REVISTA DE LOS PROGRESOS 23 LAS CIBNUlAS ' ul EXACTAS, FISICAS Y NATURALES. DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS SXAGTAS, PISIGAS Y NATTRALES, —— A TOMO y RX MADRID: POR AGUADO, IMPRESOR DE CÁMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1855. NATA EEN IS ñ ME y ' N — E ES " ye LAA en SE , PS | dee! lia cae p 2. A hs 4 o, Fa a uN % h ] ' úe 1 VIS a A - . ] q A de las materias contenidas en este tomo. —>4909 -Q00M— CIENCIAS EXACTAS. —_—_—— PÁGINAS. Calculo diferencial. Del valor del radio de curvatura de una cur- va algebráica en un punto de inflexion ó de retroceso, por Mr. Breton (de Champ)......... OIL e Estadística. Investigaciones sobre el número de víctimas del ra- yo, y sobre algunos fenómenos observados en las mismas, por Mr. Boudin...... SE OOOO Ob dob oda DU oaaD Ao Algebra. Resolucion general de las ecuaciones numéricas; méto- do de Graffe, por Mr. Encke.......... «eo... .c<......0. Cálculo de 7 con 530 decimales, por Mr. ShankS...+.........+.. Astronomía. Sobre la paralaje ánua de la estrella 61 del Cisne, por Mr. GantieT...o.ooocococoron.nnna... Ads Noticia del observatorio de Bruselas y de los trabajos científicos hechos emélirs 1 ole lios aaa a Ello J0D0 Satélite de Neptuno, por Mr. Hind............. declinacion magnética hechas por Mr. Ermann en varios puntos de Europa en agosto de 1853... Id. sobre la temperatura y densidad del mar, hechas durante un viajo des Inglaterra. a Bombal-Dacoo cool soceocoea os SN Anuario de la oficina de longitudes de Francia Estadística agrícola de Inglaterra............o..oo.o.ooc.ooon..... Análisis y composicion de las aguas del Bósforo... q Sobre el orígen de los nombres Mar Rojo, Mar'Blanco, ete. AAN Fallecimiento de los Académicos numerarios Sres. D. José Duro y GarcéstyaD: Donato Caria e da dos A Existencia de acarus en la mica... JO OE Absorcion de la materia por la superficie de los cuerpos,........ Desprendimiento de ácido carbónico por los Batracios Pi O A RS NA A A Viaducto de Ariccia.. S OE Relieve del hemisferio E de la a , Estrellas fugaces del período de noviembTe.......oooooo.o.o...... Adjudicacion de medallas de premio por la Sociedad Real de Londres el año 1855 y Otros anterior6s...........o.o.o.o.oo....o. Voces ropa... cs. enrsn cnn. e. c..|sos eo... ....» .e.... ..... ............ .rooco..o.o. 436 441 442 445 ” ae v q "e Mer dirt ad Pd HN cad as AS bd dol enitosin KE halla, 4 el aten E ers aptoald, Solar aida, cd ce obi EoYhaimalnd nando + m7) de e islady. TAS A Kid AN AN es asiteró EAN Her ma Ea JNE omo 15) atte nra yb hoterinst Aia Paridad Ni said 91 de Iurne Shi nro te E 20010! apra Mea NAO MIRADA sl eS AN A TS apio Y Masrwd ¡DÍA até POOL Tol: Boris hs 1144 p> odo 5d y abi anodall al 100 ql NT ely aint Baob O lo 0% bd ¿al oralig: ee] tos a 98) sí ES A A IU DES AN 16b E RAI O y A. Mioho dr] A a eN AA DO ELA ADE o OTIAIDA ROD E 0 ' ¡MATA $ Ñ É A ] - a. p 4 G ¡ «Di ARS INEA ¡UAT tas ebrio at al a rotaybirA + h | : dead o siqar el ¿ado el o srta ada ep a bae A IT MERA IA A e tw IAS ] 109 asia md ro e tots dilooh + + moiagrllomt ole As 3 Ae . Ñ . : e S 07 GOL, al 014036 No GÓÉMIA ad a TOAAA Y á MS A . lat Alo JAY para ¡deis ALS inline tito ss 0l l 4 Í e y _ .J m e al Tr o O de ade ale qa oo nido Tan poburl rol ab: Sano A sb Orum Ai JN MO E RENAL A vo rTa0 O RIDIAA e, ea ALAN món sb astas 2obodnoivisoratos y tail: o p a opa. E miasrdaos 2ól aro Ea 108 Y onúl sacd ME 201 erro rombo cada , TRES EA ES AA O IAEA ARTIGO ( h Mit na nto. y 40 niomaja Y y A Ñ y ' H / MN Ad 201 gl DA MEE me ae a oir A ide E NO mad dol eg coirbdiio, abiod ob pta simalbror y "A í pe 5 A Pi yace o ens ISA GIOS SN 5 " ' 1 $. A OA ria e BDO TT Ol ur * » nl A el abolir oriol la A áimbivorm sb obabiar la L cava ' E ámbal a troll habida al oq alista ab 30íI600.: > ob ls E: k e E, Y $ YE A taras ay o + AER | Y ] e ] ss 5 dl » 4 y 7 (55m e y Ñ ES N.* 1.—REVISTA DE CIENCIAS.— £nero 1855. CIENCIAS. EXACTAS. DEZA CALCULO DIFERENCIAL. Del valor del radio de curvatura de una curva algebráica en un punto de inflexion ú de retroceso; por Mr. BrerToN (DE Cuamr). (Nouv. Ann. de Mathem., marzo y abril 4854.) E. radio de curvatura de una curva algebraica en un punlo de inflexion 0 de retroceso es generalmente nulo ó infinito. Sin embargo, en el caso de un punto de retroceso de segunda especie, el valor del radio puede no ser nulo ni infinito. Es- tas circunstancias merecen examinarse con cuidado, y las no- - ciones que tianen relacion con este orden de consideraciones son susceptibles de aplicaciones importantes. Por ejemplo, la posibilidad de obtener en el foco de los telescopios imágenes bastante claras, depende esencialmente de que los radios de curvatura de las causticas son nulos en sus puntos de re- Íroceso. Puntos de inflexion. Supongamos que se hayan tomado por ejes de las x y de las y la tangente y la normal á la cur- va en el punto de que se trata. La ecuacion de esta se podrá poner bajo la forma + y=1T'0, siendo a un número, y v una funcion de x, racional ó no, que no llega á ser nula para el valor z=0. En cuanto al es- TOMO Y. 4 2 mo. ponente a lo pondremos bajo la forma e siendo m y n dos. enteros positivos primos entre si. Al momento se advierte que sim y n son impares, y cambia de signo con z sin dejar de ser real. Por otra parte se tiene de donde resulta que si a es mayor que 1, 6 m - ——K—Á EE , d-y da* N)] a se convierle en | tr(ar +21 dev a(a—1)1*2042ux2* ne qn ra 15) Como pueden tomarse siempre las x positivas en el lado en que la ordenada y es positiva, y por consiguiente 0, no hace caso el autor del doble signo. Sentado esto para todos los va= lores de a mayores que 2, será nulo el denominador cuan- do x=0, y el numerador se reducirá á la unidad, con tal que, dev segun admitimos, llegue á ser nulo ide a . Luego el radio de curvatura es entonces infinito. Respecto á los valores de a comprendidos entre 1 y 2, el numerador se reduce a la unidad; pero el denominador se hace infinilo á causa del término a(a—1)x"—v, El radio de curvatura es en tal caso igual á 0. a=2 no da inflexion, porque la ecuacion de la curva es y=x"w, conservando y el mismo signo cuando z pasa del valor positivo al negativo. Por esto se ve que el número de casos en que el radio de curvatura es nulo, es muy pequeño relativamente á los en que es infinilo dicho radio, puesto que los primeros solo se verifican con valores de a comprendidos entre 1 y 2, mientras que los demás corresponden a valores de a mayores que 2. Puntos de retroceso. Tomemos tambien por ejes de las z y de las y la tangente y la normal; la ecuacion de la curva podrá ponerse bajo esta forma: y=u+x'w, siendo u la semisuma de las ordenadas de las dos ramas que corresponden á una misma abscisa, y v una funcion de x, lal ¿do dev A k que 07, Y Ugo, Se hacen nulas cuando z=0: al mismo tiem- . SA : ' po se tiene roda Habrá retroceso si 2% se hace imaginario para valores negativos de x, y admite dos valores reales y signos contrarios para valores positivos de w. Satisfacese á es- £ «ly l Mii : E ta doble condicion haciendo =p siendo primos entre sí m y 2n. Además es necesario que sea a>1, sin lo cual no y di seria nulo aL, cuando 2=0. de Sentado esto, tendremos para valor del radio de curva- tura deu d=v q pulaA) 22942" sd Le deu ¿ y — €s, cuando z=0, el valor inverso del radio de curva= dx? tura de la curva, lugar de los puntos medios de las cuerdas paralelas al eje de las y. Cuando es nulo este valor, el retro- ceso es de primera especie, Y en el caso contrario es de se- gunda. En el primer caso el radio de curvatura de la curva pro- puesta es infinito cuando a>2, porque entonces es nulo el denominador, y el numerador se reduce á la unidad. Para valores de a, comprendidos entre 1 y 2, es nulo el radio de curvatura, porque el denominador es infinilo en razon del lérmino a a—1) 20. =2 no da relroceso. Puede por lanto decirse, que en el mayor número de casos el radio de curvatura en un punto de retroceso de primera especie es infinito. Cuando el retroceso es de segunda especie, el radio de 1 curvatura se reduce á / du ) cuando a>2, y es nulo para a (a. comprendido entre 1 y 2. Luego el radio de curvatura en un 5 - punto de retroceso de segunda especie es, lo mas general, di- ferente de cero sin ser infinito. Concluye el autor haciendo notar que los puntos de relro- ceso se pueden dividir en dos clases: la primera corresponde al caso en que el punto de la evoluta es un punto de inflexion; y la segunda al en que aquel punto es el mismo de retroceso. Hay inflexion cuando el coeficiente diferencial del radio de cur- “vatura no es nulo para =0, y retroceso cuando se anula el coeficiente diferencial. El coeficiente diferencial de la espresion general del radio de curvalura es q lea THEN ARE dy ] Como 7 se anula cuando =0, no hay que considerar 2 | mas que ————. Pero (az) da? dy? cid dv dodo? + (a—1)(a—2) 1430 (a— E dv de ¡E Jr e de TE gas y Observamos que cuando a>3, los cuatro últimos términos d dev , se desvanecen para 2=0, con tal que da PO pueda llegar á e OA ; : d* ser infinito, lo cual no se admite aqui. Por otra parle se dx? ¡ol se reduce á di» “UyO caso mas general es el de un punto de inflexion. Cuando a<3, el término a (a—1) (a—2) 2*=5u 6 se hace infinito cuando z=0; luego el radio de curvatura es un máximo ó un mínimo, y resulta en la evoluta un punto de relroceso, ESTADISTICA. Investigaciones sobre el número de victimas del rayo, y so- bre algunos fenómenos observados en las mismas; por Mr. BoupiN. (Comptes rendus, 23 octubre 1854.) Es tan reducido el número de victimas del rayo, decia Mr. Arago, que puede mirarse como insignificante la proba- bilidad que hay de perecer por esta causa. Los diarios de 1805 no trajeron ni un caso de herida mortal en Francia; en 1806 solo hablaron de la muerte de dos niños; en 1807 citaron úni- camente á dos labradores heridos por el rayo; y en 1808 solo mencionaron la muerte de un barquero. Tal era la opinion de Mr. Arago. Segun Mr. Kamiz, el miedo á las tempestades no consiste mas que en las preocupaciones que inculcan á los hijos algu- nos padres ignorantes. Si al lado de la opinion de estos dos sabios se consultan los hechos, resulta que en el corto periodo desde 1835 41852, lo menos han perecido en Francia 1308 personas víctimas del rayo. Se habla solo de individuos muertos en el acto, apoyán- dose el autor en datos sacados del ministerio de Justicia, y por consecuencia de las fuentes oficiales mas auténticas: el número de individuos muertos por el rayo subió á 111 en el año de 1835, y a 108 en el de 1847. Pero es evidente que el número de personas muertas en el acto está muy lejos de ser el de lodas las victimas de la espresada causa. Volney con- taba en los Estados-Unidos en un solo trimestre de 1797, 17 personas muertas por el rayo y 84 heridas gravemente. Par— tiendo de esta base, es de creer que el número de individuos 7 heridos por el rayo ha de ser por lo menos tres veces mas considerable que el de muertos en el acto: de donde se dedu- ce que el término medio de personas heridas por dicho me- teoro en Francia pasa anualmente de 200. Consultando otros documentos oficiales, Mr. Boudin ha obtenido los siguientes números anuales medios de personas muertas en el acto por elgrayo en otros paises, á saber: en Bélgica 3; en Suecia 9,64; en Inglaterra 22. Formada por el mismo una carta geográfica que pinta el reparto por departa— mentos de las muertes ocasionadas por dicho agente, resulta de este documento : 1.” Que ningun departamento se libra completamente de los accidentes del rayo; 2.” que los accidentes se reparlen con mucha regularidad entre los diversos departamentos; 3.* que el maximo de muertos por falminacion corresponde á los de- partamentos que forman la meseta central de Francia, y á otros montañosos. De este modo en el periodo examinado re= sultan 2 muertes en el departamento del Eure, 3 en el de Eure y Loir y el de Calvados, mientras que sube á 20 en el de Cantal, a 24 en el de Aveyron, á 27 en el de Córcega, á 38 en el de Saona y Loira, á 44 en el del Alto-Loira, y á 48 en el de Puy- de-Dome. La elevacion desempeña al parecer un papel im- portante. Examinados 29 casos en que el rayo habia caido á bordo de algunos navios en diferentes épocas del año, sacaba por conclusion Mr. Arago: «Que las tempestades de los meses cá- lidos en el mar son mucho menos peligrosas que las de las estaciones frias.» De 103 rayos caidos en Francia hiriendo á algunas perso- nas, se observa la distribucion siguiente: enero 0; febrero 0; marzo 4; abril 6; mayo 8; junio 22; julio 13; agosto 19; se- tiembre 14; octubre 15; noviembre 0; diciembre 0. De aqui debe deducirse que, al menos en Francia, los cua- tro meses mas frios del año están exentos de muertes por ful- minacion. En cuanto á los sexos, 100 individuos heridos por el rayo en Francia ofrecen este resultado: 67 hombres, 23 personas cuyo sexo no se indica, y solo 10 mujeres. En Suecia apare- 8 cen 5 hombres heridos y 3 mujeres; en Inglaterra 32 hom- bres y 11 mujeres. El máximo de personas muertas por un solo rayo, segun los documentos que ha podido consultar el autor, no escede de 869. En los animales se advierten mas estragos que en la espe- cie humana. Un solo rayo ha causgdo la muerte de rebaños enteros en multitud de casos; y segun Mr. Abbadie, ha habido ejemplo de perecer 10,000 carneros en Eliopia. En muchas circunstancias se salvan el pastor, el que va á caballo y el cazador, al paso que el rayo hace estragos en los ganados, los caballos y los perros. De 107 personas muertas por el rayo desde 1843 á 1854, se designan 21 que han perecido bajo algunos árboles. Pero es importante añadir que no siempre se señala con precision el sitio de la muerte; de donde se puede inferir que 500 per- sonas por lo menos, de las 1.308 muertas instantáneamente en Francia desde 1835 á 1852, pudieran haberse salvado si no se hubieran refugiado bajo los árboles. Semejantes casos de- ben sin duda vulgarizarse. La cifra de los incendios causados por el rayo es muy ele- vada; su número llega á 8 en una sola semana respecto á los departamentos de la Meuse, de la Moselle, de la Meurthe y de los Vosgos. Solo el pequeño reino de Wurtemberg ha ofrecido, desde 1841 á 1850, 117 casos. El rayo causa tambien a la marina inmensas pérdidas. De 1829 41830, en un periodo de quince meses, han sufrido sus estragos B buques de la marina real inglesa: los navíos la Resistencia y el Lobo-Cerval desaparecieron completamente por causa de algunas descargas, De los datos oficiales del go- bierno inglés resulta, que los daños causados en otras ocasio- nes á la marina real importan lo menos de 6.000 á 10.000 li- bras esterlinas anuales (de 600.000 reales á 1.000.000). Entre 200 casos de fulminacion murieron ó salieron heri- dos 300 marineros, quedando destrozados complelamente 100 palos mayores, que valia cada uno de 1.000 a 1.200 Jibras es- terlinas (de 100.000 á 120.000 rs.). En el solo periodo de 1810 á 1815 dejó el rayo fuera de servicio á 33 navios de línea y 35 9 fragatas ú olros buques de menor importancia; pero los datos oficiales demuestran que el rayo no ha causado daño alguno desde que llevan pararayos lodos los buques de la marina real. Se ha dicho repetidas veces que el rayo no incendiaba la pólvora que se hallaba en almacenes, á lo cual hay que ha- cer una objecion. El rayo incendió el polvorin de Tanger el 4 de mayo de 1785; el de Luxemburgo el 26 de junio de 1807; el de Venecia el 9 de noviembre de 1808; y por último, el rayo que cayó en 1769 en el polvorin de Brescia, redujo á ruinas la sesta parte de los edificios de la ciudad, causando la muerte de 3.000 personas. Estos datos bastan para demostrar la estension del mal, y la necesidad de ocuparse seriamente de él. Y ahora, que nos / sea permitido llamar la atencion sobre dos puntos tan impor- tantes como curiosos de la historia médica de la fulminacion, á saber: 1. el de las imágenes (tal vez fotográficas) que se hallan en las personas heridas por el rayo; 2.” el de aquellos que quedan muertos en pié. CIENCIAS FISICAS, —AIDÓS 0ODR— FISICA. Sobre las fuerzas elásticas de los vapores en el vacio y en los gases ú diferentes temperaturas; y sobre las tensiones de los vapores dados por los liquidos mezclados d sobrepuestos: por Mr. REGNAULT. (Comptes rendus, 44 agosto 1854.) Conforme a las ideas que tengo, dice el autor, acerca del modo de engendrarse el trabajo en las máquinas movidas por los fluidos elásticos, el trabajo motor producido por la espan- sion de cualquier flúido elástico serta en todo caso proporcio- nal á la pérdida de calor que esperimenta este fhúido en la parte de la máquina donde se produce el trabajo. Hace años que varios insignes geómetras han tratado de deducir este principio de consideraciones abstractas, fundadas en hipótesis mas ó menos probables. Por mi parte yo he pro- curado reunir los datos esperimentales que sirvan para calcu- lar 4 priori el trabajo molor teórico producido por un flúido elástico cualquiera, que sufre un cambio determinado de volú- men, asi como la cantidad de calor que se hace latente por medio de ese cambio. Desgraciadamente esos datos son muy numerosos, y la mayor parte no pueden ser determinados sino por esperimentos estremadamente difíciles y delicados. «Una consecuencia inmediata del principio que acabo de anunciar es la siguiente. Cuando fluidos elásticos de igual ra- turaleza producen cantidades iguales de trabajo, deben per- der cantidades iguales de calor. 11 Para someler á una demostracion esperimental esla ley deducida del principio general, es preciso conocer: 1.” la can- tidad total de calor que contienen los diversos fMúidos elásti- cos en un estado determinado de temperatura y de presion; 2.” las relaciones que enlazan la temperatura y la presion por una misma masa de estos diversos flúidos. El conocimiento de estos elementos es sobre lodo importante para los vapores facilmente condensables, gue son aun en la actualidad los úni- cos fluidos elásticos empleados en las máquinas. En mis precedentes Memorias, que componen el tomo XXI de las Memorias de la Academia de Ciencias, publique los re- sultados de mis esperimentos sobre las fuerzas elásticas del vapor acuoso en saturación en las diversas temperaluras, y sobre las cantidades totales de calor que este vapor en salu- ración presenta bajo las distintas presiones. En las Memorias presentadas posteriormente á la Academia, y que no tardarán en publicarse por completo en sus Memorias, presenté las ca- pacidades calorificas bajo la presion constante de un gran nú- mero de gases permanentes y de vapores sobrecaldeados, asi como los cambios calorificos que los fluidos elasticos perma= nentes sufren durante su espansion efectuada en condiciones delerminadas. En la actualidad me propongo ocupar la atencion de la Academia con esperimentos que he hecho sobre las fuerzas elásticas en diversas temperaturas de vapores en saturación, diferentes que el agua. Añadiré los resultados de esperimen- los numerosos que he hecho para estudiar el fenómeno de la vaporización en el vacio y en los gases, fenómeno acerca del cual no tiene la ciencia mas que unas vagas nociones, dedu- cidas de un pequeño número de esperimentos muy inciertos en sí mismos. No obstante de haber sido ejecutados la mayor parte de estos trabajos desde el 1843 al 1850, yo me habia propuesto aplazar aún su publicacion, esperando poder completarlos. Mas como en la actualidad muchos fisicos se están ocupando del mismo asunto, me he visto obligado á dar por lo menos un manifiesto sucinto de los resultados á que he Jlegado hasta el presente. j 12 Dividiré esta nola en cinco partes: Trataré en la primera de los resultados que he conseguido sobre las fuerzas elásticas de los vapores en saturacion for— mados por un cierto número de líquidos, escojidos entre los que son mas fáciles de obtener en estado de pureza en gran cantidad, y á un precio que no los escluya d priori de ser em- pleados en las maquinas. En la segunda parte me ocuparé de las fuerzas elásticas de las disoluciones salinas, y de la aplicacion que puede ha= cerse al estudio de los diversos fenómenos de fisica y de quí- mica molecular. En la tercera estudiaré los fenómenos de la evaporacion de los liquidos en gases. La cuarta contendrá los resultados de mis esperimentos sobre las fuerzas elásticas de los vapores dadas en el vacío por los liquidos volátiles disuellos 6 sobrepuestos. Por último, en la quinta presentaré el resultado de los es- perimentos que he hecho para decidir, si la lension que un vapor toma en el vacio depende ó no del estado sólido 0 lí- quido del cuerpo que la suministra. Primera PARTE.—Fuerzas elásticas de los vapores salurados en el vacio. No me detendré á describir los procedimientos de que me he valido para determinar las fuerzas elásticas de los vapores saturados en el vacio. Estos procedimientos son semejantes á los que apliqué al vapor del agua, y están descritos detalla- damente en el tomo XXI de las Memorias de la Academia. Los límites que me he propuesto guardar para esta nola no me permiten dar los resultados inmediatos de mis deter- minaciones, que son muy numerosas. Presento á la vista de la Academia una lámina en que se manifiestan las curvas que he construido en vista del conjunto de mis esperimentos. Me limitaré á imprimir la tabla de las fuerzas elásticas de 10 en 10 grados por lo tocante á los liquidos siguientes, que he estudiado en los limites de mayor estension: alcohol, eter, sulfuro de carbono, cloroformo y esencia de trementina. 13 A E O ree 28LL% EA cd PS xq _áÓ-EEÓEEÓCÓCOE-E.:.:.:. os £0697 050% we A á pe « « UGT 0% « Gi > - « « « « 98981 00% « dí - > , « 2 e LG ST 067 « E Ñ S: e « E 04737 081 « E a > « E“LT9L Ga 0'686 0L7 « « á ES , E Se 8'LgUL 0ST LLL 095 O FGLV | 085 067 . LLE9S 077 2709 09; 0'818£ 075 900973 de : y UU TEL 0er £'197 075 070€ OF 9'TZFS Oct e QS 8LO7E 075 0'Lve 0€7 97% 007 e 98Ty dz LOL 915 819% 0FT 0Lg% 071 S Ñan V N_N a ay Y 2 0 O CA > . "—_ss a . VNILNINIYL 30 *OIDVA TE NA NOISNZL VI WO4 o RE a A AS VIONASA "ONYOAOUOTO *ONOIUYD 44 OYNATAS AAA MOLA e “IOHODIY HA HOLVA TIA SANOISNAL SANOISNAL 14 Se han obtenido estos resultados, sea por la determinacion de las fuerzas elásticas en el vacio, sea por la medida de la temperatura que presenta el vapor del líquido en ebullicion bajo la presion de una atmósfera artificial. Se ha empleado el primer método por lo tocante á las temperaturas bajas, y el segundo en las elevadas. De todos modos se ha arreglado de forma que las curvas de las fuerzas elásticas por ambos métodos presentasen una parte comun, segun la cual se pu- diera juzgar de su coincidencia. Ya he hecho ver en mi Me- moria sobre las fuerzas elasticas del vapor acuoso, que esta coincidencia era perfecta por lo tocante al agua, pues ambos métodos daban resultados perfectamente idénticos. He reco- nocido que sucedia lo mismo respecto de los demás líquidos volátiles con tal que estuviesen en estado de perfecta pureza. Cuando un líquido contiene una porcion, aunque sea estrema- damente pequeña, de otra sustancia volatil, los dos métodos dan valores distintos por lo tocante á la fuerza elástica de su vapor en la misma lemperatura. De manera que asi se 0b- tiene un medio estremadamente delicado para juzgar de la homogeneidad de una sustancia volalil. Es facil obtener el sulfuro de carbono en estado de pu- reza, pero no sucede lo mismo con el alcohol y el eler. El clo- roformo, por mucho cuidado que se ponga en su preparacion, contiene siempre algunas sustancias mezcladas, que es im- posible separar por destilaciones aisladas, aun cuando se opere sobre grandes masas. Obtiénense fuerzas eláslicas de vapor diferentes, y densidades sensiblemente variables, segun se opera sobre los primeros ó sobre los últimos productos de la destilacion. Asi es que el cloroformo me ha dado siempre valores diversos por lo tocante á su fuerza elástica en una misma temperatura, segun se la evaluaba por el uno ó el otro método. Facil es ver esa circunstancia en el cuadro preceden- te, donde no he marcado mas que una sola serie de los espe- rimentos que he hecho sobre el cloroformo. Ciertos líquidos modifican su constitucion molecular cuan- do se les hace hervir largo tiempo bajo elevadas presiones. Entonces sucede con frecuencia, que al fin de la serie de es- perimentos no se encuentra ya por lo tocante al líquido la - misma temperatura de ebullicion que al principio, bajo la pre- sion ordinaria de la atmósfera. La esencia de trementina ofre- ce un notable ejemplo de este particular. Sometiendo una can- tidad considerable de esencia (de 30 á 40 litros) á la ebullicion durante muchas horas, bajo la presion de 7 á 8 atmósferas, se encontró casi del lodo trasformada en una materia líquida que hervia sobre los 230 grados bajo la presion ordinaria de la at- mósfera. Separé este líquido modificado á fin de determinar su naturaleza, pero fué arrojado por efecto de un descuido. Otros liquidos sufren segun parece hasta modificaciones moleculares, que se manifiestan por sus tensiones de vapor, cuando por largo tiempo se les abandona á sí mismos en tubos herméticamente cerrados. El eler presenta un curioso ejem- plo de esta circunstancia, de que volveré á hablar en otra oca- sion. Por último haré observar, que el método de ebullicion en las almósferas artificiales da necesariamente, como que los ter- mómetros están sumerjidos en el vapor, resultados exactos por lo tocante á los líquidos homogéneos, cuando la presion real está exactamente medida, pues este es el método que se em- plea para señalar el número 100 de los termómetros. Mas cuando se trata de disoluciones de sustancias fijas en líquidos volátiles, ó de una mezcla de muchas sustancias igualmente volátiles, la tension del vapor puede ser muy diferente, segun se mida en estado estático, si es lícito decirlo asi, esto es, es- tando el vapor y el líquido volatil sumerjidos ambos en un me- dio de temperatura invariable, ó en un estado dinámico, ó sea bajo la influencia de una corriente de calor que atraviesa el aparato, recibiendo el líquido el calor que produce la vapo- rizacion, en tanto que el vapor está sometido á causas de en= friamiento que determinan la condensacion parcial. No me per- miten los limites que me he impuesto en este estracto dar mas desarrollo á estas consideraciones.» SEGUNDA PARTE.—Sobre las temperaturas de ebullicion de las disoluciones salinas. »Todo el mundo sabe que las disoluciones salinas exijen para hervir una temperatura mas alta que el agua pura bajo 16 la misma presion. El esceso de temperatura para una misma sal es tanto mayor, cuanto mas considerable es la proporcion de la maleria disuelta. No todas las sustancias solubles tienen en un mismo grado la facultad de retardar la temperatura de la ebullicion del agua en que se hallan disueltas en pesos igua- les. Esta facultad no depende solo de su solubilidad, sino que al parecer resulta principalmente de una afinidad especial de la sustancia por el agua. Rudberg ha hecho la curiosisima observacion, de que cuan- do las disoluciones salinas concentradas se mantienen en ebu- Micion en temperaturas muy superiores á 100 grados bajo la presion ordinaria de la atmósfera, no tienen sin embargo los vapores que emiten mas temperatura que la que tendrian si se desprendiesen del agua pura en ebullicion bajo la misma pre- sion. Rudberg ha hecho gran número de esperimentos sobre las disoluciones mas variadas y con los instrumentos mas exac- tos. Los resultados que ha obtenido no pueden ser pueslos en duda. La consecuencia deducida por este habil fisico es la si- guiente: Cualquiera que sea la temperatura que un liquido de- ba tomar para entrar en ebullicion, el vapor no presenta nun- ca mas que la temperalura que tendria si se desprendiese del agua pura: en olros términos, presenta la temperatura d que la tension de este vapor saturado en el vacio hace equilibrio á la presion bajo que se efectua la ebullicion. Esta concIusion de- be naturalmente referirse, no solo a las disoluciones salinas es- perimentadas por Rudberg, sino hasta á todas las disoluciones en un líquido volatil de las sustancias que se fijan en la lem- peratura en que se verifica la ebullicion. No es dificil esplicarse que una disolución salina debe her- vir á una temperatura mas alta que el liquido volatil solo. Con- cibese en efecto, que cuando el liquido volalil puro está so- metido á la accion del calor, no tienen sus moléculas para to- mar el estado de vapor mas que vencer la presion esterior á que están sometidas, y la adherencia ó afinidad especial que esas moléculas poseen por las moléculas similares que han conservado el estado líquido. En el caso de una disolución sa= lina, las moléculas que toman el estado de vapor tienen ade- más que superar la atraccion que ejercen sobre ellas las par 17 ticulas de la sustancia disuelta, atraccion que por lo general es mas considerable que la que proviene de las particulas si- milares. Es pues necesario, para que el vapor se desarrolle, que el medio líquido tome una temperatura mas alta que si estuviera únicamente compuesto de la sustancia volatil. Mas no concibo tan claramente cómo el vapor al despren- derse del liquido puede presentar una temperatura muy infe- rior á la de las últimas capas líquidas que acaba de atravesar. Convengo en que el vapor en el acto de nacer en el seno de la disolucion posee una fuerza elástica mas considerable que la que hace equilibrio á la presion eslerior, porque además debe vencer la fuerza atractiva de las partículas salinas. Mas asi que el vapor se haya reunido en ampolla, al elevarse sobre el líquido debe espanderse, y no retener mas que la fuerza elástica que necesita para hacer equilibrio á la presion hidros- tática que ocurre en la capa líquida donde se halla en aquel momento, y a la accion capilar de los límites líquidos de la am- polla; accion que disminuye á proporcion que la ampolla to- ma estension. Convengo en que por esta espansion sucesiva, la temperatura del vapor debe bajar; pero como la ampolla está rodeada de líquido mas caliente, este debe suministrar constantemente el calor que desaparece en la espansion, y la ampolla, al salir del liquido, debe hallarse sensiblemente en equilibrio de temperatura con él. Para esplicar la ley de Rudberg es preciso admitir que el vapor, en tanto que se halla en medio del licor hirviente, po- see, á consecuencia de la alraccion de las particulas salinas, una densidad mayor que la que corresponde, bajo la misma temperatura, á la presion hidrostática que se ejerce sobre ella; y que no toma su densidad normal sino en el acto en que, des- prendiéndose del líquido, se sustrae á esta accion. El vapor su— friria entonces una dilatacion súbita que haria latente el esceso de calor, y le traeria exactamente á la temperatura en que su fuerza elástica hace equilibrio á la presion atmosférica. Mas por una parle es preciso admilir que persiste tal es- ceso de densidad, cualquiera que sea el volúmen que la ampo- lla adquiere al elevarse en el liquido, pues me he convencido de que la temperatura del vapor es la misma cuando se hace her- TOMO Y. 2 18 vir súbita ó lentamente la disolucion, y que tambien es la mis- ma cuando el líquido se eleva á una gran altura sobre el fon- do caldeado, aunque en este último caso las ampollas adquie- ren por lo comun un volúmen muy considerable antes de esta- llar en la superficie del líquido. Por otra parte, para esplicar el gran descenso de tempe- ratura que sufriria el vapor en el acto de desprenderse de una dlisolucion que está hirviendo, muy cargada de ciertas sa- les, y si se admiten los resultados que he oblenido sobre la cantidad de calor que se hace latente por la espansion de los fluidos elásticos, es preciso suponer en la ampolla de vapor, mientras existe en el seno del líquido, un esceso de compre- sion muy considerable, y muy superior al que se puede racio- nalmente admilir. Por lo demas, he hecho alguhos esperimenlos para averi- guar si el hecho atestiguado por Rudberg se deriva de una ley general como la que se acaba de anunciar, 6 debe atribuirse simplemente á las circunstancias en que se hizo el esperi- mento. He querido desde luego cerciorarme si el hecho volvia á re- petirse con la misma constancia cuando se hacen hervir disolu- ciones salinas bajo presiones muy diferentes dela presion almos- férica ordinaria, pues todos los esperimentos de Rudberg han sido hechos bajo esta última presion. Me he valido de la pequeña caldera de cobre en que hice mis primeras valuaciones de la fuerza elástica del vapor de agua (Mem. de la Academ., t. XXI, p. 515). La tapa de esta caldera está atravesada por cuatro lubos cerrados herméticamente en su estremidad infe- riov; dos de estos tubos descienden hasta el líquido hirviente, y los otros dos no llegan mas que al vapor. Estos tubos con- tienen una pequeña catitidad de mercurio, en el que se sumer- jen las probetas de los termómetros, que de este modo se libran de la presion interior. El tubo de desprendimiento de la cal- dera comunica con un refrigerante que sirve para condensar el vapor, y comunica á la vez con un gran receptáculo de aire, cuya presion se puede variar segun se quiera. -Coloqué en esta caldera disoluciones concentradas de clo- ruro de calcio, que hice hervir bajo presiones unas veces dé- 19 biles y otras mayores que las de la atmósfera ordinaria, y nolé las temperaturas que indicaban simultáneamente los termóme- tros sumerjidos en el vapor y los que descendian hasta el lí- quido. Los resultados que obtuve son los apuntados en las si- guientes tablas, de las cuales la segunda se refiere á una diso- lucion mas cargada de sal. A A Temperatura que el va- por habria tenido si Presiones bajo las que E Temperatura del lí- | Temperatura del | hubiese sido producido Liene lugar la tempe- quido vapor. por agua destilada en ratura. ebullición bajo la mis- ma presion. + A a CUADRO PRIMERO. 8252 | 570 | 7088 4784 136,61 61,58 58,20 58,16 919, 44 11,80 68,73 68,61 286,43 » 74,94 74,84 434,19 87 54 85,09 85,07 757,22 » 99,88 99,90 1807,15 129,86 126,63 126,16 2182,35 136,30 132,92 132,42 2702,13 112,79 140,35 139,81 3123,69 147,91 145,57 145,00 CUADRO SEGUNDO. E A 57,83 ») 41515 417,00 58, 45 » 41,25 41,17 59,09 » 41,41 41,37 133,07 » 57,78 57,63 198,95 » 66,46 66,31 198,41 78,45 66,50 66,35 282,92 Jan 74,65 74,17 283,68 » 74,72 74,59 362,49 85,1 80,65 80,56: 479,17 91,1 87,68 87,59 754,71 102,2 100,00 99 81 Pq AA »En vista de estas tablas se observa que el termómetro sumerjido en el vapor marca constantemente una temperatu- 20 ra algo mas alta que la que corresponde al vapor de agua pu- ra bajo la misma presion; pero la diferencia es pequeña, y en rigor se puede atribuir á la radiacion del- liquido mas ca- liente, y á las golilas que las disoluciones salinas en ebulli- cion lanzan constantemente. Por lo que hace á los termóme- tros cuyas probetas descienden hasta el liquido hirviente, su marcha es estremadamente irregular , y presenta variaciones bruscas que con frecuencia se elevan á muchos grados, y no es posible deducir nada de cierto de sus indicaciones. »Puédese por lo tanto admitir que el fenómeno observado por Rudberg en las disoluciones, salinas en ebullicion bajo la impresion ordinaria de la atmósfera, se presenta tambien cuan- do se les hace hervir bajo presiones mucho mayores 0 mucho mas pequeñas. ; »Para observar facilmente las circunstancias en que ocur- re el fenómeno, he hecho algunos esperimentos en un matraz de cristal de cuello ancho, con mezclas en proporciones va- riables de agua y de ácido sulfúrico, teniendo sin embargo cuenta de no poner demasiado ácido sulfúrico, a fin de que una parte de esta úllima sustancia pudiese pasar á la desti- lacion. Ajusté al cuello de este matraz dos anchos tubos de cobre, que se introducian uno dentro del otro como los ta- bos de un calalejo. El tubo superior tenia hácia su estremi- dad dos tubuladuras laterales que daban salida al vapor; su orificio superior estaba cerrado con un tapon atravesado por el tubo de un termómetro muy sensible. De esta manera era facil colocar la probeta del termómetro en cualquiera parle del matraz, conservando la totalidad de la columna mercu- rial en el vapor. »Obrando de este modo, no tarda en verse que es impo= sible encontrar «una posicion en el matraz en que la probeta del termómetro no esté constantemente cubierta de agua li- cuida, la cual vuelve a caer de tarde en tarde en forma de cotas sobre el liquido hirviente. Todo el mundo concibe que si el instrumento se halla constantemente humedecido por el vapor condensado, no puede indicar una temperatura supe- rior á aquella en que el líquido puro hierve bajo la misma presion. Es evidente que en todo esperimento en que el ter- 21 mómelro se mojara, no se probará nada en favor de la ley de Rudberg. Y esto es lo que infaliblemente ha sucedido en los esperimentos de este último físico. »La mayor parte del agua que fluye sobre el termóme- tro proviene de la condensación sobre las partes superiores del tubo. Para impedir que esta agua llegara á la probeta, fijé en el tubo del termómetro sobre la probela un disco meláli- co muy delgado que la recogia, y otro disco igual colgado del primero por medio de tres alambres fué puesto debajo de la probeta, á fin de impedir la radiacion directa del líqui- do sobrecaldeado, y de las gotitas de disolucion que los lí- quidos hirvientes arrojan siempre abundantemente. La probe- ta esférica del termómetro no tenia por otra parte menos de 8 milímetros de diámetro. » Mas aun con estas prevenciones es muy dificil colocar el termómetro de manera que su probeta no se moje. En tanto que esta se halle á una distancia de mas de 3 a 4 cenlíme- tros de la disolucion hirviente, se moja siempre, y por lo tan- to no puede marcar otra cosa que la temperatura de ebulli- cion del agua pura. Si se baja mas la probeta para aproxi- marla al líquido, la temperatura se eleva, pero al mismo tiempo la probeta «se seca. De este modo se va elevando su— cesivamente la temperatura hasta que la probeta toca al lí- quido. : »La parte del malraz en que el termómetro marca lem- peraturas mas elevadas que la de ebullicion del liquido puro, se conoce regularmente hasta con la simple vista: esa parte: es aquella en que las paredes interiores del matraz permane— cen secas, en tanto que las partes superiores están conslante— mente húmedas con las gotitas condensadas. La altura de la capa de vapor sobre-caldeada depende por otra parte de la tem- peralura del líquido hirviente, y sobre todo de la viveza de la ebullicion. k »En resúmen, las observaciones que acabo de describir confirman el hecho anunciado por Rudberg; mas parece que al mismo tiempo demuestran tambien la causa, pues siempre que el termómetro no indica mas que la temperatura bajo la cual la tension del vapor acuoso puro hace equilibrio á la pre- 24 nes que sigue la fuerza elastica del vapor suministrado por una disolucion salina en diversas temperaturas, con las varia- ciones que sufre la solubilidad de la sal en las mismas cir- cunstancias. »Finalmente, cuando se haya llegado á averiguar la ley por que se puede calcular la fuerza elástica del vapor su- ministrado por la mezcla, en proporciones comunes, de las dos disoluciones que no ejercen accion química la una sobre la otra, segun las fuerzas elásticas de los vapores emitidos por las disoluciones aisladas, entonces se podrá averiguar si las dobles descomposiciones se verifican en el seno mismo de las disoluciones, 6 solo en el momento de la precipitación. »Estos pocos ejemplos, que me sería fácil multiplicar, bas- tan para hacernos ver que el estudio de las fuerzas elásticas de los vapores emitidos por la disolucion, suministrará para el estudio una multitud de fenómenos de quimica molecular, y un modo de investigacion precioso, del que se pueden espe- rar resultados tan importantes como los que Mr. Biot ha de— ducido del estudio de la polarizacion rotatoria. Este modo ten- drá además la ventaja de una aplicacion mas estensa. y Hasta el presente no he podido hacer en este orden de ideas mas que una serie de observaciones sobre las disolucio- nes de los sulfatos que he mencionado anteriormente. Á pesar del vivo interés que tomo en este género de observaciones, me he visto obligado á abandonarlo momentáneamente, por= que me alejaba demasiado del objeto principal á que mis es- fuerzos deben dirijirse.» QUIMICA. Dos métodos nuevos de preparar el aluminio, y nueva forma del silicio; por Mx. DeviLLE. (U'nstitut, 47 agosto 4854.) En la sesion de la Academia de Ciencias de Paris del 14 de agosto último leyó Mr. Deville la nota siguiente: «Presento á la Academia la continuacion de un trabajo 25 emprendido y seguido con objeto meramente cientifico, pero cuyo resultado, confirmado por nuevas esperiencias, me ha dado igual conclusion, á saber: el aluminio, del cual pueden contener hasta 25 por 100 de su peso las arcillas mas comu- nes, es eminentemente capaz de convertirse en un metal usual. No habia publicado los métodos de que me valí para produ= cirlo, porque era necesario confirmarlos por medio de ensa- yos hechos en mayor escala que la que me permitieron hacer los fondos asignados á mi laboralorio de la Escuela normal. Debo a la Academia el haber podido realizar estos esperimen- tos, y por ello le manifiesto mi agradecimiento. »Antes de entrar en el asunto de esta nota diré que el re- sultado de mis primeros estudios ha quedado plenamente con- firmado, desde que tengo aluminio en cantidad algo conside rable. Medallas de un gran módulo que he hecho acuñar, y las planchas que presento á la vista de la Academia, ninguna alteración han sufrido al aire libre; diariamente traigo entre manos pequeños lingotes desde hace muchos meses, sin que nada hayan perdido de su brillo; finalmente, esta materia es inoxidable hasta el punto de resistir á la accion del aire en una mufla caldeada á la temperatura de los ensayos de oro: en la copela el plomo arde y el litargirio se derrite al lado del aluminio, que no pierde ninguna de sus propiedades. Si este metal se alease con el plomo, es evidente que podria ser co- pelado. »El aluminio conduce la electricidad ocho veces mejor que el hierro, y por lo tanto tan bien y acaso mejor que la plata. El puesto que debe asignársele entre los metales al alu- minio, siguiendo fielmente los principios de la clasificacion de Thenard, debe alejarlo del magnesio, del zinc y del manga- neso, al lado de los cuales se halla colocado en la actualidad. Es preciso constituirlo como tipo de un grupo muy natural, compuesto con el cromo, hierro, niquel y cobalto. Tie- nen estos metales un carácter comun, al cual doy bajo el pun- to de vista teórico la mayor importancia, y es el de no ser atacables por el ácido nítrico débil 6 concentrado, ante el cual sufren la pasividad. La pasividad, muy enérgica por lo tocante al aluminio y al cromo, cuyos protóxidos (si es que el alumi- 24 nes que sigue la fuerza elástica del vapor suministrado por una disolución salina en diversas temperaturas, con las varia- ciones que sufre la solubilidad de la sal en las mismas cir= cunstancias. »Finalmente, cuando se haya llegado á averiguar la ley por que se puede calcular la fuerza elástica del vapor su- ministrado por la mezcla, en proporciones comunes, de las dos disoluciones que no ejercen accion química la una sobre la otra, segun las fuerzas elásticas de los vapores emitidos por las disoluciones aisladas, entonces se podrá averiguar si las dobles descomposiciones se verifican en el seno mismo de las disoluciones, ó solo en el momento de la precipitación. » Estos pocos ejemplos, que me sería fácil multiplicar, bas- tan para hacernos ver que el estudio de las fuerzas elasticas de los vapores emitidos por la disolucion, suministrará para el estudio una multitud de fenómenos de quimica molecular, y un modo de investigacion precioso, del que se pueden espe- rar resultados tan importantes como los que Mr. Biot ha de- ducido del estudio de la polarizacion rotatoria. Este modo ten- drá además la ventaja de una aplicacion mas estensa. » Hasta el presente no he podido hacer en este orden de ideas mas que una serie de observaciones sobre las disolucio- nes de los sulfatos que he mencionado anteriormente. Á pesar del vivo interés que tomo en este género de observaciones, me he visto obligado á abandonarlo momentáneamente, por= que me alejaba demasiado del objeto principal á que mis es- fuerzos deben dirijirse.» QUIMICA. Dos métodos nuevos de preparar el aluminio, y nueva forma del silicio; por Mx. DeviLLE. L'Institat, 47 agosto A854.) ho] En la sesion de la Academia de Ciencias de Paris del 14 de agosto último leyó Mr. Deville la nota siguiente: «Presento á la Academia la continuacion de un trabajo | 25 emprendido y seguido con objeto meramente científico, pero cuyo resultado, confirmado por nuevas esperiencias, me ha dado igual conclusion, á saber: el aluminio, del cual pueden contener hasta 25 por 100 de su peso las arcillas mas comu- nes, es eminentemente capaz de convertirse en un metal usual. No habia publicado los métodos de que me valí para produ= cirlo, porque era necesario confirmarlos por medio de ensa- yos hechos en mayor escala que la que me permitieron hacer los fondos asignados á mi laboralorio de la Escuela normal. Debo á la Academia el haber podido realizar estos esperimen- tos, y por ello le manifiesto mi agradecimiento. » Antes de entrar en el asunto de esta nota diré que el re- sultado de mis primeros estudios ha quedado plenamente con- firmado, desde que tengo aluminio en cantidad algo conside rable. Medallas de un gran módulo que he hecho acuñar, y las planchas que presento á la vista de la Academia, ninguna alteracion han sufrido al aire libre; diariamente traigo entre manos pequeños lingoles desde hace muchos meses, sin que nada hayan perdido de su brillo; finalmente, esta materia es inoxidable hasta el punto de resistir á la accion del aire en: una mufla caldeada á la temperatura de los ensayos de oro: en la copela el plomo arde y el litargirio se derrite al lado del aluminio, que no pierde ninguna de sus propiedades. Si este metal se alease con el plomo, es evidente que podria ser co- pelado. »El aluminio conduce la electricidad ocho veces mejor que el hierro, y por lo tanto tan bien y acaso mejor que la plata. El puesto que debe asignársele entre los metales al alu- minio, siguiendo fielmente los principios de la clasificacion de Thenard, debe alejarlo del magnesio, del zinc y del manga- neso, al lado de los cuales se halla colocado en la actualidad. Es preciso constituirlo como tipo de un grupo muy natural, compuesto con el cromo, hierro, niquel y cobalto. Tie- nen estos metales un carácter comun, al cual doy bajo el pun- to de vista teórico la mayor importancia, y es el de no ser atacables por el ácido nítrico débil ó concentrado, ante el cual sufren la pasividad. La pasividad, muy enérgica por lo tocante al aluminio y al cromo, cuyos protóxidos (si es que el alumi- 26 nio lo tiene) son de efímera exislencia, no se manifiesta por lo tocante al hierro sino en el ácido nítrico concentrado, en el cual es imposible: la formacion de un protóxido. Tampoco se presenta sino muy debilmente respecto del niquel y del cobalto, cuyos sexqui-óxidos son instables, y no entran sino muy dificil- mente en combinacion. Estos dos metales establecen el paso al manganeso. Volveré á ocuparme de estas analogías, que dan una nueva idea de la pasividad, por lo menos de la parle qui- mica del fenómeno. »El aluminio, á semejanza del hierro, no se amalgama con el mercurio, y con trabajo toma algunos vestigios de plomo; forma con el cobre aleaciones ligeras, muy duras y muy blan- cas, aun cuando este último metal entre en la aleacion en pro- porcion de 25 por 100. Eslá caracterizado hasta el mas alto punto por la facultad de formar con el carbon, y sobre todo con el silicio, una fundicion gris granulosa y quebradiza, cris- talizable con la mayor facilidad. Los planos de clivaje se cor- tan por ángulos que parecen rectos. »Al atacar esta fundicion por el ácido clorbidrico, el hi- drógeno adquiere un olor infecto, € indica la presencia del car- bon; mas lo que contiene esencialmente es silicio, que se se- para en estado de pureza cuando se ha prolongado la accion del acido clorhídrico concentrado é hirviendo. Me parece evi- dente que en el aluminio fundido existe silicio en el mismo es- tado que el carbono en la fundicion gris de hierro; estado poco conocido hasta el presente, y el cual mis investigaciones rela- tivas al aluminio me permitirán, segun lo espero, presentar con alguna claridad. »Este silicio existe en laminas metálicas brillantes, entera- mente parecidas á la limadura de platino, y bajo esta forma se diferencia esencialmente del silicio de Berzelius. Sin embar- go, no creo que el silicio sea un verdadero metal; pienso por el contrario que esta nueva forma de silicio es al silicio lo que el grafito es al carbon. Este cuerpo posee, con una inallerabilidad la mas completa; todas las propiedades quimicas que Berzelius atribuye al residuo de la combustion incompleta del silicio co- mun. De manera que á fin de dar una idea de esa indiferen—- cia á los reactivos mas enérgicos, diré que el nuevo silicio que 27 tengo el honor de presentar á la Academia, ha sido caldeado hasta el color blanco sin cambiar de peso (y sin producir áci- do carbónico como el carburo de silicio), en una corriente de oxigeno puro; que ha resistido a la accion del ácido fluorhí- drico, y solamente se ha disuelto en una especie de agua re- gia formada con ese ácido y el nítrico. La potasa fundida lo trasforma en silice, perola operacion necesita mucho tiempo para consumarse. Este silicio conduce la electricidad como el grafito. »El aluminio fundido de donde yo estraigo silicio, lo con— tiene en mas de 10 por 100. Parece que para producir esta fundicion es preciso que el silicio se halle en estado naciente en el momento de la combinacion, pues el ajuminio fundido en un crisol de tierra ataca las paredes de este, y deja en des- cubierto al silicio, pero sin unirse con él; el metal ha con- servado toda su maleabilidad, y en el crisol se ha encontrado un polvo de color de chocolate, parecido con cortas diferen- cias al silicio de Berzelius. Mas tarde se verá que esta fundi- cion es el primer producto que resulta de la accion de la pila sobre el cloruro de aluminio y el cloruro de silicio y el de aluminio, que siempre existen unidos en las materias impuras que se someten'á la descomposicion. »No presentaré en esta nota mas que. dos modos de prepa- racion, únicos que conozco bien, y que he puesto en práctica repelidas veces. »1.” Procedimiento por el silicio. Tóniase un grueso tu- bo de cristal de tres ó cualro centímetros de diámetro: intro- dúcense en él 200 6 300 gramas de cloruro de aluminio, que se aisla bien entre dos tapones de amianto. Por una de las es- tremidades del tubo se hace entrar hidrógeno bien seco y exen- to de aire. Caliéntase en la corriente del gas el cloruro de aluminio á beneficio de algunos carbones, de manera que sea espelido el ácido clorhídrico, y los cloruros de silicio y azu- fre de que siempré está impregnado. Introdúcense en seguida en el tubo de cristal unas navecillas lo mavores que sea po- sible, conteniendo cada una algunas gramas de sodio preven- tivamente comprimido entre dos hojas de papel de filtrar bien seco. Cuando el tubo está lleno de hidrógeno se funde el .so- 4 28 dio y se calienta el cloruro de aluminio, que destila y se des- compone con una incandescencia que, si se quiere, puede moderarse muy bien hasta el punto de reducirla á nulidad. Queda terminada la operacion cuando todo el sodio ha des- aparecido, y el cloruro de sodio que se ha formado ha absorbi- do bastante cloruro de aluminio para quedar saturado. Enton- ces el aluminio queda bañado por un cloruro doble de alumi- nio y de sodio, producto muy fusible y volatil. Estráense las navecillas del tubo de cristal, introduciéndolas en un grueso tubo de porcelana provisto de una: alargadera, y alravesado por una corriente de hidrógeno seco y exento de aire. Calién- tase hasta el color rojo vivo el cloruro de aluminio y de so- dio destilado sip descomposición; recójesele en la alargadera, y despues de la operacion se encuentra en cada navecilla lo- do el aluminio reunido en dos ó tres glóbulos cuando mas, los cuales se lavan en agua, que acaba de quitarles algo de sal de reaccion ácida y de silicio pardo. Para hacer un solo bo- ton de todos estos glóbulos, se introducen despues de limpios y secos en una cápsula de porcelana, en la que se pone como fundente un poco del: producto destilado de la precedente ope- racion, esto es, cloruro doble de aluminio y de sodio. Estan do la cápsula caldeada en una mufla á una temperalura in- mediala al punto de fusion de la plata por lo menos, se ve que todos los glóbulos se reunen en un boton brillante, que se deja enfriar y se lava. Es preciso finalmente dejar el metal fundido en un crisol de porcelana cubierto, hasta que los va- pores de aluminio y de sodio, de que el metal permanece constantemente impregnado, hayan desaparecido del todo. En- cuéntrase el bolon metálico rodeado de una delgada película de alúmina, procedente de la descomposicion parcial del fun- dente. »Concibese que el sodio podria ser reemplazado por su vapor, que tan facilmente se produce, y obtener el aluminio de un modo económico aun cuando se empleara un reactivo alcalino. Mas adelante hablaré de la modificacion que debe- ría darse al aparato que acabo de describir, en el caso de querer servirse de ese modo de fabricacion. Procedimiento por medio de la pila. Imposible me ha 29 parecido hasta el presente que se pudiera obtener aluminio por medio de la pila en licores acuosos, y seguiria creyendo de un modo absoluto en esa imposibilidad, si los brillantes es- perimentos de Mr. Bunsen sobre la produccion de sodio no hubiesen hecho vacilar mis convicciones. Debo no obstan- te decir, que todos los procedimientos de este género que se han publicado modernamente para la preparacion del alumi- nio, no me han dado ningun resultado. »Por medio del cloruro doble de aluminio y de sodio (ACE, NaCl) de que he hablado anteriormente, es como se efectua esta descomposicion. Prepárase el baño de aluminio tomando dos partes en peso de cloruro de aluminio y una de sal marina seca y pulverizada. Mézclase todo en una cápsula de porcelana caldeada hasta cerca de 200”. De alli á poco se efectua la combinacion con desprendimiento de calor, y se ob- tiene un liquido muy fluido á 200”, y se fija en esla tempera- tura. Introdúcese en un crisol de porcelana barnizada, que se manliene á una temperatura de cerca de 200% poco menos por medio de unas brasas de carbon. El electrodio negativo es una lamina de platino sobre la cual se deposita el aluminio mezclado con la sal marina bajo la forma de una costra gris. El electrodio positivo esta constituido por un vaso poroso per- fectamente seco, que contiene cloruro de aluminio y de sodio fundido, en el que se sumerje un cilindro de carbon que atrae la electricidad. Aqui es á donde se trasladan el cloro y un poco de cloruro de aluminio procedentes de la descomposicion de la sal doble. Este cloruro se volatilizaria inutilmenle si no se añadiera sal marina en el vaso poroso. El cloruro do- ble y fijo se reconstituye y cesa el humo. Un pequeño núme- ro de elementos (dos en último término) son necesarios para descomponer el cloruro doble, que no opone sino una muy debil resistencia á la electricidad. Levántase la plancha de platino cuando se ve que está suficientemente cargada de de- pósito melalifero. Dejase enfriar, rómpese prestamente la ma- sa salina, y vuelve á introducirse de nuevo la plancha en la corriente. Introdúcese un crisol de porcelana en otro de tier- ra, y se funde Ja materia bruta que se ha desprendido del electrodio. Despues de fria se trata por medio del agua, que 30 disuelve una gran cantidad de sal marina, y se obtiene un producto metálico gris, que se reune en un boton por medio de repetidas fusiones, Y empleando como fundente el cloruro doble de aluminio y de sodio.—Las primeras porciones de metal obtenidas por este procedimiento son casi siempre que- bradizas, y esta es la fundicion de aluminio de que hace un momento nos hemos ocupado. Puédese sin embargo tener por medio de la pila un metal tan hermoso como por el sodio, pe- ro es preciso emplear cloruro de aluminio mas puro; y efec— tivamente, en el último procedimento se arrebata por medio del hidrógeno el silicio, el azufre y hasta el hierro, que pasa al estado de protocloruro fijo en la temperatura á que se ope- ra, en tanto que todas las impurezas quedan en el líquido que se descompone por la pila, y son arrebatadas por las prime- ras porciones del metal fundido.» FISICA DEL GLOBO. q — Informe sobre los trabajos de Mr. ALexis PerreY relativos 4 los terremotos, presentado á la Academia de Ciencias de Paris por MM. LiouviLLE, Lamé y Elie DE BEAUMONT. (Comptes rendus, 42 junio 4854.) La Academia nos ha dado el encargo de informarla acerca de una memoria que le fué presentada en 21 de marzo de 1853 por Mr. Alexis Perrey, profesor de la Facultad de Ciencias de Dijon, sobre las relaciones que pueden existir entre la frecuen— cia de los terremotos y la edad de la luna, y acerca de otra nota presentada por el mismo sabio en 2 de enero último, so- bre la frecuencia de los terremotos relativamente d los pasos de la luna por el meridiano. Cuando se presentó la Memoria del 21 de marzo de 1853, Mr. Arago fué designado como uno de los miembros de la Co- mision. La muerte tan lamentable de nuestro ilustre consocio, | 31 ocurrida despues de aquella fecha, ha dejado vacante una pla- za en la Comision; y desde la presentacion de la nota del 2 de enero de 1854, uno de nosotros, Mr. Lamé, ha sido nombrado para llenarla. Mr. Arago, á quien nada se escapaba de lo concerniente á la Física del globo, seguia con un constante interés las in- vestigaciones de Mr. Alexis Perrey. No ha olvidado la Acade- mia el cuidado que tomó constantemente en fijar su atencion sobre las Notas que el sabio profesor de Dijon le habia dirijido sucesivamente en estos últimos años, á consecuencia de las in- vestigaciones que hacia ya mucho tiempo estaba practicando acerca de los terremotos. Mr. Arago indicó particularmente en muchas de nuestras sesiones, las referencias que el autor habia indicado entre la frecuencia de los terremotos y la edad de la luna. y La causa del interés que llevan consigo estos informes, es facil de comprender. Si, como generalmente se piensa en la ac- tualidad, el interior de la tierra está, por efecto de su alta temperatura, en un estado líquido ó pastoso, y si el globo no tiene de sólido mas que una corteza comparativamente muy delgada, la masa interior, desprovista de solidez, debe propen- der á ceder, como la masa superficial de las aguas ma- rinas, á las fuerzas atractivas ejercidas por el sol y la luna, y debe tambien esperimentar tendencia á elevarse 6 hincharse en las direcciones de los radios vectores de los dos astros; pero esta tendencia debe encontrar en la rigidez de la corteza sólida una resistencia que es para esta última una causa de ruptura y de sacudimientos. La intensidad de esta causa varia, como la de las mareas del Océano, con la posicion relativa del sol yde la luna, y por consiguiente con la edad de esta; es preciso tener presente además, que asi como las aguas del Océano suben y bajan dos veces en la duracion de un día lunar, en horas que están en relacion con la del paso de la luna por el meridiano, del mismo modo el sentido de la accion ejercida sobre un punto de la masa interna del globo debe cambiar dos veces por dia, segun que aquel punto se separe ó se acerque al meridiano cuyo plano pase por el cen- tro de la luna. 32 »Sin necesidad de entrar en mas detalles, se concebirá fa- cilmente que si la blandura de la masa interna del globo lie- ne alguna parte entre las causas de los terremotos, puede su influencia ser revelada por una cierta dependencia facil de ob- servarse entre la aparicion de los terremotos y las circunstan- cias que modifican la accion de la luna sobre el conjunto del globo, 6 sobre uno de sus puntos, á saber: su distancia angu- lar al sol; su distancia real á la tierra; y su distancia angular al meridiano del punto: 0 en otros términos, la edad de la luna, el momento del perihelio, y la hora del dia lunar. » Estas consideraciones, que no se han ocultado á Mr. Ale- xis Perrey, le han inspirado sin duda la idea del doble tra= bajo que nos hemos encargado de examinar, al mismo liem- po que han contribuido á escitar, hácia los resultados que ha obtenido, el interés de Mr. Arago y de otros muchos sabios; pero tambien hacen concebir, que el objeto esencial de las in- vesligaciones de que nos hemos encargado de dar cuenta ha debido ser el hallar la fecha exacta, referida al mes y dia lu- nar, de cada uno de los terremotos de que la historia con= serva el recuerdo, y hasta de los sacudimientos de que aquellos se compusieron. »Facil es comprender que semejantes indagaciones cons- tituyen un trabajo inmenso, en el que Mr. Alexis Perrey ha podido invertir ya varios años sin haberlo terminado; que en diversos intervalos ha podido estraer de él resultados parcia- Jes tales que Mr. Arago juzgó dignos de escitar y animará su autor á seguir estudiandolos, y de llamar la atencion de la Aca- demia; y que el sábio y laborioso profesor de Dijon, antes de dedicar mas años á este trabajo, está impaciente por saber si la Academia aprueba la direccion que ha seguido hasta ahora. »La necesidad de ser sostenido y guiado por la Academia esplica cómo el autor se ha resuelto á presentar en varias 0ca- siones resultados que naturalmente no podian ser completos, y que no lo son todavia en la nota que hemos tenido el en- cargo de examinar. »En la Memoria presentada el 21 de marzo de 1853 sobre las relaciones que pueden existir entre la frecuencia de los ler- remotos y la edad de la luna, el autor consagra el artículo 1." 33 a la suputacion y á las trasformaciones numéricas de los re- sultados en globo de la observacion. » Ha concebido cuatro modos posibles de suputacion. »En el primer modo, seguido ya en la Memoria presenta- da á la Academia en 5 de mayo de 1847, el autor considera como dia de terremoto cada uno de aquellos en que la tierra ha temblado, sea que este temblor no se haya verificado mas que en una sola region, sea que haya ocurrido en horas idén- ticas Ó diferentes en dos ó mas regiones separadas por inter— valos que no hayan sido conmovidos. Anotando en seguida, por el Conocimiento de los tiempos, á qué dia de la lunacion correspondiente ha correspondido cada dia de terremoto, reu- ne todos los dias que se refieren al primer dia de la lunacion, despues todos los que corresponden al segundo dia, al terce- ro, al cuarto, elc., y forma un cuadro compuesto de treinta líneas, indicando cada una el número de dias de terremoto que pertenecen al dia de lunacion correspondiente. Pero es- tos números varían de un dia á otro, y varian siguiendo con corta diferencia la misma ley, en un primer cuadro que com- prende un tolal de 2735 dias de lemblores de tierra, resul- tantes de las investigaciones que comprenden los años des- de 1801 41845, que el autor habia formado y presentado á la Academia en 5 de mayo de 1847; y en otro nuevo cuadro que comprende un total de 5388 dias de terremotos, resultados de investigaciones mas estensas, y abrazando todos los años des- de 1801 á 1850. En ambos cuadros, los números de los ter remotos correspondientes á los dias inmediatos á los sicigios, son por lo general algo mas considerables que los que cor- responden á los dias próximos á las cuadraturas. »En el segundo modo de suputacion, el autor considera co- mo distintos los terremotos sufridos en regiones diferentes, se- paradas por regiones no conmovidas, y cuenta por uno, por dos, por tres, elc., cada dia de terremoto, segun los hubo en aquel dia en una, en dos, en tres, etc., regiones separadas. Este nuevo modo de suputacion eleva de 2735 a 3041 el nú- mero de los dias de terremoto comprendidos en su primer cuadro, y de 5388 á 6596 el de los comprendidos en el se- gundo. TOMO Y. 3 34 »La misma ley que se observa todavía en estos dos nue- vos cuadros, se vuelve igualmente á encontrar en cuatro que el aulor forma, dividiendo en dos intervalos de un cuar- to de siglo cada uno el medio siglo comprendido entre 1801 y 1850, y aplicando a los terremotos de cada uno de estos in- tervalos el primero y el segundo modo de suputacion. »En el fercer modo de suputacion, Mr. Alexis Perrey con- sidera como un fenómeno distinto cada uno de los sacudimien— tos de que se compone un mismo terremoto, y los anota sepa- radamenle; pero no siempre encuentra los documentos nece sarios para ejecutar este trabajo, porque no siempre se ha anotado con exactitud el número de sacudimientos de cada terremoto. El autor se ha contentado, por ahora, con consi- derar de este modo el cuadro de 931 sacudimientos esperi- mentados en la América meridional, y la mayor parle en Arequipa, que Mr. de Caslelnau publicó en el 5.” volúmen de su Viaje á las partes centrales de la América del Sur. Esle cuadro, sin conducir á resultados idénticos con los que dan los olros dos métodos, ha vuelto á reproducir la relacion funda= mental hallada anteriormente. »En fin, en el cuarto modo de suputacion, cuya aplica- cion seria muchas veces muy dificil, y que todavía no ha he- cho Mr. Perrey, se consideraba como constituyendo un fenó- meno único todo el conjunto de sacudimientos que se produ- cen sucesivamente en un mismo pais durante un intervalo precedido y seguido, en el mismo pais, de períodos de tran qguilidad. »A los nueve cuadros formados segun el uno ó el otro de los tres primeros modos de suputacion, el autor ha añadi- do un décimo, formado con arreglo al primer modo, y que no comprende mas que cuatro años, desde 1841 á 1845, y solo 422 dias de temblores de tierra. Á pesar de este número, comparativamente escaso, la marcha de las cifras yuelve á ser la misma. »Se observa en todos estos cuadros una preponderancia marcada en los números relativos á los dias próximos á los sicigios sobre los que se refieren á los próximos á las cuadra- turas. 35 »Sin embargo, esla no es mas que una ley general que se puede notar en la marcha de los números de que se com- ponen los cuadros, pero no deja de estar oscurecida por nu- merosas anomalias. »Con el fin de atenuar estas anomalías, y de poner mas en evi- dencia la ley fundamental, Mr. Alexis Perrey divide los 291, 531 de que se compone la lunacion, en dozavos, dieziseisavos y octavos, y forma por medio de cálculos proporcionales apli- cados a los números de sus diferentes cuadros, construidos so- bre los dias solares, los números que corresponden á cada frac- cion de la lunacion; vuelve á encontrar en todos estos nue- vos cuadros, salvas algunas anomalías de detalle, la ley de preponderancia de los fenómenos de terremotos hacia las épo- cas de los sicigios, y de este modo corrobora mas y mas la consecuencia de que desde medio siglo á esta parte los terre- motos son mas frecuentes en los sicigios que en las cuadraturas. »Mr. Alexis Perrey ha estudiado tambien en los registros mas 0 menos estensos que le han servido para ordenar sus di- versos cuadros, la cuestion de saber si existe una relacion entre la frecuencia de los terremotos y la distancia variable á que la luna se encuentra de la tierra al recorrer las diversas par- tes de su órbita elíptica. Para esto ha supulado en cada uno de esos registros, y segun los diversos modos de suputacion empleados para formar los mencionados cuadros, cuántas ve- ces ha sido conmovida la tierra la ante-vispera, la víspera, el dia, el siguiente y el subsiguiente del perigeo y del apogeo de la luna; y ha averiguado en cada uno de los grupos for= mados de este modo, el total correspondiente al perigeo en que la luna está mas próxima de la tierra, superior al correspon- diente al apogeo, en que está mas distante. Despues, con objeto de hacer mas comparables los resultados, ha tomado la dife- rencia de los totales obtenidos de este modo, y la ha dividido 1 dl que todos son su- por su suma, lo cual ha dado los cuocientes o TEMPE Dro a Lo. 23,5" O 99,2 18,6” 91,2 10,75” 1 periores á 2 y cuyo último es casi igual á 10: De esto pa- (2) 36 rece resultar, que la diferencia entre las atracciones desigua- les ejercidas por la luna sobre la lierra en su mayor y en su mas corla distancia, ejerce sensible influencia en la produc eion de los terremotos. »En la Nota sobre la frecuencia de los terremotos relativa al paso de la luna por el meridiano, que ha presentado á la Academia en 2 de enero de 1854 Mr. Alexis Perrey, se ocupa en la cuestion de saber si la reparticion de los sacudimientos de los terremotos durante un dia lunar está, como las ma- reas, en relacion con el paso de la luna por el meridiano supe- rior ó el meridiano inferior. No le ha sido aún posible some- ter á este modo de investigacion mas que los 824 sacudimientos sentidos en Arequipa, anotados con sus fechas de dias y horas en el citado cuadro de Mr. Castelnau; por medio de cálculos proporcionales, que no han podido menos de ocuparle mu- cho tiempo, ha calculado á qué hora, despues del paso de la luna por el meridiano superior, corresponde cada uno de aque- llos $24 sacudimientos. De este modo ha formado un primer cuadro que ha trasformado posteriormente, dividiendo en 16 partes iguales, agrupadas en seguida: de dos en dos para for— mar octavas, las 24 horas 503 minutos de que se compone el dia lunar medio. Bajo estas dos formas, y á pesar de anoma- lias bastante fuertes que no podian menos de presentarse: en un número de hechos tan limitado como el de 824, los núme- ros que se han obtenido en ambos modos de agrupamiento, ponen de manifiesto la existencia, en el periodo de un dia lu- nar, de dos épocas de máximo y dos de minimo para la fre- cuencia del número de sacudimientos. Las dos épocas de má- acímo se aproximan a los pasos de la luna por los meridianos superior é inferior, y las de minimo hácia el medio de los in- tervalos. »De este modo, por la simple discusion de los catálo- gos que previamente habia formado, ha llegado Mr. Alexis Perrey á averiguar por medio de tres formas diversas, é independientes la una de la otra, la influencia de la marcha de la luna sobre la produccion de los terremotos, haciendo ver: ; 1.2 Que estos son mas frecuentes hacia los sicigios. 37 2. Que su frecuencia aumenta en la aproximacion del perigeo de la luna, y disminuye hacia el apogeo. 3. Que los sacudimientos de los terremotos son mas fre- cuentes cuando la luna está en la proximidad del meridiano, y menos cuando está á una distancia de 90 grados. »Pero los cuadros numéricos, de los que sale en resu- men esta triple observacion, presentan constantemente algu- nas anomalías, y el aulor nada ha omitido á fin de desvane- cerlas, y obtener en toda su pureza la ley que se descubre por su primera inspeccion. »Ideó desde un principio construir los números contenidos en los cuadros de manera que se obtuviese, por los procedimien- tos gráficos ordinarios, una línea poligonal análoga á las que se emplean habitualmente para representar las observacio- nes barométricas; lineas en que la visla sigue siempre con bastante facilidad la marcha general de los fenómenos, á pe- sar de las anomalías que tienden á ocultarla. Estamos incli- nados á lamentar que el aulor no haya dado mas desarrollo á esta parte gráfica de su trabajo, que hubiera presentado la gran ventaja de poner á la vista los resultados directos de sus in- vestigaciones; y tambien el que no haya unido á su memoria ninguna de las lineas que ha constrúido. »Pero Mr. Alexis Perrey, ha creido que llegaria á resul- tados aún mas positivos empleando el cálculo, y á este segundo trabajo ha consagrado el segundo capítulo de su Memoria prin- cipal, y la segunda parte de su nota de 12 de enero de 1834. »Difícil nos sería seguir paso á paso al autor en estas discu- siones analíticas; por lo tanto nos limilaremos á decir, que para representar los resultados de la observacion, ha empleado una fórmula de interpolacion de la forma o=m-+Asen.((4-2)4-B sen.(U+8)4+-Csen.(3-Hv) E»... en la cual m, A, B, C, etc., son coeficientes constantes de la misma naturaleza que 9;%, 2, y, etc., son angulos constantes; y £ un ángulo variable dependiente del movimiento lunar, que será igual á 0 grados para la luna nueva, á 90 grados para el primer cuarto, 4180 grados para el plenilunio, etc. »En seguida adopta la fórmula por los métodos comunes á 38 cada uno de sus cuadros numéricos, deducidos de la observa- cion, determinando las constantes que encierra. »Por medio de las fórmulas asi oblenidas, el autor ha po- dido formar los cuadros numéricos correspondientes á los de- ducidos de la sola observacion, y en los cuales la ley del fe- nómeno se presenta separada de las principales anomalías que en los primeros propendian á ocultarla. »Los números contenidos en estos nuevos cuadros han sido esmeradamente construidos, y dado origen á curvas regu- lares, en las que la ley determinada aparece muy clara- mente. »Todas estas curvas lienen entre sí una semejanza mar- cada, aunque no son enteramente semejantes, lo cual no podia ser, puesto que solo son aproximadas, y cada una lleva el sello del grupo de números que representa. »La semejanza de todas estas curvas consiste esencialmente en que cada una de ellas presenta dos máximos principales correspondientes á los sicigios, y dos minimos tambien prin- cipales que se refieren a las cuadraturas. | »De esta manera nos encontramos conducidos á la conclu- sion que resalta del modo mas terminante del trabajo de Mr..Alexis Perrey, á saber, que de medio siglo a esta parte los terremotos son mas frecuentes en los sicigios que en las cuadraturas.» La Academia ha comprendido facilmente toda la impor- tancia de esta consecuencia, y en vista de lo que precede puede juzgar al mismo tiempo del trabajo que le habrá cos- tado al autor reunir cerca de 7.000 observaciones para la primera mitad de este siglo. Este número es sin embargo lo- davía muy pequeño para resolver una cuestion de este género, y seria muy de desear que se aumenlase, bien sea recojiendo en lo sucesivo año por año todas las observaciones, 0 bien remontandose á los siglos pasados, como el aulor ha princi- piado á hacerlo. E Pero en cualquiera de ambos casos, una cuestion econó- mica viene á mezclarse con las cuestiones de ciencia y de erudicion, porque para recojer las observaciones Mr. Perrey tiene que sostener una correspondencia que no solo exije el 39 empleo de mucho tiempo, sino tambien gastos muy conside- rables que apenas podrian creerse á primera vista. Las inda- gaciones relativas á los siglos pasados exijirian por sí mismas, si habian de ser completas, correspondencias, trasporte de documentos, y hasta viajes mas 6 menos dispendiosos. CONCLUSION. En vista de las diversas consideraciones espuestas en este informe, los encargados de darle tienen el honor de proponer á la Academia apruebe la Memoria de Mr. Alexis Perrey, y estimule al autor á proseguir sus interesantes y laboriosas in- vesligaciones. A continuacion de su Informe sobre los trabajos de Mr. Alexis Perrey relativo á los terremotos, los comisarios seño- res Lionville, Lamé y Elias de Beaumont tienen el honor de proponer á la Academia conceda, de los fondos de que puede disponer, una suma á favor de Mr. Perrey para atender á los gastos de sus investigaciones. 40 METEOROLOGIA. REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de diciembre de 1854. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milímetros. ALLA Ma o e te e ado 927,978 710,631 A e O 28,310 | 719,064 minima (dia 1) tU 927,564 700,195 OStILACIOA MERO 0 0 ao iaa da 0,746 18,939 máxima diurna (dia 18)....| 0,377 9,575 minima diurna (dias 3 y 30).| 0,041 1,041 A TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. Cent. Temperatura media................ 1 LOS OZ: de Lo As ly máxima (dia 25).....-.. 60,51 12,66| 15,83 mínima (dia 29)........ 18",9| -5*,82| -7",98 Oscuacion mensual. 02... o. enoco no: 41*,6| 18,48] 23,11 máxima diurna (dia 28)....[33%,3| 14*,80| 18,50 minima diurna (dia 2)...... 5,81 2,57] 3”,22 E Fraccion Presion HIGRÓMETRO. de humedad. [de los vapores. Medias del mes, segun el higrómetro de Masson aos tas 0,65 1,68 Máximas (dias 1, 23 y 27).........:- 1,00 2,16 Minimas (dias: 2929). ...... 2-0... 0,14 0,53 A A A PLUVIÓMETRO. Pulg. ingl. Milímetros. Altura del agua llovida durante el mes.| 0,075 1,90 A 41 Mes de enero de 1855. Pulgadas in- BARÓMETRO. Ale. Milimetros. ame o a a 27,825 | 706,74 maxima (did 8) 28,252 | 717,59 minima (dia 27)....... qe AO 27,331 | 694,19 (iselación mensuales 0,921 23,140 máxima diurna (dia 26)...| 0,145 3,68 mínima diurna (dia 4)...... 0,045 1,14 TERMÓMETRO. Fabr. Reaum., Cent. Temperatura media 0 ORTA A 9 M1 131161. 3596 maxima (dia 2i.c..o.. 60,01 12,44 | 15,56 minima (dia 20)........ 20,01 -5,33 | -6,67 Oscilacion mensual................ 40,0| 17,17 | 29,23 máxima diurna (dia 2)..... 32,5| 14,44 | 18,06 2,5 mínima diurna (dia 27)....| 8,7] 3,86| 4,80 E AA IRAN WARREN Fraccion Presion HIGRÓMETRO. de humedad. |de los vapores. Medias del mes, segun el higrómetro de ASS rin do oe lcd 0,73 1,76 Máximas (dias 20, 27, 29 y 30; 30)..| 1,00 3,60 Minimas (dias 1.2 y 19)............ 0,28 0,94 AA A A A AAA, TA PEACE Pulgadas ingl. | Milímetros. PLUVIÓMETRO. Altura del agua llovida durante el mes.| 1,328 33,13 A ManuzgL Rico SinoBas. 42 Resúmen de las observaciones meleorológicas Presion atmosférica. TEMPERATURA an — A E = 2 5 [ss [3 |. als l8l3z 8 E |Esl3s|< UN A O A al LM Us = 2 Enero. . ++ -.1739,4/756,9/29/712,4| 3144,5] 8%,4|12%6 Febrero. ...]750,51759,8/24/741,4| 3118,4] 8,2| 14,6 Marzo. «++ +1749,11755,7| 7/739,1|20|16,6) 11,6| 17,0 n= o ss. 0 2,0 6,2 Abril... ...-.[742,6/752,3| 31725,7/21/26,6) 15,6| 23,1| 7,0 416,1 Mayo. +... --]741,4|747,8/20/729,1| 2118,7| 44,9| 19,1| 8,9| 40,2 Junio. .. ++ -1742,7/750,1/22/735,1| 1|15,0] 19,01 26,7| 12,9| 13,8 Julio. ....-[743,4|748,0 21/738,5| 3| 9,5] 21,5| 29,5] 14,9| 14,6 Agosto. « » ++]745,5/751,9/25|743,0/20| 8,9] 21,3| 28,9| 16,0| 12,9 Setiembre. . .1746,51753,6 23/741,5| 8/12,1] 21,7| 27,1| 13,9| 13,2 Octubre. . ..[743,51755,1/11/728,8| 6/26,3] 16,1| 25,0| 8,2| 16,8 Noviembre. .1740,7|754,8|11|720,9/16/33,9] 10,4| 20,1) 4,3| 45,8 Diciembre. .1750,7/758,6/13|740,8/18/17,8] 7,7| 12,2| 2,0| 40,2 mm | Temperatura media del año. 12,8 Presion media del año.... 744,7 | Idem segun la máxima y mínima absolutas. .... 13,8 Presiones estremas. Idem diurna...... A 14,7 Máxima absoluta (el 24 de Temperaturas estremas. febrero)... ......... 759,8 — Mínima absoluta (el 3 de 712,4 | Máxima absoluta (el 30 de enero). ....o..oo..... quo otto. 203046 ; : Mínima absoluta (el 31 de Diferencia... ... _4T4 diciembre). . E AO -3,1 Diferencia ...... 33,7 43 hechas en la Universidad de Oviedo en 1834. A e in aa) Estado higrométrico del DEL AIRE. alre, E NS 2 MAXIMA | MINIMA ES E] O 2 ABSOLUTA. | ABSOLUTA.| ¿5 y E 5 A A a E A REA A e A Nte O NES EI E A SO Al E PS e mm 67,8/12%,7/30| 4%2119/11*,5]83%,4| 5,82 6,6| 14,9] 1| -1,3|15| 16,2] 82,7| 5,83 9,31 17,6/31| 4,51 4| 16,1) 79,5| 5,53 13,8| 24,2| 8| 2,6/25| 21,6] 77,6| 6,80 13,1| 20,0| 7| 6,0 4| 14,0 S0,4| 6,98 17,0| 29,0/25| “8,9| 2| 20,1] 80,1| 8,82 19,5| 30,6/30| 11,4| 8| 19,2] 80,7/10,41 19,7| 29,122 12,1/28| 17,0 79,7|10,37 19,1| 28,013] 9,0/24|. 19,01 79,8| 9,99 14,21 24,51 4] 4,0l18| 20,5] 80,3| 7,46 8,8) 20,2| 1| 0,0/27| 20,2) 83,6| 6,07 6,5| 13,01 2] -3,1/31| 16,1) 86,2| 5,41 Humedad relativa media del año. . . . Tension correspondiente. ........ Humedades estremas. Máxima absoluta (el 18 de diciemb.). Mínima absoluta (el 6 de abril). ... DECENAS NOTAS. SITUACIÓN. Lat. 43” 24 51N. Long. 0” 20/32/E, Instrumentos ob- servados y su co- locacion, la de los años anteriores. 44 O DO IO q Y 0 MERO DE LOS DIAS VIENTOS OBSERVADOS A MEDIODIA. NUM. DE DIAS DE pde, q nia LLUVIA - E Z Pa a EN A A AS E A OS AA E Alai alarde sjolzl 2 (als l¿[s|S|25] € | <= | £ | centímetros. ¿lalzlólalulaljolala lalols|olzi2 3 (28 128214 12 | 3 Enero. .......| 3| 4| 6l »|»l»| 1l»1|3 » Yo | of» | 6 213 2,» » >| >|» 11 5 11 10,1 Febrero.......| 2| 6| 8] »|1l1 |» 1/1» | 31 »| 114 121231 >) 714 4 9als5l>ol o» 6 8 7 192 Marzo LN A A li ES A IA 18 8 3 20d) AA A E IA E ES TA AO E IS E E o 107 1l 1 »| >| >] 3 6 | 11 9 18,9 Mayo. 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Invierno. . «| 746,9 6,6 84,1 34 42,0 Cantidad de lluvia en centímetros. . 151,3 Primayera...| 744,3 dad 79,2 32 44,1 , ; ES a Estío......| 743,9 18,7 80,2 95 24,1 Dia de mayor lluvia (el 3 de junio)... 5,6 Otoño. . . ..| 743,6 14,0 81,2 31 41,1 Lron SALMEAN. o A A AA, A TE 45 *VIUIVJ 4 OHOIMÓNO]"A OUVATI) “1039901 T 14 odoA "9981 9P Ovwgu9 9p y'Y DJ9PNT A IA E E E EN EEE IR PEPINO TEE TES 77 Fa 0€ 82 873| 671] 7€ 6 Ú 677 07 | vr ¡enue pau duo, ULEL *** “o ““¡enue elpaul emy vs 04 El 07 110751091 0 AH | 150: |.€ H9 foto foter] vu. [981% [1092 | oxqueorniq 8% L v 0. FR UL o e LO LE | a 6 Jote-|1 ro] Vezl [v'8FL [8 "LTL | 9IqusraoN ve 9 6 9 TES 5S L « [a 1H |? 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VaLen- CIENNES ET FREMY. (Cosmos, 5 mayo 1854.) IL. /Tuevos de las aves, —Prescindiendo de todos los carac- teres zoológicos y anatómicos de la cáscara, su forma y sus varios colores, y de las membranas propias y formadas en el momento de la postura, 0 de las que se desenvuelven duranle la incubacion, la primera sustancia esencialmente constitutiva y preparada por la naturaleza para alimento del pollo en el huevo es la clara, muy rica en sustancia albuminosa y ter— minantemente separada de la yema por la membrana vilelina. La clara de los huevos de ave no es idéntica en sus diversas especies: en unas es casi flúida, y en otras gelatinosa: he aqui pues una diferencia notable. La clara del huevo de gallina coagulada es opaca, y de color puro blanco mate; y la del huevo del avefría se pone despues de cocida trasparente, opa- lina, verdosa y talmente dura, que en algunas regiones de Alemania la cortan en pequeños fragmentos que se emplean en objetos de quincalla. La segunda sustancia es la yema, formada principalmente de una materia crasa, fosforada, de una pequeña cantidad de albúmina y de diversas sales: pues- ta en suspension en una cantidad de agua suficiente da un abundante precipitado de vitelina, cuya sustancia presenta, manifiesta analogía con la fibrina de la sangre, pero que se 47 diferencia por caracteres propios que no se encuentran en nin- guna otra especie de huevos. IL. Huevos de los peces.—1.? Huevos de los peces de es- queleto cartilaginoso ó plagióstomos, rayas, torpedos, lijas, es- cualos, milandros, ángeles, etc. La clara gelatinosa de los huevos de los peces cartilaginosos en nada se parece á la de los huevos de las aves; no se disuelve en el agua, ni se coa- gula por la accion de los ácidos ó del calor: en una palabra, no contiene albúmina. El vitellus de un pez cartilaginoso se compone de un lí- quido albuminoso que tiene en disolucion algunas sales mine- rales, principalmente cloruros y fosfatos, teniendo además en suspension ciertos granos blancos de forma constante y regu— lar en cada especie, variable en cada una de ellas, y mez- clada con una pequeña cantidad de grasa fosforada. Esta ma- teria crasa es soluble en el alcohol y en el eter: con el agua forma una especie de mucilago, y presenta analogía con el ácido craso que existe en el cerebro, y que Mr. Fremy ha descrito con el nombre de ácido oleofosfórico. Respecto á los granos blancos diremos que, segun parece, constituyen un principio inmediato nuevo que los autores lla- man 1criNa. Preséntase esta sustancia en forma de tablas ó granulaciones rectangulares ó elípticas; las mayores lienen 4 cenlésimos de milímetro: su lrasparencia es perfecta, y sus aristas están perfectamente trazadas. Los granos de ic- tina son insolubles en el agua, en el alcohol y en el eter; no pierden su diafanidad aun cuando se les sujete mucho tiempo á la accion del agua hirviendo; el acido clorhídrico los di- suelve sin producir coloracion violada: estas dos últimas pro piedades marcan perfectamente la diferencia entre la iclina, la albúmina y la vitelina. odos los ácidos concentrados pro- ducen la disolucion de la ictina: cuando se hallan dilatados no obran en esta sustancia, esceptuando sin embargo los ácidos acético y fosfórico, que la disuelven inmediatamente aun cuando se hallen dilatados en grande cantidad de agua. Las disoluciones de potasa y de sosa la disuelven lentamente; el amoniaco no ejerce accion en ella; si se la somele á la com- buslion no deja cenizas visibles; y se compone, sobre 100 par- : 48 tes, de 51 de carbono, 6,7 de hidrógeno, 15,0 de ázoe, 1,9 de fósforo, 25,4 de oxigeno. Las granulaciones, á pesar de su for= ma tan regular, no son cuerpos cristalizados, 6 por lo menos no obran en la luz polarizada. 2.2 Peces de esqueleto huesoso.—El primer hecho impor- tante manifestado por los Sres. Valenciennes y Fremy, es que el óvulo 6 huevo cambia la composicion de sus líquidos durante su permanencia en el oviducto. En efecto, el óvulo cerrado aún en su cápsula ovarina, es mas ó menos opaco por motivo de la grasa que contiene; separado de ella se hace trasparente: el vitellus, rodeado de su sustancia albuminosa, se presenta claramente á la vista, sin que su membrana vitelina sea de grueso mas considerable. El óvulo contiene por de pronto mu- cha ¿ctulina, de la que hablaremos al momento; y esta sus— tancia es posteriormente reemplazada por la albúmina. El ovario es doble en el mayor número de los peces: el número de los huevos es enorme: un mugiís chelo contenia 13.000.000 de ellos, aunque toda la longitud de su cuerpo no pasaba de 60 centimetros: una carpa de 45 á 50 céntimos no contenia mas que de 600 a 700.000; y una perca presentó 71.000. Mirando con el microscopio un óvulo de carpa, 0 de un barbo rojo de la China poco desarrollado, se echa de ver que el lí- quido mantiene en suspension muchas gotitas de grasa lige- ramente teñida, en medio de las cuales se ven nadar granu- laciones lrasparentes en forma de tablillas, que enteramente representan las granulaciones del vilellus del pez raya, pero que están formadas, no de ictina sino de ¿chtidina, sustancia soluble en el agua, y que aún no ha sido posible obtener per fectamente aislada y pura. Aumentando la cantidad de agua mezclada con el liquido que se obliene majando huevos de carpas durante su formacion, se ve precipilarse un nuevo cuerpo bajo la forma de una ma- sa viscosa, que hace hebra, insoluble en el agua, y que pier- de su viscosidad en el alcohol y el eter y se solidifica y vuel- ve pulverulenta. Esta sustancia, muy analoga á la albúmina, ha recibido el nombre de 1cruLINa: es soluble en los acidos acé- tico y fosfórico; el clorhidrico la disuelve sin producir el color de violeta; y su composicion en centésimas partes es: carbono 49 52,5, hidrógeno 8,0, ázoe 15,2, fósforo 0,6, azufre 1,0, y oxi- geno 22,7. Los huevos de carpa y de otros muchos peces, cuando es- tán enteramente formados, no contienen ya vestigios de ¡cti- dina; la ictulina va desapareciendo tambien poco á poco, de manera que no tardan en ser únicamente formados de un licor abundantemente albuminoso, que tiene en suspension grasa fos- forada: este es un caracter para distinguir los huevos que se hallan ya en estado de madurez, ó buenos, aptos para la fecun- dacion. Preguntan los Sres. Valenciennes y Fremy, si la albúmina de los huevos de los peces es la misma que la de los huevos de las aves. Sin haber resuelto completamente la cuestion, se hallan ya en el caso de establecer, que estas dos sustancias albuminosas presentan frecuentemenle en sus propiedades no- tables diferencias: la albúmina de los huevos de las aves se tiñe de azul violado al disolverse en el ácido clorhídrico, y se coagula cerca de los 63 grados, en tanto que la albúmina de los huevos de los peces se disuelve sin coloración, y se coagula próximamente á los 43 grados. II. Huevos de reptiles.—1.? Huevos de tortuga. Los hue- vos que se examinaron provenian de una tortuga terrestre de Argel, Cistudo maurilanica, y de otra de agua dulce de Euro- pa, Testudo europea. Aunque las dos especies habitan en re- giones y medios diferentes, la constitucion y composicion de los líquidos de sus huevos son muy semejantes, y se acercan tambien mucho á los de los peces cartilaginosos. Compónense de una clara gelatinosa, poco abundante y apenas albuminosa, encerrada en las celdillas de grandes membranas trasparentes. La yema, muy rica en albúmina, contiene además una consi- derable cantidad de aceile fosforado, y ciertos granos particu- lares que constituyen un nuevo principio inmediato, y que los aulores llaman hemydina. Los granillos de esta suslancia son redondos y un poco ovoi- deos, y están cubiertos de pequeñas rugosidades; blancos, tras- parentes, y mas compactos que los de la ictina, y los mas gran- des tienen 10 centésimos de milimetro. La potasa, que no obra sino lentamente en la ictina, disuelve con rapidez la hemydi- TOMO Y. 4 ES 50 na; y por el contrario, el ácido acético, que tan facilmente di- suelve las granulaciones de la ¿cfina, no hace mas que hinchar simplemente los granos de la hemydina. El ácido clorhídrico hirviendo la disuelve sin teñirla de color violeta, y de este modo queda separada de la viteiina. La composicion de la he- mydina en cenlésimas partes es: carbono 49,4, hidrógeno 7,4, ázoe 15,6, y oxigeno y fósforo 27,6.—2.* Huevos de los lagar- tos. Su vitelina tiene alguna semejanza con la yema de los de las aves, y en ella no se encuentran granillos de ictina ni de hemy- dina.—3.* Huevos de culebra. El vitellus está levemente rodeado de una sutil capa de albúmina: la yema se compone de esta sus- tancia y de grasa fosforada; al ser dilatado en agua parece que precipita vitelina.—4.* Huevos de víbora. Se diferencian bajo muchos conceptos de los de la culebra: la yema, que al prin- cipio es bastante flúida, se va espesando poco á poco al con- tacto del agua, y no tarda en ser completamente gelatinosa: este cambio de estado, de que no hay ejemplo, es debido á un cuerpo semejante á la vitelina, que siendo disuelto desde lue- go por la albúmina, se hace insoluble bajo la accion lenta del agua.—5b.” Huevos de los batracios. La membrana vitelina es negra, el vitellus, amarillento ó amarillo, está rodeado de una maleria viscosa trasparente, que se hincha en el acto de in- mersion en el agua, y forma aquellas masas mucosas de que las aguas dulces se ven prontamente llenas durante el primer periodo de la primavera. El vitellus se endurece por medio de la coccion, es decir, que contiene albúmina: contiene ademas granillos escesivamente pequeños, trasparentes, de forma va- riable, enteramente análogos á los de la tefina, y que adquie- ren mas volúmen segun la edad de su formacion.—6.” Huevos de crustáceos. Los camarones lleyan de 15 a 20000 huevos bajo las hojas de su cola. Estos huevos se componen esencial- mente de un liquido albuminoso y salino, que mantiene en suspension cuerpos crasos: su albúmina se diferencia en algu- nos puntos de la de los demas huevos, y su coagulacion no principia sino cerca de los 74 grados. Los huevos de la lan- gosta de mar son mucho mas pequeños, y se le cuentan hasta 130.000 bajo la cola. Los Sres. Valenciennes y Fremy dan de- talles interesantes acerca de las materias colorantes de las cu- ) 51 biertas de los crustáceos: llegaron á obtener en estado de pu- reza la curiosa sustancia que adquiere un color rojo al some- ter dichas .cáscaras á la accion del calor: esta materia per- manece disuelta en la albúmina de los huevos de los crustá- ceos: calentando el líquido se coagula la sustancia albumino- sa, que arrastra en pos de sí a la materia colorante bajo la for- ma de laca de un hermoso encarnado; trátase el precipitado por medio del alcohol, que se apodera de la sustancia coloran- te y deja á la albúmina en su estado insoluble. La materia co- lorante verde de esos mismos crustáceos, es soluble en la al- búmina de los huevos. Dilatando la solucion en una grande cantidad de agua, se precipita la materia colorante verde has- ta el punto de poder ser recojida: esta materia es resinosa é in- cristalizable, y se modifica y enrojece en una multitud de cir cunstancias, secandose al contacto del alcohol y de sales que tengan afinidad con el agua, en el vacio ó por el mas pequeño roce. Un cascaron de cangrejo frotado con un cuerpo duro, ó puesto bajo el recipiente de una máquina neumática, se enro- jece muy rápidamente. IV. Huevos de arañas y de insectos. Los huevos de las ara- ñas y hormigas tienen albúmina, cuerpos crasos y grande can- tidad de una sustancia que se precipita por medio del agua. V. Huevos de moluscos. Estos parecen alejarse completamen- te por su composicion de los de los demas animales. No pre- sentan ningun vestigio de grasa, y se componen esclusivamente de membranas hialoides que contienen un líquido viscoso sin color, en el que se encuentra una sustancia orgánica azoada que no se coagula por el calor, y por consiguiente no es albú- mina, que se precipita por el ácido acético, y se disuelve en el ácido clorhídrico sin coloración de violeta. Conclusiones. 1.* Existen diferencias fundamentales en- tre la composicion de los huevos de los animales, y bajo este nombre colectivo huevo se comprenden cuerpos muy comple- jos, y los mas diferentes unos de otros.—2.* Entre los anima- les vertebrados, los huevos de las aves presentan en su com- posicion diferencias que la mas sencilla análisis no podria me- nos de descubrir: los huevos de los saurios y de los ofidios presentan mucha analogía con los de las aves, y los de los 52 batracios con los de los peces. —3.* Los de los crustáceos, si bien organizados para abrirse en el agua, se diferencian comple- tamente de los de los peces ó demas vertebrados anfibios. —4.* Los de las arañas é insectos se alejan completamente por su composicion de todos los demas.—5.* Otro tanto sucede con los huevos de los moluscos.—6.* Las diferencias de composi- cion corresponden no solo á las clases y á los órdenes, sino á las familias: el huevo del pez cartilaginoso se diferencia del huevo del pez huesoso, y el de la carpa se diferencia asimis- mo de los del salmon.—7.*? La forma y tamaño de las granu- laciones vitelinas varian de un modo bastante sensible: para poder ser conocidas y asignadas á cada especie.—8.* Las sus- tancias albuminosas procedentes de los huevos de las.aves, de los reptiles, de los peces y de los crustáceos presentan tales diferencias, que pueden ser consideradas como principios in- mediatos diferentes.—9.* El huevo cambia de naturaleza en las diferentes épocas de su formacion, al desprenderse del ova- rio, y al permanecer en el oviducto antes de la postura.—10. Todo induce á que se admita una nueva clase de cuerpos inor- gánicos, que comprenden principios inmediatos, y que los Se- ñores Valenciennes y Fremy designan con el nombre de sus- TANCIAS VITELINAS 0 CUERPOS VITELINOS, dle Cuyo número son la ictina, la ictulina, la ictidina y la hemydina. Del Epyornis (L'lostitut., 8 noviembre 4854 >) El Museo de Hisloria natural de Paris adquirió en enero de 1852 varios huevos enteros y fragmentos de otros del ave fósil de Madagascar conocida con el nombre de Epyornis, cu- vos restos se proporcionó por la mediacion de Mr. Malavois. Desde dicha época se le han remitido otros pedazos de hue- vos y huesos, uno al principio de 1853 por Mr. Delamarre, y otro recientemente por Mr. Armange, capitan de un buque mercante, y Mr. Charles Coquerel, cirujano de marina. Mr. Armange ha traido de Madagascar, además de algunos hue- 33 sos, cuatro huevos, siendo la cabida de uno de ellos la de 10 litros, es decir, que escede en 34 litros á la del huevo mayor de los dos que habia en el Museo, cuyo volúmen es proximamente de 8,887 decímetros cúbicos, pero su capa—- cidad es solo de 84 litros en razon del grueso de la cáscara. Segun parece, dichos huevos se han encontrado en la misma localidad y en.el mismo hundimiento de terreno. Los restos traidos por Mr. Ch. Coquerel son procedentes de Bararouta, que es un sitio de la costa Oeste de Madagascar (23% laf., 432 long.), y consisten en dos grandes trozos de cáscara, pro- cedente uno de un huevo que se encontró lleno de arena, y dos fragmentos huesosos, de los cuales uno, que es una por— cion de pubis, ofrece gran interés segun el parecer de Mr. Isidore-Geoffroy Saint-Hilaire. Damos á continuacion el re- sultado del exámen profundo que ha hecho de ellos Mr. Du- vernoy. 1.” Uno de los dos fragmentos es la parte superior de la tibia del lado derecho, con la porcion de la superficie ar— ticular que recibe el cóndilo interno del fémur, faltando la que sirve para alojarse el cóndilo esterno. En los detalles de dicho fragmento se notan analogías y hasta semejanzas sor- prendentes con la misma parte del avestruz; pero tambien se advierten diferencias notables: bastan la de su forma compri- mida en el Epyornis, mas cilíndrica en el avestruz; luegó la forma cóncava de la superficie articular del mismo fragmen- to, muy diversa de la correspondiente de la tibia del aves- truz. ¿Indicarán acaso estas diferencias otros movimientos de la pierna, otros usos, el de la natacion por ejemplo? Asi po- dia presumirse ya en vista de la forma muy comprimida del tarso y region metalarsiana que se advirtió en los primeros huevos. Sin embargo, Mr. Isidore-Geoffroy Saint-Hilaire ha emitido y conserva la opinion, de que el Epyornis era un ave terrestre, próxima al nandú ó avestruz americano de tres dedos y al casoario de la Nueva-Holanda. Este primer frag- mento no tiene las grandes proporciones que podian suponer— se segun el volúmen de los huevos. 2.2 El otro fragmento, que corresponde á la pelvis, ofre ee por el contrario grandes dimensiones, al menos en su grue- 54 so, y relativamente á la misma parte del avestruz. Es la por- cion inferior del púbis izquierdo, que se une con su simétrica para formar la sinfisis de dicho nombre. Con este motivo recuerda Mr. Valenciennes , que en una carta suya á Mr. Muller, comunicada á la Academia de Cien- cias de Berlin en 15 de noviembre de 1852, habia emitido, aunque con duda, la opinion de que el Epyornis era un ave acuática. «No disto de creer, ha añadido, que es un género que debe colocarse entre los pingiinos y las aptenodytas. Los huevos de una de las especies del primero de los dos géneros, el alca impennis, son de una magnitud notable. Los mares del Africa austral se hallan poblados de semejantes numerosas aves acuáticas y buzadoras, las cuales no abandonan su elemento sino para arrastrarse penosamente por los pedregales y rocas. Respecto á las especies de las aves son lo que las focas con relacion á los demás mamiferos, Algunos braquipleros de estos ocultan sus huevos en la arena ó en las cavernas, y sus costumbres se hallan al parecer en armonia con las circuns- tancias en que se han encontrado los huesos y huevos del epyor- nis. »Añadiré á estas observaciones, que no se puede deducir de la magnitud de sus huevos la estatura de los ovíparos. En el nuevo trabajo que acabo de hacer acerca de los huevos de aves, he medido algunos del cisne comun, y su mayor diá- metro varía de 0”,09 á 0”,112, El ánsar de Guinea (Anas cygnoides, Lin.) pone huevos de mayor tamaño todavía; son elipsoideos, iguales por los dos estremos, teniendo el diáme- tro mayor 07,09 de largo. Relativamente al cuerpo del ave son mas voluminosos en proporcion que los del avestruz. Sa- bido es tambien que los huevos de las megapodas, pequeñas zancudas afines á las roncas, son de un tamaño despropor= cionado á su estalura. La puesta es siempre de un número considerable de huevos; pero cualquiera que sea su volúmen, se esplica bien este modo de proceder de la naturaleza, te- niendo presente que los huevos se forman sucesivamente uno á uno en el ovario, y que se espelen luego que estan comple- tos. Asi, una perdiz que empolla á veces mas de veinticinco huevos, hace una puesta cuya masa total es mucho mayor 55 que la de su cuerpo; y si se quisieran seguir estas ideas, aún se hallarian ejemplos mas notables en ciertos gasteropodos. Un bulimo del Brasil (bulimus ovatus), género próximo á nuestros caracoles, pone doce 0 quince huevos, tan gordo cada uno como los de paloma. BOTANICA. Especies de plantas nuevas descubiertas por D. Promo ver Campo y descritas por D. Mariano DEL Amo, decano de la facultad de Farmacia en la universidad de Granada. Linaria almajarensis. Campo er Ámo. mss. $. 6. Supine D. C. ** Semina marginata, disco tuberculato. L. glabra, decumbens aut adscendens, ramosa,; foliis li- neari-lanceolatis, infimis surculorum precipué cuaternatim verticillatis aul oppositis, reliquis alternis; flores racemoso- spicati, pedicellis calyce brevioribus, calycis segmentis lan- ceolatis obtusiusculis capsulá brevioribus, calcare incurvo co- rollá pauló breviore. ¿ Hec planta ab omnibus hujus sectionis speciebus variis nolis facile distinguitur. Caules nempé pedales et ultrá, gla- bri, ramosi, adscendentes et foliosi. Folia caulina lineari-lan— ceolata, surculorum ramorumque feré linearia, plana. Flores violacei 8-10 lineas longi in spicam racemosam dispositi, li- neis saluratioribus striati, labio superiore bifido, palato flavo barbato, calcare incurvo corollee concolore, el paulo breviore. Capsula subrotunda calyce longior, valvulis trifidis, apice de- hiscens, polysperma. Semina disciformia, laté marginala, dis- co subreniformi tuberculato, sesquilineam lata. Hab. in regni granatensis Sierra Almijara, ubi eam detexit D. Perrus DeL Campo, indefessus botanices peregrinator et cul- tor. Florebat julii 12 anno 1854. 56 Linaria Amoi. Cameo herb. L. perennis multicaulis, caulibus adscendentibus plerisque ramosis; foliis infimis cualernis aut Lernis, reliquis sparsis, li- nearibus obtusis, inferné subcanaliculatis, glabris; calycis segmentis lineari-spathulatis capsulá brevioribus; seminibus reniformibus scabris, margine membranaceo levi cinclis. Planta glabra preter fructificationis partes, que pilis glan- dulosis sunt obsite, nempe bractex pedicelli segmentaque ca- lycis. Corolla purpureo-coccinea, palato sulphureo villoso, calcare rubello striis saturatioribus attenuato et incurvo. Obs. Hec nostra planta, primo intuitu, corollee colore a consimilibus differt. A £. tristi L. seminibus reniformibus scabris, caulibus plerisque ramosis, foliis angustioribus mar- gine revolutis ideoque subcanaliculatis, calcare corolle «qui- longo aut sublongiore. A £. melanantha Boiss. et Reut. foliis infimis 4=-nis aul 3-nis, calycis segmentis spalhulatis, nec fructiferis incurvis, seminibus reniformibus. An L. tristis, var. trachysperma Cosson? Hab. in arenosis calcareis el siccis regionis montane Sierra Tejeda el Almijara, ubi legit eam D. Petrus del Cam- po die 12 julii anni 1854 cum precedenti. Centaurea Amoi. Campo-diversifolia, Amo mss. C. tota (involucro excepto) lomento denso cana, humilis, ra- dice lignosá non multicipiti; caulibus simplicibus aul parce ra- mosis ad capitula usque foliosis; foliis radicalibus confertis, aliis lyratis, aliis subintegris, lobo terminali rotundato aul ovato grossé dentato; foliis caulinis vix pinnati-partilis aul subtri- fidis, summis vero indivisis lanceolalis; capitulis ramulos ter— minantibus supra ultima folia parum exsertis, squammis vil- losis strialis, appendice* cilialá (non spinosá) terminalis; co- rollis radii disco equalibus purpureis. Pappus achenio sub- tetragono cradruplo fere longior. Obs. Planta hec €. bombycinam et €. Boissieri D. €. in- termedia, sed a Centaureá bombyciná differt caulibus pleris- 57 que solitariis ex radice lignosá non multicipili, parce ramosis ad capitula terminalia usque foliosis; foliis radicalibus lyra- tis grossé dentalis (non integerrimis). A Centaureá Boissieri distincla est caulibus erectis non decumbentibus; foliis Iyralis lobo terminali roltundato aut ovato grossé dentalo (non oblon- go-lineari nec integerrimo); involucri squammis simpliciter cilialis (neque in spinam rigidam basi ciliatam productis) acheevii pappo cuadruplo fere longiore (non breviore). In quibusdam speciminibus folia radicalia simplicia ro- tundata in petiolum attenuata dantur, quá de causá specificum nomen diwersi folia imposui. Hab. in regione montana superiori Sierra Almijara, en el Cerro del Lucero. Florebat die 12 julii anno 1854, ubi D. Pr- TRUS DEL CAmPo eam detexit, mihique communicavil. —MNODGZODIA— 38 mí VARIEDADES. — Polarizácion de la atmósfera. Mr. Felix Bernard acaba de hacer en Burdeos observaciones con objeto de determinar conforme á qué leyes va- ría la intensidad del máximo de polarizacion del cielo despejado. Sabido es que este punto está situado á 90? del sol, y Mr. Brewster ha dado su va- lor medio en el caso particular de estar el astro á 20” sobre el horizonte: la polarizacion de este punto equivaldria á la que sucederia en la superficie de un vidrio de índice de refraccion igual á 1,4826 bajo 65% 30" de inciden cia. Partiendo de estos datos de Brewster, dan las fórmulas de Fresnel 0,64 para medida de esta cantidad. El término medio de dos observaciones he- chas por Bernard, y correspondiente á 20” de altura, es 0,6523, cuyo nú- mero difiere solo 0,12 del dado por Brewster. Bernard ha hecho tambien observaciones referentes á distintas alturas del sol sobre el horizonte; di- cen que el valor del máximo de polarizacion disminuye al paso que se acerca el sol al meridiano; que por la inversa crece cuando se aleja; y que llega al máximo al estar el sol muy próximo al horizonte. La ampli- tud de esta variacion es de cosa de 0,9. —PVYida orgánica en el fondo del mar, hasta 3.300 y 3.600 metros de profundidad. Varios oficiales de marina ingleses y americanos, han hecho recientemente sondeos en el mar á grandes profundidades, recojiendo muestras del terreno que á estas constituye el fondo de aquel. Examina- das por Mr. Ehremberg, y comparando con la profundidad los detritus orgánicos é inorgánicos recojidos por la sonda, ha estendido la tabla si- guiente: A 438 pies, 9orgánicos, 2 inorgánicos. Total 11 BA0 Who 00 0008 AAA E 23 1050..... MIE OO MN 11 AUS AO O O OA ole 8160... LD aaamooo veo e. ec 20 Mao ano da E OOO o 1 10800..... OE o to Did cio 13 39 Separando las profundidades poco considerables, y atendiendo solo á las que pasan de 600 piés, dice Ehremberg que contienen estas 125 espe- cies, de las cuales pertenecen 120 ála vida orgánica, á saber: 39 poligas- tros, 40 policistineas, 22 politalamos, y 19 fitolitarias. El exámen de tales restos, la naturaleza de los cuerpos orgánicos é inorgánicos mezclados con ellos, el estudio de las formas á las diversas profundidades, dan márgen á profundas consideraciones. Nos ceñiremos á decir que por término de su trabajo se propone á sí mismo el autor dos cuestiones, que ojalá pudiese resolver en virtud de sus propias observa- ciones, porque tienen sumo interés científico: son las siguientes. ¿Hasta qué límite de altura ó de profundidad llega la vida orgánica en la super- ficie de la tierra? ¿Cómo aparece y funciona esta vida orgánica á las mayo- res alturas y profundidades. donde se encuentra? —Modo de evitar las incrustaciones en los generadores de vapor. Mr. Fresenius tenia notado que desde el año 1821 no se habia formado incrustacion alguna en el hervidor de una máquina de vapor en Ems cuando se alimentaba con agua que contenia en peso 22 gramas sobre 100 de las siguientes materias sólidas: carbonato de sosa, 11,35 granos; sul- fato de sosa, 0,11; cloruro de sodio, 7,27; sulfato de potasa, 0,44; carbo- nato de cal, 1,24; carbonato de barita, 1,07; carbonato de barita y de es- tronciana, 0,002; carbonato de hierro, 0,017; carbonato de manganeso, 0,008; fosfato de alúmina, 0,014; sílice, 0,38. De este hecho infirió Mr. Fresenius, que lo que producia las incrustaciones no era el carbonato, sino el sulfato de cal; y que la formacion de esta sal en el caso presente la impedia la gran cantidad de sosa contenida en el agua. Partiendo de aqui hizo diversos esperimentos, que consistian en añadir sosa á las aguas cargadas de sulfato de cal, que habian producido hasta entonces considerables incrustaciones. Este procedimiento dió siempre los mejores resultados; de manera que Mr. Fresenius aconseja emplear la sosa como el medio mejor de impedir las incrustaciones. Da además la regla siguiente para evitar que se ponga demasiada cantidad de sosa. Descompónense 100 partes de sulfato anhidro de cal con 78 partes de cal calcinada pura: par- tiendo de este principio se determinará facilmente en cada caso particular la cantidad exacta de sosa que sea menester echar al agua; solo que es necesa= rio haya constantemente un ligero esceso de esta sustancia preservatriz, y por consiguiente debe ensayarse de cuando en cuando el agua del her- vidor. Este ensayo se hace muy sencillamente: tómase una cantidad de peso conocido de dicha agua del hervidor, filtrada si fuere preciso; diví- desela en dos partes iguales, échase en una cierta parte sosa, y en la otra una parte de agua de cal: si la primera permanece clara en tanto que la segunda se enturbia algo, la sosa está en buena proporcion si suce- de lo contrario, se añade sosa; y si el agua ensayada con la de cal 60 se enturbiara mucho, sería señal que la cantidad de sosa era esce- siva. —Potencia de la Fotografía. En una conversacion ó sesion semi- pública celebrada últimamente por el Instituto Politécnico de Londres, se ha querido llevar el arte de la Fotografía á sus últimos límites, y pro- bar al mismo tiempo los resultados que puede producir cuando le mane- jan manos hábiles y esperimentadas. Mr. Mayall sacó, acto contínuo, dos fotografías, una en la mayor escala posible, y la otra en la menor que fuera dable: la primera era un retrato de persona viviente y tamaño na- tural, y la segunda una copia de la primera plana del Times, en una su- perficie de dos pulgadas por tres de ancho. Las dos reproducciones salieron en algunos instantes, y nada absolutamente dejaban que desear: el retrato, de una gran limpieza, de una exactitud de contornos estremada, producia un efecto mas agradable que los retratos ordinarios; y á pesar de la pe- queñez de los caracteres, los que tenian buena vista leian con facilidad la copia del inmenso pliego impreso sin necesidad de cristales de aumento, Esta sesion, interesante en el mas alto grado, ha sido un verdadero triunfo para Mr. Mayall. — Adelantos presentes y futuros de las artes debidos a la electricidad. En la sesion pública anual de la Sociedad de Fomento de Francia, que celebró el 17 de mayo de 1854, leyó su presidente Mr. Dumas un brillan- te discurso, del cual se copian á continuacion los párrafos referentes al punto arriba indicado. Una barra de lacre frotada de prisa, atrae el polvillo; una piel por la cual se pasa la mano, se eriza y chisporrotea; una piedra iman oblonga, mira al norte; dos monedas de distintos metales, escitan los nervios de la lengua al ponerse en contacto; un trozo de junco que lleva un hilo de la- ton y se mete en una disolucion de plomo, origina el árbol de Saturno, objeto de mera curiosidad para los químicos antiguos. ¡He acqui las prime- ras luces que el hombre columbró! Aquel movimiento que agitaba el pol- villo, se ha convertido en una fuerza motriz que amenaza destronar al va- por; aquel chisporroteamiento de las pieles, son los relámpagos de la tem- pestad; aquel leye rumor que lo acompañaba, es el trueno; la piedra iman ha dado origen á la brújula, alma de las navegaciones lejanas, causa del descubrimiento de las Américas y de la Australia. Despues de haber su- ministrado el medio de surcar todos los mares del mundo, va en la actua- lidad á enlazar todos los continentes por medio de la telegrafía eléctrica, de la que es madre y agente á un mismo fiempo. Aquellos árboles de Saturno y de Diana, estéril objeto de admi- racion de nuestros antepasados, han dado tambien fruto en nuestra épo- ca, y sobre el principio de su formacion se ha basado el arte galvanoplás- tico, y el dorado y el plateado del bronce y de todos los metales. 61 Finalmente, de las contracciones de los miembros de la rana puestos en contacto de dos metales heterogéneos, nació la pila de Volta; es decir, nació el mas admirable de todos los instrumentos científicos, el alma de casi todos los descubrimientos modernos..... No se engañó Napoleon I, aquel poderoso genio que adivinó el hilado mecánico del lino y el azúcar indígena; desde las primeras manifestaciones de la potencia eléctrica sondeó sus misteriosos destinos. Apenas Volta in- ventó la pila que lleva su nombre, antes que se hubiera pensado en ninguna aplicacion de ella para el porvenir, Napoleon escribió al Instituto (26 Prairial, año X) en estos términos: «Deseo alentar con un premio de 60000 fr. al que por medio de inves- tigaciones prácticas y descubrimientos, haga dar á la electricidad y al gal- vanismo un paso comparable al que Franklin y Volta han hecho dar á esas ciencias.» ¡Igualar ó esceder á Franklin y Volta! Cuántos hombres de aquella época lo creian imposible. Pero no se habian pasado aún treinta años, cuando OErsted descubria la accion del flúido de la pila sobre el flúido del imán; Ampere la accion del flúido de la pila sobre sí mismo; Arago la accion de los cuerpos que giran en torno de la aguja imantada; y Faraday los fenómenos de induc— cion: cuatro descubrimientos que, considerados aisladamente, pueden ser comparados cada cual con los de Franklin, y que reunidos y mutua—- mente fecundados, constituyen un gran acontecimiento social. No tenia á su disposicion el hombre en su estado de salvaje mas que sus fuerzas corporales, á las que no tardó en añadir las de algunos anima— les que eran compañeros fieles. Posteriormente las caidas de agua y el vien- to se presentaron en auxilio del hombre, que en nuestros dias ha sabido domar al vapor, y ha producido milagros. ¿Quién en vista de esto se atreverá á calcular lo que puede esperarse de la electricidad, potencia mágica é irresistible, alma del mundo, que se trasmite como el pensamiento de un punto á otro, y á voluntad del ope- rador se trasforma en fuerza docil, en calor, en luz, en potencia quími- ca, 6 en agente universal tan subordinado como misterioso? Tampoco se engañó á su yez Napoleon TIT, como lo prueba el primer acto de su poder. En 23 de febrero de 1852 instituyó un premio de 50000 fr., que se ha de dar en 1857, al que aplique económicamente la pila de Volta como corriente de calor, como origen de luz, como agente químico, ó como agente mecánico, ó como agente terapéutico. ¡Cuántas personas, no obstante el pasado desengaño, creyeron imposible que nadie alcanzara semejante premio! Pues bien; veamos de qué modo han quedado desmentidas al cabo de dos años las temerarias aserciones que aquellas personas hicieron. Como corriente de calor, la pila en manos de Mr. Despretz, profesor 62 de física en la Sorbona, se ha convertido en un irresistible foco. Creíase anteriormente en la existencia de materias infusibles ó fijas. En el foco de la pila todo se funde, todo se volatilizaz los metales y las tierras mas refractarias se liquidan ó se disipan en vapor. Si hay algo que impida aún la aplicacion industrial de esa fragua ardiendo al trabajo del platino, por ejemplo, menos depende acaso de los gastos que hay que hacer para conseguirlo, que de la dificultad de arreglar sus deníasiado poderosos efectos, y evitar la volatilizacion del platino que no se desea mas que po- ner en estado de fusion. * ¿No se ha hecho aplicacion alguna de la pila respecto al alumbrado? Una palabra nos lo dirá. El esperimento del alumbrado por medio de la electricidad, muy popular ya en la época presente, costaba hace 30 años una suma de 50 á 60 fr. por ensayo de algunos minutos. Hoy, gracias á la perseverante inteligencia del habil constructor Mr. Delenil, han proseguido de dia y de noche los trabajos de los docks Na- poleon, siendo alumbrados 800 obreros por el gasto medio de 20 fr. por noche, es decir, de 5 céntimos por obrero. Si aún no está completamente resuelto el problema del alumbrado económico por medio de la electricidad, nadie, en vista de lo que acabamos de manifestar, puede atreverse á negar que no se verificará en lo sucesivo. Como agente químico, la pila, á la que ya debemos la galvanoplastía, el dorado y el plateado eléctrico, la pila en manos de Mr. Deville, maestro de conferencias en la Escuela normal, ha sacado de la arcilla un metal nue- vo, el aluminio, que sus bellas cualidades recomiendan á la atencion de la industria. En manos de Mr. Despretz ha hecho mas aún, pues ha conver- tido el carbon en diamante, no en diamantes á propósito para ocupar un puesto en las joyas de un platero, pero por lo menos en diamantes quo la ciencia admite por tales. Si de estos descubrimientos pasamos á las aplicaciones aceptadas por la práctica, ¿cómo no nos habremos de admirar al ver la maravillosa exactitud con que la electricidad compone, mediante simples depósitos galvanoplásticos, las hermosas planchas para la impre- sion de los timbres postales? ¿Cómo ha de desconocerse el inmenso por- venir de la industria fundada por los trabajos de los Sres. Elkington y Ruoiz, tan habilmente puesta en práctica por Mr. Christofle, cuyos ta- lleres, únicamente animados por la pila, rivalizan en importancia con los mas bellos é importantes establecimientos de fabricacion, y cuyos trabajos aventajan en regularidad á las producciones de la industria antigua. Y sin embargo, cuando se ha visto que los talleres de Mr. Elkington funcionan á su vez por medio de una electricidad no producida por la pila, y que procede de unos imanes fijos, por medio de masas de hierro dulce puestas en movimiento por una máquina de vapor, parece que acaba de patentizarse un nuevo prodigio..... 6: ¿Será necesario demostrar en la actualidad, hoy particularmente, que la pila ha hecho formales progresos en concepto de agente mecánico? ¿No es cosa sabida que uno de los mecánicos mas hábiles, Mr. Fro- ment, hace funcionar mucho tiempo ha sus talleres á beneficio de un mo- tor eléctrico, y que lo emplea con tal regularidad, sencillez y hasta con tal economía, que le aseguran una inmensa superioridad sóbre los de- más agentes? ¿Se habrán olvidado los notables resultados obtenidos por Mr. Nikles para la construccion de los frenos eléctricos que aplica á los caminos de hierro? ¿No acaba de verse como ejemplo de máquina industriosa el telar que el caballero Bonelli acaba de presentar, en que el alisamiento y el carto- naje necesarios en los telares á la Jacquart quedan suprimidos, y en cuyo telar promete su autor que podrá efectuarse el trabajo con un gasto de electricidad aún mucho mas inferior, y con una considerable disminucion de trabajo del obrero? Por último, ¿quién no se ha admirado de la sencillez y energía del motor eléctrico que mediante la suma de 1.000 francos por la adquisi- cion y un gasto diario de 2 francos cuando mas, realiza ya la fuerza de un caballo de vapor; y cuya construccion está considerada por su joven autor, Mr. Marie-Davy, como distante aún del término de perfeccion á que pueda llegar? La electricidad, que trasporta el pensamiento con una rapidez tal que en menos de un segundo habria dado cuatro veces la vuelta á la tier- ra, trasportará tambien dentro de poco tiempo la luz, la fuerza química, la fuerza mecánica, y acaso tambien el calor para algunos usos espe- ciales. Este trasporte, verdadera maravilla, se hace sin grandes pérdidas para cortas distancias. Cuando se trata de obrar, se halla siempre la fuerza en disposicion. Si se suspende, nada se gasta. Si es preciso mover se, nada la contiene. Desciende las colinas, trepa las montañas, atra- viesa las corrientes de agua, pasa por las poblaciones, y llega al tér— mino de su curso con toda su energía, como un líquido que vuelve á ni- velarse. ; En 1850 se preguntaba" si sería imposible crear pequeños motores capaces de establecerse en las aldeas. ¿No habrá algun medio de que una vez establecido este motor en el centro de la aldea ó del cabañal, se pue- da distribuir su fuerza en cada cabaña, para que se halle á disposicion de cada familia? Un motor por este estilo, volveremos á repetir lo que diji- mos, permitiria al padre de familia trabajar casi en su hogar en medio de sus hijos, y á la joven entregarse al trabajo casi á la vista de su madre. Permitiria á los campesinos aumentar sus recursos, dedicándose al mismo tiempo á las manufacturas sin ponerse en contacto con la corrupción y 64 el desorden, sin salir de las condiciones de salubridad y moralidad, que solo pueden realizarse en la vida de familia. Razon teníamos cuando dijimos, que si los adelantos de la industria habian obligado á los obreros á agruparse alrededor de las caidas de agua ó de las máquinas de vapor, otros nuevos adelantos, facilitando la distri- bucion de la fuerza á largas distancias, reconstituirán la independencia del hogar doméstico y la unidad de la familia trabajadora. —Declinacion magnética de Roma. El R. P. Secchi creyó que im- portaba determinar el año 1853 la declinacion magnética en Roma. El instrumento de que se, valió, y que describe en la Correspondenza scienti- fica, es una especie de magnetómetro construido segun los principios de Gauss. De las muchas observaciones practicadas en uno de los salones mayores del colegio romano, resulta que la declinacion magnética en Ro- ma era el 30 de octubre de 1853 á las ocho de la noche de 14*3'35"' Oeste; valor que puede mirarse como exacto con la diferencia de un minu- to, aunque discrepa notablemente del hallado hace algunos años por otros observadores. Comparando esta declinacion con las de los años mediados desde el 1640 al 1853, el P. Secchi demuestra que en la actualidad nos hallamos en un periodo descendente, y que la declinacion va menguando cerca de 4' 28” por año. E ; Además de la variacion secular, existe otra diurna bastante sensible, que es preciso tener en cuenta. El P. Secchi no ha hecho aún sobre este punto mas que pocas observaciones, que en su concepto dan los resulta- dos siguientes. 1.” La amplitud de la observacion diurna es de cerca de 5% minutos. 2.” El máximo desvío oriental del polo norte sucede en- tre 7 y 8 de la mañana: luego la punta norte de la aguja se dirije há- cia el occidente. 3. El máximo desvío occidental ocurre á la una del dia ó poco mas: el polo norte principia despues á volverse hácia el oriente, pero con mas lentitud que como vino desviándose por la mañana. 4.” La mayor velocidad del movimiento de desvío de la aguja se verifica á cosa de una hora antes del medio dia. Estas particularidades del movimiento diurno son las observadas á principios de noviembre; si se hicieran en otros meses del año, de seguro se modificarian mucho. re N.* 2. —REVISTA DE CIENCIAS. —Febrero 1835. AR AAA A A Pq EAÁAÁAÁAáAAASAS US CIENCIAS EXACTAS, ES ALGEBRA. '_ Resolucion general de las ecuaciones numéricas ; metodo de Graffe: por Mr. Encke. (Nouv. Ann. de Mathem., marzo 4854.) Ll, Academia de Ciencias de Berlin habia propuesto por cuestion la resolucion general de las ecuaciones numéricas. Mr. Graffe, profesor de Zuric, alcanzó el premio. La Memo- ria premiada se dió á luz con este título: «Zuric 1837: Resolu- cion de las ecuaciones numéricas superiores, respuesta á una cuestion propuesta por la Academia Real de Ciencias de Berlin.» En esta obra el autor forma una segunda ecuacion cuyas raices son potencias muy elevadas de las raices de la ecuacion dada, y los coeficientes de esla segunda ecuacion sirven para dar á conocer simultáneamente todas las raices reales y lodos los módulos de las raices imaginarias, y asi se pone en evi- dencia el modo mas sencillo de formar esta segunda ecuacion. Recomiéndase en alto grado este nuevo método de resolu— cion, por la generalidad, exactitud y brevedad. Es directo, pues no necesita de ninguna otra especie de ensayo; nunca conduce á ecuaciones mas elevadas que la propuesta; y mar- chando siempre con arreglo á un mismo procedimiento, no exije nunca cálculos impracticables. La naturaleza de las raices ni el número de las imaginarias no le sirven de 0bs- TOMO Y. 5 66 táculo: constantemente produce resultados, que la mas senci- lla sustitucion permite comprobar. Ofrece además este proce- dimiento tal brevedad, que pueden determinarse todas las rai- ces de una ecuacion de séptimo grado que lenga seis raices imaginarias, en el espacio de dos á tres horas, con la aproxi- macion que permiten los logaritmos de siete decimales. La Memoria de Mr. Encke, á quien perlenece la prece- dente apreciacion del trabajo de Mr. Graffe, lo presenta bajo un nuevo punto de vista, completándolo een lo tocante á indi- car los medios: 1.2 de calcular, no los módulos sino las mis- mas raices imaginarias por un método sencillo y exacto; 2.