isla en 1899, y los Depar- tamentos de Marina, Hacienda y Comercio y Trabajo en las cartas hidrográficas, publicaciones de la oficina de cartas y medidas geo- désicas de los Estados Unidos, tienen a la Isla de Pinos como parte de Cuba. En la Biblioteca del Congreso de Washington, dice el señor Quesada en el aludido artículo de la The North American Review, hay cerca de 100 mapas que el Senador Clapp pudo haber consul- tado antes de declarar que la Isla de Pinos, geográficamente, no es parte de Cuba. Estos mapas incluyen ediciones oficiales y parti- culares de la Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Holanda, Italia, México, los Estados Unidos y otros países, y abrazan un período de más de cuatro siglos en intervalos de unos cinco años, conteniendo todos a la Isla de Pinos como perteneciente a la en- tidad geográfica de Cuba. No podemos dejar de citar aquí por la fuerza que tiene, a tal punto que resuelve en favor nuestro el aspecto geográfico de esta LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARÍS 249 cuestión de si en el término Cuba deben entenderse comprendidos todos los islotes y cayos que la rodean y entre ellos la Isla de Pinos, la opinión de un escritor inglés, verdadera autoridad en Derecho Internacional, consignada por Quesada en su mencionado artículo, la de William Edward Hall, el cual, en la cuarta edición de sus obras publicadas en Londres en 1895, y por tanto mucho tiempo an- tes de que se pusiera en duda y se discutiese el derecho de Cuba, decía lo siguiente: '“La propiedad territorial de un Estado con- siste en el territorio ocupado por la comunidad del Estado y sujeto a su soberanía, incluyendo toda el área, ya de tierra, ya de agua, comprendida dentro de los límites fijos que se conocen por la ocu- pación, prescripción o tratado, juntamente con aquellas tierras ha- bitadas e inhabitadas que se considera que han pertenecido al te- rritorio conocido, por ocupación o anexión, cuando este territorio linda con el mar, junto con cierta margen de agua.”” “Dejando a un lado las cuestiones que se relacionan con la ex- tensión de las aguas territoriales, lo cual se tratará más adelante, ciertas peculiaridades físicas de las costas en varias partes del mundo, en donde la tierra cae en el mar de una manera inusitada, requiere que se tome nota de ella en cuanto afecten al límite te- rritorial. En la costa de la Florida, en el grupo de las Bahamas, a lo largo de las playas de Cuba y en el Pacífico, se encuentran gru- pos de numerosas islas e islotes que surgen de vastos bancos cu- biertos de muy poca agua, y que forman una línea más o menos pa- ralela con la tierra, o componen sistemas por sí propios, incluyen- do en ambos casos considerables extensiones de agua que algunas veces son poco profundas y otras relativamente profundas. La en- trada de estas bahías o lagunas interiores pueden ser anchas en cuanto a la extensión superficial del agua, pero angostas en cuan- to al agua navegable. El siguiente es un caso específico: en la costa S. de Cuba, el archipiélago de los Canarreos se extiende de 60 a 80 millas de la tierra firme de Isla de Pinos. La longitud de los bancos de los Jardines al Cabo Francés es más de unas 100 mi- llas; está rodeado en parte por algunas islas, en su mayoría por bancos bañados siempre por el mar, pero sobre los cuales, como las mareas son muy ligeras, la profundidad del agua nunca es sufi- ciente para permitir la navegación; a lo largo de estos bancos exis- ten espacios de muchas millas sin la más pequeña entrada; el agua se extiende sin interrupción; pero el acceso al golfo interior o al mar, es imposible. En el extremo occidental hay un estrecho de 259 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN unas 20 millas de ancho, pero no más de seis millas de canal entre los dos bancos que se levantan a unos 7 u 8 pies de la superficie, y que, por lo tanto, no permiten el paso de buques de alta mar. En estos casos, la cuestión de si las aguas interiores son o no lagos en- cerrados dentro de su territorio debe siempre depender de la profundidad que exista sobre los bancos y de la extensión de las entradas. Cada cosa debe juzgarse según sus méritos naturales. Pero en el caso citado, escasas dudas pueden existir de que todo el archipiélago de los Canarreos es un mero lago de agua salada y que el límite de la tierra de Cuba corre a lo largo de la orilla ex- terior de los bancos.?? Como único argumento geográfico contra prueba tan conclu- yente y abrumadora se menciona el hecho de que en un mapa te- rritorial de los Estados Unidos correspondiente a 1899, la Isla de Pincs estaba colocada entre las posesiones de aquéllos; pero este mapa fué el mandado a hacer por el Subsecretario de la Guerra Mr. Meieklejohn, que fué desautorizado poco después, toda vez que según parece procedió por órdenes verbales, sin que jamás se haya sostenido que existiera una orden escrita del Secretario de la Gue- rra ni del Presidente McKinley para realizarlo. Pasemos a estudiar esta cuestión desde el punto de vista histó- rico, administrativo y político. La historia de la Isla de Pinos es, sencillamente, una parte de la historia de Cuba, Es, desde luego, erróneo, sostener, como lo hace el senador Clapp, de que en tiempos pasados la Isla de Pinos no estaba incluída en la Administración española de Cuba, pues Cuba fué una división política del reino de España, comprendiéndose en ella a Cuba, Pinos y los centenares de islotes y cayos adyacentes, tales como cayo Romano, cayo Coco y los Jardines del Rey, según lo comprueba la serie de estatutos, reales decretos, órdenes y dis- posiciones del Parlamento y del Trono en que se confería de modo expreso autoridad y jurisdicción al gobierno de Cuba sobre la Isla de Pinos. Desde la época en que Colón descubrió dicha Isla en 1494, era considerada, por los mismos indios, como parte de la entidad Cuba, siendo la duodécima de las trece divisiones de ésta, y según el señor Joaquín de Miranda y Madariaga, en su interesante memoria so- bre la Isla de Pinos, el nombre indio de dicha Isla, que los españo- les llamaron Evangelista, era Camarcó. Desde entonces la Isla figuró siempre en la división política de Cuba, y cuando en 1511 y LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 251 fué nombrado Diego Velázquez Teniente Gobernador, sus pode- res eran sobre Cuba y las islas y cayos dependientes. Desde esa fecha, 1511, ha sido la Isla de Pinos una parte de la provincia de la Habana, a pesar de los cambios políticos y admi- nistrativos ocurridos, ya en esa fecha, cuando dicha provincia de la Habana era una sola provincia de la Metrópoli; ya en 1607, cuan- do se llamó Departamento Occidental; ya en 1827, cuando Cuba se dividió en tres departamentos, Oriente, Centro y Occidente, co- rrespondiendo este último a la Habana; ya en 1850, cuando vol- vió a dividirse en dos departamentos, Oriente y Occidente, llamán- dose a la Habana con el último; ya, en fin, en 1879, cuando Cuba fué dividida en seis provincias, como lo está ahora, tomando de nue- vo la de la Habana su nombre propio. Lo mismo acontece con el go bierno local de la Isla de Pinos, pues siempre ha estado sujeto a la jurisdicción de la Habana; en 1765, cuando fué declarado un partido de la Habana; en 1828, cuando por un Real Decreto se convirtió en Colonia Reina Amelia; y en 1880, cuando se transfor- mó en Ayuntamiento, tal como se encuentra hoy día. ? Por lo que respecta a la administración judicial, desde 1855 hasta hace poco, ha pertenecido al distrito judicial de Bejucal, provincia de la Habana; y en lo que se refiere a la administración marítima, eclesiástica, fiscal y militar, ha pertenecido siempre a dicha provincia o a alguna de sus subdivisiones. En los Registros oficiales del Gobierno español en Cuba, desde 1774 hasta 1898, se encuentra, pues, la Isla de Pinos formando parte de la división política de Cuba y comprendida en la misma; 1 La Isla de Pinos fué mercedada en 1630 al capitán Hernando Pedroso; éste tuvo una hija llamada Inés, que casó con don Manuel Duarte y Acosta, la que heredó de su padre la expresada isla, que poseyó hasta su fallecimiento, ocurrido en 17 de Diciembre de 1722, habien- do testado el mismo día; falleciendo antes, su esposo don Manuel Duarte y Acosta, o sea el 20 de Enero de 1705, el que testó en 30 de Mayo de 1704. Por diferentes arreglos de familia la Isla quedó de la propiedad de don José y don Nicolás Duarte y Pedros; al fallecimiento de don José, su viuda doña Nicolasa Durín permutó con su cuñado don Nicolás Duarte y Pedroso dueño de una mitad de la Isla, la otra mitad que le pertenecía, cuya escritura de permuta se otorgó en 1745 ante Cristóbal Leal, quedando entonces la Isla de Pinos de la propiedad exclu- siva de don Nicolás Duarte y Pedroso; en 1748 don Nicolás Duarte y Pedroso encargó al inge- niero Mr. Gelabert que estableciera dos haciendas, San Juan y Santa Fe, situadas al sudoeste de la isla y asimismo encargó a don Francisco Abella el establecimiento de otras cinco hacien- das al Norte y Noroeste para que esas siete haciendas fueran a su fallecimiento adjudicadas a cada uno de sus siete hijos. En 1760 tomaron posesión de sus respectivas haciendas siete hijos de don Nicolás Duarte y Pedroso, que había fallecido en 1758, para cuyo efecto otorgaron escri . tura de división ante Rodríguez. Los hijos de don Nicolás Duarte y Pedroso eran: don Fran cisco, don Felipe, don Nicolás, doña Inés, doña Manuela, doña Melchora, y don José Duarte y Gómez Pita. La parte de la isla que está al Sur del llamado «Cayo Piedra» de la ensenada de Siguanea y la ciénaga de «Lamar» quedó proindiviso, dado su poco valor entonces y así ha continuado hasta nuestros días. 252 | EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN así lo comprueba el plano estadístico de 1827, los presupuestos de ingresos y egresos desde entonces en adelante y la inclusión de la Isla en todos los censos oficiales, comenzando por el primero con- feccionado en 1774 y continuando con los de 1841, 1861, 1877 y 1887, documentos de un efecto en derecho internacional indiscutible y que acreditan que en la designación ““Cuba”” quedaba comprendida la Isla de Pinos, como distrito municipal de la provincia de la Habana. Por lo que respecta a los derechos de los habitantes de Pinos en el orden político, gozaron siempre de los mismos que disfrutaban los cubanos de la Isla de Cuba, y por ello fueron a las urnas en todas las elecciones celebradas durante el régimen español, de acuerdo con una Ley Electoral promulgada para la Isla de Cuba en 1879, 1890 y 1898, cuando se estableció el régimen autonómico, votando también en las elecciones para la Diputación Provincial de la Habana. Hasta aquí hemos visto todo lo que en nuestro sentir demuestra la soberanía de Cuba sobre la Isla de Pinos, con anterioridad a la guerra hispano-americana. Réstanos estudiar lo que quizás tenga más importancia, y es el reconocimiento de esa soberanía, hecho posteriormente por el propio gobierno de los Estados Unidos, pero antes nos importa dejar sentado, que por virtud de todos estos antecedentes, de lo qúe se desprende del texto mismo de la ley de 25 de Abril de 1898 que declaraba la guerra contra España, cuyo propósito no era otro sino obligarla a abandonar su autoridad y sobierno en Cuba-—gobierno que comprendía el de Pinos,—y la retirada de sus fuerzas de Cuba y de las aguas cubanas, en las cuales está la Isla de Pinos, los artículos primero y segundo del Protocolo firmado en Washington en 12 de Agosto de 1898 y los primero y segundo del Tratado de París, no tienen ni pueden tener otra inteligencia, que la de que la soberanía de Cuba se renuncia- ba por España, para en su día cumplir los Estados Unidos, como cumplieron, la solemne promesa contenida en la jommt resolution de 20 de Abril de 1898, de dejar el gobierno y dominio de Cuba a su propio pueblo, una vez obtenida la pacificación, y se cedía a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que estaban en- tonces bajo la soberanía de España en las Indias occidentales, sin que pueda entenderse comprendida entre éstas la de Pinos, porque ésta estaba bajo la administración de Cuba, y sí, las de Vieques, Culebra y Mona, adyacentes a Puerto Rico y con cuya cesión los LA ISTA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 253 Estados Unidos dejaban a España sin un solo palmo de tierra en el hemisferio occidental. le En primero de Enero de 1899, fecha inolvidable para todos los cubanos, tomó posesión del gobierno de Cuba, el honorable gene- ral Brooke, de grata recordación para esta Isla, y tanto bajo su go- bierno, como bajo el de su sucesor el honorable general Wood, de no menos grata recordación, y hasta el 20 de Mayo de 1902, en que fué inaugurada la República cubana, la Isla de Pinos continuó siendo, como había sido hasta entonces, una subdivisión de la pro- vincia de la Habana. El señor Quesada cita el hecho de haber rea- lizado el Mayor General Fitzhugh Lee, una visita de inspección a dicha Isla, en 1899, en cumplimiento de órdenes superiores, y que encontró allí—así aparece en su informe oficial —60 insurrectos cubanos al mando de un capitán. Y aunque en este año “señores, comenzó ya a despertarse la am- bición de algunos interesados en que la Isla de Pinos fuera tierra americana, porque unos cuantos especuladores americanos com- praron a bajo precio grandes extensiones de terrenos en ella, que repartidos en lotes vendieron después con fabulosas ganancias, y en 14 de Agosto del propio año, el Subsecretario de la Guerra, en contestación a una pregunta, dijo (nadie sabe por orden de quién y habiendo sido desautorizado después) “que la Isla fué cedida por España, y era por tanto parte del territorio americano, aunque en aquel momento estaba agregada a la División de Cuba para fines gubernamentales””, es lo cierto que el Gobierno de Washington, sin desviarse de la línea de conducta honrada y digna que se había trazado, tres días después, el 17 de Agosto de 1899, ordenó la for- meción del Censo de Cuba, censo que se realizó, y al dividirse la Isla de Cuba para ese efecto en distritos de enumeración, se incluyó la Isla de Pinos en Cuba y tres enumeradores formaron su censo, los señores José S. Amat, Claudio Díaz y Narciso Carcasés. En los docu- mentos oficiales se describía la Isla de Cuba como distrito municipal del distrito judicial de Bejucal en la provincia de la Habana, tal como luego figuró en el apéndice décimotercero del informe sobre el censo publicado por el Departamento de la Guerra en 1900. En dicho informe se declara ““que el Gobierno de Cuba no solamente tiene jurisdicción sobre dicha Isla, sino también sobre la Isla de Pinos, situada precisamente al S. de ella y sobre más de mil cayos e is- litas esparcidas a lo largo de sus costas del N. y del $S.?”” En 16 de Enero de 1900, se celebró una elección en Cuba para 254 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN elegir las autoridades municipales y la Isla de Pinos eligió los su- yos, votando el pueblo de Isla de Pinos, como parte de la Provin- cia de la Habana, cuando el 15 de Septiembre del propio año se eligieron delegados para la Convención Constituyente de Cuba, siendo los últimos actos de reconocimiento de nuestra soberanía, realizados por el gobierno interventor, la división de la Isla en seis barrios y la creación del término municipal para el censo que bajo los auspicios de Mr. Magoon se realizó en 1907. Por último, el informe que Mr. Olmsted, Director de ese Censo, elevó a la Secretaría de la Guerra de los Estados Unidos, y las elecciones que dieron la presidencia al General José Miguel Gómez, en las cuales intervinieron los cubanos de aquella Isla, como acaban de intervenir en las que han elevado a la suprema ma- oistratura al General Mario Gr. Menocal, prueban de modo que no deja lugar a duda, la soberanía de Cuba sobre aquella porción de tierra. Pero, señores, en el año de 1901, y adoptada por la Asamblea Constituyente la Constitución por la que debía regirse la Repúbli- ca cubana, llegó el momento de abordar el problema de las rela- ciones permanentes entre Cuba y los Estados Unidos. Vosotros co- nocéis perfectamente aquel proceso que culminó en la aceptación de la llamada Enmienda Platt, que es una ley de los Estados Uni- dos, y que figura como apéndice a nuestra constitución. No voy a ocuparme en ella, sino tan sólo en el particular en ella relaciona- do con la Isla de Pinos, pues el artículo sexto de la misma consig- na que “la Isla de Pinos queda omitida de los límites de Cuba pro- puestos por la Constitución, dejándose para un futuro Tratado la fijación de su pertenencia?”. Como veis, aquí en la enmienda, se modifica el artículo segundo de nuestra Constitución, que estatuye expresamente que **Compo- nen el territorio de la República, la Isla de Cuba, así como las is- las y cayos adyacentes que con ella estaban bajo la soberanía de España hasta la ratificación del Tratado de París de 10 de Di- ciembre de 1898””, eriterio igual al que predominó en las constitu- ciones de Jimaguayú y de la Yaya, y en las que los patriotas in- cluían en el territorio de Cuba, ““las islas y cayos adyacentes””. ¿Qué había ocurrido para que el Gobierno de los Estados Uni- dos, sin negar todavía el derecho de Cuba sobre esta posesión, obli- gase a los cubanos a omitirla de los límites de Cuba y a dejar para un futuro tratado la fijación de su pertenencia? LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 255 En este punto vamos a decir lo que el señor Gonzalo de Quesa- da expresa en el artículo por mí ya mencionado, porque sus pala- bras tienen toda la autoridad que le da el haber sido miembro de la Convención Constituyente y de la Comisión encargada de fijar las relaciones políticas entre los Estados Unidos y Cuba. Dice él, que recuerda que cuando las otras estipulaciones se indicaron y fue- ron más tarde incluídas en la Enmienda Platt, no se dijo nada acerca de la Isla de Pinos, pero la oposición general demostrada por el pueblo cubano tocante a conceder las carboneras, fueron indudable- mente la causa de que el asunto de la Isla de Pinos se incluyera, ere- yendo algunos en los Estados Unidos, que la Isla de Pinos podría ser la base de defensa para los intereses americanos en el Mar Caribe, o que si se encontrase que la Isla de Pinos no convenía, como se demostró más tarde, para fines navales o como carbonera, podría ser la base de negociaciones para la adquisición de otros lugares. Seguramente, señores, este criterio es exacto, porque es evidente que en un principio se pensó por el Gobierno de los Estados Unidos en la Isla de Pinos para fines defensivos, y que después se aban- donó esta idea y se decidió por Bahía Honda y Guantánamo. Y ya sea por esa idea que se tuvo, ya por reclamaciones de los america- nos residentes en la Isla, el 16 de Febrero de 1903 el Senado de los Estados Unidos pidió al Presidente que le informara sobre el Status o condición legal de la Isla de Pinos en aquel entonces y qué gobierno ejercía la autoridad y dominio de la misma. El Presidente Roosevelt envió un informe al Secretario de la Guerra Mr. Root, con una providencia del General Leonard Wood, anti- guo Gobernador Militar de Cuba, fechada el día 20 de Febrero de 1903, y de la cual forma parte lo que sigue: ““El Gobierno de la Isla está hoy en manos de sus autoridades municipales debidamen- te elegidas por el pueblo bajo la jurisdicción general del Goberna- dor Civil de la Provincia de la Habana y la República de Cuba. A lo que entiendo, el Gobierno de la Isla de Pinos reside en la Repú- blica de Cuba, mientras recaiga una disposición cabal de parte de los Estados Unidos y Cuba respecto a la disposición final de la Isla. No se ha dado ningún paso especial para proteger los: inte- reses de los ciudadanos de los Estados Unidos que residen y han comprado propiedades en la Isla de Pinos, por la razón de que tal acción no es necesaria. Todos los americanos en la Isla viven exac- tamente bajo las mismas condiciones que los demás extranjeros, y si cumplen con las leyes en vigor, se puede decir que no tendrán 256 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN dificultad alguna ni necesidad de ninguna protección especial. En la época en que estos individuos compraron propiedades sabían perfectamente que la cuestión de la pertenencia de la Isla de Pi- nos estaba pendiente de arreglo y al establecerse allí asumieron los riesgos naturales de la situación.?” Confirmando, señores, lo que pensaba el señor Quesada sobre la inclusión del artículo referente a la Isla de Pinos en el texto del apéndice constitucional, el día 2 de Julio de 1905, el Gobierno de Cuba arrendó a los Estados Unidos las áreas terrestres y marí- timas para el establecimiento de Estaciones navales y carboneras en Bahía Honda y Guantánamo, y en la misma fecha y como parte de la misma transacción, se firmó un Tratado por el cual los Estados Unidos, en el artículo primero, “renuncian a favor de la Repúbli- ca de Cuba toda la reclamación que acerca del derecho a la Isla de Pinos, situada en el Mar Caribe, hacia la parte S. O. de la Isla de Cuba se haya hecho o hiciere en virtud de los artículos I y II del Tratado de Paz entre los Estados Unidos y España, firmado en París el día 10 de diciembre de 1898””. Y por el artículo II se pres- eribe lo siguiente: “Esta renuncia, por parte de los Estados Uni- dos, de reclamación de propiedad sobre dicha Isla de Pinos, se hace en consideración a las concesiones de estaciones carboneras y na- vales en la Isla de Cuba que antes de ahora se han hecho a los Es- tados Unidos de América.”” El Convenio de Arrendamiento, señores, fué ratificado en Wash- ington en 6 de Octubre de 1903, pero no así el tratado sobre la Isla de Pinos. Si el Gobierno cubano, dice el señor Gonzalo de Que- sada, hubiera dudado por un momento, que fuera ratificado el de arrendamiento y no lo fuera el Tratado sobre Pinos, habría refun- dido los dos documentos en uno, haciendo depender el convenio, del éxito del Tratado. Y habiéndose fijado en éste, tiempo para el canje de ratificaciones, fué esto causa de que expirase el Tratado por caducidad, firmándose otro de idéntico tenor, en el cual los Esta- dos Unidos renunciaban el derecho de propiedad de la Isla de Pinos, pero sin fijar el tiempo para el canje de ratificaciones, entre el Honorable Mr. Hay y el señor Gonzalo de Quesada, Ministro de Cuba en Washineton, en 2 de Marzo de 1904. Para que se vea la manera de pensar del gran estadista ame- ricano que era entonces Secretario de Estado, el Honorable Elihu Root, quien había rechazado la acción del Subsecretario de la Gue- rra como hecha sin su conocimiento, oigamos cómo replicó en parte LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 257 a una comunicación del Presidente del Club Americano de la Isla de Pinos, en 27 de Noviembre de 1905: ““La Isla de Pinos se halla legalmente sujeta a la jurisdicción y Gobierno de la República de Cuba, y usted y sus asociados están obligados a obedecer las leyes del país en tanto permanezcan en la Isla. Si ustedes dejan de pres- tar dicha obediencia se verán justamente perseguidos por los tri- bunales cubanos y castigados conforme a las leyes de Cuba por los delitos que cometan. Ustedes, probablemente, no tendrán mayor fuerza en el porvenir. El Tratado que se halla actualmente pen- diente ante el Senado, si se aprueba por ese Cuerpo, renunciará a todo derecho de parte de los Estados Unidos a la Isla de Pinos. A mi juicio, los Estados Unidos no tienen ningún derecho funda- mental sobre la Isla de Pinos. El Tratado únicamente concede a Juba lo que es suyo, de acuerdo con el derecho internacional y la justicia. ?” ““En la fecha del Tratado de Paz que puso término a la guerra entre los Estados Unidos y España, la Isla de Pinos era y había sido por varios siglos una parte de Cuba. No abrigo duda alguna de que continúa siendo parte de Cuba y de que no es ni ha sido nunca territorio de los Estados Unidos. Este es el modo de ver con que el Presidente Roosevelt autorizó el Tratado pendiente, lo firmó el señor Hay y yo espero apresurar su confirmación. Ni aun el rechazar el Tratado pendiente pondría fin al dominio de Cuba sobre la Isla. Un Tratado directamente contrario al que ahora se halla pendiente sería necesario para lograr eso y no hay la más ligera posibilidad de que semejante Tratado se haga. Usted pue- de estar bien seguro de que Cuba nunca consentirá en entregar la Isla de Pinos y de que los Estados Unidos nunca tratarán de com- pelerla a entregarla en contra de su voluntad.”” El Tratado, al fin fué presentado en 16 de Febrero de 1906 con un informe favorable del senador Foraker, de la Comisión de Re- laciones Exteriores, informe luminoso y concluyente, y los sena- dores Morgan y Clark presentaron otro informe de la minoría en contra de su ratificación, sin que hasta la fecha se haya presentado a votación. Ymientras tal tratado está pendiente de ratificación en el Senado, se presentó un caso verdaderamente providencial, pues de un modo indirecto provocó una resolución del más alto Tribunal, del Tribunal Supremo. El caso es el de Pearey contra Stranahan. El demandante estableció un juicio ante el Tribunal del circuito de los Estados Unidos del Distrito Sur de New York, contra el en- 258 EVELIO ROIRÍGUEZ LENDIÁN tonces Administrador de Aduanas del Puerto de New York en co- bro del valor de algunos tabacos confiscados por el demandado que habían sido traídos a dicho puerto desde la Isla de Pinos, donde se habían producido y elaborado. Esta confiscación se llevó a cabo de acuerdo con la Ley Dingley y los Reglamentos del Secretario de Hacienda acerca de la citada Ley, la cual disponía la imposición de derechos sobre artículos importados de países extranjeros. El demandante alegó que la Isla de Pinos estaba en posesión y era parte de los Estados Unidos y por lo tanto, era territorio nacional. El Gobierno objetó, y la objeción fué sostenida, la demanda no fué aceptada y el caso llevado al Tribunal Supremo como infrac- ción de ley. En el curso de la sentencia pronunciada por el Juez Fuller ,el respetable y sabio Tribunal sostuvo que la Isla de Pinos era territorio extranjero, y declaró que cuando los Estados Unidos intervinieron en Cuba “todo el mundo sabía que la Isla de Pinos era parte integral de Cuba.”” / Después de esta resolución del Tribunal Supremo, único que allá como aquí tiene la interpretación de las leyes, después de la opinión del gran estadista Root, de la opinión de Taft, según el cual cualquiera separación de Cuba y la Isla de Pinos sería una violación de un fideicomiso sagrado, la ratificación por el Senado del Tratado pendiente que reconoce nuestra soberanía sobre la Isla de Pinos, se impone. Se impone, desde un punto de vista legal, porque, y como habéis visto, el Tratado es una secuela del conve- nio de arrendamiento de los terrenos de Cuba para las estaciones carboneras y navales, ya que la renuncia que por él se hace a favor de Cuba de toda reclamación de propiedad sobre la Isla de Pinos, se hace en consideración a las concesiones de dichas estaciones car- boneras y navales, según dicen sus artículos, hechas por nuestra República a los Estados Unidos; y siendo, por tanto, una parte de la misma transacción y cumplida la otra parte relativa al arrenda- miento de los terrenos cubanos, es ineludible el cumplimiento de aquella que se contrae a la expresada renuncia, de tal modo, que si el Tratado no fuera ratificado, el señor Quesada entiende, y así lo dice en su artículo, que lo que la razón pide es que los Estados Unidos deben devolver a Cuba las estaciones carboneras y navales. Y se impone desde un punto de vista moral, porque los cuba- nos han cumplido lo que fué mutuamente convenido bajo la base de recíprocas cesiones, dieron, pero para que les diesen, el do ut des de los romanos, y en tal estado las cosas, obligados se hallan los Es- LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 259 tados Unidos a dar ellos por su parte aquello que prometieron, y que los americanos no han cumplido todavía. No abrigo duda alguna de que así sucederá, porque la opinión pública y la justicia americana son los mejores defensores del de- recho de Cuba en este caso, pero la demora en ratificar el Trata- do que desde 1906 fué presentado al Senado es lo que ha provocado la reciente agitación al advenir la Administración democrática de Wilson, porque mientras esté pendiente dicha ratificación, tendrán esperanza los americanos residentes en Isla de Pinos, de que ésta se anexe definitivamente a los Estados Unidos, y lucharán y se move- rán con el fin de conseguirlo. Tan cierto es que esa demora es la que mantiene esa agitación funesta y deplorable dadas las estrechas y cordiales relaciones que hoy existen entre Cuba y los Estados Unidos y las simpatías de nuestro pueblo para el pueblo americano inspiradas en la más profunda y sincera gratitud, que cuando en día no lejano trataron esos especuladores de celebrar un arreglo con el Gobierno de Cuba a fin de que éste admitiera sus pretensiones y les comprara sus terrenos a precios exorbitantes, dedicando las tierras a fines públi- cos, llegaron a usar como amenaza la no ratificación del Tratado pendiente aun en el Senado. Con tal agitación, pues, se persigue que no se ratifique el Tra- tado y puedan prosperar sus pretensiones, pero en vano se agi- tarán esos elementos interesados en que se viole nuestro derecho, alegando que confiados en la fuerza legal del acto realizado por el Subsecretario de la Guerra al publicar un mapa de los E. Unidos y sus posesiones, incluyendo la Isla de Pinos entre éstas, habían afluído los americanos en gran número a dicha Isla por estimar que el Status de ésta era el mismo que el de Puerto Rico y comprado erandes extensiones de terreno, a extremo tal de poseer más del 99 por 100 de la propiedad inmueble de la Isla, porque no podrán arrancar de la administración democrática de Wilson, lo que no pudieron obtener de la Administración republicana de Taft. Perdidas casi por completo para esos elementos la esperanza 1 Confecha posterior ala de esta conferencia, publicó el Herald de New York. confir- mando nuestra opinión, las importantes declaraciones siguientes: El Secretario de Estado Mr, William J. Bryan no tomará en consideración, ninguna de las distintas peticiones elevadas al Gobierno de los Estados Unidos por los residentes americanos de Isla de Pinos. Como se recordará dicho Secretario visitó esa Isla el invierno pasado, poco antes de asumir la cartera de Estado. La opinión que prevalece entre los altos funcionarios federales es la de mantener la sen- tencia dictada por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos por la cual se declaró que la 260 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN de que el Senado americano no ratifique el Tratado, y sin gran fe tampoco en el triunfo de sus propósitos anexionistas, insinúase el plan de hacer que los Estados Unidos entren en amistosas nega- ciaciones con Cuba para comprar la Isla de Pinos—dando por sen- tado que ella es territorio cubano,—y en consideración a que la mayor parte de los americanos establecidos en la referida Isla, lo hicieron en la creencia, para ellos justificada, de que habían ad- quirido tierras bajo la protección de su gloriosa bandera. Bien se ve, señores, que la culpa es de los «ubanos, y el mal está en la venta de las tierras. Asegúrase que actualmente poseen los americanos más del 99 por 100 de la propiedad inmueble de la Isla y de hecho son dueños de todas las líneas de transporte que de ella parten y a ella llegan, así como de aquellas que están dentro de sus límites. De este modo, lo que está pasando en Pinos, pasará mañana en toda Cuba, y cuando ellos tengan la posesión de las tierras, ¿qué será de nuestra Patria? Remedio para ese mal no existe otro, sino el no vender la tierra, y como no es posible evitar que los cubanos poseedores de tierras las vendan en uso de su perfecto derecho como tales propietarios, no queda otra conclusión sino la de que el Estado prohiba a los extranjeros la adquisición de tierras, como medio de defensa. A ese fin, sin duda alguna, tendía la Ley que en el Senado pro- puso el compatriota eminente señor Manuel Sanguily y que no llegó a aceptarse por motivos que todos recordaréis, pero que esto no obstante, demuestra cuánta razón asistía al ilustre Senador, al pensar en la necesidad de evitar, por el peligro que entrañaba, que el extranjero adquiriese tierras en nuestro país. Pero no somos nosotros los únicos que tenemos este problema planteado, pues se da el caso, señores, de que igualmente lo tengan en los Estados Unidos. Y esto al menos debe servirnos de consuelo, y al propio tiempo de justificación en la defensa que hacemos de nuestra tierra. Todos vosotros sabéis que existe un grave conflicto en los Estados Unidos, originado por la actitud adoptada por la legislatura del Estado de California, en la cual se presentó un proyecto de ley encaminado a impedir que los japoneses pudieran poseer o arrendar tierras dentro de los límites de su Estado. Isla de Pinos forma parte del territorio cubano y por ello no puede ser anexada a la Unión americana sin el preyio consentimiento del gobierno y del pueblo de Cuba. La nueva administración cubana es opuesta a la propaganda que vienen haciendo los americanos de Isla de Pinos para lograr la anexión de esa Isla a este país. Según informes recibidos en Washington, el Presidente Menocal declaró hace poco, que se opondría a la venta de la Isla de Pinos a los Estados Unidos. LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 261 Los japoneses son ya dueños en dicho Estado de 52,000 acres y tienen arrendado 400,000 más. Ante esta amenaza la Legislatura se proponía aprobar una ley en sentido restrictivo, que aunque se modificó después haciéndola extensiva a todos los extranjeros, iba dirigida contra el elemento japonés que poco a poco se iba ha- ciendo dueño de las tierras californianas. Ante la protesta del Japón por medio de su Embajador en Washington, se ereó una situación muy difícil al Presidente de la Unión Americana, porque su Gobierno desea complacer al japo- nés, y por la Constitución debe abstenerse de toda intromisión en los asuntos locales, de todo lo que signifique invasión del derecho soberano de los Estados. Y como los californianos, justamente alarmados, hanse mostra- do inflexibles, firmes, decididos, a tal punto que en telegrama di- rigido a Mr. Raker representante demócrata por el Estado de Ca- lifornia, firmado por uno de los.miembros de la Legislatura de di- cho Estado, se decía que el pueblo exigía la aprobación de la Ley y de no*hacerlo tomaría la iniciativa, el Presidente como represen- tante del Poder Central, teniendo en cuenta que obligaciones pro- cedentes de Tratados con diferentes naciones hacía imposible la aprobación de la Ley, ha enviado a California al Secretario de Es- tado Mr. Bryan como mensajero de paz. ! (1) Como consecuencia de esta visita, el Procurador General Mr. Webb a indicación del Gobernador del Estado Mr. Johnson redactó un nueyo proyecto de ley sobre la tenencia de te- rrenos por los extranjeros en California, en él no figuraba'el término «no elegible para la ciu- dadanía» que según declaraba Mr. Bryan era odioso a los japoneses, y con lo que creyeron tan- to los leaders progresistas como los republicanos haber llegado a una solución del problema que merecería la aprobación del Presidente Wilson. Así que estuyo terminado se puso un ejem- plar en manos del Secretario de Estado Mr. Bryan. Los principales preceptos de ese Bill Webb son los siguientes: 19 Todos los extranjeros elegibles para ciudadanía pueden adquirir y conservar tierras de igual manera que si fuesen ciudadanos de los Estados Unidos. 