HARVARD UNIVERSITY LIBRARY OF THE MUSEUM OF COMPARATIVE ZOOLOGY ti.\Lty^ OLW. íí)X^á,l1''-5'-»l'-f-5,l'^''^- OCT 3 1905 REX'ISTA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID REVISTA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DB MADRID 0701^/10 III MADRID IMPRENTA DE LA "GACETA DE MADRID" CALLE DE PONTEJOS , NÚM. 8. 1905. ART. lli HE LOS ESTATUTOS PE LA ACADEMIA € La Academia no adopta ni rehusa las opiniones de sus in.divJduos; oada au-tor es respon.sat>le de lo que oon- tengan. sus escritos.» REVISTA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID TOIVtO XTX.-JSTTJls^. 1. (Julio de 190e.) '''MADRID IMPRENTA DE LA "GACETA DE MArRID" CALT/K DE PONTEJOS, NÚM. 8. 1905 ADVERTENCIA Los originales para la Revista de la Academia se han de entregar completos, en la Secretarla de la Corporación, antes del dia 20 de cada mes, pues de otro modo quedará su publicación para el mes siguiente. REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID ACADÉMICOS DE NUMERO Excmo. Sr. D. José Echegaray, Presidente. Zurbano , 44.. Excmo. Sr. D. José Morer. Genova , 5. Excmo. Sr. D. Eduardo Saavedra, Vicepresidente. Fuencarral , 74. Sr. D. Joaquín González Hidalgo. Alcalá, 3Ó. limo. Sr. D. Joaquín M. Barraquer y Rovira. Campomanes , 12. limo. Sr. D. Gabriel de la Puerta y Rodenas. V'alverde, 30 y 32. Excmo. Sr. D. Daniel de Cortázar. Velázquez , 10. limo. Sr. D. José Rodríguez Carracido, Bibliotecario. Orellana , 10. Excmo. Sr. D. Francisco de P. Arrillaga, Secretario . Valverde , 20. Excmo. Sr. D. Julián Calleja y Sánchez, Tesorero. Argensola, ó. Sr. D. Eduardo Torroja }' Caballé, Contador. Requena , o. Excmo. Sr. D. Amos Salvador y Rodrigáñez. Carrera de San Jerónimo , 53. Sr. D. Francisco de Paula Rojas. Lealtad, 13. Excmo. Sr. D. Juan Navarro-Reverter. Barquillo , 15. Excmo. Sr. D. Lucas Mallada. Santa Teresa ,7. Excmo. Sr. D, Santiago Ramón y Cajal. — 6 — Excmo. Sr, D. Diego Ollero y Carmona. « Ferrar , 54. Sr. D. Pedro Palacios. Don Nicoiás Maria Rivero , 8. Sr. D. Blas Lázaro é Ibiza. Palafox, 10. limo. Sr. D. José Muñoz del Castillo. Quintana, 38. Sr. D. Leonardo de Torres y Quevedo. Válgame Dios, 3. Sr. D. José María de Madariaga, Vicesecretario. Zurbano, 18. limo. Sr. D. José Rodríguez Mourelo. Piamonte, 14. Sr. D. Victorino García de la Cruz. Gobernador, 25. Sr. D. José Marvá y Mayer. Campomanes, 8. Sr. D. Rafael Sánchez Lozano. Genova, i 7. Sr. D. José Gómez Ocaña. Atocha, 127. ACADÉMICOS ELECTOS limo. Sr. D. Miguel Martínez de Campos. Goya, 25. Sr. D. Vicente Ventosa y Martínez de Velasco. Amnistía, 10. Sr. D. Eduardo Mier y Miura. Infantas, 32. limo. Sr. D. Ignacio Bolívar. Jorge Juan, 17. limo. Sr. D. Bernardo Mateo Sagasta. San Mateo, 22. Sr. D. Pedro de Avila y Zumarán. Travesía de la Ballesta, 8. Sr. D. Ignacio González Martí. Hernán Cortés, 7. Exorno. Sr. D. Manuel Benítez y Parodi. Plaza de la Lealtad, 4. Sr. D. Miguel Vegas y Puebla-Collado. Pez, I y 3- La Academia está constituida en tres Secciones: i.^ Ciencias exactas.— Sres. Saavedra, Presidente; Torres, Secretario; Morer, Barraquer, Arrillaga, Torroja, Navarro-Reverter y Ollero. 2.^ Ciencias físicas. — Sres. Puerta, Presidente; Mou- relo, Secretario; Echegaray, Carracido, Salvador, Rojas, Muñoz del Castillo, Madariaga, García de la Cruz y Marvá. 3."* Ciencias naturales. — Sres. Hidalgo, Presidente; Gómez Ocaña, Secretario; Cortázar, Calleja, Mallada, Cajal, Palacios, Lázaro y Sánchez Lozano. ACADÉMICOS CORRESPONSALES NACIONALES Sr. D. Andrés Poey. París. Excmo. Sr. D. Eduardo Benot. Madrid. Excmo. Sr. D. Silvino Thos y Codina. Barcelona. Sr. D. Eduardo Boscá y Casanoves. Valencia. Sr. D. Luis Mariano Vidal. Gerona. Excmo. Sr. D. Leopoldo Martínez Reguera. Madrid. Excmo. Sr. D. Rogrelio de Inchaurrandieta. Madrid. Sr. D. Ramón de Manjarrés y de Bofarull. Sevilla. Sr. D. Modesto Domínguez Hervella. Alcalá de Henares. Sr. D. Salvador Calderón y Arana. Madrid. limo. Sr. D. Ricardo Vázquez-Illá y Martínez. Valladolid. Sr. D. Zoel García de Galdeano. Zaragoza. Sr. D. Eduardo J. Navarro. Málaga. R. P. Fr. Celestino Fernández del Villar. Manila (?). Sr. D. José María Escribano y Pérez. Murcia. Sr. D. José Florencio Quadras. Manila. Sr. D. Lauro Clariana y Ricart. Barcelona. Sr. D. Rafael Breñosa y Tejada. Segovia. Sr. D. José María de Castellarnau y Lleopart. Segovia. Sr. D. Juan Bautista Viniegra y Mendoza. San Fernando, — 8 — Sr. D. Rafael Pardo de Figueroa. Puerto Real. Sr. D. Juan Vilaró Díaz. Habana. Excmo. Sr, D. Pablo Alzóla y Minondo. Bilbao. Sr. D. Joaquín de Vargas y Aguirre. Salamanca. Sr. D. José J. Landerer. Valencia. Sr. D. José Eugenio Ribera. Madrid. ACADÉMICOS CORRESPONSALES EXTRANJEROS Barboza de Bocage (J. V.). Lisboa. Anguiano (A.). Méjico. Gaudry (A.). París. Lemoine (V.). Reims (?). Coliignon (E.). París. Barrois (Ch.). Lille. Hoonholtz, Barón de Teffé (A. L. de). Rio Janeiro (?). Gomes Teixeira (F.). Porto. Lapparent (A.). París. Príncipe de Monaco (S. A. el). Monaco. Choffat (P.). Lisboa. Vendrell (A.). Guatemala. Arata (P. N.). Buenos Aires. Carvallo (M.). Parts. Laisant (C. A.). París. Enestrom (G,), Estocolmo. Ferreira da Silva (A, J.). Porto. Nery Delgado (P. F.). Lisboa. Pina Vidal (A. A. de). Lisboa. Brocard (H.). Bar-le-Duc. Laussedat (A.). París. Ocagne (M. d'). París. Romiti (G.). Pisa. Wettstein Ritter von Werstersheim (R.). Viena. Engler (A.). Berlín. Guedes de Queiróz, Conde de Foz (G.). Lisboa. Academia Mejicana de Ciencias Exactas, Físicas y Natu- rales. Méjico. — 9 — I.— Catálogo de los moluscos testáceos de las islas Filipinas, Joló y 3íariaiias (1). Por Joaquín González Hidalgo. LUCIN1D.E Género Corbis Cuvier. Cfelata A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1853, pági- na 69. Gafrarium ccelatumj. Sorsogón (Cuming), Manila (FAera), en la isla de Luxón. elegaiis Deshayes (Reeve, Coneh. icón., fig. 2. Corbis Soiverhiji; Deshayes, Traite Conch.,\ám. 15, figs, 7 á 9). Isla de Negros (Cuming). El nombre de Deshayes es an- terior. fiíiibriata Linné (Reeve, ConcJi. icón. Corbis, fig. 1). Isla de Cebú. — Zamboaoga, Surigao y Tagana-an, en la isla de Mindanao. — Isla Marongas, en el Archipiélago de Joló. — Aspurguan, en la isla de Guam, Mmianas. Género Lucina Bruguiere. bicoriiis Reeve (Reeve, Conch. icón. Lucina^ fig. 8). Isla de Ticao (Cuming). borealis Linné (Reeve, L?^cma, fig. 14). '^la.nWa, (Cuming), en la isla de Luxón. Esta especie no ha sido encontrada en Filipinas por otros naturalistas. COiTiigata Deshayes (Deshayes, Magasinde Zool. Mollus- ques, 1843, lám. 82; Reeve, fig.l8. Lucina Philippina- rum de Hanley; Martens, Molí. Indischen Ai'chipels, lá- (1) Véanse los tomos I y II de esta Revista, — 10 — lücina mina 11, figs. 3 y 4. Lucina Philippinarum). Tondo ea Manila (Cuming, etc.), La Unión, en la isla de Luxón. — Isla de Marindiique. — Isla de Negros (Elera). — Puerto Princesa, en la isla de la Paragua. Descrita primero por Deshayes, aunque con localidad equivocada. * exaspérala Reeve (Reeve, Lucina, fig. 4). Nasugbú, pro- vincia de Batangas (Sánchez), Morón, prov. de Batáan, La Unión, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. — Isla de Cehú. — Arguelles, en la isla de Negros. — Tigao en Tandag, Davao y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Isla Balabac. — Archipiélago de Joló. fábula Reeve (Reeve, Lucina, fig. 69). Batangas (Cuming), Batáan (Elera), en la isla de Luxón. * fíbula Reeve (Reeve, Lucina, figs. 37 y 38, non 33). Islas de Burias y de Ticao (Cumi'ng). — Punta Balabac, en la it«la Balabac. — Aspurguan, en la isla de Guam, Marianas. La figura 33, de Reeve, es algo diferente y parece corres- ponder á la Lucina divergens de Philippi (Ahhild. Lucina, lamina 2, fig. 4. Oc. Pacífico). gemma Reeve ( Reeve, Luciría , fig. 64). Loay (Cuming)^ en la isla de Bohol. * inteiTupta Lamarck (Reeve, Lucina, ñg. 5). La Unión, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marin- duque.— Archipiélago de Joló. mahim Reeve (Reeve, Lucina, fig. 26). Isla de Ticao (Reeve). * ovuui Reeve (Reeve, Lucina, fig. 21). La Unión, en la isla de Luxón. — Isla de Burias (Cu7ning). * Pllilippiana Reeve (Reeve, Ludna, fig. 23; Martens, Molí. Indischen Archipels, lam. 11, figs. 1 y 2. Lucina edentula, non Linné). Puerto de la Candelaria, en la isla de LuxÓ7i. — Islas de Samar y de Cehú. — Dumaguete, en la isla de Negros. — Isla Balabac. — Archipiélago de Joló. * pisum Reeve (Reeve, Lucina, fig. 66) Filipinas. * punctata Linné (Reeve, Lucina, fig. 2). Isla de Cebú. — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. — Isla Balabac. — Aspurguan, en la isla de Guam, Mariatias. — 11 — Lanna sericata Adams y Reeve (Voy . Samarang, Mollusca, lá- mina 24, fig. 6). Filipinas (BeJcher) . Paetel la incluye en el género Felania. * venusta Philippi (Reeve, Lucina,ñg. 15) 'Manila íCumÍ7ig)^ en la isla de Luxón. — Gigaquit, en la isla de Mindanao. Otras especies citadas: Lucijia globosa For?kál. Filipinas (Paetel). Especie del Mar Rojo. — Philippinarum Hanley = Luciua coiTiigata. Género Cryptodon Turton. Luzoniciis Smith (Voy. Challenger, Lamellibr. lámina 14, fig. 5). Isla de Luxón. ( Smith j. A 1.050 brazas de profundidad. UNGULIXID.E Género Diplodonta Bkonn. subgramilosa Smith ( Voy Challenger, Lamellibr. lámina 14, fig. 7). Filipinas (Smith). Otras especies citadas: Diplodonta conspicua Smith.) ^.,. . r. , -r-. . i , ^ ci • I (liilipinas (Paetel). Jiispecies de — corpulenta omith. > . , 1 , , o • 1 í Australia. — subglobosa omith. ) Género Cycladicama Yalenciennes. * Lliciniformis Valenciennes (Hombron et Jacquinot, Voy. Pole Sud, Mollusques, lám. 26, fig. 3). Manila (Qua- dras), en la isla de Luxón. — 12 - GALEOMMIDxE Género Scintilla Desrayes. Adamsi Deshayes (Reeve, Conch. icón. Scintilla^ fig. 25; Sowerby, Thes. Conch. Scintilla, fig. 9). Isla de Bohol (Deshayes). aiioniclla Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 37; Sowerby, Scintilla, figs. 25 y 26). Isla de Luxón (Jagor). — Isla de Samar (Deshayes) . candida Deshayes (Reeve, Scintilla, ñg.ñ; Sowerby, A^cm- tilla, fig. 33). Islas de Bufias y de Bohol (Deshayes). — Isla Rita, en la isla de la Paragua. crocea Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 49; Sowerby, Scin- tilla, fig. 63). Isla de Linón (Jagor). — Isla de Negros (Deshayes). crystalliiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 51; Sowerby, Scintilla, fig. 53). Cacagsu, en la isla de Mindanao (Des- hayes). Cuvieri Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 15; Sowerby, Scintilla, figs. 59 y 60). Baclayón, en la isla de Bohol (Deshayes) . fla^ida Deshayes (Reeve, Scintilla^ fig. 24; Sowerby, Scintilla, fig. 64). Basay, en la isla de Samar (Deshayes). Hailleyi Deshayes (Deshayes, Proc. Zool. Soc. London, 1855, pág. 180). Isla de Cehit (Deshayes). hydatiiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 38; Sowerby, Scintilla, figs. 56 y 57). Baclayón, en la isla de Bohol (Deshayes). hydrophaiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 48; Sowerby, Scintilla, fig. 62). Zambales, en la isla de Luxón (Des- hayes). opalina Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 41; Sowerby, Scintilla, fig. 41). Isla de Luxón (Deshayes). ovnlina Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 44; Sowerby, Scintilla, fig. 47). Basay, en la isla de Samar (Deshayes), - 13 - Snntiila Oweiii Deshayes (Reeve, Sciniilla, fig. 16; Sowerby, Scin- tüla, fig. 18). Manila (Elera), en la isla de Luxón.— 1&\B. de Cebú (Deshayes). I)allidiila Deshayes (Reeve, SciniíUa, fig. 10; Sowerby, Scintilla, fig. 6). Isla de Cebú (Deshayes). l)ellicula Deshayes (Reeve, Scintüla, fig. 52; Sowerby, Sdntilla, figs. 66 y 67). Isla de Cebú (Eleva).— lúa. de Bohol (Deshayes). Philippiíieiisis Dfshayes (Reeve Scintilla, fig. 5; Sower- by, Scintilla, figs. 31 y 32). Manila, en la isla de Luxón. — Isla de Cebú (Deshayes). Quadras. porulosa Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 33; Sowerby, Scintilla, fig. 21). Isla de Bohol ( Deshayes J. púdica Deshayes (Reeve Scintilla. fig. 17; Sowerby Scin- tilla, fig. 12). Jsla de Cebii (DeshayesJ. ReeA'Ci Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 4; Sowerby, Sciti- tilla, figs. 29 y 30). Bais, en la isla de Negros (Deshayes). rosea Deshayes (Reeve, Scintilla, ñg. 11; Sowerby, Sci?i- tillüi fig. 11). Zambales, en la isla de Luxón (Deshayes). sciiltillaiis Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 43; Sowerby, Scititilla, fig. 44). Isla de Bohol (DeshayesJ. solidula Deshayes (Reeve , Scintilla , fig. 45, Sowerby, Scintilla, figs. 48 y 49). Tamar, en la isla de Bohol (Des- hayes). spleiidida Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 26; Sowerby, Scintilla, figs. 14 y 15). Isla de Burias (Deshayes). squama Sowerby (Reeve, Scintilla, ñg. 50), Isla de Ti- cao (Sowerby). striatiiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig, 40; Sowerby, Scintilla, fig. 40), Isla de Bohol (Deshayes). SUCcinea Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 1; Sowerby, Scintilla, fig. 58 ). Isla de Luxón {Sowerby). — Baclayón, en la isla de Bohol (Deshayes). * tennis Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 7; Sowerby, Scin- tilla, fig. 34). Basay, en la isla de Sarnar (Deshayes). — ■ Isla de Cebii . túrgida Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 42; Sowerby, - 14 - Scintilla Scintilla, figs. 51 y 52). Basaj, en la isla de Samar (Deshaijes). vitrea Deshaces (Reeve, Scintilla, fig. 53; Sowerby, Scin- tilla, fig. 68). Idla de Barias (Deshayes). Otras especies citadas: Scintilla Jttkesi Deshayes. Bohol (Paetel). Especie de Aus- tralia. — polita Sowerby = Galeoinma polita. Género Galeomma Turtóx. ainbig'lia Deshayes (Deshayes, P7-oc. Zool. Soc. Lo?ido7i, 1855, pág. 168). Isla de Ticao (Cuming). * aiig'iista Deshayes (Reeve, Conch. icón. Galeomma, figu- ra 3; Sowerby, Thes . Conch. Galeomma, fig. 10). Pala- nóc, en la isla de Mashate. — Isla de Bohol (Deshayes). — Placer, en la isla de Mindanao . — Isla Rita, en la isla de la Paragua. argéntea Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 7; Sowerby, Galeomma ., figs. 13 y 14). Isla de Bohol (Deshayes). chloroleuca Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 5; Sower- by, Galeomma. fig. 12), Isla de Samar (Deshayes). indecora Deshayes (Reeve, Galeotnma ^ ñg . 8 ; Sowerby, Galeomma , fig. 15) . Isla de Masbate (Deshayes). * inflata Deshayes (Reeve, Galeomma , fig. 6). Manila, en la isla de Luxón . — Isla de Mashate (Deshayes). niacrochisma Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 9; Sower- by, Galeomma, figs. 7 y 8). Isla de Mashate (Deshayes). paucistriata Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 2; Sower- by, Galeomma , fig. 9). Isla de Samar (Deshayes). polita Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 32; Sowerby, /Scm- tilla, fig. 19). Isla de Samar (Deshayes ). Otras especies citadas: Galeomma aurantia Lamarck. Filipinas (Paetel) Especie de Mauricio. — splendida Deshayes = Scintilla splendida. — 15 - ERYCINID^ Género Erycina Lamarck. buUiila Deshajes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pági- na 182). Filipinas (Deshayes). grata Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pág. 183). Isla de Samar (Deshayes). glittula Deshayes (Proc. Zool. Soc. Loridon, 1855, pági- oa 182). Isla de Burias (Deshayes). incerta Recluz (Journ. Conch., París, 1851, lám. 10, fig. 5). Manila (Cailliaiid) , en la isla de Luxón. iiiacrodoiita Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pág. 182). Manila (E/era), en la isla de fjuxón. — Basay (Deshayes) en la isla de Samar. parva Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pág. 182). Manila (Elera), en la isla de Liixón. — Basay (Deshayes), en la isla de Samar. Zeblieiisis Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pá- gina 182). Sibonga (Deshayes), en la isla de Cehú. Nota. Estas siete especies están incluidas en el género Kellya, en el Catálogo de Paetel, pero la primera y la quinta con los nombres equivocados de hullaius y marodonta. Colo- ca además la iticerta en el género Lasca. Gémero Kellya Turton. Telliiioides Hanley (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pá- gina 340). Baclayón (Hanley), en la isla de Bohol. Género Fythiua Hinds. arcuata A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pá- gina 47). Isla de Cebú (Guming). - 16 - Pjtliina Cuuiiiigi A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pá- gina 47). Guindulman (Cuming), en la isla de Bohol. — Jimamailán (Cuming), en la isla de Negros. * Desliayesiaiía Hinds (Voy. Sidplmr, Mollusca, lámina 19, figs. 8 y 9; Clienu, Ma7i. Conck., II, fig. 63; H. y A. Adams, Gen., MoIL, lám. 114, fig. 9). Manila, en la isla de Luxóti. — Magallanes, en la isla de Sihiiyán. — Lugar Bacjauan en Badajoz, en la isla de Tablas. — Isla de RomblÓ7i. — Isla Balauan, Isla Cayauan, Placer, Porto- lín en Cagayán de Misamis, en la isla de MÍ7idanao. triaiígularis A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pág. 47). Manila (Cuming), en la isla de Luxó?i. CRASSATELLID.5: Géneeo Crassatella Lamarck. COiTiigata Adams y Reeve (Voy. Samarang, Mollusca, lá- mina 23, fig. 7). Archipiélago de Joló (Belcher). lapídea Reeve (Reeve, Conch. icón. Crassatella, fig. 7). Isla de Mindoro. — Isla de Negros (Cuming). l)icta Adams y Reeve (Voy. Samarang, Mollusca, lám. 23, fig. 6). Filipinas (Belcher). zic'zac Reeve (Reeve, Crassatella, fig. 13). Isla del Corre- gidor (Cuming), en la isla de Luzón. CAIIDITID.E GÉNERO Venericardia Lamarck. antiquata Linné (Reeve, Conch. icón. Cardita, fig. 29). Mariveles, en la isla de Luxón. Belcheri Deshayes (Proc. Zool. Soc. Loñdoyi, 1852, pági- na 101). Filipinas {Cubras, fide Deshayes). -- 17 — Ttnericardia * canaliciilata Reeve (Reeve, Cardita, fig. 40). Sorsogón, prov. de Albay, Ensenada de Cayogno en Ternate, prov. de Cavite y Ensenada de Panimán, en la isla de Luxón. — Catbalogán, en la isla de Samar. — Zamboanga, en la isla de Mindanao (Smith). — Islas Marianas. Cardioides Reeve (Reeve, Cardiia, fig. 49). Isla del Co- rregidor íCuming) j en la isla de Luxón. — Isla Balabac (Elera). ferruginosa Adams y Reeve (Voy. Samarang , MoUusca, lám. 21,fig. 21). Filipinas íBehher). Sólo difiere de la Venericardia ovalis en ser comprimida y el menor nume- ro de costillas. * ovalis Reeve (Reeve, Cardita, fig. 27, c). Isla del Corre- gidor (Cuming), en la isla de Luxón. — Isla de Cebú (Elera). — Surigao, en la isla de Mindanao. liitida Reeve (Reeve, Cardita, figs. 27, a. b). Misamis (Cu- ming), en la isla de Miyidanao. Nota. Las anteriores especies figuran en diversas obras con el nombre genérico de Cardita ó Actinoholus . Géneeo Cardita Lamarck. Crassicostata Lamarck (Reeve, Conch. icón. Cardita, figu- ra 7). Puteao (CutnÍ7ig), en la isla de Luxón. Pliilippiuaruiii Clessin (Chemnitz, Conch. Cab., 2.^ edic., Cardita, lám. 10, figs. 10 y 11). Filipinas (Paetel). pica Reeve (Reeve, Cardita, ^g. 8). Ensenada de Cayogno en Ternate, prov. de Cavite, en la isla de Luxón. — Isla de Ouimaras (Cuming). seniiorlíiculata Linné (Reeve, Cardita, fig. 10). Islas de Mindoro y de Ticao (Cuming). — Surigao (Elera), isla Saguisí, en la isla de Mindanao. yariegata Bruguiere (Reeve, Cardita, fig. 3). Daet, prov. Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón. — Isla Sa- guisí y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Archipié- lago de Joló. Eev. Acad. Ciencias.— m.— Julio, 1905. 2 - 18 - Otra especie citada: Cardita phrenetica Born = Cardita seiiiiorbiculata. Nota. Las especies antes citadas figuran en algunos libros con el nombre genérico de Mytüicardia 6 de Lazaría. MYTILID.E Género Mytilus Linné. * curvatiis Dunker (Reeve, Conch. icón. Mytilus, fig. 53). Manila (Ele?'a), en la isla de Luzón (Cuming). — Mana- pla, en la isla de Negros. — Isla Tinago, Placer, Dapitan y Tandag, en la isla de Mindanao. Grayaims Dunker (Reeve, fig. 17. Mytilus I)iinJ¿eri). Fi- lipinas (Reeve). illflatlis Clessin (Clessin en Chemn., 2.^ edic, Mytilidce, lá- mina 8, fig. 2). Isla de Mindanao (Clessin). latissimiis Clessin (Clessin en Chemn., 2.^ edic, lám. 10, figs. 1 y 2). Filipinas (Paetel). Probablemente variedad del Mytilus Orayanus. sinuatiis Dunker (Reeve, Mytilus, fig. 16). Filipinas (Dunker). — Isla de Cebú (Elera). Otras especies citadas: Mytilus Dunl^eri Reeve = Mytilus Grrayaniis. — tortus Dunker = Stavelia subdistorta. Género Septifer Recluz. * bilociilaris Linné (Reeve, Cotich. icón., fig. 42. Mytilus Nicoharicus). Tondoen Manila (Lischke), Nasugbú, prov. de Batangas (Sánchez), isla del Corregidor, Ensenada de Panimán y Ternate en la prov. de Cavite, Isla Bagatao, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Jfa- - 19 — SeptiFer rinduque. — Isla Lubán. — Isla de Samar (Jagor). — Isla Saguisí, Davao y Tandag, en la isla de Mindanao. — Bin- tuan en la Bahía de Ulugán y Puerto Princesa, en la isla déla. Par agua. —Isla, Balabac. — Archipiélago de Joló. — Agat, en la isla de Guam, Marianas. virgatlis Wiegmann (Clessin, en Chemn., 2." edic, Myii- lidce, pág. 27). Manila (Besser), en la isla de Luxón. Género Stavelia Gray. * SUbdistoi'ta Recluz (Journ. Conch., París, 1852, III, lám.8, figs. 6 y 7; Proc. Zool. Soc. London, 1858, lám. 41, fig. 1. Stavelia torta Dunker). Zamboanga en la isla de Mindanao (Ciiming). El nombre de Recluz es anterior. Género Crenella Brown. bulla Dunker (Reeve, Modiola , fig. 85). Isla de Luxón (Ciiming). Otra especie citada: « Cretiella concinna Paetel = 3Iodiola coiiciiiiia. Género Modiola Lamarck. albicosta Lamarck (Reeve, Conch. icón. Modiola , fig. 7). Isla de Luxón (Jagor). * arata Dunker (Reeve, Modiola, ^g. 12). Nauján, en la isla de Mindoro. — Isla Balanacan, Boac y Mampao, en la isla de MarÍ7iduque. * arciiatiila Hanley (Reeve, Modiola , figs. 27 y 45). Mala- bón en Manila, en la isla de Luxón. — Isla de Mindoro (Elera). — Mampao (Elera), en la isla de Marinduqiie. concinna Dunker (Proc. Zool. Soc. London, 1856, página 366. Lanistina concinna). Isla de Cebú {Cuming). - 20 — ■Modiolii * eloiigata Swainson (Reeve, Modiola, fig. 4). Isla de Cebú, — Dapitan, en la isla de Mindanao. flavida Dunker (Reeve, Modiola, fig. 77). Manila (Cu- ming) en la isla de Luxón. * Japónica Dunker (Reeve, Modiola, fig. 26). Surigao,en la isla de Mindanao. * Metcalfei Hanley (Reeve, Modiola^ fig. 16). Malabón en Manila, en la isla de Liixón. — Mampao, en la isla de Marinduque. * Pllilipiíiiiarum Hanley (Reeve, MoíZz'o/a, fig. 1). Manila (Lisch~ke), Calatagán, prov. de Batangas; Morón, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Nauján, en la isla de Min- doro. — Mampao, en la isla de Mai'indnque. — Looc, en la isla de Tablas. — Isla de Samar. — Taclobán, en la isla de Leyte. — Isla de Cebú (Hanlej/). * setigera Dunker (Ciessin en Chemnitz, 2.^ edic, Modiola^ lámina 26^ fig. 2). Malabón en Manila, en la isla de Luxón. * striatula Hanley (Reeve, Modiola, fig. 72; Ciessin en Chemn., 2.^ edic. Modiola strigata, non Hanley) Batangas (Hanley), en la isla de Luxón. — Looc, en la isla de labias. — Isla de Guam, Marianas. strigata Hanley (Reeve, Modiola, figs. 33 y 83; Ciessin en Chemn., 2.^ edic. Modiola arcuaiula non Hanley, lá- mina 31, fig. 6). Sibonga (Ha?iley), en la isla de Cebú. — lela de Mindanao (Elera). * sub ramosa Hanley (Reeve, Modiola, fig. 43). Nauján, en la isla de Mindoro. — Cajidiocán, en la isla Sibuiján. — Ría Catarman (Jagor), en la isla de Samar. — Cagayán de Mi- sarais (Cumingj y Davao, en la isla de Mindanao. '^- subsiilcata Dunker (Ciessin en Chemn,, 2.'"^ edic. Modiola, lámina 28, figs. 7 y 8). Manila (Dunker) y La Unión, en la isla áQ Luxón. — Surigao (Elerajt en la isla de Minda- nao.— Isla Balabac (Elera). *"■ Vag'ina Lamarck (Reeve, il/ocí/oZa, fig. 3). Zamboanga,en la isla de ]\rindanao. AVatsoiii Smith (Voy. Challenger, Lamellibr., lám. 16, %. 5). Isla de Luxón (Smith). - 21 -^ Otras especies citadas: Modiola hulla Dunker = Creiiella bulla. — castanea Gray = 3Ioíliola Vagina. — cinna^nomina Elera = Litliodomus ciimamomi- ims. ♦ — cuneiformis Hanley. Filipinas (Hanley)=: Mytilus cu- neiformis^ especie de Chile. — emarginata Clessia non Benson. Filipinas (Clessin). Especie de China? — ?nultístriata Dunker. Samar (Jagor). No conozco esta especie. — PcBteliana Clessin. Filipinas (Clessin) = Modiola sul- cata Lamarck, especie de las Antillas. — Reevei Angas = 3Io(lÍ()la stl'igata. — subsulcata Reeve, non Dunker = Modiola setigera. Género Lithodomus Cuvier. "* caiialií'erus Hanley (Reeve ConcTi. icón., Lithodomus, fig. 25). Bagac, prov. de Batáan. Nasugbú, prov. de Ba- t2iVíg'3i% ( Sánchex) , La Unión, en la isla de Luxón. — Isla de Cebú (Cuming). — Puerto Princesa, en la isla de la Paragua. caveriiosiis Dunker (Dunker en Chemn., 2.^ edic. Litho- phaga, lám. 2, figs. 5 y 6). Filijñnas (Dunker). * ciimaiuoiniíuis Chemnitz (Reeve, Lithodomus, fig. 5). Santa Cruz y Bolinao, prov. de Zambales, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. — Isla de Cebú (Elera). — Isla Saguisí, en la isla de MJn- danao. * Ciimingiaims Dunker (Reeve, Lithodomus, fig. 8). Isla de Romblón. — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. Lobbeckeaims Dunker (Dunker en Chemn., 2.^ edic. Li- thophaga, lám. 2, figs. 3 y 4). Filipinas (Dunker). * nasiltus Philippi (Dunker, Lithophaga, lám. 1, figs. 5 y 6; Reeve, Lithodomus, fig. 10). Isla Saguisí é isla Tinago, — 22 - Lithodomns en la isla de Míndanao. — Puerto Princesa, en la isla de la Paragua. * obesus Philippi (Reeve, Lithodomus, fig. 6). Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. * teres Philippi (Philippi, Ahhild. Modiola, lám. 1, fig. 3). Bagac, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Isla de Cebú. — Cagayán (Cuming fide Carpenter), Isla Saguisí é isla Tinago, en la isla de Mindanao. — Puerto Princesa^ en la isla de la Paragua. Otras especies citadas: Lithodomus fuscus Gmelin = Lithodomus einiiamo- iiiiims. — plumilla Hanley. Citado de Panamá por este autor en una de sus obras y de Filipinas en otra. No sé que se haya encontrado en estas islas. AVICÜLIDiE Género Avicula Klein. Anomioides Reeve (Reeve, Conch. icón. Avicula, fig. 26)» Filipinas (Paetel). brevialata Dunker (Dunker, Molí. Japan, lám. 10, figu- ras 3 á 5). Filipinas (Dunker). castaiiea Reeve (Reeve, Avicula, fig. 49). Isla de Min- doro (Cuming). * Crocea Lamarck (Reeve, Avicula, fig. 57). Isla de Mindo- ro (Cuming). — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. fibrosa Reeve (Reeve, Avicula, fig. 50). Catanauan (Cu- ming), Cavite (Fiera), en la isla de Luxón. flaniniata Reeve (Reeve, Avicula, fig, 37). Bacjauan en Badajoz, en la isla de Tablas. (Quadras.) imbricata Reeve (Reeve, Avicula, ñg. 11). Filipinas (Cu- ming). " 23 - A?icala Largillierti Philippi (Zeüschr. fur MalaJc., 1848, pág. 133). Isla de Bastían (Philippi). * lentigiiiosa Reeve (Reeve, Aviciila, fig. 13). Manila, en la isla de Luzón. La Avicula prcetexta Reeve es proba- blemente joven de esta especie. Lotoriuiu Lamarck (Reeve, Avicula, fig. 2). Filipinas {Jay). * macroptera Lamarck (Reeve, Avicula, fig. 1). Zamboanga, en la isla de Mindafiao. * margaritifera Linné (Reeve, Avicula, fig. 21; Danker en Chemn., 2,^ edic. Avicula, lám. 1, fig, 2). Nasugbü, provin- cia de Batangas (Sánchez), Daet, Paracale y Mambulao, prov. Camarines Norte (Jagor), Caramoan , prov. Camari- nes Sur, Bolinao, prov. de Zambales y Témate, provincia de Cavite^ en la isla de Luzón. — Tac!obáa_, en la isla de Leyte. — Salangán cerca de Guiñan (JagorJ^ en la isla de Samar. — Isla de Bohol (Elera). — Batan en Capiz, en la isla de Panay. — Isla Santa Fe de Bantayán. — Badián, Tabogón y Daan-Bantayán, en la isla de Cebú. — Su- rigao y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Isla Pilas y Maticán, en la isla de Basilán. — Puerto Princesa, en la isla de la Paragua. miirieata Reeve (Reeve, Avicula, fig. 12). Isla de Samar (Elera). — Tagana-an, en la isla de Mindanao. (Qliadras.) * nebulosa Conrad (Reeve, Avicula, figs. 33 y 34). Madlaog, en la isla de Marinduque. pra'texta Reeve (Reeve, Avicula, fig. 15). Isla del Corregi- dor (Cuming), en la isla de Luzón. pulchella Reeve (Reeve, Avicula, fig. 22) Filipinas (Cu- ming) . rutila Reeve (Reeve Avicula, fig. 19). Isla Lubán. (Qua- dras.) * Savignyi Deshayes (Reeve, Avicula, fig. 71). Ternate, en la isla de Luzón. — Gasán, en la isla de Marinduque. Spectrum Reeve (Reeve, Avicula, fig. 59). lúo, áe Mindo- ro (Cuming). Trochilus Reeve (Reeve, Avicula, fig. 51). Filipinas (Cu- ming). — 24 — * Zebra Reeve (Reeve, Avicula^ fig. 36). Tondo en Manila, en la isla de Luxón, Otra especie citada: Avicula heteroptera Reeve, non Lamarck. Filipinas (Jay), Mindoro (Elera). Especie de Australia. GÉNERO Malleus Lamarck. * albiis Lamarck (Reeve, Conch. icón. Malleus, fig. 1). Isla de Cebú. — Zamboanga, en la isla áeMindanao. — Isla de la Paragua (Elera). * doeniouiacus Reeve (Reeve, Malleiis, fig. 6). Isla de Samar (Jagor) . Legiimen Reeve (Reeve, Malleiis, fig. 2). Filipinas (Cu- ming). Reg'iila Forskal (Reeve, Malleus, fig. 4). Filipinas (Reeve). — Isla de Cebú (Elera). * Vlilgaris Lamarck (Reeve, Malleus , fig. 5). Islas de Cebú y Negros. Otra especie citada: Malleus vulsellaius Lamarck = Malleus Regula. Género Vulsella Lamarck. hiaus Lamarck (Reeve, Conch. icón. Vulsella, fig. 16). Fi- lipinas (CumÍ7ig). * lingulata Lamarck (Reeve, Vulsella, fig. 6). Filipinas (Jay). Dunker la menciona del Japón y del Mar Rojo. Otra especie citada: Vulsella spongiarum Lamarck. Filipinas (Jay). Especie del Mar Rojo. * •^ 25 Género Ferua Erügüiere. Aiiomioides Reeve (Reeve, Conch. icón. Perna, fig. 11). Isla Saguisí, en la isla de Mmda7iao.— Barrio de Tumúa en la isla de Guam, Marianas. Ephippiíim Linné (Reeve, Perna, fig. 8). Pasacao, pro- vincia Camarines Sur y Paracale, prov. Camarines Norte (Jagor), en la isla de Lnxón. — Isla de Samar (Jagor). Isog'iioiimm Linné (Reeve, Perna, fig. 24). Paracale y Mambulao, prov. Camarines Norte (Jagor), isla Bagatao, en la isla de Lnxón. — Isla de Samar (Jagor). — Isla de Bohol (Elera). — Isla de Cebii. — Tagana-an y Placer, en la isla de Mindanao. — Isla de la Paragua. leiitigiiiosa Reeve (Reeve, Perna, fig. 27). Filipinas (Cu- ming). Marsiipium Lamarck (Reeve, Perna, fig. 15). Filipinas (Reeve). Nucleus Lamarck (Reeve, Perna ^ fig. 4). Mambulao, pro- vincia Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón. Samoensis Baird (Smith, Lamell. Voy. Challenger, pá- gina 285; Baird, Cruise of the Curacoa, lám, 42, fig. 8, fide Smith). Bagac, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Zamboanga (Smith), en la isla de Mindanao. — Bin- túan, en la isla de la Paragua. — Isla Balabac. serratilla Reeve (Reeve, Perna, fig. 14). Filipinas (Cu- 7ning). spatlmlata Reeve (Reeve, Perna, fig. 28). Malabón en Manila, Morón, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Manapla, en la isla de Negros (Cuming J. — Isla Saguisí, en la isla de MÍ7idanao. Vespertilio Reeve (Reeve, Perna, fig. 26). Manila ( Cu- ming J, en la isla de Luxón. Otras especies citadas: Perna femoralis Lamarck = Perna Isog'iiomum. var. — flavida Paetel = 3Io(Iiola flavida. - 26 - Perna Isogonum Clessin = Perna Isognomiim. — subsulcata Paetel = Modiola siibsiilcata. — Vulsella Lamarck. Filipinas (Jaj). Especie de S/ Tho- mas. Género Pinna Linné. adusta Chemnitz (Chemnitz, Conch. Cab., edic. 1.* lámina 91, fig. 782). Manila (Hanley)^ en la isla de Luxón. * bullata Gmelin (Reeve, Conch. icón. Pinna, fig. 16). Filipi- 7ias (Jay). Chemiiitzi Hanley (Reeve, Pinna, figs. 1 y 55). Filipinas (Cuming). deltodes Menke (Reeve, Pinna, fig. 40). Zamboanga, en la isla de Mindanao. * electi'ina Reeve (Reeve_, Pinna, fig. 25). Gasán, en la isla de Marinduque. — Taclobán, en la isla de Leyte. flabellum Lamarck (Reeve, Pinna, fig. 18). Filipinas (Jay). fumata Hanley (Reeve, Pinna, figs. 27 y 28). San Nicolás (Cuming), en la isla de Cebú . Hanley i Reeve (Reeve, Pinna, fig. 15). Témate, provincia de Cavile, en la isla de Luxón. — Isla de Mindoro. inflatta Chemnitz (Reeve, Pimía, fig. 5). Filipinas (Cuming). * liirida Reeve (Reeve, Pinna., fig. 24). Manila, en la isla de Luxón.--1Ú2L de Samar. mutica Reeve (Reeve, Pinna, fig. 33). Isla óe Negros (Cu- ming). * nigra Chemnitz (Reeve, Pinna, fig. 4). Isla de Luxón (Jagor). — Isla de Samar (Jagor). — Surigao, en la isla de Mindanao. * peniia Reeve (Reeve, Pinna, fig. 39). Filipinas (Cuming). Philippinensis Hanley (Reeve, Pinna, fig. 20). Filipinas (Cuming). * saccata Linné (Reeve, Pinna, fig. 6). Filipinas (Cu- ming).— llocos (Fiera), en la isla de Luxón. — Isla de Cebú (Fiera). — 27 — Pinna * semicostata Reeve (Reeve, Pinna, fig. 30). Filipinas (Cuming). — Cortés en Tandag, en la isla de Mindanao, * vexilliim Born (Reeve, Pinna, fig. 36). Mambulao, prov. Camarines Norte (Jagor), Taal, prov. de Batangas y Bo- linao^ prov. de Zambales, en la isla de Luxón. — Isla de Mindoro. — Cauit, en la isla de Marinduque. — Daan-Ban- tayán, en la isla de Cebú. — Zamboanga, en la isla de Mindanao. — La Isabela, en la isla de Basilán. virgata Menke (Reeve, Pinna, fig. 45). Isla de Negros (Cuming). Zebuensis Reeve (Reeve, Pinna, fig. 26). Isla de Cebú (Cuming). Otras especies citadas: Pinna margínala Lamarck = Pinna biiUata. — nigrina Lamarck = Pinna nigra. — Philippensis Martens. ) „. tu m* • ^, .,. . ^ ,}= Pinna Pliilippinensis. — Philip pinar um raetel. j ARCID.E Género Arca Linné. angicostata Reeve (Reeve, Conch. icón. Arca, fig 57). Isla de Mindanao (Smith). antiqnata Linné (Hanley, Ipsa Lin. Conch., lám. 4, fig. 3; Reeve, fig. 24, Arca maculosa). Morón, prov. deBatáan, en la isla de Luxón. — Nauján, en la isla de Mindoro. — Islas de Romblón y de Cebú. bicarinata Sowerby (^Proc. Malac. Soc. Londo7i, TV, lá- mina 22, fig. 14). Isla de Cebú (Koch). Chalcantnni Reeve (Reeve, Arca, fig. 43). Parañaque en Manila, en la isla de Luxón. — San Nicolás (Cuming), en la isla de Cebú. cometa Reeve (Reeve, Arca, fig. 111). Sorsogón (Cu^ ._ 28 --^ Arca mmg), Nasugbú, prov. de Batangas (Sánchez) , en la isla de Luxón. COiígeiiita Smith (Voy. Challenger, Lamellih'., lám. 17, fig. 6). Isla de Mindanao (Smith). * cornea Reeve (Reeve, Arca, fig. 16; Philippi, Ahhild. Arca Cecillei, lám. 5, figs. 2 y 3). Tondo en Manila, Bagae, prov. de Batáan, Bulacán; Calumbit (Jagor), en la isla de Luzón. — Laylay en Boac, en la isla de Marín- duque. — Nauján, en la isla de Mindoro. — Basey (Cu- ming), en la isla de Samar (Jagor). — Dapitan y Giga- quit, en la isla de Mindanao. El nombre de Reeve es anterior. * crebricostata Reeve (Reeve, Arca, fi¿. 61). Tondo en Manila, en la isla de Luxón. * deciirvata Lischke (Reeve, fig. 80. Arca obliquata, non Gray). Nauján, en la isla de alindara. — Calbayóg (Cn- ming), en la isla de Samar. — Puerto Princesa, Ulugán, en la isla de la Paragua. * decussata Sowerby (Reeve, Arca, fig. 81). Daet y Mam- bulao, prov. Camarines Norte, Pasacao, prov. Camarines Sur (Jagor), Bagac, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. — Nauján en la isla de Alindero. — Isla de Romblón. — Isla de Samar (Jagor). — Isla Saguisí, Dapitan y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Bintúan y Puerto Princesa, en la isla de la Paragua. — Isla Balabac. * divaricata Sowerby (Reeve, Arca, flgs. 108 y 112). La Unión, en la isla de Luxón. — Isla de Saguisí é isla Ca- lumangán, en la isla de Mindanao. — Isla Rita y Ulugán, en la isla de la Paragua. — Isla Balabac. * feíTiíginea Reeve (Reeve, Arca, fig. 39; Jiivenis, fig. 48. Arca clathrata, non Defrance). Tondo y Malabón en Manila, en la isla de Luxón. — Islas de Barias y de Ticao (Cuming). De la misma localidad son los ejempla- res que corresponden á las dos figuras que cito. * fusca Bruguiere (Reeve, ^rm, fig. 82). Bagac, prov. de Batáan, Nasugbú, prov. de Batangas ( Sánchez) , en la — 29 ^- Arca '. isla de Liixón (Jagor). — Gasán, en la isla de Marindu- que. — Isla de Mindoro (Cuming). — Islas de Lubán y de Cebú. — Zamboanga (Martens, etc.^, Tandag, en la isla de Mmdanao. — Ulugán, en la isla de la Paragua. — Ar- chipiélago de Joló. g'lobosa Reeve (Reeve, ^/-m, fig. 52). Catbalogán (Cu- yning) , en la isla de Samar. * granosa Linné (Reeve, Arca, fig. 15). Costa de Tayabas, en la isla de Luxón. — Isla de Marinduque. — Nauján, en la isla de Mindoro. — Isla de Bohol (Elera). — Capíz,en la isla de Pa/m;/.— Tandag, en la isla de Mmdanao. * Giiberiiaciilum Reeve (Reeve, Arca^ fig. 14). Basey (Cu- ming), en la isla de Samar. — Dapitan, en la isla de Min- danao. * Helblingi Bruguiere (Reeve, Arca, fig. 90). Isla del Co- rregidor (Cuming)^ Nasugbú, prov. de Batangas (Sán- chex), Tonáo en Manila, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. — Islas de Lubán y de Masbate. — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. * holoserica Reeve (Reeve, Arca, fig. 11). Isla de Samar (Cuming). De acuerdo con Smith no doy á esta especie el nombre de Arca uropygmelana Bory, como hacen al- gunos autores. * iil?eqilivalvi,s Bruguiere (Kobelt en Chemn. Conch. Cab., 2.^ edic, Arca, lám. 3, fig. 1). Tondo y Malabón en Ma- nila^ en la isla de Luxón. — Dapitan, en la isla de MÍ7i- danao. * iiiflata Reeve (Reeve, Arca, fig. 30). Ilo-Ilo (Cuming), en la isla de Panay. * lacerata Linné (Reeve, Arca^ fig. 93). Isla de Mindoro (Cuming). latevalis Reeve (Reeve, ylrm, fig. 115). Filipinas (Cu- ming).— Manila (Nyst), en la isla de Luxón. * Lima Reeve (Reeve, Arca, fig. 101). Isla del Corregidor (Cuming), en la isla de Luxón. — Gasán, en la isla de Marinduque. — Isla de Burias (Cuming). — Puerto Prin- cesa, en la isla de la Paragua. — 30 — Arta * Luzoilica Reeve (Reeve, Arca, fig. 44). Manila (Elera), en la isla de Luxón (Cuming). — Dapitan, en la isla de Min- danao. miniíiia Nyst (Reeve, Arca minuta, non auct., fig. 112). Filipinas (Cuming). * Martinii Recluz (DunTcer, Novit., Conch. lám. 45, figu- ras 1 á 4). Témate, prov. de Cavite, en la isla de Liizón. — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. Especie citada del Brasil, pero como es tan característica, no me cabe duda de que pertenecen á ella los ejemplares recogidos en Filipinas. liavicella Reeve (Reeve, A7'ca, fig. 114). Calapán (Cu- ming), en la isla de Mindoro. obloilg'a Dunker (Duuker, Novit. Conch., lám. 37, figs. 4 á 7). Filipinas (DunJcer). olivácea Reeve (Reeve, Arca^ fig. 113). San Nicolás (Cu- ming), en la isla de Cebú. * pilllla Reeve (Reeve, Arca, fig. 8). Mari veles, en la isla de Luxón. — Isla de Barias (Cuming). — Isla de Samar (Ja- gor). — Dapitan y Gigaquit, en la isla de Mindanao. * SCaplia Linné (Hanley. Ipsa Lin. Conch., lám. 1, fig. 4; Reeve, Arca, fig. 25). Manila (Cuming), La Unión, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marindu- que. — Isla de Samar (Jagor, etc.). — Isla de Cebú. — Pla- cer (Elera), en la isla de Mindanao. — Puerto Princesa, en la isla de la Paragua. SCiilptilis Reeve (Reeve, Arca, fig. 118). Baclayón (Cu- ming), en la isla de Bohol. * seiiiitorta Lamarck (Reeve, Arca, fig. 89). Taclobán, en la isla de Leyte. — San Nicolás (Cuming), en la isla de Cebú' subrilbra Dunker (Dunker, Novit. Conch., lám. 28, figs. 1 á 5. Anomalocardia subrubra). Filipinas (Cuming). * S3' 111 métrica Reeve (Reeve, Ar'ca, fig. 117). Manila (Cu- ming., etc.), en la isla de Luxón. * teiiebrica Reeve (Reeve, Arca, fig. 105). Malabón en Ma- nila, en la isla de Luxón. — Basey (Cuming), en la isla de Samar. - 31 — Arca * tenella Reeve (Reeve, Área, fig. 91). Isla de Burlas (Cu- ming). * tortuosa Linné (Reeve, Arca, fig. 86). Filipinas (Jay). — Baeolod, en la isla de Negros. trapeziua Lamarck (Reeve, Arca, fig. 103). Batangas (Cu- ming), en la isla de Luxón. — Islas de Samar y Cebú (Elera). * ventricosa Lamarck (Reeve, fig. 69. Arca zebra, non Swainson). Isla del Corregidor y Manila (Caming), en la isla de Luxón. — Gasán, en la isla de Marinduque. — Nau- ján, en la isla de Mindoro. — Isla Saguisí y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Isla Balabac. vii'esceiis Reeve (Reeve, Arca, fig. 97). Catbalogán (Cu- ming), en la isla de Samar. * vollicris Reeve (Reeve, Arca, fig. 109). Cayogno en Ter- nate, prov. de Cavite y Bagac, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Isla de Burias (Cuming). — Pinamona- jan, en la isla de Cebú. — Isla Saguisí é isla Calumangán, en la isla de Mindanao. — Isla Rita, en la isla de la Pa- ragua. — Isla Balabac. — Aspurguan, en la isla de Guam, Marianas. Zebueiisis Reeve (Reeve, Arca, fig. 120). Isla de Cebú (Cuming) . Otras especies citadas: Arca anómala Reeve. Filipinas (Elera). El autor no da lo- calidad. — Cecillei Philippi = Arca cornea, var. — clathrata Reeve, non Def ranee ^ Arca femig'inea, juvenis. — craticulata Nyst = Arca ferruginea, juvenis. — foliata Forskal. Legaspi en Albay (Jagor) fide Martens = Arca lacerata? - láctea Linné. Filipinas (Cooke). Especie de Europa y África. — maculosa Reeve = Arca antiquata. — minuta Reeve = Arca miiiima. - 32 - Arca ohliquata Reeve, non Gray = Arca deciirvata. — Reeveana Nyst, non Philippi = Arca iiiflata. — torta Stimpson fide Morch = Arca tortuosa. — uropygmelana Bory = Arca holoserica. — Zehra Reeve, non Swainson = Arca ventricosa. Género CucuUsea Lamarck. COlicamerata Martini (Reeve, Cotich. icón. Cucullcea, fi- gura 1). Filipinas (Tryon). Género Pectunculus Lamarck. ailg'ulatus Lamarck (Reeve, Conch. icón. Pectunculus, fig. 30). Sorsogón, en la isla de Luzón. — Isla de Marindu- que. — Catbalogán (Cuming), en la isla de Samar. — Isla de Cehii. — Surigao, en la isla de Mindanao. aspersiis Adams y Reeve (Voy. Samarang , Mollusca, lá- mina 22, fig. 8). Archipiélago de Joló (Belcher), aurifliuis Reeve (Reeve, Pectunculus, fig. 17). Isla de Capul (Cmning). pectiniforiiiis Lamarck (Reeve, Pectunculus, ñg. 11). Mo- rón, prov. de Batáan, en la isla de Luzón. — Islas de Mas- bate y de Ticao (Cuming, etc.). — Isla de Cebú. — Zam- boanga (Martens, etc.), Tagana-an y Dapitan, en la isla de Mindaiiao. — Archipiélago de Joló. pertiisus Reeve (Reeve^ Pectunculus ,^g. 37) Islas de iw- %ón y de Mindanao (Cuming). striatiilaris Reeve (Reeve, Pectunculus , fig. 27). Sur de de la isla de Mindanao (Smith) . — 33 - NUCULID^ Géneeo Nncnla Lamarck. Ciimingi Hinds (Reeve, Conch. icón., Nucula , fig. 5), Bo- linao, prov. de Zambales, Sual, prov. de Pangasinán (Cuming), en la isla de Luxón. — Basey (Cuming), en la isla de Samar. — San Nicolás (Cuming), en la isla de Cebú. nana Hinds (Reeve, Nucula, fig. 33), Cagayán (Cuming)^ en la isla de Mindanao. Otra especie citada: Nucula retusa Hinds = Yoldia retusa. Género Leda Schumacher. lepida A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, página 49). Filipinas (Adams). Metcalfei Hanley (Reeve, Leda, fig. 18). Filipinas (Cu- ming). reticulata Hinds (Reeve, Leda, fig. 48). Loay (Cuming) y en la isla de Bohol. — Cagayán de Misamis (Cuming), en la isla de Mindanao. serótina Hinds (Sowerby, Thes. Conch. Nuculidce, figuras 19 á 21). Filipinas ( Sowerhy). Género Yoldia Mollee. Myalis Couthouy (Reeve, Conch. icon.^ Yoldia, fig. 9), Filipinas (Sowerhy). retusa Hinds (Reeve, Yoldia, fig. 21). San Nicolás (Cu^ ming), en la isla de Cebú, Eev. Acad. Ciencias.— m.— Julio, 1905. 3 — 34 - PECTINID^ Género Pectén Lamarck. *¿pyxidatus Born (Reeve, Conch. icon.^ Peden, fig. 6; Kus- ter en Chemn, Conch. Cab., 2.^ edic.; Peden, lám. 35, figuras 1 y 2). Capiz, en la isla de Panay. — San Nicolás (CumÍ7ig), en la isla de Cebú. — Bacolod, en la isla de Negros. — Isla de Mindanao. * Ziczac Linné (Reeve, Peden, fig. 29). Filipinas (Reeve). Otras especies citadas: Pedeti aurantius Sowerby. Filipinas (Jay) = Chlamys unicolor Lamarck, especie del Mediterráneo. — distans Sowerby, non Lamarck = Chlamys Janus. — hybridus Lamarck = Clilaiiiys squamosiis. — Layardi Reeve = Chlamys floreiis. — Leopardus Smith, var. solaris = Chlamys solaris. — sdnguineus Sowerby, non Gmelin. Filipinas (Sower- by) = Chlamys crueniatus Reeve, especie de Aus- tralia. — sanguinolentus Reeve, non Gmelin = Chlamys sa- iiiosus. — serratus Reeve, non Sowerby = Chlamys sqiiamo- sus. var. — veniricosus Sowerby. Calapán en Mindoro (Cuming). Especie de Santa Elena, en la América del Sur. Género Chlamys Bolten. albolineatus Sowerby (Sowerby, Thes. Conch. Peden, lá- mina 14, figs. 69 y 70). Daet, prov. Camarines Norte (Ja- gor), Morón, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac y Gasán , en la isla de Marinduque. — - 35 — Ohlamys Isla de Guimaras (Cuming). — Isla de Cebú. — Bahía dé Ulugán, en la isla de la Paragua. cloacatus Reeve (Reeve, Conch. ico?i., Peden, fig. 166). Filipinas (Reeve). florens Lamarck (Reeve, fig. 80, Pectén Layardi). Isla de Samar (Jagor). flilvicostatus Adams y Reeve (Reeve, Peden, fig. 123). Archipiélago de Joló (Belcher). * in?eqiiivalvis Sowerby (Sowerby, Peden, figs. 193 á 195). Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. — Isla de Cebú. * Jaiius Montrouzier (Reeve, fig. 49. Peden distans, non La- marck). Calapán (Cuming), en la isla de Mindoro. — Boac, en la isla de Marinduque. — Ayala, en la isla de alinda- nao, — Archipiélago de Joló. larvatus Reeve (Reeve, Peden, figs. 158 y 165). Filipi- nas (Reeve). lemiiiscatus Reeve (Reeve, fig. 170. Peden lentiginosus) . Zamboanga (Smitk), en la isla de Mindanao. * leiitig'iiiosus Reeve (Reeve, Peden, fig. 76). Manila (Lisdike), en la isla de Luxón. — Isla Lugbón. — Isla Ticao (Cuming). — Islas de Cebú y de Panay. — Isla Sa- guisí, Ayala y Zamboanga, en la isla de Mindanao. * Palliuiu Linné (Reeve, Pede^i, fig. 63). Calapán, en la isla de Mindoro. — Isla de Cebú. — Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Archipiélago de Joló. — Barrio de Sumay en Agat, isla de Guam, Marianas. pictiis Sowerby (Reeve, Peden, fig. 116). Bais (Cuming), en la isla de Negros. * pseudolima Sowerby (Reeve, Pede7i, fig. 57). Manila, en la isla de Luxón. — Nauján, en la isla de Mindoro. — Jacna (Cuming), en la isla de Bohol. — Surigao, en la isla de Mindanao. * Radiila Linné (Reeve, Peden, fig. 83), Puerto Galera, en la isla de Mindoro. — Isla de Burias. — Isla de Samar (Jagor). — Antique , en la isla de Panay. — Jsla de Cebú. — Arguelles, en la isla de Negros. — Zamboanga (Mariens, — 36 — Chlamys etc.) é isla Saguisí, en la isla de Mindanao. — Punta Ba- labac, en la isla Balahac. * Rastelliim Lamarck (Sowerby, Thes. Peden, fig. 30; Deles- sert, Recueil des coquill., lám. 16, fig. 3 a, b). Filipinas (Baranda). El Peden mirificus de Reeve (Condi. icón. Peden, fig. 104), es sólo una variedad de esta especie. * riigosus Sowerby (Reeve, Pedeti, fig. 144; Sowerby, Pec- ten, fig. 226). Morón, prov. de Batáan, en la isla de Lu- xón. — Isla de Burias (Qiiming). * saiiiosiis Reeve (Reeve, fig. 159. Peden sanguinolentus). Ayala y Zamboanga, en la isla de Mindanao. seiiatorius Gmelin (Reeve, Peden, fig. 81). Isla de Buzón (Smith). * serratiis Sowerby (Sowerby, Thes. Peden, fig. 56). Mobo, en la isla de Masbate. — Isla de Cehú (Cuming). solai'is Sowerby (Reeve, Peden, fig. 92). Isla de Luxón (Smiih). * speciosiis Reeve (Reeve, Peden, fig. 112). Filipinas (Reeve). * spectabilis Reeve (Reeve, Peden, fig. 128). Isla de Cehú. * squaiiiatus Gmelin (Reeve, Peden, fig. 82). San Nicolás (Cuming), en la isla de Cehú. * squamosus Gmelin (Reeve, Peden, fig. 65; Yar. fig. 46, Peden serrahis, non Sowerby). Cavite y Manila (Elera), en la isla de Buzón. — Isla de Cehú. — Isla Calumangán, Surigao y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — La Isa- bela, en la isla de Bastían. * siil>plicatus Sowerby (Reeve, Peden, fig. 17). Isla del Corregidor (Cumi?ig), en la isla de Buzón. — Ayala, en la isla de Mindanao. * Tigris Lamarck (Reeve, Peden, fig. 77). Isla de Mashate (Cuming). — Zamboanga, en la isla de Mindanao. — La Isabela^ en la isla de Basilán. vitreiis Chemnitz (Kuster en Chemn., 2.^ edic. Peden lám. 18, fig. 10), Sorsogóü, prov. de Albay (Cuming), en la isla de Buzón. — Isla de Panay {Smiih). - 37 — Géseeo Amussium Klein. caduciim Smith (Voy. Challenger, Lamellibr., lám. 23, fig. 1). Isla de Liixón (Smith). Jeffreysi Smith (Voy. Challenger^ Lamellibr., lám. 23, fig. 2 ). Filipinas (Smith). Pleuronectes Linné (Reeve, Peden, fig. 48). Punta Res- tinga, prov. de Cavite, en la isla de Luxón. — Isla de 3Ia- rinduque. — Capiz, en la isla de Panay. — Isla de Cehit (Jay). — Surigao y Zamboaoga, en la isla de Mindanao. Género Hemipecten Adams y Reeve. Forbesiamis Adams y Reeve (Reeve, Conch. icón. Hemi- fecten, lám. 1, figs. 1 y 2). Archipiélago de Jo/ó (Belcher). LIMID.E GÉNERO Lima Brüguiere, Basilanica Adams y Reeve (Voy. Samarang, Mollusca, lám. 21, fig. 6). Isla de Basilán (Belcher). bullata Born (Reeve, Conch. icón., Lima, fig. 3). Sorsogón, prov. de Albay (Cuming)^ en la isla de Luxón. Cumiiigi Sowerby (Sowerby, Thes. Lima, fig. 24 y 25). Bolinao (Cnming), en la isla áe Luxón. * fragilis Chemnitz (Reeve, Lima, fig. 18 b; Sowerby, Lima, figs. 34 á 37). Balaring, en la isla de Marinduque. — Ba- dajoz, en la isla de Tablas. — Isla Liigbón. — Isla de Cebú. — Isla Saguisí, isla Balagnan, isla Tinago é isla Ji- nitúan, en la isla de Mindanao. — Isla Rita, en la Bahía de Ulugán, en la isla de la Paragua. lata Smith (Voy. Challenger, Lamellibr., lám. 24, fig. 3). Isla de Mindanao (Smith). — 38 - lima orientalis Adams y Eeeve (Voy. Samarang, Mollusca, lám. 21, fig. 7). Filipinas (Belcher). Sowerby la conside- ra como variedad de su Lima angulata. squamosa Lamarck (Reeve, Lima, fig. 10; Sowerby, Lima^ figs. 1 y 18). Manila (Lischke), en la isla de Luxón. — Isla Saguisí y Zamboanga, en la isla áeMindanao (Smith). — Isla Balahac. teñera Chemnitz (Reeve, Lima, fig. 7). Batangas (Soiverhy) y Pasacao, prov. Camarines Sur (Jagor), en la isla de Lu- xón.— Isla de Mindoro (Sowerby). — Isla de Cebú. — Isla Saguisí y Dapitan, en la isla de Mindanao. Otras especies citadas: Lima Í7iflata Chemnitz. Filipinas (British Museum). Espe- cie del Mediterráneo. — scabra Born. var. glacialis Gmelin = Lima teñera. SPONDYLID^ Género Spondylus Linné. * affinis Reeve (Reeve, Conch. icón. Spondylus, fig. 62). Filipinas (Reeve). albibarbatus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 32). Filipinas (Cuming). * albus Chemnitz (Chenu, Illusir. Conch. Spondylus , lámi- na 28, fig. 5). Isla Basilán. Tal vez variedad del Spon- dylus Nicobaricus. asperrimus Sowerby (Reeve, Spondylus, fig. 45). Filipi- nas (Cuming). * aurantius Lamarck (Reeve, Spondylus, fig. 10). Filipi- nas (Cuming). * Var. alba (Sowerby, Thes. Conch. Spondylus, lámi- na 89, fig. 55). * Var. purpurea (Chenu, Illusir. Spondylus, lám. 23, fig. 4). Lugbutún, en la isla de Basilán. - 39 - Spondylns * Var. lingua felis (Reeve, Spondylns, fig. 27). Isla Basilán. Mi ejemplar es intermedio entre esta figura y el tipo de la especie. barbatiis Reeve (Reeve, Spondylns, fig. 16). Filipinas f Cmw2¿/2^^. Probablemente este Spondylus y el Spondylns affinis son variedades de una misma especie , á pesar de las distinciones que hace Reeve entre ambos. Butleri Reeve (Reeve, Spo?idylus,ñg. li). Filipinas (Cu- ming). Parece tan sólo la variedad purpúrea del Spon- dylns anraniius, con menos series de espinas y éstas más anchas. camiirus Reeve (Reeve, Spondylus, ñg. 36). Filipinas» (Cuming). El Sporidylns foliaceus de Reeve (Conch, icon.^ fig. 57) es tal vez un individuo más adulto del Spon- dylns camurus. castlis Reeve (Reeve, Spondylns^ fig. 47). Filipinas (Cu- ming).— Manila (Kuster), en la isla de Luxón. * ducalis Chemnitz (Reeve, Spondylns, fig. 26). Nasugbó, prov. de Batangas (Sánchex), Mari veles y Morón, provin- cia de Batáan en la isla de Luxón. — Isla de Marinduque. — Isla Lubán. — Isla de Cebú. — Isla de Bohol (Elera). — Isla Cayauán, en la isla de Mindanao. — Isla Basilán. — Isla Balabac. * foliaceus Chemnitz (Reeve, Spondylus, fig. 25; Sowerby, Thes. Conch. Spondylus Petroselinnm , lám. 84, figs. 6 á 10; Chenu, Illnst. Conch., lám. 22. Spondylus costatus de Lamarck), Isla de Ticao (Cuming). — Zamboanga, en la isla de Mindanao. * Fragiim Reeve (Reeve, Spondylns., fig. 61). Isla de Ma- rinduque. Hystrix Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 42). Isla de Basilán. * imbutiis Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 55). Filipinas. Lamarcki Chenu (Reeve, Spondylus, fig. 30). Diiet, pro- vincia Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón. multimuricatus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 15). Fili- pinas (Cuming). niultisetosiis Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 11). Ma- - 40 - Spondylns nila (Kuster), en la isla de Luzón, — Isla de Samar (Jagor). Mus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 12). Filipinas (Cu- ming). * Nicobaricus Chemnitz (Reeve, Spotidglus , ñg. 50; Chenu, Illustr. Conch., lám. 28, figs. 2 á 4. Spondylus radians de Lamarck; Reeve, figs. 44 a. b. Spondylus coccineus, non Lamarck). Isla Lubáti. — Isla de Barias (Sowerby). — Isla de Cebú. iiudus Chemnitz (Reeve, Spondylus, fig. 2). Filipinas (Cuming). * ocellatus Reeve (Reeve, Spondylus^ fig. 43). Filipinas (Cuming). occidens Sowerby (Journ. Malacology., vol. X, lám. 5, fig. 9). Filipinas (Sowerby). * Pacificus Reeve (Reeve^ Spondylus , fig. 1). Manila (Lis- clike), en la isla de Luzón. * pliirispinosus Reeve (Reeve, Spondylus , fig. 18). Isla de Basilán. \reg'ms Linné (Reeve, Spondylus, fig. 20; Chenu, Illustr. Conch. Spondylus, \ám. 7, figs. 1 y 2). Archipiélago de Joló (Cuming). * rubicuiidus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 60). Filipinas (Reeve). * setiger Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 53). Filipinas (Reeve). Spectruiu Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 49). Filipinas (Cuming). teiielliis Reeve (Reeve^ Spondylus, fig. 67). Filipinas (Fiera). * temiiíspiíiosii.s Sowerby (Reeve, Spondylus , ^g. 23). Isla de Cebú (Cuming). vii'giiieiis Reeve (Reeve ^ Spondylus, fig. 31). Filipinas (Cuming). * zoiíalis Chenu (Reeve, Spondylus , fig. 29). Islas de Min- doro y de Ticao (Cuming). - 41 — Otras especies citadas: Spo?idylus coccineus Reeve, non Lamarck ^ Spondylus Nicobaricus. — fragüis Sowerby. Filipinas (Jay). El autor no da loca- lidad. — herinaceus Chenu = Spondylus zoiíalis. — Petroselinum Sowerby = Si)Oiidyliis foliáceas. Géneeo Plicatula Lamarck. australis Lamarck (Sowerby, Thes. Conch. Plicatula, fi- guras 20 á 22). Cayogno en Témate, prov. de Cavite, en la isla de Luxón. — Isla Jinituan, en la isla de Mindanao. (Quadras.) dubia Hanley (Sowerby, Plicatula, fig. 19). Isla de Sa- mar (Cuming). imbricata Menke (Sowerby, Plicatula, figs. 6 y 15 á 18). Isla del Corregidor (Cuming)^ Manila, Cayogno, prov. de Ternate, en la isla de Luxón. Pllilippinarum Hanley (Sowerby, P/¿"ca^i¿/a, figs. 9 á 14). Filipinas (Cuming). — Isla de Cebú (Elera). Otra especie citada: Plicatula cristata Lamarck. Filipinas (Jay). Especie de América. ANOMIID^ Género Anomia Linné. * senigmatica Chemnitz (Reeve, Conch. icón. Anomia, fi- gura 40). Malabón en Manila (Jofias) , en la isla de Luxón. — Victoria, en la isla de Negros (Jay). Amaboeus Gray (Reeve, Anomia ^ fig. 7). Isla de Burias (Cuming) . — 42 - Otras especies citadas: Anomia corrugata Koch. Filipinas (Paetel). — naviformis Joñas = Anomia penigmatica. — reiicularis Koch. Filipinas (Paetel). — rosea Gray = Anomia {enigmática. Género Placunanomia Broderip. macrochisma Deshayes (Reeve, Conch. icón. Placunano- mia ^ fig. 7). Cagayán (G. B. Sowerby), en la isla de Luzón. GÉNERO Flacnna Bruguiere. papyracea Lamarck (Reeve, Placuna, fig. 2). Isla de Sa- mar (Jagor). * Placenta Linné (Reeve, Placuna^ fig. 3). Bulacán, en la Bahía de Manila, Caramoan, prov. Camarines Sur, en la isla de Liizón. — Isla de Samar (Jagor). — Capiz, en la isla de Panay. * Sella Gmelin (Reeve, Placuna, fig. 1). Zambales, en la isla de Luxón. — Surigao, en la isla de Mindanao. Otra especie citada: Placuna orbicularis Retz = Placuna Placenta. OSTREID^ Género Ostrea Linné. * affinis Sowerby (Reeve, Conch. icón. Ostrea, fig. 75). Isla de Cebú. * Cristagalli Linné (Reeve, Ostrea, fig. 22). Filipinas (Jay), etc. - 43 - Ostr«a CliCllUata Born (Reeve, Osirea, fig. 34). Malabon en Ma- nila (Elera), en la isla de Luxón. — Isla de Samar (Jagor). — Isla de Cehú (Elera). * Ciimiiig'iana Bunker (Reeve, fig. 48. Ostrea ladea). Fili- pinas. deiiticiilata Born (Reeve, Ostrea, fig. 14). Isla de Samar (Jagor). echinata Quoy (Voy. Ástrolabe, Moll.,\ám 76, figs. 13 y 14). Filipinas (Hanley). * hyotis Linné (Reeve, Osirea^ fig. 7). Diiet, prov. Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón. — Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Lugbután, en la isla de Basilán. * imbricata Lamarck (Reeve, Ostrea, fig. 36). Isla de Cebú. * lugubris Sowerby (Reeve, Ostrea, fig. 63). Filipinas. * Mytiloides Lamarck (Reeve, Ostrea, fig. 3). Isla de Cebú (Hanley). — Zamboanga, (Martens, etc.), en la isla de MÍ7idanao. orieiitalis Jay (Chemnitz, Conch. Cab., 1.* edic, lám. 71, fig. 660). Filipinas (Jay). * Paiilucciíe Crosse (Jonrn. Conch. París, 1870, lám. 2, fig. 5; Reeve, fig. 56. Ostrea palmipes). Filipinas (So- iverby). * Pes tigris Hanley (Reeve, Ostrea, fig. 78). Isla de Luxón (Cuming). * plicata Chemnitz (Reeve, Ostrea, fig. 68). Filipinas (Jay, etc.). * pyxidata Adams y Reeve (Reeve, Ostrea, fig. 16). Filipi- nas (Belcher). rosacea Deshayes (Reeve, Ostrea, fig. 46). Isla de Samar (Jagor). Otras especies citadas: Ostrea cornucopice Chemnitz = Ostrea CUCllllata. var. — fusca Lamarck. var. Sinensis. Filipinas (Jay) = Ostrea Sinensis Gmelin, especie de China. — palmipes Sowerby = Ostrea Paulucciíe. — 44 — RESUMEN Las islas Filipinas se hallan situadas en el Océano Pacífico, desde el 5° al 20° de latitud Norte, entre la China, por el Nor- oeste, la Cochinchina, por el Oeste, Borneo, por el Sudoeste, las Célebes, por el Sur, y las Molucas, por el Sudeste. Están separadas de la China y de la Cochinchina por el mar de la China; de Borneo, por el mar de JoIó <5 de Mindoro, y de las Célebes, por el mar de este nombre, quedando en su costa oriental completamente abiertas á las corrientes del Océano Pacífico, pues sólo á una distancia de 20°, y casi á la misma latitud, existen las pequeñísimas islas que han recibido el nom- bre de Marianas. Las islas que constituyen el archipiélago de Joló son también pequeñas y forman como una barrera entre el mar de Joló y el mar de las Célebes, desde el extremo in- ferior y occidental de las Filipinas hasta la punta más oriental de Borneo. El estar colocadas las Filipinas en la zona intertropical, el ser muy numerosas y de diversa magnitud las islas que forman dicho grupo, el presentar muchas sinuosidades en sus costas, aguas tranquilas en distintos sitios y poco hondas, pues la pro- fundidad es menor de 100 brazas, son circunstancias en extre- mo favorables para la vida de los moluscos marinos, y así no es extraño que su fauna sea tan numerosa y tan notable, y eso que falta mucho por explorar en una región tan privilegiada bajo el punto de vista de sus producciones naturales. Mucho hicieron por el conocimiento de la fauna malacológi- ca de dicha región los dos célebres colectores de los moluscos de Filipinas: el inglés Cuming, poco antes del año 1840, y el español Quadras, desde 1884 (durante un período de diez y seis años); contribuyendo también á ello las excursiones de Kierulf, Hombron, Belcher, Jagor, Semper, Baranda, Fungai- riño, Teixidó, Martens, Mangas, Pardo, Besser, MoUendorff, Sánchez y otros varios, como puede ver el lector en los datos reunidos en el presente Catálogo, de cuyo examen resulta que la - 45 — fauna filipina es una de las más ricas y variadas del globo. Pero con ser tanto el número de especies allí recogidas, se puede decir de antemano que han de ser muchas todavía las que se encontrarán en aquellos mares, cuando se recorran detenida- mente por mayor número de naturalistas y con los poderosos medios que hoy tiene la ciencia para esa clase de investiga- ciones. Si la fauna de Filipinas consta ya de 4.300 á 4.500 espe- cies de moluscos terrestres, fluviales y marinos, con las explo- raciones de unas cuantas personas que sólo han trazado en sus viajes algunas líneas por aquellas numerosas y accidentadas islas, calcúlese lo que aumentará dicho número cuando se pue- dan examinar despacio grandes extensiones de terreno, visitar minuciopamente todos los senos y repliegues de las costas y dragar en distintos sitios y á diferentes profundidades. En las páginas anteriores está ya reunido y estudiado todo lo relativo á los moluscos marinos (sin perjuicio de continuar publicándolo de una manera extensa en mis Obras malacológi- cas), y dentro de poco aparecerá la segunda parte de este Ca- tálogo, que contiene la enumeración de los moluscos terres- tres y fluviales. Mas al terminar esta primera parte he creído útil dar un resumen de las localidades más ó menos conoci- das de las islas Filipinas , Joló y Marianas, indicando á la vez el número de especies halladas en cada una y el nombre del colector que las encontró. Creo que esta lista servirá para las investigaciones posteriores , porque podrá verse en seguida qué localidades han sido visitadas y cuáles las que restan por ex- plorar. Sin contar muchos moluscos que han sido citados de Fili- pinas y que no admito aún en dicha fauna, pues no me inspi- ran confianza esos datos por diversas razones (1), las especies (1) Van señalados al final de cada género; es probable que lle- gue á confirmarse la existencia en Filipinas de algunos, pero pue- de afirmarse desde ahora que no se hallarán otros muchos, por- que si bien las Filipinas pertenecen á la misma provincia geográ- fica que China, el Sur del Japón, Borneo, Ceilán, Madagascar, Norte de Autralia, etc., es bien sabido que parte de las especies — 46 — que constituyen hoy la fauna malaeológica marina de dichas islas son en número de 3.121, incluyendo en ellas 485, á las cuales sólo se indica por localidad Filipinas. En el índice al- fabético colocado al principio de este Catálogo se ha hecho la distribución de las especies que corresponden á cada género, y en el que luego sigue se indica el número de especies encon- tradas en cada sitio. Las localidades de las islas van dispuestas por orden alfabé- tico; pero enumero las islas por grupos, atendiendo á su mayor conexión entre sí por la menor profundidad que hay en las aguas que las separan. Las mayores profundidades existen en el mar de Joló y de las Célebes donde llegan á 2.550 y 2.750 brazas respectivamente; en el estrecho de Mindoro, entre la isla de este nombre y la de Busuanga, alcanza la de 936 bra- zas; es de 500 en el estrecho de Sibutú, entre la isla Tawi- Tawi y Borneo; de 375 entre Bohol y Mindanao; desciende ya á 110 alrededor de las islas que forman el grupo de Mindoro, entre ellas y Luzón, Marinduque, Masbate y Panay, y es, por último, de menos de 100 brazas á todo lo largo de las Filipi- nas y Joló, desde Luzón hasta el estrecho de Sibutú, entre Luzón, Polillo, Catanduanes , Marinduque, Ticao, Masbate, Samar, Leyte, Panay, Guimarás, Negros, Cebú, Siquijor, Bohol, Panaon, Dinagat, Siargao, Mindanao, Sarangani, Sa- col, Basilán, Malanipa y todo el archipiélago de Joló. La parte occidental de las Filipinas, ó sea Busuanga, Cuyo, Ca- lamian, Paragua, Balabac y Cagayán de Joló, se halla sepa- rada de la parte oriental por la gran profundidad del estrecho de Mindoro, é igualmente del archipiélago de Joló, por la del estrecho de Sibutú, y está en conexión más íntima con Banguey y Borneo por una profundidad menor de 100 brazas, como su- cede entre las islas de la parte oriental de las Filipinas. de una provincia geográfica se encuentran en todas las regiones de dicha provincia, y otra parte se hallan localizadas en cada una de las regiones de la misma. Hecho ignorado por Elera al incluir en la fauna de Filipinas muchas especies que hallaba citadas de los países antes indicados , y las cuales no señala como existentes en su colección del Archipiélago! (Véase su obra). ~ 47 — — 48 - Grupo Luzón. Islas Batan, Camiguín, Luzón, Polillo, Alabat, Catandua- nes, Raporapo, Marinduque y Corregidor. Especies. Isla Batan, entre Formosa y las Babuyanes (Elera). 2 Isla Camigum , en las islas Babuyanes (Cuming) . . 9 Isla de Luzón (Cuming, Besser, Meyen, Jagor, Baranda, Martens, Semper , Goiild, Liautaud, Eydoux, Gruner, Largüliert^ Quadras, Teixidó, Fohl, Deppe, Móllendorff, etc.) 1.131 Abulug, provincia de Cagayán (Cummg) 2 Agoo, provincia de la Unión (Cuming) 7 Albay, provincia de (Cuming, Jagor , Quadras) 11 Aparri, provincia de Cagayán (Quadras) 4 Bacarra, provincia de llocos Norte (Cuming) 2 Bacón, provincia de Sorsogón (Quadras) 10 Bagac, provincia de Batáan (Quadras) 126 Bagatao (Isla), provincia de Sorsogón (Quadras) 33 Bauang ó Baoang, provincia de la Unión (Cuming) . . . 3 Bangui ó Banguey, provincia de llocos Norte (Cu- ming) 7 Banquíruhán(Río), provincia de Albay (Quadras). ... 3 Batáan, provincia de (Jagor) 11 Batangas, provincias de (Cuming ^ Quadras) 31 Bolinao (Cabo), provincia de Zambales (Cuming, Quadras) 59 Bulacán, provincia de (Quadras) 6 Bulusán, provincia de Sorsogón (Cuming) 1 Caba (Río), provincia de la Unión (Quadras) 2 Cagayán, provincia de (Cuming) 10 Caloocán, en Manila. Calumpit, provincia de Bulacán (Jagor) 1 — 49 - Especies, Cand<5n, provincia de llocos Sur (Quadras) 1 Calatagán, provincia de Batangas (Qimdras) 8 Camarines, provincia de (Quadras) 1 Candelaria (Puerto de la) prov. Zambales (Quadras). 8 Caramoan , provincia de Camarines Sur (Quadras) . . 7 Casigurán (Playa de), provincia de Sorsogón (Qua- dras) 2 Catalangán (Río), provincia La Isabela (Quadras) . . 2 Catanauan, provincia de Tajabas (Cuming) 37 Cavite, provincia de Cavite (Cuming , Martens).. . . 56 Cayogno en Ternate. Currimao (Puerto), provincia llocos N. (Cuming, Quadras) 14 Daet, provincia Camarines Norte (Jagor) 11 Daraga ó Cagsaua (Río), provincia de Albay (Jagor). 2 DigoUorín, provincia La Isabela (Quadras) 3 Gubat, provincia de Sorsogón (Quadras) 4 Hermita en Manila. Iba, provincia de Zambales (Cuming) 3 llocos Norte y Sur, provincia de (Cuyning, Quadras). 15 La Unión, provincia de la Unión (Quadras) , ...... 35 Legaspi, provincia de Albay (Jagor) 8 Lucena , provincia de Tayabas (Quadras) 5 Malabón en Manila. Malate en Manila. Mambulao, provincia Camarines Norte (Jagor) 36 Manhan ? (C. Semper) 1 Manila (Besser, Meyen, Cuming, Baranda, Martens, Quadras, Gould, Liautaud, Fohl, Eydoux , Dep- pe, Gruner, Largilliert, Müllejidorff , Teixidó, etcétera, etc 409 Mariveles, provincia de Batáan (Jagor, Quadras, Mollendorff) 78 Matnog, provincia de Sorsogón (Cuming) 19 Morón ó Morong, provincia de Batáan (Quadras) . . . 101 Naic, provincia de Cavite (Elera) 9 Narvacán, provincia llocos Sur (Quadras) 13 Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. á — 50 - Especies. Nasugbú, provincia de Batangas (Sánchez) 67 Orion, provincia de Batáan (Cuming) 4 Paguindin, provincia La Isabela (Quadras) 3 Palanan, provincia La Isabela (Quadras) 9 Pangasinán, provincia de (Quadras). 3 Panimán (Ensenada de) Quadras 4 Paracale, provincia de Camarines Norte (Jagor). ... 16 Parañaque en Manila. Pasacao, provincia Camarines Sur (Cuming, Jagor). 25 Pasig (Río) en Manila. Pasiguing, provincia llocos Norte (Cuming) 4 Patrocinio, provincia de Albay (Jagor) 4 Punta Restinga, Provincia de Cavite (Quadras). ... 4 Puteao, provincia de Albay (Cuming) 13 San Bernardino (Estrecho de) Quadras 1 San Esteban, provincia de llocos Sur (Cuming, Qua- dras) , 6 San Fernando, provincia La L^nión (Quadras) 2 San Juan, provincia de llocos (Quadras).. . 1 San Juan de Bocboc , provincia de Batangas (Qua- dras) 4 San Miguel, provincia de Albay (Cuming, Jagor).. . 6 Santa Cruz, provincia de Manila (Cuming, Quadras). 22 Santa Lucía en Manila. Sargassinan (Es Pangasinán?) Cuming 1 Sedeira en Manila. Sinait, provincia llocos Norte (Cuming) 3 Sinay, provincia de Vigán? (Quadras) 5 (Estas dos localidades deben ser una misma) Sorsogón, provincia de Albay (Cuming, Baranda, Quadras) 54 Sual, provincia de Pangasinán (Cuming) 12 Subic 6 Subig, provincia de Zambales (Jagor, Qua- dras) 15 Taal, provincia de Batangas (Quadras) 12 Tabaco, provincia de Albay (Quadras) 4 Tayabas, provincia de (Quadras) 36 - 51 — , Especies. Ternate, prov de Cavite (Qiiadras) 103 Tiabasan (Río) en Bosoboso (Quadras) 2 Ticnoan (Río) provincia la Isabela (Quadras) 2 Tiui, provincia de Albay (Quadras) 1 Tondo en Manila. Vigán, provincia llocos Sur (Quadras) 1 Zambales, provincia de (Quadras) 9 Yagua^ provincia de Albay (Jagor) 1 Isla Polillo (Porte).. 4 Isla Cat and lian es Isla Alabat (Quadras) 46 (Quadras) 50 Isla Rapompo ó Ba- ^°^*^° (Quadras). 1 pnrapn (Quadras.). 1 ^^''^ '^""^ Corregidor (Cutning) 69 Isla de 3Iarinduqne (Quadras). 362. Banalacan (Isla) (Qua- Laylay en Boac. dras) 77 Madlaog (Quadras) ... 1 Balaring (Quadras) ... 10 Malibago (Quadras).. . 4 Balugo (Quadras). ... 5 Mampao (Quadras) ... 9 Boac (Quadras) 151 Masiga (Quadras) ... 1 Buliasnin (^^Maí//-a.sj. . . 1 looc (Pimta) (Quadras) 10 Biinganay (Quadras). . 3 Sabán (Quadras) 7 Cauit (Quadras) 8 Santa Cruz (Quadras). 1 Gasán (Quadras) 9 Tabigui en Boac. Ijatob (Quadras). .... 4 Torrijos (Quüdras). ... 7 Grupo Mindoro. Islas Lubán, Mindoro, Ilín, Panagatan, Tablas, Romblón, Lugbón, Sibuyán y Burias. Isla Lnbán (Quadras) 70 Isla Ilín (Quadras) . . 1 Isla de 3Iindoro (Cuming, Quadras). 332. Bacó (Quadras) 1 Buogao (Quadras) 1 Bongabon (Quadras). . 1 Calapán (Cuming) 36 - 52 - Mansalay (Quadras) . . 1 Puerto Galera (Cuming Nauján (Quadras) .... 88 y Quadras) 38 Isla Paiiagataii (Cu- Isla Lugbóii (Qua- ming) 1 dras) 54 Isla de Tablas (Quadras). 95. Agcalatao en Badajoz. Looc (Quadras) 16 Bacjauan en Badajoz. Lanitnón en Odiongán.. Badajoz (Quadras). ... 55 Odiongán (Quadras) . . 10 Calatrava (Quadras) . . 9 Salado (El) en Odiongán. Hambulón en Looc. isla de Romblón Isla de Burlas (Cu- (Quadras) 68 ming) 103 Isla de Sibuyán (Quadras). 47. Cajidiocán (Quadras).. 10 Magallanes (Quadras) . 36 Grupo Negros. Islas Ticao, Masbate, Panay, Guimarás, Negros, Bantayán, Cebú, Siquijor, Panglao, Bohol, Ley te, Limansaua, Panaon, Samar y Capul. Isla Ticao (Cuming). 257 S. Jacinto (Chierchia)., 2 Isla de Masbate (Cuming, Jagor, Quadras). 194. Magdalena (^Q?/aí/raí;^. . 4 '^ aro (Quadras) 25 Mobo (Quadras) 13 Palanóc (Quadras). ... 25 Isla de Paiiay (Cummg, Quadras). 97. Antique (Quadras).... 20 l\o-l\o (Cu7?iing, Qua- Capiz Quadras) 33 dras) 21 Dingle (Río) Cuming.. 2 Pilar (Quadras) 5 Isla Guimarás (Cuming). 33. Nagaba (Cuming) .... 6 - 53 - Isla de Negros (Cuming, Meyer, Mariensy Quadras). 203. Arguelles (Quadras) . . 14 Ginijerán (Cuming). . . 2 Bacolod (Quadras) . . . 4 Guihulgna (Quadras). . 8 Bais (Cuming) 18 Himalalud (Quadras). . 21 Binalbagán (Quadras) . 1 Jimamailán (Cuming).. 10 Cabancalán (Quadras). 2 Mambucal en Murcia Cádiz Nuevo (Quadras) 1 (Quadras) 1 Calatrava (Quadras) . . 1 Manapla (Quadras). . . 10 Dumaguete (Cuming) . 22 Tanhay (Cuming) 3 Escalante (Quadras) . . 10 Victoria (Quadras) . . . 1 Isla Santa Fé de Bantayán (Cuming, Quadras). 14. Isla de Cebú (Cuming^ Tripe, Quadras^ KocJi, Schneider, Müllendorff, Fortihe, P. P. Paides). Badián (Quadras) . . . , Barili (Quadras) Barrio (Fortihe) Boljoon (Cuming).. . . . Daan- Bantayán (Qua- dras) Dalaguete (Cuming). . Giloctoc (Quadras) . . . 906. 1 MedieVán (Quadras) .. . 2 3 Naga (Quadras) 2 7 Pinamalayán C'Q¿/ac?msy 1 4 'P\n2imonQ.y3.\\( Quadras) 13 San Joaquín (Quadras) 1 1 San Nicolás (Cuming). 63 11 Sibonga (Cuming). ... 16 12 Tabogón (Quadras). . . 1 Isla de Siquijor (Cuming, Quadras, Molletidorff). 47 Lacy (Quadras). . María (Quadras) . 1 7 San Juan (Quadras), . . Isla de Boliol (Cuming, Quadras, Koch). 228. Antequera (Quadras). . 1 Baclayón (Cuming).. . 25 Dauis (Moralde) 21 Guindulman (Cuming). 14 Ipil (Quadras) 1 Jacna (Cuming) 6 Loon (Cuming, KocTc). Sierra Bullones (Qua- dras) Tagbilarán (Quadras). . Talibón (Quadras).. . . Tamar (Quadras) Loay (Cuming) 15 Ubay (Quadras), 6 1 1 6 1 1 — 54 — Isla de Leyte (Quadras). 66. Cabal i án (Quadras) ... 1 Hinayangan (Quadras). 8 Inopacan (Quadras) . . 4 Maasin (Quadras) . ... 1 MaVúhog (Quadras).. . 10 Matalón (Quadras). . . 2 Paiompón (Qaad7-as).. 12 Saob en Cabalian. Taclobán (Quadras) . . . 32 Tagbag (Quadras) .... 3 Tanauang (Quadras). . 1 Isla (le Samar (Cuming, Jagor, Quadras, Elera). 263, Basay ó Basey (Cu- ming) 18 Borongan (Jagor) 15 Calbayóg (Cuming). . . 3 Catarman (Río) Jagor. 1 Isla Paiiglao (Qua- dras) 2 IslaLimansaiia (Qua- dras) 7 Catbalogán (Cuming). 48 Lauang (Quadras) . . . . 1 Loquilocon (Río) Jagor. 1 Taho (Elera) 1 Salangán (Jagor) 1 Isla Panaoii (Qua- dras) 7 Isla Capul (Cuming). 88 Grupo Mindanao. Islas Camiguing, Cagayancico, Mindanao^ Sacól, Saranga- ní, Malanipa, Basilán, San Rafael. Isla CamigiiíiigYCw- Isla Cagayancico ming) 3 ( Quadras) 5 Isla de Mindanao (Cuming, Belcher, Fungairiño^ Mariens., Quadras, Smith, Watson, C. Semper, Teixidó, P. San- chex, P. Diego). 911. Ayala (Quadras) .... 12 Balingasag (Quadras). 21 Balagnan (Isla) Qua- Batanan (Isla) Quadras. 1 dras 36 Bislig (C. Semper). ... 1 Balauan (Isla) Quadras,. 68 Butuan(Río) en Surigao. - 55 - Cacagsu (Cuming). ... 1 Misamis (Ciiming). . . 7 Cagayáa (Cuming) ... 84 Placer (Quadras) .... 63 Cagbabatán en Placer. Pollok (Fangairiño) . . 1 Calumangáo (Isla) Qua- Portolin (Quadras) ... 7 dras 38 Quinuguitan (Quadras) 17 Candac (Quadras) .... 1 Saguisí (lú^)( Quadras) 95 Caraga (Quadras) .... 3 Salay [Quadras) 83 Casan en Misamis. Santa María {Fungai- Cayauan (Isla) Quadras 21 virio). 8 Cimasana (C. Semper) . 1 Surigao (Cuming, -Qua- Cortés en Tandag. dras) 184 Dapitan (Quadras) . . . 211 Tagana-an (Quadras) , 14 Davao (P. Diego) .... 16 Tagoloan (Quadras).. . 1 Gig&qmt (Quadras ).. . 17 Talavera en Tagana-an. Jin'úuSíQ ( Quadras). . . 30 TaWsayán (Quadras). . 8 Lenguinao en Tandag. Tandag (P. Sánchez). . 24 Mainit (Quadras) .... 1 Tayaga en Gigaquit. Masingloc ( Quadras) . 1 Tigao en Tandag. Miiúagás (QuadrasJ . . 1 Tinago (Isla) ^?¿rtf/ms. 34 Zamboanga (Cuming, Martens, Fungairiño , Teixidó, Qua- dras, Watson, C. Semper). 304. Isla Sacól (Q ¿ladras). 1 Isla Saraiigaiií (Qua- dras) 13 Isla Basiláu (Belcher^ Mangas) . 44. Calabaza (Mangas) . . . Cumalarang (Mangas) . La Isabela (Mangas). . 9 Lugbután (Mangas). ... 8 5 '^laúci.n (Mangas) 1 5 Panigayán (Mangas) ... 3 Isla Malaiiii)a ( Watson, Smith, Mangas). 20. Isla de San Rafael (Pardo). 24. 56 - Grupo Paragua. Islas Cuyos, Busuanga, Calamianes, Paragua 6 Palawan , Balabac, y Cagayáu de Jold. Isla Busuanga (Quadras). 22. V^mix\2iXi ( Qiiadras). . . . 5 Muidlo (Quadras). ., . 9 Dumuyog {Quadras). . . 2 Isla Cuyo (Quadras) . . 37 Isla Cagayán de Joló (Belcher) 1 Islas Calamianes (Quadras). 45. Bisucay (Isla) Quadras. 24 Sangat (Isla) Quadras. 1 Culión (Isla) Quadras. 9 Isla de la Paragua 6 Palawan (Quadras). 233. Bacauan (Isla) en Ulugán Iguahit ó Puerto Princesa Bintuan (Quadras). . . 15 (Quadras) 103 Canigarán en Puerto Rita (LsIsl) Quadras .. . 40 Princesa. Ulugán (Bahía de) Qua- dras 36 Isla Balabac (Quadras). 252. Balabac (Punta) Qua- Dalawan (Quadras).. . 5 dras 62 Melville (Cabo) Qua- Clarendon (Quadras).. 1 dras 1 Grupo Joló Islas Joló, Mangsi, Marongas, Menusa, Pilas, Siasi y Tawi-Tawi. Isla Joló (Belcher, Quadras, Fardo, Farges). 171. Mangsi (Isla) (tOZí/c?. . . 1 Menusa (Isla) Q^'^acíros. 13 Marongas (Isla) Qua- Pilas (Isla) Fardo 3 dras 9 Siasi (Isla) Pardo 10 Tawi-Tawi (Isla) Fardo 3 - 57 — Grupo Marianas. Isla de Giiam, Guaham 6 Giiajan [Quoy, Quadras, FreycenetJ. 234. Agaña (Quadras), Frey- cenet . . . . Agat (Quoy, Quadras). A naga (Quadras) . , . . Asan (Quadras) Aspurguan (Quadras). Daño (Quadras) Ilic (Quadras). ...... Inarajan (Quadras). . . Retillán (Quadras).. 12 Sumay (Quadras) . . 32 Tarafofo (Quadras). 1 Taraga (Quadras) . . 4 Toceha (Quadras). . 50 Torgoyay (Quadras) 2 Umata (según Quoy) 2 Omata (según Qua 3 dras. 24 18 1 1 1 7 14 Todas las noticias reunidas en las páginas de este Catsílogo sobre los moluscos marinos de Filipinas, no hacen más que confirmar un hecho ya establecido, y es que dichas islas cons- tituyen una región de la gran provincia geográfica Indo-Pací- fica. Los límites de ésta son: por Occidente, la costa oriental de África y el Mar Rojo, y por Oriente, las últimas islas de Oceanía, es decir, un espacio de lOO"' de longitud por 45° de latitud, correspondientes éstos á la zona intertropical del Pací- fico. En ese espacio, y bañadas por las aguas de dicho mar, es- tán comprendidas las costas orientales de África, menos el ex- tremo Sur de este continente, las islas de Madagascar , Mauri- cio, Borbón y las Seychelles, el Mar Rojo, el golfo Pérsico, las costas de la India, las islas Maldivas y Ceilán, la penínsu- la de Malaca, las islas de Sumatra, Java, Flores, Timor, Bor- neo, Filipinas, Joló, Célebes, Molucas, Nueva Guinea y Nue- va Caledonia, el Norte de Australia, las costas de China y Co- chinchina, las islas Formosa y Loo Choo, la costa occidental de Corea, el Sur del Japón, las iblas Marianas, Carolinas, Tai- tí, Sandwich y todas las restantes de la zona intertropical de Oceanía. En esta gran provinciia geográfica es muy variada y numero- - 58 — sa la fauna de moluscos marinos, y si bien hay especies más ó menos localizadas en las diferentes regiones que la constituyen, otras muchas tienen una distribución muy extensa, pues se ha- llan á la vez en los puntos extremos y en los intermedios, como en la isla Mauricio, el Mar Rojo, las Filipinas, el Sur del Ja- pón, el Norte de Australia y las islas más remotas del Pacífico. Fischer da en la pág. 158 de su Manuel de Conchyliologie una lista de 21 especies que presentan esa ubicuidad, lista que pue- de aumentarse hoy día con otros ejemplos semejantes y en lo sucesivo con mayor número aún, á medida que se vayan estu- diando las faunas de todas las regiones. Las especies localiza- das, ó viven en una sola región, ó se extienden únicamente á las regiones más próximas. Como varían algo las condiciones de los países comprendidos en la provincia Indo-Pacífica, por su situación, la naturaleza del terreno, la profundidad de las aguas, la existencia de arrecifes de coral, las corrientes mari- nas, la temperatura, la orientación, etc., diversas resultan tam- bién las condiciones de existencia de los moluscos, y de ello proviene que unas faunas sean más abundantes en especies que otras, aun cuando se hayan explorado de una manera se- mejante. En la provincia Indo- Pacífica la región que tiene y tendrá siempre la supremacía por sus especiales condiciones, es la de las islas Filipinas, cuya fauna malacológica marina llega en el momento presente á más de 3.000 especies (1), (Hidalgo), número que irá aumentando según se vayan reco- rriendo los infinitos sitios en que aun no han penetrado los na- turalistas europeos. Sigue en importancia la del Japón, con más de 2.000 especies (Pilsbry); la Nueva Caledonia, con 2.500, se- gún Fischer (todas marinas?); las islas del Sur de África, con 1.200 (Martens); el Golfo Pérsico, con 900 (Melvill), sin contar los pelecipodos; el Mar Rojo, con más de 800 (Mac Andrew); el estrecho de Torres, en Australia, con 500 (Melvill y Stan- den); la Indo-China, con otras 500 (Fischer); las Maldivas, con 380 (Smith); las Marianas, con 234 (Hidalgo), y con me- (1) Descontadas algunas fluviales que no se han separado en la familia de los Nerítidos. — 59 — nos aún, por falta de investigaciones ó de reunión de datos dispersos, los otros países que antes se han enumerado. Comparando la fauna de Filipinas con la de los demás paí- ses, se observa que existen en el Archipiélago filipino la mitad de las especies que viven en las islas del Sur de África, en el Mar Rojo y en la Indo China, las dos quintas partes de los moluscos del Estrecho de Torres, la cuarta parte de los del Golfo Pérsico y sólo la octava de los hallados en el Japón. La situación de esta gran isla, muy ascendente en latitud de una manera oblicua, y ya fuera de la zona intertropical, imprime á su fauna un carácter diferente y sólo en su parte Sur es donde se presentan varias especies de las que viven en Filipinas. La mayor parte de los moluscos de Loo Choo se encuentran en el Archipiélago filipino, según la lista de la colección Stearns, dada por Pilsbry; lo mismo sucede con la fauna de las Molu- cas, juzgando por las láminas de la antigua obra de Rumph; con las islas Maldivas, según el catálogo de Smith, y con las islas de Joló y Marianas. Es indudable que en Borneo , Java, Sumatra, Timor, Ceilán y Nueva Guinea, además de las espe- cies locales, existirán muchas de las de la fauna filipina; pero no conozco aún publicaciones sobre dichas islas tan completas como las que ya existen respecto á los demás países antes men- cionados (1). Para terminar mi trabajo, recordaré aquí que en la fauna de (1) Los que deseen enterarse más especialmente de la distriba ción geográfica de los moluscos marinos de la provincia Indo-Pa- cífica , pueden consultar los libros citados en la pág. 157 del Ma- nuel de Conchyliologie deFischer, y además los siguientes: Cooke, Test. moUusca obtained by R. Mac Andrew in the Gulf of Suez. London, 1855-1850. Daidzenberg , Faune malac. des íles Sechelles. París, 1893. — Liste de molí, marins des iles Glorieuses. Nantes , 1895. Bunker , Index mollusc. maris Japonici. Kassel, 1882. Fischer, Cat. et disLrib. geograph. des molí, de l'Indo-Chine. Au- tun,1891. Frauenfeld , Beitrage zur faune der Nicobaren. Wien., 1869. Hidalgo, Noticia sobre las faunas malac. de Joló y Marianas. Ma- drid, 1905. — 60 - Filipinas unos géneros presentan gran desarrollo en cuanto al número de especies que viven en dichas islas, y otros, por el contrario, apenas ofrecen representantes de los mismos. Entre los primeros encontramos el género Vertagiis , con 14 especies; Scintüla, con 29; Spondijlus , con 32; Ricinula, con 36; Tritón, con 49; Terebra, con 52; Natica, con 57; Cyprosa, con 73; Tellina, con 93; Nassa, con 120; Conus, con 162, y por último, las Mitra, con 211 especies! De los segundos presentan un número insignificante de es- pecies las Voluta (4), Turritella (2), Siphonalia (1), Pate- lia (9), MargÍ7ieUa (6), Fissurella (1), Fusus (9), etc., etc. Hay, sin embargo, otros géneros, poco numerosos en espe- cies, pero que están representados casi en totalidad en las Fi- lipinas, como, por ejemplo, los géneros Argonauta, Pterooera, Tridacna, Narica y Stomatella. Por último, se han citado de Filipinas algunas especies de faunas muy distintas, entre ellas el Murex rufus, la Cassis Wyvillei = Cassis Coronadoi, la Cgprcea qtíadripunctata, la Martesia striata, la Callista squalida, la Lucina borealis , la Arca láctea^ etc. En algunas ha sido posible la introducción casual, y tal vez la aclimatación; en otras hubo, indudablemen- te, cambio de las etiquetas de localidad. Algunos datos olvidados involuntariamente, y otros adquiri- dos después de la impresión de los géneros respectivos consti- Issel, Malacologia del Mar Rosso. Pisa, 1869. Ltschke, Japanische Meeres-Conchylien. Cassel, 1869-1874. Man, Mollusques de Madagascar. Leyde, 1877. Martens , Die Mollusken der Maskarenen. Berlín, 1880. Melvill, The marine mollusca of Bombay. Manchester, 1893. Mélvill y Standen, Mollusca of Torres Straits. London, 1899. Melvill y Standen, Molí, of the Persian Gulf. London, 1901. Pilshry, Cat. of the marine mollusks of Japan. Detroit, 1895. Rumph, Amboinischen raritaten-Kammer von schnecken und muscheln. Wien. 1765. Smith , Marine mollusca Maldive and Lacadive (sin fecha). Sturany, Lamellibranchiaten und Gastropoden des Rothen Mee- res. Wien. 1899 y 1903. - 61 - tuirán un pequeño apéndice al final de la segunda y última par- te de este Catálogo. Obras consultadas. Unas 1.700 cuyos títulos se enumeran en las páginas 273 á 1.025 de la parte 2.* de mis Obras malacológicas , y otras ad- quiridas con posterioridad; pero más especialmente aquellas en que hay datos sobre la fauna filipina, como las consignadas en las páginas 1 á 3 de este Catálogo. Obras citadas. • En cada una de las especies se indica, al menos, una buena figura ó descripción que dé idea completa de sus caracteres, y los libros que han servido mejor para este objeto, son los si- guientes: AdaillS y Reeve, The Zoology of Voyage of Samarang, 1 vo- lumen con láminas. London, 1848. Adíims, H. y A. The genera of recent mollusca^ 2 vol. con lá- minas. 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El análisis completo de las aguas potables comprende mu- chas operaciones que pueden resumirse en las siguientes: 1.* Toma del agua. 2.^ Caracteres físicos y organolépticos. 3.^ Oases disueltos, expresando la cantidad de cada uno en litro de agua. 4.** Residuo seco á 110° y Residuo al rojo oscuro. 5.^ Orados hidrotimétricos totales y después de la ebu- llición del agua. 6.^ Sales y pri?icipios fy'os, expresando la cantidad en li- tro de agua, de cloro, anhídrido sulfúrico, anhídrido carbóni- co, cal, magnesia, sosa, sílice^ etc. 7.* Materias orgánicas. 8.* j^itritos (nitrógeno nitroso) y nitratos (nitrógeno ní- trico). 9.^ Amoníaco libre 6 salino (nitrógeno amoniacal). 10. Ainoníaco albuminoide (nitrógeno albuminoide). 11. Examen microscópico del fondo del agua, después del reposo. 12. Análisis bacteriológico^ indicando el número de colo- nias, en centímetro cúbico de agua, formadas por el cultivo, y especificando si hay bacterias patógenas ó sospechosas. Además puede agregarse para un estudio más completo: Coeficiente de alterabilidad del agua. Acción fisiológica. Estudio geológico del terreno donde brotan las aguas. Captado y canalización. Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. - 66 Toma del agua. Deben adoptarse las mayores precauciones para que el agua no adquiera materia alguna extraña á su estado natural. Las botellas 6 frascos deben ser nuevos y perfectamente limpios, lavándolos antes de recoger el agua con la misma de la muestra. Los corchos deben ser también nuevos y bien la- vados antes con la misma agua, siendo preferible emplear fras- cos con tapón esmerilado, especialmente para el agua destina- da á la determinación de la materia orgánica, al examen mi- croscópico y análisis bacteriológico, debiendo además estar es- terilizados para este objeto, como se dirá en el capítulo corres- pondiente. El agua debe recogerse no en la superficie, sino en la parte media, en los depósitos, pozos y ríos, y si se extrae con bom- ba, ó sale por caño, esperar unos diez minutos ó más á que salga primero alguna cantidad de agua. Las botellas ó frascos deben llenarse completamente de agua, sin dejar espacio con aire. En el laboratorio deben co- locarse en sitio fresco, al abrigo de la luz y no demorar el aná- lisis, sobre todo de las materias orgánicas y bacterias, por las alteraciones que experimentan. La cantidad de agua para un análisis detenido lia de ser de «nos 15 litros, y para el análisis rápido bastan 2 litros. Caracteres físicos y organolépticos. El agua potable debe ser incolora, transparente, limpia, sin olor ninguno, ni sabor especial desagradable. También ha de ser fresca, de 10*^ á 15° de temperatura, y sin variaciones notables. Hay aguas potables con viso azulado, llegando á acentuarse tanto el color en algunas, que reciben el nombre de aguas azu- les ó cárdenas, como pueden verse en las montañas de Guada- rrama, de las que es notable una fuente que examiné en 1894 en una finca de D. Germán Gamazo , cei^a de la estación de — G7 — Torrelodones. Estas aguas son, en general, buen"is, y su color azulado es debido á la existencia en ellas de diatomeas y otras algas microscópicas (1), siendo también algo opalescentes, lo cual se debe á la sílice ó silicato de alúmina, que en corta can- tidad contienen, en estado coloide. Nuestro colega Sr. Muñoz del Castillo, que tan notables tra- bajos está haciendo acerca de la radio-actividad de varios mi- nerales y aguas de España, ha observado que el agua cárdena del pueblo de Torrelodones posee la propiedad de ser radio- activa. Las aguas que tienen color amarillo, rojizo 6 verde, son malas. Densidad. — No suele indicarse la densidad de las aguas po- tables; pero la que he encontrado en varias que he analizado (de León, Perales de Tajuña, San Sebastián, Casa de Campo) ha sido de 1,0003 á 1,0004, determinada por el picnómetro 6 frasco de densidades, y también con la balanza de Westphal. Debe advertirse la temperatura á que se determina la densidad, porque puede ocurrir en un agua con pocas sales, que parezca menor que la del agua destilada. El agua de Lozoya tiene de densidad 0,9997 á la temperatura del laboratorio, 12°, lo cual dio lugar hace tiempo á discusiones y dudas, que yo me expli- qué, teniendo en cuenta la temperatura á que se hicieron las determinaciones. En efecto, el agua destilada á dichos 12° tie- ne de densidad 0,9995, siendo 1 á -f- 4.°; y reduciendo la del agua de Lozoya á -\- 4.°, resulta 1,0002. Acción fisiológica. Los efectos observados en las aguas empleadas en la ali- mentación es un dato importante, que el químico analizador (1) Conforme con esta opinión mía, el Sr. Morales Chofré ha observado en un agua cárdena de la fuente pública del pueblo de Torrelodones, que en los posos de la misma aparecen numerosas algas y diatomeas. (Anales de la Sociedad de Física y Química j Mayo 1905, pág. 189.) - 6S — debe utilizar, siempre que pueda proporcionarse antecedentes sobre este particular. Antes de conocerse el análisis químico de las aguas y el mo- derno bacteriológico, era éste el medio de conocer la potabili- dad , unido á los caracteres físicos y organolépticos y á la propie- dad de las aguas potables de cocer bien las legumbres y no cor- tar el jabón en el lavado de las ropas; y aun ahora son los ca- racteres á que se atiende en los pueblos y localidades donde na se analizan las aguas. Gases disueltos en el agua. El agua potable debe contener aire en disolución en la pro- porción de 24 á 30 centímetros cúbicos por litro, siendo con- veniente contenga algunos centímetros cúbicos de anhidrido carbónico (2 á 10), sin exceder mucho de esta cantidad, por- que entonces se convierte en agua carbónica medicinal. En in- vierno contienen las aguas más gases que en verano. El agua que carece de aire en disolución tiene mal gusto y aun se había creído era indigesta, citándose el caso del poza artesiano de Grenelle en París, cuya agua en un principio na gustaba porque apenas contenía aire, habiendo sido necesaria airearla por medio de cascadas, con lo cual adquirió gusto agra- dable y mejores condiciones de potabilidad. Las aguas potables no han de contener otros gases que los del aire, debiendo desecharse aquellas que por tener materias" orgánicas en putrefacción desprendan hidrógeno sulfurado, protocarburo de hidrógeno, etc. La deterininación de los gases puede hacerse por el proce- dimiento de hervir el agua y analizar después los gases reco- gidos. Para esto se llena del agua un matraz de medio á un litro de capacidad, colocando un tapón de caucho, provisto de un tubo de conducción, lleno también de agua y de modo que no quede nada de aire, comunicando con la cuba hidrargiro-neu- mática, en cuyo puente se coloca una campana estrecha gra- duada para recoger los gases que se desprendan. Se calienta el matraz hasta la ebullición, prolongando ésta quince minutos ó- — 69 — más hasta que cese el desprendimiento de burbujas de gases. Se deja enfriar y se mide el volumen del gas, haciendo la co- rrección de presión, temperatura y humedad. £1 anhídrido carbónico se determina por la absorción con potasa, el oxí- geno, introduciendo una solución de ácido pirogálico para que se forme pirogalato potásico y absorba dicho gas, y el resto es el nitrógeno. (Véase para estas determinaciones mi Tratado de Química inorgánica , t. I, pág. 253.) En la determinación del anhídrido carbónico ha de tenerse en cuenta si el agua contiene bicarbonatos, especialmente el de cal, porque por la ebullición se desprende parte del que está combinado juntamente con el anhídrido carbónico libre. Las aguas que tienen bicarbonato de cal se enturbian por la ebullición , depositándose después de frías el carbonato neutro. Con más exactitud se determinan los gases extrayéndolos -del agua por medio de la trompa de mercurio de Alvergníat, analizándolos después. El agua de Lozoya, que analicé en 188 i, contiene en un litro los gases siguientes, á la temperatura de 15°: Oxígeno 7,6 cent. cúb. Nitrógeno 18,0 — — Anhídrido carbónico 2,4 — — Total 28,0 — — El agua potable de León, analizada por mí en 1896, díó el resultado siguiente, á la temperatura de 15*^: Oxígeno 6,2 cent. cáb. Nitrógeno 16,0 — — Anhidrido carbónico 2,4 — — Total 24,6 — — Teniendo en cuenta los nuevos gases del aire, se encuentran lambíén en las aguas al lado del nitrógeno, y confundidos con éste, pequeñas cantidades de argón, helio, neón, kriptón y xenón. - 70 - La presencia del oxígeno en las aguas potables es muy im- portante, y su falta demuestra, por lo general, la existencia de materias orgánicas putrescibles que han sido oxidadas. Las buenas aguas potables contienen de 6 á 8 centímetros cúbicos de oxígeno por litro. Pueden ser aguas de origen profundo, las cuales contienen poco oxígeno, y son, sin embargo, buenas sin contener apenas materia orgánica. El nitrógeno libre procede del aire en disolución, y no debe confundirse con el nitrógeno en combinación, de que después trataremos, por la importancia que tiene en la pureza de las aguas. Para convertir en peso los volúmenes de gases obtenidos, se multiplica el número de centímetros cúbicos por el peso de cada uno de los gases, teniendo presente que 1 c, c. de oxígeno pesa 0,00143 gramos. — nitrógeno 0,001256 — — anhídrido carbónico.. . . 0,001977 — Coeficiente de alterabilidad del agua. Se da este nombre á la relación que existe entre la pérdida de oxígeno que experimenta una agua expuesta en frascos en- teramente llenos á la temperatura de 33°, y al abrigo de la luz, y la cantidad de oxígeno hallada en la misma agua inmediata- mente después de recogida. Hay aguas que en las condicionefe dichas pierden casi todo su oxígeno disuelto, á causa de contener bastante materia or- gánica ó muchas bacterias, siendo, por tanto, éste un dato de importancia en el análisis. Si, por ejemplo, un agua ha dado 7 cent. cúb. de oxígeno por litro inmediatamente después de recogida, y luego que se ha expuesto, como se ha dicho antes á la temperatura de 33^*, durante cuarenta y ocho horas, da 2 de oxígeno, resulta que el coeficiente de alterabilidad es -1=^ = 0,714. - 71 - En cambio, hay aguas que, después de algún tiempo de re- cogidas y expuestas á la luz, aumentan en la cantidad de oxí- geno, debido á que contienen algas con clorofila que, en pre- sencia de la luz, dan lugar á la producción de oxígeno. Todos estos datos deben tenerse en cuenta en un análisis completo de aguas. Residuo seco á 1 1 0 grados. Las materias fijas ó sales minerales no deben exceder de 0,5 gramos ñor litro de agua. Si la sal es bicarbonato de cal no importa aunque exceda algo de los 0,5 gramos; pero si son sulfatos de cal y de magnesia, no debe pasar de 0,3 gramos el total de sales. En el cuadro que después se expondrá se indica el límite del residuo salino á 110°, según el Comité consultivo de Higiene de París. Para determinar las partes fijas se evapora medio á un litro de agua en una cápsula de porcelana, á calor suave, sin her- vir, y cuando se haya reducido á poco volumen , se traslada á una cápsula de platino tarada, y se continúa la evaporación en estufa de aire, á la temperatura de llO'', ó en baño de maría de nivel constante, durante cuatro horas, hasta obtener dos pe- sadas consecutivas iguales. El aumento del peso obtenido, del peso de la cápsula, es la cantidad de materias fijas. Para mayor exactitud es necesario dejar enfriar la cápsula en un desecador, en presencia del ácido sulfúrico, pesándola después. Pérdida de peso del residuo salino al rojo obscuro. Antes se consideraba como materia orgánica contenida en las aguas la diferencia del peso obtenido al rojo obscuro del peso del residuo salino; pero, realmente, esta pérdida lo que representa es el peso de la materia orgánica más el de las ma- terias volátiles resultantes de la descomposición de algunas sa- - 72 - les, como el cloruro de magnesio y carbonatos de cal y de magnesia y también del agua de constitución de algunas sales. Se opera del modo siguiente. El residuo salino obtenido en la cápsula de platino á 110", se calienta hasta 180° en baño de aire y se pesa nuevamente. Se le añade 4 á 5 cent. c^b. de una solución saturada de carbonato amónico y se calienta la cápsula con ¡^ecaución primero, para evitar proyección de la masa, y después con la llama del mechero de Bunsen, hasta el rojo obscu- ro. Si hay materia orgánica se observa un color gris ó negro en la masa^ principalmente en las paredes de la cápsula. En poco tiempo, continuando el calor, se quema la materia orgánica y aparece el residuo salino blanco. Después de fría la cápsula se pesa, y la diferencia del peso, del obtenido á 180^, nos da el de la materia orgánica , más el de las materias volátiles. Este procedimiento, que he empleado en otro tiempo en el análisis de algunas aguas, me ha dado próximamente el mismo resultado, para la materia orgánica, que el del permanganato, evaluada en ácido oxáUco, y algo más, si las aguas contenían sales descomponibles al rojo. Grados hidrotiniétricos. Además de los grados hidrotimétricos totales, que represen- tan la cal y la magnesia con el ácido carbónico , es convenien- te determinar también los grados hidrotimétricos después de la ebullición del agua, que indican las sales solubles de cal y de magnesia, y los grados hidrotimétricos del agua adiciona- da de oxalato amónico y filtrada, que indican aproximadamen- te las sales solubles de magnesia. Liquido hidrotimétrico. — Se prepara del modo siguiente: Jabón sódico de aceite de olivas (1). 100 gramos. Alcohol de 90° 1.000 — Agua destilada 1.000 — (1) En el día es difícil encontrar jabón fabricado con aceite de olivas y sosa, porque añaden grasas de origen animal y le adulte- ran con silicato de sosa y resinas , por cuya razón hay que prepa- - 73 - Se disuelve el jabón dividido en pedacitos en el alcohol, ca- lentando hasta la ebullición en un matraz, se filtra después de frío y se agrega el agua. 22 grados hidrotimétricos deben producir espuma persistente con 40 cent. cúb. de una solución en agua destilada de cloruro de calcio puro fundido, que contenga 0,25 gramos de esta sal por litro de agua destilada. Si se necesitan menos de los 22 grados, que es lo general, para formar espuma persistente, agi- tando, se añade á la solución de jabón la cantidad de agua destilaba necesaria, teniendo en cuenta que, para disminuir un grado, hay que añadir 1/03 de su peso de agua. Grados totales. — Aunque es tan conocido el procedimiento, le expondremos sumariamente: En un frasco de cristal, alto y estrecho, con tapón esmeri- lado (1) y con divisiones señaladas de 10, 20, 30 y 40 c. c, se rar el jabón en el laboratorio, si se quiere un buen líquido hidro- timétrico. Yo me preparo el jabón del modo siguiente : Sosa cáustica 18 gramos Agua 100 — Aceite de olivas 100 — Se disuelve la sosa en el agua y se mezcla con el aceite en una cápsula, calentando moderadamente sin dejar de agitar con una varilla de cristal durante dos boras ó más, reemplazando el agua que se evapora, hasta que se verifique la saponificación. Después se añaden 300 gramos dé agua, calentando y agitando basta que se disuelva el jabón. Entonces se agrega una solución de 30 gra- mos de cloruro de sodio, exento de sales de cal y magnesia, en 100 de agua, y se calienta hasta que se separe el jabón de la gliceri- na. Se deja enfriar basta el día siguiente y se recoge el jabón que aparece en la parte superior, colocándole, dividido en pedazos, en un embudo de cristal para que escurra, y se lava con un cborrito de agua fría. Después se deseca entre papeles absorbentes. Con el jabón del comercio, al disolverle en caliente en agua y alcohol , resulta un líquido que se cuaja por enfriamiento. (1) En los estuches de Hidrotimetria se hallan estos frascos con el bidrotímetro y otros utensilios, acompañados de la Memo- ria explicativa de Boutrón y Boudet. - 74 — pone el agua que se va á ensayar en cantidad de 40 c. c, se añade, poco á poco, la solución de jabón contenida en el hi- drotímetro, agitando con frecuencia el frasco tapado, hasta que se forme espuma persistente, durante unos cinco minutos, y ocupe un espesor de medio centímetro. Las divisiones del hidrotímetro gastadas, son los grados que tiene el agua. Deben hacerse dos ó más operaciones para fijar bien la exactitud de los grados hidrotimétricos. Si el agua está muy cargada de sales, se ponen en el frasco 20 6 10 c. c, completando los 40 con agua destilada; y en este caso, los grados hidrotimétricos hallados se multiplican por 2 <5 por 4. Las buenas aguas potables tienen 3^ á 20°; cuando llegan á 30° son medianas, y cuando pasan de .82" son malas, si es sul- fato de cal la sal que contienen; si es bicarbonato de cal se to- lera algo más. Cada grado hidrotimétrico corresponde próximamente á 0,01 gramo de sales de cal y de magnesia, por litro de agua. A continuación ponemos los grados hidrotimétricos de va- rias aguas de Madrid, halladas per mis alumnos en las prácti- cas de laboratorio. Agua destilada 0° — de Lozoya 3", 5 — de lluvia 4° — del río Manzanares 7'* — de Meaques ( Casa de Campo ) 9*^ — de Amaniel (travesía de la Cruz Verde). 13° — de la Reina 18** — de la fuente de Luchana 19° — del Soldado 20° — de San Antonio 24° — de San Isidro 24» — déla Salud (Retiro) 25" — de la Castellana 25" • — de Pontejos 26 — de Cibeles 28° — del Berro 29 — de la Florida 29» — de San Antón 29^ — de un pozo ; 'O - 75 - Como puede observarse, la mayor parte de las aguas de los antiguos viajes tienen bastantes grados hidrotimétricos; pero como no predomina el sulfato de cal, son buenas, aunque las que tienen 28° y 29°, son algo gordas. En cambio son frescas en verano y no contienen tanta materia orgánica, ni tantas bacte- rias como la de Lozoya. Las de 28° y 29°, mezcladas con esta última, resultarían de mejores condiciones, sin tantos grados hidrotimétricos. Para evitar infiltraciones y causas de contami- nación , convendría recorrer las cañerías y sustituir las de barro por tubería de hierro. Orados hidrotimétricos después de la ehuUición. — Se hierve el agua durante media hora, reemplazando la que se evapore por igual volumen de agua destilada. Después de fría se de- terminan los grados hidrotimétricos, como se ha dicho antes, los cuales representan las sales solubles de cal y de magne- sia. Los bicarbonatos de estas bases se precipitan por la ebu- ' Ilición al estado de carbonates neutros. Las buenas aguas po- tables tienen menos de 12°, siendo medianas hasta 20", y ma- las las que pasan de 20°. Orados del agua después de precipitar la cal. — 50 cent. cúb. del agua se tratan con 2 á 3 cent. cüb. de la solución de oxalato amónico, se filtra y se determinan los grados, los cuales repre- sentan aproximadamente las sales solubles de magnesia. Sales y principios fijos. Las sales y partes fijas que contienen las aguas potables, son, por lo general, cloruros, sulfates y carbonates de sodio, calcio y magnesio, sílice, y, á veces, pequeñas cantidades de hierro. Este no debe pasar de 2 á 3 miligramos por litro. Las aguas de pozo contienen con frecuencia nitratos, y las de lluvia, nitritos y nitratos en corta cantidad. La determinación cualitativa y cuantitativa de las sales con- tenidas en las aguas, se hace por los procedimientos generales de análisis, de los cuales no nos ocupamos en este trabajo, tratando únicamente de los procedimientos especiales para la investigación y determinación cuantitativa de los cuerpos que — 76 ^- figuran en el cuadro del límite de los mismos, que se admite en las aguas potables, y que después expondremos. En el día, conforme con la teoría de Arrhenius, se tiende á expresar en los análisis los iones negativos (aniones) y los positivos (cationes), sin prejuzgar la combinación de los mis- mos, ó sea la existencia de las sales que, al disolverse en gran cantidad de agua, experimentan la disociación electrolítica. Las buenas aguas potables deben ser neutras, en contacto de los reactivos coloreados, como la tintura de flor de malva, papel de tornasol azul y rojo y la fenol-taleina. Pero algunas pueden contener bicarbonato sódico en corta cantidad, y tam- bién bicarbonato de cal y de magnesia, que experimentan hi- drólisis y producen reacción alcalina, especialmente después de la ebullición. Si tienen exceso de ácido carbónico disuelto, enrojecen el papel azul de tornasol, pero expuesto éste al aire, recobra el color azul. Las sales de ácidos fuertes y bases débiles, que por la hi- drólisis producen reacción acida, no se encuentran en las aguas potables. Cloruros. — Determinación del cloro. — La cantidad del cloro contenida en un agua tiene gran importancia en relación con otros cuerpos. Las aguas impurificadas por deyecciones y ma- terias animales, especialmente orina, tienen exceso de clo- ruros, al lado de los nitritos, nitratos, amoníaco libre y albu- minoide. Cuando existen estos cuerpos, el exceso de cloruros indica polución de origen animal muy nociva, y por eso se ha fijado el límite de cloro, en las aguas potables, en 0,04 gra- mos en litro. Si la materia orgánica es vegetal y no existen los citados cuerpos, no importa que exceda el cloro de 0,04, porque en- tonces proceden los cloruros del terreno. La determinación del cloro se hace por los procedimientos generales de análisis: 200 cent. cúb. de agua ó más, acidulada con ácido nítrico, sin poner un exceso; se trata con nitrato de plata, y el cloruro argéntico formado se recoge sobre un filtro, se lava bien y se deseca; se separa el cloruro de plata y se calienta en un crisólito de porcelana juntamente con el filtro — 77 — 4 incinerado en la espiral de platino, hasta fundirle. Si hay reducción de plata se impregna el producto con algunas gotas de agua regia y se calienta nuevamente hasta fundir el clo- ruro. Del peso obtenido, descontadas las cenizas del filtro, se deduce la cantidad de cloro, multiplicando dicho peso por el factor 0,2472. Cuando hay que practicar muchos análisis es más breve el procedimiento volumétrico siguiente: se prepara una so- lución de 2,907 gramos de nitrato de plata puro en cantidad suficiente de agua destilada para un litro; y otra solución de 10 gramos de cromato neutro de potasa, en cantidad suficiente de agua destilada para 100 cent. cúb. El agua debe ser neutra á los reactivos coloreados para esta determinación. Se toman 250 cent. cúb. del agua; se colocan en un vaso de precipitados; se añaden cuatro gotas de la solu- ción de cromato, y por medio de una bureta se hace caer gota á gota la solución de nitrato de plata hasta obtener una colora- ción amarillo-anaranjada. Multiplicando el número de centí- metros cúbicos gastados de la solución de nitrato de plata por 0,0006065 y después por 4, se tendrá la cantidad de cloro en litro de agua. Si se quiere expresar el cloro en cloruro de sodio se multiplica el número de centímetros cúbicos por 0,001 y después por 4. Las aguas potables deben contener en litro menos de 0,04 gramos de cloro, las sospechosas tienen de 0,05 á 0,1 y las malas más de 0,1. Si los cloruros son de origen geológico se ad- mite mayor cantidad. Sulfatas. — Determinación del anhídrido sulfúrico SO'^. — Se encuentra generalmente en estado de sulfato de cal proce- dente del terreno, cuya sal comunica malas propiedades á las aguas, haciéndolas salobres é indigestas, como ocurre con las aguas de pozo. La determinación se hace del modo siguiente. Se toman 50O centímetros cúbicos del agua y se evapora, sin hervir, hasta reducir su volumen próximamente á 50 cent, cúb.; se añade, estando caliente, uno á dos centímetros cúbicos de ácido clorhí- drico y en seguida solución de cloruro de bario, con cuidado^, — 78 — hasta que las últimas gotas no formen precipitado, y procuran- do no poner mucho exceso del reactivo. Se agita con una vari- lla de cristal y se deja hasta el día siguiente en la estufa á unos 60°. El precipitado se recoge sobre un filtro de análisis y se lava bien con agua destilada hasta que el agua de loción no precipite con ácido sulfúrico diluido. El filtro, con el precipi- tado, se deseca en la estufa á 100'^; después, separando el sul- fato de barita, se incinera el filtro en la espiral de platino, y juntas las cenizas y el sulfato de barita, se calientan fuerte- mente en un crisólito de platino; el peso obtenido, después de descontar el de las cenizas del filtro, multiplicado por 0,343, da la cantidad de anhidrido sulfúrico, y como se pusieron 500 centímetros cúbicos de agua se multiplica por 2 para tener la cantidad en litro. Las aguas potables dan menos de 0,03 gramos de SO-^ en li- tro, las sospechosas más de 0,03 y las aguas malas más de 0,05. Fosfatos. — Las aguas potables no deben tener fosfatos pro- cedentes de restos orgánicos. Generalmente no se hace deter- minación cuantitativa, bastando hacer el análisis cualitativo. Para esto se evaporan 200 á 300 cent. cúb. de agua hasta redu- cirlos á la décima parte de su volumen, y se ensayan con la disolución nítrica de molibdato amónico calentando, que pro- ducirá coloración amarilla y precipitado si existen fosfatos. Metales tóxicos. Plomo , cobre, zinc, etc. — Estos metales no se encuentran en las aguas potables naturales, pero pueden existir procedentes de cañerías, de vertederos de fábricas, et- cétera. Fácilmente se descubren dichos metales evaporando un litro ó más de agua, basta reducirle á la décima parte de su volumen, aplicando el hidrógeno sulfurando ó el sulf hidrato amónico y los reactivos correspondientes á cada metal. El agua de lluvia y las aguas de débil grado hidrotimétrico atacan al plomo después de largo contacto. Fundado en esto, el agua de Lozoya que surte en gran parte á Madrid, y que se distribuye en las casas por tubería de plomo, pudiera creerse que contiene algo de este metal; pero en varias ocasiones he pasado por el agua de Lozoya corriente continuada de hidró- geno sulfurado sin notar existencia de plomo. Sin embargo de - 79 - esto, deben proscribirse los depósitos de plomo ó de zinc para el agua, y evitar en lo posible que el agua esté mucho tiempo detenida en los tubos de plomo, sobre todo la que contiene pocas sales. Materias en suspensión. — A veces se encuentran en las aguas potables materias insolubles en suspensión, como ocurre en el agua de Lozoja, después de grandes lluvias y arroyadas, y en general en las aguas de ríos. Por lo común, son materias arcillosas, que difícilmente se depositan, conteniendo el agua en estos casos extraordinario número de bacterias, que la hacen impropia para la alimentación. Se aconseja para aclarar estas aguas turbias añadirlas alum- bre, un centigramo por litro, y si bien es cierto que se aclaran muy pronto , se introduce en el agua una sal que puede produ- cir graves perturbaciones, si se emplea en bebida. Lo que yo he hecho con el agua de Lozoya para aclararla, cuando viene tur- bia, es añadirla carbonato magnésico en polvo, agitando bien, y dejarla después en reposo, para que al depositarse el carbo- nato magnésico arrastre las materias arcillosas, aclarándose el agua. Como el carbonato de magnesia es insoluble é inocente, el agua así clarificada se puede beber sin inconveniente. Mejor es filtrar el agua por bujías de porcelana, porque además de privarla de las materias en suspensión, se la priva en gran parte del extraordinario número de bacterias que, por lo gene- ral, contienen las aguas turbias. Respecto del agua de Lozoya, lo mejor es el gran depósito, que ya se está construyendo, para dar tiempo á que se aclare el agua por sedimentación, y establecer además grandes filtros de arena y carbón, antes de salir el agua para su distribución en las fuentes públicas y en las casas. La determinación de las materias en suspensión puede ha- cerse recogiendo los sedimentos de dos ó tres frascos ó bote- llas con el agua, y colocarlos en un tubo de cristal cónico en su extremo inferior y estirado en punta cerrada. Después del reposo, se rompe la punta con unas tijeras, se recoge el poso y se evapora á 110'', pesando el producto, y, por fin, se analiza por los reactivos correspondientes. 