ne, peas ATRAS A pin. Ad ÑN 1 Ñ ASADA AN 1 UNIVERSIDAD DE LA HABANA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS VOLUMEN XXVI, 1918 DIRECTOR: Dr. JUAN M. DIHIGO Profesor de Lingiiística y de Filología. Director del Laboratorio de Fonética Experimental. REDACTORES JEFES: Dr. ARISTIDES MESTRE Dr, SALVADOR SALAZAR Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología, Conservador del Museo Poey. de Ciencias Filosóficas. Profesor Auxiliar SON COLABORADORES LOS SEÑORES PROFESORES DE LA FACULTAD EA E O E HABANA IMPRENTA «EL SIGLO XX» TENIENTE REY, 27 1918 - INDICE DEL VIGESIMO SEXTO VOLUMEN 1918 NUMERO 1, ENERO Y FEBRERO Páginas. El Profesor Le Dantec y su labor científica. Dr. Arístides Mestre...... 1 La Reforma constitucional y el cambio de Cheo Dentagitol 6 ROPA a Velo pele mida ia ; : Los instintos sociales en el niño, etc........ Dra: Ada OBUNA a2 «> 22 La felicidad como fundamento de la moral.. Dr. Salvador Salazar..... dy El Dr. Sixto López Miranda............... as ITECCIÓN: 0 pdara ao6d 90 Birancisco Codera y Zaidil .o.ocnccarnis > Dr TS ME: DUETO 92 NoTAs BIBLIOGRÁFICAS. I. Gramática de la lengua castellana, por la Real Academia | Dr: Te Me DIBUJO cas 94 prapañola: Madrid. Il aora VI INDICE Páginas II. Vertiendo ideas, por Eugenio Leante, ] LA A ITI. Comedia famosa de las Burlas Veras, de e Bean 97 Julián de Armendariz, edited with an ) Introduction and Notes by S. S. Millard | Rosenberg, Philadelphia, 1917........... J IV. Romancero nuevo mejicano, publicado Dr. J. M. Chacón y Calvo 100 por Aurelio M. Espinosa................ j yal A Caetano) de as rn Edil ds a y de dde sde OR ys AO 104 NUMERO 2 Y 3, MARZO - JUNIO PI a feed O Ea > ste DA IAS OSO 105 Elogio del De: ¡Luis Padró... 02 sccaca osos Dr. Guillermo Domínguez 240 Elogio del Dr. José A. González Lanuza... Dr. Ricardo Dolz........ 257 El Laboratorio de Paidología de la De Alfredo M. Aguayo 978 A A A > h : do Lu Rosenvalle cordon DINIAM AD ERGOAA 292 Notas BIBLIOGRÁFICAS. 1. Historia de la len-) ena y literatura castellana; por Julio Ceja- | dor, Tomos VI y VII, Madrid, 1917..... II. English American for Latin American; by Abbie Frye Philipps, New York, 1916.. | III. España y el Programa americanista, por el Dr. Rafael Altamira, Madrid, 1917. (P"-Y- 4. Dihigo....... 295 IV. Grecia ante la guerra europea, por Elef- | therios Venizelos, Valencia, 1917......... anotados por D. ArturoSelfa y Mas, Mur- Y. Trozosescogidos para traducción francesa CA o a ara ae E ERES INDICE VII Páginas NOTICIAS OFICIALES. —Resoluciones del Ree- torado,—De la Secretaría de I, Pública.— > +++ + «+++» .«o.o..o...... 303 Acuerdos de la Facultad................ mb / SU, Y ¿UA da aupiY: an ds E Ne 7 a > S ¿ ) y" 2 AN JA s AR ú DST % . MAA MIO REL e AS A A VoL. XXVI UNIVERSIDAD DE LA HABANA ER Num. 1. >. REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS y CIENCIAS eye DIRECTOR: Dr. JUAN M. DIHIGO Profesor de Lingiiística y de Filología. Director del Laboratorio de Fonética Experimental. - REDACTOR JEFE: Ñ a Dr. ARISTIDES MESTRE ES A . Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología, ó Conservador del Museo Poey, SON COLABORADORES LOS SEÑORES PROFESORES DE LA FACULTAD ' ENERO Y FEBRERO DE 1918 SUMARIO: —ErL PROFESOR LE DANTEC Y SU JLABOR CIENTÍFICA... Dr. Avístides Mestre. —LA REFORMA CONSTITUCIONAL Y EL CAMBIO DE OA AS RR RANA « Dr. Guillermo Domínguez. —L0OS INSTINTOS SOCIALES ÉN EL NIÑO E............. Dra. Aída Osuna. —LA FELICIDAD COMO FUNDAMENTO DE: LA MORAL....* +Dr. Salvador Salazar. ME DE. Sixto LÓPEZ MIRANDA... .oohaacc condones La Dirección. MEPERRANCISCO CODERA Y ZAIDÍN3..¿0om.o.h0 .omocodaoo Dr. J. M. Dihigo. —BIBLIOGRAFÍA.—I Gramática de la lengua castellana por la Real Academia Española, Madrid, 1917... Dr. J. M. Dihizo, —I1I Vertiendo ideas, por Eugenio Leante, Habana, : 1917.—III Comedia famosa de las Burlas Veras, de Julián de Armendáriz, edited with an Introduction and Notes by S.S. Millard Rosenberg, Philadelphia, O AAA E AA PC ARSS Dr. S. Salazar. —IV. Romancero nuevo mejicano, publicado por Aurelio , M. Espinosa.: A AN MIA O AY ER Dr, NA MW. Chacón y Calvo. CANJE ¿HABANA ! IMPRENTA “EL SIGLO XX” A A DE AURELIO MIRANDA ; e TENIENTE Rey 27. a191s y 1 RSGUIOIODIAY (MGHESO) iia o a ea add ee ce A y SE de E said: Dr. Adolfo q E TIE Secretario: Dr. Juan M. Dihigo. sa 78 MS y SS Il. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA. ¿a Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)..... .«. Profesor Dr. Adolfo de Aragón. A Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)....... 38 Dr, Juan F. de Albear. , ESTAS tea CLAP) Y. dc... casada oa male de Dr. Juan Miguel Dihigo. E ; Moto pia (1 AUTSO) oirlo a ao Historia de la Literatura Española (1 curso)... Al =s Dr. Guillermo Domínguez y aturas m xtran Historia de las liter odernas extranjeras Roldán RES A RN Historia de América ú A de E A AU li Dr. Eyelio Qu Len- Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) dián. | dee SIRO O orar INCUESO) ari o oa a e a a Eno so mas Mortal (di CuEsO) chi oia ae osa 6 Dr. Sergio Casvás Zequeira. Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Salvador Salazar para el grupo cad de Historia y Ciencias Filosóficas; Dr. Ezequiel García y Enseñat para el grupo de Lite- : raturas y Dr. Sixto López Miranda para el grupo de estudios de Lenguas, los cuales ba ES dan conferencias sobre sus respectivas materias. 1758 El Laboratorio de Fonética Experimental tiene por Director al Profesor titular de Lingúística. 2. ESCUELA DE- CIENCIAS, ; [a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. : 2 Análisis matemático (Algebra Superior) 1curso. Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- + Profesor Dr. Pablo Miquel. YA A A A Geometría superior y analítica (1 curso)....... Geometría descriptiva (l curso).......omo..o... es Dr, Claudio Mimó. ono mestrna RUESO unida sae Y SICA SUPELOr (Mer acuso). ooo cata olas ) 203 : INSICAN SU PERO ZACUESOS e late ze Dr. Plácido BI0Sca; Dita reten CUES O o e O Sr. Carlos Theye. 22 Bolo sta (ACHTSO NA dd oa pa Dr. Carlos de la Tofre. ON Zoología (1 curso)....... e = Dr. Arístides Mestre. a Dio treat CESCOESO) praia avala ai flia ) ; PO Natural MScurso Do. area ei de Pr. Pedro Córdova si Mosalol oia CLECUESsO) 0 a a > e Mecánica Racional (1 curso)...........oom.... 5 Dr. Victorino Trelles. : A A A : IDEOAESA CUTE nio ona o cala api dd ,»» . Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)..... ... E Dr. Santiago de la Huerta. Botámcuenerale (dl CUESO io ua al E Dr. Felipe García Cañizares, .- [b] Sección de Ciencias Físico-Químicas. Análisis Matemático (Algebra Superior)....... Profesor Dr. Pablo Miquel. Geometría Superior (Sara nal A "Trigonometría (plana y esférica).............. , pa Dr. Claudio Mimó. IENSICA NS IpEnoOr (er CUES O) de do » Are : MSI RS Peron nCUrs O. naaa de Mo da dial 29 Dr. Plácido Biosca. - Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... ) : - Cite Ofganica (Etutso)i. denota Teta e qu Sr. Carlos Theye. : Do Enea leurs), traes EROS as y AS Mia Natural (l tcurso). iras a ai e a Sr. Pedro Córdoya. bs. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... Se Dr. Santiago de la Huerta. BOO SIA CCUESO) ci A oia 0% Dr. Carlos de la Torre. > Ln O e o O A ES A EE Dr. Arístides Mestre. a Boramcasceneral (Curso) sa joa E SS Dr. Felipe García Cañizares. be Rosmología (1 CUESO ooo red abs e Dr. Victorino Trelles. [c] Sección de Ciencias Naturales. e Análisis Matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Dr. Pablo Miquel. É 58 Geometría Superior (sin la Analítica) ......... : : : Trigonometría (plana y esférica).............. ge Dr. Claudio Mimó Química general (Arana) PE A MO E Sr. Carlos Theye. E piano cineal: CLCUTISO rca as E Dibujo Natural (IUCULSO 2 iva e 23 Sr. Pedro Córdova. Física general (1 curso). OS a Dr. Plácido Biosca. o o ee uo] Dr Santiago de la ea Botámica general (Ll curso), ..¿orrenor aos O IE de 38 Fitografía y Herborización (1 curso).......... sa Dr. Belipe García Cabicaresy 0% Vol. XXVI. ENERO-FEBRERO 1918 A | REVISTA POLAriEn FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS EL PROFESOR LE DANTEC Y SU LABOR CIENTÍFICA. 1 POR EL DR. ARÍSTIDES MESTRE. Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología. Al revisar la prensa científica europea recibida después de mi salida en el verano para los Montes Alleghany, en los Estados Unidos, tropecé con una triste nueva: la de la muerte del Profesor Félix Le Dantec, encargado del Curso de Biología general en la Sorbona; desgracia que me hizo recordar de súbito la de otro sabio de mentalidad extraordinaria, Alfredo Giard—perdido no ha mu- cho para la ciencia; y me la hizo recordar porque Le Dantee, como - el ilustre autor de las Controversias transformistas, deja de su paso “Quan por el mundo intelectual, la huella no fácilmente borrable de biologista filósofo de gran talento, sincero, animoso, apasionado por la verdad, y cuya vida y obras hacen honor a las ciencias y a las letras francesas ”?. Ha muerto en plena edad adulta, en la com- pleta madurez de su pensamiento. Ni la serenidad que dominaba en su espíritu, ni la energía moral que lo distinguió, nunca se atenua: ron, a pesar de que abrigaba la convicción de que no estaba muy lejos su fin, pues lentamente una dolencia crónica destruía su her mosa vida. La cruel realidad de que su labor científica no podria ser terminada y desenvuelta como se la había proyectado, le hizo difundir en numerosas publicaciones las ideas que incesantemente 1 Nota necrológica leída en la Sociedad Cubana de Historia Natural “*Fe- lipe Poey”” (sesión del 30 de Octubre de 1917). 2 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. agitaban su cerebro. ““Si Le Dantec ha producido sin detenerse, sin interrupción, es—como expresa uno de los que han escrito sobre él—que tenía el presentimiento de su muerte precoz; sentía que no disponía de tiempo para decirlo todo. Fué de los que aceleran sus pasos en la ruta, conociendo que el viaje de su existencia pronto habría de ser interrumpido.”” Y así efectivamente resultó. Desde su tesis de doctorado Recherche sur la digestion intrace- llulaire chez les Protozaires, eserita en 1891, hasta su último libro publicado, puede decirse, en estos momentos—pues las crónicas bibliográficas hablan de su aparición, calientes aún los restos de su malogrado autor—Savoir; considerations sus la methode scien- tifique, la guerre el la morale (1897), ¿cuán hermosa, variada, enor- me, se nos presenta la producción intelectual de Le Danteec? Para demostrarlo sería suficiente decir que, en limitado número de años, pasan de veinte los volúmenes que ha dado a luz, y eso sin contar la serie de artículos impresos en distintas publicaciones, merecien- do citarse entre éstas la Revue Philosophique, dirigida selectamente por Ribot. Y en esos estudios abordó múltiples asuntos relacionados con la Biología. Sin salirme de los límites propios de esta nota necrológica, ni del tiempo que a ello debo dedicarle en esta sesión, citaré las pro- ducciones más importantes del eminente maestro a que me refiero. consignando algunas de sus opiniones en la ciencia que cultivó con verdadero amor. La tesis doctoral mencionada fué preparada bajo las indicaciones de Metehnikoff; después, aparecieron las siguien- tes: La Matiere Vivante (1895) ; Bactéridie Charboneuse (assimila- tion, variation, selection) (ídem); La Forme Spécifique (thypes d'etres unicellulaire) (ídem); Evolution individuelle et Heredité (1898) ; Theorie nouvelle de la vie (ídem); Traité de Biologie (1903); Elements de philosophie biologique (1906); Le determi- msme biologique et la personalitó consciente (ídem) ; Introduction a la pathologie generale (ídem) ; Sexualité (1908) ; Lamarckiens et Darwmiens (ídem); La crise du transformisme (1911); La Scien- ce de la vie (1912) ; y otras posteriores. Cayeron a mis manos, en la época en que comencé a explicar la Biología después de mi reingreso en esta Universidad en 1904, algunos de los libros escritos entonces y antes de esa fecha, como el de la materia viviente, la forma específica y su tratado, sugi- riéndome algunas interesantes aclaraciones ya respecto de los térmi- Á. Mestre: El Profesor Le Dantec. 3 nos empleados en dicha ciencia, sobre la imposibilidad de conocer lo que es la vida estudiando solamente a un tipo animal o vegetal, y los procesos de asimilación y selección al ocuparse de la bacteri- día carbunelosa, así como al establecer las diferencias y semejanzas entre la Protobiología y la Metabiología. Para el autor de La For- ma Específica, “la vida de un individuo resulta a cada instante de las relaciones establecidas entre el medio y el individuo, relaciones que definen sus funcionamientos sucesivos. La más importante ley de la vida—quizás sea la sola ley vital—es la construcción del or- ganismo por su funcionamiento de cada momento, la edificación de la vida por la vida misma””;—coneepto contrario al pensamien- to sostenido por Claudio Bernard al expresar que ““cada manifes- tación activa de los seres vivos tiene por base una destrucción par- cial del protoplasma celular””, y por eso entendía que “la vida era la consecuencia de una verdadera muerte””. Si para Bernard la vida es la muerte, en cambio para Le Dantec ““las manifestaciones energéticas se hacen a expensas de las materias acumuladas en las células, a la manera del combustible en la caldera””; son, a su Jul- cio, las reservas intracelulares, pero extraprotoplásmicas, las que se destruyen, quedando intacto, como el foco, el protoplasma del ele- mento anatómico. Los que han tenido ocasión de recorrer las páginas de otros li- bros—““La teoría nueva de la vida””, la “Evolución individual y la herencia””, la ““Sexualidad”” y el ““Determinismo biológico”*—ha- brán visto seguramente cómo existen, entre las ideas en ellas desen- vueltas, íntimas relaciones. Su teoría famosa de la asimilación fun- cional fué elaborada para explicar el mecanismo de la transmisión hereditaria de los caracteres adquiridos, cuyo nombre lo reserva y aplica a las modificaciones definitivas que no desaparecen con la causa que las ha producido, modificación adquirida que se inscribe en el patrimonio hereditario y es trasmitida de una a otra genera- ción. En los primeros tiempos Le Dantec pretendió expresar las reacciones fundamentales de la vida por medio de fórmulas alge- bráicas; pero después, echó a un lado aquel intento—que cohibía a su mentalidad en su empeño de exponer concepciones senerales— convenciéndose que tales soluciones esquemáticas no podían corres- ponder a los complejos problemas objetos del estudio que compren- de la ciencia creada por Lamarck y Treviranus. En otro de sus opúsculos, el de La science de la vie, estudia la 4 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. continuidad del sistema nervioso, estimando que el primer esbozo de dicho sistema no guarda realmente relación con el carácter do- minante que más tarde ostenta. La substancia viviente en el ser policelular es discontinua; las del protozoario continua. El sistema nervioso establece a través de la substancia discontinua del orga- nismo policelular comunicaciones comparables a la telegrafía. En la doctrina de la continuidad, los cilindros-ejes forman un todo pro- toplásmico continuo; en la hipótesis de la contigiiidad también rea- liza la misma unidad de mecanismo. La existencia del sistema ner- vioso en un organismo policelular juega papel de primer orden en su funcionamiento de conjunto. En la evolución del organismo el sistema nervioso se desarrolla como un hongo parásito y toma po- sesión, puede decirse, sobre todo el país formado por las masas ce- lulares sobre las que se posa aquél. Constituido el animal, piensa Le Dantee en el pequeño libro a que aludo, el sistema nervioso juega papel muy importante en la determinación de las funciones celulares locales (músculos, glán- dulas, etc.) Un elemento nervioso que juesa en el adulto ese papel se comporta durante el desarrollo como un elemento cualquiera sin relación con las otras constituciones histológicas, sino como una cé- lula aislada. Después, a la aglomeración del organismo policelular se sobreagrega el parásito; continuidad protoplásmica que aumenta la unidad del mecanismo, estableciendo relaciones protoplásmicas directas entre los diversos puntos de la asregación. Realmen- te, como expresa Chatin, ese es el fin asienado al sistema nervioso; y su primer esbozo está muy lejos de indicar las funciones que le están reservadas en su papel importante de dominador, pues su principio, si se atiende a la serie, es también de lo más humilde. La dedicación biolórica de Le Danteec lo lNevó fácilmente como de la mano a las lucubraciones de la Sociología, cosa bien natural y a. lo cual prestan apoyo las asrupaciones científicas establecidas por los Comte y los Spencer, deducidas de la inter-independencia re- lativa de los conocimientos fundamentales. Y estudia materias di- fíciles ligadas al arduo problema del destino humano en sus libros La individualité et l'erreur individualiste y EL” egoisme, obras re- veladoras de su serenidad de ¿juicio al formular sus apreciaciones. De hondas meditaciones referentes a los problemas sociales es prueba la que lleva por título Savoir, antes citada y a la que se l> ha considerado como casi póstuma. En ésta, a pesar de su gran con- A. Mestre: El Profesor Le Dantec. 5 sagración a puntos de vistas morales, también se ocupa del examen de las verdades físicas. A todos los advenimientos que se suceden, a todos los cuerpos que pueblan el mundo, y mecanismos que ob- serva, aplica la ley de conservación de la materia y la ley de la conservación de la energía: para él nada se pierde ni nada se erea. “Somos fenómenos momentáneos comparables a las olas del mar, y sin tener más importancia que ellas en la historia del planeta.”” Alguien se ha preguntado si Le Dantec—al considerarse la acti- vidad que lo distinguió en su pensamiento y en la propaganda de sus libros numerosos y variados—había producido muchos discí- pulos; mas parece que “en el dominio de las ciencias naturales estu- vo casi solo con su opinión””. Piénsase de él que penetró demasiado en la biología especulativa, cuyas apreciaciones Júzganse por mu- chos que han sido expresadas con perfecta claridad, aun tratándose de las concepciones más profundas y complejas; otros agregan que si bien publicó un libro Contre la Métaphysique, no por eso dejó de ser algo metafísico, aunque ““su metafísica tiene la ventaja de su fácil comprensibilidad y de corresponder exactamente al es- tado actual de la ciencia””—y no la que mereció la mordaz erí- tica de Voltaire, sino esa que probablemente, presumo yo, haya ins- pirado esta frase del doctor Varona, nuestro eminente socio ho- norario: “Cuando pienso, dice, en las profundas disquisiciones de los metafísicos desde Platón, el águila, hasta Bergson, el lince, re- suena dentro de mí con insistencia este impertinente vocablo: pala- brería. Pero, en seguida rectifico y añado ya tranquilo: palabrería sublime””... Con lenguaje o no metafísico, con claridad meridiana o ininteligible exposición escrita—cualquiera que sea el juicio he- cho por el que lea sus trabajos—Le Dantec ha dejado brillante es- tela de su paso y la Biología es deudora a su extraordinario esfuer- zo, a su labor de vulgarización ; fué sin duda, aquel en cuyo espíritu ejercieron inefable influencia Renan y Pasteur, de los que han di fundido la verdad elevando el alma de sus lectores hacia las con- cepciones más hermosas de la filosofía científica. 6 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. LA REFORMA CONSTITUCIONAL Y EL CAMBIO DEL REGIMEN. 1 POR EL DR. GUILLERMO DOMÍNGUEZ ROLDÁN. Profesor de la Universidad. Sr. Presidente: Sras. y Sres.: Muy lejos estaba de ocupar esta tribuna para consumir un turno en esta serie de conferencias sobre la reforma de la Constitución y el cambio de régimen. Prometíame ser sólo un oyente y nada más, estudiar las opiniones que aquí se vertieran para modificar la mía o robustecerla, pero en manera alguna molestaros con mis po- bres palabras y la debilidad de mis ideas, principalmente compara- das con la brillante oratoria y autorizados juicios de los distingui- dos y cultos cubanos que me han precedido y me seguirán en el uso de la palabra. Pero “Fundación Luz Caballero””, por conducto de su digno y entusiasta Presidente, el doctor Xiques, me ha hecho el honor de invitarme, y perteneciendo yo desde hace tiempo a la Asociación no he creído posible declinar la solicitud que tanto me enaltece, ni la obligación que me ordena, en momentos tan críticos, contri- buir con la medida de mis fuerzas al esclarecimiento del problema y a su posible resolución. No esperéis una pieza retórica, no; os voy a hablar únicamente como cubano que siente hondo la grave enfermedad que aqueja a nuestra pobre Cuba, a exponeros lo que sobre ello he pensado, y a suplicaros, si llego a convenceros, que una vez más nos sacrifique- mos por el bien de nuestra amada patria y por el éxito de sus ins- tituciones republicanas. Estas conferencias han nacido al calor de la opinión pública interesada extraordinariamente, al intento de una reforma consti- tucional y de un cambio de régimen, pero es innegable que esta 1 Conferencia pronunciada en “*Fundación Luz Caballero”? el 30 de Diciembre de 1917, G. Domínguez Roldán: La Reforma Constitucional. 7 lid de la inteligencia no es en este momento un alarde más o menos pujante de la mentalidad cubana, no; ninguno de los oradores que han subido a esta tribuna ni los que la subirán, han querido ni querrán hacer simplemente gala de erudición y de elocuencia; se han dado y darán cuenta de la gravedad del mal, y con sincero patriotismo han expuesto y expondrán los remedios para la sal- vación, porque en esa enfermedad de Cuba nos va la vida y algo tal vez más caro: la dignidad y el honor. Más que conferencias podríamos llamarlas juntas de médicos para un enfermo ilustre, que es la República de Cuba y en cuya salvación estamos todos interesados. Y que es así realmente lo han dicho todos los oradores que me han precedido, y lo han afirmado categóricamente los dos médicos que pudiéramos llamar de cabecera, los señores Lasa y Dolz, en las “introducciones o preámbulos de sus respectivos proyectos de re- forma constitucional y cambio de régimen, que han presentado a la deliberación y resolución del Congreso de la República. Permitidme, para dejar todo esto completamente probado, lee- ros dichas dos introducciones, si bien haciendo notar que el proyecto Dolz es de 1913, reproducido en 1917, mientras que el proyecto Lasa es de 1917, y que ya desde la primera fecha la República se encontraba bastante delicada. Oid: Dice el doctor Dolz: Al Senado: Los ilustres cubanos que en 21 de Febrero de 1901 pusieron sus firmas al pie de la Constitución de la República Cubana, fueron previsores al acordar dicho Código Fundamental y con la con- ciencia de que la obra de ellos, aun inspirada en el más puro pa- triotismo, no podía ni debía ser perdurable en un país tan mala- mente preparado por su vida colonial para el ejercicio del Gobier- no propio e independiente, consignaron en su artículo 115 el pro- cedimiento para reformarla. Nuestra Constitución, lejos de ser la última e inalterable pa- labra de una gran experiencia y desarrollo político, fué el primer paso, vacilante e incierto, con que el pueblo joven se ensayaba en el ejercicio de la libertad. El ensayo, aun para los más optimistas, no puede estimarse como satisfactorio; a veces el pueblo cubano ha luchado con la Constitución como con una camisa de fuerza que sólo por la violencia puede deshacerse; y en otras tiene tal holgura 8 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. ese ropaje constitucional, que sus disposiciones resultaron ampara- doras hasta de delitos comunes. El mal nadie lo negará. ¿Dónde está el remedio? No cree haberlo encontrado el autor de este proyecto de ley, pero al menos procura con él apartar a nuestras Cámaras de una serie de minucias más gubernativas que legislativas que las embarguen, y elevándolas a un gran debate sobre nuestro Derecho Fundamental, iniciar una era de reforma general de nuestro De- recho civil, penal, procesal, mercantil, etc., que permanece en el mismo estado en que lo dejara la dominación española, hasta el punto que pudiera afirmarse que no es necesario sacudir el yugo de la nación dominadora para gozar lo que es básico en toda co- munidad de hombres; su derecho; y que sólo interesaba un cambio político, meramente orgánico, sin resonancia en las relaciones de los que en este bello pedazo de la tierra vivimos. No es cosa de desarrollar en un preámbulo las razones que a juicio del senador proponente concurren para estimar esa reforma como el remedio necesario, ya que sobre la existencia de la enfer- medad o malestar que obliga a aplicarlo son pocos los que dudan. Los debates que acerca del particular se suscitarán han de darle oportunidad para exponer esas razones; pero a fin de no levantar contra su persona censuras justificadas que lo presenten como un perturbador, tratando de modificar lo que para todos debe ser ob- jeto de sagrado respeto, sembrando en el país agitaciones morbosas y lanzándolo a nuevas y apasionadas luchas electorales, séale lícito afirmar su convicción honrada de que mientras impere entre nos- otros el régimen representativo, nuestro derecho quedará estan- cado, no en el derecho español, que de 1899 a la fecha se ha mo- dificado progresivamente, sino en el estado de atraso que aquel derecho tenía al separarnos de la antigua Metrópoli. El Congreso no ha hecho nada en 22 legislaturas para que el pueblo cubano reciba los beneficios del cambio de régimen político experimentado por el país. La mujer sigue privada de sus dere- chos, aun en el manejo de sus particulares intereses; el matrimonio eivil continúa siendo indisoluble como el canónico, no obstante ha- ber cesado o debido cesar, la influencia religiosa en la legislación civil; el Código Penal habla todavía del Rey y los esclavos, y con sus penas y sus grados inflexibles hace automática la función judi- cial; el derecho procesal está lleno de fórmulas y trabas anticuadas, G. Domínguez Roldán: La Reforma Constitucional. 9 y en algunos aspectos, como la casación, es más un juego malabar que un procedimiento de justicia, y en otros, como la responsabi- lidad de jueces y magistrados, resulta aún inspirado por aquellos preceptos coloniales que amparaban el error y la ignorancia de los jueces españoles, sin necesidad de examinar las cuestiones obreras, el régimen contributivo, el fomento de la pequeña propiedad agrí- cola, la inmigración y otros ramos análogos en que no se ha hecho absolutamente nada, y para no ocuparme tampoco de aleunos asuntos especiales, verbigracia, de patentes, haciendas de crianza, régimen carcelario, en que rigen disposiciones de 1833, 1863, 1875, en derecho mercantil, decía, hay que resucitar, en muchos casos, sobre todo en materia de quiebras, los muertos preceptos del Có- digo de 1829. Se me dirá que con ello no tiene nada que ver el régimen re- presentativo, pero semejante afirmación es más aparente que real. El Congreso no ha acometido esa reforma porque no puede aco- meterla; no es el azar lo que rige el funcionamiento de ciertos or- ganismos, y cuando la indiferencia referida se ha producido du- rante tanto tiempo, hay que creer que es un defecto substancial que persistirá en tanto no se trate de remediarlo. El sufragio universal ha bajado el nivel de todos los Parlamentos; esta observación, he- cha por Edmond Villey, en su “Legislación Electoral””, no es un mal cubano, es un mal universal. Hay que buscar en el régimen parlamentario, en la elevación de los Consejos de Secretarios, que por el contrario ellos, a su vez, decrecen en el sistema representa- tivo, convertidos sus miembros en meros burócratas de alta cate- goría, la iniciativa de las leyes, concentrando en un número redu- cido de individuos, para su gloria y prestigio, el impulso de la reforma. La influencia de los mensajes es visible en el régimen re- presentativo; pero las condiciones personales y aptitudes de cada Secretario, su asistencia a las sesiones de las Cámaras, el desarro- llo de su obra sostenida por su presencia y su palabra, sería, puede al menos ser, decisiva para que se moviera el estancado derecho de un pueblo que ha sufrido revoluciones y experimentado cambios políticos sin haber aún saboreado el fruto de tantos sacrificios y pri- vaciones como los que hace medio siglo vienen imponiéndosele. Pa- rece que esta tierra fértil es árida para el derecho.”” Dice el señor Lasa: “A la Cámara: La reforma constitucional cuyas líneas generales se estudian por hombres de distintos parti- 10 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. dos, responde al clamor casi unánime que hace algunos años re- clama, cada vez que se suscitan ciertas dificultades, modificaciones profundas de nuestro régimen político, a fin de darle mayor flexi- bilidad y al mismo tiempo mayor analogía con nuestro modo de ser, con nuestra historia política y con nuestras condiciones so- ciales. Bastará recordar para convencerse de la existencia de ese estado de opinión, las declaraciones de muestros principales hom- bres públicos y los proyectos de ley en que algunos han procurado dar forma práctica a sus aspiraciones; proyectos que no han tenido mejor ni peor fortuna que la generalidad de los de alguna impor- tancia que uno y otro año van quedando pendientes de las delibe- raciones de los Cuerpos Colegisladores, por efecto de la atonía y esterilidad legislativa que lamentan, desde diversos puntos de vis- ta, todos los órganos de la opinión y de la prensa. No cesará esa inercia mientras la frecuencia vertiginosa de las elecciones y lo bre- ve del término o duración del mandato legislativo impidan a los representantes de la nación prepararse asidua y desapasionada- mente para el concienzado desempeño de sus obligaciones parla- mentarias, y consagrarse enteramente a ellas. Las deficiencias del régimen electoral vigente y la constante agitación que se mantiene en el país, que apenas repuesto de las excitaciones y del tumulto de unas elecciones, tiene que apercibirse para emprender otras, dejando libre campo a todas las intrigas, violencias e insidias que ordinariamente las vician o perturban, explican sobradamente el grave descrédito en que están cayendo la política, los partidos y el mismo Parlamento, con notorio peligro para nuestras instituciones y para la paz pública. Los verdaderos patriotas se afligen ante la evidente degenera- ción del sistema en que habían cifrado todas sus ilusiones; los hombres de negocios, los hacendades, los comerciantes, se quejan del olvido o abandono en que yacen, al parecer irremediablemente. las cuestiones más interesantes para el progreso y bienestar del país. De los grandes intereses morales y superiores empeños de cultura y progreso, inútil es decir nada. Tres insurrécciones, una de ellas con caracteres de rebelión militar, aparte de varias inten- tonas de menor importancia, en el corto período de doce años, di- cen claramente que nuestro régimen político adolece de grandes de- fectos de adaptación, si ya no lo demostrara su inhabilidad para G. Dominguez Roldán: La Reforma Constitucional. 11 dotar al país de una legislación armónica, de una buena hacienda y de un adecuado sistema administrativo. Para mantener o restablecer el orden y para salvar la indepen- dencia nacional de notorios peligros, ha sido preciso prescindir de tiempo en tiempo y en mayor o menor escala de la Constitución, suspendiendo sus garantías y dando a los resortes del Gobiern> toda la tensión de que eran capaces, aun a riesgo de que se rom- piesen. No sería cuerdo ni prudente empeñar, bajo las mismas ceon- diciones, dentro de pocos meses, una nueva contienda electoral que, por efecto inevitable de las circunstancias actuales, tendría que ser el epílogo sombrío y acaso sangriento de los excesos y locu- ras del que aún hace sentir sus extravíos en más de una esfera de la vida nacional. El resultado sería una abstención casi total de los verdaderos electores ante la nueva irrupción de votantes falsos e imagina- rios que abusando de las deficiencias del résimen electoral, trata- rían de imponer en violentas luchas personales a los candidatos de las respectivas banderías. El país sensato, que trabaja, produce y mantiene la riqueza, que es pasmo y asombro de propios y ex- traños, no puede resignarse a semejantes eventualidades. Espera de los encareados de dirigir sus destinos que se adelanten con fir- me previsión a los sucesos y resuelvan de una vez problemas ya maduros que imperiosamente demandan solución. No debe arredrarnos la eventualidad de que por efecto de la reforma se pospongan las elecciones que deberían efectuarse el año próximo. Por la razón antes dicha, el país en masa se alegraría de que así sucediera. Y en cuanto a la prórroea que de hecho resul- tará para el mandato de los funcionarios electivos que la reforma comprenda, nada habría que objetar contra la lesalidad de dicha prórroga si la convención constituyente, elegida libremente por el pueblo para establecer la reforma, así lo dispusiese por la ma- yoría de votos que la misma Constitución requiere, ante el ejemplo que nos están dando otros naciones y especialmente Inglaterra, tierra clásica del parlamentarismo, que en Agosto del año próxi- mo pasado prorrogó la vida legal de la Cámara de los Comunes, por un plazo que debía vencer en Abril último, y que ha vuelto a prorrogarse hasta que se realice la anunciada reforma electoral y la depuración del censo o registro de electores. En nuestro mismo 12 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. país y en ciereunstancias ordinarias, al término de la segunda in- tervención americana, dispúsose que el Presidente electo en No- viembre de 1908, y que tomó posesión del mismo en 1? de Enero de 1909, continuara hasta 20 de Mayo de 1913, esto es, cuatro me- ses más del cuatrienio constitucional. ?” Como habéis podido apreciar, los señores Dolz y Lasa, coinci- den en lo fundamental, en lo que para mí «s esencial; en la exis- tencia de un mal hondo y grave y de un peligro inminente, aun- que se apartan en lo que pudiéramos llamar el remedio. Ambos nos pintan a grandes líneas un cuadro sombrío y una perturbación intensa de nuestra vida como pueblo libre, siendo sin embargo el señor Lasa, el que más abusa de lo negro que a ve- ces salpica de rojo. Inercia legislativa que casi llega a la incapa- cidad, vida jurídica colonial aún, falta de preparación en los en- cargados de legislar, funesto sistema electoral, horrores de la po- lítica, las revoluciones y hasta la eliminación de la Constitución en determinados momentos para que el país pueda marchar. Pero para todo eso, ambos no encuentran más remedio que la reforma de la Constitución y el cambio de régimen, si bien el señor Dolz, va francamente al régimen parlamentario reforzando al poder le- gislativo, mientras que el señor Lasa, con paso inseguro y vacilan- te, se dirige a reforzar al poder ejecutivo. No voy a analizar detenidamente ninguno de ambos proyectos, porque no soy partidario de ninguna, de ellos, ni estimo que por ahí se vaya a la salvación, pero sí debo decir, con arreglo a mi conciencia y al estudio que de ellos he hecho, que el proyecto del señor Lasa, por sus vacilaciones, complicaciones, indefinición y ca- rencia casi absoluta de base científica, no se puede ni siquiera dis- eutir, pues casi no se sabe lo que es. Es aleo híbrido que nos some- te a un régimen que no es parlamentario ni representativo, de una incongruencia extraordinaria, sin plan ni método alguno, un ver- dadero mosaico que no resuelve nineuna dificultad, que crea mu- chas más que nos llevaría más aprisa al abismo y que se acerca tanto a la oligarquía cuanto se aleja de la democracia. Es una labor de precipitación y de falta de preparación, y con- tiene errores de tanto bulto como los que se refieren a la comisión que debería resir los destinos del Ayuntamiento de la Habana nacionalizado, en la cual no podrían figurar ni el Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Nacional, ni el más rico propietario del término, ni ningún obrero!! G. Domínguez Roldán: La Reforma Constitucional. 13 El proyecto del doctor Dolz, ya es otra cosa muy distinta. Sin dejar de tener sus defectos, como toda obra humana, es sin discu- sión, un proyecto serio y juicioso, de acuerdo con las enseñanzas de la ciencia política, que promete una reforma substancial, ar- mónica y de conjunto, y que nos revela en todas sus partes lu preparación y cultura de su autor por tantos motivos estimable ya como profesor universitario, como distinguido ¿jurisconsulto y como hábil político. Además está hecho sin atender a fines par- ticulares ni oportunistas. Nos merece el mayor respeto y si tuvié- ramos que decidirnos por no quedar otro remedio, por él vota- ríamos, aunque creemos que se equivoca profundamente el ilustre profesor cuando confía la salvación de nuestro estado caótico al mismo Congreso tan inhábil como nos lo pinta. Pero ¿estamos realmente ante la necesidad ineludible de re- formar la Constitución y cambiar nuestro actual régimen? ¿Es el remedio más efiicaz y el único, y en ese caso estamos en la oportuni- dad de aplicarlo? ¿Son la constitución y el régimen actual los que tienen la culpa de todo eso que nos han dicho los señores Lasa y Dolz? Veámoslo, aunque me atrevo a anticipar una contestación negativa a cada una de esas grandes interrogaciones. En efecto, estimo que nuestra Constitución es buena, tal vez modelo en su clase, que no ha fracasado, sencillamente porque nc se la ha aplicado, porque no se la ha llevado a la práctica como debe hacerse, que es virgen y mártir, y que los que han estado obli- gados a cumplirla y desenvolverla lo han descuidado puniblemente. No puede fracasar una Constitución sin haberse aplicado ínte- gramente y de modo adecuado. Eso es lo que ha sucedido con la nuestra: no se han dictado las leyes zorrespondientes para su desenvolvimiento y por consiguiente, el résimen parlamentario no puede ser el remedio de un mal que no proviene de la Constitu- ción ni del régimen. No se ha hecho el diaenóstico con la sinceri- dad que el caso requería, y por otra parte el momento no es el adecuado y propicio para una empresa semejante porque ni las cireunstancias porque atravesamos en el interior ni en el exte- rior lo permiten. Es una prueba de fuerza extraordinaria en contra de la refor- ma y cambio de régimen, aquella etapa de la República, que dirigió en su primer período presidencial don Tomás Estrada Palma, que está considerada como el período más brillante de nuestra vida republicana. Con esa Constitución y con el régimen representa- 14 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. tivo fué Cuba próspera y feliz y alcanzó gran respeto y prepon- derancia dentro y fuera, con ella vivimos en gran concordia y fraternidad todos los cubanos en los cuatro primeros años de Re- pública, y con ella logramos reunir unos cuantos millones sobran- tes en el Tesoro público. Sostengo, y ereo que es la opinión general, que no se pued2 estimar fracasada la Constitución ni que ella pueda ser origen de nuestros males. Con la reforma no se haría revoluciones para derro- car Presidentes y quién sabe, sino combinaciones parlamentarias para derribar Secretarios, restanto eficacia al Poder ejecutivo que acabaría por no tener ninguna sin que con ello se modificase el Poder legislativo. Los dos proyectos presentados son completa- mente opuestos, ni lo uno ni lo otro nos parece saludable a la vida de la nación, en cuanto tienden a destruir el equilibrio que debe existir entre los respectivos poderes dando mayores garan- tías para su desenvolvimiento. El distinguido leader conservador, Betancourt Manduley, ha declarado que la disolución de la Cá- mara, teniendo en cuenta los crecidos sueldos de que disfrutan los legisladores y el dinero que tienen que poner en movimiento para obtener esos cargos, arrastraría al país a una revolución. Por otra parte la inseguridad de la situación en que nos encontramos y del desenlace que pueda tener la guerra mundial en que estamos en- vueltos, así como los avances extraordinarios, no previstos, que la democracia y el socialismo han de tener si triunfa la causa aliada, como esperamos, nos obligan a ser cautos; a sus golpes han caído la China y Rusia, y una transformación completa es seguro que se operará, como ha declarado el Presidente Wilson en sus mensajes y el Cardenal Gaspari, al afirmar (este último) que tal vez será necesario encauzar la democracia vencedora para evitar una anar- quía universal. No sería tampoco en estos momentos la expressión libre, delibe- rada del pueblo cubano, como no es ni siquiera la opinión del Par- tido Conservador, pues el más miope puede observar, examinando los proyectos y estas conferencias, tendencias diametralmente opuestas dentro del mismo Partido. ¿Qué hacer, pues? Levantar la cara al sol, mirar los problemas de, frente, sin reservas ni personalismos, pensar sólo en la pa- tria y buscar las causas de los males para descubrirlas y aplicarles los remedios que exijan, cueste lo que cueste. Y para que no se nos diga que eriticamos, que desechamos sin ra- G. Dominguez Roldán: La Reforma Constitucional. 15 zón los diagnósticos y procedimientos curativos de los médicos de ca- becera, que calificamos como cataplasmas puestas en un cuerpo lleno de úlceras, damos a continuación un cuadro sintomático de nues: tras enfermedades, al que hemos llegado después de un estudio detenido y desapasionado de nuestros problemas nacionales. Nues- tros males son: las Revoluciones. La política personal de los Presi dentes. La de sus amigos. El derroche de la Hacienda Pública en sus distintas ramas. La farsa de las elecciones y la burla del su- fragio. La debilidad e inercia, por no decir incapacidad, de nues- tros Cuerpos colegisladores. El entronizamiento de los vicios y el desenfreno del lujo en el pueblo cubano. Lia burocracia o empleo- manía. El aislamiento de los elementos solventes e intelectuales de la dirección de la cosa pública. La creciente y decidida afición del cubano a la política como medio de vida, y por consiguiente, el abandono de las otras actividades del trabajo. La aparición de los Trusts y su desenvolvimiento. La intromisión de la lelesia en los asuntos públicos. La indisciplina política y social. El analfabe- tismo creciente y la falta de educación. El militarismo, y la inmo ralidad en la política, lo mismo que en los negocios. Todos estos males se pueden reducir a dos: falta de patriotismo y falta de preparación adecuada para el ejercicio de la democracia. ¿Puede pensarse que con este cuadro sintomático de nuestras en- fermedades, una reforma de la Constitución y cambio de régimen pueden curarnos y salvarnos? En manera aleuna, mientras ellas subsistan, subsistirá la enfermedad que cada día será, más grave. Hay, por consiguiente, que llegar hasta ellas y eurarlas una a una sin piedad ni consideración de ninguna clase. Va en ello la vida de nuestra patria y de nuestra nacionalidad, cuya pérdida sieni- ficaría la vereúenza nuestra y la maldición eterna de todos aque- llos que murieron y se sacrificaron por hacernos libres. ¿Pero hay remedio para todo esto? Creemos que sí. Y para que no se nos diga que disentimos de los médicos de cabecera, pero que no damos el remedio, prestadme un momento más de atención y convendréis también conmieo, como supongo lo habréis “echo en todo cuanto antes he expuesto. Los remedios son: 1? Infiltrar en el cubano, por todos los medios posibles, los ideales de la revolución, consistentes en una patria libre, igual! para todos, sin fueros ni privilegios; fomentando poderosamente el patriotismo, destruyendo los falsos ideales, principalmente ei 16 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. , del oro, que nos absorbe, y enseñar al pueblo cubano el verdadero concepto de la democracia. Hay que justificar la afirmación del Maestro José Martí cuando dijo, que ni a Grecia ni a Roma teníamos que envidiar nada con respecto a bellezas históricas de orden moral; porque desde que los bayameses prendieron fuego a su propia ciudad allá por 1869, hasta la total emancipación del país, los cubanos mostraron su desprendimiento y su valor colocando su ideal por sobre todos los intereses; y hacer buenas sus palabras cuando dijo, que no hay más que una raza inferior: la de los que consultan siempre el in- terés propio; y una raza superior: la de los que consultan siempre el interés común; porque, efectivamente, como escribió el autor del Apocalipsis, los réprobos tienen que ser borrados del libro de la vida. 22 Supresión absoluta y completa de todo cuanto pueda pro- pender al vicio y a la desmoralización pública; como la lotería, los gallos y cualquier otro espectáculo afín con apuestas, de carácter permanente, las colecturías y las pensiones injustas e irritantes, estableciendo una inteligente y eficaz fiscalización de los espec- táculos públicos. 32 La mayor y más amplia instrucción y educación del pue- blo cubano, eminentemente laica y nacional, con la reglamentación a estos fines de la escuela privada, utilizando todos los medios ne- cesarios para ello. Aumento de las escuelas públicas, hasta que no quede un cubano de edad escolar que no reciba la enseñanza co- rrespondiente; creación de nuevas escuelas de artes y oficios, de oranjas agrícolas y de las especiales de industria y comercio, tan necesarias en un país como el nuestro; promulgación de una ley general de instrucción pública que haga una reforma completa desde la escuela hasta las Facultades superiores, restableciendo los doctorados para elevar el nivel de nuestra cultura; conferencias doctrinales de carácter popular y de verdadera divulgación de los principios básicos de toda sociedad, utilizando para ello el cinema- tósrafo; establecimiento de campos de deportes, gimnasios, mu- seos y bibliotecas; y, en una palabra, todo cuanto fuera necesario para la completa instrucción y educación del pueblo cubano, lle- vando el presupuesto de Instrucción Pública al primer lugar; pues a mi ¿juicio en ello radica la más eficaz medicina para nuestros males presentes y futuros. 40 Reforma completa de todo nuestro sistema jurídico, inspi- G. Domínguez Roldán: La Reforma Constitucional. 17 rándose en las ideas de la más pura democracia para romper de- finitivamente con la colonia. En efecto, se hace necesario el jurado, el divorcio, el juicio oral y público en lo eivil, la libre profesión de notario, la apela- ción íntegra al Tribunal Supremo, la modificación de nuestra ab- surda ley de casación, la supresión de lo contencioso-administra- tivo, la modificación de la ley de ferrocarriles, la organización de los registros de la propiedad, la elevación al nivel moderno de nuestros Código Civil, Penal y Mercantil y de las respectivas leyes procesales, modificación de la ley municipal para llegar a la ver- dadera autonomía del Municipio, el establecimiento de la verda- dera responsabilidad de ¿jueces y magistrados, la oposición como único medio para ingresar en la carrera judicial y por los Juzga- dos Municipales, las contribuciones directas sobre las grandes rl- quezas y sobre los terrenos yermos urbanos y el fomento de la pe- queña propiedad por cualquiera de los medios reconocidos. 52 Disminución del militarismo, hasta obtener su desapari- ción completa, bien entendido que no me refiero a los veteranos de la independencia, y supresión de la Secretaría de Guerra y Ma- rina. El militarismo es la representación de la fuerza, y nada se puede establecer por ella; así lo han afirmado multitud de pen- sadores, entre otros, Juan Jacobo Rousseau, en su Contrato So- cial, y actualmente en pleno Berlín el Secretario Imperial de Re- laciones Exteriores de Alemania, Richard Von Huhlmann, al decla- rar, ante el asombro de su auditorio, que “una política que des- cansara solamente sobre el derecho de la fuerza y no sobre la jus- ticia, tenía irremisiblemente que sufrir un fracaso”. El milita- rismo es la causa de la guerra actual, una carga tremenda para los Estados, una escuela de no hacer nada, y un continuo pelisro. En Cuba todas las revoluciones las han hecho los militares. Después de esta guerra brutal, que ha hecho retroceder la humanidad a los tiempos bárbaros de Atila, el militarismo habrá desaparecido: ya lo anuncian las vibraciones populares de todos los pacíficos del orbe, y en estas frases lo condena el leader laborista inelés Arthur Henderson, cuando dice: “la guerra se ha convertido en una lucha entre los antiguos y los modernos sistemas de Gobierno, la diploma- cia secreta y el servicio militar obligatorio deben hacerse innece- sarios; los aliados deben renunciar. a toda intención de crear una barrera impenetrable contra el pueblo alemán, la autocracia 18 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. alemana tendrá que ceder el paso a la democracia, y el militarismo tendrá que desacreditarse en todo el universo. 62 Eliminación absoluta de cualquier iglesia o doctrina reli giosa en los asuntos del Estado, y principalmente en la instrucción pública. Es inútil a auditorio tan selecto señalarle los inmensos perjul- cios que produce la intervención de la Iglesia en los asuntos pú- blicos y, sobre todo, en la instrucción, máxime en nuestra patria, en que la Jelesia es casi toda extranjera, principalmente española. El cura es el sostén del soldado, y ambos nos circundan actual- mente, y no nos falta más que el torero para que el cuadro sea emi- nentemente colonial; y no debe olvidarse que hay ya presentado en el Señado un proyecto restableciendo las corridas de toros. 72 Robustecimiento de los Cuerpos colegisladores con elemen- tos capaces” para tales empeños, mediante una cuidadosa supervi- sión por los Comités directivos de los partidos políticos, suprimien- do las asignaciones o sueldos de los legisladores, o implantando el sistema de dietas por asistencia, y limitando el número de días de labor fija, inalterable; a fin de que esos cargos sean más. un ho- nor, que un luero, y que no tengamos esas luchas feroces que hoy existen para obtenerlos. El Congreso cubano, por honor y prestigio de él mismo y de Cuba, no puede ni debe ser por más tiempo causa para que de él se diga, con vilipendio de la más alta representación nacional, las monstruosas cosas que se han dicho y escrito, y que por nuestro decoro no quiero leer a ustedes en estos momentos. Debe y tiene que ser en lo futuro, sólo un orgullo y honor de la República de Cuba. 82 Reforma absoluta y completa de los partidos políticos en el sentido de la renovación continua de sus directores, con exclusión de los incapaces y los fracasados, para dar lugar a la aspiración y actuación de elementos nuevos más capaces y no gastados; refoz- ma de los programas en relación con los nuevos ideales, realizando en sus diversas asambleas una verdadera educación de sus afilia- dos, en la ciencia moral y en la política y en los diversos ramos de la administración; a fin de preparar a sus hombres y obtener más confianza popular, dando oportunidad a los más aptos para que lo demuestren y poner de manifiesto a los incapaces, anate- matizando y castigando con la expulsión del partido a los que se refuerzan, a los que traicionan y a los que pactan con el contrario. G. Domínguez Roldán: La Reforma Constitucional. 19 Sin discusión alguna, los partidos políticos han llegado a mere- cer el desprecio de la opinión sensata del país, y contra ellos se han agotado los dicterios y los apóstrofes, y se les acusa de ser la causa eficiente y fundamental de nuestros males. Tienen necesa- riamente, pues, que volver por su honor y su prestigio, y consti: tulr esas fuerzas poderosas que son necesarias en la organización política de los pueblos. Tienen que hacer patria a toda costa, y no destruir la que tanta sangre y martirios ha costado. 92 Una juiciosa y honrada inversión del tesoro de la nación, para los fines del Estado, la Provincia y el Municipio, con sujeción a presupuestos moderados, no ridículos, que cubran con holgura las necesidades públicas permanentes y las que demanden las nue- vas orientaciones y el crecimiento de la nación, procurando el fo- mento del comercio, la industria y la agricultura y un rápido des- envolvimiento de las vías de comunicación terrestres y marítimas. 10% Reforma de la ley electoral implantando el voto obligato- rio y el plural, con la identificación del elector, que los eserutinios se hagan a puertas abiertas, y que los delitos electorales graves sean castigados con penas fuertes, y que no haya ni amnistía ni indulto, y que se conceda el voto a la mujer con título académico o contribuyente. El voto plural, para el ciudadano casado, con hijos, que haya fundado una familia, que es el núcleo esencial de la sociedad; para el contribuyente que con su profesión, su propiedad, su industria y su comercio sostiene las cargas públicas y hace prosperar la na- ción; y para el universitario que con su esfuerzo ha llegado a la cima de la mentalidad; es una medida de máxima equidad y de máxima conveniencia patriótica. El voto a la mujer maestra o doc- tora y a la contribuyente, es más que justo en un país en que votan los analfabetos e insolventes, y mucho más después que ella ha probado su capacidad en la actual guerra mundial, alcanzando ese derecho en democracias tan puras como Inelaterra y los Esta- dos Unidos. Es una verdadera monstruosidad que no pueda votar una profesora por oposición de una escuela normal o una doctora universitaria declarada eminente, y que lo pueda hacer el conserje analfabeto de uno de esos establecimientos. Hay que otorgar también la representación en el Senado a de- terminadas colectividades, como la Universidad, los Institutos, las Academias, la Liga Agraria, la Sociedad Económica, los Gremios Unidos, las Cámaras de Comercio, etc. 20 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. 112 Persecución de los trusts, y promulgación de las leyes que favorezcan al obrero. Los trusts son los explotadodres y trituradores de los pueblos, y obtienen millones con el hambre y la miseria de la mayoría de los ciudadanos. La redención de los trabajadores por el socialismo democrático se impone; ya se ha hecho sentir y acabará la guerra. Ha demolido a Rusia y a China, y concluirá con las demás orga- nizaciones oligárquicas; cuando la guerra termine, tomará la re- vancha completa; pedirá la totalidad del Gobierno, y obligará al Estado a ejercer todo su poder en beneficio exclusivo de la comu- nidad y principalmente de las clases más menesterosas. Los parias humanos serán redimidos, y todo cuanto sea necesario para esa re- dención tendrá que hacerse indispensablemente, y ¡guay de aquellos Gobiernos que sean sordos! El socialismo democrático gobernará al mundo en una nueva era de libertad, de igualdad y de fraterni- dad. Si la sangre de Cristo reveló esos prineipios, y la de los revo- lucionarios franceses de 1789 los restableció, la de los innumerables mártires de la horrenda guerra que nos aflige los fijará inmeonmo- viblemente para siempre. El apoterma de Karl Max, que ha lleva- do a la práctica el ilustre Kerensky en la gran Rusia, culminará en la paz socialista democrática del mundo entero. 12 Por último, reducción de la empleomanía a sus justos lí- mites, y, sobre todo, que sólo cobre el que trabaje, y la supresión de los gajes anexos, como automóviles, etc.; pues con lo que en esto se gasta se podrían fundar muchas escuelas y socorrer muchas desgracias. He terminado. Nuestros problemas son, como habéis visto, más bien psicológicos y educativos que jurídicos; más de reforma de hombres que de leyes. Hasramos hombres buenos y tendremos bue- nas leyes; hagamos buenos ciudadanos y hasta sin leyes viviremos ordenados, alegres y tranquilos. Toda nuestra labor tiene que ser de mejoramiento y de selección mental y moral. Búsquense los hombres de inteligencia superior y de sólida cultura, de rectos principios de virtud, de alteza de miras y completamente capaces para darse cuenta de los problemas nacionales, y llevémoslos a to- dos a los lugares de dirección, y estaremos salvados. Cuba, en medio de los dos continentes de más alta civilización humana, no puede permanecer separada de los grandes avances del progreso. Los pueblos que se entregan a los analfabetos, a los insolventes y a los malvados, tienen necesariamente que perecer. G. Dominguez Roldán: La Reforma Constitucional. 21 La democracia no es el Gobierno del pueblo por el pueblo, sino por los mejores del pueblo. El mal, como el remedio, no está en las le- yes, sino en los hombres. Eduquemos, instruyamos, moralicemos, hagamos, en una palabra, ciudadanos, y tendremos República. Perdonadme que os haya hablado, tal vez, con demasiada cru- deza, pero he querido ser sincero, sii" llegar al pesimismo; así lo exige la salud de la patria, y la fe que tengo aún, en la mayoría del pueblo cubano, no maleado vi probado, pero, sobre todo, en la buena estrella de Cuba, al presentar ante ustedes lo que a mi jui- cio constituyen las enfermedades de la patria y sus posibles reme- dios, y para los cuales estimo insuficientes e inútiles la reforma de la Constitución y el cambio de résgimen. La Constitución está vir- gen y es buena; con ella fuimos felices cuando nos embriagaba el triunfo de la revolución redentora, y gozábamos de la rotura del yugo colonial, y cuando se amaba a Cuba sobre todas las cosas. Hemos abandonado la buena senda, y hoy estamos tocando las con- secuencias y alarmados por el estado a que ha llegado la enferme- dad. No hay, sin embargo, que desesperar; el pueblo que hizo la independencia, bien puede hacer la redención; volvamos al camino del bien y del patriotismo; hagamos, sobre todo, patria, como la hicimos antes; pensemos y sintamos alto; emprendamos con entu- siasmo la labor de la purificación, recordando con amor la historia y el sacrificio de nuestros antepasados, y la felicidadd, como antes, volverá a sonreirnos. 22 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. LOS INSTINTOS SOCIALES EN EL NIÑO. SUS DIFEREN- TES MANIFESTACIONES CON REFERENCIA ESPE- CIAL A LOS NIÑOS CUBANOS. 1 POR LA DRA. AÍDA OSUNA Y DÍAZ, Graduada de la Escuela de Pedagogía. ASOCIACIONES ENTRE VEGETALES Reunidos, no asociados, hombres, no her- manos.—¿ Hasta cuándo, Señor? José DE LA LUZ CABALLERO. El axioma ya clásico, pero ciertamente erróneo en los detalles, de que la unión hace la fuerza, debe ser sustituido por el de la or- ganización da la fuerza, que es el que verdaderamente compendia el ideal de asociación a que aspiraba el inmortal Maestro. La asociación es ley ineludible de la naturaleza, y todo orga- nismo que intentase substraerse a esa ley sería aniquilado. Siendo, como es, la base de la vida una asociación y no pudiendo desenvol- verse el organismo sino merced a la vida de relación que le sirve de fundamento, no es posible concebir la existencia de un ser co- locado en un aislamiento completo y absoluto. El conjunto de los seres no es más que una asociación universal subdividida en sociedades parciales, sociedades más o menos ex- tensas, pero realmente existentes entre todos los seres organizados a partir de aquellos rudimentarios organismos en los que la Biolo- cía descubre una formación policelular. Ese carácter asociativo no es, pues, distinto y exclusivo de los hombres; también las plantas y animales unen y comparten sus esfuerzos para resistir y vencer en la lucha forzosa y desigual a que les obliga toda la naturaleza. 1 Tesis para el grado de Doctor en Pedagogía, leída y sostenida en la Universidad el día 30 de Junio de 1917; se publica en la Revista por reco- mendación especial del Tribunal Examinador. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 23 La asociación, pues, es ley de vida y base de la vida. Tomemos, si no, un organismo cualquiera y analicémoslo mi- eroscópicamente. Hallaremos que está constituído por elementos pequeñísimos asociados, elementos histológicos cuyo tipo es la célula. Asociadas éstas conformaron los elementos anatómicos, células, fibras y vasos que integran los tejidos y los diversos órganos des- tinados a desempeñar armónicamente las múltiples y variadas fun- ciones de la vida. Que la asociación es ley ineludible de la Naturaleza es afirma- ción hecha por numerosos investigadores y apoyada por nuestra propia experiencia. Recojamos las numerosas observaciones que ellos nos aportan y analicemos consciente y detenidamente algunas de ellas. Acudamos primero a las experiencias de los biólogos y sorpren- deremos curiosas asociaciones en el extenso campo de la botánica y en el no menos amplio de la zoología. Los vegetales se asocian como se asocian los hombres; pero co- mo en las asociaciones entre los primeros no se observa la división del trabajo y diferenciación orgánica que sirve de base a las agru- paciones de las segundas, sería conveniente emplear términos dis- tintos en ambos casos, pudiendo aceptarse el de asociación cuando se hace referencia a los vegetales y el de organización cuando se trata de agrupaciones humanas, puesto que si bien es cierto que se asocian las plantas, es para cumplir un fin común valiéndose de medios pasivos y generalmente indirectos, pero sin que se observe en ellos esa división de trabajo que da carácter a la organización. Esta es, por tanto, superior a la asociación, y si queremos en- contrarla en los vegetales, tendremos que buscarla en la íntima constitución de las células para formar el organismo, o también podremos hallar rudimentos de ella en algunos tipos vegetales, pe- ro será en casos muy aislados. La alimentación es un motivo de conflicto entre las plantas; a veces se establecen entre ellas enérgicas luchas por disputarse el dominio del suelo que les ofrece reducido sustento, o por defen- derse de los animales herbívoros, de las contingencias del medio— aguas, sequías, heladas, ete. Los vegetales más bajos en la escala biológica: las algas y los hongos, se asocian también, y por esta maravillosa simbiosis que se efectúa, se obtiene un nuevo vegetal—los líquenes,—absolutamente 24 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. distinto en su apariencia, profundamente idantificado en su fun- cionalismo y en su anatomía, pero producto indiscutible de una asociación íntima entre dos vegetales de especies esencialmente dis- tintas. Se asocian entre sí las plantas de una misma especie, cum- pliendo dos fines diferentes, uno individual y el otro específico que asegura la propagación de la especie. Numerosas familias de hongos forman visibles colonias, no obs- tante ser microscópicos los individuos que las constituyen; y en la superficie de las rocas y en el cauce de los ríos pueden observarse numerosas familias de algas. Pero también se asocian al azar plantas de distinto género; ejemplos los tenemos en los valles, en las márgenes de los arroyos y de los ríos y en los bosques, que ofrecen el ejemplo más hermoso de asociación que la Naturaleza nos presenta. Ramas entrelazadas de frondosos árboles templan los rigores del sol y deshacen en menudas gotitas las aguas torrenciales, para albergar bajo la espesa bóveda que forman los vegetales más ruines y las matizadas corolas de las más bellas flores; y entre las paredes infranqueables de tantas ramas entremezcladas, busca seguro re- fugio una fauna que, al igual que la flora, ofrece segura subsis- tencia a las sociedades humanas. COMENSALISMO Y PARASITISMO. La asociación ofrece aspectos muy distintos; unas veces es una planta que vive sobre otra beneficiándose recíprocamente y sin ocasionarse ningún daño; otras veces son vegetales que viven sobre otros también, a expensas de su savia, pero sin proporcionarles en cambio beneficio alguno: el primer género de asociación puede de- terminarse con el nombre de comensalismo y el segundo con el de parasitismo. Ejemplo del primer caso nos ofrecen algunas algas microscópicas, que penetran en otros vegetales superiores sin 0ca- sionarles ningún daño: ejemplo del segundo nos presenta Pipto- cephalis que vive a costa de hongos de su misma familia. En otras cireunstancias, el parasitismo se advierte en las plantas criptóga- mas con respecto a las fanerógamas, pero nunca en éstas con res- pecto a aquéllas. Un caso intermediario entre los dos expuestos es el de los epí- fitos o falsos parásitos en que las plantas parásitas no permanecen A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 25 en completa holganza, sino que contribuyen al funcionamiento de la víctima ; ejemplo es el muérdago que sólo con las raíces substrae jugos al vegetal sobre que vive. En Europa, y más frecuentemente en América, se propaga la especie Plasmodiopliora brassiae, la cual causa daños importantes a las coles y produce sobre las raíces de algunas erucíferas la en- fermedad llamada hernia; y más curioso es aún el caso de algas que viven fuera del agua y son parásitos de vegetales terrestres, como sucede con el Phyllosiphon arisara Kuhn, que al desenvolverse so- bre las hojas del Arisarum vulgare deja impresas en ellas unas manchas, prueba palpable de su función parasitaria. Entre las plantas fanerógamas, donde son numerosos los casos de parasitis- mo, citaremos el Apodanthes, que vive en América arrollado a cier- tas leguminosas. ASOCIACIONES ENTRE PLANTAS Y ANIMALES. No se limitan las plantas a sus asociaciones recíprocas, sino que extendiendo sus ramas cargadas y sus corolas rebosantes de sabro- sas mieses, parecen tender sus brazos amorosos a los insectos y a los pájaros, para establecer una asociación más amplia y más íntima en un ambiente pletórico de perfumes y de luz. Es bien conocido este consorcio que asegura la reproducción de las especies y facilita la vida de ciertos insectos; éstos encuentran medios de subsistencia en el polen y néctar que las flores les brin- dan, y, en cambio, con el pelaje de sus cuerpos y con sus antenas, transportan los granos polínicos de una flor a otra flor. La asociación entre flores e insectos es tan estrecha que a veces se nota en la colaboración una perfecta correspondencia, como pue- de observarse en las orquídeas que copian los tonos y hasta la for- ma de los insectos que las fecundan, y en las mariposas, las cuales adaptan de tal modo su coloración a la de las flores, que fácilmente escapan a la persecución de que pueden ser víctimas en otras cir- eunstancias. Pero no siempre es amorosa la relación entre las plantas y los animales, pues cuando las circunstancias se muestran favorables exclusivamente a las unas o a las otras, se establecen sordos y enér- gicos conflictos, y no ya el comensalismo y la simbiosis los aproxi ma, sino el medio ruin y despreciable de la fuerza parasitaria. 26 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Ejemplo que evidencia lo que afirmamos es el Botrytis, que produ: ce la muerte al gusano de seda. No conformes los vegetales con asociar su vida a la de los in- sectos, quieren ampliar su sociedad aprisionando con fuertes lazos al incansable y poderoso propagador de numerosas especies vegeta- les: al hombre. La vida de éste, no cabe dudarlo, está en íntimo consorcio con la vida de las plantas; él las cultiva y extiende prodigiosamente su área de dispersión, y de ese cultivo y de esa propaganda obtiene frutos ópimos. Los vegetales, compensando tanto esfuerzo, tanta constancia, tanto beneficio, le resuelve el grave problema de la ali- mentación y junto a sus rignísimos frutos le ofrecen productos in- dustriales que habrán de enriquecerlo; y hacen algo más grands aún, suavizan sus costumbres, dulcifican su carácter y lo hacen amante del trabajo; porque el hombre, en contacto con las sumisas y silenciosas flores, se hace prudente y hospitalario; porque al re- coger con creces los productos de su labor, se hace pródigo y en- tusiasta; y porque al recibir sobre su rostro el baño incesante de los rayos del sol y el jugueteo de la brisa, levanta erguida su cabe- za, al igual que las flores sus corolas, para mirar hasta lo alto, y al descubrir la fuente omnipotente, origen supremo de tanto bien, se identifica con ella y se hace bueno y se hace puro, y de aquí que e! hombre campesino muestre tan excelentes condiciones de carácter. Es que siquiera en algunos momentos de su vida levanta su espí- ritu, y al meditar sobre esos misterios infinitos, se desliga de las ruines pasiones de los hombres, y poniéndose en contacto con esas grandezas aspira a ser digno de ellas; se siente entonces incapaz de una mala acción y no acierta a explicarse cómo seres inteligentes pueden despedazarse unos a otros por rencores y por ambiciones. ¡Qué superiores son estas consideraciones a las estrechas preo- cupaciones a las cuales sacrificamos casi todos los momentos de nuestra vida! ASOCIACIONES ZOOLÓGICAS. La vida en sociedad permite a los más débiles insectos, aves y mamíferos, resistir a los encarnizados ataques de las aves de rapiña y de las fieras carniceras. La asociación, como afirma Kropotkine, es el auxiliar más po- tente en la lucha por la vida. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. [8%] a] Analizando los individuos más sencillos en organización, los protozoarios, encontramos el caso de la opalina, asociada parasita- riamente al intestino de la rana, realizando así los fines de su vida. Los pólipos constituyen verdaderas colonias, y están sus indi- viduos tan íntimamente asociados, que conforman una especie de tallo muy ramificado como se presenta en la Bougainmillea. El Zoothamintum es también una familia en la cual el sistema muscular es común a todos los individuos. Ascendiendo en la escala encontramos otras agrupaciones que nos son familiares y que podemos designar con las denominaciones respectivas de bandos, rebaños y manadas. Desde los primeros momentos en que aparecieron animales so- bre la faz de la tierra, les fué necesario un apoyo mutuo como úni- eo medio de subsistir en la lucha por la obtención del alimento y de resistir a los rigores del clima. No importaba que fuesen ani- males formidables, poderosamente constituídos: nada suponían las enormes proporciones de sus cuerpos, de sus cuernos o de sus ga- rras: era evidente que si no se agrupaban, sucumbirían vencidos por los inevitables resultados de su terco aislamiento. Y así sucedió en efecto: especies variadas de animales formida- bles sucumbieron porque no pudieron supervivir en su soledad. ¿Qué se ha hecho, si no, de aquellos animales prehistóricos? ¿Dónde están los gigantes mammuts y los formidables mastodon- tes? ¿Y en qué guarida se refugian aquellos gigantescos perezosos, aquellos dinocerátidos y aquellos camellos y lagartos ? No existen ya estos temibles animales; a ninguno le estaba re- servada prolongada existencia, y en la época diluviana desapare- cieron. Ahora bien, todos estos animales eran dañinos y a los animales dañinos gusta vagar solitarios. ¿No podremos, pues, deducir de esta afirmación que desaparecieron, precisamente, por ese estado de so- ledad en que vivían ? Cierto es que pudiera objetársenos que existen también hoy poderosos animales, como los carnívoros, que son singularmente insociables y feroces; pero no es posible establecer paralelo en- tre las sociedades prehistóricas y las sociedades actuales. En aqué- llas, los hombres, desprovistos de todos los medios de supervivencia, necesitando unir todos sus esfuerzos en las pesquisas de alimentos y de otros útiles para la vida, y encontrándolos muchas veces, pre- 28 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. cisamente en esos animales, los hacían blanco constante de sus ata- ques, y, aislados como estaban éstos, no podían ofrecer resistencia a tan furiosas persecuciones. Pero de entonces acá, el desenvolvimiento incesante y progresi- vo de la humanidad, el maravilloso desarrollo de la agricultura, y de la industria, y la multiplicación de todas las especies animales y vegetales, ofrece al hombre pródigos medios de subsistencia y amplio campo de ocupaciones, no teniendo necesidad alguna de penetrar en las selvas oscuras y en los bosques vírgenes, para ex- poner una vida que tienen asegurada, a merced de los animales fe- roces que se le presenten, no ya aislados, sino en grupos más o menos compactos, como si hubiesen comprendido también la ven- taja insuperable que la asociación les ofrece. Prueba de ellos nos dan la vasta meseta del Asia Central, donde existen: grandes ma- nadas de caballos, de asnos y camellos, las estepas y regiones alpi- nas de Europa y las montañas del Nuevo Mundo, moradas de ma- nadas de ciervos, de gacelas, de gamos y de cabras. Animales formidables y poderosamente armados desaparecie- ron, mientras subsistieron y subsisten insectos pegueñísimos, que aunaron siempre sus esfuerzos, asegurando la vida colectiva, y co- mo consecuencia, la vida individual, puesto que permitieron su- pervivir a una hormiga, donde no pudo mantenerse un mastodonte. ¡ Las hormigas! Las hormigas y las abejas ¡qué maravillosos ejem- plos de la vida social ! ““El color denuncia a las hormigas—dice Kropotkine.