Ye ee REVISTA vA0UALoUS Da LAS CBn0.a EXACTAS, FISICAS Y NATURALES. Pe POAAAI RAR Y BADIA ZAR o e A W AN 7 be A yo = Ñ 1 Un ' Á > N e y 3 5 J A - DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS EXACTAS, PISIGAS Y NATURALES. Sy <= -——A NIN TOMO VIII. MADRID: POR AGUADO, IMPRESOR DE CAMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1858 ASA PON al ae vo ad Ae ab JN A E AAN de las materias contenidas en este tomo. CIENCIAS EXACTAS. Astronomía. Nota sobre la densidad y la masa de los cometas, donde se prueba que la sustancia cometaria se puede asemejar á lo sumo á un intermedio cuya densidad fuese millones de millones de veces menor que la del aire comun; por Mr. Babinet. ..... Noticia sobre las estrellas cambiantes ó de brillo variable; por Mr. Cevtitido deseo o dea odon das aaooas oa SÍ dió o otr Noticia sobre el cometa telescópico descubierto en Parma el 7 de mayo de 1847; por Mr. Colla, director del observatorio de aque- Uca eo eeuotoscatss A A SO e NDS Sobre los medios que deben emplearse durante los 25 años próxi- mos para determinar con más precision la distancia del sol á la tierra; por Mr. Airy..... ao abyicebootn fo bIOO: 70 Noticia de los trabajos de MM. Wolf y Carrington sobre las man- chasidelesol POCA a Sobre la teoría de Juan Bernouilli de los dos movimientos de los planetas; por Mr. Hartwig............. ARAS ibid Sobre algunas aplicaciones recientes de la fotografía á la Astrono- E A e Aro : e Manchas del sol: observaciones hechas el año de 1858; por Mr. o ERA TI e A ca Observaciones de la disminucion de la intensidad de la luz durante el eclipse de sol del 15 de marzo de 1858; por Mr. Joule..... Determinacion de la diferencia de longitudes; por Mr. Encke. ... Noticia de los trabajos recientes de Wolf, Schmidt, Carrington, Secchi y Schwabe sobre el cuerpo del sol y sus manchas; por Ur Gattier.”.: TR o A IA Breve noticia de algunos trabajos recientes relativos á los plane- fasisporTWo Gautiel. o diga as dr dnd de da rie TOMO VII. E PAG. 65 99 vI Geodesia. Sobre la figura, las dimensiones y el peso específico medio de la tierra, deducido de las operaciones trigonométricas hechas en la Gran-Bretaña é Irlanda; por el teniente coronel James. (Nota leida d la Sociedad Real de Londres el 8 de mayo de 1856, y publicada el 1.? de febrero de 1857)............ Nota sobre el radio medio de la tierra; por Mr. Babinet........ Algebra. Sobre ladescomposicion de un número en un producto de dos sistemas de cuadrados; por Mr. Liouville............... Generalizacion de un teorema de la aritmética india; por Mr. Liou- ls oa agas NS O coo aaa OS AA Mecánica. Segundo informe dado á la Academia de Ciencias de Paris por una comision de su seno, sobre el canal marítimo de Suez, entre el mar Rojo y el Mediterráneo; por Mr. Dapin (1).. Geometría. Nota sobre la teoría de los poliedros; por Mr. Poinsot. CIENCIAS FÍSICAS. Física. Sobre los sonidos producidos por la combustion de gases en tubosx por Mr. Tyndall.........o0ocoorrorrrrrrrs. a Sobre las máquinas magneto-eléotricas; por Mr. Leroux........ Nota sobre un nueyo reloj eléctrico; por Mr. L. Breguet. ...... Observaciones actinométricas verificadas en Madrid con motivo y al tiempo del eclipse de sol de marzo de 1858; por D. Manuel Rico Sinobas, catedrático de la Universidad central...... AAA Fórmulas generales para el manómetro de aire comprimido y para el estereómetro; por Mr. Volpicelli. ......... E Sobre la diferencia que presenta el espectro prismático de la luz eléctrica en el vacío en el polo positivo y en el polo negativo; por Mr. DoVO......oooooocoocrrc ro... PERE 13 JEcOna E Informe dado á la Academia de Ciencias de París por una comision de su seno, compuesta de MM. Becquerel, Regnault, Despretz, de Senarmont, el mariscal Vaillant y Pouillet, sobre la distancia que deba haber entre los polvorines y las líneas del telégrafo eléctrico an ed tete Reñisalme ala vivan taa ió lesivo - Sobre las propiedades electro-dinámicas de los metales. Efectos dl la imantacion en la conductibilidad eléctrica del hierro y del niquelo. —Sobre la diferente conductibilidad que en punto á.elec- tricidad presentan los diversos alambres de cobre del comercio; por Mr. ThoMsON. +. ooocoooororrr rr 409 412 473 (1) El primer informe se insertó en esta Revista, núm -6,% junio 4857, tomo 7.? VI Fuerza elástica de los vapores de las disoluciones acuosas de dife- rentes sales: por Mr. Wullner.........oocooocmromoomo..s Nota sobre los efectos luminosos que resultan de la accion de la luz en los cuerpos; por Mr. E. Becquerel. ..... AS PI Química. Memoria sobre los equivalentes de los cuerpos simples; por Mo JJDumas 00d coa rs rado stas ex Sobre la manera particular con que los cuerpos orgánicos azoados se presentan en la llama del soplete; por MM. Vogel y Reis- Chalere irlatl aehes Lo oh amaia ber de 19-05 Sobre la; accion recíproca de los metales y de las aguas de pozos y moss; por Mr. Medlock:+: 50m tir reo ei da Trabajos sobre las sustituciones inversas; por Mr. Berthelot. . . - Estudios químicos del sorgo azuca rado; por Mr. Leplay........ Influencia de los metales en el calor radiantez por Mr. KnobJauch. Teoría química de la pólvora; por MM. Bunsen y Schischkoff Sobre la eristalizacion del azufre en el sulfuro de carbono; por Mr. Nuevo modo de producir en estado cristalizado cierto número de especies químicas y mineralógicas; por MM. Sainte -Claire De- ville y H. Caron. .... AS O E ARO A A oe Sobre los equivalentes de los cuerpos simples; por Mr. Dumas... Accion del calor en el oro y en sus aleaciones con el cobre; por Mr. J. Napier, ensayador de la casa de moneda de Méjico. ... - Sustancia colorante del vino; por Mr. Glenard. ............-. Fotografía. Memoria sobre una accion nueva de la luz; por Mr. Niepte.de¡ Salnt=Victorse irnos 6 Nueva accion de la luz; por Mr. Niepce de Saint-Victor. ....... Meteorologia. Resúmenes de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en los meses de no- miembrervidiciembre de ia a losa ala Id. id. hechas en el gabinete de física de la Universidad de Oviedo en 1857; por D. Leon Salmean, corresponsal de la Academia... Td. id. hechas en el Real observatorio de Madrid en los meses de enero y febrero de 1858............. ¿agil ndo Id. id. iden el.mes:de marzo de 1858... 10000. Td. id. id. en el mes de abril de 1858.......¿.:......- STE Id. id. id. en el mes de-mayo de 1858 ...............<..... Id. id. hechas en el Colegio-Seminario á cargo de los PP. de la Compañía de Jesus de Guatemala el año de 1857.........+.. Id. id. hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de ju- nio: de M1 858: nto hrs aid NO 520 523 21 109 233 330 332 vr 1d. id. id. en el mes de agosto de 1858... ... OR A , Id. id. hechas en la Universidad literaria de Santiago en el año de LIS TIADES SN IO IE ICC POL 50, POL STA Sobre la marcha de las ondas atmosféricas en Europa; por el P. Seco RIO O Si SR NOE A IEA. Resúmen de las observaciones meteorológicas pbchas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de setiembre de 1858....... Id. id. id. en el mes de octubre de 1858..............o..... Id. id. id. en el mes de noviembre de 1858. .......o...o...... Física del globo. Desvío de la plomada. Densidad media de la flerra; por Mr. James... +... 00. a di OA dE Trabajos sobre la cantidad de acoja nítrico que contiene la lluvia, la niebla y el rocío; por Mr. Boussingault.. ....... SO DS Química aplicada. De laexistencia del arsénico en varios latones (cobre amarillo) del comercio; por Mr. A. Loir............. Informe dado á la Academia de Ciencias de París por una comision de su seno, compuesta de MM. Regnault, Senarmont y Pelouze, sobre una Memoria de Mr. Commines de Marsilly intitulada: Estudio de las variedades principales de hornaguera que se con- sumenten Pares Ye NIde Franca SONS CIENCIAS NATURALES. Paleontología. Descripcion de un pequeño mamifero lofiodonte (Phiolophus vulpiceps, Owen) de la arcilla de Londres, cerca de Harwichz por Mr. Owen... ¿0 IA el MR Huesos y antigiiedades del lago de Moosseedorf, del canton de Box na.—Prueba de que el ciervo de astas grandes (cervus euryce= ros, Cuvier) vivió en Suiza al mismo tiempo que el hombre; por Mr. Pictet. Uabc rr da SISPRO, Mamíferos nuevos descubiertos en los terrenos jurásicos: por Mr. 417 418 479 280 542 4 1x Mineralogía. Descripcion de un ejemplar de galena argentífera de Garlitos, provincia de Badajoz.........+. +... «<<. ..... Trabajos sobre la formacion y composicion de las esmeraldas; por MED Le WY o... Ea DE ae E Trabajos experimentales acerca de los agentes que jua produ- cir el metamorfismo de las rocas; por Mr. Daubrée. ........ Geologia. Sobre huevos de insectos que sirven de alimento al hom- bre y ocasionan la formacion de oolitas en las calizas lacustres; por Mr. Virlet-d'Aoust.......¿........ o AA ARO Sobre la estructura del Monte Blanco; por Mr. Portlock.......- Sobre el bosque petrificado que ha descubierto en Radowentz Mr. Goppert; por Mr. Haidinger................... AS Observaciones generales sobre las formaciones jurásicas; por el vramibcod o sa oa OO : Memoria sobre la estructura y el movimiento de las hieleras; por IM. -Tyndall y Huxley... rio al Do ye O DAS es Viaje de Adolfo Schlagintweit por el Nordeste de la India desde diciembre de 1856 hasta abril de 1857...... RS OS Metamorfismo de las rocas sedimentarias. Accion de las sales solu- bles del agua de mar en las calizas, las arcillas, las areniscas y otras rocas silíceas; por Mr. Ch. Sainte-Claire Deville....... Observaciones de Mr. Alph. Favre, catedrático de Geologia de la Academia de Ginebra, relativas á las cartas del profesor Angel Sismonda á Mr. Elie de Beaumont, sobre la constitucion geoló- gica de algunas localidades de Saboya. ..........o.o..o.... Fisiologia. Sobre las variaciones de color de la sangre venosa de los órganos glandulares, segun estén en funciones ó en reposo; por Mr.; Bernardi e ucrnE 10 PDA al e. ERUD De Y adorna. Investigaciones concernientes á la accion de ciertas partes del es- pectro solar en el iris; por Mr. Brown-Sequard............ Propiedades anestésicas del ácido carbónico; por Mr. Ozanam.. Botánica. Flores que se mezclan con el té para perfumarlo; por Mr. +Borbune 6% bae. de. IA Ar. se el. Cristalografía. Sobre las relaciones que existen entre ciertos gru- pos de formas cristalinas pertenecientes á sistemas distintos; por Mir. €. MOTIBDAE o SOIMILE. y SGD TIL 93h palas ES Hidrografía. Geografía física del mar.—El Océano Atlántico... Geografía física del mar.—El Mediterráne0........ <<. <... Zoología. Informe dado á la Academia de Ciencias de París el 22 de marzo de 1858 por MM. Milne-Edwards y Dumeril, acerca de una Memoria de Mr. Fabre, intitulada: Sobre la hipermeta- morfosis y las costumbres de los Melóides. ....oooommmo ro... 554 x Estudios anatómicos y fisiológicos sobre un díptero taquinario, parásito de la oruga del Sphinx Euphorbiz, y sobre sus meta- morfosis; por Mr. Barthelemy. ......<<.«<«ocoooocnroo.m... Especie nueva de Distoma;z por Mr. Van Beneden............. Agricultura. Del uso del humo para preservar del hielo á las viñas; por Mr. Boussingault........o.oooooocrorrnn.m.. Organografía vegetal. Observacion de cristales organizados y vivos; por Mr. TrecUl.om.oo.... ooo... ... SOL ABnIadn. Fisiologia comparada. Sobre los órganos de los sentidos y par- ticularmente sobre los del olfato, el gusto y el oido de los peces; por Mi: Doamenididl 0 ITI A DE S E opa E VARIEDADES. Estrellas fugaces del periodo de noviembrC.... «ooo... ..... Perturbaciones extraordinarias de la aguja imantada. ...-..... Experiencias sobre la evaporacion de las plantas. ............ Amoniaco del agua de TOCÍO. .....o.ooooooooorommmnrr mo... Proporciones armónicas del cuerpo humano. . +... .oooooo.o... Nuevo modo de reducir la galena ó plomo sulfurado........... Velocidad de propagacion del sonido en varios metales, gases y Vaporestó. cuida. l Hectuan al aotidalos. 53d O. dh sima! Conexion entre las revoluciones lunares y la cantidad de lluvia. . Colores de las estrellas fugaces. ....oo.ooooocorcrrno monos. Estado actual de los volcanes Vesubio, Etna, Stromboli y de la isla de Vulcano. 00. a Eh 0% buy 200 E Manchas brillantes y redondas de las fajas de Júpiter. ........ Sobre la luz eléctrica; por Mr. GOVe. .....ooooooooooo om... Estrellas y globos fugaces coloreados. .....oooooommrroo.... Asuntos de los premios ofrecidos últimamente por la Academia de Ciencias ¡der Paris 00 0 JO O. DEIONIIT 04. DA ARRIOLA. de Lista de los ocho planetas descubiertos el año de 1857, y sus o E ANN AO Medidas de la profundidad del Océano Atlántico para poner un telégrafo submarino entre Europa y América... .......... Real Academia de Ciencias.—Premi0S.......oooooooorrrmoo.- Idem.—Programa para la adjudicacion de premiosen el añode 1859. Estudio de un ferro-carril submarino entre Francia é Inglaterra; por Mr. Thomé de Gamond. ...s....oooo coro rooocoo..o. Premios propuestos por la Academia de Ciencias de Bruselas para el año de 1858.........c. INN Ve Ye PROA VTL, UN ANO 488 501 369 504 558 256 XI Estudios sobre el mar Caspio; por Mr. de Baer. ............. 314 Temperatura media diaria de Greenwich. ............... os Pararayos nuevo para los telégrafos eléctricos............... 318 Eclipse de luna del 27 de febrero de 1858; por Mr. Liais...... 319 Atlas eclíptico de Mr. de Chacornac: 4.” entrega. ........... 375 Variaciones diurnas solares y lunares del magnetismo terrestre: el sol y la luna no son imanes; por Mr. Lloid. .............. 377 A A A O 378 Resultado del concurso del premio de 50.000 francos, anunciado en Francia, á la mejor aplicacion nueva de la pila voltáica. . . 381 Nacimiento de un hipopótamo en la casa de fieras del Museo de Histotiar natural der RariS. 0. PT a aio 382 Propiedades y densidad del 0z0n0............... So ARO e id. Aumento de la poblacion del Estado de Nueva-York. ......... 383 Polvo atmosférico recojido á bordo de un buque en el Océano A OS MAI PI TS OO SO iola 384 Terrenos cretáceos del Mediodía de Francia. ................ id. Descubrimiento de un nuevo planeta pequeño, que será el 54 del grupo situado entre Marte y Júpiter ..............o.o.... 448 Duplicacion de las imágenes miradas por cristales birefringentes de caras paralelas io dns eel ear ass IESO 507 Rotacion de una esfera metálica por influjo de la electricidad.... id. Fuerzas electro-magnéticas de las diversas especies de pilas. ... id. Estrellas fugaces del período de agosto............ SO OT Ed 508 Resúmen de los hechos tocantes á la última erupcion del Vesubio. 509 Levantamiento de la costa oriental de Sicilia. ............... id. Discusion sobre la primera aplicacion del péndulo á los relojes... $10 Detalles sobre el clima de Sitkha. Descubrimiento de un esqueleto completo de vaca marina en la isla de Bebring.............. id. Viciado del aire por los diversos alumbrados.......... E oa 511 Postura, incubacion y rotura de huevos de avestruz por padres que viven cautivos en el semillero central de Argel.............. id. Temperatura mínima en el pico de Nethou. ................. 512 CristaldO bey VOLUDEDORO e noe o fa cn edo ori aa id. Sesion pública de la Real Academia de Ciencias de Madrid del 24 de NOVICIDIUO ASS ne aleteo nh ta la elote olas a sico 572 Real Academia de Ciencias de Madrid. —Programa para la adjudica- cion de un nuevo premio en elaño 1859.................. 573 Qhras de Euler AA. NS E A a 574 po. JT úl Y y ue And ab 9it0914 [at ORTIDaOO Pe ( e $ 3 : Cee ob 6257. £ 0. 130 £ dis y Ma na a 9h het A $ re lab. en y 1 an h HN 0 007 abi E LN sb yal estalon 7 ari a ye A Y YO q prono aa or sud Pró 4 v 4. a OSgTOdO do ls 14). E E Y E vel Ns. TI ya malo gil qa, ota sel b 1 tau? DUDE no. P Ey A e GATA £l 19 om 109 ue ro ¿ete Tab Juirdaa lub , Debínaal lA 1,4 vb morral al, al oo, 0h o e Y Ds ale JONAS T ONIBIROS TE: PE Ñ a A IA sr al A po 174) 0daUpoa 67 ABI Oy 14 5 in UTE 24 AC A lib. y a 1300 006018090 € d le A Imierto > aba «ni sb dos arú ) E e y oblea, ATA) q EA 1 o DE A 7 y y Pob 00 100 S3tsl00 619789 £0u ab a0ín uN E e - z a k 93D BRET Ti ALO apodo ES galo. aña S10 3 ) otero 3h 00 1199 sb anos? llama dl > ' E E ps UTA du 13 A 104 zada M0. a0! 5h naar $ Ju y he TA! j TU e y AR mubabg 15h y ¡qa aordos por oa MOMO 64 DAA 4 RL la] 10D h j y ¿pobardorols cos10v wusara 6 Ron dl f Joa TA a nin ] > pj o HUDIO O 0) fi Ñ 108 MI 90 MO ' qe ñ CAN A IIES > Sd Pe a ms Aa : Í ¡TYOTA 640 yr090594, 1 : V pers pa UN aña la: 101 KO LN 4 ot 10Í) E 0 % le 3 | pe A ne AS hieurd Qi E , AA ; 1 a. De >. N.” 4.'—REVISTA DE CIENCIAS.— Enero 1858. CIENCIAS EXACTAS, ASTRONOMIA. Nota sobre la densidad y la masa de los cometas, donde se prueba que la sustancia cometaria se puede asemejar d lo sumo ú un intermedio cuya densidad fuese millones de millones de veces menor que la del aire comun; por Mx. Bar1xer. (Comptes rendus, 25 febrero 4857.) odos los astrónomos están conformes en que la masa y den- sidad de los cometas son muy pequeñas, y que su atraccion no puede producir efecto alguno apreciable en el movimiento de los cuerpos planetarios. Vamos á probar que de los hechos observados, combinados con las leyes de la óplica, puede de- ducirse por conclusion que el choque directo de uno de esos cuerpos no haria que penetrase, ni aun en nuestra misma atmósfera, la materia poco densa en grado infinito de que se componen. Es un hecho demostrado que se han visto las estreilas de décima, undécima y aun de menor magnitud á través de la parte central de los cometas sín pérdida sensible de su brillo. Entre los observadores que han notado frecuentemente esle he- cho óptico figuran los nombres de Herschell, Piazzi, Bessel y Struve. En la mayor parte de los casos, dice Mr. Hind, no ha habido la menor disminucion perceptible en el brillo de la es- trella. En cuanto a las fases supuestas de los núcleos cometa- rios, era incompatible la direccion de la línea de los cuernos con la hipótesis de la iluminacion de un núcleo opaco, y los TOMO VIII. 1 2 diseños modernos de las apariencias cometarias explican fácil- mente el error de los que han admitido los núcleos opacos. Tomaremos por ejemplo el cometa muy conocido de Encke, que es á veces perceptible á la simple vista, y ofrece por lo general una masa redonda. En 1828 formaba un globo regular de 500.000 kilómetros de diámetro próximamente, sin núcleo marcado, y Mr. Slruve vió una estrella de 11.* magnitud á través de su parte central, sin notar disminucion de brillo. Por el contrario, en una observacion de Mr. Valz, una estrella de 7.* magnitud eclipsó casi por completo el brillo de un cometa esplendente. Partamos, pues, de estos hechos observados. Siendo asi que la interposicion de un cometa iluminado por el sol no disminuye sensiblemente el brillo de la estrella ante la cual forma una gasa luminosa, se deduce por consecuencia que el brillo del cometa no es la sexagésima parle del de la es- trella, porque en otro caso hubiera sido apreciable la interpo- sicion de una luz igual a la sexagésima parte de la de una es- trella. Puede por tanto concederse cuando más, que el brillo del cometa era igual en dicha proporcion á la luz de la estrella. Así pues, segun esta hipótesis, suponiendo que el cometa hu- biera sido 60 veces más luminoso, hubiera igualado enlonces al brillo de la estrella; y si aun se hubiese aumentado su luz otras 60 veces más, es decir, 3.600 veces, hubiera sido el cometa 60 veces más luminoso que la estrella, y la hubiera eclipsado á su vez con la superioridad de su brillo. La conclusion de todo esto es que hubiera sido necesario iluminar la sustancia comelaria más de 3.600 veces más que lo estaba entonces por el sol, para que hubiese oscurecido una estrella de 11.? magnitud. Se puede admitir que la luz de la luna hace que desaparez- can todas las estrellas inferiores á la 4.* magnitud; y por tanto la almósfera iluminada por la luna llena, adquiere bastante cla- ridad para hacer invisibles las estrellas de 5.2 magnitud, y de abi en adelante. Entre la 5.2 y 11.2 magnitud hay 6 órdenes de esta, y de acuerdo con la division que las regula, puede concederse que una estrella cuya magnitud sea superior á otra sólo en un grado, debe ser dos veces y media más luminosa que esta úl- 3 tima. En las publicaciones del observatorio de Oxford puede verse una buena compilacion sobre esta materia del excelente astrónomo Mr. Johnson, habiéndose publicado tambien hace muy poco un trabajo de Mr. Pogson acerca de la valuación de las magnitudes. De alli se deduce que la estrella de 5.2 magni- lud es cerca de 250 veces más brillante que otra de 11.* mag- nitud. Así que la iluminacion de la atmósfera por la luna es mucho más intensa que la iluminacion de la sustancia cometa- ria por el mismo sol, puesto que seria preciso que el cometa fuese 3.600 veces más luminoso para que llegase á extinguir una estrella de 11.? magnitud, al paso que la claridad de la atmósfera iluminada solo por la luna basta para poner invisi- bles las estrellas que son 250 veces más brillantes. La desproporcion se hace todavia más sorprendente cuando se considera que, segun las medidas de Wollaston á las cuales no opone objecion alguna Sir J. Herschell, la iluminacion de la luna llena es algo menor que la octo-centésima-milésima parte de la luz del sol lleno. Para completar los datos de nuestro calculo definitivo, re- cordaremos que segun la densidad del aire en las capas inferio- res de la almósfera y su peso total indicado por la columna barométrica, toda la capa aérea que constituye la atmósfera equivale á una capa de $ kilómetros de grueso próximamente, de igual densidad que la del aire en la superficie de la tierra. Ya hemos visto que sería necesario que el cometa fuese 3.600 veces mas luminoso para que extinguiera el brillo de una es- trella de 11.* magnitud: para hacer invisible otra de 5.? mag- nitud seria preciso que tuviese una brillantez 3600250 ma- yor que la suya. En otros términos, bastaria que la atmósfera fuese 3600250 veces ménos compacta que lo es para que equivaliese al cometa. Como 3600 <250 hacen 900000, bastaria la nono-cenlési- ma-milésima parte de la almósfera para obtener el mismo efecto de iluminacion que da el cometa; pero como este se halla alum- brado por el sol, al paso que la almósfera lo está sólo por la luna cuando amortigua las estrellas de 5.? magnitud, esta cir- cunslancia da aún á la atmósfera una ventaja en proporcion de 800000 a 1; lo cual, en identidad de circunstancias, da á la 4 atmósfera una superioridad igual á 900000Xx800000, ó sean 720000 millones. Pero lodavía hay más: siendo 500000 kilómetros el grueso de la sustancia cometaria, mientras que la de la atmósfera es solo 8, es necesario aumentar la razon anterior en la propor- cion de 500000 á 8, elevándose de este modo á 45000 mi- llones de millones: £5.000.000000.000000. Segun estos datos, no podria valuarse, respecto a densidad, la sustancia de un cometa en una cantidad tan elevada como la de la atmosfera disminuida por el enorme divisor de 45000 millones de millones. El choque de una sustancia lan poco com- pacta sería enteramente nulo, é imposible que penetrase par- tícula alguna suya ni aun en las partes más dilatadas de los límites extremos de nuestra atmósfera. Los gases pierden su propiedad elástica mucho antes de verse reducidos á tan lénue densidad, segun resulta de experimentos peculiares al autor, no creyendo este que pueda un gas á la presion ordinaria llenar en su totalidad un vaso que contuviese 20000 veces el volúmen primitivo del gas. La sustancia de los cometas es por conse- cuencia una especie de materia sumamente dividida, de gra- nos aislados y sin reaccion elástica mútua. Resulta de lo que precede, que así la masa como la densi— dad de un cometa son infinitamente pequeñas, y sin hipótesis alguna puede decirse que una lámina de áire ordinario de 1 milimetro de grueso, trasladada á la region de un cometa y alumbrada por el sol, seria mucho más brillante que él. La masa de la tierra, segun la densidad media dada por Baily, puede valuarse en 6 billones de billones de kilógramos, 6.000000.000000.000000.000000; asimilando más la materia de los cometas al áire, cuya densi- dad fuese 45000 billones, £5.000.000000.000000 de veces menor que la del áire ordinario, equivaldria esto á 5 asimilarla á la sustancia terrestre disminuida 194000 tri- llon es 194.000.000000.000000.000000 de veces de su densidad ordinaria. A este respecto, un cometa tan grande como la tierra pesaria solo 30000 kilógramos; lo cual equivale a 30 toneladas de 1000 kilógramos, ó bien al peso de 30 metros cúbicos de agua. GEODESIA. sobre la figura, las dimensiones y el peso especifico medio de la tierra, deducido de las operaciones trigonométricas hechas en la Gran Bretaña e Irlanda; por el teniente coronel James. (Nota leida á la Sociedad Real de Londres el 8 de mayo de 1856, y publicada el 1.” de febrero de 1857.) (L*Institut, 44 marzo 4857.) Las operaciones trigonométricas verificadas en el Reino- Unido principiaron en 1784 bajo los auspicios de la Sociedad Real, habiendo trazado la primera base el general Roy el 16 de abril de dicho año en Hounslow-Heat, á presencia de Sir José Banks, presidente de la Sociedad, y de algunos otros miem- bros de los más distinguidos. El principal objeto que se pro- puso entonces el gobierno fué poner en comunicacion los observatorios de París y Greenwich por medio de una trian— gulacion, á fin de poder determinar la diferencia de longitud entre ambos establecimientos. El primer tomo del Zrigonome- irical Survey contiene una narracion detallada de todas las ope- raciones. En el momento de verificarlas se procedia al mismo tiempo á la triangulacion de otros diversos condados de Ingla- terra, bajo la inspeccion del Director general de artillería, para levantar una carta militar del reino, y se decidió quelos conda- dos se ligarian á la base de Hounslow; pero si no se dirigieron en aquella época las operaciones con arreglo á un plan bastante general, todo se ha subsanado despues, dando mayor unidad; 6 de modo que si se elije por base cualquier lado de un triángulo, se reproduce la misma distancia cuando se calcula por cual- quiera olra porcion de la serie total de triángulos, y estando incorporadas en la referida triangulacion las cinco bases en que se funda, la mayor diferencia entre sus longitudes medidas y calculadas no excede de 3 pulgadas, y sin embargo algunas de dichas bases distan más de 400 millas. Se han medido muchas de 5 a 7 millas de largo, pero las que merecen más confianza son las de Lough-Foyle y Salisbury- Plain, que lo han sido con reglas compensadas del general Colby. La diferencia entre la longitud medida y la calculada de una base á otra de la triangulacion, es 0,4178 piés, 6 3 pulgadas inglesas próximamente. Dicha diferencia se ha dividido proporcionalmente a la raiz cuadrada de las longitudes de las bases medidas, para obte- ner la base media de que se ha hecho uso en la triangulacion; hay por consecuencia una diferencia de ++ 6—0,2 piés 0 24 pulgadas entre las longitudes medidas y calculadas de las refe- ridas bases y la base media. La de Hounslow-Heath se ha medido con cadenas de acero de Ramsden, de 100 piés de largo, y sólo difiere 0,173 piés ó cerca de 2 pulgadas de su longitud calculada por la base media. La base del Belhelvie, en Aberdeenshire, medida tambien con cadenas de acero, únicamente se diferencia en 0,24, ó me- nos de 3 pulgadas de la longitud calculada. La diferencia de las longitudes medida y calculada de la base de Misterton-Carr, cerca de Doncaster, medida lambien con cadenas de acero, es solo de 0,157 piés, Ó menor que 2 pulgadas. Debe advertirse que la diferencia entre las longitudes calculadas y medidas de estas tres bases (medidas con cade= nas) no es mayor que la de las longitudes medidas y calculadas de las bases del Lough-Foyle y Salisbury-Plain (medidas con reglas de compensacion), de lo cual puede deducirse que las bases medidas con las cadenas de acero merecen la mayor con- fianza; y cuando se compara su gran sencillez, la ligereza del peso y baratura, con el aparato complicado, de mucho peso y dispendioso de las reglas compensadoras, se reconoce que 7 dichas cadenas merecen usarse con más generalidad que se ha hecho en los últimos años, especialmente en las colonias y paises en que el trasporte de los objetos de gran peso se verifica con dificultad. La longitud de la base de Rhuddlan-Marsh, en Gales del Norte, medida con cadenas de acero, difiere 1,596 piés de la calculada; pero en atencion a la circunstancia de hallarse mal situados sus extremos respecto a las estaciones trigonométricas cercanas, y a ser los angulos muy agudos y mal observados, ha merecido poca confianza el resultado de la comparacion de sus longitudes calculada y medida. Uno de los principales resultados practicos que sobresale del trabajo completo de la triangulacion, es la posibilidad de grabar actualmente la latitud y longitud en las lineas marginales de las antiguas hojas de la carta de Inglalerra, trabajo en que se ocu- pan en el dia. Véanse ahora algunos detalles de las operaciones trigono- métricas y calculos que se han hecho y comunicado por Mr. A. R. Clarke, cuyos detalles pueden considerarse como un resúmen del trabajo completo que está actualmente en prensa. El diámetro ecuatorial de la tierra, segun se deduce de las operaciones del cuerpo de artillería, es 7926,610 millas (12.756411",579): es decir, cerca de 1 milla mayor que el dado por Mr. Airy en su obra relativa a la figura de la tierra, Beca 1 : y la elipticidad 200,33 > 9 Segun el cálculo congetural del mismo , Airy, mayor que ;¿,, número fijado en su citada obra. El peso especifico medio de la tierra tal como se deduce de las observaciones de Arthurs-Seat, se fijó en la precedente memoria en 5,14; pero revisados despues los cálculos, han dado 5,316. El peso especifico medio de la lierra, deducido sólo de las demás observaciones sobre la atraccion de las montañas que puedan inspirar alguna confianza, como sucede con las del monte Schehallien, es 32 ó casi 5,0, corregido finalmente por Hutton. Segun los experimentos hechos con unas esferas, se obtienen los siguientes resultados: Por Cavendish, corregido por Baily........ PO LIS Ue PO a e aldo pio da 8 5,44 Con las experiencias del péndulo, á una gran profundidad de la superficie, ha obtenido Mr. Airy 6,566. Las cuatro bases de comprobacion, si se comparan sus lon- gitudes medidas con las calculadas segun la media de las bases de Loug-Foyle y Salisbury-Plain, ofrecen las diferencias si- guientes: Hounslow, + 0,173 Mislertor-Car, — 0,157 Rhuddlan-Marsh, Belhelvie. + 1,596 +0,240 Los elementos del esferóide que representa con mayor apro- ximacion la superficie de la Gran-Bretaña, son Semi-diámetro ecuatorial 20.926.249 piés=3965,505 millas Idem polar.... . . =20.856.551 = 3930,064 j Achatamiento == 299,23 Por último, la tabla siguiente presenta las longitudes de los grados de latitud y longitud enla Gran-Bretaña. zz II nn A Latitud media. TRIANGULACION DEL CUERPO DE ARTILLER/A. Longitud en plés de 4% de latitud. Longitud en piés de 1% de longitud. CONFORME AL SEGUNDO ESFEROIDE. pa Longitud en piés de 4% de latitud. 