80 — Materias orgánicas Las materias orgánicas contenidas en las aguas naturales son unas sin vida y otras seres vivientes ó materia organizada, como las bacterias y algas microscópicas, de las que nos ocupare- mos en los capitulos Examen microscópico y Análisis bacte- riológico. De la materia orgánica sin vida, suele haberla en las aguas que no ofrece peligro, como la procedente de las materias hú- micas del terreno; pero esta materia, de origen vegetal, aunque no es peligrosa, contribuye á consumir el oxígeno disuelto en las aguas, y á veces comunica á éstas color y mal gusto, si la cantidad es excesiva. Las materias orgánicas procedentes de deyecciones, del la- vado de ropas y de materias animales en descomposición son nocivas, y con frecuencia ge hallan acompañadas de bacterias patógenas, que producen y propagan enfermedades infecciosas y epidémicas. En las aguas de los ríos son frecuentes estas materias, que impurifican el agua, especialmente cerca de las poblaciones, á causa de que vierten en ellas materias excrementicias y resi- duos de fábricas, lavan las ropas y se bañan; pero, á cierta distancia, por la corriente del río, disminuyen extraordinaria- mente dichas materias, á causa del movimiento del agua y la acción de la luz y del oxígeno del aire, que producen su des- composición. Esto nos explica que el agua del río de Lozoya, á pesar de hallarse expuesta á dichas causas de impurificación, llega, sin embargo, á Madrid en condiciones de potabilidad. Y todavía es más notable lo que ocurre con el río Manzanares, que se convierte en una alcantarilla abierta al pasar por Ma- drid, y, sin embargo, á larga distancia de la Corte, el agua se purifica en parte, y después de verterse en el Tajo, que tam- bién lleva bastantes inmundicias , la beben en Toledo, sobre todo si la purifican con filtros de arena y carbón, como hacen ahora. No hay un procedimiento exacto para la determinación cuan- — 81 — titativa de las materias orgánicas de las aguas, variando los re- sultados según el procedimiento que se siga, por lo cual es de necesidad expresar éste en los análisis, ton objeto de evitar confusiones. Ya hemos dicho (pág. 71) que antes se determinaba la can- tidad de materias orgánicas por la pérdida de peso que experi- menta el residuo salino, calentado al rojo; pero esto lo que re- presenta es la materia orgánica, más las materias volátiles. A continuación expondremos los procedimientos que se si- guen hoy. Por el permaiiganato , evaluada la materia orgánica en ád-^ do oxálico. — Este es el procedimiento más sencillo y el que yo he seguido en los análisis de varias aguas potables; pero el re- sultado es próximamente tres veces mayor que por el perman- ganato, expresada la materia orgánica en oxígeno, como se hace en el laboratorio de Montsouris. El procedimiento es como sigue. La solución del permanga- nato potásico se prepara con 0^32 gramos (1) de esta sal en un litro de agua destilada, que corresponden á 0,63 gramos de ácido oxálico , de modo que cada centímetro cúbico de la solu- ción corresponde á 0,00063 de ácido oxálico y á 0,00008 de oxígeno. Para determinar la cantidad de materia orgánica, se coloca en una cápsula de porcelana medio á un litro del agua, aña- diendo algunas gotas de ácido sulfúrico, se calienta á unos 90°, y se añade con una bureta la solución de permanganato, agi- tando con una varilla de cristal hasta que no se descolore la solución y adquiera el líquido un tinte rosado, permanente du- rante diez minutos. Ejemplo. Un litro de agua ha necesitado 20 cent. cúb. de la solución de permanganato, ¿cuánta materia orgánica contiene? 20 X 0,00063 = 0,0126 gramos en litro. Esta cantidad, divi- dida por 3, da 0,0042, la cual corresponde próximamente á la (1) La cantidad exacta es 0,316; pero se pone un poco más por lo que se gasta en dar color rosa al líquido. Rev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. 6 — 82 — materia orgánica expresada en oxígeno, según el procedimien- to de Montsouris. En el agua de Lozoya he encontrado de 15 á 18 miligra- mos, cuyos números, divididos por 3, dan 5 á 6 miligramos. Téngase presente que los nitritos y las sales ferrosas descom- ponen el permanganato. Procedimiento de Montsouris. — Materia orgánica en oxí- geno (Levy).^ — Es conveniente hacer la determinación en me- dio ácido y en medio alcalino, pues aunque la diferencia es poca generalmente, puede suceder que sea bastante mayor en solución alcalina que en solución acida, en cuyo caso eá" sospe- chosa la materia orgánica contenida en el agua. Reactivos necesarios. — 1.*^ Solución de permanganato potá- sico 0^'^, 50 en un litro de agua destilada. Un centímetro cu- bico de esta solución corresponde á 0'"^'', 125 de oxígeno, y debe descolorarse por un cent. cúb. de una solución de O""", 997 de ácido oxálico cristalizado en un litro de agua. 2." Solución de sulfato ferroso amónico (1) 10 gramos, ácido sulfúrico puro 10 gramos y agua destilada para comple- tar 1 litro. 3.^ Acido sulfúrico diluido, 1 en 5 de agua. 4.° Solución saturada de bicarbonato sódico puro en agua destilada. Determinación en medio ácido. — Se ponen en un matraz, de unos 200 cent. cúb. de capacidad, 100 cent. cúb. del agua fil- trada, y se añaden 10 cent. cúb. de ácido aV^/- y 10 cent. cúb. de solución de permanganato. Se hierve moderadamente du- rante diez minutos y se deja enfriar hasta unos 50°. En- tonces se agregan 10 cent. cúb. de la solución de sulfato ferro- so-amoniacal, y después de la descoloración del líquido, se hace (1) El sulfato ferroso amónico SO* Fe, SO» (NH*)« -f 6 H^ O, se prepara disolviendo en 200 partes de agua destilada hirviendo, aci- dulada con 5 de ácido sulfúrico diluido , 100 partes de sulfato fe- rroso y 48 de sulfato amónico, se filtra y se hace cristalizar por enfriamiento. Los cristales se disuelven en 4 de agua, se añaden dos volúmenes de alcohol y el polvo cristalino verJoso se deseca entre papel de filtro á calor suave. - 83 - caer sobre éste por medio de una bureta gota á gota la solu- ción de permanganato , hasta obtener color de rosa persisten- te, agitando el líquido. El número de centímetros cúbicos gas- tados se anotan. Se repite la misma oporación (1) con 200 cent. cúb. de agua, empleando 20 cent. cúb. de ácido sulfúrico diluido y otros 20 de la solución de permanganato. Se hierve lo mismo durante diez minutos, y después de frío el líquido se añaden 20 centí- metros cúbicos de la solución ferroso-amoniacal ; por fin se hace caer con la bureta la solución de permanganato hasta ob- tener color de rosa persistente. Del número de centímetros cú- bicos así obtenido se resta el número obtenido en la operación anterior, y la diferencia nos da el oxígeno consumido por 100 centímetros cúbicos de agua, teniendo presente que cada cen- tímetro cúbico de permanganato corresponde á O'"^'"^, 125 de oxígeno. Ejemplo.— Un agua nos ha dado en la primera operación 2 centímetros cúbicos y en la segunda 4,2; la diferencia 2,2 re- presenta la cantidad de permanganato necesaria para oxidar la materia orgánica contenida en 100 cent. cúb. de agua. Para obtenerla cantidad de materia orgánica expresada en oxígeno, haremos el siguiente cálculo: 2,2 X O'"""", 125 = 0,275; y ea un litro de agua 10 veces más, estoes, 2™^''', 75. Determinación en medio alcalino. — Se toman 100 cent, cúb» de agua filtrada, se añaden de la solución saturada de bicarbo- nato de sosa 10 cent, cúb., y después 10 cent. cúb. de la solu- ción de permanganato. Se hierve durante diez minutos, se deja enfriar; se añaden con cuidado 10 cent. cúb. de ácido sulfúrico diluido y en seguida 10 cent. cúb. de la solución de sulfato fe- rroso-amoniacal. En el líquido descolorado se hace caer gota agota, con la bureta, la solución de permanganato potásico, anotando el número de centímetros cúbicos gastados para ob- tener una coloración rosa. (1) Puede hacerse con solo la primera operación; pero se reco- mienda hacer otra segunda, y por esta razón la exponemos con- forme se practica en el laboratorio de Montsouris. - 84 — Se repite la misma operación con 200 cent. cüb. de agua en un matraz de doble capacidad, añadiendo las mismas substan- cias en cantidad doble, como se ha dicho anteriormente. En fin, del numero de centímetros cúbicos gastados de la solución de permanganato se resta el número de los mismos obtenido en la operación anterior, y se tendrá la cantidad de oxígeno empleada para oxidar en medio alcalino la materia orgá- nica contenida en 100 cent. cúb. de agua; multiplicando por Q mpr^ 125 y después por 10 se tendrá la cantidad de materia orgánica en litro de agua, expresada en oxígeno, en medio alca- lino, como se dijo antes en medio ácido. Los autores franceses, de acuerdo con el Comité consultivo de Higiene de París, admiten los límites siguientes de materia orgánica expresada en oxígeno: Medio ácido. Medio alcalino. Agua muy pura-. . Menos de 1 miligramo Menos de 1 miligramo en litro. en litro. Agua potable De 1 á 3. De 1 á 2. Agua sospechosa. . De 4 á 5. De 3 á 4. Aguamala Más"de 5. Más de 4. Estas cifras no pueden admitirse de una manera absoluta, porque hay aguas que contienen más de 2 y 3 miligramos de materia orgánica por litro, y, sin embargo, son buenas, como ocurre con el agua de Lozoya, que contiene 5 á G miligramos. Para apreciar el valor de la materia orgánica es necesario averiguar, por la presencia en el agua de nitritos, nitratos y amoníaco, especialmente albuminoide, y exceso de cloruros, si dicha materia es de origen animal 6 nociva, en cuyo caso está bien el límite de 2 miligramos y menos; pero si es materia or- gánica inocente de origen vegetal, puede admitirse en el agua mayor cantidad, sin inconveniente. Por no tener presente esto, y atenerse exclusivamente á la cantidad de materia orgánica y número de bacterias, han cali- ficado el agua de Lozoya algunos analizadores de sospechosa y mala, lo cual no es exacto, puesto que no contiene en su esta- do ordinario los principios que determinan la nocividad de la 85 — materia orgánica. En caso de turbias y en algunas ocasiones por falta de cuidado y de vigilancia, se halla dicha agua en malas condiciones; pero en su estado normal, no. Nitrógeno en combinación. Distinguen los higienistas con los nombres ázoe 6 nitrógeno nitroso y nítrico el que se halla en estado de nitrito y nitrato en las aguas; nitrógeno amoniacal el que está en forma de amoníaco libre ó salino, y nitrógeno alhiiminoide el de las ma- terias orgánicas albuminoides. El nitrógeno nitroso y nítrico procede de materias amonia- cales y amidas que se han transformado en ácido nitroso y ní- trico por el oxígeno del aire y mediante la influencia de los fer- mentos nítricos del terreno, por donde pasan las aguas. La exis- tencia de este nitrógeno en las aguas acusa, por tanto, la pre- sencia de materias de origen animal, perjudiciales á la salud, que pueden hallarse en mayor ó menor cantidad, segün el gra- do de oxidación que hayan experimentado. Puede haber tam- bién nitritos y nitratos de origen meteórico, como en las aguas de lluvia y de nieves, y en este caso no se consideran perjudi- ciales. Las aguas de lluvia contienen de 0,5 á 1 miligramo de nitrógeno nítrico y de 1 á 5 miligramos de nitrógeno amo- niacal. El nitrógeno amoniacal^ 6 sea el amoníaco, no siendo me- teórico, indica la impureza producida por las materias orgáni- cas en descomposición, principalmente de la urea; y el nitro- geno alhuminoide es el de amidas complejas, tirostna y subs- tancias proteicas no transformadas. Las aguas que contengan amoníaco y materias albuminoides son malsanas y perjudicia- les á la salud. Nitritos. — Las aguas que contienen nitritos deben desechar- se, porque indican contaminación reciente, pues á causa de su fácil absorción por el terreno, no puede suponerse procedan de la atmósfera, como ocurre en las aguas recientes del deshielo de nieves ó de lluvias. - 86 — La determinacidn cuantitativa de los nitritos es innecesaria, una vez que se considera como sospechosa el agua que conten- ga indicios, y mala la que tenga cantidad apreciable, no siendo de origen meteórico. Se investigan los nitritos poniendo en medio litro de agua un gramo de ioduro potásico y engrudo claro de almidón y se añade ácido sulfúrico diluido, que producirá en seguida colo- ración azul, si existen nitritos en el agua. También se descubren con el reactivo de Trommsdorf , el cual se prepara del modo siguiente: cloruro de zinc, 10 gra- mos; agua destilada, 50 cent, cúb.; almidón, 5 gramos; se mezcla y se hierve el líquido durante unas tres horas, reem- plazando el agua que se evapora. Después de frío se añade ioduro de zinc seco^ 1 gramo, y agua destilada, cantidad sufi- ciente para completar 500 cent. cúb. Se filtra y se guarda en un frasco de vidrio amarillo. Para hacer el ensayo se colocan en una campana de pie 100 centímetros cúbicos del agua, se añaden 2 cent. cúb. de ácido sulfúrico diluido (1 en 5 de agua) y después 5 cent, cúb, del reactivo de Trommsdorf. Si existen nitritos en el agua aparece un color azul al cabo de dos minutos. Si aparece el color des- pués de este tiempo , no tiene valor ninguno. Nitratos (nitrógeno nítrico). — Los nitratos en las aguas se investigan tratando el residuo salino de la evaporación con al- gunas gotas de ácido sulfúrico puro (exento de vapores nitro- sos) y corta cantidad de brucina, la cual toma color rojo, si los hay. También se descubren con dicho ácido sulfúrico y sulfa- to ferroso, que toma color pardo café si hay nitratos. Para determinar la cantidad de nitratos, puede emplearse el procedimiento colorimétrico de Grandval y Lajoux, que está fundado en la transformación del ácido fénico incoloro en ácido pícrico de color amarillo, por la acción del ácido nítrico de los nitratos, cuando se tratan éstos con ácido sulfúrico. Después, por adición de amoníaco, se forma picrato amónico, cuyo color amarillo se aprecia comparándole con una solución de nitrato potásico en cantidad conocida. Más exacto, aunque no tan fácil, es la determinación de los — 87 — nitratos por el procedimiento de Schulze y Tiemann, que se describe en el tomo II, pág. 543, de mi Química inorgánica, al tratar del análisis de las aguas de la Montaña del Príncipe Pío (Madrid). Amoniaco libre ó en estado de sal (nitrógeno amoyiiacal). — Para el reconocimiento del amoníaco libre ó salino en las aguas se emplea generalmente el reactivo de Nessler (1). Se toman 250 á 300 cent. cúb. del agua y se colocan en una cápsula de porcelana de unos 500 cent. cüb. de capacidad: se añaden dos 6 tres gotas de ácido sulfúrico, y se hierve hasta obtener cerca de 50 cent. cúb. de su volumen; se deja enfriar; se precipitan los óxidos térreos por un ligero exceso de carbonato sódico; se echa el líquido por decantación en una campanita, y se añaden 2 cent. cúb. del reactivo de Nessler, el cual produce una colo- ración amarilla ó rojiza si hay amoníaco. Es conveniente hacer la misma operación con agua destilada, por comparación en can- tidad y condiciones iguales. Manget y Marión han propuesto, para descubrir el amonía- co en las aguas, el empleo de diácidofenol (amidol), que toma color amarillo con la menor cantidad de dicho cuerpo, pudien- do hacer una determinación cuantitativa por un procedimiento colorimétrico , sirviéndose de un líquido compuesto de agua destilada con cantidades conocidas de amoníaco. Para determinar la cantidad de amoníaco con el reactivo de Nessler, se destilan 500 cent. cúb. del agua con 5 gramos de magnesia pura recién calcinada, recogiendo 100 cent, cúb, ó poco más de líquido, hasta que no pase agua sensible al reacti- vo de Nessler. (1) El reactivo de Nessler se prepara de este modo. En 20 cen- tímetros cúbicos de agua destílala se disuelven 17,5 gramos d& ioduro potásico, y se añade, gota á gota, solución saturada de cloruro mercúrico en cantidad suficiente para que se produzca un ligero precipitado rojizo persistente; luego se agregan 80 gramos de potasa cáustica pura, y, después de disuelta, 2 cent. cúb. de la solución saturada de cloruro mercúrico. Por fin, se añade agua destilada basta completar 500 cent. cúb. Se deja reposar durante cuarenta y ocho horas y se decanta el líquido , conservándole en frascos de color amarillo, fuera del contacto de la luz. — 88 — El líquido destilado se coloca en una campana de pie gra- duada, y se añaden 2 cent. cúb. del reactivo de Nessler, ó más si es necesario, sirviéndose de una pipeta graduada, y se agita. A su lado se coloca otra campana graduada igual, con el mis- mo volumen de agua destilada pura y de reactivo de Nessler; sobre este líquido se hace caer con una bureta dividida en dé- cimas una solución de cloruro amónico puro y seco (3,15 gra- mos en un litro de agua destilada pura), hasta que, agitando el líquido, tome el mismo color que el agua objeto del ensajo, siendo igual el volumen en las dos campanas, para lo cual se añade el agua destilada que sea necesaria. Cada cent. cúb. de la solución de cloruro amónico corresponde á O, gr. 001 de amoníaco (NH-^); de modo que por la cantidad gastada hasta obtener igualdad de color, sabemos el amoníaco (NH-^) conte- nido en los 500 cent. cúb. del agua que se analiza, y el doble «era la correspondiente á un litro. Como se gasta poco de la solución de cloruro amónico, es conveniente en la práctica diluirla en diez veces de agua des- tilada, es decir 100 cent. cúb. en 1.000 de agua, y entonces nn cent, cüb.de esta solución corresponde á O, gr. 0001 de NH'^ Otro medio cuantitativo. — En un aparato destilatorio con serpentín ascendente, como el de Schloesing ó el de Aubín y Alia, se practica la operación siguiente: en el matraz del apa- rato, cuya capacidad es de cerca de litro y medio, se coloca un litro del agua que se analiza, añadiendo 10 gramos de mag- nesia recién calcinada, y se calienta, subiendo el vapor al ser- pentín ascendente, y el líquido condensado se recoge en un ma- traz ó recipiente. En este matraz se han colocado previamen- te 50 cent. cúb. de ácido sulfúrico (1), ó más si el agua estu- viera muy contaminada, con algunas gotas de solución alcohó- lica de fenol-taleina. La ebullición se mantiene durante una hora, y se recogen unos 200 cent. cúb. de líquido destilado. Después de frío, se determina la cantidad de ácido sulfúrico no neutralizado por el amoníaco del agua, sirviéndose de una (1) Dilución de 10 cent. cúb. de la solución normal de ácido sulfúrico en 100 cent. cúb. de agua destilada. — 89 — solución centinormal de sosa (1), hasta que aparezca el color rosa persistente que los álcalis comunican á la fenol-taleina. Entonces tenemos por diferencia el número de centímetros cú- bicos que fueron saturados por el amoníaco de un litro de agua, y teniendo en cuenta que cada centímetro cúbico de agua co- 0,gr. 017 rresponde á — '■ — = O, gr. 00017 deNH^ podemos calcu- 100 lar la cantidad de amoníaco en litro dft agua. El agua potable pura sólo tiene indicios de amoníaco, pero se tolera hasta menos de un miligramo, considerando como sos- pechosa el agua que contiene más de 1 á 2 miligramos. En el agua de Lozoja se encuentra generalmente O, gr. 0001 de amo- níaco por litro de agua. Amoníaco ó nitrógeno alhuminoides. — Es de mucha impor- tancia la investigación del amoníaco albuminoide, no tolerán- dose en el agua potable más de O, gr. 00005 á O, gr. 0001. Para determinar la cantidad puede servir el líquido del ma- traz que ha servido en la operación anterior, añadiendo, des- pués de frío, un gramo de permanganato de potasa y 10 centí- metros cúbicos de solución de sosa cáustica pura. Se calienta lentamente hasta llegar á la ebullición en el mismo aparato, previamente lavado y limpio, recogiendo el líquido destilado en el matraz que contenga 20 cent. cúb. de la solución centi- normal de ácido sulfúrico. Después se determina, lo mismo que antes, por diferencia, la cantidad de amoníaco del agua que fué saturada, sirviéndose de la solución centinormal de sosa. También se puede determinar la cantidad de amoníaco albu- minoide por el color; con el reactivo de Nessler, como se ha di- (ho en la determinación del amoníaco libre ó su carbonato. (1) Dilución de 10 cent. cúb. de la solución normal de sosa en 1.000 de agua. -- 90 — o > m n o o a o o « o u o n n w vi 4> H 53 a, n "~ a ^ 0) o A e «H Pl n O 1-4 d> •d n a> •d tS 'O O n cS O •0 a i4 sé • <-^ Ü p2 8 ,-1 c -t o c 0 C. 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Trazando por los puntos m, m' de R [o) las tangentes mm^ y ?n'77i\, de la igualdad de los triángulos omm^ oBm^ y o?>^'m^', om^^ B se deduce que las rectas om^ y om¿ son las bisectri- ces del \BOA, y, por consiguiente, que el triángulo mom-¿ es rectángulo en 0. De la semejanza de los triángulos Am' m-^', m^mA y oBA, resulta Am, = 2mm^^2Bm^ .. Am' = 2Bm'', luego los segmentos m^B Bm^' son los segmentos áureos aditivo y sustractivo del segmento oB = — AB. Si en los puntos m^ m^' levantamos las _l_ á las rectas om^^ om^', prolongándolas hasta su encuentro con la recta oB en los puntos n^ n^', tendremos Bm^^ = oB.Bn^ y Bm^^ = oB .Bn^', luego los segmentos Bn^, Bn^ son los segmentos menores del segmento oB al dividirlo en media y extrema razón. De lo dicho resulta que, para dividir un segmento dado oB en media y extrema raxóyi: Describiremos una circunferencia con un radio igual al segmento dado; tomaremos en la tan- gente trazada á la circunferencia por un punto B a?'bitrario el segmento BA igual al diámetro y las normales del punto A; por los extremos de estas normales trazaremos dos tangentes á la circunferencia, las que al cortar la tangente AB en los putitos m^ m^ determinan dos segmentos, Bm^ Bm^, que son los segmentos áureos del segmento dado oB. — 105 - Para hallar los segmentos menores correspondientes traxa^ remos en los puntos m^ m-^ las perpendiculares á las rectas om^ om-¿y las que al cortar al radio oB prolongado en los puntos n^ n^ determinan los segmentos Bn^ Bn^ jjedidos. Sel. También pueden hallarse los puntos mi m^ trazando las bisectrices del ángulo A [o) B. De la semejanza de los triángulos m^ om^, om^ n^ y om^ w,, se deduce: 1.° El segmento dado es media propo?'CÍonal entre sus dos segmentos áureos. 2.° El segmento dado es igual al segmento áureo aditivo de su segmento áureo susti'activo dividido en media y extre- ma razón. 3.*^ El segmento dado y su segmento áureo aditivo son dos medias proporcionales entre el segmento áureo sustractivo y el segmento menor aditivo del dado. 4,° El segmento menor aditivo de un segmento dado es igual al segmento áureo aditivo del segmento áureo aditivo del segmento dado. Trazando por el punto n^' la recta n^ m^ J_ m^ n^ hasta que corte la tangente AB prolongada en m^ , de la semejanza de los triángulos m^ n^ m^ y om^ m^ deducimos: 5.° El segmento áureo sustractivo del segmento dado es igual al segmento áureo aditivo del segmento menor sustrac- tivo del segmento dado, dividido en media y extrema razón. Teorema. Un segmento es inconmensurable con sus seg~ fnentos áureos. En efecto: hallando los segmentos áureos del segmento dado, y de cada uno de los que resultan, vemos que el punto B extremo del segmento dado oB es punto asintótico de los m^ n^ .. m^ n^ .. m^ Wg... que sucesivamente se encuentran, y por lo tanto no existe común medida del segmento dado y su segmento áureo aditivo, y por consiguiente son incomensurables; 1 • 1 ^ *• í m.B\ ( oB \ lo mismo ocurre con el sustractivo, pues ( — - — |= 1. \ oB I \BmJ Problema, a). Trazando el haz o {M'BM), reproducción del o {m^Bm^) de la figura 2, podemos dividir un segmento — 106 — dado cualquiera en media y extrema raxón sin nuevas cons- trucciones. Sea 8 un segmento dado, tomando en el haz oB' = 8 y tra- zando por el punto B' la J_ á oB' los semi-rayos oM' OM; in- terceptan en esta perpendicular los segmentos B' m , B' m' , que son los segmentos áureos aditivo y sustractivo del dado 8. Figura 2. Las perpendiculares trazadas á las rectas oM, oM' por los puntos m, m' , determinan en oB los segmentos B' n^, ^^i'j que son los segmentos menores aditivo y sustractivo del dado 8. P) Hallar un segmento, conociendo su segmento áureo. 1. Conociendo el segmento áureo aditivo. Trazaremos por el vértice del haz la _]_ al semi-rayo oB, tomando en ella oK igual al segmento áureo dado. La || á oB ^ trazada por el punto K, corta al semi-rayo oB en m. Trazando por m la perpen- dicular á oB,y prolongándola á su intersección mf con oB, tendremos determinado un seg- segmento o5',que es el pedido. 1. Conociendo el segmento áureo sustractivo. En este caso hallaremos el segmento pedido haciendo análogas construcciones á las detalladas en (1) izquierda so- bre el semi-rayo oM' . Pero bastaría dividir el seg- mento áureo dado en media y extrema razón (a), y el seg- mento áureo aditivo de esta división será el segmento pe- dido. — 107 — Corolario. Dado el lado del decágono regular, es fácil construirlo, pues el problema anterior nos permite hallar el radio de su circunferencia circunscrita. Análogamente se podría construir un pentágono regular, conocido su lado. y) Hallar un segmento conociendo su segmento menor. 1. Co7iociendo el segmento menor aditivo. Hallaremos, como se ha di- cho, el segmento cuyo segmen- to áureo aditivo es el que se nos ha dado, que será el seg- mento áureo aditivo del pedi- do, que determinaremos por la construcción (a, 1) izquierda. 1. Conociendo el segmento menor sustractivo. Hallaremos el segmento cu- yo segmento áureo sustractivo es el segmento que se nos da, y será el segmento áureo sus- tractivo del pedido, que se de- termina por la construcción (a, 1) derecha. Aplicación. Construyendo una escuadra semejante al tri- ángulo momj', y marcando la altura correspondiente ó la hipotenusa con una división milimétrica, así como los catetos (fig, 3."), tendremos un instru- mento que nos permite hallar muy fá- cilmente, y con la exactitud deseable en las construcciones, la solución de los problemas que se resuelven por medio del hax que pudiera llamarse de división; lo que constituye una modi- ficación útil de la escuadra actualmen- te en uso. ScL. GRAL. Todas las propiedades estudiadas anteriormente pueden deducirse analíticamente por medio de la relación que define la división de un segmento en media y extrema razón. Figura 3. - 108 - IV. — Contribución á la teoría de polígonos regulares. Por Luis Cátala. Siendo {e^ e^ e^... e,J {E^ E.2 E^... E^) las especies de los po- lígonos regulares de géneros g, 2g y g un número impar, pue- de establecerse una correspondencia unívoca entre los núme- ros de ambos grupos mediante la relación (1) 2e-\-E = g. Porque el arco subtendido por el lado de un polígono regular de género g será — , cuyo suplemento es = — ; 9 ^ ^ 2 9 2g y como el número g — 2e es primo con 2g, determina la es- pecie de un polígono regular de género 2^^ y llamándola E resulta g = 2e -\- E. Los polígonos regulares que satisfacen estas condiciones se llaman suplementarios. Si el número g es par, el grupo (e^ e, Cg... e,J de los números que designan las especies de los polígonos regulares de géne- ro ^ se puede descomponer en dos, que se corresponden uní- vocamente mediante la relación (2) e-{-E = ^g. Porque el arco subtendido por el lado de un polígono regular g de especie e y género g será — , y su suplemento 2 9~ 9 - 109 - y como el número entero -^ — e = E bb primo con g, será la especie de otro polígono regular del mismo género, y, por lo tanto, E -{- e = — g. Los polígonos regulares que satisfacen estas condiciones se llaman conjugados. Los lados de dos polígonos regulares suplementarios 6 co7i- jugados son dos cuerdas suplementarias de su circunferencia circunscrita. El lado y apotema de un polígono regular se designan con las letras L y a afectadas de un doble subíndice que indican respectivamente el género y la especie del polígono. Sean ^ y C los extremos de un diámetro de R (0); AB, CB dos cuerdas suplementarias; ow, 0 7?i sus distancias al centro; HB la cuerda trazada por B \\ AC , y D el punto simétrico de B con relación al diámetro AC. Del triángulo rectángulo ABC y del cuadrilátero cíclico ABHC sale (3) AB'-\-BCr-==4.m (4) AB'—BC'=:j^2R.EB ^AB^BC (5) AB.BC=R.BD (6) CB = 2 .on „ AB = 2 .om. Polígonos regulares suplementarios. LADOS Y APOTEMAS DE LOS POLÍGONOS REGULARES SUPLEMENTARIOS DE GÉNEROS g Y 2g. Sean AB = L2g. E • BC = Lg . e / luego (Lg.E (L2g(2E-g) BD=l 2E$g BH=\ 2E%g. (Lg(g-E) (L2g(g-2E) Eliminando BC de las relaciones (8) {4:) y AB de las (3) (5), resulta AB2±BH— 2 = 0, BC^ — 4:BC'-\-DB' = 0', — lio - sustituyendo en estas relaciones y en las (5) (6) cada segmento por su valor, tomando por módulo el radio, tendremos los sis- temas de ecuaciones (a) Lhg.E-{-L2g(g-2E}—2=0„L-2g.E — L2g(2E-g) — 2=0j (P) L\e-4^L'^g.e-\-L%.E=0„L%.e-áLg.e-{'Lg,g.E,=0,9^2El ¿e-\- Mt=gm (y) Lg.e.L2g.E=Lg.E=Lg(g-E} j (5) Lg.e=2á2g.E „L2g.E=2ci'g.e Sumando y restando las relaciones (3) (4), sale {[t) L2g(g~2Eí='L-g,e—2^L2gfg-2E,=2 — l-g,e g%2E 2e-\-E=g, (p) ■^g.e=\2-^L2g[g-2E)„Lg,e=\2~h ■¿g{g-2E) Los sistemas de ecuaciones (a) (^) y las relaciones (o) dan respectivamente los valores de los lados de los polígonos regu- lares suplementarios de géneros g y 2g y sus apotemas. Si restablecemos el radio en la relación (y), se deduce que éste es cuarta proporcional á los lados de dos polígonos regu- lares suplementarios y del polígono regular cuyos género y especie son el menor y la mayor de ambos polígonos. Si multiplicamos las relaciones que se deducen de (y) cuan- do se reemplazan e, E por sus valores correspondientes, de- ducimos siendo n el número de polígonos regulares que existen de gé- nero 2g. Las fórmulas (p.) nos dan los lados de los polígonos regula- res de género 2g en función racional de los suplementarios de género mitad, y las (p) los de género g en función de los de sus suplementarios de género doble. - 111 — Aplicaciones. Siendo suplementarios los polígonos de gé- neros (3, 6) (5, 10), de lo dicho resulta fácilmente L%.i = R „ «6.1 = — B.\^ «10. ,i=i-EVlO + 2V^ iio.3 = -i- i2 (Vs + l) «10.3 = i.i?\/lO_2V¡ Lg.i = i? y 3 „ «3.1 = — li L5.1 = — \/lO-2V/5 «5.i=-i2(V^ + l) 4 Í5.2 = A\/io + 2V/5 a5,2 = i i2 (\/ 5 — 1) . 4 Como la resultante del sistema (7.) en el caso í/ = 5 es a2 — A— 1 = 0, y la ecuación de los cuadrados de sus raíces es y2_3y + l = 0, resulta : a) La diferencia de los lados de los decágonos regulares de 5.* y 1.^ especie inscritos en una circunferencia es igual al radio, siendo éste media projoorcional entre ellos. b) La suma de los cuadrados de los lados de los decágonos regulares inscritos en una circunferencia es igual al triplo del cuadrado del radio, y su producto la cuarta potencia de este radio. Siendo la resultante del sistema (,3) en el caso g = ó X2 — 5a+5 = 0, resulta que; - 112 — La suyna de los cuadrados de los lados de los dos pentágo- nos regulares inscritos en una misma circunferencia es igual al quíntuplo del cuadrado del radio, y su producto al quín- tuplo de la cuarta potencia del radio. ScL. La aplicación de las fórmulas (p) (a) nos permite ha- llar los valores en función del radio de Lio.i -Z^io.a cuando se dan los de Loa L0.2, y al contrario. Polígonos regulares conjugados. LADOS Y APOTEMAS DE LOS POLÍGONOS REGULARES CONJUGADOS DE GENERO 2g. Sean AB= L^g.e BC = Log.E^ de la simetría de las rela- ciones (3) (5) con relación á AB, BC, se deduce que L%g.e L--2g.E son las raíces de la ecuación (m') X2 — 4X + L2^.e^0; por consiguiente, U\Jv Usjv' L-2g.e={ _ y L2g.E={ _ e-\-E = g; de dichas relaciones sale L^g.e = ^ [\J4.-^r'¿Lg.e±:\J4.-2Lg.^ L2g.E == \ [\/4 + 2i~ qi \¡4.-2Lg.X cuyos signos superiores é inferiores se corresponden, y son el resultado de desdoblar los radicales V ^ n V^ '• 113 - De las relaciones (5) resulta (y') L2¡j.eL2g.E= RLg,E ri ^ ^ E = g. a) Luego el radio de una circunferencia es cuarta propor- cional á los lados de dos polígonos regulares conjugados ins- critos y al del polígono regular inscrito de género mitad y de la especie del menor de ellos. h) Sustituyendo en {-/) e, E por sus valores, y multipli- cando los resultados, encontramos que T,Líg_Q — TZL/og.e — e-^E=g, según que 2g sea una potencia de 2 ó una potencia de 2 mul- tiplicada por un número impar, siendo 7i el número de polígo- nos de género 2g. ScL. Conocidos los valores de los lados de los polígonos de género 2g, las relaciones (6) nos darían las apotemas. Aplicaciones. Siendo conjugados los polígonos regulares inscritos de géneros 8 y 12, sustituyendo en (m') Lg,e respec- tivamente por y 2 = L^ 1 = L^, resulta ).2_4>. + 2 = 0, de las cuales sale as , = R\j2-\J' ¿1 Í8.3=i?\/2+ \¡2 «8 ,=|V¡37^ )>2 — 4). 4- 1 = 0, ii2.i = ESJ 2 — \J \ «12.1 -E'12.5 4v/2 + V: = n\f2-\-\J^ «12.5 = ^V^2-\/3. 2 Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. ^ 114 — De las ecuaciones anteriores deducimos: a) La suma de los cuadrados de los lados de los octógonos regulares inscritos en una misma circunferencia es igual al cuadrado del diámetro, y su producto al duplo del cuadrado del radio. b) La suma de los cuadrados de los lados de los dodecágo- nos regulares inscrita en una misma circunferencia es igual al cuadrado del diámetro, y el radio es media proporcional entre ellos. ScL. De un modo análogo se hallarían los lados de los po- lígonos regulares inscritos en una circunferencia de géneros 2" y 2^g' , siendo g' un número entero impar y conociendo los lados de los polígonos regulares de género g' . Determinación particular de los lados y apotemas de algunos polígonos regulares. Triángulo equilátero y exágono regular (*;. — El circuncentro y ortocentro de un triángulo equilátero coinciden y éste es simétrico respecto á uno de los lados con el punto de intersección del circuncírculo y la altura correspondiente á dicho lado. Sea ABC un triángulo equilátero inscrito en -ZÍ(O); D el punto de intersección de la altura Am, correspondiente al lado BC con R {0), y tendremos cm = Bm, mJ) = mo = — E; y como CA^ = 3R\ resulta CA = Ls.i = RS/s. Siendo CD la cuerda suplementaria de CA, es el lado del exágono regular; y como la figura OCDB es un rombo, Xe.i^-R* Pentágonos y decágonos regulares. — Las diagonales (*; Al mismo resultado llegamos, fundados en que la mayor de las cuerdas que unen un punto arbitrario del circuncírculo de un triángulo equilátero á sus vértices es igual á la suma de las otras dos. - 115 - <3e un pentágono regular se dividen mutuamente en media y extrema razón. Siendo AB = Z5.1 = x, AC = L^.2 =^ y en la. circunferen- cia R (0) y AM el diámetro que pasa por A, tendremos \/5 — 1 x = y ; pero del triángulo AC3I resulta y y 4 — y- = x, y, por lo tanto, x = —\/lQ — 2\Jb „^=: Av^l0 + 2\/5. Siendo B^í , CM las cuerdas suplementarias de las AB, CD, representan los lados de los decágonos de 3.* y 1." especie, y, por consiguiente, ¿10.3 = |- (V 5 + 1) „ L,,i = -|(\/5-l), que son los segmentos áureos sustractivo y aditivo del radio (*), ScL. El semilado aparente del pentágono de 2.* especie €8 el segmento menor del radio, dividido en media y extrema razón. (*) Sabemos que la diferencia entre los lados de los decágonos regulares es igual al radio de su circunferencia circunscrita; y como su producto es igual al cuadrado del radio (Muir), tendremos ).io.3 + (— >io.i) = R /10.3 (— /lo.i) = — R-; luego ).io.3 y — >io.i son las raíces de la ecuación X- — Rl — R- = 0^ y, por lo tanto, iio.i = R/2 {\5- 1) Lio. 3 = R/2 {\'b-{- 1). — 116 Determinación gráfica de los lados de los pentágonos y decágonos regulares. Sabemos que Z5i=— \/lO — 2\/5 = 2 £5.2=— V^10 + 2V'3 = £10.1 = 4 (\/ 5-1)= 2 2 2 2 Luego si en el extremo H de un diámetro .4 5 de Ji (0) traza- mos la J_ 5(7= i?, la recta AC corta al diámetro _l_ ^5 en el punto -p; la intersección de AF (p) con la prolongación de oP dará los puntos M y N^ y tendremos AP=—\/l> oP=^ ^MN=R\J b; 2 2 y, por consiguiente , AM^Lo,2 oM=Lio,3 AN=Ló,i oN^L]o,i, Lados y apotemas de los polígonos regulares cuyo gé» ñero es igual al producto de dos números primos entre sí. Si un número entero g es igual al producto de otros dos, OL y p, primos entre sí, llamando a, ¿las especies de dos poli- — 117 — gonos regulares de los géneros a, ¡3, sus lados serán las cuer- das de los arcos — , — de su circunferencia circunscrita, y a ' p ■ ^ SU suma — '-^ — - será el arco subtendido por el lado de un a(i polígono regular de género g y especie a^ -\- &y., pues este número es primo con g por ser a y ¡3 primos entre sí. Por con- siguiente, las soluciones enteras de la ecuación a3 + &a = c, 6 sea 1 = , siendo c un número primo con g inferior á — g, serán las especies de los polígonos de géneros a, ¡j co- rrespondientes á la de los polígonos de género g. Luego si po- demos inscribir en una circunferencia dada los polígonos regu- lares de los géneros a, ¡3 con la regla y el compás, y conoce- mos los valores en función del radio de sus lados, será fácil inscribir los de género a|j y calcular sus lados y apotemas. Trazando por el centro A de un diámetro arbitrario AB de ñ (0) las cuerdas ha. a L^,h á un mismo lado áe AB ú a, h tienen signo contrario ó á distinto lado si lo tienen igual, la cuerda que une sus extremos y la perpendicular trazada por el centro hasta su intersección con el lado, serán el lado y apote- ma de un polígono regular de género g. Para hallar su valor numérico, si llamamos ii, p los pies de las apotemas de los polígonos cuyos lados son La. a L^,j), de los cuadriláteros cíclicos {o upe) y el determinado por los pun- tos A, B y los extremos de las cuerdas La.a> L^,h dan, por el teorema de Tholomeo, Lg.e= — [La. a L2^{^-2^) 'ihL^.h L-2a{a-2a)\- • • (^); debiendo tomar el signo (-{-) cuando el centro está entre los lados La.a^ i,i.6> 7 ^ ( — ) Gu el caso contrario. °'gr.e == — {L? .b — tta.w Lgx) > -L'a.a - lis — debiendo tomar el signo (-]-) cuando el centro no está com- prendido entre los lados La. a y L^,b, y el ( — ) en el caso con- trario. ScL. En general, la apotema de un polígono regular de género g y especie e es dg.e — •— L2g(g-2e)' APLICACIONES Polígonos de géneros 12 y 24. Siendo 12 = 3.4, 24=3.8 D (2, 4) = 1, Z> (8, 8) = 1. Aplicando las fórmulas genera- les resulta: -£'12.1=— L^ (Z/g 1) ¿I Ll2.h = — L^ (Xg -f 1) «12.1 = ~ -^12.5 ¿i ai2.5 = — •í'12.1. 2 -Z^24.1 = — (-^8.3 — -í>3 -í'S.l) -Z^24.o = — (-^3 ^8.3 — -í'S.l) ¿1 ¿I Lii.n = — [Lq Ls.3 + Ls.í)' «24.1 = — -£24.11 u «24.5 ^~ i'24.7 «24.7 = — ■ £^24.5 u «24.11 = — -£24.1» dodecágonos es igual al lado del cuadrado. — 119 - De las relaciones anteriores se deduce fácilmente: a) La diferencia de los [ a) La suma de los lados de los polígotios de género 24 y especies (1 . 7), es igual al lado del octógono de especie 3.^; y la diferencia de los lados de los polígonos de géneros 24 y especies (11 . 5), es igual al lado del octógono de especie 1.^ b) El diámetro es cuarta proporcional á los lados de los polígonos de géneros (1 , 7) , y el lado del decágono de es- jyecie 1.^ y de los de género (5 . 11) y el lado del decágono de especie 5.* c) La suma de los cua- drados de los lados de los po- lígonos de género 24, es igual al cuadrado del diámetro. b) El radio es media pro- porcional de los lados de los dodecágonos. c) La suma de los cua- drados de los lados de los do- decágonos es igual al cuadra- do del diámetro. Polígonos de géneros 15 y 30. Siendo 15 = 3.5, 30 = 5.6 D{^,b) = \, D (5, 6) = 1. Aplicando las fórmulas genera- les resulta: -í'15.1 = — [LoO.Lq\— L\Q).\ Lg.i) 9 LizA= — {Lo.2 Lq,t\-L\oa Ls.i) 2 Li5j = — ÍLío.bL3,i-{-Lo.iLq,í) «15.1^ — (-í'5.2-í'3.1 + -í'10.lÍ6.l) 4 -^30.1 = — (í'5 • -í's — ■£'10.3 L%,\) di -£'30.11= — (í'5.1- -£'34-^10.3 -í'G.l) ¿30.7 = — {Lo.oL^ LwaLq.i) •£'30.13 = — {Ló.oLs^í-\-Lio.í Lq,i) «30.1 = — -£'10.3 -¿3.1 +¿5.1 ¿6.1) 4 — 120 - 4 4 «15.7 = —- (■í'5.1^^3— -^10.3 í'6.l)' ff 30.11= — (-£'10.3 L,3.i—Lo.i Le.í) 4 flí30.7 = — (-í'5.2¿6.l4--í'10.lÍ3.l) 4 «30.13 = — (£'5.2Í'6.1— -^10.1 -ZvB.i). 4 De las relaciones anteriores se deduce fácilmente: a) La suma de los lados de los pentadecdgonos de 1.^ y 4.^ especie es igual al lado del petitágono de 2.^ especie; y la diferencia de los lados de los pentadecágonos de es- pecies (7 .2), es igual al lado del pentágono de 1.^ especie. b) El radio es cuarta pro- porcional al lado del decágo- no de 1^ especie y los lados de los pentadecágonos espe- cies (1 .4) y también al lado del decágono de 3.^ especie y los lados de los pentadecágo- nos de especies (7 . 2). c) La suma de los cua- drados de los lados de los pen- tadecágonos es igual al séptu- jplo del cuadrado del radio. a) La diferencia de los la- dos de los polígonos de género 30 y especies (11 . 1), es igual al lado del decágono de 5.* es- pecie; y la diferencia de los lados de los polígonos de gé- nero 30 y especies (13.7) es igual al lado del decágono de 1.^ especie. b) El lado del decágono de 1.^ especie es media pro- porcional entre los lados de los polígonos de género 30 y especies (1 .11); y el lado del decágono de 3.^ especie es me- dia proporcional entre los la- dos de los polígonos de género 30 y especies (7.13). c) La suma de los cua- drados de los lados de los po- lígonos de género 30, es igual al cuadrado del triplo del radio. De igual manera procederíamos en los demás casos que pueden ocurrir; así, por ejemplo, hallaríamos para los polígo- nos de género 120 que DETERMINACIÓN GRÁFICA de los lados de los polígonos regulares de género 120, inscritos en una circunferencia de radio o A= R REVISTA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS y NATURALES. — Tomo III. _ Julio de 1905. — 121 — / = ~ (^24.5 Lio.3 ^ L2Í.7 L5.1) 120.49) /y^" ■"' -í'120.23) 1 / = ~ (-£^24.7 Lo.2^ -£'24.5 ■£' 10.1) '120.47 ) in" — ^ -í'120.7 ) 1 / == ,^ (-C'24.11 -C'lO.l -{-Loi.l L0.2) -^120.17) -Z^120.43) 1 / = "77 (-^24.11 Lóo^ -^24.1 ¿lO.l) ^120.53; -£^120.11 ) 1 / = ~ (-£'24.7' -£'10.3 +-£'24.5 -£'5.l) ■'120.59 ) r S 2 ■£'120.13) 1 / = "T (-£24.5 L5.2 H^ -¿^24.7 -Z^lO.l) -¿^120.37/ ■£^120.19) 1 ' = ~ (-£'24.11 -^5.1 ^^ -£'24.1 -£'10.3) 1.29) -£'120.31 ) 1 (-£'24.11 -£'30.3 + ¿24.1 -£'5.l) ■'120.41/' •£'120.29 T \ 2 -£-'120 ■ " Ir ^ T fl5l20.1 = — -LilW.bQ ) 0^120.49 = — -¿^120.11 2 2 Entre otras relaciones, los lados de estos polígonos satisfa- cen la propiedad de que la suma de sus cuadrados es igual á ocho treces el cuadrado del diámetro. Lados de los polígonos regulares circunscritos; perímetro y área aparente de un polígono regular. a) Lado del polígono regular circunscrito. — Si en los pun- tos medios de los arcos subtendidos por los lados de un poli- — 122 — gODO regular inscrito en R (0), se trazan tangentes á la cir- cunferencia , resulta otro polígono regular circunscrito seme- jatite, cuyo lado es fácil calcular. Sean Lg,e el lado del polígono inscrito y "^^g.e el del cir- cunscrito semejante; tendremos \.e R 2R 2RLge Lg.e 1 r 2 ■^2g{g- L¿g(g — 2e) -2e) Lg{g-2e) Lg.e Lígig — 2e) ! donde 1 '2L y,e L g.-2e Llamando p al radio de la circunferencia circunscrita ó este polígono, se tiene P ^g.e 2 Lg,e ■ti -t-^g-e -t-^g-s de donde 2RIjg_e .L g.2e b) Perímetro aparente de un polígono regular. — Sea el arco ^i? la gésima parte de la circunferencia 7? (0), AD = BC = Lge, M, el punto de intersección de AD y BC, Pg_e el perímetro aparente del polígono; los triángulos seme- jantes CMD, AMB dan CD _ AB _ AB+CD CM~ MB ~ CB de donde 123 - MB= ^_^-^^_, y, por lo tanto, AB-i-CD '-'q . -L'ql -L'q.e Ijg.l-^ -Lg(2e-1i) Ahora bien, si á partir de un punto arbitrario A de la cir- cunferencia se trazan las cuerdas AB = Lg,\^ AD = Lg{2e-i) Y unimos el punto medio C del arco DB con los puntos A, jB, Z), resultará CA=Lg,e, CB=CD=Lg{e—i)yBD=Lg.2(e-i) y del cuadrilátero cíclico ABCD sale, por el teorema de Tho- lomeo, (*) 7- ir Lg.eLg,2(e-í) f,s ■Lig.\ -T-L, g (2e _ i) — \i-) y sustituyendo en la expresión de pg,e, resulta _ ^gr.^g.l Lg(e-l) , X Pg.e — • W Ijg.2(e-Í) Llamando P^.e al perímetro aparente del polígono circuns- crito, como * gr.e ^g.e ^ J-^g.e Pg.e Lg,e LgOe (*) Es fácil deducir que Lg.^+Lg.n = ^-^^•^"+" ^^-^"-"^ para n>m T y Log (g — {n-\- m) Lg(n — m) •^ ^ " L2g{g-{n-m) — 124 — resulta ■L a.p. ^g.2eLg2{,e-l) g.e -L/a.2e -L/ú (U) ScL. Si e = 1 , tendremos Pg.i = gLg.i y Pg.i = 2g —^ , pues Lg.l -f- Lg(2e — 1) = 2Z/^.i. c) Área aparenta de un ¡polígono regular. — Sean Lg.e, Ag,e, \.e> '^g.e los lados y áreas aparentes de dos polígonos semejantes, uno inscrito y el otro circunscrito á la -R (0), ten- dremos A __JL_ T —^n W^Lgie-l)L2g.(g-2e) . ^g.e — — . lJ2g{g-2e) — "^ 9 ' 7 ' r^g.e ^ Lig2(e-í) pero luego Lg,e L2g(g-2e) — Lg,2e > -'- „ Lg_\Lg,2e'Lg(e — \) y como A — — « -^g.í^g:^e-^g(e-í} . , ,. ó l^g,e-L/g.2{e—í) y 2 ■Lig.2e -L/g2{e-l) ScL. Si ¿r = 1, se tendrá ^gA=— gLg,2, 4 - 125 — pues LgX + Lg,(2e-Í) = ^Lg.í J ^g,t = g . . -L'g.2 a) Si en la fórmula (c') hacemos sucesivamente 9 = 9r7^=-^-^— :, 9=^9:,e=g — 2, resulta . __ 9 Lg,l L^g.l . _ L2g.lLg,l ^„£zl — — • y ^2g.{9-2) = 9' ' > ^2 ^ -'-'ig.S ■l^2g.i por consiguiente, A.2g(g-2)=2AglzL. Es decir, que el área de un polígono regular de género im- par y de la especie mayor, es la mitad del área del polígono regular de género doble y de la especie máxima. b) Si en la misma fórmula (o-') hacemos sucesivamente ^9 = 9,,e=g—l „ 4:g=g„e = 2g — l, tendremos A2g(g-í) = g.—^¡-~ y Aig^2g-i) = 2g , -^g.l ■Li2gA y, por lo tanto , Aig(2g-i) I Aogíg-i) = 2Lg,í I — ^^ I . \ -í^2g.l } c) Si en la fórmula (u') hacemos, sucesivamente, resulta 1 -^sr.l _ v^ , _ . L2g.l 2 =2g ^^ y 2 =4:g g — 1 L2g.l Log.i 9=''¿9Í9-2) Lgx i>2g.3 — 12G — y, por tanto, s / s =^ ( ^^- y. í'- ^í 4^ Si en la misma fórmula (u') hacemos sucesivamente g=2g^e=g—l y g = 4:g „ e = 2g — 1, resulta 4f/ _ ^ 89 S = "-^ y V 2^(3-1) LgA 4flr(2^-l) ¿2^1 y, por lo tanto, 45f(2sr-l) 2g(g-í) Log.í ScL. Las fórmulas (t) (o-') (u) (u'), siendo de forma mono- mia nos permiten aplicar el cálculo logarítmico á la determi- nación de los perímetros y áreas de los polígonos regulares de cualquier género y especie. (*) Los resultados anteriores tienen una signiflcación trigono- métrica fácil de hallar, teniendo en cuenta que -r ^ 2tC ^ "¡^ t r^ T^ Lg.\ == 2 sen := 2 eos — — , L^g.i = 2 sen -r: g 2g ' -'•' "^" 2g L2g.í = 2sen-^ — y sen 2 a = 2 sena cosa, pues, resulta Aig (2g -1)1 Aog (flf - 1) = eos -^ I eos- -^, S / S í— r- S / S =4cos "" ^•^- • ""^^ 2^ Estos resultados expresan la i^elación que tienen las áreas apa- rentes de los polígonos de géneros g ?/ 2g, de especie máxima, ins- critos y circunscritos á una circunferencia de radio E.. )'^1 5. g -^ S' a' i-< 1 QD g 1 8 t>- 1 u S OÍ t- OÍ CN ■^ o X cn 1— i lO 00 CD c» OÍ o CD < ^^ ♦ 4 CN (?.* rH aj oi 1-1 CÑ oi Clí T-\ N s? ei S. S; 03 C3 B3 el w I '-'= 1 '-'= P3 4- + 1 O \7^ 1 1 o OÍ 1 03 CO 1 CO l"^ •f-H o m |9) OÍ ""^-^ I-i s OÍ ^^ ::> 1 ^ ^ ^ CD ^\x> IC ]■* OJ lO 1"* lO|(M ^ _ _ _ _ o; 1 i> 1 >-H 1 X 1 Ci Sg i5i o ;o j* t- in i 1 d o 00 o o di m d i d d CO • o lO OÍ d ^ w Bí ft? 03 C3 03 1 «o 03 1^' 03 03 B Oí ^'— V /— ^ C3 loi L^ l_ • >> \^ Ico' 'O íS* T^ tH ^s» ^ ^ ^ ^ - 1 I á: ^;* ^* o 1 ÍO . 1 OÍ |lO ! OÍ * O (M o t- 00 b- T— t CO t- 8 -^< r-l T-( tH CO ' t- 'St r-l "^ t- 00 es CO 1Í5 o 0 4^ ■rH tH tH ■^ ^— » d tH d T-t d T-( e? C3 fl 1¿ luO C3 03 03 03 03 03 00 ^H OÍ r-i 1^ ■...f ^H r- ■.H ro t- 011 ■^ 1 £", CD ^ o: m «!« Oí O CD la ^ Os 05 8 ra lO co tH tH -* tH CD c- CO CO (M -• Cü O I 1 o ■* cq iH os en .,_^ Cf5 CD Ol •^ tH ■rH ÍM <¡ w S; s S; ^ s¡ '^ (6 s? l^ ^ fí ¡y I"= 1^ ^ C1 ■4 lO OÍ co s >C lO -* c o tH 00 00 CO t» in t- r< CI5 (N T-l o tH o ■* o tM o co 0 fi Cí e? Oí Oí Cí 05 Oí • 1 , 1Í5 (M + Oí 1 (M + 1— < 1 lO OJ o 1 (N 5 + 79 (M '^ i¿: ^ ^ oq (M OÍ [o (Mío Especie. . tH T— í - (M T— ( tH re - CO tH lO Género.. . ce ■* O CO CO s (M tX - 129 - V. — Distribución de la corriente eléctrica en una red de conductores. Por Evaristo Serrano Rosales, Consideraciones basadas en la ley de Ohm y en las propie- dades de los valores deducidos de las ecuaciones de Kirchhoff -ir = —e y —i = O, nos han conducido al método que proponemos para solucionar el problema. Este método, que no exige la resolución de ecuaciones y se practica con el empleo de los más elementales conocimientos matemáticos, no viene á ser otra cosa sino un desarrollo de las determinantes de los valores de las incógnitas ^\, «*,••• apo- yándonos en las propiedades físico-matemáticas de la cuestión. El denominador es común á todas las intensidades, y vamos á calcularlo anteponiendo los siguientes principios: 1.® El orden de los polinomios homogéneos, tanto del nu- merador como del denominador, es igual á h — p -\-l, lla- mando h al número de hilos de la red y ^ al de nudos. Llama- mos nudos á puntos de donde parten tres hilos por lo menos, é hilos á los segmentos de conductor comprendidos entre dos nudos cosecutivos. 2.° No pueden existir términos con dos hilos que forzosa- mente no hayan de atribuirse á uno mismo de los h — p + 1 circuitos cerrados que se consideren. Estos h — p-{-l circuitos deben ser elegidos de modo que entre todos contengan los h hi- los de la red, dando preferencia, por razón de mayor sencillez en el cálculo, á los circuitos de dos hilos, en su defecto, á los triangulares, cuadrangulares, etc. Rkv. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 19(». 9 — 130 — El primer principio es consecuencia de la naturaleza de las determinantes, porque son suficientes h ecuaciones, de las cua- les h — p-\-l es de la forma Y.ir=^e y p — 1 de la forma I!¿^0. El segundo principio es consecuencia del primero, porque cada término ha de contener hilos de los h — p + 1 circuitos. Por otra parte (prescindiendo ahora de la forma de los térmi- nos del numerador, y representando por r^, r^... las resisten- cias de los hilos 1, 2... por los que circulan corrientes de inten- sidades i^, i 2..., y cuyas fuerzas electro -motrices son e^, eg...), supongamos que así no fuera, y que hubiese en el denominador un término tal como r^ r^ Tq, correspondiente al cálculo de la ÍIJ C Í3J Fig. í. red fig. 1 , la forma del valor de la intensidad de corriente que pasa por r,, por ejemplo, será ^2 = e(...) ... +»•4^5^6 + (a) siendo e la suma algébrica de las fuerzas electro -motrices in- tercaladas en el circuito (2). Si reducimos á cero las demás re- sistencias Tj, r., y ^3, no cabe hacer más que dos hipótesis acerca de los valores que pueden tomar f, , aun desconociendo la constitución del numerador, pues que los términos com- prendidos en el paréntesis de (a) han de ser productos de las rasistencias de los hilos de la red. 131 El valor de ic, será finito si en el numerador hay términos que no se anulan, cuando se anulan r^, r.2 y r.¿; y será cero i.^ si este numerador se anula; ambos valores absurdos, en discon- formidad con la ley de Ohm; el primero, porque ^2 vendría dado, no en función de las resistencias del circuito conside- rado, como exige dicha ley, sino en función de resistencias agenas á éste; y el segundo, porque 7= oo, cuando R = 0 y E tiene valor finito. De lo expuesto se deduce que : a) No habrá términos en el desarrollo del denominador con los 11 hilos de un nudo de orden ii. b) No habrá términos sin un hilo (*) por lo menos que con- cretamente pueda atribuirse á uno de los circuitos conside- rados. Aclaremos esto. En la red (fig. 2) , consideramos los cuatro 9 Ci) 3 C 7 rsj ^^; j? FJg. Z. circuitos marcados (1), (2), (3) y (4). Los hilos 9, 2, 8 y 5 pertenecen concretamente, sin que quepa hacer otra suposi- ción, á los circuitos anteriores. Pero el hilo 1, puede atribuirse á los circuitos (1) ó (2), el 3 al (2) ó al (3), y así los demás. Ahora bien, decimos que no pueden entrar en el desarrollo del denominador términos como r^ r, r^ r^ con los tres hilos del (*) Para simplificar el lenguaje usamos como sinónimas las palabras hilos y resistencias que los caracterizan. — 132 - nudo A, porque haciendo la distribución de éstos, se verá que en el término existen dos hilos del circuito (1) 6 del (2); ni debe haber términos comprendidos en la consecuencia b), como el t\ r^ r^ r^ , porque no hay una condición por la que al atribuirse el r^ al circuito (1), no pueda el r.^ atribuirse al pro- pio tiempo al mismo circuito. Aparte de estos dos casos, existen términos que deben des- echarse por caer dentro del segundo principio que abarca todas las exclusiones; por ejemplo, no debe entrar el término ^'í ^5 ^6 ^lo porque r^ y r, son de los circuitos (1) y (4), y esto implica la condición de atribuir r^ y r^ al (3), Sólo, pues, de- ben constituir el denominador términos análogos á 9\ r^ r-j r^, en el cual^ partiendo de r,, que pertenece el circuito (1), r^ debe atribuirse al (2), r,- al (4) y Vq al (3). Lo expuesto es aplicable á redes planas y del espacio. Pronto vamos á ver un ejemplo: Nos detenemos en estos pormenores, con el fin de aclarar conceptos que, por falta de expresión, pudieran quedar con- fusos ó ininteligibles. Pasemos á ocuparnos del numerador de una intensidad cualquiera i,^. Llamamos Z)„ á la suma de los cocientes de dividir los tér- minos del donominador D , que contienen r„, por este factor. De la forma A,- del numerador de ?*„, y de razonamientos igualmente sencillos y análogos á los que liemos consignado para el denominador, fundados en la ley de Ohm, deducimos esta consecuencia: Cada f. e. m. intercalada, multiplica á los términos de D,^ que no contienen hilos del circuito á que se atribuya en cada caso el hilo que conduce dicha fuerza electro-motriz. La suma algébrica de estos productos forma el numerador. Más ade- lante veremos el signo que á cada término corresponde. Se comprende que el valor de i^^ en función de e^^, f. e. m. única que existe en la red é iutercalada en el hilo n, será - 153 — Con el fin de abarcar con un solo golpe de vista el método que proponemos, condensamos lo que antecede en la siguiente: Regla para determinar la intensidad de corriente en un hilo n de una red, en función de las fuerzas elect?'o-motrices Í7iter caladas. Cálculo del denominador común: 1.° Formación de las com- binaciones de orden h — p -f- 1 con las resistencias de los h hilos de la red. 2.° Supresión de los términos ó grupos que estén constitnídos por las resistencias de dos hilos que deban atribuirse á un mismo circuito de los h — P + 1 9^^ ^^ con- sideren. Estos circuitos han de contener los h hilos. La suma de los términos que subsisten constituye el denominador. Para mayor facilidad, la supresión debe hacerse por este orden: A) Términos formados por los n hilos de un mido de orden n. B) Términos que no contienen algún hilo que arras- tre la condición de poder atribuir cada uno de los restantes á un circuito determinado . C) Términos que en la distribución de los hilos aparezcan con dos que forzosamente caigan en un mismo circuito. La distribución de los hilos debe hacerse empezando por aquellos que no pertenecen más que á uno de los circuitos considerados , y las exclusiones se deducen de la inspección de la figura. Cálculo del numerador de i^^: 1.° Se forman en el denomi- nador los términos que tienen la resistencia r„ del hilo en cuestión, y se suprime ésta. 2.^ Se multiplica cada i. e. m. por los términos asi modificados que no contieneti hilos que en su distribución deban atribuirse al mismo circuito sobre el que se encuentra la f. e. m. factor. El signo de cada térmi- no se obtendrá recorriendo en el sentido de la flecha de r^ el circuito cerrado y formado por este hilo, el que conduce la f . e. m. factor y todos ó parte de los que no entran en el tér- mino. Si la dirección de la corriente en el segundo hilo es la misma que en r^, el signo correspondiente es positivo, y nega- tivo si es contraria esta dirección. Aplicaremos el método á algunos ejemplos. Sea la red presentada en la fig. 1; las flechas indican la di- - 134 — rección de la corriente en los hilos, mareada de antemano y de un modo arbitrario. Supongamos el caso más complicado que pueda presentarse, y es que en cada hilo se encuentre una f. e. m.; representaremos por e-^, 62» 63 ••• l^s intercaladas so- bre las resistencias r-^, r,¿, r^ ...^ y por ¿\, ?2 . . las respectivas intensidades de corriente. Calculemos el valor de ¿3. La red tiene 6 hilos y 4 nudos, luego h — p -|- 1 = 3. Se forman las 20 combinaciones ter- narias con las 6 resistencias, y se consideran 3 circuitos trian- gulares cualesquiera, que contengan los 6 hilos; sean estos cir- cuitos las tres mallas (1), (2) y (3). Se suprimen los produc- tos r^ r^ r^., r^ r^ r^, r^ r^ r. y r^ r^^ r^ formados por los hilos que concurren á cada nudo, segün la letra Aj de la regla. Se ve inmediatamente que no existen en esta red términos de los aludidos en la letra B), ni con la condición exigida en la le- tra C). Forma, pues, el denominador común á todas las inten- sidades, la suma de los 16 productos ternarios restantes, que representamos por D^^q. El numerador de i^ se calcula así: Se escriben aparte los términos del denominador que tienen rg y se suprime esta re- sistencia en todos ellos, resultando así las ocho combinacio- nes binarias siguientes: A^/V" '>*>• '>•'»• '>'•'>* 'y y -y-j* >•'>• >*'>* '1 '2' '^l '5' 'l'6' '2'4' '2'6' '4 'ó' '4 '6» ' ñ ' 6' Se multiplica e^ por estas ocho combinaciones, afectando cada producto del signo -\- , según indica la regla. En efecto, el hilo r.2 de la primera combinación pertenece al circuito 6 malla (2), y el r^ se atribuye entonces al circuito (1); como el hilo rg que conduce e^ debe atribuirse según esta distribución al (3), no aparece ningún hilo de la primera combinación per- teneciente al mismo circuito del hilo que conduce la f. e. m. por quien se multiplica. En la segunda, r- pertenece á (3), r^ á (2) y /*! á (1). Del mismo modo se verá que deben tomarse las demás. El signo, como decimos, debe ser positivo, pues que la dirección de la corriente en r^ es la que se toma por unidad. - 135 — La f. e. m. e^ se multiplica por rg r^, r^ r^, r^ r^, r^ r^. Los grupos r^ rg, r^ r^ y r^ 7'q se excluyen por tener r^, que es el mismo hilo que conduce e^; el grupo r^r^, porque, pertene- ciendo rg y r^ á las mallas (2) y (1) respectivamente, no pue- de atribuirse r^ más que á uno de esos dos circuitos. El signo de esos cuatro productos es negativo, pues se ve inmediata- mente que la dirección de la corriente en el hilo 1 se opone á la del hilo 3. La f. e. m. Cq se multiplica sólo por los productos binarios ^1 ''5 7 ^2 ^4* Recorriendo el circuito formado por los hilos 3, 4, 6, 2 en la dirección de la flecha del primero, esta dirección es la 'misma que la de la corriente en 6; luego el signo del producto e^r-^r^ es positivo; y recorriendo el formado por 3, 1, 6, 5, se ve que el signo del producto e^r^r^ es negativo. En fin; haciendo siempre iguales razonamientos se llega á obtener que el numerador de /g, cuando hay una f. e. m. inter- calada en cada hilo, es el polinomio siguiente: ^3 (^i ^2 + ^1 ^5 + ^1 ^6 + ^2 n + ^2 *'6 + ^4 ^5 + ^5 ^e) — 61(^2^4 + ^4^5 + ^'4 ^6 + ^5 ^•6) + «2(^l ^5 + ^4 *5 + ^"4 ^6 + ^5^6) + «4(^l»*2 + ^^5+^l ^6 + ^2^6)— «5(^1 ^2 + ^1 ^6 + ^2^4 + ^2^6) + ^6 (^1 ^5 — ^2 ^)- En el caso de que no existiera más f. e. m. que e^, el valor se reduciría á ,• _ ^6 (^1^5— ^2 O *3 — ^^6 caso del «puente de Wheatstonne». No insistimos más sobre esta red y pasaremos á determinar el valor de una intensidad en otra de mayor complicación. Sea la representada en la fig. 3, formada por los 9 hilos que concurren á los 5 puntos de bifurcación ó nudos en el espacio A, B, C, D, E, y marquemos las direcciones de la corriente — 13G — cou las flechas. Supongamos que queremos calcular el valor de ¿j en función de e^, única f. e. m. intercalada en la red, haciendo el mismo convenio que anteriormente, es decir, que las resistencias, intensida- des y fuerzas electromotri- ces, pertenecen á los hilos cuyos números tienen por subíndices. Cálculo del denominador: número de hilos = 9; nú- mero de nudos = 5; h — p-f-l = 9 — 5+1=5; es preciso considerar 5 cir- cuitos triangulares que con- tengan todos los hilos, y sean: BAC, CAD, DAE, EAB, CAE. Se forman los 126 productos quinarios con las resistencias de los 9 hilos y se suprimen, con la figura á la vista, los 45 que contienen todos los hilos de cada uno de los nudos, le- ,tra A) de la regla. Tanto los excluidos por el conceptj B) como por el C), y cuyo número es siempre muy reducido, se descubren simultáneamente haciendo el estudio de los térmi- nos que subsisten después de la primera supresión. Así se de- duce que deben excluirse (v* fv* /y* ry* ty /y /y* ^ /y* /y» /y /y /y /y* /}* ^ ly /y /y /y 'l'^'^^'l "^S^ ' 1 ^^2 '^S ' 7 ' 9 ' '^x'^l'^a'^s'QJ ^^2 ' 3 ' 4 'h ^6 ' /y /y /y ^ /y /y /y ry /y /y '2'3'6'8'9' '3'4'5'7'9* La distribución de los hilos debe hacerse así: en el primero de estos términos, r- pertenece al circuito CAD, r^ al DAE, pero ninguno arrastra la condición de que r-^^Vc, y r^ se atri- buya á un circuito determinado de loa que forman parte; en igual caso está el cuarto término. Los demás entran de lleno en la exclusión de la letra C). — 137 — En resumen, en el caso de la red, fig. 3, de las 126 combi- naciones de quinto orden se suprimen 51, formando las 75 restantes el denominador, D^^~. Cálculo del numerador de i^ en función de e^: se toman en el denominador los 40 grupos que tiene r^ y se suprime esta resistencia en ellos. El producto por e^ de la suma de estos 40 términos así modificados y tomados todos con signo positivo, es el numerador. Si se desea el valor de í^, en función e^, se toma el mismo denominador D'^r^^, pero el numerador será: — ^3 ^i ^6 **7 — ^'3 ^'4 ""6 ^H " ^4 ^6 ^7 ^"s) ' La razón es la siguiente: de los 40 términos anteriores, sólo en estos 8 pueden atribuirse sus resistencias de modo que no corresponda ninguna al mismo circuito á que se atribuya Tq (en este caso no puede ser más que al CAE). Para el primer término se deduce el signo recorriendo en el sentido de la flecha del hilo 1, el circuito (1, 6, 9, 4); para el cuarto, el circuito (1, 5, 9, 7, 3), y así sucesivamente páralos demás. * * * Si se quieren obtener las intensidades, no en función de las fuerzas electromotrices, sino de una intensidad /de corriente sobre un hilo de la red, el método es igualmente aplicable, si bien en condiciones mucho más simples. En efecto, en el caso de la figura 4, por ejemplo, las inten- sidades de ¿j é 2^ en función de e^ (única f. e. m. intercalada en la red), son _?¿Jj_ (^). i^ e {r, + r,) ^j^. rir-i + r^r^ + r^r^ r¡r., + rir^ + r¡¿r¡ Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. 10 — 138 — sustituyendo eo (y) el valor de e^ deducido de (8), y reempla- zando ^3 por el símbolo /que ahora adoptamos, se tiene h = Ir, r^ + r. €s decir, que en las condiciones en que nos hemos colocado y generalizando la demostración, lo que no ofrece dificultad al- guna, el denominador es también común á todas las intensi- dades, puesto que es el factor D„ de la fórmula (6), y el nu- merador es el producto por /del mismo factor que multiplica á la f. e. m. única cuando se hallan las intensidades en función de ésta. De aquí la siguiente Begla para determinar la intensidad de corrie?ite en un hilo n de una red en función de la intensidad I. Denominador: Se forman sólo las combinaciones de orden li — P -f- 1 (lue co7itienen R (resistencia del hilo donde se halla la intensidad I) , haciendo después las exclusiones de la regla anterior, y se suprime en los grupos que quedan esta resis- tencia. La suma de los términos así modificados forma el de- nominador común. Numerador de «*„.• Se forman igualmente, menos las excep- tuadas, sólo las combinaciones de orden h — p + 1 que con- tienen r„, la cual se suprime, asi como los términos que con- tienen R ó un hilo que deba atribuirse al circuito de ésta. La suma algébrica de los productos por I de los términos que subsisten, constituye el numerador. Para obtener el signo de cada término se tendrá en cuenta lo expuesto en la regla an- terior. Aplicando esta regla á la red (fig. 1), el valor de ¿g en fun- ción de ¿c,, á quien llamaremos /, y R á rg, será h = 1 {r^r^ — r^r^) ^1^3+ ^1^4+ ^^5+ ^2^3 +^2^4+ ^"2 ^5 + ^3 ^4 + '"s ''s — 139 - Por último, el denominador de orden h — p -{- 1 nos per- mite deducir la resistencia de la red entre los extremos del hilo R. Así, la resistencia de la red (fig. 4) entre los extremos A y B del hilo r^ = R es ri +n y, en general, se obtendrá dicha resistencia dividiendo la suma de los términos del denominador de orden h — P -|- 1 Qu^ no contienen B., por la suma de los grupos que resultan de su- primir en los demás esta resistencia. Enumeración por orden alfabético de los géneros mencionados en el Catálogo de los moluscos de Fi- lipinas, publicado en el presente tomo. Por Joaquín González Hidalgo La primera columna de números indica las especies de cada género que pertenecen á la fauna de dichas islas; la segunda, otras especies citadas^ pero todavía dudosas; la tercera, las páginas en que se enumeran los diversos géneros. 140 — Géneros y autores. Amussium Klein Anomia Linné Arca Linné Avicula Klein Cardita Lamarck Chlamys Bollen Corbis Cuvier Crassatella Lamarck Crenella Broten Cryptodon Turton Cuculkea Lamarck Cycladicama Valenciennes.. . Diplodonta Bronn Erycina Lamarck , Galeomma Turton Hemipecten Adams y Reeve. , Kellya Turton Leda Schumacher Lima Bruguiere Lithodomus Bruguiere Lucina Bruguiere Malleus Lamarck Modiola Lamarck Mytilus Linné Nucula Lamarck Ostrea Linné Pectén Lamarck Pectunculus TMmarck Perna Bruguiere Pinna Linné Placuna Bruguiere Placunanomia Broderip Plicatula Lamarck Py thina Hinds Scintilla Deshayes Septifer Recluz Spondylus Linné Stavelia Gray Venericardia Lamarck Vulsella Lamarck Yoldia Moller admitidas. citadas. Páginas. 3 37 2 + 2 41 44 + 2 27 21 -4- 1 22 5 17 26 34 3 9 4 16 19 11 32 11 -f- 3 11 15 + 1 14 37 15 4 33 8 + 1 37 8 + 1 21 15 + 1 9- 5 24 16 + 4 19 5 18 2 33 16 + 1 42 2 + 3 34 6 32 10 + 1 25 19 26 3 42 1 42 4 4- 1 41 4 15 29 + 1 12 2 18 32 + 1 38 1 19 7 16 2 + 1 24 2 33 INDICK DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO pXgs. Constitución de la Academia en 1.° de Julio de 1905 5 I. — Catálogo de los moluscos testáceos de las islas Fili- pinas , Joló y Marianas , por Joaquín González Hi- dalgo 9 II.— Análisis de las aguas potables, por Gabriel de la Puerta 65 III. — División de un segmento en media y extrema razón, por Luis Cátala Jimeno 103 IV. — Contribución á la teoría de los polígonos regulares, por Luis Cátala 108 V. — Distribución de la corriente eléctrica en una red de conductores , por Evaristo Serrano Rosales 129 Enumeración por orden alfabético de los géneros menciona- dos en el Catálogo de los moluscos de Filipinas, publica- do en el presente número 139 La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos, d,e 500 á 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val- verde, núm. 26, Madrid. Precio de este cuaderno, 2,25 pesetas. REVISTA DE LA KEAL ACADEIIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID xo:m:o xtx.—tsttjis/l. 2. (Agosto de 1S05.) MADRID IJIFREIITA ZE LA "GACETA DE MADRID CALLE DK PONTEJOS , XÚM. 8. 1905 ADVERTENCIA Los originales para la Revista de la Academia se han de entregar completos, en la Secretarla de la Corporación, antes del día 20 de cada mes, pues de otro modo quedará su publicación para el mes siguiente. 141 VI.— Acción de la quinina y de la pilocarpina sobre las oxidasas. Por José R, Carracido. En las lecciones de Lauder Brunton sobre la acción de los medicamentos, leí que la quinina obra como inhibidora de las oxidasas, fundando el aserto en el experimento siguiente (1): Bañando durante algunas horas dos rodajas de patata (ma- terial rico en oxidasa), la una en agua destilada y la otra en disolución de sulfato de quinina, la primera se colora en azul por la disolución alcohólica de la resina de guayaco y el éter ozonizado, mientras que la segunda no toma color azul por los indicados reactivos. Partiendo de este hecho, cuya exactitud comprobé repi- tiendo el experimento, se extiende Lauder Brunton hasta su- poner que la acción antipirética de la quinina puede expli- carse por su poder inhibidor de las oxidasas. Recordando que las sales de quinina actúan, de igual ma- nera que la privación de oxígeno sobre los leucocitos y las amibas, suspendiendo la emisión de sendópodos y reducién- dolos á la forma globular, y que las sales de pilocarpina ac- túan á la inversa , excitando los movimientos amiboideos , su- puse que éstas debían obrar sobre las oxidasas en sentido contrario al de aquéllas. Para comprobar mi suposición bañé una rodaja de patata en disolución de clorhidrato de pilocarpina, y para hacer el cotejo en igualdad de condiciones con la sal de quinina bañé otra rodaja, no en la disolución del sulfato, como en el expe- rimento anterior, sino en la del clorhidrato, y después de veinticuatro horas de inmersión en los respectivos líquidos, (1) Action des médicaments. — Le9ons traduites de Tangíais par. E. Bouqué et J. F. Heymans.— París, 1901, pág. 82. Rey. Acad. Ciencias.— III.— Agosto, 1903. 11 - 142 - vi, en conformidad con lo supuesto, que la rodaja bañada en la sal de pilocarpina se teñía, por el reactivo de las oxidasas, de azul muy intenso; pero también vi con gran sorpresa que se teñía igualmente la bañada en el clorhidrato de quinina. Esta diferencia en el modo de obrar las dos sales de qui- nina sólo puede atribuirse á las condiciones comunicadas por los respectivos ácidos, puesto que la base es factor común de ambas. La disolución en agua destilada del clorhidrato es casi neutra, mientras que la del sulfato siempre es fuerte- mente acida, aun en el caso de haber precipitado parte del alcaloide por un álcali. Para confirmar que la acidez del líquido, y no la quinina, era la inhibidora de la oxidasa de la patata , bañé una rodaja del tubérculo en agua á la cual unas gotas de ácido sulfúrico le habían comunicado sensiblemente el mismo grado de acidez que tiene la disolución del sulfato de quinina, y vi, en efecto, que la rodaja no era teñida por la resina de guayaco con el éter ozonizado. Pero todavía busqué más comprobantes de los hechos ante- riormente observados. El agua destilada no toma color azul por el reactivo de las oxidasas, pero añadiéndole una gota de zumo de patata inme- diatamente aparece el color, el cual desaparece por la adición de una sola gota de ácido sulfúrico ó clorhídrico diluidos. Las disoluciones de clorhidrato de quinina y de pilocarpina se co- loran como las oxidasas , y se decoloran como éstas por los ácidos diluidos. Los datos antecedentes creo que patentizan, en contra de lo afirmado por Lauder Brunton, que la quinina no sólo no es in- hibidora de las oxidasas, sino que, al contrario, actúa como una de ellas, y que la acidez del líquido es la que anula su papel en el proceso de la oxidación, actuando sobre el alca- loide lo mismo que sobre el fermento oxidante de producción celular. No satisfecho con los resultados obtenidos, busqué nuevas pruebas de la acción coadyuvante de la quinina y la pilocar- pina en el proceso de la oxidación , y para conseguirlas utilicé — 143 — el papel de catalasas , que también desempeñan las oxidasas cuando descomponen el bióxido de hidrógeno con desprendi- miento de oxígeno. Para este fin tomé 150 centímetros cúbicos de agua oxige- nada, y después de neutralizar por la potasa^ con la mayor exactitud posible, el líquido comercial, cuya reacción siempre es acida, dividí aquel volumen en tres partes iguales, colo- cando cada una de ellas en tubo graduado y en baño de mer- curio, dispuesto todo en condiciones de poder medir los volú- menes del oxígeno desprendido. En un tubo (A) puse 50 centímetros cúbicos de agua oxi- genada y 5 centímetros cúbicos de zumo de patata. En otro tubo (B) puse el mismo contenido del anterior, y, además, O gr. 5 de clorhidrato de quinina. En el tercer tubo (C), también puse el contenido del tubo A, y, además, O gr. 5 de clorhidrato de pilocarpina. Los resultados obtenidos fueron los siguientes : Volumen del oxigeno desprendido. Tubo A 3 centras, cúbicos Tubo B , 4 » » Tubo C 6 » » Debo manifestar, hablando con la debida sinceridad, que concedo poca importancia á estos resultados numéricos, no só- lo por la pequenez de sus diferencias, sino también por la' aparición de fenómenos secundarios capaces de perturbar el proceso de la catálisis, como el de formarse precipitado al mezclar el zumo y el agua oxigenada en el caso de no ser al- calina, y en el caso contrario el influjo de la alcalinidad del medio, debiendo también añadir á una y á otra circunstancia el desprendimiento de oxígeno sólo por agitación; pero, sea' cualquiera su valor, se muestran en correspondencia con la ob- servación siguiente: Colocando en sendos tubos de ensayo agua destilada, diso- lución de clorhidrato de quinina y de clorhidrato de pilocar- pina, y sumergiendo un fragmento de patata en cada uno de — 144 ^. los tres líquidos dichos , se ve que los tres fragmentos toman color azul, pero más intenso el sumergido en la disolución de quinina que el sumergido en el agua destilada, y todavía más intenso que aquél el sumergido en la disolución de pilocarpina. Otro fragmento del tubérculo sumergido en disolución de sul- fato de quinina no toma color azul. Todos estos hechos los conceptúo argumentos incontesta- bles de la semejanza del papel de la quinina y de la pilocarpi- na al de las oxidasas, y del error en que incurrió Lauder Brun- ton al atribuir acción inhibidora al primero de los dos mencio- nados alcaloides, cuando es la acidez del medio la que la ejer- ce. Y si la virtud antipirética de la quinina ha de explicarse por su acción sobre las oxidasas del organismo, resulta de lo expuesto que en la fiebre, á la inversa de lo que parece á pri- mera vista, el poder de dichos fermentos está quebrantado, y el alcaloide febrífugo obra como sobre la oxidasa de la patata acrecentando su actividad y supliendo, por consiguiente, la in- suficiencia de los catalizadores de la oxidación en el organismo febril. No contradice esta explicación el caso en que la quinina sea administrada en forma de sulfato, porque los efectos de la aci- dez anteriormente señalados desaparecen en el curso de la sal al través de los medios del organismo y sólo quedan los pecu- liares al alcaloide, influyendo de igual manera que se mues- tran en los experimentos precedentes realizados con el clorhi- drato. * * Después de haber llegado ala conclusión precedente, surge un más allá, y es el escudriñamiento del mecanismo químico que motiva el papel de oxidasas desempeñado por la quinina, y con mayor energía por la pilocarpina. Numerosa serie de experimentos fué poniendo de manifiesto que el poder del oxígeno se acrecienta en presencia de las ac- ciones reductoras. Oxidándose la hidroquinona en disolución alcalina por el oxígeno atmosférico, puede ser simultáneamente - 145 - transformado el amoníaco en ácido nitroso. El benceno pasa á fenol al mismo tiempo que se sobreoxidan los óxidos ferroso y caproso. La oxidación del hidrógeno proveniente del hidruro de paladio determina la conversión del índigo en isatina, y el sodio, oxidándose en contacto del aire, transforma los hidro- carburos de los éteres de petróleo en ácidos grasos. Resulta de estos hechos, y de otros muchos que no procede puntualizar ahora, que los fenómenos de oxidación son corre- lativos y solidarios de los de reducción, y que en esta correla- ción y solidaridad debe escudriñarse el mecanismo de las oxi- dasas. Por hoy nos vemos compelidos á renunciar á la explica- ción del mecanismo de las oxidasas elaboradas por las células por ser desconocida su constitución química; pero el caso de los alcaloides incita á pesquisar en las fórmulas que represen- tan su estructura la causa de su carácter oxidásico. La fórmula de constitución de la quinina no es completa- mente conocida, pero trazándola sobre la de la cinconina, de la cual sólo se diferencia por el aumento del grupo CH-0, puede suponerse que sea la siguiente : CH =CH — CIPO I / CH — CH' \ CH ■(— CW- — CH^ —^ N \cH — C{OH) . — CR- — C H^ N. Quinoleina La de la pilocarpina está comprobada por la formación arti- ficial del alcaloide, y es la siguiente: /CO — 0 /CH^ c--mN—c(- n(—ch^ Piridina CE^ \ CH' Sabido es que las cadenas cíclicas son muy resistentes á la acción del oxígeno en contraste con las acíclicas que se oxidau — 146 — con menor dificultad, sobre todo cuando contienen grupos oxi- genados, y en los esquemas correspondientes á uno y á otro al- caloide coexisten , articulados á los núcleos cíclicos de la qui- noleina y de la piridina, grupos admirablemente constituidos para ser atacados por el oxígeno. Basta la sola inspección de las dos fórmulas para comprender que la pilocarpina ha de ser más fácilmente oxidable que la quinina, y esta diferencia re- salta con toda claridad mediante el reactivo de las oxidasas, que en igualdad de condiciones siempre produce color azul más intenso el primer alcaloide que el segundo. * * * Evidenciada la igualdad cualitativa de la acción de la quinina y de la pilocarpina en el curso de las oxidaciones, queda en pie el problema de explicar los efectos contrarios que una y otra pro- ducen sobre los leucocitos. En estos, según Max Verworn (1), los movimientos amiboideos son producidos por diferencias de tensión superficial en determinados puntos de su masa, motiva- das por agentes químicos, principalmente el oxígeno, que en los puntos en que ejercen su acción atenúan la energía de su- perficie, siendo consecuencia de este desequilibrio la aparición de los sendópodos, como en las gotas microscópicas de aceite rancio bañadas por la disolución de un carbonato alcalino sur- gen prolongaciones. Reemplazando el oxígeno por un gas sin acción química sobre el leucocito, el hidrógeno ó el nitrógeno, por ejemplo, los seudópodos se recogen y toma la forma globu- lar, como la gota de aceite en el seno de los líquidos que no la disuelven ni ejercen sobre ella acción química alguna. Obrando análogamente á las oxidasas la quinina y la pilocar- pina ¿por qué la primera suspende los movimientos amiboideos de los leucocitos y la segunda los exalta? He visto que tratando el zumo de patata, convenientemente diluido para poder observar sus cambios de transparencia, por (1) Allgemeine Physiologie.— 4.e Aufl. Jena, 1903, pág. 611. - 147 — disolución de clorhidrato de quinina se produce abundante pre- cipitado, á la inversa de lo que acontece con el clorhidrato de pilocarpina que no produce precipitado alguno. El agente pre- cipitante no es tanino, porque el zumo de patata precipita en blanco por el cloruro férrico. Repitiendo el ensayo sobre una disolución filtrada de clara de huevo he observado la misma diferencia; la sal de quinina la precipita y con la de pilocarpina persiste transparente. El zumo de patata es un líquido de reacción acida muy li- gera al papel de tornasol y más franca á la fenoltaleina. Preci- pita con los ácidos minerales^ y con el reactivo Millón forma abundantemente el precipitado característico de las materias albuminoideas. En vista de los datos que anteceden parece in- dudable que la substancia proteica contenida en el zumo del tubérculo debe ser la precipitante de la quinina. Pero en el conjunto de dicha substancia proteica hay que es- tablecer una distinción. Tratando el zumo por ácido acético se forma coágulo, y el , líquido filtrado, si previamente se tiene cuidado de no emnlear el ácido en exceso, todavía precipita, aunque muy tenuemente, por el clorhidrato de quinina. Hirviendo el zumo, también se forma coágulo más abundante que en el caso anterior, sin perder la propiedad de precipitar con la sal de quinina, y en mayor abundancia que cuando el coágulo separado es el producido mediante el ácido acético. Resulta de esta distinción que el albuminoide que el ácido acético coagula es el que posee en mayor grado el poder preci- pitante de la quinina, y por el carácter de no coagularse en el xumo mediante el calor y depositarse mediante el ácido acéti- co debe ser clasificado como nucleoproteina, resultando, por consiguiente, congénere de muchas zimasas. Creo que con el concurso de los datos precedentes pueden explicarse satisfactoriamente los efectos contrarios que la qui- nina y la pilocarpina producen sobre los leucocitos , no obstante 8u coincidencia en el carácter oxidásico. Una y otra, por su capacidad para contribuir á la producción del oxígeno activo, debían actuar reforzando la acción química — 148 - determinante de los movimientos amiboideos de los leucocitos, y por consiguiente, acrecentándolos; pero la particularidad de la quinina de insolubilizar las materias albuminoideas, y espe- cialmente las nucleoproteinas, de las cuales son muy ricos los leucocitos, rodea á estos de una película protectora de la acción del oxígeno circundante, y evitado así el ataque químico cesa la emisión de sendópodos, de igual manera que del mármol apenas se desprende gas carbónico mediante el ácido sulfúrico, porque el sulfato calcico formado en el primer momento del ataque impide el contacto de los dos cuerpos reaccionantes. CONCLUSIONES 1.^ En contra de lo afirmado por Lauder Brunton, la quini- na no es inhibidora de la acción de las oxidasas. 2.^ La quinina, y en mayor grado que ésta la pilocarpina, producen color azul en líquidos neutros mediante la resina de guayaco y el éter ozonizado, lo mismo que las oxidasas. 3.^ Pequeñas proporciones de ácido sulfúrico ó clorhídrico impiden la aparición del color azul, obrando de igual manera sobre los dos mencionados alcaloides que sobre la oxidasa de la patata. 4.^ La fórmula de estructura de la quinina, y en mayor grado la de la pilocarpina, revelan que los dos alcaloides han de ser muy oxidables , y de esto es consecuencia su influjo co- mo productores de oxígeno activo. 5.* No obstante su carácter oxidásico, la quinina produce efectos contrarios á los de la pilocarpina, respecto á los movi- mientos amiboideos de los leucocitos, porque la primera inso- lubiliza las materias albuminoideas, á la inversa de la segunda, que no produce precipitado alguno en sus disoluciones. — 149 — VII.— La coagulación de la sangre. Por José R. Carracido. SupoDgo á los lectores enterados de lo que comúnmente se dice en los tratados de Fisiología y de Química biológica acer- ca del fenómeno enunciado en el epígrafe, y conceptúo super- fino reproducir aquí lo que es por todos conocido. En el último decenio, y cada año con mayor interés, han sido asunto preferente de las investigaciones físico-químicas los cuerpos coloides, como lo patentiza la abundancia de su re- ciente literatura; y siendo el plasma sanguíneo un líquido en el que coexisten materias coloides y cristaloides, como era de es- perar, los resultados de dichas investigaciones habían de ilus- trar el obscuro problema de la coagulación de la sangre, el cual, sin perder todavía en absoluto su carácter biológico, va en- trando cada vez en mayor proporción en los dominios de la Físico-química. Desde el doble punto de vista físico-químico y fisiológico expondremos nuestras ideas relativas al fenómeno en cuestión. * * Existen en el plasma sanguíneo tres proteínas: la seroálhú- mina, la seroylohuUna y el fibrinógeno. El calor coagula la primera ( ó la mezcla de las varias sero- albúminas, según Halliburton), desde 73' á 84°; la segunda, desde 60° á 75°, y el tercero, á 56°. El cloruro sódico no coagula, ni á saturación, la seroalbú- mina; pero al 30 por 100 coagula la seroglobulina , y al 15 por 100 el fibrinógeno. — 150 — Todos los coloides, según calificativo de Ostwald, son me- taestables (1) en el seno de los líquidos que los contienen; pero de los tres contenidos en el plasma, el fibrinógeno, que es el que transformado en fibrina constituye el coágulo, es el menos estable en su asociación con el líquido, y, por consiguiente, el que menos resiste á los agentes de la coagulación. Pero la del fibrinógeno de la sangre, ni á las acciones di- chas de la temperatura ni de la concentración salina puede atribuirse, no sólo porque una y otra en el líquido sanguíneo distan de los puntos en que el fenómeno se produce, sino, prin- cipalmente, por no producirse en el interior del aparato cir- culatorio. * * Es unánimemente aceptado que la coagulación del fibrinó- geno la determina una zimasa exudada por las plaquetas (y se- gún algunos también por los leucocitos), cuando las hieren ru- gosidades ó asperezas de superficies que destruyen su delicadí- sima organización. Es, además, indispensable la existencia del calcio en la sangre para que su coagulación se produzca, por- que sabido es que los oxalatos y fluoruros alcalinos precipitan- tes de dicho radical metálico convierten á la sangre en líquido incoagulable. Arthus y Pagés dedujeron de este hecho que la presencia del calcio era imprescindible para la coagulación ; pero se les objetó que la causa de no producirse el fenómeno quizá no fuese la separación del calcio, sino la acción anticoagulante de las mencionadas sales alcalinas. Bordet y Gengou (2) patentiza- ron con nuevos experimentos que los oxalatos y fluoruros impi- den la coagulación por el único motivo de precipitar el calcio, confirmando la conclusión sustentada por los dos investigado- res anteriormente citados. (1) Eev. Scientif., 1902, t. XVII, p. 641. (2) Ann. Inst. Past. , 1903, p. 832, y 1904, p. 26. - 151 — Las plaquetas heridas no parecen ser las únicas capaces de producir zimasa coagulante, porque los trabajos de Delezenne y más recientemente los de Conradi (1) han mostrado que por traumatismo de los tejidos y por expresión de los órganos re- sultan productos coagulantes cuya acción es acelerada por el cloruro calcico. Según observaciones de E. Duclaux (2), las cantidades de zimasa coagulante que contienen los tejidos y la contenida en los leucocitos, están en razón inversa. Supuso Arthus que la zimasa tomaba calcio del plasma para cedérselo al fibrinógeno y convertirlo en fibrina, siendo ésta una combinación calcica de aquél; pero Hammarsten patentizó que en las cenizas del fibrinógeno y de la fibrina está contenida la misma proporción de calcio. Ante este hecho, Arthus hubo de aceptar la idea de Pekel- haring, según la cual la substancia exudada de las plaquetas no es la zimasa activa, sino un zimógeno que necesita absor- ber calcio para convertirse en aquélla y ejercer su acción sobre el fibrinógeno, de igual manera que la pepsina inactiva en me- dio neutro se convierte en agente peptonizante por la adición de ácido clorhídrico. El zimógeno es una nucleoalbúmina que, según Pekelharing, puede aislarse por enfriamiento á 0° del plasma oxalatado ó del peptonado, del cual se separa en forma granular. Por la adición de sales calcicas adquiere la propiedad coagulante. La zimasa calcica es la verdaderamente activa^ la que deter- mina la transformación del fibrinógeno del plasma en la fibrina del coágulo. ¿Cómo actúa la zimasa coagulante? Su acción es la de todos los catalizadores que obran provocando ó acelerando el curso de las reacciones, y de la cual nada sabemos respecto á su me- (1) Beitragezur Chem. physiolog. u. patli. Bd., I, p. 136-182. (2) Traite de Microhiologie , t. 11, p. 678, 1899. — 152 — canismo íntimo, sólo conocemos sus efectos. El intento de ex- plicar el proceso de la acción de dicha zimasa sería aquí in- oportuno, porque este prqblema especial ha de plantearse jun- tamente con el de la acción de todas las zimasas, y resolverlo respecto á una será poner en claro el hoy obscuro papel de los catalizadores en el curso de los procesos bioquímicos. Revelar los mecanismos de las acciones zimásicas será descifrar la clave de las condiciones, al parecer extraordinarias, en que se efec- túan las mutaciones materiales en los organismos. Remitimos el problema particular de la zimasa coagulante al general de las acciones zimásicas, cuya resolución despejará la gran incógnita de la Biología, y me limitaré á consignar que no debe sorprender que la zimasa en cuestión sólo coagule á una de las tres proteinas eoexistentes en el plasma, no sólo por ser la más coagulable, según queda dicho, sino también por ser específica la acción de todas las zimasas, como consecuencia de la asimetría de sus moléculas, por la cual ha dicho E. Fis- cher (1) que deben ser imaginadas en sus relaciones con las materias fermentables como la llave respecto á la cerradura. Por la acción específica de la zimasa coagulante sobre el fibri- nógeno es por lo que se la ha denominado fibr inofer mentó . * * * Para explicar la transformación del fibrinógeno en fibrina, volvamos la vista á los estudios efectuados por los químicos sobre la coagulación de las disoluciones (ó mejor dicho de las seudodisoluciones) coloides, y prescindiendo, por conceptuar- las poco aplicables al caso presente, de las teorías basadas en la carga electroestática de los iones procedentes de la disocia- ción de los electrolitos, estimándolas á lo sumo como explica- tivas de las acciones determinantes, pero no de las eficientes, nos fijaremos en las teorías químicas, y especialmente en la for- mulada por Jacques Duclaux. (1) Zeitsch. f. physiolg. Chem., Bd. XXVI, p. 60. — 153 — En el estudio de las condiciones de formación del ferrocia- nuro cúprico añadiendo muy paulatinamente disolución dilui- dísima de sulfato de cobre á otra de ferrocianuro potásico, ob- servó que en el primer momento se inicia la formación de ua ferrocianuro potásico-cúprico que queda disuelto, constituyen- do disolución coloide, en el cual es mínima la proporción de cobre (1), pero á medida que ésta va aumentando por la adi- ción de cantidades sucesivas de sulfato, llega un punto en que se rompe el metaestabilismo de la disolución coloide y aparece el precipitado, el cual sigue todavía transformándose en el seno del líquido en el sentido de ir perdiendo potasio y ganando cobre hasta el límite de la total conversión del ferrocianuro potásico (Fe Cy''' K^) en ferrocianuro cúprico (Fe C(/''' Cii^). Esta gradual transformación entre los dos indicados extre- mos se efectúa siempre de manera que en las formas interme- dias Fe Cy''' K'^ Cu"^ las proporciones de potasio y cobre han de sumar las cuatro valencias correspondientes á la saturación del radical ferrocianógeno (Fe Cy ''""). De este hecho y de otros análogos concluye J. Duclaux que «la composición química de un coloide es variable entre lími- tes distantes, debiendo ser considerada como una función C07i- tinua de la del líquido intergranular, al cual nada se puede aña- dir sin que el coloide se apodere de algo» (2). El proceso relativo á la coagulación lo subordina J. Duclaux á las dos leyes siguientes (3): 1.* La coagulación de un coloide va siempre acompañada de un cambio de composición química. 2,^ Este cambio consiste en la sustitución, en proporciones equivalentes, de ciertos radicales del coloide por los de la subs- tancia coagulante. Tal importancia concede el investigador de las precedentes leyes á dicha sustitución, que llega hasta indicar que podrá ser utilÍ2;ada para el conocimiento de la estructura química de subs- (1) Co??ipí. rene?. 4c. á'c.,t. CXXXVIll, p. 144. (2) Becherches sur les substances colloidálles , París , 1904, p. 101. (3) Ibid., p. 93. — 154 - tancias complejas, efectuando la sustitución de radicales orgá- nicos por radicales metálicos (1). * * * Veamos ahora la transcendencia de las ideas precedentes al conocimiento del mecanismo de la coagulación de la sangre. Es verdad que Hammarsten patentizó que el fibrinógeno y la fibrina contienen igual proporción de calcio, pero al mismo tiempo puso de manifiesto que la segunda contiene mayor pro- porción de materia mineral que el primero (2), aportando con este dato, aunque sin hacerlo notar, un nuevo testimonio á lo observado por Freund respecto á los fosfatos contenidos en la fibrina. En el análisis del fibrinógeno y de la fibrina de la misma procedencia encontró Hammarsten las siguientes proporciones de cenizas: Cenizas p. 100. Cenizas p. 100. Fibrinógeno (a). . . 0,347 Fibrina (a) 0,432 Fibrinógeno (b). . . 0,310 Fibrina (b) 0,579 No se ha fijado la atención en estos datos todo lo que en mi sentir debía fijarse. Siempre forma parte de la materia organizada una cierta proporción de materia mineral, pequeña en los tejidos blandos y grande en los tejidos duros. Como término medio, los músculos contienen 1,2 por 100 de sales minerales, el tejido cartilagíneo de 3 á 6 por 100 y el óseo 22 por 100. Es digno de ser notado que á medida que aumenta la pro- porción de materia mineral se ve más simplificada la constitu- ción química de la materia orgánica. La del tejido muscular (1) Compt. rend. Ac. Se, CXXXVIII, p. 571. (2) Zeitschr. fur phisyolog. Chem. Bd., XXII, p. 333. — 155 — tiene toda la complejidad de las proteínas, la del cartilagíneo es menos compleja que la de aquél, pero mucho más que la del óseo; la oseina es una fracción del condromucoide. Reconociendo que en la materia organizada no existe el su- puesto dualismo de la orgánica y la mineral, sino que todos sus componentes forman armónico conjunto, á semejanza de los diferentes radicales que integran las moléculas complejas, cabe suponer, aplicando al génesis de la materia de los tejidos las precedentes ideas de J. Duclaux, que en este génesis, como en el proceso de coagnlación de los coloides disueltos, hay sustitución parcial de radicales, reemplazando en propor- ciones equivalentes los de la materia mineral á los de la mate- ria orgánica. Aceptada esta suposición que concuerda perfectamente con los hechos conocidos, y recordando que la proporción de ma- teria mineral de la fibrina es mayor que la del fibrinógeno^ nada violento resulta imaginar la coagulación de la sangre como un principio de formación de materia organizada á expensas del más fácilmente coagulable de los albuminoides circulantes, motivando el tránsito de la disolución al coágulo un comienzo de sustitución de radicales de la molécula del fibiinógeno por radicales metálicos. La causa determinante de esta coagulación debe ser la cata- lizadora del fibrinofermento actuando á la manera de los fer- mentos intracelulares que colaboran en los procesos bioquími- cos de la célula, y que según Hofmeister (1) realizan en el curso de su producción sucesiva el epigénesis de las formas organizadas. Siendo el ñbrinógeno una globulina, y el fibrinofermento un nucleoproteido, puede considerarse la coagulación de la san- gre, según dice Bottazzi (2) como un primer vago indicio de la propiedad plasmadora de las globulinas y de los nucleopro- teidos. y hasta la birefringencia de los filamentos de fibrina observada por Hermann, revela la producción de la materia (1) Rev. gen. Scienc, 1902, p. 725. — La Chimie de la cellule. (2) Chimica fisiológica , vol. II, p. 119. — 156 — anisótropa formadora de todos los elementos contráctiles, des- de las fibras mioides de los infusorios hasta las del tejido mus- cular estriado. Cuando las acciones de las zimasas que determinan la pro- ducción de materia organizada tienen el freno de la autorregu- lación del proceso fisiológico, sólo se ejercen en la medida de la nutrición y desarrollo de las células, pero ejercidas extem- poráneamente y en las condiciones violentas de la sangre extra- vasada, originan coágulos informes de materia que química- mente se asemeja á la organizada, pero sin la forma con que se moldea en el seno de los elementos celulares. Y como un argumento más en favor de esta conclusión, aunque la materia formada es anhista , también puede tomarse en cuenta la intervención del agua. Los coloides llamados es- tables (que son principalmente las materias proteicas) absor- ben al coagularse mayor cantidad de agua que los llamados inestables (que son los minerales), y el agua retenida en el coágulo que antes se atribuía á la imbibición se refiere hoy al género de combinaciones denominado compuestos de adsorción. Uno de estos hidratos es el que debe formarse en el coágulo sanguíneo^ á semejanza de los formados en la intimidad de los tejidos, y en los cuales es forzoso suponer que los albuminoi- des y el agua están unidos químicamente para explicar la cons- tancia de sus proporciones respectivas en el curso de los cam- bios materiales del organismo. * * * De ser cierta la supuesta sustitución de algunos radicales de la molécula del fibrinógeno por radicales metálicos, deben quedar en el líquido en que se deposita el coágulo de la fibrina los radicales sustituidos, y la demostración de su presencia sería testimonio incontestable de la tesis sustentada. Si bien no es posible presentar la prueba directa que en este caso se pide, pueden citarse algunos hechos que parecen - 157 - confirmar por modo indirecto la indicada transformación quí- mica. Observaron Fredericq y Hammarsten , y lo ha confirmado Arthus (1), que en las disoluciones de fibrinógeno, cuidado- samente purificadas de seroglobulina, al ser coaguladas me- diante el fibrinofermento, no todo el fibrindgeno se convierte, en fibrina, sino que una parte, en la proporción del 30 al 40 por 100, queda disuelta y convertida en una nueva materia albuminoidea, denominada fibringlohulina coagulable, á 64° (temperatura distante de la de 56° á que se coagula su gene- rador), y con una composición elemental que, según análisis de Hammarsten, aunque difiere poco, no es completamente igual á la del fibrinógeno ni á la de la fibrina. Por otra parte, la composición elemental de estas dos ma- terias albuminoideas tampoco es idéntica , según los siguientes datos de Hammarsten, referidos á 100 partes: C H N S O Fibrinógeno 52,93 6,90 16,66 1,25 22,26 Fibrina 52,68 6,83 16,91 1,10 22,48 Relacionando estas diferencias con la anteriormente indi- cada de la proporción de cenizas , y también con las vistas por J. Duclaux en el proceso de la coagulación de los coloides di- sueltos, ¿no resulta lógico admitir una sustitución de radicales orgánicos por radicales metálicos en el tránsito del fibrinógeno á la fibrina ? Y si esta sustitución es la que produce la materia constitutiva de los elementos organizados, resulta que la san- gre se coagula á consecuencia de la transformación química correlativa á un verdadero proceso fisiológico; pero desarro- llado en este caso en condiciones anormales, de igual manera que el aumento de la destrucción intraorgánica de los eritro- citos produce el infarto del hígado, por desempeñar esta glán- dula en estado normal el papel de catabolizar la hemoglobina. * * * (1) Archiv. de PJiysiolog., 1895, pág. 552. Kev. Acad. Ciencias.— III.— Agosto, 1905. 12 — 158 — Podría tratarse aquí de la acción anticoagulante de las al- bumosas, del suero sanguíneo de la anguila, de los extractos de tejidos y del extracto de sanguijuela; pero las acciones de todas estas substancias, cuyos efectos, en general, son mucho más notables Í7i vivo que iti vitro , se refieren hoy al descono- cido proceso de la formación de los anticuerpos que neutrali- zan el poder coagulante del fibrinofermento, y la explicación de estos fenómenos negativos queda reducida á suponer la anulación del poder catalizador de la zimasa, que determina la producción del coágulo de fibrina á expensas del fibrinógeno con el concurso de sales minerales. CONCLUSIONES 1.^ La coagulación de la sangre es un fenómeno físico- químico como el de la coagulación de los coloides disueltos. 2.^ El zimógeno exudado por las plaquetas es el que, unido á la cal, forma el catalizador que determina la producción de la fibrina á expensas del fibrinógeno y de las sales disueltas en el plasma. 3.* La coagulación de un coloide disuelto es consecuencia de un cambio de composición, en el que son sustituidos algu- nos de sus radicales. 4/ La producción de la fibrina es consecuencia de un in- greso de radicales metálicos en el fibrinógeno, en igual forma que se produce la materia organizada. 5.^ La coagulación de la sangre puede conceptuarse mo- mento inicial de un proceso bioquímico, cuyos momentos ulte- riores se van sucediendo desde el de la formación de la mate- ria de los tejidos blandos, hasta la formación del cartilagíneo, del óseo y, finalmente, del dentario. — 159 — VIH. — Cefalópodos de las costas mediterráneas espa- ñolas, particularmente de las de Cataluña y Ba- leares. Por Luis Lozano y Rey. Como introducción á mi trabajo me ha parecido racional comenzar por hacer la enumeración de las especies de Cefaló- podos dibranquiales que hasta hoy se han citado como exis- tentes en el Mediterráneo español. Este primer paso en mi labor lo ha facilitado en absoluto la extensísima y minuciosa bibliografía (1) hecha por mi sabio Profesor Sr. Hidalgo, en la que están recopilados todos cuan- tos trabajos se han hecho sobre moluscos de España , Portugal y Baleares, y en la que encontrará imprescindibles y sólidos cimientos en que sustentar sus trabajos todo aquel que desee continuar la obra de la Malacología española que tan intere- sante es, dada la excepcional posición geográfica de nuestro país. Copio de dicha bibliografía todo lo que se refiere á los Cefa- lópodos de las costas mediterráneas de nuestro país. Las especies citadas hasta ahora son: 1. Argonauta Argo L. 2. Tremoctopus violaceus Delle Chiaje. 3. Octopus vulgaris Lamk. 4. » macropus Risso. 5. Eledone moschata Lamk. 6. » cirrhosa Lamk. 7. Sepia officinalis L. 8. » elegans D'Orb. (1) Esta bibliografía forma parte de las Obras malacológicas del Profesor Hidalgo publicadas por la Real Academia de Cien- cias Exactas, Físicas y Naturales, en los capítulos XIV y XV de la parte II , desde la pág. 273 hasta la 1.025. — 160 - 9. Lóligo vulgaris Lamk. 10. Teuthis media L. 11. Loligo sagitta. 