20 Todos los demás extranjeros podrán adquirir y conseryar tierras «de la manera, hasta el límite y para los fines preseritos por cualquiera de los tratados ahora existentes entre el go- bierno de los Estados Unidos y la nación o país del cual el referido extranjero sea ciudadano o súbdito». 30 Las corporaciones compuestas por extranjeros de otras nacionalidades que aquellas que resulten elegibles para la ciudadanía, pueden adquirir tierras y conservarlas solo de acuer- do con los términos de los tratados existentes. 409 Esta medida no reza con las tierras poseídas actualmente por extranjeros, tengan estos derecho, o no, aser elegidos ciudadanos. 50 El Estado, de una manera específica, se reserva su soberano derecho a poner en vigor cualquiera ley y también todas las leyes relativas a la adquisición y tenencia de bienes raíces por los extranjeros. “Cree Mr. Webb que todos los derechos de los súbditos japoneses a la propiedad de terrenos en los Estados Unidos, son los que les reconocen las estipulaciones hechas en el tratado japo- nés de 1911, según el cual se les permite poseer “casas y terrenos para establecer en ellas sus re- sidencias, fábricas, manufacturas y tiendas» y arrendar terrenos para «residencias y para fines comerciales», por lo cual según él no pueden poseer terrenos, nitampoco ariendarlos, para 262 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIAN No deben, pues, tener a mal los Estados Unidos, ya que tienen el mismo conflicto planteado con el Japón, que ante las pretensiones de los poseedores de tierras en Isla de Pinos, de que ésta sea decla- rada territorio americano, los cubanos se defiendan y hagan valer sus derechos, sobre todo, cuando éstos son tan claros, que así lo han reconocido sus más grandes estadistas, lo ha sancionado su més alto Tribunal, lo apoya la prensa en su inmensa mayoría, que sos- tiene no existe razón alguna que justifique se vea lanzado el país a una tirantez de relaciones con Cuba sólo porque un determinado número de americanos se hayan posesionado de Pinos y deseen sea anexada a los Estados Unidos, y ha sido además expresamente aceptado en el Tratado pendiente. Sí, señores, la nación america- na no puede extrañarse de esta defensa de nosotros los cubanos, porque ella responde a los mismos sentimientos y a la misma ne- cesidad que la actual de California, a los sentimientos de amor y veneración a la tierra en que se nace, y a la necesidad de defen- derla contra todo propósito de absorción por parte del extranjero, sacando a salvo para el porvenir los altos intereses de la Patria. fines agrícolas (excepto aquellos terrenos que ya poseen), nitampoco para ningún otro propó- sito, excepto para los consignados en el convenio entre ambas naciones. ; Ni la presión oficial del Presidente Wilson ni las gestiones de su Secretario de Estado, pu- dieron impedir la actitud resuelta de los legisladores de California, pues la Asamblea de este Estado. después de prolongado debate, aprobó en su sesión de 3 de Mayo último, el proyecto de ley redactado por el procurador general Mr. Webb, que contiene las cláusulas restrictivas acerca de la posesión de tierras por extranjeros y que dió lugar a la protesta del Japón, y a la intervención del Presidente quien llegó a manifestar al Gobernador Johnson por medio de un telegrama, y en su empeño de evitar su aprobación por la Legislatura del Estado, que tal pro- yecto daría por resultado una apelación ante los tribunales para que éstos decidieran sobre la interpretación del tratado entre el Japón y los Estados Unidos, lo que podría significar una pérdida considerable de tiempo en un delicado litigio judicial que no produciría bien alguno. Para que el proyecto fuera ley solo faltaba la sanción del Gobernador del Estado, y aunque éste no la firmó inmediatamente, por haber contraído el compromiso con el Secretario de Estado de tomarse todo el tiempo que la Constitución del Estado le autorizaba a fin de dar tiempo suficiente a que las autoridades federales pudieran hacer las objeciones que estimasen oportunas antes de ser sancionadas, y no obstante el telegrama del Presidente dándole cuenta de la nota-protesta presentada por el Embajador japonés, Vizconde de Chinda y participán- dole que colocaba en sus manos la solución definitiva del conflicto que entrañaba suma graye- dad para todo el país, Mr. Hiram Johnson sancionó al fin dicha ley, mostrándose así tiel a los compromisos por él contraídos durante la campaña electoral, uno de los cuales fué precisa- mente el gestionar la aprobación de una ley encaminada a prohibir a los chinos y japoneses, que adquiriesen tierras en el Estado de California. También la Legislatura del Estado de Arizona aprobó una ley, que fué sancionada en 16 de Mayo del año en eurso por el Gobernador Mr. George W. P. Hunt, y la cual prohibe a todo extranjero poseer tierras en el Estado de Arizona, a no ser que preste juramento legal de que tiene el propósito de obtener la ciudadanía americana, DIARIO DE VIAJE (2 POR EUSEBIO GUITERAS (Continuación.) La capilla Real, fórmanla tres arcos de círculo, fuera del cuadri- longo de la catedral, divididos en dos cuerpos, con pilastras corin- tias y dóricas, entre las cuales se ven en la parte superior escudos de armas: remata con un antepecho calado y cuatro torrecillas pi- ramidales: tiene 81 pies de largo, 59 de ancho, y de alto 130. En- trase a ella por un arco de la misma altura y ancho que la nave principal del templo, rodeado de estatuas en nichos, muy aprecia- das, y cerrado por una grande reja mal trabajada en hierro dora- do y que concluye con una estatua ecuestre de San Fernando re- cibiendo del rey moro arrodillado las llaves de Sevilla. Esta mag- nífica capilla pertenece al gusto plateresco y en ella se venera a la Virgen de los Reyes y al rey San Fernando. Rodea la fábrica un zócalo sobre el cual se levantan ocho altas pilastras con capiteles arbitrarios, que sostienen el cornisamento, de donde arranca la cúpula adornada con varias fajas de recuadros que presentan bus- tos de reyes de Castilla en los primeros y ángeles en los últimos, donde se abre una linterna con ventanas. Forman lo material de la capilla un cuadrado y un medio círculo: en el primero se ve, a la derecha, el sepulero de D.* Beatriz, esposa de San Fernando, en un nicho alto forrado de terciopelo carmesí con la inscripción aba- jo, cubierta la caja que contienen las cenizas, con un manto anti- euo de seda y corona y cetro; y en otro sepulero igual, a la iz- quierda, está sepultado el hijo del rey santo, D. Alfonso X el Sa- bio. Ocupa el medio círculo el altar mayor, al que se sube por diez eradas de todo el ancho de la capilla : compónese de un nicho gótico, donde está sentada la Vireen de los Reyes, cuyo original vió San Fernando en éxtasis, y cuya imagen fué obra de dos ángeles. En- cima hay un dosel con este lema: Per me reges regnant. 1 Véase Vol. XVI, núm. 2 pág. 204 y siguientes. 264 EUSEBIO GUITERAS concluyendo con una estatua del Padre Eterno. Las de San Pedro y San Pablo están a los lados y otras en diferentes sitios del medio círculo, que concluye con una bóveda en figura de concha, subiendo hasta el arranque de la cúpula. Al pie de las gradas del altar mayor se levanta sobre un pedes- tal la urna donde está el cuerpo de San Fernando, de eristal, ence- rrada dentro de otra de plata sobredorada con muy buenos ador- nos. En el pedestal está la inscripción puesta en castellano, latín, hebreo y árabe. Inscripción castellana que se ve en el pedestal de la urna de San Fernando: Aquí yace el Rey muy ondrado Don Errando, Señor de Castiella, é de To- ledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdova, de Murcia, de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más homildoso, é el que más temía á Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó y destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó é ondró todos sus amigos, é conquistó la cibdat de Sevilla, que es cabeza de toda España é púsose hi en el postrimero día de mayo en la era de mil et docientos et noventa años. A los lados hay dos puertas que dan al panteón, en cuyo tes- tero principal hay un altarito con la virgen de marfil que el santo Rey llevaba siempre fija con un perno al arzón de la silla: tendrá media vara de alto. A un lado y otro hay dos nichos, de los cuales el del lado de la epístola encierra los ataúdes en que estuvieron los cuerpos del maestre D. Fadrique y D.? María de Padilla. En el otro nos enseñaron, encerrada en una caja, la en que estuvo el cuerpo de San Fernando, que tiene la figura de un baúl, forrada de terciopelo y con una eruz de plata afiligranada de todo su largo: por dentro está cubierta de tafetán carmesí. Vimos después, su- biendo al nicho en que está la imagen de Nuestra Señora de los Reyes con la espléndida corona que ciñó San Fernando para en- trar triunfante en Sevilla; y es de oro toda sembrada de diaman- DIARIO DE VIAJE 265 tes, perlas, esmeraldas y otras piedras preciosas: cubre todo el pecho de la virgen un magnífico adorno de plata y diamantes. A la derecha de la capilla Real, obscura y triste, está la de San Pedro, cuyo magnífico retablo merece por cierto más digno lugar, donde se admiren los rasgos que en él dejó el delicado pincel de Zurbarán. Fórmanlo tres cuerpos con seis lienzos separados por sencillas columnas corintias y que representan pasajes de la vida de aquel santo apóstol y una Concepción, siendo muy digno de no- tarse el que está en medio del primer cuerpo, por la actitud noble y respetuosa y sencilla, la natural expresión, el esmerado ropa- je, con que está retratado el pobre pescador en la silla papal ci- ñendo la tiara. Inútil es que yo describa todas las capillas, entre las cuales algunas nada ofrecen de muy bueno: sólo quiero conservar el recuerdo de aquellas que obligan a uno a detenerse y a contemplar y que más gustan cuando se contemplan más; aquellas a que se encaminan directamente mis pasos cuando llego a la «catedral, ca- pillas donde Murillo y Zurbarán, Montañez, Cano y Vargas han dejado aleuna flor de sus coronas inmortales. Dejando, pues, algunas de por medio, vamos a la pequeña que está junto a la puerta del Norte adornada al estilo gótico, que es la de nuestra Señora de Belén, cuya imagen pintó con suave eolo- rido Alonso Cano, animando el lienzo con el medio cuerpo de la Virgen, teniendo el niño en los brazos, llena de ternura y amor. Sigue a ésta la de San Francisco en que está el gran cuadro del santo subiendo al cielo de rodillas sobre una nube y rodeado de un coro de ángeles que difunde viva luz. La figura gallarda de San Francisco con los brazos abiertos y los ojos vueltos al cielo fué ideada en un momento de inspiración por su autor Francis- co de Herrera el mozo. Juan de las Roelas pintó el animado cuadro de la siguiente capilla de Santiago, que representa al santo guerrero matando moros en la famosa batalla de Clavijo. Su brazo, movido por divina fuerza, blande la espada terrible, celestial; el manto se revuelve agitado; en sus ojos brilla el ardor de su alma, y su negro cabello ondea con el viento rodeado de luz pura que aterra a los infieles hollados por el brioso caballo blanco. Sigue la capilla de Escala, cuyo altar de mármol blanco fué traído de Italia y es muy estimado. Fórmanlo dos cuerpos de ar- o quitectura plateresca, de los cuales el primero contiene cuatro co- 266 EUSEBIO GUITERAS luamnas separadas sosteniendo una cornisa en que se lee el epitafio del obispo Escala, cuyas cenizas descansan en una grande urna con la estatua encima acostada ocupando el hueco de un nicho, que presenta al frente un medallón de la Virgen y el niño J esús, y a los lados dos estatuitas de San Pedro y San Pablo. Súbese por dos caracoles al segundo cuerpo, formado por un arco en cuyo centro hay un magnífico medallón de la venida del Espíritu Santo; re- matando con una estatua del Padre Eterno y dos ángeles orando a los lados. Toda la obra es de mucho gusto y mérito, presentando un conjunto ciertamente soberbio. Capilla de San Antonio.— Cuántas veces mis ojos han contem- plado el gran cuadro de Murillo que adorna este altar! San Anto- nio está arrodillado en su celda con los brazos extendidos para re- cibir al niño Dios que baja del cielo en medio de una gloria ad- mirable. Oh!, qué dulce encanto llena el alma al contemplar el lienzo animado por el pincel inmortal de Murillo. Cuando en él se fijan los ojos extasiados, aislándolo, se ve con admiración y encanto difundirse la vida por el mudo lienzo, y que la luz se hace más viva, y al ruido que forman los ángeles batiendo sus lucientes alas, baja el niño divino. Y el santo tiende a él sus ma- nos, lleno de éxtasis, anhelante, respetuoso... Cuánta vida hay en ese cuadro! Murillo, nombre inmortal! Suyo es un cuadro que está encima y representa el bautismo; pero la magia del primero no da lugar para contemplar el segundo. En un rincón de la catedral, sólo, en medio de una capilla ma- lísima hay un cuadro de Roelas que representa la Virgen de la Quinta Angustia. La mala situación hace que el cuadro no tenga lucimiento; porque en verdad no se distingue más que un borrón negro; pero el que va a verlo cuando declina el sol penetrando sus rayos por un ventanita de la capilla, que se ilumina el cuadro, con cuánta admiración se ve la madre dolorosa con el hijo adorado, muerto en sus brazos. Cuánta tristeza, cuánto silencio hay espar- cido por el cuadro todo. La capilla siguiente de la Visitación contiene un buen retablo de Pedro Villegas Marmolejo representando aquella escena con mucha y muy verdadera naturalidad. Los otros cuadros son de santos y algunos retratos, y entre ellos sobresale el martirio de San Sebastián y un San Roque. Encima del altar, dentro de una caja con cristales está una hermosa estatua pequeña de mérito DIARIO DE VIAJE 267 figurando a San Jerónimo orando sobre una roca. Remata el re- tablo el niño Dios en medio de una brillante gloria. A los lados de la puerta principal hay dos capillas góticas, en- teramente iguales, que contienen la una un cuadro de Murillo y la segunda otro de sus discípulo y feliz imitador Miguel de Tovar. Aquél representa al ángel de la Guarda llevando de la una mano un niño, y señalando con la otra hacia lo alto, de donde se desprende una suavísima ráfaga de luz que ilumina el cuadro. ¡Cuánta ex- presión en las dos figuras! Qué ternura, qué serenidad en el bello rostro del ángel! Qué inocencia, qué dulzura, qué naturalidad en el niño! El cuadro de Tovar representa a Nuestra Señora del Consuelo sentada: en el fondo hay dos figuras magníficas y en primer tér- mino el medio cuerpo de un clérigo orando: su autor estaba al ha- cerlo inspirado por su inmortal maestro. Unida a la puerta de San Miguel está la capilla que encierra uno de los más bellos cuadros de la catedral, dedicado al nacimien- to de Jesús. Hízolo Luis de Vargas, siguiendo la escuela italiana, y es admirable así por el suave colorido como por la perfección y naturalidad de los grupos y el atrevimiento de los escorzos. La figura de María es bellísima y más aún la de Santa Ana, cuya mag- nífica cabeza sobresale entre un grupo de pastores, grupo que de- leita largo rato la vista, porque no hay un objeto que no sea de erandísimo mérito; sobre todo el pastor que está arrodillado en primer término, el que tiene en sus hombros una ovejita que está balando, y un haz de paja que está junto a la sagrada cuna. En lo alto del cuadro se descubre al Padre Eterno, cuya mano, extendi- da hacia su divino hijo, es de una atrevida ejecución. Del mismo autor y del mismo mérito es el cuadro que está junto a la puerta de los Naranjos, y representa la genealogía de Jesucristo. En lo alto, hacia un lado, está la Virgen sentada sobre nubes con el hijo en los brazos, cubriendo lo restante del cuadro un grupo de los antepasados del Rendentor hasta Adán, cuya her- mosa figura se ve en primer término, y es admirada por el magní- fico escorzo de su pierna derecha, que ha dado el nombre de la Gamba al cuadro, porque Mateo Pérez Alesio, pintor italiano, ex- clamó al verlo: —Piúu vale la tua gamba che il mio San Cristóforo. Este San Cristóbal es un fresco que pintó Alesio junto a la mis- ma puerta de los Naranjos, representando a aquel santo al vadear el río con el niño al hombro. Tiene de alto 30 pies, y es muy esti- 268 EUSEBIO GUITERAS mado por las buenas formas y brillante colorido. La capilla de San- ta Ana es digna de visitarse por su retablo que perteneció a la mezquita consagrada y en el cual se ve el estado de la pintura en aquella época en que se acabó, por los años de 1504. Fórmanlo cuatro cuerpos con columnas y adornos góticos: en el primero se ve un lienzo moderno de escuela romana que representa la sacra familia: el segundo lo componen un Salvador con dos santos a los lados; otros seis el tercero; rematando con una estatuita de la santa. : En el testero de esta capilla se levanta un cuerpo de arquitec- tura corintia de jaspe con capiteles de bronce, en el cual se vene- ra un crucifijo llamado de Maracaibo. Llamóme mucho la atención este nombre mejicano, y sólo he podido averiguar que aquel lienzo fué traído de América. Debe estimarse por la postura del cuerpo, que ciertamente representa con mucha verdad la languidez y aban- dono de los miembros de un cuerpo muerto. Capilla de San José—La construcción de su altar es elegantísi- ma y sencilla, preciosos son los mármoles y jaspes de que está he- cha. Se compone de un cuerpo de arquitectura corintia con dos pi- lastras y sus correspondientes columnas con bases y capitales de bronce formando un nicho donde está la estatua del santo titular: en el ático se ven dos estatuitas de Santas Lucía y Teresa con un medallón que representa a la Virgen y Santo Domingo; y en el zócalo, a los lados, las estatuas de San Miguel y San Blas. El todo forma un bellísimo conjunto en que se ostenta la severa elegancia de la arquitectura greco-romana. Frente al retablo hay dos magní- ficos cuadros: el uno grande y de la brillante escuela de Rubens, que representa la degollación de los inocentes, obra llena de ani- mación y difíciles y bien ejecutadas actitudes: el grupo del medio es admirable; un bárbaro soldado en cuya desnuda y atezada espalda se ve la musculatura de un fornido atleta que está arre- batando un niño de los brazos de la madre, que se arrastra por el suelo con el dolor desesperado de madre: la pierna izquierda de ésta es un magnífico escorzo. El otro cuadro es de Francisco Anto- línez Sarabia, discípulo de Murillo, y hace raro contraste con el cruel y desigual combate de aquél, la sencillez, paz y dulzura del último que representa el nacimiento apaisado: qué suavidad! Qué bien pintada la sencillez y gozo de los personajes! Qué natura- lidad! En el testero de enfrente hay un lienzo de Juan de Valdés Leal DIARIO DE VIAJE 269 que figura los desposorios del Sor. S. José, haciendo gala de su maestría en la perspectiva. La capilla de Nuestra Señora de la Antigua fué mandada ensan- char y alzar hasta la altura de las naves por el cardenal D. Diego Hurtado de Mendoza, que la eligió para su enterramiento. El pue- blo sevillano es gran devoto de esta Virgen por su historia tradi- cional. Es un fresco pintado sobre un muro que se da por cierto perteneció a la iglesia de los godos. Cuando los árabes ocuparon a Sevilla y construyeron la mezquita, intentaron destruir la pintu- ra y la borraban, pero milagrosamente volvía otra vez a su primer estado; lo que sucedió muchas veces hasta que le levantaror un muro por delante; y así se mantuvo hasta aleunos años antes de la conquista, que se abrió y desplomó el muro, mostrándose la vir- gen cubierta de brillante luz, y obligando a caer de rodillas a los infieles que la miraban. Al construirse la catedal que existe se colocó con grandes fies- tas en ella, y por fin el cardenal Mendoza le levantó el gran retablo de jaspes y bronce en que está hoy, compuesto de dos cuerpos en- tre cuyas columnas se ven estatuas de mármol blanco, rematando con un ático que coronan las estatuas de la Fe, Esperanza y Ca- ridad. El tabernáculo que está sobre el altar es de plata con muy buenas esculturas; de plata es la balaustrada que cierra el pres- biterio; y del mismo metal las 48 lámparas que alumbran la ca- pilla. Una rica puerta de carey con molduras de bronce conduce a la sacristía de esta capilla, donde entre muchos cuadros se ve una tabla en que pintó Morales un Ecce homo: el asunto y el autor son suficiente recomendación. Hay también un San Juan Bautista de Zurbarán, un San Jerónimo, magnífico en expresión y valentía de colorido, y un lienzo que representa el martirio de no sé qué santo, con mucha expresión en las figuras. La última capilla del lado del Norte está dedicada a la Purifica- ción: el retablo es de Campaña y consta de siete cuadros; pero el que más Hama la atención es el principal, perteneciente a su buen tiempo: la mujer que con un niño en brazos baja las gradas está ejecutada en un momento feliz: su actitud no puede ser más na- tural. Sirve esta capilla de entrada al cabildo de la catedral trazado por Diego Riaño en 1530. Primero se pasa por el antecabildo, que es un cuadrilongo de 46 pies de largo, 22 de ancho y de alto 34. 270 EUSEBIO GUITERAS Levántase a 7 pies del pavimento de mármol un cuerpo de arqui- tectura cuyas pilastras dóricas separan diez exquisitos medallones de mármol blanco, traídos de Génova, cuyos asuntos sagrados ex- plican dísticos del humanista Pacheco, y que alternan con ocho hermosas estatuas de lo mismo representando las virtudes. Por una galería estrecha se pasa a la sala capitular, estimada por la mejor de España. Su figura es elíptica, con 42 pies de altura sobre 135 de circunferencia. A unas dos varas del suelo corre una cornisa sosteniendo colgeaduras de damasco, sobre la cual se levan- ta un cuerpo de arquitectura jónica con diez y seis columnas sepa- rando medallones del mismo género y procedencia que los del ante- cabildo y en cuyo basamento corren tablas pintadas por Pedro de Céspedes, que representan niños y virtudes. De la cornisa de este cuerpo arranca la bóveda formada por fajas de recuadros, en la primera de las cuales hay siete claraboyas que iluminan la sala y que alternan con ocho círeulos cubiertos con igual número de pin- turas de Murillo¿que representa a San Fernando y San Hermene- gildo, Santos Leandro e Isidoro, Santas Justa y Rufina y otros dos santos. Sobre la silla del prelado hay otro cuadro de Murillo, be- Mísimo, que representa la Concepción. Por la capilla que está al lado de la dedicada a la Purificación se entra a la sacristía mayor de la catedral, obra hermosa de gusto plateresco trazada por Diego Riaño y dirigida por el célebre Mar- tín de Gainza. Tiene la forma de una cruz griega con 70 pies de largo y 49 de ancho: la altura es de 120. Rodea toda la obra un grueso pedestal corrido en que se sientan ocho columnas soste- niendo la media naranja, con sus correspondientes pilastras en el muro. En el del frente está sobre un pedestal de piedra la caja de madera dorada que contiene las reliquias de la catedral; y encima el tan famoso cuadro del descendimiento, de Campaña, para cuya re- comendación basta sólo contar que cuando el cuadro estaba en la lelesia de la Santa Cruz, el inmortal Murillo pasaba horas enteras contemplándolo; y con tanto enajenamiento, éxtasis tan grande, que respondía a los que le avisaban se iban a cerrar las puertas: —Estoy esperando que acaben de bajar de la cruz a ese divi- no Señor. En los muros laterales se levanta un cuerpo de arquitectura compuesto, con otro más pequeño en el medio, que encierran cada uno un lienzo de Murillo en su mejor época, representando los san- tos tutelares de Sevilla, San Leandro y San Isidoro, sentados con DIARIO DE VIAJE 271 vestido pontifical. La bondadosa y dulce expresión de las caras; el porte sencillo y respetuoso; la suavidad de los tintes, que reinan en los dos lienzos animados, resplandecen aún más en el San Lean- dro. El manto de éste es un escorzo admirable. Bajo estos cuadros están los hermosos cajones donde están guardados los ornamentos que sirven para los divinos oficios, y que excitaron nuestra admiración por los riquísimos y trabajosos bordados de seda, oro y plata. Enseñáronnos una capa con dos figuritas de medio cuerpo figurando a Santas Rosa y Lucía, y Cier- tamente no puede llegar más allá el bordado de seda: la extra- ordinaria delicadeza de los perfiles, la suavidad de las sombras más tenues, la perfección de aquellos ojos, todo, todo claro y lhur- moso como puede producirlo el más fino grabado. Junto a estos cajones está guardada en su caja, forradu de terciopelo carmesí, la gran custodia de Arfe que sale en la pro cesión del Corpus. Preciosas son las reliquias que encierra esta sacristía formando el mayor tesoro de la catedral. He aquí las más notables que re cuerdo: Una espina de la corona del Señor. Dos llaves, que son las que entregó el rey moro de Sevilla Ajataf al santo rey en la conquista. Tienen este lema: Dios abrirá, Rey entrará. una en árabe y otra en castellano. El signum crucis regalado por Santa Elena al emperador Constantino, puesto en una cruz de oro. Un corazón de oro en que se da el viático a su Eminencia. Huesos de San Cristóbal, y de otros muchos santos, en urnitas de oro con cristales. Un dedo de San Fernando. El vaso de campaña del mis- mo, que es una taza de cristal de roca con los bordes y pedestal de plata dorada. Una cruz de Grecia como de pie y medio de alto, cuyas labores microscópicas, representando la pasión y muerte de Nuestro Señor, son del trabajo más delicado y prolijo. En una caja de oro y piedras preciosas, un pedazo de la mesa de piedra en que Jesu- cristo celebró la cena. Un caliz de los primeros tiempos del eristia- nismo. El vaso es de ágata y el pedestal de oro, lo mismo que la tapa coronada por una estauita de San Pedro en la silla pontifical. Una custodia de inmenso valor y trabajo: es de oro afiligranado y 272 EUSEBIO GUITERAS piedras preciosas sin cuento: encima y debajo del viril resaltan dos hermosas perlas poco más chicas que una avellana. Otra custodia más grande, aunque no tan costosa y elegante como la anterior; pen- den racimos de perlas y la adornan también muchas piedras precio- sas. Alrededor del viril hay un coro de ángeles de rodillas, orando, muy bien trabajados. Una eruz como de un pie de alto y sin adornos, hecha, según nos dijeron, en América, y fué del primer oro que vino de allí. Vimos en esta sacristía el tenebrario, o candelabro que sirve para los maitines del Jueves Santo. Es igual en su forma al que había en el templo de Jerusalén. Tiene ocho varas de alto y presenta una vista airosa y elegante. Sobre el pedestal que forman cuatro figuras como egipcias, se levanta un cuerpo de cuatro co- lumnas con adornos que sostienen el triángulo, en el cual se ven estatuitas de la Virgen, los apóstoles y otros santos. La gran custodia que sale en procesión de Corpus es una de las obras más perfectas en su clase; admirada de todos por el gusto que desplegó en ella su autor Juan de Arfe en los exquisitos adornos de imaginación del estilo plateresco. Cada pieza llama la atención por su delicado trabajo, y todas forman un brillante conjunto, suntuo- so, elegante, que recrea los ojos con admiración. Tiene cuatro varas de alto y es toda de plata, formada por cuatro cuerpos. La traza es circular con los embasamentos resal- tados. El primer cuerpo es jónico, y tiene 24 columnas; sosteniendo seis arcos, en cuyos encasamentos hay seis alegorías de los sacra- mentos: en el centro se levanta una estatua de la Concepción, y a los lados, las de San Pedro y San Pablo, con otras alegóricas: en los seis resaltes de la base están los cuatro doctores de la Telesia; Santo Tomás y el papa Urbano VII, en bellas estatuas de algo más de media vara: corona este cuerpo una barandilla con pedes- tales que sostienen doce ángeles llevando atributos de la Pasión. Las bases de las columnas y las enjutas de las columnas están cu- biertas de bajorelieves históricos, ángeles y otros adornos trabaja- dos con la delicada prolijidad que luce en toda la obra. El segundo cuerpo es corintio, con las columnas laboreadas en los extremos, y el medio istriado oblicuamente: en el medio va el viril rodeado de los cuatro evangelistas, y entre los arcos, por la parte exterior, doce estatuas de santos. Doce figuras sobre la cornisa de este cuerpo, re- presentan los dones y frutos del Santísimo; y sigue el tercero, que pertenece al orden compuesto, encerrando el cordero de los siete sellos con los cuatro animales del Apocalipsis, y encima del cual DIARIO DE VIAJE 273 se eleva el último, perteneciente al mismo orden, con una Trinidad sobre un arco iris, rematando el todo con una eupulilla coronada por la estatua de la Fe. Yo tuve el gusto de ver otra vez esta obra maravillosa, cuando saludaba los balcones de las casas en la gran procesión de Corpus, fiesta que celebra la catedral de Sevilla con opulenta solemnidad. En ella salen guiando la custodia otras obras de gran riqueza y exquisito gusto, cuya plata brillaba en la carrera cubierta de gen- te y adornada de damascos que ocultaban toda la pared de las casas formando pabellones en puertas y ventanas. Y alternando con las corporaciones y el pueblo y el sinnúmero de cruces de las parroquias, iban: primero, las dos imágenes de Santas Justa y Rufina llevando en medio una Giralda de madera hecha con eu- riosidad, grupo que compone las armas de la catedral; seguíalas el niño Jesús con un cáliz en la mano en medio de un templo de plata compuesto de cuatro columnas sosteniendo una cúpula de hermosos calados. Detrás, precedida de un busto de San Isidro con mitra y vestiduras de plata, iba una pequeña custodia de plata de unos cinco pies de alto. Sobre la base cireular se elevan cuatro grupos de dos columnas en que se sostiene una cúpula: en el centro el viril; y siguen dos cuerpos en la misma forma, con un ramo de azucenas de plata en el segundo rematando con una Fe el todo de esta graciosa y delicada obra. La custodia de Arfe, digno templo del cuerpo del Redentor, ostentaba su gallarda forma a la cabeza de la procesión. La capilla del Sagrario.