—No tie- nen los medios protectores que son imprescindibles a los animales aislados; su aguijón no es nada formidable; sus huevos y sus lar- vas son muy buscadas por muchos habitantes del bosque y, sin em- bargo, las hormigas no son destruídas por las aves, ni siquiera por los hormigueros, que son considerados como insectos de los mas VI2SOTrOSOS. ““Dos hormigas pertenecientes al mismo hormiguero se acercan, hacen con sus antenas ciertos movimientos, y si aleuna de ellas tie- ne hambre o sed, le pide alimento a la otra. ““Así solicitada, la hormiga no se nieva nunca, separa sus man- díbulas y se desprende de una gota de un fluido transparente, que engulle en seguida la hormiga hambrienta. ““Las hormigas han repudiado la guerra y no obstante, viven de un modo admirable. Sus maravillosas habitaciones, sus construecio- A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 29 nes, sus caminos enlosados y sus galerías arqueadas debajo del sue- lo; sus salas y sus graneros espaciosos; sus campos de trigo, sus cosechas, sus métodos racionales para cuidar los huevos y las larvas, su valor, su atrevimiento y su elevada inteligencia, todo esto es resultado natural del apoyo mutuo que practican en todos los gra- dos de sus vidas activas y laboriosas.??” ¿Y qué podremos decir de las abejas? Viven en una admirable sociedad; forman especies de naciones que se llaman enjambres o colmenas; cada enjambre es como un pueblo o estado en el que ca- da uno tiene sus obligaciones y las cumple de una manera admira- ble. Las abejas nos asombran y nos admiran por su actividad, por sus costumbres sociales, por sus aptitudes industriales que nos dan ejemplos dienos de imitación. Es una agrupación entendida y laboriosa; reunidas a milla- res, comprendiendo las inmensas ventajas de la asociación, cons- truyen el panal enorme que ofrecerán después a los hombres, acaso menos laboriosos y menos sociables que ellas. leual defensa encuentran en la vida social las grullas, los pa- pagayos y otras numerosas especies. Y al hablar de animales socia- les, no es posible dejar de mencionar a los monos, en los cuales el auxilio mutuo aleanza su más alto desenvolvimiento en la vida animal. ““Ante los testimonios de aleunos naturalistas, hay que recono- cer la piadosa cooperación, la asistencia mutua, y la abnegación heroica de que dan admirable ejemplo las sociedades simias.?” Pero nada resulta más curioso, que las asociaciones que estable- cen algunas especies animales para efectuar sus emigraciones. Los navegantes han hallado numerosas colonias de aves bajo el polo antártico y en las costas de Nueva Zelanda, así como también las hay a millares desde el Golfo de San Lorenzo hasta la extre- midad del Golfo de la Florida. Las aves marítimas también han escogido sus puntos de cita, generalmente un escollo en medio de las olas, donde parecen deli- berar en común los asuntos concernientes a su república. Los anfibios y reptiles, también establecen sociedades; aleunos calmanes de la Florida se reunen y embesean en ciertas épocas del año para atacar a los viajeros que deben llevar por el Océano, e igualmente curiosas son las emigraciones anuales de los peces que vienen desde el Polo a las benignas latitudes de nuestros climas. 30 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Si de las asociaciones domésticas pasamos a la organización en sociedades, veremos a unas especies prestar su concurso a otras vecinas. Darwin ha observado, cómo las hamadryas unidas pueden levantar piedras para buscar insectos, repartiéndose todas igual- mente el botín: y el viajero M. Blyth le afirmó haber presenciado el caso de varios cuervos unidos que alimentaban a dos o tres com- pañeros suyos que estaban ciegos. Según opinión de Augusto Com- te, ““la aspiración a la vida social es un deseo de toda vida orgáni- ca, deseo fracasado el mayor número de veces, cuando no está ser- vido por las condiciones necesarias de bondad y espíritu de unión y sacrificio; pero siempre renaciente de un extremo a otro de la escala animal hasta que al fin se realiza por completo en nosotros””. Claro está que esa sociabilidad sólo la advertimos superficial- mente en las especies que no son la nuestra, pero si queremos con- vencernos de ella, acudamos a las praderas, donde se reunen a millares las abejas y las mariposas; a los charcos en donde pulu- lan los insectos; a los sitios determinados donde los peces se reunen para comer; a los lagos frecuentados por las aves acuáticas, y a los bosques donde docenas de variados pájaros cantores, mezclan sus trinos armoniosos al suave murmullo de las hojas mecidas por la brisa. De todo lo expuesto podemos deducir que la lucha recíproca no es sólo la ley de evolución de la Naturaleza, sino que más im portante y progresiva es la ley de la ““ayuda recíproca””. En el desenvolvimiento pleno de muestro trabajo, veremos cómo instintivamente, obedientes a esa Ley suprema, no ya las plantas, los animales, ni los hombres, sino los propios niños, determinados por causas que analizaremos, se agrupan también en sociedades más o menos extensas que presentan diversas manifestaciones, pero que tienden siempre a satisfacer una aspiración común a la colecti- vidad. ESTUDIO DEL NIÑO DESDE EL PUNTO DE VISTA SOCIAL Y PSICOLÓGICO. Una aclaración acerca del instinto. En el desenvolvimiento de mi tesis, el término instinto ha de aparecer tan frecuente y necesariamente, que creo conveniente es- bozar siquiera aleunas ideas preliminares acerca del vigoroso con- cepto que encierra una expresión tan vaga, tan abstracta y tan im- precisa. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 31 Y esa ligera explicación es tanto más necesaria, cuanto que el asunto escogido para el desarrollo de este trabajo se refiere preci- samente a la manifestación instintiva básica de la vida orgánica, al instinto social, apoyo supremo de la conservación y propagación de las especies y origen potencial de la solidaridad universal. La vida se manifiesta por movimientos, los cuales, en los prime- ros años y en muchos casos después, tienen un carácter involunta- rio y caen plenamente dentro del absoluto automatismo. Tales son, por ejemplo, los que se realizan en el interior del organismo. Este responde siempre a las excitaciones, pero esta respuesta en múlti- ples casos es parcial, es decir, el organismo entero no actúa sino só- lo aquella parte que ha sido estimulada (ejemplo, la contracción del ojo cuando se toca el párpado). Tales movimientos realizados en la defensa limitada del orga- nismo, pueden ser propiamente denominados movimientos reflejos, los cuales, combinados naturalmente, producen los ¿mstintos. De donde podemos inferir, que la suma de las respuestas orgánicas par- ciales produce, como consecuencia inmediata, la reacción de todo el organismo, reacción o suma que constituye el ¿nstinto (trasar el ali- mento, correr para evitar el peligro). De esta conclusión deducimos que la diferencia entre éste y el reflejo estriba en dos modalidades muy tenues: 1*—Los movimientos instintivos son una respuesta del conjunto o de una parte considerable del organismo. 22—Los movimientos instintivos reportan utilidad a todo el cuer- po. Entre los instintos y la estructura física hay una perfecta co- rrespondencia: los gatos no han intentado nunca nadar ni vo- lar, ete. Y en los casos en que no se advierte armonía en la conformación externa de dos organismos iguales con relación a sus respectivos instintos, es porque seguramente las diferencias se encuentran en la anatomía interna, probablemente en el sistema nervioso. Los instintos tienen un carácter esencialmente mecánico y, se- eún parecen comprobar estudios psicológicos, se encuentran com- pletamente desligados de la conciencia, como lo demuestran los ex- perimentos hechos por Jeuniz y Loeb sobre distintos animales. La conciencia sólo parece proyectar su luz cuando hay que es- coger entre varias respuestas; pero cuando la reacción es absoluta- mente instintiva, es ciega. ¿Son útiles o perjudiciales los instintos ? ty Revista de la Facultad de Letras y Ciencras, Cc» La respuesta lógicamente se deduce. Son útiles en cuanto tien- den a la adaptación de la acción al medio, a la conservación del in- dividuo y a la producción de descendientes. Y son perjudiciales en aleunos casos determinados, siendo así que no encuentren refugio en las irrediaciones luminosas de la conciencia. Los instintos de los niños, particularmente, se muestran casi tan independientes como pueden estarlo los individuos dentro de una colectividad social. En la edad infantil cada manifestación instintiva promueve la satisfacción de un interés, pero luego la imitación y la experiencia, regulando el desenvolvimiento de esos instintos, encauza su con- duecta y lo dispone así para el adiestramiento moral. No ha sido nuestro intento dedicar un estudio profundo a lo que es el instinto, que por sí solo aporta material suficiente para el des- envolvimiento de una tesis: nuestro único objeto ha consistido, se- eún indicamos al prireipio, en aclarar aleo el sentido de ese con- cepto que nos ha de conducir, como de la mano, al campo de nues- tras Investigaciones infantiles. Quiero, no obstante, exponer las múltiples e interesantes mani- festaciones instintivas, presenténdolas en conjunto en el siguiente cuadro conforme a la clasificación hecha por Kirkpatrick y en el que podremos observar los lugares respectivos que ocupan los ins- tintos paternales, propiamente dichos, los instintos sociales y aleu- nos otros que, aunque clasificados entre los de adaptación tienen no obstante también un carácter marcadamente social. INSTINTOS Clasificación. nutrición Individualistas o de propia conservación 7 miedo lucha . Instinto paternal ( eresarismo I . r a simpatia S 1 1 . . . . . . . . . . . .. aire 3 amor de aprobación l altruísmo (¡imitación qO juezo IAS PRACIÓN 0 pidio al prole MAS e 2 ds p y curiosidad l (atención e interés) NDA A A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 33 Reguladores ¡ instintos morales instintos religiosos ( coleccionador | constructivo MENOS IMSTILOS> a e de a OBtetICO | emigratorio L rítmico AFINIDAD SOCIAL Instinto social, o como lo llama Waxeweiler, afinidad social, es la tendencia del hombre a buscar la presencia de sus semejantes. La primera gran asocizción que se establece en el espíritu del niño es, afirma Baldwin, una sistematización de los movimientos productores del dolor y del placer: su primera noción correspon- diente a cualquier personalidad es una percepción de movimientos, puesto que su atención se dirige hacia los movimientos incesantes que a su alrededor se verifican. Más tarde, con el desenvolvimiento de su atención y su memo- ria, diferencia las personalidades que constituyen el círculo donde se desenvuelven, sentimiento de personalidad que se manifiesta muy vagamente. Aloeún tiempo después, el niño ha sumado experiencias que le han demostrado cuáles son los casos en que un rostro se muestra son- riente o airado, llexando al fin a establecer una perfecta asociación entre la expresión de las fisonomías y la disposición que toman, con respecto a él, los miembros del círeulo en que se desenvuelve; y así aprende a adaptarse al caso que le resulta más conveniente, a aquél que le trae caricias y golosinas, y con un carácter esencialmente egoísta, el niño se hace amable y sonriente, porque sabe la corres- pondencia que han de tener estas manifestaciones sociales. No obstante este carácter sociable, el niño revela desde los pri- meros momentos los sentimientos egoístas y personales que caracte- rizan a la infancia; tiende a aislarse, a separarse de las nutridas agrupaciones de otros niños, y de aquí que en la primera parte de su infancia se muestre absolutamente individualista; no gusta com- partir sus dulces y sus juguetes con los otros niños y por eso pre- fiere muchas veces la compañía de los objetos inanimados, o cuando más extiende sus sociedades a tres o cuatro niños. No necesitamos apelar a las observaciones de Boeek y otros in- vestigadores, puesto que la propia experiencia nos aporta un cau- 341 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. dal de datos. En nuestros hogares, en la escuela, entre niños pe- queños, observamos a diario ese individualismo manifiesto en la edad infantil, en el cincuenta por ciento de los casos; ésto refi- riéndonos a casos normales que en los anormales, esa tendencia al egocentrismo está aún más exteriorizada. Este exagerado egoísmo no debe irritar a los padres y educado- res, aunque sí tienen el deber de encauzarlo para contribuir al des- envolvimiento moral. Es el único instinto siempre útil en la infancia indefensa y sien- do casi su única fuente de accción tiene forzosamente que refugiar- se en ella. Los instintos individualistas encuentran su más amplia demos- tración en el instinto de conservación, el más antiguo y el más útil para la conservación de las especies, tan enérgico y tan intenso, que son excepcionales las personas sanas que llegan al suicidio. En todas las fases de la vida del sujeto, los instintos individua- listas conservarán su predominio, aún cuando haya alcanzado el hombre, el más alto grado del desenvolvimiento moral. Observemos, si no, el espíritu que inspira todas las cooperacio- nes y comunidades existentes; los ensayos que se han hecho para oponerse absolutamente a la omnipotencia de ese individualismo, han fracasado por completo; en cambio las instituciones que han respetado siempre ese germen individual, han culminado en el más completo éxito. Siendo esto así, no debe sorprendernos la potencia con que se irradia en el niño, haciéndolo, según la expresión de Kirkpatrick ““un espontáneo e insistente mendigo?”. Según se va desenvolviendo su vida, los sentimientos egoístas, ciegos al principio, tienen una acción menos directa en el segundo y tercer año, compenetrándose ya con los sentimientos de los de- más seres; en el cuarto y quinto año su conciencia, que ya ha alcan- zado bastante plenitud, advierte los resultados favorables o desfa- vorables de las acciones, y al comprender que la actuación benefi- ciosa para otros, no lo será igualmente para él, vuelve a dar predo- minio a la tendencia individualista, porque ha aprendido a valorar las cosas en proporción al placer que pueden producirle. Las sempiternas frases expresadas por los niños: ““¿para qué son buenas?”” ““¿para qué sirve ésto?””, no son más que disimula- das cubiertas de la elocuencia de estas otras: *“¿qué beneficios pue do yo obtener de ésto ?”” A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 35 Pero ese amor intenso al propio yo va desapareciendo lentamen- te en el transcurso de los años, sintiéndose el sujeto atraído por los demás seres, por sus propias familiares primero y por individuos extraños después, ya que el sentimiento social es la prolongación del sentimiento familiar. Este instinto social-se manifiesta por estas cuatro tendencias: gregarismo . . . . . . . Tendencia a buscar la compañía de los demás. simpatíd. . ... . . . . Tendencia a sentir como los demás. amor de aprobación. . . Deseo de agradar. altruismo . ... . . . . Acciones beneficiosas a los demás. Estas distintas manifestaciones del sentimiento social merecen ser estudiadas detenidamente, lo cual haremos, no precisamente en un capítulo determinado, sino con la oportunidad que nos ofrezca la explanación de nuestro trabajo. Sólo diremos algo ahora con respecto a la primera fase, grega- rismo. Tiene su imperio en la juventud y su origen en la situación indefensa en que se encuentra el niño, el cual busca y se adapta es- pontáneamente a las agrupaciones de otros camaradas, encontran- do en ellas su más pródisga fuente de desenvolvimiento moral; esto es perfectamente comprensible si se tiene en cuenta que los niños se influyen recíprocamente, como lo atestiguan los estudios, paido- lóvicos y la propia experiencia. Esta verdad debiera servir de en- señanza a muchos padres de familias que creen ver en esas relacio- nes infantiles orígenes perniciosos para sus hijos, retrayéndolos de ellas eserupulosamente, porque, en su ignorancia, desconocen que contrarrestan una ley ineludible de la Naturaleza. Los niños se completan con los otros niños, y los padres teme- rosos debieran cirecunseribir esa intranquilidad infundada, redu- ciéndola a una vigilancia continua y eficaz sobre las sociedades a que sus hijos pertenecen, vigilancia que será profundamente disi- mulada, porque el niño, aunque niño, siente las torturas de la des- confianza, origen deseraciado, las más de las veces, de una prema- tura degradación moral. 36 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, CÓMO EVOLUCIONA EL SENTIMIENTO DE SIMPATÍA Consejos prácticos que de ella se derivan para los padres y educadores. El niño desde la primera etapa de su vida manifiesta sentimien- tos de simpatía hacia los seres que lo rodean, puesto que corres- ponde a las caricias y expresiones de satisfacción y contento: muestra su gozo cuando se hallan presentes aquellos que están en más íntimo contacto con él y expresa su desagrado si se le aproxi- man rostros desconocidos. Pero la simpatía verdadera, la simpatía real, como afirma Kirk- patrick, no aparece en el niño hasta que éste no es capaz de re- presentarse conscientemente los sentimientos de los demás como idénticos a los suyos. Cuando llega a cerciorarse de que sus dolores y sus torturas son análogos a los que abruman de igual modo a los demás seres; cuan- do advierte que las lágrimas que corren por las mejillas de sus ca- maradas son producidas por causas similares a las que originan las ardientes que bañan las suyas; cuando establece paralelos entre sus dolores y alegrías las penes y goces de los otros, entonces es cuando hermana sus sentimientos con los de los demás, se precipita en brazos de la amistad y de la simpatía y arrastrado por su pro- fundo sentimentalismo, se identifica de tal modo con todas las co- sas, que cree interpretar también sentimientos análogos hasta en los objetos inanimados, y de aquí su llanto por la ruptura de su caballito de cartón o por la soledad de su soldado de plomo, por el maltrato que en su presencia recibiera un árbol o por la vida solita- ria de algunas hierbecillas en el campo. Esta es la época en que el niño, simpatizando con el mundo que le rodea, estrecha en un amoroso abrazo a la madre Naturaleza. En el transcurso de su vida, a medida que va aumentando u experiencia, va notando de un modo preciso la distancia que hay entre su propio yo y el de los demás, y entonces, por circunstan- cias en apariencia inexplicables, vuelve a tomar su predominio el esoÍsmo. Es que cree necesario replegarse sobre el propio yo para su mejor defensa y no poseyendo aún profunda experiencia ni sufi- ciente imaginación reproductora para representarse los pesares ajenos, permanece sordo e indiferente ante los ayes de dolor y las Á. Osuna: Los instintos sociales, etc. 37 lágrimas de angustia, y replegado en la limitada concha de su duro egoísmo, cree hallar su más segura y eficaz defensa. Es este el momento oportuno en que padres y maestros deben ejercer sobre el alma infantil su poderosa influencia para encau- zar ese egoísmo, mediante una educación consciente y armónica, poniendo al niño en íntimo contacto con las clases más pobres y humildes, mostrándole el lazo fraternal que nos une, lazo de amor que rompe las barreras de separación entre los pobres y los ricos, entre las naciones y las razas. Cultivemos el intelecto, el sentimiento y la voluntad en esa etapa de la existencia infantil, mostrando al niño un punto ideal en el sendero de su vida, que como estrella luminosa atraiga todas sus miradas, pero mostrándole al mismo tiempo que sólo logrará su adquisición mediante la elevación y perfeccionamiento de su conducta. Aprovechemos estos momentos propicios en que tan plásticos se revelan su corazón y su inteligencia; eduquémoslo con amor y con fe, desenvolviendo armónicamente sus facultades, y entonces el paso de la evolución en el sentimiento de simpatía será rápido y manifiesto, y nuevamente el egoísmo mezquino cederá su puesto a una simpatía menos interesada, siendo entonces más frecuentes y más íntimas sus relaciones simpáticas con sus camaradas, re- laciones amistosas que tendrán un carácter momentáneo, porque carece aún el niño de esa fortaleza intelectual, imprescindible para las amistades duraderas y fuertes. Es esta la época del entusiasmo y de las decepciones, de la vehemencia y de la variabilidad. El niño adquiere un amigo íntimo en quien deposita su con- fianza, su cariño y su felicidad, porque vislumbra en esa amistad una solidez que la hará subsistir más allá de la muerte. Un día, una hora, acaso unos minutos después, un móvil cual- quiera interesado levanta su egoísmo adormecido; se suscita una riña sorda o manifiesta, y el amigo aquél, objeto ha un momento de su predilección, queda relegado a las regiones del olvido; y al instante, momentáneamente, surge floreciente otra nueva amistad que será objeto de los mismos agasajos, de la misma confianza y del mismo olvido. Es que el sentimiento simpático no ha alcanzado aún su más alto grado de evolución. Aún se encuentran en íntima conexión la generosidad y el egoísmo. 38 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Es preciso laborar mucho más sobre la inteligencia del niño; imponerle hábitos morigerados de conducta e inculcarle el deseo de imitar los más nobles modelos. Prácticas altruístas, narraciones históricas escogidas, cuentos y leyendas, láminas apropiadas, ataques continuos y disimulados al egoísmo y a la inconstancia y, especialmente, la vida en común en la escuela, asociada a la cultura escolar y, en una palabra, todos aquellos medios que ejerzan su benéfica acción en el mundo del sentimiento, son talismanes prodigiosos que puede utilizar el maes- tro para hacer triunfar en el corazón de sus alumnos el altruísmo y la caridad, grados culminantes en la evolución del sentimiento de simpatía. Aleanzado este grado súmmum de progreso, el niño se preocu- pa por el bienestar de la colectividad. Es la época de la idealidad y del entusiasmo; de grandes proyectos y despiertas ambiciones para realizarlas en el porvenir, en favor de la nación o de la hu- manidad; la satisfacción de estos sueños dorados en los cuales se mezcla la filantropía con la muerte, subyugan intensamente el corazón inexperto del entusiasta adolescente. En los “bandos para el juego, en las sociedades infantiles y en la formación de partidas en las calles, se desenvuelve plenamen- te el imstinto social con la adaptación al interés colectivo, y a las leyes que rigen la comunidad. La ampliación lenta, pero incesante del grupo social conduce a la filantropía y culmina en el sentimiento supremo de la frater- nidad humana. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 39 MEDIOS DE QUE PUEDE DISPONER EL MAESTRO PARA CULTIVAR LAS TEN- DENCIAS MANIFIESTAS DE LOS INSTINTOS SOCIALES EN LA EDAD INFANTIL. Sugestibilidad.—Amor de aprobación. —Coeducación.—Juegos.— Imitación. —Ciudades Escolares. SUGESTIBILIDAD. La vida sccial no es más, por decir- lo así, que una balanza de sugestiones superiores. GUYATU. La sugestibilidad es la mejor y la peor de las cosas. EsoPo. El niño es eminentemente sugestionable; he aquí el gran prin- cipio adquirido entre los concernientes a las manifestaciones de Ja sugestibilidad infantil. Conocer las leyes que rigen esa sugestibilidad es asunto de importancia capital para la pedagogía sociológica. Pero se trata de un problema no resuelto todavía, aun cuando sí planteado por pa- cientes investigadores como Binet y Rouma. Sus constantes y nu- merosas observaciones han comprobado que la sugestibilidad es el elemento más fuerte que favorece las relaciones sociales y que es el poderoso determinante de movimientos de generosidad y de altruis mo, así como también de numerosos delitos. De esta conclusión precisa el maestro ha de obtener importan- tísimas aplicaciones. Si grandes acciones altruistas e igualmente grandes delitos pueden tener un origen común en la sugestibilidad ¿qué hará el maestro con respecto a ella? ¿Deberá favorecerla o atacarla ? Creemos que lo primero, puesto que en contraposición a esos ciegos y deplorables movimientos, presentamos aquellos otros, más grandes aún, que han sido conducidos por los elevados ideales de la libertad y la justicia. La sugestibilidad no debe ser reducida, pero sí dirigida y en- cauzada, para lo cual es conveniente la aplicación de ciertas reglas pedagógicas basadas en la enseñanza moral. El ejemplo es un estímulo de una fuerza incontrastable, porque 40 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. siendo los niños, según hemos afirmado, eminentemente sugestio- nables, tienden a copiar los modelos que comúnmente desfilan ante ellos, modelos que se encuentran casi siempre en el seno de la mis- ma familia. Tan clara y evidente es esta afirmación, que surgen espontánea- mente en nuestra conciencia multiplicados hechos que la comprue- ban. No menos eficaz que el ejemplo, es la confianza plena en el alumno. Tengo, como maestra, experiencia de que nada asegura más el éxito en las relaciones con los niños, que mostrarles que se confía plenamente en ellos. ““Al ladrón se hace fiel””, dice el vulgo, ocultando en este re- frán una elevada concepción del valor moral de la confianza, con- cepto que en una forma de expresión más elevada sintetiza Guyau en estas frases: “Basta con frecuencia decir o dejar creer a los niños, a los jóvenes, que se les supone ésta o la otra buena cualidad, para que se esfuercen en justificar esta opinión. Suponerles malos sentimien- tos es producir el resultado contrario.”” Ahora bien, como para obtener espléndida cosecha, es nece- 3ario, en primer lugar, la escrupulosa preparación del terreno que ha de laborarse, es necesario también, al enriquecer la inteligencia infantil, encontrarla perfectamente preparada, y de aquí que ten- gamos necesidad para la siembra de nuestras sugestiones, de jóve- nes bien equilibrados desde el punto de vista físico, ya que precisa- mente en los organismos enfermos es donde arralgan las malas su- gestiones. La lectura también es fuente enérgica de sugestión; padres y maestros debieran sacar partido de ella, pues precisamente de ahí arraiga en gran manera la situación peligrosa en que se halla eolo- cado el niño cubano. La viveza de imaginación que lo caracteriza es extraordinaria, y por ello es capaz de elevarse hasta las más altas e ideales situa- ciones, pero también de descender hasta las más degradantes y nocivas. Si en su afán de saciar esa necesidad psíquica, encuentra el niño pasto abundante en las buenas lecturas, como en un ““Cora- zón”” de Amicis, en leyendas morales, en narraciones históricas no- A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 41 bles y elevadas, podrá elevarse en alas de su rica fantasía hasta las cumbres del progreso. Pero, si en lugar de apagar su sed imaginativa en tan pródi- gas fuentes, acude a las malas lecturas, entonces los resultados se- rán, desgraciadamente, inversos. Y por regla general y fatal, esto es lo que ocurre. Artículos escandalosos, relaciones de crímenes y suicidios, re- latos de las aventuras de Nick-Cartes y de un Raffles, excitan de tal modo la curiosidad infantil y estimulan tan profundamente su interés, que ya es muy raro ver a un adolescente sin llevar bajo el brazo el folleto que acaso encierra toda su desventura y la perdición de la futura patria. ¿Y qué pudiéramos decir también a este respecto de los cines, como corruptores de la sociedad, ellos que moralmente constituídos pudieran ser quizás los medios más enérgicos de la solidaridad ? No oso abordar estos problemas, pero declaro que no pueden de- jar de preocuparme profundamente, como mujer, como ciudadana y como cubana. Tratemos de hacer lo que esté a nuestro alcance contrabalan- ceando esas influencias nocivas con las buenas publicaciones que es tén en pleno acuerdo con los intereses infantiles, fomentando Bi- bliotecas Escolares, ya que el Mecenas Carnegie tuvo la feliz idea de crearlas, por primera vez, en los Estados Unidos con excelentes re- sultados. Sería conveniente también, a imitación de las Escuelas Ame- ricanas, disponer de salas especiales para que los niños realicen sus lecturas. Inglaterra ha establecido también Bibliotecas y Salas espe- ciales. Bélgica comienza a secundar este movimiento, y nuestras es- cuelas, siempre interesadas en las nuevas orientaciones pedagógi- cas, fomentan ya también sus Bibliotecas Escolares. Es indispensable fundamentar la vida del niño sobre una base sólida de principios morales, pero para realizar esta preciosa con- solidación, hay que establecer una unidad de acción entre el medio y los educadores, aproximando la Os al hogar, asociando a pa- dres y maestros. ¿Ha sido realizado este proyecto? Nos consta que no pasa de ser un ideal, muy sugestivo, muy hermoso, pero hasta el presente, sin esbozo de realización. La aridez y dificultad en la solución de este interesante pro- 49 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, blema me separa por primera vez, en este humilde trabajo, de las ideas sustentadas por Rouma, con las cuales he comulgado hasta aquí en el desenvolvimiento de esta parte de mi tesis. Pero la opinión que sostiene con respecto al papel secundario que ocupa la religión como medio de una enseñanza moral vigorosa, me obliga a abandonar el camino, hasta ahora despejado, para acu- dir, no a las fuentes que me brindan otros autores, sino a mis ideas personales, muy pobres y muy vagas, pero al fin personales e in- formadas en mi propia experiencia. No pretendo hacer frente a las ideas de Rouma, de Guyau y otros moralistas autorizados, con las mías tan tenues y tan imprecisas; pero sí creo, con absoluto convencimiento, que en todos los casos la experiencia debe ser el po- deroso faro de información y el refugio seguro de todas las orien- ciones. ““Por donde quiera que profundi- cemos vamos a parar en la necesidad de una fuerte educación religiosa pa- ra formar hombres de hombres. ?” No lo digo yo, lo afirma don Pepe ,“el hombre angelical, el ca- ballero amable, el hombre que todos aman y enaltecen””: son pala- bras del sabio educador cubano, “Maestro de todas las Ciencias y Padre de todas las Virtudes.?”” Yo me siento arrastrada por las corrientes de las Ciencias, porque ereo con Luz que “las ciencias son ríos que nos llevan al mar insondable de la Divinidad ””. Si he de sostener un eriterio honrado en este humilde tra- bajo, no puedo hacer traición a mi sentir aceptando la opinión de los que sostienen que la enseñanza moral puede separarse en abso- luto de toda enseñanza religiosa. Porque si las tinieblas proceden de la falta del foco luminoso que produce la luz, pienso, que ente- nebrecidas se verán también todas las máqimas morales, una vez extinguido el faro supremo de la idealidad que las inspira. No niego que sea posible dar preceptos morales, fuera de toda tendencia religiosa, pero lo que sí afirmo con Ferri es que ““los sentimientos morales inspirados a la infancia, con el espee- táculo de la sanción moral y religiosa influyen en la conducta mucho más, que la idea de que la obediencia a estos principios nos produz- ca bienestar””. Un sistema religioso es un factor normal y esencial de toda so- A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 43 ciedad en su evolución, pero también estoy de perfecto acuerdo con el autor citado acerca de que “la enseñanza de la moral debe ser el verdadero objeto de la enseñanza religiosa”” No hay entusiasmo a todas las horas, y la historia interior del hombre tiene momentos eríticos en que nada es capaz de conmo- verlo. ¿Qué hará el alma en esos momentos de desencanto y desilusión, si no le es dable plegar sus alas y agitarse por otros horizontes más dilatados y más felices ? - Y esos raptos de escepticismo son los más frecuentes, porque el hombre, aun sepultado en el frío materialismo de su siglo, tiende siempre a mirar a lo Alto, al igual que la aguja imantada, bulli- ciosa e intranquila, busca siempre su Norte. No es posible satisfacer con preceptos dosmáticos las infinitas aspiraciones del corazón, porque ** el corazón—como decía Pascal — tiene razones que la razón no puede comprender”” “*No hay moral sin idea de Dios y de inmortalidad del alma”? dice el sabio maestro, y pienso que en la escuela deben enseñarse, si no los dogmas, ideas generales sobre la religión, como medio eficaz de obtener una manifestación más armoniosa de los instintos socia- les de los niños. De todos modos, al analizar la eficacia de la enseñanza moral en consorcio con la enseñanza religiosa, en las relaciones sociales y en la base de fraternidad que establecen, no puedo menos que exela- mar con Hare que ““el hombre sin religión es juguete de todas las circunstancias”? y de afirmar que: no se eivilizan los hombres, ni se fundan los imperios con los principios abstractos de la filosofía, sino mediante el establecimiento de la Religión. Siendo la sugestibilidad, como hemos visto, un factor tan po- deroso en las distintas manifestaciones de los instintos sociales en los mños, creo conveniente finalizar este capítulo exponiendo aleu- nos de los principios adquiridos por Binet y Rouma, concernientes a la sugestibilidad en los niños. Jer. principio ——La sugestibilidad es general en los niños. Es más o menos fuerte según los sujetos. 20 a El grado de sugestibilidad disminuye con la edad. 39 E La sugestibilidad es favorecida cuando se ejerce sobre nociones que el sujeto no posee de una ma- nera precisa. 44 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. 40 e La sugestibilidad aumenta en los grupos. 59 sl La forma de la pregunta hecha a los individuos puede influir fuertemente en su sugestibilidad. La sugestión mayor se produce cuendo se pre- senta una inexactitud como una verdad admitida y se discute sobre un hecho que se deriva de ella. 6+ E La gran sugestibilidad de los sujetos relativamente mayores es una presunción de debilidad intelec- tual, de debilidad de voluntad. 7o E La sugestibilidad está favorecida por la debilidad física. 89 pe La sugestibilidad es más fuerte en las niñas que en los niños. AMOR DE APROBACIÓN, Influjo del grupo sobre la actividad intelectual de los mños. El niño, al igual que el hombre, está dotado de cierta sensibi- lidad emocional que lo hace ser afectado por la presentación y re- presentación de sus semejantes, de euya sensibilidad emocional s2 derivan las causas psicológicas que determinan la afinidad socia! entre los niños, pudiendo señalarse como la más importante, el amor de aprobación, o sea el deseo de agradar a los demás. De nuestra experiencia diaria, adquirida en la escuela y en nuestros propios hogares, recogemos preciosos e interesantes datos, que confirman lo que hemos dicho, perfectamente comprensible, si se tiene en cuenta la sensibilidad manifiesta del niño al elogio o la censura. Actos de heroicidad y de altruísmo y acciones reprochables y ruines, encuentran en su origen el sentimiento de aprobación. En mi presencia distintos alumnos han sacrificado el centavo destinado a su merienda, para cederlo con aparente desinterés a un menesteroso, sólo porque sabían que eran observados y elogia- dos después por su conducta. Y en otros casos han contestado a la agresión de un compañert, por no exponerse a las burlas y censuras de los otros niños que in- tegraban el grupo. Este sentimiento de aprobación no presenta el mismo carácter en las distintas fases de la edad infantil: en la adolescencia alcanza su mayor grado de desarrollo. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 45 El niño pequeño demuestra preocuparse muy poco por la opl- nión que sus actos suscitan entre sus amigos; en cambio, le interesa conocer las demostraciones de aprobación o desaprobación mani- fiestas en el rostro del padre o del maestro. Este conocimiento psicológico me fué en extremo útil en mls relaciones con los niños, mientras acudieron a mi aula alumnos pe- queños. Cuando me satisfacía con su conducta y aplicación, mos- trábales con alguna exageración la aprobación que les dispensaba, refiriéndoles cuentos e historietas, revelándoles alegremente el lazo fraternal que nos unía y haciendo que cotejaran su conducta con la de otros niños “imaginarios”? desobedientes y desaplicados. Y en casos más extremos, cuando veía que alguno intentaba responder a una agresión, para disuadirle de su intento me era suficiente afir- marle que él era en ese momento preferido por mí porque no ven- gaba las ofensas, y al instante, como por arte mágico, la sonrisa sucedía a las lágrimas, y en la ciega confianza en mi cariño sepul- taba la imagen del agresor. Y no se me areuya que este sistema es una mera utopia; yo atestiguo con mi experiencia de maestra, que es eficaz y realizable si está favorecido por la paciencia y la constancia. Pero este sistema disciplinario me resulta mucho menos eficaz ahora que tengo a mi cargo niños de mayor edad. Este efecto opuesto es perfectamente explicable para el psicó- logo, que sabe que en la adolescencia preocupa, más aún que la opi- nión de los superiores, la de los otros camaradas. No importa el gesto de aprobación o desaprobación del maestro, si la acción realizada ha encontrado un eco contrario en la agru- pación. Tengo un alumno de la raza de color, de un carácter extrema- damente vivo, y las más de las veces insoportable, pero de una vi- vacidad atrayente y simpática. Su afán es divertir a los compañeros con sus chanzas y con su algazara. Cuando realiza alguna acción reprochable, lo hago llegar hasta mí y presta atención a mis repren- siones y consejos con sinceras muestras de arrepentimiento; pero, instantáneamente, vuelve el rostro hacia sus amigos, y al hallar en ellos muestras de la aprobación que siempre le dispensan, parece como movido por un resorte, y saltando y danzando vuelve a su puesto, estimulado para proseenir sus habituales majaderías, hasta que me veo obligada a separarlo del aula. En otros casos, niños finos y de hábitos morigerados fingen 46 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, una conducta opuesta para poder adaptarse a un grupo determi- nado. Ocupando, pues, en esta fase de la vida infantil, un segundo plano la autoridad del maestro, fácil es comprender las dificultades que encuentra en la disciplina escolar. Los medios más útiles en estas cireunstancias son distintos ex- citantes morales y sociales, la emulación, el espíritu de competen: cia, la rivalidad, el deseo de sobrepujar, etc. Un aspecto interesante del amor de aprobación se revela en el egotismo, o sea en la exhibición de sí mismo. Esa tendencia al egotismo se manifiesta, según Stanley Hall y Th. Smith, por estos cuatro medios: (a) —actos musculares. (b) —conciencia del vestido. (e) —afectaciones en los modales. (d) —afectaciones en el lenguaje. Como el maestro debe procurar sacar partido de todos aquellos conocimientos que la Pedagogía le suministra, permítaseme que m3 sea dable en este trabajo exponer cuantos resultados útiles he po- dido alcanzar de este conocimiento sobre el esotismo, en mi expe- riencia de maestra, ya que no puedo hablar de las experiencias de los demás. De esa manifestación de la exhibición de sí mediante actos musculares, he podido obtener excelentes efeetos, especialmente en la clase de ealistenia. Cuando observo la mala posición tomada por los alumnos, la poca flexibilidad que dan a los miembros y la de- bilidad que muestran en sus movimientos, no tengo más que ar- ticular éstas, o algunas otras frases semejantes: ““¡Oh! qué bien colocados están hoy; si parecen filas de soldados”” ““¡ Con qué igual- dad realizan hoy los ejercicios!”” “¡Qué hombres más fuertes va a tener Cuba!” ““¡ Y tú, pareces hoy el maestro de Calistenia!”” (Di- riciéndome al más incapaz.) Simultáneamente, como movidos por un resorte, aquellos trein ta o cuarenta niños se asemejan en realidad a las filas disciplinadas de un ejército. En lo que se refiere a la manifestación del egotismo por medio de lo que Hall y Smith llaman, *“conciencia del vestido””, he po- dido alcanzar la misma aplicación en otros casos, como para obtener, por ejemplo, que los niños se presentasen limpios en el aula. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 47 Y en cuanto a las “afectaciones en el lenguaje y en los moda- les””, un caudal de riquísimas aplicaciones pedagógicas puede ha- llar el maestro. Yo trato cuanto puedo de explotar en mi aula esa exhibición de sí mediante esa afectación en el lenguaje y los modales, lanzando en todos los casos que la oportunidad me ofrece, frases como éstas: “Ustedes son unos niños muy finos y educados; jamás inte- rrumpen una conversación, ni pasan por delante de las personas mayores, ni gritan para hablar; ¡qué distintos a esos chiquillos mal criados que vagan por las calles!...?”? O estas otras: ““¡Oh, qué bien pronuncias ya esta palabra ““me levanto”?! (el niño había dicho alevanto). A ver, repítela””, ete., etc. Los efectos, afirmo, son maravillosos y conducen a resultados muy prácticos, pero requieren, como antes he dicho, paciencia y constancia por parte del maestro, y ya sabemos que éste, en los más de los casos, encuentra más facilidad en darle un grito al alumno o en someterlo a una penitencia. Hall y Smith no limitan sus pre- cisas observaciones hasta donde las hemos llevado, sino que hacen también interesantes investigaciones sobre el egotismo en niños y niñas, encontrando que en los primeros, en el 718% de los casos se refiere a la actividad física y en las segundas, en el 22%. Otra observación es que el fin que persiguen los niños es hacer admirar su propia actividad física, mientras que las niñas sólo la practican con el fin de llamar la atención sobre cualquier detalle. Qué resultados prácticos podemos obtener del conocimiento de la evolución de ese *“amor de aprobación”” fácil es deducirlo. Ese conocimiento nos induce a evitar en lo posible el aplauso del grupo, en los casos que no son oportunos, expresando a la clase, por ejemplo, que aquel niño actúa así porque es muy débil y en- fermizo, y que, lejos de celebrar sus incorrecciones, debemos compa- decerlo, ete. Otra aplicación muy importante de ese conocimiento del ego- tismo es que podemos tomarlo como base, según hemos visto, de un sistema disciplinario. Los dos psicólogos citados, a los que podemos unir los nombres de Meumann, Mager, Binet y otros muchos, en sus estudios pro- fundos e interesantes sobre ese influjo del grupo sobre la indivi- dualidad infantil, han encontrado preciosos datos para la Ciencia Pedagógica, revelándole la distinta personalidad que manifiesta el niño cuando trabaja aisladamente o en grupo. 48 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Todo lo que pudiéramos decir a este respecto será preferible condensarlo en los resultados obtenidos por las investigaciones de Mayer, referentes al tiempo empleado y a las faltas cometidas. RESULTADOS OBTENIDOS EN CUANTO AL TIEMPO EMPLEADO. ler. resultado—“*Si en condiciones normales se pide la ejecución de ciertos trabajos pronto y bien, los grupos los realizan más pronto que los niños aislados.”” 29 de “Las vacaciones son desfavorables a la duración del trabajo simultáneo, porque en el trabajo en común el grupo tiende a uniformar el tiempo, y las vaca- ciones reducen esa tendencia a la uniformidad.?”” 39 X ““Los resultados más favorables del trabajo simul- táneo se muestran en los ejercicios de memoria; en cambio es desfavorable a los ejercicios de combi nación.?” RESULTADOS OBTENIDOS EN CUANTO A LAS FALTAS COMETIDAS. ler. resultado—““Los trabajos realizados en erupo presentan mu- chas menos faltas que los realizados individualmen- te. Esto cuando se ha pedido que se hagan dichos trabajos pronto y bien o muy bien y lentamente. En este caso se nota una tendencia a la uniformiza- ción del número de faltas. Pero cuando se ha pedido rapidez, los trabajos simultáneos presentan más faltas que los indivi- duales. En este caso la tendencia a la uniformiza- ción queda suprimida en el cálculo escrito en com- binación y en el cálculo oral.?” bo ““El dictado y los ejereicios de memoria son parti- cularmente favorecidos por el trabajo en común.”” 90 En síntesis: podemos decir que el trabajo simultáneo da, por regla general, un resultado superior al individual, que ha favore- cido especialmente los ejercicios de dictado y de memoria y que tiende a la uniformidad en el trabajo. Pero el éxito mayor de las observaciones de Mayer, es la de- mostración que hace de que hay ciertos trebajos que hechos en co- mún dan excelentes resultados desde el punto de vista del valor escolar, pero no atendiendo a la formación social, porque si bien A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 49 es cierto que en todos los casos el trabajo simultáneo constituye un aguijón para el esfuerzo, es también evidente que esa tendencia a la uniformidad en la duración y calidad del trabajo hecho en común, esa adaptación forzosa del escolar al medio que se le erea, deforma su yo y ahoga su individualidad, capaz de producir por sí sola, en muchos casos, ventajas particularísimas. Es necesario, pues, dar libertad a los escolares, para que den- tro de la colectividad desenvuelvan espontánea e independiente mente su personalidad. La afirmación que hemos hecho, de acuerdo con los investiga- dores, del distinto carácter personal que muestra el niño trabajan- do aisladamente o en erupo, nos lleva'como de la mano a examinar, aun cuando brevemente, el interesantísimo problema de la coeduca- ción, sin euyo estudio dejaríamos incompleto este capítulo, por lo que decidimos dedicarle el siguiente. LA COEDUCACIÓN. Se trata de un asunto eminentemente importante por la íntima relación que guarda con las mamfestaciones de los ¿mstintos sociales en los niños. Pero nos encontramos, al mismo tiempo, en presencia de un problema tan complejo, que es necesario colocarse desde los distintos puntos de vista sociológico, higiénico, fisiológico, moral y pedagógico, para poder analizarlo. Antiguamente se resolvía, teniendo en cuenta la cuestión eco- nómica principalmente, y aun en nuestros tiempos sucede algo pa- recido, puesto que se acepta la coeducación en los distritos rurales, por el costo que reportaría al Estado el establecimiento de aulas separadas para cada sexo. Antes de considerar las influencias beneficiosas que la educa- ción en común reporta, es conveniente que analicemos las distintas opiniones sustentadas por los investigadores sobre el problema que nos ocupa. Los que se basan en consideraciones anatómicas se oponen a la coeducación, en estos términos: ““Si a mayor peso del cerebro corresponde mayor capacidad, y el cerebro del hombre pesa generalmente 1,400 eramos y el de la mujer 1,200, no es posible admitir que se suministre en un mismo tiempo igual cantidad de trabajo a dos capacidades distintas. ”” FistióLOGO.—Los que basan su oposición en un fundamento fisiológico, dicen: “El hombre tiene más cantidad de sangre y de 50 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. elóbulos rojos que la mujer, luego ha de tener el cerebro mejor irrigado y nutrido.?”” SocióLocos.—Los que miran el asunto desde un punto de vis- to social, dicen: “Que desempeñando en la vida funciones tan distintas el hombre y la mujer, no es posible que reciban una pre- paración uniforme””, y afianzan su argumento con la opinión de Meumann, el cual afirma que nunca ha existido la coeducación, sino la coinmstrucción, porque para realizar la primera sería necesaria crear internados para ambos sexos. PsicóLoGos.—Son también declarados opositores de la coedu- cación, porque advierten notables diferencias psicológicas en la mujer y en el hombre. La primera es más emotiva, más sugestio- nable, más dócil y tiene más memoria e intereses más variados. ARGUMENTO SANITARIO Y PEDAGÓGICO.—El primero demuestra que el trabajo de la escuela daña más a la mujer que al hombre. El segundo también se opone radicalmente a la coeducación, demostrando los inconvenientes que se derivan de ella:—**La edu- cación de un sexo no puede ser adaptada en modo alguno al sexo opuesto, y ni aun siquiera, los alumnos de un sexo deben ser edu- cados por maestros del sexo contrario. ?” MoORALISTAS.—Declaran ser abiertamente enemieos de la coedu- cación, haciéndola productora de toda clase de inmoralidades. Pero los partidarios de la coeducación se defienden admirable- mente. Expongamos sus interesantes refutaciones, ya que precisa- mente de ellas ha de surgir la luz que nos indique cuál es el argu- mento-fuerza. -* RESPUESTAS DADAS POR LOS PARTIDARIOS DE LA COEDUCACIÓN. A los anatomistas: Ciertamente el cerebro del hombre pesa más que el de la mujer, pero también la relación entre el peso del cuerpo de ésta y su cerebro, es mayor que en el hombre. A los fisiólogos: Entonces los campesinos debieran ser más inteligentes que las mujeres més cultas de la ciudad, y ya sabemos cuál es el límite intelectual, generalmente, de los hombres de campo. A los sociólogos: La coeducación, lejos de perjudicar los intereses socia- les, los favorece puesto que hay una influencia recíproca beneficiosa entre los niños; el varón dando a la niña su energía y tomando de ella su dulzura y su disciplina. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. ol Á los psicólogos: Si hemos de tener en cuenta esas características psicoló- gicas, tendríamos necesidad de establecer, no sólo institu- ciones para cada sexo, sino también para cada individuo, puesto que cada uno es una entidad psicológica distinta a las otras. Á los samitarios: El daño mayor que el trabajo escolar produce a la mu- Jer, puede tener por causa el desacuerdo que hay entre la Psicología y la organización escolar, lo cual es explica- ble, porque la educación de la mujer empezó mucho des- pués que la del hombre. A los pedagogos: A los moralistas: El sistema coeuducativo nunca ha originado inmorali- dades. QUE LUZ PROYECTAN ESTOS ARGUMENTOS Las diferencias anatómicas que se advierten en el hombre al lle- gar a la pubertad, no se manifiestan antes, por lo cual puede acep- tarse la coeducación hasta los once o doce años, después de cuya edad, debe establecerse entre ambos sexos una parcial separación. En 1913 se celebró un Congreso en Alemania, con el propósito de resolver este asunto, siendo diversas las opiniones que se emitie- ron en ambos sentidos. Una maestra inglesa basaba su criterio en experiencias obteni- das en el Canadá, de las cuales derivaba una oposición enérgica a la coeducación. Nuestro criterio: Encontramos más fuerza en las argumentaciones de los que comb+ten el sistema. Como hemos visto, la defensa hecha por los pedagogos quedó sin respuesta; y desde el punto de vista psicológi- co o higiénico, y hasta social, no es posible aceptar el imperio abso- luto de la coeducación. | Nos parece aceptable el sistema durante la niñez, pero fijando por límite, no los doce años, sino los mueve o diez, a partir de los cuales se hará la separación, pero no de una manera radical, sino adaptada a la organización de las Escuelas Gemelas, en las cuales se establecen relaciones sociales entre los niños en horas determi- nadas, Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. O y Y en la enseñanza superior, en Institutos, en Universidades, el sistema coeducativo es plenamente aceptable y produce resultados admirables. Qué resultados favorables deducimos de lo expuesto con relación a los instintos sociales em los niños. Aun cuando nos hayamos declarado parcialmente opuestos a la coeducación, no es posible negarle un valor eminentemente social. Desde el punto de vista intelectual, aporta beneficios considera- bles, porque en ella encuentran los jóvenes una fuente de estímulos para su actuación. El interés de los unos por mantener sn prestigio intelectual y su preponderancia ante los otros y viceversa, favorece el esfuerzo y la laboriosidad, y contribuye al desenvolvimiento de la personalidad, consecuencia natural de todo buen sistema educativo. Desde el punto de vista social, la identidad en los intereses y en las preocupaciones y el mutuo cambio de servicios favorecen una franca y desinteresada cordialidad. En nuestras escuelas es difícil tratar el problema por ahora por cuestiones de raza, aún cuando intereses económicos ya lo han re- suelto en las escuelas rurales. Esto refiriéndonos a escuelas primarias, pues en las secundarias, como sabemos, ya está resuelto en favor de la coeducación. También está ella establecida en Suiza, Noruega, Dinamarca y Finlandia y en los países germanos sólo en la primera enseñanza. De todos modos, lo que nos interesa dejar sentado es, que la coe- ducación constituye un poderoso estimulante de la afinidad social. JUEGOS.—IMITACIÓN La escuela debe y puede cultivar las manifestaciones instintivas en los niños, para contribuir así a desenvolver la tendencia al mu- tuo auxilio; y para ello, según hemos venido demostrando, dispone de poderosos factores de evolución. A los ya expuestos podemos agregar otros no menos eficaces: Cursos explicados sobre algunas materias. Juegos. Imitación. Ciudades Escolares. Los cursos explicados de moral, historia y geografía son muy prácticos cuando se cuenta con maestros cultos y entusiastas que saben exaltar los resultados de la civilización como derivados de períodos largos de preparación y de esfuerzos, y en los que los hom- bres, asociando sus enereías y sus voluntades, hicieron brotar las A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 53 ricas fuentes de la agricultura y de la industria e iniciaron la en- tronización gloriosa de la libertad y la cultura. De este modo, cuando sepa el niño que los erandes descubrimien- tos humanos tuvieron por precedente un período de gastos formida- bles de energías y de voluntades; cuando descubra que las inaprecia- bles ventajas de la imprenta, del microscopio, de la fotografía, de la telegrafía, del teléfono, etc., sor producto de toda una vida de la- bor, de amargura y decepciones, de un Gutenbere, de un Jansen, de Niepce, de un Marconi y de un Edison; y cuando se dé perfecta cuenta de la ley de dependencia que lo une a todos los hombres, sen- tirá una espontánea y vigorosa simpatía por todos ellos, y el agra- decimiento y el amor lo encadenarán, como un eslabón más, en la infinita cadena de la solidaridad humana. Más prácticos aún que esos cursos explicados son los juegos so- ciales, ya que responden a un impulso instintivo, a la actividad lú- dica manifiesta en el niño, desde los primeros momentos de la vida. No es nuestro propósito examinar los diversos aspectos de esa actividad, ni disputar el predominio de una de las cuatro teorías que la explican: (teoría del descanso; del excedente de energía; del atavismo y del ejercicio preparatorio). Para la explanación de nuestra tesis, nos basta con analizar el carácter social que el psicólogo americano Carr atribuye al juego, en las dos manifestaciones de familiares y sociales. Carr atribuye al juego utilidades importantísimas; lo conside- ra como un estímulo para el crecimiento de los óreanos y como un medio de mantener las actividades nuevamente adquiridas. Pero le atribuye una doble misión más interesante: la de desarrollar senti- mientos sociales, y la de canalizar ciertas tendencias antisociales que nos son hartamente perjudiciales. Para ésto, en la clasificación que hace de los juegos, asigna dos lugares respectivos a los juegos sociales y a los juegos familiares, comprendiendo entre los primeros los paseos en común; la forma- ción de pequeñas sociedades infantiles a imitación de las sociedades de adultos; las camaraderías, ete.; y entre los segundos, basados en el instinto del hogar, ocupa el puesto preferente el juego de mu- ñecas. No es posible concebir factor social educativo de más fuerza en los primeros años de la vida. Libre al principio, regulado y dirigido después, prepara plena- mente al individuo para la vida del trabajo, y al someterlo al cum- 04 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. plimiento de una ley, lo dispone amena y admirablemente para la perfecta ciudadanía. Esta importancia capital que tiene el eultivo de las manifesta- ciones lúdicas impone una reforma en la escuela moderna, prove- yéndola de lugares espaciosos, patios y campos escolares ,en los cua- les los niños puedan sostener sus relaciones de sociabilidad, median- te los múltiples juegos que ellos saben procurarse, y sin las cuales, como afirma Claparede, no podrían llegar a ser, puesto que, jugan- do, forman el carácter y adquieren las disposiciones que necesitan para desenvolverse más tarde en la vida seria. Imitación. Al hablar del instinto del juego, no es posible callar una con- sideración acerca del imstinto de imitación (acto primordial y esen- cial de toda relación sociable) ya que ese instinto es un caso parti- cular de la función lúdica. La imitación tiene una base psicológica en la tendencia general de la idea de una acción a realizarse, siendo por esta causa un me- dio muy importante para llenar y ampliar la experiencia del niño. Dnitando adquiere funciones de carácter general y también funcio- nes de carácter especial. En esa fuente de imitación encuentra el auxiliar más poderoso para la adquisición del lenguaje, lazo social por excelencia que es- tablece la soberana organización de la solidaridad universal. De acuerdo con Kirkpatrick, y ya que la imitación es un instinto manifiesto tan predominante, haremos la siguiente clasificación de los actos imitativos del niño: Imitación refleja.—El niño reproduce los actos que fisiológicamente tiende a realizar: eritos, risas, ete. ? Imitación espontánea.—El niño reproduce por ceder a un estímulo a producir y experimentar subjetivamente lo que ha sido observado objetivamente. Imitación dramática.—Está ligada estrechamente con la anterior pero difiere de ella en que el niño encuentra un medio es- pecial de reproducir las ideas, imita las cosas, pero trans- formándolas de diversas maneras por la imaginación. Imitación voluntaria.—El niño imita con el propósito de alcanzar un fin determinado. La memoria de imágenes es la guía en este género de imitación. Imitación ¿dealista.—Está guiada por conceptos y tiende a la reali- zación de un ideal. Fuente pródiza de meditación ofrece al maestro el estudio inten- A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 55 so de estas distintas fases de imitación. Kirkpatrick las analiza con el interés que ellas merecen y las adapta a distintas etapas de la vi- da del niño, deduciendo para el maestro consideraciones preciosas de un valor eminentemente pedagógico. Sería conveniente beber en las aguas saludables de tan prodi- oioso manantial, ya que él ha de ser origen, no tan sólo de pequeños ríos de acciones secundarias, sino también de las caudalosas corrien- tes de los más acrisolados ideales sociales, estéticos, morales y reli- 210808. CIUDADES ESCOLARES Self-Fovernment. Nos viene este sistema de los Estados Unidos y está basado en principios sólidos y lógicos. Consiste en confiar la disciplina escolar a los propios alumnos, preparándolos así para el cumplimiento de sus deberes cívicos y capacitándolos para el mejoramiento de los sistemas de gobierno; o, en otros términos, enseña al niño los debe- res que tiene que cumplir con respecto a sus semejantes y a su patria. El sistema, basado sobre la responsabilidad. colectiva y sobre el respeto de sí mismo, establece en la escuela el orden y la disciplina, y despierta el interés y el entusiasmo entre los ciudadanos de la pequeña República; y como las impresiones que se graban en la edad infantil son indelebles, natural es que el niño que se ha acos- tumbrado en la escuela a cumplir deberes y a reclamar derechos, se convierta mañana en un perfecto ciudadano. El primer ensayo de estas Ciudades Escolares se verificó en Ca- lifornia, en la Escuela Politécnica Superior de los Angeles; y ya que el asunto nos ofrece tanto interés con relación a nuestras eseue- las, es un dato precioso exponer las circunstancias especiales en que dicho ensayo fué hecho. Lo transcribo de la Pedagogía Sociolóvicea de Rouma, con las mismas palabras con que se hace referencia a este primer ensayo, en la Monod E. Les Ecoles de Self-Government. L'Educateur 13 febrero 1909, “Un día, varios niños se divertían en lanzar grandes guijarros del jardín de la Escuela sobre el tejado de una caseta. El tejado fué casi demolido. El propietario de esta casa vino a reclamar ante el Director del Instituto. Este último reunió a los alumnos y les acon- 56 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. sejó que eligieran por sí mismos y de entre ellos una comisión para decidir la mejor manera de reparar los daños y castigar a los culpa- bles. La idea fué acogida con entusiasmo a causa de su novedad. Los jóvenes nombraron a sus representantes, dos por cada sexo. La comisión decidió hacer una colecta para indemnizar al propietario y castigar a los demoledores, excluyéndolos de juegos comues du- rante un cierto tiempo. : ““Este primer ensayo fué tan animador, que el director permi- tió a los alumos dejar un comité permanente de vigilancia al cual se entregaría todo individuo culpable de haber cometido alguna in- fracción de las reglas de la Escuela. Desde entonces no fué necesa- rio vigilar a los niños durante sus juegos; su comité se encargaba de ello. Ya no se volvieron a cometer esas depredaciones aisladas de las clases numerosas. Durante las lecciones, la autoridad del maes- tro permanecía indiscutida, pero no castigaba por sí mismo a los delincuentes: los perturbadores eran enviados al Comité, el cual infligía los castigos oportunos. ”” John Francis, Director del Establecimiento, se felicita de la in- novación en estos términos: “El nuevo sistema ha resuelto, de la mejor manera posible el problema de la disciplina escolar. Los alumnos deben persuadirse de que son los ciudadanos de la escuela en cuya buena marcha es- tán directamente interesados, más todavía que los mismos maestros. Es preciso que la escuela desenvuelva prácticamente los principios fundamentales de los derechos y los deberes civiles; hasta el presen- te no se ha hecho ésto. El Self-Government da a los alumnos un sentido de la responsabilidad que refuerza su carácter y forma la personalidad y la seriedad de los niños, la dienidad y la discreción de las niñas y ésto de un modo sorprendente. ““La experiencia y el conocimiento de la naturaleza que se ad- quieren así, constituyen una preciosa preparación para las batallas de la vida.”” Tan ventajosos resultados da la aplicación de este sistema, que se ha extendido considerablemente por la América del Norte y por gran parte de Europa, variando naturalmente de carácter, en sus aplicaciones, según los distintos medios a que ha tenido que adap- tarse. Proporcionando al niño la ilusión de que se gobierna, de que es libre, se le da valor a su personalidad, confianza en sí mismo y se or “ A. Osuna: Los instintos sociales, etc. le ineulean los sentimientos de responsabilidad que son las podero- sas palancas de la solidaridad social. Nuestra joven República, atenta siempre a los movimientos del progreso pedagógico, adoptó las bases del sistema americano y a fines del año 1900, Mr. Wilson L. Gill, que había organizado la pri- mera Ciudad Escolar en New York (1899) logró que el Gobernador Militar las introdujera en las escuelas de Cuba, preparándose la pu- blicación de ““La Carta de la Ciudad Escolar””, que tuvo efecto en Mayo de 1901. Para apreciar los resultados obtenidos será conveniente que ex- pongamos siquiera dos informes de los seis primeros enviados por directores de escuelas, al Superintendente de Escuelas de la Ha- bana. INFORME DE LA SRTA. MARÍA DE LOS ANGELES LANDA, Directora de la Escuela Ne-8: “Señor Superitendente de Instrucción. Ciudad. Señor : Tengo el gusto de comunicarle que la organización de la ““Ciu- dad Escolar”? en esta escuela ha dado magníficos resultados, tanto por lo que al orden y buena disciplina respecta, euanto porque, de- bido a su influjo, ha sido más fácil poner en el corazón de nuestras niñas el respeto que se debe a la Autoridad constituída, respeto que practican con gusto dentro de la escuela, como preparación cívica para la vida ulterior en el seno de su amada República. La organización fué fácil, porque contábamos con el mejor fae- tor (una buena voluntad al servicio de una causa amada), cual es el deber que tienen los niños cubanos de saber ser; no quiere esto decir que nuestra organización sea perfecta, pero sí afirmar que con la continuación del sistema llegaremos a obtener el resultado ape- tecido.?” 58 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. INFORME DEL SR. JUSTO L. FALCÓN, ¡pPirector de la Escuela N* 25. ““Señor Superintendente de Instrucción. Señor : En contestación a su atenta comunicación, referente a los resul- tados obtenidos desde la implantación de la *“Ciudad Escolar”” en esta escuela, a fines del curso anterior, según el plan de Mr. Wilson L. Gill, debo poner en su conocimiento que a pesar de la festinación - con que se llevara a cabo, pude ver con gusto el resultado satisfacto- rio para la conservación del orden y el mejoramiento de la disciplina que ésta, sin duda, producía, y como de hecho ha producido. La ereo, por consiguiente, de suma utilidad tanto para la Enseñanza Moral y Cívica, asienatura por cierto bastante descuidada entre nosotros, y de resultados prácticamente patrióticos y utilitarios, como también para que en la infancia empiecen a conocer los debe- res y derechos de todo buen ciudadano, y se acostumbren desde lue- go al mecanismo político y social de la forma de gobierno adoptada por nuestra Constitución, esto es, la República Federal.”” El éxito alcanzado por la aplicación del sistema animó a nume- rosas escuelas de la República a adoptarlo; aunque perfectamente organizado desde su principio, buscó refugio bajo las gloriosas ban- deras de la evolución, alcanzando en nuestros días su mayor grado de perfeccionamiento, ya que atiende, con absoluto desinterés, a los sublimes intereses del altruísmo. Como ejemplo de la perfección alcanzada en la organización de Ciudades Escolares pudiéramos presentar el trabajo realizado por el Dr. Salvador de la Torre en la Escuela 37, que estuvo bajo su dirección, por las importantes modificaciones y adaptaciones que llevó a cabo en la práctica, siendo tanto mayor su éxito, por haber sido imitado con excelentes resultados en otras muchas Escuelas de la República. No se nos oculta que la Ciudad Escolar oreanizada eserupulo- samente de acuerdo con el plan expuesto por Mr. Gill, si no está es- tablecida por un hábil y preparado organizador, está expuesta al fracaso, porque contraría la naturaleza del niño imponiéndole un género de vida que está en desacuerdo con su psicología. Pero si se establece con sencillez y prudencia produce resultados muy prác- ticos. La aceptamos, pues, hasta tanto que sea realizable la superior aspiración de organizar la vida colectiva en forma de juego. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 59 MÉTODOS Conocer qué medios nos han conducido a la adquisición de un fin preconcebido, es casi una necesidad del espíritu; el cómo se hizo ésto es expresión peculiar en labios de niños y de adultos, y si ese cómo no encuentra solución, no queda el individuo satisfecho aun cuando haya aleanzado la plena posesión del objeto ideal que esti- mulara su esfuerzo en su actuación. De aquí nuestro interés por conocer los medios de los cuales se han valido los investigadores para aportar datos tan considerables a la ciencia pedagógica con respecto a las diversas mamifestaciones de los instintos sociales en el niño. Dedicaremos pues unas consideraciones sumarias a los distintos métodos empleados. El más en boga es el método de las informaciones, de Stanley Hall, el cual se vale de un cuestionario que se entrega a padres y maestros para que manifiesten sus observaciones por medio de res- puestas. Para conocer, por ejemplo, las aspiraciones de los escola- res, es muy conveniente emplear la ingeniosa narración de que se ha valido Villard con ese objeto en escuelas americanas, y que yo he utilizado en la investigación realizada sobre 120 niños cubanos. Los resultados que he obtenido los presentaré sintetizados en un cuadro. La narración es tan interesante que la transcribo de la Pedago- oía Sociolóvica de Rouma. ““¡Oh! Tengo un nuevo juego, dice Ernesto, un viernes por la mañana al reunirse con sus compañeros de recreo en el patio de la escuela. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos brillaban como bajo la excitación del que ha encontrado una idea por sí mismo. —¿ Qué es ello? ¿Qué es ello?—exclamaron los niños aerupán- dose curiosos alrededor de él. Ernesto había sido siempre su jefe. Había modificado ya muchos juegos antiguos y había inventado otros muchos. —Bien, eseuchad, y no me interrumpáis, continuó diciendo. Voy a hablaros del nuevo juego que podéis jugar. —Vamos, dijo Ernesto, a construir una ciudad. Trazaremos las calles, venderemos los lotes, haremos tiendas, casas, fábricas. —¿ Cómo podremos construir casas sin madera ni hierro ?—dijo un pequeñín que veía las cosas desde el punto de vista práctico. —No podemos jugar con lo que no tenemos, agregó una pequeña. 60 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. —¿Qué decís ?—indicó Ernesto severamente.—¿Suponéis que he traído un plan sin haberlo meditado? —Continuad, continuad, gritaron todas las voces: haremos lo que digáis. ¿ Cómo comenzaremos ? —¿Jugarán las niñas con nosotros también ?—preguntó uno de los niños mayores. —Naturalmente, ¿no decís que queréis jugar todos? ¿Os acor- dáis del solar que hay detrás de mi casa? ese debe ser el emplaza- miento de nuestra Ciudad. Entre tanto, que cada uno de nosotros piense en la función que quiere desempeñar en la nueva Ciudad, que la escriba en una hoja de papel, y me la envíe esta tarde des- pués de la clase. Cuando realizó su trabajo de la tarde, Ernesto cogió las hojas que le habían enviado y las colocó en montones sobre la mesa, po- niendo juntas las que eran parecidas. ¡Qué mezcla obtuvo!... Po- licías, detectives, carpinteros, zapateros, carreteros, empleados, eo- merciantes, sastres, pescadores, banqueros, doctores, ministros, fo- tógrafos, artistas, joyeros, profesores y enfermeros.”” Una vez que el maestro ha leído esta historia reparte entre los alumnos papel y lápiz y les pide que escriban la profesión que hu- bieran escogido si hubiesen estado presentes cuando Ernesto pro- puso el juego. En la hoja debe constar además el nombre y apellido del alumno, su edad y la profesión de sus padres. Resultados obtemidos. Como vemos en el cuadro que presentamos, los resultados obte- nidos han sido los siguientes : 1—Las ocupaciones a que aspiran los niños entre los 8 y 12 años son diversas: 2—Ocupan el ler. término... .mecánico policía médico abogado 2 a e aetective maestro carpintero albañil IO PE » ++... Ingeniero estudiante a » ++...Otras diversas ocupaciones, »” »” A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 61 RESULTADO DE LOS EXPERIMENTOS HECHOS SOBRE 120 NIÑOS CUBANOS A PROPÓSITO DE LA PROFESIÓN A QUE ASPIRAN Observaciones hechas por la señorita ye E p No. 120 niños. Aida Osuna. Fecha de las observaciones: Junio 6 Edad 8, 9, 10, 11 y de 1917. 12 años. Fecha de la redacción de esta narra- ción: Junio 12 de 1917. Los números indican los grupos respectivos de alum- Los números indican los padres nos con relación a cuyas ocupaciones corresponden las OCUPACIONES ESCOGIDAS a su común aspiración. aspiraciones de Jos hijos. Mecánico 2 Policía Abogado Médico Detective Maestro Carpintero Albañil Ingeniero Estudiante Chauffeur MEQuiInista dat Maestro de Obras... Tenedor de Libros. . Escribiente ..... MI Bodestiero. Li PATrEnderO aia e e AAA Exumprabotas 2.2.0. E 10 62 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. 3%—De los 120 niños observados, sólo 10 aspiran a la ocupación de sus padres. 42—De los 120 niños el 96% aspira a una profesión de una cate- goría notablemente mayor a la de la profesión de los padres. Medios semejantes pueden emplearse para estudiar otras mani- festaciones de la vida social en el niño. El método de las informaciones es muy útil para proyectar luz sobre algunos puntos de la sociología infantil; pero presenta dos inconvenientes: el primero, la necesidad de colaboradores suficien- temente preparados y después la dificultad de escoger, mediante un cuestionario, una fase importante de la afinidad social. Otro método empleado con bastante éxito y puesto en práctica por Spencer, es el genético o biográfico, que ofrece notable interés, porque pone de relieve el desevolvimiento de las afinidades socia- les y la acción de los diversos influjos del medio. Observando a los sujetos a través del tiempo se adquieren datos preciosos sobre esa evolución de la afinidad social. Pero este méto- do tiene el inconveniente de ofrecer sus resultados de una manera muy lenta. Mayores datos, si cabe, aporta a la Pedagogía Sociológica el mé- todo de observación directa de los niños en su medio escolar y ex- tra-escolar. Lia observación recae sobre la actuación espontánea del niño. El dibujo espontáneo y los juegos lo auxilian eficazmente. El único inconveniente que puede señalarse a este método es uno común a todos ellos, cual es la dificuitad de encontrar investigado- res preparados perfectamente como el caso lo requiere. El método de observación es mejorado notablemente por el mé- todo experimental porque une a la observación la experiencia, es- tudiando las reacciones sociales de los sujetos y poniendo en vigor diversos sistemas de educación. Los resultados arrojados por estos métodos cuando han sido em- pleados por hábiles experimentadores han aportado datos intere- santísimos sobre la afinidad para la agrupación entre los niños, revelando cuáles son los determinantes de la sociabilidad. infantil. Un niño levanta la mano a un compañero de menos edad o más raquítico; ésto suscita la indignación de los otros compañeros que unen sus fuerzas para castigar al agresor: he aquí por qué cireuns- tancia se ha establecido una agrupación. En otro caso, un niño es objeto de la predilección de su maes- tro: ese motivo origina la envidia y el celo de los otros alumnos que A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 63 se asocian para protestar en común, movidos por la comunidad de sentimientos. Y en otro caso: la narración histórica de algunos hechos anima a los niños a asociarse a otros compañeros, bien para imitar la con- ducta del héroe descrito, o bien para aplaudir el arrojo y temerl- dad de los opresores. Finalmente, es un hecho evidentemente demostrado, la forma- ción de Clubs en escuelas donde se reunen alumnos de distinta na- cionalidad, así como también la constitución de grupos bajo el in- flujo poderoso de una personalidad enérgica. De todas estas manifestaciones podemos inferir las conclusiones siguientes: que la afinidad para la agrupación entre los niños se manifiesta bajo la influencia de un sentimiento que suscita en todos análogo interés; bien por el fin de alcanzar algo que no pueden pro- porcionarse individualmente; bien para realizar una protesta o movidos por un sentimiento patriótico, o por sentimientos provoca- dos o bien por ofensas dirigidas a la tierra natal. Todas esas agrupaciones suelen ser momentáneas, desaparecen tan pronto como la idea que las originó: sus acciones sean bellas o viles están en perfecto acuerdo con el fin a que aspiran. Esas asociaciones infantiles son más frecuentes entre niños pri- vados de las afecciones del hoxar, pues teniendo necesidad de amar y de ser amados procuran satisfacerlas en las agrupaciones que constituyen. Sobre este particular hablaremos con más extensión en el capí- tulo siguiente que dediquemos a las asociaciones de jóvenes delin- cuentes. ASOCIACIONES DE JÓVENES DELINCUENTES Quedaría incompleto nuestro trabajo si no le dedicásemos unas someras consideraciones a las sociedades de jóvenes delincuentes, siendo así que ellas responden también a la misma necesidad fun- damental que impele a los organismos a aproximarse. Se asocian los hombres para el bien y se asocian del mismo mo do para el mal, y si es poderoso el mutuo auxilio en el primer caso, no lo es menos, fatalmente, en el segundo. El niño desde una edad temprana necesita amar y ser amado; está ávido de caricias y de besos, y al recibirlos como alimento de su espíritu, corresponde también con caricias y besos donde depo- sita todo su corazón; ansía sonrisas y complacencias y frases dulci- ? 