12. Spirula Peronii Lamlc. Ahora bien, teniendo en cuenta que las especies de Cefaló- podos que pueblan el Mediterráneo pasan de cincuenta, que en este mar las condiciones de vida no varían mucho, que se trata de animales cuya existencia no necesita un fondo marino muy especial, por lo que se encuentran umversalmente re- partidos, y que buena parte de ellos son pelágicos, con lo que se facilita su dispersión , se puede afirmar que doce especies de Cefalópodos mediterráneos constituyen un número que por lo reducido dista mucho de ser el verdadero. En este concepto, me decidí á emprender estos estudios, que ha coronado el éxito, pues he duplicado el número de las especies conocidas hasta aquí, habiendo procurado al hacer mi trabajo poner en todas las ocasiones que me ha sido posi- ble el producto de la experiencia ante el objeto, ya que no pueda ofrecer la experiencia en el tiempo , que difícilmente se puede conciliar tratándose del desarrollo de esta Memoria hecha para cumplir un deber académico. Los medios y materiales de que he dispuesto para hacer mi trabajo son: colección de Cefalópodos de la Universidad de Barcelona, recogidos en diferentes excursiones en Cataluña y Baleares; colección del Museo de Historia Natural de Madrid; colección del Laboratorio de Biología Marítima de Banyuls- sur-Mer (Francia); datos recogidos por De Buen en sus ex- cursiones particulares y á bordo del Roland ( barco del Labo- ratorio de Banyuls-sur-Mer) en el Mediterráneo español; y, finalmente, datos tomados por mí durante la estancia en las playas catalanas y mallorquínas, y muy especialmente en los estudios que he hecho durante mi permanencia en el admira- ble Laboratorio francés antes citado, que cuenta con inestima- ble riqueza de ejemplares y de libros, todos los cuales han sido puestos á mi disposición por su ilustre Director Mr. Pruvot, quien me ha dispensado opulenta hospitalidad científica por mí tan agradecida como jamás olvidada. - 161 - El estudio de los Cefalópodos ofrece grandes dificultades para aquellas personas que viven alejadas del mar (1). Se trata de animales bastante delicados para su conservación, y que por otra parte á las poblaciones del interior de nuestro país sólo llegan los que se venden en el mercado como pesca, y éstos ya se sabe que son poquísimos. Para quien vive en la costa, las dificultades disminuyen, pero no del todo, pues si bien los mercados se ven más surtidos en especies, éstas, de todos modos, son las corrientes, las vulgares; en cuanto á las otras, las más raras, precisamente las que más interesan al na- turalista, son separadas del peix bo (2) y arrojadas de nuevo al mar, ó cuando más retenidas para cebo porque constituyen la parte del peix dolent (3). Si apercibidos los pescadores, por amistad ó interés, guar- dan estas especies más raras, sólo en conladísimas ocasiones se recogerá algo notable, porque siempre el pescador de oficio sale á recoger determinados animales por un procedimiento especial apropiado al género de vida de los mismos para ob- tener un máximo producto, y claro es que sólo accidentalmen- te caerá en sus anzuelos ó redes lo que no ha ido á buscar. En caso favorable, casi siempre se tratará de especies seden- tarias y poquísimas veces de especies grandes nadadoras y de otras que viven en grandes profundidades, llamadas unas y otras comúnmente especies raras, y que en realidad en la ma- yoría de los casos no lo son en el mar, sino en las colecciones malacológicas. En corroboración de este aserto haré observar que muchas de las especies escasísimas en las colecciones son, sin embar- go, tan abundantes en el mar que constituyen casi el exclusivo alimento de determinados grandes animales marinos, como los (1) Por esta circunstancia, mi Profesor el Sr. Hidalgo no ha tratado esa parte de la fauna española, y me anima también á qae me ocupe después de los Opistobranquios , ayudándome con sus consejos y facilitándome la consulta de su magnífica biblioteca. (2) Pez bueno que tiene valor en el mercado. (3) Pescado malo. — 162 — cachalotes y delfines, que á veces se convierten en verdaderos museos ambulantes de curiosidades teutológicas , como el del- fín, dentro del cual Joubin encontró una verdadera colección de Cefalópodos á cual más interesantes, alguno de ellos nuevo como el Ctenopteryx cyprinoides Joubin. Añadiré también que si pocas veces se da el caso de que alguna de estas especies caiga en los artes de pesca que el hombre utiliza para otros fines, es porque se trata de animales que rehuyen las redes ayudados por su poderosísima vista y su enorme rapidez de movimientos, que les permiten surcar las aguas con velocidad de flechas. Por eso los ejemplares obtenidos de esas especies raras son generalmente de animales enfermos ó muertos que flotan en la superficie del' mar ó son depositados en las playas por las corrientes y los vientos; de suerte que en tales condi- ciones rara vez llegan enteros, y no hay que decir que estos ejemplares se presentan más incompletos cuando se recogen dentro del tubo digestivo de otros animales, como por ejemplo de los delfines. A pesar de todas estas dificultades, á fuerza de perseveran- cia he conseguido reconocer y anotar las siguientes especies: 1. Stenoteuthis Bartrammi Les. 2. Todarodes sagittatus Lamk. 3. Illex Coindetii Ver. 4. Todaropsis Veranyi Girará. 5. Ancistroteuthis Lichtensteinii Fer. 6. Chiroteuthis Veranyi D'Orb. 7. Histioteuthis Ruppelli Ver. 8. Sepiola Rondeleti Leach. 9. Rossia macrosoma Delle Chiaje. 10. Sepia officinalis L. 11. Sepia elegans D'Orb. 12. Sepia Orbignyana Fer. 13. Spirula Peronii Lamk. 14. Lóligo vulgaris Lamk. 15. » media L. 16. » Marmorse Ver. 17. Argonauta Argo L. - 163 ^ 18. Ocythoe tuberculata Rafin. 19. Tremoctopus violaceus D. Ch. 20. Octopus vulgaris Lamh, 21. Octopus macropus Risso. 22. » De Filippii Ver. 23. Eledone moschata Lamk. 24. » Aldrovandi Rafi?i. 25. » cirrhosa Lamk. A éstas se podría añadir una especie de Sepiola de la que guardo numerosos ejemplares, casi todos machos hectocotiliza- dos y que no he podido determinar, porque desde que vinieron á mi poder no he dispuesto de libros apropiados. Pudiera ser que se tratase de una variedad de la S. Roiideleti Leach; pero á mi ver, difiere de ella por varios caracteres, entre ellos el im- portante de la hectocotilización. Tengo además referencias de que existen en las costas catalanas dos Sccergus, el itnicirrhus y el tetracirrhus; pero esto no lo puedo afirmar porque no ten- go ningún dato decisivo. A este resultado he llegado relativamente en poco tiempo, y disponiendo de un material que hubiera podido ser más nume- roso y variado si se hubiera recogido con la intención precon- cebida de verificar su estudio, pues en lo que se refiere, por ejemplo, á la colección de Cefalópodos del Gabinete de His- toria Natural de la Universidad de Barcelona, dicha colección está exclusivamente formada por ejemplares recogidos por De Buen durante su permanencia en playas catalanas y de las Ba- leares ó en las pescas que se verifican en las excursiones para instrucción de los alumnos de Zoología de aquella Uuiversidad. Yo opino que el estudio de los Cefalópodos de las costas españolas mediterráneas ha de dar no pocas sorpresas, aun dentro de los estrechos límites á que puede alcanzar la inicia- tiva particular. Los resultados se multiplicarían disponiendo de estaciones biológicas, hoy realmente imprescindibles, donde se coronaría la obra haciendo estudios del género de vida y de reproducción tan interesantes en estos notabilísimos animales. En realidad^ sólo el calamar es objeto de una pesca espe- cial. Los restantes Cefalópodos se pescan por los procedimien- — 164 - tos generales, en unión de otros animales marinos pertenecien- tes á diferentes grupos. Por ejemplo con el artet, red que se arrastra desde la tierra, se recogen Cefalópodos de la región li- toral^ que tiene una extensión algo mayor á la comprendida entre los límites de las mareas alta y baja. Los de la región costera, que sigue á la litoral y alcanza hasta la profundidad de trescientos metros, que es donde normalmente termina la vegetación submarina (Rodríguez Femenias, el notable espe- cialista en algas, ha encontrado algunas á más profundidad), y los de las regiones profundas se pescan con el palangre y el bou: los Cefalópodos pelágicos pueden obtenerse con las redes flotantes como las de la sardina y anchoa. Para facilitar la comprensión de las descripciones y la clave, antepongo los principales caracteres de clarificación en párra- fos, cada uno de los cuales lleva la cita de una figura situada en el atlas final. Siguen las descripciones de las especies, en todas las cuales he procurado comprobar la exactitud de los caracteres que se les asignan en los principales tratados. En algunas de dichas descripciones he modificado y aun aumentado todo lo que me ha parecido racional; pero siempre he tenido cuidado de no indicar sino aquellos caracteres más salientes. Al tener entre mis manos los ejemplares pudiendo cotejarlos con las descripciones que de ellos dan los autores , ha sido tan intensa mi satisfacción como profunda mi contrariedad, cuan- do me he visto privado de ejemplares sobre los cuales poder hacer un estudio positivo, como me ha ocurrido con el O. de Filippii. A las descripciones sigue una clave que he hecho general á todos los Cefalópodos del Mediterráneo, más que nada, para dar una idea de la posición y relaciones de los peculiares á las costas de Cataluña y Baleares con los restantes. En esta clave se citan cerca de setenta especies de Cefalópcfdos, pero hay que tener en cuenta que algunas de ellas son sinóaimas. Al final va el atlas con las fotografías y con los dibujos, en su mayoría esquemáticos. No he podido sacar las fotografías con la corrección que — 165 — hubiera deseado^ por carecer de local y aparatos fotográficos apropiados. Por las condiciones especiales de los que he usado, las fotografías de los animales mayores he tenido que hacerlas en placas más pequeñas que las de los menores. En cuanto á las figuras, he tomado del natural todas las que he podido y he copiado de los tratados de Jatta, D^Orbigny y Ferussac y de Verany todas aquellas de las que no he tenido modelo 6 que interpretaban mejor que yo pudiera hacerlo lo que me pro- ponía representar. CARACTERES DESCRIPTIVOS Orientación y partes principales de un Cefalópodo: p.a. parte anterior; p.p. parte posterior; c. d. cara dorsal; c. v. cara ventral; h. brazos; e. embudo; m. manto; c. cabeza. (Fig. 1.) Cabeza separada del manto (realmente la cabeza está unida al manto, pero la unión no se ve desde fuera.) (Fig. 2.) Cabeza unida al manto por una brida cervical. (Fig. 3, b. c.) El cuello suele ser corto, pero puede adquirir gran desarro- llo. (Fig. 4, c.) Ojos sin abertura ocular, por estar cubiertos con el tegu- mento de la cabeza, que sobre ellos se hace transparente. (Fig. 5) (1). Ojos con abertura ocular, que están en contacto directo con el medio ambiente porque el tegumento de la cabeza se inte- rrumpe sobre ellos. (Fig. 6, a. o.) Seno lacrimal que existe en el borde de la abertura de los ojos de algunos Cefalópodos. (Fig. 6, s. 1.) Crestas cefálicas ó relieves de diversa forma que pueden existir sobre el dorso y los lados de la parte posterior de la cabeza. (Fig. 6, c. c.) Fóvea ó depresión bien delineada de la cara ventral de la (1) En la figura 5.^ no hay que tomar la línea cerrada i por una abertura ocular, pues no es sino el iris que se ve á través del tegumento cefálico. — 166 - cabeza y ea la que se aloja el embudo por su parte libre. (Fig. 7, f) Foveola ó parte anterior modificada de la fóvea y en la que se ven pliegues, (Fig. 8, f. 1.) Posición de la boca. (Fig. 9.) Membranas bucal [m. h.) y labial externa (m. 1. e.) é interna {m.l.i.) que rodean al bulbo bucal. (Fig. 10.) Bridas con que la membrana bucal se une á la base de los brazos. (Fig. 10, h.) Pico formado por dos mandíbulas córneas {m. s. y m. i.) que recuerdan las piezas del pico de un loro, y bulbo bucal (&. h.) que es la masa musculosa constitutiva de la boca. (Fig. 11.) La rádula es un órgano' masticador, de consistencia córnea, constituido por una lámina provista de dientes dispuestos en series, una central (c), dos laterales {1.) y dos marginales (m.). En este caso tenemos cinco series de dientes de tres formas; pero á veces existen dos series más, una á cada lado, que por estar constituidas por dientes iguales en forma á los de las series laterales ó á los de las marginales, las duplican. En la figura se representan los tres tipos principales de rádula y sus fórmulas correspondientes; en ella se ve también cómo se destacan por su forma los dientes marginales de los centra- les y laterales, que son más semejantes entre sí. A veces, sobre cada uno de los dos bordes laterales de la rádula, hay una serie de disquitos redondos [d), á modo de piedrecitas, que no se representan en la fórmula de la rádula. (Fig. 12.) En algunas especies de Cefalópodos, sobre todo en las na- dadoras, existen cavidades llenas de agua que constituyen lo que se llama el aparato acuífero y que comunican con el exte- rior por medio de agujeritos. Estas aberturas acuíferas difieren por su posición. La figura 13 representa las aberturas acuífe- ras cefálicas dorsales {a. d.) propias de los Filonéxidos, en nú- mero de dos , y que dan paso á dos anchas cavidades que co- munican entre sí por un agujerito. Aberturas acuíferas cefálicas ventrales (a. v.) 6 anales, pro- pias de los Oníquidos, Ommastrefinos y Filonéxidos; las caví- — 167 - dades á que dan paso estas aberturas son pequeñas en los Om- mastrefinos y grandes en los otros. (Fig. 14.) Aberturas acuíferas oculares {a. o.), propias de los Miópsidos. Son agujeritos apenas visibles que comunican con la cavidad orbitaria. (Fig. 15.) Aberturas acuíferas braquiales {a. &.), exclusivas de los De- cápodos. Son dos, situadas entre el 3.° y 4.° par de brazos; dan paso á dos cavidades que se comunican por un agujerito y en las que á veces pueden alojarse los brazos tentaculares. (Figu- ra 16). En los Lolígidos, Sepiáridos, Oníquidos, gen. Histioteu- this y Ommastréfinos hay unas aberturas acuíferas bucales en comunicación con una ó varias cavidades que rodean la boca. Brazos sentados {b. s.) son las ocho prolongaciones alarga- das de la cabeza de los Octópodos, y las ocho más cortas y se- mejantes entre sí de las diez que existen en los Decápodos. Tienen la cara ventral provista de ventosas ó de ganchos. Tanto en los Octópodos como en los Decápodos, estos brazos se distribuyen por pares, como se indica en la figura, desig- nándolos por números, teniendo en cuenta que el orden de su- cesión en que están colocados estos números expresa el de mag- nitud, de mayor á menor, de los brazos que representan. (Fi- gura 9) (1). Regiones que se consideran en un brazo sentado. (Fig. 17.) Los brazos sentados presentan algunas veces una cresta na- tatoria dorsal (c. ?i. d.) más ó menos desarrollada. En ocasiones el área ventral del brazo, sobre la que están insertas las ven- tosas, se extiende por cada lado en una expansión membra- nosa que las protege (e. m.). Estas membranas pueden estar re- forzadas por cordones musculares (c. m.) que parten de la base de las ventosas , y adquirir enorme desarrollo como el repre- sentado en la figura 18. Los brazos tentaculares (h. t.) son exclusivos de los Decápo- dos; se implantan entre los brazos del H." y 4.° par. Se dife- (1) Así, por ejemplo, la fórmula 3.2.4.1. indica que el 3.^^ par de brazos es mayor que el 2.°, el 2.^* mayor que el 4.'' y el 4.° mayor que el 1.° -^ 168 - rencian, principalmente, de los sentados en que son dos, más largos, con ventosas <5 ganchos sólo en la extremidad^ que suele estar ensanchada formando una especie de maza (tn.), y en que algunos de ellos pueden retraerse, hasta desaparecer, dentro de una cavidad situada en su base. La parte del brazo tentacular comprendida entre la base del mismo y el principio de la maza se llama funículo (/".). Existen también membranas protectoras de las ventosas y una cresta natatoria más ó menos extensa. Las ventosas ó los ganchos están sólo en la cara in- terna de la maza, cuya cara mira al eje del animal cuando los brazos están completamente extendidos en sentido longitudinal y sin haber sufrido la menor torsión. (Fig. 9.) Las ventosas son órganos de adhesión situados en la cara ventral de los brazos sentados y en la de las mazas de los bra- zos tentaculares. Son unas especies de capsulitas que pueden adherirse á los objetos por absorción, para lo cual aplican so- bre ellos su borde libre, y luego producen un vacío imperfecto dilatando su cavidad interna. Las ventosas de los Octópodos son carnosas, sentadas y más ó menos cilindricas ó discoida- les. (Fig. 19.) Las ventosas de los Decápodos son hemisféricas, globosas^ etcétera, etc.; están sostenidas por un pedicelo (p.), más órne- nos largo, que se implanta en un tubérculo ó en un cordón elevado (c. e.) del brazo y tienen en la parte interna de su abertura un círculo córneo, que puede presentar su borde li- bre, dentado en toda su extensión ó en parte (d.) de ella, y tam- bién puede ser liso. La abertura de estas ventosas puede ser circular ó tener otras formas; puede ser paralela ú oblicua, con respecto á la cara del brazo en que se sustentan, y el borde de ella está provisto de un círculo carnoso (c. c.) que proteje al córneo y facilita, además, la adherencia. (Fig. 20, 48 y 51 B.) Los ganchos que presentan algunos Cefalópodos, y que sus- tituyen á las ventosas, no son más que transformaciones de ellas; el círculo córneo se transforma en una uña (u.) protegida por la parte carnosa (y. ^í.) que forma lo que se llama la vaina de la uña. (Fig. 21.) Se llama aparato de conexión (aparatus conexivius, Steens- — 169 — trup) á un conjunto de ventosas {v.) y botones (6.) que forman una serie en la base de la maza de los brazos tentaculares de algunos Cefalópodos, de tal modo dispuestos, botones y vento- sas, que al aplicarse las mazas por su cara interna pueden adherirse fuertemente porque cada botón encuentra una ven- tosa en que ajustarse. (Fig. 22.) Disco de adhesión [d. a.) es un aparato que se diferencia del anterior en que las ventosas y botones de cada brazo, que se corresponden con botones y ventosas del otro, no están en una serie, sino apelotonadas sobre una superficie discoidal. (Fig. 23.) El embudo ó tubo locomotor es un órgano más ó menos có- nico situado en la cara ventral de la cabeza, que asoma por la abertura del manto y que está destinado á dar salida al agua de la cavidad branquial. El animal puede trasladarse de un punto á otro mediante la rápida expulsión de este agua. (Fi- gura 9, e.). Se consideran en el embudo la parte libre (p. L), la basal (p. b.), la abertura superior {a. s.) y el borde libre (b. 1.) de la abertura posterior. (Fig. 24 y 25.) El embudo se continúa lateralmente con el músculo coilar (m. c). Este tiene su borde anterior adherido á la cabeza y el posterior libre; en su parte media dorsal se ve el cartílago nu- cal (c. 71.), que varía de forma en las diferentes especies. (Fi- gura 2.) Los Cefalópodos pueden cerrar á voluntad la cavidad bran- quial del manto adhiriendo la cara externa de la parte basal del embudo á la interna del manto, fortificándose esta adhe- rencia á favor y mediante dos prominencias en forma de bo- tones (&.) que encajan en otras dos cavidades ó cicatrices (c.) á manera de ojales. En unos Cefalópodos los botones están si- tuados uno á cada lado de la parte basal del embudo, y los ojales enfrente, sobre el manto; en otros, los botones están so- bre el manto y los ojales sobre el embudo. Ojales y botones constituyen lo que se llama el aparato de resistencia, que pue- de ser variable en forma, dividiéndose en sencillo (fig. 24) y complicado (Fig. 25). La lengüeta ó válvula del embudo es una membranita más _ 170 — ó menos triangular 6 redondeada inserta en la cara interna dorsal del embudo, cerca de la abertura superior de éste, y á veces visible desde fuera. (Fig. 27, /.) La superficie interna del embudo está lubrificada por un lí- quido segregado por unas glándulas que forman lo que Jatta llama el órgano del embudo, denominándose también órgano de Verrill (Hoyle) y órgano de MuUer (Brock). Jatta indica cinco disposiciones principales del órgano del embudo, repre- sentadas por los siguientes cinco esquemas en los que se su- pone el embudo abierto por la línea media ventral y extendido sobre el plano del dibujo: 1.^ Dos piezas dorsales {d.) y dos ventrales (y.), que pa- recen laterales por estar el embudo abierto y extendido. (Fi- gura 26.) 2.^ Una pieza dorsal {d.) (formada de dos dorsales solda- das) y dos ventrales. (Fig. 27.) 3.° Dos piezas dorso- ventrales [d. v.), producidas por la soldadura de cada pieza dorsal con la ventral contigua. (Fi- gura 28.) 4.° Una sola pieza {v. d) constituida por la soldadura de las dorsales entre sí y de éstas con las ventrales. (Fig. 31.) 5.° Numerosas piezas longitudinales. (Fig. 29.) El órgano del embudo constituye un buen carácter de cla- sificación, aplicable tan sólo á aquellos ejemplares que puedan disecarse. El manto es una especie de bolsa que encierra todos los ór- ganos excepto la cabeza y los brazos; sobre él se insertan las aletas, cuando existen. Su forma puede variar como se ve en las figuras 2m., 4m., 9 mí., 30 m y 49 m. La abertura del manto puede no ser sinuosa ó presentar un seno inf undibular (fig. s. i.) bajo el embudo y dos oculares (s. o.), uno al lado de cada ojo. (Fig. 5.) Sobre el manto de los Decápodos se insertan membranas natatorias ó aletas de diferente forma y extensión, como pue- de verse en las figuras 3a., 4a., 9a. y 49a. Algunos Cefalópodos (Decápodos) tienen una concha inter- na situada inmediatamente debajo del tegumento del dorso - 171 - del manto. Estas conchas son unas calizas y otras córneas. La concha de Sepia officinalis L. se toma como tipo de concha interna caliza y se llama sepión. Este es plurilocular, formado por la superposición de capas cada vez más extensas, la últi- ma de las cuales constituye el área lisa {a. L), que se diferencia del área estriada (a. e.) que forman los bordes escalonados de las restantes capas. El área lisa y la estriada sólo son visibles por la cara ventral del sepión, pues la dorsal está cubierta de una capa que se extiende sobre las áreas citadas formándoles una orla ó margen quitinoso [m. q,), generalmente estrecho en la parte anterior, en cuyo extremo forma una especie de cazo- leta que suele prolongarse por la cara dorsal en un saliente llamado rostro (r). La figura adjunta indica la orientación y partes del sepión visto por su cara ventral. (Fig. 42.) El tipo de las conchas córneas internas llamadas plumas es el de las conchas del Lóligo vulgaris Lamk. (Calamar). Consta esta pluma de un raquis un tanto fuerte , con dos costillas laterales (c. ¿.)> un surco central (s. c.) y dos expansiones laterales (e. 1.) más extensas y delicadas que el raquis y reco- rridas por nerviacioues. (Fig. 34.) En el extremo posterior de la pluma de algunos Cefalópo- dos, soldándose por delante las expansiones laterales, forman una especie de cazoleta llamada cono terminal. (Fig. 36, c. t.) Ciertos Cefalópodos (Sepiola, Rossia) poseen plumas rudi- mentarias que no llegan á la extremidad posterior del manto por ser más cortas que él^ mientras las plumas propiamente dichas y los sepiones son siempre tan largos como el manto. Estas plumas cortas pueden llamarse plumillas. (Fig, 85.) El Argonauta Argo hembra posee una concha externa como la representada en la figura. (Fig. 67.) Las figuras 80 e. y 62 representan un brazo transformado de un órgano sexual copulador que se llama hectocotile y que constituye un buen carácter de clasificación, pues varía mucho en las diferentes especies de Cefalópodos. - 172 — DESCRIPCIÓN DE LAS ESPECIES Stenotenthis Bartrammi (Lesueur, 1821) Verrill, 1880, (Figuras 18, 22, 32 y 68.) La cabeza es casi cilindrica , está separada del cuello por un margen saliente que se extiende por el dorso y los lados hasta encontrar los dos extremos del borde de la fóvea. A cada lado de la cabeza hay tres crestas cefálicas que parten del margen saliente y se unen por detrás. La foveola está sur- cada por pliegues que en el centro son paralelos al eje del animal, haciéndose divergentes hacia los lados. Mirando con una lente la foveola del ejemplar de la figura 68 se ven algu- nos de estos pliegues, y además una membrana transversa con la apariencia de una arruga que limita la longitud de los plie- gues centrales, los cuales siempre son por esta causa más cortos que los laterales. La abertura ocular es ancha. El primer par de brazos es el más corto, el tercero el más largo y el segundo y cuarto casi iguales; pero, respecto á la longitud, las diferencias no son muy grandes. En cambio, en cuanto á la forma, se destacan el segundo y tercer par por el enorme desarrollo que adquiere en ellos la membrana interna protectora de las ventosas que, sobre todo en el tercer par, (figura 18) es más ancha que el brazo y presenta cordones (c. un.) que, partiendo de la base de las ventosas, la refuerzan atravesándola en el sentido de su anchura. Un trozo desgarra- do de esta membrana se ve en el extremo del brazo derecho del tercer par (fig. 68). En la misma figura se ven las nadade- ras de los brazos del tercer par que están muy desarrolladas, son triangulares y están implantadas en el primer tercio de los brazos. Las ventosas de estos brazos están en dos filas, son pedunculadas y tienen anillo córneo, en cuya parte más ensan- chada los dientes son más largos. Los brazos tentaculares son cortos y su última mitad está ocupada por la maza, que es muy parecida á la del Illex Coin- — 173 — detii, sólo que las ventosas apicales están en cuatro filas algo irregulares, y además existe en la base de la maza un aparato de conexión constituido por botoncitos y ventosas, dispuestos sobre una línea y de tal modo, que al aplicarse un brazo tenta- cular sobre el otro á cada ventosa corresponde un botón (figu- ra 22). Los anillos córneos de las ventosas de estos brazos tienen dientes que varían en forma, tamaño y disposición. La membrana bucal está unida á los brazos por medio de siete bridas, de las cuales una se inserta entre los del primer par, y las otras, dos á dos, á la base de los otros pares. Estas bridas producen en el margen libre de la membrana bucal sie- te lóbulos. El bulbo bucal está protegido por una membrana labial interna y otra externa más delicada. El embudo se adapta en la fóvea, y si en la figura 68 apa- rece separado hacia la parte ventral, es por efecto de la con- tracción producida por el formol. Es robusto, cónico y coa una lengüeta bien desarrollada. El aparato de resistencia es como el del Illex. En la figura 6(S se ve bien la forma cilindro-cónica del man- to y la posición en el último tercio y forma romboidal de las aletas; sólo hay que advertir que por estar aplastado el animal aparece el manto más grueso de lo que es en realidad, y que estando arrugadas las aletas no se hace tan patente que su diámetro transverso es bastante mayor que el longitudinal. La pluma (fig. 32) tiene dos costillas marginales bien sa- lientes y coloreadas de pardo ^ que se aproximan una á la otra hacia atrás hasta soldarse con la costilla media, que es delica- da. Termina por delante en un ángulo obtuso redondeado, y por detrás en un cono. El ejemplar de la figura 68 fué recogido al pie del mismo Laboratorio Aragó flotando sobre las aguas y muerto; conser- va en el dorso una coloración vinosa azulada, y su longitud, sin contar los brazos tentaculares, es de 80 centímetros. Es pelágico. Eev. Acad. Ciencias.— IIL— Agosto, 1905. 13 — 174 - Todarodes sag^ittatus (Lamk.) Steenstrup, 1880. (Figuras 6, 8, 37, 40, 44 y 49.) La cabeza es deprimida y presenta en correspondencia con el borde del manto una línea saliente que une los bordes de la fóvea, y que, además de formar en la parte dorsal un ángulo obtuso de vértice posterior, presenta otros tres á cada lado^ de cada uno de los cuales arranca una cresta cefálica (c). Las tres crestas de cada lado están unidas en su extremo posterior por otra transversal menos acentuada (fig. 6j. La longitud relativa de los brazos es 3. 2. 1. 4. siendo casi iguales los del segundo y tercer par. En este último la membrana natatoria se desarrolla en la parte media del brazo formando una expansión triangular. Las ventosas de estos brazos presentan nueve dientes en el margen superior del círculo córneo, de los cuales el central es más lar- go; tienen la abertura oblicua y un pedúnculo corto. Los brazos tentaculares no llegan á tener el doble de la lon- gitud de los sentados mayores; están provistos de una aleta que se inicia en la base y crece hasta la extremidad. La maza tentacular ocupa los tres últimos cuartos del mismo brazo, y tiene numerosas ventosas que difieren en forma, tamaño y disposición: primero se encuentran pequeñas ventosas de aber- tura oblicua y con siete dientes en su círculo córneo; siguen cuatro series de ventosas; las dos series centrales constan de ventosas grandes de abertura casi horizontal y con un círculo córneo como el representado en la figura 40. Las ventosas de las dos series marginales son mucho más pequeñas, en forma de pie de caballo y con dientes en todo el margen alternativa- mente largos y cortos (fig. 44); finalmente, en el extremo de la maza se encuentran otra vez ventosas pequeñas. La fóvea tiene foveola (fig. 8) que es elíptica, con el eje mayor en la dirección del eje del cuerpo, y está surcada en el mismo sentido por pliegues longitudinales paralelos que se des- vanecen antes de alcanzar la membrana de forma de media lona que limita la foveola por detrás. — 175 -r- Manto cilindro-cónico, dominando la región cónica, trunca- do anteriormente y terminado por detrás en punta. Las aletas, que ocupan casi la mitad de la longitud del manto, son en con- junto de forma romboidal, más anchas que largas, emargina- das anteriormente y formando un ángulo agudo hacia el extre- mo del manto (fig. 49). La pluma es parecida á la del S. Bartrammi, el cono está más desarrollado y el extremo anterior termina en ángulo agu- do, como si hubiera sufrido dos cortes de tijera (fig. 37) que interrumpieran bruscamente las costillas laterales. El aparato de resistencia, las membranas bucal y labia- les, etc., etc., son análogas á las del S. Bartiammi y el /. Comdetii. Este Cefalópodo forma parte de la fauna de Banyuls y en la colección del Laboratorio lo encontré representado por una pluma. En Mallorca lo cita el Archiduque Salvador, y ha sido vis- to y clasificado en diferentes ocasiones por De Buen. Allí les llaman Ludas ó Aludas, nombre que también aplican á todos los Cefalópodos análogos que adquieren gran tamaño. Pelágico, se le captura en la región costera en fango ó en arena. lUex Coindetii ( Verany, 1837) Steensteup, 1880. (Figuras 7, 10, 17, 20, 25, 33, 38, 47, 48, 51, 55 y 69.) La cabeza es deprimida, algo redondeada por encima, las aberturas oculares transversas y con un seno lacrimal tan pro- fundo que las da forma triangular. Hay un cordón saliente que separa la cabeza del cuello por el dorso y los lados , bien pa- tente en la figura. 69 B., en la que se ve cómo dicho cordón for. ma un ángulo obtuso de vértice posterior bien pronunciado y cómo nacen de él las crestas cefálicas, en número de tres á cada lado (fig. 38). La fóvea no tiene pliegues (fig. 7) y es redondeada. La longitud relativa délos brazos es 3. 2. 4, 1. Los del ter- - 17o — cer par tienen una mediana membrana natatoria dorsal situada sobre la parte media del brazo; pero que no alcanza ni á la base ni al ápice del mismo. Sobre todos los brazos, las ventosas es- tán en dos filas, tienen la abertura oblicua y sus pedúnculos nacen sobre unos relieves en forma de cordón corto que termi- nan en los bordes de la membrana protectora de las ventosas, como se ve en las figuras 20, 47, 48 y 51. En los ejemplares vistos por mí , de los cuales dos están re- presentados en la figura 69, he podido notar que las ventosas, que en los brazos del primer par decrecen de tamaño gradual- mente, á partir del primer cuarto de la longitud de los mismos, tienen en los otros tres pares de brazos una disposición espe- cial , poco visible en el cuarto par, bastante en el tercero y mu- cho en el segundo, y este carácter consiste en que las ventosas de los dos tercios básales son bastante mayores que las del úl- timo tercio apical , produciéndose este cambio de magnitud tan bruscamente que, haciendo abstracción de dos ventosas inter- medias, las inmediatas á ellas, de los dos tercios básales, son de doble diámetro que las contiguas del tercio apical (fig. 51). Las ventosas de los dos tercios básales de estos brazos son, como digo, más grandes, están cortamente pedunculadas, tie- nen la abertura redonda y el círculo córneo con dientes anchos redondeados, más visibles 6 más desarrollados los de la parte superior, cuyo diente del medio es agudo y saliente (figuras 20, 47 y 51 A), Las ventosas del tercio apical son más pequeñas» pero están más largamente pedunculadas, son, además, más altas, su abertura ya no es redondeada y sobre la parte supe- rior de su círculo córneo se ven dientes largos , agudos y sa- lientes, frecuentemente en número de seis (figuras 48 y 51 B). Las ventosas más grandes de los brazos sentados son mayo- res que las más grandes de la maza tentacular. Los brazos tentaculares son más cortos que el cuerpo, y el último tercio de ellos está ocupado por la maza. Esta tiene al principio ventosas pequeñas, siguen después siete pares de ven- tosas grandes, de abertura redonda, dispuestas en dos filas centrales y á cada lado de éstas otra fila de ventositas peque- ñas largamente pedunculadas y con forma de pie de caballo; — 177 - el final de la maza está ocupado por numerosas y pequeñísimas ventosas en ocho filas irregulares. Las ventosas grandes tienen sus pedúnculos insertos en los senos producidos por un relieve en zig-zag que se extiende en sentido longitudinal entre dichas ventosas. En el esquema de la figura 55 éste relieve está repre- tentado por una línea (a) que en los ángulos salientes se pro- longa en otros relieves representados por líneas (6) que se bi- furcan en el extremo, perdiéndose en el margen de la membra- na protectora de las ventosas; en dicha bifurcación se implan- tan los pedúnculos (p) de las ventosas, que tienen forma de pie de caballo. De los siete pares de ventosas grandes, las más próximas á la base de la maza tienen el círculo córneo provisto de anchos y redondos dientes, que en las siguientes ventosas se hacen más pequeños hasta desaparecer en absoluto. Al final de la maza hay una nadadera. El aparato de resistencia consta de dos .relieves en forma de T invertida, colocados en la cara interna del manto, que en- cajan en dos ojales de la misma forma situados enfrente, sobre la base del embudo, y cuyos bordes son salientes (fig. 25). Manto alargado, cilindro-cónico, bruscamente estrechado por detrás, truncado anteriormente, con la abertura más estre- cha que la cabeza. Las aletas ocupan el último tercio y en con- junto son romboidales, con el diámetro transverso mayor que el longitudinal (fig. 67). La pluma (fig. 33) es parecida á la del S. Bartrammi; pero tanto las dos costillas marginales como la central son fuertes y están coloreadas de amarillo castaño intenso. El cono terminal es puntiagudo y alargado. El brazo derecho ó el izquierdo del tercer par se hectocoti- lizan sufriendo las siguientes transformaciones: las ventosas aparecen más distanciadas entre sí, se hacen más pequeñas; en cambio, los cordones sobre que se insertan se desarrollan ad- quiriendo algunos de ellos la forma de una bráctea; en el últi- mo quinto del brazo las ventosas se transforman en botoncitos que se hacen pequeñísimos al final y que están sostenidos por delicados pedúnculos. Los brazos del primer par se hacen algo más anchos que en la hembra; sobre ellos las ventosas se sepa- — 178 - ran entre sí y los cordones sobre que se implantan se desarro- llan más. Se pesca sobre fondos fangosos de la región costera, en las costas catalanas durante la Cuaresma. En la provincia de Ge- rona les llaman Cañadas y en San Carlos de la Rápita (delta del Ebro) Cananas. Los representados en la figura 69 pertenecen á la colección de la Estación biológica de Banyuls-sur-Mer. Hay ejemplares de esta especie en el Gabinete de Historia Natural de la Uni- versidad de Barcelona y en el Museo de Historia Natural de Madrid. Todaropsis Verauyi Girard. (Figuras 36 , 39 , 52 , 53 y 70.) La cabeza es parecida á la del I. Coindetii, La fóvea no tie- ne pliegues; pero anteriormente es aguda (figuras 39 y 70). Los brazos guardan la misma proporción relativa de longi- tud que en la anterior especie; pero con relación al resto del animal son bastante más grandes. Las ventosas de estos brazos disminuyen en todos ellos gradualmente de tamaño hacia la base y hacia la extremidad. Todas las ventosas tienen anillo córneo con dientes en el borde superior, agudos todos, menos dos, que son anchos y romos, situados uno á cada lado, donde principia el borde inferior que es liso (fig. 53). Los brazos tentaculares son tan largos ó más que el cuerpo, sobre el último cuarto de la longitud está la maza que es pare- cida á la del lllex Coindetii; pero las ventosas que en las dos series medianas se destacan por su grosor son cinco pares; tie- nen un círculo córneo con dientes cónicos en todo el borde y son mayores que los más grandes de los brazos sentados (figu- ras 52 y 70). El manto es bastante más corto que en el /. Coindetii, forma también un estrechamiento posterior, pero menos largo. Las aletas ocupan casi toda la mitad posterior del dorso del manto, tienen en conjunto la misma forma que en la anterior especie; - 179 — pero su diámetro transverso es doble que el longitudinal (figu- ra 70). La pluma es como la del Illex Coindetii, pero el cono termi- nal mucho más ancho y obtuso (fig. 36). El ejemplar representado en la figura 70 tiene los brazos del cuarto par transformados por hectocotilización. El del lado derecho presenta el primer quinto basal de su longitud sin ventosas; desde aquí hasta la mitad del brazo, las eminencias en que se insertan las ventosas se transforman en brácteas di- rigidas hacia el extremo apical del brazo. Lis brácteas básales son muy grandes, anchas y con el borde provisto de dos ó tres lóbulos á manera de dientes; á medida que se van acercando al extremo apical del brazo estas brácteas se van reduciendo de tamaño, vaa perdiendo ios dientes, se estrechan más y más y se apoyan las unas sobre las otras de manera que sobre la últi- ma mitad del brazo toman el aspecto de los granos de trigo en la espiga. Sólo se ven ventosas, pero muy pequeñas, en algunas de las brácteas del centro del brazo. El brazo izquierdo hasta la mitad de su longitud está transformado de la misma manera que su compañero; pero en el resto parece estar conformado como los otros brazos. Estos caracteres de la hectocotilización están tomados sobre un solo individuo. El ejemplar fotografiado en la figura 70 pertenece á la colec- ción del Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona. Ancistroteuthis Lichtensteini (Ferussao, 1835) Gray, 1849. (Figuras 23 y 67.) La cabeza es algo cilindrica, con una depresión ventral que se acentúa frente al embudo, formándose una especie de fóvea en la que éste se aloja. La abertura ocular, á causa de la pro- fundidad de su seno anterior, adopta una forma acorazonada. Las crestas cefálicas son numerosas; las tres primeras inme- diatas al embudo son las más grandes y oblicuas entre sí y - 180 - con respecto á las restantes, que son perfectamente paralelas y equidistantes, decreciendo en tamaño hacia el dorso hasta quedar reducido á un punto. El número de estas últimas debe variar con la edad del animal, pues el clasificado por mí, sólo tenía seis al lado derecho y cinco al izquierdo. Los brazos del primer par son los más cortos y los otros tres pares casi iguales; están provistos de pequeñas ventosas con círculo córneo liso. Los brazos tentaculares son bastante más largos que el cuer- po, no retráctiles, cilindricos, terminados en una maza no en- sanchada, separada del funículo por un ligero angostamiento. En cada maza hay dos órganos adhesivos constituidos por ventosas y botones agrupados y dispuestos de modo que, puestas en con- tacto las mazas, á cada ventosa corresponde un botón. Uno de estos órganos es basal y el otro apical. El basal tiene forma de disco y entre ventosas y botones reúne veintiuno. En el espacio comprendido entre los dos órganos adhesivos de cada maza hay dos filas de ganchos en número de once pares. Los ganchos de la fila interna son pequeños y difieren poco en tamaño unos de otros; los de la fila externa son mucho mayores, creciendo rápidamente de los extremos al centro, de modo que el sép- timo gancho es bastante más grande que todos los demás. (Fi- gura 23.) El manto es cónico alargado, truncado anteriormente y pro- longado por detrás en una punta estrecha. La abertura del manto se prolonga hacia adelante en tres ligeros ángulos, uno dorsal y dos á los lados del embudo. Las aletas son de conjunto romboidal, con el ángulo posterior bastante agudo y un poco más anchas que largas, ocupando más de la mitad del manto. (Fig. 67.) La pluma, alargada y estrecha, está terminada anteriormente en punta redondeada y posteriormente en un cono alargado que se encorva hacia el dorso; en los dos últimos tercios se obser- van las expansiones laterales. El aparato de resistencia consta de dos cicatrices alargadas» de bordes cartilaginosos salientes situados en la base del embu- do y de dos cordones mucho más largos, que nacen en los án- — 181 — gulos laterales de la abertura del manto y se internan en la ca- vidad paleal. El ejemplar que me ha servido de modelo para hacer la figu- ra 67 pertenece á la colección del Laboratorio Aragó y fué pes- cado con la red de la anchoa. Sus dimensiones son: Longitud con los brazos tentaculares . 52 ceutíms. ae la caoeza de los brazos del 1.^'' par z Va 7 » !> T> » 2.° J> 8'/, » S 3." « .... 8 Vo » I> t. » 4.° » 8 73 » S del brazo tentacular derecho. . 30 » » » » izquierdo. 34'/. » » del manto 15 "s 9 7, s > de las aletas » En el Museo de Historia Natural de Madrid hay un ejem- plar recogido por el Sr. Antón en Algeciras, y que según indi- ca el rótulo que le acompaña es el O. Lichtensteini (1), pero por tratarse de un animal joven y mal conservado no puedo afirmar con absoluta certeza que sea tal especie, aunque real- mente lo parece. Chiroteuthis Veranyi D'Orb. (Figura 60.) El manto es cónico alargado, prolongado por su parte dorsal y sobre la cabeza en un corto y poco pronunciado ángulo; la mitad anterior es bastante más ancha que la posterior, sobre cuyo dorso están insertas dos nadaderas unidas en la línea me- dia, de conjunto circular algo cordiforme. La cabeza es grande, más ancha que la abertura del manto, con dos ojos muy v^oluminosos. (1) El Onichoteuthis Lichtensteini es el Ancistroteuthis Lich- tensteini. — 182 — Es notable el gran desarrollo que adquieren los brazos del cuarto par, con relación á los otros, los cuales decrecen en lon- gitud y grosor hacia los del primer par, que son los más delga- dos, y cuya longitud es, sobre poco más ó menos, un tercio de la de los del cuarto par. Estos dos brazos se extienden en una membrana, formándose una especie de canal ancho interno. Los otros brazos tienen numerosas ventosas en dos filas, globulares, con abertura redonda algo lateral y sostenidas por un corto y delgado pedicelo que se implanta en un tuberculito que le sirve de base. Los brazos tentaculares son extremadamente largos y delga- dos, cilindricos, con ventosas sentadas de trecho en trecho; terminan en una maza lanceolada ancha, y festoneada con cua- tro series de ventosas de abertura estrecha y provistas de un delgado pedúnculo inserto en la extremidad ensanchada de otro que es más grueso y largo, y que es el que directamente se apoya en la maza. Estos caracteres que se refieren á la maza no los he podido comprobar, pues los brazos tentaculares faltan casi por completo en el ejemplar por mí estudiado. La lámina dorsal es de consistencia córnea, aquillada, larga y terminada en una espátula lanceolada anterior y otra poste- rior, siendo estrecha en la región media. Yo no la he visto. Hay un ejemplar de esta especie en la colección del Labora- torio Aragó. Fué recogido muerto, por lo que no es extraño que esté deformado é incompleto, presentando tan sólo restos de los brazos tentaculares y faltando en absoluto el primer par de brazos , el derecho del segundo par y el ojo izquierdo. Sus bellas coloraciones las ha perdido en el formol. Es traslúcido. Histioteuthis Ruppelli (Yerany, 1851). (Figura 59.) La cabeza, tan grande como el manto, está provista de dos ojos muy gruesos y poco salientes. La abertura ocular es muy — 183 — grande, redonda y sin seno lacrimal. Hay un cordón saliente posterior y dos crestas cefálicas pequeñitas á cada lado. Los brazos sentados son robustos, más del doble de largos que el manto. Los tres primeros pares de brazos están enlaza- dos por una extensísima membrana umbelar: los dos inferiores quedan libres, formando grupo aparte y están unidos en su base por una membrana corta que se suelda en sentido lineal á la membrana que une los brazos del tercer par. El manto es cónico, bursiforme, terminado por detrás en punta redondeada: sobre su mitad posterior están las aletas, que son redondeadas en conjunto, y que se extienden un poco más allá del extremo posterior del manto. El ejemplar que he estudiado y que forma parte de la colec- ción del Laboratorio Aragó, fué recogido flotando sobre las aguas. Está conservado en formol y le faltan los brazos tenta- culares, los sentados ventrales y casi toda la región ventral, partes que sin duda fueron devoradas. La coloración es vino- sa, sucia, distribuida en manchas de diversa intensidad desde la clara hasta la muy obscura. Este ejemplar tendrá, aproxima- damente, de longitud total unos cincuenta centímetros, contando desde el ápice de los brazos sentados más largos hasta el extre- mo posterior del manto. Sepiola Rondeleti Leach. ( Figuras 101, 3, 46 , 66 y 71 AB.) La cabeza es deprimida y un poco más estrecha que la abertura del manto. Los ojos están cubiertos por el tegu- mento de la cabeza que sobre ellos se hace transparente en una zona ovalada, y forma, replegándose hacia adentro, una especie de párpado inferior. Los brazos sentados del primer par son los más cortos , si- guen en longitud los del cuarto, y después los del segundo y tercero, que son casi iguales. Todos tienen dos filas de vento- sas globulares de abertura redonda, oblicua, más bien pe- queña; pero carecen de membranas protectoras de las vento- - 184 — sas y de aleta dorsal, excepto los del tercer par, que la tie- nen, aunque muy poco aparente. Los brazos tentaculares son algo más largos que el cuerpo, y terminan en una maza lanzeolada, no muy aparente, ar- queada hacia el lado interno, con una aleta dorsal algo más larga que ella, pero muy estrecha y con numerosísimas y di- minutas ventosas, casi iguales en tamaño y dispuestas sobre la cara ventral. La membrana braquial está poco desarrollada, es mayor en- tre los brazos del tercero y cuarto par, y casi nula entre los del cuarto; pero según he podido ver existe entre todos los brazos. La membrana bucal no está muy desarrollada, tiene siete bridas que la unen á la base de los brazos; pero se bifurca la que corresponde á los brazos del primer par. La membrana labial externa es lisa y delicada; la interna presenta una co- rona de tubérculos. El embudo es cilindro-cónico alargado en su parte libre, y ensanchado en su parte basal; presenta el margen posterior formando un ancho seno, á cuyos dos lados están las cicatri- ces {ci.) del aparato de resistencia, que son alargadas, de bordes salientes y que se corresponden con dos crestas {cr). lineales, situadas sobre el manto; pero aún más largas que las cicatrices, pues empiezan casi en el borde anterior del manto y se prolongan hasta la mitad de la longitud del mismo (figu- ra 46). El órgano del embudo consta de una pieza dorsal triangu- lar, profundamente emarginada por detrás, y de dos ventrales piriformes alargadas con la parte ancha hacia atrás. El manto está soldado á la cabeza por una brida dorsal (6. c), más bien estrecha que ancha; es bursiforme, redondeado por detrás, truncado por delante y con un ligero seno delante del embudo. En el segundo tercio de la longitud del manto están insertas las aletas, que son dorso-laterales, redondeadas y emarginadas profundamente en la inserción anterior (fig. 3). La plumilla ocupa el primer tercio de la longitud del manto y es lineal, terminada en punta de lanza. Los machos sufren grandes transformaciones en los brazos - 185 - por la hectocotilización. El brazo izquierdo, desde cerca de la base hasta la mitad de su longitud, se ensancha mucho y se ahueca por la cara ventral, quedando un ancho campo entre las dos filas de ventosas que se retiran á los bordes, creciendo irregularmente de tamaño, sobre todo las del borde interno, que son mayores. En la base de la zona modificada se forma una especie de bolsa por la existencia de una gruesa forma- ción membranosa de bordes muy irregulares y sinuosos. El resto del brazo no se modifica, ni tampoco su compañero de la derecha. Las ventosas de los brazos del segundo par son más gruesas que en la hembra; pero, sobre todo, se hacen enor- mes dos ó tres de las situadas en el margen contiguo á los brazos del tercer par. Estos brazos, en su primera mitad, en- gruesan considerablemente y se encorvan hacia la boca, per- diendo las ventosas que subsisten, pero algo engrosadas en la otra mitad. Las ventosas de los brazos del cuarto par engrue- san algo (figuras 66 y 71 A). La cópula se verifica en condiciones tales que se dificulta la respiración de la hembra, que por esta causa trata de esca- par, siendo necesario para que no lo consiga que el macho po- sea las robustas ventosas que se ven en sus brazos no hecto- cotilizados. El color lo producen unos cromatóforos de color de castaña, haciéndose más obscuro sobre una faja central del dorso y sobre los ojos; estos cromatóforos son menos numerosos en la cara ventral del manto de la cabeza y en la dorsal de las ale- tas y brazos. La cara ventral de éstos y de las aletas , el em- budo y el borde anterior del manto son blancos. En la colección del Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona hay ejemplares de esta especie, re- cogidos en Blanes (provincia de Gerona), en Palma de Ma- llorca, Mahón, isla de Cabrera y San Carlos de la Rápita. Recibe los nombres vulgares siguientes: Morralet (provin- cia de Gerona); Frenética (Mahón); Fotesa (San Carlos de la Rápita). Se encuentra en la arena de la región litoral , y algunas ve- ces en la arena costera. - 186 - En el Museo de Historia Natural de Madrid hay un ejem- plar de esta especie, recogido por el Dr. Antón, en Algeciras. Rossia macrosoma (Delle Chiaje, 1828) D'Oebignt, 1835. ( Figuras 2, 35, 54, 56 y 72. ) La cabeza es aplanada y voluminosa, más ancha que la abertura del manto; mirada por arriba, su contorno es redon- deado. Los ojos están cubiertos por una delgada membrana y protegidos inferiormente por un repliegue {p. i.) de la piel que forma un verdadero párpado (fig. 56). Los brazos sentados son cortitos y gruesos, no tienen nada- deras ni membrana protectora de las ventosas, las cuales en la base de los brazos son escasas; se disponen luego en dos filas y finalmente en cuatro. La abertura de estas ventosas es obli- cua y está provista de un anillo córneo liso. La longitud rela- tiva de los brazos es 3. 4. 2. 1. Los brazos tentaculares son retráctiles, tienen algo prismá- tico el funículo y terminan en una maza alargada que presenta una aleta dorsal y membranas protectoras de las ventosas, las cuales difieren poco entre sí, siendo pequeñas y numerosas. La membrana bucal está plegada y se une á la base de los brazos por seis bridas (fig. 54). El músculo collar {m. c.) presenta en su margen libre y detrás del cartílago bucal un seno profundo. El cartílago (c. n.) nucal tiene la forma de una hebilla con dos bordes salientes y con un relieve longitudinal en el sentido del diámetro ma- yor (fig. 2). El embudo es cónico por su parte libre, muy ensanchado y de paredes casi paralelas en la base. Su abertura es redonda y su borde posterior presenta un seno entre las dos cicatrices, que son alargadas, de bordes salientes, y en cada una de las cuales se encaja un botón, situado en el manto, que empieza cerca del borde de éste, siendo prominente y empequeñe- ciendo hacia el interior hasta desaparecer. El manto es bursiforme, redondeado por detrás y con el — 187 - borde anterior completamente separado de la cabeza en toda BU extensión, formando un ligero ángulo saliente dorsal y un seno ventral bajo el embudo. Sobre dos líneas látero-dorsales, que ocupan aproximadamente el segundo y parte del tercer tercio de la longitud del manto, están implantadas las aletas, que son semicirculares y que presentan una escotadura ante- rior (fig. 72), La pluma es pequeña, ocupa sólo parte de la longitud del manto y es lanceolada, redondeada por delante y aguzada por detrás. Tiene dos costillas laterales, que se aproximan gra- dualmente hasta reunirse en una, posteriormente, y entre las cuales queda un surco. En la ultima mitad se ven dos expan- siones laterales estrechas (fig. 35). Se hectocotilizan los dos brazos del primer par. Estos pre- sentan en su borde externo una membrana protectora de las ventosas, que se inicia en el punto en que las ventosas básales, que forman dos series, empiezan á formar cuatro más ó menos irregulares; adquiere máximo desarrollo en la parte media del brazo y se anula en el tercio final del mismo. Las ventosas son más pequeñas que las del mismo par de brazos de la hem- bra, carácter que se acentúa más en las que forman las dos series inmediatas á la membrana protectora. Las ventosas de estas dos series tienen sus pedúnculos insertos sobre relieves que se prolongan por la cara interna de la membrana protec- tora. En los otros tres pares de brazos, para cumplir el mismo fin indicado en la Sepiola Royideleti, se desarrollan mucho las ventosas de las dos series marginales. Procedentes del Mediterráneo español se conservan ejem- plares de esta especie en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, en la Estación biológica de Banyuls y en el Gabi- nete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona. Es bastante sedentaria; se encuentra en las arenas de la re- gión costera bastante profunda. Se pesca al pie de las rocas más abruptas de la provincia de Gerona, habiéndola recogido Racovitza, abundante, al Norte del Cabo de Creus. - 188 — Sepia officinalis (Linné, 1761). (Figs. 1, 5, 11, 22, 27, 42, 57, 73 y U A.) La cabeza es deprimida, gruesa, poco más ancha que la abertura del manto y dilatada á la altura de los ojos. Estos están cubiertos por el tegumento de la cabeza que sobre ellos se hace transparente en un área de contorno arriñonado, tie- nen una especie de párpado inferior (p. i.) y el iris con dos lóbulos, uno inferior sencillo y otro superior más ancho y con un seno en el medio (fig. 5). Los brazos son robustos, de sección triangular; su longitud relativa es 4. 3. 2. 1. Los del tercer par con indicios de nada- dera, y los del cuarto con ella muy desarrollada. Todos los brazos tienen membrana protectora de las ventosas, las cuales están en cuatro filas. Las ventosas adquieren máximo desarro- llo en el primer tercio de la longitud de los brazos y desde aquí decrecen hacia el ápice hasta hacerse microscópicas; son hemisféricas con abertura más bien grande. La membrana umbelar es muy pequeña, falta entre los brazos del cuarto par y es muy visible entre los del tercero y cuarto. Los brazos tentaculares son retráctiles y más largos que el cuerpo, terminan en una maza alargada, torcida como una hoz, con una nadadera dorso-lateral interna bien desarrollada y dos membranas protectoras de las ventosas, de las cuales la externa presenta una estriación transversal que se extiende por el dorso de la maza hasta una línea cercana y paralela á la inserción de la nadadera. Las ventosas están dispuestas en cuatro series más ó menos perceptibles, adquiriendo menor tamaño hacia los extremos ; en una de las series internas hay cinco ventosas que se destacan por ser más grandes que todas las demás, y de ellas la mayor es la de en medio y las meno- res las de los extremos (fig. 57). La membrana bucal está unida á los brazos por siete bridas que se insertan, una en la base de los brazos del primer par, dos entre los del primero y segundo, dos entre los del segundo y tercero y otras dos en la base de los del cuarto. El borde libre - 189 — es muy irregular y presenta^ en correspondencia con las bridas, unas prolongaci nes de las cuales son notables por su mayor tamaño las que corresponden á las bridas que se insertan en la base de los brazos del tercer par. La membrana labial externa es casi lisa y deja ver el borde tuberculoso de la interna que proteje directamente el pico. El embudo es cónico, con tendencia á ser cilindrico, tiene el margen posterior (&. 1.) profundamente escotado, y á cada lado de esta escotadura las cicatrices (c.) del aparato de resis- tencia, que son dos, reniformes, de márgenes salientes y que se corresponden con dos botones (6.) de la misma forma, si- tuados en la cara interna del manto (fig. 24). La lengüeta es pequeñita y redondeada (fig. 27 1). El órgano del embudo consta de una pieza dorsal {d.) en forma de V invertida que llega casi hasta la lengüeta, y de dos piezas ventrales (v.) alargadas, de extremos redondeados, pero estrechas por delante y anchas por detrás (fig. 27). El manto es deprimido. Visto por su cara ventral tiene la forma de huevo algo puntiagudo, truncado por delante en for- ma de un ancho seno, detrás del cual se ve el embudo; late- ralmente se nota bien la línea de inserción de las aletas. Vis- to por el dorso aparece mucho más ancho porque se continúa insensible con las aletas y presenta anteriormente un lóbu- lo (1.) de punta redondeada que avanza hasta alcanzar el nivel de la línea media de los ojos. A cada lado de este lóbulo y li- mitado por los dos extremos del seno ventral (s. i.), hay otros dos senos oculares (s. o.) más pronunciados que el ventral (fi- gura 5) . Las aletas tienen la forma de dos cintas algo anchas, cada una de las cuales nace cerca del borde anterior del manto, se continúa lateralmente hasta unirse con su compañera, no en el extremo posterior del manto, sino muy poco antes de llegar á él y sobre el dorso del mismo. Los extremos anteriores de las aletas avanzan hasta pasar el nivel del borde anterior del man- to formándose un seno entre ellas y éste. Entre los extremos- posteriores de las aletas se forma también otro seno. La hectocotilización tiene lugar en el cuarto brazo izquierdo, Eev. Acad. Ciencias.— III. —Agosto, 1905. li - 190 - Las seis ú ocho primeras ventosas de dicho brazo se hacen algo mayores; las siguientes, hasta llegar á la mitad del brazo, son pequeñísimas y se disponen en tres filas muy distanciadas; el campo comprendido entre estas dos filas está surcado trans- versalmente, produciéndose estos surcos por eminencias sobre las que se implantan las ventosas. El sepión, en conjunto, tiene el contorno de una plantilla ensanchada y termina posteriormente en un rostro puntiagudo que no sobresale del manto (figuras 42 y 74 A.) Las propor- ciones entre la extensión del área lisa y la estriada parece que pueden variar, y esto ha sido causa de que Lafont haya hecho de esta especie tres, á saber: S. Officinalis Lin. — El área estriada ocupa el último tercio de la concha. S. Filliouxi Laf. — El área estriada ocupa los dos últimos tercios de la concha. S. Fischeri Laf. — El área estriada es más extensa que en la anterior especie, avanzando casi hasta el borde anterior de la concha. Jatta opina que no se deben admitir estas especies, pues no son sino diversos grados de edad de la 8. officinalis. La tenida por S. officinalis vive en la región litoral, en las praderas de Posidonias y en la arena; la tenida por S. Filliouxi se encuentra en las praderas más profundas de Posidonias y en la arena de la región costera. En el Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona hay ejemplares de S. officinalis procedentes de Bla- nes (provincia de Gerona), San Carlos de la Rápita, Cabo Salinas (Mallorca) y de la isla Cabrera. De esta última locali- dad he visto algunos ejemplares con caracteres de la /§. Hie- rredda. Sepia eleg:ans D'Orbigny 1835. (Figuras 41, 68, 7á C. y 75.) La cabeza sobresale algo más del manto que en la S. offici- nalis y es también más deprimida. Los brazos algo más delga- — 191 — dos y largos, las ventosas están en dos series sobre los del pri- mer par y en la base de los restantes. La membrana umbelar como en la anterior especie. La maza de los brazos tentaculares es pequeña y la super- ficie sobre que están las ventosas tiene forma arriñonada con el seno hacia la parte interna; hay una nadadera dorso-lateral y dos membranas protectoras de las ventosas. Estas son la ma- yoría pequeñas y casi iguales; sólo se destacan por su conside- rable tamaño tres, puestas en serie. Entre éstas y el margen interno de la maza se pueden ver ventositas de mediano tama- ño y en una fila (fig. 58). La membrana bucal es muy pequeña. De las siete bridas con que dicha membrana se une á la base de los brazos en la S. offtcinalis , faltan en la S. elegans las dos correspondien- tes al cuarto par; además, aquí los dos salientes del margen de la membrana bucal que corresponden á las bridas que van á la base del tercer par son bastante menos visibles que en la S. officinalis. El margen posterior del embudo tiene un seno menos pro- fundo que en la S. officinalis. El manto suele ser más largo que en la S. officinalis y las aletas más estrechas, naciendo más lejos del borde del manto, sin prolongarse en lóbulo anterior (fig. 75). El sepión es más alargado y estrecho que en la especie an- terior; tiene contorno fusiforme con la anchura máxima al principio del segundo tercio de su longitud y desde aquí se es- trecha hacia atrás y se encorva hacia la parte ventral en el úl- timo cuarto; el margen quitinoso forma al extremo dos espe- cies de aletas; en lugar de rostro hay una quillita dorsal que se bifurca anteriormente por el dorso en dos relieves menos pronunciados que ella y que forman ángulo agudo. El área lisa es siempre menor que la estriada, y ambas presentan un surco medio longitudinal; las estrías tienen la contextura de líneas que forman cada una de ellas un ancho seno ondulado cuyos extremos se dirigen hacia atrás, y al llegar cerca de los bordes laterales del área estriada, estas líneas cambian bruscamente de dirección marchando hacia la parte anterior de la concha. — 192 - La cara dorsal presenta líneas onduladas que, á partir del ex- tremo posterior de la concha, se sobreponen las unas á las otras, teniendo la forma de senos tanto más agudos y profun- dos cuanto más se aproximan al extremo posterior de la mis- ma; hay, además, dos surcos longitudinales que forman dos lí- neas cercanas la una á la otra y á la línea media de la concha, que cortan á toías las estrías y se aproximan hacia atrás. El color sobre esta cara es amarillento con tintas rosadas (figu- ras 41 y 74 C). $ El color del animal por el dorso es rojo castaña, y por la cara ventral, blanco con numerosos y pequeños cromatóforoa rojos que, agrupándose mucho más cerca de la inserción de las nadaderas , producen dos fajas longitudinales coloreadas. El brazo izquierdo del tercer par, que es el que se hectoco- tiliza, se hace algo más largo que su compañero, se comprime, y en sus dos tercios básales las ventosas se reducen á pequeños tubérculos que se colocan en dos filas, una sobre cada borde del brazo, dejando un campo intermedio surcado por replie- gues transversales. En la base del brazo hay unas cuantas ven- tositas que no se modifican. Es mucho más pequeña que la S. offidnalis y sus dimen- siones medias están representadas en la figura 75. Se pesca en la región costera en fango ó en arena. En la provincia de Gerona la llaman Castaño. Existe eñ Banyuls, en la colección del Laboratorio Aragó, y en la Univer- sidad de Barcelona las hay procedentes de la isla de Cabrera, del cabo Salinas (Mallorca) y de Blanes (provincia de Gerona). Sepia Orbig^nyana Ferussac. (Figuras 9, 1»5, 43, 74 B y 76.) La cabeza es más grande con relación al cuerpo que en la S. officinalis, muy deprimida, pues á veces el diámetro supe- ro inferior es menor que la mitad del transverso. Vista por arriba presenta un contorno exagonal y sobresale del manto tanto ó más que la de la S. elegans. — 193 — Los brazos sentados tienen su cara ventral más estrecha que en la S. officinalis y están provistos de ventosas casi esféri- cas, de abertura redonda y pequeñita, dispuestas en dos filas en la base de los brazos del primero, segundo y tercer par; en el resto de los mismos y en toda la extensión de los del cuarto par, las ventosas están en cuatro filas. La membrana umbelar existe entre todos los brazos; pero entre los del cuarto par es muy pequeña (fig. 16). Los brazos tentaculares terminan en maza más grande rela- tivamente que las de la S. elegans, pero muy parecidas, dife- renciándose de ellas, principalmente , porque las ventosas gran- des son cuatro, de las cuales la primera basal es sensiblemente más pequeña que las otras tres. La membrana bucal tiene siete bridas dispuestas como en la S. officinalis, y en su bor^e libre los lóbulos que corres- ponden á las bridas son casi iguales en tamaño y poco pronun- ciados (fig. 16). El manto es más corto que en la S. officinalis ; se prolonga por el dorso en un lóbulo más agudo; pero en cambiólos senos oculares están muy poco pronunciados y lo mismo el ventral; por detrás se prolonga en una punta aguda cónica que es el extremo del sepión (fig. 76). Las aletas nacen como en la S. elegans separadas del borde anterior del manto ; son un poco más anchas por detrás (fig. 76). La concha en conjunto es oval, prolongada en una espina posterior y más ancha que la de la S. elegans. El área lisa ocupa el tercio anterior de la concha; la estriada presenta dos surcos laterales y las estrías son casi transversas entre los dos surcos y oblicuas hacia atrás entre cada surco, y la línea de se- paración del área estriada y el margen quitinoso. Este es muy estrecho á los lados del área lisa, pero á los costados de la es- triada se ensancha formando en el extremo posterior de la con- cha unas aletas que se sueldan por delante. La concha por el dorso es mucho más plana que la de S. elegans y tiene un surco longitudinal sobre la línea media; en el extremo posterior nace el rostro que es cónico, alargado, agudo y dirigido algo hacia el dorso (figuras 43 y 74 B.). - 194 — Las que yo he visto frescas tenían un tinte amarillo verdoso moteado por finos y numerosos cromatóforos que se aglomeran en mayor cantidad formando zonas más teñidas; en la parte media dorsal , alrededor de los ojos y en la cara ventral for- mando dos estrechas fajas inmediatas á las inserciones de las dos aletas. Se encuentra en la región costera, en fango ó en arena. Algunos pescadores catalanes la llaman Sipia de puncha; pero no sé hasta qué punto se pueda admitir esta denomina- ción como nombre vulgar generalizado. Se conservan ejemplares en Banyuls y en la Universidad de Barcelona. Lólig^o vulg^aris (Lamarck, 1799). (rigurasl5,3i, 64y 77.) Cabeza achatada, tan ancha como la abertura del manto. Los ojos son laterales y poco salientes, recubiertos por el tegumento de la cabeza que sobre ellos se hace transparente en una super- ficie redonda, en cuya parte anterior hay un agujerito ocular {a. o.)', el iris forma en su parte superior un lóbulo redondeado (Z. r.)f siendo circular el resto de su margen. Detrás délos ojos hay unas crestas (c), de las cuales la inmediata á cada ojo es la mayor (fig. 15). Los brazos del tercer par son los más largos y gruesos , y se caracterizan por estar muy comprimidos y por tener una nada- dera muy ancha hacia la parte media del brazo, desaparecien- do hacia el ápice; los brazos del cuarto par son casi igual de largos que los del tercero, los del segundo más cortos y mucho más los del primero; todos tienen ventosas, en dos series, glo- bosas, con pedículo corto, abertura oblicua y anillo córneo, an- cho y dentado en la parte superior y estrecho y liso en la infe- rior. Los brazos tentaculares están unidos por una brida á la base de los brazos del cuarto par; son largos, terminan en una maza provista de una aleta dorso-lateral que empieza ya desde la base — 195 - del funículo bajo la forma de una cresta; las ventosas difieren por su forma y tamaño y están dispuestas de una manera pare- cida á la descrita en el Illex Coindetii, pero las ventosas gran- des de las dos filas centrales, las que á primera vista se desta- can por su mayor tamaño, son cuatro pares. La membrana bucal es amplia, está plegada interiormente) tiene en su borde siete lóbulos oon ventosas pequeñitas en la cara interna y en correspondencia de estos lóbulos siete bridas que van á las bases de los brazos contiguos; la brida que va á insertarse entre las bases de los brazos del primer par se bifur- ca mandando una rama á cada brazo. La membrana labial ex- terna es muy corta, la interna está bien desarrollada y coronada de tubérculos. El embudo tiene una abertura ancha que permite ver desde fuera la válvula, que es bastante grande y que avanza hasta el borde de la abertura. El embudo en su base tiene los costados paralelos y sobre ellos están implantadas las cicatrices del apa- rato de resistencia que son dos, en forma de surcos alargados y de bordes salientes que se corresponden con dos crestas que hay en la cara interna del manto. El órgano del embudo se compone de una pieza dorsal en forma de V invertida y dos ventrales alargadas y de extremos redondeados. Manto (fig. 77) cónico, alargado, posteriormente romo, con el borde anterior prolongado en un lóbulo dorsal y dos al lado del embudo que producen dos senos oculares y otro ventral más pronunciado, y por el cual asoma el embudo. Aletas ova- les lanceoladas que ocupan los dos últimos tercios de la longi- tud del manto, uniéndose la una á la otra bajo el mismo (figu- ra 64). La pluma es córnea y tiene la forma de la punta de una lan- za, empieza á expansionarse á partir del principio del segundo cuarto anterior, adquiriendo la mayor anchura hacia la mitad de la longitud de la pluma; el raquis forma un canal de con- vexidad dorsal y las expansiones laterales repiten la curvatura del cuerpo y tienen nerviaciones como las de una hoja curvi- nervia (fig. 34). Se hectocotiliza el brazo izquierdo del cuarto par, siendo sus- — 196 — tituídas las ventosas del último cuarto por dos series de tuber- culitos cilindricos terminados en un botón casi esférico. Se encuentra en la región costera en fango y en arena. Lóligo Marmorse (Verany 1837). (Figutas 46 y 78.) Esta especie es parecida á la anterior y aquí anotaremos al- gunas diferencias. Detrás de cada ojo hay una sola cresta muy poco aparente. Las ventosas son mayores en los brazos del segundo y tercer par, y más pequeñas en el cuarto; tienen el círculo córneo liso* Las ventosas grandes de la maza tentacular son seis pares. Membrana bucal sin ventositas. La membrana labial externa y la interna son cortas. El manto termina en punta aguda. Las aletas ocupan algo más de la mitad posterior de la longitud del manto; son redon- deadas lateralmente, se atenúan hacia atrás y tienen en conjun- to forma acorazonada alargada (fig, 78). La pluma es más estrecha y aguda que la del L. vulgaris (figura 46). Es propio de la región costera sobre fango y arena. Ejemplares de esta especie los hay en las colecciones de la Estación biológica de Banyuls-sur-Mer, de la Universidad de Barcelona (recogidos en San Carlos de la Rápita por De Buen) y del Museo de Historia Natural de Madrid (recogidos en Al- geciras por el Dr. Antón). Lólig^o media Linné, 1767. (Figuras 45 y 65.) Difiere esta especie del L. vulgaris, principalmente por los siguientes caracteres : Los brazos tentaculares son poco más largos que los sentados del tercer par, la maza se extiende sobre todo el último tercio — 197 - de la longitud, y en ella las ventosas que se destacan por su gran tamaño son cinco pares, y tienen el anillo córneo liso y desarrollado por igual en toda su extensión. Membrana bucal sin ventosas. El manto es muy largo, prolongado en una especie de cola y ensanchado al nivel de la cabeza, á la que recubre en par- te. Las aletas ocupan los dos últimos tercios de la longitud del manto; tienen forma acorazonado-alargada, ancha en la primera mitad y después muy estrechas hasta unirse por detrás del man- to (fig. 65). La pluma es estrecha, tan larga como el manto; el raquis es cónico, se atenúa gradualmente hasta el último quinto, donde bruscamente se hace lineal; las expansiones laterales comien- zan en el primer quinto, alcanzan su máxima anchura hacia la mitad de la longitud de la pluma y forman en el último quinto un cono por soldarse la de un lado con la del otro (fig. 45). Forma parte de la fauna de Banyuls. De Buen lo ha recogido en las costas catalanas y baleares. Se pesca en la región costera sobre fango y arena. Argonauta Argo, Linxé 1758. (Figuras 61 y 79.) La cabeza está unida al manto por una brida cervical ancha, los ojos tienen la abertura circular (fig. 61). El orden de longitud de los brazos de mayor á menor es 4. 2. 3. 1. Los del primer par son los más robustos y tienen una enorme membrana dorsal redondeada que es la que se- grega la concha, y que se ve bien en la figura 142 y algo en la 143, aunque muy arrugada. Los brazos del cuarto par tienen sobre los dos primeros tercios dorsales una membrana natato- ria. Todos tienen ventosas cilindricas, altas, ensanchadas y dispuestas en dos filas. Hay membranas protectoras de las ven- tosas poco desarrolladas y sólo sobre uno de los lados de cada brazo, y también existe una membrana umbelar corta. - 198 - La membrana labial externa es corta y delicada, la interna musculosa y coronada de tubérculos. El embudo (fig. 61 e.) es muy grande, se prolonga á modo de una nariz 6 trompa hasta pasar el nivel anterior de la cabe- za; el borde posterior del embudo no es sinuoso, presenta á los lados dos cicatrices que, con dos botones situados en la cara interna del manto, forman un sencillo aparato de resis- tencia. El manto es corto, cónico, terminado en punta redondeada, está replegado hacia atrás, tendiendo á formar una especie de gorro frigio; el borde anterior es más ancho que la cabeza, so- bresale por delante algo á modo de labio, y presenta dos senos bajo los ojos y otro bajo el embudo (fig. 61). La concha es externa, no adherida al animal y sólo propia de la hembra. Es univalva, tiene simetría bilateral, se arrolla sobre sí misma formando poco más de una vuelta de espiral» y está aplanada lateralmente. Hay en la concha una especie de lomo constituido por dos series paralelas muy aproximadas de tubérculos, que se prolongan en arrugas, que recorren la superficie en líneas onduladas. La concha es blanca, traslucida y frágil como una oblea (fig. 79). El macho tiene la cabeza más grande, los brazos del primer par carecen de las expansiones membranosas, y, por lo tanto, no hay concha; no existen crestas natatorias en los brazos ni membranas protectoras de las ventosas, que son hemisféricas y grandes. El manto no tiene forma de gorro frigio y el embu- do es más corto; pero, sobre todo, le diferencia la hectocoti- lización, que es como sigue: Se hectocotiliza el brazo izquierdo del tercer par, sufriendo la transformación encorvándose sobre sí mismo y encerrándo- se dentro de una bolsa, que presenta en su superficie externa un cordón saliente semicircular, y hacia la parte anterior un tubérculo córneo. El brazo ya transformado se hace mucho más largo que el del otro lado y se repliega algo hacia el dorso. En la base no cambia, pero más adelante pierde las ventosas y forma un peciolito corto y redondo á partir del cual el brazo se aplana y ensancha presentando en esta parte las ventosas - 199 — ensanchadas en sentido transversal y en dos filas. En el extre- mo del brazo hay una cápsula ovoidal que encierra un flagelo casi tan largo como el brazo. El ejemplar estudiado por mí forma parte de la colección de la Estación biológica de Banyuls. Es pelágico y propio de la región litoral. Ocythoe tnbercnlata (Eafinesque 1814) ; Steenstrup 1880. (Figura 80.) La cabeza está unida al manto por una ancha brida cervi- cal; presenta en la base de los brazos del cuarto par, á los la- dos del embudo, dos poros acuíferos ovales. Los brazos son vez y media más largos que el resto del ani- mal; el orden de su longitud relativa es 1. 4. 2, 3. En los del primer par hay una cresta natatoria bien desarrollada; en los otros es poco visible. La membrana umbelar es rudimen- taria, y, en cambio, están bien desarrolladas las membranas protectoras de las ventosas. Estas son cilindricas y altas. Embudo largo, profundamente excavado en su margen pos- terior, á los lados del cual están los botones del aparato de resistencia que se corresponden con dos profundas cavidades situadas en la cara interna del manto. El manto es bursiforme, con el margen anterior sin senos y con una reticulación en la cara ventral formada por tubérculos unidos por cordones salientes. El macho es mucho más pequeño y difiere de la hembra. Los brazos no tienen crestas natatorias y la cara ventral del manto no está reticulada, existiendo tan sólo los tubérculos. Se hectocotiliza el tercer brazo derecho sufriendo la trans- formación dentro de una bolsa algo alargada. En la figura 80 C. se ve el hectocotile destacado del animal que está á la izquier- da, y que presenta en e el muñón ó parte basal del brazo que ha perdido ventosas. El hectocotile se retuerce hacia el dorso en su parte basal y se aplana y ensancha en toda su longitud, terminando en una cápsula de la que sale el flagelo que, ex- - 200 — tendido, es más largo que el brazo. Las ventosas son compri- midas. La figura 80 representa los dos ejemplares existentes en el Laboratorio Aragó de Banyuls. Región litoral entre las rocas ó en la arena de la región costera. Tremoctopus violaceus , Delle Chiaje 1829. (Figuras 13, 14 y 29.) La cabeza es grande y más ancha que la abertura del man- to; tiene al dorso, en la base de los brazos del primer par, dos poros acuíferos ovales longitudinales {a. d.) y otros dos, de la misma forma y oblicuos, en la cara ventral de la cabeza {a. v.), á los lados del embudo (figuras 13 y 14). Los ojos son poco salientes y de abertura circular (figuras 13 y 14). El orden progresivo de longitud de los brazos es 2. 1. 4. 3. Los dos pares superiores son bastante más largos que los otros inferiores. La membrana umbelar se desarrolla muchísimo en- tre los brazos del primer par, presentando en medio un profun- do y estrecho seno; también es enorme la membrana entre estos brazos y los del par siguiente, pues á partir de los extremos del primer par, se dirige hacia los brazos del segundo en línea ascendente hasta llegar cerca de ellos y acompañarlos hasta la extremidad. Las membranas que unen los otros brazos entre sí son medianas, no llamando la atención por su desarrollo (figu- ras 13 y 14). Las ventosas están en dos series; faltan en la extremidad de los brazos superiores , siendo en el resto de ellas pequeñas y cortas, mientras que en los brazos inferiores son largas, cilin- dricas y más grandes. La membrana labial externa es más larga que la interna. El embudo es cónico, pequeño y con el borde posterior muy escotado. A cada lado de esta escotadura hay un relieve sen- cillo, y en la cara interna del manto dos f osetas lineales que forman con los relieves el aparato de resistencia. El órgano - 201 - del embudo (fig. 29) está formado por varios relieves longi- tudinales. El manto es bursiforme, alargado y redondeado por detrás. La abertura paleal se extiende algo hacia atrás y tiene el bor- de recto. El macho es mucho más pequeño, tiene la brida cefálica más estrecha, la membrana interbraquial une á los brazos del primer par sólo hasta la mitad, y á los del 1 y 2 hasta el pri- mer tercio. Se hectocotiliza el tercer brazo derecho. Los dos Tr. violaceiis estudiados por mí pertenecen á la co- lección de la Estación biológica de Banyuls. Se le encuentra en la región costera en fango ó en arena. Octopus vulg:aris, Lamarck 1799. (Figuras 30 y 81.) La cabeza es mediana; está abultada por los ojos que son látero-dorsales , de abertura redonda y con el iris transverso y lineal. El tegumento de la cabeza forma una especie de párpa- do á cada ojo. Inmediatos á estos párpados, sobre una línea paralela á los mismos y hacia la parte dorsal, hay tres cirros de los cuales el del medio es el mayor; todos ellos muy aparentes durante la irritación del animal; pero que pueden pasar des- apercibidos en los animales puestos en líquidos conservadores. Los brazos, gruesos en la base y regularmente largos, son prismáticos y están unidos entre sí en su base por una mem- brana umbelar que se extiende sobre casi todo el primer ter. cío de los brazos , prolongándose luego en el dorso de cada uno de ellos bajo la forma de una crestecita que está más desarro- llada en los brazos del tercer par; la membrana es más exten- sa entre los brazos laterales. Los brazos, en su cara ventral, tie- nen ventosas dispuestas en dos filas algo separadas entre sí por inclinarse las ventosas que las constituyen hacia los cos- tados del brazo. La longitud relativa de los brazos es 3. 2. 4. 1^ Las ventosas son sentadas, tienen la abertura redonda y — 202 - la superficie interna atravesada por surcos , que irradian del fondo en donde está la verdadera abertura, que es pequeña; el margen es estrecho, también surcado radialmente y dividido en dos concéntricos por un surco circular poco profundo. Las tres ventosas primeras básales están en una sola fila. En los machos adultos he podido observar que las ventosas de los brazos del segundo y tercer par son mayores, y, sobre todo, se destaca por su enorme tamaño una ventosa sobre cada uno de dichos brazos, como se ve en la figura 81. El embudo es cónico , tiene la abertura pequeña y el mar- gen posterior con un seno profundo, á los lados del cual están los sencillos y poco pronunciados relieves del aparato de re- sistencia, que se corresponden con f osetas excavadas en la cara interna del manto. El órgano del embudo tiene la forma de una W. El manto es bursiforme, algo alargado, unido por el dorso á la cabeza por una ancha brida cervical, estando separado de ella por la parte ventral, formándose una abertura paleal más estrecha que la cabeza, y que constituye, en correspondencia con el embudo, un seno mediano. La hectocotilización tiene lugar en el tercer brazo derecho, que se hace más corto que su compañero del otro lado. El surco de la membrana umbelar parte de la base del brazo, siendo más profundo cuanto más se acerca al ápice del mismo, y presenta la superficie interna con estrías paralelas transver- sales. La cuchara apical tiene pocos milímetros de largo, es cónica, abultada por la parte dorsal y excavada en la ventral, donde hay ligeras estrías, que no existen en el dorso. El ani- mal de la figura 81 está hectocotilizado. El color es pardo obscuro en el dorso y blanco sucio en la región ventral. El cuerpo, en su parte dorsal, está cubierto de granulaciones y rugosidades que se erizan más ó menos, se- gún el estado de irritación del animal; entre estos accidentes del tegumento se destacan cirros granulosos más ó menos re- gularmente dispuestos. El ejemplar de la figura 81 fué recogido vivo por mí en las inmediaciones de la Estación biológica de Banyuls, y conser- - 203 - vado durante varios días en uno de los acuariiim hasta que murió. Pesaba 11 kilos. Los de la colección de la Universi- dad de Barcelona proceden de Blanes y de los Alfaques. Vive en la región litoral entre las rocas, y por eso le llaman los catalanes Pop roque. Octopus macropus, Eisso 1826. (Figura 62.) La cabeza es reducida, los ojos tienen la abertura pequeña y oval; hay una especie de párpado y un solo cirro sobre cada ojo, pero no siempre visible. Los brazos son en proporción mucho más largos que en el O. vidgaris, siendo su longitud y grosor relativo 1. 2. 3. 4.; están unidos por una membrana umbelar mucho más pequeña que en el O. vulgaris. Los brazos del primero y segundo par son sensiblemente más grandes que los del tercero y cuarto, teniendo, además, las ventosas más grandes (fig. 62). El embudo es grande, tiene la abertura mediana y trans- versa y llega á alcanzar en su extremidad anterior la base de los brazos del primer par. El manto es bursif orme y alargado , la abertura paleal más ancha que la cabeza, formando bajo el embudo un seno ancho. Está unido á la cabeza por una brida cefálica algo más estre- cha que la del O. vulgaris. La hectocotilización se verifica en el tercer brazo derecho, y es análoga á la del O. vulgaris ; pero la cuchara es lisa en sus dos caras dorsal y ventral, las ventosas que la preceden están algo comprimidas y el surco de la membrana umbelar es liso en su cara interna. En el laboratorio Aragó hay un ejemplar de esta especie, que ha sido recogida por De Buen en Baleares en diferentes ocasiones. Vive en la región litoral, principalmente, en rocas cubiertas de algas. - 204 - Octopns De Filippli, Vbrahy 1851. La cabeza es subtriangular, separada del manto por un es- trecho cuello y dilatada á la altura de los ojos que son muy grandes, salientes y con la abertura redonda, al lado de la cual hay un solo cirro. Los brazos son muy largos, su longitud relativa es 4. 3. 2. 1., inversa de la del O. macropus, siendo los más delgados los del cuarto par y los más robustos los del tercero, que en la base están considerablemente engrosados. Con frecuencia fal- tan brazos en los ejemplares, porque son muy frágiles. La membrana que une estos brazos adquiere un desarrollo inter- medio entre la del O. vulgaris y la del O. macropus y forma crestas á lo largo de los brazos , sobre todo muy desarrolladas las de los del tercer par. Las ventosas están en dos filas al- ternas. El embudo tiene una abertura redonda y muy grande. El manto es bursiforme, está unido á la cabeza por una brida cefálica más corta que en los otros dos géneros anteriores. Se hectocotiliza el tercer brazo derecho, haciéndose más corto que el izquierdo; la cuchara apical está estriada en su cara ventral, y lo mismo la superficie interna del surco de la membrana umbelar. Esta comienza en el primer cuarto basal de la longitud del brazo, formándose en este punto un lóbulo triangular de la membrana, estriado por su cara interna; desde aquí se continua el surco hasta el extremo apical del brazo, acentuándose cada vez más. Es amarillento y con manchas irregulares pardas más abun- dantes sobre los brazos. El cuerpo es' liso. Este animal, que no alcanza grandes dimensiones, ha sido recogido por De Buen en Mallorca, y forma también parte de la fauna marina de Banyuls. En Mallorca le llaman Pop jueu. Se encuentra eu la región costera en fondo de arena. — 205 — Eledone moschata, Lamarck 1799. (Figuras 19, 63 y 82.) La cabeza es mediana y algo deprimida, los ojos tienen la abertura oval, son poco salientes, y al lado de ellos, hacia el dorso, hay dos cirros cónicos, uno sobre cada ojo. Los brazos son casi iguales; el orden de su longitud es 2. 1. 3. 4.; tienen las ventosas en una sola serie, y están unidos entre sí por una amplia membrana umbelar. Son comprimidos, de longitud regular y progresivamente adelga- zados hacia la extremidad (fig. 82). Las ventosas son sentadas y muy cortas; tienen un borde que se extiende lateralmente á manera de orla, y que visto por arriba se presenta fruncido y dividido en dos anillos con- céntricos por un surco mediano circular. La abertura es gran- de; presenta la superficie interna con surcos irradiantes del centro en donde hay otra abertura mucho más pequeña. La ventosa octava basal suele ser la mayor, y á partir de ella, las restantes disminuyen gradualmente de tamaño hacia la base y el ápice (figuras 19 y 82). El embudo es mediano, cónico y con un seno poco pronun- ciado en el margen posterior. El órgano del embudo está constituido por una cinta conti- nua en forma de W. El manto es oval, algo alargado, más ancho que alto, unido á la cabeza por una brida cefálica dorsal, tan ancha como el . manto por la parte anterior; la abertura paleal no forma seno por delante del embudo. La región dorsal está separada de la ventral por una línea poco aparente. El aparato de resistencia es muy sencillo y consta de dos repliegues situados á los lados de la base del embudo y dos fosetas excavadas en el manto. Se hectocotiliza el tercer brazo derecho acortándose, for- mando, con la parte de la membrana umbelar que le acom- paña hasta el extremo por su lado externo, un surco de super- ficie interna lisa, que se hace más profundo á medida que se Eev. Acad. Ciencias. -III.— Agosto, 1905, 15 — 206 - acerca á la extremidad del brazo, en la cual se forma la cu- chara apical que es corta y globulosa, con la superficie con- vexa rugosa, y la cóncava lisa. En el extremó de los restantes brazos, las ventosas son reemplazadas por dos series de lami- nitas transversales, de borde libre redondeado y difícilmente visibles sin la ayuda de una lente. El color varía con el estado de irritación del animal. En los ejemplares estudiados por mí, conservados los unos en alcohol, los otros en formol y colocados en dichos líquidos conservado- res, algunos de ellos después de muertos y otros vivos aún, pre- sentan, sin embargo, gran uniformidad de aspecto en lo que se refiere al color, accidentes de la superficie y repartición de manchas. El color en conjunto es en ellos pardo en toda la re- gión dorsal; sobre ella se ven manchas negras más ó menos ovaladas y más abundantes sobre la membrana umbelar; entre todas estas manchas se destacan, por su tamaño, dos situadas en el dorso del manto y señaladas en el esquema de la figura 63 con las letras A; en el mismo esquema se representan otras man- chas señaladas con las letras B y C , que con las A forman los vértices de un espacio triangular comprendido entre ellas, y también se destacan cinco manchas D, situadas en la parte an- terior de la cabeza entre las bases de los seis brazos superiores. El manto por la cara ventral es blanco rosado y está finísima- mente moteado de pequeñitos cromatóforos que, apelotonándo- se hacia el borde anterior del manto, forman dos manchitas muy laterales y algo difusas. Existe en el Laboratorio Aragó , donde lo he visto vivo en los acuarium. Los ejemplares de la colección del Gabinete de His- toria Natural de la Universidad de Barcelona proceden de Bla- nes (Gerona) y de San Carlos de la Rápita. Ha sido recogido por De Buen en el Cabo Salinas (Isla de Mallorca), y encontra- do también durante las excursiones del Boland, alrededor de la isla de Mallorca. Vulgarmente le llaman los pescadores catalanes Pop pudent, porque en estado fresco huele á almizcle. Habita la región costera en fondos de arena y fango. 207 — Eledone Aldrovandi, Rafinesque 1814. (Figura 83.) La cabeza es más grande que en el E. moschata, aplanada, con los ojos algo más salientes, y al lado de cada uno un cirro. Los brazos son casi iguales, comprimidos, más delgados y largos con relación al cuerpo que en el E. moschata (fig. 83). La sexta ventosa basal es la mayor. El embudo es más grande que en la anterior especie, avan- za más, llegando hasta la base de los brazos del cuarto par; tiene, además, el seno del borde posterior mucho más pro- nunciado. El manto es parecido al del E. moschata; pero el borde de la abertura paleal forma un seno bien aparente bajo el embu- do. La cresta que separa la región ventral de la dorsal está mucho más pronunciada. El aparato constrictor está más acentuado que en el E. mos- chata. Se hectocotiliza el tercer brazo derecho de modo análogo al del E. moschata, pero las superficies cóncava y convexa de la cuchara apical son lisas ambas. Los extremos de los brazos no hectocotilizados presentan las ventosas algo comprimidas trans- versalmente. Este último carácter no sé si será general, pues si bien lo afirman Posselet, Carus y Hoyle, en cambio, Jatta dice que no lo ha podido apreciar á pesar de haber empleado poderosas lentes. El color es, en general, más claro en esta especie que en la anterior, y, por lo menos, en los ejemplares que he visto no existían las manchas citadas en la descripción de la especie que antecede, advirtiendo que las observaciones las he hecho en ejemplares frescos unos y conservados otros en alcohol ó en formol. Lo he visto vivo en el Laboratorio Aragó. Los ejemplares de la colección de la Universidad de Bar- celona proceden de Blanes , San Carlos de la Rápita y de las Baleares. - 208 - Le llaman los pescadores Pop blanc, aludiendo, sin duda, á BU coloración ordinaria, más clara que en los otros, y también le llaman Pop mañuflá. Es propio de los fondos arenosos y fangosos de la región costera, Eledone cirrhosa Lamarck. Entre los ejemplares de la colección local del Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona he visto un Eledone macho, en el cual los extremos de los brazos no hec- tocotilizados presentan dos series de cirros que, observados con más atención y con el auxilio de una lente, muestran ser los extremos alargados de las ventosas apicales que se han com- primido mucho transversalmente y cuyas aberturas se han he- cho pequeñísimas. Por lo demás, e&te ejemplar presentaba el aspecto del E. Aldrovandi; pero la absoluta carencia de libros que á la sazón sufría me impidió determinar la especie de una manera categórica. Teutólogos como Fischer, Hoyle y Girard identifican los E. cirrhosa y Aldrovandi. CLAVE DE DETERÍIIMCIÓN DE LOS CEFALÓPODOS DEL MEDITERRÁJÍEO CVéase pág. 220]. SCon ocho brazos sentados y dos ten- taculares Decápodos (2). Con ocho brazos sentados Octópodos (15). / Ojos con abertura ocular en contac- l to inmediato con el agua JEgÓpsidos (3). 2 .' Ojos cubiertos por el tegumento de (la cabeza, que sobre ellos se hace transparente Miópsidos (9). 3 (Abertura ocular transversa, con se- no lacrimal profundo; pluma alar- gada sin expansiones laterales y terminada en un cono; brazos sen- I — 209 - tados y mazas tentaculares coa ventosas, pero sin uñas Ommastrefidos(4)» Abertura ocular muy ancha y no transversa, con seno lacrimal pro- fundo; pluma con grandes expan- siones laterales y cuya extremi- dad, que á veces termina en un 1 cono, puede encorvarse hacia adentro; uñas y ventosas en bra- zos sentados y mazas tentaculares. Olliquidos (6). Abertura ocular redonda, sin seno lacrimal; pluma tenue, corta y fo- liácea 6 larguísima y lineal Taoiiotéutidos (8), Cuerpo cilindro-cónico, no termina- do en punta; aletas triangulares redondeadas en los ángulos, inser- tas sobre casi toda la longitud del manto, por lo que el cuerpo apa- rece con forma romboidal; cabe- za pequeña; pluma en forma de 4 (' flecha, redondeada en el extremo y fuertemente escotada en la base del raquis TlSANOTÉüTlXOS. I Cuerpo cilindro-cónico, terminado en punta; aleta sagital que ocupa só- lo la mitad posterior del manto ó menos; cabeza grande; pluma es- trecha sin expansiones laterales.. Ommastrefinos (5). / Fóvea con foveola plegada, los plie- gues son recurrentes; maza ten- tacular con aparato de conexión: membranas protectoras de las ventosas desarrolladísimas en los brazos sentados laterales: últimas ventosas de la maza en cuatro se- ries, abertura ocular ancha Stenoteuthis. - 210 - Fdvea con foveola plegada, los plie- I gues son paralelos: maza tenta- ¡ cular sin aparato de conexión: I anillo córneo de las ventosas gran- i des de la maza tentacular con dientes largos agudos que alter- nan con otros anchos y cortos: últimas ventosas de la maza en cuatro series: abertura ocular mediana Todarodes. Fóvea sin foveola: maza tentacular sin aparato de conexión: anillo córneo de las ventosas grandes de la maza tentacular sin dientes ó con dientes anchos y truncados; en las pequeñas ocho dientes bien distintos: últimas ventositas de la maza tentacular en ocho series más ó menos aparentes: abertura ocular estrecha Illex. Fóvea sin pliegues: anillo córneo de las ventosas grandes de la maza tentacular con dientes cónicos numerosos, iguales, cortos y agu- dos: últimas ventosas de la maza tentacular en cuatro series; aber- tura ocular pequeña lodaropsis. Brazos sentados ó tentaculares con ganchos: ventosas y ganchos siempre en dos series: rádula con siete series de dientes Onicoteütinos {!). Brazos con cuatro series de gan- chos y ventosas, dos marginales de ventosas y dos medias de gan- chos , rádula con cinco series de dientes Gonatinos. - 211 - Enoploieiiihis. Cuerpo alargado terminado en pun- ta, con la cara inferior provista de tubérculos dispuestos en se- ries. Cabeza grande. Aletas fre- cuentemente no termínales^ de conjunto romboideo sagitado, que ocupan algo más de la tercera parte de la longitud del manto. Brazos sentados con dos series al- ternas de ganchos: brazos tenta- culares provistos de ganchos y ventosas, no terminados en maza ensanchada. Membrana bucal con ocho bridas. Pluma con grandes expansiones laterales, sin cono. . Animales parecidos á los Enoplo- teuthis. Cuerpo liso por encima, inferiormente con tubérculos es- parcidos y granuloso. Cabeza gra- nulada. Brazos con dos series al- ternas de uñas y en el extremo de los mismos ventosas Cuerpo redondeado posteriormente. Aleta extendida sobre casi toda la longitud del manto. Brazos sentados con dos series de gan- chos. Brazos tentaculares rudi- mentarios, caducos, con pocas ventosas en la maza, pero muy variadas en forma y tamaño. Plu- ma lineal terminada en punta, sin cono Veranya Cuerpo terminado en punta 6 redon- deado por detrás. Aletas que ocu- pan casi la mitad posterior de la longitud del manto ó la tercera parte. Brazos sentados con dos Abralia. - 212 - series de ventosas. Brazos tenta- culares con ganchos y ventosas. Pluma alargada, algo ensanchada en el medio y terminada en un cono Cuerpo terminado en punta. Aleta rombo-triangular, que ocupa po- co más del tercio posterior de la longitud del manto. Brazos sen- tados con dos series de ventosas: los tentaculares con dos series de ganchos. En el ápice de la maza hay un aparato de conexión y otro en la base, más potente y en forma de disco. Pluma alarga- da, lineal, terminada á veces en \ un cono encorvado hacia el dorso. El cuerpo es gelatinoso, cónico, alargado y acuminado. Aletas acorazonado - redondeadas , que ocupan la última mitad del man- to, sin superar el extremo poste- rior del mismo. Brazos sentados, largos, muy desiguales, los del cuarto par los más grandes. Bra- zos tentaculares larguísimos y 8 ( delgados con ventosas de trecho en trecho en todo el funículo y ensanchados en una maza provis- ta de cuatro series de ventosas largamente pedunculadas y arma- das de dientes. Pluma estrecha y larga, con los dos extremos lan- ceolados. Embudo sin válvula.. . El cuerpo y las aletas se parecen á las del Chiroteuthis Veranyi, pero leUoteuthis. Andstroteuthis. Chiroteuthis. — 213 - el primero se prolonga por detrás de las segundas en una larga cola. Cuello extraordinariamente alargado. Brazos del cuarto par mucho más grandes que los otros. Pluma lineal tan larga como el manto y la cola. Embudo con válvula Doraiopsis. Cuerpo alargado, cónico, con la ale- ta terminal, pequeña y triangular. Cuello más corto y delgado que el del Doratopsis vermicularis. Brazos del primer par mucho más cortos que los otros, que son des- iguales entre sí, pero no mucho- 8 ^ Pluma alargada terminada en pun- tas agudas Entomopsis. jCuerpo corto, oval. Aletas no uni- das por detrás, membranosas, re- corridas por cordones. Brazos casi iguales. Pluma espatulada. CalUteuthis, Cuerpo más corto, poco mayor que la cabeza, rico en cromatóforos. Aletas terminales unidas por de- trás del manto, escotadas ante- rior y posteriormente. Brazos ca- si iguales, los del par ventral li- bres y los restantes unidos por una gran membrana. Pluma cor- ta, ensanchada, foliácea y de con- torno redondeado Histioteuthis. Cuerpo corto redondeado, bursifor- me, con aletas dorso-laterales cir- culares. Cabeza mediana sin cres- tas cefálicas. Pluma pequeña, más corta que el manto, tenue, ante- 214 - 9 10 riormente algo más ancha que ea la parte posterior donde termina en punta Cuerpo ordinariamente oval, con aletas laterales en forma de cin- ta más ó menos ancha y no uni- das por la parte posterior del cuerpo. Cabeza grande sin cres- tas cefálicas. Sepión Cuerpo alargado cilindro-cónico ter- minado en punta redondeada 6 aguda, á veces prolongado en una cola. Cabeza grande con crestas cefálicas. Pluma típica con expan- siones laterales y sin cono termi- nal Cuerpo redondeado posteriormente, bursiforme. Cabeza mediana uni- da al manto por una brida cervi- cal. Ojos pequeños con repliegue palpebral inferior. Pluma peque- ña en forma de lámina que ocu- pa la mitad anterior del manto. . Cuerpo redondeado posteriormente, bursiforme. Cabeza grande no unida al manto. Ojos grandes glo- bulosos con repliegue palpebral inferior (fig. 56 r. ). Pluma me- diana terminada en punta y que ocupa la primera mitad dorsal del manto Cuerpo comprimido, hinchado en la parte ventral y terminado en punta redondeada. Cabeza pe- queña separada diel manto. Ojos pequeños sin repliegue palpebral. Pluma pequeña lanceolada Sepiólidos (10). Sepiáridos (11). Loligínidos (14) Sepiola. Rossia. Heteroteuthis. 13 - 215 — Manto oval, deprimido, estrechado posteriormente. Aleta estrecha, pero larga, que ocupa casi toda la longitud de los costados del manto. Sepión EüSEPiNOS (12). iManto bursiforme. Aletas estrechas, ^ ^ j que ocupan sólo tres quintos de la longitud del manto en la parte media de los lados del mismo. Sin sepión Sepiadarinos. Manto cilindrico. Aletas estrechas, muy cortas, semilunares ó reni- formes, insertas en la parle pos- \ terior del manto Idiosepinos. /Sepión típico. Aparato de resisten- cia simple, formado por un botón semilunar elevado sobre el manto y una foseta correspondiente so- bre el embudo Sepia (13). Sepión tenue, sin rostro ni quilla. Aparato de resistencia complica- ^ do: botón del manto con un tu- ' bérculo ó punta levantada y una foseta sobre el embudo Sepiella. Sepión de consistencia córnea con pequeñísima cantidad de incrus- taciones calcáreas. Aparato de re- \ sistencia simple Hemisepius. Brazos con cuatro series de vento- sas. En la maza, que es lanceola- da, se destacan por su tamaño cinco ventosas en una serie. Las aletas nacen casi en el mismo borde del manto, y, adelantándo- se, pasan al nivel anterior de éste. Sepión típico S. officinalis L. p — 216 - Brazos del primer par con dos se- ries de ventosas, como en la base de los restantes brazos. Maza pe- queña, arriñonada, en la que se destacan tres ventosas en una fila más grandes que todas las demás. El sepión, en lugar de rostro, tiene una quilla, y sus ex- pansionas laterales son estrechas, formando en el extremo posterior dos orejuelas. Las aletas son es- 13 •^ trechas y no alcanzan el borde anterior del manto, pues nacen más atrás que en la S. officinalis. S. elegans D'Orb. Brazos del primero, segundo y ter- cer par, con dos series de vento- sas en la base: en el resto de es- tos brazos y en toda la extensión de los del cuarto par las vento- sas están en cuatro series. Por la parte posterior del manto emerge bruscamente una aguda punta, que es el rostro del sepión S.Orbignyanai^er Manto terminado en punta redon- deada. En las dos series centra- les de ventosas de la maza tenta- cular hay cuatro pares de ellas, que son mucho mayores que las de las series marginales. Aletas ovales lanceoladas sobre los dos últimos tercios del manto L. vulgaris Lamk. Manto terminado en punta aguda. Las ventosas grandes de la maza tentacular son seis pares. Las ale- tas ocupan algo más de la última mitad del manto y son acorazo- nado-lanceoladas L. Marmorse Ver, 14 \ - 217 — Manto muy largo prolongado en una especie de cola. Las aletas son acorazonado - lanceoladas y ocupan los dos últimos tercios ) de la longitud del manto, estre- chándose mucho á los lados de la cola. Cinco pares de ventosas \ grandes en la maza tentacular. . . L. media L. Cabeza pequeña unida al manto por una ancha brida. Ojos volumino- sos algún tanto salientes, con aber- tura redonda. Manto alargado un poco estrecho por detras. Abertu- turas acuíferas anales Argoiiailtidos (16). [Cabeza grande unida al manto por ancha brida. Ojos apenas salien- j tes. Manto alargado, cilindrico y \ redondeado posteriormente. Dos aberturas acuíferas cefálicas y dos anales Filoiiéxidos. [Cabeza grande unida al manto en la región dorsal por una brida me- diana. Ojos pequeños con replie- gue palpebral. Manto típicamente bursiforme. Sin aberturas acuífe- ras cefálicas ni anales ^ Octópidos (17). Brazos del primer par de la hembra ensanchado en una membrana que segrega y cubre la concha. Hec- tocotilización en el tercer brazo izquierdo. Macho pequeñísimo: hembra con concha unilocular. . . Argonauta. |Brazos del primer par déla hembra normales. Hectocotilización en el tercer brazo derecho. Hembra sin concha, macho pequeño Ocythoe. 16 — 218 17 18 Brazos con dos series de ventosas. Hectocotilización en el tercer bra- zo derecho. Cornetes cartilagíneos del manto cilindricos y plegados en ángulo obtuso Octopus (18). jBrazos con dos series de ventosas. Hectocotilización en el tercer bra- zo izquierdo. Cornetes cartilagí- neos comprimidos y plegados en ángulo obtuso Sccergus. Brazos con una sola serie de ven- tosas Eledone (19). ; Brazos robustos en la base, regular- mente largos, cuya longitud rela- tiva es 3. 2. 4. 1. (parece que pue- de variar con la edad). Las tres primeras ventosas de la base de cada brazo en una fila. Membrana umbelar casi hasta el primer ter- cio de cada brazo, prolongándose en estrecha cresta sobre ellos. Tres cirros sobre cada ojo O. vulgaris Lamk. Brazos muy largos, cuya longitud relativa es 1. 2. 3. 4. ; los del pri- mero y segundo par sensiblemen- te más desarrollados que los otros dos y con las ventosas bastante mayores. Membrana umbelar pe- queña con relación á la longitud considerable de los brazos. Un solo cirro sobre cada ojo O. macropus Ris. Cabeza pequeña, de aspecto carac- terístico triangular, por estar pos- teriormente estrechada en un cue- llo. Brazos delgados muy largos y tan frágiles que con frecuencia están incompletos: la longitud re- \ 18 19 - 219 — lativa de ellos es 4. 3. 2. 1. Las ventosas de los brazos del primero y segundo par no son despropor- cionadas con respecto de las del tercero y cuarto; las cinco prime- ras básales de cada brazo en una fila. Manto alargado terminado en punta redonda, pero estrecha. Un cirro sobre cada ojo. Pequeñas di- V mensiones O. de Filippii Ve?\ j Ventosas apicales de los brazos no hectocotilizados sustituidas por dos series de expansiones foliá- ceas y discoidales. Octavas ven- tosas básales de los brazos, mayo- res que todas las demás. Región dorsal del manto separada de la ventral por dos líneas laterales apenas visibles. Membrana um- belar extendida sobre casi toda la primera mitad basal de los bra- zos y reducida en el resto á una estrechísima cresta E. moschata LamJc. Ventosas apicales de los brazos no hectocotilizados un tanto compri- midas. Las sextas ventosas basa- lessonlas más grandes. Región dor- sal del manto separada de la ven- tral por dos crestas laterales bien patentes. Membrana umbelar ex- tendida sobre el primer quinto de la longitud de los brazos y reduci- da en el resto á una estrecha cresta. E. Aldrovandi Rafm. Ventosas apicales de los brazos no , hectocotilizados sustituidas por I dos series de cirros E. cirrhosa Lamk. — 220 — Con esta clave pueden determinarse las subfamilias de todos los Cefalópodos del mar Mediterráneo , todos los géneros que tienen especies descritas en esta Memoria y, finalmente, las especies de estos géneros cuando en las páginas anteriores se describe más de una. Los géneros y especies que no se determinan con esta clave son los siguientes : TiSANOTEUxiNOS. — Tliy saiioteutliis rhombus Troschel. — T. ele- gans Tr. Ommastrefinos. — Stenoteuthis Bartrammi Les. — S. pteropas Ststp.