—Por la parte del Sur está unida a la catedral, comunicándose con esta por una magnífica puerta ador- nada al gusto romano con dos columnas a cada lado y ático trian- gular, delante del cual se ven en el medio una estatua de San Fer- nando, y a los lados las de Santas Justa y Rufina, San Leandro y San Isidoro. Otra puerta del mismo gusto da entrada por la parte de poniente. Tiene el edifiio 191 pies de largo, 64 de ancho, contando las capillas, y 83 de largo. Tocó a la capilla del Sagrario la época del mal gusto (siglo xvI11) y así es que sólo ofrece asunto para cen- surar, salvándose de ella para ponerlo en las nubes el hermoso re- tablo de Pedro Roldán, discípulo del Montañez. Representa en figuras independientes el santo entierro en el momento de sepul- tar a Jesús, formando un bellísimo grupo en que sobresale el cuer- po divino por su natural actitud abandonada de un cadáver: la 974 | EUSEBIO GUITERAS Virgen es también de mérito, y lo mismo el compasivo rostro del n| que está en primer término. En el fondo, un bajorelieve del Cal- vario. KM Una fresca, deliciosa mañana, cuando apenas comenzaba el sol a dorar el casco de la Fe que corona la alta torre árabe de Sevilla, salíme de casa solo y a pie a visitar los restos de la ciudad romana que inspiró al poeta sevillano Riojas una de las más sentidas com- posiciones—/tálica!—Dirigíme hacia la torre del Oro, donde me embarqué en un botecillo, y subiendo por las mansas ondas del Betis, llegué al destruído convento de cartujos; y después de pa- sear sus anchos y extendidos claustros, y su iglesia convertidos hoy en fábrica de loza, y después de admirar el magnífico coro de aler- ce, cubierto de ricas esculturas, y las que adornan la capilla del Sagrario con pavimento de plata y ébano, atravesé la huerta del convento, y salí por una puerta falsa a tomar el camino de Santi- ponce. Hacianme grata compañía las yerbas y flores del camino, los olivos que encontraba de vez en cuando, las siembras, el cielo azul y sereno, y sobre todo el deseo vivo de contemplar las ruinas de Itálica. Llegué por fin a Santiponce y reposé un poco la fati- sa del camino y el sol en una venta, oyendo con gusto la conver- sación de tres o cuatro labradores que me hablaban de Sevilla la weja y de lo que en sus escombros se encontraban, mientras me preparaban un frugal almuerzo, que tomé de prisa, echando a an- dar en seguida hacia el interesante objeto de mi excursión, en compañía de un aguador que iba por el mismo camino que yo y con quien trabé conversación hasta llegar al pie de una loma, don- de me dejó. Seguí más adelante, y entre dos cuestas, vi levantarse varias moles de piedra, destruidas y amontonadas por la fuerza de un terremoto: el caminante que no supiera había allí tal tesoro, ereería ver un montón de peñascos, porque veinte siglos han es- tampado allí su huella destructora. Paréme a contemplar los infor- mes fragmentos, y lleno de recogimiento entré por un arco a una bóveda de cerca de 20 varas, a cuyo extremo di con diez o doce eradas, por donde subí, hallándome sin esperarlo en el anfiteatro: alrededor de su espaciosa arena corren las gradas carcomidas y des- hechas, rematando la fábrica con una galería abovedada ya des- truída, y por todas partes la capa negra de la antigiiedad, y la DIARIO DE VIAJE 275 yerba creciendo allí mismo, donde se sentaba el pueblo romano. A alguna distancia del anfiteatro, en medio de un olivar, ve el viajero con dolor los restos de casas, los baños espaciosos rodeados de inmensas bóvedas cerradas por la tierra de tantos siglos que el agua y el viento han amontonado allí; la fuente de agua pura y eristalina cubierta por una bóveda de mármol blanco, con una ins- eripción que nos fué imposible descifrar; el foro, en donde se ven fragmentos de columnas, cornisas y chapiteles y pedazos de mo- saico con adornos de flores de lis hechos de mármol blanco y o0s- curo, y un muro aquí, y más allá un roto pedestal de mármol, y allí una bóveda, y por todas partes el sello de la antigiledad, y... nada más. Eso es Itálica! Pero el que fija los ojos en los tristes restos y los contempla largo rato, y vuelve cuando la luna las hace más interesantes, y entrega a ellas el pensamiento... oh!, entonces se exalta la fantasía; entonces se hunden los árboles arrastrando tras sí la yerba; la imaginación hace sacudir el polvo de 200 años, y los peñascos vuelven a tomar sus formas, y alrosas se levantan las columnas y pilastras y elevados capiteles, y las gigantescas estatuas, y cúbrese el espacio y resplandecen los már- moles. Y la ciudad recobra su suntuosidad y animación, y se ve bullir en las calles el pueblo conquistador del mundo, vistiendo el duro casco y el ancho manto, y hablar en el foro, y adorar en el suntuoso templo al alto Jove, y combatir en la arena con el fiero león, y presentarse los fornidos atletas, y presentarse también el ardiente joven a disputar un premio en los certámenes, en la mis- ma lengua de Virgilio y Horacio. Y con entusiasmo, se ve llegar con sus valientes legiones a la ciudad fundada por Scipión, el afri- cano, el invencible descendiente del troyano Eneas, que tal vez en el lugar mismo que pisa un cubano después de tantos siglos, aren- ga a sus soldados para partir a acabar en Munda con su rival Pompeyo, combatiendo por la vida, y entrar después triunfante en Roma, dueño del universo. Para ocupar el trono de este mismo primer emperador de la ciudad de Rómulo, se ven salir de Itálica sus hijos Adriano, Trajano, Teodosio a formar parte del siglo de oro del imperio romano. Pero, ah!, la tierra tiembla, se estremece, abriendo profundas grietas, y los soberbios monumentos balancean, chocan y se hunden y desaparece la visión fantástica, y pasa un siglo y otro siglo, y silencio y soledad reinan eternos en la colonia de Scipión y sólo 276 EUSEBIO GUITERAS queda la brillante luna que tranquila reposa sus rayos melancóli- cos sobre la tumba de la soberbia Itálica. No volví a Sevilla sin entrar en el monasterio de Santiponce, trasladado del sitic en que estuvo antes, lo mismo que el pueblo, a no mucha distancia, por una inundación que los destruyó. El edificio es gótico y fué antes el palacio de los fundadores. Tiene la 1glesia dos naves espaciosas de las cuales una sola llama la aten- ción por el altar mayor y el coro. Hizo Montañez el retablo, que consta de dos cuerpos con tres grupos de dos columnas corintias, entre las cuales se admiran preciosísimas obras de aquel grande escultor, representando con su original perfección y naturalidad un San Jerónimo de rodillas sobre una roca haciendo penitencia; un San Isidoro de pontifical, admirable por los pliegues del ropaje; cuatro hermosos medallones que representan el Nacimiento, la Ado- ración, la Resurrección y la Ascensión, con hermosos y perfectos erupos. En el basamento de la obra, que presenta un conjunto su- mamente elegante, sencillo, se ven a los lados dos estatuas de los dos Juanes, y en el ático, la Ascensión de la Virgen. A los lados del altar hay dos sepuleros formados, erandes nichos adornados con pilastras; ático en que se ven escudos de anoras; en el de la épísto- la hay una mujer arrodillada delante de un oratorio con una lápi- da en que se lee esta inscripción : «Aquí yace Da María Alfonso Coronel que Dios perdone, mujer que fué de D. Alonso Perez de Guzmán el Bue- no, y madre del segundo Isaac. Finó era de 1360 que fué año de X P O de 1322. Oh ínelita Roma si desta suspiras, Cuando mandabas el gran universo; que glorias, que fama, que prosa, que verso. Que templo vestal a la tal hicieras. En el lado del Evangelio se ve un hombre armado en la misma actitud y debajo esta inscripción : «Aquí yace D. Alonso Perez de Guzmán el Bueno, que Dios perdone, que fué bienaventurado y que pensó siempre en servir a Dios y a los reyes, y fué con el más noble rey Dn. Fer- nando en la cerca de Algecira, y DIARIO DE VIAJE 21 estando el rey en esta cerca, fué en ganar a Gibraltar, y despues que la ganó entró en cabalgada en la sier- va de Gausin, y oro y facienda con los moros, e mataronlo en ella, vier- nes 13 de Septe, era de 1347 que fué año del Señor de 1309. Los dos sepuleros son de piedra pintada. El coro es de construcción sencillísima, presentando una vista muy agradable, sin más adornos que un cuerpo de arquitectura dórico vigoroso, cuyas pilastras separan los asientos. Los lienzos de la pared están cubiertos con seis cuadros, que representan la vida de San Isidoro, santo que, según nos contó, entre otras cosas, un discreto y amable monje, fué el primero que trajo a España la luz del Evangelio, estableciéndose en aquellos alrededores. La sala del capítulo contiene varios frescos de mucho mérito y perfecta- mente conservados. Sobre el altar, un Jesús a la columna de bellísimas formas; pero con una robustez que no están los ojos acostumbrados a mirar en quien tanto padeció por el hombre. Y recibiendo todo el sol de medio día, tomé contento y satisfe- cho el camino de Sevilla, y al cabo de una hora vi con gusto la ori- lla del Guadalquivir y me detuve en una choza a descansar, con- templando la hermosa vista que se presentaba a mis ojos. El río, cuyas ondas separa una islita cubierta de verde, besa un gran lienzo de muralla que remata en un ancho espacioso terrado llama- do Patín de las Damas, porque allí concurría la caballerosa socie- dad de capa y espada y manto y dueña, con cuyas aventuras nos deleitan hoy Lope y Calderón, Moreto y Tirso, y allí habían lugar los galanteos, las tramoyas, los celos y las riñas que en tan dulcí- simos versos aquellos genios nos dejaron escritos. La ancha facha- da del hospital de la Sangre, ostenta sus dos cuerpos de arquitectu- ra jónica y dórica y sus dos torrecillas, aumentando la belleza de aquel pintoresco sitio. Y a lo lejos, entre cien torres, y saliendo de entre las casas de la Alameda Vieja, habitadas por la gente prin- cipal en aquellos tiempos de galanteos, se ve la gótica torre de D. Fadrique, edificada por este hermano de Alonso X en 1252. Es cuadrada, y sólo se ve, porque está en la huerta del convento de Santa Clara, el cuerpo superior con cuatro ventanillas góticas y co- ronado de almenas. Después de gozar un rato de tan pintoresca perpectiva, entré 278 EUSEBIO GUITERAS en una barca, para ir hasta frente de Triana, volví a turbar las ondas del Betis, no sin examinar la orilla, y ver con gozo el lugar en que fueron construídas las tres naves en que se lanzó Colón al Océano en busca de un mundo nueyo. XIII La iglesia de Santa Inés es digna de citarse para ver el cuerpo de la fundadora doña María Coronel. Y sin embargo de que no se muestra al público más que el 2 de Diciembre, hubo no obstante una excepció para nosotros en gracia de ser forasteros y de una limosna que dimos a las pobres monjas. Está el cadáver dentro de una urna de cristal conservado mi- lagrosamente y de manera que nos admiró, pues se nota perfecta- mente la tersura y rosado color del cutis de la cara, manchado con el aceite que se echó, para destruir su belleza perseguida por el li- cencioso rey don Pedro. Las monjas nos contaron cómo se andaba en beatificar a doña María, porque además de hallarse de tal ma- nera conservada, ha obrado además varios milagros de curar ins- tantáneamente enfermos desahuciados, '“cosa que nosotros vimos, añadió la madre abadesa; además, no ha mucho que le vestimos ese hábito de plata y seda, y varias personas respetables y médicos vieron el venerable cuerpo muerto del mismo color, la misma mor- bidez y elasticidad de un vivo, con la particularidad que despedía un olor desconocido en la tierra?”. XIV Ayer, después de dos meses y dos días dejamos las verdes olo- ríferas orillas del Guadalquivir, y al alejarme de Sevilla, sentado en la popa del vapor, los monumentos de la ciudad romana se agol- paron a mis ojos para recibir un adiós, un adiós tal vez eterno. La patria de Herrera y Rioja, de San Leandro y San Herme- negildo, de Guzmán el Bueno, de Bartolomé de las Casas, patria de Murillo, Sevilla rica de recuerdos, Sevilla bañada por el Betis, Sevilla será siempre un grato recuerdo para mí; porque en ella recibí las primeras impresiones que causan los monumentos de la vieja Europa. DIARIO DE VIAJE 279 Nos embarcamos en el vapor Teodosio, junto a la torre del Oro, a las 8 de la mañana, y poco a poco fuimos perdiendo a la ciudad hasta sólo distinguir las agujas de la catedral y la gigante torre donde el árabe proclamaba la unidad de Dios. Las orillas del Guadalquivir son sumamente bajas y arenosas y cubiertas de olivos y pinos. A poca distancia de Sevilla está San Juan de Aznal- farache, pueblo situado al pie de un alto cerro donde existió la colonia romana «Julia Constantia, llamada Osset, cuyos robustos muros y torreones se conservan aún coronando el monte, desde cuya cima contempla con entusiasmo el viajero una espléndida vista de Sevilla y sus alrededores, vista encantadora, variadísimo paisaje que ofrece una risueña llanura perdida en el horizonte y en que serpentea el río; al otro lado el aspecto selvático y sombrío de cien cuestas sembradas de olivos, y por fin en el medio... Sevilla! Sigue a San Juan de Aznalfarache, Gelves, y más adelante Co- ria, que nada ofrecen de particular. En la boca del río está Bo- nanzas, y en seguida la antigua Sanlúcar, junto a cuya hermosa playa hay una fortaleza árabe, y cuyas tierras son famosas por los delicados melones, las dulcísimas uvas, las ricas peras, las bre- chas, duraznos y toda clase de frutas. Ya en el mar está el pueblo de Chipiona, y más adelante el gracioso de Rota, célebre por la Tintilla. A las 3 llegamos a Cádiz, Cádiz, la hija del mar, que duerme al rumor de las olas que baten sus murallas. Hermosa na- turalmente, mucho más nos pareció cuando ya la vista se había acostumbrado a la fealdad del caserío de Sevilla y sus estrechas y tortuosas calles que hacen de esta ciudad un intrincado laberinto, cuyo conocimiento, según el dicho de no sé quién, puede envane- cer a cualquiera de poseer una ciencia. Y es verdad. Lo único bue- no que ostenta el caserío de la antigua corte árabe es el cuidado con que se adornan los patios en el verano: como esta estación pasa sin llover, los cubren toldos; los adornan con flores, fuentes, esta- tuas, cuadros, etc., que se descubren desde la calle al través de la cancela, que así llama a la entrada formada de columnas de már- moles, jaspes con gracioso enrejado. Cádiz no desmiente al viajero la idea que precisamente se for- me contemplándola desde el mar: sus calles, aunque estrechas, y en diferentes direcciones, son todas rectas, bien empedradas; las casas, de cuatro y cinco cuerpos, con balcones cubiertos de erista- les, cierros y flores; armadas de almenas guardan una agra- dable y variada semejanza; aleunos establecimientos están mon- 280 EUSEBIO GUITERAS tados con gusto y lucimiento; entre las varias plazas llaman la aten ción, en primer lugar, la concurrida de San Antonio, muy espacio- sa, pero sin más adorno que los asientos de piedra con respaldo de hierro y antiguos árboles que dan gracia y sombra; la plaza de Mina es moderna y los asientos que la cercan son de muy buen gusto; junto a ellos corre un emparrado. La alameda y salón de Cristina son hermosos paseos rodeados de jardines, desde donde se goza la dilatada vista y fresco am- biente del mar. Y si es grande la diferencia que se nota en el caserío de Sevilla y el de Cádiz, no menos llama la atención el pueblo que discurre por las calles de esas dos reinas de Andalucía. En Cádiz hay un aspecto más fino, más decente; el calañés y la capa no abundan tanto, y sí mucho el aseo y la comodidad. Raro es el pobre que pide limosna en Cádiz, y en Sevilla, raro el paso que se da sin dar con una mano limosnera desprendida de un cuerpo sucio, cubierto de infinitos andrajos. Sevilla para el artista, Cádiz para vivir en sociedades. XV Un pueblo inmenso cubría la ancha plaza de toros de Cádiz, sin más separación que la de pobres que tienen que estarse divertidos con el sol, al paso que para el otro lado ya se ha ocultado el para aquellos importuno padrastro de la noche. Una corrida de toros en Andalucía es un pelea de gallos en Cuba, una carrera de caballos en Inglaterra; así es que sólo por ser en Andalucía, asistí hoy a la plaza y más que por esto en verdad, por ver a D. Francisco Montes (a) Paquiro, primer espada sin rival de España, notabi- lidad célebre y famoso en Europa. El pueblo gaditano espera que salga el primer toro molestando suciamente a cualquiera persona que lleve sobre su cuerpo algo que le llame la atención; y no se entienda por pueblo a lo más bajo, no; el que está en la sombra, el que ese día y para esa diversión cúbrese con un calañés y viste bordada chaqueta, y adorna el cue- llo con encarnada corbata cogida con un anillo y ciñe la cintura con ancha faja del mismo color; gente toda que al parecer es decente y civilizada; pero que lo desmienten con hacer todos los días lo que al siguiente de desembarcarnos lo hicieron con nosotros. Se nos antojó vestirnos con las frescas yholgadas chupas para DIARIO DE VIAJE 281 ir a los toros, y como es un traje raro, no hicimos más que presen- tarnos y fijó la atención de tres o cuatro que corrieron la voz, y al momento, a modo de letanía, empezaron con la cantinela de: “Los del frac blanco, que se lo quiten.”? A nosotros no nos cogió de nuevo esta gracia tan pulida, porque estábamos prevenidos; así es que los dejamos gritar un buen rato hasta que nos cansamos, y desnudándonos de las chupas, comenzó al instante otra can- tinela de: “Los de frac blanco, que se lo pongan?””, hasta que nos lo pusimos. Pero no le fué tan bien a un cabaliero con quien después la tomaron, gritándole en el mismo tono que se quitara los espejue- los, y como se las quiso sostener mudaron las palabras del canto en otras desvengonzadas e insultantes que hacían por cierto mucho honor al pueblo que las profería. A la hora fijada se presentaron en la arena hasta seis u ocho entre espadas, capeadores y banderilleros, que se dirigieron al palco de presidencia para recibir la llave del toril, y en medio de ellos, con rico vestido celeste y plata, el arrojado Paquiro: hicieron su saludo y se esparcieron por la plaza en que ocupaban ya sus pues- tos en nada buenos caballos, los picadores destinados a romper la lid con la fiera, cuya salida anunciaron dos trompetas. Lánzase el bruto de su oscuro y desierto encierro en busca de libertad y aco- mete al primer caballo y le echa al suelo, y corre furioso, sediento de sangre, sin que baste a contenerlo la lanza del picador abriendo sus carnes; su primer impulso es terrible, la gritería que se alza en la plaza, lo espanta, lo azora, y rinde a sus pies, uno tras otro, hasta diez y siete caballos. Y el osado sucesor de Pepe-hillo, sereno y firme, espera el bravo, que se detiene, brama y escarba el suelo, y se lanza a Paquiro, que le vuelve la espalda cubriéndose con la encarnada capa, y lo ase de los cuernos o del rabo y lo arrastra, y con desprecio se aleja del toro, dándole un puntapié. La sereni- dad y la confianza de ese famoso torero admiran, y el estudio par- ticular de evitar las arremetidas del bruto con un simple movimien- to, es muy digno de observarse con asombro. XVI Nuestro amigo Ienacio Canibell, Antonio y yo, salimos de Cádiz una mañana, a la una, en un ómnibus, con dirección a la isla de 282 EUSEBIO GUITERAS San Fernando, atravesando el arrecife de dos leguas que separa esas dos ciudades y en cuya escasa anchura se levanta una her- mosa calzada de unas 15 varas de ancho con muros a los lados de una de alto, cortada, y cerca de su mitad, por la sólida fortaleza llamada la Cortadura. Pero poco más de una hora empleamos en nuestro viaje, viendo nosotros con gozo la ciudad de San Fernan- do, por recordarnos sus casas bajas y de grandes ventanas, las de nuestra tierra. Entramos por la calle Real, bastante ancha y bas- tante mal empedrada, en la cual hay dos plazas, una con arboleda, frente a la casa del General de Marina, y la otra la del Ayunta- miento. La hora inoportuna nos impidió visitar el observatorio, única notabilidad de la Isla, y después de comer tomamos una ca- lesa, y aunque molestos los tres en ella, alegremente tomamos el camino del que fué Arsenal de la Carraca, reminiscencia del anti- guo poder español en los mares. Retrocediendo de allí echamos a andar hacia Puerto-Real, divirtiéndonos con los canales que co- rren a uno y otro lado del camino correspondientes a las salinas, in- dustria muy explotada en Cádiz. En este viaje tuvimos lugar de saludar y admirar una obra respetada por los siglos—el Puente de Suazo—levantada por los cartagineses, y digno de admirarse por su graciosa solidez. A las 9 de la noche llegamos a Puerto-Real, villa situada al ex- tremo del caño del Trocadero, y memorable por ser el punto hasta donde llegaron las tropas del duque de Angulema. Desde el Tro- cadero, pueblo enteramente arruinado por los franceses, fué Cá- diz bombardeada, a pesar de las dos leguas que hay en línea recta: allí se ven las desnudas paredes agujereadas por las balas que arrojaban las baterías gaditanas. En Puerto nos detuvimos un rato en casa de Canibell y volvi- mos a ponernos en marcha para el Puerto de Santa María, acom- pañados de una brillantísima luna que nos permitía gozar la vista de la campiña que atravesábamos sembrada de altos pinos. Las 11 de la noche eran ya cuando llegamos a la ciudad céle- bre por sus corridas de toros, y dimos descanso al cuerpo hasta el aclarar de la mañana siguiente que montamos a caballo tomando el camino de Jerez, dos leguas del Puerto. Hacia la mitad nos des- viamos para visitar la famosa Cartuja, uno de los más célebres monasterios de España, desierto hoy, empezando a arruinarse. Fué fundado hacia mediados del siglo xv por D. Alvaro Ober- cos de Valeto, y su situación es bellísima, sobre un cerro, rodeada de DIARIO DE VIAJE 285 una poco fértil campiña, llena de cierto silencio y tristeza, a pro- pósito para la vida retraída y contemplativa; una ancha portada con cuatro columnas da entrada a un gran patio sobre el cual se levanta la elegante fachada del edificio, formada por dos cuerpos de arquitectura corintia con airosas columnas y adornados con nichos en que se ven estatuas de la Virgen, San Bruno y otros santos, y rematando con un medallón que representa al Padre Eterno. Entramos por una hermosa cancela cubierta de primorosos em- butidos, todo de madera, a la iglesia abandonada, que no ofreció a nuestra curiosidad más que las hermosas mesas de altar, hechas de exquisitos mosaicos, y el coro de alerce con 44 asientos, en cuyos respaldos hay buenas estatuas grandes como de vara y media. De la iglesia salimos a un pequeño patio, en cuya galería gótica vimos algunos malos frescos de la vida de San Bruno, y de allí pasamos a otro grande sembrado de flores que dominan verdes cipreses. Corre en todo el rededor una vistosa galería de 156 a 60 varas, con bóve- das y columnas góticas a que dan las celdas de los cartujos, com- puestas de cuatro habitaciones y un jardincito, y en número de 28, sin contar la del prior, de más capacidad, con mucho, que las otras y con un mirador en el jardín desde el cual se goza de un intere- sante paisaje limitado por una vista de Cádiz a cuatro leguas de distancia. La fuerza del sol nos hizo dejar más pronto la casa de San Bruno, y volviendo a montar a eso de las 10 de la mañana, llegamos a Jerez de la Frontera, ciudad de 34,000 almas, a ocho leguas de Cádiz, célebre, famosa por sus exquisitos vinos. Haciendo hora para visitar las interesantes bodegas, nos fuimos a recorrer las calles, entre las cuales alabamos la de la Corredera por su anchura, y la de las enlosadas aceras, admirándonos por dondequiera del infinito número de ociosos sosteniendo las es- quinas y haciendo por cierto desagradable la estancia en Jerez. Posee esta ciudad una colegiata, edificio hermoso, cuya planta es por el estilo de la gigante catedral de Sevilla, participando de la distribución que hay en la de Cádiz. Consta la obra de tres na- ves, sin contar las dos de las capillas, y llama la atención el eru- cero por sus bóvedas cubiertas de labores, y la airosa cúpula. De la colegiata nos dirigimos a la bodega de D. Pedro Domecq, francés, una de las mejores, si no la mejor, de Jerez. El encargado, con cortesía, nos llevó a los inmensos almacenes, distribuídos con 284 EUSEBIO GUITERAS altas arquerías en seis naves, donde caben hasta 200 pipas; el último que vimos fué el más respetable, y la atmósfera vivificante que respiramos al entrar nos hizo formar una alta idea del bálsa- mo que encierran las pipas cubiertas de polvo de tantos años, idea que confirmamos cuando el encargado nos dió a probar vino seco de 20 y 60 años y pajarete de 70. Para gustar de estos espíritus deliciosos es preciso ir a las bodegas de Jerez, porque según nos dijo nuestro acompañante, semejantes vinos no se venden, sirviendo sólo para encabezar los nuevos. La bodega de Domecq es un edificio in- menso dividido en dos partes: la una que es donde se depositan los vinos; la segunda, destinada a herrería, carpintería, tonelería y de- más trabajos necesarios que tienden a que todo se haga allí mismo, y efectivamente es así. La parte de tonelería sólo bastaría para formar un gran taller independiente; y da una alta idea de la riqueza in- mensa del establecimiento. La misma tarde volvimos a emprender nuestro viaje al Puerto de Santa María, al ponerse el sol y gozando de una pintoresca y muy variada vista de Cádiz y los pueblos vecinos, limitada por una línea que formaba las ondas azules del mar. La línea de vapores que van de Cádiz al Puerto no empezaban a correr hasta las 9 de la mañana, y así tuvimos lugar de recorrer aquella ciudad, ver su nueva plaza de toros capaz para 1,200 personas, su hermoso pa- seo de la Victoria y su alameda cercada de ¿jardines junto al muelle. XVII Cádiz ofrece muy pocos o ningún grande edificio que merezca un recuerdo detenido. La catedral, empezada a principios del siglo pasado, lo fué con una grandeza y esplendidez que desgraciada- mente hizo parar la obra hasta que en estos últimos años la piedad y el celo del actual obispo de Cádiz consiguieron concluir el edi- ficio, pero sin seguir con la primera suntuosidad y lujo. Tiene tres naves, y cinco con las dos de las capillas: sostienen sus bóvedas gruesos pilares adornados con columnas corintias de mármol blan- co, trabajadas con mucho gusto e inteligencia. La capilla mayor está aislada, formando un grande arco de círculo con elegante cú- pula, cuyos pilares, cubiertos de ricos jaspes, adornan columnas iguales al resto del edificio. La esbeltez, la gallardía de estas colum- nas en gran número, dan una apariencia majestuosa y ligera a la e DIARIO DE VIAJE 285 vez a este templo, donde se ve toda la severa elegancia, las tan agradables proporciones de la arquitectura griega, la cual domina también en todos los adornos de la iglesia, particularmente en las capillas, puestas entre las corintias columnas que sostienen las bó- vedas. La más notable es la única que se construyó en el principio de la obra dedicada a la Purísima Concepción. Formaba un nicho, donde está la imagen tutelar, que es una bellísima estatua de már- mol blanco, hecha no se sabe por quién, pero sin duda era una ins- pirada mano la que animó al duro mármol, imprimiendo en aquel divino rostro la severa majestad de la Virgen sin mancilla. ¡Cuán- ta naturalidad y movimiento en la postura! ¡Cuánto aire en el bien plegado ropaje! A los lados del nicho se levantan dos colum- nas salomónicas sosteniendo una como concha, y todo, todo, de ricos y diferentes jaspes, de que también está hecho el pie del al- tar en forma de urna y que cubren el pavimento en delicado mo- saico. Las demás poco ofrecen: imágenes regulares, algunas copias de cuadros y otros originales de varios gaditanos y gaditanas tam- bién. Del exterior del edificio se goza apenas por estar éste metido entre una porción de casuchos. El frente es de mucho gusto y bri- llantez, formando arcos de círculo en que se levantan las tres puertas y dos torres que no se han concluido. La parroquia del Rosario es una de las cosas más preciosas que posee; sus capillas son todas de preciosos jaspes y con adornos de gusto. Al lado de esta parroquia está el sagrario, edificio pequeño, acabado, de mármoles y jaspes, cuya entrada se permite solamente a los hombres. Su figura es un óvalo con ocho columnas jónicas, en- tre las cuales se ven dos medallones colosales representando pasa- jes de comunión, y que llegan desde el pavimento de mármoles hasta la cornisa, de donde arranca una proporcionada cúpula. El único altar de este templo es el sagrario, aislado y compuesto de ocho columnitas sosteniendo una cúpula coronada por la estatua de la Fe. La iglesia más rica en pintura es la de Capuchinos, donde hay varios cuadros buenos, y entre ellos una Concepción de Mu- rillo, que... es Concepción y es de Murillo. De este inmortal ar- tista vi en el altar mayor el último lienzo que animó su pincel divi- no. Estando Murillo haciendo en la mismo iglesia este cuadro, cayó de un andamio, caída que a poco tiempo le ocasionó la muerte en su patria de Sevilla.. La parte inferior del lienzo que estaba ade- lantada, ha quedado intacta; el resto del retablo lo concluyó Me- risis. El Hospicio y la Academia de Bellas Artes, son dos estable- 286 EUSEBIO GUITERAS cimientos que honran a Cádiz. El primero, situado a la orilla del mar, es un espacioso y elegante edificio donde encuentran soberbia acogida el anciano enfermo, el desdichado loco, el niño desvalido. La Academia, antes un convento, ocupa un lado de la plaza de Mina, y dentro, con el mayor orden y buen método, se pone a in- finidad de jóvenes en la senda que honraron Murillo y Herrera. XVIII Granada, tus alfanjes, tus turbantes, tus mediaslunas, han des- aparecido y los descendientes de tus árabes hijos suspiran por ti y esperan ver el cielo que encantaban los sentidos de sus padres. Bella enamorada de los hijos del desierto, con estandarte extraño agitó el viento en las torres de tu Alhambra, y desde el vecino mon- te un doloroso suspiro parte de un oprimido pecho. Adiós!, te dice, encanto del árabe, adiós: y las lágrimas cu- brieron sus morenas mejillas. Y cómo no suspirar si tú eras su paraíso; si su vida era el per- fume de sus jardines? Si tú eras la eterna oasis de su árido desier- to? La verdura de ese valle cercado de montañas altísimas se tiñó de sangre africana. Los africanos te adoraban, bella Granada, y te adornaron con sus galas suntuosas llenas de magia encantadora. Porque tú eras la más bella flor de sus jardines, porque tú eras su lirda enamorada, y ellos se embebecían con el bálsamo de tus flores y el dulce susurrar de tus fuentes. XIX Alhambra! Alhambra! ¿Dónde están tus turbantes, hija anda- luza del Oriente? ¡Dónde están tus mujeres embriagadas con el bálsamo de tus flores y de tus perfumes? ¿Dónde están tus aben- cerrajes, tus gomeles llenos de ardor y de poesía? Desierta estás, hija del Oriente. Desiertos esos magníficos salo- nes donde un día brillaba la pompa espléndida oriental, y que res- piran voluptuosidad y delicioso encanto. Nadie, flor de Granada, se acerca al estanque de Arrayanes y se adormece contemplando como si dibujase los ansiosos arcos en las serenas aguas. DIARIO DE VIAJE 287 Nadie se acerca a respirar el ambiente embalsamado de las flores de ese patio soberbio, entre cuyas 100 columnas un hijo de la linda Cuba, de ese paraíso por que yo suspiro, como por ti, Al- hambra, el ardiente africano, se estaría consagrando este recuerdo. Oh!, todo desierto y triste! Alhambra, palacio de Boabdil, qué magia indefinible se inspira en tu encantado recinto? ¿Lloras, Alhambra, porque tus turbantes, tus mediaslunas se perdieron? (Escrito en el patio de los Leones.