64 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. ficadas por la ternura que calme sus anhelos o sus dolores, y al ha- llarlas en labios de los seres que le rodean, no puede menos que de- mostrar de mil maneras ingeniosas la felicidad extrema de que es- tá poseído. En estas .condiciones el niño no necesita buscar lazos de afecto fuera del recinto de su hogar. Pero.... Declaro ingenuamente que lamento ahora haber co- menzado este capítulo ¡tan violentas conmociones agitan todas las fibras de mi corazón al considerar la deseraciada suerte de tantos niños faltos de caricias y de besos! ¡Qué expresión en los rostros y en las palabras! ¡Qué corazón más poco comprendido! ¡Qué vacío en el alma! No necesitamos consultar autores ni pasar revista a las páginas de ningún volumen, porque la horrible situación a que se hallan fa- talmente sometidos ¡tantos niños! nos es por experiencia harto co- nocida. ““¿Por qué no quieres salir de la Escuela a las cuatro ?””, pre- guntaba hace unos días a un alumno que en nombre de su pobre madre solicitaba de mí el permiso de detenerse hasta las cuatro y media. —Porque mi madre está en el taller hasta esa hora. —Pero los niños de esta aula, tienen que salir a las cuatro, le repliqué: ¿qué harás si no puedo acceder a lo que me pides? —““Entonces—me dijo tranquilamente—me voy por ahí a ju- sar con mis amigos hasta que llegue mi madre....?” Y en esta rápida respuesta, semejante a otras muchas obtenidas en circunstancias análogas, creí descubrir el germen principal de la delincuencia infantil. ¡Cuántos enjambres abandonados por. sus laboriosas abejitas, que no encontrando en el hogar suficiente néctar para elaborar sus panales, se lanzan a buscarlo en el taller, en la fábrica, en la ca- Y como consecuencia: ¡cuántas larvas abandonadas para sufrir- sometidas a las inclemencias de la suerte sus naturales metamor- fosis ! Durante algunas horas, en la escuela; durante las más, en las calles, agrupados, buscando con avidez en esa primera escuela de inmoralidad, los afectos y sonrisas que no pudo prodigarle su ho- gar, más elacial, más sombrío que las elevadas cumbres del Hima- laya. A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 65 El resultado que he obtenido en una de mis investigaciones en escuelas de niños, me confirma en la opinión que acabo de susten- tar, pues al interrogar a 300 niños: “¡Conoces alguna pandilla callejera de niños? ¿En qué se ocu- pa?”, 181 niños contestaron afirmativamente en estos términos: ““Sí, y se ocupan en hacer maldades. ”” —¿ Qué clase de maldades ? —““Tirar piedras, robar y meterse con otros niños y con las personas mayores.”” Un considerable número de esos niños eran huérfanos, o sus ma- dres trabajaban fuera del hogar. Hay, pues, razón para afirmar que la infancia delincuente tiene ¿por una de sus causas fundamentales, la falta de una dirección mo- ral vigorosa. Entregados a su propia suerte, despiertos por ese inmenso va- cío que llevan en el alma los instintos atávicos, insubordinados y sin freno, obligan a los niños a confiar la salvaguardia de sus vidas, a la fortaleza de sus brazos y a la protección de compañeros eo- rrompidos. De los 385 adolescentes observados por Roux en la prisión de Lyon, resultaron 233 pertenecientes a familias incompletas, faltos de los padres o de uno de ellos. Estudió el medio moral del niño en la familia, concluyendo con que el 87% eran conducidos al crimen por indiferencia, debilidad, brutalidad o perversidad de los padres. Y las investigaciones de Fred Schoff nm Finlandia culminaron en los sienientes resultados : 577 niños—padres bebedores. 219 ,, —madres trabajadoras. 228 ,, —huérfanos. 30 ,, —padres delincuentes. 228 ,, —tenían un hogar desagradable o no tenían hogar. 548 ,, —fumaban. 950 ,, —afirmaban que la bebida había sido la causa de su vida criminal. En Viena, los niños abandonados por las circunstancias, tam- bién se agrupan por las calles en sociedades que tienen por finali- dad en su principio, la idea del juego, pero que luego se transfor- man en asociaciones de pequeños malhechores. 66 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. En un solo distrito hay más de diez sociedades de esta clase, ad- mirablemente organizadas y dirigidas por un jefe que reparte el botín entre todos, tomando parte muchas veces, en esa repartición, ““hasta los propios padres””. También los niños americanos de 10 a 15 años establecen socie- dades libres, Les Boys” gangs ““americanus””, las cuales parecen ins- piradas por intereses de juegos y deportes. La causa expuesta de la delincuencia infantil, aún cuando po- derosa, no es la única; determinantes enérgicos son también la he- rencia, la constitución física, la educación, la inteligencia, ete. Las acciones crueles realizadas por niños que no han llegado al uso de la razón, es indispensable atribuirlas a motivos atávicos, los cuales deben ser sometidos mediante la educación a la acción inhi- bitoria de una conducta moral represiva. De aquí la necesidad de reformar la Escuela, procurando no adaptar el niño al medio artificial que se le crea, sino por el con- trario, los sistemas escolares a su desenvolvimiento armónico. Pero es indiscutible que para encauzar ese carácter anormal, nada es más eficaz que los vivos ejemplos de la familia, e inspirar a los niños fe en ellos mismos, concediéndoles una confianza en apa- riencia ilimitada, pues como ha observado el célebre juez Lindsey que practica este sistema con admirables resultados, la confianza en el niño es el medio más eficaz para reformarlo. La mala constitución física dispone también al individuo para la vida criminal, porque, como ha demostrado (Juetelet, las malas sugestiones hayan eco profundo en los organismos débiles. ¿Y qué podremos decir con respecto a la inteligencia ? Es indudable que entre ella y la eriminalidad existen relaciones muy estrechas. Un individuo subnormal—torpe, imbécil—tiene mayor grado de potencialidad para el crimen que el normal o super-normal; y aún cuando es cierto que muchas veces una alta posición social adorme- ee o disimula esos instintos, no por eso deja de existir esa potencia- lidad para el crimen, que se manifiesta con todo su imperio en cual- quier momento propicio de rivalidad o de infortunio. Por eso la Escala Métrica de Binet ocupará en la escuela del porvenir un lugar preponderante en el lenguaje de todos los pai- dólogos, ya que ella es la base, el descubrimiento genial que permi- te conocer las inteligencias infantiles; y pudiéndose descubrir cuá- les son los sujetos anormales, torpes e imbéciles, se podrá atender a A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 67 las disposiciones naturales de cada uno, tanto más cuanto que en el porvenir se satisfará la imperiosa necesidad de crear escuelas pa- ra los anormales, los normales y los super- normales, respectiva- mente. Conociéndose por el empleo de la escala de medición cuáles son los individuos torpes, y por tanto los predispuestos a la delincuen- cia, se podrá aplicar oportunamente el eficaz remedio que hará dis- minuir el número de asociaciones de pequeños malhechores. Modificada la escala métrica de Binet de modo que sea adapta- ble a todos los países, será indiscutiblemente el medio básico de tan ceniales reformas. RESULTADO DE LA INVESTIGACIÓN HECHA SOBRE LOS “INSTINTOS SOCIALES?” ENTRE 300 NIÑOS CUBANOS lER. CUADRO. la. preguita.—Tienes aleún amigo a quien quieras mucho? ¿Por qué lo quieres ? Número total de niños . ! ! ; . 300 De 7 años. : ¿ . y d : EY 19D DES NA IO A UA an NE 1. DEA a 3 , p . a A 3 Den. y g É : . á 383 109418, AREA 4 > ñ E y h A EN Denis : : e z , ; OB A A 0 ARA E: De los 300 el 94% tienen amigos. » 6% no tienen amigos. » 16% quieren a los amigos por fines interesados, lo que expresan en estas respuestas: ““porque juega conml- go?”, “porque me defiende””, ““porque me da muchas cosas””, ““porque me paga el Cine””,, ““porque me presta su lápiz y su goma””, “porque me da dinero””. El 51% quieren a los amigos porque aprecian sus buenas cualida- des: ““Lo quiero porque es bueno””, ““porque es estudioso ””, ““porque es decente””, ““porque es honrado””, “porque no pelea””, ““porque es generoso””, ““porque es fino”, ““por- que es fiel””, “porque es simpático””, 68 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. y» 11% quieren a los amigos por agradecimiento: (“Me da buenos consejos””, me quiere””.) quieren a los amigos simplemente, ““porque los conocen””. Y **Porque es una amistad de la infancia””. % **Porque son amigos o porque viven juntos””. % No sabe explicar la causa del cariño. Conclusión. ¿Qué conclusión podemos obtener de los resultados de esa pri- mera investigación ? Hela aquí: El 51% de los niños quieren a sus amigos porque aprecian sus buenas cualidades. El niño cubano, pues, es capaz de apreciar las buenas cualida- des de sus compañeros y las estima tanto más, porque él, natural- mente, se siente inclinado hacia las acciones buenas. Sí, es bueno, ciertamente; es dulce; es puro, es sensible. Aban- donado a su propia defensa por circunstancias bien tristes; coloca- do en medios nocivos que lo degradan y envilecen; expuesto así a las desenfrenadas borrascas de las pasiones, sabe no obstante le- vantarse airoso sobre ellas en cualquier momento propicio y com- batirlas y apaciguarlas con la natural grandeza de su corazón. Cuando desfilen ante nosotros—maestros muchas veces sin con- ciencia—esa pléyade de almitas inocentes y, no obstante, ya conta- minadas con el vicio; cuando despleguen sus alas repugnantes y enmohecidas, no hagamos, no, un gesto de desdén ni de pavura, sl- no exclamemos con el corazón levantado hasta lo infinito: ¡Cuántos diamantes en bruto por pulir!; pero ¡qué bellos des- tellos se desprenderán de su belleza para compensar con creces nuestros esfuerzos y nuestra constancia! RESULTADO DE LA SEGUNDA INVESTIGACIÓN 22 CUADRO. 2* pregunta.—¿Perteneces a alguna sociedad infantil? ¿qué hace? ¿tiene Reglamento y Directiva? NúMero de ROO O y ra El 46% pertenecen a Sociedades, » 54% no pertenecen a ninguna, A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 69 El 12% pertenecen a Sociedades de Sports. » 12% 57 y de Socorro. Lago 3 qn que tienen diversos fines benéficos. » L% S y que tienen fines educativos. 996 E be cuyos fines desconocen. » 0.003% ,, pe que tienen fines patrióticos. 21% de las Sociedades tienen Reglamento y Directiva. Conclusión. Dos conclusiones podemos obtener de esta segunda investiga- ción : 1*+—El niño se forma principalmente por la imitación. 2—La necesidad que tenemos de proporcionarles Sociedades de Juegos. Un 34% de los niños han afirmado pertenecer a sociedades, cuan- do éstas son en realidad, sociedades de adultos (sociedades de So- corro, sociedades Patrióticas, etc., ete.). Lo que nos viene a demos- trar una vez más, la inclinación natural del niño a imitar lo que encuentra en el medio en que se desenvuelve. Se forja la ilusión de que es realmente miembro de una Sociedad, de tal manera, que ha- ce esta afirmación sin esecrúpulo alguno. Si esto es así; si el niño se forma especialmente imitando, repi- tiendo lo que oye y copiando lo que observa, no le escatimemos las fuentes pródigas de imitación; bridémoselas en el hogar, en la es- cuela, para que bebiendo en ellas a todas horas, adquiera suficiente fuerza y orientación para plegar su vuelo. La segunda conclusión que hemos derivado de nuestras obser- vaciones, es la necesidad de Sociedades de Juego. El niño juega para satisfacer una necesidad instintiva; juega a todas horas y en todas partes; y Jejos de intentar siquiera con- trarrestar esa ley de la Naturaleza, ya que el juego es una prepa- ración para la vida seria, satisfagamos esos instintos lúdicos del niño *““para que llegue a ser””. Ofrezcámosle campos, parques, jar- dines; pelotas, bolas, caballitos, naipes, rompe-cabezas; todo cuanto procure y cuanto necesite para desenvolverse. Pero hagamos algo más; reglamentemos sus juegos; establezcamos Sociedades dirigi- das por ellos mismos; proporcionémosles Programas de Juegos que persigan estas dos importantes finalidades: desenvolver los instin- tos sociales de los múños y encauzar sus inclinaciones morbosas. Y así, en esta Escuela tan adaptada a sus intereses infantiles, 70 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. estimulará su esfuerzo, y espoleado por el entusiasmo, vencerá los obstáculos que encuentre en el sendero de su vida; y después de na- vegar por este mar tranquilo de la infancia, arribará sereno y ma- jestuoso al puerto sembrado de arrecifes y de escollos de la vida del trabajo. RESULTADO DE LA TERCERA INVESTIGACIÓN 3ER. CUADRO. 3* pregunta.—¿Conoces alguna pandilla callejera de niños? ¿En qué se ocupa generalmente la pandilla ? Número de niños investigados. . . . 300 El 60% de los niños conocen pandillas. » 10% no conocen pandillas. y 4% conocen pandillas que se dedican a toda clase de malda- des, lo que expresan en estos términos: “Hacen malda- des””, ““roban””, ““se meten con las personas mayores””, ““mortifican a otros niños””, “tiran piedras””, “vengan a los niños mayores””. » % pertenecen a pandillas que se dedican a juegos. , Conclusión. El 60% de los niños eonocen pandillas y de ellas el 54% se de- dican a toda clase de maldades. Si juzgamos a simple vista este resultado obtenido, nos parece- rá que hay una contradicción con respecto a la afirmación que hici- mos anteriormente con respecto a la manifiesta bondad del niño cubano. Pero si aplicamos el escalpelo de nuestra atención, sacare- mos de ese “*60%”” una preciosa síntesis de todas las afirmaciones que hemos hecho en el desenvolvimiento de nuestro trabajo, refe- rente a la sociabilidad infantil. Los niños necesitan buscar la compañía de los otros niños y sa- ciar entre ellos esa sed de afectos que no encuentran en el frío y desolado hogar. Y de aquí que, abandonando lo que no puede ni llamarse nido porque no les suministra ningún calor, se lancen a calles y plazuelas para agruparse en pandillas más o menos nume- rosas: ¿Qué ocurre a la nave que falta de timón está a merced de las borrascas ? A. Osuna: Los instintos sociales, etc. 71 ¿A qué puerto arribará la embarcación que se ha quedado sin piloto ? Y de igual modo ¿qué dirección han de tomar también esas na- vecitas infantiles, juguetes inceentes de todas las tormentas y pre- sas deseraciadas de todos los vicios ? ¿Cómo y hasta dónde irán si les falta la brújula amorosa de un hogar que les señale su Norte? Además, examinadas desapasionadamente esas pandillas, nos revelan que no es realmente un espíritu de maldad el que las anima, sino el instinto del juego, de la festividad, que ellos, entregados a su propia dirección, revisten con los caracteres de la maldad. Las Sociedades de Juegos organizadas y dirigidas, tendrían por consecuencia también, la extinción de esas agrupaciones nocivas que en el mayor número de casos sirven de Escuelas a la delincuencia futura. RESULTADO DE LA CUARTA INVESTIGACIÓN 4% CUADRO 4% pregunta.—Si tú te encontrases en un lugar muy retirado y lle- no de peligros, en unión de tus compañeros ¿a cuál de ellos nombrarías tu jefe para que te dirigiese y prote- giese? ¿Por qué lo nombrarías ? Número de mos a 0 d00 El 17% elegiría al más valiente. » 14% » al más inteligente. » 14% ,, al más bueno. » 14% ») al mayor. ANS » al que conociese mejor el camino. TO » almás fuerte. AJO » almás amigo. » 4% », al más estimado. » 4% » al más formal. Ea » al más sabio. » 0.006% ,, al más ordenado. » 0.003% se elegiría a sí mismo. » 1% no elegiría a ninguno. 1E Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Conclusión. Como vemos, la cualidad más estimada por los niños cubanos es el valor y en 2? y 3er. términos la inteligencia y la bondad. Este resultado nos pone de manifiesto que los niños cubanos sa- ben apreciar perfectamente las buenas cualidades de sus compañe- ros, reconociendo la trascendencia del valor, como determinante salvador de las situaciones más críticas. Revelación hermosa que debe infundir alientos y esperanzas a los hombres de hoy con res- pecto a la Patria en el mañana, porque con un espíritu heroico, ca- paz de desafiar todos los peligros; con una inteligencia preclara que analice y resuelva las situaciones más difíciles; y con un corazón grande, noble, altruísta por naturaleza, la Patria se salva, resistien- do victoriosamente a todos los embates y a todos los odios y a todas las violencias. Y como esa hermosa trilogia—valor, inteligencia y altruísmo—son la hermosa diadema de los niños cubanos, podemos pensar que está asegurada la solidaridad de esta hija predilecta de los trópicos. BIBLIOGRAFÍA Notas de clase. Botámica, por Odón de Buen. Curso de Biología, por A. Mestre. Principios de Sociología, por Giddines. Fundamento de la Moral, por Enrique J. Varona. La Psicología del Niño, por Claparede. El Apoyo Mutuo, por P. Kropotkine. Child Problem, por Mangol. Pedagogía Sociológica, por J. Rouma. Antropología Criminal, por Francotte. Procedimiento Penal, por Ferri. Crimonología, por Garófalo. Primera Memoria Anual sobre las Escuelas Públicas de Cuba. Fundamento del estudio del niño, por Edwin A. Kirkpatrick. PRIMERA PREGUNTA a. (09) R E Sal pu] Pp Q Q — yaa P? a [a O Qu — e. O en O Pp = Y — [a] ¡el = Pp O Z = a: Pp Q —Á O da) — 5 — A 3 >] | Y q 7 [62] La! E 5) Respuestas obtenidas A. Osuna: Los instintos sociales, etc. Sí Sí Sí No A 1 > 0 SÍ Sí Sí Sí Sí Sí sí Sí o Sí soyunf SOUWITATA INDIO "019UIP 8p 9u INDIO JT "1904 $9 3NDIOJ *0Uy se anbi0oq “SOUL SPSIP SOUI990U09 SOU ANDIOJ Is 9nbi10g "080.19U93 $9 ONDIOJ “gapad ou onbi0g "OpeUoy $3 enbi0g *9JU999p $9 eSnbi10g [e et3ed au enbiod "SBS0D SBgonur ep su anbiog “aJ9mMb au anb10odg 'gpuegsp au anblog *ouenq se anbiog *031018 1U Se enbiog OS[WUO) 439N( INDIO "sO[9osuoo souonq ep eu enbi0og Años Ño. de niños 31| 14 241123 7 21 3 Rewsta de la Facultad de Letras y Ciencias. (VAIO Á OJUQUIB[DSOH 9) G 9 (BANDIN Á OJUQUIB 30H 9) IRSE de os 9 9 "BAJO Á (vAIJOOLI Á 09 OJUQUIB[IIY 6) | -UQUBLIOY 2) TI OT P (BAILA [(BARDOMT A 0) OJUQUIB[SOY 2) | -UQUBLSOY S) y) 8 h "(BAM A | (BALJD9LLG A 09| (BALOOLNG Á 09 OJU9QUB[I9Y 9) | -USUILIZOY £) |-u0UEIIOY P) Y G 6 (BAIJO9LI A 09|(BALIDOLG Á 09 -U9UBLIOH E) |-UduIE soy z) P 6 l (vANO9II Á 07 -UQUIB|D9H £) 0 t e (BAIOOINA 409 -UQUIBITSOH £) OÍ TAL a so0rjoLaqud souLy [eorpap os gob e 98 Oy] SOAIJE9Mpo SOUIY “IS "IS "IS SO9y9U0q Souy 0u01, [s)1Odg op prpor9og [0110908 0p prpo190g “IS “IS “IS SVaIrNnHgITIO SY IEISHAdsgaiYa ¿AVAHIDOS VI VAILOTATA A OLNANVIOHH HNHIL? ¿VADO AS HAD NA? ¿ILLNVANI AVAHIDOS VNADTVY Y SADANALA AA ? AAA ION ADA SR Y ZII ACEITES DE EPA TNT TAPIA RAS TAE TE VINNS3YA VWINNDAIS 691 "“pry0L | 00€ 1*"0L 23 sI 99 —==| € TAN GI E A USE e EE A E PA 8 PR Gl L 91 ON A Los instintos sociales, etc. A. Osuna: INR AAA TIE CARA TOA A EAN RA AA IIA RAIN TI (SACAR ACRICIIA, 611 ¿IT $ PG + sI TT OTI "1401 00€ “““I*pL | 06 G $ O AS 9 9 4 sI 39 ST A CAOS POETA OOO va eo .....o.s a S OL Gl 16574 Té Aa E Q I 3 v lá TT vQ ST A e A DOOO PODEDS 91 Or op 91 O SS EE, CES A ES PL 6 OP 6 A A PO SS E 2 8 88 EN COSAS POCOS O O DO PODA Or 2 12 ON 1v2ní 00 soJofem | sezpord UY] [somo soJjo | solofem ueq0y Sopep|vu sony SONIN 4 “OM uednoo 99 | SOULU SO 9p neoyiyojy | senostod se] T00*H ULBIOA 98 1109 U0J0u 08 :S “IS “IS “IS “IS “IS “IS ¿VTIIIMUNVd VI ALNANTVIANAO VAMO AS HAD NA? ¿SONIN HA VAALATIVO VITIANVd VNADIV SHDONOO? SVUAINHA LIO SVISHAdSHA VINNS9IYd WVIA3943.L Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. 76 00€ “OL - _AHHA—— | AA CA __AA Á A —_——— A — — e —— o A A A o oun3 fozormb om| owstio [+opwuopzo| *ozotnb [xokem [y | ojuomj | orqes | pewxop | omenq jomimeo po] ore | oquo31 | oquoxpea | sony SONIN JH “ON -0u y seu | muy [sempy | sem sg [y | sem py | sempy | sea py [Jolon ed] ty | -ojut | sem ¡y onb y om [y -98 00D [y sen [y SVaAINALgO SVLISAINASAY ¿SVIAVALION OT HAD HO4? ¿ASHIDALOYA A ASHTDIUIA IL AGO VAVA HAAL AL VIUVALION SOTTA AM IVAO V “SOHANVANOO SAL HA NOINA NA “SOHDITHA TA ONITT A O VULLIA QM AVIOT NO NA SASVALNOONA AL ML 18? VINN93ud VLIAVNO LA FELICIDAD COMO FUNDAMENTO DE LA MORAL. 1 POR EL DR. SALVADOR SALAZAR Y ROIG, Profesor Auxiliar de Historia y Ciencias Filosóficas. Señor Decano: Distinguidos compañeros : Señoras y Señores: Un procónsul romano, Lucio Licinio Lúculo, enriquecido fabu- losamente—como todos los procónsules—en su colonia de España, vuelto a Roma con inmensas riquezas, mandó elevar en el Velabro un suntuoso templo a la más amable diosa «lel olimpo latino. Frentes a este templo, se volcó una vez, al decir de la leyenda, el carro triun- fal de César; y este incidente, que debió ser vulgar en las empe- dradas calles de la capital del mundo antiguo, se consideró de mal augurio para el oceiso del Capitolio. Fué aquella diosa una deidad que representaron siempre los romanos con los ojos vendados, y en la diestra el cuerno de la for tuna; a la que eleva altares la humanidad de todas las épocas y to- das las religiones; una concepción metafísica y mitológica de aquella civilización que deificaba sus más caras aspiraciones, más venerada y apetecida cuanto más se siente que su reino, como el de los justos, no pertenece a este mundo: la felicidad. Tengan o no derecho a ello, los pueblos han tendido siempre a la conquista, cada día más difícil, de esa dulce presea; la cantan los poetas de todas las edades; analizan su valor y contenido los filósofos de todos los tiempos y las religiones, no pudiendo borrar su concepto de la mente ni su anhelo del corazón de los hombres, y viendo, por otra parte, que resulta incorpórea e inasequible, la substraen de la tierra, a la que convierten en valle de lágrimas, y la sitúan en una existencia post-terrena, más allá de la muerte, en el seno insondable del misterio. No vamos a entrar en la crítica filosófica de este loco correr 1 Primera conferencia pronunciada en la serie de extensión universitaria. correspondiente al curso de 1917 a 1918. (12 de Enero de 1918.) Revista de la Facultad de Lelras y Ciencias. YT 90] tras la buena fortuna que las escuelas ascéticas condenaron como un grave pecado, sin parar mientes en que aún el sacrificio, el mar- tirio corporal, los mismos sangrientos cilicios que dieron a la Edad Media una tonalidad trágica, eran letras de cambio, libradas por una superstición absurda, contra el Banco de la eterna bienaventu- ranza. Sólo nos importa establecer que el hombre siente, por irre- frenable impulso interior, esta ansia de dicha, tan fuerte, a veces, que lo lleva a construir, en el mundo impalpable de sus fantasías, sobre las ruinas de su propia vida física, castillos de quimera. Sobre ese impulso natural e invencible, los moralistas prácticos de los primeros tiempos del pensamiento filosófico, trataron de esta- blecer la conducta moral. El hombre, para ellos, no es dueño absoluto de realizar cuanto se le antoja. Sobre su loco actuar, una fuerza ma-/ yor hace irrupción y lo refrena; y su línea de conducta, lejos de ser un movimiento espontáneo de su volición, está dirigido en un sentido determinado preestablecido que hay que hacerle aceptar. Esta obli- gación ha de apoyarse, puesto que el verdadero fundamento de la moral se desconoce, en una fuerza exterior o ajena a su voluntad : de ahí el criterio de la razón, el del bien supremo, el de la simpatía y tantos otros que llenan las páginas de la Historia Moral. Pero ninguno más lógico ni mejor dirigido a la más íntimo de la concien- cia humana que el criterio de la dicha. Ser moral para ser feliz: suprema fórmula que sirvió de estandarte a las escuelas edonistas de la antigúedad y a los utilitarios de los tiempos modernos. La moral vino a ser, gracias a estas doctrinas, una especie de inmenso jardín de Epicuro en cuyas puertas se grabó la amable invitación : “Aquí te sentirás dichoso. Aquí reside el placer, que es el bien su- premo.”” Pero ¿qué hay de cierto en el fondo de esta dulce promesa con que alucinó a la antigiiedad la escuela epicúrea, con que se aluci- naron, en los tiempos modernos, los filósofos de la escuela utilitaria, desde Hobbes hasta Bentham, desde Helvecio hasta Stuart Mill? Es lo que vamos a tratar de poner en claro en esta breve exégesis de los grandes sistemas: el de Epicuro, presentido por la escuela cirenaica; el de Bentham, con las modificaciones que a su criterio introdujeron Stuart Mill y Herbert Spencer. El sistema de Epicuro es un encadenamiento lógico ante el que, a veces, el pensamiento se maravilla. ¡Qué hermoso presentimiento de la investigación moderna! ¡Qué excelente aplicación del método analítico, deseriptivo y crítico! Todavía no nos podemos explicar 8. Salazar: La felicidad como fundamento de la moral. 79 cómo Ritter, uno de los más autorizados historiadores de la filoso- fía antigua, lo tacha de incompleto y poco científico: a veces la pa- sión sectaria obscurece los más claros talentos. Presciendiendo de la Física y Canónica epicúreas, de las cua- les no podemos ocuparnos ahora, primero, por falta material de tiempo, después porque ya lo hemos hecho en otra parte, y final- mente, porque es lo menos original y personal de la doctrina, nos aplicaremos concretamente a tratar de su moral, de la cual pudiera decirse que es toda suya, como decían los latinos de la sátira; a la que consagró toda su autoridad mental y en orden a la cual estable- ció, como dos columnas en que asentar su edificio, la física y la ca- nónica. El hombre no tiene más datos del mundo exterior que por el canal de la experiencia: nada puede saberse, según el eriterio lógico formulado por él, sino por el conducto de los sentidos: sin- eular anticipación del axioma defendido más tarde por los empíri- cos: nihail est in intellectum qui prius non fuerit in sensu. ¿Y qué nos enseña la observación del mundo que nos rodea? Que el ani- mal, por instinto, y el niño, en la primera edad, huyen del dolor y buscan el placer; luego ahí debe estar el criterio de la conducta humana. Pero no basta esta prueba positiva. Queda la contraprue- ba. Antes de edificar, Epicuro se ocupa de echar abajo los para él falsos sistemas anteriores. Con razón ha dicho Guyau que Epicuro fué un Augusto Comte de su época: los fantasmas metafísicos que el gran positivista aniquiló en los tiempos modernos, fueron comba- tidos en los suyos por el gran filósofo ateniense. La filosofía erlega, a partir de Sócrates, apartándose de la contemplación de la Na- turaleza de los primeros jonios, se había vuelto demasiado aprio- rística: el hombre, buscándose a sí mismo, empezaba a perderse en las nebulosidades de su mundo interior. La filosofía moderna, a partir de la época cartesiana, padecía del mismo mal: Augusto Comte volvió por los fueros de la investigación científica. Los erite- rios morales predominantes en los tiempos de Epicuro, el teológico y el metafísico, señalaban como fundamento de la moral el respeto a la divinidad, que era, en sí misma, el bien supremo, o la práctica de la virtud, a la que se daba una categoría de divinidad. El bien— se apresuró a decir el amigo de Metrodoro—no consiste en respetar a los dioses. Bien conocida es la teodicea epicúrea. Su olimpo esta- ba integrado por una estirpe de dioses amables y solemnes, llenos de majestad y de eracia; la concepción elegante y espiritual de un ateniense, como dice anet, acostumbrado al comercio social diario 80 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. con artistas y poetas, rodeado de una muchedumbre de Minervas, de Venus y de Apolos; dioses inmortales y bienaventurados que no se ocupan para nada de los míseros habitantes del planeta, porque eso destruiría su eterna paz; entregados a la libación del néctar am- brosíaco, ocupando un lugar en los espacios serenos a donde no llega ni siquiera el ruido de los humanos movimientos, sólo para servir de ideal de imitación a los hombres, de modelos eternos y divinos, a los que debemos conformar nuestros actos y nuestros pensamientos... Cese, pues, nuestro ciezo temor, engendrado por groseras supersticiones, a dioses implacables que teogonías absurdas adornaban con los vicios y pasiones de los hombres. Epicuro no es un ateo; al contrario, es menos impío que los que hacen de la di- vinidad una caricatura grotesca del ente humano. Cese nuestro miedo a la muerte, que es el eterno descanso, la disgregación de los átomos que un día se unieron para formarnos, y que, con el postrer aliento volverán a incorporarse en ese infinito de átomos que, sin término ni principio, llenarán eternamente el inmenso vacío! No hay una suprema justicia, posterior a la muerte, encargada de premiar a los justos y castigar a los impíos. ¿Qué demuestran nuestras observaciones diarias? Que el respetuoso de los dioses, el que observa sus pretendidos mandatos puede ser, si se descuida, atropellado por el que hace alarde de una ciega impiedad. Y los dioses ven esto sin conmoverse; y premian la fe del creyente con la más olímpica indiferencia. Más aún. Alcibíades derribando en una noche de orgía la estatua de Mercurio, no cae a las plantas del dios, fulminado por un rayo de Júpiter... Si los dioses no tienen poder para defender sus propias prerrogativas, ni castigar las afrentas de un vividor ebrio, ¿cómo podrán intervenir en el poema humano? Desengáñese el hombre. Es un átomo perdido en la in- mensidad de un vacío infinito; demasiado insignificante, para atraer hacia sí la atención soberana de la divinidad ! Esta doctrina, que privaba al deseraciado de la suprema es- peranza de una compensación ultraterrena, tenía, sin embargo, la virtud de librar a los hombres del ciego terror a dioses vengativos y crueles. Con razón ha podido decirse, viendo cómo Epicuro hacía a la Humanidad árbitra de sus propios destinos, que el filósofo ate-' niense había puesto de pie almas que estaban de rodillas! El bien—añade luego—no es tampoco la práctica de la virtud. Estamos en presencia de una palabra vacía de sentido. ¿Qué es la virtud? Supone un estado ideal, un concepto mental que al hombre S. Salazar: La felicidad como fundamento de la moral. 81 se presenta, no como algo actual, sino potencial; como un régimen al que debe tender, no sacado de la contemplación de la vida y de la experiencia personal, sino como un producto de la razón. Contra ese criterio objetó tres argumentos formidables que hacen extraor- dinaria la sagacidad con que el filósofo, tres siglos antes de ra era cristiana, descubría el más grave error de los que llama Spencer moralistas a priori: 1? No hay un orden absoluto, anterior y superior al criterio de cada cual, creado por una inteligencia suprema, organizadora y armónica. Recuérdese su teoría del clinamen o desviación capri- chosa de los átomos, según la cual, en un momento dado, el mejor de los mundos posibles puede destruirse. Esta afirmación rotunda, que es el punto flaco de su doctrina en ciertos aspectos, tiene, sm embargo, estas dos provechosas consecuencias: el libre arbitrio del alma humana y la ausencia, en la naturaleza, de causas finales. Epi- euro, huyendo del determinismo teológico y aun del científico, cayó, extremando su doctrina atomística, más allá de Demócrito, en un determinismo peor: el del azar. Al azar se mueven los átomos; nada - hay, pues, absoluto y mucho menos ese mundo moral de perfección a que se llama virtud. 22 $Si la inteligencia nada construye sin los datos de los sen- tidos, mal puede coordinar un concepto equivalente a ese preten- dida organización superior llamada virtud, pues los sentidos no re- velan sino lo que existe en la realidad, y ese orden supremo no se ve por ninguna parte. Es un resabio teológico que supone que los dioses han construído un sistema ideal al que la conducta hu- mana debe ajustarse. 32 La razón, como hemos dicho, no goza de una vida indepen- diente de los sentidos; pero aun suponiendo que así fuera, en pre- sencia de un bien actual, según el testimonio de' los sentidos, el hombre no se absterdrá, nunca, por la esperanza de un bien que sólo se le presenta como posible racionalmente, no experimental- mente; es decir, no es la doctrina del interés que sacrifica un bien presente por un bien futuro que, por experiencia, se conoce que es mayor, sino por un bien problemático que la razón caprichosamen- te supone como el estado perfecto: sería abandonar la presa por la sombra. No; el bien no es tampoco el respeto a una divinidad terrestre que se ha llamado virtud: el bien es el placer. Pero entendámonos. Pudiera ereerse que Epicuro, así como to- g2 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. mó mucho de Demócrito para establecer su atomismo físico y su em- pirismo lógico, basó su edonismo moral en la doctrina cirenaica. Mas el placer de Epicuro no es el deleite de Arístipo y sus sucesores. Arístipo es una especie de sofista de la sensación. En una senten- cia célebre, Timon dijo del filósofo de Cirene: ““Arístipo, blando y afeminado, lo mide todo por el tacto.”” El placer, para Arístipo, es una especie de movimiento suave. En cuanto cesa ese movimiento, cesa el placer. El hombre, a toda costa, debe vivir en un continuo agitarse. El reposo del deseo satisfecho, no equivale al goce, como veremos que es la doctrina epieúrea: este reposo es semejante al sueño. La que hace apetecible la felicidad es la suma de deleites que representa. El hombre, pues, debe buscar ciegamente gozar, gozar siempre, ya que la vida es tan breve. En este sentido, llega uno de sus discípulos, Teodoro, llamado indistintamente el ateo y el dios, a formular el criterio absurdo y sorprendente de que el robo, el adulterio y hasta el sacrilegio, tan odiosos a los espíritus griegos de la época, no son vituperables si dejan un placer: lo que los amarga es el temor del castigo; pero eso es unz elreunstancia exterior que si se puede suprimir, quita al acto en sí todo carácter inmoral. No tenemos tiempo ahora; pero sería curioso seguir paso a paso, la evolución de la doctrina cirenaica que llega a consecuencias tan inesperadas como la que acabamos de mencionar y la que formuló Hevesias, otro de los discípulos de Arístipo, llamado el orador de la muerte, porque llegó a decir que el placer, consistiendo en el mo- vimiento, es tan rápido y frágil, que la vida no merece la pena de vivirse y que més vale morir. ¡ He aquí un extraño ascetismo sen- ualista ! Volviendo a Epicuro, su afirmación de que el bien es el pla- cer, parece justificar la frase irónica de Horacio: **Vil puerco de la piara de Epicuro””, más aún si se tiene en cuenta que agregó que el placer matriz o primordial es el placer del vientre; tan fuerte era la afirmación que Gassendi, el renovador, en los tiempos mo- dernos, de la doctrina epicúrea, la pasa por alta y aleún epicúreo apasionado discute su autenticidad; lo que, en definitiva, no prueba otra cosa sino que estos discípulos eran menos lósicos y más timo- ratos que su gran inspirador. Más grave es la objeción que se formuló en estos términos: si, según afirma la diaria observación, el animal por instinto y el niño en la primera edad tienden naturalmente al placer, y el placer es el bien supremo, la ciencia moral es inútil: no hay que enseñar a 58. Salazar: La felicidad como fundamento de la moral. 83 los hombres su línea de conducta, puesto que se la traza su misma condición natural. Veremos con cuánta razón se ha podido repro- ducir esta objeción a la doctrina evolucionista de Herbert Spencer. Pero Epicuro, en su tiempo, se adelanta a ella. Veamos cómo. El caudal espiritual se enriquece con la suma de experiencias ante- riores; y la idea, según su criterio, no es otra cosa que el recuerdo de una sensación. Epicuro denominó la idea valiéndose de una pa- labra griega prolepsis, es decir, anticipación. El espíritu humano, por esta suerte de pre-sensación, es capaz de conocer previamente, antes de experimentarla, la impresión que una determinada sensa- ción puede causar; y esto permite una ponderación mental, gracias a la cual el hombre puede elegir y elige, no ciegamente el placer, sino el placer mayor. He equí la diferencia de la escuela epicúrea, propiamente utilitaria, de la escuela cirenaica, francamente edo- nista. Este concepto del bien mayor detiene y mata, al actuar, el cie- go impulso de un determinismo natural; y la introducción, por otra parte, de la doctrina del clinamen en la constitución de la volun- tad, crea en el alma humana un absoluto libre arbitrio, gracias al eual, en presencia de un bien actual del que pueden derivarse lue- eo mayores dolores, o de un dolor, que después puede traer gratas consecuencias, el hombre rechaza el placer o acepta el dolor, por un poder selectivo intelectual, que el caudal de las experiencias pasadas y la absoluta libertad hacen posible. Los cirenaicos creían absurda esta tesis. Diógenes Laercio re- coge, en su “Vida de Filósofos ilustres””, la frase capital de la es- cuela en relación con este asunto: no hay jamás un deleite que se derive de un dolor, ni viceversa. Epicuro, para probar su doctrina, formula su célebre concepto sobre los deseos humanos, que es la base de su criterio de la mo- deración, una de les más hermosas concepciones del espíritu an- tiguo. El placer no es otra cosa que la satisfacción de un apetito; luego, para que haya placer es indispensable que el hombre se libre de la garra del deseo por la consecución de lo que apetece. Ahora bien; los deseos humanos pueden ser de tres clases: necesarios, na- turales y artificiales. Es un deseo necesario el que enciende en nos- otros la propia conservación de nuestra vida; por ejemplo, comer y beber. Satisfacer esos deseos es indispensable para que el hombre pueda subsistir; si no se los atiende, no sólo viene el dolor, sino la 84 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. muerte. He aquí cómo el placer del vientre, el que se sigue de la satisfacción de estos deseos esenciales, es el placer primordial, la base de todos los demás. No era un vil puerco, sino un hombre ló- gico, al que la verdad no hacía retroceder, el filósofo que formuló la tan discutida tesis. Pero, por otra parte, la satisfacción de estos deseos necesarios, se puede conseguir a poca costa: la Naturaleza, pródiga, ha puesto a nuestro aleance cuanto podamos necesitar; un poco de agua, una bellota, son el mejor manjar para el hambre verdadera y la ver- dadera sed. Por mucho que el hombre perfeccione su mesa llenán- dola de manjares exquisitos y vinos generosos, no experimentará una partícula más de gozo que el que se alimenta con agua y pan: satisfecha la necesidad verdadera, todo lo demás es aberración. El hombre, sin embargo, en su afán de felicidad, busca y des- cubre otros goces que no son indispensables, pero sí ciertos y obte- nibles: la familia, los amigos, la contemplación de la belleza, ete. Mas estos placeres suelen traer anexos dolores consiguientes; con- ducta prudente será rechazar, de antemano, lo que va a ser causa de preocupaciones. Sin embargo; lejos de hacer esta ponderación de ventajas e inconvenientes, el hombre, en su afán de gozar, puede llegar a apetecer bienes que no son más que aberraciones de su voluntad : aquí entra la tercera categoría, la de los desos artificiales, que son los que atormentan a los necios que no comprenden que la naturaleza humana tiene un límite de delectación que aunque se empeñe no puede rebasar. El mundo, las riquezas, el lujo, los ho- nores, la eloria, están en esta categoría. Es agradable mandar so- bre los hombres, ejercer una voluntad omnímoda que no tenga cor- tapisas: reside en el fondo del alma humana, a veces oculta en lo más íntimo de sus repliegues interiores, la tendencia a la domina- ción; pero ella, cuando se satisface, cuando en lo más alto del im- perio sobre los hombres parece que se está en el pináculo de toda buena ventura, nos causa, por el contrario, graves preocupaciones y recelos que amargan la vida y nos envuelven en una tupida malla de odios, rencores y envidias. Gloria, poder, riquezas y honores... ¿quién no los ansía? Pero ¿quién que los haya disfrutado no ha añorado luego el sosiego y la dulzura de lo que llamaba Wagner la vida sencilla, de una amable y deleitosa mediocridad? He aquí el elogio más cumplido de una sabia y prudente moderación como base de la felicidad. ¿ Lo más singular de la doctrina epicúrea es que, llevada hasta 5. Salazar: La felicidad como fundamento de la moral. 85 las últimas consecuencias, vino a defender dos virtudes profunda- mente sociales, que parecen reñidas con la doctrina egoísta del pla- cer: la justicia y la solidaridad. La justicia, porque, según Epicu- ro, el injusto no será nunca feliz, no por remordimiento de haber violado la pretendida ley moral, ni por temor a falsos dioses que puedan ver lo oculto y penetrar en lo más íntimo de cada concien- cia; sino porque no estamos absolutamente seguros de que algún día nuestro delito no se descubra. La solidaridad, porque del mutuo auxilio, de la amistad mutua, derivamos una crecida serie de ven- tajas y placeres. Así, la amistad viene a ser un lazo de interés egoísta, desprovisto de todo carácter simpático. El mismo autor de la doctrina, cuya amistad con Metrodoro ha quedado en la Histo- ria como el ejemplo de un amor desinteresado y puro más fuerte que el dolor y que la muerte, y sus mismos discípulos que han he- cho célebre, por los lazos de hermandad afectuosa que entre ellos reinaba, el “Jardín de Epicuro””, son la más fuerte negación de ese eriterio egoísta. Si hemos dedicado tanta atención a la doctrina epicúrea, es más que nada, por razón histórica, en vista de que se trata, indis- cutiblemente, del punto de partida de todos los sistemas que ven en la felicidad el criterio moral. Pero no vamos a hacer su crítica. Juzgar un eriterio de conducta del siglo 111 antes de Cristo, desde las alturas de la civilización contemporánea, a más de dos mil años de distancia, sería una enorme injusticia. Desde luego, el principio fundamental es falso; y además, esta filosofía trataba de reducir al hombre a un punto geométrico en el espacio para subs- traer superficie al dolor. Es una filosofía, no de acción, sino de re- nunciamiento, que encierra al hombre en su castillo interno para librarlo del mal. Pero eso, como tedos los sistemas basados en el egoísmo puro, es la negación de la vida social. Aun su misma doce- trina de la solidaridad por egoísmo, expuesta aunque no practica- da, reduce la Humanidad a una serie de líneas paralelas, destinadas a correr siempre próximas sin unirse Jamás; a una serie de relojes isócronos pero marcando horas distintas, condenados a marchar siempre al unísono, sin dar nunca las horas a la par!... Bentham renovó en los tiempos modernos la doctrina de la moral basada en la felicidad. Pero así como Epicuro tuvo -sus an- tecesores en la escuela cirenaica, el filósofo inglés fué precedido por Hobbes y Helvecio. El primero resucita la doctrina de Cirene. La Ss6 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. sensación nos da el eriterio de lo que es placentero o doloroso, y el placer es el bien supremo: la vida se reduce, pues, a procurarnos incesantemente sensaciones deleitables. El placer no es el reposo que queda una vez satisfecha la necesidad; sino el deseo que en cada goce, subsiste; es el deseo constantemente renovado. Por eso pudo formular su célebre principio: “El bien mayor es avanzar siempre hacia bienes ulteriores con la menor cantidad de obstáculos.”” En esta última parte de su postulado, Hobbes fué in- consecuente. Si el placer reside en la sensación y la sensación se traduce en movimiento, mientras más sean éstos, esto es, mientras mayor el obstáculo, mayor será el bien. De ese modo, hubiera lle- gado Hobbes a incidir en la doctrina más incompatible con la uti- litaria, la doctrina del esfuerzo, que tuvo por héroe a Hércules: la estoica, en fin. Es curioso también en Hobbes la génesis del orden social ba- sado en «1 interés personal. Al principio, el hombre es el lobo del hombre; y las relaciones sociales, la guerra de todos contra todos: es la consecuencia inmediata de buscar cada cual la mayor cantidad de placer individual. En cada semejante se adivina un competidor y, por tanto, un enemigo. La educación y la cultura cubren con una capa superficial estos sentimientos primarios; pero raspando un po- co, se descubre la huella de este odio primitivo. La maledicencia con que sazonamos nuestras conversaciones, el placer con que ha- cemos un chiste a costa, a veces, del sonrojo de nuestros propios amigos, la risa loca que nos acomete frente al ridículo de los demás, son buenas pruebas de ello. Pero este mismo interés personal, nos lleva, por un contrato do ut des, a ceder parte de lo que apetecemos para alcanzar parte de lo que apetecen los demás. De este modo, el contrato no es otra cosa que una fórmula egoísta. La doctrina de Hobbes es, pues, la más alta consagración del interés individual. Helvecio acepta el criterio; pero trata de conciliar el interés personal con el colectivo: un sistema de premios y castigos impues- tos por la sociedad hace que el hombre sacrifique su bien personal al bien social. El problema se planteó, entonces, en toda su pleni- tud: conciliar los intereses encontrados del hombre y la sociedad fué el ansia de los moralistas; y Helvecio no cayó en la cuenta de que, en nombre del placer individual, sacrificaba, por procedi- mientos coactivos, el bien personal al bien social. Bentham surge entonces para resolver la antinomia con un S. Salazar: La felicidad como fundamento de la moral. (337/ sistema de moral que, cualquiera que sea la crítica que podamos hacerle, ha quedado en la Historia de la, Filosofía como un esfuer- zo ingenioso y filantrópico en favor de la Humanidad. El punto de donde hay que partir es la consideración de las consecuencias consiguientes a nuestras acciones. Aquellos actos en los que prevemos una cantidad de dicha mayor que de pena, serán los más buenos y, por lo tanto, los más morales. Pero, antes que nada, hay que graduar el valor comparativo de los placeres: así surge aquella famosa Aritmética del placer, cuyo conocimiento y aplicación bastaba, en la ingenua creencia del filósofo, para hacer a los hombres más felices. Conforme a esta ciencia, a tres órdenes de consideraciones de- bemos atender para graduar el placer: sus condiciones intrínsecas, las circunstancias que concurren en el sujeto que ha de experimen- tarlo y el valor social del acto apetecido: lo que pudiéramos llamar valor objetivo, valor subjetivo y valor social del placer. Este último es el más importante para Bentham, que seguía anteponiendo al bien individual, el bien social. A la primera categoría hay que referir la intensidad, la dura- ción, la certidumbre, la proximidad, la fecundidad y la pureza del placer apetecido: será mayor el que presente una combinación me- jor de estas eireunstancias muchas veces opuestas. Dentro del segundo grupo de consideraciones, hay que tener en cuenta la edad, el sexo, el clima, el carácter, los hábitos, el desarro- llo de la inteligencia, todas las causas que pueden modificar la sen- sibilidad del agente; y, finalmente, deben tenerse presente, previa- mente, las consecuencias sociales del acto apetecido. Basta enunciar así, brevemente, los datos que entran en cada problema de su famosa Aritmética moral, para comprender que, en un momento dado, cuando la violencia de las pasiones determi- nan al hombre a actuar en un sentido cualquiera, no se detendrá mucho a resolver un intrincado acertijo que le obligue a conocer un curso completo de ciencias sociales, psicología y fisiología; sin con- tar que en ese mismo momento, nadie es capaz de prever la trans- cendencia social de un acto cualquiera, por ejemplo, un asesinato. Stuart Mill complicó más aún el problema introduciendo en la consideración del placer un elemento nuevo: su calidad. De ese modo sustituyó a la Aritmética Moral una especie de Moral Esté. tica. Hay placeres más elevados que otros, preferidos por inteligen- cias privilegiadas. Es posible concebir que un hombre prefiera 88 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. los placeres del bruto por la razón de que son mayores cuantitati- vamente. Pero si ya es problema difícil de resolver cuál placer es mayor desde el punto de vista cuantitativo, ¡calcúlese lo que será teniendo en cuenta su calidad! La cuestión más grave, el problema de la paz social, trata de resolverlo por tres remedios: 1%: Castíguese toda falta contra la armonía colectiva y añádase al castigo la sanción legal: el temor a la pena hará huir del pecado. 2?: La educación enseñará a los hom- bres a asociar su dicha a la de los demás y dará en su inteligencia una preminencia cualitativa al placer individual que se traduzca en placer social. 3%: La sociedad debe ser organizada de tal modo que realmente se armonicen el interés de cada uno y el interés ge- neral. Esto no es otra cosa que incidir en una petición de prinei- pios: lo que es bastante singular en uno de los más notables lógicos de los tiempos modernos. ¡Armonizar el interés individual con el interés general! ¡Pero si ese es todo el problema!... Lo que para Stuart Mill era una aspiración a la que podía lle- garse por medios utópicos, para Spencer era una necesidad que fa- talmente había de producirse. Aplicaba el filósofo al progreso sc- cial su gran ley de la evolución universal. El mejoramiento de las sociedades no es sino una forma de la marcha cósmica de lo homo- séneo a lo heterogéneo, de la indefinido a lo definido. Por una es: pecie de ley fatal la sociedad tiende a un estado perfecto en que la conducta moral será tan natural como las funciones físicas de la circulación y la respiración. Mientras tanto, el hombre debe coad- yuvar al advenimiento de ese estado feliz. El contenido del deber queda reducido a actuar como si estuviéramos en presencia de esa sociedad ideal para acelerar su advenimiento que, por otra parte, vendrá, queramos o no. Concepción admirable de un gran cerebro y un gran corazón !; pero veamos cómo no puede sostenerse frente a las menores obje- ciones. Una la ha formulado el doctor Varona; y es de las principales. Esa concepción se aparta mucho menos de lo que se cree de la con- cepción racionalista. ¿No se trata de concebir un estado de sociedad perfecta ? En segundo lugar, si esa sociedad perfecta, por una especie de fatalismo a la arábiga, ha de venir, queramos o no, no importa nuestra conducta moral actual. Todo sacrificio en holocausto a la virtud resulta inútil. Seamos ladrones o asesinos, no importa. En 5. Salazar: La felicidad como fundamento de la moral. 89 la sociedad a ventr, desaparecerán, por eliminación orgánica, esas cargas antisociales. En tercer lugar, al señalar el contenido del deber, Spencer inci- dió en el error tan vulear de establecer un ideal absoluto de moral. Variará en cada caso y en cada circunstancia el concepto que se forje cada cual de lo que debe ser la organización perfecta de la sociedad a cuyo advenimiento debe ajustar sus actos; y de ahí sur- eirán necesariamente el choque y el antagonismo en lo que menos debe aparecer: en el concepto del contenido del deber. En cuarto término, ¿cómo debemos concebir ese estado ideal futuro? ¿Como una gran semejanza entre los hombres y mínimas discrepancias? Una de dos: o en cualquier estado social que conei- bamos como perfecto, quedará ahogado el subjetivismo y con él el criterio moral de cada cual, o siempre subsistirá el antagonismo del interés social y el individual. Y bien pensado, el primer extremo de la alternativa es inaceptable, dentro del propio criterio spence- riano; porque su gran ley de evolución debe tener aplicación a la conciencia como a todo; y me parece a mí que lejos de tender el progreso a matar, a incorporar dentro de la concifncia social las conciencias individuales, debe, por el contrario, dirigirse a una es- pecialización subjetiva cada día mayor. Finalmente; suponer que por la esperanza de un bien hipoté- tico, cuya realización se pierde en las nebulosidades de un porvenir lejano, al que no llegará a tocar, deje el hombre de satisfacer el deseo actual, sacrifique el placer próximo a esa especie de sombra de la felicidad, cabe en lo posible y ahí están, para probarlo, las in- finitas sectas de fanáticos que buscan el dolor para obtener el bien eterno más allá del misterio de la muerte; pero es un criterio incom- prensible desde el punto de vista de los utilitarios, de los que pu- dieran eseribir en el pórtico de su escuela los versos del eran poeta persa del siglo XII, Omar al Khayam: “La vida pasa cual alegre caravana: no pierdas, entonees, el momento de la felicidad ””. He dicho. 90 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. EL DR. SIXTO LOPEZ MIRANDA. ¡ Cómo se complace la muerte, insaciable siempre, en ahogar los corazonesen el más profundo dolor! Y ¡cómo la Universidad estrecha sus filas con más o menos rapidez recibiendo el último adiós de sus más valiosos elementos ! El añode 1917 conmovió en gran modo nues- tro Centro docente y sin digue que oponer al desfile que se iniciara, acompañamos eon hondo pesar, surcadas nuestras mejillas por lá- grimas de tristeza, a aquellos compañeros bien amados que tanto lustre dieron a sus enseñanzas contribuyendo a su justificado re- nombre. Salimos de ese año desgraciado como del anterior que nos arre- batara al inolvidable Dr. Berriel, pensando que al alborear el 1918 abriríase un horizonte de tranquilidad para nuestra casa tan que- rida. Cuando así discurríamos, cuando parecía que no había temor que nos llevara a suponer cataclismos en lontananza, de nuevo la muerte se nos presenta con su visión fatídica para confundirnos en tremendo pesar, segando en forma casi fulmínea la existencia de aquel hombre bueno, de simpático y apuesto porte, de argentada cabellera que tan agradablemente contrastara con su trigueña tez y cuyo corazón y espíritu siempre elevados despertaran el afecto espontáneo y general de cuantos le conocieron y trataron. Así fué en vida el ejemplar compañero que se llamara Sixto López Miranda. Los que desde luengos años le conocíamos y le vimos en los pri- meros momentos de su vida siempre luchar con tesón para hacerse un excelente ciudadano, como lo fué jobteniendo tras múltiples es- fuerzos el pileo doctoral que le permitiera ocupar un puesto en el claustro de la Universidad ; los que estudiando de cerca su brillante mentalidad y su condición moral, pudimos aquilatar el mérito de ambas haciéndonos pensar en los hbeneficiosque hubiera podido a este Centro ofrecer si suvida se hubiera desenvuelto normalmente, sin zo- zobras de ningún género; los que a diario advertimos lo que hiciera en el campo de la enseñanza cuando expresamente a ella se dedicara ; sus condiciones de literato ilustre cada vez que así hubo de demos- El Dr. Sixto López Miranda. 91 trarlo, opinamos, no sin fundamento, en lo útil que hubiera sido a su patria por su carácter disciplinado y su mentalidad superior de haber logrado desenvolver sin escollos sus excelentes cualida- des, porque el Dr. López Miranda, al lado de una vasta cultura formada al calor de las grandes luchas de la vida, tuvo siempre co- mo sello distintivo en su actuación social la más exquisita caballe- rosidad, la delicadeza de la forma, el uso de la frase más agrada- ble, sin abdicar nunca de la dignidad que imprimía a todos sus actos, pues pensaba que para mantener la entereza de carácter no se requería la forma destemplada y sí una eficaz resolución en los prin- cipios. Así lo vimos siempre en su labor universitaria. Recordemos en todo tiempo, como se recuerdan las cosas gratas, al compañero que tan rápidamente nos ha abandonado, ya que su paso por este mundo no ha sido más que para sembrar en el corazón moti- vos de justificada estima. De los que sevan, siendo como es la vida un soplo, tan sólo nos queda como elemento útil la bella estela de sus acciones, que cuando es como la del Dr. López Miranda, bien me- rece ser excelente orientación para nosotros. Non ommis moriar, decía Horacio pensando en lo eterno de la labor mental de los hom- bres; non cmnis moriar decimos en este caso, que si la materia des- aparece mantiénese duradero lo que nos revela la personalidad : las excelencias de su fisonomía mental y moral. LA DIRECCIÓN. O wm Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. FRANCISCO CODERA Y ZAIDIN. A una edad bien avanzada y después de haber sido útil a su patria, se ha extinguido la vida de este hombre bueno, ejemplo ad- mirable de laboriosidad en el cultivo de los estudios semíticos y magnífico espejo de virtudes en que podrían mirarse las genera- ciones de todos los tiempos. Supo pasar la vida haciendo el bien sin que los atractivosdel mundoperturbaran la línea de conducta que se había trazado, y si fué de interés para él impulsar la ciencia en la esfera de sus aficiones, lo fué también el enjugar lágrimas y sosegar los espíritus intranquilos ante la dura necesidad. Los que hemos pa- sado por las aulas universitarias, dedicando preferente atención a los estudios lingiísticos, nos llegó a ser el nombre de Codera tan familiar como el de los autores más conocidos, y siempre que quisi- mos aleanzar un concepto de la buena orientación en el campo de la investigación arábiga y acudimos a los libros que escribiera, en- tre ellos sus Elementos de Gramática árabe para uso de los alumnos, hubimos deobtener un resultadosatisfactorio; a ello contribuó siem- pre la claridad y sencillez de su exposición y el buen método que adoptara, sana direceión que hemos advertido después al ampliar nuestros conocimientos examinando otras obras de igual índole. Preocupóle en alto grado sus alumnos que estimaba como elemen- tos muy valiosos de la familia universitaria que había constituído, y su actuación en la cátedra de lengua árabe, que por veintiocho años desempeñara en la Universidad Central, no se circunseribió al cumplimiento rutinario de la diaria explicación, sino también a consagrarse por completo a sus discípulos en todos los momentos y en todas las horas. Por eso su paso por esta vida, tan llena de desdi- chas, ha dejado honda huella de afecto en los que tuvieron el honor de llamarle maestro. Codera, como muchos otros hombres de superioridad mental, laboró con éxito en las obras emprendidas, pero laboró con más éxito, formando un grupo de aficionados a sus estudios que es honra hoy de la cultura española. Si distintas fueron las Universidades que tuvieron el honor de contarle en su profesorado, a la Universi- dad Central le cupo la dicha de conservarlo por más tiempo, ya que Francisco Codera g Zaidín. 93 a los estudios arábigos—con la competencia que nacionales y ex- tranjeros le concedían—consagró casi tres dézadas de su vida has- ta que la jubilación lo llevara al necesario reposo de todo esfuerzo mental y físico. Buena prueba del alto coneepto que mereciera— tanto en su patria como en el extranjero—ha sido el magnífico vo- lumen que le dedicaran sus amieos y discípulos testimoniando los méritos sineulares del maestro. No debemos callar su Tratado de mumismática arábigo-española, que publicara en Madrid, poderoso auxiliar en la pesquisa histórica, ya que las monedas árabes, como él ha dicho, son las más ricas en datos históricos de cuantas se co- nocen, ni tampoco el vivo interés que sintiera por la Biblioteca ará- bigo-española para facilitar el estudio de obras y documentos de la dominación agarena; ni los grandes esfuerzos para salvar los manuscritos arábigos de la Biblioteca del Escorial, ni tantas otras labores que revelan lo que es una firme voluntad puesta al servicio de una mente superior; nosotros, admiradores de esos magníficos luminares de la constelación lingúística, sentimos hondo pesar vien- do cómo se ha apagado el astro que tanto vivificara nuestra mente señalándonos el sendero de la verdad en que debe descansar la ciencia. ¿A quién mejor podrían aplicarse las palabras de Juvenal: Va- tam impendere vero? Dr J. M. Druico. 91 Revista de la Facultad de Lelras y Ciencias. NOTAS BIBLIOGRAFICAS. I. GRAMÁTICA DE La LENGUA CASTELLANA por la Real Academia Es- pañola.—Madrid, 1917. Bace unos cuantos años, y con motivo de haberse anunciado que el muy ilustre lingilista Sr. Eduardo Benot había sido encargado de redactar una nueva gramática, inspirándose en la verdadera orientación científica, publicamos, en La Discusión, un artículo con- eratulándonos de este propósito de la docta Corporación, pues en manos de persona tan experta la ponencia el resultado tenía que ser altamente satisfactorio. Tras largos meses de labor publicóse la edición, siendo grande nuestra sorpresa al advertir, si no la ruti- naria forma de exposición de las anteriores la que era más expo- nente de determinada orientación filosófica que del desenvolvimien- to científico que debía tener cada una de las partes que comprende la gramática en consonancia con el proereso de la ciencia del len- guaje. Entonces expusimos la impresión que el libro nos produje- ra, como hoy lo hacemos, en las páginas de esta Revista, sobre la nueva edición dada a luz a fines del año último y dirigida por el muy entendido académico Dr. José Alemany, tan preparado siem- pre para empresas de esta índole. Si el chaseo sufrido no ha sido tan intenso como el anterior, pues en este libro se han introducido cambios merecedores de nuestro elogio, no hemos dejado de tener- lo aleún tanto ya que la fonética y la morfología de nuestro idioma no aparecen expuestas como debieran estarlo borrando por completo el viejo título de Analogía que aun mantiene la Academia, ya que este término tiene hoy en el campo del lenguaje otra aplicación de no escaso interés, y así, en vez de una denominación y clasificación rutinaria de los elementos que comprende cada parte hubiera apa- reeido el libro con la científica correspondiente. Pero tal cosa sería mucho pedir, pues la reforma, como dice el entendido ponen- te, había que hacerla por etapas y en ediciones sucesrvas. Así y todo, a poco que se analice la obra, se advierte el esfuerzo tendiente a mejorar las ediciones anteriores, ya en supresiones de- terminadas, ya en cambios de redacción al exponer las diversas es- Notas Bibliográficas. 95 pecies de nombres, bien en la indicación de los prefijos en los nom- bres compuestos, bien en la selección de términos adecuados como sufijo por incremento al tratar los demostrativos y sufijo en vez de desinencia al referirse a los diminutivos. Muy oportunas nos pare- cen las indicaciones hechas sobre el valor del pronombre, como es de aplaudirse la inversión dada al orden de exponerlos, siendo más propio el estudio del posesivo tras el personal a virtud de la rela- ción semántica que entre los mismos existe. Igualmente se nota mayor amplitud en la exposición de la materia eramatical ya al estudiar los pronombres indefinidos como al discurrir sobre el ar- tículo sufriendo no poca mejora la materia de los tiempos donde se analiza el modo povencial con su tiempo simple y compuesto, pun- to no tratado en las anteriores ediciones. Al establecer la distinción entre la radical y la desinencia no encontramos el punto bien des- envuelto, hubiéramos deseado otra exposición que permitiera al que estudia conocer fácilmente lo que es la vocal temática, distin- suir la característica temporal, apreciar en debida forma la desi- nencia personal y no como se ha hecho, porque si bien es cierto lo del apócope y síncopa que han experimentado las formas verbales latinas al pasar al español, es también evidente que la distinción de esos elementos verbales es muy apreciable en nuestro propio idio- ma. La conjugación aparece expuesta como en las ediciones ante- riores señalándose tres formas fundamentales de conjugación, la de los verbos en ar, er, 1r, sin que nada se indique acerca de la uni- dad de la conjugación, pues unos mismos son los exponentes perso- nales para todos los verbos y una sola la unión de éstos al tema personal. Al estudiar los verbos regulares se modifica fundadamen- te la definición pasada diciéndosenos que no son los que conservan íntegra su raíz sino su radical; en la clasificación de los verbos mantiene la de irregulares para los que se conjugan alterando ya sus radicales, ya las desinencias propias; de la conjugación re- gular, ya unas y otras. Somos de parecer que estudiada la es- tructura de estos verbos y vista la causa fonética que puede orl- einar esas mutaciones por ella ha debido explicarse lo que se llama irregularidad, exponiéndose la materia en la misma forma en que se hace en otros idiomas. No obstante lo dicho, los casos de irregu- laridad por diptonsación de la vocal radical, por debilitación, es- tán mejor expuestos que en las ediciones publicadas. Es de espe- rarse, y con sobrado motivo, un mejoramiento de la fonética y de la morfología en el futuro, pues el Dr. Alemany sabe bien que sólo 96 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. por circunstancias especiales se ha visto obligado a acomodarse, no obstante pequeñas variantes, al molde antiguo, pero que así no es como debe aparecer expuesta la fonética y, la morfología después de habernos enseñado lo contrario en su magnífica Gramática his- tórica de la lengua castellana, lo mismo gue Menéndez Pidal en la que con igual título publicara y Cejador en la Gramática de la len- cua de Cervantes. De todas las partes de la nueva gramática la que ha experimen- tado una transformación saludable es la Sintaxis tanto en el mé- todo como en el plan de su exposición, y hasta en la misma forma de ella, pues como dice la Academia es más lógica y razonada que las anteriores, enriquecida y confirmada la doctrina gramatical por mayor número de autoridades de los más eminentes escritores de todas las épocas. Á poco que uno se fije advierte el nuevo derrote- ro, la mayor investigación en los puntos propios de la oración gra- matical no sólo en el sujeto de la misma sino en las reglas de con- cordancia, especialmente en los casos em cuanto a la función que les está encomendados, sin olvidar los oficios del substantivo en la oración ni los del adjetivo. No queremos dejar de consignar nues- tra opinión contraria acerca del eriterio de existir en castellano una declinación aunque se le llame preposicional en compensación de la perdida declinación latina que las lenguas romanas han subs- tituído por las preposiciones y el nombre, pues si la declinación, como dijo Varrón, son las variaciones o formas distintas que pue- den tomar las palabras declinables según las varias relaciones que expresan, imposible es suponerla en castellano donde el substanti- vo no tiene más que una sola forma, pues la apócope privó de las desinencias de flexión a los nombres. Las denominaciones de nomina- tivo, genitivo que se ven en la declinación latina no son aplicables a la lenena castellana, por lo que resulta un absurdo tratar en la sintaxis del uso del genitivo, acusativo, etc. No hay fundamento para suponer que una preposición sea de un caso o de otro dado puestos que éstos no existen. No habiendo pues declinación en caste- llano el estudio de la sintaxis se simplifica al omitirse los temas sobre el révimen. El estudiode loscomplementos extrínsecos del predicado determinando el aspecto del complemento bien como directo, indi- recto o cireunstancial, la sintaxis de la preposición, los complemen- tos intrínsecos del predicado refiriendo cuanto atañe a los modos y tiempos del verbo, así como las clases diversas de oraciones que manifiestan lariquezade los mismos son progresos advertidos dentro Notas Bibliográficas. 97 de la oración simple revelando el mayor interés que la Academia ha querido dar a esta parte de su gramática. Y si nos fijamos en lo expuesto en la oración compuesta, en la parataxis con sus corres- pondientes perícdos y en la hipotaxis en la subordinación de las oraciones, con desenvolvimiento extenso y nutrido de las oraciones substantivas y adverbiales para terminar con las formas nomina- les del verbo, es decir, con el infinitivo, el gerundio y el participio, fácil es comprender cue este tratado nos haya hecho pensar, en más de una ocasión, en obras excelentes de idiomas clásicos, donde estas cuestiones aparecen desenvueltas con lujo y erudición, dentro de un método admirable aque revela el grande ahinco de los autores por presentar lo más completo que sea posible este aspecto de la eramática. Dr. J. M. Dimico. I1.— VerrienDO IDEAS; por Eugenio Leante.—Habana, 1917.: Una recopilación de artículos publicados en el periódico Heral- do de Cuba, de esta ciudad, constituye el volumen que el señor Leante se ha servido dedicarnos. Pudiera creerse, a primera vista, que ese carácter de colabora- ción periódica que tienen estos trabajos le privan de unidad a toda la obra. Pero no es así. Aun juzeando a veces sucesos del día, co- mentando noticias nacionales o extranjeras, planteando y soste- niendo una polémica interesante sobre las llamadas “ciencias ocul- tas””, el señor Leante obedece a un plan y tiene un eriterio fijo, del que hace profesión de fe en el proemio de su libro: orientar el afán de investigación que domina la época presente en el sentido de la contemplación natural. Su libro es una serie de estudios de filosofía, psicología y so- ciología, en que parece tener por guía principal el criterio spence- riano de la evolución natural; a la luz de ese criterio, examina va: lores filosóficos como el concepto de la individualidad, el problema de la inteligencia y la evolución consciente, la estética humana, ete., valores sociales como el progreso, la guerra, las ciudades, ete., y valores morales como la virtud, la evolución de la moralidad, la mo- ralidad cristiana y otras. Se nota también en él la influencia marcada de Le Bon y Fede- rico Nietzsche; lo cual, junto con otros detalles que no podemos 98 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. estudiar minuciosamente en una breve nota bibliográfica, prueba que el señor Leante ha hecho una vasta lectura, y, lo que es mejor, ha sabido aprovecharla. En algunos extremos diferimos de sus conelaontb: y en algu- nos otros, nos parece que hay algo de contradicción con su propio eriterio. Por ejemplo, para no citar más que lo más saliente, en su artículo “Evolución de la consciencia””, en vez de decirse, como siempre, por la teoría de la evolución natural perpetuamente per- fectible, por aquel criterio de Herbert Spencer que hacía de la so- ciedad ideal un bien “indefinidamente aproximable””, para usar una frase célebre de Kant, termina por esta dolorosa conclusión, de un carácter profundamente pesimista: *“Así también la huma nidad, sin duda alguna, comenzará a declinar cuando, repleta de conocimientos, vayan decreciendo de modo notable las energías vi- tales en los individuos que la integran””.... ““La Humanidad pe- recerá, y con ella todos nuestros ensueños, metamorfoseados en bri- llante realidad unos, a punto de eristalizar casi todos. ”” Habíamos creído que el señor Leante, como el doctor Varona, a quien dedica un hermoso homenaje, se decidía por el prudente meliorismo de Sully. El estilo sencillo, la cita breve, la palabra que, sin aspirar a convencer, convence por lo mismo, de esta amena colección de ar- tículos hace recomendable y agradable su lectura. TIT. COMEDIA FAMOSA DE LAs BurLAS VERAS, de Julián de Arménda- riz. Edited with an Introduction and Notes; by $. S. Millard Ro- senberg, Ph. D., Philadelphia, 1917 (Publications of Universi- ty of Pennsylva aj La presente edición crítica de un texto tan raro del antiguo tea- tro español como Las Burlas Veras de Julián de Armendariz, com- ta el cielo de estudios, muy doctos y seguros, que sobre un tema elá- sico de la escena española ha venido realizando el hispanista Mi- llard Rosenberg, profesor de Literaturas Románicas en Girard College. En 1911, editada también por el Departamento de Len- guas y Literaturas romances de la Universidad de Pennsylvania (uno de los grandes centros del hispanismo en los Estados Unidos), apareció la comedia de D. Pedro Calderón de la Barca La Espa- ñola de Florencia (o Burlas Veras y Amor invencionero) y enj 1912 la de Lope de Vega del mismo título (Las Burlas Veras), am- Notas Bibliográficas. 