* de facilitar los procedimientos, cuando por estar las raices muy aproximadas no bastan para separarlas definitivamente las potencias elevadas; 3.” de aproximar los verdaderos valores con un grado cualquiera de aproximacion. Problema. Formar la ecuacion de los cuadrados de las raices de una ecuacion dada. Solucion. Sea la ecuacion (1) 4 Arm 4,00......- A —0, Haciendo 2?=r, los términos del grado par no contienen mas que y, y los del grado impar contienen además yY/ y: haciendo desaparecer el radical, se obtiene PARA PA y? Ar yA... .=0, +24, > —9A.A? +24,4, —24,A, (2) +24, —24A, +24,A, +24, .| —24.4, +94, Es evidente la ley de formacion. Corolario. Siguiendo la misma ley se puede formar con la ecuacion (2) una tercera ecuacion, cuyas raices sean las 67 cuarlas potencias de las raices de la ecuacion (1); y prosi- ; guiendo se puede llegar á otra que tenga por raices la poten- cia del índice 2 de las raices de la propuesta: p es un número entero positivo. Primer caso. Todas las raices son reales. No teniendo las ecuaciones de potencias pares de las raj= ces mas que raices positivas, no presentan mas que varia- ciones. Sea pues la ecuacion siguiente la de las raices elevadas 4 la potencia 2+=q; Y E o CAN E E Y PUE P,=0+a+.... -+al, luego P,=ajai+.....ad_,a3, ...hooo........... 0... .1.... > .. 0.0 Ñ Supongamos que las raices 4,,%a,....,a, estén colocadas por orden decreciente de magnitud absoluta; es evidente que yendo q en aumento, podrán al fin despreciarse los valores de a3,a2..... relativamente á a], y se tendrá E=0 7, de donde, por una primera aproximacion, a a MiB 4 4 se determina facilmente el signo segun los limites conoci- dos de las raices positivas y negativas. Por la misma razon se tendrá PS aja 3; de donde lo cual da un valor aproximado de a,, y así para las demas raices. Para conocer el valor de q, que permite despreciar en cada coeficiente P todos los términos en comparacion al primero, es preciso calcular el mismo coeficiente P*, por un valor q>q: sensiblemente se deberá obtener Supuesto pues que los logaritmos de los dos coeficientes de las mismas potencias en las dos ecuaciones correspondientes aq y q! están sensibiemente en la misma relacion que esas po- tencias, puede alenerse al primer término en cada coeficiente. Subsiste ese mismo criterio, si en lugar de proceder por cua- drados, como en el anterior ejemplo, se procede por cubos. Veamos cuantas operaciones serán menester procediendo por cuadrados. Sean (a:a,)9, (a,a,ay)1, (a.a,aza,)9, (a,4,030,4,)9, (a.a,aza,a a, Ji (*) cinco coeficientes consecutivos; en la ecua- cion siguiente el coeficiente de la misma potencia de la incóg- nita, que era (a,a,a,a,)1 en la precedente, será ahora (a,.a,aya,)? 1—2a*9,0%,074, 09,095 20*9,074, 049,09,095094, no tomando mas que los términos que ocasionan los mayores productos; para que este lérmino se reduzca al primero en la quinta decimal poco mas ó menos, es preciso que se tenga (a,a,aza, )'1>200000 0*1,471, 04, 09,01; (*) Los paréntesis representan sumas. 69 de donde q DADO lo eS 9-7, Asi es que para =1, 1, se encuentra g= 128=2"; a, al, se encuentra q =1227<2", 5 24,001, se encuentra q =12215<2*, 5 y para los mayores valores de Esta un número tanto menor de 5 operaciones. Por lo general no habrá necesidad mas que de siele ope- raciones, y por lo tocante á las relaciones de las raices tan aproximadas como 1,01, 1,001, no se necesitarán mas que de once á catorce operaciones. Calculando con cinco decimales, se encontrará general- menle el valor de la raiz despues de la estraccion de la raiz del índice y, con una aproximacion segura hasta la quinta y con frecuencia hasta la sesta decimal. Cuando se haya llegado á un valor aproximado á la cien— milésima parte casi del valor total, puede con toda seguridad emplearse el teorema de Taylor ó el método de aproximacion de Newton; pues la incertidumbre de estos métodos existe solo cuando un valor se aproxima, no á una raiz sino á muchas raices, y está muy próximo. Sea (2,) un valor aproximado, resulta pues [(2,)=2/4420 144,0, con poca diferencia; representemos este valor de f(x.) por [x,"], se tendrá 70 d, f(2,+Ax,)=f(2,)+ = - Az.+...=0, con corta diferencia, W cn) A (09) bn IA dx, Representemos este valor por [nx."], se tendrá aproximada - menle NO O EA a =AJ09 == Enzo] M, M es módulo del sistema tabular, y se obliene log. M=9,6376743. De este modo se obtendrá solo por la sustitucion de zx, en la ecuacion el valor del 4 log. z,, y por consiguiente el del log, +4 log. x,, segundo valor aproximado del logaritmo de la raiz. Segundo caso. Todas las raices son imaginarias. Todo factor real de segundo grado que tiene dos raices imaginarias, puede ser presentado bajo la forma x22+9ycos.9+4”, en la cual y es el módulo; la ecuacion que tiene por raices las de la primera ecuacion elevadas á una polencia q, lendrá un factor de segundo grado de la forma a 42g1c08.q934+4y%. Sean e=f, 291c0s.q9=f.; segun los valores de q, fy puede ir aumentando ó disminuyendo escepto en el caso especial que q? sea múltiplo de ”; entonces f¿=2y1 y el factor se con- vierle en (2499), y se entra en el caso de las raices reales iguales: en los demás casos fy varía de magnitud y de signo. Sean Pefoty, Ea”, VELAS 71 los n factores reales del segundo grado de la ecuacion: se presentará en esta forma: IA) a (RL HUIR .......... ..........—.—. . .—. .< o... ...«-.—.0500 UU N+/.0060s00%090 2.2.0.0... +Hllgg”... ge plgg”... ge P—-3—9P)a +[g9"... ge P/0—-9]z O A Los paréntesis de corchete indican funciones simétricas; las potencias de grado par están espresadas por las ffen nú- mero par; y las de grado impar por ffen número impar. Para pasar de esta ecuacion á la que tiene por raices 1, basta cambiar las fen f, y las y en g1, y designemos esta nue- va ecuacion por (2). Sean 9>9',9'>9",9">9"", elc. Consideremos en la ecuacion (2) los coeficientes de las po- tencias pares: por de pronto el coeficiente de x*1=? y q crecien- do, [g*4] se reducirá á y”; el término [f,f”¿] es mas pequeño que 4[g99'4]; por consiguiente, el coeficiente de 271 concluirá por ser menor que y"1+-4g99'1. El segundo término de este bi- nomio desaparecerá ante el primero cuando se obtenga qe rar L, desigualdad que se establecerá siempre, haciendo crecer q, por ejemplo, para y=128, se obtiene 428_ ¡7 G=1,011. De modo que desde que y escede á y', el coeficiente de x*»—> se reduce á y*1; por las mismas razones se demuestra que yendo y en aumento, los coeficientes de las potencias su- cesivas pares tienden á ser g?1, y%1g'”4, 1 g?9g!'”s, etc. 72 No se aplican estas razones á los coeficientes de las poten- cias impares, porque los primeros términos contienen al mis- mo tiempo y y f, de manera que estos coeficientes no tienen limites determinados; pero los coeficientes de las polencias pa- res bastan para dar á conocer las diversas gy: asi es que el coeficiente de 4% produce gs, el de a%-* da g*1g?; luego A rs YES gu y asi de los demás. El factor trinomio x”+4-24 cos. 9+4-q? da =r (cos.2-+i sen.p), Ó i=V 1, y y es reemplazada por 7; se sustituye este valor en la ecua- cion a O: O .. ¿Añ= Se oblienen dos ecuaciones * 0=2/"Asn—prPcos.po, 0=2%»"A,n—presen.po; la suma se aproxima a p. Multiplicando la primera ecuacion por cos. no, y la segun- da por sen. no, sumándolas y multiplicando en seguida la pri- mera ecuacion por sen. np y la segunda por cos. no, y res- tando, se obtiene =Y, "Apr" cos. (n—p)e, 0=X," Apr” sen. (n—p)o, hágase AFA,0—qr 90 =Eg, A¿—Am—qr——"D=4(); (*) No se confunda esta letra q con la empleada anteriormente. 73 Las dos ecuaciones, despues de divididas por r?, se con- vierten en u Ñ Bu "SY de eds pe al cos. (n—p)9—0, a sen. (n—p)o=0, Conviértense los múltiplos de los senos y cosenos en potencias con arreglo al método conocido; se hace í=—2r c0s.0; y se llega á estas dos ecuaciones A | y y ARA y ¡Nel To +r*T, + A — ) Ia Pr —r Tr To, +1 * Tu +. =D 0 bien TP —8 048,834... .(—D£o, ME A Ay ly 103 OIADO (—1) +5, P,—.=n8l>—(n—1)2, 0-4 (n—9)8,f0+,.... p Ty (99) 93 )y (mb) 0. 1 EY: ¡ y 5 h-=33 En (n—3)81:—(n—1) (n—4j2t04 (n—2)(n—5) Bl=.....] Tp 03 A) (n—4) (n—5) 00 dE 1 a 4 L.-=13 3 n(0—4) (n—5)20="—(n—1) (n—5) (n—6) at... Lu = [((n—4) (n—5)(n—6),0——(n—5) (n—6) (n—7) 1 1.2.3 PA tre E 1 L:—:=7 3008 )(n —6)m—7)81=— (n—1)(n—6)(n—7) (n-—8)at0> 00d 1 74 Do = 5 310) (n—6) (n—7)(n—8),,1"—"—(n—6) (n—7) e.....o.o.ar. .o.e...po0P.A0..1..00000001000. 0000000000000 000000000 La ley de formacion es evidente. Si en los valores de las £ y de las y, y en las ecuacio- nes (A) se reemplaza r por el valor encontrado de y, la raiz £, comun á las dos ecuaciones (A), dará el valor anteriormente designado por f: preciso es pues buscar el divisor comun por via de eliminacion. El cálculo numérico de eliminacion se consigue facilmente con ayuda de las tablas de Leonelli, llamadas de Gauss. Sean las dos ecuaciones O a E: Ps +A,=0,. +Bo—+4B 04H ...... +B,=0, Se saca (p) 00 (A—B)4+x—(A—B,).... An—Bi=0; reemplacemos todos los coeficientes A,,A,,...... ABE Bs B,, por sus logaritmos, representándolos por 4,,4,,....An;d,, AA b,, y escribamos a PEA E ts A O la diferencia, teniendo cuenta con los signos, da (a,—b,) 24 (a,—b,)u=. Mas a,—b, 6 b,—a., por medio de las tablas de Gauss, hace que se encuentre log. (A,—B.); asi como, log. (A,—B,)....: obtiénese en seguida la ecuacion (p) del grado n—1. Si se ob- tiene una segunda ecuacion de este grado, se deducirá otra del grado n—2 y del mismo modo; solo es preciso tener cui- dado: 1. de dar al primer término por coeficiente la unidad, lo cual se consigue separando del logaritmo de cada coefi- ciente el logaritmo del coeficiente de este primer término; 75 2, dando á los logaritmos los mismos signos que tienen los números. Está pues visto que la eliminacion se reduce á una serie de sustracciones. Tercer caso. Raices imaginarias y raices reales. El autor demuestra que el método que se acaba de dar para encontrar los factores trinomios de raices imaginarias, es lam- bien aplicable a la indagacion de los factores trinomios de rai- ces reales; luego toda ecuacion de grado par es descomponible en factores trinomios, y si el grado es impar, se le hace par multiplicando la ecuacion por la incógnita: por tanto el mé- todo es aplicable á cualesquier ecuaciones. Por lo tocante a las esplanaciones y discusiones ulteriores, no podemos por su estension decir nada mas sino que se consulte la Memoria de Mr. Encke. CIENCIAS FISICAS, —>2Q0cEE— FISICA. Dilatacion de los cuerpos por wmflujo de la cristalizacion; por Mr. DUvErRNOY DE STUTTGARD. * (LInstitut, 49 abril 4854.) Es opinion generalmente admitida, que los sólidos se dila- tan por la influencia del calor, y que por el enfriamiento se contraen. Reducidos al estado de líquido aumentan de volú- men, y disminuyen de volúmen al volver á su estado sólido. Por mucho tiempo no se dió mas que una escepcion á esta re- gla, y fué la dilatacion del agua durante la congelacion; pos- teriormente se observaron algunos otros hechos de este mismo género: el bismulo, su sulfuro y sus aleaciones obran como el agua en lo tocante á aumentar de volúmen al pasar del estado liquido al estado sólido, y otro tanto sucede con la fundicion del cobre y de la plata. En un. largo trabajo emprendido con es- te objeto, Mr. Duvernoy estableció que la propiedad á que nos referimos está lejos de ser escepcional; pertenece á un gran nú- mero de sólidos susceptibles de cristalizacion, y se manifiesta siempre que la sustancia fundida ha podido ser sometida á un enfriamiento suficientemente lento. En este caso la sustancia, aun permaneciendo en el estado de liquidez, disminuye de vo- limen, y adquiere una densidad superior á la que la caracte- riza cuando afecta el estado cristalino. A las sustancias que acabamos de mencionar como posee doras de esta propiedad, el autor añade: el antimonio, su sul- furo y su ori-sulfuro; el cinc, su prolosulfuro, su fosfuro y su mi arsenturo; el plomo, asi como la aleacion llamada metal de imprenta, formada de j partes de plomo y 4 de' antimonio; el azufre, los cloruros de sodio y de potasio; el fosfato y el sul- fato de sosa; una mezcla de carbonato de potasa y de sosa; el nitrato de sosa; el de potasa; el ioduro y bromuro de potasio; el bi-cromato de potasa y el oxicloruro de plomo (amarillo de Cassel). La misma propiedad ha sido observada en las sales fusibles en su agua de cristalizacion; de este número son: el alumbre, los hidratos de potasa y de sosa, el fosfato de sosa, el acetato de plomo, el tartrato sódico-potásico (sal de Seig- nelle), el sulfato y el carbonato de sosa, el sulfato de magnesia, el borazx, el sulfato de cobre, etc., etc. Estas diversas sustancias poseen en grados diversos la pro- piedad de dilatarse al pasar del estado liquido al estado cris- talino. Una propiedad aneja á esta se observa particularmente en el bismuto cuando se le hace fundir en un tubo: en efecto, al cubrirse la masa fundida de una película sólida, se ve que es- ta se rompe súbitamente por la presion del liquido subyacente que en parte brota sobre la superficie sólida, y se congela so- bre ella. Mr. Marx, que ha estudiado este hecho, valúa en S del peso total del bismuto la. parte que brota del modo dicho por efecto de una presion que no puede provenir mas que del aumento de volúmen súbitamente adquirido por la sustancia en el momento de su paso al estado sólido. Mr. Duvernoy no admite que semejante dilatacion sea es- clusivamente obra del paso del estado liguido al estado sólido: para que el fenómeno se reproduzca es preciso que el cuerpo que se solidifica sea susceptible de cristalizar; el autor atri- buye la causa del hecho en cuestion á la fuerza de cristaliza- cion, esto es, á la propiedad de las moléculas materiales de agruparse en ciertas direcciones, y afectar ciertas formas geo- mélricas distintas de la esfera. Solo en las sustancias cristali- zables es por lo lanto donde debe buscarse con esperanza de buen resultado esta propiedad, y la lista de las que mas arriba hemos dado, prueba en efecto que el autor ha obtenido resulta dos afirmalivos siempre que se ha valido de sustancias de este género. 78 El modo de obrar es bastante sencillo: cuando la materia cristaliza facilmente, como el bismuto, el autor lo hace fundir en un simple tubo de ensayo, colocándolo á la llama de una lám- para de Berzelius; disminuyendo poco á poco la llama, llega á graduar suficientemente la temperatura para realizar el fenó- meno de dilatacion de que se trata: sin embargo, este proce- dimiento no es aplicable mas que escepcionalmente; las mas de las veces el autor produce el enfriamiento graduado ro- deando el tubo de una sustancia poco conductriz, tal como arena 0 ceniza, metida en un vaso cilíndrico: cuando se ha declarado la fusion, se cubre enteramente el todo, y se deja en el fuego hasta que esle se apaga. Despues del enfriamiento, el vaso aparece por lo general hendido y hasta hecho pedazos. Siendo poco fusible la sustancia, Mr. Duvernoy emplea tubos de cristal de Bohemia, que, como es sabido, son poco fusibles; y además se ha convencido por medio de esperimen— tos directos, de que la fractura de los tubos no proviene de la accion química que ejerce sobre ellos la materia del esperi- mento. De los diversos materiales que el autor ha examinado bajo este punto de vista, el plomo es el que menos ha correspon dido á sus esperanzas; sin embargo, ha creido ver en él cierto aumento de volúmen, y por otra parte ha demostrado con fa- cilidad la fuerte dilatacion del arseniuro y del antimoniuro de plomo, dos aleaciones que cristalizan bastante facilmente en tales circunstancias. El aumento de volúmen que las sustancias cristalizables pueden adquirir en las condiciones que acaban de indicarse, y la enorme potencia con que esta dilatación se verifica, han sido por parte de Mr. Duvernoy objeto de una interesante aplicacion a la teoría de la formacion de la cubierta sólida de la tierra. Procediendo de menos á mas, el autor, con el auxilio de esos fenómenos, ha esplicado las erupciones volcánicas y los levantamientos que han modificado la esfericidad de nues- tro planeta, y ve en el paralelismo, que Mr. Elias de Beau- mont ha señalado entre las diversas formaciones de cadenas de montañas, una manifestacion de esta fuerza de dilatacion que se verificó durante el enfriamiento gradual de la tierra. 79 En el curso de estas investigaciones Mr. Duvernoy ha he- cho algunos esperimentos sobre el cambio de volúmen que las sales afectan al disolverse en el agua. Para observar esta al- teracion se valió de un matraz de cristal de cuello estrecho y largo, en el cual introdujo la sustancia y una suficiente canti- dad de agua en una temperatura conocida. El agua llenaba el malraz y una parte del cuello; marcabase su altura en este úl- timo de modo que pudiera conocerse la alteracion de volúmen que ocurriera despues de verificada la disolucion. No se hacia la observacion definitiva hasta que la disolucion volvia á la temperatura que al principio tenia, lo cual se con- seguia sumerjiendo el matraz en un vaso lleno de agua cuya temperatura se graduaba segun se queria, para lo cual el glo- bo tenia en su interior un pequeño termómetro que servia de señal. Sin embargo, ni con estas precauciones quedaban todas las causas de error eliminadas: el aire adherido á los cristales y el interpuesto eran un motivo de alleracion, que el autor evitó del modo siguiente. Despues de haber colocado la sus- tancia en un matraz de cuello largo la hizo disolver en agua caliente, cubriendo luego la disolucion con una capa de acei- te: verificóse por lo tanto la cristalizacion subsecuente al abri- go del aire, y ya se pudo proceder sin inconveniente al estu- dio de la alteracion de volúmen, para lo cual no hubo mas que sustituir la agua-madre por agua pura, y obrar en todo lo demás del modo que hemos indicado. Por lo tocante a la sal marina, que no es mas soluble en frio que en caliente, se modificó el esperimento de manera que su disolucion saturada al abrigo del aire quedase espuesta á una temperatura de —12" hasta la cristalizacion. En todos los casos el liquido disminuia de volúmen en tanto que se operaba la disolucion, y por el contrario se di- lalaba en el momento de la cristalizacion. El nitrato de potasa dió los mismos resultados: haciéndolo disolver en agua á 15”, se nota una contraccion sensible, que dura hasta despues que el líquido volvia á su temperatura inicial. Sumerjiendo en el agua á 2? esta disolucion saturada como se ha dicho á 15%, se la hace pasar al estado de crista- 80 lizacion: nótase la altura de la columna líquida, y se acelera la cristalizacion dando unos golpecitos al vaso; á proporcion que el depósito se va verificando, el líquido sube en el tubo, y se mantiene á esta altura aun despues de su permanencia en el agua á 2. El cloruro y el sulfato de potasa, el sulfato de sosa, el borax, el alumbre y otras muchas sales dieron los mismos resultados. Lo contrario se observó con algunas sales amoniacales: en estas el aumento de volúmen correspondia á la disolucion, y la disminucion de volúmen era consecuencia de la cristaliza- cion. (Clorhidrato y nitrato de amoniaco.) Otras sales son intermedias entre estas dos series, y sus disoluciones aumentan 0 disminuyen de volúmen segun la temperatura del disolvente. Ási es que el carbonato de sosa produce una contraccion disolviéndose en el agua á 12%, y un aumento de volúmen cuando se disuelve en agua hirviendo. Otro tanto sucede durante la cristalizacion de esta sal, pues el liquido se dilata ó se contrae segun la temperatura en que cristaliza una disolucion saturada hasta la ebullicion. Produ- cida la cristalizacion en una temperatura inmediata a 0”, se dilata; y por el contrario, se contrae en una temperalura de cerca de 15". El fosfato de sosa, el tartralo de potasa y de sosa, el car- bonato de amoniaco y el acetato de plomo dan con corta di- ferencia los mismos resultados. Mr. Duvernoy ha tenido mas de una vez ocasion de cer ciorarse del retraso que la ausencia del aire produce en la cristalizacion de las sales: el mismo hecho ha observado en el acido sulfúrico á 1,78, que como es sabido cristaliza á pocos grados sobre 0”. Habiéndolo encerrado hirviendo en un matraz de cuello largo, soportó este ácido una temperatura de 22 sin helarse; pero reslableciendo el contacto del aire, la crislali- zacion se declaró en el acto, y al mismo tiempo pudo obser varse un aumento de volúmen. Por lo demás es cosa sabida que el ácido acélico glacial se conserva liquido á —12”, en tanto que en un vaso descu- bierto se solidifica ya á los 15". 81 Mr. Duvernoy no ha sometido á un examen contínuo el hecho de desprendimiento y absorción de calor en tanto que las sales entran en disolucion, como lo han estudiado tan per= fectamente los Sres. Favre y Silbermann: el aulor se ha de- dicado especialmente á generalizar la propiedad reconocida en ciertos cuerpos de dilatarse al pasar del estado de fusion al estado cristalino por via del enfriamiento gradual, y se ve que efectivamente ha conseguido poner este hecho en eviden- cia con todas las sustancias cristalinas sobre que ha operado. Aplicacion de la electricidad á la esplosion de las minas; por Mn. MoncEL. (CInstitut, 4 octubre 1854.) Mr. Th. du Moncel describe el aparato de que se ha ser vido de la manera siguiente: «Habiéndome pedido los empresarios del puerto de Cher- bourg les organizase un sistema de esplosion para las minas, que fuese económico, facil, y sobre todo cuyos elementos pudieran fa- bricar facilmente los artesanos de provincia, pensé desde lue- go en sustituir á la accion fisica la mecánica de la electrici- dad, á fin de que los aparatos pudiesen marchar con pilas de Daniell, pilas que se sabe conservan su actividad meses ente- ros sin que haya necesidad de tocarlas, y cuyo gasto es insig- vificante. Hice pues construir aparatos por medio de los cua- les se pegaba fuego á rastros de pólvora con una pajuela quí- mica que tenia que moverse por la sola influencia de la cor- riente. Con este sistema pude obrar á distancia considerable con alambres muy delgados, y si convenia no aislados, y al- cancé la ventaja de actuar en cuantas minas fuese necesario, pasando la corriente de un aparato á otro. No costando por otra parte estos aparatos mas que dos francos cada uno, era en realidad económica su aplicacion, sobre todo tratándose de trabajos que son de uso particular en las minas. Mas no se trataba de esto: la cuestion se reducia á producir completa si multaneidad de esplosion en minas inmensas, cada una de las TOMO Vo. 6 82 . cuales contenia 4.000 quilogramos de pólvora; pues todo el ventajoso resultado de esta especie de volcanes, que por lo demás no ejercen su efecto mas que subterráneamente, depen- de.ante todo de la simultaneidad de accion de las conmocio- nes particulares causadas por las esplosiones. Tuve pues que desistir de mi sistema primitivo por lo tocante á esas minas, y valerme del método de los Sres. Ruhmkorff y Verdú, modifi- cándolo algo para aplicarlo mas segura y facilmente. Si se tiene en cuenta que las enormes minas de que acabo de hablar, y que generalmente son esplotadas seis ú ocho á la vez, cuestan cerca de 15.000 francos, y que de su buen ó mal éxito puede resultar la pérdida de esta cantidad ó un lu- ero considerable, se comprenderá que debia valerme, no tanto de un sistema de inflamacion económico é ingenioso leórica- mente hablando, como de un sistema infalible. En lugar pues de obrar en las 6 ú 8 minas, no empleando mas que un solo circuito, preferí dividirlas en grupos de á dos, y recurri á tres ó cuatro circuitos. Aún mas; como, por razones que esplicaré posteriormente, temi un aislamiento insuficiente de los alam- bres, suprimi la comunicacion por el suelo. Con esta medida, recomendada por la prudencia, me que- daba reducido el problema a obtener la simultaneidad de es- plosion al través de esos diversos circuitos, pues el medio in- dicado por Verdú no me parecia suficiente. Para conseguirlo recurrí á un conmutador de rotacion, que consistia principal- mente en una gruesa rueda de gulta-percha puesla en movi- miento por un resorte de péndulo, y cuya circunferencia lle- vaba cinco placas metálicas separadas entre sí por un inter- valo. de 2 centímetros poco mas 0 menos. Sobre esta circun= ferencia se apoyaba un frotador, que por medio de un gancho y un alambre estaba en relacion con el de los polos del apa- rato de Ruhmkorff, que suministra la chispa á distancia. Las mismas placas comunicaban por medio de las planchas melá- licas aplicadas en las dos superficies planas de la rueda, con cinco resortes frotadores puestos en relacion por los ganchos con los alambres del circuito. Por último, un tope destinado á sostener el resorte cuando estaba tendido, permitia soltar en un instante dado el movimiento de la rueda. El juego de este apa- 83 rato es facil de concebir: al entrar la rueda en movimiento, presentaba sucesivamente al frotador-conmutador las diferen- tes placas de su circunferencia; mas como estas por sus rela- ciones con los demás frotadores se encontraban en comunica- cion con los diversos circuitos, la corriente iba sucesivamente de un circuito á otro en un momento de tiempo inapreciable. El problema por lo tanto habria podido resolverse simple- mente por medio de un conmutador de simple rozamiento, que hubiese consistido en una faja de gutta—percha que llevase in- crustadas cinco placas metálicas en relacion con los circuitos, y contra la cual hubiese rozado vivamente una placa de re- sorle puesta en comunicacion por medio de un alambre con el aparato de Ruhmkorff;, mas con este conmutador la simulta- neidad de accion de la corriente habria dependido de la des- lreza del que hubiese manejado el resorte. Por otra parte, si Ja accion eléctrica no hubiese bastado para inflamar las mi- nas situadas en uno de los circuitos, hubiera sido preciso vo]- ver á principiar la maniobra del frotador conmutador. Tal vez se habria descuidado, 6 por lo menos retrasado esla accion; mientras que con el conmutador de rotacion la rueda efectúa un número de vueltas suficiente para inspirar seguridad de que si uno de los circuitos no obra en una de las primeras vueltas, no dejará de obrar á la segunda ó á la tercera ,¡su- puesto que el movimiento de la rueda disminuye progresiva- mente. Por otra parte, un conmutador mecánico tiene su marcha calculada é invariable; puede esperimentarse anticipadamen- te, y al emplearlo no hay que lemer ni la demasiada lentitud, ni la escesiva precipitacion en el obrar. : No es necesario decir que en el caso de emplear un conmu- tador de rozamiento, seria preciso que el resorte conmutador luviese un mango de cristal ó de gulta-percha. Diremos cuatro palabras sobre la construccion de las minas de que acabamos de hablar. Compónese por lo regular una mi- na de esta especie de dos cavidades cuadradas, de la estension de 3 6 £ metros cúbicos, cubiertas á unos 12 metros ba- jo la superficie de la roca, y llenas de pólvora. Para verificar esta escavacion, los Sres. Dussaud y Rabaltu, empresarios de las obras, abrian por de pronto un pozo de 12 metros de pro- 84 fundidad, y de su fondo hacian partir dos galerias horizontales de cerca de 1”,50 de altura sobre 5” de longitud, y en el estremo de estas galerías es donde abren las cavidades de que hemos hablado. No se derrama directamente la pólvora en estas cavi- dades; pues durante el largo tiempo que cuesta el atacar estas minas, podria inulilizarse por la humedad: enciérranla por lo tanto en sacos de gulla-percha herméticamente cerrados, y llevando cada cual su mecha ó cohele de esplosion. Cada uno de estos sacos contiene 2.000 quilogramos de pólvora. Hecho este trabajo, y cuando las dos estremidades del cohete están adheridas a los alambres conductores cubiertos de gulta-per- cha, se tabican sólidamente á cal y canto las galerías, y se re- lena de tierra el pozo de bajada, de modo que las minas no es- tán ya en relacion con el eslerior mas que con los simples con- duclores que á su vez están sumerjidos en las obras de alba- ñilería. Esta circunstancia es la que hizo desentenderme de la trasmision por el suelo. Compréndese efectivamente que el contacto tan íntimo del alambre con el revoque y con la tierra podria originar algunas comunicaciones por pocos defectos que tuviese la gutla-percha. Entiéndase que una comunicacion en- tre el alambre y el suelo, en el caso de entrar esle por milad en el circuito, se lraduciria por una pérdida considerable de electricidad que impediria la esplosion de la mina. Preferí pues emplear dos conductores en vez de uno, lo cual por otra parte no me ocasionaba sino un gasto muy minimo, supuesto que este alambre podia ser comun á los circuitos en relacion con las tres 6 cuatro grandes minas que debian inflamarse á un mismo liempo. Los cohetes, tal cual los hemos descrilo, sea que estén preparados con sulfuro de cobre ó de mercurio, con fulminalo de mercurio ó con algodon=pólvora, exijen siempre cierto cui- dado en su confeccion: además de esto es preciso lener las materias primeras, y en las provincias las mas de las veces se carece de ellas. Si se trala pues de no hacer esperimentos en vago, es indispensable poder preparar los cohetes con ele- mentos que siempre se tienen á mano, y esto es lo que consegui con los que voy á describir. Fúndanse estos cohetes, como los demás, en la propiedad 85 que tienen los cuerpos de conductibilidad secundaria de faci- litar la descarga eléctrica, y enrojecerse con grande facilidad. Muchos esperimentos hechos con objeto de averiguar hasta qué punto esta semi-conductibilidad facilitaba la inflamacion de la pólvora, me probaron que esta sustancia unida con lima= duras de hierro se inflamaba al través de una solucion de con- tinuidad de 4 centímetros, siendo asi que hallándose (la pól- vora) sola no se prendia mas que á una distancia de 4 milí- metros; por lo cual me decidí á mezclar estas dos sustancias en mis cohetes, prometiéndome grandes ventajas. Mas los in- convenientes que podian resultar de la interposición de la li- madura entre los conductores, inlterposicion que podia bastar para suprimir la chispa eléctrica, me obligaron á sustituirla con corcho carbonizado y hecho conductor por el ácido sulfú- rico. Este método me presentó la ventaja de que, encontrando la corriente un conductor en el corcho, se debilitaba mucho menos, y yo podia anticipadamente tener seguridad de la bon- dad del cohete. En efecto, el corcho carbonizado goza de la propiedad de producir, bajo la influencia de la chispa de in- duccion que lo atraviesa, un punto de luz eléctrica, es decir, de luz radiante, 0 por lo menos un pequeño surco rojo. Por lo tanto, si despues de haber preparado el cohete se hace pasar al través la corriente de induccion, se echará de ver en me- dio de la solucion de continuidad, que debera ser escesivamente debil, un resplandor rojizo 0 un punto de luz radiante. En este caso el cohete será bueno; y si por el contrario no tuviese esta condicion, la chispa sería blanca y de forma exacta. Hé aquí el medio que empleé para preparar estos coheles. Tomé un cábo de alambre mas ó menos largo cubierto de gulta-percha, y despues de haberlo plegado y trenzado, hice con un cortaplumas en la gulta-percha una abertura en su estremidad plegada, y corlé con unas pinzas el alambre de co- bre que habia quedado descubierto. En seguida levanté los dos cabos del alambre separados del modo que acabo de de- cir, € introduje por debajo con la punta del cortaplumas la película de corcho cuya superficie estaba carbonizada, y que debia servir de conductor secundario. Afirmé con dos varillas planas los dos cabos del alambre sobre este pedazo de corcho, 86 teniendo cuidado de no maltratar la gulta-percha que cubre los dos alambres: por último, despues de haber ensayado este cohele compuesto del modo dicho, lo introduje en un carlu- cho de papel lleno de pólvora mezclada con un poco de li- madura gruesa de hierro, y revolvi el cohete en la pólvora hasta que llegó al fondo del cartucho, y no me quedó mas que hacer que atarlo al alambre para tener el cohete enteramente preparado. Para proporcionar corcho carbonizado en buenas condicio- nes, me valí del siguiente medio. Sumerjí por un instante un tapon de corcho en ácido sulfúrico concentrado. El corcho des- pues de esta operacion se ennegrece y es buen conductor, conservando esta conductibilidad, como lo he probado en una Memoria presentada á la Academia en 15 de febrero último, aun despues de estar completamente seco. En este estado es cuando debe ser carbonizado por la corriente de induccion. Para esto no se necesita mas que apoyar los dos hilos .con- ductores del aparato en dos puntos cualesquiera del corcho. Por de pronto se ve salir de este una ancha llama roja, que luego se va trasformando y da lugar á un punto de luz radiante. En tal caso el corcho no sirve mas que para conductor secundario: despréndese pues la parte carbonizada, que es muy superficial, teniendo cuidado de levantar con ella una película muy delga- da de corcho no carbonizado; córtase esta película en tres pe- dazos, y estos son los que se colocan en el cohete, cuyo coste no pasa cuando mas de 10 céntimos. QUIMICA. Beneficio electro-quimico de los minerales de plata, plomo y cobre; por Mr. BECQUEREL. (Bibliot. univ. de Ginebra, julio 4854.) Mr. Becquerel comunicó ála Academia de Ciencias de París en su sesion del 26 de junio un resúmen muy sucinto de una obra 87 completa que va á publicar inmediatamente sobre el beneficio electro-químico de los minerales de plata, de cobre y de plo- mo. Esta obra contiene el resultado de los esperimentos tan numerosos como variados á que, como es sabido, viene dedi- candose el autor hace 20 años con la perseverancia y habili- dad de que ha dado constante prueba en todos sus trabajos. El objeto de las investigaciones de Mr. Becquerel era emplear para el beneficio de los minerales un método fundado en la accion química de la electricidad, que permitiese escusar el mercurio y en ciertos casos hasta el combustible. Estos espe- rimentos fueron ejecutados en mas de 10.000 quilogramos de mineral procedente de distintos puntos del globo, y particu- larmente de Méjico, del Perú, de Colombia y de Altai. La division siguiente de la obra de Mr. Becquerel, y la breve análisis de lo que contiene, puede dar idea general de las investigaciones hechas por el autor acerca del beneficio de los minerales de plata, plomo y cobre. CariruLo 1. Esposicion de los principios electro-quimi- cos que sirven de base para el beneficio de los minerales. Car. 2. Preparacion que tienen que sufrir los minerales destinados al beneficio electro-químico. Car. 3." Métodos de los beneficios de los minerales de plata por la via húmeda, comprendiendo la amalgamacion á la ame- ricana ó sea al patio, y la freyberiana al cazo ó por coccion: esposicion del beneficio electro-químico y de las cuestiones que le conciernen. Car. 4.” Descripcion de un laboratorio electro-quimico establecido sobre las bases de otro de ensayo, en el cual se beneficien á la vez 1.000 quilogramos de mineral. Car. 5.” Esposicion de los resultados obtenidos en el bene- _ficio electro-químico y en el llamado al cazo de los minerales comunes de Méjico, de los minerales blendosos, del cobre gris y de la galena argenlifera. El beneficio electro-químico consiste en preparar los mi- nerales de manera que los compuestos de plata y de plomo que resultan cuando se opera en la galena, sean solubles en una solucion de sal ordinaria en el máximo de saturacion: estos compuestos son el cloruro de plata y el sulfato de plo- 88 mo. Una vez hecha la disolucion, y en cuanto se haya aclara- do, se la hace pasar á unos depósitos de madera, y se proce= de á la descomposicion de las sales metálicas con pares for- mados de placas de cinc y de hoja de lata 0 de cobre, ó montones de carbon bien calcinado, ó mejor aún con pares compuestos de placas de plomo y de los mismos elementos eleclro-nega= tivos: las placas de cinc ó de plomo están puestas en unos sa- cos de lona llenos de agua salada saturada, sumerjidos en la disolucion metálica, y las otras placas en esla; luego se esta- blece la comunicacion entre unas y otras por medio de vari- llas metálicas. Con las placas de cinc se obtiene en las olras placas un depósilo electro-químico en partes muy ténues, compuesto de todos los metales facilmente reductibles, la pla- ta, el cobre y el plomo: con las placas de plomo el depósito es de plala mas ó menos pura, segun las proporciones de plo- mo que se encuentran en la disolucion. En vez de sacos de lona vale mas emplear cajas de made- ra de algunos milimetros de grueso, pasada por el vapor para quilarle las materias estractivas solubles, ó en vasijas de Lier- ra medio cocida, llenas lo mas posible de cinc amalgamado en fragmentos y de mercurio. La accion en este caso se veri- fica mas regularmente, y el zinc que se consume está en pro- porcion alómica con la de los metales depositados. Variando la composicion de los pares voltáicos, se llega sucesivamente á separar cada uno de los metales que se ha- llan en disolución en el agua salada. Los esperimentos, cuyos resultados están consignados en mi obra, se han verificado con cantidades de mineral varia— bles de 100 41.000 quilogramos: las cantidades de plata reco- jidas en el espacio de 24 horas han variado de algunos decigra- mos a 1 6 2 quilogramos; de modo que he podido apreciar las ventajas y los inconvenientes del beneficio electro-metalúrgi- co de los minerales de plata, plomo y cobre, en particular de las dos primeras especies, cuya preparacion presenta mas di- ficultades que la última. Acabo de decir que por término me- dio el beneficio estaba concluido en 24 horas; mas procedien- do con el poderoso concurso de un par independiente, cuya lemperalura se eleva por medio del vapor, se acaba en la 89 cuarta parte menos de tiempo. Enliéndase que este par debe hallarse vollaicamente unido con los demás aparalos: obrando de este modo no se coloca en estos últimos mas que las pla- cas de plomo, de las cuales vienen á ser elementos electro positivos, y los otros electro-negalivos de la pila; y si bien el plomo obra directamente en el cloruro de plata para des- componerlo, no parece que las dos corrientes en sentido con- trario que resultan de esa accion perjudiquen al efecto del par independiente. De esta manera se reunen las ventajas que pro- vienen de la precipitacion inmediata de la plata por el plomo, y las que resultan de la accion electro-quimica del par inde- pendiente que trasforma cada aparato á la temperatura ordina- ria en par voltáico. Empleando las placas de plomo no se encontrará en el agua salada despues de muchas operaciones mas que cloruro y sul- falo de plomo, que se descompone por medio de la cal. No siendo posible indicar en este sitio todas las precau— ciones que conviene tomar para someter al nuevo beneficio las diversas especies de mineral de plata y plomo, me limi- taré á decir que los minerales mas refractarios á la amalga- mación y los mas difíciles de fundir, como por ejemplo los minerales blendosos y el cobre gris, se benefician facilmente por medio de este procedimiento. Las galenas argentiferas cuando se ha sulfalado el plomo y clorurado la plala, pueden ser rápidamente beneficiadas por medio dela amalgamacion al cazo, sin mas pérdida de mercurio que la inevitable en el lavado del mineral para retirar la amalgamacion. Índico los medios de reducir la pérdida de mercurio. La plata oblenida despues de la volatilizacion del mercurio, es pura. Los metalurgislas apreciarán, no me cabe duda, esta manera de beneficiar la galena, que permite relirar inmediatamente la plala asi que ha sido tostada con ciertas condiciones y sin copelaciones, y obtener en seguida electro- químicamente el plomo sin mas que insignificantes residuos de plata. El plomo depositado en los elementos electro-negalivos aparece en partes muy ténues ó en forma de esponja. Despues de lavado y comprimido, hallándose aún húmedo, se funde en crisoles de tierra, cubriendo la superficie con polvo de car— 90 bon para impedir la oxidacion: de esle modo se han fundido muchos centenares de quilogramos de plomo. Este plomo pre- cipitado es pirofórico; por tanto se debe evitar el dejarlo secar al aire, sin cuya precaucion se oxidaria con desprendimiento de calor. En aquel momento se halla en el estado mas favorable para formar albayalde. No bastaba que hiciese esperimentos en grande escala; era además preciso que fuesen repetidos y apreciados por un habil practico: esto es lo que hizo Mr. Duport Saint-Clair, antiguo refinador de Méjico, que consignó el resultado de sus esperi- mentos y observaciones en su obra inlitulada: Sobre la pro- duccion de los metales preciosos en Mejico. Mr. Duport Saint- Clair se espresa en dicha obra (pág. 405), al hablar del bene- ticio electro-químico de los minerales de plata, en los térmi- nos siguientes. «Si por uno de aquellos acontecimientos poco probables, »pero posibles, la mina de Almadén dejase de suministrar ci- »nabrio, bien fuese por hundimientos, bien por escesiva abun- »dancia de aguas, 0 bien por haberse agotado el minera! sufi- »cientemente rico de mercurio, la produccion del azogue, que- »dando entonces limitada á la de las minas de la Carniola, no »bastaria ni con mucho para satisfacer las necesidades, y re- »sultaria tal subida de precio, que sería equivalente á una ab- »soluta falta. ¿Qué sucederia entonces en la estracion de la »plata en Méjico? Hace algunos años que era muy embarazoso »contestar a esta cuestion, pues no se conocia ningun otro me- »dio de estraer la plata mas que la fundicion 6 la amalgama- »cion. Las sabias investigaciones á que Mr. Becquerel se ha de- »dicado con toda la perseverancia que reclama la primera »aplicacion de la ciencia a la industria, han presentado un » medio enteramente nuevo en la melalurgia mediante el em- »pleo de las fuerzas eléctricas. Iniciado por el autor mismo »en todos los detalles de este nuevo método, he podido conven- »cerme de la posibilidad de su aplicacion industrial á los mi- »nerales de Méjico, tanto por esperimentos hechos con 4.000 »quilogramos de mineral de los principales distrilos, que hice »venir hará como unos tres años de Méjico, como por los que »practique en el mismo terreno. Demostrada la posibilidad de 91 »la aplicacion en gran escala, la cuestion quedaba reducida »á comparacion de números entre “el coste de los sistemas »antiguo y moderno; y las primeras indagaciones que hice »sobre la metalurgia no tuvieron en su principio otros mo- »LIVOS..... »El resultado de mis investigaciones ha sido favorable al »mélodo electro-químico respecto de un gran número de mine— »rales, no digo solamente en cuanto á la hipótesis poco probable »de falta absoluta de mercurio, sino del subido precio que este »mineral tiene en la actualidad. Admira que no se haya dado »aplicacion práctica á este método; y teniendo las causas que »lo han impedido caracteres generales baslante importantes, »voy á entrar con este motivo en algunos delalles sobre el »particular. Por de pronto es un obstáculo para toda innova- »cion la sencillez de los aparatos del modo de amalgamacion »mejicano; viene en seguida la costumbre de un arle pracli- »cado desde hace tres siglos, y por tanto perfectamente estu- »diado en su parle económica; la necesidad de obrar con ma- »sas considerables para que pueda darse fe al método; y la »obligacion de entrar haciendo nuevos desembolsos, tanto mas »costosos cuanto en Méjico son caras las construcciones indus— »triales: todas estas razones arredran el celo de los innova- »dores. »Siendo el mercurio el principal agente quimico empleado »en el trabajo actual, su precio tiene naluralmente grande im- »portancia en la comparacion de los métodos usados con los »que puedan suslituirles, supuesto que dado el caso de que se »emplee poco 0 ningun mercurio, habrá tendencia á dismi- »nuir los pedidos, y por tanto tendrá que disminuir su precio. »Esta contingencia de baja en una mercancía cuyo precio, »como generalmente sucede, depende del coste de su produc- »cion, presenta pocas probabilidades de variaciones muy con- »siderables; lo contrario debe decirse por lo tocante al mer- »curio, pues a consecuencia del monopolio, su precio actual »puede valuarse en el cuádruplo de su cosle, y á proporcion »que su uso sea menos considerable, el precio podrá ir bajan- »do, casi espontáneamente, de un modo desastroso para los es- »tablecimientos destinados á reemplazar su empleo ó dismi- 92 »nuir su pérdida en la amalgamacion mediante cualquier nue- » vo descubrimiento.» Hace tambien Mr. Duport notar, y esta consideracion es muy importante, que además de las circunstancias relativas al mercurio es preciso tener presente las relativas á la sal marina, que forma la base de mi método, y cuya pérdida no puede despreciarse sino en cuanto el precio de esta sustancia es poco costoso; pero esto es precisamente lo que no sucede en la mayor parle de las minas de Méjico, en las que esle precio pasa algunas veces de 40 francos el quintal métrico. Separa- das estas dificultades, nada podria oponerse al uso del método electro- químico. De aqui se puede inferir que en todas las regiones de minas donde la sal comun cuesta poco, es aplica= ble el método electro-químico, con tal sin embargo que, su- puesto el principio de ser todos los minerales de plata sulfu- ros múltiples, se halle el combustible en cantidad suficiente para su preparacion y tostado. Citaremos por ejemplo a Santa María de las Minas (Alto Rin), situada á poca distancia de las grandes salinas, y cuyo mineral, que presenta dificultades para ser beneficiado por los métodos usuales, puede serlo facil- menle por el nuevo. El objeto que me he propuesto en esta corta analisis de mi obra, ha sido dar una idea general de las investigaciones que he acometido referentes al beneficio electro-quimico de los minerales de plata, plomo y cobre, sin entrar en otros dela- lles que no tendrian cabida en este lugar. Manera de obtener alcohol de las fibras vejetales, y particu— larmente de la madera: por Mk. ARNOULD. (Comptes rendus, 25 octubre A834.) En las circunstancias actuales, en que toma tan gran desar- rollo la fabricacion del alcohol, distrayendo muchas materias primeras, particularmente cereales, de su verdadero y mas ulil empleo, será interesante ofrecer el resultado de los espe- 93 rimentos relativos a un modo nuevo de obtener el alcohol, aun- que no se hallan todavía terminados completamente. Fundándose Mr. Arnould en los trabajos de Mr. Bracon- not, publicados hace 35 años, y en los mas modernos de Mr. Pa- yen, ha intentado producir una materia análoga al almidon, al azúcar y alcohol con las fibras vejetales, y particularmen- te con la madera. Sus primeros ensayos han correspondido completamente á sus esperanzas, habiendo conseguido hacer soluble en cier- tas fibras el 97 por 100 de la materia empleada; y respecto á ciertas esencias de madera, ha convertido en azúcar y otros productos solubles de 75 a 80 por 100 de la madera emplea- da, habiendo trasformado despues el azúcar en alcohol. Vamos á indicar sucintamente la preparacion del alcohol con la madera blanca. Redúcese esta á serrin grueso, en cuyo estado se seca hasta 100 grados, de modo que pierda el agua que contiene, la cual forma regularmente la mitad de su peso. Luego se deja enfriar la madera, y se le echa, con mucho cuidado y en muy peque- ñas cantidades á la vez, ácido sulfúrico concentrado, vertién- dolo con suma lentitud para evitar el que se inflame la mate- ria. Al mismo tiempo que se echa el ácido se va mezclando con la madera, y luego se deja esta mezcla sin tocarla por es- pacio de 12 horas: despues se pulveriza con mucho cuidado hasta tanto que la masa, casi seca al principio, se ponga bas- tante líquida para poderla colar. Dilatado en agua este liqui- do, se calienta hasta el grado de ebullicion: el ácido se satura con la creta, y se somete á la fermentacion el licor despues de filtrarlo; luego se destila el alcohol por los procedimientos ordinarios. La cantidad de ácido sulfúrico empleada en esta esperien- cia puede ser igual, pero no menor que un 110 por 100 del peso de la madera seca. Algunos estudios próximos á ejecu—- larse, hacen presumir que podrá disminuirse considerablemen- te la cantidad de acido; pero la fabricacion del alcohol, aun con la proporcion indicada antes, se obtendria de un modo eco- nómico á causa del precio bajo de las materias empleadas, que son la madera, el acido sulfúrico y la crela. 94 Mr. Arnould confia en que se le disimule el haber presen- tado un trabajo incompleto, teniendo en cuenta la importancia de la cuestion de utilidad pública. Efectivamente, los pueblos hallarán á su disposicion una nueva fuente de malerias alimen- ticias casi inagotable, puesto que con la madera se podrá fa- bricar de una manera muy económica, dextrina, azúcar y al- cohol. Los gobiernos verán hacerse cada vez mas raras, si no Imposibles, las crisis de subsistencias tan dolorosas para todos; porque la madera contribuirá doblemente al alimento público, primero de un modo directo, y luego proporcionando produc- tos que se sacaban de los granos, primer sustento de los pue- blos. El nuevo empleo de la madera devolvera á un producto tan abundante, y cuya conservacion importa mucho bajo dife rentes aspectos, una parte de su valor, luego que sus aplica—- ciones sean casi nulas por efecto del uso del hierro y del car—- bon de piedra. Presuncion de la existencia de un cuerpo nuevo elemental que se ha encontrado en el oro de Califorma acompañando al iridio, osmio y platino: por Mr. GENTH. (T'Tostitut, 6 setiembre 1854.) En las actas de las sesiones de la Academia de Ciencias nalurales de Filadelfia se lee la comunicacion siguiente: El Dr. Wetheril me ha remitido, dice Mr. Genth, una cor— ta cantidad de granos blancos que Reynolds recojió en 1849 á 1850 en el oro de la California. Examinados, me han dado resultados que me parecen interesantes. I. Tratados por el ácido clorhídrico hirviendo, dos de es- tos granos principiaron á disolverse con desprendimiento de hi- drógeno. Al momento que observé esta reaccion, los saqué del ácido y lavé con agua. Al observarlos con la lente, noté que conlenian oro en mezcla mecánica. El color era entre blanco de estaño y gris de acero: eran maleables, pero mas duros que el estaño; se disolvian en el ácido azóico, produciendo una sal cristalina, en tanto que el oro en mezcla permanecia sin disol- verse; precipitaban al cobre de sus soluciones, pero con len 95 titud; el ácido sulfhídrico precipitaba en parte su solucion azoólica; un fragmento de metal puro se fundia facilmente por medio del soplete, y se cubria con prontitud de un óxido negro, mas sin incrustaciones; el borax en el fuego de oxida- cion los disolvia, y daba la figura de un boton sin color, que al enfriarse se ponia opalino; la misma reaccion se verificaba, pero con mas facilidad, en el fuego de reduccion. La cantidad de metal era muy pequeña para que se pu- dieran proseguir los esperimentos; mas estas reacciones de- mostraban que no era estaño ni ningun otro cuerpo conocido. Aunque presentaba relaciones con el estaño, se diferenciaba de él: 1.* por su solubilidad en el acido azótico: 2.? por el precipitado pardo que suministraba con el ácido sulfhídrico; 3. en que no se oxidaba tan facilmente por medio del soplete, ni pasaba al estado de óxido blanco, y por sus demas reac- ciones en las pruebas de este género. Pudiera preguntarse si los granos de estaño nativo, observados por Hermann en las arenas auriferas de la Siberia, no serian de esta misma sus- lancia. IT. Un examen de los granos blancos, insolubles en el áci- do clorhídrico, ha dado (despues de haber separado de ellos algunas pajitas de oro nativo por medio del agua regia dilata- da) los resultados siguientes: en Ogram- 9366 habia Osa 4625, 0 sea 49 por 100 de Sisserskita (YrOS%) en pajitas brillantes color de plomo, de las que algunas eran prismas de seis caras. El resto de los granos y pajitas (Osram. 4741), que tenian color blanco de estaño, fué tratado por el agua regia en lanlo que este ácido pudo ejercer reaccion en ellas. Tres granos redon= dos no se disolvieron en el agua regia; presumo que estos eran de iridiuro de platino. Su peso era Ogram-.0202=2,2 por 100. El esceso de peso de Osram-,4539 6 el 48,4 por 100 era de pla- tino nativo. Componíase pues el ejemplar de Mr. Wetherill de Nuevo elemento y oro........ nose averiguo la dosis. Sisserskita IE Os 49,4 por 100 lrioduro de plalin0........... 2,2 Blatido nativo: o. 48,4 96 Este platino nativo no era puro, pero como el de otras locali- dades contenia aligaciones y mezclas mecánicas. Cuando se disolvieron las Osra». 4539 en agua regia, que- daron Osram-,0031, 6 sea 0,68 por 100 de Sisserskila no disuel- ta en paiitas finas. La solucion se evaporó á sequedad en el baño maría, disuella en el alcohol y precipitada por el clo- ruro de amonio. La sal doble de color rojo de ladrillo que se formó, fué lavada en alcohol, secada y fuertemente caldeada. El residuo calcinado pesaba Osram. 4206. Tratado por el agua regia dejó Osram-,0110 de iridio y de rodio=2,42 por 100 (va- lor aproximado). Tambien se averiguó con certeza la presen- cia del rodio y del paladio, pero sin especificar la dosis cuan- titativa, en razon de la debil cantidad de sustancia de que se pudo disponer. El licor separado por el filtro de las sales dobles de plati- no, ete., precipitado por el amoniaco, did Ogram-,0432 de sex- quióxido de hierro=6,66 por 100 de hierro. Componiase pues este platino nativo del modo siguiente: Platino (con paladio)............... 90,24 Iridio: (con: rodio. «Levi 108 A Hierros. Lido sión noe re 00 114016566 Sisserskitai 322. Mol go 2 1 ¿005 110768 100,00 Glucio y sus compuestos; por Mx. Debra. (C'Institut, 26 abril 4854.) Sabido es que en la esmeralda existe una base descubier— ta por Vauquelin, llamada glucina por este mismo químico. Mr. Vohler ha obtenido el metal de esta base valiéndose de la accion reductiva que el potasio ejerce sobre el cloruro de glu- cio, y hé aquí las propiedades con que lo ha caracterizado (An. de fis. y de quim., 2.* serie, t. 39, p. 719): «El glucio se presenta bajo la forma de un polvo gris os- »curo, que tiene enteramente la apariencia de un metal pre- »cipitado en partes muy divididas. Por medio del bruñidor 97 »adquiere un sombrio brillo metálico. Como en medio del ca- »lor mas violento á que se le ha reducido no ha presentado »ninguna aglomeracion, es de presumir que sea estremada- »mente dificil de fundir. En una temperatura ordinaria no se »Oxida ni en el aire ni en el agua, aun cuando esta se halle en »estado de ebullición. El glucio, caldeado al aire en una hoja »de platino, se inflama y arde con vivo resplandor, trasfor- »mándose en glucina blanca..... Disuélvese facilmente en los ácidos sulfúrico, hidroclórico y nitrico, en los dos primeros »con desprendimiento de hidrógeno y de gas nitroso en el úl- »liMO.....» Las últimas indagaciones acerca del aluminio indujeron á Mr. Debray á volver á estudiar el glucio. Ayudado de los consejos de Mr. H. Saint-Claire Deville, y aplicando sus pro- cedimientos, consiguió los resultados siguientes. El glucio es el mas ligero de todos los metales conocidos que no descomponen el agua á la temperatura ordinaria ni en la de ebullicion: su densidad es 2,1. Como se echa de ver, es menos pesado que el aluminio. Su aspecto podria confundirlo con el cinc; pero su menor fusibilidad, que lo coloca entre el cinc y el aluminio, su resistencia al fuego y su leve densidad son otras tantas propiedades físicas suficientes para distinguirlo del cinc. Inalterable en la lemperalura ordinaria, oxídase su- perficialmente en la mas elevada del soplete, pero sin presen- tar nunca el fenómeno de combustion, cual se verifica en el cinc ó en el hierro puestos en iguales circunstancias. No lo ataca el ácido azóico concentrado sino en caliente, y ese mis- mo ácido siendo debil no lo disuelve en ningun caso. Los áci- dos clorhídrico y sulfúrico, aunque estén dilatados, lo disuel- ven con desprendimiento de hidrógeno. La disolucion concen- trada de potasa lo disuelve hasta en frio, pero el amoniaco nada puede contra él. La glucina, de la que como acabamos de ver se estrae un verdadero metal, puede tambien producir sales cristalizables. Mr. D. las ha examinado atentamente, y su estudio formará un trabajo completo que se propone publicar mas adelante. TOMO vV. 98 ELECTRICIDAD. '_—_— Velocidad de la electricidad; por Mí. VarADaY. (An. de Quim. y Fis., mayo 4854.) Las grandes lineas de telegrafía eléctrica que actualmente existen en Inglaterra, han facilitado á Mr. Faraday llevar á cabo algunos esperimentos notables, capaces de hacer com- prender ciertos principios relativos á la propagacion de la electricidad. El establecimiento de los telégrafos sub-marinos y de las líneas telegráficas de hilos subterráneos, ha dado un gran des- envolvimiento á la fabricacion de los alambres de cobre cu- biertos de gulta-percha. Los rollos de alambre que se fabri- can tienen por lo general cerca de 800 metros de longitud (media milla inglesa). Se comprueba la perfecta continuidad del alambre haciendo pasar por él una corriente volláica. Se reconoce tambien, con el auxilio de la pila de Volta, la perfec- la continuidad de la cubierta aisladora de gutta-percha, y el procedimiento es digno de atencion. Se suspenden 200 rollos a una serie de barcas alineadas en un canal, de modo que ca- da rollo quede enteramente sumerjido en el agua, menos dos cortos cabos en las dos estremidades. Se unen en seguida las estremidades de dichos rollos (despojadas de la cubierta ais- ladora) de modo que constituyan un hilo único de 160.000 me- tros de longitud, y se hace comunicar una de las estremida- des del hilo con uno de los polos de una pila por medio de un galvanómetro muy sensible: la pila, compuesta de 360 ele- mentos de cinc y cobre, cargados con agua acidulada, está además perfectamente aislada, y comunica con la tierra por su segunda estremidad. Es claro que si el aislamiento debido á la cubierta de gulla-percha no es perfecto, se establecerá una corriente que se manifestará por el galvanómetro. Por lo general se obtiene un desvio fijo de la aguja que no pasa de 5 grados; y si se tiene presente la enorme estension de la su- perficie de contacto de la gulta-percha y del agua, no podrá menos de causar admiracion la perfeccion del trabajo mani- festada por semejante resultado. 99 Arregladas las cosas segun acaba de decirse, si se suprime la comunicacion de la pila y del alambre largo, se echan de ver los fenómenos siguientes. Tocando con el dedo una ú otra de las estremidades del alambre largo, se siente una fuerle conmocion: esta conmoción tiene una cierta duracion, y no dejando durar solo un instante el contacto del dedo y del alam- bre, se puede descomponer la conmocion total en unos cua- renta sacudimientos sucesivos. La conmocion es aún sensible cuando se deja pasar un intervalo de 5 minutos entre el mo- mento en que se separa el alambre de la batería y el momento en que sele toca con el dedo. Si en vez de tocar una estremi- dad del alambre se la pone en comunicacion con un galva- nómetro, la aguja se desvia fuertemente. Este efecto es toda- via perceptible cuando el intervalo entre el esperimento y la separacion del alambre de la pila es de media hora. Estos diversos fenómenos indican con evidencia que el alambre, despues de haber comunicado con uno de los polos de la pila, está cargado de una cierta cantidad de electricidad, que tarda algun tiempo en descargarse. Nada por otra parte es mas facil de comprender: el alambre de cobre, la cubierta aisladora y el líquido conductor que la rodea forman sin duda alguna una botella de Leyden de inmensa superficie, la cual aun puesta en comunicacion con una corriente eléctrica de muy poca tension, debe cargarse de una cantidad de electri- eidad considerable. En efecto, cuando se suspende el alambre en el aire en vez de sumerjirlo en el agua, es decir, cuando se suprime la armadura esterna de la botella de Leyden, to- dos los fenómenos desaparecen. Estos son tanto mas marcados cuanto mayor es el número de elementos de la pila voltáica, y que por lo tanto la tension eléctrica es mas fuerte en su es- tremidad aislada. Por el contrario, la superficie de los ele- mentos es una cosa indiferente (1). (1) En un esperimento de Mr. Faraday, el alambre tenia con corta diferencia 1,6 de diámetro, y la capa de gutta-percha 2wm,5 de es- pesor. De aqui resulta que la superficie interna de la especie de botella de Leyden de que se trata, tenia cerca de 770 metros cuadrados de es- tension, y la superficie esterna cerca de 3050. . 100 En el momento que se hace comunicar uno de los cabos del alambre con la pila por medio del galvanómetro, la aguja se desvía fuertemente, y asi indica el tránsilo de la cantidad de electricidad que es necesaria para cargar el aparato. Si suprimiendo la comunicacion con la pila se deja el galvanó- melro unido al alambre, y que en seguida se pone el galva- nómetro en comunicacion con la tierra, la descarga pone de manifiesto un fuerte desvío contrario al anterior. Hizo Mr. Faraday los mismos esperimentos con el auxilio de 2.400 quilómetros de alambre por debajo de tierra, que constituyen la linea telegráfica de Londres a Manchester. Es- tos alambres le sirvieron además para investigaciones ente- ramente nuevas, mas importantes aún que las anteriores. Hay entre Manchester y Londres cuatro hilos paralelos y subter- ráneos, de 600 quilómetros cada uno de longitud. En la esta- cion de Manchester se unieron las estremidades del primero y segundo hilo y las de los otros dos. En la estacion de Londres se unió un galvanómetro a la estremidad del primer alambre, se unieron los cabos del segundo y del tercero por medio de un segundo galvanómetro, y en la estremidad del cuarto alam- bre se puso un tercer galvanómetro, comunicando además con el suelo. Se puso en seguida el primer galvanómetro en rela- cion con uno de los polos de una pila, cuyo otro polo comu- nicaba con el suelo. La aguja del primer galvanómetro se desvió en el acto, la del segundo tardó un poco en verificarlo, y la del tercero algo mas. Cerca de dos segundos pasaron an- tes que la corriente eléctrica pareciese haberse propagado del primer galvanómetro al tercero. Se quitó la comunicacion en- tre el primer galvanómetro y la pila: la aguja de este galva- nómetro se acercó inmediatamente al cero, la del segundo tardó un poco en moverse de su puesto, y la del tercero mas todavia. Estableciendo y suprimiendo la comunicacion del primer galvanómetro con la pila en intervalos suficiente mente aproximados, se puede en cierto modo lanzar ondas sucesivas de electricidad en el alambre, de manera que los lres galvanómetros se hallen alravesados en el mismo instante por tres ondas diferentes. Finalmente, si despues de haber suprimido la comunicacion de la pila y del primer galvanó- 101 metro se pone este en contacto con el suelo, la electricidad con que esta cargado el alambre se descarga simultáneamente por sus dos estremidades, de modo que los galvanómetros pri- mero y tercero se encuentran atravesados por corrientes eléc- tricas de direcciones opuestas. Si se trata de repetir los esperimentos anteriores con una linea telegráfica cuyos hilos estén libremente suspendidos en la almosfera al aire, los efectos que se obtienen son poco per- ceplibles: los tres galvanómetros se desvian ó vuelven al re- poso casi exactamente en el mismo instante. A los lres galvanómetros del esperimento anterior, se pue- den sustituir tres aparalos telegráficos de Bain (1). Si se interrumpe la circulacion en intervalos muy próxi- mos, el aparalo mas inmediato á la pila traza una línea dis- contínua, compuesta de rasgos plenos y decididamente sepa- rados, producidos durante los intervalos en que esta en comu- nicacion con la pila. El segundo y tercer aparato, por el con- trario, trazan una linea compuesta de rasgos plenos, unidos por rasgos delgados que indican que la electridad gasta un cierto tiempo en salir del alambre. Aun cuando las interrup- ciones de la corriente sean suficientemente aproximadas, los trazos delgados se hacen iguales á los plenos, y el aparato no traza ya mas que una línea contínua. Estos esperimentos confirman de la manera mas nolable una idea enunciada por Mr. Faraday en la época en que Mr. Whealstone dió á conocer sus esperimentos sobre la ve- locidad de la electricidad. «La velocidad de la descarga en »un mismo alambre puede variar mucho, decia Mr. Faraday, »por efecto de las mismas circunstancias que hacen variar »esta velocidad en la esperma de ballena ó en el azufre (2). (1) Sabido es que este telégrafo se compone de una tira de papel mojada con ferrocianuro de potasio, que se arrolla en un cilindro, pasando bajo la punta de un lapicero de hierro. Este lapicero comunica con el po- lo positivo de una pila, y cuantas veces pasa la corriente se forma azul de Prusia por el contacto del lapicero y del papel. (2) Mr. Faraday publicó últimamente indagaciones acerca de la pro- pagacion de la electricidad en estas dos sustancias y en otras no conduc- toras. (Experimental Researches in Electricity, ser. XI.) 102 »Por ejemplo, debe variar con la tension ó la intensidad »de la primera fuerza impulsiva..... De manera que si las dos »estremidades del alambre de Mr. Whealstone estuviesen en »contacto con dos grandes superficies metálicas aisladas..... »yo me aventuro á presumir que el retraso de la chispa me- »dia respecto á las estremas sería mas sensible. Sería todavía »mas considerable si las dos superficies de que se trata fuesen »la armadura esterna y la armadura interna de una gran bo- »tella de Leyden (1).» Tal es precisamente el caso del alam- bre sumerjido en el agua ó melido en tierra. Estas consideraciones dan interés á la comparacion de las velocidades de la electricidad medidas por diversos autores en los alambres. El cuadro siguiente contiene estas diversas de- terminaciones. ue aan NOMBRES NATURALEZA NETO CIDAD ERAS de los observadores. del alambre. en quilóm. [co que se ban publicado por segundo. las observaciones. Transacciones filosó- Mr. Wheatstone...| Alambre de cobre. .|460,800 | ficas (año de 1835, página $83). Sres. Fizeau y Gou- Comptes rendus, to- ION died [180,000 mo XXX, pág. 437. Id. .........-.-| Alambre de hierro.¡100,000 [Idem. Alambre de hierro Philosophical Maga- Me Mitchell do de las líneas tele-| zine, 3.* serie, to- gráficas america-| mo XXXVI, pági- A 45,600 | na 284. Schumacher's Astro- nomische Nachri- Mr. Walker. .....| Id... ......- ....| 30,000 chten, año 1849, número XXIX. Los astrónomos de ) Greenwich y de ¿Alambre de cobre..| 12,200 » Edimburgo. ......, Los astrónomos de, los observatorios de A lambre de cobre Greenwich y de sumerjido en gran Bruselas parte en el mar..| 4,300 » | A AAA AA A A AAA A A A A A A A A A An A (1) Experimental Researches in Electricity, ser. XI, $. 1333. 103 La mayor parte de las enormes diferencias que se echan de ver en el cuadro se esplica, segun Mr. Faraday, por la in- fluencia de los conductores inmediatos al alambre. La veloci- dad puede variar de mas del céntuplo de su valor, segun se considere el alambre sumerjido en el agua, ó suspendido á una gran distancia del suelo, ó adherido á lo largo de un muro sólido conductor. MAGNETISMO TERRESTRE. Conclusiones deducidas de las observaciones de declinacion may- nética hechas en el Observatorio de Santa Elena; por Mx. E. SABINE. (L'Jostitut, $ noviembre 4854.) Con este tílulo comunicó el autor á la Sociedad real de Londres un trabajo, que analizado se insertó en el acta de la sesion de la misma del 18 de marzo último. Empieza Sabine con las observaciones preliminares siguientes. «La parte que ha tenido la Sociedad real en el estableci- miento de observatorios magnéticos coloniales, utilizando su influencia con el gobierno, y redactando las instrucciones pa- ra que sirviesen de guia á los empleados en ellos, obliga al que esta encargado de su vigilancia á no omitir medio alguno para participar á sus miembros, siempre que haya ocasion, los resultados de los trabajos acometidos, para que sirvan de base á los datos sobre los cuales pueda fundarse una teoría correcta de las variaciones magnéticas, y tal vez penetrar la naturaleza del agente físico que las produce. En estas primeras tenlativas, cuando todavía no existe otro dato que los mismos fenómenos para hacer su clasificacion, 0 para reconocer con el auxilio de correspondencias aparentes la existencia de algunas relaciones fortuitas, de las que solo pueden tenerse aquellos antecedentes que nacen de las mismas observaciones, la primera dificultad que se ofrece y ha de ven- 104 cerse es la de las complicaciones que presentan las variacio- nes magnélicas, complicaciones que proceden de diversas cau- sas, y cuyos efectos pudieran atribuirse á cierto número de ellas; y tambien la de presentar esas mismas variaciones en un orden ó disposicion metódica á propósito para que el físico 0 el geómelra comprendan mejor la naturaleza del problema ó6 problemas de cuya resolucion deben ocuparse. La primera distincion que ha de hacerse en las variaciones magnéticas, consiste en separar aquellas que se han verificado al mismo tiempo en diversos puntos de la superficie de la tier- ra, y que por lo tanto se refieren mas bien al espacio de las que se presentan en distintas épocas en un solo y mismo lugar, y tienen relacion especialmente con el tiempo. El objeto de las espediciones magnéticas es el recojer los datos de la pri- mera de estas divisiones principales, al paso que los obser vatorios magnéticos reunen los datos de la segunda, á la cual corresponde esta comunicacion, que versa sobre las variacio- nes relativas al tiempo en una sola estacion, la de Santa He- lena. Sin embargo, hasta para una sola estacion son demasiado complicados los fenómenos para abrazarlos todos, y exijen nue- vas subdivisiones, lo cual se consigue del modo mas satisfac= torio con la separacion ordinaria en tres clases ó elementos, como se llaman generalmente: la declinacion, la inclinacion, y la intensidad de la fuerza directriz. La discusion se limitará ahora a un elemento, la declinacion, y solamente á una parte de los resultados obtenidos por las observaciones de ese ele- mento en Santa Helena. Dada una descripcion del instrumento con que se han prac- ticado, y tambien del modo de hacerlas y anotarlas, cuyos de- talles se omiten, y se hailarán reunidos en el primer tomo de las observaciones magnéticas¿de Santa Helena, da á conocer el autor las conclusiones sobre las cuales quiere llamar la aten— cion, € igualmente la manera con que se han obtenido, acerca de lo cual citaremos casi sus mismas palabras. Antes de examinar, dice, esas variaciones periódicas ó fluctuaciones al rededor de un valor medio que, en atencion á que tienen por periodo, por ejemplo, el año solar ó el día 105 solar, nos conducen naturalmente á las causas que dependen en cierto modo del lugar de la tierra en su órbita relativa- mente al sol, ó de la revolucion de nuestro planeta al rededor de su eje, es necesario examinar tambien, y si es posible eli- minar los efectos de una variacion que, segun tenemos moti- vos para creer, ha de consistir intrinsecamente en el magne- tismo de la tierra misma. El aspecto geográfico del magnetis- mo terrestre, si puede permitirse este lenguaje, ó las diferen- les medidas de la fuerza magnética, segun existe en distintos puntos de la superficie del globo, y las diversas direcciones que toma un imán en lugares diferentes en virtud de esa mis- ma fuerza, lejos de ser constante es un fenómeno sujeto á con- tínuos cambios, que se diferencian de las demas variaciones magnéticas que conocemos en que no ofrece el caracter de una oscilación al rededor de un valor medio en periodos de una duracion mayor ó menor, sino que mas bien se asemeja ' al parecerá un cambio progresivo contínuo, principalmente cuando se estudia de una manera general el fenómeno por to- da la superficie del globo; por cuya razon se le ha dado el nombre adecuado de variacion secular. Efectivamente, es po- sible que el magnetismo de la tierra tenga sus periodos; que el fenómeno que se manifiesta en una sola y misma época en toda la superficie del globo, pueda reproducirse en una época subsiguiente; y que lo que se llama variacion secular de cada elemento magnélico, cuyo progreso ó marcha se observa en un punto particular de la superficie, en Santa Helena por ejemplo, sea una parte de una sucesion de variaciones que se efectuan en un ciclo cuya duracion, por grande que sea, pue- de sin embargo resultar comensurable. Con todo, en el estado de nuestros conocimientos, es imposible justificar la hipótesis de leyes periódicas ni aun aproximadas de esa variacion del magnetismo terrestre, y debe continuarse considerándola por ahora como un cambio secular, cuyo periodo, si existe algu- no, ó periodos si hay varios, nos son desconocidos todavia. Pe- ro si bien la variacion secular no tiene relacion íntima algu- na, al menos por lo que ha podido observarse, con ninguno de los periodos de tiempo determinados por otros fenómenos, ya sea de nuestro mismo planeta, ó ya de cualquier otro cuerpo 106 celeste, es evidente que podemos trazar la marcha media que sigue ese cambio en los diversos elementos magnéticos y en una estacion particular (como la declinacion de Santa Hele- na), que corresponde con las medidas definidas del tiempo que usamos (por ejemplo un mes, ó la dozava parte del año so- lar), tomando las diferencias sucesivas entre las medias men- suales de todas las observaciones horarias en el primero y se- gundo mes de su duracion; luego entre el segundo y tercero; despues entre el tercero y cuarto; y asi sucesivamente. Pro- cediendo de este modo en el caso de la declinacion de Santa Helena, se obtienen 60 diferencias, que se aumentan en los cin- co años de observaciones horarias, las cuales nos hacen ver que el aumento mensual de la declinacion occidental, en el intervalo de dichos cinco años, se ha elevado por término me- dio á 0',657, lo que equivale á un aumento anual de 7,88. Sin embargo, no es necesario en este estudio que sea ho- rario el sistema de observacion, bastando otro mas sencillo, con tal que las observaciones se distribuyan de un modo igual en el curso del año, y que al menos sean aproximadamente equidistantes los intervalos de las observaciones diarias. An- tes de principiar la serie horaria se habian hecho otras biho- rarias por espacio de quince meses, y al lerminar esta serie hubo otra de observaciones durante veintiun meses, hechas en 5 horas diferentes de cada dia, y estas tales que pudieran dar por su combinacion un valor medio verdadero de todos los dias, logrando asi abrazar un periodo mas estenso, que com- prende noventa y seis meses consecutivos ú ocho años, de los cuales se puede deducir el término medio de la marcha de la variacion secular en Santa Helena. Procediendo como se ha dicho antes, resulta en el espresado periodo una marcha me- dia de 0,661 para el aumento de la declinacion occidental en un mes, y el de 7',93 en un año solar. Por consiguiente, en dichos ocho años ha aumentado en tolal mas de un grado la direccion magnética horizontal en Santa Helena. Cuando es poco considerable el número de años en que se quiere hacer notar la marcha media de la variacion anual, es preciso fijar mucho la atencion en la distribucion regular de las observaciones relativamente a los meses y horas; porque 107 las hechas en una época del año ú hora del dia no se pueden comparar rigorosamente con las verificadas en otras épocas del año ó diferentes horas del dia, á no ser que se apliquen ciertas correcciones basadas en una larga serie de observacio- nes practicadas en el mismo punto 6 á poca distancia de él, para las variaciones anuales y diurnas. Pero cuando los perio— dos de comparacion abrazan intervalos considerables de tiempo, disminuye notablemente la influencia comparativa de las varia- ciones anuales ó diurnas; y si se estiende la comparacion á un gran número de años, puede despreciarse, prácticamente ha- blando. Pues bien, siendo Santa Helena una estacion naval, visitada con frecuencia por los navegantes de todas las nacio- nes, que poseen los conocimientos necesarios, y que han tenido cuidado de guardar las precauciones precisas para que den confianza sus observaciones, se puede tomar de la relacion de sus viajes una serie de determinaciones de la declinacion, he- chas todas en el mismo punto, en el fondeadero de Santa He- lena, y se estienden á un periodo de 236 años, Ó sea desde 1610 a 1846. La tabla siguiente contiene once determinacio- nes elejidas en dicho periodo, y tomadas lodas de autoridades muy respetables, hallándose afortunadamente repartidas con igualdad respecto á los años en que se han hecho; de modo que no solo dan luz acerca de la estension media del cambio secular de la declinacion en ese largo periodo, sino tambien sobre la regularidad y uniformidad con que se operan estas variaciones. Tratando dichas once determinaciones por los mé- todos conocidos, se obtienen 11” 48” para la declinación occi- dental correspondiente á la época media, año 1763, y 8',05 como la marcha mas probable del aumento anual en los 236 años. 108 Observacion. Cálculo. Observacion—Cálculo. 4610 | Davis... ......-| — 7%413/ | — 8%44' dd 1677 | Halley..........|— 0 40 is — 0 56 1691 | Halley..........| + 1 00 + 208 — 41 08 IMA Che ws: > orar SO + 634 +0. 56 TIGO WALES Se do et DAS +13 25 — 1 07 1789 | Hunter.......+..| +15 30 +15 18 DA 1796 | Macdonald. .....| +15 48 +16 14 — 026 1806 | Krusenstern. ....| +17 18 +17 34 — 0.416 1839 | Du Petit-Thouars.| +22 17 +22 00 pa O ROSS AOS +22 08 + 045 USE il Berarda alcatato lA Pl + 014 AAA PENA AC O [IET ALDO ERRE AUATENIA Epoca Méedia............ Sp ibo ici: CLOnao LOL 1763. Declinación Medid. ..omnrosacconncsonnos Anetnsado aenes PASO Aumento anual de la declinacion occidental............ 8,05. Aqui tenemos un ejemplo sorprendente de la magnitud y caracter de la variacion que se ha verificado en una estacion particular por este caso notable de la historia de la fuerza mag- nélica de la tierra. En menos de dos siglos y medio, la direc- cion horizontal que toma una aguja imantada en Santa Hele- na, en virtud de la fuerza magnética terrestre, ha cambiado en mas de 30%, 0 sea mas de la dozava parte de la circunfe- rencia entera; y cuando se trata de examinar con mas aten- cion los hechos, hay motivos para decir en conclusion, que ese gran cambio se ha efectuado por una progresión sosleni- da, igual y uniforme durante la totalidad del período. El va- lor de la variacion anual, deducido de los ocho años en que se han verificado las observaciones por el destacamento de arti- lleria real estacionado en el observatorio, 6 sea 7,93, difiere tan ligeramente del que se deduce de las observaciones prac- ticadas en el fondeadero desde los tiempos mas remotos en que se principiaron a registrar las observaciones, que pueden muy bien considerarse como idénticos ambos valores. Para examinar si ha sido uniforme esa marcha en todo el periodo de los 236 años ó si ha sucedido lo contrario, po- drán servir los mismos cálculos que dan 805 para la mar- cha media mas probable de la variacion entre 1610 y 109 1846, a fin de obtener en los años en que se ha observado la declinacion los valores mas probables de la correspondien- le á esa misma marcha, que se supone uniforme. Estos valo- res calculados se han puesto en la tabla frente de los años a que se refieren á continuacion de los valores correspondien- tes observados, y la última columna indica las diferencias. Si se examinan estas, se advierte que no hay una que esceda de los límites de los errores de observacion que producen las ir- regularidades á que se hallan sujetas las observaciones mag- néticas hechas á bordo de una embarcacion; y lo que hay mas importante es, que caen indistintamente al Este y al Oeste de los valores calculados en el supuesto de una marcha unifor— me, y sin la menor apariencia de carácter sistemático que pue- da indicar que la marcha haya sido tal vez irregular. Se pue- de autorizadamente, pues, sacar por conclusion, que á contar de la época mas remota á que pueda hacerse referencia, la marcha de la variacion secular en Santa Helena ha sido pro- gresiva de año en año, y que la progresion ha sido anual- mente uniforme, con muy corta diferencia. Pero no concluyen aqui las inducciones que se sacan de las observaciones de Santa Helena. Por una disposicion conve- niente dada a las de los ocho años, se puede demostrar, ha- ciendo como es oportuno muy pequeña comparativamente la parte de las irregularidades introducidas en la marcha regu— lar del fenómeno por causas perturbadoras, de las cuales se tratará mas adelante, que la variacion anual media se veri- fica por partes alicuotas iguales en cada mes del año. Los ocho años de observaciones principiaron en junio de 1841, y tomando el término medio de los ocho medios mensuales en los ocho meses desde junio de 1841 a 1848, se obtendrá un valor medio mas seguro de la declinacion correspondiente á junio que si se hubiera limitado a un solo año la observacion. Ejecutando lo mismo con los ocho meses de julio, y luego su- cesivamente con cada uno de los demás meses, se tendrán los doce valores mensuales de un año que principie en junio y concluya en mayo, que representarán bajo una forma sencilla y compacta los valores medios de los ocho años totales, cu- - yos valores son los que se hallan reunidos en la tabla siguien- 110 te, donde se nota á primera vista que el aumento de la decli- nacion occidental es progresivo en todos los meses del año, sin escepcion alguna. Si además se quiere examinar el grado de aproximacion que presentan los valores con una progresion absolutamente uniforme, puede aplicarse una parte alicuota del valor anual (77,93) á cada medio mensual, correspondiente a la diferencia de tiempo á contar desde la época media (1.* de diciembre). Corrección de la varia- Mes. Declinac ion cion secular | Declinacion media Diferencias media. en 4.* de del año. d—y/ diciembre RZé A A AZ R 2 Junio.......| 23%3',42 +3/,64 | 23%27',06=JJ" +07,22 Julio. ......|.23:24,45 | +2,97 | 23.27 ,42=]" —O ,14 ApostO...... |" 23.24.91: 42,31 1/23 27,297 +0 ,06 Setiembre....| 23 25,30 | 41,65 | 23 26,95=-' +0,33 Octubre.....| 2326,32 | +0,99 | 23 27 ,31=J' —0 ,03 Noviembre....| 23 27,07 +0,33 | 23 27,40=J' —0,12 Diciembre. ...| 23 27,73 23 27 ,40=4" —0,12 23 27,30)" —0 ,02 23:27 ,58=J" —0,30 23 27 ,45=]" —0 ,17 23 27 ,24=J” +0 ,04 2327 ,05="' +0 ,23 Enero... .....| 23 28,29 Febrero.....| 23 29,23 Marz0.......| 2329,76 | —2,31 AD 23 301,24 May0.......| 2330,69 Valor medio correspon- diente al 1.* diciembre. 23 27, 28 UNO =10r La segunda columna de la tabla contiene las partes alicuo- tas de que se ha hecho mencion, y la tercera, que comprende las declinaciones medias del año deducidas respectivamente de los valores de observacion en los diferentes meses con la correccion de la variacion secular supuesta uniforme, demues- tra cuánto se aproximan á un mismo y solo valor los resulta- dos deducidos de los diversos meses. Las pequeñas diferencias que se notan en la última columna son en su mayor parte ta- les, que desaparecerian probablemente si se hiciesen otras séries de observaciones mas largas. Debe advertirse tambien, que el carácter de los signos manifiesta visiblemente la indi- HA cacion de una afectacion semi-anual muy pequeña, depen- diente de la posicion del Sol á los dos lados del ecuador, de la cual se volvera á hablar cuando se trate de los demás efec- los que se acumulan. Los mismos caraciéres de regularidad y de uniformidad se presentan si se continúa el exámen en periodos mas cortos, comparando unas con otras las veintiseis quincenas medias del año; pero se ha dicho ya bastante para probar la regularidad y el caracter sistemático de las variaciones llamadas secula- res, producto de fuerzas que obran constantemente en la su- perficie de nuestro planeta. En la completa imposibilidad de ligar dicha variacion con los demás fenómenos de la naturale— za, ya cósmicos, ya terrestres, no hay mas alternativa que considerarlos como uno de los rasgos constitutivos de la mis- ma fuerza magnética terrestre, y como uno de sus caractéres mas notables, que no deben olvidar los que tratan de espli- car los fenómenos de dicha fuerza por medio de alguna teoría fisica. Las tentativas que se han hecho frecuentemente para esplicar estas variaciones por una supuesta conexion entre los fenómenos magnéticos y la distribucion de los continentes y las aguas en la superficie del globo, ó la distribucion del ca- lor en esa misma superficie, ó bien por corrientes eléctricas escitadas por la rotacion de la tierra sobre su eje, no facilitan dato alguno para esplicar con su auxilio una variacion siste- mática de esta clase, y fallan tan pronto como se toman en consideracion los casos de las variaciones :seculares. Segun los fenómenos de un solo elemento en una sola estacion, tales to- mo se presentan aquí, podemos estar ciertos de que efectos que se verifican con tanto orden y regularidad , que no pue- den atribuirse á otra causa que á la del mismo magnetismo terrestre, ni separarse por consecuencia de sus demás mani- festaciones, han de hallar por lo menos un lugar en toda teo- ría que pretenda esplicar los fenómenos del magnetismo ter- restre. Para lograr el conocimiento de las variaciones que se verifican en dicho elemento magnético, € igualmente en los demás que siguen un curso en las otras partes del globo, y para descubrir sus relaciones mútuas, asi como el sistema ge- neral de variaciones seculares que indican, es necesario reunir 112 los datos, que de la misma manera que en Santa Helena, se recojan de un gran número de estaciones distribuidas por la superficie de la tierra, estudiándolos separada y colectivamen- te. Este trabajo parecerá inmenso, pero es el medio mas cier- to, y tal vez el único seguro de llegar al conocimiento correc- to de las leyes fenomenales, cuando son enteramente desco- nocidas estas y sus causas. Aunque en este estudio, como en otros de igual naturaleza, aparezcan á primera vista algo complicados los fenómenos, y se admita completamente que el de la variacion magnética secular se nos presenta al prin- cipio bajo una forma sumamente compleja, sin embargo no tarda mucho el entendimiento en reconocer cierto orden en medio de esa irregularidad aparente, y un sistema en medio de esas incesantes variaciones. Bien pronto se nota que el or- den y regularidad de una sola estacion que nos sorprenden, caracterizan de una manera igualmente notable una variacion sistemática general, que se observa simultaneamente en la superficie entera del globo; pudiéndose admitir que ha estado en actividad constantemente desde las épocas mas antiguas en que se han hecho observaciones magnéticas. Y es este un es- tudio que proporcionará gran recompensa á los que gustan sujetar los fenómenos de una gran complejidad aparente á leyes comparativamente sencillas, que al parecer son apli- cables á todos; siendo por otra parte indispensable hoy si ha de adquirirse el conocimiento de las leyes del magnetismo terrestre. Comparando las líneas isogónicas que corresponden á di- versas épocas, es decir, las de igual declinacion magnética empleadas por Halley, y que se ha visto luego que son muy útiles para las generalizaciones de este ramo de los fenóme- nos magnéticos, se advierte que se ha verificado al mismo tiempo en la mayor parte del Océano Atlántico meridional una variacion secular en la declinacion, casi idéntica á la de San- ta Helena; y segun la forma de las lineas isogónicas en dicha parte del globo (que ha sufrido muy corta variacion en los 200 últimos años), se nota tambien que la regularidad de la pro- gresion y su persistencia en la misma direccion concuerdan con el movimiento general de oriente á occidente, que han re- 113 conocido los físicos hace mucho tiempo como lo que distingue la variacion sistemática general del hemisferio meridional de la del septentrional, que se verifica en direceion opuesta. Pasa luego a investigar el autor las variaciones que han sucedido en los periodos correspondientes á un año solar y a un dia tambien solar; correspondencia que, segun hace notar, nos da á conocer una relacion física, aunque todavía vaga, respecto al modo de obrar entre la causa y el efecto. Un co- nocimiento correcto de los fenómenos mismos, es el guia mas cierto para formar un juicio seguro en medio de las numero- sas teorias que se han propuesto anticipandose á ese conoci- miento; y el autor ha creido que debia aprovechar esta oca- sion'para ofrecer á la Sociedad una análisis correcta de las va- riaciones primarias anuales y diurnas en Santa Helena, que pueden atribuirse á la influencia solar, esperando que estas presentarán bajo un aspecto perfectamente distinto algunos puntos, que imporla no perder de vista cuando se quieren for- mular ó juzgar esas teorias. Al efecto ha presentado á los miembros de la Sociedad unos diagramas que representan en grande escala la variacion diur— na media de la declinacion en Santa-Helena, en los diversos meses del año, y la variacion de cada hora de las 24, tomán- dolas ambas de la media de cinco años de observacion hora- ria. Eliminado préviamente el cambio secular, considera el aulor que dichos diagramas representan lo que puede consi- derarse como unas vislas lípicas de las variaciones anuales y diurnas, correctas en cuanto á sus relaciones con la declina- cion media del año, ó con la media aritmética de todas las observaciones horarias del año tomada por cero. Como los fe- nómenos diurnos se dividen por sí mismos en dos grupos en los diferentes meses, siendo los equinoccios como épocas apro- ximalivas minimas de separacion, se ha hecho distincion de los meses en que el sol está al Norte, de aquellos en que se halla al Sur. Poseyendo con los diagramas la representacion colectiva de dos clases diversas de fenómenos, una variacion diurna de cada mes y una anual de cada hora, traia separadamente el autor de cada una de ellas principiando por la anual, sobre la TOMO Y. 8 114 que procura dar alguna luz, tomando por ejemplo la hora de las 7 de la mañana, y manifestando el orden y suces:on de jos diferentes mesessen el ciclo anual á dicha hora, cuyo orden es el siguiente. En abril la declinacion media es próximamente de medio minuto al E. de la declinacion media del año; en mayo cer- ca de % E.; en junio 2% E. próximamente; en julio y agos- to, aunque la série es relativamente un poco irregular, 21 y 26 E.; en setiembre se aproxima de nuevo la declinacion a la línea media, y se halla por lo menos á 13 al E.; en oc- tubre ha pasado ya la linea media y está al O. de ella á 1%' con corta diferencia; noviembre, diciembre, enero y febre- ro contribuyen á que se aproxime á la estremidad occidental de la oscilacion anual, mientras que en marzo se advierte que la declinacion se acerca á la línea media, y que en abril ha.salvado dicha linea para pasar al E. Se nola, pues, dice el autor, en las variaciones sucesivas de la declinacion du- rante el curso del año, el caso general de una variacion anual a la hora solar de las 7 de la mañana, elegida para ejemplo, y cuando se halle el sol á las 5 al E. del Meridiano, en la que son los fenómenos tales como se han descrito sumaria- mente. Si no hubiese variacion anual en dicha hora, tendrian todos los meses la misma declinacion media, y la figura que representa en el diagrama el ciclo anual, estaria concentrada en un punto. La variacion anual difiere considerablemente en las diversas horás, pero es un carácter general de ellas el ha- llarse los meses de cada lado de uno de los solsticios, 6 reu- nidos hacia una estremidad de la oscilacion anual á la hora indicada, mientras que los meses de los dos lados del solsti- cio opuesto están reunidos igualmente á la estremidad contra- ria, Ó bien pasan al mismo tiempo los meses de los dos sols- ticios, por una transicion muy rápida, de un estremo al otro. Esta variacion anual no se ha tomado en cuenta en la su- posicion ideada por una autoridad muy respetable, de que en la proximidad del ecuador ha de ser constante la direccion magnélica á todas las horas del dia y de la noche. Si se reunen las medias mensuales de cada periodo de seis meses separado por los equinoccios, resultan dos lineas semi- 115 anuales medias, difiriendo comparalivamente cada una de un modo muy lijero de la de los meses que la componen; pero se diferencian ambas entre sí, y mas todavía de la marcha diurna media del año. Cuando se examinan las figuras que representan la mar- cha diurna media del año en Santa Helena, Toronto y Hobar- ton, casi no puede dudarse que representan sustancialmente el mismo fenómeno. Es verdad que no son idénticas la mag- nitud y las inflexiones de las curvas, pero se aproximan tanto que se puede muy bien suponer que las pequeñas diferencias son unas muy ligeras modificaciones, que tal vez se espliquen algun dia. No pasará desapercibido que durante las horas en que el sol está sobre el horizonte, y cuando los efectos son ma- yores, es mas notable la correspondencia de los fenómenos en las tres estaciones, y que no se verifica inversion del fenó- meno en el hemisferio opuesto. En ambos (lo mismo que en San- ta Helena, que se halla bajo los trópicos) la declinacion se encuentra antes del mediodia al E. de la media y al O. des- pues de dicha hora, cuando el sol está al Norte del ecua- dor, sucediendo lo contrario cuando se halla al Sur. Los efec- tos son iguales en las tres estaciones, aunque el sol corres- ponde al verano en uno de los hemisferios por hallarse al Norte del ecuador, y en el otro al invierno, cuando bajo los trópicos deja de ser apreciable esa distincion de estaciones, y las épocas del máximo y minimo de temperalura no corres- ponden con ninguna de las estaciones extratropicales. Los fe- nómenos representados de este modo comprenden mas de 86 grados de latitud, que ofrecen no solo diferencias contemporá- neas de climas casi estremos, sino tambien las no menos no- tables de inclinacion, declinacion y fuerza magnética abso- lulas. No puede caber duda, añade el autor, en que la variacion anual descrita aqui ha' de atribuirse ante todo á la revolu- cion de la tierra al rededor del sol, en un periodo de la mis- ma duracion y en una órbita inclinada al ecuador. Pero se preguntará: ¿de qué manera causa el sol en el magnetismo terrestre esa variacion comparativamente pequeña pero siste- malica? La semejanza del efecto, equivalente casi á la identi- 116 dad en las horas en que son diferentes las condiciones magné- ticas tanto climatéricas como terrestres, lo escluye al parecer completamente de las relaciones físicas á que se ha recurrido con frecuencia y de tan diversos modos para dar esplicacio- nes plausibles de las variaciones magnéticas. En tal dificul- tad tal vez se halle algun auxilio examinando con mas alen- cion, por medio de las observaciones de Santa Helena, las épocas en que pasan los fenómenos de uno de los grupos semi- anuales á los fenómenos contrarios del otro grupo semianual, lo cual se ha averiguado que sucede próximamente en los equinoccios: la aproximacion, sobre todo en el equinoccio de setiembre, el dia 21, se marca muy claramente y de un mo- do bien definido. Tomando el término medio de la marcha diurna en las tres semanas que van desde el 1.* al 21 de se- tiembre, la línea que lo representa apenas difiere de una ma- nera apreciable en las veinticuatro horas, de la linea media del semiaño precedente, contado desde el 22 de marzo al 20 de setiembre; lo cual prueba que no sufren variacion alguna hasta la época de los equinoccios los fenómenos de este grupo semianual. Si se toma al mismo tiempo la media de la mar- cha diurna en las tres semanas siguientes al 21 de setiembre, la línea que la representa hace ver que no solo ha principia- do el paso de los fenómenos de un grupo semianual á los del otro, sino que a la mitad del espresado periodo, es decir, once dias despues del equinoccio, ha adelantado mucho la va- riacion hácia su estado completo, al cual llega finalmente a mediados de octubre; sin que conserve la línea media de este mes señal alguna de aquellos caractéres semianuales, que no habian sufrido ninguna modificacion diez dias antes del equi- noccio. En el de marzo el principio de la variacion resulta igual- mente definido, pero no se descubre señal alguna desde el 1.* al 20 del mismo mes cuando se compara la media de los seis meses desde el 22 de setiembre al 20 de marzo: por conse- cuencia, la variacion principia en dicha época, si bien se efec- tua con menos rapidez que en el equinoccio de setiembre, merced á alguna causa todavía desconocida, la conversion de los fenómenos de un semiaño á los del otro. La media del mes 117 - de abril conserva señales claras del grupo que acaba de de- jar, siendo en realidad un mes de transicion entre ambos gru- pos; pero la conversion es enteramente completa en mayo, no ofreciendo los fenómenos de este mes caracteres por los cuales puedan distinguirse de los de los meses de junio, julio y agosto. Segun lo que se ha dicho en los parrafos anteriores resul- ta pues como evidente, que las épocas del paso del sol por el ecuador tienen una influencia muy marcada en el fenómeno considerado aqui, y que esta influencia es siempre igual, pro- duciendo efectos análogos, ya se halle la estacion al Norte, ya al Sur del ecuador, y por diversas que sean las condicio- nes climatéricas ó magnéticas. Las características semianuales subsisten sin variacion hasta el dia de los equinoccios respec- tivos: estos forman las épocas en que da principio la transi cion de los caracteres de un grupo semianual á los del otro, no siendo completa hasta pasado un corto número de dias des- pues del equinoccio de setiembre, tardando un poco mas en el de marzo. Asi como las variaciones en el magnetismo de induccion de los buques siguen inmediatamente á las del mag- netismo terrestre que corresponden á la posicion geográfica modificada de la nave, no llegando á ser completas sino des- pues de un intervalo de tiempo mas ó menos largo, del mismo modo las variaciones de que aqui se trata principian en las épocas equinocciales, pero exijen para llegar á ser comple- tas un intervalo de tiempo mayor ó menor. METEOROLOGIA. Iipsolermómetro; por Mr. WALFERDIN. (L'Institut, 2 agosto 4834.) El año de 1841 dió a conocer Mr. Walferdin á la So- ciedad geológica de Francia este instrumento, destinado á 118 medir alturas, valiéndose de la indicacion mas exacta po- sible de la temperatura á que el vapor se desprende del agua hirviendo. En una nota leida á la Sociedad meteo- rológica, Mr. W. recuerda que para que el termómetro pue- da aplicarse utilmente á la determinacion de alturas, debe necesariamente tener el punto cero y el de la ebullicion del agua bajo la presion de 160ww de mercurio. Siendo tanto mas seguros los resultados cuanto el termómetro indica una frac- cion de grado mas pequeña, era de desear que, por ejemplo, permitiese apreciar en lo posible la centésima parte de un grado centesimal. En fin, es indispensable que durante la ob- servacion esté enteramente sumerjido en la columna de vapor que se desprende del agua en ebullicion hasta el nivel á que el mercurio llega en el tubo a esta temperatura. + Se ve que para satisfacer el conjunto de estas condiciones el instrumento debe marcar grados de gran longitud, sin que sin embargo la de su tubo sea un obstáculo para que la co- lumna de vapor se mantenga en una lemperatura constante en medio de las causas de perturbacion que puede ocasionar el enfriamiento de la atmósfera en estaciones mas y mas eleya- das. Es preciso, en una palabra, acortar cuanto sea posible el tubo del termómetro, y alargar (lo cual parece contradic—- torio) al mismo tiempo el espacio correspondiente al valor de] grado. Tal era en efecto el problema que habia que resolver para que el termómetro pudiera aplicarse con certeza y faci- lidad a la determinacion de las alturas. Para obtener grados largos en un tubo muy corto que in- dique el cero y el punto de ebullicion del agua, Mr. W. se- paró po; un espacio intermedio el tubo de su hipsotermóme-— tro en dos partes, cada una de las cuales llevaba una escala arbitraria grabada sobre el tubo mismo. La primera de estas escalas estaba destinada á la verificacion del cero, y la segun- da á la indicacion de la temperatura de la ebullicion del agua en las diferentes estaciones en que el instrumento ha de colo- carse para hacer el ensayo. De esta manera el mercurio, dila- tado desde el punto en que cesan las divisiones de la escala ¡nferior, se encuentra, al principiar la observacion hipsometri- ca, encerrado en el espacio intermedio, y no sale para entrar 119 en el tubo al nivel de las primeras divisiones de la escala su- perior sino en la temperatura mas baja á la ebullicion del agua. Este espacio intermedio tiene la figura de una aceituna puntiaguda en sus dos estremos, para que al dilalarse el mer- curio llene completamente su capacidad. La cubeta ó reci- piente del hipsotermómetro de cristal era muy pequeña, y no tenia mas que 22 milímetros de longitud por 3 de diametro; la longitud de la escala inferior es solo de 25 milimetros en este instrumento, y la de la escala superior de 140 milimetros. El grado centesimal no tiene menos de 18 milimetros en este instrumento, aun cuando la longitud total no pausa de 210 mi- limetros. Por último, para que la graduacion pueda leerse en la estacion superior, la columna de vapor no necesita tener mas de 90 milímetros de longitud, y bien se deja conocer cuán facil es, por medio del mas sencillo aparato de ebullicion, y lo que todavía es mas esencial, su mas corta dimension, po- ner esta columna de vapor al abrigo de las causas de error que pueden provenir del enfriamiento de la atmósfera en la altura á que se hace el esperimento. Con este instrumento han hecho, dice Mr. W., una serie de observaciones en las montañas inmediatas al lazo Leman, los SS. Burnier y Dufour, profesores de matemáticas en Mor- ges y en Orbes, y Mr. Yersin, profesor de Ciencias naturales en Morges. Segun los calculos de Mr. Burnier, de 29 observa- ciones sucesivamente escalonadas hasta la altura de 2.040 me- tros sobre el nivel del mar, con el barómetro y el termóme- tro hipsométrico que acaba de describirse, resulta que basán- dose en la tabla de Mr. Regnault para calcular la presion se- gun la temperatura de ebullicion del agua, el esperimento ha indicado una diferencia media de 0”w,29 en presion y de 0*,012 en temperatura. «La precision de 0,012 que se obtiene, dice Mr. Burnier, corresponde á un quinto de la division de este termómetro, y es precisamente lo que puede leerse con exac—- titud.» Queda pues demostrado que sin necesidad de que la lon- gitud total del hipsotermómetro de Mr. W. esceda a la de un termómetro comun de grados cortos, haciéndola por ejemplo de 30 centimetros en lugar de 21, el instrumento producirá 120 para el valor del grado centesimal en cualquiera altitud una longitud de 20 á 25 milimetros, los cuales pueden facilmente subdividirse en cuatro ó cinco partes para la lectura directa. Se ve pues que el termómetro hipsométrico asi-construido, y cuyo trasporte no ofrece la menor dificultad en los viajes, puede, con el auxilio del aparato de ebullicion mas sencillo, ser empleado con la misma exactitud que el barómetro para la determinacion de las mayores alturas, y reemplazar al ba- rómetro, el cual por su fragilidad y azares tan frecuentes en los viajes, queda tantas veces sin poderse usar. Mr. W. ha dado en seguida esplicaciones sobre la utilidad que presenta la indicacion del cero unida á la de la ebulli- cion del agua en su hipsolermómetro, sea para la verificacion del cero antes y despues de la ebullicion del agua y su cor— reccion, sea para la determinacion del número de divisiones correspondientes al valor de cada grado: habla de la variabi- lidad del punto cero, observada hace mucho tiempo por Hau- gergues y despues por otros fisicos, y de su oscilación, indicada en 1837 por Mr. Despretz; dos hechos cuyas causas no parecen completamente conocidas hasta ahora, y podrian en su opinion ser debidas, no.solo al cambio de velúmen en la cubierta ví- trea del termómetro, sino acaso tambien al estado del mercurio despues de la ebullicion; señala la indisputable ventaja que resulta del uso de instrumentos en que el grado ocupe un lar- go espacio en el tubo, atenuando sensiblemente los errores de paralaje, sin que haya necesidad de recurrir al catetómetro; in- siste por último en la necesidad de sustituir, hasta para los ins- trumentos termométricos que se emplean en meteorología, las escalas grabadas en el tubo y no las aplicadas, que concluyen siempre por vacilar algo al cabo de cierto tiempo, y no dejan entonces verificar exactamente el cero; manifiesta tambien el sentimiento de que las escalas grabadas en el tubo, que indi- can directamente la temperatura, no sean á su vez definitiva- mente reemplazadas por las escalas arbitrarias, que hoy ge- neralmente se usan para las investigaciones de estrema exac- titud, pues solo á beneficio de ellas se puede correjir en lo posible el defecto de cilindricidad de los tubos termomé- Íricos. 121 Mr. W. añade que, con arreglo á las observaciones he- chas con el mayor cuidado en 1851 por los Sres. Burnier, Dufour y Yersin, la medida hipsotermométrica obtenida por medio de su instrumento ha dado á la altura de la roca de Naye 2.042 metros sobre el nivel de mar, y que la determi- nada por los procedimientos geodésicos es de 2.040 metros. 009 Q000— CIENCIAS NATURALES, 0 (0) ———— GEOLOGIA. Sobre la obra nueva de Mr. BerNmARD Corta, intitulada: El suelo de Alemania; por Mr. Ones (1). (Bol. de la Soc. Geol. de Francia, 2.* serie, tomo X.) Mr. Bernhard Cotta, sucesor de Werner en la cátedra de geologia de la Academia de Freiberg, acaba de publicar con el nombre de el Suelo de Alemania el tomo 1.” de una obra que parece digna de la atencion de los geólogos: es en efecto el primer ensayo de aplicacion de la geologia á la economía y á la estadistica. Mr. Cotla procura demostrar la influencia de la superficie del terreno en la vida humana. En la primera parte de su obra desenvuelve las leyes de esta influencia en general, y en seguida las aplica a la Alemania. La sola observacion de los hechos le ha conducido á estas nuevas teorias, á consecuencia delas investigaciones que ha hecho principalmente para el mapa geognóstico de la Sajonia y de la Turinga. Durante sus tra- bajos, Mr. Cotta se ha convencido de que puede demostrarse facilmente aquella influencia, y que es sumamente util cono- cerla, por ser necesario recurrir á ella en gran número de Casos. Mr. Cotta, al paso que conviene en que la influencia de la constitucion geológica es mas bien indirecta que directa, de- muestra que las apariencias esteriores prueban la necesidad (1) El Suelo de Alemania, su constitucion geológica y su influencia en el hombre; por Mx. BerwNHArRD Corra: Leipzig, 1853. 123 de esta influencia. En efecto, las formas del paisaje son conse- cuencias de la constitucion geológica del suelo y de los mo- vimientos geológicos locales, como por ejemplo la elevacion y el hundimiento de terrenos. La vejetacion está sometida en cierta proporcion á la influencia del suelo, independientemente de la que en ella ejerce el clima: las plantas suministran ali- menlo á los animales, y el hombre hace uso de estos y de aquellas. La tierra en sus capas superiores contiene piedras á propósito para la construccion, arcillas plásticas, metales, carbon de piedra y sales; presenta terrenos sólidos ó ligeros para las construcciones; opone dificultades mas óÓ menos gran- des;de comunicacion; presenta manantiales abundantes Ó es- casos, aguas potables, salubres ó insalubres, termales y mi- nerales; obliga á los rios á seguir un curso mas ó menos re- gular, contribuyendo á que sean Ó no navegables, y á que puedan ser aplicados como fuerzas motrices; finalmente, la tierra obra como buen ó mal conductor del calórico, produce gases y vapores diversos, y por tanto no puede menos de in- fluir en el bienestar y en las ocupaciones de los hombres. Mr. B. Cotta ha tratado tambien de probar que la forma- cion geognóstica de la tierra no ha carecido ni carece de in- fluencia en la historia de los hombres, en las razas, en los Estados, en los límites de estos, en la variedad de su desar— rollo, en la vida social, moral é intelectual, y que por consi- guiente no deja de tener alguna relacion con la política. Insiste sobre lo mucho que importa estudiar una influen- cia descuidada por tanto tiempo y tan á costa del interés in- dividual y general, como cuando, por no citar mas que un ejemplo, se han destinado para bosques terrenos que mas bien eran á propósito para cereales, y vice versa. Mr. Colta ha dividido la Alemania en 43 regiones ideales, indicadas por la formacion de las cuencas y las montañas: en seguida estudia cada una de estas regiones aparte, adjudican- do 15 a la gran llanura del Norte, 5 a los Alpes, y las 23 res- tantes á las comarcas intermedias. Su obra por otra parte contiene un gran número de divisiones y detalles geológicos muy interesantes, sobre el yacimiento de las rocas jgneas y se- dimentarias en todas las partes de Alemania. 194 Sobre los tubos y los surcos de las capas calizas y no calizas; por Mx. Trimmer. Sobre el origen de los pozos de arenas y de los casquijos en la creta de la cuenca terciaria de Lon- dres; por Mr. Prestwicn. (Bibliot. univ. de Ginebra, marzo 1854.) Hay á veces en geología algunos delalles de la ciencia so- bre los que se entabla una discusion dificil de terminar, porque las mismas bases carecen de fundamento sólido. Deliénense con frecuencia los antagonistas donde debieran haber princi- piado, admitiendo dos ó mas teorías para esplicar el origen de los hechos que se disculen; hechos que lienen analogía, pe- ro que sin embargo resultan de causas distintas. No hace mu- cho tiempo que se suscitó una cuestion de esla clase con mo- tivo de las rocas estriadas; y de la misma naturaleza es á nuestro parecer la del origen de los pozos naturales ú órga- nos geológicos. Sin pretender trazar una historia completa de las observaciones publicadas sobre este asunto, v sin remon- tarnos á la época en que decia Bertrand, que esas cavernas, esos conductos y agujeros eran necesarios para introducir el aire en las montañas € impedir su corrupcion (Recueil, ele., en 4.9, 1766, pág. 193), indicaremos los nombres de los prin- cipales autores que se han ocupado del origen de los pozos naturales. Brongniart ha hablado de ellos en su descripcion de las cercanías de París: Buckland en sus Reliquie diluvia- ne. Mr. Noggerath en 1849 (Annales des Mines, XV, 475) “ha dado una escelente memoria sobre este punto, en la cual hace una reseña de las observaciones anteriores; y el mismo Mr. Trimmer se ocupó de ello en 1842 (Proceeding de la Soc. - (Geol. de Londres, 1V, 6), y en 1844 (Quarterly Journal, L, 300). Mr. Wood ha descrito los pozos naturales del Crag de Suffolk á la Asociacion británica reunida en Ipswich (Archi- ves, 1851, XVIL, 332); cuya comunicacion escitó un debate del cual se dedujo en conclusion, que esas aberturas, grietas, pozos, sumideros, órganos, embudos, elc., podian ser resul- tado de diferentes causas. Mr. Neggerath habia demostrado que dichas clases distin- tas de perforaciones eran producidas por las aguas cargadas de ácido carbónico, sobre cuyo punto no cabe duda; y desde 125 que los químicos han conocido el inmenso papel que desem- peña el mencionado ácido en la naturaleza, se pudiera haber dicho, prescindiendo de las referidas observaciones, que era imposible que las rocas no fuesen horadadas por su accion. Bien conocidos son los surcos abiertos en la superficie de las rocas calizas desnudas de vejetacion en las altas monta- ñas, no siendo sin embargo cierto que el ácido carbónico sea el único agente que haya contribuido á su formacion. Nosotros mismos hemos presenciado en el hundimiento del Ródano la formacion de un pozo natural: veíase en la ribera del rio, en sitio donde era muy rápida la corriente, un peque- ño bloque ó témpano errático en el fondo de un agujero cilín- drico. Cuando las aguas del rio llegaban á la boca entraban en él, imprimiendo al bloque un movimiento de rotacion que determinaba la formacion del pozo cilíndrico: las arenas y gui- jas trituradas habitualmente por el bloque, aceleraban la per- foracion de la roca caliza. Mr. Trimmer atribuye al parecer á este género de accion el origen de las cavidades que se ven en las formaciones mas ó menos antiguas; y cree que las han abierto algunos remoli- nos de agua semejantes á los que se notan á veces en la orilla del mar ó en ciertos torrentes. Segun el mismo autor, la pre- sencia de dichos pozos en el gran espacio de terreno en que ahora se los ve, se esplica por la variacion sucesiva de la li- nea de costa que debió presentar toda la superficie á la accion de las olas. Tal es, en sentir de Mr. Trimmer, la causa princi- pal del origen de las hendeduras ó surcos, y de los pozos; pe- ro no se niega á admitir en segunda línea la accion del ácido carbónico disuelto en el agua. Mr. Prestwich, por el contrario, concede la primacía á es- ta segunda teoría. Segun su opinion, el agua que contenia áci- do carbónico ha disuelto la creta en que se ven taladros, y por consecuencia, las arenas y casquijo superiores se han hun— dido. Al mismo tiempo hace notar el autor las grandes difi- cultades que halla la teoría de la escavacion mecánica por la accion del agua. En primer lugar cita la gran profundidad de los pozos, que escede á veces de 50 piés; y en segundo la fa]- ta de los cantos rodados que deberian encontrarse en esas ca- vidades, si hubieran sido el agente inmediato de su perfora- 126 cion. Cree Mr. Prestwich, que las irregularidades del suelo pueden haber sido la causa de la espresada perforacion por la direccion que han dado á las aguas; y trata de probar, que los pozos se hallan en los silios en que la creta ú otras rocas ca- lizas están cubiertas con una capa permeable de agua. Es probable que el origen de esas cavidades se remonte al periodo en que la creta y los terrenos terciarios que la cu- bren formaban una tierra seca, estensa y horizontal, anterior á la época en que el suelo tomó su configuracion actual. Las aguas atmosféricas, mas 0 menos cargadas de ácido carbóni- co, atravesaban libremente las capas de arena sobrepuestas á la creta, y poco á poco se abrieron paso por medio de la ro- ca, disolviéndola. Despues de esta época, cuando la creta y los lerrenos terciarios que la cubren sufrieron trastornos locales, la formacion de nuevos valles ofreció por sus lados salida á las aguas, y la mayor parte de los pozos quedaron secos. En nuestros dias todavía se ve que continua esa misma accion, y abrirse pozos en la crela por debajo del guijo. MINSTRALIGIA. Formacion celular observada en un diamante: por Mr. (Gor- PERT. (U'lostitut, 22 noviembre 4854.) Muchas veces se han notado en los diamantes unas man- chas negras ú grises, de las que han hablado Lavoisier, Guy- lon-Morveau, Macquer, etc.: Gilbert cree que son carbono no cristalizado. Parrol las ha visto en un gran número de dia- mantes del Oural, asegurando que la calcinacion las hace des- aparecer; y Mr. Petzholdt ha observado igualmente algunas manchas de dicha clase, habiendolas visto tambien amarillas, pardas, y finalmente algunas especies de dendritas ó de dibu- jos de musgos; cuyo color variaba desde el amarillo al ne- gro, pero sin esceder nunca sus dimensiones de 0,17 de lí- nea. Los contornos de los últimos se hallaban marcados con limpieza, y en nada se parecian á los de un sólido geo- métrico ó a los de una sustancia de lestura cristalina, te- niendo mas bien semejanza con las escamas 0 las hojas, de modo que Mr. Pelzholdt se inclina á considerar esas man- 127 chas como unos cuerpos estraños encerrados en la sus- tancia del diamante; lo cual le hace creer que esta ma- teria es de origen vejetal, de acuerdo con Newlon y con Mr. Brewster, que es tambien partidario de dicha opinion. Exa- minando Mr. Petzholdt las cenizas procedentes de la combus- tion de un diamante, separó de ellas un fragmento de cuarzo, en el que observó una especie de tejido negro muy fino, de mallas hexagonales, habiendo visto luego una formacion aná- loga en un pequeño diamante pardo del museo de Dresde. Mr. Goppert, que ha examinado el mismo diamante, no ha notado en él sino una lijera sombra, asegurando este mineralogista que ha advertido con frecuencia en los diamantes unas for- maciones parecidas á los tejidos parenquimatosos; asi como Mr. Brewster ha advertido muchas veces que el color negro de las manchas procede, no de una materia colorante, sino de un número infinito de pequeñas cavidades. En un pequeño diamante, de talla de brillante, ha notado dos manchas oscu- ras, unidas entre si por unas grietas y semejantes en un lodo a las celdillas parenquimatosas de los vejetales. La mancha mayor lenia un tercio de línea de ancho y un sesto de profun- didad: pareciase al parenquima descompuesto, y presentaba unas mallas hexagonales de dimensiones muy diversas con puntos en medio, mientras que la pequeña se distinguia por sus mallas muy regulares y semejantes; algunas de estas se hallaban llenas de una masa parda, opaca, notándose al lado de dicha mancha una fila de agujas imitando prismas cua- drangulares. Mr. Goppert manifiesta algunas dudas acerca del origen orgánico del diamante, y recuerda que se han hallado cier- tos trozos del espresado cuerpo en rocas complelamente des- provistas de sustancias orgánicas, de fósiles 0 petrificaciones. No ha podido descubrir nunca las paredes posteriores de di- chas celdillas, y sin embargo se notan en las celdillas descom- puestas. Obsérvanse formaciones análogas en las grietas de la goma copal, del succino, de la ágala ferruginosa, lo mismo que en el producto de la evaporacion de disoluciones de sus- tancias orgánicas, tales como los estractos vejetales, la clara de huevo, la goma y la jaletina; siendo estos dibujos de una regularidad y limpieza notables. 128 VARIEDADES. o6s- Telegrafía eléctrica. Mr. Quetelet leyó á la Academia de Bruselas el 4 de noviembre de 1854 el párrafo siguiente de una carta de Mr. Zan- deteschi, sobre la esperiencia que presenció en Viena en octubre anterior, de la cual se infiere la posibilidad de comunicar los despachos simultá- neamente en sentido contrario con el auxilio de un hilo solo. Dicho esperimento se hizo el 15 de octubre en la Administracion cen- tral de telegrafía de Viena, con asistencia de Mr. Baumgartner, presidente de la Academia de ciencias de aquella ciudad y ministro del comercio. «A las 1 horas y 15 minutos, escribia Mr. Z., se ha principiado una cor- respondencia telegráfica, al mismo tiempo y con auxilio del mismo hilo en dos direcciones opuestas, es decir, de Viena á Linz y vice-versa; ha— biéndose obtenido el resultado mas completo y satisfactorio con la espre— sada correspondencia simultánea en direcciones opuestas, y empleando un solo hilo. El despacho trasmitido de Linz á Viena era de ochenta pala- bras, que formaban un anuncio contínuo: el simultáneo de Viena á Linz constaba de períodos cortos y sin conexion, en los cuales habia palabras francesas y nombres propios, de suerte que era imposible adivinar el sen- tido si aparecian imperfectas las señales telegráficas. Cuando la comuni- cacion de Linz se recibió en Viena, se pidió á Ja primer ciudad que tras- mitiese nuevamente á la capital de Austria, el parte comunicado simultá- neamente desde Linz por medio de un solo hilo, habiéndose recibido ín- tegro.» ' El Viener Zeitung del 17 de octubre, que habla de la misma es- periencia, concluye diciendo: «Este problema importante puede por tan— »to considerarse como resuelto, y por consecuencia la telegrafía eléctrica »ha asegurado un importante progreso; con esto cesa por mucho tiempo la »necesidad de aumentar los hilos telegráficos (cuya necesidad hubiera si- »do indispensable atendido el aumento contínuo de los despachos), lo cual, »además de exigir un gran gasto, hubiera aumentado la probabilidad de »que se perturbaran las comunicaciones. El mérito de tal invencion, que »es de alguna importancia para la ciencia, corresponde al doctor Mr. »Guillelmo Gintl, director del telégrafo.» —— A A N.* 3.—REVISTA DE CIENCIAS. — Marzo 1855. CIENCIAS EXACTAS. : sE ASTRONOMIA. Sobre la paralaje ánua de la estrella 61 del Cisne; por Mr. GAUTIER. (Bibliot. univ. de Gineb., junio 4854.) dos estrella de la constelacion del Cisne señalada con el núm. 61 en el calálogo de Flamsteed, es una estrella doble 6 un pequeño grupo de dos estrellas aparentemente muy pró- ximas entre si, la una de 6.” magnitud y la otra de 7.*, cuya distancia mútua aparente corresponde á un arco celeste de 16 segundos con corta diferencia. En lo que mas particu— larmente se distinguen las dos estrellas pequeñas es en su mo— vimiento propio considerable, que les hace describir á ambas y en una misma direccion un arco de 5 segundos próxima-= mente por año; por cuya razon distan en la actualidad mas de 5 minutos de grado del punto de la esfera celeste que ocu- paban al parecer hace 60 años. Esla circunstancia, que hacia presumir que dicho grupo se hallaba mas próximo á nuestro sistema solar que las demás estrellas, escitó particularmente el interés de los astrónomos para observar las pequeñas va- riaciones de posicion aparente en el cielo, procedentes solo del movimiento anual de la tierra alrededor del sol, que po- dian ser perceptibles en estas estrellas si se hallaban mas próximas que las otras, y las cuales debian conducir á la de- TOMO Y. 9 130 terminacion de su angulo de paralaje anual, 6 lo que es lo, mismo, de la relacion de su distancia á la tierra con la dis- tancia media de la lierra al sol. De esta manera se ha comprobado la conjetura que se te- nia formada de la mayor proximidad de dicho grupo respecto á nuestro sistema solar, comparativamente á la mayor parte de las estrellas fijas. Arago y Mathieu habian ya deducido de las observaciones de la 61 del Cisne, hechas en 1812 en el Ob- servatorio de Paris con un circulo repetidor de 3 piés de diá- metro, que la paralaje de las estrellas del espresado grupo no debia ser mayor de medio segundo; de suerte que su distancia 4 la tierra era al menos 412.000 veces la de la tierra al sol. Este resultado obtenido no era todavía mas que un límite in- ferior, pero al parecer muy aproximado al verdadero valor. Sabido es que el célebre Bessel, obtuvo por medio de dos admirables series de observaciones micrométricas de estas es- trellas comparadas con otras dos cercanas, por observaciones hechas desde 1837 á 1840 con el gran heliómetro del Obser- vatorio de Keenigsberg, y con perfecta concordancia entre los resultados, un valor medio para la paralaje de las estrellas de la 61 del Cisne de + de segundo próximamente, ó con mas exac- titud de 0,348, valor que corresponde con corta diferen- cia á una distancia de la tierra de 592.000 radios de su ór- bita (1). Posteriormente Mr. Peters, con auxilio de observaciones de distancias cenitales circunmeridianas de las mismas estre- llas, hechas en 1842 y 1843 en el Observatorio de Poulkova, cerca de San Petersburgo, con un circulo vertical de Ertel de 43 pulgadas inglesas de diámetro, cuyo anteojo tiene pró- ximamente 6 pulgadas de luz, ha obtenido 0'',349 como valor de dicha paralaje, con un error probable de 0”,08. Semejante resultado, segun se ve, es casi idéntico al de Bessel; pero ha- ciendo Mr. Peters en este una correccion ulterior por el efecto (1) Para mas detalles pueden verse 4stron. Nachr., núms. 365, 401 y 866; Bibl. Univ., 2.* serie, tomo XVIII, página 182, y tomo XXVIII, página 399; Archives, tomo XI, página 207. 