—Alhambra.) XX El 22 de Agosto, a: las 7 de la tarde, salimos de Cádiz en el vapor Balear. Apenas echamos a andar, me quedé dormido, hasta que por la mañana me despertaron frente a Algeciras. Una linda vista se ofreció a mis ojos al subir sobre la cubierta. Aislado, negro el Peñón de Gibraltar a un lado; al otro Algeciras, situado al pie de las montañas, y por fin las de Africa, que azuladas se levanta- ban en medio del mar. Inglaterra, España, Marruecos: ilustración, elvilización, semicivilización. Una hora pasamos en Algeciras, y a las 8, en una barca, nos dimos a la vela para la ciudad inglesa, euyo caserío fuimos poco a poco descubriendo recostado sobre la inmensa peña, el temible vol- cán artificial, y sobre cuyas murallas, besadas por el mar, ondeaba el pabellón de la Gran Bretaña. Gibraltar, a unas 4 leguas de Algeciras y 24 de Cádiz, es ciu- dad de extraordinario comercio, y ciertamente, las 6 u 8 horas que pasamos allí, fueron para mí de una continua novedad, nacida de la gran concurencia de extranjeros. Sus buenas calles están cubier- tas de moros, turcos, griegos, judíos, genoveses, todos con sus pin- torescos trajes orientales; y además, de estos mismos, una multi- tud de almacenes cubiertos de géneros de aquellos países, que son raras curiosidades para el que acaba de llegar de la virgen Cuba. Pero lo más extraordinario que posee esta tierra británica son sin duda las fortificaciones. Además de las muchas y buenas he- chas de cantería a la orilla del mar y en el camino que conduce a España, el viajero ve con asombro la inmensa y escarpada roca 288 EUSEBIO GUITERAS minada y llena de troneras por donde asoman los cañones sus bo- cas de bronce hasta la sima del fortísimo peñón. A las 4 de la tarde nos volvimos en la misma barca, que nos dejó a bordo del vapor para seguir nuestro viaje. Esta línea de vapores van desde Cádiz a Marsella, caminando de noche y dete- niéndose todo el día en los principales puertos del Mediterráneo, así es que salimos de Algeciras a las 8 de la noche y amanecimos en Málaga (25 leguas). Esta ciudad está situada en una hermosa y fértil llanura al pie de las montañas. La vista desde el puerto es preciosa: un muello bueno con hermosas casas y magnífica aduana al frente; luego la catedral dominando la ciudad, y la loma donde está la Alcazaba, barrio en que pronto se echa de ver la morisca antigitedad. A la izquierda, en la orilla, hay buena fábrica de hierro, y a no mucha distancia, una cruz de piedra en el lugar donde el año 31 fueron fusilados el General Forrijos y sus 49 compañeros. El interior de Málaga no correspon- de nada a la idea que uno se forma por la vista del puerto: las calles son infernales por su distribución y empedrado. La Catedral es obra de bastante mérito: sus tres espaciosas na- ves, con pilares y medias columnas corintias, están bien alumbra- das por tres ventanas en cada intercolumnios y ojivas: las otras dos de la capilla no ofrecen nada de particular. La fachada del edificio es elegante; los adornos de las tres entradas son de her- mosos mármoles: a los dos lados se elevan las dos torres, una de las cuales solamente está concluída. En este viaje tuvimos el gusto de hacer amistad con un joven pintor ruso, hombre de excelentes sentimientos que hace cuatro años que viaja por Europa. Como nosotros, salió de Cádiz para visitar a Granada—la Alhambra de Granada—y nos unimos el hijo de la Crimea los dos cubanos, para hacer juntos el viaje a la corte de Abdalla. En su agradable compañía y la del cónsul de Suecia, dimos una hermosa tarde en Málaga un paseo delicioso por los alrede- dores. Le comenzamos atravesando el barrio del Perchel, famoso por la quinta esencia de Andalucía que vive allí, famoso por las ri- ñas de sus valentones que encajan una navaja como quien rebanea el pan, y ensiñan una guiña que... na, ño es cosa, no es na. De allí sale el gracioso charrán con las dos cestas de boquerones colgando con largas cuerdas que casi tocan al suelo, del codo, puestos los DIARIO DE VIAJE 289 brazos en jarra, y de allí también el contrabandista atrevido, con su calzón azul turquí, cerrados a los lados con abotonadura de plata y ajustado a la rodilla con grande cordón de seda y rematan- do en borlas: sus polainas son de finos bordados; la corbata y an- cha faja, de encarnada seda; buen chaleco, y sobre el hombro iz- quierdo, la chaqueta con adorno de retazos de colores, cordones con agujetas de plata y las mangas de fino cuero, unida a la cha- queta con trencilla de seda, rematando el todo con el calañés, fo- rrada la copa de terciopelo, y una bola en ella y otra en el ala acanalada. Del barrio del Perchel pasamos al de la Trinidad, y por éste salimos del recinto de la ciudad subiendo al convento que le da su nombre y desde donde se goza de una vista deliciosa. Málaga, con su catedral, su Alcazaba y sus cerros fortificados por los mo- ros, reposando tranquila al pie de las montañas que se esparcen por el horizonte formada de ligerísimas columnas, cuyas sombras con el sol poniente, maravilloso efecto hacía: paisaje interesantísi- mo que encantaba al hijo de Rusia y que a mí me recordaba la rica y bella naturaleza de mi tierra Cuba. De otro no menos hermoso gozamos sobre el cerro donde está situado el Cementerio, presentándose la ciudad bajo otro aspecto y siempre dominada por las corintias de la catedral, y siempre cerrando el paisaje las aguas serenas del Mediterráneo, del Me- diterráneo, cuyas ondas agitaban los remos de las antiguas naves, de ese mar que baña las costas de Italia y Grecia, del Egipto y Asia. Quién sabe, pensé al pasear mis ojos por su espacio dilatado, si Colón, contemplando la lejana raya de su inmenso horizonte, recibió la inspiración del Nuevo Mundo. Ya caído el sol, volvimos a la ciudad, y antes de llegar a ella entramos en el convento de la Victoria. Los Reyes Católicos, en el sitio de Málaga, tenían allí su campamento, y fundaron el Mo- nasterio. El apreciable Cónsul quiso que concluyéramos viendo dos mo- numentos, los dos bien diferentes y de bien diferentes sielos. Es la plaza de Riego, el Obelisco sobre elegante pedestal levantado a la memoria del General Torrijos y sus 49 compañeros, mártires de la libertad. A no mucha distancia, la antigua mezquita, cuyo arco moruno han tapiado. 290 EUSEBIO GUITERAS XXI Al día siguiente 26 de Agosto, a las 7 de la noche, salimos de Málaga Aiwazonsky, Antonio y yo, montados en mulas, guiados por Pepe Lanza, famoso conductor, alto, moreno, serio, ricamente ves- tido, amigo de los ladrones de camino que lo estiman y respetan, corto de razones y largo de calma. Tomamos por la parte E. de Málaga, orillando la costa al paso y lento y cómodo de las mulas, que hacía más romántica nuestra peregrinación a la poética Granada. Las tierras áridas que atra- vesábamos no nos dejaron hasta llegar a un lugar lleno de melan- cólica, terrible poesía, cuya belleza nos dejaba contemplar la elara luz de las estrellas. Una inmensa roca negra se levanta escarpada junto a la llanura blanca y dilatada del mar, cuyas ondas no rizaba el viento más ligero. El camino por donde íbamos era todo peñas- cos, que a veces teníamos que dejar entrando en el agua. Pero la calma del sitio, la blancura del mar, la oscuridad de la roca que forma la costa y el silencio triste no interrumpido más que por la masa de agua que lentamente venía a estrellarse sobre las peñas, brillando la espuma como luciente cinta de plata, todo imprimía en el corazón doloroso recogimiento. A las 12 de la noche llezamos a Vélez Málaga, es decir, a legua por hora, y en este pueblo, que nada tiene más que unas riquísimas uvas, pasamos el día siguiente hasta las 2 de la tarde que monta- mos otra vez. Desde Vélez a Alhama hay 7 leguas, viaje pin- toresco en que continuamente estuvimos subiendo montañas altas y cubierta de vegetación. Las campanas de Alhama, ciudad mo- risca enteramente y una de las que hay en Europa más elevadas sobre el nivel del mar, tocaban a Animas cuando llegamos a ella para dormir un par de horas y seguir el camino hasta las 8 de la mañana que olvidamos nuestras fatigas al subir a la cima de un cerro y descubrir de repente la vega de Granada. A las 9, nuestro deseo se había cumplido. Estábamos en Gra- nada. En Granada, el encanto de los moros que dominaron en ella y cuyos hijos suspiran por la que fué delicia de sus padres, y con- servan las llaves de las casas que éstos habitaron; Granada, recos- tada sobre una loma en medio de su fértil y pintoresca vega ro- deada de altas montañas, que domina la Sierra Nevada, entre cuyo DIARIO DE VIAJE 291 azul brilla todo el año plateada nieve. La misma tarde del día que llegamos a Granada, ansiosos de admirar la perla de esta ciudad moruna, subimos a la Alhambra y paseando sus espléndidos salo- nes, estuvimos hasta que el sol iba ya a esconderse, y nos fuimos a la alta torre llamada de la Vela. Sobre uno de los muros de su azotea, y en el centro de un arco morisco, hay una campana, y al pie una lápida de mármol con esta curiosa inscripción: El dia 2 de Enero de 1492, de la Era Cristiana a los 777 de la dominación árabe declarada la victoria y hecha entrega de esta ciudad a los S. S. Reyes Católicos se colocaron en esta torre como una de las mas elevadas de esta fortaleza los tres estandartes insignia del Ejercito Castellano y enarbolando el cardenal Gonzalez de Mendoza y J. Gutierrez de Cárdenas los Santos Pendones se tremoló el Estandarte Real por el Conde de Tendilla diciendo en altas voces los Reyes de armas «Granada, Granada por los ínclitos Reyes de Castilla Dn. Fernando y D? Isabel. XXII Luis Salomón, soldado del ejército de Napoleón cuando la in- vasión francesa en España, es el que tiene la llave de los secretos de Granada, cicerone activo y discreto que en los 30 años que hace está en Granada, ha aprendido a descubrir al viajero curioso las maravillas que encierra la ciudad de Boabdil. Con él salimos esta mañana, a las 6, por la calle que llaman ca- rrera del Darro, porque sigue la orilla de este río, y nos dirigimos al Albaicin, pasando por el frente de la casa de monedas árabe, sobre cuya puerta, con adornos de ladrillo cortado, hay una lápida en forma de arco morisco que conserva en buenas letras una larga inscripción. ES El Albaicin es un barrio alto donde no se ven más que casas de los moros, de ladrillo, que continuamente están echando abajo para que no lo hagan ellas de por sí. Desde la cumbre del cerro, a cuya falda está situado el barrio, se goza de una hermosa vista de la ciudad y de la vega, y sobre todo vista de la Alhambra, que pre- senta desde alto sus murallas y sus torres, y sus altos miradores. 292 EUSEBIO GUITERAS En aquellas inmediaciones se ven las llamadas Cuevas, casas subterráneas abiertas en gran número en la falda de las lomas, y por cuyas mugrientas entradas en forma de arco no se ve asomar más que la mala cara de un gitano o gitana con su pelo laso y des- greñado, o bien la de algún infeliz que guarda allí tal vez de la intemperie su pobre familia. Del otro lado del cerro de Albaicin está en una situación bella la Cartuja de Granada, pobre en el edificio y riquísima en sus adornos. La iglesia es gótica con multitud de adornos de yeso en las pa- redes, rodeando erandes cuadros inferiores. Detrás de su único altar, el mayor está a la entrada, a la capilla del Sagrario, cuyo ta- hernéculo de dos cuerpos es todo de preciosos mármoles, forman- do mosaicos en el basamento y las cúpulas. Extraordinario es el lujo derramado en esta iglesia y sobre todo en su sacristía. La planta de ésta es un cuadrilongo. Sobre un zócalo de vara y media de alto, hecho de mármol sumamente raro por sus caprichosas veias carmelitas, se levantan hasta el techo los adornos platerescos er. yeso con profusión desagradable a la vista, que por otra parte se detiene en el hermoso altar dedicado a San Bruno, hecho del mismo mármol del zócalo, y adornado de preciosas ágatas, rodeadas de jaspe oscuro. Entre las pilastras de la obra están las cómodas. que lo mismo que dos estantes que hay allí mismo, la puerta de la sa- eristía y la que en la iglesia separa del coro de los padres cartujos, el de los legos son de un trabajo y riqueza inmensos cubiertos de embutidos perfectamente unidos, formando estrellas, cuadros y otras figuras con menudas piezas de nácar y carey, de marfil y ébano, y coriendo en todo el rededor una guirnalda de plata. En esta cartuja, escondidas y oscuras, están dos curiosidades artísticas de extraordinario mérito. La una está en el refectorio y es una cruz simple con sus tres clavos, pintada groseramente en la pared a bastante altura; pero es tal el artificio de la sombra y tan perfecto el escorzo de los clavos que cualquiera piensa que aquella cruz es de madera. La pintó Sánchez Cotan, lego cartujo, el mismo que hizo con igual perfee- ción las puertas y cómodas de la Sacristía, y el que junto al mismo refectorio pintó en una capilla dos columnas corintias con basa- mento y ático, y en verdad que al entrar iba a exclamar: “Qué dos pedazos de mármol!””, cuando al acercarme vi que eran pintados. Completa ilusión que admira. DIARIO DE VIAJE 293 Volviendo a la ciudad entramos por una gran plaza donde está la mentada puerta de Elvira formada por un arco morisco con almenas. En la misma plaza hay una columnita de mármol ¿on cruz en- cima levantada en el mismo lugar donde murió en infame cadalso doña Mariana Pineda. Esta heroína de la revolución constitucio- nal de 831, la que bordó el pendón de libertad, llevó a la tumba con una firmeza el secreto de la conspiración liberal. Granada, en una de sus hermosas plazas, en el centro de la ciu- dad, le ha levantado un monumento, que consiste en un airoso pe- destal de mármol oscuro con inseripeiones a los cuatro lados, y en la base varios escudos con los nombres de otros mártires de la li- bertad: Riego, Torrijos, Laci, el Empecinado, ete. Concluimos nuestro paseo visitando la ielesia de San Juan de Dios, fundada por este santo lego portugués. Tiene la figura de una cruz, y sus adornos son agradables, sobre todo un lujoso zócalo de jaspes en mosaico con jarras de flores de relieve bajo las pi- lastras. Por una puerta que está en el presbiterio se sube al camarín del santo, compuesto de tres salas, llena de pobrísimos frescos y cuadros, exceptuando el magnífico lienzo de la Virgen con el hijo muerto en brazos, pintado por el delicado pincel suavísimo de Alonso Cano. En la sala del medio, dentro de un templete, vimos la urna de plata labrada que encierra los restos del padre de los pobres, que de noche salía por la calle con una grosera espuerta que nos ense- ñaron, pidiendo limosna con estas bellas palabras: «Haced para vosotros mismos» Hay allí además una infinidad de reliquias de santos mártires en urnas de cristal, y entre ellas el esqueleto vestido de San Feli- ciano, traídas todas de las catacumbas de Roma. Guárdase allí tam- bién una carta autógrafa del santo a la duquesa de Cesa, cuya firma saqué sobre el original, y parece quiere decir: Valete Christo. Después he visto en una casa particular el lugar donde el santo, gravemente enfermo, y sintiendo morirse, tomó un crucifijo y se arrodilló, exhalando el último aliento en esta postura, que dicen conservó por seis horas. 294 EUSEBIO GUITERAS XXIII Ei monte Santo es una de las grandes curiosidades que se ven en los alrededores de Granada. En el siglo xvi, unos labradores co- diciosos de dar con un tesoro, que decían habían dejado los mo- ros, encontraron en sus excavaciones unas lápidas de plomo, que traducidas por un letrado, se vió eran las que cubrían los restos del obispo San Cecilio y 11 compañeros mártires de las persecu- ciones de Nerón. El arzobispo continuó en las excavaciones que hoy se ven adornadas de pequeñas capillas, visitadas muy devota- mente por los granadinos que tienen por patrono a aquel santo obispo, el primero que trajo a estos lugares la palabra de Jesucris- to. Allí nos enseñaron el horno en que fué él quemado con seis de sus discípulos, y a cuya entrada han colocado una cruz grande de madera que servía a San Juan de Dios, y el otro donde sufrieron el mismo martirio los demás compañeros. La última capilla de estas cuevas es la más adornada ,recibien- do la luz por una cúpula labrada sobre la tierra: en ella se ha- llaron cruces, vinajeras, libros y otros utensilios de decir misa. Al- rededor hay una galería subterránea circular, donde en sus nichos se ven dos enormes piedras que cubrían las lápidas de plomo. A la vuelta de nuestro paseo al monte sacro, atravesamos el río por una hacienda sembrada de avellanos y llegamos a uno de los puntos de vista más interesantes de la cercanía de Granada: la Fuente del Avellano. Está situado ese manantial a bastante altura en la falda de una montaña, a cuyo pie corre el Darro entre los cármenes, que así llaman en Granada a los jardines deliciosos adornados con flo- res y fuentes y árboles frutales que dan grata sombra, y con an- chas calles cubiertas de espesas parras de que penden los hermo- sos racimos de la dulce uva. A la derecha teníamos el monte sacro y el de San Miguel, horadados con las puertas de una infinidad de casas subterráneas que dan un aspecto raro al paisaje, en cuyo centro se levantan los techos morunos de Albaicin, sin que dejara ver nada más de la ciudad la continuación del cerro en que está- bamos y a cuyo extremo se levantan los gruesos muros, las altas DY torres, los arqueados miradores de la Alhambra. DIARIO DE VIAJE 295 XXIV Nadie se pasée, hable con Mujeres, ni esté en corrillos en estas Naves, pena de excomunión y dos ducados para obras pías. Esta inscripción, puesta en grandes letras en las pilastras de las naves laterales, es lo primero que salta a la vista y choca al que entra en la catedral de Granada. La planta de este edificio es igual a la de Cádiz, con la dife- rencia que aquélla tiene dos naves más y el coro más al centro, de- fecto atroz que hay en las catedrales que hasta ahora he visto en España. Varias capillas muy lujosas y adornadas con buenas obras ar- tísticas. La de San Miguel, con un gran medallón que representa al santo en actitud sencilla y majestuosa echando los monstruos del infierno a las llamas, todo de mármol blanco. La de la Antigua, por una virgen que acompañaba a los Reyes _ Católicos, en cuyo altar se ven seis medallas de madera represen- tando en pequeño y con notable perfección escenas de la vida del Redentor. La capilla de Nuestra Señora del Pilar con un medallón de la misma mano y bellezas que el de San Miguel. Y esparcidas por lo restante del edificio, varias otras obras de mérito, entre las que sobresale una magnífica estatua de barro de la Caridad con seis niños graciosamente agrupados, y su rostro de dulzura, bondad y calma; el cuadro de la virgen de la Soledad, de rodillas, obra del racionero Caus, de cuya mano posee esta catedral dos cabezas de busto, una de Adán y otra de San Pablo, que sostienen una compa- ración con lo mejor que produjo él genio de Martínez Montañez. Por una magnífica puerta, cuyo arco es de lo más bello y más elegante que produjo la gótica arquitectura, se entra a la capilla Real, casi del largo de la catedral, y en cuyo altar mayor se con- servan interesantes memorias de la conquista de Granada. Dos soberbios monumentos se levantan en el medio, trabajados en Italia, todo de mármol. Sobre uno están acostadas las estatuas de Isabel y Fernando, y sobre el otro, las de doña Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Los dos están ricamente adornados con ángeles, santos, etc., 296 EUSEBIO GUITERAS hechos con extrema perfección. A los pies del monumento de los Reyes Católicos, y sostenido por dos ángeles, hay un tarjetón donde se lee: Mahumeticae sectae prostratores et hereticae pervicatiae extinctores Ferdinandus Aragonum, Helisabetha Castillae Vir et uxor: unanimis catholici appellati marmoreo clauduntur hoe tumulo Por una escalera de piedra bajamos al oscuro panteón, donde vimos las dos cajas de plomo que encierran los cuerpos de los ilus- tres conquistadores de Granada, de doña Juana y D. Felipe y el príncipe D. Miguel. Después pasamos a la sacristía de la capilla, adornada con re- tratos de reyes españoles, y un cuadro regular que representa al ilustre Fernando despidiéndose de Boabdil con un consolador abrazo. En ella nos enseñaron el cetro y corona de aquel rey, de plata dorada; la bien templada espada del mismo con sencilla empuñadu- ra de oro, y su libro de oración, precioso manuscrito adornado de * curiosas minaturas. XXV Baja el sol al Occidente, su rojizo disco, que pone un velo de púrpura sobre las montañas, desaparece ya, y sólo una débil luz, el magnífico crepúsculo de la tarde, tiene el horizonte de ligero azul, último aliento digno del padre de la luz. La Alhambra de Granada sobre su alta loma es la muestra, la magnífica, la más soberbia huella que dejó impresa la sarracena eente cuando lanzándose del árido desierto a la voz de Mahoma, amenazaron invadir la Europa. Alzase en Oriente el poder suyo en Bagdad brillante y poderoso, y atravesando la costa de Africa, inúndase la España, y la Francia; la Europa va a someterse a su yugo sin el violento choque de Carlos Martel que los derrota en la batalla de Poitiers y los confina en el reino de los Godos. Cerca de ocho siglos dominan en España, luchando cerca de ocho siglos la eruz contra la medialuna, y hartas señales conservan la historia y DIARIO DE VIAJE 297 los monumentos que muestran su grande e ilustrado poderío que ejerció benéfica influencia en la Europa entera. Y por fin, después de la obstinada lucha, la constante cruzada, sólo Granada les queda, Granada que el árabe adora; y a los Reyes Católicos Fernando e Isabel tocó el echarlos de su último asilo. Nueve meses en la hermosa vega de Granada, teatro sangriento de un obstinado sitio, en que cien caballeros de ambas partes tiñen en enemiga sangre sus pesadas lanzas y el silencio y calma de la vega se interrumpen con el correr de los caballos, el erujir de las aceradas armas, hasta que en la alta torre de la Alhambra ondea el eristiano estandarte. En vano el más bravo adalid sarraceno quiere levantar el caído ánimo de los sitiadores cuando el rey les dice que es preciso ren- dirse; sus valientes palabras tocan en desanimados corazones, y por esta puerta entran Isabel y Fernando en Granada, reciben sus llaves de manos del rey moro Abi-Abdalla, y parte éste de la ciudad recibiendo en abrazos consoladoras palabras del cristiano rey. A poca distancia de Granada se enseña al viajero el monte Pa- dul, por donde el vencido se dirigió a la costa, despidiéndose en su cuna de la querida Granada con amargas lágrimas, y que por esto lleva el nombre de El Suspiro del moro. XXVI En la cima del monte, a cuya falda se levanta el Generalife, se ven las ruinas de una torre árabe que servía a los moros de atalaya para reconocer el campo de los cristianos sitiadores. Llaman en Granada a este sitio, la silla del moro, y ciertamente no debe es- caparse a la curiosidad del viajero, porque desde su altura domina la vista toda la espaciosa pintoresca vega y la ciudad. Al pie está la Alhambra con sus murallas y torres cuadradas; más abajo Granada con sus torres y techos morunos, y ceñida de cármenes y huertas que muestran el sombrío bosque formado por los árboles frutales, los extendidos emparrados, segados por innu- merables acequías que hacen entrar tristes en la moruna ciudad, esos dos cantados ríos, el Genil y el Darro, los cuales la atraviesan murmurando entre las blancas y pardas piedras de su escaso lecho, y al salir de ella, entre un bosque de blancos álamos, muere el 298 EUSEBIO GUITERAS Darro en las aguas del triste compañaro, y unidas sus corrientes piérdense entre una calle de espesos mimbres. El valle de Granada tiene 7 leguas de circunferencia, en cuyo fértil suelo cubierto de variadas plantas, que de distintos verdes lo matizan, se levantan algunos pueblos, entre los cuales es el más distinguido Santa Fe, fundada por los Reyes Católicos durante el sitio, célebre también por ser allí donde llegó el inmortal Colón demandando protección para llevar a cabo la gigantesca idea que en su mente guardaba y que tan sazonados frutos produjo en el descubrimiento del Nuevo Mundo. La vega pintoresca naturalmente más bella parece y majes- tuosa limitado su horizonte por todas partes con el azulado dibujo de altas sierras, que sostienen su reluciente cúpula, la bóveda del cielo. XXVII Grande es el contento que recibe el viajero cuando llega a tocar a la puerta de uno de esos monumentos famosos y sin semejantes, enya visita forma una de sus deseos, es uno de sus objetos. Con este pensamiento el mismo día que llegamos a Granada caminaba yo en compañía del hijo de Crimea y Antonio por la cuesta que conduce a la Alhambra, cubierto de álamos y olmos, lleno el pen- samiento de la imagen que en el mío me había formado de la obra maravillosa de los moros. A lo alto de la loma dimos con un ancho torreón abierto por un gigantesco arco morisco sin más adorno que una gran mano encima, y otro más adentro de no tan grandes di- mensiones, pero sí más elegante, hecho todo de mármol blanco con una llave grabada en la parte superior y encima una inscripción árabe pintada de azul; y del mismo color un lienzo del muro ador- nado de arabescos que remata tan lucida portada; sin detenernos apenas, seguimos adelante, pasando por el oratorio donde los R. GC. hicieron decir la primera misa en la morisca fortaleza; y después de atravesar una ancha calle cerrada por altos muros, salimos a una explanada a cuyo extremo se levanta el mezquino palacio de Carlos V. Por uno de sus costados, retirada, hay una, miserable puerta: la abrimos y nos hallamos en el patio de los arrayanes. Un tanque inmenso abierto en el centro, de figura cuadrilonga, con dos fuentes a los lados, y matizado con los vivos colores de preciosos peces, retrata en sus serenas aguas los dos cenadores que DIARIO DE VIAJE 299 a dos lados se levantan. El más cercano a la entrada y que tiene una galería alta, acaba de ser restaurada con primor y delicadeza dignos de la casa real árabe. Sobre sus columnas de mármol blanco suben cinco airosos arcos calados, concluyendo con una cornisa y cenefas de arabescos con inscripciones. Igual es el cenador del frente que da paso al salón de Comares, y, como aquél, tiene a sus extremos unos grandes nichos que servían a los centinelas, ador- nados de azulejos, arabescos y eupulillas. Las cenefas que rodean esta galería son arabescos de letras enlazadas caprichosamente con adornos curiosos, las cuales dicen estas palabras, arriba: Dios es el bien, amparador, y el tiene piedad de los piadosos. y en la cenefa baja: Y no vence mas que Dios. En otra: La conformidad y honra a nuestro Señor Abi-Abd-Allah. Y en la pared la bellísima poesía siguiente, llena de pensamientos inspirados por el cielo oriental: Engrandecido el gran Dios que proveyó a su gente de un tal Gobernador, que puso a la Morisma y su honra en un alto grado. ¡Oh, de cuanta heregía libró a mucha gente! Y los dejó con afección en sus tierras y haciendas! Y los que rehusaron esto los redujo a la prisión y los compeleó a servir a sus reinos y a su labor, y con la cortadora espada y ánimo invencible ganó las provincias. Y tú, oh Nazar! hiciste entradas desconocidas como valientes, y tomastes! oh, ánimo santo! veinte lugares nombrados. Y tragiste victoria y bienes con que refrigeraste la gente: y si saben dirigir bien sus ruegos teniendo el voto alcanzado, pedirian vida larga para tí y salvación para tu estado, a Dios el grande y sublime. Y tú engendrado de gente de magestad y alteza; y eres fortaleza y abrigo; y tienes un celo vivo como la luz de una hermosa estrella, y gobiernas como lucero en signo de nobleza, viva lumbre que es contra la oscuridad, tus brillos dan a conocer tus deleitosos frutos; te temen las estrellas en su curso; te hace reverencia el lucero; y el mas alto árbol que se sabe humillar, gana mas contigo. 300 EUSEBIO GUITERAS Adornan el patio, además, un soberbio enlozado de mármol blanco, y a dos lados del estanque, dos filas de arrayanes mezclados con cipreses. Por la parte del cenador que da al Oeste ábrese un magnífico arco ricamente adornado y con un nicho en cada pilastra de menos de vara en cuadro, formado por una losa de mármol, delicadamen- te grabada y abierta por un arquito morisco. Por él se entra a la suntuosa sala del Comares, obra espléndida que más que otra nin- guna en la Alhambra da magnífica idea del lujo oriental, porque es la que con más viveza conserva el dorado de los arabescos. Su largo es igual al ancho del patio y está dividido en tres departamen- tos por dos grandes arcos adornados con cupulillas de realce, una faja de los cuales rodea la sala formando una bella cornisa de la que arranca el artesonado en figura de bóveda, obra magnífica de alerce hecha de pedazos de esta madera pintados formando estre- llas enlazadas con caprichosas líneas. Las paredes están adorna- das de los más caprichosos y magníficos arabescos sembrados de escudos resaltados en estrellados rosetones. La faja de inseripcio- nes que, como en todas partes, cerca los arabescos, ostentan el salón de Comares como en ningún otro el brillante dorado que resalta en fondo encarnado y azul, dando gran esplendidez a esta preciosí- sima pieza, que sirve como de antesala al más grande y soberbio salón de la moruna Alhambra: el Salón de Embajadores. Su figura es cuadrada, con unas 15 o 16 varas por cada lado. Un magnífico arco que da al salón de Comares es su entrada prin- cipal, y el viajero se detiene a contemplar su maravilloso trabajo, la viveza de sus colores, sobre todo en tres arquitos como de una vara de alto, trabajados en la parte superior con exquisita delica- deza. El Salón de Embajadores, a pesar de no estar bien conservado, muestra el lujo oriental en toda su licenciosa pompa. Sus paredes, cubiertas de finísimos arabescos en fondo encar- nado, sobre un hermoso zócalo de estrellados azulejos, están abier- tas con nueve arcos medianos que corresponden a otros tantos ce- nadores de 4 o 5 varas de largo adornados también de caprichosos arabescos diferentes en cada uno de ellos. Poco más arriba de aquellos arcos corre una faja ancha de greca de estrellas pintadas de verde y azul, sobre la cual hay abiertas cinco ventanas en cada lado que dominan la sala: encima resalta una cornisa de alerce en casetones, de la cual arranca el DIARIO DE VIAJE 301 rico artesonado de la misma madera embutido y pintado de diver- sos colores y de plata. Lástima que hayan sustituído en esta pieza admirable un suelo de ladrillo a las losas de mármol que antes le daban mayor grandeza y majestad. Por uno de los dos cenadores se pasa a una galería descubierta que conduce al llamado tocador de la reina, porque efectivamente sirvió de tal a Isabel la Católica. Es un mirador rodeado de co- luamnitas de mármol con una pequeña habitación en el centro a que dan luz nueve ventanillas. En uno de los ángulos se ve una losa de mármol agujereada para los perfumes. Esta pieza es notable por la vista que ofrece de campo y pueblo, y sobre todo por las pinturas al fresco que la adornan, y en que con bastante extrañeza se ven asuntos sagrados y mitológicos. El Tocador de la Reina es un lugar escogido por los viajeros para depositar un recuerdo de- jando sus nombres. Así están los frescos echados a perder y des- compuestos los mármoles con los millares de nombres y fechas. Un extranjero tuvo que venir a la Alhambra a poner coto a seme- jante descuido: un príncipe ruso regaló un altar a la real casa ára- be, y aún no se cumplió su intención porque el conserje del palacio no presenta el libro si no se lo piden; de manera que en muchos años pocas son las hojas ocupadas por los nombres de viajeros a cuya cabeza está el ilustre americano Washington Irving. Inmediato al patio de los arrayanes está el de los Leones. Qué dulce me es recordar las sensaciones que experimenté en ese deleitoso jardín ya alumbrado por la alegre luz de la montaña y por la suave y melancólica de la tarde cuando el sol ha dejado de iluminar la extendida vega y apenas brilla en el picacho de Veleta. Cuántas veces sentado sobre los leones he sentido pasarse dul- cemente los momentos encantados con aquella magia deliciosa que consuela y da calma con una tristeza indefinible. Los aéreos arcos morunos, el olor de las flores y aromas, el susurrar de las fuentes, los recuerdos que fingían en el aire claro un soberbio trofeo de tur- bantes y cimitarras cubiertos con un sangriento estandarte en que brilla la medialuna, y todo dominado por un humilde leño rodeado de luz resplandeciente. Alhambra! Granada! Cuánto ha sentido mi alma en tu encantado recinto, vagando los ojos por esos esplén- didos salones un tiempo habitado por la gente musulmana, gene- rosa, valiente, poética. El blanco y azul del abencerraje se retra- 302 EUSEBIO GUITERAS taba en tus fuentes que ahora arrojan débilmente sus aguas llo- rando la ausencia de los que se embriagaban con su dulce susurrar. La figura del patio de los Leones es un cuadrilongo más pequeño que el de los Arrayanes. Más de 80 arcos ligerísimos sostenidos por 140 columnas de mármol blanco forman una galería toda de arabes- cos calados figurando alfajores con conchas y hojas en el centro, dan- do un aspecto ligero, aéreo y al mismo tiempo grande, magnífico. A los dos lados angostos del cuadrilongo salen dos cenadores como de cinco varas en cuadro con 22 columnas de mármol, cubiertos por una graciosa media naranja adornada de pintados dibujos de alerce embutidos. En el centro del patio cuatro cuadros ostentan lindas flores cercados de aromático verde arrayán, formando brillante alfombra matizada con los vivos colores del clavel y la rosa. Y en el centro se levanta la fuente que da su nombre al patio. Doce leones deformes de piedra sostienen una gran taza de mármol de una sola pieza. sobre la cual se levanta otra más pequeña rematando con el sur- tidor. Las tazas están adornadas con dibujos perfectamente cincela- dos, y la mayor con una inscripción, cuya traducción es la si- guiente: Oh, tú, el que miras los leones fijos sobre su asiento, repara que solo le falta la vida para ser perfecto. Y tú el que heredas este alcazar con el reino tómalo señoreado de nobles sin disgusto ni resistencia. Sálvete Dios por la obra que de nuevo has labrado y no permitas que jamás se vengue de tí tu enemigo. La alabanza mas dichosa sea a tí, oh Mahomed, rey nuestro, que estás adornado de virtudes honestas con que todo lo has logrado. Y no con- sientas Dios que este vergel hermoso que representa tus virtudes tenga segundo que se le aventaje. La maza que lo matiza es alforjar, en que brilla el agua clara: como plata derretida en la fuente, porque la blancura de la piedra y la del agua son sus semejantes. Parece licor de hojas en su rostro blanco: será dificil advertir su carrera: mira el agua y mira la pila para discernir la corrien- te; y al fin sentenciarás o que una y otra