99 bas de las más curiosas y raras, aunque de muy secundario valor, en el vastísimo repertorio de los dos grandes dramáticos españoles. Es un tema de intriga el que desenvuelven las anteriores pro- ducciones. Los aparentes fingimientos de un galán, las burlas ve- ras de un mancebo enamorado que van desbaratando, una a una, todas las dificultades que se presentan para la realización de sus planes. El tipo, en la comedia hasta hoy inédita de Arméndariz, tiene algo del ambiente picaresco, avillanado, que con tanta fre- euencia envolvió la vida del antiguo estudiante español. Apartada de la antigua tradición humanística, pues la comedia que nos ocu- pa es de las típicamente novelescas o de intriga, se percibe en sus páginas una nota de animación, de bullicio estudiantil que denun- cia el momento y el lugar en que la obra se compuso: a principios del siglo XVII, en la ciudad de Salamanca, por un hijo de ella, que probablemente frecuentaba su famosa Universidad. De Arméndariz se sabe poco. El erudito profesor de Pennsyl- vania ha ampliado, rectificado o comprobado las escasas e inciden- tales noticias que sobre él dan Tieknor, Bartolomé José Gallardo y otros investigadores. Prueba sus estudios hechos en Salamanca (ya había referencias en Blanco de los Ríos de Lampérez: De vuel- ta de Salamanca, España Moderna, Junio de 1897) y basado en el libro rarísimo de Arméndariz Patrón Salmantino, rico en porme- nores autobiográficos, hace afirmaciones muy importanes sobre la juventud del autor, su comercio literario, sus relaciones con los otros poetas.... Otros documentos aprovecha, algunos publicados (como el testamento del autor, inserto por Pérez Pastor en su Bibliografía Madrileña) otros inéditos, como los poderes dados por algunos comediantes a nuestro poeta. El profesor Millard, en una magistral introducción, estudia las fuentes de la comedia, traza en exacta síntesis, la evolución del te- ma hasta Calderón y, aprovechando sus estudios ya publicados, examina sus orígenes en la literatura italiana (principalmente, pa- ra Calderón, la Novela XXXII de M. Bandello) y en forma inei- dental rectifica la interesante especie, algún tiempo acreditada, de que La Española de Florencia, pudo ser fuente de la comedia Twelfth Night, de Shakespeare: para esta producción parece que tuvo el dramático inglés a la vista una traducción amplificada (la versión latina según plausibles conjeturas) del texto italiano de H”Igannat:. Aumenta el interés de esta primera edición de la obra de Ar- 100 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. méndariz (hecha sobre el manuscrito de Parma) cinco grabados curiosísimos referentes ya al mismo manuscrito de Parma, ya a las viejas ediciones de Lope o Calderón. Asimismo es de mucha impor- tancia el extracto que se hace del Patrón Salmantino, muestra muy opaca del talento lírico de Arméndariz, pero una de las pocas que de él nos quedan. Por cierto que esta aptitud lírica de nuestro au- tor, se patentiza, en un orden relativo, en la descripción, rica en do- naires aunque muy pormenorizada, que hace Flora a D. Diego al comenzar el 2? acto de Las Burlas Veras: ' Tendrás en su rama enana la roja guinda melosa, y la cereza golosa con las mejillas de grana... Tanto la introducción como las notas que acompañan al texto están escritas directamente sobre las fuentes; el autor, siempre que le es posible, utiliza materiales de primera mano y con sobriedad y mesura asienta sus conclusiones. En lo único que el hispanista del Girard College se muestra excesivo, es en la narración detallada del argumento de Las Burlas Verass si el lector dentro de poco ha- bía de examinar la comedia por si mismo, holzaba, en verdad ese relato. Dr. S. SALAZAR, IV. ROMANCERO NUEVO MEJICANO; publicado por Aurelio M. Espi- nosa. (Extrait de la Revue Hispanique, tome XXXIII). Un volumen de 115 páginas. El profesor de la Universidad de Stanford, Aurelio M. Espi- nosa, que ha dado excelentes contribuciones a la erudición espa- ñola, al recopilar en este interesante volumen los romances, popu- lares o vuleares, que se conservan en la tradición oral de Nuevo- Méjico, presta un gran servicio al estudio del folk-lore americano. Divide en dos partes su recopilación: en la primera transcribe, clasifica y compara los romances típicamente populares, los que pueden considerarse como genuinamente viejos; en la segunda, re- produce los vulgares, entre los cuales distingue dos tipos: uno ba- sado en cualquiera de los temas desenvueltos por los romances tra- dicionales, otro, mucho más reciente, que refiere aleún sueeso con- Notas Bibliográficas. 101 temporáneo, casi siempre de carácter local; esta es la última mani- festación del romance, el romance que aún vive, que se elabora aún por el gran cantor anónimo, que es el pueblo. Desde el punto de vista español, que es también el de la alta tradición artística, interesa principalmente en el Romancero de Espinosa, la primera parte. El autor, en una breve introducción, reseña le historia de Nuevo-Méjico, indica cuales han sido sus me- dios de trabajo, y confiesa su propósito de no apurar la crítica comparada, pues deja tal empresa al sabio maestro D. Ramón Me- néndez Pidal, que en su anunciado Romancero realizará esa tarea en forma definitiva. Diez son los temas tradicionales que ha en- contrado el Sr. Espinosa y veintisiete las versiones de los mismos. Son los siguientes: Deleadina, (seis versiones); Gerineldo, (3); La Dama y el Pastor, (4); La Esposa Infiel, (6); La Aparición, (3); Las Señas del Esposo. El mal de amor, (1); Membruno, (1,; El piojo y la liendre, (1). Con excepción del último, que aunque tiene evidentes giros populares no debe estimarse entre los roman- ces típicamente tradicionales los otros temas ilustran, sirviendo de muy interesante contraste, el viejo romancero español. Las ver- siones que publica el Sr. Espinosa son de gran valor. Comparán- dolas-con las recogidas en Cuba por la Srta. Carolina Poncet (El Romance en Cuba, 1914) y por mí (Romances tradicionales en Cu- ba, 1914, y Nuevos Romances en Cuba, en la Revista Bimestre Cu- bana, 1914) se observa que los romances nuevo-mejicanos se man- tienen más cerca del tipo primitivo que los nuestros. Conservado el romance en Cuba principalmente en los juegos infantiles, sus elementos tradicionales se van simplificando cada vez más, más se contaminan con los relatos locales y una necesidad de adaptación reduce cada día más la extensión del antiguo tema, y no porque el relato se concentre, sino por la paulatina v constante desapari- ción de sus caracteres más típicos. Ofrece el Sr. Espinosa versio- nes que corresponden al tipo antiguo de temas, sobre los cuales aquí tan solo han podido recogerse versiones muy modernas: así el tema, de la Aparición, que en el Romancero Nuevo-Mejicano, aparece en una forma correspondiente a la del pliego suelto de la Biblioteca de Praga (M. y Pelayo, Apéndice a la Primavera, nú- mero 27, tanto en Carolina Poncet (cuya recopilación es la más rica y completa que se ha hecho entre nosotros) como en mis Ro- mances tradicionales, tiene un solo tipo. de expresión: el más mo- 102 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. derno, el recentísimo de Alfonso XII (1). Todos los temas de este Romancero Tradicional, tienen sus correspondientes versiones en nuestro folk-lore, con las fundamentales diferencias indicadas, y algunos de los caracteres que a nuestras versiones pueden asignar- se, también se dan versiones nuevo-mejicano: bien puede decirse que son las formas típicas que en la moderna tradición oral adopta el romance. Así vemos las amplificaciones líricas, en ocasiones de tanto sabor popular, no obstante su leve artificio como la da la ver- sión 1? de La Dama y el Pastor: Mira qué rojos cabeyos y yeverás que contar; el sol s'namora d 'yos cuando me siento a peinar. Mira que pulido pie par un zapato bordado; mira que soy niña y tierna y que "stoy a tu mandado. Te doy una pila di oro y tres cañas de marfil, tan solo porque te quedes esta noche aquí a dormir. El tipo más antiguo del romance propendía a lo lírico: la ver- sión tradicional moderna acentúa esta tendencia. Obsérvase, de la misma manera, cierto afán por la digresión novelesea, por la ma- yor complicación episódica: de ahí, quizá, la preferencia marcada por los temas tradicionales en los que apuntaban esas cualidades (Delgadina, La Esposa Infiel, Las Señas del Esposo). No abun- dan las contaminaciones en las versiones del Sr. Espinosa: en Cu- ba la versión de Gerineldo (V. Nuevos Romances en Cuba en Re- vista Bimestre Cubana, 1914) termina bruscamente, aludiendo a “las grandes guerras que se publican entre Francia y Portugai””. Ese tema el de Gerineldo, popularísimo aquí (“se cuenta, se canta y se versa””, según la expresión del recitador, un niño de 10 años) no he podido, en mis diversas indagaciones folk-lóricas, hallarlo 1 En ocasiones en la versión moderna aparece un verso correspondiente al tipo antiguo. Así he encontrado en el romance de Alfonso 11 (versión contemporánea del tema antiguo de la Aparición), este verso, cuatro condes la llevaban,— y de caballeros mil, que eorresponde casi exactamente al ““caballeros más de mil””, que trae la versión antigua de Menéndez y Pelayo. Notas Bibliográficas. 103 una sela vez puro: ni una sola contaminación, en cambio, se obser- va en las distintas versiones del profesor Espinosa. Por la excelente recopilación del hispanista americano observo que algunos temas tradicionales de nuestro Folk-lore, faltan en el de Nuevo-Méjico. Indico los más importantes: Hilo, Hilo de Oro (Carolina Poncet, J. M. Chacón op. cit.) Conde Olinos (J. M. Chacón Nuevos Romances en Cuba en R. B. CG.) La muerte del Principe DP. Juan. Este último tema se conserva muy fragmenta- riamente en una canción de niños, que recogí hace dos años en Santa Clara y mandé a D. Ramón Menéndez Pidal para su gran colección. He recogido recientemente una versión de otro tema cuya correspondencia en el Romancero Tradicional aún no he po- dido encontrar. Su comienzo recuerda a los artístico-populariza- dos y tiene importancia estética : A la quinta, quinta, quinta de una señora de bien, llesa un lindo caballero corriendo a todo correr. Como el oro su cabello, como la nieve, su tez, como luceros sus ojos y su voz como la miel. —Que Dios os guarde, señora, —Caballero a vos también. —Deadme un vasito de agua, que vengo muerto de sed. —Fresquita como la nieve, caballero os la daré. Se acrecienta la importancia del Romancero de Espinosa con la transcripción de la música de aleunas de las versiones. Compara- da con la muy simple que acompaña a las nuestras se observan pa- tentes analogías. Dada la profusión de temas en la recopilación que nos ocupa, sobre todo en la segunda parte del libro, sería muy conveniente que en una nueva edición de la misma, se hiciese un índice de sus interesantes materiales. Dr. J. M. CHACÓN Y CALVO. 104 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. MISCELANEA Ñ CANJE Se continúan recibiendo las siguientes publicaciones: The Notre Dame Scholastric, Notre Dame.—Revista de la Sociedad Cubana de Ingenieros, Ha- bana.—Nouwvelles de France, París. —L Opinion, París.—Boletín de la Union Panamericana, Washington.—Revista Tecnológico-industrial, Barcelona.-- Ame- rica, New York.—La Semana Judicial, Habana.—Industria e Invenciones, Bar- celona.—4Áñales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, Ha- bana,—Revista Histórica, Montevideo.—The Theosophical Path, California.— El Correo de Cuba, Habana.—El Eco Científico, Ciego de Avila, Cuba.—Ilus- tración del Clero, Madrid.—Revista Escolar, Panamá.—Cuba Pedagógica, Ha- bana.—Vargas, Venezuela.—RKevue Bleue, París. —Anales de la Sociedad Cien- tífica Argentina, Buenos Aires.—La Ingeniería, Buenos Aires.—Revista de la Unwersidad Nacional de Córdoba, República Argentina.—Boletín Histórico de Puerto Rico, Puerto Rico.—Boletín del Ejército, Habana.—Letras Giine- ras, Giúines, Cuba.— Horizontes, Habana.—Memoria del Ministerio de Relacio- Revista Bimestre Cubana, Habana.—La Revista Nueva, Panamá.—Cuba Intelectual, Habana. —Pteridografía del Sur de Méxi- co, México. —Revista de Medicina y Cirugía, Habana.—The University of Ca- liformie Chronicle Berkeley, Cal.—Estudios de Deusto, Deusto, España.—Re- vista Dental, Habana.—Pastorales y Jacintos, por Roberto Brenes, S. José de Costa Rica.—Estudios' Franciscanos, Barcelona.—Yucatán Escolar, Mérida.— De variado sentir, por R. Tovar, S. José de Costa Rica.—Revista de Bi- bliografia Chilena, Santiago de Chile.—Vida Nueva, Habana.—The Jowrnal of The Department of Agriculture of Porto Rito.—Crónico Médico-Qui- rúrgica de la Habana, Habana.—The Johns Hopkins Umiversity, Cireu- lar.—Colgate University, N. York.—Revista Calasancia, Madrid.—Revista de Educación Nacional, $. de Chile.—Curso de Historia de las drogas, por Juan Manuel Noriega. —Revista de la Asociación Politécnica del Uru- guay, Montevideo.—Historia del Ferrocarril de la Sabana, Bogotá.—Anales de Ingeniería, Bogotá.—Estudios de Derecho, Medellin.—Revista de los Estu- diantes de Derecho, Habana.—La Ciencia Tomista, Madrid.—Vosotros, Buenos Ajres.—Bulletin of ihe New Yorl: Public Library, N. York.—Revue Hispanique, N. York,—La ciencia del Dolor, por Blázquez de Pedro, Panamá.—Razón y Fe, Madrid.—Preludios, Panamá.—Anales de la Corte de Justicia Centroamericana, San José de Costa Rica.—Boletán Oficial de la Secretaría de Fomento, México. —La doctrina del arbitraje, Montevideo.—La Revista de Educación, B. Aires.— Justo Arosemena, por Guillermo Andreve, Panamá.—Informe del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Colombia.—Proceso de Nariño por nes Exteriores, Tegucigalpa. José Pérez Sarmiento, Bogotá.—University of Toronto, Philogical Series. — Quaderns d”estudio, Barcelona.—Parini o de la gloria, por Leopardi, $, José pd de Costa Rica.—Páginas escolares, El Salvador,—Boletón de la Academia Española.—Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid. 4 Cd :3: ) Profesor Dr. Cátlos de la Torre. Sr, Zoo. ogía. (1 Ccurso).... : 5 Dr. Arístides Mestre. Ia y: a general (E CHrSO). >... ist E Dr. Luis Montané, e CONFERENCIAS Co Sisténia nervioso: morfología y funciones; su —eyolución en la serie zoológica y desarro | Dr. Arístides Mestre. : SEO en el hombre ..... AT RO IE A IRE E A Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Conservador del Museo (Poey»); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de Astronomía); Dr. Nicasio Silverio Jefe del Gabinete de Física), Dr. Gerardo Fernández Abreu (Jefe del Labora- MRtOrio de Química) y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín Botánico). Estos di- versos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo .Antropológico Montané» y el Laboratorio de Antropología tienen por Director al Profesor titular de la asignatura; - lo mismo que los Museos y Laboratorios de Mineralogía y Geología. 3. ESCUELA DE PEDAGOGIA Psicología Pedagógica (1 curso)............... A Historia de la Pedagogía (1 curso)............ | roteso Dr. Alfredo M. Aguayo. Meteiene Escolar (1 curso mii ae Metodología Pedagógica (2 CUrSOS)............ Se Dr. Luciano R. Martínez. Mo lineal (UCUESO) ia od a tt bio natural CL Curso)... o. coito deco. ) »”» Sr. Pedro Córdova, Agrupada la carrera de Pedagogía en tres cursos, comprende también asignaturas que se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. El Director del Museo Peda- gógico es el Profesor titular de Metodologia. 4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico AAN A A A Profesor Sr. Eugenio Rayneri. Re toma (Sl CUESO actas code piro aloe Geodesia y Topografía (1 curso):......0.0.0..... Merimensuras (1 CUTSO) 0 ceci ers ; Materiales de Construcción (1 curso) RA | e Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. Resistencia de Materiales. Estática Gráfica O AS RA A Í Construcciones Civiles y Sanitarias (1 curso).. ) EMErTO Mecanica (E CUESO oter maria (1 iCUTSO) ..ioco ccoo oca e - Ingeniería de Caminos (3 cursos: puentes, fe- rocartiles, calles. y carreteras)... .ooossss - Enseñanza especial de la Electricidad (3 cursos) > Arquitectura e Higiene de los Edificios (1 curso) ] Historia de la Arquitectura (1 curso).......... N 1 Contratos, Presupuestos y Legislación especial de Es ala Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... j Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y ' Arquitecto y son sus profesores Auxiliares: Sr. A. Fernández de Castro, (Jefe del Labo- ratorio y Taller Mecánicos); Sr. Plácido Jordán (Jefe del Laboratorio y Taller Eléctri- cos); Dr. José R. Martínez y Dr. José R. García Font, con sus correspondientes ayu- dantes. En dicha Escuela se estudia la carrera de JZaestro de Obras exigiéndose asig- naturas que corresponden a otras Escuelas. E 5. ESCUELA DE INGENIEROS AGRONOMOS Y AZUCAREROS EE Sr, Aurelio Sandoval. Sr. Eduardo Giberga. Se Dr. Luis de Arozarena. eS Sr. Ovidio Giberga. 22 Dr. Andrés Castellá. y Física y Ouímica Agrícola (ECHES OM te: E Fabricación de azúcar e industrias derivadas ' Profesor Dr. Francisco Henares. e A A roo 2 1ar (LL CUESO Jos. caoaaritoo rad IN itoteciia ((:CUESO). o... ooo so enerasos ' A Sr. José Cadenas. O E A roma Rural (1 CUTSO) meca a a Y Administración rural y formación de proyectos L os Sr. José Comallonga. AA AN Memislación mural (1 CUrSO). e. ce o2rocois ciao ) aiadustrias rurales (1 curso) ...o..ovemo.. AS Maquinariaagticola (1 curso)... ..m....omo.. ' 5 Dr. Buenaventura Rueda. q Construcciones rurales (1 E O OA A NMicroblología agrícola (1 Curso) .0.....o.o.o..o... e Carora vegetal (LCUESO). o... ceonris ao cantes ¿ Son profesores auxiliares los Sres. Heriberto Monteagudo (Conservador de los _ Museos), Jorge Navarro y Félix Malberti (iterino). z Para los grados de Ingeniero agrónomo y azucarero, de Perito agrónomo y de Pe- oyo químico y azucarero se exigen estudios que se cursan en otras Escuelas. En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 a 5 - de la tarde, se dan informes respecto a los detalles de la organización de sus diferentes Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis : e oadones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. AVISO LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es bimestral. Se solicita de las publicaciones literarias ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- rrespondiente; y de los Centros de instrucción ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el envío de los periódicos, catálogos; etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra sección bibliográfica. : Para todo lo concerniente á la REvISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) dirigirse al Secretario de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, Universidad de la Habana, República de Cuba. Los autores son los únicos responsables de sus "artículos; la REVISTA no se hace solidaria de las ideas sustentadas en los mismos. -NOTICE The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other month. : ; We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section. Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed “matter, etc., to the Secretario de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, Uni- versidad de la Habana, República de Cuba. AVWVIS —— La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On demande 1échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu dans notre partie bibliographique. Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de l'administration, échanges, envoi d'ouvrages, etc., on est prié de s'adresser au Secretario de la REVISTA DÉ LA FACULTAD.DE- LETRAS Y CIENCIAS, Universidad de la Habana, República de Cuba. Les auteurs sont seuls responsables de leurs articles, et la REVUE n'est engagée par opinion personelle d'aucun d'eux. 1 / VoL. XXVI" UNIVERSIDAD DE LA HABANA Num. 2 Y 3. . REVISTA , .DE LA FACULTAD DE LETRAS y CIENCIAS DIRECTOR: Dr. JUAN M. DIHIGO Profesor de Lingúística y de Filología. Director del Laboratorio de Fonética Experimental. REDACTORES JEFES: Dr. ARISTIDES MESTRE Dr. SALVADOR SALAZAR Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología, Conservador del-Museo Poey. de Ciencias Filosóficas. ”n nm SON COLABORADORES LOS SEÑORES PROFESORES DE LA FACULTAD Profesor Auxiliar MARZO -JUNIO DE 1918 SUMARIO: | A AS AA Dr. Luis de Soto. ESPACIO DEL DR: LUIS PADRÓ.,. Rara dodo Dr. Guillermo Domínguez . —ELOGIO DEL DR. JosÉ A. GONZÁLEZ LANUZA ....... Dr. Ricardo Dolz. : —EL LABORATORIO DE PAIDOLOGÍA DELA UNIVERSIDAD Dr. Alfredo M. Aguayo. E ASA y PA A A AN Dr. ]. M. Dihigo.- —NOTAas BIBLIOGRÁFICAS. —I. Historia de la lengua y literatura castellana; por Julio Cejador, Tomos VI y VII, Madrid, 1917.—II. English American for Latin American; by Abbie Frie Philips, New York, 1916.—III. España y el Programa americanista; por el Dr. Rafael Altamira, Madrid, 1917, —IV. Grecia ante la guerra europea; por Eleftherios Venizelos, Valencia, 1917, —V. Trozos escogidos para traduc- ción francesa, anotados por D. Arturo Selfa y Mas, EA AAA A NEO ER Dr.*]. M. Dihigo.- —NOTICIAS OFICIALES. —Resoluciones del Rectorado. = > : De la Secretaría de I. Pública. — Acuerdos de la Facultad. 7 HABANA + — IMPRENTA WdÉL SIGLO XX» DE LA SOCIEDAD EDITORIAL CUBA CONTEMPORÁNEA TENIENTE REY, 27 1918 7 EIA a Za y ss TES EÑA: y 2. 19 Y CIEl A e o vd A es Es E IN A _Deca o: Dr. dolfo d de A Aragón A e 5% EA Secretario: D cajúaa M. Dihigo. Ly pe HE a > 4 - : E o. Al ( "os E 71. FESCUELA'* "DE LETRAS Y FILOSOFIA. 5 Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)........ Profesor Dr. Adolfo de Aragón. Lengua y ines E: (3 cursos)... $3 y» . Dr, Juan F. de 'Albear. $ Lingúística (ANCULSOI SS area A dle de PA ; o logía: (1 EUTEO) 05070 0.000 tone fr sto 5 » — Dr. Juan Miguel Dibigo. - Ss - Historia de la Literatura Española (1 curso > Historia de las literaturas modernas extranjeras 1 Dr. Guillermo Domínguez 8 Da : (PIBUEÑOS) pa ce ER o pis lO OS VR od “As z Historia.de América (1 curso) .........o.ooo.o.. ” Evelio Rodríguez Len “n Lo Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) an. Psicología (1 curso)........ A O Eifosotía Moral (1 curso). ana eva a A asa 5% Dr. Sergio Cuevas Za AAcOlO gía: (LU CUESO).:. eat ida ES Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Salvador Salazar para el grupo de Historia y Ciencias Filosóficas y Dr. Eligio de la Puente (aux. int?) para el grupo de Literaturas; los cuales dan conferencias sobre sus respectivas materias. 4 El Laboratorio de Fonética Experimental tiene por Director al Profesor titular de Linguística. 2. ESCUELA DE CIENCIAS. [a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. : dS Análisis matemático (Algebra Superior) 1curso. Análisis Matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Dr. Pablo Miquel. - Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- ; Profesor Dr. Pablo Miquel. IN DINCUESO 1 AU e urnas hades Geometría superior y analítica (1 curso)....... Geometría descriptiva (1 curso)........oo.o.o... 55 Dr. Claudio Mimó. Trigonometría (1 curso).. , OS , ASITa SHpetior (her CUTSO) a eos ) Es : ACA SOperior (2 CUASI ias Ye Dr. Elácido BlOScEA Química general (ctrl a o e 3 Sr. Carlos Theye. ES Biología (ACUEO o rprIRArTES da ema odo el 7 Dr. Carlos de la Torre. Zoología (1 curso).. y E A NA a = Dr, Arístides Mestre. Dibujo Lineal (1 O a A ASA ) A bajo NatotalÁScuEsO) Ve sana ans dele Y Sr. Pedro Córdova. , Dosaro logía (1 curso)...» drid EAS OA Mecánica Racional (1 curso)........ OE S 7 Dr. Victorino Trelles. NS TEO NOIA (INCISO aia SO: - Seodesia (licutsolaes os es NA ES Ei N Dr. Alejandro Ruiz Cadáleo; po Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... SS Dr. Santiago de la Huerta. Botánica general (1 Curso) a A A e Dr. Felipe García Cañizares, ; = [b] Sección de Ciencias Físico- Químicas, Análisis Matemático (Algebra Superior)....... Profesor Dr. Pablo Miquel. Geometría Superior (sin la Analítica)......... y ; : Trigonometría (plana y esférica).............. JE Dr. Claudio Mimó. Física Superior (ler. CUNSO)..0..ococomconom.o » e 4 Física Superior (2% AO A A AA » Dr. Plácido Biosca. Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... ) Química Orgánica (1 curso) ......... A ae Canos SS - Dibujo Lineal (AACUESO acts are ) a ibujo Natural (dl CUTSO) caps slo ag isos AE Sr. Pedro Córdova. S Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... «yy + Dr, Santiago de la Hit Biología (1 CULSO) ..oocoooonoccononertcrao ras c+ Dr. Carlos de la Torre. Vado eia Cl CULSO Ne er a aci e Dr. Arístides Mestre. Botánica general (1 Ccurso).....oooo..... AS AUTE Dr. Felipe García Cañizar Cosmología (A IA A ce Dr. Victorino Trelles. e [ce] Sección de Ciencias Naturales. Geometría Superior (ma Analice ; 3 Trigonometría (plana y esférica).......... ER de Dr. Claudio Mimó. Ouíimica general 1 Cufso) ivi. ri es Sr. Carlos Theye. Dibujo Liñeal (1 curso).....oso.... a ' Dibujo Natural (lar ai »” Sr. Pedro Córdova, isica Peneral (1 CUESO Dos ooo sp de 1d E Dr. Plácido Biosca. Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... SS Dr. Santiago de la Huerta. Si e Botánica general (1 curso), E or ODIO ' ES Dr; Felipe Garcia CARA pugerata. y Herborización (1 curso).......... Vol. XXVI. MARZO-JUNIO 1918. Núm. 2-3 REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS FIDIAS (1) POR EL DR. LUIS DE SOTO Y SAGARRA Graduado de la Escuela de Letras y Filosofía. INTRODUCCION ““La escultura, se ha eserito—es un poderoso medio de la edu- cación pública, porque sus creaciones eternizan entre los hombres la presencia de una belleza superior en las formas visibles y tangi- bles que manifiestan el espíritu.””—**Habla vivamente a todos los ojos y puede ser comprendida por los mismos iletrados y sin ella la noción de la belleza acabaría por desaparecer.”” Cierto, muy cierto es el notable papel que desempeñan, no sólo la escultura, sino todas las bellas artes en el mejoramiento cultu- ral de un pueblo. Y aquí, como en otras naciones, así se ha comprendido. Basta para darnos cuenta cabal de ello, la especie de renacimiento artís- tico a que asistimos en estos momentos. Recientes exposiciones han presentado al público las obras de artistas nuestros, que luchando en un medio, no hostil, pero hasta cierto punto indiferente, han sentido en sus almas el reclamo del genio y elevándose un poco sobre el nivel común de las necesidades y aspiraciones puramente materiales de la vida, buscan una esfera 1 Tesis para el grado de Doctor en Filosofía y Letras leída y sostenida en la Universidad el día 6 de Febrero de 1917. Se publica en la Revista por recomendación del Tribunal. 106 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, más alta donde aspirar un aire no viciado por los miasmas de aba- jo, para recoger en germen lo que su arte traducirá en forma be- Mísima. Alentar a estos soldados del ideal, fomentar sus nobles empre- sas y coadyuvar con ellos al perfeccionamiento intelectual del país, he ahí una misión altamente patriótica y social. Todos los que sentimos de este modo y amando a Cuba quere- mos su perfeccionamiento cultural debemos laborar, cada uno en la medida de nuestras fuerzas, en el mismo sentido. Los artistas dando expresión formal a la belleza para que el pueblo la conozea y la ame, los maestros de la pluma, críticos y eruditos, ejerciendo un hermoso apostolado tendiente a divulgar los sentimientos estéticos, encauzándolos por la senda que el buen gus- to ha trazado. Aunque apenas salidos de las aulas, sin autoridad para sentar cátedra en la tribuna o en el libro, y poco avezados en empeños de esta índole, suplimos todas estas deficiencias con un amor apasio- nado y sincero por las cuestiones de arte y buena voluntad encami nada a contribuir en algo a realizar esa misión altísima. Dos finalidades persigue este trabajo. Una general y particu lar, otra. La primera, aportar algún elemento aprovechable a los que en Cuba aman y cultivan las artes plásticas, el segundo reunir alrededor de la figura genial del más grande escultor del clacisis mo, datos interesantes y útiles para los compañeros que en la Uni- versidad cursan filología, la hermosa y amplia asignatura a una de cuyas disciplinas corresponde el estudio de la Historia del Arte. Grecia nos ha atraído más que los otros pueblos, para buscar en su no igualada tradición artística el asunto que habíamos de esco- ger. ““El arte griego, como Ruskin ha dicho, tiene sincero e ino- cente objeto, robusto sentido común, buenos principios, toda la fuerza que deriva de estos principios y toda la gracia que sigue a esa robustez””. Y hay un nombre de artista entre los cultivadores innúmeros de la plástica helena que condensa en sí toda la grandeza y el esplen- dor incomparable de su escultura: Fibras. Su figura ha inspirado este trabajo. Quizás alguien pudiera considerar como tiempo perdido el con- sagrado a un estudio de este género, en el siglo eminentemente utilitario, mercantilista y práctico en que vivimos. Pero a poco que sobre ello meditemos podremos advertir, que por encima de to- Fidias. 107 dos esos intereses materiales, que parecen absorber sin dejar lugar para empeños del espíritu, a los hombres de hoy, flota la eterna as- piración humana hacia lo bello, de que no podemos prescindir porque la llevamos en nuestra naturaleza misma. No otra cosa sienifica ese doloroso gemido que de todos los ám- bitos del mundo se levanta cada vez que vibra el cable para tras- mitirnos la amarga nueva de aleuna obra de arte destruída, secue- la inevitable de toda guerra moderna. Lamentamos como algo pro- pio esas irreparables pérdidas del arte, porque todos aquí y fuera de aquí sentimos veneración por sus nobles reliquias. Y no son únicamente ciertas clases sociales, de superior cultu- ra, las que se interesan por estas cuestiones. En la morada de cualquier burgués acomodado verá quien la visite en lugar prefe- rente la copia en bronce o mármol de una estatua de algún cincel iustre o la reprodución de un cuadro célebre. Es una manifesta- ción del culto universal rendido a la belleza. No se nos ocultaron al emprender nuestra tarea las múltiples dificultades que a nuestro paso habíamos de hallar. Carecemos de Museos, donde como sucede en otras capitales, se exhiben los mode- los auténticos o copiados de la estatuaria clásica antigua y moder- na; y nuestras Bibliotecas, bien provistas en otras ramas del saber humano, son bastante deficientes en estas materias. Estos obstácu- los se acrecientan hoy día al que quiera veneerlos, con la dificultad que la contienda actual opone a la importación de libros y ejempla- res artísticos de centros extranjeros. Pero no nos arredró, antes por el contrario avivó nuestro anhe- lo, esta barrera que parecía alzarse ante nosotros. Demandamos del exterior lo que aquí nos faltaba, buscamos el apoyo y el consejo de los doectos que pudieran ayudarnos, y gusto- sos lo hicieron, supliendo del mejor modo posible la carencia de datos en que respecto a aleunos puntos nos hallamos. (1). Hemos distribuído en tres secciones o capítulos este estudio. Los dos primeros consaerados a exponer ciertos conceptos necesa- rios para la clara y justa apreciación del gran escultor de Atenas. 1 Cumplimos gustosísimos un deber de gratitud expresando desde este lugar muestro reconocimiento profundo y sincero a todos los que en algún sentido nos han auxiliado en la preparación de este trabajo. 108 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, El tercero y principal subdividido en cuatro títulos presenta en sus diversos aspectos como hombre y como artista la figura de F'IDIAS. Si este trabajo logra las dos finalidades perseguidas a que an- tes aludimos, daremos por bien recompensados cuantos sacrificios y esfuerzos hemos hecho al realizarlo. C'est un lieu commun de la critique de montrer que Phidias est le plus grand seulp- teur de tous le temps: son nom est devenu synonyme de perfection ideale, et le mot divine semble le vlvs naturel a glorifier son génie. PIERRE PABIS. IMPORTANCIA QUE TIENE PARA EL FILÓLOGO EL CONOCIMIENTO DE LA ESCULTURA GRIEGA Y EN PARTICULAR EL ARTE DE FIDIAS., ““La verdadera Filología,—ha dicho Laboulage— es la historia misma del espíritu humano. ”” El concepto moderno de la Filología ha cambiado por comple- to en relación con lo que antiguamente sienificaba esta ciencia. El filólogo de los tiempos de Grecia y Roma, era el hombre enl- to, erudito, aficionado al estudio, amigo de saber, tal es el sentido etimológico del vocablo, pero los conocimientos del filólogo eran sólo de un orden literario, histórico y con tendencias a la crítica. También en nuestros días la voz Filología en muchos lugares y para muchas personas no es otra cosa que un estudio gramatical y téenicode los idiomas. Peroeso no es lo que nosotros conocemos por Filología. Es que hay que distinguir entre lo que sienifica la Filo- logía Comparada, la Philologie Comparée de los franceses, llamada también Eingibistique, equivalente al término sajón de Comparati- ve Philology, y lo que nosotros entendemos por Filología, emplean- do el mismo vocablo, pero expresando con él una serie de conoci- mientos distintos. Entendemos por Filología un conjunto de co- nocimientos superiores, no sólo gramaticales, sino históricos, polí. ticos, religiosos, artísticos, etc. Ahora bien, Filología clásica llamamos a la ciencia de la vida Fidias. 109 intelectual, moral y material de los griegos y de los romanos. (1) Por eso nos parece adecuado el vocablo Alterthumswissenschaft usado por los alemanes para denominar nuestra ciencia, que pu- diéramos traducir por “conocimiento o ciencia de la antigúedad y que en nada se confunde con la Sprachwissenschaft o Ciencia del Lenguaje. Otra voz usada en Alemania para expresar con preci- sión el objeto de nuestra ciencia es Alterthumskunde así como: Studium der alten Litteratur und Kunst, (estudio de la Literatu- ra y arte antiguos) que seeún Wolf es la denominación más exacta. Con este autor se dice nació en 1777 la Filología clásica tal cual hoy se conoce, y que él define como ““el conjunto de estudios histó- ricos y filosóficos por los cuales podemos conocer en sus diferentes aspectos los pueblos del mundo antiguo, fundados en las obras deja- das por los mismos.?”” (2) Tal es en el concepto de Wolf la Filología, nacida según él de los conocimientos históricos y filosóticos como la Teología y otros estudios. Así considerada la Filología, se ensancha considerablemente su esfera de actividad. El estudio gramatical, el conocimiento cientí- fico del idioma de eriegos y romanos vá a ser sólo una rama en el frondoso árbol filológico, y la Numimástica, la Epigrafía, la Paleo- grafía, el Arte en sus manifestaciones diversas, la Literatura, la Filosofía, las Ciencias, la Religión, la Mitología, la Métrica, la Or- quéstrica, la Historia y la Política, todos los aspectos, en una pala- bra, de la vida clásica se van agrupando alrededor de un nudo úni- co: el alma helénica y el alma romana, para formar ese conjunto ordenado y brillante de conocimientos que comprende le Filología Clásica, la cual es como mágica pantalla que, recogiendo los haces luminosas de esas manifestaciones diversas, nos dá la visión magní- fica y completa de lo que fueron y lo que significaron esos dos gran- des centros de la cultura clásica, fuente y origen de la cultura mo- derna: Grecia y Roma. Todas las disciplinas que la Filología abarca contribuyen, ca- da cual por el género de investigaciones que comprende, a darnos la perfecta noción de lo que realmente fué la cultura greco-romana. La Epigrafía descifrando el enigma de las inscripciones lapida- rias comprueba y rectifica la Historia y descubre todo un mundo 1 REINACH (S.), Manuel de Philologie Classique, T. I, pág. 3. 2 WoLr (F, A.) Vorlesungen úber die alterthumswisssenschaft, pág. 13. 110 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, ignorado de acontecimientos notables, de datos cronológicos, geográ- ficos y jurídicos que sin ella quedarían perdidos en la penumbra de los tiempos pretéritos. La Paleografía depurando los textos, estudiando e interpretan- do la escritura de los documentos cuya autenticidad nos enseña la ciencia ¡Diplomática, ha sido un auxiliar valiosísimo para el cono- cimiento de la Historia, la Religión, el Derecho, la Literatura y la lengua de los pueblos antiguos. Y a su vez la Numismática, leyendo en las monedas y medallas, y recogiendo esas huellas dejadas en el metal para perpetuar fe- chas y sucesos notables, completa la historia política, militar, ar- tística y religiosa. La Crítica de los Textos con paciencia incansable y estudio de- tenido analiza, escudriña y examina los textos de los maestros del clasicismo greco-romano que salen del crisol de estos trabajos de- purados de la escoria que el transcurso del tiempo superpusiera a la obra original, alterando su forma y su sentido con interpola- ciones extrañas y supresiones del texto, para ofrecernos como fru- to admirable de su labor meritísima las producciones auténticas tales como las concibieran los autores clásicos. Y al lado de estas ramas filológicas, aportando cada cual un elemento interesante y nuevo, la Música, la Métrica, la Literatura, la Mitología y tantas otras, contribuyen al conocimiento cabal de esas civilizaciones. Pero entre el conjunto sobresale una rama que por la amplitud de la esfera en que actúa, por la materia que estudia, por las ense- ñanzas que aporta y por las prácticas utilidades que brinda, cauti- va la atención de modo excepcional: La Historia del Arte. Ella, descorriendo a nuestra vista los cendales del tiempo, nos ofrece el espectáculo erandioso y único de la cultura clásica. El arte, que como tantas veces se ha dicho, es el reflejo del alma de los pueblos, presenta en sus diversas manifestaciones, los distintos as- pectos del alma helena, por naturaleza artista. El Partenón nos habla de la majestad sencilla, del sentimiento estético de los grie- eos expresado por la línea arquitectónica; sus frontones nos reve- lan las concepciones hermosas que en el orden religioso tuvo aquel pueblo: la pintura, la música y en especial la escultura nos descu- bren el sentido del color, del sonido y de la vida de aquellos hom- bres, cuyo espíritu flota alrededor de los pinceles de Zeuxis, y pal- pita en el cincel de FIDIAS,. Fidias. 111 La Historia del Arte nos enseña a conocer y admirar a los ar- tistas que, como a dicho Rodin, contribuyen de modo poderoso a formar las corrientes y tendencias del espíritu, que luego, ya acli- matadas en el ambiente de una época, son por ellos mismos refleja- das para presentarlas embellecidas por su genio, como modelo y norma al resto de los hombres. Por el conducto de los artistas y de sus obras maestras, nos presenta en sus verdaderos contornos la vida y el alma de griegos y romanos, su manera de ser y de pen- sar, sus costumbres e ideales, y de aquí su importancia. Si son in- teresantes las otras disciplinas filológicas que nos muestran un as- pecto de esas civilizaciones, mucho más ha de serlo la que nos ofre- ce sintetizados en un lienzo, en una piedra, los sentimientos todos de esos pueblos, las múltiples facetas que presenta ese diamante espléndido de la cultura clásica que a despecho del tiempo y de la ingratitud de los hombres, no ha caído en desuso y brilla todavía con el esplendor de sus mejores días iluminando la senda que reco- rre el Arte. Y entre todas las manifestaciones artísticas del pueblo griego, que es el que a nuestro objeto interesa estudiar, ninguna tan nota- ble, tan original, tan grandiosa, tan helénica en una palabra, como la escultura. Ningún pueblo antiguo ni moderno ha concebido la plástica y representado por medio de ella la naturaleza humana con perfec- ción más grande que el heleno. Aprovechando las enseñanzas orientales que pronto habrá de dejar oseurecidas en la sombra pro- yectada por ella al levantarse, llegó en Grecia a alcanzar la esta- tuaria un grado de esplendor no obtenido ni antes ni después en pueblo alguno. Y aun en el ocaso de su gloria, cuando abatida Grecia, cayó tal vez—por desgracia—para no alzarse más, quedó en el cenit su arte que ahora como entonces es la estrella polar que euía a los artistas. Hoy como ayer se vuelven los ojos del espíritu hacia el pasado glorioso, buscando en la fuente griega las corrien- tes artísticas que han de nutrir con savia siempre fresca la vida es- piritual de los humanos, y los modelos griegos en escultura, lo mis- mo que en el arte arquitectónico son los perdurables arquetipos que se esfuerzan en copiar los elegidos del genio. Legiones numerosas y brillantes de artistas y de obras han des- filado desde los tiempos clásicos por el escenario del arte, pero nin- eguno de ellos ha podido superar a los griegos, y por cima de todas se recuerdan, se admiran y se imitan las obras maestras de aquel 112 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, pueblo que llevaba en su espíritu fecundo el fuego sagrado de lo bello. ¿Qué escultor, o qué estatua,—en efecto—de otro tiempo o lu- gar pudiera citársenos cuyo nombre haya sido más conocido, cuyo recuerdo perdure tanto tiempo, cuya influencia se sienta de tal mo- do, como PRAXITELES o Fibias, la Venus de Milo o el Apolo del Bel- vedere? Son modelos eternos, porque eterno es el arte que inspirara su concepción, y por eso serán eternamente conocidos y admirados y objeto siempre de imitación devota. Pero al recuerdo de la escultura griega se asocia, mentalmente, con fuerza irresistible, el nombre de FiDIas, cuya figura evoca nues- tro espíritu cual símbolo glorioso. Hablar de la escultura griega es recordar a FIDIas, como al referirnos a su Arquitectura pensamos en el Partenón, como se ligan a su pintura el nombre de Apeles, el de Homero y Píndaro a sus Letras, el de Alejandro a su Historia. FipIas es como el centro en torno al cual gravita el arte escul- tórico griego. Representa el momento solemne en que alcanza la plástica su perfección suprema. Es la cumbre dorada por la gloria: antes de él encontramos los esfuerzos vacilantes y difíciles de una ascensión forzosamente lenta y penosa; después de él, el rápido descenso del Arte que corría a sepultarse en el abismo de lo tri- vial y pequeño. Su nombre, pues, es la síntesis del proceso evo- lutivo de la escultura. En él terminan los tres primeros siglos de oscuridad arcaica, que ya poco antes empezaron a iluminar los ar- caístas y maestros de transición con destellos de genio. En el arte fidaico encontramos la última fase de esa técnica, que adelan- tando paulatinamente, daba con él el paso decisivo en la ruta del progreso. Resume, por consiguiente, el pasado escultórico y es a la vez aurora y mediodía en el siglo áureo, que anuncia en sus postrime- rías el crepúsculo de la escultura griega. Por eso es importante su figura. Conocer bien a FIDIAS supone el estudio previo de sus predecesores, al par que la influencia que ejerciera sobre sus coetáneos y sucesores, es decir, todo el desenvol- vimiento de la plástica griega. Sin conocer a FipIas una inmensa laguna llenaría el espacio que media entre los artistas de transi- ción, última fase arcaísta, y los grandes maestros que precedieron al período helenístico y a la decadencia del arte: PRAXÍTELES, Fidias. 113 Scoras y Lisipo. El es el nexo necesario, el centro indispensable, el emblema y la suma de la escultura griega. Así que, razonando dentro de un orden estrictamente lógico, podemos concluir, que el conocimiento de Fibras interesa al filólo- go, porque este artista es el representante genuino de la escultura griega; porque ésta, a su vez, se destaca entre las manifestaciones plásticas de todos los países que quedan eclipsadas por el brillo in- sólito que aleanza entre los griegos; porque a su vez la Historia de estas artes, constituye una de las páginas más bellas de la Filología, una de sus disciplinas más hermosas y de interés más práctico. 131 6 LA ESCULTURA GRIEGA ANTES DE FIDIAS Como una cuestión previa que conviene dejar dilucidada, al iniciar este somero examen de la escultura griega desde su naci- miento hasta tiempos de FiDIAs, se nos presenta el problema refe- rente a si las artes plásticas aparecieron en Grecia como fruto es- pontáneo de la cultura helénica, o como imitación más o menos ce- ñida de exóticos modelos traídos en sus viajes por navegantes de Oriente. Entre la abundante literatura y extensa bibliografía que pu- diéramos citar en este punto, nos hemos fijado en dos versiones con cada una de las cuales convenimos en algo, sin mantener en todo el mismo parecer de sus autores. Es la una de Valladar, de Pierre Paris la otra. Sostiene el primero de ambos la teoría de la influencia orienta: actuando de manera decisiva sobre el arte escultórico que allá por los siglos VII u VIII aparecía en Grecia, cuando ya la escultura de los pueblos de Oriente se hallaba adelantada. Eran comerciantes fenicios los que al marchar a Grecia llevaban con sus telas y sus armas, sus Joyas y sus adornos los ejemplares de su arte. Enlazan de este modo el arte de Oriente con el que va a nacer en Occidente influido por él y a imagen suya, sobre todo en lo cue hace al arte asirio, que es, según el mencionado autor, el que más deja sentir sus influencias en la escultura griega, reforzando su tesis con la opinión que cita de M. Guieniaut en sus Notas a Creuzer. ““El arte griego tiene—nos dice refutando a Paris—ecmo toda manifestación del ingenio humano un período gestatorio, y no cabe 114 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, suponer que el Siglo de Oro de la Escultura Griega no tenga otros antecedentes que el período arcaico, cuyo carácter es marcadamen- te oriental.” (1) No puede dudarse,—continúa—, de que el arte griego ha reci- bido las influencias de otras artes que le han precedido, “no se pro- duce espontáneo un arte tan verdaderamente hermoso; pero de es- tas influencias y del sentido artístico del pueblo griego, nació tan admirable manifestación de la belleza, porque como dice Taine para hacer el hombre de mármol o de bronce, hicieron en primer lugar el hombre viviente, y la grande escultura se desarrolla en Grecia en el momento mismo que la institución por la cual se forma el cuerpo perfecto.””(2) M. Paris, encauza sus consideraciones por bien distinto sende- ro. Conviene en que los fenicios al llegar a Grecia llevaúdo sus mo- delos artísticos habían de introducir algún cambio en la plástica griega. ¿Pero cómo? Es difícil—nos dice el referido autor,—distin- gulr entre los rudimentarios objetos de arte encontrados en el sue- lo de Grecia cuáles fueron traídos por los mercaderes a la Argólide y cuáles se hicieron en ésta a imitación de aquéllos. Fijándose en los objetos que la paciente labor de Sehliemann y otros notables ar- queólogos ha encontrado en Micenas y que constituyen los más re- motos vestigios que hoy tenemos de aquel arte incipiente, abre su interrogación. Las espadas inerustadas, las primitivas estelas fu- nerarias ¿son ejemplares del arte de Egipto transportados a Gre- cia, o se deben a artistas micenianos imitadores de modelos extran- jeros? El resuelve la duda atribuyendo al arte oriental las espadas, y las estelas al griego. Su razonamiento es lógico y sencillo. No es posible pensar que aquellas espadas de bronce adornadas con in- erustaciones variadas de oro, plata y electro, fuesen debidas a la misma mano que con cincel inseguro apenas esbozaba toscas figuras sobre las piedras sepulerales, en las cuales nada dejaba vislumbrar todavía el porvenir esplendoroso de la escultura griega. Las unas eran la manifestación de un arte difícil llegado ya a un grado de perfección relativo, las segundas, los primeros vagidos de un arte que comienza. En la época miceniana no podemos decir que hubiera una ver- dadera influencia oriental en la naciente escultura griega, era una yuxtaposición o coexistencia tan solo del arte extranjero y el local. 1 VALLADAR (F. DE P.), Historia del Arte, T. IT, pág. 50. 2 VALLADAR (F. DE P.), op. cit., pág. 52. Fidias. 115 ““La plástica oriental—continúa—estaba demasiado adelanta- da, la griega demasiado incipiente, para que la primera pudiera modificar en modo alguno a la segunda. Poned a un principiante frente a un cuadro de Rafael o de Ticiano: el modelo será dema- siado perfecto para que su contemplación pueda llevar al pintor novicio al menor progreso.” (1) Imitación que se hace más difícil, si consideramos a más de la distancia grande existente entre el adelanto artístico de ambos pue- blos, las naturales diferencias de raza, la dirección opuesta en que marchaba la civilización eriega con relación a las civilizaciones de Oriente, todo lo cual impedía que el arte griego se hiciese, usando la misma frase del ilustre escritor, “humilde discípulo del orien- tal””. Admite no obstante que el arte oriental en contacto con el eriego que ya tenía, aunque en germen, sus caracteres propios, le influenciase sin destruirlo; que sobre el suelo de Grecia encontró imitadores, surgiendo así dos tendencias: la de aquellos artistas que imitaban los modelos extraños y la de los representantes del arte de matiz genuinamente heleno, que pobre en sus inicios, había de crecer llegando en su asombroso desenvolvimiento a las concep- ciones esculturales que nos dejó aquella raza la más maravillosa- mente dotada del sentido de la belleza formal. Esto expuesto terminaremos estas consideraciones preliminares sobre punto tan importante como discutido, dando nuestra opinión modesta. Creemos, —y robustece nuestro criterio la autoridad indiscuti- ble de Fontanals,—que las artes orientales llegaron al continente a través de las islas griegas vecinas de Asia: Samos, Quío, Naxos, Creta, que es como en breve veremos, donde aparecen las primeras manifestaciones artísticas en madera, bronce, arcilla, hierro, piedra y mármol en sus variedades de Tassos, Lesbos y Paros. Las tenden- cias egipcias, sirias, caldeas, fenicias, asirias, se señalan en la escul- tura eriega más que como copia como inspirada imitación, quizá inconsciente, pero en cierto modo helenizadas, al aplicarlas a asun- tos griegos, en tipos y formas griegas. No eran las grandes estatuas orientales las que venían a Grecia, sino las figuras pequeñas, esta- tuillas egipcias, asirias, fenicias y sirias que con las joyas y armas traían los mercaderes y que provocaron la chispa de la inspiración en aquel pueblo por temperamento artista. 1 Paris (P.), La Sculpture Antique, págs. 109-110. 116 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Esa influencia que se deja sentir en los siglos VIII y VII, que se nota en los Apolos arcaicos como en los Xoanos femeninos y has- ta en figuras más adelantadas como el Moscóforo y las Victorias Aladas, no había de ser con todo duradera. A su lado, como indi- caba Paris, se había de marcar bien pronto la tendencia puramente eriega, sobre todo a partir del siglo VI! en que *“se hace por com- pleto griega toda labor estética, todo trabajo artístico, toda mani- festación de la vida y de la escultura helénicas: la Arquitectura y la Pintura y sobre todo la plástica, no dejan vislumbrar entonces rastro ni indicio, ni siquiera átomo de la imitación breve y embrio- naria, de la influencia corta de las artes orientales, que cesa rápl- damente.”” (1) El arte griego, soltando los andadores que lo apoyaron en sus primeros tanteos, rompe las ligaduras de la técnica egipcia y eman- cipándose de la forma hierática abre una senda nueva a la escultu- ra. Y al hacerlo se elevaron los griegos muy por cima de sus pre- decesores los artistas egipcios y de Asiria. ““Estos habían sabido producir—dice Beulé—las impresiones fuertes, religiosas, sorprendentes, perc no habían alcanzado los principios superiores que elevan el pensamiento humano hasta los tipos divinos, y le permiten contemplar la belleza cara a cara.”” (2) En una palabra, reconocemos las influencias de Oriente en los comienzos de la escultura griega, que tanto había de superar a aquéllos que un día pudieron gloriarse llamándose sus maestros, lo que nada quita a su insuperable grandeza, pues podemos decir re- pitiendo una frase feliz del autor ya citado, que los griezos si no inventaron el arte inventaron la belleza. . Para su comprensión más clara suele dividirse la Historia de la escultura griega en períodos que facilitan su estudio. Cada autor sigue su método, dando una clasificación más o menos arbitraria. Para nosotros cualquiera de ellas es buena y ninguna perfecta. Creemos muy difícil, por no decir imposible, indicar etapas del arte por medio de líneas definidas que marquen los caracteres de cada época, señalando el punto preciso en que termina una fase evolutí- va para iniciarse otra. La escultura, como todas las artes, es cual débil corriente que naciendo pequeña se enriquece más tarde con los aportes que a través del tiempo la hacen crecer, hasta conver- 1 FONTANALS DEL CASTILLO (J.), Historia del Arte, T. IV, pág. 328. 2 Citado por L. ViaRDOT, Les Merveilles de la Sculpture, pág. 62. Fidias. vi tirse en torrente caudaloso en lo que suele llamarse siglo de oro, en que cae como cascada magnífica con los matices esplendorosos de las obras maestras. Y ¿es posible señalar cuál es el momento en que ese hilo tenue se robustece para formar la corriente y llegar a catarata? No nos parece fácil. Cada instante dentro de la evolución del arte participa del que le precede y del que le sigue, es una ca- dena sin solución de continuidad, que va puliéndose paulatina- mente hasta llegar a lo perfecto, mas sin que pueda verse en qué eslabón preciso se verifica el cambio. Ahora bien, como medio orde- nado de conocer la historia complicada del arte, admitimos esas di. visiones en que se encasillan nombres de autores y de obras, y por eso dijimos que en tal sentido cualquiera de ellas es buena, pues tienden a igual fin, aunque por el camino que a cada tratadista le parece más comprensible y claro. En tal guisa, y sólo como instrumento para facilitar nuestro estudio, consideramos en la escultura griega Cos períodos: el pri- merd que llamamos pre-histórico o pre-helénico y el segundo his- tórico o propiamente griego, distinguiendo en éste varias fases, re- lativas a las épocas arcaica, de transición, siglo de oro y esa etapa última en que se inicia la decadencia del arte escultórico griego lla- mada por los autores alemanes periodo helenístico. En el primer momento de la escultura pgriera, representado principalmente por el arte miceniano, encontramos los múltiples objetos hallados en las excavaciones y tumbas exhumadas, los va- sos, las espadas, los adornos, las joyas, que, como Paris apuntaba con visos de certeza, es muy posible fuesen obras traídas a Grecia por viajeros de Oriente; las primeras estelas funerarias, los cona- tos de trabajos en madera que se llaman Xoanos, y, tal vez, los tra- bajos primitivos de alfarería que la leyenda más que la Historia atribuye al hipotético DÉpaLo. Ya en el período arcaico, que comprende desde la octava cen- turia hasta las postrimerías de la sexta, comienza a dibujarse con caracteres conocidos la verdadera escultura erjesa cuya invención se atribuye por unos a BuTADAs el corintio, por otros a COEREBUS. Se caracteriza por el empleo de la piedra usada en estatuas que aún recuerdan los xoanos de madera, y conservan en su ruda técni- ca las reminiscencias del arte egipcio. En esta época arcaica, se inician las tendencias que en poste- rior centuria han de llegar al máximo esplendor. Nace la escuela dórica de figuras viriles de recia musculatura, creando y desarro- 118 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, llando el tipo masculino de los Apolos, cuya brillante serie estu- diaremos. Aparece la jónica más progresista que la ruda dórica, y en la que se deja sentir con mayor intensidad la infuencia de Oriente. Ella nos da los relieves de Assos, las estatuas de Mileto, las placas esculpidas de Xantos y del Sarcófago de Tassos. Y la escuela ática, de tendencias intermedias entre las anterio- res, se consagra sobre todo a los tipos femeninos de vestiduras am- plias y plegadas. De esta escuela son la Minerva Endeios, las Este- las de Aristión, de Orcomene y de Nápoles y el tipo masculino del Moscóforo. En Quío, la afortunada región donde nacieron tantas tenden- cias del arte, allá por el final del siglo VIT, comienzan dos artista,s BUPALOS y ATHEMIS, a trabajar en mármol. En Quío se destaca también la figura de AckErMOsS de artístico abolengo, que nos legó la Victoria en que, a pesar de su tosca ejecución y primitiva técnl- ca, están los gérmenes de obras posteriores de mérito supremo ceo- mo la Niké de Samotracia y la grácil figura que esculpió el diestro cincel de PeEoNIOS. Quiota también fué GLAUuco, continuador de los primeros fundidores Roecus, Teororo y TELECLES, trinidad que honra a Samos, y que en la lejanía del sielo VI, trabaja con meta- les, poniendo la primera piedra del edificio de la Toréutica que KÁ- NACHOS y MIRÓN habían de levantar más tarde coronándolo al fin en la V centuria el maestro de la escultura eriselefantina. Y aparecen también en esta época los nombres de SCILLIS y DIPOENE que buscaron como Fibras su inspiración en los morado- res del Olimpo, pudiendo en este sentido considerarse como los pre- cursores del hijo de CHARMIDES. Enlazando este período arcaico con el eran siglo en que alean- za la escultura su auge soberano, colocamos una etapa transitoria que está representada por los escultores de Egina, y que ilustran los nombres de KÁxachHos el más antiguo maestro de Sycione, el ateniense KaLamIs y MIRÓN ““el más atrevido de los innovadores del arte”” condiscípulo de PoLIcLETO y FiDIas en el taller de AcE- LADAS. Y por estas jornadas de evolución progresiva, llegamos al siglo V, en que los gérmenes que sembraron los artistas arcaleos, que cul- tivó la legión numerosa de artistas cuyos nombres llenan tres si- elos y que dan con los maestros de transición sus primeros brotes, producen la eflorescencia espléndida en que se engarzan los nom- Fidias. 119 bres inmortales de PoLicLero, Fibras y PRAXÍTELES, CEFISODOTO, ScoPAs y LIsIPo. Finalmente, los últimos destellos de ese sol fulsurante en el ce- nit de su eloria, que iba poco después a oscurecerse, son la Niké de Samotracia, el Apolo del Belvedere, la Venus de Milo, afortunado hallazzo de Yorgos Bottonis que orna el Louvre; el Galo Moribun- do; el discutido grupo de Laocoonte y las figulinas de Tanagra. Se acentúa la tendencia a los retratos y pasando la escultura grandio- sa a la de género se acerca el arte griego a su sepulero que Roma le entreabría al aherrojar su gloria las ásuilas del Capitolio. La muerte de Alejandro, amigo de Apeles, que fué para Lisipo lo que para Frias Pericles, protector como éste de los artistas, cu- yos méritos sabía apreciar, trajo por consecuencia la ruina del arte griego. ' “Las sangrientas turbaciones que agitan a Grecia después de la muerte de Alejandro, las feroces guerras de Pirro y de Perseo y Mithridates, y la total sujeción de una y otra Grecia al duro yugo de los romanos, acabaron casi del todo con las artes griegas. Los bellos monumentos de escultura y pintura de que había tanta co- pia en las célebres ciudades del Peloponeso, de Acaya y del Epiro, o perecieron en los estragos de la guerra o fueron trasladados a la triunfante Roma. Desde entonces los artistas griegos pasaron tam- bién a servir a sus vencedores, los romanos, que ya contaban entre sus pasiones el lujo y la afición de las artes.?? (1) Puesto que nuestro estudio en el presente capítulo se refiere a la escultura anterior al gran sielo, como antecedente necesario y útil para el conocimiento y justa apreciación de la plástica ateniense del siglo V, dejando la época pre-histórica, que pocos elementos habia de brindarnos, así como el desarrollo de la escultura griega en tiempos coetáneos y posteriores a FIDIAS, nos detendremos a con- siderar con aleuna atención, sin descender a detalles, los períodos arcaico y de transición, que han de conducirnos convenientemente preparados por estas consideraciones previas, ante la majestuosa figura del maestro ateniense. Suele citarse a DÉDALO como el primer escultor eriego, en orden eronolósico. Natural de Atenas, sesún los atenienses, cretense se- eún aquellos que le suponen contemporáneo de MINOS, se dice que 1 ¡JOVELLANOS, Elogio de las Bellas Artes, discurso pronunciado en la Academia de San Fernando. 120 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, trabajó en madera llevando su arte a Sicilia y Aquilia. Se sabe que en tiempos de Pausanias, que coloca a este artista en la Olimpiada 95, suponiéndole hermano de Patroclo, se llamaban dédalos las es- tatuas ya antiguas, hechas en madera en las que se notaba por la separación de las piernas, los ojos abiertos y los brazos aparta- dos del cuerpo, cierta tendencia a copiar el movimiento. A fal- ta de documentos precisos que prueben la problemática existen- cia del citado escultor, nos inelinamos hacia la opinión que le supone un ser imaginario, a quien se atribuyeron las invenciones primitivas. En tal sentido alevórico parece expresarse Diodoro de Sicilia cuando dice refiriéndose a DépaLO: “las estatuas que escul- pía, tenían cierta semejanza con los humanos. El fué el que abrió los ojos a las estatuas y les desligó los brazos y las piernas”?, frases en que parece querer significar los progresos de la escultura griega. Otros señalan a BuTADAas, natural de Corinto, como el iniciador de la escultura griesa. La leyenda que rodea su nombre nos relata la forma en que en manos de Butapas nació la alfarería. Su hija Cora trazó sobre una pared la silueta de su amante, siguiendo la sombra proyectada por una lámpara. Llenó el padre ese hueco, sacó después el molde y en él vació por vez primera un retrato escul- tórico. Se nombra también como inventor a COEREBUS, que lo mismo que el citado anteriormente pertenece al siglo VIT, lo que nos hace dudar de su carácter de inventores toda vez que ya el siglo VIII conoció, aunque en forma incipiente, la escultura. ¿Por cuál, pues, decidirnos? Al referirnos a estos autores, quizás mitos más que hombres, no podemos franquear los umbrales de lo conjetural. Lo que Plinio dijo de la pintura bien pudiera aplicarse a la escultura respecto a lo incierto de sus comienzos. Es difícil precisar figuras que se muevan en las sombras de la etapa miceniana, y que a tra- vés de los siglos apenas vislumbramos, desfiguradas e imprecisas como vagos reflejos de luces que se extineuen en la confusa leja- nía de remotas edades. Cualesquiera que fuesen sus autores, es lo cierto que las pri- meras manifestaciones de la escultura grieva son los xoanos, peda- zos de madera en que la mano inhábil de los primitivos artistas, esbozaba figuras que recuerdan las momias de Egipto y los sarcó- fagos fenicios, sin que sea tal la semejanza que autorice para creer- las meras imitaciones. A este tipo pertenece, aunque indicando un progreso por estar Fidias. 121 esculpida en piedra, la Artemisa encontrada por M. Homolle en De- los. Es una columna apenas desbastada en cuya parte superior una depresión indica el comienzo del busto rematado por une tosca cabe- za que por su disposición evoca en nuestra mente el recuerdo de Egipto. Los brazos mutilados se adhieren al cuerpo, y en la parte inferior se dibujan de modo informe los pies. Los planos de esta estatua revelan un paralelismo monótono, sin que pueda aún no- tarse el menor rasgo de vida en su rígida actitud. Una inscripción grabada al lado derecho de la estatua, y que data probablemente del siglo VIT, nos dice que el ex-voto fué consagrado a Artemisa por Nicandra, hija de Demodikos de Naxos. El mismo M. Homolle descubrió Beocia en 1885 un fragmen- to de ídolo rudo e imperfecto coetáneo o anterior al ex-voto délico, siendo también el exhumador del pequeño templo de Delfos, cono- cido con el nombre de Tesoro de los Cnidios. Los soportes del friso son cariátides precursoras de las del Erecteo, estilo que existió tam- bién en el templo de Sifno en Delfos. Ya en estas cariátides, el tipo femenino ha evolucionado mejorando y a la rigidez primitiva sus- tituye la gracia jónica de las ropa o muchachas. Envuelve su cuer- po plegada vestidura que en un prineipio cubrió por completo las formas, adaptándose luego para pronunciar, muchas veces con ex- ceso, los contornos. Aleunas se recogen la túnica con una mano, sos- teniendo con otra pequeños objetos: palomas, frutos, ete. Allá por los últimos años del siglo VII aparece en Quío una fa- milia de artistas: MELAS, su hijo MIKIADES y su nieto ÁCKERMOS, al que debemos la primera manifestación escultórica del movimien- to representada por su Niké o Victoria Alada. La técnica primitiva de su autor no encontró otra manera de representar el vuelo que poner la figura de rodillas sirviéndole de apoyo la túnica que llega al pedestal. Las alas se despliegan por detrás de la estatua que le- vanta un brazo y sonríe en una mueca grotesca, pero en que asoma por la primera vez al rostro inanimado de una estatua alguna ex- presión de vida. En el Tesoro de los Cnidios, ya citado, figuran co- ronando los ángulos del frontón dos victorias aladas de este tipo, al que también pertenece la victoria volando que se conserva, aun- que mutilada en extremo, en el Museo de Atenas, y que con el transcurso del tiempo y la evolución consiguiente, había de dar al arte varios siglos después la Victoria de Pronios y la magistral Niké de Samotracia, que alguien ha considerado precursoras de la re- presentación cristiana de los ángeles. 122 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, En Atenas se conocieron las obras de los artistas quiotas, y aquellas figuras femeniles van siendo cada día mejor modeladas; coloreadas aleunas, como la kópn llamada la alegre Emma, hasta dar al arte los tipos de las Orantes graciosas e ingenuas y de la es- tatua de Antenor que marea un definido avance. Estos son los pr'- meros rudimentos de la escultura en piedra y más tarde en mármol de modelos femeninos, y al considerar su toscucdad y pobreza “¡Quién podría adivinar que aquellas esculturas eran las etapas iniciales para llegar a las obras maravillosas de la estatuaria griega! ¡Que aquellas mujeres irían formándose poco a poco, haciéndose más reales y smprimiendo sus vestiduras para llegar al tipo perfec- to de la Venus de Milo o de Gnido!”” (1) A esta época pertenece, según unos, el Cofre de Cipselo que pa- ra otros es un ejemplar del siglo VIII. Es un trabajo en madera de cedro. En una arquilla de forma elíptica u ovoidea, se desarro- llan motivos escultóricos en incrustaciones de marfil y oro, cuya disposición en bandas paralelas, recuerda las zonas que ornaban los vasos primitivos, guardando a la vez cierta semejanza en su di- bujo con las copas fenicias de Chipre. Una disposición análoga presenta la placa de bronce hallada en Olimpia en que aparecen distribuídas en cuatro cenefas paralelas fisuras de sabor marcadamente oriental, y que muestran la forma en que se imitaban las mismas en aquel período de la escultura griega. Y dentro del mismo estilo mencionaremos a SMILIS DE SAMOS, autor de las estatuas de las Horas de Olimpia sentadas en tronos de oro y marfil, continuador de las tendencias artísticas del Cofre de Cipselo. Dos escultores de pura cepa artística, ATHEMIS y BUPALOS, hi- jos de ACKERMOS, y como éste de Quío, trabajan el mármol, mate- rial hasta entonees no utilizado en la estatuaria griega. Algunas de sus obras admiradas por Adriano figuraron en Roma en el Tem- plo de Apolo Palatino. En mármol de Paros esculpió Burapas dos erupos de las Gra- cias, contándose además entre sus obras la estatua de la Fortuna y aleunas reproducciones de animales. En colaboración con ATHEMIS, cinceló una caricatura del feo poeta Hiponax. Junto a los nombres de los artistas citados fienran entre otros va- 1 PIJOAN (J.), Historia del Arte, T. I, pág. 225. Fidias. 123 los de BIoN DE CLAZOMENE y BIZES DE NAxos, inventor este último de las tejas de mármol para techar los templos, dos nombres más que ilustren la isla de Quío, memorable por sus hijos en la Historia del Arte. Creta a su vez nos dá las figuras notables de DIPOENE y SCILLIS cuyas aficiones artísticas les llevaron a esculpir dioses, siendo en este sentido, como antes indicamos, remotos precursores de FIDIAS, cuyo cincel maestro había de inmortalizar las figuras del Olimpo. Entre sus esculturas sobresale una de Pallas, conservada en Lindos, de cuatro codos de altura, hecha en la variedad de mármol de Paros conocida por lichnites, de color verde, por lo que algunos creyeron que estaba tallada en esmeralda. Esta innovación, así como el uso de materiales diversos en sus obras, distingue a aque- llos maestros cretenses que ““representan en la historia de la plás- tica grieva a los ingenios de más empuje que dieron vida nueva al arte al terminar el siglo VIT; le extendieron por todas partes don- de tenía ya comienzo y le implantaron en Grecia con formas, ma- teria y caracteres nuevos. Son como los grandes precursores del renacimiento helénico.”” (1) Ofrece el siglo VI, en el estudio de las producciones artísticas, interesantes aspectos, así por las estatuas que en él se produjeron como por las tendencias que sus autores iniciaron introduciendo en la técnica escultórica orientaciones nuevas. Consideremos en primer lugar las fases sucesivas por que pasó la representación humana del tipo masculino, en la serie de Apolos, cada uno de los cuales va marcando un progreso, dentro del gra- dual desarrollo de esa especie escultural. Eran estas estatuas, de origen egipcio, ex-votos colocados en las tumbas, imásenes atléticas de jóvenes, esculpidas en un plano sin apartarse de la frontalidad arcaica, rigidez de sabor oriental, y sonrisa grotesca de líneas eginéticas. Son un producto de la escuela dórica, en que vemos la peculiar manera de copiar el desnudo masculino subdividido en planos acentuando las líneas principales del pecho, cintura y caderas. Primero aparecen con los pies unidos y más tarde en simétrico movimiento se presentan adelantando un pie, mientras queda ha- cia atrás el otro, y se apartan los brazos como para guardar el equilibrio. La disposición enadrada de los hombros de estos Apo- 1 FONTANALLS DEL CASTILLO (J.), op. cit., T. IV, pág. 368. 124 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. los arcaicos, nos recuerda las estatuas egipcias como los colosos del Speos o templo de Ipsambul en Nubia y las de Ramses II en Tebas. Un lento pero apreciable adelanto podemos observar en las ma- nifestaciones sucesivas' de esta clase de esculturas. Desde la des- proporcionada figura del Apolo de Orcomene, hasta el espléndido Apolo conocido por Choiseul Gouffier del Museo Británico, que marca la más perfecta etapa de estas reproducciones, nos encontra- mos el Apolo Stoos, de Atenas; el Apolo de Tera, más adelantado que éste, y sobre todo el fraementario Apolo, encontrado en Beo- cia, notable a pesar de aparecer decapitado, y conservado en el Museo de Atenas, de mérito inferior sin embargo al valioso ejem- plar del Museo de Munich, conocido con el nombre de Apolo de Tenea. Análoga a los Apolos, pero rompiendo la tímida posición de los brazos, es la estatua del Moscóforo o Sacerdote de Mercurio, así llamada por su disposición, llevando sobre los hombros un ternero que sujeta con las manos levantadas, alterando con este movimien- to la posición vertical o poco levantada de los brazos de los Apolos arcaicos. Fué hallada en la Acrópolis, y se la supone un ex-voto anterior a la guerra con Persia. A diferencia de las figuras de Apolos, el Moscóforo no aparece desnudo, sino cubierto con una vestidura que al adaptarse al cuerpo suaviza la rudeza de su mus- culatura. Esta estatua dice Pijoan ““inicia un tipo lleno de pro- mesas?” que hemos de ver reproducido más tarde, en la época de transición, y que repetido por el arte griego alejandrino, fué la base de la figura del Buen Pastor en la escultura cristiana según afir- man algunos. La idea del Moscóforo se había representado, varias centurias antes de que en Grecia se hiciera, en el arte de Egipto, donde podemos apreciarla en el relieve del hipogeo o sepultura de Sabou en Sakkarah en que aparece un joven de perfil con una gacela al hombro. De marcado sabor arcaico y adaptando al arte griego la repre- sentación de un estilo escultórico muy frecuente en Egipto, el monstruo femenino, es la Esfinge de Naxos, ex-voto colocado sobre una columna jónica en que el rostro de mujer conserva los rasgos de las esculturas primitivas y el trenzado del cabello está dispuesto como en ellas en largas hebras que caen alrededor del cuello. Es en esta centuria que aparece, debida a ROECUS, TEODORO y TELECLES, una importante innovación, a que aluáimos antes, la es- cultura de fundición, que usando como material los metales había Fidias. 12% de animar a las estatuas, mover sus músculos y hacerles adoptar posiciones que la madera, la piedra y el mármol no habían permi- tido, hasta darnos más tarde como elocuente prueba la atrevida figura del Discóbolo. Hacia el 680 vivieron estos artistas, ROECUS, TELECLES y TEODORO, padre, hijo y nieto respectivamente o como dicen otros, padre el primero de los dos segundos. De RorEcUSs se sabe, por Pausanias, que fundió una estatua de la Noche para el Templo de Efeso. TEoDORO, que es quizá el más notable de estos fundidores, tra- bajó con éxito el hierro, siendo a la vez orífice notable y hasta se le ha querido atribuir la invención de la Glíptica. Menciónanse en- tre sus obras principales su auto-retrato que Plinio vió en Preneste; dos cráteras, una de plata de colosal tamaño que consagró Creso en Delfos, y otra de oro; un anillo del tirano Policrates, y una copa áurea con racimos de pedrería, brillante adorno de la morada de Creso y más tarde ornamento del trono de los soberanos Aquemé- nides. En colaboración con TELECLES hizo una estatua de Apolo. La forma en que esta obra fué ejecutada merece, por curiosa, recor- darse. Cada cual hizo su parte, estando en Samos TELECLES y TrEo- DORO en Efeso. Al unirlas, se ajustaban tan perfectamente que la estatua parecía hecha de una pieza, lo que nos indica que en su eje- cución se ceñían estos artistas a cánones fijados, siguiendo en esto la costumbre de Egipto que arraigó luego en Grecia y subsistía aun en POLICLETO. Unas veces unidos, separados otras, hicieron estos autores obras diversas entre las que se encuentran algunas de arquitectura, como el edificio en forma de tienda llamado Scias. No ha faltado quien haya supuesto sean de varios las obras de estos artistas alegando que hubo aleunos autores con los nombres citados; sea de ello lo que fuere, es lo cierto que estas obras demuestran la existencia en Samos en el siglo VI, de un núcleo de expertos fundidores que practicaban la escultura en metal. No podía dejar de sentirse en la artística Quío esta nueva ten- dencia, y en ella se distingue GLAUCO, notable fundidor, discípulo de RoEcUs, que sobresalió en los trabajos metálicos de aleaciones y soldaduras, dando un paso de avance con relación a la forma anti- gua de placas superpuestas o ajustadas que aún en el siglo V había de mantenerse en la Atena de FipIas. Se recuerda entre las obras de GLauco una grandiosa crátera colocada sobre un trípode de hierro, ofrenda que un rey de Lidia hizo a Delfos. 