7 Longitud en piés de 1 de longitud. a > ———— 364936,33 364999,14 365061,50 365123,34 363184,58 3065245,15 363304.96 3633063,96 363422,06 30651479,20 305535,30 235227, 42 230312,27 235326,39 220271,15 215148,11 209958,83 204704,953 199387,90 194009,57 188571,00 183074,50 364912,65 3649715,74 365038,38 365100,51 365162,02 305222,86 305282,94 305342,20 365400,57 365457,97 305514,32 235215,15 230300,33 225314,75 220259,79 215137,12 209948,14 204694,56 199377,84 193999,63 188561,57 183065, 41 A 9 Nota sobre el radio medio de la tierra; por Mx. Ban1ner. (Comptes rendus, 27 julio 1857.) Considerado el globo terrestre como un elipsóide de revo- lucion muy poco aplanado, claro está que el radio medio no es el término medio entre el radio del polo, que es único, y el ecuatorial, que es uno mismo para muchisimos puntos. Poisson tomó para radio de la tierra 6.366.200 metros, cuyo número se obtiene suponiendo el meridiano de 40 millo- nes de metros, segun la definicion del metro, y tomando una circunferencia de circulo de igual longitud. Teniendo esta cir- cunferencia 40 millones de metros de perímetro, tendrá por radio este número dividido por 27, lo que da 6.366.197 me- tros; pero como sería falso poner metros en una dimension que aun en el radio polar lleva consigo una incertidumbre de más de 1 kilómetro, es más exacto lal número que cual lo da la ciencia escribiéndolo 6.366.200 metros. Cuando en cualesquier cuestiones de paralaje se cita el ra- dio de la tierra, se sobre entiende expresamenle que es el ecua- torial. Asi, cuando se dice que la luna, segun su paralaje, está a una distancia de la tierra igual á 60 veces el radio de esla, se alude al del ecuador y no al medio de nuestro globo. La misma observacion cabe en los demás planetas. Otro radio del elipsóide terrestre tiene suma importancia en las atracciones de los esferóides, que es el correspondiente á una latitud cuyo cuadrado del seno es igual á 4, lo cual da 35 15 52" de latitud. Este ángulo aparece en la teoría de las mareas, y es la distancia zenital aparente de un astro en el mo- mento de que su accion no aumenta ni disminuye á la pesan- tez. Sale tambien este ángulo en las alracciones magnélicas, y lo mismo aquí que en las mareas lo da una langente cuyo cua- drado es 4, que equivale á otro cuyo cuadrado del seno seas. Para lener el radio verdadero medio de la tierra, es menes- ter tomar el radio de cada elemento superficial, multiplicarlo por la superficie de este, y dividirlo luego por la tolal del elip- sóide. La integral de esle cociente de denominador constante, dará el radio medio de la tierra. 10 Si se loma para unidad el radio del ecuador, el del polo será 1—a (a es el aplanamiento próximamente igual á la frac- 2 A cion 54»), y la ecuacion del meridiano será z Taza E a) 1 para y=0 da x=1, ó el radio del ecuador. da uE y=s 1—a ó el radio polar. Quede bien sentado, que á no buscarse una precision ima- ginaria, se debe despreciar el cuadrado y las potencias supe- riores de a. Con efecto, segun Mr. Airy se conoce sólo esta frac- cion con una aproximacion de 4, lo cual da + X 545 Ó 145 de incertidumbre; al paso que el cuadrado de 3% €S 5045, DÚMEro harto menor y respectivamente despreciable del todo. Desde luego se ve que si == sale ndo Dg, (IES =1%4 1=4 j ' y por último, vv ¡=a=15510. Una zona con ds por apolegma, tiene de superficie daxds; y ds=y de +d=—dev 1+dy da? La integral tomada de z=1 á z=0, da para superficie del semi -elipsóide Nótese que esta superficie equivale á la de una semi-esfera cuyo radio sea 1 1—-—4. 3 Lo mismo se halla que el volúmen de un elipsóide poco aplanado equivale al de una esfera de radio 11 1— za Segun MM. Airy, Bessel y Encke, el radio ecuatorial que aquí se toma por unidad es de 6.377400 metros. Siendo ;4, el aplanamiento, tiene 21.260 metros, con incertidumbre de ¿4 ó sea de 1.330 metros. Si se quiere tener la suma de todos los elementos del elip- sóide multiplicados por sus respectivos radios, habrá que tomar la integral de ads y Er, puesto que Y 1*+y* es la expresion del radio para el punto cuyas coordenadas son x é y. La integral de —do 14d Y Py 2 do” tomada de =1 á z—/, es PA 1—a). 9 Esta cantidad, dividida por 27 (1— 30, hallada antes para superficie del semi-elipsóide, dará el radio medio Si se hubiese tomado el termino medio entre el radio ecua- torial 1 y el polar 1—a, hubiera salido 1 == > a, bal que es inexacto. Como a es igual á 53, y el radio ecuatorial á 6.477.400 me- tros, sale el radio medio de la tierra 6.370.300 metros, 0 unas 1.600 leguas de á 4 kilómetros. 12 Me ha sorprendido mucho, añade Mr. Babinet, ver que este radio medio es cabalmente igual al correspondiente á la latitud cuyo cuadrado del seno es +; porque haciendo el cálculo con las mismas aproximaciones necesarias, sale para radio del elip- sóide poco aplanado 1—a sen.? l, siendo / la latitud; y si se hace este radio igual al medio 1 1I— 30 se tiene que 1 Za=1—a. sen.? l; y de aquí sen.? ao E Nolemos por último que en una elipse poco aplanada, daria el arco de =1 á z=0 la integral de ds, que entre estos limi- les es 7 1 a mientras que la suma de todos los radios correspondientes á cada elemento superficial es 3 (Ia), lo cual da para radio medio 1—a A 1 4 a ES 31. Así pues, en la elipse poco aplanada (no en el elipside) el radio medio es igual á la semi-suma de los semi-ejes mayor y menor. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GARCÍA NAVARRO.) _—_— AA — CIENCIAS FISICAS, —0009- GOD — FISICA. ——— Sobre los sonidos producidos por la combustion de gases en tubos; por Mr. TYyNDALL. (Bibliot. univ. de Ginebra, julio 4857.) En el primer tomo del diario de Nicholson, publicado en 1802, se dice que se descubrieron en Italia los sonidos que produce en los tubos la combustion del hidrógeno. El Dr. Hig- gins, en la misma coleccion, manifiesta que observó ya dicho fenómeno en 1777 al estudiar la formacion del agua en un vaso de cristal por medio de la combustion lenta de una pequeña corriente de hidrógeno. Chladni, en su Acústica, dada á luz en 1802, pag. 74, dice que De Luc habia hecho mencion de esos sonidos, pero explicandolos incorrectamente, en sus /deas sobre la meteorología. Tgnoro la fecha del tomo. El mismo Chladni probaba que los sonidos producidos eran idénticos á los de un cañon abierto de igual longitud que el tubo donde estaba la llama. Tambien logró sacar con un mismo tubo una nota y sonido en octava, y hasta la quinta de octava otra vez. En una memoria publicada en el Diario de fisica en 1802, trató de explicar dichos sonidos (G. de la Rive, atribuyéndolos á la condensacion y expansion alternativa del vapor acuoso; fun- dando su diclámen en una serie de experiencias tan elegantes como ingeniosas. En 1818 volvió á examinar este punto Mr. Faraday, y demostró que los sonidos se producen tambien aunque los tubos de cristal estén rodeados de una atmósfera superior á 100% C. Una nueva prueba de que no son efecto del vapor acuoso, es que pueden producirse por la combuslion del 14 óxido de carbono. Faraday explica esle fenómeno por cierta sucesion de esplosiones producidas por la combinacion periódica del oxigeno del aire con el hidrógeno. Este es indudablemente el verdadero origen de los expresados sonidos. Hasta ahora no se ha advertido, que yo sepa, que la elevacion de la nota producida depende de la dimension de la llama. Principiaré pues por tratar de este punto. Se puso un tubo de 25 pulgadas de largo en una corriente de hidrógeno inflamado; el sonido que produjo era el funda- mental del tubo. Con otro tubo de 123 pulgadas, puesto en la misma llama, no se logró sonido alguno. Habiendo bajado la llama para hacerla lo más pequeña posible, produjo entonces el segundo tubo una nota clara y melodiosa, que era la octava de la obtenida con el tubo de 25 pulgadas. Vuelto á poner este en la misma llama, ya no daba el so- nido fundamental, sino una nota idéntica exactamente a la del tubo de 124 pulgadas, cuya longitud era la mitad de la suya. Vemos por consecuencia que, si bien la rapidez con que se suceden unas esplosiones á otras depende de la longitud del tubo, influye tambien la llama alguna cosa en el resultado; y que para producir un sonido musical, la dimension ha de ser tal que las esplosiones se sucedan acordes con las vibraciones, ya de la nota fundamental, ó ya de uno de los sonidos armónicos. Variando la dimension de la llama y modificando la profun- didad en que estaba puesta en el tubo, he obtenido con uno de 6 piés y 9 pulgadas de largo, una serie de sonidos en rela- cion de los números 1, 2, 5, 4, 5. Estas experiencias explican la naturaleza caprichosa de los sonidos que resultan á veces en los experimentos que se veri- fican en las cátedras. Sin embargo, se pueden producir siempre sonidos claros y dulces, proporcionando de un modo conveniente el tamaño de la llama á la longitud de los tubos (1). (1) Con un tubo de 14 pulgadas de largo y una corriente de gas excesivamente ténue, he obtenido, sin variar la cantidad de gas, una nota y sonido octava; la llama posee la facultad de alterar sus propias dimen- siones para producir los dos sonidos. 15 Desde las experiencias de M. Faraday, si no me engaño, ha permanecido en tal estado el asunto hasta una publicacion muy moderna. En uno de los últimos números de los Anales de Pog- gendorff, describe M. Schaffgotsch una experiencia interesante que ha dado motivo á algunas observaciones del mismo profe- sor Poggendorff. Al producir un sonido musical con un mechero ordinario de gas de alumbrado, se ha advertido que cantando la misma nota con la voz, toma la llama un movimiento vivo que se puede aumentar hasta estinguirla. M. Schaffgotsch no des- cribe las condiciones necesarias para el buen éxito de este expe- rimento, y tratando de reproducirlo ha sido como he descubierto los hechos que forman el asunto principal de esta nota. Adver- tiré que hay seguridad de obtener el resultado de M. Schaff- gotsch, siempre que salga el gas á una presion suficiente por un orificio muy pequeño. En mis primeras experiencias he usado un mechero de laton de 10% pulgadas de largo, cuyo orificio tenia ,; de pulgada de diametro. Cuando se producia con la voz la nota oportuna, era tan fuerte la oscilacion de la llama en el tubo de cristal, que podian observarla á un tiempo más de cien personas. Habiendo puesto una sirena á dos 6 tres piés de distancia de la llama sonora, y elevado gradualmente la nota que producia la primera, oscilaba la llama, elevándose ó bajando alternati- vamente en el tubo cuando los sonidos de ambas se aproximaban al acorde. Cuanto mas perfecto era este, iba siendo más lenta la oscilacion; y cuando llegaba á ser completa, cesaba el movi- miento por un momento. Si se hacia más agudo el sonido de la sirena, principiaba de nuevo el movimiento de la llama, las oscilaciones eran cada vez más rápidas hasta el punto de no poderlas distinguir la vista. Este experimento prueba que las oscilaciones observadas por M. Schaffgotsch no son otra cosa mas que la manifestacion óp= tica de las pulsaciones que se producen cuando dos notas están próximas al acorde, pudiéndose percibir dichas pulsaciones en concordancia exacta con el alargamiento ó las disminuciones de la llama. Lo que es exacto respecto á la sirena, lo es tambien para la voz. Variando y repitiendo las referidas experiencias, me sucedió 16 una vez, con gran sorpresa mia, que una llama que no daba sonido alguno al arder dentro del tubo, produjo uno repentina- mente cuando di con la voz la nota de él. Poniendo el dedo en su extremidad, detuve el sonido, y obluve el mismo resultado al principiar de nuevo el experimento. Entonces puse la sirena, como anteriormente, cerca de la llama, que ardia silenciosamente en el tubo. Elevando gradual- mente el sonido de aquella, partiendo de las notas más graves, en el momento de llegar al del tubo que resguardaba la llama, principiaba esta á prolongarse produciendo un sonido que per- sistia indefinidamente despues de concluir de resonar la sirena. Este resultado se obtiene facilmente con el mechero descrito y un tubo de cristal de 12 pulgadas de largo y de ¿ a 3 de diá- metro. Si se canta una nota algo más alla 6 más baja que el sonido del tubo, no produce efecto alguno visible en la llama, siendo preciso que se eslée muy próximo al acorde para dislin- guir las pulsaciones. Variando la longitud del tubo cambia tambien el sonido fundamental, y naturalmente se necesita modificar la voz para producir dicho efecto. Las oscilaciones de la llama de que he hablado coinciden per- fectamente con las pulsaciones, y las produce muy bien un tono que dé la misma nota que la llama. Si se carga el tono de modo que se allere algun tanto el acorde, se nola una concordancia perfecta entre las oscilaciones de la llama y las pulsaciones. Si se pone el tono delante de un aparato de refuerzo del sonido, pueden ver las oscilaciones de la llama y oir las pulsaciones muchos centenares de personas á la vez. Modificando alguna cosa el sonido del tono, varia el número de pulsaciones y el de las oscilaciones de la llama al mismo tiempo. Igual resultado he obtenido con el tono que con la voz ó la sirena. Cuando una llama arde silenciosamente en un tubo, con aproximar un tono que dé la nota suya, se siente al momento el sonido. Por medio de una serie de tubos de 103 a 29 pul- gadas de largo, he obtenido dicho resultado. Tambien se puede hacer la siguiente experiencia : póngase una serie de tubos capa- ces de producir las nolas de la escala de unos mecheros encen- didos, disponiéndolos de modo que no se produzca sonido alguno: tóquese despues una escala en un instrumento bastante 17 sonoro, colocado á distancia de 20 á 30 metros, y á cada nota que se toque se obtendrá el sonido en el tubo correspondiente. Debo adverlir sin embargo, que con el mechero que he usado la experiencia es más cómoda con un tubo de 11 6 12 pulgadas; si los tubos son más largos, es tambien más difícil evitar la produccion espontanea del sonido sin excilacion alguna exterior. Para obtener buen resultado es preciso fijarse en lo siguiente. Con un tubo de 12 pulgadas, por ejemplo, la llama ha de estar metida a cierta profundidad para producir el sonido con el máximo de intensidad. Si se pone a una profundidad algo menor, la intensidad no es tan grande; y si se continúa sacando la llama, puede llegarse á un punto Á en que cese enle- ramente el sonido. La llama puede arder silenciosamente á cierta distancia más arriba de dicho punto, pero si entonces se la excila con la voz, sale al momento el sonido. Cuando la llama se halla muy próxima al punto A, la voz ó tono determinan la produccion del sonido, pero solo dura un momento. Algo más arriba de él, la llama arde silenciosamente si no se la excita, pero una vez principiado el sonido, ya no se interrumpe. Con una llama situada de modo que no era muy sensible á las excilaciones esteriores, he podido invertir el efecto que se acaba de describir, y hacer cesar á arbitrio el sonido con el de mi voz ó el de un tono, sin necesidad de apagar la llama. De este modo es posible conseguir que obedezca á la voz una llama, y que hable 0 calle como se quiera. Palmoteando simplemente, produciendo una esplosion, haciendo resonar un sonido que no esté al acorde, ó sacudiendo el tubo que resguarda la llama, no se obtiene el mismo resul- tado si se opera convenientemente. Cada uno de estos modos de perturbación afecta indudablemente á la llama, pero no se acu- mulan las impulsiones como sucede en el caso de producirse la nola del tubo. Parece como que la llama sea sorda á una sola impulsion, como lo estaria probablemente el timpano: se nece- sita una acumulacion de impulso para darle un movimiento bas- tante fuerte. Basta la diferencia de un semitono entre dos dia- pasones, para que uno de ellos pueda producir el sonido de la llama y el otro no. TOMO VIII, 18 He dicho que ha de producirse con la voz la nota del tubo que rodea á la llama; más exacto seria decir: la nota producida por la llama cuando da un sonido. En todos los casos, esa nola es sensiblemente más alla que la que produce el tubo abierto cuando no contiene llama; efectivamente, la temperatura de la columna vibrante no es entonces tan elevada. Un tubo abierto, por ejemplo, que da un máximo de refuerzo cuando se hace vibrar un tono encima de una extremidad suya, produce con la llama una nola más elevada que la del tono. Para obtener otra igual á esta última, es preciso alargar el tubo. ¿Cuál es la constilucion de la llama del gas mientras pro- duce sonidos musicales ? Sobre este punto quiero llamar ahora la atencion. Mirada á la simple vista parece constante la llama sonora; ¿pero es real esa constancia? Si se supone que toda vibracion va acompañada de un cambio fisico en la llama, no podria distinguirlo la vista natural por la rapidez con que se suceden las vibraciones. La luz de la llama pareceria continua por la misma razon que la parte turbia de un chorro líquido nos parece continua, aunque es posible averiguar por medios ade- cuados que dicha parte se compone de gotas aisladas. Si hace- mos que pase rápidamente por diferentes porciones de la retina la imágen de la llama, los cambios que acompañan á las impul- siones periódicas se manifiestan por el caracter de la imágen trazada en la referida forma. Con un tubo de cristal de 3 piés y 2 pulgadas de largo, y de 13 pulgada próximamente de diámetro interior, puesto sobre una llama sumamente pequeña de gas olefianle (el gas ordinario pudiera servir lo mismo), he obtenido la nola fundamental del tubo: moviendo la cabeza de derecha a izquierda, se separa la imágen de la llama sonora en una serie de imágenes dislintas: la distancia entre estas depende de la rapidez con que se mueve sa cabeza. La separacion de las imágenes se obtiene todavía más facilmente empleando un tubo de 6 piés 9 pulgadas de largo y de mayor llama. Una señora, á quien tuve la satisfaccion de enseñar mis experiencias, me sugirió la idea de que moviendo unos anteojos de teatro de derecha a izquierda delante de la vista, se obten- dria el mismo resultado. 19 Pero el modo más cómodo de observacion consiste en usar un espejo: de este modo puede verse la llama, ó directamente en él, ó por proyeccion sobre una pantalla. Al efecto se pone una lente de 33 centimetros de foco delante de una llama de gas ordinario, de 1 pulgada de altura próximamente, y se sus- pende una pantalla de papel á unos 6 ú $ piés detrás de la llama. Delante de la lente debe haber un espejito para recibir la luz que pasa por la lente y reflejarla en la pantalla. La lente se co- loca de modo que se obtenga una imágen inversa de la llama y muy clara. Si se pone en movimiento el espejo, se disloca la imágen, y a causa de la persistencia de las impresiones en la retina, se obtiene una franja luminosa contínua cuando es rápido el movimiento. Si el espejo permanece inmóvil y se pone el tubo de 6 piés 9 pulgadas en la llama, varia esta de forma al momento que principia el sonido, mas la imágen permanece muy clara en la pantalla. Pero moviendo el espejo se obtiene un efecto total- mente diverso: en vez de una franja luminosa contínua, se observa una serie de imágenes distintas de la llama sonora. La distancia que las separa varía con el movimiento del espejo, y por consecuencia se puede llegar á formar una cadena de imá- genes haciendo girar convenientemente el reflector. La expe- riencia es agradabilísima, y puede verla una numerosa concur- rencia de una habitacion oscura. El mismo experimento se ha repetido con algunas modifi- caciones. Se ha cubierto un prisma triangular de madera con trozos rectangulares de cristal azogado, colgándolo con un hilo y teniendo su eje vertical; torciendo luego el hilo, ha princi- piado á girar el prisma á impulso de la torsion. Sus tres caras, recibiendo sucesivamente los rayos de luz enviados por la llama á través de la lente que hay delante de ella, proyectan la imá- gen en la pantalla. Cuando principia el movimiento están separadas ligeramente las imágenes, pero segun se aproxima á su máximo la velocidad, aumenta la distancia más y más. Pa- sado dicho punto vuelven á aproximarse sucesivamente las imagenes, concluyendo por presentar la apariencia de una especie de borbollon luminoso. Obrando nuevamente la torsion se produce la misma serie de efectos, pero con movimiento en t 20 sentido opuesto. En estas experiencias, la mitad del tubo que miraba á la pantalla estaba dada de negro de humo, para cortar la luz directa que hubiera proyectado la llama en aquella (1). ¿Pero cuál es el estado de la llama en el intervalo que separa las dos imágenes ? La llama del gas ordinario, 0 del ole- fiante, debe su brillo á las particulas sólidas de carbono que contiene. Si soplamos á una corriente de gas ardiendo, se per- cibe un sonido; es una pequeña esplosion que se verifica, suce- diendo á veces que el brillo desaparece al mismo tiempo. En las noches que hace áire, los mecheros de gas de las tiendas carecen casi completamente de su brillo, y arden con una llama azul. De la misma manera, la corriente de áire de un soplete ordinario priva al gas del alumbrado en combustion de su bri- lante luz. De aquí deduzco por conclusion, que las esplosiones, cuya repeticion produce el sonido musical, hacen en el momento de verificarse que la combustion sea bastante perfecta para consumir las partículas sólidas del carbono; pero se me figuraba que examinando mejor la imágen en la pantalla, debiera verse que están unidas por una tinta azul, invisible en las experien- cias de proyeccion á causa de su débil intensidad. Así sucede efeclivamenle en muchos experimentos. Distaba mucho por consecuencia de esperar el resultado siguiente. Habiéndose procurado una llama de gas olefiante lo más pequeña posible, se dispuso el tubo de 3 piés 2 pulgadas: la llama se prolongó al producir el sonido, perdiendo algo de su claridad aunque conservando el brillo en la punta; mirándola en el espejo en movimiento, se distinguia una línea parecida á un rosario de extraordinaria hermosura. El centro de cada (1) Despues de verificadas las experiencias referidas, ha llamado mi atencion M. Wheatstone sobre el siguiente pasage, que prueba que ha sido el primero en usar el espejo giratorio para examinar la llama sonora: «Una llama de gas hidrógeno que arde al aire libre, presenta un círculo contínuo en el espejo; pero cuando produce un sonido en un tubo de cris- tal, se observa una intermitencia de intensidad que ofrece el aspecto de una cadena, indicando contracciones y dilataciones alternativas de la llama, que corresponden á las vibraciones sonoras de la columna de aire.» (Philosoph. Transact., 1834, pág. 586.) 21 cuenta lo formaba una estrellita luminosa; luego se veia sin interrupción un espacio iluminado por una hermosa luz azul, que se terminaba dejando tras sí, segun pude juzgar, otro espacio perfectamente oscuro entre sí y la estrella luminosa siguiente. Cuando tenga tiempo he de examinar este hecho: pero en mi juicio, la llama se apagaba y volvia á encender en corres- pondencia con las vibraciones sonoras. Si se coloca en un tubo una llama silenciosa, pero suscep- tible de ser excitada por la voz en la forma descrita, produce una linea contínua de luz cuando se la observa con el espejo; nO CONOZCO experiencia mas bonita que ver entonces resolverse dicha línea en una cadena de perlas luminosas al momento que se canta la nota correspondiente. Esta experiencia puede hacerse a una gran distancia de la corriente de gas y volviéndole la espalda. Tambien es interesantísimo observar la variacion producida en la línea de forma de rosario, cuando se coloca un tono capaz de producir con el sonido pulsaciones en la llama encima del tubo Ó de un aparato de refuerzo. No quiero entrar ahora en detalles más minuciosos acerca de estos resultados. Creo haber dicho lo bastante para comprometer á los experimentadores á que tralen de producir por sí mismos dichos efectos: mayor satisfaccion tendrán en verlos que en leer su descripcion. QUÍMICA. Memoria sobre los equivalentes de los cuerpos simples; por Mk. J. Dumas. (Comptes rendus, 9 roviembre 1857.) Los equivalentes de los cuerpos simples, es decir, los pesos respectivos de las partículas materiales cuya combinacion pro- duce todos los cuerpos de la naturaleza, los determinó Berze- lius en su mayor parte con tal cuidado que satisfacen todas las necesidades de la química práctica, aun en circunstancias deli- 22 cadas y que ofrecen complicacion. Con su auxilio se manifiesta la verdadera fórmula de los cuerpos compuestos, no dejando duda alguna en el ánimo del que los usa para subir de los resul- tados brutos de una análisis á su expresion simbólica. Solo el carbono presentaba una excepcion considerable bajo este punto de vista. Su equivalente, valuado muy alto, hacia falsas Ó inciertas las fórmulas de lodos los cuerpos de la quí- mica orgánica abundantes en carbono, cuyas análisis se habian verificado con exactitud. Al rectificarlos se han revisado lam- bien dichas fórmulas, y nada indica hoy en los trabajos nume- rosos de que son objeto las materias orgánicas, que los elemen- tos de los cálculos adoptados para su interpretacion dejen que desear en cuanto a precision. Debia parecer por consiguiente casi innecesario ocuparse de nuevo de una materia agotada, á no ser para el conocimiento de los equivalentes de algunos cuerpos nuevamente descubier- tos, Ó para rectificar ciertos equivalentes en corlo número, cuya determinacion se hizo al principio por medio de sustancias de dudosa pureza. Sin embargo, he creido que podria ser útil á los intereses de la ciencia emprender una revision general de los equivalentes de los cuerpos simples, trabajo de que me ocupo hace mucho tiempo, pero que seguramente no podrá estar concluido hasta fin del año próximo. Se necesilan efectivamente muchas horas de larea y grandes esfuerzos de atencion para procurarse las materias variadas que exige semejante trabajo, analizarlas luego á fin de asegurarse que se hallan en el estado de pureza indispensable en tales casos, y someterlas por último á las prue- bas de donde se deduce la determinacion precisa del equiva- lente que están destinadas á dar á conocer. Si me ha parecido necesaria esta revision, es porque los números exactos que representan los equivalentes de los cuer= pos simples no solo son úliles al fabricante, que halla en ellos la regla y la critica de las operaciones de su fabrica; al químico, que los usa para convertir sus análisis en fórmulas; al físico, que hace de ellos la verdadera unidad de peso por la que se han hecho comparables las propiedades de los cuerpos; sino que además esas mismas cifras abren al parecer a la filosofia 23 natural, por las relaciones singulares que en ellas se mani- liestan, nuevos y exlensos horizontes. Berzelius, que hizo de esta cuestion el objeto de las expe- riencias y medilaciones de su vida entera, estaba convencido de que Jos números que representan los equivalentes de los cuerpos simples, sólo tenian entre sí relaciones casuales, que hasta desaparecian con frecuencia á medida que, mejor inlerro- gada la experiencia, permitia al observador apreciar más de cerca los verdaderos valores de cada equivalente. Por el contrario, un químico inglés, el Dr. Prout, señaló hace mucho tiempo una relacion singular que se manifiesta entre dichas cifras tan disparatadas al principio, probando que, tomando por unidad el equivalente del hidrógeno, los de los olros cuerpos simples se expresan generalmente por números enleros, y hasta poco allos en la mayor parte de los casos. Además se reconoció que ciertos equivalentes, los de los cuerpos más análogos por sus propiedades, son á veces iguales, ó al menos se hallan ligados entre si por razones sencillísimas, como la de 1 : 2, por ejemplo. Igualmente se descubrió que, considerados tres cuerpos muy próximos unos de olros por sus apariencias químicas, se halla frecuentemente representado el equivalente del cuerpo intermedio por el término medio exacto del peso de los equiva- lentes de los dos elementos extremos. Por último, obligado en 1851, en una sesion de la Asocia- cion británica para el adelanto de las ciencias, á manifestar mi parecer acerca de la causa de las referidas relaciones que habia denunciado repetidas veces al interés de los químicos, hice ver que, segun la comparacion de los números oblenidos para repre- sentar los equivalentes de los elementos simples propiamente dichos, era permitido creer que la generacion de tales cifras procedia de leyes semejantes á las que se descubren con un estudio atento en la de los equivalentes de los elementos com- puestos ó radicales de la química orgánica. Asi, pues, se presentan dos opiniones. Una, seguida al parecer por Berzelius, conduce á conside- rar los elementos simples de la química mineral como unos seres distintos, independientes unos de otros, cuyas moléculas 24” no tienen mas de comun que su fijeza, su inmutabilidad y eler- nidad. Segun esta, hay tantas materias diferentes como elemen- tos quimicos. La otra da lugar á suponer, por el contrario, que la con- densacion de una materia única, el hidrógeno por ejemplo, pudiera muy bien constituir las moléculas de los diversos ele- mentos quimicos actuales, aceptando como verdadera la nota- ble relacion observada por el Dr. Prout, y como fundada la eleccion de su unidad. Segun ella, debe admitirse que unas cantidades iguales de dicha materia única, combinadas de diverso modo, constituyen elementos del mismo peso, pero dolados de propiedades dife- rentes. Y no sería contradictorio á la misma teoría considerar la molécula intermedia de otros dos elementos de la misma familia como producto de la union de dos semi-moléculas de los ele- menlos extremos. Finalmente, asimila por su constitucion presunta los supues- tos radicales simples de la quimica mineral á los compuestos de la organica, cuya constitucion se conoce, diferenciándose sin embargo los primeros de los segundos por una estabilidad infinitamente mayor, y lal que serian insuficientes las fuerzas de que dispone la química para operar la duplicacion. Los problemas expuestos, que seguramente deben colocarse entre los mas elevados que puede proponerse la química y tener que resolver, ¿son accesibles con auxilio de los números reuni- dos por Berzelius con tanta perseverancia y talento? No lo creo asi. Muchas veces he tratado, como lo ha hecho por su parle M. Josiah Cooke, de compararlos, combinarlos y discutirlos, con la esperanza de sacar de ellos alguna conclusion cierta, pero nunca he obtenido mas que la duda. Si algunos equivalentes se pueden clasificar sin correcciones en un corto número de series como términos ligados entre sí por relaciones numéricas incon- trovertibles, hay otros, y precisamente los que mejor se cono cen, en que no da resultado tentativa alguna de dicho género. No me atrevia por tanto á considerar como falaces y casua- les unas relaciones notables por su precision, sencillez y fre- cuencia, ni á considerar como general una ley sujeta á las más 25 graves é importantes excepciones. En tal estado solo quedaba que tomar el partido único que está de acuerdo con la filosofía de las ciencias experimentales; es decir, como propuse en Ips- wich, descomponer el problema general en cuestiones especia- les circunscrilas en grado suficiente para hacerlas susceptibles de convertirlas en experimentos, y someterlas a la prueba deci- siva de la observacion directa, al juicio imparcial de la ba- lanza. Los resultados de eslos estudios son los que voy a presentar ala Academia. Primera cuestion. Los equivalentes de todos los cuerpos simples ¿son multiplos en números enteros del equivalente del hidrógeno? Dos equivalentes causan de una manera notable una excep- cion a la regla de Prout, y son el cloro entre los metalóides y el cobre entre los metales. Puede suceder con efecto que tra- tándose de una sustancia rara, dé la primera aproximacion un equivalente fraccionario, y que un estudio más detenido lo con- vierta despues en un número entero. Ese primer ensayo peca por lo regular por haberse verificado ya con una sustancia impura todavía, Ó bien por un método de insuficiente preci- sion, ó con cantidades de materia demasiado pequeñas. Mas en lo relativo al cloro y cobre, y principalmente respecto al pri- mero de dichos cuerpos, han sido tan numerosas las pruebas, tan correctamente elegidos los métodos, y dirigidas por lo regu- lar las experiencias con la expresa mira de resolver la cuestion que acabo de plantear, que pudiera haberse considerado no ser absolutamente necesaria una nueva tentativa. Sin embargo, el equivalente del cloro debia entrar en mu- chas de mis determinaciones como medio de comprobacion, y me ha parecido indispensable rectificarlo por los mismos méto- dos que habian de utilizarse despues para los demás cuerpos. En consecuencia he adoptado la siguiente marcha para ligarlo aún más directamente al del hidrógeno. Tomado el hidrógeno por unidad: El oxígeno está representado por $, segun lo he demostrado con la síntesis del agua. El carbono por 6, segun demostracion con la síntesis del 26 ácido carbónico, de un trabajo hecho de acuerdo con M. Has. El ázoe por 14; lo siento así por la combustion del amo- niaco y la del cianógeno, fundándome en los equivalentes ya determinados del hidrógeno y carbono. La plata se halla representada por 108. Las experiencias tan perfectas acerca de la composicion de su nitrato, verificadas por M. de Marignac, no dejan duda alguna sobre este particular, Basla para calcularlos tomar el n.