—S. Caroli Furtado.— Todarodes sagittatus Lamk. *— Illex Coindetii Ver. * — Todaropsis Veranyi Girard. * Onicoteutinos. — Enojyloteuthis Margaritifera Rupp .— Ahralia Veranyi Hoyle.—A. Owenii Hoyle. — A. polyonix Hoyle.— Vera- íiia sicula Krohn.— Teleoteuthis caribbsea Ver'rill.— T. Krohni Verrill. T. Menegliinii Hoyle. — Ancistroteuthis Lichtensteini Fer .* GoNATiNOS. — CronaÍMS Fabricii Ststp. Taonoteútidos.— C7i¿ro¿ewí^¿s Veranyi D'Orh. ^— Doratopsis yev- micularis Rochebrune . — Eidoviopsis Velaini Rochehrune.— Ca- lUteuthis neuroptera Jaita. — C. reversa Verrill. — Histioteuthis Bonelliana D^Orb. — H. Ruppelli Ver. Sepiólidos.— ^Sep^oía Rondeleti Leach.—S. Petersi Ststp.—S. Owe- niana D'Orb.—S. atlántica D'Orb.—S. aurantiaca Jatta.—Bos- sia macrosoma D. Ch.—R. palpebrosa Oioen. — Heteroteuthis dispar Gray. EuSEPiNos. —/Sepia Filliouxi Lafont.—S. Fiscberi Z/a/bn¿. — S. hie- rredda Rang.—S. rupellaria D'Orb. — S. enoplon Hoyle. iBWSKPitíiOS. —Spirida Peroni Lamk .* Loligínidos. —LoZígro Forbesi Ststp. Argonaútidos. — Argonauta Argo L *. — Ocythoe tuberculata Ra- fin. * Filonéxidos. — Tremoctopus violaceus D. Ch.— Tr. ocellatus Broch, Tr. microstomus Tryon. Octópidos. — Octopus Troscbeli Targ. — Toz. — O. Salutii Ver.— O. tuberculatus Blv. — O. Alderi Ver. — O venustus 'Rang.— Sccer- gus unicirrhus Tib. — S. tetracirrhus Tíb.—Sc. titanotus Tros- chel. * Es la única especie de este género que se conoce en el Mediterráneo. ooca ^^ INDICK DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO pXG8. VI. — Acción de la, quinina y de la pilocarpina sobre las oxidasas , por José E. Carracido 141 VII.— La coagulación de la sangre, por José B. Carra- cido 149 VIII.— Cefalópodos délas costas mediterráneas españolas, particularmente de las de Cataluña y Baleares, por Luis Lozano Rey 159 La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos, de 600 ¿ 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val- verde, núm. 26, Madrid. Precio de este cuaderno, 1,26 pesetas. REVISTA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID TOlí^O iri.-KTXJIVE. 3. (Septiembre de 1905.) ^''madrid IMPRENTA DE LA "GACETA DE MADRID CALLE DE POKTKJOS, KÚM. 8. 1905 ADVERTENCIA Los originales para la Revista de la Academia se han de entregar completos, en la Secretarla de la Corporación, antes del dia 20 de cada mes, pues de otro modo quedará su publicación para el mes siguiente. — 221 IX. — Tipos de fosforescencia en los sulfuros de bario, estroncio y calcio. POR José Rodríguez Mourelo Antes de ahora he señalado por la característica más cons- tante y permanente de la fosforescencia de los monosulfu- ros BaS — SrS — CaS, que he obtenido aplicando diversos procedimientos y en las variadas condiciones experimentales ya conocidas y estudiadas, el color de la luz emitida. Y esta permanencia singular, observada de continuo en mis investiga- ciones, aun cuando variase mucho la intensidad de la lumines- cencia, fué motivo de nuevos trabajos, encaminados á indagar los tipos de sulfuros fosforescentes . en cuanto al color, deter- minando lo mejor posible sus piopiedades particulares y de- finiéndolos conforme á ellas: los resultados de la labor experi- mental, con tal intento llevada á término, están contenidos ea la presente Memoria y constituyen su principal objeto. Merece el asunto detenido estudio por varias razones. Es la primera, la relación que parece existir entre el color é intensi- dad de la fosforescencia y los métodos empleados para obte- ner los sulfuros que la presentan; refiérese la segunda á la tem- peratura de formación de las disoluciones sólidas que los cons- tituyen; la tercera es relativa á la diversa naturaleza y propor- ciones de las materias activas disueltas; la cuarta atañe á los fundentes y á su calidad y cantidad, lo mismo que á lo pecu- liar de sus funciones, y la quinta comprende el conjunto de los fenómenos anexos á la producción de las substancias lumines- centes. Teniendo en cuenta todo esto y comparando muchas de ellas, délas procedencias señaladas en anteriores trabajos, es como he llegado á fijar la constante del color, que determina el tipo do la fosferescencia en cada uno de los sulfuros de ba- rio, estroncio y calcio, por lo menos dentro de los límites de Eev, ACAd. Ciencias.— III.— Septiembre, 19(6. 16 — 222 — la temperatura de 1.200°, próximamente^ que es la mayor em- pleada en mis experimentos, aunque no siempre ha resultado la más eficaz para producir la disolución sólida saturada. Bueno será advertir que, á lo que entiendo, hay error mani- fiesto en pensar que leves variantes en los métodos operatorios ó la adición de tales ó cuales impurezas, siempre en cortísi- mas proporciones , permiten obtener sulf uros cuya fosforescen- cia pueda ser de color elegido á voluntad y de antemano pre- visto. Por mi parte puedo asegurar que nunca he logrado tal cosa. Con semejante intento hice numerosos ensayos, sobre todo dirigidos á conseguir el sulfuro de estroncio dotado de fosforescencia rojiza ó siquiera rosácea, empleando á guisa de impureza el sulfuro de antimonio, siguiendo indicaciones, ya de fecha remota, de otros investigadores, y los resultados fue- ron negativos ; dudosos los obtuve queriendo lograr sulfuro de bario con luminescencia violeta ó sulfuro de calcio que la tu- viese amarilla, y vanos fueron también mis propósitos cuantas veces pretendía que el t'ilfuro de estroncio la poseyera asi- mismo violada, y todavía cuaado,en contadas ocasiones, ofre- cía su fosforescencia tonos amarillentos, tenían á la continua matices verdosos muy bien señalados; si es amarilla, por ejem- plo, en los productos del método de Vanino y Gans, influyen en ello las mismas condiciones operatorias, la temperatura muy elevada, el fundente, que es á la vez disolvente del sulfuro y de la substancia activa, y la primera ñaatern, estroncianita na- tural. Vese muy manifiesta esta última circunstancia en el sul- furo de zinc, cuyo color de luminescencia, verde ó amarillo, parece estar determinado por la ausencia ó prcí^encia del arsé- nico en el metal originario; no obstante, la blenda de Sidot, considerada tipo de los sulf uros de zinc artificiales, presenta siempre intensa fosforescencia de color verde. No se me oculta que acaso experimentando de manera dife- rente de como yo lo hice, y en otras condiciones, puedan ser distintos los resultados, tocante al color de la fosforescencia de los sulfuros metálicos susceptibles de presentarla; por eso sólo trato de experimentos propios, de investigaciones perso- nales y de opiniones individuales, estrictamente ajustadas á - 223 - hechos observados. Así, de su repetición en todas las ocasio- nes, depende al cabo la generalidad de las conclusiones relati- vas á considerar el color de la luz emitida como constante de la luminescencia. Conforme á semejante criterio, considero tipos de fosfores- cencia á aquellos sulfures dotados de extremada sensibilidad para la luz, que presentan el fenómeno con la intensidad y du- ración máximas y color amarillo anaranjado, tratándose del de bario; verde claro en el caso del de estroncio, y violeta si es el de calcio; y ya se advierte cómo las cualidades asignadas á los dichos tipos corresponden al límite superior, en el que há- llanse las características del fenómeno sobremanera exaltadas. Interesa en grado sumo el estudio de sus crecimientos, preci- sando los términos principales observados en el desarrollo de las coloraciones, desde el momento de iniciarse la luminescen- cia y con ella ya el tono del color, dependiente, en particular, de la naturaleza del metal sulfurado que constituye el disol- vente sólido. Obtenido el sulfuro de bario reduciendo por el carbón H ba- ritina SO^, Ba totalmente exenta de hierro, y empleando el ne- gro de humo, sábese que es menester operar á la temperatura del blanco, sosteniéndola algún tiempo para lograr la reduc- ción completa y un producto que aun en tal caso no es fosfo- rescente, si no ha experimentado incipiente oxidación median- te las acciones del aire, regenerándose, siquiera sea en propor- ciones mínimas, el sulfato originario. No es este cuerpo muy soluble en el sulfuro producido en sus transformaciones; antes bien, el disolvente está muy luego saturado y es de suerte que prolongando, y no mucho tiempo, las influencias del oxígeno atmosférico, se alcanza en seguida el límite de la solubilidad, resultando productos absolutamente inertes respecto de la luz. A la temperatura ordinaria se efectúa la oxidación con bastan- te lentitud; al rojo es más rápida, pudiendo conseguirse diso- - 224 - luciones sólidas sobresaturadas de sulfato de bario , no fosfo- rescentes; pues no cuenta la excepción de presentar algunas débilísima luminescencia de color indefinido, después de ha- ber experimentado por 15' las directas influencias de la luz: en mis investigaciones las cantidades de sulfato de bario disuelto en el sulfuro eran de continuo inferiores al 2 por 100, y los productos resultaban sensibles á la luz y excitables en grado variable, conforme lo tengo demostrado. Diré ahora que esta disolución, la menos fosforescente y la menos excitable de cuantas he obtenido , es la formada á tem- peratura más elevada y por más tiempo sostenida, y aunque la presencia de álcalis y de compuestos mánganosos determinan leves aumentos en la intensidad de la fosforescencia, bien pron- to se alcanza el límite superior del fenómeno, sin ser aquélla considerable. Es preciso tener en cuenta las condiciones de formación de la disolución sólida fosforescente en este caso particular de ser disolveote de sulfuro de bario, originado en las modificaciones del sulfato. No crece la solubilidad de la ma- teria activa conforme aumenta la temperatura, antes bien es cosa probada que el exceso de calor y la prolongación de sus acciones llegan hasta destruir el equilibrio del sistema forma- do, ya sea volatilizando la materia activa, no siendo de extra- ordinaria fijeza, ya sea disociando la propia solución en térmi- nos que no puede volver á constituirse; tiene, por consiguien- te, el fenómeno un límite definido para cada caso ó método de obtención del sulfuro de bario fosforescente, y este límite pue- de explicar las influencias de la temperatura y de la duración de sus acciones en la reducción del sulfato de bario, llevada á cabo en las condiciones de mis experimentos. Puede así admitirse que si el calor provoca la formación de la materia activa, favoreciendo las acciones oxidantes del aire, sobre el sulfuro ya constituido, y, en último término, la difu- sión de aquélla en la masa del disolvente sólido, la temperatu- ra excesivamente elevada ó mucho tiempo sostenida al blanco, ó cercana de tal extremo, es causa suficiente para formar ex- ceso de sulfato, que no se disolverá, y capaz también de escin- dir y descomponer la solución, resultando, en ambos casos, — 225 - productos sulfurados inertes para las acciones de la luz y en absoluto desprovistos de luminescencia. Tengo observado que en las cercanías de los límites indicados es cuando se produ- cen los sulfuros de bario, originados mediante redacción incom- pleta del sulfato, dotados de mayor fosforescencia de color ama- rillo claro, constante y nunca tan intensa y tan bien determi- nada como la de los productos de otras procedencias. Este hecho, de fácil observación, constituye el punto de par- tida para las investigaciones del tipo de fosforescencia en el sulfuro de bario, porque en el procedente de reducir el sulfato^ siguiendo las anteriores indicaciones, es en el que comienza á iniciarse la propiedad objeto de mis estudios, y aunque la inten- sidad del fenómeno se halle en el grado mínimo, ya aparece? bastante determinada, la constante de color con sus caracterís- ticos tonos amarillentos. Y no es función exclusiva de la tem- peratura, por más que sea innegable la influencia del calor en la luminiscencia; en cuanto al blanco, y operando fuera del con- tacto del aire, logré la reducción del sulfato de bario y un sul- furo de extremada pureza, en absoluto inerte para la luz. Quizá puedan ser consideradas las soluciones sólidas lumi- nescentes como representantes de sistemas activos, cuyo equi- librio es alterado fácilmente por la luz, produciéndose entonces transformaciones internas de carácter químico, reversibles, cu- yos efectos están relacionados con la homogeneidad de la difu- sión de la materia activa en la masa del disolvente sulfurado: hay, pues, en ellas cambios singulares de los que es señal la misma fosforescencia, y á lo que parece, en los tres sulfuros de bario, estroncio y calcio tienen el mismo carácter, y á no ser en las excepciones que se rbarcarán, reconócese su origen en las relaciones de orden químico que pueda haber entre las substan- cias activas y sus disolventes sólidos apropiados. Si tenemos en cuenta la manera de estar constituidos los sulfuros alcalino te- rrosos fosforescentes, habremos de admitir que son disolucio- nes saturadas , formadas á temperatura elevada; pero si nota- mos la escasa solubilidad de la materia activa y las mínimas proporciones de ella, que son eficaces respecto de la totalidad de la masa, acaso pudiéramos hallar analogías entre el sistema — 226 — formado y el que constituyen las disoluciones diluidas ordina- rias, y sólo faltaría saber si obedecen á las mismas leyes y si en ellos prodúcense fenómenos análogos. Por de pronto, los de disociaciones químicas, no permanentes y siempre suscepti- bles de reversibilidad, á lo menos entre límites bastante apar- tados, parecen demostrados necesarios á causa de las relacio- nes simultáneas de la materia activa y el disolvente en cuya masa se halla con uniformidad difundida. Fué menester practicar varias series de experimentos, enca- minados todos ellos á fijar y determinar la constancia del color de la fosforescencia del sulfuro de bario, estableciendo así las condiciones típicas, especiales del fenómeno, en el cual influ- yen de manera directa muchas circunstancias, siendo las prin- cipales, el método de obtención, la naturaleza de las materias activas disueltas y de los fundentes añadidos, y el tiempo ó du- ración de las acciones del calor; partiendo^ para el sulfuro de bario, de la temperatura correspondiente al rojo vivo. Claro está que la determinación del color propio de la fosforescencia de tal cuerpo ha de ser función de las acciones de la luz, al- canzando el máximo cuando también llega á semejante término la intensidad de la fosforescencia, de suerte que esta propie- dad y el color^ tenido por la cualidad más constante, se enla- zan en virtud de su mutua dependencia. Repárese que, en general, el tipo de la luminescencia corres- ponde á disoluciones sólidas complicadas, y las que he obtenido de continuo para mis investigaciones contenían, aparte del disolvente sulfurado y de la materia activa, leves proporciones de una substancia alcalina, á la continua carbonato de sodio anhidro que podía servir de fundente, y menores cantidades todavía de cloruro de sodio, volátil á la temperatura de forma- ción de las disoluciones y cuyas beneficiosas influencias he de- mostrado en anteriores trabajos, y ahora diré cómo son mani- fiestas en la homogeneidad de la difusión del cuerpo activo y en que saturada la disolución á temperatura elevada, no se se- para aquél del disolvente durante el lento enfriamiento de la masa. Exceptúase, aunque sólo en parte, de la regla el sulfuro de bario, cuya capacidad como disolvente, á lo menos del sub- — 227 - nitrato de bismuto y del óxido de uranio, es bastante menor que la de sus congéneres, los sulfures de estroncio y de calcio em- pleados en las mismas condiciones; por las circunstancias dichas, cuando el producto, de suyo menos complejo, es some- tido á las directas influencias de la luz, si bien no es tan pronto impresionado, en cuanto se excita tarda poquísimo en adquirir la intensidad máxima con el color amarillo característico de su luminescencia. Guardan relación sus matices con las circunstancias antes indicadas, y sobre todo con la estructura de las disoluciones sólidas. En algunas he observado que hay dos tonos del color amarillo: á veces sobre un fondo claro aparecen núcleos más obscuros y en ocasiones preséntase el fenómeno inverso, ad vir- tiéndose los núcleos claros destacándose sobre un fondo dora- do. Tampoco es raro, experimentando con masas de cierta con- sideración y fragmentos grandes, extraídos de los crisoles don- de se formaron y sometidos en seguida á las influencias de la luz directa por 3' á 5', que la fosforescencia se presente en zonas de distinto matiz amarillo, irregulares y sin gradación metódica, viéndose entre ellas espacios obscuros y porciones absolutamente inertes para las acciones luminosas, sin que haya medios de despertar su sensibilidad. Nótase el hecho en las disoluciones heterogéneas, llamando así á aquellas cuya materia activa hállase difundida de manera irregular y no uni- forme en la masa del sulfuro disolvente, de la cual unas por- ciones están saturadas y otras distan bastante de estarlo, ha- biéndolas por completo exentas de aquélla, y también partes, de ordinario amarillentas y aun pardas , en las que he demos- trado la presencia de sulfuro del metal activo, en particular siendo el bismuto. Y el hecho se enlaza con la temperatura de formación de las disoluciones que lo presentan y, aun mejor diría, con la manera irregular de actuar el calor, según aparece probado en repetidos experimentos de mis investigaciones re- ferentes á la fosforescencia del sulfuro de bario. Sirve de principio general en las relativas á los tipos de fos- forescencia la permanencia de su color en cada uno de los sul- fures estudiados, cuyos matices no están sujetos tampoco á — 228 — variantes de cuantía, que más se relacionan con la intensidad, reconociendo por causa inmediata la duración de las acciones luminosas excitadoras; lo cual se prueba en la posibilidad de lograr la característica del tipo, sometiendo algunos sulfuros de bario, nunca los procedentes de la reducción del sulfato en la forma acostumbrada, á la luz directa, prolongando sus in- fluencias. Entonces el color amarillo se acentúa y llega á adqui- rir, con la máxima intensidad posible, dado el método de ob- tención del sulfuro, el matiz amarillo dorado, típico y peculiar de su luminescencia. Hay que notar cómo se desarrolla la fosforescencia me- diante las acciones de la luz, partiendo del sulfuro de bario generado por reducción del sulfato ; y con semejante intento reproduje, introduciendo ligeras variantes, una serie de prue- bas utilizadas en la determinación de la intensidad de la lumi- nescencia. Abierto el crisol que contenía el sulfuro en la obs- curidad, y colocados sus fragmentos en tubos de ensayo, fue- ron esmeradamente tapados y conservados, envueltos en papel negro mate, y permaneciendo en la cámara obscura por diez días, con el fin de reducirlos al estado de pura inercia, y pa- sado aquel término, fueron expuestos á la luz: el 1.°, 30"; el 2.°, 1'; el 3.^ 1' 30"; el 4.°, 2"; el 5.°, 2' 30"; el 6.°, 3'; el 7.°, 3' 30", y el S.°, 4'; reuniéndolos todos para observar el efecto. Desde luego, adviértese la dificultad de señalar el punto preciso de la aparición de la fosforescencia; mas ya se ve como un resplandor que, aun siendo poco determinado, presenta desde el comienzo la característica tonalidad ama- rillenta, cuyo color se acentúa hasta adquirir el tono típico, si no en este caso en otros que se dirán. No son numerosos los incrementos de las coloraciones; mas poniendo en orden los tubos, unos al lado de otros, percíbense claramente, y de ellos puede juzgarse hasta alcanzar en los dos últimos la constancia del matiz amarillo, distintivo de la fosforescencia de los pro- ductos de la reducción del sulfato de bario, y conviene recor- dar lo que tiene de individual la propiedad estudiada, puesto que en ella es parte principalísima el origen y modo de haber conseguido las disoluciones sólidas fosforescentes. - 229 — Todavía cabe repetir el experimento á la inversa, comen- zando por las excitaciones máximas, disminuyéndolas gradual- mente hasta anular por entero la acción de la luz, y entonces se consigue la escala inversa, cuyos términos llegan á corres- ponderse con los de la primera, y es un buen medio de reco- nocer la constancia del color de la luminescencia, que será menester atribuir á la naturaleza particular del disolvente sul- furado, aunque en ello influyan, sobre todo, el método de ob- tención y la temperatura. Es este el caso más sencillo, porque la disolución sólida experimentada sólo contiene levísimas pro- porciones de sulfato de bario por materia activa, producto de incipientes oxidaciones del sulfuro. Iniciada la fosforescencia en la forma dicha, su desenvolvi- miento, en cuanto á la coloración, lo mismo que á la intensi- dad, depende de la duración de las acciones de la luz, y es función del tiempo hasta el límite marcado por el tono ó ma- tiz típico. Representando por üq el estado inicial ó de inercia en el que el sulfuro no está todavía impresionado, y no ha dado la menor muestra de su sensibilidad para la luz directa, tendremos que desde el primer momento en que aparece la fosforescencia incipiente hasta el límite determinado por la coloración típica habrá un número n variable de incrementos «1— «2 — «3 — «t— «5 «,t, representando cada uno su acentuación del color amarillo en el caso presente, y como dependen de las excitaciones lumi- nosas, á cada cual correspondería determinado tiempo t^ á partir de ¿q, y tendríamos: h h ^3 ^1 — h ^ n ) y partiendo de a.^ y de t¡^ en escala descendente, conforme se dijo, se llegaría al estado primitivo de insensibilidad, siendo entonces a = oyí = c>,yasí podían ser comprobados los lí- mites del fenómeno, en cuanto el color de la fosforescencia, — 230 ^. la intensidad y la excitación luminosa son términos correspon- dientes. Una vez establecidas las relaciones de los términos para cada sulfuro, se comprende que determinado el valor de t, en cualquiera momento aparecerían conocidos los valores de a y de h (llamando h á la intensidad de la fosforescencia) y de- terminado el desarrollo del fenómeno; pero esto sólo podría acontecer en una disolución invariable y de absoluta fijeza, es decir, con un sulfuro perfecto é ideal que no existe, ni es posi- ble lograrlo todavía. Cierto que en la práctica resulta por lo general bastante aproximada la relación de proporcionalidad entre los factores variables de que se trata; pero hay asimismo numerosas excepciones, dependientes la mayoría de las veces de otras propiedades de los sulfuros, precisamente de las que marcan sus características individuales y permiten distinguir- los; por lo general dependen de los métodos de obtención y de la temperatura á la que fueron constituidas las disoluciones sólidas. Juzgo que de tales propiedades es la más interesante la sen- sibilidad específica de cada uno, es decir, su natural capaci- dad para recibir las impresiones luminosas directas, que no es constante, sino muy variable y sujeta á cambios, por lo cual es siempre incierta su medida. Recuérdese como hay sulfuros cuya impresionabilidad aumenta con las reiteradas excitacio- nes de la luz, por virtud de acumularse, para los efectos de la fosforescencia, los residuos de carga; en algunos causa igua- les efectos la oxidación parcial ó incipiente, y en otros la tem- peratura puede dotarlos de capacidades que no tenían, con sólo mantenerlos al rojo durante cierto tiempo, el mismo mu- chas veces suficiente para tornarlos inertes; y todo ello, aun- que otra cosa pudiera parecer, no se relaciona con los modos de generar las disoluciones sólidas sulfuradas. Tocante al ca- lor, ya ¿abemos que en el caso del sulfuro de bario tiende á aumentar la sensibilidad, no parece ejercer acción en la co- rrespondiente al de estroncio, y aminora grandemente, hasta destruirla, la peculiar del sulfuro de calcio; lo que en ningún caso cambia es el color de la fosforescencia, ya perceptible en — 231 — los comienzos de la luminosidad, es decir, en el mínimo 6 lí- mite inferior de las excitaciones. Cuando el tiempo de éstas, aumenta 6, sólo reiterándolas, se determina mejoría coloración amarilla, verde ó violeta, conforme se trate del sulfuro de ba- rio, del de estroncio ó del de calcio, adquiriendo el tono y la intensidad correspondientes á los tres tipos de fosforescencia objeto de mis investigaciones. No es posible, por lo tanto, es- tablecer reglas generales y medios ciertos de llegar á ellos, dada la variabilidad de las mismas condiciones individuales de cada sulfuro, y, sin embargo, es el color de la fosforescen- cia su carácter más constante y permanente. Valga citar el caso de un sulfuro de bario, muy blanco, pro- cedente de las acciones del azufre sobre la barita cáustica. En un experimento logré excitarlo sometiéndolo repetidas veces, á la temperatura del rojo muy vivo, dos horas cada vez, en tér- minos de bastar un momento de impresión para que presen- tara en seguida hermosa fosforescencia de color amarillo claro; y en otro experimento bastó prolongar las acciones de la temperatura por tres horas, sin pasar del rojo vivo, para reducir el mismo sulfuro al estado de inercia, cuando en el ini- cial era ya de suyo bastante impresionable. Lejos de presentar uniformidad los incrementos de la inten- sidad de la fosforescencia y los referentes á las tonalidades y matices de la coloración que son consiguientes, ofrecen irre- gularidades y fenómenos dignos de ser tenidos en cuenta , por derivar de la sensibilidad y de los procedimientos de obten- ción de los sulfuros fosforescentes, acerca de cuyo punto ten- go hechas las observaciones cuyos resultados aquí se ponen. En las disoluciones más perfectas y saturadas, obtenidas á la temperatura conveniente y enfriadas muy despacio, el des- arrollo de la luminescencia, con su color característico, es ins- tantáneo y no han menester recibir sino un momento las im- presiones de la luz directa; no obstante, algunos sulfuros de bario, procedentes de las acciones del azufre sobre la barita ó el carbonato en presencia del carbonato de sodio y el cloruro de sodio con O gr.,001 de subnitrato de bismuto por materia activa, sólo á la segunda excitación, ó prolongando hasta 30" — 232 — la primera, presentan el tono amarillo dorado típico, comen- zando por un tono más claro; y en este caso la intensidad de .la fosforescencia parece llegar ya en el principio al límite su- perior. Y no es privativo de tales productos el recorrer con tanta velocidad las fases del desarrollo del fenómeno, si es que en semejante caso las tiene; pues los hay de igual origen que no participan de semejante excelencia, y dentro de los límites de 30" y 4' para la duración de las impresiones, ofrecen mu- chas y bien definidas fases hasta fijarse el color de la lumines- cencia, cuando es llegado el término superior de su intensidad. Sin embargo, es lo general que á la mayor impresionabilidad, particularmente en los sulfuros de color blanco, correspondan más fases ó incrementos en el tono é intensidad del color, aun- que sean rápidos los crecimientos y no puedan delimitarse con la precisión que se hace ensayando, por ejemplo, los produc- tos de la descomposición por el calor del sulfito y del hipo- sulfito de bario. También he notado que estos sulfuros tan ex- citables y dotados de hermosa fosforescencia del color amari- llo del oro bruñido, son los que más tardan en perderla; y con- servándolos en la obscuridad no es raro que tarden horas en recobrar su estado inicial, adquiriendo ciertos aumentos de actividad y tornándose más impresionables para nuevas exci- taciones de la luz; y esto no acontece de la propia manera con las disoluciones de sulfato de bario en el sulfuro de bario pro- cedente de su reducción. Llégase á disminuir el número de las fases que presenta el desarrollo de la coloración de la fosforescencia en aquellos sulfuros no constituidos de esta forma, es decir, en los que no son mezclas de sulfuro y sulfato (originados reduciendo éste ó descomponiendo el hiposulfito y el sulfito de bario), sino pro- ducidos actuando el vapor de azufre sobre el carbonato de ba- rio, adicionado de carbonato y cloruro de sodio; el gas sulf- hídrico seco con la barita en presencia de materias alcalinas; el azufre con el carbonato impuro, ó apelando al método de Verneuil conforme yo lo he modificado. Para conseguirlo bas- ta reiterar las impresiones de la luz, y al cabo de experimentar _ 233 - varias veces con un mismo sulfuro, en particular si contiene, procedente de las primeras materias, ó se le ha agregado sílice en exiguas proporciones (O gr.,001 á O gr.,003 por 100), nó- tase muy á las claras considerable aumento en su impresiona- bilidad, al punto de que en ocasiones es suficiente el calor obscuro para provocar la fosforescencia, apareciendo desde luego el color amarillo dorado con su intensidad máxima; y en- tonces la vuelta al estado inicial es lenta, y mientras dura, en los decrecimientos del color pueden observarse cambios deter- minando fases y reconociéndolas en que el tono dorado se aclara, pasa por muchos matices de amarillo, á cada punto más claro, y se emblanquece; pero cuando ya cerca de extin- guirse, sólo aparece como un resplandor débilísimo, todavía conserva ligera tonalidad amarillenta, que es la constante de la fosforescencia del sulfuro de bario. Aquí se nota clara la influencia del método de obtención y se ve la que tienen las materias activas de naturaleza metálica distinta de la peculiar del disolvente sólido, pudiendo estable- cerse entre ambos términos aquellas relaciones de orden quí- mico, cuya importancia he tratado de esclarecer en otro lu- gar. También es singular que estas masas fosforescentes cam- bien poquísimo sus aptitudes y sensibilidad, calentándolas al abrigo de las acciones del aire; resisten sin alteraciones la temperatura del rojo, y acaso por ello el color de su lumines- cencia permanece invariable, á condición de no alcanzar aquel límite en el cual la disolución se destruye y sulfurándose el metal de la materia activa, sirve de pigmento al cuerpo fosfo- rescente tiñéndolo de obscuro y haciéndolo en absoluto inerte para las acciones de la luz blanca directa. Marcan algunos de los resultados expuestos una nota singu- lar de la fosforescencia, y es el no ser fenómeno completa y absolutamente reversible, en cuanto, después de las modifica- ciones causadas por la luz, no se reintegra la disolución sólida al estado inicial , que algo de la impresión recibida queda en ella con cierto carácter de permanencia y se acumula hasta cierto límite, produciendo aumentos de sensibilidad y haciendo más rápido el desarrollo de la luminescencia. Por esta propie- — 234 — 1- dad de los residuos de carga sumados unos á otros, se expl ca que el tono del color de la fosforescencia , sobre todo en el sulfuro de bario, sea más acentuado y recorra menor número de fases para llegar al tipo de la coloración, con la máxima in- tensidad, operando con un sulfuro que haya sido varias veces impresionado, cuando el mismo cuerpo recién preparado y la primera vez que es sometido al experimento, pone mayor tiem- po en llegar al límite máximo; pero tales aumentos no son in- definidos y se detienen en un punto, resultando formado un equilibrio estable y constituido un estado normal de las diso- luciones sólidas, en las que si no es enteramente reversible el fenómeno de la fosforescencia, como tal puede ser considerado en la práctica. II Bueno será indicar, porque es hecho general, cómo el color de la luz excitadora, si puede influir en la fosforescencia por impresionar de distinta manera á los cuerpos que de adquirir- la son capaces, no tiene la menor acción sobre el color de la luminescencia. Se demuestra con la mayor sencillez emplean- do luz monocromática, roja, amarilla, verde, azul y violeta, y viendo que, aunque la impresión sea desigual en cuanto á la in- tensidad, en nada se modifica el color específico, peculiar del fenómeno estudiado, en los sulfuros de bario, estroncio y cal- cio. Del propio modo he ensayado la luz fría, privando á la natural ó á la de un sólo color de los rayos térmicos, filtrándo- la por disoluciones acuosas de alumbre ordinario, y los resul- tados fueron no advertir en ningún caso, y el experimento fué repetido varias veces en diferentes condiciones, la menor va- riante en las coloraciones, sin que se modificaran sus fases; de suerte que se puede afirmar con un nuevo dato la constancia de la propiedad estudiada, cuyas relaciones con la intensidad de la fosforescencia aparecen siempre manifiestas; pues al cabo está unida al desarrollo de las coloraciones. Necesité para mi objeto operar con muchos sulfuros, única — 235 — manera de poder comparar la fosforescencia que adquirían, y es bien sabido cuánto tiene de individual semejante cualidad y las causas, en apariencia levísimas, capaces, no obstante, de modificarla hondamente. Por de pronto, y aparte de las aptitu- des peculiares de las disoluciones sólidas, hay la luminescen- cia que nombraré inicial, y es la adquirida cuando reciben por primera vez las impresiones de la luz; viene luego la fosfores- cencia progresiva, en la que al efecto de éstas únese la in- fluencia de los residuos de carga acumulados, y, en último tér- mino, la fosforescencia límite, que marca como el término de la acción de los dos efectos anteriores. En cada sulfuro pre- senta el fenómeno estos tres períodos, aunque su desarrollo no sea siempre el mismo, ni se puedan señalar iguales puntos sin- gulares, y también es de advertir que no en intensidad, pero sí en tono, ya en el primer período se puede llegar al tipo constante de la coloración, que de tal manera vemos relaciona- da con las condiciones químicas de la disolución sólida, pues en ellas, tanto como en su propia naturaleza y en la tempera- tura á que ha sido generada, ha de buscarse la causa de su impresionabilidad respecto de la luz y los modos de sus varian- tes y desarrollos hasta alcanzar la máxima. Indicado tenía, por lo tanto, el método de los experimentos. Clasificados los sul- furos conforme á los procedimientos de obtención, fué menes- ter, en cada grupo , examinar los tres períodos antedichos , y cuando en cada uno hube señalado el individuo que presenta- ba mejor definida la fosforescencia tocante al color, reuní aquellos verdaderos productos de selección, los experimenté en iguales condiciones y diputé por tipo al que ofrecía más constante y exaltado el color propio y peculiar de su respecti- va fosforescencia. Claro está que en las nuevas investigaciones distinguía pri- meramente la naturaleza particular del sulfuro, habida cuenta de que por la misma á cada metal, bario, estroncio y calcio, co- rresponde un color específico de su fosforescencia, á lo menos empleando para obtenerlos los métodos de que hice uso y las temperaturas que al describirlos por menudo dejo especifica- das. Mi intento fué siempre relacionar propiedades, con el ob- - 236 - jeto de generalizar luego lo más posible las condiciones espe- ciales del fenómeno estudiado. Ocurre en el acto de la excitación, aparte de los fenómenos debidos á la acumulación de los residuos de carga, un hecho, á mi ver dependiente de la estructura interna de las disolu- ciones, y es que su impresionabilidad, respecto de la luz, no resulta siempre la misma, lo cual acusa, á mi ver, cierta falta de homogeneidad de la materia fosforescente. Acaso el hecho tie- ne cierta semejanza con el que ofrecen las soluciones sólidas de cuerpos isomorfos, entre ellos algunas dolomitas cuádru- ples, en las que los carbonatos de calcio y magnesio hacen ofi- cios de disolventes de ligeras proporciones de hierro y man- ganeso; según están repartidos estos cuerpos, así aparecen las modificaciones del romboedro primitivo, conforme se obser- va comparando muchos cristales de tan curiosas substancias. De la propia manera no ha de considerarse tipo de fosfores- cencia aquel sulfuro en el que aparece más pronto el fenóme- no, siendo entonces el tiempo t^ del primer incremento a^ su- mamente pequeño; pues se ha de tener presente que el carác- ter del tipo depende del valor máximo de a^ límite, correspon- diente á la mayor intensidad h,^^, sean cualesquiera las fases 6 puntos intermedios para llegar del estado inicial de pura iner- cia al estado final ó superior de la luminescencia, cuando es más intensa y de más acentuado color. Por eso es menester que alcance la plenitud del desarrollo y se manifieste en diso- luciones homogéneas, en las que puedan ser posibles y necesa- rias ciertas reacciones químicas, cuya característica va ya notada. Dijérase, teniendo en cuenta lo apuntado, que si se mira al modo de presentarse el hecho , la fosforescencia podría ser un medio, bastante aproximado, para inferir el estado molecular de las soluciones sólidas. Acerca de ello, en mis investigacio- nes tocante al sulfuro de bario, que tan bien presentan las des- igualdades, dejo consignados los experimentos en diversas con- diciones practicados: respecto del sulfuro de calcio, la desigual repartición de la materia activa me consintió obtener productos, cuya masa no fosforece toda de la propia manera, presentando - 237 — al lado de fragmentos susceptibles de hermosa é intensa lumi- nescencia de tono violeta puro, otros que sólo la dan ligera- mente violácea, y en cuanto al sulfuro de estroncio fuéme dado lograr variadísimos efectos en el reparto de coloracio- nes, intensidades é impresionabilidad, siempre dentro del tono verde, peculiar suyo, cambiando la difusión de la materia activa en el disolvente sulfurado. Puede resultar un sulfuro muy impresionable, no necesitando sino breves instantes ser sometido á las influencias luminosas directas para desarrollar su fosforescencia, y, sin embargo, no constituir el verdadero tipo del fenómeno, por no llegar al ple- no desenvolvimiento de la coloración peculiar de la naturaleza del disolvente; entonces los intervalos entre t^ y í„ son peque- ñísimos y no se corresponden con los incrementos de a, ó, por mejor decir, el valor de a.^ será menor que en otros casos, y lo mismo sucederá con el de h^^ representante de la intensidad del fenómeno. En cambio sucede que el intervalo to...tn es mayor, y que de a^ hasta a.^ hay más fases de evolución, y en- tonces se alcanza el valor máximo para h^^, es decir, la mayor intensidad de luminescencia con la coloración más acentuada, ó sea las condiciones correspondientes al tipo, según mi defi- nición. Cabalmente este es el caso del sulfuro de calcio: con 30" de exposición á la luz directa ya se excita y su fosforescencia blanquecina tiene ligero tono violeta; reiterando las impresio- nes ó prolongándolas durante V , 6 algo más, la intensidad del fenómeno crece hasta alcanzar el límite, apareciendo con ella el hermoso color violeta intenso, que considero peculiar y pro- pio de semejante cuerpo. Es, sin duda, lo más interesante, cuando se trata de fijar los tipos de fosforescencia, lo que corresponde á la naturaleza de los disolventes sólidos y el color de la luz emitida de ella de- pende y no varía aun cambiando la substancia activa, cuyas influencias, en cuanto á la excitabilidad de los cuerpos y á la intensidad de la luminescencia , aparece bien demostrada. Hice experimentos empleando substancias que pudieran tener relacio- j nes químicas con los disolventes, y en tal sentido fueron ensaya- dos los sulfatos de bario, estroncio y calcio, el subnitrato de Rev. Acad. Ciencias.— III.— Septiembre, 1905, 17 - 238 - bismuto^ el óxido de uranio, el oxicloruro de antimonio, el an- hídrido arsenioso, el carbonato manganoso, el permanganato de potasio y los cloruros de estroncio y de torio; otras veces he trabajado empleando materias cuya inercia química respec- to del disolvente es notoria, como la sílice^ pura, y en ambos casos el sulfuro de bario resultó dotado de fosforescencia ama- rilla, el sulfuro de calcio con fosforescencia violeta y el sulfu- ro de estroncio con fosforescencia verde, quedando así demos- trada la cualidad de constante del fenómeno, que he atribuido al color, y su dependencia directa de la naturaleza del cuerpo disolvente. ' Quizá los mismos experimentos relativos á la estructura de las disoluciones sólidas fosforescentes esclarecen el punto de las coloraciones típicas , dando razón de su constancia y per- manencia desde el momento de iniciarse el fenómeno. Sólo es uniforme el color de luminescencia en el caso de las mezclas homogéneas^ cuando las materias activas hállanse en las pro- porciones convenientes ya indicadas para cada una de ellas en anteriores trabajos y en el mayor grado de difusión en la masa del sulfuro disolvente, repartidas de suerte que la estructura del cuerpo sea lo más homogénea posible. De otra manera he con- seguido ciertamente productos fosforescentes; pero no lo era toda su masa del mismo modo, y ya sabemos cómo los fenó- menos de las aureolas en el sulfuro de bario , los distintos ma- tices del color violeta en el sulfuro de calcio y la fosforescen- cia sólo en los bordes de los fragmentos del sulfuro de estron- cio, corresponden á estructuras heterogéneas y acusan irregu- lar difusión de las substancias activas que han sido experi- mentadas. Llegados á este punto, vese cuánto importa inquirir los es- tados de agregación física de las disoluciones sólidas estudia- das, y que son, á la postre, agregados moleculares de sulfuros alcalino terrosos, cuerpos activos de naturaleza metálica^ leví- simas proporciones de materias alcalinas y las exiguas de clo- ruro de sodio que en los productos pudo haber quedado y son á modo de residuo del fundente volátil. Cuando de intento ^ procuraba que los cuerpos activos se repartieran con desigual- - 239 - dad, pero sin formar sulfures metálicos coloridos que sirvieran de pigmento , llegaba á descubrir al microscopio, con aumento de 1.000 diámetros, granulos de distinta naturaleza, y aun conseguí separarlos unos de otros , poniendo aparte los fosfo- rescentes, más redondeados y de superficie como fundida, es- cogiéndolos entre la masa que ofrece tantas desigualdades de impresionabilidad , que acusan notables diferencias de estruc- tura. En cambio, observando de la propia manera los sulfures calificados de perfectos, cuya masa se impresiona toda ella lo mismo, presentando fosforescencia uniforme, característica del tipo á que pertenecen, no me fué dado establecer diferen- cias: son aglomerados de granulos pequeñísimos^ uniformes, idénticos, que se aparecen unidos y enlazados por el fundente protector contra las oxidaciones. Fuera, sin embargo, muy aventurado afirmarla homogenei- dad completa de tales disoluciones sólidas que califico de más perfectas, porque en ellas está mejor difundida la materia ac- tiva. Téngase en cuenta el carácter de fenómeno químico casi reversible asignado á la fosforescencia , y que la luz al provo- carla rompe un equilibrio, perturbando las relaciones del di- solvente con la materia disuelta, y al nuevo cambio iniciado siguiese al punto, y ya en la obscuridad, la regresión paulatina al estado primitivo, no sin quedar, á modo de señal del fenó- meno, aquel residuo acumulable que tanto hemos considerado en el hecho general de la fosforescencia. De consiguiente , la homogeneidad de las soluciones sólidas que la presentan, es sólo relativa y tiende á ser alterada conforme la luz cambia sus condiciones químicas, que no llegan á restablecerse nunca enteramente. Relaciónase con el color peculiar de los tres tipos de fosfo- rescencia señalados en mis trabajos, la composición de las di- soluciones sólidas correspondientes, y tengo visto, en el curso de los mismos, que las más impresionables, aquéllas en las cuales es más intensa y duradera la fosforescencia , son tam- bién las más complicadas, y recuérdese cómo la menor colora- ción corresponde á las simples disoluciones de sulfato en sul- furo, ó sea á las mezclas resultantes de descomponer los sulfi- - 240 — tos é hiposulfitos, 6 reducir, empleando negro de humo, los sulfates de bario, estroncio y calcio; en suma, productos de oxidaciones parciales é incipientes, que siendo muy pro- langadas anulan el fenómeno. Aun en estos casos, es me- nester tener en cuenta la resistencia de los sulfures á la oxi- dación, á la cual contribuyen no poco el fundente alcalino y el cloruro de sodio; sin embargo, he logrado destruir la fosfo- rescencia de un sulfuro de calcio, cuyos fragmentos la presen- taban espléndida y de hermoso color violeta, con sólo pulveri- zarlo; y en cambio , tengo en mi colección otras muestras, también de sulfuro de calcio en polvo fino, que son verdaderos tipos de luminescencia, y en polvo están asimismo los de bario y estroncio que la tienen magnífica. De este último poseo una muestra que me ha remitido Mr. Gustave Le Bon, de París, y es de procedencia alemana, la cual lleva algunos años expues- ta á las acciones del aire, sin haber perdido nada de su impre- sionabilidad, ni experimentado cambios la fosforescencia de co- lor verde característico, muy intensa y bastante duradera, con excitaciones de un minuto y aun de menos tiempo. Guardan mayores relaciones con el color de la fosforescen- cia, las proporciones de la materia activa empleada. Es sabido que ^tienen un límite bastante pronto alcanzado, por cuanto se usan de continuo en cantidades exiguas; pero varían conforme á la naturaleza del sulfuro disolvente, poseyendo cada cual, en tal concepto, cierta capacidad específica, que es uno de los caracteres peculiares de su individualidad; y esto lo tengo bien demostrado, porque experimentando con el subnitrato de bis- muto, se ve que la misma proporción de mayor eficacia, tra- tándose del sulfuro de estroncio, es excesiva para el de bario, que no resulta fosforescente y á veces insuficiente para lograr una solución fosforescente con el de calcio. Son de la propia suerte inciertas y variables las influencias de la temperatura, ligadas con la propia capacidad disolvente de los sulfuros , que es muy distinta, y hay que tener en cuenta, tocante al particular, la misma temperatura de formación de los cuerpos. Muchas veces he procurado constituirlos em- pleando hasta el calor blanco muy sostenido; otras lo apliqué - 241 - á disoluciones ya hechas y dotadas de la fosforescencia límite, y los efectos han sido diversos y muy variables, dependientes de la naturaleza de los dichos sulfures y en parte también de los procedimientos adoptados para obtenerlos. Presenta, en este respecto _, el sulfuro de bario, fenómenos curiosos: su capaci- dad disolvente tocante al del subnitrato de bismuto es pequeña; la solución fosforescente se constituye, saturada, á cerca de 1.000 grados, pero al momento se disocia; el bismuto de la materia activa llega á sulfurarse, tiñe la masa de obscuro y Lácele perder su impresionabilidad para la luz; es singular que, procediendo á calentar una solución fosforescente en que sea disolvente el sulfuro de bario, resiste sin disociarse el rojo vivo durante bastante tiempo y conserva sus propiedades. Es en ex- tremo resistente la disolución sólida, empleando el sulfuro de estroncio; formada á menor temperatura, y conteniendo bas- tante más subnitrato de bismuto que su congénere, la de bario, puede ser calentada al rojo vivo, sin que se altere, y aun el calor es un medio de aumentar^ en ciertas ocasiones, la misma intensidad de la luminescencia, acentuando la peculiar colora- ción verde de tonos claros. Y si el disolvente es el sulfuro de calcio, la disolución se constituye á más baja temperatura; pero también se disocia, convirtiéndose en masa inerte, ca- lentándola al rojo durante una hora solamente, y pierde entonces la cualidad luminescente. Hay, entre los efectos de la temperatura, relativos al des- arrollo del color de la fosforescencia, algunos generales y co- munes á los sulfuros de bario, calcio y estroncio, sean cuales- quiera sus procedencias y la naturaleza de los cuerpos usados por materias activas, que indican por lo menos ciertas relacio- nes entre sus aptitudes. Estos efectos parecen independientes de las formas délas disoluciones sólidas, en cuanto no apare- cen ligados á la manera de constituirlas, ni menos todavía á los fenómenos inherentes á su disociación total ó parcial. Tuve especial cuidado de disponer 36 tubos de ensayo bien secos; sepárelos en tres series de á 12 cada una, y después de llenarlos con nitrógeno puro y muy desecado, coloqué en ellos igual número de sulfuros de bario, calcio y estroncio, respecti- - 242 — vamente, cerrándolos enseguida á la lámpara y conservándolos luego, envueltos por separado en fundas de papel negro mate, permaneciendo un mes, así dispuestos, en la cámara obscura, para reducirlos al estado inerte. Pasado este término, y sin qui- tarlos de sus estuches, fueron sometidos sólo una hora, en baño de aire caliente, á la temperatura de 150°. Separadamente se prepararon otras tres series de á 12 muestras idénticas y en las mismas condiciones, menos la de calentar los tubos en la forma dicha: los tubos se correspondían conteniendo los del mismo numero iguales productos, y así era fácil comparar los efectos de las impresiones de la luz blanca. Sólo duraban las excita- ciones, según los casos, 30" 1' y 1' 30", tiempo suficiente para que el fenómeno de la luminescencia comience siquiera á ma- nifestarse aun en los más perezosos; ala continua he observado notables aumentos de sensibilidad en los productos sometidos á la temperatura apuntada , y sobre todo singulares incremen- tos en el desarrollo de las coloraciones que, sin cambiar de tono, aparecen bastante más intensas, brillantes y determina- das; de suerte que los períodos de la luminescencia inicial y de la progresiva son brevísimos, y se alcanza al momento el de la marcada como límite superior, lo cual significa que el tér- mino constante del color se define y determina más pronto, habiendo experimentado los sulfures las acciones térmicas á que fueron sometidos. Constituye, en realidad, el experimento un medio de aumentar, hasta cierto límite, la intensidad del color de la fosforescencia en las disoluciones sólidas que la presentan. Inútiles fueron todos los intentos encaminados á conseguir cambios de color debidos á la temperatura , y los numerosos experimentos practicados sólo dieron el resultado apuntado, consiguiendo, desde el calor rojo, destruir, ó á lo menos mo- dificar grandemente, las condiciones de la disolución sólida, á la continua en perjuicio de sus cualidades luminescentes. Casi lo mismo pudiera decir de las acciones oxidantes del aire : las prolongadas destruyen por alteraciones químicas el disolvente sulfurado, y siendo incipientes, favorecen no poco la lumines- cencia, en cuanto mediante ellas, cuando no son profundas, — 243 - se forma, ó siquiera se aumenta, la proporción de materia ac- tiva, y aun se crean las verdaderas disoluciones sólidas á ex- pensas de modificaciones del sulfuro primitivo; y que así acon- tece téngolo por cierto y demostrado. Es el caso más favora- ble el de los productos de reducción de cualquiera de los sul- fates de bario, estroncio ó calcio por el negro de humo, lleva- da á término á temperatura bastante elevada, que llega al blan- co empleando el primero, y es de notar que las disoluciones en tal forma obtenidas son las menos impresionables, las que ofrecen menos definidas las coloraciones características, que nunca pueden servir de tipo normal, y basta comparar el ama- rillo , el verde ó el violeta que les corresponden y los mismos colores que con mucha menor excitación presentan mis disolu- ciones sólidas típicas, de composición y estructura bastante complicadas, para verlo demostrado. Y es que sin fundentes ni acompañamiento de sustancias alcalinas, no 'se logra satu- rar el sulfuro disolvente, ó en caso de lograrlo á temperatura elevada, al sobrevenir el enfriamiento, aunque sea lento, sepá- rase parte considerable de la materia activa disuelta. III Uniendo y concordando resultados experimentales es como he llegado á determinar la constante del color y las condicio- nes de los que he nombrado tipos de fosforescencia , restando el describirlos, indicando los caminos de llegar á ellos. Resi- de su principal condición en la invariabilidad y permanencia de sus propiedades, con solo los naturales aumentos de sensi- bilidad, debidos á la acumulación de los residuos de carga; aparte de ello, y siquiera sean rápidos, nótanse los tres perío- dos que dejo indicados para el completo desarrollo del color de la fosforescencia hasta alcanzar su intensidad máxima. Juntando, pues, los resultados de muchas observaciones, y examinando las condiciones individuales de los cuerpos some- tidos á los ensayos, es como pude establecer los tipos de fos- — 244 — forescencia, eligiendo por tales los sulfuros dotados de mayor impresionabilidad, y que son, al propio tiempo, los que ofre- cen los colores de fosforescencia más puros, intensos y per- manentes, y operando en las mismas condiciones, presentan, de continuo, notable y singular exaltación de sus cualidades- Queda dicho antes cómo primero se ensayaron muchas diso- luciones sólidas, que contenían diversas materias activas, eli- giendo aquellas más fosforescentes; en seguida, los productos de esta suerte de selección fueron reducidos al estado inerte, no sin antes haber notado cómo en cada uno de ellos aparecen determinados los períodos ó fases que en el desarrollo de las coloraciones he señalado antes; después de haber permanecido un mes en la obscuridad, y envueltos los tubos que los contenían en papel negro , eran sometidos de nuevo los sulfuros á las ac- ciones de la luz, sólo 30", y llevados al momento á la cámara obscura; observando allí los efectos de la impresión y el tiempo que duraba la fosforescencia, la cual extinguida, se reiteraban las excitaciones luminosas, aumentando progresivamente el tiempo, sin pasar del límite de l',30", bastante para alcanzar el completo desarrollo de las coloraciones, por supuesto con la intensidad máxima: los sulfuros estaban colocados en tubos ce- rrados á la lámpara y cuya atmósfera interior era de nitrógeno muy puro y desecado. Venía de molde, al establecerlas primeras series, el mismo procedimiento empleado en las investigaciones acerca de la fosforescencia del sulfuro de bario; y así, en cada uno, se es- tablecieron ocho, correspondientes á otros tantos métodos de obtención, á saber: sulfuros procedentes de la reducción de los sulfates de bario, estroncio ó calcio^ conteniendo hasta el 2 por 100 de éstos y O gr. 002 de carbonato manganeso; sulfuros procedentes de las acciones del vapor de azufre al rojo sobre los carbonates de bario, estroncio ó calcio (viterita, estroncia- nita y calcita); sulfuros procedentes de las acciones del gas sulfhidrico seco sobre la barita, la estronciana ó la cal cáusti- cas, al rojo; sulfuros procedentes de la descomposición por el calor de los sulfitos; sulfuros procedentes de los hiposulfitos; • sulfuros procedentes de la acción de azufre sobre los carbona- - 245 — tos; sulfures del método de Verneuil, y sulfuros procedentes de mis propios métodos. Limitados los experimentos al sulfuro de bario, resultaron separadas como más fosforescentes y de coloración amarilla mejor marcada y permanente, once muestras^ todas ellas de un color agrisado claro, estructura granujienta, formada por la unión íntima de granillos, constituyendo en varias fragmen- tos irregulares de aspecto escoriforme. He aquí algunos por- menores acerca de los cuerpos de que se trata, referentes á sus propiedades individuales. a) Procede de la reducción del SO^Ba por el negro de humo, llevada á cabo á la temperatura del blanco, sostenida por cinco horas , siguiendo lento enfriamien- to y exposición al aire durante una hora. Es una masa dura , con aspecto de escoria y marcada estructura gra- nular; contiene 1,53 por 100 de sulfato de bario, que hace de materia activa; es impresionable en seguida por la luz y al cabo de 1' adquiere la fosforescencia máxi- ma uniforme y de hermoso color amarillo dorado, que dura cosa de una hora. h ) Obtenido , siguiendo el método de Verneuil, sin más variante que emplear como materia activa O, gr. 003 de óxido de bismuto para 100 gramos de car- bonato de bario. Tiene color blanco agrisado , sus granos poseen cierta dureza, es sensible en grado superior y en menos de 1' llega á adquirir la mayor luminescencia, asimismo amarilla y bastante persistente. c) Cuerpo pulverulento, blanco, resultante de la aplicación de mi procedimiento, siendo materia activa el sulfato de bario, 2 gramos por 100 de carbonato, soste- niendo cuatro horas el rojo vivo. Basta que experimen- te 30" las directas acciones de la luz y al punto pre- senta intensa fosforescencia de caracterísco color ama- rillo, el cual no es posible hacer cambiar. d) Es otro producto del mismo método^ sin más variante que el haber elegido por substancia activa el "— 246 — cloruro manganoso, O, gr. 012 por 100. Resulta el cuer- po en polvo formado de granitos duros ^ de color agri- sado claro, impresiónale la luz en seguida, y en cosa de 50" vésele ya dotado de viva fosforescencia y adquiere con ella la coloración amarilla peculiar. e) Formado por igual medio, con la única particu- laridad de haber cambiado la materia activa por O, gr. 005 de carbonato manganoso por 100 gramos de carbonato de bario; preséntase constituyendo granos de ciertas dimensiones, menos duros que los de otras pro- cedencias. Posee mucha sensibilidad, adquiriendo en 1' la máxima intensidad del color amarillo de la lumi- nescencia del sulfuro de bario. f) Nuevo producto del mismo sistema, en el cual sirvió de substancia activa el anhídrido arsenioso, O, gr. 025 por 100; masa en forma de escoria dura, en la que se advierte la estructura granular caracterís- tica: su sensibilidad es considerable; al cabo de 30"> límite inferior de las acciones de la luz, ya es fosfo- rescente, determinándose el color amarillo, que con la intensidad va en aumento, alcanzando el máximo de ambas cualidades al cabo de 1' de recibir las di- rectas impresiones de la luz. g) Corresponde á los experimentos efectuados , sien- do materia activa el óxido de bismuto, y es el único ejemplar que^ conteniendo 0,gr. 012 por 100 de tal cuerpo, goza la propiedad de ser muy excitable, adqui- riendo en 1' 30" la mayor intensidad, con color amari- llo dorado bastante vivo. h) Generado, según mi método, con O, gr. 008 de óxido de bismuto de materia activa, presentase en polvo agrisado claro, constituido de granulos pequeñísimos bastante duros. Con recibir 30" las directas influencias de la luz, ya manifiesta la fosforescencia característica, bastando poco más de 1' para que llegue al límite su- perior la intensidad del color amarillo dorado. i) Disminuyendo hasta O, gr, 005 por 100 la canli- — 247 - dad de óxido de bismuto, materia activa, he obtenido un cuerpo, en forma de escoria, duro y agrisado, con mayor sensibilidad para la luz directa, y cuya fosfores- cencia llega al grado máximo de intensidad y de color amarillo en 1'. j) Aminorando todavía la proporción de óxido de bismuto, hasta O, gr. 001 por 100, resulta un sulfuro de igual aspecto que el anterior y bastante más sensi- ble, en cuanto se consiguen iguales efectos de colora- ción en menos tiempo todavía. 1) Proviene, como los anteriores, de la aplicación de mi procedimiento, usando esta vez, por materia ac- tiva, O, gr. 001 de subnitrato de bismuto para 100 gramos de carbonato de bario. Resulta una masa casi blanca, de estructura granuda, algo blanda y homogé- nea: su impresionabilidad es singular y se excita en el momento d^ experimentar la acción directa de la luz; al cabo de 1' llega al máximo la intensidad del fenó- meno con la más espléndida fosforescencia del caracte- rístico color amarillo de oro, que persiste, á lo menos, hora y media. Ya sólo restaba comparar, unos con otros, estos verdaderos productos de selección, para lo cual era menester ponerlos en las mismas condiciones experimentales. Con tal objeto fueron colocados los once tubos, dispuestos de la manera dicha, sobre una tabla negra, separados y mediando entre ellos dos centí- metros; cubiertos con papel negro permanecieron durante un mes en la cámara obscura, para hacerles perder la menor traza de fosforescencia, extinguiéndose también los efectos acumu- lados de los residuos de carga procedentes de anteriores exci- taciones, conforme se dijo. Entonces fué llegado el momento de someter el sistema á las influencias de la luz, empezando por una excitación de 10": los sulfures señalados con las le- tras &,j, /, fueron los únicos que manifestaron leves indicios de luminescencia, á los 20" se notaban en los productos d^ e, /", i, y á los 30" era en todos manifiesta, aunque no coa - 248 — igual intensidad, ni con el mismo tono de color; para llegar al máximo he necesitado, según los casos, de 1' á 1' 30". Bus- cando diferencias, que no son grandes, entre los sulfures i,j y I, advertí, después de muchos ensayos, que en el últi- mo eran mayores la sensibilidad para la luz, la intensidad y la duración del fenómeno, más viva la coloración, desarrollándo- se al momento y alcanzando en seguida su punto culminante, y así lo diputo por el tipo de los sulfuros de bario fosforescen- tes. Sin llevarlo á la obscuridad, brilla ya en la sombra con hermosa luminescencia dorada, y es de suerte que el mismo vi- drio del tubo que lo contiene parece luminoso; son particula- res los efectos, y tan intensos, que excitan al cabo de cierto tiempo la fosforescencia de otros sulfuros, sobre todo, si á cau- sa de recientes impresiones, conservan todavía algún indicio de carga residual. Antes de ahora tengo advertido cómo es el sulfuro de es- trocio el que en la dilatada serie de mis trabajos ha dado me- jores resultados respecto del fenómeno estudiado; al propio tiempo es el más permanente y estable, el único que resiste, sin experimentar grandes alteraciones , la acción del calor re- lativamente enérgica y prolongada; el que disuelve en mayores proporciones las materias activas, constituyendo soluciones ho- mogéneas saturadas, impresionables y que no se destruyen 6 aniquilan fácilmente. Compréndese, sin esfuerzo, dadas las condiciones apuntadas, que hayan de ser más numerosos los productos de la primera selección, cuyo objeto es, en definiti- va, señalar aquellos cuerpos susceptibles de mayor lumines- cencia, procediendo conforme se hizo tratando del sulfuro de bario. De consiguiente alcanza hasta ser 16 los sulfuros de es- troncio escogidos y apartados para nuevos experimentos, y aquí se ponen la procedencia y caracteres esenciales de cada uno de ellos. a) Es originado por la reducción del sulfato de es- troncio natural ó celestina, conteniendo sulfato de cal- cio, el agente reductor fué el negro de humo y la ma- teria activa el propio sulfato de estroncio con una traza — 249 — de yeso. Su aspecto es el de polvo grueso , granudo y no blando, de color ligeramente agrisado: lo impresio- na la luz en 30" y va adquiriendo la fosforescencia más intensidad y color prolongando las acciones de la luz hasta 1' 30", en cuyo momento se alcanza el límite y es la luminescencia de vivo y característico color verde- fe'^ Prodúcese en la descomposición por el calor del hiposulfito de estroncio, y como resulta una mez- cla de sulfuro y sulfato, éste hace de materia activa. Masa granular de color gris claro, dura y resistente, es excitable á los 40", crece la luminescencia, de color verde claro, alcanzando su desarrollo la intensidad máxima á los 2'. c') Siguiendo mi procedimiento, y empleando por substancia activa hasta la cantidad de O, gr. 015 de anhídrido arsenioso por 100 gramos de carbonato de estroncio natural, esironcianita impura, es fácil lograr un cuerpo no duro, escoriforme^ de color blanco, muy fosforescente; antes de los 30" de recibir la luz direc- ta ya se excita; al minuto alcanza el fenómeno su ma- yor intensidad y la coloración es verde bien pura , que poco á poco se aclara hasta extinguirse al cabo de una hora. d' ) Resultado de la aplicación del mismo método^ operando al rojo y usando O, gr. 005 de anhidrido ar- senioso como materia activa por 100 gramos de carbo- nato de estroncio artificial, es cuerpo blanco, granu- jiento , blando , que se impresiona recibiendo la luz di- recta 30" y al cabo de V fosforece con la intensidad máxima y coloración verde, que desaparece con lenti- tud y se extingue en hora y media. e') También es obtenido por igual procedimiento, cambiando sólo el cuerpo activo, que fué, en este caso, el ácido silícico, resultante de haber desecado la sílice gelatinosa precipitada. Aparece formando suerte de escoria no dura; es de tonos agrisados claros; se im- presiona en 45", adquiriendo la fosforescencia el máxi- - 250 - mo desarrollo, con hermoso color verde, en 1' 30" y per- sistiendo, cosa de una hora. Este sulfuro, formado al rojo vivo, sostenido por seis horas, contiene siempre silicato de estroncio y la cantidad eficaz de ácido silí- cico llega á O, gr. 025 por 100 gramos de carbonato. f ) Corresponde á una serie, en la cual, sin cam- biar el método, fueron materias activas diversos com- puestos de manganeso. Si en la solución sólida hay O, gr. 015 de cloruro manganeso, la luminescencia se manifiesta antes de los 30" de recibir el cuerpo las ac- ciones de la luz directa, y se desarrolla en 1' con mu- cha intensidad y color verde de tonos claros: es pulve- rulento y de matices agrisados. g') Hube de cambiar el cloruro por el carbonato manganeso, empleando O, gr. 008, y resultó un sulfuro dotado de condiciones análogas al anterior, quizá ua poco más sensible á las acciones directas de la luz blanca. W) Variada la materia activa, y prefiriendo el sulfa- to manganeso á la dosis de O, gr. 005, resulta un aglo- merado grisáceo, poco duro, que fosforece de la misma manera y con iguales condiciones que los dos ante- riores. i') Fué cuerpo activo el permanganato de potasio, en la cantidad de O, gr. 005, resultando menos eficaz que los otros compuestos de manganeso: el cuerpo no es duro, tiene color blanco más agrisado, que se altera y obscurece al cabo de tiempo. Requiere casi 1' para manifestar la luminescencia, la cual adquiere su inten- sidad máxima 30" después, con color verde claro ca- racterístico. j'} Ya en otro orden de ensayos , siempre adoptan- do mi procedimiento, fueron elegidos, en calidad de cuerpos activos, diferentes compuestos de uranio. Con O, gr. 015 de cloruro por 100 gramos de carbonato de estroncio, resulta una masa en forma de escoria dura, de tonos grises; es excitable por la luz en 30", y al - 251 - cabo de 1' llega al límite superior de la fosforescencia de color verde claro con matiz amarillento. V) Un efecto semejante he logrado con el sulfato de uranio, empleando sólo O, gr. 001; la masa resultan- te es dura, conociéndose muy bien en ella la estructu- ra granuda, y las cualidades de luminescencia parecen algo exaltadas respecto del cuerpo anterior. m) Análogos resultados produjo, como substancia activa, el óxido amarillo de uranio en la proporción de O, gr. 005. Es el cuerpo resultante, granudo, blan- do, gris, bastante sensible respecto déla luz directa, y su fosforescencia, siempre verde, con cierto tono ama- rillento, se desarrolla llegando al máximo en 1' 30". 7i) Disminuyendo la cantidad de óxido amarillo de uranio hasta O, gr. 001, resulta un sulfuro escoriforme, blando, de color agrisado, en extremo impresionable, y cuya luminescencia se determina en lin momento, y llega al máximo antes de 1' con color verde del matiz de las demás soluciones que contienen uranio. o) No son enteramente iguales los efectos conse- guidos , si se emplea como materia activa el cloruro de torio en la proporción de O, gr. 015. Resulta, operando el rojo vivo, un cuerpo escoriforme duro, constituido por menudísimos granos, y es de color blanco algo agrisado. Exponiéndolo 30" á las directas acciones de la luz blanca, se impresiona y fosforece; reiterándolas excitaciones y haciándolas durar 1', se alcanza la má- xima intensidad de la luminescencia, que es de color verde con ligerísima tonalidad amarillenta. p) Límites más dilatados tiene la fosforescencia del sulfuro de estroncio cuando es materia activa de ella un compuesto de bismuto. Con O, gr. 02 de óxido de este metal, he obtenido una masa granuda, dura, blanquecina, excitable por la luz ya á los 20", y que antes de 1' llegaba al máximo de intensidad luminosa con hermoso color verde y la luminescencia permene- cía largo tiempo. — 252 - q) Generalmente, el cuerpo tenido por más eficaz ha sido, á io menos en mis experimentos, el subnitrato de bismuto, que puede ser empleado hasta en propor- ciones de O, gr. 14 por 100 y produce excelentes materias fosforescentes. Con la dosis ínfima de sólo O, gr. 001 ya se consiguen productos en sumo grado impresionables, y con la primera apuntada preparé una disolución, excitable por la luz de una lámpara de diez bujías, dando luminosidad verdosa; con la luz blanca y directa del día, la impresión es casi instantánea, bas- tando hacerla durar 30" para que adquiera la máxima fosforescencia de hermoso color verde , que sólo al cabo de horas se extingue permaneciendo el cuerpo en la obscuridad. Mejor acaso que los sulfuros de bario, podían compararse los de estroncio que van enumerados, empleando el mismo sistema de experimentos adoptado para aquéllos. Reducidos, pues, los 16 sulfuros de estroncio al estado de inercia, como punto de partida, y dispuestos de la manera que es ya di- cha, fueron sometidos por 10" á las excitaciones de la luz; bastantes ya se impresionaron , en particular los señalados con las letras p y q,' de los otros fueron de notar los que contienen manganeso, ó sea los marcados f, g' , h' é i' , si bien los efectos son menores y la incipiente luminescencia indeterminada. Pro- longando hasta 20" la acción luminosa, comienzan á lucir los que contienen arsénico c' y d' y los de uranio j', I', ni j n y el de torio o, y á los 30" todos los del grupo son fosforescen- tes. Iniciado el fenómeno, su progresivo desarrollo por incre- mentos variables, siempre rápidos, hasta alcanzar la intensi- dad considerada límite máximo, suele llevarse á cabo en 1' 30" á lo sumo ; pero hay un caso, que es el del sulfuro q, en el cual, á una impresión instantánea, se sigue la totalidad del desen- volvimiento de la luminescencia, en tan corto tiempo, que es bastante menor del necesario para excitar solamente á muchos de los otros comprendidos en la serie. Es suficiente la luz di- fusa de una habitación, la de una lámpara eléctrica basta para — 253 - impresionar este sulfuro; con la del día, en un instante absorbe la suficiente para lucir ya en la sombra y producir ea la obs- curidad la más espléndida fosforescencia de hermoso color verde, sólo extinguida, y eso con gran lentitud, al cabo de ho- ras. Por esto diputo al cuerpo de que se trata como el tipo de los sulfuros de estroncio luminescentes. Bien será poner término á esta Memoria tratando lo que re- ferente á su objeto se hizo á propósito del sulfuro de calcio, en cuyas propiedades influyen sobremanera el origen y la cali- dad de las primeras materias, sirviendo sus componentes y uti- lizándolos en dar á las disoluciones sólidas cierta complicación conveniente para que el fenómeno se produzca ; pero uniéndose disolvente y materia activa á temperatura bastante menor de la necesaria en la formación de'otros sulfuros alcalino-terrosos fosforescentes. Fueron separados^ como en los casos anterio- res, mediante seleción, hasta 11 sulfuros de calcio, que tienea las características siguientes: a") Trátase de un producto obtenido aplicando el método de Verneuil, pero sin añadir subnitrato de bis- muto, ni cuerpo alguno de naturaleza metálica que pu- diera hacer de materia activa, cuyos oficios cumplen las substancias contenidas en las cascaras de huevo, de las cuales procedía la cal empleada. Resulta un cuerpo blanco, granular, duro, que se impresiona por la luz di- recta en unos 50", adquiriendo la máxima intensidad con color violeta claro en 1' 30". h") Es el resultado de emplear igual procedimiento, conforme lo he modificado, también sin materia activa especial, llenando sus funciones los cuerpos existentes en las conchas marinas, de cuya calcinación era pro- ducto la cal usada en este caso. He conseguido un cuerpo blanco, granudo, tenaz, dotado de bastante sen- sibilidad para la luz, que lo impresiona yá á los 30", y reiterando las impresiones ó prolongándolas siquiera durante 1' 30", se alcanza el límite superior de la fos- forescencia, que es de color violeta característico. Eev. Acad, Ciencias. -III.— Septiembre, 1905, 18 — 254 — c") Procede de la reducción del sulfato de calcio por el negro de humo, al calor rojo vivo, y es su mate- ria activa el propio sulfato de calcio, del que contiene 1,50 por 100. Menos excitable que los anteriores, ha menester recibir durante 1' la impresión de la luz blanca y hasta 2 ' son necesarios para alcanzar la mayor inten- sidad de la fosforescencia, al igual de los casos ante- riores, de color violeta. d") Actuando el vapor de azufre sobre cal viva que contenga 1 por 100 de sulfato de bario, resulta una masa blanca, granular, impresionable por la luz en 30" y que en 1' 30" alcanza la máxima intensidad, y su fos- forescencia es siempre violada. e") Siguiendo mi ptocedimiento, sin otras varian- tes que el mezclar á la creta primera materia 5 por 100 de carbonato de estroncio y usar como substancia activa O, gr. 015 de sulfata de estroncio, se consigue una masa blanca y granuda, que la luz directa excita en un minuto, pero hasta pasados 2' 15" no alcanía la fosfo- rescencia más intensa, ni llega al límite en el punto de la coloración violeta. f") Fué materia activa, en otro experimento, tam- bién por mi método, el anhídrido arsenioso en la pro- porción mínima de O, gr. 005 que marca el límite de su eficacia, resultando el cuerpo pulverulento y de color agrisado muy claro: es en extremo apto para la fosfo- rescencia, en el caso presente de tonos más claros, dentro de la coloración violeta, propia de los sulfuros de calcio; se impresiona en el momento de sentir las ac- ciones directas de la luz; pero necesitan durar 1' para que el fenómeno alcance su mayor intensidad y enton- ces dura bastante tiempo. g") De los cuerpos que mejor se disuelven en el sulfuro de calcio es, sin duda, el carbonato mangano- so. Adoptando mi procedimiento, con el polvo de con- chas por origen de la cal y O, gr. 015 de dicho carbo- nato á guisa de materia activa, se logra una masa gra- — 255 — nuda^ ligeramente agrisada, impresionable por la luz en 30", adquiriendo al cabo de 1' 30" gran intensidad y muy puro color violeta. h"j Hay bastante diferencia cuando se experimen- ta empleando el óxido de bismuto por substancia activa, tan eficaz respecto del sulfuro de estroncio. Con la cre- ta de primera materia y O, gr. 025 de dicho óxido, se logra un cuerpo formado de menudos granos duros, de color gris claro. Impresiónalo la luz 45" y entonces la fosforescencia comienza á desarrollarse, siendo lige- ramente violada; reiterando la impresión ó haciéndola de 1' 30", la intensidad alcanza el límite superior y el color tórnase de hermoso tono violeta. i") Variando las condiciones experimentales, em- pleando ahora cal viva en masa y sólo O, gr. 005 de óxido de bismuto, y permaneciendo constantes las can- tidades de carbonato de sodio y de cloruro de sodio, el cuerpo resultante es más excitable, á los 30" da seña- les de fosforescencia violeta, que sólo necesita 1' para su completo desarrollo. j") Mejores y más rápidos efectos he conseguido en nuevas aplicaciones del procedimiento Verneuil, siendo origen de la cal el mármol blanco y materia activa el ácido silícico procedente de desecar la sílice gelatinosa empleándolo en la proporción de O, gr. 015 y no pasan- do la temperatura del rojo. Resulta un sulfuro formado de granitos duros y blancos, que sólo recibiendo un ins- tante la impresión de la luz ya presenta luminescencia blanquecina; á los 30" tiene color violeta, que se acen- túa en seguida, y en 1' alcanza la intensidad máxima, decreciendo luego con lentitud. I") Quise medir la eficacia de la sílice en calidad de materia activa para la fosforescencia del sulfuro de calcio y adoptando mi método, con mármol blanco por generador de la cal, disminuyendo las proporciones de substancia disuelta hasta reducirlas á O, gr. 002. En- tonces conseguí un cuerpo blanco, constituido por finos, — 256 - sueltos y duros granillos; su excitabilidad es extrema- da, y en el mismo instante de sentir la impresión de la luz, tórnase fosforescente, y el ejemplar que guarda hace siete años es el más luminescente de toda la co- lección; á la misma luz del día brilla y su espléndida luminescencia, del más hermoso color violeta, no es igualada por ninguno de los cuerpos obtenidos en los nueve años que han durado mis trabajos. Advertiré que en el mármol empleado he reconocido la presencia del manganeso. No cabía duda respecto de la determinación del tipo de fos- forescencia del sulfuro de calcio en vista de este último que ofrece la exaltación máxima de las cualidades asignadas, y si llegan tan pronto á su límite superior, nunca alcanzado en los demás casos, la reversibilidad del fenómeno, dentro de los lindes marcados por los residuos de carga que se acumulan para su efecto al de nuevas excitaciones, conforme queda marcado, es lenta y dura horas; pues conservando en la cámara obscura el sulfuro, luego de bien excitado, vesele por bastante tiempo fos- forescer. Poco á poco va degradando el color violeta y al cabo la solución sólida torna al estado primitivo de relativa inercia, adquiriendo, no obstante, mayores aptitudes , que se manifies- tan bien claras cuando es de nuevo excitado por la luz. ( Laboratorio de f|uíin¡ca de la Escuela Superior de Artes é Industrias de Madrid.) - 257 — X. — Las terminaciones nerviosas en las ventosas de algunos Cefalópodos. Por J. Madrid Moreno. Ya en un trabajo que publiqué en el Boletín de la Real So- ciedad española de Historia Natural (1), el cual, á su vez, con algunas ampliaciones fué presentado posteriormente, con pre- paraciones microscópicas demostrativas, al Congreso de Ra- dioactividad celebrado en Septiembre último en Lieja, indi- qué que, si al emplear en la impregnación de las neurofibrillas de diversas especies de vertebrados el método fotográfico* de las sales de plata, de Simarro, con las variantes introducidas después por Cajal, colocamos un tubo de bromuro de radio, obtendremos preparaciones confeccionadas en mucho menos tiempo, quizás, por la acción reductora que ejerce aquél sobre los compuestos de plata, que el indicado por dichos autores en su técnica y cuyas preparaciones ofrecen además la singu- laridad de presentar gran riqueza de neurofibrillas. La premu- ra del tiempo hizo que no pudiera reseñar detenidamente to- dos los particulares referentes á la intervención del radio en esta clase de preparaciones, por necesitar más largo estudio con objeto de circunscribir la técnica. Pero como quiera que los resultados obtenidos después han sido favorables en ex- tremo , no he querido dar á conocer únicamente un procedi- miento más, entre los innumerables que registra la bibliografía neurológica, por entender el poco valor que tiene toda innova- ción que se haga en el campo de la técnica, si no va acompa- ñada de su inmediata aplicación en algún tejido del organismo animal. (1) La radioactividad, como método histológico del sistema ner- - 258 — Mis primeros ensayos se circunscribieron al sistema nerviosa central y periférico de vertebrados, empleando aquellos ani- males que corrientemente se usan en las prácticas de los labo- ratorios, procediendo por fijar las piezas histológicas en al- cohol de 70 grados, cambiándolo sucesivamente por mayores graduaciones, hasta llegar al absoluto para que quedaran per- fectamente deshidratadas. Al trasladarlas á este último líqui- do, se agregan unas gotas de amoníaco, según aconseja Cajal^ para que se verifique la nitración en mejores condiciones. Pero ^a hemos de ver más adelante, que, á pesar de que el amo- níaco está recomendado por los químicos como un sensibiliza- dor en las emulsiones para hacer placas fotográficas, conside- rándolo indispensable (1), puede obtenerse la impregnación de las neurofibrillas y hacer excelentes preparacionas si las piezas histológicas son puestas primeramente en alcohol absoluto con unas gotas de solución de eosina 6 de eritrosina, sometiéndo- las después á la acción del nitrato de plata, y donde, por con- siguiente, para nada ha entrado el amoníaco. Deteniéndonos primeramente en aquellas preparaciones que son fijadas en alcohol absoluto amoniacal, se las lava ligera- mente en agua destilada, y se trasladan después á un tubo que contenga nitrato de plata á l^/^ por 100. Para ello me he ser- vido de tubos de unos 6 centímetros de largo por 2 de ancho, con tapón de corcho, siendo indiferente el que tuvieran otra forma ó medida. El tapón se agujerea en su centro, y allí se sujeta ó se sostiene el tubo de bro?nuro de radio; pero como la longitud y diámetro de éstos es variable según sus actividades, todo depende de que tengamos varios tapones de corcho que sostengan, según el diámetro de su agujero, el tubito de aquella sal. La cantidad de solución de nitrato que se coloca en el tubo, es relativamente pequeña: de 5 á 10 centímetros cúbicos, cuidando que el espesor de las piezas histológicas tenga pocos vioso. — Boletín de la Real Sociedad española de Historia Natural. Julio 1905. (1) Mathet. Traite de chimie photographique., 2^ edit. Tom. I. París, 1901. — 259 — milímetros. Se procura que colocado y sujeto el tubo de radio verticalmente, llegue á tocar el ceutro del fondo, y que toda la sal quede siempre cubierta por la solución impregnadora, con el fin de que las radiaciones ó emanaciones se repartan por igual_, y ejerzan su acción sobre las piezas histológicas, coloca- das alrededor del tubo de radio. Dispuestos así los tubos , y en posición vertical , se trasladan á una cámara obscura ó á una caja herméticamente cerrada, á la temperatura del ambiente, durante veinticuatro horas generalmente, pues aquí lo que se trata es de obtener los mismos efectos, que los que da la perma- nencia en estufa á 37 grados durante cinco ó más días, en mu- cho menos tiempo del que se tarda en hacer una preparación, siguiendo la técnica del método fotográfico de las sales de plata. Lo primero que tuve que hacer, era conocer el tiempo de acción de las distintas actividades de los tubos de radio, una vez que positivamente sabía, según había comprobado experi- mentalmente, que las emanaciones de dicha substancia redu- cían la solución de plata é impregnaban las neurofibrillas; y como quiera que los tubos puestos á la venta (1) son de 40, 240, 1.000, 3.000, 10.000 y 100.000 actividades, con todos ellos hice mis experimentos, valiéndome de los que había ad- quirido en el Laboratorio municipal y los que generosamente puso á mi disposición el Profesor Muñoz del Castillo en el La- boratorio de Mecánica química de nuestra Universidad. Unas veces me he servido contemporáneamente, además de los tu- bos de radio, de-la estufa á 37 grados, y otras de la distinta temperatura de la habitación de trabajo; y tanto de una mane- ra como de otra, el resultado ha sido satisfactorio, atribuyen- do la brevedad del tiempo de impregnación á las emanaciones radioactivas , aun cuando algún influjo pudiera tener la acción de la temperatura. De mis comprobaciones resulta, hasta aho- ra, que se obtiene riqueza de neurofibrillas con el nitrato de plata, á la dosis indicada, en cuarenta y ocho horas con tubo de radio de 3.000 actividades, y en veinticuatro horas con tubo de 10.000, y en menos tiempo con el de 100.000. Lavadas las (1) Société de produits cMmiques. — París. — 260 — piezas ligeramente en agua destilada, se trasladan durante veinticuatro horas al líquido revelador, habiéndome servido del ácido pirogálico, según la formula de Cajal. Igual resulta- do se obtiene con la formula de hidroquinona que emplean los fotógrafos, sin más que echar, en 10 centímetros cúbicos de agua destilada , de 3 á 5 gotas de aquél preparado. Otro tanto puede decirso del adurol, usándolo del mismo modo, lo que viene á probar la afirmación de Simarro al tratar de su procedimiento , á saber, que cualquir revelador de los usados en fotografía es susceptible de empleo en la revelación de las piezas histológicas sometidas á la acción del nitrato de plata. He de consignar también otro hecho, y es el de que si colo- camos centros nerviosos y algunos órganos, ricos en neurofi- brillas, procedentes de un vertebrado, en alcohol absoluto con unas gotas de solución alcohólica á 1 por 100 de eosina ó de eriirosina, para su fijación y coloración; y tras de un rápido lavado en agua destilada y después en nitrato de plata á 1 y V2 P^^ ^^^ ^"^ estufa á 37 grados, de tres á cuatro días, se ob- tienen preparaciones muy interesantes é instructivas. No sólo aparecen grandes plexos neurofibrilares que se destacan en negro sobre un fondo café rosado, sino que se tiñen otros elementos, de rosa, como lo glóbulos sanguíneos y leucoci- tos, lo que da una diferenciación mayor. Pero estas preparaciones tienen que sufrir varios lavados después en alcohol, hasta despojarlas del exceso de materia colorante, y es mejor fijar las piezas histológicas en alcohol fuerte, al que se añaden dos ó tres gotas de la solución de eosi- na 6 de eriirosina, lo suficiente para dar al alcohol un tono rosado; pues de este modo las operaciones se abrevian mucho y la impregnación resulta mejor. Estos colorantes substituyen al amoníaco y son elementos también sensibilizadores en las emulsiones gelatinosas de las placas fotográficas, que van, como es consiguiente, acompañadas del nitrato de plata. Los primeros histólogos que hicieron uso del nitrato de pla- ta fueron His y Recklinghausen (1), cuyas soluciones dibujan (1) Recklinghausen (Arch. F. path. annt. XIX).— Duval: La - 261 - en negro el cemento que une las células endoteliales. Pero di- chos autores no están de acuerdo en cuanto á la manera de obrar la impregnación , creyendo que el metal se fija por el cemento intercelular, mientras que otros piensan que actuando el nitrato sobre la misma célula se destaca en la periferia la línea negra, por su contigüidad á las otras células. Lo cierto es que dicho procedimiento ha llegado á ser clásico y es el único que pone de manifiesto dicho cemento de unión en los epitelios. Recklinghausen aconsejaba en su procedimiento, la- var los preparados en solución de cloruro de sodio, antes de exponerlos á la luz. Alferow (1) hizo uso de las sales de plata solubles en un ácido orgánico como el picrato, lactato , acetato y curato, en soluciones á 1 por 800, haciendo notar que aquellas que con- tienen un ligero exceso de ácido, dan impregnaciones mucho más puras, y á las cuales añade de 10 á 15 gotas de ácido. La sal de plata, actuando sobre los albuminatos, considerándose como fluido y coagulado por las sales de plata, el cemento de las células, y sobre otras substancias que se hallan en los te- jidos, cloruros, carbonatos, etc., lo hace también sobre otras granulaciones que, sin orden, se ven esparcidas por la prepara- ción; por la presencia del ácido libre, muchas de estas combi- naciones se descomponen y reconstituyen la sal de plata, de tal manera, que de todas las precipitaciones no persiste más que el albuminato y el cloruro de plata, que son combinaciones más resistentes. Müller (2) sumerge las piezas histológicas en nitrato y á la obscuridad durante dos ó tres minutos, añadiendo á la solución otra de 1 por 100 de yoduro de plata disuelto con ayuda del yoduro potásico. Después que hace el lavado, expone á la luz en solución de nitrato á 0,1 por 100. technique microscopique et histologique. — Bibliothéque Scientifi- que contemporaine. — París. (1) Arch. de Physiol. , 1874.— Lab. d'hist. du Collége de Tran- ce , 1874. (2) Arch. de Physiol., 1873. — 262 - Rouget (1) hace la reducción de las preparaciones someti- das al nitrato de plata con ayuda de la glicerina. Sattler (2) verifica la exposición á la luz durante unos mi- nutos en agua acidulada con fórmico ó acético. Krause, después de lavar las preparaciones, las somete á la acción del permanganato potásico, cuya reducción es rápida y 68 hace en poco tie-npo (3). Oppitz (4), después del nitrato de plata, lavados ó tres mi- nutos en solución dé 0,25 ó 0,5 por 100 de cloruro de estaño. Jakimovitch (5) extiende la impregnación á los centros ner- viosos, y una vez que salen de la plata, los coloca en una mez- cla de una parte de ácido fórmico, una parte de alcohol amí- lico y 100 partes de agua, y cuya exposición á la luz debe du- rar de dos á tres días. Legros (6) somete las preparaciones á la acción reductora del hiposulfito de sosa, aconsejando Duval que después del la- vado en agua destilada, debe emplearse como reductor el baño de hiposulfito en la proporción de 2 centésimas. Gerota (7) recomienda reducir en solución de hidroquinona y fijar por el hiposulfito lo mismo que se hace en la fotografía. Resulta, por tanto, que el procedimiento de las sales de pla- ta, y especialmente el nitrato, no ha sido empleado más que en la impregnación de los epitelios, y que fuera del método de Golgi y el ya indicado por Simarro y Cajal, en que tan princi- pal papel juega dicha sal en los centros nerviosos, especial- mente en los vertebrados, no sabemos que hubiera sido utili- zado el lactato de plata en la impregnación de las neurofibri- Uas de los centros y órganos. Contemporáneamente á los experimentos con el radio, veri- (1) Arch. f. mik. Anat. , XXI. (2) Bolles Lee et Henneguy. — Tratíé des méthodes techniques deV anatoTnie microscopique. — París, 1902. (3) Bolles Lee et Henneguy, loe. cit. (4) Zeit f. wiss. Mik. , 1884. (5) Journ. de Vanat. , XXIII, 1888. {6j Joíir de Vanat., 186S. (7) Arch. Anat. Phys. Abth., ISdl.-Zeit. Wiss. Mik., 1899. — 263 — fique otros en los cuales sustituí el nitrato de plata por el lac- tato (Actol Credé) para ver qué efecto podía -producir en los te- jidos, y si se impregnaban las neurofibrillas, obteniendo exce- lentes resultados en los vertebrados. Pero no sólo me limité á este grupo, sino que me extendí á los invertebrados, especial- mente á las especies marinas, sabiendo que todos ó casi todos los procedimientos técnicos de preparaciones del sistema ner- vioso habían fracasado en animales de agua salada. Las espe- cies que tuve más á la mano, fueron fragmentos, conservados en alcohol ordinario, de tentáculos de pulpo, Octopus vulgaris, y de un gusano Nereis, y con ellos hice mis preparaciones. Ignoro, por otra parte, si con el procedimiento técnico que voy á describir, se obtendrán iguales resultados en otras especies del mismo elemento y de distintos grupos; pero todo hace creer que, salvando pequeñas diferencias de detalle, pueda ge- neralizarse en las pesquisas del sistema nervioso central y pe- riférico, y cuyas investigaciones he de continuar en otras es- pecies de muy distintos grupos de la escala zoológica. Así, pues, resumiré la técnica que, tras continuadas pruebas, he se- guido durante varios meses, y, coa la cual he obtenido los me- jores resultados. Las piezas histológicas se ponen directamente en alcohol de 70 grados, cambiándolas á menudo por otros alcoholes de 80, 90, 95, y absoluto, hasta su completo endurecimiento y des- hidatración. En el transcurso de estas operaciones se reducen dichas piezas, por medio de la navaja histológica, á trozos que tengan un grueso de menos de 5 mm., y al pasar al alcohol ab- soluto, se le añade á éste dos ó tres gotas de amoníaco ó de solución de eritrosina en alcohol absoluto. La permanencia prolongada en este líquido no perjudica en nada al éxito de las operaciones sucesivas. Sacadas las preparaciones del alcohol absoluto, se lavan rápidamente en agua destilada y se trasla- dan á un tubo que contenga solución acuosa de lactato de plata (agua destilada^ 100 : lactato 2 gramos). Contemporánea- mente se coloca en el centro del tapón un tubo de bromuro de radio, de 3.000 actividades, del modo ya indicado, trasladándo- lo á la cámara obscura á la temperatura de la habitación, ó á la — 264 — estufa á 37 grados, durante cuarenta y ocho horas, también al abrigo de la luz. Se obtiene asimismo, pues de uno ó de otro modo da resultado, buenas impregnaciones, disminuyendo la dosis de lactato, haciendo la solución con l^'o gramos. Las preparaciones después se lavan en agua destilada ligeramente y se trasladan á la solución reveladora, ácido pirogálico (fór- mula de Cajal), hidroquinona, adurol, pues todas ellas han servido bien. Estos dos últimos reveladores tienen la ventaja de que no hay necesidad de prepararlos, sobre todo el último, que es ex- celente y expenden los comerciantes de objetos de fotografía. A veces, según la consistencia de los tejidos, y si á la solución reveladora no se le agregan unas gotas de formol, nos expone- mos á que se maceren un poco, hecho que hay que tener en cuenta. Nuevo lavado en agua para descartar el exceso del re- velador y fijador, son trasladados los trozos de tejido al alco- hol de 90°, 95 y absoluto, para su inclusión en celoidina ó pa- rafina, empleándose en este último caso como líquido interme- dio el aceite de cedro, y como aclarador en la primera, la creo- sota. Aparte de la impregnación de las neurofibrillas tienen otras ventajas estas preparaciones, dando numerosos detalles además, no sólo citológicos, sino selectivos en los tejidos, y en las cuales no es necesario emplear una segunda coloración para poner de manifiesto mayores detalles. Generalmente, y aun sa- liendo bien las preparaciones, se observan en diferentes re- giones de las mismas, precipitaciones constituidas por granula- ciones mucho más gruesas que las que forma en casos análo- gos el nitrato. Macroscópicamente puede conocerse si una pie- za histológica ha sido bien impregnada y ha respondido al mé- todo, pues si al hacer los primeros cortes, se observa que pre- senta una coloración grisácea en la periferia, más clara hacia el centro, es señal de que no hemos obtenido buena impreg- nación; mientras que si el color es de chocolate, con un tono rojizo central, es seguro que se han obtenido buenas prepara- ciones de sistema nervioso. Cuestión será ésta de más detenido estudio, pues hechos semejantes suceden cuando se emplea el nitrato, pero las granulaciones y precipitaciones de una ó de — 265 — otra sal no llegan nunca á formar grandes grumos como con el método de Golgi , cuyos precipitados periféricos impiden ver detalles de interés. Conocida es la morfología de las ventosas de los Cefalópo- dos descripta en los libros generales de Zoología, y cuya dispo- sición estructural constituye uno de los caracteres para la di- ferenciación de las especies. Situadas, en gran número, en los brazos ó tentáculos, ocupando la cara bucal, les sirven á aquellos animales, no sólo para sujetarse con fuerza á los obje- tos que tratan de apoderarse, si que, probablemente también, como órganos del tacto, dada la riqueza de neurofibrillas y de células sensitivas que poseen. Estas ventosas pueden ser pedua- culadas, provistas de un cabo ó sostén, como sucede en la sepia, 6 sentadas, como en nuestro ejemplo del ^niJpo común. En unas puede su parte libre ó borde estar rodeado por un anillo de naturaleza córnea, en otras especies estar provistas de finos dentículos ó asperezas, fáciles de reconocer á nuestro tacto y que les sirven para su mejor adherencia á los cuerpos". Si practicamos un corte medio pasando por el eje de la vento- sa, cortando á través el tentáculo, notaremos que está consti- tuida por dos partes, una cámara superior ó infundibulum y una inferior ó acetahular que hace el oficio de émbolo, se- parados por un orificio ó esfínter. Tanto una como otra están formadas por numerosas y robustas fibras musculares, coloca- das unas longitudinalmente y otras trasversalmente y que como anillos la rodean, dando al conjunto mayor solidez, haces longitudinales y trasversales también, de tejido conjuntivo. In- teriormente, la copa de la ventosa está revestida de células epi- teliales, caliciformes en su mayor parte, y separando las masas ó regiones musculares, fibras conjuntivas, notándose también sus correspondientes vasos. En la parte central del tentáculo hay un ganglio, el cual envía un paquete de nervios que sir- ven de eje nervioso á la ventosa. A partir de este sitio, pues, es donde nuestras observaciones han comenzado para ver qué - 266 - curso ó distribución llevaban las neurofibrillas entre las dos cámaras que forman aquéllas. Este nervio lo constituye un haz de fibrillas (fig, 1.^), que corre en dirección rectilínea por entre dos columnas de tejido fibrilar que están representadas en dicha figura. El espacio comprendido entre éstas, está ocupado por fibras musculares también, que aparecen en las preparaciones cortadas transver- salmente. Pero dicho haz, una vez que ha salido del territorio muscular ya indicado, después de hacer varias revueltas 6 en- roscamientos por entre el tejido conjuntivo, comienzan sus fibri- llas á separarse , unas veces longitudinalmente y siendo para- lelas á las fibras musculares (fig. 2.''), ascendiendo por otras é intercalándose también trasversalmente entre los músculos, y de cuya disposición darán mejor idea las figuras 3.^, 4."" y 5.^^ donde se ve que, aparte de las direcciones que hemos determi- nado, se renuen además, formando grandes y ricos plexos. Es además muy curiosa la arquitectura muscular de la ventosa, pues dada su función , necesariamente el juego que ejecutan sus haces, tienen que estar regidos por una fuerza nerviosa que establezca toda clase de contactes y relaciones entre los elementos histológicos, notándose en las preparaciones nume- rosos paquetes de fibrillas, formadas por muy diverso número, que se separan, vuélvense á reunir, tras un determinado tra- yecto, y á unirse á otras procedentes de otros haces. Estas dis- posiciones se observan constantemente en la cámara posterior de la ventosa, no habiendo hallado, en mis investigaciones, ninguna terminación nerviosa ni cosa semejante que á ellas se pareciese, en dicha región. Fijándonos en la región del infundibulum , veremos que continúa presentándose la misma disposición de los plexos ner- viosos, solamente que con más finura y delicadeza, y es nece- sario recurrir para su observación á objetivos de mucho ma- yor aumento, como el apocromático 1,30, de inmersión homo- génea, de Zeiss, del cual me he servido para la confección de las figuras 6.^ á 10. Notamos aquí otra particularidad digna de mención, y es la de que, siguiendo el curso de las neurofibri- llas, sean aisladas, pareadas ó en paquetes y haces, penetran — 267 — de tal modo entre las fibras musculares, que llegan á abrazarlas <5 rodearlas, volviendo á salir en distintas direcciones y nue- vamente enroscándose á otra ú otras fibras musculares, co- mo tegiéndolas; por último, la fibra nerviosa va á tocar uno de los uúcleos de la fibra muscular, terminándose, por tanto, en un pequeño ensanchamiento en forma de botón ó de pera, correspondiendo el tipo de esta terminación á las denomi- nadas mayichas motrices. En esta región de la ventosa se notan disposiciones muy variadas, pero que todas ellas respon- den al mismo tipo, viéndose núcleos rodeados ó envueltos por fibrillas, las cuales llegan á tocarlos por medio de su ensancha- miento , impregnado en negro claramente por medio del reac- tivo reductor. Distintas variedades de este modo de terminar ob- servamos en las preparaciones , de las cuales darán mejor idea las figuras. 6.^, 7.^ y 8.^ Otras veces , los paquetes que corren entre las junturas de las fibras musculares, se disocian ó sepa- ran, conservando cierto paralelismo, entrecruzándose después por entre aquéllas, volviendo de nuevo á reunirse unas veces, otras, y es lo general, á separarse, cuyo conjunto constituye una red que mantiene en íntima relación los elementos mus- culares. No es tampoco raro sorprender en las preparaciones, células de naturaleza nerviosa, unas veces aisladas y otras pa- readas, como en la fig. Q.^ A, con sus correspondientes expan- siones. Otras veces, los haces nerviosos, cuando van á terminar, se abren ó esparcen en forma de abanico, yendo sus termina- ciones á tocar á los núcleos, en los cuales hallamos, por otro lado, que presentan clara é indistintamente dos nucléolos , que ponen bien en evidencia el lactato de plata reducido. EXPLICACIÓN DE LAS LÁMINAS Fig. 1.^. — A. Nervio principal, cuyas fibrillas se reparten por la ventosa. B. Travéculas de tejido conjuntivo. Fig. 2."'^. — A. Tejido conjuntivo. B. Fibras musculares cortadas á través. C. Distribución de neurofibrillas. Fig. 3.^. — Plexo de neurofibrillas entre el tejido conjuntivo y el muscular. Fig. 4.'"^. — ídem id. id. Fig. 5.^.— ^Grandes redes nerviosas, formadas por haces de fibrillas. Fig. 6.*. — A. Dos células nerviosas con sus expansiones. B. Fibras nerviosas abrazando haces mvisculares. Fig. 7.^.— Distintas maneras de presentarse las fibrillas, antes de su terminación. Fig. 8.^.— Haces de fibrillas rodeando núcleos muscvilares y ter- minando en algunos de ellos. Fig. 9.''^.— Redes nerviosas y sus terminaciones entre las fibras musculares. Fig. 10. — A y C. Terminaciones nerviosas. B. Un niicleo envuelto por fibrillas. Rev. Acad. Ciencias. Rev. Acad. Ciencias. B r^/0 Rev. Acad. Ciencias. /■ INDICK DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO píos. IX.— Tipos de fosforescencia en los sulfures de bario, es- troncio y calcio, por José Rodríguez Mourelo 221 X.— Las terminaciones nerviosas en las ventosas de algu- nos Cefalópodos, por J. Madrid Moreno 257 La subscripción á esta Revista se bace por tomos completos, de 500 á 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val- verde, núm. 26, Madrid. Precio de este cuaderno, 0,75 pesetas. REVISTA DE LfA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE ' MADRID TOIvIO XTX.—JsTTJls/L. 4. (Octubre de 1905.) MADRID IHPREHTA DE LA "GACETA DE MADRID,, CALLE DE PONTEJOS, NÚM. 8. 10O5 ADVERTENCIA Los originales para la Revista de la Academia se han de entregar completos, en la Secretarla de la Corporación, antes del día 20 de cada mes, pues de otro modo quedará su publicación para el mes siguiente. - 2G9 - XI.— Quermes mineral (1). Nuevos estudios POR D, Gabriel de la Puerta. La numeración de las figuras intercaladas en el texto v la de las comprendidas en las cinco láminas que acompañan la Memoria del Dr. Pittaluga, han sufrido varias equivocacio- nes que el buen sentido del lector subsanará conveniente- T^T!^ ^""^ \7"^^^i°^ detallada de las láminas se publicará ai nnal de la Memoria. en 1829 sostuvo que era un oxisulfuro de autimonio, es uecir, combinación del óxido con el sulfuro, de cuya opinión parti- cipó Liebig; pero en 1839 Henry Rose demostró con el mi- croscopio que el quermes oficinal se halla formado de dos ma- terias distintas, copos rojizos amorfos que son sulfuro de an- timonio hidratado y unos cristalitos incoloros trasparentes que creyó eran de óxido de antimonio, cuyas dos materias se pre- cipitan simultáneamente al enfriarse el líquido de su prepara- ción. Conforme Berzelius con esta opinión, añadió, que el sul- furo de antimonio precipitado, retiene una corta cantidad de sulfuro alcalino, y el óxido ó anhídrido antimoaioso otra corta cantidad de álcali, que no se separan por las lociones, razón por la cual, no puede unirse el sulfuro con el óxido para for- mar oxisulfuro, como creyeron Gay-Lussac y Liebig. (1) Se escribe también kermes, palabra tomada de grana-ker- mes, por parecerse en el color á este insecto hemíptero. Eey. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1905, 19 - 269 - XI.— Quermes mineral (1). Nuevos estudios POR D, Gabriel de la Puerta. No hay cuerpo que haya dado más que hacer á los químicos que el quermes, aun á los más eminentes, como Berzelius, Robiquet, Gay-Lussac, Liebig, Mitscherlich, Henry Rose, Soubeiran y otros, habiendo llegado al siglo xx sin haber opinión unánime acerca de la composición y teoría de su for- mación. En un principio, se consideró el quermes como sulfhidrato ó hidrosulfato de antimonio. Robiquet en 1812 creyó se ha- llaba compuesto de sulfuro de antimonio hidratado y óxido de antimonio, que él separaba por medio de una solución de áci- do tártrico; pero Berzelius en 1826 dijo que era sulfuro de antimonio precipitado por enfriamiento de un líquido alcalino, reteniendo corta cantidad de sulfuro alcalino. Gay-Lussac en 1829 sostuvo que era un oxisulfuro de antimonio, es decir, combinación del óxido con el sulfuro, de cuya opinión parti- cipó Liebig; pero en 1839 Henry Rose demostró con el mi- croscopio que el quermes oficinal se halla formado de dos ma- terias distintas, copos rojizos amorfos que son sulfuro de an- timonio hidratado y unos cristalitos incoloros trasparentes que creyó eran de óxido de antimonio, cuyas dos materias se pre- cipitan simultáneamente al enfriarse el líquido de su prepara- ción. Conforme Berzelius con esta opinión, añadió, que el sul- furo de antimonio precipitado, retiene una corta cantidad de sulfuro alcalino, y el óxido ó anhídrido antimonioso otra corta cantidad de álcali, que no se separan por las lociones, razón por la cual, no puede unirse el sulfuro con el óxido para for- mar oxisulfuro, como creyeron Gay-Lussac y Liebig. (1) Se escribe también kermes, palabra tomada de grana-ker- mes, por parecerse en el color á este insecto hemíptero. Eev. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1903, 19 — 270 - Inspirándose en la opinión de Berzelius y en la teoría de Soubeiran, el Dr. Camps (1851) decía, que el quermes ofici- nal es una mezcla de sulfoantimonito y antimonito sódicos muy ácidos, y esta ha sido la opinión más admitida en Es- paña (1). Los autores franceses en estos últimos años, siguiendo á Terreil (1866), admitían que el quermes esta compuesto de sulfuro de antimonio hidratado mezclado con los cristalitos que dicho autor consideraba como dos antimonitos sódicos, uno neutro y otro ácido. Los autores alemanes y de otros países admiten general- mente,- como creía H. Rose, que el quermes está formado por sulfuro de antimonio hidratado y los cristalitos de óxido ó an- hídrido antimonioso, cuyas dos partes se distinguen con el microscopio. M. Feist (2) en 1902, ha demostrado que los cristales del quermes no son de óxido de antimonio ni de antimonito sódi- co como se había creído, sino de piroantimoniato sódico, lo cual ha sido confirmado por M. Bougault en 1903 (3), debien- do añadir, como dice este último autor, que Mitscherlich en 1840 ya anunció que el quermes contiene muy frecuente- mente cristales de antimoniato de sosa, formados por oxida- ción del aire en una disolución de sulfuro de antimonio en carbonato de sosa. Confieso que he dudado en un principio de que dichos cris- tales del quermes sean piroantimoniato de sosa, pero me he convencido ante las razones que da M. Bougault en su notable Memoria, y después de los trabajos prácticos que he hecho para desvanecer mis primeras dudas. (1) Algunos autores (Gautier, CJiimie minérále , 1895) em- plean los nombres de polisulfoantimonito y poliantimonito sódi- cos , que quieren decir lo mismo , pero ya veremos que estas sales no existen en el quermes. (2) Archiv. des Pharmazie, t. CCXL, p. 241. (3) Véase Journal de Pharmacie et de Chimie, 15 Novémbre y 1 Decémbre 1903. — 271 - Empecé por preparar piroantimoniato de sosa (1) para ob- servar sus cristales con el microscopio, y he visto que son iguales á los que aparecen en el quermes de Cluzel, esto es, prismas rectos de base cuadrada. También he preparado óxido de antimonio Sb'O'^ sin inter- vención de sosa, precipitándole del cloruro de antimonio con amoníaco diluido, hirviendo el líquido, y después de bien la- vado el óxido precipitado con agua hirviendo, no presenta cristales visto con el microscopio, y sólo se ven copos blancos amorfos. El óxido de antimonio obtenido por precipitación con carbonato sódico del cloruro de antimonio en líquido hirviendo, presenta, además de los copos blancos amorfos, algunos cris- tales prismáticos, como los del quermes, pero creo son de piro- antimoniato sódico, formados también por oxidación del aire. Además he determinado la cantidad de sodio que existe en el quermes de Cluzel (2), y he hallado 2 á 3 por 100, según las muestras, debiendo advertir que éstas procedían del labo- rotorio de mi cátedra de Química Inorgánica, preparadas en años diferentes, y otras del de Farmacia práctica. La cantidad de sodio hallada es insuficiente para formar sulfoantimonito, dada la cantidad de Sb'^S^' que hay en el quermes (67 por 100). Calculando la cantidad de piroantimoniato sódico Sb-O'Na^ iJ2, Q H'^ O que pueden formar 2 de sodio, resulta 22,1 por 100 y 3 forman 33 por 100; pero la cantidad de piroantimoniato que existe en el quermes, es inferior á dichos números, como luego se dirá; de donde se infiere que parte del sodio, aunque pequeña, puede hallarse en estado de sulfuro ó de carbonato (1) Con solución de piroantimoniato potásico y corta cantidad de carbonato sódico, calentando y dejando enfriar el líquido para obtener cristales. (2) Disiielto el quermes de Cluzel en ácido cborbídrico en ca- liente , be precipitado el óxido de antimonio con amoníaco en ex- ceso y filtrado el líquido, lavando bien el precipitado, le be evapo- rado, calentando fuertemente el residuo para eliminar todo el clo- ruro amónico; quedando sólo cloruro de sodio, de cuyo peso he deducido el del sodio, resultando cantidad variable de 2 á 3 por 100, según las muestras. — 272 — de sodio que arrastra el producto al precipitarse, dependiendo la cantidad de que las lociones sean más ó menos prolongadas. Por último, he preparado quermes con sosa cáustica, coa el objeto de ver si se forman los cristales , á pesar de que to- dos los autores dicen, que el quermes preparado con los álca- lis cáusticos carece de los cristales, porque suponiendo son de óxido de antimonio ó de antimonito sódico, dicen, se disuelven en el exceso de álcali; lo cual no es exacto respecto de la sosa, naciendo el error de que con la potasa efectivamente no resul- tan los cristales, habiéndolo generalizado á la sosa, sin haber examinado el producto con el microscopio; pues de haberlo hecho, hubieran visto como yo, que el quermes obtenido con sosa cáustica, contiene los cristalitos, lo mismo que el prepa- rado con carbonato sódico. Esto es una prueba más de que di- chos cristales son de piroantimoniato sódico, sal casi insoln- ble en agua fría , que se forma cuando se hierve en contacto del aire el sulfuro de antimonio en polvo fino con una solución de carbonato de sosa ó de sosa cáustica, precipitándose por enfriamiento del liquido. Con el carbonato de potasa, ó con la potasa cáustica, no se forman los cristales; no porque se disuelvan en el exceso álca- li, como dicen los autores al tratar del procedimiento de Pide- rit, sino porque el piroantimoniato potásico que pueda formar- se es soluble en el agua caliente y en la fría, y por esta razón no se precipita al enfriarse el líquido, como lo hace el piroan- timoniato sódico. No me queda duda, ante los hechos observados^ que los cristalitos del quermes son de piroantimoniato sódico áci- do SbWNa'-H% 6EW, 6 en fórmula dualística, SbW\ Na- O, H'^0, QH-0; pero debo añadir, que á pesar de lo que dice M. Bougault, creo que en el quermes se precipita también óxido de antimonio, como lo demostraré después al tratar del análisis de dicho cuerpo. En cuanto á la otra parte constitutiva del quermes que se encuentra en mayor proporción, todos los autores (con rara excepción) están conformes en que es sulfuro de antimonio hidratado de color rojo-pardo, y no sulfoantimonito sódico -- 273 - ácido, ó polisulfoantimoníto, como le llaman algunos. No fijan los autores el grado de hidratación de dicho sulfuro de antimo- nio, pero creo, por las razones que después expondré al tratar del análisis del quermes, que debe ser trihidratado; esto es, Sb'^S^, 3H'-0, aunque no tengo completa seguridad. En resumen^ creo que el quermes oficinal es una mezcla de sulfuro de antimonio hidratado Sb'-S^,SH- O, óxido de anti- monio Sb'^0^ y cristalitos de piroantimoniato sódico áci- do Sb-W'Na'-H\ QHW. £1 quermes obtenido por vía seca con carbonato sódico tie- ne composición análoga, aunque difiere en las cantidades de los componentes. Nueva teoría de la formación del quermes. Estando constituido el quermes en su mayor parte por sul- furo de antimonio hidratado, se explica la formación de este cuerpo, teniendo en cuenta que el sulfuro de antimonio (1) que se emplea finamente pulverizado, se disuelve en una solu- ción de carbonato de sosa hirviendo (procedimiento de Cluzel), y después se precipita por enfriamiento en estado de sulfuro hidratado de color pardo- rojizo (2). (1) Cuando decimos sulfuro de antimonio, nos referimos al compuesto Sb-S^, que unos autores llaman sulfuro antimonioso, otros sulfuro antimónico y Berzelius súlfido antimonioso si es sulfo-ácido. Igualmente, al decir óxido de antimonio, nos referimos al Sh^O^, que unos llaman óxido antimonioso y otros óxido antimónico. Estando anhidro, es el anhídrido antimonioso, y si está hidratado, ácido antimonioso. (2) Esta idea, emitida modernamente por M. Bougault, se halla expresada en libros antiguos como Le Canu, traducción española, 1848, tomo II, pág. 232. La teoría de la formación del quermes que da M. Bougault, es como sigue: «Cuando se prepara el quermes, según las indicacio- nes del Codex, se nota desde luego que todo el sulfuro de antimo- nio se disuelve si está bien porfirizado y puro , y no queda ningún residuo de oxisulfuro negro de que hablan ciertos farmacologistas. - 274 - Pero como en el quermes oficinal existe además piroantimo- niato de sosa en cristalitos microscópicos, y según yo creo, óxido de antimonio amorfo, en cantidad ambos cuerpos de unos 20 por 100, es necesario para completar la teoría expli- car la formación de estos dos cuerpos. Cierta cantidad de car- bonato de sosa se disocia por hidrólisis, separándose corta porción de sosa que reacciona con parte del sulfuro de anti- monio disuelto, dando por oxidación del aire piroantimoniato de sosa que se precipita en cristalitos por enfriamiento del líquido filtrado, y además se precipita óxido de antimonio como se dirá después. En la formación del piroantimoniato sódico interviene el oxígeno del aire, siendo mayor cuanto más actúe éste, y el en- friamiento sea mayor, y también cuanto meros diluido esté el líquido para que se precipite más por enfriamiento. La reacción me la explico del modo siguiente , actuando la sosa separada por hidrólisis del carbonato sobre el sulfuro de antimonio; /S'¿2^3 _|_ 8 2^aOH + 3 H^O + 0^ = 3 iW>S + También puede explicarse, por oxidación del antimonito só- dico^ como se dirá al tratar del quermes por vía seca. Examinado el quermes con el microscopio, me ha llamado la atención que la cantidad que aparece de cristales no pasa Si el aire no interviene, todo el antimonio que se deposita por en friamiento, se halla en estado de sulfuro hidratado. Xo queda nada ó casi nada en las aguas madres, fuera del carbonato sódico, y no contienen Na- >S porque no desprenden , ó solamente despren- den indicios de H' S por los ácidos ; esto es vina nueva prueba de que la doble descomposición indicada por Terreil no se produce.» «Si el aire interviene durante la ebullición , hay oxidación, y se deposita piroantimoniato de sodio al mismo tiempo que las aguas madres se cargan de sulfuro de antimonio disuelto á favor del sul- furo de sodio formado al mismo tiempo que el piroantimoniato de sodio». (Journal de Pharmacie et CJiimie, d.^ serie, tome XVIII, pág. 551.) — 275 — á lo más de 6 á 8 por 100 en relación de los copos rojizos de sulfuro de antimonio hidratado, y además, al hacer el análisis del quermes como luego se dirá, separando el sulfuro de anti- monio de los cristales, resultan al lado de éstos (visto con el microscopio), copos blanquecinos amorfos, que no son otra cosa que el óxido de antimonio que se precipita también al de- positarse el quermes por enfriamiento, á causa de no haberse oxidado lo bastante para convertirse en piroantimoniato , pa- sando al través del filtro disuelto en el líquido alcalino caliente. Su formación se explica por la ecuación siguiente: ^¿2 53 _|_ 6 Na 0R=Sb^0^-\-SIP0 + 3 Na^S. También puede explicarse la formación del óxido de antimo- nio Sh^O^ y del sulfuro de sodio Na^ S por disociación de par- te del sulfuro de antimonio disuelto en el líquido caliente, del modo siguiente: El hidrógeno sulfurado se combina con la sosa resultante de la disociación del carbonato por hidrólisis, y forma el sulfuro de sodio H^S-\-2NaOH=Na^S-]-2n^O. El óxido Sb^O^ permanece disuelto en el agua caliente á favor de la sosa, precipitándose después por enfriamiento del líquido filtrado; y el sulfuro de sodio continúa en el líquido filtrado y frío disolviendo cierta cantidad de sulfuro de anti- monio en estado de sulfoantimonito. Según lo que se acaba de decir, en las aguas madres del quermes de Cluzel, se encuentra, además de la gran cantidad de carbonato de sosa que se puso, corta cantidad de sulfuro alcalino Xa^ S que retiene poco sulfuro de antimonio en esta- do de sulfoantimonito. Por ésta razón, al añadir un ácido se desprende gran cantidad de anhídrido carbónico, y poco hidró- geno sulfurado, precipitándose escasa porción de azufre dorado —-276 — de antimonio. Además, dichas aguas deben contener poco dxido de antimonio disuelto en la sosa y muy poco piroantimoniato sódico, que sólo se disuelve en frío una parte en 350 de agua. En la obtención del quermes j)or vía seca, fundiendo en un crisol la mezcla de sulfuro de antimonio en polvo y carbonato sódico anhidro, se verifica según Berzelius, la reacción si- guiente: 25&2 53+2 CO^ Na^ = 2 (702 _^ 3 5¿ ¿^2 ^^ _|_ SbO^Na Sulfuro de Carbonato Anhídrido Sulfo-antimonito Antimonito antimonio. sódico. carbónico sódico (meta). sódico (meta) Ó en fórmulas dualísticas^ para apreciar mejor la composición de estos cuerpos: \ 4:Sb'-S^ + áCO^Na^O=4tCO--^3Sh^-S\Na^S-\- Sb^O%Ka^O. La masa resultante de la fusión contiene sulfoantimonito y antimonito sódicos, sulfuro de antimonio que no ha hecho más que fundirse y carbonato de sosa que no ha reaccionado (1). Al hervir esta masa en polvo con el agua, se disuelve el sulfu- ro de antimonio en el líquido alcalino, depositándose después por enfriamiento en estado hidratado, como en el procedimien- to de Cluzel (2), y además se precipita sulfuro de antimonio. (1) Además dice Berzelius (t. III, pag. 336, traducción espa- ñola), que si la temperatura es muy elevada se separa antimonio metálico, porque se forma antimoniato sódico y quizá también sulfoantimoniato, aunque en cantidad insignificante. (2) El Doctor Camps, siguiendo á Berzelius y Soubeiran, ex- plicaba en la cátedra la formación del quermes , por medio de fór- mvilas químicas que representaban los dos fraccionamientos ó di- sociaciones del sulfoantimonito y antimonito sódicos que se supo- nían, primero en el líquido hirviendo y después por enfriamiento ■de dicho líquido filtrado. En el procedimiento de Cluzel se suponía también que reaccio- nando el sulfuro de antimonio con el carbonato sódico, se forma sulfoantimonito y antimonito sódicos básicos , solubles en el — 277 — por fraccionamiento 6 disociación del sulfoantimonito , óxido de antimonio del antimonito, y piroantimoniato sódico en crista- les, producido por oxidación del aire. Puede explicarse la formación del piroantimoniato por oxi- dación del antimonito en esta forma: 2 SbO^Na -}- 1 IP O -i- 0^ = Sb^ O' Na^E%6HW 6 en fórmulas dualísticas: SbHP,Xa^O -i- 7 H^0-{- 0^ = Sb^O'^, Na^O, H^O, QH^O Al añadir un ácido á las aguas madres del quermes por vía seca, se desprende mucho hidrógeno sulfurado, porque contie- nen bastante sulfuro de sodio y se precipita mayor cantidad de azufre dorado de antimonio^ que en las aguas del quermes Cluzel, porque contienen más sulfuro de antimonio en estado de sulfoantimonito básico soluble; además hay cierta cantidad de sulfoantimoniato y muy poco piroantimoniato sódico que queda disuelto en el agua fría. Por qué no se convierte todo el sulfuro de antimonio en quermes. En los numerosos experimentos que he hecho, hirviendo el sulfuro de antimonio porfirizado con agua y carbonato de sosa ó sosa cáustica, he obtenido un producto próximamente igual á la mitad del sulfuro empleado, y á veces más, quedando siempre un residuo de dicho sulfuro, representado por la ter- cera parte ó algo más. Se ha atribuido este sobrante á no estar perfectamente porfirizado y á las impurezas que pueda conte- agua hirviendo , y por tanto que no había más que un fracciona- miento de estas sales al enfriarse el líquido filtrado y depositarse el quermes. (Véase mi Tratado de Química Inorgánica ^ 1897, tomo II, pág. 149. - 278 — ner como sulfuro <íe plomo; pero aunque esto puede ser causa de mayor residuo sobrante, debo decir que he operado con sul- furo de antimonio artificial puro y bien porfirizado, y siempre ha quedado residuo de sulfuro, á pesar del exceso de carbona- to de sosa que se emplea en el procedimiento de Cluzel y las dos horas de ebullición. Tratando de averiguar la razón de ésto, he hervido el resi- duo sobrante con nueva cantidad de agua y carbonato de sosa, y resulta nueva cantidad de quermes, quedando también resi- duo de sulfuro no transformado en quermes, y repitiendo la operación con el segundo y tercer residuo he obtenido más can- tidad de quermes, quedando siempre un residuo de sulfuro de antimonio en cantidad próxima á un tercio del empleado. La explicación que doy de este hecho, que no he visto en ningún autor, aunque sí lo citan, es que en la transformación del sulfuro de antimonio en quermes hay un equilibrio quími- co, y por tanto la reacción es limitada, no pudiendo transfor- marse todo el sulfuro de antimonio empleado en el sulfuro hi- dratado que constituye la mayor parte del quermes; y prueba de ello es que hirviendo quermes con agua y carbonato de sosa se disuelve completamente al principio, y continuando la ebu- llición aparece un polvo insoluble de sulfuro de antimonio de color cada vez más obscuro. Esto nos dice que los residuos de sulfuro de antimonio pue- den aprovecharse para obtener nueva cantidad de quermes. 6oIor del quermes. Berzelius y Soubeiran atribuían el color pardo- violáceo ó purpúreo del quermes á la corta cantidad de sulfuro alcalino que contiene; pero tratando el quermes con ácido clorhídrico diluido, que seguramente debe descomponer dicho sulfuro al- calino, no cambia de color. Además de este hecho, he observa- do los siguientes: puesto el azufre dorado de antimonio de co- lor amarillo anaranjado en contacto de agua con corta cantidad de sulfuro de sodio, adquiere color más obscuro, pero no igual - 279 — al del quermes; y por fin las aguas madres de preparación del quermes con sosa cáustica, dan por adición de ácido clor- hídrico un precipitado de color del quermes, á pesar de que en el sulfuro de antimonio precipitado no puede suponerse con- tengan sulfuro de sodio, que seguramente es descompuesto por dicho ácido clorhídrico puesto en exceso. Opino, por tanto _, que el color propio del quermes no es de- bido á la corta cantidad de sulfuro de sodio que pueda acom- pañarle. Creo más bien que la diferencia del color del sulfuro de antimonio del quermes y el color amarillo-anaranjado del sulfuro obtenido por precipitación con hidrógeno sulfurado de la disolución clorhídrica del cloruro de antimonio, así como el color del azufre dorado de antimonio, es debido á estados distintos de hidratación del sulfuro de antimonio. Berzelius dijo también que esta diferencia de color podría explicarse por modificaciones isoméricas del sulfuro de antimonio. El sulfuro que se halla simplemente disuelto en una solu- ción de carbonato de sosa ó de sosa en caliente y se precipita por enfriamiento del líquido, tiene el color pardo -rojizo del quermes, y el que se precipita del sulfoantimonito alcalino por adición de un ácido tiene color amarillo-anaranjado. Y si se di- suelve quermes en un sulfuro alcalino y después se añade un ácido, el sulfuro que se precipita es de color amarillo-anaran- jado. Preparando quermes con sosa cáustica observé que al empe- zar á formarse el precipitado por enfriamiento del líquido hir- viendo filtrado, tenía un color amarillo claro distinto del quer- mes y del azufre dorado de antimonio; pero después, enfrián- dose el líquido, se cambia el color en el pardo- rojizo, propio del quermes. Esta diferencia de colores la atribuyo á estados diferentes de hidratación del sulfuro de antimonio. análisis y composición del quermes. M. Bougault, en su notable Memoria antes citada, dice que la composición completa de un quermes preparado según las - 280 - indicaciones del Codex y desecado á la temperatura ordinaria, es como sigue: Sulfuro de antimonio 70,20 Piroantimoniato de sodio 17,62 Agua 11,50 99,32 También dice que en dos quermes tomados del comercio ha encontrado en uno, 27,30 por 100 de piroantimoniato, y en otro, 35 por 100. Yo he analizado quermes de Cluzel preparado en mi labo- ratorio de Química Inorgánica y he encontrado óxido de anti- monio, además del sulfuro y piroantimoniato, obteniendo el resultado siguiente: Sulfuro de antimonio ^ft^/S^ 67,0 Oxido de antimonio Sb'O^ 11,5 Piroantimoniato de sosa SbWNa'^H', 6H'^0.. . 8,7 Agua 12,3 99,5 El análisis le he practicado en la forma siguiente: Un gramo de quermes Cluzel le traté con sulfuro amóni- co (1) el cual disuelve al sulfuro de antimonio, dejando sin di- solver un residuo de color rojizo al principio, tomando des- pués de algún tiempo color blanquecino ó grisáceo. Recogido so- bre un filtro pequeño dicho residuo insoluble, después de bien lavado y seco pesó 0,202 gramos y visto con el microscopio se observaron los cristalitos prismáticos de piroantimoniato sódi- co y copos blanquecinos amorfos de óxido de antimonio en proporción mayor. Tratada la mezcla con agua hirviendo en cantidad bastante para disolver el piroantimoniato y filtrado caliente, lavando la parte insoluble con agua hirviendo sobre el filtro, pesó dicha parte insoluble después de seca, 0,115 gra- (1) El sulfuro empleado ('iVJf*^- >S' tenía un ligero exceso de amoníaco y nada de sulf hidrato. - 281 — mos, de modo que esta cantidad es de óxido de antimonio (1) y la restante 0,087 gramos de piroantimoniato sódico. El líquido resultante de tratar un gramo de quermes con sulfuro amónico, se trató con ácido clorhídrico y el precipi- tado de sulfuro de antimonio de color amarillo-anaranjado pesó 0,849 gramos. Teniendo en cuenta que la parte insoluble en el sulfuro amónico es 0,202 gramos, el peso del sulfuro de- bía ser á lo más 0,798, pero el exceso es debido al azufre pre- cipitado del sulfuro amónico algo polisulfurado. Repetido el análisis en otras muestras de quermes, algunas dieron mayor cantidad de sulfuro de antimonio, y menos de óxido y de piro- antimoniato, especialmente de este último que sólo llegó á 4 ó 5 por 100. La cantidad de agua la he determinado en un quermes Clu- zel obtenido hace dos años, que seguramente estaba bien dese- cado; le calenté gradualmente en una capsulita de porcelana hasta convertir el sulfuro de antimonio hidratado en sulfuro anhidro negro; perdió de su peso 12,3 por 100, cuya cantidad representa el agua , siendo un poco mayor que la necesaria para convertirse 67 de sulfuro anhidro Sb'^S^ en trihidrata- áoSb-S^ SIPO. (1) El óxido de antimonio toma color rojizo con el sulfuro amónico, pero no se disvielve en frío, resultando al día siguiente de contacto, de un color blanquecino. Esta alteración que expe- rimenta el óxido, puede ser causa de que su determinación cuan- titativa no sea exacta, tal como la liemos heclio , pero la admitimos aproximadamente, porque habiendo determinado en otro análisis el antimonio total existente en el quermes y el azufre, calcu- lando por éste la cantidad de Sb- S^^ resulta un número próximo á 67 por 100. El resto, deduciendo el agua, es próximo á 20 que representa la mezcla de óxido y de piroantimoniato. Calculando en el microscopio la cantidad de cristales, resultan unos 8 por 100, cuyo número restado de 20 da para el óxido de antimonio una can- tidad próxima á la hallada en el análisis practicado. Los cristalitos de piroantimoniato sódico no se alteran por el sulfuro amónico. Agitado el quermes con agtxa caliente y filtrado el líquido, re- stilta una solución coloidal de color amarillento y opalescente. — 282 — Mirado el producto negro con el microscopio, siguen los cristales de piroantimoniato de sosa sin alteración ninguna, in- coloros y trasparentes; pero vuelto á calentar hasta oxidar el sulfuro y adquirir color gris, se ven ya con el microscopio los cristales alterados y perdida por completo su transparencia, de donde deduzco que los cristales de piroantimoniato de sosa re- sisten sin alteración una temperatura bastante elevada, hasta cerca de 300". En los análisis antiguos del quermes,, por ejemplo, el de Liebig, se dice 22 por 100 de óxido de antimonio, pero en esta cantidad creo están incluidos el óxido de antimonio y el piro- antimoniato sódico. Terreil tomaba como antimonitos de sosa la mezcla de óxido de antimonio y piroantimoniato, lo cual advierte Bougault, pero este último autor en su Memoria acer- ca del quermes, dice haber encontrado 17,62 por 100 de piro- antimoniato de sosa y me parece que ha considerado como tal la mezcla de óxido y piroantimoniato, que yo he separado, ha- llando 11,5 de óxido de antimonio y 8,7 de piroantimoniato sódico por 100. Basta para convencerse de que la cantidad de cristales de piroantimoniato no pasa de 6 á 8 por 100 en los quermes que tienen más, observarle con el microscopio, sien- do necesario á veces variar el campo del microscopio para en- contrar los cristales. A continuación exponemos los análisis antiguos y modernos, que conocemos, del quermes oficinal. Liebig. 0. Henry. Bougault. 70,20 Puerta. Sulfuro de antimonio. 70 62,5 67,0 Oxido de antimonio. . 22 27,4 » 11,5 Piro-antimoniato de sosa 5 10,0 17,G2 11,50 8,7 Agua 12,3 Sosa 3 indicios. » > Método para la obtención del quermes. El quermes de Cluzel es el aceptado como oficinal por casi todos los países, atendiendo á su mejor aspecto y ala existen- — 283 — cia en él de los cristalitos de piroantimoniato sódico y del óxido de antimonio, á cuyos cuerpos se atribuye principal- mente su acción terapéutica. Teniendo esto en cuenta, he pensado modificar el procedi- miento de Cluzel, de tal modo, que obteniendo un producto de las mismas condiciones, no tenga los inconvenientes de aquél, y puedan aprovecharse las aguas madres para obtener azufre dorado de antimonio. La cantidad de carbonato de sosa en el procedimiento de Cluzel es extraordinaria, 225 gramos para 10 de sulfuro de antimonio^ así como la del agua 2.500 gramos, hirviendo el líquido y reemplazando el agua que se evapora, según pres- cribe Cluzel, durante dos horas, con lo cual se consigue la mayor disociación del carbonato sódico. En el procedimiento que propongo basta poco más de la quinta parte de carbonato de sosa, y para que se verifique más pronto la reacción entre parte del sulfuro de antimonio con la sosa, añado una corta cantidad de este cuerpo, que contribuye además, en unión del carbonato de sosa, á disolver el sulfuro de antimonio que después se precipita por enfriamiento. El procedimiento es como sigue: Sulfuro de antimonio porfirizado. . 10 gramos. Carbonato sódico cristalizado 50 — Sosa cáustica • 1 — Agua destilada ( 1 ) , 2 litros. Se echa el agua en una cápsula de hierro bien limpia, se di- suelve el carbonato de sosa y sosa cáustica, y se añade el sul- furo de antimonio en polvo muy fino y se calienta, sin dejar de agitar con espátula de hierro ó de madera, hirviendo el lí- quido durante media hora, hasta que se reduzca á la mitad de su volumen próximamente (2). El líquido hirviendo se filtra (1) Puede servir el agua potable, siempre que no tenga más de 12° hidrotimétricos. En Madrid se emplea agua del Lozoya que sólo tiene 3°, 5. (2) Se aconseja para obtener el quermes de más bello aspecto. - 284 — por papel en embudo de cristal, y si se trata de mucha canti- dad, por un lienzo con papel de filtro encima, colocados sobre una crucera, recibiendo el líquido filtrado en una vasija de loza, en donde se deja que se precipite el quermes por enfria- miento durante veinticuatro horas. Al cabo de este tiempo, se recoge el quermes depositado sobre un filtro de papel, laván- dole bien con agua fría, hasta que las aguas de loción no den reacción alcalina con el papel rojo de tornasol. Después se de- seca, envuelto entre papeles de filtro á la temperatura de 25" á 30", reduciéndole á polvo fino y pasándole por el tamiz de seda núm. 100. El producto tiene muy buen aspecto, como el de Cluzel, con lustre aterciopelado, y visto con el microscopio se perci- ben bien los cristalitos de piroantimoniato de sosa en prismas rectos de base cuadrada. Resulta de composición análoga que el de Cluzel. En este procedimiento he obtenido de 10 gramos de sulfuro de antimonio 5 gramos próximamente de quermes , dependien- do la cantidad de producto de que el sulfuro se halle bien por- firizado en polvo finísimo y puro (1), para que se disuelva lo más posible y después se precipite por enfriamiento en estado de sulfuro de antimonio hidratado. Como se ha dicho en la pá- gina 277, queda siempre cierta cantidad de sulfuro sin reaccio- nar, aunque esté bien porfirizado. Las aguas madres sirven para obtener azufre dorado de an- reemplazar el agua que se evapora y recibir el liquido hirviendo filtrado en agua caliente colocada en el recipiente, para que el en- friamiento sea más lento, pero con esto el líquido resulta muy di- luido y se precipitan menos cristalitos. (1) Si se emplea el sulfuro de antimonio natural ó antimonio crudo, debe estar purificado por tratamientos con amoníaco diluido para privarle del arsénico ; y el polvo es necesario esté porfiriza- do ó levigado , pues de no estarlo , es inútil tratar de obtener quer- mes , porque no resulta. El sulfuro de antimonio artificial , obte- nido fundiendo una mezcla de 100 partes de antimonio en polvo y 41 de azufre, me ha servido con sólo pulverizarle en mortero de hierro y pasar el polvo por el tamiz núm. 100; pero si se le porfi- riza , da mejor resultado. - 285 - timonio por adición de un ácido, habiendo obtenido con las cantidades dichas, 2 gramos próximamente. También he preparado quermes con sosa cáustica, emplean- do 3 gramos para 10 de sulfuro de antimonio y 2 litros de agua; pero al precipitarse el quermes por enfriamiento del lí- quido caliente filtrado aparece de color amarillo, que después se vuelve pardo-rojizo, y no de tan buen aspecto como el ob- tenido por el procedimiento propuesto; y además las aguas madres tratadas con un ácido dan un producto del mismo color que el quermes y no amarillo-anaranjado. La causa de esto es que estando muy alcalino el líquido con la sosa cáustica, que- da disuelto en frío cierta cantidad de sulfuro de antimonio que se precipita por la adición del ácido, del mismo color que el quermes. Examen microscópico del quermes. Mirado el quermes con el microscopio se ven, como lo ob- servó por vez primera H. Rose en 1839, copos amorfos de co- lor rojizo, en su mayor parte, y los cristalitos que él creyó eran de óxido de antimonio y que son de piroantimoniato de sosa, no percibiéndose el óxido de antimonio que también existe en estado amorfo, como he demostrado, porque confundido con el sulfuro de antimonio hidratado, no aparece con su color blan- quecino, pero que puede observarse separándole del sulfuro. Ningún autor define bien los cristales del quermes, diciendo solamente cristales prismáticos, y alguno añade octaédricos; pero como hay prismas y octaedros correspondientes á varios sistemas cristalinos, he tratado de fijar bien la forma propia de dichos cristales. En el quermes de Cluzel preparado con mu- cho esmero, siguiendo todos los preceptos de su autor, se ven los prismas bien marcados, rectos de base cuadrada, corres- pondientes al segundo sistema, y lo mismo se ven en el quer- mes preparado según el procedimiento propuesto (pág. 283), siendo iguales á los del piroantimoniato sódico , que también he preparado para comparar dichos cristales. Debo advertir que los cristales se ven mejor antes de pulve- Kkv. Acad, Ciencias.— III.— Octubre, 1905. 20 — 286 — rizar y tamizar el quermes , porque se rompen y deforman por la trituración, siendo necesario mayor aumento en el microsco- pio para percibirlos, no viéndose con la forma tan marcada como antes de la pulverización. También debo advertir que el número de cristales ó cantidad de los mismos varía según el sitio de donde se tome el quermes para la observación, por no hallarse igualmente repartidos en toda la masa. En algunas muestras de quermes he visto, además de los citados prismas cuadrados, algunos que me han parecido de base cuadrangular correspondientes al tercer sistema, y tam- bién cristalitos muy finos aciculares. Como estas muestras pro- cedían unas del comercio y otras de laboratorio distinto del mío^ no puedo responder de las condiciones de su preparación. El quermes preparado con sosa cáustica, como he dicho en la pág. 272, presenta bastantes cristales también prismáticos rectos de base cuadrada^ viéndose otros apuntados formando octaedros largos correspondientes al segundo sistema y deri- vados de prismas rectos cuadrados. En los quermes preparados con potasa cáustica (Piderit) ó con carbonato potásico (Ligeri) no se ven cristales, porque aunque se forme piroantimoniato potásico, esta sal es mucho más soluble en agua que la de sosa y no se precipita por en- friamiento de los líquidos. En el quermes preparado por vía seca por el procedimiento de Berzelius con carbonato sódico, y en el de Thierry, se ven también con el microscopio los cristales de piroantimoniato de sosa, pero no presenta la masa idéntico aspecto que el quer- mes de Cluzel, en el cual los cristalitos se hallan mejor forma- dos y en mayor número, y además los copos rojizos amorfos son mayores en el quermes Berzelius, de tal modo, que por me- dio del microscopio se pueden distinguir dichos quermes, com- parándolos con muestras tipos. Para terminar diré, que como se han hecho tantas operacio- nes y pesadas, me han auxiliado en los trabajos prácticos Don Lucas Torres Canal y D. Bartolomé Leal en el laboratorio de Química Inorgánica, y D. Manuel Martínez, D. José Cordero y Ladislao López en el laboratorio del Ministerio de Hacienda. — 287 - Xn. — Sobre la representación simbólica, por comple- jas imaginarias, de las magnitudes sinusoidales. Por José M. de Madariaga. La feliz aplicación del método de Wallis, hecha la primera vez, por el célebre electricista C. P. Steinmetz, para representar las magnitudes eléctricas sinusoidales, reduce á sencillas ope- raciones de adición algebraica de cantidades complejas ima- ginarias, las de composición de fuerzas electromotrices é intensidades, cuando son funciones armónicas sencillas del tiempo. Así, por ejemplo, la expresión [I] = i^ -\-ji2 = /(coso -\- sen(]> y — ^)i en la que^ = y — 1, representa la intensidad de una corrien- te alterna sinusoidal, determinada por el módulo /y el argu- mento J/, supuesto conocido, además^ el valor a=2Tzf de la pulsación, ó lo que es lo mismo, el de la velocidad de giro del vector [I] (1). La fuerza electromotriz efectiva, en fase con la corriente, lo estará por la fórmula en la que r es la resistencia óhmica del circuito. La fuerza electromotriz de auto -inducción, retrasada de (1) Se supone el sentido sinistrórsum para el giro de los vec- tores. — 288 - aquélla un cuarto de período, viene dada, en esta represen- tación, por — jx[I], si x = aL, y L designa el coeficiente de auto-induccidn; y la fuerza elec- tromotriz total que haya de vencer las dos acabadas de citar para producir la corriente /, por [E] = r [J] -{-jx [I] = r^■^ -{-jri^ -\-jxi^ — XÍ2 = = (r¿i — XÍ2) +Í i'^h + ^h)' La resistencia aparente, 6 compuesta, tiene por símbolo Z'=r -}-jx, 6 Z=r — jx^ cuando x= , en el segundo caso, y c representa la capa- cidad de un condensador intercalado en el circuito; y, en con- secuencia, la fuerza electromotriz eficaz, será [Kf] = [/] . z, fórmula análoga á la que expresa la ley de Ohm en las co- rrientes continuas. Mas cuando se pasa de las operaciones de composición de estas magnitudes, á la determinación de la potencia eléctrica, que depende de su producto, los resultados no son tan senci- llos, y hay que interpretarlos debidamente para no ser induci- do á error. Sean: [E'j = -E'(cos<|;+ sen^l^y — l) = e^ -{-je^ la fuerza electromotriz , é [ J] = 7 ( eos J>M-_sen f y"=T) = ^ + Jh ^ 289 ^ la intensidad de la comente , cuya potencia se desea calcular. Al primero de estos vectores corresponde el argumento (|¿ para el tiempo t = o, y la frecuencia de ambos es f= — , con lo cual quedan determinados. Para su producto se tiene T [E] . [I] = El { (costj; . cos(I/' — sen^j/ . sen¿') -[- -f (cos¿ . sen-y + cos^^'sentj^) y — 1 } = = El { cosCtj. + f ) + sen('. sen(|> — cos»^. sent];') y — l} = = El {cos(¿ — f ) + sen(<|^ — f ) y — l} = que representa una sinusoide de argumento (¿ — ti') y de mó- dulo El. Se sabe, no obstante, que la potencia es una curva periódica representada en la figura adjunta por la línea P,que no es una sinusoide. Esta dificultad, que no he visto aclarada en ningún libro, se explica fácilmente. En la representación simbólica se supone conocida, y no aparece expresa, la velocidad de giro de los vectores. La curva de la potencia es , en general , de doble fre- cuencia que sus factores; pero ni esta circunstancia puede apa- recer expresada en la representación del producto, ni tampoco que sea diferente la duración de las dos fracciones de tiempo que constituyen un período. De esto depende la dificultad con que se tropieza. Mas si en vez de considerar el vector produc- to, se toman por separado sus componentes, y se determina el valor medio que cada una tenga durante un período, se debe llegar á resultados conformes con los de los métodos analítico ordinario, y gráfico. La componente real del producto E /eos (<]> — ^'), siempre positiva, y cuyo valor medio es cos((p — ^')^ correspon- — 291 - de á la comente energética^ sinfásica con la fuerza electromo- triz, y tiene por valor actual, si hacemos ^j/ -^ ¿'. = o, T? , T , El El ' Mi senaí X í cos'í . señar = coses coso x cosat, 2 ' 2 ' cuyo valor medio, en un período, es El C0SC5, 2 que es la expresión de la potencia media buscada. La componente imaginaria El sen ((]/ — 'I'') V — 1 > cuyo valor medio durante una vuelta completa del vector producto, ó, lo que es igual, durante la oscilación de esta componente des- de -j- El a/ — 1 á — El y — 1 , es cero, corresponde á la corriente anenergética ó magnetizante, en cuadratura con la fuerza electromotriz, y vale en el instante í, iPT , , El 2at El seno . señar, cosa? = sen 9 .sen , cuyo valor medio es, también, cero. Se ve, pues, que no exigiendo del método simbólico lo que no puede dar, que es el valor actual de la potencia, y fijándo- se sólo en lo que más importa conocer, que es el valor medio de ésta, en cuya apreciación no hay para qué tener en cuenta, ni la ley de variación con el tiempo del vector que podría re- presentarla, ni la diferente duración de las dos fracciones de su período correspondiente, la conformidad es completa entre este modo de representación y los métodos analítico y gráfico, generalmente seguidos al estudiar las corrientes sinusoidales. Las consideraciones que acabo de apuntar, fácilmente apli- cables á la representación simbólica del par, en un motor de corriente alterna, magoitud de frecuencia también doble que sus factores, se ven claramente consignadas en la representa- ción geométrica de la figura adjunta, que no exige explicación^ - 292 - XIII. — Estudios acerca de los Dípteros y délos pará- sitos que transmiten al hombre y á los animales domésticos. Por el Dr. Gustavo Pittaluga Quelqnes difficnltós qu'il y ait & decouvrir des vórités nouvellea en étudiant la Nature, il s'en trouve de plns grandes encoré á les faire re- connaitre. Lamaeck, Philoaophie zoologique. PROLOGO Esta Memoria representa, al mismo tiempo, el resumen de mis personales investigaciones, llevadas á cabo en Italia y en España durante los últimos tres años, y el esquema de más amplio trabajo, destinado á reunir en conjunto de doctrina cuanto se conoce, por los resultados de la ajena y de la propia observación, acerca del papel de los Dípteros y de los parásitos €n general, en la transmisión de los agentes patógenos. Resumen y esquema, por tanto: nada más que eso. Determinados argumentos han sido tratados con más am- plitud y expuestos con mayores detalles; otros se hallan apenas tocados. Bien manifiesto aparece por el examen (aunque superficial) de las cuestiones tratadas y que quedan por tratar en la pre- sente Memoria, que los conocimientos de Historia natural y de Ciencias biológicas sirven de gran provecho y constituyen el necesario fundamento para el estudio de ciertos capítulos de la Higiene y de las Ciencias médicas en general. Las estrictas relaciones que existen entre la Medicina y las Ciencias naturales , conserváronse como base y lema de toda una escuela de sabios durante el siglo xviii; pero se perdieron - 293 — en la segunda mitad del siglo xix, con la especialización ex- tremada, que llegó hasta el olvido de las armonías fundamen- tales del edificio científico. En la misma Alemania, sólo muchos años después de la muerte del gran Leuckart, que tanto había insistido en estos conceptos, se ha creado — como parte integrante del Instituto imperial de Sanidad (Kaiserlichen Gesundheitsamte) — un im- portantísimo Instituto Zoológico, dirigido en la actualidad por Fritz Schaudinn. He utilizado — cuando el texto lo exigía — algunas figuras ya publicadas en las Monografías de Grassi, Theobald, Man- son, Blanchard, Looss, Noé; todas ellas van acompañadas por la indicación exacta de su procedencia. Las demás figuras y láminas contenidas en la presente Me- moria, han sido dibujadas por mí, sobre preparaciones mías, que documentan y comprueban lo que se halla expuesto y afir- mado en el texto. CAPÍTULO I Caracteres generales y clasificación de los Dípteros. DÍPTEROS hematófagos Y DEMÁS FORMAS EN RELACIÓN CON LA PATOLOGÍA HUMANA Y DE LOS ANIMALES DOMÉSTICOS 1. Los Dípteros {Díptera) son Insectos {Insecta, Exapo- da) con alas posteriores sustituidas por balancines, esto es transformadas en pequeños apéndices claviformes; piezas buca- les dispuestas para picar y para chupar, constituyendo un aparato especial (trompa) con varia disposición y modificacio- nes morfológicas bastante acentuadas en las distintas formas; antenas articuladas; ojos compuestos, grandes, de facetas por lo general exagonales, raras veces pentágonas ó cuadradas, redondas en la familia Culicidae; tórax soldado; metamorfo- sis completa , con larvas ápodas. Estos caracteres, tan someramente expuestos, son desde luego insuficientes para deslindar en sus exactos límites el or- den de los Dípteros, y hacerse cargo de sus relaciones y afini- dades, y de la situación sistemática que ocupan dentro de la - 294 - clase de los Insectos. Por otra parte, la subdivisióo del grupo y el estudio de sus familias, géneros y especies, resultaría más difícil si no apartáramos de antemano las dudas, estableciendo y fijando nuestro criterio taxonómico, en particular acerca de los Afanípteros ó Sifonápteros (Pulgas y especies afines), que la mayoría de los autores, sobre todo los menos recientes, co- locan entre los Dípteros. Por esto nos conviene emplazar debidamente este orden (Díptera) en la clasificación general de los Insectos. 2. Los Insectos {Insecta, .Exapoda) constituyen, tal como hoy día se les considera, un grupo zoológico bastante homogé- neo. Debemos á Swammerdam (1637-1680), á Malpighi (1628-1694), y sobre todos á Réaumur (1683-1757) los pri- meros pasos en el estudio concreto, científico, de las formas que deben comprenderse en esta clase. Los seis tomos de las Memorias sobre los Insectos, de Rene Antoine Ferchauld de Réaumur (Mémoires jjoiir servir á Vkistoire des Insecles) , re- presentan, en efecto, el resultado de un asombroso esfuerzo personal, de una observación incansable. Y, sin embargo, has- ta los primeros años del siglo xix, ó los últimos del xviii, con Cuvier (1769-1832), con Lelorgne de Savigny (Mémoires sur les animaux sans vertebres y 1816), con los trabajos de Leach sobre los Miriápodos (1817), con Latreille (1762-1833), no quedó la clase bien diferenciada, ni pudo librarse del hacina- miento en que venían, desde los tiempos de Aristóteles, mez- clados y confundidos todos los Artrópodos , y á más de estos muchos Annélidos , que el naturalista y filósofo griego había reunido bajo el nombre de «Entoma» (svTOjjia). Desde los principios del siglo xix, una labor incesante, de naturalistas y biólogos, ha logrado determinar gran número de caracteres anatómicos, histológicos, embriológicos y fisiológi- cos, propios de las varias familias; las diferencias morfológi- cas que ostentan sus innumerables especies; y, por fin, los con- ceptos fundamentales para una clasificación natural. Podemos definir los Insectos (clase VIII del tipo Ártropoda), como Invertebrados con metamería heterónoma (segmentos del cuerpo, de distinta significación morfológica, estructura y fun- — 295 — cidn); — cabeza con un par de antenas, tres pares de apéndices bucales, un par de ojos compuestos, acompañados muchas ve- ces por tres ojos sencillos ó estemas; — tórax de tres metáme- ros 6 segmentos (protórax, mesotórax y metatórax), cada uno de los cuales lleva un par de apéndices ventrales, locomotorias (patas), y los dos últimos [mesotórax y metatórax], un par de apéndices dorsales (alas) cada uno [exceptáanse los dípteros y las formas ápteras]; — abdomen constituido por once segmen- tos ó metámeros (como máximum), sin apéndices; — respira- ción por tráqueas. La forma, disposición y venatura de las alas, — la disposi- ción de las piezas bucales, y sus varias adaptaciones,— y, so- bre todo, la naturaleza de las transformaciones evolutivas desde el huevo hasta el insecto perfecto (ausencia, presencia y mo- dalidades de las metamorfosis), son los caracteres que sirven de base para la división sistemática de la clase. Los insectos que no tienen alas (Áptera en general), agréganse, teniendo en cuenta los datos de la interna organización, los de la evolución biológica (clase y forma de la metamorfosis) y la probable filo- genia, á los grupos alados afines. Desde luego hay que separar aquellas formas — (Colémbolos y Tisanuros) — que carecen de todo vestigio de alas , y que deben considerarse como primiti- vas. Brauer (1885) constituyó para ellas el grupo délos Apte- rygota, que mejor llamaríamos Adelóptera (1). Todos los de- más órdenes, sub-órdenes, familias, sub-familias, géneros y especies, comprendidas las formas ápteras correspondientes, hállanse incluidos en el grupo único de los Pterygota (Insecta genuina de Brauer). Ahora bien, en la subdivisión de este grupo — que reúne la inmensa mayoría de las especies de insectos, enfrente del pe- queño y primordial grupo de los Adelópteros — nos encontra- (1) Adopto esta palabra, de las griegas aoT.).oí (no manifiesto) y TiTEpó/ (ala), en conformidad con las razones adelantadas por el P. LoNGiNOS Navas , aunque sin considerar al grupo como una subdivisión de los Neurópteros. (Véase la indicación bibliográfica correspondiente, al final del capítulo). — 296 — mos con los tipos fundamentales de los Ortópteros, de los Neu- rópteros, de los Coleópteros, de los Lepidópteros, de los He- mípteros, de los Dípteros y de los Hymenópteros , para los cuales hallamos, relativamente, fácil colocación, de tal suerte, que en todos los sistemas entomológicos clásicos, de Claus (1888), de Lang (1889), de Ed. Perrier (1894), de Sharp (1895-99) etc., comprenden casi siempre las mismas formas. Mas quedan algunas familias cuya distribución en el sistema es sumamente difícil, dudosas sus afinidades, y muy debatida su significación filogénica. Entre ellas debemos contar, precisa- mente, las pulgas ( Afanípteros), cuya importancia no es para encarecer, en el estudio de las relaciones que los insectos pue- dan tener con el hombre y con los animales domésticos. 3. Roesel (1749) fué el primero que tuvo la idea de acer- car las pulgas (Afanípteros) á las moscas y á los mosquitos (Dípteros), Este concepto, aceptado en parte por Lamarck (Histoire ?iat. des animauxsans vertebres (1815-1822), sufrió, sin embargo, una modificación importante por parte del gran naturalista, pues éste creó para dichas formas un orden aparte (Áptera), comprendiendo en él el solo género Pulex. A pesar de esto, la mayoría de los autores que le siguieron, sobre todo los alemanes , volvieron á colocarlas en el orden de los Dípte- ros, ya por el ejemplo de Oken (1815), y de Strauss-Durkheim (1828), ya porque las más recientes observaciones de New- mann (On ihe affinities of the Pulicites, 1851), de Walker (1851-56) y otros, parecieran confirmar el concepto de Roesel. Así es, que aun recientemente Wagner (1889-1903, en nume- rosas publicaciones) y Dahl (1897 , 1899) insisten en esta opi- nión, y con ellos Otto Schmeil (de Magdeburg) en su Tratado. Los estudios de Taschemberg (1880), de Kraepelin (1884) y de Heymons (1899) han resuelto desde hace tiempo — en mi entender — esta cuestión. En realidad, las pulgas, que ya com- prenden hoy día tres familias (Pulicidae [Taschemberg, 1880]^ Sarcopsyllidae [Taschemberg, 1880 J y Vermipsillidae [Wag- ner, 1889J), aunque tengan en común, con los Dípteros, ciertos caracteres, como las larvas ápodas, y la metamorfosis com- pleta, difieren, sin embargo, de todos ellos por la disposición — 297 — de las piezas bucales, característica del grupo; por las condi- ciones en que se desarrolla la ninfa; por las antenas de once artejos, y por varios hechos anatómicos, que no pueden consi- derarse como transformaciones ó adaptaciones involutivas, se- gún pasa en otras formas ápteras. INIuchos de estos caracteres parecen más bien acercar el orden de los Afanípteros (pulgas) á los Coleópteros. Pero desde luego constituyen, en el estado actual de nuestros conocimientos, un orden aparte (Aphanip- tera; v. Siphonaptera; v. Suctoria). En efecto , en las recientes clasificaciones de Claus y Grob- ben (última edición, postuma, del Tratado de Zoología de Claus, 1905 ), encontramos bien sentado este concepto (páginas 554-560): INSECTA Ord. XII. — Díptera (Antliata) (r=ZAveiflüger). Ord. 'Klll. — Aphaniptera (Siphonaptera) ( = Flohe). Lo mismo ocurre — aunque sea distinta la distribución de los órdenes de la clase — en el reciente Tratado de Hertwig (en p. 438): INSECTA Ord. VIH. — Dipteren (Zweiflüger). Ord. YK.— Aphanipteren (Flohe). Así, Lang (1890), que además coloca los Afanípteros muy cerca de los Coleópteros , separándolos definitivamente de los Dípteros: INSECTA Ord. XIV. — Siphonaptera. Ord. XV. — Coleóptera. Ord. XVI. — Lepidoptera. Ord. XVI. — Hymenoptera.- Ord. X.\ll.—DÍ2ytera. Así, Sharp, Emery, Goette (1902), que sigue en la distri- bución de los órdenes el sistema de Lang. 298 - Nosotros, de acuerdo, en parte, con Emery (1904)^ adop' taremos la siguiente clasificación de los insectos: Classis: Insecta. Ord. I. — Adelopf era {Apterigota,), (Ametábolos [sin metamor- fosis]; sin alas), Tisanuros. Colémbolos. Ord. II — Arclñptera. (Hemimetabolos ; alas anteriores y poste- riores membranosas); ej. Termes, etc. Ova. m. — Ortóptera. (Paurometábolos; alas anteriores trans- form. en elitras); ej. Periplaneta, etc. Ord. IV. — Neuroptera ó Lioptera. (Holometábolos [metamorfo- sis completa]; alas enteramente membranosas); ej. Myrme- leon, etc. Ord. V. — Coleopitera. (Metamorfosis compl.; alas anteriores transformadas; boca con mandíbulas desarrolladas en las lar- vas y en el insecto perfecto); ej. Carabus, Tenebrio, etc. Ord. yi. — ApJianiptera (Pulex). Ord. VII. — Hymenoptera (mandíbulas desarrolladas en las lar- vas, metamorfosis compl.) (Vespa, Apis (A. mellifica), etc.). Ord. VIII. — Lejñdoptera (mandíbulas desarrolladas en las lar- vas; boca de la imag. para chupar y lamer; metamorfosis completa), mariposas. Ord. IX. — Díptera (véasela clasificación de los Dípteros más abajo). Ord. X. — Rincliota (s, Hemiptera) (metamorfosis incompleta) (ej. Philloxera). Ord. XI. — Fisa2)oda (s. Tysanoptera). Excluidas las formas que constituyen el orden de los Afa- nípteros (Pulgas), veamos ahora cuáles y cuántos grupos de géneros y especies comprende el orden que directamente nos interesa en este estudio, el orden de los Dípteros. 4. Los antiguos autores sólo dividían los Dípteros en gé- neros: el gen. Culex era uno de ellos (Culex nocturna cala- mitas). Desde el principio del siglo xix, y durante los prime- ros setenta años , tres nombres descuellan en la Historia de la Dipterología: los de Latreille, con su Histoire naturelle des Crusfacées et des Insectes; de Meigen,con los siete tomos, ver- daderamente admirables, acompañados por excelentes láminas^ Systematische Beschreihung der hekannten europaíschen Zwei- — 299 - flugeligen Insekten (Halle, 1851), acabados luego por H. Loew (Halle, 1873); y de Macquart (1823-1845). Observaciones personales de grandísimo interés añadieron Zetterstedt, Wal- ker, Rondani, Schiner, á quien debemos el primer intento de clasificación natural de los Dípteros (1864). Las obras dipte- rológicas de Brauer (1863-1888) y de Osten-Sacken (1890-95) nos han traído por fin mayor copia de datos, y un criterio más fijo para la clasificación. Latreille fué el primero que separó las familias de los Díp- teros, y creó el nombre Nemocera (que comprendía dos tribus: Culicidae y Tipulariae). Macquart estableció las diferencias fundamentales entre Nemocei'a y Brachocei'a [^Bra^hijcera de Zetterstedt): « Nemocera: antenas largas, de 6 artejos como mínimum; palpos de 4 ó 5 artejos (definición de Latreille; «Antennae filiformes vel setaceae, saepissime capi- tis truncique longitudine — articulis sex et ultra (saepe 14-16) discretis; — palpi communiter elonga- ti, subsetaceis, articulis quinqué vel cuatuor distinc- tis» (1805)). Brachycera: antenas cortas, de tres artejos; palpos de uno ó dos artejos. En conjunto, esta división del orden en los dos subórdenes Nemocera y Brachycera persiste y es admitida por la mayoría de los autores. Sin duda, el sistema de Schiner, de Brauer y de Osten- Sacken, que se funda en los caracteres embriológicos de las distintas formas, y en caracteres morfológicos de gran valor, debe considerarse como científicamente superior á los demás. Un criterio más natural , nacido con las excelentes observa- ciones y largos estudios de estos sabios dipterólogos, ha pre- sidido á su formación. Según este criterio, divídense, ante todo, los Dípteros en dos grupos: Orthorrapha y Cyclorrapha, esto es: Dípteros cuyas crisálidas (ninfas) ábrense, para dar paso á la salida del insecto perfecto (ímago), con hendiduras lineares longitudinales (= Orthorrapha); y Dípteros cuyas cri- - 300 — salidas (ninfas) ábrense, transversalmente, constituyendo la abertura un foro redondo, casi siempre en la parte anterior, de donde sale el insecto perfecto {= Cyclorrapha). Ficalbi adopta, en este sentido, la clasificación de Brauer. Nosotros, aunque por razones exclusivamente prácticas, por ser fundada sobre caracteres más sencillos y más fácilmen- te accesibles, aceptamos la división del orden directamente en Nemocera, Brachycera y Pupípara (siguiendo en esto á Lang y Emery), comunicaremos aquí la clasificación de Sharp (1895-99), que en sus puntos fundamentales está de acuerdo con la de Brauer: Ord. Yll.— Díptera. Sub-Ord. I.—Orthorrapha. Tribus 1.— Nemocera. Familias: 1. Cecidomyidae.— 2. Culicidae.— 3. Chiro- nomidae. — 4. Tipulidae. — 5. Bibionidae.— 6. Simu- liidae. Tribus 2. — Brachicera. Familias: 1, Stratiomyiidae. — 2. Leptidae.— 3. Taba- nidae. — 4, Nemestrinidae. — 5. Bombyliidae. — 6. Asilidae.— 7. Empidae.— 8. Dolicbopidae. Sub-Ord. II. — Cyclorrapha. Tribus 1. — Aschiza. Familias: 1. Platypezidae. — 2. Conopidae. — 3. Syr- phidae. Tribus 2.— Schizophora. Familias: 1. Muscidae. — 2. Anthomyiidae. — 3. Ta- chinidae. — á. Sarcophagidae. — 5. Oestridae. Sub-Ord. IJI.—Pupipara. Familias: 1. Hyppoboscidae. — 2. Braalidae.— 3. Nyc- teribiidae. 5. En la clasificación que sigue, y que nosotros aceptamos tan sólo por el fin práctico ya indicado, resultará algo difícil encontrar la correspondencia exacta de los grupos que consti- tuyen sus familias, con los establecidos por algunos de los autores antes indicados. Pero debo decir, en mi disculpa, que el estado actual de nuestros conocimientos, las continuas des- cripciones de nuevas especies, la incertidumbre de los criterios diferenciales, así específicos como genéricos, no permiten en — 301 - absoluto un acuerdo definitivo sobre el particular. Así es, por ejemplo, que la división de las familias de Sharp, antes re- ferida, está muy lejos de ir de acuerdo con la adoptada por Brauer, modificada radicalmente por Osten-Sacken, criticada por Eysell, y destinada sin duda á nuevas transformaciones Orden: DÍPTERA. Suborden I.— Nemocera sive Xeiiiatocera. Familias: 1. Cecidomyiidae. — (Alas aterciopeladas, con escasísima venatura; antenas lar- gas, moniliformes; patas muy largas y delgadas; larvas fitófilas, productoras de agallas.) Géneros: Cecidomyia, Hor- momyia, Compylomyza, etc. 2. Mycetophüidae. — (Alas con venatura al- go más complicada que en la precente familia; antenas cortas, filiformes; pa- tas largas, con tibias espinosas; larvas que se desarrollan sobre los hongos.) Gen.: Mycetophila, Lestremia, etc. [¿Hematófagas?] 3. Bihionidae. — (Alas con venatura bastan- te desarrollada; larvas terrícolas, muy dañinas para la agricultura.) Gen.: Bi- bio, Dilophus, etc. 4. Simtdüdae. — (Formas relativamente pe- queñas; alas muy anchas, con venatura poco evidente; antenas de 11 artejos, cilindricas; patas cortas, fuertes, gor- das; tórax grande, abdomen pequeño; las larvas viven en el agua: se fijan por la extremidad posterior. Insectos per- fectos hematófagos; asaltan á los gana- dos y al hombre.) Gen.: Simulium, [Probables transmisores de parásitos.] 5. TipuUdae. — (Formas de dimensiones re- gulares, algunas relativamente* gran- Eev. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1903. 21 - 302 - des; antenas de 13 artejos; trompa corta, carnosa; alas muy largas, de ve- natura complicada; patas muy delga- das y largas.) Gen.: Tipula, Limnobia, Erioptera, Spyloptera, etc. (No hay es- pecies hematófagas.) 6. Rhyphidae. — Gen. Rhyphus. [No hay for- mas hematófagas]. 7. CuUcidae (Mosquitos en general.) [Lar- vas acuáticas.] 1.^ sub-familia: Corethrinae (géo. Core- thra, Mochlonyx.) [No hay formas he- matófagas.] 2.^ ídem: Culicinae (gen. Culex, etc.) [For- mas hematófagas.] 3.* ídem: Anophelinae (gen. Anopheles, etcétera.) [Formas hematófagas.] [Transmisores de parásitos.] 8. Bixidae. — Gen. Dixa. 9. Chironomidae. — (Formas pequeñas; alas delgadas, con venatura muy parecida á la de los Culícidos, pero más sencilla por lo general; larvas acuáticas; espe- cies hematófagas.) Gen. Ceratopogon, Chironomus, Tanypus, Mycterotypus^ Oecacta. [Probables transmisores de parásitos.] 10. Phlebotomidae (ó Psychodidae). (Formas muy pequeñas; antenas muy largas; alas aterciopeladas y anchas; venatura lon- gitudinal abundante.) Gen. Phleboto- mus (hematófago), Pericoma, Psychoda. [Probables transmisores de parásitos.] Suborden II. — Brachvcera. Familias: 1. Tabanidae. — (Formas de dimensiones considerables; antenas de 3 artejos; - 303 - trompa aguda; [hembras hematófagas]; alas constantemente entreabiertas.) Gé- nero Tabanas, Chrysops, Haematopota, Atylotus, etc. (el solo género Pangonia no es hematófago). [Probables transmisores de parásitos.] 2. Leptidae. — ( Venatura en la porción api- cal de las alas, complicada como for- mando red.) Gen. Leptis, Chrjsophila, Atherix, Lampromyia, etc. [Formas floréales: ninguna hematófaga.] 3. Nemestrinidae. — Gen. Rhynchocepha- lus, Hirmoneura, etc. 4. Strattomyidae.— {Tromi^a. muy corta, en extremo reducida; antenas relativamen- te largas; tercera vena longitudinal de las alas, siempre bifurcada, y vena mar- ginal de iguales dimensiones alrededor de toda el ala; vuelan entre las flores.) Gen. Stratiomyia. 5. Bombijlüdae.— {Cé\u\a anal del ala, en- sanchada hasta el borde.) Gen. Bomby- lus, Ploas, etc. 6. Asilidae. — (Trompa relativamente corta, robusta; cabeza deprimida; ojos muy grandes; dimensiones considerables; alas grandes, entreabiertas; especies insectí- voras; hacen guerra á las moscas, bom- bus, tipulas, etc.) Gen. Laphria, Asi- lus, etc. 7. Therevidae.— Gen. Exapata, Xestomy- za, etc. 8. Empidae. — (Esta familia comprende pro- bablemente formas distintas, artificial- mente reunidas; especies muy numero- sas, por lo general pequeñas; viven ca- — 304 - zando insectos [Tipulidae]; pero los machos son fitófagos; célula anal del ala, nunca ensanchada hasta el borde; célula basil. ant. alargada.) Gen. Em- pis, Pachymeria, Gloma, etc., consti- tuyendo cinco sub-familias, según Schiner. 9. Dolichopidae. — Gen. Dolichonus, Me- deterus, etc. 10. Platypezidae. — Gen. Callomyia, Platy- peza, Opetia, etc. 11. Conopidae.— Gen. Conops, Physocepha- la, Ocemyia, etc. [Las formas comprendidas en estas familias no presentan interés alguno desde el punto de vista de nuestro es- tudio: trátase de especies fitófagas, anthófilas ó insectívoras, no hemató- fagas]. 12. Syrphidae.— CDí^^teros primitivos [Lías], formas en extremo interesan- tes y útilísimas para la agricultura. En- tre 3.^ y 4.^ vena long. de las alas existe una vénula supranumeraria (V. spui-ia), que corta la transversal.) Gen. Syrphus, Lasiophticus , Erista- lomyia, Helophilus, Merodon, etc. 13. Musddae. — (Trompa carnosa ó mem- branácea en su extremidad; antenas de tres artejos; alas casi siempre entre- abiertas; célula bas. super., separada de la discoidal por una vena transversal.) [Musddae calyptratae de Brauer.] (Comprenden, desde luego, muchas subfamilias.) Gen. Musca — gen. Lucilia — géneio Calliphora — gen. Curtonevra — - 305 - gen. Sarcophaga — gen. Cynomyia gen. Stomoxys — gen. Haemato- bia — gen. Glossina, etcétera, etc. [Transmisores de parásitos.] 14. Ánthomyidae. — (Considerada por mu- chos autores como sub-familia de la fa- milia Muscidae calyptratae ; compren- de numerosas especies , con larvas ra- dicícolas y fitófagas, armadas de gan- chos; insectos perfectos, por lo general fitófagos : algunas hembras hematófa- gas.) Gen. Anthomyia, Hydrotaea, Chortophila, Aricia, Hylemyia, etc. 15. Acahjptratae (en oposición con Musci- dae calyptratae, Brauer). (Formas por lo general pequeñas; comprenden mu- chas subfamilias; algunas especies muy dañinas para la agricultura y horticul- tura.) Gen. Pyophila, etc. 16. lachinidae. — (Trompa muy corta y gor- da; antenas por lo general largas; alas armadas á veces de una espina en su margen exterior y siempre entreabier- tas; larvas endoparásitas de coleópteros y de crisálidas de Lepidópteros.) Gen Tachina, género Echinomyia^ etc. 17. PJwridae. — Gen. Phora (Phora incra- ssata.) 18. Oestridae. — (Trompa rudimental, atrófi- ca; antenas cortas; alas parecidas á las de los Muscidae; larvas parásitas de mamíferos.) Gen. Oestrus, Hypoderma, Gastrophilus. [Producen directas lesiones en los huéspedes.] Suborden III. Pupipara, — (Rudimentos ó vestigios de alas en los adultos ; el embrión se desarrolla en una especial - 306 — dilatación de la vagina durante todo el período larval; cuerpo aplastado, ancho; antenas muy cortas.) Familias: 1. Braulidae. — (Sin ojos.) Gen. Braula {B. caecá). 2. Hi/ppoboscidae. — Gen. Hippobosca, gé- nero Melophagus , gen. Ornithomyia, Myiophthiria , etc. 3. Nyderihidae. — Gen. Nycteribia. [Probables transmisores de parásitos.] Ya por las breves anotaciones que hemos hecho al encon- trarnos con algún grupo que comprendiera formas interesantes por sus relaciones l)iológicas con el hombre y con los animales domésticos, nos apercibimos de que á los tres subórdenes per- tenecen especies hematófagas, y entre ellas importantísimas las de las familias Culicidae , entre los Nemóceros, Miiscidae, entre los Braquíceros. En efecto; la primera (Culicidae) comprende aquellos Díp- teros (Culicinae, Anophelinae, etc.) que transmiten al hombre los microorganismos patógenos productores de las fiebres in- termitentes (Paludismo) y — al parecer — de la fiebre amari- lla, así como algunas de las Filarlas (al hombre y á los perros); la segunda (Muscidae) comprende el gen. Glossina, que tan grave papel desempeña en la transmisión de enfermedades epi- zoóticas entre los ganados del continente negro; y el género Stomoxys, común en Europa, huésped intermedio de la Filaría labiato-papillosa del buey. Mas con ser estas formas las que más llaman nuestra aten- ción, no son las solas que merezcan nuestra detenida observa- ción y nuestro estudio. Muchas hay, como las comprendidas en las familias Simuliidae^Chironotnidae y Phlebotomidae, en- tre los Nemóceros; Tabanidae, Anthomyiidae, Acalyptratae y Oestridae, entre los Brachycera, y por fin, las que pertenecen al orden Pupipara , que por sus relaciones con el hombre y con los animales domésticos, pueden ser vehículos indirectos, ó bien directas productoras, de estados patológicos peculiares. En los sucesivos capítulos, al examinar el papel que desem- — 307 — peñan los distintos grupos en la Patología humana y de los animales domésticos, nos veremos obligados á detenernos algo más sobre los caracteres propios de aquellos grupos y hasta de las familias, de las subfamilias, de los géneros y especies que los componen. Pero desde luego es preciso que, con el auxilio de una di- recta y personal investigación, adquiramos ahora exactos, aun- que someros, conocimientos sóbrela interna organización, la Morfología y la Biología de los Dípteros. BIBLIOGRAFÍA Adolph (G. E.). — Die Dipterenflügel , ihr Schema und ihre Ableitung. (Nova Acta Leopold. Carol. Acad. d. Naturf., bd. XLYII, 1884.) Agassiz (Luis). — The classification of Insects from embryologi- cal data. (Smithsonian Contr., II, "Washington, 1851.) Arribalzaga (F. L.). — Diptevología argentina. (Revista del Mu- seo de la Plata, I, p. 345-377; II, p. 131-174, con cuatro lá- minas.) 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Partiendo de distinto concepto, examinaremos luego los ca- racteres propios del aparato bucal de los Dípteros. En efecto, es por medio de este poderoso y complicado aparato, constituido de varias piezas, que los Dípteros hcma- - 311 - tófagos, las hembras en particular, perforan la piel de los ma- míferos y del hombre, de los vertebrados eu general, dejan que penetren, á veces, por la imperceptible herida gérmenes patógenos de extraordinaria virulencia, parásitos de distintas clases; vierten de todos modos acre veneno, que por sí solo produce, en determinados casos, vivísima irritación; chupan por fin y absorben la sangre, perpetuando de esta suerte el perenne círculo de ciertas enfermedades del tipo endémico ó enzoótico. La estancia de algunas formas de los parásitos que engen- dran estas enfermedades, en el organismo de los üípteros he- matófagos, no es una estancia pasiva, no queda reducida al paso á través del tubo digestivo; bien al contrario, aquellas formas sufren hondas modificaciones: procesos biológicos evo- lutivos de extraordinario interés se cumplen en la intimidad de los tejidos del huésped (Díptero). Es menester, por tanto, que antes de emprender el examen de estos hechos, que en reali- dad más directamente nos interesan, nos hagamos una idea suficientemente clara del lugar donde suceden, del ambiente vital donde se desarrollan. En conjunto, y sin dejarnos llevar por el aspecto estric- tamente zoológico, que no es propio ni pertinente á nuestro objeto, debemos ocuparnos, en virtud de las razones antes expuestas: a. De las caracteres externos, y muy en particular de las alas de los Dípteros. 6. Del aparato bucal. c. Del sistema digestivo y de la interna organización en general (de los tubos de Malpighi, de los órganos sexuales, sobre todo en la hembra, etc.) d. De sus metamorfosis y de sus costumbres en general (Larvas, Ninfas é Insectos perfectos). 2. Las dimensiones de las numerosísimas especies com- prendidas en el orden Díptera son en extreno variables: desde las pequeñísimas formas que constituyen las familias Chirono- — 312 - midae y Phlébotomidae , que no llegan en algunos casos á 2 milímetros de largo (como en Mycterotypus , etc.), hasta los grandes insectos de las familias Muscidae, Anthomyidae y Asi- lidae (15-20 milímetros). La proporción entre cabeza, tórax y abdomen varía también de uno á otro grupo. Sin embargo, si se exceptúan algunas for- mas del sub-orden Pupipara, en que aparece la cabeza en ex- tremo reducida y casi indistinta, en las demás familias presenta dimensiones considerables con relación al tórax y al abdomen. Los ojos compuestos, situados lateralmente, suelen ser gran- des, á veces grandísimos; los sencillos (Ocelli, estemas) exis- ten en algunas formas, en número de tres; otras veces faltan por completo. De los tres segmentos que constituyen el tórax de los Díp- teros (y de los insectos en general) el más desarrollado es el mesotorax, de tal suerte que representa en realidad, en la ma- yoría de las formas, todo el armazón del tórax, ocultándose el metmiohan (III «segmento, metatorax) posterior é inferior- mente debajo del mesonoto, en el punto de conjunción con el abdomen. El tórax lleva tres pares de apéndices locomotorias ventrales (patas), y un par de apéndices dorsales, propias del segmento mediano (alas). El abdomen comprende de cinco á nueve segmentos (ó me- támeros), no siempre evidentes, sobre todo los últimos ó pos- teriores. 3. Alas de los Dípteros. — Las alas de los Dípteros, como las de todos los insectos, resultan de dos láminas delgadas de quitina, aplicadas y extendidas la una sobre la otra, y recorri- das por algunas líneas en relieve (venas y vénulas). La dispo- sición de estos relieves lineares, que constituye la venatura ó venulación de las alas, varía dentro de ciertos límites, pero en su conjunto responde á un tipo fundamental, á un plan de es- tructura, que en sus términos medios averiguase en la Familia de las Moscas (Muscidae). La figura 1 reproduce este tipo me- dio, en el cual es oportuno estudiar la distribución de la vena- tura por un lado, de las celdillas ó células (que así sejlaman 313 los espacios comprendidos entre las venas que se entrecruzan y el borde de las alas) por otro lado. Figura 1.— Ala de Musca doméstica (original). Venulación : 1 , vena costalis ; 2 , v. mediastinalis ; 3 , v. sub-cosíalis (ó i .^ lon- gitudinal); 4, V. radialis (ó 2.^ longitudinal); 5, v. cubítalis (ó 3.^ longitudinal) ; 6, V. posticalis (ó 4.^ longitudinal); 7j v. analis (ó última longitudinal); 8-8, vena transversa posticalis ; 9, v. transversa analis ; lO, v. discoidalis; 11, v. transversa discoidalis ; 12 (corresponde á la v. posticalis = 6)- Células: a = costalis i.*; 6=costalis 2.^; c = mediastinalis (ó costalis 3.*);' d= marginalis (ó subcostalis) ; e = cubitalis (ó submarginalis) ; /= posticalis i.^; yi = posticalis 2.^; g- = anaiis ó axillaris; A = radicalis superior (ó basalis); /i' = radicalis media; /i- = radicalis inferior; t«= discoidalis. Todas las variaciones que se encuentran en las alas de los Figura 2.— Ala de Calliphora vomitoria. Figura 3.— Ala de Cecidomyia. demás grupos de Dípteros, respecto de este tipo medio de ve- Figura 4.— Ala de Hormomyia (H. producía). Figura 5. — Ala de una especie de la familia Acalyptratae (Ulidia). » natura, pueden considerarse como efecto de aumento ó dismi- — 314 nución, esto es de complicación 6 simplificación estructural. Si comparamos el ala de una Cecidomyia (fig. 3) ó de una Figura 6. — Ala de Tabanus bovinas (familia Tabanidae). Hormomyia (fig. 4) con el ala de Mosca (M. doméstica) (fig. 1) 6 de Calliphora (fig. 2) que representan el tipo medio, nos Figura 7.— Ala de Haemaiopota pluvialis (familia Tabanidae). apercibimos de que las venas costalis, siibcostalis y posticalis permanecen, pero han desaparecido, ó mejor dicho, no existen Figura 8.— Ala de Eristalomyia tenax (familia Syrphidae). en el ala de los Cecidomyidae las venas mediasiinalis y radia- lis, ciñéndonos al examen de las principalísimas y fundamen- tales. Las alas de la mayoría de las especies comprendidas en — 315 — la familia Acalyptratae presentan igualmente cierta simplifica- ción de la venatura (fig. 5). Al contrario, en el ala de los Em- pidae, Platypezidae, etc., 6 de los Tabanidae (figs. 6 y 7), la complicación es evidente. Lo mismo ocurre en todas las for- mas de la familia Syrphidae, como en el gen. St/rphiis (S, Ri- hesii) , gen. Helophilus (H. pendulus), gen. Eristalomyia, gé- nero JMerodon, gen. Cheilosia (fig. 8). Desde luego hay que ad- vertir que no es el hecho de la complicación mayor ó menor que constituye el carácter taxonómico, sino el modo cómo las venas principales se subdividen y circunscriben las células^ y su relación con el borde del ala. Mas no es éste el solo carácter que nos interese en el estu- dio de las alas do los Dípteros. Debemos también tener en cuenta: 1.° La forma ó corte del ala, sobre todo en su base, donde toma inserción entre tergites y epímero del segmento medio del Tórax (Mesothorax); — 2° La forma y disposición de las pequeñas escamas que en determinados grupos, como en la familia Culicidae (Mosquitos), recubren las venas y el borde de las alas. Escamas semejantes revisten también, en estos Dípteros, las demás partes del cuerpo, con varia distri- bución y en distinta medida. Fúndase esencialmente sobre es- tos caracteres la clasificación de la familia Culicidae de Theo- bald (1903); — 3.° Por fin, la disposición de las alas respecto del eje longitudinal del cuerpo cuando el insecto descansa. Por lo que se refiere á la forma de la base del ala y su in- serción, hay que observar que la presencia de ahila, antíté- gula y tégida, ni es constante ni corresponde con una compli- cación más ó menos acentuada de la venatura. En los Culici- dae, por ejemplo, que representan un tipo bastante complicado de venulación, álula y tégula se encuentran apenas indicadas, así como es muy poco acentuada la incisión (<5 incisura) axilar (ó anal), que constituye el límite entre el borde del ala (borde posterior) y el álula. légula y antitégula llámanse en conjunto sqiiamidae 6 mejor calypirae: al cerrarse las alas, en aquellos Dípteros que poseen caliptras, repliéganse la una (antitégula) sobre la otra (tégula); pues en realidad sólo la primera hace parte del ala y con ella se mueve: la segunda (tégula) está — 316 — • fijada á la pared torácica. Ambas recubren — cuando existen — los balancines, y por este carácter distínguense los dos gru- pos de Muscidae: Muscidae Calyptratae (con balancines cu- biertos por caluptra) , que comprenden tantas especies para nosotros interesantes, como las del género Olossina, las del gen. Stomoxys, etc., y Muscidae Acalyptratae (que carecen de calyptra, y tienen por tanto balancines descubiertos). 4. La importancia de la forma y distribución de las esca- mas, no sólo á lo largo de las venas y bordes de las alas, sino también sobre las distintas partes del cuerpo^ se hace evidente en el estudio sistemático de los mosquitos propiamente dichos (Culicidae). Son esas escamas pequeñas, finísimas, que re- uniéndose en gran número en ciertos puntos, á la confluencia de dos venas, por ejemplo, en aquellas especies típicas descri- tas hasta ahora como pertenecientes al género Anopheles (y separadas por Theobald, Giles, Blanchard, en los géneros Py- rethophorus, Mizomyia, Myxorhynchus, Anopheles, etc.), determinan con sus tonos parduzcos las apariencias de man- chas características, propias de cada forma en particular. El aspecto de estas escamas, determinado por Theobald en un nú- mero considerable de ejemplares, puede reducirse, en mi en- tender, á seis tipos fundamentales á los cuales pueden añadir- se algunas combinaciones entre formas diferentes, que se en- cuentran en las alas. En efecto, la observación detenida de cierta cantidad de ejemplares de la misma especie, ó por lo menos del mismo género, me ha permitido convencerme de que existen formas de transición, formas intermedias, las cua- les no tienen nada de específico, ni pueden considerarse, por tanto, como caracteres suficientes para establecer distinciones de especies aceptables en buena regla taxonómica. Theobald ha definido las formas de escamas con términos ingleses , inadmisibles en absoluto para entenderse y llegar á un rápido acuerdo internacional sobre un carácter que él mis- mo juzga y cree tan importante, quizás con excesiva benevo- lencia. Blanchard ha intentando traducir al francés, ó mejor dicho, indicar con términos franceses más sencillos las formas típicas de las escamas que cubren el cuerpo (ó ciertas partes - 317 — del cuerpo) de los mosquitos y las venas de las alas. Yo re- produzco (en la fig. 9) las seis formas típicas que en mi en- VI m jv Figura 9. — Formas fundamentales de las escamas que cubren determinadas partes del cuerpo de los mosquitos (Culicidae) , y su disposición sobre las venas de las alas. I. Squamula rectangulata. I. Squamulae elongatae. n. — rhomboidalis. H. — cyclicae et minimae. TTT- — arciformis. UI. — longirectangulatae. rV. — ovoidea. IV. — longire ctangulatae et V. — aculeata. elongatae. VI. — contorta. (Class. DE G. Pittalüga). tender pueden admitirse como características en los varios géneros de la familia Culicidae, y además cuatro de las com- binaciones de escamas alares; pero las acompaño con la corres- Eev, Acad, Ciencias. -III.— Octubre, 1905 22 — 318 - ■ pendiente indicación latina, que desde luego debe sustituirse á las de Theobald y de Blanchard. Balancines. — Ya hemos dicho que las alas posteriores (se- gundo par, ó alas del metathorax de los demás insectos) están reducidas, en los Dípteros, á dos pequeños apéndices clavifor- mes, los balancines. La función de los balancines se ha in- terpretado como una función de equilibrio durante el vuelo. Semejante interpretación no tiene serio fundamento. Encuén- transe en los balancines de los Dípteros en general, una ó mu- chas series ó grupos y aglomeraciones de órganos escolopófo- ros del Graber, muy parecidos á los que constituyen los órga- nos cordotonales (metaméricos y de fácil observación en las larvas de los Dípteros en general, pero existentes en todos los insectos). Patas. — Como todos los insectos, los Dípteros tienen tres pares de apéndices locomotorios torácicos (ventrales), esto es, seis patas; y la conformación de estas patas corresponde en su conjunto también al tipo general de los insectos. La pata de un Díptero, pertenezca á cualquiera de las familias de este or- den, se compone délas partes siguientes: anca (coxa) , trocán- ter, fémur, tibia y tarso. Los tarsos son de 5 artejos, común- mente 5 tarsos: trátase, por tanto, de insectos pentámeros. Desde luego, los tarsos, así como las otras partes que consti- tuyen las patas, son más ó menos largas, más ó menos delga- das en las varias familias. El último artículo del tarso lleva especiales órganos de ad- hesión, esto es, uñas (en número de dos, por lo general, con dientes) y empodio, 6 lóbulo con aspecto de ventosa, varia- mente dispuesto en los diferentes grupos, destinado, sin em- bargo , siempre á sujetar convenientemente el insecto sobre el plano 6 superficie en que descanse. Importancia grandísima para la clasificación , secundaria para nuestro objeto, tiene el estudio de las Antenas y de los Palpos de los Dípteros. Órganos completamente distintos, las primeras hállanse implantadas en la cabeza, en su parte supe- rior ó dorsal: son constituidas por muchos artejos en los Ne- moceros, pocos en los Braquiceros: representan órganos tac ti- — 319 — les ó en general de sentido, muy probablemente auditivos: por fin, son casi siempre más desarrolladas en los machos y ador- nadas de pelos, de que carecen en las hembras, lo cual consti- tuye un dato muy importante, pues en la mayor parte de los casos, las hembras solas siendo hematófagas y peligrosas, nos conviene distinguirlas con relativa facilidad. Los Palpos están en íntima relación anatómica con las piezas bucales: son órga- nos ventrales: á veces se unen íntimamente con las piezas an- tedichas y participan con ellas — en la apariencia exterior — á constituir el aparato bucal. Como las antenas, presentan dimor- fismo sexual evidente^ sobre todo en algunas familias (Culici- dae): largos y plumosos en el macho, son reducidos y desnu- dos en las hembras del mismo género. 5. Aparato bucal de los Dípteros. — El aparato bucal de los Dípteros, en extremo interesante, constituye lo que se llama comúnmente la trompa (probaseis) , destinada á perforar (excep- tuadas pocas familias, y casi siempre los machos) y á chupar. A veces muy prominente, quédase en otras especies reducida á un pequeño relieve cónico, terminal, en la parte inferior de la cabeza. La disposición y el número de las piezas que cons- tituyen la trompa varían notablemente; y, sin embargo, en to- dos los casos podemos reconstituir, con un examen detenido, el tipo fundamental. Diremos, desde luego, que los Estridos (familia Oestridae) al estado adulto presentan piezas bucales atróficas. En las demás familias, el tipo está representado por una vaina (constituida por el labium, más ó menos largo), que con- tiene las piezas perforantes. Estas son en número de seis como máximum: dos mandíbulas, dos maxilas, el hipofaringe y el labrum, soldado casi siempre, en estos casos, con el epifarin- ge. Labium, labrum^ dos maxilas y dos mandíbulas correspon- den á órganos que se encuentran en todos los Insectos, adap- tados en modo especial y distinto en los varios grupos: al con- trario, hipofaringe y epifaringe representan dos piezas impa- res, quitinosas, exclusivamente desarrolladas en los Dípteros. Nunca hipofaringe y epifaringe faltan; pero sí pueden en- contrarse atróficas, ya aislada ó ya contemporáneamente, las — 320 — maxUas y las mandíbulas. Cuando la vaina constituida por el labium (v. fig. 10) no contiene más que dos piezas, constituidas por el labrum (soldado con el epifaringe) y por la hipofaringe, como ocurre en las mos- ,J.<:^^^^ ^ I^^Arc-nJe ^^^ ^^ general (familia Muscidae) , entonces la trompa llámase dicheta (antlia dicheta). Cuando se hallan en la trompa cuatro piezas perforan- tes, llámase tetracheta: éste es el caso de la fa- milia Syrpkidae (figu- ras 11-12). Cuando to- das las piezas se hallan desarrolladas en la vaina del labium, entonces la trompa dícese Jlipo/arinée Jjd^ii um Figura 10. — Esquema que representa una sección transversal de la trompa dicheta , característica de la familia Muscidae. Max. J/a.¿i itun Figura ll,— Cabeza de Eristalis hor- tensis (familia Syrphidae) [semi-es- quemáticoj. T/ipo/ar. FiflUPa 12. — Sección transversal de la trompa ttetrachaetaj de Eristalis hortensis (esquemá- tico. exacheta, pues contiene seis piezas: este es el caso de los Cu- licidae (mosquitos) y de los Tabanidae (v. fig. 13 y 14). Reducida á estos términos sencillos, la constitución de la trompa de los Dípteros en general, y de los Culícidos en parti- Fíq. 14 Labrun-epipharinx rra^uc<^' W ^ ñg. 22.a F,g. 22. b t-. c.^efv. y Ifml. post'. Fig 24. bis. tí. /'iU.i/tií/a J¿1- Jil.3lasíji " -'^^/ MiZd/'CC^''. Jíec.-íauf cundíi.'\ — '353 Esta disposición ó estructura normal sufre profundas modi- ficaciones y daños irreparables bajo la acción de los parásitos. No sólo desaparece, dilacerada y rota, la capa cuticular ante- n VI IV* Figura 18. — Esquema que representa las distintas y sucesivas fases de desarrollo de los embriones de Filaría immitis durante el período lar- val en los tubos de Malpighi. Primer periodo. — I-III. Segundo periodo. — IV. Tercer periodo. — V. Cuarto periodo. — VT. Demuestra las relativas proporciones en los momentos I sucesivos : aum. dicha, sino que los embriones de Filaría immitis reducen en pocas horas casi todas las células de los tubos de Malpighi á porciones mínimas de citoplasma que rodean un núcleo ape- nas visible cerca de la membrana basal que constituye la pa- .— 354 — red externa del órgano. Si el organismo no resiste, y no se produce, con los restos de los cuerpos celulares, una rápida regeneración de estos órganos, el díptero muere al cabo de pocos días, el huésped cae víctima del parásito. En efecto, la mortalidad de los Anopheles que se infectan con la sangre de perros fílanosos es grandísima: llega al 40-50 por 100. Es ésta» muy probablemente, una de las causas por que se encuentran con tanta dificultad mosquitos que hospeden larvas muy des- arrolladas, en los .tubos de Malpighi, ó ya salidas de estos tu- bos y libres en el lacunoma. 8. Los embriones sufren modificaciones morfológicas de mucho relieve durante su estancia en los tubos malpigianos. Po- demos dividir en cuatro períodos, con Noe, el desarrollo lar- val de estos parásitos (fig. 18). En el primer período, los embriones se acortan considera- blemente: desde 320-360 [j. ó más (dimensión de los embrio- nes circulantes en la sangre), se reducen á 135-140 a (al ter- cer día, en los tubos malpigianos). Al propio tiempo, aumenta el diámetro transversal. Averiguase un característico aumento en las dimensiones de la vesícula posterior^ que se ve sobre- salir del borde cuticular, en extroflexión, quedando semejante disposición durante todas las sucesivas fases de desarrollo. Al tercero ó cuarto día, esto es, al principiar el segundo período de desarrollo, empiezan las larvas á crecer otra vez en longitud. Sus movimientos son aún reducidos y escasos. Acór- tase y repliégase la extremidad caudal, casi formando un gan- cho, siendo aprovechada, muy probablemente, para fijar el cuerpo á las células de los tubos malpigianos. Los esbozos de los varios órganos van tomando sus propios caracteres. De- bajo de la cutícula embrionaria viene constituyéndose, entre tanto, una segunda capa cuticular, que representa más tarde, en los últimos períodos, la verdadera cutícula larval. La glán- dula anterior aparece muy clara, con su abertura exterior; las distintas porciones del intestino anterior y medio van estable- ciéndose con sus propios caracteres; pero la comunicación entre el intestino medio y el posterior, no existe aún en este período. El esbozo de los órganos sexuales (gónade), ya constituido IV Laauíoma. ' Filar ia ü PiJiaiUfft' JU: íleo. Míxul:Ctmra olvidada. Con muy escasa com- pañía al principio de su carrera, tenaz y firme en su propósito, tocóle asistir y tomar parte en la tarea de preparar el camino, de crear aficiones y despertar entusiasmos por la Química, que tuvo siempre sus preferencias; disponiendo de limitadísimos elementos y no los más adecuados para cierto linaje de expe- rimentos, su ingenio supo resolver problemas analíticos de tan- ta dificultad como el reconocimiento de los meteoritos, y ejer- citarse en otros de carácter industrial, á semejanza de la ex- tracción del iodo; aprovechando con arte singular los medios de trabajo que había á mano y supliendo con rara habilidad los más perfectos, hizo notables análisis de las aguas potables de Oviedo y redactó importantes Memorias acerca de la fabrica- ción de la sidra por fermentación del zumo de la manzana y de los modos de producir el gas de la hulla y utilizarlo en el alum- brado público. Y, enseñando siempre, aplicándose á la labor experimental, entretenía su juventud, contribuyendo al des- arrollo de la cultura patria, tratando de formar el medio más apropiado para el desarrollo de las ciencias , muy distante to- davía de sus mayores esplendores. Por suerte, á la educación científica de Luanco precedió el estudio que se llamaba de humanidades y nunca abandonó las aficiones clásicas, y así cuidó mucho la forma de sus escritos y puso empeño en que el lenguaje fuese castizo y elegante, sin perjuicio de la exactitud y claridad de las doctrinas que expo- nía ó de los propios trabajos que pretendía dar á conocer. De ello es la mejor prueba el Compendio de las lecciones de Quí- mica general, excelente Tratado dispuesto con arreglo á las teorías modernas, que durante bastantes años sirvió de texto en la mayor parte de las cátedras de España. Consecuencia de semejante cultura clásica fué, sin duda, la obra de erudición que ocupó buena parte de la vida de Luanco,' - 366 — No se limitaron sus cuidados ni se concretó su solicitud en este orden á la rebusca de noticias y al acopio y clasificación de da- tos y pormenores; pudo entretenerle esta labor preliminar bas- tante-tiempo , en cuanto es indispensable para acometer mayo- res empresas de verdadera investigación crítica que era su ob- jeto, mas nunca túvola por principal. Así, el trabajo relativo á la Alquimia en España, es sólo conjunto de materiales, aco- piados y elegidos conforme eran encontrados, con objeto de hacerlos punto de partida y base de estudios críticos é indica- ciones precisas , tocante á los antecedentes históricos de las ciencias experimentales *n nuestra patria. En cambio, el dis- curso acerca de Ramón Líiil, considerando como alquimisin, que leyó en la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Bar- celona, y que puede considerarse como un estudio definitivo de la representación del doctor iluminado respecto de las cien- cias experimentales, y la carta relativa á la patria del famoso Arnaldo de Vilanova, deben ser consideradas obras sintéticas, de mucha y buena doctrina, en las que Luanco aprovechó á maravilla la copiosa erudición que durante varios años había acumulado. Tal variedad de trabajo, que entretuvo la nunca cansada ac- tividad del reputado químico, supo hacerla compatible con sus deberes de Catedrático, cuyo celo y entusiasmos por la ense- ñanza no decayeron un punto y antes parecían exaltados con el tiempo, y llegó á enlazar y unir, sin soluciones de continui- dad, la experimentación y la erudición, la cotidiana labor en la cátedra y en el laboratorio y el minucioso y pesado estudio de manuscritos y libros, indagando en aquellos papeles viejos las noticias y datos que había menester para allegar los mate- riales de nuestra historia científica. Por eso fueron de tanta cuantía y de tales méritos los trabajos de Luanco en este sen- tido, que bien puede considerársele iniciador de semejante li- naje de investigaciones , cuya importancia y utilidad no preci- san encarecimientos. En la misma diversidad de las aptitudes y trabajos está in- dicado cómo ha de ser tratada y considerada la personalidad científica de Luanco. Intentaré presentarla brevemente, fijan- — 3G7 — dome en lo más saliente de su labor y en los rasgos peculiares del carácter del ilustre maestro, cuya vida se ha consagrado entera á la tarea de la enseñanza en la cátedra, en el laborato- rio y en el libro, con los mayores afanes, nunca desmayada so- licitud y desinteresados propósitos. No será menester repetir que D. José Ramón Luanco, cuya familia era de la villa de donde deriva su apellido, pació en la de Castropol en el año de 1825. Siguiendo la costumbre de en- tonces, comenzó su instrucción por las disciplinas clásicas y de humanidades, que debieron ser muy de su gusto, pues no dejó de cultivarlas y fué extremado en conocerlas, y tan versado en ellas, que la influencia de aquellos estudios es patente en cuan- tos llevó á término durante su vida, y en verdad no fueron es- casos. Desde 1838 contól-í la Universidad de Oviedo entre los alumnos de Filosofía, habiendo recibido en aquella famosa Es- cuela el primer grado académico de Bachiller; impulsado por su vocación, estudió luego las Matemáticas y se consagró de ca- mino á la Literatura, aprovechando juntamente las enseñanzas universitarias y los sólidos conocimientos de humanidades, que eran singulares y fundamentales en Luanco. Que no bastaron para satisfacer sus ansias de saber los metódicos y regulados cursos de las aulas ovetenses, demuéstralo el que acudiese á cátedras particulares y buscase en estudios privados y en su propia é individual aplicación , aquella suma de conocimientos que anhelaba y aquella sólida base de cultura que tan á maravi- lla supo utilizar en los mayores empeños científicos de su vida, y desde los comienzos acertó á escoger lo provechoso de los elementos tradicionales, empleándolo para llegar mejor al co- nocimiento de lo nuevo y es, en tal sentido, excelente ejemplo de cuánto valen ciertos fundamentos de cultura clásica, cuando de ellos se sabe sacar partido, aun tratándose de cosas que en ._ 368 — apariencia están muy alejadas de los estudios llamados de hu- manidades. Llegó el año de 1846_, que señala para Luanco el comienzo de la carrera profesional, que empezó siendo alumno pensiona- do de la Escuela Normal de Ciencias, fundada á semejanza de la francesa, de gloriosísima historia. Allí es donde se deter- minan sus inclinaciones por la Química, que cultivó con pro- vecho toda la vida, sin dejar de la mano tampoco las aficiones literarias y eruditas; pero la Química, que en aquellos años acrecía grandemente su caudal de invenciones y descubrimien- tos, le atrajo y cautivó, entreteniendo toda la actividad del jo- ven aprendiz de Catedrático, que para serlo había ganado su plaza en la Escuela Normal. Mas quiso la mala ventura del continuo mudar, característico de nuestras leyes, que tal cen- tro de Enseñanza fuese suprimido, antes de advertir sus pro- vechos 6 de remediar sus inconvenientes, y á Luanco quedóle, como gran merced, una pensión de lo más reducido é insigni- ficante que puede imaginarse y el esperar otros tiempos y otras reformas que le consintiesen aplicar y utilizar los conocimien- tos adquiridos y acabar de formarse, practicando con tranqui- lidad en un laboratorio de Química. Hasta 1850 tuvo que aguardar para ser nombrado Ayudan- te de las Cátedras de Física experimental y Química general en la Universidad de Oviedo, y en semejante puesto, prepa- rando las cotidianas lecciones, experimentando é investigando de continuo y supliendo Cátedras, á veces durante dos años consecutivos, tuvo su actividad campo en que ejercitarse, las dotes nativas de su ingenio pudieron desarrollarse y las aficio- nes del novel químico hallar satisfacción cumplida. Un año des- pués aparecían con frecuencia en El Ovetense, periódico muy curioso, primorosos artículos científicos y literarios que firma- ba un Dalmiro , cuyos escritos y otros que se les parecían mu" cho, de cierto Carlos, podían leerse también en El I omento de Asturias. Dalmiro y Carlos eran Luanco con sus puntas y ribetes románticos, que sabía atender con no igualada diligen- cia al cuidado del laboratorio y á las obligaciones de la cáte- dra, y quedábale tiempo para estos trabajos de imaginación, - 3G9 — tan útiles, provechosos y educativos en los años de aprendiza- je científico, cuando no es llegada la reflexión y madurez que demandan las investigaciones originales. Un trabajo de Luanco señalaré ahora por ser quizá el pri- mero que le tocó llevar á cabo fuera de la esfera oficial y aca- démica: por los años de 1852 ocurrióle á cierto industrial de Oviedo iluminar con gas el café que explotaba y trató de mon- tar una fábrica, sólo para tal objeto, inmediata de aquel esta- blecimiento. Como era caso nunca visto, se solicitó parecer de personas competentes, y entre ellas, de los químicos de la Universidad, correspondiéndole á Luanco ser el Secretario de la Comisión formada, y no tuvo el proyecto partidario más en- tusiasta ni defensor más ardoroso; estudió á fondo el asunto, hizo pruebas, buscó datos y antecedentes, se esforzó en pre- sentar las ventajas del nuevo sistema, y tanto acertó en su In- forme, que andando el tiemj)0 sirvió de base y fundamento para establecer el alumbrado por el gas de la hulla en la capital de Asturias. Son de la misma época otros estudios de importancia, y de ellos el más citado el que lleva este título: Consideraciones acerca de las circunstancias en que debe fermentar el zumo de la manzana en la preparación de la sidra, impreso en Oviedo el año de 1853 y es obra de mucha utilidad, conte- niendo para su tiempo grandes novedades ; porque no debe ol- vidarse que fué compuesta cuando se sabía, á lo sumo, res- pecto de la manera de obrar los fermentos, si acaso los prime- ros esbozos de aquella teoría del contacto á la que dio forma definitiva el gran genio de Liebig. Poca era entonces la expe- riencia de Luanco en achaques de investigaciones químicas; sus mismos estudios mejor iban encaminados hacia la ciencia pura y no se detenían en cierto linaje de aplicaciones; no obs- tante, como el caso de la sidra referíase á una industria que en Asturias tiene grandísima importancia, prestóle toda su atención consagrándole muy detenido estudio, con el fin de desterrar malas prácticas inveteradas, aconsejando otras de eficaces y seguros resultados. Acaso pretendió el químico de- mostrar así la necesidad de lo que el vulgo ignorante llama con — 370 — desdén ciencia teórica , para llegar á la práctica racional de las industrias, que sin aquella guía degeneran hasta convertirse en indigesto fárrago de empíricas recetas, remora de todo ade- lanto y tradicional obstáculo de todo progreso. Iniciase en 1855 la peregrinación de Luanco por las Uni- versidades españolas, que no cesó hasta que dio en la de Bar- celona en 1868; en el primero de los años citados ganó por oposición la cátedra de Química aplicada á las Artes en la Es- cuela industrial de Sevilla, y sin tiempo á posesionarse de ella nuevas oposiciones diéronle el puesto de Catedrático de Quí- mica general en la Universidad de Oviedo, que era el colmo de sus ambiciones. Vivo está todavía el recuerdo del maestro y no se ha extinguido la memoria de aquel Profesor cuya sen- cilla y correctísima palabra persuadía siempre, de aquel dies- tro experimentador, dotado de habilidad suma, que acertaba sin vacilar con las mejores demostraciones, llevando con ellas el convencimiento al ánimo de los oyentes y discípulos. Pasa- do el largo y trabajoso aprendizaje, cuando Luanco ocupóla cátedra, era ya afamado Profesor y notoria su pericia en la Química práctica; así, desde el comienzo de sus lecciones había de demostrar, junto con las dotes nativas , aquel caudal de ciencia y aquella habilidad manual en la ejecución de los experimentos, que fueron los caracteres distintivos de su en- señanza. Fué un maestro apasionado de la ciencia que profe- saba; en la clásica sobriedad de la palabra, en la sencillez hermosa de la frase había los mismos entusiasmos que an- dando el tiempo tuvo para él el hallazgo de un manuscrito in- teresante, entusiasmos nunca decaídos, de los cuales vile las más sinceras y espontáneas manifestaciones ante el resultado de un experimento, y eso que á la sazón su edad tocaba en los lindes de la vejez y abundantes hilos de plata adornaban ya 6U cabeza. Que no era suficiente la cátedra para entretener toda la ac- tividad de Luanco, no hay para qué decirlo; cumplía como pri- mera función la de la enseñanza y no hubo nadie más solícito y cuidadoso de ella, ni quien le aventajase en interés por sus discípulos. Mas solicitábale también el trabajo del laboratorio — 371 - en el que fué incansable y extremado, no dándose reposo en la práctica analítica y en aquellas investigaciones en las que su ingenio muy despierto podía suplir de algún modo la escasez y pobreza de los medios que tenía á mano para todos los me- nesteres de un curso experimental con su complemento de in- vestigaciones originales. Grandísima esperanza había de tener puesta en la eficacia de la ciencia y mucha fe en sus propios ideales quien traba- jaba hace cincuenta años en aquellos menguados lugares que se llamaban laboratorios de Química, tristes, destartalados, por lo general obscuros, húmedos y lúgubres, como si fuera necesario operar á escondidas, muy lejos de la gente, en apar- tados rincones; cual si se cometiera horrendo delito preparan- do oxígeno 6 averiguando la riqueza metál'ca de los minerales. Sirva esta observación para entender el mérito del que en 1857 y en compaííía del benemérito Profesor de Física de aquella Universidad D. León Salmean , emnrende y lleva á cabo la ta- rea del análisis químico ( ompleto de las aguas potables de Oviedo, que nuestra Academia publicó en el tomo VII de la Revista de los progresos de las Ciencias exactas, físicas y na- turales. Para el tiempo y con los medios empleados , resultaba esta obra, ahora de práctica corriente, de extremada dificultad y el hacerla bien debe considerarse mérito de gran aprecio; pues eran contados los verdaderos analistas que en Espaiía ha- bía y aun de ellos pocos se consagraban á la minuciosa y pesa- da labor del examen de las aguas y sábese cómo las potables no son de fácil análisis, si han de apreciarse la naturaleza y can- tidad de los gases y separar los componentes del residuo fijo, operando de continuo con muy poca cantidad de materia sóli- da, después de haber evaporado mucha agua. Vióse libre Luanco de las influencias que sintieron muchos químicos españoles de su tiempo. Aquella mísera lobreguez en que se veían obligados á trabajar, la tristeza que engendraba la soledad en que practicaban sus experimentos, el forzoso ais- lamiento en que vivían, la misma pobreza délos medios cuan- do su pensamiento se elevaba á grandes fines, eran parte á vol- verlos huraños, agrios y malhumorados; por contraste el Pro- — 372 - fesor de Oviedo era alegre, comunicativo, decidor; su amení- sima y variada conversación estaba cuajada de agudezas y do- naires, y siempre con oportunidad y gracia refería sucedidos, cuentos é historietas. Gustó de la sociedad y trato de gentes, y su laboratorio fué el lugar de reunión de todos los compañe- ros, á quienes entretenía con sus interesantes relatos, y el ha- blar no le impedía atender solícito á las más delicadas opera- ciones de la Química analítica. Jamás llegamos en España á un equilibrio estable en mate- rias de organización de la enseñanza y por uno de tantos y tan repetidos cambios bruscos, que son de lo más inconveniente y perjudicial que puede imaginarse, fué suprimida la Facultad de Ciencias en la Universidad de Oviedo el año de 1860. Dis- tribuido con poco acierto el personal docente, capole en suerte al Profesor de Química ocupar la cátedra de Algebra superior y Geometría analítica en la Universidad de Santiago, y para desempeñarla con aquel laudable celo que puso siempre en la enseñanza^ volvió Luanco á sus estudios de Matemáticas, y por fortuna eran vastos y fundamentales los que hiciera años atrás á los comienzos de su carrera profesional. Ya había llegado su fama á las aulas compostelanas, donde los antiguos esplendores aún perduraban, y la suerte le deparó el encuentro con otrf) Profesor, admirable maestro de Química, cuyas lecciones fuer')i verdadero y acabado modelo de clari- dad y de ciencia y cuantos tuvimos la dicha de oirks, jamás olvidaremos á aquel perfecto Catedrático; rae refiero á D. An- tonio Casares, y no he de dejar pasar la ocasión sin tributar á su querida memoria el homenaje de mi gratitud, que no es me- nos sentida por ser la del menor de sus discípulos. A la sazón era grande y merecido el renombre de Casares: había analiza- do muchas aguas m^-dicinales de Galicia y no pocos minerales metálicos; descubriera con Martínez Alcibar la xaratita y la morenósita en el cabo de Ortegal y determinara su formación mediante alteraciones de sulfuro natural de níquel; en su labo- ratorio consiguiera vitriolizarlo, conforme se vitriolizan los sul- furos de cobre y de hierro; del sulfato formado pasaba al hi- drato, que reducido daba el metal, y teuía un método origi- - 373 - nal para obtener el níquel. Era un experimentador de primer orden, en su entendimiento no había nieblas y aquella claridad de la inteligencia era la misma de su palabra en la cátedra y con admirable precisión, sin vacilar ni un instante, como si respondieran á las evocaciones de su voz, las más instructivas demostraciones prácticas acompañaban á las explicaciones del maestro : así era el compañero que tuvo Luanco en Com- postela. Beneficioso sobremanera hubiera sido para nuestra cultura científica el trabajo unido de aquellos dos hombres impulsados por la misma idea y animados de idénticos propósitos; pero Luanco, aunque muy versado en las Matemáticas, no estaba á gusto en la cátedra de Algebra superior y Geometría analí- tica; su vocación era la Química, y químico habíase hecho en el laboratorio; sacarlo de allí, privarle de explicar esta ciencia que llenaba su vida, valía tanto como echar por tierra toda su labor y todos sus ideales. Perdía al amigo y se alejaba del maestro; pero con júbilo abandonó la Universidad de Santiago y vino á Madrid en 1862 para desempeñar interinamente la cátedra de Química inorgánica en la Facultad de Ciencias, tor- nándose á sus queridísimas aficiones, inaugurando un período de gran actividad, en el que no se dio punto de reposo, des- plegando sus talentos y energías en multitud de ensayos y ex- perimentos importantes, sin arredrarle lo iexiguo de los medios, ni la estrechez y ruindad del laboratorio, que tanto debiera re- cordarle, andando el tiempo, los de aquellos alquimistas cuyos trabajos recopiló su diligencia; á fuerza de ingenio suplía la penuria de elementos de experimentación y realizaba intere- santísimos estudios. Otra vez volvió á Santiago y á la enseñanza de las Matemá- ticas en 1865; de nuevo cambió, á la fuerza, la dirección de sus estudios el ambulante Catedrático, que los mal aconsejados directores de la enseñanza pública no paraban mientes en un traslado más ó menos, ni les importaba gran cosa que hubiera ó no Profesores competentes y aficionados á la ciencia que les correspondía enseñar. Este ir y venir de una en otra Universi- dad daba al traste con los mejores propósitos de Luanco; no - 374 - lo dejaban sosegado y tranquilo, y á pesar de ello, hallaba modo de hacer trabajos de tanta cuantía y delicadeza como los referentes á los aerolitos caídos en Oviedo y en Cangas de Onís, que se distinguen por la minuciosa precisión de las de- terminaciones analíticas, y encontraba momento para consa- grarse á aquellas sus aficiones eruditas y literarias , y con pa- ciencia de bibliófilo entendido iba formando magnífica colec- ción de documentos y de libros raros y curiosos. Lejos de hallar la deseada quietud cuando retornó á la Uni- versidad compostelana, á los dos años justos, en 1867, fué su- primida la Facultad de Ciencias que en ella había y trasladado Luanco á la cátedra de Química de Zaragoza. Un año después ocupaba la de Química general en la Universidad de Barce- lona, encontrando por fin la anhelada estabilidad; pudo en- tonces trabajar tranquilo y cumplir sus deberes de maestro con aquel afán y puntualidad que fueron sus características; ni el ser Decano, ni las ocupaciones inherentes al cargo de Rector, que desempeñó en momentos difíciles, fueron parte á hacerle abandonar sus discípulos, su laboratorio y sus papeles viejos: en esto hallaba todas sus complacencias y satisfacciones. De- cretada la jubilación de los Catedráticos que hubiesen cumpli- do setenta años, el 22 de Octubre de 1900 dejó el rectorado D. José Ramón Luanco, y aquel mismo día, el que había en- trado joven en la Universidad de Barcelona, explicó viejo la última lección de Química en la cátedra de sus triunfos y llo- rando se despidió de sus discípulos. Mas tarde volvió los ojos al antiguo hogar y allí se fué en busca de descanso, tras labo- riosa vida, y allí murió rendido á la pesadumbre de los años y á la nostalgia de la cátedra y del laboratorio, dejando el re- cuerdo de la ciencia, que poseía como pocos, y de sus bonda- des, que eran inagotables. Relatado lo principal de la vida de Luanco, falta hablar de su variada y dilatada obra. De lo mejor de ella sólo queda el - 375 — recuerdo; consistió en las lecciones que explicaba á diario y en la conversación científica y erudita, á la que era muy dado; su labor fué principalmente docente y educativa, y contados serán los que en ella le hayan aventajado. Su cualidad superior es la de maestro y expositor de ciencia, á la que va unida, á guisa de complemento, la de experimentador ingeniosísimo, y así la originalidad de Luanco era menester verla y apreciarla en la cátedra y de preferencia en las lecciones más sencillas que componía y aderezaba con arte exquisito, dándoles novedad y comunicándoles extraordinario atractivo, valiéndose de las más adecuadas demostraciones prácticas al alcance de todo el mundo. A la obra didáctica de Luanco pertenecen algunos escritos suyos, que son lo permanente que de sus enseñanzas, como Catedrático, ha dejado; de ellos citaré sólo el Compendio y las Lecciones de Química general. Bastantes años antes de publi- car los libros así titulados, hiciéraae notar como partidario y propagandista de las doctrinas atómicas, y acaso fué el primero que las enseñó en España , poniéndolas al alcance de los que comienzan el estudio de la Química y ejercitándolos con mu- cho arte en el uso y práctica de las notaciones modernas; con el mismo objeto tradujo y puso en excelente castellano la re- nombrada obrita de Biélaz, que ha sido muy consultada. To- cante á las de Luanco, escritas con ánimo é intento de que fue- ran guía de principiantes, de suerte que, luego de estudiarlas, pudieran trabajar por sí mismos y aprovechar la lectura de los grandes y fundamentales Tratados modernos, aparte de la ex- celencia de la doctrina, tienen como características lo acerta- do de su disposición y método, la claridad de los conceptos la sencillez y tersura del lenguaje y aquel estilo clásico, espa- ñol neto, tan apropiado á nuestra prosa científica y que avalo- ra considerablemente la de Luanco, contribuyendo á la mejor comprensión de la doctrina. Merece ser notada otra circunstancia en sus libros de texto. Si cuidadoso anduvo respecto del lenguaje, no le fué en zaga la solicitud puesta en españolizar las voces nuevas y en res- taurar, todo lo posible, la nomenclatura nacional, tan olvidada - 376 — por desgracia. A primera vista choca leer poso, y no precipita- do, quemante , en lugar de comburente, y otras varias denomi- naciones, sin parar mientes en que son las propias de nuestro idioma y las que debemos usar; que pudiendo hacerlo, nada se pierde con aprender la Química en puro español , y es de ad- vertir como así se enseñó en nuestras Escuelas. Con haber sido las primeras que adoptaron la nomenclatura que todavía rige en la ciencia, los maestros pusieron todo su cuidado en buscar y determinar las equivalencias de los nuevos nombres en español, y semejante tendencia siguióla Luanco en los ex- celentes Tratados elementales que compuso. Bueno será advertir cómo al lado del meritísimo trabajo di- dáctico de la cátedra y del libro, deben ponerse las investiga- ciones originales y aquellas observaciones propias relativas á la práctica de algunos procedimientos, como las modificacio- nes de la obtención del oxígeno por el hipoclorito de calcio, ó las referentes á la industria del iodo encaminadas á abreviarla, suprimiendo la enojosa y pesada incineración de las algas. No han de omitirse en el presente relato los repetidos experimen- tos realizados para determinar el límite de la sensibilidad de los reactivos del ácido cianhídrico, ni los ensayos^ que nunca he visto publicados, acerca de nuevos métodos para obtener los cloruros de fósforo, en cuya labor le ayudé el año de 1873 en el laboratorio de la Facultad de Ciencias de Madrid. Nuevos. lauros conquistó Luanco con el estudio de los me- teoritos. Primero le entretuvo el aerolito caído en Oviedo á 5 de Agosto de 1856, y sus investigaciones publicólas nuestra Academia en el tomo XVII de la Revista de los progresos de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que corresponde al año de 1867. Empezó determinando la densidad, llegando al núm. 3,59685, y separando luego la parte atacable de la inatacable, hizo su análisis completo, que no es empresa fácil separar unos de otros y pesarlos , hasta trece cuerpos distintos. Fué base el análisis referido para clasificar el aerolito de Oviedo en el grupo de la luceita de Meunier, que pertenece al tipo de los esporadosidéreos , clase de los oligosidércos. Después ocupóle el aerolito caído en Cangas de Onís á 6 de Diciembre' -^ 377 — de 1866, y la Memoria en que se consignan los resultados del estudio de Luanco está publicada en el totio III de los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, que es el del año de 1874. Para peso específico de la piedra halló 3^7044, y en el análisis separó y determinó cuantitativamente hasta ca- torce componentes, sirviendo todo ello para incluir el meteo- rito en el grupo de la mesminita ^ del mismo tipo y clase que el anterior^ pareciendo resultar de la mezcla de la luceita y la limeriquita. Así, el análisis químico practicado con aquel es- mero y aquella pulcritud que eran tan singulares de los traba- jos de Luanco , ayudó sobremanera para determinar y clasificar las rocas meteóricas caídas en Oviedo y en Cangas de Onís. Con la labor científica docente y experimental iba siempre aparejada la labor erudita de ciencia, historia y literatura. Hay en la vida de Luanco un hecho decisivo para tal linaje de in- dagaciones, en las que fué peritísimo, y es su conocimiento y amistad con D. Marcelino Ménéndez y Pelayo, que es, princi- palmente, nuestro mayor artista; muy mozo era cuando cono- ció á Luanco; mas éste, al tratarlo, debió sentir, con el asom- bro que siempre produce su saber, la sugestión que sobre todos nosotros ejerce aquel tan fino y superior entendimiento, que, sin quererlo el mismo, es soberano maestro de todo tra- bajo intelectual, del pensar recto para realizarlo, del bien de- cir para expresarlo. Al punto debieron entenderse: Luanco ya en la plenitud de la edad, práctico en la enseñanza, y Menén- dez y Pelayo, joven, todavía estudiante; de ello son testimonios la parte que el Catedrático de Química escribió en el libro del homenaje al Catedrático de Literatura y la dedicatoria de la obra en dos tomos, titulada La Alquimia en España. Ocupóse en ella Luanco con particular afición, y aparte de esta obra, que incompleta y todo es única y de mucha impor- tancia, cuéntanse con^o principales trabajos suyos, pertenecien- tes á la materia, el discurso acerca de Ramón Lull, la carta referente á la patria de Arnaldo de Vilanova y los estudios de metalurgistas españoles. En torno de la gran figura del doctor iluminado formóse u- a verdadera leyenda; el gran polígrafo del Blanquerna debía haberlo hecho y descubierto todo; aún - 378 - ahora muchos libros repiten aquello de que aisló el ácido ní- trico, y por esta atribución y por varios escritos que aparecie- ron con nombre suyo, fué considerado como alquimista y de los de mayor cuantía, al punto que se habla en la Alquimia de escuela luliana. Fué costumbre antigua de muchos embaucado- res, falsitícadores y alquimistas teóricos y prácticos, trocar sus nombres por los de grandes sabios y filósofos y hay en plena Edad Media un Moisés y un Aristóteles, muy entretenidos en buscar la piedra filosofal y el elixir de larga vida, y á lo que infiero de mis lecturas, el nombre glorioso de Raimundo Lulio parecíale de molde para encubrir el suyo á cierto Raimundo de Tárrega, judío acaso, á quien no convenía mucho usar de con- tinuo el propio. De sus personales investigaciones, de los antecedentes ya conocidos, entre los cuales se han de contar los de Ernesto Renán, valióse Luanco para componer su mejor y más bella obra, el discurso sobre Ramón Lull, demostrando que nunca fué ni pudo ser alquimista, y anduvo tan acertado en las prue- bas, las presentó tales y tan bien documentadas, se esforzó tanto en los razonamientos, puso en ellos tal fuerza de lógica, uniéndola al valor positivo de los datos acopiados, que el tra- bajo resultó magnífico, definitivo y sin réplica posible. Tiene su pareja en el que compuso tratando de Arnaldo de Vilano- va, médico y alquimista en esta tierra española donde se cuen- tan los adeptos de la doctrina trasmutatoria, y aun de estos pocos, los más fueron habilísimos falsificadores de moneda. Donde había ricos placeres de oro, excelentes minas de pla- ta, cobre^ plomo, cinc, estaño, hierro y azufre y el mejor y más abundante criadero de azogue, florecieron en todos los tiempos la minería y la metalurgia y no podían aclimatarse y prosperar las prácticas de la Alquimia, reducidas al cabo á unas pocas recetas, casi nada modificadas desde tiempos muy remotos. Es lástima que quien en el discurso de Ramón Lull y en la carta acerca de Arnaldo de Vilanova expusiera la buena doctrina, dejara incompleta la labor; en La Crónica Cie?iiífica publicó Luanco noticias y fragmentos de escritos alquimistas, que sin comentarios ni orden cronológico reunió en los dos vo- — 379 - lámenes de La Alquimia en España; son matCTíales para ma- yores empresas, algunos tan singulares como el famosísimo y leberíntico Libro del candado, que publicó completo quizá por vez primera, y de todas suertes constituyen elementos de in- dudable valía para la historia científica de Eápaña. También en Za Crónica Científica se publicaron los estudios que llevan por título «Los metalúrgicos españoles en el Nuevo Mundo» ; datan de 1888 y se refieren á D. Juan de Alcalá Amu- rrio y á D. Juan del Cerro y Segarra. Son á manera de mono- grafías, poco extensas, riquísimas de datos y pormenores su- mamente útiles y provechosos para el conocimiento de la parte más interesante de la historia científica de España , por re- ferirse á labor original y á trabajos prácticos considerables proseguidos durante siglos y que constituyen la gloriosa conti- nuación y los esplendores de aquel Arte de los Metales, cuyas tradiciones nacionales se remontan á tiempos antiquísimos. Claro está que el trabajo de Luanco no había de limitarse á lo publicado, que con ser excelente prometía mucho más; de- jólo incompleto, conforme quedó La Alcjuimia en España, y aunque sería laudable y conveniente el continuar ambas obras, juzgólo empresa dificultosa en sumo grado. Pudieran resultar bastante mejor trazados el carácter, la per- sonalidad y la significación de Luanco tratando del pormenor de su trabajo, labor digna de ingenios mayores que el mío. Es- tas notas biográficas han de tenerse como un homenaje al maes- tro y un recuerdo al amigo y al compañero que reposa en su pintoresca villa de Castropol donde vio la luz primera , y así la misma tierra en que nació, á la que tanto amaba y de la que fué historiador, recogió sus despojos cuando le rindieron la pesadumbre de los años y la nostalgia de la cátedra y del la- boratorio. Eev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 26 — 380 — XV.