126 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Otro aspecto de la escultura griega en esta época de arcaísmo, nos ofrecen los relieves que en templos y sepulturas anuncian los maravillosos frontones de un porvenir ya próximo. Citemos de estos relieves en primer términos los de Assos, que manifiestan en su disposición reminiscencias asiáticas. El trabajo se ha hecho sobre el arquitrabe y no en el friso, como es peculiar al arte helénico, notándose además que las figuras representando fantásticas escenas de una fauna arbitraria, por su aspecto, sus ac- titudes y su disposición despiertan en el que las mira el recuerdo del arte asirio. Huella oriental escontramos también en unas raras estatuas ha- lladas en Mileto. Representan mujeres sentadas en la actitud ar- caica de las figuras caldeas de las súnmeras que constituyeron un tipo femenino poco conocido y que no tuvo arraigo en la escultura griega. Dejábase notar la tendencia a unir en maridaje afortunado, la arquitectura y la plástica, que había de tener manifestaciones tan bellas en las decoraciones eginéticas, los frontones de Olimpia y las esculturas del Partenón, terminando en las del Templo de Tegea. Comienza humilde en los frisos del Templo cretense hallado en Prinia, donde vemos el valiente alarde de un escultor que se atreve a presentar grupos hípicos, a pesar de su técnica incipiente, producto de la cual es la desproporción que existe entre los peque- ños jinetes y las patas larguísimas de sus cabalgaduras. Sin embar- go, estos frisos, con toda su rudeza, son un antecedente no lejano de la brillante procesión panatemaica del gran siglo. Y en los templos también se estilan ya las metopas, de las que citaremos siquiera sea brevemente las del Templo Central de Seli- nonte conservadas en el Museo de Palermo, en Sicilia, y que han sido durante largo tiempo les primeras esculturas conocidas del arcaísmo griego. De entre ellas es quizás la más notable la que re- presenta a Perseo degollando a Medusa asistido de Minerva. Bien distribuídas las figuras, son sin embargo de una desproporción de formas manifiesta. Conserva la disposición primitiva de los rostros de frente y el cuerpo de perfil. Las figuras son enanas y de muscu- latura exageradamente robusta. De análogo estilo a las citadas metopas son los relieves esparta- nos, de los cuales uno tiene esculpida una culebra, viéndose en los otros dos grupos humanos, que han sido interpretados de maneras Fidras. 127 diversas, y que, suele decirse, representan a Menelao dando muer- te a Helena y Alcmena con su amante Zeo. Interesante manifestación del arte en este sielo nos brindan las estelas funerarias, esculturas notables con que los griegos adorna- ban sus tumbas, pudiendo mencionarse en este estilo de la escultu- ra helena, la estela de Aristión en Atenas y en Naxos la de Alzxenor. La primera, que esculpió ARISTOCLES, representa un guerrero ves- tido con la ligera indumentaria ática. Por eso se ha llamado impro- piamente esta estela, el Hoplita, o Soldado de Maratón. La figura se presenta de perfil según la tendencia arcaica. En otras estelas como la del Discóbolo los ojos se ven de frente a pesar de estar de costado la cara. En otras se representan grupos de hombres y ani males, citándose entre ellas la de Alxenor u Orcomene y la del Mu- seo de Nápoles que antes perteneció a la colección de Borgia. Particular interés ofrece la estela de Tanagra (Beocia) que per- petúa el recuerdo de dos amigos Dermys y Kitylos, enterrados jun- tos. De pie, enlazadas en familiar abrazo, las figuras son feliz ex- presión de la tendencia a unir la escultura y la arquitectura en la decoración sepulcral. Y por último, para acabar este estudio del arte funerario, men- cionaremos dos relieves, correspondiente el uno a la sepultura de Xantos llamado de las Harpías, y el otro a una sepultura de Tassos. El primero representa los genios que vuelan arrebatando niños, colección de doce placas que forman la composición que adorna la tumba y el segundo, conservado en el Louvre, tiene una puerta al centro a los lados de la cual se agrupan con sencillez artística las fisuras de Apolo y de Mercurio, las Ninfas y las Gracias. Muchos nombres se registran en esta época, tales como CLEARCO, GITIADAS, POLISTRATOS y sobre todos BATICLES EL MAGNESIO, autor del Apolo Amícleo, que merece consideración especial. Sobre un pi- lar o tubo de franjas superpuestas que descansaba en los pies de la figura se elevaban la cabeza y los brazos del dios; en sus manos sostenía el arco y la lanza, cubierta su cabeza con el casco. Profusa decoración adornaba el trono hecho de oro, ébano y marfil, repre- sentando escenas mitológicas y heróicas. La figura medía 45 o 60 pies de altura correspondiendo a estas dimensiones la maenitud del ador- nado trono cuyo respaldo remataba en curiosa crestería, donde se veían retratos de numerosos artífices que con BaATICLES colabora- ron, y entre ellos las figuras airosas de las Gracias y Diama Leuco- friné, protectora del genio. 128 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Omitiendo, en obsequio a la brevedad, otros nombres de auto- res y de obras que extenderían más la citada serie ya bastante nu- trida, fijemos la atención en un trabajo notable por su técnica, in- teresante por su belleza, que constituye el postrer espécimen de la escultura arcaica: el trono Ludovici. Fué descubierto en Roma en 1867 al derribar la villa Ludo- vici. Muchas dudas suscitó esta obra, referentes a su estilo, hacien- do vacilar la opinión entre si sería genuinamente primitiva o copia romana más moderna, hasta que otra escultura semejante, que hoy posee el Museo de Boston disipó las dudas, quedando aclarada la procedencia griega y la época arcaica a que el trono pertenece. Es un bloque de mármol esculpido en sus tres caras y ahuecado en la anterior formando el asiento. El respaldo nos muestra el nacimien- to de Venus que surge de las aguas asistida por dos Ninfas. El bus-- to de la diosa está de frente, la cara de perfil, lo mismo que los cuerpos de las ninfas. Un maravilloso detalle se ve en este trabajo, Las vestiduras tenues, vaporosas traslucen las formas de las nin- fas que sujetan un velo de pliegues magistrales, tras el que se alza Venus. La anatomía de la diosa es notable; sus formas juveniles han sido cinceladas con trazos segurísimos y su cuerpo que nos pa- rece aún húmedo tiene una naturalidad y encanto indefinibles. A los lados del trono, hay dos alegorías del amor: el sagrado y el profano. Personifica aquél la púdica esposa, velada de cabeza a pies por la túnica y el manto, que cuida la lámpara encendida; el segundo amor lo representa una figura de mujer desnuda, que se sienta cruzando una pierna sobre otra, mientras toca una flauta de dos tubos. En todos sus detalles manifiesta la molicie y descuido de la cortesana. Y con ésto damos por terminado nuestro estudio de la época arcaica para pasar a ocuparnos brevemente del período o fase de transición. ““El empuje estaba dado, los materiales conocidos, la técnica y ejecución dominadas, el grecismo definido e iniciados los caracte- res de escuela, bastóle al arte griego del nuevo siglo el estudio del natural para crecer rápidamente.” (1) La obra de los escultores arcaicos ha encauzado por los carriles del progreso el arte helénico, que con el impulso recibido ha de marchar en rápidas jornadas con los artistas de transición o ar- 1 FONTANALS, (J.), op. cit., pág. 368. Fidias. 129 caístas hasta alcanzar la meta de la perfección, a que aspira, en la V centuria. Es por lo regular estudio fastidioso el referente a períodos de transición que representan fases vacilantes e indefinidas en que se elabora una era de adelanto, borrándose las imperfecciones de una época anterior. De interés casi siempre escaso, tan sólo como nexo necesario solemos servirnos de esos puentes que uniendo las riberas oscuras de los inicios con las márgenes esplendorosas de un siglo de gloria, nos muestran los grados de progreso que lentamente ha re- corrido una manifestación cualquiera del saber humano. No así en el arte de la escultura griega, en la que el lapso de tiempo que se llama época de transición representa precioso engarce de matices y brillos propios y que sirve a la vez para montar en el joyel del arte la rica pedrería de la edad de oro. ““Es—nos dice Paris—un período corto, lleno de enseñanzas y de interés. Jamás ha pasado pueblo alguno con tanta espirituali- dad y rapidez de las vacilaciones de la infancia insegura a la se- guridad de la madurez.”” (1) En esta época no se forman escuelas, sino centros artísticos de vida independiente, destacándose tres figuras de artístico relieve: KANAcHos, KaLamis y Mirón, fundidores notables, al lado de los cuales, compartiendo su gloria, está ONATAS, cuyas obras nos han de llevar al estudio de las famosas esculturas de Egina, de tenden- cias que han formado escuela y que son ya cercanas precursoras de las del Partenón. Cultivábase en Atenas la escultura en mármol que había de lle- gar muy pronto al apogeo de su gloria, mientras rindiendo culto a las tradiciones de la escuela dórica se trabajaba el bronce en dos centros del arte: Sycione y Argos, cuyos artistas seguían reprodu- ciendo, mas ya en forma bellísima y perfecta, el tipo atlético del joven desnudo. De Egina y Peloponeso, talleres de la escultura de fundición, habían de salir los maestros de que vamos a ocuparnos. KANAcHos o CÁNAcO, el más antiguo de los maestros de Sycione fué el autor de un Apolo de bronce, perdido, para desgracia del arte, y del que sólo nos dan idea las copias que de él se han con servado. El Apolo Filesios, destinado al Templo de Didino en Mi- leto, representa una etapa adelantada de la serie apolínea ya estu- 1 Paris (P), op. cit., pág. 160. 130 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. diada con la que guarda no obstante íntima y señalada conexión. Podemos imaginarnos esta estatua merced a las monedas de Mile- to (1) y varias reproducciones que de ella se han hecho. Tales son entre otras la que con el nombre de Apolo Payne Knight se conser- va en el Museo Británico, donde también se encuentra otra copia más pequeña llamado el Apolo Strangford, y por último, el Apolo Piombino del Museo del Louvre. En el Apolo Payne Kmght se re- producen fielmente la posición y atributos del Apolo de KANACcHoOS a juzear por las monedas, pecando esta figura de ser demasiado pu- lida y redondeada. Más perfecto es el desnudo del Apolo Piombino. En las cuencas vacías de sus ojos debió haber una sustancia, quizás plata, que imitara el globo ocular humano. Los labios y los pezones de los pectorales se marcan por medio de incrustaciones rojas de cobre. De este autor suelen citarse también otras figuras en már- mol y una Afrodita criselefantina. Colaboró con su hermano ARISTOCLES y el maestro AGELADAS en un grupo de las Gracias y por último cítase como obra suya otro Apolo para un templo de Tebas, réplica en cedro del Apolo File- sios. Del estilo escultórico del artista estudiado pueden darnos idea la cabeza de bronce hallada en Herculano, y la arcaica que forma parte de la colección Jacobsen, así como la figura de Hércules com- batiendo, conservada en la Biblioteca Nacional de París, bronce que para Friederichs y Rayet es una reducción de una obra célebre de ONATAS, / Hemos escrito un nombre que nos va a llevar a ocuparnos de las célebres esculturas eginéticas de la gliptoteca de Munich hacien- do para ello un alto en nuestro examen de los maestros fundidores, de que en seguida seguiremos tratando, al hablar de KaLamis y Pr- TÁGORAS DE REGIUM, AGELADAS, MIRÓN y POLICLETO. Contemporáneos de Kaxacmos fueron dos escultores, ONATAS y su hijo KALITELES, en quienes ha querido verse por algunos a los autores de los frontones de Egina. Sábese que hizo ONATAS para el templo de Climpia, entre otras esculturas, un grupo representando la elección de Néstor para lu- char con Héctor, composición escultórica que constaba de diez figu- ras, según unos autores, nueve en opinión de otros. Esta obra y el Heracles ya citado son por su técnica y estilo gemelas de los gru- pos de Egina y de aquí que se atribuyese a ONATAS la paternidad de estos últimos. 1 CoLLIGNON, op. cit., pág. 119. Fidias. 131 Los fragmentos hallados en Egina en 1811 por Heller, Cocke- rell, Forster y Linkh, reconstruídos por el sabio Thorwalden, dan un total de quince figuras correspondientes a los dos frontones del templo. El occidental representaba el combate de griegos y troya- nos que tratan de recoger el cuerpo de Patroclo que yace a los pies de Atena, colocada en el centro, presidiendo el combate. Con arte análogo al que se observa en el Templo de Júpiter en Olimpia, y en el Partenón más tarde, se han colocado las figuras de los comba- tientes a los lados de Minerva, cuatro en cada uno, y de manera tal que los heridos ocupan los extremos como conviene a su posición horizontal o inclinada. El frontón oriental representaba el combate de Telamón y Hér- cules contra Laomedón, y de él se conservan sólo cinco estatuas y aleunos fragmentos. Imposible detenernos por más tiempo en la consideración de es- tos frontones que sólo para bosquejar el arte pre-fídico estudiamos aquí. Sus interesantes detalles hay que reservarlos a estudios espe- ciales que a este lugar no corresponden. En cuanto a si son o no de ONATAS esas obras es difícil decidir basados sólo en presunciones nacidas de ciertas semejanzas; cual- quiera que sea la afirmación que se haga, lo importante es notar que estas figuras por su adelanto anatómico, su espíritu de vida y movimiento, en que aún late visible el arecaísmo, son sin duda un escalón más que nos lleva ascendiendo hasta la cumbre que pronto ha de alcanzar el arte griego. De OnNaras es también, a más de otras representaciones de dio- ses, la estatua de Ceres negra de Figalia. Reanudando nuestro estudio de la escultura de fundición en esta época, hemos de mencionar siquiera un bronce muy famoso obra del escultor ANTENOR O ANTENOO, conocido con el nombre de los dos tiranicidas. Representa las figuras de Harmodios y Aristó- giton que dieron muerte al tirano Hipareo, acto considerado por el pueblo ateniense como altamente patriótico, llamando a sus autores mártires de la libertad y encargando al cincel de ANTENOR que per- petuase su recuerdo. Llevado el grupo por Jerjes a Ecbatana, fué sustituído por otro, obra de KrITIAS y NEsIoTES, una copia del cual se conserva hoy en Nápoles. Ya las figuras de los tiranicidas, aunque llevando las huellas del arcaísmo expirante. son un bello ejemplar de la tendencia realista a presentar el movimiento en el arte. Bajo ese aspecto anuncian en 132 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. un próximo futuro la aparición de la estatua que rompiendo anti- guos moldes da completa soltura a la actitud : el Discóbolo. Cítase al lado de aquéllas la figura denominada el auwriga de Delfos, obra de la escuela de PrrÁcoras, artista del que en breve hemos de ocuparnos. Formaba grupo esta estatua con una cuadriga, regalada tal vez por Gelón de Syracusa. Es un hombre de pie, vestido con larga tú- nica de pliegues paralelos ceñida sobre el talle. Un cintillo rodea su cabeza, que es pequeña, redonda y de perfil perfecto. Es un buen ejemplar de esta escultura arcaísta,mas no participamos del entusiasmo de Pijoan que le lleva al extremo de exclamar: ““¡cuán- ta belleza, cuán noble dignidad! El auriga de Delfos es ciertamen- te una de las más hermosas obras de la escultura de todos los tiempos.” (1) En su actitud tranquila, en la unión de sus pies hay todavía eran influencia arcaica, y en su cara de líneas y modelado perfec- tos, la estúpida fijeza de sus ojos tiende sobre ella una sombra que la hace inanimada, inexpresiva. KaLaMats, dice un autor, es quizás el último escultor griego que sostiene la influencia oriental del arcaísmo y representa con PITÁ- GORAS y MIRÓN la fase de transición decisiva entre el arte arcaico y el de la época de FiDIAs. Ateniense, amigo y protegido de Cimón, su actividad fué gran- de. Cultivó todos los géneros de la escultura, cincelando grupos de bronce, animales, figuras de dioses, etc. Obra suya es el Hermes Crióforo hallado en Creta, parecido al Moscóforo, que hizo para los habitantes de Tanagra, y que se reproduve en una moneda de bronce de esta ciudad, merced a la cual se han identificado una te- rracota tanagrina y un mármol de la colección Pembroke, como co- pias del bajo relieve de KALAMIS, PITÁGORAS DE REGIUM es el modelador del desnudo varonil que se exhibía en gimnasios y palestras. Las formas juveniles del atle- ta que revelaban profundo estudio del natural, los detalles de venas y nervios, son las características de la copiosa producción de este artista. Cítanse entre sus obras figuras de corceles y de efebos, su Perseo, su Europa y su Apolo Citarede. Hay una obra notable, gala del Museo Británico, que marca la última etapa de la serie de Apolos estudiada, conocida por Apolo 1 PIJOAN, op. cit., pág. 246. Fidias. 133 Choiseul-Gouffier atribuído a PITÁGORAS por unos, por otros a KA- LAMIS. Waldstein sostiene la primera tesis. Apoya su opinión la de Plinio, que presenta a Prrácoras como el primero que esculpió con perfección los cabellos y marcó en los miembros de la estatua los relieves de las venas. Y estos caracteres se encuentran bien paten- tes en el hermoso ejemplar considerado. Por eso nos inclinamos a admitir este aserto frente al que quiere presentar a KALAMIS como autor de este Apolo. Y estamos casi pisando los umbrales del eran siglo, al enfren- tarnos con los artistas del taller de Argos. El maestro ÁGELADAS, sus discípulos MiróN y PoLIcLETO, son el último eco de la escultura arcaísta o la nota primera del período áureo. El otro condiscípulo la gloria de AGELADAS, que por ser su maestro solamente ya sería célebre en la historia del arte, llena con su nombre la edad más be- lla del arte griego, y a su estudio dedicaremos los restantes capi- tulos de este trabajo a él consagrado. Mencionemos el primero a AGELADAS, el maestro argivo, cuyo taller se nimba con la aureola de sus tres discípulos célebres. Las obras del artista que hizo famosa la escuela de Argos, ri- val de la de Sycione, nos son conocidas sólo por el testimonio de los textos que han recogido y conservado su recuerdo. Su afición a esculpir figuras atléticas, le llevó a producir en este tipo la estatua de Anokhos, vencedor en los juegos olímpicos del año 521, A. C. Su Hércules mño, sus estatuas de Timasiteo de Delfos y Cleostenes de Epidamno, su grupo de cautivos y caballos, consagrado por los tarentinos en Delfos, su grupo de las Gracias, hecho en colabora- ción con ARISTOCLES y KÁNACOS y su Zeus Ithonatas que reprodu- cen, según se eree, los tetradracmas micenianos, son las obras suyas de que tenemos noticias. El temperamento artístico de AGFLADAS se manifestó en un hijo suyo AroLos, que sólo se conoce por una inscripción encontrada en Olimpia. Contemporáneo de Kanamis y Prrácoras, del siglo V por la fe- cha de su nacimiento pero enlazado por su estilo con los aritstas de la centuria siguiente fué Mirón. Si quisiéramos hablar de este es- eultor con el detenimiento y extensión que su importancia exigen tendríamos que dedicarle una monografía. Nos ceñiremos, pues, a señalar tan sólo algunos rasgos que nos indiquen el relieve que su figura tiene en la escultura precursora de FDIAs. Enamorado de la bella forma, por lo que se le asemeja a Esquilo, 134 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. atento sobre todo a la copia del movimiento espontáneo, en su arte “copia la naturaleza embelleciéndola, sin incurrir en nimias minu ciosidades que más tarde habían de ser, en manos de otros artistas la decadencia de la severa escuela de MiróN y sus antecesores. ”” Para él la psicología de la estatua es cosa secundaria, la olvida por seguir en la copia del natural la violencia de la actitud en que la coloca, por eso dijeron de sus obras los antiguos ““corporum te- nus curiosus animi sensus non expressit.?” El arte griego anterior a MIRÓN siguió cn ciertos aspectos los convencionalismos del egipcio, entre los que se cuenta lo que el ar- queólogo danés Lange, llamó la “ley de la frontalidad””. Consiste en colocar la figura de lado, de tal modo que la parte superior de la cabeza, el nacimiento del cuello y el centro del cuerpo están en un mismo plano vertical. Las desviaciones en cualquier sentido de la columna vertebral no se conocen. Y el Discóbolo, la obra maestra del artista que estudiamos da el colpe de muerte a ese canon, moviendo libremente la figura que se encorva en natural y atrevida posición, de tal modo que al mirarla no podemos pensar en un modelo que conserve por un rato esa ac- titud para que el cincel la copie, sino en una instantánea fotográfi- ca que luego ha trasladado el artista a la materia plástica. Facilitaba esta técnica el uso del bronce, material utilizado casi siempre por MiróN, salvo en ciertas figuras como su Hécate, que construyó en madera. La producción de este artista es abundante y varia. Representó a los dioses y semidioses en sus estatuas de Apolo, Hércules, Per- seo, Baco, Zeus y Erecteo. Entre sus grupos se cuentan el de Atena con Hércules y Zeus del templo samiense de Hera, y el famoso de Minerva y Marsias conservado en el Museo romano de Latrán. Esculpió atletas tales como su Dolicodromo Ladas, y el Discó- bolo, deserito por Luciano, que es el mayor timbre de gloria del artista. Se ha atribuído a Mirón el grupo de los paneracios o lucha- dores del Museo de Florencia, en que otros autores ven una obra posterior del cincel de Ceriposoro. Nos decidimos mejor por la pri- mera opinión ya que este erupo tiene los caracteres del arte de Mirón, más que el estilo de serena belleza y tranquila actitud de las obras del padre de PRAXÍTELES. Se le atribuye también la estatua del joven sentado que se ex- trae una espina del pie, conocida por el Spinario, bronce de la co- Fidias. 135 lección Rothschild. Por la posición original y un tanto violenta de la estatua parece del gusto mironiano, mas quizá no sea suya sino de algún artista de su escuela, como opina Paris. También encontró el cincel del maestro motivo de inspiración en los animales, y así esculpió perros, monstruos marinos y sobre todo las vacas, aleuna de las cuales por su naturalidad y vida mo- tivó el conocido epigrama de Anacreonte: “Pastor, apacienta más lejos tu rebaño, no sea que ereyendo oir los mugidos de la vaca de Mirón, te la quieras llevar con tu ganado. ”” En resumen, como acertado juicio del artista de que venimos ocupándonos citemos unas líneas de Pijoan, en su obra tantas veces mencionada. “Por primera vez, dice, nos encontramos en la histo- ria del Arte con una personalidad original, que supo llegar en la escultura más allá de la lucha con las dificultades de la técnica. MIRÓN es ya un especialista; para él lo interesante del hombre es el movimiento, y la vida, la sensibilidad física. Antes de él hemos en. econtrado obras de arte maravillosas en Egipto, en Grecia y en e” Oriente, pero eran más bien obras sociales, impersonales; ningún artista se destaca del conjunto característico de su escuela. Habrá acaso, en una palabra, obras más bellas, obras más erandiosas, obras perfectas, pero una figura de artista tan personal como MIróN no la hemos encontrado hasta ahora. En la misma Grecia conocíamos va- rios nombres de escultores, que firmaron sus obras en los siglos an- teriores, como ANTENOR, el autor de una de las Corés, o como Ac- KERMOS el autor de la Victoria primitiva de Delos, pero eran nom- bres tan sólo; MIRÓN es una primera personalidad real.”” (1) POLICLETO DE ARGOS, de quien más tarde hemos de volver a ha- blar cuando nos ocupemos de Fibras, fué el último de los escultores arcalcos. Nos hallamos en la quinta centuria, próximos al mayor floreci- miento de la plástica. Pasaron ya los tanteos, y alcanzamos la eta: pa de perfeecionamiento. Los dos tipos que predominan en PaLIcLETO son el del atleta desnudo y la joven vestida con túnica y peplo. Ya ambos eran co- nocidos y estudiados, la mano maestra de PoLICLETO iba a darles el último retoque. El tipo del Doríforo, joven en toda la plenitud de sus fuerzas, fué el modelo copiado por los artistas de Grecia. Tra el canon, la 1 PIJOAN, op. cit, pág. 249, 136 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. regla seguida que daba la norma de la estatuaria, quizás comple- tada, como algunos suponen, por un libro contentivo de los prin- cipios técnicos de este arte. El tipo de mujer fuerte y hermosa, la Amazona, es con el del Doríforo la otra columna en que descansa la gloria de este escultor de Argos. Con más detenimiento hemos de hablar de alguna de es- tas figuras en su lugar adecuado, baste por tanto ahora, la imdica- ción apuntada. Es el ¡Diadúmenos la elegante figura de un joven que se ciñe una cinta a la frente, según la usanza de los corredores del estadío para contenerse la sangre en las sienes. Copia de esta estatua es la que se conserva en el Museo de Madrid. La tenia o cinta, que el tra- bajo en metal permitía, desaparece en las reproducciones marmó- reas por dificultades de técnica fácilmente aprecia; les. Grande fué el renombre que aicanzó PoLicLETO entre los grie- gos. Llegó a vencer = Fibras, tan alto estaba este artista, y por esc se suele parangonar con el maestro ateniense. Sin embargo, a pe- sar de sus méritos que no le regateamos, creemos que no resiste la comparación. POLICLETO copió el cuerpo, siendo en ello su maestría insuperable; las formas juveniles del hombre y la mujer hallaron en su arte representación perfecta, mas les falta ese soplo ideal, el quid. divino que envuelve en un ambiente de gloria las obras de Fipias. “Por eso—ha escrito acertadamente un eutor—con ser erande el argivo queda más erande el ateniense, que aleanza ras- gos divinos en los modelos humanos. Venció PoLicLeETO a FiDtaAs a los ojos de los griesos en la fineza del ritmo, mas no le venció ey cualidades de superior estima, que son rasgos de don divino y que vemos estampados en las Parcas y el Ibisos del Partenón de Atenas. ”” Con POoLICLETO y MIRÓN ha terminado la fase transitoria, a ellos alcanza el brillo del eran período. Conocida ya en líneas generales la evolución del arte desde sus tímidos comienzos, hasta los artistas del taller de AGELADAs, esbo- zada la figura del citado maestro y de dos de sus discípulos no nos queda por ver más que el tereero, cuyo conocimiento es el fin que este estudio persigue. El rápido recorrido que hemos hecho por los fecundos y floridos campos de la plástica eriega nos han acondicio nado para abordar con fruto el estudio de la fisura más grande de) arte helénico. Entremos, pues, de lleno, en la materia objeto de nuestra Tesis. Fidias. 137 TEL FIDIAS 1.—DpATOS BIOGRÁFICOS La biografía de Fidias que el transcurso de 25 siglos ha procu- rado desfigurar con leyendas tejidas alrededor de la vida del gran artista griego, llega a nosotros con todo el interés que el tiempo no ha disminuído a pesar de los años transcurridos desde que en el cielo del Atica surgiera esta estrella del Arte. La vida de todos los grandes hombres ha sido siempre objeto de la curiosidad más viva de las generaciones, que al volver su vista al pasado, buscan en estas eumbres que el genio levanta por encima del nivel común de los humanos, una enseñanza derivada de su vida y un modelo que seguir en el tesoro de sus obras. La historia de estas figuras ha sido y es estudiada, comentada y mezclada con poemas que la fantasía de los panegiristas compone, y así no hay quizá un hombre célebre que no cuente, dentro de la Bibliografía universal con un gran número de memorias íntimas, cuadros de su vida, narraciones anecdóticas que lanzadas al merca- do intelectual por los admiradores del genio encuentran favorable acogida entre sus idólatras que buscan en esos libros un estímulo más para su veneración y pasto abundante con que saciar sus an- sias de conocer en todos sus aspectos la fisura del biografiado des- cendiendo a menudo a insignificantes detalles de su vida privada, que a pesar de carecer de todo interés histórico leen con fruición sus ojos devotos del ídolo. Y por eso se hace difícil reconstruir en su pureza primitiva la historia verdadera de una de esas figuras, desbrozando el camino que ha cubierto de exuberante flora la fan- tasía, para llegar a las fuentes de información verídica, y allí beber las puras aguas de la verdad histórica no enturbiadas por falsedades, ni coloreadas al tono que las ideas y sentimientos de cada autor han sugerido, haciendo de ellas no lo que realmente son, sino lo que han querido que fuesen. En el caso de FIDIAS pocos datos tenemos, que iluminando a in- tervalos la densa oscuridad en que los tiempos han sumido la histo- ria del maestro, nos muestren el sendero que debemos seguir para, 138 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. sin extraviarnos guiados por las falsas luces con que se ha queri- do diafanizar esa senda, llegar al conocimiento cierto de su vida. ““La antigúedad más sabia y respetuosa que nosotros—dice un erítico ilustre—, distinguió el hombre del genio. Dejó al primero todas las debilidades del uno para que el otro brillase con luz más pura. Una biografía verdadera empequeñece a los más erandes ar- tistas, y se sirve mejor a su gloria no dejando a la curiosidad de los siglos más que su nombre y sus obras maestras. FiDIAs, en efec- to, ha llegado a nosotros como la personificación del arte antiguo, pero su vida privada nos es casi desconocida. Al señalar la fecha del nacimiento de Finas divergen los auto- res que le han biografiado. Desde la Olimpiada 70 a la 74 se han señalado diversos años en que cada cual coloca el nacimiento del ilustre artista. Citaremos entre otras muchas las opiniones que creemos más autorizadas, dado el prestigio de los escritores que las han emitido. Emerie David suponiendo que Finas debía tener 53 o 60 años, cuando se representó bajo la figura de un viejo calvo en el escudo de Palas Atenea, deduce que su nacimiento debió ocurrir en el ter- cero o cuarto año de la Olimpiada 70, puesto que la Minerva se hizo en la Olimpiada 85, es decir, sobre el año 440. Otfried Miiller a su vez opina que el nacimiento de Fipras tuvo lugar en la Olim- piada 73 (488-484 A. C.) y se funda al hacer tal afirmación en que el artista contaba 70 años cuando hizo el Júpiter Olímpico. Collienon sostiene que el escultor vió la luz en la Olimpiada 72 o 73, o sea entre 490 y 485, apoyándose en que dando ésto por cier- to resulta que hacia el 447 cuando comienza Finas los trabajos de embellecimiento de Atenas, bajo Pericles, contaría unos 40 años próximamente, lo cual parece muy razonable. Entre las mismas fechas señalan Pierre Paris y Fontanals del Castillo el nacimiento de Fidias mientras otros, como Quatremére de Quiney, lo creen acaecido en el año 480 o sea en la Olimpia- da 75. Otros hay que señalan al acontecimiento rtras fechas, colocán- dolo en la Olimpiada 70 (500-496). Y. Beulé dirige su razonamiento en otra sentido y supone que FimpIas debió nacer al comenzar las guerras médicas en 496 A. C. Partiendo de este supuesto la vida de FIDIAS siove desenvolviéndo- ' 1, a Fidias. 191 en Atenas lo que decoró Fibras. Mas el citado anticuario rebate esta opinión con atinadas consideraciones. En Atenas, dice, no hubo más que un templo de Júpiter Olím- pico y éste es materialmente imposible que fuese decorado por Fi- DIas. Comenzando por Pisistrato, quedó inconcluso durante varios siglos, habiendo alcanzado en tiempo de las Pisistrátidas, escasa elevación; de manera que en él eran sólo apreciables los planos y ci- mientos, la distribución general y los proyectos. La cella no fué edificada hasta el siglo 11 A. C. en que el arquitecto de Antioco Epifanio continuó la construcción del templo. ¿Cómo admitir, por tanto, que FIDIas, muerto hacía dos siglos, fuese el pintor del tem- plo? Aunque nuestra admiración exaltada ante la egregia figura del artista quisiera atribuirle esta nueva obra, la realidad con su lógica fría pondría coto a nuestras imposibles suposiciones. Por consiguiente, FiDIAsS, para perpetuar los rasgos de su pro- tector y amigo requirió los pinceles y dejó el arte de su edad ma- dura para convertirse, por sólo esta vez, en el pintor de su ju- ventud. No es extraña esta preferencia del gran escultor. En un retra- to, por geniales que sean los rasgos que el escultor imprima a la materia plástica, no puede reproducir el color, la mirada, la vida que palpita tras el rostro de un hombre. La escultura da la expre- sión del relieve, de la forma, del contorno, mejor que la pintura, pero ésta, sin disputa, vence a aquella en cuanto a expresión de vida. Por eso el alma del pintor rediviva se sobrepuso en FiDIaAs al espíritu plástico, y Pericles fué copiado con el arte inmortal de Polignoto y Apeles. Por lo común el que cultiva géneros diversos no descuella en ninguno: la especialización es, como sabemos, la base de la perfec- ción. Y sin embargo, en FiDIAs, naturaleza privilegiada, esta simul- taneidad, lejos de perjudicarle, le favorece. ““Los años consagrados por FiDIAsS al estudio de la pintura—.es- cribe el ameno narrador de la juventud del artista—no fueron per- didos para su talento de escultor, ellos fueron de una saludable in- fluencia, porque yo no hablo sólo de una afinidad vaga entre las diversas ramas del arte, ni aún, lo que sería más real, de los refina- mientos delicados que la eseultura policroma pudo encontrar en la ciencia y el gusto de un pintor. Yo pienso en el friso del Partenón, donde se ensayó la aplicación de ciertos principios que pertenecen 192 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. más particularmente a la pintura; el valor de los planos, el juego de las sombras y las luces, los procedimientos de composición, los cáleulos de perspectiva?” (1) 3. CARACTERÍSTICAS DEL ARTE DE FIDIAS. Conocida ya—por el estudio hecho en el título anterior—la obra de FibIas, pasemos a considerar en el presente aquellos rasgos quedando un sello peculiar a sus trabajos caracterizan el estilo per- sonal del artista ateniense. . FipIas es un escultor idealista, el más afortunado intérprete de la belleza ideal en forma plástica. Para la inteligencia perfecta de lo que significa la asevera- ción hecha debemos detenernos brevemente en algunas considera- ciones por ella sugeridas. Ante todo, conviene establecer, lo que entendemos por ¿deal ar- tístico. Cedamos la palabra en este punto de capital importancia a Hégel, el ilustre filósofo del arte. En el capítulo 111 de la primera parte de su obra leemos: ““Puesto que el arte recoge todo lo que en lo real está manchado por la mezcla de lo accidental y de lo exterior, a esta harmonía del objeto con su verdadera idea, rechaza todo lo que en la representa- ción no responde a ello, y por esta purificación produce, en primer término, el ideal: halaga a la naturaleza, como se dice de los pinto- res de retratos””.... “Esta propiedad de reconducir la realidad externa a la espiritualidad, de suerte que la apariencia exterior conforme con el espíritu, sea su manifestación, constituye la natu- raleza del ideal. Sin embargo, esta espiritualización no llega al tér- mino extremo del pensamiento hasta presentar lo general en su for- ma abstracta: se detiene en el punto intermedio, en que la forma puramente sensible y el espíritu puro se encuentran de acuerdo. El ideal es por tanto, la realidad abstraída del dominio de lo particu- lar y de lo accidental en tanto que el principio espiritual en esta forma en que se eleva frente a la generalidad aparece como ¿ndivi- dualidad viva; porque la individualidad que lleva en sí un princi- pio substancial y lo manifiesta al exterior, está colocada en el punto medio preciso en que la idea no puede todavía desarrollarse en su forma abstracta y general sino que queda encerrada en una reali- 1 BrEuLf, artículo citado en Revues de Deux Monds. Fidias. 193 dad individual que por su parte libre de los lazos de lo finito y lo condicional se ofrece en una harmonía perfecta con la naturaleza íntima, la esencia del alma”” (1). Hasta aquí el concepto hegeliano que aceptamos. En tal sentido la escultura es el arte que más se ajusta al ideal, a esa imdividuali- dad viva, de que nos habla el erítico alemán, que se manifiesta en la forma tangible de la plástica, cuando el genio del artista sabe engarzar al material que esculpe el espíritu que inspira su trabajo y que da vida a la estatua. Sin esa armonía entre la idea y la for- ma, si el alma de aquel ser que la escultura representa, no se diluye en la materia que la forma, animando sus miembros, dando expre- sión al gesto y vida a la actitud, la figura, por bella que formal- mente sea, tendrá un valor artístico escaso o nulo, será un hermoso objeto, un bronce modelado, una piedra esculpida, mas no una obra de arte. Carece del aliento que su creador, falto de genio, le negara. Ahora bien, el modelo que el escultor escoge para dar forma a su obra ¿es siempre copiado de la naturaleza, o puede ser el fruto de una mera lucubración de su espíritu concebido en momentos de fiebre artística, de inspiración creadora? Surge aquí la cuestión tan debatida acerca de la relación entre el ideal y la naturaleza y el papel que frente a entrambos desempeña el artista en la concep- ción de su obra. Creemos que en la Naturaleza, la perenne maestra, aprende el artista a recoger los materiales que la expresión de su obra requiere. Pensar que basta una idea para que, sin atender más que a la mis- ca, pueda el artista traducirla en forma plástica y surja una obra de arte, es un absurdo. ¿Qué derroteros seguiría la escultura si con la sola guía de un pensamiento humano, tal vez más que pensamien- to delirio de un espíritu enfermo, se aventurase en el piélago de una fantasía desenfrenada? Y además, en último término, al conce- bir su obra el artista y encarnarla mentalmente en una forma be- lla, consciente o inconscientemente, seleccionará de entre las cria- turas observadas por él los rasgos de alguna que por su belleza se le presenta con relieve más grande y atracción más intensa Por tanto ¿cuál es el papel del artista, para circunscribir más, del escultor idealista? Copiar de la naturaleza simplemente no es su misión por cierto, como tampoco seguir los contornos de una figura puramente imaginaria forjada en su cerebro. 1 HÉarL, Estética, versión española de H. GINER DE Los Ríos, T. I, págs. 59 y 60, 194 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Nos parece conveniente recordar aquí las atinadas consideracio- nes que a este respecto hace Paul Richer (1). ““El fin de las artes plásticas, dice, es la imitación exacta de la naturaleza y todo artista debe procurar ser, ante todo, veraz.”” A esta afirmación suya auto-areumenta el mencionado autor, preguntando si según esa tesis la fotografía—copia exacta de la naturaleza— llenará cabalmente el fin de las artes imitativas de- biendo ocupar un puesto honroso al lado de la pintura. Además, arguye: si redivivos a un tiempo Rafael y Miguel An- gel, Leonardo de Vinci, Velázquez, Rembrandt, Rubens, copiaran un mismo modelo, todos con nimia exactitud, ¡cuán gran diversi- dad habría entre esas copias salidas de sus manos! Luego hay aleo, concluye, que no es la naturaleza en la obra del artista y, sin embargo, aun ese aleo lo debe aquél al natural. “*No basta para hacer una obra de arte copiar servilmente la natu- raleza. La verdad es sólo un factor. Hay otro que es la contribución personal del artista, lo que Bacon llama *““homo additus naturae”?. La naturaleza no es más que un pretexto, se complacía en repetir el paisajista J. Dupré. El arte es el fin pasando por el individuo. ¿Por qué decimos un Van Dyek, un Rembrandt, antes de decir lo que el cuadro representa? Es que el objeto desaparece y sólo el in- dividuo, el creador subsiste.”” (2) Tal contribución subjetiva del artista, dice el mencionado au- tor, como ya dejamos apuntado, es a su vez producto de la natura- leza, convergiendo de este modo al principio de su razonamiento, robusteciendo con estos aparentes ataques que en realidad no lo son. ““Los grandes artistas son a la vez los erandes sabios. Gracias a laboriosos estudios, conocen los juegos de la luz sobre la superfi- cie viviente, los matices infinitos de las formas humanas en reposo y en acción. La naturaleza, en una palabra, parece que les ha reve- lado todos sus secretos, y al copiarla alteran sus rasgos con pleno conocimiento de causa; si la transforman es en la plenitud de sus medios. ?” En estos párrafos, donde asoma tras el filósofo esteta. el médico que trata de hermanar el arte con la ciencia, y en los antes citados de Hégel tenemos trazada la silueta artística de FIDIAS en sus ver- 1 Introduction a L*Étude de la Figure Humaine. 2 RICHER, (P.), Op. cit., pág. 136, cap. 30 de la terccra parte, Fidias. 195 daderos contornos, tanto más vivos y seguros, cuanto que son de- lineados por la diestra pluma de dos maestros. Fibras es idealista, escribimos al iniciar este título, el maestro de la escultura ideal podemos añadir. Y su idealismo nos lo ha ex- plicado Hégel, y su misión artística la ha expresado Richer. En sus obras el ideal elásico palpita, tal como acabamos de con- siderarlo ''oma de la naturaleza las formas, que no inventa, e in- funde a las mismas la vida espiritual de los seres que tampoco son fruto imaginario de su mente, sino aportados por la Mitología y por la tradición de su patria. Y al fundir en una estatua a los golpes de su prodigioso cincel, esa forma y ese espíritu, pone en ella algo que el mito no le ha da- do, algo que el modelo del natural no le brinda, su genio, en que, junto a los conocimientos científicos adquiridos de la naturaleza, de que hablaba Richer, late el fuego sagrado de la inspiración que no se aprende, que es innato, y es en definitiva el que imprime en su obra el beso de luz de lo divino. FipIas buscó su inspiración casi siempre en el Olimpo, salvo en contadas ocasiones como al esculpir su Amazona o el Atleta citados. El autor de La Jeunesse de Phidias y L*Atelier de Phidias en otro estudio dramático, interesante y bello, La Mort de Phidias, pone en boca de su protagonista, consejos dirigidos por el maestro preso a sus discípulos, consejos en que el concepto fidaico de la be- lleza, y la misión del artista se manifiestan bajo la forma amena del diálogo dramático. ““Dejad a los dorios—dice—los retratos, la tarea de reproducir servilmente la naturaleza. Los atenienses deben crear incesante- mente, representaciones de esas imágenes ideales que el alma lleva en sí como un recuerdo. Es al genio ateniense a quien corresponde dar los modelos al resto de Grecia, y bajo la forma de los dioses que ella adora, hacer admirar sucesivamente las más variadas ex- presiones de la belleza.””(1) Así debió, en efecto, el gran artista alentar a sus alumnos, seña- lándoles la ruta que debían seguir para alcanzar con éxito la reali- zación de sus aspiraciones a lo bello. Mas no todos los dioses hallaron en el cincel de FibIAS la encar- nación plástica de su ser ideal. Venus, la diosa bella y adorable que en el siglo sivuiente había de encontrar en el arte de PRAXÍTELES la 1 BreuLÉ (E.), La Mort de Phidias, Escena X. 196 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. inmortal creación de su belleza, no se contró entre las deidades pre- feridas por Fibias. A nosotros han llegado noticias de una Venus Celeste, de una Afrodita Uramia, salidas del taller del escultor del Atica, mas ellas son sólo una nueva manifestación del proteiforme genio del maestro, sin constituir el tipo que diera carácter a sus obras. Apolo, el joven dios, objeto desde los albores de la escultura eriega de especial devoción por parte de los artistas, que en serie inacabable de figuras viriles reprodujeran su hermosura, tal vez más humana que olímpica, sólo una vez, como hemos visto, fué in- terpretado—si bien gallardamente—por el cincel fidaico. En Zeus, el padre augusto de las divinidades paganas, y en Palas Atenea, la emanación mitológica del cerebro de Júpiter, encontró Fibras los eternos modelos que su arte tradujera en el verbo incomparable de la plástica. Y se explica esta predilección del artista por Atena y Zeus. Su significación simbólica en el pueblo griego levantó sus figuras por cima del nivel ordinario del resto de los dioses, cuya olímpica je- rarquía la tradición conservaba. Cuatro categorías o esferas religiosas distingue Percy Gardner en las creencias griegas, en su estudio de The Types of the Gods (1): la primitiva fe, peculiar a todo pueblo de incipiente cultura, que llena los espacios de espíritus y trasgos, genios del bien y del mal; las místicas creencias en una vida futura que ins- piraran los holocaustos y fiestas dionisiacas, forma religiosa que tuvo más adeptos en tiempos posteriores que en la época de la gran- deza' griega, siendo ““cual sombras, casi inadvertidas cuando el sol meridiano de la civilización helénica estaba en todo su esplendor, y más notables en los crepúsculos del amanecer y de la tarde””; en tercer lugar coloca, las escuelas filosóficas, que tras Sócrates se desenvolvieron en Grecia creando un severo monoteísmo pletórico de elementos éticos, y por último, el culto ordinario de los dioses olímpicos y los héroes, ““culto aceptado por las ciudades, adornado con frecuentes fiestas y demostraciones externas, reconocido por los poetas, y que se manifiesta en cada templo o estatua y en fiestas y sacrificios. ?” Esta última categoría, es en opinión del autor, cuyas conside- 1 GARDNER (P.), The Principles of Greek Art, Cap. VI, págs. 83 y si- guientes. Fidias. 197 raciones dejamos consignadas, la de más importancia en relación con el arte. Y en ella se inspira Fibras. Como tema de sus obras ideales es- coge esas deidades tomadas de las creencias patrias, y que, presen- tadas por su genio en forma corporal, van a trocarse de efecto en causa, siendo esas esculturas aliento que da vida y luz intensa al fuego religioso de los griegos. Algo dijimos de ésto al describir el Zeus Olímpico En tal sentido es notable la labor de FibIas. Levan- ta con el poderoso sortilegio de su arte el espíritu decaído de sus conciudadanos, y al reanimar en ellos las creencias, tal vez adorme- cidas, les brinda los consuelos y el descanso que a toda manifesta- ción religiosa acompañan. Entre los tipos artísticos el siglo V, en que un matiz profunda- mente religioso da tono a la escultura, prefiere F'iDIAS el de Palas Atenea, que representa la ciudad de su cuna y el de Zeus que sim- boliza la patria en que naciera. No hay que perder de vista lo que siegnficaban estos dioses en la vida social de los helenos. La estrecha relación existente entre los hombres y las divinidades griegas se manifiesta en el culto de Hera en Argos y Minerva en Atenas. Aquellas ciudades que for- maban lo que luego fué la nación grieya tenían sus dioses tutelares de los que se creían descender, que velaban por ellos y los defen- dían en los trances difíciles. Y por cima de todas las diferencias locales se elevaba la unidad de la raza y con ella la creencia en olímpicas deidades, no ya de una ciudad, sino de toda Grecia. Algo así como nuestras creencias actuales. Cada ciudad, y aún cada pro- fesión o estado, tiene un Santo de especial devoción, patrono de la elase, y por cima de todos la divinidad Una y Trina, Dios. Por eso FiDIAS representó a Minerva, como diosa de la Paz en su Atena Lemnia, como guerrera defensora de la ciudad en la Pro- macos, como diosa de la Victoria y la grandeza ateniense en la Par- tenos, y su cincel u otro, la presentó bajo otras advocaciones, cual la de Atena Ergané, protectora de la industria o Higía, emblema de la salud y belleza. Y en cuanto a Júpiter, compendió en sí todo el espíritu de aque- lla raza: su serenidad y grandeza, su riqueza y poderío, era el sím- bolo de un pueblo pujante, rico y victorioso, que acudía ante el tro- no de Zeus en el santuario de Olimpia como a la Meca griega, en peregrinaciones que venían de todos los extremos del país. Para dar forma corpórea a estas concepciones ideales, FiDIAS 198 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. acudió a la naturaleza hermosa de Grecia, idealizada al contacto de su genio creador. Mucho se ha escrito sobre las condiciones físicas y la belleza armónica de aquella raza de vírgenes hermosas, de gallardos efe- bos, y de atletas fornidos, y acerca de las causas que influyeron en la formación de esos tipos étnicamente perfectos. Múltiples concausas contribuyeron a ese culto que en Grecia se rindió a la bella forma y que dió por resultado el mejoramiento físico de la raza. Hoy seducen y enamoran como antes las perfecciones físicas de un cuerpo bien formado o un rostro hermoso. Y sin embargo, el ambiente y las condiciones en que nuestra sociedad se desenvuelve son diametralmente opuestos a los de Grecia en aquellas edades. El griego, rodeado de una naturaleza tan apacible y bella a la que han dedicado los párrafos poéticos de sus descripciones innu- merables escritores, en un clima cuya benienidad consentía el uso de ligeras y escasas vestiduras, de costumbres sencillas que permi- tían, ajeno a la fiebre mercantil que congestiona nuestra complica- da vida actual, dedicar mucho tiempo al arte y al deporte, en un medio ambiente religioso, político y social como el de Grecia, esta- ba en circunstancias inmejorables para perfeccionar su espíritu en las artes y las letras y embellecer su cuerpo en los ejercicios de la palestra. Estos que tendían, no a dar musculatura hereúlea o vigor exce- sivo a ciertos miembros, sino al desarrollo armónico de todo el cuer- po; que acompañados por la música comunicaban gracia al movl- miento, ejecutados en una desnudez no deformada por las ligadu- ras del vestido moderno y embellecida con las unturas que conser- vaban la frescura y belleza de la piel, formando parte esencial del training del atleta, dieron como fruto magnífico el mejoramiento étnico que alcanzó la raza griega. Y en esos jóvenes, que a diario observaba el artista exhibiéndose en actitudes diversas, armoniosas y artísticas en el salto y la carrera, el manejo del disco y de la lan- za y la lucha cuerpo a cuerpo, tenía bellos tipos que imitar, sin re- currir, como el escultor de hoy, a modelos mercenarios por lo regu- lar salidos de capas más bajas de la sociedad y cuyo cuerpo gene- ralmente ofrece por encima de sus encantos físicos la huella repul- siva que dejan a su paso la miseria y los malos hábitos. Se citan los trabajos del Dr. Tait Mackenzie, que a la usanza eriega estudió en los jóvenes atletas americanos las proporciones Fidias. 199 del cuerpo físicamente bello acercándose a la plástica antigua, ayu- dado por conocimientos anatómicos y medidas que comunicaban perfección a su obra. En cuanto a estos últimos recursos, el escul- tor griego, que en la disección del cadáver, prohibida en Grecia, no podía aprender como hoy la anatomía humana, contaba, sin em- bargo, con un medio valioso la constante observación aque le permi- tía sin medidas, a la vista tan sólo, copiar el natural en formas tan exactas como revelan las esculturas antiguas. A Fipias le bastó tender la vista en torno para hallar abundan- tes modelos en cuya belleza física dar cuerpo a la idea concebida. Para esculpir la figura de Apolo, tenía en los gimnasios y en los juegos Olímpicos ejemplares de belleza viril, para encarnar a Palas, las vírgenes de Atenas le ofrecían en sus puros contornos, tipos en abundancia que copiar. Mas FipIas idealista en la forma como en el fondo de su escul- tura no se contentó con la copia exacta y mecánica del natural. Realiza en sus trabajos lo que llaman los sajones *““the acumula- tion of beauty?” y que podemos traducir como la combinación de bellezas individuales, para formar una belleza ideal de conjunto. Guardar cita las observaciones recogidas a este respecto por =l profesor vienés Briieke en su obra La figura humana vertida al in- olés por W. Anderson. Como ejemplo menciona la forma abdominal que siendo de su- yo una parte bien poco artística del cuerpo humano, puede no obs- tante adquirir bellas líneas, cual se observa en esculturas antiguas, entre otras el conocido Apolo Belvedere. El ejercicio de los múscu- los del abdómen, les da un desarrollo armónico no carente de belle- za, como se observa en los gondoleros de Venecia, en las cuales tal región corporal guarda analogía grande con los tipos que la anti- oúedad nos ha legado en la estauaria. Pues bien, el artista, FiDra en nuestro caso, recogerá del físico atlético ese detalle para llevarlo a su obra, que completa copiando una bella cabeza, y unos proporcionados miembros del mismo u otro modelo, para dar así, combinando con su genio estético, esos diversos elementos la fisura idealmente bella cue su estatua repre- senta. Consideremos ahora de qué manera expresó Fibras cada una de las partes de la figura humana, para obtener el armonioso conjunto de sus obras. A ello dedicaremos los subsiguientes párrafos. Para mayor claridad de exposición, estudiaremos tres partes en 200 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. la figura humana: 1* correspondiente a la cabeza. En ella nos de- tendremos a considerar brevemente la disposición que en las esta- tuas fídicas presentan el cabello, el perfil, los ojos y la boca. 2* El tronco. 3? Las extremidades. Completando este examen con algu- nas indicaciones acerca del ropaje que cubría estas estatuas. Siguiendo el programa trazado comenzaremos por estudiar la presentación escultórica del cabello en el estilo de Fibias Es de una importancia grande la forma en que el mismo se presenta, pues con razón se dice que el cabello es el mareo del rostro. El com- pleta la belleza de Ja cara, da gracia a la cabeza redondeando su forma y procurando los juegos de luz y sombra que dan vida a la estatua. Sabido es que en los comienzos de la escultura griega la presen- tación capilar era la misma en las figuras de uno y otro sexo. Pequeños rizos sobre la frente y largas trenzas o bucles cayendo por la espalda o a los lados del cuello sobre el hombro, especialmen- te en las estatuas femeninas. Ya en las esculturas del templo de Júpiter en Olimpia se inicia la evolución, que se muestra por el corte del cabello rizado alrede- dor de la frente y la nuca, o largo como en la Venus del trono Lu- dovici, para dar en la época de transición un decisivo paso de avan- co llegando en la cabeza del Doríforo y sobre todo del Diadúmeno, a una graciosa y natural presentación del tocado. En el arte de FipIas el cabello se dispone generalmente recogido en las figuras fe- meninas y suelto en las de dioses como Apolo, reservándose el pei- nado corto para las representaciones masculinas. En las diosas del artista estudiado, el cabello se presenta parti- do al centro sobre la frente, y rodeando la cabeza en dos bandas la- terales que se unen en la parte posterior sobre la nuca. Es también la técnica capilar que se observa en su Amazona y que posterior- mente en la Venus de Milo y en la maravillosa Venus de PRAXÍTE- LES va a prestar un encanto más a las bellas cabezas de esas escul- turas. Los surcos del cabello son profundos. Este se dispone en me- chones que ondulan graciosamente entrelazándose y presentando una superficie en cuyas sinuosidades la luz resbala y juega con las sombras, produciendo un efecto encantador de relieve natural. En las diosas de FimIasS, lleven o no cintillo, que tanto favorece, las on- das que parten de la raya central caen un poco sobre la frente y Fidias. 201 las orejas, en una forma que encontramos también en la Juno Lu- dovici, la Irene de CerisopoTo y la Venus de Milo más favorable al rostro, en sentir, nuestro, que el tocado del ejemplar de Grmido en que el cabello va casi en línea recta del nacimiento hacia atrás de- jando al descubierto la frente y eran parte de la oreja. Y en cuanto al peinado masculino, la manera fidaica es la misma de PoLICLETO, como puede colegirse por los relieves y figuras del Pirtenón, salvo en la escultura de dioses en aque, como vemos en el Apolo del Tíber, es en la parte anterior análoga a la forma del to- cado femenino, pero dejando caer como al descuido sobre el hom- bro aleunos rizos que dan a la cabeza un complemento de gran efecto artístico, y que se ha de adoptar más tarde en estatuas tan bellas como el Amor de Centocelle y el Apolo Belvedere. En el Zeus de Olimpia FiDIAsS inicia una tendencia en la pre- sentación del cabello y la barba del padre de los dioses. Antes de él, sólo MIróN en su Marsias había presentado una figura barbada. La disposición de la cabellera, abundante, rizosa y despeinada ca- yendo en desorden artístico sobre la frente y sienes y rodando des- pués hasta los hombros, el bigote ancho, caído, dando una expresión dulce, soñadora y grave a la boca que rodea, y la barba dividida bajo los labios, para formar un severo marco inferior a la cabeza, que queda así rodeada por completo de cabello, seguida por artistas posteriores ha de dar al arte en el período helenístico las figuras de Centauros, los retratos, entre ellos los de Sófocles y Demóstenes y en la época romana el erupo alegórico del Nilo. No menos importante es la frente y su forma de presentación escultórica. En ella, la parte más elevada de la fisura humana, re- side la inteligencia que distingue al racional del bruto. Es el asien- to de la reflexión, el pensamiento, las facultades todas que elevan al hobre en la escala de los seres. Una frente alta, despejada, sere- na, nos da la impresión de majestad y talento, mientras una frente deprimida, estrecha, denota poca agudeza intelectual y un predo- minio de la parte animal en el carácter del individuo. Otro elemen- to que da importancia a la frente es que ella con la nariz forma el perfil levantándose aquí la cuestión referente al llamado perfil griego. Todos sabemos en qué consiste: es aquel en que el contorno de la frente continuado en línea recta por la nariz forma áneulo recto o casi recto con la línea que tangente a la parte inferior de la 202 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. misma atraviesa transversalmente el rostro en dirección a la oreja. Varias interrogaciones hay que hacer a este respecto. 1? ¿Fué éste el perfil genuina y exclusivamente griego ? 22 ¿Fué el usado siempre en la estatuaria ? 32 ¿Es el más bello, constituyendo el canon de la belleza ideal ? A la primera pregunta responde Stratz en sentido negativo apo- yándose en las observaciones hechas por Briicke y Lange. El pri- mero de ellos ha encontrado esa forma de perfil en toda Europa, lo cual corrobora gráficamente Stratz con dos fotografías de una alemana y una romana en que se presenta el perfil griego en toda su pureza. Lange, por su parte, ha notado la ausencia de ese perfil en un cadáver conservado desde la antigiiedad. Es pues una configuración del rostro que existía, aunque no como única y privativa de los griegos, al lado de otras, y tanto aquélla como éstas subsisten hoy en otras partes del mundo. En cuanto a si fué este perfil el que se dió siempre a las esta- tuas dice el mencionado autor que no, en lo que disentimos de su tesis, pues en todas las esculturas del clasicismo griego que cono- cemos encontramos ese perfil ya en su forma más pura, como en la Venus de Guido, o con una pequeña curvatura entre los ojos, dan- do así un rasgo más saliente a la nariz, como en la Minerva del erupo fundido por Mirón. Y por último, acerca de si constituye el tipo de belleza que ha- bía que copiar divereen los autores. ““El perfil grieyo—dice Hégel —no puede considerarse, en modo aleuno, como una forma exterior o accidental; pertenece al tipo de la belleza absoluta, porque sólo en esa conformación del rostro es donde la expresión del espíritu rechaza enteramente el elemento puramente físico a un grado infe- rior, y en segundo luvar, se libra más de los accidentes de la for- ma sin mostrar, no obstante una simple regularidad y desterrar toda individualidad.”” (1) Stratz no ve en ese perfil más que una forma recomendable por consideraciones técnicas, sobre todo para fisuras colosales que han de ser emplazadas en sitios elevados. De no avanzar la frente hasta formar una línea recta con el contorno nasal, vista desde abajo la estatua no se destacaría más que la nariz, perdiéndose 1a frente en la perspectiva, lo cual quita todo efecto erandioso a la escultura. 1 HfíaEL, op. cit., págs. 407-408. Fidias. 203 Por eso hay que dar esa forma a la frente para que vista la esta- tua desde cualquier lugar, la regularidad del rostro no se pierda. Además, esa disposición saliente del frontal da sombra a los ojos que adquieren de este modo una expresión más profunda. No podemos negar, que como afirma el crítico alemán, al ade- lantar la frente y retirarse la boca, el rostro toma un aspecto de espiritualidad, puesto que queda en primer término esa parte, la más noble de la faz, consecuencia de lo cual es que la técnica acon- seje el empleo de tal configuración, por estas y ctras razones como las que expone Stratz. Ambas opiniones, pues, lejos de contrade- cirse se completan. Fipras dió a todas sus estatuas el perfil estudiado, si bien la frente queda en eran parte oculta por el cabello. Así aduna el ar- tista a la grandeza y espiritualidad de una frente ancha y recta, la eracia y femenil encanto que admiramos en las copias de su Atena Lemma, la Atena Partenos y aun en el Apolo del Tíber. En su estatua de Zeus, varía la técnica fidaica. La frente del dios ha de dar sobre todo la impresión de majestad olímpica y se- rena inteligencia del padre de los dioses Por eso es alta, despeja- da, con dos liseras depresiones laterales y una arruga transversal, que sin turbar la bella tranquilidad del rostro, le imprimen un sua- ve tinte de severa bondad. En aleunas reproducciones, como el Jú- piter Blacas, se exagera ese surco de la frente, dando a la cara una expresión de dureza que como sabemos no existía en la paternal y dulce creación del maestro ateniense. Si la frente es el reflejo de la parte intelectiva del espíritu humano, los ojos son la expresión de la parte emotiva, de los senti- mientos que agitan la figura que representa la estatua. No necesitamos insistir mucho en explicar la importancia que tiene esta parte del rostro, y los cuidados téenicos que en su expre sión debe poner el artista. Los ojos son con la boca los elementos de que el escultor y el pintor se valen para dar vida y animación al esmblante. Todos los estados anímicos, todos los sentimientos pueden reve- larse en el fulgor o intensidad de un amirada y en el rictus de los labios, sonrientes o altivos, amantes o desdeñosos. Y en este punto la escultura cuenta con menos elementos que la pintura. Esta copia con la masia del color, los cambiantes de la mi- rada, la profundidad de los ojos, dándole en sus reflejos la signifi- 204 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. cación querida. No tiene el escultor ese recurso poderoso con que dar vida a su estatua. Sin embargo, el genio hace prodigios, y aun sin los matices policromos de una paleta, leemos en las cuencas de piedra de una estatua sentimientos diversos; la sombra que sus pu- pilas huecas producen, comunican al rostro cierta expresión de me- ditativa calma, y por eso ante una estatua cualquiera creemos ad- vertir una mirada serena, profunda, penetrante, como luz miste- riosa engendrada en el seno de las sombras al conjuro del genio. En las estatuas, pocas veces observamos una mirada definida concentrada en un punto. Así, por ejemplo, en las esculturas anti- gunas, salvo contadas excepciones, como el Hermes praxitélico y el erupo de Irene y Plutos de CerIsoporTO, en que la vista de Irene y de Mercurio se dirigen cariñosamente hacia el niño, la mirada de las figuras plásticas tiene la vaguedad de una contemplación íntima de insistente fijeza de los ojos que mirando un objeto circundante no lo ven atentos a una visión interna que oculta la exterior. Pueden presentarse las órbitas vacías o el globo en mármol blan- eco o coloreado. Sabido es que en algunas esculturas antienas las pupilas fueron pintadas para animar el rostro de la estatua. Pre- ferible nos parece dejar hueca la concavidad ocular, pues esa som- bra que en ella se produce da a la mirada de aquellas cuencas va- cías una intensidad extraordinaria. La forma del ojo en la anti- cúedad variaba según el sexo de la figura representad:. Más redon- dos en el hombre que en la mujer, los ojos en ésta tomaban la for- ma de almendra, alargados y como entornados bajo sus párpados de piedra. A la técnica primitiva que presentaba l»s ojos de frente, aun cuando la fisura apareciera de perfil, se sustituyó en el gran siglo de la escultura griega una perfección creziente en la presen- tación de este importante detalle fisonómico que en estatuas post- fidaicas alcanza un naturalismo y belleza sorprendentes. FipIas, acomodándose a los principios técnicos de su época, los observó perfeccionándolos en sus obras. En ellas los ojos son profundos en la forma antedicha, más re- dondeados y grandes en los hombres, más rasgados y entornados en las fisuras femeninas Las cejas no son arcos altos, como es el eusto actual, sino una línea fina y bella que hace sobresalir la línea superior del ángulo superciliar, en dirección perpendicular al con- torno naso-frontal. Forman así, con una ligera interrupción en el arranque de la nariz, una línea casi continua y ligeramente arquea- Fidias. 205 da en los extremos que remata la frente despejada y amplia en esta disposición. Los ojos en el estilo fídico son muy hondos, sobre todo en sus estatuas colosales. Así, avanzando la frente quedaban en la penum- bra aquéllos que adquirían una majestuosa expresión. En sus erandes esculturas criselefantinas la pupila estaba hecha de una substancia vítrea que, imitando el brillo eristalino del natural, co- municaba una grau vitalidad a la mirada. Muchos autores dicen que los ojos del Júpiter de Olimpia y la Atena Partenos eran dos piedras preciosas, pero basta pensar en las dimensiones colosales de estas imágenes para comprender que sólo piedras reconstruídas podrían encontrarse del tamaño necesario. Debía ser, por tanto, una composición de vidrio coloreado la usada por el artista para fundir los ojos de sus esculturas, análoga a la empleada en el adorno de la túnica de Zeus, esmaltada como ya sabemos. Después de los ojos, ninguna facción del rostro es tan expresiva como los labios. Ellos denotan, no sólo los sentimientos pasajeros que animan al individuo, sino aun lo que es permanente: su carác: ter. Interesantes reflexiones sugiere a Hégel el estudio de esta par- te del rostro y su mejor presentación escultórica. En la boca se ma- nifiestan los estados emotivos: el dolor, la alegría, el desprecio, la burla; sus comisuras, con una concentración leve, recorren la gama toda del sentimiento, desde el dolor agudo hasta el placer intenso pasando por la indiferencia más glacial. La configuración de la boca indica sensualismo o espiritualidad, según sean más o menos carnosos, más o menos salientes sus labios. De aquí la atención que el artista debe prestar a este rasgo facial del que en gran parte depende el éxito de una expresión afortuna- da. Fibras lo sabía, a su genio no podía pasar inadvertido este re- sorte plástico de tanto efecto y supo aprovecharlo. La boca en sus estatuas ni muy grande, ni excesivamente pe- queña, es de una regularidad de contornos admirable. Los labios no son gruesos, que demuestren más los sentimientos de animali- dad, ni demasiado finos, que corresponden a personas de sensibilidad neurótica excesiva y ajena por completo a la gravedad y vigor ma- jestuosos de sus representaciones olímpicas. Los labios suavemente entornados producen la impresión de que han de abrirse sin esfuerzo al paso de las palabras, y aún ce- 206 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. rrados permiten la salida del aliento que parece emanar de la es- tatua. La forma oval del rostro que termina en una barbilla redon- deada y tersa, fué la adoptada por Finas, el cual, uniendo en ar- moniosa conjunción esas facciones por nosotros estudiadas, dió al arte heleno el tipo de cabeza incomparablemente bello de sus obras Pasemos, pues, al estudio del tronco, en el que van a ayudarnos a conocer la manera de FipnIas, las esculturas partenonianas y el Apolo del Tíber, ya que en las femeninas el vestido vela discreta- mente el detalle anatómico del cuerpo El autor de La Figura Humana en el Arte hace un interesante examen de los torsos antiguos al que acomodaremos, en substancia, nuestras consideraciones en este punto (1). En tres partes se considera dividido el tronco, tanto en la es- cultura antigua como en la moderna. La primera abarca la región comprendida desde los hombros hasta la línea que pasa bajo los pectorales. La segunda se extiende desde esta línea hasta el borde inferior del tórax. La tercera com- prende toda la región inferior del tronco hasta la línea que separa éste y los muslos. La línea torácica sube a la altura del esternón y con ella los músculos abdominales que a su vez están separados en tres seccio- nes por ligamentos tendinosos transversales. De ellos el superior si- gue describiendo una curva la línea del tórax levantada, y ocupa el centro de la segunda sección en que hemos eommsiderado dividido el tronco; el segundo ligamento o intermedio, continúa en dirección recta al comienzo de la línea torácica, que como hemos dicho se le- venta, combándose en el centro y por último el tercero se presenta a la altura del ombligo. Esta disposición produce los surcos ubdominales que se mani- fiestan al exterior formando los relieves anatómicos de la escultura. El primero, producido según acabamos de ver por el ligamento superior del abdomen y que se eleva con la línea torácica, se con- funde con ésta en las figuras antiguss y no se destacaba, sobre todo en las imágenes de formas carnos.s en que la musculatura no se acentúa mucho, como el Apolo Cnoiseul Gouffier, por ejemplo. 1 Véase STRATZ, op. cit. págs. 73 y siguientes. Fidias. 207 El segundo surco se pronuacia mucho, especialmente en las figuras en movimiento, marcavdo la flexión del torso, cual se ve en el Discóbolo fundido por Mirón. El terreno adquiere eran relieve dando a la estatua lo que téc- nicamente se conoce por “corte de pelvis antiguo””. En él la línea inguinal se prolonga y f.rmando un arco sobre los genitales, se bi- furca en la región pelviana casi en ángulo recto. Fórmanse así dos repliegues musculosos. que se observan en las reproducciones viri- les. Las figuras femeainas no presentan tal peculiaridad, ofrecien- do el mismo corte de pelvis que se da a las esculturas modernas. Gran número «le estatuas antiguas puede enseñarnos objetiva- mente como era ese corte pelviano, entre otras el Diadúmeno; el Idolino, bello beonce atribuído a Licios; el Discóbolo de ALCAME- NEs; el Apolo Cassel y menos pronunciado, se abserva en algunas esculturas praxitélicas. FipIas divide el tronco de sus estatuas en las tres porciones in- dicadas, gue claramente podemos observar en el Teseo del frontón oriental del Partenón, por ejemplo, influído por el maestro ate- niense director del decorado escultórico del Templo, y en el Apolo del Tíber atribuído a su cincel juvenil, viéndose en este último muy destacado el pliegue pelviano. En cuanto a las figuras femeninas el ropaje impide apreciar es- tos «letalles del torso. Solamente en algunas esculturas veladas por ligrras vestiduras, como las encantadoras estatuas del frontón orien- tal del Partenón, se dibuja el contorno del seno juvenil, se pronun- cia el talle y se esboza la región inferior abdominal. Recordemos el ¿rupo de las Parcas y la gentil Victoria del extremo derecho del ci- tado frontón. El segundo surco, que como apuntamos antes se marca en las figuras en movimiento para indicar la flexión, puede observarse en una bellísima esqultura donde brilla la huella luminosa del arte del maestro: la Victoria de la sandalia del Templo de Niké Apteros. Una vez conocidos el troneo y la cabeza de las esculturas de Fl- DIAS pasemos al examen de los miembros, con los cuales se enlaza íntimamente el estudio referente a la actitud de la estatua, en que nos detendremos en atención a su gran importancia, como elemen- to característico de la estatuaria clásica de Grecia. Los brazos y las piernas en sí tienen, sin duda alguna, su belle- za plástica, mas sobre todo como parte esencial de la actitud que 208 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. refleja el estado emocional de la figura, son notables. En ellos se re- vela la esencia espiritual que anima la estatuaria en sus represen- taciones de la belleza ideal. Las esculturas del Partenón en friso, frontones y metopas, las copias que reproducen las obras fidaicas, las monedas y deseripcio- nes antiguas, en una palabra, todo aquello que ha llegado a nos- otros como bello mensaje del arte de FiDIAaS, nos demuestra la varia forma en que el artista supo combinar los miembros en posiciones diversas, desde la majestad olímpica de sus estatuas grandiosas de Zeus y Palas, hasta las familiarmente sencillas y no menos hermo- sas actitudes de las figuras de la procesión panatenaica y la balaus- trada del templo de la Victoria Aptera. El escultor no debe olvidar cuán importante róle desempeñan en la feliz presentación de una estatua las extremidades que son las que, completando la expresión del rostro, con la que debe estar el torso en armonía, dan en definitiva la exteriorización del senti- miento que la escultura expresa. Y ha de moverse dentro de ciertos límites que el buen gusto le traza, cuidando de no excederlos, pues corre el rieseo de caer en lamentables exageraciones, resultando ri- dículo en vez de grandioso, y en lugar de original, extravagante. Hégel recomienda la estación recta o de pie como la que mejor expresa la espiritualidad de la figura, toda vez que supone un acto de la voluntad para conservar la actitud, a falta del cual ésta sería la horizontal a que la gravedad lleva la figura humana, lo mismo que a la animal. Ello es cierto, pero creemos que no puede afirmar- se cuál actitud sea mejor y en qué posición consigue el artista dar más efecto estético de su escultura. Pensemos un momento en la se- rie inacabable de figuras en que el arte cristiano ha recordado la Pasión del Señor. Cristo de pie atado a la columna, sentado en la coronación de espinas, de rodillas al caer camino del Calvario, so- bre la cruz en la violenta posición del Gólgota, yacente en el mo- mento de su entierro; la pintura y la plástica han representado esos diversos momentos en que el protagonista aparece en tan va- riadas actitudes. Y por ¿ha perdido aleo su figura en sobrehumana belleza y majestad divina? No. Luego la pose en que la figura se presente puede ser cualquiera, siempre que en ella existan naturali- dad y arte, en lo que estriba el éxito de su presentación plástica. Los escultores griegos, y a su cabeza FiDIAS, conocedores de los arcanos de la estatuaria no vacilaron en colocar a sus imágenes en actitudes diversas, ya tranquilas y plácidas cual la Venus de Milo, Fidias.. 