* 14 como equivalente del azoe, y $ para el del oxigeno. Admilido esto, he querido averiguar cuánto cloro exigian 108 partes de plata para convertirse en cloruro de lo mismo. Al efecto puse en un tubo de cristal, con una de sus extremi- dades muy aguda, la plata pura en granalla que trataba de clorurar. Dirigí al tubo una corriente de cloro puro y seco, pro- duciendo, por medio de un calor adecuado, la combustion de la plata con el cloro, y la fusion de un cloruro de plata formado. En un experimento de esta clase solo hay que hacer, como se ve, tres pesos: 1.” el del tubo vacio de aire; 2.” el del tubo en el mismo estado cuando contiene la plata; 3.2 el del tubo siempre vacio de áire cuando contiene el cloruro de plata. Con auxilio de una llave que se adapta al tubo puede extraérsele el aire y pesarlo en. tal estado. Como tara he usado un tubo igual al primero para que lo equilibre. De este modo se pesan en el vacio la plata y el cloruro, obteniéndose su peso absoluto. Finalmente, para preservarse de las causas constantes de error que, en identidad de circunstancias, ejercen siempre el mismo influjo, dando resultados que, aunque siempre parecidos, no por eso dejan de ser inexactos, he evitado el uso de un mismo peso de plata para cada uno de mis experimentos. En el pri- mero operé con 5 gramos próximamente, en el segundo con 10 y con 20 en el tercero. Semejante ardid, cuyo uso recomiendo de nuevo á los químicos para todas las experiencias delicadas, es el más seguro que conozco para descubrir y poner en evi- dencia las causas constantes de error que encierra una expe- riencia dada. No basta, para adquirir seguridad de un número, verlo reproducirse cuando se emplean los mismos medios que 27 lo produjeron primero; es preciso oblenerlo de nuevo valién- dose de otros diferentes. 108 gramos de plata han exigido 358",5 de cloro para con- verlirse en cloruro. Esta cifra concuerda con las antiguas delerminaciones de Wenzel y Berzelius, lo mismo que con las experiencias más modernas y lan perfectas de M. Pelouze, M. Maumené y M. de Marignac. La sencillez del medio empleado para oblenerla bas- taria para disipar todas las objeciones, si alguna hubiera que- dado despues de los trabajos de los sabios que acabo de citar. Por consecuencia, la ley de Proul no es general, no siendo aplicable al cloro. Los experimentos que he hecho con el cobre, bien redu- ciendo su bióxido, bien trasformándolo en sulfuro de cobre, ponen el equivalente de dicho metal entre 31 y 32; pero aún no son bastante acordes los resultados para poderlos aceptar como definitivos. Mas adelante se verá que los otros cuerpos simples que he tenido ocasion de estudiar entran por el contrario sin dificultad al parecer en la ley de Prout, suministrando unos equivalentes exactamente múltiplos del que tiene el hidrógeno. Basta sin embargo que se advierta una sola excepcion para que no haya de limitarse el examen, en cada caso particular, a saber si los resultados obtenidos en la determinacion de un equivalente se aproximan más a cierto número enlero que al anlerior que le precede 0 al que le sigue: es preciso asegurarse además de que no convergen constantemente dichos resultados hácia un mismo número fraccionario. No confirmándose en su expresion absoluta la ley de Prout, ni siendo todos los equivalentes de los cuerpos simples unos múltiplos de el del hidrógeno por un número entero, ¿debe dedu- cirse por esto que Proul no inscribió en la historia de la ciencia mas que una ilusion en vez de una verdad ? No es esa mi opinion. Prout llegó á descubrir: 1. que los equivalentes de los cuerpos simples comparados con cierla uni- dad se representaban por números enleros; 2." que esa unidad era al parecer el hidrógeno, cuerpo en efecto cuyo equivalente hasta ahora es el mas leve. 28 La primera parte de la ley de Prout es siempre verdadera. Los elementos de los cuerpos simples son todos múltiplos de la unidad por un número entero; solo que, segun lo ha advertido ya M. de Marignac, cuyo pensamiento interpreto, dicha unidad puede estar representada, respecto al cloro y tal vez al cobre, por un cuerpo desconocido cuyo equivalente sea un peso igual á la mitad de el del hidrógeno. Cuando se ve que los elementos mejor estudiados bajo este aspecto, excepto el cloro y cobre, lienen todos unos equivalen- tes representados por números enteros, parece más natural colocar la unidad más baja para que entren en la regla los cuerpos excepcionales, que no negar su existencia cuando la confirman tantos ejemplos. Diremos pues que los equivalentes de los cuerpos simples son casi todos múltiplos por números enteros del equivalente del hidrógeno tomado por unidad; que sin embargo, tratándose del cloro al menos, la unidad ú que conviene compararlo es igual á 0,5 sólo del equivalente del hidrógeno. Segunda cuestion: ¿Existen cuerpos simples cuyos equiva= lentes sean entre si en peso como 1: 1,60 como 1 : 2? La respuesta no parece dudosa cuando se echa una ojeada a la tabla de equivalentes; pero es lan fácil crear esas relacio- nes, ó destruirlas disminuyendo ó aumentando los equivalentes en que se encuentran, sin salir de los límites indicados por la incertidumbre ordinaria de los resultados de la experiencia, que por lo regular ninguna conclusion segura puede deducirse de ellas. Para probarlo, me bastará presentar á la Academia los he- chos que he observado en el molibdeno y el tungsteno. Estos dos cuerpos simples pasan por tener unos equivalentes tan próximos á realizar la proporcion de 1: 2, que la Única duda que hasta estos últimos tiempos se ha tenido respecto de ellos, consistia en saber si debian representarse por 46 y 92 6 por 47 y 94. Pareciéndome fácil obtener en cantidad considerable y en estado puro el ácido molíbdico y el túngstico, siendo además reducibles ambos por el hidrógeno, elegí primeramente dichos dos cuerpos como base de la comprobacion que me proponia. 29 lenoraba las dificultades que me aguardaban, en cuanto al tungsteno, en estas experiencias que me han ocupado por mu- chos meses y que he tenido que repetir bajo todas formas, para conseguir la separacion de toda causa de error. Respecto al molibdeno no he hallado dificultad alguna for- mal. El ácido molibdico preparado por medio del sulfuro nalural de molibdeno, sometido al tostado en una corriente de gas oxigeno, estaba en magníficos cristales de muchos centime— tros de largo. El peso se hizo en una navela de porcelana sin barniz. Su reduccion por el hidrógeno se principió á una tem- peratura baja en un tubo de cristal, para evitar toda subli- macion del ácido molibdico, concluyéndola en otro tubo de porcelana sin barnizar a la temperatura de un buen horno de reverbero, sostenida hasta tanto que el molibdeno que quedaba en la naveta habia dejado de perder de su peso hacia muchas horas. El equivalente del molibdeno, determinado por medio de tres ejemplares distintos del ácido molibdico, se ha manifes- tado siempre igual á 48. El tungsteno me dió primero unos resultados más discordes. El ácido túngstico destinado á la reduccion lo preparé por me- dio de la calcinacion bien lenta del tungstato de amoniaco; pero luego que obtuve un acido túngstico teñido de verde, en vano le someti al rojo durante algunas horas por medio de la accion de una corriente de oxigeno 0 de otra de vapor nitroso: no lo- gré modificar el matiz, y el equivalente resultaba mucho más elevado que cuando operé con ácido túngstico de un amarillo dorado. Para conseguir ácido túngstico conslante, es preciso evilar exponerlo á toda causa de reduccion mientras se prepara, por- que una vez sometido á una reduccion parcial, es imposible volverlo al estado de ácido túngstico, á no convertirlo nueva- mente en tungstato. Si se quiere extraerlo del tungstato de amoniaco por calci- nacion, es indispensable que se halle esta sal en cristales muy marcados y voluminosos. Si está en prismas delicados y como si fueran de seda, siempre se adverlirá la masa salpicada de manchas verdes, indicios cier tos de una reduccion parcial, por 30 mucho cuidado que se haya tenido de extender la sal en una capa ténue, y por variadas que hayan sido la circunstancias y temperatura de la descomposicion. Con el tungstato de amoniaco en prismas muy marcados se obtiene por el contrario un ácido túngstico de un amarillo algo anaranjado, enteramente uniforme con tal que se haga la calci- nacion en pequeñas cantidades y por capas suliles en una cáp- sula de porcelana de fondo plano, sostenida á la entrada de la mufla de un horno de copela. La preparacion se concluye diri- giendo el ácido al fondo de la mufla y sosteniéndolo allí al rojo mientras no pierde los últimos vestigios de amoniaco. Tambien se puede descomponer el tungslato de amoniaco con auxilio del cloro. El precipitado de ácido lúnegstico se lava primero con agua cargada de cloro, y luego con otra acidulada con ácido azóico, secandolo por úllimo en el mismo recipiente en que se produce. Los químicos que han tratado antes que yo de reducir el acido túngstico por medio del hidrógeno, se sirvieron de navetas de platino para depositar en ellas su ácido. Yo he observado que el tunsgleno reducido se une al platino, volviéndolo cristalino gris, agrio y fragil. Cuando este último metal ha sufrido dicha accion es facil reducirlo á polvo, por cuya razon he renunciado á SU Uso. A su vez la porcelana barnizada favorece la reduccion del acido túngstico en su óxido, que se adhiere al barniz, y que re- siste la accion ulterior del hidrógeno. Ha sido pues necesario proscribir tambien el uso de las navelas de porcelana, y aun el de los tubos ordinarios, y mandar fabricar expresamente para estas experiencias unas navetas y tubos de bizcocho. Finalmente, el ácido túngstico fijo goza de una movilidad puramente mecánica, mucho más dificil de dominar que la vo- latilidad del ácido molibdico. Cuando se somete el ácido túngs- tico á la accion de una corriente, aunque sea lentisima, de gas hidrógeno en un tubo de porcelana roja, se advierte que el tungsteno que arrastra el vapor de agua que se forma colora de gris las paredes de aquel hasta 20 6 30 centimetros de la na- vela. Este inconveniente solo se evita principiando la reduccion en un tubo de cristal á una temperatura muy baja primero, 31 y elevada luego á un grado tal que se ablande el vidrio, ler minándola en el tubo de porcelana sin barnizar, el cual debe subsistir incoloro. Lo mismo ha de observarse en los bordes y parte exterior de la naveta. Desde el momenlo que no sucede esto, es señal de que ha pasado tungsteno, y ya no es posible contar con los resultados obtenidos. Despues de separadas sucesivamente todas estas causas de error, he obtenido 92 como equivalente del tungsteno de un modo muy constante, para que pueda quedar la menor duda acerca de la exactitud de dicha cifra. Así pues, el molibdeno y el tungsteno, unidos por la estre- cha analogía de todas sus propiedades químicas, por las rela- ciones no ménos completas de las físicas, dos cuerpos cuyas densidades están en la proporcion de 1 : 2, cuyos volúmenes alómicos son idénticos, que en una palabra parecian destinados á servir de tipo á todos los cuerpos de equivalentes en propor- cion simple, tienen por equivalentes 48 y 92, entre cuyos nú- meros es imposible establecer relacion alguna simple. Los químicos que la han admitido entre estos dos cuerpos han tomado, segun se ha dicho antes, ya 46 y 92, ya 47 y 94 como sus equivalentes respectivos; pero no elevándose al pare- cer el del tungsteno á más de 92, seria preciso que bajase á 46 el del molibdeno, siendo así que se sostiene á 48. ¿Debe con- cluirse de esta discusion que no pueden existir nunca entre el molibdeno y el tungsteno relaciones simples de la misma clase que antes se admilian? No lo creo así. En efecto, representado el oxigeno por 8, el azufre lo está por 16, por ejemplo. Es verdad que Berzelius, dispuesto siempre algun tanto á negar sistemáticamente la existencia de relaciones semejantes, considera representado el azufre por 16,10 0 16,06, segun sus propias experiencias, y que como posteriores á las practicadas para la rectificacion del equivalente del carbono, han tenido por objeto comprobar la regla del Dr. Prout. Sin embargo, reducido el problema á la mayor sencillez que pueda darsele, probablemente me he de haber aproximado más a la verdad. Con efecto, he tratado de averiguar cuánto azufre necesitaban 5, 10, 20 gramos de plata para convertirse en sul- 32 furo, cuya conversion he verificado con auxilio de azufre des- tilado tres veces, disuelto luego y cristalizado dos veces en sulfuro de carbono, y lavado finalmente con una corta cantidad de este mismo sulfuro. 20 gramos de dicho azufre quemados en una cápsula de porcelana, no dejan residuo apreciable al peso. La plata se pone en un tubo inclinado que contiene el azu- fre, el cual, despues de fundido, se dirije en vapoz hácia la plata caldeada hasta el color rojo. Dicho metal arde en el azu- fre gaseoso, y se convierte en sulfuro de plata. Para evitar el exceso de azufre se le hace hervir, dirijiendo al mismo tiempo por el tubo una corriente de ácido carbónico seco. Finalmente, se hace el vacio en el tubo, y se pesa. Imposible es dudar, segun el resultado de mis experiencias, que si se representa el oxigeno por 8, debe estarto por 16 el azufre. Luego existe entre ambos equivalentes la razon simple de 1 : 2, de que nos ofrece numerosos ejemplos la química or gánica, reapareciendo siempre que se hallan dos cuerpos 1s0- meros, de los cuales derive uno de la condensacion en una sola molécula de las dos del otro. Existen por consecuencia algunos cuerpos simples, Cu- yos equivalentes están exactamente entre si en la proporcion de 1 :2. Los hay tambien además cuyos equivalenles son iguales en un todo. De ello nos ofrecen una prueba el manganeso y cromo, cu- yos equivalentes se representan igualmente por 26. He determinado el equivalente del manganeso por la con= version del bióxido artificial suyo en prolóxido con auxilio del hidrógeno. Los resultados obtenidos atribuyen al equivalente del manganeso de una manera absoluta el número 26. Unos cuerpos análogos por sus propiedades pueden tener por consecuencia equivalentes ligados entre si por relaciones senct- llisimas, tales como 1: 1,1 : 2; pero tambien puede suceder que no existan dichas relaciones, aun en cuerpos los más aná— logos, por más que se aproximen al parecer á realizarlas los números que representen los verdaderos equivalentes. Tercera cuestion. Dados lres cuerpos simples correspondien- 33 tes d la misma familia natural, ¿es siempre el equivalente del cuerpo intermedio igual á la semisuma de los equivalentes de los dos cuerpos extremos? Son tantos los ejemplos que confirman al parecer esta regla, que hubiera podido considerarse inutil todo trabajo que hu- biese tenido por objeto comprobar su valor. En efecto, 1624-64, equivalentes admitidos del azufre y telu- rio, hacen 80, cuya mitad 40 representa muy próximamente el equivalente del selenio. 20-168, equivalentes del calcio y bario, hacen 88, cuya mi- tad 44 representa el del estroncio. 7 y 39, equivalentes del litio y potasio, hacen 46; la milad, Ó sea 23. es el del sodio. Pero al lado de estos ejemplos en que los tres números comparados se tienen por baslante conocidos, ¿cuántos no hay en que de los tres equivalentes que se tratan de agrupar deja dudas el valor de uno y hasta de dos? Lo mismo puede por tanto negarse que admitirse la existencia general de la relacion de que se trata. Un ejemplo bastará para probar cuan circunspecto es pre- ciso ser antes de inscribir en la ciencia tales relaciones bajo otro titulo que el de procedimiento mnemónico ó de provoca— cion á un exámen más profundo. Existen tres cuerpos, el cloro, bromo y yodo, ligados, como todos saben, por las más estrechas afinidades naturales. Sus propiedades fisicas y químicas son tales, que el bromo se muestra siempre intermedio de los otros dos, y conociendo la historia del cloro y el yodo se puede deducir la del bromo sin engañarse. Sus equivalentes están representados por 35,5, 80 y 127. Para que el del bromo fuera igual á la semisuma de los del cloro y yodo, bastaria elevar el del bromo desde 80 a 81, ó bajar el del yodo de 127 á 124,5, 0 bien modificar am- bos a la vez en cantidades intermedias de las precedentes, ó bien finalmente, introduciendo en el mismo cloro este sistema de correcciones, modificar los tres equivalentes en cantidades que se confunden al parecer con los errores posibles de la ex- periencia. Reduciendo el cloro á 35,3 y el yodo á 125,7, resulta- TOMO VIII, 3 34 ria 80,5 como semisuma, difiriendo apenas estos números de los que suministra la experiencia, 35,5, 127 y 80. Por un método de suma sencillez he comprobado los equi- valentes del bromo y yodo. Al efecto he convertido en yoduro de zinc el yoduro puro en grandes y hermosos cristales, ha- biéndolo usado para preparar el yoduro de plata. Por otra parte preparé bromuro de plata con auxilio de un ejemplar de bromo perfectamente libre de yodo, despues de purificarlo de todo vesligio presumible de cloro por medio de una prolongada digestion en bromuro de plata. El bromuro y yoduro de plata obtenidos de este modo se convirtieron en cloruro con la accion de una corriente de cloro seco. La accion es rápida, pero se dejó en fusion en el cloro el cloruro de plata formado, hasta mucho tiempo despues que cesó de variar el peso del tubo que lo contenia. Admitiendo como equivalente del cloro 35,5, determinado antes, he hallado exactamente 80 para el bromo y 127 para el yodo, números conformes á los obtenidos por M. de Marignac en sus experimentos de una perfeccion absoluta. Es por tanto completamente cierto que el equivalente del bromo no es la semisuma de los del cloro y yodo, por mucho que se aproxime y que haya podido parecer despreciable la di- ferencia. Por mas que entre ciertos cuerpos ligados por afinidades naturales existan triadas en que el equivalente del cuerpo inter- medio es igual á la semisuma de los equivalentes de los otros dos, lo cual tengo como verdadero respecto á ciertos cuerpos, no por eso se puede generalizar dicha observacion. Antes de admitirla para tres cuerpos dados, es preciso que se hayan determinado con sumo cuidado sus equivalentes respectivos, y que no quede la menor duda sobre ninguno de ellos. Efectivamente, puesto que la relacion que se nota á veces entre los equivalentes de los cuerpos de la misma familia sufre excepciones en los casos que al parecer debiera aplicarse con especialidad, ¿cómo se ha de atrever nadie á sustituir los datos de la experiencia con números deducidos de esa misma re- lacion? En tres cuerpos de la misma familia, el peso del equivalente 35 del cuerpo intermedio puede ser, si, igual ú la semisuma del peso de los equivalentes de los dos cuerpos extremos; pero tam- bien puede suceder lo contrario, aún respecto d aquellos más unidos por afinidades naturales. Cuarta cuestion. ¿Los números que representan los equiva- lentes de los cuerpos simples propiamente dichos correspondientes dá la misma familia natural, presentan en su generacion algunas leyes análogas á las que se notan en la de los números que repre- sentan los equivalentes de los radicales orgánicos de la misma serie natural? Existen varias series de radicales orgánicos cuyos equiva- lentes se conocen perfectamente, y cuyo modo de generacion nada tiene de equivoco. I. Consideremos primero los radicales de los éteres, metilio, etilio, profilio, butilio, etc., C? H C* H* CH CS HP... Co Hr+* Los equivalentes de estos diversos cuerpos se representan por (2 BES ASSUCOSES ABCAES 239 Ce HF 207 CIA 1 CRA 288 CHATO) ABC UD CRIAS) 1269 CS OCA 169 1010815281 ets ESP Le 07 HRS OSEA 18S04 OS 97 CH 99. 00H 0211 CERA 11148 1103H%5 295 El equivalente del primero es igual a 15, el del segundo a 29, el del tercero á 43, y asi sucesivamente; añadiendo siem- pre 14 al que precede, se forma el equivalente del que sigue. Existe por consecuencia un punto comun de partida y una dife— rencia constante entre lodos los terminos de dicha serie, lo cual equivale á decir que representa una progresion ascendente por 36 diferencia, cuya razon es 14 y el primer término 15. La fórmu- la a+nd representa pues la generacion de todos esos radi- cales, siendo a el equivalente del primero y d su diferencia de peso con el segundo. Nótanse entre los equivalentes de vários cuerpos de los refe- ridos algunas relaciones dignas de atencion. Si no se supiese por el modo indisputable de generacion de esos diversos radi- cales que no puede existir relacion alguna simple entre los nú- meros que los representan; si se tratase, en una palabra, de cuerpos simples distintos unos de otros, y no de compuestos cuyas fórmulas muy conocidas no dejan lugar á ilusion alguna, ¿quién no creeria que los equivalentes representados por 141 y 281, 127 y 253, 113 y 295, 99. y 197 guardaban entre sí la relacion simple de 1 á 2? Pero como no hay nada de eso, es necesario concluir de aquí que se podrán encontrar en otros equivalentes, y sin más realidad, semejantes relaciones simples en apariencia y complicadas en el fondo. Notemos además que si hubiese de decidirse si un cuerpo que no se ha descompuesto tiene por equivalente 225 0 226, por ejemplo, el problema sería casi siempre superior á los medios de que dispone la química. Para estar seguro del resultado es preciso que se trate de un compuesto dotado de una fórmula auténtica, producido por elementos cuyos equivalentes se ha- yan determinado con sumo rigor, y aun por elementos de equi- valentes ligeros reunidos en gran número. Cuando el caprilio, que se representa por 113, y el cetilio por 225, no guardan sin embargo la relacion de 1 : 2, á pesar de estar ligados todos sus compuestos por el más estrecho pa- rentesco, y de formar parte ambos de la familia más natural, ¿cómo ha de causar admiracion que el molibdeno y el tungsteno se hallen en el mismo caso? Segun el modo de formacion de todos los radicales de la serie que nos ocupa, es evidente además que tres de sus tér- 37 minos contiguos cualesquiera gozarán siempre de la propiedad de que el término medio tenga por equivalente la semisuma de los equivalentes de los dos extremos. Por consecuencia, se pu- diera dividir en triadas numerosas, porque la serie es contínua, y comprende por lo menos 20 especies. Tampoco es necesario que sean contiguos los tres términos considerados; bastando que la semisuma de sus hidrógenos sea un número impar, ó par la de sus carbonos. El equivalente representado por dicha semisuma coincide siempre con la de una de las radicales de la serie. De este modo: CA" 3CrH*=92C"H*. Del mismo modo Cc0gu + (*H3=2 C”H””, etc. En una triada de la química mineral se pueden pues hallar lo mismo cuerpos muy próximos que separados por numerosos intermedios, y por consecuencia muy distantes unos de otros por sus propiedades. II. La fórmula deducida de la progresion simple que pre- cede no explica la generacion de los cuerpos elementales de la quimica mineral, como ha supuesto M. Cooke. Los radicales orgánicos no siempre se forman por adicion, como en el caso anterior, sino que tambien se producen por sustitucion, Como se ve en los amonios compuestos. Un segundo radical, el amonio Az/f*, produce efectiva- mente olro gran número de amonios compuestos, cuyos equi- valentes de hidrógeno 1, 2, 3, 4 pueden sustituirse con 1, 2, 3, 4 equivalentes de metilio, etilio, propilio, etc., pudiendo intervenir cada uno de estos carburos de hidrógeno con una ó más moléculas, con tal que su suma no exceda de 4. Sin embargo, considerando los resultados numéricos pro- ducidos por estas suslituciones, se advierle que están represen- tados exactamente como si se añadieran á Az/1* cantidades iguales á 1, 2, 3, 4 veces Cr Al, Tendríamos pues como fórmula de los amonios compuestos, producto de estos carburos de hidrógeno d con el amonio a, la fórmula general 38 a+nd, Ye d" dee, elc., siendo n un número entero igual á 4 ó á menos, y d', d”, d'”, el peso de los equivalentes respectivos de cada carburo de hi- drógeno de la serie Cr/fr. Tomando algunos ejemplos, pudieran obtenerse los amo- nios siguientes: a a+d a+2d a+ 3d a+ hd a+d a+d+dl” a+2d4d!'- add" a+ 2d a+d+2d a+2d+2d a+3d a+ d+30 a+ d+ 04 4d 4d" y tambien No será inútil añadir, acerca de la materia que examino, que si se aplica la fórmula algebráica de las combinaciones á la formacion de dichos amonios compuestos, descubiertos por M. Wurty, es posible predecir seguramente, como lo he pro- bado, la existencia de doscientos mil radicales por lo menos de este género. III. En los dos ejemplos que preceden, el primer cuerpo de la progresión, es decir, el metilio 6 el amonio, que hemos re- presentado por a, no varian, hallándose en todos los compues- los sucesivos con el coeficiente 1. Pero hay otros radicales compuestos de la quimica orgánica en que varian á la vez los cuerpos que se agregan ó sustituyen alrededor de la molécula fundamental que sirve de primer tér- mino á la progresion, y la misma molécula. De este modo el estaño y etilio forman seis agrupamientos moleculares que gozan de todas las cualidades características de dichos radicales compuestos de la química orgánica, que fun- cionan absolutamente de la misma manera que los metales. 39 Representando pues el estaño por a y el etilio por d', resul- tarán para las seis especies de estannetilios conocidos las fórmu- las siguientes: ad, %a+d, ha+d, %a+3d, hay 3d, ha+5d. En resúmen, la serie de los radicales de los éteres se repre- senta por la fórmula a—+nd, no teniendo » límite conocido y siendo invariable d. La serie de los amonios se representa por la fórmula d a+n a | A Ur o.) siendo n igual á 4, 3,2 61, y d, d',d”,d”, ele, números dis- tintos, por lo regular múltiplos entre sl. Finalmente, la serie de estannelilios se representa por na+nd, en cuya fórmula pueden repetirse los números a y d cierto nú- mero de veces, y la sustitucion del etilio con otro cualquiera de los radicales de los éteres permile tambien sustituir la can- tidad d' con sus equivalentes d, d”, d'”, etc. Comprobados estos hechos, demos una ojeada a los equiva- lentes de los cuerpos simples, teniendo la precaucion de com- parar sólo aquellos elementos que sean bien conocidos por per= tenecer á la misma familia natural, segun se ha observado al tratar de los radicales compuestos de la naturaleza orgánica. Principiemos por un ejemplo que no pueda representarse por los términos de una progresión simple. 1. Tal es el caso del grupo formado por el fluor, cloro, bromo y yodo. Ya hemos visto que los equivalentes de los tres últimos cuerpos se hallan representados por 35,5, 80 y 127; queda por precisar el del fluor. Tanto por la análisis de un fluoruro de calcio natural, de 40 extraordinaria pureza, como por los de dos fluoruros de pota- sio y sodio, preparados con sumo cuidado y en cristales volu- minosos, me ha resultado igual á 19. Despues daré á conocer el procedimiento sencillísimo con que he podido calentar hasta el grado de fusion los sulfatos de potasa y sosa que deja la des- composicion de los fluoruros de sodio y potasio por el acido sul- fúrico, sin experimentar las pérdidas que hay siempre que temer cuando se opera hasta con un solo gramo de maleria, por la tendencia de las dos sales á subirse por las paredes de los crisoles. Las cuatro cifras 19, 35,5, 80, 127 que no tienen al pa- recer conexion alguna, se hallan sin embargo ligadas por fór- mulas iguales en un todo á las que nos han presentado los tres géneros de series ó progresiones de los radicales orgánicos. Re- presentando el fluor por a, su diferencia con el cloro por d y por d' la diferencia complementaria que se necesita para pasar del cloro al bromo, resultan para el fluor, cloro, bromo y yodo: a, a+d, a+ 2d4+d, 2a+ 2142, 0 bien en números ismienel alirisa 231019 AIMOE. 19+16,5=35,5 . . Cloro. 19+33+28=80. . Bromo. 38+334+56=127. . Yodo. 2.” El ázoe, fósforo, arsénico, antimonio y bismulto, cuyos equivalentes respectivos están representados por 14, 31, 75, 120, 208, volverán á entrar en la fórmula a, a+d, a+d+d, a+ dW+2d, a+dH+4d, 41 ó en números A AS AZOO. Mtei=31). 4, - BOSIOrO. 14417414 =75. . . Arsénico. 144+17+88=119 . . Antimonio. 14417 +176=207. . Bismuto. 3.7 El carbono, boro, silicio y circonio tienen por equiva- lentes los números 6, 11, 21, 33. El del boro, 11, lo saco de las análisis del cloruro y bro- muro de boro que acaba de verificar M. Deville. El del silicio deriva del análisis del cloruro suyo. M. Pe- louze habia descubierto ya que el equivalente del silicio no era tan subido como Berzelius lo admitia, y que en vez de repre- sentarlo por 22,2, debia serlo por 21,3. Si los silicatos naturales contuviesen tantos equivalentes de silicio como hay de car- bono en ciertas materias orgánicas, la correccion introducida por M. de Pelouze variaria muchas fórmulas. Por mi parte he hallado que dicho equivalente está comprendido entre 21 y 21,2, analizando para ello cloruro de silicio purificado con ex- traordinario cuidado. Este número es sin embargo un máximo todavía, pues á pesar de todas las precauciones tomadas para purificar el cloruro de silicio, no he podido librarlo de una can- tidad notable de gas cloroxicarbónico que tiene en disolucion, y cuya presencia se reconoce facilmente por el olor que le es característico, y por el gas carbónico que desprende si se opera con agua. Como el boro se representaba ya por 11, el silicio por 22 y el circonio por 33, resultaba la relacion de 1, 2, 3 entre los tres equivalentes, admitiéndose además que el del silicio era el término medio de los otros dos. Pero estas relaciones desapa- recen dando al silicio su verdadero valor. Los números 6, 11, 21, 33 resultan ligados por las fór- mulas siguientes: a, a+ d, a+3d, 3a—+ 3d, a EDONO. 645 =11. . Boro. 6+15=21. . Silicio, 184-15=33. . Circonio. Todavia no he examinado si el equivalente del circonio ha de modificarse, y por tanto no respondo que sea este su lugar. 4.2 He reservado para el último ejemplo el oxígeno, azu- fre, selenio y telurio, cuyos equivalentes respectivos son 8, 16, 40, 64. Las experiencias directas acerca de la formacion del clo- ruro de selenio, que difieren visiblemente en sus resultados de los obtenidos por Berzelius, elevan a 40 el equivalente del sele- nio, lo cual probablemente consistirá en que lo he podido em- plear más puro que el usado por dicho químico. En este grupo de cuerpos, estando representado por 8 el equivalente del primero de ellos, el oxígeno, y siendo tambien 8 la diferencia entre 8 y 16, primero y segundo término de la progresion, los valores de a y d son los mismos. Por consi- guiente se podrán representar de la misma manera por que por a, a+ d, a+ hd, a+ 7d. La analogía indica como preferible esta última forma, por- que sería imposible representar con solo el valor de a los di- versos cuerpos comprendidos en las tres series precedentes, siendo por lo tanto necesario que intervenga el valor de d. Es al parecer poco probable que la serie del oxigeno y del azufre se halle fuera de la regla comun, quedando solo que advertir 43 sobre este punto que a=d, es decir, que el primer término de la progresión y su razon están ambos representados por 8. Tenemos pues SOMOME Y: 1450.11 Oxigeno: 848 =16. . Azufre. 