corren o que una y otra están para- das. Como el cautivo de Amor, euyo rostro se baña de enojo y temor que le ha causado el envidioso; así el agua se viste de celos de la piedra y la piedra se enoja contra el agua. En la corriente abundante de esta comparo la mano del rey que es mas liberal dadivosa que fuerte un bravo león. Dan a este patio tres salones: el de Justicia, el de los Abence- rrajes y el llamado las Dos Hermanas. El primero, situado al fren- te, está dividido por cinco arcos sobre cuyas columnas de azulejos embutidas en la pared, se levantan las cupulillas hasta acabar en DIARIO DE VIAJE 303 punto junto al artesonado. Conducen a él tres entradas formadas cada una por tres airosos arquitos con columnas de mármol que aumentan al patio su luz y gracia y a cuyo frente hay tres cena- dores abiertos en el muro con sus areos correspondientes, cubier- tos con una bóveda donde se ven pinturas sobre cuero; dos de ellas son árabes, y la tercera, del tiempo de los Reyes Católicos; repre- sentando las dos primeras una reunión de jueces y una fiesta en la plaza de Vivarambla. Concluyen el adorno del salón los riquí- simos techos, lo más trabajoso, más magnífico y más bello que en esta clase posee la Alhambra. Innumerables cupulillas de apenas dos pasartas de circunferencia van subiendo unidas por pilares de menos de cuarta, hasta acabar en punta. Todo hecho con tal artificio y simetría que los pilares pintados de un solo color azul o encarnado forman caprichosas figuras enlazadas disminuyendo hasta rematar en una linda estrellita. Las eupulillas tienen hojas pintadas de azul sobre fondo blanco. Imposible se hace explicar el artificioso juego, el delicado trabajo de estos techos admirables, cuyos vivísimos colores el tiempo ha respetado. Colocado uno a un extremo de la pieza goza de una vista sor- prendente, riquísima. Los diez arcos que la adornan ostentan sus pendientes cupulillas formando una perspectiva brillante. El salón de los Abencerrajes está a un lado del patio y entráse a él por dos grandes arcos. Forma un cuadro abierto a derecha y a izquierda por cuatro areos que dan a dos cenadores, y es lo único que esta interesante pieza conserva con los antiguos colores. El testero del frente está adornado de arabescos con estrellas resaltadas en cuyo centro se ven escudos. El techo es todo de ecupu- lillas. Sea porque la sala de los Abencerrajes lleva impresa la hue- lla de los siglos que sobre ella han pasado, o por el recuerdo misera- ble que su vista despierta en el alma, le encuentro un no sé qué de severo y triste que me hacía pensar en la magnífica dominación de los hijos de Mahomed. Los Abencerrajes, la flor de los guerreros granadinos, la fami- lia más noble y más valiente y generosa se reunía allí llena de guerrero ardimiento, y allí la bárbara venganza de sus implacables enemigos, los zegries, consumó un horroroso asesinato que tiñó en sangre el pavimento de mármol blanco; la caliente sangre se deslizó fría mezclada con el agua de la fuente que allí gime con murmullo doliente. Las cabezas de 36 abencerrajes rodaron palpitantes por el suelo vilmente separadas del noble tronco. Uno a uno entraron 304 EUSEBIO GUITERAS engañados a recibir muerte traicionera, pero el generoso paje de uno de ellos, como voz del cielo, les anuncia que su departamento es una sangrienta tumba, y la noble estirpe no cayó toda entera bajo la mortal cimitarra. La fuente que bebió la sangre lamenta la muerte de los que se adormecían con su dulce susurro, y el mármol conserva en man- chas rojizas un recuerdo del funesto día. Frente al salón de los Abencerrajes está el de las Hermanas, lla- mado así por dos princesas que lo habitaron y cuyos dormitorios, que están a los lados, sirvieron a los reyes Fernando e Isabel. Otros dan la causa de aquel nombre a dos grandes losas de mármol blan- co que adornan el pavimento. Cuatro lienzos de pared de 12 varas y un arco en cada uno, forman esta preciosa pieza, la más bella y elegante de la Alhambra y la mejor conservada. Una faja de letras corre sobre el zócalo de pintados azulejos que forman simétricas figuras caprichosamente enlazadas. Sobre aquella otra más pequeña y también: de letras, rodea por los cuatro ángulos hasta la altura de los arcos, haciendo un cuadro en cuyo centro se admira el más delicado arabesco y más variado que presenta cuatro grandes estrellas enlazadas con lindas figuras y pintadas de azul y carmelita. Los arcos son igua- les y adornados de arabescos de gran relieve figurando hojas con fondo azul, y sobre ellos se ve una graciosa ventanilla con reja de madera primorosamente calado y en forma de arco con arabescos de hojas de parras grandes a los lados, que hacen juego con las pinturas de cuatro pabellones de cupulillas que salen en los cuatro angulos del salón y que dan la figura de un octógono al techo, el cual sigue elevándose con millares de cupulillas hasta acabar en punta, dando paso a la luz por diez y seis ventanillas. ¿Cómo pintar, cómo dar una idea de la magnífica belleza, la ri- queza de imaginación que pasma al contemplar esa brillante sala ? Los arabescos pintados de azul, encarnado y carmelita, tan llenos de primorosos caprichos; las delicadas líneas que se unen y se se- paran y vuelven a enlazarse con artificioso juego que deleita la vis- ta; las fajas de delicadas labores que rodean los lienzos de arabes- cos y que al llegar a formar un ángulo se unen con una pieza de caprichosa estrella; los ligeros airosos arcos haciendo conchitas y formando otros arcos imitados cuyos adornos varían; esa profu- sión de labores a cual más delicadas y caprichosas... no los puede trasladar la pluma: la más bella descripción será indudablemente DIARIO DE VIAJE 305 fría y monótona, cuando en el bello original todo respira la rica imaginación, la variedad caprichosa del estilo oriental que encanta los sentidos. Parece el delirio la realización de una pintura hija de una brillante fantasía. Sigue otro salón al de las Dos Hermanas con techo de cupuli- llas y por un lindo areo con zócalo del más menudo y precioso azu- lejo que he visto se entra a un cenador abierto por seis arquitos con columnas de mármol que da al patio llamado de Lindaraja; eracioso cenador con arcos imitados en que se ven arabescos de hoja de gran relieve en fondo encarnado. El cielo es una caprichosa ereca de alerce calada. Sentado junto a las columnitas de mármol de este cenador pasé algunas mañanas deleitado con la brillante perspectiva que desde allí se presenta a los encantados ojos. Rodeado de su hermosura contemplaba en segundo término la perla de la Alhambra, el lin- dísimo salón de las Dos Hermanas, divisando al fondo por entre sus elegantes arcos la fuente de los Leones y las flores que con sus aguas se mojan. Cuadro magnífico, el más seductor de la Alhambra y cuya magia más se siente con el débil ruido de la vecina fuente que levanta su bordada taza en medio de las flores y arrayanes del jardín de Lindaraja. Bajo las alas de las Dos Hermanas está la llamada de los Se- eretos, cuya bóveda hueca hace que una persona oiga claramente desde un ángulo lo que dice en voz baja otro colocada en el del frente. Inmediata a ella está otra arruinada que servía para recogerse después del baño; siguiendo la de éstos, dividida en varios depar- tamentos y en cada uno su tanque de azulejos con frente de una pieza de mármol. De lo mismo es el pavimento y el techo de piedra con claraboyas en forma de estrellas. Otras piezas tiene la Alham- bra por las que el viajero pasa indiferente, bien con el ansia de llegar a las principales, bien distraído con el brillante lujo que acaba de herir su pupila. De sorpresa en sorpresa el viajero recorre con indecible encanto el antiguo alcázar de los reyes musulmanes. Sabrosas sensaciones de dulce abandono, de consoladora melancolía agitan el alma que contempla la mansión deleitosa bañada un tiempo por los orienta- les perfumes y animada con el animado ropaje de la valiente y generosa gente árabe; y hoy... desierto! Es un recuerdo, es una de las más preciosas hojas del soberbio álbum de Europa. 306 EUSEBIO GUITERAS Los moros, siempre ex continua lucha con los soldados de Cristo, daban a sus obras un aspecto de fortificación, rodeándolas de ma- cizas y gruesas murallas. La Alhambra es una fortaleza, una ciu- dadela, en medio de la cual está el palacio sin presentar en su parte exterior más que lienzos altos de ladrillo y torreones abiertos esca- samente por arquitos de herradura, como luciente ópalo engastado en plomo. Inmensa es la extensión que ocupa esta antigua forteleza. Si- tuada en la cima de un monte vese ésta cercada de muros, sembra- das de cuadradas torres, como una fuerte corona de ese soberbio imperio lanzado de las arenas del desierto para remover en sus cimientos la bárbara Europa: corona magnífica de la reina Gra- nada recostada en la rica alfombra de verde y plata,«dormida so- bre sus trofeos de gloria. XXVIII Sobre el cerro de la Alhambra otro se levanta, en el cual está situado un morisco palacio, pobre, y más pobre al lado de su gigan- te compañero. Una tradición muy popular y los bellos jardines han hecho digno de una gustosa visita al Generalife. Su exterior está compuesto de muros. Una pequeña puerta da entrada a una larga galería abierta que conduce al salón princi- pal adornado de destruidos blanqueados arabescos, cubiertos en parte por una interesante galería de retratos pintados en lienzos. Uno de ellos es el del Rey Chico de Granada, con una inserip- ción que dice: Aben-Hul, Rey de Granada. ¡Córdova lo mas de Andalucía; del linaje de los reyes de Zaragoza de Aragón y de los Godos, Fué prominente Rey. en justicia, verdad ¡liberalidad! Otro retrato es de Sidy-Aya el Nazar infante de Granada Se bautizó en Santa Fe; a presencia de los Sres. reyes Católicos. Los demás son de reyes, infantes y caballeros de Granada. DIARIO DE VIAJE 307 A esta sala da el jardín principal rodeado de una graciosa ar- quería hecha con cipreses doblados formando juego con otras cuyas puntas están recortadas figurando jarras, copas penachos. El interior del jardín forma un estanque con dos cuadros en el centro, en los cuales se levantan dos gigantescas matas de adelfas, encarnada la una y la otra blanca. Á sus pies, como alrede- dor del estanque, crecen las flores, cuyas pintadas hojas se retratan en las serenas aguas matizadas también con el oro, y esmeralda, el carmín y plata de mansos pececillos. A uno de los lados de este elegante jardín se levanta el grueso troneo con la triste copa del viejo ciprés de Zoraida. El recuerdo de la bella enamorada amante del abencerraje Aben-Hamet me hizo contemplarle con respetuoso sentimiento, y arranqué una astilla del árbol más viejo sin duda que cubre el hermoso cielo de la vega de Granada; del testigo de un desventurado amor. La niña de Granada y el noble abencerraje Aben-Hamet se ama- ban. El ardiente árabe de Andalucía, el hijo de los reyes veía en su amada la encantadora maga del palacio real de Granada, y le entre- gó su corazón noble y generoso. Cuando ya la noche había tendido su oscuridad sobre el valle, y las montañas como masas negras dibujaban su ondeado perfil en el cielo; cuando todo en la Alhambra dormía sin más ruido que el de las fuentes, y el movimiento del centinela cuya lanza en la alta torre resplandecía; cuando todo era silencio y calma, veía el Gene- ralife acercarse a los dos amantes al terrado en cuyo muro descansa todavía el ciprés que oía los apasionados acentos de Zoraida y Aben- Hamet. Oh, qué hermoso amar y ser amado! (Qué hermoso fijar los ojos en la mujer amada, y dejar a ellos el explicar lo que siente el eo- razón, que se estaría con la calma del campo, con la brisa de la noche. La Naturaleza ejerce sobre el alma enamorada una influen- cia dulcísima, inexplicable... Pero, adónde me lleva mi corazón que tantas veces ha sentido esas impresiones en la encantadora na- turaleza de mi Cuba! Muchas noches recogió el ciprés del Generalife en sus hojas verdes las amorosas expresiones de los árabes amantes, pero un moro importuno vino a derramar la amargura en aquellos cora- zones, vendidos por la hasta entonces protectora noche. Los celos oprimen el pecho del rey y es preciso que Zoraida sucumba. Levántase el cadalso, llega el día, llega el momento, y la her- 308 EUSEBIO GUITERAS mosa cabeza de la sultana va a caer teñida en su sangre, cuando por la plaza de Vivarrambla óyese el galope de caballos, y al mo- mento varios caballeros cristianos se presentan vestidos de todas armas dando al aire las pintadas plumas de sus cascos relucientes. Páranse al pie del cadalso y declaran que la reina es inocente, ofreciendo la punta de la enemiga lanza al que defienda lo contra- rio. Preséntase igual número de árabes, y al día siguiente trábase el combate, tiñéndose la yerba en sangre mora. Zoraida se salvó. Después de hacerme esta relación el guía, me dijo: el caldalso se levantó en la plaza Nueva, junto a la calle de los Pomeles, casi al pie del balcón del cuarto en que usted vive, lugar destinado por los moros para sus ejecuciones. XXIX En uno de los extremos de la ciudad de Granada hay una igle- sia gótica construída en tiempo de los Reyes Católicos bajo la advocación de San Jerónimo. En la cabeza del crucero, por la parte de afuera hay dos matronas, con los lemas al pie, de: Portitu- do; Industria; las cuales sostiene un tarjetón en que se lee: Consac, Ferdinand G a Corduba, magno Hispaniarum ducl. gallorom ac tur carum terrorl. Solicitamos entrar para visitar la tumba del famoso vencedor de Granada y de Italia, y nuestro curioso empeño fué vano. La iglesia estaba cerrada y abandonada y nadie sabía de la llave más de que el presidente tal y el alcalde tal, la habían tenido en su poder. —Y qué piensan ustedes ver?—nmos dijeron.—Los restos del Gran Capitán no están allí. Han sido trasladados no se sabe adónde. —Pero, su sepulero, su lápida... —Todo está destruído... (99) [o] O DIARIO DE VIAJE XXX El 15 de Septiembre fué el último día que estuvimos en Gra- nada. Fuimos a ver la Alhambra por última vez, y a las 12 de la noche, la diligencia a Madrid empezó a rodar por las desiertas ca- lles de la ciudad interesante, donde acababa de pasar 19 días en- tregado totalmente a los árabes recuerdos de Granada, la moruna Granada con sus ríos murmurantes que platean la vega deliciosa, con sus lindas alamedas, sus bosques adornados de flores, regados por los arroyos que bajan corriendo de las montañas y por las fuentes que forman en el aire columnas de cristal. Salimos por el barrio de Gracia, donde están los callejones del mismo nombre, verdadero laberinto formado por las calles que se- paran centenares de huertas cubiertas de árboles frutales, regados por innumerables acequias que hacen pasar por allí, pobre y triste, el claro Tenis, ya unido con el Darro. Nuestra primera parada fué en Campillo de Arenas, y aquí ya empecé a conocer qué gentes nos acompañaban: una duquesa viuda con sus dos hijas, sus vestidos negros, sus inseparables som- brillas; un oidor alto, seco, con su mujer alta y gorda, con su ca- chucha de viaje, su jalque y su frasco de vino eruzado con un cor- dón al pecho; un manchego ya de edad, hombre sencillo y bueno; un oficial de ingenieros; un retrato de Sancho Panza, porque tal ena un mozo rollizo y gordo, de baja estatura, vestido todo de ne- ero, simple que venía a Madrid a hacerse cura. A pesar de esta amalgama, lo más agradable de nuestro viaje fué la reunión, pues en todos reinaba franqueza y amabilidad. El 16 por la tarde llegamos a Jaén, capital de provincia. Apenas ba- jamos de la diligencia y mientras nos preparaban la comida, sali- mos a recorrer la antigua corte de un reino moro. La catedral es bonita: dos altas torres adornan su fachada de orden compuesto. Dentro llama la atención el espacioso coro cubierto de buenos relieves representando vidas de santos. Nos enseñaron las alhajas y ornamen- tos y salimos a aprovechar lo poco que'ya nos quedaba de día. Jaén presenta el aspecto más miserable, sus calles desiguales, tor- tuosas, sin aceras, mal caserío; apenas se ve un alma, sólo aleún labrador con su horrica, y en la plaza aleuna partida de chiquillos jueando al toro. Lo que más llama la atención del viajero que pasa por Jaén es 310 EUSEBIO GUITERAS la vista hermosísima que se goza desde la venta del Chaval a unas dos leguas antes de llegar a aquel pueblo. Un fértil valle sembra- do de árboles frutales se extiende bañado por un arroyuelo y ro- deado de montañas vestidas de áridos peñascos y que se abren en el fondo para mostrar la ciudad dominada por las fachadas y las torres de la catedral. Esta vista alumbrada por el sol de una her- mosa tarde, causa una sorpresa agradable. Después de descansar, apenas a las dos de la madrugada, sali- mos de Jaén, y el sol nos vino a salir a orillas del Guadalquivir, cerca del pueblo de Menjíbar, dominado por un alto torreón árabe cuadrado. Pasamos el río en una barca: nosotros bien y la diligen- cia mal, porque se atascó al pasar a tierra y los esfuerzos de las mulas para arrancarla de allí fueron inútiles. No hubo más re- medio que resignarse a esperar un nuevo tiro y a esperarlo al des- campado, sobre las orillas del río, formadas por enormes peñas- eos, y con el estómago vacío, y sin tener con qué llenarlo. Doce ho- ras pasamos en esta situación fastidiosa, y gracias que pudimos hallar en las cercanías pimientos y tomates, con los cuales la seño- ra duquesa hizo un guiso que llaman pisto y que añadido a algunas pocas provisiones particulares fué fraternal y alegremente repar- tido entre los quince pasajeros por el oidor. El sol bajaba ya y el tiro no parecía y la paciencia se acabó, tanto que el joven ingenie- ro, Antonio y yo nos resolvimos a hacer a pie las dos leguas que nos separaban de Bailén y echamos a andar, pero afortunadamen- te a poco nos hallamos con las nuevas mulas y volvimos atrás. La trompeta de la diligencia anunció la buena noticia, todo se puso en movimiento, hasta la diligencia; y al cuarto de hora íbamos cami- no de Bailén, adonde llegamos a las 8 de la noche pisando el sue- lo que se regó con sangre en la famosa batalla decisiva contra las tropas francesas al mando del mariscal Dupont, capitaneadas las españolas por el general que hoy lleva en su ducado el nombre de aquella villa fundada por los godos. Almorzamos, comimos y cenamos a un tiempo en Bailén, dor- mimos un par de horas, y a la una de la madrugada echamos a andar, atravesando con luz de una hermosa luna las poblaciones coloniales fundadas por el rey Carlos 11! para poblar la Sierra Morena, a cuyo efecto vinieron familias extranjeras, en particu- lar alemanas. Estas poblaciones son bonitas, las casas iguales, ca- lles rectas y anchas. La Carolina es la principal de ellas y está . DIARIO DE VIAJE 311 adornada a su entrada con dos torres y una espaciosa plaza cer- cada de galerías de piedra. Al salir el sol estábamos junto a Despeñaperros. Mucho había oído yo hablar de este paraje y mucho me habían ponderado su peligro, tanto que con ansia deseaba vernos fuera de él. Empero nada de eso encontré: admiréme sí, de la magnífica construcción atrevida de este camino, empresa grande y fruto también del pro- ductivo reinado de Carlos 111. El camino llamado Despeñaperros tiene dos leguas de largo: su ancho será de unas 15 varas. Está construído en la falda de la cor- dillera, que es toda de peñascos, con un declive más considerable y dando infinitas vueltas. A un lado se levantan las crestas escabro- sas de las montañas, las rocas salientes, las estalacticas, las conca- vidades sombrías, las puntas empinadas de negruzcas peñas que hacen un paisaje raro, magnífico, una fantasía selvática, desespera- da, digna del pincel terrible de Salvator Rosa. Al lado opuesto del camino está el precipicio poco considerable cubierto de plantas silvestres que crecen entre las peñas regadas por un pobre arroyo. Sin embargo, puede gozarse de este bellísimo paisaje con calma y seguridad. Yo no sé de donde puede nacer la fama que de muy peligroso se da a Despeñaperros. Al fin de este paso se ve un poste de piedra cuadrado con dos relieves que representan: el que mira hacia Andalucía, a Dios y a la Virgen María; el otro formando el lindero que separa las tierras andaluzas de las de la Mancha. A poca distancia de aquí pasamos por las destruídas ventas de Cárdenas, e hicimos alto en una que ya era manchega; ya estábamos en la tierra que Cervantes ha hecho tan interesante, haciéndola patria de su Don Quijote y teatro de sus primeras hazañas. Llevaba yo conmigo el libro inmortal, y con su lectura divertía el camino de la Mancha, capaz de fastidiar al más santo. Esas llanuras inmensas, amarillas por el trigo de que están sembradas, abruman al viajero, que apenas encuentra un árbol, una casa, alguno que otro molino de viento en que reposar la vista. Así pasamos la mañana hasta las 3 que llegamos a comer a Val- depeñas, célebre por su sabroso vino, el mejor de su clase que se produce en España. Más adelante volvimos a hacer alto, ya de no- che, en Manzanares. Una joven de aleo más de 20 años se nos presentó allí, guiada por una turba de chiquillos, que nos saludó con una décima a la felicidad del viaje. Esta joven, que se llama María Francisca Carralero, es ciega de nacimiento, pero dotada de 312 EUSEBIO GUITERAS una memoria extraordinaria y de un talento claro, se ha hecho una mujer instruída, hasta el punto de improvisar en versos con una facilidad pronta muy rara; y con no menos habla correcta- mente el latín, pero con la mayor facilidad; recita trozos de la Encida, odas de Horacio, y sin embargo este prodigio yace retirado en el pueblo de Manzanares viviendo de las limosnas que le dan los pasajeros de la diligencia, a cuyo encuentro sale humildemente vestida mostrándoles el tesoro que en su cabeza encierra. Seguimos nuestro viaje toda la noche, y a la mañana siguiente (día 19) pasamos por el pueblo de la Guardia, en que se ven ruil- nas de antiguas fortalezas para contener a los moros, y una ermita llamada del Santo niño, por uno cuyo cuerpo reposa allí y que fué robado por los judíos de Toledo, los cuales le hicieron pasar el mismo martirio y muerte de Jesucristo. De la Guardia seguimos hasta Ocaña, y a las 3 de la tarde entrábamos en el real sitio de Aranjuez. Mientras mudaban de tiro nos apresuramos todos a recorrer lo que se pudiera de la real mansión en tan poco tiempo. Vimos el exterior del palacio construído por Felipe II y bajo la dirección de San Juan de Herrera; mis 0jos, por primera vez, siguieron las ondas del cantado Tajo profundo que en arenas de oro la rubia espalda deslizando.... El río tranquilo y sosegado murmura en Aranjuez formando una caída artificial y allí recibe las aguas del Jarama. Fertilísimo es el terreno de esta casa de campo, calles extensí- simas de árboles, bosques, jardines, que ecruzábamos de prisa con la vista, deteniéndola también apenas en las estatuas, en la fuente hermosa de Hércules que está a la entrada con la estatua del dios en el momento de separar los montes Calpe y Avila y estampar el No más allá, lema de las armas de España. A la salida pasamos por el puente suspendido que Fernan- do VII hizo construir cuando vino Cristina, y fuimos a la plaza principal, hermosa y elegante como toda la población. Cércala una calería de piedra abovedada, y en el medio se levanta la estatua de Carlos III. La diligencia no nos dejó ver más, y por una ancha alameda de gigantescos árboles echamos a andar la última tirada de nues- DIARIO DE VIAJE 313 tro viaje de 68 leguas. A las ocho y media de la noche llegábamos a la corte española atravesando el gran puente de Toledo y en- trando por la puerta de Atocha. A poco paramos en la calle de Alcalá, despidiéndonos con grandísimo contento de la diligencia. XXXI Juan Gallo, Pedro Figueredo, amigos ambos y paisanos; Anto- nio y yo, el 8 de Noviembre salimos de Madrid para visitar el real sitio de El Escorial, situado a 7 leguas de aquella ciudad y al pie de la siempre nevada sierra de Guadarrama. Una sola parada hi- cimos, que fué en Las Rosas, pueblo de unas 20 malas casas. En- tramos en el mesón y sobre una tabla clavada en dos rústicos hor- cones, almorzamos mal y caro lo único que había, que fueron hue- vos y uvas. Las Rosas, que no debiera por cierto llevar tal nombre, está sin embargo a tres leguas de Madrid y es parada de dili- gencias. Ya de noche llegamos al pueblo de El Escorial, y así es que no salimos hasta la mañana siguiente a cumplir el objeto de nues- tro viaje. Felipe II, el sucesor de Carlos V, ganó en 1557 la batalla de San Quintín el día de San Lorenzo, cuya efigie de plata y oro en- contró en aquella plaza. El rey ofreció entonces construir una er- mita para el santo y para él una choza. Artistas y artesanos se reúnen al pie del Guadarrama en medio de un campo triste, sombrío que el sol abandona pronto, ocultán- dose detrás de una inmensa montaña de peñascos; artistas y arte- sanos trabajan, y al cabo de 20 años el vencedor de San Quintín oye en la opulenta ermita la primera misa y reposa bajo los dorados techos de la soberbia choza. El edificio de El Escorial ocupa una extensión de terreno con- siderable. Los españoles lo llaman la octava maravilla; y maravi- lla es que llamen así a una obra que, como edificio, no admira se- guramente por su mérito puramente artístico. El que quiera ver esto último en El Escorial, se equivoca, y satisfará su gusto de ver una cosa grande: lienzos inmensos de cantería, galerías extensas, patios, escaleras, bóvedas, todo hay allí y en buen orden y pro- porciones. Yo no le quito su mérito a El Escorial, no; lo tiene; vale la pena extrema de probar los huevos y el vino de Arganda 314 EUSEBIO GUITERAS con que ayuna el viajero en Las Rosas, pero yo no puedo pasar por el tremendo fallo que echan los españoles llamándolo el primer edificio del mundo. En su figura siguieron sus arquitectos Juan Bautista de Tole- do y Juan de Herrera, la de unas parrillas, instrumentos de mar- tirio del santo a que está dedicado. Presenta cuatro frentes a los enatro vientos, siendo principal el que mira a poniente y cuenta 774 pies de largo por 62 de alto hasta la cornisa. Este inmenso pa- redón horadado por un sinnúmero de ventanas, no ofrecen más trabajo artístico que el de la entrada general del edificio. Formán- la dos cuerpos de arquitectura: el primero dórico, compuesto de ocho medias cañas, y jónico el segundo, que sólo cuenta 4, en medio de los cuales se ve un medallón de las armas de España bajo un nicho en que está la estatua colosal de San Lorenzo con unas pa- rrillas de bronce dorado en la mano. Remata el todo con un ático triangular coronado de tres esferas sobre sus pedestales. La fachada del Norte es un lienzo de muro con ventanas y tres puertas, una de las cuales es la del palacio. Igual a ella es la del Sur, pero más vistosa porque la desigualdad del terreno la hace de mayor altura. A su pie están los jardines en un espacioso terra- do y en que se ven diferentes flores matizar los caprichosos dibu- jos formados per el verde y apretado boj. El terrado, con jardines, rodea también la parte oriental del edificio, que presenta un cuer- po saliente formando el mango de las parrillas, y por el resto corre una lonja de más de 40 varas, cerrada por un muro bajo que adornan pedestales y esferas. Lo primero que encuentra el viajero al penetrar en el edificio es el patio llamado de los Reyes por seis que adornan la parte del frente, la cual puede considerarse como la fachada de la iglesia formada por tres areos entre los cuales salen seis medias cañas sos- teniendo una ancha y encima las seis estatuas colosales de Josafat, Ezequías, David, Salomón, Tobías, Manasés, con coronas de bronce dorado. Cada una de ellas tiene 17 pies de altura y fueron todas y además el San Lorenzo de la fachada, sacadas de un canto. Hermosean este patio dos torres de más de 300 pies que salen del interior del edificio a ambos lados del pórtico de los Reyes. Atravesando éste pásase a un vestíbulo oscuro cuyo cielo es de si- llería, pero con la particularidad de no formar bóveda, obra que llama más la atención cuando se sabe que está sosteniendo el peso enorme del coro. DIARIO DE VIAJE 315 Por este vestíbulo se entra al templo a que dan paso tres arcos con elegantes rejas de bronce dorado. Tiene aquél 320 pies de largo y 230 de ancho con tres naves. Enormes pilares las separan adornados con pilastras dóricas, y sostienen la airosa cúpula de 330 pies de altura desde el pavimento de mármol blanco y oscuro que adorna la iglesia hasta el remate de la gran eruz sostenida por una enorme esfera de bronce que corona aquélla. Por lo demás poco se detienen los ojos en el conjunto del templo, al paso que gustosos se fijan en dos obras preciosas que en- cierra, y son el altar mayor y el coro. Levántase aquel majestuoso, elegante, sobre doce gradas de mármol jaspeado de todo el ancho de la nave. Fórmanlo cuatro cuerpos de arquitectura. El primero es dórico, y entre sus columnas se ve un magnífico tabernáculo cireular con ocho columnas y una linda cúpula coronada por la Fe todo de madera y bronce dorada. De esta materia son cuatro estatuas de los padres de la Iglesia que llenan en nichos los otros intercolumnios, concluyendo con dos cuadros que representan el nacimiento de Jesús y la Adoración de los Reyes. Sigue el segundo "cuerpo del mismo largo que el primero, pero con columnas jónicas que separan un cuadro del martirio de San Lorenzo, dos de la vida de Jesús y las cuatro estatuas de los evangelistas. De dos ceo- lumnas menos el cuerpo tercero (corintio) llena el hueco de ellas con dos estatuas de apóstoles, cubriendo tres cuadros los interco- lumnios. Y por fin, ya junto a la bóveda de la nave, remata el her- moso retablo con su cuerpo de dos columnas compuestas y en me- dio de ellas un calvario de bronce dorado: a los lados las estatuas de San Pedro y San Pablo. Sencillez, magnificencia, respira este altar. Todo de un veteado mármol oscuro alimentan su belleza las bases y capiteles de bronce dorado. Lástima que a obra tan buena no hayan concedido cua- dros de mano más conocida. El viajero quita pronto sus ojos de ellos por detenerlos en las 15 estatuas de bronce esparcidas por el retablo. Fueron traídas de Italia: admira la delicadeza e inteli- gencia con que están hechas. Van siendo más altas a medida que se alzan del suelo, así los cuatro padres de la Iglesia son de tama- ño natural y San Pedro y San Pablo del remate son colosales, de manera que el que mira el conjunto todas las ve de igual grandeza. A ambos lados del altar mayor y siguiendo el gusto de éste, hay dos cuerpos de arquitectura dórica levantados aleunas varas del suelo, formando un pequeño pórtico o tribuna en que están 316 EUSEBIO GUITERAS arrodillados y orando al lado de la epístola Felipe II y su familia, y al frente Carlos V con la suya, estatuas todas de bronce dorado perfectamente trabajadas. Sobre cada pórtico y entre dos columni- tas se ven las armas del Emperador y las de su hijo, también de bronce. Sirven como de base a estas dos obras dos capillitas ves- tidas de mármol con ventanas de cristales al presbiterio, las cua- les comunican con el palacio, destinadas a las personas reales para oir misa. La del lado de la epístola es para los reyes y conserva un interesante recuerdo histórico. Felipe TI, enfermo, en los últimos meses de su vida vivía en aquella capilla, y allí le dejó el alma para dar a su Dios cuenta de una existencia manchada por san- eriento fanatismo. Cuando visitamos el palacio, el conserje nos in- trodujo en la capilla y allí nos enseñó un sillón de cuero con grandes clavos de bronce, un escritorio, dos bancos, una carpeta de campaña, objetos todos de que se servía Felipe Il, excepto un banco de cam- paña que fué de su ministro Antonio Pérez. El coro del templo es también una obra digna de atención. Está situado en el alto a los pies de la Iglesia. La sillería en que entran siete preciosas maderas es sencilla, elegante, siguiendo el orden * corintio. Las columnitas desprendidas del fondo lo hacen parecer el modelo de un templo antiguo. En medio del coro cuelga una lámpara magnífica de eristal de roca cargadas de adornos de esta materia, fieurando aves y flores. El suelo es de mármol. El sacer- dote que nos guiaba, intercalando sentencias en sus explicaciones, nos llevó a un rincón del coro, el que está del lado de la epístola y ““aquí—nmos dijo-——venía por esa puerta que ven ustedes embutida ahí, sin querer admitir la silla principal que como fundador le correspondía al rey D. Felipe II, a orar todos los días; y ahí mis- mo, estando en oración, llegaron a noticiarle la victoria de JLe- panto”?”