209 ya en contorsión violenta como el grupo de Laocoonte, y de pie o sentadas, en reposo o movimiento supieron imprimirles ese sello es- pecial no superado que caracterizó la escultura griega. Aparte diferencias accidentales, que varían naturalmente de figura a figura, podemos señalar ciertos fundamentales principios que observó Fibras en la actitud de sus obras, y al decir: PIDIAS, pensamos como Rodin *“en toda la escultura griega de la cual su genio fué la más alta expresión ””. Estos principios expuestos por el escultor francés, cuyo nom- bre acabamos de citar, han sido recogidos por Paul Gsell, que en un libro interesante reproduce sus amenas e instructivas conversa- ciones con el célebre artista (1). Fijémonos mentalmente, para seguir su explicación, en el Dia- dúmeno de PoLicLETO, en actitud análoga a la del Apolo del Tíber, obra de FiDIaAs. En cuatro planos diferentes se desenvuelve la ligera ondula- ción que da vida a la estatua El primero correspondiente a las es- paldas y tórax dirigido hacia la izquierda del que mira la estatua. El segundo en que están la parte inferior del troneo y los muslos, va en sentido contrario al anterior, es decir, hacia el lado derecho. El tercero, perteneciente a las rodillas está dirigido como el pri- mero hacia la izquierda, mientras la dirección de los pies, sobre to- do en el Diadúmeno, forma un cuarto plano colocado a la derecha Hablamos de diestra y siniestra del espectador y no de la esta- tua para facilitar la comprensión de los que sigan, mental o ma- terialmente, ante una copia los contornos de la misma. En tal dis- posición la figura parece animada de un ténue movimiento que ser- pea por su cuerpo comunicándole una suave expresión vital, a lo que contribuye la línea de aplomo que partiendo del cuello cae ver- ticalmente por el muslo y la pantorrilla iquierda hasta el pie en que descansa la figura en el Apolo de FiIDIAS, o, por el contrario, a través de la pierna derecha en el Diadúmeno. La otra pierna queda libre, puede moverse en cualquier sentido, levantarse, apoyarse en el extremo de los dedos del pie, como se ve en la obra citada de POLICLETO, o descansar sobre el suelo sin esfuerzo alguno cual en el Apolo estudiado. Otra observación que hace el artista francés es la referente al 1 Ropix (A.), L*4rt. Entretiens réunis par PAUL GsELL, Cap. X, págs. 258 y siguientes. 210 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. movimiento que imprime el escultor antiguo a las espaldas en re- lación con la cadera. Cuando ésta se eleva, en el lado en que el cuer- po descansa la espalda desciende, y por el contrario, el hombro se levanta por el costado en que la pierna libre comunica a la cadera un ligero declive. Y por último, observada la figura de perfil se ve que sigue los trazos de una C imaginaria en la convexidad que forma el torax al arquearse hacia arriba, disposición que permite a la luz distribuir- se suavemente sobre el torso y los miembros. ““Traducid—dice Rodin a su interlocutor—ese sistema técnico en el lenguaje espiritual: encontraréis que el arte antiguo significa vida feliz, quietud, eracia, equilibrio, razón.”” (1) A estos cánones fundamentales se ajusta el arte de Fibras. En todas sus estatuas podemos sorprender ese dulce ondular de los contornos, que aun a través de las vestiduras de sus bellas concep- ciones de Palas, se adivina. Siempre una pierna adelantándose, rompe la monotonía del regular plegado de la túnica que cae ver- ticalmente, notándose la disposición examinada en toda su pureza en la copia de su Amazona conservada en el Museo Vaticano. Hemos llegado al término de nuestro estudio detallado de las partes constitutivas de la figura humana en el arte fidaico. Sólo nos falta, para completar este examen, dedicar unas líneas, aunque bre- ves, a la consideración del ropaje, que si siempre es importante, mucho más ha de serlo tratándose de FiDIas, en cuyo estilo artísti- co las figuras se presentan pocas veces desnudas. Sin entrar en disquisiciones críticas acerca de si es o no prefe- rible el desnudo al vestido en las obras de arte, acataremos la reali- dad que la plástica griega nos ofrece y diremos que entrambas for- mas fueron usadas. Acostumbrados a ver la juventud sin velos os- tentar la belleza de la raza, supieron copiarla en su magnífica es- cultura, sin que por ello desdeñaran presentar también imágenes vestidas, en las que el traje fué cuidadosamente estudiado con sin igual maestría, copiando sus más mínimos dobleces y detalles. “Niños como el Amor, en los cuales la forma corporal es ente- ramente inocente y en que la belleza espiritual consiste precisamen- te en esa inocencia y esa ingenuidad perfectas; aun más, los jóve- nes, los dioses adolescentes, las divinidades heroicas y los héroes, como Perseo, Hércules, Teseo, Jasón, en los cuales el valor heroico, 1 Op. cit., pág. 260. Fidias. 211 el uso y el ejercicio del cuerpo en hazañaas que exigen la fuerza fí- sica y las fatigas, son lo principal, eran representados desnudos por los antiguos. De igual modo los ateltas, en los juegos nacionales en que el interés no estaba en el fin de la acción en sí, en la manifesta- ción del espíritu y del carácter individual, sino en el espectáculo físi- co de la fuerza, de la agilidad, de la belleza, del libre juego de los músculos y de los miembros; de igual modo los faunos y los sátiros, las bacantes en los furores de la danza; Venus igualmente, como personificando los encantos sensibles de la mujer. Allí por el con- trario, donde una más alta personificación moral, la seriedad más profunda del espíritu, excluyen el predominio del lado físico, apa- rece el vestido. Winckelmann dice que de diez estatuas de mujeres, no hay más que una que no esté vestida. Entre las diosas, en parti- cular Palas, Juno, Vesta, Diana, Ceres y las Musas, están cubiertas de paños. Entre los dioses, lo están principalmente Júpiter, el Baco indio barbudo y otros.”” (1) Por eso al estudiar a FIDIAS, cuyo cincel ha sido consagrado eo- mo el intérprete de la belleza olímpica de Palas y de Zeus, hemos de considerar la indumentaria como elemento plástico en las obras fidaicas. En las figuras femeninas salidas de sus manos podemos obser- var el uso del xuróv dórico, es decir, la túnica amplia, sin mangas, aque sostenida sobre los hombros con dos broches caía en pliegues verticales, dibujando claramente los contornos que envolvía. Es un traje juvenil, que vaporoso y ténue, como el que cubre las hermosas figuras del frontón oriental del Partenón, o de tejido pesado y consistente, como en las Minervas fidaicas y las cariátides del Templo de Erecteo, presta un indefinible encanto a la figura, haciendo resaltar más que velando las formas que tras él se vislum- bran. Esta túnica, a diferencia del vestido moderno, no era un con- junto complicado de pedazos de tela cortados en diversos sentidos y unidos luego por costuras y botones para adaptarse a la forma del cuerpo. Se reducía a una especie de manto amplio, oblongo, doblado por uno de los lados más largos en sentido longitudinal a manera del embozo de nuestras sábanas. Un segundo doblez hecho en sentido vertical, y quedando hacia el lado exterior la parte vuelta, daba a la tela la forma de una cubierta de libro en el cen- 1 HkÉsEL, op Cit., T. I, págs. 424-425, 212 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. tro de la cual se colocaba el cuerpo humano. Los bordes superiores se unían en dos puntos, uno sobre cada hombro, con una hebilla; bajo los senos se anudaba un cordón, y el resto caía al descuido a lo largo del cuerpo. No puede pedirse vestidura más artística que ésta. Cumple con los requisitos que exige la estética, a saber, que el traje no sea una funda en que se encierre una figura, sino que conserve su natural caída, la libertad de sus contornos, sin oprimir, ni deformar el cuerpo que debe moverse dentro del mismo cual si estuviese des- nudo. FipIas, como hemos visto, cubrió a veces el pecho y las espal- das de sus estatuas de Atena con la égida, pero este accidente, lo mismo que el de acortar la túnica siguiendo la tradición, que se observa en su Amazona, no altera el modo general de vestir sus imá- genes. En su estatua de Zeus, siguió la misma técnica el artista. La tú- nica talar propia de los dioses severos, como de los ancianos respe- tables, fué la veste elegida para su obra maestra, si bien ornada con los esmaltes y decoraciones exigidas por la erandeza del ser olímpi- eco a quien se aplicaba. Las sandalias, calzado que dejaba al descubierto los pies sin al- terar su forma, fueron el complemento de la indumentaria escogi- da por FIDIAs. De esta manera supo el genial escultor hermanar en sus obras la belleza ideal de los desnudos, con el uso discreto del ropaje, que- dando más naturalidad a la imagen en nada alteraba la divina ar- monía de sus líneas. En este estudio de las características del arte del maestro no podemos omitir aleunas indicaciones referentes a los materiales que usó con preferencia el artista para dar forma a sus obras. Es sabido que su genio multiforme le familiarizó con la técnica variada de la escultura de su época. La conoció en todas sus mani- festaciones, la dominó con su poderosa inteligencia, y supo practi- carla como nadie, en sus obras inmortales. No hablaremos aquí de la escultura en madera, bronce y mármol que FiprIas, como otros, cultivó y elevó perfeccionándola, para de- dicar nuestra atención a la técnica criselefantina de la que fué el creador indiscutible. En el trabajo del bronce hay figuras de relie- ve como MIRÓN y POLICLETO, que pudieran compartir con él la so- Fidias. 213 beranía en este ramo; en la escultura en mármol brilla una legión innúmera a cuyo frente marchan ALCAMENES y PRAXÍTELES; en la estatuaria criselefantina Fib1as, y sólo FDIAS, llena con su nombre esa gloriosa página de la plástica griega. No fué su inventor, pero sí su cultivador sin segundo, su genial*creador. En la materia que vamos a estudiar nadie se ha distinguido tan- to como Quatremére de Quiney, cuyas atinadas observaciones Con- sienadas en Le Jupiter Olimpien, son la última palabra en lo que se refiere a policromía escultórica Así lo reconocen los escritores de arte, quienes, ante la imposibilidad de superar, rectificándolas, las sabias opiniones del ilustre autor, las aceptan y repiten en sus bras. “Hay una escultura—dice el aludido escritor—que consiste en hacer estatuas de toda clase de metales, oro, plata, bronce y mu- chas otras combinaciones de materias, por medio de fragmentos trabajados separadamente, fundidos, batidos o cincelados y que forman al unirse y soldarse un todo sólido. Es la forma más anti- gua y ha producido sin número de obras. Grecia le debe sus monu- mentos más grandes y raros.”” La toréutica, conocida antes que FiDIAS existiera, alcanzó con él su esplendor supremo. El escultor de la ciudad opulenta y artista, desdeñó los materia- les vulgares para la ejecución de sus grandes estatuas. Para dar forma a las figuras olímpicas era necesario una rica combinación de materias preciosas, y ninguna mejor que la del oro y el marfil al objeto indicado. Este de tonos suaves, que semejan el color de la epidermis, susceptible de fácil y bello pulimento, se aviene con el áureo metal de luminosos cambiantes. Muchas razones recomiendan el uso del marfil en la estatuaria, entre otras, a más de las citadas, su relativa elasticidad, que gra- cias al tejido de sus fibras, le hace menos quebradizo que las subs- tancias formadas por concreción como la piedra y el mármol. Pn- diendo añadir con Charles Blane, su suavidad y finura, y el presti- gio que le daba la tradición: de marfil fueron la silla de Penélope, el lecho de Ulises y entre los hebreos el trono de Salomón. ““Por todo esto era digno de asociarse al oro, el metal más bello y más estimado, el que brilla entre los otros metales—dice Pínda- ro—como la luz en las tinieblas.”” (1) 1 Banc, (CH.), La Sculpture, Cap. VIII, pág. 57. 214 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Y al reunir en una imagen olímpica estas ricas substancias se daban un seguro empleo a los tesoros que recibía Atenas, guardán dolos en los templos al amparo de las sagradas esculturas de que formaban parte. Los antiguos supieron, y Fibras fué en ello maestro, el modo de cortar el marfil de las defensas del elefante, ablandarlo y laminar- lo, hasta obtener pedazos cuyas dimensiones, tres veces mayores que el diámetro del cilindro del colmillo, alcanzaban unos 70 ems. su- perficiales por su espesor de 5 ems. En ellos el artista cincelaba los fragmentos que habían de formar en el conjunto las porciones des- nudas de la estatua. Las partes de oro eran fundidas de manera análoga a la usada en las estatuas de bronce, y obtenidas las dife- rentes piezas, eran artísticamente combinadas alrededor de un so- porte de plomo o madera—como a su tiempo vimos—resultando aquellos grandiosos ídolos eriselefantinos que hoy, haciendo un es- fuerzo imaginativo, podemos entrever mentalmente. No terminaremos este título en que hemos procurado reunir las peculiaridades que dan carácter al estilo de FiDIas, sin señalar dos cualidades que en todas sus estatuas se revelan dando un matiz personal a su escultura: la serenidad y la majestad de las figuras fidaicas. El autor de la Estética, otras veces citado, menciona una frase de Schiller consienada en su obra El ideal y la vida. Contrapone el poeta al mundo real, a sus dolores y luchas *“la belleza silenciosa y tranquila de la morada de las sombras”” Este imperio de las som- bras, añade Héxel, es el ideal. Y glosando la frase continúa: “en es- te respecto, puede colocarse en el punto culminante del ideal, como su rasgo esencial esa calma llena de serenidod, esa dicha inalterable que saca del goce de su ser una naturaleza que se basta y se satis- face a sí misma. Toda existencia ideal, en el arte, se nos aparece como una especie de divinidad bienaventurada. En efecto, para los dioses que gozan de la felicidad no puede haber nada bastante se- rio en todas estas necesidades de la vida real, en las pasiones que nos agitan y en los intereses que dividen el mundo de las existen- cias finitas. Este es el sentido de las palabras de Schiller: ““Lo se rio es propio de la vida; la serenidad pertenece al arte.”” (1) Y en otra parte de su obra leemos: “Los dioses conservan, a pe- 1 HíazzL, op. cit., T. I, págs. 60-61. Fidias. 215 sar de su carácter determinado, su carácter general y absoluto. La independencia del espíritu debe revelarse, en su representación, bajo la apariencia de la calma y de una inalterable serenidad.”” (1) En las esculturas fidaicas—pensemos en cualquiera de las que hemos estudiado—es notable la impresión de tranquilidad, de au- gusto reposo que producen. Una corriente vital parece recorrer sus miembros sin agitarlos en contorsión alguna. Viven, pero su vida ideal es todo calma, grandeza espiritual, serenidad olímpica. Re- cordemos lo que antes eseribimos al hablar de la actitud en que FipIas coloca sus estatuas. En aquella ondulación que seguía su cuerpo, como en las facciones del rostro, se revela la misma placi- dez que denota un vigor y una paz sobrehumanos. No es el gesto gracioso, ni la oposición atrevida, ni el complica- do adorno el que hacía imponente su estatua de Palas, ya en el bronce colosal de la Acrópolis, ya en la imagen de oro y marfil que adornaba la cella del gran Templo. Era aquel no igualado equili- brio y proporción de líneas, aquel ambiente solemne que rodeaba la estatua, cuya visión conmovía infundiendo un respeto religioso. FipIas, como ha escrito Gauthier, da a las divinidades una ex- presión inimitable de nobleza y de majestad. Este divino talante que imprimía a sus figuras, en euya presen- cia se elevaba el espíritu de Grecia, podemos entreverlo en las co- pias que han llezado a nosotros de la producción del maestro. En las obras de Fibras, sobre todo en sus representaciones de Palas Atenea y en su Zeus, hay riqueza formal, ejecución maestra, profusión de ornamentos, conocimientos técnicos del dibujo, senti- do geométrico, dominio de los resortes todos de la plástica, trabajo concienzudo, lento y minucioso, grandiosidad de efecto, pero des- collando entre todas estas cualidades y dándoles un matiz persona- lísimo, la majestad serena que reside en las mismas, es como el se- llo auténtico, la rúbrica genial del eran artista. El hijo del pintor CHARMIDES, el discípulo de HiPIAS y AGELA- DAS, el amigo de POLIGNOTO y cultivador de su arte, el protegido de Pericles y director artístico de la resurrección de Atenas a su paso glorioso por los floridos cármenes del arte dejó profunda huella. Al fundir en el erisol de su genio aquellos múltiples conoci- mientos que adquiriera en sus viajes, en contacto con artistas y ten- 1: Op. elt., pág. 189. 216 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. dencias diversas, con sus propias intuiciones y caracteres, surgió una nueva escuela que al hallar en Atenas prosélitos innúmeros dió a aquel siglo la pléyade brillante que cubriera de mármoles la Acró- polis. Todas estas características que acabamos de estudiar como cons- titutivas del estilo fidaico hemos de verlas reproducidas en multi tud de obras hechas por escultores de su escuela. Jamás ha visto el mundo una conjunción de artistas como la que floreciera en Grecia en aquel siglo glorioso y todos o casi todos eran discípulos, émulos o imitadores del maestro. Trabajando con él, dando vida a los mármoles que habían de decorar los templos con que Pericles ornaba su ciudad, bajo su di- rección artística, no es de extrañar que reflejaran las tendencias de Fibras. Y empezaremos nuestro examen de las obras influídas por el gran escultor, por el estudio de la decoración partenoniana, eu- yos autores de tal modo se asimilaron la manera del insigne escul- tor, que muchos han dado a FiDIas la paternidad de unas obras en que sólo tuvo, como presto veremos, a más del trazado general del asunto, una supervisión artística. 4. INFLUENCIA DE FIDIAS SUS DISCÍPULOS Al terminar el precedente título dejamos enunciada una cues- tión de interés capital para el estudio que venimos haciendo, la in- tervención que tuvo FiDIAS en el decorado escultórico del Partenón. Algunos autores citan en primer término, entre las obras del artista ateniense, las esculturas que ornaban el templo de Palas en la Acrópolis. Sin embargo, la mayoría de los que estas materias han tratado, está de acuerdo en reconocer como trabajo personal del maestro, la concepción, composición, dibujo y dirección de las obras y a lo más aleún retoque de tal o cual fragmento en que brilla con más intensidad el rastro de su genio soberano. Lo demás fué la obra de una legión de artistas, discípulos de FinIag muchos de ellos, como AGORÁCRITO y ALCAMENES, que a las órdenes del gran escul- tor de Pericles supo elevar el monumento plástico más notable por lo intenso y lo extenso que los siglos han visto. El sabio autor de L*Acropole d*Athénes, consigna en el capítu- Fidias. 217 lo II, del volumen II de su obra, al tratar de los frontones, la opi- nión que sustenta respecto de este punto. Recuerda un pasaje de Plinio en que dice que FinIas trabajó también en mármol, mencionando a este respecto su Venus que or- nó el Pórtico de Octavio en Roma, y a continuación nombra a AL- CAMENES y se refiere a los templos de Atenas. ¿No es extraño que el escritor aludido, si en realidad considerase a FIDIAS como el de- ecorador del Partenón, citase para ejemplo de sus obras en mármol la Afrodita y no las esculturas del eran templo ateniense ? Ello parece obedecer al sentir general de los antiguos que no citaban a Fibras como escultor en mármol, sino como el afortuna- do cultivador de la toréutica y el maestro indiscutible en el arte de trabajar el marfil y el oro. El genio no es universal, dice Beulé; y parece apoyar esta opinión de que el escultor de Atenas no es- culpiese personalmente en el decorado del templo el hecho citado por Temistius de que Fibras trabajaba lentamente en su figuras, no pudiendo por tanto simultanear dos trabajos, como su Atena y este decorado. ““Se comprenderá—continúa el arqueólogo francés—cuán fácil sería con esos diferentes testimonios, combatir las opiniones moder- nas y cómo sería más verosímil negar que FiDIAS tocase una sola escultura del Partenón que suponerlas todas de su mano o de su in- vención.”*(1) A pesar de lo cual su admiración por el eran escultor ateniense le lleva a exclamar: “nada nos impedirá saludar como su inspira- ción o su obra los más admirables fragmentos del Partenón, aque- llos que llegan al más alto límite del ideal.”” No tenemos inconveniente en admitir con él que dichas escultu- ras fueron inspiradas por Fibras y como tal rendirle el tributo de admiración devota que nosotros, como él, profesamos al eximio es- cultor. En cuanto a “saludar como obra suya esos fraementos”” abrigamos ciertas dudas, si es que por obra suya se entiende que fueran el fruto de su trabajo personal como escultor en mármol. Y continúa el crítico cuya opinión pulsamos: “El friso no reprodu- ce más que la idea o el dibujo de Fibras. Las metopas, parecen a to- das luces extrañas a su influencia, porque se reconoce aquí y allá el estilo aun rudo de la vieja escuela ática. Pero ciertas estatuas de los frontones son la expresión de un talento tan elevado y de una 1 Op. cit., T. II, Cap. II, pág. 99. 218 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. perfección tal, que, a pesar del silencio de la historia, serán siem- pre para nosotros de FIDIAS,?” Se extiende luego en consideraciones acerca de la emulación exis- tente entre FibIas y su discípulo ALCAMENES, mencionando algu- nos párrafos de Tzetzes, y concluye diciendo que la pretendida com- petencia entre el maestro y el citado ALCAMENES debió tener lugar con respecto a la ejecución de los frontones del templo de Palas, encargándose cada cual de uno y delegando FibIas en sus ayudan- tes y discípulos, entre ellos Agorácrito, para llevar a cabo el traba- jo a él encomendado. “Me figeuro a Finras—dice—durante los 7 u 8 años que dura la construcción del Partenón, a pesar de su Minerva de oro y marfil, atendiendo a la composición y los modelos, distribuyendo la obra a cada artista, según sus facultades, retocando y acabando aque- llas que están sólo esbozadas, reservándose los fragmentos más im- portantes y más difíciles, siempre presente y animando a sus ope- rarios con su inspiración, su consejo y su ejemplo.”” (1) No era preciso que él esculpiera el mármol. Modelaba en el ba- rro la figura y sus ayudantes se encargaban de copiarla econ el cin- cel en la piedra. De ser ésto cierto, FIDIAS sin duda se reservaría el frontón orien- tal, por ser el de más importancia, a lo que parece inclinarnos el hecho de que se haya esculpido en el mismo una escena de dioses, asunto en qne podía lucir sus excepcionales facultades el escultor del Olimpo. Y cierra el autor mencionado su capítulo con esta interrogación un tanto tímida, cuya respuesta deja al lector: “¿Sería el frontón occidental obra de ALCAMENES y el oriental de FinIaAs?”” A esta pregunta del ilustre anticuario responderemos emitien- do nuestra opinión, que, aunque desautorizada y tal vez errónea, ha sido sugerida por un atento y meditado estudio de este asunto, y con franca sinceridad expresada. No creemos que FiDIAS esculpiese por sí mismo las figuras que adornaban el santuario de Atena. Pensemos en el número de esta- tuas que esta decoración comprendía. Las 92 metopas que rodeaban la parte alta del templo, teniendo en cuenta que en la mayor parte de ellas aparecían dos figuras, suponen según cáleulos aproximados unas 173 esculturas. 1 Op. cit., págs. 104-105. Fidias. 219 La procesión panatenaica desarrollada a través del friso, a juz- gar por los fragmentos y dibujos que del mismo nos quedan, estaba integrada por más de 240 figuras. Si a las cifras expuestas unimos las estatuas de ambos fronto- nes, de las quales nos son conocidas 19 del occidental y 10 del orien- tal, tendremos un total de 442 estatuas de mármol. El Partenón sabemos que tardó en levantarse unos 7 u 8 años, durante los cuales FipIas trabajaba en su estatua criselefantina con la lentitud en él habitual y dirigía las otras obras con que Pericles adornaba a Atenas. No es posible por tanto pensar en que esas esculturas fueran en su conjunto obra suya, pero descontadas las metopas cuyo estilo tanto se aparta del de Fipias, y el friso, en que la huella de diferen- tes manos y no todas igualmente adiestradas se revela, denotando ser el fruto de un trabajo colectivo, nos quedan los frontones donde pudiera caber la duda respecto de la intervención directa del maestro. Ciertamente hay figuras en el frontón oriental, como las Parcas y el Teseo, en que se notan los rasgos que caracterizan el estilo fidai- co. Mas ello no indica que fueran obra suya. Siendo de él el dibujo, en que su genio se reveló en el atinado estudio de composición y distribución de las figuras, ejecutándose las obras bajo su inmedia- ta supervisión, dirigiendo de cerca e ilustrando, con sus observacio- nes de maestro, al artista que ejecutaba el trabajo, no es extraño que éste llevase el sello distintivo de las obras de FipIas. Sin que ello implique que fuera suyo. En otras producciones, como las es- culturas que decoraban el templo de Niké Apteros y el Erecteo, palpita la inspiración de su genio y sin embargo nadie dice que fueran por él esculpidas. Un cuadro, una escultura, cuyo asunto sugiera un profesor a sus alumnos, dirigido por él y tal vez en un punto retocado por su mano, no se dice que es suyo sino del que pintó el lienzo o buriló la piedra. Pues lo mismo podemos decir en este caso. Los mármoles del Partenón, revelan todos—como aleuien ha di- cho—**no sólo los caracteres de una misma escuela y de una misma época, sino aún la influencia imperiosa de un mismo genio.”” (1) Por eso nos parece lugar más apropiado para tratar de estas es- 1 GrrrkeoY (G.), La Sculpture au Louvre, pág. 45, 220 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. culturas el presente título consagrado a las obras influídas por Fipias, entre las cuales ninguna lo fué tan directa y eficazmente como la decoración partenoniana, que aquel anteriormente dedica- do a la descripción y estudio de las producciones indiscutiblemen- te suyas. Esta apreciación ha de limitar nuestro estudio, que se ceñirá sólo a la parte que a FinIas corresponde en esa inmensa obra es- cultural, es decir, elección de asunto, composición y distribución de materias, sin detenernos en el examen técnico ni en la descripción de estas esculturas para lo cual sería necesaria una monografía co- mo la que Murray les ha consagrado. ““ Así como descuella sobre la Acrópolis y la ciudad de Atenas, el Partenón domina con su serena majestad toda la historia de la arquitectura griega. Esta historia es sobre todo, casi exclusivamen- te, la de este templo. Pues el Partenón ofrece el resultado magnífi- co del esfuerzo incesante, continuado durante siglos, para llevar a la perfección el templo griego. Su belleza no debe ser considerada como una flor, abierta de repente por un golpe feliz de la fortuna, sino como un florecimiento poco a poco preparado por la paciencia erande y el gusto bien seguro de numerosas generaciones de cons- tructores. ?” Cuánta verdad encierran estas sencillas frases con que Lechat comienza su interesante estudio titulado Le Temple Grec. El Partenón, perfecto ejemplo del estilo dórico en su más bella manifestación, ha sido y es, sin duda, el monumento más universal- mente conocido. No intentaremos una descripción que para nadie había de tener el atractivo de la novedad. Bajo la dirección de Tcrivos y CALLICRATES, los grandes arqui- tectos de Pericles, iba elevándose con majestad hacia el cielo el santuario de Atena en la quinta centuria. El genio de FiDIas, dan- do unidad y grandeza a los cinceles de los artistas que a sus órdenes trabajaban, iba a cubrir de estatuas y relieves el Templo más gran- de de Atenas y de Grecia, donde moraba la imagen de la diosa pre- dilecta, aquella Atena de Fibras, que al decir de Ruskin “no era en realidad tanto la divinidad como la favorita del pueblo atenien- se. Su menificencia representaba su orgullo y su ternura más que su piedad. ?”” Dos erupos admirables de esculturas formando los frontones; 522 pies de friso decorado con la serie de estatuas panatenaicas, 92 metopas desenvolviendo a través de la triglifada conefa, los asun- Fidias. 221 tos más conocidos de la tradición griega, eran el sin igual adorno de aquel templo, decoración magnífica cuyas figuras sólo cedían en magistral ejecución y soberana erandeza ante la imagen eriselefan- tina que se alzaba en la cella del santuario. Los años transcurrieron. El gran templo pagano, transformado en iglesia bizantina, se convirtió más tarde en Mezquita bajo el go- bierno de Mahomed II. Después, durante el sitio de Atenas por Morosini una bomba veneciana hizo explosión en el Templo conver- tido en Polvorín, y por último ya en el siglo XIX arranca Lord Elgin, para llevar a Londres, la mayor parte de los frisos y los fragmentos que de los frontones subsistían. Del Santuario de Atenas sólo queda una ruina doloroso resulta- do de las visicitudes sufridas por el Templo. Es un inmenso esque- leto de piedra, despojado de las vistosas galas que un día lo ador- naron. Mas su visión evocadora atrae junto a sus destrozadas reliquias los romeros del arte que llegan a su pie de todos los ámbitos del mundo, llámense Michaelis o Laborde, Penrose o Pennethorne, Beulé o Paccard. Los Museos de Europa son las tumbas abiertas a esas geniales esculturas. Dispersos sus fragmentos, lejos de aquella Acrópolis, bajo euyo cielo purísimo recibieron las caricias del sol de Atica, no han perdido la vida espiritual que le infundiera el cincel de su creador, y ante cualquiera de ellas, el ánimo se eleva, concentra la mirada del espíritu en una visión interna, y del fondo de nuestra imaginación va elevándose la silueta mentalmente reconstruída del eran templo. Brevemente debemos detenernos en la consideración de ese de- corado escultórico, donde la piedra inanimada parece agitarse al soplo del genio del artista. Tres partes abarcará este estudio: fron- tones, metopas y friso, comenzando en gracia a su excepcional im- portancia y a ser el más fidaico en su estilo, por el frontón oriental en que el artista representó un olímpico suceso: el nacimiento de Palas. Es en verdad difícil salir airoso de la empresa de decorar la inerata superficie de un triángulo con motivos escultóricos. El frontón oriental del Partenón es la última fase de una forma decorativa ya ensayada en templos anteriores como el de Egina, y el de Zeus en Olimpia. En el primero de estos aparece Minerva ocupando el centro, a 222 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. sus lados guerreros combatiendo en pie, tras los cuales se ven de ro- dillas los arqueros, y por último dos gfiuras reclinadas ocupan los dos ángulos agudos en que acaba el frontón. En la simétrica distri- bución de este grupo falta naturalidad, siendo inexplicable la acti- tud de las figuras que se arrodillan tras los que luchan en pie, y convencional en grado sumo la presencia en ambos extremos de las estatuas yacentes. Más belleza y naturalidad se observa en el frontón Este del Templo de Júpiter. La carrera de carros, en que compiten Pelops y Oenomaus, origen mítico de los juegos olímpicos, es el tema ele- gido. En el medio preside Zeus, cuya estatura descuella entre los cir- cunstantes. A su lado los dos competidores y junto a éstos, dos figu- ras aleo más pequeñas, siguiendo el declive del techo, imágenes de la reina y la princesa ofrecida al vencedor como recompensa. Vénse luego dos cuadrigas colocadas con arte de modo que aparezcan las cuatro cabezas de los caballos, y formando una especie de cuña que se adapta a la forma del frontón. Hasta aquí el grupo se presentaba bien. Mas había que llenar los huecos y el artista flaquea. Ante los caballos, ocupando el espa- cio que dejan las cabezas en su parte inferior, se agachan dos figu- ras. Los carros no aparecen y tras de las cuadrigas se ven estatuas sentadas que ninguna relación tienen con la escena que representa el tímpano. Termina el decorado con las obligadas figuras recosta- das, que simbolizan dioses fluviales y llenan los extremos del fron- tón. La composición es más artística que la del anterior, pero aun semeja—como Powers indica—que han sido los personajes dispues- tos ante la cámara de un fotógrafo de manera que salgan en la pla- ca con detrimento de la naturalidad del grupo. Preparados con estas indicaciones llegamos al estudio del fron- tón oriental del Partenón. El asunto escogido por FibIas, en armonía con el destino del templo, fué acertado: el nacimiento de Atena. Para desgracia nues- tra se han perdido las figuras que agrupadas en la parte central representaban a los protagonistas de la escena: Zeus, Hefaistos, que con un golpe de hacha hizo brotar a Palas de la cabeza de Jú- piter, la diosa que nacía, “armada de todas armas”” y los dioses asistentes al olímpico alumbramiento. Sólo por el resto de la deco- ración podemos colegir lo que sería este grupo perdido. El genio del artista se revela en la afortunada manera de ocu- Fidias. 223 par los extremos del frontón, que como hemos visto, ofrecen gran dificultad al decorador. El hecho que el frontón consagraba debió ocurrir sin duda en la hora misteriosa y poética del crepúsculo ma- tinal, naciendo Atena cuando Aurora teñía con sus luces el hori- zonte helénico y en la Mitología buscó Fibias la expresión de ese instante. Helios, el sol que en su dorado carro atraviesa el espacio iluminando el mundo y Selene de discreto resplandor pálida luna que surca el firmamento disipando las sombras de la noche, fueron propicia forma que aprovechó el maestro. En el extremo izquierdo el sol naciente está representado por los caballos de Helios que surgen de las ondas bajo las cuales queda la cabeza del dios. El brío con que emerge la hípica figura es un símbolo hermoso de la radiante aparición del día. En el ángulo opuesto el carro de Selene va hundiéndose en las olas. La cabeza de uno de los corceles que sale aún a flor de agua tiene la languidez serena de la noche expirante. Como vemos, no pudo hallar Fibras más gallarda manera de eumplir su cometido artístico. Entre esas alegorías y el grupo central colocó el escultor dos que en el conjunto de las obras maestras que nos ha legado la es- cultura antigua, ocupan primer rango por su belleza y ejecución admirables. En el lado izquierdo aparece Iris, mensajera de la nueva fe- liz, que presurosa marcha hacia el erupo que forman las Horas. Una de ellas, próxima al heraldo del fausto acontecimiento se vuelve en movimiento de sorpresa lleno de gracia, desenvoltura y vida, mientras la otra figura permanece sentada en indolente ae- titud, descansando una mano sobre la pierna mientras reclina el brazo opuesto en el hombro de su compañera. Más a la izquierda, reclinado con naturalidad encantadora, está Teseo, ya citado en el curso de esta Tesis, cuya impasible pose revela cuán ajeno se en- cuentra con relación al suceso. Partiendo del centro a la derecha vése a Niké, eraciosa y ágil, que vuela hacia Minerva y a su lado el magnífico grupo de las Parcas, de ejecución admirable, cuya perfección es tal, que de haber Fibras cincelado por sí mismo aleuna estatua de esta de- coración, hubiera sido, sin duda, este erupo. La que se encuentra más próxima a Niké guarda la actitud del que, estando sentado, se dispone a levantarse, mientras la otra agita el torso en natural mo- 224 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. vimiento y por último la tercera, tendida con abandono artístico completa esta trilogía de gusto marcadamente fidiesco. El principio que debe informar la decoración de frontones, es decir, que las figuras se acomoden al hueco sin notarse esta adapta- ción que ha de ser natural y no violenta, se cumple aquí. Estas es- tatuas están colocadas con tal arte que si desapgreciese el marco del triángulo en que se hallan no variarían de actitud. Es ésta la que debía ser no la que le impone la figura geométrica del frontón. Estas esculturas son, como dice Powers, bellas letras en sí, que constituyen el hermoso mensaje de los dioses, en el cual el conjunto no es la suma de las partes tan sólo, sino de una belleza mucho ma- yor que el de aquellas aisladamente consideradas. Es el genio de FiDIAs el que ha obrado el prodigio. Esa compo- sición, esos dibujos, tal vez ciertos estudios en arcilla para guiar al artista, esa habilidad de agrupación, no pueden ser más que de Fipras, de no ser suyas hubiera existido otro FIDIAS, y éste, como sabemos, fué uno solo. Para atenuar el brillo que la nitindez del mármol presenta, usó el artista una especle de tintura de color de marfil con que barnizó las estatuas. La ténue capa de esta preparación no impedía obser- var los detalles; por el contrario, les hacía más perceptibles desde abajo, favoreciendo además la aplicación del color que en ciertas partes de las estatuas fué usado de acuerdo con la policromía a que tan aficionados eran los escultores antiguos. Sobre el fondo coloreado de azui de los frontones, adquirían mayor relieve las estatuas bañadas de esa tonalidad marfileña, más artística y armoniosa en el conjunto que el blanco brillante y terso de las figuras marmóreas. En cuanto al frontón occidental poco sabemos. El asunto nos lo dice Pausanias: la disputa entre Poseidon y Palas por el dominio de la ciudad de Atenas. Merced a los dibujos trazados por Jacques Carrey, agregado a lya Embajada de M. de Nointel en Constantinopla, y a algunos fragmentos en grado sumo mutilados, salvo la figura que represen- ta a Ilisos, podemos entrever lo que en su tiempo fué el frontón es- tudiado. Figuraban al centro las dos grandes estatuas de Poseidon y Ate- na rodeados de los dioses presentes a la olímpica contienda. Junto a Atena las deidades del Atica, al lado de Poseidon las del Mar. Fidias. 225 Esto es sólo una hipótesis, pues en el dibujo de Carrey (Lám. XIV) que ha de servirnos de guía en este punto, un gran hueco central abre amplio campo a la mente para llenarlo a capricho localizando en él las esculturas que debieron ocuparlo en su día. A la izquierda, tras el carro de Atena, cuyos corceles reproduce el diseño, vése al que lo conduce, a su lado Hermes y más atrás, formando ya el declive que marca la forma del ángulo un grupo familiar de Cecrops y sus hijas y el niño Eriktonios. El extremo lo ocupa una figura reclinada que representa un río, probablemente el Iliso, figura que subsiste y es un bello fragmento por el cual se colige lo que sería el resto de aquella espléndida decoración escur- tórica. Siguiendo desde el centro hacia la derecha del observador, se distingue una figura femenil junto a la cual está el auriga que con- duce el carro de Poseidon. De esta escultura guarda el Museo Bri- tánico un torso mutilado. La sigue un grupo que corresponde, en este lado del frontón, al de Cecrops y sus hijas en el ángulo izquier- do y representa, según Furwaengler y Murray la familia de Erec- teo. Y por último, llenan el hueco del extremo dos figuras sentadas, símbolo, a lo que parece, del río Cefiso y la fuente Callirrohe. No insistiremos más en un estudio en el cual nos movemos de continuo dentro de un campo meramente conjetural. Lo dicho pue- de darnos idea de la composición general de este frontón en que el gran director del decorado lució una vez más sus aptitudes geniales en la difícil distribución de esta clase de esculturas. De las 92 metopas que adornaban la parte superior del edificio subsisten sólo 29. Unas ligeras observaciones nos permitirán a cuenta de lo que aquéllas fueron. Estuvieron distribuídas en la forma siguiente: al N. 32; otras tantas al S. y 14 a cada costado. De las primeras quedan 11 única- mente, 9 de las cuales ocupan todavía su lugar en la fachada, a despecho del tiempo y las vicisitudes que se enseñaron en el Templo de la Acrópolis, 7 al extremo izquierdo y 2 en el derecho. Una, be- lla por cierto, adorna el Museo Británico, que gracias a Lord El- gin, puede gloriarse hoy día de atesorar en sus salas la mayor parte de las esculturas del Partenón. Las perdidas podemos, imperfecta- mente, apreciarlas por los precitados dibujos de Carrey y los que hizo para D”Ortiers, un artista francés, 226 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Era el tema tratado en estas planchas que el cincel animó, el conocido asunto de la centauromaquia. El mismo motivo inspira las metopas del Sur, de las cuales Lord Elgin llevó 5 al Museo de Londres, el Embajador francés envió una a París, quedando dos actualmente en Atenas. Las Metopas del Este, conocidas por los imperfectos dibujos, representaban otro tema favorito de los griegos, la gigantomaquia. Y por último, las que adornaban el lado occidental, también destrozadas y perdidas, perpetuaban la lucha de las Amazonas con- tra los griegos. Como vemos, los asuntos de más aceptación en la ciudad ate- niense fueron los escogidos por el gran escultor para esta parte de la decoración. En esto sólo se ve la huella de su genio. La ejecución es bastan- te ruda todavía y no creemos que en estas esculturas pusiera ni una vez su cincel el gran maestro. Se les dió gran relieve teniendo en cuenta la altura en que esta- ban colocadas y la luz intensa con que bañaba el sol su marmórea superficie, un detalle de técnica que no podía escapar a la perspi- cacia y gusto del director artista. Para completar este rápido bosquejo de la decoración parteno- niana resta tratar del friso. Rodeando la cella que guardaba la estatua de Minerva, en la suave penumbra que la serie de columnas y el entablamento exter- no proyectaban, esta larga cenefa se extendía, siendo como perenne homenaje tributado a la diosa, al consagrar en piedra, la fiesta ce- lebrada en honor de la protectora de Atenas. En esta parte de la decoración, en que FipIas tuvo sólo la con- cepción sublime y el trazado de los planos que habían de seguir los escultores, se pone de relieve una vez más su maestría como compo- sitor. Entrando por los Propíleos, el Partenón se presentaba por el lado occidental. En esa parte del friso colocó Fibras las figuras que indicaban el comienzo de la gran procesión, los jóvenes que se dis- ponen para el acto, vistiéndose, calzándose, embridando los caba llos, y a medida que el friso avanza la escena se desarrolla, termi- nando ese lado la cabalgata su marcha. Partiendo de este fragmento occidental del friso, cualquiera que sea la dirección que siga el visitante, ya rodeando el templo por el lado derecho, ya por el izquierdo, el efecto es idéntico. Por el Sur Fidias. 227 y el Norte se continúa en análogo sentido la procesión, cuyo final fué esculpido bajo el frontón del Este, donde las estatuas en repo- so de los dioses ocupan el centro y a ambos lados los grupos de an- cianos, sacerdotes y vírgenes, marcan el momento culminante de la ceremonia. Entre éste y el comienzo desarrollado, como acabamos de ver en la porción Oeste, el resto de la procesión se desenvuelve: carros, ofrendas, pueblo, todo lo que formaba aquella comitiva, tuvo su puesto en el hermoso friso. Imposible entrar en detalles. Más de 240 figuras distribuídas en los 522 pies que medía este decorado re- quieren un estudio impropio de este lugar. Nuestra labor se reduce a señalar la parte que a FiDIAS corres- ponde en esta obra y lo dicho nos da idea del asunto y la forma en que su autor lo distribuyera y presentara, en boceto, a los que ha- bían de ejecutarlo. “En su conjunto, el friso caracteriza a mara- villa el estilo de la escuela de Fipras, tal cual subsistió ésta mucho tiempo después de él. Este estilo noble y desenvuelto, esta flor de elegancia, son la expresión perfecta del genio griego, en una época privilegiada entre todas. Después de gran trabajo, el arte heleno ha desarrollado sus más preciosas cualidades: la simplicidad, el eusto exquisito, sobre todo, la armonía del conjunto. Hemos habla- do con frecuencia del ideal en el arte griego, pero, aún en los tiem- pos de su mayor perfección, este último no cesa jamás de inspirar- se en la naturaleza. Examinemos las diferentes partes del friso: lo convencional es poco. Actitudes, vestidos nada hay ficticio; el ar- tista ha presentado con exactitud asombrosa los detalles tomados de da vida, y el ideal no es otra cosa que la belleza real; pero la reali- dad ennoblecida por una peculiar calma que no analizamos y cuya delicadeza sólo un trato continuo con los mármoles antiguos puede hacernos notar.”” (1) El artista que esculpió las bellas estatuas del friso tomó al eje- emtarlas precauciones que denotan su ingenio. Debiendo éstas ocupar un espacio iluminado por la difusa luz del peristilo tienen poco relieve, siendo éste menor aun en la parte inferior para evitar, haciendo sobresalir la parte superior de las figuras, la aberración óptica que daría, al que miraba el decorado desde abajo, una visión deforme de las imágenes inclinadas hacia atrás. Según parece, adornos metálicos fueron usados con el mármol en la ejecución del friso. 1 COLLIGNON (M.), L”Archéologie Grecque, pág. 770, 228 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Este completaba el conjunto escultural de aquella decoración partenoniana, comparada por algunos autores en su disposición a las partes de una obra dramática, siendo el acto primero la escena desenvuelta en el frontón del Este, el segundo la olímpica contien- da del oeste; el friso y las metopas representan los coros que acom- pañaban en Grecia a la representación dramática, y por último la Minerva fídica, que brillaba en la cella, era como el digno remate, la apoteosis grandiosa en que culmina la obra. La influencia ejercida por FibIas en los artistas que eseulpieron las estatuas del Templo ateniense ha de manifestarse en otras obras que no por ser posteriores al gran período que presidió Pericles, muestran menos los caracteres propios de aquella escuela ática sa- lida del taller del artista maestro. Aparte la impresión que dejara su genio no igualado en otros monumentos elevados en su época para embellecer la ciudad, y de- jando a un lado templos como el de Zeus en Olimpia y el de Teseo en Atenas, en que aleunos señalan los rasgos de la escuela fidaica, nos coneretaremos a tratar sumariamente de la estatuaria decorati- va de dos santuarios atenienses en que se patentiza la influencia póstuma ejercida por Fibias: el de Minerva Niké y el de Erecteo. En un alto bastión, a la entrada de la Acrópolis, se alzaba el bello templete consaerado a Minerva Niké. Era como la proa del navío que la forma de la Acrópolis semejaba, atalaya que, dominan- do el golfo y los desfiladeros, era un glorioso símbolo. AMí, sobre aquellos peñascos fué emplazado en otro tiempo el Aegeion, que hacia el 480 demolieron los persas. El consagraba, se- oún la tradición, la triste muerte de Egeo, aquel rey legendario que esperando el regreso de TesEO, que con él había convenido en enar- bolar desde su nave blanca vela si la victoria le acompañaba en su empresa de combatir al Minotauro, al ver flotar, no las velas blan- cas que Teseo olvidara, sino una negra, se arrojó desolado desde la abrupta roca. Tal vez se eligió aquel peñón agreste para el tem- plo de Atena bajo la advocación de la Victoria, como indica Fou- véres, debido al panorama que desde esta plataforma se gozaba. Al frente Salamina, al N. E., a la vuelta de Himeto, la ruta de Mara- tón, al N. O. el desfiladero de Citerea por donde regresaron los ven- cedores de Platea. Nineún lugar mejor para elevar como un triunfal emblema el blanco santuario de la diosa protectora de Atenas. Este templo pequeño, gracioso y elegante, de estilo jónico que Fidias. 229 comenzó CALLICRATES vino a acabarse en época posterior, comple- tando con el Erecteo las edificaciones de la Acrópolis. No obstante la belleza de esta joya arquitectónica trabajada to- da ella en mármol pentélico, sin describir su friso, gran parte del cual se conserva actualmente en el Museo Británico, pasaremos por alto sus no pocos encantos para detenernos en las esculturas de la balaustrada que se alzaba sobre la meseta a 24 pies de altura y co- ronada por una verja de bronce. En la parte inferior de este baran- da grandes planchas marmóreas formaban una especie de friso es- eulpido. Representábase en él un sacrificio ofrecido a Atena Niké, al consagrarles los trofeos conmemorativos de victorias navales. En el centro aparecía sentada la imagen de la diosa, emblema de la Victoria, cuya carencia de alas hizo que se la diera el nombre de Niké Apteros, con que se conoce vulgarmente este templo. El reste de la decoración estaba constituído por relieves de Victorias en ae- titudes varias que recordaban las de la procesión panatenaica, ya conduciendo reses, ya ofreciendo coronas, ya en familiar faena co- mo la Niké encantadora que se ata la sandalia. ““El arte ático se revela allí con una espiritualidad y una ele- gancia que jamás han sido superadas en la representación del cuer- po femenino. Plenitud sin molicie de las formas juveniles modela- das por el velo transparente de ligeros tejidos, armonía pintoresca de esta cubierta plástica que se amolda a la vida de los cuerpos, lle- nando con los finos pliegues las partes huecas que deja el modelado, arte a la vez atrevido y casto de hacer transparentar la desnudez velándola por completo, de animar las vidas mediante la abundan- cia de ropas, ciencia de las actitudes nobles sin ser convencionales o familiares sin vulearidad, en una palabra, sentido refinado de la naturaleza ennoblecida por el ritmo, es lo que constituye la maes- tría de estas obras maestras.”” (1) Después de las bellas frases que dejamos trazadas y que en un libro interesante consienó la docta pluma de Gustavo Fougéres, poco podemos añadir como un elogio de estas esculturas entre las que descuella la citada Niké de la sandalia, la vaporosa estatua que se inclina en ademán pleno de nautralismo y eracia mostrando ba- jo el sutil cendal en que se envuelve las formas que parecen amoro- samente esculpidas por un cincel de temple fidaico. Ella recuerda 1 Foucíres (G.), Athónes, cap. VI. (Colección Les Villes d*Art Céle- bres). 230 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. vivamente las figuras femeninas que adornaron el friso y los fron- tones del Partenón. No falta sin embargo quien, como Powers, niegue toda huella del arte del maestro en esta escultura, fundándose en que falta la majestuosa dignidad que caracteriza el estilo de FinIas. ““En ella, dice, hay aún idealismo, pero de un nuevo género, no er idealismo de Fipias.?”” Le reconoce gracia, ligereza, naturalidad, pero no es una imagen que mueva a orar como la Minerva o el Zeus del artis- ta ateniense, es bella y encanta, pero no inspira devoción. Ciertamente la falta aquella olímpica calma que señalamos en las obras fidaicas se deja notar aquí, pero ello no implica que esta composición seductora no pertenezca a la escuela de Fibras. Algún discípulo suyo, debió cincelar esos mármoles imprimiendo a su obra, a más de los caracteres de escuela que recuerdan a Fipbias, algo de su temperamento personal y estilo propio. Por eso no hemos vacilado en incluir entre las esculturas influí- das por el arte fidaico esos fragmentos, hermosos ejemplares, úni- cos en su género que han llegado a nosotros como nuevo exponente del esplendor que aleanzó la estatuaria con el impulso vigoroso que le diera el maestro escultor del siglo V. Otra manifestación de la influencia artística ejercida por FIDIAS en la estatua griega es el decorado del templo de Erecteo. En lo alto de la Acrópolis, frente al Partenón y contrastando con él, fué construída esta maravilla arquitectónica, bellísimo ejem- plar de estilo jónico, cuya ornamentación profusa y delicada pare- cía contrapuesta a la dórica severidad del templo de Minerva. Tres partes comprendía este santuario destinado a restaurar el culto de antiguas deidades olvidadas en parte por los griegos, de- votos de la nueva concepción de Palas Atenea que el arte del maes- tro le ofreciera en la cella flamante del Partenón. Minerva Polias, su protegido Erecteo, y Pandrosa, la primogé- nita de Cecrops a quien la mítica leyenda atribuía la educación y el cuidado de aquél, tuvieron en el templo que estudiamos sus res- pectivas cámaras. No debemos «ntrar, dada la índole del presente trabajo en un examen detenido de este triple santuario, el más bello sin duda de Grecia, después ¡lel Partenón y acreedor a un estudio minucioso que nec es de este lugar. El decorado sólo, es lo que a nuestro fin in. Fidias. 231 teresa para notar en él los rasgos de aquella gloriosa escuela ática de la que fué alma FiDIAs. El exquisito gusto con que han sido esculpidas sus columnas re- velan en su autor la maestría de un genio del cincel. Cada uno de sus capiteles es una maravilla decorativa. Coronan- do la parte superior del fuste de la columna un motivo floral se des- envuelve formado por lirios marinos que parecían arrancados del fondo de las aguas y petrificados allí como adorno magnífico. Sobre éste las volutas desarrollan finas espirales bordeadas con guirnal- das de dorado bronce, y una serie de canelones limitados por sartas de perlas, forman como un cojín de mármol que remata en una ban- da de óvalos separados por piezas de forma lanceolada. Idéntica belleza y rica ornamentación se observa en la puerta que aún subsiste y que un día dió acceso al gran santuario, pero no es posible detenernos más, a pesar de su interés no escaso, en estas filizranas donde lució su gusto el arquitecto. De los frisos del Templo, donde fué representada una ceremo- nia procesional en honor de Minerva a la que asisten olímpicas dei- dades, hoy quedan sólo aleunos fragmentos de pentélico blanco, en que se ven apéndices metálicos destinados a sujetar los relieves so- bre un rico fondo de negro mármol de Elide. Allí debió brillar en su puro aticismo el arte que FipIas enseñara en Atenas, mas en esos informes despojos es difícil señalar hoy tales reminiscencias. No así en las famosas cariátides del Pórtico de Pandrosa. En el Tesoro délfico de Gnido, que en anterior capítulo cita- mos, podemos encontrar un precedente de esta especre de soporte escultórico. Pero ¡qué abismo media entre aquellas inanimadas figu- ras de complicada veste, hierático gesto y arcaico peinado y las be- llas, solemnes y grandiosas canéforas del templo de Erecteo! En ellas los caracteres fídicos se marcan con trazos inequívocos Su tranquila majestad y sereno continente, su actitud de repo- so, la túnica sencilla que modela las formas velándolas casta- mente, en sus eraciosos pliegues recuerdan las estatuas del maes- tro ateniense. Y en los detalles todos: la forma del peinado, la on- dulación cue a la figura imprime una pierna que avanza mostrando su contorno tras el tenue ropaje, se adivina un espíritu templado en el ambiente de ática idealidad del eran artista. La fuerza y la belleza se asocian con acierto en estas esculturas en las que había que hermanar la solidez del soporte con la femenil 232 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. centileza de la estatua. Parece al que las mira, que el entablamen- to por ellas sostenido es débil carga que no encorva su cuerpo ni desfigura la regularidad de sus facciones. El artista de cuyo cincel salieron estas seis imágenes pudo ostentar merecidamente el título de discípulo de FIDIAS. En la escuela escultórica de Fibias se formó una generación de artistas renombrados, falange numerosa y distinguida a la cabeza de la cual descuella AcorÁácriro de Paros, ALCAMENES y PEONIOS de Mendes. El primero, de quien tratamos en otro lugar de este trabajo al estudiar la Nemesis de FibIas fué el predilecto del ilustre maestro que le distinguió siempre honrándole con especial afecto. De tal manera se asimiló el estilo del artista que antiguos eríti- cos vacilaban a veces sin saber a quién atribuir ciertas obras, si al eran maestro o al aventajado discípulo. Ya dijimos a su debido tiempo que no creemos fuese esculpida por él la estatua de Rham- nonte, como sostiene, entre otros, el profesor Ernest Gardner, fun- dado en cierta inscripción de la estatua, que cita Antígono de Ca- risto. La tradición ha conservado los nombres de dos esculturas suyas, una representando a Júpiter, a la que infundiría el ideal aliento peculiar al maestro en cuyo taller formó su gusto artístico, y la otra a Minerva, obra esta última citada por Strabón. Como puede observarse hasta en los asuntos escogidos sigue el citado escultor la tradición fidaica. ALCAMENES de Lemnos o de Atenas, el discípulo imitador y émulo de FipIAs, es una figura de relieve en el mundo del arte de esta época. Como aquél, buscó su inspiración en el Olimpo dando forma también a sus erandes concepciones, en grandes ídolos eriselefanti nos. Tales fueron su Hera colosal reproducida según ciertas versio- nes en la Juno Ludovici y su Baco, sentado, como el Zeus de FIDIAS, en magnífico trono y empuñando también el áureo cetro. Fué un escultor fecundo, de cuyo taller salieron innumerables estatuas que adornaron la ciudad ateniense. Menciónanse entre és- tas la imagen de Vulcano, un Heracles y una Atena, mármoles que llevó Trasíbulo a Tebas, el Arés o Marte, la Hécate que se alzaba so- bre un baluarte a lá entrada de la Acrópolis, un grupo para el tem- Fidias. 233 plo de Júpiter en Olimpia, una figura atlética que fué modelo en su tiempo y el Asclepios o Esculapio del Templo de Mantinea, del que tal ve sea copia un busto en mármol del Museo Británico. Se- gún unos éste representa a Asclepios, según otros a Júpiter. Parti- cipa de entrambos y recuerda la cabeza ideal del Júpiter de Otri- coli, pero es menos grave, más humano que ésta. El modelado es perfecto, la expresión dulce, de serena belleza, y facciones regulares. Se dice que contendió con Fibras, venciéndole, en un certamen con su estatua de Venus. Nineuna copia existente nos permite apre- ciar esta obra suya. ¿Estará tal vez reproducida, como creen algunos, en la Venus de Milo, la diosa encantadora del Louvre? Tal vez ello sería inverosímil. Esta estatua es en sentir nuestro de la escuela de FinIas, nada de extraño, pues, tendría que la hi- ciera ALCAMENES, el más ilustre discípulo de aquél. No nos demora remos más en la consideración de esta estatua a la cual hemos de consagrar un apartado en este estudio. El estilo de ALCAMENES fué el mismo de su maestro. Sus idea- les imágenes, no obstante, tienen más movimiento, son más pasio- nales que los dioses de imperturbable calma creados por FIDIAS. Como éste usó ALCAMENES distintos materiales: el bronce, el már- mol, el marfil y el oro fueron utilizados por aquel escultor que dedi- có al arte ocho lustros de su vida, y cuyo nombre la Historia ha re- cogido para escribirlo con los indelebles caracteres de la inmortali- dad, muy cerca del de FIDIAS. Otro ilustre discípulo del gran maestro, que brilla con luz pro- pia entre los más preclaros exponentes de aquella escuela ática tan fecunda en geniales escultores, fué el tracio Peomios de Mendes. Decorar el Templo de Zeus levantado en Olimpia a él se atribu- ye el frontón oriental que ya consideramos, como un precedente, que es necesario conocer, para darse cuenta cabal del adelanto que en la evolución de la escultura decorativa representan los frontones del Partenón. A pesar de sus defectos de técnica, a veces arcaísta, de lo defi- ciente que resulta el conjunto en cuanto a la distribución de las fieuras, en aquel grupo de Zeus, Oenomaos y Pelops que ornó el tímpano precitado, hay grandeza de efecto, ejecución maestra y un 234 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. estilo en que laten los mismos gérmenes de donde surgió el decora- do magnífico del Partenón. PEONIOS, maestro de AÁLCAMENES, que fué más tarde su émulo, había sido como FibIas discípulo de AGELADAs y en esas esculturas del frontón de Olimpia se manifiestan las tendencias del escultor argivo combinadas con las del gran ateniense, quizá predominando aquellas. Para el mismo santuario hizo PeoNIOS una airosa escultura, que bastaría sola para señalar un honroso lugar a su autor entre los erandes artistas de la época. Es una Niké hallada rota entre las ruinas del famoso templo olímpico, y reconstruida más tarde. De aquel torso acéfalo, de brazos mutilados y destrozadas alas, que parece volar, apenas sostenida sobre una base triangular, ema- na un encanto que subyuga a cualquiera que la mire. El ropaje, medio desceñido, flota en parte, mientras se ciñe al cuerpo por delante como agitado por ráfagas de viento, acentuando un desnudo purísimo. Al verla viene a nuestra mente el recuerdo de dos Victorias famosas, la de Samotracia y la bella Niké del fron- tón oriental del Partenón. Como en aquellas los miembros de pie- dra de la estatua parecen animados de una vitalidad intensa que comunica al mármol cierta movilidad espiritual y a que nos han acostumbrado las obras de Fibras, muchos de cuyos caracteres se revelan en la manera del artista Mendes. Al lado de los escultores estudiados debemos citar siquiera los nombres de otros que, entre muchos que sería prolijo enumerar, si- guieron las tendencias fidaicas, desviando la escultura del natura- lismo, idealizándola, tales como CoLortes de Paros, colaborador de FipIas en el Templo de Olimpia y que como éste esculpió una figu- ra de Minerva, cuyo casco remata un gallo, cultivando al igual que el maestro la toréutica y la escultura de fundición. Fundidor y toreuta fué también el megarense TEOCOSMOS, autor de un Júpiter en cuya ejecución usó el artista una insólita combi- nación, haciendo la cabeza de marfil y oro y el cuerpo de yeso eris- talizado o espejuelo, y que por el asunto y el estilo es un trasunto de las tendencias áticas de F'DIAS,. Fué tanto la influencia del gran maestro ateniense, que a su in- flujo otro artista notable, PrAxIAsS, discípulo de CALAMIS, trocóse de arcaísta en idealista decorador del Templo de Apolo délfico cu- Fidias. 235 yo trabajo la muerte le impidió terminar, siendo otro imitador de FipIas, ANDRÓSTENES el encargado de dar cima a su obra. Y por último, por no extender más una relación que se haría in- terminable, dado el número inmenso de escultores que floreció en Atenas en esa época, influídos más o menos por el arte fidiesco, ee- rraremos este breve catálogo con la mención del fundidor ACESTOR, el toreuta Mys, CaLíMAco, DEMETRIO y TRASIMEDES, que a imita- ción de FIDIAS hizo una estatua colosal sentada de Esculapio. En la disposición y magnificencia del ídolo y el trono siguió el artista la inspiración de FIDIAS en su imagen de Júpiter olímpico, siendo qui- zá este escultor el que más totalmente adaptó su estilo a las tenden- cias del hijo de CHARMIDES. *“El poderoso ingenio de este soberano maestro se impuso con tan marcado sello a sus discípulos y coetáneos, que privó en su originali- dad, quitándoles independencia, aún con hacerlos eximios, Minerva o Palas, Venus y Zeus, dieron a los otros dioses su fisonomía peculiar y su augusta y noble concepción del máximo ideal. La noble majestad de los ovales rostros, la hermosura encantadora de los desnudos gran- diosos; el elegante y rico combinar de las barbas y el pelo por ma- sas artísticas y bien agrupadas, la holeura del plegado tranquilo y rico en ondulaciones y detalles, la entereza de las figuras y su ma- jestuosa actitud de pie o sentadas; la abundancia de relieves míti- cos o heroicos y de cuerpos de Victorias y otros simbólicos, en las armas, trajes, sitiales, peanas de las figuras y aplicados a los más ideales tipos, son otras tantas cualidades que caracterizan a FIDIAS y se reprodujeron en sus discípulos e imitadores coetáneos en la escuela de Atenas (1). Como epílogo diseno de este estudio de la influencia artística de FipIasS queremos decir aleo de una estatua, la más popular de cuan- tas se conservan de la serie gloriosa que nos dejara Grecia y uno de los más bellos ejemplares de la misma: La Venus de Milo. El día 8 de Abril de 1820 marca en la Historia del Arte un suce- so inolvidable. Fué en esa fecha que Antonio Yorgos Bottonis, cavando la tierra que formaba parte de su propiedad exhumó aque- llos mármoles de Paros en que un cincel genial dió forma a la dio- sa de la belleza. La historia posterior de esa escultura está sinteti- 1. FOoNTANALLS, Op. cit., pág. 424. 236 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. zada en la inscripción que se lee en el zócalo sobre que se alza en el Museo del Louvre: “Venus de Milo, adquirida por M. de Mar- cellus para el Marqués de Riviére, embajador de Francia, quien la donó al Rey Luis XVIII en 1821.”” No hemos de describirla, es absolutamente innecesario. ¿Quién no conoce esta inmortal imagen ? Ni es este lugar propio para traer las controvertidas opiniones sustentadas en relación con la actitud primitiva de la estatua y la posición de sus desaparecidos brazos. En cuanto al autor de esta joya de la estatuaria helena corren varias versiones. Unos, como Juan Fugairon, ven en ella una obra de la escuela de LisIPo; para otros es de ScoPAS; algunos sostienen, como no ha mucho indicábamos, que la cinceló ALCAMENES, lo cual Geffroy cree poco verosímil, siendo inadmisible, según el mismo, atribuirla a la época romana. ReEINACHg la considera como una obra maestra salida de la escuela de Fipras. “Una de las razones en que me fundo—dice—es que en ella se encuentra todo lo que constitu- ye el genio de FinIas, no hallándose en cambio, nada que le sea ex- traño. La Venus de Milo no es ni elegante, ni soñadora, ni apasio- nada, es fuerte y serena. Compónese su belleza de noble sencillez y de tranquila dignidad, como la del Partenón y sus escultu- Fab. (1) En efecto, no es la molicie praxitélica, ni el nervosismo que ca- racteriza las obras de LisipPo, ni la expresión de dolor que imprime ScoPAs a sus figuras lo que se aprecia en esta Venus. Más bien, la olímpica calma, el reposo grandioso de las Minervas y del Zeus de FipIaAs se revelan aquí. Esta estatua se ha dicho no fué sugerida por una fantasía del artista sino inspirada en un modelo viviente. “Su torso está ani- mado no de una vida divina y sobrehumana, sino mortal. Esta es- tatua inmóvil se halla pronta a todos los movimientos de la exis- tencia.?” Sea o no de ALCAMENES este mármol precioso, nos parece indis- eutible que fué esculpido por un ático artista de la escuela de FiDIAS, por eso en estas páginas halla el sitio adecuado que su esti- lo le indica. Estamos en las lindes que demarcan el campo de nuestro es- tudio. Este toca a su término. 1 REINACE (S.), Apolo, pág. 59. Fidias. 237 Del fondo de la sombra proyectada por 25 siglos, va surgiendo magnífica la figura de Fibias. Después que la Historia nos ha na- rrado su vida y la Crítica del Arte nos ha mostrado su labor gigan- tesca, enseñándonos a apreciarla en su valor inmenso, la más pro- funda admiración invade nuestra mente que deslumbrada ante su brillo insólito se humilla en respetuosa genuflexión espiritual. Y no vacilamos un instante en escribir, como Paris lo hiciera, que Finas es el escultor más grande de todos los tiempos, que sn nombre ha llegado a ser sinónimo de perfección ideal y que el vo- cablo divino parece el más apropiado para glorificar su genio. BIBLIOGRAFIA ALFONSO, L.—£La escultura Antigua y Moderna, Revista de Espa- ña, 1880. T. LXXVII, pág. 181. ARAUJO, F.—La escultura griega y sus leyes, España Moderna, 1904, T. LXXXVIII, pág. 204. ARISTÓFANES.—La Paz, Comedia, traducida del griego por D. Fe- derico Baráibar y Zumárraga. BrEuLÉ, E.—L£L*Acropole d*Athénes, París, 1853. — La jeunesse de Phidras. Revue des peux Mondes. 1861. — La mort de Phidias, Revue des Deux Mondes. Marzo, 1862. =- Latelier de Phidias. Revue des Deux Mondes. 1862. BLANC, CH.—La Sculpture, París. COLLIGNON, M.—Manuel d'archéologie Grecque. París. — Mythologie Figurée de la Grece, París. Currtius, E.—Historia de Grecia. Trad. de Alejo García Moreno Madrid. DAREMBERG ET SAGLIO.—Dictionaire des antiquités Grecques et Ro- manes. París. DespPLaTS, V. y GREGOIRE, L.—Diccionario de Literatura y Artes. París. Duruy, V.—Historia de los Griegos, T. IV de la Novíisima Historia Umwversal. (Desde los tiempos prehistóricos a 1908.) Escrita por varios individuos del Instituto de Francia. Fip1as.—N?* 2 de la Colección de los Grandes Escultores. Casa Edi- torial Hispano-Americana. p) 238 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. FONTANALS DEL CASTILLO, J.—Historia de la Pintura y Escultura. T. IV de la Historia General del Arte. FOUGAIRON, J.—El descubrimiento de la Venus de Milo. La España Moderna, 1897. T. 108, págs. 153-166. Fouarres, G.—Les Villes d'Art Célebres. Athenes. París, 1912. GARDNER, E. A.—A Handbook of Greek Sculpture. London, 1915. GARDNER, P.—The Principles of Greek Art. New York, 1914. GAUTHIER, J.—Graphique d'histoire de L*Art. París. GEFFROY, G.—Les Musées d'Europe. La Sculpture au Louvre, Nils- son, París. HíoeL.—Estética. Versión castellana de la segunda edición de Ch. Bénard por H. Giner de los Ríos. HOMERO.—Opñfpov Moriporo. 'Imásos. Colection desauteurs Grecs, París. Lorp, J.—Beacon Lights of History. New York. JOVELLANOS.—Elogio de las bellas artes. (Discurso pronunciado en la Academia de San Fernando.) Lecnar, H.—Le Temple Grec. París. LeEssivG, G. E.—Laocoonte o los límites de la Pintura y de la Poe- sía. Traducción de Luis Casanovas. Valencia. LLERA, J.—Teoría de la Literatura y de las Artes. Bilbao, 1914. MEUNIER, J.—Historia del arte. Traducción de F. Spiegel. MONTFAUCON B. DE.—L*antiquité expliquée et representée en figu- res. París, MDCCXIX. MorAYTA, M.—Historia de la Grecia Antigua. Madrid. MURRAY, A. S.—The Sculptures of the Parthenon. New York. NicoLE, J.—Le Procés de Phidias dans les chromiques d*Apollodore. Geneve, 1901. Paris, P.—La Sculpture Antique. Libro II, París. PAUSANIAS.—EMúdos Hepiñynoiss Edición Dindorfius (Firmin Didot.) París, 1845. PiJoAN, J.—Historia del Arte. Barcelona. PLurTarco.—Vidas paralelas. Powers, H. H.—The Message of Greek Art. New York, 1915. ReinAcH, S.—Repertoire de la Statuaire Grecque et Romame. París. — Manuel de Philologie Classique. — Apolo. Historia General de las Artes Plásticas. Tra- ducida al castellano por R. Domenech. Ricmer, P.—Introduction a "Etude de la Figure humaine. París. Robin, A.—L”Art. Entretiens Réunis par Paul Gsell. París. Fidias. 2399)" Rouarx, P.—Hustorwre des Beaux Arts. París, 1901. RuskiN, J.—Obras escogidas. Traducción de González Blanco. RUSSELL-STURGIS, A. M.—A History of Architecture. New York. Londres, 1907. Sant Victor, P.—La Venus de Milo. La España Moderna. Enero, 1891, T. XXV, págs. 206-211. STrATz, C. H.—La figura humana en el arte. Trad. de la primera edición alemana. Barcelona, 1915. STUART, J. y Reverr, N.—Les Antiquités d'Athénes. París, Tarve, H.—Pilosofía del arte. Valencia. VALLADAR, F. De P.—Historia del arte. T. 1, Escultura-Pintura. Barcelona. VIArRDOT, L.—Les Mervenlles de la Sculpture. París. WaLbsrtEIN, CH.—Essays on the Art of Pheidias. Cambridge, 1885. Worr, F. A.—Vorlesungen Uber die Alterthumswissenschaft. Leip- zig, 1839. WorbsworTH, C.—La Gréce Pittoresque et Historique. Versión francesa de M. E. Regnault. París, 1841. 240 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. ELOGIO DEL DR. LUIS PADRO (1) POR EL DR. GUILLLERMO DOMÍNGUEZ ROLDÁN, Profesor de Historia de la literatura española. Señor Secretario de Instrucción Pública, señor Rector, señor De- cano, señores Profesores, señores Alumnos, señoras y señores * Es una costumbre seguida por nosotros, que estos elogios póstumos que constituyen el último y más cariñoso adiós que da la Universidad a sus hijos que la abandonan por haber rendido su jornada en la vida, sean realizados por los compañeros de Es- cuela del desaparecido. Correspondía pues, por derecho, a un Profesor de la Escuela de Pedagogía relataros la vida, esfuerzos, triunfos y muerte del Doctor Luis Padró y Rodríguez, y con toda seguridad, un Aguayo o un Martínez, lo hubieran hecho mejor; pero a mis súplicas la costumbre se ha roto, y la Facultad me ha designado para llevar en este día de tristeza y de dolor, su re- presentación. He querido rendir a mi inolvidable amigo la última prueba de mi gran cariño, he querido que en este acto de solemne re- cordación, su nombre y el mío estén por última vez unidos, como tantas veces lo estuvieron en la vida. No he querido con- ceder a nadie la delicada empresa, aunque lo hiciera mejor; no he querido que mi voz, que tantas veces fué clarín de sus méri- tos, permaneciese muda en el instante de la suprema recordación. Había en mi deseo el placer doloroso del recuerdo perenne, el de la madre que amortaja al hijo, el del padre que lo conduce al hogar del eterno descanso, que rompe el espíritu y hace des- bordar el llanto; pero en ese dolor está el triste consuelo por la pérdida querida. Había en mí, el deber de hacer a mi amado discípulo, el úl- timo homenaje de mi cariño inextinto, aunque sabía, como así ha sido, que la redacción de este trabajo, su recuerdo y sus des- eracias, harían correr abundantes mis lágrimas mojando las cuartillas. 