84+32=40. . Selenio. 8+56=64. . Telurio. 5.2 El magnesio, calcio, estroncio, bario y plomo se hallan igualmente ligados entre sí por una diferencia igual á 8 ó á sus múltiplos, pudiendo representarse por a, a+ d, a+ 4d, a+1d, 2a+ 10d. 1. MI BEIDURIOS o Magnesio: 123+8 =20..0 . Calcio. 124+32=44 . . Estroncio. 12+56=68 . . Bario. 24 +80=104. . Plomo. El litio, sodio y potasio tienen relacion con esta serie, por- que en ellos el valor de d es igual á 16, es decir, doble de 8, resullando para estos tres metales a, a+ d, a+ 2d. pa 49.10100b0.20:.8 Bito! 1416=23. . Sodio. 1+32=39. . Potasio. En los radicales de la química orgánica se presentan de huevo en series enteramente diversas, como lo son los que na- cen respectivamente del metilio y el amonio, ciertas diferen- 44 cias de igual valor, como el 14 ó sus múltiplos, por ejemplo. Tambien se nota esta circunstancia entre los cuerpos simples propiamente dichos, sirviendo igualmente de transicion el 8 ó sus múltiplos, 1.” al oxígeno, azufre, selenio y lelurio; 2.” al magnesio, calcio, estroncio, bario y plomo; 3.* al litio, sodio y potasio. 6.” Estos ejemplos no son los únicos. En efecto, he exami- nado con el mayor escrúpulo la experiencia con que Berzelius determinó el equivalente del estaño, no solo porque aparece modificado de un modo raro en una obra moderna, sino prin- cipalmente porque en ello hallaba una ocasion segurísima de poner en relieve la marcha que me he propuesto seguir en este trabajo. Todo químico que trate de revisar un equivalente ha de estar bien convencido de que hallará los mismos números que Ber- zelius, si se coloca en las mismas condiciones que él. Si sucede otra cosa, es prueba de que ha hecho mal la operacion; porque dadas las circunstancias, los números de dicho gran maestro son siempre de una exactitud verdaderamente sorprendente. Antes de corregir alguno de sus equivalentes, es preciso descubrir la causa de error que haya despreciado; si no, más valdrá cierta- mente abstenerse de ello. Respecto al estaño, lo he tratado en estado de pureza proce- dente del licor de Libavius por el ácido azótico en recipientes de cuello largo, preparados para mis experimentos en la fabrica de cristal de Plaine de Walsch, y mucho más resistentes al fuego que los mejores cristales.de Bohemia. El ácido estánnico que queda despues de la evaporacion, se ha calentado hasta el rojo durante horas enteras en el mismo recipiente. Mandé que se tarase este sin áire; el estaño se pesó en el vacio, y lo mismo el ácido estánnico. Con todas eslas precauciones, sin embargo, siempre me ha salido 58,8, es decir, el equivalente de Berze- lius. Pero elevado á una temperatura mayor en un crisol de platino, varia de color el ácido eslánnico obtenido en todas las experiencias referidas, y pierde algunos vestigios de agua que nunca se le puede quitar calentándolo en el recipiente; con esta correccion, el equivalente del estaño sube á 59. 45 Cuando me ha parecido posible modificar los equivalentes del gran químico citado, nunca lo he hecho sin embargo, segun se ve en los estados que acompañan á esta Memoria, sin estar en disposicion de dar la razon precisa de ello; y todo experi- mentador que no pretenda tener mejor mano que el mismo Berzelius, hará bien en tomar este partido, dando a los demás y á sí mismo esa garanlía. Fijado en 59 el equivalente del estaño, y estandolo por otra parle en 25 el del titano, que tanto se le parece bajo muchos aspectos, por las experiencias tan bien dirigidas como exami- nadas de M. Is. Pierre, la diferencia entre los dos cuerpos sub- siste igual á 34. Entre el azoe y el fósforo hemos hallado una de 17, cuyo duplo es exactamente 34. La serie que suministra el titano, estaño y táantalo da tambien 25,59, 92 0 93, donde la diferencia de 34 se reproduce igualmente entre el primero y segundo término, y entre el segundo y tercero. 7.” Tambien constituye el núm. 34 la diferencia entre el cromo y uranio, cuyos equivalentes ha rectificado Mr. Peligot por razones irrecusables, fijandolos en 26 y 60. 8. Entre el molibdeno 48 y el tungsteno 92, citados antes, la diferencia es 44, que es el mismo número que separa el cromo 26 del vanadio 70. Si se interpolasen estos cuerpos, lo cual no estaria en contradiccion con sus propiedades, resultaria la progresion 26, 48, 70, 92, cuya razon es 22. Bastan los ejemplos expuestos para probar que las analo- gías que se descubren entre las familias de los cuerpos simples no melálicos y las familias de las radicales de la química orgá- nica pueden aparecer tambien en las familias naturales que ofrecen los metales. Pero antes de llevar más lejos tales comparaciones, es ne- cesario que los equivalentes de varios metales, determinados hasta aquí de una manera algo incierta, se revisen escrupulo- samente, precisando mejor su lugar en un órden natural; trabajo 46 de que me ocupo y del cual tendré el honor de dar cuenta á la Academia en otra Memoria. La conclusion que creo poder deducir de los resultados obtenidos hasta aquí es favorable á la idea primitiva del Dr. Prout, que suponia que los equivalentes de los diversos elemen- tos conocidos eran todos múltiplos de cierta unidad por un nú- mero entero; solo que respecto a ciertos cuerpos es preciso buscar dicha unidad en un elemento de orden inferior al hi- drógeno por el peso. Igualmente es conforme á la opinion que profeso hace mu- cho tiempo relativamente á la conformidad de constitucion que existe á mi parecer entre los radicales de la química orgánica y los de la mineral, designados bajo el nombre de cuerpos simples. La Academia comprenderá facilmente por qué en tal asunto me propongo la regla de marchar al par de la experiencia sin querer adelantarla. Conozco demasiado las dificultades y peli- gros que esto ofrece, y dejo para otros tiempos toda discusion relaliva á la unidad de la materia, que hoy sería prematura. Conservando pues á estos estudios su caracter y límites, se verá en ello, segun espero, una nueva prueba de la estrecha conexion que une entre si la quimica mineral y la orgánica, y un esfuerzo que no habrá sido inutil para fundar en una base sólida la clasificacion natural de los elementos de la química mineral. Porque, cosa digna de meditacion, cuando se examinan las diversas progresiones cuya existencia acabamos de comprobar y de definir los principales términos, se manifiesta siempre en ellas un caracter general, ya se elijan los ejemplos que presta la quimica orgánica, ya se consideren los que presenta la misma química mineral. Ese caracter es que el primer cuerpo de la serie, el punto de partida de la progresion ascendente, determina el caracter químico de todos los cuerpos que forman parte de ella. El amonio se reproduce con todas sus cualidades esenciales en todos los amonios compuestos. El metilio presta su forma y apariencias á todos los radicales de los alcoholes y éleres. El tipo del fluor vuelve á presentarse tambien en el cloro, 47 bromo y yodo; el del oxígeno en el azufre, selenio y telurio; el del ázoe en el fósforo, arsénico y antimonio; el del titano en el estaño: el del molibdeno en el tungsteno, etc., etc. Como si se estuviese autorizado para decir que llamándose a el primer término de la progresion y d su razon, en todo equi- valente a+nd, a es la que da el caracter químico fundamental fijando el género, al paso que nd determina solamente el lugar en la progresion y precisa la especie. Aquí termino: estas consideraciones adquirirán mayor au- toridad cuando resulten comprobadas con nuevos ejemplos, cuando presente á la vista de todos el estudio de un:z. familia nalural, cuyo primer término es el hidrógeno, y se conozcan las experiencias y afinidades que prueban que las propiedades fisicas de los cuerpos simples se hallan ligadas al lugar que cada uno ocupa en la serie de que forma parte. Por ahora deduzco de estos estudios por conclusion: Que si los equivalentes de los cuerpos simples que correspon— dan 4 una misma familia nalural constituyen siempre una pro- gresion por diferencia del mismo modo que los equivalentes de los radicales de la quimica orgánica, La razon de dicha progresion, constante por lo regular, se halla sin embargo sustituida d veces por cira equivalente en algunos términos de la progresion, lo cual disimula la sencillez de la ley. FOTOGRAFIA. Memoria sobre una accion nueva de la luz; por Mx. Nrerce DE Salnt-VICTOR. -(Comptes rendus, 26 noviembre 4 857.) Un cuerpo que ha estado expuesto á la luz, ó sometido á la insolacion, ¿conserva en la oscuridad alguna impresion de esa luz? Tal es el problema que he tratado de resolver con au— xilio de la folografía. Conocidas son la fosforescencia y fluores- cencia de los cuerpos; pero nunca se han hecho antes de mi, que yo sepa, las experiencias que voy a describir. 48 Expóngase á los rayos directos del sol, por un cuarto de hora al menos, un grabado que se haya tenido en la oscuridad durante varios dias, tapada la mitad de él con una pantalla opaca. Apliquese luego dicho grabado á un papel fotográfico de suma sensibilidad, y al cabo de 24 horas de contacto en lo 0s- curo, se obtendrá en negro una reproduccion de los blancos de la parte del grabado que no haya tenido el resguardo de la pantalla en el acto de la insolacion. Cuando el grabado se conserva por muchos dias en la más profunda oscuridad, y se aplica al papel sensivle sin exponerlo a la luz, no se reproduce. Ciertos grabados despues de tenerlos á la luz se reproducen mejor que otros, segun la naturaleza del papel; pero todos los papeles, hasta el de filtro de Berzelius, y los de seda, se re- producen más ó menos cuando han estado expuestos prelimi- narmente á la luz. La madera, marfil, tripa, pergamino y aun la piel viva, bañadas de luz, presentan una imágen negativa; pero los meta- les, vidrio y esmaltes no se reproducen. Si se deja expuesto el grabado por mucho tiempo á los ra- yos solares, se saturará de luz, si así puedo decirlo. En ese caso se producirá el máximo de efecto, con tal que además quede en contacto con el papel sensible durante dos ó tres dias. Asi he obtenido algunas intensidades de impresiones que me hacen creer se lleguen quizás á obtener pruebas bastante vigorosas para formar con ellas un clisé, operando con papeles muy sen- sibles, como el preparado con yoduro de plata, por ejemplo, ó en una capa de colodion seco 0 albúmina, y desarrollando la imágen con ácido gálico ó pirogálico: este sería un nuevo me- dio de reproducir grabados. Vuelvo a la serie de mis experiencias. Interponiendo una lámina de cristal entre el grabado y el papel sensible, no hacen en este impresion alguna los blancos del primero. Lo mismo sucede cuando se interpone una lámina de mica, cristal de roca ó de cristal amarillo coloreado con óxido de urano. Mas ade- lante veremos que la interposicion de esas mismas sustancias paraliza igualmente la impresion de las luces fosforescentes, puestas directamente mirando al papel sensible. 49 Si se cubre el grabado eon una capa de colodion ó gelatina, se reproduce; pero si se le da una mano de barniz de cuadros 0” goma, ya no se obtiene la reproduccion. Colocando el grabado á 3 milímetros de distancia del papel sensible, se reproduce muy bien; y si es un dibujo de líneas gordas, se reproducirá hasta la distancia de 1 centímetro. Por consecuencia, la impresion no es resultado de una accion de contacto. Un grabado iluminado con varios colores, se reproduce con gran desigualdad; es decir, que los colores imprimen su imá- gen con intensidad diferente y variable segun su naturaleza química. Algunos dejan una impresion muy visible, al paso que otros no tiñen ó casi no coloran el papel sensible. Lo mismo sucede con los caracteres impresos con diversas tintas: la grasa de imprimir en relieve Ó en grabado dulce, la ordinaria formada de una disolucion de nuez de agalla y sulfato de hierro, no producen imágenes; al paso que ciertas tintas in- glesas las dan bastante claras. Los caracteres vitrificados, hechos en una placa de porce- lana barnizada ó cubierta de esmalte, se imprimen en el papel sensible sin dejar la porcelana huella alguna de su presencia; pero si no tiene la capa de barniz ó esmalte, como el bizcocho ó pasta de kaolin, produce una impresion ligera. Si despues de tener el grabado una hora á la luz, se pone contra un carton blanco que haya estado en la oscuridad algu- nos dias, y despues de dejarlos en contacto por veinticuatro ho- ras al menos, se pone el carton á su vez en contacto con una hoja de papel sensible, se obtendrá á las veinticuatro horas de este nuevo contacto una reproduccion del grabado, algo menos visible es verdad que si se hubiera aplicado directamente al papel sensible, mas sin embargo distinta. Cuando una tablilla de mármol negro salpicada de man- chas blancas, y expuesta á la luz, es aplicada inmediatamente al papel sensible, solo se imprimen en él las partes blancas del mármol. En las mismas condiciones, una tablilla de creta blanca deja tambien una impresion sensible, al paso que otra de carbon de leña no produce efecto alguno. Si se aplica en la oscuridad al papel sensible una pluma ne- TOMO VvIIL 4 30 gra y blanca que haya estado al sol, tambien son los blancos “los únicos que imprimen su imágen. Una pluma de cotorra, encarnada, verde, azul y negra, ha producido una impresion casi nula, como si toda la pluma hu- biera sido negra. Sin embargo, ciertos colores dejaron señales de una accion muy débil. Tambien he hecho algunas experiencias con telas de dife- rentes clases y diversos colores, y diré rápidamente los resul- tados que he obtenido. Algodon blanco, impresiona el papel sensible. Algodon pardo, teñido con rubia y alúmina, no ha produ- cido nada. Algodon violeta, con rubia y sal de hierro, casi nada. Algodon encarnado, con cochinilla, nada. Algodon encarnado turqui, con rubia y alumbre, nada. Algodon azul de Prusia, con fondo blanco, es el azul que ha dejado mayor impresion. Algodon azul, en tina de añil, nada. Algodon gamuza, con peróxido de hierro, ha impresionado. Las telas de hilo, seda y lana producen igualmente diversas impresiones, segun la naturaleza química del color. Llamo muy particularmente la atencion sobre la siguiente experiencia, que me parece curiosa é importante. Se toma un tubo de metal, de hojadelata por ejemplo, ó de cualquiera otra sustancia opaca, cerrado por uno de sus extre- mos y lapizado por dentro con papel ó carton blanco; expónese, con el extremo abierto hacia delante, á los rayos solares directos por una hora próximamente; despues de la insolacion se aplica dicha abertura á una hoja de papel sensible, y resulla, á las veinticuatro horas, dibujada la imágen de la circunferencia del ubo. Hay más: un grabado en papel de China, interpuesto en- tre el tubo y papel sensible, quedará tambien reproducido. Si se tapa herméticamente el tubo en el momento que cesa la exposicion á la luz, conserva por un tiempo indefinido la fa- cultad de radiacion que le comunica la insolacion, viéndose ejercer ó manifestar por impresion dicha facultad tan luego como se aplica el tubo al papel sensible, despues de quitarle la tapa. 51 Las experiencias que hice primero con la luz directa, las he repetido con imagenes luminosas formadas en la cámara oscura. Se saca de la oscuridad un carton blanco y se pone en la expre- sada cámara durante unas tres horas, en la cual se proyecta una imágen vivamente iluminada por el sol; luego se aplica al ins- tante el carton á una hoja de papel sensible, obteniéndose, á las veinticuatro horas de contacto, una reproduccion bastante perceptible de la imágen primitiva de la camara oscura. Para obtener un resultado apreciable, se necesita una larga exposicion; y sin duda esta es la causa de no haber obtenido nada recibiendo solo, por espacio de hora y media, en una hoja de papel blanco la imágen de un espectro solar. No por eso estoy menos persuadido de que una exposicion de algunas horas pro- duciria una impresion del espectro empleando un papel ó car- ton muv absorbente, pudiéndose considerar como adquisicion para la ciencia este hecho, que no deja de ser trascendental. No me ha sido posible todavía hacer experimentos con la luz, ya de la lampara eléctrica, ya del huevo eléctrico; pero me propongo verificarlo tan pronto como pueda. En algunos ensayos, poco numerosos aún, he creido notar que la actividad producida por la luz absorbida y conservada por ciertos cuerpos en un vaso, ejerce igualmente cierta accion en las plantas, entre otras en las flores, que se abren por el dia y se cierran de noche. Réstame hablar de las experiencias verificadas con cuerpos fluorescentes y fosforescentes. Un dibujo hecho en una hoja de papel blanco con una so lucion de sulfato de quinina, cuerpo de los más fluorescente conocidos, expuesto al sol y aplicado al papel sensible, se repro- duce en negro de mayor intensidad que el papel blanco que forma el fondo del- dibujo. Una lámina de cristal interpuesta entre el dibujo y el papel sensible, impide toda impresion: otra lámina de cristal amarillo, coloreado con óxido de urano, pro- duce el mismo efecto. Si no ha estado expuesto á la luz el dibujo hecho con sul- fato de quinina, nada produce en el papel sensible. Un dibujo luminoso trazado con fósforo en un papel blanco sin haberlo expuesto preliminarmente á la luz, impresiona 52 rapidisimamente el papel sensible; pero interponiendo un cris- tal, cesará toda accion. Los mismos efectos se verifican con el fluato de cal, volvién- dolo fosforescente con el calor. METEOROLOGIA. 0 0 REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de noviembre de 1857. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milímetros. Altura media. usalaas brisas [ob 27,186 | 705,751 maxima (darlas: stas 28,098 | 713,676 AE A 271,396 | 695,845 Oscilacion mensa a ae 0,702 17,831 máxima diurna (dia 30)....| 0,212 5,385 minima diurna (dia 21)....| 0,028 0,712 TERMÓMETRO. e a aca Temperatura Medid... .ooooommmm.o... 5179] 8984/1105 máxima (dia 3)......... 60,012,441 15,55 minima (dia 28)......... La led Y 1 EA | Oscilacion mensual. aa 18,5| 8,22| 10,28 máxima diurna (dia 12)....| 26,9/11,95/14,94 minima diurna (dia 2). ..... 8,4| 3,74] 4,66 PIDA EAT AAA E AA P Pulg. ingl, Milímetros. PLUVÍMETRO. Lluvia caida en el mes.............. | 4,264 |108,326 Mes de diciembre. Pulgadas in- y glesas. Milímetros. BARÓMETRO. A O 28,203 |716,343 maria (dia ib). sin cid oda idtáss 28,280 [718,299 A 27,950 [709,917 Oscilacion Aaa a bio jeredelacojo is a 0,330 8,382 máxima diurna (dia 1.9)..... 0,150 3,810 minima diurna (dia 29)..... 0,035 0,589 TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Temperalara Mella. ..oncosino moss 42,7 40,75] 5*,94 máxima (dia 4)......... 51,8/ 11,47/14,34 mínima (dia 29)........ 26,5| -2,44|-3,05 Oscilacion mensual................. 1,31 13,91/17,39 máxima diurna (dia 24)....| 24,5| 10,89/13,61 minima diurna (dia 16)..... | 11,4| 5,07| 6,34 PLUVÍMETRO. Líneas ingl. Milimetros. lúcida eO el Mes... a. ceeiao atera 02,578 13,682 AA AAA A PE PONES TES MPSS (Por la Seccion de Ciencias físicas, FRANCISCO GARCIA NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES, PALEONTOLOGIA. — Descripcion de un pequeño mamifero lofiodonte (Phiolophus vul- piceps, Owen) de la arcilla de Londres, cerca de Harwich: por Mr. Owen. (L*Jostitut, 44 octubre 1857.) El asunto de esta Memoria es una porcion considerable del esqueleto de un cuadrúpedo pequeño, de la magnitud de la zorra próximamente, hallado en uno de los nódulos septarios de la arcilla de Londres que sacan de la desembocadura del Támesis para la fabricacion del cimento romano. De dicho nódulo ha salido el cráneo con la serie completa de dientes de ambas mandíbulas, el húmero derecho, algunas porciones de la pelvis, los dos fémures, la tibia izquierda y los tres huesos melatarsos de uno de los piés traseros, habiendo quedado in- crustadas en la ganga endurecida numerosas partes de las cos- tillas y vértebras. La longitud del cráneo es de 4 pulgadas inglesas; su mayor anchura 2 pulgadas y 2 líneas; su altura, medida desde la primera muela, 9 líneas. Su forma y caracteres indican la na— turaleza de casco de dicha especie y su afinidad con los periso- dactilos ú orden de los ungulados de dedos impares. La órbita, cuyo diámetro vertical tiene 9 líneas, es menor que la del hiracoterio, y no se halla tan baja como en el citado animal, en el paleoterio y tapir. La dentadura está en armonía . , . LA Ss 0 il con el tipo de los mamíferos difiodontes, á saber: E > MEE há 33 » 35 Los caninos de ambas mandibulas son pequeños, y estan separados de los incisivos exteriores por un hueco, y de los pri- meros molares por un intervalo mayor. Forman estos una serie continua con el resto de los dientes de la mandíbula superior, pero en la inferior se hallan separados de la segunda muela por un espacio igual casi á la mitad de su anchura. Los otros dientes que siguen aumentan de volúmen hasta el penúltimo molar de la mandíbula superior y hasta el último de la inferior, el cual tiene un tercer lóbulo. Comparando las modificaciones de la superficie molar de los dientes, advierte Mr. Owen que el tipo genérico ó de la fa- milia de los molares superiores de los lofiodontes consiste en tener la pared exterior desarrollada en dos conos, de los cuales sale una cresta oblicua, que se dilata ó va á confundirse con otro cono más pequeño é inferior en el lado interno de la co- rona. En el pachynoloptus, sub-género de lofiodontes, fundado por Mr. Pomel en una especie del tamaño del pliolophus, proce- dente de la caliza grosera de Passy, cerca de Paris, las crestas oblícuas están más bajas en su nacimiento y más dilaladas parcialmente en su marcha interior que en el lofiodonte propio. La dilatacion parcial en el pliolophus se halla más circunscrita, y forma un tuberculillo intermedio, excepto en la cresta de la mitad posterior del último molar superior. En la mandíbula inferior del pachynolophus se encuentra sin desarrollar el pri- mer molar, segun la figura y descripcion de Mr. Gervais (Pa- leontologie francaise, lam. 17, figs. 1 y 2), y el canino se halla separado de la serie molar por un diastema doble de largo que el del pliolophus. Por consecuencia, este último género se halla ligado con mayor intimidad al lofiodonte propio bajo el aspecto del número y posicion de los dientes; pero se diferencia de todos los lofiodontes conocidos anteriormente por la modifica- cion de la superficie de los molares de la mandibula inferior, que en el lofiodonte, pachynolophus, lofioterio, tapirulus y cori- fodonte presenta dos crestas trasversales ligadas por otra diago- nal, al paso que cada cresta trasversal del pliolophus esta divi- dida por un cono diferente, y otro pequeño intermedio divide el par anterior en el segundo molar, ofreciendo así, como su- 56 cede en el stereognatus, un ejemplo de tres conos en la misma linea trasversal en un diente molar inferior. En el último mo- lar verdadero, el par anterior de conos está unido por una barra baja y corta, rudimento del tubérculo medio en el diente precedente. En el corifodonte, la depresion que hay en medio de las crestas lrasversales es un paso al parecer á la bifurca- cion más completa de la cresta que se observa en el pliolophus. La mandibula y molares inferiores del hiracoterio son des- conocidos; pero respecto á los molares superiores se asemeja el pliolophus al hiracoterio por los caracteres que lo separan de los demás lofiodontes. En la indicada Memoria se fijan detalladamente las diferen- cias que se nolan en la dentadura y parle del cráneo del hira” coterio comparadas con el pliolophus; mas es tal el grado de semejanza, que inclina al autor á adoptar la idea emitida por primera vez por el difunto W. H. Turner, á saber, que el hira- coterio liene mayor afinidad con el lofiodonte, y se halla más conexionado en su esencia con dicho género que con el cherop- tamus. El tercer trocanter del femur del pliolophus y la asocia- cion de tres metalarsos en una porcion de ganga, como si el todo correspondiese al mismo pié de atrás, confirman las afini- dades perisodáctilas esenciales de este género, tales como las manifiestan el cráneo y los dientes. El pliolophus € hiracoterio forman, en sentir del autor, una seccion bien marcada en la familia de los lofiodontes, que precedió al parecer á la de los paleoterios en el orden de aparicion, conservando tambien ma- yor parte del tipo general ungulado que esta familia. Así se nota en las graduaciones de la modificacion tapiroidea de los dientes molares en otra que se semeja más á la de los antraco- terios y queropolamos; en la falta del cono postero-interno en el último molar, que hace que sean todas las primeras muelas, como sucede en los artrodáctilos, menos complejas que los ver- daderos molares; y por último, en la forma y posicion de los huesos de la nariz y la estructura de la nariz externa. Respecto á las pruebas de la persistencia más rigorosa del tipo, demostrada por la dentadura del pliolophus y otros mami- feros antiguos, concluye el autor haciendo notar que la fórmula dentaria de los géneros ooliticos tilacoterio, spalacoterio y tri- 57 conodonte concuerda por el número inusitado de los pequeños molares de forma similar con un tipo no tan especial como el de los mamiferos difiodontes, al cual llama tipo vertebrado el más general, demostrandolo por medio de consideraciones loma- das de los reptiles, peces, cetáceos y de cierlos armadillos. Si el plagiaulax de las capas de Purbeck se aparta de ese tipo por la reduccion de sus verdaderos molares á dos, manifiesta su es- trecha afinidad con el tipo dentario de su orden por tener tres molares primeros de forma particular, al paso que el único gé- nero marsupial que existe con molares de dicha forma, el htpsi- prymnus Mlig., tiene reducidos esos dientes á uno en cada serie molar. La excepcion que ofrece el plagiaulax es idéntica á la del proteles entre los canide, puesto que en el perro salvaje se hallan reducidos á uno en cada serie los verdaderos molares. Pero no por eso invalida la generalizacion del sistema dentario en el resto de la familia de los perros y lobos, del mismo modo que la excepcion del plagiaulax tampoco afectó á la expresion general de los hechos que ofrece el sistema dentario de la gran mayoria de los mamiferos eocenos conocidos, de los cua- les cita el aulor en sus conclusiones 37 géneros, presentando la dentadura diofonte tópica algunos de ellos, como rigorosa- mente carnívoros y otros omnivoros. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GArcia NAVARRO.) —009 10) 0000— VARIESADES. o Estrellas fugaces del pertodo de noviembre. Mr. Coulvier Gravier comunicó á la Academia de Ciencias de París, sesion del 16 de noviembre de 1857, que á pesar de estar el cielo poco favorable, habia podido obser- var hasta apreciar lo suficiente la aparicion de estrellas fugaces del 12 al 13 del mismo noviembre. Segun sus observaciones, dicha aparicion, que por los años de 1789 y 1833 habia asombrado, no pasa de sar hoy un verdadero mínimo; hallando con efecto que el número horario medio de estrellas fugaces á media noche referido á un cielo raso era el 28 de octubre de 17,3; de 12,5 el término medio de las del 4, 5 y 10 de noviembre; y de 9 solo el del 11, 12 y 14 del mismo noviembre. Al hablar en su comunicacion de agosto 1857 de la variacion de la resultante de los meteoros, anunció que la marcha del E. al S. se veia confirmada por la variacion de la resultante de los demás dias del año en cuanto á estrellas y globos fugaces. Ha proseguido luego trabajos cuyo resultado presenta en dos curvas polares que indican: 1.” la marcha de la resultante de las estrellas fugaces cada hora de la noche; 2.* la marcha de la misma resultante de 4 en 4 horas; 3." la resultante general; 4.* la marcha de la resultante de los globos fugaces de 4 en 4 horas. Examinando la primera parte de este trabajo, que abraza un período de 12 años, de 1846 al 1.” de noviembre de 1857, se ve, dice Mr. Coul- vier Gravier, que de las 7 de la noche á las 5 de la mañana, ó sea en 10 horas, ha marchado la resultante del E. al O., ó descrito un arco de 180? (13? por hora), teniendo en cuenta la indecision de la marcha durante las primeras horas de la noche. Si se considera la marcha actual de la misma resultante desde las 10 de la noche sólo, á cuya hora se pone muy regular su curso, se ve que llega á ser este de 140” (10% por hora); resultado perfectamente conforme con el anunciado en la anterior comuni- cacion. La resultante general de todas las horas reunidas cae entre S. S. E. y S. E., 2.” del $. S. E..... La marcha de la resultante de los globos fu- gaces, 256 hoy, varia tambien como sigue: de las 6 á las 10 de la noche, entre N. E. y E. N. E., 1.