. En el macizo de la pared que forma el testero principal del coro, corre una galería con una capilla donde nos hicieron entrar para ver un crucifijo de mármal blanco en cruz negra, obra del famoso Benvenuto Cellini. Las formas perfectas, la expresión del divino rostro de Jesús hacen admirar esta obra preciosa, sobre todo cuando una corta claridad disipa un tanto la blancura del mármol, animando más el dolorido rostro del Salvador. El Padre Guadalupe, que así se llamaba nuestro atento cice- rone, nos llevó a un altar dedicado a San Jerónimo y cuyo retablo formado de tablas pintadas nos abrió, dejando ver un estante con DIARIO DE VIAJE 317 los entrepaños cubiertos de cajas y urnas, de bronce y eristal, y antes según decía, de plata, oro y piedras preciosas. Encierran huesos y otras reliquias de santos, entre las cuales recuerdo parti- cularmente como más curiosas el mango de las parrillas en que fué quemado el santo mártir patrono de El Escorial, y el cráneo de San Jerónimo. Después pasamos, acompañados siempre del Padre, que todo minuciosamente nos lo explicaba, a la sacristía, cuyos objetos más notabies son un cuadro pintado por Claudio Coello que representa a Carlos TI asistiendo a una ceremonia religiosa efectuada en El Escorial; cuadro que añade a su mérito artístico la particularidad de que los numerosos personajes que en él se ven son todos retra- tos. Detrás del muro donde está colocado hay un lindo camarín vestido de mármoles y jaspes er el cual se.conservan dos estandar- tes viejos y rompidos que ondearon en la batalla de San Quintín. Pero lo más precioso que encierra la sacristía son los ricos orna- mentos: admirables por los bordados de seda que ostentan algunos, representando pasajes del Nuevo Testamento con figuras en que la vista no se cansa de mirar imitadas con seda toda la verdad y la delicadeza del más fino pincel. De la sacristía pasamos al patio de los Evangelistas, la más bella parte de toda la obra de El Escorial, del edificio solamente. Su figura es cuadrada, y alrededor de su grande espacio corre una elegante alquería con columnas dóricas, sobre la cual otra se levanta de estilo jónico rematando con un gracioso antepecho calado, for- mando un conjunto sencillo, airoso, magnífico. En medio del patio, entre cuadros de flores, se levanta un templete circular con cuatro arcos, vestido interiormente de mármol y coronado por una media naranja. Por fuera están en nichos las estatuas de los cuatro lvan- celistas. En uno de los lado de este patio está la sala de cabildo, dividi- da en tres partes, todas con techos de bóveda pintado desde el tiempo de la fundación por los hermanos Granello y Fabricio, el estilo que llaman gruteseo y euyos colores se conservan vivos re- presentando en pequeño hombres, animales, monstruos, flores, tem- pletes enlazados con labores caprichosas resaltando en fondo dora- do. Hay varios cuadros de Ribera en esta sala y cuatro medallones cincelados en pórfido que representan a Jesús y María. A otro lado del patio está la iglesia vieja porque allí se celebra- ba al principio, en la que hay tres cuadros del Ticiano y varios de 318 EUSEBIO GUITERAS Ribera. Y al mismo lado está la hermosa escalera principal del mo- nasterio, grande y espaciosa con una gloria muy bien pintada al fresco en el techo por Lucas Jordán, italiano que pintó también bajo este fresco otros cuadros figurando lienzo que representan la batalla de San Quintín. El Padre Guadalupe nos hizo subir y se separó de nosotros, dejándono en la biblioteca. El espacioso salón que ocupa ésta da al patio de los Reyes y su techo abovedado está cubierto de frescos alegóricos alusivos al departamento que adornan. La estantería es de buena madera y fué hecha por un diseño de Juan de Herrera. Los libros con el canto dorado vuelto hacia afuera le dan una vista más lujosa y elegante. La mejor riqueza de la biblioteca de El Escorial son los manus- eritos, de los cuales nos enseñaron tres, los más preciosos así por su antigúedad como por la delicadeza del trabajo. El Apocalipsis escrito en la primera mitad del siglo xt, es un folio con miniatura bastante buena del Salvador en la portada, y además una gran viñeta a la cabeza de cada página con paisajes semejantes a los que vemos ahora chinos por las figuras y la viveza de los colores que tantos siglos no han podido apagar; las letras son negras. Otro manuscrito es el alcorán con los dibujos que sólo se permiten a tres ejemplares de los califas. Este con una infinidad de libros árabes vinieron a mano de Felipe II en la batalla de Lepanto. Los adornos al estilo de arabescos y las letras están pintadas de azul, negro y encarnado, pero la más notable curiosidad que encierra la librería es el libro de los Evangelios llamado el Código de oro y fué mandado hacer por el Emperador Conrado en el siglo xmr. Es un folio con las letras de oro y un número considerable de viñetas primorosamente trabajadas. Allí se admira un objeto que ha ido dejando atrás los siglos y al mismo tiempo un precioso trabajo artístico. Cerca de la biblioteca hay un camarín que encierra curiosísi- mas reliquias de santos. Recuerdo particularmente las siguientes: El esqueleto de un niño víctima de la bárbara degollación de He- rodes. Los evangelios escritos por San Agustín. Otro libro de San Jerónimo. Una de las jarras en que Jesús hizo el milagro de con- vertir el agua en vino en las bodas de Canaan. Una piedra de la mitra de Santo Tomás. Pedazos del velo de Santa Agueda. Una eruz de más de vara de alto, toda vestida con retazos de vestidos de santos. Hay además cuatro libros escritos de manos de Santa DIARIO DE VIAJE 319 Teresa con letra clara y corrida; la escribanía de la ilustre santa, acondicionada dentro de una caja en figura de libro. Cubren las paredes del camarín varios cuadros entre los que se ven con más gusto tres pintados sobre mármol, el uno por Ticiano y los otros por Cairacio. Después de visitar estas piezas nos echamos a caminar para re- correr el edificio guiados por Cornelio; es éste, hombre de más de 50 años, bajo de cuerpo, buena fisonomía, cabellos blancos, atento: hace 36 años que cegó, y así ciego es el cicerone de El Escorial, sin que en sus relaciones se eche de notar la falta de la luz. Efectiva- mente, nosotros estábamos asombrados de ver a nuestro ciego, delante, sin hacer uso apenas del bastón, guiándonos por galerías y pasadizos por las bóvedas abiertas en los muros, por las estrechas escaleras que conducen al techo del edificio, y a la cúpula, sin equivocarse nunca, sin titubear y siempre haciéndonos notar algo de particular que halláramos a nuestro paso. Un fuerte ventarrón frío nos dejó apenas ver desde la cúpula del templo la triste campiña de El Escorial que se extiende des- igual al pie del Guadarrama cubierto de nieve que parecía de es- puma; y volvimos al templo, donde nos esperaba un sacristán para enseñarnos el panteón. Guiados por él, bajamos algunos escalones hasta llegar a una puerta de jaspes cerrada por una reja de bron- ce sobre la cual se ven dos matronas del mismo metal sentadas y sosteniendo el escudo de las armas de España. Pasada esta puerta éntrase en una escalera abovedada toda vestida de mármoles re- lucientes que reflejaban la luz de los cirios que nos alumbraban la subterránea mansión. Hacia la mitad hay un descanso donde está la puerta del panteón para las reinas que no han dejado suce- sión y para los infantes. Bajamos más y entramos en el panteón de los reyes de España, en la brillante fosa donde han ido a estre- llarse tantas coronas. Estaba oscuro y frío, las urnas sombrías de- cían cada una un nombre... y, cosa rara!, debajo del nombre las palabras “rey, reina”?. Ni nombre debía haber en los sepulcros. El panteón está exactamente bajo el altar mayor; su figura es circular con una bóveda; tiene 36 pies de diámetro y 38 de alto. Alrededor y en nichos están colocadas las urnas de mármol oscuro, iguales todas, sencilas y con un tarjetón de bronce donde está grabado el nombre. La obra está toda vestida de mármol, y la adornan 16 pilastras puestas de dos en dos con un ángel de bron- ce en ellas; y en el techo, de lo mismo, guirnaldas de laurel que van 320 EUSEBIO GUITERAS a unirse al vértice de la bóveda del cual cuelga una elegante lámpare de bronce dorado rodeada de estatuitas de santos. La sencillez y seve- ridad de la arquitectura, el silencio, la oscuridad, las ideas en fin que allí se eruzan en el pensamiento, todo obliga al viajero a dejar caer silencioso la cabeza sobre el pecho y alejarse impresionado de esas urnas que tienen un montón de huesos dentro y por fuera un nombre de rey. Y son los cadáveres allí depositados, ocupando el primer lugar Carlos 1 el Emperador; después Felipe II, 1! y IV y el último Fernando VII. Al frente están las mujeres, dejando un hueco en el medio que ocupa un altar, el cual consiste sólo en un gran cru- cifijo de bronce y mármol negro sobre fondo de pórfido. A la mañana siguiente de haber visitado el monasterio volvi- mos para recorrer el palacio, el cual ocupa la parte de Oriente y tiene la entrada por la que mira al Norte; el portero encargado de mostrarnos la choza de D. Felipe nos encaminó desde luego a la sala llamada de Batalla, que es la más espaciosa del palacio. Llámanla así por los frescos que cubren sus paredes, los cuales representa con bastante inteligencia y en fignras pequeñas cuatro erandes batallas. En un testero la que el rey D. Juan II dió a los moros de Granada capitaneando sus tropas el condestable D. Al- varo de Luna. Primero presenta el pintor el ejército cristiano or- denado para salir al campo y al frente el musulmán en el mismo estado. Después se ve ya trabado el combate y por fin la ciudad de Granada con los soldados cristianos entrando vencedores por sus calles. Esta pintura dicen ser copias de un lienzo viejo y carcomi- do, obra de moros, que se encontró dentro de unas antiguas arcas en el Alcázar de Segovia. En el testero del frente están representa- das por el estilo de la anterior las batallas de San Quintín y de Pavía; y en los otros dos el combate de Lepanto. El techo de esta sala está pintado por el mismo gusto y los mismos pintores que la sala de cabildo del monasterio. Llevónos en seguida el portero a las estancias de los reyes pasando por las que ocupan los infantes. Largo sería de contar por menudo algunas preciosidades que vimos esparcidas por las habitaciones aquéllas, vestidas ya de delicados tapices flamencos, representando escenas campestres y otras de costumbres, ya de rico tisú o seda, bordada a veces y siem- pre haciendo juego con las sillas y sofás y con las cortinas cuyos pliegues forman elegantes pabellones en puertas y ventanas. Todo respira el lujo y la magnificencia, la ostentación que en aquellos DIARIO DE VIAJE 321 tiempos daba el absolutismo al trono. Lujosos muebles adornan las habitaciones, y a veces también magníficos cuadros de Rafael y Guido, de Ribera y Jordán. La sala comedor de Isabel II está cubierta de raso amarillo, un raso doble y brillante; otra hay de azul, otras bordadas y en muchas los tapices flamencos cuyos vivos colores y correctos dibujos están en seda y estambre. Mesas de mármol se ven a cada paso y sobre cada una un reloj; pianos, es- eritorios de ricos embutidos, elegante reclinatorio. Mi memoria apenas me recuerda ya los ricos atavíos del palacio de El Escorial : sólo conserva impresa la que más nos admiró por su lujoso trabajo: el despacho de Fernando VII. Fórmanlo una sala en que está el bufete, una alcoba, un oratorio y el retrete y todas las cuatro pie- zas están vestidas de embutidos de las más preciosas maderas for- mando paisajes, flores y mil variados adornos de exquisito gusto. Difícil es formarse una idea de lo rico de esta habitación, del in- menso trabajo de tantas menudas piezas perfectamente unidas formando un conjunto hermoso, elegante. Es a cuanto puede llegar el trabajo de esta clase. Pero lo más rico que poseen los reyes en El Escorial es la casa de campo llamada del Príncipe, situada fuera del pueblo, en medio de un eran bosque y rodeada de jardi- nes. Los salones están vestidos de seda con gusto y elegancia y sus techos por la mayor parte adornados de delicados relieves de estuco con asuntos fabulosos y además labores doradas. La escalera es toda de preciosos y bien bruñidos jaspes. La vista sin embargo se fija poco en estos objetos para recrearse en los cuadros que ador- nan todas las paredes de la casa. En el gracioso salón de entrada hay un San Juan Bautista de Murillo y en el siguiente dos niños y una Santa Catalina de Rafael. Entre todos los cuadros de este salón lucen y arrebatan toda la atención dos de Guido Reni. Represen- tan a Santa Catalina y Santa Cecilia. Esta sobre todo es hija de un momento de inspiración sublime, divina. Lia santa está de pie sencillamente vestida y con un turbante en la cabeza: su hermosí- simo rostro tiene una expresión indefinible. Los ojos vueltos al cielo; los brazos caídos sostienen el violín, levantado el arco como si suspendiese sus melodías extasiada, encantada con una música maravillosa que hiriese sus oídos, la música de los coros celestiales. ¡Cuánta expresión hay en aquel rostro lleno de suave arrobamien- to, lleno de una deleitosa y santa sensación. En la misma sala hay una hermosa degollación del Bautista pintada por Ribera y un cuadro grande de la caída de San Pablo 322 EUSEBIO GUITERAS por Jordán. Hay al lado un gabinete con miniaturas en marfil pin- tadas con toda la suavidad y delicadeza que cabe en esta clase de trabajos y entre ellas admira un San José con Jesús en brazos. El único lienzo que hay en este gabinete es uno precioso de Muri- llo representando en medio cuerpo a la Virgen Dolorosa llena de dulzura y amargo sentimiento. Entre las otras salas dos hay ricas. La una adornada con cua- dros de una pasta blanca que dice en china figurando con delicado trabajo paisajes, fábulas, ninfas, etc., y la otra llena de obras de marfil representando asuntos semejantes. El exquisito trabajo del buril que se advierte en estas obras es admirable, siendo la mayor parte de ellas de una sola pieza. Recuerdo particularmente como las más atrevidas y al mismo tiempo la que el autor desempeñó con más lucimiento. Una mujer cubierta con un velo, al través del cual se notan con exactitud las facciones. Un ángel de medio relie- ve, magnífico por las plumas de las alas. Un hombre envuelto en una red. Difícil es concebir, aun viéndolo, cómo ha podido hacer-. se ese trabajo. Todo de una pieza, el buril ha tenido que librar las formas del cuerpo al través de los menudos cuadros de la red, que por un lado está separada de él más de una pulguda, y ahuecando este espacio. La forma sin embargo son excelentes. lxquisito tra- bajo, atrevidísimo. Cinco días pasamos en El Escorial observando estas curiosida- des, y el día 13, a las 7 de la mañana, nos pusimos en el camino de Madrid embutidos en una diligencia. Oyendo los cuentos, dichos, cantos de uno de los pasajeros, llegamos a las 2 a Madrid, no sin parar en el bendito poblado de Las Rosas y ver su indecente mesón. LA FACULTAD DE MEDICINA DE BEIRUT POR JUAN M. DIHIGO Profesor de Lingúástica y de Filología La Universidad “San José” radicada en Beirut, Siria, ha inaugurado solemnemente los nuevos edificios que levantara para el mejor desenvolvimiento de su Facultad de Medicina. El año pa- sado, cuando en cumplimiento de orden superior, acudimos a ese Jentro de reputación acreditada para estudiar la organización de su enseñanza, pudimos pensar, al ver desde la calle Damas, que linda con el terreno donde la nueva Institución se asienta, lo que se estaba haciendo, que en no lejana época celebraríase una fiesta que dijera urbi el orbe cuánto puede el esfuerzo humano al servicio de una causa hermosa y de beneficio general. Y nosotros, que interiormente hemos aplaudido la enseñanza que allí se hace y a la vez meditá- bamos sobre lo que aun nos falta por hacer para dotar a nuestra Universidad de edificios adecuados para su Facultad de Medicina, nos sentíamos satisfechos con lo que en tierra tan lejana se reali- zaba en pro de la cultura, vislumbrando la aproximación de un momento de júbilo para los Directores de la Universidad *“San José””, para los Gobiernos especialmente interesados en la obra que se ejecutaba y para ese rincón del Asia Menor donde se desenvuelve la ciencia médica en manos de expertos profesores, acentuada cada vez más la excelente dirección que allí se advierte, gracias al ta- lento de los que tan sabiamente rigen la famosa Institución. Cuenta, pues, la Universidad con edificios ad hoc, con pabello- nes que contienen anfiteatros y departamentos especiales para Ana- tomía y Disección, Bacteriología, Histología, Fisiología, Química biológica, Farmacia, Servicio antirrábico, enseñanza de la Historia Natural así como con un edificio central, en parte de carácter ad- ministrativo, donde hállanse instaladas, junto al salón correspon- diente para la Física y Electricidad, las bibliotecas de profesores y de estudiantes y el Museo. A esa inauguración concurrieron las Comisiones francesa y oto- mana; aquélla compuesta por los Profesores de Lapersonne, de la DIHIGO 24 Os 0) LOU TITa ud y DIAN 34 UVYLIOO VA LA FACULTAD DE MEDICINA DE BEIRUT 325 Facultad de París, y de los Profesores Euziére, de Burdeos, y Ne- veu-Lemaire, de Lyon, y ésta del Dr. loussouf Bey, Profesor de la Facultad Imperial de Constantinopla, y de los Dres. Nichat Omer Bey y Zaborini, Profesores adjuntos de Patología interna y de Fi- siología de la misma Facultad. Pronunciáronse discursos alusivos a las ceremonias que se celebraron; a continuación traducimos el que dijera, en medio de una calurosa ovación, el Profesor de La- personne como Presidente del Jurado que apreciara las pruebas rendidas por los candidatos al grado de Doctor en Medicina y Ci- rugía. Dice así: “Señores y jóvenes colegas: En nombre de mis compañeros del Jurado de Examen, os damos las gracias más ex- presivas por la viva acogida que nos habéis dispensado, así como por las frases halagiúeñas que nos ha dirigido vuestro camarada. Aun- que debidamente informados por los profesores que tuvieron antes que nosotros esta misión, hemos sido sorprendidos agradablemente, conmoviéndonos en gran modo vuestra recepción cordial de la que nos llevamos un recuerdo encantador. ?”” “Señores, si he solicitado el honor de presidir esta sesión de exámenes, es porque soy amigo más viejo y más fiel de vuestra Fa- cultad. Desde su fundación he seguido su maravilloso desenvolvi- miento con aquel interés singular que deben tener todos los buenos franceses por cuanto tienda a aumentar su influencia en Oriente, sobre todo cuando esta influencia se manifiesta por medio de lo que hay de más noble en el espíritu francés, por la enseñanza, que eleva la inteligencia de los hombres hacia una mejor humanidad. ”” “*Deseaba en extremo hallarme en medio de vuestros Maestros, por quienes siento desde hace mucho tiempo la más alta estimación. En 1896, cuando era Decano de la Facultad de Medicina de Lille, tuve el placer de recibir al Padre Cattin y de servirle de guía en nuestros anfiteatros y laboratorios. Preveía él el vuelo que tendría vuestra Facultad y hasta soñaba con una Institución más vasta. Con una tenacidad paciente ha esperado catorce años y cuando halló propicio el momento, cual otro Moisés, golpeó con su varilla el suelo de Beirut haciendo surgir esta nueva fuente de ciencia y de verdad. Cuando se piensa que la primera piedra de esta Facultad fué puesta el año pasado en época semejante, siéntese uno confun- dido por los prodigios realizados no sólo para que la colmena pudie- ra mantenerse siempre en plena actividad sino para que los cursos y exámenes se efectuasen en los nuevos edificios. De lejos seguimos y admiramos la obra de vuestro venerable Decano, y como vosotros, 326 4 JUAN M, DIHIGO hemos aplaudido de corazón, el año último, su nombramiento de Caballero de la Legión de Honor.”” ““Desde hace mucho tiempo conozco al Profesor de Brun; reci- bidos a la vez de internos de los hospitales de París, hemos estado juntos en el hospital de San Luis, y en ese medio de trabajo de franca familiaridad nos hemos unido merced a una amistad cor- dial, y aunque separados al fin de nuestros estudios médicos, he- mos conservado con singular fidelidad el recuerdo del internado que hicimos. Cuando, en Julio último, los alumnos del Profesor de Brun, presentes en París, le ofrecieron un banquete para festejar su nombramiento de miembro de la Academia de Medicina, solicité tomar parte en tan conmovedora manifestación, complaciéndome hallarle con fisonomía apenas variada y con un corazón siempre igual. ?? “Personalmente o por medio de sus trabajos científicos conocía a todos vuestros profesores que os proporcionan con tan grande autoridad la enseñanza que se les ha confiado; los pocos días que he pasado en su compañía han hecho que aumente más la muy alta estimación, la profunda simpatía que sentía por ellos. ?” ““Señores, una obra dirigida de forma tan maravillosa pide más que un simple estímulo, exige buenas voluntades que actúen y una devoción siempre despierta. Por lo que he visto y oído en derredor mío puedo asegurar que no os faltarán. El Gobierno de la Repúbli- ca francesa se interesa muy especialmente por vuestra Facultad. Tenéis la mejor garantía en la persona de su ilustre representante el Sr. Cónsul General. Durante mi viaje he tenido la buena fortuna de conversar largamente con él y he podido apreciar la alta protee- ción que os dispensa. En Francia todo el mundo quiere a la Facul- tad de Beirut. La suscripción que hace algunos meses se abrió tanto por la Prensa política como por la médica, ha proporcionado una contribución importante. El Profesor Letulle me ha confiado una rica colección de piezas histológicas. Madame Dieulafoy, viuda del ilustre Profesor de París, ha donado a vuestra Facultad la rica biblioteca de su esposo; me ha rogado de ser portador del catálogo, que será enriquecido con varios ejemplares del célebre Manuel de Dieulafoy y con otras obras clásicas. Esas amistades sólidas que giran en torno de vuestra Facultad, redundarán en provecho de vosotros, mis jóvenes camaradas, y en nombre de ellas deseo daros algunos consejos... ?” Como se ve, el acto de la inauguración de los nuevos edificios de LA FACULTAD DE MEDICINA DE BEIRUT 327 la Facultad de Medicina de Beirut, con todo el esplendor que le correspondía, fué la expresión genuina de un solo sentimiento, el de elevar la mente de los que se aproximan a recibir sus enseñanzas para el mayor bien de la humanidad. Plácemes merecen todos cuan- tos han puesto sus esfuerzos, por pequeños que sean, para la conse- eución de una obra tan hermosa. LECCIONES DE LENGUA GRIEGA SOBRE EL TEXTO DE HOMERO POR LA SRTA. LAURA MESTRE CarítuLO I. Principio de la Ilíada. Máñviv úeide, Beá, lininiádeo AxiAños, ovioptvnv, Y pupl' *Axaroís úAye ¿Onke, rroAhás E lpBlpovs puxas Aid rpotarev npówv, aúvrods e ¿hópia Tedxe kúveroi olovoící re ráoi (Aros E ¿rehelero BovA?)" ¿E 0d 5n Ta mpóora Suacrárnv ¿ploavre "Arpelóns re, ¿val ávópov, kal Sios * Axikheús. Traducción. Canta ¡oh Musa! de Aquiles, hijo de Peleo, la cólera funesta que causó infinitos males a los griegos, que precipitó a los infiernos las almas valerosas de muchos héroes, y los hizo servir de pasto a los perros y a las aves de rapiña, —así se cumplió la voluntad de Júpiter —desde que por primera vez separó una disputa al hijo de Atreo, jefe de los griegos y al divino Aquiles. Lexiología. * Artículo: rá, ac pl. neut: (kara) rá pora. Nombres: pñvis, tos O 1805, y, ac. sing. de la 32 decl. Oeá, ás, y, voc. sing. de la 1? decl. lnAniá8ns, ov O ev, poet. de IImkcións IInkelóns TinAnións. El gen. o es jon; eu ático; 1? dec]. "Axudaecús, dos. La forma prim. es Axideús, 'AxiAños, gen. jon. por "Axikéos, también jon. en vez de 'Axiktos. Contr. de la 32 decl. "Axarolí óv oi; dat. pl. de la 2? decl. ”Ahyos, eos, 7ó, pl. neut. cont. 32 decl. Vuxfñ, fs, $ ac. pl. de la 1? decl. 1 Alindicarse los vocablos empleados en los versos de la lliada, unas veces se ha puesto el nominativo y a continuación el caso en que ha sido empleado en el poema, y otros sólo la forma, tal como aparece en el texto con indicación del caso o de la persona en seguida. LECCIONES DE LENGUA GRIEGA 329 ”Aís, u$0s, y; por á8ns, ov, 6, dat. sin. 32 decl. “Hpos, wos, 6; gen. pl. 32 decl. Ac. fpwa y por apoc. po. “Edápiov, ov, ró, ac. pl. neut. 22 decl. Kúov, ó y; gen. kvovos y por sinc. kúvos; dat. pl. kúveros, 32 decl. Oltwvós, 00 ó, dat. pl. 28 decl. Zeús, gen. Avós, at. Zñv, Znvós; lor. Záv, .Zavós; gen. de la 32 decl. BovAr, %s, y, nom. sing. 1% decl. “O "Arpelóms, ou, y Arpeíwv, wvos, ó, «le *Arpeús, ds, 6; NOM. sing. 12% decl, "Avaé, axros, 6, NOM. sing. 1% decl. "Avñp, épos y Spos, ó, gen. pl. 32 dec]. "AxiAdeús, nom. sing. 32 decl. Adjetivos: Mvpío., tar, ía, ac. pl. n. de la 1% clase; conc. con úayea. Tokús, roMñ, rroAú. Menos el nom. y el ac. sing. masc. y neut. los demás casos se derivan del prim. roMós. Los poetas usan a veces roMós, y también declinan rokús, regularmente: gen. rokéos, nom. pl. trokées, etc. Ac. pl. fem. conc. cón duxás. De la 32 clase en el nom. y ac. sing. masc. y neut.; de la 12 clase en las demás terminaciones. "Ip0uuos (7, 6, tb0ipov) de la 1% clase, con una terminación para el masc. y fem.; ac. pl. Aúrós, ri ró, adj]. demostrativo; ac. pl. masc. (ref. a fpóvv) de la 12 clase. Más, ráca, ráv; lat. pl. (con. con olevoíai) 32 clase. poros, n, ov, ac. pl. neut. (kara rá Tpóra) ordinal. Atos, Sta, Siov (contr. «de 8tios) nom. sing. masc.; 12 clase. Pronombres: $ (és, q, 6) nom. sing. y fem. O%ú. gen. sing. masc. (xpóvov, é£ oú.) Verbos: "Acido, f. rw, at. ácoopar, poet. Imp. 22 pers. sing. "E0nxe (aor. 19 de rí8nur) fut 19 Oroo; p. réBea, colocar, causar. Tpotaye (v) 32 pers. sing. aor. 19 Ind. de rpoiárro, arrojar. Tevxe, imperf. 3% pers. sing. por érevxe fut. Eu, del verbo revúxo, for- mar, hacer. “Erekeiero, imperf. pas. 3% pers. sing. del v. rekeíw, jon. poet. por rekéo; fut. reco. Avacrrárnv (por Sworárav) 32 pers. dual del aor. ind. act. de Actora; f. 19 dorico, separarse (Sua y tornpe). Participios: Oúkopévnv (oviópevos, y, ov, DOI ókópevos, n, ov) aor. med. jon. de óhw y ólkéo; ac. sing. fem. conc. con. paviw. “Epícavre, dual, nom. aor. act. del verbo é¿ptto; fut. ve, disputar, habiendo disputado. Adverbio: (xará) rá rpóra, modo adverbial. 330 LAURA MESTRE Preposición: ¿x antes de consonante, ¿E antes de vocal, de, desde; e, ex, lat. Conjunciones: St, a veces adversativa, casi siempre conjuntiva, pero, porque, y, entonces; 8" —8- 8. An, conj. o adverbio, ú la verdad. Los poetas la usan como prefija. Te, y. Kal, y. Composición. "Aecíoro piviv Aros, y "Aiór mpotampe rohhás ip0ljovs Yuxas qpówv, dE od SLaoTñATNV Arpelóns kal * AxukMAeús. BovAn Avós 'Axavoís GAyea ¿Onke, aúrovs Se Ehópia Tedxe kúveoroiv olwvoid Te TÁCTIL. Atos” AxuAdeds ebrre TÁ Tpóra *Arpelón kal múoi Trois ivópúoi Bracricw. Cantaré la cólera de Júpiter que arrojó en los infiernos las almas valerosas de tantos héroes, desde que se separaron el hijo de Atreo y Aquiles. El decreto de Júpiter causó males a los griegos y los hizo servir de pasto a los perros y a las aves de rapiña. El divino Aquiles dijo por primera vez al hijo de Atreo y a todos los guerreros: me separaré. (Continuará...) LAS ESCUELAS NUEVAS ! EXPOSICIÓN Y CRÍTICA DE LOS PRINCIPIOS PEDAGÓGICOS QUE LES SIRVEN DE BASE POR LA SRTA. CARMEN OTILIA TAGLE La educación ha sido en todos los tiempos y países motivo de serias y hondas discusiones entre los miembros más preclaros de los mismos, cuyas diferentes concepciones acerca de ideales tan im- portantes como los religiosos, épicos y filosóficos, influyendo y co- municando una determinada dirección a esta indispensable ciencia y arte de la vida, han dado lugar a múltiples y variados sistemas de educación, de los cuales ha dependido el avance y la cultura de los pueblos o la estancación y retroceso de los mismos. Y es indudable que las escuelas nuevas, basadas, pudiéramos decir, en los principios de la educación griega, mejorados y refor- mados por el adelanto y la experiencia, constituyen un verdadero avance hacia el progreso y la perfección de la enseñanza. Ahora bien, estudiándose en esta tesis particularmente las es- cuelas nuevas, parece natural que algo se diga, aunque brevemente, de la evolución por que ha pasado el concepto filosófico de la edu- cación a través de las edades, a fin de que se vea a qué necesidades responden estas escuelas; ya que ellas surgen cuando al presente ese concepto se asienta sobre más sólidas bases, como un producto purificado, digámoslo así, del progreso en feliz enlace con la ex- periencia y el más exacto conocimiento de la psicología infantil. Consecuente, pues, con el plan que nos hemos trazado y para no hacer confuso este trabajo, lo coneretaremos a tres puntos, di- vidiéndolo, por tanto, en tres partes que comprendan lo siguiente: 1.—Breve resumen de la evolución que ha sufrido el concepto filosófico de la educación desde el pasado a la época actual. 2.—Descripción y enumeración de las principales escuelas nue- vas que existen en la actualidad. 1 Tesis para el grado de Doctor en Pedagogía, leída y sostenida en 17 de Abril de 1913. Se publica por recomendación del tribunal examinador. 