— Ensayo de Óptica geométrica. Por Vicente Floren Acero. Preliminares. Relación anaimónica de cuatro puntos A, B, C, D, situa- dos en línea recta, es el cociente de las relaciones de las dis- tancias de dos de ellos á los otros dos; por ejemplo (fig. 1.*), AC BC AD BD Dados tres puntos sobre una recta y el sentido positivo de ésta, podemos determinar la posición de otro punto de modo ^.f J'. J9 que la relación anarmónica de los cuatro tenga en magnitud y signo un valor dado; es decir, que si nos dan A . D j C, po-- • T,j ^ . ^C BC demos determinar B de modo que se tenga : = x, ^ AD BD Para que el punto B sea distinto de los otros, el valor de x tiene que ser distinto de O -|- 1 é co. Si el valor de x es igual á — 1, entonces : = — 1 ^ AD BD recibe el nombre de proporción armónica, y se dice que Ay B son conjugados armónicos con relación á C y D. Un haz de cuatro rectas determina sobre una transversal - Íi81 — cualquiera cuatro puntos que darán una relación anarmónica; y si el valor de ésta es — 1, el haz se llama armónico. En el estudio elemental de la Óptica geométrica se suponen siempre los rayos que caen sobre una superficie curva infinita- mente cercanos al eje principal; en este supuesto, y con las definiciones anteriores, se simplifica el estudio elemental de esta parte de la Óptica, basando la reflexión en la proporción armónica y la refracción en la relación anarmónica. Reflexión. Espejos esféricos. — Sea (fig. 2.^) E un espejo esférico, P/el rayo incidente, CI la normal, IF el rayo reflejado y TI la J'JO- . '<- á n PE, luego FC> FE; y como los dos primeros segmentos tienen signo contrario, los dos últimos lo tendrán igual, luego F estará á la derecha de E; es decir, tenemos foco virtual. 7.° Si FE = O, será FE = O; luego P y P coinciden en el polo del espejo. 8.° Si /-* pasa á la derecha de E, los segmentos PC y PE tienen el mismo signo, y además PC^ PE , luego FC y FE son de signo contrario y FC^ FE; por tanto, P estará entre E y el punto medio M del radio. 9.° Si P está en ce, los ^segmentos PC y PE son iguales y del mismo signo, luego los otros dos son iguales y de signo contrario; por tanto, F estará en M, punto medio del radio. 383 - Vemos, pues, que P y F se mueven siempre en sentido contrario y se confunden en dos puntos, que son Cy E; los ryo^-^' F. F números 1.° á 7.° inclusive corresponden á las posiciones del punto luminoso y de su foco en los espejos cóncavos ^ y los 8.° y 9.° á los espejos convexos. Pongamos la proporción armónica bajo la forma PC PE FC FE -1. Si Cesta en oo, vemos que PE = — FE, lo que nos dice (fig. 3) que el punto luminoso y el foco están*á distinto lado ^^U " -* 1— -I — J^ c r J^i del espejo y á igual distancia; este es el caso de los espejos planos. Fórmulas ordinarias de los espejos. — Si queremos obtener- -ása- las basta hacer PE==p, FE = p' y r = 2f, y sustituir va- lores en la proporción armónica, teniendo en cuenta el signo de los segmentos en cada caso particular; ejemplo, en el caso de la figura 4.^ PC=p-2f; FC^-{2f—p')=p' — 2f\ ■ PE^p; FE = p' ] y, sustituyendo en la proporción armónica, será p — 2f p—2f 1 1 1 p p t V P Ejes secundarios. — Son todas las transversales que pasan por el centro C; como este punto y el extremo del radio con- servan su distancia, la proporción armónica subsistirá. Imágenes en los espejos esféricos. — Sea la figura 5.^; sabe- mos que los puntos situados entre ce y C tienen sus conjuga- /'jcr^ S . I' c r dos entre C y M é inversamente, y que los comprendidos en- tre M y E los tienen entre oo y E. Supongamos un punto P, cuyo conjugado es E ; si hacemos girar el eje principal alrededor de C, los puntos conjugados armónicos guardarán las mismas posiciones en el eje; en cada momento las posiciones de E son focos de los de P, luego el (*j Para obtener la fórmula de Newton , P — «f'-f', basta hacer PJlf=:o y FM=^'^' y sustituir valores en la proporción armó- nica. — 385 — arco descrito por F será la imagen del que describe P ; ade- más, vemos que por estar F y P á distinto lado respecto á C, la imagen resulta invertida y más pequeña que el objeto. Si invertimos las posiciones de P y de i^, vemos que á un arco pequeño (objeto) corresponde un arco grande é invertido (imagen). En ambos casos las imágenes son reales. Si el punto luminoso P está entre M y E (fig. 6.^), al girar el eje, los arcos descritos por P y por su conjugado F son del I — ---->^_j,£; mismo sentido, pero el segundo arco es mayor que el primero; luego en este caso la imagen es virtual derecha y mayor que el objeto. Si invertimos las posiciones de P y P tendríamos el caso de los espejos convexos. Tres casos importantes tenemos que considerar: 1.° Si el punto luminoso está en el infinito, el giro del eje determina en el foco princi|)al una pequeña superficie esférica que pedemos considerar como planaj,.ha recibido el nombre de plano focal principal. 2. Cuando el punto luminoso está en C, también está su foco; un objeto y su imagen serán iguales, pero invertidos; el plano que pasa por este punto y perpendicular al eje, se llama antiprincipal. 3.° Si el punto luminoso está en F, también está el P, y el giro del eje nos dice que objeto é imagen son iguales en mag- nitud y posición; el plano que contiene á los dos se llama pla- no principal. Haciendo pasar una recta por el foco principal y que limite en el plano principal una magnitud igual á la del objeto, ten- — 386 — dremos la cai'acterística de Oariel, que facilita mucho la cons- trucción de la imagen de un objeto. Relación de magnitud entre la imagen y el objeto. — En las figuras 5.^ y 6.'' vemos que los arcos ó sus tangentes son pro- / FC porcionales á los radios; por tanto, — = , y sustituyen- do sera — = — ^— para la imagen real y — ^ O p — 2f O 2f — p para la virtual. Aberración de esfericidad. — Hemos supuesto al principio que el espejo era de poca abertura y gran radio, en cuyo caso el pie de la tangente se confunde con el polo del espejo; pero si éste no cumple con estas condiciones, entonces el pie de la tangente se aleja tanto más del polo cuanto más marginales son los rayos incidentes, y por tanto, el conjugado armónico del infinito, que siempre está en el punto medio del segmento CT, se acercará al polo del espejo; la distancia MM' (fig. 7.^) se llama observación longitudinal; todos los rayos paralelos que inciden sobre el espejo se entrecruzan después de reflejados y determinan la superficie llamada cáustica. 1 11112 Si en la fórmula 1 ^ = — ó 1 = — sustituí- p p' f P P ^ r mos, en vez del segmento r, el verdadero CT = , será cosa 1 , 1 2cosa tA ^ < , 1 = , formula más exacta. p p' r - 387 — Lentes. — Estudio elemental. El plano principal de una lente infinitamente delgada pasa por su centro óptico; los planos antiprincipales se hallan al doble de la distancia focal, j como las propiedades de estos planos y de los focos son análogas á los elementos de igual nombre de los espejos, podemos reducir el caso de las lentes al de los espejos. En la figura 8.^, E representa un espejo j G, su centro de cur- •^>- c t vatura; F^ el foco principal; la propiedad del plano antiprinci- pal la representaremos por las dos flechas iguales y contrarias; la del plano principal, por otra más gruesa. Si los rayos vie- nen en la dirección de la flecha, la figura representa un espejo esférico convergente, y haciéndola girar alrededor del plano E, tendremos la representación de una lente convergente. Si la luz viene en opuesto sentido, la misma figura representa un es- pejo esférico divergente, y después del giro, una lente diver- gente. Lentes convergentes . — Sea O (fig. 9.^) el centro óptico de m- ->- J^j^ ". s f" o j^ C' una lente convergente, F y F' sus focos principales; para co- nocer las posiciones de los focos conjugados buscaremos el — 388 - conjugado armónico del punto luminoso en el espejo cóncavo de radio 0C= 20 F\ y el simétrico del punto hallado con re- lación á O, será el foco que se busca. Discusión. — 1.° Si P está en oo , su foco estará en F' (caso del espejo) y en su simétrico F (caso de la lente). 2.° Si P se acerca á C, su conjugado se acerca al mismo punto hasta que coinciden (espejo); su simétrico se acerca á C" hasta coincidir (lente). 3.° Si P va de C á F', su conjugado (espejo) va de 6 á 00 , y su simétrico (lente) irá de C' á ce . Todos estos son focos reales. 4.° Si P va de F' á O, su conjugado (espejo) va á la de- recha de O desde oo á O; su simétrico se moverá á la izquier- da de O. En ambos casos los focos son virtuales. Le?iies divergentes. — La misma figura sirve para hallar los focos en este caso, considerando solamente que los rayos vie- nen ahora en sentido contrario á la flecha. Estas consideraciones nos permiten hallar las fórmulas sen- cillas de las lentes infinitamente delgadas por la misma pro- porción armónica que sirvió para los espejos, teniendo en PC cuenta que la primera relación es la misma y que los seg- mentos de la segunda son sustituidos por otros del mismo va- lor absoluto y también de signos contrarios; portante, el valor de la proporción (que deja de ser armónica) se conserva el mismo. Sea (fig. 10) O el centro óptico de una lente convergente y ->- J^ O J^' C polo del espejo cóncavo, 6 el centro de este espejo y doble distancia focal de la lente; sea P el punto luminoso, su conju- - 389 - gado armónico en el espejo será F y el simétrico de éste, F', será el foco en la lente. La proporción armónica en el espejo será PC FC_ _ _ PO FO y la de igual valor en la lente será PC F'C PO F'O y sustituyendo los valores PC = p — 2f, PO = p, F'C = = 2/"— p' y F'O = —p será p-2f 2f-p' de donde f P P' Lo mismo haríamos en cualquier otro caso. Imágenes en las lentes. — Repetimos lo dicho acerca de los J'j^fJJ. / / I r' espejos (fig. 11): si hacemos girar el eje principal alrededor del centro óptico O, al arco descrito por el punto luminoso P corresponderá otro descrito por F' , que es el simétrico del conjugado armónico de P. La magnitud de los arcos (objeto é — 390 — imagen) estará en relación con la de los radios, 6 sea con sus distancias al centro óptico; el sentido del movimiento en cada arco indicará la posición relativa del objeto é imagen. Construcción de la imagen. — Construyendo la imagen en el espejo correspondiente á la lente y doblando la figura alrede- dor del plano principal, tendremos la imagen correspondiente á la lente; pero es más rápido trazar la característica simétrica de la del espejo, trazar un eje secundario por el extremo del objeto hasta que encuentre la característica, y bajando una perpendicular de este punto al eje principal, esa será la ima- gen; por ejemplo (fig. 12): Refracción. En el estudio que precede de las lentes no hemos tenido en cuenta el índice de refracción ; vamos á tratar ahora la refrac- ción de un modo más completo, tomando como fundamento la relación anarmónica, cuyo valor hacemos igual al índice de re- fracción. Con los segmentos, determinados por cuatro puntos en línea recta, pueden formarse seis relaciones anarmónicas de valores distintos; pero dos de ellas tienen valores negativos, y como el índice de refracción es siempre positivo, prescindiremos de ellas; además, si como hemos hecho en los espejos, tomamos como invariables los dos puntos que determinan el radio, las — 391 - cuatro relaciones quedan reducidas á dos de valores inversos, por tanto, éstos podrán ser n y — . n Dióptricos simples. — Los puntos invariables son: el centro C de curvatura del didptrico y L polo del mismo (límite de las posiciones del pie de la tangente al punto de incidencia del rayo, cuando éste cae muy cerca del eje principal); si nos dan la posición del punto luminoso P, determinaremos la de su -pn JTC 1 foco i^ haciendo la proporción : igual d n 6 á — , PL FL n según que la luz pase del medio menos al más refringente, 6 al contrario. Dióptricos convergentes. — Supongamos (fig. 13) que la luz /-JCrfJd. ~^fi» >- jp J.%_ C J^ pasa del medio menos al más refringente , la relación anarmd- nica será: : = n; los segmentos de la primera rela- PL FL ción son positivos, luego los de la segunda podrá i ser ambos positivos ó negativos; por tanto, el punto F podrá estar á la izquierda de L (foco virtual), ó á la derecha de C (foco real). DiscusiÓ7i. — 1.^ Si P está en oo , será FL = n FG (1), y como n'> 1, será FL > FC; luego F estará á la derecha de C y los segmentos FC y FL serán negativos. Llamando f á la. distancia de P á Z; y sustituyendo valores 71 r en (1), tendremos f= n (f — r) 6 f = ; valor de la fi — 1 distancia focal cuando los rayos llegan paralelos al eje. 392 — 2.° Si P se acerca á i^, la primera relación aumenta hasta PC valer (2) = 7i, en cuyo caso FC ^= FL, y como tie- PIj nen igual signo, i^ estará en x . Llamando /' á la distancia PL y sustituyendo valores en (2) será: f -\- r = nf, 6 f = r n — 1 valor de la distancia focal de los rayos incidentes, que después de la refracción salen paralelos al eje principal. PC De modo que, cuando el punto luminoso va de oo á = n, su foco va de = n hasta oo ; todos estos focos son reales. FC nv Y De las fórmulas f= y /' = se deduce que 71 — 1 n — 1 f -L = n y f — /' = r, esta última nos dice que los puntos fo- cales principales distan igualmente del centro y del polo del dióptrico. PC 3.° Si P se acerca más al dióptrico, será "> n, y por FC tanto, >• 1, luego FC'> FL; entonces F pasa á la iz- FL quierda de L y los dos últimos segmentos son positivos; los focos son virtuales. 4.° Si P coincide con L, también lo hace F. 5." Si el punto P pasa de L, entonces la luz camina de un medio más á otro menos refringente; por tanto, la relacjón anarmónica será PC FC _ l_^ PL FL n los dos primeros segmentos son de signo contrario, luego los dos segundos también lo serán; por tanto, el F estará en- tre L y C. Continuando la discusión encontraríamos los mismos focos que anteriormente. — 393 — Fórmulas. — Sustituyendo en la relación anarmónica los valores PC=^ p -\- r, PL =p, FC = ;/ — r, FL ^=p' será p-\-r p' — r . n — 1 1 , n — : = n 6 = 1 p p r p p' para los focos reales ; del mismo modo tendríamos p-\- r p' -\- r n — 1 1 n p p' r p p' para los focos virtuales. Dióptricos divergeiites. — Sea el dióptrico esférico L (fig. 14), la relación anarmónica que le corresponde será: PC FC = 71. PL FL Discusión. — 1.° Si P está en oo , tendremos FL = nFC, »>^ ^- J" J^ C luego FL > FC\ por tanto, 7^ estará á la izquierda de C, ó sea en foco virtual, y ambos segmentos son positivos. Llamando /"á la distancia focal FL y sustituyendo valores, Berá:/"=w(/' — r) ó f= . n — 1 — 394 — 2.° Si P se acerca á C , también lo hace F. 3.° Si P pasa oc C, PC cambia de signo, lo mismo que i^C; luego ambos estarán entre C y L. 4.° Si P coincide con L, también lo hace F. Por consiguiente, este dióptrico no da más que focos virtua- les, cuando el punto luminoso va de co á L, su foco F va del foco principal á L. 5.° Si P pasa de L, la relación anarmónica será: PC FC 1 PL FL n y discutiéndola veríamos que, pasando P de i á co , su foco F va de _L á la distancia focal principal, que en este caso vale f = ; los focos son virtuales. n — 1 Fórmula. — Sustituyendo valores en la relación anarmóni- ca, tendremos : ;; — r j/ — r ~ —n, V P de donde n 1 n 1 ■■ — . r V' V Imágenes. — Dióptricos convergentes. — Sean /"y /' (fig. 15) los focos principales del dióptrico Z>^ y C su centro de cur- vatura. Para un punto en co , el giro del eje alrededor del centro determina en f el primer plano focal principal. Si se acerca P , este punto y su foco F engendrarán arcos que pueden considerarse como el objeto y su imagen, y vemos en la figura que aquélla es real invertida y más pequeña que el objeto. — 395 — Si Pliega á la distancia 2f'L, la relación anarmónica nos dice que la imagen está á la distancia 2fL, y por el giro del eje vemos que objeto é imagen son iguales, pero en posición in- versa; los planos normales al eje que pasan por ellos son los planos anii'principales. Cuando P se acerca á f\ la imagen es mayor que el objeto, y continúa invertida. En f el giro del eje describe el segundo plano focal y su foco da una imagen en oo . De modo que entre oo y /"' obtenemos imágenes reales é in- vertidas, situadas entre /"é co , y que crecen constantemente. Cuando P pasa de f, sabemos que su foco es virtual á la la izquierda de /', y el giro del eje nos hace ver que la imagen es mayor que el objeto y derecha. En L, objeto é imagen son iguales y de igual posición; este es el plano principal. Luego estando el objeto entre f y L, las imágenes estarán entre oo y i, son virtuales, derechas y disminuyen constante- mente. Dióptricos divergenies. — Por las mismas consideraciones veremos que en este caso se forman imágenes virtuales derechas que crecen de O á la magnitud del objeto y situadas entre el foco principal y el dióptrico. Trazado de las imágenes. — Se hace como en los espejos por medio de la característica y un eje secundario. Cáusticas. — Al considerar los puntos del sistema anarmóni- co hemos tomado como punto fijo el polo del dióptrico, en lu- Hev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 27 — 396 — gar del pie de la tangente en el punto de incidencia, el cual es variable; por tanto, el foco es distinto para los diversos rayos paralelos al eje, los cuales, después de la refracción, se entre- cruzan, dando lugar á las cáusticas. Sistemas centrados. — No consideraremos más que el caso J-j^-^Jó. 'Síí^ J^ C \^ más sencillo de dos didptricos de la misma sustancia y de es- pesor despreciable. Sean (fig. 16) C y C los centros de los dióptricos, L el polo y P un punto luminoso; la posición de su foco en el primer dióptrico será dada por PC FC H PL FL y sustituyendo valores tendremos la fórmula ^^^=^=-+- (1). r p Pí Pero el rayo, antes de llegar á F, atraviesa el otro dióptrico pasando de un medio más á otro menos refringente; luego con- siderando á F como punto luminoso, hallamos su foco /'por la FC fO' 1 relación '- : = — , y sustituyendo valores dará: FL fL n n — 11 n —7-= — (2). r p py — 397 - Sumando (1) y (2) tendremos (n-i; r r } y p que es la fórmula general de las lentes. Dióptrico plano. — Es el dióptrieo esférico, cuyo centro está en 00 ; aplicaremos, por tanto, la relación anarmónica. Sea (fig. 17) L la separación de dos medios de distinta den- y^y^'yr. m^ J^ sidad y P el punto luminoso; por estar C en oo , la relación FL anarmónica se reduce á = n 6 FL = nPL. PL 1° Si P está en oo (incidencia normal), PL será oo , y por tanto, también lo será FL; luego no hay refracción. 2.° Si PL es finito, también lo será FL, pero siendo ?i >> 1, será FL >■ PL, luego F estará á la izquierda de P; por tanto, un observador, colocado en O, verá el punto luminoso más le- jos de la superficie de lo que realmente está (refracción atmos- férica ). 3.° Si Pestá á la derecha de L (fig. 18), como la luz pasa de un medio más á otro menos refringente, la relación anarmó- nica correspondiente queda reducido á FL PL n — 6PL=nFL, luego PL >> FL: por tanto, F estará entre L y P. Un obser- dor, colocado en O, ve el punto luminoso más cerca de la su- perficie (fondo de un estanque). - 398 ~ Ángulo limite y reflexión total. — En las construcciones que anteceden puede observarse que tomamos n = tag¿ tagr , y esto sólo puede admitirse para los rayos muy cercanos á la normal; sin embargo, discutiéndola se explica claramente la reflexión total. Siendo n positivo^ lo serán también las dos tangentes. Si Ti >- 1, será tag¿ >> tagr; á medida que crece r aumenta su tangente, aumentan, por consiguiente, tag¿; para un cierto valor de tagr, será tag^' = co , en cuyo caso i = 90'^; es decir, que el rayo refractado es paralelo á la superficie de separación de los dos medios; el valor que corresponde en este caso á r se llama ángulo límite. Si continúa aumentando r, tagi cambia de signo, siendo, por tanto, los términos de la relación de signos contrarios , no hay refracción: estamos en el caso de la reflexión. Medios de caras paralelas. Sean (fig. 19) L y L' las caras de un medio de índice n: el foco de P sobre la primera cara sería i^,- como la luz, al atra- vesar la segunda cara, pasa de un medio más á otro menos re- fringente, el punto F, considerado como punto luminoso, dará- un iocoJ^'; por tanto, un rayo incidente PI da uno II' en el — 399 — medio y otro emergente /'/"; tenemos que demostrar que el incidente y el emergente son paralelos. FjcrfJO. La relación para la primera refracción es la segunda PL = n,y para FV F'U n. de donde FL PL F'L' FL' , FL o _ 1^^ . FU F'L' pero los triángulos semejantes FLIy FU I' dan FL LI FU ur de donde PL LI F'U ur ' luego los triángulos PLI y F'U I' son semejantes ; por tanto, PI y FI" son paralelos. - 400 - Refracción en el prisma. Determinación del foco. — Sea (fig. 20) un prisma A de ín- dice ny P \xn punto luminoso: la relación que nos dará el foco F T sobre la normal á la primera cara será = n {!), luego estará en F, éste actúa como punto luminoso para la cara de F^i-r emergencia, su foco estará en la normal á dicha cara (ó su pro- longación), y como pasa de mayor á menor refringencia, será F'U FU De (l)y(2) se deduce FL l_ n (2) PL FL' F'L' por tanto, uniendo L con L' y trazando por P una paralela, el punto en que corta á FU será el foco F' que se busca. — 401 — Marcha del rayo luminoso. — Si PI es un rayo incidente, uniendo i^ con I y prolongando la recta, II' será el rayo re- fractado; uniendo F' con /' y prolongando la recta, I'E será el rayo emergente. Los ángulos i, e, r y r es fácil ver que son respectivamente iguales á los de incidencia en la primera cara; de emergencia, de refracción en la primera cara, y de incidencia en la segun- da; el ángulo d es el de desviación del prisma; el ángulo en F es igual al A, por tener sus lados respectivamente perpendicu- lares; por tanto, A = r -\-r' y ú cuadrilátero FF'OP nos dice claramente que d = e -{- i — A. Haciendo variar el ángulo i^úF ^= A ó la relación FL = 71, PL estudiaremos la variación del ángulo d. — 402 — XVI. — Estudios acerca de los Dípteros y de los pa- rásitos que transmiten al hombre y á los animales domésticos. Por el De. Gustavo Pittaluga. (Continuación). CAPITULO V Observaciones sobre morfología y biología de los cu- lícidos, EN particular DE LAS SUBFAMILIAS Anophelinae Y Culicinae. 1. Los inosquitos propiamente dichos (¡tal.: xanzare; franc. : cousins , moustiques, marengouins ; inglés: gnats; alem.: stechmücken) (aunque vulgarmente se designan con este nombre muchos Dípteros de distintas familias, entre ellos Ti- pulidae, Simuliidae, etc.), constituyen en realidad la familia Culicidae en el suborden Nematocera (Latreille). Trátase, por lo general, de pequeños Dípteros^ molestos en extremo durante la noche y las últimas horas de la tarde, en los días de verano y otoño, por el monótono zumbido que produ- cen al volar, y por la insistencia con que pican, perforando la piel con las agudas piezas de su aparato bucal, en todas las partes descubiertas del cuerpo. La familia Culicidae comprende á su vez — en nuestro en- tender— 5 subfamilias: 1. Corethrinae (tipo = gen. Corethra); 2. Culicinae ( » = » Culex); 3. Anophelinae ( » = » Anopheles); 4. Megarhininae; 5. Aedinae. Recientemente ha propuesto Eysell (Die Stellung der Core- - 403 — thriden, Caliciden und Anopkelideu im zoologischen Syst.) (1905) elevar á categoría de familias lo menos 3 de estas cin- co, Corethridae (Bitschebnücke), Culicidae ( StechmücTie)> Anophelidae ( Gabelmüclcej. En este caso, la palabra Culici" dae — nótese bien y téngase en cuenta — no consérvala misma significación, sino que indica tan sólo aquellas formas que — dentro de la clasificación por nosotros adoptada — se compren- den en la subfamilia Cu licinae. 2. La familia Culicidae^ en su conjunto, está representada por Dípteros que reúnen los siguientes caracteres: Antenas lar- gas, delgadas, casi desnudas ó recubiertas de escasos pelos en las hembras, con abundantes mechones en los machos; palpos largos, más largos y plumosos en los machos, menos en las hembras; trompa exachaeta (con seis piezas en el canal del la- hiiim) larga y resistente; patas muy largas y delgadas; alas muy finas, irisadas, con seis ó más venas longitudinales, recubiertas de escamas. Las hembras ponen sus huevos en las aguas estancadas; las larvas son acuáticas, ápodas, eucétalas (es decir, con cabeza distinta), y poseen en su extremidad posterior un apéndice es- pecial, destinado á la respiración, con abertura de los tubos traqueales que corren á lo largo del cuerpo. La larva respira por la superficie del agua en que vive, disponiéndose en modo que la antedicha abertura de su apéndice respiratorio posterior llegue al nivel del líquido, en contacto con el aire atmosférico. Las ninfas_, que se desarrollan en el agua, son características, móviles. La subfamilia Corethrinae, que comprende actualmente los géneros Corethra (Meigen, Corethra plumicornis) , y Mochlo' nyx (Loew, Mochlonix culici for mis , vebdinus , effaetiis), no nos interesa para el objeto de nuestro estudio, pues ninguna de las especies que la constituyen es hematófaga, ni vive en relación con el hombre ó los animales domésticos. Muy distinto es el caso de las dos subfamilias Culicinae y Anophelinae. Ambas comprenden, en efecto, numerosísimas formas hematófagas, y que ejercen un papel muy importante en la transmisión de las Filarlas {F. immitis del perro, F. Ban' - 404 — crofti del hombre), del Paludismo y de la Fiebre amarilla. For- mas hematófagas comprenden también Megarhininae y Ae- dinae. Durante los últimos siete años (desde 1898) y muy especial- mente en los primeros cinco de este siglo (1900-1905), se ha llevado á cabo en todas partes, con la cooperación de un gran número de investigadores, naturalistas, entomólogos, anató- micos y biólogos, una labor considerable para la definición de los caracteres, determinación de las especies, estudio de la es- tructura y de las costumbres de los mosquitos pertenecientes á las subfamilias Culicinae y Anophelinae. Sin embargo, á pesar de la obra fundamental de F. V. Theobald, del British Museum en Londres, precedida y seguida por las contribuciones parcia- les y Monografías de Ficalbi, de Grassi, de Donitz, de James, de Giles y otros; de Coquillet, Dyar, Smith (América del Nor- te), y de la reciente publicación del Tratado de Blanchard, estamos muy lejos de haber llegado á un acuerdo completo acerca de los caracteres fundamentales para la distinción de los géneros y de las agrupaciones naturales de géneros y especies. Theobald y los que — sin examen crítico suficiente y con un concepto superficial del valor científico y práctico de su mé- todo — han adoptado el sistema del dipterólogo de Londres? han considerado muchas veces como caracteres distintivos al- gunas modalidades morfológicas que muy difícilmente podrían y deberían aceptarse por tales. Hemos llegado por este camino á un número tan excesivo de géneros y especies en la familia, y muy en particular en las subfamilias Culicinae y Anopheli- nae , que todos los resultados experimentales obtenidos con ciertas formas en Europa, á propósito de la transmisión de enfermedades parasitarias, no son ya admisibles sin nuevas comprobaciones. Estos graves inconvenientes se ponen de relieve porque difi- cultan el estudio práctico, al alcance de los médicos, de las enfermedades transmitidas por los mosquitos. Mas, por esta misma razón, los entomólogos en general no los toman en cuen- ta, y persisten en su tarea de subdivisión listinción de las for- mas, creación de nuevas especies, nuevos géneros y nuevas — 405 — agrupaciones, sobre el fundamento de caracteres externos, pu- ramente morfológicos, y cuyo valor taxonómico depende mu- chas veces de un criterio de apreciación personal. Desde luego yo reconozco que no se puede de ninguna ma- nera tener en cuenta la utilidad práctica, las ventajas de la sencillez y facilidad de la clasificación, ni siquiera fundarse en un concepto puramente parasitológico y biológico, para esta- blecer los caracteres sistemáticos de la familia y su división en géneros y especies. Sería absurdo pretenderlo. Pero creo estar en la verdad cuando afirmo, que aun to- mando como base de un sistema taxonómico conceptos estric- tamente científicos, y que responden á los clásicos métodos de la zoología sistemática, se puede llevar á cabo una definitiva revisión de las subfamilias Oulicinae y Anophelinae, que re- duzca notablemente el número de géneros y especies estableci- das por Tlieobald en su largo y considerabilísimo trabajo ana- lítico. Yo expongo, por ejemplo, un concepto, que si bien — lleva- do á sus últimas consecuencias — pueda parecer absurdo y has- ta chocar con la realidad, sin embargo merece fijar nuestra atención, ser analizado en su importancia biológica y estudia- do tomando como ejemplo de comparación los casos parecidos que se encuentran en gran número en la zoología; esto es, que las especies que hospedan determinados parásitos, adap- tados en su evolución á pasar un período de desarrollo en estos huéspedes, difícilmente podrán separarse en géneros distintos. Con otras palabras, los huéspedes de una misma for- ma de parásito, característica y fija, pertenecen casi siempre al mismo género, aunque puedan distinguirse en varias especies. Yo creo firmemente que en la incertidumbre y vaguedad de que adolecen nuestros conceptos de género [genus , Oattung^ y de especie natural, hora es ya de aprovechar los datos que nos proporciona el estudio de las adaptaciones biológicas recí- procas ^ y muy especialmente de los fenómenos de parasitismo, puesto que deben estar en íntima relación con las condiciones fisiológicas propias del organismo del huésped (sobre todo con- diciones y caracteres fisioquímicos, que se escapan á nuestra 406 investigación y para los cuales el parásito nos sirve como de preciosísimo reactivo vital). V^olveré á ocuparme de este asunto cuando llegue el momen- HAlM W^J^ e/mj Figura 29. — Aparato terminal del tarso de Cultx pipiens 9- 5.0 T = ;.° artejo del tarso. to de hacer algunas consideraciones sobre la adaptación de los parásitos del paludismo á su ciclo vital en el huésped in- >? W Figura 30.— Forma de las uñas en los 3 pares de patas de Culex penicillaris. vertebrado ( Anoplieles). Expuestas someramente estas ideas, veamos ahora cuáles y cuántas especies, reunidas en cuántos — 407 — géneros, débense agrupar en la familia Culieidae, y más par- ticularmente en las subfamilias Culicinae y Anophelinae. 3. Al hablar de los métodos de clasificación de los Dípte- ros en general, algo ya se ha dicho acerca de los caracteres más importantes que sirven de base para la subdivisión de la fami- lia Culieidae. Primero el dipterólogo argentino Linch Arribálzaga, y lue- go, con mayores detalles, Ficalbi, utilizaron el carácter muy interesante de la forma de las uñas con que termina el último artejo del tarso en los Culícidos. En efecto, las uñas pueden ser sencillas, sin dientes, ó bien con 1, 2 ó 3 pequeños dien- tes que sobresalen de la concavidad del borde ungueal. Según las combinaciones que resulten de la forma de las uñas en las 6 patas, constituyese la Fórmula ungueal de Ficalbi, que se representa con 6 cifras así dispuestas: Primer par de patas. Segundo par. Tercer par. 1.* uña 2." uña I." uña 2.*^ uña I.'' uña 2." uña O O o o 0 0 y se escribe, en este caso, O. O — O. O — O. O; indicán- dose con ello que todas las uñas de los tres pares de patas son sencillas, sin dientes (como en la hembra de Culex pipiens). Si, por ejemplo, tuviéramos delante un ejemplar con las uñas de la forma siguiente: primera uña del primer par de patas (es decir, en ambas patas), con dos dientes; segunda uña, con un diente; primera uña del segundo par de patas, con dos dien- tes; segunda uña, con un diente; por fin, las dos uñas del ter- cer par de patas, con un solo diente, escribiríamos: 2.1 — 2.1 — 1.1. (Tal es el caso de Culex pe?iicillarís (j^ , común en España) (v. fig. 30). Lutz (Río Janeiro) funda una nueva división de los Culiei- dae (ya separados en Euculicidae y Culicimorphae, éstos co- rrespondientes á la fam. Corethrinae), en los tres caracteres principales : 1.°, de la morfología de las larvas; 2°, de la exis- — 408 - tencia, disposición y forma de los pelos sobre el metathorax; 3,**, de la forma y dimensiones de los palpos. Bianchard, en su reciente tratado «Les moustiques. Histoi- re naturelle et medícale», acepta en casi todos sus detalles el sistema de F. V. Theobald ( 1 ). 4. Dejando aparte la subfamilia Corethrinae (que Theo- bald eleva á categoría de familia, Corethridae), comprende este autor en los Culicidae, propiamente dichos^ las subfamilias si- guientes: 1. Aiioplieliii.ae. 2. Megarhiiiiiiae. 3. Culicinae. 4. Heptaphlebomyinae. 5. Aedoiiiyiiiae. 6. Sabettiiiae. 7. Yoblotiiiae. La subfamilia Heptaflebomyinae comprende un solo gé- nero con una especie: Heptaflebomyia simplex, y se conoce sólo la hembra. (Alas con 7 venas longitudinales en lugar de 6, la 7.^ constituida por una línea de escamas del tipo minimae- longiredangidatae [ v. fig. 9]; uñas O. O — O. O — O. O; África central,) Como se ve, trátase de una subfamilia creada con datos in- suficientes y de muy escasa importancia. La subfamilia Sabettinae de Theobald, fundada sobre los ca- racteres principales del género Sabethes de Robineau-Desvoi- dy (1827) (emend. Scudder, 1882 Sabettus), comprende los géneros: Sabettus (con 3 especies). (1) R. Bianchard modifica muy á menudo, en su libro, la ter- minología taxonómica, viéndose á ello obligado — según advier- te — por la sucesiva publicación de varias Notas y Memorias de Theobald, durante la composición del tratado. Al hablar de la obra de Theobald yo me refiero siempre directamente á sus tres tomos (con atlante): A Monograph of Culicidae , etc. - 409 - Dendromyia (con 6 esp,), Sahettoides (con 1 esp.). Wyeiomyia (con 4 esp.). Phoniomyia (con 2 esp.). Binoiia (con 3 esp.). {Sin6n.=Ru?tckomyia). Sabettinus (con 1 esp.). Son dípteros americanos (América Central, Antillas y Amé- rica del Sur: una sola especie de la península de Malacca). El carácter de los palpos, igualmente cortos en los dos sexos, los acerca á las formas de la subfamilia Aédinae (Aédomyinae, Theobald), de la cual pienso que puedan formar parte. La subfamilia Yoblotinae participa del mismo carácter. Theo- bald la separa de las subfamilias Aédomyinae y Sabettinae por la forma y disposición de las escamas que cubren la cabeza, el metatórax y el abdomen; comprende en ella los géneros: Yohloiia (s'món. =Jrichoprosopon) (con 3 especies). Limatus {sin6n.= Simondella) (con 1 esp.). Goeldia (con 1 esp.). Hyloconops (con 1 esp.). Carollia (con 1 esp.). También todos ellos se encuentran en la América del Sur. Entran, con Sabettinae, á constituir la subfamilia Aédinae. De tal suerte, quedan en realidad reducidas á cuatro las siete de Theobald: Aiioplieliiiae. Ciilicinae. Megarhiniíiae. Aédinae. 5. La subfamilia Aédinae, tal como la conceptuamos, resulta constituida de las especies descritas en las artificiales agrupaciones Sabettinae é Yoblotinae, más los géneros: Aédes (Meigen, 1818) (con 3 especies). - 410 — Aédeomyia (Theob., 1901) (con 3 esp.). Aédimorphns (con 1 esp.). Uranotkaenia (con 15 6 más esp.). Haemagogus (con 4 esp.). Deinocerites [6 Brachíosoma] (con 2 esp.). Finlaya (con 2 esp.). Hoivardma (con 2 esp.). Skusea (con 3 esp.). Verrallina (con 3 esp.). Ficalbia (con 2 esp.). Mimomyia (con 4 esp.). Oiialteria (con 2 esp.). Áédinus (con 2 esp.). Todas estas formas estaban representadas, hasta el año 1903> por las escasas especies del único género Aédes dcí'Critas por Meigen (1818) (Aédes cinereiis), Osten Sacken (1877) (A. fus- cus), Skuse y Arribálzaga. Quedaba dudoso el género Haema- gogus. Todas las demás son debidas á Theobald, Neveu Lemai- re, Coquillett y Lutz. Caracteres comunes y generales: Palpos igualmente cortos en los dos sexos. — Metatórax desnudo, sin escamas ni pelos. (La forma y disposición de las escamas sobre el Scutelluní, el tórax y el abdomen, sirve de carácter distintivo entre género y género.) Casi todas son formas americanas, indias, africanas. En Eu- ropa sólo Aédes cinereus (y raro). Las hembras de estos dípteros son hematófagas; pero no molestan al hombre ni pican más que en determinadas condi- ciones, muy probablemente cuando necesitan de la sangre para la maturación de los huevos. 6. La subfamilia 3Iegarllinmae está representada por los más elegantes entre todos los mosquitos, de brillantes vivísi- mos colores. Comprende actualmente tres géneros: MegarJmius (Rob. Desvoidy, 1827). (Con 19 especies; todas ellas tropicales: viven en los — 411 - grandes bosques de América, de Australia, de las In- dias y del África central [MashonalandJ. Se encuen- tran en México y muy probablemente en Filipinas. Aunque son raras sus relaciones con el hombre y con los animales domésticos, sin embargo pican y produ- cen pomfos dolorosos [Goeldi, Lutz, etc.]. No existe ningún dato que pueda hacernos sospechar un papel pat(5geno por parte de estos dípteros. Toxorhynchiles (Theobald, 1901). (Coa 3 especies, asiáticas y africanas). Ancylorhynchus (Lutz, 1904). (Con 1 especie, muy próxima al gen. Megarhinus). Los caracteres generales de la subfamilia son los siguientes: Trompa larga, encorvada; palpos bastante largos, en el macho más que en la hembra; tórax cubierto de pequeñas escamas fusifor- mes, cortas, del tipo ovoi- dea; scutellum (1) con es- camas del tipo rhoinboida- lis, grandes. Alas cubiertas en su venulación de esca- mas grandes, irisadas, con reflejos metálicos. 7. Quedan así aislados ios dos grupos que con-ti- tuyen las subfamilias Ano- phelinae y Culicinae. Los caracteres fundamentales de las dos pueden resumirse en esta forma: jLi.f m/x jñjL.fM'íoui/ni. JU e-mjt/n_^ Fifllira 31. — Esquema que representa la disposi- ción de distintas partes del Tórax de los Culíci- dos (visto por el dorso). (1) Llámase Scutellum una parte de la pared torácica dorsal, trilobada, situada entre el Mesothorax y Metathorax ó Metano- tum, en los mosquitos. Constituye un relieve quitinoso, á veces cubierto de escamas y pelos (v. fig. 31.) Eev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 28 — 412 — A) Anophelinae. Trompa larga y derecha. Palpos de 6 artejos, casi igualmente largos en los dos sexos; pero desnudos en las hembras, con mecho- nes de pocos pelos en los machos. Antenas de 14 artejos en las hembras, con pequeños mechones de pocos pelos; de 15 artejos en los ma- chos, con mechones de abundantes y largos pelos. Tórax cubierto de escamas relativamente escasas. Abdomen, por lo general, desnudo (sin escamas). Alas raramente sin manchas; por lo general, adorna- das de manchas determinadas por agrupamiento de escamas (escamas de los tipos longirectangulatae^ elongatae et miniraae) . Machos fitófagos. Hembras solas hematófagas. Larvas acuáticas; apéndice respiratorio corto, y por tanto, larvas horizontales cuando suben al nivel del agua. B ) Culicinae Trompa larga j derecha. Palpos de 3 artejos en los machos, y largos tanto como la trompa ó más; de 3 ó 4 artejos en las hem- bras, y siempre más coitos que la trompa. Antenas filiformes , con escasos pelos en las hembras, con mechones de muchos y largos pelos en los ma- chos. Tórax y Scutellum cubiertos, por lo general, de esca- mas; pero Metanotum ó Metatórax desnudo. Alas casi siempre inmaculadas. Larvas con sifón respiratorio, y por tanto, dispues- tas, en el acto de respirar al nivel del agua, obli- cuamente ó casi perpendicularmente, con la cabeza, hacia abajo. La subfamilia Anophelinae comprende los mosquitos que transmiten el parásito de la Malaria humana, y al mismo tiem- po pueden ser huéspedes de la Filaría hnmitis de los perros. La subfamilia Culicinae comprende aquella especie que con el fundamento de importantísimos datos experimentales y epi- demiológicos se considera como transmisora de la Fiebre 413 — amarilla, y comprende además todas aquellas que pueden ino- cular al hombre las larvas de la Filaría Bancrofti. La subfamilia Anophelinae, constituida hasta el año 1900 por pocas especies del gen. Anopheles, cuenta hoy día^ en vir- í-K-j Figura 32. — Aspecto y morfología general externa de un Díptero de la familia CuLICIDAE, gen. Anopheles Q. tud de la clasificación de Theobald, con 10 géneros y más de 60 especies. Sin detenernos en describir los caracteres diferenciales de cada uno de ellos, daremos cuenta sólo de los resultados taxo- nómicos, es decir, del estado actual del sistema de Theobald; — 414 — siendo de todos modos imprescindible establecer la sinonimia 6 la correspondencia con las formas verdaderamente funda- mentales á que nos referimos en el estudio sucesivo. 8. Géneros de la subfam. Anophelinae , según Theobald: 1. G-en. AnopJieles. (¡Con SO especies, según Theobald!) Tipo Anopheles claviger. (Fabricius, 1805; sin. A. ma- culipennis, Meigen, 1818). Anojyheles hifurcatus, Linneo. [Puede afirmarse en modo terminante que mu- chas especies nuevas del gen. Anopheles crea- das por Theobald son sencillamente variedades de especies existentes: así es de A. nigi^ipes, A. aJgeriensis, etc., etc.] 2. Gen. Myzomyia (sinónimo Grassia). (Con 18 especies.) Tipo Myzomyia superpicta, Grassi, 1899. Corresponde í\l Anopheles superpidus de Grassi. 3. Gen. Stethomyia (dudoso, una sola especie). 4. Gen. Pyretóphorus (con 10 especies). Tipo P. costalis. (Característica especie tropical. Re- presenta al gen. Anopheles en los ti-ópicos.) 5. Gen. Cydoleppteron (ó Cydolepidop)teron) (dos especies de valor dudoso). 6. Gen. Myzorynchus (con 15 especies). Tipo Myzoryndius pidus , que corresponde á la es- pecie Anoptheles pseudojjidus , Grassi, 1899. M. sinenns ó vigerrimus Wiedemann (especie asiática. China, Sumatra, etc.). 7. Gen. Nyssorhynchvs (con 17 especies). 8. Gen. Arrihalzagia (con 2 ó 3 esp.). 9. Gen. Cellia (con 14 esp.). 10. Gen. AldricMa (una esp.). Y se añaden Chrystia (1904) (con una esp.). Lo2)homyia (1904) (con una esp.). 9. Por otra parte, la subdivisión de la subfamilia Culicinae de Theobald resulta aun más complicada y extensa. Géneros de la subfamilia Culicinae (Theobald): 1. Gen. Janfliinosoma (Arribálzaga, 1891). (Sinónimo Conchilias- íes- Theobald.) (Hembras hematófngas.) (Com- prende 7 especies, todas ellas americanas.) — 415 — 2. Gen. Psorophora (patas cubiertas de escamas). Tipo Psorophora ciliata, correspondiente al antiguo Culex ciliatus ■+- C. molentus. (Comprende 4 especies, todas ameiicanas.) (Hembras he- matófagas, ignórase si participan en la trans- misióij de J^iíaria, etc.) 3. Gen. Mucidus (las larvas de la esp. Mucidus alternaiis , co- rrespondiente al antiguo Culex cdternans de AVestwood , pueden desarrollarse en el agtia de mar, de densidad 1025). (Comprende 5 es- pecies, esparcidas en África, Asia, Australia.) Hembras hematófagas. 4. Gen. Desvoidea (ó Desvoidya^ sinón. Armígeres Theob.). (Com- prende 3 especies, del Extremo Oriente asiá- tico.) 5. Gen. Eretmapodites (con una sola especie, África). Género du- doí-o, con caracteres comunes de Sabeitus y Ctdex. 6. Gen. Stegomyia (con 30 especies). ft Tipo Stegomijia fascirda (ó St. calopus), muy común en las regiones tropicales y subtropicales, y hasta en algunos puntos de las zonas templa- das de los cinco continentes. (Reúne este género varias especies del an- tiguo género Culex; entre ellas las más importantes son: Culex elegans , C. vitta- tus, C. alhopictus.) 7. Gen. Culex. (Culex ab acúleo, quem in ore habet acutissimum, nomen accipit. — Alberto Magno, De natura animalium, 1. xv, t. VI , 1.270.) (Comprende más de í8í? especies, esparcidas en todo el mundo.) Las larvas de algunas de estas especies pueden desarrollarse en el agua salada, como las de Culex Mariae (Algeria), Culex marinus, etc. (Hembras hematófagas, en general.) (Especies más importantes: Culex pipiens (sinón. C. ciliaris), Culex fatigans (¿variedad?), Culex pemcillaris , Culex spathipalpis, Culex mimeticus). — 416 — 8. Gen. Mansonia ( sinón. Panoplites ). (Con 8 especies , ninguna europea. ) ( Hembras hematófagas. ) 9. Gen. Tneniorhinchus (con 20 especies). (Hembras hemató- fagas.) Taeniorhinchus Richiardii. Sinónimo del antiguo CuJex Richiardii. 10. Gen. Theobaldia ó Theohaldinclla. (Este género, recientemente creado por Ne- veu-Lemaire, comprende formas del género Culex, entre ellas, las principales: Culex nemorosus (Theobaldin. n.). Culex spathipalpis, ya indicado, etc. 11. Gen. Lutzia (comprende sólo el Culex Bigotii, elevado á ca- tegoría de género). 12. Gen. Gilesia (ídem id. Gilesia aculeata, única esp.). 13. Gen. Lasioconops (ídem id. Lasioconops poecilipes , única es- pecie). 14. Gen. Mélanoconion (con 8 esp.). 15. Gen. Grabhamia (con 10 ó 12 especies, entre ellas algunas comprendidas por el mismo Theobald en su primera parte de la « Monografía sde los Cu- lícidos», en el género Culex. como Culex pul- chritarsis (Grabhamia pulchritarsis) . 16. Gen. Acarto'niyia (con una sola especie). 10. Las especies típicas de los Ánophelinae en Europa quedan reducidas á las del antiguo género Anopheles: Anopheles claviger (maeiiUpenriis) (v. fig. 33). Anopheles hifurcatiis (v. 6g. 34). Anopheles superpictus ( Pyretophorus sup. de Theob.). Anopheles pseiidopictus (Myxorynchns sup. de Theob.). Todas las demás, así como los géneros creados con los ca- racteres diferenciales de la forma y disposición de las escamas, son especies exóticas (Asia, África, América, Australia), si se exceptúan Anopheles nigripes que Theobald considera como hona species , Anopheles algeriensis , Myxomyia hispaniola y otras pocas formas, que en realidad no representan más que variedades (á veces tan sólo variaciones individuales) de las cuatro antes indicadas. — 417 — El carácter artificial de la clasificación de Theobald aparece muy claramente cuando se considere que la especie A. bifur- catiis, la única quizás en toda la sub- familia Anophelinae que no tenga manchas sobre las alas, y que por lo tanto merezca con buen fundamento ser colocada en un género aparte, queda, sin embargo, en el sistema del dipterólogo ing'és como espe- cie del género Anopheles, junto con Anopheles claviger (ó ma- Figura 33.— Ala de Anopheles claviger. ctilipennis) cuyas alas llevan características manchas dispues- tas constantemente en la misma forma. Otras especies, al con- trario, que se apartan por otros caracteres, como A. superpic- tus y A. pseudopictus , constituyen en el sistema de Theobald '>iMiiiiiiiiiiMiiiiiiiiiiiiHiiii'i| p. 225), tn Gibraltar; encontrada por mí en Málaga (Junio de 1904); en Portugal; probablemente en Grecia; y en Italia, següu demuestran las observaciones de Bordi, comunicadas en 1902 á la Real Academia de los Linceos. Mas lo singular del caso es, que el mismo Theobald confiesa que le ha sido preciso superar gravísimas dificultades para combinar algunos caracteres fijos, sobre los cuales fundarse para diferenciar la especie C. fatigans de la C pipieus. En efecto, trátase de variaciones individuales (quizás de variedades ya constantes, pero sin importancia específica) , y que se encuentran á cada paso cuando se examinan detallada- mente, en cierto número, mosquitos del gen. Culex, esp. Culex pipiens. Dichas variaciones se observan preferentemente en los caracteres de las alas (escamas), del Scutellum y del pri- mer segmento abdominal, y hacen imposible de todo punto la creación de una especie definida. Así es que Theobald se ve obligado á adoptar los caracteres de la fórmula ungueal, de la estructura de los genitales masculinos, y de la forma de los palpos, para crear la especie (C. fatiyans), pero subdividién- dola en seguida en cinco subespecies (C. fatigans propiamente dicho [strictiori senbu]^ C. f. luíeoanmdaius, C. f. Macleayh C. f. Skasii [muy probablemente sinónimo de C cüiaris], C. f. /;77¿/¿ea/Ms^, admitiendo además 15 variedades. Theobald publica en la pág. 158 del II tomo de su «Mono- grafía» diez figuras que reproducen 10 variedades de venula- ción (mejor diríamos variaciones en la veiiulación) délas alas de la especie Culex fatiyans. Pero en realidad se encuentran todas las formas de pasaje , las disposiciones transitorias entre una y otras de esas variaciones. Esto, que fácilmente se ha observado en Italia, estudiando (Bordi) gran número de ejemplares del comunísimo Culex pi- piens ^ también se averigua con relativa facilidad al examinar los caracteres de esta especie en España. - 423 - Theobald afirma que las subespecies y variedades del C. fa- tigans de que se ha hablado, tienen una distribución geográfica característica, 6 por lo menos se encuentran en ciertas regio- nes, reunidas, formas que corresponden á determinadas subes- pecies y variedades, con exclusión de las otras. Tampoco esto es cierto, pudiendo tan sólo admitirse que en los países tropi- cales ó subtropicales (en Europa podríamos decir en los países meridionales), acentCianse y multiplícanse las variaciones de algunos caracteres morfológicos de interés secundario. Todo esto, dejando aparte su importancia zoológica, nos in- teresa por tratarse de un mosquito que desempeña papel pre- dominante en la difusión de la Füaria Bancrofti. La mayoría de los recientes investigadores, Bancroft, Lutz, Danie's, etc., aseguran, en efecto, que Culex fatigans constituye en casi to- das las regiones tropicales el medio de transmisión típico, constante, de la Filaría Bancrofti, y que su presencia y dis- tribución están estrictamente ligadas con la presencia y distri- bución de la Elefantiasis (esto es, de la más importante mani- festación de la Filariasis humana). Claro está, que si realmente C. fatigans constituye una es- pecie aparte, separada de C. j^ipiens, no bastará encontrarlas formas comunes de esta especie para entrar en la sospecha de que la Filaría Bancrofti pueda endémicamente establecerse ni aun esporádicamente transmitirse en aquella región ó co- marca. En efecto, hasta ahora no tenemos pruebas seguras de que Culex pipiens [strictiori sensu , esto es en el sentido de Theobald] pueda ser huésped natural de las larvas del Nema- todes. Si nos queremos dar la pena de examinar detallada- mente la Bibliografía contemporánea y más reciente, veremos que C. pipiens no viene señalado fuera de Europa, y de algu- nas regiones de clima templado del Norte de América, en nin- guna parte; y sin embargo siguen los tratados, incluso el de Blanchard , asegurando que se trata de una especie cosmopo- lita, comunísima y difusísima. Entre tanto la mayoría de los casos de Filaría Bancrofti se atribuyen á la picadura de Cu- lex fatigans y de Stegomyia calopus (St. fasciata). La verdad es que ni los caracteres sobre que se funda — 424 - Theobald , ni las pequeñas variaciones de la morfología de las larvas, estudiadas por Howard, pueden convencernos, en con- tra de los resultados de nuestras personales observaciones, de que las formas reunidas por el primero bajo el antiguo nombre de Wiedemann, Culex fatigans, constituyan una bona species, distinta del Culex pipiens. Por consiguiente, yo pienso que, de averiguarse todas las Figura 37. — Larva, probablemente de Culex mimeticus NoÉ, encontrada en Canarias {Tenerife) Quliii igosV Habitat foveal (pequeña fuente en un jardín). condiciones necesai'ias para ello (existencia ¡de enfermos con embriones en la sangre periférica, temperatura suficiente, etc.), en los 'países donde se encuentre cualquier forma ó variedad del Culex pipiens puede establecerse endémicamente ó esporá- dicamente transmitirse la Filaria Bancrofti. Veremos dentro de poco el alcance y la importancia prác- tica de esta conclusión. Debo decir aún que las costumbres — tanto larvales [habitat de las larvas]^ como de los insectos adultos — son perfecta- mente iguales en todas las formas comprendidas en la antigua y clásica especie Culex pipiens, esto es en el pipiens de - 425 — Theobald y en Cidex fatigans , que en conjunto la representa y sustituye (según los recientes investigadores) en las regiones tropicales y subtropicales de todos los continentes. Trátase de mosquitos esencialmente nocturnos: apenas se logra encontrarlos de día. Las hembras ^ hematófagas , en ex- tremo molestas, viven en el interior de las casas (House-mos- quito ^ Bancroft, que identifica C. ciUaris = C. Skusii = -Ó^ A Figura 38. — Extremidad posterior y apéndice respi- ratorio de la larva de Ctilex mimeticus (según NoÉ). C. fatigans = C. pipiens). Pueden ser transportados con los grandes barcos ( — lo propio sucede con el gen. Stegomyia) — sobre los cuales frecuentemente se han encontrado numerosos ejemplares de (7. fatigans (C. pipieyís). Sus larvas viven en ambientes bastante variados: sin em- bargo pueden considerarse como características de las peque- ñas balsas, de los charcos, de los pozos superficiales, de las - 426 - pilas de agua: se encuentran con facilidad hasta en barriles de- jados al abierto y que contengan pequeñas cantidades de agua de lluvia. En Canarias (Tenerife) yo he visto desarrollarse junto en la misma pila, en un jardín, larvas de C. pipiens y de Sie- gomijia (1). Low asegura también que esta comunidad de vida entre los dos géneros durante su estado larval, es frecuente en las regiones donde se encuentra el género Stegoinyia. Las especies Culex phytophagus (Ficalbi, 1889), que Mac- donald (1902) describe como una de las formas encontradas en el Siid de España (provincia de Huelva, Ríotinto); Culex agilis (Bigot), Culex dot72esiicus, tampoco pueden separarse de Culex pipiens y deben considerarse, por tanto, como sinó- nimos de esta especie. Theobald publica en la pág. 133, t. 11^ cinco ejemplares de ala de (7. pipiens (entendiendo con este nombre la especie re- ducida de su sistema). Entre ellas, dos, por lo menos, presen- tan una venulación bien distinta. Y el mismo escribe (pág. 135): « Culex pipietis (strictiori sensu) is subject to great variation in size and also in regard to certain features of its venation» (C. pi- piens presenta grandes variaciones en sus dimensiones y tam- bién en cierto modo de disposición de las venulaciones). Sin embargo, Theobald admite luego una nueva especie- Culex quasipipiens , fundándose únicamente en la venulación de las alas y en la forma de las escamas que cubren la cabeza y el tórax: «very like C. pipiens, but differs in wing venation and in the form of the head scales, wich are smaller in this species, and in the larger thoracic scales» (muy semejante á C. pipiens, pero difiere de éste por ia venulación de las alas, y por la forma de las escamas de la cabeza, que son más peque- ñas en esta especie, y por las escamas torácicas mayo- res) (pág. 137). Pues bien, el carácter de la dimensión (erró- neamente dice Theobald forma) de las escamas es absoluta- (1) Séame permitido dar las gracias á mi distinguido amigo el Dr. D. Tomás Zerolo (Orotava) por el auxilio qiie me prestó du- rante mi breve estancia en la isla. — 427 — mente variable y sumamente inconstante; y las diferencias en la disposición de algunas vénulas de las alas, no son de más relieve que las descritas por el mismo Theobald en su especie Culex pipiens (fig. 39). Al contrario, constituye desde luego una especie aparte — y quizás merezca ser considerado como género — el Culex nemorosus , que Blanchard llama Theohaldinella 7iemorosa (emend. Theohaldia [Neveu Lemaire]). En efecto, la fórmula ungueal de las hembras, que en todas las especies antes indica- B Figura 39.— Disposición de las venas costalis y sub-costalis en las es« pecios (Theobald): Culex pipiens y C. quasipipiens. A, Culex quasipiens. — a, tipo de las escamas torácicas en la misma especie. B, Culex pipiens. — b, tipo de las escamas torácicas en la misma especie. das (C. pipiens en general, C. fatigaiis, C. quasipipiens y C. agilis , etc. )'es la misma (O. O — O. O — O. O), varía en esta especie (1. 1 — 1.1 — 1.1), así como varían otros ca- racteres morfológicos, y son por completo distintas sus costum- bres , sus relaciones con el hombre y el habitat de larvas y nin- fas. Trátase de una especie que vive, por lo general, en los bosques, en los jardines, en los parques; raras veces encuén- trase en las habitaciones (Blanchard la vio en Sevilla). Es Eev. Acad. Ciencias.— Ill.-Xovieinbre, 1905. 29 428 - diurna j y la hembra, hematófaga, pica al hombre y á los ani- males domésticos durante el día. Las larvas desarróllanse en Figura 40.— Aspecto de Stegomyia fasciata en actitud de picar (aum X lo)- lagos, pantanos, grandes charcos ^á veces en aguas corrientes ¿^^^^3^^ ^ 9 cf Figura 41.— Aparato ungueal de Síígowj'ja /ascia/» d* y 5, en los ejemplares proce- dentes de las islas Canarias (sí. ja%c. var. canariensis). cuyo movimiento sea dulce y lento; á veces también en aguas saladas (salinas de Cagliari, Cerdeña, seg. Ficalbi). Su distribución geográfica abarca á toda Europa: Culex - 429 - sylvaticus, C. provocans, C. salinus (Ficalbi), C. reptans^ C. stricticus deben considerarse como sinónimos de Culex nemorosus (ó Theobaldinella nemorosa) . Por lo demás, hay que advertir que también C. nemorosus presenta variaciones muy considerables en los caracteres exter- nos, de tal suerte que se admiten 3 variedades: C- n. salinus^ C. n. luieovittatiis^ C. n. detritus. 12. El género Stegomyia corresponde al antiguo Culex ele- gans Ficalbi, al C. calopus Meigen, al C. anniiUtarsis y otras formas que comprenden hoy día más de 25 ó 30 especies. Es- parcido en casi todas las regiones de clima caliente y tropical, llega á establecerse — transportado quizás por los buques — en países relativamente fríos (Inglaterra, encontrada por Ste- phens). Encuéntrase este género, representado por la especie St. calopus ( St. fascíata), en las costas meridionales de Espa- ña (Alicante, Málaga, Cádiz, Huelva) y Portugal, y en gran abundancia en las islas Canarias (Tenerife, Las Palmas) donde he podido observar sus costumbres, en un reciente viaje al Ar- chipiélago (Julio 1905). Trátase de un mosquito doméstico, que vive en las casas, que hállase con gran frecuencia en las habitaciones, tanto de día como de noche: sin embargo, no pica durante el día con tanta frecuencia como durante la noche. Pone los huevos en todas partes donde haya pequeñas cantida- des de agua, y, según las observaciones de Lazear (que no he tenido ocasión de comprobar), pueden esos huevos soportar bastantes días de sequía. Los caracteres de esta especie, tal como se observan en los ejemplares capturados en la costa Sud de España, pueden re- ducirse á los siguientes: STEGOMYIA FASCÍATA. — Theobald. ] Aspecto. — A simple vista el insecto aparece blanco y negro; el blanco puro de la ornamentación contrastando fuertemente con el pardo obscuro del fondo. Tamaño. — Longitud: de 3 ^/^ á 5 milímetros (sin trompa). Cabexa. — Densamente cubierta de escamas del tipo redan- — 430 — gulaiae (v. fig. 9, I), negras y grises á cada lado, formando una mancha blanca en medio^ una mancha blanca en cada lado, una franja blanca delgada rodeando los ojos; escamas del tipo aculeatae (v. fig. 9, V.) en la nuca; las antenas negruzcas con bandas pálidas, estrechas y verticilos moreno obscuro; palpos con escamas negras; el último artejo con escamas de color blanco puro plateado cerca de la punta; trompa negra sin ban- das blancas. Tórax. — Pardo obscuro con escamas curvas de color mo- reno rojizo^ dorado pálido y crema, adornado como sigue: una banda curva y ancha de blanco puro, de cada lado, incurvada hacia adentro ; hacia la mitad del mesonoto y continuando hacia atrás, más delgada y pálida hasta el scutellum\ dos ban- das escamosas delgadas y paralelas, pálidas, extendiéndose has- ta la parte media á través del mesonoto y más ó menos hacia el scutellum; una línea blanca corta entre estas dos; una mancha blanca en cada lado del tórax hacia adelante cerca del cuello; scutellum con una fila de escamas planas, anchas y de color blanco, y tres mechones de pelos; metanoto y pleuras moreno obscuro con varias manchas de escamas plateadas. Abdomen. — Pardo obscuro, cubierto en algunos sitios de escamas blancas, negras y grises; con bandas básales de esca- mas blancas, primer segmento de escamas cremas; lados con manchas de escamas blancas de aspecto más 6 menos trian- gular. Alas. — Venas tapizadas con escamas parduscas de los ti- pos longireciangulatae et elojigaiae (v. fig. 9), estrecha? y lar- gas, algunas cortas, del tipo rectangulatae , y más obscuras; primer.i celda submarginal más larga y ligeramente más estre- cha que la segunda celda posterior, la base de la primera algo más cerca de la base de las alas de la segunda. Disposición de las venas parecida á la del gen. Culex, pero las celdas ahorqui- lladas cortas. Patas. — Negras con bandas blancas argénteas básales; cu- biertas uniformemente de escamas blancas; tibia negra; meta- tarsos con bandas blancas básales; tarsos anteriores con el pri- mer artículo blanco á la base y el resto negro; tarsos medianos - 431 — lo mismo; tarsos posteriores todos basalmente blancos, excepto «1 último artículo, que es blanco puro; penúltimo artículo en su mayor parte blanco con el ápice negro. Uñas. — Hembra: anterior — ambas iguales y uniserradas; media — ambas iguales y uniserradas; posterior — ambas igua- les y no dentadas (1.1. — 1,1 — O. O.). Macho: ante- rior — desigual la mayor con un diente corto romo, y la menor con uno no dentado; media — desigual y no dentada; poste- rior — igual no dentada (1.1. — O. O. — O. O). Habitat de huevos, larvas y ninfas. — Ya se ha dicho que las hembras de esta especie prefieren poner en aguas tranqui- las, de tal suerte que se encuentran huevos, larvas y ninfas en los barriles de agua de lluvia, pequeños estanques, jarras, en una palabra, en cualquier receptáculo que contenga agua. Huevos. — Negros, de forma cilindrica y extremidades cóni- cas. Los depositan en la superficie del agua, con disposición parecida á la de los huevos de Anopheles , solos ó en grupos de tres ó más, dispuestos en filas paralelas ó arracimados. Parecen muy resistentes á las influencias exteriores. Cada hembra de- pone de 30 á 115 huevos, siendo de 50 el promedio; los huevos maduran y se abren entre tres y doce días ó más tiem- po, según la temperatura del agua y otras condiciones. Larvas. — Son parecidas á las de G. pipiens , si bien difie- ren de ellas por algunas particularidades anatómicas estudia- das y descritas por Howard. La posición en que permanecen cuando respiran en la superficie del agua tampoco es idéntica á la que es propia y característica de las larvas de Culex, pues las de Stegomyia se disponen en dirección casi vertical, con la cabeza hacia abajo. Son relativamente más largas y menos anchas , y el tubo respiratorio es más corto. La duración del período larvario varía, siendo el mínimum de seis días. Ninfas. — Parecidas á las del C. pipiens , pero más delga- das y elegantes. La duración del período de ninfa varía, siendo el mínimum de dos días. Observaciones. — Los caracteres principales que distinguen el gen. Stegomyia, y muy en particular la especie St. fascia- ta, son las escamas de la cabeza y del scutellum; las líneas — 432 - blancas á los lados del tórax, y las patas con bandas blancas. La forma encontrada por mí en las islas Canarias presenta algunos caracteres que — siguiendo el criterio adoptado por Theobald y aceptado por Blanchard — pueden hacerla distin- guir de la especie típica Stegomyia calopus. Tales son: la dip- posición de las vénulas transversa mediana y transversa su- pernumeraria en las alas; el tipo de las escamas , que respon- de á la combinación de rectangnJatae longirectangulatae á lo largo de las venas, y al de elongatae sobre el borde de las alas; que permiten crear una variedad St. cal. varietas canariensis. Figura 42.— Ala de stegomyia fasciata, variedad canariensis. 13. Los géneros lanthínosoma y Psoróphora son exclusi- vamente americanos: poco sabemos de sus costumbres, nada acerca de la posibilidad de que ejerzan algún papel patógeno. El gen. Mucidus es asiático, australiano y en parte africano (quizás las formas africanas deban comprenderse en otro géne- ro). Tampoco tiene importancia para nosotros el género Eret- mapodites. El géníTO Mansonia (Panoplites de Theobald , Mansonia de Blanchard, correspondiente en parte al antiguo Culex titillans de Walker, 1848), es uno de los huéspedes intermedios de Filaría Bancrofti. Los caracteres de la forma de las escamas sobre las alas (escamas típicas rhomboidales grandes) (v. figu- ra 9, II) , y de la dimensión relativa de la trompa y de los pal- pos distinguen este género de los afines Culex y Aédeomyia- No se ha encontrado todavía este género en Europa, En los demás continentes hállase esparcido en las regiones subtropica- les de ambos hemisferios. Penetran estos mosquitos á veces en - 438 — las casas: las hembras ponea los huevos en las aguas, aunque dotadas de algún movimiento (pequeñas corrientes de agua^ ríos de escaso cauce, lagos, etc.); su picadura es en extremo irritante, por especiales propiedades químicas del líquido de las glándulas salivales, ó quizás por la frecuencia con que con- tiene (y por tanto inocula en la herida) blastomicetos abundan- tes y formas vulgares de esquizomicetos ( 1 ). El gen. Taeiiiorhy nchiis (representado anteriormente por el Culex Richiardii) se encuentra en Italia, Asia Menor, Ingla- terra, Xorte de América y en todo el continente asiático. Muy probablemente, existe en España, aunque yo no lo he encon- trado ni ha sido visto por otros. SegCín reconoce el mismo Theobald en la introducción al tercer tomo de su Monografía (1903-1904), todos los caracte- res de las formas adultas, sobre que se funda la distinción de géneros y especies, deberían ser confirmados por un estudio detenido, acabado, de su desarrollo larval, y de la estructura de larvas y ninfas. Desgraciadamente carecemos de datos exactos sobre el par- ticular, en la grandísima mayoría de las especies de Anophe- Unae y de Culicinae^ si se exceptíían las europeas y alguna que otra india ó africana (pocas de la América del Norte, estudia- das porHoward, Coquillet, Dyar, etc.). Por mi parte estoy convencido — aunque no me atrevo á exponer por ahora esta idea más que en forma de hipótesis — ,que muchas formas adultas descritas como especies y géneros, no representan otra cosa que variaciones muy probablemente debidas á la estación y á fenómenos de polimorfismo sexual: si conociéramos en estos casos la morfología de las larvas y .ninfas, si pudiéramos siempre determinar, bajo nuestra vista, en nuestros laboratorios, la reproducción de aquellas formas, veríamos desarrollarse larvas por completo idénticas á las atri- buidas á otra especie, y de estas larvas y de las ninfas que de (1) Theobald fpág. 174, t. II) escribe: «The bite of Panoplites (Mansonia) is very irritating and the saliva in some species is dis tinctly acid (Lutz)». - 434 — ellas procedieran, veríamos salir formas adultas con ciertos ca- racteres distintos de los que encontrábamos en las primera- mente examinadas, esto es, en la forma paterna y materna. Este concepto responde de tal suerte á la verdad , á los he- chos que se observan en la naturaleza, que el mismo Theobald, en la indicada Introducción del tercer tomo (ultimo publicado) de su Monografía, escribe: «In many respects the Culicidae are extremely variable: this variation is chiefly in wing-mar- kings, and to some extent in the leg banding in certain species. The variation in wing-markings is said to be seasonal. » Admite, por tanto, Theobald la existencia de una variación en ciertos caracteres morfológicos externos, en dependencia del ciclo estacional del año. Pero al mismo tiempo no se aper- cibe de que aquellos caracteres externos, por ejemplo, las man- chas de las alas, y otros, como los colores y aspecto del tórax y del abdomen, dependen de la forma, dimensión y distribu- ción de las escamas , sobre las cuales establece el Dipterólogo del British Museum las fundamentales distinciones de géneros y especies. Así es que un carácter variable en los individuos constituye en la clasificación actualmente adoptada, el carácter fundamental para la subdivisión de las subfamilias. Y baste con esto de crítica. Sólo añadiré que con mayor razón aún , del mismo modo como admito variaciones estacionales y sexuales eu los indivi- duos de una misma especie y del mismo género , así pienso que existen variaciones geográficas, y que la misma especie pre- senta en los distintos puntos de la superficie terrestre modifica- ciones más ó menos evidentes en su aspecto general y en sus caracteres. 14. Con relación á los estudios epidemiológicos, es de gran interés conocer el habitat y las costumbres de las larvas y las ninfas de las dos familias Anophelinae y Culicinae. En efecto, por una determinación exacta del medio que nece- sita cada especie para poner los huevos y para que éstos se desarrollen convenientemente al estado de larva y de ninfa hasta llegar á insecto perfecto, podríamos alcanzar un conoci- miento seguro acerca del territorio en que vivimos, región, co- - 435 — marca, pueblo, finca, en cuanto ofrece condiciones favorables ó desfavorables para la reproducción y vida larval de estos Dípteros. Desde luego estamos muy lejos de haber llegado á esa de- terminación. Sin embargo, tentativas en este sentido se han hecho, sin que hayan proporcionado los resultados apetecidos. La distinción de especies en: 1. Palustres. — (Larvas en estanques, grandes pantanos, pequeños lagos, etc.) 2. Sub-palustres. — (Larvas en charcos, balsas, etc.) 3. Foveales. — (Larvas en pequeñas cantidades de agua, en recipientes de poca capacidad), establecida por Ficalbi (1899-98) y Grassi (1898-99) en Ita- lia, adoptada en parte por Nuttall (1899-1900) en Inglaterra, no puede ya mantenerse en todo su rigor; pero de todos modos yo creo que merece ser conservada y admitida en sus líneas fundamentales. Considerábanse en un principio, según las indicaciones de Ficalbi, como especies típicas del tercer grupo (es decir, que ponen sus huevos en pequeños charcos, en las pilas de agua de los jardines, fuentes, pozos, y hasta jofainas con escasa can- tidad de agua), las siguientes: Culex 'pipiens (comprendiendo la especie Cidex fatigans Theob.). Culex spathipalpis (actualmente Theohaldinella spathi- palpis). Culex elegans (actualmente Stegomyia fasciata, S. ca- lopus). Culex annidatus (y algunas más). Las investigaciones posteriores han confirmado en conjunto el hecho puesto de relieve por Ficalbi. Desde luego no puede haber en esto una ley absoluta, porque no existe una meuida — 436 — absoluta, un límite máximo y mínimo, que nos ponga al abrigo de las variaciones subjetivas en la interpretación de la clase á que pertenece el ambiente acuático en que se desarrollan las larvas. Así es que no siempre encontramos de acuerdo los va- rios observadores. Pero lo cierto es que, si bien á veces pue_ den hallarse los huevos ó las larvas de las especies antedichas en ambientes que no encajan en el tipo foveal (esto es de pe- queña capacidad, de escasa cantidad de agua), sin embargo queda indudable que el ambiente preferido es ese, y, por tanto, son estas especies eminentemente domésticas, conviven en todas partes con el hombre. Lo cual no deja de tener grandísima importancia. Acuérdese que Stegomyia fasciata (antiguo Culex elegans de Ficalbi) relativamente raro en Italia, ya más frecuente en las costas meridionales de España^ abundantísimo en Canarias, consti- tuía en Cuba, en particular en la Habana, la especie caracte- rística de las casas, puesto que desarrollábase en extraordina- rio número en los depósitos de agua que cada edificio poseía para el uso de los inquilinos. Desde que con medida general se han cubierto dichos depósitos , las Stegomi/ia han disminuido considerablemente; y otras disposiciones higiénicas de distinto carácter casi han logrado destruir esta especie, ó por lo menos hacer que desapareciera de la Habana y de sus arrabales. Por otro lado, ya Ficalbi notaba que distintas especies de Anophelinae, como Anopheles daviger (maculipennis), y A. bi- furcatus, se desarrollan especialmente en ciertas aguas, en condiciones diferentes la una especie de la otra. Anopheles daviger (maculipemiis) es el tipo de los Anofelinos ^m/tís/res, esto es que sus huevos, larvas y ninfas desarróllanse de prefe- rencia en aguas estancadas de grandes extensiones, en charcas de considerable capacidad (hasta de algunos metros de profun- didad, según pudimos comprobar en lo sucesivo), en pantanos y en ciertos lagos también : en los arrozales con predilección y en gran abundancia (así, por ejemplo, en los arrozales de Valencia). Anopheles bifiircatus, al contrario, desarróllase más bien en pantanos de menor extensión y de poca profundi- dad, en las acequias de lenta y escasa corriente, en los char- — 437 - eos y balsas que se forman en el campo, aunque accidental- mente; y sobre todo en las aguas que quedan en cierta canti- dad reunidas en los espesos y densos bosques, en las zanjas rodeadas de arbustos y hierbas. En este caso llamaba Ficalbi suh-palustre el habitat de las larvas y ninfas. Sin embargo, Ficalbi tuvo que modjficar muy pronto sus afirmaciones, y Grassi, Nuttall, Noé, yo mismo, pudimos esta- blecer definitiv^amente la adaptabilidad extrema de los huevos de Anopheles en general, para desarrollarse en aguas de toda clase, en ambiente palustre, snb-palustre y hasta foveal (en hoyos, zanjas, pozos, etc.). Coggi y Ceccherelli han observado, por ejemplo, que Anopheles hifurcatus y el mismo Anopheles claviger se desarrollan en pequeños fosos llenos de agua que hay para riego de ciertos árboles en los alrededores de Siena (Italia), donde no se encuentran ninguna clase de pantanos ni condiciones palúdicas del terreno. Ocurre lo propio en España. Anopheles claviger se encuen- tra con relativa frecuencia en lugares que carecen de los ca- racteres palustres, como en los alrededores de Madrid. Al mismo tiempo se observa que la difusión de esta especie y de las que componen la sub-familia Anophelinae, alcanza á veces una altitud que los primeros investigadores no sospecha- ban. A 1.000 metros sobre el nivel del mar pueden hallarse estos mosquitos, y á veces á mayor altura, constituyendo el hecho ahora indicado gravísima razón de dudas acerca de los límites orográficos de la endemia palúdica. 15. Los huevos de los Anopheles, largos de ^/^ de milíme- tro'á 1 milím., de color blanco recientemente depositados y volviéndose después de color plomizo, son en forma de barqui- lla, corriendo á lo largo de cada lado una membranilla estria- da, que en su parte mediana constituye una pequeña cámara de aire, destinada sin duda á sostener al huevo flotando en el agua. Anopheles claviger y A. psendopictus (ó Myzorynchus pie- tus Th.) ponen sus huevos constituyendo cintas paralelas de 3, 4, 10, hasta de 20 huevos. Anopheles hifurcatus , al contrario, casi siempre pone sus huevos en el agua en forma de estrellas, pues se hallan unidos por sus extremidades. - 438 — Paede calcularse que cada Anopheles hembra pone de 100 á 150 huevos (1). Las larvas varían poco de forma con la edad^ reduciéndose al menor crecimiento de la cabeza con relación al tórax que hace aparecer la primera tan ancha como el segundo en un principio y más estrecha, por el contrario, al fin de su desarro- llo. Los caracteres dados de ellas por los autores, como Mei- nert, que las ha descrito con gran detalle, se refieren á la for- ma ya bien desarrollada. La cabeza es cónica, próximamente, y un poco deprimida. Las antenas llevan dos gruesas sedas es- piniformes en su extremidad, y otras dos plumiformes, una de ellas en el extremo y la otra á un lado antes del punto medio de la antena. De cada lado de la cabeza salen dos sedas que tienen importancia para la determinación de las especies y se llaman sedas angulares, y en la parte anterior salen otras muy largas, también importantes, llamadas sedas medianas. Los ojos están bien desarrollados. De la parte inferior de la cabeza salen dos pinceles de pelos muy apretados, que reciben el nom- bre de órganos rotatorios y que contribuyen á producir un mo- vimiento especial que verifican á veces, principalmente du- rante el día, estando las larvas flotando sobre la superficie del agua con el vientre hacia abajo, pero con la cabeza vuelta hacia arriba, esto es, girada 180'' desde la posición normal, lo cual hacen con gran facilidad. La boca está provista de fuertes mandíbulas. En la mitad anterior y en la terminación del cuerpo están esparcidas sedas muy largas, más 6 menos ramificadas, visibles á simple vista, que sirven para hacer más (I) Estas observaciones, comprobadas personalmente por mí en las mismas especies de Anophelitiae en España, confirman los datos ya proporcionados por Grassi, sobre todos, en su importan- tísima obra Studí d'uno zoólogo sulla Malaria (Reale Accademia dei Lincei, Roma, 1901, pág. 100 y sig.). La descripción de larvas y ninfas, conforme también con la de Grassi, está reproducida de la primer noticia científica que se dio en España de los estudios de mi maestro, el ilustre catedrático de Roma, por el Dr. Rioja y Martín, en su discurso inaugaral del curso de 1902-1903 en la Universidad de Oviedo (pág. 17 y sig.). — 439 — estable el equilibrio de la larva. El penúltimo anillo del cuerpo se prolonga dorsalmente sobre el siguiente (que es muy mó- vil), formando una especie de escudo, en la base del cual se hallan los estigmas y al lado externo de cada uno una papila con pelos, probablemente sensitiva, y un órgano en forma de peine que debe servir, en unión de otras papilas anales, para aferrarse ó adherirse á los objetos. En la extremidad posterior del cuerpo existen, á los lados del dorso, dos pinceles de pelos que ayudan al sostenimiento de la larva, y en la parte media ventral una especie de abanico de sedas que contribuye al mo- vimiento, sirviendo algo de órgano de dirección del mismo. -rwvtt' cLtt T i<4/ B Figura 43. — Actitud délas larvas: /4, de Culex. — B, de Slegomyia. — C, áe Anopheles{ cuando se disponen para respirar á la superficie del agua. Como hemos dicho, las larvas de Anopheles se mantienen sensiblemente horizontales en la superficie, sacando fuera sobre todo la parte dorsal de la extremidad posterior del cuerpo y con la cabeza un poco debajo del agua; en ciertos casos, sobre todo si se le asusta al animal, se deja caer al fondo, donde per- manece poco tiempo con el vientre hacia arriba; sube verifican- do un movimiento, más bien lento, de impulsión, producido por la extremidad posterior, que se mueve como un látigo, ó de lado; en la superficie se mantiene ordinariamente quieta, pero de tiempo en tiempo produce un movimiento rápido de lado que la hace retroceder oblicuamente. Todos estos caracteres tienen interés para el que, deseando experimentar con estos insectos, necesite procurarse sus larvas - 410 - pues hay otras pertenecientes á distintos géneros y familias de Dípteros que pueden parecérsele á primera vista, y con el exa- men de estas particularidades pueden reconocerse las de Ano- pheles y distinguirse de las correspondientes á otros géneros. Así, por ejemplo, las del género Dixa son muy parecidas, pero carecen de las sedas largas esparcidas por el cuerpo, y además tienen movimientos y actitudes un poco diferentes de las del género Anopheles , siendo más lentos aquéllos y muy habitual en dichas larvas la posición del cuerpo formando un arco con la concavidad que mira hacia arriba (1). Después de un tiempo mayor 6 menor, según la temperatu- ra, pero que puede ajarse en 20 á 22 días en verano, pasan al período de ninfa. En este estado tienen en conjunto la forma de una coma, pues presentan una porción gruesa y comprimi- da anterior y otra delgada posterior, en forma de cola, que es el abdomen. Durante este período el animal se mueve, pero no se nutre, como acontece también con los Culex. Se distinguen, sin embargo, las ninfas de Anopheles por tener el margen su- perior del abdomen formando una curva sencilla, mientras que las de Culex presentan tantas curvas parciales cuantos son los anillos de dicha región. Merced á unas especies de cornetillas que tiene á los lados del cuerpo dirigidas hacia arriba, que al sumergirse arrastran un poco de aire; y con el auxilio de cier- tos sacos aéreos que obran en conjunto como un aparato hidros- tático, pueden elevarse pasivamente estas ninfas, cuando por una causa cualquiera se han sumergido huyendo de algún peli- gro. Válense para este movimiento de inmersión, de repetidos coletazos producidos con la extremidad del abdomen, que está provista de dos aletas terminales. Por esta razón les es imposi- ble mantenerse en el seno del agua, á menos que no se agarren á plantas ú objetos sumergidos por medio de las láminas cau- dales y de unos filamentos que nacen en el margen de éstas. Ordinariamente se encuentran en la superficie, en la que cami nan hacia adelante dando coletazos, en cada uno de los cuales (1) V. RiojA Y Martín: loe. cit. , pág. 18 (Oviedo, imprenta «La Comercial», 1902). - 441 — la ninfa es impulsada hacia abajo, volviendo á recobrar pasi- vamente su posición y el contacto con el aire al nivel del agua. Al cabo de dos ó tres días la ninfa se fija en la superficie del agua, y alzando el abdomen queda más ó menos extendida, hasta que poco tiempo después la cutícula se hiende por el dorso longitudinalmente y sale á pequeños empujones el insec- to alado, ó adulto, llamado también insecto perfecto, el cual permanece algunos minutos sobre el agua, merced á una dispo- sición especial de las uñas, hasta que pierde la transparencia que tiene al salir de las cubiertas de la ninfa y llega á hacerse opaco, y coloreado según su peculiar manera específica, en cuyo momento, batiendo con fuerza las alas, se lanza al vuelo. El insecto alado, cuyas diferencias con el Culex hemos an- tes indicado, presenta los siguientes caracteres que, en parte, son comunes: Las antenas, compuestas de 14 anillos en la hembra y 15 en el macho, están provistas en cada uno de di- chos artejos de sedas, que siendo mucho más largas en el ma- cho se hacen perceptibles á simple vista y le dan el aspecto de una pluma, carácter que sirve para reconocer este sexo, así como el de tener los palpos terminados en maza, mientras en las hembras terminan adelgazándose al extremo. El aparato chupador ó probóscide está constituido, como en todos los cu- lícidos, por el labio inferior que forma como un canal ó estu- che que proteje á seis estiletes; dos de éstos, impares, que son los representantes del labio superior y de la hipofaringe, al aplicarse el uno al otro forman, por su configuración especial, un tubo por el que hace el animal la supción de la sangre; los otros cuatro, que son las dos mandíbulas y las dos maxilas, sir- ven, en unión del tubo, para verificar la punción, en cuyo mo- mento el labio inferior se separa, desde el primer tercio, á con- tar desde la base, de los estiletes, doblándose en ángulo cada vez más cerrado á medida que aquéllos profundizan en el espe- sor de la piel. La nuca está cubierta de sedas muy apretadas y rodeada de escamillas en forma de espatulitas. En el punto de unión de la cabeza con el tórax, éste es estrecho y forma como un cuello. Toda la superficie dorsal de dicho tórax está revestida de apre- - 442 - tadas sedas, á las que deben sus especiales coloraciones, y lleva dos escudos, uno anterior y otro posterior. Las alas están reco- rridas en toda su longitud por diez nerviaciones procedentes de siete primarias, tres de las que se bifurcan después del ori- gen, habiendo también alguna otra transversal. Sobre las ner- viaciones existen escamitas, las cuales, acumulándose en cier- tos sitios, originan las manchas características, y en el borde y ápice forman una franja. Siguen los balancines, representan- tes de las alas del segundo par. El último artejo del tarso de las patas del primer par termina por una una tridentada en los machos, y por dos sin dentelladuras, en la hembra. Los otros dos pares de patas terminan, en el macho y en la hembra, por dos uñas sin dientes. El abdomen^ compuesto de ocho anillos y peloso, acaba por el aparato sexual externo más desarrollado en el macho, que consta de dos gruesos lóbulos con sedas que hacen aparecer bifurcado el extremo del abdomen y de otras piezas cuya diversa y característica configuración pueden ser- vir, sobre todo en los machos, para la determinación específica- 16. El Doctor Mario Lebredo distingue en la trompa del mosquito los siguientes órganos: 1° Órganos de perforación, succión y eliminación salivar (Labrum-epifaringe é hipofaringe). 2° Órganos de sección ó dilaceración (mandíbulas y ma- xilas). 3.** Órgano de protección y abarcamiento (labium). Añade (p. 78, Rev. Med. trop., Mayo 1904) las siguientes observaciones, que son del todo exactas: «La hembra tiene necesidad de chupar sangre, sin cuyo ali- mento no verifica, según hemos podido comprobar, la función de la ovulación. Por lo tanto, necesita para perforar la piel, no ya sólo del hombre, sino el cuero de muchos animales, ade- más de la potencia perforante del labrum, los órganos de sec- ción (mandíbulas y maxilas) ya descritas. El macho sólo se alimenta de los jugos vegetales, y por lo tanto, le basta con la potencia punzante del labrum. De aquí — 443 - el que su proboscis conste de labrum-epifaringe, hipofaringe y labium. El labrum-epifaringe y el labium, así como todo el resto del conducto digestivo, son iguales en el macho y en la hembra. Muchos autores han negado la existencia de la hipofaringe en el macho. Pero además de ser necesaria su presencia, por- ^^^T*r '■'^' Irift/x yvi(i/.víl4 . £|vfi>^- Figura 44. — Aspecto de las piezas que constituyen el aparato bucal de los culícidos (9), artificialmente disociadasjas unas de ¡as otras, y separadas de su vaina del Labium. que sin ella no se explica el mecanismo de la succión, la en- contramos siempre en las disecciones cuidadosas, sobre todo verificando la disección en aceite. Respecto á la anatomía de los Anopheles importa, para el caso, considerar sólo el tubo digestivo. Empieza éste detrás del aparato bucal externo ya descrito, con la faringe, á la que sigue un esófago. Comunican con éste tres sacos chupadores, uno ventral principal y dos laterales accesorios. Continúase al nivel del primer par de patas el intestino anterior, que es el Kev. Acad. Ciencias,— III.— NoYiembre, 1905. 30 - 444 — formado por la faringe y el esófago , con el intestino medio 6 estómago quilífero formado á su vez por una parte anterior es- trecha 6 cuello al que abocan numerosos tubos ciegos, y otra posterior ensanchada ó verdadero estómago, hallándose una válvula (válvula cardíaca) en el punto de unión del intestino anterior con el medio. Al nivel de la unión del quinto con el sexto anillo abdominal se continúa el intestino medio con el posterior, en el que se distingue un íleon, un Colon y un Recto. La pared de este tubo digestivo está constituida por un epi- telio de células más ó menos aplastadas, revestidas al interior de una cutícula que es más ó menos fina y provista de crestas ó sin ellas, según las diversas regiones de aquél, y por una capa externa elástico-muscular, formada por fibras musculares (circulares al interior y longitudinales al exterior, en el intes- tino medio al menos). Esófago. — Está en relación lateral y superiormente con los dos sacos aéreos y con las glándulas salivares; superiormente con la porción muy anterior de los músculos antero-posteriores del tórax y con el tejido conjuntivo del cuello, é inferiormente, además de estarlo con el tejido conjuntivo del cuello, hacia su parte anterior, lo está posteriormente con la primera porción del saco suplementario. Muchas veces en su parte anterior el esófago, casi al nivel de su unión con la bomba quitinosa (an- terior), se relaciona inferiormente con los dos tubos que co- rresponden á cada glándula salivar y que en este punto vienen á formar uno solo, que corre hacia adelante, hasta el recep- táculo. Esiómago-Intestino medio. — El estómago (también llamado intestino medio) es un tubo largo que, partiendo desde la ter- cera parte anterior del tórax, se continúa con la misma estructu- ra, hasta un límite posterior que no puede precisarse por no ser fijo, pues varía según el grado de dilatación que tenga. En la mitad anterior en que es estrecho, la mucosa está cons- tituida por células casi cilindricas, siendo su estructura aquí gruesa, y resistente y de apariencia estriada; y en su mitad pos- terior que ocupa el abdomen y que después se continúa con el intestino posterior, aunque conserva el mismo aspecto de es- - 445 — tructura celular que en su primera parte, son algo más redon- das las células y es menos resistente y por lo tanto más dila- table. El punto de unión del estómago y el esófago es muy espe- cial. El estómago en su primera parte, cuando hacemos una disección, tiene la apariencia exterior nudosa ó mejor de una protuberancia, lo que se explica, pues allí está invaginado ha- cia adentro, de manera que forman sus paredes reflejadas una verdadera válvula interna (válvula cardíaca). En esta porción interna invaginada es donde viene á terminar la porción poste- Figura 43. — Aspecto y disposición de los órganos en la cabeza de Ánophelet. C. s., conducto de las glándulas salivales (demuestra el punto de desemboca- dura en la base de la hipofaringe); n., nervio; m., músculos; es., esófago; g. c, ganglio nervioso. rior del embudo exofágico, adhiriéndose á ella como ya lo he- mos descrito (fig. 13, 1). En su parte terminal ó pilórica el estómago, al continuarse con el intestino posterior , lo hace por medio de un verdadero esfínter. De este punto, por fuera del esfínter, es de donde par- ten las cinco digitaciones que llevan el nombre de tubos de Malpighi y que están á su alrededor colocadas simétricamente, como cinco tentáculos colgados de un cinto, cuyo cinto es la faja de separación del intestino medio (ó estómago) y del in- testino verdadero. En el estómago tiene lugar la primera función digestiva y de absorción de los jugos nutritivos, y allí es donde se verifica la primera parte del ciclo extra-humano del parásito de la ma- laria, cuyo último paso es en el aparato fealivar. - 446 - Anejas al tubo digestivo deben considerarse las glándulas sa- livales y los cinco tubos de Malpigio. Las glándulas salivales terminan en un tubo que se abre en la línea media y ventral, en la base de la hipofaringe, por un surco de la cual corre el líquido segregado que sale por dicho tubo y se inocula en el individuo picado al hacer la punción. Retrocediendo se ve este tubo dividirse en dos laterales, y cada uno de éstos pro- ceder á su vez de tres lóbulos , uno dorsal , uno ventral y otro intermedio, de diferente forma y estructura éste que los otros dos, siendo á su vez diferente esta última en las distintas re- giones de cada uno, aunque en principio tengan todos una capa Figura 46.— Glándula salival (de un lado), constituida de tres lóbulos, con su conducto excretor. interior de cutícula con un hilo de refuerzo arrollado en espi- ral como las tráqueas, y otra externa glandulosa, constituida por series de células secretoras (células glandulares), de igual tipo en cada lóbulo. 17. Sobre los métodos prácticos para el examen de los mosquitos, indicaciones bastante completas hállanse en las re- cientes obras de Grassi (1902), de Ruge, de Giles, de Howard, de Blanchard y de otros. Yo me limitaré á comunicar en bre- ves palabras lo que me parezca realmente útil ó esté en deS'- acuerdo con lo que dicen los ya citados autores. Supongamos de haber capturado 100 á 200 ejemplares de Culex (C. pipieíis, comunísimo en los alrededores de Madrid). Separados en distintos vasos de cristal (de boca muy ancha, cubiertos de gasa, con una abertura central que pueda tenerse bien tapada por una torunda de algodón en rama), dejaremos — 447 — libres un cierto número, entre ellos las hembras con huevos maduros, en una jaula expresamente preparada, igualmente cu- bierta de gasa, y que contenga en el fondo una cápsula de Pe- tri (descubierta) con 1 V/,-2 centímetros de agua. Con agua Bola (en particular con agua ligeramente azucarada, que los mosquitos en general distinguen bien del agua pura, lo cual prueba que deben poseer órganos finísimos de sentido, olfato- rios y gustativos)^ pueden mantenerse en vida durante varios días: mas si se quiere asegurar el éxito, bastará colocar, junto con el agua, pequeña cantidad de frutas, especialmente de ta- jadas de sandía [después de haberles quitado la parte central^ roja y jugosa]. Con un pájaro común (Passer), completaremos todo lo necesario para la alimentación de nuestros mosquitos. En efecto^ se hace preciso, á veces, hacerles chupar la san- gre de algún vertebrado. Esta especial alimentación (con san- gre) es propia y casi siempre exclusiva de las hembras, tanto de la subfamilia Gulicinae, como de la sub-familia Anopheli- nae. Por esto decimos que las hembras son hematófagas ^ los machos fitófagos. Pocas y dudosas excepciones no merecen ser aquí recordadas. La necesidad de las hembras, de chupar sangre de vertebra- dos (según se ha dicho anteriormente), obedece á cierta indis- cutible influencia — desconocida aún en su esencia bio-quími- ca — que la alimentación sanguínea ejerce sobre la maturación de los huevos. Para llevar á cabo la maturación de los huevos, las hembras necesitan alimentarse con sangre. Los huevos maduros serán fecundados al momento de la puesta por el esperma que la hembra conserva en la esperma- teca, pequeño saco ó vesícula que desemboca en la porción terminal de la vagina. Las hembras de los Culícidos ponen sus huevos en las aguas con ciertas disposiciones características, reunidos en agrupa- mientos especiales, de que ya hemos hablado. Muchas veces, estas disposiciones de la serie de huevos en el agua no pueden observarse, se escapan á nuestra investigación, porque los mo- vimientos, algún obstáculo natural, etc. _, rompen fácilmente su frágil conexión y dispersan los huevecillos. En condiciones ar- - 448 — tificiales, por otra parte, si se exceptúa el género Culex, re- sulta bastante difícil sorprender á las hembras en estos actos biológicos. Con mucha paciencia, esperando la ocasión oportu- na, experimentando con gran número de ejemplares, atendien- do escrupulosamente á todas las condiciones de temperatura, de alimentación, etc., lograremos, sin embargo, también en algunas especies del género Anopheles, llevar á cabo la obser- vación metódica del desarrollo de toda una nueva generación. Por lo general , en condiciones artificiales, las larvas salen de los huevos mucho más tarde que en condiciones naturales. Los huevos de Culex se disponen en forma de pequeñas l)arquitas, regulares, compactas, que comprenden gran número de huevos reunidos por una substancia mucilaginosa que la hembra segrega al ponerlos^ junto con ellos; los huevos de los Anophelinos, al contrario, se encuentran casi siempre se- parados^ si no esparcidos, aunque en los primeros momen- tos presenten una disposición geométrica (formando cintas ó polígonos contiguos, etc.). Larvas y ninfas pueden reco- leccionarse directamente , y con relativa facilidad , en aguas naturales. En las comarcas palúdicas, donde se hallan casi siempre en gran cantidad los mosquitos del género Ajiopheles , suelen en- contrarse también algunos perros filariosos. Sin embargo, la existencia del parásito no es necesariamente concomitante con la existencia de sus dos huéspedes, vertebrado (perro) é inver- tebrado (Anopheles): causas climatológicas, entre ellas suma- mente importante la temperatura, influyen sobre la distribu- ción geográfica de esta adaptación parasitaria. Extraordinaria paciencia se necesita, la mayor parte de las veces, para lograr que un mosquito se acerque á la piel del vertebrado y pique para chupar sangre. Desde luego concedo que es verdad lo que dice la mayoría de los investigadores: sobre 10 ejemplares (hembras) alimentados durante algunos días con jugos vegetales, de 2 á 4 pican y chupan ávida- mente la sangre del vertebrado. Pero una observación repeti- da me permite afirmar que los mosquitos alimentados con ju- gos vegetales (sandía) durante largo tiempo, pierden casi por - 449 - completo el instinto hematófago. Hay en esto una adaptación rápida, especial, que debemos tener en gran cuenta. De todos modos, es aconsejable — siempre que se pueda — adoptar el método de dejar libremente al mosquito (ó á los mosquitos) en contacto ó en comunicación con el animal de que se quiere que chupe la sangre. Resulta pesadísimo, á veces imposible, hacer picar á mosquitos puestos en contacto con la piel del animal, dentro de un tubo de ensayo. Al contrario, poniendo durante toda la noche, á obscuras, el vertebrado en una jaula con los mosquitos, ó en comunicación con la que ap 0/ Figura 47. — Método de extracción del intestino medio (estómago) de un mosquito para su examen. encierra los mosquitos, encontraremos por la mañana algu- nas hembras, lo menos, llenas de sangre. Este método puede adoptarse con relativa facilidad cuando se trata de hacer pi- car á un pájaro; sin duda presenta mayores dificultades cuan- do se trate del perro. En este caso podremos emplear jaulas especiales, que contengan otras con el perro. Si se quiere estu- diar la evolución de los parásitos del paludismo humano en el gen. Anopheles, es preciso hacer que el enfermo (en el cual el examen hematológico nos haya probado existir las formas sexuales, gametos, de los parásitos), introduzca un brazo en la jaula que contiene los mosquitos. No siempre se logra, la pri- mera vez, que los mosquitos piquen. Hay que insistir. El examen directo, en fresco, de los mosquitos infectados, ya sea para observar las larvas de Filaría en los tubos malpi- - 450 - gianos, ya los quistes de los liemosporidios en la pared del in- testino, se lleva á cabo con un método indicado por varios au- tores; esto es con la extracción del tubo intestinal, en una so- lución fisiológica de NaCi (que puede rápidamente sustituirse por una solución sat. de sublimado , ó por otra que se prefiera para la fijación, si es que se juzga conveniente conservar el preparado) (v. fig. 47). Lo mismo dígase por lo que se refiere á las glándulas sali- vales. Estas preparaciones se hacen sobre porta-objetos y luego se cubren con cubre-objetos que se tienen separados, levantados sobre el plano del porta-objetos por medio de pequeños bordes de vaselina ó parafioa ó cera (que es suficiente poner en los cuatro ángulos). Debajo del mismo cubre-objetos puede luego sustituirse la solución de NaCl por la de sublimado, y des- pués de la fijación, y de haber nuevamente sustituido alcohol iodado al sublimado, se introduce definitivamente glicerina neutra, y se cierran los bordes con parafina y luego con solu- ción de lacre en alcohol. Semejantes preparaciones nunca per- duran largo tiempo. La fijación en solución sat. de sublimado, inclusión en para- fina y coloración sucesiva de los cortes con Hematoxilina fé- rrica de Delafield, con Hemalun (Hemateina aluminosa de Mayer) y con Hematoxilina-Eosina, nos han dado buenos re- sultados para el estudio de la estructura de los parásitos, y sus relaciones con los órganos y tejidos del huésped inverte- brado (mosquito). BIBLIOGRAFÍA Arribalzaga (F. L.). — Descripción de tres nuevos Culicidae de Buenos Aires. (Naturalista argentino , I, p. 149, 1878.) AusTEN (E. E.). — Moííquitoes and malaria. 