* del E. N. E., de las 2 á las 6 de la madrugada, al O. S. O., describiendo por tanto un arco de 180”, tomándola de 4 en 4 horas. La resultante general de las estrellas fugaces de 4 en 4 horas cae de las 6 á las 10 de la noche entre S. S. E. y S. E., 4.” del S. E.; de las 2 á las 6 de la madrugada, entre S. y S.S. E, 2.” del S., siendo 59 por tanto de 45" el arco descrito por dicha resultante, ó la cuarta parte del recorrido por la misma cada hora de la noche. Considerada la resul- tante de las estrellas fugaces con respecto á las estaciones, se acerca lo más posible al S. en otoño, sube algo al E. en invierno, sigue hácia el E. en primavera, y se aproxima al mismo rumbo lo más posible en verano. —Perturbaciones extraordinarias de la aguja imantada. En un opúsculo en italiano que publicó hace poco el P. Secchi con el título indicado, se propone patentizar los resultados que expresa de la manera siguiente: «El general Sabine, á consecuencia de discutir todas las observacio- nes hechas en Toronto de declinacion, inclinacion y fuerza total, no vacila en afirmar que no existe trabazon aparente entre las variaciones de estos elementos. Así es cuando no se pasa de observar sólo los números; pero habiendo construido la curva gráfica que trazaria una aguja libre en seguir todos los movimientos de declinacion é inclinacion simultáneamente, he visto que en general no difiere de la no perturbada, trasladándose sólo entera cierta cantidad. Separando las perturbaciones que producen un des— vío E. y un aumento de inclinación, de las que ocasionan una declina- cion O. y una disminucion de inclinacion, hallo que en aquel caso se traslada la curva al E., se eleva y se alarga, y que en este se traslada al O., se baja y se acorta. Parece haber, pues, una trabazon completa entre las dos variables de inclinacion y declinacion. Pero todavía sorprende más la trabazon de estos dos elementos con la fuerza total. La curva de la aguja libre tiene dos lóbulos, uno menor nocturno y otro mayor diurno, y no es simétrica su forma comun. Se ve que las perturbaciones crecientes corresponden á las horas de estar la aguja en el arco que en la curva comun está acortado, al paso que las perturbaciones en dismi- nucion están en el arco que en la curva comun está más desenvuelto; de suerte que las curvas perturbadas de ambas clases son más simétricas que la comun. —Enxperiencias sobre la evaporacion de las plantas, presentadas á la Asamblea de Naturalistas alemanes celebrada en Viena en setiembre de 1856, por Mr. Sachs. Los métodos hasta el dia empleados para esta clase de experiencias son defectuosos, aunque se puedan aceptar sus re- sultados, conocida que sea la naturaleza y el valor de los errores á que estan expuestos. La evaporacion de las plantas sometidas á tales expe- riencias, es menor que la de los mismos individuos en estado normal, lo cual supone un decremento contínuo. No influye sin embargo este error mas que en la cantidad absoluta de agua evaporada; y tomando las pre- cauciones necesarias, es facil deducir de ella la cantidad relativa, ó sea la dependiente de las distintas épocas del dia y de las circunstancias meteorológicas. Mr. Sachs ha probado, como resultado general, que la 60 evaporacion de las plantas obedece en un todo á las leyes que rigen á aquella al aire libre; es menor sin embargo, en un tiempo dado, la de una superficie de hoja que la de otra igual de agua libre. Tomando para unidad la evaporacion del agua, será: en el álamo blanco */,, en el girasol (helianthus) */,, en la dracena */,, y en la gloxinia /,. Estos números son términos medios de observaciones hechas de hora en hora por 2 á 3 dias, sin que puedan dar no obstante idea cabal de lo que en realidad sucede, pues la evaporacion máxima al sol y en una atmósfera conmovida es 4 á 6 veces mayor que la mínima, tal cual se observa en noches húmedas. Mr. Sachs ha observado constantemente que, tenga la atmósfera la humedad que quiera, disminuye demasiado el peso de las plantas para poder atribuirse á defecto de los instrumentos; jamás advirtió que absorbiesen el agua atmosférica. Ha visto confirmada la observacion de Hales sobre la evaporacion menor de las plantas siempre verdes respecto de la de las de vegetacion periódica. El grueso de la capa de agua evaporada en una hora es de 0,007 milímetros en la Acacia, de 0,009 en la Dracena, de 0,01 en el Castaño silvestre, de 0,017 en el Alamo, de 0,014 en el Girasol. —Amoníaco del agua de roczo. Mr. Boussingault habia analizado rocío natural recojido por él en agosto y setiembre de 1853 en Alsacia, lejos de toda casa, y hallado para cada litro de agua de rocío cantidades de amo- niaco que variaban de 1,6 milígramo á 6,2 milígramos. El rocío artificial que acaba de examinar lo ha recojido del 20 al 22 de mayo de 1857 en el Conservatorio de artes y oficios de París, en una sala que da á una azo- tea, cuya temperatura se mantuvo entre 24 y 26”. Ha obtenido el rocío artificial precipitando el vapor de agua que contenia la atmósfera en un vaso que tenia hielo. Ha sacado 10,8 milígramos de amoniaco por litro de agua. Un trabajo especial hecho con el resíduo de la destilacion ha indicado sin dejar duda la presencia del ácido nítrico. Tambien ha de- mostrado Mr. Boussingault la presencia del amoniaco en variable propor- cion en diferentes rocas porosas cuando se las tiene expuestas por algun tiempo á una atmósfera húmeda. Así v. g., calcinando á elevado calor rojo y pulverizando ladrillo, arena, fosfato de cal, carbon de leña, ha visto que 1 kilógramo de sustancia pulverizada de dichos cuerpos contenia, al cabo de dos ó tres dias de exposicion al aire, á saber: el ladrillo, 0,5 milí- gramos de amoniaco; la arena, 0,8; el fosfato de cal, 0,8; el carbon de leña, 2,9. Piensa que este amoniaco es el que contenia el agua de rocío que debió absorber la roca porosa, y esta explicacion la corrobora la observacion de que esas mismas sustancias no presentan rastro siguiera de amoniaco, cuando antes de exponerlas al aire húmedo, se las humedece con agua bien pura inmediatamente despues de calcinarlas, á fin de apagar en cierto modo su porosidad. 61 —Proporciones armónicas del cuerpo humano. Tal vez haya algo de exageracion, ó al menos cierta tendencia á ella, entre los puntos de seme- janza que trata de establecer Mr. Silberman en este trabajo, y las leyes que se pueden formular á su parecer; de cualquier modo, sus observacio- nes son tan interesantes como instructivas, Muchas veces se ha acriminado al sistema métrico de no tener directa- mente nada de comun, en su unidad principal y las subdivisiones de ella, con el cuerpo humano, rompiendo de este modo por completo con los an- tiguos sistemas de medida, cuyas grandes unidades, el codo, pié, pulgada, dedo, no eran mas que longitudes de miembros humanos. Considerábase como un inconveniente el no poder hallar, al menos aproximadamente, la unidad métrica expresada en elementos de su propia individualidad, y ese inconveniente es el que se ha propuesto Mr. Silberman que desaparezca primero. Desde el principio del sistema decimal se notó que un baston de 1 metro de largo, puesto perpendicularmente ante el cuerpo del hombre, y cuyo extremo inferior descanse en tierra, situado entre los dos piés, toca muy próximamente con su extremo superior al ombligo. Repitiendo esta experiencia, todos podrán ver de una vez para siempre cuántos dedos dista de su ombligo la punta superior del baston, formándose así una idea completa del metro, y pudiendo hallar su longitud en caso nece- sario. Segun el término medio deducido de un considerable número de me- didas consignadas en los estados de quintas, concluye Mr. Silberman que la talla media del .hombre es 1”,64. Buffon asegura, confirmando su asercion las medidas tomadas en las obras maestras más irrecusables de la antigiiedad, que la estatura media de la mujer es la vigésima parte menor que la talla media de ambos sexos reunidos. Resulta pues de este dato y del precedente: 1.” que la talla media de los dos sexos es 1 me- tro 60 centímetros; 2.” que la mujer tiene 1 metro 56 centímetros de estatura, tambien media. La del hombre se expresa regularmente en cabezas, y tratándose de uno bien proporcionado, es igual á 8 de estas; por consiguiente la longitud media de la cabeza es 20 centímetros. El citado autor halla que la distan- cia de la planta de los piés á la punta del dedo de corazon, suponiendo levantado verticalmente el brazo, es igual á diez cabezas ó 2 metros; tenemos pues que la longitud dupla del metro puede llamarse estatura media prolongada del hombre. Tomadas á la vez dos estaturas de estas, es decir, dos naturalezas humanas puestas simétricamente Cn línea recta y que se toquen por las puntas de los dedos de las manos, tendrian 4 metros 6 20 cabezas, cuya longitud hace al parecer en la naturaleza un papel importantísimo. Habiendo medido diversos miembros ó las proporciones 62 principales del cuerpo humano en estátuas modelos de la antigúedad ó figuras tipos de los grandes maestros, Miguel Angel, Rafae!, Leonardo de Vinci, etc., dice Mr. Silberman que siempre le han resultado divisores exactos de la longitud ó base de 4 metros 6 20 cabezas. Si el autor hu- biese colocado luego por orden de magnitud las proporciones de los órga- nos del cuerpo humano, sus longitudes, sacadas de obras de anatomía, escultura, pintura, dibujo, etc. ó tomadas de la naturaleza viva Ó muerta y expresadas en números ó fracciones simples, como */., 31/4/01 /00 de la unidad primitiva de 4 metros, entonces hubiera visto multitud de leyes, expresiones unánimes de la gran ley de armonía que preside á la totalidad y detalles de las proporciones del cuerpo humano. Citemos al- gunas de ellas. Las distancias de los órganos correspondientes á lo que pudiera llamarse una misma familia, la de los sentidos, por ejemplo, la de las articulaciones de la armazon huesosa, etc., efc., están expresadas por fracciones del mismo orden, ó por potencias de una misma fraccion; así, pues, las distancias de los centros de los sentidos serian respectiva y sucesivamente */., */,,*/3, */161 "/203 las de las articulaciones 1/,, */,, Mar / 019 ./ 43) etc», etc. Si los órganos son mixtos ó pertenecientes á la yez á varias familias, sus distancias se hallan representadas por fraccio- nes cuyos denominadores son productos de números primos que forman los denominadores tambien de las fracciones correspondientes á los órga- nos simples. Existen ciertas grandes reglas ó condiciones descubiertas y formula- das hace mucho tiempo, á las cuales deben satisfacer las proporciones principales del cuerpo humano; y Mr. Silberman se ha apresurado á exa- minar si llenaban esas condiciones tradicionales los números ó longitudes medidas directamente por él mismo, ó deducidas de la ley de armonía. Es un hecho admitido generalmente, por ejemplo, que la distancia entre las puntas de los dedos de corazon teniendo los brazos extendidos en sen- tido horizontal, es exactamente idéntica á la altura total del cuerpo ó la talla. Otro hecho enunciado tambien por Vitruvio, y que ha servido en la antigiedad de piedra de toque para averiguar si una figura era verda- deramente perfecta, es que el círculo que pasa por los extremos de los cuatro miembros extendidos en cruz ha de tener su centro en el ombligo. Y estos dos casos concuerdan con los números y longitudes de Mr. Sil- berman. Con una grandísima confianza, pues, de que son verdaderas las leyes de la armonía humana, llama la atencion y la discusion acerca de ellas, creyendo que son tambien las leyes de la armonía de todos los seres de los reinos vejetal y animal, y que ha descubierto hasta en los cuerpos regulares del reino mineral. —Nuevo modo de reducir la galena ó plomo sulfurado. Acaba de 63 ocurrírsele á Mr. Cookson una gran mejora del método de tratar ó redu- cir la galena ó plorto sulfurado. Su objeto era ver de utilizar el ezufre reducido para preparar el ácido sulfúrico. Mezcla primero la galena cen hierro metálico ó con piritas de hierro calcinadas, y añade una corta can- tidad de álcali ó de una sal néutra y carbon; se pone la mezcla al calor de un horno en un crisol; pasa la galena al estado de plomo, y unién- dose el hierro al azufre quedado libre, forma un sulfuro de hierro que, expuesto á una atmósfera húmeda, se reduce á polvo; se moja con agua este sulfuro hasta formar una pasta espesa, y se amolda esta en panes que se secan á un calor moderado. Se queman los panes como las piritas en cámaras parecidas á las de las fábricas de ácido sulfúrico. Esta com- bustion reduce el sulfuro al estado de óxido, que contiene todavía algo de azufre, plomo y sales; se muele, se mezcla con carbon, y se le emplea en reducir otra cantidad de galena. Si se hace bien la operacion, rendirá más plomo que por los métodos comunes. Velocidad de propagacion del sonido en varios metales, gases y va- pores. Segun Mr. Masson serían las velocidados de propagacion del so- nido en los principales metales como resultan da la lista sisuiento, donde están por orden ascendente, tomando para unidad la velocidad en el aire, que es de 333 metros. Pl PU A 2 ds UNI AE 3,976 OTOJPULO A: Ha da ib 6,27 CO a A E 7,55 A A AT e aja IO 7,953 AR A a adi e 7,957 IIS aia a o A 8,41 Pala di tc e AO A d . 9,81 DARIA SI IS IAS 10,48 LACAN A EL TU ds RANAS 11,14 Cobro RAS pao. res ato Da 11,52 Copado dt AN A 14,23 Acero. .... iS - IE ES ros 144,88 NIE AAA SA LES 14,98 Mis A e 15,108 Aluminio. .... IAE O cocos do Tambien da las velocidades del sonido en los gases y vapores Si= guientes: Vapor de alcohol. ricos E II 130,6 de fluoruro de silicio. ........... o e Vapor de eter sulfúrico. ....... ........ 17970 de etertelorhidrico.:.'.. ¿A 199 ACIOSULOEOSD A ros. e doo O 209 A A 229,48 Brotóxido de 'áz087. 4240. AI 256,45 Nerdo "carbónico: 1120. ALAN. 0 256,83 SUlIIdECO. A A A 289 Gas oleñhante 0 III A 318,73 Bióxido deráz0e.. Lo RI Pl 325 TO A o AA o O A, 1333 Oxido de carbono AA A UN . 339,7 Vapor 1 A A e LINE, 401 AMONIACO VS AO ARA DL MS 415 Hidrógeno protocarbonado. ...... ll 431,82 —Conexion entre las revoluciones lunares y la cantidad de lluvia. En la sesion de la Academia de Bélgica del 1.* de agosto de 1857 comunicó Mr. Dallington el resultado del estudio que habia hecho de 100 revolucio- nes lunares. Ha visto, dice, que del 3.” al 7.” dia del período lunar ha- bian caido en 500 dias al*S. de la eclíptica 45 pulgadas, 6 líneas inglesas de agua; mientras que del 17 al 21, ó en los mismos 500 dias, sólo ha- bian caido 26 pulgadas, 42 líneas al N. de la eclíptica. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAVARRO.) —29009 (0 I0— ___AA A A A A Editor responsable, Frawcisco GARCIA NAVARRO. A AAA AA O N.” 2."—REVISTA DE CIENCIAS.— Febrero 1858. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Noticia sobre las estrellas cambiantes ó de brillo variable; por Mr. GAUTIER. (Bibliot. univ. de Ginebra, setiembre y octubre 1857.) La existencia de estrellas fijas de brillo y aun de color va- riable es un hecho curiosísimo por sí, conocido hace mucho tiempo respecto de algunas, y que ha llamado la atencion y el inlerés de los astrónomos, en los últimos años especialmente, advirtiendo ser más frecuente de lo que se suponia. Observaciones de antes de este siglo. La estrella « (Omicron) de la Ballena, designada por algu- nos con el nombre de Mira ó la Admirable, fué la primera en que se observó el fenómeno de la variabilidad de brillo. En octubre de 1596 notó David Fabricius que habiéndola visto de 3.* magnitud en agosto del mismo año, habia desaparecido; pero hasta 1638 no se comprobó ser periódica por Holwarda, profesor de Franeker, en Holanda. A mediados del siglo XVI halló Bouillaud que su periodo duraba unos 333 dias, com- puesto de 13 de 2.* magnitud, 105 entre la 2.* y la 6.2, y 213 de irse amortiguando hasta bajar de la 12.?, y no verse de consiguiente con anteojos que no sean de superior fuerza óplica. Despues la han observado mucho los astrónomos, siendo objeto de la primera memoria que presentó W. Herschel en mayo de TOMO VIII, 5 66 1780 á la Sociedad Real de Londres. Es muy irregular la du- racion de su periodo, como la extension de sus variaciones. El año de 1600 señaló Janson la estrella 34 del Cisne como de luz fluctuante, y en el siglo XVII se la observó mucho. A fines del XVIII la asignó Pigott un periodo de diez y ocho años, cinco de los cuales brilla como de 3.* magnitud, bajando luego á la 6.* y volviendo al brillo anterior. Argelander no la tiene por variable, estimándola de 5.* magnitud en su Urano- metria nova, publicada el año 1843 (1). La estrella Algol ó £ de Perseo es la variable más singular por lo breve y regular de su periodo. La descubrió como tal Montanari el año de 1669, pero la primera determinacion exacta de su variabilidad la dió Goodricke el de 1783. Halló que el periodo era de 2 d. 203 h.; su variacion dura solo cosa de 7 h., en las cuales pasa de la 2.? a la 4.? mag., volviendo luego gra- dualmente á su primitivo estado ordinario. Luego se hablará de otras observaciones modernas de la misma estrella. El año de 1687 descubrió Gottfried Kirch la variabilidad de brillo de la estrella y del Cisne; baja de la 5.* a la 11.* mag., y recobra aquella en unos 406 d., pero es muy incierto el período por lo irregular de sus variaciones. Maraldi vió el año de 1704 que la estrella austral u de la Hidra (n.* 30 del catálogo de Hevelius) era variable. Es de 4.* mag. en el máx., subsiste con algo más de la 10.* por más de un año, y todavía baja en la primera parte de su periodo, cuya duracion total la valua Pigott en 495 d. Argelander la tiene por muy irregular, tanto de periodo como de máx. Koch descubrió el año de 1782 qne la estrella R del Leon era variable; en 313 d. pasa de la 5.* á la 6.* mag. y vuelve á su primitivo estado; pero nada tiene de regular su máx., y lam- bien es algo irregular su periodo; suele presentar luz de color encarnado subido. (1) Se indicará la magnitud con las iniciales mag., las Astronomische Nachrichten con las 4. N., las Monthly Notices con las M. N., máximo con las máx., mínimo con las mz2n., y dia, hora y minuto con las d., h. y Moe 67 Juan Goodricke descubrió el año de 1784 la variabilidad de las estrellas £ de la Lira y 4 de Cefeo, que no menguan más que una unidad de mag., y cuyos periodos respectivos son de cosa de 13 d. y 53 d. Eduardo Pigott vió los años de 1784 y 1795 la variabilidad de las tres estrellas n del Aguila 6 Antinoo, R del Escudo de Sobieski y R de la Corona Boreal. La primera tiene un periodo de unos 7 d., y pasa de la 3.* mag. á no verse. La segunda tarda 71 d. en bajar de la 5.* á la 9.? mag. y en volver á aquella. La tercera es muy irregular, valuando su período Koch en 323 d.; tiene la 6.* mag. en el máx. y menos de la 10.* durante tres cuarlas partes de su período; pero apenas se perci- ben á veces sus variaciones. W. Herschel descubrió el año de 1796 que la luz de la hermosa estrella encarnada de 3.* mag. a de Hércules bajaba periódicamente media mag., y valuó en 60 d. el periodo. Observaciones de la primera parte de este siglo. Solo estaba descubierta por tanto, á principios del si- glo XIX, la variabilidad de una docena de estrellas; y no creció mucho este número en el primer tercio de este siglo, aunque varios astrónomos, como Olbers, Wurm, Westphal, Harding, Schwerd y Birt se dedicaron á observaciones de esta clase (1). Juan Herschel publicó en la 1.* edicion de su tratado de astro- nomía un catálogo de 13 estrellas periódicas, en el cual se inclu- yen, además de la mayor parte de las precedentes, + del Leon y x de Sagitario, que dice las vieron variables, Montanari en 1667 aquella y Halley en 1676 esta, y R de la Serpiente, cuya variabilidad descubrió Harding en 1826 (2). El mismo J. Hers- (1) - Olbers publicó en el tomo II del periódico astronómico aleman Zeitschrift fúr Astronomie un catálogo de estrellas variables. El tomo de 1841 del Jafrbuch de Schumacher contiene una-memorita de Olbers sobre las variables x del Cisne y 30 de la Hidra, escrita por él en 1818 y publi- cada despues de su fallecimiento. (2) Segun el catálogo de Pogson, de que despues se hablará, descubrió Harding de 1809 á 1828 la variabilidad de las 4 estrellas R de la Vírgen y Géminis, R y S de la Serpiente, pero ni en este catálogo ni en los de Argelander se ven citadas Y del Leon y x de Sagitario como variables. 68 chel influyó favorablemente en esta parte de la ciencia, estimu- ¡ando el celo de los astrónomos y aficionados hácia esta clase de trabajos, y dedicándose á ellos con fruto. En sus Ouilines of As- tronomy, publicadas el año de 1850, suben ya a 40 las estrellas variables, seis de las cuales fueron descubiertas por él.como de brillo variable. En cinco de ellas, « de Orion, « y n de la Osa Mayor, « de Casiopea y « de la Hidra, apenas llega á una uni- dad de mag. el cambio de brillo; pero es bastante mayor en la estrella austral n del Bajel, cuyas notables variaciones, observó J. Merschel con ocasion de su memorable viaje al Cabo de Bue- na-Esperanza. En liempo de Halley, el año de 1677, parecia de 4.* mag. esta estrella, que está rodeada de una gran,nebu= losa y tiene color encarnado. Lacaille la observó; de 2,* el año de 1751. Entre los años de 1811 y 1815 la vió Burchell enel S. de Africa, estimándola de 4.* mag.; de 1822 á 1826. estaba de 2.2; Burchell la observó otra vez en el Brasil en febrero de 1827, viéndola de 1.2 mag., igual á « de la Cruz del Sur. De 1827 á 1837, Fallows, Johnson, Taylor y J. Herschel la tenian por de 2.*? mag. Pero a principios de 1838, estando todavía Herschel en el Cabo, ereció su brillo casi de improviso, sobre- pujando al de lodas las estrellas de 1.* mag., excepto. Sirio, y Canopus, é igualando al de la hermosa estrella « del Centáuro. Luego bajó, sin ser inferior al de 1.* mag., hasta abril de 1843, en que volvió á aumentar de brillo excediendo á. Canopus é igualando á Sirio. Despues se la han notado frecuentes varia- ciones. El 15 de marzo de 1852 brillaba tanto como « del Cen- tauro, pero luego ha bajado. Moesta, director del Observatorio de Santiago de Chile, dice en una carta del 30 de agosto de 1836, inserta en el núm. 10534 de las Astron. Nach., que desde principios de aquel año estaba observando el brillo de la citada estrella, viéndolo mayor siempre que el de £ del Centauro, su- perior este al de « de la Cruz del Sur. No advirtió fluctuacio- nes. «Este fenómeno, dice J. Herschel, que fué quien primera- mente lo dijo, abre un campo muy raro á las especulaciones de los astrónomos. Las estrellas vistas temporalmente, se han apagado en general del todo al cabo de cierto tiempo. Las estre- llas variables, observadas con atencion, han presentado allerna- tivas periódicas, más 0 menos regulares, de resplandor y oscu- 69 recimiento respectivo. Estrella variable es la mencionada, que llega por accesos á un grado sorprendente de brillo, y cuyas fluctuaciones duran siglos, sin periodo fijo ni regularidad nin- guna en su marcha. ¿De dónde provienen tales relampagos y tales recaidas repentinas? ¿Qué conclusiones caben respecto de la posibilidad de habitar en un sistema cuya luz y calor proce- diesen de fuente tan incierta?» Observaciones modernas hechas en Alemania. Débense a Argelander, célebre astrónomo de Bonn, conside- rables trabajos de observacion y cálculo sobre algunas de las principales estrellas variables conocidas, á cuyo atento examen se dedicó desde el año de 1840. Publicó en el Jahrbuch de Schumacher de 1844 una memoria de 132 páginas en 12.”, intitulada Invitacion 4 los amigos de la astronomia, en la cual indica varias clases de observaciones con que los meros aficio- nados pueden prestar buenos servicios a la ciencia. Extiéndese especialmente sobre las estrellas variables, y trata con inlerég de todas las partes de este asunto, presentando los resultados de sus primeras observaciones respecto de 18 de ellas. De entonces acá ha proseguido con esmero sus observaciones de algunas de estas, publicando los resultados, ya aparte tocante á 8 de la Lira, ya en varias Memorias insertas en las A. Y. Siguiendo á Arge- lander se ha adoptado el uso de designar sucesivamente en cada constelación con las letras mayúsculas R, S, T, U, etc., las estrellas variables que se descubren en ellas y que no lienen todavía letras especiales. Tambien ha introducido en las obser- vaciones de esta clase, verificadas comparativamente con estre- llas próximas no variables y de magnitudes cercanas, las valo- raciones en décimas de magnitud, que proporcionan mayor precision que antes. Argelander ha comprobado más y más que son muy diver- sas dichas estrellas en cuanto á regularidad de la marcha de sus variaciones. La mayor parle de ellas lardan más en bajar del máx. al min. de luz, que en volver de este á aquel, pero sin ser constante la manera de suceder así, ni la diferencia entre ambos intérvalos de tiempo. Tambien suelen variar los 70 periodos y los máx. de luz, y en general juntos; llegan á veces las diferencias hasta una décima parte del periodo, y hasta dos unidades de mag. en cantidad de luz. La 4 de Cefeo es una de las estrellas variables que presenta mayor regularidad en dura- cion de periodo y en intensidad de luz en sus diversas fases. Por el contrario, O de la Ballena, x del Cisne, y sobre todo KR del Escudo de Sobieski presentan muchas irregularidades. La última, v. gr., cuyo periodo es de unos 71 dias, se ve á veces á simple vista aun estando en el mín. brillo, al paso que otras veces baja á 8.26 9.2 mag., presentándose como cuando estaba en el máx. La R de la Corona presenta aún más el mismo ca- racter: son por lo comun tan reducidas sus variaciones, que se necesilan mediciones micrométricas delicadísimas para confir- mar su regularidad, y luego de improviso se vuelven conside- rables al punto de desaparecer la estrella por algunos años. Cree Argelander que existen desigualdades periódicas de duracion del periodo de algunas de estas estrellas. Sospecha que Mira presenta varias perturbaciones de esta clase, y ha dado una fórmula para calcular la época de los máx. de brillo de la misma estrella, que contiene cuatro términos periódicos. Si bien la introduccion de estas desigualdades periódicas no hace desaparecer todas las irregularidades, las disminuye al menos, reduciendo, en Mira v. gr., a 20 6 25 dias la diferen- cia entre el cálculo y la observacion. Tambien ha visto des- igualdad periódica en la estrella R de la Virgen, cuyo periodo es de 146 dias, el máx. de 6$.* mag., y que permanece 45 dias inferior á la 11.* (4. N., núm. 959). Piensa que las variaciones de £ de la Lira están sujetas tambien á desigualdad de largo período. Presenta esta estrella 2 máx. y 2 min.; su periodo entero es de 12 d. 21 h. 47 m., y está sujeta á aumentos y disminuciones corriendo los años. Partiendo del min. inferior, en el cual está algunas horas casi entre la 4.2 y 5.? mag., larda 3,2 dias en llegar al primer máx. de 34.* mag.; baja luego en 3,1 dias al segundo mín., superior al primero algo más de 4 mag.; despues en 3,1 dias loma el segundo máx. igual al pri- mero, y completa su variacion volviendo en 3,5 dias al mín. inferior. Las variaciones de x del Cisne, cuyo periodo es de unos 406 dias, suelen tardar 40 dias; pero representandolas 11 Argelander por una fórmula que comprende dos términos pe- riódicos, ha conseguido disminuir mucho las diferencias entre el cálculo y la observacion. Tambien ha tratado de la estrella variable S del Cáncer (A. V. núm. 1000), descubierta por Hind el año de 1847; su periodo es de unos 94 dias, su máx. de 8.: mag., su min. de 104.* Presenta la notable circunstancia de conformidad con Algol de tener igual claridad máx. durante + de su periodo (en Algol 3). Ha descubierto por último Arge- lander el año de 1854 que la estrella encarnada £ del Can Me- nor es variable, y tiene un periodo de algo más de 1 dia; pero no es seguro todavía. En otras dos obras modernas se ven detalles interesantes sobre este mismo punto. Es la primera el Cosmos de Humboldt, cuya parte 1.* del tomo 3.” contiene un párrafo bastante largo sobre las estrellas periódicamente variables. Está redactado con arreglo á documentos dados al aulor por Argelander, y con- cluye con una lista detallada y con notas de 24 de tales estre- llas periódicas, formada por este mismo en Bonn en agosto de 1850. Da muchas noticias curiosas sacadas de fuentes au- ténticas y con citas oportunas. La traduccion francesa de Faye de dicho tomo 3." salió á luz el año de 1831. Pone entre otras cosas el detalle siguiente de una corta disminucion de duracion que ha presentado el periodo de Algol: segun los cálculos de Argelander, ha disminuido la citada duracion 4,,24 de 1784 á 1842, y observaciones ulteriores la confirman. La segunda obra es la Astronomia popular de Arago, pu- blicada despues de su muerte por Barral. El 1.*r tomo, que sa- lió a luz el año de 1854, trata en la segunda mitad de la astro- nomia sideral; 40 páginas en 8.? ocupan lo que se habla de las estrellas cambiantes ó periódicas y las nuevas. Discute el autor y analiza con detenimiento y con su habitual lucidez los resultados obtenidos por varios observadores sobre las princi- pales estrellas de las citadas, aprovechando entre otros los do= cumentos que sobre este punto contiene el Cosmos de su amigo Humboldt. Añade algunas ingeniosas consideraciones, ya sobre la explicacion de estos fenómenos, ya sobre el partido que cabe sacar de la observacion de las estrellas cambiantes, de que luego se hablará. 72 No se han dirigido en vano los astrónomos mencionados á sus compañeros, recomendándoles que observaran las estrellas variables, como se verá por la rápida reseña siguiente. Heis, Schmidt, Luther, Schoenfeld, Kruger y Winnecke han seguido y siguen en Alemania el camino que les trazó Ar- gelander. Débese particularmente á Schmidt, actual astrónomo del observatorio del Arzobispo de Olmutz, el descubrimiento de la variabilidad de tres estrellas, á saber, ( de Géminis y £ del Pegaso, cuyos periodos parecen ser respectivamenle de 10 y 41 dias, y una estrellita de 7.2 magnitud de color carmesi observada por Hind el año de 1855, y cuyo periodo no se co- noce aún. Schmidt acaba de publicar en los tomos 44, 45 y 46 de las A. NV. unas memoritas sobre las multiplicadas observa- ciones suyas de 1841 á 1856 de las principales estrellas va- riables. Ha obtenido los siguientes resultados respecto de la estrella polar y de algunas de las de la Osa Mayor (A. ., núm. 1099). Las observaciones de la Polar se hicieron de 1844 á 1856, comparándolas con las de g de la Osa menor. De ellas resulta que aquella está más brillante que esta cosa de media magni- tud en enero y setiembre; que en abril y mayo está algo mé- nos luminosa que 2; y que en los demás meses del año su brillo subsiste intermedio entre dichos extremos. Schmidt presume que este periodo anual debe atribuirse menos á una variabili- dad real que á un efecto fisiológico en el ojo del observador, proveniente de la diversa posicion recíproca de las dos estre- llas (encima ó debajo, á derecha ó izquierda una de otra) segun las diversas estaciones, observándolas siempre, como lo ha he- cho, en las primeras horas de la noche. Las observaciones de Schmidt respecto de las estrellas de la Osa mayor, le han dado las conclusiones siguientes: 1.2, entre n y € ocurren ligeros cambios de intensidad de luz respectiva, que le hacen presumir que una de ellas, n segun cree, varía de brillo en un periodo irregular de unos cuatro meses; 2.*, se puede admitir como probable, con el profesor Heis, que la es- brella « experimenta tambien ligeras variaciones, cuyo periodo es, segun Schmidt, de cosa de 207 d. Nada decisivo ha obtenido respecto de la variabilidad de « de la Osa Mayor; esta estrella 713 es la que siempre casi ha tenido por la más brillante de la mis- ma constelacion, despues la «, y luego en general las demás estrellas principales en el orden de brillo n y (, 8, 7, >. En cuanto a colores vió siempre á « de la Osa Mayor roja anaran- jada ó amarillenta, y las demás estrellas brillantes de la conste- lacion, blancas ó de blanco amarillento. Vió la Polar de color amarillo ó rojo amarillento, y á g de la Osa Menor más roja algunas veces que la Polar. Debemos citar asimismo el resultado obtenido por Schmidt respecto de la variabilidad de « de Casiopea (A. N., núm. 1065). Cree que el periodo real de variacion de esta estrella es de cosa de un mes, y que si lo ha visto de varios meses, consisle, como en la Polar, en un efecto óptico dependiente de un cambio de posicion de la estrella respecto del ojo del observador. Tambien notó desde el año de 1843 que en el crepúsculo las estrellas rojas están más claras que las blancas, las cuales por la noche brillan casi lo mismo que aquellas. Sus observaciones confirman las de Argelander, indicando un periodo de cosa de 196 dias en la variabilidad de « de Orion. Cree posible que haya en la constelacion de Cefeo otras estrellas variables además de 4 (A. N., núm. 1069). El Dr. Schoenfeld ha publicado en el núm. 1064 de las A. NV. algunas observaciones sobre dos estrellas variables nuevas telescópicas, descubiertas en Bonn, á saber: S de Hércules y R de la cabellera de Berenice, 'y sobre otras tres conocidas ya. En el núm. 1099 del mismo periódico están los resultados de sus observaciones de otras varias estrellas variables. Observaciones recientes hechas en Inglaterra. Hind, descubridor de 10 de los planetas pequeños que andan entre Marte y Júpiter, se ha dedicado especialmente de 1847 acá, en el observatorio de Bishop de Londres, á observaciones de estrellitas hasta la 10.* 6 11.* mag., haciéndolas cerca de la eclíptica con una ecualorial de 54 6 pulgadas de luz y 7 piés de distancia focal, con objeto de levantar cartas celestes nuevas de toda la faja zodiacal de 3 grados de latitud á uno y otro lado de la eclíptica. Van publicadas 16 de estas cartas en escala de 74 1,2 pulgada por grado, y quedan 8 por publicar. Este conside- rable trabajo, que las actuales funciones de Hind como superin- tente del Nautical Almanac no le impiden continuar, le ha pro- porcionado ocasion de comprobar de 1848 á 1856 la variabilidad de 18 estrellas telescópicas, sin periodo asignable todavía algu- nas de ellas. La estrella más notable de estas no periódicas, es la nueva, que Hind vió brillar en la constelacion del Serpentario á tines de abril de 1848 como de 44.* mag., visible perfectamente á simple vista por tanto, aunque hasta el $ del mismo mes no se viera estrella ninguna de más de la 9.* 6 10.2 mag. en aquel sitio. El 1. de mayo decayó a la 5.? mag., y el 11 apenas se veia á simple vista, habiendo poca luna. En julio estaba de 7.* mag., en junio de 1849 de 10.*, y en 1850 de ménos de la 11.* Luego ha variado bastante, pero sin pasar de la 11.* mag. Excepto esta estrella nueva, las variables descubiertas por Hind se presentan en general de 7.