332 CARMEN OTILIA TAGLE d. gicos que les sirven de base. Y hecha esta división que he creído necesaria para la claridad de la tesis, entraré de lleno en el desarrollo de este modestísimo trabajo. Juicio de las escuelas descritas y de los principios pedagó- v Breve resumen de la evolución que ha sufrido el concepto filosófico de la educación desde el pasado a la época actual. La civilización, al imprimir un sello característico de cultura y de bienestar en el alma de una nación, nos está demostrando de un modo palpable que ese país, llegado a tan gran altura, tuvo que pasar por todas las sucesivas etapas de la evolución del progreso, y que levantándose del negro y siniestro fondo de la barbarie y de la incultura, ha cruzado por todos los eslabones de una difícil ca- dena, dejando para siempre atrás el abismo de la ignorancia, donde se encuentran en toda su horrible desnudez las más bajas pasiones humanas. Pero, ¿qué es lo que ha ayudado al hombre a alcanzar fin tan brillante? La educación, que atendiendo al alma del individuo, ha creado y desarrollado en él preciosas facultades. Mas ella es obra y producto de los hombres, y por eso está su- jeta a progresos, a desviaciones, a altos, a cambios. Cuando la vida primitiva, la vida salvaje impera en los pue- blos, no hay más que una clase de educación, la que podemos lla- mar propiamente indirecta. Formados por pequeños grupos de in- dividuos donde sólo existe una autoridad ejercida por un jefe que los dirige y gobierna, los salvajes de una tribu se ven impelidos por sus mismas necesidades perentorias, a transmitir de padres a hijos por el ejemplo primero, y más tarde por éste y las leyes de herencia, aquellas cualidades que ellos consideran más necesarias e importantes, como son el manejo de las armas, la habilidad para la caza y la pesca, ete. Es decir, que el niño, mediante las múltiples y constantes impresiones que recibe diariamente, aunque de un modo inconsciente, se forma su ideal y tiene y siente los mismos ideales y las mismas aspiraciones que todos los de la tribu, por lo que, ya hombre, será simplemente un miembro más de ésta. Pero a medida que las sociedades evolucionan y progresan, van LAS ESCUELAS NUEVAS 339 siendo mucho más complejas sus necesidades, más varios sus idea- les, más complicada su organización y sus funciones, y de ahí la necesidad de la educación directa y la creación de centros docentes encargados de transmitir las necesidades, los conceptos e ideales que las caracterizan en determinadas épocas, encaminando al niño hacia un marcado fin. Porque, como todos sabemos, el ideal de la educación depende en gran parte, si no todo, del ideal filosófco, por lo que al variar éste varía también el concepto de educación. Por eso, a medida que los hombres se educan y según la forma en que esta educación se lleva a cabo, se observa el adelanto y el progreso de los pueblos. Pero como nuestro propósito al escribir esta primera parte no es hacer una historia de la enseñanza, sino bosquejar someramen- te las sucesivas modificaciones que ha tenido el concepto de la edu- cación, desde que aparece claramente marcado en un pueblo de civilización relacionada con la nuestra y respondiendo a un ideal de vida semejante al que parece animar el movimiento de las es- cuelas nuevas, pasaremos a describir la educación griega, que nos presenta una forma más natural de lo que nosotros entendemos hoy día por educación, y debida a la cual llegó el pueblo griego a una notable civilización. Los griegos, conforme a las reglas de la naturaleza, atendían tanto al espíritu como al cuerpo, sobre todo en Atenas, donde la educación tenía por objeto aunar a la robustez, resistencia y be- lleza de las formas, la vivacidad y perspicacia de la inteligencia y la elegancia y pulidez en el lenguaje. En Esparta, la educación física adquirió preponderancia sobre la intelectual y moral, porque como sabemos muy bien, el propósito del espartano era formar un pueblo de guerreros, y aun podemos decir, hablando en sentido general, que en Grecia, más cuidado se prodigaba a la parte física o animal del hombre que a la espiritual del mismo, aunque no por eso quedaba ésta abandonada, pues bien nos lo revela el carácter del pueblo griego, cuya educación clara, sencilla y concreta, era perfectamente natural, en la que el joven griego daba expansión a su cuerpo con ejercicios tan conve- nientes y sencillos como la carrera, la equitación, el salto, la es- grima y la natación. Así se desarrollaba y se fortalecía todo su organismo, mientras sus facultades se desenvolvían y aumentaban con medios tan naturales como era la observación de las cosas, la reflexión, el juicio y el razonamiento sutil que los hacía grandes 334 CARMEN OTILIA TAGLE pensadores. Y como el trabajo intelectual que ejecutaban se veía sostenido por la salud y vitalidad de ese organismo, nunca se sen- tían aniquilados, mientras la contemplación de la belleza elevaba su alma y la hacía sensible para comprender y amar lo verdadero, lo bueno y lo bello. Su educación fué verdaderamente integral; no así la del pue- blo romano, que al adoptar la educación griega asimiló mal el her- moso concepto que la animaba, puesto que el pueblo romano no tuvo ni se formó el ideal de vida de los atenienses, que hizo a éstos no buscar en la educación física el endurecimiento y la resistencia del cuerpo para la fatiga y la guerra, sino más bien el desarrollo de la agilidad y la destreza del cuerpo así como la gracia y la ele- svancia en los movimientos; y aunque modificaron igualmente el concepto artístico de la misma por un marcado espíritu de utili- dad, ello, en verdad, no impidió que sus hombres más notables tra- taran de imitar a los ilustres sabios griegos. Roma, sí, alcanzó eran preponderancia en el mundo, pero su gloria fué debida más bien a sus éxitos militares, pues en el dominio del espíritu, la ven- cida Grecia continuó siendo superior a los valientes adalides ro- manos. Después, el espíritu filosófico del cristianismo empieza a domi- nar la sociedad romana, y cuando su dominio llega a ser completo sobre ésta, la educación sufre entonces cambios más radicales aún eu un sentido puramente espiritualista, influída por el misti- cismo de la religión cristiana. Esta consideraba en el individuo dos entidades: una espiritual, que era así como una especie de par- tícula del Divino Hacedor, como un soplo de su espíritu, que era lo que constituía el alma, y una envoltura transitoria de esa alma, que era el cuerpo, al que no se debía atender y sí despreciar. Y esto vino a constituir un nuevo factor de los varios que con- ecurrieron a caracterizar la Edad Media, que se distinguió por la preponderancia que siguió teniendo sobre la decadente civilización ereco-latina el espíritu austero de la nueva religión, que, como sa- bemos, consideraba el cuerpo despreciable y mísero. Con tal estado de cosas y de ideas, la educación debía tomar y tomó, como ya hemos dicho, un aspecto completamente distinto al que había tenido en Atenas, no rindiéndose culto ya al animal- hombre como en tiempos anteriores. Ante todo era sumamente rigurosa y represiva. No podían los educadores medioevales, dado lo basto de su inteligencia, puesto que salían de la barbarie, com- LAS ESCUELAS NUEVAS 330 prender ni asimilar la filosofía ni el pensamiento de los griegos, y mucho menos podían hacer capaces de tal adquisición a sus dis- cípulos, a quienes se la imponían por medio de esa educación re- presiva, cruel y obligatoria, que consistía en forzar al alumno a hacer un estudio que no comprendía, ejercitando sólo su memoria y supliendo la pobreza imaginativa con la riqueza de datos. Y de aquí esta nueva tendencia de la misma, que torturaba a los imfe- lices niños con lecciones extensísimas, con una severa disciplina y con el abandono completo de lo que a las exigencias y cuidados del cuerpo requiere la naturaleza humana. Por eso era doloroso el espectáculo de una escuela medioeval, que Carlos Octavio Bunge en su libro Evolución de la Educación, describe así: “Más que escuela es una cárcel, y de trabajos forza- ““dos; su lema de pedagogía es que “la letra con sangre entra””; ““su principio de religión, que el cuerpo es despreciable podredum- ““bre; sus horas de labor duran cuanto se pueda soportar en la “*vigilia; sus locales son obseuros y húmedos; su disciplina, claus- ““tral; sus textos, mamotretos interminables; sus estudios, los más ““áridos, porque se aprende de memoria el texto, sin que el espí- ““ritu penetre en el cerebro, se arguye con palabras y se desprecian ““las razones; hasta el idioma materno es sustituído por lenguas ““muertas, cuyos suaves matices no puede representarse la rudeza ““de educantes y educandos, y, para colmo, toda actividad o goce ““que no sea ascético, queda proscrito. Vino después el Renacimiento, que no fué otra cosa sino una vuelta hacia el espíritu griego, hacia el espíritu filosófico de aquel pueblo por todos conceptos notable. Tres insignes pedagogos, Luis Vives, Montaigne y Rabelais, trataron de suprimir ese divorcio existente entre la naturaleza y los fines que se proponía la educa- ción. Escribieron mucho acerca de una educación que estuviera basada en el conocimiento del individuo, abogaron con ardor por el triunfo de sus nuevas ideas, pero ni sus teorías ni sus trabajos tuvieron éxito, y el espíritu austero del cristianismo siguió pre- ponderante. a En el orden práctico, Victorino de Feltre creó, llamémosle así, la Escuela Nueva del Renacimiento, pues parecidas ideas a las ex- puestas por los tres célebres pedagogos de que acabamos de hablar, las llevó él a la práctica, obteniendo el mismo resultado que los que habían solamente especulado sobre tan trascendental cuestión. Su fracaso quizás fué debido a que por aquel entonces estalló la 350 CARMEN OTILIA TAGLE eran revolución religiosa del siglo xvt, y por tal motivo el eristia- nismo, para luchar y sobreponerse a las nuevas ideas que triunfa- ban, se hizo aún más austero, su disciplina era verdaderamente tiránica, mientras los sustentadores de la Reforma también im- primían a ésta un sello de severidad, aumentando en ambos este espíritu de intolerancia hacia lo que llamamos la educación natu- ral, el deseo manifiesto que tenían los dos partidos de salir victorio- sos y realizar los ideales que se habían propuesto. Esto no obstante, puede decirse que el carácter de la Reforma fué esencialmente edu- cativo, creando el principio de la instrucción primaria gratuita y obligatoria. Aparece después la gran figura de Juan Jacobo Rousseau, apa- sionado idealista, que también trató de volver los espíritus hacia el naturismo, pero de un modo demasiado exaltado. Sus opiniones eran extremas; su ideal, a fuerza de exageraciones, era irrealiza- ble, y en aleunos puntos llegó a ser extravagante. Sin embargo, muchos de sus principios tuvieron eco, y sus ideas más de una vez inspiraron los actos de la Revolución francesa, que cambió en par- te el espíritu de la época, y, por tanto, los ideales de la educación. Más tarde, e inspirado en Rousseau, se hizo célebre el gran pe- dagogo Enrique Pestalozzi, que preconizó la enseñanza objetiva y la educación por un método natural, basado en el conocimiento de la individualidad del niño, en su naturaleza física, es decir, abriendo ya camino para la enseñanza educacional a dos importan- tes ciencias, la Psicología, o sea el estudio del modo como funciona el pensamiento y de la manera en que van verificando su evolu- ción los poderes mentales, y la Higiene, que viene a ser la aplica- ción de los principios fisiológicos, que son los que tienen por objeto el estudio de nuestra parte física y de las funciones que desempe- ña nuestro organismo. En una palabra, sustentaba el gran prinei- pio de los griegos, atender del mismo modo tanto nuestra parte espiritual como corporal. Pero en la práctica no llevaba a cabo sus geniales ideas, sino que, influido por las predominantes en su épo- ca, caía las más de las veces en la rutina. Además, era de espíritu pobre, falto de energía y de organización. Surge después Froebel, quien con su brillante talento creó una enseñanza especial para la primera infancia, con objeto de dar a ésta una educación que estuviera perfectamente de acuerdo con sus gustos y necesidades. Pero la crítica de la educación, reñida con los principios natu- LAS ESCUELAS NUEVAS 397 rales, fué llevada a cabo de un modo sistemático y verdadera- mente notable por el eran filósofo Herbert Spencer, quien reco- mendaba un estudio detallado de la naturaleza del niño, de los aspectos que presenta éste durante su desarrollo, de la necesidad del descanso puesto que el niño tiene un organismo sensible a la fatiga, como todo organismo animal; y en una crítica seria, acen- tuada y firme, señaló con gran lucidez, energía y claridad, las deficiencias y el ideal absurdo de la educación producto del es- píritu ascético del cristianismo, y que continuó reinando durante toda la Edad Media. Es bien sabido que la educación ha sido siempre considerada como un asunto importante en los pueblos civilizados; pero, cuan- do se le ha dado atención preferente y se la ha considerado como un instrumento de modificación y perfección social poderoso, ha sido en los tiempos modernos. La Alemania, vencida por Napoleón, recobró su vigor y la plenitud de su fuerza educándose según los consejos de Fichte, cuya obra de regeneración fué de una poten- cialidad asombrosa. Sabido es que Pestalozzi fundó la escuela primaria, la escuela popular, y que ésta era una de las instituciones más importantes que respecto a materia de educación se habían creado. Pues bien, la labor de Fichte fué extender por toda la Prusia estas escuelas, hacer que se instruyera el pueblo para que alcanzara así por medio de la cultura y de la educación un bienestar social y material que nunca había antes experimentado; quería levantar el concepto de patria y hacer de su país una nación rica, fuerte y temida, fundan- do tan caros ideales en la preparación que en las escuelas popula- res habían de recibir las nuevas generaciones. De aquí sus notables discursos y su propaganda activa; de aquí también, al parecer. el éxito que coronara su empresa; pues vemos más tarde cómo en el año 1866 la Prusia derrota al Austria en Sadowa, y después, en el año 70, cómo en nueva guerra tenida con Francia vence a ésta en Sedan y en Metz. A tal extremo llegó la creencia de que la educa- ción recibida por los prusianos era lo que les había proporcionado tan notables victorias, que se dijo en frase más tarde célebre: ““Los maestros alemanes fueron los vencedores de Sadowa y de Sedan. ?” Conformes todos con tal criterio, debióse al mismo que las per- sonalidades más salientes de todos los países creyeran conveniente imitar y llevar a la práctica la obra realizada por Fichte, teniendo 338 CARMEN OTILIA TAGLE esta tendencia mucho auge y buena acogida en Francia, de la cual puede decirse que toda la labor de la tercera República fué dedicada a la creación, organización y propagación de las escuelas primarias. A ese fin se encaminaron todas las inteligencias y energías de la Francia, observándose ese mismo movimiento en casi todos los demás países, por lo cual: puede decirse que fué una tendencia ge- neral y universal. Todos abrigaban la misma idea, es decir, todos pensaban y creían que la educación era la panacea destinada a curar todos los males sociales. Veinte años pasaron abrigándose en Francia ese mismo ideal, sin escatimarse dinero ni energías para la fundación de esos esta- blecimientos donde habían de instruirse los niños. Pero se notó con sorpresa que durante todo ese tiempo transcurrido, lejos de dismi- nuir, habían aumentado los males sociales, se comprobó que a me- dida que se instruían los niños aumentaba la criminalidad infantil, que los casos de locura eran más frecuentes, así como los de suici- dios; que la neurastenia se apoderaba de los hombres, siendo pocos los que sabían abrirse camino en la vida de un modo recto y digno; que era mayor el número de los raquíticos, de los débiles e incapa- ces de hacer el menor esfuerzo, ete.; y entonces fué cuando se pensó que la educación, lejos de ser esa panacea de virtud maravi- llosa como se había considerado, era más bien un mal terrible que había producido en el orden moral, perdida ya la fe en las creen- cias religiosas que habían contribuído a producir una moralidad normal, el descenso del nivel que ocupaba ésta, dando por resulta- do el aumento de la eriminalidad en los niños; en el orden intelee- tual, el trastorno, el surmenage, y en el físico, el agotamiento y la debilidad que los hacía incapaces de ningún esfuerzo propio. ls verdad que era menor el número de analfabetos existentes en un país, pero en cambio, la mayoría de sus habitantes se encontra- han cansados y decepcionados; así es que al convencerse de su error, con el mismo finpetu y vigor con que habían abogado por la extensión y el predominio de la educación, quisieron echarla abajo, porque decían que si ella era causa de tantos males como acarrea- ba en aquella época a la sociedad, era preferible volver a la vida primitiva, casi salvaje, como había indicado con anterioridad Rousseau.. Pero frente a estos reaccionarios se opusieron enérgicamente otros de pensamiento más claro, que basándose en las indicaciones LAS ESCUELAS NUEVAS 339 hechas por Herbert Spencer, trataron de ver cómo mejoraban o daban otro sentido más recto a la educación. Se estudiaron entonces con detenimiento los preceptos de la Higiene, y se observó que las bases de la educación estaban reñi- das con los mismos; convenciéndose por eso de su fracaso y de la inutilidad de sus esfuerzos. Se pensó en seguida y como era natu- ral, en mejorar los establecimientos escolares, así como su ma- terial. También se llevaron a cabo serias investigaciones acerca de la naturaleza del niño y cómo efectuaban su evolución los poderes mentales. Pero la Psicología era entonces una ciencia pobre, que comen- zaba por aquellos tiempos a dar sus primeros pasos; pasos que, aun- que cortos al principio, permitieron después avanzar mucho, lle- gando por fin a alcanzar cierto desarrollo que permite hoy día emprender nuevas pesquisas, así como resolver muchos problemas que antes se consideraban insolubles. Y estos descubrimientos y adelantos científicos demostraron que no era la educación, sino la forma en que ésta se verificaba, lo que había producido los males de que nos hemos ocupado anteriormen- te, y dándose cuenta de las deficiencias existentes, comprendieron todos la necesidad de una reforma. Pero, si les era difícil mejorar los métodos que ya conocían y que habían practicado, esta difi- cultad aumentaba al tratar de implantar métodos completamente nuevos y que estuvieran de acuerdo con lo que ya ellos habían in- vestigado. Sin embargo, atendiendo a los preceptos de la Higiene, como ya dijimos, se trató por todos motivos de mejorar los locales, el mo- hiliario y material escolar, y, mientras hombres notables se dedi- caron a profundizar el estudio del niño por medio de propias ob- servaciones, enriqueciendo de ese modo la Psicología Pedagógica, lo mismo que la Historia de la Pedagogía, estudiando, analizando y comparando los métodos que hasta entonces se habían empleado con los nuevos conocimientos que adquirían, otros trataron de po- ner en práctica los principios y métodos que se inauguraban, pro- ducto de ideas más sólidas y base más firme que la que existía antes; y entonces fué cuando surgió en Inglaterra la primera escuela nueva en el año 1889. k y 340 CARMEN OTILIA TAGLE TI Descripción y enumeración de las principales escuelas nuevas que existen en la actualidad. Según Priederich Grunder, “se entiende en nuestros días por “escuela nueva un establecimiento libre, situado en el campo, en ““e] cual los niños de las clases acomodadas reciben una educación “racional, en la cual la cultura física, intelectual y moral, son ““armoniosamente desarrolladas y se adaptan a las necesidades de ““la sociedad contemporánea??. “Esta definición—dice el Profesor Edward Peeters—nos sa- ““tisface completamente, exceptuando lo que concierne a la con- ““dición de los niños. La escuela nueva se dirige generalmente a “*los niños de las clases acomodadas, es verdad, pero la existencia “de la Escuela Humanitaria de Laren, prueba suficientemente “que no es ésta una condición sine qua non. Admitimos volunta- “riamente que Laren es una excepción brillante de la regla gene- ““ral, pero este ejemplo fecundo de una educación verdaderamen- ““te nueva a niños del pueblo, no puede menos que suscitar dis- ““cípulos, porque es ahí donde hay que llegar. 1 Fué Abhotsholme la primera escuela nueva, fundada por el Dr. Cecil Reddie en el segundo tercio del siglo pasado. Vamos a transcribir lo que de ella dijo el eminente pensador Edmond Demolins: “La escuela fundada por el Dr. Reddie fué “abierta en el mes de Octubre del año 1889 en Abbotsholme, en “el Derbyshire: está situada en pleno campo, en medio de un ““dominio rural, cireunstancia que es, como se ha de ver, uno de ““los factores importantes de este nuevo sistema de educación. La “escuela produce la sensación de la vida real y no de una vida “artificial: reproduce el aspecto del hogar y no de un cuartel o ““de una prisión. Por todas partes hay aire, luz, espacio y verdor, “en lugar de patios estrechos y cerrados entre altos muros. La ““primera impresión exterior es la de una residencia agradable. ““Esta impresión persiste cuando se penetra en el interior. Com- ““paradla con los odiosos refectorios de muestros colegios, y este 1 Minerva, Edward Peeters, Colección de la Revista. LAS ESCUELAS NUEVAS 941 ““primer aspecto de las cosas ya os dará una idea del diferente sis- ““tema de educación que debe seguirse aquí.?? 1 Situada, pues, como hemos visto, la escuela de Reddie en pleno campo, en un lugar verdaderamente seductor, cuya impresión agra- dable convida a amar la escuela e inspira deseos de poder habitar en tan soberbio y bellísimo lugar, respírase allí un aire puro, sin fábricas que lo vicien ni aglomeración de casas cuyos altos pisos impidan su circulación, y con un bello panorama a la vista y go- zando de la naturaleza, que los hace fuertes y vigorosos, los niños de esta famosa escuela se educan en medio de una sencillez encan- tadora. Llevan en ella una vida familiar en la que los profesores juegan y estudian con sus discípulos; son, pues, maestros y ami- os a un mismo tiempo, por lo que los niños no se sienten cohibi- dos ni molestos. Ellos practican todos los sports. El río Dove. que a corta distancia de la escuela se encuentra, forma a milla y media un lugar a propósito para que los alumnos se ejerciten en nadar y remar, y cerca de él se encuentra el campo de juego donde los ni- ños se entretienen en jugar al tennis, al foot ball, montar en bici- eleta, pasear a caballo y patinar. Ellos son los que aplicando de un modo directo las nociones que reciben de geometría y aritmé- tica, miden y construyen los pabellones que son necesarios para presenciar desde los mismos diferentes clases de deportes; así como llevan las cuentas que ocasiona la adquisición y el consumo de las provisiones y el gasto que causa el material escolar; ellos los que, después de talados, miden los árboles y cortan la leña; los que ejecutan libremente, aplicando sus conocimientos a las necesi- dades de la vida, trabajos de carpintería y de albañilería; los que llevando a la práctica las nociones que reciben de botánica, culti- van con esmero el jardín y la huerta de la escuela. Allí también se recrea el espíritu con el cultivo del arte, pues se enseña al niño la música y la pintura, y se verifican representaciones teatrales, y, por último, aprovechando que en los alrededores del Derbyshire, donde está situada la escuela, se encuentran minas de cobre, hie- rro y carbón, se organizan a ellas verdaderas excursiones indus- triales que aumentan práctica y gradualmente la siempre progre- siva cultura del alumno. En suma, llevan una vida de expansión y de libertad al aire libre, en medio de la gran naturaleza de Dios. El Doctor Reddie ha hecho tres divisiones del día bien distin- 1 Science Sociale, Edmond Demolins, 90 año, tomo XVIIT Octubre. Fermín Didot. París. 342 CARMEN OTILIA TAGLE tas; la mañana se dedica al cultivo de la inteligencia. Además de la directa aplicación que hacen los niños de la aritmética, geome- tría y matemáticas, como ya con anterioridad indicamos, se dedi- can a aprender las lenguas extranjeras del mismo modo que se adquiere el conocimiento de la materna, dejando para después la eramática y dedicando dos años al francés, dos al alemán y dos al griego o al latín. Se enseña la historia de un modo práctico, ha- ciendo que el alumno se dé cuenta y descubra la causa y el efecto de los hechos, en relación con el lugar donde se encuentre el país y su situación política, económica y social, aprendiendo a conocer los caracteres y dejando a un lado las narraciones y los hechos se- eundarios, fijándose, podemos decir, casi en la filosofía de la histo- ria, puesto que se estudian las costumbres, las creencias popula- res, etc., comenzando dicho estudio por la historia de Inglaterra. En las ciencias naturales se ve también el espíritu de la propia observación que caracteriza los procedimientos de esta escuela, atendiendo a la vida, a las costumbres y órganos externos de los animales antes que a la clasificación y órganos internos de los mismos. En los vegetales atienden a su forma, color y crecimiento por medio de la observación directa de ejemplos naturales, antes que a la nomenclatura y divisiones de los mismos. En una pala- bra, se pasa de lo concreto a lo ubstracto por la observación y el esfuerzo propio. Al medio día tiene lugar la educación física, dedicándose los niños al taller o a la granja, como ya hemos visto, siendo ellos los que han fabricado casi todo el mobiliario escolar, levantando la cerca o empalizada que la rodea, construído caminos y puentes, y en la última visita que a la escuela hizo Beveridge, vió que los niños medían el terreno y trazaban los planos para la construe- ción de nuevos edificios indispensables a la misma. Por la noche es un pequeño nundo social, donde se ponen de relieve la corrección y buenas maneras que constituyen una de las características del pueblo inglés. Además, los niños redactan un periódico que lleva por nombre 4bbottholmin y que contiene es- critos científicos y literarios y representaciones gráficas de obje- tos y lugares de la misma institución, cuyas condiciones sanitarias son excelentes, existiendo un departamento para enfermos. La disciplina de Abbotsholme es más bien severa. “La libertad es la obediencia a la ley””, dice la divisa de la escuela, y por eso todos los alumnos deben cumplir estrictamente con las reglas esta- LAS ESCUETAS NUEVAS 343 blecidas en ellas; reglas que no sólo son justas sino naturales y ra- zonables. Deben ejercitar ante todo su voluntad, y tratar por ella de hacerse dueños de su carácter y de dominarse a sí mismos. Tam- bién se les obliga a seguir las reglas sociales, cuyo profundo sentido educador no será tal vez comprendido, al principio, por el niño, pero cuya beneficiosa influencia se hará sentir en su carácter, ayu- dándolo a modificar y a sobreponerse a sus deseos y malas intencio- nes, consiguiendo así la disciplina interna, fin a que debe tender toda educación moral. El horario que a continuación copio es una breve exposición del régimen y métodos que se siguen en dicha escuela : HORARIOS 6 horas y 15 minutos (7 en invierno).—Se levantan los educan- dos y toman un ligero desayuno. IN 5 e Almuerzo, después del cual los alumnos levantan las camas. A O E Segunda lección. LO de Lunch ligero. Si el tiempo está bueno, ejercicios al aire libre desnudos hasta la eimtura. O > Tercera lección. II pl Canto o natación, según el tiempo. As Comida. ns Ol a Ejercicios en el órgano o en el piano. A s Juegos y trabajos en el jardín, en el cam- po o excursiones a pie o en bicicleta. Lie Trabajos en el taller. HERE Té. AR 10) - Cena y capilla. 9 Se retiran los niños a sus dormitorios. Se dedican al trabajo intelectual cinco horas. A los ejercicios físicos y trabajos manuales, cuatro y media. Á las ocupaciones ar- tísticas y recreos de sociedad, dos y medio. A las comidas y tiem- po libre, tres horas. Al sueño, nueve. Total: 24 horas. El Dr. Reddie resume en las siguientes palabras los propósitos que persigue en su escuela: “Nuestro fin—dice—es llegar a un des- “arrollo armónico de todas las facultades humanas. El niño debe 344 CARMEN OTILTA TAGLE ““convertirse en un hombre completo a fin de que llegue a estar en “situación de realizar todos los fines de la vida. Para esto, la es- ““cuela no debe ser un medio artificial en el cual no se está en con- ““tacto con la vida y sí con los libros, sino que debe ser un pequeño ““mundo real, práctico, que ponga al niño tanto como sea posi- ““ble frente a la naturaleza y a la realidad de las cosas. No se debe ““aprender solamente la teoría de los fenómenos, sino también su ““práctica, y estos dos elementos deben estar unidos íntimamente ““en la escuela como lo están en torno nuestro, a fin de que al en- ““trar en la vida, el joven no penetre en un mundo nuevo para el ““que no ha sido preparado y en el cual está como desorientado. El “hombre no es pura inteligencia, sino inteligencia unida a un ““cuerpo, y se deben formar la energía, la voluntad, la fuerza físi- ““ca, la habilidad manual y la agilidad.”” ? El Dr. Reddie visitó y viajó por Alemania, en donde conoció al Dr. Rein, recibiendo de éste muy valiosos consejos, y, después de estudiar la educación que se impartía en las Universidades de Jena y de Oxford, el Dr. Reddie reorganizó en 1893 el plan de su ense- ñanza sin variar las líneas fundamentales de su primitiva orga- nización. En 1896 la escuela fué visitada por el Profesor Rein, y por recomendaciones de éste, vino de Alemania y estuvo algún tiempo en compañía del Dr. Reddie el Profesor Hermann Lietz, por cuyos consejos se llevaron a cabo nuevas variaciones en el primitivo plan de la escuela. Otro famoso visitante lo fué el sociólogo francés Edmond De- molins, que la dió a conocer en Francia. Al principio no se admitió en esta escuela más que 50 alumnos, exigiéndoseles una pensión bastante crecida, por lo cual sólo se pueden educar en la misma los niños de las familias pudientes. Mas como desde su fundación ha ido en aumento su prosperidad, se han construído nuevos y amplios edificios, existiendo actualmente tres establecimientos de esta naturaleza dirigidos por el ya citado Pro- fesor Reddie y en el cual no se admiten más de 100 alumnos. No menos célebre e importante que esta escuela de Abbots- holme es la de Roches, fundada en Francia diez años después, o sea el 1. de Octubre del año 1899, por el eminente pensador Edmond Demolins, el mismo que en su libro titulado En qué con- 1 Abbotsholme by Cecil Reddie, pág. 195. London, 1900. LAS ESCUELAS NUEVAS 345 siste la superioridad de los anglosajones, le habló de ella a los fran- Ceses. Se encuentra situada en el castillo de su nombre, en Norman- día, departamento de 1'Eure, a 3 kilómetros de la estación de Ver- neuil-sur-Avre, sobre la línea de París a Granville; en el campo, en lugar hermoso con jardines, parques y praderas. Debióse su or- ganización al esfuerzo generoso de algunos filántropos franceses, quienes hicieron hermosos donativos para la realización de tan bello ideal. Por tal motivo se constituyó una sociedad que suminis- tró los fondos que eran necesarios, para la compra del castillo, pri- mero, después para adaptar el mismo a las condiciones escolares y construir además un taller de carpintería, una casa-escuela donde debían darse exclusivamente las clases, un laboratorio, un depar- tamento para enfermos y otras dependencias no menos útiles e importantes. Los profesores debían, antes de consagrarse a su labor en la nueva escuela de Roches, pasar varios meses en compañía del Dr. Reddie hasta adquirir la experiencia y la práctica que les eran necesarias. Al principio sólo se admitió, como en Abbotsholme, nada más que 50 alumnos; pero bien pronto las solicitudes de in- greso y las peticiones de los padres de familia que deseaban para sus hijos esta nueva educación, hizo necesaria la construcción de dos nuevos edificios que se llamaron la Casa de los Pinos y la Man- sión Couteau, y que, como el primero, se asemejaban a una gran asa de familia por el ambiente tan natural que allí se respiraba, por la presencia de las damas y por la encantadora confianza en- tre maestros y alumnos, los que, así los anteriores como los que entraron más tarde en número de 50, daban las clases en el local destinado exclusivamente para las mismas. Pero mientras se Ccons- truían estos dos edificios más, Demolins tomó el acuerdo de en- viar a Inglaterra los alumnos excedentes con el objeto de acos- tumbrarlos también al nuevo régimen, por lo cual la adaptación de dichos alumnos, como deseaba Demolins, fué bastante rápida, no tropezándose con grandes dificultades. Mas a pesar de la buena acogida que por partes de personas ilustres tuvo esta escuela, sus detractores decían que allí los niños iban a dedicar más tiempo a los juegos y ejercicios de deportes que al trabajo intelectual. Muchos niños ingresaron creyendo real- mente que así sucedería; pero bien pronto se convencieron de lo contrario, y sin que demostraran disgusto, se les vió entregarse 346 CARMEN OTILIA TAGLE con ardor a los trabajos intelectuales que necesariamente habían de figurar en el programa de la escuela, debido quizás al trata- miento familiar que se usaba en Roches. Casi todos los niños que llegaban allí procedentes de otros co- legios donde se empleaba el sistema corriente, ingresaban con cier- to recelo, porque traían, según Demolins, la idea fija en su mente de que todos eran una especie de prisión donde se sometía al niño a un verdadero tormento. Pero bien pronto, y debido a la disci- plina tan opuesta que impera en este plantel, los niños que ingre- saban en él cambiaban de parecer, llegando por el contrario hasta serles éste realmente agradable. En él la costumbre de acusarse mutuamente los compañeros unos a otros, desapareció al poco tiem- po, así como la mentira, pues el maestro reprendía conveniente- mente a los que incurrían en tan censurables defectos. En la escuela de Roches comprende el año escolar tres perío- dos bien distintos, abarcando cada uno de ellos cerca de tres me- ses. El primero, o sea el período de otoño, comienza en la segunda quincena de Septiembre y termina antes de Navidad. El segundo, que es el del invierno, principia en la segunda quincena de Enero y concluye en Pascuas de Resurrección; el tercer período, que es el de primavera, comprende el tiempo que transcurre tres sema- nas después de Pascuas y los últimos días del mes de Julio. Consta, pues, de tres grandes vacaciones, habiéndose suprimi- do las de mediados de mes y el cierre del colegio en días festivos, con lo cual se obtiene, según Demolins, que las clases sean dadas con más regularidad y, por lo tanto, que aprovechen más. Se admiten alumnos al comienzo de cada uno de estos perío- dos, pero con una condición especial, y es que fijen la edad del ingreso. Primeramente se señaló la de ocho años como indispen- sable para la admisión del escolar en Roches, pero esta edad se ha aumentado actualmente hasta los doce, así como tampoco se admiten niños de catorce años en adelante. El precio de la pen- sión es de 2,250 francos por año, o sean $400, aumentando ésta cuando el niño ingresa después de los trece años, pues entonces es de $500, o sean 2,500 francos anuales. Se hace una rebaja, como en casi todos los colegios, cuando a un mismo tiempo entran dos o más hermanos. La escuela proporciona cama, ropas, servilleta, y están com- prendidas en la pensión ya señalada, las clases de música, pintu- LAS ESCUELAS NUEVAS St ra y canto, salvo las lecciones especiales que dan sobre las mismas profesores llamados expresamente de París. Para la enseñanza que se recibe en Roches, organizó Demo- lins dos grandes secciones que abarcan completamente el plan de estudios que se propone la misma. Una general, que comprende los tres primeros años, o sea el sexto, quinto y cuarto grados, y otra particular en la cual incluye los otros tres superiores y últi- mos grados. En la primera se dan nociones generales de todo lo que ur hombre, cualquiera que sea la profesión o carrera a que más tarde se dedique, debe conocer; es decir, que en ella el niño adquier> los conocimientos generales que todo hombre debe poseer; y en la sección particular, como su nombre lo indica, se atiende pre- ferentemente a la vocación que manifiesta cada niño, en que ss procura hacerlo apto, dirigiéndose todos los esfuerzos hacia un punto y fin determinado. Las horas de la mañana se dedican a la enseñanza intelectual, en la que figuran asignaturas tan importantes como la aritmética, que se enseña por medio de un método práctico objetivo y natu- ral; las matemáticas tiene, como en Abbotsholme, una aplicación directa e inmediata en todo lo que a la escuela se refiere; las cien- cias naturales, cuyo conocimiento se adquiere por medio de la ob- servación directa y bien dirigida del escolar, el cual sentirá por este estudio verdadero interés, pues tiene por objeto no sólo des- pertar la curiosidad del niño, sino al mismo tiempo su amor pro- pio, puesto que se le piden deducciones de todo lo que ha observa- do de ese modo inteligente y provechoso; por lo que se ve obliga- do a fijarse bien en cada planta o animal que a su paso encuentre, y en todos los detalles, a fin de elevarse así a la generalización y más tarde a la clasificación. La geografía y la historia se estu- dian aquí bajo un aspecto completamente nuevo y distinto al que se le ha atribuído hasta ahora. La primera se estudia relacionada con los intereses familiares y administrativos en el momento ar- tual; la historia, en relación con las diversidades de medios y cir- eunstancias de épocas pasadas. En una palabra, Demolins, como eminente sociólogo, creía hallar en los hombres y en la sociedad, es decir, en las bases mismas de la sociología, la base principal y la unidad de todo conocimiento humano, y de abí que diera ese carácter sociológico a estas dos importantes ciencia. Se enseñan también las lenguas extranjeras, dedicándose dos 348 JARMEN OTILIA TAGLE horas a cada idioma, y la escuela envía por cuenta suya, alumnos de distintas edades y clases, a que pasen un tiempo en el extran- jero a fin de que aprendan allí correctamente el idioma. Estos escolares van a la escuela de Abbotsholme o a la de Lietz en Ale- mania. En un principio temió Demolins que la estancia del esco- lar en el extranjero no se podría efectuar por la oposición de los padres franceses, pero después de la primera tentativa obtuvo un completo éxito, teniéndose ahora que contrarrestar el ardor de los padres franceses que desean tal innovación. En la sección especial que comprende desde el cuarto año en adelante, se estudian: letras, ciencias, agricultura y colonización, industria y comercio. El mediodía se dedica a los trabajos prácticos y ejercicios al aire libre, y juegos como el foot ball o el tennis. Los primeros se hacen en madera y en hierro, no sólo para ejercitar y desarrollar los músculos y adquirir vigor físico, habilidad y destreza de la mano y paciencia, sino para despertar el gusto artístico y hacerles adquirir el dominio necesario de sí mismos. En el taller de carpin- tería aprenden a hacer trípodes, ruedas, cuadros y muebles Tie- nen además una herrería y un laboratorio donde llevan a la práce- tica las nociones que reciben de física y química. Los niños llevan a cabo excursiones científicas, en las cuales se consagran con espe- cialidad al estudio de la botánica, cultivan también la huerta y el jardín y se dedican a la crianza de animales domésticos, como ga- llinas, ovejas, conejos, ete. Hacen además frecuentes visitas a di- versas haciendas y recogen en ella ejemplares de animales, mine- rales y vegetales. En la Normandía hay numerosos bosques con pastos para el ganado, y los niños lo cultivan y siembran cereales, dedicándose también a operaciones agrícolas. Hacen también variadas observa- ciones sobre las materias primas y las transformaciones que éstas experimentan por medio de la industria y del arte. La agrimensu- ra la enseñan de un modo práctico, puesto que los niños miden el terreno y levantan planos. Durante la noche se leen trozos esco- gidos o se representa alguna obra notable, y los niños aprenden a tocar el violín. Se han dado cuenta de la influencia beneficiosa que esta enseñanza ejerce en el espíritu de los niños, la cual le va formando el sentimiento, el gusto y ese amor a lo bello y a lo grande que debe sentir toda persona culta y distinguida. En 1904 se llevó a cabo una notable reforma en esta escuela al LAS.ESCUELAS NUEVAS 349 hacerse cargo de su dirección M. Georges Bertier, que habiéndose formado en ella, estaba penetrado del espíritu de la misma. La enseñanza obtuvo con el cambio de dirección más unidad y uniformidad, no sólo por la coordinación de todas las materias, sino por la relación entre éstas y el conjunto de las mismas. Las modificaciones y mejoras en su plan de estudios pueden resumirse en estas palabras: “Proceder siempre de la aplicación a la teoría, de los hechos a las leyes, de las cosas a las ideas, de lo concreto a lo abstracto”?”, todo por el esfuerzo propio, haciendo que el niño descubra la verdad antes de enseñársela ya resuelta, y que se dé cuenta de las relaciones entre las causas y las funciones. Han establecido además una explotación agrícola con el objeto . de enseñar a obtener el mejor provecho de la tierra y de los culti- vos. Consta esta explotación de 115 hectáreas: 30, pertenecientes a la escuela en las que se realizan toda clase de experimentos agrí- colas, y las 85 restantes, arrendadas, donde se siembra y se cultiva del modo que la experiencia y la práctica, hechas ya en el anterior terreno, indican como los mejores, más perfectos y acabados pro- cedimientos. El horario de las escuelas después de verificada la reforma, es el siguiente: HORARIO 6 horas y 20 minutos.