131 de la temperatura en el tornillo micrométrico, ha obtenido el valor de 07,36 con un error medio de =0”,016. Finalmente, durante los años de 1852 y 1853, Mr. Pogson ha hecho bajo la direccion de Mr. Johnson una larga serie de observaciones de la misma estrella con el nuevo heliómetro del Observatorio de Oxford, construido por Repsold (1). Se ha comparado la estrella 61 del Cisne á otras dos diferentes de las elegidas por Bessel con igual objeto, y que llevan á estas la ventaja de ser bastante luminosas para ponerlas en yustapo- sicion con las de la 61 del Cisne sin necesidad de reducir la luz 6 boca de ninguno de los segmentos del heliómetro. El re- sultado de las observaciones de este género practicadas en Ox- ford y reducidas ya, que comprenden cerca de tres periodos de máximos y minimos, y procediendo segun el método de Bessel, ha sido un valor medio de 0",384 para la paralaje, con un error medio de = 0,0182. Despues de semejante conformidad, obtenida por medio de procedimientos diversos y por astrónomos muy entendidos, parece que no debia esperarse que otra serie de observacio- nes diera un resultado muy diferente de los ya mencionados; y sin embargo asi ha sucedido últimamente, segun el cálculo que acaba de hacer el profesor Mr. Woldstedt, aplicado a las observaciones de Mr. Otto Struve relativas á la 61 del Cisne con la gran ecuatorial del Observatorio de Poulkova, y con un micrómetro filar. Resulta de una carta de Mr. Struve á Mr. Airy, fecha 17 de enero de 1854, de la cual se ha publica- do un estracto en el número correspondiente á marzo de las Monthly Notices de la Sociedad astronómica de Londres, pá- gina 159, que el valor medio deducido por Mr. Woldstedt co- mo paralaje de la referida estrella es de 0,523, con el error probable de == 0,039. Verdad es que Mr. Struve solo presen- ta este resultado como provisional, y que el error probable es mayor que el de los valores procedentes de observaciones heliométricas; pero no por eso cree que las correcciones fina- (1) Véase Monthly Notices, febrero 1854, página 123. 132 les que hayan desaplicarse al resultado de Mr. Woldstedt 4 , pueda esceder de Sb de segundo. Vamos á dar algunos dela- lles de la carta de Struve antes citada. Mr. Woldstedt ha calculado separadamente el valor de la paralaje procedente de observaciones de dislancias mútuas, y de las relativas á los ángulos de oposicion. Las primeras dan una paralaje de. 0”,542=0",033; Las segundas. ......... PATEAR 0,504 = 07,045. El movimiento propio de las estrellas de la 61 del Cisne, deducido de las observaciones con la ecuatorial, conviene, sal- va la diferencia de uno 0 dos cenlésimos de segundo, con el que resulta de las observaciones meridianas. Tan luego como Mr. Woldstedt redujo las medidas á una misma época, pudo indicar Mr. Otto Struve con tal exactitud, á la simple vista, las épocas de los diferentes máximos y minimos, que las épo- cas reales calculadas posleriormente no han diferido nunca de sus apreciaciones en mas de diez dias. «Querer esplicar, dice, la diferencia entre la determinacion de Bessel y la mia, seria exijir mas de lo que puedo hacer en este momenlo. Tal vez proceda solo de la acumulacion de errores accidentales en di- recciones opuestas en las dos series; pero es mas probable que deba atribuirse en parte á la accion de las mismas cau- sas estraordinarias que han alterado evidentemente, en el mas alto grado, las observaciones de Mr. Wichmann, acerca de las cuales contienen indicaciones muy curiosas los trabajos de Mr. Dellen. »No sería justo, añade Mr. Struve, al hablar de los erro- res constantes ó sistemáticos á que están sujetas las medidas heliométricas, dejar de confesar que mis propias medidas, he- chas con un micrómetro de hilos, no se hallan tampoco exen- tas de ellos. Al contrario, una larga serie de esperimentos ve- rificados respecto á estrellas dobles artificiales me ha indica- do algunas correcciones muy importantes, que debian aplicarse á todas mis medidas de estrellas dobles cuando estas se hallan muy próximas entre sí; habiendo deducido una fórmula empí- 133 rica para los angulos de posicion de las estrellas dobles, cu- yas distancias mútuas estén comprendidas entre 07,8 y 67. A una distancia mútua de unos 6 segundos varía el método de observacion, á cuya circunstancia ba de atribuirse el que los coeficientes de las fórmulas empíricas de correccion disminu- yan desde dicho valor. De esla manera desaparecen enlera- mente los errores sistemáticos á distancia de 12 segundos, ó son incomparablemenle menores que los errores accidentales de observacion; resultando por consecuencia que mi determi- nacion de las paralajes se halla exenta por entero de dichos errores sistemáticos. Los constantes en las medidas de distan- cias no son tan importantes, generalmente hablando, y rara vez llegan á una décima de segundo. »Creo que el origen de estos errores en las medidas de án- gulos de posicion es todo fisiológico, y es muy probable que todos los astrónomos prácticos eslén sujetos á semejantes er— rores sistemáticos. Es evidente que las correcciones que de ello resultarán han de variar mucho los elementos de las ór- bitas de las estrellas dobles oblenidas hasta ahora, pues en ge- neral se hallan deducidos de los ángulos de posicion observa- dos. En lo sucesivo no deben admilirse para cálculos de esta naturaleza sino las observaciones en que resultan bien com- probadas las correcciones personales, ya por medio de espe- riencias directas, ya por comparacion con observaciones cor— rejidas. Mis trabajos acerca de los errores constantes de mis observaciones no se hallan todavía terminados, porque dan molivo á muchas cuestiones que se hallan sin decidir: proba- blemente los continuaré en el verano próximo, y hasta que estén concluidos no procederé á la publicacion de mis quince años de observaciones de estrellas dobles.» Por lo que precede se ve que si no son idénticos los valores obtenidos para la paralaje de la 61 del Cisne, sin embargo están ya comprendidos entre la tercera parte y la mitad de un segundo, y que se halla bien confirmado el límite de este elemento ob- tenido en 1812 por MM. Arago y Mathieu; no debiendo por otra parte admirarse de la dificultad que hay para determinar con todo rigor una cantidad lan pequeña. Segun parece, las. observaciones de Mr. Olto Struve sobre las posiciones relati- 134 vas de las dos estrellas de la 61 del Cisne, no le han manifes- tado hasta ahora un movimiento de revolucion muy positivo de la una alrededor de la otra; de suerte que no resulta “confir= mado el periodo de 515 años, indicado por Mr. Medler co- mo valuación aproximada del tiempo que dura la espresada revolucion de acuerdo con observaciones anteriores. Por con- secuencia, no es posible todavia saber la relacion que hay entre las masas de las estrellas del referido grupo y la del sol. CIENCIAS FISICAS, —>33Q0EECEA— FESICA. Trabajos esperimentales sobre la facultad calorífica emisiva de varias sustancias ú temperaturas mas d menos elevadas; por MM. pe La PrevostaYe Y DESAINS. (Cosmos, 20 marzo 1854.) La nota de los autores dice asi: Hasta el dia se han determinado las facultades emisivas - delos cuerpos a 100? poco mas ó menos: en el trabajo actual . hos hemos propuesto por objeto principal medirlas en eleva- das temperaturas. Á fin de que se comprenda el interés que lleva consigo la solucion de semejante cuestion, debemos re- cordar: 1.” Que segun los Sres. Dulong y Petit, las facultades emtisivas permanecen constantes en todas las temperaturas. 2.2 Que por motivos diversos que hemos anunciado ya en otra parte, nos inclinábamos á dudar de ese principio fundamental. Era pues importante hallar un método directo y seguro, con auxilio del cual se pudieran desvanecer todas las dudas; y con efecto, asi es el que vamos á indicar en pocas palabras. Tomamos para cuerpo radiante una hoja muy delgada de platino, de 18 milímetros de ancho y 75 milímetros de longi- tud, la que podremos, segun queramos, elevar á todas las tem- peraturas comprendidas entre 100 y 600 grados, valiéndonos de una pila de Bunsen de unos 30 pares unidos frecuentemente de 4 en 4. Una sola palabra bastará para hacer apreciar la ventaja considerable que presenta este modo de calentamien— 136 to. Con él se puede elevar ó bajar instantáneamente, por de- cirlo asi, la temperatura, aumentando ó disminuyendo el nú- mero de los pares que: forman parte del circuito. Tambien permite que cuando acomode se compruebe que la superficie no se halla alterada de un modo permanentfe, y que sin mover de su puesto la hoja ni descomponer el aparato medidor, se lea allernativa y sucesivamente cuál es el valor de la facultad emisiva en 100 y en 500 ó 600 grados. Nuestro mélodo de medir presenta una innovacion no me- nor. Consiste principalmente esta en el empleo simultáneo de dos aparatos termoeléctricos comparados anticipadamente, de los cuales el uno sirve de testigo y da completa seguridad a los resultados, aun cuando se trala de medir radiaciones que varian de un momento á otro. Veamos cómo puede concebirse la marcha de las opera- ciones. Cúbrense las dos caras de la hoja con un baño de una sustancia idéntica, por ejemplo, negro de imprenta (1). Pó- nese la hoja á una temperatura de 100, de 300 ó de 400 gra- dos; determinase por tanto la posicion de los dos hilos, para que den los mismos desvios bajo la influencia simultánea de las dos radiaciones. Hecho esto se reemplaza uno de los baños por otro, como de borato de plomo, y se observan de nuevo simultáneamente las dos emisiones. Si la cantidad de calor tras- mitida por el negro de imprenta permanece exactamente la misma, la relacion de los dos desvios producidos por la radia- cion de la otra cara, sucesivamente cubierta de negro de im- prenta y de borato de plomo, da la facultad emisiva de la úl- tima sustancia. Si la corriente ha variado algo, si la tempe- ratura ha subido 0 bajado algo, puede hacerse inmedialamen- te la correccion. Facil es ver que puede llegarse á los mismos resultados modificando ligeramente el método, y que no es necesario (1) En algunos casos, cuando se quiere llegar á temperaturas algo elevadas, es preciso reemplazar el negro de imprenta, que está sujeto á quemarse ó levantarse, por una mezcla formada de muy poco borato de plomo y mucho óxido de cobre. i 137 obligar á los dos aparalos termoeléctricos á dar exactamente los mismos desvios en la primera parte del esperimento. Mas estos son detalles sobre los que es inutil insistir. Tambien nos limitamos á indicar que por la intercalacion de las resislen- cias convenientes en el circuito de las pilas termoscópicas, se cambia su sensibilidad, de manera que puede dejárselas siem- pre en la misma posicion, aunque las radiaciones se vayan haciendo 20 6 30 veces mas intensas. El método es como acabamos de describirlo: los resulta- dos que con él obtuvimos son los siguientes. La facultad emi- siva del borato de plomo disminuye mucho cuando se eleva su temperatura al rojo incipiente. A los 100 grados es igual ó sensiblemente igual á la del negro de imprenta: cerca de los 550 grados no es mas que de 0,75. El borato por lo demás no sufre ninguna alteracion permanente, pues volviéndolo á traer á los 100 grados, su facultad emisiva vuelve á tomar exactamente su primer valor. Puede de este modo conseguir- se que emita alternativamente ó con corta diferencia tanto calor como el negro de imprenta, ó solamente las tres cuartas partes de lo que emite esta sustancia en la misma tempera- tura (1). Hemos medido ya por una parte en qué rapida proporcion el albayalde y otras sustancias análogas varian eon la cuali- dad de los rayos incidentes, y tambien hemos probado que la facultad absorbente del platino no cambia con la temperatura de su superficie, con tal que los rayos incidentes sean siempre los mismos. Por consiguiente, todo parece indicar, aunque sean necesarias algunas nuevas investigaciones para afirmarlo completamente, que la facultad emisiva de un cuerpo varía menos por consecuencia de una modificacion permanente ó pasajera en el estado de su superficie, debido á la elevacion de la temperatura, que por consecuencia de un cambio en la na- turaleza de los rayos que se presentan para salir. Sin querer entrar ahora en mayores detalles sobre el mé- (1) Hemos obtenido consecuencias análogas, pero en temperaturas mas bajas, empleando baños de aligaciones como fuente de calor. 138 todo que acabamos de dar á conocer, añadiremos que lo he— mos empleado con grandes ventajas en otras investigaciones muy diferentes. Bastará un ejemplo. Hemos dicho ya que los calores emitidos en una misma temperatura por superficies de diversa naturaleza son igualmente trasmisibles al través del cristal. Asi es que tomando la hoja de platino bañada en una de sus caras de borato de plomo, bastan algunos minutos para conocer que hacia los 400 6 450 grados, el calor emi- tido por la cara del platino atraviesa una hoja de cristal en proporcion de 39 centésimos, en tanto que la que emite la capa de borato en la misma temperatura no pasa al través de la misma hoja sino en proporcion de 22 á 23 centésimos. ELECTRICIDAD. ——— De la induccion eléctrica, y de la asociacion de los estados está- fico y dinámico de la electricidad; por Mr. FARADAY. (L'Institut, 5 abril 1834.) En 20 de enero último dió Mr. Faraday en el Instituto real de Londres la leccion siguiente. «Ciertos fenómenos que se han presentado en el curso del estraordinario desarrollo que ban tenido los trabajos de la Com- pañia del telégrafo eléctrico, aclaran á mi parecer de una manera notable algunos principios fundamentales de la elec- tricidad, al mismo tiempo que confirman firmemente la ente- ra verdad de las ideas .que espuse hace diez y seis años, acer- ca de la naturaleza reciprocamente dependiente de la induc- cion y conduccion de los cuerpos aisladores. (Experimental Re- searches, $. 1318, etc.) Mucho debo á la Compañia de telégra- fos, á los que dirijen las obras de gula-percha, y á Mr. Lali- mer-Clarke, tanto para el conocimiento de los hechos, como por la facilidad que he tenido de verlos bien y de poder ma- nifestarlos. En los aparatos de la Compañia, el hilo de cobre está cu- 139 bierto completamente con guta-percha, siendo en todos los puntos regulares y concéntricos la capa que forma y el metal. Por lo regular el hilo se halla dispuesto en trozos de media milla de largo, unidos y soldados, y luego cubiertos con guta- percha, de modo que la capa sea tan igual en los puntos de union como en cualquiera de los otros: despues Mr. Statham, director de trabajos, comprueba la exactitud de toda la ope- ración por medio de una prueba admirable, como la vamos á manifestar. Arrollados los hilos en una lonjitud de media mi- lla, se suspenden al borde de barcas flotantes en un canal, de manera que los rollos estén sumerjidos en el agua, y los dos estremos de cada uno se hallen en el aire; 200 rollos se hallan sumerjidos así á la vez, y reunidos en serie por los estremos, forman un hilo sumerjido de 100 millas de largo, pudiendo llevarse estos á una habitacion: y servir para hacer esperi- mentos. Una batería de Volta, aislada, de muchos pares de zinc y de cobre, cargada con ácido sulfúrico dilatado, se po- ne en comunicacion con la tierra por uno de sus polos, mien- tras que el otro comunica con uno de los estremos del hilo su- merjido por medio de un galvanómetro. No haciendo caso del primer efecto, y no variando nada en las comunicaciones esta— blecidas, es evidente que la corriente de la batería aprovecha- rá toda la conduccion acumulada ó el aislamiento defectuoso de la guta-percha que cubre el hilo en la longitud de 100 mi- llas, y que el galvanómetro señalará cualquier porcion de electricidad que se trasmite al agua. Para hacer mas sorpren- dente la prueba, se emplea una batería de cierta intensidad y un galvanómetro de gran sensibilidad; sin embargo, el aisla- miento es bastante perfecto para que la desviacion no esceda de 5 grados. Como segunda prueba del completo aislamiento del hilo, se ponen en contacto los dos estremos de la batería con los del hilo, y se obtiene una fuerte corriente eléctrica in- dicada con auxilio de un instrumento mucho menos delicado; y cuando se rompe en esa lonjitud de 100 millas un punto de los de union, se para la corriente, y la falta de aislamiento no produce mas efecto que antes. Por estos antecedentes se pue- de juzgar de la perfeccion del estado de aislamiento del hilo. Las 100 millas de este que han servido á Mr. Faraday para 140 el estudio de los fenómenos, se hallaban pues perfectamente aisladas. El hilo de cobre tenia = de pulgada de diametro; el : ; 4 hilo cubierto E algunos poco menos de : la guta-percha que cubre el metal puede por tanto dales que tiene un espesor de 0,1 de pulgada; 100 millas de un hilo igual barni- zado con guta-percha colocado en rollos, se hallaban amon- tonados en el suelo de un almacén seco, y reunidos en una se- rie destinada á servir de comparacion con la que habia deba- jo del agua. Examinemos ahora los fenómenos. Se tiene una batería de Volta aislada de 360 pares formados de placas de 4 pulgadas sobre 3, comunicando uno de sus polos con la tierra, un hilo sub-marino cuyas dos puntas aisladas están en la sala, y en tierra un buen hilo conductor, dispuesto de modo que establez- ca las comunicaciones necesarias, designado con el nombre de hilo de descarga. El polo libre de la batería se puso en con- tacto con el hilo sub-marino y retirado, y luego tocando igual- mente una persona los hilos de descarga y sub-marino, sufrió una violenta conmocion. La sacudida fué mas bien como la de una bateria voltáica que no de una de Leiden; duró algun tiempo, y se pudo, por medio de varios toques ligeros y rá- pidos, dividirla en cierto número de pequeñas sacudidas, ha- biéndose obtenido hasta 40 perceptibles-de una sola carga del hilo. Si se dejaba pasar tiempo entre la carga y descarga del hilo, la sacudida era menor, pero todavia era sensible á los 2,3 0 4 minutos, y aun pasado mas tiempo. Cuando un hilo puesto en contacto con la batería lo estu- vo tambien con un cohete de Statham, lo inflamó rápida- mente (y aun pegó fuego consecutivamente á otros seis): 3 6 4 segundos despues de separado de la batería, todavía podia inflamar el cohete. Cuando, despues de haber estado en contacto con la bateria, se le separó y puso en comunicacion con un galvanómetro, afectó con gran fuerza el instrumento; todavía obraba en él, aunque con menos intensidad, pasados 4 6 5 minutos; y aún lo afectaba de un modo apreciable 20 6 30 minutos despues de separado de la bateria. Cuando se fijó 141 de una manera estable el galvanómetro aislado á la estremi- dad del hilo sub-marino, y se puso en contacto el polo de la batería con la estremidad libre del instrumento, entonces fué muy instructivo el ver precipitarse la electricidad en el hilo; sin embargo, despues de esto, aunque continuó el contacto, la desviacion no escedió de 5 grados, lo cual prueba cuán per- fecto era el aislamiento. Luego, cuando se separó la batería del galvanómetro y se tocó á este con el hilo de descarga, fué tambien admirable ver la electricidad precipitarse fuera del hilo, lo que se comprobó por una desviacion de la aguja con- traria á la que se verificó a la entrada de la carga. Producian estos efectos igualmente los dos polos de la ba- teria y los dos estremos del hilo; y bien sea que el estado eléc— trico se estableciese y destruyese en el mismo estremo ó en los dos opuestos de las 100 millas, los resultados eran igua- les. Para el éxito de los esperimentos era necesaria, por ra- zones que se harán evidentes mas adelante en este trabajo, una batería de una gran tension; pero la que se usó solo podia descomponer una pequeña cantidad de agua en un tiempo da- do. Una bateria de Grove de 8 6 10 pares de placas, que la hubiera escedido en mucho bajo tal aspecto, apenas hubiera afectado el hilo de un modo sensible. Luego que se sometieron á los mismos esperimentos las 100 millas de hilo puesto al aire, no se advirtió sin embargo pro- ducirse la mas lijera apariencia de los efectos que acabo de mencionar. Como principio, hay motivos para creer que pue- de obtenerse un resultado infinitamente pequeño; pero la ac- cion era nula comparada con la del hilo sub-marino. Sin em- bargo, el hilo estaba tan bien y aun mejor aislado; y respecto a la constancia de la corriente, era asimismo tan buen con- ductor. Para asegurarse de este último punto se sujetó el es- tremo del hilo sub-marino á un galvanómetro, y la punta del hilo que quedaba al aire á otro instrumento igual; los otros dos estremos de los hilos fueron ligados juntos y puestos en comu- nicacion con la tierra; las dos estremidades libres de los gal- vanómetros se ligaron juntas primeramente, y luego al polo libre de la batería: de este modo se dividió la corriente entre el hilo sub-marino y el que habia al aire, y los galvanómetros 142 se afectaron precisamente de la misma manera. Para que fue- ra mas seguro el resultado, se mudaron recíprocamente de si- tio los dos instrumentos, pero las desviaciones fueron siempre las mismas, de modo que ambos hilos conducian con igual fa- cilidad. La causa de los primeros resultados es muy evidente por poco que se reflexione sobre ello. Por efecto de la perfeccion de la obra, se produce en gran escala una combinacion aná- loga á la de la botella de Leiden: el hilo de cobre se carga estáticamente con toda la electricidad que puede producir el polo de la batería con la cual está en contacto (1), y obra por induccion á través de la guta-percha (sin cuya induccion no pudiera el mismo cargarse, Exp. Res., 1177), produciendo el efecto opuesto en la superficie del agua que toca la guta—per- cha, la cual forma la capa esterior de tan curiosa combina- cion. La guta-percha á través de la cual se verifica la induc- cion, no tiene mas que 0,1 de pulgada de espesor, siendo enor- me la estension de dicha capa. La superficie del hilo de cobre tiene cerca de 8300 piés cuadrados, y la de la capa esterior de agua tiene cuatro veces mayor estension, ó 33000 piés cua- drados. De aqui procede el caracter sorprendente de los re- sultados. La intensidad, ó sea tension de la carga estática ob- tenida, es solo igual á la tension del polo de la batería de don- de procede, pero la cantidad es enorme, á causa de la inmen- sa superficie de:esa especie de botella de Leiden; de donde re- sulta, que cuando se separa de la balería el hilo y se emplea la carga, esta posee todo el poder de una corriente voltáica consi- derable, y ofrece iguales resultados que las máquinas eléctricas ordinarias, y que no pueden producir las mejores baterias de Leiden. Si el hilo colocado en el aire no surte ninguno de estos efectos, consiste simplemente en que no hay capa esterior cor— respondiente á la de agua, 6 que solo hay una á demasiada dis- tancia para que pueda producir induccion alguna sensible, ra- zon por que no se carga el hilo interior. En el que se colocó en el almacén, el piso, las paredes y enmaderamiento formaban su (1) Davy, Elements of Chemical Philosophy, p. 154. 143 capa esterior, que se hallaba á distancia considerable de él, y no podia en caso afectar mas que á las vueltas esteriores de los rollos de hilo. De aquí se deduce por conclusion, que 100 millas de alambre estendidas en línea al aire de modo que estuviesen paralelas á la tierra en toda su lonjitud, son igualmente impotentes para producir los efectos, y que en es- te caso el resultado negativo depende de la distancia mútua de las superficies inductriz € inducida (1483), combinada con la capacidad especifica de induccion menor del aire compara- tivamente con la guta-percha. El fenómeno ofrecia en su totalidad un magnífico ejemplo de la identidad de las electricidades estática y dinámica. Toda la fuerza de una batería considerable puede descargarse por este medio en porciones separadas, y medirse en unidades de la fuerza estática, y sin embargo emplearse luego con cual- quier fin que sea como la electricidad voltáica ó dinámica. Vengamos ahora á las consecuencias ulteriores que se de- ducen de esa relacion entre los efectos estáticos y los dinámi- cos. Unos hilos cubiertos con guta-percha, y encerrados luego en tubos de hierro ó de plomo, ó enterrados en el suelo, ó su- merjidos en el mar, producen los mismos fenómenes que se han descrito; pudiéndose obtener en todos los casos igual accion estática reuniendo las condiciones pedidas. Entre Londres y Manchester existen hilos subterráneos dispuestos de tal modo, que cuando están reunidos en una sola serie ofrecen una lon- jitud de 1500 millas; y como se replegan para volver á Lon- dres, dos observadores situados á intervalos de 400 millas pró- ximamente, pueden estudiarlos con auxilio de galvanómetros introducidos en las circunvoluciones. El hilo, 6 solamente la mitad ó la cuarta parte de su largo, ofrece todos los fenóme- nos descritos ya, no habiendo mas diferencia que la de ser al- go mas rapida la descarga, porque el aislamiento no es tan perfecto. Tambien se examinó lo que sucedia con un hilo de 750 millas, en cuyo circuito se introdujeron 3 galvanómetros, uno al principio, otro en medio y el tercero á la conclusion, hallándose todos en la sala del observador, y el tercero en co- municacion inmediata con la tierra por su estremidad. Luego que se puso el polo de la batería en contacto con el hilo por 144 medio del primer galvanómetro, este se afectó al instante; al cabo de un momento sucedió lo mismo con el segundo; y el ter- cero no lo estuvo hasta que pasó mucho mas tiempo, y sola- mente cuando lo estuvieron completamente las1500 millas; 2se- gundos necesitó la corriente eléctrica para llegar al último ins- trumento. Además, cuando las agujas de todos se hallaban des- viadas (lo cual no sucedia naturalmente de un modo igual, á causa de la pérdida de electricidad á lo largo de la línea), si se suprimia hácia el primer galvanómetro la comunicacion con la batería, dicho instrumento bajaba instantáneamente á cero; el segundo llegaba á este punto un momento despues; y el ter- cero cuando habia trascurrido un intervalo mas largo aún: ha- bia pues un flujo de corriente á la conclusion del hilo, mien- tras que no existia al principio. Aún mas; por un rápido toque del polo de la batería con la estremidad libre del primer gal- vanómetro, podia este desviarse, luego bajar á cero, antes que el poder eléctrico hubiese llegado al segundo galvanómetro; este á su vez, se afectaba por un instante y se volvia indife- rente antes que la accion hubiera llegado al tercer galvanó- metro; lo que prueba que la corriente introducida de este mo- do en el hilo recorria toda su lonjitud, manifestando su presencia a intervalos sucesivos en diferentes partes de ella. Aún se po- dian obtener en el hilo por medio de contactos regulares y su- cesivos con la bateria, dos corrientes simultáneas siguiéndose una á otra; de manera que en el mismo momento que la pri- mera corriente afectaba al tercer galvanómetro, la segunda hacia lo mismo con uno de los otros dos: siendo indudable que con instrumentos multiplicados y una atencion sostenida, po- drian obtenerse á la vez 4 0 5 corrienles que se sucediesen en el mismo hilo. Si despues de haber establecido y luego roto la comuni- cacion de la batería con el primer galvanómetro, se pone este inmediatamente en correspondencia con la tierra, se producen nuevos é interesantes efectos. Una parte de la electricidad que se halla en el hilo vuelve, y pasando por el primer galvanó- metro lo hace desviar en direccion inversa; de modo que las corrientes se escapan de las dos estremidades del hilo en di- recciones opuestas en tanto que no entra corriente alguna de 145 ningun origen. O si se pone rápidamente en comunicacion su- cesiva con la batería y la tierra el primer galvanómetro, se oh- servará primero que una corriente entra en el hilo, y luego que sale por el mismo punto, pero sin que llegue porcion algu- na á las partes en que están los otros dos galvanómetros. Cuando se hacen las mismas esperiencias con un hilo sus- pendido en el aire, de igual estension, no se advierte ninguno de estos efectos; 0 si se toman las medidas necesarias para dis- tinguirlos, solo se obtienen en grado muy debil, y se les ve des- aparecer cuando se comparan con los grandes resultados pre- cedentes. El efecto producido al final del hilo largo donde está el tercer galvanómelro, se diferencia muy poco del producido en el primero; y la acumulacion de la carga en el hilo no es sensible. Todos estos resultados, en los cuales entra como elemento el tiempo, dependen evidentemente de la misma condicion que ha producido los precedentes efectos de la carga estática, por otro nombre induccion lateral; y son consecuencias necesarias de los principios de conduccion, de aislamiento y de induc- cion, tres palabras que en su significacion son inseparables unas de otras. (Exp. Res., 1320, 1326 (1), 1338, 1561, etc.) (1) 1326. Todas estas consideraciones me inspiran el profundo con- vencimiento de que el aislamiento y la conduccion ordinaria no pueden estar convenientemente separadas cuando las examinamos en su naturale- za; es decir, en las leyes generales bajo cuya influencia se reproducen es- tos fenómenos. A mi parecer consisten en una accion de las partículas inmediatas, dependiente de las fuérzas desarrolladas por la escitacion eléc- trica; estas fuerzas ponen á las partículas en un estado de tension ó de polaridad que constituye igualmente la ¿nduccion y el aislamiento. en este estado las partículas inmediatas tienen un poder ó una capacidad de comunicar sus fuerzas las unas á las otras; por esta razon se deprimen y la descarga se verifica. Cada cuerpo parece descargarse (444, 987); mas existiendo esta capacidad en mayor ó menor grado en los diversos cuer- pos, los hace mas ó menos buenos conductores, mas ó menos buenos ais- ladores: la induccion y la conduccion parecen ser una misma cosa en su principio y en su accion (1320), escepto que en el último caso, el efecto comun á los dos, es decir, el efecto de carga y de descarga, se eleva al TOMO Y. 10 146 Si se coloca una placa de goma laca sobre un electrómetro de hoja de oro y encima un conductor cargado (una bala de me- tal aislada de 24 3 pulgadas de diámetro), el electrómetro diverge, y esta divergencia si se quita el conductor cesa ins- tantaneamente: he aquí un ejemplo del aislamiento y de la induccion. Si se reemplaza la goma laca por una placa de me- tal, el conductor electrizado hace divergir las hojas como an- teriormente; mas al quitarlo, aunque sea despues del contacto mas corto posible, el electroscopo continúa divergiendo, esto es, la conduccion. Si en vez de metal 6 de goma laca se em- plea una placa de esperma de ballena y sé repite el esperi- mento, se ve que la divergencia despues de separado el cuer- po electrizado cesa en parte, pero no completamente, porque el esperma de ballena aisla y conduce, pero imperfectamen- te; mas la goma laca, como acaba de verse, conduce tambien si se le da tiempo; y el metal por su parte presenta igualmen- te una resistencia á la conductibilidad, y por lo tanto es algo aislador, segun puede demostrarse por una combinacion par- ticular. Efectivamente, si se dispone un alambre de cobre, de 74 piés de largo y 4 pulgada de diámetro, aislado en el aire, terminado en uno de sus cabos por una bala de me- tal, puesto por el otro en comunicacion con el suelo, y ar- reglado de modo que cerca de sus estremidades no haya mas que 4 pulgada de distancia entre las dos ramas, se notará que una descarga de la botella de Leyden, en vez de recorrerlo en loda su estension, á pesar de ser un escelente conductor, pasará en gran parte por el aire en forma de chispa brillante entre las dos partes aproximadas. Débese este resultado á que en una longitud de alambre tan considerable se acumula la resistencia, hasta que se hace tan fuerte Ó acaso mas que la capa de aire comprendida entre las dos partes aproximadas, por lo menos cuando se trata de electricidad en semejante gra- do de intensidad. Admitiendo que estos esperimentos ú otros semejantes demuestren que la conduccion al través del alam- mas alto grado, mientras que en el primero no se verifica, ni aun en me- dio de circunstancias las mas fayorables, sino en una cantidad casi im- perceptible. 147 bre va precedida del acto de induccion. (1338), todos los fe- nómenos que presenta el hilo sumerjido, ó el subterráneo, se encuentran esplicados, y esta esplicacion en mi concepto con- firma los principios que yo habia establecido. Desde que Mr. Wheaistone midió en 1834 la velocidad de un flujo eléctri- co á lo largo de un alambre de cobre, y lo evaluó en 288000 millas por segundo, manifesté en 1838, apoyándome en los principios que acabo de esponer (1333), que la velocidad de la descarga al través de un mismo hilo puede variar no- tablemente segun las condiciones análogas á las que determi- nan las variaciones en las descargas al través de la esperma de ballena y del azufre; puede, por ejemplo, variar con la tension 0 intensidad de la primera fuerza agente, cuya tension es la que constituye la carga y la induccion. Asi pues, si las dos estremidades del alambre en el esperimento de Mr. Wheat- stone estuviesen puestas en contacto inmediato con dos gran- des superficies metálicas aisladas, espuestas al aire de modo que el primer acto de induccion, despues del contacto que se ha verificado para producir la descarga, pudiese en el primer momento ser desviado en parle de la porcion interior del hilo, y dispuesto en el acto sobre la superficie juntamente con el aire y los conductores que le rodean', me atrevo á pronosti- car que en tal caso la chispa central se retrasaria mas que antes; y si aquellas dos placas fuesen la cubierta interior y esterior de una gran botella, ó de una batería de Leiden, el retraso de la mencionada chispa sería aún mucho mayor. Este es precisamente el caso en que se hallan el hilo sumer- jido ó el subterráneo, escepto que en lugar de atraer las su- perficies hácia las cubiertas de induccion, son estas últimas las que se aproximan á las primeras: en ambos casos la in- duccion, consecuencia de la descarga, en vez de ser ejercida casi completamente en el acto mismo por el interior del alam- bre, se determina en gran parte sobre la superficie eslerior, y siendo por esta razon producida la descarga 6 conduccion por una tension mas baja, exije mas tiempo. De aqui nace el motivo de haber tardado el flujo eléctrico dos segundos en atravesar un alambre subterráneo de 15,000 millas de un es- estremo al otro, en tanto que apenas fue apreciable el tiem- . . 148 po que tardó en recorrer otro alambre de la misma lon- gitud. Una vez aclarada esta cuestion por los precedentes que acabamos de sentar, es interesante conocer la medida de las velocidades de la electricidad en los hilos de metal, segun la han producido diversos esperimentos. Millas por segundo . Wheatstone en 1834 con un alambre de Cobre? enCODÍd ly dera dra 288,000 Walker en América con el alambre de hierro de un teléegrafo............. 18,780 O:¡Mitchell Mid: 1di tas rojos bres 62 28,524 Fizeau y Gounelle (alambre de cobre).. 112,680 ld. (alambre de hierro).. 62,600 (1) A. B. G. (de cobre), Telégrafo de Lóndres y Bruselas. .............. 2,100 Id. (de cobre), Telégrafo de Lóndres y EdIMbuEZO+ atra ss 7,600 Comparando el primero y sesto resultado, seve que por Jo tocante al cobre el uno es cien veces mas considerable que el otro. Respecto de los esperimentos de los señores Fizeau v Gounelle es tambien preciso advertir, que la velocidad no está en proporcion con la capacidad de conduccion del metal, y es independiente del grueso del alambre. Todas estas circuns- tancias y anomalías desaparecen al punto que se toma en cuenta la induccion lateral del hilo que trasmite la corriente. Si es posible apreciar la velocidad de una corta descarga eléctrica en un alambre de una longitud dada, la simple cir- cunslancia de que el alambre esté arrollado en un reducido espacio, estendido al aire en un trecho mas largo, ó adherido (1) 4heneum, 14 enero 1854, pág. 54. 149 á una pared, producirá una diferencia por lo tocante á los re- sultados. Y por lo concerniente á largos circuitos tales como los que hemos descrilo, no se puede formar una idea exacta de su poder conductor si no se tienen presentes su induccion la- teral estática y las condiciones de intensidad y cantidad que se hallan reunidas entonces, principalmente en el caso de las corrientes corlas ó intermitentes, pues en tal caso la electri- cidad estática -y la dinámica se confunden continuamente una en otra. Ya se ha dicho que el poder conductor de un alambre es- puesto al aire y el de un hilo sub-marino, son semejantes por una corriente conlinua. Esto se aviene perfectamente con los principios y el caracter definido de la fuerza eléctrica, sea en el estado estático, sea en el de corriente 6 movimiento. Al ser lanzada una corriente volláica de cierta intensidad en un largo hilo sub-marino cuya estremidad mas distan- te se halla en contacto con la tierra, una parte de la fuer- za se emplea desde luego en determinar una induccion la- teral al rededor del hilo, la cual concluye por ser igual en intensidad, en el estremo mas inmediato, á la intensidad de la corriente de la batería, y disminuye gradualmente has- ta la estremidad del alambre que comunica con el suelo, donde queda reducida á la nulidad. En tanto que se veri- fica esta induccion, la de las moléculas interiores del alam- bre es mas baja que lo que lo estaria sin esa circunstan- cia; pero al punto que la primera llega á su máximo, la del interior del alambre se hace proporcional á la intensidad de la batería, y por lo tanto igual á la del alambre colocado en el aire, que (por falta de induccion laleral) llega casi instan- táaneamente al mismo estado. Naturalmente en ese caso se descargan el uno y el otro de igual modo, y por consiguiente conducen lo mismo. Una prueba evidente de la variacion de conduccion que delermina en un hilo la variacion de su induccion lateral es- lática, se encuentra en el esperimento que indiqué hace 16 años. Si se hacen comunicar las dos armaduras de una bote- lla constantemente cargada por el largo alambre de que se ha tratado anteriormente, y que esté enrollado de manera que 150 sus dos cabos se hallen bastante inmediatos para que la chis- da pueda pasar libremente (lo cual no se verificaria siendo mayor el intervalo del uno al otro cabo), puede repetirse vein- te veces seguidas el esperimento sin que falte una sola; em- pero si despues de esto se ponen en comunicacion con el in- terior y esterior de una botella de Leiden aislada las dos estre- midades del largo alambre, la chispa no volverá á atravesar la pequeña capa de aire, sino que toda la carga dará la vuelta entera al rededor del hilo. Y eso ¿por qué? La cantidad de elec- tricidad es la misma, el alambre es el mismo, su resistencia es la misma, y la del aire no ha sufrido ninguna alteracion; pero la intensidad, disminuida por la induccion lateral que se produce momentáneamente, no basta ya para que la electri- cidad atraviese la capa de aire: esta intensidad se reparte en- teramente en el alambre, el cual efectua toda la descarga en algo mas de tiempo que anteriormente. Mr. Fizeau ha apli- cado con muy buenos resultados el mismo espediente á las corrientes primarias y de induccion del hermoso aparato de Ruhmkorff. Por este medio reduce la. intensidad de estas cor- rientes en el punto que podrian ser perjudiciales, y nos da un claro ejemplo de la ventaja de considerar los fenómenos está- ticos y dinámicos como resultado de las mismas leyes. Mr. Clarke ha combinado un telégrafo de impresion de Baios con tres plumas de una manera que resultan nuevas aclaraciones, y hechos semejantes á los que acabamos de men- cionar: las plumas son unos alambres de hierro, bajo de los cuales pasa á intervalos regulares una tira de papel empapa- do de ferroprusiato de potasa, por medio de un mecanismo se- mejante al de un reloj; de manera que por donde pasa la cor- riente quedan marcadas unas líneas de azul de Prusia, por las que se conoce tambien el tiempo que la corriente ha empleado en pasar. En el caso que describimos, los tres alambres que comunicaban con las tres plumas estaban paralelos, con una distancia entre sí de 0,1 de pulgada. La primera pluma M pertenecia á un circuito de algunos piés solamente de alam- bre, y á una batería separada: esta pluma hacia la indicacion en el mismo instante que la llave de contacto era pulsada por el dedo; la segunda pluma /N estaba en la estremidad que co- 151 municaba con el suelo del alambre tendido al aire, y la última pluma en la estremidad que comunicaba con el suclo del lar- go hilo subterráneo. La llave, por una disposicion particular, podia lanzar la electricidad de la batería principal indistinta- mente á cualquiera de los dos alambres simultáneamente con el paso de la corriente en el pequeño circuito que termina- ba en la primera pluma. Estando las plumas M y ÑN en ac- cion, M trazaba una linea regular de igual anchura, demos- “trando por su longitud el tiempo efectivo que la electricidad habia gastado en dilatarse por el hilo; y N trazaba otra línea igualmente regular, paralela á la primera, de igual longitud, y de una debil inclinacion hácia atrás, con lo cual indicaba que el largo alambre tendido al aire conducia su corriente eléctrica casi instantáneamente á su estremidad. Pero cuando las plumas M y N obraban á un mismo tiempo, la linea tra- zada por O no principiaba sino algun tiempo despues de la lí- nea trazada por M, y proseguia despues de haber esta con- cluido, es decir, despues de haberse retirado la batería O. Además, al principio era debil, luego llegaba á su máxi- mo de intensidad, prosiguiendo asi mientras estaba en con- tacto con la batería, y por último iba disminuyendo gradual- mente hasta quedar reducida á la nada. La línea trazada por O manifestaba que el flujo eléctrico empleaba cierto tiempo en el hilo sub-marino para llegar á su estremidad mas distante; por su debilidad al principio indicaba que la fuerza se habia en parte empleado en el esfuerzo de la induccion lateral eslá- tica á lo largo del hilo; por su llegada al máximo y luego ¿por su igualdad daba á conocer el momento en que la induc- cion habia llegado á ser proporcional con la intensidad de la corriente de la batería; al principiar 4 disminuir manifestaba que la corriente de la batería habia sido interrumpida; y su prolongación, asi como su disminucion gradual, indicaban el momento en que se verificaba la descarga de la electricidad acumulada en el hilo, y por consiguiente la caida regular de la induccion tambien se habia elevado con igual regula- ridad. Con las plumas M4 y O puede magnificamente demostrar- se la conversion de una corriente intermilente en una cor- 152 riente contínua, obrando el alambre subterráneo por medio de la induccion estática, que sufre de un modo análogo al volante de un reloj 6 al receptáculo de aire de una bomba. Asi es, que subiendo y bajando la llave. de contacto de un modo regularmente alternativo, pero rápido, se vió que la pluma 4 trazaba una série de líneas cortas separadas unas de otras por intervalos de igual longitud. Despues que se su- cedieron cuatro ó mas de estas líneas, la pluma O, perte- neciente al hilo subterráneo, principió á trazar una señal, por de pronto débil, elevándose luego hasta el máximo, y siempre contínua. Si la accion de la llave de contacto era me- nos rápida, la señal hecha por O manifestaba un aumento y una disminucion de anchura alternativamente; y si la in- troduccion de la corriente eléctrica á un estremo del hilo sublerráneo se verificaba en intervalos aún mas largos, las lineas que la otra pluma trazaba aparecian enteramente se- paradas unas de otras. Todo esto demuestra de un modo magnifico cómo el flujo 0 corriente eléctrica individual, una vez introducida en el hilo y no cesando de proseguir su cur- so, puede ser afectada en su intensidad, duracion y demás con” diciones, siendo parcialmente empleada en producir la induc- cion estática. Por otras combinaciones de las plumas N y O, la estremi-. dad cercana del hilo subterráneo podia ser puesta en comuni- cacion con la tierra inmediatamente de haber sido separada de la bateria: entonces el flujo hácia atrás de la electricidad, el tiempo y el modo de verificarse quedaban anotados de un modo digno de atencion; mas debo abstenerme de entrar en mas delalles sobre resultados que se derivan de todos los prin- cipios que acabo de esponer. Se han obtenido y pueden imaginarse diversas especies de esperimentos. En uno de estos se fijaron las estremidades de la bateria aislada á las estremidades del largo hilo subterrá- neo, y las dos mitades del hilo produjeron corrientes de retor- no opuestas cuando se las puso en relacion con la tierra. En semejante caso el alambre es positivo en una de sus estremi- dades y negativo en la otra por efecto de su longitud, y por la accion de la bateria mantenida de un modo constante en la 153 misma condicion en que se encuentra por un instante sola- mente un alambre corto por efecto de la descarga de una bote- lla de Leiden, 0, tomando un caso estremo pero semejan- te, un filamento de goma laca, cuyas estremidades estén cargadas positiva y negativamente. Colomb ha señalado la diferencia que existe entre un hilo largo y un hilo corto por lo que toca á su poder aislante ó conductor, y esa misma di- ferencia es la que existe entre los alambres largos y los cortos. . El caracter del fenómeno descrito en esta noticia me in- duce á valerme de las palabras intensidad y cantidad en cuanto son aplicables a la electricidad, en cuyo concepto he tenido ocasion de emplearlas con bastante frecuencia. Los que estudian las relaciones estáticas y dinámicas de la electrici- dad , no pueden dispensarse de hacer uso de esas voces 0 de otras equivalentes; loda corriente que encuentra una resis- tencia encierra un elemento estático y de intensidad, y asimis- mo en todos los casos de aislamiento encuentra mas 0 menos el elemento dinamico y la conduccion. Ya acabamos de ver que con el mismo origen voltáico, una misma corriente, ca- minando á lo largo de un mismo hilo, produce resultado dife- rente segun que su intensidad varía por efecto de las varia- ciones de la induccion que tiene lugar al rededor del alam- bre. La idea de intensidad, ó lo que es lo mismo, de la facul- tad de vencer esa resistencia, es tan necesaria á la idea de la electricidad, sea estatica sea dinámica, como la idea de pre- sion lo es al vapor que se eleva de una caldera ó al aire que pasa por aberturas ó tubos: no podemos, pues, menos de va- lernos de un lenguaje acomodado á la espresion de esas con- diciones y de esas ideas. Además, nunca he observado que ni el uno ni el otro de esos términos conduzca á error por lo to- cante á la accion eléctrica, ó dé orígen á algun punto de vis- ta erróneo acerca del carácter ó unidad de la electricidad. No puedo encontrar olros términos mas significativos, ni que es- presando las mismas ideas no se hallen sujetos á los mismos inconvenientes. Incurriria pues en afectación si tratase de va- lerme de otras palabras; y por otra parte, el asunto presente me ha hecho mas que nunca conocer su gran valor y sus par- 154 ticulares ventajas en el lenguaje apropiado á la electrici- dad (1). OPTICA. Duracion de la impresion luminosa en el ojo; por Mr. Ems- MANN. (L'Institut, 9 agosto 4854.) Los autores difieren de sentir en cuanto á la duracion de la impresion luminosa en el ojo. Newton la valua en 1 segun- do: segun d'Arcy es de 0,133 de segundo; segun Tomás Young varía de 0,01 á 0,5 de segundo. Mr. Plateau, que ha aplicado su espiritu investigador al estudio de esta cuestion, ha encon— trado como término medio de estos esperimentos los números siguientes, espresados en fracciones de segundos sexagesi- males. BLANCO. AMARILLO. ROJO. AZUL. 0,35 0,35 0,34 0,32 Segun estos resultados, el blanco y el amarillo producen una sensacion mas duradera que el rojo y el azul. Segun el mismo Mr. Plaleau confiesa, su método de inves- tigacion deja algo que desear; por lo cual Mr. Emsmann ha (1) El cohete, de que se ha hecho mencion en este artículo es de la siguiente naturaleza. Cúbrese de guta-percha sulfurada un alambre de cobre: al cabo de algunos meses se ve que entre el metal y la cubierta se ha formado una lijera capa de cobre sulfurado, y además, que cuando se quitaba la mitad de la guta-percha en algun punto, y el hilo de cobre quedaba separado como un cuarto de pulgada, de manera que no tenga contacto mas que con la capa sulfurada adherente al resto de la guta- percha, podia una intensa batería inflamar este azufre, y con mayor razon la pólvora. Hízose con esta el esperimento, y se inflamó en la estremidad de un alambre de 8 millas de largo. Refiere Mr. Faraday, que ha visto encenderse la pólvora al estremo de un trayecto de cien millas de un alambre cubierto y sumerjido en el canal, por medio de este cohete. 155 procurado evitar las causas de error que pudieron ocurrir en los esperimentos de Mr. Plateau. El aparato de Mr. Emsmann consiste en un sistema de rue— das dentadas, dispuesto de manera que se pueda obtener gran velocidad; el último eje impelido gira 60 veces en tanto que el volante no da mas que una sola vuelta. Este eje sostiene un disco de metal, que en su centro tiene unas pinzas que sirven de porta-objeto. A fin de asegurarse de que la velocidad de la rotacion es constante, adaptó á este eje una rueda dentada, y la hizo girar contra un náipe al modo de las ruedas denta- das de Savart. Cualquiera modificacion ocurrida en el tono producido por la vibracion del náipe, indicaba una alteracion ocurrida en la velocidad de rotacion, y ponia al observador en estado de regularizarlas. El tiempo que empleaba el volante en hacer una revolucion fué valuado con el auxilio de un re- loj, cuya péndola daba 74 oscilaciones por segundo. Colocó en las pinzas un carton cuadrado de 9 pulgadas de lado, ase- gurado por su diagonal y cubierto de terciopelo negro: sobre este terciopelo y. en las pinzas fijó una hoja de papel de 8 pul- gadas de largo y 43 de ancho. Los papeles podian ser de di- ferentes colores: con el blanco obtuvo el autor facilmente un circulo blanco con una velocidad determinada, porque el dis- co de laton, y por consiguiente la hoja de papel, daba una vuel- 4 DaRoT do. , ta en < de segundo, ó sea 3; oscilaciones de la péndola del 50 30 reloj empleado. Esta velocidad se podia aumentar ó disminuir á discrecion, durando siempre la sensacion la mitad del tiem- po que el disco tardaba en hacer una revolucion. Mr. Emsmann verificó sus esperimentos tanto a la luz del dia como á la artificial: los resultados no fueron iguales en ambos casos, y asi debia ser, puesto que las fuentes lumino- sas estaban diversamente coloreadas. Hizo uso de papel de dis- tintos colores. He aqui los números obtenidos, espresados en fracciones de segundo y colocados por orden de magnitud. 156 A la luz del dia. Azul oscuro. Amarillo. Verde medio. Verde oscuro. Blanco. Rojo. Azul medio. 0,29 0,27 0,26 0,26 0,250,294 0,22 Lámpara de doble corriente de arre. Azul oscuro. Verde oscuro. Amarillo. Blanco. Rojo. Verde medio. Azul medio. 0,35 0,35 0,31 0,300,29 0,26 0,26 Los números que espresan el tiempo son en general mas pequeños que los obtenidos por Mr. Plaleau. En esla primera serie de esperimentos, los papeles em- pleados estaban pulimentados y brillantes; en otra serie em- pleó el autor papeles sin lustrar, y aunque obtuvo las mismas relaciones, quedó comprobado que la sensacion habia sido de mas corta duracion. En el cuadro anterior se ve que los números obtenidos con luz artificial son los mismos para el azul y el verde oscuro, y que otro lanto sucede con respecto al verde medio y al azul medio. El autor esplica este hecho haciendo notar, que estos colores son precisamente los dos mas difíciles de distinguir con la luz artificial. El fondo negro adoptado por el autor, y cuyo uso ha sido reconocido como indispensable por Mr. Plateau, no puede ser reemplazado por un fondo blanco. Mr. Emsmann intentó el mismo ensayo y observó la misma duracion para todos los co- lores; los números obtenidos coincidian con los que espresan la duracion de la impresion producida por el color blanco. A estas investigacionessobre la duracion de la sensacion de la vista, Mr. Plateau habia unido observaciones hechas con discos provistos de 12 cuarteles negros y otros tantos de color, que cada 1 : : uno ocupaba 3; de la superficie del disco. Los tiempos nece- 157 sarios para obtener por la rotacion un colorido homogéneo son los siguientes, espresados en fraccion de segundo: BLANCO. AMARILLO. ROJO. AZUL. 0,191 0,199 0,232 0,295 El resultado, segun se echa de ver, es el inverso de los ante- riores. El autor deduce que la sensacion del azul decrece mas despacio que la del rojo, la cual decrece menos que la del amarillo, y asi sucesivamente. Mr. Emsmann ha repetido el esperimento con su aparato y obtuvo los números siguientes: BLANCO. AMARILLO. ROJO. AZUL MEDIO. 0,55 0,58 0,62 0,72 Lo cual confirma en general las observaciones hechas por Mr. Plaleau. ACUSTICA. Vibraciones y sonidos ocasionados por el contacto de cuerpos que tienen temperaturas diferentes; por Mr. TYNDALL. (L'Institut, 2 agosto A854,) En 26 de enero anterior leyó el autor en la Sociedad real de Londres una memoria con el título espresado. A continua- cion se estracta. E Mr. Schwartz, inspector de una de las fundiciones de Sa- jonia, colocó el año de 1805 una masa de plata de figura de copa, y enrojecida, sobre un yunque frio, y se admiró de oir que aquella daba sonidos músicos. Habiendo el profesor Gil- bert visitado la fundicion en otoño de aquel mismo año, hizo repetir el esperimento. Observó que los sonidos iban acom- pañados de un estremecimiento sonoro de la plata caldeada á una alta temperatura, y que cuando las vibraciones cesaban, 158 cesaba igualmente el sonido. Gilbert se dió por satisfecho con averiguar estos hechos, mas no trató de esplicarlos. En 1829, estando ocupado Mr. Arturo Trevelyan en eslen- der pez con un hierro de soldar demasiado caliente para aque- lla operacion, lo puso inadvertidamente sobre una masa de plomo que estaba á mano; en el mismo momento oyó un soni- do agudo comparable al de las armónicas, y examinando la masa, observó que el hierro se hallaba en un estado de vibra- cion. Comprometióle el doctor Reid, de Edimburgo, á proseguir esle género de observaciones, y en las Transacciones de la So- ciedad de Edimburgo se publicaron los resultados de los nu- merosos esperimentos que hizo sobre este particular. En1.* de abril de 1831, estos sonidos singulares y estas vi- braciones fueron el objeto de una leccion de Mr. Faraday en el Instituto real. Mr. Faraday desenvolvió el asunto, y dió á conocer las esplicaciones que tanto Mr. Trevelyan como Sir John Les- lie habian dado acerca de semejantes sonidos. Los relacionó con los golpes ó sacudimientos de la masa caliente sobre la fria colocada debajo, cuyos golpes eran bastante vivos y reitera— dos en algunos casos para producir sonidos musicales. Las al- ternativas de dilatacion y contracción de la masa fria en los puntos sobre que cae el hierro caliente, las considera como la fuerza que da margen á aquellas vibraciones. Por lo que hace á la superioridad del plomo, la atribuye á su gran dilatacion combinada con su debil poder de conductibilidad, que se opo- ne a la pronta distribucion del calor en toda la masa. Mr. Forbes, de Edimburgo, que se hallaba presente en esta leccion, no dándose por satisfecho con aquella esplicacion, em- prendió un nuevo exámen del asunto. Sus resultados están con- signados en una memoria presentada por él á la Sociedad real de Edimburgo en 1832. En esta memoria desecha la esplica- cion adoptada por Mr. Faraday, y atribuye las vibraciones á una nueva especie de accion mecánica del calor, á una repul- sion ejercida por el mismo calor al pasar de un buen conduc- tor á otro malo. Esta consecuencia está fundada en cierto Dú- mero de leyes generales establecidas por Mr. Forbes. Si estas leyes fuesen exactas, se habria dado ciertamente un gran paso hácia el conocimiento de la naturaleza íntima del mismo ca- 159 lor, y esta consideracion es la que ha obligado principalmente al autor á volver á examinar el asunto. Mr. Tyndall habia emprendido algunos esperimenlos, ig- norando que este asunto habia sido ya objeto de las indaga- ciones de Seebeck, hasta que Mr. Magnus de Berlin se lo hizo presente. Al tomar conocimiento de la interesante memoria de Seebeck, vió que la mayor parte de los resultados que se proponia investigar habian sido ya alcanzados por el físico ale man. La única parte que permanecia aún intacta, presentaba sin embargo bastante interés para determinarle á perseverar en su primer propósito. Las leyes generales de Mr. Forbes han sido sucesivamen- te sometidas á un examen esperimental. La primera de ellas asegura, que nunca se verifican las vibraciones entre sustan- cias de una misma naturaleza; Mr. Tyndall averiguó que asi sucedia generalmente cuando la masa caliente reposaba sobre un bloque 6 en el borde de una placa gruesa del mismo metal; pero el caso es enteramente distinto cuando se hace uso de una placa delgada. Asi es, que una varilla de cobre encorvada en forma de gancho puntiagudo, puesta sobre el borde de una pieza de un sueldo, no vibra de un modo permanente; mas si la mo- neda ha sido aplastada con el martillo de modo que su borde se haya adelgazado y tenga filo, se oblendrán vibraciones con- tínuas. Una varilla de plata puesta sobre una media corona no produce vibraciones permanentes, pero las da si se coloca la varilla sobre una moneda de seis peniques. Una varilla de hierro colocada sobre el filo delgado de un cuchillo, produce tambien vibraciones continuas. Una plancha de laton puesta sobre las puntas de dos alfileres comunes del mismo metal con las cabezas convenientemente sujetas, produce vibraciones dis- tintas. En estos esperimentos las planchas y los alfileres esta- ban fijos en un torniquele, y se observó, que cuanto mas del- gadas eran aquellas, pero en los límites de la rigidez, tanto mas seguro y marcado era el efecto. De esta manera se ob- tuvieron vibraciones de hierro sobre hierro, de cobre sobre cobre, de laton sobre laton, de cinc sobre cinc, de plata sobre plata, y de estaño sobre estaño. Podria aumentarse esta lista, pero los casos citados bastan para demostrar que la proposi- 160 cion citada anteriormente no puede ser considerada como es- presion de una ley general. La segunda ley general anunciada por Mr. Forbes es, que las dos sustancias deben ser metálicas. Esla ley fue la primera que llamó la atencion de Mr. Tyndall. Cuando se es- taban haciendo esperimentos que presentan alguna analogía con los que nos ocupan, descubrió que ciertos cuerpos no metáli- cos estan dotados de un poder conductor muy superior al que se les ha supuesto hasta el presente, y esto le hizo pensar que estos cuerpos podrian, siendo tratados convenientemente, reemplazar á los metales en la produccion de las vibraciones. Esta suposición se hizo una realidad. Varillas de plata, de co- bre y de laton, puestas sobre la arista natural de un prisma de cristal de roca, produjeron sonidos bien perceptibles, y so- bre la arista muy pronunciada de un cubo de espato fluor fueron aún mas armónicos. Sobre una masa de sal gema, las vibraciones fueron muy enérjicas. Apenas existe una sustancia metálica ó no metálica en que se puedan obtener vibraciones con tanta facilidad y certeza como sobre la sal gema. En la mayor parte de los casos es necesaria una alla temperatura para la produccion de sonidos; pero con la sal gema, la tem- peratura no necesita esceder a la de la sangre. En aquella sus- tancia, digna ya de atencion bajo otros puntos de vista fisicos, se observa por lo tanto una nueva y singular propiedad. Inu- til es entrar en detalles sobre los diferentes minerales que fue- ron sometidos al esperimento. Mas de 20 sustancias no metá- licas han sido examinadas por Mr. Tyndall, obteniendo de to- das ellas vibraciones distintas. El número de escepciones que se presentan aqui, escede en mucho á las sustancias que se mencionan en la memoria de Mr. Forbes; y en la opinion del autor, basla para demos- trar que la segunda ley tampoco es exacta. La tercera ley establece, que las vibraciones se verifican con una intensidad proporcional (entre ciertos límites) á la diferencia de las potencias conductrices de los metales para el calor, siendo el metal peor conductor necesariamente el mas frio. Las pruebas alegadas contra la existencia de la primera ley, destruyen tambien segun parece la exactitud de esta, pues 161 si la intensidad de las vibraciones es proporcional a la dife- rencia de las potencias conductrices, no deberia haber vibra- ciones en el caso de ser iguales estas. Pero en una media do- cena de casos se manifiesta que se verifican vibraciones entre diferentes piezas de un mismo metal; y aun además, la condi- cion establecida por Mr. Forbes puede quedar destruida. La plata figura al frente de los metales conductores. Habiendo co- locado una plancha de este metal en el torniquete, se aplica- ron sobre su borde varillas calientes de laton, de cobre y de hierro, y siempre se observaron vibraciones. Lo mismo suce- dió poniendo una varilla de laton sobre una moneda de oro. Estos esperimentos, asi como olros muchos, demuestran que de ningun modo es preciso que el mal conductor sea el metal frio, como lo supone la ley á que nos referimos. Entre los metales, el antimonio y el bismuto se muestran completamente inertes segun los esperimentos de Mr. Forbes, mientras que Mr. Tyn- dall ha conseguido sonidos músicos del uno y del otro. La superioridad del plomo como masa fria es atribuida por Mr. Faraday, segun hemos dicho anteriormente, á la gran dilatacion de este metal, combinada con su debil poder con- ductor. Mr. Forbes, considerando esta opinion como un error evidente, lo combale de un modo ingenioso y que al parecer no liene réplica. Las vibraciones, segun dice, dependen de la diferencia de temperatura entre la varilla y la masa. Si esla última es un mal conductor y retiene el calor en su superfi- cie. hay lendencia á poner las dos superficies en contacto á una misma temperatura, y por consiguiente á conlener la vi- bracion y no a escitarla. Además, cuanto mayor es la canti- dad de calor trasmilida de la varilla á la masa durante el contacto, tanto mas considerable debe ser tambien la dilata- cion; por consiguiente, si la vibracion fuese debida á esta cau- sa, el efecto llegaria á su máximo cuando la masa fuera el mejor conductor posible. Pero en este argumento Mr. Forbes parece haber empleado la palabra dilatacion en dos diferen- les sentidos. La dilatacion que produce la vibracion es un le- vantamiento repentino de la punta donde la varilla encorvada se pone en contacto con la masa fria que está debajo; pero la dilatacion debida á una buena conductibilidad sería una dila- TOMO V. 11 162 tacion de la masa general. Supongamos que el poder conduc- tor de la masa fuese infinito, es decir, que el calor comunica- do por la varilla se distribuye instantánea € igualmente en toda la masa: en este caso la dilatacion general podria ser muy considerable, mientras que la local en el punto de contacto seria nula, y no habria vibracion posible. La inevitable con- secuencia de una buena conductibilidad, es determinar una sustracción repentina del calor en el punto de contacto de la varilla y de la sustancia colocada debajo, y esta es, dice Mr. Tyndall, la razon de no haber Mr. Forbes conseguido vibra- ciones cuando el metal frio era un buen conductor. Se ha servi- do de masas, y la sustraccion del calor en el punto de contac= to del conjunto de la masa de metal circunyacenle, ha sido bastante repentina para amortiguar una elevacion local de que dependen las vibraciones. En los esperimentos descritos por el autor se ha evitado esta sustracción, por lo menos en gran parte, reduciendo las masas metálicas al estado de laminas delgadas; de modo que hasta los esperimentos alegados por Mr. Forbes contra la opinion de Mr. Faraday, pueden pasar, si se los considera con detencion, por demostraciones que vienen en apoyo del modo de ver de este último fisico, y que confirman su exactitud. FISICA DEL GLOBO. Esposicion del sistema de los vientos; por Mr. LartIGUE. (Comptes rendus, 5 junio 1854.) o » El viento es una parte de nuestra atmósfera puesta en mo- vimiento por alguna alteracion de su equilibrio: esta altera- cion es producida por diferencias de temperatura. Estando el aire mas caliente, y por tanto mas rarificado, cerca del Ecuador que de los polos, se establecen en cada he- misferio corrientes de aire que se dirijen de los polos hacia el Ecuador. Estas corrientes de aire, que se llaman vientos pola— res, soplan ordinariamente en las zonas templadas entre el N. O. 163 y el N. en el hemisferio boreal, y entre el S, O. y el S, en el hemisferio austral: su direccion se aproxima á la del E. á proporcion que avanzan hácia la zona tórrida, en donde dan origen á los vientos alisios. Las nubes indican varias veces que varían mas pronto en las capas inferiores que en las su- periores, y que conservan su direcion primitiva en las re- giones elevadas. Algunas veces los vientos polares toman, cerca de los po- los, su direccion entre el N. y el N. E., ó entre el S. y el S. E., segun el hemisferio, y la conservan hasta en la zona lórrida y hasta en las regiones mas elevadas de la atmósfera. Los vientos polares solo abrazan una estension limitada, pero reinan al mismo tiempo en muchos sitios, y en los inter- valos que los separan se encuentra á los vientos tropicales, que soplan entre el S. y el O. en el hemisferio boreal y entre el N. y el 0. en el hemisferio austral. Estos vientos son por lo co- mun las contra-corrientes de los vientos alisios del hemisfe- rio en que soplan. Los vientos alisios forman dos corrientes de aire distintas, que están en contacto en los mares libres y en las costas orien- tales, á una distancia del ecuador que depende de su intensi- dad relativa. Muchas veces existen separados los unos de los otros enel O. de los continentes, y en los mares estrechos 0 po blados de numerosas islas: en el intervalo que los separa exis- len calmas ó cierlos vientos que soplan entre el S. y el O. en el hemisferio boreal y entre el N. y el O. en el hemisferio austral: se los llama vientos variables de la zona tórrida, pero en los mares de la India les dan el nombre de monzon de $. O. 0 monzon de N. O. Cuando los vientos polares y los alisios tienen cierta in- tensidad, pueden llegar hasta las regiones mas elevadas de la atmósfera; pero cuando son débiles, los vientos del hemisferio austral pasan por encima de los vientos polares y de los alí- sios del hemisferio boreal, y los de este último hemisferio pasan por encima de los del hemisferio austral. Donde quiera que los vientos polares y alísios dejan de reinar sobre la superficie de la, tierra, están reemplazados por los vientos superiores. Cuando los vientos alisios de los dos 164 hemisferios se hallan en contacto, los vientos superiores bajan a la superficie fuera de los límites esteriores de los vientos alísios; pero cuando las zonas de estos se separan, el intervalo queda ocupado por los vientos superiores. Estos vientos se reunen tan pronto á los tropicales como á los variables de la zona tórrida, y alguna vez á los dos simul- táaneamente. Aumentan la intensidad, que sin embargo no Jle- ga á ser considerable sino cuando los vientos polares ó los vientos alisios del hemisferio á que llegan les oponen un obs- táculo, y no varian al O. del S. O. 6 del N. O. sino por efecto de esos mismos vientos. Los vientos tropicales forman frecuentemente una zona 6 parte de zona comprendida entre el paralelo de 35 grados y el de 45 6 60 grados. Al mismo tiempo se establecen un gran número de corrientes de aire polares entre esta zona y la de los vientos alisios: estas corrientes de aire han lomado origen cerca de los polos, pero teniendo menos intensidad que los vientos tropicales pasan por encima de estos, y vuelven á Lo= mar su curso en la superficie de la lierra cerca del límite ecua—- torial de los vientos tropicales. Cuando los vientos polares, soplando entre el N. y el N. E. ó entre el S. y el S. E. segun el hemisferio, han tomado ori- gen cerca de los polos, se conservan sobre la superficie del mar. Si son mas fuertes que los vientos tropicales, conti- nuan su curso sobre la superficie, y obligan a los otros á re- montarse hácia las regiones elevadas; pero si son mas débiles se separan de su direccion primitiva, y toman la del E. ó la del E. N. E. en el hemisferio boreal, y la del E. 0 del E. N. E. en el otro hemisferio. A consecuencia de las calmas se eleva ordinariamente el viento en las zonas templadas al S. S. E. en el hemisferio bo- real; en seguida varia al S. y al S. O. y acaso al O. $. O., des- de donde pasa bruscamente al N. O. En el hemisferio austral gira en sentido inverso; empieza primero al N. N. E., varia en seguida al N. 6 al N. 0., 6 al O. N. 0., de donde salta al S. 0. Cuando los vientos polares principian á soplar adquieren una gran fuerza que conservan durante un periodo de unos tres 165 dias cerca de los trópicos. Despues de este periodo los vientos polares se estienden hácia el O., y alguna vez hasla se tras- portan en esa misma direccion; pero su cambio no se verifica con alguna regularidad sino á gran distancia de las costas, y por bajo el paralelo de 35 grados. Los vientos tropicales cam- bian al mismo tiempo, de modo que los sitios ocupados en un principio por los vientos polares lo son en seguida por los tro- picales. Los vientos polares duran, en los dos hemisferios, mas que los tropicales en las costas orientales de los continentes durante una estacion, en tanto que en las costas occidentales sucede lo contrario. Durante la estacion opuesta cambia esla marcha, de modo que los vientos tropicales son mas frecuen tes que los polares en las costas orientales, mientras que en las occidentales se verifica lo contrario. Los vientos alisios se aproximan ó se alejan del ecuador segun la intensidad de los vientos polares, de que son una continuacion, y segun la intensidad de los vientos del hemis- ferio opuesto: tambien sus límites se alteran considerable- mente aun á algunas jornadas de distancia. Los vientos variables de la zona tórrida ocupan una es- tension considerable, que aumenta ó disminuye segun la inten sidad de los vientos alisios de los dos hemisferios: sus limites occidentales se aproximan a los continentes, al propio tiempo que sus límites polares se acercan al ecuador. El sol está considerado como causa principal de las dife- renles rarefacciones del aire, que producen los vientos polares; pero en razon á la configuracion de los terrenos, y como por otra parte este astro calienta y rarifica mas ó menos la almós- fera en un hemisferio que en otro segun las estaciones, estos vientos adquieren á un mismo tiempo intensidades diferentes en los dos hemisferios. Estas diferencias de intensidad son las que impiden a los vientos dirijirse constantemente de los po- los hacia el ecuador en todas las partes de las zonas lem- pladas. 166 METEOROLOGIA. Relacion de las observaciones meteorológicas verificadas en cua- tro ascensiones aerostáticas; por Mr. WeLsn. (An. de Quim. y Fis., agosto 1854.) La Asociacion británica para el adelantamiento de las cien- cias fundó hace algunos años en Kew un observatorio dirijido por Mr. Bonalds, en el que se trabaja menos en observar los fenómenos continua y regularmente, que en perfeccionar los métodos de observacion, y en ejecutar en cierto modo los es- perimentos meteorológicos, es decir, las investigaciones que, en razon de su dificultad, no pueden ser llevadas á cabo en la mayor parte de los observatorios. De este número son indu- dablemente las ascensiones aerosláticas emprendidas con ob- jelo cientifico, tan poco numerosas hasta el presente. Asi es que en 1852 el comité-director del Observatorio de Kew, juz- gó conveniente aprovecharse del nuevo interés que los aero- náulas inspiraban al público, encargando á uno de los jóvenes sabios agregados al Observalorio, Mr. John Welsh, tomara parte en cuatro ascensiones hechas en Londres desde el jardin de Wauxhall por el aeronáuta Mr. Green. En cada una de dichas ascensiones llevó Mr. Welsh un barómetro, un termómetro seco y otro húmedo, un higróme- tro condensador de Regnauld con su aspirador, un polariscopo, y muchos tubos de cristal para recojer el aire. El barómetro, el higrómetro de Regnauld ni el polariscopo presentaban nada de particular en cuanto á construccion, pero la disposicion del termómetro seco y del húmedo merece mencionarse. Por de pronto estaban dichos instrumentos resguardados de la radia- cion directa del sol y de los cuerpos inmediatos por medio de unas pantallas plateadas: estaban además montados en tubos de cristal, al través de los cuales el aspirador del higrómetro de Regnauld determinaba una corriente de aire, que primero pasaba por el termómetro seco y luego por el húmedo. La lemperatura indicada por estos instrumentos debia indudable- : 167 mente hallarse mucho mas inmediala á la verdadera del aire que en las condiciones comunes de los esperimentos. Estaban todos estos instrumentos en una de las estremidades de la bar- quilla, y en la otra iba Mr. Green, únicamente ocupado en la maniobra del globo. En las dos primeras ascensiones fué Mr. Welsh acompañado de Mr. Nicklin, agregado al Observatorio de Kew, y en las dos últimas no llevó mas compañía que Mr. Green. En cada ascension fué seguida la marcha del baréme- tro y del termómetro en un número bastante considerable de estaciones distribuidas en toda la estension de la region, por encima de la cual era probable pasase el globo. Estas obser- vaciones tenian por objeto determinar el valor medio de la lemperatura y de la presion en la superficie del suelo, á fin de que fuera posible corregir de la variacion horaria las ob- servaciones hechas en el globo: no presenta Mr. Welsh este modo de correccion como completamente satisfactorio, sino como el único de que puede hacerse uso (1). Ningun fenómeno escepcional se presentó durante las cua tro ascensiones: nos bastara dar los detalles siguientes antes de esponer los resultados de las observaciones. Primera ascension. Partida, el 17 de agosto de 1852 á las 3h y 49" de la tarde: la mayor altura á que se elevó fué 19.510 piés ingleses: principió el descenso á las 4? y 46", y ter- minó á las 3% 20" en Sveavesey (condado de Cambridge); viento Sur muy violento: dos capas de nubes, la una cerca de 2.500 piés de altura, la otra á mas de 200.000 piés: á fines del periodo ascendente se vieron algunos copos cristalinos de nieve. Segunda ascension. Partida, el 26 de agosto de 1852 á las (1) Las estaciones eran 34, y se estendian en una vasta estension desde Dublin y Edimburgo hasta las costas francesas de la Mancha. Para el cálculo de las correcciones y valores medios no se emplearon mas que las observaciones hechas en las estaciones poco distantes del camino se- guido por el globo. Estas estaciones han sido en las distintas ascensiones, Greenwich, Kew, Lewisham (condado de Kent), Enfield (condado de Mid- dlesex), Saint-John's Woods (condado de Middlesex), Stone (condado de Bucks) y Cambridge. 168 Ós 451 y 46" de la tarde: la mayor altura de ascension 19.100: principió el descenso á las 7, y terminó á las 7* y 35" cerca de Chesham (condado de Bucks); viento Este moderado al partir: un sola capa de nubes á 3.000 piés de altura; el aire perfectamente puro sobre esta capa. Tercera ascension. Partida, el 21 de octubre de 1852 á las 2: 45" de la tarde: la mayor altura de ascension 12.640 piés: principió el descenso á las 3! 29*, y concluyó á las 4% 21” entre Soulh-Benfleet y Rayleigh (condado de Essex): cal- ma al tiempo de partir; desde los 1.000 á los 3.000 piés, nu- bes aisladas; de los 3.000 a los 3.700 piés, capa muy densa de nubes; mas arriba ligeros cirr. Cuarta ascension. Partida, el 10 de noviembre de 1852 á las 2% y 22” de la tarde: la mayor altura de ascension 22.930 piés: descenso muy rápido principiado á las 3h y 16”, y ter- minado a los 24" cerca de Folkstone (á 4 millas del mar): viento Norte muy debil á la salida; de los 100 a los 1.970 piés, capa de nubes poco densas; desde los 4.000 á los 4.900, segunda capa de nubes; mas allá el aire estaba perfectamente puro. No se hizo observacion alguna durante el descenso. No podemos presentar aqui el detalle de las observaciones meteorológicas, pero indicaremos un resultado muy notable que se manifestó en las cualro ascensiones. En las capas infe- riores del aire hasta una altura que varió en las diversas as- censiones, la baja de las temperaturas del aire fué sensible- mente uniforme y bastante lenta: luego la temperatura del aire se mantuvo sensiblemente constante en una capa de cer- ca de 2.000 piés de grueso, y sobre ella volvieron á bajar las lemperaturas. En las ascensiones del 17 de agosto, 26 id. y del 10 de noviembre se observó una baja brusca de los valo- res de las fuerzas elásticas del vapor acuoso al entrar en la capa de la temperatura constante; en la ascension del 21 de octubre esta capa fué la capa de nubes indicada mas arriba. De manera que en circunstancias atmosféricas muy diversas se ha reconocido a cierta distancia del suelo la existencia de una capa de temperatura constante, que parece enlazada muy de cerca con la precipitacion de los vapores atmosféricos. De aqui se infiere con evidencia, que es bastante dificil re- 169 presentar convenientemente por medio de una fórmula empí- rica el decremento de las temperaturas. Sinembargo, Mr. Welsh ha calculado para cada ascension una fórmula parabólica del tenor siguiente: (a+ bh+eh. Damos los cuatro grupos de los valores de los constan- tes a, b y c, suponiendo que los grados están tomados de la es- cala de Fahrenheit, y las alturas espresadas por medio de una unidad igual a 1.000 piés ingleses. 47 de agosto. 26 de agosto. 21 de octubre. 40 de noviembre. a 1017 64,11 53,36 44",69 b-2,363 —2,346 -+0,1232 — 1,095 c—0,03613 —0,01424 1,868 — 0,06070 El aire recojido, analizado por Mr. Miller en el laboratorio de King's College, ha manifestado la misma composicion que el recojido en el palio del laboratorio. 170 REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de febrero de 1855. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milimetros. ME E Y OO o 97,529 699,226 MAMMA da aras a a 97,935 709,539 MAMMA Ra 26,892 | 683,046 Oscilacion mensual. ...ico. «le 2d. ei ola 1,043 26,493 máxima diurna (dia 14)....| 0,555 14,097 mínima diurna (dia 2)...... 0,056 1,422 TERMÓMETRO. Fabr. Reaum. Cent. Temperatura media. .............«. ASA ASIA máxima (dia 19)........ 63%,8| 14,13| 17,67 mínima (dia 15)........ 97*,0| -9,99| -9 78 Oscilacion Mensual.....ooooooo.oo..» 36,8| 16,351 20,45 máxima diurna (dia 28)... ./24%,8| 11%,02| 13/78 minima diurna (dia 13).....| 7,31 3”,24| 4%06 Fraccion Presion HIGRÓMETRO. de humedad. [de los vapores. Medias del mes, segun el higrómetro de Maso Ra e aa 0,82 259 A IS 1,00 4,11 Minimas (dias 23 y 14)............. 0,33 1,22 , Pulg. ingl. Milímetros. PLUVIÓMETRO. Lluvia caida en el Mes.............. 4p Yin. | 124,46 ARIS EAT VAIPTERAS ETORRI 0 PT PALIAR A E RR ARA AFTER PERO ERRATA 171 Mes de marzo. Pulgadas in- BARÓMETRO. UTA Milímetros. A CN O MAI | 97,636 | 701,944 maxima-iha-1.0).- borras 97,996 711,088 miñima (dla MD). hoi is 27,025 | 686,423 Oscilacion mensual... pas 0,971 21,665 maxima diurna (dia 5)....| 0,230 5,842 mínima diurna (dia 14)....| 0,047 1,194 TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Temperatura medid..........d0..? AS” lv "11:99 || 9411 máxima (dia 20)....... 68,6| 16,26| 20,33 minima (dia 6)......... 28,0|: -1,78| -2,92 Oscilaciol Mensual o ecits o. 0 40,6| 18,04| 29,55 maxima diurna (dia 31)....[31,3| 13,95 | 17,39 minima diurna (dia 12)....| 9,51 4,22| 5,28 a Fraccion Presion HIGROMETRO. de humedad. |de los vapores. Medias del mes, segun el higrómetro de MIS DA. RL CE 0,66 2,19 Máximas (dias 4, 7 y 26) y 19....... 0,98 3,36 Minimas (dias 16 y 17) y 31........ 0,38 1,14 A A AS PLUVIÓMETRO. Pulgadas ingl. | Milímetros. Lluvia caida en el mes.............. QP,7lin. 17,78 A A _O0___- E MANUEL Rico SINOBAS. 172 DENIA AED EIA RAS AAA ETA LEARN DA PARAR ES APETITO RP ETA DATA IS PR A E E :dma "SDLQU] "SIJUDIPDND y lesaoa [esos (9vo“0€ |uod Aaa 8e- | « Se- | 210 | vr | ¡ 9 7 « 0) Er | o« yr | vr | us feriol (71 GSL 016€L ic ez | « 07% | 089 | y11 fevy's7 (98967 66063 Ss « « ee= | 0064 | 5% : y 1 « o? 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Hay masas de diferentes tamaños, y segun es este reciben el nom- bre de pepilas, granos, arenas y polvos de oro. Por lo gene- ral son tanto mas frecuentes estas masas, cuanto menor es su tamaño. Su forma es casi siempre redondeada, algunas veces están aplastadas ó en planchas, rara vez conservan todas ó la mayor parte de sus aristas, y la cristalización es un caso es- traordinario. La descomposicion de los terrenos auriferos, ocasionada por grandes corrientes 0 por la influencia del aire atmosférico, agua, viento, calor y frio, y los depósitos de oro y de gangas que estos terrenos descompuestos dejan en algunos sitios, pue- de considerarse como “un lavado jigantesco y natural, como una concentracion del oro que arrastraban consigo los aluvio- nes antes de sedimentarse. Segun las leyes fisicas, las partes de mayor gravedad es- pecifica, de mayor tamaño y de mayor solidez se precipitan 0 depositan mas cerca de su origen; por manera, que el oro antes diseminado en una grande estension de terreno, se recon- centra despues en un espacio mucho mas limitado. Un aluvion A: aurifero puede, hasta cierto punto, compararse con las arenas y el eschlig (1) que se benefician en los lavaderos de la pre- paracion mecánica de los minerales; y en la parte correspon diente á lo que el minero sajon llama Heuptel, será donde con mas probabilidad estará la mayor riqueza. Es bajo todos conceptos de muchisima importancia el co- nocimiento de la matriz ó caja del criadero, donde estuvo y donde se encuentra todavía el oro que es beneficiable por me- dio del lavado. Este conocimiento conduce al descubrimiento de los depósitos donde yacen los trozos, las arenas, y los ban- cos mas ricos de oro. Voy á enumerar los terrenos en que se presenta el oro, bien sea diseminado en la masa general de la roca, 6 bien en los filones que la atraviesan. El oro se encuentra en la pizarra de grauvaca y en las si- guientes rocas cristalinas, estratificadas Ó en masa que han sido metamorfizadas, y cuyas parles constitutivas esenciales son el antibol y el piroxeno. Pizarra arcillosa, pizarra micácea, gneis, pizarra micácea ferruginosa, pizarra anfibólica, pizar- ra clorítica, grano, sienita, gabro, diorita, diabasa, afamta y serpentina, y tambien en el pórfido cuarzoso y en la dolo- mia. Vambien dicen que se encuentra el oro en las traquilas; pero las que hasta ahora nos han sido presentadas como tales, y que decian contener algun oro, no eran traquitas, sino pór- fidos cuarzosos. Los terrenos en capas y las formaciones vol- canicas modernas, parece no contienen nada del metal mas precioso. Los compañeros mas comunes del oro, bien esté disemina- do por la roca ó bien circunscrito en los filones, son, sin la menor duda, el cuarzo y la pirita de hierro. Apenas se en- cuentra esta en los aluviones en otra forma que como óxido hidratado de hierro, y alguna vez como óxido de hierro. En el Perú se ha observado, que cuando la pirita de hierro esta cristalizada en dodecaedros domáticos (pentagonales), conlie- ne muy poco ó nada de oro, pero sí lo contiene cuand crista- lizada en exaedros. (1) Se llama eschlig en metalurgia al mineral molido en la prepara— cion mecánica, antes de someterlo á la operacion del lavado. 184 El antimonio sulfurado (S b"") de diferentes localidades contiene oro, probablemente como oro antímonial. Tambien suele contenerlo la pirita de cobre, la de arsénico, el glaucoli- to, la blenda y la galena. La mayor parte de los minerales te- lúricos son auriferos. En algunas partes se reconocen como acompañantes del oro, tanto en la masa de la roca como en los filones, el hierro cromatado y el ácido crómico de plomo y de cobre; pero en los aluviones, sus acompañantes mas generales son el hierro magnético, oxidulo de hierro, granates, corin- do, circon, platino é iridosmio. Como una prueba de la utilidad práctica que la paragé- nesis de los minerales produce en esta clase de invesligacio- nes, referiré la feliz aplicacion que de ella hice yo en San Petersburgo el año 1851, por haber fijado mi atencion una hermosa roca empleada para pedestales de varias estátuas en el nuevo museo del palacio invernal, y tenida hasta entonces por un marmol impregnado de malaquita. Habiendo obtenido y examinado con detencion algunos Lrozos sueltos de esta roca sin labrar, vi que la masa principal era de dolomia, mez- clada con óxido verde de cromo en forma de pequeñas y muy delgadas planchas, con pequeños exaedros de pirita de hierro y con mineral de hierro cromatado; la roca estaba además atra- vesada por filoncilos de cuarzo en todas direcciones. Se en- contraban pues reunidos varios minerales que, escepto el óxido de cromo, conocia yo ya como compañeros del oro nativo en los aluviones. Á consecuencia de esta observacion hice ensa- yar como aurifera aquella roca, y efectivamente contenia una ley de oro que la hacia beneficiable, y le dí el nombre de cromo-dolomia. Esta roca procedia de Nichm- Tagilsk, en Si- beria. Daremos ahora algunas de las reglas mas importantes que deben tener presentes los que se dedican al lavado del oro. Los cauces de los arroyos son, por lo general, mas ricos que los de los rios; pero en estos se suelen encontrar algunos silios ricos, sobre todo en las inmediaciones de la embocadura de un valle lateral aurifero. En los sitios donde los destrozos ó cantos son mas compactos y mas gruesos, suele encontrarse oro con preferencia; y lo mismo sucede en los sitios donde el 185 cauce del rio está alravesado ó cortado por capas de roca dura y compacía, que dan origen á la caida del agua en pequeñas cascadas: en los sitios donde se reunen estas circunslancias, puede repetirse con utilidad el beneficio del oro todos los años. Cuando las longadas de cantos en el cauce de un rio sean firmes y consistentes, serán mas ricas que cuando los cantos es— ién sueltos. Los barrancos ó quebradas de mayor inclinacion, se- rán mas ricos que los menos inclinados 6 pendientes, y sobre todo en los puntos donde se forman ángulos ó recodos. Todo alu- vion aurifero debe contener su máxima riqueza, con pocas es- cepciones, en la mayor profundidad. Estos fenómenos son el resultado consiguiente de las leyes fisicas, es decir, del gran peso especifico del oro y de las sustancias que le acompañan, y la tenacidad ó lo compacto del precioso metal que le hace conservar sus formas primitivas. Raras veces se presentan en las capas auriferas con tránsilo descendente de menor ley, de modo que sean mas pobres cuanto mas profundas se en- cuentren. Es muy poco comun el que dos capas auriferas so- hrepuestas la una a la otra, sean ambas bastante ricas para poderlas beneficiar con utilidad; y en el caso que asi sea, siempre habrá algo de oro en el intermedio. La presencia de pepitas aisladas sobre la superficie del terreno no está siem- pre en relacion con la riqueza del aluvion respectivo, pero si se puede presumir que el oro, en estos casos, procede de filo— nes. Los aluviones auriferos tienen por lo general un aspecto arcilloso ú ocráceo, y despues de lavados quedan de mani- fiesto, segun ya hemos indicado, minerales de hierro: tambien hay aluviones auriferos que son arenáceos y arenáceo-arci- llosos. Con solo la vista esterior no puede formarse idea exacta de la riqueza de un aluvion, por cuanto en capas de un mismo aspecto é inmediatas una á otra puede haber sitios muv ricos, y haber otros que no presten la menor utilidad. Tambien sue- le haber capas muy compactas y de grano finisimo por el es- tilo de la arcilla pizarrosa, que en algunas localidades consli- tuyen criaderos de oro bastanle ricos, cuyo metal se presenta entonces en el estado de polvo muy sulil. Antes de empren- derse la operacion del lavado, deben hacerse siempre varios pequeños ensavos con la artesilla. 186 Casi todos los lavadores de oro están en la errada opinion de que el precioso metal vuelve á reproducirse en un aluvion ya lavado. Es cierto que en algunos vaciaderos de lavaderos de oro se ha vuello á sacar utilidad con la misma operacion despues de trascurridos unos cuantos años; pero este hecho se esplica muy bien considerando que la descomposicion lenta y sucesiva de los cantos y de las arenas groseras ponen á descu- bierto y aun dejan libres otros granos y polvo de oro que an- les se hallaban en lo interior de dichos cantos, y diseminados en la matriz Ó ganga del criadero. Una arcilla muy tenaz y compacta que ha sido sometida á la operacion del lavado, pier- de estas dos condiciones al cabo de cierto tiempo. Tambien debe tenerse en cuenta que en el intervalo de los dos lavados ha podido verificarse un restablecimiento natural de aluvion; y por último, que los gastos del segundo lavado son siempre mu- cho menores que los del ds Las reglas que acabamos de consignar para buscar la ma- yor ley de los aluviones auriferos pueden igualmente tener aplicacion en los lavaderos del platino y del estaño, y de las piedras preciosas de mucha gravedad especifica, lales como el circon, corindo, granale, espinela, diamante, topacio, eic. Investigaciones sobre la retinita: por Mr. DeLessk. : (Bibliot. univ. de Gineb., mayo 4854.) Aunque la refinita es una de las rocas eruptivas mas no- tables, todavía no se tiene mas que un corto número de datos acerca de su composicion quimica; por lo cual ha parecido al autor que ofrecería interés la análisis de las retinitas de la isla de Cerdeña, porque hacen un papel importante en la geologia de ella, cuyas relaciones de yacimiento ha estudiado escru- pulosamente el general A. de la Marmora. Las espresadas retinitas se hallan asociadas con traquitas llamadas antiguas por Mr. de la Marmora, las cuales son ante- riores á los terrenos terciarios medios. 187 Sus caracteres, que son variados en estremo, las aproxi- man ya a la perlita, ya á la verdadera retinita (pechstein, pichstone). Mr. Delesse ha analizado dos muestras de dichas retinitas. I. Retinita de color negro muy subido parecida á la pez: contiene pequeños cristales de ortosa que Je dan la estructura porfírica. Encuéntrase en un conglomerado traquilico de San= ta Natolia, cerca de Sassari. ll. Retinita perlada de color gris oscuro. Su densidad es 2,386; contiene gran cantidad de glóbulos llamados esferolitos, y tambien algunos cristales raros de ortosa y de mica; pudien- do pasar á rocas traquiticas muy celulosas. En la isla de S. An- tioco, en las costas de Cerdeña, se presenta en forma de aglo- meraciones. HE II. Silicevon 20% UI a Atila 62,59 70,59 IEC 19. ESTI, .... 16,59 13,49 Protóxido de hierro............... 3,117 1,60 Protóxido de manganesa........... 0,55 0,30 CALC LS; eL (UT E Ol: MISISNA3S ELOTE A 226 0,70 Patas PRO CERDO DO RS LRD, EL A 6,48 14,99 Saa. 7. Aaa idos IMM IMM 59 Agua y materia orgánica.......... 3,90 3,70 99,83 99,50 La composicion quimica de estas retinitas de Cerdeña, di- fiere mucho de la que tienen las relinitas y perlitas analiza- das por Klaproth, Vauquelin, Erdmann, Knox y Ficinus. Efectivamente, su cantidad de silice es menor que la de las refinitas de Sajonia é Irlanda; y al contrario, la de alú- mina es mayor. Las porciones de cal, magnesia y óxido de hierro son casi las mismas; pero la de agua es muy corta, y notablemente inferior á la de las demas retinitas, y se apro- xima a la de la perlita. 188 Importa sobre todo advertir, que las retinitas de Cerdeña contienen potasa, que es su álcali dominante, cuando las aná- lisis de retinitas hechas hasta hoy, solo indican la presencia de la sosa. La potasa se habia marcado únicamente en las per— . litas bien caracterizadas, en las que por otra parte es el ál- cali dominante: no es pues sorprendente que las relinitas de Cerdeña tomen con frecuencia un brillo perlado, y que se con- viertan en verdaderas perlitas. En resúmen, la composicion química de las refinitas es muy variable; su parte de sílice particularmente, varia entre 62 y 80 por 100. Tambien ofrecen en ella algunas variaciones del mismo orden que las de la obsidiana, y como ha advertido Mr. Nau- mann, se las puede considerar como un magma fundido, como un verdadero vidrio hidratado. Por lo demás, estas rocas deben principalmente á la can- tidad de agua que contienen sus caracteres mas distintivos, de los que han obtenido nombres especiales. En efecto, la com- posicion quimica de la refimita difiere sobre todo de la perli- ta por la cantidad de agua, la que subiendo hasta 10 por 100 en la primera, no pasa de 4,5 por 100 en la segunda. El bri- llo resinoso de la retínita y el perlado de la otra, resullan por tanto inmediatamente de la cantidad de agua que contiene ca- da una. Cuando por diferentes circunstancias no se ha fijado el agua en la roca, se han formado traquitas, pomes y obsi- dianas, que tienen relacion íntima con la retinita y la perlita, á las cuales se les ve pasar á veces. Los caracteres físicos, mineralógicos y geológicos que pre- sentan la retínita y la perlita, indican por consecuencia que se las debe colocar cerca de las obsidianas, y que en cierto modo pueden considerarse como unas obsidianas hidratadas. Las esplicaciones que anteceden hacen comprender por qué no existe límite bien marcado entre la refinita y la perlita; € ¡igualmente por qué algunas rocas hidratadas, semejantes á es- tas dos, se hallan asociadas con otras no hidraladas, como son la traquita y la obsidiana. Tambien hacen que se comprenda por qué es tan variable la composicion quimica de la refínita y de la perlita; y la ra- 189 ron de que sus álcalis dominantes sean tan pronto la potasa como la sosa. Es evidente en efecto, que los caracteres mas distintivos de estas dos rocas no consisten esencialmente en la propor- cion ni aun en la naturaleza de las sustancias de que se com- ponen, dependiendo mas bien de un estado particular de com- binacion de la sílice, las bases y el agua, que en la retinita y en la perlita forman un vidrio hidratado natural. 190 VARIEDADES. <2039 —Nuevo meteorito. El Doctor F. A. Genth, de Filadelfia, recibió del profesor José Henry , secretario del Instituto Smithsoniano, cierta canti- dad de un nuevo meteorito procedente del Nuevo-Méjico, para analizarlo; y lo ha examinado química y mineralógicamente. He aquí el resultado en estracto. —Estructura cristalina. Crucero octaédrico. Color gris de hier- ro. Brillo metálico. Peso específico 8,130. Su análisis dió: hierro, 96,17; niquelo, 3,073 cobalto, 0,42; parte insoluble en el ácido nítrico, 0,34; total, 100,00. Se observó que la parte insoluble se componia en 100 par- tes: hierro 55,07; niquelo 28,78; titano (?) 16,15. Se ve que este ejem- plar de hierro, acerca de cuya naturaleza meteórica Mr. Genth no pa- rece tener la menor duda, no contiene carbono, azufre, fósforo ni estaño. Tambien se echará de ver, que los elementos de la parte que el ácido ní- trico no pudo disolver, están en relacion de 6 : 3: 2. : —Goshenita. Mr. Shepard, de los Estados-Unidos, habia descrito co- mo un mineral nuevo con el nombre de goshenita, una variedad del berilo de Goshen, Massachussetts, que el mismo reconoce como tal en la actua- lidad. Habiéndose Mr. Mallet procurado últimamente un ejemplar de este mineral, encontró que su peso específico era 2,813, y su composicion: sí- lice, 66,973 alúmina, 17,22; glucina, 12,91 peróxido de hierro, 2,03; óxi- do de manganeso, vestigios; total 99,13. Se ve que estos números con- vienen enteramente al berilo. Debe pues la goshenita desaparecer de los cuadros mineralógicos. —Algerita. Lo mismo sucede respecto de otra sustancia mineral des- crita como una especie distinta y nueva por Mr. Hunt, en el diario de la Sociedad de historia natural de Boston (t. 5), y denominada alge- rita en obsequio de Mr. Alger; que se la proporcionó á Mr. Hunt. Ya habia Mr. Dana declarado sospechar que la supuesta nueva especie no era mas que un mineral alterado, que al parecer debia ser referido á la escapolita, variedad de wernerita. Mr. Whitney tuvo últimamente ocasion de analizar un ejemplar de este mineral, que confirma la opinion de Mr- Dana, pues vió que su composicion era muy diferente de lo que Mr. Hunt y Mr. Crossley habian publicado. Presentamos un cuadro de estas tres análisis, para demostrar que la algerita no presenta composicion constante, y debe ser considerada como uno de los numerosos productos de la tras- formacion de la escapolita. 191 ANÁLISIS DE PI? BE Hunt. Crossley. | Whitney. Siliep. 10 /mogiob. ooh MAA A 49,82 | 49,96 | 52,09 AM da 24,91 | 24,41 18.63 Peróxido de hierro.............. 1,85 1,48 yan Potasa y SOSd......... Sr a 10,21 959.7, 9,97 Carboñato de'cal.”. ...... aves e 3,94 4,21 4,41 A de UD 5,06 6,68 EA A 1,15 5,18 » e Bosfatoide Cal: cejitaada dióro pal » » 8,22 99,45 | 100,27 | 100,00 — Comunicacion telegráfica entre Londres y Nueva-Fork. La Compa- iia trasatlántica inglesa de telegrafía sub-marina, ha celebrado con la americana de Nueva-York un contrato, por el cual se obliga ésta á cons- truir y sentar de su cuenta y riesgo un cable sub-marino que vaya de Irlanda á San Juan de Terranova, para el 22 de enero de 1858. Antes de espirar este año se sentará otro cable entre Terranova y la isla del Príncipe Eduardo; y como ya existe una línea telegráfica entre esta últi- ma isla y Nueva-York, quedará de este modo completada la comunica- cion entre Europa y América. Asi lo anuncia el Cosmos en uno de sus números últimos. — Observaciones de las estrellas fugaces periódicas del mes de agosto de 1854: por Mr. COULVIER- GRAVIER. La observacion de las estrellas fugaces ha sido este año, como en 1846, contrariada por la presencia de la luna. El dia 9 de agosto no se ha po- dido ver ningun meteoro atravesar las claras de un cielo nebuloso; pero los dias 10, 11 y 12 de agosto pudieron obtenerse los resultados siguien- tes : NumMeERO DE ESTRELLAS. — TT". — AE AS Dia. Con ó sin luna. Cielo. f Observado. Corregido. | Número horario. Sin luna. ... 0,3 3 37 20 | Con luna.... 0,3 52 | ms Sin luna. ... 0,9 22 11 52 11 Moe e 1,0 115 | S Sin luna. .... 0,9 19 160 40 de Con luna. . 1,0 56 192 Es bastante notable que el máximo ha sido este año el 11 de agosto, en lugar del 10 que es su época ordinaria. El número horario medio de los dias 9, 10 y 11 de agosto del año precedente fué de 48 estrellas fu- gaces (Comples rendus, 2.” semestre, pág. 289). El término medio de los dias 10, 11 y 12 de agosto de este año no es mas que 43: disminucion, 5 estrellas; lo cual confirma, en cuanto lo pueden demostrar las susodi- chas observaciones, la disminucion gradual de esta repeticion pe pIódipa y su estincion probable para el año 1860. —Polcanes lunares en ignicion. El 27 de diciembre de 1854, entre seis y siete de la mañana, estaba observando Mr. Roberto Hart, con un te- lescopio de reflexion de 10 pulgadas de luz, la luna, cuya edad era la de 8 dias y 4 horas; y por primera vez fué testigo de un fenómeno que nunca habia descubierto en 40 años de observaciones: la aparicion de 2 centros luminosos situados á los dos lados de una pequeña cresta comple— tamente iluminada. La luz de esta era del mismo color que la de la luna en general, al paso que los dos centros 6 manchas luminosas brillaban con una luz ó llama amarilla que se destacaba de entre los vértices blan- cos de la porcion iluminada y de la sombra. Mr. Hart compara la luz de esas manchas á la del sol poniente reflejado en una vidriera y vista á la distancia de 2 Ó 3 millas. Las estuvo observando durante 5 horas: su brillo era tan grande que al momento que se desviaba lo mas mínimo el foco del telescopio aparecian rodeadas de rayos como sucederia con una estrella, no pudiendo menos de pensar que eran dos volcanes en actividad, ó dos bocas inflamadas de uno solo. En vano ha examinado Mr. Hart des- de la época de su observacion la region de la luna en que descubrió esos centros luminosos, pues no ha podido hallar nuevamente nada estraor- dinario, bien estuviera iluminada dicha parte ó bien en la oscuridad. —Lluvia en la Habana. El Sr. Casaseca ha publicado las observaciones mensuales del número de dias lluviosos, y de la cantidad de lluvia caida en la Habana durante el año de 1854. El número de dias lluviosos ha sido: en enero 9, febrero 4, marzo 4, abril 13, mayo 11, junio 13, ju- lio 9, agosto 9, setiembre 10, octubre 9, noviembre 5, y diciembre 10: total en el año, 106 dias. La cantidad de agua que ha caido espresada en milímetros ha sido: en enero 32, febrero 74, marzo 88, abril 96,5, ma- yo 57, junio 107,6, julio 162, agosto 136, setiembre 117,4, octubre 69,5, noviembre 40, y diciembre 60,2: total en el año 1040,2; lo cual es algo mas del doble de la cantidad que cae anualmente en París. ES » Pd N.* 4.—REVISTA DE CIENCIAS. — Abril 1855. CIENCIAS EXACTAS, ASTRONOMIA. Noticia del observatorio de Bruselas y de los trabajos cientifi- cos hechos en el. (Bibliot. univ. de Ginebra.) A Mr. Quetelet se debe la fundacion del observatorio de Bruselas, y cuanto en él se ha hecho. Este sábio activo y ce- loso, despues de haber trabajado durante algun tiempo en el observatorio de Paris bajo la direccion de Mr. Bouvard, se habia dado á conocer ventajosamente, ya por sus lecciones públicas en el Museo de Bruselas, con cuyo motivo dió á luz buenas obras elementales de astronomia y física, ya por al- gunas Memorias de matemáticas. En 1825 emprendió en union con el profesor (Garnier la publicacion de un periódico titu- lado Correspondencia matemática y física, continuado luego hasta 1839 por Mr. Quetelet, y del cual van publicados 11 tomos en 8.* Entre otros articulos de astronomía, se encuentra en la coleccion de dicho periódico la descripcion sucinta y el plano de algunos observatorios de Europa. A principios de 1824, Mr. Quetelet presentó al Gobierno del reino holando-belga un informe detallado de las venta- jas que produciria la fundacion de un observatorio en Bruse- las, puesto que no habia existido nunca en Bélgica estableci- miento alguno de esta clase. Acogida favorablemente su pro- posicion, se dió én junio de 1826 un real decreto mandando proceder á su fundacion, y el 10 de mayo de 1827 se verifi- TOMO V. 13 194 có el remate de las obras, habiendo destinado entre la ciudad y el gobierno una suma de 20.000 florines de Holanda para los primeros gastos de la construccion. Nombrado Mr. Quetelet para dirigir el nuevo estableci- miento, se ocupó ante todo en proveerlo de los mejores ins- trumentos, y al efecto se dirijió á los mas acreditados cons- tructores de Francia é Inglaterra. Diósele la comision de en- cargar á Gambey un anteojo meridiano de 6 pulgadas de luz y 74 piés de distancia focal, provisto de un círculo meri- diano de 3 piés de diámetro; y á Troughton y Simms una ecua- torial que luviese círculos de 3 piés de diámetro, y un circulo mural de 6 piés ingleses de diámetro, semejante al del ob- servatorio de Greenwich. Este circulo, provisto de 6 micros- copios micrométricos, tiene en su limbo una division en pa= ladio y oro; y el anteojo, cuya luz es de 33 pulgadas, lie- ne oculares que aumentan de 72 4 149 veces. El anteojo me- ridiano costó 21.500 francos; la ecuatorial 450 guineas; y el circulo mural 700. Mr. Quetelet adquirió los instrumentos meleorológicos necesarios y aparatos de Troughlon para me- dir la declinacion é inclinacion magnéticas; habiéndose encar- gado tambien dos péndulos astronómicos, uno á Knebel, de Amsterdam, y el otro á Kessels, de Altona. El edificio del 'observatorio estaba ya cubierto y su cons- truccion muy adelantada en 1830, cuando la Bélgica se con- virtió en teatro de la revolucion que la separó de Holanda. Habiéndose apoderado en la jornada del 7 de setiembre del mismo año un destacamento de voluntarios de Lieja del re- cinto del observatorio, hicieron fuego por las ventanas y cau- saron bastantes desperfectos en el edificio, que no se reme- diaron hasta algunos años despues, y quedó el observatorio en estado de poderse instalar en él los tres grandes instru- mentos encargados. Mr. Gambey fué con este objeto á Bruse- las en julio de 1835, y á últimos del mismo mes pudieron prin- cipiarse las observaciones con el anteojo meridiano y el círculo mural. La ecuatorial se colocó en junio de 1836 en la torre- cilla que estaba destinada para este objeto. Mr. Quetelet no ha publicado hasta el presente ninguna descripcion detallada del observatorio de Bruselas; mas ha- 195 biendo tenido posteriormente Mr. A. Gautier ocasion de man- tener con él relaciones de amistad y correspondencia, le comu- nicó los datos siguientes acerca de la posicion y plano de aquel establecimiento. El observatorio está situado en la parte alta de la ciudad, en el arrabal de Scharbeck, en la encrucijada de los dos her- mosos paseos del observatorio y del jardin botánico. El edi- ficio se compone de dos cuerpos 0 pabellones cuadrangula- res y simétricos, situados el uno al E. y el otro al O., y reu- nidos por un cuerpo central, mas largo, menos allo y ancho, en donde están puestos los dos instrumentos situados en el pla- no del meridiano. El cuerpo del edificio dirijido al O. da fren- te al jardin botánico, y sirve de habitacion al director única- mente; en su parte superior se encuentra colocada la gran ecuatorial de Troughton bajo una cúpula de techo giratorio. El cuerpo del edificio situado al Oriente comprende muchas salas grandes para los instrumentos magnéticos, para la me- teorologia, la biblioteca, el depósito de instrumentos, etc.: tambien está cubierto con un techo giralorio, bajo el cual hay un circulo repetidor. La parte central se compone del gran salon de instrumentos meridianos, y de dos gabinetes para el trabajo contíguos á los cuerpos lalerales. Desde el sa- lon ceniral se pasa á pié llano á una azotea situada al S., en la que se pueden poner dos anteojos movibles para las obser— vaciones accidentales. El principal instrumento de este género que posee el observatorio es un anteojo acromático de Cau- choix, de $ pulgadas francesas de luz y 13 piés de distancia focal, que se adquirió en 1844, y está montado sobre un pié de gran dimension construido por Sacré, artista de Bruselas. El jardin que rodea al observatorio tiene poco mas de me- dia hectara de superficie, y se estiende particularmente de N. a S., terminando por un enverjado de hierro por el lado del paseo, y una tapia y un foso por el del arrabal. Hacia la es- tremidad S. del jardin hay un gabinele magnético destinado para las medidas absolutas. Los planos que describen el an- teojo meridiano y el círculo mural son, hácia el S., casi pa- ralelos al paseo del observalorio. Hacia el N. se halla silua—- da la calle del Meridiano, la mas hermosa del barrio, cons- 196 truida á propósito para dejar al observatorio la direccion del meridiano enteramente libre; perdiéndose apenas de uno á dos grados hácia el N. y el S. La altura del piso bajo del obser valorio sobre el nivel del mar es de cerca de 58 metros. Las observaciones hechas con el circulo mural en 1835 y 1836, á fin de determinar la latitud del observatorio, y en las cuales Mr. Quetelet empleó particularmente la estrella polar, observada ya por vision directa, ya por reflexion en un hori- zonle artificial de mercurio, dieron por valor de la latitud 50%50'107,7. Las observaciones de la luna y de las estrellas próximas a su paralelo, hechas hacia la misma época con el anteojo meridiano, y comparadas con olras practicadas en dis- tintos puntos, dieron por longitud del observatorio en tiempo 17" ,28s al E. de Greenwich, o sea $=,64s al E. de Paris. En 1837 y 1838 principió tambien Mr. Quetelel un tra- bajo, cuyo objeto era fijar por medio de instrumentos meri- dianos, respecto á un gran número de estrellas dobles y múl- tiples, la posicion absoluta de la estrella principal de cada grupo; pero los demás trabajos del observatorio le obligaron posteriormente á interrumpir su proyecto, que volvió a em- prender en 1848, y comparando las nuevas posiciones con las precedentes, podrá deducir los movimientos propios de dichas estrellas. Durante un largo periodo de tiempo no ha tenido mas que un solo astrónomo auxiliar, Mr. Mailly, que parece sigue aún agregado con dicho carácter á aquel observatorio; * habiéndose aumentado luego el personal poco á poco. MM. Houzeau y Liagre, que en este concepto han hecho muy bue- nos servicios durante algunos años, han dejado ahora su pues- to, en el cual les han sustituido sucesivamente MM. Bouvy, Gregoire, Beaufort y Beaulieu. Muchos de estos astrónomos agregados se han dado a conocer venlajosamente por trabajos especiales. Mr. Liagre ha calculado últimamente el error pro- bable de los tres primeros años de observaciones hechas con el anteojo meridiano. Al comparar las observaciones de Bru- selas con las de Mr. Struve, halló que respecto a las estrellas que tienen una pequeña declinación, este último observador llevaba alguna ventaja, y que sucede lo contrario cuando se trata de declinaciones algo mayores. Por lo demás, los erro- 197 res probables son poco mas ó menos los mismos, y los resul- tados de los tres años considerados separadamente se confir- man entre sí. : Por lo general Mr. Quetelet, mientras ha podido, ha con- tinuado haciendo Ó mandando hacer observaciones astronó- micas, tanto regulares como incidentales, en su observatorio, y un gran número de fenómenos de este género y de astros di- versos han sido estudiados con la mayor atencion. Mas sin embargo, sea por aficion, sea por circunstancias especiales, se ha dedicado mucho mas á las observaciones magnélicas y melcorológicas; siendo los trabajos de esta especie los que hasta ahora constituyen la especialidad particular del obser- vatorio de Bruselas, y le asignan un puesto muy honroso en la ciencia. | Las observaciones meteorológicas regulares principiaron en 1833, y se han hecho hasta el 1840 cualro veces al dia, á saber: á las 9 de la mañana y de la noche, al mediodia, y á las 4 de la tarde. Durante los 7 años siguientes se han veri- licado además esas mismas observaciones en las horas pares del dia y de la noche. Desde el 1848 no se ha observado mas que cualro veces por dia como en los primeros años; pero tres grandes instrumentos movidos por máquinas de reloje- ría, anolan por sí mismos de un modo contínuo las variacio- nes del termómetro, barómetro € higrómetro, asi como la fuerza é intensidad del viento. Además de los termómetros que señalan la temperatura del aire libre, se han colocado en tierra en 1834 otros 7 de diferentes longitudes, de modo que tres veces por dia se han observado las temperaturas de la tierra desde su superficie hasta 24 piés de profundidad durante todo el año. Mr. Quetelet correspondió á la invitacion hecha por Sir John Herschel en 1834 á todos los observadores, para la ins- titucion general de observaciones meteorológicas simultáneas hechas cada hora durante 24 ó 36 seguidas en las épocas de los solsticios y de los equinoccios, y continuó y estendió esta empresa hasta fines de 1843, habiendo logrado por medio de sus invitaciones aumentar el número de los puntos en que se practicaban dichas observaciones. 198 Sabido es el interés que manifestó en la observacion de los meteoros luminosos llamados estrellas fugaces, habiendo sido el primero que demostró su regreso periódico en número mucho mayor que el ordinario y con bastante regularidad hacia la época del 10 de agosto de cada año. Estos meteoros han sido observados con regularidad en Bruselas desde 1838; despues Mr. Coulvier-Gravier en Paris, Mr. Dupré en Gante, Mr. Colla en Parma, Mr. Herrick en New-Hawen en los Es- tados-Unidos de América, etc., y últimamente Mr. Wolf en Berna, han hecho y prosiguen haciendo muchas observaciones del mismo género. La aparicion de estos meteoros desde el 8 al 12 de agosto de 1853 ha sido bastante notable. Los núme- ros obtenidos en Bruselas por diversos observadores dan co- mo término medio para todo el cielo visible, segun el cálculo de Mr. Quetelet: 26-estrellas fugaces por hora el 8 de agosto. 51 » » 9 82,5 » » 10 36,6 » » 11 30 » » 12 Su direccion general fué, como anteriormente, delN. E. al S. O. E., y la mayor parte procedian de cerca de Casiopea. El 9 de agosto se observaron desde Bruselas 15 meteoros de ese género, cuyo brillo era igual 0 superior al de las estrellas de primera magnilud; y el 10 de agosto se vieron 52 de la misma clase en cuanto al esplendor. Una tercera parte de las estrellas fugaces observadas dejaron rastros luminosos, de los cuales uno, que duró algunos segundos, tenia un matiz verde azulado. Mr. Coulvier-Gravier ha manifestado la opinion de que esos meteoros propenden á disminuir de año en año (véase Compte rendu de 16 de agosto 1853, p. 289). Mr. Quetelet, comparando los números medios de los meteoros observados del 8 al 10 de agosto en diversas localidades desde 1837 á 1853, no encuentra confirmado este aserto. Si sus apariciones parecen haber disminuido de intensidad desde 1843 á 1848, por el contrario la han aumentado al parecer de dos ó tres 199 años a esta parte; mas no considera estos resultados como bastante seguros aún para que puedan deducirse conclusiones posilivas. Mr. Quetelet ha establecido en el jardin de su observalo— rio desde 1837, y movido a que se funden en otras parles, bajo los auspicios de la Academia de Bruselas, observaciones sobre la época de la aparicion de las hojas, flores y frutos de un gran número de plantas, con objeto de estudiar las diver- sas influencias del aire en los fenómenos periódicos de la ye- jelacion. Las observaciones de la declinacion é inclinacion de la aguja imantada hechas en Bruselas por Mr. Quetelet, se re- montan al año 1828: á ellas ha añadido observaciones com- parativas acerca de la intensidad magnética, recojidas ú prac- ticadas la mayor parte por él en Francia, Alemania, Suiza é Italia, con un pequeño aparato portátil construido por el ar- tista Sacre, en los dos viajes que hizo en 1829 y 1830. En 1840 se colocó en el observatorio un gran magneló- metro, y desde entonces se han determinado con su auxilio la declinacion magnética y las variaciones horarias de este ele- mento. El observatorio de Bruselas desde aquella época ha cooperado activamente, con las observaciones magnéticas y meteorológicas que se han hecho de dos en dos horas, al sis- tema de observaciones de esta especie fundado por la Socie- dad real de Londres en distintas partes del mundo; sistema que ha dado lugar en 1839 y 1840 al establecimiento de ob- servatorios magnéticos y meteorológicos en Toronto, Santa Elena, Cabo de Buena-Esperanza y Hobarton. Mr. Quetelet principió en 1834, y ha continuado desde esa época, la publicacion en 18.* de un Anuario del observatorio de Bruselas, algo análogo al anuario francés del observatorio de longitudes. En él se encuentran, además de noticias aslronó- micas especiales esmeradamente compiladas, tablas de mone- das, pesos y medidas, etc., apuntes sobre el observatorio y sobre el resultado de observaciones: que se han practicado en él, documentos esladisticos relativos.á la Bélgica, y diversas noticias interesantes. Vamos á estractar del tomo 20 de dicho Anuario, corres- 200 pondiente al año 1853, un breve resúmen de los resultados de las observaciones de declinacion é inclinacion magnéticas hechas en el observalorio de Bruselas. La declinacion de la aguja imantada horizontal, ó la des- viacion occidental de su punto Norte relativamonte á la di- reccion del meridiano astronómico, era en Bruselas el año IBM als IO nl JAMAS En marzo de 1852 no era mas que de.... 20 18,2 Lo cual en 25 años da una disminucion de. 910,6 o Esta disminucion de la declinacion magnética fué al princi- pio lenta, pero luego se aceleró: su valor medio ha sido de 2 por año. La inclinacion magnética, ó sea el ángulo de depresion bajo el horizonte de la punta Norte de una aguja imantada sus- pendida libremente, era en 1827, en Bruselas, de.. 6856 5; En 29 de marzo de 1852 esta inclinacion no era MAS QUE ISC IA RIO LA 00805748116 La disminucion ha sido, pues, en los 25 años de. 1% 7,9; Lo cual corresponde á 2”,7 por año. Ha sido mas lenta, pero mas regular que la de ha declinacion. Respecto á otras investigaciones científicas mas estensas que resultan de los trabajos ejecutados por Mr. Quetelet y sus auxiliares del observatorio de Bruselas, debemos advertir que se encuentran consignadas en dos colecciones en 4.”, á saber: las Memorias de la Academia real de Bélgica establecida en Bruselas, de la que Mr. Quetelet es secretario desde 1835, y los Anales del observatorio de Bruselas, cuya publicacion principió en 1837. Imposible sería pasar sucesivamente una revista de las numerosas memorias insertas por Mr. Quetelet en la coleccion de las de la Academia Real de Bélgica, cuya coleccion se compone ya de veintiocho tomos en 4.? solo de la ¡parte rela- tiva a las memorias de los miembros residentes de la Corpo- ración. En la Biblioteca universal se han dado breves análisis 201 de algunas de las de Mr. Quetelet, particularmente de las re- lativas á sus observaciones de intensidad magnética, insertas en los tomos 43, 47 y 54 de la 1.2? série de dicha Biblioteca, € igualmente de la que trata del estado del magnetismo terres- tre en Bruselas, publicada en mayo de 1840, en el tomo 27 de la segunda série de la citada obra. Tambien se hallan es- tractos de memorias del mismo autor, y de sus comunicacio- nes verbales á la Academia*de Bruselas, en los Boletines de las sesiones de la clase de Ciencias de esta Corporacion, que publica en 8.” hace mucho liempo. Los Anales del observatorio de Bruselas se imprimen a es- pensas del Estado, y se han publicado 9 tomos en 4.* El pri- mero comprende las observaciones hechas con el circulo mu- ral para la determinacion de la latitud del observatorio, cu- yo resultado hemos dado ya á conocer anteriormente. En él se encuentran tambien los estados detallados de las observa- ciones meteorológicas y magnéticas hechas desde 1834 á 1837. Los dos tomos siguientes contienen solo la continuacion de las observaciones verificadas de 1837 á 1842, y el cuarto, publi- cado en 1845, comprende, además. de las observaciones de la misma clase hechas en 1843, la primera parte de una obra re- lativa al clima de Bélgica, en la cual Mr. Quetelet se propu- so presentar sucesivamente el conjunto de los resultados de las observaciones meteorológicas hechas, va en Bruselas, va en otras estaciones del mismo pais. La primera parte de esta obra es relativa á la radiacion solar, y á las temperaturas del atre y del sol. El tomo 5.* de los Anales del observatorio, pu- blicado en 1846, contiene la conclusion de la primera parte, que se refiere á los fenómenos periódicos de las plantas. La se- gunda parte, publicada en 1848 en el tomo 6.* de los Anales, tiene por objeto la direccion, intensidad, duracion y caracte res distintivos de los vientos. La tercera, que salió a luz en 1849 en el tomo 7.*, trata de la elasticidad del aire. La euar— ta es relativa a la presion atmosférica, y se publicó en 1851 en el 8.2 tomo de los Anales; y la segunda parle de este to- mo comprende las observaciones hechas con el anteojo meri- diano del observatorio desde 1835 á 39. Finalmente, la quinta parte, publicada en 1852 en el tomo 9.* de los Anales, 202 tiene por objeto las lluvias, granizos y nieves, juntamente con las observaciones meteorológicas y magnéticas de 1849 á 50. Aunque cada una de estas Memorias especiales es bastan— le estensa , y por lo tanto no es posible dar detallada cuenta : de ellas, sin embargo su conjunto constituye un trabajo de- masiado importante para dejar de presentarse por lo menos una breve análisis y sus principales resultados, Seguiráse en esta rápida reseña el orden de «publicacion de las distintas partes de la obra sobre el clima de Bélgica, y se añadirán ac- cidentalmente algunos delalles sobre las observaciones del mismo género publicadas posteriormente por Mr. Quetelet. RADIACION SOLAR Y TEMPERATURAS. Para conocer el efecto de la radiacion solar, se valió Mr. Quetelet del actinómelro de Sir John Herschel y del perihe- liómetro de Mr. Pouillet. Observó como Mr. Forbes, que cerca de la tercera parte del calor solar se halla absorbido por la trasmision vertical de los rayos al través de la atmósfera; y sus resultados concuerdan-tambien con los del mismo Mr. Forbes, para demostrar que hácia el horizonte la absorcion no es tan rápida como lo indica la fórmula de Bouguer. Mr. Quetelet ha contado últimamente, para la continuacion de esta clase de trabajos, con el auxilio de un hijo suyo te- niente de ingenieros, que ha discutido los resultados bajo un nuevo punto de vista, pensando presentar á la Academia de Bélgica una Memoria especial que reunirá el conjunto de sus observaciones sobre una maleria de la cual algunas partes se han examinado muy poco hasta el dia, pueslo que no exis- te todavía una série completa de observaciones hechas con el fin de determinar las variaciones diurnas y anuales del actinómetro. : Respecto á las observaciones sobre la temperatura de la tierra, resulta de las practicadas en el norle del edificio del Observatorio durante los nueve años de 1834 á 1842, des- pues de haber correjido la desigualdad de calor en la esten- sion de la columna termométrica, que las temperaturas me- dias han sido de 203 9,33 centígrados en la superficie de la tierra. 8,82 á 0ié,58 ó sea 07,19 bajo del suelo. 