1 Leído en la sesión fúnebre, dedicada a su memoria, que tuvo lugar en lea Universidad el día 19 de Junio de 1918, G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 241 Pero en ello estaba el consuelo. Cumplo con él una vez más y la mejor: nunca me hubiere perdonado, yo que tanto le quise, no ser en este recinto, lugar de tantos triunfos suyos, el que no dejara la última impresión, el que no le diera el último adiós, el que no reseñara su corta pero fructífera actuación entre nosotros. ¡Pobre amigo mío, desaparecido tan joven y en los momentos en que celebrabas tu luna de miel con la Ciencia y con el Amor!, que mis palabras sean afortunadas; que pueda hacer resaltar en este trabajo, tu interesante y melancólica figura, tus luchas, tus triunfos y tu muerte; que el calor de mi cariño anime a los que ya están tibios en su afecto hacia tí, y qué las lágrimas que he derramado al redactar este pobre trabajo, sean para tí el ro- cio vivificante de la más sincera amistad. Para ti escribió Mal- herbe su inmortal estrofa Mais elle etait du monde ou les plus belles choses On le pure destin; Et rose, elle a vecu ce que vivent les roses: L'espace d'un matin. Le conocí en los primeros días del mes de Octubre de 1905, al reanudar mis explicaciones de Historia de la Literatura Es- pañola. Su simpática figura, su clara inteligencia, su laboriosi- dad, su modestia y su respeto, me llamaron prontamente la aten- ción. Rápidamente llegó a ser el primer alumno de la clase. En los exámenes de Junio de 1906 alcanzó la nota de Sobresaliente y tras brillantes ejercicios, el premio ordinario de la asignatura. En los demás exámenes de las asignaturas de primer año de Peda- gogía, sucedió lo mismo. Sus éxitos llamaron la atención, y me- reció los plácemes de sus profesores. Desde entonces, nos unió una estrecha amistad. Me pareció que era un joven superior, de un porvenir brillante y una espe- ranza para el profesorado universitario. No me equivoqué. Al siguiente año de 1906-07, no sólo obtuvo sobresaliente en to- das las materias del curso, sino que alcanzó los premios respecti- vos, distinguiéndose especialmente en materias tan importantes como la Psicología Pedagógica y la Antropología. En el tercero y último año, de 1907-08, le sonríe el mismo éxito y logra, con gran admiración de todos, el premio en materia tan ardua y fun- damental, como la Metodología. Culminaron sus estudios en sus notables ejercicios para el gra- 242 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. do de Doctor en Pedagogía, verificados en los días 17 y 18 de Sep- tiembre de 1909, con nota de Sobresaliente, leyendo en dicho acto una interesante tesis sobre el “Método más eficaz y más práctico para la enseñanza de la lectura en la escuela primaria. Examen y elección del más recomendable””; y dando *“una lección sobre un pasaje cualquiera de la Historia de Cuba””. Padró era ya una realidad por nadie discutida. Sus mismos émulos no negaban ni su capacidad ni su cultura. Habíase gran- jeado la amistad de todos por sus excelentes condiciones y por su carácter afable y bondadoso. No se detuvo empero, ni se enorgu- lleció, ni se contentó con los laureles alcanzados. Su afición por los estudios, sus ansias de saber y sus inclinaciones, le llevaron al más vasto campo de la Escuela de Letras y Filosofía. De 1909-10 cursó las asignaturas que le faltaban del primer grupo, renovan- do sus éxitos. De 1910 a 1911, estudió el grupo de asignaturas del segundo año de la carrera, mereciendo el premio ordinario de Filología, y completando en el subsiguiente año de 1911 a 1912, casi en su totalidad los estudios de la Escuela, alcanzando el pre- mio en “Historia de las Literaturas Modernas Extranjeras?””, que con verdadero placer le otorgué como justísima recompensa a su esfuerzo y aprovechamiento en tan difícil y complicada materia. No pudo, sin embargo, terminar el doctorado en nuestra Es- cuela. Su pundonor le impedía permitir que en la única disci- plina que le restaba, Lengua y Literatura Griegas, tercer curso, no fuera también la de Sobresaliente, como lo había sido en cuan- to había estudiado, la nota final; y de un día para otro y de un año para el siguiente, lo fué dejando, solicitada además su aten- ción, por su constante labor como profesor de la Escuela de Pedagogía, a que había ascendido ya. Muchas veces con cariño, se lo recordaba, y siempre me prometía hacerlo; pero murió al fin, sin realizarlo. En la provisión del premio extraordinario de la Facultad (be- ca de viaje), correspondiente al año de 1910, en concurso con otro joven de gran valer, el Dr. Gustavo de Aragón, que mereció la co- diciada recompensa, acordó la Facultad que el hecho de no declarar también eminente al aspirante Dr. Luis Padró no significaba que no lo fuera, sino que debiendo en la adjudicación de dicho premio ceñirse a lo prescrito en el Reglamento de la Universidad, no podía hacer otra cosa. Era ya Luis Padró por estos tiempos, una de las figuras más notables de la Pedagogía y de la cultura cubanas, a pesar de su G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 243 edad casi juvenil, el sitial del profesor le esperaba, y el año de 1913, había de ser para él el más glorioso de su brillante carrera, y así fué. Vacante, por haber ocupado el Dr. Aguayo la de titular, por muerte del nunca olvidado Dr. Ramón Meza y Suárez Inclán, la Cátedra de Auxiliar de la Escuela de Pedagogía se sacó a opo- sición. Era un momento de gran entusiasmo por los estudios pedagó- gicos, y acababan de recibir el doctorado distinguidos e inteli- gentes maestros del profesorado primario. Concurrieron a las oposiciones muchos candidatos: los Dres. José M. Soler, Angel Aguiar, Juan J. de la Maza, J. A. Martínez Velasco, Arturo Montori, Ramiro Guerra, Salvador Masip, Srta. Carolina Pon- cet y Padró; todos de grandes méritos, con muchos años de práe- tica en la enseñanza, con notables expedientes pedagógicos y uni- versitarios, de sólida cultura, de grande inteligencia, que más tarde han sido algunos de ellos, las columnas de las Escuelas Nor- «males de Maestros y Maestras de la Habana. Tuve la suerte de ser designado para formar parte del Tribu- nal calificador en unión de los Dres. Manuel Valdés Rodríguez (alma mater de la Escuela de Pedagogía), Sergio Cuevas Zequei- ra, José Alfredo Bernal y Jorge Le-Roy. Cuantos recuerdan aque- llas oposiciones habrán de convenir en que fueron las más reñi- das, brillantes y notables, de cuantas se han realizado en la Uni- versidad desde la independencia de Cuba, no sólo por la cantidad sino por la calidad de los opositores, por los ejercicios realizados, y por los expedientes y trabajos presentados. Aun los recuerdo como cubano, con placer y con orgullo, como muestras que fue- ron de la mentalidad criolla. Bien plantada dejaron los oposito- res, la bandera de la alta cultura pedagógica. ¡Qué pruebas y qué torneos! ¡Qué dificultades para juzgar, para conceder la cátedra, y para hacer la lista de las respectivas aptitudes, entre unos opo- sitores que casi todos merecían la cátedra, y ésta no podía otor- garse más que a uno entre nueve! Al fin, en competencia por el codiciado galardón, premio de tantos desvelos, quedaron Luis Pa- dró y Ramiro Guerra. El tribunal, después de una detenida deli- beración, se dividió, tal era la dificultad para juzgar y la casi igualdad de las aptitudes, y una mayoría de tres votos señaló a Padró para la Cátedra. Sus ejercicios sobre “La atención en el niño. Su desarrollo y educación”? y “La enseñanza de la aritmé- tica elemental. Métodos que se emplean. Su erítica””, pusieron de manifiesto sus aptitudes de maestro y sus profundos conocimien- 244 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. tos. El primero sobre todo, fué notable. Examinó el tema prolija- mente, determinando el concepto, sus formas y desenvolvimien- to, haciendo un estudio comparativo entre el niño y el adulto, es- tableciendo conclusiones prácticas aplicables al aula, siguiendo la norma del profesor Arnold, y realizando un verdadero alarde de sus conocimientos psicológicos, al exponer y analizar las teorías de Baldwin, Ribot, Van-Biervliet, Pielsbury, Bain, W. James, etc. Su bibliografía de treinta y una obras fué notable. Había triunfado. Por decreto presidencial de siete de Febrero de 1913, fué nombrado Catedrático Auxiliar de cuyo cargo tomó posesión en doce del mismo mes y año. Ya en la Universidad, satisfecho y tranquilo, continuó sin des- canso el aumento y perfeccionamiento de sus grandes conoci- mientos en las diversas ramas de la Pedagogía. Todas las maña- nas acudía a nuestra Biblioteca a consultar las obras nuevas y las revistas. No perdió ni su jovialidad ni su modestia, y continuó preparándose para el inmediato ascenso, el supremo en su carre- ra, que una nueva desgracia, la muerte del ilustre maestro y no- table pedagogo Dr. Manuel Valdés Rodríguez, le iba a proporcio- nar mediante nuevo y definitivo esfuerzo. La Cátedra de Meto- dología que desde su fundación había profesado aquel ilustre eu- bano, quedó vacante, sacándose a oposición en seguida. A ella acudió Padró, con los mismos arrestos de siempre y con la eterna sonrisa en los labios. Pocos vinieron a competir con él, sin embargo tuvo que me- dir nuevamente sus armas con opositores de tanto renombre, ceo- mo el Dr. Mariano Aramburo y Machado y los por todos concep- tos notables educadores y publicistas Dra. Carolina Ponecet y Dr. Arturo Montori que fueron más tarde, la primera organizadora y Directora de la Escuela Normal para Maestras de la Habana, y el segundo actual Director de la Escuela Normal para Maestros de esta capital. La lucha fué empeñada, el mérito y capacidad de los oposito- res era grande, y por eso el triunfo de Padró fué mayor. Nueva- mente el Tribunal, que constituyeron jueces tan honorables y competentes como los Dres. Alfredo Aguayo, Sixto López Miran- da, Juan M. Dihigo, Eduardo F. Plá y Victoriano Viodo, le otor- vó la cátedra por mayoría de votos, siendo muy celebrado el úni- eco ejercicio que realizó y en el que desarrolló con verdadera maestría el siguiente tema: **El método por palabras en la ense- ñanza de la lectura, dentro de un primer grado. Exposición de G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 245 las opiniones mantenidas sobre este punto y bosquejo de un plan de enseñanza.”” Por decreto presidencial de 26 de Octubre de 1914 fué nom- brado, tomando posesión en 31 de Octubre del mismo año, y co- menzando en seguida sus notables explicaciones en materia tan importante, siendo de admirar cómo aquel hombre, en la flor de la vida, casi un joven, más joven que muchos de sus discípulos, llenaba tan cumplidamente su misión de profesor de esta Univer- sidad. Claras, sencillas, pero llenas de grandes conocimientos, sus explicaciones modelos, eran oídas con entusiasmo por sus alum- nos. Cuba y la Escuela de Pedagogía, pudieron sentirse orgu- llosas. Ya en funciones de profesor y en nuestras series de extensión universitaria, dejó oir su autorizada palabra, deleitando a sus oyentes con dos interesantes conferencias pronunciadas en 10 de Enero de 1914 y 20 de Marzo de 1915, en las que puso de mani- fiesto su experiencia como maestro y como pedagogo en asuntos tan importantes como “Las Direcciones de las Escuelas”? y “La enseñanza de la Historia en nuestros cursos de estudios””. ¿Estuvo justa la Universidad al convertir tan rápidamente al alumno en profesor? Sin desconocer el mérito sobresaliente de sus coopositores, hoy también notables profesores de la juventud normalista, nadie podrá nevar que Luis Padró era un maestro, un pedazogo, y una brillante realidad de la alta cultura cubana. No sólo fué en la escuela un maestro de los más competentes, en la Universidad un alumno eminente, en la Revista y el folleto un es- eritor de valía, sino que poseía en alto grado una especial dispo- sición para el cultivo y la enseñanza de las ciencias pedagógicas. Su elevación primero a la cátedra de auxiliar, y casi inmediata- mente a la de titular de Metodología, fueron la justa recompen- sa de sus esfuerzos y la natural y lógica consecuencia de sus es- tudios, antitudes y poderosa inteligencia. Nos vino de la escuela pública, donde estudió hasta alcanzar con los más altos cocientes, el título de maestro de tercer grado en 1905, por oposición, tras brillantes ejercicios ingresó en el profesorado público en 1909, pasando a prestar sus servicios en la Escuela número 37 de esta ciudad. Ya en su propio campo, dió pronto muestras de su capacidad y de su amor a la enseñanza. Primero teniendo como Director de la Escuela al Sr. Andrés Cobreiro y luezo al Sr. Salvador de la Torre ,fué subiendo por sus esfuerzos, todos los puestos de la Es- 246 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. cuela, desde maestro del aula quinta, por donde ingresó, la más inferior, la de los anormales, hasta las aulas segunda y primera, la más importante y donde quedó, no habiendo llegado a Diree- tor, como sin duda lo hubiera logrado, porque casi a los cuatro años de su ingreso en el profesorado era ya catedrático auxiliar de la Escuela de Pedagogía de esta Universidad. Tal era su pre- paración e inteligencia. Sus lecciones y enseñanzas fueron allí de tal naturaleza, que cuando dejó su escuela, para ocupar un sitio en la nuestra, su re- trato fué colocado en ella para perpetuar su recuerdo. Todos sus compañeros celebran su meritísima labor y la califican sin vaci- lación, como de las mejores que se hayan realizado en el aula. Su escuela era para él su culto, al extremo de que solicitado por el Dr. Aguayo, para la Escuela práctica anexa a la Escuela de Pedagogía de esta Universidad, en carta memorable, declinó el honor, en mérito a su cariño por su aula y sus amigos de la Es- cuela 37, principalmente por su Director el Sr. Salvador de la Torre. Juntos, unidos por su amor a la enseñanza y por una profun- da y sincera amistad, La Torre y Padró trabajaron al unísono, completándose, en pro de la Escuela 37, que llevaron a envidiable altura. La Torre puso la experiencia, Padró su ciencia, y ambos una decisión absoluta por la cultura de los niños. Juntos funda- ron la Biblioteca de la Escuela, que hicieron circulante, regalan- do libros que pasaron de sus escasos sueldos, figurando entre otras obras donadas, la Biblioteca Internacional de Obras Famo- sas; Juntos fundaron y redactaron la Revista infantil Orto, que dejaron con imprenta propia; y juntos en fin, establecieron la República Escolar que llevó por título el nombre de uno de nues- tros más ilustres compañeros, el incansable propasandista de la cultura cubana, en la escuela y en la Universidad, nuestro queri- do amigo el Dr. Juan M. Dihigo. Esta oreanización y funcionamiento de la “República Escolar Juan M. Dihigo”” es realmente uno de los aspectos más interesan- tes de la labor de Padró y de su amigo el Sr| La Torre. Las repúblicas de niños y las ciudades escolares, constituyen uno de los aspectos más importantes y fecundos de la educación e instrucción infantiles, en sus relaciones con la Moral y la Cívica. Evitar la producción de hombres malos. y lorrar el hombre bueno y además el buen ciudadano, es una obra formidable y de gran G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 247 importancia, principalmente en los países que como el nuestro, se rigen por los más puros principios democráticos. Para evitar la aridez y a veces la incomprensibilidad de las lecciones de Moral y de Cívica, se han creado, y funcionan con éxito en la Repúbli- ca vecina, las ciudades escolares y las repúblicas de niños que van encaminadas directa y especialmente a constituir la mejor escue- la del futuro ciudadano. En ellas se implantan y practican las distintas y complejas organizaciones del Estado y el Municipio, con todo su complicado sistema de Presidente, Senado y Cámara, Senadores y Diputados, Alcaldes, Concejales, ete., que se eligen por sufragios juveniles, y se fijan los derechos y deberes funda- mentales y básicos del ciudadano de un país democrático. Se en- seña a los niños desde su más tierna edad, la práctica de los de- rechos y deberes, el amor a la libertad, una severa disciplina y la importante actuación de la emisión del voto. Es aleo verdadera- mente admirable. Gobernando en Cuba el ilustre General Leonard Wood, y aprovechando la estancia de los maestros cubanos en Cambridge, en aquella memorable excursión, escribió a Mr. Wilson L. Gill, autor del sistema de enseñanza cívica eonocido con el nombre de ““Ciudad Escolar”.? suplicándole se pusiese de acuerdo con el pa- ra nosotros inolvidable Mr. Frye, para poner en práctica, en las Escuelas Públicas de Cuba, su sistema de enseñanza cívica. Comunicado el proyecto a los maestros y acogido con entusias- mo, muchos de ellos lo llevaron a la práctica antes de que llega- se Mr. Gill a la Habana, y se publicase por Mr. Wood la Carta Municipal de la Ciudad Escolar. Ya Mr. Gill entre nosotros, or- eanizáronse numerosas ciudades escolares, que por causas que no son de este momento, fueron poco a poco desoreanizándose, has- ta desaparecer, quedando como la única diena de consideración la establecida en la Escuela 37 por Lia Torre y Padró. Dejamos la palabra a nuestro querido amigo, el Dr. Santiago García Spring, actual Superintendente de Instrucción Pública de esta Provincia, y competente pedagogo, para que con su supe- rior cultura os haa conocer el éxito alcanzado en la Escuela núm. 37, en esa difícil enseñanza práctica del self government. En un artículo publicado en la Revisa de Instrucción Primaria en Febrero de 1911 dice así: “Un joven intelizentísimo, con el entu- siasmo ingenuo de un niño, enamorado de su profesión y con la perseverancia característica de los triunfadores, ha llevado el 248 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. sistema o método de la ciudad escolar, al pináculo de su desenvol- vimiento: ha ideado la república escolar adaptando nuestra car- ta fundamental a las necesidades de la vida escolar diaria; y en la escuela confiada a su dirección, instalada en una espléndida y lujosa casa, rodeada de grandes patios, fuentes y jardines, ha probado por espacio de tres años, su sistema de instrucción cívi- ca, obteniendo los resultados más lisonjeros, ayudado por maes- tros muy cultos y notabilísimos.”?.” Y en relación con el mismo asunto, el Dr. Alfredo M. Aguayo en el número correspondiente a Abril de 1911, de su Revista de Educación, publicó un artículo titulado “La República Escolar Modelo””, en el que después de aleunas consideraciones, se dice lo siguiente: “Existe en la Habana una escuela que ha sabido sor- tear ambos escollos (la falsa creencia de que la ciudad escolar es un sistema de instrucción cívica, y que su establecimiento en la escuela como régimen de disciplina liberal descarga al maestro del peso del gobierno y disciplina moral de sus alumnos), y que, merced al entusiasmo, abnegación e inteligencia de su director y de sus maestros, ha creado una República Escolar que funciona a la perfección hace tres años. Es la escuela pública de niños del Cerro, dirigida por el habilísimo maestro y entusiasta educador Sr. Salvador de la Torre, la República Escolar “Doctor Juan M. Dihigo””, que así se llama el minúsculo Estado, cuya organización nos ha dado a conocer en el número de Febrero de La Instrucción Primaria nuestro compañero de redacción Sr. Santiago García Sprine, tiene una constitución que en sus líneas generales, repro- duce la carta fundamental de nuestra nación. Allí también existe un poder levislativo con su Senado y su Cámara de Representan- tes; un Poder Ejecutivo con su presidente de la república y sus cinco secretarios del despacho, un poder judicial con sus jueces y su tribunal supremo, ete. La república está dividida en provin- cias y en territorios, según el erado de las aulas, y cada una de éstas goza del eobierno autonómico bajo la vigilancia del poder central. Todo aquel mecanismo del gobierno, quizás un poco com- plicado, funciona allí con la reeularidad de un movimiento de re- lojería. Los ciudadanos de la república “Juan Miguel Dihigo””, respetan las leyes visentes, se interesan por su comunidad, desem- peñan con celo y honradez las funciones públicas y, en una pala- bra, constituyen un Estado que podría servir de modelo a nuestro Estado grande. Reina en él un espíritu de solidaridad que se re- G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 249 vela en todo, en el aseo de los niños, la limpieza del mobiliario, la asistencia a las clases, el respeto mutuo de todos, etc. Hemos presenciado el espectáculo curioso de un aula bien nutrida, sin vigilancia de ninguna clase por parte del maestro (que se hallaba ausente por enfermedad), y abandonada a sí misma durante más de una hora, conducirse con tanto orden y respeto como pudiera hacerlo delante de un profesor. Y durante ese tiempo los niños estudiaron sus lecciones, escribieron, salieron al patio y volvie- ron del mismo, sin que nadie los guiase. Aquello resultaba verda- deramente conmovedor. El Sr. Salvador de la Torre ha prestado a la enseñanza en Cuba, un servicio extraordinario. Ha demos- trado que en nuestras escuelas de varones, es posible una disci- plina liberal siempre que el maestro tenga habilidad y tacto, y se decida a trabajar mucho más de lo que exige el régimen opuesto. ?”” Ahora bien, autorizado por mi amigo, el Sr. Salvador de la Torre que lo era muy querido del Dr. Padró, puedo declarar aquí econ sus mismas palabras, que si no hubiera sido por la inteligen- cia, constancia y entusiasmo de Padró, no hubiera podido con- seguir el éxito que tan claramente han señalado los Dres. García Springs y Aguayo. Padró era pues un maestro y un hijo predilecto de la Escuela Pública, podría insistir en ello; pero he preferido que una mu- jer, lá. Sra. Rosa Trujillo, maestra de Giiines os dé su opinión sobre la Escuela N? 37 y sobre Padró, al referir su visita a las Es- cuelas de la Habana, con motivo del Primer Congreso Pedagógico Provincial oreanizado por el entonces Inspector Provincial señor Julio Quintana, y publicada en la revista Letras Giúrneras en las sieuientes palabras: “Entre las escuelas visitadas, se encuentran las de dos glorias del magisterio cubano, la escuela de la Srta. An- vela Landa, la doctora ilustre, la mujer superior, todo senerosi- dad y virtud, que ha profesado cariño maternal a sus alumnas y las ha educado con esmero, dedicándoles sus horas de reposo para que puedan ser útiles a su familia y a su patria; y la escuela de Salvador de la Torre, el maestro evangélico, cuya alma noble y erande, poseedora de raras virtudes, se refleja suavemente en el ambiente de amor que hay en su escuela. Por las aulas queridas de esa escuela que es orgullo de la Habana, han desfilado muchos maestros que hoy honran la patria cubana en altos cargos; el úl- timo de estos desertados gloriosos fué Luis Padró, el genial Doec- tor, Catedrático Auxiliar de la Escuela de Pedagogía. Allí en la 250 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. escuela prestigiosa y bella del Sr. de la Torre, donde hace poco regalaba a la infancia el Dr. Padró exquisitas flores de ciencia, aromadas con dulce ternura, está colocado su retrato como un es- cudo, como un laurel, como un ejemplo; allí está la imagen de Pa- dró repitiendo a los alumnos días tras día, con elocuencia muda, aquella encantadora estrofa del cantor de las ““Pasionarias””: Dichosa juventud, sueña, delira, Espera y ambiciona. La gloria del talento no es mentira, Pues esa gloria es mi mejor corona Son en estos momentos, las palabras de la Srta. Trujillo me- lancólico ramo de siemprevivas que con placer esparcimos sobre la tumba de nuestro querido compañero. Padró fué uno de nuestros más constantes y cultos escritores en materia pedagógica. Sus numerosos trabajos publicados du- rante los años 1911, 1912, 1913 y 1914 en la Revista de Educación del Dr. Aguayo, cuyas enseñanzas seguía como fiel discípulo, y de las que era Padró sólida columna, merecieron los honores de la reproducción en los “* Archivos de Psicología y ciencias afines”? de la Plata y en la Revista de Educación de Barcelona. De ellos merecen especial mención los titulados: “Examen somero de nues- tros cursos de estudios; Cómo debe ser la educación entre nos- otros; El arte en la Escuela; La aritmética en nuestros eursos de estudios; El trabajo escolar y los horarios; El problema de la fa- tiga; El problema de los excepcionales; De ortofonía. Las altera- ciones de la palabra. La enseñanza de la aritmética; Ideas peda- vógicas de Williams James; Investigación sobre la memoria; Lon- dres y sus escuelas al aire libre; La enseñanza de la lectura; La Educación experimental; Apuntes sobre la enseñanza de la geo- erafía; El Congreso pedagógico provincial; Pedagogía de la Agricultura; La Enseñanza del léxico y Bibliografía. ”” Padró publicó dos folletos titulados ““La enseñanza de la arit- mética”” y “La educación experimental”? que merecieron los más calurosos elogios de los pedazogos cubanos. El primero sobre todo, es un amplio y erudito trabajo que debe ser conocido por los amantes de esta ciencia. Precedido de unos dísticos de Hora- cio y de David E. Smith, comienza el estudio exponiendo la his- toria de la aritmética desde las primeras huellas tangibles en las inscripciones cuneiformes de Babilonia, y su paso al Egipto por G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 251 Ahmes y otros famosos escribas hasta el Comité de los Diez y el Comité de los Quince en 1895 en la Atenas del Norte; haciendo para ello un interesante recorrido antiguo, medioeval y moder- no y señalando la importancia de los trabajos de los árabes, de las tablas de Alfonso X, el tratado de Ulrico Wagner, y de Na- pier. En la evolución metodológica señala la enseñanza de esta materia, comenzando en su mezcla con la filosofía entre los pita- córicos y los asistentes a los jardines de Academo. Señala los programas de la universidad alejandrina, los procedimientos de los precursores de Pestalozzi que innovaron la metodología de esta ciencia, la reforma del Maestro de Iverdun, que dió por ter- minada la hegemonía del método sintético, los trabajos de Den- zel que estableció el método cíclico, luego la reforma de Grube, la crítica de Cristian Harns y por último el método de Dewey y Mae Lellan que es el seguido hoy más generalmente bajo la influencia de la Psicología. Estudió en seguida la estructura de cada uno de los métodos expuestos, hace resaltar la psicología del fenómeno matemático, señala los horarios afirmando que la fatiga es un proceso lento de intoxicación, marca la enseñanza de la Aritmética en los Estados Unidos, y termina su importan- tísimo estudio con la higiene de la Aritmética en sus relaciones con la salud infantil, señalando las observaciones de Sturgis, Walker, Tripplett, Mosso, Stanley Hall Patrick, Burnhan etc. Después de la Aritmética, es la Gramática tal vez lo que más le interesa. Tenía un profundo conocimiento de nuestro rico y hermoso idioma castellano. Hablaba y escribía con corrección y facilidad. No era con seguridad un elevante escritor, pero si muy claro, sencillo y natural, como correspondía a un maestro, a un profesor, cuya finalidad debe de ser la más diáfana expos1- ción y la más rápida comprensión por sus alumnos. En una u otra forma, se le comprendía con facilidad y sus explicaciones eran concretas, precisas. Sus estudios y trabajos sobre el len. guaje pueden servir de modelo. A la mayor perfección de sus conocimientos gramaticales del castellano, contribuyeron sus es- tudios de lingilística, gramática griega y latina y su especial dedicación a la literatura española, que llegó a dominar. Sus vastos conocimientos en las demás materias hermanas de la Es- cuela de Letras y Filosofía, le permitieron dominar más y mejor las especiales disciplinas de la Pedagogía, tales como la psicolo- 252 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. gía pedagógica y la historia de la pedagogía. Poseía además la len- gua inglesa como la suya propia. Padró era por último, un lector voraz y un bibliófilo comple- to. No abandonaba jamás el libro ni la revista y no salía de la Biblioteca, la suya particular era nutrida y escogida. Se había hecho ya un nombre en Cuba y en el extranjero. En- tre nosotros todos le admirábamos y respetábamos. Sus opinio- nes y juicios tenían autoridad grande, considerándosele como el continuador del ilustre Aguayo; y fuera de Cuba sostenía amis- tosa y científica correspondencia con profesores tan eminentes como Smith, Dolee y Gonzallo y especialmente con el eminente pedagogo argentino Víctor Mercante. Muy joven, era un moderno imbuído de la escuela positiva y de las tendencias experimentales de la pedagogía moderna, al estilo de Binet, Meumann y Stanley Hall; pero sin romper defini- tivamente con el pasado, con las orientaciones preconizadas por Froebel y Herbart. Sin dejar de reconocer la cultura pedagógi- ca del ilustre cubano Dr. Manuel Valdés Rodríguez, admiraba y aceptaba la de su sabio maestro el Dr. Alfredo Aguayo, gloria de la moderna pedagogía cubana. Mucho más, señores y señoras, pudiera deciros sobre mi ama- do discípulo, pero un elogio no debe ser sino una rápida exposi- ción del desaparecido, en el que si la ciencia.no debe faltar, debe predominar el sentimiento. Para otros más capacitados que yo, y para otro lugar quede la crítica severa e implacable, yo en este momento no puedo sino humedecer la pluma en flores disueltas en lágrimas; tal he deseado que fuera mi trabajo, como él se lo merecía y yo le quería. Como síntesis de todo lo expuesto ,su querido maestro, nues- tro ilustre Aguayo, con verdadero cariño ha unido su voz a la mía y en los párrafos que siguen, breves pero precisos, condensa su opinión sobre nuestro querido desaparecido. Dice así: ““Por lo robusto y bien equilibrado de sus facultades, Padró constituía una naturaleza excepcional. A una inteligencia serena y penetrante unía una visión neta y clara de la realidad, y así se hallaba siempre igualmente distante de la novelería y del apego excesivo a la tradición, que son el Seylla y Caribdis de los peda- 20205. ““Leía mucho y como asimilaba fácilmente, loeró adquirir en paidología y sus aplicaciones, vastos conocimientos, de que eran e G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 253 reflejo sus lecciones en cátedra, siempre muy doctas y eruditas. ““Desde sus primeros pasos en el magisterio se aplicó con en- tusiasmo a la escuela experimental, de cuyos adelantos se infor- maba cuidadosamente. Los mejores trabajos de su pluma, v. gr., los dedicados a la atención (Revista de la Facultad de Letras y Ciencias), y a la Ortofonía (Revista de Educación), están inspi- rados en los nuevos métodos de investigación pedagógica. Y, no obstante sus convicciones arraigadas, Padró miraba respetuosa- mente a la pedagogía clásica, entendiendo que la parte mejor y fundamental de la escuela antigua sería confirmada por los estu- dios de la paidotecnia. ““Estas disposiciones y talentos tuvieron el esplendor y tam- bién la rapidez de un meteoro. Padró fué una aspiración muy no- ble que no pudo realizarse, aleo así eomo un árbol muy hermoso herido por el rayo cuando iba a dar las mejores cosechas de sus frutos. Sus gustos y sus convicciones le llevaban poco a poco a la investigación científica, a la producción original, donde sin duda le aguardaban los triunfos más legítimos. No tuvo tiempo de cumplir su misión, lo trágico de su destino se halla no en su muerte prematura, desgracia común a tantos otros que desapare- cen en plena juventud, sino en que, semejante al andarín de una leyenda antigua, se desplomó cuando estaba a un solo paso de la meta.?” Ya en su cátedra de metodología, el porvenir era suyo como era dueño ya de su presente. En su nuevo y sólido sitial mucho tenía que hacer y a ello se dedicó con sus bríos, con sus entusias- mos de siempre. Su juventud y su aspecto saludable, que augura- ban larga vida, le permitían soñar con grandes empresas. Para nosotros, sus amigos y admiradores, Luis Padró era el continua- dor del sabio pedagogo cubano, su maestro, el Dr. Alfredo Agua- yo. ¡Cuán lejos estábamos de pensar que aquella suerte que tan decididamente le había ayudado lo abandonara tan pronto, y que aquella gloria cubana que ya se esbozaba, habría de deshacerse muy pronto en la nada de las cosas! Cómo recordamos en estos momentos los admirables y sentidos versos de poetas tan ilustres como Jorge Manrique y D. Iñigo López de Mendoza, cuando en las célebres Coplas de aquel y en el Doctrinal de Privados de éste, exclamaron llenos de dolor y de tristeza por la inconstancia y debilidad de las grandezas humanas : 254 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Dice Manrique: ¡Y pues vemos lo presente Cómo en un punto es ido Y acabado, Si juzgamos sabiamente, Daremos lo no venido Por pasado. No se engañe nadie, no, Pensando que ha de durar lo que espera. Mas que duró lo que vió, Porque todo ha de pasar Por tal manera. Nuestras vidas son los ríos Que van a dar en la mar Que es el morir: AMí van los señoríos derechos, a se acabar Y consumir; AMí los ríos caudales, AMí los otros medianos Y más chicos; Allegados son iguales Los que viven por sus manos Y los ricos. Ved de cuan poco valor Son las cosas tras que andamos Y corremos; Que en este mundo traidor Aun primero que muramos Las perdemos. D”ellas deshace la edad, D'ellas cosas desastrosas Que acaecen D”ellas por su calidad, En los más altos estados Desfallecen. Y el Marqués de Santillana: Vi thesoros ayuntados Por grand daño de su dueño Asy como sombra o sueño Son nuestros dias contados. E si fueron prorrogados Por sus lágrimas a algunos Destos non vemos ningunos, Por nuestros negros peccados. G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. 255 Abrit, abrit vuestros ojos: Gentíos, mirat a mi: Quanto vistes, quanto vi Fantasmas fueron e antojos. Con trabajos, con enojos Usurpé tal señoría : Que si fue non era mía, Mas endevidos despojos. Casa a casa guay de mi... E campo a campo allegué Cosa agena non dexé; Tanto quise quanto vi. Agora pues, vet aquí Quanto valen mis riquezas Tierras, villas fortalezas, Tras quien mi tiempo perdí. O fanbre de oro rabiosa... ¿Quáles son los corazones Humanos que tú perdones En esta vida engañosa? Magúer farta, querellosa Eres en todos estados, Non menos a los passados Que a los presente dapñosa. Así fué sin embargo: realizado uno de los dos sueños de su vida corrió tras el otro, como la matizada y brillante mariposa en ua mañana de luz. Asegurada su posición económica, Padró soñó en realizar su unión con la mujer de sus amores, con aquella que sólo había amado y con quien únicamente había compartido el in- tenso amor que por su santa madre sentía como un culto. Lleno de encantos, de ilusiones y de ensueños se entregó de lleno al amor de aquella mujer que en las horas y en los días de tinieblas, de tristezas y de abatimientos, había sabido darle luz, alegría y fortaleza. Fué más que nunca, el enamorado ideal, el Salisio de Garcilaso, el dulce y fiel amante que nos pintaba nuestro melan- cólico Milanés en sus sentidos versos: Y cuando el alma burlada Dijo con honda amargura Al amor, tu eres locura, Y a la ilusión, tu eres nada; Llegaste tu mi adorada, 256 G. Domínguez: Elogio del Dr. Luis Padró. Y cerrando al fin mi herida Te dije, dando salida Al desengaño pasado: Tu eres mi amor ignorado, Tu eres mi ilusión perdida. Himeneo colmó su felicidad. Nunca he visto un novio más fe- liz, verdad es que pocos han amado tanto. Se casó en 1915, y en un abrazo intenso se confundieron los tres grandes y únicos amores de su joven corazón: su madre, su esposa, la ciencia. Y aun fué más feliz, fruto de su matrimonio fué un angel que llenó de en- canto el nuevo hogar. De pronto la Fortuna veleidosa, abrió sus alas, se lanzó al es- pacio, y allí en la casita de la calle de Milagros, dejó abandonado al que hasta entonces había sido su niño mimado. Rápida como la gloria y el amor, vino la muerte impía, traicionera e injusta co- mo nos la pinta Fray Luis de Granada en frases inmortales; su guadaña tronchó aquella vida joven y útil, tierna y amorosa. Una violenta enfermedad, la misma que nos arrebatara al ilustre La- nuza, llevó a Padró a la nada, al no ser; y un poco más tarde su hija, el sonrosado querubín, el inocente y puro fruto de aquel idílico amor, voló en pos de su padre, para llevarle a las regio- nes ignotas la amada caricia, el indescriptible beso, la alegría in- En la noche del 3 de Julio de 1917 murió Padró. Sus compa- ñeros y amigos, en hombros, lo condujimos hasta el panteón de la Universidad y colocado entre flores, allí descansa por toda la eternidad. Allí sobre su tumba, todos lloramos ante la magnitud de la desgracia; todos lloramos aquel discípulo, aquel compañero, aquel amigo arrebatado en flor a la ciencia y al amor. por el hu- racán de la vida. De todo aquello que fué una rápida y esplenden- te existencia y un idilio fugaz; sólo quedaba una cátedra desier- ta, un hogar roto, una madre sollozante, una viuda infeliz y una cuna vacía. ELOGIO FUNEBRE DEL DR. JOSE A. GONZALEZ LANUZA (1) POR EL DR, RICARDO DOLZ Y ARANGO, Catedrático titular de Derecho Procesal. Honorable señor Presidente de la República, señor Rector, compa- ñeros y discípulos, señoras y señores: El día 10 de Julio del año 1890 levaba anclas en la rada de la Habana el vapor trasatlántico “Ciudad de Cádiz”” con rumbo a Puerto Rico, llevando a su bordo una comisión de catedráticos de la Universidad de la Habana. Puerto Rico, dada la estrechez con que la Metrópoli atendía la instrueción pública, carecía de Univer- sidad; y los que allí se dedicaban a esta clase de estudios tenían que matricularse y examinarse en la Universidad de la Habana. Pero era ya tanto el número de portorriqueños que se dedicaban a estudios universitarios, que se dispuso que una comisión de ca- tedráticos de la Universidad de la Habana se trasladara a la isla hermana a recibir examen a quienes lo solicitaran. Acababan de e ser nombrados catedráticos supernumerarios provisionales sin sueldo y sin que sirviera de precedente, por decreto del señor Go- bernador General, de 6 de Marzo del propio año de 1890, los Dres. Domingo Méndez Capote, José Antonio González Lanuza y el que habla. A los viejos maestros de la Facultad de Derecho no les agradaba mucho aquella excursión que a nosotros nos encantaba. No pudo ir el Dr. Domingo Méndez Capote que ya, desde entonces, tenía ocupaciones profesionales; a duras penas se consiguió que fuera el viejo maestro de la Facultad Dr. Francisco Campos y Ri- verol, catedrático de derecho administrativo; y Lanuza y yo, que eozábamos entonces, sin darnos cuenta, de la delicia de no tener 1 Pronunciado en la Universidad el 27 de Junio de 1917, 258 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. ocupaciones apremiantes, nos brindamos a integrar la representa- ción de la Facultad de Derecho. ¡Qué orondos íbamos con nues- tros cargos de catedráticos supernumerarios provisionales sin suel- do y sin cue sirviera de precedente que era algo así como habernos colocado en la puerta, no dentro del claustro de la Universidad ! Pero así se empieza, y ya íbamos ganando diez pesos plata española de dietas. Al contemplar aquel día, desde la borda del “Ciudad de Cá- diz””, el horizonte del mar, me figuro que la imaginación de Lanuza y la mía contemplaban a la par el horizonte de nuestro futuro per- sonal. Todo nos parecía color de rosa. Si pudiera expresar ante vosotros, de una manera gráfica, por la conversación que aquel día sostuvimos, cuál era el concepto que entonces teníamos de la vida Lanuza y yo, os diría que ella se nos presentaba como un campo “¡eno de fertilidad, de exuberante vegetación, pródigo en frutos, rico en matices, sembrado aquí y allá de gardenias, azucenas y amapolas, carpo en el que como dice Alfredo de Musset en su Confesión de un hijo del Siglo “no había una espiga más alta ““Qque otra en la cosecha humana, sino únicamente lirios de los va- ““lles y margaritas en medio de los trigos dorados. ”” Desde ese viaje quedé unido íntimamente a ese amigo del alma, amistad que los acontecimientos se empeñaron en hacer más estre- cha cada vez, pues él comenzaba su lección en la cátedra de dere- cho penal a la hora en que terminaba la mía de derecho procesal y todos los días cambiábamos un cuarto de hora casi obligatorio de conversación sobre los hechos cuotidianos más salientes; y yo formaba parte en época de exámenes del tribunal de su asignatura y él la formaba de la mía; amistad, pues, que esos y otros aconte- cimientos fueron haciendo más íntima y tan intensa que ante su desaparición no he logrado todavía, lo que debe procurar todo es- píritu fuerte, sobreponer mi voluntad a mi dolor. Veintiocho años han pasado desde aquella fecha y ese tiempo en- traña tal cantidad de esfuerzos, de luchas, de fatigas y de desenga- ños que, hecho un balance a la fecha desde aquellos días risueños, no sé quién tendría más derecho a sentirse desventurado, si él que ya descansa tranquilo en el seno de la muerte. donde como dijo Charron “lo que está debajo de ella oculto es muy hermoso””, o yo que, tras los embates de la vida, tras las luchas interminables de la existencia, tengo todavía que cargar sobre mis hombros con el peso doloroso de hacer su panegírico. Ricardo Dolz: Elogio del Dr. José A. González Lamuza. 259 PLAN DEL PANEGÍRICO Rindámosle homenaje, siguiendo en algo sus métodos. El acos- tumbraba exordiar sus discursos explicando por qué hablaba y el plan o raétodo que se proponía seguir en los mismos, y ya que no tengo que explicar por qué hablo, porque lo hago en estricto cum- plimiento de un mandato del claustro, quiero decir que he medita- do bastante acerca de la extensión y de los límites que debiera tener este elogio fúnebre. En el primer momento me pareció que dedicado por el claustro de la Universidad debía ceñirme a examinar al Dr. José Antonio González Lanuza e nsu carácter de profesor, pero bien pronto re- chacé esa idea. Hubo un día en que la Universidad fué avara de su gloria y egoísta de su nombre. Constituída esta Universidad por un centro de cubanos intelectuales, que el honor obliga a declarar que España, salvo en los últimos tiempos, lo respetó bastante, carecíamos de nexo con el mundo exterior, ni oficial ni político. Eramos algo así como un ideal de perfeccionamiento cubano, que se refugiaba en el único lugar en que lo dejaba sin su coparticipación el elemento español. Cualquier triunfo obtenido fuera de este cuerpo docente, parecía un triunto extraño, ajeno a esta casa; pero hoy, estableci- da la República y la vida independiente, hay tal nexo entre la Uni- versidad y la política del país, entre la Universidad y el pueblo en- tero de Cuba, que sería imposible dejar de considerar los triunfos obtenidos por los miembros de este claustro, en cualesquiera de esas otras esferas, como triunfos propio sde esta casa. Sería demasiado egoísta, habría sido demasiado avaro, ver en Lanuza únicamente lo que tuvo como profesor, y silenciar y ocultar todas aquellas otras cosas en que él floreció tanto y tan gallardamente fuera de esta casa. Esta consideración me hizo caer en el extremo opuesto. Entendí entonces que debía tratar toda la obra de Lanuza, y empecé a reco- pilar datos y en breve encontré un mundo de papeles sobre mi mesa de trabajo. Me encontré su Programa de 1891, obra que ella sola exigiría para explicarla varias conferencias; obra que después de un cuarto de siglo de existencia, alguien ha dicho de ella, acertadí- simamente, que sólo necesitaría, para estar completa en la actuali- dad, de aleunas lecciones de Bernardino Alimena. Me encontré con su brillante monografía La Ley de Lynch en los Estados Umdos, 280 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. en la que describe los sucesos acaecidos en la ciudad de New Or- leans el año de 1891, obra muy superior a las análogas de Arturo Desjardins, Pedro Nocito y Augusto Pierantoni; obra de combate, que movió en el país las plumas autorizadas de José Silverio Jo- rrín, Manuel Froilán Cuervo y la mía modesta, que movió en el ex- tranjero, en España, la pluma de Pedro Dorado Montero, y en Ita- lia las consagradas de Ferri y de Sighele. Me encontré con el pro- yecto de Código Penal, en que él tomó principalísima parte y al cual seguramente no llevó la consagración de sus doctrinas, porque sabía que el país no estaba preparado para recibirlas. Me encontré con sus conferencias respecto a ese proyecto de Código Penal; me encontré con una infinidad de trabajos jurídicos sobre la “cosa juz- gada””, sobre la ““presunción de dolo””, sobre ““problemas constitu- cionales””, etc. Me encontré con las Ordenes Militares de que fué autor durante su paso por la Secretaría de Justicra y de Instruce- ción Pública. Me encontré con su intervención en los debates sobre el sufragio universal. Me encontré con doscientos treinta y siete dis- cursos prounciados en la Cámara de Representantes, con quince Proyectos de Leyes, con veintinueve enmiendas substanciales, con un millón de artículos en periódicos y revistas, y con su obra literaria —(e que después me ocuparé—y comprendí que no podía tratar to- do ese material en este discurso, aunque me decidiera a abusar de vuestra benevolencia en la cantidad que me creo con derecho a ella. “Un libro—ha dicho su amigo inseparable Dr. Pablo Desvernine en ““su artículo In Memoriam—es lo que necesitaría para abarcar esos ““múltiples aspectos de su envidiable personalidad.”” Y deseché tam- bién esa idea. Entiendo, en consecuencia, que o estamos aquí reunidos para un acto de análisis ni de crítica; que estamos aquí reunidos para un fervoroso acto de sentimiento, y me propongo tras un bosquejo, menos que un bosquejo, tras aleunas pinceladas sobre los variados caracteres de su espíritu, procurar destacar ante vosotros, como yo las juzeo, su personalidad y su vida, para que vosotros rindáis a su alta figura moral todo el doloroso recuerdo de vuestros corazones. Bien entendido que, si a pesar de todos los adelantos, de todos los perfeccionamientos y de las exactitudes casi matemáticas del arte pictórico, su físico dista mucho de ser ese que aparece en su retrato, la fieura moral que yo, con los recursos menos precisos de la pala- bra, he de evocar ante vuestro recuerdo, no ha de ser más que un pálido diseño de su inmensa, de su enorme personalidad. Ricardo Dolz: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 261 NACIMIENTO DE LANUZA Nació Lanuza el día 17 de Julio del año 1865, en una casa mo- destísima de la calle de las Virtudes, marcada econ el número 39, siendo su padre D. Antonio González, natural de Rivadeo, y su ma- dre D* María Josefa Lanuza, natural de Artemisa; y nació enfer- mo, débil físicamente, con una imperfección en las piernas, que le obligó a usar hasta muy entrado en edad un aparato ortopédico. Y aquella criatura débil, endeble, vino a la vida en una época de per- secución para los cubanos, porque puede decirse que vino al mundo con la primera de los revoluciones redentoras. ¡Qué distinto a los que nacen hoy en la patria redimida y encuentran al espigar abierto el camino para todos los puestos, vía libre para todas las aptitudes, sendero despejado para todos los provechos! Y aquella criatura dé- bil, enfermiza, en un medio ambiente hostil, se fué abriendo paso por su sólo esfuerzo, en juicio contradictorio, sin el apoyo, sin la ayuda, sin la influencia, sin la recomendación de nadie. ¡Increíble parece que en un tiempo relativamente corto llevara a disfrutar del alto respeto y de la elevada consideración que le dispensaron sus conciudadanos! Hay un rasgo en su vida que pone de relieve los sufrimientos que pasó: cuando las posiciones a la cátedra de derecho penal, se le quiso hacer desistir areumentándole que su único coopositor, el Dr. Novo, era un hombre muy pobre, y Lanuza contestó: “Ni en ““ese terreno tampoco tengo miedo a mi adversario. Yo he presen- ““tado un expediente documental en el que constan mis merecimien- “tos; me propongo demostrar en los ejercicios mi suficiencia; pero “si me hubiera exigido que justificase mi pobreza, habría presenta- ““do un brillante expediente en el que constaría que he sabido sopor- ““tar con estoicismo y resienación las mayores estrecheces económi- ““cas de la vida.”” Porque debéis saber, señoras y señores, que este grande hombre a quien esta solemnidad va dedicada, pasó muchos días de su vida sin tener ni lo más indispensable para su sustento personal. En ese cuadro, abrió las alas y emprendió su vuelo el genio de José Antonio González Lanuza. 262 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. LANUZA ESTUDIANTE Ingresó en esta Universidad en el curso de 1880 a 1881, y trajo como carta de entrada su título de bachiller en artes, naturalmen- te con la nota de sobresaliente; para él no se escribió nunca en nin- gún Instituto, ni en ninguna edad, otra calificación. Cursó en esta Universidad diez y siete asignaturas y obtuvo quince premios ordina- rios y premio extraordinario del grado de licenciado, y premio ex- traordinario del grado de doctor. Abisma, señoras y señores, este ex- pediente en una época en que no se prodigaban los premios, en una época en que no había declaratoria de alumnos eminentes, ni becas, ni viajes pensionados, en que no había más que la matrícula de ho- nor, que para él significaba un gran alivio económico; y bueno, mo- desto, complaciente con sus compañeros, respetuoso con sus maes- tros, sin un día de alboroto ni de jolgorio, ¡qué digo!, ni de una hora de expansión alegre, coneretado a sus estudios, sin vanidad, sin orgullo, sin aire de superioridad, indudablemente llegó a ser el pri- mer estudiante de la época. Si pudiéramos tener aquí a Leonardo Bistolfi, el escultor con- temporáneo del símbolo y del ensueño, el cincelador de la idea, y le pidiésemos que dejase perpetuado en mármol el símbolo impeca- ble del “Estudiante Modelo””, su buril glorioso no tendría nada que reprocharse si dejara trazada, esculpida y perpetuada la imagen del estudiante José Antonio González Lanuza. LANUZA ABOGADO A virtud de su título de licenciado en derecho obtenido el 14 de septiembre de 1885, aparece este nuevo aspecto de su vida, en el que llegó a ser una de las primeras fisuras de nuestro foro. Su portentoso informe en defensa de Florentino Villa no se olvidará jamás. Ahí, en esa causa, a virtud de un recurso establecido por una prueba denegada, logró que el Tribunal Supremo Español echara por tierra todo el proceso. No se olvidará tampoco su sóli- do y brillante informe en defensa de un querido compañero de este Claustro, al que sacó absuelto de los tribunales. La defensa política del Sr. Juan Gualberto Gómez tuvo extraordinaria reso- nancia, porque basado en los areumentos de Lanuza el Tribunal Supremo Español declaró lícita la propaganda pacífica del separa- tismo, prestando este gran servicio a su país; y pronto, en fin, lle- Ricardo Dolz: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 263 nó su bufete de pleitos civiles y criminales. Pero yo creo que en este orden de ideas fué algo más que un abogado profesional. Se entiende generalmente como un gran abogado aquel que lo- gra reunir una enorme cantidad de clientes, aquel que nutre su bu- bete con muchos importantes pleitos civiles y criminales, aquel que obtiene resonantes éxitos ante los tribunales, aquel que salva, con su atinada intervención, la hacienda, la vida, el honor de sus con- ciudadanos; pues todo eso, con ser muy grande en sí, no es todo el concepto de la abogacía. Ya lo dijo en forma lapidaria el Rey Sa- bio: ““En non tan solamente ha logar en los pleitos entre los de- *“*mandadores e los demandados; más aun entre todas las otras co- “sas que avienen entre los omes, quier se fagan por obra o se digan *““*por palabra.”” Ese es el concepto de la abogacía, no el ejercicio escueto ante los tribunales, no, sino más aún, afirmar la justicia entre los hombres en todas las cosas que hagan de obra o digan de palabra. Y esa fué la misión de Lanuza, más que defender pleitos ante los tribunales: dar la orientación de la justicia en todos los órdenes de la vida; y ya podéis fieuraros lo que eso significaría en relación con aquel centro poderoso de clientes en que su inmenso erédito profesional le obligaba a intervenir; y ese fué su primer y más principal servicio prestado al país, porque según el proemio del libro primero de la Partida tercera, la justicia “*es una de las cosas por que mejor y más ““enderezadamente se mantiene el mundo.”” Pero hay más aún. Cuando comenzamos la carrera de abogado —por lo menos en aquella época—el primer libro que abrimos es un libro que se titula Prolegómenos, del sabio maestro Pedro Gó-. mez de la Serna. Pedro Gómez de la Serna, en ese su libro inicial, da consejos a los jóvenes que se dedican a la carrera del derecho y les dice: ““No basta la ciencia, tanto más que ella son necesarios la **probidad el valor. A la justicia la presentaban en tiempos anti-- ““enos como una deidad, y sacerdotes de la justicia son todavía lla “*mados los abogados. Como sacerdotes, pues, dediquémosle un eul- ““to intenso y arraiguemos en nuestras almas la santa virtud de la “abnegación que se necesita para su ministerio. Hagámosnos su- ““periores a las sugestiones de la ambición y a los estímulos de la ““avaricia.?” Y parece que José Antonio González Lanuza, al entrar en el templo de Astrea, recoge aquel consejo del maestro, y dedica toda su vida a su más estricto y religioso cumplimiento. 264 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. LANUZA PROFESOR A virtud de las oposiciones de 1891, se presenta bajo esta im- portante fase: Lanuza maestro, Lanuza catedrático. Para poder fijar la importancia de este aspecto de su personalidad, necesito decir, aunque sea a grandes rasgos, cuál era entre nosotros el esta- do del derecho penal cuando apareció aquel joven pálido, débil, de voz suave, en la tribuna del paraninfo universitario. Claro es que no estábamos tan atrasados que careciésemos de un Código Penal positivo, ni que cual esciavos dependientes del poder dictatorial e ilimitado del Estado, hubiésemos podido entonces ser juzgados por procedimientos inquisitivos o provisionales y conde- nados por hechos no declarados delitos o declarados delitos después de su comisión, porque ya en aquella época se había realizado la re- volución francesa para destruir ese pasado en que el Estado lo era todo y levantar frente al Estado al individuo, mediante la glorio- sa declaración de los derechos del hombre. La revolución francesa que no fué francesa en sus consecuencias sino universal y que regó como un semillero sus principios por todo el orbe más o menos cei- vilizado, llegaba hasta nosotros, en orden al derecho penal, en el Código de 1870 que todavía, con aleunas modificaciones, rige: Có- digo que estaba, como los Códigos todavía vigentes en casi todos los países civilizados, inspirado por aquela gloriosa revolución. Pero ese era el estado jurídico penal de nosotros en 1891: el in- dividuo frente al Estado, y como consecuencia la igualdad más ab- soluta y estricta del delincuente frente a la ley penal. No había de- lincuentes, sino delitos. Todos los hombres iguales moralmente, co- mo afirma Juan Domingo Romaenosi. El delito naturalmente des- erito en todos sus detalles, en todas sus minucias por la ley; la pe- na señalada taxativamente, casi con precisión matemática, porque las elreunstancias modificativas de la responsabilidad dejan un margen muy escaso. Todo lo que sienificara arbitrio judicial, dife- renciación por las condiciones subjetivas del delincuente, todo eso rechazado como atentatorio a la libertad del individuo frente al abuso del Poder, como lesivo de la dienidad del hombre frente a la igualdad de la ley. Naturalmente, esos principios y esas doctri- nas constituyeron un sistema de derecho penal que Van Hamel ha calificado apropiadamente como sistema de “la responsabilidad por el resultado””, con completa abstracción, con entera independencia Ricardo Dol2: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 265 de las condiciones personales del delincuente. Ese era en 1891 el derecho penal en Cuba, el derecho penal ideal, el derecho penal perfecto. Verdad es que antes de las oposiciones de Lanua, en 1882, ya en Italia Lombroso, Ferri y Garófalo, esas tres gloriosas columnas de la Nova Scola, Sighele y otros se habían levantado a preconizar to- do lo contrario: ““No hay delitos sino delincuentes””, y que a la luz de la antropología, de la sociología, de la psicología, de las esta- dísticas criminales y de la psiquiatría, apartaron el ““delito”” y con aquel faro potente de luz trataban de ver al ““delincuente”” a fin de descubrir en él las condiciones de temibilidad como antes se decía, de peligrosidad como hoy se dice. Verdad es que aun antes de las oposiciones de Lanuza y aun fuera de Italia, en 1889, ya la Unión Internacional de Derecho Penal laboraba afanosa en ese horizonte, en ese arsenal nuevo e inmenso que habían abierto la ciencia y el genio de los penalistas italianos; pero digámoslo con sinceridad, que el reconocimiento de la ignorancia no es motivo de deshonor, esas noticias no habían llegado todavía a esta apartada Isla que se baña en el seno del Golfo Mejicano. Ni podían llegar tampoco, porque nosotros nos nutríamos de los manantiales metropolíticos de España, y España, que ha dado hom- bres ilustres en distintas manifestaciones de la intelectualidad hu- mana, sólo ha producido un penalista, Covarrubias, y Lanuza dijo en su artículo La presunción del dolo, que Covarrubias no había dejado sucesión. De manera, señoras y señores, que cuando aquel joven débil, de voz suave, de semblante pálido, apareció en la tribuna de las opo- siciones y divulgó las teorías de la Escuela Positiva, fué algo más que una demostración de suficiencia; fué, digámoslo honradamen- te, fué una verdadera revelación, y comenzó enseñando a sus com- pañeros antes que el tribunal lo autorizara para enseñar a sus dis- cípulos. Pero no basta, sin embargo, ser un sabio, ni un erudito para lle- gar a ser un gran profesor como lo fué él, dieno de que su nombre quede perpetuado en la Universidad. No basta saber, ni leer, ni ex- plicar para llegar a ser un gran profesor; para ello se necesita ade- más dejar discípulos; como no le basta a la mujer llevar en su co- razón un depósito profundo de dulznras maternales si no suelta de sus entrañas hijos en que ese amor se consagre. Y Lanuza dejó dis- cípulos. Convocadas oposiciones para cubrir su cátedra en 1918, en 266 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. este mismo año, se presentó un número de aspirantes extraordina- riamente crecido en relación con esa clase de aspiraciones; algunos no pudieron presentarse, pero concurrieron en número bastante erande, y aparte de las condiciones, aptitud e inclinaciones de ea- da uno, todos demostraron, antes que todo y por encima de todo, que eran discípulos de José Antonio González Lanuza. Yo he asisti- do, pues, dos veces a las oposiciones de la cátedra de derecho pe- nal. En la primera oí, como oyente, directa y personalmente, en 1891, al propio Dr. Lanuza; y en el año 1918 he oído como juez al mismo Dr. Lanuza por la voz directa de sus legítimos descendien- tes, de sus verdaderos y directos discípulos. Por eso entiendo que, entre todos los homenajes que se le han dispensado a su memoria, no hay ninguno más reluciente que esas oposiciones que, en mi con- cepto, tejieron una corona de flores inmarcesibles, que ha debido caer en el seno de la gloria, donde descansa, sobre la egregia cabeza del maestro. Mas, me falta una nota en este aspecto de profesor que tengo que dar para presentar ese su carácter de maestro con todo el vigor que él se merece. Para ser un gran profesor de esta Universidad, no basta tampoco ser un sabio ni un erudito, ni estricto cumplidor de los deberes reglamentarios; para ser un gran profesor de esta Universidad, se necesita amar entrañablemente esta Universidad, se necesita amarla con amores preferentes a todos los otros amores políticos y profesionales, porque sin amor a la Universidad no hay vocación por la enseñanza universitaria, y sin amor a la Universi- dad no hay cariño para estos estudiantes; y sin vocación por la en- señanza y sin cariño para los estudiantes, es frío, es árido, es malo, es podrido el fruto del profesor. Y Lanuza quería entrañablemente a la Universidad. Oigámosle en su discurso de apertura de la Aca- demia de la Facultad de Derecho, pronunciado el año de 1907; allí declara paladinamente que siente por esta casa un amor que tie- ne “raíces profundas””; después describe sus trabajos de catedrá- tico, y dice que ellos son como un “oasis?” de sus otros trabajos pro- fesionales y políticos; y, por último, en ese discurso para unir su nombre al nombre de la Universidad cita los versos pasionales de Leopardi: Meco sarei por morte a un tempo spento. ¡Sí, que se extinguiera en su recuerdo, por su muerte, el nom- bre de la Universidad; pero que el nombre del profesor Lanuza no se extinga, por su muerte, en el recuerdo de la Universidad ! Ricardo Dolz: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 267 LANUZA LITERATO También sobresalió nuestro llorado amigo en el campo de las le- tras. No es que crea que llegara a tener en ese aspecto propia y bien definida personalidad; no es que estime que sea posible indi- car si se encaminaba por el sendero de la producción o de la eríti- ca literaria; no es que estime que tomara puesto fijo y decidido en- tre las distintas manifestaciones de las letras, porque su constante actividad en otros órdenes de la vida le impedía desenvolverse en este importante ramo del saber humano; pero tengo para mí que poseía aptitudes e inclinaciones más que notables para florecer y sobresalir en el campo de la literatura, y en conversaciones priva- das que con él tuve, más de una vez hubo de manifestarme que ese era el terreno más abonado para sus aficiones. Por lo pronto tenía dos condiciones que estimo principalísimas en relación con su personalidad literaria: tenía una memoria ver- daderamente original y extraordinaria, que yo llamaría una me- moria especial, y que quisiera conocer íntimamente a los hombres ilustres de otros países para observar si la tenían como él; no es que leyera mucho y recordara lo que leía, no, es que la memoria casi siempre necesita de aleún recordatorio para sobresalir, y La- nuza, en medio de aquellos vastos y extraordinarios conocimientos que tenía, poseía una memoria tan intensa y tan privilegiada que todos sus conocimientos estaban siempre en la superficie, a flote, y así brotaba espontánea la cita, la idea, el nombre, el pasaje, el cuen- to, la fecha en el momento preciso y veloz en que era requerido. Y la otra condición que quería señalar era aquel donaire, aquella oracia exquisita, aquella fina ironía, aquella sutileza de ingenio con que bordaba primorosamente sus diseursos y sus escritos. Mezclad ahora estas dos condiciones y vuestro buen sentido, y vuestro buen eusto, os harán reconocer que le hubiera sido muy fácil sobresalir en el campo de las letras, como novelista o como erítico literario. A pesar de que sus ocupaciones le desviaban completamente de esas sus más caras aficiones, dejó aleunos trabajos de mérito. Su obra literaria sedesenvuelveentre su primer acto de este género, que fué un diseurso pronunciado en la Sociedad Gallega Aúres da Miña Terra, sobre el tema El Cid Campeador, y su último discurso sobre Psicología de Rocinante, pronunciado en la fiesta cervantina del Ateneo de la Habana, del que fué Presidente efectivo y Preside- 268 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. te de honor. Entre esos dos trabajos literarios, publicó en revistas o pronunció en conferencias en asociaciones, distintas producciones literarias, ora tratando sobre Ada Negri, Tolstoy, Heredia el gran sonetista, Juan Clemente Zenea, Pedro González Lorente, etc., ora escribiendo artículos tan sutiles e ingeniosos como Las Estatuas, El abanico de Castellanos, Un tipo eterno, algo olvidado y Desde el helado hasta el ardiente polo, crítica sublime de Rodríguez Rubí; y pronunció discursos de presentación de grandes oradores, como Altamira y como Mr. Bryan; y escribió sobre la guerra contestan- do a Guillermo Ferrero, y escribió sobre Manuel Gondra, un ex presidente de república hispano-americana.. De manera que, a pe- sar de su poco tiempo, no deja de presentar cierta cantidad de ma- terial en su obra literaria, y eso que por no estar coleccionados, se- guramente hay otros trabajos de él que no he podido recordar. No he querido dejar de señalarlo, brevemente, como hombre de letras porque me hubiera parecido injusto que la Universidad de- jara de verter al menos un alágrima sobre ese aspecto de su me- moria. LANUZA ORADOR Nadie me negará que Lanuza fué un gran orador. Yo entiendo que en este lado de su personalidad es donde más podemos conocer su persona, su carácter; no porque la oratoria fuera en él la cuali- dad descollante, sino porque la oratoria es, entre todas las manifes- taciones de la intelectualidad humana, la más apropiada para des- cubrir el carácter del autor; porque la oratoria es un arte muy per- sonal. Su palabra era flúida, mansa, suave como la corriente de un río, sin los ímpetus del oleaje ni de la tempestad, sin el vivo res- plandor de una luz refuleente; pero clara, serena, tranquila y dul- ce como una noche de luna. Su oratoria era la oratoria de los prin- cipios, de la lógica; no seducía por la figura retórica, no usaba la metáfora; aspiraba a convencer únicamente por la razón. Servi- dor, el más fiel y noble de la lógica, se descuidaba del efecto inme- diato, del provecho del momento, del fin transitorio y actual del medio y del ambiente y parecía que hablaba para la eternidad ; in- flexible ante su lógica, deslizado del momento, aislado del presente, un ideal del perfeceionamiento humano agitaba su palabra que, eo- mo la lógica, era también inflexible en sus tonos y en sus modula- clones. Ricardo Dolz: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 269 Hay un rasgo en su vida que pone de relieve el carácter de su persona en relación con el de su oratoria, que quiero señalar: La- nuza no era músico ni tenía preparación para ello y, sin embargo. tenía predilección por la música de Wagner, a quien prefería sobre todos los otros compositores. ¿Acaso porque la entendiera mejor? ¡No! Porque él sabía que la música de Wagner significaba el últi- io eslabón, el eslabón más progresivo en la armonía de los sonidos y, entonces, no ante la música de Wagner, no ante el concepto mu- sical de Wagner, sino ante el concepto intelectual de la música de Wagner, se sometía a la lógica de la superioridad, se sometía al principio del progreso y le rendía homenaje y pleitesía. Era tan amante de la lógica, que si hubiera vivido en cierta época en Francia estoy seguro que hubiera sido de aquellos que aplaudieron al famoso sastre que, rendido por las corrientes impe- rantes, anunciaba que cortaba sus chalecos conforme a los princi- pios de Juan Jacobo Rousseau. Pero para producir esa suerte, para sobresalir en esas condicio- nes en el campo de la oratoria, para sobresalir en este campo sin el auxilio de la imaginación, se necesita, ¡ah!, señores, se necesita de algo más que de una vasta cultura, se necesita de una palanca poderosa: una inteligencia potencial, de fuerza incomparable. Por- que en la tribuna se puede disimular la falta de inteligencia con la imaginación; pero para producir como él producía, sin el auxi- lio de las imaginación, ¡ah !, entonces hay que producir al peso só- lo y escueto de la inteligencia. El amor a los principios, pues, el rendido y constante homenaje a la lógica y el resultado de una inteligencia poderosa, esos fueron los caracteres de su persona puestos de relieve en su oratoria. Te- nía lo que Spencer llama ““cerebración””, es decir, nada imagina- tivo, nada falso, nada ficticio, nada de oropel, sino todo producto neto, bueno, cierto, sólido, puro, de un cerebro prepotente. LANUZA POLÍTICO No es posible dejar de examinar a Lanuza como político. No floreció en aquella eloriosa jornada que se extiende desde la Paz del Zanjón hasta la concesión, ya tardía y deprimente, de las Cá- maras Insulares. Su primer movimiento político fué sumarse con decisión y energía a la Revolución de 1895; fué, pues, el patriotis- mo más puro y más intenso el que lo impulsó en ese terreno. 270 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. ¿Pero fué Lanuza un político? Difícil es contestar entre nos- otros a esta pregunta. Para ello tendríamos primero que ponernos de acuerdo en lo que son los políticos. Por regla general, se entien. de que son políticos únicamente los que pertenecen a los partidos políticos, los que forman parte de sus asambleas, los que hablan en esos mítines públicos, los que piden puestos electivos al sufragio univeral. ¡Ah! no, son también políticos los que ejercen consciente- mente la majestad del voto, los gobernantes que administran ho- nestamente los intereses públicos, los grandes mentores de sus con- temporáneos y todos los ciudadanos, cualquiera que sea el puesto que el destino les depare, públicos o privados, que contribuyan des- de ellos a la prosperidad y al engrandecimiento de la patria. Des- pués de todo, los políticos llamados militantes no son más que los representantes tácitos de esos otros políticos, los que llevan a la arena del combate, con las impurezas de la realidad, la defensa de los ideales que los políticos no militantes sostienen puros natural- mente, porque lo sostienen en la serena tranquilidad de su hogar, de su comercio, de su hacienda o de su gabinete. ¡Tengamos algu- na piedad para los políticos militantes! Pero ya planteado de esta suerte el problema, Lanuza no fué un político militante. No llevemos la insinceridad, que mancharía este elogio de parcialidad, atribuyéndole hasta las escasas condiciones de que careciera. Sin admitir, como en el artículo In Memoriam afirma nuestro querido compañero el Dr. Desvernine, que “la polí- ““tica exige asociación a todas las pequeñeces y a todas las ambi- ““ciones vulgares””; sin creer, como el insigne argentino Manuel Ugsarte, en su obra Enfermedades Sociales, que ““en tiempo de con- ““mociones políticas todas se levantan las calzas y entran, porqu2 ““es tan grande la cosecha de intrigas que faltan brazos para la re- “colección””; sin pensar como el ilustre Presidente de los Estados Unidos Mr. Woodrow Wilson, en su obra El Gobierno Congresio- nal, que “los mares de la política no son de fondo y que para na- ““vegar en ellos se necesitan barcos de poco calado””; sin participar de ninguna de esas opiniones, creyendo exageradas esas ideas, no obstante la respetabilidad de sus autores, no dejo de reconocer que a veces la necesidad de evitar un mal inminente o de obtener un bien transitorio obligan en la política militante a desviarse de la lóvica y hasta imponen la necesidad de bordear la justicia absolu- ta, en pos de una justicia cireunstancial y pasajera; y a esos aco- Ricardo Dolz2: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 271 modamientos no se habría plegado jamás. yo lo juro, el alma de Lanuza. Para hablar de Lanuza, como político, hay que recordar las fra- ses que se pronunciaron en la inauguración de la estatua de Fran- cois Arago en Francia, y parodiándolas decir: ““la Revolución lo ““hizo Delegado a la Asamblea de Santa Cruz del Sur, la Interven- ““ción lo hizo Secretario del Despacho, la República lo hizo Repre- ““sentante y Presidente de la Cámara, la Asamblea política lo hizo “segundo jefe de un partido, y en todas partes, en el Gobierno y ““en la Cámara, desenvolvió siempre los principios y fué fiel a los ““ideales republicanos y democráticos; pero no esperéis de él que ““descendiera a las luchas diarias de los partidos. 