* á 9.* mag. en el máximo, y algunas bajaron á 134.*, último límite de visibilidad con el an- teojo. La mayor parte de ellas le ofrecieron tambien cambios de color, dominando el rojo, pero presentando á veces el amarillo y el azul. Una parece lener un periodo de cosa de 260 dias, otra de 289, otra de 293, otra de 350 y otras dos de 370. De estas últimas, una tiene color rojo subido, y á simple vista se la puede ver en su máxima luz favoreciendo las circunstancias; pre- senta cambios marcadisimos de color en las diferentes partes de su periodo. Otro astrónomo inglés que hace años trabaja con éxito en esta clase de observaciones es Pogson, agregado al observatorio de Oxford, establecimiento debido á fundacion del Dr. Radcliffe, y en el cual se advierte muchaactividad, dada por su habil director actual Jonhson. Lleva descubiertos Pogson 3 planetas pequeños, y es uno de los astrónomos que fueron encargados el año de 1854 de ejecutar á las órdenes de Airy observaciones del péndulo en la boca y el fondo de la mina de carbon de piedra de Harton, encaminadas á determinar la densidad media de la tierra. Redactando Pogson un catálogo de estrellas circumpolares, lleva descubiertas de 1852 a 1856 siete estrellas variables nue- vas, que las más luminosas son de 6.* mag. en el máx., y suelen mu 15 bajar á la 12.* 6 la 14.* Ó ménos aún en el min., hasta no ser visibles con el anteojo de la ecuatorial de Oxford, que tiene 7,2 pulgadas inglesas de luz y 10 piés de distancia focal. Pogson ha delerminado aproximadamente los periodos de cinco de estas estrellas, que son de 215, 222, 300, 400 y 437 dias. La primera, S de Ophiucus, es de 9.* mag. en el máx., é invisible luego algunos meses; tiene color blanco azulado y nunca rojo (1). La segunda, S de la Osa mayor, es con mucho la más regular de las descubiertas en el observatorio de Oxford, siendo iguales casi los intervalos de tiempo entre su incremento y decremento. En su max. de 7.* mag., y sobre lodo cuando comienza á men- guar, contrasta su hermoso color rojo con el de otra estrella de 6.* mag. que la precede. En su min. de 12.* mag., tiene aspec- to vaporoso ó nebuloso; y este mismo aspecto presenta tambien en el min. la R de la Osa mayor, cuyo periodo es de unos 300 dias. La estrella de 405 dias de periodo está en el mismo campo del anteojo que 9 del Cisne, y tiene curso de variacion muy re- gular. Su incremento de la 13,5.* mag. á la máx. 7.* sucede en menos de 100 dias, pero baja de 13,5.* durante otros 100 dias, no viéndose con la ecuatorial de Oxford. Cree Pogson que segun la curva de variacion, no desciende por bajo de la 14,3.* mag.; lo cual permitiria seguirla con un anteojo cuyo objetivo luviese 10 pulgadas de luz. Tiene color rojo sucio en el máx., y al tiempo de ir á desaparecer no presenta el mismo aspecto vaporoso que las estrellas arriba citadas. La R de Casiopea, de 437 dias de periodo, es de 6.2á 7.” magnitud en el máx., y tiene color rojo subido ó carmesí, que contrasta con el blanco de las estrellas inmediatas de igual mag- (1) Pogson ha señalado cerca de S de Ophiucus un pequeño espacio elíptico de cosa de 1” 5' de longitud en sentido de la ascension recta por 4' de ancho, en el cual no se ve estrella ninguna de más de la 13.2 mag. El centro de este singular vacío está situado á 16 h. 18% m. de ascension recta y 16% 40' de declinacion austral. No se puede dirijir un anteojo grande á este espacio negro, dice Pogson, sin concebir que se penetra en las regiones del cielo situadas muy allá de los límites de nuestra propia capa sideral, 76 nitud. Tarda 190 dias en ir bajando hasta la 11.* mag., y luego varía de aspectos hasta desaparecer, subsistiendo invisible 60 á 70 dias. Vuelve á presentarse como un objeto leve, vaporoso é indeciso. Comparándola fotométricamente, por el método de la reduccion de luz del objetivo del anteojo, con dos estrellas próximas y blancas, del mismo brillo una y menos luminosa otra, ha comprobado Pogson que desaparecia antes la estrella variable, infiriendo de aquí que una estrella blanca se ve con menor luz que una roja. En el tomo XV de la coleccion de observaciones astronó- micas y meteorológicas del observatorio de Oxford, ha publicado Pogson el año de 1856 un catálogo detallado de 53 estrellas variables, 33 de ellas de periodos conocidos exacta y aproxi- madamente, y 18 no periódicas ó de periodo ignorado. Presén- talo modestamente como bosquejo de una obra que se propone sea más aceptable por los astrónomos. Al fin expone la manera con que hace las observaciones de estrellas variables y deduce los resultados. Como instruccion para las personas que apelez- can dedicarse á esta clase de observaciones, parece conveniente copiar lo que dice Pogson. » Construida una cartita celeste de 1% de diámetro, cuyo punto central es la estrella variable, escojo varias estrellas de comparacion convenientes, de mag. comprendida entre un brillo algo superior al máx. de la estrella y la invisibilidad correspondiente á 13,5.* en el anteojo de nuestra ecuatorial. La experiencia prueba con toda claridad que se pueden apre- ciar con singular precision diferencias de mag., al paso que no merecen tanta confianza apreciaciones directas, bien consista en las diversas circunstancias atmosféricas, bien en la dificultad de conservar por cierto tiempo en la cabeza un tipo fijo de mag. Asi es que siempre aprecio las diferencias de mag. (en décimas) entre la estrella variable y las de comparacion inme- diatamente mayores y menores, anotando las particularidades de colores, etc., que puedan llamar la atencion. Decididas luego las mag. actuales de las estrellas de comparacion, mediante lo ménos cinco determinaciones folométricas, por el método de la reduccion de la luz del anteojo, se pueden obtener bastantes observaciones estrictamente comparables entre sí. Cuando me vW valgo de observaciones ajenas, como las de Bessel ó de Lalande, determino la mag. de la estrella precedente y siguiente, de igual brillo casi, observadas por ellos una misma noche, y aplico la diferencia entre sus apreciaciones y las mias á su valo- racion de la estrella variable, á fin de reducirlo todo á un mis- mo tipo de medida. »En seguida proyecto gráficamente en papel cuadriculado las abscisas que representan iguales porciones de tiempo, y las ordenadas que lo hacen de las mag., subdivididas en décimas partes. Trazo luego como mejor cabe la curva por los puntos así marcados, y rara vez se aparla una observacion de ella 0,3 de mag. Para hallar una época de máx., se leen los instantes en que se observó de igual mag. la variable, ya antes ya des- pues de dicho max., y se toma el lérmino medio de cada par de los mismos instantes. Con estos lérminos medios para abscisas y las mag. correspondientes para ordenadas, se marcan olros puntos, y la intersección de la primera curva con la trazada por estos nuevos puntos da la época buscada. Del mismo modo se hallan los mín.: si fuesen exactamente iguales las duraciones de incremento y decremento de brillo, sería una recta vertical la nueva línea; pero nose me ha presentado aproximadamente tal caso sino en S de la Osa mayor (1).» Estima Pogson que una estrella de magnitud dada da cosa de dos veces y media más luz que otra de una unidad menos de magnitud. Adopta el número 2,512 para la comodidad de los cálculos, porque suponiendo que los números naturales re- presenten la luz de un anteojo expresada en pulgadas, el exceso de penetracion de una de las luces sobre la de 4 pulgada, sera en lal caso exactamente igual á cinco veces el logaritmo tabular de aquel número. Así, mientras que con su anteojo de 7,2 pulgadas de luz llega a 13,5 el limite de magnilud que ve, (1) Acaso ocurra alguna objecion á esta manera de determinar máx. y mín., á causa do la falta de simetría que en general presentan las por= ciones de curva adyacentes. Argelander atribuye (4. N., núm. 1045, pág. 199) á tal método el valor de unos 5 d. 7 h. que halló Pogson para período de $ de Cefeo, en vez de 5 d. $ h. 47 m. 40 s. que tiene por más exacto. 78 es de 9,2 con otro anteojo de 1 pulgada de luz y de 6 con otro de 0,23. Solo emplea Pogson este método con estrellas que pa- sen de la 6.* mag., por causa de lo que crecen los discos apa- rentes de las estrellas brillantes cuando se miran con luces reducidas. Propuso Pogson á los astrónomos se repartieran las diver- sas estrellas dignas de observarse, como se ha hecho respecto de los planetas pequeños, y se está ejecutando su plan. Para facilitar las observaciones, ha publicado en el núm. 2.* del to- mo 17 de las Monthly Notices de la Sociedad astronómica de Londres, pag. 25, una tabla de las magnitudes y épocas de los máximos de 36 estrellas variables para el año de 1857. El Dr. Lee comunicó á la misma Sociedad en la sesion del 8 de mayo de 1857 una nota de Pogson, inserta en el núm. 7 del tomo XVII de las M. N., tocante á la estrella variable U de Géminis, descubierta por Hind en diciembre de 1855, y de periodo ignorado aún. Cerca del máximo tiene color pálido blanco azulado, y nunca se la ve rojiza. En su primera reapa- ricion despues de descubierta, presentó al acercase al máximo un centelleo bastante raro, y que no podia provenir de influen- cia atmosférica, porque no lo presentaban lo mismo las estre- llitas inmediatas. Entrelazando Pogson sus recientes observacio- nes con las de Hind, cree que sea de 96 dias el periodo de variabilidad de esta estrella. Sus límiles de magnitud son Y y 13,5. Baxendell, de Manchester, principió hace años a observar estrellas variables, y lleva descubiertas dos nuevas periódicas, a saber: A de Taurus, de 4.* mag., que solo mengua 4 mag., y la décimatercia de la Lira, estrella roja de 4.* mag., y que varia 0,3 en un periodo aproximado de 48 dias. Tambien ha trabajado de 1840 aca en la variacion de Ri del Leon, sacando un periodo medio de 3123 dias. El inlérvalo entre su minimo medio 10,5 y su máximo 6,2 es de unos 146 dias, y entre el máximo y el mínimo de 166 dias; de suerte que es de las es- trellas variables cuyo brillo crece más rápidamente que men- gua. Parecen más perceptibles sus irregularidades de magnitud en el mínimo que en el máximo, pasando aquellas de 10 á 11,2 y estas de 5,9 a 6,5. Siempre ha visto Baxendell de color 79 rojo amarillento á la estrella R del Leon (M. /., tomo 17, pá- gina 235). Cilemos por último las observaciones de Baxendell de o de Hércules (M. N., tomo 16, pág. 201). Apenas llega á 4 mag. la variacion de esta estrella. Despues de 8 años de observacio- nes halla Baxendell su periodo de 883 dias, en lugar de 60 6 66 que sacaron antes W. Herschel y Argelander; aunque este, luego de saber los resultados obtenidos por Baxendell, insiste en tener por más probable el periodo de 67 dias, conviniendo sin embargo en lo dificil de decidir este punto respecto de una estrella cuyo periodo anda entre 103 y 26 dias (1). Suplica á los aficionados que observen sus variaciones con perseverancia por algunos años (A. NV., núm. 1045), esperando que de tales observaciones se podran sacar conclusiones interesantes acerca de la naturaleza de las estrellas variables. Cree Argelander que en la mayor parte de los casos predomina una causa que oca- siona los cambios de luz, interin que en « de Hércules concur- ren varias de igual fuerza casi. Observaciones recientes hechas en varias partes de Europa. El profesor Oudemans, actual director del observatorio de Utrecht, publicó el año de 1856 en el tomo 43 de las A. N. observaciones de estrellas variables hechas por él los de 1855 y 1856 en el observatorio de Leyden. Halla que 7 de Piscis, cuya variabilidad descubierta el año de 1855 por el Dr. Luther pasa de la 9.2 á la 11.* mag., tiene un periodo de cosa de 142 dias. Se dedicó especialmente á observar las estrellas variables telescópicas descubiertas por Hind y Pogson, y obtuvo para siete de ellas los periodos aproximados siguientes: R de Piscis, cuyo brillo varia de la 9.2 á la 13.2 magnitud....... A A 425 dias. S de Piscis, variable de la. ....... 82.410 12,* A lata 0D 369 (1) Schmidt saca 76% d. (4. W., núm. 1060) por término medio de sus Observaciones de esta estrella. 80 R de Taurus de ld. ............. 82 á menos deda Lc a A Y, IR Ride Orioabuerel ch rercionscsla Qe Anla 119.2; 334/0839 R.de Géminssll. esiocrd. ¿0% có. Mt ala T de la Hidra. .....«...««.«...... 6.24 la 9.*unos$8 meses S de la Osa Mayor. ...¿..¿e¿.... 71.44 la 12.2, 304 dias. Pogson halló 222,3 dias para S de la Osa Mayor, Schoen- field 370 dias para R de Géminis y 406 dias para A de Piscis. Oudemans ha descubierto la variabilidad de una estrella de Taurus, que es de la 10.% á la 12.* mag. Hoek ha publicado tambien á lo último del núm. 1097 de las A. /V. algunas obser- vaciones de estrellas variables hechas en el observatorio de Leyden, y saca 415 dias para periodo de 4 de Piscis. Chacornac, astrónomo francés, agregado antes del observa- torio de Marsella y luego del de París, y á quien se debe el des- cubrimiento de 3 de los nuevos planetas pequeños, viene dedi- cándose hace años, bien en Marsella con Mr. Valz, bien en Paris, á observar las estrellas más diminutas situadas en la zona zodiacal, con objeto de construir un atlas eclíptico nuevo. Las cartas de este, del cual van dadas á luz tres entregas de á 6 cartas, ó sea la 4.* parte del total, están construidas con escala de unas 2 pulgadas por grado, más que cuadrupla de consi- guiente que la de las carlas publicadas por la Academia de Berlin. Comprenden las estrellas de la 1.24 la 12.2 mag. Las 18 publicadas abrazan 25.525; y valua Chacornac en 342.000 el número tolal de las que contendrán las 72 cartas, cuando con- siga que entren las estrellas de 13.* a 14.* mag., como ha prin- cipiado á lograrlo con un anteojo de 12 pulgadas de luz (1). El vasto trabajo que esta publicacion ocasiona, ha propor- (1) Igual trabajo inmenso de determinar las posiciones en la esfera celeste de unas 50.000 estrellas pequeñísimas, situadas cerca de la eclíp- tica, acaba de terminarse en el observatorio particular de Ed. Cooper, castillo de Markree, condado de Sligo, el NN. de Irlanda, y el Gobierno inglés ha publicado á sus expensas el catálogo de ellas en 3 volúmenes. 81 cionado ocasion á Chacornac de comprobar por primera vez la variabilidad de algunas estrellas. Pogson inserta ya una en su catálogo, hallada por Chacornac, de 9.? mag., en julio de 1853, que luego desapareció, y en seguida se volvió á ver en abril de 1855 como de 10.* mag. Recientemente, al presentar Le Verrier á la Academia de Ciencias de Paris en sesion del 20 de julio de 1857 la 3.* entrega de las Cartas de Chacornac, advir- tió lo que dice este, de que contienen 1 estrella nueva, 6 que han desaparecido despues de haberlas observado él mismo, y 4 estrellas variables nuevas, que una pasa de la 6.? á la 8.2 mag- nitud, otra de la 8.2 á la 11.*%, otra de la 9.2 á la 14.2, y la cuarla es de la 9.* en el máximo, y desaparece completamente en el mínimo. Le Ricque de Monchy merece contarse tambien entre los astrónomos franceses que se dedican á observaciones de estre- llas variables, y poco hace se dió á luz en las Memorias de la Academia de Ciencias y bellas letras de Mompeller una noticia interesante suya, de 10 páginas en 4.”, sobre las variaciones de Algol, que es digna de citarse. Admite Monchy la variabilidad de duracion del periodo de Algol tal cual lo determinó Argelander; pero comparando sus propias observaciones, hechas de marzo de 1852 á enero de 1857, saca que la duracion del período, que habia disminuido algo de 1784 á 1842, ha aumentado de entonces acá, y aun superado ligeramente al valor de 1784. La comparacion de los minimos le da, como asimismo la de los máximos, para valor actual de dicho periodo 2 d. 20 h. 49 m. y una cortisima fraccion de segundo. Argelander habia sacado: 2 d. 20 h. 48 m. 59,41 s. para 1784, 2 d. 20 h. 48 m. 55,18 s. para 1842 (1). Se ignora si ha dado margen este trabajo á descubrir más estrellas varia- bles, pero se ve comprobada en él la desaparicion de 77 estrellas que fue- ron observadas anteriormente, y venian inscribiéndose en varios catá— logos. (1) Arago previó esta alternativa, cuando en la pág. 399 del tomo 1 de su Astronomía popular dice; «Es probable que á esta disminucion de TOMO VIII, 6 82 Describe Monchy las variaciones de Algol, tales como las observó, de la manera siguiente: «Mengua primero lenta y uniformemente Algol, tardando cosa de 2 h. en bajar de la 2.* á la 3.* mag., ó sea al brillo de 1 de Perseo; y cuando en su periodo de incremento recobra el brillo de 4, tarda tambien 2 h. en recobrar su intensidad ordinaria. Para descender del brillo de * á su mínimo, en el periodo de amortiguarse, tarda 1 h. 30 m. 0 35 m.; en el periodo de incremento, para volver del mínimo brillo á la intensidad de >, tarda tambien 1 h. 39 m. El hecho más singular del periodo de las variaciones de Algol, y que hasta ahora no he visto citado en ninguna parte, es una recrudescencia que al declinar experimenta su inten- sidad, y una recaida en el periodo de aumento. Siempre me ha parecido, no obstante, ménos caracterizada esta irregularidad en el período de incremento que en el de declinar. Cuando no pasa ya el brillo de Algol del de p de la cabeza de Medusa ó de x, vuelve en 10 m. al de + de Perseo ó poco ménos. Diez minutos despues de esta fase 6 de esta irregularidad, baja otra vez á un brillo que excede poco al de 4. Lo inverso de esta fase sucede en el periodo de incremento de brillo: 30 6 35 m. despues de llegar Algol á su minima intensidad, se pone igual casi á 2%; conserva este brillo por unos 20 m.; despues en 20 6 25 m. vuelve á bajar á otro algo mayor que el de ,, más len- lamente sin embargo que subió al de 4 en el periodo de decli- nacion. Tambien sube, en el periodo de incremento, á la inten- sidad de 4 más lentamente que baja á la de p en el de declina- cion despues de haber subido á la de >. »A mi vista la fase de declinacion de Algol reconoce por causa una disminucion de mag. más bien que una alteración duracion del período de Algol siga por cierto tiempo un aumento, y que así continúe sucediendo periódicamente.» Pogson advirtió en nota á su catá- logo relativa á esta estrella, que en atencion á lo breve de su período y á la rapidez con que varia, es preciso aplicar al mín. calculado una correccion de aberración, antes de compararlo con el observado. La expresion su- ficientemente aproximada en segundos de tiempo de tal correccion es 460% cos. (54% 12'—longitud del sol). 83 propiamente tal de la viveza de la luz que nos envia. Sin em- bargo, 15 6 20 m. antes y despues del instante del minimo me ha parecido interponerse siempre entre nosotros y la estrella un ligero vapor ó nebulosidad rojiza por la cual brilla mucho Algol. Igual fenómeno sucede tambien, á mi vista, durante los 156 20 m. que preceden y los 10 m. que siguen á la recrudes- cencia de intensidad en el periodo de declinación, así como durante los 10 6 12 m. que preceden y siguen á la recaida en el periodo de incremento. Este fenómeno, que corresponde á un brillo de Algol igual casi al de e de la cabeza de Medusa, me ha parecido siempre más caracterizado en el periodo de decli- nacion que en el de incremento. En las demás fases conserva Algol, en mi juicio, el color blanco ligeramente azulado que tiene en su brillo comun. Es facil apreciar los cambios de Algol comparándola con las estrellas inmediatas, y valiéndose de vi- drios negro-azulados de color más ó ménos subido. Por este medio se pueden eslimar cambios que acaso no percibiria la simple vista. He observado á Algol á distintas distancias del zenil y en diversas épocas del año; siempre he obtenido unos mismos resultados, variando solo 5 á 6 m. la duracion de las diferentes fases.» Debe citarse por último la variabilidad de algunas estrelli- tas situadas en la nebulosa de Orion, acabada de comprobar por Otto Struve. La ha consignado en carla al astrónomo Airy del 1.? de mayo de 1857, inserta en el número de junio de 1857 de las M. N., tomo 17, pág. 227, dandose tambien algunas observaciones nuevas é importantes sobre la variabilidad de las nebulosas. «De las 6 estrellas, dice Struve, observadas en la parte de la nebulosa de Orion llamada region de Huyghens, 4 lo menos son variables en un espacio de 3 0 4 m. cuadrados; y discurro que observaciones posteriores aumenten considerablemente el número de las estrellas de veras variables en la misma region. La 6.* estrella del trapecio ofrece v. gr. muchas señales de va- riabilidad. Despues de verla como Lassell de brillo igual al de la 5.2, me parece siempre este año de menor. Acaso se explique por esta variabilidad por qué la citada 6.* estrella, aun despues de descubrirla Herschel, no la pudo ver nunca mi padre con el 84 arande anteojo de Dorpat, al paso que se observaba tal cual la 5.2 De presumir es tambien que dos ó tres de las estrellas vistas y medidas por Lamon! el año de 1837 sean variables, porque no se comprenderia, si no, que no se viesen con el gran- de anteojo de Poulkowa, cuyo límite de visibilidad lo estima Struve en 13,5; y es posible que lo mismo suceda con algunas de las estrellas sospechadas más bien que observadas por Vico, Bond y otros en las inmediaciones del trapecio.» »La existencia de tantas estrellas variables en un espacio tan reducido de la parte central de la nebulosa más curiosa del cielo, debe inducirnos naturalmente á suponer que tales fenó- menos estén intimamente entrelazados con la naturaleza misle- riosa de los mismos cuerpos. Pero quizás no sean todavía bas- lante extensos nuestros conocimientos acerca de las estrellas variables en general, y en especial de las estrellitas, para ad- mitir conclusiones decisivas. Debemos proceder por grados. Una de las primeras cuestiones que ocurren es saber si el es- pacio donde abundan estrellas variables se concreta Ó no á la region de Huyghens.» En la region llamada subnebulosa ve Struve una estrella en los catálogos de Lassell y Liapounoff, que no está en el de J. Herschel, y que apenas vió el invierno pasado con el anteojo de Poulkowa; por lo cual presume que tenga brillo variable. «Admitiendo, añade, que los rápidos cambios de luz observados en estas estrellitas tengan conexion con la naturaleza de la ne- bulosa, cabria presumir que tambien se observarian cambios en la nebulosa y en la distribucion de la materia nebulosa. Pero están sujetas á tantas ilusiones las observaciones de esta clase, que nunca sobrará precaverse respecto de las conclusio- nes que se saquen. Pienso que el camino comunmente seguido por los astrónomos en los trabajos de este género, de comparar entre sí las representaciones gráficas trazadas en diferentes épo- cas por diversos observadores, no dará nunca resultados que se puedan tener por intachables..... Continuando este mismo sis- tema por siglos seguidos, acaso se llegáran a descubrir cambios progresivos, pero no se comprobarian los que suceden con cor- tos intérvalos. Y las rápidas variaciones de luz de las estrellas nos autorizan á esperarlos, y acaso periódicos, en el aspecto 85 de la materia nebulosa; y mejor podríamos corroborar su exis- tencia con observaciones comparativas sobre la claridad y las formas de algunas partes prominentes de la nebulosa, que con figuras de conjunto. Por este camino he procurado marchar el invierno pasado, y en diferentes puntos he recibido impresion de cambios considerables sucedidos en el breve periodo de mis observaciones. No me atrevo, sin embargo, á tenerlos por he- chos positivos hasta que se vean comprobados, especialmente por observadores situados en climas más favorables y surtidos de medios ópticos suficientes al objeto.» Cita Struve cuatro partes de la nebulosa de Orion donde percibió con toda distincion cambios de forma 0 de brillo en algunos meses. Ideas vertidas sobre la causa de la variabilidad de brillo de las estrellas, y sobre las consecuencias que cabe sacar. Despues de haber expuesto sumariamente y por orden his- lórico el estado actual de los conocimientos debidos á la obser- vacion de las estrellas variables, resta manifestar las ideas hipo- téticas más plausibles que para explicar estos fenómenos se han vertido. Argelander en su Invitacion á los amigos de la Astronomia, arriba citada, indica las tres hipótesis principales que se han discurrido para darse razon de dichos fenómenos. Consiste la primera en admitir diversa facultad luminosa en la superficie de las estrellas cambiantes, y una rotacion de estos cuerpos al rededor de un eje, en virtud de la cual veamos, cuándo las partes más luminosas de su superficie, cuándo las menos. Riccioli fué el primero que propuso esta hipótesis; tam- bien la indicó Newton, y Humboldt en una nola de su Cosmos cita el pasage de los Principios donde está expresada. La segunda explicacion consiste en suponer una rotacion de un cuerpo muy aplanado al rededor de un eje que experimente balanceos ú oscilaciones notables respecto del rayo visual que venga del astro al observador. Cuando coincida la direccion del eje con este rayo, nos presentarán las estrellas una superficie vastisima, mandándonos más luz y pareciéndonos por tanto más 86 brillantes que cuando forme el eje un angulo grande con el rayo visual, en cuyo caso veriamos el astro de canto, digámoslo asi. Arago atribuye esta hipótesis de un cuerpo aplanado á Mauper- tuis. En la tercera hipótesis se admite la revolucion al rededor de las estrellas de planetas abultados, cuyo plano de la órbita esté muy próximo al rayo visual, y que en su conjuncion inferior con aquellas inlercepten de consiguiente gran parte de su luz. A esta exposicion añade Argelander observaciones inte- resantes, que como publicadas el año de 1844 podrá haber mo- dificado su opinion el autor sobre algunos puntos. La primera hipótesis parece á Argelander la más plausible, y piensa que explica bien el conjunto del fenómeno, admitiendo que tengan las estrellas constitucion parecida á la de nuestro sol. Adopta para esto la idea de un cuerpo oscuro con grandes desigualdades en la superficie, sobre todo en las regiones inmedia- tas al ecuador, donde haya cordilleras dilatadas y muchas cimas muy altas. Circunda al cuerpo una atmósfera luminosa, debajo de la cual haya tal vez otra oscura; y tienen estas atmósferas fluctuaciones tan considerables, que entreabriéndose permilan ver como otras tantas manchas oscuras las cimas de debajo. «Admitiendo, añade Argelander, que las estrellas cambian- les tengan esta misma constitucion, debemos suponer que en ciertas regiones suyas haya alturas tan elevadas y vastas que sobresalgan siempre de la atmósfera luminosa, y con facilidad se concibe en cada estrella en particular una distribucion de regio nes oscuras que de cuenta de las diversas fases que presenta su luz. Las manchas se ven sólo completas hácia la parte media de la estrella, y menguan al paso que la rotacion las va acercando al borde del astro. »En el caso de las estrellas que llenan exactamenle sus periodos, presentando siempre igual claridad en unas mismas fases, se debe inferir de esta uniformidad, 6 que las fluetuacio- nes de su atmósfera son reducidisimas, ó que las proluberan- cias, bien tengan forma de picos agudos, bien de meselas con bordes escarpados, son tales que las fluctuaciones atmosféricas las recubren más ó menos en pequeña parte sólo. Al contra- rio, cuando presentan las estrellas periodos y claridades muy 87 diversas (es de nolar que siempre sucedan conjuntamente ani- bas clases de diversidad), podemos inferir que es corta la ele- vacion de las montañas sobre la atmósfera luminosa. Parece entonces la estrella mucho más luminosa, cuando siendo alta la atmósfera cubre mayor parte del cuerpo oscuro,-que cuando, siendo baja respecto de nuestro rayo visual, descubre mayor porcion del mismo cuerpo.» No oculta sin embargo el autor que esta hipótesis lleva consigo bastantes objeciones, enumerando las principales en los términos siguientes: 1. «Algol brilla con resplandor igual casi durante siete 0c- lavas partes de su período, y solo en la octava restante presenta primero notable decremento de luz, y luego incremento corres- pondiente. Segun la hipótesis, habria que admitir que la rota- cion del astro en torno de su eje ocasionaba periódicamente baja súbita de su atmósfera luminosa, lo cual es poco vero- simil, 2. »Tenemos advertido que crece con más rapidez que mengua la luz de la mayor parte de las estrellas cambiantes, pues aunque la variable del Escudo de Sobieski presenta, parece, el caso contrario, no se conoce aún sino imperfectisimamen- te (1). Casi lodas las que van bien examinadas presentan la particularidad de ser primero muy singular el decremento de luz, no percibirse luego por cierto tiempo, á la simple vista al menos, y volver con mayor rapidez hácia la época del mínimo. (1) Schmidt estudió atentamente, del año 1846 al 1856, las variacio- nes de R del Escudo de Sobieski, y dedujo las conclusiones siguientes (4. N., núm. 1091). Presenta esta estrella, como fá de la Lira, dos má- ximos y dos mínimos, aquellos iguales casi, estos muy desiguales. Su perío- do real es de unos 147 dias, de ellos 27,5 entre el primer máximo y el mínimo segundo, 27,5 » el mínimo segundo y el máximo segundo, 46,5 » el máximo segundo y el mínimo primero, y 45,5 » el mínimo primero y el máximo primero. Parece, pues, que las duraciones medias de las disminuciones y de los incrementos de luz son iguales casi en esta estrella. 88 En el caso de £ de la Lira, se trasforma en otro máximo aquel estancamiento aparente. »Sin dificultad se podian explicar ambas circunstancias si se tratase de una estrella sola por una configuracion particular de las alturas del cuerpo oscuro; pero su existencia en todos los casos exigiria una uniformidad de configuracion que la extraor- dinaria variedad que reina en la naturaleza loda nos prohibe admitir. 