9,69 1,38 0,45 10,57 3,08 1,0 11,82 12,0 3,9 11,77 24,0 7,8 Por consecuencia, á cerca de 4 pié de profundidad es don- de el término medio anual de las temperaturas á las 9 de la mañana, ha presentado un mínimo. Esta disminucion de tem- peralura en la proximidad del suelo, es sin embargo algo me- nor tomando en cuenta la variacion diurna; y Mr. Quetelet calcula en 9,2 la temperatura media á 4 pié de profun= didad. Las variaciones de lemperatura durante el curso del año, segun estas mismas observaciones, se ha visto que eran de 167,61 en la superficie del suelo 13,3 á 0”,19 debajo del suelo 12,44 0,45 10,59 1,0 4,48 3,9 1,42 des E Mr. Quetelel considera convo probado, asi por la esperien- - cia como por la teoría, que el calor, á proporcion que pene- tra en el interior de la tierra, se trasmite en direccion de la vertical del lugar siguiendo un movimiento uniforme; y calcu- la la celeridad de la trasmision en 6 dias por pié, segun sus propias observaciones, y las hechas en Zurich, París, Leith, Edimburgo y Upsal. A la profundidad de 24 piés se halla mas alto el termó- melro desde noviembre á enero, y desde mayo á julio es cuando está mas bajo. Mr. Quetelet, segun sus observaciones, calcula que en esta profundidad el minimo ocurre el 16 de junio y el máximo el 16 de diciembre, en tanto que para el termó- metro colocado á los 12 piés de profundidad se verifica el mi- nimo en abril y el máximo en octubre; evaluando en 76,6 204 piés franceses la profundidad en que la variacion anual de temperatura sea solo de 1 céntimo de grado. Tambien ha hecho Mr. Quetelet observaciones con termómetros colocados al mediodía y bajo la accion solar, bien encima bien debajo del suelo. La velocidad de trasmision del calor bajo del sue- lo es entonces de 8 dias por un pié: las épocas criticas para las temperaturas medias y estremas son sensiblemente mas tempranas, y las maxima y minima mas pronunciadas. Hay en el Observatorio mismo un pozo de cerca de 60 piés de profundidad, cuyas aguas no varian durante todo el año mas que 1 décimo de grado. Su lemperatura media pasa un poco de 11” cent., y es 6 0 7 decimos de grado mas alta que la temperatura media del aire. Algunas observaciones hechas en las minas de carbon de las inmediaciones de Mons por Mr. Houzeau, dan de 33 á 35 metros para la profundidad corres- pondiente á una subida del termómetro de 1* cent. Mr. Quetelet ha investigado hasta qué punto se helaba el terreno durante los frios algo largos y rigurosos. En el invierno de 1837 á 1838 penelró en lierra, en Bruselas, el hielo has- la una profundidad de cerca de 7 décimos de metro; pero ge- neralmente los fuerles hielos no descienden mas que 2 metro, y no penetran en el interior de la lierra sino cuando duran por lo menos 8 dias. En cuanto á las observaciones de la temperatura del «ire en Bruselas, citaremos los resultados de 18 años, de 1833 á 1850, del mismo modo que Mr. Quelelet los ha publicado en sus últimos Anuarios: todos los valores están en grados centí- grados, y se hallan correjidos ya los errores relativos á los grados de la escala. La temperatura media anual, deducida de las máxima y minima diurnas de estos 18 años, es de 107,2. En 1845 fue el término medio mas bajo....... LA E DERIOS Ss y en 18466l mas alto ii ir dag0 DNerencia. lo. rele radiata ¡232 La media de las temperaturas máximas de cada dia dió 13,9, y la de las minimas 6*,4; de modo que la variacion 205 diurna ó el cambio medio que ocurrió durante 24 horas en la temperatura, fué de 79,5. En el periodo de 1842 a 1847, en que se observó de 2 en 2 horas, la temperatura media segun las horas pares fué de 9,7: la deducida de las máxima y minima fué de 9,8, o mayor en 1 décimo de grado solamente. La temperatura media del dia es un poco antes de las 9 de la mañana y 8 de la noche. El máximo de temperatura ocurre por término medio hácia las 2 de la larde y el minimo á eso de las 4 de la mañana; pero estos dos lérminos crilicos varian segun las estaciones. El máximo se verifica á la 13 en enero, y há- cia las 3 en verano. Las temperaturas mas bajas son en enero (el término me= dio de este mes es de 4-17,6); siguiendo con diferencia de un mes la época en que la variacion diurna llega á su minimo mensual, que es de 4*,5. Las temperaturas mas altas ocurren en julio (en que el término medio es de 18”), y siguen tam- bien con la misma diferencia á la época en que la variacion diurna llega:al máximo mensual, 10?,4. Esta variacion pa- rece ser proporcional á la lonjitud de los dias; y las tempera- turas estremas suceden en los solsticios con cerca de un mes de retraso. La diferencia de 16”,4 entre el mes mas cálido y el mas frio, puede servir para caracterizar el clima de Bru- selas como muy variable. La variacion media mensual de tem- peratura es de 19%,4, y es poco mas 0 menos la misma en las diferentes estaciones, en tanto que la variacion mensual abso- luta es mayor en invierno que en verano. En los 18 años, la temperatura del aire no se elevó mas de los 34,2, á cuyo limite llegó el 1 de agosto de 1846. El punto mas bajo á que el termómetro descendió en el mismo intervalo fué —18",8, durante la noche del 15 al 16 de enero de 1838. La distancia de estos dos puntos estremos es de 53". El máximo anual medio fué de 30%,3 y el minimo de —8*,5, lo cual da una amplitud termométrica media de 38”,8. En Bru- selas no hiela antes del 19 de octubre, y el 17 6 18 de abril parece ser el límite de las heladas. Añadiremos algunas palabras acerca de una memoria de Mr. Quelelet sobre las variaciones periódicas y no periódicas 206 de la temperatura, presentada á la Academia real de Bélgica el 4 de junio de 1853, y que es el resultado de 20 años de observaciones practicadas en Bruselas, desde 1833 á 1852. El autor estudió primeramente la amplitud de las varia- ciones accidentales de la temperatura, buscando, con arreglo al resultado de sus observaciones, el valor medio de la tempe- ratura de cada dia del año, deducida de las máxima y minima diurnas, y viendo cuáles son las variaciones diarias en los va- lores parciales de una y otra parte de este valor medio en las distintas estaciones del año; habiendo averiguado tambien que las mismas variaciones no periódicas son bastante regulares en su curso. En enero es cuando se verifican en límites los mas latos, y en setiembre y octubre en los mas reducidos. Asi es que la diferencia de temperatura entre el dia mas cálido y el mas frio del mismo mes durante los 20 años, es de 28” en enero y de 14” en setiembre. El error probable de la tem- peratura de un dia es tambien en enero, con poca diferencia, doble de lo que es en verano, y sobre todo á principios de oto- ño. El coronel Sabine ha obtenido próximamente los mismos resultados en Toronto despues de 12 años de observaciones, segun se ve en su memoria sobre el particular, presentada en enero de 1853 a la Sociedad real de Londres. La aplicacion del cálculo de las probabilidades á las ob- servaciones de Bruselas hizo ver á Mr. Quetelet, que las varia- ciones de las temperaturas diurnas al rededor de la tempera- tura media suceden generalmente bajo la influencia de las mis- mas causas incidentales, y que obran indiferentemente en uno ó en otro sentido. Sin embargo, otras causas especiales se agre- gan á estas incidentales, y producen el efecto en invierno de aproximar el límite superior de las variaciones, y por el con trario alejar el limite inferior: lo opuesto sucede en verano, por lo menos en lo concerniente á la baja de temperatura. Es- tos efectos parecen depender de la lonjitud de los dias y las no- ches; y respecto á las causas que producen las grandes bajas de temperatura en invierno, Mr. Quetelet indica como lales, par— ticularmente en Bruselas, los vientos del E., lo despejado del cielo y la calma del aire. Cuando la temperatura pasa del lér— mino medio en uno ú otro sentido, tiene en igualdad de cir- 207 cunslancias, mas probabilidad de mantenerse en invierno que en verano, como que el termómetro sube y baja con algo mas de rapidez en esta última estacion. Mr. Quetelet ha conseguido representar la ley de la lempe- ratura del aire en Bruselas, bien por la fórmula empírica 10%,23—82,07 sen. (1470918), siendo x el número de grados partiendo del 1.* de enero y con- tando á razon de 30 grados por mes, d bien por esta otra fór— mula que puede llamarse física: 10,1 $09,353 x2Q0Ecc— QUIMICA. Accion del ácido carbónico en la quinina y la cinconina; formacion de carbonato de quinina cristalizado: por Mr. LANGLOIS. (An. de Quim. y Fis., mayo 484.) Hemos hecho llegar una corriente de gas ácido carbónico sobre la quinina y la cinconina recientemente precipitadas y desleidas en agua. La accion prolongada del gas carbónico determina la disolucion de la quinina y la cinconina, pero la primera se disuelve mas facilmente que la segunda. Las dos disoluciones espuestas al aire pierden una parte de su ácido carbónico, y suministran, la una cristales de carbonato de quinina, y la otra únicamente cinconina. Mas adelanle vere- mos en qué puede consistir esla diferencia. Se obtiene muy facilmente carbonato de quinina cristali- zado siguiendo el procedimiento que vamos á indicar. Tómense diez gramas de sulfato de quinina y disuélvanse en agua destilada, añadiéndole algunas gotas de ácido sulfú- rico. Se echa amoniaco en el liquido para precipitar la quini- na, la cual se recoje en un filtro y se lava, diluyéndola en seguida, estando húmeda aún, en un litro de agua. Este líqui- do, de aspecto lacticinoso, se pone en una probeta con peana, á cuya probeta llega gas ácido carbónico bien lavado, proce- dente de la descomposicion del marmol por el ácido clorhí- drico. En menos de una hora queda la quinina enteramente disuelta. El líquido, aunque saturado de ácido carbónico, con- serva constantemente una reaccion alcalina. 234 La quinina se combina directamente con el acido carbó- nico sin disolverse, cuando no ha sido diluida en una porcion suficiente de agua. Operando, por el contrario, del modo que dejamos indicado, se obtiene una disolucion completa muy lim- pia, de la que se precipitan, despues de una corla esposicion al aire, cristales de carbonato de quinina, cuyo tamaño au- menta durante veinte 0 veinticuatro horas. Al cabo de es- le tiempo cesa el precipitado, aun cuando el líquido contenga algo todavía. La evaporacion espontánea no da mas que qui- nina; esta es precipitada instantáneamente por el amoniaco, la potasa y la sosa, que saturan el ácido carbónico. El agua de cal obra del mismo modo, formando además un depósito de carbonato calcáreo. La disolucion de carbonato de quinina suministra desde luego, como se echa de ver, cristales representados por la combinacion salina, y luego despues se destruye esla combi- nacion para dar margen á la produccion del ácido carbónico y de la quinina. Hay en esto una perfecta analogía entre di- chos fenómenos y los producidos por una disolucion de car- bonalo de cinconina. Esta última nunca presenta cristales, porque es poca la cantidad de sal que tiene: lo cual depende sin duda de que la solubilidad de la cinconina en el agua aumenta poco con la intervencion del ácido carbónico. El carbonato de quinina se presenta en cristales en forma de agujas y trasparentes, que se. florescen prontamente al contacto del aire; son solubles en el alcohol, insolubles en el éter, y tiñen de azul el papel rojo de tornasol. En presencia de los acidos producen una viva efervescencia. Se descomponen á la temperatura de 110 grados, se des- prende el ácido carbónico, y la quinina queda sin sufrir nin- guna alleracion. Solo se funde cuando el calor llega a 170 grados. Hemos encontrado en la descomposicion del carbona- to de quinina á una temperatura poco elevada, un medio facil de hacer la analisis. Se han repetido muchas veces los espe- rimentos, pero nos conlentaremos con referir uno solo. Tomamos el peso de un tubo de cristal, largo de 12 a 15 centimetros y cerrado en una de sus estremidades; introduji- mos en él 03,399 de carbonato de quinina. Se puso entonces 235 en comunicacion, por medio de un tapon de corcho cubierto de goma elástica, con un tubo encorvado que se hizo llegar por bajo de una campana graduada, colocada sobre mercurio contenido en una probeta de peana. La estremidad de este tu- bo sobresalia de la superficie del metal, y llegaba hasta la parte vacía de la campana, en donde debia ir á parar el gas acido carbónico. El tubo cerrado donde estaba la sal se ca- lentó en un baño de aceite, en el que estaba inmergida la bola de un termómetro. Cuando la temperatura de este baño está a punto de llegar á los 110 grados, el carbonato de quinina se descompone, desprendiéndose del ácido carbónico, y sin es- perimentar cambios sensibles en sus caracteres fisicos. De 399 miligramos de sal empleados en el esperimento, se obtuvieron 21: ,36 de gas ácido carbónico á la temperatura de cero y bajo la presion de 76 centimetros. Este volúmen de gas pesa 0sr,0422. El desprendimiento de ácido carbónico cesa mucho antes qué el baño de aceite llegue á la temperatura de 170 grados, que es en la que la quinina entra en fusion, y se desembaraza enteramente del agua que contiene. Con algunos pedazos de papel de estraza se quita fácilmente la humedad que queda adherida á las paredes del tubo. Como que el peso de este era conocido, volviéndolo á pesar de nuevo se obtiene el de la quinina que contiene. El peso de esta fué 321 milígra- mos: resulta, pues, de esta análisis, por una parte la propor- cion de ácido carbónico, y por otra parte la de la quinina. El agua se calcula por diferencia. 03r,399 de carbonato de quinina produjeron: o eS 08, 3120 Acido carbónico........ 0,0492 ia paco a UÍOS Estos números inducen á representar la composicion de esta sal por la fórmula siguiente: (E HRAZO% HO) CO”, HO. En efecto, se tiene por 100: 236 Teoría. Esperimento. QUÍNINA.;... +0 > > ¡2/51 0424 80,45 Acido carbónico.. 10,88 10,58 AQUA. rte dto MO 8,97 Seis esperimenlos sucesivos sobre cantidades variables de car- bonato de quinina, han dado siempre resultados análogos. Debiéndolo considerar como néutro, se habria tambien fi- jado, estableciendo su composicion, la cifra del equivalente de la quinina, que corresponde aqui al admitido por Mr. Lie- big. La descomposicion del carbonato de quinina á una tem- peratura algo elevada nos permitió comprobar nuevamente la no-formacion de esta sal por doble descomposicion, es decir, tratando una disolucion salina de quinina por 21 carbonato de potasa 0 de sosa. El precipitado que se forma no conliene mas que quinina, conservando siempre, á pesar de sus repetidos lavados, una cantidad mayor ó menor del carbonato emplea- do. Por la presencia de éste es por lo que el precipitado de- be producir efervescencia con los ácidos; pero cuando se le hace entrar en fusion dentro de un tubo de cristal, no produce el mas lijero indicio de ácido carbónico. Lo que acabamos de decir respecto á la quinina, es tambien aplicable á la cin- conina, y acaso á lodas las demás bases vejetales. Hemos emitido ya este pensamiento en una nota inserta hace algunos años en e. tomo XXXII de los Anales de Gies- sen; pero entonces nuestra opinion se apoyaba solo en los re- sultados de algunas reacciones, que no tenian todo el valor de los que hemos obtenido hoy por medio del calor. 237 a METEOROLOGIA. REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de abril de 1855. Pulgadas in- ESE O CA E A AAA A BARÓMETRO. glesas. Milímetros. Altura media... .C.o.oooosoncmocro...o 97,759 705,068 RS (MU) las 927,990 710,936 minima (dia 13)... 2... .fojor 70 700,278 Ostilicion Mens ado tareas leo 0,420 10,658 máxima diurna (dia 4)..... 0,214 5,436 minima diurna (dia 29)..... 0,033 0,838 TERMÓMETRO. Fabr. Reaum. Cent. Temperalura media.) ceja Zo. . miso 567,31 10%80| 13,50 maxima (dia 12)........ 77,51 207,92] 25",98 mínima (dia 1.)...5..;¿..[28”,0| -1*”,78| -9*”/22 Oscilacion mensual................. 49,51 22*,00| 27,50 máxima diurna (dia 12)... .(35,0| 15,55/ 1944 minima diurna (dia 5)...... 14,0| 6,221 7,78 ETA EAT TE AA AI IA IE : Fraccion Presion HIGRÓMETRO. de humedad. [de los vapores. Medias del mes, segun el higrómetro de MASIA ll a E 0,57 200 Máximas (dias 16 y 23)............-. 1,98 4,31 Miñimas (dias 10 Y ld). o52..c.co.<0. 0,17 1,22 FSE ATT A TD A AA ALO A A AAA , Pulg. ingl. Milímetros. PLUVIÓMETRO. i Lluvia caida en el Mes:............. 1r,504 | 38,20 A A A ManueL Rico SINOBAS. *"sepeo1,so pepauny Á pepanbos op sopeaó od ojuotrear e uo] -[e so1omga3t so] “som 19 ajuerp “opuesed “pepomny e] opejuosoud ey so] so3sando Á so9snIq Seur sorqueo so'[ oLIj 0m109 OSALAPISUOI P19q9p JUE 9p sou [o “ojuemBrsuos op “penue erpoul ey y Jot1ojur pensuonr exngeroduro] eun u09 JLLINOSt.1] 9p POUPALO)PO Y 7509 e] u0 opis ey exoaeurad op sou opundos 19 9JueJnp Ope[enos seul 09139[0109J01 10J08.19 TH *Y PIp [9 U9 PeprooroA 9]qejou uo9 Opuerios “uordo, e]so u9 [UQE op serp soJouad so] u9 UOLBNUrJuO) OZIBUL Op SOUL TOP 01919) OUI)[N TOP S0J1OM] SOJUDLA SO] *SITVUANAD SINOTOVAUASA() ¡ARIES II EAT IATA APNEA E IT IO AAA A AAA | 0- | 087 | 6%0 781 01 “NI JOTA y y 0 Poo vubor] so0- | 08 | 1% sema | serlectorz 11792 [9082 |-epoosruesguog | | ere | 06 | 07e | oe | estos fez7'67 [9966 [908'6% [10d “vNO9VuUVL US LME AL 821 871 *DABY OTMUOJUY * po 0 S otA yr] su | ve | 68 voz | 09 f9608L [11191 [800912 ES 'S 0% | 006 | ot8v | ot, | ¿“09lo9a6o 8zu0e [966% e EE - oy LG | 67 A A : y. o 89 |ot ya] 0 | ve] 9 | 00€ | sg'9r for'0SL 6S'69L |9€7S2 | “oJ1er] op psor vr | 066 | 0'ey | 098 | 8419 f779'67 (90667 |002'6% ¡UO 10d “VIVIY IL ur] Gm. | esvaqu] | sezunipono o o o o o 2£ 1 ¿E 252 =2 3 O o A 3 25 A a a e Ca e E O e : z S |oszlcralizn 5] Fa pos 5 [2 | AVDODQTOVOILAN S3XOLOVISA LE nz El = 3 2» e se=|20Z. s B ="a A PEE ; ¿ s E EA AMA AA A A A o "OMIMOIAO Td "SOLNAIA “SVUA LV UA AMA "SOULIMOYVI DAA MA AA -eyedsq 0p SeIOtAoId Se] 9p SONOIDUISO SU] 10 CE] OP JEEP Sa [9 OJUEIMP SPPeoyLioa seoióppoloa90 SINOIOVANISIO “prue opesed [op 010107 opundos ye uoxorpuodso.1o9 onb eordoosoLóty pepowny ap sowo.1]se so] e uorisodo ue “ore 19 19 pep -onbos 9p SOLIBUIPIORA]SO SOPPIÍ OPvAos(o UBY os TLIqe op sou 9p 019.197 oun]n Á oJowrad yo uy “uoroejso ejpoube ap ordoad A opesopom opduo] un uo) to eJue e]509 e] ue opralose) ey ex9aeurad op sour opun3os 19 anb eorpur pen o] *penue erpour e] e Jenót oJuouremx -o1d 9 penSr opejuoso1d er 9s toLIqeJue,) 81509 e] op souone]sa se] op eunópe us exajetoduno) er] *o9uraLIo pipa Top e7s09 ey vxed epeorp 01 9Ju9unIonoJue e] e ojuelowos eJ9ueu eun 9p J1aqe op soul [9 9JUB.INP UOLOLLIO9 PINAPJUED e] 9 uorSoL epundos e] U9 soJu9LA so” A A A « 0% Gb 9%) “eu]eg Á oqo a 0 « o'Y « « vu Urol ger] V0eL|S “v79| 7 Lol |-onbiop oxeuoy « « 8'G€ EL | 659 R771'8% (11867 197067 [Uo tod “vuuva a —YN Ha VIAL "0104 19p P0u909 v0- « 70 9%07 | ¿“07 e 14 » ES o) A 4 7 TAE e aa ST « avel )... ro ! « « 07 087 66 -ueL | 69 « AS « « 0% e8r | vor] ea. | 9692 [06792 |-494 TOmue uo « « or! eel ervefsrooz [66708 [000ó0S ¡10d “UTANVINVS Ui- 087 10- Lv 66 “Ie 19ARN TONUR er Y 98L o? 8-| 098] st0-| 120] YO [16 TEL [SLV LL V6E9L [oq E peo 6971 vel vVrel 608] e£'va fez.67 [(98£'0€ [9L0%0€ :3 ñ 61 est] 18 “9uroSej[y 9s0 b---4 « HA « « vo Lor | 605 fc6'sel GL'87L [26132 lyog sod as « « “q 19 l 69 re lc68'8% 181967 [31665 [OS [op soj091Tp sOÁe1 SO] u9 sojsond so.jom1purio] so] 10d OptaJdosqo JOJeo [9 0U109 “e.4101) e] op omylodos e] op uoLeIpeJar Jod esnpeloduno) e] Jue] 9Juomo[qej0u Opeto1]s9 os1oqey op uordor ejso y Jeroadso eroue]suno.1o ey uo9 “0190 19p eouono e] ? sojuoIpuodso110) soucIye]so Se] u0 DAJOS(O 9S AJUDULIOLISUE 0JSONASI O[ OPO] UOI OJDAJLI OPIOIY "SAIVUANAD SANOIJOVAWASA() 0% (12810 url GAL 207 | "epa. 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Is. GEOFFROY-SAINT-HILAIRE. (Comptes rendus, 6 noviembre 1854.) TL. Los naturalistas han anotado cuidadosamente el origen y la fecha de la admision en la ciencia de cada clase de ani- males y vejetales, de cada uno de los órdenes, familias y gé- neros en que se dividen y subdividen; y no contentandose con esto, al lado de los nombres de las especies se han apre- surado á poner los de los autores que los han dado á cono- cer, clasificado y denominado, resultando de aqui, que los mas insignificantes progresos de la ciencia han tenido sus historiadores, solicitos de tomar nota de ellos y conservar fielmente su memoria. ¿Pero en qué consiste que lo que se ha hecho con los úl- timos detalles de la zoologia y la botánica, está por hacer respecto á la concepcion general que comprende á la vez to- dos los cuerpos naturales? Tal vez cause admiracion, y yo mismo la tengo al haber de decirlo: esos mismos naluralis- tas que saben tan perfectamente la historia del último géne- ro, de la última especie de los musgos, de insectos 0 póli- pos, ignoran la de la primera y mas alta division de la nalu— raleza, la célebre division en reinos, que la filosofía y hasla la poesía han consagrado lo mismo que la ciencia, y con la cual nos ha familiarizado á todos el uso. ¿Quién ha estable- 243 cido esos vaslos grupos, colocados por un consentimiento casi unánime en la cúspide de todas las clasificaciones? ¿En qué época? ¿Bajo qué punto de vista? ¿Cual es el origen de la pala- bra reinos? Estas son otras tantas cuestiones que se hallan por resolver; y esto es, cosa singular, no porque sea imposible resolverlas, sino porque ni aun ha pensado plantearlas ningu- no de los naluralistas modernos (1); ninguno, sin esceptuar á Cuvier en su obra clásica del Reino animal, ni a De Candolle en su gran Prodromus Regnt vejetalis, ni á todos los que en nuestro siglo, antes de tan célebres maestros ó a ejemplo su- yo, han escrito la palabra Reino en la porlada de sus libros, empleándola en todas partes sin esplicarla en ninguna. A falta de libros modernos, que todos guardan silencio so- bre esle particular, he consultado, pero sin éxito, los de Li- neo, luego los de sus predecesores inmediatos y los de sus primeros antecesores; y subiendo asi de época en época hasta el origen, he concluido por encontrarlo donde menos pensaba irlo á buscar: en esas concepciones misticas de los alquimis- tas de la edad media y del renacimiento; en esa filosofía her- mética, en que los quimicos hallan el origen de su ciencia, y donde están tambien, sobre mas puntos de los que se cree, los principios de la nuestra. Voy a demostrarlo con el primer ejemplo, restituyendo á los alquimistas la célebre division de los cuerpos naturales en tres grupos principales, y la apli- cacion á cada uno de ellos del nombre que le damos todavía y se le dará probablemente siempre; por consecuencia la con- cepcion integra de los tres reinos de la naturaleza, tal como se ha admitido tan universalmente y hace tanto tiempo. M. La division ternaria de los cuerpos naturales es tan an- tigua en las ciencias, que puede considerarse como si hubie- ra existido siempre. Segun algunos autores, se remonta efec tivamente al origen de la historia natural; mas arriba toda- vía, á las primeras impresiones que produjo en la imagina- (1) Daubenton es el único que ha señalado este vacío de nuestros conocimientos, pero no ha tratado de llenarlo. (Véanse Seances «des Ecoles normales, ed. en 8.” de 1800, tom. 1, pág. 426.) 244 cion del hombre la vista de las tres formas lan distintas de la existencia material, la piedra, la planta, el animal. Por desgracia de los que han emitido estas opiniones pu- ramente en conjetura, no las justifica la historia en manera alguna. ¿Se trata de esas primeras impresiones á que apelaba poco hace un famoso anatómico? El hombre no solo distinguió muy luego, segun se ha dicho, la piedra, la planta, el an mal, sino que tambien, y ante lodo, se distinguió á si mis- mo. Por tanto la division admitida primitivamente ha sido cuaternaria y no ternaria; y si sobre la primera, vislumbra- da desde el principio de los conocimientos humanos, reclama otra el derecho de colocarse, no es todavía ternaria sino esen- cialmente binaria. Los séres animados y los inanimados , dice el gran naturalista de la anligúiedad (1), 6 como diríamos hoy, los cuerpos organizados y vivientes y los brutos y no vivien— tes; porque para Aristóteles, el alma, y lo que los modernos han llamado frecuentemente el principio vital, 0 segun sus mismas palabras, «la causa y el principio del cuerpo vivien- te (2); y lo que distingue el ser animado del inanimado, es que el primero vive, ya solo tenga, como la planta, alma nu- tritiva, ó ya posea lambien, como el animal, las facultades de sentir y moverse, 0 tenga además, como el hombre, la inte- Mgencia. Tal es, acerca de las diferencias mas generales de los sé- res, la concepcion de Aristóteles, presentada quizás por su autor de un modo muy conciso, y basada en argumentos que pueden mirarse como esclusivamenle metafísicos. Pero tras Aristóteles vienen sus discipulos y comentadores, y lo que el primero pudo dejar un poco oscuro, los segundos lo sacan á luz, reproduciendo y desarrollando alternativamente sus ideas bajo formas variadas, desde la antigúedad hasta el renaci- miento de la historia natural; desde los filósofos del Liceo y del Museo, hasta los escritores enciclopédicos de la edad me- dia, hasta los autores del siglo XVI y XVII. Pero aqui como (1) De anima, lib. T. (2) Traduccion de Mr. Barthélemy Saint-Hilaire, 1846, p. 32. 245 en todas partes, durante el largo reinado del peripato, del cual se emancipó con gran trabajo el espíritu moderno, se no- ta que el respeto al maestro se lleva á veces hasta la fideli- dad casi servil, hastasla reproduccion de sus palabras, asi co- mo de su pensamiento; y de tal modo, que se cree estar le- vendo al mismo Aristóteles cuando se lee á los que se ins- piraron en él: por ejemplo, á Hermolao Bárbaro en 1553, á Freigio en 1576, a Cristobal de Savigny en 1587, y para sa- car tambien ejemplos de los autores del siglo siguiente, á Du- Pleix en 1602, y á Jonston en 1632; autores cuyos nombres me limito á indicar, no pudiendo resumir sus ideas sin apo- yarlos con citas que no tienen cabida en este estracto. Despues de estos autores, y despues de todos los que co- mo ellos han reproducido claramente esa misma division bi- naria y las mismas subdivisiones principales, viene la multi- tud de los que las han admitido é indicado con mas ó menos vaguedad, compuesta de tan gran número, que lo que es ver- dad respecto al conjunto de la filosofía de Aristóteles, lo es tambien respecto á esa concepcion parcial: no solo ha conser- vado partidarios en los tiempos modernos, sino que ha sido, durante siglos, la aceptada mas generalmente, representando en este punto lo que puede llamarse la doctrina clásica, al lado de sistemas mas nuevos, pero no mas racionales. De tal modo que los naturalistas que en los siglos XVI y XIX cre- yeron innovar, al proponer lo que llamaron reinos orgánico é inorgánico, no hicieron en realidad mas que proponer la vuel- ta á una idea tan antigua como la ciencia misma, y en la que habia dominado por espacio de veinte siglos. MI. Tambien los alquimistas han sido en muchos puntos discipulos de Aristóteles. En otro gran número de ellos, su sistema, ó como se complacian en llamarla, su filosofía nalu- ral, era enteramente opuesta á la doctrina peripalética. Llegamos ahora -á uno de los puntos de divergencia. Para los alquimistas no hay cuerpos brutos é inanimados': la acti- vidad vital existe en todo, asi en cada sér en particular, como en la naturaleza entera. Los minerales mismos, decian, lie nen una vida oscura, imperfecta, solamente esencial, y no vejelativa, ni sensitiva. No se puede negar á las piedras mas 246 toscas, y mucho menos á los metales. Este es uno de los fun- damentos de la doctrina de los alquimistas, que por lo demás, ni han sido los inventores de este error, tan antiguo como la filosofia misma, ni los únicos que lo hagan adoptado ni sos- tenido en los tiempos modernos. El mismo Tournefort ha trei- do en el nacimiento, vida y generacion de los minerales; tes- tigo de ello su Memoria, mas curiosa que digna de él, sobre el laberinto de Candía y las estalactitas de Antíparos. Bajo este punto de vista desaparece la distincion funda— mental de Aristóteles: los minerales no constituyen un grupo distinto, opuesto á los séres orgánicos y dotados de vida, si- no que ocupan un lugar entre estos; primer término caracte- rizado solo por una vida menos activa, por un número menor de facultades, y diferenciándose solo de los vejetales de la ma- nera que estos difieren de los animales; escala única en que los minerales ocupan el escalon mas bajo. Los alquimistas, pues, no han dicho ni han podido decir: Los séres inanimados y animados. Lo que 'han dicho ha sido: Los minerales, los vejetales, los animales: los tres géneros, las tres familias de mistos; y mas adelante, los tres reinos. Toda escuela, toda secta tiene sus disidentes. Muchos al- quimistas añaden a los tres grupos admitidos ordinariamente, los cuerpos celestes separados de los terrestres, 0 los metales distinguidos de los minerales ordinarios; algunos, en corto nú- mero, separan el hombre de los animales; y otros se di- ferencian por diversas combinaciones de la division ternaria. Pero estas no son mas que escepciones, y aquella la regla acep- tada muy generalmente. ¿Y cómo no habia de serlo? ¿Qué otra concepcion pudiera ser mas conforme al espiritu que domina- ba entonces? Someter el cielo y la tierra, inspirándose á la vez con Pitágoras y la teología cristiana, á leyes numéricas comunes, á números sagrados, el sefenario y el ternario, tal ha sido, en todas las épocas de la alquimia, una de las ideas mas estendidas entre sus adeptos ; el setenario, á causa de los siele dias del (Fénesis; y de aqui los siete planetas, los siele meleoros, los siete metales, las siete piedras preciosas, las sie- te partes vilales del hombre, los siete sabores, las siete no- tas de música: el ternario, porque en todo y para todo, y has- 247 ta en la creacion material, habia de hallarse la .¡mágen del Criador triple y uno, la triplicidad en la unidad, 0, en una sola palabra, muy usada entonces, la fri-unidad; por consecuen- cia, tambien tres naturalezas en una: en otros términos, y bajo todos los puntos de vista, en el conjunto armónico de la na- turaleza, tres formas principales; de donde nace la concepcion de tres elementos, sustituida por tantos alquimistas á la que ha prevalecido largo tiempo á pesar de sus esfuerzos; de tres principios químicos, de tres tierras, finalmente, de tres géne- ros de mistos 0 de (res reinos, que se hallaban además divi- didos ternariamente. Tales son las doctrinas misticas estendidas entre los al- quimistas durante una larga série de siglos; y no entre los buscadores de oro vulgares, sino entre los filósofos hermélicos, verdaderos filósofos de la naturaleza, en el sentido moderno de estas palabras; y hasta tal punto, que mas de un discípulo de Schelling procede al parecer igualmente de Basilio Valen- tino y Paracelso que de su célebre maestro. De aqui nos ha venido la division ternaria de la nalurale- za, division mucho mas metafísica y teológica por su principio que no sacada de la observacion; y bajo la influencia de estas doctrinas dejó de ocupar el hombre en la escala ascendente de los seres un escalon distinto y superior al de los minerales, vejetales y animales. La mayor parte de los alquimistas le han hecho descender hasta colocarlo entre los últimos, al hombre, que sin embargo, segun ellos, reflejaba y representaba bajo otro punto de vista la tierra, el cielo y el universo entero. Pero necesitaban tres generos principales de mistos, ni mas ni me- nos, non plura nec pauciora (1), para que pudieran decir con un titulo mas: «La criatura es imágen de su Criador; hay tres mundos, y los tres no son mas que uno. IV. Los alquimistas, no solo han trasmitido á los naturalis- tas la division ternaria, sino que de ellos vienen tambien los nombres de reinos mineral, vejetal y animal, con los cuales se designan tan generalmente, lo mismo en el lenguaje vulgar que (1) Palabras del P. Kircher en su disertacion, ¿quid sit lapis phi- losophorum? cuya disertacion forma parte del Mundus subterraneus. 248 en el cientifico, los grupos principales de los cuerpos natu- rales. Pudiera creerse que la aplicacion de la palabra reino á es- tos tres grupos ha debido seguir inmediatamente á su division. Los alquimistas de todas las épocas, que llamaban al sol rey de los astros, hacian tambien al oro rey de los metales 6 de los minerales; de donde procede el nombre de agua reyia, da- do, desde que se conoció, al disolvente del metal regio. Y no se conlentaron con esto: despues del rey de los metales, rez, crearon, mas tarde es verdad, muchos régulos 6 reyecillos, reguli, Tambien han llamado al hombre rey de los anwmales, y sometido los vejetales al cetro del gran vejetal, es decir, al de la viña, Ó para espresarlo con mas exactitud, al del vino. Aqui tenemos los tres reyes de la naturaleza; y era inevitable el llegar á decir tambien los tres reinos. Pero esta estraña invencion de (res reyes y de tres remos solo se ha completado paulatinamente y en los tiempos mo- dernos. Mucho antes de que se estableciera la division terna- ria se decia, no los tres reinos, sino las tres partes principa—- les del mundo físico, los tres grandes géneros de mistos (1), las tres familias de la naturaleza (2). ¿A qué época se remonta bajo esta forma la division ter naria? A la antigúedad mas remota, si hemos de creer á los filósofos herméticos y la interpretacion que han dado á su fa- mosa Tabla de esmeralda, supuesta obra del segundo Thot ó Hermes, á quien han figurado rey de Egipto, contemporáneo de Moisés. Hermes Trismegisto, el tres veces grande, se lla- maba asi, segun la Tabla, porque poseia las tres partes de la filosofía del mundo-(3); es decir, segun la mayor parte de los (1) Tria summa 6 principalia genera mixtorum Ó rerum, dicen la mayor parte de los autores; y algunos otros tría genera generalissima. (2) 0 bien las tres mistiones. Mixtiones animalis, vejetalis, minera- lis, como decia aún Becher en 1669 en su Physica subterranea. Veinte años despues emplea por el contrario la palabra Regnum. Tria principa- lia mixta, nempe tria Regna, dice (Tripus, pág. 105). (3) Vocatus sum Hermes Trismegistus, habens tres partes philoso- phie. Cito aqui la Tabula smaragdina, segun la Bibl. echemica curiosa 249 comentadores, la filosofía natural, mineral, vejetal y animal. La division ternaria de la naturaleza, que debe ser posterior á la era cristiana segun el origen que acabo de señalarle, le habria precedido mucho de esta manera. Pero aun dejando á un lado la parte que hay de conjetura en la interpretacion ad- milida por los comentadores, ya se sabe hace tiempo lo que debe pensarse de la Tabla y de su regio autor. El segundo Hermes, como el primero, es un personaje fabuloso; y la Ta- bla de esmeralda una de esas obras apócrifas, engendradas en gran número por la escuela alquimista de Alejandría, y des- tinadas á dar al arte divino el prestigio de la mas remota an- ltigúedad. Los escrilos hermélicos de la edad media y los del rena- cimiento se parecen con frecuencia a la Tabla de esmeralda en la oscuridad estudiada de su estilo, prestándose á veces á las interpretaciones mas contrarias; pero aqui, al menos, la duda no recae acerca de la division ternaria. Bien haya ve- nido de Alejandría por intermedio de los árabes, bien haya tenido origen en las escuelas de la edad media, cuestiones que no se hallan resueltas y tal vez sean indisolubles, es lo cierto que se menciona claramente por una multitud de autores, al- gunos muy antiguos. Animalum, vejetans, silens habian dicho algunos rabinos (1); mineralia, vejetabilia, animalia, dicen los alquimistas; nombres y tambien orden que adopta la mayor parte, y que consagra mas y mas el consentimiento de los al- quimistas desde Basilio Valentino hasta los autores del si- glo XVI y XVII. En este último es en el que principian á tomar en los li- bros alquímicos franceses y alemanes el nombre de reinos de la naturaleza, triaregna, los tres grandes géneros óú tres fama- lias. Podrá decirse que Paracelso habia preludiado esta con- de Manget, tomo 1, pág. 389. La misma frase con algunas variantes se halla en las numerosas reproducciones que han hecho los alquimistas de la Tabla de esmeralda. (1) Véase Kriegsmann, commentariolus interpres Tabule Hermetis Smaragdine. 250 cepcion, llamando á la naturaleza desde principios del si- glo XVI reino del hombre (1); pero hay una gran distancia desde esta vaga imágen á la concepcion de los Lres reinos; y no veo olra cosa en Paracelso y sus contemporáneos, y con mas razon en sus predecesores. A la verdad, se puede supo- ner que los tría regna se habrán indicado por lo menos con los tres reges en alguno de los innumerables escritos que los alquimislas se pasaban de mano en mano, de los cuales unos han permanecido siempre secretos, y no han sobrevivido a la alquimia, y otros han llegado hasta nuestros dias, pero están relegados al olvido hace mucho tiempo en los anaqueles mas altos de las bibliolecas. Por lo mismo que nada se sabe, son permilidas todas las conjeturas respecto á dichos escritos: solo diré que en mi juicio nada las justifica, y que por el contrario hay mas de un motivo para desecharlas. El primer alquimista en que veo, v eso parcialmente, los reinos de la naturaleza, es el presidente d'Espagnet, autor anónimo en 1623 de dos obras muy nombradas en su tiempo, el Enchiridion physice restitulee y el Arcanum philosophie her- meticee opus. En el Arcanum menciona espresamente el autor uno de los reinos, Regnum metallorum, pero en un solo pasa- je, sin detenerse, y no sin contradecirse; porque en otras par- tes y repelidas veces usa las palabras regnum el imperium na— ture (2) dandoles otro valor: lérminos nuevos, cuyo uso le agradaba al parecer, pero sin darles aún un sentido fijo y pre- ciso, de tal modo, que puede decirse que se asiste en sus obras al nacimiento de esa concepcion destinada á.lograr muy pron- to una inmensa voga, tanto entre los naluralislas como entre los alquimistas (3). (1) ¿Por qué, se pregunta Paracelso, ha sido criado el hombre des- pues de los demás seres? Porque el rey debia venir despues del reino. Jus nalure est ut regnum prius sil. (Edicion en folio de Ginebra, 1769, loc. cit., tomo 1, pág. 360.) Natura hominis famuta, dice tambien Paracelso (tomo 2, pág. 453). (2) Y tambien Regnum elementare. (Véase el Enchiridion, $. CLIX.) (3) Es de advertir que la palabra regnum, la primer vez la emplea + Espagnet (Enchiridion, $. LXXXIH) en oposicion á la tyrannis. 251 ¿Es efectivamente esta célebre concepcion obra de Espag- nel? ¿O no ha hecho nuestro compatriota mas que reproducir las ideas de algun predecesor desconocido, tal vez del misterioso alquimista conocido con el nombre del Caballero imperial? En otros términos: ¿es de origen francés 6 aleman? Lo cierto es que despues de Espagnet apareció de nuevo al momento en Alemania en los escritos de Andrés Krebs y de Casander, com- pleltamente olvidados hoy, luego en Francia, y casi al mismo tiempo en las obras de Collesson. Para Krebs y Casander, que le imita en un todo, asi.como para Collesson, hay (res reinos, es decir, porque los nombres son muy nuevos, y estos aulores creen necesario esplicarlos antes de hacer uso de ellos, tres familias en la naturaleza, tres parles principales del mundo. Pero los tres reinos de Krebs y de Casander no son iguales á los de Collesson. Los primeros, sufriendo el influjo de la es- cuela alquímica sin pertenecer enteramente á ella, no adoptan la division ternaria de los hermelicos: admiten un reino etéreo ó celeste, elhereum, y dos lerrestres, vegetabile el minerale, de los cuales uno abraza todos los seres vivientes, y el otro los cuerpos brutos. Tres reinos, añaden, que cada uno tiene su principe y su gefe, siendo el sol el que preside a los astros, el hombre á todos los seres dotados de vida, y el oro á los mine- rales. Por el contrario, en el alquimista Collesson volvemos á hallar la division admitida comunmente por la escuela hermé- tica. Sus tres reínos son, los animales, los vejetales y los mi- nerales. Segun su sentir, el mismo Dios ha sido el que ha di- vidido el imperio de la naturaleza en (res remos diferentes: Nature imperium in tria regna divisum; palabras de Colles- son, 6 por lo menos de su traductor Heilmann, en las cuales reconocerán todos los naluralistas las de Lineo en los prelimi- nares del Systema Nature. Esta coincidencia es singular si solo es casual; pero si el gran naturalista sueco lo ha tomado del alquimista francés, es un honor que causa admiracion haya llegado hasta él desde punto tan lejano y tan alto. Los aulores que adoptan bajo esta nueva forma la antigua division ternaria son cada vez mas numerosos, á contar de me- diados del siglo XVII. No reproduciremos aqui una larga lista 252 de nombres muy dignos del olvido en que yacen, contentando- nos solo con decir que la concepcion de los (res reinos se halla desde 1645 hasta en los complementos de los Libros «secretos de Basilio Valentino, redactados por los adeptos conforme al espi- ritu de la época. Introducida de esta manera hasta en el san- tuario de la filosofía hermética, no tardó en dominar por todas partes donde era honrada la alquimia; y la triple unidad de Ja naturaleza, la (riunitas, luvo muy pronto por espresion ge- neralmente comprendida y aceptada estas palabras: ria regna naturc, 6 simplemente tria regna, triplex regnum: ¡tal era la consagración que el uso les dió en lo sucesivo! 253 VARIEDADES. REAL ACADEMIA DE CIENCIAS DE MADRID. — Cumpliendo esta Academia con el objeto de su instituto, ha publicado el siguiente vro— GRAMA para la adjudicacion de premios en el año 1856. Arrticuno 1.” La Academia de Ciencias abre concurso público para adjudicar dos premios, uno ordinario y otro estraordinario, á los autores de las Memorias que desempeñen satisfactoriamente á juicio de la misma Academia los temas siguientes. PREMIO ORDINARIO. Asignar los caracteres distintivos del huevo ó semilla que debe producir un individuo masculino ó femenino en las es- pecies unisexuales, tanto z00lógicas como botánicas; manifestando todas las fases morfológicas que toman los órganos de la generacion hasta lle- garse d hacer ostensibles sus diferencias. PREMIO ESTRAORDINARIO. Describir las rocas de una provincia de España y la marcha progresiva de su descomposicion, determinando las causas que las producen, presentando la analisis cuantitativa de la tierra vejetal formada de sus detritus, y deduciendo de estos conocimientos y demás circunstancias locales las aplicaciones ad la agricultura en general y con especialidad al cultivo de los árboles. Se esceptúa de esta descripcion la provincia que forma el territorio de Asturias, por haber sido ya premiada en el año 1853. Proponiéndose la Academia, por medio de este concurso, contribuir á que se forme una coleccion de descripciones científicas de todas ó la ma- yor parte de las provincias de España, ha determinado reproducir tam- bien este tema en lo sucesivo todas cuantas veces la sea posible. 2.7 Se adjudicará tambien un accessit al autor ó autores de las Me- morias cuyo mérito se acerque mas al de las primeras. 3. El premio, tanto ordinario como estraordinario, consistirá en seis mil reales de vellon y una medalla de oro. 4.2 El accessit consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la del premio. 5.” El concurso quedará abierto desde el dia de la publicacion de es- te prógrama en la Gaceta de Madrid, y cerrado en 1.” de mayo de 1856, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las Memonas que se presenten. 6.2 Podrán optar á los premios y á los accessits todos los que presen- ten Memorias segun las condiciones aqui establecidas, sean nacionales ó estrangeros, escepto los individuos numerarios de esta Corporacion. 254 7.7 Las Memorias habrán de estar escritas en castellano ó latin. 8.2 Estas Memorias se presentarán en pliegos cerrados, sin firma ni indicacion del nombre del autor, llevando por encabezamiento el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro tambien cerrado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y den- tro el nombre del autor y lugar de su residencia. 9.2 Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario general de la Academia, quien dará recibo espresando el lema que los distingue. 10. Designadas las Memorias merecedoras de los premios y accessits, se abrirán acto contínuo los pliegos que tengan los mismos lemas que ellas, para conocer los nombres de sus autores. El Presidente los procla— mará, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nom- bres. 11. En la sesion pública del mes de noviembre de 1856, se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudiquen los premios y los ac- cessits, que recibirán los agraciados de manos del Presidente. Si no se hallasen en Madrid, podrán delegar persona que los reciba eu su nombre. 12. No se devolverán las Memorias originales á sus autores, los cua— les sin embargo pueden sacar una copia de ellas. =Madrid 2 de abril de 1855.=El Secretario perpétuo, Mariano Lorente. INSTITUTO MEDICO VALENCIANO. —ProGRAMA DE PREMIOS PARA EL AÑo 1856. Cuestion de Medicina. Determinar por medio de signos racionales, físicos y demas necesarios, la presencia de los tubérculos pulmonares en todos sus estados, pero principalmente en el de crudeza, y establecer el plan terapéutico mas conforme con la esperiencia para destruirlos en su origen y evitar sus fatales consecuencias. Cuestion de Cirujía. ¿Puede existir aislada la coroiditis? En el ca- so afirmativo, sus síntomas propios, lesiones anátomo-patológicas, etiolo- gía, pronóstico y terapéutica; y en el negativo, determinar las circuns- tancias que lo impidan, y manifiéstense las cegueras que sean resultado de alguna alteración de la coroides, y si contribuye alguno de los padeci- mientos de esta al color verde de mar que se observa en la cámara pos- terior de algunos ciegos. Cuestion de Farmacio. Modo de distinguir todos los alcaloides co- nocidos, sus mezclas y falsificaciones. Cuestion de Ciencias Naturales. Supuesto que las plantas que per- tenecen á una misma familia tienen virtudes medicinales análogas, probar si son debidas á un mismo principio químico ó análogo; si su formacion es indeterminada, ó una fase particular de la vejetacion; si los principios activos de las plantas indican una significacion fisiológica, y pueden ser- 255 vir como de un caracter botánico; concluyendo por establecer que la se- mejanza de composicion guarda relacion con los caracteres orgánico-ve- jetales y propiedades médicas. Para la resolucion de cada una de las precedentes cuestiones se ofre- cen dos premios: el primero consiste en una medalla de oro, en cuyo an- verso irá esculpido el sello de la corporacion; en el reverso, grabado: «Al mérito de D. N. N.» ó sea el nombre y apellido del agraciado, leyéndose en la orla «Aniversario de 1856;> y además el título de socio de mérito: el segundo, ó accessit, consiste en el mismo título de socio de mérito, cons- tando el concepto por que se ha espedido. Las memorias para el concurso podrán ser escritas en castellano, latin, francés, portugués, inglés ó italiano; no se podrán firmar, ni serán admi- tidas como directa Ó indirectamente se den á conocer sus autores; y se- rán acompañadas de un pliego cerrado, en cuyo sobre se lea un tema ó proposicion igual á la que figure en el principio de la memoria respectiva, y en su interior debe constar la firma entera del autor, con los títulos que haya obtenido, y su residencia. Podrán ser dirijidas, francas de porte, á cualquiera de los secretarios de la corporacion (1), quienes las recibirán hasta 1.” de diciembre inclusive del año actual; siendo desde luego pro- piedad de la corporacion. Podrán optar á los premios los profesores de me- dicina, cirujía y farmacia, bien sean del pais ó estranjeros, inclusos los so- cios de la corporacion, á escepcion de los residentes. Cerrado el concurso, una comision especial espondrá su dictámen á la Junta general, el que versará acerca del mérito absoluto de las memorias presentadas; y censuradas ya por la última se abrirán los pliegos corres- pondientes á las memorias premiadas, quemándose acto contínuo los de las restantes. Avisados con oportunidad los señores á quienes se haya acor— dado premio, acudirán por sí, ó por personas debidamente autorizadas, al aniversario 16.”, que se celebrará el dia 31 de marzo de 1856, en cuyo acto se les conferirán sus premios. Valencia 31 de marzo de 1855.—El Presidente, Dr. D. Ramon No- guera.—P. A. D. I., el Secretario de gobierno, Casimiro Domingo. —Aclimatacion y domesticacion del Hemione en Francia. En una me- moria que sobre este asunto leyó á la Sociedad de Aclimatacion de Fran- cia Mr. Richard, se lee lo siguiente. El género caballo comprende seis especies diferentes, tres de las cua- les, el caballo; el hemione y el asno, provienen del Asia; las otras tres, (4) D. Casimiro Domingo, Secretario de gobierno, calle de los Hierros de la Ciudad, núm. 4, cuarto principal, y D. José Maria Velazquez, Secretario de correspondencia, calle de Caballeros, núm. 43. 56 la cebra, el dauw y el conaga son procedentes del Africa: y solo se han llegado á domesticar el caballo y el asno. El hemione aclimatado y criado en el Museo de historia natural, es al parecer, despues del caballo, el animal que mejor pudiera servir para las necesidades del hombre, porque además del vigor, sobriedad y rusti- cidad del asno, posee en alto grado la organizacion de los animales cor- redores. Durante la carrera lleva la cabeza y cuello casi horizontales; su nariz es grande, con ventanas muy abiertas, estraordinariamente movibles y muy dilatables; su temperamento es sanguíneo, nervioso, ardiente, y poco dispuesto á la gordura; su lomo es recto y bien musculado; el mo- vimiento de sn espalda muy grande; la grupa es redonda; sus piernas fuer= tes; el corvejon enjuto y de poder; su pecho ancho; sus miembros largos y derechos; sus músculos, muy nutridos, tienen la dureza del mármol; sus tendones, muy sueltos, están bastante tirantes; su grupa, finalmente, es mas alta que su cruz: es vivo, agil, soberbio; todo, en una palabra, descubre en él un animal de sangre de primera clase. De hecho, ha dicho Somnini, el hemione es mas lijero que el mejor caballo. En la India, donde vive en estado salvaje, se le ha perseguido con caballos ingleses muy corredores, sin lograr cojerlo. El asno, comparado con él, es solo un animal de carga cuya organizacion es muy mala para la carrera. La domesticacion del hemione se ha conseguido sin dificultad en el Mu- seo de historia natural, bajo la muy intelijente y asídua direccion de Mr. G. Saint-Hilaire, habiéndolo domado facilmente para silla y para tiro. Mr. de Fontalba, despues de varios ensayos hechos en Pont-I'Eveque, su pais, ase- gura que no cuesta mas domarlo que á un caballo. Una hemione adulta se deja enjaezar y montar sin resistencia, y lleva el ginete sin disgusto y sin tratar de tirarlo: vuelta á la cuadra está tranquila, docil, dejando aca= riciarse, sin dar señales de enfado ó irritacion por el servicio que la han obligado á prestar. Pero conviene advertir que este animal intelijente es muy sensible, nervioso en estremo y fácilmente irritable; que es necesa- rio guiarlo con dulzura y maña; que los tratamientos duros darian mal resultado, y lo harian probablemente de mala intencion y rehacio. Mr. G. Saint-Hilaire ha conseguido mulos cruzando el hemione con burras; existiendo actualmente en el Jardin de Plantas dos híbridos de esta clase, uno macho y otro hembra, ambos de gran fuerza: el primero prin= cipalmente, Polka, enseñado para silla, es de una enerjía y fuerza estraor- dinariaz su conformación, muy parecida á la del padre, es escelente. —Descubrimiento de dos planetas muevos. Mr. Bilk descubrió el 19 del corriente, desde el Observatorio de Bilk, cerca de Dusseldorf, un pe- queño planeta nuevo. Es el 35 de los que están entre Marte y Júpiter. El 6 del mismo abril descubrió otro desde París Mr. Chacornac, que es el 34, y cuya órbita está entre las de Juno y Ceres. N.* 5.—REVISTA DE CIENCIAS. — Mayo 1855. CIENCIAS EXACTAS. —DEZO—0 ASTRONOMIA. Satélite de Nepluno: por Mx. Hinp. (Bibliot. univ. de Giueb., marzo 1855.) Ma. Lessel descubrió en Liverpool en 1847 un satélite del planeta Neptuno. Hácia fines de 1852, durante su residencia de algunos meses en Cita Valelta, lo observó con éxito y en circunstancias atmosféricas eminentemente favorables. Mas sin embargo no pudo comprobar la existencia de ningun otro. Mr. Hind, que acaba de examinar esta serie de observaciones, ha deducido de ellas algunos resultados interesantes, de los que ha dado «conocimiento hace muy poco tiempo á la Sociedad astro- nómica de Londres. Mr. Hind tiene la certeza de que hay una direccion retró- grada en el movimiento de revolucion del satélite al rededor del planeta, cuya circunstancia escepcional en el sistema so- lar, que se observa tambien en los satélites de Urano, es mu- cho mas marcada en el de Neptuno, que se mueve en un pla- no inclinado solamente 29” respecto á la eclíptica, cuando la inclinacion del de la órbita de los primeros escede de 79". La lonjitud del nodo ascendente de la órbita retrógrada, de- ducida de un considerable número de observaciones, es de 175" 40'. Resulta de la posicion actual del planeta en la eclip- tica, y de dicha lonjitud del nodo, que la órbita aparente del satélite va contrayéndose gradualmente, y que se convertirá en una línea recta en 1859, estando entonces la línea de los no- dos en direccion de la tierra. La forma de la órbita es al parecer una elipse muy pro- nunciada; pero aún no es posible determinar exactamente su TOMO Y. 17 258 valor, ni la posicion de la línea de los ápsides. Será preciso es- perar todavía 12 6 15 años para obtener datos suficientes pa- ra este descubrimiento, vista la depresion que sufre hoy la ór- bita aparente. En el siguiente estado de los elementos de la órbita, debe sobreentenderse que es muy incierta la posicion del perineptunio y el ángulo de escentricidad: en cambio la inclinacion, lonjitud del nodo y duracion de la revolucion se aproximan mas á su verdadero valor. Epoca 1852, noviembre 0,0. Tiempo medio de Greenwich. Anomalla Medid .aiosmiciónin da acoja 13d 213.32 A 177.30 Nodo ascendente. .oma disariste nas 175.40 Inclinación 21:44 00604 00 SHIN 151.0 Angulo de escentricidad............ 6. 5 Duracion de la revolucion.......... 5,8769 Si se halla conforme con la realidad esta analogía de las lonjitudes del nodo y del perineptunio, se deducirá de aqui: 1.” que las distancias estremas del satélite al E. y O. del plane- ta, no difieren sensiblemente entre sí; 2.* que el satélite ha de pasar mas cerca del planeta cuando se encuentre en el cuadran- te N.-E., que en la direccion opuesta. Ambas circunstancias están plenamente de acuerdo con la observacion, y Mr. Lassel se habia fijado en ellas. Resulta además de las observaciones hechas en Malta, que el semi-eje mayor de la órbita del satélite, visto á la distancia media de Neptuno, subtende un ángulo de 167,98. Segun el tiempo indicado de la revolucion, se deduce que la masa del planeta es a y el semi-eje mayor 235.800 millas inglesas (38000 miriámetros próximamente). Cometas del año 1854. (Bibliot. univ. de Gineb.; abril 4855.) Cinco cometas se cuentan en el año 1854, aunque se des- cubrieron dos fuera del mismo. 259 El primero es el quinto del año de 1853: lo descubrieron, Mr. Van Arsdale en Newark (Estados-Unidos) el 25 de noviem- bre de 1853, y Mr. Klinkerfues en Gotinga el 2 de diciembre. Los astrónomos lo han clasificado entre los cometas del año de 1854, por haberse fijado en el 2 de enero de este año su paso por el perihelio. Es su inclinacion de 66", con movimiento retrógrado: su distancia perihelia (log.=0,31082) escede al duplo del radio de la órbita terrestre, dimension que rara vez alcanzan los cometas observados. Tuvo poquisimo brillo: se le pudo ver hasta principios de marzo. El segundo cometa de 1854 mereció por algun tiempo mucha atencion. Á pocos dias de aparecer se le pudo ver con la simple vista, como se le vió por primera vez en el medio- día de Francia la víspera de pasar por el perihelio, que suce- dió el 24 de marzo. Siguieron observándolo los astrónomos tres semanas, y luego disminuyó rápidamente su brillo. El 29 de marzo comparaban su núcleo al de una estrella de segunda magnitud, y el 19 de abril brillaba solo como una de novena. Mr. Schmidt de Olmutz dijo que el diámetro del núcleo, del 5 al 15 de abril, podria ser por término medio como 0,21 del diametro de la tierra, 6 cosa de 2700 kilómetros. El radio del disco de la cabellera, en direccion del sol, podia tener 2,2 diámetros terrestres el 5 de abril, segun el mismo astrónomo (Astr. Nachrichten, núm. 911). Pero no pasa de aproximada esta medida, por estar mal definida la terminacion del disco. La cola, cóncava hácia el N., tenia algunos grados de lar- ga en direccion que discrepaba de la del radio vector del as- tro en un angulo que varió durante la aparicion. Las posi- ciones observadas se ven bastante bien representadas por una órbila parabólica, cuyos elementos principales son, segun Mr Mathieu, en Paris los siguientes: Distancia perihelia............... 0,277 Lonjitud del perihelio............-. 213.49" Lonjtudidel MOd0O: ito ooo ooo 315.27 InclidacionAMa: o RO AOS Movimiento retrógrado. 260 El tercer cometa de 1854 lo descubrió el '4 de junio en Go- tinga Mr. Klinkerfues, y en Washington lo vieron hasta el 27 de julio. Al tiempo de pasar por el perihelio se le vió á la simple vista. Parecia entonces una brillante nebulosidad, con cola muy estrecha y pálida, de cosa de medio grado de larga. La singular analogía que al pronto se advirtió entre los ele- mentos de su órbita y los de los cometas de 761 y 1558, hi- zo esperar que se descubriera en él una elipticidad marcada; pero salió vana tal esperanza. Mr. Audemans, astrónomo de Leyden, discutió este punto y demostró su poco fundamento. Dió para elementos del cometa tercero de 1854 los siguientes (Astr. Nachrichten, núm. 912): Epoca del paso por el perihelio. junio 22,014 Lonjitud del perihelio. ............ 2737.41 Lomjitudidelinodo 4 23d on 347.41 Inclinación Ad lod REC 71.19 Distancia perihelia................ 0,64823 Movimiento retrógrado. El cuarto cometa de 1834 lo vieron seis á la vez. El 11 de setiembre en Gotinga Mr. Klinkerfues; el 12 en Berlin Mr. Bruhns; el 13 en Newark Mr. Van Arsdale; el 18 en Floren- cia Mr. Donati, y en Nantucket (Estados-Unidos) Mlle. Mitchel; y el 21 de setiembre en Wilna Mr. Gussew. Fué telescópico en toda su aparicion, y en Berlin lo observaron hasta el 14 de noviembre. Mr. Bruhns calculó los elementos siguientes. Epoca del paso, octubre 27,446, t. m. de Berlin. Lonjitud del perihelio.............. 94.21 Lonjitud del nodo................. 324.35 INCUMACION trato losa anda da la 40.59 Distancia, peribella.... ¿Sita 0,80010 Movimiento directo. El quinto cometa lo vieron casi al mismo tiempo en Ber- lin Mr. Winnecke y en Paris Mr. Dien el 14 de enero de 1855. Los elementos calculados por aquel dan el paso por el peri- 261 helio el 17 de diciembre de 1854, con 14” de inclinacion, mo- vimiento directo, y 1,397 de distancia perihelia. Brilla poquí- simo, carece de cola, pero tiene núcleo bastante bien de- finido. Observaciones de estrellas fugaces: por Mr. Worr, en Berna. (Bibliot. univ, de Gineb., abril 4855 ) Desde octubre de 1851 tiene planteadas Mr. Wolf, auxi- liado por algunos amigos, observaciones sobre la frecuencia de las estrellas fugaces, practicandolas en Berna todas las no- ches que el tiempo lo permite. Cada observador se pone á mi- rar un cuarto de hora á cierta estrella fija, y cuenta las estre- llas fugaces que ve. Hasta octubre de 1854 se han hecho de este modo 1563 observaciones, y en ellas se han apunta— do 5293 estrellas fugaces. Tiene Mr. Wolf intencion de seguir observando algunos años mas, á fin de determinar el número medio de estrellas fugaces que puede ver un observador du- rante un cuarto de hora cada dia, y de estudiar los periodos de la aparicion, sus conexiones, etc. Acaba de publicar los términos medios mensuales resultantes de las observaciones que van hechas, representados por los números siguientes. Un observador podrá ver durante un cuarlo de hora: ENREnero Ter 1,22 estrellas fugaces. Febtero. ni 0,98 Marzo o Id 0,82 AR: AO TA MANO aaa 0,79 JURA An 350759 TO o 9369 IN OSLO Leí dosis 3,42 Setiembre....... 1,78 Oelibre. 1 7ec 0d 04 Noviembre...... 1,14 Diciembre....... 0,92 Término medio del año... 1,42 262 No se esceptúan en este cálculo las noches de luna. En una hora saldrian 5,68 estrellas fugaces visibles por un ob- servador; y como se necesilan cuatro observadores para abar— car todo el firmamento, serian 22,72 estrellas fugaces por término medio en una hora, aunque probablemente sea exa- jerado este número. Pueden ser muchas mas en casos escepcionales. En agosto puede ver un observador en un cuarto de hora, segun las es- periencias hechas, 7 de agosto..... 2,00 estrellas fugaces. SATMUIE PI 2,87 DEA die 6,89 UNI 11,29 A A 7,81 MA e E 4,64 a 0 3,33 AS ¿ 2,50 CIENCIAS FISICAS. —>+23QDEcc— FISICA. De la influencia del ambiente en el calentamiento ocasionado por las corrientes volíaicas: por Mr. GrovE. (An. de Quim. y Fis., diciembre 1855.) Mr. Grove, al hacer unas investigaciones sobre la aplica- cion de la electricidad al alumbrado de las minas, ha tenido ocasion de observar el siguiente fenómeno. Si un hilo metálico espuesto libremente al aire almosfé- rico se enrojece por el paso de una corriente voltáica, se des- truye inmediatamente la incandescencia poniendo sobre el hilo una campana llena de hidrógeno. Los esperimentos descritos en la presente nota han tenido por objeto averiguar si esta notable influencia pertenece á otros gases mas que al hidrógeno, y determinar su valor por algunas medidas. Al efecto tomó Mr. Grove dos tubos de vi- drio de 38 milímetros de longitud por 7"",6 de diametro, y los tapó en sus estremidades con tapones de corcho atravesa- dos por alambres de cobre: entre las estremidades de estos fijó en el interior de cada tubo un hilo de platino retorcido en forma de hélice de 94 milimetros de longitud y 0*”,3 de dia- metro. Lienó uno de estos tubos de oxigeno y el otro de hi- drógeno, y los sumerjió separadamente en dos vasos de vidrio del mismo tamaño, conteniendo cada uno 93 gramas de agua. En seguida eslableció las comunicaciones metálicas de modo que se introdujesen á la vez los dos alambres de platino en el circuito de una pila de Grove de ocho elementos, y observó 264 la elevacion de la temperatura de las dos masas de agua en que sumerjió los tubos. Al principiar el esperimento, la tem- peralura del agua era de 157,5 centigrados en los dos vasos; al cabo de cinco minutos era de 27,2 en el que contenía el tubo de oxigeno, y de 21%,1 solamente en el del hidrógeno. Volvióse á repetir el esperimento conservando uno de los tu- bos lleno de hidrógeno, é introduciendo sucesivamente diver sos gases en el otro tubo. Siendo siempre la temperatura ini- cial del agua de 157,5, la temperatura final fué en todos los esperimentos próximamente igual á 21” en el agua que rodea— ba al tubo de hidrógeno; y en la que estaba metido el segundo tubo, varió la elevacion de la temperatura con la naturaleza del gas del modo siguiente (1). NDS ae 2715. Hidrogeno..... 2 Acido carbónico... 26,1 Hidrógeno.... 21 Oxido de carbono.. 26,4 Hidrogeno.... 21, 21 ” Gas oleificante..... 24,7 Hidrógeno.... En otra serie de esperimentos se comparó el hidrógeno sul- furado con el oxigeno y el hidrógeno, y siendo siempre la lem- peratura inicial de 15%,5, la final tuvo los valores siguientes. Oxigen0.......... 30,0 Hidrógeno.... 26,1 Hidrógeno sulfurado. 24,4 Hidrógeno.... 27,5 El vapor del eter obró poco mas ó menos como el hidró- geno. Nota acerca de las observaciones de Mr. Grove relativas d la. influencia que ejerce el ambiente sobre la incandescencia vol- táica: por Mr. CLAUSIUS. Mr. Poggendorff indicó la esplicacion de las observaciones de Mr. Grove en la época que estas se publicaron. El desigual (1) Los números escritos en un mismo renglon fueron los obtenidos en un mismo esperimento. 265 poder refrigerante de los dos gases no permite á los dos alam- bres de platino calentarse igualmente; por lo cual, como la resistencia de los metales se aumenta con la temperatura, re- sulta que de los dos alambres, el que se calienta mas pronto se hace mas resistente, y por lo tanto, al atravesarlo la cor- riente voltáica, desprende mayor cantidad de calor. De aqui se sigue la desigual elevacion de temperatura de los dos peque- ños calorimetros de que los dos hilos forman parte. Profundizando esta esplicacion, y tratando de reducirla á números, Mr. Clausius ha llegado á deducir interesantes con- secuencias. La cantidad de calor desprendido durante la unidad de tiempo por una corriente constante que atraviesa un alambre puede ser representada por la fórmula de Mr. Joule O=Ar?, en la que A representa una constante, r la resistencia del hilo metálico, + la intensidad de la corriente. Por. otra parte, la re- sistencia del alambre, aumentándose con la temperatura, pue- de en el caso del platino ser representada por r=r,(1-+40,00930) (1), y en general por r=r.(1+k0. Obtiénese, pues, definitivamente O=Ar,P(1+kt). Si se supone que la temperatura del calorímetro sea cons- tante é igual á cero (como sucederia en el caso de un calori- melro de hielo); si además se desprecian las pequeñas varia- (1) Mr. Clausius obtuvo esta fórmula por una discusion comparativa de los resultados obtenidos por Mr. Edmundo Becquerel y Mr. Lenz en sus investigaciones sobre la conductibilidad de los metales. 266 ciones que esperimenta el calor especifico del platino al ele- varse su temperatura, se podrá representar el calor perdido durante la unidad de tiempo por el hilo de platino, cuando su temperatura es constante, por medio de la fórmula de Dulong: Q'=m(4'—1)-Ent?. Los valores absolutos de m y de n dependen de la masa y dimensiones del alambre de platino; pero su relacion es inde- pendiente de las mismas, y puede calcularse con auxilio de los esperimentos de Dulong, si se admite que el poder radian- te del platino no se diferencia sensiblemente del de la plata, que es el; único melal que Dulong ha sometido á esperimento, S EE n obteniéndose de este modo los siguientes valores de si En el ácido carbónicO............. 0,0220 Envelaire da id sa ia 0,0227 En el gas oleificante. ............. 0,0305 En el hidrógeno.............. vo.» 0,0784 Designando en general este valor por p, resulta Q'—nm (a'—1+pt?). El equilibrio de temperatura se establece cuando se ob- tiene O=0", es decir, pro (14k0 04 1—p0=0. Esta ecuacion determina la temperatura 1 que una cor— riente de intensidad dada puede comunicar al alambre que se examine. Facilmente se echa de ver que esta lemperalura es tanto menos elevada, y que la cantidad de calor desprendido es tanto menos considerable, cuanto mayor es el número p. Se ve pues por el cuadro precedente, que el número p es mayor para el hidrógeno que para el gas oleificante, v mavor para este 267 que para el aire atmosférico; por otra parte, los esperimentos de Mr. Grove demuestran que el calentamiento de un hilo de pla- tino es mayor en el aire atmosférico que en el gas oleificante, y mayor en este que en el hidrógeno. De manera que para es- tos tres gases la concordancia del esperimento y de la teoría es enteramente satisfactoria. Por el contrario, comparando el acido carbónico con el aire atmosférico, aparece evidentemente una contradiccion; pero la diferencia de los poderes refrige— rantes de este gas es tan pequeña, y tan inmediatos los efec- tos que producen en los esperimentos de Mr. Grove, que no puede darse importancia ninguna á este resultado. Es probable que la falta de exactitud de los esperimentos baste para es- plicarlo. Observa por otra parte Mr. Clausius, que si los principios generales de la esplicacion anterior son incontestables, las for- mulas tienen algo de hipotético, y no pueden considerarse co- mo verdaderas mas que en temperaturas inferiores á 300 gra- dos. Tambien hace ver que puede demostrarse por los esperi- mentos de Mr. Grove, que la fórmula dada por Dulong para representar la radiacion de los cuerpos es completamente in exacta en temperaturas elevadas. En efecto, si se comparan los esperimentos sobre el ázoe y sobre el hidrógeno, se ve que el alambre de platino se ha elevado hasta el rojo blanco, y por consiguiente hasta 1.000 grados por lo menos; y que en el hidrógeno no se ha enrojecido, lo cual indica una tempera- tura inferior á 500 grados. Las cantidades de calor despren- didas han estado, segun las indicaciones de los calorímetros, en relacion de 2,26 á 1. Pero resulta de las fórmulas prece- dentes, que si se llaman /, y £, las temperaturas de los dos alambres, estas cantidades deberán ser entre sí como las es- presiones a—1+p1? y a.—1+p,t?.. Luego tomando por t. y £, los valores menos diferentes posi- bles 1.000 y 500, la relacion de las dos espresiones preceden- tes es igual á 10,6, y aumenta muy rápidamente si se da á £, un valor mayor y á f, uno mas pequeño. Esta completa dis- 268 crepancia no permite suponer que la fórmula a'*—1 represente el efecto de la radiacion en altas temperaturas. De los cambios de temperatura ocasionados por una corrien- te galvánica al atravesar la superficie de contacto de dos metales de distinta naturaleza: por Mr. pe Quiwrus Iciuros. (An. de Quim. y Fis., octubre A855.) Todos los fisicos conocen el célebre esperimento por me- dio del cual Peltier ha demostrado que el efecto calorífico, producido por una corriente eléctrica en el punto de soldadu— ra de dos metales de distinta naturaleza, depende de la direc- cion de la corriente. Mr. de Quintus Icilius se ha propuesto averiguar las leyes de este fenómeno. Si se sueldan dos barras de un mismo melal á las dos es- tremidades de una barra de otro metal, y si una corriente eléctrica atraviesa el sistema, resulta de la observacion de Mr. de Peltier que las soldaduras sucesivas tomarán tempera- turas distintas. Por lo tanto, si se deliene la corriente eléctrica y se hace comunicar el aparato de las tres barras con un gal- vanómetro, se producirá una corriente eléctrica, cuya direc cion é intensidad podrán dar á conocer el sentido y magnitud de la diferencia de temperatura de las dos soldaduras. Tal es el principio del método empleado por Quintus Icilius. Su ven- taja consiste en dar resultados independientes del calentamien- to de los mismos melales. Para dar mas intensidad á los fenómenos, el aulor se va- lió, en vez del aparato de las tres barras, de una pila termo- eléctrica de 32 pares de bismuto y antimonio. Un conmuta- dor, cuya descripcion estaria de mas, dejaba comunicar se- gun se quisiese la pila termo-eléctrica, ya con un elemento voltáico de Bunsen, ya con un galvanómetro. Este último ins- trumento estaba construido segun la disposicion imaginada por Mr. Wilhem Weber. La aguja era una barra de acero sus- pendida por un hilo de capullo de seda en el interior de una 269 gruesa chapa de cobre destinada á amortiguar las oscilaciones: al rededor de dicha chapa estaban arrollados dos alambres de cobre, que podian comunicarse entre sí de dos modos distin- tos, de manera que la corriente debiese atravesarlos suce- sivamente en el mismo sentido, ó bien dividirse igualmente entre ellos. La duracion de una completa oscilacion de la agu- ja era de unos 9 segundos. Los esperimentos presentaban una dificultad particular. En efecto, se hacia por de pronto circular la corriente voltái- ca al través de la pila termo-eléctrica, y luego se ponia á esta en comunicacion con el galvanómetro. Luego la corrien- te producida por el calentamiento desigual de las soldaduras que entonces se observaba debia debilitarse bastante pronto por consecuencia del restablecimiento de la igualdad de tem- peratura en la pila. Tratabase, pues, de apreciar la intensidad inicial de una corriente incesantemente variable: y ya se sabe que los métodos generalmente usados no permiten medir mas que la intensidad de una corriente constante, ó la cantidad de electricidad de una corriente de muy corta duracion. Mr. de Quintus Icilius ha vencido esta dificultad con el siguiente método. Determinaba primeramente la posicion de equilibrio de la aguja por medio de cuatro observaciones separadas por inter- valos de 9 segundos (1). En seguida, en el instante marcado por el péndulo de un reloj astronómico, se ponia el elemento voltáico en relacion con la pila termoeléctrica, y se notaba la indicacion de una brújula de tanjentes atravesada por la cor- riente: de alli á 30 segundos, por un movimiento rápido del conmutador, se hacia comunicar la pila termo-eléctrica con el galvanómetro, y se observaban seis elongaciones sucesivas do la aguja. Hecho esto se la volvia á dejar en reposo por la ac- cion de una barra imantada, y se hacia sucesivamente una (1) Este intervalo era precisamente lo que duraba la oscilacion de la aguja: claro está que el término medio de las 4 observaciones daba la posicion de equilibrio de la aguja , independiente de toda pequeña oscila- cion accidental. 270 : segunda série de observaciones, teniendo cuidado de dar á la corriente voltáica una direccion contraria á la precedente; una tercera série dejándole esta direccion; y una cuarta y quinta série volviendo á la direccion primitiva; y asi se con- tinuaba. Tomando el término medio de un gran número de séries, se eliminaba la influencia que podria tener un débil resto del calentamiento de las soldaduras, porque claro es que si las observaciones de la segunda série eran demasiado débiles por consecuencia del influjo persistente de la primera corriente voltáica, las de la tercera série debian, por una ra- zon análoga, dar resultados demasiado fuertes. Habiendo obtenido todos estos números se podia, con au- xilio de los métodos dados por Mr. Wilhelm Weber, calcular la intensidad de la corriente constante, que suponiéndola per sistente durante el intervalo de las dos elongaciones sucesi- vas, debia producir precisamente las dos elongaciones obser- vadas; y sucedió que haciendo el cálculo para cada una de las oscilaciones sucesivas de la aguja, se encontraron seis in- tensidades medias, que en los diversos esperimentos variaron todas proporcionalmente á la intensidad de la corriente vol- táica que habia producido el calentamiento de la pila. De aqui se pudo inferir evidentemente, que la corriente termo- eléctrica que resultaba de este calentamiento era proporcio- nal á la corriente voltáica. La siguiente tabla contiene, para 19 séries de esperiencias, el valor de proporcion de las seis intensidades medias de la corriente termo-eléctrica con la in- tensidad de la corriente voltáica. o 271 ANTAD APA PA RARA RA RO ADT AAA AR TARA PR REI ProporcioN de las intensidades medias de la | tutensidad Número | corriente termoeléctrica con la intensidad de da UR de séries la corriente volláica. to voi — ) ——nnan —_ aaa 1 2 30 aa 5 | 6 1 |193,04/100,46| 54,88| 31,221 17,93 10,64/0,61943 2 |193,27/100,34| 54,79| 30,62) 17,59| 10,09/0,62003 3 |193,88/100,90| 55,18| 30,98] 17,89| 10,28 0,68165 4 1194,49/101,13| 55,40] 31,07| 18,11¡ 10,47/0,76844 5 |1196,45/101,96| 55,90! 32,15] 18,04! 10,45/0,77330 6 .|193,93/101,04/ 55,45| 31,24| 18,03| 10,51/0,77886 7 |194,79/101,11] 55,15| 30,98| 17,89| 10,2810,77960 8 [191,331 98,60| 53,83] 30,02| 17,10| 9,7510,79728 9 1195,66/101,47| 55,45] 31,24] 18,03. 10,51/0,80157 10 |194,97/101,13| 55,05] 30,93| 17,70| 10,21/0,81298 11 |195,26/102,17| 56,43| 32,13| 18,68| 11,05/0,81587 12 [196,33/1102,19| 56,10] 31,53| 18,20| 10,55/0,77470 13 [190,301 98,91| 53,94] 30,201 17,29 9,97/0,79643 14 (193,21/100,51| 54,72] 30,64| 17,55 | 10,12/0,94302 15 |194,69/102,06| 55,55| 31,12] 17,93| 10,36/1,0765 16 [193,97/100,63| 54,90| 30,69| 17,77 10,09/1,1411 17 [195,24/101,82| 54,41] 32,64] 17,94! 10,32/1,0809 18 [194,34/1101,06| 55,10] 30,82| 17,70| 10,27/1,1387 19 [198,88 103,38| 56,46| 31,67] 18,22| 10,43/2,0658 Habiendo variado las intensidades de la corriente voltai- ca en proporcion de 0,619 á 2,066, puede considerarse que eslos esperimentos justifican plenamente la hipótesis de una proporcionalidad. De este modo se demostró que una corriente voltáica que atraviesa una pila termo-eléctrica, establece entre las solda- duras pares é impares una diferencia de temperatura que es proporcional á su densidad. No hay una completa seguridad de que la proporcionalidad sea rigurosa, porque los números de la tabla anterior, que corresponden á las mas fuertes in- tensidades de la corriente voltáica, son en general un poco mayores que los que corresponden á las intensidades mas dé- biles; pero la exactitud aproximativa de la ley no puede po- nerse en duda. 272 De aqui nace una consecuencia interesante: si la desigual- dad de calentamiento de las soldaduras producida por una cor- riente voltáica varía proporcionalmente al cuadrado de la in- tensidad , se sabe por otra parte que el calentamiento de las barras en los puntos que no están inmediatos á las soldadu- ras, varia tambien proporcionalmente al mismo cuadrado. Lue- go los dos fenómenos siguen una marcha enteramente distin- ta, y á proporcion que la intensidad de la corriente aumenta, la influencia del calentamiento desigual de las soldaduras de- be hacerse cada vez menos sensible. De este modo se com- prende por qué razon Peltier y Moser no han podido observar enfriamiento en las soldaduras sino obrando con corrientes de muy débil intensidad. FISICA DEL GLOBO. Diferencias de temperatura entre el aire, el suelo debajo de la nicve, y el suelo de que se ha quitado la nieve: por Mr. Ro- ZET. (D'Institut, 44 febrero 4855.) Necesitando conocer Mr. Rozet, para una obra que trata de publicar acerca de la lluvia de Europa, las diferencias en- tre las temperaturas del aire, del suelo cubierto de nieve y del suelo limpio de esta, ha aprovechado la capa de nieve que hubo en Paris del 20 al 31 de enero último. La tabla siguiente presenta los resultados de sus observaciones, hechas desde me- dio dia hasta las 4 de la tarde con 3 termómetros, colocado uno bajo la nieve; otro en una pequeña reguera, y en un es- pacio del que se habia quitado aquella y no se habia vuelto á cubrir; finalmente, el tercero al aire libre. 273 TEMPERATURAS. A —_—_ > AAA A Del suelo bajo la] Diferencias entre a Diferencias entre Del aire. Del suelo al aire. nieve. los dos. el suelo y el aire. Eo) O sTo0 05,0 Y O IE ra E —3,0 —0,5 O e ad —A,0 —1,0 —3,0 —2,0 —2.0 205 cd 29 0 2,5 —2.0 —6,0 a 4,5 —2,5 LS —6,5 —2,0 —4,5 —3,0 35 El estado que precede prueba que la nieve preserva efec- tivamente al suelo de una cantidad notable de frio, puesto que el termómetro al aire varía desde —1”,0 hasta —6”,5, mientras que el colocado bajo la nieve solo oscila entre 0,0 y —2”,0, subiendo las diferencias desde —1”,0 hasla — 4,5. El termómetro de la reguera, que descansa en el suelo que la nieve no ha vuelto á cubrir, ha dado constantemente solo un grado mas de frio que el puesto bajo la nieve, y respecto al del aire libre ha ofrecido diferencias en menos que han va- riado por consecuencia entre —19,0 y —39,5. Si se ponia una simple hoja de papel blanco sobre el ter mómetro de la reguera, daba este exactamente los mismos nú- meros que el cubierto de 0”,05 de nieve. Resulta de lo dicho, que la nieve obra simplemente como una pantalla puesta entre el suelo y el espacio; lo cual hace creer que los resultados han de ser independientes del grueso de la capa que tapa el suelo. Cuando este queda libre de nie- ve en un pequeño trecho, el contacto del aire y la radiacion en un dia claro de enero, solo le roban un grado de calor. Por lo demás, Mr. R. presenta únicamente estos resultados con ob- TOMO Y. 18 274 jeto de llamar la atencion de los meteorologistas sobre un fe- nómeno que á su parecer es de alguna importancia. QUIMICA. Ventajas de los métodos gráficos para poner de mamfiesto las conexiones entre la composicion quimica y las propiedades fisicas de los cuerpos: por Mr. Dumas. (L'Institut, 6 diciembre 1854.) Me propongo, dice el autor, patentizar con numerosos tra- zados la intima conexion que tiene la composicion de los cuerpos con sus principales propiedades fisicas. Poniendo en dichos trazados, por ejemplo en el eje de las abscisas, los va- lores que representan los pesos alómicos de los cuerpos, y en el de las ordenadas los de las propiedades que se trata de compa- rar entre sí, al momento distingue la vista las relaciones que por su sencillez soná propósito para dar instruccion. Asi los cuerpos isomorfos, como lo tengo demostrado hace mucho tiempo, tie- nen con frecuencia el mismo volúmen atómico, y las ordena- das del volúmen son de igual lonjitud. Los trazados prueban evidentemente, que en los cuerpos isomorfos que no se hallan en este caso, los vértices de las ordenadas están siempre reu- nidos, al menos por rectas mas 0 menos inclinadas al eje de las abscisas. Entonces el volúmen aumenta casi siempre á me- dida que sube el peso alómico. En ciertos casos notables su- cede lo contrario, y el volúmen disminuye cuando aumenta el peso atómico. Si se comparan entre si cuerpos de la misma clase, tales como óxidos, cloruros, sales, compuestos orgáni- cos, se observa que si los vértices de las ordenadas no van á encontrar á la misma recta sino cuando se trata de un cuerpo del mismo tipo químico, respecto á una misma familia al me- nos, todas las rectas que pasan por los vértices tienden á per manecer paralelas entre sí, y aun lo están completamente con frecuencia. Este paralelismo existe hasta en las rectas que 25 unen, por una parte las ordenadas que representan los volú- menes atómicos de los cloruros, bromuros y ioduros metálicos isomorfos, y las que se refieren á los éteres compuestos, que abrazan por la misma razon el cloro, bromo y el iodo como elementos. Á veces se notan sin embargo en la direccion gene- ral de las rectas, desvíos que se esplican por una circunstan- cia particular referente á la solubilidad. Entre dos compues- tos comparables, los insolubles son al parecer los que tienen mas corta la ordenada del volúmen. Lo cual equivale á decir, que la contraccion de los elementos es mayor en el momento de la formacion de los compuestos insolubles, 4 que ha sido mayor la cantidad de calor espresada. Un cuerpo insoluble sería por consecuencia aquel á que faltase realmente el calor necesario para su fusion en los disolventes. Los cuerpos del mismo tipo químico son pues los que tienen, ya volúmenes aló- micos iguales, ya volúmenes atómicos que aumentan ó dismi- nuyen en proporcion al aumento del peso, hallándose ligados entre sí por una ley de continuidad. Y no solo se hallan suje- los á eslas reglas los cuerpos compuestos de un mismo tipo, sino que se aplican igualmente á los cuerpos simples metáli- cos ó no melálicos. Comparados entre sí los isomorfos presen lan tambien, unas veces volúmenes alómicos iguales, y otras volúmenes que aumentan ó disminuyen proporcionalmente al aumento de peso. Pero el trazado relativo 4 los cuerpos sim—= ples manifiesta lipos muy distintos, y lagunas muy numerosas todavía. Asi pues, para comprender facilmente las relaciones numéricas que unen, no solo los volúmenes atómicos sino tam- bien los pesos alómicos de los cuerpos, relaciones sobre las cuales he llamado hace tiempo la atencion, en lo respectivo á los cuerpos simples es necesario efectivamente recurrir á la comparacion de los cuerpos compuestos, y en particular á las tablas que he formado, por uno de los métodos siguientes: 1." Para las combinaciones orgánicas hace tiempo que for- mé una tabla con tres divisiones, que clasifica la mayor parte de los compuestos conocidos, y que permite adivinar la com- posicion de los demas en los casos en que sufran modificacio- nes ordinarias. 2." Pero como pueden modificarse todos estos compuestos 276 además por medio de sustituciones, he tratado de averiguar, respecto á un tipo químico dado y cuerpos capaces de entrar en él, á qué número ascendería el de compuestos que podrian realizarse por las modificaciones del tipo si, matemáticamen- te hablando, se verificasen todas las combinaciones posibles, sin hacer caso de las permutaciones. Si decimos que la tabla de tres divisiones demuestra que los compuestos orgánicos de un mismo tipo se cuentan por cen- tenas, nadie se admirara. Pero si añadimos, por ejemplo, que en el caso particular de la produccion de los álcalis por los pro- cedimientos de MM. Wurtz y Hoffmann, pueden producirse, aun reduciendo á 60 el número de carburos de hidrógeno, ó de los metales capaces de sustituir á los cuatro equivalentes de hidrógeno, mas de 400.000 cuerpos análogos al amonio, va este resultado confunde la imaginacion. Las fórmulas químicas que da la tabla mencionada, y las sustituciones, presentan repeticiones periódicas, proporciona- lidades y armonias de números muy dignas de atencion, por que se observan tambien en las fórmulas de química mineral, y hasta en los equivalentes de los cuerpos simples. Todas estas consideraciones, que tengo presentes hace tiem- po en mis esplicaciones, han sido objeto para mi de un estu- dio perseverante. Al poner á discusion el fruto de él, siento la necesidad (y asi escusaré la brevedad de esta nota), á no pasar por plagiario de mi pensamiento, de que se comprue- ben algunos puntos esenciales que han evidenciado mis tra= bajos, ya que mis lecciones han llamado sobre estos objetos la atencion de los químicos. CIENCIAS NATURALES, MINERALOGIA. Sobre las piedras preciosas y los cristales de oro del conda- do Victoria, en Australia: por Mx. STEPHEN. (Bibliot. univ. de Ginebra, setiembre 1854.) Este trabajo se reduce á un catálogo de todas las piedras preciosas de que el autor ha podido adquirir algunos datos, y de todos los ejemplares de oro notables que se ha podido pro- porcionar. Estos últimos se hallan asociados generalmente con los minerales siguientes: cuarzo, feldspato, granale, turmali- na, augita, olivina, hierro titanado, óxido de hierro, pirita de hierro, y á veces óxido de estaño. Las piedras preciosas son estas: zafiro blanco y azul (Ba- llaral), zafiro espinela, rubi y crisolita del rio Peel, circon, rubí espinela, topacio, granate y turmalina del rio Ovens. El citado catálogo añade además el granate piropo del monte Alejandro, el diamante de la Nueva Galles del Sur, asi como el topacio blanco; grandes turmalinas de la bahía de Encoun- ¡er, del canal de Entrecastreaux y Tierra de Van-Diemen, la esmeralda del monte Notable, y el ópalo de la Australia meridional; creyendo el autor que todas estas piedras precio- sas podrán hallarse en tan considerable cantidad que sosten- gan un comercio de importancia. Los ejemplares de oro que ha tenido á la vista Mr. Ste- phen son notables por sus formas y tamaño; entre varios, uno que ofrece la forma del cubo octaedro, tiene poco menos de 278 oy 1 pulgada de diametro. Entre dichos cristales los hay octae- dros y dodecaedros perfectos, con facetas lisas unos y caver- nosas otros; cubos en diferentes épocas de su formacion, cris- lales hemitropos, dendritas de oro que llama el autor musgo de oro; hallándose este metal en la galena y á veces en un conglomerado de clorita, cuarzo, esteatita y materias ferrugi- nosas. El autor sostiene que se ha encontrado con frecuencia el oro de Australia dentro de cuarzo ó conteniéndolo él, pe- ro que nunca se ve encerrado en granito. Los ejemplares mas hermosos de este metal se han descubierto en Ballarat: el oro de Luisa Creek es al parecer mas rico en plata. ZOOLOGÍA. Desenvolvimiento de la lombriz terrestre: por Mr. Uber- KkEM.—£volucion de las gregarinas: por Mr. LIEVvERKUBN. (Ulostitat, 47 y 51 mayo 14854.) La Academia de Ciencias de Bélgica tenia anunciado para asunto de premio, entre otros, del año de 1853, «un trabajo »con láminas sobre el desenvolvimiento de un animal perte- »neciente á uno de los tipos”siguientes: articulados, moluscos, »insectos, equinodermos, pólipos, medusas ó infusorios.» En sesion celebrada el 16 de diciembre del mismo año acordó premiar las dos Memorias arriba citadas, dando una medalla de oro á cada uno de sus autores. A continuacion damos una análisis de las dos Memorias premiadas, segun los informes de los comisionados encargados de darlos. Estracto del informe de Mr. Van Beneoen. El aulor de la Memoria núm. 1.* divide su trabajo en tres partes: consagra la primera á describir los órganos genitales y el desenvolvi- miento de la lombriz terrestre; la segunda á lo mismo res- pecto de los géneros mas inmediatos (Enchytreus , Chetogas- ter, Nais, Tubifen); y la tercera á comparar la lombriz con los demás gusanos. 279 La descripcion de los órganos genitales debe preceder precisamente, dice el autor, al estudio del desenvolvi- miento de cualquier animal. Pensamos como él, tanto mas cuanto ahora se trata de un animal cuyos órganos de genera- cion no se conocen todavia sino muy imperfectamente. Apenas concuerdan los naturalistas sobre su naturaleza hermafrodita. Poco tiempo hace con efecto que Mr. Streenstrup, autor de la teoría que lleva su nombre, escribió una Memoria con objeto de probar que no existen en la naturaleza hermafroditas; y confesamos que sus observaciones habian hecho vacilar nues- tra opinion acerca de la naturaleza monóica de estos gusanos. Efectivamente, Mr. Sleenstrup decia que de un gran número de lombrices habia visto próximamente la mitad llenas de huevos, mientras que la otra, aun en la época de los amores, no contenia ni señales de ellos; pero Mr. Steenstrup se ha equivocado como otros muchos, tomando por huevos de lom- brices los estraños de gusanos parásitos. El sabio profesor de Copenhague no ha conocido pues el verdadero ovario de di- chos animales (1). En la primera parte hace el autor la analisis de los traba - jos de sus predecesores, citando los de Willis, Redi, Swam- merdan, Home y Mr. Morren, que ha escrito sobre esta mate- ria, y dice con razon el autor, el trabajo mas completo que se ha publicado hasta ahora. Duges, MM. Hoffmeister, Meckel y Stein han hecho posteriormente estudios numerosos, que ana- liza tambien con gran cuidado; mas á pesar de tan numerosos esfuerzos, falla todavía mucho para que pueda considerarse agolado este asunto. Debemos advertir que las Memorias de Mr. Hoffmeislter merecian en nuestro concepto una análisis mas detallada: él ha sido quien ha colocado la cuestion en el ver- dadero terreno, debiendo por nuestra parte manifestar el sen- limiento que nos causa el ver que el autor no haya mencio- (1) En el momento que escribia esto el autor, recibió un número de los 4nn. des sc. natur., que contenia un artículo sobre las lombrices. En ese artículo se habla del ovario, de la vulva, testículo, etc., pero reina una completa confusion en la descripcion. Mr. Pontallié ha conocido el ovario tan mal como sus predecesores. 280 nado la Memoria de Mr. Steenstrup sobre la no existencia del hermafroditismo en la naturaleza. Aunque generalmente se consideran las lombrices como incompletamente hermafroditas, sin embargo, los autores no conocen el ovario, pues lo que dicen de él pertenece al tes- lículo. El autor de la Memoria núm. 1. da á conocer por primera vez dicho órgano, lo cual es un importante descubri- miento, porque se trata de animales muy comunes, que han sido con frecuencia desde hace un siglo el objeto de las in- vestigaciones de muchos naturalistas distinguidos. Debemos advertir, principalmente á los que quieran comprobar la exac- titud de estas aserciones, que el ovario de las lombrices es muy dificil de descubrir, y que solo despues de muchas ten- tativas frustradas hemos logrado por último distinguirlo, si- guiendo para ello las indicaciones que da el aulor en su Me- moria. Es exactamente como este lo describe y representa, y si no se prepara la lombriz con arreglo á sus instruccio- nes, es casi imposible distinguirle á causa de su estremada pe- queñez. Es preciso sacarlo con la cadena nerviosa, y aislarlo despues. El ovario es muy sencillo, y está situado á derecha é iz- quierda del cordon nervioso, a la altura del 12.* anillo, pega- do a la pared inferior de la cavidad abdominal; su forma es la de una bolsa membranosa piriforme; su interior está lleno de huevos con vesículas germivativas, tanto mas desarrolla- dos cuanto se observan mas cerca del conducto escretor. No es posible confundirlos con otros huevos. El autor de la Me- moria núm. 2.* ha visto al parecer dicho ovario, pero sin cono- cerlo, y el huevo que ha sospechado que era de lombriz, cor respondia en efecto a dicho gusano. Desde los ovarios pasan perceptiblemente los huevos de cada parle del cuerpo á un oviducto, pero no ha podido des- * cubrir el autor dónde iba á parar este. Las paredes del ovi- ducto son sumamente delicadas, de modo que no pueden ob- servarse sino con el microscopio; y estos gusanos son dema- siado grandes para que sea posible examinar sus órganos en el lugar que ocupan. Por lo demás, creemos con él que el ovi- ducto desemboca en el orificio del órgano macho. 281 Ya que conocemos bien el ovario por dicha memoria como un órgano doble, completamente aislado, separado del testicu- lo y de todo el aparato masculino, es curioso ver los esfuer- zos de interpretacion que se han hecho con molivo de estos órganos. La determinacion mas singular es la de Mr. Steens- trup: los órganos, dice este sabio, obran como testiculos en la mitad de los individuos, y en la otra como ovarios: en unos se llenan de espermatozoideos, y en otros de huevos. Los hue- vos de parásitos lo han inducido á error. El aparato macho se forma de tres testículos en cada la- do, y su producto lo reciben dos trompas, derramándolo luego en un doble canal deferente, que se abre por separado en el 15. anillo del cuerpo, en la superficie interior: aqui vemos conservada todavía la disposicion bdeloidea. Al lado de los órganos masculinos que producen el licor fecundante, hay otros cuerpos glandulosos, cuya naturaleza no se habia determina- do bien hasta ahora. Unos están llenos de espermatozoideos completos, y son las vesículas espermáticas; olros segregan unos filamentos destinados al parecer á producir el singular cascaron que forma la cápsula. Entre estas vesículas semina- les y los órganos masculinos no hay comunicacion alguna di- recta, suponiendo con razon el autor que el licor se deposita en ellas durante el acto de la cópula. Verdad es que se obser— van fenómenos semejantes en otros varios gusanos, pues se ven vesículas llenas de espermatozoideos adultos, sin que hasta ahora haya podido averiguarse de un modo cierto la manera con que se hayan introducido. Hay aqui sin duda un fenóme- no general que no conocemos.— La descripcion del aparato sexual está hecha con gran cuidado, y ha debido costar al au- tor prolijas investigaciones; si no se ha dicho todo sobre este punto, al menos podemos estar ciertos de que los órganos esen- ciales se hallan determinados definitivamente. Advertiremos al mismo tiempo, que la espresada descripcion concuerda muy bien con los interesantes trabajos acerca del aparato sexual de las Branquiobdelas y Albiones, publicados recientemente por Mr. de Qualrefages. Despues de la descripcion del aparato masculino, espone el autor el desarrollo de los espermatozdideos de las lombri- 282 ces. Segun su opinion, se desenvuelven en una célula madre de núcleo y nucleolillo, otras células mas pequeñas en las cuales aparecen los espermatozoideos; pero nosotros no somos del mismo dictamen. Los glóbulos vitelinos son, respecto al huevo femenino, lo que los espermatozoidos á los huevos mascu- linos, y se engendran de la misma manera. Igualmente las células de la segunda generacion, en vez de contener esper- matozoideos se convierten en ellos, á espensas de la misma pa- red de la célula, por el desarrollo de un apéndice filamentoso. Y cuando se ha desenvuelto este completamente, las paredes de la célula se desecan y quedan solos los filamentos; cuyo modo de desarrollo se observa comunmente en los gusanos. Sigue luego la descripcion de las partes esenciales del apa- ralo sexual. El autor da á conocer los órganos accesorios, que sin embargo no dejan de desempeñar un papel importante en los fenómenos de la reproduccion (1). Además de los testículos, hay á cada lado dos receplácu— los espermáticos que se abren directamente en la faz interna del cuerpo, sin tener comunicacion alguna directa con el resto del aparato. En el testículo se descubren siempre espermato- zoideos en estado de desarrollo; en los receptáaculos son cons= tantemente adultos. Segun el autor, existen tambien muchos pares de órganos que segregan las cápsulas de los huevos, á los que llama capsulógenos. Finalmente, las lombrices tienen, como las demas escoleidas, un rodete anular cuyo oficio durante la cópula no se conoce todavía perfectamente. El capítulo del desarrollo comprende muchos periodos: el objeto del primero es la formacion de los huevos. ¿Cómo se forma el huevo? Es una célula que se desenvuelve á la ma- nera que en los otros tejidos, y que liene aqui un destino es- pecial, ó es un producto particular, que no tiene análogo en el (1) Las lombrices tienen, asi como las sanguijuelas y otros gusanos monóicos, unas bolsas y canales secretorios que han de considerarse co- mo aparatos urinarios. Un médico inglés, Mr. Williams, poco enterado al parecer de lo que se publica fuera de su pais, ha reproducido recien- temente la idea errónea de que estos órganos corresponden al aparato reproductor femenino. 283 resto de la economia? La primera opinion cuenta muy escasos partidarios; y si hoy todavía, confesémoslo, se sabe lan poco acerca de su primitiva formacion, es porque este punto es aca so el mas dificil de aclarar de toda la embriogenia. Antes de existir el huevo se ven vesiculas de diversas magnitudes, de las cuales unas tienen núcleo y otras no; mas tarde se distin- guen unos huevos formados de tres ó cuatro vesículas encaja- das unas en otras. ¿Proceden acaso unas de otras? Probable- mente; pero cuando una vesicula tiene núcleo, ¿se ha formado este antes que las paredes de ella, ó despues? Y el vitellus ¿se forma dentro de la vesícula, ó se agrupa al rededor de su mem- brana vilelina? Estas son otras tantas cuestiones cuya solucion definiliva no se conoce. Segun el autor, la membrana vitelina se desarrolla al rededor de las vesículas germinativas, y por un crecimiento mas rápido, se forma un espacio que se llena de gránulos muy descoloridos y pequeños. En muchos gusanos se ve distintamente que los glóbulos vitelinos se agrupan al rededor de la vesícula germinativa, y formarse simultánea mente las envolturas del huevo. Cuando estos se hallan próxi- mos a dejar el ovario, tienen un diámetro de 0,21 milímetros, pero aún se ve la vesícula germinativa en medio de un vitel- lus liquido y trasparente, cargado de algunos gránulos. A la conclusion del primer periodo, describe el autor el modo de verificarse la cópula de estos gusanos; pasaje que se halla fue- ra de su lugar, pues todo lo relativo á esta funcion debe ocu—- par el final de la descripcion del aparato sexual. El segundo período comprende la salida de los huevos del ovario y su inclusion en la capsula. Ninguna observacion hay digna de mencionarse sobre esto. Solo diremos que el final del capítulo no es tampoco el lugar á propósito para hablar de los sitios en que se encuentran las cápsulas. En el tercer periodo, que es muy breve, no ha logrado reu- nir el aulor sino pocas observaciones. Los gránulos vitelinos aumentan, dice, ¿pero es en número ó en volúmen? Al prin- cipio se reunen en el centro del huevo, luego en toda su es- tension, y la masa granular toma una forma oval ligeramente alargada. El autor no ha visto la salida del glóbulo trasparen- te, lo cual no nos admira. Despues principia el fraccionamiento, 284 : que se verifica irregularmente, viéndose luego formar el blas- todermo. El cuarto periodo principia por la formacion de grandes células claras al rededor de la masa vitelina, las que se acu- mulan con mas particularidad en uno de los polos, que se con= vertirá en la cabeza. Entonces es cuando se ve formar la bo- ca en la parte inferior del polo cefálico. El blastodermo se di- vide en dos capas, de las cuales una va á constituir las pa- redes del intestino, y la otra la piel del animal, y entre ellas han de aparecer los diversos órganos internos. Uno de los pri- meros que se forman es el secretorio, conocido ya en la ma- yor parte de los gusanos, el cual se presenta aquí igualmente muy pronto. En ese periodo de la evolucion es cuando se ha- ce perceptible el sistema nervioso, y aun parece mas desar— rollado que en las olras épocas de la vida. El gusano se mue- ve en las membranas que lo cubren anles que se disltingan vasos algunos: luego se divide en anillos, principiando por el polo cefálico, y van apareciendo sucesivamente hácia el estre- mo opuesto. En seguida se manifiestan las glándulas setiferas, luego los vasos sanguíneos, hallándose asi ya el feto provisto de los órganos necesarios para su conservacion. Finalmente, rompe las capas que lo envuelven, y sale de su capsula por uno de sus polos, teniendo una lonjitud de algunos centime- tros, segun dice el aulor. Lo que llama particularmente la atencion en la embrioge- nia de las lombrices, y diferenciándolas de todos los géneros in- mediatos, es que en cada cápsula solo hay por lo regular, se- gun asercion del mismo autor de la memoria, un embrion que se desarrolla por de pronto, mientras que los demas perma- necen estacionarios, 6 van perfeccionándose sucesivamente. Los embriones y los huevos son estraordinariamenle peque- ños, y se hallan sumerjidos, por decirlo asi, en una masa al- buminosa comun que les sirve de alimento. En los géneros in- medialos los huevos son mas voluminosos, y el embrion se des- arrolla á espensas de su mismo vilellus. En esta clase de trabajos es muy importante estudiar com- parativamente los géneros inmediatos: lo que en uno se pre- senta oscuro, á veces se ve en otro con claridad; y las obser— 285 vaciones en que hay alguna duda, llegan á sancionarse ente- ramente de este modo: asi lo ha comprendido muy bien el au- tor del mencionado trabajo. No se ha contentado, pues, con estudiar las lombrices solas, sino que ha querido añadir un estudio continuado de los géneros que, por otra parte, no es menos importante conocer, asi por su estructura como por su desarrollo. Por esta razon, en la segunda parte recorre el au- tor los órganos genitales de los géneros Enchytreus , Nais, Chetogaster, Tubifex y Euazxes, buscando la confirmacion de sus primeras observaciones en ese estudio comparativo. Principia dicha parte por los Enchylreus vermicularis y galba. En estos gusanos, el testículo único se halla alojado en parte en el ovario; dos canales deferentes bastante largos, que nacen en un embudo vibratil, conducen los espermatozoideos á dos orificios redondos, situados en la faz ventral del 12." anillo. El ovario es tambien único, y envuelve al testicu—- lo. Dos orificios abiertos al lado de los dos orificios masculi- nos, dan salida á los huevos, los cuales son muy grandes. Entre el 5.” y 8.” anillo hay dos glándulas notables con orificios esternos en el 5.” anillo, que se han tenido por glándulas salivares, pero son capsulógenas, segun afirma fun- dadamente el autor. El rodete anular se halla muy poco de- sarrollado, ocupando el 12." anillo. Tal vez el licor mascu- lino permanece en él producido por dicho rodete, y la fe- cundacion de los huevos se verifica á su salida. Cada uno se halla rodeado de una cápsula. El autor ha visto la salida del cascaron: la cópula es parecida á la de las lombrices. (Hoff- meister.) En el Chetogaster diaphanus, los espermatozoideos se for= man en la cavidad del cuerpo, en medio del segundo y tercer anillo, y dos canales deferentes que tienen en su origen un em- budo, conducen el licor masculino al esterior por la haz ven- tral del duodécimo anillo. Los huevos se forman en medio del cuerpo como los espermatozoideos, en número de muchos y en una capa comun. Son grandes, de color de naranja, y flotan en medio de los espermatozoideos. Dos glándulas capsulógenas se abren tambien en el segundo anillo del cuerpo. El rodete se halla indicado ligeramente en medio del segundo anillo, pa- 286 reciéndose á el del Enchytreus. El autor supone que los huevos salen por unas aberturas espontáneas. ¿No puede suponerse mejor que muere el gusano cuando están formados los huevos, y que durante el invierno sirve su cadaver para resguardar- los? Cada uno de estos tiene su cápsula. La Nais proboscidea liene un solo testículo alojado en me- dio del ovario, como ya lo habia advertido Mr. de Siebold: el canal deferente falta. El autor ignora de qué manera se veri- fica la salida de los huevos formados al rededor del testículo. Las glandulas capsulógenas se abren por dos orificios en el quinto anillo. El rodete es semejante al de los Chetogaster. El autor de esta memoria es el primero que ha visto el huevo de las Vais, á no ser que ya tal vez lo hubiese observado Gructhuyzen: hállase alojado en una cápsula como los demas, y tiene medio milimetro de largo. En los Tubifex es único el testículo, y vierte su producto en lo interior del cuerpo. Recójenlo dos canales deferentes en em- budo, y una vesícula espermálica que hay en la matriz va á parar á una cloaca. Esta vesicula espermática es evidente- mente el testiculo principal, estando como envainado al modo que en la Nais proboscidea. Falta descubrir el valor del ór- gano que mira el autor como testículo. ¿Es acaso una depen- dencia del testículo propiamente dicho, situado en el interior del ovario? Dos de estos y dos canales vaginales, salen al es- terior por la haz ventral del duodécimo anillo. Los Zubifex tie- nen tambien dos glándulas capsulógenas, que van á salir por delante de la abertura de las cloacas. El rodele se halla situa- do al rededor de los órganos genitales. ¿Deponen los huevos por desgarradura espontánea de las paredes? Pero ¿cómo se en- cerrarian entonces en una capsula? Donde hay cápsula y glán- dula que la produce, nos parece imposible que se evacue el huevo por una postura accidental. En cada cápsula hay varios huevos, contándose en algunas hasta trece. El autor no ha tenido ocasion de hacer observaciones en dicho aparato respecto a los Euaxes; pero si ha de juzgarse, añade, por una descripcion de Mr. Menge, aunque incomple- ta, los órganos genitales y el desarrollo serian iguales á los de los Tubifex, 6 muy parecidos al menos. Los Euaxes en tal caso, 287 tendrán tambien dos testiculos, y un canal deferente muy fino y replegado en sí mismo; y sus huevos deberán parecerse á los de los Tubifex. En una capsula hay varios. Dos glándulas capsulógenas, que ha tomado por testículos Mr. Menge, salen al esterior en el décimo anillo. Vemos pues los órganos masculinos unidos íntimamente á los femeninos en diversos géneros, y tambien advertimos que se separan completamente en algunos. En las Nais y los Tu- bifex es manifiesta la invaginacion del testículo en el ovario; por el contrario, la separacion de estos órganos es completa en las lombrices. De lo cual debe sacarse por conclusion, que las lombrices se hallan entre los gusanos escoleideos en el gra- do mas elevado. El Tubifex no tiene canal deferente; el Che- togaster lo tiene separado del testículo; la lombriz y el En- chylreeus tienen ese canal contínuo. Los Anélidos selíferos tie nen todos un aparato masculino mucho mas sencillo, y si se hiciese abstracion de su naturaleza dióica, los Escoléidos se- rian superiores á los demas por la complicación de su apara- to sexual. En un informe relativo € un trabajo, cuyo objeto era el Tubifex, he emitido la opinion que la glándula de la estremidad del canal deferente de este gusano pudiera ser muy bien un vitelógeno; en unos (Enchytreus) se halla dicha glán—- dula en la base; en otros á la estremidad (Chetogaster, Nais, Tubifex). El trabajo que examinamos demuestra que no sucede esto asi. En el Chetogaster, el vitellus naranjado existe ya en el ovario mismo, sin que haya contribuido á su formacion órga- no alguno especial. El autor de la memoria deberia haber combatido tal hipótesis en cuanto á los diversos géneros de Escoléidos, pues se hallan muy próximos unos a otros para ad— mitir una diferencia tan notable en el modo de formacion de los huevos. En esto hallamos una distincion fundamental entre los huevos de los Escoléidos y las Hirudineas, y los de los Trematodeos y Cestoidos. Los huevos se forman en el Cheetogaster en medio de la ca- vidad del cuerpo, en un ovario que envuelve el testículo (Tu- bifex, Nars, Enchytreus).ó en dos ovarios aislados (Lombrices). Los últimos son igualmente bajo todos estos aspectos los mas elevados de la escala. El huevo es pequeño en las lombrices, 288 muy grande por el contrario en otros, y aun perceptible á la simple vista en algunos. En los primeros es necesario un au- mento de 300. ¿Por dónde sale? Por un orificio situado al la- do del orificio masculino en el Enchytrezus, y tal vez tambien en la lombriz, y por la rotura de las paredes del cuerpo en el Chetogaster. En todos los géneros hay un par de glandulas capsulóge- nas con orificio esterno separado; pero no podemos admitir que las sedas de su interior sirvan, como el dardo de los ca- racoles, para escitar los órganos durante el cóito. Tambien se observa en todos los géneros un rodete que manifiesta igual estructura: en las lombrices se halla distante de los órganos genitales, y por el contario los envuelve en otros. No somos de la opinion del autor en cuanto á que, si sirve de medio de union en unos durante el cóito, no pueda servir de vehículo á los espermatozoideos en otros. Las lombrices, asi como todos los escoléidos, son herma- froditas; y aunque solo se ha observado la cópula en el gene- ro Lumbricus y Enchytreus, la presencia del rodele hace su- poner que en todos hay una fecundacion recíproca. ¿Dónde se efectua esta? En lo esterior, en el momento de la postura, con el auxilio de los depósitos espermáticos en el Lumbricus. En los demás géneros que no tienen ese depósito, los espermatozoideos habrán de ejercer su accion sobre los hue- vos, segun el autor, en el momento de la postura, por medio del líquido viscoso que segrega el rodete; pero esta es una hi- pótesis que necesita comprobarse por la observacion directa. Todos los huevos se hallan contenidos en unas cápsulas, de- biendo verificarse por tanto dicha operacion entre la época en que se desarrolla el huevo y aquella en que se halla cu- bierto por la cápsula. No pudiendo verificarse en lo interior del cuerpo, todo concurre á hacer admitir que se efectua en el momento de la postura, 0 inmedialamente despues. Las capsulas tienen una prolongacion ó pediculo en los Chetogaster; dos, una en cada polo, en los demas géneros; sien- do las lombrices las que las tienen mas desarrolladas. Bajo este punto de vista se parecen mucho á las Hirudineas. Las capsulas contienen un hueyo, y por consiguiente son mono-em- 289 brionarias, segun la espresion de Mr. Morren, en la Nais pro- boscidea y el Chetogaster “diaphanus, siendo poli-embriona- rias en los demas géneros. Solo los huevos de las lombrices son muy pequeños, y están alojados en un albúmen comun, mientras que en los demas géneros falta este albúmen, y son muy grandes. Las cápsulas se componen de filamentos entre- lazados y reunidos por una materia amorfa. La segmentacion del vifellus es irregular en todos. Unica- mente en las lombrices se efectua el desarrollo por la absor- cion del albúmen, y á la vez solo llega á su perfeccion un hue- vo. En todos se forma simultáneamente el blastodermo alre- dedor del vitellus, y el desarrollo se verifica desde el polo ce- falico al polo opuesto. Para adquirir su forma definitiva, solo falta al saco blastodérmico desarrollarse en lonjitud como si pasase por una hilera. La salida se efectua en las lombrices, los Enchylreus y los Tubifex por uno de los polos; teniendo a la salida del huevo la forma del adulto. Hace mucho tiempo que se ha advertido que las lombrices están infestadas de parásitos. Los huevos y embriones de al- gunos de ellos se han tomado equivocadamente por huevos de lombrices ó individuos jóvenes de estos gusanos; y al esponer el desarrollo de unos, no ha podido menos de hablarse de la presencia de los otros. Asi lo ha comprendido el aulor de la memoria. De tres clases de parásilos hace mencion, á sa- ber: los Psorospermos 0 Pseudo-navicelas, las Gregarinas y los Nematoidos. A las Gregarinas las loma por vejetales, como ya lo habian hecho algunos naturalistas, y entre otros Mr. Henle; error evidente, que es probable lo haya reconocido el mismo aulor si ha continuado sus trabajos, y en el cual no hubiera incurri- do si hubiera podido ponerse al corriente de esla parle de la ciencia. Los Psorospermos están bien figurados en sus quislos y fue- ra de ellos; pero el autor no distingue su significacion, y no se le ha ocurrido dudar que existan relaciones entre ellos y los cuerpos que supone de naluraleza vejetal. »El autor ha representado el Vibrion (Nematoido) de las lombrices, tal como se halla en el testículo; pero ha figurado TOMO V. 19 290 tambien huevos que contienen individuos jóvenes vivos, cre- véndoles que provienen de éstos. Aqui tal vez haya un error: el autor habrá visto lo que representa, pero si ha observado un parásito ovo-viviparo, este no procede de lo interior de la lombriz. Los vibriones permanecen ágamos en los órganos de las lombrices, como los triquenos en los músculos del hombre y de los mamiferos. Solo resta saber si la hembra represen tada es solo un individuo adulto de los vibriones ordinarios del interior. »En resúmen, la memoria señalada con el número 1 está escrita con suficiente conocimiento del asunto. El autor arros- tra de frente las cuestiones mas controvertidas; y á nuestro parecer, con mucha felicidad. A él se debe la primera des- cripcion buena del aparato sexual de las lombrices.....» Estracto del informe de Mr. Sclwvcann. «El autor de la memoria número 2 ha elegido para tema un animal que ha escitado en los últimos liempos entre los naturalistas un vivo interés, no solo porque se ha dirigido la atencion de los ob- servadores, principalmente en el dia, al desarrollo de los sé res organizados, sino tambien porque aquel sér da márgen á una grave cuestion de fisiología, á saber, la de la existencia de un animal que ofrece movimientos iguales á los de los de- más, y se compone sin embargo, bien en apariencia ó reali- dad, de una célula única con su núcleo y nucléolo : aludimos a las Gregarinas. »Son estos unos animalillos apenas perceptibles á la sim- ple vista, de forma alargada por lo regular, que varía segun las especies, componiéndose de una membrana esterna sin les- tura ni abertura. El interior se halla lleno de una sustancia granulosa, y contiene además un cuerpo esférico trasparente, móvil, rodeado probablemente de una membrana, y uno ó muchos corpúsculos opacos; tal es la imágen completa de una célula simple. ; » Vislumbradas por Ramdohr y Gaede, Leon Dufour ha sido sin embargo el primero que las describió como Entozoa- rios (1828). »Unos diez años despues (1839) principió Mr. de Siebold la série de observaciones sobre el desarrollo de esos séres in= 9291 leresantes. Mr. Heule habia observado cuatro años antes, en los ovarios de la lombriz, unos quistos esféricos rodeados de una fuerte membrana y llenos de pequeños cuerpos de la for ma de la simiente de cohombro, parecidos á las navículas, por cuya razon se llaman pseudonavículas d psorospermias. Habiendo hallado Mr. de Siebold: dichos quistos en union con las gregarinas, le ocurrió la idea de que pudieran muy bien ser los primeros una trasformacion 0 una época de desarrollo de estas últimas. Observó, además de los quistos llenos de psorospermias, unos iguales con dos globos granulosos sin pso- rospermias, y otros que contenian á la vez la sustancia gra- nulosa y psorospermias; y supuso que los quistos de conteni- do granuloso resultan de una trasformacion de las gregarinas, y que ese mismo contenido se convierte mas adelante en pso- rospermias. »Examinando Mr. H. Meckel en 1843 los órganos genila- les de las lombrices, vió tambien los diferentes estados de los quistos, pero los consideró como huevos de las primeras, ad- miliendo en cuanto á su desarrollo un orden inverso del de Mr. de Siebold, es decir, que los quistos llenos de psoros- permias (Spindelzellen) eran los mas jóvenes, y que la sus- tancia granulosa se desarrollaba á espensas de las últimas. Pe- ro al año siguiente le impugnó Mr. Henle, el cual, asi co- mo Mr. de Siebold, enlazó los quistos con el desarrollo de las gregarinas. »En el mismo año (1845) Mr. Kolliker declaró que las gregarinas eran animales monocelulares, apoyándose en su perfecta semejanza con una célula. Algunas observaciones le inclinaron á creer que los quistos de dos globos resultan de la division del contenido granuloso de la gregarina análoga á la division del vitellus, y que cada uno de ellos se convierte en una gregarina. Mr. Henle hizo algunas objeciones á este mo- do de ver la cuestion, y puso en duda que la gregarina fuese un animal completamente desarrollado, sospechando que tal vez perteneciera al gérmen, ya de un animal, ya de una planta. »Mr. de Frantzius, en una escelente disertacion de 1836, probó que las psorospermias no son vejetales (Naviculas), por- 292 que carecen de la cáscara silicea de éstas. Observó tambien gregarinas jóvenes que no podian nacer como habia supues- to Mr. Kolliker, porque son mucho mas pequeñas que los dos globos que hay en algunos quislos: las gregarinas mas peque- ñas lienen igualmente un núcleo. No admite la naturaleza ce- lular de las gregarinas, y defiende que su núcleo es sólido y sin membrana. ] »Mr. Henle, en su resúmen de los trabajos microscópicos de 1845, publicó la observacion que habia hecho de unas formas intermedias entre las gregarinas y las filarias de la lombriz, y supuso que estas se trasformaban en gregarinas, »Mr. Stein, en 1848, despues de una enumeracion zooló— gica de las diferentes especies de gregarinas, describe su des- arrollo del modo siguiente. Dos gregarinas se juntan siempre en un solo quisto por trasudacion de una nueva membrana en su superficie comun, y por reabsorcion de su membrana pro- pia. El contenido granuloso del quisto se divide en globulillos que se envuelven en una membrana, y se convierten en unas vesiculas qne contienen un líquido y granos pequeños. Estos glóbulos redondos se trasforman en psorospermias, cubriéndo- se con una nueva cubierta. En cada psorospermia se forma una gregarina, y sale de ella rompiendo dicha envoltura. »Mr. Kolliker se volvió á ocupar de este asunto en el mis- mo año, completando la descripcion de las especies de grega- rinas, y defendiendo la naturaleza unicelular de dichos ani- males. Sostiene con Mr. de Frantzius contra Mr. Henle, que las mas pequeñas gregarinas tienen un núcleo. La solidez de éste, alegada por Mr. de Frantzius, contra la naturaleza celu- lar de las gregarinas, no es una prueba, porque hay muchas células de núcleo sólido, y porque el de las gregarinas es hueco por lo regular. Combale asimismo otras razones que pudieran alegarse, como por ejemplo la existencia de movi-= mientos en una célula simple, y la de una trompa con unos pequeños garfios, que existe en varias especies de gregarinas. »Mr. Kolliker, al abordar la cuestion del desarrollo de las gregarinas, sostiene su primera opinion, que los dos globos que hay en muchos quistos se convierte cada uno en una gregari- na; y admite, de acuerdo con MM. de Siebold y Slein, que ca- .293 da globo se divide, á semejanza del vitellus, en pequeños gló- bulos que se convierten en psorospermias. Pero ¿cómo se tras- forman en quistos de dos globos las gregarinas, y de qué mo- do se convierten en estas las psorospermias? En cuanto á la cuestion primera, queda indeciso si ambos globos proceden de dos gregarinas, como admite Mr. Stein, ó si, conforme a la primera idea de Mr. Kolliker, forma en su interior una gre- garina dos núcleos, como lo ha visto el citado Kolliker en algunos casos raros, trasformándose luego en quisto, cuyo contenido se aglomera al rededor de cada uno de los núcleos. »Respecto á la naluraleza ulterior de las psorospermias, combate con Mr. de Frantzius la idea de Mr. Henle de que puedan ser vejetales, pues que carecen de la cascara si- licea. Compónense de una membrana, de un contenido y de un cuerpo análogo al núcleo, y son probablemente unas cé- lulas. ¿Pero se convierten al instante en gregarinas, Ó pa- san por el estado de otro animal? Mr. Kolliker se inclina más bien á la primera opinion. El mismo ha observado algunas gregarinas tan pequeñas como las psorospermias, y reunidas del mismo modo. En las gregarinas mas pequeñas exisle ya una pequeña vesícula, y su contenido es enleramente líquido, ó se compone de unos pocos granos. »Mr. Bruch ha observado en 1850 la trasformacion de una sola gregarina en un quisto de psorospermias. El núcleo de la gregarina desaparece con esta trasformacion; luego se divide, como sucede en el vitellus. El todo toma, por la pequeñez de los glóbulos, un aspecto homogénea; luego la parte superfi- cial se aclara, porque los glóbulos superficiales se convierten en vesículas de granos finos, las cuales, siendo esféricas en un principio, toman luego la forma ordinaria de las psorosper- mias. Estas no lienen núcleo, y salen por rotura del quisto. »En cuanto al desarrollo futuro de las psorospermias, se inclina Mr. Bruch, como Mr. Henle, a la idea de una trasfor- macion en filarias, que se convierten luego en gregarinas; pe- ro la trasformacion de las psorospermias en filarias debe yeri- ficarse fuera del cuerpo de la lombriz. Está conforme con Mr. Henle en que se ven en la lombriz formas intermedias entre las gregarinas y las filarias. 294 , »Mr. Kolliker, en una nola puesta al final, niega la posi- bilidad de la trasformacion de las filarias en gregarinas, y sos- tiene la naturaleza unicelular de estas últimas. “Mr. Leydig, en 1852, trató igualmente de probar, como MM. Henle y Bruch, la trasformacion de las filarias en gre- garinas; refiriendo á estas ciertas formaciones patológicas que habia descrito ya en 1841 Mr. J. Miiller. »En el mismo año tambien Mr. Stein, fundandose en la analogía de las vorticelas, sostuvo su primera opinion de que siempre son dos gregarinas que se enquistan, pero sin hacer observaciones nuevas acerca de ellas; y combatió con argu- mentos sorprendentes la transicion de las filarias en grega- rinas. » Tales son las numerosas investigaciones que han moli- vado esos pequeños é interesantes séres. Examinemos ahora en qué ha adelantado el estado de nuestros conocimientos el trabajo remitido al concurso. »El autor, despues de manifestar que ha hecho en las lom- brices la mayor parte de sus observaciones, y de un resúmen histórico, se propone las cuestiones siguientes: 1.2 »¿Puede una sola gregarina sin enquistarse llegar á la formacion de psorospermias? 2.* »¿Puede enquistarse una sola gregarina? 3." »¿Se reunen en un quisto dos ó mas gregarinas? »La division sucesiva del contenido ¿se verifica siempre antes de la formacion de las psorospermias? El autor examina primero el origen de los quistos, hallan- do algunos en la lombriz que contienen un globo granuloso rodeado de una membrana propia. En ciertos casos ese globo se componia de psorospermias; y en otros, rodeado tambien de una membrana propia, contenia un núcleo y nucleolo. Es- lo se parece efectivamente á una gregarina que se ha envuel- to con una nueva membrana exudada, y el autor saca por con- clusion que puede enquistarse una sola gregarina. Pero se ha- ce á si mismo la objecion de que la última forma de los quistos pudiera ser el huevo de un animal desconocido. Para conci- liar esta observacion con la de Mr. Bruch, segun la cual des- aparece el núcleo antes de formarse el quisto, creemos que 295 pudiera admilirse que desaparece el núcleo de la gregarina ó de las dos, que su membrana se convierte en quislo, y que el contenido se aglomera antes de principiar la division alrede- dor del nuevo núcleo, condensándose en la superficie en for= ma de una membrana. El autor pasa luego á examinar la formacion de las pso- rospermias. Estas son, segun se sabe, una trasformacion de los glóbulos mas pequeños que resultan del asurcamiento del contenido de los quistos. Segun Mr. Stein esos glóbulos, que llama tambien vesiculas, se cubren con una nueva capa tras- parente, mientras que Mr. Bruch dice que son ya unas ve- sículas cuya membrana varía solamente de forma. El autor admite ambos modos, y comunica además, como lercero, unas observaciones sobre quistos que contienen dos globos sin es- triar, de los cuales uno se halla trasformado ya en la super- ficie en vesículas trasparentes que se convierten en psorosper- mias, y el otro no. Este modo de formacion no puede conside- rarse como nuevo, puesto que el estriado pudiera ballarse terminado en el globo, y volverse homogéneo el todo, como sucede en sentir de Mr. Bruch: Este mismo observador ha he- cho ya notar, que el contenido de los quistos se trasforma en psorospermias de la superficie al interior, y Mr. Kolliker ha probado que las psorospermias pueden formarse sin que se confundan los dos globos, lo cual es al parecer una razon de- cisiva de que se ha valido contra una teoría de Mr. Slein re- lativa a la generacion de las gregarinas. El autor espone despues toda una serie de observaciones acerca de la trasformacion de las psorospermias. El contenido trasparente de una psorospermia se vuelve granuloso, y se di- vide por surcos en cuatro, ocho ó mas partes; luego se reune en una masa esférica granulosa con apariencia de un núcleo; despues se adelgaza y se rompe la membrana de la psorosper- mia, y el globo granuloso que llama núcleo sale y sigue cre- ciendo. Todas estas formas pueden verse en un mismo quisto de la cavidad abdominal de la lombriz. Si no se ha engañado completamente el autor acerca del orden de sucesion de los fenómenos, resulta una serie de trasformaciones que nadie ha- bia sospechado. Segun las observaciones de Mr. Stein sobre la 296 gregarina blattarum, las gregarinas mas pequeñas que descu— brió juntamente con membranas vacias de psorospermias, le- nian ya la forma caracteristica de las gregarinas, con su dia- fragma y su núcleo, y apenas son mayores que las psoros- permias. En el capítulo siguiente espone el autor el desarrollo ul- terior de los núcleos de las psorospermias, tratando de probar su trasformacion en amibas y la de estas en gregarinas. Hallo en la cavidad abdominal de las lombrices unos cuerpos esfé- ricos y granulosos, semejantes á los núcleos encerrados aún en los quistos. Dichos cuerpos estienden algunas ramificaciones hácia varios lados; y habiendo observado ciertos movimientos lentos en esos seres, los clasifica entre las amibas de Mr. Du- jardin. Tambien ha visto otros parecidos en la sangre de la lombriz, habiendo hallado igualmente unas formas interme- dias entre las amibas y las gregarinas, es decir, unos cuerpos esféricos formados por granos parecidos á los de gregarinas y reunidos por una sustancia gelalinosa, pero sin núcleo y sin la membrana de las gregarinas, cuyos cuerpos se hallaban dotados de un movimiento lento que modifica su forma. Con- fieso que las observaciones del aulor no me han convencido de la trasformacion de las psorospermias en amibas y luego en eregarinas. La identidad de los glóbulos esféricos que ha des- cubierto libres en la cavidad abdominal con el núcleo, y que segun el autor son psorospermias, no está probada á mi pare- cer. En cuanto á la transicion de amibas en gregarinas es ne- cesario advertir que MM. Henle, Bruch y Leydig han obser- vado igualmente formas intermedias entre las filarias y las eregarinas, y sin embargo no es probable que se verifiquen las dos trasformaciones. Aún mas, desde que hicieron sus ob- servaciones MM. Slein y Kolliker me parece muy dudosa loda especie de trasformacion, á no ser que se quiera tener por tal un desarrollo de pestañas en las gregarinas, como lo he obser- vado en muchas de estas en los testículos de las lombrices. En seres tan poco caracterizados y tan variables, no basta para probar la trasformacion la sola observacion de las formas in- termedias. Como no se observe directamente el acto de la trasformacion, se necesitan otras pruebas: por ejemplo, que 297 en cualquier parle en que existan psorospermias y gregarinas jóvenes, al mismo liempo haya tambien amibas. Esto no es re- chazar las observaciones del autor, pero no puedo considerar su conclusion como indudable. El aulor describe varias formas de gregarinas, que pre- sentan unas producciones peslañosas como las ha visto Mr. Stein en algunos casos raros, y prueba que dichas gregarinas tie- nen una especie de muda. , Concluye sus observaciones acerca del desarrollo de las gregarinas; manifestando que dista mucho de pretender que todas las amibas nazcan de psorospermias, ó que todas las gre- garinas se desarrollan de amibas. El autor añade á su trabajo algunas observaciones sobre ciertos depósitos que se hallan á veces en las paredes del in- testino y en las vias biliarias de los conejos; depósitos descu— biertos por Mr. Hake, y considerados sucesivamente como glóbulos de pus, células de cartílagos, organismos parasilos 0 huevos de helminto, y trata de probar que son psorospermias de gregarinas. Conviene que dichos cuerpos no pasan por el estado de amibas; pero me parece tambien muy dudoso que se conviertan en gregarinas, porque resulta de sus propias ob- servaciones que esos cuerpos que llama psorospermias desar— rollan en su interior otras psorospermias, lo cual no sucede en las gregarinas, bastando esto para separarlos de estas hasla que haya en contrario una prueba evidente. La Memoria termina con algunas observaciones acerca de las psorospermias de los peces, y va acompañada de treinta láminas admirablemente dibujadas. En resúmen, aunque el autor no haya podido producir en mí una conviccion respecto á varios puntos capitales de su trabajo, sin embargo ha proporcionado una multitud de obser- vaciones nuevas, que suscitarán indudablemente nuevos tra- bajos, contribuyendo asi a ilustrar un punto de la ciencia muy oscuro y muy controvertido. Concluiremos esta análisis con una observacion de Mr. Van Beneden, autor del primer informe: «Queda ahora una gran tarea á los zoólogos, la de enlazar las gregarinas con los olros grupos de animales. No son ni tremalodeos, ni equino- 298 rineos ni císticos; y si hubiésemos de dar nuestro parecer, diríamos que indudablemente son vecinos de los infusorios, como lo ha indicado el primero Mr. Stein.» MBOTANICA. Geografía botánica de España, y particularmente de Andalu- cia: por Mx. Duzy (1). (Bibliot. univ. de Ginebra, mayo 1854.) Webb, ler hispaniense br., $.”, Paris, 1838.