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Obedece, sí, en los casos de Filaria- sis elefantiásica, al estímulo anormal, producido por estos gu- sanos: pero indirectamente, quizás por los materiales tóxicos del metabolismo de los mismos parásitos, quizás por la com- presión debida á la éxtasis de los linfáticos y edemas conse- cutivos; quizás también por la acción concomitante ó secunda- ria de bacterias, que determinan una especie de crónica infla- mación erisipelatosa (Manson). Así las cosas, se comprende sin dificultad el que muchos observadores, y médicos prácticos que han ejercido largo tiem- po en regiones tropicales, afirmen que Elefantíasis no es siem- pre sinónimo obligado de Filariasis humana. Sin embargo, la Elefantiasis es la lesión dominante y ca- racterística que la Filaría Bancrofti produce en el organismo del hombre , sobre todo en los países tropicales. La Elefantiasis [Dal fil de los árabes , ó Dau-ool FU) Hy- persarcosis ; Pachydermía; Phleg masía malabaríca; Elefan- tenfuss; Knollbein; Barhadoshein; Mal de Cayenne; Helmín- thosarcoma-, Helininthoma de Bancroft] es endémica en mu- chas regiones de la zona tropical y sub-tropical, en algunas con carácter de tal gravedad que alcanzan las estadísticas de los enfermos, según afirma Manson, el 5 y el 10 por 100 de toda la población: así es en Cochinchina, en Samoa, en ciertos distritos de la Australia y en Amazonia (Norte del Brasil): es , también comunísima en el centro de África. La mayoría de los casos (quizás el 85 por 100) presentan - 478 - las lesiones elefantiásicas localizadas en las piernas y en los ge- nitales externos. Lo cual se comprende por tratarse ante todo de éxtasis en ciertos distritos linfáticos, sujeta á la ley de gra- vedad. La lesión de los genitales externos — más rara en la mujer, frecuentísima en el hombre — difiere substancialmente de la lesión elefantiásica propiamente dicha, que está repre- sentada, á parte la intervención primaria del sistema linfático, por verdadera hiperplasia del tejido conjuntivo sub cutáneo. Ea efecto, trátase en esos casos, casi siempre de escroto ele* fantiásico que encierra un líquido quiloso, mezclado con larvas de Filaría por lo general ; á veces se encuentran encerrados en él uno ó más gusanos adultos ( Lymphscrotum). Las lesiones ele^^antiásicas, en particular las localizadas en el pecho (mamas), en los genitales externos y en las piernas, pueden alcanzar dimensiones extraordinarias. Los casos publi- cados, ya desde la primera mitad del siglo pasado, cuando aun desconocíase por completo la etiología de la Elefantiasis, por Behrend, Delpech, Clot-bey , Gitanni, Prunner, Riegler y luego por Hecker, Von Hebra, Geber, Turner, Davies, Da- niels, Manson, Looss, son característicos y dan clara idea del extremo límite á que pueden llegar las lesiones elefantiási- cas. Estas pueden manifestarse también en la cara, aunque ra- ramente (Von Hebra); los casos de Br)'k, de Alibert, de Gui- bot, Ollier y Schuster (nariz); de Graefe, Carrón du Villard, Fano, Tilláis, y Beck (párpados), y algunos más deben con- siderarse como auténticos; otros representan desde luego erro- res de diagnóstico. De conformidad con lo que advierte Von Hebra, conviene tener presente que el Fibroma moUuscum pro- duce tumefacciones muy parecidas á la de la elefantiasis de los árabes cuando localízase en la cara. Igualmente lo que Wilson W2.m2í spargosis de la nariz (Spargosis del griego «o-Trapyáio» ensanchar, inflar), y considera erróneamente como manifesta- ción elefantiásica, no puede incluirse en el cuadro clínico de la elefantiasis propiamente dicha. Los genitales externos de la mujer pueden también partici- par del proceso elefantiásico. Kugelmann, Rokitan&ky, Krie- - 479 — ger^ Talrich, Walter Macdonald, Manson, han publicado ob- servaciones interesantes acerca de esta localización. Cuando la tumefacción elefantiásica alcanza proporciones y tamaño considerables, como en los casos, verdaderamente ex- traordinarios, de todos los autores antes recordados, la jiiel presenta constantemente alteraciones secundarias; eczema^ in- filtraciones inflamatorias de varias clases, zonas erisipelatosas, costras, ulceraciones. Linfangitis más 6 menos graves las acom- pañan. De todos modos, la piel elefantiásica, la piel que recu- bre una tumefacción característica de elefantiasis filariósica (por Filaría Bancrofti), ya desde los primeros meses después de la aparición del tumor, preséntase en condiciones anorma- les, participa de un proceso reactivo para cuya realización no son estímulo suficiente la comprensión del derma, las éxtasis linfáticas y venosas, los edemas debidos á la presencia del pa- rásito en ciertos distritos vasculares. Hay casos bastante numerosos de lüaríasis humana en que faltan las manifestaciones déla típica, aunque reducida y loca- lizada lesión elefantiásica. Los enfermos presentan entonces, por lo general, quiluria, hemato-quiluria, hematuria, síntomas á cargo del sistema linfático glandular, tumefacciones de los ganglios de la ingle, de los axilares, etc. (principalmente de los inguinales), varices linfáticas; á veces trastornos nerviosos, en particular vértigo y demás síntomas relacionados con estados anormales del sistema circulatorio. Manifiéstase en muchos ca- sos una fiebre elefantiásica, muy probablemente en relación con procesos inflamatorios superficiales, sobre todo con Linfan- gitis, frecuentes y graves en esta enfermedad. La presencia de los embriones de Filaría Bancrofti en la sangre no suele determinar alteraciones muy considerables d© la constitución química y morfológica de la sangre misma. El resultado medio de repetidos exámenes hematológicos en el caso publicado recientemente por el Dr. Solieri, fué el siguiente: Hemoglobina, 95 por 100. Hematíes, p. mm.\ 4.340.000. Leucocitos, 9.099. - 480 - Relación L. : H. = 1 : 474. Sin embargo, en enfermos que desde más tiempo hospedan al parásito, puede observarse cierto grado de anemia (oligohe- mia, con hiperleucocitosis). 8. ¿Existe una inmunidad de raza para la Filaría Ban- crofti? En la distribución geográfica de la elefantiasis ó, mejor dicho, de laFilariasis humana, en las variaciones de intensidad y frecuencia con que manifiéstase en distintas partes, ¿pueden ejercer algún papel los caracteres de las diferentes razas hu- manas? Ya los observadores del siglo pasado dieron contestación ne- gativa á semejante pregunta. El desarrollo de las colonias y los datos prácticos que éstas proporcionaron, además de los estu- dios científicos que se promovieron con este objeto, han com- probado una vez más que los europeos van sujetos á la inva- sión del parásito (Iñlaria Bañero fti) de igual modo como los indígenas de raza negra ó amarilla ó como los mestizos, en las regiones tropicales donde se halla endémica la enfermedad. Las condiciones en que vive por lo general la población indígena, abandonada, desnuda, durmiendo en chozas abiertas, literal- mente llenas de mosquitos durante la noche, favorecen en modo extremo la difusión del parásito entre ellas, y constituyen al propio tiempo diferencias tan notables con el modo de vivir de los blancos en las mismas regiones — puesto que trátase casi siempre de funcionarios, empleados, empresarios, colonos, gen- te que cuida de su salud — que pueden inducir en un error de interpretación, y hacer creer que se trate, por parte de éstos, de una inmunidad relativa. Ha sido comprobada la existencia de la Filariasis humana — con carácter endémico — en las siguientes regiones: América. — Antillas (por Levacher, Thomas, Vincent, Low). Taiti (Lesson). — Nueva Granada (Dalton). — Ve- nezuela.— Guiana francesa, holandesa é inglesa (Blair, Dalton, Hasselaar, TerBeck). — Barbados (Low). — Martinica, Fort-de-France (Clarac). — - 481 - Trinidad, San Vicente (Hendy, Leuren, Rufzo, Savaresy, Clarac, Town). — Panamá y costas de las Repúblicas de América central (Dundas, Tschii- di, etc.). — Brasil, Amazonia, Para, México (Dun- das, Saint- Hilaire, Lallemand, Plagge, Pieasants, Regó, Smith, Tschudi, Apollonio). — Argentina (casos esporádicos). África. — Egipto (Sonsino, Looss). — Abisinia y Somaliland. (Prosper Alpinus, Larrey, Pruner, Riegler, etc.). — Argelia (Bertherand, Gayón, Sergent, Laveran, etcétera). — Senegambia, Sierra Leone^ Costa de Oro, Liberia (Berville, Clarke, Oldfield, Dutton, Annett, Todd, Brumpt, Blanchard , etc.). — Costa occidental de África en general, Congo, Nigeria (Brumpt, Sambon). — Colonia del Cabo, Trans- vaal, Mashonaland (Berncastle, Koch,Theiler). — Isla de Santa Elena (Me Ritchie). — Fernando Poo. — Cameroon (Plehn, Ziemann) (probablemente Colonia del Mani). — Madagascar (Acema, Cha- potin). — Zanzibar. Asia. — Arabia (Courbon, Niebuhr), — Persia (Von Hebra, Geber). — India (Manson, James). — Ceylán (¡Marshall, Castellani). — China (Manson). — Japón (Ishiwama). Australia y Polinesia. — Nueva Caledonia (Benet^ Lang y Noc). — Costa oriental del continente australiano (Benet, Heffinger, Lesson, Thomson, Turner, Vinson, Bancroft). Bl BL lOGRAFIA AiiGUiER. — Un cas de chylurie endémiqae puré, d'emblée, sans hématiirie (Filariose) observé á Tabiti. 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Filaría kilímarae (Kolb, 1898). Filaría loa. — Este pará&ito es común en muchas regiones de África, sobre todo en la costa occidental (Gambia, Sierra Leone, Guinea, Niger^ Congo) (muy probablemente en la co- lonia española del Muni-Benito, y en la isla de Fernando Poo. En mi viaje á Canarias (Julio 1905) no he tenido noticia de observación ninguna de casos locales ó importados). Los ma- chos adultos miden de 25 á 30 milímetros: las hembras de 30 á 40 de largo: no pasan de medio milímetro de diámetro trans- versal los primeros, y de un milímetro las segundas (v. fig. 52). Una buena descripción de los individuos adultos ha dado Looss (1904): reproduzco en parte los detalles de organiza- ción de esta especie (v. figs. 52-54). Viven los adultos en el tejido conjuntivo, en general super- ficialmente: con gran frecuencia aparecen en el borde de la 488 - conjuntiva ocular, y allí pueden permanecer mucho tiempo (años). Se conocen con el nombre de Tumores de calabar (Cala- barswellings ^ Calabarbeulen Kameroon-geschwülste de Plehn), ciertas lesiones, tu- mefacciones cutáneas múlti- ples y localizadas, que Man- son atribuye á la presencia de F. loa en el conjuntivo. Los embriones de F. loa viértanse en los linfáticos y en la sangre: corresponden á los que Manson había llama- do, desde 1891, Filaría diurna (fig. 54); como los de F. Bancrofti, hállanse en el torrente circulatorio envuel- tos, encerrados en la membra- na (esuvies) que les impide con toda evidencia desarro- llarse en vida libre, sin la in- tervención de un huésped in- termediario. Sin embargo, desconoce- mos hasta la fecha cuál sea este huésped. Carácter típico de los em- briones que Manson llamó Fi- laria diurna es el de apare- cer en la sangre periférica del hombre á todas horas durante el día; lo cual los distingue de los embriones de Filaría Ba- ncrofti (que Manson llamó F. nocturna) más aún que los ca- racteres morfológicos. Esto hace pensar que el huésped intermediario de la Filaría loa debe llegar en contacto del hombre y chupar su sangre du- Figura ñ^. — Filaría loa. A, macho adulto; B, hembra adulta (di- mensiones naturales); C, extremidad an- terior (cefálica) del macho (según Looss) (aum. 2o diám.); an. nerv., anillo nervio- so periesofágico; int., intestino; test., tes- tículo. - 489 rante el día, á diferencia de lo que pasa en el caso de la Fila- ría Bancrofti. Blanchard afirma (pág. 539 de su reciente Tratado) que en la región del Calabar, donde es endémico el parasitismo hu- úm ntji. Figura 53. — Extremidad anterior (cefálica^ áa Filaría lo Q (según Looss) (aum. 20 diámetros). an. «erv., anillo nervioso periesofágico," Es., esófago, £;fc.,aber- tiirade excreción (Excretionsporus): i«í., intestino; Ovar., ova- rio; t/ag'., vagina; vulv., vulva (abertura genital. (La depresión de la cutícula, que Looss indica como desembo- cadura de un aparato excretor (Excretionsporus, Exc), está en in- tima conexión con fibras procedentes del anillo nervioso perie- sofágico : trátase probablemente de un órgano de sentido). mano de Filaría loa (ya hemos indicado que debe estar rela- cionado con ciertas lesiones características de esas comarcas africanas), el hombre está expuesto á la continua molestia y á las picaduras de ciertos dípteros, que los colonos ingleses lla- man en conjunto Mangrove flies y los indígenas ukpom y uijo. - 490 Estos corresponden á ciertas especies de Tahanidae y de Mus- cidae, muy en particular al Chrysops dimidialus (van deWulp), y Glossina palpalis y longipalpis (Brumpt). Sin embargo, carecemos de datos seguros, de exactas ob- servaciones y de resultados experimentales sobre este extremol Sólo podemos añadir que Annette, Dutton y Eliott intenta- ron la infección artificial de Myxomyia (Anopheles) Bossii con los embriones de F. diurna (F. loa) y con resultado nega- tivo. 2. Filaría perstans. — Este parásito se encuentra con mucha frecuencia en el África occidental y central (Congo, Nige- ria, Lagos, Nyassa, etc.), así como en los negros de la América central (Guiana in- glesa). La forma adulta, descubierta por Daniels en individuos de Demerara, es cilindrica, de 70 á 80 milímetros de lar- go, con apéndice caudal terminada en dos puntas triangulares. Vive en el tejido conjuntivo y en los vasos. Los embriones corresponden en parte, sin duda ninguna^ á los que Manson describió con el nom- Figura 34. - Aspecto de bre de Filaría Oxxardi. Sin embargo. los embriones hemáticos de Filaría loa {Filaría puedc admitirse quc la forma embriona- diurna) {en \a sangre pe- . . ,. , r> •» r riférica del hombre) (au- Tía indicada por P. Mauson con este nom- mento de i.ooo diám.). . bre (Filaría Oxxardi), no es única, no constituye una sola especie; muy probablemente pertenece, en parte, á los adultos de la especie F. perstans, en parte á los de F. Demarquayi. Looss, mantiene, en su reciente monogra- fía (pág. 169 del Mense, V. !.)> la incierta especie F. Oxxardi. Blanchard, al contrario, considera esta especie como artificial, comprendiéndola en las dos antes indicadas: F. perstans, por un lado, F. Demarquayi , por otro. Los embriones de F. perstans se encuentran desnudos, sin membrana, en la sangre. Sun pequeños, no llegan á la mitad de los de F. BaJicrofti y F. diurna (F. loa). — 491 — lia hipótesis de P. Manson, fundada en observaciones epi- demiológicas y de distribución geográfica correspondiente, que admitía una relación estrecha entre el parasitismo de F. pers- tans y la enfermedad del sueño (negro-lethargy , sleeping-sik- ness), no puede tomarse en consideración hoy día, después de los descubrimientos recientes acerca del papel patógeno de los Tripanosomas. Por lo que se refiere á la transmisión de F. perstans y su evolución en algún huésped intermediario, nada concreto y de- finitivo puede afirmarse. Hodges, en Uganda, y Low, en Guiana, han observado, al parecer, un principio de desarrollo de los embriones en Panoplites africanus (Mansonia africa- na) el primero, en Tae?iiory?ichi¿s fnscopennatus el segundo. En cambio, el mismo Hodges experimentó, con resultado completamente negativo, con Myxomyia (Anoplieles) fu- nesta, Anopheles costalis ( Pyretophorus cj, Stegomyia ca- lopus (fasciata), etc., y Low con las mismas especies y ade- más ccn Culex, Stethomyia, Yanthinosoma , Melanoconioriy etcétera. Más recientemente Christy ha publicado una serie de obser- vaciones que tienden á demostrar que la transmisión de F. pers- tans efectúase por medio de los ácaros (especie de garrapa- tas), del género Ornithodorus (O. moiihata). Por otra parte. Bastían sostiene que F. perstans no debe considerarse más que como una forma del gen. Tylenchiis , pa- rásito común de trigos y demás gramináceas y plantas cultiva- das en los trópicos. Lo que haya de verdad en esta afirmación y cómo pueda averiguarse el paso de los embriones maduros al hombre, queda por aclarar, y merece, desde luego, las más detenidas investigaciones. 3. Filaria Demarquayi. — Manson encontrólos embriones que llamó con este nombre, en la sangre de algunos enfermos de San Vicente (Indias occidentales), siendo luego confirma- dos los caracteres específicos de estas microfilarias por las observaciones de Galgey, Low, George Gray, etc., en Santa Lucía, Dominica y Trinidad (Antillas). Trátase de embriones muy parecidos á los de F. perstans, y por tanto, mucho más Eev. Acad. Ciencias.— Iir.— Noviembre, 1905. 33 - 492 — . pequeños que los de F. Bancroftl y F. loa (diurna) , y des- nudos (sin esuvies). Galgey encontró luego la forma adulta (hembra) de la F. de- tnarqíiayi en un enfermo de Santa Lucía. Nada cierto sabemos respecto de la transmisión de este pa- rásito. Vincent y Low, en la Trinidad, han experimentado con los mosquitos del gen. Stegomyia: los resultados fueron dudo- sos : las larvas llegaron á penetrar en los músculos torácicos, pero no se desarrollaron ulteriormente y al cabo de unos cuan- tos días empezaron á manifestar fenómenos de degenera- ción. Filaría MagalJ/aesi. — En 1887, el Dr. Magalhaes, de Río de Janeiro, describió las formas adultas de una especie de Fi- larla encontrada en el ventrículo izquierdo del corazón de un niño en dicha ciudad, muerto por enfermedad desconocida, ó cuyo diagnóstico no se había hecho durante la vida. Tampoco ee había hecho el examen de la sangre. Observaciones poste- riores confirmaron, al parecer^ las diferencias específicas en- tre F. Bañero f ti y F. Magalhdesi , siendo ésta de dimensiones más reducidas (155 milím. la hembra, 82-83 el macho), y con cuatro pares de papilas pre-anales, y cuatro post- anales en el macho. Los embriones, poco conocidos, miden de 350 á 400 ¡Ji. por 8 ]}.. Dice Manson (p. 604, Trop. dis.): «Nothing ist known of its life-history, ñor of the associated pathology». Nada cono- cemos acerca de la evolución de este parásito, ni de las lesio- nes que determina en el organismo humano. Filaria gigas. — Trátase de una forma de embriones de Fi- laría, encontrada por el Dr. Prout en la sangre de un enfermo de Sierra Leone. Desconocida la forma adulta, y dudosos los caracteres específicos, estamos muy lejos de conocer el origen, difusión y evolución de esta forma de Filaria. Los embriones descritos por Prout son desnudos, sin membrana. Filaria Powelli. — En este cííSO, como en el precedente, des- conócense los adultos. El nombre específico ha sido dado por Penel á una forma de embriones, pequeños (130 jx. X 5 [)..), cilindricos, uniformes (sin cola puntiaguda), con vaina ó mem- - 493 - brana (esuvies), encontrada por Powell en Bombay, en la sangre de un indio. Filaría volvulus. — Leuckart, primero (1893 ), luego Laba- die-Lagrave, Deguy, Prout, describieron ejemplares de Fila- rías adultas encontradas en ciertos tumores cutáneos en negros de la Costa de Oro, de Sierra Leone y del Dahomey (África occidental). Embriones de 250 ¡x. X 5-6 [jl., sin membrana. Evolución y transmisión desconocidas. Filaria kilimarae. — Las noticias que Kolb proporciona acer- ca de esta especie^ que dice haber encontrado como parásito en los negros de la costa occidental de África (British-ost- Afrika), son insuficientes. Nada conocemos acerca de su trans- misión y difusión. Resulta de cuanto se ha dicho en los párrafos anteriores, que nuestros conocimientos concretos, seguros, sobre el ciclo evolutivo de las Filarías del hombre limítanse á los que hemos estudiado en el capítulo precedente: esto es, á la transmisión de Filaria Bancrófti. Es probable que en el caso de los em- briones de Filaria loa, deba intervenir para su desarrollo y transmisión un huésped intermediario del orden de los Dípte- ros, aunque pueda dudarse de ello. Nada cierto sabemos sobre la evolución de las demás formas de I ilaridae que hallan en el organismo humano el huésped definitivo. 4. Filarías liemáticas de los animales domésticos. Entre las Filarlas de los animales domésticos, la especie más interesante por su difusión, sus caracteres morfológicos y bio- lógicos, lo parecido de su transmisión con la de Filaria Barí' crofti del hombre es la Filaria immilis del perro (v. cap. III). En el perro encuéntranse á veces embriones que difieren de los característicos de la Filaria immitis, aunque las diferen- cias son mínimas. Trátase de los embriones de Filaria recón- dita (Grassi); los adultos de esta especie hállanse en el tejido adiposo que rodea á los órganos parenquimatosos, ó bien en el tejido conjuntivo. La Filaria reco7idita se desarrolla en las Pulgas {Ptilex serraiiceps de los perros). — 494 — En los animales domésticos se han observado y descrito las especies siguientes, que puedan interesarnos: Filaría irritans (Rivolta, 1884, Raillet, 1885), en as- nos y caballos _, en ciertas llagas y ulceraciones que manifiéstanse durante el verano (Bouley, 1850, Lau- lanié, Perroncito). Filaría eransi (Lewis, 1882, observada recientemente por E. y E. Sergent en Algeria), en los camellos; embriones en gran número en la sangre, adultos en los grandes vasos, corazón y pulmón. Filaría polpebralis' {Wilson 1844; probablemente sinóni- mo de Filaría lacrymalis, Gurlt, 1831; F. bovis, Rai- llet, 1858), en la conjuntiva, debajo de los párpados y en los conductos lacrimales de bueyes y caballos, los gusanos adultos (determinan oftalmía vermino- sa). ¿Embriones libres? Filaría inermis (Grassi, 1887, F. conjuctivae), especie dudosa; asnos y caballos [¿hombre?]. Filaría Jiemorrágica (Raillet, 1885; ó F. multipapiUosa, Condamine y Drouilly 1878) (Filarla de los botones hemorrágicos de los caballos húngaros, Drouilly, Trasbort, etc.). Filaría equina (Blanchard, 1892; ó Filaría papillosa Rudolphi; F. equi, Gmelin; Gordíus equinus,A.h\\ág.) Caballos. Filaría labíato papillosa (Alessandrini, 1838; Sin. J^¿- laría cervina^ Dujard., 1845; F. terebra^ 1851). Bueyes. [Filaría Mansoni, Filaría cypseli de las aves no pueden interesarnos en este momento]. Es posible, según parecen indicar las observaciones de los hermanos Sergent en Argelia, que la Filaría evansi de los ca- mellos se desarrolle en un huésped intermediario del género Tabaniis. Sin embargo, no tenemos pruebas, hasta la fecha, para afirmar este nuevo papel de los Dípteros. - 495 - Por lo demás, sin detenernos aquí en discutir el valor espe- cífico de los caracteres que se han adoptado por algunos zoólo- gos y parasitólogos (Raillet, Perroncito) para fundar las espe- cies Filaría irritans, Filaría hemorráglca y otras, diremos tan sólo que su localización en el organismo del huésped ver- tebrado, las lesiones que producen, su distribución geográfica y difusión prevalente en ciertas regiones, la época del año en que de preferencia se observan, llevan al ánimo la persuasión de que especiales insectos, y precisamente los Dípteros Ne- matóceros del géa. Simulium, ejercen el papel de huéspedes intermediarios y transmisores de las larvas maduras. En efecto, la Filaría haemorragica de Raillet, Filaría mul- tipapillosa de Condamine y Drouilly , fué descrita por este úl- timo en lesiones cutáneas, nodulos ó «botones», edematosos y á veces hemorrágicos y ulcerados, desarrollados en caballos de la guarnición de París; todos parecían contener un gusano adulto. Ulteriores investigaciones comprobaron que esta Fila- ría hállase con bastante frecuencia en parecidas lesiones de caballos y asnos (Raillet, Moussu, Perroncito). Ni los gusa- nos adultos ni los embriones, pueden vivir fuera del organismo del huésped en condiciones artificiales. Las observaciones de Raillet, demuestran, en este sentido, la necesidad absoluta de admitir la existencia de un huésped intermediario en el des- arrollo y transmisión de esta Filaria. Yo añadiré que en mi con- cepto debe acercarse á esta especie la descrita por el mismo Raillet y antes por Rivolta con el nombre de Filaría irrítans, propia de la dermitis granulosa , y de ciertas ulceraciones de verano en los asnos y caballos. El género Simuiium merece ser estudiado con todo deteni- miento bajo el aspecto parasitológico , pues la molestia que ocasiona en ciertas regiones y temporadas al ganado caballar y bovino y los daños de que ya lia sido inculpado, dejan lugar á graves dudas acerca de su papel patógeno. En 1863^ Tisseran indicaba especialmente los pequeños Nematóceros del gen. Simulium como causa de una epizootia dominante en el distrito de Condrieux, y que ya había produ- cido en los meses de verano y otoño graves daños en los ca- — 49G — ballos, bueyes y asnos. En 1892, Boyadjief insistía en decla- rar que varias especies hematófagas, entre ellas principalmen- te las del gen. Simulium ( Simulium columhatxense Schiner), debían considerarse como peligrosísimas, en determinadas cir- cunstancias, por sus picaduras, para el ganado; y juzgaba que en el distrito de Viddino (Bulgaria), se habían perdido á con- secuencia de ellas 534 bueyes y 52 caballos, en breve tiempo. En toda Europa.fientral son frecuentísimos los dípteros del gen. Simulium. Coquillett ha descrito recientemente ocho es- pecies propias de la América del Norte: entre ellos importan- tes por su frecuencia, difusión y efectos de la picadura, no sólo en los animales, sino en el hombre: Simulium venustum y S. invenustum. Abundan en ciertas regiones de España las especies Simu- lium ornatum Mg. (en Algeciras, según Strobl); Sim. reptans L., Schiner, etc. (Elche, Medinaceli, Molina de Aragón, etc.); Sim. fiiscipes Fbr.^ Zetterst. (Madrid.) Por lo que se refiere á las Filarias palpebralis y lacryma- lis (probablemente trátase de la misma especie) puede pen- sarse también en su transmisión por la típica Chrysops caecu- iiens, comunísima en toda Europa, muy frecuente en España, y que pica con infinita molestia y no indiferente daño al ga- nado caballar y bovino en correspondencia de los ojos, llegan- do á producir la ceguera. Mas la única especie de que hasta hoy conocemos en modo seguro el ciclo evolutivo y el mecanismo de transmisión, es la Filaria labiato papillosa del buey. 5. La Filaria labiato -papilosa del buey vive, en estado adulto, en el tejido conjuntivo de distintas partes del organis- mo del buey. La hembra, vivípara, produce gran número de embriones que son ejemplo típico del modo como las formas embrionarias encerradas en la membrana ó esuvies, considerada por algunos como un quiste protector secundario, vienen des- arrollándose y desenvolviéndose en el interior del chorion del huevo, que los acompaña en su vida hemática. En efecto, los embriones de F. labiato-papilosa son cubiertos de membrana como los de F. Bañero fii. En el útero de las hembras se ven - 497 — formas de desarrollo sucesivo, y dilacerando 6 disecando una de ellas (las hembras son gusanos de 10-12 centímetros), sa- len los embriones, todos ellos envueltos en la membrana del huevo, algunos aun en su disposición arrollada, encerrados y comprimidos en el involucro del chorion; otros, ya más adelan- tados , y que ocupan la porción anterior ó terminal del útero y Figura 55. — Evolución del embrión de Filaría labiato-papillosa en el cliorion ("embriones intrauterinas). A, huevo maduro; B -C, distensión progresiva de la membrana por parte del embrión; D, embrión, tal como aparece en el útero ma- terno y en la vagina, en el momento de ser vertido en la sangre del vertebrado. desembocan en la vagina, extendidos y dotados de movimien- tos, pero siempre con la vaina que los reviste. (La figura 55 re- produce las fases sucesivas de este proceso, observado direc- tamente). En la sangre de los bueyes que hospedan la Filaría labiato- papillosa se encuentran los embriones circulantes (miden de 180 á 220 [i.. ), pero nunca en número tan extraordinario como sucede, por ejemplo, con los de la Filaría inimitis en la san- gre del perro. Muchas veces se hace preciso un examen déte- — 498 - nido y repetido para lograr encontrar embriones de Filaría labiato - papulosa . Sin embargo, éstos son suficientes para asegurar, con la in- tervención del huésped intermediario, la continuidad de la especie. El huésped intermediario está representado por la especie Stomoxys calcitrans (en la campiña de Roma), muy probable- mente por varias especies del género Stomoxys, en distintas regiones. El género Stomoxys pertenece á la familia Muscidae calyp- ierae, en el sub- orden Brachycera de los Dípteros. En extre- mo parecidos á las moscas comunes (Musca domestica, etc.), Figura 36. — Ala de Stomoxys calcitrans. poseen, sin embargo, los Stomoxys una trompa penetrante, aguda y sólida. Frecuentísimos en toda Europa, se encuentran con abundancia también en España [St. calcitrans, en Alge- ciras y Andalucía (Strobl), Cáceres (Pittaluga)]; persiguen los ganados bovino y caballar, pero con el carácter de no alejarse demasiado de los establos, de las cuadras, y, en general, de los sitios donde estén encerradas las reses; raras veces se encuen- tran en el campo abierto. Distingüese en sus costumbres de la Haematobia, porque ésta acompaña constantemente al buey, de Cuya sangre se alimenta; llega á ser inseparable de su víctima. Si ésta se mueve con cierta vivacidad, las Haematohias se ale- jan por momento, levántanse en rápido vuelo á poca distancia y siguen así al buey ó al caballo, al rebaño entero ó yeguada, si juntas se encuentran muchas cabezas de ganado. En los largos viajes de rebaños, se observan muy á menudo en cantidad enorme, formando espeso enjambre, perseguir así al ganado de un sitio á otro, para fijarse en seguida, en cuanto se pare, sobre — 499 - él, alimentarse y esperar, allí mismo, la hora del nuevo pasto. Al contrario , la Stomoxys abandona á su víctima después de haber chupado la sangre y busca en las paredes, en los arbus- tos, en los objetos alrededor, un sitio conveniente para llevar á cabo la digestión. Estos datos pueden ser de utilidad para quien quiera hacer investigaciones sobre la transmisión de la Filaría lahiato-pa- pillosa por las Stomoxys en España. Los embriones de la Filaría labiato-papíllosa, que Stomo- xys calcítrans chupa y absorbe con la sangre al picar al buey infectado, líbranse de la membrana que los encierra (ecdisis), penetran á través de la pared del intestino y cumplen su des- arrollo larval entre los músculos de la cabeza del insecto. Las «larvas maduras», después de varios días (necesitan lo menos ocho á doce días, probablemente más, en condiciones menos favorables de temperatura, etc.), salen de las fibras muscula- res y se introducen en la cavidad general y en el lahium; con un mecanismo muy parecido al que se averigua en el caso de las Filarlas ímmítís y Bancroftí en los mosquitos, efectúase en el momento oportuno, al picar el huésped intermediario á otro buey, la migración definitiva de dichas larvas maduras. Estas , que ya en su fase terminal, en su último período de des- arrollo morfológico en el huésped intermediario, se encuentran bastante diferenciadas en su estructura, y presentan caracteres bastante claros, de la especie en su forma adulta, llevarán á cabo su definitiva transformación en el nuevo huésped verte- brado, el buey. Conviene advertir que, de conformidad y en corresponden- cia con lo que se ha dicho acerca de la escasez de embriones en la sangre periférica de los bueyes que hospedan la Filaría labiato-papillosa , las Stomoxys que se infectan no encierran nunca en su organismo un número muy considerable de larvas: al contrario de lo que sucede, según se ha visto, en los casos de Filaría ímmítís y Filaría Bancroftí. Y la misma propor- ción de Stomoxis infectadas quédase por lo general muy baja. En un establo donde haya un buey filarioso, no se encuen- tra más que el 3 ó el 4, muy difícilmente el 5 por 100 de las — 500 — Stomoxys que se examinan, con alguna larva en desarrollo. En efecto, la difusión de la Filaria lahiato - papulosa , aun- que con carácter endémico se haya establecido en alguna co- marca, no suele ser muy acentuada, ni muy considerable. Las reinfecciones son relativamente escasas. Una Filaria Stomoxeos, descrita por Linstow en 1875 (com- pendium der Helmintologie y TrocheVs Archiv ^ 1875), debe considerarse hoy día como correspondiente á las larvas de Fi- laria labiato-papillosa , que se desarrollan en Stomoxys calci- irans (según las investigaciones de Noé ). 6. Posibilidad de la transmisión de otros Nematodes , de Cesto - des y Trematodes por los < Dípteros » . No se conocen otros casos, fuera de los expuestos en estos capítulos, de intervención de los Dípteros en la transmisión de gusanos parásitos del hombre ó de los animales domésticos. Sin embargo, de algunos Cestodes, y de muchos Trematodes y Nematodes, parásitos del hombre ó de los animales domésti- cos, nada sabemos acerca del modo como penetran en el orga- nismo del huésped vertebrado. ¿Pueden ejercer los Dípteros algún papel en su transmisión? Por lo que se refiere á los Cestodes, la hipótesis es poco probable, quizás desde luego inadmisible; cuanto se conoce de la evolución de estos seres y por otra parte del habitat, cos- tumbres y relaciones de los Dípteros con el hombre y los ani- males domésticos, excluye a priori esta transmisión. En lo tocante á los Trematodes nada cierto puede afirmarse- En los casos del Paragonymus ivestermatii ( ó Distoma pul- monale), que ocasiona una forma de hemoptisis endémica en Japón, esporádica en Filipinas; del Opisthorchis sinensis, del Opisthorchis conjunctum (Distoma conjunctum, etc.), de la misma Bilharxia (Schistosomum hematobium), de los géneros Fasciolopsis , Heterophyes ( Mesogónimus) y Amyhistomum (ó Gasirodiscus) , etc., poco ó nada sabemos acerca de la suerte del Miracidium , desde que éste sale del huevo en el organismo del huésped vertebrado (hombre ó animales domésticos), for- - 501 - mación de redias y cercarías, y transmisión definitiva. Sin embargo, la determinación del ciclo evolutivo de la Fasciola hepática (Leuckart) hace pensar que algo semejante ocurra en estas especies y géneros afines. La intervención de los Díp- teros hematófagos parece descartada en semejantes casos. A pesar de eso, no podemos olvidar que un Trematode en- quistado encuéotrase con alguna frecuencia en el organismo del Anopheles claviger y muy probablemente de otros Culíci- dos. Trátase de una forma de Distoma, aplastado, ovoideo, con una ventosa anterior grande, y ventosa posterior en co- rrespondencia de la mitad del cuerpo, en su cara ventral. Há- llase á veces libre (¿forma adulta?) en la cavidad general, en el abdomen; más generalmente se encuentra enquistado, sien- do los quistes de las dimensiones medias de 150 \). á 250 ^i y en número de 4 á 10 por cada huésped (Anopheles). Duran- te la primavera, es muy raro encontrar mosquitos que hospe- den á semejante parásito (observaciones del Dr. Martirano); durante el verano y el otoño llega á encontrarse en el 40 por 100 de los mosquitos que se examinan. Es de toda evidencia, que el insecto perfecto (Anopheles) debe llevar ya las cercarías enquistadas en su organismo, des- de que sale del involucro de ninfa. Muy probablemente, las larvas son invadidas por una cercarla acuática libre ó bien por un miracidio que cumple en ellas toda su evolución. De todos modos, este ejemplo debe ponernos en sospecha y hacernos pensar que es posible el desarrollo de Trematodes en un huésped invertebrado del orden de los Dípteros (Culícidos). Por fin, entre los Nematodes, aparte el caso ampliamente tratado, de los Filar idae, se ha encontrado en la cavidad ge- neral de larvas y ninfas de los Culícidos una forma joven (¿es- tado larval, forma de desarrollo?) del género Mermis, gusano que se halla libre en su período adulto; aunque no esté deter- minada como especie la forma parasitaria encontrada en lar- vas y ninfas de Culícidos, debe ser próxima al Mermis ni- grescens. Larvas y ninfas que hospedan este parásito, mueren casi todas (probablemente todas en absoluto, dejando libre al nematode ya llegado á su madurez). Cabe, sin embargo, la pre- — 502 — guata de si en otros casos parecidos, las formas larvales de al- gún Nematode puedan penetrar en larvas y ninfas de Dípte- ros hematófagos (larvas y ninfas acuáticas 6 terrícolas), y per- manecer en el insecto perfecto, para llegar así al huésped de- finitivo (vertebrado) , por medio de la picadura. Nada sabemos acerca del modo de transmisión de Scleros- toma equinum (Sclerostoma armatum^ 6 Strongylus eqai- ñus) frecuente en asnos y caballos. Los estudios de BoUin- ger sobre el desarrollo de las formas larvales de este parási- to en los vasos (arterias) donde determinan lesiones importan- tes (aneurismas) , no pueden considerarse como definitivos, porque falta la prueba absoluta de que los rhabditos nacidos de los huevos, y libres en el agua ó en la tierra húmeda, pe- netren directamente en el tubo digestivo y luego atraviesen los tejidos para llegar á los vasos. Cabe pensar que dichas formas de desarrollo (rhabditos) puedan penetrar en el organismo larval de Dípteros hematófagos y luego, llegados éstos al es- tado de insectos perfectos, ser transmitidos por la picadura en los tejidos y en el sistema circulatorio del huésped vertebrado (caballos, asnos). El ejemplo de este caso sirve igualmente para muchos otros, pues de varias especies de Nematodes parásitos desconocemos por completo la vía de penetración en el organismo humano y de los animales domésticos. bibliografía Bastían (H. C). — Note on the probable mode of infection in the so-called Filaría perstans , and on the probability that this organism really belongs to the genus Tylenchus. (Lancet, 30 Enero 1904, pág. 286.) Ídem.— The anatomical characters of the so-called Filaría pers- tans and on the mode of infection thereby. (Lancet, 5 Mar- zo 1904.) Bachelor (H. M.).— Filaría loa and Pulex penetrans. (BuUet. New York patholog. 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José E,amón Luarco, por José Eodríguez Moit- relo B63 XV.— Ensayo de óptica geométrica, por Vicente Floren Acero 3S0 XVI. — Estudios acerca de los Dípteros y de los parásitos que transraiten al hombre y á los animales do- mésticos (continuación), por Gustavo Pittaluga. . 402 La subscripción á esta Revista se hace per tomos completos, de 500 á 600 páginas, al precio de 6 pesetas en España y 6 francos en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val- verde, núm. 26, Madrid, Precio de este cuaderno, 2,25 pesetas. REVISTA DE LA KEAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DB MADRID (Diciembre de 1Q05.) "^MADRID IMPRENTA DE LA "GACETA LE MADRID,. CAIOiK DB P0NTBJ08, KÓM. 8. 1©06 **. ADVERTENCIA Los originales para la Revista de la Academia se han de entregar completos, en la Secretaría de la Corporación, antes del día 20 de cada mes, pues de otro modo quedará su publicación para el mes siguiente. JÜL 11 130« - 505 - X Vil— Estudios íicerea de los Dípteros y de los pa- rásitos que transmiten al hombre y á los animales domésticos. Por el Dr. Gustavo Pittaluga.- (Continuación). CAPÍTULO VIII Observaciones sobre los esporozoos transmitidos por los dípteros, muy en particular sobre los parásitos del paludismo humano. Tres especies — hasta hoy conocidas — de esporozoos pa- rásitos de la sangre, determinan en el hombre las diferentes formas de fiebres intermitentes y las distintas manifestaciones clínicas del Paludismo (Malaria; SezOes, Sezonismo, en Por- tugal; Agüe en Inglaterra). Las tres especies se transmiten, al parecer, exclusivamente por medio de mosquitos (Culícidos) en cuyo organismo tiene lugar la fase esporogónica (reproducción sexuada) de su des- arrollo. Protozoarios muy parecidos, cuya situación y distribución sistemática dentro de la clase «Sporozoa» no está aún fijada de una manera definitiva ni aceptada con unánime acuerdo, se encuentran como parásitos de otros mamíferos y vertebrados, y muy en particular de las aves. Su estudio facilita en gran parte la interpretación del ciclo evolutivo de los parásitos pro- ductores de las fiebres palúdicas en el hombre. 1. Tres períodos podemos distinguir en la historia de las investigaciones sobre parasitología de la infección palúdica, desde el descubrimiento ó hallazgo de La verán (1880) hasta nuestros días. El primero y segundo período abarcan en conjunto los diez y ocho años que van desde 1881 á 1899. Un estudio crítico acabado de lo que durante este tiempo vino conociéndose y averiguándose respecto de la morfología, taxinomia y biología Eev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre, 1905. 34 — 506 — del parásito, así como también una exposición completa de los datos experimentales y epidemiológicos acerca del conta- gio y transmisión del paludismo, encuéntranse en las dos co- municaciones del Dr. Rodríguez Méndez al Congreso de Hi- giene de Madrid (1898): «Las enfermedades protozoarias desde el punto de vista higiénico» y «Sobre el contagio del paludismo» (publicadas en la Oac. méd, caial., 1898-99) (1). El primer período (18811891) fué de incertidumbres, du- das y pesquisas mal seguras sobre los caracteres zoológicos y biológicos de los parásitos hallados por Laveran, y sobre las relaciones existentes entre las formas endoglobulares y hemá- ticas en general, y las manifestaciones clínicas del paludismo. Los nombres de Oscülaria malariae (Laveran, 1883), Plas- modium (Laveran, 1885; Marchiafava y Celli, 1885), Hae- matophijUum (Metschnikoff , 1887), Haematomonas (Os- lar, 1887), en el sentido en que entonces los aplicaron estos autores, quedan como recueidos históricos, así como los de Cytoxoon , Polymitus , Laveratiia (Danilewsky, 1891) y Haemamaeba (Grassi y Feletti, 1890). Durante el segundo período (1891-1899), estableciéronse las relaciones que interceden entre las formas hemáticas y las manifestaciones (períodos, accesos é intermitencias) de las fiebres palúdicas, quedando al mismo tiempo aclarados los ca- racteres zoológicos y biológicos distintivos de las formas fun- damentales de parásitos, y los del grupo á que pertenecen en la escala zoológica y en el sistema taxonómico. Golgi debe (1) El Dr. Rodríguez Méndez ha publicado durante estos úl- timos años en la Gaceta méd. cat. el resumen de los trabajos más importantes que han venido á luz en Italia, Alemania é Inglate- rra. Muy particularmente debe elogiarse la publicación in exten- so de la Memoria de Lühe (Catedrático en Konigsberg) : «Ergeb- nisse der neuren Sporozoenforschung » (Zusammenfassende Dars- tellung mit besonderer Berücksichtigung d. Malariaparasiten und ihrer nachsten venvandten) — con 35 fig. en el texto (ver- sión castellana) ; — Memoria excelente, y digna, por todos los aspectos, de ser tenida en gran cuenta en el estudio parasitoló- gico del paludismo. — 507 - considerarse como el representante de este período de intensa y eficaz investigación. De sus trabajos, y de los de Marchia- fava y Celli, Canalis, Antolisei, Bignami y Bastianelli, Grassi y Feletti, confirmados y ampliados por Mannaberg, Kocb, Thayer, Hewetson, etc., ha surgido la doctrina de la plurali- dad de las especies parasitarias , en contradicción á la doctri- na unitaria, que Laveran ha persistido en sostener hasta hace muy poco tiempo. Hoy día, si puede haber discusión entre los zoólogos en lo que toca al modo de clasificar las especies de parásitos, no puede caber duda de ninguna clase sobre la diferencia de los tipos febriles y su correspondencia con distinta forma de agen- te patógeno. Esta afirmación, que mis personales observacio- nes, durante los últimos tres años, en España, me hacen acep- tar y sostener con la completa seguridad de que está fundada en los hechos , arranca desde los estudios de Golgi ; fué com- probada por los resultados experimentales obtenidos con la inoculación de sangre infectada en hombres sanos, llevada á cabo por Baccelli, Antolisei, Mattei, Grassi y Calandruccio, Mannaberg, Bastianelli y Bignami, etc. (véase el adjunto es- tado, págs. 508 y 509), y es para nosotros fundamento im- portantísimo de toda investigación acerca del ciclo evolutivo de los parásitos en el huésped invertebrado. Mannaberg , á quien debemos uno de los mejores trabajos sobre el paludismo, merece ser aquí recordado por haber sos- tenido, con el mayor acierto, la exactitud de los conceptos expuestos por los hematólogos italianos , y haber comprobado con detenidas investigaciones clínicas y epidemiológicas la pluralidad de las especies. Mannaberg, es verdad, no interpretó debidamente la signi- ficación de las formas semilunares, que llamó syncita (sinci- cios), esto es «elementos celulares reunidos ó conjuntos», cre- yendo haber visto ciertas formas plurinucleadas, que realmen- te se encuentran en la sangre de los palúdicos con antigua in- fección estío-otoñal ó tropical. Semejante interpretación le lle- vó á la distinción de excesivo número de formas parasitarias específicas. EXPERIMENTOS DE INOCULACIÓN DE SANGRE DE PALÜli CORRESPONDIENTES Á DETERMINAdI Nímiero. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 IG 17 18 19 20 21 22 23 24 25 NOMBRE DEL AUTOR Gerhardt (Berlín) Giialdi y Antolisei (Roma) Gualdi y Antolisei Baccelli (Roma; D. Mattei (Catania) Grassi y Calandruccio . . . . D. Mattei Antolisei y Angelini Antolisei y Angelini Bein y Sakharoff Bein y Sakharoff Bein y Sakharoff Bein y Sakharoff Baccelli Mannaberg Bastianelli y Bignami . . . . Bastianelli 3' Bignami . . . . Bastianelli y Bignami . . . . Bastianelli y Bignami . . . . Bignami Bignami D. Mattei Agrámente Caccini (Roma) Caccini (Roma) [lia. 1888 1889 1889 1890 1891 1891 1892 1894 1894 1892 1892 1892 1892 1892 1892 1895 1895 1895 1895 1895 1895 1895 1901 19(2 1902 TIPO DE FIEBRE Y ESPECIE DE PARASITOfl QUE contenía la SANGRE INYECTADA ( Terciana (Falta examen de la sangre) . Cuartana (Formas esquizogón.) Cuartana (id. id.) Cuartana (id. id.) J Cuartana (Formas endoglobul.) Cuartana (id.) ,' Cuartana (id.) ,| Terciana (Parásitos endoglobul. jój venes) ídem id. id Terciana (Parásitos endoglob.). ídem id. id. ídem id. id. ídem id. id. Terciana (Formas de reproducción esquL zogón.) 1" Terciana (Sedimenc. glob. Centrifug.- Inyec. subcut.) Parásitos de la fiebre tropical ídem id. id ídem id. id ídem id. id ídem id. id , ídem id. id ídem id. id ídem id. id ídem id . id ídem id. id ■i) I eos PARA LA REPRODUCCIÓN DE LOS TIPOS FEBRILES FORMA DE PARÁSITOS DE LA SANGRE CANTIDAD DE SANGRE INYECTADA MÉTODO y OTRAS OBSERVACIONES Vj cm. cúb. (subcut.?) . . . 2'cm. cúb. — I Parásitos abuud.) (invecc. endo- venosa) ídem.— (endovenosa). . . . 4 cm. cúb. (endovenosa). /o cm. cúb. (subcutánea) 1 cm. cúb. (subcután.) . . 2 cm. cúb. (subcut.) Inyección endovenosa: cantidad indetermi nada Vs cm. cúb. endovenosa . 2cm. cúb. (sangre extraí- da por sanguijuelas) . . 2 cm. cúb. (id. id.). ídem id. (id. id), ídem id. (id. id.), 3 cm, cúb. endovenosa. 0,2 cm. cúb 2 cm. cúb subcut. 5 cm. cúb V. cent. cúb. subcut. una gota (subcut.) ídem id. id ídem id. id. 2cm. cúb.. ídem. id. . . 1 cm. cúb.. 2 cm. cúb. . Días Je infubatiOii 15 12 12 18 18 11 11 11 12 12 9 9 21 2 2 5 4 6 10 14 11 ? TIPO DE FIEBRE fllE SE PRODUJO y espooic o forma de parásitos que se encontraren en la sangre. Terciana CBSERVACIONES Cuartana. — V&xk?,itos ti- pióos cuartán [Plasmodiummalariae] ídem id. id ídem. ídem id. id ídem. ídem id. id ídem. ídem id. id ¡ídem. ídem id. id Ildem. Terciana doble. — Pará- sitos Fiebre irregular, luego Terciana típica Fiebre ligera, breve. Pa- rásitos en la sangre. . . Terciana doble (Pará- sitos) Ídem (id) Terciana, luego Terciana doble Terciana ídem Fiebre irregular (Parási- tos tropic.) ídem id. id. id Terciana estío otoñal (Tropical) Fiebre irregular Terciana tropical (perni- ciosa) ídem id. id ídem id. id Cuotidiana ídem ídem [Pl.vivax] abundantes [Pl. vivax.\ [Pl. vivax.] ídem, ídem. ídem. ídem. ídem. Laverania malariae. ídem. ídem, ídem. ídem, ídem, ídem, ídem, ídem, ídem. - 510 - Teniendo en cuenta los resultados concretos de todo este pe- ríodo, puede decirse de todos modos que ya quedaba estable- cida la distinción entre: 1. Una forma de parásito productor de las fiebres cuarta- nas (cuya multiplicación asexuada, directa, esquizogó- nica averiguase en la sangre [sangre de los órganos in- ternos] cada 72 horas): Aniaeha febris quartanae 6 Plasmodiiim malariae quartanum (Golgi, 1890-91) ó Haemamaeha jnalariae varietas quartanae (Labbé^ 1894). 2. Una forma de parásito productor de las fiebres tercia- nas sencillas (tercianas primaverales de los autores italianos) (cuya multiplicación esquizogónica cüoiple- se en 48 horas) : Amaeha febris tertianae (Plasmodium malariae ieriianum) {Go\g\, 1891), ó Haemamaeba ?nalariae varietas tertianae (Lab- bé, 1894). 3. Una forma, con aspectos variables al examen sistemáti- co hematológico^ al parecer muy complicada, de in- terpretación difícil, y que parecía producir las fiebres graves, malignas (tercianas estío-otoñales de los au- tores italianos), perniciosas y tropicales, las biduas de G. Baccelíi (tropen-fiebers de Koch). Entretanto adelantaban también los estudios citológicos, las investigacianes sobre la íntima estructura celular del parásito Vióse que éste poseía constantemente un núcleo y un nucléolo que luego resultó constituido de granulaciones cromáticas puestas de relieve en todas las distintas fases morfológicas por Mannaberg primero, por los modernos métodos de Roma nowsky, de Ziemann, de Ruge, de Koch, de Zettnow, de Nocht de Giemsa, en estos últimos años. El último período empieza con el año 1899. En 1899 apa — 511 — recio la monografía de Labbé « Sporozoa» en el Tierreich di- rigido por Bütschli; y precisamente apareció cuando ya habían sido publicadas las primeras noticias de los resultados experi- mentales obtenidos por Ross, Grassi, Bignami y Bastianelli, con la transmisión de los parásitos del paludismo por los mos- quitos del género Aiiopheles y coa el estudio de su desarrollo en el organismo del huésped invertebrado. Labbé no pudo apro- vechar estos datos, y su clasificación careció de interés y cayó en el olvido al poco tiempo de haberse publicado: constituyó una tentativa de revisión de la clase « Sporozoa » , que mere- ce, de todas suertes, ser considerada como la que representa exactamente y con gran copia de datos el estado de los cono- cimientos zoológicos acerca de semejantes protozoarios pará- sitos, en el último ó en los últimos años del siglo xix (1). Desde aquella fecha , al propio tiempo que se aclaraban los caracteres biológicos de los Esporozoos de la sangre (Hae- mosporidia), complicábase siempre más la nomenclatura, y sobre todo resultaba cada día menos fácil y sencilla la clasifi- cación de géneros y especies, tanto de los Hematozoarios hu- manos, como de los que viven en las aves y en otros animales vertebrados. 2. En la actualidad podemos aceptar la siguiente división de la clase «Sporozoa»: Classis: SPOROZOA. I Tribus: Telesporidia (Schaudinn). (Sinón. Cytosporidia Labbé.) I Orden: Gregarinas. (G?'egan?i¿da.) (Formas parasitarias en intestino ó cavidad gene- ral (celoma) de muchísimos Invertebrados, sobre (1) Una nota de Labbé en el Tierreich advierte que el Manus- crito de su Monografía estaba acabado y había sido entregado ya en el año 1897 , Noviembre. - 512 - todo de Artrópodos , raramente de Moluscos: al pa- recer, nunca de Vertebrados.) (Las gregarinas tienen desarrollo endocelular du- rante un primer período de su vida: penetran con as- pecto de esporoxoito dentro de una célula del tejido del huésped, alcanzan allí su forma y estructura de gregarina adulta [con el cuerpo en parte fuera de la célula huésped], y luego viven libres en el intestino ó en la cavidad general.) a) Polijcijstina (<5 Cephalina). h) Monocystina (ó Acephalina). II Orden: Coccidiida. (Parásitos endocelulares en parte, sobre todo de los tejidos de animales Vertebrados: raramente de Invertebrados [ — hay que hacer muchas reservas so- bre este extremo — |. Las células epiteliales consti- tuyen el habitat más frecuente de los Coccidios^ á pesar de que se encuentran á veces quistes mesodér- micas, derivadas secundariamente de un desarrollo endoepitelial (intestino, hígado y glándulas del tubo digestivo en general; riñon; órganos genitales.) a) Polyplastina. h) Olygoplastina. III Orden: Haemosporidiida. (Sinón. Haemosporidia Danilewskyi, Haemocyto- zoa, Haemamaehida , etc.). (Comprende los Qym- nosporidia de Labbé, aunque separados en una fa- milia aparte.) 1.'"^ Familia: Cytosporidiidae. (Sinón. Haemosporidiidae strictiori sensu, Labbé, 1898. — Haemoyregarinidae, Kruse, 1890. — Hae- mosporea v. Vasilewskyi, aceptado por Blanchard, 1904-1905.) - 513 — (Parásitos endoglobulares en la sangre de Verte- brados de sangre fría (Batracios, Reptiles; algunos en los Peces); — con período de vida libre en el plas- ma— y con un período esporogónico ó de reproduc- ción sexuada en invertebrados (huéspedes interme- diarios según la definición de Koch ; huéspedes defi- nitivos según el concepto biológico.) La clasificación de estas formas resulta sumamente difícil en este momento. Es muy posible, según he- mos advertido en una publicación precedente (1 ), que muchas de ellas pasen por una fase de Tripano- soma, y deban, por tanto, considerarse como una sola especie ciertas formas endoglobulares hasta ahora incluidas en esta familia de Haemosporidios, y las formas tripanosómicas correspondientes, que como flagelados separábanse y sepáranse por com- pleto de aquéllas en la actual clasificación. Nos limitaremos á consignar aquí que en la fami- lia Cytosporidiidae se comprenden hoy día 3 gé- neros: 1 gen. Lankesterella (Drepanidiiim) (en Ranas). 2 géi. Caryolysus (en Reptiles), 3 gen. Haemogregarina (Peces y Batracios). Este género comprende, desde luego, formas dis- tintas, que habrá que separar, teniendo en cuenta sus relaciones con las formas de Tripanosomas que se encuentran en los mismos huéspedes vertebrados, y de su evolución esporogónica. [Cytamaeha, Dactylosoma, Haemapium, no pue- den aceptarse como géneros bien determinados.] 2.* Familia: Acystosporidae. (Sinón. Gymnospof'idiae Labhé, 1894:; Acystospo- (1) G. PiTTALUGA. — Sobre los caracteres morfológicos y la cía. sificación de los Tripanosomas.— ('i^ey. de la B. Acad. de Ciencias- Madrid, Abril de 1905). — 514 - ridia, von Vasilewsk^'i, 1896, Acystosporea Blan- chard, 1904.) (Formas endoglobulares en Vertebrados de sangre caliente; formas sexuadas en la sangre del huésped vertebrado, pero estériles mientras permanezcan en este medio ambiente; período de reproducción espo- rogdnica en el organismo de huéspedes invertebrados (Artrópodos). I.'* gen.: Plasmodium (con 2 especies: Pl. malariae. Pl. vivax). 2.° gen.: Laverania (esp.: Lav. ynalai'iae, y probablemente 2 variedades: Laverania malariae varietas mitis Laverania malariae » immits) [Estas tres especies, separadas por nosotros, de conformidad con los estudios de Grassi, Bignami, Bastianelli y Marchiafava, en dos géneros, son pa- rásitas del hombre, y constituyen los agentes patóge- nos de las fiebres palúdicas.] S^^ gen. Haemopj^oteits = Halte7'idium: in part. Try- panosoma , Schaudinn). (Pará^it.) de las aves: se ha encontrado en la san- gre de Passer domesticus , P. monianus , Athe?ie noctua, Alauda arvensis , Columba liria, Corvus corax, Falco, Sturnus^ Fringilla, Buteo, Melospixa, Emperixa, Agelaeus (A. phoeniceiis) , etc.). 4.° gen. Proteosoma (sin. Plasmodium Danilewskyi). (Id. en las aves; menos frecuente que Haemopro- ieus; en gen. Alauda, Fringilla, Passer, etc.). 5.° gen. Spirockaete (Schaudinn) (¿bonum genus?). (Id. en Alheñe noctua.) 6.0 gen. Polychromophilus ^ y 7.° gen. Achromaticus (Dionisi, 1898), — 51o - (los dos en los murciélagos: Vespertilio niiu'inus, Miniopterus Schreibersi, Vesperugo noctula etc.) 8.° gen. Haemomjtoxooyi (H. sciuri). (En ardillas del gen. Sciurus griseimamis, Vas- sal, 1905) II Tribu: Neosporidia (comprende: Mixosporidia, Sar- cosporidia, Microsporidia, etc.). La complicada sinonimia de estas formas específicas, que considero innecesario reproducir en este lugar, se encuentra expuesta con todos los detalles en las Monografías de Labbé, antes citada, de Neveu-Lemaire, de Schaudinn, y en la re- ciente obra de R. Blanchard. Sólo diré que el gen. Haemopro- tens corresponde en parte al nov. gen. Trypanosoma Schau- dinn (especie Trypatiosoma noctiiae), sin que pueda aceptar- se por definitiva semejante denominación, mientras no se ave- rigüen y establezcan las relaciones existentes entre estos pará- sitos y las formas que con igual nombre (Trypanosoma) van comprendidas en los Flagelados. Desde luego podemos afirmar que el género Haemoproteus comprende formas distintas, que pertenecen quizás á diferentes géneros y sin duda ninguna á más de una especie. 3. Según queda dicho, yo mantengo la distinción de los géneros Plasmodiiim y Laveraiiia. La mayor parte de los re- cientes autores, Blanchard, Manson, el mismo Schaudinn, comprende en el solo género Plasmodium las tres especies: Flasmodium vivax. Plasmodium malarias. Plasmodium praecox (s. inmaculatum) , que producen, respectivamente, en el hombre, las fiebres de tipo tercianario, cuartanario y tropical (estío-otoñales, biduas, cuotidianas, tercianas malignas ó perniciosas irregulares). Sin embargo, el carácter de las formas sexuadas, su diferente as- pecto morfológico, el distinto período de reproducción mono- gónica ó esquizogónica, son datos suficientes para la distinción de géneros. Los parásitos que determinan las fiebres de tipo — 516 - tercianario y cuartanario (Plasmodmm vivax el primero, Plas- moclium malariae el segundo) diferentes por determinados caracteres, entre ellos importantísimo el de la intermitencia entre los períodos de reproducción monogónica en la san- gre, se apartan, sin embargo, mucho más de la otra espe- cie: puesto que las formas sexuadas que se presentan en la sangre (gametos), son de aspecto redondo en las dos primeras; son constantemente ó adquieren siempre en determinado pe- ríodo, aspecto ovoideo, alargado y de media Urna (semiluna- res) en la tercera, es decir, en aquella especie que se en- cuentra como propia y característica de las fiebres graves^ malignas ó perniciosas , y de las manifestaciones clínicas más rebeldes, largas y crónicas de infección palúdica. Erróneamen- te— en mi entender — sostiene Blanchard en su reciente Tra- tado, que el carácter morfológico de los gametes (formas se- xuadas) es secundario, y no constituye argumento suficiente para la separación de los géneros. Es que dicho carácter mor- fológico de los gametes (semilunares en el género Laveranid) va junto con otros caracteres^ no tan sólo morfológicos, sino esencialmente biológicos, que diferencian en modo absoluto esta forma del parásito de las dos especies productoras de las intermitentes tercianas y cuartanas. Sobre este punto, las conclusiones de los investigadores ale- manes (Koch, Plehn, Ruge, Ziemann, Nocht, etc.) coinciden exactamente con los resultados de las observaciones largas y numerosísimas, que desde tantos años vienen reuniendo los ita- lianos (Marchiafava, Bignami,Grassi e Feletti, Bastianelli, etc.). y nosotros no insistimos en ello tan sólo para diferenciar la especie parasitaria desde el punto de vista zoológico, lo cual entraña en última análisis muy escasa importancia y un inte- rés muy reducido para los estudios prácticos de las manifes- taciones epidemiológicas y clínicas: muy al contrario, es que semejante distinción sirve de fundamento para separar, den- tro del cuadro de la infección palúdica, aquellas formas que realmente se apartan por uno ú otro síntoma, por el tipo clí- nico, por la evolución de la enfermedad, por sus consecuen- cias, por su acción sobre el organismo, por sus agudas y per- — 517 — niciosísimas manifestaciones á veces, de las comunes tercianas y cuartanas, endémicas y frecuentes en todas las comarcas pa- lúdicas de España de Italia, de Francia, y aun de Inglaterra y Alemania. En conjunto, en éste como en tantos otros casos, la parasi- tología y el examen hematológico, fundado en los conocimien- tos que aquélla nos proporciona, vienen á confirmar un dato clínico y epidemiológico desde mucho tiempo conocido por los observadores, desde Torti en Italia, desde el mismo Mercado en España. Las infecciones producidas por los parásitos del género Laverania ( Plasmodiiim praecox 6 Plasmodium falci- pariim) son infecciones graves todas ellas, aunque de distinto tipo: agudas á veces, con rápida, fulmínea evolución; otras veces, de curso crónico, mas con manifestaciones de intensa destrucción orgánica, de caquexia irreparable. En el primer caso, el síntoma «fiebre»^ el más importante para el médico, suele conservar intermitencia típica, período accesional cons- tante, en los primeros días (tercianario ó cuotidiano); pero pronto este cjirácter se pierde, y los accesos se hacen subintrantes, se sobreimponen, se suceden con excesivo desorden, de tal suerte, que la curva térmica difícilmente se reconoce. Si la enferme Jad perdura, se establece un tipo de fiebre irregular, con intermi- tencias y recaídas, que adquieren á veces excepcional gravedad y que las sales de quinina no logran dominar por completo. Por lo general, sin una intervención rápida y pronta, que exige casi siempre suministración inmediata de quinina por vía hipodér- mica, y en gran Íes dosis, el enfermo sucumbe en los primeros días con síntomas intestinales ó nerviosos de forma aguda y de extraordinaria intensidad {ñebres perniciosas de los autores ita- lianos, fiebres malignas de los españoles). Puede haber perni- ciosas comatosas, delirantes, apoplexiformes, ictéricas, tifoi- deas, etc. La anatomía patológica demuestra, en modo termi- nante, que la multiplicación de infinito número de parásitos endoglübulares (multiplicación esquizogónica, ó monogónica, ó asexuada), y su localización en los órganos internos, cuyos ca- pilares hállanse verdaderamente atestados de glóbulos rojos infectados por dichas formas, son causas de las alteraciones — 518 — funcionales y de las graves lesiones anatómicas que llevan á estos enfermos á la muerte. En las autopsias de perniciosos, esto es de individuos muertos á consecuencia de la infección por parásitos del género Lavemnia , dos caracteres saltan casi siempre á la vista, y son: el aspecto de la superficie de sec- ción del cerebro y el estado del bazo (hablo de aspectos ma- croscópicos). Al corte longitudinal mediano, la superficie de sección del cerebro aparece de un color pardusco, y más exac- tamente, de un color de pizarra, que es característico de la localización abundante de los parásitos melanígenos en los va- sos cerebrales: numerosas hemorragias puntiformes se obser- van al mismo tiempo. £1 bazo, abultado, obscuro, de un color morado y á veces casi negro, al abrir la cápsula deja saür, for- mando hernia, la pulpa reducida en masa pultácea, blanda, sin consistencia de tejido. Este aspecto es típico, y jamás se olvida cuando se ha visto una vez. Semejantes formas de infección palúdica, son propias de re- giones de clima caliente (tropical y subtropical, mediterráneo sólo en parte). Suelen aparecer — por lo menos en Italia y en España — durante los meses de verano y sobre todo de otoño. Se presentan con carácter endémico, en Europa, tan sólo en la Rusia meridional, en la península balcánica y muy en particu- lar en el Sud de Italia , en Sicilia , sin que falten en la campiña de Roma y en las Paludes Pontinas: por lo que á España se re- fiere, en las provincias de Huelva, de Badajoz y Cáceres, en las de toda Andalucía y en parte de la costa mediterránea oriental, si bien en medida muy reducida. Con extraordinaria frecuencia é intensidad se presentan en las regiones tropicales^ y constituyen una de las más graves manifestaciones de la pa- tología africana, americana y asiática. Pero la infección por parásitos del género Laverania (con gametes semilunares), no siempre toma el carácter ni se des- arrolla con la intensidad y en la forma ahora descrita. A veces, sin fenómenos agudos impresionantes, después de un breve período febril de tipo indeterminado (fiebre irregular), empie- za un largo período de sufrimientos, de decaimiento orgánico, de anemia irreparable, de caquexia, que — muy probablemente - 519 — por distintas condiciones de resistencia individual, de reacción de los órganos heraopoiéticos y otras — pueden durar mucho tiempo^ pueden á veces combatirse victoriosamente con opor- tuna é insistente suministración de quinina y de arsenicales, ó bien llevan al enfermo, tras largos y multiformes padecimien- tos , á la muerte. Una distinción clara, una separación absoluta de estas for- mas de curso lento (crónico) por un lado, y de las antes des- critas, agudas, rápidas, perniciosas, por otro lado, no es fácil clínica ni epidemiológicamente. Sin embargo, puede afirmarse que en España el tipo de infección últimamente indicado se encuentra con bastante frecuencia en las provincias de Sala- manca, en parte en las de Extremadura y, sobre todo, en las de la vieja Castilla y de Cataluña (cosía mediterránea desde Gerona hasta Tarragona), como también en las de Castellón y Valencia. 4. En su conjunto, las manifestaciones clínicas de la infec- ción por Laverania maJariae (ó parásito de las fiebres tropica- les), constituyen la verdadera Malaria grave. Estas son las fie- bres que los italianos llaman estío- otoñales y Koch Tropenfie- bers. Ya hemos dicho que el período de intermitencia ó período accesional de estas formas de infección palúdica suele aparecer irregular, discontinuo, complicado, de interpretación clínica á veces difícil ó mal segura. No faltan numerosas investigaciones dirigidas á averiguar si en los distintos tipos de intermitencia febril que se observan dentro del cuadro clínico de la infección palúdica grave, se en- cuentren especiales parásitos, que puedan darnos razón del po- limorfismo sintomático y sobre todo de esas diferencias en los caracteres de la curva térmica. Así es que la cuotidiana trópi- ca ó cuotidiana « estivo- autiimnalis», ha sido atribuida por Mannaberg con criterio clínico, por Caccini (Roma), reciente- mente, con fundamentos experimentales, pero no parasitoló- gicos, á una forma específica de Plasmodium febris quoti- dianae. Por lo que yo he observado en mi estancia en las Paludes Pontinas (Terracina, Italia), en la misma campiña de Roma — 520 - (Ostia, 1901), en la provincia de Cáceres, en España, la cuo- tidiana pura, quotidiana vei'a , es rarísima, excepcional, y al examen de la sangre no se descubren formas diferentes de las propias y características del parásito de las estío-otoñales (La- verania , formas endoglobulares pequeñas, con escaso pigmen- to); en la mayoría de los casos, la cuotidiana representa un pe- ríodo de transicción de la terciana estío-otoñal, en cuyo perío- do dos generaciones esquizogónicas (ó bien una esquizogónica y una partenogenética) de los parásitos, vienen alternando la invasión globular, y por tanto producen en días alternos los síntomas característicos del acceso febril. Por demás, cabe de- cir que el parásito de las infecciones estío-otoñales ó tropica- les ( Laverania) , no posee absoluta y constante fijeza de pe- ríodo monogónico , como los de la terciana sencilla ó primave- ral {Plasmodium vivax) y de la cuartana (Plasmodium ma- lai'iae) . Con extrema facilidad, aun en las primeras generacio- nes, el parásito de las fiebres tropicales (Laverania) adelanta 6 atrasa, por lo general adelanta progresivamente, el momento de la reproducción esquizogónica (lo que erróneamente lláma- se esporidación). 5. Una de las más graves manifestaciones de la Malaria tropical es la hemoglobinurio, (Fiebre hemoglobinúrica, Black- Water Feb r). Algunos observadores (Kanellis, Montoro, etc.) pretenden igualmente que un parásito especial determine esta forma clínica. Los estudios de Tomaselli y Mnrri (1895-1900), de Plehn en Camarones (Colonia alemana del Kameroon), de Koch y otros, demuestran que la Fiebre hemoglobinúrica debe considerarse como producida por una acciun hemolítica de ciertas combinaciones quinínicas en estados de grave infec- ción in aciu por parásitos del género Laverania. Es muy posi- ble que en ciertos organismos, la sola invasión globular por parte denlas formas esquizogónicas en número considerable, pueda determinar este fenómeno patológico: en la mayoría de los casos trátase desde luego de la acción combinada de la quinina. Hasta hoy, las tres especies ya indicadas: Plasmodium vi- vax (terciana), Plasmodium malariae (cuartana), Laverania - 521 — malariae (Fiebre tropical 6 estío-otoñal, etc.), deben conside- rarse— por lo menos en Europa — como las responsables de tod^is las varias manifestaciones clínicas ilel paludismo. Sólo yo me permito insistir en la distinción de dos varieda- des de Laverania: una Laverania malariae, varietas immi- iis , {)roductora de las fiebres trópicas agudas, de las pernicio- sas estío- otoñales antes descritas; y una Laverania malariae, varietas milis , productora de aquellas otras formas de grave infección malárica caracterizadas por un curso lento, por una acción crónica sobre el organismo. Las diferencias morfológi- cas entre estas dos variedades son en extremo difíciles de es- tablecer: por demás, no me entretengo en ulteriores discusio- nes acerca de este punto, por haber sido objeto de estudios ya publicados en precedentes trabajos (1). 0. Tanto para el estudio clínico — que no constituye nues- tro objeto — como para el estudio epidemiológico, que sí nos interesa, importa conocer con toda exactitud el modo con que se determinan, la frecuencia y la duración de las Recidivas en los varios tipos de fiebre palúdica. Un tipo de infección palúdica, en que las Recidivas pueden observarse y estudiarse con relativa facilidad, es el de la Fie- bre cuartana. El Plasmodiiim malariae (parásito de la cuar- tana), cede, en su fase monogónica, á la acción de la quinina; pero cede por brevísimo tiempo; y las nuevas generaciones de merozoitos (esporozoitos monogónicos) vuelven muy pronto á invadir los glóbulos y aparecen en la sangre periférica. Esto no deja de suceder también con el Plasmodiiim vivax: y sin emfcargo, las tercianas suelen cesar definitivamante, sin que ya reaparezcan (salvo el caso de nueva infección primitiva), so- metiendo al enfermo á un tratamiento metódico con sales de quinina. (1) V. Investigaciones y Estudios sobre el Paludismo en Es- paña (pviblicados bajo la dirección del Dr. G. Pittaluga, en oca- sión del XIV Congreso internacional de Medicina, Madrid).— Un tomo de 260 pág. con 35 figs. y 6 lám., Barcelona, tip. la Acade- mia, Abril 1903. (v. pág. ^5 y sig., 113, 224-225.) Kev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre 1905. 35 - 522 - Eq las cuartanas esto no ocurre tan fácilmente. Es observa- ción antigua y vulgar el que las cuartanas persisten rebeldes á todo tratamiento durante larguísimo tiempo, años y años, Es más: con interrupción de un período muy largo, también de muchos años, puede reaparecer de improviso una antigua y la- tente infección cuartanaria. Lo mismo puede ocurrir, y en efecto ocurre, con las infec- ciones por Laverania malariae [varietas mitis] . En tesis general (pues no deja de ser frecuente el caso en las tercianas), debe admitirse que «una antigua infección palú- dica puede reaparecer — con fiebre de igual tipo, ó con fiebre atípica — y manifestarse de improviso^ bajo un estímulo anor- mal cualquiera^ después de mucho tiempo — [años] — desde la primitiva invasión». La interpretación de estos hechos es en extremo difícil, y puede decirse que sólo un atento, detenido, escrupuloso estu- dio hematológico (parasitológico) y clínico, nos da razón de semejante fenómeno, que entraña uno de los más graves pro- blemas de la epidemiología del Paludismo. Mas sin el conocimiento previo de las formas que presentan en la sangre del huésped vertebrado (hombre) los parásitos productores délas fiebres palúdicas, no será posible interpre- tar convenientemente el papel que ejercen en las distintas fa- ses de su evolución. 7. Los parásitos productores de las fiebres palúdicas (Plas- modium y Laverania) , presentan un ciclo evolutivo, probable- mente cerrado y exclusivo, entre el huésped vertebrado (hom- bre) y el invertebrado (mosquitos de la familia Culicidae sub-familia Anophelinae) . Si, fundándonos en un concepto biológico, entendemos por huésped definitivo el en que los parásitos llevan á cabo la reproducción sexuada, la que cons- tituye el momento más importante para la conservación de la especie, debemos considerar como huésped definitivo en este caso, al invertebrado, pues en él efectúase el desarrollo de las formas anfigónicas. El ciclo evolutivo de los parásitos del paludismo ha sido de- terminado en 1898-99 por las investigaciones de Grassi y sus - 523 — discípulos, precedidas por las de Ross (1897-98) sobre los Hetnosporidios (Proteosoma) de las aves , y por las de Manson sobre el desarrollo de las Filarias de la sangre en los mosquitos, según se ha dicho en los capítulos anteriores. La reproducción sexuada (es decir, caracterizada por el fe- nómeno de la fecundación), tiene lugar después de un cierto número (indeterminado) de generaciones asexuadas, generacio- nes que se producen por multiplicación directa, y que llámanse exactamente «esquizogónicas» ó « monogónicas». La genera- ción sexuada llámase «amfigonia» ó «esporogonia». La multiplicación directa, ó monogónica, tiene lugar (coa carácter de periodicidad) en la sangre (muy en particular en la sangre de los órganos internos) del huésped vertebrado (hombre). Los parásitos endoglobulares (monontes ó esquizon- tes), desarróllanse á cargo de la hemoglobina contenida en el estroma globular, y producen, como efecto de su especial me- tabolismo, granulos de pigmento (melanina, pigmento melá- nico) partes iguales. Bleu de Metileno |^ ^ (Constituyese así el Azur II) : Azur II y Eosina, partes iguales — tómese, gr. 3 Azur II gr. 0,8 Glicerina neutra Merck gr. 250 Methylalcohol . gr. 250 (En una gota de esta solución, mezclada con una gota de agua destilada, déjese la preparación [cubreobjeto] durante un tiempo variable de 15 á 30 minutos, según Giemsa; puede dejarse hasta una hora y más.) El método de La verán (con azul deBorrel) puede emplear- se con la seguridad de obtener buenos resultados: sin embar- go, es algo pesado y lento; y en la diferenciación de las masas cromáticas, sobre todo cuando se trate de pequeñísimos ele- mentos cromidiales esparcidos,, como se observan en las formas sexuadas (gametos) y en el mismo glóbulo rojo parasitífero (granulaciones de Schüffner en casos de Pl. vivax), no alcan- za el grado de fina y clara coloración que se obtiene con el mé- todo de Giemsa y con el mismo método de Romanowsky, cuando se aplique con criterio personal y con las modificacio- nes sugeridas por las condiciones de la investigación. 9. Las formas de parásitos que se encuentran en el orga- nismo del hombre, al hacer un estudio hematológico metódico en enfermos de paludismo, pertenecen en su mayoría al perío- do monogónico ó esquizogónico (esto es, de multiplicación ase- xuada, directa). Todas ellas proceden de los merozoiios (ó esporoxoitos esquizogónico s) producidos por división del cuer- po celular de otros parásitos endoglobulares que ya se hallaban en la sangre, y á su vez representaban el producto de igual proceso de multiplicación agámica en precedentes generacio- nes. Estos merozoitos (ó esporozoitos esquizogónicos) penetran cada uno en un glóbulo rojo, y allí se desarrollan adquiriendo aspecto distinto, conservando en los diferentes casos las ca- racterísticas de la especie y ejerciendo acción especialísima — 529 - sobre el contenido y el estroma del hematíe, sobre su compo- sición y sobre su forma. La figura 58 reproduce los diferentes aspectos de los mo- nontes endoglobulares de PlasmocUum vivax (parásito de la Terciana), así como se presentan al examen hematoldgico, en un sólo preparado de sangre, teñido con el met. de Roma- nowsky. La obsers'ación microscópica de este preparado (con uu adecuado aumento) nos revela la coexistencia "de formas endoglobulares distintas, pertenecientes á diferentes períodos 6 momentos de desarrollo del parásito dentro del glóbulo rojo. El glóbulo rojo parasitífero (ó que contiene el parásito) pre- séntase ensanchado, hinchado y deforme, lo cua constituye un carácter especialísimo de las infecciones por Plasmodium vi- vax; esto es, de las fiebres tercianas. El aspecto y las dimensiones de los glóbulos rojos invadi- dos por el parásito en las infecciones por Plasmodium mala- riae (Cuartanas) y por Laverania malariae (fiebres estío- otoñales, tropicales), son completamente distintas. Este ca- rácter propio de los hematíes invadidos por el Plasmodium vivax aparece bien claro en la figura 58^ sobre todo en B, C, D, E, L, O, R, S, comparando precisamente el glóbulo pa- rasitífero con los hematíes que le rodean y que no contienen parásito. En A y sobre todo en J se ven formas jóvenes, con escasos granulos de melanina y en activo movimiento de ex- pansión protoplásmica. T reproduce el aspecto de un glóbulo doblemente parasitífero, pues comprende una forma joven en anillo, con la cromatina nuclear excéntricamente reunida en único punto cromático, bien claramente visible; y al mismo tiempo una segunda forma con expansiones protoplásmicas que aparecen distintamente en el estroma globular. Las demás son formas de desarrollo, algunas ya muy adelantadas (como en C, D, E, y sobre todo en I, K, L, N), pero todas ellas en estado de monontes endoglobulares, sin división cromática que indique una próxima multiplicación. Solamente en G y N, re- tiradas ya las expansiones protoplásmicas, empieza á manifes- tarse en la cromatina nuclear un proceso de división que pre- cede á la formación de nuevos merozoitos (^esporulación). — 530 - y^asr^y í :>& ■■C^ \4^ '■-.■■I B /:. -^ /"t?" E H \ / f-.:. K m r M N r V y ^ Figura 58. — Diferentes aspectos de parásitos endoglobulares (monontes) de la especie Plasmodium vivax. (Proceden de un solo preparado de sangre, de un caso de Terciana, teñido con el met. de Romanowsky). Aumento . Ob. inmers. homog. Koristka — — ; ocul. compens. i5 2600 15 — 531 — 10. Sin embargo, además de estas formas agámicas (per- tenecientes al período de evolución asexuada del parásito), há- llanse también en la sangre formas correspondientes á la fase anfigdnica ó esporogónica. En efecto, dejando aparte la distin- ción de la especie y género del parásito {^Plasmodium vivax de la terciana sencilla, Plasmodium malariae de la cuartana, Laverania malariae de las fiebres graves, tercianas malignas, irregulares, biduas, cuotidianas y trópicas), después de una serie — indeterminada — de generaciones monogónicas, produ- cidas por «esporulación» (término erróneo) ó multiplicación directa (conitomía pseudomitósica) de las formas endoglobu- lares (en el glóbulo rojo), todos estos parásitos — y del mismo modo los de las aves, por lo menos el gen. Proteosonia — pro- pucen ciertas formas especiales, características, que ya hemos indicado con el nombre de gametos, conocidas desde hace tiem- po como formas estériles en la sangre humana. (V. fig. 59). i^, '^^ í^^ !'«.' A B C Figura 59. — Formación y aspecto del Macrogameto de Flasmodium vivax (Tercianas) I 2600 A. Macrogameto en un período ya bastante adelantado de su desarrollo endoglobular. Aparece muy clara la disposición de la corona de granulaciones cromáticas. Los limites del cuerpo protoplásmico del gameto aparecen igualmente bien dentro del hematie. B. El mismo macrogameto en período más adelantado. Pigmento melánico esparcido en la periferia del citoplasma del gameto, ai limite del mismo con el hematie que le contiene. C. Macrogameto libre. El glóbulo rojo en que se ha formado ha sido destruido. Esta formas estériles representan los elementos sexuados (gametos). Son estériles mientras permanecen en la sangre humana; pero al pasar en ambiente distinto, al modificarse las condiciones físicas del medio ó más bien sus caracteres bio- químicos, entonces manifiestan su actividad, apareciendo bien claramente la función á que son destinadas, el papel que re- - 532 - presentan y la excepcional importancia que tienen en la evo- lución biológica de la especie de parásito á que pertenecen. En efecto, comprenden estas formas (gametos) elementos femeninos y masculinos, destinados á fecundarse. A conse- cuencia de la fecundación, de la fusión del elemento masculi- no con el femenino, desarróllase una nueva generación famfi' gonia ó esporogonia) en las condiciones que más adelante exa- minaremos. Llámanse macrogametos los gametos femeninos, microga' metocitos los gametos productores de elementos masculinos; estos últimos microgametos (también ooides, macrosporas , los primeros; anteridios los microgametocitos, espermoides 6 fla- gelos (Laveran) los microgametos.) La emisión de flagelos ó formación de los microgametos por el microgametocito puede observarse siguiendo con detenida atención las formas antedichas en preparaciones de sangre fresca conservadas en cámara húmeda y en determinadas con- diciones de temperatura. Mac Callum, primero, observó la fe- cundación del maerogameto. El estudio sucesivo de estos fe- nómenos ha sido completado por Grassi y por Schaudinn. Mis investigaciones se han dirigido á averiguar lo que ocurre con las formas sexuadas — estériles en la sangre del hombre — cuando permanecen durante largo tiempo en el organismo hu- mano. Problema en extremo interesante, planteado ya muchas veces y desde mucho tiempo antes que se conociera el destino de estas formas y su verdadera significación en el ciclo evolu- tivo (anfigonia) de semejantes parásitos. Razones clínicas y epidemiológicas de gran importancia ha- cían pensar que las formas estériles, consideradas por muchos observadores (Ziemann) como degenerativas; por otros (Big- nami, Bastianelli, Marchiafava, etc.) de todos modos como in- capaces de reproducción en el organismo humano [estériles], participaran de alguna manera á la producción de nuevos pa- rásitos endoglobulares, de la fase piretógena, y muy especial- mente de las recidivas febriles. Ya se ha dicho antes que las recidivas , frecuentes en la ter- ciana primaveral, frecuentísimas y persistentes en las cuarta- — 533 - ñas, constituyen la manifestación constante y duradera de las infecciones tercianarias, cuotidianas 6 irregulares debidas á Laverania malariae, varietas mitis. Casi al mismo tiempo que Schaudinn demostraba la división de las formas sexuada femeninas (macrogametos) de Plas- modium vivax (tercianas) y la producción de nuevos merozoi- tos partenogenétieos por efecto de esa división, casi al mismo tiempo yo comunicaba (Archives de Parasitologie , París, vii, 1903, pág. 389) los primeros resultados de mis observaciones sobre la división partenogenética (ó Partenogenesis) de los macrogametos de Laverania (.L. malariae, var. mitis). Quedaba así en parte explicado el fenómeno de la reapari- ción de la fiebre después de largos períodos de interrupción. (Recidivas tardías). Si la interpretación del origen de las re- caídas febriles (á breve distancia de la infección primitiva) puede fundarse en la posibilidad de que escaso número de mo- nontes (formas endoglobulares) supérstites, después del trata- miento 6, en general, después de la curación de un período ac- cesional de fiebres palúdicas, vuelva á multiplicarse activa- mente en los órganos internos (medula de los huesos, bazo) y en la sangre periférica, y vuelva, por lo tanto, á producir el acceso febril, la interpretación de las Recidivas tardías, según queda dicho, constituía un problema cuya solución no se hu- biera alcanzado sin el descubrimiento de la Partenogenesis de los macrogametos. 11. La división nuclear de las formas semilunares (for- mas en medias lunas, formes en croissants de los franceses), esto es, de los gametos de la Laverania^ ya observada repe- tidamente por Mannaberg, Canalis y otros, en la misma sangre periférica (correspondiente á la forma representada en la figu- ra 61, D), había sido explicada de distinta manera y variamen- te interpretada. Semejante división de las masas cromáticas es exclusiva de los macrogametos (gametos femeninos, formas que no se flagelan, que no emiten flagelos). Averiguase en los microgametocitos semilunares un fraccionamiento de la cro- matina, es verdad; pero esto sucede cuando la célula produc- tora de microgametos prepárase á realizar este acto, á emitir - 534 - las formas masculinas: entonces. la cromatina se subdivide y se dispone en la periferia de la célula^ que redúcese á forma esférica^ y con rápidos movimientos presenta expansiones pro- toplásmicas filiformes, llenas de granulos cromáticos. Ellas representan los microgametos propiamente dichos. El fraccionamiento de las masas cromáticas ahora descrito y propio de las formas semilunares masculinas (microgametoci- -m^- B DE F Figura 60. — Aspectos de los gametos semilunares de Laverania malariae (en un prepa- rado de sanare de un enfermo de fiebres tropicales; aum. I. 2000 / A. B, C, D, £.— Dejan ver claramente los residuos del glóbulo rojo en que se ha des- arrollado la forma sexuada; en F aparece esta última como libre y adherida á un he- matíe. tos) es bien distinto de la división cromática que manifiéstase en ciertas formas de macrogametos semilunares, y que pre- ludia á la multiplicación paitenogénica. Hay que advertir que las formas de multiplicación partenogenética de los macroga- metos semilunares (Laverania) , á diferencia de las formas correspondientes de los gametes de Plasmodium vivax descri- tas por Schaudina, difícilmente obsérvanse en la sangre peri- férica; sólo con repetidas investigaciones en el líquido he- jnático extraído por punción del tumor esplénico — investiga- ciones por demás muy difíciles de llevar á cabo — y con adoptar ciertos artificios de método en la observación hematológica, se logra encontrar las semilunas (macrogametos semilunares) - 535 — en fase sucesiva de división cromática, de división citoplásmi- ca y de producción de numerosas yemecitas (merozoitos 6 es- ■porozoitos ó esquizontes partenogenéticos) destinadas, sin duda, á la invasión de los hematíes. Las figuras 60 y 61 reproducen exactamente el aspecto de los macrogametos semilunares, desde las formas hemáticas evi- dentemente endoglobulares (fig. 60, A, E)^ hasta las que se en- cuentran en el barro esplénico (figura 61, E, F)^ y muy pro- bablemente en la medula de los huesos, y constituyen la fase de división y multiplicación partenogenética. La figura 59 representa las formas de desarrollo endoglobu- lares (A, B) y la llamada forma libre del macrogameto de Plasmodium vivax. En su comparación con los macrogame- tos semilunares de Lavej'ania salta á la vista la diferencia mor- fológica entre las dos especies. Sin embargo, el proceso biológico de multiplicación parte- nogenética es parecido en las dos especies. Solamente el me- mento en que se determina, las condiciones de tiempo y de lugar, las circunstancias del ambiente bioquímico en que se produce este fenómeno, es decir, la división cromosómica y ci- toplásmica del macrogameto para la formación de los nuevos elementos destinados á la invasión de los hematíes, son esen- cialmente distintas. Schaudinn (1) ha descrito magistralmente el proceso de di- visión de los macrogametos de Plastnodium vivax para la re- produción partenogenética en la sangre de enfermos de Ter- cianas , antes de la reaparición de una fiebre recidiva á los tres meses después de la infección primitiva. La observación y descripción de las fases sucesivas de di- visión celular de los macrogametos semilunares (Laverania) en el momento de la partenogénesis resulta, como se ha dicho, relativamente más difícil. La división protoplásmica va prece- dida por una división de la cromatina nuclear, fenómeno ya (1) Studien über krankheistserregende Protozoen. — II. Plas- modium vivax (en Arhciten aus dem Kaiserlicheti Gesundheit- samte, Berlín, 1902, p. 169, con 3 laminaos). — 536 - observado y descrito por muchos autores (Golgi, Canalis, Mannaberg, Grasí^i y Feletti) y variamente interpretado. En ese estado aparece el cuerpo semilunar como en la figura 61 D, separado en dos mitades, cada una de las cuales contiene una corona de cromosomas; y en el puente citoplásmico in- termedio se hallan casi siempre reunidos los granulos de pig- mento melánico. Sucesivamente la cromatina nuclear reunida en una de las dos mitades del macrogameto fracciónase en un cierto número de corpúsculos cromáticos con un proceso muy parecido al que se observa en los monontes endoglobulares adultos cuando se disponen para la segmentación y la forma- ción de los merozoitos agámicos (esporozoitos esquizogónicos) (ñg. 61, E). Cada uno de estos corpúsculos cromáticos consti- tuye el centro de una porción citoplásmica que se separa del cuerpo del macrogameto (fig. 61, F), representando un verda- dero merozoito partenogenético^ destinado á la invasión de un hematíe. A consecuencia de esíe proceso queda libre una por- ción del protoplasma del macrogameto, que comprende la ma- yor parte de los granulos de pigmento melánico y además una parte reducida de la cromatina nuclear, dispuesta en forma de corona, y que permite dudar de si esta porción residual del macrogameto después de la Partenogénesis está destinada realmente á desaparecer, como un detritus orgánico incapaz de ulterior vitalidad y de toda función biológica. 12. He dicho antes que para encontrar en la sangre algu- nas— ya que nunca se encontrarán todas en un mismo suje- to— de las formas evolutivas del ciclo monogónico y las prime- ras del amfigónico, sobre todo las formas semilunares de La- verania, es menester observar un método escrupuloso y una atención exquisita en escoger el momento para llevar á cabo el examen de la sangre y hacer las preparaciones fijas destinadas á la coloración. Cuando no se observan estas reglas se pierde muchísimo tiempo en balde y se arriesga á abandonar la inves- tigación por cansancio ó por creerla inútil , ineficaz ó negativa. Lo cual no pocas veces ha hecho afirmar conclusiones inexac- tas y sentar como verdades las que no debían considerarse más que consecuencias de un método erróneo de estudio. — 537 ^ Es más: no sólo para buscar las formas antedichas, que des- de luego se escapan con extraordinaria facilidad á nuestra ob- servación hematológica, sino también para un examen de la sangre destinado á darnos cuenta del aspecto, naturaleza, es- pecie y condiciones de las formas endoglobulares corrientes del parásito, es oportuno, es preciso á veces tener presente que sus diferentes fases de desarrollo monogónico (multiplica- ción asexuada) se reflejan en los síntomas clínicos, en los pe- B --©ís (•f- í^) Figura 61.— Aspecto de los Macrogametos de Laverania en distintos momentos y en las fases sucesivas de la reproducción partenogenética. lAum. |. ríodos accesionales de la fiebre, en las variaciones aunque mí- nimas de la curva térmica (gráfica), y por fin en cada uno de los elementos que constituyen el síndrome característico de la infección palúdica en sus tres tipos fundamentales. Debemos, por tanto, aprovechar de los datos clínicos, impor- tantísimos en este caso para el estudio parasitológico. Para mayor abundamiento en la indicación de los métodos que hay que seguir para el estudio hematológico, diré que cuando se trata de una infección semilunar (infección por La- verania, infección estío-otoñal), comprobada la existencia de las formas endoglobulares, suelen aparecer los cuerpos semi- Eev. Acad. Ciencias.— III.— Diciemlare, 1905. 36 — 538 — lunares á los ocho 6 diez días, á veces más tarde, después de la suministración de dos ó tres dosis de un gramo 6 gramo y medio de sulfato de quinina. (Si se deja al enfermo sin medi- camento— ajmrte de que esto es sumamente peligroso en las infecciones por Laverania — los cuerpos semilunares aparecen mucho más tarde en la sangre.) Mas entre los escasos cuerpos semilunares que suelen aparecer en estas condiciones en la san- gre periférica, constituidos de macrogametos y microgameto- citos, no se observa jamás fenómeno alguno de división cro- mática y mucho menos de multiplicación partenogenética. Sólo si se someten preparaciones de sangre fresca á la observación metódica (en cámara húmeda, temp. 25°, ó también con intro- ducción de una gota de líquido isotónico [sol. fis. Na Cl^), puede observarse — muy raras veces — á la par que la emisión de flagelos (microgametos) por parte de los microgametocitos, la emisión de uno ó dos cuerpecitos, muy probablemente homó- logos, de los 'í- corpúsculos polares >-> — (Reduklions Korpers), por parte de los macrogametos. Este fenómeno se averigua constantemente en los períodos que preceden ala fecundación, cuando ya macrogametos y microgametos, en el plasma san- guíneo introducido en el estómago del mosquito (huésped in- vertebrado), se acercan para efectuar la cópula. En los game- tos de Plasmodium vivax, según queda demostrado en modo terminante por las investigaciones de Schaudinn, puede obser- varse con mayor facilidad (y en ambiente natural) el desarro- llo de semejantes fenómenos. Por demás, la producción de cor- púsculos polares es un hecho general en los Coccidios y pro- bablemente en los Hemosporidios. Creo firmemente que los corpúsculos que emiten algunos macrogametos en la sangre (en las condiciones antes indicadas) puedan considerarse como homólogos de los corpúsculos polares. La división cromática en estos casos es insignificante; no hay fenómenos pseudo-mitósi- cos parecidos á los que se averiguan en la división cromática precedente á la multiplicación esquizogónica, ó bien á la sepa- ración partenogenética de nuevos merozoitos. Mas si seguimos en la observación del enfermo, después de un tratamiento suficientemente enérgico para dominar los acce- - 539 - sos febriles, veremos en el período siguiente — que puede du- rar meses y meses — desaparecer poco apoco los cuerpos se- milunares de la sangre. Durante este tiempo, hasta la manifes- tación improvisa de una recidiva franca, con fiebre típica (in- termitente) ó atípica, el enfermo estará casi siempre apirético: sin embargo, un atento examen de la curva termométrica re- vela oscilaciones bastante acentuadas entre los 36° y los 37*^ 5 6 38° centígrados. La tumefacción del bazo — dentro de ciertos límites — no disminuye. Al cabo d^ dos meses, tres meses ó un tiempo variable, la recidiva franca aparece. Pues bien: las oscilaciones antedichas de la curva termomé- trica son de grandísimo interés y deben servirnos de guía para llevar á cabo en esos momentos el examen hematológico. En- tonces, en esos períodos que podríamos llamar preparatorios de las manifestaciones clínicas de la recidiva propiamente dicha, encontraremos, quizás en la misma sangre periférica, formas de transición de la fase semilunar, y más exactamente macroga- metos en estado de división de la cromatina nuclear y hasta de fraccionamiento [conitomia] citoplásmico. Y es que, durante estos períodos, las formas semilunares, en activa multiplicación partenogenética, reaparecen en la sangre desde los órganos in- ternos (medula de los huesos, bazo) y pueden sorprenderse en esa fase. La gráfica de la curva térmica la conceptúo indispensable en el estudio detenido de semejantes casos, cuando realmente se quiere llevar á cabo una investigación completa acerca de las formas hemáticas del ciclo amfigónico, y muy en particular acerca de la partenogenesis de los macrogametos. Igualmente útil puede ser el estudio esfigmográfico, pues nos proporciona otro dato clínico aprovechable para la investiga- ción parasitológica durante las intermitencias y los períodos de incubación y prodrómico de las recidivas estío-otoñales (se- milunares). En efecto, la gráfica del pulso revela una modifi- cación de tiempo y de forma, no sólo en los momentos acce- sionales y post-accesionales, sino también en los momentos .que preceden los accesos de fiebre y que corresponden con oscilaciones prodrómicas de la temperatura. — 540 - Consignaré á este propósito que el tipo del pulso, durante 6 después del acceso, corresponde ai que Mannaberg había ob- servado, y de que habla en su Monografía (p%. 116: «Allge- meine Symptomatologie»; pág. 137: « Pulsecurve»). El modo como se presentan las semilunas en la sangre du- rante los períodos de incubación de las recidivas en estos ca- sos, así como también la precocidad de su formación después de las invasiones presumiblemente primitivas, me han confir- mado desde hace tiempo en la opinión de que deben existir dos variedades de parásito con gametos semilunares (Lavera- nia). Sobre este extremo baste con lo que se ha dicho antes; en precedentes publicaciones liállanse expuestos mis conceptos acerca de los caracteres biológicos de la variedad Laverania malariae milis. 13. La extraordinaria importancia que tiene la participa- ción de los macrogametos en la producción de formas piretó- genas de nuevos monontes endoglobulares, no es para en- carecer. La partenogénesis de los macrogametos es un tercer modo, una tercera forma de reproducción de la especie, inter- puesto entre el ciclo monogónico (asexuado) y el ciclo anfigó- nico (sexuado). El ciclo monogónico debe tener algún límite, aunque nosotros desconozcamos por completo las condiciones porque se alcanza este límite; las formas sexuadas (gametos) no muy abundantes relativamente al número de parásitos endoglo- bulares y en una determinada cantidad de sangre, serían ex- puestas con gran facilidad á no llegar á su destino, esto es á la fecundación y al desarrollo anfigónico (en el huésped inver- tebrado) ^ si no tuviesen la potencialidad de reproducir nuevos parásitos endoglobulares por partenogénesis. Queda así aclara- do también un problema epidemiológico muy grave, y es el que se refiere á la persistencia del parásito, durante la estación de invierno, en aquellas regiones de clima templado en que el invierno llega á ser verdaderamente frío, y se interrumpen, por consiguiente, las generaciones de los mosquitos, se inte- rrumpe la ovificación en estos Dípteros, quedando escaso nú- mero de ejemplares en las casas, en los establos, en espera de la nueva temporada. — 541 - Las primeras generaciones de mosquitos, que nacen en Abril 6 Mayo, más frecuentemente sólo en Junio (Norte de Italia, Francia, Norte de E-^paña y Castilla), no podrían de ninguna manera determinar la difusión epidémica de los parásitos, si esos Dípteros no hallasen en la sangre de los enfermos formas sexuadas (gametos) en abundancia, en cantidad suficiente para asegurar el desarrollo anfióntico y la sucesiva transmisión de los esporozoitos. Y desde luego las formas sexuadas en la san- gre periférica serían relativamente muy escasas si no hubiese nueva producción por los ciclos partenogenéticos, que toman origen en la división de los macrogametos, y que se suceden durante el invierno, y sobre todo se desarrollan en la primave- ra (Recidivas). ¿De qué modo debe interpretarse el origen de los gametos en los glóbulos rojos? Los gametos de las tres especies de parásitos (Plasmodium t'ivax, Pl. malariae y Laverania) se desarrollan de elementos endoglobulares. Las objeciones y dudas de Lo Monaco, Pani- chi, Capogrossi, etc., acerca de este extremo, y que entraña- ban una interpretación del todo distinta de la corriente sobre las relaciones entre parásitos monogónicos y hematíes, no son aceptables. El desarrollo endoglobular, así de los mononles (esporozoitos monogónicos), como de los gametos es evidente» aparece bien claro hasta en aquellas formas sexuadas ya adul- tas (gametos tercianarios y gametos semilunares), en los cuales el involucro constituido por el hematíe queda reducido á del- gadísima y casi imperceptible membrana, por destrucción de todo el contenido hemoglóbico y del mismo estroma globular. Mas aquellas formas que están destinadas á desarrollarse en los glóbulos rojos, no ya como monontes esquizogónicos (ase- xuados), sino como gametos (macro y micro-gametocitos), ¿de- ben considerarse específicamente y sexualmente diferenciadas desde un principio, ó bien ciertas condiciones del ambiente bio- químico, en el huésped, influyen sobre la determinación de los caracteres de los parásitos endoglobulares de tal suerte que éstos puedan desarrollarse á veces en forma de gametos, á ve- ces en la dirección de sencillos monontes asexuados? - 542 - Esta segunda interpretación debe descartarse, teniendo en cuenta que en los mismos órganos (medula de los huesos, bazo) en que efectúase la mayor producción de gametos endoglobu- lares, desarróllanse contemporáneamente, maduran y se multi- plican las formas asexuadas endoglobulares de la generación monogónica. Es muy probable que la formación de los gametos, conside- rados éátos desde luego como diferenciados ab iriitio , desde un principio de las formas esquizogónicas endoglobulares comu- nes, esté en relación con especiales condiciones déla constitu- ción bio-química del plasma sanguíneo, á consecuencia de la misma acción de los parásitos, en organismos en que la infec- ción perdura desde cierto tiempo. Con otras palabras^ después de un cierto número de generaciones monogónicas en el orga- nismo humano, puede admitirse que esista un estado especial del ambiente hemático, por el cual el desarrollo de nuevas formas agámicas ó asexuadas en los glóbulos rojos encuentre serias dificultades; en estas condiciones se producirían los ga- metos. Sin embargo, esta causa no puede conceptuarse como funda- mental, como la verdadera causa determinante y razón íntima del fenómeno biológico. Podemos admitir que bajo la influen- cia de dicha causa y por su acción se desarrollen los elementos sexuados (gametos) en número mayor ó menor, y en época 6 momento diferente, más ó menos precoz; pero conviene aceptar por demás el concepto de que trátase de un fenómeno heredi- tario, propio del género y correspondiente á la producción de las células germinativas en los metazoos. CAPITULO IX Obseevaciones sobre el desarrollo de los parásitos del paludismo en el huésped invertebrado La reproducción anfigónica ó sexuada (ó esporogónica, se- gún Schaudinn), de los parásitos del paludismo, tiene lugar en el organismo de un huésped invertebrado. 543 Ejercen este papel , según quedó comprobado en 1898-99 por las inv'estigaciones de Grassi, Bignami y Bastianelli y sus discípulos, los Dípteros liemat()fagos de la Familia Cidicidae y precisamente las especies que componen la sub-familia Ano- phelinae. Precedentes observaciones de Ross en India (Calcu- Fígura 62. — Aspecto del Microgametocito de Plasmodium vivax (Terciana) en el mo- mento de emitir los flagelos (Microgametos). H, un hematíe; mg, microgameto libre destacado del cuerpo del Microgametocito ; A/g, Macrogameto (ó Gameto femenino) en el acto de la fusión con un Microgameto (fecundación ó cópula). Se ve claramente la dispoiición de la masa nuclear del Macrogameto en el momento de la unión con las masas cromáticas del elemento masculino. Rodean al Macrogameto otros microgametos libres. ta, 1897), habían demostrado que ciertas formas de parásitos de las aves (ProteosomaJ se desarrollan con generación espo- rogónica (sexuada) en el organismo de los mosquitos pertene- cientes á la actual sub-familia Culicinae. 1. Los dípteros hematófagos de la sub-familia Ánophelinae, al chupar la sangre de un hombre infectado de paludismo en — 544 — cualquiera de sus formas, pueden introducir en su tubo diges- tivo exclusivamente parásitos de la fase monogónica , parási- tos endoglobulares asexuados, por faltar en la sangre las for- mas sexuadas (gametos). En semejantes casos, ninguna trans- formación de carácter evolutivo sufren los parásitos en el organismo del huésped invertebrado: desaparecen con la san- gre lentamente digerida por el huésped mismo. Al contrario, cuando se encuentran en la sangre macroga- metos y microgametocitos , al llegar éstos en el estómago _, rá- pidamente destácanse los microgametos de los microgametoci- tos, y efectúase la cópula, la fecundación del macrogameto. Este momento es en extremo difícil de sorprender, y sobre todo difícil de fijar en preparaciones duraderas^ como bien se comprende: sin embargo, pueden observarse los sucesivos fe- nómenos de formación del vermículo, que con movimientos ac- tivos penetra en la pared entre las células del epitelio intestinal (intestino medio) y se establece y fija en la sub-mueosa, en la túnica elástico-muscular del mismo intestino. Mientras el an- fionte conserva el carácter de movilidad que es propio de un primer período después de la fusión de las masas cromáticas del macrogameto y del microgameto, la llamaremos ooquineto (Schaudinn): conservaremos el nombre de quiste amfióntico (ooquiste de Schaudinn) para la forma que se desarrolla ya fijada en la túnica elástico-muscular ó sub-mucosa del intes- tino. El ooquineto penetra con movimientos activos entre las cé- lulas del epitelio intestinal á las 24 ó 40 horas después de chu- pada la sangre por el mosquito, y cuando ya se ha verificado en gran parte la digestión. Casi siempre los vermículos van á fijarse en la porción posterior del intestino medio ( estómago): es raro, excepcional, ver un quiste anfióntico en la pared de la mitad anterior del estómago: las figuras esquemáticas dibuja- das por algunos autores y que representan el estómago entera- mente cubierto, en su pared externa, por los quistes anfión- ticos, son desde luego erróneas. Semejante circunstancia se averigua también con los anfiontes del Proteosoma de los pá- jaros (gorriones), de cuya situación da ciara y exacta idea la ,3í^?5*^<$!^'3r V^ :> ^ ^ ^ m € ^ ^ t - 545 - fig, 64 en la lámina VI, que reproduzco de una de mis prepa- raciones. 2. La expresión de «quiste anñóntico» debe ser interpreta- da en el sentido de que los tejidos del huésped constituyen una especie de quiste adventicio alrededor del parásito: no ya que el anfionte produzca por su cuenta un quiste protector. Es opor- tuno fijar bien estos conceptos, pues demasiado fácil es caer pn errores, que dejando aparte su importancia biológica, en- trañan deducciones falsas acerca de la acción que el parásito pueda ejercer sobre el huésped y otras que no ha menester re- cordar en este momento. Mtvn truLUÜy ja/tL 7' ñuíU ta. U.n.att ■^^^riia.' 