3.7 Se puede mirar como muy probable que en dos casos de estrellas variables ocurre cambio regular de periodo. En el de Algol, un lentísimo acortamiento proporcional al tiem- po, y en el de 8 de la Lira un alargamiento más perceptible, y tambien proporcional al tiempo. Y ahora bien, en nuestro sistema solar todas las rotaciones al rededor de un eje son perfectamente uniformes, y Laplace demostró que, conforme á la ley de la gravitacion newtoniana, no cabe desvío alguno de tal uniformidad que aparezca perceptible ni aun al cabo de millares de años. No estamos, en verdad, autorizados á inferir inmediatamente de lo que se dice ley en nuestro sis- tema, que los demás soles se muevan segun las mismas re- elas; pero tenemos, sin embargo, bastantes indicaciones de que la ley de la gravitacion universal prevalece tambien en aque- llas remotas regiones, para no admitir sino con muchísima cautela hipótesis que la fuesen contrarias, cual lo sería la de un cambio de uniformidad de rotacion en el corto intérvalo de 30 años. » » Estas mismas objeciones se oponen á adoptar la segunda hipótesis; los considerables balanceos del eje de rotacion que supondria, son además muy problemáticos; y para explicar las desigualdades de los períodos medios y de las claridades, len- dríamos que recurrir á las mismas causas que en la primera hipótesis. La tercera es tambien inverosimil mirada de cerca, porque habria que suponer planetas extraordinariamente abul- tados y órbitas muy excéntricas, cuyo perihelio estuviese de- tras de la estrella, cerca de la direccion del rayo visual, y que el plano de la órbita pasase por este. Sin estas condiciones se presentaria la estrella con todo su brillo por mucho más tiempo que el observado en cada caso de estrella variable. Los aspectos 89 de Algol se podrian explicar con esta hipótesis. ¡Pero qué corta duracion de revolucion! ¡Y cuán corta seria tambien en 4 de Cefeo, » del Aguila y £ de la Lira! Para explicar las irregula- ridades, habria que suponer luego enormes perturbaciones, ya del movimiento medio de los planetas, ya de la inclinacion y la linea de los nodos de sus órbitas; y la uniformidad del modo de crecer y menguar la luz presenta todavía, en tal hipótesis, iguales objeciones que en las otras. El concurso de estas diver- sas hipótesis proporcionaria llegar más fácilmente en muchos casos al fin, sin dar razon sin embargo de la conformidad de marcha antes expresada.» Monchy en su nola dice respecto de la aplicacion al caso de Algol de las dos hipótesis principales vertidas acerca de la variabilidad de las estrellas, Ó sean la primera y tercera, lo que sigue: «La brevisima duracion del periodo de las variaciones de Algol respecto de el del brillo comun, exije un concurso de circunstancias complicadísimas para que se pueda admitir la primera explicacion en cuanto a Algol; porque si estuviesen las manchas en un lado ó en los dos opuestos del astro, la du- racion del periodo de las variaciones sería igual á la del de brillo ordinario. La recrudescencia que experimenta la inten- sidad de Algol al tiempo de declinar, y la recaida al de au- mentar, exijen al parecer otra reunion de circunstancias no menos complicadas que las anteriores, para que un cuerpo opaco regular ó circular, como Júpiter ó la Luna, eclipse pe- riódicamente á Algol. En verdad que si un planeta como Saturno ocultase á una estrella, ofrecerian ciertamente irregularidades los eclipses parciales ú totales. Hasta podria desaparecer la es- trella, volver luego á aparecer más ó menos liempo, desapare- cer otra vez y reaparecer por fin definitivamente, si el intérvalo vacio entre el anillo y el planeta dejase ver momentáneamente la estrella. Varias veces han visto los astrónomos estrellas en el espacio vacio que está entre Salurno y su anillo. Si el planeta de forma irregular 0 de la clase de que hablamos tuviese almós- fera parecida á la de la tierra, se presentaria la estrella par- cialmente eclipsada con distinto color que el de su brillo nor- mal, y esto pudiera dar razon de la ligera nebulosidad rojiza 90 que parece circundar á Algol cuando desciende á tener igual brillo casi que p de la cabeza de Medusa.» Sobre este punto dice Arago en su Astronomia popular lo si- guiente. «Las tres suposiciones pueden satisfacer igualmente al conjunto de los fenómenos observados. ¿Sucede lo mismo con los detalles? Porque los detalles son la piedra de toque de las teorias. A los detalles es menester llegar al tratar de las estre- llas cambiantes; observaciones de intensidad hechas todos los dias y con cortos intérvalos, dirán si no sería indispensable variar la explicacion segun los casos, adoptar cuándo esla, cuándo aquella, cuando combinarlas; si no llevan consigo los fenómenos cambios considerables y rápidos, bien de la posicion de los polos de rotacion de las estrellas, bien de la situacion de los planos que contienen las órbitas de los planetas opacos que en torno de ellas circulan, etc. Deberán examinarse las diver- sas suposiciones, con respecto á los cambios periódicos en espe cial que Argelander ha visto ocurren en las duraciones de los periodos. »Hind ha llamado la atencion de los astrónomos hácia el hecho de que las estrellas variables, sobre todo las más ténues, tienen por lo general color rojo. ¿No habria alguna conexion entre esta singularidad y la observacion hecha por el mismo astrónomo de que las estrellas variables, en el momento de su brillo mínimo, parecen rodeadas de una especie de niebla? Su- poniendo que esté bien confirmada la existencia de esta niebla, se estaria en camino de explicar estos raros fenómenos. Acaso se llegaria á la consecuencia de que las variaciones de intensi- dad de una estrella provienen, no de un planela completamente opaco circulante al rededor de la estrella, sino de nubes cósmi- cas que por un movimiento parecido de circulacion vendrian á interponerse sucesivamente entre dichos astros y la tierra (1).» En cuanto á las estrellas cuyo brillo ha variado sin haberse (1) J. Herschel, en una nota sobre la variabilidad de « de Orion, comunicada á la Sociedad astronómica de Londres el 10 de enero de 1840, expresaba la misma idea en estos términos: «La trasparencia imperfecta de los espacios celestes pudiera provenir de partículas de materia no lu- minosas, irregularmente diseminadas en partecillas análogas á las nebulo- sas, pero de mayor extension; de nubes cósmicas, en suma, de las cuales 91 comprobado periodo de las variaciones, se puede admilir tam- bien como explicacion la existencia de cambios reales de su constitucion peculiar. En el parrafo 761, pag. 350 de los Resul- tados de las observaciones hechas en el Cabo por J. Herschel, dados á luz en Londres el año de 1847, dice sobre este punto el célebre astrónomo citado lo siguiente. «Ignorantes cual lo estamos de la causa de la luz solar y es- trellar, y de las condiciones capaces de influir en su intensidad en diversas épocas, no se debe adoptar con demasiada genera- lidad d priori la idea de una periodicidad regular, puesto que evidentemente han ocurrido cambios lentos y graduales de luz en varias estrellas desde los tiempos más remotos de la astro- nomía. Este punto presenta sumo interés bajo el aspecto físico. Los grandes fenómenos geológicos me parece que ofrecen evi- dentes presunciones de cambios sucedidos en el clima de nues- tro globo mirado en general. Sin esto no puedo comprender las alternativas de calor y frio bastante extensas en cierta época para haber cubierto las altas latitudes boreales de una riqueza de vejelacion más que tropical, y para haber sepultado en otra época vastas partes del medio de Europa, que hoy disfrutan clima templado, debajo de una capa de hielo de enorme grueso. Semejantes cambios indican al parecer alguna causa más pre- potente que una simple distribucion local de tierra y agua, se- gun piensa Lyell. » Las lentas variaciones seculares que han podido suceder en cierto grado durante la inmensidad de los siglos pasados en la cantidad de luz y calor que nos da el sol, son una causa no sen- tada, es cierto, como un hecho, pero que cabe admitir, en con- formidad con los fenómenos siderales que sabemos ocurren, como más que una mera posibilidad, y muy suficiente para dar cuenta de los hechos geológicos (1). »Un cambio de media mag. del brillo del sol, mirado como _ pienso que tenemos alguna indicacion en los fenómenos de las estrellas temporales, singulares y caprichosos al parecer, así como acaso en el re- pentino incremento y decremento de » del Bajel. (1) J. Herschel habia apuntado ya esta causa como posible en una Memoria sobre los cambios de las estrellas fijas (Philos., transact , 1796, pág. 186). 92 una estrella fija, sucedido en épocas geológicas sucesivas, cuán- do aumentando, cuando disminuyendo, cuándo permaneciendo estacionario; de una temperatura general más caliente ó más fria, patentizada por los trabajos geológicos actuales y futuros, es lo que ningun astrónomo puede dejar de admitir hoy como una suposicion perfectamente razonable y no improbable. Esta suposición es por cierto menos extravagante que la idea de que el sol, por su movimiento propio individual, pueda haber atra- vesado, en tiempos precedentes, por regiones del espacio tan abundantes de estrellas, que por influencia de suradiacion hayan afectado al clima de nuestro planeta..... Nada sabemos, como antes dijimos, sobre la causa excitante de las emanaciones ra- diantes del sol y de las estrellas. Puede consistir en vastas cor rientes de electricidad que alraviesen el espacio (segun las leyes cósmicas), y que encontrando en las altas regiones de sus almósferas materia convenientemente atenuada y dispuesta para una fosforescencia eléctrica, puedan poner radiante á esta misma maleria, cual lo es nuestra aurora boreal por influjo de las corrientes eléctricas terrestres. Pudiera resultar tambien de una combustion que estuviera sucediendo actualmente en las regiones elevadas de sus almósferas, cuyos elementos por tanto unidos, estuviesen en constante curso de separacion y de res- tauracion á su estado activo de mútua combustibilidad, mediante procedimientos vitales que ocurriesen con suma intensidad en sus superficies habitables, parecidos á los que en nuestro globo ocasionan que la vegetacion separe el ácido carbónico en sus elementos (producto de la combustion) y reslablezca de este modo su combustibilidad.» En los capítulos 25 y 26 del libro IX de la Astronomía po- pular dice Arago sobre algunas consecuencias interesantes que cabe inferir de la observacion de las estrellas cambiantes lo que sigue: «La luz blanca se compone de rayos de diferentes colores. ¿Se mueven con una misma velocidad? Dificilmente se citaria otra cuestion de fisica cuya solucion sea capaz de dar conse- cuencias más precisas sobre la constitucion de los espacios ce- lestes. Las observaciones de las estrellas periódicas proporcionan resolverla por completo.» 93 »Con efecto, sin ocuparnos por el momento en la causa fisica que determina los cambios de intensidad de la estrella O de la Ballena, podemos afirmar con certeza que en ciertas épo- cas nos envia mucha luz; que en otras no nos envia ninguna ó casi ninguna; que el paso, en fin, de este último estado al pri- mero sucede gradualmente y con bastante rapidez. »La estrella que hoy, supongamos, no envia ningun rayo á la tierra, se pondrá brillante algun tiempo despues. Nos man- dará entonces rayos blancos, puesto que es blanca su luz, 0 más bien nos despachará, simultaneamente y en cada instante, siete correos de diversos colores. Si el rojo es el más rápido, será el que llegue primero, alestiguando la reaparicion de la estrella; y se verá roja. Se modificará esta al paso que los demás colores prismáticos vayan llegando á su vez y mezclándose con el rojo que les precedió..... Habra, pues, una sucesion de tintas resul- tante de la combinacion de los colores menos refrangibles, has- ta el blanco, que provendrá de la reunion de todos; y en orden inverso se sucederán los aspectos al irse amortiguando la luz de la estrella. »Si los rayos de diversos colores atraviesan por el contrario el espacio con igual rapidez, permanecerá constantemente blanca la estrella variable desde su primera aparicion hasta la máx. intensidad, y lo mismo en el periodo decreciente. »Así que me ocurrió que las estrellas variables serian un medio de solventar la cuestion tan controvertida de la igualdad 6 desigualdad de velocidad de los rayos luminosos de diversos colores, he examinado á cada paso estrellas periódicas blancas en todos sus grados de intensidad, sin notar en ellas coloracion apreciable. He visto además que ningun astrónomo moderno dado á esta clase de trabajos, ha mencionado coloraciones reales en las fases de cualquier estrella periódica (1).» (1) Antes hemos visto, no obstante, que hay casos de observaciones recientes de estrellas variables en las cuales se han comprobado cambios de color, aunque sin presentar la sucesion regular arriba indicada. Posible es que parte al menos de tales cambios sean reales, y parecidos al de Si- rio, que tiene hoy color blanco, cuando los antiguos se lo daban rojo. Hind ha observado tambien una estrellita no variable, situada á 5 h. 9% »Entre las cuestiones que cabe dilucidar valiéndose de ob- servaciones de las estrellas cambiantes, citaré solo dos, á saber: » Es la primera la determinacion del límile superior de den- sidad que no podria traspasar la materia ó el eler que Jlene los espacios celestes. Con efecto, segun el sistema newloniano de la emision, único que por el momento consideraré, los rayos luminosos de diversos colores atraviesan los cuerpos diáfanos sólidos, liquidos ó gaseosos con velocidades diferentes. En el vacío son siempre los más rápidos los rayos rojos, los más len- tos los violados, y los demás tienen velocidades intermedias. La diferencia de velocidad varía con la naturaleza y densidad de los medios atravesados. Ahora bien, los espacios celesles es- tán llenos de una maleria rarisima. Asimilemosla en cuanto á propiedades refringentes con los gases terrestres, en los cuales lienen las velocidades ménos desemejantes los rayos rojos y azules por ejemplo. Investiguemos qué densidad deberá tener el citado gas para que dos rayos, uno rojo y olro azul, partidos a un mismo tiempo de una estrella cambiante, llegasen á la lierra casí simultaneamente, á pesar del portentoso grueso de la ma- teria atravesada, á pesar de la duracion del tránsilo, que no bajaria de tres años. Asombra la pequeñez que da la solucion de este simple problema de fisica.» Enuncia Arago la segunda aplicacion que cabe hacer de ob- servar estrellas variables, como sigue. «Las observaciones de los eclipses de los satélites de Júpiter han dado á conocer la velocidad de la luz del sol reflejada por la materia de estos; perfeccionando la medicion de la intensi- dad de la luz de las estrellas, se podrá llegar á determinar di- rectamente la velocidad de la luz de una estrella cambiante.» Al fin del libro 28 de la Astronomia popular, intitulado 34 m., $ de ascension recta y 21” 6' de declinacion boreal, que estaba muy roja el 3 de setiembre de 1848, y que vió blanco-azulada el 14 de noviembre de 1851. Estos cambios de color pudieran proceder de causas exteriores, atmosféricas ú otras. Sea lo que fuere, un solo caso bien comprobado de color blanco permanente en una estrella variable, parece baste para deducir la consecuencia que indica Arago, de la igualdad de velocidad de los rayos luminosos de colores diversos. 95 Velocidad de la luz y aberracion, que forma parte del tomo 4.” y último de la misma obra, acabada de publicar, dedica Arago un capitulo á exponer la determinacion de la velocidad de la luz valiéndose de la observacion de las fases de Algol. Dice así en sustancia. «Algol no cambia de brillo poco á poco como la mayor parte de las estrellas variables; permanece constantemente de 2.? 4 3.2 mag. por 2 d. 13 h., y tarda 7á 8h. en bajar á la 4.* y volver a la 2.? y 3.2 »Cuando tiene la 3.2 suceden los cambios más rápidos, y acaso asciende entonces la variacion á 4 por minuto, pudién- dose apreciar á la simple vista. Pudiéranse determinar, pues, los momentos de la fase intermedia de Algol ó del paso por la 3.2 mag. con precision de 1 minuto. Perfeccionados los me- dios de medicion fotométrica, probablemente proporcionarian llegar á la mitad ó la cuarta parte de la misma cantidad. »Los resultados de esta variacion se nos manifiestan al cabo de un tiempo igual al que tarda la luz en venir de aquella re- gion a la tierra. Para que sepamos el cambio ocurrido en los confines del firmamento, tenemos que aguardar con efecto la llegada del correo luminoso que nos traiga la noticia. Hay lu- gar, pues, de distinguir escrupulosamente el momento en que la estrella, por su rotacion ó por la interposicion de un cuerpo opaco, etc., se ponga realmente de 3.* mag., y el de verse asi desde la tierra. El primer momento es el del fenómeno real, el otro el del aparente. »Supongamos que estén inmóviles la estrella y la tierra: subsistirá constante el tiempo de la trasmision de la luz. En el caso contrario habrá variacion. Si se aleja la tierra de la esre- lla, irá siendo cada vez mayor el tiempo trascurrido entre el fenómeno real y el observado. Lo contrario sucederá evidente- menle si se acercan la tierra y el astro. »Observemos el instante del paso de la estrella por la 3.* magnitud el dia en que la tierra, por su revolucion al rededor del sol, está lo más cerca posible de la misma estrella. Obser- vemos la misma fase seis meses despues, ó cuando esté la tier- ra á la máxima distancia de la estrella. Comparada con el fe- nómeno real esta segunda observacion, se retrasará más que la 96 primera todo el tiempo que hubiere tardado la luz en recorrer la diferencia de dichas distancias, Ó sea casi un diámetro medio de la órbila terrestre. Siendo iguales los intervalos reales entre las fases, no podrán diferir entre sí los observados sino en razon de la velocidad de la luz. Ahora bien, sabemos que en seis meses se aleja la tierra de Algol un inlérvalo que recorre la luz en 15' 12”. En los seis meses siguientes se acercan ambos cuerpos igual cantidad. Tendremos, pues, 30' 24” para dife- rencia entre las dos series de inlérvalos de fases de Algol, ob- servadas en las épocas de las máximas y minimas distancias, y discutidas conforme á las condiciones arriba indicadas. Esta cantidad excede con mucho á los errores á que se esluviere ex- puesto al observar. Parece por tanto muy posible delerminar directamente la velocidad de la luz de una estrella.» Resúmen. Acabamos de enumerar rápidamente los trabajos principa- les de los astrónomos relativos á las estrellas cambiantes y las ideas últimamente vertidas sobre este punto. Aunque hemos procurado averiguar el estado de la ciencia sobre el mismo, es muy posible que ignoremos varias indagaciones, particular mente las verificadas en Italia y en los Estados-Unidos de Amé- rica (1). De lo expuesto resulta que estan reconocidas lo menos 70 estrellas de brillo variable, 50 de ellas de periodo de variacion exacta ó aproximadamente conocido. (1) A la lista de los astrónomos alemanes que en este siglo se han dedi- cado á observaciones de estrellas variables, deben añadirse los nombres de Boguslawski y Gunther. El núm. 1105 de las 4. Y. contiene observaciones de cinco estrellas de esta clase, hechas los años de 1856 y 1857 por Golds- chmidt, aficionado distinguido á astronomía, residente en París, y descu- bridor de nueve de los nuevos planetas pequeños, dos de ellos la noche del 19 de setiembre de 1857. Piensa que la estrella nueva que se vió el año de 1609 en Serpentario, es la misma que las señaladas los de 393, 198 y 1203, correspondiéndola por tanto un período de 4051 años 97 De estas estrellas periódicas, 13 tienen un período comprendido entre 1y100d. SISMOS AA LEAD HJA00 y 200 IAN IO 0 IDA NI IZA 200 y: 300 1 A MED? 1150.01 cocida 300 y 400 00 al OÍ $09194 coleta eo, £00 y 300 El periodo de la 34.* del Cisne y » del Bajel, si lo tienen, es mucho más largo. Hemos visto que reina suma diversidad, y con frecuencia mucha irregularidad, en el modo de suceder las citadas varia- ciones, por lo cual no se ha dado todavía ninguna teoría com- plela de estos fenómenos. Hind y Schmidl, que recientemente han observado mucho estas estrellas, aquel para comprobar su variabilidad, este para estudiarla, no han dicho nada teórico, que sepamos, respecto de ellas; Pogson piensa que está por pre- sentarse hipótesis ninguna plausible para explicar las variaciones de tales misteriosas estrellas (M. N., tomo 17, pag. 25). Parece no obstante que en las hipótesis vertidas se ven ideas ingenio- sas y baslante plausibles, que no deberán perderse de vista al paso de irse aumentando los conocimientos dados por la obser- vacion, y poderse coordinar y clasificar. Los maestros de la ciencia, como Herschel, Arago y Arge- lander han dado muestras de su perspicacia en este asunto, así como discurrido acerca de las consecuencias importantes que cabe sacar del estudio de estos curiosos fenómenos. De esperar es que el último astrónomo publique otra Memoria exponiendo las ideas teóricas que le ocurran en vista del conjunto de cono- cimientos adquiridos. Segun algunas expresiones suyas arriba citadas, parece que se inclina, como Arago, á admitir la accion de varias causas que se combinen entre sí hasta ocasionar los diversisimos efectos observados. Una de ellas, la accion de cuerpos opacos parecidos a nuestros planetas, circulantes en torno de las estrellas, parece haber adquirido alguna probabilidad mayor á consecuencia de los recientes trabajos concernientes á las manchas del sol y a los periodos reconocidos de la marcha de este fenómeno. Sábese TOMO VIII. 7 98 con efecto, segun las asiduas observaciones de Schwabe, Wolf y otros astrónomos, que las manchas del sol tienen, como las estrellas cambiantes, un periodo bien positivo de incremento y decremento, aunque algo variable, y cuya duracion media es de unos 113 años, segun Wolf. Cree este haber visto tambien en el mismo fenómeno otro período, no tan seguro es verdad, de 1 año de duracion. Estos números parece indican una accion de los planetas Júpiter y la Tierra en las manchas del sol; y no hace mucho que tanto J. Herschel como Carringlon, que lleva cualro años de observar las manchas del sol, decian esto mis- mo. De confirmarse esta conjetura, resultaria que Cuerpos 0pa- cos circulantes al rededor de las estrellas, pudieran influir en su luz de una manera del todo independiente del efecto óptico directo resultante de interponerse aquellos entre estas y n0so- tros; y esto daria otro elemento de explicacion de los fenóme- nos que presentan las estrellas cambiantes. La identidad advertida por el general Sabine del periodo principal de las manchas del sol con el de las variaciones diur- nas de la declinacion magnética, inclina á ver en esto acciones é influencias poco conocidas, pero que estudiadas mejor, podrán ilustrar muchos fenómenos. La existencia de cuerpos oscuros al rededor de las estrellas fijas la indicaron Bessel y otros astrónomos como única Capaz de dar cuenta de los pequeños cambios de movimiento propio observados en algunas estrellas brillantes, como Sirio, Procion, la Espiga de la Virgen y « del Centáuro. En eslos casos no se han visto cambios de brillo recientemente observados, corres- pondiente á la presunta exislencia de tales Cuerpos oscuros; y tampoco se puede decir que las multiplicadas manchas que apa- recen en el disco del sol hayan alterado notablemente su bri- llo en general. El caso de las estrellas cambiantes, si bien más frecuente de lo que se creia, parece algo excepcional, y corres- ponder á constituciones peculiares, mediante las cuales adquie- ren mayor intensidad que la comun ciertas causas de varia- ciones. No caben sino meras conjeturas en este punto; observacio- nes asiduas y continuadas darán tal vez resultados más posi- LIVos. 99 La conexion entre hechos que parecian extraños unos de otros, aumenta mucho su interés é importancia; y el celo con que los observadores exploran cualesquier partes del vasto campo de la ciencia, bien en detalle bien en conjunto, da es- * peranza de que vean coronadas sus fatigas de considerables adelantamientos. Noticia sobre el cometa telescópico descubierto en Parma el Y de mayo de 1847; por Mx. CoLLa, director del observatorio de aquella ciudad. (Bibliot. univ. de Ginebra, diciembre 4856.) Desde el 13 de enero de 1856, en que el cometa descubierto por Mr. Brubns en Berlin el 13 de noviembre del año anterior, dejó de ser visible hasta con los más poderosos instrumentos óplicos, no se ha anunciado al mundo cienlífico la aparicion de astro alguno de la misma clase, periódico ó no, á pesar de los trabajos asiduos y tenaces de varios astrónomos y observadores. Diez meses sin cometas es un suceso bastante extraordinario en el dia, y que coincide este año con otro, cuya vuelta se sabe actualmenle que es periódica, la de la falta casi total de manchas en el disco del sol. A falta de cometas nuevos, los astrónomos y aficionados se ocupan ahora en trabajos teóricos, 6 en investigaciones acerca de los cometas antiguos, como el de Fabricio, que se presentó en 1556, el de Bremiker en 1840, el de Mauvais de 1843, y el primer cometa de Brorsen del 26 de febrero de 1846. Por mi parte he publicado en los periódicos de Paris, en el /ns(i- tulo y en varias compilaciones científicas italianas, algunas no- ticias relativas á diferentes cometas descubiertos ó vislos en el periodo comprendido entre 1843 y 1855. El cometa telescópico descubierto por mi en el observalorio de Parma el 7 de mayo de 1847, que llamó particularmente la atencion de los astrónomos, por haber sido visible durante el largo periodo de ocho meses sin variar casi de aspecto ni de brillo, é igualmente por los cálculos importantes, variados y originales á que dió lugar, no ha sido objeto, que sepa, de trabajo alguno del mismo género. Me propongo llenar este va- £ 100 cio, presentando ahora un breve resúmen de cuanto tiene rela- cion con tan interesante astro. El 5 de mayo de 1847 quise aprovechar la serenidad del cielo y la falta de luna para buscar cometas con un excelente anteojo acromático de Gilbert, de Londres, de 30 lineas de luz. Al pasar revista á la constelacion del Leon Menor á cosa de las 11, creí distinguir el paso de una palida nebulosidad planetaria por el campo del anteojo; pero no pude observarla en el momento para cerciorarme de si formaba parte de las nebulosas señaladas en mis cartas celestes, segun el calálogo de Sir J. Herschel, publicado en 1833. No habiendo sido favorable el tiempo en la noche siguiente, en la del dia 7 fué cuando, dirigiendo el anteojo de Gilbert á corta distancia del zenit y sitio ocupado por las estrellas del Leon Menor, logré descubrir á la hora de las 9 una nebulosidad que no podia confundirse con ninguna nebulosa conocida de las de dicha constelacion. Apresuréme, pues, á dibujar con gran cuidado la configuracion de las estrellas relativa á la expresada nebu- losidad, que se hallaban en el campo del anteojo; y ántes que fuese media noche pude convencerme, por su variacion res- pecto á las mismas estrellas, que se trataba de un comela y no de una nebulosa. Cuando lo descubri estaba en el Leon Me- nor, entre las estrellas 21 y 30 del atlas de Harding, próxima- mente á 151% de ascension recta y 36 30" de declinacion boreal. Presentábase por el anteojo como una pequeña nebu- losidad casi circular, con alguna señal de un punto cenle- lleante por inlérvalos en la parte central. El movimiento apa- rente del cometa en ascensión recta era lento y retrógrado, y el de declinacion muy perceptible en direccion del Norte. Al dia siguiente, 8 de mayo, me apresuré a comunicar mi descubrimiento á Mr. Schumacher y á olros varios astró- nomos. El primero que lo confirmó fué mi amigo el profesor OEh!l, del observatorio de Lodi; habiendo visto el comela el dia 11. El profesor Santini, de Padua, lo reconoció y observó el 12; los astrónomos de Roma y Paris el 13; Mr. Gobbi, de Módena, el 14; los astrónomos de Napoles y Viena, el 15; v los de Milan, el 16, El 18 lo observaron por primera vezen Ham- burgo, el 19 en el observatorio de Mr. Bishop, de Londres, 101 el 20 en Cranbrook y el 21 en Berlin; de modo que gracias á mis Irabajos y á la circular de Mr. Schumacher, se ha: cono- cido y confirmado por loda Europa en menos de 15 meses el descubrimiento de este cometa (1). Por lo general, todos lo hallaron sumamente confuso y di- ficil de observar al principio de su aparicion, pero aumentó un poco su luz desde mediados de mayo. En Italia lo obser varon hasta el 19, pero la claridad de la luna impidió hacerlo tambien en la última parte del mes. Los astrónomos de Ale- mania é Inglaterra, situados en latitudes más boreales, con- linuaron entonces observándolo, y los de Londres hasta el dia 29 6 30 de mayo, época del plenilunio. El cometa era ya circumpolar en dicha estacion; y como la luna estaba bastante austral, solo podia verse durante algunas horas. Desde su descubrimiento hasta el 19 de mayo, excepto la noche del 10, pude seguir la marcha del cometa. Las apa- riencias fisicas del astro durante ese periodo de visibilidad fueron siempre las mismas, es decir, las de una ténue nebulo- sidad casi circumpolar con un pequeño núcleo en su parle cen- tral centelleante por intérvalos. Habiéndolo observado aten- tamente Mr. OEhl en la noche del 15 con un excelente anteojo de Munich de 48 lineas de luz, pudo descubrir una elipticidad apreciable en la maleria nebulosa, cuyo eje mayor formaba con la línea tirada desde el astro al sol un ángulo de 60 grados próximamente. En Paris y Berlin observaron el astro á principios de ju- nio, en Lodi, Mr. OEhl durante los dias 2, 11 y 14 del mismo mes, y Mr. Santini, de Padua, el 13. Todos los dias trascur- ridos del 2 al 5 y del 10 al 15 lo observé con un anteojo de mayor potencia que el primero; pero desde el 17 fueron infructuosos mis trabajos para verlo. Mr. OEhl advirtió que el 14 de junio se presentaba el cometa más aparente que en (1) El 30 de octubre de 1847 me anunció Mr. Schumacher que ha- bian descubierto tambien este cometa en la América Septentrional, pero con posterioridad á haberlo hecho yo. En 1850 se me adjudicó la meda- lla de S. M. el rey de Dinamarca por la prioridad del referido descubri- miento. 102 las demás observaciones anteriores, por lo cual pudo aplicar con entero éxilo aumentos de 54, 80, 120 y 180 veces, sin que llegara á extingirse la luz debil de la nebulosidad con este último ocular, y sin que variase tampoco su dimension. El núcleo brillaba con un resplandor más constante y mayor que anteriormente, sobre todo empleando un aumento de 120 veces. Mr. de Litrow y su auxiliar Mr. Hornstein fueron casi los únicos astrónomos que siguieron el cometa desde el mes de junio, habiendo empleado para ello el refractor paraláclico de 6 pulgadas de luz del observatorio de Viena. Lo observa- ron en los dias 5, 6,7, 8, 15, 16 y 17 de julio, el 2 y 9 de agosto, el 10 y 13 de setiembre, el 11 y 12 de octubre, y finalmente, el 2, 7, 8 y 26 de noviembre . Mr. de Litrow dijo por esa época, que veia el cometa en 8 de seliembre tan per- fectamente como á fines de junio, distinguiéndose además por una variacion de luz casi conlínua, variacion que á pesar de la pequeñez del astro hacia las observaciones exactlisimas cuando ocurria en el instante de verificarlas, lo cual sucedió muchas veces. A mediados de octubre, aunque el astro se ha= llaba hacia algunas semanas muy cerca de los limites de fuerza de su refractor, tenia sin embargo como segurisimas las observaciones en razon de la debilidad de la luz cente- lleante del cometa. Entonces le pareció su forma más bien alargada que esférica. (Véanse las Comples rendus de 20 de setiembre y 2 de noviembre de 1847.) Habiendo calculado Mr. de Litrow los elementos de la ór- bita parabólica del cometa por medio de las observaciones de Viena del 16 de mayo, 16 de julio y 13 de setiembre, de- dujo de ellas una efeméride que extendió hasta 1.” de marzo de 1848. Segun dicha efeméride, el cometa, que se hallaba ya en su perihelio el 4 de junio de 1847, no debia estar á doble distancia del sol que la perihelia hasta abril de 1848, lo cual permitiria verlo durante muchos meses con los grandes an- teojos. Dos observadores ingleses con poderosos instrumentos lograron efectivamente observarlo hasta fines de 1847, pero despues ya no. Las observaciones de Mr. Challis, hechas en Cambridge con el Northumberland Telescope con un objetivo 103 de Cauchoix de 11 pulgadas francesas de diametro próxima- mente, se verificaron el 24 y 29 de noviembre, el 5, 6 y 8 de diciembre. Las de Mr. Lassell, en Starfield, cerca de Li- verpool, el 23 de noviembre, el 1.9, 14, 28 y 30 de diciem- bre con su telescopio de reflexion de 20 piés de longitud focal y 2 piés de luz, que considera igual, en cuanto á la luz, á un anteojo acromático de 17 pulgadas. Mr. Challis notó ya á principios de diciembre que la luz del cometa era sumamenle debil, de tal modo que el 6 lo hizo invisible por mucho tiempo una estrella de 10.? magnitud. Mr. Lassell lo buscó en vano durante las noches serenas del 31 de enero y 2 de febrero, sin embargo de que debia encontrarse entonces en el campo de su instrumento. Ignoro si Mr. Otto Struve se ocupó en buscar dicho astro á fines de 1847 6 principios de 1848. Las observaciones de este cometa de que he podido tener conocimiento ascienden a 86, y se han practicado del 11 de mayo al 30 de diciembre; el mayor número de ellas se han he- cho en Viena y Starfield. Segun las referidas observaciones, siguió el cometa su marcha retrógrada hasta el 22 de mayo, siendo entonces su ascension recta aproximada 150? 