—Olia hispa- nica, fol. 46 pl., París, 1839-53.— Boissier, Voy. bolan. dans le midi de Espagne, París, 1839-45, 2 tomos abultados en 4.?, láminas iluminadas.—Diagnoses plant. hispan. presertim in Castella Nova lect.—Bibl, univ. de (eneve, marzo 1842.—Boiss. et Reuter, Pugillus plant. novarum Africe bor. Hispanizque aust., foll. in 8.”, Genéve, 1852.—Reuter, Essai sur la végét. de la Nouv. Castille, foll. en 4.*”, Gin. (Mem. de la Soc. de phys. el d'hist. nat. de Grenéve.) —Colmeiro, Catalogo de plantas observadas en Cataluña, un tomo en 8.2, Madrid, 1846.— Apuntes para la flora de las dos Castillas, un tomo en 8.”, Madrid, 1849.— Willkomm, Voy. Bot. en Esp. dans la Flo- ra, 1845-46, Bot. Zeit. 1850 et 1851; Sertum fl. hispan. Flora 1851-1852.—Enum. pl. novar. el rar. in Hisp. austr. el Algarb. 1845-46; dans Linneza 1852, p. 1.—Die Strandund (1) La lectura de este artículo, y del Catálogo de autores que se ci- tan en su encabezamiento, nos mueve á lamentar la falta de publicacion de los trabajos de nuestro célebre botánico D. Simon de Rojas Clemente, que empleó sus tareas y sus profundos conocimientos, como es notorio, en el estudio del mismo territorio que aqui se comprende. Bastante conocidos son sin embargo algunos de los resultados de sus investigaciones para que su nombre mereciera verse incluido en dicho Catálogo, pues impresas están varias nolicias é ideas suyas de grande importancia, y que mucho nos equivocamos, ó han servido de base á los que le han seguido. 299 » Steppengebiete deriberschen Halbiusel und ihre Veget, 1 tom. en 8.*, 1852, 2 cart. y 1 lám. Solo hace un corto número de años que los botánicos han principiado á hacer investigaciones algo formales en España, cuya situacion geográfica, asi como su configuracion fisica, prometian sin embargo verdaderos tesoros á los sabios que los hubieran tratado de buscar. No faltaban á la verdad intencion y deseo de estudiar las riquezas vejetales; pero desde la épo- ca en que los trabajos de Linneo y Jussieu habian colocado la botánica en el rango de verdadera ciencia, un espíritu exaje- rado de desconfianza impedia á los eslranjeros el emprender viajes de alguna consideracion; y aunque habian principiado á estudiar en el interior algunos puntos de tan hermoso pais, Lefling, Ortega y sobre todo Cavanilles, permanecia casi en- teramente desconocida la flora española. Si la tranquilidad se hubiese consolidado despues de la restauracion, es probable que Lagasca hubiera satisfecho los deseos de la Europa sá- bia, y dado a conocer al menos una gran parte de las plantas de su pais; pero las circunstancias políticas que fueron causa de su destierro, hicieron impracticables al mismo tiempo para los demás las tentativas que habia empezado. Todavía dura- ban la anarquía y la guerra civil, cuando el amor de la cien- cia decidió á dos hombres eminentes, MM. Barker-Webb y Boissier, á esponerse á fatigas, privaciones y peligros muy posilivos para ir á estudiar una vejetacion tan interesante bajo todos aspectos. Los resultados de sus investigaciones han sido causa de que otros naturalistas vayan desde entonces á Espa- ña. MM. Durieu y Wilkomm han recorrido en diferentes épo- cas varias partes de la peninsula ibérica; y Mr. Boissier, que mandó á las Castillas en 1841 á su amigo Mr. Reuler, visitó mas adelante en compañía suya las provincias meridionales. Ambos señores han publicado una parte de sus descubrimien- tos en dos opúsculos, uno de los cuales ha visto la luz en esta recopilacion en marzo de 1842, y el otro en 1852 en un folleto suelto. Pero la gran obra de Mr. Boissier, publicada en Paris del 1839 al 1845, que contiene la narracion circimstanciada de su viaje, es la base de estos trabajos, que bien pueden lla- marse secundarios. Efectivamente, ha dado á conocer 247 es- ; 300 pecies nuevas, no solo descritas y analizadas perfectamente sino acompañadas de magnificas láminas, habiendo aumentado á la flora europea 17 géneros nuevos. En cuanto á la geogra- fia botánica, describe, aunque no completamente, de una ma-- nera muy aproximada la vejetacion de una parte sumamente importante de la peninsula ibérica situada de un modo muy notable entre el Norte de Africa y la Europa occidental, entre el Océano y el Mediterráneo, y que por consecuencia facilita un documento muy necesario para todas las cuestiones rela- tivas á este ramo de la ciencia. Asi pues, aunque en este ar- tículo nos proponemos utilizar los nuevos datos que suminis- tran los autores de las obras cuya lista se ha dado, nuestro preferente deseo es llamar la atencion sobre la notable publi- cacion de Mr. Boissier, y sobre los principales resultados que arroja; y nos consideramos tanto mas autorizados para ello, cuanto que no se ha apreciado hasta ahora, á nuestro pare- cer, como es debido dicha obra, bien sea por su considerable precio, ó bien por la lentitud de su publicacion, bija de un encadenamiento de diversas circunstancias (1). Deben sin em- bargo estudiarla necesariamente, no solo los que quieran re- unir los materiales para la flora de España, sino todos los que deseen formarse una idea de la fisonomía vejetal de una pro- vincia de las mas notables de dicho reino. En efecto, en la primera parte, que titula Narracion y reo- grafía botánica, despues de referir rápidamente lo que ha ob- servado en España en el primer periodo de su viaje, describe (1) Durante su viaje, y despues de su aparicion, ha publicado Mr. Boissier otras obras destinadas á dar á conocer, ya las plantas que habia recojido en Oriente en los dos viajes que ha realizado, ya las que habian reunido MM. Aucher, Pirard, Spruner, Heldreich, Kotschy, etc. Estos trabajos han visto la Inz pública en los 4nnales des sciences naturelles, 1841 y 1844 (Plante Aucheriane orientales), y en las Diagnoses planta- rum orientalium novarum, cuad. 1-9 (1842-11 849). Mr. Boissier ha pu- blicado tambien en el tomo 11 de las Memorias de la Sociedad de Física y de Historia natural de Ginebra, una Description de deux plantes nouve- lles des Alpes du Piémont, y la monografía de las Clumbagíneas en el to- mo 12 del Prodromus de Mr. De-Candolle. 301 con detencion Mr. Boissier el territorio que ha inspeccionado desde principios de mayo hasta fin de setiembre, á saber: las cercanias de Málaga, la Serranía de Ronda, Gibraltar, el litoral de Andalucía, Sierra-Tejeda, Granada y sus alrededores, Sierra- Nevada, sus picos y valles, la Sierra de Gador y la de la Nieve; interpolando con el relato de sus escursiones científicas mu- chas descripciones de localidades, escenas de costumbres» cuadros de la naturaleza, que aumentan la vida € interés de su narración. Probemos á seguirle en algunas de sus corre- rias; y si por las venas del lector circula algun fuego sagrado del que anima al verdadero naturalista y al admirador de las bellezas de la creacion, comprenderá el entusiasmo que debió sentir Mr. Boissier cuando veia desarrollarse ante sus pasos una vejetacion lan nueva como rica, y multiplicarse unos paisajes lan variados, pintorescos, y á veces tan sublimes. Tomemos el primer punto de vista de Andalucía, saliendo de la ciudad de Malaga con Mr. Boissier. «Es un atractivo par- ticular, dice, el que ofrecen los yermos que se ven á las puer- tas mismas de muchas ciudades del Mediodía, y cuyo aspecto silvestre y pintoresco contrasta agradablemente con el tumul- to y ruido que se acaba de dejar. Hállase á dos pasos de Má- laga un sitio de esta clase llamado Cerro coronado, compuesto de crestas pedregosas, á cuyo pié se llega despues de haber pasado el torrente seco de Guadalmedina, que rodea la ciudad por la parte O.: primero se encuentran algunos hermosos jar- dines, en los que los manantiales que salen de la roca sostie= nen un admirable verdor en un suelo naturalmente lleno de piedras. Mas arriba ya no se ven mas que laderas incultas, cortadas por barrancas, y coronadas en varios puntos por ro- cas calizas. A pesar de su aridez aparente abunda este sitio en hermosas plantas. Entre otras mil coji en él la Asperula ir- suta, el Heliantemum marifolium, los Convulvulus linearis y sazalilis. Por entre las quiebras de las rocas salian la Campa- nula velutina, el Dianthus serrulatus, la Polygala saxatilis, y una magnifica Umbelifera de flor amarilla, el Eleoselinum Lagasce; finalmente, á la altura de 500 piés próximamente principié á encontrar la Putoria calabrica, tan comun en toda la region montañosa de Andalucia, y que viste las paredes de 302 las rocas con sus alfombras rasas y elegantes flores blancas de color de rosa, cuya forma se parece á la del jazmin. Desde estas alluras ofrece una encantadora vista el valle de Guadal- medina, sembrado todo de casas de campo de los vecinos de la ciudad, y Málaga que se estiende enteramente por la orilla del mar, coronada con su gigantesca catedral. Otra escursion mas interesante aún es la del cerro ó pico de San Anton. Es un monte de 1.500 piés próximamente, ler- minado por una roca escarpada á pico por la parte del Norte, que forma uno de los puntos culminantes de la cordillera de colinas que corre la costa entre Málaga y Velez. Para llegar á él es necesario seguir durante una hora el camino de esta úl- tima ciudad. Poco antes del pueblo de Palos se toma á la iz- quierda por el cauce de un arroyo, y se entra al momento en un delicioso valle cerrado por montes, en los que puede hacer el botánico (en la primera quincena de mayo) una abundante. recoleccion de plantas, que la frescura y humedad del silio ha- cen crecer con un vigor particular. La Anthyllis cytisoides, la: Genista umbellata y spheerocarpos disputan el terreno á los Cystus monspeliensis, albidus y crispus, que forman enlre sí mil híbridas, y abren sus corolas cerradas en las primeras ho- ras del dia. La Aristolochia betica, los Ruscos y otras plan- tas trepadoras se entretejen á porfía con las higueras de India y matorrales de Rosa sempervivens, formando malezas impene- trables. A la orilla misma del arroyo observé el raro Polerium agrimonifolium, y algunas matas de la Ononis speciosa, la es- pecie mas hermosa de su género. Subiendo luego por las faldas del monte se llega, casi á la mitad de la altura, á un pequeño rellano ocupado por dos cortijos rodeados de jardines de naran- jos y limoneros, risueños oasis en medio de esa naturaleza árida. Alli era donde descansaba en mis escursiones entre una familia de honrados labradores, que á la segunda visita me consideraron ya como un amigo, y me recibian con esa acojida hospitalaria y amable familiaridad que solo se ve en España entre esta clase de la sociedad. Nunca olvidaré aquel patio rús- tico, aquella fuente que mana de la roca en medio de los he- lechos, y los puntos de vista tan variados entre la arboleda. Desde dicho sitio hasta la cumbre se sube por rocas y escarpes 303 cubiertos del Chamerops, la Olea oleaster, la Quercus cont- fera y el Cistus Clusii. En medio de esta vejetacion, algunas plantas anuncian ya la region submontañosa: tales son la Phlomis lychnitis, Lenzea conifera, Serratula flavescens y Si- deritis linearifolia. Por todos lados el util Esparto (Macro- chloa tenacissima) ostenta sus haces de hojas emboscadas, y mece á capricho del viento sus elegantes espigas plateadas. Alli coji tambien por primera vez la Minuartia montana, el Sedum glanduliferum y el Umbilicus hispidus, de corolas vio- letas, que está diseminada por la capa delgada de tierra veje- tal que se ha formado en la superficie de las rocas. Llegado á la cima de la montaña admiré el estenso pano- rama que se descubre desde ella hácia alta mar y por toda la costa, hasta las sierras de Mijas y de la de Ronda en el fondo. Al Norte se halla limitada la vista á corta distancia por otras cimas de igual altura que la de San Anton, pero menos es- carpadas, estando la mayor parte de ellas plantadas hasta la cumbre de viñas y olivares. Alli en la esposicion N.-E. cre- cian entre las malezas el Ulez australis, algunas plantas ami- gas de la sombra y la frescura, tales como la Arenaría mon- tana, el Helianthemum origanifolium y el elegante 1ris fugaz, cuyos delicados pétalos se marchitan con sorprendente rapi- dez. Espesas matas de Silene velulina, de cepa leñosa y re- torcida, adornaban las escarpas verticales é inaccesibles de las rocas, á cuyos piés coji una rara y nueva especie, la Fuma- ria macrosepala.» Para dar á nuestros lectores una idea mas completa de la rica y pujante vegetacion del mediodia de España, vamos á trasladarnos ahora, con auxilio de las animadas y pintorescas descripciones de Mr. Boissier, al centro de esa cadena de al- tas montañas, que ocupa una parte considerable del reino de Granada, que se llama Sierra-Nevada. Pero antes de dar, por medio de la narracion de Mr. Bois- «sier, un bosquejo de la geografía botánica de este pais, tan mal conocido que en el mismo (Granada nadie pudo enseñar a nuestro viajero el camino para llegar á las cercanías del pico de Veleta, copiemos de Mr. Willkomm una descripcion general de la meseta que forman los montes de que nos va- 304 mos á ocupar. Esta meseta, dice (Die Strandsund Steppenge- biete der. iber. Halbins, p. 39), se distingue de las demás regiones de la Península, y aun de Europa, por su posicion meridional, su elevacion estraordinaria, y por la variedad de climas que produce; pues ofrece todas las gradaciones de tem- peratura, desde la atmósfera abrasadora de una zona casi Lro- pical, hasta las brisas heladas de los paises polares. Puede compararse á un muro jigantesco que separa la llanura ba- ñada por el Guadalquivir de las olas del Mediterráneo, en las cuales se sumerje su frente meridional. Su constitucion oro gráfica se diferencia de la de las demás mesetas elevadas de España. Cuando la de los Pirineos se compone de cordilleras paralelas, que van siendo cada vez mas altas, y llegan á su mayor elevacion á lo largo de una orilla suya, la meseta de la Andalucia alta se divide evidentemente en montañas cen- trales y en cadenas que están á su alrededor, siendo en el cen- tro del macizo donde las cimas adquieren su mayor altura. Y mientras que en el terraplen pirenáico esta muy poco desarro- lada la base, se encuentran en la meseta Granadina vastas llanuras que separan unas montañas de otras, entre-las cuales ocupa el primer puesto la mas majestuosa de todas las de la Peninsula, Sierra-Nevada, coronada de nieve. »Sierra-Nevada, dice Mr. Boissier, que considerada en su to- talidad se halla próximamente al S. E. de Granada, se ele- va rápidamente desde su orijen, y á las 2 6 3 leguas llega á su mayor altura. Al principio corre al Nordeste, formando el cerro del Caballo; luego el pico de Veleta, distante en línea recta 5 6 6 leguas de la ciudad. Desde este punto la divisoria de aguas toma una direccion oriental hasta Mulahacen, el punto mas alto de toda la cadena, luego septentrional hasta el pico de Alcazaba y puerto de Bacares. Desde estas úllimas eminencias vuelve de nuevo directamente al Este, cuya di- reccion conserva hasta cerca de Almería, donde termina con unos picos muy agudos. Su lonjitud total es de 16 á 18 leguas. . Toda su parte central se compone de esquisto micáceo y otras rocas primitivas, pero se apoya en ella al Norte por la parte de Granada una formacion caliza que se levanta sobre sus flancos á 6000 y 7000 piés, cubierta en su base por terrenos de 305 acarreo de la misma clase que las colinas en que está funda- da Granada. En cuanto á la parte central y primitiva de la sierra, sostiene su línea de elevacion á una altura media de 9000 á 10000 piés; sus laderas producen mucha yerba, y son de pendientes suaves hasta los últimos 1500 piés, ocupadas por escarpas 0 pendientes muy rápidas, obstruidas por restos y enormes lrozos de esquisto. La divisoria de aguas es muy des- igual. En la parle inferior de dichas escarpas de la cúspide de la cadena, se encuentran en las vertientes unos rellanos ocupados por vastas praderas y un gran número de pequeños lagos alpinos, origen de varias corrientes de agua. La viña v el olivo tienen su límite superior en Jas cerca- nias de Guejar, distante de Granada 3 leguas, á la altura de 3500 piés próximamente. Es muy singular que estos dos veje- tales, que en la Europa central tienen límites tan diferentes respecto á la latitud en que pueden existir, guarden por lodas partes en el reino de Granada las mismas zonas de vejetacion. Al nivel del pueblo se ve tambien terminar en los dos lados del valle la formacion caliza, a la cual sustituye el esquisto. A medida que me elevaba, la vejeltacion perdia poco á poco su caracier meridional, aproximándose á la de nuestras mon- tañas: encontré algunos Crategus, rosales, el Colutea arbo- rescens (Espantalobos); y la encina forma todavía bosques al- go claros. En pequeñas mesetas habia diseminadas casas de campo rodeadas de castaños, y en la posicion mas románlica. Estos encantadores lugares estaban adornados con flores que ya habia observado en parte en la Tejeda (sierra elevada que domina á Malaga), pero de las cuales eran para mí muchas nuevas. Tales eran el Cynanchum nigrum, el Centaurea gra- natensis, de cabezas naranjadas y follaje plateado; finalmente, un habitante del Atlas que nunca habia visto en Europa, del cual hallé hermosas matas en las quiebras de las rocas. Era el Sarcocapuos enneaphalla, tan notable por la singularidad de-sus flores, parecidas á las de la Poligala chamebuzxus, co- mo por la forma de sus gruesas hojas, glaucas, coriáceas, y frágiles en estremo. Descubri además sucesivamente Phlomis crinita, Erinacea hispánica, Salvia hispanorum, Ononis du- mosa, Astragalus crelicus. Iba anocheciendo ya cuando llega- TOMO Y. 20 306 mos á un cortijo desierto á la sazon, á 5000 piés de altura pró- ximamente, sombreado por magnificos nogales. En las inme- diaciones hay tambien algunos perales, cerezos, y contra la misma pared de la casa dos parras, cuyas uvas solo maduran en los años cálidos: los nogales se hielan á menudo. El cultivo del trigo se sostiene alli todavía en todo vigor, y llega á su com- pleta madurez en fin de julio. En la Víbora encontré una multitud de hermosas plantas, entre otras el Nepeta granatensis, labiada muy grande con tallos y hojas bañadas de una sustancia viscosa; el Onopor- don acuale, cardo particular de muchas cabezas sesiles sobre el terreno y llenas de espinas; la linda Poligala rosea; el Li- num Narbonnense; y la Digitalis obscura, de flores de un co- lor naranjado negruzco. En las rocas, con la Sarcocapuos, la Arenaria armeriastrum, el Ononis cephalotes y otras plantas puramente españolas, hallé con placer conocimientos antiguos de los Alpes, tales como el 7hymus alpinus, Arenaria grandi- flora, Silene saxifraga. A cosa del medio dia me volvi á poner en camino para S. Gerónimo, que solo dista legua y media de la Vibora, y se halla á la misma altura. En vez de costear una punta caliza que nos separaba de ella, la trepamos, y descu- bri un hermoso arbusto, el Daphne oleoides, que estaba cubier- lo con sus flores blancas que exhalan el mas suave olor. Cerca de la cúspide descubri un Convólvulo de los mas elegantes que formaba unas alfombras plateadas, lisas y salpicadas de flores de color de rosa. Era el Convolvulus nitidus, especie nue- va y afin del €. lineatus. En la cima de la cuesta me espe- raba una vista sorprendente. Hallábase á mis piés el valle pro- fundo del Monachil, y frente por frente de mí, la cresta cen- tral de la sierra, salpicada toda de nieve, se destacaba sobre el azul del cielo con una pureza admirable, terminandose a la izquierda con la cima del pico de Veleta, que domina orgullo- samente estas alluras. El punto en que me encontraba se llama Dornajos, y en él concluye la formacion caliza por un lijero realce en la espalda del contra-fuerte, debido a las rocas del N.-0. cortadas á pico. La altura de dicho paraje es de 6500 piés, y es notable que sea casi la misma que la de Sierra-Te- jada, la de Sierra de Ronda y otras cimas calizas del reverso 307 N.-0. de Sierra-Nevada. El Teucrium pyrenaicum, el Thymus granatensis y la Potentilla caulescens tapizaban las rocas. En los barrancos á que dan sombra las ramas del Serbal, del Ali- so y del Acer opulifolium, coji por la primera vez el raro y sin- gular Senecio quingueradiatus. Cuando se llega á la formacion primitiva, suceden á las plantas mencionadas antes el Plan- tago serpentina, el Silene rupestris, el Thymus serpylloides, y ciertas gramineas que no se hallan nunca en el terreno calizo. Alli tambien los Juniperus nana el sabina cubrian el suelo de ramaje, á cuya sombra crecia la admirable Odontites grana— tensis, de corolas purpúreas. En una pequeña depresion que mira al N., observé algunas plantas que no he vuelto á ver en ninguna otra parte de la Sierra, la Serratula nudicaulis, el Carduncellus Monspelliensitum y el Astragalus vesicarius, que pocos meses antes habia cojido en el reino de Valencia á ori- lla del mar, el cual, cosa singular, vivia allí á 7000 piés de altura. | ) El cortijo de S. Gerónimo es el mas elevado de esta parte de la Sierra (5500 piés), pero aún se encuentran á mayor al- tura chozas en las que pasan la primavera los vecinos de Mo- nachil para cultivar sus centenos y patatas. El terreno per- manece cubierto de nieve por espacio de muchos meses, y es- cepto el cerezo, no se ven árboles frutales. En las inmediacio— nes del cortijo, y hasta 1000 piés de altura, hay algunos talla- res de arbolillos de diferentes clases, y aun enfrente se ve un bosque claro de Pynus sylvestris; pero los contrafuertes ma- altos no están ya poblados mas que de una alfombra verde por algunos puntos, salpicada de manchas de nieve. Los alrede- dores de S. Gerónimo, situado próximamente en el límite de la region alpina, son muy abundantes en plantas raras, y son interesantes porque muchas especies de las regiones inferiores suben hasta dicho punto á lo largo de las laderas abrigadas. ' Las malezas de esta zona las forma la Genista ramossima, ele- gante retama llena entonces de flores amarillas; el Sarotha- mus scopartius, única especie francesa de un género muy nu- meroso en la Península; la Quercus toza, que ha debido sin duda formar bosques en otro tiempo; el Agracejo (Berberis vulgaris), el Crategus oryacantha, dos rosales, y un nuevo Ci- 308 ruelo de ramas espinosas (Prunus Ramburíit, Boiss.). Enlazá- banse con estos arbustos dos madre-selvas, las Lonicera etrus- ca et splendida, notable la última por la hermosura de sus flo- res con tubo muy prolongado. Crecian tambien por todas par- tes en abundancia la Euphrasia longiflora, Serratula pinna- tifida, Centaurea granalensis, y el elegante Teucrium Web- bianum, de corolas violetas. La Salvia hispaniorum ocupaba igualmente grandes espacios, y adornaban el cauce seco de un torrente algunas matas de Digitalis obscura y de Salvia phlomoides, cuyas azuladas corolas sitiaban las abejas. Su- biendo aún mas arriba, las plantas de la region montañosa y las de la calida, como el romero y el Ulex australis, termina- ban muy pronto para dar cabida á una vejetacion decidida- mente alpina, a la Erinacea hispanica, al Astragalus creticus, arbustos de 2 a 3 piés de altura, muy estendidos por la Gre- cia meridional, Sicilia y el Asia menor. Entre las malas espi- nosas de las citadas plantas crecia la Peronia coriacea, cuyas ecundas ramas cargadas de fruto entreabierto y de simiente del encarnado mas hermoso; y muy próximo á esto, en los barbechos estériles en que se siembra centeno, la Passerina elliplica y el Astragalus macrorhizus, notable por su fruto abultado y casi leñoso. Bajando desde el cortijo al fondo del valle se nota bien pronto una vejetacion exuberante favorecida por el calor y la humedad. A la orilla de los arroyuelos puede admirarse el hermoso Iris ayphium, el Thalictrum glaucum, la Imperato- ria hispanica. El Cirsium flavispina ocupa los prados húme- dos, y á la orilla de las tierras se vieron las Nepeta grana- tensis el reticulata, y la Centaura monticola. El Monachil, rio vadeable por todas partes, corre tan pronto sobre un lecho de arena como por rocas cortadas á pico, en cuyas paredes se *mecen los tallos del Bupleurum fructicosum. Algunos arbustos forman a lo largo de sus márgenes unas malezas muy espesas, en que crecen abundantemente diferentes umbeliferas y legu- minosas trepadoras. Adornan tambien este sitio dos plantas cuya semilla le han acarreado las aguas de las regiones supe- riores, y gracias á la humedad y calor de esta esposicion han tomado un desarrollo estraordinario. La una es la elegante Di- 309 gitalis purpurea, que inclina hácia el rio sus corolas de color de rosa manchadas de oscuro; la otra es la curiosa Reseda com- plicata (Bory), de tallos ramosos, rigidos y desnudos de hojas, que forma malorrales redondeados de 2 á 3 piés de diámetro.» Despues de haber acompañado á Mr. Boissier por la re- gion cálida y zona alpina, subamos tambien con él a lo que llama la zona glacial, que se estiende de 8000 á 11000 piés. «El 12 de julio, dice, sali para realizar por último la ascen- sion del pico de Veleta. Primero llegué al Peñon de S. Fran- cisco (8000 piés), enorme roca esquistosa que se eleva por la parle del contra-fuerte que separa los valles del Genil y Monachil. Alli nos encontramos en la region de la (renista as- palathowles, cuyas matas se hallan diseminadas entre los pas- tos áridos compuestos de gramíneas de hojas duras y coria- ceas, Festuca granatensis el duriuscula, Agrostis nevadensis, y Aira flexuosa. Interrumpen la monotonía de esta vejetacion los corimbos amarillos de la Senecio Durieri, el Eryngium Bourgati, y las plateadas alfombras que forma la Senecio Bois- sieri. El Cerastium ramosissimum y la Spergula viscosa ocu- pan los sitios algo arenosos. Pronto llegué á la zona de los Borreguiles, nombre dado á los pastos que hay contiguos al pié de los escombros esquistosos de la cumbre de la cadena. Dicha zona ocupada por pequeñas cañadas verdes con unas fajas de rocas, por charcas y mil arroyuelos, es una de las mas pintorescas de la sierra, v la mas parecida á los paisajes alpinos. Es el único sitio del Mediodía de España en que he visto verdaderos céspedes, compuestos principalmente de Agrostis nevadensis, y esmallados de flores alpinas, entre otras de Renúnculas blancas (Ranunculus acetosellafolius Boiss., R- angustifolius var. umiflorus Boiss.), de la Viola palustris y de la Campanula Herminii. A la márgen,de los arroyos se en- cuentra Veronica repens, Epilobium origanifolium y Saxi- fraga stellaris. Desde dicho sitio es preciso subir todavía cerca de 1000 piés para llegar á la garganta de Veleta, y ca- si el doble para el pico de este nombre; siendo muy penosa esta parle de ascension, porque el terreno se compone de hun- dimientos esquislosos incoherentes, sembrados de bloques - enormes de la misma roca, colocados con frecuencia unos so- 310 bre otros. Por todas partes se notan señales de algun violento trastorno, porque las aristas vivas de las piedras prueban de- masiado que aquella devastacion no es hija de la descompo- sicion de la roca. La estraordinaria movilidad de este suelo esquistoso permite únicamente vejetar en él á un corto núme- ro de plantas, entre las que se cuentan la Brassica monta- na, Ptilotrichum purpureum (Alyssum purpureum Lag.), que se encuentra aqui en su verdadera patria, y cuya negra raiz adquiere á veces una longitud considerable, porque debe ir siempre ganando terreno para librarse de la arena que sin cesar la cubre; y la Viola Nevadensis, lindo pensamiento con flores tan pronto blancas como rojizas y violetas. Veíanse salpicadas matas rigidas de la Festoca Clementet, de la Avena glacialis, y de una variedad notable de la Dactylis glomerata (D. juncinella Bory). La Luzul aspicata, la Aretia (Gregoria, Duby) vitaliana están como en representacion de los Alpes; y bajo las rocas que miran al N. se guarece la Saxifraga miz- ta, de flores blancas ó sonrosadas. La Artemisa (rranatensis se encontraba en su region, pero apenas florida, cuando una linda compuesta, la Erigeron glaciale, habia abierto ya sus flo- res violadas, parecidas á las del Aster alpinus. Llegué por úl- timo á la cima, que forma pequeño terraplen coronado por el N., E. y S.-E. de rocas cortadas á pico. Lo que mas llama la atencion cuando se está en la Veleta, aproximándose con precaucion al borde septentrional, es un circo de 2.000 piés de profundidad próximamente, abierto al N.-E. Sus paredes están cortadas á pico casi por todas par- tes, y enel fondo se nota un pequeño depósito de nieve petri- ficada muy inclinado que se llama Corral de Veleta. En frente v al N.-E. se levanta el imponente macizo del Mulahacen (10.980 (1) piés), y un poco mas lejos, á la izquierda, el de la Alcazaba ú Cerro del Puerco. El Mulahacen no dista en línea recta mas de una legua, y se enlaza con el pico de Ve- leta por medio de unas crestas esquistosas algunos centena- res de piés mas bajas que las dos cimas, y tan agudas y es- (1) 12762 supone Madoz. 311 cabrosas que seria imposible costearlas; bajando al S. desde ellas unas pendientes muy inclinadas, á cuyo pié se estienden algunos prados undulados bastante grandes, en los que aún se advertian muchas manchas de nieve. Entre las mismas emi- nencias hay multitud de lagos pequeños. Si nos dirigimos á otros puntos del horizonte mas lejanos, la vista abarca un in- menso panorama sin límites..... «La altura del pico de Veleta es al parecer de 10.700 á 10.800 piés (1): el Mulahacen tiene mas de alto algunos cen- tenares de piés. Aun en estos puntos culminantes no es la nie-- ve perpétua, y solo subsiste en los parajes resguardados, en los barrancos, y en los sitios en que la ha acumulado la fuer- za de los vientos. Por consecuencia ningun punto de Sierra- Nevada se halla en el limite inferior de las nieves perpébuas en el sentido estricto de esta palabra; pero su parte superior, en una zona de 1.500 a 2.600 piés, conserva en los veranos regulares gran número de depósitos. El signo mas caracleris- tico de la vejetacion de la espresada zona es que las plan- tas no forman cesped en ninguna parte, sino que crecen ais- ladamente : todas, sin escepcion , son vivaces, predominando entre ellas las gramineas de hojas coriáceas, que componen pequeñas matas compactas. Las especies citadas antes suben todas hasta el terraplen de la cima de la Veleta, donde con gran admiracion encontré hermosos piés de Plilotrichum (Alys- sum, L.) spinosum, cuajado de flores blancas ó color de rosa. La presencia, en unas crestas glaciales, de una planta que solo habita en el Mediodía de Francia montes de escasa ele- vacion, y donde nieva rara vez, es un Caso muy curioso y dificil de esplicar. Para compensar el corto número de fane- rogamas, multitud de Líquenes poblaban las rocas de dicha “cima, todos, sin escepcion, correspondientes á la flora de los altos Alpes de la Suiza; y entre ellos brillaba la Sqguamma- ria electrina por su hermoso color amarillo limon.» Todo lector habituado á herborizar en las altas montañas de la Europa interior y aun de Italia, creo que habrá notado (1) 12459 piés castellanos le da Madoz. 312 un hecho de geografía bolánica que resalta en los cuadros que hemos estractado del viaje de Mr. Boissier, y es la pre-' sencia de una zona de vejetacion en España que falta casi completamente en los demás paises; la que Mr. Boissier lla- ma zona alpina. Cuando en los Alpes que llamaré Europeos (por oposicion á los del Mediodía de España, que son ya se- mi-africanos), luego que se ha dejado la region de los Abe- tos, se encuentra una faja bastante estrecha ocupada por plan- tas vivaces de los géneros Delphintum, Aconitum, Hieracium, Senecio, Carex, Phaca, Pedicularis, elc., á las que sustituyen muy pronto las especies pequeñas de Saxifraga, Achillea, Androsace, Primula, Draba, Aira, Festuca, etc., hay en los Alpes españoles una zona ancha de 6.000 a 8.000 piés de es- lension, ocupada por malezas 0 sub-arbustos espinosos las mas veces, como el Cistus laurifolius, (Tenista horrida, Vella spinosa, Erinacea hispanica, (renista aspalathoiwdes , Lomi- cera arborea, Astragalus crelicus, etc., 0 por plantas corres- pondientes á géneros que no tienen representantes en nuestras altas montañas, como el Convolvulus nitidus, Echium flavum, Reseda complicata, Lavandula lanata, Eryngium glaciale, ó a especies enteramente peculiares á estas comarcas. Cuando se ha subido mas de 8.000 piés se llega á la region que Mr. Boissier llama glacial, y cuya fisonomía vejetal, si asi puede llamarse, se diferencia muy poco, segun habrá podido nolar- se por la descripcion del pico de Veleta, de la que ofrecen las cumbres correspondientes de Francia, Piamonte, Suiza é lla- lia. Existen, pues. Saxifragas, Arabis, Draba, Silene, An- drosace, Viola, Galium, y tambien otras muchas especies de nuestros Alpes; por ejemplo la Gregoria vitaliana, el Pa- paver pyrenaicum, la Arabis alpina, el Ranunculus glacialis, la Gentiana alpina. Veronica Pone, Alchemilla alpina, Ca-= rez lagopina et capillaris, se vienen á mezclar con las plan- tas particulares de esta parte de Andalucía. El pico de Mu- lahacen no presenta al parecer, segun lo que cuenta Mr. Bois- sier de su ascension, muchas plantas que le: sean peculiares, reproduciéndose en él la vejetacion del pico de Veleta. No contento Mr. Boissier con haber sembrado contínua- mente la relacion de su viaje de observaciones muy intere 313 santes de geografía botánica, ha dedicado unas sesenta pagi- nas á consideraciones generales acerca de la distribucion de las especies enumeradas y descritas en el segundo tomo de su obra; y segun sus observaciones, cree que las 1.900 espe- cies de plantas vasculares que se comprenden en él, se hallan repartidas en cuatro regiones, tomando esta palabra en sen- tido un poco lato. La primera, que llama maritima ó cálida, se alza en el reverso meridional de las montañas hasta 2.000 piés próximamente. Esta region se halla caracterizada meteo- rológicamente, dice Mr. Boissier: 1.* Por la falta de la nieve, que no cae nunca 0 casi nunca en su parte inferior, y si lle- ga a caer, lo cual sucede rara vez, solo dura algunas horas sobre el terreno, 6 cuando mas un dia ó dos. 2.* Por la dis- tribucion de las lluvias en el trascurso del año. En los meses de octubre y noviembre caen con regularidad y abundancia, interrumpiéndose luego para principiar de nuevo en febrero y marzo, pero no con tanta abundancia ni orden. Desde abril hasia últimos de setiembre es casi contínua la sequía, y el cielo está constantemente puro y sin nubes; y si algunas ve- ces las cúspides de las cadenas de la costa se cubren de nu- blados, los chaparrones que caen en ellas apenas se advierten en los últimos ¡imites de la region, y el litoral, lo mismo que las últimas pendientes, no reciben ni una gota. El termómetro, que baja á veces en enero y febrero á 4-6" C., sube en julio y agosto hasta 31 grados. Lo que caracteriza la vejetacion de la region cálida es el Naranjo; la Palmera enana (Chamerops humilis), que en An— dalucía como en Sicilia, roba inmensos terrenos á la agricul- tura; sirviendo para formar lodas las cercas el Agave y la Hi- guera de Indias 0 chumba; la Aristolochia Belica en los setos; el Ricino, el 7hymus capitatus en las colinas, á la orilla de los setos; el Phlomis purpurea, Physalis somnifera, Wi!hania fru- tescens, Kentrophyllum arborescens, cardo jigantesco de tallos vivaces de 8 á 10 piés de alto; en el lecho de los torrentes el Laurel-Rosa; en las arenas marítimas el Aloe perfoliata. Los arboles son muy raros en la parte inferior de esta region, y solo elevándose es cuando se principian á encontrar piés de encinas de diversas especies, mas ó menos espesos, pero que 314 abundan mas en la parte baja de la region montañosa; por el contrario, hay espacios mas ó menos dilatados cubiertos de matorrales que tienen desde 3 á 6 piés de alto, en los cuales con el Palmito predominan muchos Cistos, el Lentisco, el Rhamnus lycioides, las Phyllirea, multitud de Genisteas y al- gunas encinas enanas. La segunda region (region montañosa de Mr. Boissier) principia próximamente hácia los 2000 piés de altura absolu- ta, y abraza las planicies que hay al N. de las cadenas costa- neras, como tambien sus declives hasta 4500 y aun hasta 5000 piés. «Esta region, dice nuestro autor, es una zona de transicion; sin embargo tiene una fisonomía peculiar, que ofrece interés porque corresponde exactamente, en cuanto á la altura y as- pecto, con la inmensa meseta central de la Península, con la cual guarda numerosas relaciones fisicas y botánicas. En la parte inferior de la region, como en Granada y Ronda, baja el termómetro casi todos los inviernos durante algunos dias á 3 0 4* bajo 0, y la nieve subsiste á veces en el terreno 5 6 6 dias: en el límite superior dura lo menos 4 meses. En cuanto al ca- lor es generalmente, en la parte inferior de la region, 3 0 4? menor que el del litoral, esceptuando Granada, donde el ter- mómetro sube con frecuencia en el dia a 35* y 37% €. La dis- tribucion de la lluvia relativamente á las estaciones es la mis- ma que en la costa, con la diferencia de que refrescan además el terreno algunas veces las lluvias de las nubes que bajan de las sierras. » La region montañosa ptdiera llamarse region de los cerea- les y árboles frutales. Las estaciones mas características de las plantas de ella son: 1. Matorrales, cuyo aspecto es parecido á los de la region cálida, pero que se diferencian en la mayor parte de las especies; las Ginestas y los Cislos predominan mas | aquí, y pavlicularmente los Cistos de hojas grandes, bajo cuya sombra viven multitud de Brezos muy lindos. 2.” Bosques al- go claros formados por los Pinus pinaster el Aleppensis y 4 6 5 especies de Encina. En la sombra de estos bosques se ob- serva una vejetacion particular, el Cistus laurifolius, populifo— lus, salvieefolius, Etthospermum prostratum, Hermiaria inca- na, Scabiosa tomentosa, etc. 3.2 Algunos collados y mesetas 315 áridas, cubiertas de sub-arbustos enanos y plantas vivaces. Las Labiadas, Compuestas y Cistineas abundan principal- mente y forman pequeñas malas dispersas, en cuyos interva- los crecen las Stipa y algunas plantas anuales en menor nú- mero, como la Odontites longiflora. Las especies mas caracte- risticas de esta vejetacion son: Thymus mastichina, zygis, hir- tus, Salvia hispanorum, Teucrium capitatum, Sideritis hir- suta, Helianthemum hirtum, Stipa Lagasce, Linum suffructico- sum, Artemisia campestris et Barrelieri, Lavandula spica et steechas, ete. Los terrenos salados son un rasgo de los que mas llaman la atencion en estos sitios. Todas las colinas están mamelonadas uniformemente, y las aguas pluviales han abier- to grietas y quebradas profundas y estrechas en los parajes mas bajos: crecen en ellas muchas especies particulares de ho- jas gruesas y carnosas, de un tono glauco y pulverulento, co- mo multitud de Salsola, Atriplex, Statice, Frankenia thymi- folía et corymbosa, Ononis crassifolia, Peganum harmala, He- hianthemum squammatum, elc.» La tercer region que distingue Mr. Boissier, y llama alpi- na, es la que hemos designado antes á nuestros lectores como peculiar de los Alpes de Andalucía. «Hácia sus límites infe- riores, dice el autor, subsiste la nieve en el suelo por lo me- nos 4 meses, y á medida que se sube aumenta su duracion hasta llegar á la parte superior de la zona, que se cubre ya de nieve á últimos de setiembre, de la cual se encuentran toda- via á principios de junio algunos charcos en las depresiones del terreno. La brisa y los vientos refrescan la temperatura en la primavera y eslío, no pasando nunca el calor de 250 C.; al- gunas nieblas acompañadas de chubascos sostienen el verdor; fertilizando el terreno, principalmente en Sierra-Nevada, mul- titud de manantiales que se alimentan de las nieves superio- res. »El cultivo consiste en centeno y patatas, que en los valles de la vertiente de Granada no se siembran sino hasta 6300 piés próximamente; pero en la vertiente meridional, por ejemplo en la Hoya del Muerto, encima del puerto de Bacares, he vis- to, dice Mr. Boissier, hermosos centenos á la enorme altura de 7600 piés, en un paraje, es verdad, resguardado y con 316 orientacion muy favorable. Los árboles frutales no llegan á esta region, esceptuando algunos piés de cerezos que hay en las cañadas.» Hemos dado antes una idea de la vejetacion de esta zona, y para concluir de caracterizarla nos bastará añadir que Mr. Boissier dice que se compone: 1.” De matorrales ó lallares que forman en la parte inferior las Sarolthamnus scoparius, (renis- ta ramosissima, Quercus toza, y mas arriba la Genista aspha- latoides; cerca de las casas y campos cultivados, el Escara- mujo y Agracejo, que forman espesos matorrales, á cuya som- bra vejetan multitud de plantas delicadas. 2.” De bosques cla- ros de Pinos (Pinus sylvestris), Quercus sylvestris, y Abeto (Abies) pinsapo (nueva y hermosa especie descubierta por nuestro viajero), mezclados con algunos tejos que se encuen= tran hasta en alturas de 6000 piés. 3.? De bosquecillos formados porárboles (Fresno, Sauce, Arce) ó grandes arbustos (Crategus Granatensis, Adenocarpus decortigans, elc.), que se hallan en las tierras pingiies y de riego de las laderas, en el fondo de las cañadas de Sierra-Nevada. De cada especie de arboles so- lo hay un corto número de piés. 4. Finalmente, de diferentes sub-arbustos espinosos muy bajos, de gramineas coriáceas y de otras plantas que ya hemos mencionado anles. Subamos por fin á la última region, que Mr. Boissier llama glacial ó nevosa. «Comprende, segun el mismo, lodas las par- tes superiores de Sierra-Nevada, á contar desde los 8.000 piés, y por consecuencia solo existe en la parte occidental de la cordillera, única que escede de dicha altura. A tal eleva- cion principian á verse ya en los Alpes las nieves perpétuas; pero no sucede eso aqui: los mismos puntos culminantes de 10 4 11.000 piés de alto, estan sin ella en el rigor del verano: sin embargo, la nieve caracteriza nuestra region, pero solo bajo la forma de manchas ó depósitos acumulados en las hon- donadas y sinuosidades del terreno. En fin de setiembre es cuando toda la region se cubre de nieve nueva, que solo prin- cipia á desaparecer parcialmente en junio, durando por con= secuencia en el terreno ocho meses. En la primavera es muy desigual la temperatura: en buen tiempo sube frecuentemente el termómetro en medio del dia hasta 22%, y cuando el cielo 317 está nublado 6 hay tempestad puede bajar en pocas horas á +103. La region nevosa se compone: 1.” De praderas formadas de una yerba corta, fina y compacta, en las cuales figuran en primer lugar el Nardus stricta, Agrostis nevadensis , diferen- tes Festuca, y en los que crecen tambien Leontodon autum- nale et microcephalum. Ranunculus angustifoltus et acetosella- folius, Parnassia palustris, Grentiana alpina, etc. 2.” De lade- ras secas, en las que crecen individuos aislados de las espe- cies muy variadas de Arenaria, Potentilla, etc., el Galium pyrenaicum, Pyrelrum radicans, Plantago nivalis, Thymus serpylloides, etc. 3.” De hundimientos inferiores, en los que se encuentran algunas plantas de mayor talla, y superiores, en los cuales se desarrollan en matas espesas el Papaver py- renaicum, Erigeron frigidum, Trisetum glaciale, Viola neva- densis, Holcus cespitosus, elc. Finalmente, de rocas en que hay principalmente Arabis Boryi, Androsace imbricata, Dra- ba hispanica, Saxifraga mixta.» Despues de haber caracterizado las cuatro regiones con detalles de los que hemos tratado de reproducir los rasgos mas importantes, desciende Mr. Boissier á ciertas considera- ciones generales verdaderamente interesantes, de las que co- piamos las observaciones siguientes. «El número de especies disminuye rápidamente de la re- gion inferior á la superior. En la region calida las plantas anuales forman algo mas de la mitad de las especies, no lle- gan á la tercera parte en la montañosa, á la sesta en la alpina, y á la vigésimanona en la nevosa. Los árboles son muy ra- ros en especies é individuos en todo el reino de Granada: la region montuosa, donde abundan mas, es sin embargo muy inferior bajo este aspecto á las demás floras de la Europa cen- tral y meridional, si se esceptua únicamente la Grecia. En cambio la vejetacion de arbustos y sub-arbustos se halla pro- fundamenle caracterizada, y presenta una proporcion todavía mayor que los otros paises meridionales de Europa; fenó- meno notable principalmente en las regiones montañosa y alpina. Esta proporcion sorprenderia aún mas si se conta- sen los individuos en vez de las especies, porque un gran nú- 318 mero de dichos arbustos y sub-arbustos son plantas sociales. Otro gran número de los mas estendidos son espinosos; y agregándoles los cardos y géneros inmediatos, muy abundan- tes en el pais, se observa en el reino de Granada una propor- cion de vejetales espinosos muy superior á la que ofrecen las demás floras de Europa. Las plantas, haciendo abstraccion del Africa boreal, que son endémicas en la peninsula, forman en la region cálida poco mas de la quinta parte, en la montuosa poco mas del tercio, en la alpina poco menos de la mitad, y en la nevada mas del tercio del número total de especies. Entre estas plan las, las especiales del reino de Granada en particular entran en la region cálida por dos quintas partes, por la mitad pró- ximamente en la montañosa, por los tres quintos en la alpina, y finalmente por los dos tercios en la nevada. Para hallar pues la mayor proporcion de especies endémicas de las dos categorías, es preciso subir hacia la zona situada cerca de la mitad de la altura: resultado muy interesante, que es proba- ble se observe en todas las floras de la Europa meridional. Mr. Hochstelter lo ha comprobado en el archipiélago de las Azores, y Mr. Webb en las Canarias. Segun dice el autor, es efectivamente un fenómeno muy curioso, que se observa sobre todo en las regiones montañosa y alpina, el de la presencia de cierto número de plantas que no vuelven á verse ya hasta el Asia Menor, la Siria, el Cáucaso ó en alguna parte de la Grecia. Este caso muy interesante de geografía botánica se esplica en parte, segun hace observar Mr. Boissier, por la existencia de mesetas elevadas de una constitucion análoga en ambos paises, y que no se hallan en el resto de la Europa meridional. Pero sea de ello lo que quiera, esta irradiacion de vejetacion oriental no consiste solo en la presencia de especies idénticas, como por ejemplo en la region cálida Malcamia africana, Fagonia cretica, Viscum cructatum, Statice eegypciaca, etc.; en la region montañosa Peganum harmala, Alyssum atlanticum et serpyllifolium, Sal- via phlomoides, etc.; en la alpina Cerastium ramosissimum, Erodium trichomanefolium, Cerasus prostrata, Callipeltis cu- cullaria, Scutellaria orientalis, etc., y en la region nevosa 319 el Ranunculus demissus: esta irradiacion, decimos, consiste además en la presencia de especies muy afines que se sustitu- yen; tales son los Astragalos espinosos, las Armerias de la Sierra de España, que representan las Static: spinose de los Alpes, del Asia Menor y de Persia; Salvia candelabrum (Bois- sier), que sustituye las Salvia divaricata el Auchert, etc.» Termina este apreciable trabajo sobre la geografía botá- nica del reino de Granada con un cuadro sinóptico de las al- turas y límites de los vejetales mas característicos, con cuyo auxilio abraza de una ojeada el lector la fisonomía vejetal de cada region, y compara unas con otras. Antes de concluir este artículo, destinado principalmente á presentar un resúmen de los servicios prestados á la bolá- nica por los dos tomos de Mr. Boissier, debemos añadir que no es lo relativo á esta ciencia solamente lo que presenta in- terés en la narracion de su viaje, pues además abunda en des- cripciones de las localidades que ha visitado, y de los paisajes que se han ofrecido á su vista; conteniendo igualmente obser- vaciones de las costumbres y usos del territorio que ha re- corrido, las cuales ofrecen bastante atractivo, y suministra- rian muy bien materiales para un artículo destinado 4 otra parte. E 320 VARIEDADES. —P entajas de los descubrimientos modernos. Hace cincuenta años no se conocian los barcos de vapor: hoy navegan 3.000 por las aguas de América solo. En 1800 no habia ningun ferro-carril: hoy se cuentan 10.000 millas en el suelo americano. Semanas se necesitaban medio siglo hace para trasmitir una noticia de Washington á Nueva-Orleans: en me- nos segundos que antes semanas se trasmite hoy. A principios de este si- glo apenas imprimian las prensas de mano 1.000 pliegos por dia: «hoy una de vapor da 20.000 ejemplares de un periódico grande por hora. —Granizo en Cuba. En otro tiempo era un fenómeno estraordinario el granizo en ciertas islas, como la Jamáica, la Martinica y Cuba ; pero ya no sucede al parecer lo mismo, á lo menos respecto á la última. Tal es el resúmen sucinto de una comunicacion dirijida á la Academia de Cien- cias de París por Mr. Becquerel en nombre de Mr. André Poey. Segun los datos que Mr. Humboldt recogió á principios del siglo, se creia en- tonces que solo granizaba en Cuba una vez en el período de 15 á 20 años. Segun Mr. Poey no ha caido granizo en la Habana desde 1784 41825, es decir, durante el trascurso de 40 años. Despues en otros 17 no se ha observado tampoco granizada alguna, del 1728 al 1846; pero desde 1846 al 1849 ha habido ya cuatro casos, de los cuales tres fueron en dicho úl- timo año; á saber, 1 en marzo y 2 en agosto. En 1850 no hubo ningu— na; de 1851 á 1854, sí (no se espresa su número). Respecto al total de la isla, eomprendiendo las lluyias de granizo anteriores observadas sola= mente en la Habana, resulta, segun Mr. Poey, que se han pasado 40 años, del 1784 al 1825, sin que haya habido un solo caso de granizo; que de 1825 á 1828 solo en 2 años no lo ha habido; que del 1828 al 1844 pasaron 14 años sin observarse caso alguno; pero ha granizado to- dos los años desde 1844 á 1854, esceptuando únicamente el 1850. En cuanto al mayor número anual de casos, se clasifica el tiempo de este modo: en 1849, nueye casos; en 1853, ocho; en 1846, 1847 y 1852, tres casos; en 1845, 1851 y 1854, dos; y enlos demás años un caso solamen- te. Si se quisiera hacer una distribucion mensual de los 39 casos obser- vados desde 1784 á 1854, resultaria que ha caido granizo en todos los meses, esceptuando enero, julio, setiembre y octubre; y que la mayor parte de las veces ha sido en marzo y abril, meses que representan la temperatura media del año, y luego en junio y agosto, los meses mas cálidos del año. N. 6.”—REVISTA DE CIENCIAS. — Junio 1855. CIENCIAS EXACTAS, ASTRONOMIA. Sobre el grado de confianza que merecen las tablas de refrac- cion actuales; exámen de la teoria de Bessel: por Mr. Bror. (Comptes rendus, 19 febrero, 3 y 49 marzo 18553.) Alos de principiar este escrito debo contestar á una idea que ha ocurrido á varios amigos mios, cuya bondad y conocimien- tos hacen que aprecie en mucho sus consejos cientificos. Con- siderando que nos es desconocida la constitucion real de la al- mósfera terrestre, y que hasta ahora ni aun se ha esplorado casi su parte accesible, ¿por qué, dicen, os empeñais en escu—- driñar minuciosamente unas teorías que solo pueden ser hipo- téticas, en vez de emplear el poco tiempo y fuerzas que os res- tan, en trabajos de interés mas inmediato y evidente? Agra- dezco el consejo, pero no puedo aceptar la consecuencia. Las ciencias se enriquecen con las verdades nuevas que se descu— bren, y se fortalecen librándolas de las apreciaciones falsas. Si las tablas de refraceion que gozan de crédito actualmente no tuviesen otro defecto que el de la incertidumbre al aproximar- se al horizonte, entonces no causarian error alguno; porque la escesiva variabilidad que ofrecen los fenómenos en Lal caso, efecto de accidentes que se hallan fuera de toda prevision, prueba suficientemente que no hay teoría alguna que pueda sujelar sus caprichos. Pero supongamos que para reunirlos aproximadamente en una misma ley con los que presentan TOMO v. 21 322 mayor regularidad, hayan disminuido, sin saberlo los autores de estas teorias, el rigor y la exactitud que podian tener si estuviesen limitadas á distancias zenitales pequeñas; ¿qué cosa mas útil que llamar sobre esto la atencion, si se considera que se compromete toda la precision de la astronomía obser vadora? Las tablas de Bessel, adoptadas hoy casi universal mente, ¿son irrecusables en este punto? Esto es lo que me pro- pongo examinar; pero lo haré con todo el respeto y la des- confianza de mi mismo que debe inspirar un nombre tan jus- tamente célebre, al propio tiempo que con toda la latitud de la libertad científica. Ahora como siempre se puede querer á Platon, pero debe amarse mas la verdad. Las observaciones de Bessel acerca de las refracciones as- tronómicas datan del año 1818, siendo por tanto 13 posterio- res á la teoría de Laplace sobre dichos fenómenos, espuesta en el libro X de la Mecánica celeste. La causa de principiarlas fué su memorable trabajo relativo á las observaciones de Brad- ley; porque su reduccion exijia la determinacion exacta de las refracciones que las afectan, proporcionándole al mismo tiempo los datos mas preciosos y abundantes para obtenerla. En el capitulo TV de los Fundamenta Astronomie hay una relacion de estos trabajos, y la tabla general de refraccio- nes que ha deducido de ellos Mr. Bessel; la misma que ha reproducido con algunas modificaciones relativas al empleo de los elementos meteorológicos, y al valor absoluto de la constante «, en la famosa coleccion titulada Zabulw Regio- montan, que es en el dia como el Código legal de los astró- nomos. Pero nada varió los principios matemáticos en que la habia fundado, ni tampoco en las fórmulas generales que de ella deduce. Podemos pues apreciar completamente las bases y las consecuencias de su teoría por este primer trabajo, en que constan todos los detalles de los cálculos analíticos. Laplace habia patentizado las dificultades fisicas del pro- blema que él mismo habia señalado francamente. Conside- rando la casi imposibilidad de formar una hipótesis fundada acerca de la ley de disminucion de las densidades de la at- mósfera terrestre en medio de las conlínuas perturbaciones que sufre, declara Bessel «(que se ha propuesto únicamente com- 323 »poner una espresion general de refracciones, que satisfaga del » mejor modo posible á las observaciones de los astrónomos (1).» Y habiendo conseguido este resultado muy á su satisfaccion, de la cual participa el mayor número de los observadores de nuestros dias, importa mucho no combatir la hipótesis mate- mática de que ha partido, sino deducir de ella las hipótesis fisicas que comprende implicitamente; ver lo que estas repre- sentan; hasta qué punto concuerdan con la realidad; y final- mente, si toda la serie de sus cálculos se adapta á ellas fiel- mente. Voy á esplorar, digamoslo asi, esperimentalmente este punto. Para hacerlo me serviré de las fórmulas generales que tengo espuestas, y cuya aplicacion es muy facil. Designemos como siempre ES por zx y ñ por y. Bessel adop- ta para circunstancias meteorológicas normales de la capa de aire inferior la temperatura de 48”,75 Farenheit, 6 9,3056 centigrados; y la presion p, de 29*,6 inglesas, 4 0,7518, A dicha lemperatura toma la constante 1, igual a 4226:,85 u 8236,73", y como la espresion general de / es I=1, (14h), siendo e el coeficiente de dilatacion de los gases que supone, segun Gay-Lussac, de 0,00375 resulta 1,=7959",0, log. l,=3,9008585. Los otros datos lineales que espresa tambien en toesas de Paris, y que reduzco á metros, son: 1.* El radio terrestre en el punto de observacion: a=6372969", log. a=6,8043418; de donde “-=0,00124887, log. “30965167, (1) Fundamenta Astronomie, Prefat., pág. 27. 324 2. Una constante arbitraria y, cuyo uso esplicaré ahora, y su valor es: y=221735",6, log. y=5,3975073; de donde se deduce l q M0AGAAS, log. 2=2,5433512. a | Preparados ya estos elementos de cálculo, los reune Bes- sel en una combinacion analítica muy sencilla, que le permite ulilizar todas las fórmulas de integracion establecidas por La- place para el caso de una lemperalura uniforme, haciéndolas susceplibles de una aplicacion mas general. En el supuesto caso de uniformidad, si se hace, como Laplace en el S. 5 del libro X de la Mecánica celeste, a (1) _=1s, siendo s una nueva variable, cuyos valores estremos están en- tre 0 y +1, se halla, despues de introducida la condicion del .. . . p J , p equilibrio, que las densidades Y están ligadas con la va- riable s segun la ecuacion siguiente: as E y—=e en la cual e designa la base de los logaritmos hiperbólicos. Bessel sustituye hipoléticamente esta otra, 1.0S (2) y=e 7; siendo 2 un coeficiente que tiene por espresion general ¡=1 ——, y 325 en la que g es la constante arbitraria, cuyo valor numérico hemos visto antes; y dice haberla determinado por represen tar del mejor modo posible las refracciones inferiores de 24 estrellas circumpolares, que Bradley tenia observadas mu- chas veces en sus dos culminaciones (1). De acuerdo con es- tos mismos datos, adopla para la constante «un valor menor que el de Laplace, y que difiere mas de las determinaciones fisicas; suponiéndola en segundos sexagesimales igual á 57,538 en las circunstancias meteorológicas que ha elegido como fun— damentales. La de Laplace en iguales circunstancias sería 57,940. La diferencia absoluta de ambas valuaciones, 0,4, es muy pequeña, pero su influjo aumenta considerablemente en las refracciones próximas al horizonte. Partiendo de estos datos, el cálculo algebráico se termina con las fórmulas de la Mecánico celeste, que son aplicables analílicamente á pesar de la presencia del coeficiente 4; de donde Bessel deduce los va- lores numéricos de las refracciones en el estado normal del aire en el punto de observacion. Luego los refiere á cualquier otro estado de ese mismo aire, variando analilicamente la tem- peratura y la presion inferior en todos los términos de su es- presion algebraica que contienen dichos dos elementos, y calcula las reducciones que deben resultar de esto, cuyo medio es el único que: hay correcio para obtenerlos. Ivory y otros (1) Fund., Pref. pág. 40. Al esponer Bessel su hipótesis matemáti- ca, dice en la pág. 27 que el producto a s representa la altura de la capa de aire, cuyo enunciado, de uso frecuente, es solo aproximado, y aplicable únicamente á alturas limitadas. En efecto, si se supone que a s es rigo- . , , sE >] . . , , rosamente igual á r—a, s sería — -— . Entonces en la aplicacion á atmós- a feras indefinidas, las integrales relativas á la variable s deberian tomarse desde s=0 hasta s=:0 . Las que Bessel saca de Laplace para casos igua- les, están tomadas desde s=0 hasta s=1, porque aqui se hace s igual 1 0 ; > Esta debe ser tambien una espresion exacta de la variable s en las fórmulas de Bessel; lo cual se comprueba por la forma en que la in- troduce, pág. 28, en la espresion completa de la densidad, dada por la condicion de equilibrio. 326 han seguido el mismo método sin citarlo; y una frase de las Tabule Regiomontanee que alude á este olvido, prueba que no era indiferente (1) á Bessel. La relacion hipotética (2) se ha de suponer, como en la que sustituye, ceñida á la condicion de esfericidad de las capas aé- reas, é igualmente á las ecuaciones de equilibrio y dilatabili- dad de los gases. Tengo manifestado que la esfericidad es siem- pre admisible para cada trayectoria luminosa, á título de construccion auxiliar. La condicion de equilibrio es necesaria, no solo por la analogía de las formas, sino tambien porque faltando no podria admitirse que existiera una relacion fija en- tre las densidades y las alturas. Además, la constante / no tie- ne aplicacion fisica si no se admite que la presion p, representa el peso total de las capas superiores en el punto de observa- cion; y el modo de variacion que se atribuye á esa misma constante en funcion de la temperatura f, supone igualmente la condicion de dilatabilidad. Podemos pues con fundamento aplicar estas dos condiciones á la ecuacion (2) de Bessel, para deducir los caracteres constitutivos de la atmósfera en cual- quier punto donde exista. La condicion de equilibrio establece entre la presion Pa ó zx y la distancia r la relacion siguiente : a? lda== 5 ydr ; y poniendo por r su espresion en s, resulta; ldx=—ayds. La ecuacion hipotética (2) da: dy=-— y ayds; luego ide=dy, (1) Tabule Regiomontane, Introduccion, pág. LX. 327 é integrando : 12H C=Y ; c es una constante arbitraria, que ha de determinarse de mo- do que subsista la igualdad en el punto de observacion, don- de x é y son ambas iguales a 4-1. Esta condicion da c=1—+; de donde resulta luego por regla general : (3) 24 1—i—Y. Si se construye geométricamente esta ecuacion, tomando las . , S A p, presiones Ó x para abscisas, y las densidades —ó y para , 1 ordenadas, representa una línea recta, inclinada al eje de las presiones un ángulo / tal que tang. I=:. Segun la ascension de Gray-Lussac y las medidas baromé- tricas de MM. de Humboldt y Boussingault, esa relacion rectilinea es en efecto la que se advierte existente en la atmósfera real cuando se sube mas arriba de las capas de aire agitadas habitualmente por los accidentes meteo- rológicos; y hasta el valor del ángulo / que se deduce de estas observaciones difiere muy poco del que asigna la hipótesis de Bessel á los valores correspondientes de la cons- tante /, como lo probaré con números muy en breve. En el limite superior de la atmósfera, donde debe ser nula la presion x, la ecuacion (3) señala a la densidad un valor final u, que es u=1—:1 5 A l en la hipótesis de Bessel, 2 es A : resultando por tanto ¡=0,0349493 A+). 328 Siendo tan pequeño el coeficiente e, y muy corta la esten- sion en que oscilan naturalmente las temperaturas 1, resulta que la densidad final ha de ser siempre en las aplicaciones una pequeña fraccion de la unidad; es decir, que nunca será mas que una parle insignificante de la densidad inferior p,, tomada por unidad de las demás. El caso de una densidad final, que subsiste aun llegan- do á ser nula la presion, está conforme con las consideracio- nes fisicas. Pero la fórmula de Bessel la hace variar con la temperatura í, , cuya influencia no puede eslenderse lanto; in- conveniente que será comun á toda hipólesis en que se quie ran ligar las presiones con las densidades por una misma ley de dependencia contínua, estensiva á toda la almósfera: por que su estado varía probablemente solo en las capas inferio- res, y ha de permanecer constante, ó casi constante, a cierta altura. Puesto que la condicion de equilibrio exije que la densi- dad final u sea igual á 1—4, todos los sistemas de atmósferas que resultan de la hipótesis matemática de Bessel, tomada en su generalidad algebraica, se hallarán definidos completa mente por las dos ecuaciones siguientes: (2) 4 y=e 1=0T* a (3) y=(l—u)x+u; en las cuales se tiene : ba l > pe e e Z — ” J y — r —- a+ , llamando z á la altura de la capa atmosférica cuya distancia al centro es r y la densidad y. l Cuando la espresion convencional ó7 haya dado la den- sidad final u, la ecuacion (2) dará inmediatamente á conocer el valor de la densidad y correspondiente al valor asignado á la variable s, y reciprocamente; porque tomando los loga- ritmos tabulares de los dos miembros, se obtiene: 329 1 a ty == log. e; el valor del log. e es 0,4342843..... Lo designo por M, cuyo logaritmo tabular será 1,6377843. Dada s, se oblendra in- a dro : mediatamente — . Si por el contrario se conoce y, se despe - y : jará s. Para conocer la altura z de la capa de aire que le cor- responde, no hay mas que poner por s la espresion equiva- ” lente yy¿: y baciendo para abreviar: se obtendrá (5) :=H+ si se toma y como igual á la densidad final w, z será la altu- ra de la atmosfera á que corresponde dicha densidad. Desig= naréla generalmente por Z. Calculándola con los datos numéricos que adopta Bessel para valores de la lemperatura inferior £, gradualmente cre- cientes, y por consecuencia tambien de la constante /, se ob- serva que va siendo cada vez mayor. Sin embargo, aun de- jando a la espresion de donde procede toda su generalidad de variacion analitica, la altura Z nunca puede ser infinita, pues para que esto sucediese seria preciso que el producto que he designado por /f, pudiera ser igual á a. Mas segun las con- diciones asignadas por Bessel, siempre será inferior á la cons- tante y, que es menor que a. Efectivamente, en su hipótesis la densidad final u liene : l / por espresion general ne Poniendo pues en 4 por [su valor J 330 gu, € y por u, para significar que buscamos el valor de z, tendremos : y u 1 . — log.—. log. e (1—u) 9 La densidad final u es siempre menor que 1, que representa la densidad de la capa inferior. Representémosla generalmente por 1—w, designando « una fraccion positiva cualquiera, y resultará: pl q log.(1—a). log.e og ) El factor logarítmico puede desarrollarse en una série siem- pre converjente, porque « es menor que 1. Haciéndolo así, y concluyendo las operaciones indicadas, se halla definitiva- mente : y LS ML O n=» SA ná) > lo cual prueba que /f no puede nunca esceder ni aun igualar á la constante y, que Bessel ha hecho convencionalmente me- nor que 4. Si dicha constante y, y por consecuencia la densidad final u, fuera enteramente arbitraria, conservando á 1 la libertad natural de sus variaciones, se podria hacer Z infinita, ponien- do la condicion : l (1—u)log. e log. (5)=. que da PP Y : quedando solo por deducir en esta igualdad el valor de u. Me limito á mencionarla ahora, porque mas adelante se volverá á ver su esplicacion. Sentado esto, busco la manera de distribuirse las tem- peraturas. Se conoce por la ecuacion de dilatabilidad , que en las atmósferas sin vapores acuosos, como las que Consi- deramos aquí, es: AL a 331 y combinándola con la relacion asignada entre x é y, la cual es: (3) y=(1l—0Wzx+u, resulta: 1 1+é (5) t=1,— is (7 —1) la P siendo siempre y una fraccion de la unidad, escepto en la ca- pa inferior; y siendo tambien siempre menor que 1 la densi- dad final u, sera £ constantemente menor que £,. Es decir, que la temperatura irá decreciendo de abajo arriba. Para un mis- mo valor de y, la disminucion absoluta f,—t será tanto ma- yor cuanto mas sensible sea la densidad final w, lo cual supo- ne, en la hipótesis particular de Bessel, la atmósfera mas al- ta. Sin embargo, en el límite de todas esas atmósferas, en que y llega á ser igual á la densidad final u, desaparece u del se- gundo miembro de la fórmula, lo mismo que f,, y sean los que quieran los valores de dichos dos elementos, da siempre o z € pero esto no es mas que un resultado especulativo al cual nos conduce la hipótesis. Si llamamos 4r el número de metros que es preciso ele- varse sobre la capa aérea cuyo radio es r, para que la tem- peralura disminuya 1 grado centesimal, la espresion general de 4r en una atmósfera libre de vapor acuoso, es: dae a <= r dy 37 == a E Y ——x dy Particularizándola para la relacion asignada entre x é y por la ecuacion (3), resulta : jaa! loe r 332 En las atmósferas de Bessel es generalmente Ll (144). Y goal ls deduciendose por consecuencia, (7) ro Ly Fit, E E 3 —é y, al nivel de la capa inferior, son, tanto una como otra, a iguales á +1. La disminucion inicial de la temperatura es e BALA A A res numéricos; resultando asi mucho mas lenta que lo que se nola en la almósfera real. Cuando la ascension de Gay- Lussac, por ejemplo, siendo ,=-+30,75, se obtuvo (47), igual ; 854”,16 1092 1 S= == a ú 1.38 por tanto , Atribuyendo a y y € sus valo- . Para obtener el mismo resultado con la hipótesis de Bessel, seria necesario disminuir en la misma proporcion la constante y. Pero entonces ya no salisfaria á las refracciones, resultando una densidad final u igual a 0,153 de la de la capa inferior, lo cual es igualmente inadmisible. 2 El producto e y, que forma la parte variable de 97 en la formula (7), se compone de dos factores, que teniendo en un principio el mismo valor 1 en la capa inferior, se separan en sentido opuesto en todo el resto de su progreso. El prime- 2 ro 5 Crece al principio lenta pero indefinidamente á medida que aumenta ”, mientras que en idénticas circunstancias va siempre aminorando la densidad y hasta su límite final u. Re- 233 sulta de esta oposicion, que partiendo de la capa inferior, la disminucion que procede del factor y, predomina al principio; de suerte que disminuyen los valores 1”, y el descenso de la temperatura va acelerándose, lo cual se observa tambien en la atmósfera real. Si se pudiera atribuir a la atmósfera una es- 2 AR : y r tension ilimitada, resultaría que el aumento progresivo de — Po predominaba á la disminucion de y; luego en todo lo demas de la almósfera iria debilitandose la disminucion de la tempe- ratura. Segun la espresion general de y en r que nos da la ecuacion (2), este paso se verificaria analiticamente cuando se obtuviese r=(1-u)p5 y como la constante / no puede jamas subir en las aplica- ciones á 10.000 metros, ó = próximamente del radio a, el valor de r pasará siempre de 300 a, escediendo enormemen- te á las alturas de todas las almósferas que pueden deducirse de la hipótesis de Bessel para los valores fisicamente reali- zables de £,. Luego la disminucion local de la temperatura irá siempre acelerándose desde su base hasta su vértice. Para que pueda comprenderse á un golpe de vista toda la interpretacion fisica de la hipótesis de Bessel, reuno en el si- guiente estado los caracteres principales de las atmósferas que se obtienen para los tres valores de f,, 0%, 4-9,3056, 3-30*,75. El segundo es el que ha tomado como lemperalura normal, y el tercero el obtenido en la ascension de Gay-Lus- sac. 334 O A GAY-LUSSAC. 40 [4=-49,5036| 1 —=4-30",75 =-+50%,75 O A Disminucion inicial de la temperatu- Ta... . (31) | S$34",16| 825,35] 765”,84| 195”,81 Observada, Disminacion — local cuando y=0,5. (5r)] 430,79] 416,36| 386,531 155.94 Observada. Disminucion absolu- la para : y=0,5.1—t! —9%,66| —10%, 54! —12%,06! —379,75 Observada. Densidad final, e Y Inclinacion de la recla con el eje de presiones. . //43%58'52""|43056'43"|433/421/42053'29" Observada, Altura de la atmós- E ec ASA OE UI IR NS A A A A A Al Por el estado que precede se nota, que las atmósferas que resullan de la hipótesis de Bessel concuerdan con la almósfe- ra real en muchas de sus propiedades, y se semejan en mu- chos mas puntos que las que se deducen de las hipótesis de Laplace y de Ivory; pero esas analogías fallan en los núme- ros. Pudieran hacerse casi idénticas, disminuyendo la cons tante y; mas entonces no reproduciria ya las refracciones la fór- mula hipotética, que era el objeto de Bessel. La analogía mas notable de todas consiste en que en la atmósfera real, cuando se llega á la altura donde la densidad y se reduce casi a 0,5, el lugar ulterior de las densidades y presiones, á la mayor dis- tancia que se ha podido observar con esperiencias aerosláticas 0 barométricas, se vuelve rectilíneo como el de Bessel, dife- renciándose poco los valores del ángulo /. Asi aparece del siguiente estado en que he reunido dichos valores, tales como los he puesto en las Adiciones al Conocimiento de los tiempos 335 de 1841, y en el tomo XVII de las Memorias de la Academia de Ciencias. VALORES DE /. aerostática.........1425398,67) tacionesmas elevadas sin Gay-Lussac, ascension Comprende sus 16 es- variaciones apreciables. Humboldt, Chimborazo. (Medida barométrica).39.51.17,33 Boussingault, Chimbo- razo. (Medida baromé- O CESA | Y Ea Ed! El mismo, Antisana. (Me- j a dida as 5 PO ets tc Estas inclinaciones se aplican al total de las estaciones mas eleva- El mismo, Antisana, otra qe Aia EII serie. (Medida baro- Ñ SÓN A O Bessel no ha hecho mencion de estas correspondencias fi- sicas, y es de creer que no las buscó. En efecto, si hubiese advertido, segun la espresion que da al coeficiente ¿ de su hi- pótesis matemática, que todas las atmósferas que pueden re- sultar en las aplicaciones tienen alturas tan pequeñas, que los valores mayores de la variable s solo llegan á 0,006, y que ademas conservan siempre una densidad final bastante mar- cada, no hubiera creido que podian aplicarseles, sin aclara- cion, las integrales de Laplace, que convienen á aquellas at- mósferas de estension infinita, cuyas densidades finales son es- cesivamenle pequeñas, y cuyos valores de esa misma varia- ble s aumentan desde 0 hasta 4-1. Sin embargo, esto es lo que ha hecho Bessel, y tales son los limites que fija á sus mismas integraciones. Para demostrar claramente la irregularidad de esta tras- posicion, me es preciso recordar la condicion delerminaliva del sistema de atmósferas para el cual estableció Laplace los 336 cálculos de que Bessel se vale. Consiste esta en que la lempe- ratura £ ha de ser constante á toda allura. Cuando se despre- cia la intervencion del vapor acuoso, como hacen Laplace y Bessel, la ecuacion general de dilatabilidad es 1+:+l e y 14H Y luego si se pide que £ sea siempre igual á f,, será necesario hacer en general (1) y=1. Esta es en efecto la relacion que admite Laplace; y si se hace convencionalmenle > A a deduce, segun he dicho ya, como condicion de equilibrio, na (2) y=e 1%, donde ll, (1-41). Matemáticamente hablando, las ecuaciones (1) y (2) son incompatibles. Con efecto, la primera supone que en el límite estremo de la almósfera, donde es nula la presion z, llega á ser tambien nula la densidad y; pero segun la ecuacion (2), no puede suceder esto con y como s no sea infinita, lo cual no lo permite la naturaleza de esla variable, puesto que el valor menor suyo es 0, como sucede en la capa inferior de aire, en que r=a, y la mayor es +1, lo que se verifica cuando r es in- a finita, en cuyo caso el valor deyese /. De aqui se deduce que una atmósfera gaseosa no puede sostenerse en equilibrio bajo la influencia de una gravedad recíproca eon el cuadrado de la 337 distancia r, si se supone la temperatura rigorosamente cons- tante. Renunciando pues á esta condicion de igualdad absoluta, que haria x igual á y, propongámonos establecer una atmós- fera en equilibrio, en que la relacion algebráica entre las y y las x se limite tan solo á ser lineal, como sucedia en la ecua- cion (1). La forma mas general que podrá atribuirse á esa re- lacion será y=it +0, siendo 2 y b dos constantes indeterminadas. Para que la igual- dad espresada de este modo se realice en la capa inferior, en que x é y son ambas iguales á +1, sería preciso que fuera b=1—1, lo cual produciría en definitiva (3) y=12 +14. El coeficiente ¿ permanece indeterminado; pero sea el que quiera, resulla que en el límite superior de la atmósfera en que x ha de ser nula, la densidad y conservará un valor final 1—4. Establecida asi dicha relacion con toda la generalidad que admite, apliquémosle la ecuacion de equilibrio ldr=—ayds; y resultará dy _ e os y y ecuación cuya integral es (2) y=e 0”. No hay constante arbitraria alguna que agregar, porque se cumple la condicion de que y sea +1 cuando s es 0. Representando la densidad final 1—+ por u, se convierten . las ecuaciones (2) y (3) en estas otras TOMO Y. 22 338 —(1 al, e (2) y=e 12), (8) y=(1—4)2+u; que son las mismas dos que hemos deducido de la hipótesis matemática de Bessel, con la diferencia de que dejamos inde- terminado el coeficiente 2. Tendrán por lo tanto las mismas consecuencias generales. Si se quiere que sea S el valor de s en el límite estremo de la atmósfera en que y es u, la ecuacion (2) dará para esle caso As ue lo cual establece una condicion de mútua dependencia entre u y $. Laplace supone S=1; lo que da á su atmósfera hipotéti- ca una estension infinita. Entonces el valor de u lo determina- rá la ecuacion (4 05 > u==e que es en efecto el mismo que hemos visto anteriormente que debia suponer infinita la altura Z de la atmósfera. Facil es conocer que el valor u que satisfaga á dicha igualdad ha de ser sumamente pequeño; porque el número e es 2,1281823...; y en todas las aplicaciones habituales, la re- lacion + escederá de 700, puesto que el valor de / no llega- rá á ser lan grande para disminuirla hasta tal punto, como no se eleve la temperatura inferior £, a 438,372 de la division cenlesimal, adoptando el coeficiente de dilatacion 0,00375, co- mo lo hacen Laplace y Bessel. Pero en este caso estremo, €. , 1 sería menor que qx; 339 Para utilizar dicha circunstancia pongo la ecuacion pre- cedente bajo la forma a a e ha == Lea; a y como el producto qe habra de ser una fraccion muy pe- queña, desarrollo en serie el factor que lo contiene, ordenada segun sus potencias ascendentes; lo cual da Ll 1 22 1 3.3 u—e ¿ |: +juta(5) Y) +3 > (op) 0) —oto, | de donde sale Limitándose al primer término del segundo miembro, que es independiente de z, se obtiene Es evidente que el error de esta aproximacion no princi- y . 34 pia hasla los términos del orden e— E Esto basta para pro- bar que en la aplicacion de la hipótesis matemática definida por la ecuacion (2), dejando en ella cualquier coeficiente 2, en vez de particularizarlo como lo hace Bessel, las atmósfe- ras de toda dimension que pueden deducirse, conservan siem- pre una densidad final w 6 1—i, que nunca llega á ser mula, ni aun siendo infinita su altura. 340 En todas esas atmósferas dará la ecuacion de dilatabilidad, segun se ha visto anteriormente: $ . (E) Et (3) oi iczd y 1)( TS solo que es mucho mas lata la libertad de sus variaciones, porque ya no depende de /, la densidad final, como sucede en la hipótesis de Bessel. Asi pues, en el caso estremo de que ha- blabamos hace muy poco, la escesiva pequeñez de la densidad final u hará que í aparezca casi constante é igual á £, en to- das aquellas alturas en que la densidad y pueda lener alguna influencia apreciable en las refracciones. Sin embargo, t no será constante en rigor, porque en el limite de la atmósfera en que y es igual á u, la fórmula da tí=——. € Tomemos una atmósfera de esas, á cualquiera altura, cor- respondiente á cierto valor S de la variable s; y supongamos que en dicho límite conserva cierta densidad final w. Para apreciar la refraccion total que ha de haber en cada distancia zenital aparente €, será necesario efectuar primero la inle- gracion general desde s=0 hasta s=5, lo cual dara la por- cion Rp, de esa refracción, que es independiente de la capa final. Al llegar alli se calculará el ángulo v* que la tangente á esta úllima porcion curva de la trayectoria luminosa, forma con el correspondiente rayo central r, cuyo ángulo se obten- drá generalmente por la fórmula: asen.!, só ] Me, SA by 0 dal 14 => To ema o moran MMApile sen. V= ds ! : x 17) Podrá deducirse directamente si la razon > es una frac— cion muy pequeña de la unidad; pero convendria apreciarla por su colangente si dicha razon se diferencia poco de la uni- 341 dad, como sucede en todas las atmósferas de corla esten- sion (1). v' es el ángulo de refraccion interior, cuya direccion ha seguido el elemento luminoso cuando ha atravesado, al salir del vacio, la capa final sin grueso, cuya densidad es u. Por consiguiente, si se llama o la desviacion que ha esperimentado en dicho paso, su angulo de incidencia esterior, contado desde la misma normal, ha debido ser v'-+-». La desviacion se veri- fica segun la ley de Descartes con una razon de refraccion, que es Y1-+PAlpu. Debe pues resultar sen. (v'-w)=sen.v Y 1-+ klipu de donde se deduce: 4kou tang.o' sen.o—2sen."hotang. An e ro A 14144 Si solo se toman en cuenta los lérminos que contienen la primer potencia del producto hp,w, lo cual será siempre posi- ble atendida la pequeñez fisicamente necesaria de la densidad final w, la igualdad anterior dará simplemente: "—=2R"ko, utang, v', designando Ri” el radio del circulo reducido á segundos, que en la division sexagesimal tiene por logaritmo tabular 5,3144251. El valor integro de la refraccion producida por la atmósfera que se considere, será por tanto: Ry qa". Apliquemos primero estas reglas de cálculo á una almós- tera de estension infinita, que es el caso tratado por Laplace. Para formar £g, habrá que estender las integraciones des- (1) Véanse las 4diciones al conocimiento de los tiempos, de 1839, pá- gina 77 y siguientes. 342 de s=0 hasta s=1, segun él mismo hace tambien. En este último límite, siendo infinito el radio central r, el ángulo e” se vuelve nulo, y siendo la última tangente de la trayectoria luminosa perpendicular á la capa final, no puede producirse en ella refraccion alguna. Asi pues, tanto por esta circunstan— cia como por la escesiva pequeñez de la densidad final w, es nulo, y la refracción total se reduce á 49. El cálculo de La- place es por consecuencia correcto. Pero conforme á los mismos principios, el que Bessel apli- ca á sus atmósferas de estension limitada, debia falsear al pa- recer analíticamente en dos puntos. Primero, porque en lugar de verificar las integraciones correspondientes desde s=0 hasta el valor minimo $, que existe en su límite superior, y que apenas llega á 0,006, las esliende, como Laplace, has- ta s—1; es decir, á unos valores infinitos del radio central r; de modo que continuando asi, las aplica á alturas en que la presion sería algebráicamente negativa en sus atmósferas, lo cual repugna á toda interpretacion fisica. Segundo, porque no hace caso de la parte de refracción que se efectúa en su capa terminal, y es imposible despreciarla; no solo porque su den- sidad u es siempre muy perceptible, sino tambien porque di- ferenciándose poco de la unidad en el limite de dichas almós- ; a si : leras la razon e la última tangente de las trayectorias lu- minosas próximas al horizonte llega á esta capa con inciden- cias interiores muy considerables, lo cual aumenta la magni- tud del desvío que sufre alli el elemento luminoso. Si se su- pone, por ejemplo, que es 0% la temperatura en la capa in- ferior de aire, y la presion 0”,76, el valor final del ángulo v' en la trayectoria horizontal que va á parar al observador es 84%50'41”; y como la densidad final u es entonces 0,035 el valor que resulta de «es 237,5, cantidad bastante notable para que pueda despreciarse. Aunque las demostraciones precedentes no pueden á mi parecer rebalirse, es con razon tanta la autoridad cientifica de Bessel, y tal la generalidad con que los astrónomos acep- tan como ley su tabla de refraccion, que he creido indispen- sable comprobar los resultados por medio de operaciones nu- 343 méricas directas y rigorosas antes de aventurarme á decir, ni aun á creer, que pudieran ser inexactos. Para ello me he valido del celo y estremada bondad de mi amigo Mr. Caillet, examinador de la marina, rogándole que aplique el método general de las interpolaciones parabó- licas á las atmósferas limitadas de Bessel, cuya exactitud se halla al parecer bastante demostrada por el uso que he hecho de él anteriormente para calcular las refracciones en las hi- pólesis analíticas de Newton y de Ivory, como pudiera em- plearse con igual seguridad y concordancia numérica en cual- quier otra hipótesis (1). Procediendo ahora, segun acabo de es- plicar, se hacen primero”las interpolaciones desde la capa in- ferior de dichas atmósferas hasta su vértice, y asi se obtiene la parte principal de la refraccion que he llamado Ro. Luego se aprecia la porcion ulterior «'” de esa misma refraccion que se verifica en su capa final, cuya densidad se marca en la hipó- tesis misma. La suma £%, 4" representa la refraccion total que ha de producirse á la distancia aparente-4,, para la cual se ha hecho el cálculo. Mr. Caillet ha buscado primeramente por dicho método, el valor de la refraccion horizontal en la atmósfera formada por las circunstancias meteorológicas que adopta Bessel como nor= mal, y cuyos caracteres determinantes dejo espuestos arriba. Los resultados han sido los siguientes: Parte principal de la refraccion horizontal. Ry 35'44",699 Parte complementaria verificada en la capa mirta igda. E w” 022”,700 Refraccion total que resulla............. . R¿+o 36"7",399 La misma, por la tabla de Bessel......... 36'6,86 Esceso de las interpolaciones respecto á la A ici (eje AE CR AA + 00,54 (1) 4daditions ú la Connaissance des temps, de 1839, págs. 81 y 107. 344 Mr. Caillet ha verificado el mismo cálculo con la atmós- fera de Bessel, correspondiente á las condiciones meteoroló- gicas f=—0",6944 y p:=0",76. Aunque Bessel ha fundado sus reducciones analíticas de presion y de temperatura en con sideraciones analíticas perfectamente exactas, tal vez le haya obligado la complicacion de las fórmulas á tener alguna tole- rancia aproximativa en su aplicacion. Además hay un peque- ño error en el uso del coeficiente de dilatacion del aire, to- mado á contar desde 10 grados, suponiendo que principia en 0 grados (*). Pero prescindiendo de ello, el resultado de El se- gunda prueba es el siguiente: Parte principal de la refraccion horizontal. R, 38'40",307 Parte complementaria verificada en la capa finalistas cis O IS TS 0'23",481 Refraccion total que resulta.....,...... Ry+o" 39 37,788 La misma, por la tabla de Bessel....... 39'10",2 Esceso de las interpolaciones respecto á las:de laitablagaboro sbanalcisiuod —0 6,4 o Esta diferencia, debida á las reducciones, es insignificante en un resultado de tal naturaleza. La primera, de sentido con- trario, era casi nula. Una consecuencia muy particular se deduce de dichas 3 (*) Bessel adoptaba el coeficiente de Gay-Lussac, 0,00375 ETT que supone la temperatura contada desde 0 grados. Atribuirle dicho va- lor cuando se cuenta desde 10 grados, es hacerlo en su principio igual á = ó 0,003896; cuya falta se halla correjida en las Zabule Regio- montaner, con la notable particularidad que en su introduccion, pág. 60, dice Bessel que ciertas observaciones de estrellas circumpolares muy ba- jas le habian hecho tomar como coeficiente de dilatacion 0,0036438 par= tiendo de 0 grados; lo cual es casi idénticamente su verdadero valor des- cubierto siete años mas tarde por Rudberg. 345 pruebas. La hipótesis de Bessel, interpretada regularmente, da unas atmósferas cuya altura sobre la superficie terrestre, apenas llega á 0,006 de su radio en las aplicaciones que pue- dan hacerse de ella; y todas tienen densidades finales cuyo efecto refringente es bastante perceptible. Bessel calcula las refracciones por las fórmulas de Laplace, como si esas almós- feras, que no tienen densidad final, ni están tampoco sujetas a las condiciones de equilibrio, se estendieran desde la superfi- cie de la tierra hasta una altura infinita; y los resultados que obtiene están numéricamente conformes con los que suminis- tra el calculo directo aplicado á esas mismas atmósferas, con- sideradas en sus circunstancias reales de limitacion y de den- sidad final propia. Esto es una paradoja de fisica matemática. Laplace, despues de Kramp, estableció el calculo general de la refraccion en una atmósfera esférica en equilibrio y de temperatura uniforme. Principia probando que entonces la densidad á cualquier altura r—a, tiene por espresion: siendo s una variable sujeta a la relacion a —=1—=s; de modo que siendo al principio 0 en la capa inferior en que r es =4, puede crecer hasta +1 si la almóosfera es de esten- sion ilimitada, que es el caso estremo que permite la hipótesis, y al cual se aplican especialmente las espresiones integrales de las refracciones obtenidas por Kramp y Laplace. Bessel no define la constitucion estática de la atmósfera que trala de examinar, limitándose á hacer hipotélicamente en ella: siendo 2 un coeficiente positivo, inferior a +1 con corta di- 346 l ferencia, que supone generalmente igual á 1——; espresion Y en que y designa una constante muy grande comparalivamen- le á l. Esta nueva forma de y se halla tomada de Kramp, á quien no se acuerda Bessel de atribuirla (*). Se diferencia solo de - a la de Laplace en que el coeficiente q * ha convertido en sr Autorizandose con tal analogía, admile Bessel sin mas es- plicacion, que la espresion analitica de la refraccion á cual- quier distancia del cenit, dada por Kramp y Laplace para la fórmula (1), ha de aplicarse igualmente á la (2), sustituyendo a 14 iy la razon y Por 77 en todos los lérminos que la componen (**). La tabla de refracciones de los Fundamenta, reproducida en las Tabule Regiomontane, está calculada numéricamente bajo fórmula tan estensa. Sin embargo, esa estension inmediata no sería legítima analiticamente. Las atmósferas que se deducen de la for- ma (1), aunque llenando la condicion de equilibrio, pueden lener una estension cualquiera, hasta ilimitada. Las fórmulas de Kramp y Laplace se han fundado para este caso estremo; y por consecuencia, las integrales relalivas a la variable s se han tomado desde s=0 hasta s=-+-1. Pero las atmósferas que (*) Kramp, 4nalyse des refractions astronomiques et terrestres, pá= ginas 24 y 121. En la relacion de Kramp se designa con la letra h la constante / de Laplace y Bessel, y el radio central por y. Si las aplica- ciones son á pequeñas alturas, desprecia la diminucion de la gravedad; pero cuando la toma en consideracion, sustituye, como nosotros, la altura , y—a E ER y—a ó r—a con a (5) en el esponente de la base logarítmica +. Y (Véase la pág. 35 de su obra.) ('*) Fundamenta, pág. 28. 347 se deducen de la forma (2), sujeta igualmente a la condicion de equilibrio, tienen todas estensiones limitadas, de modo que los valores mayores de s nunca llegan á 0,006 en las aplica- ciones que se pueden hacer. Las integrales relativas á la va- riable s deben verificarse en ella desde 0 hasta el límite re- ducido de s correspondiente á cada una, y no entre los limi- tes infinitamente mas estensos 0 y +1. Con todo, un cálculo directo nos ha permitido conocer que las refracciones que Bes- sel ha deducido de las integrales prolongadas de dicho modo, no ofrecen errores numéricos apreciables. Esta es la paradoja que se necesita resolver. Para ello es necesario recordar aquí una hipótesis fisica muy sencilla é ingeniosa, que Bessel copia testualmente de Kramp sin cilarlo, presentándola por olvido como suya ('). Kramp la habia anunciado, y traducido tambien al lenguaje analilico, en su notable obra de las refracciones atmosféricas, donde se ha considerado por primera vez en su totalidad la teoría de estos fenómenos; cuya obra se publicó en 1798, sie— te años antes que saliera el trabajo de Laplace, treinta y dos primero que el de Bessel sobre el mismo asunto; y contiene todas las integrales que se han aplicado desde entonces. Kramp llama elasticidad especifica de un gas á la razon que hay entre la presion que sufre y la densidad precisa para que su misma elasticidad lo haga capaz de sostenerla. To- mando pues por unidad de presion y por unidad de densidad los valores simultáneos de los dos elementos en la capa inferior de una atmósfera en estado de equilibrio, se espresará gene- ralmente dicha relacion, á cualquier altura, por bx segun la (*) Compárese á Bessel, Fundamenta, pág. 27, con Kramp, pági- nas 23 y 24. El principio y su enunciado algebráico son idénticos. Solo hay diferencia en el valor atribuido á la constante y. Kramp ha conocido bien que debia ser mucho mayor que la constante /, pero no teniendo para determinarla mas que datos muy vagos, la hace mucho menor que Bessel, calculándola de 27000 á 30000 toesas, en lugar de 116866, que es el número de los Fundamenta. 348 notacion que he adoptado. Algunas consideraciones fisicas in- clinan luego á Kramp á conceder que debe disminuir en pro- gresion geométrica por aumentos iguales de altura. Para tra- ducir analiticamente esta ley, tomemos una variable s, que dependa de las distancias al centro a y r, por la relacion al- gebráica : el producto a s representará con mucha aproximacion la al- tura de una capa cualquiera. Designando luego por gy una constante, que la haremos primero arbitraria, y tomando por razon de la progresion geométrica la base e de los logaril- z al e mos hiperbólicos elevada á la potencia mm lo cual simplifica- rá los cálculos, se tendrá generalmente en toda atmósfera en equilibrio, formada de este modo, 1] qias S Las espresadas atmósferas solo se diferenciaran entre si en el valor que se atribuya á la constante y, que representa aquí un cierto número de unidades lineales, de la misma nalura- leza que aquellas en que se espresa el radio a. La relacion [1] es precisamente en la que se funda Bes- sel, copiandola testualmente de Kramp, sin citarlo. No he he- cho mas que designar la constante con la misma letra y que empleaba, para hacer mas evidente la identidad. La relacion hipotética (1) combinada con la. ecuacion de dilatabilidad (9) Ml A] tod v con la ecuacion de equilibrio 13] lde=—ayds, 349 determina completamente la constitucion de la atmosfera re- sultante. Esta relacion diferenciada, da primero: a da=e £ (a y yb) , Y y la ecuacion (3], particularizada para esle valor de dx, se convierte en Bajo esta forma es inlegrable inmediatamente; y determinan- do la constante arbitraria por la condicion que y sea igual a +1 cuando s sea nula, se deduce Proa ( 1) 2,1 [4] y=e l +—s. Besssel pone esta espresion de la densidad como conse- cuencia de la relacion [1], lo cual demuestra que ha debido igualmente derivarla por la ecuacion de equilibrio, tomando la variable s en la misma acepcion que le hemos dado. Pero si se introduce y como funcion tan compleja de s, en la ecua- cion diferencial general de refraccion establecida por Laplace en el libro X de la Mecánica celeste, $. 6, no podrán efectuar- se las integraciones. Para facilitarlas, simplifica Bessel la es- presion de y, desarrollando, segun las potencias ascendentes de s, la esponencial que hay en ellas como esponenlte, y dete- niéndose en la primera de dichas potencias, obliene de da mi (1) y=0 a o haciendo 350 Bajo el punto de vista puramente analítico, sería incor a recta esta deduccion. El desarrollo de e £* no es legitimo, ó al menos no puede limitarse á sus dos primeros términos sino en el caso de ser una pequeña fraccion de la unidad el pro- a : ducto —s. Segun el valor que Bessel atribuye ulteriormente y : a 15) Al, : a la constante y, la razon sa es casi igual a 28; lo cual exi- giria por consecuencia que la variable s permaneciese siem- pre individualmente muy pequeña en las aplicaciones; cosa que dista mucho de verificarse, puesto que Bessel esliende sus variaciones hasta su límite estremo +1. Para justificarse de esto, alega que la espresion simplificada (1) puede admitirse a priori como hipotética, de un modo lan valedero como la relacion completa (4), que no lo es menos. Bajo este punto de vista no se le puede rebatir aquella; pero en ese caso, pa- ra reservarse el derecho de emplearla como elemento de in- tegrales tomadas desde s=0 hasta s=1, es necesario espresar terminantemente, como ha hecho Kramp, que se tiene siem- pre el propósito de calcular las refracciones en la atmósfera rigorosa, definida por la ecuacion [4], que admite una esten- sion ilimitada; y que la espresion simplificada (1) sirva solo como evaluacion aproximaliva de sus densidades en cualquier allura. Porque, suponiendo que no resulte muy exacta en la practica dicha valuacion, se obtendrán las refracciones que correspondan en la atmósfera definida por la ecuacion (4), á A a . Q ; sustituyendo la relacion q ent en las integrales esta- blecidas analiticamente para el caso de una atmósfera de tem- peralura uniforme; y solo quedará que ver si los valores nu- méricos de las refracciones obtenidas de este modo se hallan bastante conformes con la observacion, luego que se haya de- terminado convenientemente la constante y. Esto es lo que ha dicho Kramp en la pág. 121 de su obra, y Bessel no ha he- cho mas que seguir sus prescripciones, sin citarlas. Solo ha creido necesario justificar la sustitucion de la fórmula abre- viada (1) á la forma completa (4), en los elementos de las 351 integrales, manifestando que ambas espresiones asignan á la densidad valores que apenas se diferencian cuando se calculan para otros iguales á las alturas as, Véase la labla de esta com- paracion, á la cual he añadido dos términos intermedios que nos servirán mas adelante. Las alturas as se espresan en toe- sas de Paris. ee Al as _l. 5, sae Ns OBSERVACIONES, e je 0 1,00000 1,0000 625 0,8668 0.8671 1.250 0,7508 0,7519 2.500 0,5618 0,5653 3.039, 17 0,4953 0,5000 5.000 0,3116 0,3196 10.000 0,0921 0,1021 14.455, 83 0,028914 0,0361 Does Limite de la atmósfera 20.000 0,0068 0,0104 que se construyese con 40.000 0,000018 0,0001 el valor abreviado de y. Segun se ve, la espresion abreviada de Bessel da siempre densidades que difieren poco de la espresion completa, pero constantemente algo mayores. Su sustitucion en las fórmulas de integracion deberá por tanto producir refracciones algo mas subidas que las que resultarian de la hipótesis de Kramp, si se someliera á un cálculo rigoroso. Pero este sería un tra- bajo muy inútil, porque la disminucion de las lemperaturas en la almósfera de Kramp no está conforme en manera al- guna con la observacion. La ley de esa disminucion se determina inmediatamente por la ecuacion de dilatabilidad 1+< _ zz 1+<, má: UA o En efecto, siendo la relacion —, segun la hipótesis e $ Y =p se deduce : cri) (EE) Como el término esponencial es siempre menor que 1 para todos los valores de as, irá disminuyendo la temperatura 4 medida que aumente la altura. En esto se halla conforme la hipótesis con los fenómenos. La velocidad local de esa disminucion a diferentes alturas para un grado centesimal, es generalmente 1 ME==-—; di dr diferenciando la espresion anterior ¿—f,, da dí as a — a AAA (UA y E ys Al no) qu +) además tenemos dede di_ a de dr ds dr vr? ds” di METER de donde se deduce dr y luego, invirtiendo, yr UP ====== . 1+: En la capa inferior q 1, y t=1,; la disminucion inicial es por consecuencia E VE 854”,16 3 ==——Á—- E ——. Or), 140 14d, 353 Es pues la misma que en la atmósfera limitada de Bes- sel, y resulta igualmente bastante lenta. Pero en esta su ve- locidad ulterior iba siempre acelerándose, conforme á lo que se observa en la atmósfera verdadera, cuando se pasa de sus capas mas agiladas; en vez que en la atmósfera de Kramp, la espresion precedente de 3r prueba que su velocidad dismi- nuye continuamente á medida que aumenta la altura, lo cual es contrario á los hechos. Todas estas incompatibilidades apa- recen manifiestas en la siguiente tabla calculada para la tem- peratura normal de Bessel, £¿=9",3056. TaBta de la disminucion absoluía y local de las temperaturas á diversas alturas en la almósfera de Kramp. as y t—Í, dr 0” 1 0" 825=,35 5923,36 0,49530 —1,084 862,30 28310 0,02891 —32,319 1028,06 Resulta de la discusion precedente, que ni la hipótesis fí- sica de Kramp, ni la espresion abreviada de la densidad que Bessel ha deducido de ella, representan, ni aun aproximada- mente, la constitucion real de la atmósfera terrestre, aunque se quisiera considerar solo su estado medio. Las tablas de re- fraccion calculadas por estas hipótesis no pueden ser por con secuencia mas que empíricas, y Bessel no ha apreciado de otro modo la suya. Solamente se ha contentado con que diera va- lores, lo mas aproximados que fuera posible, de las refraccio- nes que se efectuan regularmente á cualquier distancia del cenit, en cada estado meteorológico de la capa inferior; pro- metiéndose únicamente indicaciones medias, pero siempre las mas probables, respecto de aquellas en que la proximidad in- mediata del horizonte imprime ciertas irregularidades acci- TOMO Y. 23 354 dentales que no son fáciles de prever. Falta solo examinar có- mo se ha podido lograr este objeto. Olvidemos la hipótesis de que ha partido Bessel; tomemos únicamente la fórmula analitica que ha derivado de ella, y que adopta como espresion general de las refracciones á cual quier distancia del cenit, en todo estado que se quiera de la capa inferior del aire. Esa fórmula contiene tres constantes l, «, y, que una vez designadas por números, determinan el valor abso- luto de la refraccion para cualquier distancia zenital aparen- te 8,. La constante y es enteramente arbitraria; pero las dos primeras l y a no están á merced de las hipótesis, y-entran hasta en la espresion diferencial de la refraccion como ele- mentos fisicos propios de la capa inferior de aire donde se reunen las trayectorias luminosas. La una / depende del peso específico de dicho aire, la otra « de la facultad refringente que ejercita en su estado de densidad actual; de modo que deben tomarse y aceptarse ambas, tales como las dan los esperimentos fisicos y las pruebas astronómicas, para esas condiciones es- peciales, sin que haya derecho de alterarlas. Bessel viola es- ta regla por exijirlo su hipótesis, pues habiendo querido re- producir todas las refracciones, desde el horizonte hasta el ce- nit, con la fórmula matemática que ha inventado, ha proce= dido no solo respecto á la constante y sino tambien á la cons- tante «, como si ambas fuesen enteramente arbitrarias. Aplí- cala con estos elementos indeterminados á un considerable nú- mero de estrellas circumpolares, asi altas como bajas, obser vadas en sus pasos superiores é inferiores; y luego deduce de aquí los valores que se les han de asignar para que todas las observaciones se hallen representadas en suma con el minimo de error posible. De este modo obtiene la constante a algo me- nor que la que se deduce de las esperiencias fisicas, y de las mismas observaciones de estrellas circumpolares, adecuadas especialmente para su determinacion. Esta diferencia, aunque pequeña, tiene una grave consecuencia, tanto en teoria como en practica; porque segun lo ha probado Laplace, la espresion completa y general de la refraccion, desde el cenit hasta los 80 grados próximamente de distancia cenital, se deduce direc tamente de la ecuacion diferencial, sin necesidad de estable- 355 cer hipótesis alguna acerca de la constitucion de la atmósfera. Para ello basla desarrollar dicha ecuacion en una serie que Pia es rápidamente convergente cuando la relacion sos eS una os. 1 pequeña fraccion de la unidad; en cuyo caso sus dos primeros términos dan la refraccion correspondiente á toda distancia ce- nital aparente 9,, sin error prácticamente apreciable, con tal que se atribuyan a las constantes l y « los valores exactos que les señalan las esperiencias fisicas y las observaciones astro nómicas. Toda esta parte tan estensa del fenómeno, que pue- de calcularse inmediatamente con seguridad, resulta valuada viciosamente cuando se quiere asociarla en una misma hipó- tesis con la parte mas baja y mas dificil de apreciar, que no puede comprender aproximadamente las dos sino á costa del rigor de que una sola es susceptible. Este es el defecto inhe- rente al procedimiento empirico, conforme al cual ha formado Bessel su tabla general de refracciones. Para conocer los er- rores que produce en los límites de distancia cenital en que se ha sacrificado la exactitud á la generalizacion, comparo es- tas indicaciones á las que arroja el desarrollo inmediato de la ecuacion diferencial obtenida por Laplace, atribuyendo á las constantes / y « sus verdaderos valores. Tal es el objeto de la tabla siguiente, calculada para la presion p,=0-,76, atribu- yendo á las temperaturas f, los valores sucesivos, —5*, 0%, 4-10" del termómetro centesimal. Las refracciones de Bessel se han tomado de las Tabule Regiomontane, en que están deducidas de la misma hipótesis, y presentadas como sus resultados de- finitivos (1). (1) Las refracciones dadas por la fórmula de Laplace están tomadas de la Tabla que publica el Connaissance des Temps, segun los cálculos hechos por Mr. Caillet para introducir en ella los verdaderos coeficientes del aire y del mercurio. Yo he calculado las refracciones de Bessel con- forme á la trasformacion muy cómoda que ha hecho Mr. Airy de su Ta- bla, en el apéndice al resúmen de las observaciones de Greenwich para 1836. DISTANCIAS cenitales aparentes. Laplace.| 61”,689| 106,620] 2277,159/339",154 —go Bessel. .| 61,467| 106,228| 226,220| 337,625 Bessel. —(,222] —0,392| —0,939| —1,529 Bessel. 60,296| 104,200| 221,830| 330,944 Bessel —0,205| —0,361| —0,880| —1,400 Laplace.| 58,251| 100,659| 214,282] 320,454 =-+100 Bessel. .! 58,079 100,358| 213,560| 318,320 E 60,501| 104,561| 222, 710| 332,344 Bessel. .| —0,172| —0,301| —0,742| —1,134 En toda esta amplitud de distancias cenitales, en que se pueden obtener directamente las refracciones sin incertidum- bre, las de Bessel aparecen relativamente muy pequeñas, por efecto del valor menor que ha obtenido con su'fórmula empí- rica para la constante =, cuando ha tratado de que compren- da la totalidad de los fenómenos desde el cenit hasta el hori- zonie. Ahora preguntamos: ¿en quién consiste el error? La fór- mula aproximativa de Laplace, dentro de los límites de apli- cacion que le señala, es teóricamente incontrovertible. De las dos constantes l y « que abraza, la primera l se obtiene por pesos comparalivos de aire y de mercurio, á los que no se pue— de hacer hoy objecion alguna. La segunda « la debió á Delam- bre, que la dedujo directamente de observaciones astronómi- cas. Su valor ha resultado idéntico al que obtuvimos Arago y yo por medio de esperimentos fisicos acerca de la polencia re- fringente del aire, que comprenden mas de 400 observaciones hechas en temperaturas y bajo presiones muy variadas; ob- servaciones en las que la refraccion medida efectivamente era 397 siempre cinco ó seis veces mayor que la constante « que se deducia. Las indicaciones de una fórmula fundada en princi- pios tan ciertos, y que solo contiene datos debidos directamen- te á la observacion ó la esperiencia, no pueden ser contrapesa— das, á mi parecer, por las que se deducen de una espresion hi- potética, cuyos datos determine el empirismo, asociando los fenómenos simples á los complejos, y los regulares á los irre- gulares. Podemos pues, salvo un exámen mas amplio, creer al menos como muy verosimil que en las comparaciones pre- cedentes, la inferioridad relativa de las refracciones de la Ta- bla de Bessel, ofrece á la vez la prueba y la medida de los errores que permile, en las distancias cenitales á que la he- mos aplicado. Dichos errores, si asi me atrevo a llamarlos, son numéri- camente muy pequeños, y no podia suceder de otro modo. Por- que a 80 grados del cenit, todas las atmósferas esféricas en equilibrio, compuestas del mismo gas que la nuestra, presen tan refracciones que no pueden diferir de las verdaderas en mas de 24”. Las diferencias que hallamos aquí no llegan con mucho á este límite. Mas á pesar de lo pequeñas que son, ten= drian una gran importancia si se produjesen en la parte del cie- lo en que son mas frecuentes las observaciones y menos alte— radas las refracciones por los accidentes atmosféricos. Perte- necen al orden de aquellas cantidades que los astrónomos se afanan por conocer y sujetar á determinaciones precisas; y ha- rian imposibles las determinaciones si se complicaran ó vi- ciasen con sus propias irregularidades. Si, como hay motivo de creer, son unos errores, es probable que la demasiada con- fianza con que se han usado las refracciones de Bessel, haya burlado las esperanzas fundadas legítimamente por observa= dores habiles en largos y penosos trabajos. De conformidad con la serie de estudios que acabo de ma- nifestar, la fórmula aproximativa de Laplace, aplicable hasta los 80 grados próximamente de distancia cenital, es hoy la única que en la referida amplitud limitada ofrece, para todos los estados meteorológicos de la capa inferior de aire, valores de la refraccion admisibles, como legítimamente deducidos de la teoría y justificados por la práctica. A mayores distancias 358 cenitales ya no basta el conocimiento de ese estado local pa- ra prever los efectos de las influencias lejanas que esperimen= tan las trayectorias luminosas antes de llegar al observador; y aun se halla muy ignorada la constitucion real de la atmós- fera, para que se puedan ligar dichos efectos lejanos con las variaciones esperimentadas en el lugar de observacion. En tal caso no debe esperarse mas que descubrir los valores medios, entre los cuales oscilan las refracciones. Valiéndose de la fór- mula de Laplace, cualquier observador puede, sin que inter vengan hipótesis, procurarse una tabla complementaria que se los dé á conocer con toda seguridad, é igualmente la am- plitud de las escursiones que se verifican alrededor de ellas en el punto en que esté situado; y si hay alguna relacion sen- cilla, que permita llevar las previsiones un poco mas allá de la fórmula con bastante: constancia para sacar partido de ella, la descubrirá infaliblemente aunque la teoria no haya demostrado aún su evidencia. Una condicion esencial para la fiel ejecucion de este pro- grama, es la de emplear solo estrellas cuyas distancias pola- res eslén determinadas por observaciones de distancias Ceni- tales que no pasen ó ni siquiera lleguen á 80 grados, á fin de escluir completamente de los resultados toda apreciacion hi- potética de la refraccion. Convenido esto, elijamos observado- res laboriosos y hábiles, y pongamoslos con buenos instrumen- tos en unas estaciones bastante aisladas y mas altas que los terrenos cercanos, para que la capa de aire situada al nivel suyo se libre de las perturbaciones inmediatas que producen disposiciones no tan favorables. Supongamos despues que, pre- parados de este modo, tralen de determinar las refracciones medias que se verifican en torno suyo en un acimut definido en el meridiano, por ejemplo, á distancias de su cenit com- prendidas entre 80 y 88 grados, si creen inútil pasar mas allá. Consideremos primero las estaciones que se hallan situa- das en nuestro hemisferio boreal y bajo latitudes compren- didas entre 30 y 40 grados. Los observadores colocados en ella no necesitarán mas auxilio que el suyo mismo, aunque solo se les dieran instrumentos portátiles. 