11 plane au-dessus ““des miséres quotidiennes.?? LANUZA COMO HOMBRE No quedaría completo su elogio si al lado de su brillante perso- nalidad no dijéramos algo de su persona; porque de él puede decir- se como dijo de Pasteur su ilustre panegirista: ““aquel inquebranta- ““ble mantenimiento de esa existencia de sabio recibía de Pasteur, ““de su carácter, de su virtud, de su modestia y de su bondad un “swrcroít de noblesse ét de beauté.?” Lanuza parecía impasible. ¿Sería que le faltara sentimiento? A los que tal pensaran yo los llevaría, siquiera con la imaginación, a aquella tarde desventurada y tormentosa en que, desde la cubierta del vapor que lo llevaba a la deportación, se despedía de mí y ver- tía abundantes lágrimas, que yo supuse que debían ser muy amar- gas porque eran de despedida de su familia y de su tierra. A los que tal pensaran les enseñaría una carta que me escribió desde Ceuta, en la que diciéndome que, habiendo dejado a su mujer en- cinta, había tenido un niño y les enseñaría las frases de acendrado sentimiento, en que describía la desesperación y el dolor de un pa- dre que no había conocido y que no podía conocer a su hijo. No!, tenía sentimientos, pero, sin embargo, parecía imperturbable, por- que le dominaban la lóvica y el cumplimiento del deber. Vedle es- eribiendo. Por muchas que fuesen las cuartillas que escribiese de su puño y letra, la última salía con la misma medida, con la misma letra, con los mismos caracteres. Oieámosle examinar: por muchos que fuesen los alumnos que examinara, el último que le tocaba e” turno era examinado en el mismo tiempo, saliendo de sus labios las 272 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. palabras en el propio tono y en igual medida. ¿Quién era ese hom- bre, que no sintió de niño el halago de la diversión, que no sintió de joven los llamamientos del placer, que no sintió en la edad ma. dura las excitaciones de la fatiga, ni del cansancio, ni del tiempo, ni de la premura? Si todos los hombres fueran como José Antonio González Lanuza habría que cambiar los cánones fundamentales bajo los cuales se desenvuelve la madeja de la vida. Fué de niño la personificación del deber; fué de hombre un cronómetro en su fun- cionamiento intelectual. Tenía una conversación encantadora. De él puede decirse lo que se dijo en los funerales de Charles Gounod : ““Causeur maravilloso, ““pasaba con extraordinaria facilidad de la sutileza a la elocuencia, “*de lo cómico a lo grave, de la bohemia al misticismo, y en ese cam- *“*po del arte sutil y difícil de la conversación, tan descuidada hoy ““en día, acaso sea donde mejor se complete su personalidad tan ““francesa.?” Y era, por último, en este aspecto como hombre, extraordina- riamente virtuoso. Yo lo sé bien porque jóvenes viajamos juntos y vivimos juntos y nos alojábamos juntos y paseábamos juntos, y en aquella edad y en aquella época nos vaciábamos recíprocamente nuestro pasado; y lo puedo asegurar, el pasado de Lanuza carece de eso que puede llamarse “poesía amorosa de la juventud.”” Er- nest Tissot publicó en el año de 1907 un artículo de revista titulado Como piensan los estudiantes, que bien pudiera entenderse como piensan todos los jóvenes; y pone en labios de los estudiantes estas palabras: “He creído que me era permitido muchas veces robar “aquí o allá un beso lleno de sabor, yen tanto que mis labios gozaban “*con los besos que me daban ellas, mi corazón, todo mi corazón, *““pensaba que había otra a quien yo hubiera besado con mucha ma- ““yor voluntad; os diré, sin embargo, si lo queréis, los nombres d: ““las complacientes que me besaron; pero no me pidáis que os diga ““el nombre de la que es dueña absoluta de mi corazón.”” Y Lanuza no podía decir sino todo lo contrario de eso, porque él no tenía nom- bres que revelar de complacientes que lo besaran, porque él sólo be- só a la que fué su diena compañera, única y absoluta dueña de su corazón D* María del Carmen Alamilla, con quien casó el 24 de Enero de 1894, y después de sufrir el dolor inmenso de perder tres hijos, dejó cuatro a su muerte: un varón, de su nombre, y tres ni- ñas, Dulce María, María Elena y Alicia. Por eso, ese retrato que ahora estamos contemplando, pudiéra- Ricardo Dolz2: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 273 mos presentarlo como una obra clásica de Juan Bautista Greuze, el pintor de la Virtud y del Recato. LANUZA SUPERHOMBRE Habrá podido pensarse que desenvueltas las variadas persona- lidades del Dr. José Antonio González Lanuza, he llegado a desta- car bien lo que significaron su personalidad y su vida, y no es así realmente: hay que fijar más su personalidad. En cualquiera de las esferas en que él sobresalía, se puede llegar, como él llegó, a ser un erande hombre, ya como abogado, ya como profesor, ya como ora- dor, ya como político, ya como ciudadano virtuoso; pero si la lógi- ea tiene, como yo pienso, las exactitudes de las matemáticas, quien presente conjuntamente, en el mismo tiempo, todas esas relucientes facultades, sumándose los distintos factores que producen un gran- de hombre, tiene que obtenerse un producto mayor a un grande hombre, tiene que obtenerse un superhombre. Eso fué Lanuza: un superhombre. Por eso hay estudiantes hoy tan buenos como él; son contempo- ráneos de nuestros abogados tan ilustres como él; podrá ser susti- tuído en su cátedra de derecho penal, ¡qué digo! está ya sustituí- do brillantemente por el joven profesor Dr. Enrique Lavedán; no se ha llevado a la tumba el cetro de la oratoria cubana; no nos ha dejado huérfanos de políticos de su elevación y de sus dotes; y por seguro que no será el único cubano virtuoso; pero a quien presente conjuntamente y a la par ¿odas esas cualidades ¡ah! a ese no le ve- réis aparecer acaso en muchos años, que es condición de los super- hombres marcar solución de continuidad en el cultivo de la especie humana. ¿Y qué misión traen al mundo estos hombres extraordinarios, despegados del conjunto, que marcan un desnivel intelectual con sus contemporáneos y que nacen de tarde en tarde en uno u otro pedazo de tierra? No la conocemos. Se dice, generalmente, hablándo- se de la astronomía, que el hombre no puede penetrar los inexeru- tables misterios del mundo sideral; y yo digo que el hombre puede mucho menos, porque tampoco puede penetrar los inexerutables misterios de esta humanidad eterna, de este conjunto de hombres perenne que parece marchar incansable a una finalidad que desco- nocemos. La biología, la sociología, la psicología, la antropología, son ciencias que no arrojan luz en este problema, porque son estu- 274 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. dios individuales o de grupos; pero no se refieren a esta masa com- pacta de la humanidad, que parece dispuesta a marchar, frente a todos los obstáculos, a una finalidad desconocida. Y en medio de este desconocimiento que tenemos de la humani- dad que nos rodea y de la humanidad a que pertenecemos, nos es dable descubrir, a veces, la misión que algunos hombres traen sobre la tierra, pero nos quedamos ignorando otras. No es dable, por ejemplo, descubrir algunos hombres, grandes ejecutivos, que pare- cen traer una noble y elevada misión a la tierra, como Jorge Wash- ington, Simón Bolívar, José Martí, fundadores de pueblos, apósto- les de la libertad. Descubrimos la misión de otros hombres que parece que traen a esta tierra el encargo de realizar un ideal inte- lectual determinado y concreto, como Rafael María de Labra, re- cientemente fallecido, que luchó por la unión, en la justicia y en el derecho, de España con sus colonias, y cuando las colonias se van emancipando sigue, como obstinado por aquel ideal intelectual, lu- chando por la unión espiritual ibero-americana. Pero Lanuza no fué ni un gran ejecutivo ni un tenaz perseguidor de un ideal espi- ritual o romántico. ¿Qué fué Lanuza? Necesitamos para explicárnoslo volver a la astronomía, esa ciencia que eleva los espíritus. Mr. Raymond Poincaré, el ilustre Presidente de la República Francesa, pronunció en 1895 un discur- so ante la Sociedad Astronómica de Francia, en el que decía: ““Cuando contemplamos desde esta partícula de la Tierra, con los ““modernos aparatos, el infinito, y observamos detrás de unos astros ““otros astros, y un espacio que sucede a otros espacios, pedazos de ““otros universos que se desenvuelven en una extensión sin límites. “formamos de nuestro pobre planeta una idea bien humilde; nos ““parece como un islote en medio de un mar sin límites, y traemos de ““ese viaje por lo desconocido la vaga inquietud de que somos un “Mmáufrago o un abandonado; pero si observamos que toda esa vas- ““ta inamovilidad aparente, es en el fondo un movimiento univer- ““sal, y que nosotros mismos obedecemos a las leyes que todos obe- ““decen, comprendemos que, en esa armonía general, nosotros so- ““mos también una nota necesaria, que somos un punto de los que “forman el conjunto, que estamos unidos a los millones de soles le- ““Janos por el parentesco de la composición, y entonces sentimos “latir en ellos la misma vida que la nuestra y, de la soledad en que “nos creíamos sumergidos, nos elevamos al bien puro sentimiento de una larga y misteriosa laboriosidad. ”” Ricardo Dolz2: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 275 ¡Ah!, los hombres como Lanuza no pueden estudiarse aislada- mente, porque entonces resultan despegados del conjunto, entonces resultan seres raros sin una misión determinada, entonces acaso se les presenta como náufragos o como abandonados; pero si nos- otros observamos que la humanidad se mueve por una regla total, por un impulso universal hacia un fin desconocido, entonces com- prendemos que esos hombres extraordinarios que, a intervalos, na- cen aquí o allá, vienen a cumplir una alta y noble misión en el mun- do, solidariamente considerados. El nivel intelectual humano, co- mo todo principio de fuerza, tiende a decrecer. Yo me forjo a la humanidad como una línea de hombres de regular nivel intelectual que tendría a bajar si, de cuando en cuando, no surgieran esos se- res superiores que con su ejemplo y con su paso por la tierra man- tienen el aliento a la superioridad de la vida y la aspiración al per- feccionamiento en sus contemporáneos; si de cuando en cuando no surgieran estos superhombres que, a manera de elevados y fuertes soportes, sostienen la línea humana para que no descienda, para que no baje, favoreciendo de esta suerte a la humanidad en el lo- gro de su destino incognoscible y misterioso... Hombres como Lanuza, por lo menos traen al espíritu un con- cepto del sér humano muy superior al del gran filósofo alemán Strauss, para quien el hombre no es más que un completo animal, una perfecta bestia que con el tiempo ha logrado articular palabras y gozar de alguna reflexión; concepción filosófica por cierto muy a compás con la manera sangrienta y brutal con que su nación se conduce en la presente guerra. Hombres como Lanuza traen al es- píritu un concepto más elevado de la criatura humana y arraigan esa ansia misteriosa del alma hacia la inmortalidad, sobre todo des- pués de ese alarde de violencia y de fuerza que está dando la pre- sente generación, tras el cual ha de aparecer necesaria y poderosa- mente una reacción hacia la espiritualidad. A LOS ESTUDIANTES Y ahora permitidme, señor Rector, ya que estoy finalizando, di- rigir unas palabras a los estudiantes de la Universidad, que bien pudieran entenderse dirigidas a todos los jóvenes cubanos. Lanuzo no es para nosotros más que un recuerdo, ya no nos puede servir de gran cosa a los que fuimos sus compañeros; Lanuza es para nos- otros un dolor y el dolor es siempre enervante; sois vosotros, jóve- 276 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. nes cubanos, los que debéis recoger su ejemplo. José Enrique Ro- dó, el insigne uruguayo, que a mí se me parece a Lanuza, no sé si porque alguien ha dicho que la prosa de Rodó ““es suave y rumoro- ““sa como un canto que se acerca, como un desplegarse de colores “discretos””, que lo mismo que de Rodó podría decirse de la prosa de Lanuza, José Enrique Rodó atribuye las desgracias de una gra: parte de la América a la falta de respeto a la tradición. “Asisti- ““mos, dice, a un naufragio de la tradición””, y añade: “si quere- ““mos mantenernos en el presente con una personalidad colectiva, ““es necesario que podamos reconocernos en el pasado”. Pues yo digo que esta Universidad tiene también su tradición, y es necesa- rio que los jóvenes estudiantes de ella no rompan el nexo con el nombre del profesor Lanuza. Si queréis que esos que vosotros lla- máis “pinos nuevos”” se desarrollen con lozanía y vigor, es absolu- tamente necesario que reciban el riego saludable del pasado. FUNERALES DE LANUZA Y así vivió aquel hombre que murió en día como hoy del año próximo pasado. Sus funerales fueron, naturalmente, al día si- guiente. Yo he visto funerales más pomposos, he visto funerales de grandes patriotas, de insignes militares, de excelsos gobernantes, con todo el brillo de la pompa oficial, con todo el relucir de las ar- mas, con todo el pisotear de los caballos, con todo el roder de los ar- mones, y he sentido en mi alma de ciudadano la profunda impre- sión que se experimenta por la pérdida de un gran servidor de la patria. Yo he visto entierros más populares, porque he visto mez- clarse al cortejo fúnebre el pueblo abigarrado y lloroso, queriendo tener la gloria de llevar en hombros al que había sido el esforzado defensor de sus ideales, y he sentido en mi alma de demócrata la profunda impresión de los duelos populares. Pero no he visto en- tierro más triste, iba a decir más fúnebre, que el de González La- nuza: aquella comitiva cireunspecta y grave que, como una línea negra, se extendía, en una mañana cálida, por la calle 2 del Veda- do en dirección al cementerio, parecía más que una concurrencia, un sudario. Yo me adelanté, iba en hombros de parientes, y logré poner sobre la parte posterior del sarcófago mi brazo derecho en forma de muelle, como para hacer menos sensible a su cabeza los naturales vaivenes del terreno. Y entonces caí en una profunda abstracción. Vino a mi memoria aquel horizonte de la vida que ha- Ricardo Dolz: Elogio del Dr. José A. González Lanuza. 2 bíamos contemplado juntos desde la borda del Ciudad de Cádiz. Ya el campo no era tan fértil; quedaban, sin embargo, algunas flo- res; pero durante el trayecto vi deshojarse las pocas margaritas, vi deshacerse los últimos lirios de los valles y vi hasta ennegrecerse las espigas doradas de los trigos; y cuando ya no quedaba como nuevo y pavoroso horizonte de mi vida sino un campo estéril, seco, frío y agostado, me di cuenta de que habíamos llegado al cemente- rio y de que estábamos en el preciso momento de bajar el cadáver a la fosa. Quise presenciar aquel último detalle de la ceremonia; sacudí mi cabeza para alejar de mi imaginación ese ensueño; abrí desmesuradamente los ojos; y por algo, que no he podido explicar- me, me encontré como en medio de una noche profunda, y por al- go, más inexplicable todavía, únicamente brillaba el negro sarcó- fago, que semejaba un haz de luz descendiendo en las tinieblas. ¡ Ah, señoras y señores, parecía, y así era en realidad, que íba- mos a enterrar un sol en las profundas obscuridades de la tierra! 278 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. EL LABORATORIO DE PAIDOLOGIA DE LA UNIVERSIDAD POR EL DR. ALFREDO AGUAYO, Profesor de Psicología Pedagógica. 1. Cómo se formó el Laboratorio.—La obra de un laboratorio de paidología es mucho más difícil y compleja de lo que generalmente se supone. Un laboratorio no es ni puede ser un depósito de mate- rial que se conserva limpio y flamante en las vitrinas para admira- ción de los curiosos que suelen visitar la institución. Tampoco es so- lamente un taller de trabajos prácticos donde los alumnos bajo la dirección de un hombre de experiencia, adquieren habilidad en el manejo de métodos de estudio y de experimentación. Los laborato- rios de paidología de las universidades son esencialmente institu- tos de investigación científica cuya misión es estudiar el desarrollo físico y mental del niño, sus condiciones de vida social e individual y los mejores medios de educar sus aptitudes y capacidades. Para esto es necesario dominar el empleo de los tests o reactivos menta- les y físicos, y de ahí que el laboratorio sea también un taller de trabajos prácticos de psicopedagogía y de higiene escolar. A primera vista la idea de un laboratorio de paidología consa- grado preferentemente a la investigación científica parece ajena a toda necesidad de la enseñanza. ¿No basta que el maestro sepa ob- servar a sus alumnos y apreciar el grado de su desarrollo físico y mental? ¿A qué distraerlo de su principal dedicación, que es la edu- cación y vigilancia de los niños, ocupándole en asuntos demasiado especulativos e ideales ? Estos reparos carecen de valor. En paidología los resultados de una medición nodicen nuncanada por sí solos y, para interpretarlos bien, precisa verlos a la luz de las conclusiones obtenidas por la inves- tigación científica. Tratándose del niño, estas conclusiones no son nunca universales y definitivas, sino están en relación con la edad, el sexo, la raza, el clima, las condiciones sociales y económicas, ete., 1 La Revista reproduce, con mucho gusto, este trabajo que revela la utilidad de este Laboratorio así como el esfuerzo de su Director digno de todo encomio. A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 279 de cada sujeto. El niño cubano no es igual al niño alemán y al japo- nés, y los estudios de paidología realizados en Francia, en Suiza, en Inglaterra, en los Estados de la Unión Americana y otros países extranjeros, han de pasar por una revisión muy cuidadosa para de- terminar la forma y el grado en que se adaptan al tipo infantil de nuestra nación. Un ejemplo hará comprender estas ideas mejor que una explica- ción de carácter abstracto. Aleunos niños cubanos de diez años, después de leer durante diez minutos el mayor número de veces po- sible una poesía de 24 versos octosílabos, no logran aprender más que tres versos. ¿Qué interpretación debemos dar a este resultado ? ¿Es buena, mala o regular la memoria de esos niños? La cifra que expresa el resultado de la medición no dice nada a este respecto. Tan sólo una investigación eserupulosa sobre la memoria verbal de nuestros niños puede autorizarnos para resolver este caso de in- terpretación. Si, en las condiciones apuntadas, el 75% de los niños cubanos de 10 años memoriza por lo menos tres versos octosílabos, el resultado no tiene un valor igual que si se trata de un 5, de un 25 o de un 50 por ciento. Unicamente un largo y cuidadoso estudio de la memoria verbal de nuestros niños, en relación con la edad, el sexo, la raza, las condiciones sociales y económicas, ete., permite de- cidir este problema de valoración. Y esta ilustración es de las más sencillas y triviales que pudiera hacer para demostrar la trascen- dencia de las investivaciones paidológicas. El año 1909 me hice cargo de la cátedra de psicología pedagó- gica, higiene escolar e historia de la pedagogía de la Universidad, en substitución del Dr. Ramón Meza, que entonces era entre nos- otros Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Para dar a estos estudios el carácter experimental que les es propio, me pare- ció oportuno y conveniente pedir la creación de un laboratorio de paidología adseripto a la cátedra de que he hecho mención. Co- mencé febrilmente a hacer gestiones en ese sentido, creyendo con ingenuidad que el pensamiento, noble y patriótico de suyo, no tropezaría con dificultades de ninguna clase. Amarga fué mi decepción al advertir que la mayoría de las gentes con quienes hablaba acerca del particular desconocían la sienificación concreta de la palabra paidología y, naturalmente, no podían comprender la utilidad de un laboratorio destinado a estudios para ellas preña- dos de misterio... Un señor muy respetable ya difunto, cuya opi- nión solicité sobre el laboratorio proyectado, que debía—agregué— 280 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. constituir un instituto de investigaciones científicas, me contestó, no sé si en broma o con sinceridad, que a él le era imposible com- placerme, porque, tratándose de institutos, no conocía más que los de segunda enseñanza y el de la Benemérita Guardia Civil. Y mi desesperación no tuvo límites cuando, aleunos meses más tarde, un paquete que venía de New York destinado al Laboratorio de Pai- dología de la Habana, fué enviado a la Escuela de Medicina con la dirección enmendada de este modo: ¡Laboratorio de Patología! A fuerza de constancia y de energía y con el apoyo de las auto- ridades universitarias y last, not least, de la Secretaría de Instrue- ción Pública, el Laboratorio comenzó sus trabajos en 1912, y en 1917, gracias al crédito de mil pesos anuales que le conceden los presupuestos nacionales, pudo instalarse en “un local independien- te, adquirir mobiliario y material científico y comenzar de un modo ordenado y regular sus trabajos docentes y de investigación cien- tífica. El empeño que en 1909 parecía una utopía, ha prosperado tanto y con tal celeridad que actualmente cada una de las escuelas normales de Cuba dispone también de un laboratorio de paidología formado a semejanza del que se negaba a la Universidad ha nue- ve años. 2. Orgamzación del Laboratorio.—El Laboratorio de Paidolo- gía de la Universidad se halla instalado en tres habitaciones que forman parte de un barracón situado entre los dos edificios de la Escuela Práctica. Ni por su construeción ni por su capacidad y si- tuación, ni por la distribución de sus anexos, el local se adapta al uso a que ha sido destinado; pero es el único que ha podido habili- tarse y para utilizarlo ha habido necesidad de hacer en él repara- ciones de importancia. El cuarto principal, de seis metros de largo por unos cinco de ancho, sirve para los trabajos prácticos y para las clases del profesor. El segundo está ocupado por la Dirección y el tercero se destina a depósito de material. El mobiliario, también insuficiente, se reduce a dos vitrinas, una mesa grande de caoba, un archivo con 33 gavetas, un armario de hierro, un bufete para el Director, tres mesas pequeñas, un reloj de pared, una nevera y dos docenas de sillas. La instalación es tan in- cómoda y estrecha, que en la sala principal no caben sentadas más de veinte o veintidós personas, y para templar el calor, allí excesi- vo a todas horas, es preciso acudir asiduamente al abanico eléctrico. Hasta la fecha, se ha adquirido el material científico que se des cribe a continuación : 0 ADDgRAD0N a dl A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 281 . Un tallador-pesador de Stoeltine y Ca. . Un estadiómetro o doble metro. . Un estetómetro de Flint. . Un dinamómetro de Colin y otro de Smedley. Un espirómetro húmedo de Smedley. . Surtido de boquillas para el espirómetro. . Dos cronómetros de pausa, uno común y otro antimaenético. . Dos metrónomos electromagnéticos, de Stoeltine y Ca. Un ergósgrafo de Lombard. 10. Un kimóerafo de Stoelting. ¡BA 12. Un soporte para el tambor del kimógrafo. Un péndulo de segundos, con recipiente de mercurio para establecer contactos eléctricos. HO: 14. Dos cintas métricas y un nonius o vernier. Un estesiómetro de Weber, otro de Spearman y otro de Jostrow, modificado por Angell. 15. 16. 17 18. 1% 20. 21. 22. 23. Un estesiómetro escolar de Binet, perfeccionado por Hill. Un estesiómetro de Block. Una balanza de presión, de Whipple. Un estesiómetro de pelo, de Freye. Un alseesiómetro de Cattell. Un aleesiómetro de Mae Donald. Un termoestesiómetro de Kiesow. Un geusómetro (surtido de sustancias sápidas). Un olfatómetro (surtido de botellas con substancias olo- rosas). 24. 25. Un trazador de líneas con contactos eléctricos. Un aparato para medir el control de los movimientos invo luntarios de la mano. 26. mano. 27. mano. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34, Un tablero para medir la rapidez de los movimientos de la Un aparato para medir la rapidez de los movimientos de la Carteles optométricos de Suellen y de Cohn. Carteles optométricos para analfabetos. Un portalentes de Stoelting. Un surtido de lentes de aumento y disminución. Un cartel astiemático de Verhoeff. Una lente con bastones múltiples de Maddox. Una lente estenopaica de Stevens, 282 Revista de la Faoultad de Letras y Ciencias. 35. Dos surtidos de estambres coloreados, de Holmgren. 36. Un aparato de discos de color, de Helmbold. 37. Surtido de pesos para la determinación de la sensibilidad táctil. 38. Un acúmetro de Politzer. 39. Un acúmetro de Lehmann. 40. Un audiómetro de Seashore. 41. Un acusticón electromagnético. 42. Un perímetro de Franz. 43. Surtido de papeles coloreados de Hering. 44. Un diapasón de 256 v. por segundo. 45. Un diapasón con cargas movibles. 46. Surtido de diapasones que forman una octava musical. 47. Surtido de diapasones para el estudio de la discriminación auditiva. 48. Un silbato de Galton. 49. Un sonómetro. 50. Un diapasón electro-magnético de 100 vibraciones por se gundo. 51. Un marcador de tiempo, de agujas dobles actuadas por la electricidad. 52. Un takistoscopio de caída. 53. Un takistoscopio portátil. 54. Un takistoscopio de Whipple. 55. Un mnemómetro de Jastrow. 56. Un mnemómetro de Ranschbure. 57. Un reloj de Whipple, con esfera erande. 59. Surtido de impresos para el estudio de la concentración visual. 59. Surtido de impresos para el estudio de la concentración de la atención. 60. Surtido de tarjetas para el estudio de la imasinación. 61. Material para la medición de la intelivencia, de acuerdo con las escalas de Binet y Simón, de Yerkes, de Terman, de Goddard y de Pintner. 62. Láminas para el estudio de la apercepción y la sugestibili- dad infantil. 63. Surtido de pesos para el estudio de la sugestibilidad in- fantil. 64. Un galvanómetro (kription) de Stoelting y Ca. A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 283 65. Un galvanómetro de Arsonval. 66. Una llave telegráfica, con su sounder. 67. Pilas secas. 68. Una batería de acumuladores eléctricos. 69. Un reetificador electrolítico. 70. Una batería de pilas “Gordon”. 71. Dos cajas de resistencias eléctricas. 72. Un ampere-voltómetro, de Stoelting. 73. Una máquina de sumar Golden Gem. 74. Un modelo de ojo, de gran tamaño. 75. Un modelo de lengua, de gran tamaño. 76. Un descanso de cabeza. 77. Un descanso de brazos. 78. Un tambor de Marey, con su llave pneumática. 79. Varios soportes de metal. 80. Surtido de papel para el kimógrafo. 81. Un baño fijador para el papel ahumado del kimógrafo. 82. Protectores de caucho para el oído. 83. Una balanza de precisión con surtido de pesos. 84. Surtido de sargentos o clamps para fijar los aparatos a la mesa del laboratorio. 85. Planillas o modelos impresos para anotar los resultados de las observaciones. 86. Alambre de cobre, binders y otros accesorios para la insta- lación eléctrica. 87. Surtido de tarjetas impresas para el tekistoscovio, para el mnemómetro y para el estudio de la asociación de ideas. 88. Planillas para los resúmenes de las observaciones. 89. Papel cuadriculado para el trazado de las gráficas. 90. Almohadilla para reposar el brazo. 91. Acidos para el rectificador electrolítico, bieloruro de mer curio, sales para las pilas, ete. 92. Instrumentos para dibujar. 93. Un surtido de instrumentos de carpintería. Como se ve, el Laboratorio cuenta con lo más esencial e indis- pensable para el estudio científico del niño; pero aún dista mucho de llegar a la meta o término ideal por mí perseguido. Todavía ne- cesita proveerse de muchos y muy costosos instrumentos, v. gr., ero- noscopios, un buen kimósrafo, aparatos para medir la resonancia orgánica de las emociones, estimuladores ópticos y auditivos, un 284 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. multígrafo para imprimir las planillas e instrucciones para los ex- perimentos, instrumentos para el estudio de la formación de hábi- tos, de la psicología del aprendizaje, de las aptitudes vocacionales, ete. Por otra parte, la instalación eléctrica de que se sirve es defi- ciente y anticuada, y pobre el material que cuenta para los traba- jos prácticos de higiene escolar. En realidad, un laboratorio de pai- dología tiene siempre necesidades nuevas e imperiosas que satisfa- cer. La ciencia del niño es cosa muy vasta y muy compleja, y por grandes que sean los recursos concedidos a sus cultivadores, nunca pueden llegar a la medida de lo necesario y provechoso. Por otra parte un laboratorio de paidología necesita completarse con una escuela experimental, una clínica psicológica, cátedras para la ense- ñanza de la psicología de los adolescentes y de los niños anormales, de la pedagogía de escuelas secundarias, de la educación física, etc. El dinero que se invierta en estas atenciones se devolverá con ere- ces en beneficios y mejoras de toda clase para la educación nacional. 3. Fines que persigue el Laboratorio de Paidología.—El fin más alto que persigue el Laboratorio de Paidología de la Universidad es echar la base sólida y científica en que debe descansar el sistema de educación de nuestra patria. El niño cubano es casi tan desconocl- do como el lado invisible de la luna, y mientras no sepamos con exactitud a qué atenernos acerca de su desarrollo físico y mental y las condiciones del medio social que le rodea, la pedagogía al uso entre nosotros será una mera construcción teórica, cuya aplicación tropezará en la práctica econ un mundo de dificultades gravísimas. Cada aspecto de la educación del niño se descompone en un conjun- to de problemas específicos, cada uno de los cuales exige una serie, a veces muy larga, de investigaciones concienzudas; y los que in- ventan panaceas infalibles como las escuelas nuevas, las repúblicas juveniles, la educación religiosa confesional, la disciplina de las consecuencias, ete., no han comprendido bien que el niño, como to- do euanto se relaciona con la vida, es aleo proteico, indefinible, ka- leidoscópico, que no se adapta bien a ningún sistema o teoría peda- vógica. Las fórmulas de la pedagogía no son sino abstracciones cu- ya recta aplicación depende del econeurso de multitud de circuns- tancias individuales, sociales y cósmicas. ¿Qué quiere decir, v. gr.. formar hábitos morales, cultivar ideales de conducta y desarrollar la conciencia moral en nuestros niños? Lo que quiere decir en subs- tancia es que dados tales o cuales antecedentes o factores de raza. sexo, edad, clima, desarrollo mental, higiene física y recursos eco- A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 285 nómicos, y dadas tales o cuales condiciones del medio social y fa- miliar (cuidado y vigilancia de los padres, compañías con que el niño se reúne, espectáculos que presencia, lecturas a que se entre- ga, etc.), la formación de hábitos de conducta y el cultivo de los ideales y de la conciencia moral han de valerse de estos o de aque- llos medios, en relación estrecha con las condiciones infinitamente variables de la vida real. La educación no es una fuerza que actúa sobre el niño con independencia de los demás factores del desarro- llo, sino una dirección de los agentes, siempre numerosos, que de- terminan el desenvolvimiento infantil y la adaptación del joven al medio circunstante. La misión principal del Laboratorio de Paidología es, repito, realizar un estudio científico del niño en cada uno de los variados aspectos de su vida. Sus investigaciones, hechas necesariamente en colaboración con multitud de educadores competentes y entusiastas, servirán de base a la aplicación de las doctrinas pedagógicas, del mismo modo que los estudios desinteresados de la fisiología, la pato- logía, la bacteriología, ete., sirven de base a las fórmulas de la tera- péutica y a las prácticas del clínico. Las investigaciones paidológicas no pueden realizarse sin un do- minio completo de los métodos de observación y experimentación aplicados al niño. Oficio del Laboratorio a que me refiero es ejerci- tar a sus alumnos en el empleo de los tests, de modo que el estudio del niño se efectúe con el mayor grado posible de economía y efi- cacia. Por último, el Laboratorio de Paidología de la Habana aspira a transformar la enseñanza de la psicología pedagógica y de la higie- ne escolar, substituyendo a los métodos verbales o de papel los ex- perimentales y de trabajo personal. En una universidad moderna bien organizada el profesor de psicopedagogía no debe explicar si no lo estrictamente necesario. Su función docente principal consis- te en dar a conocer a sus discípulos las fuentes de estudio y en di- risirlos y estimularlos durante la clase y fuera de ella, dándoles el entrenamiento necesario en los métodos de trabajo y de investiga- ción. El tiempo que se invierte en las explicaciones habituales pu- diera, en mi opinión, emplearse con mayor provecho y eficacia del siguiente modo: 1? En señalar a los alumnos los libros, revistas y experiencias a que deben acudir para estudiar cada asunto concreto, 286 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. 2% En discutir con ellos sobre los aspectos y dificultades de ca. da lección. 3? En hacerles resumir oralmente o por escrito los resultados de sus estudios. 49 En ilustrar con observaciones bien hechas y con demostracio- nes y experimentos oportunos los puntos principales de cada ma- teria. 5% En dirigir los trabajos prácticos de los alumnos (observacio- nes, trabajos de laboratorio, etc.) ; y 6% En proponer los puntos que han de servir de tema para in- vestigaciones científicas, preparando y dirigiendo éstas cuidadosa- mente. El profesor, repito, no debe explicar sino o estrictamente nece- sario para aclarar puntos obseuros, estimular, vencer dificultades y exponer ideas o descubrimientos que no se encuentran en las fuen- tes asequibles al alumno. 3. Trabajos prácticos de laboratorio.—Cada alumno de psicolo- vía pedagógica debe llevar una libreta o cuaderno donde se deseri- ban minuciosamente los experimentos o tests que el mismo ha reali- zado, indicando la manera de recoger, resumir e interpretar los re- sultados de las pruebas. En el mismo cuaderno o en planillas ad hoc los alumnos consignarán las cifras de las mediciones o, si se trata de tests cualitativos, la naturaleza de los resultados obtenidos. Las pruebas o tests en que los alumnos se ejerciten deben ser las mejores, las que estén en relación más íntima con la aptitud o cua lidad que se trata de medir. También deben abarcar los aspectos más importantes del desarrollo infantil y en lo posible serán prác- ticos y de aplicación muy fácil, de modo que puedan realizarse sia dificultad alguna en las escuelas. Esto último, por desgracia, no es siempre hacedero. En el curso de 1917-1918, las pruebas o tests realizadas en el Laboratorio de Paidología y las que todavía deben realizarse, son: 1. Medición de la talla del niño. 2. Determinación de su peso. 3. Medición de la anchura de hombros. 4, Determinación de la fuerza muscular. 5. Capacidad vital. 6. Resistencia muscular (métodos del dinamómetro y del ergó- orafo). 7. Precisión de los movimientos de la mano. A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 287 8. Fijeza del control muscular. 9. Rapidez de los movimientos de la mano. 10. Precisión de los movimientos de la mano en el ejercicio de dar en un blanco. 11. 4Acuidad visual. 12. Astigmatismo. 13. Piscromatopsia o ceguera para los colores. 14. Estrabismo. 15. Acuidad auditiva (método del reloj de la voz natural, del acúmetro y del audiómetro de Seashore). 16. Discriminación de pesos (método de balanza de presión). 18. Sensibilidad para el dolor, medida por medio de la balanza de Whipple. 19. ¡Discriminación táctil (método de contactos dobles). 20. Discriminación de pesos, al levantarlos con la mano. 21. Medición de la concentración de la atención (métodos de la lectura complicada, de las variaciones medias y de la cuadrícula punteada). 22. Medición de la memoria mecánica inmediata. 23. Medición de la memoria mediata (método de reproducción textual). 24. Memoria verbal. 25. Memoria lógica. 26. Medición de la ¿imaginación (métodos de las manchas de tin- ta y de la composición escrita). 27. Asociación libre (métodos continuo y discreto). 28. Asociación controlada. 29. Medición de la inteligencia infantil. 30. Sugestibilidad infantil. 31. Tipos de apercepción. 32. Medición de la fatiga mental. 33. Experimentos de introspección sobre los ideales infantiles, las ideas o representaciones del niño, las asociaciones, ete. Por falta de material apropiado y de un ayudante del Labora- torio no han podido realizarse muchos tests no incluídos en esta re- lación, y los que se mencionan no se han repetido o practicado sufi- cientemente. Tengo motivos para creer que en el próximo curso, si se me concede un ayudante, la obra del Laboratorio será mucho más completa y eficaz que hasta el presente. 4. Los trabajos de investigación.*—Lo difícil en un trabajo de 288 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. investigación no es realizarlo, sino prepararlo convenientemente. Todo estudio de esta clase ha de versar sobre un problema aún no resuelto por la ciencia o sobre la adaptación de un test, principio o fórmula a condiciones diferentes de aquellas para las cuales fué ideado. Antes de comenzar la investigación es necesario contestar a dos preguntas: 1*, ¿cuál es el fin concreto que en el experimento se persigue?; y 2*, en el supuesto de que la investigación se lleve a cabo con acierto, ¿es racional que arroje aleuna luz sobre el proble- ma examinado? Vencidas estas dos dificultades, queda todavia por resolver otra más grave, el problema del método. Este ha de ser objeto de algu- nos trabajos preliminares, con ayuda de los cuales puede aquiiatar- se el valor del procedimiento y calcularse, desde luego sin exactitud aleuna, el número mínimo de observaciones que deben realizarse para que los resultados tengan un valor científico. La práctica que sigo a este respecto es la siguiente: una vez que examino con mis alumnos el asunto que es objeto de la investiga- ción y el procedimiento que a su estudio ha de aplicarse, hago un ensayo preliminar en el Laboratorio y encargo a dos o más alumnos que lo estudien en las aulas. En vista de los resultados que se obten- van decido si el método es viable y en su caso determino grosso modo por medio del cálculo el mínimo de observaciones necesarias para que los resultados obtenidos tengan algún valor para la ciencia. Elegido el método, haso imprimir las instrucciones y las plani- llas, cuestionarios o notas para los trabajos. Después reuno a mis colaboradores, les reparto las planillas y copias de las instrucciones y les doy las aclaraciones necesarias. Hechos los trabajos lo exami- no atentamente, desechando los que no se conformen con las instrue- ciones. Entonces empieza la tarea paciente y laboriosa de resumir los resultados. Y la experiencia, madre del saber humano, me ha en- señado que sólo una persona o un número muy corto de personas, trabajando bajo la inmediata dirección del experimentador, puede hacer con fruto los resúmenes, estadísticas, eráficas, ete., en que han de culminar las investisaciones. En este curso de 1917-1918, los alumnos de psicopedagogía han realizado y están realizando las siguientes investigaciones: 1. Sobre las asociaciones de los niños. 2. Sobre la memoria verbal, empleando para ellos dos procedi- mientos diferentes. A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 289 3. Sobre el conocimiento de los colores por los niños. 4. Sobre las supersticiones infantiles. 5. Sobre las travesuras de los niños. 6. Sobre el sentimiento estético en los niños. Actualmente preparo una investigación sobre las ideas o repre- sentaciones de los niños, otra sobre las reacciones morales del niño y Otra sobre la formación de una escala métrica para la apreciación de las pruebas de escritura . Para dar amplitud a estos trabajos, he formado una comisión de estudios paidológicos formada por algunos maestros y maestras competentes y de buena voluntad. Cuatro veces, desde el año de 1910 hasta la fecha, he tratado de organizar asociaciones para el es- tudio científico del niño; pero invariablemente he fracasado en el empeño. Entre nosotros, las energías sociales se invierten con fre- cuencia en las elecciones de las Directivas, y no quedan casi nunca fuerzas para el trabajo obscuro y desinteresado del obrero; y, por otra parte, el cobro de las cuotas sociales a veces determina la muerte por anemia de una institución. Aleccionado por esta experiencia dolorosa, he preferido reunir un grupo libre de amigos y discípulos, que colaboren conmigo en la obra de estudiar las condiciones de vida del niño cubano. En esta agrupación no hay directivas que nombrar, no hay cuotas de pago, no hay reglamentos ni estatutos, y como los socios no tienen deberes de ninguna clase, ni para conmigo ni para con la agrupa- ción, están siempre dispuestos a servir a una causa voluntaria- mente aceptada y que todos juzgan útil y patriótica. 5. Las tesis de psicopedagogía para el doctorado.—Hasta hace algunos años, las tesis para el doctorado de pedagogía eran de cea- rácter literario. Se disertaba sobre la educación moral, sobre el sen- timiento estético o sobre el sistema pedagógico de Froebel, como si el graduando tratara sólo de probar que había leído y sabía ex- poner en lenguaje propio el contenido de las obras recomendadas por el profesor. Había, desde luego, entre las tesis, excepciones muy honrosas; pero la mayoría de ellas no representaba un esfuer- zo serio ni aportaba contribución alguna, por insignificante que fuera, al progreso de las disciplinas pedagógicas. Para evitar estos abusos, la Escuela de Pedagogía y en general la Facultad de Letras y Ciencias exige hoy a sus graduandos un trabajo científico, una contribución original a la ciencia o discipli- na con que se relacione la disertación. En lo que atañe a la psico- 290 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. logía pedagógica, las tesis versan sobre el estudio del niño cubano, es decir, sobre asuntos que no pueden estudiarse sin llevar a cabo un trabajo de investigación. A continuación indico la naturaleza de algunas de las tesis que actualmente se preparan: 1. El instinto de coleccionar. Su desarrollo en los niños cu- banos. 2. El imstinto de emigración. Las correrías y escapadas de nuestros niños. 3. Las amistades o camaraderías de los niños de Cuba, en rela- ción con la edad, el sexo y el origen étnico. 4. El miedo en los mños de Cuba. 5. La emoción de la cólera en nuestros niños. 6. La sugestibilidad de los niños cubanos. 7. Evolución de la curiosidad en nuestros niños. 8. Las mentiras de nuestros miños. Causas de las mentiras in- fantiles. 9. La sintaxis de los niños cubanos. 10. El crecimiento físico de nuestros niños. 11. La memoria verbal del niño de Cuba. 12. La memoria lógica del niño cubano. 13. La intensidad de la atención de nuestra niñez. 14. La criminalidad infantil en Cuba. 15. El trabajo industrial y doméstico de nuestros niños. Al alumno que escoge una tesis de doctorado de Pedagogía se le dan a conocer las fuentes de estudio y los métodos de investi- ación de que puede valerse y, en caso necesario, se le dirige en la aplicación de los métodos y en la formación de los cuadros estadís- ticos, gráficas, etc., que expresen los resultados de sus observa- ciones. 6. Resumen.—Tal es la obra que ha realizado y que realiza el Laboratorio de Paidología de la Universidad. Los maestros que pa- san por el mismo aprenden una verdad muy poco conocida entre nosotros, y es que la ciencia no es un producto hecho y acabado, sino un proceso de investigación que nunca termina. También aprenden una verdad no menos importante: que el sistema de edu- cación que impera entre nosotros carece de una base sólida y esta- ble, y esta convicción basta por sí sola para alentar el estudio cien- tífico del niño, clave primera y principal de nuestros problemas pe- dagógicos. El Laboratorio de Paidología paga con creces al Estado la mo- A. M. Aguayo: El Laboratorio de Paidología de la Universidad. 291 desta cantidad que en él se invierte. Ha comenzado la magna obra de construir los fundamentos sobre los cuales ha de reposar nuestra pedagogía del porvenir. Ha formado maestros cuya actitud ante la ciencia no es la del dómine de antaño, fatuo y pedantesco, sino la del obrero humilde y laborioso que compra cada paso del saber con un rudo trabajo del cuerpo y del espíritu. Y no ha dado todavía frutos más ricos y abundantes, porque en él todo es pobre y defi- ciente, el local que ocupa, el mobiliario y material científico; el per- sonal de que está dotado: todo, menos la buena voluntad y el entu- siasmo de su director. 292 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. LUIS ROZENVALLE El 2 de Abril próximo pasado murió en Roma, tras breve enfer- medad, un hombre joven, caballeroso y culto que fuera encanto de cuantos le conocieran, un maestro excelente y un amigc ejemplar. Nos encontramos por vez primera en la heroica y legendaria tierra helena, ambos acudimos a su capital para asistir al Congreso In- ternacional de Orientalistas movidos por idéntico impulso: él para representar a la prestigiosa Universidad de Beirut, que tanto lus- tre ha dado a la Siria y yo a la de la Habana, con su pasado glo- rioso y que es hoy, en el orden de la cultura, potente faro a la en- trada del golfo mejicano. Nuestra amistad, fortalecida a impulso de la més espontánea simpatía, fué estrechándose cada día más, y si bien de oídas conocía cuánto era el valer mental de este hombre superior, las diarias entrevistas que tuvimos en Atenas y las que me proporcioné en mi pase por Beirut al visitar su Universidad, permitiéronme apreciar bien su extensa cultura, su Juicio sereno al juzgar las cosas y el profundo saber que poseía en la ciencia del lenguaje, pues no sólo hallábase al tanto de las antiguas y nuevas teorías, sino que el gran dominio que tuviera de muchos idiomas po- nía a su alcance muy valiosos elementos en sus investigaciones lin- oiísticas. Lo mismo hablaba el francés que el inglés, el alemán que el ita- liano, el árabe que el turco, el griego en sus formas diversas que el latín. Estas condiciones excepcionales hicieron pensar a sus supe- riores, pues pertenecía a la Compañía de Jesús, en el magnífico ele- mento que tenían a su alcance y de ahí sin duda, la dedicación que le dieran, la significación que más tarde alcanzara en el profesora- do de su Universidad donde ha brillado con luz potente en el cam- po de la arqueología oriental su hermano Sebastián, tuvo un pues- to de honor en las pesquisas históricas el insiene P. Lammens y ha alcanzado sólido y justificado prestigio el muy sapiente P. Cheikho. Las cátedras de árabe clásico y dialectal y siriaco contáronle como profesor en la brillante Facultad Oriental, la gran revista Mélanges de l"Umversité de Beyrouth lo tuvo como su director y en sus pági- nas ha aparecido su interesante trabajo Les Emprunts turcs dans le J. M. Dihigo: Luis Rozenvalle. 293 grec vulgaire de Roumélie et spécialement d'Andrinople, que leyera en la Sección XI del Congreso de Orientalistas presidida por el gran lingúista heleno Hatsidakis dándonos a conocer cómo el vocabulario tureo y su fonética han invadido el griego de Andrinópolis y de las cercanías en proporciones sorprendentes señalando como 1,800 pala- bras o expresiones empleadas, casi corrientemente por los rumelio- tas, y dentro de ese número 680 voces turcas de origen griego que no han tenido rivales. A dos causas fundamentales atribuía Rozenvalle la otomaniza- ción del griego rumeliota que aparece en un grado inferior en el eriezo de Constantinopla: a la educación y preparación fonética de los de la Rumelia por sus relaciones y afinidades de raza con las po- blaciones eslavas, especialmente con los búlgaros, y a la situación ceográfica de Andrinópolis, aislada en medio de vasta llanura, bas- tante alejada del mar, permitiendo conservar los préstamos del tur- eo con tanta viveza en el habla de esas regiones hasta nuestros días, mientras el cosmopolitismo de Estambul explica por qué Constan- tinopla ha mantenido su vocabulario menos contaminado de elemen- tos turcos. En la segunda parte de este trabajo pone de relieve el autor, merced a numerosos ejemplos, la facilidad con que el griego asimiló las voces turcas dándole un propio matiz mediante termina- ciones nominales y verbales. Este estudio, que mereció infinitas coneratulaciones de los asis- tentes al Conereso, motivó el apasionado juicio cue hiciera del mis- mo Psichari desde las páginas de la Revue des Etudes Grecques y que refutara tan brillantemente el autor en la propia Revue demos- trando sus profundos conocimientos en esta rama de la ciencia del leneuaje al erado de haber hecho decir a Marcais que “sus artículos sobre los préstamos turcos en el griego de la Rumelia han sido en extremo notables, revelando todos una erítica cuerda que yendo al fondo de las cosas descansa en una información excelente.”” También en uno de los volúmenes de las Mélanges de la Faculté Orientale dió a conocer un Tratado de música árabe escrito por Musaqa y que tra- dujera accediendo a los deseos de diversos musicólogos. Acompaña a la versión un interesante próloso con observaciones atinadas y adiciones valiosas, da en él idea de la personalidad del autor, de su oran saber en esta rama, de sus condiciones excepcionales de con- troversista y al analizar cuidadosamente los diversos manuscritos de este estudio señala asimismo las variantes ortográficas que ha ad- vertido y hace la crítica de la exposición hecha por este autor. Estas 294 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. páginas de Rozenvalle revelan sus condiciones especiales como filó- logo, su admirable dominio del árabe absolutamente indispensable para formular un juicio como el publicado. Su muerte casi rápida no le permitió realizar todos los proyectos que acariciara; implacable como siempre troncha la vida sin consi- deración alguna como si quisiese econ sus golpes estupendos avivar en nuestra mente la frase del inmortal Horacio en que al comparar las lenguas cuyas voces se renuevan con los árboles cuyas hojas tam- bién se remudan, piensa en la brevedad de la vida del hombre y de cuanto lo rodea y exclama: Debemur morti nos nostraque. Dr. J. M. DrHmiao. NOTAS BIBLIOGRAFICAS. I.—HISTORIA DE LA LENGUA Y LITERATURA CASTELLANA; por Ju- lio Cejador. Tomos VI y VII.—Madrid, 1917. El muy ilustre autor de la obra cuyo título encabeza estas lí- neas, ha publicado dos volúmenes más sobre tan interesante ma- teria demostrando con ello sa muy vasta cultura. En el primero de los volúmenes, o sea el tomo VI, desenvuelve con naturalidad y en estilo agradable puntos de singular interés vara las letras hispa- nas en el siglo XVIII, haciendo resaltar, tanto en los tiempos de Carlos III como en el de Fernando VII, aquellas figuras que por su mentalidad superior hubieron de distinguirse entre las que si dieron brillo a la época lo fué seguramente en menor escala; por ello, después de hacernos conocer con verdadera claridad y buen juicio el espíritu literario de aquel momento, y de hablarnos, como el autor sabe hacerlo, de elementos tan valiosos como el P. Feijóo, con su Teatro crítico, el P. Isla con su Fray Gerundio y Ramón de la Cruz, tan célebre por sus Sainetes, trata con verdadera erudición de Vicente García de la Huerta y de su Raquel, señalando los mé- ritos de Iriarte, tan conocido por sus Fábulas; pone de relieve la personalidad ilustre de Gaspar Melchor de Jovellanos y con ella la de Moratín, Meléndez Valdés, Quintana, el famoso autor de la Vida de españoles célebres, sin olvidar a Alberto Lista que tanto hizo con sus plausibles esfuerzos por el desarrollo de la literatura hispana, para terminar el volumen con una maenífica exposición sobre el espíritu político y literario de la época de Fernando VII, consagrando páginas a escritores tan excelsos como Martínez de la Rosa y Bretón de los Herreros, y entre los latino-americanos al in- olvidable Bello, que considera Cejador el nombre más glorioso de la historia americana, y a Ventura de la Vega, a quien si encomia cuando el caso lo amerita, también exterioriza sus defectos. En el tomo VII, que es, a nuestro entender, en extremo impor- tante, desenvuelve el autor, con juicio sereno, exposición metódica y perfecta claridad, cuanto estima pertinente dar a conocer sobre la naturaleza y origen del Romanticismo, saludable movimiento que 296 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. surgiera contra la tendencia del Renacimiento para llamar la aten- ción sobre las cosas propias y así exteriorizar el mérito de las mis- mas. En ese magnífico estudio se señalan los caracteres del roman- ticismo, los matices del habla de los románticos, se determinan las distinciones de los temperamentos llamando arquitectónico al ad- vertido en Egipto, escultórico al representado por el arte lineal de Grecia, pictórico al realista de España y musical al caracterizado por el arte soñador de la raza germana. Y si bien es cierto que el muy ilustre escritor, al formular ¡juicios acerca de las obras estu- diadas, mantiénese generalmente dentro de la más completa ecua- nimidad, debemos confesar la sorpresa que nos han producido sus apreciaciones acerca de la Revolución francesa estimándola como bufonesco remedo de la República Romana, cuando como hecho his- tórico representa el advenimiento del individuo como sujeto de derecho, a la vida social, al que se refieren los principios de liber- tad, igualdad y fraternidad que la Revolución proclamó, frente a la mísera condición del individuo bajo la monarquía absoluta como cosa de la que el Rey disponía a su antojo. Después de analizar el romanticismo en España, que no es más que la vuelta a la lite- ratura española del Siglo de Oro, trata detenidamente de la inde- pendencia y el romanticismo en América, de los autores y obras que han sobresalido consignando puntos de vista acerca de las cau- sas de la emancipación de las colonias latino-americanas, con los que no estamos conformes, pues otros son los fundamentos en que descansa el rompimiento de ellas con la Metrópoli. En este volu- men nos habla de Domingo del Monte, José de la Luz, Antonio Franchi Alfaro, Bachiller y Morales, Milanés, Plácido, Ramón Zam- brana, Villaverde, Avellaneda, Santacilia, ete. Los juicios, en ge- neral favorables para nuestros hombres de letras, no siempre res- ponden a un estudio detenido de la obra, ya que frecuentemente se le ve seguir la opinión de los autores que cita en su libro. Es lástima que no hubiera más detalle en cada caso, como se nota cuando se refiere a José Quintín Suzarte, Santacilia, Rafael Otero e Ienacio María de Acosta. La lectura de estos dos volúmenes nos ha dejado agradable impresión. Notas Bibliográficas. 297 II.—ENGLISH AMERICAN FOR LATIN AMERICAN; by Abbie Frye Philipps. New York, 1916. ENGLISH FOR LATIN AMERICANS. N. York, 1916. Hace aleún tiempo que en la Revista de Educación, que diri- viera en esta capital el muy distinguido pedagogo doctor Alfredo M. Aguayo, publicamos un artículo titulado English for latin-amer:- cans, con motivo del libro que con igual título escribiera Miss Phi- lipps. Allí señalamos las excelentes condiciones que en ella concu- rren para la enseñanza de la lengua inglesa y cómo ese libro refle- jaba bien la magnífica orientación de la autora en el método em- pleado para el fácil y rápido aprendizaje de dicho idioma. Hoy Miss Philipps nos obsequia con dos nuevas obras que confirman nuestras anteriores aseveraciones, pues la English Grammar for Latin-Ame- ricans, en la:que presenta los principios esenciales de la gramática inglesa, acomodados a las necesidades de los estudiantes de los paí- ses latino-americanos, es libro expuesto con claridad, en correcto in- glés, demostrando un conocimiento profundo de la lengua y una gran experiencia en estas cuestiones. En el English for Latin-Americans, que es de otra índole, más apropiado para los principiantes que el anterior, da a conocer las expresiones familiares en la lengua inglesa por medio de pala- bras, acciones, láminas, ete.; proporcionando al alumno elementos para que pueda desenvolver la conversación. Esta obra es producto de una delicada observación, pues las lecciones tan bien expuestas y tan adecuadas a lo que deba enseñarse han salido de la propia clase; por eso hay tanto método en el desenvolvimiento de las ideas; por eso todo resulta tan bien graduado como se advierte en las for- mas del verbo, en los ejercicios fónicos. Miss Philipps ha querido proporcionar un medio de aprender la leneua viva sin los inconve- nientes de muchos de los métodos que actualmente hállanse en vi- cor; de ahí que nunca pierda de vista el principal factor que es el maestro, a quienes van encaminadas las oportunas notas. TII.—EspPAÑñA Y EL PROGRAMA AMERICANISTA; por el Dr. Rafael Altamira. Madrid, 1917. Nuestro ilustre amigo el doctor Rafael Altamira, profesor de la Universidad Central de Madrid, ha tenido la bondad de obse- wiarnos con un ejemplar de su libro, cuyo título hemos indicado, 298 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. y que es, como toda su labor en este orden de cosas, un plausible es- fuerzo que efectúa para borrar en el extranjero el concepto equi- vocado que se hubiese formado de su patria. Y como siempre, al tratar de esta materia, ha querido inspirarse en un perfecto sentimiento de honradez; de ahí que no vacilara en señalar al lado de los méritos de su pueblo los defectos que él advierte en su psico- logía. Estas gestiones que viene realizando desde 1908 a la fecha, puede que desde antes, constituye un esfuerzo noble; trata de lle- var al ánimo de los pueblos emancipados de la Metrópoli que el hispano-americanismo no es una aspiración romántica, sino algo muy realizable y que no hay razón bastante para suponer, dado lo que su nación sienifica en el campo de la historia, que carezca de títulos para poder colaborar en la obra de civilización y humanidad que han iniciado los pueblos al romper sus cadenas políticas en las tierras americanas. Por ello nos habla de la necesidad que tienen los españoles de conocer y apreciar bien los problemas fundamen- tales que se desenvuelvan en estos países prescindiendo de toda mira interesada, la necesidad de conocer bien de cerca esas nacio- nes abogando por el establecimiento de cátedras como medio de colaboración y fraternidad intelectual, defienda la redistribución de los Consulados, la reforma del Instituto Diplomático y Con- sular dependiente del Ministerio de Estado de España y la for- mación en Sevilla de Escuelas históricas americanas para el es- tudio del Archivo de Indias, ete., punto de vista este último de principal interés para los países latino-americanos ya que en esos importantes legajos del Archivo de Indias se hallan elementos va- liosos para la historia de las naciones americanas y estudiándolos y analizándolos es como se podrá llegar a conocer muchos hechos de los que no se tiene una idea exacta para delinear más tarde y de modo definitivo la historia de cada una de las naciones emancipa- das. Si la Academia de la Historia de Cuba quiere realizar debida- mente la función que le ha sido encomendada por el Congreso, ten- drá necesidad de nombrar una Comisión que se traslade a Sevilla para obtener los datos necesarios a fin de que pueda redactar nues- tra historia patria. En la segunda parte de este libro trata el doctor Altamira de lo que es España, de la psicología del español fuera de su nación, de las características de la España nueva que lucha por substituir a la España vieja con sus hombres ilustres, con sus inventores, con Notas Bibliográficas. 299 sus sabios, con espíritus liberales y transigentes, con literatos, con artistas y educadores que contrasten bien con la inutilidad abso- luta advertida en los tiempos anteriores, pensando que todo lo antiguo hay aue borrarlo y olvidarlo, rompiéndose con la histo- ria pasada como cosa inútil y más que inútil perjudicial. Y así como nos habla con entusiasmo de la desienación del doctor Yahuda para la cátedra de Literatura rabínica en la Universidad Central, de la importancia de las bibliotecas populares, de lo que es el habla como magnífico exponente de la vida de un pueblo, tam- bién nos refiere otras cuestiones no menos interesantes relaciona- das con la idea capital que desenvuelve. Tal es, en síntesis, el libro último del doctor Altamira; los que lo juzguen serenamente comprenderán la diferencia que existe en- tre su actuación y la de los españoles que viven siempre encadena- dos al pasado. Los que no sientan como él tendrán por fuerza que reconocer el generoso sentimiento en que siempre se inspira para servir a su patria. IV.—GRECIA ANTE LA GUERRA EUROPEA; por Eleftherios Venize- los, versión española de Vicente Clavel. Valencia, 1917. Los que no conozcan más que de oídas la personalidad ilustre de Venizelos, el grande hombre público y ciudadano prominente de Grecia, podrán formarse una idea exacta de él, de lo que es una vo- luntad inquebrantable, del concepto elevado de una vida consagra- da siempre a ideas nobles y generosas y de lo que es una mentali- dad superior con sólo revisar las páginas de este libro que tanto ha- blan en su honor. El problema político de Grecia ante la horrible conflagración que contemplamos sintetiza en realidad todos los es- fuerzos de este heleno superior, su afán incesante por cooperar al engrandecimiento de su patria—frente a las tibias corrientes de re- celo infundado de su Gobierno—en momentos en que una acción enérgica al lado de los que combaten por el triunfo de la democracia y por el aplastamiento del funesto militarismo prusiano, habría de redundar en innegable éxito, traducido en el auge de su nación, para que surgiera una magna Grecia que siempre él soñara, émula de aquella en que Temístocles venciera a los persas en Salamina, Milcíades en Maratón, Pausanias y Arístides en Platea; contribu- yera a su esplendor literario como en los días de Pericles con sus 300 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. Píndaros, Esquilos, Aristófanes y sus Fidias, fuera capaz de des- arrollar en su territorio una industria activa y adecuada a las ne- cesidades que tuviera que satisfacer protegiendo al ciudadano helé- nico y a sus instituciones. Cuando se piensa en una labor tan noble y tan patriótica, cuan- do se aquilata el mérito de sus campañas parlamentarias y se ad- vierte la línea de conducta equivocada que se trazara el partido gu- bernamental, se comprenderá bien por qué se sintió sumido en la mayor tristeza, protestando de que se llevara al país a una ruina cierta colocándosele en condición en extremo adversa para una airo- sa defensa y como en vez de cooperar el gobierno para que el pro- egreso se acentuara contribuyó a provocar una situación desfavo- rable. Para nada sirvieron los aplausos de delirante entusiasmo que siguieran a sus frases elevadas y dignas en el Congreso, ya que la acción maléfica de la influencia germánica se tradujo en la desacer- tada política que después surgiera. La forma moderada de sus cívicos discursos, el concepto de la justicia y del cumplimiento del deber en los compromisos que el país contrajese, su gran valor haciendo frente a los contrarios para la defensa de sus ideas nobles, el deseo de señalar bien la desorien- tación del régimen político que transformara la Constitución en un verdadero pedazo de papel, la inauguración de un sistema guber- namental que nada lo justificase, la metamorfosis en un país monár- quico al modo de Prusia donde el óreano supremo del Estado es el monarca, todos estos esfuerzos de Venizelos revelan bien cuánto es el amor que ha consagrado a su patria haciéndole reñir con cuanto fuese una mera comedia política, dejando caer sobre los verdade- ros causantes la responsabilidad absoluta. He ahí unos cuantos hechos de los miles que pudieran citar- se como verdaderos exponentes de la actuación levantada de es- te hombre tan superior, de quien ha dicho un diputado francés lo que sigue: “Venizelos encontró a Grecia abocada a la anarquía, supo con su mentalidad superior rehacer tanto el Gobierno como el Ejército, revelando una diplomacia tan leal como hábil, conserván- dose puro en su admirable actuación, por lo que la historia habrá de considerarlo como el Cavour del helenismo.”? Notas Bibliográficas. 301 V.—TROZOS ESCOGIDOS para traducción francesa; anotados por D. Arturo Selfa y Más. Murcia, 1917. El autor de este libro ha tenido la bondad de ofrecernos un ejemplar. Aprovechamos la significación de nuestra Revista en la cultura cubana para consagrarle en este número unas cuantas lí- neas, a fin de que nuestros lectores tengan una idea, por sucinta que ella resulte, del mismo. Compónese el volumen de trozos escogi- dos de escritores franceses al objeto de explicar en notas cuanto en la esfera de la gramática entiende el autor que deba conocer el alumno; de ahí las explicaciones sobre la pronunciación de las vo- cales, de los diptongos, así como del sonido nasal de aquéllas, sin que falte la conversión de una vocal en otra, fonéticamente consi- derada. Al tratar los sonidos los distingue para evitar toda confu- sión y cuantas observaciones resultan pertinentes en los casos en que los vocales no cambian de sonidos allí se advierten, pues el au- tor tiene especial cuidado de que las transformaciones se justifiquen merced a los principios a que obedezcan. La ley del acento que tiene en el campo del lenguaje significación tan capital al extremo de pro- ducir cambio de función y de ser causa efectiva de aislamiento fo- nético, aparece bien expuesta en las notas dichas ya que su influen- cia dentro de la lengua francesa es grande para determinar si una vocal debe estimarse como abierta o cerrada. Y como no siempre por medio del sieno es posible indicar el sonido, de ahí el que el Sr. Selfa recomiende la viva voz para resolver la dificultad que pu- diera presentarse. Esta exposición por sintética que ella sea es un estudio fonético como morfológico en una forma cómoda y de buen resultado, pues ducho el alumno en la lectura la explicación grama- tical se hace cuando el caso se presenta y esto sobreviene al leerse una voz. Los cambios de género, los modismos, el empleo de los ver- bos, la diferencia de las voces homónimas, las frases peculiares con su correspondiente aclaración, la evolución semántica de determi- nadas voces, todo aparece expuesto con claridad, sin que afirmemos que la obra pueda ser calificada de sobresaliente, ya que hemos po- dido advertir algunas deficiencias; pero sí la estimamos útil por el método y por cuanto ella pone al alcance de los alumnos los diversos trozos de la literatura francesa que reflejan las características del estilo de sus autores. El avance en el estudio de las lenguas modernas en los colegios de segunda enseñanza y la experiencia adquirida por el profesora- 302 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. do han traído un cambio notable en cuanto a la selección de los au- tores que deban ponerse en manos de los alumnos; pues si en Ale- mania por mucho tiempo fueron los favoritos Lessing, Goethe, Schillery Uhland como clásicos sin rivales, si ha pasado ya la lista en que aparecían Racine, Corneil, Moliére y Voltaire, en que Sha- kespeare, Goldsmith, Byron, Dickens, Washineíon Irvine tuvieron su especial preferencia, hoy con un sentido más práctico se ha he- echo pasar an enlivening and purifying breeze to sweep through the traditional prescribed list, a breeze that has brought down many a moth-eaten piece of stock goods and made ¡it possible to replace antiquated, idols by modern literary masterpieces, more important factors in the intellectual life of our day. Así parece haber pensado el distinguido autor del libro que analizamos, coincidiendo con aque- lla opinión que mantuviera un comisionado de escuela primaria cuando afirmaba que debía dejarse a un lado todo material históri- co, literario y estético para tratar de emplear en nuestra lectura la expresión literaria de todas las actividades de una moderna vida de civilización . J. M. DrinHico0. NOTAS OFICIALES RESOLUCIONES DEL RECTORADO.—Comunicando acuerdo del Consejo Uni- versitario de que los alumnos de estudios privados de la Universidad pueden ser nombrados Ayudantes en sus diversas Escuelas (Febrero 5). —Nombramiento del Sr. Virgilio Quiñones y Gómez para el cargo de Ayudante Facultativo del Laboratorio y Taller Eléctrico de la Escuela de Ingenieros Electricistas y Arquitectos (Febrero 16). —Nombramiento del Sr. Francisco García Alvarez, y Mendizabal para el cargo de Auxiliar interino en la Escuela de Ingenieros Civiles, Electricis- tas y Arquitectos (Febrero 22). —Nombramiento del Dr. Rogelio Fuente y Montero para el cargo de Bi- bliotecario interino de la Universidad (Marzo 16). —Nombramiento del Sr. Francisco Carrera para el cargo de Ayudante Facultativo del Laboratorio de Química (Marzo 21). DE LA SECRETARÍA DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA Y BELLAS ARTES. —Remitien- do copia del Decreto dictado por el Sr. Presidente de la República suspen- diendo la aplicación del precepto contenido en el párrafo primero del Artícu- lo 6 del Reglamento Provisional para la incorporación de títulos extranjeros y condiciones para el ejercicio profesional (Febrero 20). —Nombramiento del Dr. Antonio María Eligio de la Puente de Profe- sor Auxiliar para el grupo de literaturas de la Escuela de Letras y Filoso- fía (Febrero 25). —Negando el nombramiento de un Profesor Auxiliar para la cátedra de Química porque el nombrado no substituirá a un Catedrático ausente que no cobra su haber. —Nombramiento del Dr. Rogelio Fuente y Montero de Profesor Auxi- liar interino para el grupo de estudios de lenguas de la Escuela de Letras y Filosofía (Marzo 12). —Remitiendo copia oficial de la convocatoria hecha por la Secretaría sa- cando a oposición la Cátedra de Profesor Auxiliar para el grupo de estudios de lenguas (Marzo 12). —Nombramiento del Dr. Francisco Muñoz Silverio de Profesor Auxiliar interino adscripto a la Escuela de Ciencias (Marzo 14). —Comunicando que se incluirá en el Proyecto de Presupuestos para el año fiscal de 1918-1919 la plaza solicitada de Ayudante para el Laboratorio de Paidología (Marzo 24). —Comunicando que se incluirá en el Proyecto de Presupuestos para el año fiscal de 1918-1919 la plaza de Ayudante Facultativo para la asignatura de Dibujo en la Escuela de Ingenieros (Abril 25). —Nombramiento del Dr. Rafael Fernández y Menéndez de Profesor Auxiliar de la Escuela de Pedagogía (Mayo 21). 304 Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. —Pidiendo se faciliten a la Srta. Raquel Pola los medios que ella nece- site para realizar las prácticas agrícolas que se propone hacer en la Quinta de los Molinos (Junio 4). —Nombramiento a favor del Dr. Eusebio Adolfo Hernández para que rea- lice en los Estados Unidos de América estudios sobre las Escuelas Correecio- nales, Reformatorias, Estadística Penal informando a la Secretaría detalla- damente del resultado de la misión encomendada (Junio 18). ACUERDOS DE La FACULTAD.—En la Junta de 29 de Enero de 1918 se acordó nombrar nuevamente a los Dres. Juan M. Dihigo y Arístides Mestre para Director y Redactor Jefe, respectivamente, de la Revista, durante el año actual. Td. id. de 29 de Abril de 1918 solicitar del Consejo Universitario auto- rice que los proyectos de los graduados en la Escuela de Ingenieros agróno- mos, azucareros se remitan a dicha Escuela en vez de a la Biblioteca de la Universidad. Id. id. nombrar una Comisión compuesta por los Dres. Latorre, Aguayo, Domínguez, Luciano Martínez y Navarro para estudiar y resolver sobre el proyecto de ley de las Escuelas Normales. —Id. id. de 13 de Mayo de 1918 dar las gracias al Sr. Secretario de Obras Públicas y al Sr. Jefe del Departamento de Construcciones Civiles y Militares por la cooperación prestada para aplicar con toda amplitud el eré- dito concedido para adaptar la Quinta de los Molinos para Escuela de Agro- nomía. —Id. id. solicitar del Secretario de Obras Públicas la fabricación de un edificio destinado a Ciencias Naturales. , Dr. Arístides Mest tropc e Dr. Luis Montané, Ta A does: ió CONFERENCIAS ñ A ema nervioso: morfología y funciones; su 0 - evolución en la serie zoológica y deseara | Dr. Arístides Mestre. en el hombre..... asa AA e - s WI A $ + Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Conservador del seo (Poey»); Dr. Pabló Miquel (Jefe «del Gabinete de Astronomía); Dr. Nicasio ilverio (Jefe del Gabinete de Física), Dr. Gerardo Fernández Abren (Jefe del Labora- jo de Química); Dr. Francisco Muñoz (auxiliar interino para Química) y Dr. Jorge rtsmann (Director del Jardín Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respec- vos ayudantes. —El «Museo Antropológico Montané» y el Laboratorio de Antropología nen por Director al Profesor titular de la asignatura; lo mismo que los Museos y La-- boratorios de Mineralogía y Geología. dá "53, ESCUELA DE PEDAGOGIA cología Pedagógica (1 curso)............... ; toria de la Pedagogía (1 curso)............ Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. eE viene Escolar (1 curso) EEES todología Pedagógica (2 cursos)............ kr Dr. Luciano R. Martínez. Majo natural (Leurso)......o.oooooocono tos: Pro EStro Cordoya SS Agrupada la carrera de Pedagogía en tres cursos, comprende también asignaturas 'se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. El Director del Museo Peda- ógico es el Profesor titular de Metodologia. Profesor Auxiliar: Vacante, € 4, ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS ibujo Topográfico estructural y arquitectónico (2: Cursos) A Ro A Ri Profesor Sr. Eugenio Rayneri. IAS CHESO). 0 ho oran 2 desia y Topografía (1 curso)......... DES 5 : E ena curso) $ EA E A »” Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. lateriales de Construcción (1 curso) ......... a ; esistencia de Materiales. Estática Gráfica Es O A A NN PARA Sr. Aurelio Sandoval, mstrucciones Civiles y Sanitarias (1 curso).. ) MACU o rc aaa ; o » Sr, Eduardo Giberga. eniería de Caminos (3 cursos: puentes, fe- ) 'ocarriles, calles y carreteras)............ , Dr. Luis de Arozarena, jeñanza especial de la Electricidad (3 cursos) + Sr. Ovidio Giberga. quitectura e Higiene de los Edificios (1 curso) ) storia de la Arquitectura (l curso).......... l tratos, Presupuestos y Legislación especial ( x a la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... ) IS eS Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y — sk quitecto y son sus profesores Auxiliares: Sr. A. Fernández de Castro, (Jefe del Labo- +. itorio y Taller Mecánicos); Sr. Plácido Jordán (Jefe del Laboratorio y Taller Eléctri- AE s); Dr. José R. Martínez y Dr. José R. García Font, con sus correspondientes ayu- antes. En dicha Escuela se estudia la carrera de Maestro de Obras exigiéndose asig=." 5 uras que corresponden a otras Escuelas. á AU 5. ESCUELA DE INGENIEROS AGRONOMOS Y AZUCAREROS +: A Física y Química Agrícola (1 curso) .......... a Fabricación de azúcar e industrias derivadas Profesor Dr. Francisco Henares. Dr. Andrés Castellá. O Tal CULSOS) 72 > cocer a a MISCUTSO) <<. 0 claro ciocoooo cota ao o ; e Sr. José Cadenas. atajos IS CINCUESO) . ¿or ooo coro , ERES conomía Rural (1 curso)... o US Vs e A o A co. St: José Comallodga, E lacio mrural (1 Curso)... ooo. cias ) , HE ¡dustrias rurales (1 curso) ........ O e aumaria agrícola: (1 curso)......0....oomo.. sE Dr. Buenaventura Rueda. strucciones Urales (Curs) mo aa robiología agrícola (1 curso) ........0...... ología vegetal (1 curso)......... a VS e Son profesores auxiliares los Sres. Heriberto Monteagudo (Conservador de los seos), Jorge Navarro y Félix Malberti (interino). Para los grados de /ngeniero agrónomo y azucarero, de Perito agrónomo y de Pe- químico y azucarero se exigen estudios que se cursan en otras Escuelas. ' Vacante: A , se dan informes respecto a los detalles de la organización de sus diferentes , distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- 2 lamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. AS E > a : AVISO - LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es bimestral. Se solicita de las publicaciones literarias Ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- rrespondiente; y de los Centros de instrucción ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra sección bibliográfica. Para todo lo concerniente á la REVISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) dirigirse al Secretario de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, Universidad de la Habana, República de Cuba. Los autores son los únicos responsables de sus artcnlos, la REVISTA no se hace solidaria de las ideas sustentadas en los mismos. NOTICE The REVISTA DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other month. We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section. Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed matter, etc., to the Secretario de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIÉNCIAS, Uni- versidad de da Habana, República de Cuba. AVIS La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On demande 1'échange des publications littéraires et sciéntifiques: il en sera fait un compte rendu dans notre partie bibliographique. á Pour tout ce qui concerne la Reyue au point de vue de 1*administration, échanges, envyoi d'ouvrages, etc., on est prié de s'adresser au Secretario de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, Universidad de la Habana, República de Cuba. Les auteurs sont seuls responsables de leurs articles, et la REVUE n'est engagée par opinion personelle d'aucun d'eux. DA 00] e pa) EN % y AAN IS Y 4 A AA e