—Rezan una plegaria, se levantan y se dan una ducha. A Pa El timbre eléctrico avisa que deben rea- lizar una caminata de 5 minutos. Da e e 0) E Desayuno. A Pa) ES Van al dormitorio y cada alumno orde- na su lecho. TAREA NE E Estudio. De las 8 a las 12 y 25.—Cuatro clases de una hora o de 55 mi- nutos. Un recreo de 5 minutos las separa. Durante todas esas horas existe un tiempo libre de 20 minutos, de las 10 a las 10 y 20 para los pequeños. 12 horas y 30 minutos.—Lavado y lunch. 1 A. 0) A Van al vestuario. En 10 minutos deben salir con los trajes de juego. Después 50 minutos de libertad. 350 CARMEN OTILIA TAGLE AN Juego para los grandes, trabajos prácti- cos para los pequeños o viceversa. a AUS A Se dan un baño o una ducha y se ponen otra vez sus uniformes. A AMLO > Té, tres veces por semana, otros días pan y chocolate. De las 41 a las 6. Estudio. De las5 5 a las 6 y 40.—Recreo. 6 horas y 30 minutos.—Baños. e Comida. De las 715 a las 8 15% .—Segundo tiempo libre. A las 8 15. Llamada, para oir la lectura de ejem- plos viriles y consejos morales. 8 horas y 40 minutos.—Entrada en el dormitorio, donde rezan y piden el auxilio de Dios. Se ha establecido además una sección especial con el objeto de completar el estudio del escolar. En ella pasan dos años los alum- nos que ya han terminado y que quieren salir mejor preparados para la lucha por la vida. “Durante ese tiempo, se consagran a dar a los jóvenes un co- “nocimiento tan exacto como sea posible, del mundo actual y de ““los diversos problemas contemporáneos en todos los órdenes de “actualidad, y en vista del mejor camino que se puede segnir “para escoger úna carrera. Esta enseñanza comprende los siguien- “tes CUTSOS: “Lenguas vivas: cursos de inglés y de alemán, para perfeccio- ““narse principalmente en la conversación y en las necesidades de ““la vida. ““Historia y Geografía: estudio de la historia contemporánea ““y del mundo actual para el mejor conocimiento de las cuestiones ““del día; estudio del movimiento colonial. “Literatura: curso completo. “Ciencias y sus aplicaciones a la industria, la agricultura y el “comercio. ““Curso de Contabilidad y de Taquigrafía. ““Filosofía de la vida: estudio de los problemas actuales. ““Curso de Economía Política y de Sociología. ““Ejercicios prácticos sobre el método de trabajo y de ense “fianza. LAS ESCUELAS NUEVAS 351 ““Se harán aplicaciones al estudio de ciertas cuestiones jurídi- ““cas, según los autores que mejor la hayan tratado. “Agricultura y trabajos agrícolas en la granja de la escuela, ““para los alumnos que se dediquen a la agricultura y colonización. ““2.—Una estancia en América.?” 1! Se envían a los Estados Unidos para que adquieran allí ,en con- tacto con los jóvenes americanos, tan adictos al trabajo, el hábito de éste y desarrollen su voluntad, su energía, su iniciativa y el espíritu de perseverancia que los sostendrá en las grandes empre- sas, y siendo dueños de sí mismos, sabrán labrar o crearse una si- tuación independiente que les permita vivir del mejor modo po- sible. % * Más importante aún que las dos anteriores es la escuela de Hermann Lietz en Alemania. Nació el talentoso organizador de la educación nueva en esta célebre nación, el 28 de Abril de 1868, en Dumgenewitz, cerca de Garz, en la Isla de Riigen. Niño todavía, a los 9 años, Lietz abandonó la casa paterna—su padre era propie- tario rural,-—e ingresó como alumno interno en el Colegio de Stral- sund, adonde llegó después de haber estado poco tiempo en la es- cuela de Greifswald. “Una naturaleza toda fuerza e individualidad—escribe M. A. ““Ferriére,—una voluntad indómita y suspicaz como la suya, no ““podía plegarse al régimen de cuartel en el cual el maestro, como “Tarquino, tenía la tendencia de recortar las cabezas que rebasa- “ban de la medida. Hermann Lietz fué lo que se llamaba en la “esfera oficial de los gimnasios un alumno indisciplinado y el “Director no ocultó a sus padres los pronósticos sombríos que hacía ““sobre el porvenir de un joven de carácter tan difícil. El mismo ““Lietz reconoce que esta primera estancia o vida lejos de su fami- ““lia, le fué más dura sin duda que a otros muchos niños. Su natu- ““raleza vigorosa y sana se acomodaba mal a las largas horas que ““debía pasar sentado. El recuerdo penoso de estas horas de re- ““clusión en la atmósfera seca del pupilaje, ha estimulado pro- “fundamente su simpatía por los jóvenes que estudian, y le han ““dictado las reglas de conducta que ha seguido respecto de los 1 Le programme de la Section speciale, por E. Demolins. Journal de l'école des Roches de Junio de 1904, 352 CARMEN OTILIA TAGLE “mismos. “El niño—escribe él —tiene necesidad de que se ocupen ““de él, de que se interesen en lo que a él le interesa, de que se le ““ofrezca ocasión de gustar aleserías sanas y fuertes, y de entregarse “libremente a ocupaciones que pongan su cuerpo en movimiento.?? * Habiendo terminado sus estudios de segunda enseñanza ingre- só en la Universidad, estudiando en la de Halle teología y filoso- fía, y después en la de Jena, donde obtuvo el grado de Doctor en Fiiosofía. El recuerdo de las mortificaciones pasadas en la escuela bajo un régimen completamente artificial y tan opuesto a los gustos, intereses y necesidades del niño, así como la experiencia que de sus propias observaciones había adquirido, determinaron y robus- tecieron en él la idea de llevar a cabo una reforma, imperiosa e indispensable ya, y que había de romper para siempre el estrecho círeulo de la educación medioeval, dando por resultado una que concordase más con la naturaleza, la aspiración y el sentimiento de la niñez y de la juventud. Una de las observaciones que más poderosamente le llevaron a introducir esas modificaciones en las ideas educativas de su época, la expone él así: **... en las colonias de vacaciones que venían to- ““dos los años de Berlín a establecerse en la finca de mi padre, y ““por mis experiencias personales durante mis años de juventud “y estudio, pude convencerme del inmenso beneficio que propor- ““cionan el campo y la vida sencilla del campo, a la evolución inte- “geral del niño y del adolescente. Entonces formé la firme decisión ““de procurar a la juventud lo que no había podido encontrar más ““que a medias en la ciudad, y de la que estaba privada la mayo- “ría de mis contemporáneos, sobre todo los que vivían lejos de la casa paterna: una vida sana en la gran naturaleza de Dios.?” 2 ed Vué por aquella época que conoció a Enriqueta Schrader, nieta de Froebel, y a Mauricio von Egidy, el célebre autor alemán. Am- hos de verdadero espíritu educador, con su sana influencia contri- huyeron a afianzar el espíritu educativo de ese notable pedagogo que se llama Hermann Lietz, y aque deseando adquirir la experien- cia profesional que le era necesaria para la reforma que había con- cebido, dió clases en diversas escuelas de Alemania y en el extran- 1 Bibliothéque Universelle el Revue Suisse. Lausanne 1909. L'École nouvelle en Allemagne, Hermann Lietz par le prof, Ad, Ferrieére. 2 Revista de Educación, Dr. Alíredo M. Aguayo. pág, 3, Agosto 1, 1912. LAS ESCUELAS NUEVAS 393 jero, y por consejos del Dr. Rein fué a la escuela de Abbotsholme, a cuyo Director conocía desde 1893. La enseñanza que en aquel plantel se daba causó eran admiración en el ánimo de Lietz, quien a las pocas semanas de su estancia en la misma escribió un libro titulado Emlohstobba (¡ Fieción o realidad?) En él expuso los sa- nos principios pedagógicos que constituyen la base de la nueva educación, cómo atiende ésta a todos los aspectos del hombre, y cómo procurar formar el espíritu de independencia y de iniciativa que da lugar a la verdadera personalidad. Es un libro donde además de señalar todas las ventajas introducidas en la primera escuela nue- va por el genio del creador de Abbotsholme, expone él nuevas mo- dificaciones y cambia de un modo más completo y radical el derro- tero seguido hasta aquel momento por la educación, siendo por sus miras altas y elevadas un libro que bien puede considerarse como un suceso. De regreso en Alemania, adonde llegó sintiendo eran cariño y profunda admiración por el Dr. Cecil Reddie, fundó el 28 de Abril de 1898 en Ilsemburg, al pie del Hartz, su primer Deuts- ches Land-Erziehúnesheim (Hogar alemán de la educación es- tablecido en el campo). Los comienzos fueron muy pobres, no con- tando al principio más que con diez alumnos que dormían en la finca de Pulvermuhle y que por la mañana se trasladaban a pie o en bicicleta a la escuela de lsembure; pero pronto aumentó el nú- mero de pensionistas y la escuela se trasladó a Pulvermuhle, es- tando los niños a cargo de diversos maestros. Más tarde, en 1901, Lietz inauguró su segunda escuela, la de Haubinda, y tres años después, en las Pascuas de 1904, abrió sus puertas la de Bierhers- tein. Estas tres no son en realidad más que un solo y único esta- blecimiento; residiendo los alumnos más jóvenes en Ilsemburg (sexta a cuarta clase), los mayores y más adelantados en Haubinda, y los que quieren completar sus estudios habitaban en Bierh- erstein. Se atiende por la mañana y como es debido, a la enseñanza in- telectual. Los conocimientos se adquieren mediante el esfuerzo propio del niño, ayudado por métodos prácticos sencillos y natura- les, figurando en su programa, como en las escuelas anteriores. las matemáticas, física, química, historia, geografía, ete. Al medio día se hacen frecuentes excursiones, se realizan ejercicios de sports y se ejecutan trabajos prácticos en el taller, en la granja y en la . huerta. Por la noche, mediante el cultivo del arte y la lectura de 3504 CARMEN OTILIA TAGLE ejemplos morales, se atiende a la educación del espíritu y al brote y desarrollo de los buenos sentimientos. ““Se comprende fácilmente que la actividad práctica del peda- “gogo alemán, repartida en sus tres establecimientos, no le permi “ta publicar muchas obras de Pedagogía. Pero si su obra teórica ““es corta, su obra práctica, directa en sus escuelas e indirecta por ““el alcance mundial de sus escritos, hacen del Dr. Hermann Lietz Eco ““no de los pedagogos más célebres de nuestra época. *“Con una “abnegación completa y una consagración a su obra que fuerza ““a la admiración de sus mismos enemigos, el gran Pestalozzi mo- ““derno sostiene casi solo sus tres escuelas. “Terribles incendios, uno de los cuales destruyó en parte el an- ““tiguo castillo de Bierberstein; la defección de tres directores que ““¿l había colocado al frente de sus escuelas y que partieron con ““maestros y alumnos a fundar escuelas rivales; el no poder ser “comprendido por la mayor parte de sus colaboradores y la fre- ““cuente hostilidad de los gobiernos, han acumulado sobre su ca- ““mino obstáculos que para otros hubieran sido infranqueables. El “Dr. Lietz vence todas las dificultades, sale victorioso de la lucha ““más ruda y en doce años realiza con serenidad y buen humor “una tarea que hubiera aplastado a cualquier otro que no fuera “61, Es él quien ha puesto en la base de su obra estas palabras del ““epitafio de Fichte: Licht, Liebe, Leben (Luz, amor, vida), y las ““ha personificado él mismo.?? 1 Otra famosa escuela es la de Bedales, cuyo Director es Badley. En ella, como en Roches, existe una sección general, donde se en- seña a los niños múltiples y variados conocimientos, y otra espe- cial, en la cual entra el alumno al cumplir 15 o 16 años, para ya decidirse de una vez por la vocación futura de su vida. El programa que fieura en la primera sección es sumamente extenso y variado, pues comprende un gran número de asignatu- ras tan importantes como las matemáticas, lenguas extranjeras, geografía, historia, ciencias naturales, y, además, trabajos ma- nuales que se realizan en el taller o la granja y también trabajos de quesería, de cocina, de modelado, ete. Esto lo hacen con el fin de descubrir y desarrollar los poderes del niño, sus gustos e ineli- naciones y favorecerlo en el sentido de una amplia y provechosa educación. 1 Minerva, Edward Peeters. 10 de Diciembre, 1910, Ostende, Belgica. LAS ESCUELAS NUEVAS 305 También dedican la noche a las recreaciones de sociedad, y, por tanto, en Bedales se pronuncian conferencias, se organizan socie- dades para fines intelectuales o artísticos, se leen pasajes morales, se ejecutan piezas de música, etc., dándose preferencia a todo aque- llo que sea de verdadera importancia y contribuya a hacer del educando una persona culta y sociable, de fino y delicado espíri- tu, que sepa tratar con respeto y consideración a todos sus seme- jantes. o Viven en el campo, donde tienen aire puro y una sana alimenta- ción, y consagran al sueño las horas que son necesarias, llevando además una vida completamente sencilla y natural. Se distingue de las otras escuelas por haberse establecido en ella la coeducación. Niños y niñas dan las clases juntos; reunidos 'an a almorzar y comer, y juntos también juegan y realizan excur- siones; pero no por eso ejecutan los mismos trabajos ni reciben la misma educación, y cuando son ya mayorcitos, las diferencias de las mismas se acentúan aún más, recibiendo ya marcadamente la que es propia al sexo de cada uno. * E * Fué fundada la escuela de Aquitania el 3 de Octubre del año 1903 por M. Contou—antiguo colaborador y amigo del Dr. Lietz— en compañía de un reducido número de profesores y alumnos. Se halla situada en Chalais (Charente), sobre la línea de Pa- rís a Burdeos, y aunque instalada higiénica y cómodamente con alumbrado de acetileno y calefacción central, se carece en ella de todas las demás ventajas y conveniencias que proporciona el con- fort moderno. La escuela es propietaria de una finca que consta de 14 hectá- reas, comprendiendo viñas, bosques, prados y huertas. Hay ade- más un establo con aleunas vacas lecheras, cabras, ovejas, un ga- llinero y una cochiquera. En Aquitania se combate el lujo y se aspira a la simplifica- ción de la vida. Su precio de pensión, comprendiendo el material escolar y el cuidado de la ropa, es de 1,200 francos al año. Sus alumnos, durante el estío, llevan los pies casi desnudos, un pantalón abierto hasta las rodillas y una camisa que sirve al mis- mo tiempo de blusa, y todos usan una boina roja que es el signo distintivo de los discípulos de los doctores Lietz y Reddie. Su ali- 306 CARMEN OTILIA TAGLE mentación es sumamente sencilla y racional, favoreciendo esta úl- tima cireunstancia el carácter familiar de la escuela. Los' niños toman leche, huevos, viandas, y se prohibe por completo el uso de bebidas fermentadas. Se dan diariamente, y previa consulta del médico, duchas de cascada durante todo el año. Hay en Aquitania cuatro profesores que se dedican cada uno de ellos a un ramo especial de la enseñanza, como letras, ciencias, idiomas y medicina. Casi todos son casados y, tienen relaciones de parentesco entre sí, lo que permite a la escuela, con esta vida ínti- ma y sencilla y el reducido número de alumnos, el continuar siendo une pequeña familia. A la enseñanza intelectual se le dedican tres horas de la ma- ñana, durando cada clase tres cuartos de hora; recibiendo los ni- ños según su edad, sus conocimientos o necesidades, las lecciones que los han de poner en aptitud de recibir un certificado de estudio que les permita salir de la escuela. Los trabajos manuales son dirigidos por un carpintero, un jar- dinero y varios agricultores. Los niños se dedican con afán, tanto a los trabajos agrícolas más elementales, como a los más compli- cados, teniendo todos un marcado interés vital. Por la noche, a las ocho, se reúnen los niños para escuchar la lectura de asuntos edificantes, especialmente de historia, hacién- doles también un eran bosquejo de los hechos nacionales y extran- jeros para evitar así el falso sentido político. Durante las vacaciones, los niños, acompañados del Director, realizan excursiones en bicicletas, recorriendo a veces de 50 a SO kilómetros por día. Estas excursiones duran de 15 a 20 días y tienen por objeto conocer los distintos lugares de la Francia. ““Fundada en 1905 con cuatro alumnos y sin capital, tenía 7 ““alumnos en Octubre de 1906, 12 en Octubre de 1907 y 17 en “Julio de 1908. ““En esta época, la escuela sufrió una reorganización completa, ““a consecuencia de la cual, entre otras cosas, se resolvió enviar a ““sus padres los niños mayores de 15 años y no admitir en lo suce- ““sivo niños de esa edad. La escuela de Aquitania trata de no ser con- ““fesional. 1l día se comienza por la lectura de un pasaje de la “Biblia y cada comida por la lectura de un pensamiento moral.?? 1 X RX * 1 Colección de la Revista Minerva dirigida por Edward Peeters, LAS ESCUELAS NUEVAS 397 Muy importante también es la Escuela Humanitaria de Laren, que se encuentra situada en el campo, a media hora de la aldea de su nombre. Los comienzos de esta institución fueron muy sencillos. Al principio sirvió de quinta de recreo al Director Cor Bruyn, y más tarde las habitaciones fueron transformadas en aulas, y la eranja minúscula, en taller de Sloyd. Una de las particularidades de la escuela es que en ella se prac- tica la coeducación, pero no como se lleva a cabo en otros plante- les o centros de educación, sino de un modo completamente nuevo, porque niñas y niños realizan los mismos trabajos. Ambos, bajo las órdenes de la institutriz, aprenden a coser, a hacer punto de media, a zurcir, y las niñas, en el taller de Sloyd, ejecutan traba- Jos de aserrar y acepillar maderas, exactamente igual que los va- rones. Se ve, pues, que la coeducación, que por sí sola constituye la característica de la escuela nueva de Bedales, presenta en esta de Laren un aspecto completamente nuevo y original, propio de dicha escuela. Su programa es muy extenso y variado, pero se vence sin esas erandes dificultades con que suele tropezarse en las escuelas urba- nas, primero, porque además de realizarse con las debidas limitacio- nes, se adquiere el conocimiento de las distintas materias de un modo práctico y, sencillo, y, segundo, porque se dan la mayoría de las clases en plena naturaleza, de un modo intuitivo, despertando con ello gran eptusiasmo e interés en los alumnos ,a los cuales se les hace intervenir directamente en las mismas. Se enseña la lectura, escritura, aritmética, historia, geogra- fía, ciencias naturales, física y química. Comprende dos secciones: una general, donde se da una educa- ción liberal, es decir, donde se adquieren conocimientos generales de todas aquellas cuestiones más importantes de la vida real, y otra especial, donde se da una educación vocacional, o sea donde se atiende preferentemente a las inclinaciones de cada niño y trata de hacérsele apto en la materia que ha escogido. Otro aspecto interesante es, que cada profesor no tiene a su cargo más que doce alumnos, los cuales puede conocer perfecta- mente, y dándose cuenta de su individualidad, tratar a cada uno de la manera más conveniente y adecuada al mismo, y ejercer así una influencia moralizadora de las más eficaces y provechosas en el alma de cada niño. La vida religiosa también penetra en esta escuela, donde no im- 358 : CARMEN OTILIA TAGLE pera como obligación, pues los niños cumplen con los mandamien- tos de la ley de Dios y con la parte verdaderamente substancial de la religión cristiana, por el ejemplo de sus profesores y por la lec- tura de la Biblia y de la vida de Jesús. Enseñada de este modo, la religión no es un aprendizaje de fórmulas y convencionalismos, sino que forma parte del espíritu del niño, por el modo que em- plean los profesores al inculcarles la misma y su ejemplo moral, siempre eficaz y provechoso. Se realizan también trabajos manuales, y se dedica tiempo y atención a la música, al canto y a otras recreaciones del espíritu no menos bellas y útiles. En su folleto Ondervijs en Gemecenschappelijk GErondbezit, Cor Bruyn, explica del siguiente modo las aspiraciones de la escuela: ““En clases de 10 a 12 alumnos a lo sumo, que ingresan a los ““T años, se echan las bases del desarrollo ulterior tomando la ““vida real como punto de partida. A los 10 u 11 años, a más de ““profundizar la enseñanza ya impartida, se prosigue el estudio ““de las asignaturas, y entonces comienza la visita a los talleres. A “los 13 Ó 14 años se puede establecer la división de los trabajado- ““res de mano y los que trabajan con la inteligencia. Los que de- ““Sean hacerse trabajadores manuales reciben entonces una instruc- ““ción teórica y práctica en el ramo que escogieren, y están así en ““disposición de llegar a ser buenos obreros. Los otros siguen el ““plan de estudios de carácter siempre general, pero, tienen libertad ““para profundizar las materias que más le agraden, de suerte que ““a los 17 o 18 años pueden comenzar los estudios especiales, sin “abandonar por eso el trabajo de las manos. De esta suerte forma- ““remos ambas clases de trabajadores, que tendrán placer y entu- ““siasmo en la tarea especial que han escogido.?” * Aunque los profesores son de opinión que hasta los siete años no se separe al niño del hogar paterno, han organizado, no obstante, una clase Froebel para aquellos niños a quienes sus padres no pue- dan atender, y para los que tengan en su hogar un ejemplo mo- ral funesto. Una de las características de esta escuela, es que no establece diferencia alguna entre los niños admitidos, ya sus padres se en- cuentren en un estado económico tal que no les permita costear la educación de sus hijos, o bien puedan pagar 100 florines de pen- 1 Revista de Educación, Dr. Alfredo M. Aguayo. Septiembre 19 de 1911, pág, 45. LAS ESCUELAS NUEVAS 359 sión, sino que todos son tratados igualmente, sin privilegios, reci. biendo la misma educación que los hará aptos para triunfar en la vida. Los niños de Laren aman tanto su escuela, se encuentran tan felices en aquel medio moral y material que les presenta la misma, que por la noche algunos regresan a ella *“para ver si queda algo ““que hacer en el jardín. Dos jovencitas aspiraban a ser institu- ““trices de la escuela, y un niño deseaba tener mucho dinero para “fundar una escuela mayor??. * Los jóvenes maestros de Laren tienen que luchar mucho con los caracteres de los padres o familiares de los niños, pues existe a veces verdadera oposición entre los ideales que persigue la escuela y el proceder vulgar y mezquino de los que envían sus hijos a ella. Sin embargo, el éxito ha coronado sus esfuerzos, y esta excelente institución humanitaria marcha por las vías del progreso y las prosperidad. e Entre las principales escuelas nuevas fundadas en Inglaterra, nos encontramos con: The Home School for Boys and Girls, Bishopswood Road, Highgate. N. Director: M. J. C. Hudson. Fielden Demostration Schools connected with Department of Education, the University of Manchester, Rusholme Place, Victoria Park, Manchester. Director: Profesor J. J. Findlay. Ruskin School Home, Heacham-on Sea, Norfolk. Director: Mr Harry Lowerison. En Francia existen las siguientes : La escuela de la Isla de Francia, Liancourt (Oise). Director: Sres. Leplat y Scott. El colegio de Normandía, Cleres (Seine Inf). Director: M. J Duhamel. “La escuela de Gulleva, Cháteau Dulamon, Blanquefort, Bor- deaux. Director: M. Enrique Picard. L”Avenir social, Epone (Set O.). Directora: Mme. Mad. Vernet. 1 Revista de Educación, Dr. Alír.do M. Aguayo, pág. 48. 360 CARMEN OTILIA TAGLE La escuela de Planchoury (para jóvenes), St. Michel sur Loire (Indre et Loire). Directora: Mme. Lemesle. ' Escuela de Chénes-Verts, Loundun, Vienne. Director: M. Niclot. Escuela La Ruche, Rambouillet, París. Director: M. Sebastian Faure. (Concluirá.) olla ¿EE CULO ALA A a Profesor Dr. Arístides Mestre. Eoología. (1 curso): E A e e MoOBratiaS (IICUESO) AE A e Ad did Dr. Carlos de la Torre, Antropología general (1 curso)............... 5 Dr. Luis Montané. CONFERENCIAS Histología y Embriología Zoológicas.......... 5 Aatomía Comparadas ino. td E Dr. Arístides Mestre (Aux.) Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Jefe de lostraba- jos prácticos del Laboratorio de Biología, etc.); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física), Dr. Gerardo Fernández Abreu (Jefe del Laboratorio de Química); y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo An- tropológico Montané » y el Laboratorio de Antropología tienen por Jefe al Profesor titular de la asignatura. 3 ESCUELA DE PEDAGOGIA Psicología Pedagógica (1 curso)............... 1 Historia de la Pedagogía (1 curso)............ Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. Higiene Escolar: (di Curso) da | Metología Pedagógica (2 cursos) ............. E Dr. Manuel Valdés Rodríguez. Dibrjoineal (ECU A AS Dibajo natural (Leneso) ri , ” Sr. Pedro Córdova. CONFERENCIAS I. Crítica de la Educación Contemporánea... La Pedagogía Experimental............. z TI. Lectura é interpretación de las obras de los Profesor Dr. Luis Padró. grandes pedagogos contemporáneos ..... Agrupada la carrera de Pedagogía en tres cursos, comprende también asignaturas que se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. 4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico. ERCUESOS) a ie 7 e EsStereotomía ¡EL CUESO A as A O A Materiales de Construcción (1 curso)......... 1 Resistencia de Materiales. Estática Gráfica ACRUESON NS ia E a RO E IO a a Tí Construciones Civiles y Sanitarias (1 curso)... ) Eludromecánica (ECUrSO +. de nana 0 di e Maquinaria CUCUESO): Da darte area a ero e Ingeniería de Caminos (3 cursos: puentes, fe- ) rrocarriles, calles y carreteras )............ Enseñanza especial de la Electricidad (3 cursos? pS Sr. Ovidio Giberga. Arquitectura é Higiene de los Edificios (1 curso) Historia de la Arquitectura (1 curso).......... Contratos, Presupuestos y Legislación especial de á la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y Arquitecto; y son sus profesores Auxiliares: Dr. Andrés Castellá, Sr. A. Fernández de Castro (Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); y Sr. Plácido Jordán (Jefe del Labo- ratorio y Taller Eléctricos); con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se estudia la carrera de Maestro de Obras; exigiéndose asignaturas que corresponden á otras Escuelas. 5. ESCUELA DE AGRONOMIA Química Agrícola é Industrias Rurales (1 curso). Fabricación de azúcar (l CUrSO) 0. o... coo. oie Nro TmMa: (CL EBYrSO ). e ida ham OS ! Aro tren (TI CUTSO). did AS Vr es o Sr. José Cadenas. EXOfecaIia IESO a go tl io ea. Economía Rural y Contabilidad Agrícola (1 cur- O A E O ao ao, cas S 20 1 Legislación Rural y formación de Proyectos 22 r. José Comallonga. (eii y ARS NG ER AS E o SS AAA El profesor auxiliar de esta Escuela es el Dr. Buenaventura Rueda (Jefe de los Mu- seos y Laboratorios). Para los grados de Perito químico agrónomo y de Ingeniero agrónomo, se exigen estudios que se cursan en otras Escuelas. Profesor Sr. Eugenio Rayneri. 57 Sr. Aurelio Sandoval. pe Sr. Eduardo Giberga. e Dr. Luis de Arozarena. Dr. Antonio Espinal. Profesor Dr. Francisco Henares. En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 á 5 de la tarde, se dan informes respecto á los detalles de la organización de sus diferentes Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. AVISO — LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es bimestral. Se solicita de las publicaciones literarias Ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- rrespondiente; y de los Centros de instrucción Ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra sección bibliográfica. / Para todo lo concerniente á la REVISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) dirigirse al Sr. Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, Re- pública de Cuba. NOTICE The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other month, We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section, Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed matter, etc., to the Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, República de Cuba. AWVIS La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On demande 1'échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu dans notre partie bibliographique. Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoj d'ouvrages, etc., on est prié de s'addresser au Secretario de la Facultad de Letras y Cienciasr Universidad de la Habana, República de Cuba. Mi MN ¡y KA Y 4 MOR III A ' p Ñ 8 Al AE 1 10) j MEBIANOS NIN AE ARTO O IAS AS i A IAN AA EN >, Lé PST NI $: 02 E “A bss Me Ad Í 4 DO - DUNN , SuraiN rd, BÚA Xx f REAL, a tZY 125 + y Es ze 4 4 EA 19 ES E ARAS A $ 47: $ E 32 as AAA A A