359 Tomemos en efecto como ejemplo la latitud de 40 grados. En dicho límite la distancia del polo al cenit es 50 grados, hallándose por tanto comprendida en la fórmula de Laplace. La estrella que pasa por el meridiano, bajo el polo, a 88 gra- dos de distancia cenital, liene por consecuencia 38 gra- dos de distancia polar; y cuando vuelve á pasar por el mis- mo plano por encima del polo, se halla 12 grados al norte del cenit: pudiéndose por tanto observar este segundo paso con bastante exactitud aun con el círculo repetidor. El ob- servador de que tratamos podrá pues, con el auxilio de la fór— mula de Laplace y de sus mismas observaciones de estrellas circumpolares, sin necesidad de mas, determinar la verdade- ra distancia del polo á su cenit, comprobar la constante « de esta fórmula, y obtener los valores de las refracciones que hayan esperimentado las estrellas observadas en sus pasos in- feriores, desde 80 grados hasta 88 del cenit; rebajando de las distancias cenitales aparentes que tuviesen entonces, sus Ce- nitales verdaderas, deducidas de las distancias polares que haya medido en los pasos superiores. Este mismo estudio tan completo é independiente se podrá verificar con los mismos procedimientos en todas las latitudes mas meridionales, don- de las estrellas situadas alrededor del polo no se apartarán mucho del cenit en sus pasos inferiores para que sea apli- cable la fórmula de Laplace. Pero en este último caso, la dis- tancia verdadera del polo al cenit se hallaria por las distan- cias polares medidas en latitudes mas altas, y el resto del tra- bajo se terminaria directamente por medio de la observacion. Trasladémonos ahora á un paralelo mas boreal, por ejem— plo al de 50 grados de latitud, y asi se reduce la distancia del- polo al cenit á 40 grados. Entonces las estrellas que verifi- carán sus pasos inferiores entre 80 y 88 grados de distancia cenital, tendrán sus distancias polares comprendidas entre 40 y 48 grados. Sus pasos superiores se efectuarán por tanto, desde el mismo cenit, hasta $ grados al S. de dicho pun- to, y ya no se podrán observar con seguridad tan cerca de la vertical con el auxilio de circulos repetidores portátiles. Mas á falta de otro medio, podrán tomarse sus distancias polares determinadas en latitudes mayores ó menores, de las cenita- 360 les á las que sea aplicable la fórmula de Laplace, y asi se ob- tendrán lo mismo las refracciones que hayan sufrido en sus pasos inferiores. Si el observador tiene instrumentos con que observar tan cerca del cenit, como sucede en los grandes observatorios fijos, deducirá esas mismas refracciones de las distancias polares determinadas directamente. Estas diver- sas operaciones podrán realizarse tambien en las mas al- tas latitudes, y sujetándolas a las mismas reglas darán á co- nocer con igual seguridad, sin intervenir hipótesis alguna, las refracciones que haya habido fuera de los límites de distan cias cenilales á que se estiende la fórmula teórica de Laplace. A medida que se obtengan los resultados se anotarán en una tabla, que ofrezca al frente para cada observacion las in- dicaciones del barómetro, termómetro é higrómetro, asi como la distancia cenital aparente, y la refraccion deducida en con- clusion. La reunion de estas tablas dará á conocer, sin hipó- tesis alguna, las refracciones medias que se verifican al N. del cenit en la localidad elegida, y bajo todas las distan- cias cenitales á que se hayan aplicado las observaciones; y si aún existe, pasados los 80 grados, alguna relacion aproxima- tivamente constante entre las refracciones y las indicaciones de los instrumentos meteorológicos , todas las probabilidades están a favor de su descubrimiento. Iguales resultados se ob- tendrian respecto á las refracciones que suceden al S. del cenit, ó en cualquier olro acimut, sirviéndose de las distan- cias polares determinadas en otras latitudes, á distancias ce- nitales en que la fórmula aproximativa de Laplace permite valuar teóricamente la refraccion. En el prefacio de las Tabule Regiomontane, pág. LXII, dice Bessel que ha comprobado su tabla por medio de ob- servaciones de estrellas circumpolares situadas hasta los 83 de distancia cenital. Pero si, como es muy verosimil, el va- lor de la constante a, que le dió su hipótesis, es muy peque— ño, ha debido afectar este error á las distancias polares de- ducidas de los pasos superiores, y aun á la misma distancia del polo al cenit; de modo que no puede decirse lógicamente que se ha comprobado la tabla en esta parte superior de su aplicacion. Igual objecion es aplicable, á mi parecer, á la 361 amplitud de errores ocasionales de sus indicaciones desde el 45” hasta el 893" del cenit, que Bessel dice haberle comu- nicado el habil astrónomo Mr. Argelander: pues todas estas apreciaciones no deben reputarse como absolutas, en tanto que los pares de observaciones superiores é inferiores de donde se deducen, no tengan teóricamente asegurado uno de sus elementos; condicion que solo la fórmula aproximativa de Laplace puede llenar, ya se quiera emplear con el valor de la constante « que admilia, y han confirmado plenamente los esperimentos físicos, ya se juzgue convenienle asegurar de nuevo la determinacion con auxilio de observaciones astro- nómicas apropiadas especialmente á este fin, como acabo de esplicar. Dicha fórmula es la única verdadera y cierta por si misma, porque solo se funda en las propiedades estáticas inherentes por necesidad á una atmósfera gaseosa, que posce una polencia refringente conocida. Las discusiones minucio— sas en que he entrado prueban suficientemente, á mi pare- cer, que no hay fondo alguno de realidad en todas las hipó- tesis matemalicas en que está asociada la parle compleja é irregular del fenómeno de las refracciones con la regular, en detrimento del rigor con que puede apreciarse esta aislada- mente por la fórmula teórica que nos ha dado Laplace. No sentiria ni el tiempo ni las fatigas que me ha costado esle penoso trabajo, si bastara para persuadir á los astrónomos de que deben convenir en calcular generalmente sus refraccio- nes por dicha fórmula en los límites de distancias cenitales que comprende; único medio de uniformar y de que sean comparables entre sí las determinaciones delicadas que se es- fuerzan ahora en obtener. Insislir en apreciar estos fenómenos en los diferentes observatorios por tablas empíricas, forma- das con arreglo a hipótesis distintas, y cuyas indicaciones di- fieren entre sí, equivaldria en fisica á medir las temperatu- ras con termómetros cuyas escalas de graduacion tuviesen sus puntos fijos colocados con desigualdad y mal definidos. En cuanto a la formacion de una tabla general de refracciones que esté modelada conforme a la verdadera constitucion de nuestra almósfera, es una esperanza muy lejana por lo menos, pues nos fallan muchos datos. En efecto, unos que podrian 362 conocerse por medio de séries de ascensiones aerosláticas es- tablecidas convenientemente, serian dificiles, delicados y so- bre todo costaria mucho adquirirlos, de suerte que no se pueden esperar en largo tiempo: otros solo se lograrian en al- turas donde no puede vivir el hombre. Uno de ellos, y de los mas importantes, porque figura siempre en esta clase de tra- bajos, es la elevacion absoluta de la atmósfera. Tal vez se conseguirá determinar muy aproximadamente su limite sen- sible con auxilio de observaciones de la curva crepuscular seguidas por mucho tiempo, principalmente de su movimiento progresivo de ascension ó de descenso, á medida que el sol se aproxima al horizonte oriental antes de su salida, ó desciende en el occidental luego que se ha puesto, para cuyo estudio serían estaciones sumamente á propósito ciertas islas del Océa- no distantes de las costas; pero estos son deseos para el por- venir. Mientras se realizan, sirvámonos de lo que poseemos, y tralemos de acrecentarlo con la observacion ó la esperien- cia. Pero guardémonos de perderlo, complicandolo con hi- pótesis que solo servirian para estraviarnos. Las anteriores páginas, que tienen todas por objeto la teo- ría y medida de las refracciones atmosféricas, comprenden ya una série bastante estensa de diversas cuestiones, y me ha pa- recido útil, 0 mejor dicho necesario, completarlas con una recapitulación sumaria, que manifieste el enlace y las con- secuencias principales. Casi noes necesario recordar que los articulos que com- ponen dichas páginas , se han escrito con motivo de una dis- cusion suscitada sobre un punto de doctrina relativo á la apre- ciacion práctica de los fenómenos referidos; discusion en que han tomado parte varios miembros de las secciones de Astro- nomía, Geometría y Fisica de la Academia de Ciencias. El in- Lerés estraordinario que despertó, ofrecia á mi parecer una oportunidad favorable para que concurriesen a ilustrar la lo- talidad de las teorías que tienen relacion con ella, los talen- tos y diferentes luces que hay reunidas en la Academia. Po- cos asuntos de investigaciones cientificas hay en que sea mas esencial esta cooperacion, siempre útil, y haya de tener con- secuencias mas importantes. Para convencerse de ello, basta 363 tomar en consideracion la série de estudios variados de que esle ha sido objeto, y los esfuerzos de toda clase que se han hecho progresivamente. La necesidad lo exigia como ley. Las refracciones que produce la atmósfera intervienen en todas las observaciones de los astrónomos, y por consecuencia en to- das sus determinaciones. Asi pues, desde que conocieron la necesidad y concibieron la esperanza de que fueran exactas eslas últimas, trabajo principiado por Tico, se esforzaron en medir las refracciones por medio de prácticas groseras al prin- cipio; luego, con auxilio de un empirismo mas Ó menos razo- nado, trataron de reunir en una ley continua las apreciacio- nes obtenidas aisladamente. En este punto nadie ha sido lan afortunado, ni tan juicioso é inteligente, como Domingo Cassi- ni. Fijándose en la parte del fenómeno que se estiende hasta los 80 grados del cenit próximamente, que es de una aplica- cion contínua, y felizmente tambien la menos accidentada, con- siguió ligar unas con otras las refracciones que se verifican en ella, ideando una hipótesis física que reproduce muy aproxi- madamente sus valores medios. La influencia de las condicio- nes meteorológicas que modifican á veces dichos valores, aun- que muy manifiesta, no podia apreciarse entonces por la fal- ta de instrumentos y métodos propios para medirla. La ulili- dad de estos resultados hizo que los astrónomos buscasen al- guna regla empírica que pudiera estenderse hasta el horizon- te; y habiendo llamado la atencion de Newton sobre este punto los esfuerzos poco entendidos de Flamsteed para con- seguirlo, traló de calcular teóricamente las refracciones que deben observarse á cualquier distancia del cenit, no en una atmósfera ideal, como hizo Cassini, sino en una almósfera real, de naturaleza igual á la de la tierra; conocimiento al cual creia hallarse mas próximo de lo que estaba y podia es- tar. Dedicóse esclusivamente á dicho trabajo desde el mes de noviembre de 1694 hasta el de marzo de 1695; y guiado por esa prodigiosa facultad de intuicion, que le permitia des- cubrir al momento en los fenómenos naturales sus causas me- cánicas, conoció inmedialamente que habia aqui un problema de astronomía planetaria, en que sustituia á la gravitacion la diferencia de las atracciones á corta distancia ejercidas en la 364 luz por capas de aire de desigual densidad. Partiendo de este principio, y admitiendo, conforme á algunas esperiencias de Hanksbee y las suyas propias, que la facultad refringente del aire es proporcional á su densidad, determinó por la teoría de las fuerzas centrales la órbita que debian describir las mo- léculas luminosas, movidas en cualesquiera direcciones, á tra- vés de una atmósfera cuyas capas de igual densidad fuesen es- féricas y estuviesen en equilibrio; obteniendo de este modo la ecuacion diferencial exacta y completa que da para semejan- te caso, bajo forma esplicita, el incremento de la refracción infinitamente pequeño. Faltaba definir la atmósfera á la cual queria hacer la aplicacion; y despues de varios ensayos que no le satisfacieron, admitió como carácter determinante mas verosimilmente conforme á la naturaleza, que la densidad del aire es proporcional en todas las alturas á la presion que re- siste. La variabilidad de la fuerza elástica de los gases bajo la influencia del calor, hace que no pueda existir semejante proporcionalidad sino en una atmósfera cuya temperatura fue- ra uniforme, lo cual no sucede en la nuestra. Pero esto no se sabia entonces. De esta hipótesis que habia ya espuesto en su Libro de los Principios, sacó la espresion logarítmica de la densidad en funcion de la altura para el supuesto estado de equilibrio; y sustituyéndola en la espresion del incremento di- ferencial de la refraccion, solo habia que integrarla para ob- tener la refraccion local correspondiente á cualquier distan- cia del astro al cenit, cuya operacion escedia en mucho á las fuerzas de la análisis de su tiempo. Salvó esta dificultad con auxilio de cuadraturas parciales, y consiguió asi, por leoría, formar una tabla de refracciones aplicable á todas las distan- cias cenitales; la primera que pudo obtenerse de tal modo, y aun que era posible conseguir. Sujetó las constantes á repre- sentar los valores de las refracciones cerca del horizonte que habia delerminado Flamsleed, que eran por desgracia bastan- te inexactos y faltos de indicaciones meteorológicas , á pesar de todas las instancias que le habia hecho Newton para que las uniese siempre á sus observaciones, previendo su utili- dad futura. Al momento envió á Flamsteed la tabla, quien hizo poco caso de ella, picándose de que no se le hubiese co- 365 municado tambien la demostracion, que ciertamente le hu- biera sido muy inútil. Para calmarle le remitió Newton el enunciado del teorema principal en que le habia fundado, con la figura esplicativa que se referia á esto, dejándole el cui- dado de demostrarlo y hacer su aplicacion. Asimismo confió la espresada tabla, probablemente con igual reserva, á Ha- lley, que se encontraba mejor en el caso de apreciar el valor del servicio prestado á la astronomía. El público no tuvo co- nocimiento de ella hasta veintiseis años mas tarde, en 1721. Halley, con el beneplácito de Newton, la insertó al fin en di- cho año en las Transacciones Filosóficas, pero siempre sin de- mostracion ni indicacion alguna del método de que se habia valido para formarla, haciendo únicamente notar que la de- terminacion de la curva descrita por un rayo luminoso á tra- vés de la atmósfera es una cuestion muy dificil, como lo ha probado D'Taylor en su última proposicion de su MerHoDUS INCREMENTORUM. Efectivamente, al final de esta obra, publi- cada en 1717, abordó Taylor el problema de las refracciones bajo el mismo punto de vista mecánico que la habia mirado Newton; obteniendo, como este , la espresion exacta del ele- menlo diferencial de la refracción, que aplicó al mismo sis- tema de atmósfera. Pero queriendo integrarla generalmente por las séries, suprimió ciertos términos que dificultaban su calculo, aunque eran necesarios para poder deducir una ta- bla de refracciones aplicable á las observaciones astronómi- cas, lo cual no intentó en realidad Taylor. La publicacion he- cha en aquella época por Halley, conservaba pues á Newton la honra de haber calculado el primero una tabla semejante, con la ventaja de conservar aún secreto su método; especie de privilegio de invencion por el cual manifestó siempre mucho celo. Algo mas de un siglo pasó antes que se consiguiera reconstruirla teóricamente sobre los mismos principios. Re- currióse en dicho intervalo á fórmulas hipoléticas, á reglas aisladas deducidas empíricamente de las observaciones, en lo cual tuvieron diversa parte teóricos sabios y astrónomos inte- ligentes, Bouguer, Th. Simpson, Lambert, Mayer, Lacaille, el mismo Euler. Además de estos, Bradley en el retiro de Green- wich formaba otra, que se aproximaba mas á los fenóme- 366 nos, y que se aceptó apresuradamente al momento que se tuvo conocimiento de ella, lo cual sucedió en 1764, dos años des- pues de su muerte. Su generalidad, su sencillez, que la ase- mejaban á una ley natural, llamaron sobre objeto tan impor- tante los esfuerzos de Lagrange. En 1772 se ocupó nueva- mente del problema general de las refracciones bajo el punto de vista mecánico, como Newton y Taylor, hallando otra vez las dos ecuaciones diferenciales que nacen de él cuando se mira de esta manera. Pero en medio de la falta de datos fisi- cos que se nolaba todavia, todo lo que pudo hacer fué sacar, á título de deducciones aproximaltivas, la regla barométrica de Deluc y la de Bradley para las refracciones, únicos elemen- los generales de comprobacion con que podia comparar su teoría. Finalmente, en 1798 un geómetra físico poco cono cido entonces, simple profesor de Quimica y de Fisica de una escuela departamental, Kramp, logró resolver completamen- te, con una análisis directa y vigorosa, el problema de las re- fracciones en el sistema de atmósfera que Newton habia con- siderado, y en la que se supone la densidad proporcional á la presion. Por medio de las integrales generales logró obtener las mismas refracciones que Newton solo pudo apreciar ais- ladamente por integraciones parciales. Pero además, y este es un gran servicio que se le debe, reconoció y probó que ese sistema de atmósfera, aunque acorde con la almósfera terres- tre en algunas de sus propiedades generales, se diferencia en muchas particularidades fisicas cuya influencia ha de modi= ficar esencialmente las refracciones ; de modo que la tabla de estos fenómenos deducida asi, no puede estar conforme con las verdaderas refracciones. A falta de datos físicos suficien= les para tener la esperanza siquiera de sujetar estas á una teo- ría rigurosa, propuso una hipólesis fisica y matemática, cuyo empleo le pareció adecuado para obtenerlas mas aproxima- damente que con cualquiera otra; la misma que Bessel ha to- mado como base de sus calculos en los Fundamenta y las Ta- bulee Regiomontance. Estos trabajos de Kramp, por importantes que fuesen, da- ban por resultado final el envolver otra vez en las hipótesis oda la teoría de las refracciones. Afortunadamente, una parte 367 considerable de esta teoria, y la mas importante para las ob- servaciones astronómicas, puede hacerse absolutamente inde— pendiente de tan peligroso accesorio, lo cual nadie habia co- nocido antes de Laplace. En el libro X de la Mecánica celeste, probó que hasta 80 grados de distancia cenital próximamente, el simple desarrollo de la ecuacion diferencial da, sin error prácticamente apreciable, unos valores absolutos de las re- fracciones para toda almósfera esférica en equilibrio, y todos los estados meteorológicos de la capa inferior de aire, con au—- xilio de una fórmula que solo tiene dos constantes, inmediala- mente delerminables por medio de esperiencias fisicas ó- de las mismas observaciones astronómicas, sea cualquiera la cons- titucion de la atmósfera en que se verifica la refraccion. Ya era un imporlante progreso en el estudio de un fenóme- no tan complejo haber señalado y separado de su todo una parle tan grande de sus fases, y poderlo penetrar y compren der en un cálculo general, sin necesidad de desnaturalizar en manera alguna sus detalles al quererlo aplicar. Mas por la época en que publicó Laplace su fórmula aproximativa, no era posible que se apreciase en su verdadero valor: los astró- nomos prácticos la hubieran tenido por muy restringida para sus necesidades. Seducidos por la generalidad de la regla de Bradley, por la confianza que les inspiraban siempre sus pro- pias tentativas de interpolacion, ocultandoseles las dificultades fisicas del problema, exijian cruelmente de los geómetras unas tablas generales que les dieran los valores de las refracciones a cualquier distancia del cenit en todos los estados posibles que tuviera el aire en sus estaciones. Para salisfacerlos, com- puso pues Laplace una hipótesis matemática aplicable á todas las distancias cenitales: solo que tuvo la precaucion, conocida muy poco, de sujetar su empirismo á estar de acuerdo numé- ricamente con la fórmula aproximativa en toda la parte del fenómeno que abraza, lo cual reducia al menos las valuaciones hipotéticas á las solas refracciones inferiores que no puede dar esta. Pero no quiso encargarse de adaptarla á los diferentes estados del aire, manifestando con su silencio que no la creia susceptible de tal estension. Bessel é Ivory, que siguieron la misma senda, no tuvieron el mismo criterio ni igual pruden- 368 cia. Haciendo estensivas sus hipótesis á la totalidad del fenó- meno, sacrificaron lo cierto á lo dudoso, queriendo que estu- viesen en armonía casi juntos. Mas adelante otros astrónomos inteligentes formaron nuevas tablas generales de refracción pu- ramente empíricas y para su mismo uso. De aqui resulta hoy que entre todas las ciencias de observacion, la que necesita mas de apreciaciones exactas y uniformes se halla tan poco fija bajo este punto de vista, que la refraccion producida por causas fisicas iguales se gradúa de diferente modo en los ob- servatorios diseminados por diversos parajes del globo; aun en el caso de verificarse á distancias cenitales en que se puede obtener sin indeterminacion por medio de un cálculo seguro. Para evilar todo motivo de discordancia de esta clase, me fijo primero en justificar la fórmula aproximativa de Laplace; pero no bajo el punto de vista analítico, porque no era nece- sario, sino en cuanto á las condiciones de esfericidad y equili- brio que supone existen en el trayecto de las moléculas lumi- nosas á las cuales se aplica la aproximacion. Esto no exije una realizacion simultánea en la universalidad de la atmósfe- ra, sino la realizacion local en un sector atmosférico muy agu- do, descrito alrededor de la vertical del observador, del que se separa 2 19' 20" todo lo mas. Considerando pues esta par- ¡e limitada de la atmósfera, pruebo que puede admitirse siem- pre en ella legitimamente la condicion de esfericidad á título de construccion auxiliar, aplicable individualmente á cada trayectoria luminosa que se forme en la misma. En cuanto á la condicion de equilibrio se emplea solo para que sea admi- sible que el peso tolal de las moléculas de aire contenidas en cada columna vertical del sector considerado, se representa y mide por la presion barométrica ejercida en su base. Pero co- mo esta hipótesis de equivalencia afecta solo á un término de la fórmula cuyo valor nunca escede de algunos segundos de arco, todavia seria la conclusion bastante exacta en las apli- caciones, si las fuerzas que pueden allerar el equilibrio, en sentido vertical, fuesen individualmente muy pequeñas, y de tal naturaleza que se compensasen al menos en parte por opo- sicion en toda la longitud de la columna aérea. Con dalos nu- méricos y consideraciones físicas demuestra que asi debe su- 369 ceder siempre, á no ser que existan perturbaciones atmosféri- cas muy desordenadas, que no son suponibles de modo alguno, pues si debieran verificarse en cualquier ocasion, mientras durasen serian prácticamente imposibles las observaciones. Solo faltan discutir las dos constantes / y a que hay en la fórmula, lo cual es muy facil. La primera se obtiene con pe- sos comparativos de aire y mercurio, acerca de los que no pue- de caber hoy duda alguna. La otra se ha deducido de obser= vaciones astronómicas y de esperiencias fisicas, cuyos resul- tados han sido enteramente conformes. Además, respecto á esta no es necesario referirse á la autoridad de nadie, pues todos los astrónomos pueden comprobarla si quieren, 0 deter minarla nuevamente con sus observaciones solas. Asegurada completamente esta primera parte de la teoría en sus elementos físicos, como lo estaba ya en los analíticos, paso al examen de las hipótesis, con cuyo auxilio se ha querido continuarla hasta el horizonte y aun sustituirla enteramente con espresiones que comprenden la universalidad del fenóme- no. Para que fuese concluyente dicho exámen he creido que de- bia ser esperimental en cierto modo, bajo cuya forma solo po- dia presentarse utilmente á una corporacion que reune todos los conocimientos de geometria, mecánica y fisica que inter— vienen en la cuestion considerada de este modo, respecto a diferentes partes pero igualmente necesarias. Eligiendo pues las hipótesis mas acreditadas de esta clase, las propuestas por Laplace, Ivory, Kramp y Bessel, separo de ellas su artificio matemático, y deduzco su interpretacion natural. Formo de nuevo las almósferas que suponen, y manifiesto sus caracteres especiales; su estension, altura infinita 0 limitada, las condi- ciones fisicas y mecánicas que las constituyen; la disminucion, ya absoluta ya local, de las temperaturas desde su base has- ta su vértice. Comparando estos resultados con lo que cono- cemos de la atmósfera real, se nota evidentemente que no se le asimila ni aun aproximadamente ninguna de las atmósferas hipotéticas; y que por tanto no pueden dar las verdaderas re- fracciones, principalmente aquellas que, verificandose cerca del horizonte, se advierten siempre perturbadas por acciden- tes lejanos, de los que no hacen caso alguno las hipótesis. TOMO Y. 24 370 Podrá decirse á esto que esas refracciones últimas se li- bran inevitablemente de toda teoría, y que en la imposibilidad de prever sus caprichos, solo se debe exijir de las hipotesis que reproduzcan sus valores medios. Tal es en efecto una cla- se de utilidad que Ivory y Bessel han tratado de obtener de los que se han valido. Pero para ello sería necesario, como ha he- cho Laplace, limitar el empirismo á esta porcion irregular del fenómeno, y no estenderlo á ciertas determinaciones que pueden hacerse independientes de él. Además, las hipótesis son tambien inútiles aun para ese objeto particular, porque valiéndose de la fórmula de Laplace aplicada prudentemente, se pueden obtener, como lo he demostrado, por la observa- cion sola tablas de dichos valores medios propios para cada localidad, que los darán tales como se producen realmente en cualquier azimut que se quiera elegir, y que ofrecerán ade- más la ventaja de que, si existe fuera de las distancias cenita= les á que es,aplicable la fórmula de Laplace alguna relacion tan constante que pueda utilizarse entre las refracciones y las indicaciones meteorológicas, todas las probabilidades estarán a favor de su descubrimiento. Unas tablas formadas asi segun la observacion pura para las distancias cenitales á que no lle- ga la fórmula aproximaliva, suministrarian documentos cierlos relativos á la constitucion de las capas inferiores de la atmós- fera, los cuales tendrian una íntima conexion con los que re- cojen los fisicos segun su creencia en esas mismas capas; y esto ofreceria la doble ventaja de asegurar el presente y preparar el porvenir. Véase pues en resúmen cuál ha sido el objeto, y quisiera poder decir cuál es tambien el resultado de mi trabajo. Desde Keplero y Newton la ciencia astronómica se ha librado del empirismo que la habia guiado hasta entonces. Ya no se vale de él sino para apreciar las refracciones almosféricas que afec tan todas sus determinaciones. He querido probar que hasta en esto le es inutil, y que nada le presta que no pueda adqui- rir por sí misma sin la invervencion de este auxiliar peligro- so. ¿He demostrado con bastante evidencia este hecho, de modo que haya de ser su aplicacion inmediata? A otros corres- ponde decidirlo. - a CIENCIAS FISICAS, —>2300 EEC QUIMICA. Resultados principales de los trabajos químicos sobre los hue- sos: por Mx. E. Fremy. (L'Institut, 6 diciembre 4854.) 1.” La sustancia orgánica llamada Oseina por MM. Ch. Robin y Verdeil es isomérica á la jaletina: la trasformacion de la primera en la segunda es análoga á la del almidon ó 4 la de la celulosa en destrina, verificándose con las mismas cir- cunstancias, favorecida por la accion de los ácidos, y tanto mas facilmente cuanto mas jóvenes son los animales. La com- posicion de la oseina es idéntica en todos los huesos por dife- rentes que sean (Mamiferos, Aves, Reptiles, Peces). 2.2 Independientemente de la oseina hay en los huesos de ciertas aves acuálicas, y en las espinas de algunos peces, una materia orgánica que es isomérica á la oseina, pero que no se trasforma en jelatina por la accion del agua hirviendo: es blanca, trasparente, elástica. 3.” La oseina se halla al parecer en los huesos en estado de libertad, y no en combinacion con el fosfato de cal, como lo conceden hoy algunos químicos. 4.” Además del fosfato de cal, que es al parecer realmen- te tribásico, contienen tambien los huesos fosfato amoniaco- magnésico y floruro de calcio en proporcion muy corta y va- riable. 5.” En un mismo hueso hay diferencia de composicion en- tre la parte densa y la esponjosa, conteniendo siempre esta úl- tima menos sales calcáreas que aquella. Por el contrario, exis- te una completa identidad de composicion entre las capas de huesos de edades muy diferentes. Asi que la esperiencia ha probado que el hueso de un feto contiene casi tantas sales cal- cáreas como el de un viejo; que los primeros puntos óseos que 372 se presentan en la parte cartilaginosa de un hueso de feto, ofrecen la misma composicion que el de un adulto; que las partes óseas que se desarrollan en el callo despues de una fractura, ofrecen composicion idéntica á la del hueso fractura- do; hechos todos de que se deduce al parecer la conclusion de que los huesos no se forman, segun se ha creido, por la incrustacion lenta y sucesiva de la sustancia cartilaginosa con las sales calcáreas, sino que la sustancia ósea resulta de la aglomeración de puntos óseos, que considerados aisladamente y en estado rudimentario cuando se manifiestan en el callo 6 parte cartilaginosa de un hueso de felo, ofrecen al momento la composicion de otro llegado ya á su estado completo de desarrollo. Si se rompe con mas facilidad el hueso de un vie- jo que el de un adulto, no consiste en que aquel no sea tan cartilaginoso y esté mas cargado de sales calcáreas que este, sino en que la sustancia densa del hueso del viejo se halla re- emplazada en parte por la esponjosa, y en que es mas hidra- tado el hueso del adulto, y por consecuencia mas elástico. 6.” Los huesos de los vertebrados cuando han adquirido un completo desarrollo, contienen una cantidad de fosfato de cal, que rara vez escede de 64 por 100, y una proporcion de cal que sube con frecuencia á 10 por 100. Ambas sales se ha- lan unidas en los huesos en una proporcion casi constante, que puede espresarse por 1 equivalente de carbonato y 3 de fosfato. La proporcion de carbonato aumenta algo con la edad. La cantidad de fosfato de magnesia es generalmente 2 por 100. 7. La composicion química suele ser por lo regular idén- tica en los huesos de animales pertenecientes á los tipos mas diversos de la organizacion; los huesos del hombre no se di- ferencian pues bajo este aspecto de los del elefante, rinoce- ronte, ternera, cabrilo, cachalote, morso, avestruz, serpien- les, tortugas, bacalaos, barbosas, etc. Admitido el hecho ge- neral de identidad, se notan sin embargo algunas diferencias que caracterizan las grandes divisiones; asi que, entre los ma- míiferos, los huesos de los herbívoros están siempre mas car- gados de sales calcáreas que los de los carnívoros; los huesos de las aves son mas abundantes de materia mineral que los de los carnivoros; los de los reptiles se parecen á los de estos 313 últimos; los de los peces llamados óseos tienen la misma com- posicion que los huesos de los mamiferos; y los de los llama- dos cartilaginosos tienen menos sales calcáreas. 8.2 Las escamas de los peces guardan gran analogía de composicion con los huesos y cartílagos: algunas contienen hasta 60 por 100 de sales calcáreas; otras (carpa) apenas ofre- cen el 35. Estas sales son de igual naturaleza que las que existen en los huesos; la materia orgánica se convierte, como sucede con la de estos, en jalelina, y tiene la misma compo- sicion. 9. En los huesos fósiles sustituyen á la materia orgánica, mas Ó menos completamente, diferentes sustancias minerales que pueden ser, segun el terreno, carbonato y sulfato de cal, fluoruro de calcio, sílice (por lo regular en estado de calcio), óxido de hierro (señales). La oseina que se encuentra en ellos algunas veces, no se diferencia en nada de la ordinaria. La incrustacion mineral parece que se verifica de un modo mas completo en los huesos esponjosos que en los densos. 10. Las astas de los rumiantes de la familia de los ciervos presentan la mayor analogía con los huesos propiamente lla- mados; la sustancia mineral abunda mas en las astas viejas que en las jóvenes, y contienen generalmente menos sales cal- careas que los huesos densos. 11. El esmalte de los dientes contiene 2 6 3 céntimos de materia orgánica, 3 6 4 de carbonato de cal, señales de fluo- ruro de calcio, y una cantidad de cal que puede llegar hasta 90 por 100; la raiz y el marfil de los dientes ofrecen exacta- mente la misma composicion que el hueso. 12. Las concreciones cretáceas que osifican las arterias de los viejos contienen las mismas sales minerales que los hue- sos, y se hallan unidas en las mismas proporciones que en la sustancia ósea; pero hay en estas concreciones una sustancia que no es oseina, y parece de naturaleza albuminosa. 13. Las producciones calcáreas de ciertos zoófitos (las de los penátulos por ejemplo) tienen alguna analogía con los hue- sos, como es la de contener igualmente que ellos una parle orgánica y otra mineral formada de fosfato y carbonato de cal; pero se diferencian, primero por la naturaleza de la sustancia 374 orgánica, que es en parte insoluble en los ácidos, y además por las proporciones de las sales calcáreas. El carbonato de cal existe efectivamente en dichas producciones en mucho ma- yor cantidad que la que tienen los huesos, y el fosfato de cal no escede de 24 por 100, cuando sube con frecuencia á 60 por 100 en la sustancia ósea. 14. Lasconchas no pueden compararse en manera alguna con los huesos, porque todas están formadas casi esclusivamente de carbonato de cal, y solo tienen algunas señales de fosfalo. La materia que colora su parte orgánica es azoada; sabién- dose que se destruye inmediatamente con la accion de los áci- dos mas débiles ó la influencia de una temperatura poco ele- vada: al parecer es igual á la que colora de encarnado el co- ral. En algunas conchas existe en abundancia una materia or- gánica isomérica á la oseina, pero que no se convierte en ja- letina por la accion del agua hirviendo, y se diferencia por sus propiedades de todas las materias orgánicas conocidas has- ta el dia. M. F. propone que se la designe con el nombre de conquiolina. 15. La parle inorgánica que se deposita en la epidermis tegumentaria de los crustáceos se forma de fosfato y carbonato de cal: la proporcion del fosfato nunca escede de 6 á 7 cénti- mos. La parte orgánica no azoada, á la cual ha dado Mr. Bra- connol el nombre de quitina, que se halla en los crustáceos é insectos de Francia, es isomérica con la celulosa; pero no es idéntica á esta, porque no forma piroxilina por la accion del acido azólico humeante, y no da glucosa por la influencia de los ácidos dilatados. 16. Los diferentes cuerpos azoados que constiluyen el cuerno, la concha, las barbas de ballena, se han comparado equivocadamente con la oseina: son unas sustancias isoméri- cas á ella, pero que se diferencian por propiedades muy mar- cadas. La accion del agua acidulada hirviendo no las convierte en jaletina, por lo cual debe escluirselas de Ja clase de los cuer- pos jalelinosos. . —> ».oS LOn.— 375 METEOROLOGIA. REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de mayo de 1855. Pulgadas in- BARÓMETRO. alesas. Milimetros. AMELIA im jaula dis ds a 27,685 | 703,189 maxima (dia). IA 28,017 | 711,621 minima (día 4). 1 LAS, 27,248 | 692,089 Oscilacion mensual... ..¿c...20..s2. 0,769 19,532 máxima diurna (dia 5).....| 0,189 4,801 mínima diurna (dia 30).....| 0,028 0,711 TERMÓMETRO. Fabr. Reaum. Cent, Temperatura Media... c.....0uoclnos 58”,8| 11”,91| 14,89 maxima (dia 11)........ 8051 21*,55| 26,94 mn (da illa ote e 39,0 123| 167 Oscilacion Menstale. + elociongo- ares 45",5| 20”,22| 25,297. máxima diurna (dia 23)..../294| 13*,07| 16,33 minima diurna (dia 30)..... 13,51 6%,00| 750 Do €RmR ! Fraccion Presion HIGRÓMETRO. de humedad. [de los vapores. Medias del mes, segun el higrómetro de Masspat .8tl. ¿ELLA IO 0,59 92,19 Máximas (dias (2, 3 y 31) y 10)....... 0,98 4,23 Minimas (dias 10 y 24)............. 0,30 1,65 AO A AA TRATE AA ATA 2 DA TITAA IÓ IRIS ISNTA , , Pulg. ingl. Milímetros. PLUVIÓMETRO. Lluvia caida en el Mes.............. 10,757 |44"",63 ManueL Rico SINOBAS. 376 UNIVERSIDAD LITERARIA DE SANTIAGO. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en esta Universidad en el año 1854. MESES. HORAS. 9 de la mañana. 12 de id. .... Enero..... Mayo. .... Junio.... Julio. . Setiembre... ..o...d "33 de la tarde... 3 de la tarde... e de id. .. /9 de la mañana. 112 deid..... 3 de la tarde. . Geri. tlrotet 9 de la mañana. y12 de id...... 3 la de la tarde... 6 de id. “9 de la mañana. Ide id e ... vq ¿ A + 9 de la mañana. 12 de id...... 3 de la tarde... 6idold ora lS de la mañana. IA aaa E e de la tarde... 16 de id. /9 de la mañana. 2 de id os 3 de la tarde... 6 de id BAROMETRO, PRESION. Máxima. A A | —— 731,1 744,5 744,4 744 744,3 744,1 743,8 743,3 743,6 737,8 737,6 736,9 737,2 737,6 737,6 737,4 737,51742,2 725,6 740,3 739,5 739,5 739,4 739,6 740,3 740,2 740,2 739,9 741 740,8 739 740,9 TERMÓMETRO. TEMPERATURA. se o a eS SS o os o a » DO a 2 00 00 (0010 po 9] al HUSO A OSO SC PLUVIOMETRO. Mayor altu- ra de agua en el plu- viómetro en un dia. mm 78 23 40 21 15 Octubre. ... Noviembre. . Diciembre... 377 9 de la mañana.1735,4]748,2,/723,9|14,2/20,5 | 9 12 doid......[738,6/748 [725 |16,5/22,5|11 Lo; | ¿8 3 de la tardo. .|738,4/747,8|724,1|16,6/22 |14 6 deid.....-.-.[738,6/747,8/723,4]14,1/20 |10 9 de la mañana.|737,1/|745.5/720,4 8,6114 5 12 de id......[736,7/745,4/720,1[11,820 [7 Ugo | 35 3 de la tarde..|736,21745 |720,3/12,1¡21 7 6 de id.......1737 (745,9/721,4| 9,1/19 6 9 de la mañana.[745,4/753,4/738,1| 7,2112 20 12 deid......[745 [753,4/738,8|10 [13 | 7,5l ¿9 | 40 3 de la tarde. .1744,91752,71738,3[10 |15 | 6,5 6 deid.......1745,21752,51738,51 8 l13 | 5,5 1 es9 A las 12 A las 3 A las 6 de la mañana. de id. mim mio Presion medida. ......1739,6 Temperatura media. ..| 13,4 167,1 mm de la tarde. mí de id. mm 740,0 (739,3 [739,5 162,9 E. Presion media del año........ 739,6 Idem may0T..........oooo. 753,5 61m MEnoE: esoo aaa 108 Temperatura media del año... 14,8 Agua caida en el año, 1”,433, Ó 61 pulgadas y 8Í líneas, 6 5 piés, 1 pulgada y 88 líneas. Hubo de lluvia en enero. ..... ! DIAS. 20 febrer0...+.. h MAarZzO ...... Z doma MAyO0. ..... 17 JUDO 2 o juli0....... 8 agosto. .... 1 setiembre. .. 3 octubre..... 19 noviembre... 12 diciembre... 14 Suma.... 121 EA En 142 dias reinaron vientos del S. al O. ANTONIO CASARES. 318 “exo]pipao9 e¡jonbe ap seleq seu se 9sopupraqno “epeAoN-t.LI01g U0 s0s -o1u sopueaó oÁeur 9p 1 19p 9490U e] oJUeIn( *eruaJe A £ eanpejeo ep sep ua enb eSere]a op sejso9 se] ue ende 9p pepyues sem “so. —o110]UY SOSQUI SOY Ud OUIO) “osOpupifoda. “97 OPeJuoo Uy Os Pran]] 9p seIp so'"T *sted [9 0po) ap 07saL Te oyuorpuodso.1109 e] e Jorodns old —mo1s osod “oÁeu opesed [9 9JUBINp SPINUPLLO)IPO]A[ SeJSO9 SU] U9 PILIPISOLUJE uorsord e] owoy penSisop ue] 9nj onb opeadosqo er 9s u0q —one] eanpedodino] er] *L *1p J9p PUegeU e] op 6 se epundos e] Á “y emp qe esoutad ey fegedsg epo] uo ou1o9 *norSaL e]so uo uoJorpuod -soJ109 OXMOUIQIRq ]Op oJuarBrsqus euxgor ey Á pensuom emrural ey “o3.equie us *09upI19J1po]Al TOP ISO) e] U9 SEPvoyrioA SUOtI9uIoIea SQUuOLDeAJosqo Se] op ejpnso1 undos soJu9n991] OpIS UBY PILIPSOWJE UOISOAÁ Y] 9P SOUOLDPLIVA SU] ombuny "SETVUANID SINOIOVAMASA() « 797 | € vi | 0er "NIG JOA a e o « 87€ | v7 9% | 91 Drr 672 [1192 [87691 |-ef oostoue1g uo «| otr6 | otoy | 008 | vrofeostoz ¡soo“0€ [774'6% [10d “vNO9vWNVL p á *VNOTADUVG | “e]nsujueg Y] op eoueL1911po]T 2150) RS Aaa « 0re | sr A a E AAA « 88€ | 9% vel ¿uv Iv 7vL (39 '69L|09€SL | “0JIBIL IP PSOL « 0001] 0% | 076 | 8'g9 ]rost6z (206%6% [04967 ¡uo 10d “vav1y y “UYN] 5 md "SULQU] | *S2JUDAPYND a o, o a o z Y 3 , A 2.8 22 | 22 losilostlosiloso[ s 32 518 758 SE Foa| “os AS 32? =3 5 51 FE “zz eS A Ms E ES 33 au E 2d E NE e S' »: on» O A 3 A a a FS = » e 3 265 23 a sia Saa 32 5 ota » - Er y E > pel Ss 32 A . 1 ú E > "eoB lo» | ¿28/2895 HR E SYMINTOVOALIM SINOLOVISA Ya o El A AAA E epi ps Ed ER E E SN E E E OA O CA IO S > 2 me A A O 5 e aa | 3202. 7 8 ? 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TOMO Y. 25 386 : Resulta de aqui, que todo número cuadrado se compone, segun se sabia ya, de la adicion sucesiva de los números im- pares principiando por la unidad; y que la diferencia entre dos cuadrados es, 0 un número impar, ó la suma de varios números impares consecutivos. Además, toda serie de dicha clase de números puede di- vidirse en otras dos compuestas de números impares alterna dos, es decir, tomados dos á dos, y cuyas sumas respectivas son los dos números triangulares adyacentes 0 que siguen in- medialamente en el orden de los triangulares. La suma de: estos dos últimos números es, como se sabe, un número cua— drado. Ejemplo: 14343 +7+9+11+413 =(1+54+94+13) 434-7411) =28+21=49=11. 2.” Todo cuadrado n? es la suma de una progresion arit- mética de m lérminos, de los cuales el primero es 4 (n+1), y la diferencia comun 1. Y se liene 1=1", 1442=2, 24+34+4=3*, 943 ais pte 3+4 $34 647=0%, 314 4431461471481 =6*, 4454647 +8+9+10=7.. Se ve pues por esto, que el cuadrado de un número impar es la suma de otros tantos números naturales consecutivos como unidades liene su raiz; resultando tambien que todo cua- drado de número impar es”la diferencia entre dos números triangulares, cuyas bases son respectivamente (3n4-1) y n. En efecto, por lo mismo que es la suma de una serie de nú- meros naturales, el cuadrado del número impar de que trala- mos es la diferencia entre dos series de números naturales que principian por la unidad; es asi que cada una de ellas es un número triangular; luego, etc. Asi pues T=44546474 849410 =1,4-24+3+1445+64+748 387 +9+4+10—(14-24+3)=55—6; 55 y 6 son dos números trian- gulares, cuyas bases son 3 y 10, porque se ve bien que 10 =3.3+1. Tambien se advertirá que aquellas series cuyas sumas son cuadrados de números impares, pueden tomarse de tal manera que, colocadas unas á continuacion de otras, formen una progresion no interrumpida de números naturales, prin- cipiando por la unidad, siendo su suma un número triangu— lar; asi se tiene (M+O4404 (6464 7+8+9+10+11 + 12413 +elc.=1*43494927P+...4+3n, y esta última suma es por consiguiente el número triangular que tiene por base 1 Er to [A Pags Segunda aplicacion. Número cúbico: a es igual á 3. El primer lérmino es n*+4d (1—n). Sentado esto, resulta: 1.2 Cada cubo n* es la suma de una progresion aritmética de s términos, siendo el primero la unidad y la diferencia d =2(n+1); obteniéndose , 1=13, 14-72, 149417=30, 1411424 31=4, 1 4+134+25+374+-49=5?, 1415 +29 +43-+457-471=6?, 1 +17. 433+19+65+81497=7. 2.” Todo cubo n* es la suma de una progresión aritmética de n términos, de los cuales el primero es la raiz n, y la di- ferencia 2r Y se tiene 1=1%, 246=2%, 349415=3'", 44124904 28=4%, 5 415425433445 =55,6-418430 412 +54466=62, 7 +214+35449-4-63 47749117. Los últimos términos de estas series son los números trian- gulares alternados; si se dividen respectivamente por los pri- meros términos, los cocientes serán la serie de números im- pares. 388 3.2 Todo cubo n* es la suma de una progresión aritmética de n términos, de los cuales el primero será n”—n+1 y la di- ferencia 2. Resulta de aqui 1=1%,345=2%, 749 411=3?, 13+154174+19=4, 21 +93 +95 427429=3*, 3143343537439 41=6>, 43 HAS ATA 9 1453 485=T. Nótese que el conjunto de estas progresiones, puestas unas debajo de las otras, es la disposicion triangular de los núme- ros impares en su orden natural. Cada cubo es la suma de otros tantos números impares consecutivos como unidades hay en su raiz. El conde de Adhemar habia descubierto ya esta proposicion. El teorema conocido de que la suma de los cu- bos de una sucesion cualquiera de números naturales que principia por la unidad, es igual al cuadrado de la suma de las raices 0 al del número triangular correspondiente, es una consecuencia inmediata de lo que precede; efectivamente, resulta 14243 40...0=(1424+344...n = [19(n-+1)). Siendo la suma de cualquiera serie de números impares que principia por la unidad, segun se ha visto, el cuadrado del número de términos de la serie, la suma de los números de cada triángulo formado por la disposicion triangular de los impares, ha de ser necesariamente igual al cuadrado de un número triangular. Tambien se adverlirá facilmente, que todo cubo es la diferencia de los cuadrados de dos números trian- gulares consecutivos; y que la diferencia de los cuadrados de dos números triangulares cualesquiera es la suma de dos cu- bos consecutivos. Buscando la diferencia entre los cuadrados de dos números triangulares que sean simples cubos, se esta- blecen las ecuaciones siguientes: PPLPI=6", 1141994139114 90>. 3. Todo cubo n' es la suma de una progresion aritmética 389 de n términos, de los cuales el primero es el número triangu- lar ¿n (n4-1) y la diferencia n; resultando 1=1%, 345=*2, 6+9412=3*, 10414418 499=4*, 15 +20 +25-4304+35=5*, 2-27-+334+39-4435-4+31=8>, 28+35+424-49+-56463-4-70=73.... Cada número de los de estas series es asimismo la suma de una progresión aritmética de n términos. Consideremos por ejemplo la serie que da el cubo de 5, y tenemos 18142434445 20=2+3+ 44346 23344454647 30445464748 35346474849. Los números que preceden forman un cuadrado, y su su- ma es igual al cubo del número que ocupa á la derecha el án- gulo superior 0 el inferior a la izquierda. La suma de los nú- meros de la diagonal es el cuadrado correspondiente, y en caso de ser un número impar, las sumas de los números de las líneas medias, horizontal y vertical son ese mismo cua- drado. * Lichtemberg habia designado ya la relacion que precede en los términos siguientes: si a es un número entero y A la suma de todos los números naturales desde 1 híasta a, se tendrá ; '=A4H(A40) 44420) 4+(4430)+144 (a—1)a]. 4. Todo cubo n* es la suma de una progresion aritmética de n términos, de los cuales el primero es (n—2)”, y la dife- rencia 8; y resulta 04+8=2, 1494+17=30, 44-124+20+28=4*, 917425 +33 4 11=53", 164 24432+404+48+56=06>, 25433441 4945746547373. 390 Todas las series que entre estas se hallan formadas por un número impar de términos, contienen dos números cuadrados impares conseculivos. La progresion aritmética de números no interrumpidos to- mados á contar desde la unidad, y cuya diferencia constante es 8, presenta cuando se halla dispuesta en forma triangular particularidades curiosas: los primeros lérminos de cada línea son los cuadrados de los números impares en su orden regu- lar, y las sumas de todos los números de dos líneas consecu- tivas son el cubo de un número impar. Dedúcese de tal dis- posicion la igualdad siguiente: (2 +1 =1F8. 31 (n+1. De donde sale la conclusion, que cada número triangular multiplicado por $ con el aumento de 1 es igual al cuadrado de un número impar; ó que el cuadrado de un número impar cualquiera rebajando 1 es divisible por 8, y el cociente de la division es un número triangular. Tercera aplicacion.—Potencias superiores á la tercera. Mr. Whealstone se limita á citar un ejemplo. Toda cuarta poten- cia n* es la suma de una progresion aritmética de n términos, de los cuales el primero es n*, y la diferencia 2n?. . 1=1* 44129 9+9748=3*, 164-184804112=4%, 3475419341754 29554, 36-+-108-4-180-1-252-1-324 43960". Otro miembro de la Sociedad Real, el R. James Booth, rector de Wandsword, ha descubierto y demostrado tambien algunas propiedades de los números, que le han parecido nue- vas y dignas de atencion. 1. Un número de seis cifras, formado por la repeticion de un periodo de tres de ellas, cualesquiera, es divisible por los números primos 7, 11 y 13. Efectivamente, un número cualquiera NY de seis cifras puede escribirse asi: 100.0004+10.0005+-1.000c + 1004100 +f. 391 Tendremos pues: 1.” Que si se divide por 7, el cociente será q, y un residuo 5a+ 4b4-6c+2d43e+f; y si d—a, e=b, [=c, se podrá escribir el residuo en la forma siguiente: 71(a+b+c);, y siendo tambien este divisible por 7, lo será igualmente el número. 2. El mismo número dividido por 13 da como residuo 4a4-304-12c4-9d+-10e+f; y si d=a, eb, f=c, se converlirá este en 13 (a40+0), que es divisible por 13, sean las que quieran a, Ú, c. Del mismo modo se podia probar que el número era divi- sible por 11. Si la primera cifra del periodo es o, y el número de las 6 es obcobc, ó simplemente bcobc, no por eso dejaria de ser divi- sible por 7, 11 y 13. Aún sucederia lo mismo si fuesen o o las dos primeras cifras del periodo, ó si el número dado fuera 00cooc, 0 simplemente cooc. Otras propiedades semejantes se hallarian tambien en los números primos 17, 19, 23, etc.; pero serian mas largos los periodos, ALGEBRA. Cálculo de = con 530 decimales; por M. SHANKS. (Nouv. Ann. de Mathem., junio 4855.) Mr. Rutherford ha calculado de nuevo z hasta 440 deci- males, y Mr. Shanks, estimulado por él, ha llegado hasta 530. Las 330 primeras son en ambos calculadores las mismas de Mr. Richter; pero las tres últimas de este, 098, las reempla- zan aquellos con las 962. Están pues comprobadas 330 deci- males por los tres calculadores Richter, Rutherford y Shanks, y 440 por los dos últimos. A continuacion se ponen las 40 quinas que habrán de añadirse á las 66 de Mr. Richler, 106 en total 6 530 cifras. 96282 92540 91715 36436 78923 90360 01133 05305 48820 46652 13841 46951 94151 16094 33057 27036 571595 91953 09218 61173 $1932 61179 31051 18548 07446 23799 62749 56735 18851 52724 89122 719381 83011 94912 98336 73362 44065 66430 86021 39488 392 Mr. Shanks ha empleado la fórmula de Machin. Mr. Rutherford presentó este trabajo á la Sociedad Real de Londres en enero de 1853. ” ha sido determinado por Decimales exactas. Arquímedes don jal EL. SUIT pr Los. astrónomos indios... IET IEA de 3 RA OM A AE 8 Pedro Meli ay ronda 2D 8 Viet FIRE ODIO A EA ORO 11 Adriano Romanúus 07.04.24 RO, VAS 16 Eadol ran Cenlen ar dd Le a 35 NA RA UA 713 Machin: de Som a 0 100 Lanus ar RS ISO 197 MER aRELaELOR 1300. Mis le ere 140 Manuscrito de la Biblioteca Radcliffe, Oxford. 156 NA A A EE 200 Clausen. ERRE js 9256 Richie asi cont TA 333 RiNheriorde db ala arce aca olke Sia 440 a ferrer hd MIO a AER OR 530 CALCULO INTEGRAL. —___— Sobre la ecuacion diferencial de primer orden la y); por Mx. LiouviLLE. (Journ. de Mathem. , mayo 1855.) Sabido es que para hallar la integral en serie de la ecua- cion d 2=/M(0, y) (4) 393 como la da el leorema de Taylor, es preciso ejecutar con f («, y) 0 f las operaciones sucesivas siguientes: ¿to l=ll 0) > ¡Ap í=E le), el segun las cuales se tiene y= 454 fía, pa (O siendo b el valor arbitrario de y para z=a. Se puede considerar la funcion d tal bajo otro aspecto util tambien. Con efecto, si f contiene una constante indeterminada « que desaparezca en f, ó que en ge- neral desaparezca en 9 (f) f,, designando por o (f) una funcion conocida cualquiera de f, la fórmula (1 ayas) satisfara a la condicion de integrabilidad respecto de las dos variables x é y, de suerte que la integral bajo forma finita de la ecuacion (A) será / e Po(f) => (dy—fdx)= constante. Demostrémoslo. Puesto que 2(f)f, no contiene a, quiere decir que de Df o deduke Desenvolviendo la diferenciacion que está indicada, des- pues de poner por /, su valor se verá que la ecuacion anterior se puede escribir asi: zl q zz )=, que justamente espresa ser Naya) una diferencial exacta. Obsérvese que si la ecuacion ha de sin verificarse en general, se verificara para cierto valor par- ticular de la constante =, el producto AL ay=pla) (e sería tambien una diferencial exacta para dicho valor par- licular; de cuya circunstancia se podrá sacar partido, con tal e df , . , . que > (1) no se reduzca a 0 niáoo, lo cual pudiera suce- 104 der en el caso de que se habla, pero no en el general, de que antes se habló. 395 ASTRONOMIA. Sobre el valor de la facultad refringente del arre atmosférico que resulta de las antiguas esperiencias de Biol y Arago; por CAILLET. (Comptes rendus, 3 enero, 4835.) Cuando MM. Biot y Arago trataron de conocer en 1806, por medio de esperimentos directos, las fuerzas refringentes de di- versos gases, se suponia, de acuerdo con Lavoisier, que el coeficiente de dilatacion del mercurio era igual á ;x5,, y el de los gases, segun Gay-Lussac, 0,00375. Posteriormente, el descubrimiento del error en el cálculo de las observaciones de Lavoisier hecho por MM. Dulong y Petit, y la determina— cion mas reciente de los verdaderos coeficientes de los gases, debida á los trabajos de MM. Magnus y Regnault, hicieron creer a Mr. Biol que seria interesante para la ciencia reco- nocer si estas variaciones producian alguna modificacion apre= ciable en el valor que habia atribuido, hacia cerca de medio siglo, á la facultad refringente del aire atmosférico. Al mani- festarme los deseos que le animaban, dice el autor, me he apresurado á empezar de nuevo la reduccion de sus espe- rimentos relativos al aire con los nuevos coeficientes ;+, y 0,003665, siendo el resultado de este trabajo el que tengo el honor de comunicar á la Academia de Ciencias de París. Mr. Biot espuso en dos Memorias leidas en el Instituto el 24 de marzo de 1806 y el 31 de agosto de 1807, todos los detalles de las esperiencias que habia hecho el primer año á bajas temperaturas con la cooperacion de Mr. Arago, y el se- gundo solo a temperaturas mucho mas elevadas. Desenvolvió al mismo tiempo las consideraciones teóricas en que se fundan sus operaciones, y en dichas dos Memorias se hallarán lodos los documentos que han servido de base á mis cálculos. Las esperiencias de 1806 representan 166 observaciones, entre las cuales se designan dos series como dudosas; y si las desechamos quedan 132 observaciones hechas en circunslan- 396 cias favorables, á temperaturas comprendidas entre —1%5 4 +12” centigrados, cuyo valor medio es + 4%,61. Los resul- tados que he obtenido en cada serie se hallan reunidos en la e E: AE SEA ] tabla siguiente, donde la espresion = (+) indica la mitad de n la facultad refringente del aire, referida a la temperatura del hielo fundente y a la presion barométrica 0”,76, conforme á la nolacion de Laplace. ñ 2k ! pocas Número Valor de —(p) de las esperiencias. | de observaciones. n 13 de frimario.. 920 0,0002946078 A A 20 (,0002937790 E 20 0,0002938772 A 30 0,0002938131 20 de febrero... á 10 0,0002937407 4 de marzo....| 22 0,0002953570 Y 10 0,0002937800 Las esperiencias de 1807 comprenden 252 observaciones hechas en el verano: solo hay que prescindir de una serie, porque se elevó artificialmente la temperatura á + 31,43 (%). Las 232 observaciones restantes se verificaron á ltemperaluras desde + 22,70 a +27",74, siendo el valor medio + 25,52. (*) En la serie del 27 de agosto existe una trasposicion evidente de números en el artículo de la presion del aire interior del prisma; segun la refraccion calculada por Biot, debe leerse 0,0025 en vez de 0,0205. Si se despreciase esta serie, se obtendria 0,0002936742 como resultado medio deducido de las temperaturas elevadas; y la facultad refringente media se- ría 0,0005878616, cuyo número se aproxima aún mas al de Delambre. 397 Véanse á continuacion los números que me han producido las nuevas series. AEREAS PIS e APLS ATS LAAEDI RR LIEDER NT NTE E A Epocas Número 2k La í Valor de — (¿) de las esperiencias. | de observaciones. n” 8 de julio... 20 0,0002939868 e tinpll ves 20 0,0002942314 1d 20 0,0002929912 A e 30. 0,0002940166 A E 18 0,0002933967 a O e 2h 0,0002938290 ¡EOS 24 0,0002928847 AA A 36 0,0002939057 26 de agoslo..... 20 0,0002936385 EDO SERPA | 20 0,0002932695 Los resultados medios son por una parte 0,000294187£, y por otra 0,0002936393. La diferencia entre estos dos nú- meros solo influye en cifras de un orden muy lejano, lo cual es conforme a los antiguos cálculos de Mr. Biot, pudiendo por tanto admitirse la consecuencia enunciada en su Memoria de 1807, a saber: que el calor no produce efecto alguno apre- ciable en la facultad refringente del aire, haciendo abstracción de las variaciones de densidad que ocasiona en las capas at- mosféricas. Sumando los dos números precedentes se obtiene como valor de la facultad refringente que resulta de todas las esperiencias, 0,0005878267. Delambre ha dado 0,000588094 como valor de- ducido de un gran número de observaciones astronómicas que hizo en Bourges, combinadas con otras de Piazzi hechas en Palermo. Ambos números solo difieren entre sien0,000000267, 398 cantidad que se escapa á las esperiencias mas precisas. Esa armonía entre dos procedimientos completamente distintos es tan notable, que es sensible que Delambre no publicase sus observaciones de Bourges: curioso hubiera sido hacer de nue- vo tambien el cálculo de sus reducciones con los nuevos coe- ficientes de dilatacion, y cerciorarse de si dejaba de ser tan ín- tima esa coincidencia, 6 bien si resultaba aún mayor, como ha sucedido con las esperiencias fisicas de Biot y Arago. - Cuando se introduce el número 0,0005878267 en la fór- mula aproximada de Laplace, la cantidad que llama « se con- vierte en 0,0002937407. De donde se deduce con el valor l - . , . de q que adopta, 607,472 como refracción astronómica cor respondiente á 45” de altura aparente, estando la temperatura á 0” y la presion á 0=,76. Segun el valor de Delambre se oblen- dria 60,500 en las mismas circunstancias; es decir, un arco que apenas diferiria del precedente en 3 céntimos. Mr. Ivory halla 587,36 para la misma refraccion referida á + 10? de temperatura cenlígrada y á una presion baromé- trica de 0,762; el valor 60,472 se convierte entonces en 587,37. La identidad de los dos resultados era facil de prever, porque Ivory adopta, lo mismo que Laplace, la constante de De- lambre, y la altura considerada es independiente de las leyes mas ó menos exactas que han debido atribuir á las regiones su- periores del aire en la invesligacion de las refracciones pró- ximas al horizonte. CIENCIAS FISICAS. —>3230 DE FISICA. Sobre la sensacion de calor que produce el gas ácido carbónico al tocar á la piel; por Mx. BoussiNGAULT. (An. de Quim. y Fis., junio 4855.) En una interesanlisima noticia sobre los baños comunes y de chorro de gas ácido carbónico que hace años se adminis- Iran á los enfermos en varios establecimientos termales de Alemania, dice Mr. Herpin que la primera impresion que se esperimenta al entrar en la capa de gas es una sensacion de calor suave y agradable, parecida á la procedente de un ves- tido grueso de lana fina ó entretelado. A esta sensacion sigue una picazon, un hormigueo, y luego una especie de ardor com- parable con el de un sinapismo al empezar á obrar. En Ma- rienbad, Carlsbad, Kissingen, etc., emplean el gas carbónico, ya puro, ya mezclado en proporciones mayores 0 menores con aire 0 con gas sulfhidrico. No trato de entrometerme en la cuestion médica, dice Mr. Boussingault, sino ceñirme a referir que he tenido oca- sion de comprobar la singular sensacion de calor que el con- tacto del gas ácido carbónico frio desenvuelve en la piel, por- que acaso en los hechos que voy á contar encuentren algo de provecho los prácticos. Hay en Quindiu (Nueva-Granada) un criadero de azufre que presenta la curiosa particularidad de estar en un esquisto micáceo. La cordillera donde está el paso de Quindiu separa al valle de la Magdalena del de Cauca, y a dos jornadas del lugar de Ibague se halla el azufre. 400 : El azufral, como alli lo llaman, está situado en una pro- funda garganta abierta en un esquisto muy impregnado de gra- fito. Junto á un torrente hay un cobertizo donde están los ulen- silios necesarios para fundir y purificar el azufre que se saca de las muchas grietas de la roca, donde se halla en estado pul- verulento. De las grielas sale gas que huele á ácido sulfhí- drico. Verifican el laboreo á cielo descubierto, y á veces en galerias que rara vez llegan á 2” de largo, por causa de que en metiéndose el minero á trabajar, tiene que contener la res- piracion. En escavaciones se veian insectos, serpientes y pá- jaros muertos por los vapores mefiticos. Entré en una abierta un poco mas arriba del torrente, de 1”,6 de largo, 0=,7 de ancho y 1”,7 de hondo, llevando conmigo un tubo graduado dis- puesto para recojer gas, y un termómetro. Al bajar, y durante el cortísimo tiempo que tardé en poner los instrumentos, senti un calor sofocante, que me pareció de 40” centigrados, y mucho picor en los ojos. Se me encendió el rostro, y al salir sudaba copiosamente. Atribui lo primero á la suspension de la respiracion, y lo segundo me pareció resultado natural de la temperatura del intermedio en que habia estado metido. Al cabo de tener alli una hora los instrumentos, volvi á bajar para sacarlos. Noté la misma sensacion incómoda de ca- lor, el mismo picor de ojos; pero me sorprendió en estre- mo ver que el lermómetro marcaba solo 19%,5, cuando otro espuesto al aire libre y á la sombra lo hacia de 223. Asi pues la almósfera en la cual, segun mis sensaciones, habia es- perimentado un calor sofocante, estaba en realidad menos ca- liente que la esterior. Analizado el gas, dió: Aridorcarbónicor 2h 0 UI 95 Are 'abmasterico... LIC ZU 5 (1) Acido sulfhidrico. ¿200.0 con 2001 Señales. 100 (1) He mirado como aire el gas no absorbido por una disolución de po- tasa cáustica, porque mantenia la combustion. 401 A corta distancia de donde hice esta observacion vi otro agujero que daba á una grieta, de donde salia gas ácido car- bónico. En la zanja abierta por los azufreros habia mucho azu- fre en la roca, en hojas secas y en ramaje llevado por el vien- to. Metiendo el brazo se sentia un calor como de 40”, y eso que en el fondo de la zanja no pasaba la temperatura de 18,2, al paso que en el aire libre y á la sombra marcaba un termó- metro 237,2. A 306 40 metros mas arriba, en un punto donde pierde la roca la brillantez del grafito, está en capas verticales, y sus hojas se repliegan en torno de muchos núcleos de cuarzo blan- co. La hendidura á que llegué estaba abierta en el plano de la estratificacion del esquisto; tenia 1” de alto, 0",65 de an- cho y 2”,6 de hondo. Metiéndome por aquella estrecha boca senti el mismo calor y picor de ojos que anles, y aún mas cuando solo tenia metida la parte inferior del cuerpo, pare- ciéndome entonces estar en un baño de aire caliente de 43% á 48”. Pero no esperimenlé, ni otros esperimentaron, el ardor que Mr. Herpin compara con el de un sinapismo. Acaso no duró bastante el baño; acaso, y es lo mas probable, la vida del campo, los hábitos que se adquieren residiendo en un mundo muy interesante de seguro, pero donde se tiene por lujo cualquier vestido entero, hacen perder á la piel parte de su sensibilidad. Algunos meses despues volvi al azufral. En dos escava- ciones marcó el termómetro 18,3 y 19%,4, al paso que era de 20* la temperatura del aire. Para llegar alli tuve que atra— vesar el torrente de un estrecho valle, cuyas aguas, muy al- tas enlonces, estaban á 14%; temperatura friisima respecto de la del valle de la Magdalena (27* á 28%) que acababa de re- correr. Al salir del torrente me apresuré á calentarme to- mando un baño frio de gas acido carbónico, y sintiendo gra- tísimo efecto. Tres años mas tarde, en enero de 1830, volvi al azufral del Quindia para estudiarlo geológicamente. Al cabo de ocho dias llegué á las nieves perpétuas del pico de Tolima, y com- probé que el volcan por ellas cubierto estaba todavía en ple- na actividad. Bajando hacia la quebrada de San Juan, pude se- TOMO Y. 26 402 guir las traquitas desde la cúspide de la cordillera hasta su contacto con los mica-esquistos del azufral, que la masa tra- quitica ha enderezado evidentemente rompiéndolos al tiempo de levantarse. La aparicion de vapores sulfurosos y del gas ácido carbónico en las rocas esquistosas del Quindiu, procede pues simplemente de un fenómeno volcánico, cuya accion re- side en las traquitas del Tolima. . Cerca del volcan observé una produccion abundantisima de azufre, que benefician los azufreros; circunstancia feliz, porque liberta á los obreros de los graves inconvenientes re- sultantes de trabajar en una atmósfera de gas ácido carbóni- co. Los azufreros del Quindiu me decian que la mayor parte de ellos acaban por debilitárseles sumamente la vista, y que algunos hasta llegan á cegar. Con efecto, vi bastantes ciegos entre los mineros viejos del azufral del Quindiu. Calor producido por la influencia del úman en los cuerpos en movimiento; por Mr. FoucauLr. (L'Institut, 49 setiembre A835.) En 1824 observó Arago el fenómeno notable de la atrac- cion de la aguja imantada por los cuerpos conductores en es- tado de movimiento; y aunque se luvo como muy. singular, permaneció sin poderse esplicar, hasta que Mr. Faraday anun— ció el importante descubrimiento de las corrientes de induc- cion. Desde entonces se hizo evidente que, en la esperiencia de Arago, produce el movimiento corrientes, las cuales, obrando á su vez sobre el iman, tienden á asociarlo al cuer- po móvil, y á arrastrarlo en el mismo sentido. Puede decirse de un modo general, que el iman y el cuerpo conductor tien- den por influencia mútua al reposo relativo. Si se quiere que subsista el movimiento á pesar de esa influencia, es preciso producir constantemente cierta fuerza: la parte móvil se halla oprimida al parecer por un freno, y esa fuerza que se pierde causa necesariamente un efecto di- námico, que en mi conceplo debia convertirse en calor. La misma consecuencia se deduce considerando las cor- 403 rientes de induccion que se suceden en el interior del cuerpo en movimiento; pero este modo de ver las cosas solo daria con muchísima dificultad idea de la cantidad de calor que se desprende; al paso que considerando ese mismo calor como efecto de la trasformacion de fuerza, me parecia seguro 0b- tener facilmente con una esperiencia decisiva una elevacion sensible de temperatura; y teniendo a la mano todos los ele- mentos necesarios para una pronta comprobacion, procedí á ejecutarla del modo siguiente. Entre los polos de un poderoso electro-iman someli par— cialmente á su accion el sólido de revolucion correspondiente al aparato relativo á que he dado el nombre de giroscopo, y que me ha servido anteriormente para esperimentos de dis- tinta naturaleza. Dicho sólido es un toro de bronce unido por medio de un piñon dentado a un rodaje motor, que puede con la accion de la mano y el auxilio de un manubrio adquirir la celeridad de 150 á 200 vueltas por segundo. Para hacer mas eficaz la accion del iman, dos piezas de hierro dulce sobre- puestas en los carretes prolongan los polos magnéticos, con— centrándolos en la proximidad del cuerpo que gira. Cuando se ha dado al aparato toda la celeridad, la cor- riente de seis pares de Bunsen, dirigida al electro-iman, ani- quila el movimiento en algunos segundos, como si se hubiese puesto al cuerpo girante un freno invisible. Esta es la espe- riencia de Mr. Arago, desarrollada por Mr. Faraday. Pero si en tal estado se da al manubrio para que vuelva á ponerse en movimiento el aparato, la resistencia que se advierte exije cierta fuerza, cuyo equivalente vuelve a aparecer, y se acu- mula efectivamente en forma de calor en lo interior del cuer— po que gira. Con auxilio de un termometro melido en la masa, se si- gue paso á paso la elevacion progresiva de la temperatura. Habiendo tomado como ejemplo el aparato á la temperatura ambiente de 16” centigrados, he visto sucesivamente subir el termómetro a 20, 25, 30 y 34”; en cuyo caso el fenómeno se habia desarrollado lo suficiente para no ser ya necesario el uso de los instrumentos termométricos, siendo sensible en la mano el calor producido. 404 Si se considera digno de interés el esperimento, facil será disponer un aparato para reproducirlo, exagerando el fenó- meno que indico. No cabe duda en que con una máquina he- cha á propósito, y compuesta solo de imanes permanentes, se conseguirá producir de este modo temperaturas elevadas, y patentizar á los ojos del público congregado en los anfiteatros, un sorprendente ejemplo de fuerza convertida en calor. QUIMICA. Análisis calitativa y cuantitativa de las aguas del manantial de los baños de Santa Rita, en Guanabacoa, ejecutadas de orden del Excmo. Sr. Gobernador Capitan general D. José Gutierrez de la Concha, por D. José Luis Casaseca, Direc- tor del Instituto de investigaciones quimicas de esta capital, socio de mérito de la Real Sociedad Económica de la mis- ma, académico corresponsal de las Reales Academias de Ciencias de Madrid y de Munich, etc. Estas aguas son diafanas, incoloras é inodoras, insipidas, pero luego dejan un gustillo ligeramente amargo, propio de las sales magnesianas; ejercen una reaccion alcalina muy marcada en el papel rojo de tornasol, y se enturbian fuerte mente por el hervor. Los reactivos mas esquisilos que reco- noce la ciencia para este objeto, la destilacion de esta agua, recojiendo el vapor acuoso condensado en un recipiente de cristal que contenia un poco de agua destilada ligeramente acidulada con ácido sulfúrico puro, que estaba rodeado este- riormente de hielo, y un examen detenido del residuo de la evaporacion directa de las aguas de Santa Rita, hecha con el mayor esmero y á un calor conveniente y graduado para que fuera disminuyendo al fin de la operacion, han demostrado que contienen estas aguas gran cantidad de gas ácido carbó- nico en disolucion; que no contienen sales amoniacales, pero si una materia aromática, que se volatiliza en parte y comu- 105 nica al producto de la destilación un olor muy grato como de incienso; que sus componentes sólidos son carbonato de mag- nesia, silicato de hierro con indicios de manganeso, silice pu- ra, sulfato de magnesia, nitrato de magnesia, cloruro de so- dio, y una sustancia de aspecto resinoso, de la que no se ha obtenido suficiente cantidad para estudiarla de un modo espe- cial, pero que es olorosa, y esparce un olor aromático á in- cienso por la accion del calor, algo volatil por lo tanto, muy soluble en el alcohol y muy poco en el eter sulfúrico. Reconocidos ya los componentes sólidos y gaseosos del agua, pues aparte del ácido carbónico no contenia gas otro alguno mas que aire, era preciso fijar sus cantidades respectivas; pero antes de hacerlo se procedió a determinar la densidad del líquido, y resultó que es de 1,0007822 á la temperatura de 26” centígrados, tomando el agua destilada 6 pura por uni- dad de densidad; y como la del rio Almendares asi como la de los manantiales de Vento tienen una de 1,0008199, resul- ta que las aguas del chorro 6 manantial de Santa Rita son me- nos densas, Ó como suele decirse vulgarmente mas delgadas que aquellas, bien que contengan una cantidad de sales pró- ximamente cuatro veces mayor que la primera y cuatro ve- ces y media que la segunda en igual volúmen de agua. Esta asercion, á primera vista paradójica, se esplica facilmente por la mayor cantidad de gas ácido carbónico, y por la incompa- rablemente mucho mayor de carbonato de magnesia que con- tienen; sustancias que ambas son mucho mas lijeras que el agua destilada, y disminuyen por lo tanto la densidad del agua mineral de Santa Rita, ó la hacen mas delgada, como suele de- cirse comunmente. Pasando ahora a la determinacion cuantitativa de estos componentes, espondré los datos suministrados por la balanza y por el cálculo en que descansa la análisis cuantitativa, ase= gurando que he comprobado por dos veces la serie de cálcu- los, y que creo no haber cometido error alguno en las conse- cuencias matemáticas que de ellos he deducido; hélos aqui. 406 Análisis cuantitativa de las aguas minerales de Santa Rita en (Gruanabacoa. Datos suministrados por la balanza de Deleuil, sensible á 1 centésimo de grano, estando cargado cada platillo de plati- no con media libra de peso, 6 sea á 4 miligramo, con una carga de 2508 en cada platillo. 1. Residuo de la evaporacion directa de 15 litros de agua del manantial, medidos á la temperatura de 26” centígrados, que era la del ambiente el dia en que se ejecutó la opera- cion, pesó 208,9. Este dato no es de una exactitud matemá- tica, no por falta de la balanza, sino porque conteniendo las aguas de Santa Rita mucha cantidad de sales delicuescentes, aunque se pese el residuo algo caliente saliendo de la estufa de Gay-Lussac, mientras se está pesándolo en una atmósfera constantemente sobrecargada de humedad, como lo es esla, cambia el peso del residuo, y la balanza acusa este cambio por su escesiva sensibilidad ó delicadeza; de modo que es preciso lener suma habilidad y costumbre de ella para hacer apresuradamente el peso antes que empiece la reaccion de la humedad atmosférica, que lo aumentaria: y aunque creo ha- ber operado bastante bien, no considero el dato como mate- málicamente riguroso. 2. Los repetidos lavados con agua pura hirviendo hasta agotar de todo cloruro el residuo anterior, suministraron otro de sales insolubles y exento de materia orgánica, que no esta- ba sujeto al mismo inconveniente que aquel. Completamente seco á 120” cenligrados, pesó exactamente 63,216. 3.2 Por el acido clorhídrico puro, el clorhidrato de amo- niaco añadido y un esceso de amoniaco líquido, ambos puros, se separó bajo forma gelatinosa cierta cantidad de silicato de hierro con indicios de manganeso, la cual pesó despues de bien lavado, seco y calcinado el silicato, 03,762. 4.” Quedo indisuelta otra porcion de sílice, que bien la- vada, seca y enrojecida en una eolipila vertical, era comple- tamente blanca, y pesó 05,872. 407 5. Resulta pues una suma de silicato de hierro con indi- cios de manganeso y de silice pura, que asciende á 15,634. Deduciendo esta cantidad de los 65,216 del residuo insoluble en el agua, obtendremos por sustraccion 45,582, que repre- sentan el peso del carbonato de magnesia que se disolvió con viva efervescencia en el ácido clorhídrico puro, pues que la análisis calitativa habia demostrado ya que no habia otro car- bonato mas que este en el agua de Santa Rita. 6. La determinacion del ácido sulfúrico total contenido en 15 litros de dicha agua correspondiente al sulfato de mag- nesia, único señalado por la análisis calitativa, proporcio- nó 2s,426 de sulfato de barita bien lavado, seco y calcinado luego en la eolípila vertical, los que representan 05,832 de acido sulfúrico anhidro, cantidad que requiere 02,418 de mag- nesia para formar 15,250 de sulfato de magnesia. Hay pues en el agua del manantial de Santa Rita sobre 15 litros 15,250 de este sulfato néutro, número que concuerda casi exacla- menle con la cantidad de esta sal obtenida directamente eva- porando hasta sequedad la disolucion acuosa de las sales so- lubles contenidas en esta agua, tratando el residuo á un calor suave con alcohol de 90” centesimales, hasta que los últimos tratamientos no contuvieron ya cloruro alguno en disolucion, y desecando el residuo a 110” centígrados en una estufa de Gay-Lussac, pesándolo y tratandolo con poca agua destilada para separar el sulfato de magnesia de una corta cantidad de carbonato de la misma base que arrastraron consigo los lava- dos con agua pura del residuo de la evaporacion primitiva del agua del manantial de Santa Rita sin añadidura de sus- tancia alguna. 7.2 Por el nitrato de plala vertido directamente en el agua del manantial, se llegó á averiguar que 15 litros de esta su- ministran 135,120 de cloruro de plata, que adoptando los equivalentes químicos citados por el célebre químico Mr. Reg- nault, representan 35,243 parala totalidad del cloro contenido en el agua del manantial. 8.” Para determinar la cantidad de cada una de las tres sales delicuescentes, nitrato de magnesia, cloruro de magne- sio y cloruro de sodio, obtenidas por residuo de la evapora- 408 cion hasta sequedad de los tratamientos alcohólicos, las tras- formé convenientemente en sulfatos de las mismas bases, que calciné al rojo, y cuyo peso fué de 85,85. Determine luego por el carbonato de potasa, observando las debidas precau- ciones, la cantidad total de magnesia contenida en el conjunto de ambos sulfatos, y obtuve en la balanza 15,6325 de magne- sia bien calcinada, la cual, segun la composicion del sulfato de la misma base, corresponde á 38,25 de sulfato de magne- sia. Deduciendo esta cantidad de los 85,83 correspondientes á ambos sulfatos de magnesia y de sosa, en que fueron trasfor- madas por el tratamiento con ácido sulfúrico las tres sales de- licuescentes del agua examinada, obtendremos 53,60 de sulfato de sosa anhidro, que contienen segun la composicion de este sulfato 25,443 de protóxido de sodio anhidro ó de sosa anhidra. Esta cantidad contiene 18,812 de sodio y 03,631 de oxigeno; v como 15,812 de sodio requieren 28,796 de cloro para formar cloruro de sodio con arreglo á la composicion de esta sal ha- lóide, resulta que hay en las aguas del manantial de los ba- ños de Santa Rita sobre 15 litros 45,608 de cloruro de sodio. 9.2 Si de los 33,243 que representan, como ya dije, la to- talidad del cloro de los dos cloruros contenidos en el agua examinada, deducimos ahora 23,796 que corresponden al so- dio, quedarán sobrantes 03,447, que corresponderán precisa- mente al magnesio, puesto que la analisis calitativa ha de- mostrado que son los dos únicos cloruros que contiene dicha agua; y como 03,447 de cloro requieren, segun la ley de los equivalentes quimicos, 05,153 de magnesio, hay en dichas aguas 08,600 de cloruro de magnesio. 10. La cantidad total de magnesia contenida en las aguas de que voy tratando, perteneciente á las sales delicuescentes cloruro de magnesio y nitrato de magnesia, determinada con la balanza de Deleuil y obtenida por el método mas exacto que se conoce, fué de 18,6325; y como 05,153 de magnesio correspondientes al cloruro requieren 03,101 de oxígeno para formar el óxido de magnesio, habremos de deducir 08,254 de la espresada totalidad de magnesia, y obtendremos por resto 0 magnesia sobrante 18,3785 que corresponde al nitralo ó azoalo de la misma base. Segun la composicion de esta sal 409 delicuescente, á dicha cantidad de magnesia corresponden 38,4241 de ácido nítrico 0 azoico, que forman 4:,803 de ni- trato ó azoato de magnesia. 11. Para formular la análisis cuantitativa, solo me resta hacer observar que en el residuo insoluble: de los tratamien- tos alcohólicos encontré 08,41 de carbonato de magnesia di- suelto en los numerosos lavados con agua destilada hirviendo, que fueron necesarios para agotar el residuo de la evapora— cion directa y primitiva del agua del manantial de todas las sales solubles que contenia. Hay pues que añadir esta canti- dad á los 45,582 de esta misma sal determinada directamente en el residuo insoluble que dejaron los lavados con agua des- tilada. Hecho esto, obtendremos 4s,992 para la totalidad del carbonato de magnesia contenido en dichas aguas. 12. El tratamiento con eter acético del residuo de la eva- poracion alcohólica en una evaporacion especial y directa del agua del manantial, con la añadidura de suficiente cantidad de potasa pura, suministró á su vez un líquido que dejó un corto residuo por evaporacion en un baño de vapor de agua hir- viendo; y tratado este último residuo con 10 centimetros cú- bicos de agua destilada suministró un líquido, que filtrado y ensayado con el cloroformo y el agua bromada conveniente- mente graduada por el método de Mr. Luca, indicó medio diez- miligramo, 6 sea 05,00005 de iodo contenido en dicha agua. 13. Por último, el tratamiento con eter sulfúrico del re- siduo de la evaporacion directa del agua del manantial, sin añadidura de sustancia alguna, suministró una pequeña canti- dad de materia orgánica, de aspecto resinoso, que no se pesó porque, á pesar de los repetidos tratamientos con dicho ve- hículo, nunca se hubiera obtenido la totalidad contenida pri- milivamente en el agua, pues que segun dije en la análisis calitativa, al tratar de investigar si habia carbonato de amo- niaco en dicha agua, me convenci de que era volátil, y de que por lo tanto se pierde una gran parte durante la evaporacion. Esta sustancia orgánica, que los bañistas de Guanabacoa lla- man comunmente chapapote, exhala un olor á incienso por la accion del calor, y es muy soluble en el alcohol y muy poco en el eler. Su determinacion cuantitativa no puede por consi- 410 guiente obtenerse sino aproximadamente, sustrayendo la to- talidad de los componentes del agua, obtenidos rigurosamente con la balanza y por cálculos matemáticos, del residuo total de la evaporacion primiliva. En cuanto al gas ácido carbónico determinado por el mé- todo que indiqué minuciosamente en mi estensa Memoria so- bre las aguas del Almendares y de Vento (1), la cantidad fué de 15,422, que representan 0,72 litro, ó sean 72 centilitros á 02 centigrado de temperatura y á 0*,76 de presion atmosférica. La analisis cuantitativa de las aguas del manantial de los baños de Santa Rita en Guanabacoa suministra pues los re- sultados siguientes. Análisis cuantilatwa sobre 15 litros de agua medidos á 26" cen- tigrados de temperalura. Gramos. Totalidad del residuo obtenido por la ena cion direcla........ QA a AO 20,900 Carbonato de magnesid.............. Hisab: 4 999 Sulfalo de Magnesid.........o.oooooo.o.o... 1,250 Nitrato Ó azoato de magnesia........... ... 4,803 Cloruro de magnesi0..c........o.ooco.o.o... 0,600 Cloruro de sodi0............ isla an 4,608 Silicato de hierro con indicios de manganeso.. 0,762 Silice; pra ara Nao Mala «dan 310:049 Jolcióiautaclaa A 17,887 Materia orgánica, de aspecto resinoso, dotada de cierta volatilidad, que esparce un olor á incienso por la accion del fuego, se disuel- (1) Véase la Gaceta oficial de la Habana por los meses de junio ó julio de 1852; el número 5.” del tomo 111 de la Revista de los progresos de las ciencias, que publica la Real Academia de Madrid; la Seccion cien- tífica de la nueva serie de los .4nales y Memorias de la Real Junta de Fomento y Sociedad Económica, págs. 72 y 73. 411 ve en el agua á favor de las sales delicues- centes, es muy soluble en el alcohol, y ape- nas soluble en el eter sulfúrico; compren- diendo en esta partida la pequeñísima pér- dida inseparable de esta clase de análisis... 3,013 AA A O Contiene además iodo, que se volatiliza durante la evaporacion ordinaria, metaldide que, se- gun la opinion de Mr. Chatin, existe en las aguas potables y minerales en estado de ¡o- duros de DerrOs ¡cents oleo snizis 2 o: ya asbesto O DOOS (10). Resulla pues de esta análisis cuantitativa, que las aguas de Santa Rita contienen próximamente 1,2 de sales sobre 1000 partes de agua del manantial, y 0,27 de la materia orgánica aromática y de aspecto resinoso, vulgarmente llamada cha- papote, sobre 1000 partes de la misma agua. Respecto á las propiedades medicinales de estas aguas, solo diré que no es de mi incumbencia semejante indicacion; pero que en vista de su composicion quimica podrán los fa- cultativos recetarlas con todo conocimiento como bebida 4 en baños, segun mejor conviniere a los enfermos en los casos en que hayan de usarlas como medio curativo. | Habana 8 de mayo de 1855.=Josk Luis CASASECA. Nuevas observaciones. Por nuevas investigaciones analiti- (1) De aqui se deduce que hay una parte de iodo sobre trescientas mil partes del agua del manantial. En el agua del Almendares, segun re- sulta de observaciones posteriores al análisis que de ellas hice y se ha pu- blicado, observaciones que dirijí á la Academia Imperial de Ciencias de París, y están impresas en el número 19 de sus 4ctas (Comptes rendus, tomo XXXVII, 29 de agosto de 1853), sobre las cuales ha escrito Mr. Chatin un artículo en estremo honroso para este establecimiento (Comp- tes rendus, 19 de diciembre de 1853), hay 0%,0002 sobre 10 litros 6 0,0003 sobre 15; es decir, seis veces mas iodo que en las del manan=, tial de Santa Rita. 412 cas practicadas con posterioridad en el laboratorio de este Instituto, me he convencido de que las aguas del baño son en un todo idénticas á las del manantial, destruyendo estos esperi- mentos la opinion errónea arraigada en los bañistas que con- curren á la villa de Guanabacoa, de que surge por el fondo del baño otro nuevo manantial, cuyas aguas se mezclan con las del primitivo 6 verdadero chorro, constituyendo una agua de dis- tinta naturaleza. Habana 12 de junio de 1855.=Josk Luis CASAsECA. Propiedades del silicio; por Mn. DeviLLE. (Ulostitut, 2 mayo 1855.) Entre las combinaciones del oxigeno con los cuerpos sim- ples hay un grupo de sustancias cuyas analogías son innega- bles, que puede caracterizarse por un rasgo particular de su historia. Aplicase á ellos ese método tan fecundo en resulta- dos de toda clase, único que permite hasta ahora aislar sus elementos con alguna facilidad, debiéndose la primera idea de él á MM. Gay-Lussac y Thenard; esos óxidos, inatacables por el cloro, solo se convierten en cloruros por el contacto del carbon, y bajo la influencia de una corriente de cloro á una temperatura poco elevada. Entre ellos se cuentan los cuerpos de que se trata en esla nota, la sílice, el ácido titánico y el bórico, materias muy abundantes en la naturaleza, pero cu- yos radicales no se han examinado aún en todos sus de- talles. Con auxilio de la reaccion del cloruro de silicio sobre el sodio en los aparatos descritos en su Memoria acerca del alu- minio, y con procedimientos iguales á los que sirven para pre- parar este metal, ha conseguido Mr. Deville por primera vez producir el silicio con las nuevas propiedades que vamos a describir. Si se trata el sodio con el cloruro ó floruro de silicio en una nayela y tubo de porcelana caldeados hasta el color rojo, 413 se pueden destruir los últimos vestigios del metal, y entonces basta lavar el residuo para obtener el silicio con todos los ca- racteres que le alribuye Berzelius; pero si se elijen las par- tes de masa que no se adhieren á la naveta, introduciéndolas en un crisol envueltas y tapadas con sal marina pura y fun- dida, y se calienta hasta una temperatura muy elevada, re- sultan dos especies de productos, que varian segun la lem- peratura y la naturaleza del fundente. Se puede reprodu- cir primero el silicio grafitoideo descrito ya por el autor de estos esperimentos, que tambien lo da la fundicion del alumi- nio; € igualmente se obliene el silicio fundido en medio de una ganga que resiste á la accion del fuego; regularmente se ha- lla cristalizado en este caso. El silicio cristalizado tiene en cuanto al color mucha ana- logía con el hierro oligisto un poco irisado; su forma no es susceptible de medidas exactas, porque las facetas de los cris- tales son siempre curvas; pero es tan parecida esta forma a la del diamante, que todos los mineralogistas que la han podido ver han hecho al momento la espresada comparacion. El cris- tal algo voluminoso presentado á los miembros de la Academia por Mr. Dumas, deberia tener en la hipótesis de que depen- diera del sistema regular, seis caras de las del sólido con 48 facetas, que es una de las formas del diamante: en tal estado, el silicio corta el cristal. La análisis de los cristales que acom- pañaban á la muestra de que se trata, ha dado los resultados siguientes: 100 de silicio han ofrecido 205 de sílice, y el calculo exigia 209. La corta cantidad de materias que faltaba contenia aún sílice y hierro. Las escorias eran por consiguien—- le despreciables. Por tanto el silicio, lo mismo que el carbon, á cuyo lado se ha puesto en la serie de los metalóides, es susceptible de tres formas diversas: el silicio de Berzelius, que representa el car— bon ordinario; el grafitoideo, que corresponde al grafito, y se obtiene en las mismas circunstancias que cuando este es arti- ficial; y finalmente el silicio cristalizado, análogo al diamante. Mr. Deville ha presentado a la Academia de Paris silicio fundido sacado de diferentes gangas, no pudiendo por tanto decir nada exacto, ni acerca de la temperatura necesaria para 414 la fusion, ni sobre el modo de preparacion que convenga adop- tar, y solo advierte que el silicio se apodera del hierro en cualquiera parte que lo haya, aun del de los vasos de porce- lana, que corroe de una manera singular (1). Para prepararlo es por consecuencia preciso exajerar todas las precauciones necesarias para la purificacion de las materias, y en particu- lar del sodio. Cuando se ha de analizar, se echa con algunas gotas de ácido nítrico en un crisol pequeño de porcelana, aña- diéndole una ó dos gotas de ácido fluorhídrico puro (el sili- cio en tal estado resiste á la accion de este ácido y la del agua regia); todo debe disolverse, y evaporado el líquido hasta dejarlo seco no ha de quedar vestigio alguno de mate- ria ferruginosa. Mr. Deville ha descubierto que el silicio se alea con los metales, y en particular con el cobre, comunicándole tal du- reza que resiste a la accion de la lima. Es una especie de ace- ro de cobre. El titano, que se obtiene con procedimientos iguales y cal- cinado en crisoles de alúmina, es una materia infusible á la temperatura en que la platina fundida pasa al estado de vapor; se parece al hierro oligisto irisado en sumo grado; y cristali- za en prismas de base cuadrada. (1) Efectivamente, obra como reactivo sobre la alúmina, á lo menos en presencia de las bases, dando los productos nuevos al parecer, que son los que analiza el autor ahora. Los vasos que emplea con preferencia Mr. Deville son unos crisoles de carbon de retorta, calcinados y metidos en ácido clorhídrico cuando aún están calientes. Despues de permanecer lar— go tiempo en el ácido y de lavarlos repetidas veces, son muy buenos di- chos crisoles. 415 FISICA DEL GLOBO. _— Efectos de la presion de la atmósfera en el nivel medio del Océano; por Mx. J. C. Ross. (D'Institut, 28 marzo 4855.) En setiembre de 1848 los buques la Entreprise y el In- vestigator, que anclaron en el puerto Leopoldo, hácia los 742 de latitud N. y 91 de longitud O. Greenwich, se vieron obli- gados á pasar en dicho punto el invierno de 1848 á 1849, porque un enorme pico de hielo arrojado á la entrada del puerto cerró completamente la comunicacion, oponiéndose de este modo á su salida. En ese periodo de tiempo fué en el que se obtuvo la serie de observaciones presentadas á la Sociedad Real por Mr. Ross, y unidas á la presente Memoria. Como se han hecho en circunstancias singularmente favorables, cree el autor que son á propósito para dar alguna luz acerca de los movimientos de las mareas y sobre ciertas causas de su aparente regularidad, por cuya razon nos vamos á ocupar aqui de esto con algunos detalles. Poco tiempo despues de estar completamente helado el puerto, la presion producida por el pico principal obligó á la costra de hielo recien formada, y que cubria la bahia, á su- bir hácia el fondo de ella, llevando consigo los buques á pa- rajes en que las aguas estaban tan bajas, que en las ma- reas siguientes de primavera, que fueron pequeñas, descansa- ba en el suelo su quilla. En tales circunstancias ha sido para el autor el movimiento de las mareas un motivo interesante de estudios, y por consecuencia de observaciones atentas, con el fin de conocer las irregularidades á que han estado sujetas en esa circunstancia particular. El primer dia de observaciones indico, por la elevacion y depresion sucesivas de las aguas allas y bajas, ciertas dife- rencias mucho mas considerables que las que podian espli- carse con auxilio de las causas de perturbacion admitidas ge- a 416 neralmente. El autor conoció al momento que dichas diferen- cias dependian de las variaciones de presion de la atmósfera, porque noló que en los dias en que esta era grande, las aguas altas no se elevaban tanto como debian y las bajas descen- dian de su nivel ordinario, sucediendo lo contrario en los dias de pequeña presion. Como se habia advertido que el método ordinario para de- terminar el nivel medio del mar, tomando la cantidad media de las aguas sucesivas bajas y altas, no era á propósito para descubrir cantidades pequeñas procedentes de una variacion en la presion, se adoptó un sistema de observacion diferente de los empleados hasta ahora, para determinar cada dia el ni- vel medio del mar. Al principio se hicieron en cada cuarto de hora, y durante veinticuatro horas, observaciones simultáneas de la altura de la marea y de la del mercurio en el barómetro, resultando de ellas que podia determinarse diariamente con gran exactitud el nivel medio del mar, y que la variacion en el nivel diario me- dio y en la presion media de la atmósfera se seguian y corres— pondian entre sí del modo mas notable, de suerte que una ele— vacion del primero coincidia con una disminucion de la úl- tima. Luego se adoptaron sin embargo las observaciones ho- rarias. Las ventajas particulares que ha ofrecido la posicion de los buques anclados en el puerto Leopoldo para hacer observacio= nes de las mareas, han sido por consecuencia las siguientes. 1.2 La gran anchura de la boca del puerto, que permitia la libre entrada y salida del agua combinada con un estenso campo de hielo que cubria la bahía entera, dominando asi toda undulacion del agua. 2.2 El recio movimiento de esa inmensa plataforma de hie= lo, que subia y bajaba con una regularidad y precision eslrema- das, de modo que se podian leer en los postes las alturas con la mas rigorosa exactitud hasta décimas de pulgada. 3." La poca profundidad del agua, y la uniformidad asi co- mo la solidez del fondo de arcilla, que permitian el estableci- miento de postes=-escalas con una fijeza invariable. 4,2 El estado de la superficie entera del mar en la proximi- 117 dad, que cubierta de hielo durante la mayor parte del tiempo, ha impedido las irregularidades que causa en otras localidades la violencia del viento, sosteniendo ó deprimiendo el mar segun varia su fuerza y duracion. Para fijar el poste-escala de la Entreprise se hizo un aguje- ro de dos piés cuadrados en la plataforma de hielo, y se metió en él á muchos piés de profundidad un poste sólido de cerca de 40 de largo, sostenido fijamente por cuerpos muertos de hierro, de peso enorme, que descansaban tambien en el hielo. Dicho poste se hallaba próximamente á 21 piés bajo el agua en el momento del nivel medio del mar. Otro poste igual se fijó del mismo modo en un agujero hecho en el hielo cerca del /n- vestigator, con objeto de poder establecer una comparacion. Las observaciones horarias de la altura de la marea y del barómetro principiaron el 1.* de noviembre, y continuaron ha- ciendolas los oficiales de los buques durante los nueve me- ses siguientes hasta fin de julio. A los 47 dias se interrumpió una serie por la circunstancia de que el hielo, coagulado en su parte interior, levantó el poste-escala de la Entreprise. Fa- cil fué determinar la magnitud de la variacion del poste com- parándolo con el del /nvestigator, pero tuvieron que trascur- rir muchos dias antes que pudiera volverse á fijar de un modo satisfactorio en el mismo punto que se puso al principio. Las observaciones de estos 47 dias son las que figuran en la Me- moria, y su discusion es el objeto particular de esta comu- nicacion. El autor anuncia que otras observaciones posteriores indi- can al parecer que, á contar desde la interrupcion hasta me- diados de julio, hubo una elevacion progresiva del nivel me- dio del mar; elevacion pequeña en verdad, pero suficiente para que fuera necesario subdividir la serie, con el fin de ha- cer rigorosamente comparables las observaciones individua- les de cada division diferente. La altura del mar y la respectiva del mercurio en el ba- rómetro á todas las horas del dia, desde el 1.9 de noviembre hasta el 18 de diciembre de 1848, se han reunido en unos es- tados. En ellos se ha tomado la media aritmética de las altu- ras horarias del mar en cada dia, asi como su nivel medio en TOMO V. 27 118 cada una de dichas épocas, y la media de las alturas del ba= rómetro como la correspondiente al mercurio. Un estado con dos columnas, dispuesto segun los dias de observacion, pre= senta esos niveles y alturas medias, y en otro tercero se han dispuesto los dias por orden de alturas del barómetro con los respectivos niveles medios, sin hacer caso de las fechas de las observaciones, a fin de palentizar la dependencia que tienen los últimos de los primeros. El autor hace las siguientes advertencias con motivo de dichos estados. Los 47 dias de observaciones horarias dan 29rulz-,874 como altura media del barómetro, y para la señal del nivel medio del mar 2viés Qpuls- 21 (piés y pulgadas inglesas). El término medio de) puls. piés. pulg. tres dias de presion (30,227, y del nivel respectivo 20 8 , 4 maxima ha sido... ) El medio de tres dias de presion minima ha (29,559 215,4 Sido 0 Er. LA AOL Diferencias.... + 0,668 dd Resulta pues que una diferencia de Ovws-,668 ha produci- do otra de 9 pulgadas en el nivel medio del mar. Como la re- lacion entre 9 y 0,668 es la de 13,467 á 1, considera el autor que el efecto de la presion de la almósfera en el nivel del mar es 13,467 veces igual al que produce en el mercurio del baró- melro, ó está muy próximamente en razon inversa de los pe- sos especificos del agua de mar y del mercurio. Cree sin em- bargo que debe considerarse en gran parte como fortuita esta coincidencia notable; porque si se toma mayor número de dias de observaciones para deducir las presiones medias má- xima y minima, se obtiene un resultado algo diferente. Mas á pesar de todo, juzga que estos resultados de observacion in- dican perfectamente la ley que rije en el efecto de la presion de la atmósfera sobre el nivel medio del mar, y que son pro- pios para alentar á que se continúe esa clase de observacio- nes por medio de series mas estensas, con el fin de lograr una 119 conclusion mas rigorosa que lo es al parecer la que se dedu= ce de los casos ya observados. Al concluir da el autor una fórmula para determinar la altura correcta de la marea, ó el nivel medio del mar. Sea £ la altura correcta de la marea ó el nivel medio del mar, B la presion media de la atmósfera, A la altura obser vada de la marea ó el nivel medio del mar, £ la altura cor= respondiente del barómetro, D la relacion entre el peso es- pecifico del mercurio y el agua del mar, y se obtendrá L=r+(8—B) D El autor presenta algunas aplicaciones de esta fórmula. METEOROLOGIA. —_— REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de junio de 1853. Pulgadas in- BARÓMETRO. X glesas. Milímetros. AA AA 927,838 707,035 MAMA (CILA o ins 28,138 | 714,695 minima (día du). eco. 27,560 700,024 Oscilacion mensual A 0,578 14,671 máxima diurna (dia 28)... | 0,156 3,962 minima diurna (dias 6 y 30). 0,26 0,660 TERMÓMETRO. Fahr. Reáum. Cent. Temperatura media. HEAT 70517 17,14 1"915,39 máxima (dia NS liada 95,6| 28,26| 35,33 minima (dia 2)......... 37,51 2,44] 3,06 Oscilacion mensual................. 58 ,1| 25,82] 32,97 máxima diurna (dia 8)..... 46,01 20,44] 25,56 minima diurna (dia 19).....[17,3| 7,68| 9,61 420 PLUVIÓMETRO. Lío. ingl. | Milímetros. Lluvia caida en el mes......... ERE 0,3 0,76 AAN AAA AAA TIA A Mes de julio de 1855. BARÓMETRO. Abad 10- | Milímetros. II ES oe AS “....| 97,809 | 706,338 maxima (dia 1.%)............. 98,017 | 711,621 minima (dia 18) Loca cantas 97,617 701,461 Oscilacion. mensual an tial des alas 0,400 10,160 máxima diurna (dia 6).....| 0,158 4,013 mínima diurna (dia 10)......| 0,032 0,813 A TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Temperatura Medid. ...ooooooomoo... 82,2/22,31| 97,89 máxima (dia 30)........... 102,0|31,11| 38,88 oe La e 52,01 8,89| 11,11 Oscilacióon Mensual... Po ho. 0... 50,0/22,22| 27,77 máxima diurna (dias 25, 30 y 31).| 36,5/ 16,22] 26,28 minima diurna (dia 11)........| 11,6/ 5,151 6,44 PLUVIÓMETRO. Lin. ingl. Milímetros. Lluvia caida en el mes. cil 0,4 1,01 Mes de agosto de 1855. Pulgadas in- BARÓMETRO. ¿IE Milimetros.. Aura Meda e E alo le ale olla le exe 927,852 | 707,430 Maxima (MAA. cateo nooo 98,025 | 711,825 minima (dia 23)... ...<... 27,676 | 702,960 Oscilacioón ¿mensualo E he aa ek 0,349 8,865 máxima diurna (dia 22)....| 0,164 4,166 minima diurna (dia 29)..... 0,046 1,168 PRA TFN RETIRA, SUNCAAAIA TERMÓMETRO. Fabr. Reaum. Cent. Temperatura media.......oo.oo.oo.o... 82,022", 22/97*,718 maxima (día Mllb....ooo...». 102,0| 31,11/38,88 o (a dr a 53,01 9,33/11,67 Ustilacion mensual... 00. ao de talaio 49,0| 91,78| 97,21 máxima diurna (dia 9)...... 39,5| 17,55/ 91,94 minima diurna (dia 30)..... 22,2] 9,87/12,23 PLUVIÓMETRO. Lio. ingl. Milimetros. Hiuviascaida en el mes occ cocos 8,05 20,45 ManukL Rico Y SINOBAS. "eun—e) 119)1p9]JA 8)s09 e] uo op1s URy Selan]T SeT *e]nsuruog Y] 9p 1O119JUL [Op o p trouon9asuo9 eun u0Jon] onb sora] sou [op serp sotouad so] 9p SeInjel [ 09 JOJe9 JOÁBUL [9 OPOTU 9359 Op opuorpuodso1109 “oruní ap 019 emixen ns Á ,*p emp [9 ue [ensuou euruofo ns 0pejuas 1eq SeJn]e Se] *SITVUINID SANOIOVAVASIU() -e) 9p e]so9 e] u9 ordooso seseoso oJUu9mI]eJouoS tour se] sepoj oxqos oÁBuI op JE TOp 0Yaou e] ua PpIe9 epeaQu e] 9 -oduo] seleq se] Uu09 Oput]sepuo9 £ 'seoapuoxeq selm3pe soJoÁeuI se -193 OUIJ]N 19 U9 Ppeao]o 9my exujetoduo] e] *sou jonbe ap Serp souII]n so] uo -o1d uey omunl op sour 19 9JUBIMp voupLloJpopL uOLS94 Y] U9 SUpuaJosqo SeolIJouIo « ATA LS sez yt “HIS J9LA TA Vy « re. 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SO Ta mua 7 osa osa «o 7 «sz 0. el e IEA IRC MOE: [ROSE Dia los SV9190TONOILAN SANOJOVLSA E S Fosa 5 a |5poligo | QEl ¿E| ¿xfizl 7 2 A E EA O SS E EE O mV —_ IN Ó<_úaa "A *O4LENOIANTA "SOLNAIA "SUL VU AMA "SOULIMOYVE Ea A 5 PP "egedsg 9p SeIouIA0Jd se 9p souoLDu¡so Se] ud e0gy op orunÍ op sam [9 opueamp Septoytioa seDSojozoojom SANOID VA VASO 425 "SVIONIS A O9IY TAANVH "9285 9p Oul op 87 PUPen *zoseoso ns Jod ojqeroadeur “eran]] er] “egedsg op seo139]0109]9u1 sOu019v)s9 syurop se] + ejuerpuodsoxloo e] onb JoÁeu 9ny Pupe]A 9P [ensuour eo1179mowJ9] erpom ey esneo ejso Jod Á “sour 7op serp soumpn so] ue OAIS9IS9 195 Y 939]] JOJe9 19 oJod Sorunf op ,'F 1op sexoy sesouad Á OÁew 9p |£ J9p oy90u ey ua eurediepeno o us uoJokeo anb SOA9IU SP] op erueng9suos omoy “otunf op 019197 19wLId [9 ud eoso] oJuomo]qej0u opejuosoid ey os enjexoduo] e] e ojuouearnepoy corunf opesed ¡o ojue1mp eyedsÍ op 03sox [9 u9 sepeadosqo se] uoo opipuodsoio9 uey ole, ]op *vou9n9 e] U9 SEPpvAosqo Se91I)PUIOIPA SOUOLDP]LISO ST "pep ues ns lod so[qeioo1deur “seran][ Ser] *seo139[0.109]9U1 SQUOLOPISO SP] Op e1jo eunduru uo onb searso9so seul uordoJ e)s9 u9 UOJON] OLUNÍ 9p SPIP SOYA SO] 9p Seanjexoduo) ser *oS1equo ug *soxo11ojue souordor st] u9 sopeadosqo so] uo sojuelowes uoJejuesoud es eanjeloduo) op so] Á 04J9w1QA1eq [op SOrqUIB9 SO] JHAMbepeno) Top e9ueno e] uy E __ (xQ e _ _ EE _EE_E0E0E2E_GEQEEQE PE «| 0% ao | 083 015 *Je9M OLIO « «o lor£yr] « | ser. ] ve | ee | €po Joztooz [oL'pyL |sv*L0L ba narrR “ofe], Tap. eoueng « 8011 | £'le| 96 201 1/88'L% [8€187 |£98'L% AAA AAA AAA A IN A vs | age vs | 8% 791 *01]S8) 9p a. « quer] 1%9 | vr AA <03 ]e6'62z [re“L9L [78791 [sorues opueusoy 077 | 0171 079 | 0907 | 0%9 61667 [030€ [370 “os juoq 10d vIITAIAS | +»***=> ¡10 mbjep 6% « ae | 39% A *soredrg (29 [ep *ouen) « « « v1 « Uv 1:8:5é 211 f£9'002 [93912 [87*L0L [opueusoy Jonuep 007 | 16 6'€9 |785'L7 |00%'87 |798*L% ¡uog Jod 'vavNvuo CIENCIAS NATURALES, —— 0 — PALEONTOLOGIA. Noticia de algunos cambios de fecha poco antigua ocurridos en la fauna de Bélgica; por Mr. ve SeLys-LoNGCHAMDS. (L'lostitut, 24 marzo 4855.) En cierto pasage de un discurso acerca de la fauna belga, pronunciado en la última sesion pública anual de la Academia Real de Belgica, ha marcado Mr. de Selys-Longchamps las va- riaciones que ha dado á conocer la observacion como realiza- das desde tiempos poco remotos en la fauna de dicho pais, y que deben tener probablemente sus análogas en las faunas de otros. El pasage es el siguiente. «.....Al principio recorrian en numerosas manadas el buev primitivo y el uro los pastos y claros de Bélgica; el oso y el lince vivian en los montes espesos; el castor ocupaba nuestros grandes pantanos y las orillas de los rios; el lobo, el jabali, el ciervo y el corzo abundaban por todas partes; el danta y probablemente el reno pertenecian tambien á nuestra fauna. La mayor parte de esos grandes animales han desaparecido á principios de la edad media, quedándose solos el lobo y jaba- li relegados á algunos montes accidentados del Ardenne, y el corzo y ciervo, que solo subsisten, merced á la proteccion con que se les cuida. Mas recientemente, en el siglo último, se ha visto desaparecer de los terrenos fangosos elevados el gran Tehas, que retirado hacia Alemania solo se observa entre nos- olros de largo en largo tiempo, y como ave de paso acciden- 497 tal. Verdad es que, siguiendo al hombre, se han instalado co- mo habitantes nuevos algunos animales pequeños, susliluyen- do en cuanto al número á las especies estinguidas. Citaré en nuestro pais las siguientes: la rata negra, procedente no se sa= be con certeza de dónde, no ha invadido la Europa hasta des- pues de las Cruzadas, 0 tal vez solo despues del descubri- miento del Nuevo Mundo; la rata de Indias no ha venido á Eu- ropa hasla el año de 1730, habiendo espulsado de muchos paises a la rala negra; finalmente, una tercera especie de ratas grandes, cuya patria es el Africa, la rata de los techos, obser— vada en Italia á fines del siglo pasado, se ha apoderado recien— temente del norte de Francia; de suerte que nos amenaza una invasion que ha de enriquecer nuestra fauna con la tercera especie de rala. El pico cruzado se deja ver con mas frecuen= cia en Bélgica desde que se ha estendido tanto la plantacion de coníferas, y aun principia á criar en nuestro pais. La im- portación de las carpas, naturalizadas completamente en mu- chos estanques, data de antiguo; la dorada, 0 pez encarnado de la China, está casi á punto de figurar entre nuestros peces de agua dulce. La esfinge, de cabeza de muerto, no se ha deja- do ver en Europa hasta la introduccion de la patata. El tareto, ese gusano cuya aparicion en los diques de Holanda asustó seriamente en el siglo pasado á muchos vecinos, vino con unos navíos mercantes. Por último, el pulgon laníigero, ó cochinilla del manzano, cuyos estragos, aunque mas lentos que los del oidium de la vid y del botrytis de las patatas, no por eso son menos alarmantes, no se ha estendido entre nosotros hasta ha- ce unos quince años. Por olra parte, nuestra fauna ha perdido los venados y animales feroces que ciertamente causaban da- ños á la agricultura, ó eran peligrosos para el hombre mis- mo; pero en cambio esas especies ofrecian á los primeros ha- bitantes, bien por sus pieles ó bien por su carne, unos recur— sos preciosos. En compensación hemos adquirido varias espe— cies mas pequeñas, cuya mayor parte, aclimatadas á nuestro pesar, son perjudiciales ó incómodos. A la verdad que creo que la suma de ganancias y pérdidas nos es desfavorable. 428 ICTIOLOGIA. ——— Propiedades nutritivas de las sustancias grasas de los peces; por Mx. Paven. (L'Institut, 44 julio 4885.) Mr. Payen ha verificado esperiencias comparativas á fin de comprobar las diferencias que presentan las sustancias gra- sas que se sacan de los peces, y de estimar su valor nutritivo. De ellas deduce la consecuencia de que dicha sustancia grasa - desempeña un papel alimenticio importante en la nutricion de los animales, puesto que no sale toda fuera con los escremen- tos, sino que por lo contrario puede subir su absorcion has- ta 85 por 100. Este número se refiere á una esperiencia en la cual un ánade se sometió á régimen alimenticio compuesto de 80 gramas de carne de congrio mezcladas con 50 de pan blanco al dia. Esperimentadas de igual manera las carnes de la anguila y la carpa, dieron análogos resultados. Ha tratado tambien Mr. Payen de fijar el sitio donde re- side la sustancia grasa en los tejidos de los peces, y con par- ticularidad en la anguila, cuya carne, en estado seco, contie- ne 0,63 de tal sustancia. Valiéndose del microscopio ha visto que los tejidos adiposos de los peces están interpuestos entre las fibras musculares, y aglomerados hácia los estremos de las mismas. La anguila presenta una particularidad característica de la distribucion de la sustancia grasa, que esplica su abun- dancia en la carne del mismo pez. «Un tejido adiposo, dice Mr. Payen, grueso, notable sobre todo por su volúmen y con- tinuidad, rodea á los haces de fibras musculares, prolongán- dose por un lado hácia el centro en forma de capa adherente alrededor de la columna vertebral, y por otro hácia la peri- feria del cuerpo del animal, como una capa contínua aún mas gruesa, y contígua á la piel en toda su cara interna. Despelle- jada una anguila, el tejido adiposo subsiste adherente todo casi al cuerpo del pez, mediante todas las hojuelas interpues- 429 tas en los músculos, contiguas entre sí y adherentes á la cu- bierta del tejido adiposo, semejante al fijo alrededor de la co- lumna vertebral. Mirado con el microscopio el tejido adiposo particular, se manifiesta formado de celdillas redondeadas llenas de sustancia aceitosa. Disolviendo el aceile con eter en el porta-objetos, se distingue facilmente la configuracion exa- gonal de la proyeccion de las celdillas; en cada una de estas se advierte una especie de núcleo redondo, que parece mem- branas plegadas segun radios divergentes de un centro co- mun. Una gota de ácido acélico muda este aspecto, disolvien- do parte de la sustancia del núcleo; este presenta configura— cion de un paquete de fibrillas entrecruzadas en un mismo centro.» GEOGRAFÍA BOTÁNICA. Sobre los grandes bambús de la India, Madagascar y Africa occidental; por Mx. Dursau DE La MALLE. (Comptes rendus, 5 febrero 4855.) El siguiente pasage del Periplo de Hannon, al cual encon- tre en el camino llevando á dicho navegante desde Cádiz a la linea equinoccial, me ha dictado esta breve nota acerca de los bambús. «Desde Solois llegamos á un lago poco distante del mar, poblado de numerosas y altas cañas: encontrábase ¿allí gran número de elefantes y animales salvajes. »Las grandes cañas de que habla Hannon serán probable- mente, ó el cyperus esculentus, 6 los papiros de Egipto y Sici- lia que vieron los antiguos en los rios del Africa occidental, tan bien descritos por los botánicos modernos; ó tal vez puede que fuera un bambú que se hubiese adelantado, yendo del Sur al Norte, hasta el Cabo Blanco, 25 grados L. N. »Un pasaje muy curioso de P. Mela confirma la existen- cia del elefante en las regiones húmedas y calidas de la 430 India, donde crecen los grandes bambús de 50 á 60 piés de altura. »Del trozo que hay de un nudo á otro, segun el geógrafo latino, abriéndolo y ahuecándolo, se hacen piraguas capaces de llevar dos hombres y aun tres. Arundinum fissa internodia, veluti navia, binos el quedam ternos etiam vehunt. »El elefante, y generalmente todos los paquidermos, gustan mucho de las gramíneas gigantescas, á cuya cabeza está el bambú: su savia, dulce y agradable al paladar, produce, cuan- do el sol la coagula, unas lágrimas duras y concretas, y has- ta una verdadera azúcar, segun afirma Poiret. Ántes de que se cultivara la caña de azúcar, se hizo en otro tiempo un gran uso de dicha concrecion. »Los botánicos modernos no han descubierto hasta el dia los bambús en el Africa occidental, entre los trópicos, ni aun mas allá de ellos. Pero una prueba negativa exije mucho tiempo para que se admita como un hecho, y no debe por tan— to desanimar a los viajeros sabios que esploren las costas y el interior del Africa occidental. Y sería algun motivo para hacer esta reserva y para tratar de probar la existencia de los bambús de 60 piés ingleses, demostrando finalmente que no se equivocó Mr. Poiret al valuar su altura máxima de 50 a 60 piés, porque «Boteler (1), capitan de un navío de guerra »de la marina británica, entró en una choza de Madagascar, » y pidió un vaso de agua. Sacáronla de un gran bambú, large »bamboo, de 12 pies de largo y 3 pulgadas de diámetro pró- »ximamente, que en dicha isla se usa siempre en lugar de »cuba ó fuente económica: por copa se emplea un trozo de ho- »ja de palmera. »Es evidente que la altura del bambú de ese diámetro debia ser al menos de 60 piés. »Siempre es util á la ciencia el hallar oposicion; y esta, preciso es confesarlo, ha sido tan sostenida como tranquila y moderada. »La existencia del bambú en el Africa oriental era una (1) Voyage of discobery to Africa and Arabia, 2 tomos en 8.” Lon= dros 1825, t. I, pág. 150. 431 derrota, pero se defendia siempre que no existia enel Africa occidental. ; »Esto me esciló meramente á observar, y véase el resul- tado de ocho dias de pacientes invesligaciones. »En el Delta del Niger, en las orillas del rio Cameroun, uno de los grandes brazos del primero, dos pequeños princi- pes negros, los reyes Bell y Aqua, han edificado una ciudad nueva, cuyas casas, dispuestas en calles anchas y regulares, están construidas uniformemente con bambú. (The houses are neally built of bamboo in wide and regular streets.) »Este caso curioso del bambú usado para la construccion de casas, nos lo ha trasmilido el capitan W. Allen, encargado en mayo y junio de 1852 de esplorar, sondear y representar exactamente en 3 cartas el Delta del Niger, cuya principal boca es el rio Cameroun. » Además, el comandante Swanzy, en la espedicion contra el tirano del pequeño reino de Apollonia, sita en la costa de Oro hacia los 5 grados de latitud Norte, observó que la pri- mera ciudad de dicho estado se hallaba edificada con bambú. (The houses are built of bamboo.) Su relacion se publicó en el United service Magazine de Colburn, mayo de 1850, pag. 57; y el mismo Swanzy, atacando de nuevo al citado tirano en 1846, vió que las casas estaban construidas con bam- bús (1); en la ciudad de Atambo, del reino Apollónico, la fa- chada del palacio real era tambien de bambús (2): y como el tirano habia estado en Inglaterra, tenia un piso en vez de una simple habitacion baja hecha de hierro: el rey iba con uni- forme inglés, que le habia causado admiracion en Londres; y le gustaba mucho la igualdad de su edificio. Nunca olvidaba po- nerse su uniforme y sus insignias cuando, sentado á la som- bra de un algodonero, hacia perecer por diversion, con di- versos tormentos, treinta súbditos suyos. »Este bambú corpulento es indudablemente el arundo ar- bor de Gaspard Bauhin, pues en aquella época, en 1600, era (1) United service Magazine Colburns, mayo 1850, pág. 57. (2) Ibid., junio, pás. 220. 432 mas accesible á muchos pequeños barcos mercantes el Afri- ca occidental que la India y la China. Creo por consecuencia que no se niegue ya la existencia del bambú arbor en el Afri- ca occidental, puesto que se han edificado con él tres pobla- ciones enteras. Tal vez sea una especie nueva del género arundo, pero siempre un bambu, arbol corpulento; y el nombre antiguo del bambotus, alterado hoy aunque poco en el nombre vulgar de Gambia, indica un rio poblado de bambús, como en Francia 'Oulme, la Fresnaie, la Saussaie, la Chesnate desig- nan un canton en que crecen ó abundan los olmos, fresnos, sauces y encinas. : HIGIENE. Consideraciones sobre la salubridad respectiva de los diferen- tes barrios de las ciudades; por Mx. Juno. (Comptes rendus, 26 febrero 4855.) Cuando se examina de qué modo se halla distribuida la poblacion en las grandes ciudades, se advierte sin escepcion, que la clase acomodada tiende á ocupar principalmente la parte Oeste y abandonar la contraria á las diferentes indus trias; pareciendo que, por una especie de intuicion, ha adi- vinado las condiciones de localidad en que ha de hallar los elementos de inmunidad en las grandes calamidades pú- blicas. Asi pues, refiriendonos primero á París, la clase opulenta se ha dirigido constantemente hacia Poniente desde la funda- cion de esta inmensa ciudad. Lo mismo sucede en Londres y generalmente en todas las ciudades de Inglaterra. En Viena, Berlin, San Petersburgo, en una palabra, en todas las capita- les de Europa se reproducen hechos idénticos, verificándose el mismo movimiento de la poblacion en direccion Oeste, don de se agrupan constantemente los palacios de los reyes y las habitaciones donde solo se busca recreo y salubridad. Esta 433 particularidad remonta á los tiempos mas antiguos, segun he podido comprobarlo, dice el autor, al visitar las ruinas de Pompeya y otras ciudades antiguas; y en ellas, asi como se observa en el Paris de nuestros dias, se hallan al E. los ma- yores cementerios, no habiendo por lo regular ninguno al Oeste. Si se ven algunas escepciones raras de esta regla, es siem- pre facil comprobar que ciertas colinas escarpadas ú otros obstáculos insuperables 0 estratégicos, han sido los que han modificado ese desarrollo hácia el Oeste. Algunas ciudades de Suiza, Neufchatel entre ellas, nos ofrecen ejemplos de esto: lo mismo sucede con Edimburgo y Roma, pues ambas han debi- do subir al Norte antes de tomar nuevamente su direccion nor- mal al Oeste. ¿Cuál es la significacion de un hecho lan general? La ca- sualidad no es posible que presida á tal constancia; y aun ad- mitiendo que no se la espliquen los que dirijen los trabajos de la construccion, no por eso deja de existir la razon, sin em- bargo de no saberla. Esa razon es fisica, y se refiere á la pre- sion atmosférica. Cuando la columna barométrica sube, el humo y las emanaciones perjudiciales se desvanecen rápida- mente en el espacio: en el caso contrario, vemos que el humo y los vapores nocivos se mantienen en las habitaciones y en la "superficie del suelo. Ahora bien, sabido es por todos que en- tre los vientos, el de Levante es el que hace subir mas la co- lumna barométrica, y el de Poniente el que mas la deprime. Cuando corre este, liene el inconveniente de llevar [ras sí á los barrios situados al Oriente de las ciudades todos los ga- ses deleléreos que ha hallado á su paso por los de Oeste. Resulta de aquí, que los habitantes de la parle oriental de una ciudad tienen no solo sa humo y miasmas, sino tambien los de la parte occidental que les acarrean los vientos de Poniente. Si, por el contrario, corre de Levante, purifica el aire, haciendo que suban las emanaciones nocivas que no puede ar- rojar al Oeste de la poblacion. Por consecuencia, las casas que se hallan á Poniente reci- ben un aire puro, de cualquier punto del horizonte que pro- ceda; á lo cual debemos añadir, que prevaleciendo ó rei- TOMO Y. 28 434 nando con mayor frecuencia los vientos de Oeste, son las primeras que reciben ese aire tal y tan puro como llega del campo. De los hechos que preceden creemos que se deducen las proposiciones siguientes. 1.2 Las personas que tienen libertad de eleccion, princi- palmente las de salud delicada, han de vivir al Oeste de las poblaciones. 2.2 Por la misma razon se han de concentrar al E. lo- dos los establecimientos que desprenden vapores ó gases no- CIVOS. 3. Finalmente, al levantar una casa lo mismo en la ciu- dad que en el campo, han de relegarse al Levante las cocinas y demás dependencias de donde pueden esparcirse por las ha= bitaciones emanaciones nocivas. Leida esta comunicacion, refirió Mr. Elie de Beaumont algunos hechos que á su parecer tienden a probar la eons- tancia y generalidad de la ley designada por Mr. Junod. En la mayor parte de las grandes ciudades que ha visitado, ha advertido esa tendencia de la poblacion acomodada a dirigirse constantemente hácia un mismo lado, que generalmente es, salva la influencia de ciertos obstáculos locales, la parte Oeste: Turin, Lieja, Caen nos ofrecen ejemplos de ello. Igual adver- tencia ha hecho Mr. Moquin-Tandon en Montpelier y Tolosa.: París y Londres ofrecen sobre este particular casos análogos, a pesar de que los rios que cruzan estas dos grandes aglome- raciones corren en sentidos diametralmente contrarios. Re- cordo á propósito los refranes populares y piezas teatrales, que comprueban la tendencia de los ricos de la ciudad de Londres á vivir en el estremo occidental de la gran po-= blacion, el West- End. Paris se ensanchaba en direccion Nor- Este cuando la época de la construccion de la Baslilla, pa- lacios de Tourneiles, Hotel Saint-Paul, etc.; pero enton- ces se sentia aún la influencia del terror producido por las incursiones de los Normandos, cuyas flotillas subian por el Sena hasta Paris, y solo los detenia el, Pont-au-Change. En aquella época, y mientras duró la misma impresion, de- bia causar repugnancia vivir en Auleil ó% Grenelle; pero 435 desde la fundacion del Louvre, y principalmente desde el reinado de Enrique IV, el fenómeno volvió á tomar su cur- so natural. Mr. E. de Beaumont se inclina á creer, que entre las causas de este fenómeno ha de tenerse en cuenta el es- tado higrométrico del aire, mas húmedo generalmente cuan do hay vientos de Oeste y Sudoeste que durante los de Oeste y Nor-Este. 436 VARIEDADES. (A solicitud del interesado se inserta el artículo siguiente.) Aclaraciones acerca del sistema natural de los números des- cubierto por D. Vicente PuyaLs DE La BASTIDA. 1. Cien años hace ya que se conoce la numeracion escrita de 12 ci- fras; pero asi esta como todas las que se dispongan de palabras, de cifras ó de cualesquiera otros signos convencionales, son obras de los hombres, no de la naturaleza; lo que yo he descubierto no es un sistema de signos de ninguna clase, sino un sistema de las propiedades esenciales ó prime- ros elementos que entran en la composicion de los números: este sistema no es obra mia ni de ningun hombre, sino de la naturaleza; y aunque es eterno, tanto como Dios, no ha sido conocido de los hombres hasta que lo ha descubierto un simple aritmético. 2. Ese admirable sistema de propiedades esenciales que se verifica naturalmente en cada periodo de doce números seguidos, se ha equivo- cado con la numeracion escrita de doce cifras, y para deshacer esa equi- vocacion escribí un artículo titulado Sistema natural de los números, que puede verse enel Boletín oficial del Ministerio de Fomento, núm. 139; en la Gaceta de Madrid, núm. 630; en la Revista de los Pregresos de las Ciencias, tom. 4, pág. 567; en el Memorial de Artillería, tom. 11, pá- gina 87, y en la Revista de Obras públicas, tom. 3, pág. 104. 3. Pero algunos matemáticos han manifestado no haber entendido el referido Sistema natural de los múmeros, pues queriendo probar que no es natural sino arbitrario, y que se pueden disponer tantos como se quiera con las mismas armoniosas relaciones, han dado una prueba plena y so- lemne de que absolutamente no se tenia antes ninguna noticia de las ver— dades que he descubierto, con cuyo motivo he creido conveniente y ne- cesario tracer las siguientes aclaraciones. 4. Enla Filosofía de la numeracion no llamo número primo sino simple al que solo es múltiplo del 1; siendo número compuesto el que además del 1 es múltiplo de otro ú otros: llamo número primo á todo el que no es múltiplo del 2 ni del 3, aunque lo sea de otro ú otros que no pueden ser sino primos tambien, cuya fórmula general es 6n1+ 437 en este concepto son primos simples el 5, el 7, el 41..... y son primos compuestos el 25, el 35, el 49.....5 el 2 no es primo sino binario sim- ple, y todo otro número múltiplo de 2 es binario compuesto; el 3 tam- poco es primo, sino ternario simple, y todo otro número múltiplo de 3 es ternario compuesto. 5. El número 12 y los múltiplos de 12 son proporcionalmente mas divisibles que cualquiera otro que tenga igual número de factores simples; por ejemplo, el 12 y el 18 tienen los mismos factores simples 1, 2 y 3; luego en igualdad de circunstancias deberia tener el 12 cuatro fac- lores solamente, siendo dos tercios del 18, que tiene seis, como los 129x1/|118X1 tiene tambien el 12. El 35 tiene tres factores sím— 6X2| 9X2 ples, que son 1, 5 y 7; y no tiene mas, porque nin— AA TES guno de esos simples es binario ni ternario, sino que 60X1,90X 1 todos son primos. El 90 y el 60 tieuen los mismos fac— 30X2:45 X2 , a 20X3 30X3 tores simples 1, 2, 3 y 5, y sin embargo, tantos fac- 15 x418x5| tores tiene el uno como el otro (véanse las tablas 12X5/15X6| del margen), porque el 60, aunque es un tercio me- 10X 6/10 X9| — nor, es múltiplo de 12. 6. No he sido yo ni hombre alguno, sino la naturaleza, quien ha dis- puesto que los números se dividan principalmente en pares é impares los impares en primos y ternarios, y los pares en binarios y tetrácti- cos; los binarios en binario-no-ternarios y en binario-ternarios, y los te- trácticos en tetráctico-no-ternarios y en tetráctico-ternarios. 7. Tampoco ha dispuesto ningun hombre, sino la naturaleza, que los números primos (los de la fórmula general 6n1) se dividan por su co- locacion en dos clases, hallándose unos (los de la fórmula 6 (2n—1)==1) inmediatamente antes ó despues de los binario-ternarios, y otros (los de la fórmula 6(2n—1)=5) inmediatamente antes ó despues de los tetrác- tico-ternarios. 8. Esas divisiones y subdivisiones tan naturales de los números, de- penden únicamente de los primeros de la escala 1, 2, 3 y 4, con cuyo motivo se reducen á siete las clases en que naturalmente están divididos. Siendo el 12 el primer múltiplo de estos cuatro primeros, y por consi= guiente el término de la clasificacion que de ellos resulta, se encuentra un sistema perfectamente simétrico y armonioso en cada periodo de doce números seguidos, como puede verse en el artículo citado y en el capitu- lo 10 de la Filosofía de la numeracion. Todo otro sistema de propiedades de los números, atendiendo á su natural composicion, es arbitrario, y su- mamente imperfecto por defecto ó por esceso. 9. Si se atiende solamente á los números 1 y 2, resultan dos clases 438 Perio= dos. Clases. Núms, EE: la 1.* de los múltiplos del 1 y no del 2, que ge- 19, NA neralmente se llaman impares (cuya fórmula es 2%. 2 1(2n—1)=2n—1), y la segunda de los múltiplos 2 .—! 1 3 del 4 y del 2, que se llaman pares (cuya fórmula s0 da . es 2n). El primer múltiplo de 1 y 2 es el mis- 9,1 $ 6 mo 2, que es el término de esa clasificacion, cuyo A cd sistema se verifica entre cada dos números pares, 28 como se ve al margen. 10. Pero en ese sistema son de una misma clase los números primos y los ternarios impares, que por su naturaleza forman dos clases muy dis- tintas; y tambien son de una misma clase los binarios y tetrácticos ó cua- ternarios, que es necesario distinguir, porque el 4 tiene naturalmen- te usos y aplicaciones que no puede tener el 2. Sin el cuadrado, que es una figura de cuatto lados y cuatro ángulos, no se pueden medir las su- perficies. Perio= dos. Clases. Núms. pta o 11. Sise atiende solamente á los números 1, 2 y 3, resultarán cuatro clases: la primera de los múl- tiplos del 4 pero no del 2 ni del 3, es decir, de los primos, cuya fórmula general es 3(2n—1)2=6n 1; la segunda de los múltiplos del 1 y del 2 pero no a AE del 3, es decir, de los números pares que no son ter- 12... 7 narios, euya fórmula es 3(2n—1) 1=6n2; la 2 5/0 ; tercera de los múltiplos del 1 y del 3, pero mo del 2, Ó sea de los números ternarios impares, cuya fór- Le. 14 mula es 3(2n—1); y la cuarta de los múltiplos del II Jo. 1, del 2 y del 3, cuya fórmula es 6n. d%.. 13 12. El primer múltiplo de los números 1, 2 y 3 go E de es el 6, en el cual y en sus múltiplos termina esa 22.46 clasificacion arbitraria, y se verifica el sistema que A se ve al margen, en donde se observará que están 4%... 18 confundidos en una sola clase los binarios y tetrác- ticos, cuyas dos clases naturales es preciso distinguir. 13. Siá los cuatro números designados por la naturaleza se agrega el 5, no se encuentra el término de la clasificacion sino en un periodo de sesenta números seguidos, siendo el 60 el primer múltiplo de 1, 2, 3, 4, 5, y tambien del 6. Atendiendo á estos seis números se forman doce cla— ses, y con ellas un sistema entre cada dos múltiplos de 60, pero con tal confusion, que en cada uno de esos periodos se encontrarán diez y seis de la 1.* clase; ocho de la 2.”, dela 3.2 y de la 4.% cuatro de la 5.2, de la 6? 439 y de la 7.*; dos de la 8.*, de la 9.2 y de la 10.%; y uno de la 11.? y de la 12.2 14. Estalla imperfeccion de ese sistema, que los múltiplos de 5 por números primos (los de la fórmula 5(6n==1) hacen por sí solos una cla- se distinta de las de los demás primos; los binarios múltiplos de 5 forman otra clase distinta de la de los demás binarios; los ternarios múltiplos de 5 otra clase distinta de la de los demás ternarios; sucediendo lo mis- mo con los tetrácticos, binario-ternarios y tetráctico-ternarios múlti- plos de 5. 15. Atendiendo á los números 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7 se forman trein- ta clases por lo menos, cuyo término se encuentra en el número 420, que es el primer múltiplo de esos siete: creo, pues, mas que suficien— temente demostrado que es imperfecta, arbitraria, inútil y viciosa toda clasificacion de números que se haga atendiendo á su composicion Ó no composicion de otros seguidos que pasen del 4. 16. Si no son seguidos los factores que se elijan, será tanto mas dis- paratada la clasificacion que resulte, cuanto mas prescindamos ó nos alejemos de los cuatro primeros de la escala. Si prescindimos del 2 y del 4 y atendemos solamente al 1 y al 3, resultarán dos clases, una de los múltiplos del 1 y no del 3, y otra de los múltiplos del 1 y del 3; la pri- mera comprenderá todos los primos, binarios y tetrácticos, y la segunda todos los ternarios, de modo que en cada periodo de tres números habrá dos de la primera clase y uno de la segunda. 17. Siempre que se elijan dos factores solamente, no se pueden for mar sino dos clases, por ejemplo: atendiendo á los números 1 y 13 se- rán de la primera los múltiplos del 4 y no del 13, y de la segunda los múltiplos del 1 y del 13, de modo que en cada periodo de trece números seguidos habrá doce de la primera clase y uno solo de la se- gunda. 18. Si se elijen tres factores resultan cuatro clases: por ejemplo: sean los números 1, 2 y 5, y serán de la primera clase los múltiplos del 4 y no del 2 ni del 5; de la segunda los múltiplos del 4 y del 2, pero no del 5; de la tercera los múltiplos del 1 y del 5, pero no del 2; y de la cuarta los múltiplos del 1, del 2 y del 5. 19 | tercera á los impares múltiplos de 5, sean primos ó 20 | ternarios; y la cuarta á los pares múltiplos de 5, ter- narios ó tetrácticos. 20. Con ese sistema imperfectísimo de propiedades de los números se conforma el arte de espresarlos y escribirlos que se practica en las naciones mas cultas, y esta es la causa de que por la última de las ci- fras con que está escrito un número, solo podemos saber si es par ó im- par ó si es ó no es quinario. Para saber si es primo ó ternario es preci- so hacer una operacion aritmética, y nose sabe si un número par es te- tráctico si no se observan las dos cifras últimas. 440 Chascs. bto.. 0 10 19. El término de esas cuatro clases arbitrarias se e > ; ;S encuentra en el número 10, que es el primer múltiplo a 13 | de 1,2 y 5; y en cada periodo de 10 números segui- 22. 4 44 | dos se verifica el sistema vicioso que se ve al márgen, 3%. 5 15 | en donde la primera clase comprende á los números im- er z de pares primos y ternarios que no son múltiplos de 5; 2 8 1s | la segunda á los pares que no.son múltiplos de 5; la 9 0 SS : . : pS 21. Es necesario no ser matemático, ó no querer hacer un buen uso de su razon, para no conocer ó para no confesar que la base de la nume- racion no es perfecta mientras no sea un número múltiplo de números seguidos desde el principio de la escala. Muy sabido es que el primer múltiplo de 1, 2 y 3 esel 6, el cual no puede ser base de la numera- cion por demasiado pequeño, y porque es el término de una clasificacion defectuosa: tambien es muy sabido que el primer múltiplo de los núme- ros 1,2, 3,4 y 5 esel 60, el cual tampoco puede ser base de ln nume- racion por demasiado grande, y porque es el término de una clasificacion escesivamente supérflua. 22. En vista de todo lo dicho es necesario no tener sentido comun para no conocer cualquier mediano aritmético, que la numeracion ó arte de espresar y escribir los números no es perfecta mientras no sea el 12 la base generativa de las unidades compuestas, porque este número no es grande ni pequeño, y porque es el primer múltiplo de los primeros de la escala 1, 2, 3 y 4, que son los elementos de la natural composicion y clasificacion de todos los demas números; de modo que solo con la numeración que tenga por base el doce, podemos conseguir que los números espresen los elementos de su composicion y la clase natural á que pertenece cada uno. 23. Es preciso, pues, que sea el 12 la base de la numeracion para que la aritméticaisca perfecta, sencilla en todas sus operaciones, general y concisa ensu aplicacion, y la única que facilite cuantos cálculos pue- 441 dan ocurrir en el trato comun, en el comercio, y en todas las ciencias y artes. 24. Pero no es fácil qne se tome alguno el trabajo de aprender la aritmética perfecta, mientras no se establezca el sistema duodecimal de medidas, pesos y monedas; y por el contrario, establecido ó solamente de- -eretado ese sistema duodecimal, se adoptará inmediatamente para las ciencias la aritmética perfecta, aunque sea necesario saber tambien la que se halla establecida para entenderse con el vulgo. 2%. Bastan ocho dias, y cuando mas quince, para que un regular arit- mético aprenda la numeración perfecta y sus correspondientes tablas de sumar y multiplicar, con las cuales podrá hacer en seguida toda clase de Operaciones aritméticas de las que sepa hacer con las tablas correspon- dientes á la numeracion bárbara conocida. Establecido el sistema duode- cimal de medidas, pesos y monedas, y adoptada para las ciencias la nu- meracion perfecta, enséñese esta á los niños, y será vulgar en menos de veinte años. 26. Cualquiera de las dimensiones halladas y que se hallaren de la distancia del Ecuador al polo en cualquier meridiano, divídase por la sép- tima potencia de 12, que es 35831.808 (10.000.000 de la numera- cion perfecta), y resultará el pié de Albacete, de Guipúzcoa, de Logroño, de Segovia y de Toledo, el mismo que he propuesto en el capítulo 17 de la Filosofía de la numeracion. 27. La onza castellana tiene 28,75 gramas; de modo que aumen- tándole 5 centigramas, ó sea un solo grano, tendria 288 decigramas: lue- go dividiéndola ó subdividiéndola por 12 tendria el adarme duodecimal 24 decigramas, y 12 el tomin duodecimal: asi sería muy fácil la reduc— cion de los pesos decimales á los duodecimales, y al contrario. 28. Los valores debieran espresarse siempre en cantidades de plata fina en pasta; y las monedas de plata, de cobre ó de papel debieran te- ner espresada la cantidad de plata fina en pasta que representan. 29. Las monedas de oro debieran tener espresada la cantidad de oro puro en pasta que representan, quedando asi cada uno en plena libertad para dar ó recibir por una cantidad de oro la cantidad de plata que le convenga. 30. Los que deseen esplicaciones acerca de las verdades científicas que he descubierto y publicado en la Filosofía de la numeracion y en otros escritos, pueden pedirlas de palabra ó por cartas francas, dirigién- dose á la calle de la Villa, núm. 4, cuarto tercero, en Madrid.