'ud'l Figura 63. — Esquema que representa una sección longitudinal del cuerpo de AnopheUs, con la disposición de los órganos. En la pared del Estómago se fijan y desarrollan los Anfiontes de los parásitos del paludismo. El anfionte, en su primer período de desarrollo, cuando apenas ha llegado á fijarse en la sub-mucosa, rodeado de una capa delgadísima, de una sutil membrana (cápsula), presén- tase con aspecto esférico ú ovoideo, y mide apenas 6-8-10 p. de diámetro. Sin embargo, el crecimiento del anfionte es rápido é inme- diato, y con el crecimiento, la multiplicación nuclear. En efec- to, la reproducción esporogónica en el quiste anfióntico efec- túase ya desde los primeros momentos, empieza cuando el anfionte es aún extremadamente pequeño. Por división (bipar- - 546 — tición) de la cromatina nuclear, se engendra un considerable número de Esporoblastos espurios, no pudiéndose considerar como verdaderos Esporoblastos las porciones citoplásmicas en que se subdivide la masa protoplasmática del anfioute, por quedar todas ellas anastocnizadas entre sí, de tal suerte, que en realidad constituyen un todo único, con centros cromáticos (ó núcleos) separados. Sucesivamente, los núcleos céntricos (ó centros cromáticos antedichos), por un proceso de subdivi- sión múltiple, se disponen á la periferia de la masa citoplásmi- ca y constituyen de esta suerte el punto de partida de un ele- mento celular — esporozoitoblasto — cuya forma terminal^ libre por fin en el quiste anfidntico maduro será el <.< esporoxoito>> (véase la fig. 67, lám. VII, que representa dos quistes anfión- ticos en período bastante adelantado de su desarrollo, debajo del epitelio de la mucosa del estómago de Anopheles claviger,' y también la fig. 70, lám. VIII) (1). Queda una «masa residual», amorfa (ayihista) , punto de apoyo de los esporozoitos hasta su extrema fase de desarrollo, y que progresivamente disminuye de volumen por cuanto au- menta el número y las dimensiones de aquéllos. Durante este proceso de multiplicación nuclear, el quiste amfióntico aumenta considerablemente en sus dimensiones, has- ta alcanzar 70-80 p. de diámetro, y puede contener millares de esporozoitos. Los quistes anfiónticos pueden reconocerse fácilmente en la pared del intestino, también con un examen directo, en fresco, extrayendo el intestino con el método ya indicado en otro lugar. Desde luego se reconocen cuando están colocados á los bordes del tubo iutestinal extendido sobre el portaobjeto y cuando han alcanzado un cierto tamaño; mas también en los primeros momentos de su fijación en la pared del intestino, (1) Para cuanto se refiere al desarrollo de la generación anfi- gónica de los parásitos del Paludismo en el huésped invertebrado, debe considerarse como definitiva la Monografía, verdaderamente admirable, del profesor B. Grassi : Studi dhino zoólogo sulla Ma- laria, publicada por la R. Acad. del Lincei, Roma, 1902, segunda edición. vil F,^. 67 ^%> Fig.Sd \ I # '# ■» 4(^ **^ Li N (7. PíUalaya.- düi. Rto.Aca4. Gautas VIII \^ _.fr*=«— / J '■:\ Fig 63 Fig. 70 i% ^» *x \ 3 O '^4o%(f^ íuaiu^a- dil/ — 547 - cuando aun son pequeñísimos, se ponen de relieve por los gra- nulos de pigmento melánico que conserva el Macrogameto, y que, después de la fecundación, el ooquineto arrastra consigo (por lo menos en parte), durante su fase móvil (aunque en parte se eliminan). Estos granulos de pigmento quedan espar- cidos en el quiste anfióntico durante los primeros períodos; luego, encerrados en las masas residuales, desaparecen casi todos; en los quistes maduros difícilmente se encuentran. Los quistes anfiónticos maduros alcanzan, he dicho, hasta 70 y 80 ^ de diámetro. Debo decir que semejante medida es excepcional: por lo general no superan los 50 a. Los esporo- zoitos miden 13-14 [x de largo por 1 tji. de ancho. Los quistes anfiónticos, al crecer y madurar, vense obliga- dos á hacerse sitio entre los tejidos y órganos que rodean al intestino, cuya pared se encuentra á veces verdaderamente atestada de parásitos (v. fig. 68, lámina VII). Así es que há- llanse los quistes anfiónticos rodeados casi siempre por el ór- gano adiposo, en la inmediata continuidad con el celoma (lacu- noma)^ ó bien en contacto con los ovarios (v. fig. 68, lám. VII). 3. Cabe aquí la pregunta: ¿pueden los anfiontes, en su pri- mer período, desprenderse de la pared del intestino, ó bien desde luego los ooqtiinetos enquistarse en órganos distintos, y precisamente infectar los ovarios, de tal suerte que, desarrollán- dose los huevos, y siendo depositados más tarde junto con for- mas especiales — (esporos resistentes) — del parásito, queden infectadas las larvas y las ninfas, esto es, la nueva generación de mosquitos? Ninguna observación positiva puede producirse en favor de esta hipótesis. La infección de las nuevas generaciones de Anophelinae jamás se ha averiguado, ni siquiera artificialmente, haciendo desarrollar estos Dípteros de los huevos depositados por hembras infectadas^ examinadas en seguida después de la puesta, y realmente llenas de quistes parasitarios en la pared intestinal ó de esporozoitos libres en la cavidad general del cuerpo ó encerrados en las glándulas salivales. Sin embargo, dúdase aún de la significación de ciertos cuer- pos pardo-amarillos, que se encuentran con alguna frecuencia - 548 — en quistes anfióaticos de Anopheles , por lo general , de ^mo- pheles infectados desde mucho tiempo. Semejantes cuerpos pardo-amarillos (de que reproduzco en la fig. 70 de la lámi- na VJII un ejemplar), llamados por Ross «black-spores » (es- poros negros) se han interpretado como formas resistentes quizás destinadas á persistir en ambiente libre, y, por tanto, como posible fuente y origen de infecciones [anofélicas ó hu- manas, directas 6 indirectas] por vía distinta de la represen- tada por la picadura de los mosquitos. No puede negarse que la relativa frecuencia con que se ob- servan los cuerpos amarillos-pardos 6 esporos negros de Ross en quistes anfidnticos del intestino de Anopheles , debía des- pertar sospechas y dudas, tanto más justificadas, por cuanto se escapa á nuestra investigación la causa productora de altera- ción semejante, si se consideran como formas degenerativas. Yo he dedicado particular atención á estos cuerpos: añadiré que he buscado llevar á cabo un estudio comparativo de estas formas desarrolladas en quistes anfiónticos de parásitos del paludismo humano ( Plasmodium vivax) con las que de igual manera se observan en quistes de Proteosoma en el intestino de Culex pipiens ; el estudio de estas últimas desde el punto de vista experimental es más fácil; y, por otra parte, el hallaz- go de algún hecho ó de algún indicio que hubiese permitido una interpretación segura y definitiva acerca de estos cuerpos en las formas de Proteosoma, hubiera constituido desde luego argumento de analogía para llevar á cabo directas y compro- bantes observaciones con el parásito humano. La investigación histológica (citológica) nada nos dice, nada nos revela más de lo que ya conocemos sobre la estructura, forma y disposición de estos cuerpos. Los quistes anfiónticos en que se hallan encerrados son por lo general vacíos, priva- dos de esporozoitos, sin que por esto deje de encontrarse al- gunos con escasos esporozoitos maduros ó en proceso de des- arrollo; la pared de estos quistes anfiónticos parece más es- pesa (fig. 70, lám. VIII); sin duda esto depende de la retrac- ción de la misma pared extendida de antemano. En efecto, los cuerpos amarillo-parduscos ó pardo- amarillos (esporos negros - 549 — de Ross y de Nuttall), desarróllanse, al parecer, dentro de an- fiontes ya adelantados en su proceso de multiplicación esporo- g<5nica, y casi siempre con esporozoitos ya formados. Sin embargo, á pesar de que yo he hecho gran número de cortes m toio del organismo y particularmente del abdomen de mosquitos artificialmente infectados (la fig. 69 de la lámi- na VIII representa una sección transversal del abdomen de un Culex pipiens; á la pared del intestino se adhieren algu- nos (7) quistes anfiónticos de Proteosoma , entre ellos uno que contiene cuerpos pardo-amarillos, representados con mayor aumento en la fig. 70), no he logrado nunca encontrar los cuer- pos amarillo-parduscos libres en el lacunoma ó bien localizados en otros órganos y tejidos. Cuando se considere que casi todos los quistes anfiónticos que contienen los cuerpos amarillo-par- duscos son quistes viejos y abiertos, de donde ya han salido los esporozoitos, aparece muy extraño — dada la hipótesis que dichos cuerpos estén destinados á representar un papel en vida libre ó sean formas resistentes del parásito, — aparece muy extraño, repito, que no se hallen en los ovarios, por ejemplo, ó de todos modos fuera del sitio de producción, donde nada representan. Nunca he observado semejante localización. Bien es verdad que, por otra parte, los cuerpos amarillo- parduscos resisten bastante tiempo en el agua, por ejemplo, y en general en ambiente por completo desfavorable á la vida del parásito en todas sus formas. Pero el aspecto que tienen, examinados algún tiempo después de esta prueba, demuestra en mi entender que no se trata de elementos vitales, sino de depósitos de substancias especiales, debidas á transformacio- nes bioquímicas, muy probablemente degenerativas, de las masas residuales y de todo el protoplasma del anfionte. Pro- cesos regresivos parecidos averíguanse en otros parásitos de los mismos insectos: y es muy probable que la degeneración pardo-amarilla de las larvas de Filaría immiiis en los tubos de Malpighi de Ayiopheles ^ obedezca á semejante proceso. En conjunto — si bien no es posible afirmar en modo abso- luto lo que representen los cuerpos amarillo-parduscos, — todo parece confirmar que se trata de formas involutivas, y no de — 550 - formas resistentes destinadas á nuevo ciclo vital del parásito. 4. Cuando el quiste anfióntico ha llegado á maturación, la cápsula que lo reviste se abre, se rompe (por tensión y compre- sión), y deja salir los esporozoitos libres en el lacunoma del huésped. Los esporozoitos son dotados de movimientos activos: sin embargo, hay que admitir que la corriente de la sangre (líquido contenido en la cavidad del lacunoma del mosquito) los arrastra pasivamente en gran cantidad, de tal suerte, que llegan á las glándulas salivales y })enetran en sus células, no sabemos si del mismo modo como pueden penetrar en todos los demás órganos en relación con el lacunoma, ó bien por una electiva atracción, por acciones quimio- tácticas ó por otra ra- zón desconocida. Sin duda se encuentran esporozoitos espar- cidos en el órgano adiposo: mas en número reducido y de nin- guna manera comparable con el de los esporozoitos que invaden las glándulas salivales. Las glándulas salivales constan de tres lóbulos glandulares por cada lado, dos más alargados y el mediano más pequeño. Todos tienen una capa cuticular, interna, más ó menos delga- da, reforzada en los túbulos excretores por un hilo arrollado en espiral (hilo de quitina) muy parecido al de las tráqueas. Los tres túbulos de los lóbulos glandulares de cada lado se reúnen en dos principales troncos, que, á su vez, se encuen- tran y reúnen en un solo conducto que desemboca en la línea media y ventral del tubo digestivo, en la base de la hipofarin- ge (véase la figura 63 y las precedentes en el cap. V.) La secreción de los seis lóbulos glandulares no es idéntica. La del lóbulo mediano (pequeño) es indudablemente distinta de las demás, con carácter ácido manifiesto. Los esporozoitos abundan casi siempre en las células de los lóbulos laterales; es- casean en las del mediano. Los esporozoitos son inoculados con el líquido segregado por las glándulas salivales en el momento en que el Díptero hematófago pica al hombre y á los animales. En los animales, los esporozoitos de los parásitos del paludismo no se desarro- llan: la especie se pierde. En el hombre, al penetrar los espo- rozoitos en la sangre, multiplícanse muy probablemente en - 551 — forma algo distinta de la que averiguare en la esqnizogonia de monontes de las generaciones sucesivas, pero de todos modos invaden los hematíes y aumentan de número hasta que deter- minan las primeras manifestaciones clínicas de la infección y la fiebre. El período antedicho (período de incuhnción) es en extremo variable, como demuestran los casos ex[)erimentales de infección palúdica, reunidos en las páginas" 50S y 509. Muy probablemente el período de incubación (reproducción de los esporozoitos anfigónicos y primeras generaciones mo- nogónicas) es de menor duración en los casos de parásitos semilunares (Laverania). 5. En las glándulas salivales pueden encontrarse esporo- zoitos en gran número aun después que el mosquito ha inocula- do una y más veces el parásito al hombre. Con otras palabras, y más claramente: si — producida artificialmente la infección de un mosquito — al cabo de ocho, diez ó más días, cuando el examen de los testigos puestos en iguales condiciones nos haya demostrado que los esporozoitos se hallan en las glándulas sa- livales, procuramos que pique á un vertebrado de sangre ca- liente (perro, por ejemplo), y así sucesivamente dos y tres veces, y por fin llevamos á cabo el examen de las glándulas salivales del mismo mosquito, hallamos casi constantemente cierta cantidad de esporozoitos en ellas, aun cuando haya pa- sado mucho tiempo desde la infección del Díptero, desde el desarrollo de los quistes anfiónticos productores de dichos es- porozoitos. Tres explicaciones se presentan para semejante hecho: 1.*, podemos pensar que — eliminados los esporozoitos que ya se encontraban en las glándulas salivales en el momento de la última picadura — hayan penetrado luego en las células glan- dulares nuevos esporozoitos, procedentes de quistes amfiónti- cos maturados más tarde; 2.*, podemos admitir que con la pi- cadura no se eliminen más que un número reducido de esporo- zoitos, quedando para las sucesivas picaduras la mayoría de los que se encuentran encerrados en las glándulas salivales; 3.*, por fin, podemos pensar que los esporozoitos se multipli- quen, con nueva fase reproductiva, en las glándulas salivales. - 552 — Por cuanto pueda parecer extraño este hecho, sin embargo debo insistir en ello, por muchas consideraciones. Ante todo^ la interpretación primera debe descartarse porque el fenómeno se observa haciendo picar al mosquito en un período tan ade- lantado desde su infección, que no admite duda sobre la per- sistencia de quistes anfiónticos aun por madurar. La segunda interpretación no es suficiente ni nos satisface, sobre todo cuando se observa que los esporozoitos permanecen en las cé- lulas de las glándulas salivales en número tan grande después de repetidas picaduras, que no parece posible sin admitir su multiplicación. En efecto^ con detenidas observaciones lógrase sorprender en los esporozoitos un fenómeno de bipartición, de división cariosómiea seguida por la separación de dos mitades longitu- dinales. Muy probablemente, los esporozoitos se dividen por tanto longitudinalmente, del mismo modo y en la misma forma que Schaudinn ha indicado como propia de los productos de la generación esporogónica en los parásitos del género Haemo- proteus y del género Haemamaeha (Spirochaete), que consti- tuyen por sucesivas biparticiones pequeñísimos elementos con aspecto de Irypanosoma y de Spirochaete. No quiero con esto acercar la evolución de los parásitos del paludismo á la que Fritz Schaudinn ha descrito como propia de ciertas especies de Hoemoproteus (Trypanosoma 7ioctiiae), y de Haemamaeha (Spirochaete Ziemanni) ; pero sí cabe afir- mar que el parentesco indudable con estas formas halla com- probación nueva en la existencia de semejante fase de multi- plicación de los esporozoitos (amfigónicos). 6. Estoy en absoluto convencido de que los parásitos de la Malaria humana no presentan otro ciclo de evolución que el descrito, ni se desarrollan en otro ambiente que en la sangre del hombre (fase monogónica ó asexuada) y en el organismo del huésped invertebrado (fase anfigónica ó sexuada). Claro está que la inoculación directa de sangre de palúdico que contenga parásitos endoglobulares de la serie monogónica puede reproducir la infección y el tipo febril, como demuestran las observaciones reunidas en el estado de las páginas 508 y 509. — 553 - Sin embargo, trátase de un medio artificial de transmisión. Los insectos hematófagos (hembras) son incapaces de transportar en forma pasiva, puramente mecánica, el parásito de la sangre hu- mana (fase monogónica) desde el hombre enfermo al hombre sano, porque: 1,°, con su picadura no devuelven ni la menor cantidad de alimento (sangre) precedentemente chupado, en que pudiera contenerse aún intacto el parásito en los hematíes; 2.°, sus picaduras se averiguan siempre á cierta distancia la una de la otra, es decir, con la interrupción de cierto período de tiempo; período siempre suficiente para que la sangre introduci- da en la primera se encuentre ya alterada, en plena hemolisis, y por tanto los parásitos endoglobulares que pudiera contener ya inertes é inactivos, en el momento de picar la segunda vez; 3.°, las mínimas cantidades de sangre que puedan quedar so- bre la trompa y las piezas del aparato bucal en general, alté- ranse a fortiori inmediatamente al contacto del aire, sécanse y pierden en todo caso su vitalidad los parásitos endoglobula- res que pudieran contener. No olvidemos que no se trata de esquizomicetos: se trata de parásitos animales, que necesitan condiciones de ambiente determinado, y cuya estructura celu- lar sufre rápidas y mortales modificaciones bajo la influencia de condiciones desfavorables. Tan sólo el hallazgo de formas enqiiistadas (en el verdade- ro sentido de esta palabra^ no ya de formas envueltas en mem- brana adventicia, como es el caso de los anfiontes en el intes- tino medio del mosquito), de formas resistentes, encerradas en involucro quístico propio (como se encuentran en ciertos Ri- zópodo?, y en otros grupos de los mismos Esporozoos), podría hacernos sospechar la existencia de otro ciclo, de otra vía de transmisión (por ejemplo la vía hídrica) del parásito de hom- bre á hombre. Por eso presentaron tan vivo interés los esporos negros, 6 cuerpos amarillo-parduscos. Desgraciadamente, todas las ob- servaciones y experiencias llevadas á cabo en el sentido de comprobar la significación biológica de semejantes formas, han coincidido, en sus resultados negativos y en la demostración de su carácter de involución degenerativa. Hev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre, 1905. 37 - 554 - En el estado actual de nuestros conocimientos , tenemos que admitir que los parásitos del paludismo (Plasmodium vivax de la fiebre terciana sencilla, Plasmodium malariae de la cuar- tana, Laverania de las formas graves y tropicales) se transmi- ten exclusivamente por la picadura de los mosquitos de la fa- milia Anophelinae , en cuyo organismo tiene lugar un proceso de generación sexuada, destinado á producir extraordinaria cantidad de formas jóvenes (esporozoitos), para empezar — en la sangre humana — una serie de generaciones monogónicas 6 asexuadas , que determinan los fenómenos patológicos caracte- rísticos de la enfermedad, entre ellos el acceso febril (con es- calofrío inicial), debido, según toda probabilidad, á los resi- duos hemoglóbicos (pigmento melánico, etc.), y á los pro- ductos del metabolismo del parásito, que se vierten en la san- gre en el momento de la multiplicación esquizogónica (esporu- lación). CAPITULO X Observaciones sobre epidemiología del paludismo en RELACIÓN CON LOS MOSQUITOS DE LA SUB-FAMILIA Auoplie- linae. 1. La distribución geográfica de la Malaria humana está completamente de acuerdo con la distribución de los Dípteros de la sub-familia Anophelinae. Todas las objeciones que en este sentido se hayan hecho á la doctrina — establecida sobre fun- damentos tan firmes — de la transmisión de los parásitos por los mosquitos de la sub-familia Anophelinae , deben conside- rarse como el fruto de observaciones deficientes, mal dirigidas y erróneas. Así lo demuestran las investigaciones de Laveran, que desde cinco ó seis años á esta parte viene reuniendo datos de todas las colonias; las de Blanchard, que van de acuerdo por completo con las precedentes; las de Theobald, James, Gi- les, Goeldi, Luzt, Low, etc., estas últimas en América; las de Grassi, Celli y sus discípulos, en Italia; las de Koch , Donitz y otros, en las colonias alemanas; las mías personales, en España. - 555 — De estas últimas he dado cuenta en numerosas publicacio- nes (1); Y los datos que allí se consignan están de acuerdo con los resultados de los importantes estudios del Dr. Huer- tas (2) y otros sobre el paludismo en Extremadura; confirman las observaciones de Macdonald (3), y sucesivamente han sido comprobados por cuantos se han ocupado seriamente de este problema (4). Claro está que la presencia de varias especies de la sub-fa- milia Anophelmae no implica necesariamente la difusión de la enfermedad ni mucho menos su carácter endémico en la región. Es en realidad absurdo creer de levantar una seria objeción con afirmar que existen en muchos lugares mosquitos de la sub-familia Anophelinae , sin que existan casos de paludismo (i) Investigaciones y estudios sobre el paludismo en España (publicados bajo la dirección del De. G-. Pittaluga, en ocasión del XIV Congreso Internacional de Medicina). — Madrid Barcelo- na , 1 tomo de 260 págs. con 6 láminas y 35 figs. , 1903. El paludismo en Cataluña (Investigaciones sobre las formas pa- rasitarias del paludismo endémico en la provincia de Barcelona), por los Dres. D. Andrés Martínez Vargas y D. Gustavo Pitta- luga. (Memoria laureada con el premio del Ayuntamiento de Bar- celona en el IV Concurso de la Academia del Cuerpo Médico mu- nicipal, 1903). Sulla presenza e distrihuzione del genere Anopheles in alcune regioni della penisola ibérica e suoi rapporti col parassita della malaria umana. Nota del Dr. G. Pittaluga. (Rendiconti della B. Accad. dei Lincei, Roma, 1903, 21 Giugno) y otras. (2) El paludismo y su profilaxis en la provincia de Cáceres, por los Dres. D. Fraxclsco Huertas y D. A. Mendoza (en el tomo antes indicado: Investigaciones y estudios sobre el paludismo en España, etc). (3) La propagation du paludisme par les moustiques (avec une note sur leur role á Ríotinto, sud d'Espagne^ par le Dr. Jean Macdonald. (París, A. Maloine, ed. 1901). (4) Véase tabién : Manual de Anatomía patológica y Bacteriolo- gía por el Dr. S. Ramón y Cajal. (4.^ edición, notablemente co- rregida y aumentada; Madiúd, M. Moya, ed. , IftOój, págs. 385, 337 y 388, donde se citan mis trabajos y se pone en justo relieve el valor de mis investigaciones. — 556 — endémico. Las condiciones en que el mosquito debe encon- trarse para que se desarrolle en su organismo la fase esporo- gónica del parásito son tales, además, que ni siquiera la pre- sencia transitoria de algunos casos de paludismo esporádico importado puede considerarse como suficiente para determi- nar la infección de los huéspedes invertebrados. Así es, pues, que se explican con suficiente claridad aquellos casos en que — existiendo mosquitos de la sub-famiiia Anophelinae, y habién- dose im{)ortado los parásitos por personas enfermas de fiebres palúdicas procedentes de otro lugar — no haya llegado, sin em- bargo, á establecerse con carácter endémico ni transitoria- mente epidémico la infección, por haber faltado el desarrollo esporogóuico en el organismo de los huéspedes invertebrados. Pero el caso inverso es bien frecuente. Yo no he de detenerme en el examen de los datos epide- miológicos comunicados durante estos últimos años por multi- tud de observadores en distintas partes de los continentes eu- ropeo, asiático, africano y americano. Sólo daré cuenta, en el modo más breve que me sea posible, de lo que personalmente he visto, y muy en particular de lo que á España se refiere. 2. Desde que el género Afiopheles fué repartido, por obra de Theobald sobre todos, en varios géneros distintos ^ según hemos indicado en precedente capítulo, la demostración expe- rimental de las especies de la sub-familia Anophelinae, que pue- den transmitir los parásitos del paludismo, se ha hecho más di- fícil, lenta y complicada. Muy probablemente, todas las especies de la sub-familia son aptas para hospedar á dichos parásitos en su fase esporogóni- ca, y por tanto transmiten la infección: en efecto, la sub-fa- milia Anoyhelinae corresponde en su conjunto al antiguo gé- nero Anop heles. Sin embargo, hasta ahora ha sido demostrada experimen- talmente ó por investigaciones morfológicas la transmisión de los parásitos del paludismo en las especies que siguen: Anopheles claviyer (sinón. macuUpennis). Anopheles hifurcatus (Europa). — 557 - Myzomyia superpicta (sinón. Aiioph. superpidus). Myxorhijnchus paludis (África). Myxorhynchiis pseiidopictus (sin. Ati. pseiicL). Myxomyia funesta (A. fiinesttis, A. Kamarsi). Myxomyia Christophersi Tir • 1' -r ■ Klndias). Myxomyia ciUicifacies i Nyssorhynchus Lutxii (Brasil). Pyretóphorus costalis {A. costalis) África, y en algunas más, aunque acerca de ellas no tengamos cono- cimientos ni certidumbre suficiente^ como Anopheles japonicus 6 jesoensis (Japón), Anopheles Viticenti (Tonkín), Myxorhynchus Constani (Madagascar). 3. Grassi ha demostrado en modo terminante que los mos- quitos pertenecientes al antiguo género Culex , actualmente á la sub-familia Culicinae ,r\o ejercen el papel de huéspedes del parásito de la Malaria humana y no transmiten por tanto la in- fección. El mismo Ross, que en sus primeras observaciones había podido creer que las especies de Cidex (que hospedan en su fase anfigónica al Proieosoma de los gorriones) hospe- darían quizás indiferentemente también á los parásitos del pa- ludismo humano, experimentó sucesivamente con la especie C. fatigans (¿C. pipiens?) Wied., y vio que el ciclo anfigó- nico del parásito de la terciana (Plasmodiiim vivax) no se desarrollaba. Grassi experimentó con las especies Culex peni- cillaris (común en España), Cidex pipiens (ídem), Culex ne- morosus (ídem, Norte de España), Culex alhopunctatiis , C. pulchritarsis , C . Richiardii y C. annulatus (especies que en parte han caído bajo distintos nombres genéricos por la clasificación de Theobald), y obtuvo constantemente resulta- dos negativos. Excluyó del mismo modo, y con experimentos de comprobación, las especies Culex liortensis , Culex spathi- palpis , Culex fasciatus (elegans) (este último correspondiente á Stegomyia fasciata), y los géneros hematófagos Aedes , Si~ mulium, Ceratopogon, Phlebotomus. — 558 - 4. ¿Existe alguna relación entre la distribución geográfica de las distintas especies de la sub-familia Anophelinae y las formas diferentes de parásitos que determinan la fiebre tercia- na sencilla (Plasmodium vivax), la cuartana (Pl. malariae) y la infección estío-otoñal ó maligna (Laverania malariae)? Acerca de esta importante cuestión biológica y epidemioló- gica no tenemos más datos que los siguientes: I.*' Que Grassi y sus discípulos experimentaron con las especies Anopheles claviger (sin. maculipennis) y Anopheles hifurcatus , y vieron desarrollarse en las dos, indiferentemente, los quistes anfiónticos, tanto del Plasmodium vivax (tercia- na) como de Laverania (parásito semilunar). Los quistes an- fiónticos de estas dos especies no presentan diferencias morfo- lógicas de relieve: mas los parásitos de que procedían (de la serie monogónica) eran indudablemente distintos. 2.° Que sin embargo, la distribución geográfica prepon- derante del Anopheles claviger en las regiones donde domi- nan los tipos de fiebre sencilla (tercianas benignas, cuarta- nas), al mismo tiempo que las demás especies europeas Ayio- píleles hifurcatus, Mi/zomyia superpicta y Myxorhynchus pseudopictus, se encuentran más bien localizadas en comarcas donde predominan las infecciones semilunares, sugiere el pen- samiento que exista cierta correspondencia entre el huésped invertebrado y la especie del parásito. En España también semejante correspondencia se observa grosso modo. Pero si de- tenidamente se analizan las circunstancias en que se efectúa por lo general la transmisión del parásito entre los dos hués- pedes alternantes, desde el hombre al mosquito y desde el mosquito al hombre, se ve que en Europa, en España como en Italia_, la infección humana procede casi siempre — en cual- quier región y cualquiera que sea el tipo de fiebre — de la es- pecie Anopheles claviger , que es la que en modo caracterís- tico y constante acompaña al hombre y vive en los lugares per él habitados. En el estado actual de nuestros conocimientos^ y por lo que he visto, yo creo que realmente debe haber cierta afinidad en- tre determinada especie de huésped (dentro de la familia Ano- - 559 — phelinae) y determinada especie de parásito, sin que esto im- pida que las diferentes formas parasitarias puedan desarrollar- se en su fase esporogónica en las demás especies de la misma familia de Culícidos. Daniels admite que la especie del huésped pueda determi- nar alguna variación en los caracteres biológicos y quizás, por tanto, en la virulencia de los parásitos, productos de la gene- ración esporogónica (sexuada), y destinados á la inoculación en el hombre. Esto es sumamente dudoso. No puede negarse importancia al hecho que Anopheles eos- talis (Pyretóphorus) y Anopheles funestus ( Myxomyia), abundantísimos en las costas de África y en toda la zona tro- pical, son los transmisores de aquellos parásitos que producen las gravísimas formas de infecciones perniciosas, de malaria tropical , cuyo estudio clínico y epidemiológico ha sido lleva- do á cabo por Koch, Plehn, Ziemann, Ross, Dutton, Todd, James, etc., y que, al mismo tiempo que esas especies de Anophelinae uo se encuentran en Europa, esté tan caracteri- zada la epidemiología local del paludismo en los trópicos por las formas parasitarias correspondientes á las manifestaciones clínicas antedichas. Y, sin embargo , debe considerarse el hecho más bien como el efecto de una adaptación de la especie parasitaria á las con- diciones del clima (temperatura) que á las propias del hués- ped invertebrado. Las formas de Laverania exigen, al pare- cer, temperaturas más elevadas para su desarrollo anfigónico; y el huésped invertebrado — Díptero, y por tanto heteroter- mo — sufre el influjo directo de la temperatura del ambiente. 5. Los parásitos del paludismo humano, en todas sus espe- cies , necesitan de cierta temperatura para que en el organismo del huésped invertebrado pueda tener lugar el primer acto del desarrollo anfigónico: la cópula (fecundación). El límite míni- mo de esta temperatura puede fijarse en los 17°-18° centígra- dos (Terciana: Plasmodium vivax). Desde el momento en que el ooquineto ha penetrado en la mucosa intestinal y se ha fija- do en la túnica elástico-muscular, para dar principio á su des arrollo esporogónico (quiste anfióntico), semejantes condicio- — 560 - nes de temperatura — al parecer — no son ya necesarias. Lo cual se comprende en parte, teniendo en cuenta la adaptación definitiva de la forma sexuada, su localización y el hecho de quedar encerrada en una membrana adventicia. Pero mientras el ooquineto , esto es , la célula que representa el producto de la fecundación del macrogameto por el microgameto, conser- ve su carácter de movilidad y no haya logrado fijarse en su si- tio de elección, la temperatura indicada (mínima) es necesa- ria. Sin ella, el quiste anfióntico no se desarrolla. Lo dicho vale, en general, para todas las especies: Plasmo- dium vivax, Plasmodíum malariae y Laverania. En los períodos sucesivos, las bajas de la temperatura influ- yen en modo notable sobre el tiempo de desarrollo del quiste anfióntico y la producción de los esporozoitos. Pero, sin embargo, cuando se trate de amfiontes proceden- tes de Plasmodíum, las bajas, también las de muchos gra- dos,— hasta 9° centígr. — (observadas durante dos noches) no impiden el desarrollo ulterior; los quistes anfiónticos retra- san extraordinariamente la época de su maturación: sin duda en condiciones naturales — con mosquitos libres — correrían el riesgo de perderse por la muerte del huésped; pero, el hecho es cierto: cuando ya el quiste anfióntico está desarrollán- dose en la submucosa, resiste bajas muy considerables de la temperatura. A pesar de esto, sólo con la temperatura de 22°-25° centí- grados, el desarrollo puede llamarse regular: y con 30° ó más centígrados, el desarrollo llega á su término (formación de es- porozoitos libres) en siete días. Indudablemente, los anfiontes de Laverania malariae nece- sitan una media térmica mayor de la que es suficiente para el desarrollo de los de Plasmoditim.'^ Lo cual explica en gran parte la predominante difusión de los parásitos semilunares (Laverania) en las regiones tropicales. Mas á este propósito añadiré que en mi entender, la temperatura ambiente influye considerablemente también por otro camino sobre el desarrollo de la fase esporogónica de Laverania y su difusión. En efecto» en climas templados ó fríos, la vida media de los mosquitos — 561 — (hembras) es de menor duración. A consecuencia de esto, si los quistes anfiónticos no llegan pronto á maturación y no de- jan libres los esporozoitos, van irremisiblemente perdidos, pues con la muerte del huésped perecen ellos también. Entretanto sucede que precisamente en esas regiones de clima templado el anfionte necesita un tiempo mucho mayor para llegar al tér- mino de su desarrollo. Aquí tenemos, por tanto, explicada una de las razones por la cual en países fríos (nórdicos) son escasas las fiebres intermitentes y sobre todo las infecciones ^ov Lave- rafiia. Y lo que se ha dicho acerca de la temperatura y de su in- fluencia sobre el desarrollo de la fase esporogónica de los pa- rásitos, explica también — en parte — las relaciones que existen entre las estaciones del año y la epidemiología del paludismo. Por lo demás , la doctrina etiológica que admite la transmi- sión de los parásitos del Paludismo por los mosquitos, está en completo acuerdo con todos los hechos, condiciones y circuns- tancias que los estudios epidemiológicos habían puesto de re- lieve desde largo tiempo, y que constituyen lo que se llama el ambiente palustre. Teniendo en cuenta los momentos más importantes del ciclo evolutivo del parásito de la malaria humana y las condiciones en que se efectúa su desarrollo; considerando por otra parte las condiciones en que viven, se reproducen y acompañan al hombre las hembras hematófagas de la subfamilia Anophelinae, huéspedes de la fase anfigónica del parásito; se imponen al criterio práctico del higienista ciertas medidas profilácticas, que si pudieran aplicarse con absoluta exactitud, deberían pro- porcionar inmejorables resultados. Desgraciadamente, los ejemplos dados por Grassi en Alba- nella y Ostia (1901), por Celli en La Cervelletta (Roma), por Pressat en Ismailia, por Koch en Brioni, quedarán completa- mente estériles mientras las públicas Administraciones y los Gobiernos no se interesen seriamente de semejantes cuestiones y no tomen por fundamento imprescindible de sus disposicio- nes las enseñanzas que se desprenden de los estudios cientí- ficos. - 562 bibliografía Una lista completa de las publicaciones que han visto la luz du- rante estos últimos años acerca de los parásitos del Paludismo humano y de su transmisión es tarea imposible y quizás inútil. Las siguientes Monografías , fundamentales para el estudio de esta cuestión, comprenden cada una además una Bibliografía ex- tensa, donde se encuentran todas las indicaciones necesarias. Blanchard Rafael. -Les moustiques, histoire naturelle et me- dícale. París, Rudeval, 1904-1905. EwiNa. — Contribution to the pathol. anath. of Malarial fever. (Con 2 lám.) The Journal of Experiment. Medie — Febrero 1902, etc. Geassi B. — Studí di uno zoólogo sulla Malaria. (R. Accad. dei Lincei, Roma , 1 tomo con 6 lám. , 1901, 2.^ ed.) Laveran.— Traite des fiévres palustres. O. Doin, 1890. Marchiafava e Bignami. — Lainfezione malárica. Roma, Vallar- di , 1902. Manson P. — Tropical diseases 'loe. cit.), 1903. Mannaberg.— Die Malariakrankheiten. Wien. in 8.°, de 453 pág. con 4 lám. De. Press at. — Le paludismo et les moustiques (Masson et C, edit., París, 1905), con 8 figs. y 11 láms. RoiiANOWSKY. — Zur Frage d. Parasit. u. Therap. d. Malaria, Pe- tersb. Medie. Woch. 1891. RugeReixhold,— Einführungin das Studium der Malariakrank- heiten mit besonderer Berúcksichtigung der Techuik. (Con 2 lám. microfotogr. y 1 litogr.). Jena. Fischer, 1901. SCHAUDiXN. — Studien über krankheitserregende Protozoen, II. Plasmodium vivax. (Arb. d. k. Gesundheitsamte, 1903, XIX, p. 169). Théobald V. F. — Monograph of Culicidae. Londres, British Mu- seum, 3 tomos, 1901, 1904, con 1 atlas. CAPITULO XI TRIPANOSOMAS Y MOSCAS TSÉ-TSÉ ^ ^ A 1. Ya en los primeros años de la segunda mitad del si- glo XIX, los exploradores del centro de África, y sobre todos — 563 - Livingstone (1857), habían observado las estrechas relaciones existentes entre las moscas llamadas Tsé-tsé y las graves en- ¿Cc/rrua.tic litryuíc- TsrPÁA''OSOMA dd RcUtrrcfílAviill TarPA.VOJOHA ./< ¿a- '^icti¿[3rwí¿\ Fig. 71. — Aspectos de Trypancsoma lewisi y de Tripanosoma brucei (de la Nagana). — For- mas sucesivas de bipartición en este último (según E. Martini'í. | Aum. )• \ iSoo / fermedades epidémicas del ganado, que diezmábanlas reses y las caballerías de la expedición. — 564 - Sin embargo, pertenece á Bruce (1895) el mérito de h-aber determinado — aunque no de una manera definitiva — el papel de estos Dípteros en la transmisión de la Nagana. La Nagana es una enfermedad endémica, propia del caba- llo, asno, buey, muía [y al parecer de otros animales domésti- cos, si bien es muy dudoso que se trate del mismo agente pa- tógeno]^ producida por un protozoario parásito de la sangre, del género Trypanosoma. Son igualmente debidas á Tripanosomas la « Surra » , la « Du- rina » , la « Galziekte » , el « Mal de caderas » , en los mamífe- ros domésticos; y en el hombre una enfermedad especial, pe- culiar de los trópicos, caracterizada por una primera fase agu- da, febril (Fiebre del Gambia) y un segundo período designa- do con el nombre de « Enfermedad del sueño » . En una Memoria recientemente publicada (Abril, 1905) en la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, yo he intentado resumir los actuales co- nocimientos sobre las especies de Tripanosomas descritas hasta ahora, sus caracteres morfológicos y su significación biológi- ca. Esto me dispensa de volver en la presente ocasión á ocu- parme del asunto. Los Tripanosomas fueron encontrados y descritos la primera vez, como parásitos de mamíferos, por Lewis, en 1878 (Cal- cuta), en la sangre de Mus deeumanus (ratas) y Mus rufes- cens (29 por 100 infect.) (Trypanosoma Lewisi.) En 1880, Evans, Inspector veterinario del ejército inglés en las Indias , publicó una extensa Memoria sobre una enferme- dad de los caballos, llamada Surra, caracterizada por la pre- sencia de parásitos flagelados en la sangre periférica y en los órganos. Steel en 1885 comunicó detalles sobre estas formas pa- rasitarias, que llamó Spirocknete Evansi , nombre más tarde cambiado por el de Trypanosoma Evansi. En 1895 Bruce reconoció los Tripanosomas en la sangre de los mamíferos domésticos enfermos de Nagana (África). Los estudios posteriores de Plimmer y Bradford determinaron los caracteres específicos de los Tripanosomas de la Nagana^ cons- tituyéndose la nueva especie: Trypanosoma Brucei , que el — 565 — mismo Bruce demostró ser transmitido por las moscas Tsé-tsé (véase la adjunta fig. 71), Irypanosoma equiperdum , agente patógeno de la «Duri- na», y Trypanosoma eqidnum 6 Tr. elmassiani, del «Mal de Caderas», fueron descubiertos lespectivamente en 1896 por Rouget y Chauvrat, el primero (pero determinado sólo por Schneider y Buffard en 1899), y en 1901 por Elmassian (Ascensión). "^ La «Surra» (Evans, 1880), la «Nagana» (Bruce, 1895), la «Durina» y el «Mal de Caderas» deben considerarse, por tanto, como cuatro enfermedades distintas, causadas por es- pecies de Tripanosomas igualmente distintas. La «Nagana» y quizás también la «Surra» parecen trans- mitirse por inoculación del parásito por medio de dípteros he- matófagos, que — en lo tocante á la enfermedad africana [Na- gana] — son representados por las moscas del género Glossina ( moscas Tsé- tsé) . Una epizootia característica de los bueyes del Transwaal, descrita por Thayler, con el nombre de «Galziekte», produci- da por un parásito parecido (Trypanosoma Theüej'i) , parece transmitirse por los dípteros hematófagos de la familia Hippo- boscidae ( Hippobosca rufipes; H. macúlala). 2. En 1901, el Dr. Forde observó el primer caso de Tri- panosomiasis del hombre: caso cuyo diagnóstico parasitológico débese á Everett Dutton. Tratábase de un inglés de cuarenta y dos años de edad, sin precedentes anamnésticos importantes, empleado desde seis años como conductor de un buque sobre el río Gambia (Áfri- ca occidental), que cayó enfermo con fiebre en los primeros días de Mayo de 1901. Durante los primeros tiempos de la enfermedad, ésta fué tratada como infección palúdica, con quinina. El Dr. Forde hizo, después de algunas semanas, el examen de la sangre, y no encontró los parásitos del paludis- mo en ninguna de sus formas, sino ciertos cuerpécitos fusifor- mes, flagelados, que en preparaciones directas, frescas, pare- cían dotados de movimientos activísimos en el plasma. Obser- vaciones sucesivas confirmaron este resultado. Algunos meses - 566 - más tarde, E. Dutton vio al enfermo en el Hospital de Bat- hurst (Gambia), reconoció y describió los parásitos como Tri- panosomas y les dio el nombre específico de Jrypanosoma gamhiense. Patrick Manson comprobó las precedentes observaciones, estudió personalmente, junto con el Dr. Daniels (Londres) un nuevo caso de Tripanosomiasis humana, caracterizada clíni- camente por los mismos síntomas agudos (fiebre, exantemas, epistaxis, edemas, debilidad general; tumefacción esplénica); y proporcionó nuevos detalles acerca de la estructura del pa- rásito. Mas en el año 1903, Castellani (actualmente Catedrático de Bacteriología y Parasitología en la Escuela de Colombo, Cey- lán) descubrió también en la sangre y en el líquido céfalo-ra- quídeo de individuos atacados por la llamada « enfermedad del sueño», un Tripanosoma, que consideró como agente produc- tor de dicha enfermedad y cuyos caracteres biológicos, pare- cían, por tanto, distintos, así como también algunos caracte- res morfológicos, de los propios del Trypanosoma gambieti&e (Dutton). Ejemplares de la nueva especie fueron presentados por sir Patrick Manson en la YII Sección (Medicina colonial) del Congreso internacional de Higiene en Bruxelles (Septiem- bre, 1903), con las propias preparaciones del Dr. Castellani; y allí tuve personalmente ocasión de observarlos. Castellani había llamado Trypanosoma ugandense á la nue- va especie (mejor dicho, á las formas halladas en enfermos de «enfermedad del sueño» en Uganda, y que creía de especie distinta). Kruse propuso el nombre de Trypanosoma Caste- llani. Poco después, Brumpt, auxiliar del Dr. Blanchard, encar- gado de una misión científica en el Congo, comunicaba nuevos é importantísimos datos sobre la estructura de estos parásitos, su difusión y probable transmisión por dípteros hematófagos del género Glossina. 3. Entonces tuvo origen la duda de si la enfermedad febril, aguda, observada por Forde, Dutton, Manson, etc., y el Try- - 567 - pmiosoyyia gamhiense , que se consideraba como su causa, de- bieran conceptuarse distintos, respectivamente, déla enferme- dad del sueño y del Trypanosoma Castellani; 6 bien si aqué- lla no representaría más que un primer período inicial, un es- tado agudo transitorio, al cabo del cual, y en determinadas circunstancias, llegarían los enfermos á manifestar el cuadro clínico de la enfermedad del sueño. En efecto; ulteriores observaciones (de Manson, Dutton^ M. Adams, Sambon , Brumpt, Caunac, Günter y Weber, \Y. Renner, Krueger, Bianchard) comprobaron que los dos síndro- mes constituyen en realidad una sola enfermedad; y que Try- panosoma iigandense [6 Ir. Castellatii) áehe identificarse con la especie descrita por Dutton con el nombre de Trypanoso- ma gambiense. En sus publicaciones sobre etiología y patogenia de la en- fermedad del sueño, estudiada en los negros de Uganda, el Dr. Castellani nos ha proporcionado detalles de estructura de ciertas formas de desarrollo encontradas en la sangre y en el líquido céfalo-raquídeo. Todas ellas son formas de división di- recta, por bipartición ó pluripartición, según el tipo de la mul- tiplicación monogónica característico de los Trypanosomas en general, y que puede estudiarse en el Trypanosoma Lewisi, parásito de la sangre de las ratas comunes (Mus decumanus). (Una breve Monografía, pero de gran interés, ha sido publi- cada— con excelentes láminas de Zettnow — en «Festschrift zum sechzigsten Geburtstage von R. Koch» en 1903, por el Dr. Erich Martini. La obra reciente (1904) de Laveran y Mesnil proporciona igualmente multitud de datos de investi- gación morfológica y experimental.) Trypanosoma gambiense difiere muy poco — en las formas actualmente conocidas — de las demás especies de Tripanoso- mas de los mamíferos — si se exceptúan Trypanosoma Theileri por un lado, Trypanosoma equiperdum por otro, que consti- tuyen dos tipos aparte. En los detalles de estructura — posición del blefaroplasto, distancia del blefaroplasto de la extremidad anterior, situación del núcleo respecto del blefaroplasto y de la membrana ondú- - 568 - Jante, dimensiones relativas del flagelo y otros — encuéntranse, desde luego, car.icteres específicos, sobre los cuales no insisto [naás importante parece ser el carácter de la vacuola, que in- mediatamente sigue al blefaroplasto, y que se observa con fre- cuencia en las formas adultas circulantes en la sangre, como en las formas esquizogónicas (de bipartición)]. Castellani ha descrito además en el líquido céfalo-raquídeo (extraído por punción lumbar) pequeñas formas amiboideas, con aspecto de Herpetomonas, es decir, en la fase de flagelo anterior, preblefaroplástico, que no han sido encontradas por los demás investigadores. Lo cierto.es, que de éste, como de los demás Tripanosomas patógenos, desconocemos en absoluto cuanto se refiere á una fase anfigónica, á una reproducción sexuada. 4. La transmisión de los Tripanosomas patógenos de la «Nagana» por los Dípteros hematófagos del género Olossina, establecida por las investigaciones de Bruce y confirmada y comprobada por las sucesivas, debe ocurrir sin ningún género de duda á consecuencia de un proceso de reproducción espo- rogónica, de una serie de transformaciones sucesivas á la fe- cundación de elementos femeninos por elementos masculinos; y la misma transmisión del Tripanosoma de la Nagana debía hacer pensar en la probabilidad de un círculo evolutivo en huéspedes invertebrados, muy semejantes, por lo que toca al Trypanosoma gamMense (sin. T. ugandense). Sin embargo, hasta ahora fáltanos todo conocimiento exacto, debido á investigaciones morfológicas consecutivas á la infec- ción experimental, y que nos proporcione la prueba definitiva acerca del papel que ejercen los dípteros del género Glossina en la transmisión de Trypanosoma Brucei y de Trypanosoma gambiense. Las experiencias de Bruce ^ Nabarro y Greig^ publicadas en Agosto y Noviembre 1903, demuestran, desde luego, que los Tripanosomas de la enfermedad del sueño pueden trans- mitirse por medio de la picadura de Glossina jjalpalis del hombre enfermo á hombres y á monos cercopitecos: esto sig- nifica que los Tripanosomas antedichos, introducidos en el or- — 569 — ganismo del díptero hematófago por la picadura, son expul- sados por nuevas picaduras; y son expulsados, sin duda, en forma nueva, después de haberse transformado en el huésped invertebrado por un proceso semejante al de los parásitos en- doglobulares del hombre y de los vertebrados , transmitidos por los Culícidos. Igualmente, las experiencias de Bruce habían demostrado con anterioridad, que Trypanosoma Briicei se transmite por la picadura de Glossina morsitans principalmente, sin que se pudiera excluir la intervención de las demás especies del gé- nero Olossina; y la inoculación del parásito, después de haber sido chupado por los dípteros en la sangre de un mamífero en- fermo, reproduce la enfermedad en el mamífero sano. Las epizootias de Nagana en África (quizás también las de Surra en India y otras regiones) explícanse muy bien por la difusión que los dípteros hematófagos del género Glossina (en el caso de la Surra debe admitirse que se trate de un género distinto, pues el género Glossina parece exclusivo del conti- nente africano) hacen del agente patógeno. La distribución geográfica del género Glossina coincide, por lo que sabemos, con la de la Nagana y en parte (Glossina palpaUs) con la de la Tripanosomiasis humana. Y sin embargo, mientras no se conozcan las fases sucesivas de desarrollo del parásito (Trypajiosoma) en'el organismo del huésped invertebrado; el tiempo preciso para que se lleve á cabo la generación amfigónica — que sin duda debe existir y ocurrir en ese ambiente — ; las condiciones en que se produce y desenvuelve, no alcanzaremos la interpretación exacta de to- dos los fenómenos epidemiológicos, por lo general muy com- plicados^ que se refieren á la infección por Trypanosoma gambiense en el hombre, por Trypanosoma Brucei en el ga- nado. 5. Los dípteros del género Glossina pertenecen á la ía.m\- \\2i Muscidae [Calyptratae]: son por tanto muy cercanos á las moscas comunes , y en la misma agrupación se comprenden los géneros Stomoxys (de que hemos hablado á propósito del ciclo evolutivo y transmisión de Filaría labiatopapillosa) y Ebv. Acad. Ciencias. -III.— Diciembre, 1905. 3S — 570 - Haematohia ( Haematohia stimulans, H. serrata) , Lyperosia (L. minuta, Bezzi: L. irritans) y Beccarimyia. Sin embargo, como advierte Austen, tomando en cuenta ciertos detalles de estructura, en particular la forma de los genitales del ¡J" y otros, el género Glossina debería constituir -B A. Flg. 72. — A , Ninfa ó Pupa de la mosca Tsé-tsé ( Glossina morsiians ) , vista por la parte dorsal (superior); a, extremidad anterior; aum. ■ — . — B . Aspecto y conformación de la extremidad anterior ( a en A ) . por donde sale el insecto perfecto después de forma- do (X S) (según Austen). una agrupación aparte. Además, Bruce ha puesto de manifiesto un dato muy importante, que aproxima en modo especial estos dípteros á los del sub-orden Papipara (Hippoboscidae, etc.); en efecto, las hembras de Glossina son vivíparas; ponen di- rectamente larvas que se transforman en ninfas al cabo de po- cas horas (fig. 72). El nombre de Tsé-tsé no es el único que las poblaciones in- dígenas africanas dan á las moscas del género Glossina. Tsé-tsé es la voz propia del pueblo Bantu: mas Stanley refiere que el pueblo de Unyambezi (centro de África) las Wama jJanga; así, en Mashonaland, las designan con el nombre de impugan ; en Togo, de adjüe; en "Wagalla, de huñgo; en Gondekoro, de mau. ¿Corresponden real y exclusivamente estas palabras, en su significación vulgar, á las especies del género Glossina? Es muy dudoso, y desde luego habrá que desconfiar de toda de- — 571 - ducción de carácter epidemiológico que quiera hacerse sobre la base de indicaciones tan vagas é inciertas. ,73, — Cabeza de Glossina morsitans r^ I aum. — J- Fíg 6. El gen. Glossina está constituido por moscas de dimen- siones entre 8-12 milímetros, de color obscuro, con trompa muy larga, palpos igualmente largos; la base de la trompa constitu- ye una expansión (bulbo) característica. Comprende las siguientes especies: Glossina palpalis (lám. IX). (con una variedad: varietas tachinoides Vi" estwooá). (Sinónimo Glossina longipalpis). [Color pardo-amarillo; tórax gris-pardo, con manchas mo- radas sobre el fondo gris; reflejos azules. Abdomen con líneas medianas longitudinales, pálidas y peque- ñas manchas laterales triangulares; patas fulvo-ama- rillentas]. Esta especie se encuentra con gran abundancia en la parte occidental de África. Igualmente encuéntrase en Zambesi (re- presentada por la variedad tachidoides ) . Sin embargo, 01. pal- palis no se encuentra sola en el occidente de África: hállanse — con menos frecuencia — en las mismas regiones, la Glossina — 572 — pallicera, la fusca, la longipalpis y la morsitans. Austen ob- servó la 01. imlpalis como Díptero comunísimo en Sierra Leo- na durante Agosto y Septiembre (1899). Parece que sigúelos ríos, y de todos modos se encuentra con gran frecuencia en proximidad de las aguas, estancadas ó corrientes. Eminente- u s %-i FIfl. 74. — Antena (izq.) de Glossina pallidipes {rf)f vista por el lado interior I aum. — — I. S, abertura de un órgano de sentido (¿olfatorio?). mente hematófaga, pica al hombre con gran insistencia (pro- bablemente son hematófagos los dos sexos). Un ejemplar ((j^) de esta especie, exactamente representado en la fig. 75 de la lám. IX, recogido en Sierra Leona (costa occi- dental de África), me fué entregado con extrema amabilidad — que agradezco — por un comerciante alemán (D. Wilhelm Ma- IX — 573 - yer) que volvía á su país, y con el cual me encontré en las islas Canarias (Julio 1906) (1). Glossina pallicera (de 8 á 8 ^'o milímetros; alas de 8 mi- límetros; color obscuro; tórax gris, con líneas confluen- tes azuladas; antenas ful vas naranjadas; abdomen in- maculado: solamente presenta una pequeña mancha triangular, mediana, estrecha, pálida, amarillenta so- bre el 2.° segmento, y pequeñas manchas laterales, triangulares, cerúleas-amarillentas, del 3.° al 6.° seg- ÍÍSÍBSSCS» ^--f'-ffe--^ 'S.^^f^^ t^-\^: ^^r. -.^(j^--*te^^ 'i--. B Flg. 76. — Aspecto de la mosca Tsé-tsé (Glossina morsitans 9). A. Antes de haber chupado sangre del vertebrado (mamífero). B. Con el abdomen abultado, lleno de sangre (según Austen). mentó; patas fulvas, amarillo-rojizas; tarsos con extre- midades obscuras). (No se conoce su exacta distribución geográfica.) (1) La misma especie se halla representada en una lám. de la monografía de Austen. — 574 - Olossina morsitans (de 7 ^/s á 9 ^/g milímetros; alas de 7 á 9 milímetros; tórax gris, más pálido anteriormente, con manchas longitudinales obscuras; abdomen entre gris y amarillo-ocráceo; segmentos 3.*' -6.° con líneas pardo- obscuras, interrumpidas en su mitad, llegando tan sólo á cubrir los ^/^ de cada segmento). (Capetown, Transwaal, Rhodesia, África oriental y central, etc.) • Glossina pallidipes (8-10 milímetros; alas de 8^4-974 milímetros; parecida á Gl. morsitans; solamente se distingue por tener los tarsos med, enteramente ama- rillos, líneas abdominales, por lo general, más obscuras, acercadas al margen posterior de cada segmento). (Mashonaland, Uganda, África central.) Glossina longipalpis (9-10 milímetros; alas de 8-9^/^ milímetros; tórax gris aceitunado, con reflejos violá- ceos, morados; con manchas pardo -obscuras, dispues- tas longitudinalmente; abdomen fulvo, amarillo -ocrá- ceo, con líneas obscuras en los segmentos). (Guinea- Zambesi . ) Glossina fusca (11-12 milímetros; alas de 13 milímetros; tórax gris obscuro, con líneas estrechas más obscuras, dispuesta longitudinalmente á los lados; abdomen obs- curo; el primer segmento más claro; margen posterior de cada segmento más pálido; trompa con bulbo ama- rillento; tibias poster. á veces con anillo obscuro evi- dente; alas amarillas ó pardo -amarillas. (Nigeria, Costa de Oro, etc.) Glossina longipennis (10 ^/2-ll V2 milímetros; tórax amarillento sucio, con líneas estrechas longitudinales á los dos lados de la línea mediana dorsal; cuatro man- chas ovoideas pardo-obscuras, unidas formando la figu- ra de un paralelogramo; abdomen fulvo, amarillo-ocrá- ceo; pelos amarillos-dorados á la base del 2.° segmento abdominal; estemas pardo-obscuras; bulbo de la trompa amarillo-cromo, con una extremidad pardo-rojiza. (Norte y parte oriental de Africa-Somalia-Uganda.) - 575 - La transmisión de Tnjpanosoma Theileri por los Dípteros del gen. Hippobosca merece con6rmacidn. Ziemann sostiene, en reciente comunicación, que existe en Cameroon (Camarones) una enfermedad de los mamíferos cuyo agente productor es un parásito de la sangre distinto, aunque algo parecido, del Trypanosoma Briicei, y que llama Trypa- nosoyna viiax. Esta enfermedad, diferente de la Nagana, afec- ta al Bos hrachy ceros , al Cephalophus melanorhenus y otras especies. Ziemann piensa que la transmisión de este parásito debe efectuarse por medio de los Dípteros del gen. «Chrysops» y precisamente del Chrysops dimidiatus. bibliografía AuSTEN (Ernest Edwards). — A monograplí of the Tsé-tsé-flies (genus Glossina WestAvood) , based on the collection in the British Museum. Londres, 1903 (1 tomo de 320 págs., con 9 láminas y IB figs. en el texto). (Esta Monografía, sin que pueda considerarse como defi- nitiva ni completa, constituye sin embargo el estudio más acabado que haya visto la luz hasta la fecha, acerca de los dípteros del gen. Glossina. Comprende los siguientes capí- tulos: I. The Bionomies of Tsé-tsé-flies (Descripción, Bio- logía. Costumbres y distribución geográfica del gen. Glos- sina).— II. Historical Survey (Consideraciones históricas), desde págs, 31 á 53.— III. Systematic position of the Genus (Posición sistemática del género), págs. 53 á 60. — IV. Syste- matic description of the genus Glossina and its species, with Notes on their Distribution and habits., p. 60 á 105. — V. The Mouth parts of Glossina and Stomoxys (By. Dr. H. J. Hansen). (Las partes bucales de los gen. Glossina y Sto- moxys), por el Dr. H. J. Hansen, de p. 105 á 121.— VI. Bi- bliografía (de p. 121 á 253). — VIL Apéndices (comprenden: 1. Un extracto del primer informe del Cor. Bruce sobre la enfermedad de la mosca Tsé-tsé. 2. Una nota sobre la mos- ca Tsé-tsé en el Protectorado inglés del África Central, por el cap. Richard Craushay. 3. Cartas de varias personas, viajeros, exploradores, etc., sobre la supuesta relación en- tre la mosca Tsé-tsé y el Bubalus caffer Sparmann en Afri- - 576 — ca. 4. Relaciones de métodos adoptados desde largo tiempo por las tribus indígenas para la protección de los animales domésticos contra los ataques de la mosca Tsé-tsé. Se refie- ren también los nombres locales de la mosca Tsé-tsé (v. an- tes). 5. Distribución geográfica de la Nagana , etc., etc. Andersson C. J. — Lf»ke Ngami, or Exploration and Discoverys, etcétera, (Relación de un viaje en el África meridional). Londres, 185G, Hurst &. Blackett edit. ' (Cap. XXXVII, págs. 488-491, babla el A. de la mosca Tsé-tsé (especie Glossina morsitans Westir), y describe sus costumbres, etc., 1854-55). African (The) Insect Scourge. — The Tsé-tsé-flies. (The Journal of applied Sciencie, vol. X, Mayo 1879, págs. 74-75). Balfour a.— Nagana and Tsé-tsé (Brit. med. journ, 26 Nov. 1904). Bruce, Nabarro y Greig. — (Informe sobre la enfermedad del sueño) , Brit. med. journ, 30 Abr. 1904. Bruce Y Nabarro. — Sobre la enfermedad del sueño en üganda. ( Proceedings of the Royal Soc. Nov. 1903). Brumpt. — (Comunicaciones hechas por Blanchard, en Bull. Acad, e Méd. 3.» serie, 29 Oct. 1901 y C. R. S. Biol.'23 Abril 1904. Broden. — ('SmZZ. Soc. études coloniales, Febrero 1903 y Febrero 1904). Bracy Clark.— The Tse-tse of África identified with «Oestrus bo- vis» (The Zoologist, vol. XV, p. 5.720-21, 1857). (Trátase de una breve Nota en la que se sostiene el erró- neo concepto de la identidad específica y genérica de la Tsé- tsé con el Oestrus (Hyjyoderma) bovis europeo). Baines Thomas. — The gold Regions of South Eeastern África, Londres, Edw. Stanford, ed., 1877. (Contiene interesantes datos acerca de la mosca Tsé-tsé en el África oriental, y describe (pág. 151-154), los síntomas de la enfermedad producida por sus picaduras en los caballos y asnos). Bartle Frere (G. C. B. , G. C. S. I. , etc.). — On températe south- Africa. {Proceedings of the Royal Geographical Soc. and Monthly Record of Geography, v. III , 1881). (Relación de algunas observaciones personales y propues- tas para disminuir y precaver los daños que producía la mosca Tsé-tsé en el ganado , constituyendo un gran peligro para la colonización del Este de África. Discusión en la So- ciedad geográfica de Londres, 1880). Bradshaw (Dr. B. F.).— The Tsé-tsé-Fly. — 577 - (The Transactions ofthe South African Philosophicál So- ciety, V. II, parte 1.^, p. 51-55, 1881). BiGOT (I. M. J}. — Genre Glossina. (Annales de la Société entomologique de France, 6.^ se- rie, V. V, p. 121-124, 1885). Descripción de seis especies del género Glossina, y de la n. sp. Glossina ventricosa, erróneamente considerada como distinta de Nemorhina (Glossina) palpalis de Robineau- Desvoidy, 1830. Ídem. — (Annales de la Société entomologique de France, v. LX, p. 377-378, 1891.) (Descripción original de la n. sp. Glossina pallicera y de la forma por él llamada Gl. grossa, correspondiente á Sto- moxys fuscus de Walker, 1849, y por esto conservada con el nombre de Glossina fusca Walk. , emend, Austen). Braüer (Fr.). — Die Zweiflüger des Kaiserl. Museum zu AVien. (Los Dípteros del Museo imperial de Viena). I. 2. Systema- tische TJebersicht. (Denkschr. der k. Akad. d. Wissenschaft. Math. Natur. Classe, Wien, Bd. 42, 1880). (En esta obra, y en las demás de Brauer, se encuentran los datos fundamentales para una clasificación racional de los Dípteros. La posición sistemática del gen. Glossina está determinada por éste A., y es la que Austen acepta en. su Monogr.) Bryden (H. a.) — Animáis of África. (Londres, Sands & C. edit. , 1900). Bruce (Dr. David), Surgeon-Major, A. M. S., etc.— Further Re- port on the Tsé-tsé-Fly disease or Nagana in Zululand. (Ubombo, Zululand, 29 Mayo 1896. Londres, edit. Harri- son & S., 1897. 69 páginas con 6 láminas). Blandford (W. J. H.).— The Tsé-tsé-Fly disease. (Nafure, n.o 1.381 , IG Abril 1896, p. 566). Trátase de una breve Nota, que reproduce en parte las observaciones de Bruce (con 2 figuras). Campenhout (Van) y Dryepondt.— Rapport sur les tVavaux du Laboratoire de Léopoldville (Congo). Bruxelles, 1901. COTTON OswELL (W.) — Sur une Mouche venimeuse de l'Afrique méridionale. (Comptes Eendus hebd. des séances de VAcadé- mie de Sciences , París, XXXV, p. 560, 1852.) (Nota sobre la mosca Tsé-tsé). (La misma encuéntrase comunicada en Annáls and Ma- gazine of Natural History, v. X, p. 463, 1852, junto con al- — 578 - gunas observaciones de M. Arnaud; y también en Pro- ceedings of the Entornólo g icol Society of London, 1852 p. 96-97). Castelnaü (L. de).— Sur la Tsé tsé de l'Afrique australe (C R. hebd. de l'Académie des Sciences, XIjVI, p. 984-986, 1858). (Noticias, en parte erróneas, sobre la Biología de la mosca Tsé-tsé). Capbllo H. y R. Iveks.— De angola á Contra-Costa (vol. II, Lis- boa, imp. Nacional). (Cap. XVII: A Tzé-tzé. p. 21-39) (en portugués). CORTí E. — (Annali del Museo civico di Storia naturale di Genova, serie 2.% v. XV, p. 138, 1895.) (Descripción original de Glossina longipennis , n. sp. [So- maliland]). CuRRT. — Report on parasitic diseases in horses , mules and cari- bao in the Philippine Islands. (The Veterinary Journal, LVI, 1902, p. 292.) Castellaxi Aldo. — (Journal of Tropical Medicine, 1." Junio 1903.) J)rtsdale i. J., M. D.— On the germ Theories of Infections Disea- ses. (Proceedings of the Literary and Philosophical Society of Liverpool, XXXIII, p. 13, 1879.) En esta Nota, el A. expone la idea que la mosca Tsé-tsé transmita á los animales un parásito especial. Fúndase en parte la hipótesis (puesto que no merece otro nombre la afirmación de Drysdale, 1879) sobre los recientes estudios de P. Manson sobre la trasmisión de la Filarla de la sangre por los mosquitos. Daubler (Dr. Karl). — Die Gründzüge der Tropenhygiene. Berlín , verlag von Otto Enslin edit., 1900 (un tomo de 384 pág. con 8 fig. en el texto y 8 láminas con reproducciones micrográficas). DoNiTZ W. — TJeber die Tsetsfliege. (Berliner Entomologische Zeitschrift, 41 bd., p. 17, 1896.) (Nota sobre la mosca Tsé-tsé, y resumen de recientes estu- dios acerca del gen. Glossina). De La Roquette.— Mouche venimeuse de l'Afrique méridionale (Llnstitut, t. XX, p. 342, 1852). (Reproducción sencilla de la Nota de Cotton Oswell antes citada). DuTTON, ToDD, Christy. — Trypanosomiasis humana en el Congo (Brit. Med. Journal, 23 Enero 1904). ECKERSLEY "VV. A. — Notes in Eastern Mashonaland. (The Geographical journal. V, Londres 1895.) (Observaciones acerca de los daños que produce la mos- — 579 - ca Tsé-tsé en Chimoio, África oriental portuguesa, y. en todo elv^Iashonaland). Eliot Sie C. N. E., K. C. M. G.— Report by His Majesty's Com- missioner on the East Afrika Protectorate. (Londres, Agosto 1901). (El A. pone de relieve que la zebra parece quedar indem- ne y gozar de evidente inmunidad por la enfermedad de la mosca Tsé-tsé [Tripanosomiasis], por lo cual sugiere se adopten medidas con el fin de utilizar este animal para los servicios de transporte y trabajos agrícolas en general). Falkexstein Dr. J. — Die Loango Expedition. (Leipzig, Paul Trohberg, 1879.) (Encontró abundante Glossina longipalpis TVestw, en Chinchoxo, Loango, África). FiTZGERALD W. W. A.— Travels of the Coastlands of British East África and tbe Islands of Zanzíbar and Pemba. (Londres, Cbapmarm &. C. edit. 1898.) (Uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de la agricultura en esa parte de África, es, según el autor, la existencia y extensión de la mosca Tsé-tsé) (v. pág. 355, etc.;. Grube Dr. — üeber die Testsefliege. ( Ein-und-f ünfzing. .Tahresbericht d. Scblesis. Gesellschaft f. vaterland. Cultur, Breslau, 1874.) (Resumen de las observaciones de Livingstone.) KiEK Dr. Sir Johx.— On «Tsé-tsé» fly of Tropical África (Glossi- na morsitans) (The Journal of the Linnean Society, VIH, p. 149, 1865). (Interesante estudio anatómico de gen. Glossina, especie morsitans , con descripción del aparato bucal etc. , ftrompa.) Karsch F.— (Zeitschrift f. d. gesammt. Natur-wissenschaft. LII, b. 381, 1879.) (Descripción de GL. longipalpis, traída de su viaje en África por el Dr. Falkenstein). Livingstone David & Charles.— Narrativo on expedition to the Zambesi and its Tributarles. (London, Jon Muray (p. 206-207, 232-233, 424; observaciones sobre las Moscas Tsé-tsé), año 1865. Laboulbéxe a. — Sur une mouche Tsé-tsé de l'Afrique australe (Bull. d. l'Académie de Médec, París, 1888, XIX, p. 721-724). (Nota sin importancia: resumen de estudios ajenos.) Ídem.— ( Annales de la Soc. entomolog, de France, VIH, 1888.) Laveran et F. Mesnil. — Recherches morphologiques et experi- mentales sur le Trypanosome du Nagana ou Maladie de la mouche Tsé-tsé. — 580 - (Ann. d. Tlnstit. Pastear, 1902, Enero, p. 1-55). (Hay 3 fig. de Glossina [especie incierta] ). Ídem Ideíí. — Trypanosotnes et Tripcmosomiases. París, 1904, 1 t. con 1 lám. Macquart i. — Histoire naturelle des Insects-Diptéres (tomo II, p. 244, lam. 16, fig. 8) (1835). (Describe el gen. Glossina) (inexacto). Marno E. — TJeber den Einflüss der Fliegen (Tuban) und insbe- sondere der Surreta auf die Hausthiere Sennaar's, (Mittheil. aus I. Perthés Geogr. Aust., etc., 1873.) (El autor de esta nota confunde evidentemente distintas formas, pertenecientes á géneros distintos, con las del gé- nero Glossina. Describe — muy probablemente — Stomoxys y Haematopota, bajo el nombre de Surreta, junto con Glos- sina.) Marshall W.— Ueber die Tsetsefliege. (Biologisches Centralbl., V, p. 188, 1885.) (Breve nota acerca del estudio de Van d. Wulp, 1884-85.) Maxwell-Adams. — Trypanosoma y enfermedad del sueño. (Brit. Med. Journ., 16 Abril 1904.) Ídem íd. — Tripanosomiasis and its causes. (Brit. Med. Journcd, 28 Marzo 1903.) Manson P. — Tropical diseases, loe. cit. MoRBL. — Existence de la nagana et de la tsé-tsé au Chari. (Annales d'Hyg. et Med. Coloniales, VI, 2, 1908, p. 264.) Newmann E. — The Tsé-tsé (The Entomologist, V, Mayo 1871, p. 289-290). (Nota polémica en contra de las observaciones comunica- das por E. C. Buxton [v. antes]). Nuttall G. H. F. — Neuere TJntersuchungen ilber Malaria, Te- xasfieber und Tsetsefliegen-Krankheit.) (Hygienische Rundschau, Berlin , 15 Nov. 1898, VIII, p. 1.084-1.108.) Ídem. — On the role of Insekts , Arachnids and Myriapods as ca- rriers of Bakterial and jíarasitic diseases of man and ani- máis. (A critical and historical study.) (Bohn Hopleins Hospital Reports, v. VIII, 1899, p. 1-155, con 3 láminas.) NocARD ET Leclenche. — Maladies microbiennes des animaux. (Dos tomos. — Masson & C, Paris, 1902.)' NovY, Mac Neal, Haré. —The cultivation of Surra Trypanosome of Philippines. (Bull. Inst. Past., 1904, Die.) NicOLLE et CoMTE. — (C. R. Soc. Biol., 11 Febr. 1905.) - 581 - PiTTALUGA. G. — Sobre los caracteres morfológicos y la clasifica- ción de los Trypanosomas. (Rev. d. la R. Acad. de Ciencias, 3 Abril 1905.) ScHOCH (G.).— Die Tsetse Fliege Áfricas. (Mittbeil. d. Schweizerisch, entomologisch. Gesellsch., VI, 10 Octubre 18S3, p. 685-686). (Nota sin importancia). ScHMiDT (Dr. C. W.). — (Berliner Entomologiscb. Zeitschrift, XXXI, p. 368, 1887.) (Breve nota que se refiere á la distribución geográfica de la mosca T¿étsó en el África alemana orientalj. Sharp (D). — Insects. (The Cambridge Xatural History, Londres, Macmillan & C. Itd.), p. 512-513, 1899. (Hay una Nota sobre Gl. morsitans.) Stanley (H. M.^. — How I found Livingstone. (Cómo encontré á Livingstone.) Londres, Sampson Lo-sv, 1872, ed. (y otras su- cesivas publicaciones). (Encierran los libros del gran viajero y explorador obser- vaciones importantísimas sobre la Historia natural de las regiones por él visitadas. Sobre la mosca Tsé-tsó, v. 1. cit., págs. 87, 213, 330, 354; y Austen, Monogr. cit. pág. 151), ¡SCHILLING (Dr.). — Bericht über die Surra-Krankheit der Pierde. (Centralbl. f. Bakt. Parasit etc., XXX, 15, Origin., Jena, 30 Octubre 1901, pág. 545-551.) (Ocúpase el A, de la enfermedad producida por las moscas Tsé-tsé en Kleinpopo, Togo, África occidental, y describe en parte (p. 551) las costumbres de estos dípteros). Ídem. — On Xagana and other Trypanosomes. (The Journal of Tropical Medicine, n. 3, v. VI, 2 de Fe- brero de 1903, p. 45-47). Stuhlmann (Dr. Franz). — Vorkommen von Glossina tábanifor- mis, etc. , etc. (Bericht über Land. und Fortwirtschaft in Deutsch- Ostafrika. Heidelber, Junio 1902). (Con 1 fig ). (Las conclusiones del A. son contrarias á la opinión de los recientes investigadores, esto es, á la trans- misión de la Surra por la Glos. tabaniformis.J Ídem. — Notizen über die Tsetsefliege. (Glossina morsitans), und die durch sie überttragend Surrakrankheit in Deutsch- Ostafrika. (Bericht über Land. und Forstwirtsch in Deutsch. África. Heidelberg, June 1902). (Con 2 lám.) (Esta Memoria es muy importante, así por las noticias que comunica acerca de la Surra y de la mosca Tsé-tsé, - 582 - como por el estudio de la enfermedad y del parásito (Trypa- nosoma) que la produce). SCHARPE Alfred.— The geography and resources of British cen- tral África (The Geographical Journal , VII , Londres , 1896). SzEWEZYK. — Note sur une Trjpanosomose observée dans l'extre- me sud-oranaÍ3. (Bal). Soc. centr. med,, veter., 30 Abril de 1903j. SCHILLING (Journal of Trop. med. 193, pág. 47). SivORi Y Leclerc— Le sierra americain ou Mal de caderas. (Bue- nos Aires, 1902, Octubre). Sambon L. AV.— Sleeping Seekness in the ligbt of recent know ledge (Jounal of Trop. med., VI, 1.° Julio 1903), y otras publicaciones. Van der Wulp, F. M.— lets over de Tsetse Vlieg (Glossina). (Tijds- chrift voor Entomología, 1883-84 , p. 143-150). Ídem. — Tijdschrift, vocr Entomologie, 1885, p. 103-104). Walker F.— Central african blood-sucking Flies (The Entomolo- gist, VI, p. 327, 328, año 1873). (Consideraciones acerca de las observaciones hechas por H. M. Stanley en sus viajes, acerca de las moscas llamadas «chufwa» ( = ¿G1. longipalpiá?). Walker sostiene además en esta Nota la identidad de las dos especies Gl, fusca y Gl. longipalpis. "Walker F. — List of the Specimens of Dipterous Insects in the CoUection of the British Museum. Londres, 1849. (Parte III, p. 682; describe Stomoxys fuscus ( = Glossina fusca), y St. longipalpis ( = Gl. palpalis).). Westwood i. o. — Observations on destructivo Species of Dipte- rous Insects known in África under the ñames of the Tsetse, Zimb, and Tsaltsalya, and on their supposed connexion with the fourth plague of Egypt. (Proceedings of the Zoological Society of London, p. 258, fig. 1-2 3, 1850). Descripción de Gl. tachinoides, Gl. morsitans y Gl. taba- niformis ( = fusca Walk.) Ídem. — (La misma Memoria también fué publicada en Anuales and Magazine of Natural History, v. X, p. 138] 50, 1852.) Ídem. — (Transactions of the Entomolog. Society of London, v. IV, p. 89-90, 1858.) (Westwood presenta ejemplares de Glossina, y combate la errónea opinión de Bracj Clark, esto es, que la Tse-tse no sea otra cosa que el Oestrus bovis.) — 583 - WiEDEMANN C. R. W. — Aussereuropeische zweiflügelige Insek- ten. — 1830. (P. 253, lám. IX, fig. ln; describe Gl. longipalpis). ZlEMANN. — Tsetse Krankheit in Togo. (Berlín, Klin, Woch., n. 4U, 1902.) EXPLICACIÓN DE LAS LÁMINAS Lámina I (pág. 320). Figura 14. — Esquema que representa un corte ó sección trans- versal de la trompado un Díptero de la familia Culicidae (trompa exachaeta). — El Lábium constituye una vaina ó ducha que con- tiene las demás piezas bucales en la disposición indicada. — LÁ- BRUM y Epipharinx, soldados, constituyen un órgano solo. Figura 17. — Esquema, que representa una sección longitudinal lateral del cuerpo de un Díptero (Culicidae). F. := Bulbo faríngeo. Gl. sal. = Glándulas salivales. (El conducto de las glándulas salivales — que aparece cortado en la figura — desemboca en la base de la Hipofaringe.) Vdiv. = Válvula que separa el intestino anterior del intestino medio. El espacio indicado con tinta amarilla corresponde al lacunoma (cavidad general del cuerpo), y se extiende, como aparece bien claro en la figura, hasta en el Lábium. Lámina II (pág. 346). Figura 20. — Aspecto de un embrión hemático de Filaría im- 77iitis, tal como se presenta al examen micx'oscópico en un prepa- rado de sangre de perro tratado con el método de coloración vital indicado en el texto (pág. 342). La cutícula embrionaria envuelve el cuerpo del embrión, en que aparecen claramente las distintas células que le constituyen. g. a. = Glándula anterior ó Vesícula anterior. G. =^ Gónade (esbozo unicelular de las glándulas sexuales). V. p. = Vesíaula posterior (esbozo de la cloaca ó parte terminal del intestino posterior). — 684 — 1 . . 1 (Aum. ; objet. semiapocrom. Koristka. ; ocul. com- pens, 8,) Figuras 21, 21a, 21b, 21c. — Diferentes aspectos de la extre- midad cefálica ó anterior de los embriones de F. inmitis (trata- dos con el mismo método) en distintos momentos de impregnación cekilar. — Se ven claramente las células anteriores que constitu- yen el agrupamiento cefálico (a, en la fig. 21 j, y detrás de ellas las células entodérmicas (ent., en la fig. 21 a). 1 1 (Aum. ; obj. — — ium. homog.; ocul. compens. 12.) l.oüO 15 Lámina III (pág. 352). Figuras 22 y 22 a. — Aspecto de la porción del cuerpo embrional (embriones de F. inmitis) correspondiente á la vesícula ó glándu- la anterior (g). (Figura 22, aum. ; fig. 22 a, aum. . | ^ "^ 1.800 ' ^ ' 2.600 J Figura 22 b. — Aspecto de la porción del cuerpo embrional (em- briones de F. inmitis) correspondiente á la Gónade (ó esbozo de las células sexuales G). (Método indicado.) Aparece claramente la cutícula transversalmente estriada que envuelve al cuerpo embrional. Figura 24. — Aspecto , forma y estructura de un estado larval (segundo período) de los embriones de Filaría inmitis en los tubos malpigianos de Anopheles. nerv. = Anillo de células nerviosas. gh. ant. = Glándula anterior. genit. = Células sexuales. c. nerv.f = Células nerviosas? int. post. = Intestino posterior (haciendo hernia al exterior). 1 Aum. (oc. 1; ob. 8 Kor.). (Noé.) ¿yo Figura 24 b. — Esta figura representa el período precedente del desarrollo larval de los embriones de i^. inmitis en los tubos mal- pigianos de Anopheles. El intestino posterior está representado aún por un esbozo independiente; la célula sexual (c, gen.) es to- davía única. (Aum. utsupra). ¿¡do - 5S5 - Lámina IV (pág. 354). Figura 25. — Tubo malpigiano de Anopheles (A. olaviger), lleno de larvas de Filaría inmitis y profundamente alterado por la pre- sencia de los parásitos. Se aprecian claramente las lesiones celulares de la pared del tiibo. (Auna. — — ; ob. 3; oc. ó.) 220 Figura 26. —Figura semiesquemática que representa la extre- midad libre de un tubo malpigiano (ja profundamente alterado por haber hospedado las larvas de F. inmitis en todos sus perío dos de desarrollo) en el momento de la rotura de su pared. Las lar- vas maduras (indicadas en azul) se escapan por la abertura en la cavidad general del cuerpo (lacunoma). Lámina V (pág. 356). Figura 28. — Figura esquemática que representa el momento y el modo en que las larvas maduras de Filaría inmitis (y muy probablemente también de Filaría Bancrofti) salen de la cavidad del Ldbium del mosquito y penetran por la herida cutánea deba- jo de la piel del huésped vertebrado. Las larvas son representa- das en rojo (Fil.)\ las piezas perforadoras del mosquito (que constituyen el estilo (Est.) en pardo obscuro; el Lábium en azul. Figura 28 bis. — Corte transversal del cuerpo de una Filaría inmitis adulta (en el tejido conjuntivo subcutáneo del perro). ut. =iiteros (llenos de embriones, en parte ya desarrollados, en el chorion del huevo.) int. =: intestino. cut, = cutícula estriada. ■ (Prep. col. Hematox. ferr. — Eos.; — aum. ; ob. sec. 5, oc. 3, Koristka.) Lámina VI (pag. 545). Sección longitudinal del intestino medio (estómago) de CuUx pipíens con quistes anflónticos de Proteosoma. Figrura 64. — Sección del intestino medio ín toto (aum. —-zn—', "= lío color, con Hematoxilina férrica). En la cavidad del estómago se ve la sangre que aún contenía en el momento de su extracción y fijación. En la mitad posterior del intestino medio, y en la parte externa de su pared, se ven nume- rosos quistes. Inferiormente (ó posteriormente) aparecen seccio- nados los cinco tubos de Malpighi. Rev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre, 1905. 39 — 586 — Figuras 65 y 66. — Porciones de la pared del intestino medio, con cuatro quistes anfiónticos de Proteosoona de los gorriones (Passer itdlicus) ; pertenecen á la misma sección representada en la precedente figura 64. — (Aumento 1.800 diám ; ob. — inmers. 15 hom. Koristka; oc. comp. 12.) Lámina Vil (pág. 546). Figura 67. — Porción de la mucosa intestinal (pared del intes- tino medio) de Anopheles claviger, con dos quistes amfiónticos ya adelantados en su desarrollo (séptimo día, temp. 29''), de Lave- rnnia malariae (parásito de la fiebre tropical). 1 (Aum. 1.800 diám.; — Object. inmers. homog. Koristka; oc. 15 compens. 12. — Fijación: sublimado; — color. Hematox. férrica Delafield.) Figura 68. — Figura semiesquemática, que reproduce el aspecto de una sección transversal de intestino medio de Culex (C. pi- iñens), artificialmente infectado, y que lleva extraordinario nú- mero de quistes del parásito { Proieosoma). [Se cuentan treinta y cuatro quistes en la sola sección (del espesor de 5 |j.) aquí repre- sentada]. (Aum. 600 diám.). Lámina VIII (pág. 546). Figura 69. — Sección transversal del abdomen (in toio) de Culex jnpiens; en el medio, el intestino con varios quistes anfiónticos (de Proteosioma) fijados en la pared externa de la mucosa. (Aum. 175 diám.; — Hematox. alum.; cortes de 10 ¡j.) Figura 70. — Una porción de la pared intestinal, de la sección representada en la figura anterior (fig. 69), vista con aumento de 1.2C0 diám. (ob. inm. liomog., oc. comp. 8). 15 La parte cóncava es la pared externa déla mucosa, la parte convexa representa la cara interna del epitelio intestinal. En esta figura se ven claramente tres quistes anfiónticos, dos con esporozoitos maduros ; el tercero contiene , al contrario , los cuerpos amar iUo ■ pardos ó esporos negros (blackspores) de Ross. Lámina IX (pág. 573). Figura 75. — Gios.wia paÍ2?aí¿.s- cJ (Procedente de Sierra Leo- na, 1905). 587 — XVIII. — Catálogo iiiteriiacioiial de Literatura científica. Solicitada la Real Academia de Ciencias de Madrid para contribuir á la formación del Catálogo Internacional de Lite- ratura Científica, creyó cumplir una misión patriótica respon- diendo afirmativamente á la solicitud: y animada por el deseo de que la labor científica de España sea conocida en todos los países civilizados, contrajo el compromiso de instalar la Ofici- na Nacional para la redacción de las papeletas bibliográficas que han de ser enviadas á la Oficina Central, que se halla establecida en Londres, Deseando que en la obra de nuestra Oficina haya el menor número posible de omisiones, se pide la colaboración de todas las colectividades científicas, y la de todas las personas intere- sadas en el buen éxito de nuestra contribución al mencionado Catálogo. Para facilitar á los colaboradores la redacción de las pape- letas que tengan á bien enviar á la Academia ( Valverde, 26, Madrid) se dan las siguientes reglas, tomadas de las Instruc- ciones que trasmite la Oficina Central á las Nacionales: REGLAS 1.^ En el Catálogo no sólo se da noticia de los libros, sino también de los folletos y de los artículos de revista y de perió- dico; pero todas estas publicaciones, para ser catalogadas, han de contener algo personal, ya como trabajo de investigación ó de crítica. 2.^ Sólo se dará noticia en el Catálogo de las publicaciones posteriores al 1.° de Enero de 1901. 3.^ Las materias objeto del Catálogo son las correspon- dientes á las ciencias matemáticas, físicas, químicas y natura- les , conforme más adelante se detalla. - 588 — 4.* Las noticias bibliográficas serán redactadas en una de las cinco lenguas siguientes: francés, inglés, alemán, italiano 6 latín. 5.^ Para cada asunto catalogado se harán dos papeletas, una correspondiente al título 6 materia, y otra al nombre del autor. G.'* El Catálogo comprende las ciencias cuya lista va á con- tinuación. Las letras del alfabeto colocadas á la izquierda se llaman letras registradoras y sirven para expresar abreviada- mente las ciencias á que se refieren. A. Matemáticas. B. Mecánica. C. Física. I). Química. E. Astronomía. F. Meteorología (incluyendo en este grupo el Magnetismo terrestre). G. Mineralogía (con inclusión de la Petrografía y la Cris- talografia). H. Geología. J. Geografía matemática y física. K. Paleontología. L. Biología general. M. Botánica. N. Zoología. O. Anatomía humana (con inclusión de la Histología ge- neral y la Embriología). P. Antropología física. Q. Fisiología (inclusas la Psicología experimental, la Far- macología y la Patología experimental). E. Bacteriología. I.— Catálogo por autores. 7.^ Cada papeleta (*) llevará escrita con claridad en el án- gulo superior de la izquierda la letra registradora, que indica ( =^- j Las papeletas en borrador pueden ser de cualquier tamaño, — 589 - la ciencia á que corresponde el asunto á que la papeleta se re- fiere. Ejemplo: A, para Matemáticas; B, para Mecánica, etc. 8/'' Cuando se desee que el título de una memoria figure en dos ó más grupos del Catálogo por autores, se harán pape- letas separadas para cada una de las ciencias; cuyas papeletas, por lo tanto, sólo se diferenciarán unas de otras en la letra re- gistradora. 9.^ En este caso deberá indicarse el orden de importancia de los artículos, 6 el deseo de que sean incluidos en determina- do grupo del Catálogo, por números colocados entre parénte- sis, inmediatamente después, y en el mismo renglón, que la letra registradora. La Oficina Central entenderá, en este caso, que el signo (1) indica la clasificación que se cree más impor- tante, el signo (2) una clasificación menos importante, y así sucesivamente; y publicará la papeleta señalada con el núme- ro (1), y además, las que le consienta el lugar de que dis- ponga. 10. El segundo dato que debe contener toda papeleta por autores es el nombre del autor. Debe escribirse primero el apellido, seguido del nombre (<5 de otras indicaciones; como iniciales, etc.). Si el nombre no está expreso en el título original de la publicación de que se trate, ó se encuentra indicado tan sólo por iniciales ó abrevia- turas, se escribirá, sin embargo, cuando sea conocido con toda exactitud; mas en este caso, lo que se añada á la abreviatura, 6 á las iniciales, se pondrá entre corchetes: paréntesis en esta forma [ ]. Si no se conocen exactamente esos datos, las iniciales ó puesto que han de ser copiadas en la Academia para su remisión á la Oficina Central; pero el tamaño oficial, adoptado para el Ca- tálogo, es de 16 X 8 cm. y se escriben en el sentido de su mayor dimensión. La Academia, cumpliendo el encargo recibido, cuidará de tra- zar una raya vertical con lápiz azul, próxima al borde de la iz- quierda, en las papeletas destinadas al índice de autores. También cuidará de que todas vayan escritas á máquina y por una sola cara, conforme á las instrucciones de la Oficina Central. — 59U — abreviaturas se copiarán exactamente, tal como figuren en la portada del libro, Nunca se escribirán más nombres que los habitualmente em- pleados por el autor, y en ningún caso se escribirán nombres que no sean conocidos con toda exactitud. La razón de que sea preferible escribir el nombre á poner simplemente la inicial, es el que así se consigue que vayan juntos en el Catálogo todos los trabajos correspondientes á cada autor. Se comprende, por tanto, la importancia que tiene es- cribir los nombres con toda exactitud. 11. Los apellidos deben escribirse subrayándolos con una línea ondulada, 6 en caracteres un poco más gruesos que el res- to de la papeleta. Ejemplo: Echegaray, José. 12. Si el autor es desconocido, el título de la obra no figu- rará más que en el Catálogo por materias; á no ser que la obra haya sido publicada por una Sociedad , 6 en honor de un sa- bio, en cuyo caso el nombre de la Sociedad, ó del sabio en cuestión, ocupará en la papeleta el lugar del nombre del autor. 13. Si el autor del trabajo es conocido con exactitud, aun cuando su nombre no figure en la portada del libro, ó en el epígrafe del artículo de revista de que se trate, debe escribir- se entre corchetes. 14. Si el autor escribe bajo un pseudónimo, en la papele- ta se pondrá su nombre real, si se conoce con exactitud. Este nombre se colocará entre corchetes, y se hará una papeleta de referencia con el pseudónimo, seguido de la palabra «Véase» y del nombre verdadero del autor. 15. Si son varios los autores, la papeleta se redactará es- cribiendo el primero de los nombres que figuren en el título del trabajo; pero se hará una papeleta de referencia por cada uno de los demás autores, en las que se escribirá el nombre de cada autor seguido de la palabra « Véase » y del nombre del autor que en el libro aparezca primeramente mencionado. Ejemplo: López, José. Véase Fernández, Pedro. - 591 — En estas papeletas nada más debe escribirse, á no ser la le- tra registradora, que indica la ciencia á que la obra ó trabajo corresponde. 16. En las colecciones de memorias escritas por varios au- tores, en colaboración, se hará una papeleta separada para cada autor, y en cada papeleta se escribirá el título de la co- lección y, además, el título de la memoria de que se trate. 17. El tercer elemento que entra en la redacción de toda papeleta es el título. Los títulos se deben copiar en la lengua original, en ca- racteres perfectamente legibles; mas cuando esta lengua no es ninguna de las cinco admitidas por la Conferencia internacio- nal, inglés, francés^ alemán, italiano ó latín, el título se tra- ducirá á una de esas cinco lenguas. En este caso, el título, en su lengua original , irá seguido de su traducción á uno de aquellos cinco idiomas, encerrada entre corchetes. 18. En cuanto á las papeletas destinadas al índice de au- tores, hay que distinguir entre libros, propiamente dichos, y notas, memorias ó artículos publicados en revistas ó periódicos. Las papeletas deberán contener lo siguiente: A. Cuando se trate de libros, folletos ú opúsculos, publi- cados separadamente: a) La letra registradora (véanse reglas 6.", 7.% S.*"* y 9.^). b) El nombre del autor (véanse reglas 10.^, 11.% 12.% Vó.% 14.% 15.^ y 16.*). c) El título (véase regla 17.''). d) La edición , si no es la primera. La palabra « edi- ción» se escribirá con la abreviatura usual. Ejemplo: 2.* ed. e) El número de volúmenes, si hay más de uno, men- cionados en la forma habitual. Ejemplo: (Vol. 1-12, part. 1-3) . Si la obra no está completa, se indicará el número de volúmenes ó de partes de volumen de que conste. f) El lugar de la publicación , copiado tal como figu- re en la portada. — 592 - g) El año de la publicación, segÚQ esté en la porta- da. Si no está expreso en la portada, pero se sabe cuál es, t>ie pondrá entre corchetes. Ejemplo: [1903]. Si no se conoce más que aproximadamente, siempre que la duda no pase de un año, se escribirá entre corchetes, seguido de un interrogante. Ejemplo: [1903?]. h) El número de páginas, el cual se indicará con las últimas cifras de cada serie de paginación^ separadas por el signo -j-, y el todo, entre paréntesis. Ejemplo-. (XII -)- 144), para una obra en que la introducción ten- ga XII páginas y el resto 144. Las láminas, mapas, etc., se indicarán en esta forma, «con lám.». Ejemplo: (XII -|- 144, con lám.). El núme- ro de láminas no debe ponerse sino cuando se halle expre- samente indicado en la portada de la obra. Ejemplo: (XII 4- 144, con 5 lám.). i) El tamaño del libro, poniendo su longitud en cen- tímetros. Ejemplo: (25 cm.). Cuando sea más ancho que largo, es decir, apaisado, la anchura se expresará tam- bién, separándola del número que indica el largo, con un signo de multiplicar. Ejemplo: (25 X 30) cm. k) El número ó los números registradores (*). B. Cuando se trate de notas, artículos ó memorias, conte- nidas en revistas ó periódicos: ^)> ^) y c) Lo mismo que para los libros. d) El título del periódico ó revista en que el trabajo se haya publicado (**). (*) Los números registradores se pondrán en la Academia, en vista de las clasificaciones adoptadas por la Oficina Central de Londres; para lo cual se ruega á los Sres. Académicos y á las per- sonas que redacten ó envíen papeletas con destino al Catálogo, que si el epígrafe, ó título del libro ó trabajo de que se trate, no da idea bien clara de la naturaleza de su contenido , escriban al dorso de la misma papeleta cuantas aclaraciones ó ampliaciones consideren necesarias para su más acertada colocación en el grupo que corresponda. (**) El título de la revista ó periódico debe copiarse íntegro. — 593 — e) El número de la serie de la publicación, precedido de la abreviatura (Ser), entre paréntesis. f) El número del volumen, ó tomo del periódico ó re- vista, subrayado con una línea ondulada. Ejemplo: 3, ó 1900; pero sin poner la palabra volumen, tomo, etc. g) El año de la publicación, tal como figure en la cu- bierta ó título del periódico. (Véase lo dicho para los libros). Si los volúmenes del periódico ó revista están numera- dos por años, es decir, si cada tomo corresponde á un año, no es preciso poner el año de la publicación; pero sí cuando la numeración por años sea distinta de la de los tomos. h) La primera y la última página del artículo ó tra- bajo, unidas por un guión y encerradas entre paréntesis. Si hay láminas, se indicará como queda dicho. i) El número ó números registradores, entre corche- tes (*). II, — Catálogo por materias. 19. Sobre la papeleta destinada al Catálogo de materias, la letra registradora, escrita en el ángulo superior izquierdo, irá seguida de la cifra registradora (**), ó del símbolo, según las clasificaciones. Esta cifra indica la subdivisión de la ciencia en que la obra de que se trate debe ser colocada en el Catá- logo (***). 20. Cuando se desee que los títulos de un libro ó de una memoria sean, á la vez, comprendidos en varios grupos del Catálogo por materias, se hará una papeleta separada para cada grupo. (Véanse las reglas 8.*^ y 9.^ que preceden.) La Academia cuidará de abreviarlo, en la forma convenida con la Oficina Central. (*) Se pondrán en la Academia. (**) Se pondrá en la Academia, según queda dicho. (***j De aquí la importancia de expresar con toda claridad la índole del contenido del libro ó trabajo de que se trate, á fin de que la Academia pueda cumplir lo dispuesto en esa regla y la siguiente. — 594 — 21. Todas las papeletas que se refieran al mismo libro <5 á la misma memoria deben remitirse juntas á la Academia, para que ésta lo haga, también á la vez, á la Oficina Central. 22. Las papeletas para el Catálogo por materias deben contener los siguientes datos: a) La letra registradora. Véase regla 7.* b) El número registrador ó símbolo. Véase regla 18, letra 7c) {*). c) El nombre del autor. Véase regla 18, letra h). d) El título. En su lengua de origen, si es una de las convenidas (inglés, francés, alemán, italiano ó latín). En los demás casos, se pondrá solamente la traducción á una de estas cinco lenguas, seguido del nombre de la len- gua original, entre paréntesis. Ejemplo: (español). En estos casos, por consiguiente, el título primitivo, en su lengua de origen, solamente constará en el índice de autores. e) Cuando en una memoria se describan nuevos com- puestos químicos importantes, ó especies nuevas en His- toria Natural, etc., no mencionadas en el epígrafe ó título del trabajo, deben mencionarse en la papeleta, entre cor- chetes (véase la regla 23); ó bien dar á la Academia in- dicaciones que la permitan enviar á la Oficina Central de Londres la lista de especies nuevas. f) I. Cuando se trate de libros: La edición. El número de volúmenes. El lugar y el año de la publicación. El número de páginas, con la indicación «con láminas » , si es necesario. El tamaño. En cuanto al modo de redactar estos datos, véase regla 18, A. letras {d) á (^). II. Cuando se trate de artículos publicados en re- vistas ó periódicos: (*) Se pone en la Academia, según queda dicho. - 595 — El título del periódico. El número de la serie. El número del volumen. El año del volumen. La primera y la última página de la memoria ó de la parte de memoria que se mencione en el título modificado, y añadiendo: «con lám. » si las tiene. En cuanto á la forma en que deben consig- narse estos datos, véase regla ISy B. letras {d) á (h). 23. Cuando la Academia, en algún caso , estime convenien- te, en las papeletas destinadas al Catálago por materias, sin me- noscabo de la claridad, abreviar algún epígrafe, lo hará ajustán- dose á las siguientes reglas, adoptadas por la Oficina Central: a) Si la modificación consiste en la omisión de una parte del título original, la parte que se omita se susti- tuirá con unos cuantos puntos suspensivos. b) Si la modificación consiste en añadir palabras que no figuren en el título primitivo, las palabras añadidas se colocarán entre corchetes. c) Si el epígrafe para el Catálogo es distinto del ori- ginal, se colocará todo él entre corchetes. d) Si al mismo tiempo se suprimen y añaden pala- bras, se emplearán ambas cosas combinadas: los puntos suspensivos y los corchetes. 24. Cuando en una sola papeleta no quepa todo lo que se quiera escribir, se añadirá otra, pegándola ó atándola á la primera por su borde inferior (*). Todos estos pormenores se perciben mejor exhibiendo mo- delos. (*) Las papeletas que la Academia enviará á Londres, por ser las adoptadas por la Oficina Central , son de cartulina delgada y llevan un taladro circular de 6 mm. de diámetro, cuyo punto más bajo está á 6 mm. de distancia del boi-de inferior de la papeleta, en su punto medio; lo cual permite unir unas á otras, cuando es preciso, atándolas con un hilo ó cinta, que pasa por dicho taladro. — 596 — A continuación se presentan cuatro, en que, por el nombre del autor y por la materia de que trata, se da noticia de un libro y de un artículo de revista. Modelo de papeleta de un libro, para el índice de autores (*). c García de los Reyes, Mate 30. Teoría graphique d gráfica de es Commu- las Conmutatrices. [Théorie tatrices] Madrid 1902 [6060] O (252) (22 cm.) Modelo de papeleta del mismo libro, para el índice por materias. C 6060 García de los Reyes, Mateo. Théorie graphicjue des Commutatrices. (Español) Madrid 1902 (252) (22 cm.) O (*) Los tamaños y demás detalles de estos modelos son los que en las notas precedentes quedan indicados. Para las papeletas en borrador, aunque el tamaño es indiferente, puede adoptarse el de media carilla de papel corriente de cartas. 597 - Modelo de papeleta de un artículo de Revista, para el índice por autores. 0 Ramón y Cajal, S. El aparato tubialifcrme del epitelio intestinal de les mamíferos [L'appareil t\i- buliforme de l'epitelium intestinal des mammif eres] Madrid, Re^^ R. Ac. Ce. I 19C4. (17-21.) [07601 O Modelo de papeleta del mismo artículo de Revista, para el índice por materias. 0 0760 Ramón y Cajal, S. des 'appareil tubuliforme de mammiíeres. (Español) l'epitelium intestinal Madrid, Rev. R. Ac. C s. I 1904. (17-21.) 1 O Observaciones particulares, referentes á varios grupos de clasificación. B (Mecánica) En Estática, Dinámica de fluidos, Elasticidad y Sonido, los trabajos de carácter más exacto ó matemático se señalarán con el signo (i.); las obras en que la observación y la experiencia sean los puntos de vista principales, se marcarán con este otro signo (ii.); todo á continuación del número registrador. - 598 - 7) (Química), H (Geología) Para fijar los números registradores y los símbolos en estas - dos ciencias, tarea que se reserva la Academia, véanse los cua- dros y clasificaciones remitidos por la Oficina Central. J (Geografía física y matemática) En Geografía se emplea una clasificación especial, con di- visiones y subdivisiones, indicadas por letras del abecedario: clasificación que se combina con las de la Geografía, la Geo- logía, la Botánica, la Zoología, etc., etc. K (Paleontología) El símbolo numérico en Paleontología se compondrá de dos guarismos: uno de dos cifras (número estratigráfico), y otro de cuatro cifras , que representará la subdivisión del reino animal 6 vejetal á que pertenezca la forma fósil que se describa. Así, por ejemplo, una Memoria sobre Cefalópodos triásicos llevará por índice: K55, 6700. Los números registradores para indicar, en Paleontología, subdivisiones zoológicas son los mismos que se emplean en la clasificación zoológica; y los números indicadores de subdivi- siones botánicas, son idénticos á los empleados en la clasifica- ción de esta ciencia. Pueden añadirse, además, en ésta como en otras ciencias, si es necesario, los símbolos alfabéticos de la clasificación topo- gráfica. Ejemplo: una Memoria sobre los peces cretáceos de Turquía asiática llevará el siguiente símbolo :K 75, 5431 Jei. N (Zoología) En Zoología se harán tres clases de papeletas, á saber: 1.°, papeletas de título; 2.^, papeletas por materia; 3.°, papeletas sistemáticas; redactadas conforme á las siguientes reglas: 1.^ Papeletas de título: Se redactarán conforme á las ins- trucciones que preceden, dadas para el índice de autores, aña- diendo al final, antes del número registrador, en una ó más pa- - 599 - labras, la posición taxonómica del animal ó de los animales á cuyo estudio se refiera el trabajo de que se trate y la materia ó punto de vista desde el cual ese estudio se haya hecho. Nunca se pondrán dos títulos en una sola papeleta, aun cuando se trate de dos Memorias de un mismo autor que se hayan publicado en la misma Revista. En estos casos se hará una papeleta para cada uua de las Memorias. Siempre que una papeleta se refiera á formas fósiles, se pon- drá la siguiente indicación: -j-. Si el estudio se refiere á la vez á formas fósiles y á formas actuales, se indicarán así: *•{-. 2.* Papeletas por materia: Estas papeletas deberán llevar á la cabeza el índice referente á la materia en cuestión, seguido de la subdivisión que corresponda, indicada en el mismo idio- ma en que esté redactada dicha papeleta. Si ésta se refiere á alguna subdivisión nueva, que no se halle mencionada en la clasificación adoptada por la Oficina Central , se clasificará como si lo estuviese; y en estos casos, el Director del Catá- logo decidirá lo que debe hacerse. Materias distintas^ con ín- dices diferentes, no se escribirán nunca sobre una misma pa- peleta. En las papeletas por materia, bajo el punto de vista geográ- fico, se añadirá, además, al símbolo la indicación correspon- diente de la clasificación establecida en Geografía topográfica; ejemplo: 0627 J dg. significará «distribución geográfica de los Poríferos en España y Portugal». 3.^ Papeletas taxonómicas ó sistemáticas: Mientras que en las papeletas de título, la literatura zoológica se clasifica según los nombres de los autores, y en las papeletas por materias conforme á las categorías biológicas, en estas otras la base de clasificación son los animales á que el estudio se refiere. La papeleta sistemática es, por lo tanto, distinta de la pape- leta por materia. Las papeletas sistemáticas comenzarán, pues, por la indica- ción de la « rama » y de la « materia » , seguida del « nombre -^ del animal á que la papeleta se refiera. En seguida, en una ó dos palabras, se pondrá el punto de vista bajo el cual se estudia el animal en cuestión («Anatomía», «descripción», «n. sp. », — 600 — etc.), después el nombre del autor, y por último la referencia. La base de la clasifiración sistemática es el género. Dos gé- neros distintos no se pondrán nunca en la misma papeleta. Si se tratare de grupos más extensos que el género, la indi- cación de la rama y de la categoría irá seguida del nombre del grupo, en lugar del nombre del género, como se ha dicho antes . Para cada nuevo género se hará una papeleta distinta, en la que el nombre del nuevo género irá seguido de la indica- ción « n. gen.», después de una breve referencia al género ó gé- neros con los cuales se relacione, y de algunas indicaciones referentes á las especies que contiene, A estos datos se añadi- rá el nombre del autor y la referencia. Las mismas reglas se observarán para los nuevos subgéne- ros, añadiendo la indicación «n. subgén.», á la que seguirá el nombre del género al cual el subgénero pertenezca. Las papeletas referentes á formas fósiles se marcarán, ade- más, con el signo f, y las que se refieran á formas fósiles y recientes con el signo *-¡-. Rara vez ocurrirá esto último. El sistema que se seguirá para la clasificación de las pape- letas sistemáticas será el mismo que se emplea en la sección sistemática de la conocida obra «Zoological Record» ó en los « Berichte » publicados en « Wiegmann's Archiv f ur Naturges- chichte » . Para facilitar el trabajo del director del Catálogo en esta sección, la persona que redacte papeletas deberá cuidar de po- ner al pie de cada papeleta sistemática, el nombre del grupo (le animales á que dicha papeleta corresponda; tarea que podrá desempeñar con poco trabajo si el nombre de los grupos se en- cuentra, como casi siempre se encontrará, indicado en la obra que tendrá á la vista y á que corresponde la papeleta. Si en la obra no hay ninguna indicación de grupo (familia, subfamilia ó tribu), ó cuando el redactor no pueda, por propios conoci- mientos, suplir esta falta de datos, deberá hacerlo constar afeí escribiendo al final de la papeleta: «posición (colocación zoo- lógica) no indicada». Los nombres de la mayor parte de los grupos se encuentran en las Instrucciones de la Oficina Central; — 601 - pero facilitarán mucho la tarea del director del Catálogo las informaciones detalladas que se le den sobre la posición siste- mática del animal estudiado. La Academia cuidará de trazar una línea roja cerca del bor- de de la izquierda en las papeletas de título , y una línea ver- de en las de materia, dejando en blanco las sistemáticas ó taxonómicas. A continuación se ponen modelos de estas tres clases de pa- peletas zoológicas: o u (B Q) C (O O C 4 N. Hidalgo, J. G. — Distincicn de dos nuevas espe- cies de moluscos gastrópodoe [Ricinula L.ischkei Hidalgo. — Latiaxis Kieneri Hidalgo.] [Distinctión de deux nouvelles especes de moUusques gastropo- des] Madrid, Rev. R. Ac. Cs. 1904 (73-75) [Mollusca, Gastropoda] [2207, 2231.] o 3 ti V (C o O cs u (1) t» ó de moUusgues gastropodes. (Español) [Ricinula <ü •O © Jaiscnüei J:iiaaigo. — jLi.aua.xid jt^aeneri üiaajgu.j ^, > o N. 2207. Distinctión [Structure] de deux nouvelles especes de moUusques gastropodes. (Español) [Ricinula Lischkel Hida] Lgo . — Latiaxis Kieneri Hidalgo . ] Hidalgo, Madrid, Rev . R. Ac. Cs. O 1904 (73-75.) a o, (3 Ekv. Acad. Cibncias.— III.— Diciembre, 1905. 40 — 602 o Mi ai " o u tí g C Q a (O [1. o h IQ a c m N. 2231. [Ricinula L.i3Cliksi Hidalgo. ....] (N sp.) Hidalgo, Madrid, Rev. R. Ac. Cs. 1904 (73- 75 •) [Gastropoda.] O N. 2231. [ Latiaxis Kieneri Hidalgo] (N sp.) Hidalgo, Madrid, Rev. R. Ac-. Cs, 1904 (73-75.) [Gastropoda.j o «j a d) a Para más detalles referentes á estas y á las demás ciencias que el catálogo comprende, véanse las instrucciones de la Oficina Central, á disposición de los Sres. Académicos y sus colaboradores en la Secretaría de la Academia. J. R. Carracido. ±isrr>iaE DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE TOMO Págs. Constitución de la Academia en 1.° de Julio de 1905 5 Catálogo de los moluscos testáceos de las islas Filipinas, Joló y Marianas , por Joaquín González Hidalgo 9 Análisis de las aguas potables, por D. Gabriel de la Puerta. 65 División de un segmento en media y extrema razón , por Luis Cátala 103 Contribución á la teoría de los polígonos regulares, por Luis Cátala 108 Distribución de la corriente eléctrica en una red de conduc- tores , por Evaristo Serrano Rosales 129 Enumeración , por orden alfabético, de los géneros mencio- nados en el Catálogo de los moluscos de Filipinas , publi- cado en el presente tomo 139 Acción de la quinina y de la pilocarpina sobre las oxidasas, por José R. Carracido 141 La coagulación de la sangre , por José R. Carracido 149 Cefalópodos de las costas mediterráneas españolas, particu- larmente de las de Cataluña y Baleares, por Luis Lozano y Rey 159 Tipos de fosforescencia en los sulfuros de bario, estroncio y calcio, por José Rodríguez Mourelo 221 Las terminaciones nerviosas en las ventosas de algunos Ce- falópodos , por J. Madrid Moreno 257 Qtiermes mineral. Nuevos estudios, por D. Gabriel de la Puerta 269 Sobre la representación simbólica , por complejas imagina- rias , de las magnitudes sinusoidales , por José M. de Ma- dariaga 287 Estudios acerca de los Dípteros, y de los parásitos que trans- miten al hombre y á los animales domésticos, por el Doc- tor Gustavo Pittaluga 292 , 402 y 505 D. José Ramón Luanco, por José Rodríguez Mourelo 363 Ensayo de óptica geométrica, por Vicente Floren Acero.. . . 380 Catálogo internacional de Literatura científica, por J. R. Carracido 587 Cí o^ índice: DE LAS MATERUS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO ■pXee, XVIT. — Estudios acerca de los Dípteros, y de los parásitos que transmiten al hombre y á los animales do- mésticos (continuación), por Gustavo Pittáluga. . 505 XVIII. — Catálogo internacional de Literatura científica, por J. B. Carracido 587 La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos, de 500 á 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos en el extranjero , en la Secretaría de la Academia , calle de Val- verde, núm. 26, Madrid. Precio de este cuaderno , 1,50 pesetas. 3 2044 093 293 538