—V'icente Pujals de la Bastida. —Maáquina termógena de MM. Beaumont y Mayer. Tiene por objeto esta máquina producir por mero rozamiento, y sin caldeo ninguno, una cantidad bastante considerable de vapor. Consiste en una caldera cilíndri- 442 ca de 2 metros de largo y 50 centímetros de diámetro, dentro de la cual corre un tubo cónico. El agua que se trata de reducir á vapor llena el espacio comprendido entre las paredes interiores de la caldera y la super- ficie inferior del tubo cónico. Dentro de este se mete un cono de madera forrado de una trenza ó cerro de cáñamo arrollado en hélice; el cono de madera, atravesado por un eje de hierro, ocupa exactamente la capacidad interior del tubo, de suerte que se apoya y roza sin cesar contra sus pa- redes. Mediante la fuerza motriz de un salto de agua, se le comunica una velocidad de 400 vueltas por minuto, y el calor ocasionado por semejante rápida rotacion y contínuo rozamiento, basta suficientemente para reducir á vapor el agua de la caldera: un termómetro puesto dentro del agua marca al cabo de cierto tiempo 130”. La caldera lleva todos los acceso- rios comunes, como válvula de seguridad, silbato, flotador, manómetro, etc. Adquiere el vapor una presion de 25 atmósferas. Una caja de grasa de efecto contínuo, da á la cubierta del cono de madera el aceite preciso para mantener el movimiento: no arde este aceite, y puede servir indefinida- damente. Al salir del cono interior pasa á lubrificar los tornillos y ejes. La máquina contiene 400 litros de agua, y para moverla se requiere una fuerza de dos caballos: da vapor suficiente para tener la de uno, po= ca al parecer, pero mucha en realidad atendiendo á que no se habia 0hb- tenido efecto tal del simple rozamiento. No podrá servir seguramente esta máquina para producir fuerza ó efecto mecánico, puesto que para andar necesita otra fuerza motriz exis- tente ya, y de la cual aprovecha solo uma parte; pero tiene otro fin que no deja de ser racional: convertir en calor util ciertas fuerzas naturales perdidas; hacer calor con la fuerza, allí donde ésta sobreabunda y nada vale, allí donde falte calor porque falte combustible para originarlo. La leña y el carbon de piedra valen, y cada dia valdrán mas, porque es re- gular que vayan escaseando: será entonces carísimo convertir el calor en fuerza motriz, y no dañará pensar en la manera de que ésta se convierta en aquel, ya por el rozamiento, ya por la electricidad. Por esto la má- quina de que se trata es importante, puesto que vence una gran dificul- tad, da un paso adelante, y acaso dará frutos mayores tarde ó temprano, ya que los actuales, si bien exíguos, se dicen seguros. —Observaciones pluviométricas hechas en la Habana desde 1.” de enero de 1854 al 1. de enero de 1855, por el Sr. D. José Luis de Casaseca. Moses. Dias de lluvia. Enero. ..... A RN A 9 Febrero... SIN A TS A! e 4 MAZO A A O a RR NoE 4 el O A RR ina RS 13 Dias de lluvia. Meses. LAN AA ASE AO ULTDEDS ANO OA A AE 13 JUDO lots e. a Ne atado AA 9 TAS AOS AA 9 AC A a 10 AA a o e o ic 9 Noviembre ...... ESE to ae ESO 5 IDICICHADTO ¿0.0:s tejas ios da Sopcomd dan obo E 10 HU O Segun se ve, el término medio de los dias de lluvia en la Habana en el año 1854, ha sido próximamente de 9 por mes. La cantidad de agua que ha caido en la misma ciudad en dichos dias de lluvia, espresada en milímetros, ha sido la siguiente. ODA NA a EBDIELO A a a Sob0s 74 MEAZO eo a or la ACASO 20000 88 INE Se tetra da ciao 96,5 Md a dds od Os 57 duo Pda li e 107,6 Told 0d aa sd a des 162 Agosto... civicco... iolatall ato eee IS Sociembre abalorios caida 117,4 MEM Done cEna e A O a AO 69,5 DEM A Po AN 40 o PA DOOOUILODDO ODO 60,2 TOURS ARS: > 1040,2 Por consecuencia ha caido en la Habana 1”,040 de agua en todo el año 1854, lo cual no es casi el duplo de la que cae por término medio en París. Sin embargo se observan aquí tales aguaceros, que á no ha- herse convencido de la verdad por la esperiencia de doce meses consecu- tivos, se sentiria inclinado cualquiera á exajerar la cantidad de agua caj- da anualmente. El 48 de julio de 1854, por ejemplo, cayó en la Habana, en dos horas y medía solamente, la enorme cantidad de 7 1,5) 10 cual equivale á 28 milímetros por hora. La lluvia mas recia que he visto ci- tar es la que observó el almirante Roussin en Cayena, que duró desde las 444 ocho de la tarde hasta las seis de la mañana (10 horas), y fué de 280 milímetros; es decir, 28 milímetros por hora tambien. Las lluvias no han sido este año tan fuertes como de costumbre. Las observaciones de los años sucesivos, pues me propongo continuarlas du- rante mi permanencia en la isla de Cuba, probarán si las lluvias anuales de la Habana esceden ó no con mucho á la cifra obtenida en 1854. So- lo añadiré, que en él han sido las lluvias incomparablemente mas recias en lo interior de la isia que en la Habana. —Estrellas fugaces del periodo de agosto. El resúmen de las obser vaciones meteóricas hechas por Mr. Coulvier-Gravier los dias 9, 10 y il de agosto de 185% es como sigue: Duracion Dias Cielo visible, de la observacion. Número de estrellas. 9 0,8 5hp0m 167 10 0,7 5 45 315 11 0,9 6.00 246 0,8 16 45 728 A estos números acompañan jas observaciones siguientes: «Hemos visto, pues, en 16 horas y 45 minutos, 728 estrellas fuga- ces, lo cual da 43 á 44 para término medio por hora, ó 45 aplicando la correccion tocante al estado del cielo. Para juzgar de la disminucion de esta vuelta periódica, recordaremos los resultados de los años precedentes desde 1848, época del máximo. Años. Número horario, Años. Número horario. 1848 110 1852 63 1849 106 1853 56 1850 ' 84 1854 0 1851 67 1855 45 Asi el número horario medio ha bajado en 7 años de 110 á 45, cu- yos números son como 22 á 9. Al propio tiempo de venir disminuyendo el término medio, de suerte que sea probable el fin hácia 1860, resulta de muestras observaciones que no es igual la disminucion en los 3 dias; sale de 65 por 100 el 9 de agosto, 48 el 10 y 45 el 11. Se ve por tanto que la época del término medio general se viene retardando anualmente A 445 una cantidad apreciable, como se sospechaba, pero sin estar confirmado por observaciones directas.» —Congelaciones del mar Negro. Segun Mr. Techihatceff, que ha bus- cado las congelaciones del Mar Negro referidas por los autores desde el año 401 hasta nuestros dias, son 18 las veces que se ha notado aquel fe- nómeno. Las dos últimas sucedieron en 1823 y 1849. — Accidentes en los ferro-carriles anglo-americanos. De un informe del ingeniero jefe de los ferro-carriles de los Estados-Unidos, resulta que de mas de 12 millones de viajeros que durante el año 1854 han ido por diez y seis de las líneas férreas principales, solo 12 han perecido, y 11 de ellos estaban en las plata-formas esteriores al perecer. —Za rvas de sarcófagos que suelen hallarse en los ojos y la nariz del hombre. Algunas veces se ha hablado de larvas de insectos encontradas en los ojos humanos, pero nunca se ha designado la especie ni aun el género áque pertenecian. Cabrira, en el informe de Siebold acerca de los progresos de la helmintología para 1848, menciona el caso de un hom- bre que, despues de haber dormido algun tiempo al aire libre, sintió un dolor al dia siguiente en el ojo izquierdo, acompañado de una manchita encarnada en la esclerótica: frotándole el párpado superior salieron de la córnea y del resto del ojo cerca de 40 gusanillos de cosa de media línea de largo. Ormond ha descrito dos casos de inflamacion del ojo producida por una pequeña larva de díptero. El Dr. Schence de Goriontzk ha observado tambien un caso análogo y podido determinar en él la especie de dichas larvas, conservándolas cui- dadosamente de modo que llegasen á convertirse en crisálidas, habiendo descubierto que nacian de ellas el Sarcophaga ruralis ó el S. latifrons. El mismo naturalista ha estraido de la nariz de una mujer algunas lar— vas, pero no le ha sido posible conservarlas el tiempo necesario para de- terminar su especie. Ruthe ha observado tambien que la larva del Sarco- phaga latifrons se encuentra en las úlceras del oido. —Observaciones de inclinacion y declinacion magnética hechas por Mr. Erman en varios puntos de Europa en agosto de 1853. Determinó las inclinaciones con una brújula de Robinson, las declinaciones con el apa- rato de Pistor, y las intensidades por las oscilaciones de una barra y por los desvíos que en la brújula de declinacion ocasionaba otra barra. Las intensidades magnéticas están espresadas en medida absoluta, siendo unidades el milímetro para las distancias, el milígramo para el peso, y el segundo de tiempo medio para las duraciones. 446 Elementos magneticos d la fecha de 1853,66 Longitud Declinacion Intensidad Latitud. al E. de Paris. Inelinacion, occidental. horizontal. BerliM.oomom... 5231/55 41% 3/14 67%29/,72 14%57" 3" 1,7900 ParíS....o...ooo 485016 » OD» 66 25,29 20 17 51 1,8503 Marsella........ 431810 356 580 61 57,47 17 3535 2,1026 Cartagena...... 373542 356 4030 57 55,74 18 5320 2,3231 Málaga......oo. 364315 353 14 34 58 19,16 20 11 41 2,3436 San Fernando. 3627 40 3512722 58 39,37 21 56 46 2,3352 Santander..... 432957 3534925 6338,69 21 1331 2,0493 NaNtéSm.cc.mmo. 471318 356 644 66 2,95 21 2857 1,9360 —Observaciones sobre la temperatura y densidad del mar, hechas du= rante un viaje de Inglaterra d Bombai. Temp. Cent. Peso especifico. A _——————— Océano Atlántico, de Gibraltar al Cabo San Vicente pta la apela fo 2004 94% Mediterráneo, de Gibraltar á Malta... 21 22 1,0287 á417%5 de Malta á Alejandría. .. 23 24 1,0298 Mar Rojo, golfo de Suez. . ......... e » 1,0393 de 27% 4 23% de lat. bor. ..... 24 298 1,0315 A O 34: d.0306 Golfo de Aden. ..........+. 28,8 1,0275 Mar de Arabia, del cabo Guardefan á Bomba rio E, 28 1,0278 Se ve pues, que partiendo de Suez van disminuyendo la densidad y - temperatura del agua del mar, tanto en el Mediterráneo como en el mar Rojo, al paso de irse alejando de este sitio. — Anuario de la oficina de longitudes de Francia. Este reducido vo- lúmen, que desde principios del siglo se publica anualmente, ha debido su merecida celebridad á las sabias noticias que Arago empezó á inser- tar el año 1824. El rocío, los cometas, las máquinas de vapor, los tra- bajos del ilustre Herschell y otros asuntos análogos, han sido sucesiva- mente objeto de esplicaciones tan terminantes como claras. ¿Hará decaer la muerte del secretario general de la Academia al Anuario del rango que habia conquistado entre las publicaciones de un interés real? ¿El va- 44 cío que deja, llegará en parte á ser colmado? El porvenir nos lo dirá. El Anuario de 1854 contiene el discurso pronunciado por Mr. Flourens en los funerales de Mr. Arago. Ojalá el 4nuario de 185% presente algun trabajo digno de ir en pos de las páginas escritas por aquel célebre as- trónomo. No presentaremos una análisis de los detalles relativos á la es- tática, á la física y á la meteorología que se encuentran en el Anuario. Una parte de ellos es invariable, los demás se modifican cada año. Cita remos un solo hecho relativo á París. En aquella vasta capital, cuyo nú- mero solo basta para llamar la atencion, hubo en 1852, 33.284 naci- mientos, entre los cuales 10.858 fueron hijos naturales. Las defunciones llegaron á 27.890, de las cuales 9.714 ocurrieron en los hospitales (mas de la 3.2 parte), sin contar 343 cadáveres de personas desconocidas es- puestas al público, y 1 ajusticiado. El mérito muy positivo del Anuario no le libra de que se hagan algunas observaciones sobre ciertos detalles. ¿Por qué, al indicar las alturas de los desfiladeros de las Cordilleras, deja siempre en blanco el número relativo á la altura del paso de Chullun- quani? Nosotros hemos leido, que su altura era de 4758 metros, y que la de la garganta de los Altos de Toledo (no mencionada en el Anuario) te- nia 4783 metros. Varios picos del Himalaya están indicados por números (el 1.*, el 3.*, el 23): nos parece que los viajeros ingleses han dado á conocer los nombres con que los geógrafos mas distinguidos designan aquellas eminencias, de casi duplicada altura que los Alpes. (El Monte- Blanco, que el Anuario pone á la cabeza de las montañas de Europa, tie- ne 4.800 metros, y el Kunchinginga en el Thibet 8.588.) El desfiladero de Splúguen está indicado como teniendo una elevacion de 122% metros: indagaciones hechas cuidadosamente han dado 2.118 metros á la altura del punto culminante del camino de Coire á Chiavenna por Spliiguen é Isola, y 2.076 metros á la del camino de Coire á Bellinzona por Spliú- guen y S. Bernardino. Asegúrase que el camino mas escarpado de Europa es el que el Aus- tria abrió en 1824 para comunicacion de la Valtelina con el Tirol: al pié del monte Ortler franquea este camino la cima del Uraglio y del Stilser- joch á una altura de 2.800 metros. El Anuario no habla de la torre del convento de Smolnoy, en San Petersburgo, que segun dicen no tiene me- nos de 149 metros; pasa tambien en silencio la torre de Metz, 121 me- tros; el campanario de la iglesia de S. Martin en Landshut, 139 met.; el de la catedral de Salisbury, 125% met.; la Giralda de Sevilla, 114 met.; la torre grande de Malinas, 113 met.; y menciona varios edificios que no llegan á 110 met. Hará como 20 años que un periódico de París hizo al- gunas de las observaciones que apuntamos en este lugar. Los redactores del Anuario no hicieron aprecio, y continuaron reimprimiéndolo sin volver- lo á leer, valiéndose de noticias antiguas que habria convenido rectificar. 448 Creemos tambien que en el Anuario podrian figurar perfectamente cier- tas tablas de indisputable utilidad, como las de diversas velocidades com- paradas (del viento, de la luz, del sonido en diversos medios, de los pro- yectiles, del caballo de carrera, y otros distintos animales); tabla de com- paracion de la fuerza del hombre y de los brutos; tabla de duracion comparativa de ciertas piedras de las mas usuales; tabla de la resistencia de las maderas, etc. Todas estas noticias, autorizadas con el nombre de sábios ilustres, aumentarian el interés, bastante grande por cierto, del Anuario de la oficina de longitudes. — Estadística agrícola de Inglaterra. Los inspectores de agricultura de la Gran-Bretaña acaban de publicar un trabajo estadístico, en el cual se ven los números siguientes, Hay en Inglaterra y Galles 152.313 hectáreas de tierra dedicadas al cultivo del trigo: 106.711 al de cebada: 52.112 al de avena: 2.949 al de centeno: 27.927 al de habas y guisantes: 8.742 al de alubias: 90.883 al de nabos: 505 al de zanahorias: 3.691 al de patatas: 406 al de cáña- mo: 759 al de lúpulo: 43 al de mimbres: 10.933 al de otras plantas; y 35.838 eriales ó en barbecho; sumando 493.812 hectáreas territoriales agrícolas. En prados hay 608.488 hectáreas, inclusas 354.997 de pas- tos permanentes y 88.994 de mistos. Las casas, jardines, caminos, etc., ocupan 39.047 hectáreas: alrededor de las casas de labor hay perdidas 31.466: en bosques y plantíos hay 67.894, y en comunes 77.486. Habia en 1854, 1.050.931 caballos, 258.079 potros, 1.376.703 vacas de leche y 707.192 preñadas. ——— HS —— N.” 8.—REVISTA DE CIENCIAS. — Noviembre 1855. CIENCIAS EXACTAS, —>:0098 100m— ASTRONOMIA. Nola sobre la relacion geomélrica que entrelaza el movimiento real con el aparente de una estrella fugaz; por Mx. Bra- VAIS. (Comptes rendus, 42 febrero 4853.) «Los resultados de las observaciones hechas por la comision cientifica del Norte relativas á las estrellas fugaces, han sido la causa de que me ocupe, dice el autor, en resolver la cuestion que voy á enunciar. ¿Hasta qué punto puede considerarse que se separa de la superficie de la tierra una estrella fugaz cuyo movimiento es ascendente con relacion al ojo del observador, y que se aproxima á esa misma superficie otra estrella cuyo movimiento es descendente respecto al ojo? »Para simplificar el problema, no haré caso del efecto de la curvatura de la tierra, que solo puede ser perceptible a una distancia muy pequeña del horizonte; es decir, en una zona en que es muy raro observar estos meleoros. »La esfera celeste, á la cual referimos la trayectoria de la estrella fugaz, se supone que tiene su centro en nuestro ojo, y el radio vector que le separa del punto medio de dicha trayectoria, á pesar de la magnitud media de 116 quilóme- tros que le dan varios meleorologistas, es solo una canlidad infinitamente pequeña, comparada con el radio de la esfera sideral. TOMO V. 29 450 »Supondré que el radio vector forme con el horizonte un angulo h, que será la altura aparente del centro de la trayec- toria del meteoro. Para que sea mas inteligible la esplicacion que se trata de dar, no hay inconveniente alguno en conside- rar como polo astronómico de la esfera celeste el punto donde va á encontrarla el radio vector, cuya suposicion me permite dar nombres conocidos ya á los varios planos de que debo ha- cerme cargo. Sea P dicho polo, M el punto medio de la tra- yectoria, « el ojo del observador, P” el polo opuesto á P. estos cuatro puntos P, M, w», Pr se hallan situados en línea recta, y la distancia Mo ha de considerarse como infinitamente pe- queña comparada con PM; de modo que el punto M ó el o puede representar á voluntad el centro de la esfera celeste. El meridiano será el plano vertical en que se halle la línea P Mo, el plano en que esté igualmente PMO, normal al precedente, será el circulo horario de las seis, el cual corta al horizonte en los puntos cardinales Este, Oeste, que designaré con las le- tras E., 0O.; de manera que representado por una figura, len— dria por notacion EPO. El círculo meridiano corlará al ho- rizonte en los puntos cardinales Norte, Sur, que designaré por N., S., y su notacion será SP N. »Es claro que resultará arc. PN=arc. P'S=h, arc. PS= arc. P' N= 180"—h, arc. PE=90" , arc. PO=90". »Debo advertir que el circulo horario de las 6 en su vér- tice P, tiene su tangente paralela al horizonte, y aparece ho- rizontal en ese punto para el ojo situado en ou. »Imaginemos ahora un meteoro que parta del punto M, centro de la esfera celeste, y que se dirija al interior del sec- tor esférico ESOP, comprendido entre la mitad del plano EMOP y otra mitad de EMOS; para el ojo situado en », poco mas bajo del centro M, tendrá al parecer una marcha ascen- dente; y como al mismo liempo se eleva sobre el horizonte, es tambien ascendente respecto á la tierra. »Imaginemos igualmente que vaya el meleoro hácia el in- terior del sector ESOP" comprendido entre la mitad del pla- 451 no horizontal EMOS y el plano EMOP". La trayectoria pa- recerá tambien ascendente al ojo situado en », puesto que contando desde M se eleva sobre el círculo horario; pero en tal caso es descendente para la tierra. »Estos dos casos generales comprenden todos los casos po- sibles de estrellas ascendentes para el ojo; asi pues en la hi- pótesis de la facilidad igual de las direcciones en el espacio, en un número muy grande de observaciones de estrellas as- cendentes para el ojo, el número de las ascendentes tambien respecto á la tierra, ha de estar con el de las descendentes hácia esta en proporcion de las superficies de los dos sectores; y como dichas superficies son proporcionales á los angulos die- dros de los planos en que se hallan contenidas, es decir, a 180%—h y á h, resulta de aqui que en el caso de movi- miento ascendente en apariencia: 1. La probabilidad de los meteoros que se alejan de la lierra es 180 eh Ty CN 107 20018081 2.” Que la probabilidad de las estrellas que se aproxi- man a la misma es igual á => »Lo mismo sucede con las estrellas fugaces que al parecer son descendentes respecto al ojo; todas sus trayectorias tienen sus puntos de encuentro con la esfera, bien en el sector ENOP', ó en el otro ENOP. En cuanto á las primeras que corresponden á un sector de ángulo diedro igual á 180%—A, el movimiento aparente y el real en direccion de la vertical son de la misma especie; y respecto a las otras que corres- ponden á un sector de ángulo diedro h, esos mismos movi- mientos son inversos: la probabilidad de la semejanza entre ambos es tambien en este caso ps y la probabilidad del estado inverso =: En el cenit las probabilidades son iguales. En la proximidad del horizonte, donde h es muy pequeña, la paridad de los dos movimientos es casi cierta. 452 » Examinaré ahora el caso en que se haya observado por el ojo situado en u la direccion aparente de la estrella proce- dente de M, en el cual se conoce por consecuencia el círculo horario, cuya direccion ha seguido al parecer. En esta nueva condicion, las probabilidades de semejanza ó disparidad de los dos movimientos real y aparente no son ya las mismas. Sea PH el circulo horario en cuya direccion se ha movido al pa- recer la estrella, y H el ángulo horario SPH: hágase pasar el circulo horario muy cerca de P1f", formando con el me- ridiano el ángulo horario H-+-dH1. Sean H y H' sus puntos de encuentro con el horizonte; el valor del área del triángulo es- férico PHH", tomando por unidad la de la esfera, será dH 1—cos.arc. PH 360 2, el área P:HIT será dH 1+cos. arc. PH 360" 9 Ñ y la total del sector PHP'H sera es »El triángulo esférico SPH da la fórmula PAI Y, PENA E en la cual ¿<90"; cos. H de donde se deduce —(os. H —cos. Hcos. h eos. are. Pl ————_—_—_— == ——__—_—_—_—_——__—__—+ V tang.?h+c0s.* 1H —/1=sen.Hcos.*h Resulta de aqui que en el caso de ser la estrella ascen- dente para el ojo, y de dirijirse en sentido del circulo hora- rio A, la probabilidad de la semejanza de los dos movimien- tos es proporcional a 453 dl cos. Hcos. h E o 720" Ho y la de discordancia de ellos proporcional á dH cos. Meos.h Ri y/1=sen.*Hcos.h)' Valiéndose del ángulo auxiliar e determinado por la fórmula sen. ¿ =sen. Acos.h, dichas espresiones se convierten en AH cos.hsen.(H4p) dH cos. hsen. (H—p) 360" — sen.2Q 360" sen.2p * La probabilidad de la correspondencia de los movimien- tos se espresará pues por cos. h sen, (H+09) sen. 29 la de la discordancia por cos. h sen. (fI[—p9) sen. 29 siendo igual la relacion entre la primera y segunda probabi- lidad al cociente de sen. (H4-4) por sen. (H—-¿). »Multiplicando las dos espresiones cos. Hcos.l cos. Hcos.l ] y 4 SE 214 4 => == AT Y 1=sen*Heos. dH , . , Por e integrando de A=-—90", á H=+-90", se vuelven á obtener las probabilidades independientes del ángulo que la 454 trayectoria de la estrella forma con la vertical bajo la misma fórmula que hemos visto arriba, á saber: h h 1180 para la primera, 180 Para la segunda. »Si la estrella es ascendente en sentido vertical, resul- ta H=0: la probabilidad de semejanza se convierte encos”. 4 hs y la de disparidad en sen.” 4h. » Cuando tiene la estrella para el ojo un movimiento hori- zontal en la mitad de su curso, cada una de las dos probabi- lidades inversas se hace igual á 4. »He aplicado las consideraciones matemáticas que acabo de esplanar á las estrellas fugaces observadas en nuestra es- pedicion del Norte de Europa: en el planisferio trazado para representar las estrellas observadas en Bossekop en la noche del 13 de noviembre de 1838, noto que 20 estrellas fugaces tienen el centro de sus trayectorias comprendido entre los lí- mites 0 y 30” de elevacion sobre el horizonte, y por conse- cuencia en condiciones las mas favorables para delerminar el estado real ascendente 0 descendente de los meteoros. En- tre esas mismas estrellas hallo 3 que han caminado al pare- cer horizontalmente, y solo una ascendente. Suponiéndolas todas descendentes hácia la lierra, he calculado la probabili- dad de las que deben parecer ascendentes al ojo, y es la de 1 contra 11; lo cual concuerda con el resultado de la obser- vacion. »En la serie practicada en Jupvig en la misma época de las 10 estrellas, cuyas trayectorias tenian en el centro un va- lor angular inferior a 30%, todas han parecido como descen- dentes. »Otro caso no menos notable es el de la disminucion de ' las amplitudes aparentes de las trayectorias á medida que se aproxima el punto de partida del meteoro al del cielo desde el que se ha advertido generalmente su divergencia durante el periodo de las observaciones. Semejante punto de separacion no siempre se halla en los resultados de las observaciones, pero en las nuestras se ha señalado perfectamente. 455 »Resulta pues de la totalidad de estos dos órdenes de he- chos, que las estrellas fugaces son casi siempre en su marcha absoluta descendentes hácia la tierra. »Terminaré esta nota haciendo reparar que si no puede deducirse de esta ley de un modo cierto el fenómeno de la atraccion de la lierra en los meteoros, sin embargo, resulta una probabilidad muy grande á favor de dicha atraccion.» Sobre los perihelios y los nodos de los planetas; por Mr. CoorEr. (L'Institut, 49 setiembre 4835.) En el prólogo de mi obra sobre las órbitas de los come- tas, publicada en 1852, he llamado la atencion de los astró- nomos, dice Mr. Cooper, acerca de los varios puntos de seme- janza que existen entre las órbitas planetarias y las de los co- metas periódicos; haciendo ver que las longitudes heliocén- tricas del perihelio y de los nodos ascendentes de los plane- tas conocidos en aquel tiempo y los de los cometas periódicos, se hallaban situados en el semicírculo heliocéntrico compren- dido entre 315? y 135”. La distribucion de los planetas en cuartos de circulo era la siguiente: Longitudes del perihelio entre... 995 S 3 15 y 135 13 Longitudes del nodo entre....... 135 y 225 = HE 318 y 4= 1 Por lo tanto, las longitudes del perihelio se hallan en pro- porcion de 16 a7, y los nodos ascendentes en la de 14 á 8. El descubrimiento de nuevos asteroides, con poslerioridad á esle cálculo, ha modificado sucesivamente dichas relaciones. De esta manera, por consecuencia del descubrimiento de otros dos 456 planetas, la proporcion se convirtió en 16 a 9 respecto á las longitudes del perihelio, y 16 á 9 en cuanto á los nodos. Ha- biendo subido en 1855 el número de aslerdides conocidos des- de 25 a 35, las relaciones se convirtieron en 24 a 11 para los peribelios, y en 21 a 13 para los nodos. Estas variaciones de re- lacion me han inclinado á creer, continúa Mr. Cooper, que si no se ha descubierto aún la ley que las rije, tal vez sea posi- ble conseguirlo examinando otros semicirculos heliocéntricos. Oportuno es citar sobre este punto la conclusion de una nota de Mr. Airy, impresa en las Noticias de la Sociedad Real as- tronómica. «Si en vez de los semicirculos 315” a 135% y 135" a 315", dice Mr. Airy, se adoptan los de 45” a 225" y 225” a 45”, se advierte que de 34 planetas hay 28 cuyo nodo ascendente se halla en el primer semicirculo, y 6 solo en el segundo. Igual- mente los semicirculos que contienen el mayor número de lon- giludes de perihelios de planetas están entre 0 y 180", 6 10 y 190; y el que comprende mayor número de nodos entre 35” y 215%. En el primer caso hay 26, y en el segundo 29. El cuarto de mayor número de longitudes de perihelios planeta— rios es el que hay entre 11? y 101%; contiene 16. El de mayor número de nodos está entre 357,5 y 125,5; comprende 20.» En 1.” de enero de 1855, continúa Mr. Cooper, se conocian K1 planetas, y siguiendo la misma marcha anterior, resulta: 45" y 133*= 16 098 — Longitudes del perihelio entre... DE ds rs ES NEP 29 318 y 44= 13 | Ab” y 135'= 19 5 0 A]Áá. Longitudes del nodo entre...... E ; 21D FER 12346 24 319 y 49 = 5 Pero es necesario tener presente que entre los planetas cono= cidos en 1853, la mayor parte de las longitudes de los perihe- lios se hallaba en los semicírculos heliocéntricos 0% á 180*, ó 10" á 190”, Hoy se advierte que de 41 planetas, los perihelios ade 4357 de 30 están en uno de esos dos semicirculos heliocéntricos. Es- tos casos son por lo menos singulares, y pueden resumirse en el estado siguiente: De 41 planetas, las longitudes del O 0* y 180 —30 O O IRA IIA O y 19030 De 40 planetas, las longitudes del alla y 215: =30 A E E II e AD Y 29 == 30 y entre 354335 y ML 75%... 31 Se ve pues que hay 30 longitudes de perihelios situadas en el semicírculo heliocéntrico desde 0% a 10? y 180% á 90% y 30 longitudes de nodos ascendentes desde 357" a7* y 177% 2187", cuyo semicirculo puede considerarse como el mismo en que hay 30 longitudes de perihelios. El cuarto de circulo que comprende el mayor número de longitudes de perihelios de los 41 planetas, es el comprendido entre 10% y 100-=20. Los que contienen la mayor parte de nodos ascendentes están desde 36" á 43” y 126" a 133” = 20 desde 62 á 66 y 152 a 156 = 20. Indudablemente ha de haber una causa oculta hasta el dia que influya de esa manera en las órbitas. Discutiendo estos datos con mi primer ayudante Mr. Graham, ha calculado el grado de probabilidad de la ley en cuestion, raciocinando asi: «Si los nodos y perihelios, dice Mr. Graham, afectasen indiferen— temente lodas las longitudes heliocéntricas, serian iguales las probabilidades para que la órbita indeterminada de un pla- neta se hallase en tal ó cual semicirculo; sin embargo, la pro- babilidad « priori de que las longitudes de los perihelios de los 41 planetas conocidos estén en un semicírculo, es próxi- mamente de ,4,3 y la de que 31 planetas de 40 tengan su no- do ascendente tambien en un semicirculo, es próximamente de 1051. Asi pues la probabilidad de que hay cierta influencia que determina la propensión á un semicírculo, segun resulta de los hechos espuestos, es muy grande; puesto que respecto a las longitudes de los perihelios es de 660 contra 1, y res- 458 pecto á los nodos ascendentes de 4430 contra 1 en favor de la hipótesis.» A pesar de todo, dice Mr. Cooper, puede que en esto no haya mas que una coincidencia fortuita; y puede tambien, conforme á las leyes del movimiento planetario, que se pre- sente semejante acumulacion de perihelios ó de nodos en pe- riodos escesivamente distantes entre si. Pero dejo el exámen de esta cuestion para los geómelras que tengan tiempo y gus- ten tratar de ella. CIENCIAS FISICAS, —>Q0EEE FISICA. ——— Nota sobre los fenómenos eléctricos atribuidos á la accion st- multánea de dos corrientes iguales y opuestas; por Mx. Gau- GAIN. (Comptes rendus, 42 fedrero 4855.) «Varios físicos han tratado en estos últimos tiempos de averiguar si dos corrientes iguales pueden caminar á un tiem- po en sentido contrario en un mismo circuilo, cuya cuestion me parece, dice el autor, tan completamente resuella como puede serlo cuando solo se consideran las corrientes continuas; pues todo el mundo sabe que oponiendo entre sí dos pilas igua- les, es absolutamente imposible obtener especie alguna de manifestacion eléctrica en el circuito comun: sin embargo de las esperiencias comunicadas recientemente á la Academia, resulta que las corrientes inducidas deben obrar de distinto modo que las contínuas, y que puede obtenerse luz y ciertos efectos fisiológicos oponiendo dos corrientes inducidas iguales. Pareciendome muy importante comprobar este resultado, he repetido las esperiencias mencionadas, modificándolas, y he logrado esplicar muy sencillamente los resultados obtenidos, sin necesidad de recurrir á la hipótesis de la superposicion de las corrientes contrarias. »Cuando se forma una batería con dos aparatos de Ruhm- korff, reuniendo por una parte los circuitos inductores y por otra los inducidos, no creo evidente que las corrientes induci- das que producen los dos aparatos sean perfectamente sincro- 460 nas, aun en el caso de emplear un solo inlerruplor; pues efec—- tivamente, las corrientes inducidas del aparato de Ruhmkorff proceden casi esclusivamente de la recomposicion de los fúi- dos magnéticos del haz de hilos de hierro puesto en el eje del carrete. Dicha resomposicion es mas 0 menos rápida, segun es mayor ó menor la fuerza coercitiva del hierro, y por con- secuencia el mismo desarrollo de las corrientes inducidas es mas ó menos pronto, conforme el hierro es mas ó menos dulce; cuando se usan pues dos aparatos, provisto cada uno de un haz de hilos de hierro, basta que los dos haces tengan fuerzas coercilivas un poco diversas para que no sean rigorosamente sincronas las corrientes inducidas. »Para prevenir en lo posible esa falta de sincronismo, me he valido, para los esperimentos de que voy á dar noticia, de un aparato de Ruhmkorff con dos carretes, la mitad mas corlos que los usados comunmente, puestos á continuacion uno de otro y atravesados por el mismo haz de hilos de hierro. Las corrientes inducidas de los dos carretes proceden del juego de los lúidos magnéticos del haz único, y por consecuencia han de pasar muy próximamente en los mismos instantes por iguales grados de intensidad; es necesario advertir para inteligencia de lo que sigue, que los dos polos esteriores de los circuitos inducidos corresponden á los estremos del haz, y los dos po- los interiores á su parte media. »Valiéndome del aparato cuyas disposiciones acabo de in- dicar, he visto que los efectos de luz y los fisiológicos produ- cidos por dos corrientes inducidas opuestas, son siempre mucho mas débiles que los efectos obtenidos, haciendo que caminen en un mismo sentido las dos corrientes; y me he convencido de que los efectos débiles que resultan cuando son corrientes opuestas, se deben esclusivamente á corrientes derivadas que se establecen por medio de las capas imperfectamente aisla- doras de los circuitos inducidos. Para indicar de una manera precisa el camino que siguen dichas corrientes derivadas, es necesario entrar en algunos detalles. »De dos modos diversos pueden reunirse los circuilos in- ductores; 0 bien combinándolos de suerte que se obtenga un punto consecuente en medio del haz de hilos de hierro, en cuyo 461 caso sus dos estremos ofrecen unos polos del mismo nombre; ó bien, al contrario, haciendo de modo que dichos estremos del haz se conviertan en polos de nombres contrarios, y en tal caso no hay punto consecuente. »Supongamos primero que se haya adoptado la última combinacion. Si se quiere recibir la conmoción producida por las dos corrientes inducidas opuestas, es preciso establecer una comunicacion melálica entre el polo interior de uno de los car reles A y el polo eslerior del otro $, tocar luego con una mano el polo esterior del carrete A, y con la otra el polo interior de B: procediendo de este modo se siente una conmoción apreciable, aunque escesi vamente debil, pero es facil asegu- rarse de que procede esclusivamente del carrete A la cor- riente que produce la referida conmocion. En efecto, si se in- terrumpe la comunicacion metálica establecida entre los dos carreles, y se principia de nuevo a locar el polo esterior de A y el interior de B, se esperimenta una conmocion tan fuerte y aun algo mas que la primera; pues bien, en este último ca- so es evidente que procede del carrete A la corriente que pro- duce la conmocion: dicha corriente sale por el polo esterior de A, pasa por los órganos del manipulante, llega al polo in- terior de B, desde donde vuelve al polo interior de A, pasando por las sustancias conductoras ó imperfectamente aisladoras que separan los dos últimos polos mencionados. Mas cuando se establece una comunicacion metálica entre ambos carretes, como he indicado antes, no impide esta en manera alguna que la corriente de A siga el camino que acaba de decirse; y á la corriente dirigida por ese camino es á la que se deben los efectos atribuidos á la accion simultánea de dos corrientes contrarias. »Para mis esperimentos me he valido de una pila pequeña de Daniell, equivalente á lo mas á un elemento de Bunsen, y sin embargo, como acaba de verse, la corriente inducida po- dia atravesar las capas de su circuilo. Si se usa (como ya se ha hecho) un número considerable de elementos de Bunsen, resulta mas insuficiente todavía el aislamiento del circuilo. »Examinemos ahora el caso en que los circuitos inducto- res se hallen dispuestos de modo que se obtenga un punto 462 consecuente en medio del haz de hilos de hierro. Para reci- bir entonces la conmocion de las corrientes inducidas opues- tas, es preciso establecer una comunicacion metálica entre los dos polos interiores, tocar luego con una mano el polo esle- rior de A y con la otra el polo esterior de B; procediendo de esla manera, no se siente ya verdadera conmocion, y solo se advierte en las puntas de los dedos un ligero hormiguco. al paso que las corrientes inducidas que caminan en el mis- mo sentido, causan, á pesar de existir un punto consecuente, una conmoción que aún es muy enérgica. Facil es por otra parte descubrir la verdadera causa del ligero hormigueo que se siente en el caso de las corrientes inducidas opuestas; por- que puede observarse que en vez de cesar este, aumenta cuando en lugar de tocar simultáneamente los dos polos de A y B solo se toca uno de ellos. Esta observacion prueba muy cla- ramente que la sensacion que se nota en el caso de las corrien- tes opuestas no procede de dos contrarias que vayan una de la mano derecha á la izquierda y otra viceversa, sino que es pro- ducto de dos corrientes de direcciones diversas: la una sale del polo esterior del carrete A, pasa por la mano izquierda del ob- servador, recorre una parte de su cuerpo, y vuelve al polo in- terior del mismo carrete A, bien atravesando el aire, bien por mediacion del suelo y piés del aparato; la otra corriente, que sale del polo esterior del carrete B, entra por la mano dere- cha del observador, y vuelve por un camino análogo al indi- cado al polo interior de B. »Los efectos de luz observados en el vacio del huevo eléc— trico corresponden tan exactamente á los fisiológicos, que me parece supérfluo discutirlos separadamente; solo haré una ob- servacion respecto á las apariencias luminosas que se producen en el caso de dos corrientes inducidas opuestas, cuando el haz de hilos de hierro se imanla regularmente (sin punto conse- cuente); en tal caso, envuelve una aureola azulada á las dos bolas del huevo, y se advierte con frecuencia en el intervalo que los separa una especie de llama roja. Esta distribucion de la luz casi simétrica parece á primera vista favorable á la hi- potesis de la superposicion de las corrientes contrarias; pues es sabido que en el caso de usar un solo aparato de induccion, 463 ofrecen por lo regular apariencias muy diferentes las dos bolas del huevo: una despide al parecer una manga de fuegos rojos, mientras que la otra se halla rodeada de una aureola azulada que la cubre á manera de vaina; pero en realidad la distribu- cion simétrica de la luz obtenida en el caso de las corrientes in- ducidas opuestas, depende solo de que la interposicion de una resistencia considerable debilita la corriente que produce el efecto observado. Hace mucho tiempo que Mr. Ruhmkorff tie- ne probado que para obtener con un solo aparato la distribu- cion de luz de que aqui se trata, basta introducir en el cir- cuito unas resistencias suficientes, cuya observacion ha tenido la bondad de comunicarme, habiendo yo comprobado su exac- titud. »En resúmen, resulta de los hechos y discusion preceden les, que dos corrientes inducidas, iguales, opuestas y sincro- nas, se nentralizan lan completamente como dos corrientes continuas.» Tenacidad de los hilos metálicos que han sido recorridos por corrientes volláicas; por Mr. Durour. (Bibliot. univ. de Gineb., febrero A855.) Sabido es que Mr. de Wertheim hizo algunos esperimentos para determinar la influencia que ejerce la trasmision de una corriente eléctrica por medio de hilos metalicos en su coefi- ciente de elasticidad; obteniendo por resultado una disminu- cion de la magnitud de dicho coeficiente. Tambien observó que el paso de la corriente disminuye la cohesion de los hilos, pero no pudo saber si se debia este efecto á la accion propia de la corriente, ó si era simplemente consecuencia de la elevacion de temperatura (1). Mr. Dufour ha mirado la cuestion bajo otro punto de vista. Sorprendido, como otros varios físicos, de las modificaciones que presentan al parecer los hilos que han servido de conduc- tores durante mucho tiempo, y particularmente de la facili- (1) Annales de Chimie et de Physique, núm. 5, tom. 12, pág. 610. 464 dad con que se rompen al doblarlos, ha intentado determinar las variaciones que sufren en su tenacidad los hilos metálicos que por mas ó menos tiempo han dado paso á una corriente. De este modo la diferencia entre los trabajos de Mr. de Wer- theim y los de Dufour consiste en que el objeto del primero fué estudiar las modificaciones que se verifican en el hilo en el acto de la trasmision de la corriente, y el propósito del se- gundo ha sido averiguar la alteracion molecular permanente que resulta en el hilo por el hecho de haberlo atravesado la corriente. Véase a continuacion el resultado de muchos esperimentos hechos sucesivamente con hilos de cobre de un diámetro me- dio de 0"”,356 y con hilos de hierro de 0"”,248 de diámetro por lérmino medio. La corriente galvánica era producto de un par de Bunsen, no escediendo nunca el circuito entero de 4 metros de longitud. Los términos medios de los números contenidos en mulli- tud de tablas son los siguientes: Quilógramos. Julog El hilo de cobre natural se rompe con el peso de.... 6,992 El hilo de cobre recorrido por una corriente duran- le 4 dias, se rompe con el peso de.......o.o.oo..... 9,783 El hilo de cobre recorrido por una corriente duran te 19 dias y 7 horas, se rompe con el peso de...... 3,340 El hilo de cobre natural, sujeto á las mismas condi- ciones que el que conduce la corriente por espacio de 19 dias y 7 horas, se rompe con el peso de.... 6,290 El hilo de hierro nalural se rompe con el peso de..... 2,945 El hilo de hierro recorrido por la corriente duran- te £ dias y 1 hora, se rompe con el peso de........ 2,583 El hilo de hierro recorrido por espacio de 19 dias y 1 horas, se rompe COn UN Pes0............. 2,898 Mr. Dufour advierte con razon que sus esperiencias no son aún bastante numerosas ni precisas para poder deducir de ellas una ley fisica. Sin embargo el número considerable de sus resultados, que todos son en el mismo sentido, quita toda probabilidad á la suposicion de que los trozos de hilos someti- 465 dos á la accion de la corriente pudieran haber sido natural- mente de menor resistencia que los otros, aunque cortados del mismo carrete. Por lo tanto cree que puede presentar con al- guna certeza las conclusiones siguientes. 1." Un hilo de cobre plateado, de 0,”=356 de diámetro, ha perdido tenacidad despues de recorrido por una corriente volláica. 2.2 Ladisminucion de tenacidad ha sido mayor despues de un paso de 19 dias y 7 horas que despues de otro de 4 dias y 1 hora. 3.* Un hilo de hierro de 0,-=248 de diámetro ha resultado mas tenaz despues de recorrido por una corriente. 4. El aumento de la tenacidad ha sido mayor cuando han trascurrido 19 dias y 7 horas desde el paso de la corriente, que cuando solo han sido 4 dias y 1 hora. Es necesario advertir, que los hilos de cobre no eran muy puros, pues su densidad media era 9,64 en lugar de 8,90, densidad ordinaria de dicho metal; siendo proBable que estu- viesen formados en parte por una aleacion de cobre y plata. Los puntos en que se han verificado las roluras, vistos con el microscopio, no han ofrecido á Mr. Dufour apariencias distin- tas, ya hubiesen servido de conductores los hilos 6 va hubie- sen permanecido en st estado natural (1). : (1) El aumento de tenacidad que esperimenta el hilo de hierro que ha servido de conductor á la corriente, es muy pequeño si se compara con la disminucion del coeficiente de elasticidad que sufre un hilo igual por efecto de la imantacion. Este doble resultado se halla en perfecta armo- nía con la consecuencia que habia yo sacado de los sonidos que producen los hilos en casos semejantes, á saber: que en el primero, el de la trasmi- sion de la corriente, esperimenta el hilo una imantacion trasversal en su superficie, y en el segundo una longitudinal, acompañando á la primera imantacion una contracción, y por consecuencia mayor proximidad en- tre las partículas, y á la segunda una dilatacion, separándose por consi- guiente 10 ASIA: A D. L. R. TOMO V- 30 466 Sobre el grado de precision con que puede apreciar la vista el paralelismo de dos rectas; por Mr. Bravars. (Comptes rendus, 49 marzo 4835.) Al empezar la lectura de esta nota, dice el autor, debo advertir que su objeto principal es defender, contra un ata- que procedente de Escocia, tierra clásica de las líneas del antiguo nivel del mar, un trabajo tambien antiguo (1) impre- so en 1841, cuyo título es: «Sobre las lineas del antiguo nivel del mar en el Finmark. Noruega.» Recordaré que dicha Me- moria me valió un sapientisimo y muy favorable informe de uno de nuestros mas célebres colegas (2). En una obra publicada en Edimburgo (3), que contiene por cierto gran número de observaciones dignisimas de inte- rés, se espresa en los siguientes términos M. Chambers: «¿Có- mo ha podido Mr. Bravais tener siempre por perfectamente horizontales los terrenos del Finmark, cuando por otro lado les concede cierto grado de inclinacion?» En esto se funda Mr. Chambers para negar el levantamiento oblicuo de la cos- ta del Finmark; es decir, una de las principales conclusiones de mi trabajo. Principiaré mi respuesta con la siguiente observacion. La direccion acimutal en que me he apoyado para pedir que se me concediera la no horizontalidad actual de la antigua ribera del mar, corre del S. 15% O. al N. 15*E. Por otra par- te, las aristas que guarnecen los grandes terrenos de Sandfal y Quoenvig, únicas situadas bien para que la vista pueda juz- gar de su horizontalidad con alguna exactitud, corren en una direccion precisamente normal á la anterior, es decir, de N. 75— 0.aS. 75% E.; bastando echar una ojeada por la carta unida á mi memoria para convencerse de la exactitud de este hecho. ( 1) Voyages en Scandinavie, Geographie physique, tomo 1, tradu- cido al inglés en el Quarterly Journal of the Geographical Society, 1845. (2) Comptes rendus de l' 4cademie des Sciences, t. 15, p. 817, tra- ducido al inglés en el Edimburgh New Philosophical Journal 1844. (3) Ancient sea margins..... per Sir Robert Chambers F. R. S. E. Edimburgo, 1846, pag. 289 y siguientes. 167 Bastan ya estas dos observaciones para destruir la obje- cion de Mr. Chambers, puesto que en mi memoria no se trata en manera alguna de una inclinacion del antiguo nivel en esa segunda direccion (1). Antes de contestar al sábio geólogo escocés, he querido * comprobar por mí mismo el grado de precision con que puede apreciar la vista la horizontalidad 'de la arista superior de un terreno; y para hacer imposible toda objecion ulterior, he su- puesto al observador colocado en las condiciones mas favora- bles, es decir, á bordo de un buque pequeño ó barca, el ojo algo mas alto que la superficie del mar, pero bastante bajo y distante de la ribera que costea el terreno para que el hori- zonte aparente del mar oculte dicha ribera: el observador tendrá por tanto como término de comparacion la horizon- talidad de esta última línea. Concedo además al terreno una amplitud considerable de 5 6 10* en sentido horizontal, para (1) Sin embargo, mis observaciones indican tambien al parecer un le- vantamiento en este último sentido, menor en el lado del mar que en el del continente, de modo que el estudio de los dos componentes rectangulares del movimiento del suelo ofrece al parecer resultados de la misma es- pecie. Este nuevo caso, que no se menciona en mi Memoria, resulta de las ¡Tes comparaciones siguientes: 1.* de las líneas del fondo del Komagfiord comparadas con las de la entrada del mismo Fiord; 2.*? de las líneas de las cercanías de Hammerfest comparadas con las que rodean el islote Hojoes 3.* de la altura de las líneas de Talvig, comparada con la que se obtie= ne, por interpolacion, en el punto de interseccion de la línea que une el Skodevara al Komagfiord y la perpendicular bajada de Talvig sobre dicha línea. Las tres comparaciones ofrecen igual resultado, una pendiente de líneas de nivel que van desde: el continente al mar en direccion del S. 75% E. al N. 75% O. La primera serie da una diferencia de 1”,2 por 3 quilómetros en la línea inferior; la segunda la de 1”,4 por 6 quilómetros de esa misma línea; la tercera, una diferencia de 4”,7 por 14 quilómetros en la línea superior; en total, una pendiente media de 1 por 3000. Notable es esta conformidad; sin embargo, no me atreveria áafirmar que scan bastante numerosos estos casos para probar de un modo cierto la ley del levantamiento en sentido de la segunda direccion. * . e e 468 que la apreciacion del paralelismo sea tan precisa como pue- da serlo. Admito finalmente que las dos aristas del terreno se hallen á igual distancia del observador; suposicion inexacta en general, pero cuyo fin aqui es destruir el efecto que la di- ferencia de distancia de dos objetos igualmente elevados pue- de producir en la igualdad de sus alturas aparentes. Hechas estas concesiones, digo que la vista puede apreciar los defectos angulares de paralelismo de los cuales llegue solamente uno a 0 38”, y el otro a 1' 22”, pues el defecto de horizontalidad de las dos principales líneas del antiguo ni- vel del Finmark se limita á estos pequeños ángulos en la por- cion de costa situada entre la parte Sur de Altenfiord y Ko- magfiord, única donde se ven terrenos horizontales respecto al ojo del observador. Deseaba saber hasta que grado de precision puede apre- ciar el órgano de la vista ciertos errores pequeños en el pa- ralelismo de dos rectas sensiblemente horizontales; y con toda la escrupulosidad que me ha sido dable, he practicado la -se= rie de esperiencias que voy á indicar. En la vidriera de una ventana sujelé con cera dos hebras de seda negra, tan estiradas como fué posible, dirijidas hori- zontalmente y frente á un fondo bañado bien de luz (en ju- lio de 1854). La parte de los hilos perfectamente visible, es decir, la que no se tapaba con la cera, tenia 350 milímetros de largo. En la primera serie de observaciones, mi vista distaba de los hilos 4”,1, y la estension acimutal del campo angular que comprendian era de 3%. En la segunda serie coloqué la vista 4 2=,05, y la estension del campo se volvió igual á 10%, siem- pre en sentido horizontal. A cada observacion hacia que variase la separacion ver- tical de los hilos; luego subia ó bajaba el estremo derecho del hilo inferior hasta que, retirando la vista á las distancias que acabo de indicar, ya no me era posible distinguir la menor falta de paralelismo entre los dos hilos. Formado este juicio, media con el compás, lo mas exactamente posible, la separa- cion de ambos hilos en sus puntos de la derecha, y tambien la que resultaba en los estremos de la izquierda; la diferencia 469 entre las dos medidas me daba en milímetros la falta de pa- ralelismo, y los he convertido en minutos de grado á razon de 9,82 por cada milímetro de diferencia. 1.2 SERIE, —VISTA Á 4,1 DE LOS HILOS, | 22 SERIE.—VISTA Á 27,05 DE LOS MILOS. A A TEAÁÉá=” á¿C”o-r A | Z¿ |Separacion delos hilos. | E [Separacion delos hilos. Error. a SS Mo a S o O e EA A ES YN 5 dE Y a S = = ES S a = > = — = 3 = Núms.[ mu [mm ¡Núms.] mm/ mm men 1 8,9 | 9,2 1 7,4| 6,6 61 0,8 8! 2 [17,4/16,55| 14 [—0,85/7,5 3 [26,0/26,9 [22 [40,9 [9 4 | 43,0/40,9 |35 |-—9,1 [21 74,4 |1%1" [44,2 [12 5 173,2 6 173,2 174,4 [1% [+1,2| 12 Medi0..... a Medio..... 11,5 Resulta de estas observaciones, que el error medio que afecta la apreciacion del ángulo formado por dos horizonta- les que la vista aprecia como paralelas, equivale en las con- diciones mas favorables de observacion á un ángulo de 11, y que el error máximo llega próximamente á 20”. Resulta asimismo que el aumento de la estension angular, con arreglo á la cual se desarrollan las dos paralelas, no al- tera sensiblemente el valor del referido error medio; cuyo he— cho se esplica por la disminucion rapida de la limpieza de la vision, á medida que se trata de objetos situados á mayor dis- lancia del punto, en cuya direccion se halla el eje óptico del ojo. 7 Tal vez con la práctica de la vista sostenida conveniente— 470 mente, llegaria á conseguir un observador algo diestro la re- duccion del valor absoluto de estos limites de error; quizás tambien sean solo exactos para mi vista; pero de ella única= mente se trata en la cuestion actual suscitada por Mr. Cham- bers: la nota, pues, que acabo de leer versa sobre su aptitud para apreciar una falta de paralelismo. Observaciones de Mr. Elie de Beaumont con molivo de la pre- cedente comunicacion. Despues de leida la comunicacion de Mr. Bravais, recordó Mr. Elie de Beaumont que en sus viajes geológicos ha medido frecuentemente, con auxilio de un sestante, las pendientes de superficies mas ó menos inclinadas, y que ha hallado casi in- apreciables á la visla las pendientes que no escedian de diez minutos (1); resultado conforme al obtenido con un método en- leramente distinto por Mr. Bravais. Aparato eléctrico que actua como una válvula; por Mr. Gau- GAIN. (UInstitut, 24 marzo 4835.) «Hay una clase bastante numerosa de corrientes eléctri- cas, que se consideran formadas por la sucesion de otras va- rias que tienen direcciones alternativamente opuestas. Me pa- rece que para fijar definitivamente la verdadera constitucion de las corrientes compuestas de que se trata, convendria aislar las parciales que las forman; y para conseguir este fin, me he propuesto hallar un aparato que tenga (como una válvula) la ' propiedad de detener las corrientes dirigidas en cierto sentido, dejando pasar á las de direccion opuesta. He estudiado sucesi- (1) Annales des Mines, 3.* serie, tomo 10, página 554 (1836), y Mémoires pour servir ú une description géologique de la France, tomo 4, página 204. 47 vamente varias combinaciones que llenan mas ó menos el oh- jeto indicado, y que se fundan en las propiedades conocidas de las puntas y en la esperiencia del laladra-náipes; pero me limitaré ahora á describir un aparato que me ha dado resul- tados mucho mas satisfactorios que los demas, y está basado en un caso de observacion que es nuevo á mi parecer. »Si se toma un huevo eléctrico ordinario, y se cubre con una sustancia aisladora la bola superior, la varilla y virola que la sos- tienen, dejando solo libre una parte sumamente pequeña de la superficie de la bola, colocando despues el huevo preparado de este modo en el circuito inducido del aparato de Ruhmkorff, poniendo en él al mismo tiempo un galvanómetro, se podrán comprobar los resultados siguientes. Cuando las corrientes in- ducidas (únicas que atraviesan el vacio del huevo) correspon- dientes á la interrupcion del inductor pasan de la bola cubier- taá la que no lo esta, la intensidad de la corriente indicada por el desvio del galvanómetro aumenta constantemente cuando se enrarece cada vez mas el aire que hay en el huevo; no su- cede lo mismo cuando las corrientes inducidas van pasando por este, de la bola sin cubrir á la que lo está, en cuyo caso la intensidad de la corriente aumenta primero á medida que disminuye la presion del aire; pero cuando esta ha descendido á cierto límite, disminuye tambien el desvío del galvanóme- tro. A cierta presion llega á ser nulo, y concluye por variar de lado cuando se ha obtenido el vacio lan exactamente como es posible con una buena máquina neumática. Esta disminu- cion de intensidad, correspondiente á otra depresion, y ese cam- bio de corriente, correspondiente á una disminucion de pre- sion mayor todavía, son hechos muy notables; pero no trato de interpretarlos ahora, bastándome para el objeto que me propongo comprobar el principal, que consiste en que las cor- rientes atraviesan libremente el huevo pasando de la bola cu- bierta á la libre, no pudiendo seguir la direccion contraria cuando se ha obtenido convenientemente el vacio; resultando de aquí que el huevo eléctrico, dispuesto como he indicado, puede desempeñar respecto á cierta clase de corrientes eléc- tricas el mismo servicio que prestan las válvulas respecto á los liquidos. 472 »Éreo que podrá utilizarse el huevo válvula en cierto nú- mero de invesligaciones, habiéndolo yo empleado ya para resol- ver una cuestion propuesta por Mr. du Moncel en uno de sus últimos escritos. Si se interpone un condensador en el circui- to inducido del aparato de Ruhmkorff, continua el movimien= to eléctrico, como lo prueban los efectos fisiológicos y los fe- nómenos de luz que se observan en el circuito, pero pueden establecerse dos hipótesis diferentes para esplicar la naturale- za de dicho movimiento. Puede suponerse que la corriente se propaga atravesando la lámina aisladora del condensador co- mo lo haria alravesando un cuerpo conductor, en cuyo caso su direccion es constantemente la misma. Se puede suponer por el contrario, que las dos electricidades desarrolladas por - el aparato de induccion se acumulan en las dos superficies del condensador en el tiempo que funciona la fuerza electromotora, y que se combina en el momento que esla deja de obrar: en esta última hipólesis la corriente debe seguir alternalivamen- te direcciones opuestas. La discusion rigorosa de los hechos bas- taria, á mi parecer, para decidir cuál de las dos hipólesis es la verdadera; pero puede resolverse la cuestion de un modo decisivo con el auxilio de huevos válvulas. »Supongo, para fijar el lenguaje, que el condensador em- pleado sea un cuadro fulminante situado horizontalmente, y que se haya puesto en comunicacion su superficie inferior con el polo negativo inducido del aparato de induccion; si se esla- blecen dos comunicaciones diversas, A y B, entre el polo po- sitivo del aparato y la armadura superior del condensador, colocando primero en cada una de estas parles del circuito un galvanómetro y luego una válvula, y se disponen ambas válvulas de tal modo que puedan ir las corrientes en el circui- to A desde el polo al condensador, y por el contrario, no puedan ha cerlo en el circuito B> sino desde el condensador al polo, fácil es adivinar lo que ha de suceder en cada una de las hipótesis, entre las que es preciso elegir; si la direccion de las corrientes es constante, pasarán por el circuito A, 6 es- clusivamente por el circuito B, segun la direccion del induc- tor; si al contrario, se ha formado el movimiento eléctrico por la sucesion de dos corrientes alternativamente opuestas, 473 otras de direcciones tambien opuestas recorrerán simullánea- mente los dos circuitos A y B; y la direccion de cada una, de- terminada por la sola disposicion de la válvula, será indepen diente de la direccion del inductor. Pues bien, de este último modo es como suceden los fenómenos; la existencia de las cor- rientes que pasan á la vez por los circuitos A y B puede compro- barse, ya por la aparicion simultánea de la luz en los huevos eléctricos, ya por el desvío de los galvanómetros. Las inlensi2 dades de las dos corrientes se diferencian muy poco entre sí, como puede conocerse por los siguientes números: en uno de mis esperimentos, el desvio que correspondia á la corriente que verificaba la carga del condensador fué de 63%, y el cor- respondiente á la que efectuaba la descarga fué de 61”; resul- tando evidentemente de esta esperiencia que el movimiento eléctrico que se propaga en un circuito interrumpido por la interposicion de una lámina aisladora, se forma por la suce- sion de dos corrientes allernativas. »Este resultado hace que se comprenda un caso menciona do en mi Nota, sin dar la esplicacion; aludo á las apariencias luminosas simétricas que se observan en el vacio del huevo eléctrico ordinario (cuyas dos bolas están descubiertas) cuan do se oponen dos corrientes inducidas desiguales; segun lo he demostrado, los efectos observados proceden esclusivamente de uno de los dos aparatos de induccion que se emplean; pero el movimiento eléctrico a que deben su origen, propagándose por sustancias aisladoras se encuentra en el caso de las cor- rientes que se acaban de examinar, y se ha de formar por la alternaliva de dos corrientes opuestas, Ahora bien, sucedién— dose estas en un intervalo de tiempo mas breve que la dura- cion de las sensaciones visuales, las apariencias luminosas que : se manifiestan deben ser resultado de la superposicion de las que producirian las corrientes de carga por una parte y las de descarga por otra, si obrasen aisladamente; tal es en efecto el resultado que se ha obtenido. FISICA DEL GLOBO. Organismos presentes en el aire atmosférico; por Mx. Bau- DRIMONT. . E (L'lostitut, 40 octubre 4835.) La existencia de las enfermedades endémicas, epidémicas, epizoólicas y epifilicas, la de todas aquellas en suma que pue- den trasmilirse por infeccion aérea, han inducido hace mucho tiempo á admilir que hay agentes particulares en la almósfe- ra en ciertas circunstancias, a los cuales se ha llamado mias- mas, vapores mefilicos, levaduras y fermentos pútridos. Los fenómenos sobrado conocidos de la fecundacion de las plantas agames y fanerogames dióicas dan lugar á reconocer por otro lado que en ciertas épocas del año debe contener el aire espó- rulos y polen estaminal. Tambien está admitido.que deberá tener muchísimos animalillos, que como tantos insectos, cu- yas metamorfosis se conocen, y aun como los sapos y las ra- nas, serian el grado de evolucion de animalillos que nacen en el agua, 6 que tambien podrian proceder simplemente de huevos aéreos. Hay mas que meras inducciones teóricas; ciertas esperien- cias han permitido aislar, digámoslo asi, los productos estra- ños que están en el aire. Recuérdense los trabajos de Mosca- ti, quien mediante el enfriamiento condensó los vapores exha- lados por los arrozales de Toscana y los de las salas de los hospitales, obteniendo un líquido capaz de corromperse. Los de Thenard v Dupuytren agitando agua destilada en el aire de un anfiteatro de diseccion, y sacando una sustancia capaz tambien de corromperse. Boussingault y Rivero atribuyen á animalillos las sustancias orgánicas que flotan en el aire, y ennegrecen el ácido sulfúrico carbonizandose. De todas estas observaciones, de todos estos hechos podia concluirse que el aire contenia sin dudarlo seres orgánicos par— ticulares; pero nadie los ha visto, nadie los conoce. Solo el 475 microscopio podia ilustrar esta parte tan interesante de la his- toria natural del globo terrestre; de apetecer era pues se dis- curriera algun método nuevo de observar encaminado en este sentido. Desde luego confieso, dice Mr. Baudrimont, que no he encontrado en el aire que respiramos esos seres fantásticos, esos mónstruos con que la imaginacion humana le poblaba. Verdad es que no he reunido las circunstancias mas favora= bles al efecto; y acaso estudiando el aire de los arrozales y pantanos al principiar la primavera, el de los hospitales y los anfiteatros de diseccion en cualesquier estaciones, se observa- rian seres 6 productos dignos de la mayor atencion. No he notado, prosigue diciendo, mas que polvillos mine- rales, y principalmente arenilla silicea; cuerpecillos tubercu- losos formados de particulas esferoidales; y á veces acompa- ñados de membranas sumamente lénues; polen, filamentos or- gánicos que parecian fibras leñosas, y ciertos seres raros que al parecer pertenecian al reino animal. Aun cuando no son muchas las observaciones que llevo hechas, como sea indispensable la concurrencia de observado- res para llenar este vacio de la historia natural del aire at- mosférico, me parece conveniente publicar el método que he seguido. Dos principales caben en esta clase de observaciones, a saber: 1.2 Condensar enfriándolo el vapor acuoso de la atmós- fera, y observar con el microscopio, mediante reactivos ade- cuados si fuese menester, el líquido resultante de tal conden=- sacion. 2. Lavar el aire mezclandolo con corta cantidad de agua destilada muy pura, y observar esta por los medios co- munes. El método primero no puede dar resultados completos, porque no se pueden oblener con él mas que vapores conden= sables por el enfriamiento. Los animales vivos, por diminutos que sean, huyen de las causas de destruccion, y no se podrian recojer sino accidentalmente. El segundo es preferible, y se puede practicar, no solo para observaciones microscópicas sino para estraer del aire cualesquier sustancias que contenga, y sujetarlas á exámen 476 químico. De dos maneras se puede emplear: 1.2 Pasando el aire al vaso por medio de una aspiracion verificada por la cor- riente del agua. 2.* Con una bomba aspirante. El vaso puede lener la forma de una U, con tal que el brazo por donde se aspire tenga largo suficiente para que el agua del lavado del aire no suba. Con objeto de prolongar cuanto fuese posible el contacto del aire y el agua, he usado tambien un tubo de mas de 1 metro de largo, y de diametro igual al que tienen los que se emplean para hacer análisis or- gánicas. Lo mantenia inclinado 15 0 20% al horizonte, y su parte inferior estaba acodada y vuelta al aire: por el otro es- tremo se verificaba la aspiracion. Me he servido de una bom- ba aspirante cual la saben construir todos los hojalaleros. Es mas cómoda que un vaso aspirante, porque se trasporta me- jor, y porque no requiere mucha cantidad de agua para ju- gar. Es indispensable que sea aspirante, para que no la atra viese el aire antes de ponerse en contacto con el agua. Sus di- mensiones eran las convenientes para que á cada embolazo desalojase medio litro de aire, y asi bastaba contar los embo- lazos, y dividirlos por dos para tener el número de litros de aire en que se habia operado. Terminaba la bomba por abajo en una punta de regadera en que descansaba. Se ponia en un plato con una capa de agua destilada, y el contacto de esta con el aire se multiplicaba por los agujeros de la punta de regadera, que eran muchos, y de menos de 1 milímetro de diámetro. Al observar se necesitan muchas precauciones para no in- currir en errores. Se requiere que estén perfectamente limpios todos los vasos, que el agua destilada no contenga cuerpo al- guno estraño, y que las láminas de vidrio que sirvan de sos- lén microscópico hayan sido observadas con el microscopio para desechar las que tengan manchas que pudieran tomarse poráseres microscópicos. El reactivo preferente en mi concepto, cuando conviene emplearlo, es el agua de barita, porque penetra en los pro- ductos 0 sustancias orgánicas, y carbonizándose modifica su trasparencia, y permite verlos bien. Pero cuidese de evitar las equivocaciones á que pudiera dar lugar, pues pasa desde 417 la forma globular hasta la cristalina, produciendo verdaderas ilusiones. Aunque hasta ahora, concluye el autor, no haya hallado en el aire atmosférico los seres de que se supone poblado, in- dico métodos que proporcionarán llenar los vacíos que exis- ten en la historia natural del mismo flúido, indispensable á la existencia de todos los seres vivientes, y cuyas menores per- turbaciones influyen sin duda en las facultades y la salud del hombre. 478 METEO HROLOGIA. REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de setiembre de 1855. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milímetros. Altura media E O PRE TAR A A 97,812 706,414 máxima (la Vips ni jala 28,037 719,129 minima” (dia 29)< vota ale jalera o Biste 27,491 698,261 Oscilacion Mensual; s.<.... Cesiones 0,546 13,868 máxima diurna (dia EA AGES 0,202 5,131 minima diurna (dia 3)..... 0,033 0,838 ¡SAS RN AE AA E A AA A TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum.' Cent. Temperatura Medid... ...ooooooo... 65,11 14,98| 18”,72 máxima (dia meets soys 84,51 23,331 29,11 minima (dia 30)........ 43,0| 4,89| 6,11 Oscilacion Mensual.......o.ooocoo..» 41,51 18,44| 23,06 máxima diurna (dia 3)..... 30,4| 13,51] 16,89 minima diurna (dia 8)...... 10,710 A 70 dl DL PLUVIÓMETRO. Pulg. ingl. Milímetros. Lluvia caida en el mes.............. 5,227 | 132,76 Mes de octubre de 1855. BARÓMETRO. ds de Milímetros.. Altura O A 27,112 + 703,974 máxima (dia 25)............. 27,998 | 711,139 minima (dia mia o aiailalójo a 27,310 | 693,664 Oscilacion mensuales lei 0,688 17,475 máxima diurna (dia 26)... 0,246 6,248 minima diurna (dia 4)...... 0,029 0,737 EA A A A An O A A A 479 TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Temperatura medias... soon... $e, 36,6/10*,48| 13,67 maxima (dia 1 ao Ts 72,51 18,00| 22,50 minima (dia 31)...t....< 0. 32,01 0,00| 0,00 Oscildcion menstal.. ..s ole cian de oía ds 40,51 18,00| 22,50 máxima diurna (dia 31)....... 1 20,0111.41| 13:89 minima diurna (dia 11)........ 7,01 3,11] 3,89 AAA AAA AA AAA A A A A AA AX AN A E lr > PLUVIÓMETRO. Pulg. ingl. Milímetros. Pluvia caida en el meso. de. io 5,432 | 137,97 ManusL Rico Y SINOBAS. , OBSERVACIONES meteorológicas verificadas durante el mes de julio de 1835 en las estaciones de las provincias de España. TAS A, A BAROMETROS. TEMPERATURAS. VIENTOS. PLUVIÓMETRO. A A NA o aa an... n n mn E — . — DE on . í a z 2.32. Ú 3 vo 3 — So, o. | = 0 E CEE o A ld e la E E O E CI sols 35823 ]| 2:58 E 5 S s=.E dE =.2 go E E 0 3 *E£ E s s , - pl? 3 ” > . 1] E E y E a . E pa ss |2Sos3 ou” a E a ESTACIONES METEOROLÓGICAS, oa ess | 835 as 12533 la. <1*0s > = E =3 0 == e AS E a E oa =osS E E a e ii ENS TS - EG] 322 3/9 2 El 2 2 3 Epa 28 = = - mE E » [45] 3 o E a oPS E -P.8 A O PS 0 2 a os Cl e. == E EE a O (AA LEDO. oy Ne e seal y da a O OS AS SE Ex S a] 510 =; OS 36 SO E Ea ea” E SE ES Ec E E MA MEN ME E e E IES Vid E IS E Eva ES AS aa (A E XÁ Cuadrantes.| Libras. Pulg. Lin. pS) MÁLAGA, por Don! 29,721| 29,970| 29,599] 77,7 99,0 [158,0 [104,3 | 63,8 = José de Uriarte. | 754,9 |761,2 | 751,8 25,5 37,2 | 14,4 40,2 | 19,3 Y A OA 0 0 20,4 | 29,8 | 14,5 | 33,1 |15,4 Costas del Mediter- BARCELONA , por|29,959| 30,196| 29,676] 76,5 80,2 | 68,5 98,4 » TÁDO. .......-. | D. Antonio Ravé.| 760,9 |766,9 | 753,8 [| 24,7 26,8 | 20,3 | 36,9 » A » 16 198 | 21,4 | 16,2 | 29,5 » TARRAGONA, porl 29,870| 30,101| 29,395]72,5 | 77,5 | 57,0 | 90,2 | 68,5 Don FranciscoJa-| 758,8 | 764,5 | 746,6 |22,5 | 24,3 | 13,9 | 32,4 | 20,3 9. 6,1 0 4 25,8 | 16,2 vier Bru. 18,0 20,2 11,1 A _ _ QA O mmm A OBSERVACIONES GENERALES. En esta region el mes de julio ha trascurrido sin presentar ningun fenómeno meteorológico especial. La presion atmosférica ha oscilado con regularidad, descendiendo en toda la costa Mediterránea de la Península en los dias 12, 13 y 14. La temperatura ha sido propia de la estacion. Algunos dias de viento, y en el último tercio del mes se presentaron nubes tempestuosas. 129,483] 29,766] 29,147] 66,5 |96,0 [48,1 |87,2 | 56,8 e esme. 748,8 |756,0 [740,3 ] 19,2 [35,5 | so [30,6 [13,8 [ 3. y 4” | 5,9 AE : , 15,3 | 28,4 A A EL 30,067130,314| 29,695] 67,7 [85,5 | 46,8 |88,2 | 55,9 , ell E 763,7 | 769,9 [754,2 |19,8 [29,7 | 8/2 [31,2 [13,3 Pty 4 | 756 E SS 15,8 | 23,8 6,6 |25,0 |10,5 SANTANDER, por|29,956| 30,256| 29,575] 68,6 71,4 65,7 » » Don Manuel Her-| 760,9 768, 5 |751,2 120,8 [21,9 18,7 » » a » A Costa Cantábrica. . 9 EA A A o all dica aii E OvIEDO, por Don 29,299| 29,527 | 28,944]72,3 S1,1 54,3 » » Leon Salmean. |744,2 |749,9 |735,2 [22,4 [27,3 |12,1 » » a » O 17,9 21,8 9,9 » » SANTIAGO, por Don % José Lastres y ba-| 29,131| 29,395| 28,645] 65,1 88,0 48,0 » » jo la direccion de| 739,9 |746,6 [727,6 | 18,4 [31,1 8,9 » » 1 y 4 | 45 o Se Don Antonio Ca- 14,7 24,9 7,1 » » al AS 10,506 28:91:80 7067 [:I7AS [5550 » 59,4 ds 742,8 |749,2 [735,8 | 24,2 [36,3 |13,0 » | 15,2 a lí02 | 2 » CR 19,4 |29,0 [10,4 » 12,2 Cuenca del Ebro.< TubeLa DE Na- vVARRA, por Don| 29,000| 29,200| 28,878] 76,8 95,4 55,6 » » Genaro Morque-| 736,6 | 741,7 |733,5 [24,8 | 35,2 13,1 » » Ly 4. » Do 0 cho. ; 19,9 128,2 |10,5 » » A A En la costa Cantábrica se ha observado, como en la region anterior, la marcha regular de los barómetros, correspondiendo la mí- nima barométrica á los dias 10, 11 y 12. La temperatura, moderada en el mes de julio, llegó á ser fresca en los dias 12, 18,28 y 29, con algunas tempestades en los últimos dias del mes. Se contaron 7 dias de lluvia por Vergara y Bilbao, aumentando el número de aquellos y la cantidad de agua hácia el Oeste de la costa. Los vientos corrieron con velocidad moderada. Durante la tempestad del dia 30 cayeron granizos en Vergara con un diámetro de 10 líneas. En la cuenca del Ebro se cuenta notable la tempestad del dia 17, cayendo 1 pulgada y 6 líneas de agua de Blue en Zaragoza, Con rá- fagas vivas de viento, las cuáles todavía fueron mas fuertes en el dia 20 del mes. TOMO Vo. OBSERVACIONES meteorológicas verificadas durante el mes de julio de 1853 dy en las estaciones de las provincias de España. NN NN EU DD TED, TEMPERATURAS. ESTACIONES METEOROLÓGICAS. Soria, por Don Benito Calahorra. 182 VALLADOLID, por D. Demetrio Du- da por D. Dionisio Bar- reda. Cuenca del Duero. BAROMETROS. arb., Cent. y Reaum. / TEE gz ES E E Tos A A A A AE = 3 TT) E Zo SS es E A O E E E AE E ER da E CI Ed O cd Ec 0.2 =02> ZU a id ER SS 26,469 | 26,650 26,178]66,5 | 97,0 | 44,0 » 672,3 (676,9 | 664,9 |19,2 | 36,1 | 56,7 » 15,3 | 28,9 | 5,3 » 27,727| 27,883 27,452] 69,2 | 91,0 |46,0 | 123,4 704,2 [708,2 |697,3 |20,7 | 32,8 | 7,8 | 53,5 16,5 | 26,2 | 6,2 | 42,8 227,318) 27,574 97,114] 81,3 | 91,4 |64,6 | 86,6 693,9 (700,4 | 688,7 |o7,4 | 33,0 l18,1 | 30,3 21,9 | 264 14,5 | 24,3 OBSERVACIONES GENERALES. de lluyia, algun granizo el dia 9, repitiéndose las tempestades á los últimos de mes. rados media a v la verba en Pemperat. VIENTOS. ; E — a ES Z El E e S o «a ia] E 3 Z 23 E] pan = 0 = 2 Y 77 Cuadrantes. | Libras | 92 y 4.0 » 4.2 4 1 8 PLUVIÓMETRO. | cojida. Cantidad de agua re- Pulg. Lin. 2 6 » 7 » 3 En la Cuenca del Duero trascurrió el mes de julio regular en sus afecciones meteorológicas con 3 dia en 2) ia SevinLa, por Don| 29,943| 30,105| 29,777] 88,2 122,0 | 60,5 » » qna del Gua) Fernando Santos| 760,5 [764,6 |756,3 | 31,2 | 50,0 | 15,9 » MA e d June o...... de Castro. 25,0 36,0 12,6 » » -27,817| 28,017 27,648] 82,2 [102,0 | 52,0 [114,0 | » Cuenca del Tajo. o 706,5 [716,6 [702,2 |o7,9 | 38,9 [int | 455] » ]ty3r]| » > e . 22,3 | 31,1 | 8,9 36,4 | » 1 ¡AA AAN ATT A EDREAL AO AAA AIR EA A A A A A A escesiva. En la Cuenca del Tajo correspondieron los accidentes meteorológicos con los observados en el resto de las estaciones meteorológicas, notándose en el horizonte diferentes dias nubes tempestuosas lejanas. La temperatura fué alta en el principio del mes, pero refrescó nota- blemente lo restante de aquel periodo. En la cuenca del Guadalquivir, lo mismo que en el resto de España, no presentó el mes de julio accidentes meteorológicos especia- MaAnueL Rico Y SiNoBAs. A uo A CIENCIAS NATURALES, MINERALOGIA Y GEOLOGIA. Sobre la gran estension de los hielos de la Grroenlandia con- tinental, y sobre el origen de los hielos de los mares árlicos: por el Dr. RiNk, DE COPENHAGUE. E (Bibliot. univ. de Gineb., octubre 4854.) La importancia de esta memoria consiste, segun lo ha he- cho notar Mr. Murchison dirijiéndose á la Sociedad geográfica de Londres, en los datos que suministra, igualmente preciosos para la geologia que para la geografía. El autor ha residido muchos años en los establecimientos daneses de la costa occi- dental de la Groenlandia, habiendo sido el primero que ha da- do á conocer la constilucion geológica de las regiones septen- trional y meridional de la isla de Disco; y sus observaciones relativas á los hielos de la Groenlandia, tienen el mérito de facilitar la esplitacion de ciertos fenómenos glaciales. Tam- bien demuestra que han podido ocupar un espacio inmenso de tierra esas mismas rocas lersas, estriadas y llenas de surcos que se han observado en muchas partes de Europa y Améri- ca, y han sido causa de que los geólogos se dividan, alribu- yéndolas unos al movimiento de las hieleras sólidas y lerres- tres, otros á la accion de los hielos flotantes, y otros finalmen- te al deshielo 6 grandes corrientes que produce el derretimiento de las hieleras gigantescas. Parece probable que hayan formado la Escandinavia y la Laponia, en la época glacial, un centro de donde salian en bu- ques de hielo bloques de piedra para diseminarse por Rusia y Alemania, cubiertas entonces por el mar. El Dr. Rink prue- ba en su trabajo, que los hielos ocupan por completo en la epoca actual lo interior del vasto continente groenlandés, y 485 que solo se alzan apenas entre ellos algunas rocas; y aunque no llegan á gran altura, sin embargo adquieren la suficiente para formar un declivio por el cual ruedan inmensas moles de hielo, y hasta campos de este, cuyos brazos van á parar á los fiords (1) anchos y profundos que cortan la costa occidental. Despréndense de esas hieleras unas masas gigantescas, que precipiladas en el mar y arrastradas atravesando el estrecho de Davis, se dirijen hácia el S. Por conscuencia los fenóme- nos que se observan al rededor de la Groenlandia actual, re- presentan perfectamente lo que ha pasado en lo antiguo al re- dedor de la peninsula escandinava, y tal vez en las montañas de Escocia. : Por desgracia no hallamos en dicho trabajo datos acerca del minimum de inclinacion que permite moverse á esas gran- des masas, lo cual es un punto interesante para la teoría de la antigua estension de las hieleras; pero ya se comprende que esta clase de observacion ha de ser todavía mas dificil en la Groenlandia que en cualquier otro punto. Como son grandes las distancias en aquel pais y suaves los declivios, es proba- ble que algunas masas heladas formadas en lo interior de di- cho continente, corran durante muchos centenares de años an- tes de precipitarse en el mar. Sabido es que la lonjitud de las hieleras ó que la posicion de su estremo inferior depende de la altura y estension de los campos de nieve que les sirven de pábulo, cuyo estremo llega en Groenlandia hasta el nivel del mar, y aun mas abajo. Tambien se sabe que el número de hielos flotantes llama- dos /cebergs es inmenso en los mares polares, y que adquie- ren unas proporciones gigantescas, teniendo los mayores de 100 a 150 piés de altura sobre el nivel del mar, y 4000 de circunferencia. Y como no se ve en los hielos flotantes sobre la superficie del agua sino la octava parte próximamente de la que hay debajo, resulta por consecuencia que una masa de la dimension de la que acabamos de indicar, no contiene me- nos de 66.000.000 de yardas cúbicas (2). Semejante fragmen- (1) Fiord 6 ria. (2) Una yarda equivale á 0”,9!4383. 486 Lo de hielo puesto en la tierra, formaría una montaña de 1000 piés de altura. Dichos /cebergs, cuyo número es prodigiosamente grande, deben su origen á grandes hieleras terreslres; ¿pero cómo se esplica que ningun viajero de los muchos que han visitado los mares árlicos haya visto desprenderse de la orilla montaña alguna de hielo? Además, ¿por qué los /cebergs son mucho mas raros en las inmediaciones de Spitzberg que en el mar de Baf- fin, aunque de esta isla bajan al mar numerosas masas de hie- lo? Scoresby, que habia hecho ya la misma observacion, es- plica esta diferencia por la naturaleza de las costas; pero Mr. Rink cree que hay otra causa mas importante, y que es pre- ciso buscarla en la configuracion de las tierras: efectivamen- te, en la Groenlandia hay todos los años un esceso de hielo. I. Los /cebergs, cuya masa total es de muchos miles de yardas cúbicas, se desprenden de la cosla todos los años con regularidad y proceden siempre de los mismos depósitos, que tienen una estension variable; algunos ocupan en la costa una lonjitud de 4 millas. Son pocos los /cebergs que se desprenden de los intervalos que hay entre esos depósitos, pues por el con- trario, en la mayor parte de la costa van á parar al Océano la nieve y lluvia en estado fluido. Reflexionando acerca de la mag- nitud de la masa de hielo que forman los /cebergs, se adquie— re el convencimiento de que es demasiado considerable para que sea el resultado de la formacion anual del hielo en las co- linas ó valles que hay á las inmediaciones de la costa, y de que las grandes hieleras que existen en los valles 6 ramblazos que las llevan al mar, corresponden ó mas bien ocupan el lu- gar de los torrentes que habria en el pais si fuera el clima mas templado; siendo por tanto el canal que lleva al mar el agua congelada de esos grandes espacios de tierra. El hielo que va á parar al mar en forma de montañas, ocupa en la region de donde procede una gran estension. Impelido por la fuerza que mueve las hieleras, avanza y llega á la orilla del mar en un punto donde se desprenden los /cebergs. Es necesario, pues, para que estos se formen, que haya detras de ellos un pais tan estenso que pudiera alimentar en otras circunstancias cli- maléricas una corriente considerable de agua. 487 II. En la Groenlandia, y mas generalmente en todas partes donde se reunen las condiciones favorables 4 un clima de una temperatura conveniente, el hielo no procede de tal ó cual montaña elevada, sino que el pais está completamente cubier— to de hielo hasta cierta altura; los montes y los valles se hallan nivelados en forma de perfecta llanura; los rios han desapare- cido; y se halla enteramente oculta la forma propia de las tier— ras. El movimiento que impele el hielo hácia el mar, princi- pia en lo interior de las tierras. Cuando dicha masa puesta en movimiento llega á un desfiladero, se ve cómo se estrecha, lue- go ensancharse y estenderse por una lalilud de muchas millas. La rapidez con que caminan al Océano esos rios casi sólidos es variable. III. En el hemisferio Norte, solo en la Groenlandia hay una costa dispuesta convenientemente para suministrar al mar tantos y tan grandes /ccbergs. Al Norte del circulo ártico ofre- ce principalmente el pais una estension capaz de Este á Oes- le, para servir de cuna á hieleras gigantescas. Desembocan en el mar por los fiords ó golfos largos y estrechos que cortan la costa, llamados £cefriths. Ni en Spitzberg, ni en los parajes mas estrechos de la Groenlandia, hay un espacio capaz de pro- ducir anualmente unas masas de hielo parecidas á las que pro- ceden de ese estenso y desconocido continente. Estos fenóme- nos no se desarrollan tanto, segun parece, en la costa oriental de la Groenlandia. Las costas de dicho continente, á las cuales hacen relacion las observaciones del Dr. Rink, se hallan representadas en una carta que comprende desde el grado 68 de latitud hasta el 73, y tienen una configuracion enteramente particular. Cortanlas numerosos y profundos fiords, algunos estrechos y un número inmenso de canales; es aquello un verdadero laberinto de is- las y peninsulas. Desde las islas mas cercanas á la costa hasta el fondo de los brazos del mar, hay regularmente de 50 4 100 millas. Pasado el fondo de dichos canales es cuando principia el continente; vasla region en que falla completamente la vida animal, y cubierta siempre con una capa de nieve: estiéndese cerca de 800 millas hácia el Este, y termina en la region to- talmente desconocida de la Groenlandia oriental. 488 Podemos suponer una línea tirada casi del Sur al Norte, pa- sando por el fondo de todos los golfos ó fiords, y podremos lla- mar al grupo de islas y penínsulas situado al Ogste de esa li- nea zona esterior, por oposicion á la masa del continente que llamaremos tierra. La superficie de la zona esterior de la Groenlandia del N. puede evaluarse en 30.000 millas cua- dradas; pero la division de dicho espacio, como hemos indi- cado, por numerosas ramificaciones de brazos de mar, estre- chos y bahías hace que ocupe una estension mucho mayor. Si se considera cuán diseminada y escasa es la poblacion y lo riguroso del clima, no causará admiracion el que sea tan po- co conocida esa parte del continente, ni se estrañará que exis- tan terrenos visitados solo por algunos naturales del pais, y que haya todavía grandes dificultades para determinar si cier- tas tierras son islas 0 peninsulas. Muchos europeos abandonan dicha region sin haber visto siquiera la gran mesa de hielo que se estiende al E. y sin haber visitado el fondo de los fiords, por cuyo conducto manda el hielo anualmente al mar su so- brante en forma de fragmentos colosales. Los puntos en que los fcebergs se separan de las hieleras distan mucho por lo general,de las playas habitadas, y su acceso por los estrechos y fiords es muy dificil. Para llegar allí en verano es preciso luchar con los hielos flotantes, y en invierno desafiar las bre- chas que abre el movimiento de las hieleras en los hielos for- mados en la superficie del mar. Mr. Rink ha tenido ocasiones frecuentes de observar en ciertas localidades las masas que van todos los años al Océa- no, y se ha admirado profundamente siempre de lo pequeña que era, en proporcion al resto del pais, la parte de él que su— ministraba una cantidad de hielo tan prodigiosamente grande. En la zona esterior no hay causa alguna que pueda esplicar una acumulacion de hielo igual á la que llega á la costa hasta en un clima tan rígido: por el contrario, en ese laberinto de islas y peninsulas, la nieve y el hielo formados en invierno se derriten todos los años en el mes de junio hasta la altura de 2000 piés sobre el nivel del mar. El calor del Estío basta pa- ra hacer vejetar á muchos centenares de especies de plantas, las cuales florecen, y dan frutos y semillas que maduran antes 489 que las marchiten en los últimos dias de agosto las heladas del invierno siguiente; y es probable que baste dicha tempe- ralura para derretir todos los años en esla zona el duplo ó triplo de la cantidad de nieve acumulada en el invierno. Aunque la temperatura media del año sea en la referida costa algo mas baja que la de cero, sin embargo en ella, como en todas partes, la linea de nieves perpétuas guarda relacion con la altura sobre el nivel del mar, estando a 2000 piés próximamente sobre dicho nivel. No obstante, en ciertas loca- lidades las fanerogamas suben hasta la altura de 4500 piés en el grado 71. Los hielos no llegan hasta el nivel del mar sino en algu- nos puntos donde van á desaguar los del continente; pero sub- sisten en esas localidades de un modo constante, y la fusion no hace que desaparezcan, lo cual es consecuencia del movimien- to progresivo de las hieleras. Este movimiento es sin embargo bastante lento para que la temperatura de las regiones bajas derrita con frecuencia su estremidad inferior, de tal modo que solo un corto número de las mayores alimentadas por los gran- des campos de nieve de la tierra puede llegar a la costa. Los fragmentos de hielo desprendidos de ella (llamados particular- mente por los Daneses de las colonias calf£1ce) son de tan poca consideracion, que puede decirse que la lluvia y la nieve caidas en el curso de un año en la zona eslerior, la abando- nan sin perder el estado flúido. Lo que esplica estas contra- dicciones aparentes es, que los hielos no solo nivelan comple- tamente el interior del continente, sino que aún resulta un so- brante que va á parar al Océano. Es evidente que hasta en las partes bajas se puede formar una costra de hielo indisoluble, si la cantidad necesaria de agua para formarla sufre un hielo anual de 8 meses, cuya accion no pueden sufrir los lagos de agua dulce, porque rara vez el hielo adquiere mas de 6 piés de grueso, y luego res- guarda del frio el agua. Mas si, por el contrario, durante el in- vierno corre el agua continuamente por una superficie espuesta a la accion de la atmósfera, se formará una capa de hielo de 20 á 40 piés de grueso, que no podrá derrelirse en el corto verano de dichas regiones. Notase esto en algunos punlos de 490 la zona esterior, pues cuando la nieve se ha derretido en to- das partes, se advierte todavia una capa espesa de hielo en la proximidad de ciertos manantiales. A la misma orilla del mar se hallan depósitos de hielo que no han llegado á derrelirse completamente nunca, habiéndolos tambien a la desemboca- dura de los grandes rios, especialmente cuando su della se compone de rocas y guijarros grandes. Para eslo es preciso que el agua de dichos rios corra en invierno, y por consecuencia que proceda de fuente ó de lago que tenga una salida subler— ranea, Cuanto mayor sea el pais que ha de alravesar para lle- gar al mar, tanto mayor será la dificultad del agua para en- trar en él antes que los hielos de invierno detengan su curso; dificultad que es tan grande «respecto al agua procedente de la hierra, cuyo caracter distintivo es hallarse distante del Océano, que solo llega en estado de hielo. Es probable que la capa de hielo de la Groenlandia se haya formado poco á poco por la congelacion de rios antiguos que han llenado de hielo los va- lles; luego ha debido aumentarse su cantidad con la proceden- le de las tierras mas allas, y creciendo el grueso de dicha ca” pa ha adquirido por último su polencia actual. Los /cebergs proceden esclusivamente, como ya se ha di- cho, del hielo de la tierra arrastrado al mar a través de los fiords. Los valles que forman la continuacion oriental de los grandes fiords están llenos de hielo. Cuando puede llegarse a una montaña de la costa de modo que se vean las hieleras, se nola que, elevándose, concluyen por unirse á la gran sábana glacial que cubre hácia el oriente todo el interior del conti- nente; cuya union se verifica á la altura de 2000 piés sobre el nivel del mar en las ramificaciones de la bahía de Omenak, elevándose todavia desde este punto la capa de hielo por la parte del interior. Aunque la meseta de hielo de donde proceden las hieleras tiene al parecer una inclinacion casi uniforme, se advierte que algunas ramificaciones suyas se lanzan en los fiords con ma- yor rapidez que otras. Puede apreciarse aproximadamente ese movimiento por la mayor ó menor prontitud con que se rom- pe el hielo de la bahía en el invierno; pero aún demues- tra mejor la rapidez de la marcha de ciertas hieleras la can- 491 tidad de hielo que va anualmente al Océano á través del fiord. Segun los trabajos del Dr. Rink y los datos que ha podido adquirir, cree que existen entre los 673 y 13? de Jatitud N. cinco desembocaduras ó hieleras principales, por las cua- les llega á la costa el hielo de la tierra, y donde quedan á flote los grandes tcebergs; son las siguientes: 1.2 La de Puerto-Jacob, en la latitud de 69910. 9.2 La de Tossukatek detrás: de la isla de Arvemina, en la lalilud de 69:50". 3.2 La de Kariak, que es muy grande, en la latitud de 7025. 4.2 La de Kanyeidbursoak, mayor todavía, en la lali- tud de 71%53': estas dos últimas desembocan en la bahía de Omenak. 5.2 Finalmente la hielera de Upernivik, en la latitud de 737, detrás de un gran grupo de islas. Si se considera la manera de moverse el hielo, y cuyos fragmentos se desprenden de las hieleras, que son la corriente del hielo de la tierra, no queda duda alguna de que el grueso de las hieleras es al menos el diametro menor de los ¿cebergs. Por consecuencia, el hielo lanzado desde el interior en el gran colador helado ha de considerarse como un cuerpo plano de 1.000 piés de grueso por lo menos. Dicho hielo es de nalura- leza tan fragil, que el movimiento lento que tiene no puede verificarse sin grandes dislocaciones, que llenan su superficie de numerosos picos, olas y grandes hendiduras, haciendo que se parezca á un mar conjelado de repente. Esas enormes montañas de hielo, de un peso estraordinario, avanzan progre- sivamente al través de la playa, ruedan sin alterarse por el fondo del mar, hasta que sus estremos esteriores llegan á tal profundidad que principia á soslenerlas el agua. Hasta enton- ces, y aunque están en el agua, su estremo se halla adherido todavia á las hieleras lerrestres: continúan avanzando sosteni- das por el mar, hasta que alguna causa esterna rompe su lazo con la hielera, y quedando asi libre la estremidad anterior se convierte en iceberg: esta accion se llama calving. La sacudi- da que produce en el agua del mar es tal, que se siente á ve- 492 ces á 16 millas de distancia. Segun esto, es evidente que no es el iceberg el que se desprende de la hielera, sino mas bien el mar que lo levanta. Las hieleras espuestas á la accion del Océano no solo le dan grandes +¿cebergs, sino tambien frag- mentos de hielo menos considerables (small-ice, calves). Todavía no se sabe si el hielo de la tierra liene una mar- cha regular y uniforme, ó si solo avanza periódicamente. El rompimiento del estremo inferior es al parecer independiente de esto, procediendo de otras-causas; de tal modo, que su po sicion es muy variable. La hielera avanza á veces sin rom- perse hasta mas allá del punto en que se rompió en otra épo- ca, y hasta se han visto en invierno desprenderse de ella gran- des icebergs. Desde noviembre á junio está tan helada el agua del mar, que los ¿cebergs se hallan encerrados en el interior de los fiords helados, pero en julio, y principalmente en agosto, las corrien- tes los arrastran en cantidad prodigiosa bácia el mar libre ya de hielo. El momento de su marcha se llama solida de los hielos. Semejante estado de cosas dura hasta el otoño. Cuando el viento de Levante sopla de continuo, concluye por limpiar el interior de los fiords, llevándose todos los icebergs, á no ser que algunos queden varados en parajes de poco fondo. Los icebergs se forman en general de un hielo duro y bri- lante, cuyo color blanco procede de lineas de poros muy fi- nos, de igual magnitud, uniformes y equidistantes, que hay en toda su masa. Esta estructura se origina desde el momento en que se forma el hielo en lo interior del pais, por el endureci- miento de la nieve, ó tal vez por las alternalivas repetidas de las heladas y del deshielo. Ese hielo blanco está surcado por unas fajas de otro, color azul oscuro, que es de naturaleza mucho mas trasparente, porque no encierra burbujas de aire, ó al menos muy irregulares. Las fajas azules lienen muchos piés de grueso, y entre ellas se observan á menudo otras su- cias de materias estrañas, como piedras, arcilla, arena gruesa, que arrastran los icebergs cuando se incorporan con ellas. El hielo azul se disuelve por el deshielo en gruesos granos regu- lares, lo cual no sucede con el blanco, que constituye la ma- sa mas considerable del iceberg. Es probable que las bandas 493 l azules las forme el agua que llenó las grietas del hielo de la tierra conjelada en ella, cuya agua puede haberse mezclado con nieve, cascajo 6 piedras. Tambien parece al autor proba- ble que la conjelacion del agua en las espresadas grietas ha podido ser uno de los agenles que determinan los movimien- los de las grandes hieleras. En otro trabajo publicado en las Memorias de la Sociedad danesa de Ciencias, se ha ocupado Mr. Rink de los numerosos minerales de Groenlandia procedentes de los lerrenos grani- ticos y trápicos. Esta última formacion ha atravesado las ro- cas del terreno carbonifero, y convertido en antracita en al- gunas localidades las capas de carbon que habia en ellas. PALEONTOLOGIA. Introduccion « la flora terciaria de la Suiza; por Mr. OswALD- Heren. (Bibliot. univ. de Gineb., agosto 4854.) La vasta cuenca que se estiende entre los Alpes y el Jura sehalla cubierta enteramente de molasa, cuya formacion com- prende tres divisiones: la molasa inferior de agua dulce, la marina, y la superior de agua dulce. L. Molasa inferior de agua dulce. El valle que se apoyaba por una parte en los flancos del Jura y por otra en la base de los Alpes suizos, ha debido ofrecer en otro tiempo un aspecto diferente del que presenta la meseta actual de dicho pais. Sus colinas de molasa, que hacen tan variado su paisaje, no existian entonces; los Alpes y el Jura no tenian ni la estension ni las formas que hoy les conocemos, porque su último levantamiento se ha verificado despues del depósito de la molasa. Claro es que los rios que bañaban la llanura al salir de las montañas, debian tener tam- 494 bien otra distinta direccion; y la vejetacion que cubriese su suelo habia de ser completamente diversa de la que existejen la actualidad. No habia una sola especie idéntica á las que vi- ven en el dia, y aun cuando los géneros corresponden casi to- dos á los que poseemos, todavía hay muchos que no se en- cuentran en Suiza ni en parte alguna del mundo en que ha- bitamos; razon por la cual, si nos trasladamos con el pensa- miento al seno de ese bosque terciario, nos veremos rodeados por una creacion enteramente estraña. En primer lugar,* nos sorprenderá gran variedad de árboles, pues ya se conocen180 especies de plantas leñosas únicamente en la molasa inferior, cuya proporcion solo se halla en los paises cálidos. Efectiva- mente, los bosques de las zonas meridionales se distinguen de los de la nuestra por el mayor número de especies de árboles que conlienen, y que presentan asi un golpe de vista mas rico y mas interesante, pero no la calma y la paz que se respira en nuestros monótonos bosques de hayas y de pinos; siendo tanto mas perceptible la diferencia, cuanto que en aquella época faltaban enteramente las hayas, y eran muy escasos los arboles resinosos: lo que mas abundaba eran los cipreses. Nues- tra molasa ha presentado cuatro especies, de las cuales la mas estendida era el taxodium dubium. Este ciprés es muy afi- ne con el de las marismas ó ciprés calvo (taxodium distichum, Rich.), que crece en Méjico y en el Sur de los Estados-Unidos, y revestia como este último los sitios bajos y pantanosos. El glyptostrobus Ungeri solo se ha descubierto hasta ahora en el Hohen-Rhonen; pero como alli abunda tanto, y que se ha en- contrado además en olros paises, es probable que exista tambien en otras localidades de nuestro pais (1): lo mismo pudiéramos decir de la widdringlonia helvética; de modo que eslas espe- cies (de las cuales la primera tiene en el mundo actual su re- presentante mas próximo en América, la segunda en China y la tercera en el Cabo de Buena-Esperanza) ocupaban un lu- gar importante en nuestro terreno molásico, mientras que los (1) Posteriormente se ha encontrado en las cercanías de Lausana. (Nota de C.-T. Gaudin.) 495 pinos, á juzgar por su escasez, debian estar mucho mas dise- minados. Entre los árboles mas abundantes cilaremos las encinas, los laureles, olmos, arces y nogales, que se encuentran en casi todas las localidades. La encina de los “lignitos (quercus lign- tum, Unger.) es la especie mas numerosa, y el daphnogone po- lymorpha entre, los laureles, abundando tanto este último, que en todas partes donde hay vejetales terciarios se encuentran hojas aisladas ó restos de ellas, desde las capas mas inferiores de la molasa hasta las mas superficiales. Indudablemente era el arbol predominante, y el que daba al pais un aspecto particular. Conocemos sus flores (1), fru- los y algunas ramas con hojas, y debia tener gran semejanza con el alcanforero del Japon. Es este arbol de buen medro, con ramas frondosas, y muy vistoso: su ramaje es de un color verde brillante magnifico. En los jardines de la isla de Made- ra lo he visto en marzo cubrirse con abundantes flores blan- cas, pequeñas pero elegantes. El laurel terciario de que aca— bamos de hablar debia parecerse mucho a este. En los aceres el mas comun era el acer trilobatum, A. Br., con sus numerosas variedades; en los nogales, el juglans acu— minata, A. Br.; en los olmos, el planera Unger. Ett. Mientras que dichos vejetales poblaban la llanura de Sui- za, hay otros que solo se encuentran en cierlos parajes, pero con suma abundancia. Las capas mas antiguas de molasa (Ralligen, y las erráticas de Saint-Gall) tienen dos mimo- sas (2) y numerosas acacias de elegante follage (3). El arbol dominante en los bosques de Hohen-Rhonen correspondia a la familia de las malvaceas (Dombeyopsis crenata, Ung.), abundando mas que las otras especies, aunque los liquidám— bares no eran raros: encontrábanse además un jabonero (sa- (1) Descritas antes con el nombre de prinos Lavateri, 4. Br. (2) Mimosa wartonamni et myrica arguta. (3) Acacia sotzkiana, Ung., A. Parschlugiana, Ung., A. cyclosper- ma, A. microphylla, Ung., y A. Meyrati, Gisch. 496 pindus falcifolius), dos especies de higueras (1) y una esler- culia (sterculia modesta); el eriz contaba numerosos olmos, un tulipan (lyriodendron helveticum, Fischer) y la terminalia radabojana, Ung., al paso que el tunel de Lausana se distin- gue por dos especies particulares de álamos, y dos robineros que abundan mucho. No he hablado todavía de un vejetal que debia contribuir mucho al adorno del paisaje. La Suiza contaba Y especies de palmeras, correspondientesá otros tantos géneros dislintos. Las mas numerosas eran las de abanico; la única que ahora crece silvestre en Europa en el litoral del Mediterráneo (la cha- merops humilis, L.) tiene sus hojas parecidas. Una de eslas especies terciarias (chamerops helvetica, m.) es realmente afine de la palmera enana de Europa, que es su representante en el pais lerciario. Oltra abunda mas todavia á lo largo del lago de Ginebra, y en Saleve (cerca de Mornex): es enteramente distinta de la primera, y corresponde á la palmera sabal de América (sabal. Adansonii). Este sabal es muy comun en los pantanos del Misisipi, y se estiende hasla el grado 33 de latitud Norte: tambien se halla en las vastas marismas de Nueva-Georgia y de la Florida, donde se la co- noce con el nombre de swamp-palm (palmera de pantanos). Es muy probable que el sabal suizo (sabal rhapif olia) viviese tambien en los pantanos. Las palmeras con hojas estiradas son muy interesantes: 3 especies adornaban el pais terciario, correspondientes todas a la vejetacion de los trópicos. Una de ellas (la phenicitis spec- tabilis, Unger.) se parece á la palmera (altalea) del Brasil, eu- yas fibras se llevan á Inglaterra en grandes cantidades para hacer cepillos y escobas. En el tunel de Lausana se han des- cubierto grandes fragmentos, que dan lugar á suponer que la hoja tenia de 10 á 12 piés de largo. Esta palmera adornaba tambien el Hohen-Rhonen. La misma localidad poscia ade- más olra especie (manicaria formosa, m.), afine de la palme- ra ubussu (manicaria saccifera), que crece en las riberas hú- (1) Ficus Jynx et ficus arcinervis, Rossm. 497 medas del rio de las Amazonas, y se tiene por una de las mas hermosas de los trópicos. Los helechos vejetaban á la sombra de los bosques hú- medos, ofreciendo una variedad sorprendente de formas. La lastreca stiriaca, algunas pteris de hojas largas, análogas á la pleris cretica, L., y el aspidium Escheri han estado al parecer bastante estendidas generalmente, al paso que los otros esta= ban limitados á ciertas localidades; asi es que la magnífica woodwardiía ressneriana caracteriza al eriz, donde era bastan- te comun; el elegante cheilantes Laharpiú y la lastrea valden- sis al tunel de Lausana; algunos lygodium, de formas raras, caracterizan los lignitos de Rochetle; y muchas especies de pteris y el aspidium elongatum al Hohen-R honen. La parte tallar del bosque se componia de multitud de ar bustos, entre ellos muchas especies de myrica, alisos, sauces, zumaques, cornejos y espinos; pero tambien habia bumelias, ceanolhus y palmeras espinosas; una planta que merece so- bre todo un interés particular, es la hakea (47. exulata), y una dryandria (D. Shrankiv), arbustos que ya no se ven sino en Nueva-Holanda. Los bosques de los trópicos, entre otras particularidades, ofrecen la de que sus árboles se hallan cubiertos abundante= mente con vejetales parásitos, y enlazados por plantas trepa- doras. No es posible determinar si la bromelia Gaudini, m.. magnífica planta descubierta en el tunel de Lausana, ha vi- vido sobre los árboles como su congénera la bromelía kara- tas, L. de las Antillas; por el contrario, es evidente que la aristolochia AEsculapi, m. y la smilas grandifolia, Ung. se en- redaban alrededor de los árboles, suspendiendo asi sus guir- naldas, como hacen las especies semejantes de la vejetacion actual. Pero dejemos el bosque primitivo, y trasladémonos á las orillas de un pequeño lago enteramente igual á los que hay ahora en medio de los pantanos americanos, descritos por Lyell en sus viajes, y de los que tambien nos ha dado hace poco Lesquereux una descripcion tan encantadora. «Y bien, ¡qué diríais, escribe al profesor Mr. Desor hablando del Dismal Swamp de la Virginia, qué dirfais de un inmenso pantano tur- TOMO V. 32 498 báceo á la latitud de Argel 6 de Tunez! ¡Qué diríais de un lago formado por hundimiento en medio de aquel pantano, preci- samente como el lago de Estaillere, cerca de la Brevina! Este inmenso pantano, como sabeis, se halla un poco al Oesle de Norfolk, y se estiende hacia el Sudoeste por una superficie in- mensa, recubriendo todo el terreno comprendido entre la ver- dadera region de los pinos y la comarca baja de las lagunas. »El suelo de todos los pantanos es absolutamente Lortuoso, y la vejetacion turbácea. El componente especial es siempre el sphagnum, que presenta alli muchas variedades que no le- nemos en Europa, y casi todas las que poseemos. Siguen en segundo lugar, por la proporcion, las cañas (dos especies de cizañas), que crecen por todas partes hasta la altura de $ a 12 piés, pero tan espesas, que no se puede penetrar por ellas sino con el hacha, 0 por lo menos haciendo esfuerzos increibles. Su base, por espesos que eslén aquellos juncos, se halla siempre cubierta mas 0 menos de sphagnum, que cuando encuentra una clara, se estiende y forma la mas lujosa alfombra, tanto por lo menos como en los cedrales del Norte. Hay además de todo esto una multitud de arbustos, principalmente andróme= das, una prodigiosa confusion de plantas trepadoras y espino- sas, de escaramujos, emiláceas, viñas, sobresaliendo sobre ellos una cúpula de arboles de gran crecimiento: tulipanes y magnolias de 130 piés de altura, áceres, algunas coniferas, enebros y pinos (pinus strobus), y en la orilla del lago gran abundancia de una hermosa conifera, el ciprés calvo de los Armenios (taxodium distychum), que hasta ahora no he ha- llado en ninguna otra parte. Este lago se encuentra á 15 millas en lo interior del pan- tano. No es abordable sino con barcas; porque á medida que se va llegando á las orillas, va subiendo el agua en el bosque, ó mejor si se quiere, los árboles bajan en el agua, de modo que sería preciso nadar de arbol en árbol hasta alcanzar una salida. Se ven alli cipreses calvos (fawodiwm), cuya copa es lo único que se descubre, y otros que el agua cubre hasta la mi- tad del tronco. Luego que se han pasado los árboles, y cuando ya se entra en el verdadero lago, es admirable la perspectiva; no porque eslé variada de modo alguno, sino al contrario por 499 la sublime uniformidad de contornos y de colores que armo- nizan admirablemente con un aislamiento absoluto, y pot consecuencia con un silencio tambien sepuleral. No he visto alli un solo viviente, fuera del negro que hallé en la selva y que conducia la barca. Deslizábase el esquife tan suavemente por las aguas negras, que á pesar de lo ocupado que estaba con la esploracion y el sondeo, sentia mi pecho oprimido de melancolía, como si vagase solo por una isla desierta ó por un mundo aislado y nuevo. La profundidad de este hermoso lago no escede de 15 piés, hallándose por todas partes su fondo lleno de árboles caidos.» Tales eran los pequeños lagos pantanosos del pais tercia- rio, de los cuales existió indudablemente uno en las cercanias de la Pandeze actual, distante de Lausana tres cuartos de le= gua. Trasladémonos con la imaginacion á sus orillas. Las ho- jas de un gran nenufar (nymphea Charpentieri, m.) flotan so- bre sus aguas, cuyo vejetal difiere enteramente de los que ahora crecen en nuestros lagos de Suiza, y se asemejan á ciertas formas americanas que se han hecho tan célebres con el nombre de Victorias. Tortugas y cocodrilos se solazan por allí, encon- trándose actualmente en el fango margoso que constituia el fondo del lago numerosos restos de dichos animales. La orilla está guarnecida con altos juncos y varias gramineas, alzándose er- guidas en medio de esta vejetacion las andrómedas, sauces y áce- res; magnificos helechos ostentan en la húmeda umbría su lu- josa frondosidad (1), mientras que otros (2) de forma elegante se lanzan por los aires trepando por los troncos de los árboles; formas que en la actualidad no se ven sino en los trópicos. Asi es que nuestro pais se hallaba ya en aquellos tiempos antiguos engalanado con un rico paramento. Por lo que sabe- mos de las condiciones de las plantas que viven ahora, y que son las mas parecidas á las de la antigua vejetacion, las coli- nas debian estar sombreadas por robles siempre verdes, lau- reles, áceres, olmos y nogales; ú bien revestidas de tallares, (1) Lartrea stiriaca el dalmatica (2) Lygodium Gaudini, L. Laharpii, 1. acrostichoides et L. acutan= gulum;, Heer. 500 de hakeas y de driandrias, de bumelias y de casias, de acacias y de elegantes mimosas; los bajíos pantanosos sustentaban el ciprés y la palmera de pantanos y diferentes especies de liqui- dambares y de zumaques. En unas partes las andrómedas, mirtilos, miricas y contonias crecian en espesa confusion, y en otras partes las masitas, ciperáceas y cañas muy allas. Las márgenes de los rios estaban pobladas de chopos, sauces y ali- sos, planeras y esterculias, y por encima de todos mecian su magestuosa copa las palmeras de hoja estirada. Cocodrilos y tortugas jugueteaban en las aguas, y los bosques húmedos ser- vian de albergue á los rinocerontes (1), hyoterios (2), tapi- res (3) y á diversas especies de ciervos (4). IT. Molasa marina. La poblacion tan variada y tan rica que tenia por tealro el inmenso valle comprendido entre los Alpes y el Jura, se vió arrojada de aquellas regiones por la llegada del mar. En vez de la vida terrestre no tenemos ya mas que una formacion puramente marina. Donde antes se estendian los bosques pri- mitivos, nadan ahora los tiburones y los delfines; inmensas co= lonias de ostras y de pectenes de Santiago, amuleto de los pere- grinos, han tomado posesion de los sitios en que zumbaba una multitud de insectos de mil colores bajo la cúpula de los bos- ques. La decoracion del paisage ha variado; la llanura ha sido presa de las olas, y su resaca corroe ahora las laderas de los Alpes y del Jura. En mas de un sitio son todavía reconocibles las antiguas riberas. Las rocas están llenas de fragmentos de conchas (molasa conchifera) agrupados precisamente como los que se encuentran a la orilla del mar. Aún mas; existen en nuestro pais, lo mismo que en los tajos de las costas del Me- diterráneo, rocas calizas perforadas por las conchas litódo- (1) Rh. incisivus, Cuv., et Rh. Goldfussii, Kp. (2) Hyoterium magnum, Cuv. (3) Tapirus helveticus, H. v. M., Paleotherium Schinzii, H. v. M. (4) Paleomeryx Scheuchzeri, medius et minor, H. v. M- 501 ] mas que habitaban en ellas. El año pasado vi cerca de Dele- mont una roca caliza agujereada de este modo por conchas terciarias, y me senti involuntariamente trasladado por la ima- ginacion á las costas de España, donde habia observado cerca de Cadiz un fenómeno absolutamente idéntico en nuestro mun- do actual. Sentado sobre un tajo corroido por los foladios de nuestro pais, me parecia oir el bramido del mar, y ver sus ondas azules estenderse hasta los Alpes, velados en aquel momento por un ligero vapor. Al que pasea por primera vez por las playas pedregosas del mar, le sorprende agradablemente la cantidad de anima— les estraordinarios que se presentan á su vista. Lo mismo su- cede cuando se examinan las formaciones de la molasa mari- na; pero nunca se encuentran en ella animales. Las plantas son tambien muy raras hasta ahora, y solo conozco toda- vía 3 especies (1). Mas datos tenemos con respecto á las plan- tas que poblaban las costas que indudablemente fueron arras- tradas y depositadas en ciertos sitios por los arroyos que ba- jaban de las montañas. Conozco cerca de 50, halladas algu- nas en Saini-Gall (en el Steingrube), pero principalmente en el canton de Vaud. La mayor parte de las especies correspon den á las de nuestra molasa, pero habian desaparecido casi to- dos los árboles de los bajios pantanosos. Asi es que ya no en- contramos cipreses, ni palmeras de pantanos, ni liquidamba- res, ni zamaques, sino arboles y arbustos de las colinas, dos especies de olmos, ojaranzos, encinas de hoja coriácea, dos eugenias y dos acacias. Solo en las inmediaciones de Saint-Gall es cuando algunas masetas parecerian indicar la presencia de una costa marítima pantanosa. El arbol mas abundante en aquella época era el dafhógeno, camphora polymorpha; las cuencas de los arroyos estaban llenas de despojos de aquel laurel, y las orillas del mar guarnecidas con su follaje siem- pre verde. (1) Cystoseira communis, Ung., spheerococcius crispiformis, Stbg., 20s- terites marinus, Un. 502 ML. Molasa superior de agua dulce. Los rios que bajaban de los montes y desaguaban en el mar debieron llevar a él la arena y cascajo. Estos materiales fueron esparcidos sobre el fondo de los Océanos por las olas agitadas sin cesar, y dieron origen á las areniscas marinas que suministran ahora las mejores piedras de construccion. Luego que el Océano abandonó otra vez aquellas regiones, quedó recubierto el suelo con arena y légamo, y se necesila- ron, indudablemente , muchos años antes que la vejetacion revistiese con bosques el terreno abandonado por el mar. Esta retirada de las aguas no debió ser repentina, sino gradual; y durante mucho tiempo debieron todavía existir lagunas y pan- tanos salados. Podemos figurarnos un fenómeno semejante al que se verifica actualmente en grande escala en el mar del Sur. Los trabajos de Darwin han probado de un modo bastante plausible, que las islas del mar Pacífico no son mas que las cúspides de las montañas de un estenso continente que en el curso de millares de años se ha hundido gradualmente en el seno de los mares; de suerte que al presente solo las aristas y cúspides de los montes son los que dominan la superficie de las aguas. Sabemos además que las costas maritimas de la América meridional y de la Noruega manifiestan un levanta- miento constante, aunque muy lento. Estos fenómenos pueden hasta cierto punto esplicar de qué manera el mar, en tiempos comparativamente modernos, hizo su irrupcion en nuestras tierras, retirándose despues para siempre. Los rios que despues de bajar de las montañas volvian á regar la llanura, convirtieron en agua dulce la salada de las marismas, y con estas desaparecieron de esta parle de nues- tro continente los últimos vestigios de la poblacion marítima que la habia habitado. La vejetacion hizo reverdecer las an- tiguas riberas, y varió de caracter segun la naturaleza del suelo; sin embargo, al parecer el pais era todavía pantanoso en gran parte. Los lignitos, aunque en menor abundancia, se 503 presentan todavía á diferentes alturas en la molasa superior, y son los restos de las antiguas turberas. El conjunto de la ve- jetacion no ha variado, componiéndose los bosques de los mis- mos arboles que hemos visto en la molasa inferior; abundan principalmente los laureles, encinas, áceres y nogales; los li- quidambares y las planeras son tambien mas numerosas; en- contramos tambien sauces, cornejos, espinos, miriceas y zu- maques, que forman el sub-bosque; las cañas y las grami- neas conservan en parte las mismas formas. Los grandes animales terrestres que en la época marítima se habian refugiado indudablemente en los valles de las mon- lañas, se vuelven á encontrar tambien en estos bosques; es decir, los mastodontes gigantescos (1), los rinoceronles (2) y un tapir (3). Además, varias especies de ciervos (4), cerclos (5) y ciertas especies de castores (6) vinieron á poblar aquellas co- marcas. Es imposible desconocer la gran analogía que existe entre la naturaleza de la molasa inferior y la de la superior; hay sin embargo algunas diferencias respecto á las plantas y á los animales, que no nos permite esplicar el estado imperfecto de nuestros conocimientos. Estas diferencias estan mas marcadas en los depósitos de Oeningen, los mas modernos de nuestra molasa; pero hay otras localidades algo mas antiguas, donde ya no se encuentran las palmeras de hojas estiradas, las cua- les exijen una temperatura mas elevada que las palmeras de abanico; y ni aun hay seguridad de que alli se hayan encon- trado estas últimas. Las acacias y las mimosas de hojas pe- queñas no se encuentran tampoco; sucediendo lo mismo con las proteáceas de Nueva-Holanda (7). Las encinas escasean (1) Mastodon angustideus, Cuv., et M, Turicensis, H.v. H. (2) Rhinoceros incisivus, Cuv., et Rhin. Goldfusii, Kaup. (3) Tapirus helveticus, H. v. M. (4) Cervus lunatus, H. v. M., Paleomeryz Scheuchzeri, H. v. Mo, medius, H. v. M., et Brigotherium Escheri, H. v. H. (5) Hyotherium Semmeringii, H. v. M., H. Meissnerii, H. v. M. (6) Chalycomys Jaegeri, Kp., Ch. minutus, H, v. M. (7) Hakea et dryandria. 504 mas, mientras que los áceres, sauces y álamos negros se han multiplicado mucho. Dos especies de olmos son muy comu- nes (1), componiéndose de ellas los bosques en su mayor par- le. Una especie de gledilschia (2) estaba esparcida por toda la superficie del pais, y debió contribuir mucho á la belleza del paisage con la gracia y forma elegante de su follaje. Oeningen suministra además un conjunto íntegro de nuevos órdenes y nuevas familias (3) (por ejemplo las sinanléreas), que aproxi- man esta flora á la europea, y nos hacen presentir la creacion actual. Si damos ahora una ojeada retrospectiva sobre la flora de nuestra molasa, nos sorprenderá el ver que se compone en su mayor parte de plantas arborescentes. Las tres divisiones de nuestra molasa me han suministrado mas de 296 especies de árboles y arbustos; número mayor que *l que actualmente posee la Suiza. Esta solo cuenta 250 especies, que forman pró- ximamente la octava parte de las plantas fanerogamas in- digenas, mientras que las arborescentes representan las seis séplimas partes de la flora lerciaria fanerogama. Es pues probable que la Suiza estuviese entonces casi toda pobla- da de arbolado; lo cual es tanto mas verosimil, cuanto que en todos los puntos donde la naturaleza esta abandonada á si misma, los bosques recobran su imperio. Basta citar la Amé- rica, en donde entre el Orinoco y el rio de las Amazonas los bosques ocupan un ferreno doce veces mayor que Ja Alema- nia. Es sabido tambien que en nuestro pais el hombre ha te- nido que conquistar paulatinamente, por medio de desmonles, los terrenos que queria dedicar al cultivo. Estos antecedentes confirman la hipótesis de que en los tiempos anteriores á la aparicion del hombre, la mayor parte de la superficie de la tierra estaba cubierta de bosques. Las capas de carbon (lignitos), que deben su origen á estos bos- ques terciarios, y solo podian proceder de una vejetacion abun- (1) Populus ovalis, 4. Br., et Populus latior, A. Br. (2) | Podocarpium Knorrii, A. Br. (3) - Coronilla, Medicago, Cercis, Isoetes. 505 dante, y los insectos de aquella época, que corresponden prin- cipalmente á las tribus forestales, son una nueva prueba en apoyo de esta suposicion. Sin embargo, no hay que deducir de lo que precede que las plantas herbáceas que constituyen nuestros floridos pastos no existiesen entonces. Se las encuentra tambien en los bosques de América, pero se ven precisadas por lo sombrio de estos á salir por encima de los árboles; existian allí, sin la menor duda, hace mil años, representadas por todas las especies sil- vestres que vemos en nuestro pais, solo que el número de in- dividuos era mas limitado. Cuantos mas desmontes se han ido haciendo, tanto mas se ha estendido la vejetacion herbácea, y se ha apoderado del terreno, no por la aparicion de especies nuevas, sino probablemente por el aumento del número de individuos. Las tribus herbáceas se hacen ahora notables por la abundancia de sus individuos, al paso que en otro tiempo lo eran por la variedad de sus especies. Esto da bastante probabilidad á la idea de que las plantas herbáceas estaban muy bien representadas en la época ter ciaria, y contaban mas especies que los vejetales arborescen- tes; sin embargo, esta hipótesis no puede fundarse aún en pruebas irrecusables. La poca consistencia de las plantas her— báceas, y la circunstancia de no perder sus hojas en épocas fijas, han debido ser un obstáculo para que se conserven como fósiles. No estamos sin embargo enteramente fallos de datos sobre esta maleria. Los que tenemos, unos son directos y olros indirectos. Hemos recibido varias especies de las que viven en el agua, polamogetones, zosleras, musgos y aun confervas muy delicadas; además, otras especies que crecen en las ri- beras, y que han podido ser arrastradas facilmente al seno de las aguas. Se han recojido tambien algunos fragmentos de plantas de las praderas; son semillas que, trasportadas por el viento, han caido en el agua, y se han petrificado con las ho- jas de los árboles. Conocemos por este medio 3 especies de sinantéreas, 4 umbeliferas y 1 medicago; teniendo además algunos datos indirectos relativos á otras especies. Cuando se visitan al anochecer los pastos frecuentados por el ganado, se ve el aire inundado de insectos que pasan el dia sobre el hu- 506 mus, en donde encuentran su subsistencia; á la caida de la tarde sus alegres enjambres forman mil remolinos en los ai- res, interrumpiendo con el zumbido de sus alas el silencio del crepúsculo: tenemos ya 10 especies en Oeningen. Hay ade- más una multitud de animalillos que persiguen á los insectos mencionados y que les sirven de alimento; Oeningen ha sumi- nistrado 7 especies de ellos. Hé aqui un conjunto de pequeños seres cuya existencia se halla ligada á la de órdenes mas ele- vados, y particularmente á la de los rumiantes cuya presen cia supone. Yo podia por consiguiente predecir hace ya mu- chos años que se encontrarian en Oeningen; y esta prediccion se ha justificado con el descubrimiento de una especie de cier vo (1). Probable es que se descubran tambien otras especies, principalmente del género buey, porque muchos insectos de los que se han hallado tienen ligada su existencia en el mun- do actual á la del género de cuadrúpedos que acabo de men- cionar; lo cual es tanto mas digno de notarse, cuanto que no se ha descubierto todavia dicho género en ninguna parte en la molasa. De todo lo que precede nos hallamos autorizados á infe- rir, que ya entonces habia plantas herbáceas que proporcio- naban á los rumiantes el alimento que les es propio; pero to- davía no tenemos datos para saber cuál era esta vejelacion. Los insectos serán tambien los que nos suministrarán algunos indicios. Hay muchos cuya existencia está ligada con la de ciertas plantas, lo cual da derecho á suponer que cierlos ve- jetales eran contemporáneos de aquellos insectos. Aunque las especies del antiguo mundo difieran algun tanto de las que ahora viven, tienen sin embargo con ellas tanta analogía, que bien se pueden sacar las conclusiones ciladas. En otra obra (2) que ya tengo publicada, he anunciado que la presencia de una cigarra (cicada emalthion) daba lugar á sospechar la exislen- cia de una especie del fresno en los terrenos de Oeningen, y sin embargo esle género no era lodavia conocido en nuestra (1) Paleomeryz eminens, H. v. M. (2) Rynchoten der TertiaerzGil. 507 flora terciaria: últimamente se ha encontrado un fruto muy bien conservado. El descubrimiento del lixus rugicollis me ha permitido deducir la época (1) en que debieron existir en el lago de Oeningen algunas umbeliferas de pantanos; poslerior- mente se han encontrado 3 especies. La cassida hermione y el glaphyrus antiquus nos permiten admitir con igual seguridad la existencia de cardos; la clytra pandora, la de un trébol; el pachymerus oblongus, la de un echium; el lygeus tinclus, una planta de la familia de las asclepiadeas; la lema velusta, una zucena, aun cuando estas plantas no hayan aparecido toda- via sobre nuestro horizonte geológico. Asi es como podemos convencernos de que la vejetacion herbácea no ha faltado en aquellas épocas lejanas, aun cuan- do no nos sea posible indicar la proporcion que guardaba con la arborescente; sin embargo, esto solo debe aplicarse á las especies, pues en cuanto a los individuos no cabe duda de que los árboles eran los que predominaban, y los que daban al paisage su caracter distintivo. Conócese ya tanto número de ellos, que con solo publicar los recojidos en la flora terciaria, podemos lisonjearnos de dar una idea del aspecto que ofre- cia nuestro pais en aquellos tiempos remotos. Al ver tal riqueza de plantas arborescentes, hemos debido ya presumir que el clima sería entonces mas cálido que en la actualidad; lo cual puede ya afirmarse con mas seguridad. Es cierto que el conocimiento de las circunstancias climatológi- cas se ha hecho mas dificil por la miscelanea tan sorprenden- te de plantas y de animales de diferentes partes del mundo. Estos restos se hallan en circunstancias tales, que no han po- dido ser llevados de una gran distancia, y han debido vivir reunidos en un mismo continente. (Con todo, si consideramos el conjunto de plantas y animales de la molasa inferior, no podemos menos de atribuirle un clima sub-tropical (2). Es (1) Mittheilungen der Zúrcher Narturforsch. Ges. 1853, p. 185. (2) Existen en el hemisferio meridional algunos paises en los que llegan las plantas de los trópicos hasta la zona templada; y en el Hima- laya las palmeras de abanico (Chamerops Khasyana, Griff.) y yerbas ar- 508 preciso ir cerca de 18% mas al Sur para encontrar una nalu- raleza semejante. Merece notarse que no es el antiguo mundo el que nos ofrece en dicha latitud el mayor número de formas análogas, sino la América: es preciso trasladarse á la Nueva- Georgia, la Florida y la Luisiana, ó, para citar un punto co- nocido de todos, á las cercanías de Nueva-Orleans, para en- contrar el mayor número de formas análogas á las de nuestra molasa. Nuestra flora terciaria no solo contiene muchos gé- neros que corresponden esclusivamente á la América, tales como las palmeras sabal, los taxodium, las contonias, elc., sino que además los géneros que son comunes á Europa y á América tienen mas relacion con las formas de este último continente que con las del primero. Esta semejanza de la naturaleza se esplica bastante bien por la reunion de un clima análogo con la de un suelo seme- jante. Ya hemos hablado de los grandes pantanos que existen en el Sur de los Estados-Unidos, y demostrado que recubrian una parte de nuestro pais terciario, al paso que faltan en la Europa meridional y en el Norte de Africa. El clima ha de- bido ser igual, no solo por la temperatura sino tambien por la humedad del aire. El suelo turboso y la frondosa vejela- cion que lo recubria, indican desde luego un clima húmedo. Lo mismo sucede con la abundancia de hongos, pues sabemos que no solo los habia parásitos, sino que el gran número de moscas y pequeños escarabeos, que solo se alimentan de di- chos vejetales, prueban además la existencia de muchos hon- gos carnosos, parecidos á los que prevalecen en la sombria húmeda de los bosques. Es probable que el clima fuera mas igual, y por lo tanto mas insular que lo es en la actualidad en las comarcas de que hemos hablado; porque los árboles de los trópicos que se ha— horescentes (arundinarias) suben hasta la region de los pinos; razon por la cual no puede atribuirse á nuestro pais terciario un clima enteramente tropical, á pesar de la presencia de las palmeras de hojas pineadas, de otras plantas de los trópicos y de animales. Por el contrario, el conjunto de plantas y animales terciarios indica con seguridad un clima mas cá- lido que el que ahora disfrutamos. 509 lan diseminados en nuestro pais terciario, y el gran número de insectos de metamórfosis incompletas, requieren un in- vierno mas templado que el que disfrutan aquellas comarcas de América, al paso que los árboles de la Europa central no hubieran podido resistir un verano enteramente tropical. Este clima húmedo y cálido, mas igual y mas sub-tropi- cal, que podemos atribuir á nuestro pais terciario, parece ha- berse modificado algun tanto durante aquella época de la crea- cion. Debemos tener presente que dicho periodo debió com- prender muchos millares de años, puesto que se conocen ár- boles terciarios, los cuales por su grueso y por sus zonas de crecimiento, contaban ya 3.000 años de existencia antes de ser sepultados; esto nos suministra una medida para apreciar hasta cierto punto la larga duracion de aquel periodo de nues- tro pais. Asi como en la molasa superior el caracter de la natura- leza se asemeja al de la Europa meridional, es probable que por aquella época el clima se enfriase algun tanto, pare- ciéndose mas al que caracteriza las comarcas que dejo indi- cadas. 510 VARIEDADES. — Analisis y composicion de las aguas del Bósforo.—Mr. J. Pisani ha analizado el agua del Bósforo, tomada en Bujak-Deré, cerca de la desem- bocadura del Mar Negro. Agua, 1 litro, densidad... ......o.... 1501345 gr. Cloruro de SOdi0.+...<.............. 138582 Cloruro de potasi0. ...+............. 0,0298 Cloruro de magnesio. +....+......o.... 1,7940 Sulfato de magnesia. .......o....... 1,2279 Sulfato de Cal.c..o.o.e.oo.ooo.o.m. 0,5169 Carbonato de Cal.....o.. «oe. .... 0,1569 Total de sustancias salinas..... 17,5837 FEA A El bromo entra por tan poco, que no se ha podido apreciar. El volúmen de los gases contenidos en 4 litro de la misma agua á 0? de temperatura y 760%" de presion, fué una vez de 23"",99, y otra de 22,27; su composicion en centésimas fué En el primer caso. En el segundo. Acido carbónicO......... 33,22 27,1 AOO E A e A ADT 48,7 OxÍgenO. eo.oo.ooo.oo..o.. 21500 24,2 100 100 AAA A El agua del Bósforo no tiene siempre una misma cantidad de sales: los resíduos salinos procedentes de 1008" de agua varían de 181,627 á 18",729. Tambien varía la densidad de 1,0121 á 1,0139: la media, va- luada entre 22? y 26” centígrados, es 1,0134. La salazon máxima corresponde á los vientos E. y N. E.: la mínima á los S,, al parecer. 511 La cantidad de cal aumenta con la salazon, y varía de 081,174 á 09,350 por litro. La de eloro varía de 89,853 á 931,623. Las demás sustancias varían poquísimo. De esta análisis resulta, que comparada el agua del Bósforo con la del Mediterráneo, contiene aquella mucho menos, mas de la mitad menos de sales que esta, viniendo á ser una mezcla de agua dulce y salada. —Sobre el origen de los nombres Mar Rojo, Mar Blanco, etc. En la se- sion celebrada por la Academia de Ciencias de París el 3 de abril de 1854, se leyó la comunicacion siguiente de Mr. Paravey. «Varias veces ha oido la Academia las causas supuestas de haber dado á ciertos mares los nombres de Mar Rojo, Mar Amarillo, Mar Bermejo, etC., atribuyéndolos á algas microscópicas rojas ó amarillas. No niego la exis- tencia de esos fenómenos locales, pero niego rotundamente que por seme- jantes fenómenos momentáneos y de poca estension hayan aquellos di- versos mares sido denominados con los colores amarillo, bermejo ú Otros. Ñ »No “sé que se hayan encontrado algas ó6 polvo blanco en el Mediter- ráneo, llamado Mar Blanco en todo el Oriente. Tampoco tengo noticia de que se hayan encontrado algas negras en el Ponto Euxino, y hayan podido ser causa de darle el antiguo nombre de Mar Negro. El golfo Pérsico se llama Mar Verde entre los orientales, y el Océano al E. de la China tiene tambien la misma denominacion de Mar Verde (Tsing-Hay), sin que tam= poco se hayan encontrado en él, que yo sepa, algas microscópicas de se- mejante color. Hace cerca de 30 años que dí la esplicacion única verdade- ra del nombre antiguo, por colores, de los grandes y pequeños mares. »El calendario /ne-ling, compuesto en tiempo de Alejandro y conser- vado en China, calendario combinado en Asiria y no en China, designa el Norte por el color negro, el Este por el verde, el Sur por el rojo, el Oeste por el blanco, y el centro por el amarillo ó anaranjado. » Y aún en la actualidad las ciudades orientales del reino de Tong-king tienen sus puertas que miran al Norte pintadas de negro, las del Este de verde, las del Sur de encarnado, las del Oeste de blanco, mientras que el palacio central del soberano está cubierto, lo mismo que en la China, de tejas esmaltadas de amarillo, Este sistema mnemónico es de la mas remo- ta antigúedad en Asia y entre los antiguos Arabes y Caldeos. »Si se coloca uno hácia Palmira como centro, y en Siria, pais cen- tral y amarillo, que es lo que esencialmente significa la palabra Siria, y que ha hecho dar al rio Japaxte el nombre de Sir- Daria, ó rio amarillo, color de cera, que diríamos nosotros, se tiene entonces al N. el Ponto-Eu- xino, llamado por consiguiente el Negro; al $. el golfo Arábigo, llamado por lo tanto el Rojo; al E. el golfo de Persia, llamado el Verde entre los 912 orientales; y al O. el Mediterráneo, llamado mar Planco (ac-Thalassa) por todos los pueblos de Oriente. » Continúa pues aqui el antiguo sistema de la civilizacion geroglífica de la Siria y Asiriaz asi como posteriormente lo adoptaron tambien en China cuando llegaron alli los libros de Babilonia y de Egipto para ser felizmente conservados hasta la época actual, en que aún no han podido ser descifrados. »Pero estos mismos Escitas, que mucho antes que nosotros sabian que los montes Pamer eran el punto culminante del globo, estendieron esas denominaciones de los cuatro pequeños mares á los cuatro Océanos lími- tes de su morada, el Asia. »El Océano glacial fué llamado Mar Tenebroso 6 Negro; el Océano que está al S. de los montes Pamer y de las Indias recibió el nombre de Mar Erythreo 6 Rojo, aunque no falta quien dice que esta denominacion se dió en recuerdo de un rey que dominó en aquel pais, y de quien ha- cen mencion los libros que se han conservado en China; el Mediterráneo al O. ha conservado el nombre de Mar Blanco, muy poco conocido en Francia; y el epíteto de Verde del Golfo Pérsico ha sido aplicado, segun hemos dicho, al Océano que bordea la China por el E., llamado Tsing- Hay. El mar Caspio ó Central, donde desagua el rio .4marillo, Ó sea Sir Daria 6 Japaxte, es por lo tanto el verdadero mar Amarillo, que bordea la Media 6 pais del centro; y sial golfo de Peking se le ha dado el nom- bre de 4marillo, no depende sino de las mismas causas de orgullo que despues de Alejandro han hecho llamar á la China Imperio del centro du- rante mucho liempo. Y —— N.” 9.” —REVISTA DE CIENCIAS. — Diciembre 1855. CIENCIAS EXACTAS. —002 3 000— ASTRONOMIA. _——— Sobre la paralaje ánua de la estrella Argelander (1830 del ca- tálogo de (rroombridge), por W1CHMANN. (Bibliot. univ. de Gineb., febrero 4833.) Esra Memoria, publicada en los Astronomishe Nachriten (nú- meros 8$41—844) contiene una discusion muy interesante de los trabajos emprendidos por diferentes astrónomos, con ob- jeto de determinar la distancia de dicha estrella, cuyo mo- vimiento propio considerable, descubierto por Argelander en 1842, indicaba al parecer una proximidad mayor, y por consecuencia la posibilidad de descubrir una paralaje sensi- ble. Consideraciones análogas indujeron á Bessel, y anles de este á MM. Arago y Mathieu, á dirijir sus investigaciones á la 61 del Cisne, estrella de 5.? a 6.* magnitud solamente. El movimiento propio de la 1830 del catálogo de Groombridge es todavía mas considerable que el de la 61 del Cisne, siendo de 7 segundos por año de arco de circulo máximo, por lo cual se podia suponer que aquella estrella, aunque poco apa- rente, de 6.* á 7.2 magnitud lan solo, se hallaba igualmente mas cercana á nosotros. Desde el año 1842 hizo Bessel que Mr. Schliiter emprendiese una serie de observaciones con el heliómetro del observatorio de Konisberg, con el objeto de determinar la paralaje ánua de la espresada estrella, las cua- les se continuaron hasta agosto del año siguiente en que se in- TOMO Y. 33 514 terrumpieron por la enfermedad y muerte de Mr. Schliiter. Mr. Wichman no se ocupó en hacer la primera reduccion de las observaciones de Schliiter hasta que Mr. Faye le dió á conocer el resultado que habia obtenido para la paralaje de la 1830 Groombridge, segun sus observaciones hechas en Pa- rís en 1846, y luego de publicados los trabajos que Mr. Pe- ters hizo en 1843 sobre el mismo asunto. Un poco mas tarde Mr. Otto-Struve dió tambien á conocer el resultado de sus observaciones hechas en 1848 y 1849 con el gran refractor del observatorio de Pulkowa. El valor de la paralaje ánua de esta estrella, hallado por los diferentes observadores, presenta discordancias muy con- siderables, y que esceden con mucho al error probable que cada observador señala al resultado que ha obtenido. Efecti- vamente, Mr. Faye encontraba que la paralaje era de 1-,08, con un error probable de = 07,03. Mr. Peters obtenia 07,226, con error probable de = 07,141. La paralaje calculada por Mr. Wichmann, conforme á las observaciones de Mr. Schlii- ter, es de 0,180, con un error probable de = 0',017; y por último, Mr. Otto Struve la obtenia de 07,034 solamente, con error probable de == 0,029. La completa divergencia de es- tos diversos resultados obligó a Mr. Wichmann á hacer otra vez una nueva serie de observaciones con el heliómetro del observatorio de Konisberg en los años 1850 y 1851, y á ba- sar la averiguacion de la paralaje de la estrella 1830 del catálogo de Groombridge en una discusion completa de la nueva serie de observaciones, y de la antigua de Mr. Schlii- ter. La paralaje obtenida por Mr. Wichmann en su último trabajo, difiere considerablemente de la que habia hallado antes: es de 0',72, y esplica esta diferencia por el caso muy curioso de que una de las estrellas de comparacion, á que se habian referido Mr. Schliiter y él, suponiéndola á distancia mas considerable de nosotros que la 1830 Groombridge, y por consiguiente su paralaje insensible, se halla en realidad mas próxima á la tierra. La paralaje de la estrella de com- paracion resulta pues mayor todavía que la de la estrella de Groombridge, y es de 1”,17. Mr. Wichmann no se limita a indicar en su Memoria los 915 detalles de las observaciones y cálculos de que se ha valido para llegar á un resultado tan curioso, sino que examina tam- bien los trabajos de sus predecesores, intentando asimismo es- plicar la discordancia entre los valores que encontraron para la paralaje de la misma estrella. Esta discusion es muy inte- resante bajo el punto de vista de la exactitud de las observa- ciones micrométricas, pues que manifiesta cómo sucede que observadores muy hábiles con instrumentos de gran alcance, no obtengan los mismos resultados cuando las circunstancias no permiten emplear el sistema de observaciones mas ade- cuado á tal ó cual género de aparato micrométrico. El modo de observacion empleado por Mr. Faye consistia en medir en los hilos horarios de la ecuatorial la diferencia de los pasos de la 1830 Groombridge, y de una estrella pequeña situada en el mismo paralelo, y siguiéndola durante dos minutos de tiem- po próximamente. No habiendo publicado Mr. Faye los deta- lles de sus observaciones y reducciones, Mr. Wichmann no ha podido entrar en una discusion detallada de dicho trabajo, ni asegurarse si el error probable = 0,029 espresaba en rea- lidad el error que era de temer hubiese en la paralaje de 17,08, hallada por el astrónomo francés. Sin embargo, segun lo ha- bia hecho notar Mr. W. Struve en la sesion del 26 de julio de 1847 de la Academia de Ciencias de París, la observacion de las diferencias de pasos no puede suministrar un procedi- miento micrométrico muy exacto, á pesar de la destreza del observador, porque la unidad que ha de subdivirse por el calculo es muy considerable: efectivamente, esa unidad es el segundo de tiempo, es decir, 15 segundos de grado. Un obser- vador ejercitado puede subdivirlas en décimas, y en muchos casos estará seguro hasta en una décima, pero en otros se ha- llará indeciso entre dos décimas. Y entonces ¿no es de temer que la preocupacion de hallar un máximo en cierta época del año y un mínimo en otra para la diferencia en ascension recta de dos estrellas, le incline á anotar ya la décima anterior ya la siguiente, de tal modo que la diferencia en ascension recta se aumente 0 disminuya en media décima en sentido de la para- laje? La influencia de esta media décima de tiempo, 0",75 de arco, que es muy dificil añada ó rebaje el observador con im- 516 parcialidad completa, basta para aumentar ó disminuir nota- blemente la paralaje ánua, que es ya por sí una cantidad tan pequeña; es imposible colocarla entre los errores de obser- vacion puramente accidentales. Sin embargo, el valor consi- derable hallado por Mr. Faye para la paralaje de 1830 Groom- bridge, y que es el mas aproximado al obtenido en último re- sultado por Mr. Wichmann, parece que es una confirmacion de esle, porque si se puede elevar, segun las consideraciones precedentes, á tres décimas de segundo el error probable de la paralaje Faye, no seria posible elevarlo á mas de un se- gundo, como era preciso hacerlo en la hipótesis de una para- laje casi nula. La que Mr. Peters ha encontrado no ha sido por medio de observaciones micrométricas, sino que resulta de las obser- vaciones de declinacion absoluta de la 1830 Groombridge, he- chas en Pulkowa. Mr. Wichmanmn hace notar que el error pro- bable = 07,141 de la paralaje 0',226, obtenida por Mr. Pe- ters, demuestra la posibilidad de un aumento notable en esta última. La imposibilidad de ver por el dia la estrella es causa de que las observaciones se distribuyan muy mal para la ave- riguacion de la paralaje; en las 48 observaciones, solo en 2 es negativo el coeficiente de la paralaje; y respecto a las otras 46 en que el coeficiente es positivo, hay 41 en las que se halla comprendido entre 0,6 yg0,7, de modo que es casi constante. Las observaciones no son pues de tal naturaleza que pongan en evidencia la paralaje, y Mr. Wichmann prue- ba que si se introduce en las ecuaciones de condicion la pa- ralaje 0”,72 que ha obtenido, las satisface casi tan bien como el valor 0',226, que sale de su resolucion por el método de los menores cuadrados. Con la paralaje 0',226, la suma de los cuadrados de los errores es 5”,98; con la paralaje 0',72, esta suma se convierte en 6”,76, y aun la sustitucion de la paralaje Faye 1'”,08, solo elevaria la suma á 8”,25, Las ob- servaciones de Mr. Peters son pues perfectamente concilia= bles con la paralaje Wichmanmn, ó al menos no se pueden mi- rar como prueba contraria á esla. Siguen despues las observaciones de Mr.-Otto Struve, de las cuales ha deducido para la paralaje el valor mas distante 517 del obtenido por Mr. Wichmamn, es decir, un valor casi ina- preciable, con la conclusion que se podian apostar doce con- tra uno á que la paralaje era menor de una décima de se- gundo. Mr. Wichmamn critica tanto el modo de observacion como el de reduccion seguido por Mr. Struve. Este deduce la paralaje de la 1830 Groombridge de las diferencias de declina- cion entre esta estrella y otras dos pequeñas de comparacion, de las cuales una esla que Mr. Faye ha empleado en sus in- vestigaciones. Por desgracia estas estrellas distan mucho de la estrella principal, de suerte que no son visibles á un mis- mo tiempo en el campo del anteojo, por cuya razon Mr. Stru- ye se ha visto obligado á renunciar al sistema ordinario de observaciones micrométricas, que ofrece resultados de exactitud muy notable, con el poderoso refractor de Pulkowa; cuyo sis- tema consiste en colocar los dos astros visibles á la vez en el campo bajo los dos hilos paralelos, midiendo asi su distancia. En vez de hacer esto, Mr. Struve se ha tenido que reducir á medir la diferencia de los paralelos bajo los que atravesaban sucesivamente las dos estrellas el campo del anteojo; además no colocaba la estrella precedente bajo el hilo fijo del micró- metro, sino un poco al Norte del Este del meridiano, y al Sur del Oeste del meridiano, esperando el momento en que por efecto del cambio de refraccion el hilo bisecaba la estrella; despues ponia el hilo movible en la estrella siguiente cuando esta se encontraba en medio del campo. De este modo debia ha- llar, á causa de las undulaciones de la refraccion, diferencias de declinacion muy pequeñas al Oriente del meridiano, y muy grandes al Occidente: Mr. Struve ha supuesto constante el error que de ellas resulta, aunque es probable que ha de- bido variar con la magnitud de las undulaciones, es decir, en razon de la altura de la estrella y del estado de la atmósfera. En cualquier caso que sea, ese sistema de observaciones no es el que asegura á las medidas micrométricas hechas con el refractor toda la exactitud que el instrumento ofrece. Mr. Wichmanmn hace en segundo lugar objeciones al siste- ma seguido por Mr. Slruve en sus reducciones, pues este reu- nió las observaciones de las dos estrellas, siendo asi que la observacion daba las diferencias de declinacion de la estrella 518 principal y de cada una de las de comparacion independien- temente una de otra, privándose asi el calculador del modo de comprobar que ofrecia la comparacion de los dos resulta- dos independientes, y además atribuia la misma exactitud á las comparaciones hechas con cada estrella, lo cual no es con- forme á las observaciones. Calculando separadamente la pa- ralaje de la 1830 Groombridge, segun las observaciones de Mr. Struve con cada estrella de comparacion, Mr. Wichmann halla una paralaje positiva de 0”,231 para la estrella que sigue, y negativa de — 0”,204 para la que precede, despreciando la causa de error de que se ha tratado. Si se toma en cuenta la diferencia entre las comparaciones hechas al Este y Oeste del meridiano, y se supone constante la diferencia, y la mis- ma para ambas estrellas, los valores precedentes se reducen a + 0",115 y á— 07,088. El primero de ellos puede elevar- se hasta + 07,157, teniendo en consideracion una diferencia constante en la serie de observaciones hechas con la estrella que sigue, antes y despues del mes de setiembre de 1848: el error probable de la paralaje positiva deducida de dicha es- trella es = 0,033, mientras que el de la paralaje negativa deducida de la estrella que precede es = 0,049. La diferen- cia de mas de dos décimas de segundo en la paralaje de la 1830 Groombridge, que ofrece cada una de las dos estrellas de comparacion, diferencia que sube á mas de cuatro décimas, si no se toma en cuenta la que resulta entre las observacio- nes hechas al Este y Oeste del meridiano, es en concepto de Mr. Wichmann razon suficiente para negar la exactitud de la conclusion que Mr. Struve saca de sus observaciones, á saber: que la paralaje no sube á una décima de segundo, y que se pueden apostar doce contra uno á que nó llega á este valor. Resta por último dar algunos detalles acerca de las ob- servaciones de MM. Schliiter y Wichmanmn, y del modo de reduccion que ha seguido el último. De las dos estrellas de comparacion empleadas por Schliiter y designadas por las le- tras a y a”, la estrella a precede á la 1830 Groombridge en poco mas de medio grado, y la estrella a/ le sigue en la mis- ma cantidad: las diferencias de declinacion son poco conside- rables, de tres á cuatro minutos solamente, hallándose la es- 519 trella de Groombridge próximamente en medio de a y ar. Mr. Wichmam ha empleado las mismas estrellas de compa- racion a y a”, y además otra a”, la misma de Mr. Faye, la cual dista poco de a/. En razon de la distancia considerable que separa la estrella de Groombridge de las tres estrellas a, a”, a”, no se han podido hacer independientemente unas de otras las comparaciones con cada estrella; el observador ha medido primeramente en una de las posiciones de ambas mi- tades del objetivo, la distancia de la estrella Groombridge á las tres estrellas a, a”, a”, repitiendo despues la medida en la otra posicion. El resultado que se obtiene del modo mas favorable por este sistema de observaciones, no es directamente la dis- tancia de la estrella Groombridge (que para abreviar se de- signa por A) á las estrellas de comparacion, sino por una par- te las diferencias entre la distancia de la estrella A á la a, su distancia á la estrella a/ y la que hay á la a”; y por otra, la distancia de la estrella a á la a” y la de a á a”. Por la pri- mera combinacion se obtiene la paralaje A, menos la semi- suma de las paralajes de a y a” 0 de a y o””, cuya combinacion facilita los resultados mas precisos, porque casi son indepen dientes de la influencia de la temperatura en el valor angular de una revolucion del tornillo micrométrico, y de los errores que puede ocasionar el movimiento de este. En la segunda combinacion se obtiene la diferencia de las paralajes de la es- trella a y de las otras dos a y a””; y los resultados no pueden ser tan exactos en atencion á la influencia de la temperatura en una distancia tan considerable, y las causas de error que puede producir la dislocacion de las dos mitades del ob- jetivo. Las observaciones de Mr. Schliiter hechas en 1843 dan 07,182 para la primera combinacion, es decir, para la para- laje de la estrella A menos la semi-suma de las de a y a”. Mr. Wichmann encuentra segun sus propias observacio- nes 0,085 y 0,089 para la paralaje de la estrella A, menos la semi-suma de las de a y a”; concluyendo de aqui que las paralajes de a” y de a”” son sensiblemente las mismas, y que se puede deducir como resultado de la primera combinacion: la paralaje de la estrella Groombridge, menos la semi-suma 520 de las paralajes de las estrellas a y a ó de a y a”, es igual a 07,135, con un error probable de 0”,0127. Si la paralaje de la estrella a y la de las estrellas a” y a” es insensible, el nú- mero 0,135 representa la paralaje de la estrella de Groom- bridge, cuya hipótesis parece inadmisible á Mr. Wichmann en vista de los resultados que suministra la segunda combina- cion; efectivamente, si las estrellas a, a, a” se hallan á tal distancia de nosotros que su paralaje sea insensible, sus dis- tancias reciprocas obtenidas por la segunda combinacion han de permanecer constantes. Esto se verifica en las dos estre- llas a! y a”, pero segun las observaciones de MM. Schliiter y Wichmann las distancias de a á a! y de a a a” varían perió- dicamente, y son dos segundos mayores en verano que en in- vierno. Mr. Wichmann cree que estas diferencias periódi- cas solo se pueden esplicar por una de las dos hipótesis si- guientes. Primera hipótesis. Las paralajes de a, a” y a” son las tres insensibles, y las diferencias periódicas entre las distancias de a á a y a”” proceden solo de la influencia de la tempera- tura en el valor angular de una revolucion del tornillo micro- métrico; en cuyo caso seria necesario suponer el coeficiente de la influencia de la temperatura por lo menos cinco veces mayor que el deducido por Bessel de una numerosa serie de observaciones hechas con este fin con las estrellas de las Plé- yades. Pero hay mas; el signo del coeficiente indica que la longitud focal debe sufrir mayor variacion que el tornillo mi- crométrico, resultado que Biot encontraba incompatible con sus trabajos analíticos. Una diferencia de 33% C. produciria, segun esta hipótesis, un alejamiento de 1',388 en la longitud de la distancia focal del objetivo. Segunda hipótesis. La estrella a se halla notablemente mas próxima á nosotros que las a” y a”; y liene paralaje sen- sible, que admitiendo el coeficiente de la influencia de tem peratura hallado por Bessel asciende, segun las observacio- nes de MM. Schliiter y Wichmann, á 17,17, con un error pro- bable de = 07,081. Mr. Wichmann desecha la primer hipótesis, pareciéndole inconciliable con el valor que halló Bessel para el coeficiente 521 de la influencia de la temperatura y con los trabajos de Biol; además alega la consideracion que si se adoptase dicha hipó- tesis, la paralaje de la estrella de Groombridge se reduce a 07,135, en cuyo caso la variacion lineal de esta estrella, re- sultante de su movimiento propio aparente, sería por lo me- nos 52 veces la longitud del radio de la órbita terrestre, velo- cidad que le parece enteramente improbable. Este argumen- to no parece de gran peso, porque la adopcion de la paralaje de Wichmann supone tambien una velocidad muy considera- ble, doble que la de la tierra, en la variacion lineal de la es- trella de Groombridge, y que la ignorancia en que nos halla- mos respecto á la naturaleza y causa de los movimientos pro- pios de las estrellas, no nos permite calificar tal 6 cual velo- cidad de mas ó menos probable. La falta de movimiento propio de esta estrella, ¿no se po= dria aducir como circunstancia que hace poco probable la pa- ralaje considerable de 17,17 que ha encontrado Mr. Wichmann para la estrella a? Aun suponiéndola inmovil, el movimiento propio del sol deberia producir una dislocacion aparente en esa estrella tan próxima á nosotros, 6 es preciso suponer que camina paralelamente con nuestro sol y con igual velocidad. Adoptando la segunda hipótesis, Mr. Wichmann saca las siguientes conclusiones. 1.2 La paralaje de la estrella a es igual a la de a”. 2. La paralaje de la estrella de Groombridge es igual a 07,135, mas la semi-suma de las paralajes de las estre- llas a y a”. 3.2 La paralaje de la estrella a es igual á 17,17, mas la paralaje de la estrella a”. 4.2 La paralaje de la estrella de Groombridge es igual a 07,72, mas la paralaje de la estrella a”. Suponiendo que la estrella a” y tambien la a” solo tengan una paralaje insensible, resulta de aquí que la paralaje de la estrella de Groombridge será 0,72, y la de la pequeña estre- lla de comparacion a, 17,17. Estas conclusiones de Mr. Wich- mann parece que deben adoptarse mientras que: 1.” no se haya indicado una causa satisfactoria de la diferencia periódica descu- bierta por él mismo en la distancia de la estrella a á las otras 522 dos estrellas de comparacion; y que 2.* una serie directa de comparaciones de la estrella a con otra próxima, situada favora- blemente para las observaciones micrométricas, no haya paten- tizado que la paralaje de la estrella a es insensible. Una serie de observaciones de esta clase ha de ofrecer el mayor interés, por- que proporcionaria el medio de comprobar, no solo el caso muy curioso de la existencia de una paralaje menor que un segundo respecto de la pequeña estrella a, sino tambien el de asegurarse si el heliómetro de Konisberg, estudiado tan mi- nuciosamente por Bessel, puede dar lugar á errores periódi- cos muy considerables que se le hayan ocultado. Otro medio de comprobacion que, para concluir, conviene indicar, con- sistiria en observar repetidas veces la distancia de otras dos estrellas elejidas en la misma region del cielo que ocupa la 1830 de Groombridge, con objeto de que el efecto periódico de las estaciones fuese uno mismo: las dos estrellas debian además escojerse de manera que las diferencias en ascension recta y en declinacion fuesen próximamente las mismas que hubiera entre la estrella a y las otras dos a” y a”. Un peque- ño número de observaciones hechas en el trascurso del año, principalmente en verano y en invierno, bastaria para cer- ciorarse de la existencia de una variacion periódica que lle- gase á dos segundos. Si se manifiesta tambien en el par de es- trellas, resultaria sumamente probable que procedia de un error periódico del heliómetro, y que la paralaje considera- ble hallada por Mr. Wichmann respecto a la estrella a, no existe en realidad. Si, por el contrario, la distancia de esas dos estrellas medida con el heliómetro permanece constante en el trascurso del año, se confirmaria la realidad de la pa- ralaje de estrella a, porque se habria adquirido la prueba de que su variacion periódica aparente no podia atribuirse al instrumento. CIENCIAS FISICAS, —>3HDOEEI— FISICA. Estratificación de la luz eléctrica; por Mr. GAUGAIN. * — (L'Institut, 2 mayo 4855.) Varios físicos han estudiado el fenómeno de la estratifica- cion de la luz eléctrica; pero hasta ahora no se sabe aún su esplicacion: las observaciones que se ha propuesto hacer Mr. Gaugain, y de las que vamos á hablar, tienen por objeto fijar la verdadera significacion de los casos observados. Supónese generalmente que el fenómeno de la estratifica— cion se verifica con los mismos caracteres en todos los medios enrarecidos, pero semejante hipótesis es inexacta, y por con- secuencia era indispensable examinar separadamente los ca- racteres peculiares de cada medio gaseoso. Las esperiencias de Mr. Gaugain se han practicado en tres medios diferentes: 1.” en el aire libre de vapores; 2. en el vapor de esencia de trementina; 3. con mezclas en proporciones variables de aire y de vapor de esencia de trementina. El autor ha seguido el procedimiento de esperimentacion de MM. Ruhmkorff y Quet: las corrientes inducidas las ha obtenido con auxilio de un apa- ralo ordinario del primero, y la corriente inductora con una pequeña pila de Daniell equivalente casi á 2 elementos ordi- narios de Bunsen apareados por tension: la luz se ha obser- vado en un huevo eléctrico ordinario, cuyas bolas sin barnizar se limpiaban al principio de cada esperiencia; finalmente, la presion de los gases contenidos en el huevo ha sido general- 524 mente de 2” á 3"" (el mal estado de la máquina neumática empleada no ha permitido que se obtenga un vacio mas per- fecto.) En general, se admite que el fenómeno de la estratifica- cion se puede producir aun en el aire libre de vapor; y efec- tivamente, empleando para observar la luz eléctrica un huevo en el que haya habido una vez esencia de trementina, alcohol ó6 cualquiera otra sustancia á propósito para formar estratos, se obtienen estos indefinidamente aun despues de renovado varias veces el aire contenido en el huevo; pero Mr. Gaugain cree que proceden siempre de sustancias introducidas primi- tivamente en él, porque basta para que desaparezcan echar algunas gotas de ácido sulfúrico concentrado en las paredes interiores del huevo. Entonces los caracteres de la luz eléc- trica son los siguientes: la bola negativa y la varilla que la sostiene se hallan rodeadas de una aureola luminosa formada al parecer de varias capas todas de color azul, pero de dife- rentes matices; la bola positiva y una parte mayor ó menor de su varilla están tambien envueltas en una capa luminosa brillante, rosada, muy sutil, y su aspecto como el de los co- pos; por fin, entre las dos bolas se observa una nube de luz contínua, difusa y de color rojizo, cuya forma es la de un huso ó mas bien la de la llama de una vela: la base de esta especie de llama se apoya en la bola positiva, y su punta se halla vuelta hacia la negativa, de la cual la separa un inler- valo oscuro. Examinemos ahora el caso en que se produce la luz en un espacio lleno esclusivamente de esencia de trementina. Para satisfacer esta condicion basta humedecer con esencia las pa= redes del huevo, y que ande la máquina neumática durante un tiempo suficientemente prolongado; la aureola negativa ofrece en este caso los mismos caracteres que en el aire, solo que las diversas capas de que se compone tienen todas un color mas pálido; la bola positiva no está rodeada de capa al- guna luminosa; y entre las dos bolas se observa un haz de luz estralificada muy estenso, separado de la aureola negativa por un gran intervalo oscuro: la forma general de esa ráfaga Ju- minosa es primero la de una campana cuyo vértice descansa 525 en la bola positiva, y cuya boca está en direccion de la ne- gativa; pero pasado algun tiempo se modifica dicha forma, y se convierte en una igual á la del caso en que el huevo con tenia aire, es decir, la de un huso cuya punta se halla vuelta al polo negativo: basta interrumpir la corriente durante algu- nos minutos para que reaparezca momentaneamente la forma primera (la de una campana), los estralos son blancos con un matiz amarillo, muy finos y compactos, y pueden subsistir por muchas horas. Cuando se ha prolongado bastante la accion de la corrien- te, se cubren las bolas de depósitos que modifican bajo cier tos aspectos los fenómenos observados; la luz estratificada, limitada al principio por la gran capa oscura del polo nega- tivo, invade gradualmente a la bola negativa y la varilla que la sostiene, pero el autor no ve en esto mas que una modifica- cion sin importancia del fenómeno principal. Cuando la bola negaliva está cubierta con depósitos aisladores, oponiendo es- tos un obstáculo al paso de las corrientes, les obliga á divi- dirse en varias parciales, de las cuales van á parar unas á la bola, otras ála varilla y otras á la virola que hay en la misma, produciendo cada haz de corrientes elementales su luz estra- tificada y su aureola negativa. Si se usan bolas barnizadas (como generalmente sucede), se advierte desde los primeros instantes la luz estratificada en torno de la bola negativa; pu- diendo notarse además, debajo de las diferentes capas azules de la aureola negativa, otra muy ténue de color de rosa: mas estas particularidades de detalle dependen enteramente al pa- recer de los barnices que se depositan en los electrodos. Pasemos por último al caso en que el medio enrarecido sea una mezcla de aire y de vapor de esencia de trementina. El aspecto de la luz varia con las proporciones de la mez- cla, pero bastará referir los resultados obtenidos en los dos casos estremos, cuando se halla el aire en gran esceso, ó por el contrario, predomina mucho la esencia. Cuando sucede lo primero, la aureola azul del polo negativo de la capa rosada del positivo presenta los mismos aspectos que en el caso de hallarse el aire completamente libre de vapores; pero el haz luminoso ofrece caracteres particulares y muy notables: com- 526 pónese de cinco ó seis estratos de formas irregulares y de un encarnado vivo, que tiene á veces cerca de un centímetro de grueso, cuya existencia es muy fugaz; pasados algunos se- gundos, desaparecen para que los sustituya la luz nebulosa y difusa que caracteriza el aire exento de vapores, bastando por lo regular interrumpir durante algunos minutos la corriente para que reaparezcan los estratos encarnados y fugaces de que se trata. Cuando, por el contrario, se halla en gran esceso la esen- cia de trementina, las apariencias luminosas son iguales á cuando la esencia no tiene mezcla de aire; solo que los estra- tos son encarnados ó purpúreos. Cuando la corriente ha pasa- do por el huevo durante algun tiempo, desaparece gradual- mente el color encarnado para que le sustituya el tinte pálido peculiar del vapor de esencia; una interrupcion momentánea de la corriente modifica la forma general del haz luminoso, como se ha indicado antes, pero no hace que aparezca de nue- vo el color encarnado. Los dos últimos casos acabados de citar se esplican muy sencillamente, dice Mr. Gaugain, admitiendo que los estratos encarnados proceden de la combustion de la esencia. Efecti- vamente, colocándose en este punto de vista, se concibe que debiendo la combustion hacer que desaparezca la esencia ó el aire, segun sea primitivamente el esceso de la primera ó del segundo, bien la luz difusa que caracteriza el aire exento de vapores, ó bien los estratos blancos característicos del vapor de esencia sustituyan al cabo de cierto tiempo á los estratos encarnados. La hipótesis que supone que dependen estos de la combustion de la esencia está justificada por la observacion de ciertos movimientos de traslación que son capaces de es- perimentar. Observando en condiciones ordinarias los movi- mientos de los estratos, se nota facilmente que la capa bri- llante mas próxima a la aureola negativa está sensiblemente inmovil, y que las capas siguientes se hallan animadas de un movimiento undulatorio, tanto mas pronunciado cuanto mayor es la proximidad al polo positivo de las capas que se exami= nan; pero al parecer es sumamente dificil determinar cuáles son los movimientos reales que producen dichas apariencias. Cuando, por el contrario, se interpone en el circuito inducido 527 un pequeño condensador, es ya posible observar ciertos mo- vimientos de traslacion que toman entonces los estratos, prin- cipalmente si contiene el huevo una mezcla en dosis propor- cionadas de aire y esencia. Efectivamente, con algunos ensa— yos se pueden conseguir unos estratos nebulosos muy fáciles de distinguir unos de otros en razon de su rareza y desigual- dad, tanto de sus formas como de su distribucion; pudiendo comprobarse facilmente los dos casos siguientes cuando se ha logrado esa especie particular de estratos. En primer lugar, si el huevo eléctrico se halla en comunicacion con una má- quina neumática, y se hace que funcionen los émbolos, se no- ta muy claramente bajar la columna de los estratos siempre que se produce una aspiracion; y por el contrario, si se per- mite entrar en el huevo una pequeña cantidad de aire, los es- tratos que continúan en abundancia van arrastrados con rapi- dez á la bola superior, en la cual se acumulan al parecer. Este doble caso puede observarse aun con los estratos blancos; pero el que vamos á esponer ahora no se produce por el con- trario sino con los encarnados, y no se manifiesta claramente mas que cuando tienen la forma nebulosa é irregular de que se ha hablado primero. En lo que consiste es en lo siguiente. Si despues de separar el huevo de la máquina neumática se le dan diversas posiciones, resulta que en la horizontal se dividen los estratos, yendo los unos en una direccion y los otrosen la opues- ta, como si los solicitasen dos fuerzas atractivas procedentes de los electrodos; pero si el huevo toma la posicion vertical, la casi totalidad de la columna sube siempre de abajo arriba. De estas dos observaciones, cuyos detalles es imposible discutir aquí, dice continuando Mr. Gaugain, resulta á mi parecer claramente que los estratos brillantes (blancos ó en- carnados) son materiales, en razon á que pueden ceder á la as- piracion que produce una máquina neumática, ó á la impul- sion resultante de una corriente de aire. En segundo lugar, puesto que los estratos encarnados tienden á subir de abajo arriba, son necesariamente mas lijeros que el medio que los rodea, cuya ligereza especifica es facil comprender si, como he admitido antes, son producto de una combustion. Segun esta hipótesis, el primer efecto de las fuerzas eléctricas es se- 528 parar materialmente el medio gaseoso en zonas de naturale- zas diversas; y luego causando la inflamacion de las capas combustibles el paso de la corriente, dichas capas suben por la misma razon que tiende á elevarse al aire libre la llama de nuestros fogones. Mucho falta indudablemente que hacer para completar la teoría cuyas bases acabo de indicar; pero al menos creo haber establecido el punto importante de que los estratos son materiales, y por consecuencia que es nece- sario renunciar á atribuirlos, ya á un sistema particular de interferencias, ya á un caracter de periodicidad inherente al movimiento eléctrico. FISICA DEL GLOBO. Nota sobre los fenómenos descritos por los navegantes con el nombre de Mares de leche; por Mr. DarEsTE. (Comptes rendus, 5 febrero 4835.) «M. Graflon Chapman, en una comunicacion reciente, ha llamado la atencion de la Academia de ciencias de Paris so- bre una coloracion rara que ha observado en el mar, y que daba al agua el aspecto de leche. Obligado yo á leer, dice el autor, por los estudios que acabo de hacer acerca de la colo- ración del mar, un gran número de relaciones de viajes ma= rítimos, he hallado en ellas muchas observaciones de esta cla- se; y aunque no haya hecho un estudio especial de esto, pue- do sin embargo indicar algunas consecuencias generales que resultan á mi parecer de la comparacion de estos casos par ticulares. »En primer lugar tales fenómenos son muy frecuentes, mucho mas que las coloraciones encarnadas; hasta tal punto que puede que no haya actualmente relacion alguna de viaje científico que no haga mencion de los primeros. Creo que no se diste mucho de la verdad admitiendo que el número de es- tas observaciones es próximamente tres veces mayor que el de las coloraciones rojas. 529 »En los mares intertropicales es principalmente donde se producen estos fenómenos; pareciéndome sobre todo muy fre- cuentes en el golfo de Guinea y enel Arábigo. La mayor parte de las observaciones se refieren á estas dos localidades. En la última, conocian ya los antiguos el fenómeno mas de un siglo antes de la era cristiana, como se ve por un pasage cu- rioso del geógrafo Agalharcides.» A lo largo de este pais (la costa de Arabia) tiene el mar un aspecto blanco como el de un rio; la causa de este fenómeno es para nosotros un molivo de admiracion (1). Es probable que diversas causas produzcan ese fenome- no, como el de los mares rojos 4 mares de sangre. Sin em- bargo en la mayor parte de los casos, como sucede en la ob- servacion de Mr. Graftod Chapman, el fenómeno se verifica al mismo tiempo que la fosforescencia, y hay motivo de creer que lo causan los mismos animalillos fosforescentes. »Por lo demás, puede esplicarse esto por las admirables esperiencias sobre la fosforescencia del mar, hechas en Bolo- nia en 1850, por Mr. de Quatrefages (2). Dicho sabio ha ob- servado «que los Noctilucos que producen tal fenómeno, no arrojan siempre chispas vivas y brillantes, y que en cier- tas circunstancias, que ha estudiado con gran atencion, sus- tituye á la luz una claridad fija y poco intensa que da á esos animalillos un color blanco. Tambien se comprende que mu- chos de ellos, cuando se reunen en masas considerables, pue- dan presentar la referida claridad fija y colorar de blanco el mar en una gran estension. Los noctilucos no son al parecer los únicos animales que gozan de semejante propiedad. Asi que, en la observacion de Mr. Grafton Chapman, los animalillos productores de la tinta blanca y de la fosforescencia, quizá fuesen unos animales agregados, probablemente salpas ó py- rosomos. »Finalmente, como he tratado de probar respecto á las (1) Agatharcides, de mari Rubro, en la coleccion de los Geographi minores; tom. 1, pág. 65, ed, de Oxford, 1698. (2) Quatrefages, Mémoire sur la phosphorescence de quelques inverte- brés marins. (4nnales des sciences, 3." serie, Zoologico, tom. 14, pág. 2 60.) h TOMO V. 34 530 coloraciones rojas, los colores blancos se observan con fre- cuencia, no me atrevo á decir siempre en las mismas locali- dades. Citaré solo un ejemplo observado en la proximidad de las islas de Cabo Verde, sacado de la relacion del Viaje de la Venus, por Mr. Dupetit-Thouars (1). «El 13 de enero de 1837, a las dos, habiendo advertido »que habia mudado de color el mar, echamos la sonda y no »encontramos fondo a 300 brazas. La alteracion del agua no »podia al parecer atribuirse á la calidad del fondo, y sí con »mas verosimilitud á la presencia de pequeños animalillos 6 » moluscos llamados squid por los ingleses.» Estas aguas que aparecen coloreadas no mudan de sitio de un modo perceptible. Efectivamente, en varios viajes las he hallado en la misma posicion; pero no queriendo contentarme con citar lo que he podido reconocer por mi mismo, diré que en la referida travesía las hemos visto hácia los 21% 29" 89" de latitud Norte, y 21* 43 30 de longitud occidental de Pa- rís; que Frezier, en su viaje á Chile en 1702 (2), las observó por los 21? 21 de latitud Norte, y 21 "39 de longitud occiden- tal; y el capitan americano Fanning las vió el 12 de julio de 1797, por los 21” 48 de latitud Norte, y 23' 50' de longitud de Greenwich. Todas estas observaciones tienden a probar que esas aguas coloreadas están limitadas, y me parece casi impo- sible que no sean las mismas que se vieron en los viajes que acabamos de citar, puesto que las posiciones son casi idén- licas. (1) Dupetit-Thouars, Voyage de la Venus, tom. 1, pág. 26.. (2) El pasage de Frezier á que se alude en este artículo es el siguien- tez «Hacia 21% 21' de latitud, y 21” 39 de longitud occidental ó de dife— rencia de meridiano de París, vimos el mar muy blanco por espacio de cin- co ó seis horas; soltamos cuarenta brazas de sonda sin hallar fondo. Des- pues, recobrando el mar su color ordinario, creimos haber pasado un bajo no marcado en las cartas.» (Poyage au Chili, p. 8.) 531 ELECTRO-MAGNETISMO. Barómetro Fortin de nuevo sistema; por Mx. MoncrL. (L'Iostitut, 24' octubre 1835.) Sabido es que á consecuencia de la subida 6 bajada de la columna barométrica en los barómetros de cubeta, varía á cada paso el nivel del mercurio en la cubeta, y que por tan- to muda de lugar lo mismo el punto de marca de la gradua- cion del tubo, y son inexactas las alturas indicadas por la es- cala. En el barómetro Fortin se ha correjido este defecto me- diante una rosca ó tornillo puesto debajo de la cubeta, y que se aprieta ó afloja hasta poner el nivel del mercurio, antes de observar, á altura fija en la cubeta. Esta altura fija corres- ponde al estremo de una punta de marfil, la cual sirve de punto inicial de la graduacion. Para poner el nivel del mercurio á la altura de la marca precisamente, se da vueltas al tornillo de la cubeta hasta que la punta de marfil toque á su imagen reflejada por el mercu- rio; pero sobre ser dificil de practicar bien esta operacion, sucede que al cabo de cierto liempo se cubre de polvo la su- perficie del mercurio del barómetro, siendo materialmente imposible estar seguro del momento preciso en que ha llegado el mercurio á la linea de nivel. «Desde que hago observacio- nes meteorológicas, dice Mr. Moncel, esta operacion ha sido la mas larga y fastidiosa. He tratado por tanto de evitar este inconveniente buscando remedio en la accion electro-magné- tica, y lo he logrado de la manera siguiente. »En vez de hacer de marfil la punta que sirve de marca, la hago de platino, y en vez de dejarla en la armadura del barómetro, la pongo atravesando por una rodaja de marfil in- crustada en la misma armadura. Un boton conexiona dicha punta con el polo positivo de una pila de Daniell, mientras el negativo comunica con el mercurio mediante un alambre de platino que se sumerje en el mercurio de la cubeta. En uno de 532 los dos hilos que unen asi el barómetro con la pila, pongo un interruptor de corriente y un órgano eléctrico capaz de indicar la presencia de las corrientes, un galvanómetro, v. g., ó me- jor una sonería eléctrica. En el momento de la esperiencia vuelvo el interruptor; y una de dos, ó el mercurio estará en- cima de la marca de resultas de la bajada de la columna ba- rométrica, 6 debajo por lo contrario. En el primer caso sona- rá la sonería, y me advertirá que deberé aflojar el tornillo de la cubeta hasta que cese el sonido. En el segundo, deberé apretar el tornillo hasta que empiece á sonar la soneria.» ELECTRO-QUIMICA. Efectos eléctricos producidos por el contacto de las tierras con las aguas; por Mx. BECQUEREL. (DInstitut, 7 noviembre 1855.) El contacto de la tierra con una corriente de agua produ- ce electricidad. La tierra adquiere esceso notable de electri- cidad negativa, y el agua de positiva. Este desprendimiento es sensiblemente igual al que manifiesta un par cinc y cobre funcionando con agua comun, y lo acusa un galvanómetro or- dinario ó una brújula de senos. Es preciso operar bajo condi- ciones que hagan constantes los efectos eléctricos, para poder compararlos. Consíguese usando un aparato despolarizador ó carbon pulverizado bien recocido, lavado con agua acidulada y destilada. Ha demostrado Mr. Becquerel que efectivamente el carbon preparado asi, en virtud de sus propiedades absorben- les, podia servir de despolarizador. Para ello basta rodear los electrodos de platino con carbon preparado y metido en sa- quillos de lienzo. Preparadas de este modo dos láminas de platino, se pusie- ron á seis metros de distancia una de otra, una en agua de un rio y la olra en la tierra adyacente. Igual efecto se obtuvo cuando estaban las dos laminas 500 metros distantes entre sí; 533 luego toda la tierra intermedia estaba en estado negativo. El éxilo de la esperiencia no depende solo de la no polarizacion de las láminas, sino tambien de la cesacion de la reaccion del agua que humedece al carbon en la que chupa la tierra, cuya: reaccion perturba los efectos que se quieren observar interin no se verifica la mezcla de líquido. Se evitan las anomalías poniendo la lámina destinada á meterla en tierra, en el suelo de una cueva, cuyo grado de humedad sea siempre uno mis- mo, y cargandola con un peso para que sea mas íntimo el contacto. Obrando asi, está constantemente negativa la tierra. Tambien se patentiza el esceso de electricidad positiva del agua ciñéndose á poner la lámina de platino de esta en el fon- do de un buque. Aumentando las dimensiones de las láminas de platino, se aumenta igualmente la intensidad de los efectos producidos, y pasado cierto limite cesa el aumento. La corriente eléctrica producida en las condiciones indi- cadas exije todavía ciertas precauciones, si se la quiere oble- ner con la intensidad máxima. Consiste la primera en impedir las descargas laterales por los sostenes y los hilos conducto- res que unen las láminas de platino: deben estar los hilos bien cubiertos de seda y convenientemente aislados. La segunda en asegurarse de que no están polarizadas las láminas de pla- tino, bien probáandolas con el multiplicador, bien poniéndolas allernadamente en agua una y en el suelo la otra. Poniendo en comunicacion el agua con la tierra mediante una cuerda humedecida, en vez de dos láminas de platino y un alambre, se verifica tambien por intermedio del conductor hú- medo la composicion de las dos electricidades. Con efecto, si se ponen dos agujas ó dos láminas de platino polarizadas y en relacion con un multiplicador de gran sensibilidad en dos pun- tos cualesquiera de la cuerda y entre sí distantes 3 ó 4 centime- tros, la aguja imantada se desvia cierto número de grados en virtud de una corriente derivada procedente de la principal que recorre la cuerda; la lamina mas próxima á la lierra to- ma esceso de electricidad negativa, y la otra de la contraria. Si se imagina sustituida la cuerda por raices de plantas en des- composicion, y llegadas ya á estado de materia carbonosa, 534 conductriz de la electricidad, aparecerán en las raices corrien- tes eléctricas circulantes de la tierra al agua en infinitas direc= ciones. Hasta ahora no está estudiado el hecho general de que se trata mas que en el contacto de la tierra con agua dulce, pero segun Mr. Becquerel no cabe duda de que se repetirá y con ma- yor intensidad en el contacto de las aguas del mar con las tier— ras que bañan, a juzgar por las esperiencias que el autor hizo en las minas de sal gema de Dieuze. Existen pues en la naturaleza fuentes casi constantes de electricidad. Aunque no se conozca toda su eficacia, acaso ilustren varios puntos oscuros de la formacion de las nubes tempestuosas. Estando siempre el agua en estado positivo y la tierra en el negativo, sea cual fuere la distancia de los puntos esplorados, al evaporarse aquella vierte continuamente en el aire un esceso de electricidad positiva, al paso que la tierra deja salir por medio del vapor que de ella sale un esceso de electricidad negativa. Admitiendo que la evaporacion que en- tonces sucede trasporte al aire vapores cargados de una y otra electricidad, legados á cierta altura, y condensándose por el frio de las regiones superiores, formarán nubes, cargadas unas de electricidad positiva y otras de negativa. Los hechos mencionados son en concepto de Mr. Becquerel bastantes para esplicar ciertos fenómenos eléctricos de la at- mósfera, consignados por Volta y Saussure en sus obras. METEOROLOGIA. Asociacion meteorológica de todas las naciones.— Respuesta del Presidente y Consejo de:la Sociedad Real de Londres á la consulta del Negociado de Comercio. (Cosmos, 30 marzo, 20 abril y 18 mayo 1855.) En vista de las famosas conferencias de meteorologia que se celebraron en Bruselas en 1853, y de que dimos noticia á les lectores de la Revista, dispuso el Gobierno Inglés que se 535 creara en el Ministerio de Comercio un negociado con encar- go especial de reunir y examinar todas las observaciones me- teorológicas que en mar y tierra hiciesen los sábios y mari- nos de aquella nacion, todo segun el plan de uniformidad pro- puesto por el teniente Maury en nombre de los Estados-Uni- dos, y aceptado por los representantes de diversos paises europeos. Con este motivo los vocales de la comision del consejo agregado al ministerio de comercio, invitaron á la Sociedad Real á que redactase una especie de instruccion que hiciese patentes los puntos que mas apetece la meteorología, indican- do la senda que debe seguirse para descubrir y formular las grandes: leyes que rijen el conjunto de los fenómenos meteo- rológicos. Antes de responder á esta invitacion, y antes de estampar tambien las reglas que se la pedian, la Sociedad Real, repre- sentada por su Presidente y Consiliarios, creyó necesario re- currir a las luces de los sabios que, ya de su mismo seno ya estrangeros, se hubiesen dedicado mas á la meteorología; llamamiento que no fué desoido: y la circular del mes de junio de la Sociedad tuvo pronta respuesta. Cuéntanse entre los sá- bios estrangeros que han tomado parte en esta cruzada meleo— rológica, los señores Herman y Dove, de Berlin, Heis, de Munster, Kreis, de Viena, Maury, de Washington, Quetelet, de Bruselas, y otros varios, siendo muy notable no haya con- tribuido y contestado profesor alguno francés, ni aun los dig- nos individuos de la Sociedad especial de meteorologia, que tanto desea distinguirse. El Sr. Dove, Director de los establecimientos é institutos meteorológicos de Prusia, y que ha trabajado mucho en este ramo, no se contentó con dar por escrito su parecer, sino que pasó á Inglaterra, asistiendo á las reuniones de la comision de la Sociedad Real, en la que ha sido sumamente útil su pre- sencia. Reunidos todos los documentos, la comision, despues de maduras reflexiones, redactó por fin surespuesta, cuya gran- de importancia no realzaremos, pues facilmente se echa de ver que forma como un resúmen dispuesto por todos los maes- 536 tros de la ciencia, en que se compendian el estado actual y todas las necesidades de la meteorología, que es la mas inte- resante y útil de las ciencias fisicas. La respuesta ó informe que á continuacion inserlamos, se halla dividido en tantos capitulos ó secciones cuantos son los fenómenos meteorológicos de órden diferente. f: Presion de la atmósfera 0 barométrica. Sabido es que entre las presiones almosféricas 0 alturas ba- rométricas medias observadas 0 calculadas en diversos luga- res, se advierten diferencias considerables, que al parecer tie- nen caracter permanente; y que las variaciones periódicas de la misma presion que se notan en cada punto, segun los meses y estaciones, son realmente distintas en los varios paises del globo, ya con referencia á la duracion del periodo, ya por su estension ó altura, llegando á suceder en ciertos casos estre- mos que las variaciones se presentan en sentidos opuestos en parajes situados en un mismo hemisferio y á iguales distancias del Ecuador. Para llegar á conocer mejor este hecho singular de desvíos en contrario sentido del estado de equilibrio general de la al- mósfera, y para patentizar completamente las causas de tales anomalías, es muy apetecible que por medio de observaciones barométricas que con todo rigor admitan comparacion, y que se hayan hecho en todos los puntos del globo accesibles por mar 0 por tierra, se vengan á formar tablas que ofrezcan la presion barométrica media de cada año, de cada estacion me- teorológica y de cada mes en todos los observalorios en lier- ra y en el mar, en todos los puntos medios de los espacios in- cluidos entre latitudes y longitudes geográficas suficientemente próximas. Las distancias entre los meridianos y los paralelos que circunscriban cada espacio, podrán variar naturalmente segun sea la region del globo á que corresponda, de manera que la estension del espacio que se haya de comprender en la tabla sea tanto mas reducida cuanto mas rápidas hayan sido las variaciones relativas al fenómeno de que se trala, conlan- 531 do iguales distancias en el tránsito de un lugar á otro. Varia- rá tambien la magnitud de estos espacios conforme al número de observaciones que sea posible reunir con respecto á ellos: hay en efecto grandes superficies en el Océano, que nunca ó rara vez al menos cruzan los buques, al paso que otras, por decirlo asi, son caminos reales ótrillados con incesante tráfico. Para asegurarse de la perfecta comparacion de las obser- vaciones hechas en los buques, el mejor medio posible parece que seria se revisaran todos los instrumentos en el observato- rio de Kew antes y despues de su empleo á bordo. Por el mo- do con que están construidos los barómetros que de aqui en adelante gasten las embarcaciones de la marina real y mer- cante, no pueden descomponerse facilmente á menos de un caso estraordinario que completamente los inutilice. Á conse- cuencia se han lomado las medidas necesarias á fin de que en dicho observatorio se comparen con el mayor esmero los ba- rómetros antes de despacharlos para el Almirantazgo y el Ne- eociado de Comercio; y sería facil por igual conducto lograr que despues de cada campaña volviesen á Kew comparándo— los de nuevo. Esto seria mejor que la comparacion que pu- diera hacerse en los puertos en que pase el buque valiéndose de los barómelros-modelos que haya ó que asi se llamen, lo que produce muchos inconvenientes y presta menos seguri- dad; pero es claro que si cualquier otro observatorio presen- tase la misma confianza que el de Kew para el exámen esme- rado y correcto de los instrumentos, se le podrian confiar tambien. Por lo que hace á las estaciones en tierra, además de las medidas que deben tomarse para asegurarse de la exactitud de las indicaciones de los barómetros, y por tanto de la posi- bilidad de comparar las observaciones, hay que graduar y calcular tambien como sea dable, y sin valerse del mismo barómetro, la altura de cada estacion sobre el nivel del mar en un punto marcado. Mucho podrán aprovechar en ciertos casos para este conocimiento las acolaciones de nivel tomadas en los estudios de caminos de hierro ú otros análogos. No viene mal aqui apuntar las localidades d situaciones que mas particularmente requieren la reunion de los dalos 538 que han de incluirse en las tablas, y son tan precisos para la resolucion de varios problemas de interés inmediato. 1.” Ya se sabe que en el Océano Atlántico la presion me- dia anual es relativamente muy baja en la proximidad al Ecuador; que por el contrario es relativamente alta hácia los límites Norte y Sur de la zona tórrida, es decir, entre 23 y 30 grados de latitud Norte y Sur; y es muy probable que la misma anomalía se produzca por iguales causas en las latitu- des semejantes del Océano Pacífico. Las observaciones que hay ya recojidas asi lo confirman; pero como la superficie que ocupa aquel mar es inmensa y las observaciones son es- casas, todavia debe esperarse que se aumente su número con rapidez, organizándose entre todas las naciones este convenio. Además, y muy especialmente, es preciso asegurarse y re- conocer con observaciones muy repetidas y exactas, cuáles son las variaciones de las presiones atmosféricas medias anuales y mensuales en el Océano Indico en la inmediacion del Ecua- dor y de los límites de la zona tórrida. Los vientos alisios, que serian los dominantes en toda la circunferencia del globo si la cubrieran totalmente las aguas, se ven cortados y detenidos por los vastos continentes de Asia y Australia, originándose de aqui el fenómeno de los monzo- nes, los cuales son probablemente resultado indirecto de la accion calorifica de los rayos solares sobre aquellas regiones. En efecto, casi no puede ponerse en duda que el caldeo de su superficie sea la causa del cambio de los vientos alisios, reem- plazándolos otras corrientes aéreas que soplan en distinta di- reccion, y que despues por su parte modifican la presion at- mosférica en la superficie del Océano Indico, y son causa de que al Norte y al Sur del mismo las variaciones no sean ya las mismas que en las lalitudes análogas del Octano Atlán- tico, ni probablemente tampoco en el Mar Pacifico. Tanto en provecho de la navegacion como de la ciencia en general, es muy importante se lleguen á conocer exacta- mente los límites en que los vientos alisios dan lugar á los mon- zones, y que se sepa si hay variaciones, y de qué especie sean las que se ofrezcan dentro de estos limites en las diver- sas épocas del año. 539 Las variaciones barométricas se hallan intimamente enla—- zadas con las causas de las variaciones de aquellos vientos, y solo averiguando las primeras se logrará esplicar las causas de las segundas. Asi es que hace mucho tiempo se ha echado de ver la importancia del conocimiento exacto y completo de las variaciones que se manifiestan en ambos hemisferios hácia los limites de los vientos alisios en las diferentes estaciones del año. Por eso mismo, aunque esta seccion lleva el título de Presion atmosférica y barometrica, conviene notar que en los pliegos 6 modelos para las observaciones respectivas á ella, y que han de entregarse á la disposicion de los capitanes, se incluirá una columna destinada á sentar las latitudes y longi- tudes en que por la primera vez se encuentren los vientos alí- sios, y las correspondientes al punto en que terminen. 2. La grande estension del continente en el norte de Asia, con los fuertes calores del estio y la corriente ascendente que estos ocasionan, da lugar en aquellos parajes á una notable dis- minucion de la presion atmosférica durante los meses del ve- .rano; disminucion que se estiende por el Norte hasta los mares del polo, y por el lado de Europa hasta Moscou. Sábese tam- bien que alcanza á las costas de la China y del Japon; pero no consta su valor, ó el guarismo que la esprese mas allá de dichas costas. Por lo mismo se advierte la necesidad de reunir los datos que señalen la variacion mensual de la presion en las partes adyacentes del Océano Pacifico; y con el propio fin es muy apetecible se adquiera conocimiento mas perfecto que el que ahora se alcanza de la direccion de los vientos, segun las diversas estaciones, en la proximidad de las costas de la Chi- na y del Japon. 3. Con respecto á las regiones ó zonas de presion almos- férica aumentada ó disminuida, grande con esceso ó en estre- mo reducida, es cosa averiguada que en ciertas partes de las zonas templadas y polares, como desde la inmediacion del cabo de Hornos al Océano Polar Antártico y en la proximi- dad de Islandia, la presion baromélrica anual es mucho menor que la presion media de la superficie del globo tomada en ge- neral. Se sabe tambien que algunas diferencias irregulares de un considerable valor intrínseco se presentan igualmente en 540 las presiones anuales de ciertas regiones del Océano Artico: pero estas diferencias exijen particular atencion, con objeto de llegar á conseguir un conocimiento mas exacto de los hechos, para determinar su valor numérico y su estension geográfica, asi como las modificaciones que causan las estaciones, y final- menle acertar sus Causas. Il. Átre seco y vapores acuosos. Las variaciones aparentemente desordenadas que, como ya hemos dicho, se advierten en la presion media anual baromé- trica, y su reparticion enlas diversas estaciones del año y sus distintos meses afectan igualmente á cada una de las dos pre- siones componentes, que reunidas forman la presion baromé- trica total, y son á saber: la presion del aire seco y la pre- sion de los vapores acuosos. Para estudiar en su forma mas sencilla los problemas relativos á aquellas divergencias en los dos sentidos contrarios al estado de equilibrio normal, y á. fin de llegar con mas generalidad á la verdadera inteligencia de casi todas las grandes leyes que rijen en los cambios al- mósfericos, necesario es estudiar y graduar separadamente las dos referidas presiones componentes, que acostumbramos medir reunidas por medio del barómetro. Este conocimiento separado se obtiene valiéndose del higrómetro, que demuestra inmediatamente la elasticidad del vapor; y averiguando asi lo que hay que rebajar de la presion barométrica total, resulta- rá determinada tambien la elasticidad del aire seco. Por con- siguiente es muy de desear que del mismo modo que va reco- mendado en el articulo del barómetro, se formen tambien cuadros 6 estados semejantes en cada estacion terrestre, y además en los mares que sean centro de los ya indicados espa—- cios geográficos circunscritos entre determinadas longitudes y latitudes, debiéndose anotar y sentar para cada año, mes y es—- tacion de tiempo: 1.? la presion del vapor acuoso; 2.” la del ai- re seco. Considerados separadamente los referidos espacios geográficos, tendrán en el cuadro su columna particular para cada uno de los doce meses. 541 Oportuno parece anunciar uno ó dos de los problemas re- ferentes á importantes y generales leyes atmósfericas, “para cuya facil resolucion servirán grandemente estos cuadros: 1.2 por la accion de causas tan conocidas que no es necesario espresarlas aquí, el aire seco debiera tener la presion má- xima en los meses mas cálidos del año. Sabemos sin embar- go que hay parages en que sucede lo contrario, es decir, que en ellas la presion del aire seco es mayor en invierno que en verano. Sabemos lambien que, comparando entre sí ciertos lu- gares que están en igual latitud, y cuyas temperaturas tienen en verano y en invierno iguales diferencias 6 próximamente tales, se advierte que en ellos las respectivas variaciones de presion del aire seco en ambas estaciones presentan la misma anomalía. De esto se deduce que las variaciones de presion del aire seco no dependen esclusivamente de la diferencia de temperatura entre el verano y el invierno de los lugares en que se nolan los referidos cambios. La mayor presion de los meses calorosos parece que demuestra la presencia en las altas regiones de la atmósfera de un esceso ó recargo de aire producido por corrientes laterales, aumentándose en conse- cuencia la presion estática en la base de la columna con el peso del aire conducido arriba por dichas afluencias laterales. Estas mismas puede inferirse sean unas fuerles corrientes as- cendentes, originadas por los escesivos calores del estío en ciertos puntos del globo, como por ejemplo el Asia Central. Además, la existencia del flujo lateral procedente de aquel origen, y que en forma de corriente atraviesa las otras regio- nes de la atmósfera, encontrándose con la corriente general bien conocida que sopla desde el ecuador hácia los polos, se ha considerado últimamente con gran probabilidad como principal ó primera causa de los remolinos 0 ciclones que en las Indias occidentales y en China se llaman huracanes ó tifo- nes. Un punto queda por otra parte que aclarar: admitamos que una corriente semejante y de gran fuerza exista tambien sobre los espacios que dentro de la zona tórrida sufren inten- so calor en Asia y Africa, y que esta corriente produzca en- cima del Océano Atlantico y en la misma zona una corriente lateral dominante en las regiones superiores, que soplará de 542 Este á Oeste, y que encontrará sobre el mismo mar á la otra corriente tan conocida, que desde el ecuador parte con direc- cion al Sudoeste: ahora bien, en virtud de las leyes constan tes de la mecánica, este encuentro de corrientes con tales di- recciones debe producir un movimiento de rotacion almosfé- rica cuya direccion será igual á la de los ciclones del hemis- ferio del Norte. Para comprobar la exactitud de esta aplica- cion es muy conveniente que se lleguen á conocer las varia- ciones que ofrece la presion media del aire seco en las distin- tas estaciones del año de los diversos paises del globo: y en la suposicion de que la esplicacion referida es cierta, de ne- cesidad hay que hacer patente la existencia de variaciones considerables, acompañadas de particularidades especiales ó caracteristicas. 2. Ya queda indicada una de las esplicaciones que mas recientemente se han dado de la causa primera de los ciclo- nes. Otra hay tambien propuesta, y quese funda en la conden- sacion de grandes cantidades de vapor de agua, y su forzosa consecuencia de que afluya el aire á llenar el vacío produci- do por la condensacion. Si esla esplicacion fuese la verdade- ra, Habrán de justificarla las variaciones que sufra el segun- do componente de la presion barométrica, esto es, el vapor acuoso. 3.7 En el hemisferio del Sur, la superficie de-los mares es mucho mas estensa que en el hemisferio del norte. Por tanto es probable que en la estacion en que el sol vibra sus rayos sobre el hemisferio del Sur, la evaporacion total de la superficie del globo es mayor que cuando aquellos recaen so- bre el hemisferio del norte. Por tanto, suponiendo constante la presion del aire seco, la diferencia de la evaporacion de las dos estaciones debe producir en el globo entero una varia- cion barométrica anual de tal forma, que la presion baromé- trica total para la superficie entera del globo será la mayor posible durante el invierno de la parte del Norte. La separacion de la presion barométrica en sus dos com- ponentes, servirá para patentizar de un modo directo y conclu- yente la causa á que debe atribuirse esta variacion. Tambien resultara que siendo mayor la evaporacion en el Sur y la con- 543 densacion en el Norte, el agua que pasa del Sur al Norte en estado de vapor volverá al Sur en estado líquido, y esta vuelta alguna influencia tendrá probablemente en las corrientes del Océano. Para aclarar la verdad de estas diversas hipótesis, servirán de datos y documentos las variaciones de los elemen- tos meteorológicos en las diferentes estaciones y meses, va- riaciones que se determinan por métodos é instrumentos que admiten rigorosa comparacion, disponiendo los cuadros ó ta- blas como ya hemos dicho. Otra demostracion directa tendría- mos si llega á constar el hecho de que la cantidad de lluvia que cae en el hemisferio del Norte es mayor que la que se vierte sobre el hemisferio del Sur, examinando la distribucion por estaciones y meses de las mismas cantidades de lluvia. Insuficientes son hasta ahora para probarlo los datos adquiri- dos, los cuales no alcanzan á proporcionar conclusiones razo- nables; pero sin embargo deben tomarse en cuenta todos los que se hayan recojido en los observatorios terrestres. A fin de que todas las observaciones sobre la elasticidad de los vapores ácueos puedan en rigor compararse, es menes- ler que en lo posible estén calculadas por medio de las mis- mas tablas numéricas, debiendo para ello recomendarse en primer lugar las que se fundan en los esperimentos. de los Sres. Regnault y Magnus, tanto por ser las de mayor mérito, cuanto porque parece que las han adoptado ya generalmente los observadores de otros paises. rr. Temperatura del aire. Bajo los auspicios de la Real Academia de Ciencias de Berlin, ha publicado el Sr. profesor Dove unos cuadros arre- glados por él, y que contienen la temperatura media del año, de las estaciones y de los meses en mil puntos del globo. Esta obra, que es un verdadero modelo del método que debe se- guirse para reunir y coordinar una gran porcion de hechos meteorológicos recojidos por diversos observadores y en dis- tintas épocas, ha producido, como es notorio, conclusiones de suma imporlancia relativas á la climatología, y á las leyes ge- ShA nerales de la distribucion del calor en la superficie del globo. Pero como los referidos cuadros se han formado esclusiva- mente con observaciones hechas en tierra, falta para completar este gran trabajo de geografía física que se estiendan las in- dagaciones á ciertos espacios marcados del Océano, como debe esperarse se consiga en la gran campaña de observaciones ma- ritimas que se va á emprender. Tratándose de la temperatura del aire, del mismo modo que ya se ha dicho con respecto á la presion atmosférica, los centros de los espacios geográfi- cos contenidos entre determinadas latitudes y longitudes, for= man como otros tantos puntos de concentracion de las obser- vaciones hechas en todo el ámbito de aquellos espacios por un mismo buque ó por varios. Importantes serán precisamente los resultados que se consigan, siempre que se tome por obli- gacion no emplear mas que instrumentos que hayan sido com- parados con esmero por personas competentes y responsables, y con tal tambien que no entre en cuenta observacion alguna que no se haya hecho con todas las posibles precauciones, so= bre todo cuando se trata de la temperatura del aire en medio de las numerosas influencias perturbadoras de calor acciden— tal y humedad, que es muy dificil evitar á bordo de un buque. Diremos de paso que estas precauciones deberán ser aún ma- yores cuando se trate de observar por la noche la tempera— tura del aire, por cuanto el uso de la luz artificial aumenta las dificultades de esta especie de operaciones: asi será me- nester que las instrucciones que se den sobre el modo de ob— servar la temperalura del aire á bordo, estén redactadas con la mayor claridad, especificando los mas minuciosos por= menores. Por lo que hace á los observatorios ó puntos terrestres, se deduce de los cuadros del Sr. Dove, que hacen suma falta observaciones referentes á las posesiones inglesas de la Amé- rica del Norte, comprendidas entre las estaciones de las espe- diciones árticas y las de los Estados-Unidos. Insuficientes son tambien las observaciones relativas á todos los lugares situa- dos en la misma latitud por todo el continente americano des de el Atlántico al Mar Pacifico. Faltan tambien, segun espre- sa el Sr. Dove, observaciones hechas en los puntos mililares 545 ingleses del Mediterráneo, como Gibraltar, Malta y Corfú; y además las que corresponden “al contorno de las costas de Australia y de la Nueva-Celandia; y por último, sería en gran manera conveniente que, por espacio á lo menos de unaño, se hiciera en algunos puntos de las Indias occidentales una serie de observaciones que pudiesen patentizar las correcciones ter minanles que requieren las observaciones ya conocidas. Mientras que el estudio de la distribucion del calor en la superficie del globo hacia rápidos progresos con respecto á la temperatura media del año, y á las variaciones periódicas que en un mismo lugar se advierten en las diversas estaciones del año, la atencion de los geógrafos físicos se ha encaminado re- cientemente, con esperanzas de alcanzar objetos muy impor- tantes a la ciencia y al bienestar material de los pueblos, á descubrir las causas de las fluctuaciones de la temperatura ó de sus desvios relativamente al estado medio ó normal en un mismo punto y en la misma época del año. A estas últimas variaciones se da el nombre de Variacio- nes no periódicas; y sabido es que frecuentemente afecian á regiones muy estensas; que en general, si no es siempre, van acompañadas semejantes fluctuaciones de otras en contrario sentido, produciéndose al mismo tiempo en ciertas regiones correspondientes aunque distantes: de suerte que por medio de observaciones sinerónicas ó simultáneas, puede señalarse el tránsito del paraje en que se sienta el máximo del calor, su- perior al término medio, y el paraje que liene el mínimo, in- ferior al mismo medio. El conocimiento de las lemperaturas medias, aunque sean mensuales, no es suficiente para demos- trar las variaciones no periódicas; y hace mucho tiempo se ha reconocido la necesidad de determinar la temperatura me- dia en periodos que abarquen mucho menos espacio de tiem- po. Los establecimientos meteorológicos de los estados euro- peos que mas parte han tomado en mantener las indagaciones, han adoptado en consecuencia la media de cinco dias como periodo intermedio, y el mas conveniente entre las medias de dia y mes; y lo que mas hace resaltar la confianza que dan los resultados interesantes que estos trabajos deben producir, es que ha habido quien haya tenido ánimo bastante para aco- TOMO V. 35 546 meter el espantoso cálculo de las medias de cinco dias, com- prendiendo todas las series de observaciones que aparecian hechas con algun esmero en el siglo pasado. La obra en que se incluyan las conclusiones de tan estensa discusion se halla ya muy adelantada, y asi no nos cansaremos de recomendar á los observadores que formalmente quieran contribuir á los progresos de la meteorología, que á las medias que comun- mente se calculan que son las del año, del mes y del dia, añadan la media de los cinco dias. Siempre deberá empezar el cálculo de esta en 1.” de enero; y con esta marcha unifor- me se hará mas facil y provechosa la comparacion de las ob- servaciones. En los años bisiestos, el periodo que comprende el 29 de febrero será de seis dias. Para levar la climalologia al estado de ciencia, es muy conducente que se adople un modo exacto y conveniente de cálculo y de espresion de lo que puede llamarse la varia- bilidad comparativa, á que esla sujetaá resultas de causas no periódicas la temperatura de las diferentes regiones del glo- bo, ó la temperatura de una misma region y en un mismo lu- gar, segun las distintas estaciones del año. La variabilidad probable calculada por el mismo principio que el error pro- bable de cada observacion tomada entre un número bastante crecido de observaciones independientes, se ha propuesto ha- ce poco tiempo que podia servir como una especie de medida dela variacion no periódica probable en las diversas estacio- nes del año. La primera aplicacion de este método de calculo se ha hecho con las medias de cinco dias, deducidas de las ob- servaciones de doce años de Toronto, en el Canada. Semejan- teíndice ó coeficiente de variabilidad es de general y absoluta aplicacion, y da el medio de comparar la variabilidad probable de la temperatura en las distintas estaciones en un mismo lu= gar ó en diversos, siempre que las observaciones respelivas se hayan reducido y disculido de la misma manera. Importa pues mucho que este método, ú otro mejor que ocurriese, le adopten todos cuantos deseen que sus observaciones tengan utilidad práctica, ya en la meteorologia médica ó ya en la agrícola, asi como en otras circunstancias en que las particu- laridades del clima entran como cosa importante. Si llegan á 547 adquirirse estos tres datos importantes, á saber, la tempera- lura media anual, las variaciones periódicas del dia, del mes y de la estacion, y el coeficiente aplicable á las variaciones no periódicas ó irregulares, tendremos todos los elementos necesarios para la representacion fiel y completa de la tem- peratura de un punto ó comarca, al menos en cuanto lo per mita el actual estado de nuestros conocimientos. IV. Temperatura del mar, ¿indagaciones relativas á las corrientes. Ocioso seria insistir en la importancia práctica que para la navegacion presenta el exacto conocimiento de las corrientes del Océano, el de su direccion, estension y velocidad, el de la temperatura del agua en la superficie de las mismas, compa- rada con la temperatura ordinaria del Océano á la misma la- titud, y de las variaciones que en dichas corrientes se advier— ten segun las diversas estaciones del año y los distintos pun- tos de su curso. Tanto mas apreciables serán los datos que sobre el particular han de producir seguramente las medidas que ha tomado el Negociado de comercio, cuanto mas inteli- gentes fuesen los observadores, y con mas eficacia desempe- ñen su cometido. Muy oportuno será que las instrucciones que acompañen á' los instrumentos meteorológicos contengan una sumaria esposicion de los datos ya obtenidos con respecto á las corrientes oceánicas, con cartas que indiquen sus límites en las diversas estaciones, las variaciones que han tenido estos límites en varios años, las particularidades de temperatura de la superficie del agua por las cuales se reconozca la exis- tencia de una corriente, etc., etc. Deberán tambien formarse cuadros de las observaciones que, con intérvalo de una hora ó media, se hagan en ciertos puntos comprendidos entre lati- tudes y longitudes determinadas con la mayor inmediacion posible, y de modo que abarquen todo el Océano. Á cada ob- servacion acompañará la posicion geográfica del buque, ya sea observada va calculada. 548 Además de lo que interesan á la navegacion, no puede ponderarse bastante el provecho que resultaria para la geo- grafía física con unas tablas generales, en que se viese la tem- peratura de la superficie del Océano en los diferentes meses del año, su estado normal ó anormal, la temperatura media de varios paralelos, los desvíos de esta temperatura y su na- turaleza, como si son permanentes, periódicos 0 accidentales; datos todos absolutamente necesarios para el estudio de la climatología considerada como ciencia. Por las circunstancias que se han advertido cuando aque- llas corrientes se han aproximado mucho á las costas de Eu- ropa, es facil conocer la influencia que los fenómenos varia- bles de las mismas en el Océano pueden ejercer en el clima de una gran estension del continente. Las admirables indaga- ' ciones del Mayor Rennell han demostrado que en los años or— dinarios, el agua caliente de la gran corriente conocida con el nombre de (rulf-stream no pasa al Este del meridiano de las Azores, teniendo el mar en aquella latitud la temperatura co- mun del Océano, cualquiera que sea la estacion y la direccion dentro del grande espacio comprendido entre dichas islas, y las costas de Europa y las del norte de Africa. Pero en dos ocasiones conocidas, a saber, en el año 1776 y en el in- vierno de 1821 a 1822, el agua caliente que caracteriza el Gulf-stream en toda su línea, y cuya temperatura tiene algu- nos grados mas que la comun del Océano en latitudes iguales, invadió el mismo grande espacio oceánico que arriba hemos marcado, y particularmente en 1776. Franklin echó de ver su curso, que llegó hasta muy cerca de las costas de Europa. La presencia de una masa de agua mucho mas caliente de lo comun, estendiéndose en latitud y longitud por una superficie de muchas millas cuadradas durante algunas semanas, y ca- balmente en la estacion del año en que los vientos dominan— tes soplan en aquella direccion por las costas de Inglaterra y Francia, no podia menos de ejercer considerable influencia en la temperatura y grado de humedad de los propios paises. Asi es que comprueban los diarios meteorológicos de aquel tiempo, que en noviembre y diciembre de 1821 y en enero de 1822, el tiempo fué tan irregular en la parte del Sur de In- 549 elaterra y Francia que llamó la atencion general, y se ve ca- racterizado por las siguientes espresiones: «Calor verdadera- mente estraordinario, húmedo, como de tempestad, faligo- so; la fuerte brisa sopla constantemente del Oeste y del Sudoeste; la cantidad de lluvia es escesiva, y el baróme- tro ha bajado mas de lo que se ha visto en treinta y cinco años.» Sin duda alguna tenia razon el Mayor Rennell en atribuir la estension desusada del Gulf-stream en ciertos años á la mas rapida velocidad inicial ocasionada durante el verano ante- rior por una diferencia mucho mayor entre el nivel del golfo de Mejico y el del Atlántico. Que tomen algunas veces mayor altura que de costumbre las aguas del golfo 6 seno Mejicano, principio 0 cabecera de la corriente, y que esta á su salida por el estrecho de la Florida lleve entonces mayor velocidad que la comun, son hechos que pueden comprobarse por la atenta observacion; y como estos hechos pueden y deben preceder algunas semanas á la llegada del agua caliente de la cor- riente á puntos que distan 1000 leguas de la salida, asi co- mo á las modificaciones del clima que es efecto natural de la aproximacion de estas aguas, no será imposible pronos- ticar con anticipacion ciertas grandes irregularidades de las estaciones. Mucho queda por hacer sin embargo para completar sa- lisfactoriamente el conocimiento que alcanzamos respecto de los fenómenos del Gulf-stream y de sus contracorrientes; y no bastaria reunir y coordinar las observaciones salpicadas de los navegantes que las hayan atravesado en varios puntos y en diversas estaciones, antes sería menester que el Gobierno, accediendo á los deseos que tan repetidamente han espues- to los mas eminentes hidrógrafos, dispusiera se formase una carta especial de las corrientes, destinando al efecto algunos buques que esclusivamente se ocupasen en este servicio. El exámen de lo que últimamente ha ejecutado en el particular el Gobierno de los Estados-Unidos, demuestra al mismo tiem- po la importancia de tales investigaciones y su grande esten sion, deduciéndose naturalmente la utilidad de la propuesta que al Gobierno de S. M. Británica ha hecho el Americano, 550 para que una escuadra compuesta de buques de ambas nacio—- nes se dedique á la elaboracion de la apetecida carta de las corrientes. El éxito de esta alta empresa se confirmaria esta- bleciendo bajó la direccion del Ministro de Comercio un ne- gociado que tuviese á su cargo la reduccion y coordinacion de los datos que se fueran reuniendo. W.: Huracanes y vientos. Para perfeccionar la navegacion y la ciencia en general, seria muy oportuno que los capitanes de los buques de la ma- rina real y mercante se pusiesen al corriente de los métodos propios para distinguir en todo caso los vientos rotatorios de huracan, llamados ciclones, de los vientos mas comunes, pero que saltando de un rumbo á otro pudieran confundirse y to- marse por aquellos, aunque procedentes de causas Lotalmente distintas. Recomendamos por tanto que las instrucciones que hayan de entregarse á dichos capitanes, provistos ya de ins- irumentos meteorológicos, espliquen y comprendan todos los pormenores suficientes para que en todos los casos y circuns— tancias puedan distinguirse una y otra especie de vientos, y que los cuadros dispuestos para anotar los fenómenos meteoro- lógicos durante las grandes perturbaciones almosféricas, in- cluyan el encabezamiento ó indicacion de todas las particu= laridades que necesita el observador para formar un juicio recto sobre este punto. VI. Tempestades. Sabido es que en las altas latitudes de los hemisferios del Norte y del Sur son las tempestades enteramente desconoci- das; y hay motivo para creer que son muy raras en aquellos parajes del Océano que se hallan á gran distancia de los con- tinentes. Empleando una clasificacion adecuada en el conve- niente arreglo de los documentos que en adelante se reciban 551 en el Negociado de Comercio, podrá llegarse con el tiempo á formar tablas estadísticas que hagan ver la relativa frecuen cia de tales fenómenos en cada mes del año en las diversas regiones del Océano. Notorio es tambien que hay en el globo Afemo sitios en los cuales durante ciertos meses del año pueden considerarse como un fenómeno periódico las tempestades con truenos que, como por regla fija, se repiten todos los dias. Asi sucede por ejemplo en las montañas de Puerto-Real de la Jamáica, don- de suenan los truenos al medio de cada dia desde mediados de noviembre hasta igual parte de abril. Es de desear por tanto en gran manera que se logre una descripcion completa y especificada de estas tempestades ó tormentas, y de las cir- cunstancias con que se presentan. Al tomar razon de los fenómenos de truenos y rayos, im- porta notar la duracion del intérvalo entre el relámpago y el estallido del trueno que le siga. Esto se conseguirá facilmente valiéndose de un reló de segundos, por cuyo medio se gra- duará el tiempo que pasa desde la aparicion de la luz hasta el principio del estruendo. Este intérvalo de uno á otro varía entre límites muy apartados, como son desde 1 segundo has- ta 40 6 50, y algunas veces mas. Deben distinguirse y ano- tarse con separacion las dos especies de relámpago, que son en zig-zag Ó culebrina, y en ráfaga 0 desparramados. Convie- ne tambien atender y apuntar el caso, que es raro, en que la culebrina se divide en dos ó vuelve arriba. Igualmente hay que advertir con cuidado cuando los relámpagos y los true- nos juntos ó separados aparecen estando el cielo enteramente sereno. Por último, se anotará aparte el caso de rayo de bola ó centella, pues aunque su naturaleza sea ciertamente la mis- ma que la de los rayos comunes, difieren no solo por su forma globular sino tambien por su duracion, que los hace visibles por mas espacio, siendo menor la velocidad. Hay quien afir— ma que se presentan algunas veces fuera de todas las condi- ciones que suelen acompañar á las lempestades, y aun con cielo completamente raso. Son tan usados ya generalmente los pararayos en los buques, que casi es escusado advertir que en el momento en que el observador viere caer un rayo 552 á bordo, deberá describir con los mas circunslanciados porme- nores lo que haya presenciado, los destrozos ocasionados, etc.; al paso que la prudencia recomienda se reconozcan las brúju- las para asegurarse de que no se ha alterado su magnetismo. Si fuese en tierra donde se observase el rayo, los meteorologis- las que se hallasen á la inmediacion deberán al instante apun- tar todas las circunstancias qne han concurrido en su caida. VII. Auroras boreales y estrellas fugaces. Son tan pocas veces visibles las auroras boreales en los mares que mas frecuentan los buques del comercio, que casi es inutil indicar el modo con que deben observarse á bordo, cuando por otra parte los observatorios terrestres están para ello abundantemente provistos de las instrucciones necesarias. Asi solo diremos, que sera muy bueno que los capitanes inclu- yan siempre, en las relaciones meteorológicas que hayan de entregar, una noticia de la hora y lugar de la aparicion de la aurora boreal, y las particularidades que en su forma llamen mas la atencion. Acerca de los datos que deben recojerse sobre las estre- llas fugaces, vulgarmente llamadas exhalaciones, el Sr. pro- fesor Heis redactó una escelente y especificada Memoria, Mr. Bravais, en el Anuario meteorológico de Francia para el año 1851, publicó tambien instrucciones que nada dejan que desear para la observacion de halos, parelias, antelias, co- ronas, elc. VIT. Cartas de las variaciones magnélicas. Aunque las variaciones de la brújula ó compás marino no pertenecen estrictamente al dominio de la meteorología, se han comprendido con mucha razon en el programa de las con- ferencias de Bruselas, y por consiguiente debe dárseles tam- bien aqui lugar. Casi no es preciso advertir, que sin atenerse 393 a lo que antes se haya practicado cuando los fenómenos del magnetismo terrestre no eran tan conocidos, de aqui en ade- lante debe considerarse indispensable que las cartas de va- riaciones se construyan arregladas á una época particular y determinada, haciendo de modo que todos los datos de las mis- mas indiquen las variaciones correspondientes á la época para la cual se han construido. Adjunta á cada una de estas cartas ha de haber una tabla que esprese el valor anual aproximado de las mudanzas seculares de las variaciones para las diver-' sas latitudes y longitudes que dicha carta abarque, de manera que por medio de la tabla puedan correjirse y adecuarse para epoca distinta de la que representa, las variaciones que se- ñala en una latitud y longitud determinada. Gran servicio haria el Negociado de Comercio al impor- tante ramo de la hidrografía, si con intérvalos fijos diese á la estampa cartas de las variaciones magnéticas de los Océanos Atlánticos del Norte y del Sur, del Mar Pacifico con igual se- paracion, del Mar de la India y de los demás que frecuentan los buques del Estado y del comercio, corrijiendo en ellas las variaciones seculares ocurridas desde la publicacion última anterior. La campaña próxima suministrará con sus observa- ciones los materiales necesarios para la formacion de estas cartas, suponiendo que se redacten y coordinen como corres- ponde, indicando exactamente la respectiva fecha y posicion geográfica, y con referencia a las relaciones originales de don- de se hayan tomado los datos que han servido para la reduc- cion de las observaciones. Por medio de estas mismas se po- drán tambien modificar de tiempo en tiempo los coeficientes de correccion aproximada relativos á las variaciones secula- res, puesto que se conoce que tienen igualmente alteraciones. A todas las variaciones asi observadas, reducidas, calcu- ladas y aplicadas como datos para formar y correjir las car- las magnéticas, deben acompañar los demás elementos nece- sarios para reponer las variaciones que se hacen sentir en la brújula por la influencia de los cascos de hierro. Se reco- mienda rigorosamente que no se admita para la formacion y correccion de las cartas referidas dato alguno procedente de observacion que no lleve consigo una especificacion de sus 554 principales elementos y de su cálculo. A los buques se les su- ministrarán modelos de los cuadros que han de llenarse con tal objeto, y aun será mejor que lleven estados en blanco para sentar desde luego en ellos las observaciones al natural, ha- ciendo despues el cálculo necesario para la reduccion. Sumá- mente útiles serán estos asientos, tanto para las variaciones de la aguja magnética, cuanto para la longitud observada con el cronómetro, ó deducida de observaciones lunares, si es que _No se ha renunciado completamente á ejecutarlas, lo que se- ría muy de sentir. 590 REAL OBSERVATORIO DE MADRID. Mes de noviembre de 1855. Pulgadas in- BARÓMETRO. gleañs: Milimetros . Allura Medir rraas 927,116 | 103,976 Maxima (da O)i agonia da gn 28,053 | 112,536 E O) PA 97,425 | 696,585 Oscilacion mensual........... de Lao 0,628 | 15,951 maxima diurna (dia 7)..... 0,164 4£,166 mínima diurna (dia 22).....| 0,025 0,635 TALA AAA AITANA ATI TS IS CT, TERMÓMETRO. Temperatura media... 0oo..ooo.ooose 46,31 6,35] 7,94 máxima (dia 19)........... 63,5| 14,00/ 17,50 minima (dia 0 26,51 2,44] 3,06 Oscilacion mensual ds o 37,0 16,44] 20,56 máxima diurna (dia 4)...... 29,0| 12,89/ 16,11 mínima diurna (dia 17).....] 8,0| 3,55] 4,44 , ls. ingl. Milimetros. PLUVIÓMETRO. BUE eS mE Livia caida emel mesi 3d cn 0,940 23,876 VEDIA OS A ITIN NEIADAAAE IE POTS IS IET TS ACER EAT ManukL Rico Y SINOBAS. *eseoso ny epiloooa ende op peprueo ey “oS1equio ug “seorijo9]o sopejsoduio) op seperedurose “sepeuoqn] Y Seran][ seunópe uo1god e]S9 9p SeJso) se] 1od uoxorjdos 9s 67 Á 8% “27 SUP SO] UF *[ensuoul oporiod jonbe ap selp somr]]n so] uo JOJe9 [9 9SIBA9[O Y JDATOA exed sou Top pe) -10 e] ejsey asopupiuradop “o]qeriea ops ty “o9ueIioJ1popA 19p e1509 e] 1od A “o3so3e ue eampeloduo] Y] *SHTVUANAD SENOIOVAVASAI() O AN A Ei A E A a "NIG JOTA E 0 vo o'ú « mr | sr | soe | eur fer .ez [es E9L | 19%09€ |-e1r o9sroutIg uo «| gor | grs] sus | eto forstoz [z90'0s [916'67 10d “VNO9VUUVL «a | yYre | sr] 9er | 0%) Me E vá yr « 0er | 161] vo6% | urolov's9l [€1'992 [9992 |"paey oruojuy “q Ar“""""""* “08Uup « «*bor] 09 | 0ó%%8 | 99, fossto% 810€ [6 700€ 10d “vNoTaouvg / -1810P9p1 18D SE180) Lor | 09€ | SST | £63 | 9% 0 vs 0% cer | 07 | ver | zoe | 0tL37 foros. 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Pruébalo el ejemplo de ciertos paises que fueron recorridos largo liem- po por mineros sin que advirtiesen los lesoros que pisaban. - De 1748 41821 se venia esplotando en el Oural la mina de Be- resof, rindiendo poco, aunque eran mineros alemanes los que dirijian los trabajos con mucha inteligencia, y hasta este úlli- mo año no dió cuarenta veces mas por efecto de haberse descu- bierto oro allí cerca. Para esclarecer la idea de Ermann con- viene citar la siguiente frase de Landrin: (Del oro; Paris, 1851, pág. 1.2) «El oro es uno de los metales mas comunes: apenas »hay tierras ni arenas que no lo contengan: pocos rios dejan »de arrastrar algunas partículas del mismo metal: hasta en » cenizas de vejetales se halla.» Las preocupaciones de la edad media impidieron, entre otras causas, descubrir oro. No hace mucho liempo se creia que lo habia solo en el Ecuador. Patin decia (Landrin, pág. 40): «La patria verdadera de este metal 565 »está entre los trópicos. La naturaleza ha puesto á la tierra »un ceñidor dorado, y engastado de diamantes y toda clase de »piedras preciosas.» Se olvidaban del oro que sacaron de la zona templada los antiguos, y no vino abajo semejante preocu- pacion hasta que los productos arrancados á la lierra en el Ou—- ral entre los 54 y 60” de latitud, y los procedentes de las tier- ras heladas de la Siberia, rivalizaron con los de la Amé- rica ecuatorial. El oro abunda hoy mas en regiones distantes del Ecuador, consistiendo acaso en estar habitadas por una poblacioh mas compacta, inteligente y ardorosa en buscar este precioso metal. Una vez refutada aquella preocupacion, ocurrió la idea de que las cadenas meridianas eran las auriferas. Combale Er- mann esta opinion demostrando que las partes auriferas de las cordilleras y del Oural forman ángulos muy abiertos con el meridiano, y al propio tiempo destruye la idea de estar acu- mulado el oro en la pendiente oriental de las cadenas. El oro tiene dos clases de criaderos, que están ligados con el caracter del pais donde se halla. 1.” Se encuentra el oro en filones gruesos pero aislados, ó en zonas parecidas a filones de considerable profundidad, y asociados con plata ó con las diferentes combinaciones natu- rales de este metal. 2. Se encuentra el oro desparramado en todos sentidos en las rocas siliceas en espacios considerables, no asociado con la plata sino con minerales de hierro, y especialmente con el magnético. Parece ligado este criadero con las rocas dio- riticas (grunstein) y talcosas, que igualmente son gangas del platino. En estos criaderos se ve economizado por la natu- raleza misma el sudor de los trabajadores, porque las rocas por el tiempo desmoronadas se esparcieron en forma de alu- viones auriferos en grandes espacios. Los distritos donde se encuentra asi el oro, y de donde se saca lavándolo, superan mucho en productos á los otros. Justifica el autor estos aser- tos con ejemplos sacados de las minas de Méjico y de Bohe- mia, examina luego la California, y piensa que este pais es- cederá á todos en dar oro, si bien cree que acaso llegará dia de echarse de menos alli la agricultura y los demás ramos de 566 industria hoy descuidados por el afan del oro, porque pudiera suscitar temible concurrencia el descubrimiento de otros ter renos auriferos. Y no ha tardado en realizarse el pronóstico de Ermann, habiéndose presentado un pais nuevo y poco conocido con in- tentos de rivalizar con la California en cuanto á modificar las relaciones cómerciales con el mundo antiguo. Se ha descubierto en la Australia un distrito aurifero de importancia y estension desconocida todavía, pero que parece riquisimo. El 11 de junio último llegó á Sidnney por valor de 20.000 libras esterlinas en oro, y hay en Inglaterra una pe- pita de oro de 4 libras hallada alli. Se han hecho estos descubrimientos en la union del Sum- merhill-Creek con el Macquarrie, a 33 millas al O, de Ba- thurst, y á unas 170 al O. de Sidney; y mas recientemente aún se ha hallado otra localidad aurifera junto al rio Hunter, a 100 millas al N. de Bathurst. Nadie es capaz de apreciar la estension del terreno aurifero. No carece de interés la historia de este descubrimiento. Pronosticaba Ermamn que se llegarian á hallar otros terrenos auriferos importantes, sin designar pais ninguno; pero Mur- chison avanzó mas, puesto que. en una Memoria leida el año 1846 a la Sociedad geológica de Cornwall, y publica- da en las Transacciones, dice que la colonia inglesa mas le- jana da mucho que esperar en punto á oro. Recuerda que al dar cuenta el año 1844 de la obra del conde Strzelechi so- bre la Nueva-Holanda, insistió en la semejanza del Oural con la gran cadena que corre por la parte oriental de la Austra- lia. Hará 30 años que un pastor escocés, llamado Macgregor, halló pedacitos de oro cerca de Bathurst, pero en tan corta cantidad, que no dejaba de ser atrevimiento en Murchison el decir 4 la Sociedad de Cornwall, que «un minero habil pudie- »ra convertir aquel pais. en otro Eldorado.» Fundaba su opi- nion en las conexiones de las rocas del Oural con las de la Nueva-Holanda. Tambien Ermann afirma que el oro califor- niano está diseminado en rocas de felspalo y de anfibol ente- ramenle parecidas á las que contienen oro en el Oural. En fin, descubriendo Hargraves el oro cerca de Balhurst el 6 de mayo 567 de 1851, ha confirmado los pensamientos teóricos de los geó- logos ilustrados. Volvia de California, y le indujo á buscar oro la conexion de los terrenos de la Nueva—Holanda con los de aquella parte de la América. Asi, pues, Ermann indica las conexiones de las rocas au- riferas del Oural con las de California á inmensas distancias en nuestro globo; Murchison columbra igual cortexion del Oural con la Nueva-Holanda; y recorriendo Hargraves ambos pai- ses, cierra el triangulo formado por el Oural, la California y la Nueva-Holanda, pone en planta las consideraciones teóricas de la geologia, y descubre tesoros cuya importancia no es dado á nadie apreciar. Del metamorfismo mas ó menos real de las rocas; por Mx. De- LANOUE. * (L'Institut, 23 agosto 1834.) En la nota que Mr. J. Delanoiie ha leido en la Academia de Ciencias de Paris, ha protestado hasta cierto punto contra el metamorfismo, y sobre todo contra la estension tan conside- rable y por decirlo asi oficial que ha tomado esta teoría. No puede, dice, sostener por mas tiempo la espresion de su sorpresa y de su incredulidad al ver que los mejores geó- logos afirman como cosa muy natural, que la accion del calor ha podido producir no solo la modificacion física de las rocas neptunianas, sino hasta la entera trasformacion de su com- posicion química. La sílice, la sosa ó (lo que es mas increi- ble aún) el feldespato habrian salido de la masa interior del globo para venir á silificar 6 feld-espatizar, no todos los depósitos estratificados, no los mas inmediatos, sino sola= mente ciertas capas subordinadas á otras que quedaron intac- tas. Otras veces es la magnesia la que habria á su vez salido del seno de la tierra para venir á metamorfizar calcáreas in- tercaladas en otras rocas no alteradas, siguiendo tanto en es- le caso como en el del feldespato una cierta ley de simpa- tía intermitente, ley misteriosa segun la cual la mitad del calcáreo de la roca hubiera sido espulsada y convertida en 568 carbonato magnésico de manera que melamorfosease el cal- cáreo en dolomita. Ciego sería preciso ser, prosigue diciendo Mr. Delanoie, para no ver las modificaciones profundas que ha produ- cido el calor en todas las rocas neptunianas, siempre que se han asentado en la masa líquida del globo. Es indudable que este derrocamiento y esta calcinacion de una parte de la cos- tra terrestre ha producido numerosas reacciones químicas en- tre los elementos preexistentes de las rocas, y algunas veces acciones de cementacion, volatilizacion, etc., al contacto de la masa líquida incandescente del globo. Asi es como las ro- cas volcánicas han sido producidas por la sobrefusion de las rocas feld-espáticas, y la antracita y el grafito por el cal- deamiento ó la calcinacion de vegetales fósiles, etc., etc. La erupcion de las rocas lávicas ha producido fenómenos análogos de fusion y de cristalizacion en las rocas sedimen- tarias que han atravesado; mas estas reacciones se han limi- tado por decirlo asi á los puntos de contacto. Nada prueba que los pórfidos hayan podido suministrar álcalis, ni las serpenti- nas carbonato de magnesia á las rocas que levantaron y atravesaron (1). En ninguna parte finalmente vemos la prue- ba de una trasformacion quimica completa de una roca ente- ra ni de toda una montaña, como muchos han asegurado. ¿Por qué no se ha de admitir naturalmente la preexisten- cia y no la intrusion ulterior de los elementos de las rocas metamórficas? Ciertas calcáreas y dolomias neplunianas han sufrido evidentemente una fusion y cristalizacion posterior (dolomia de S. Gotardo, etc.); maclas, granales, feld-espato y una multitud de silicatos se han formado en ciertos puntos de las rocas neptunianas muy caldeadas, siempre que se han encontrado los elementos preexistentes de la reaccion. El feld-espato se ha cristalizado ó recristalizado porque la roca sedimentaria contenia silicatos alumino-alcalinos de los ter- renos pirogénicos cuyo detritus era. o (1) Asi es que en los Alpes Ligúricos se ven calcáreas levantadas por las serpentinas sin haber sido alteradas ni aun destrozadas. 569 Mr. J. Delanoie señala un nuevo origen del feld-espato por la via húmeda. Es, dice, la combinacion que se forma en el laboratorio cuando se precipita la alumina por el silicato sódico: combinacion soluble que existe en las arcillas, á pe- sar de la solubilidad de la sosa, y que ha debido necesaria- mente precipitarse con todos los sedimentos de los mares anti- guos, tan ricos, como él lo demuestra, en silicato sódico y potásico, particularmente en las primeras edades del mundo. Esta presencia de los silicatos alcalinos es la que ha dado lu- gar á esa inmensa cantidad de cuarcitas, jaspes y silex que se han precipitado incesantemente en todas las épocas geológi- cas, particularmente en las mas antiguas. Estas cuarcitas, jaspes, los silices y feld-espatos se han precipitado quimicamente con todos los sedimentos, y su pre- dominio en ciertos puntos de las rocas neplunianas les ha da- do con frecuencia tal homogeneidad y dureza, que se ha de- bido recurrir á la hipótesis de una feldespatizacion melamór- fica, es decir, ulterior, para esplicar la naturaleza anormal de una roca ordinariameute deleznable, como sucede en las grawacas de los Vosgos. En resúmen, nada prueba que la sílice, la sosa, la mag- nesia, etc., no sean contemporáneas de las rocas neptunianas en las que se encuentran en la actualidad. La accion metamór- fica del calor pudo alterar, cimentar ó volatilizar una parte de los elementos de estas rocas; pero las modificaciones de contacto por inmediacion sucesiva y en pequeña escala, no han podido llegar hasta una trasformacion quimica completa. ZOUOLOGIA. Nidos comestibles de la golondrina llamada Salangana 6 Alcion; por Mr. TrEcUL. (L'Institut, 21 noviembre 4855.) Estos nidos, que se cojen á fines de julio y principios de agosto en las cuevas de las rocas de las islas de la Sonda, las 570 Molucas y las próximas á las costas de Cochinchina, eran muy buscados por los orientales, y en especial por los chinos, co- mo alimento. La estima de que gozaban provenia de la pro- piedad que, al decir de Poivre, se les achacaba de aumentar la secrecion de los jugos prolíficos de los que los comian, y de tenerlos por remedio nutritivo de las personas gastadas por el abuso de los placeres ó cualquier otra causa. No está bien conocida la naturaleza de la sustancia que los constituye. Di- cense formados de sustancias muy diversas: de jugo de un ar— bol llamado scalambouc, de freza de pescado, de carne de pó- lipos, de la holoturia marinada. Los pescadores prelenden que es un humor viscoso que destila el pico del pájaro al tiempo de los amores. Lamouroux, Cuvier, Kuhl, Meyen, Pou- chet, etc. , los suponen formados de algas marinas. Otros autores, como Milne-Edwards, Evrard Home, Mulder y Doebereiner ven en ellos una sustancia animal. Esta diversi- dad de pareceres proviene por un lado de las falsificaciones de dicha sustancia, y por otro de que no todos los nidos de Sa= langanas constan de iguales elementos, segun que estos pája- ros viven tierras adentro ú a orillas del mar. En el primer caso los hacen en gran parte de líquenes, y tambien de algas, aglutinandolas y pegándolas a las rocas con una materia mu= cosa. En el segundo constan enteramente de esta misma ma- leria mucosa, y son los únicos que se comen. Estos nidos, de figura de concha como la de una pila de agua bendila, están formados de una materia, cuándo blanca, cuándo amarillenta y aun ligeramente rojiza. Tienen fractura brillante como la de la albúmina seca, y presenta trasversal- mente líneas curvas sobrepuestas, cuya convexidad mira á la parte superior de los nidos, procedente de estar compuestos de láminas delgadas y puestas unas sobre otras, que se sepa- ran por el golpeo del agua. Este líquido hincha la sustancia de los nidos, pero sin disolverla, aun cuando se pongan á CO- cer un cuarto de hora. Dicha sustancia se pone opalina, se ablanda, no es ya quebradiza, pero con facilidad se desfila- cha. Las láminas que forma suelen ser tan delgadas y tras- lucientes que se pueden examinar con el microscopio, vién- dose que consisten en una sustancia homogénea, irregular- 571 mente estriada en sentido de la longitud, como si la hubieran estirado cuando todavía conservaba el estado mucoso. La estructura de las algas es muy distinta: el spherococ- cus cartilagineus, v. gr., tiene formada la periferia de celdi- llas, tanto mas pequeñas cuanto mas cercanas están á la su—- perficie, y son globulares ó elípticas con paredes gruesas. El centro del tronco consta de dos clases de elementos principa- les, 1. Celdillas de paredes muy gruesas, estriadas trasver— salmente y llenas de granillos muy ténues. 2.” Alrededor de estos ulriculos otras celdillas mucho mas estrechas, muy prolongadas, parecidas á una multitud de hilos que se cruzan en todas direcciones, y que contienen una sustancia blanca, homogénea. Estos cortos detalles demuestran de sobra que ninguna analogía tiene el spherococcus cartilagineus ni las al- gas en general con la sustancia de los nidos de la Salangana. La accion del calor en la materia de las algas (como el sphcerococcus cartilagineus, el gelidium corneum, el gracilaria compressa, elc.) y en los nidos, da resultados del todo opues- tos. Calentada en un tubo la sustancia de los nidos, huele á pluma quemada, desprende aceite empireumático y vapores amoniacales que azulean el papel de tornasol enrojecido; mientras que las algas de que se han supuesto compuestos los mismos nidos, arden produciendo vapores ácidos que en- rojecen con mucha enerjía el papel azul de tornasol. Preséntase pues el nido de golondrina como sustancia ani- mal. Pero ¿cuál es? Su falta de organizacion aparente, su frac- tura vitrea, su insolubilidad en el agua, la propiedad que tiene de hincharse en este líquido, y de dar vapores amonia— cales al quemarse, la aproximan evidentemente a los mucus. Este conjunto de caracteres favorece por tanto mucho á la opinion de los pescadores, de proceder de una suslancia vis- cosa que destila del pico de los pájaros al tiempo de los amo- res. No deja de apoyar esta opinion el hecho de que el ven- cejo, tan próximo á la salangana, destila un mucus semejante en la misma época, empleándolo en aglutinar los elementos de su nido. —— Y) —— 572 VARIEDADES. 069 El dia 30 de agosto próximo pasado falleció en esta Corte el Sr. D. José Duro y Garcés, ensayador mayor de los reinos é individuo de número de la Real Academia de Ciencias de Madrid en su seccion de ciencias físi- cas; y el dia 17 del mes de noviembre del presente año falleció tambien en esta Corte el Sr. D. Donato García, profesor jubilado de Mineralogia de la Universidad Central é individuo de la misma Academia en su sec- cion de ciencias naturales. Segun los Estatutos de la misma Corpora- cion, artículo 41, en el resúmen de las actas del año corresponde indicar las circunstancias y los méritos de los académicos cuya pérdida lamenta la Academia, por cuya razon se omiten en este lugar. —Existencia de acarus en la mica. Examinando Mr. Brewster con el microscopio una placa gruesa de mica de Siberia, le ha admirado descubrir restos de animalillos, algunos de 30 centésimas y otros de 15 de milíme- tro. Estaban algunos metidos en cavidades alrededor de las cuales esta- ba la mica en contacto óptico íntimo. No eran de ningun modo fósiles tales acarus, sino que debieron introducirse por grietas entre las láminas de mica, grietas que luego se cerraron. —Absorcion de la materia por la superficie de los cuerpos. Dese de jabon ligeramente á la superficie de un vidrio pulimentado á mano ó fun- dido, y límpiesela luego bien con gamuza; echándola el aliento, presenta con toda brillantez todos los colores de las placas delgadas. Soplando por un tubo aparecen los colores dispuestos en anillos, negro el mas este rior, correspondiente al centro del sistema de anillos formados entre una superficie plana y otra convexa. Repitiendo esta misma esperiencia en otros cuerpos, ha visto Mr. Brewster que en la superficie de algunos no se presentaban colores. El cuarzo los da como el vidrio, pero no asi el espato calizo y otros minerales. Esplica Brewster este fenómeno admi- tiendo que las partículas de jabon disueltas por el vapor del agua del aliento deben penetrar en los poros del cuerpo ó formar en la superficie una capa delgada adherente á lo sumo. Esta propiedad de apropiarse tem- poralmente las partículas de jabon, le parece un caracter nuevo y distin- tivo de los minerales y otros cuerpos. —Desprendimiento de ácido carbónico por los Batracios. Maciendo 5713 MM. Moleschot y Schelske esperiencias con diferentes especies de Batra- cios comparados con el hombre, han obtenido los resultados siguientes. 1.” Los Batracios, á igualdad de unidades de peso y de tiempo, dan menos ácido carbónico que el hombre; pero cuando respiran con aire hú- medo, no difieren tanto como se creia. Admitiendo con varios esperimen= tadores que la cantidad de ácido carbónico exhalada porel hombre por 100 gramas de peso de su cuerpoen 24 horas, por los pulmones y por la piel, es de 1593 milígramos, y tomando por unidad este número, han hallado MM. Moleschot y Schelske las fracciones siguientes en las especies: Bufo cinereus, 0,25; B. calamita, 0,37; Rana esculenta, 0,37; Hyla arborea, 0, 39; Triton cristatus, 0,62; Rana temporaria, 0,69.Han notado que las especies mas lentas son las que desprenden menos ácido carbónico, y al contrario las mas vivas. Tambien parece mayor el desprendimiento por las especies que viven comparativamente mas en el aire que en el agua. Asimismo han comprobado, de acuerdo con MM. Andral y Gabarret, que el sexo masculino da mas ácido carbónico que el femenino: la cantidad des- prendida por las hembras es á la exhalada por los machos en razon que varia del mínimo 1 es á 1,12 al máximo 1:1,43. No han logrado notar conexion alguna entre el tamaño del hígado y el desprendimiento de ácido carbónico en los Batracios sujetados á sus esperiencias. —Luz zodiacal. Con motivo de una nota de Mr. Jones, publicada en el Diario Astronómico de Mr. Gould, recuerda Mr. de Humboldt en una comunicacion dirigida á las Academias de Ciencias de Berlin y París, que observaciones consignadas por él en su diario de viaje hace 52 años, le habian dado igual conclusion que las recientes de Mr. Jones. Deduce es- te de las verificadas por él en los mares de la China y el Japon, yendo á bordo de la fragata americana el Misisip? como capellan de la misma, que parece existir otro arco luminoso en relacion con la luna, como el pri- mero lo está con el sol. Apoya esta conjetura en «el aspecto estraordinario »de la luz zodiacal observada simultáneamente en el horizonte al E. y al O. »de las 11 á la 1 durante varios dias seguidos.» En la travesía de 40 dias del Callao del Perú al puerto mejicano de Acapulco, apuntó Mr. de Hum- boldt en su diario varios dias seguidos iguales observaciones, que ahora refiere porque siguen inéditas, ó cuando mas las citó brevemente en la parte astronómica de su Cosmos. —Fiaducto de Ariccia. En el camino de Roma á Nápoles por la via Apia, hay entre Albano y Ariccia un profundo barranco que se pasaba con mucha pendiente. Para evitarla se discurrió llevar el camino por un puen- te Ó viaducto colosal. Poco despues de subir al solio el Papa actual, en- cargó éste al caballero Bertholini le presentase el proyecto del puente. Aprobado, se ha concluido la obra á los 7 años de principiada, facilitan- de una comunicacion espedita y de nivel entre Albano y Ariccia. Consta 574 el viaducto de tres filas de arcos, con 6 de estos en la parte inferior, 12 en la de enmedio y 18 en la superior, todos casi de igual altura y an- chura: sobre la arcada superior descansa el camino, que inclusos los pa- seos tiene $ metros de ancho; el viaducto, 3117 metros de largo; y su máxima altura sobre el fondo del barranco es de 60”,82, Es de cantería todo él, de la piedra llamada peperino, sacada de canteras próximas, que dieron tambien una escelente puzolana usada en los cimientos. La masa total de la sillería asciende á 118.240 metros cúbicos, y ha costado so- lo 728.000 francos, ó menos de 7 francos por metro cúbico. Han'durado los trabajos 7 años, y se abrió al público en el ptoño de 1854. —Relieve del hemisferio visible de la Luna. La Academia de Ciencias de París recibió en su sesion del 5 de junio de 1854 un opúsculo impre- so en aleman con el título citado, escrito por Mr. Schmidt, astrónomo del observatorio de Olmutz, en Moravia, acompañando el espresado relieve, ejecutado por Mr. Dickert en escala ;,757, para las distancias y de +50 para las alturas. Nótanse los párrafos siguientes. «Los diámetros de los cráteres propiamente dichos varian desde 6 mi- llas á algunos centenares de piés: son innumerables, y se encuentran sin escepcion en todas las regiones de la superficie de la luna. Sus laderas circu= lares abrazan casi siempre profundidades considerables. La situacion de muchos millares de pequeños cráteres ha hecho presumir á los observa- dores que el origen de algunos de ellos debe ser moderno, en atencion á que se ven claramente los efectos que los han producido en las antiguas montañas en que están abiertos. »Las grietas que se presentan bajo la forma de surcos ó de fosos es- trechos y profundos, como que tienen un gran número de millas de lon= gitud en casi todas las regiones de la superficie de la luna, constituyen una formacion particular: y á escepcion de tres, todas han sido descu- biertas en estos treinta últimos años. Su direccion es al parecer del todo independiente de los accidentes del terreno que las rodea, sean montañas ó sean llanuras, y en su curso atraviesan montes enteros, asi como contor- nos circulares elevados de los cráteres profundos. Un escrupuloso es- tudio telescópico hace que en ellos se observe un fenómeno íntimamente enlazado con la formacion de los cráteres alineados. En las grietas se re— conoce la formacion mas moderna de los accidentes de la superficie de la luna, y tal vez esté todavía verificándose en la actualidad... — Estrellas fugaces del período de noviembre. En carta dirigida por Mr. Coulvier Gravier á la Academia de Ciencias de París, y leida en la sesion de 19 de noviembre último, comunicó los resultados de sus obser- vaciones sobre las estrellas fugaces de la primera mitad del espresado mes. El estado del cielo, dice Mr. Conlvier Gravier, no ha permitido ob- 575 servar en la noche del 12 al 13, pero podemos mirar el número 13 co- mo el horario de dicha época, infiriéndolo de las observaciones anteriores y posteriores, por ser cortísima la variacion durante el mismo tiempo. Re- firiéndonos á nuestras observaciones precedentes, tendremos la siguiente tabla de los números horarios en la noche del 12 al 13 de noviembre. Número Términos Número Términos Años. horario. medios. Años. horario. medios. Us aa 2 esposa dol 1842 E 30). 26 Lo 15 O OS 20 18D. IAEA 16 j TAE 20 IS 11 IAS 35 lo. 23 E AS OA 3 11 RS AS MD io ie 13 MSUIA ACA AN 23 ARAS lá joo 18 AO A 17 De aqui resulta venir menguando el número horario, sin haber re- produccion anual estraordinaria, puesto que el número de meteoros que efectivamente se observa durante la citada noche es, de bastantes años acá, un verdadero mínimo comprendido entre los dos máximos de octu- bre y diciembre. Olbers pensaba que el período de vuelta seria tal vez de 34 años (intérvalo entre 1799 y 1833), y que por tanto no sucederia aparicion estraordinaria hasta 1867. De 1833 á 1855 van trascurridas las dos terceras partes del mencionado período, sin que nada anuncie hasta el dia un aumento del fenómeno. — Adjudicacion de medallas de premio por la Sociedad Real de Lon- dres el año 185% y otros anteriores. La Sociedad Real de Londres ha adjudicado la medalla de Copley el año 1855 á Mr. Leon Fou- cault por las bellas esperiencias del péndulo y el giroscopo, mediante las cuales se ha patentizado el movimiento de rotacion de la tierra alrededor de su eje. Sir Godfroy Copley de Sprotoborough, Yorkshire, murió el año 1709; en su testamento, otorgado á 14 de octubre de 1704, legó á la Sociedad Real de Londres la suma de 100 libras (10.000 rs.), destinada á promover los progresos de las ciencias naturales, y á recompensar los mejores trabajos esperimentales. Este legado se convirtió en una medalla de oro que para siempre conservara el nombre de su fundador: el histo- riador de la Sociedad Real Weld dice que es la mas honrosa de cuantas dispone el ilustre cuerpo. Davy la llamaba corona antigua de olivo de la Sociedad Real. Casi todos los años ha venido dándose á los autores de brillantes descubrimientos. Apenas se cuenta en la ciencia un nombre eminente que carezca de tan gloriosa aureola. El primero que la recibió 576 fué Desaguillers. Tiene 5 libras esterlinas (500 rs.) 'de valor intrinseco, es de oro puro, y pesa una onza y dos dineros (34*"-220), Por acuerdo de la Sociedad en 1736 se resolvió que «seadjudicaria al descubrimiento cien= »tífico mas importante que se hubiera hecho en el año, ó al mayor ser- »vicio prestado á la ciencia con esperiencias nuevas ó de otro modo.» En- tre los nombres ilustres inscritos en el reverso, lo fueron, en 1815 Bre- wster, en 1821 Sabine, en 1822 y 1847 Herschel, en 1822 Bucklaud, en 1825 Arago, en 1826 South, en 1831 Airy, en 1832 y 1836 Fara- day, en 1834 Plana, en 1835 Harris, en 1837 Becquerel, en 1840 Lie- big, en 1843 Dumas, en 1846 Le Verrier, Humboldt, Dove, Muller, etc. La medalla Real de oro fundada en 1825 por el rey de Inglaterra es de mucho mayor tamaño y valor, 50 guineas (5.000 rs.): tambien se da cada año á los descubrimientos mas importantes ó á las series de trabajos concluidos y comunicados á la Sociedad Real en el año anterior al dia en que se adjudica; pero como distincion honorífica viene despues de la medalla de Copley. Se ha dado el año 1855 al jóven y célebre astró- nomo Hind, por haber descubierto diez planetas y calculado sus órbitas, y por sus demás descubrimientos astronómicos. La otra medalla real de que tambien dispone la Sociedad Real, y que es de igual tamaño pero de plata, la ha merecido el mismo año Westwood, presidente de la Sociedad entomológica, por sus varias memorias y monografías relativas á ento- mologia. Para completar esta sucinta noticia de las recompensas de que dispo- ne la Sociedad Real, diremos que el año 1796 la legó el Conde de Rumford una cantidad cuyo rédito anual se emplearia en acuñar dos me- dallas de igual tamaño, una de oro y otra de plata, que se adjudicarian ambas al autor inglés ó no de nuevos descubrimientos encaminados á perfeccionar las teorías del calor, de la luz y de los colores, ó de inven- tos nuevos y disposiciones de aparatos «capaces de facilitar la produc »cion, conservacion ó distribucion del calor y la luz.» La medalla de oro vale 50 libras esterlinas (5.000 rs.); la de plata 4 (400). El laurca- do recibe además 80 libras (8.000 rs.) en dinero. El año de 1840 se dió este premio á Biot por sus trabajos de la polarizacion circular, el de 1842 á Talbot por el descubrimiento de la fotografía, el de 1846 á Faraday por el de la polarizacion rotatoria magnética, etc. Mi : A A MO A io A A A e -—> A e AA AN