25", luego emprendió otra directa, habiendo llegado el 30 de diciembre a 298” 38' su ascension recta. A fin de junio era circumpolar para nosotros, y llegó á su mayor declinacion boreal de 59” 44 el 7 de noviembre, la cual estaba reducida á 53” 56' en 30 de diciembre. Durante su período de visibilidad entró el cometa á pri- meros de junio en la constelacion de la Osa Mayor, perma- neciendo en ella hasta principio de octubre, y pasando suce- sivamente cerca de las estrellas yx, a, dl, x, », 9, €, €. Des- pues se dirigió á la constelacion del Dragon, continuando en ella hasta mediados de noviembre que entró en el ala boreal del Cisne. Gran número de astrónomos han calculado los elementos de la órbita de este cometa, pues conozco 19 sistemas calcu- lados casi todos por las primeras posiciones, habiendo entre ellos unos elípticos y otros hiperbólicos. Segun los elementos elípticos, la revolucion del cometa se verificará en solos 322 dias, siendo por tanto entre los conocidos el de período más 104 breve; pero son mucho más probables los elementos parabó- licos. Unicamente haré mencion de los dos sistemas de ele- mentos de esta clase que son de más peso, por concordar mejor con la totalidad de las observaciones; siendo los que Mr. Li- trow publicó á fin de 1847 en el núm. 620 de los Astr. Na- chrichten, y los calculados por Mr. Emilio Gautier que Mr. Le Verrier presentó á la Academia de Ciencias de Paris en 1848, y se publicaron en la Comple rendu de dicha sesion, y en el cuaderno de enero de los Archives de la Bibl. Univ., tom. VII, pág. 51. Los elementos que más se aproximan á estos dos sis- temas son los de Mr. Goujon, num. 2, los de Mr. Ivon Villar- ceau, Mr. d'Arrest y Mr. Hind, num. 2. Elementos parabólicos del cometa calculados por Mr. Ch. de Litrow, segun sus observaciones del 16 de mayo, 16 de julio y 13 de setiembre. Paso por el perihe- lio: 1847, junio... 4,79225 tiempo medio de Berlin. Longitud del peri- Mo ne 206" 18' 28",9 ! A [referidas al equinoccio Longitud del nodo ; ascendente....... 173 56 4, 3) medio de 1847,0. Inclinacion del plano de la órbila..... 100 25 52,7 Distancia perihelia.. 2,11613 (log. 0,3255424). Movimiento heliocén- trico, retrógrado. . Estos elementos representan la observacion con diferencia de 6',2 en longitud y 3”,4 en latitud. La efeméride calculada de acuerdo con esos mismos elementos, bastaba todavía muy bien á fines de noviembre para hallar nuevamente el comela, porque la diferencia entre el cálculo y la observacion era siempre me- nor que 1 minuto de grado. 105 Elementos parabólicos calculados por Mr. E. Gautier. Epoca del paso por el perihelio: 1847, junio. 4,69702' Distancia perihella.........oooooooo.... 2,1151310 Longitud del periheli0........o.o.o.o..«.<.... 206” 18' 10,0 » del nodo ascendente. ........... IMAN 139 79 INIA AO AE A 100196 +17.,5 Las longitudes se refieren aquí al equinoccio medio del 15 de mayo de 1847. Estos elementos se han oblenido partiendo de los de Mr. Goujon, núm. 2, despues de probado que no representaban con suficiente exactitud la última porcion de la órbita. El cálculo de correccion se ha fundado en seis lugares normales, correspondien- les cada uno á cierta época de observacion del cometa, desde el 17 de mayo al 6 de diciembre; estando representados dichos lugares normales por los elementos citados antes con aproxima- cion de un cortísimo número de segundos de grado (como se ve en el tomo VII de los Archivos, págs. 51 y 300); cuya órbita rectificada en esta forma corresponde exactamente al camino del astro en los límites que lo conocemos. Parma 5 de noviembre de 1856.=A. CoLLa. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GARCÍA NAVARRO.) CIENCIAS FISICAS, —+009-0000— FISICA DEL GLOBO. Desvio de la plomada.—Densidad media de la tierra; por Mr. JAMES. (L'Institut, 44 enero 4837.) Mientras se publican integras las observaciones geodésicas mandadas hacer por el gobierno británico en el Reino-Unido, ha presentado Mr. James á la Sociedad Real de Londres en prueba de gratitud por el interés con que desde luego miró esta empresa, algunos resultados de los trabajos hoy concluidos y concernientes á la triangulacion primaria, la medida de los arcos de meridiano y la determinacion de la figura y dimensio- nes de la tierra. Al proseguir dichas operaciones ha resullado determinar el esferóide más probable segun todas las amplitudes astronómicas y geodésicas de la Gran-Brelaña; que la vertical sufre un des- vío considerable en varias de las principales estaciones trigo- nométricas, y en casi lodas ellas la causa del desvío depende de la configuracion del pais inmedialo. El desvio de la plomada en Arthur's-Seal es 5,1, elevándose a 5,63 al S. en el observatorio real de Edimburgo. La des- truccion desigual de la materia en la proximidad de dichas esta- ciones, la gran cavidad del Firth de Forth que se presenta al N. y la cordillera de los Pentland-Hills al S., son evidentemente la causa del fenómeno; pero como se han publicado algunos planos de contorno del condado de Edimburgo, habiéndose ad- quirido los mejores datos posibles para delerminar la amplitud de la atraccion local de las estaciones indicadas, parece que 107 debia tenerse interés en estudiar esta materia, tanto bajo el as- pecto de su importancia cientifica, como á fin de confirmar los resultados obtenidos del exámen precedente de todas las lalitu- des observadas. Mr. James se ha resuelto en consecuencia á ha- cer observaciones con el sector zenital de Mr. Airy en la cús- pide del Arthur's-Seat, y en otros dos puntos próximos á la linea meridiana al N. y S. de la montaña hácia el tercio de su altura sobre el nivel de la comarca circundante. El sargento mayor de zapadores y minadores reales Steel, ha hecho las observaciones durante los meses de setiembre y octubre de 1855, habiéndose tomado 220 observaciones dobles en cada estacion. Las reducciones y cálculos relativos á las mismas, é igualmente los cálculos de atraccion local en Calton- Hill, han estado confiados al capitan Clarke. Mr. James ha hecho por sí mismo el exámen de la estruc- tura geológica del Arthur's-Seat y de todo el condado de Edim- burgo, y que se determine el peso especifico de todas las rocas, con el fin de establecer el peso específico medio de toda la masa; pero advierte que á pesar de conocerse la estructura geológica de dicha montaña, y de que se ha empleado su peso especi- fico 2,73 para deducir el de la Tierra, es decir, 5,1, no la hu- biera con todo elegido para este objeto especial. Por consecuen- cia, ha tenido un verdadero placer cuando ha sabido, despues de hechas dichas observaciones, por la correspondencia de las operaciones geodésicas, que el difunto Dr. Macculloch emprendió de 1814 a 1819 el exámen de toda la Escocia con objeto de ele- gir una montaña que por su estructura homogénea, sus dimen- siones y forma, presentase las condiciones más favorables para el fin indicado, y que designó el Stack, montaña del Suther- landshire, por satisfacer admirablemente las condiciones desea- das. Habiéndose trasladado á Irlanda desde el N. de Inglaterra y Escocia todo el personal geodésico, no pudo ocuparse en esle trabajo el difunto general Colby; pero como los trabajos geodé- sicos de Irlanda están en todo su auge, Mr. James se propone hacer un estudio completo del Stack y pais vecino, fijar sus contornos y principiar las observaciones para determinar la atraccion de su masa, cuyos resultados pondrá de manifiesto á la Sociedad. Mientras se verifican los nuevos trabajos, resume 108 Mr. James del modo siguiente los principales puntos sentados en virtud de las investigaciones que se han efectuado hasta ahora. 1.2 El efecto de la atraccion en los Pentland-Hills se observa en cantidad casi igual en todas las tres estaciones del Arthurs- Seat. 2.2 Las alracciones calculadas de la masa del Arthur's-Seat en las tres estaciones son: Estacion del S. Arthur's-Seat. Estacion del N. 27,25 N. 01,345. 1”,98 S. y puesto que el desvio observado en Arthuws-Seat es 5',97, el efecto aparente de los Pentland es 4,93 en la cúspide de la montaña. 3.2 En ese desvio de 4”,90, la atraccion calculada debida á la configuracion del terreno en un radio de 15 millas, entra por 2,6 próximamente: y como se sabe que las rocas igneas del Arthur's-Seat y de los Pentland-Hills tienen su origen á una gran profundidad bajo la superficie de la tierra, la diferencia entre la atraccion observada y la calculada se debe en parte probablemente al considerable peso especifico de la masa de rocas que hay debajo de esos montes. 4.” Siendo 5”,63 el desvio del observatorio de Edimburgo en Calton-Hill, excede 0',70 al de Arthur's-Seat. De dicho des- vio, 0",60 se deben á la configuracion del terreno comprendido en un circulo de milla y cuarto al rededor del observatorio. 5.” La elevacion de: Arthur's-Seat ó de los puntos de las mediaciones varía en una extension de 0”,02 entre las aguas altas y bajas. 6.2 La densidad media de la tierra, determinada por las observaciones hechas en las tres estaciones del Arthur's-Seat, es 5,14, con un error probable de==0,07, debido á los errores probables de las amplitudes astronómicas. 109 QUÍMICA. Sobre la manera particular con que los cuerpos orgánicos azoa— dos se presentan en la llama del soplete; por MM. Voctx y ReEISCHAUER. (U”lostitut, 44 marzo 1857.) Si se dirige la punta de una llama viva de soplete sobre un trozo de pluma de escribir, se advierte, aun á la luz del dia, que presenta un núcleo rojizo cuyo centro está orlado clara- mente de verde. Esta coloración es todavía más perceptible con luz artificial ó en la oscuridad. Segun su tono particular, más bien parece que deba atribuirse al ácido bórico, cobre ó yodo, que al ácido fosfórico, porque tiene mayor semejanza con el. color verde que produce el yodo. El mismo fenómeno se observa tambien sustituyendo la pluma con otras materias córneas; la gelatina, albúmina, condrina, quitina, elc.; pero se manifiesta principalmente por su brillo cuando se usa el glulen y esponja, contribuyendo tal vez el yodo en esta última sustancia á des- arrollar el color verde. Dicha reaccion no se verifica con la serie de cuerpos orgánicos no azoados, tales como el azúcar, al- midon, dextrina, gomas, etc. Bajo este aspecto, la diferencia de modo de obrar de los cuerpos azoados y los que no lo son, induce á conjeturar que se debe esa reaccion á la proteina ó cuerpos que le son afines, á causa del ázoe que contienen. Bajo el punto de vista anali- tico ofrece interés dicha observacion, porque dirigiendo la lla- ma del soplete sobre indicios de sustancias, es facil llegar á conocer su modo general de obrar en semejante caso, y sacar partido de ello. El descubrimiento tan frecuente de cobre en las sustancias orgánicas cuando se ensayan al soplete, puede ser muy bien, en muchos casos, efecto de las propiedades par- ticulares y caracteristicas de los cuerpos azoados. Este modo de considerar la cuestion, ha determinado á MM. Vogel, joven, y Reischauer á hacer algunos experimentos sobre el particular. Desde los primeros ensayos han logrado comunicar á cier- 110 tos cuerpos que no ofrecen reaccion por su naturaleza, la pro- piedad de colorar de verde la llama del soplete. Tambien han tratado la fécula de patata con el amoniaco líquido, y despues de seca suficientemente, ha quedado una masa córnea translú- cida, que sometida á la llama del soplete ha obrado exacta- mente como los cuerpos protéicos naturales. En los referidos experimentos solo se ha añadido amoniaco á los elementos del anillo. En todos los casos conocidos anteriormente, y en que se ha observado la coloracion verde de la llama del soplete, se sabe como hecho general que hay formacion de amoniaco; por con- secuencia, era inutil buscar en otra parte la causa del fenó- meno. Los vapores de amoniaco si se los dirige solos á la llama, presentan la misma reaccion; y para evitar que el cobre pueda tal vez colorar el gas amoniaco, se ha suprimido el remate de laton del soplete, sustituyéndolo con otro de vidrio. Así no ca- bia duda que en el caso en cuestion era el amoniaco la causa de la coloracion verde observada. Puesto que el amoniaco es una de las causas de la reaccion verde, ocurria naturalmente á la imaginacion la idea de some- ter á la prueba, bajo este aspecto, las bases salificables orgánicas que se le parecen por su composicion. Los sulfatos de quinina, quinconina, estricnina, veratrina, etc., dirijidos a la llama del soplete por un alambre húmedo de platina, han presentado del modo más intenso la reaccion descrita. Lo mismo ha sucedido con la urea cristalizada. Ahora se puede preguntar si esa reaccion es especificamente peculiar al amoniaco, ó si solo es secundaria, y se deja ver por consecuencia en las demás combinaciones azoadas. Para resolver esta cuestion han hecho MM. V. y R. que pase por un tubo es- trecho de vidrio gas óxido de ázoe, desprendido con auxilio de acido azótico y hierro metalico, mezclado con gas del alumbra- do; la citada mezcla de este último gas y óxido de ázoe inflamado á su salida de la punta aguda, y el mismo óxido de ázoe diri- jido á la llama, han ofrecido una coloracion verde perceptible. Finalmente, para determinar la influencia ejercida en esta reaccion por las malerias carburadas é hidrogenadas que tenian todos los cuerpos sometidos á la combustion en las experiencias 111 anteriores, se ha tratado de eliminarlas del combustible en las hechas despues. En la primera de estas se ha expelido el hidró- geno y ázoe, obleniéndose por consecuencia una llama sin car- bono que ha ofrecido la reaccion de una manera igualmente no- table. En el segundo experimento, quemado el óxido de ázoe con el de carbono, ha producido una llama sin hidrógeno qne da el mismo resultado. La reaccion se nola por lo demás en todos los casos en que se separa el hidrógeno del ázoe, de la misma manera que la coloracion verde de la llama durante la reduccion del óxido de cobre, es decir, cuando se desaloja del cobre el oxígeno. Sabido es que el cianógeno arde con llama roja; MM. V. y R. han observado que se halla rodeada muy claramente de bordes verdes cuando la experiencia se hace en la oscuridad. Para ase- gurarse de ello han desprendido acido cianhidrico, inflamándolo a la salida del tubo fino. Tambien han comprobado de igual manera que el cianoferruro de potasio y cianuro del mismo me- tal comunican una ligera coloración verde á la llama del soplete. Segun las experiencias expuestas, la coloracion verde de la llama debe considerarse al parecer como una propiedad desco. nocida hasta ahora del ázoe, cuando se desprende de una com- binacion oxigenada 0 hidrogenada. (Por la Seccion de Ciencias físicas, Francisco GARCÍA NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES. PALEONTOLOGIA. Huesos y antigiedades del lago de Moosseedorf del canton de Berna.—Prueba de que el ciervo de astas grandes (eervus euryceros, CUVIER), vivió en Suiza al mismo tiempo que el hombre; por Mx. Prcrer. (Bibliot. univ. de Ginebra, mayo 1857.) Mr. Fred. Troyon, dice Mr. Pictet, ha tenido la bondad de enseñarme algunos huesos hallados en los depósitos de turba del canton de Berna, con ciertas reliquias de la industria hu- mana. Los indicados fragmentos no pueden ser de ninguna de las especies que viven actualmente en Suiza, bien en estado salvaje Ó domesticados. Por consecuencia, su determinacion ofrece un interés paleontológico real, porque es posible adqui- rir de este modo algunos datos acerca de la época en que vivia aún la especie perdida. El primero y más notable de dichos huesos es un atlas de gran lamaño. Sus formas robustas y su gran desarrollo, á pri- mera vista indican al parecer que corresponde á alguna de esas grandes especies que caracterizan hoy las zonas cálidas. Sin em- bargo, no tiene los caracteres de su análogo en el hipopótamo, y mucho menos todavia los del elefante ó rinoceronte. Un exá- men más profundo me ha demostrado sin tardanza que debia pertenecer á un rumiante, pero mucho más corpulento que nuestros bueyes ó ciervos actuales. El segundo hueso es la extremidad anterior, desde el pri- mer molar á los incisivos, de una rama derecha de la mandibula inferior. Los dientes no se han conservado, siendo imposible 113 sacar partido alguno de un fragmento del primer molar; de suerte que solo exisle para guiarse la forma de las barras, el agujero de la barba, y principalmente cualro alvéolos que prueban la existencia de otros tantos incisivos. Los caracleres que de aquí pueden deducirse bastan sin embargo para probar hasta la evidencia que el referido hueso ha sido como el allas de un rumiante de gran talla. Esta analogía de los dos huesos permite suponer que corres- ponde á la misma especie, y reunirlos por consecuencia para la determinacion. La mandibula pudiera indicar casi igualmente ser de un buey ó un ciervo; y salvo que es algo delgada para la primera hipótesis, dificilmente bastaria para decidir entre estos dos gé- neros. El atlas resuelve la cuestion, porque no se parece á su análogo en el buey. Las palas extendidas sobre los lados, la for- ma de sus fosas y de sus facetas articulares se semejan entera- mente, por el contrario, al allas de los ciervos. Las dimensiones de los dos huesos excluyen completamente el ciervo comun, y por consecuencia todas las especies que viven todavía en el centro de Europa. Su comparacion con el alce (cervus alces), del cual hay un hermoso esqueleto adulto en el museo de Ginebra, manifiesta una gran analogía de for- mas, pero tambien una diferencia de talla demasiado pronun- ciada para admitir que hayan pertenecido á una misma especie. La prolongacion de las palas, más considerable aún proporcional- menle, los distingue tambien en suficiente grado. Por conse- cuencia no queda olro recurso que atribuirlos al ciervo de astas gigantescas (cervus euryceros, Cuv.), conocido igualmente con el nombre de ciervo de los depósitos de turba de Irlanda. No he podido hacer una comparacion directa por carecer del esqueleto de ese hermoso ciervo fósil; mas consultando las descripciones que se han hecho de él, y con especialidad las medidas que trae Cuvier (1), no me queda duda alguna acerca de la realidad de esa asociacion; tanto menos cuanto que las formas de los huesos (1) Las dimensiones del atlas son, segun Cuvier, 0,2267 de ancho y 9,”089 de longitud. El nuestro tiene 0,7265 y 0,088, TOMO VIII. 8 114 son exactamente las del género de los ciervos, y que la especie en cuestion es tan notable y excepcional, que cualquier otra asimilacion sería imposible. El allas en particular es un hueso muy característico, habiendo exigido la enorme extension de los cuernos un desarrollo proporcional á los huesos del cuello. Es- tas osamentas bastan pues, á mi parecer, para probar que el ciervo de astas gigantescas ha vivido en Suiza al mismo liempo que el hombre. Sabido es que esa coexistencia, aceptada generalmente como posible con respecto á Irlanda, se negaba ordinariamente en cuanto al continente europeo. Verdad es que algunos autores, y en particular Goldfuss, han citado huesos de esta especie en- contrados con objetos de alfarería; pero por lo general se habian impugnado esos documentos y admitido que los restos de la industria humana procedian de una capa superior á la que con- lenian los huesos. Hoy ya no es permitida la duda; fallando sólo fijar la época más precisa á que puedan pertenecer las osamentas del lago de Moosseedorf; cuidado que dejamos al sabio anticuario que hemos cilado. Debemos á su bondad el permiso de publicar la siguiente carta, en que nos da todos los detalles del referido descubrimiento. Carta de Mr. Fred. Troyon 4 Mr. F.-J. Pictect. Permitidme que recurra á vuestra bondad para la determi - nacion de un atlas y fragmento de mandíbula, que por sus di- mensiones han de haber sido de un animal de gran corpulen- cia, y cuya especie tal vez se haya extinguido. Ambos huesos, descubiertos por el Dr. M. Uhlmann en el pequeño lago de Moosseedorf, cerca de Hofwyl,'á dos leguas de Berna próxima- mente, se hallaban en medio de numerosos objetos de industria, restos de habitaciones lacustres, acerca de las cuales no será fuera de propósito entrar en algunos detalles, é igualmente res- pecto á la localidad de donde proceden las referidas osamentas. Hace tres años que en la mayor parte de los lagos de Suiza se descubren restos de habitaciones iguales al parecer á las de los antiguos paonios del lago Prasias, cuya descripcion nos ha legado Herodoto. Segun el historiador griego, los paonios hin- caban en el lago, á cierta distancia de la orilla, unas estacas 115 muy altas, destinadas á soslener un piso sobre el cual cons- truian sus cabañas, que comunicaban con la orilla por medio de un puente estrecho. Los papues de Nueva-Guinea y otras hordas usan todavía construcciones de ese mismo género, y cuanto hallamos en nuestros lagos confirma esta analogía. Los restos de dichas habitaciones consisten en estacas más ó ménos numerosas, dispuestas paralelamente á la orilla y á al- gunos centenares de piés de ella. Su conservacion sobre el lé- gamo varia desde algunas pulgadas á 5 0 6 piés de altura, y los restos de industria de que van acompañadas hacen resal- tar su antigúedad. No solo se encuentran al lado de esas estacas trozos de madera carbonizados y restos de revoque de arcilla cocida por el incendio, sino osamentas de animales más 0 mé- nos trituradas, fragmentos de alfarería muy antigua, adornos, armas é instrumentos cortantes de bronce, anteriores al cono- cimiento del hierro. Esas habitaciones lacustres, cuyo fin al parecer ha sido an- terior algunos siglos á nuestra era, remontan á la más remota antigiedad. Si la mayor parte de los sitios corresponde á una edad en que el bronce suplia á la falta del hierro, hay otros pa- rajes en que no se ve rastro alguno de metal, siendo todos los instrumentos de hueso ó piedra, lo mismo que entre los pue- blos salvages. Uno de los descubrimientos más importantes de este último género es precisamente el que han hecho el año pasado MM. John y Uhlmann en el lago de Moosseedorf. En virtud del exá- men de los objetos recojidos y las atentas comunicaciones de los esploradores, puedo reproducir los principales caracteres de este descubrimiento. A consecuencia de la desecacion parcial del pequeño lago de Moosseedorf, emprendida en 1856 por intereses agricolas, el descenso de las aguas, que ha sido de 8 piés, dejó en seco hacia el extremo inferior del lago y á la derecha del arroyo de Urteven, un terreno en que sobresalian algun tanto de la turba antiguas estacas, hallándose todavía en la superficie de ella, y parte más baja, diversos instrumentos de hueso y piedra. Las escavaciones verificadas en dicho punto no tardaron en manifestar que las estacas ocupan toda la zona que ha dejado 116 en descubierto el descenso de las aguas en una anchura de 50 piés, encontrándose tambien 5 piés más adentro en direccion O. bajo el nivel actual del lago. La longitud del sitio ocupado por las estacas es de 70 piés, y se extiende de N. á S. entre la nueva orilla al O. y el llano pantanoso situado á E. Hacia la mitad de la zona, á lo largo del pantano, desaparecen las esta— cas bajo una formacion de turba que tiene próximamente 2 piés de grueso al Levante, al paso que sobresalen aún de 4 á 7 pul- gadas por la parte del lago. Las repetidas estacas, plantadas verticalmente, atraviesan una antigua capa de turba de 3 á 4 piés de grueso, bajando aún de 2 43 piés en una marga caliza, fondo primitivo del lago; de modo que su longitud total en su estado actual es de 5 4 7 piés. Agrupadas sin orden aparente, unas casi se tocan, la mayor parte distan de 1 á 2 piés, pero otras se hallan mucho más reliradas: su diametro es de 3 4 5 pulgadas y a veces hasta de 7 á 10. La madera empleada es el roble, alamo blanco, abedul y pinabete; é independientemente de las esencias, la conservacion en la turba y marga es tal, que el extremo inferior de las estacas, terminado en punta, tiene se- ñalado todos los cortes de las hachas de piedra. La capa de marga en que penetran las estacas no contiene objeto alguno de industria, pero si muchas conchas de especies vivientes. Su superficie es evidentemente el fondo primitivo del lago, cuyas orillas ha invadido la turba, la cual presenta dos capas distintas en el sitio de la estacada. La más antigua, de 3 á 4 piés de grueso hácia el llano, se extiende desde él en una anchura de 60 piés, y desaparece bajo las aguas hácia el limite occidental de las estacas. La capa superior, de formacion moder- na, tiene próximamente la mitad de las dimensiones de la ante- rior, así en largo como en ancho. Los objetos industriales no se encuentran en ninguna parle mas que en la capa inferior de turba, cuyo grueso ocupan hasta 4 0 5 pulgadas sobre la marga. Las piezas, asi leves como las más pesadas, se hallan lo mismo en el fondo que en la superficie de la turba antigua, y esos restos consisten principalmente en huesos de animales más ó ménos fracturados, en pedazos de vidriado y en instrumentos de piedra y hueso, sin huella alguna de metal. Varios trozos de madera carbonizados, tendidos en la 117 superficie de la turba antigua, testifican una destruccion por fuego; pero estos indicios de incendio no están tan marcados por la parte de la llanura, en que habia aún ciertas especies de me- selas dispuestas perpendicularmente á la orilla, que son al parecer los restos del puente para pasar á aquellas habila- ciones. Mr. Uhlmann ha sacado de esa capa antigua de turba cerca de mil objetos de arte. Los fragmentos de alfarería son de una arcilla tosca, cuya pasta está mezclada generalmente con piedre- cillas siliceas. Estos vasos trabajados á mano manifiestan la in- fancia del arte del alfarero; solo uno presenta algunas señales de adorno. La mayor parte de los instrumentos de piedra son de rocas propias de Suiza; sin embargo, es posible que una parte de las silices proceda del mediodia de Francia. En todo caso, las ma- terias brutas se llevaban á las habitaciones del Moosseedorísee, donde existia un verdadero lugar de fabricacion. Efectivamente, allí se ven muchos instrumentos mellados 0 rotos, con gran nú- mero de trozos menudos de silice, 6 desperdicios de las piezas destinadas a servir de puntas de flecha, cuchillos y especies de sierra. El mismo cristal de roca fué tallado para punta de flecha, cosa que no se habia observado todavia en ninguna olra parte. Entre el número de objetos raros debe citarse un instrumento de forma de un cuchillo de hoja maciza, cuyo corte está susti- tuido por una ranura que sólo contiene cierta almáciga negruz- ca, en la cual se pegaban pedazos de sílice, que sin duda ha- cian el oficio de sierra. Los pueblos del N. de Europa han tra- bajado algunas veces y armado huesos de la misma manera para hacer de ellos puntas de lanza; y los mejicanos, antes de la conquista de Cortés, fabricaban tambien sables de madera, que tenian en su corte unas láminas de sílice engastadas en una ranura. La serpentina se ha usado sobre todo para las ha- chas de forma de cuña; sus dimensiones casi no pasan de 4 á 5 pulgadas de largo; las hay tambien de 10 a 12 lineas, que fijas en asta de ciervo, han servido al parecer de macheles. Las ha- chas tenian á veces mangos de asta de ciervo; y en lugar de estar horadadas al través para la colocacion del mango, que- daban sujetas a este con auxilio de una muesca y de ligaduras. 118 Tales procedimientos complicados son los signos de un modo de trabajar de los más primitivos, é igualmente la ejecucion de una parte de esos mismos instrumentos, aunque se conozcan los medios ingeniosos empleados para labrar la piedra sin más auxilio que el suyo mismo. La práctica debió enseñar in- dudablemente pronto el arte de utilizar la fractura concóidea de la sílice. Empleándolos con destreza, á manera de martillo, se podian comer poco á poco los ángulos vivos de un trozo de piedra hasta conseguir la forma que se quisiera. No es ménos sorprendente hallar puntas de flecha sumamente pequeñas muy bien concluidas; pero lo que todavia hacen los salvajes en nues- tros dias sin auxilio del metal, no ha debido presentar mayor dificultad en los tiempos antiguos. Las rocas compaclas y de venas irregulares exigian otros procedimientos, que es facil ex- plicarse examinando las piezas partidas y los instrumentos sa- cados del fondo del lago, destinados á la fabricacion. Una vez elegido el trozo de piedra de que se queria hacer un hacha, se principiaba por desbastarlo por medio del martillo; luego se marcaban sus lados con ranuras de 3 á 4 lineas de profundidad por 1 ó 2 de ancho, lo cual sólo se podia hacer con la hoja ó sierra de sílice, arena, agua, y sobre todo con una paciencia inaudita. En tal estado faltaba una operacion delicada, la de quitar de un martillazo la tira que debia caer á lo largo de la ranura; pero á veces un golpe desgraciado rompia trasversal- mente la piedra, y ya no servia mas que para arrojarla al agua, habiéndose perdido todo el trabajo. Si la operacion salia bien, se acababa el instrumento en unas tablas de arenisca, que desempeñaban el papel de muelas inmóviles, recibiendo en ellas el corte y la última mano. Los instrumentos de hueso ocupan tambien un gran lugar en el descubrimiento del Moosseedorf; consisten principalmente en tijeras y punzones de diversos tamaños, hechos de costillas Ó canillas abiertas. No es facir decir exactamente para qué uso servian esas especies de tijeras de hueso, y sí solo que debian emplearse para cortar materias no muy duras; sin embargo, su gran número prueba que tenian ulilidad práctica. En cuanto á los punzones, sin querer restringir su uso, su aplicacion ¡nme- diala es la de coser los vestidos, ó la de unir las pieles por me- AA 119 dio de correhuelas;, algunos son de finura sorprendente: otros han podido servir de flechas, como sucede entre los salvajes. Las astas de ciervo, abiertas por medio y dentados sus bordes, han servido de verdaderos harpones, iguales en un todo á los que se encuentran entre las antigúedades de América en el Es- tado de Nueva-York. Tambien hay un trozo de dicha materia ahuecado en forma de copa ó vaso para beber. Numerosos frag- mentos presentan las marcas del hacha ó la sierra de sílice. Algunas piececillas redondas 6 cuadradas de corteza ó madera tienen un agujero circular. Dientes de oso, igualmente aguje- reados, servian sin duda de amuletos, como sucedia en varios pueblos, entre otros con los antiguos livonios, en cuyos sepul- cros se hallan suspendidos dichos dientes con cadenitas de bronce. Ciertos huesos y piedras de caliza negra de los Alpes han servido evidentemente de bruñidores, pues á pesar de la sencillez de los productos de esta fábrica, algunas piezas eran de un admirable acabado. Mr. Ublmann tiene dos montoncilos de trigo aglomerados y carbonizados por el fuego. La presencia de este cereal entre objetos de la edad de piedra, es un hecho muy inesperado para acojerlo sin circunspeccion. «El primer monton, me escribe Mr. Uhlmann, lo he encontrado al borde de la orilla posterior á la desecacion, donde lo lavaban las aguas como otros restos de anli- giiedades. Despues mis trabajadores, ocupados en cavar casi en medio de la turba antigua, descubrieron el segundo aglomera- do, que corresponde al parecer á esta capa, pero no habiéndolo sacado yo mismo, nada más puedo asegurar, sino que los obre- ros no lo hubieran conservado á no hallarlo en la capa antigua. Si ese trigo, como parece, cayó de las habitaciones lacustres cuando el fuego las destruyó, es preciso decir en conclusion, que los primeros habitantes del Occidente conocian algun ramo de agricultura, y que esta es anterior á la edad de bronce, en la cual se supone ordinariamente su introduccion. Es imposible di- simularse que los instrumentos aralorios debian ser imperfecli- simos; sin embargo, reflexionando que corresponden á la edad de piedra los túmulos más gigantescos, para cuya ereccion se ha acumulado la tierra hasta la altura de 40, 60 y aun más de 100 piés, se comprende que los que eran capaces de ejecutar 120 semejantes trabajos, podian igualmente remover la superficie del suelo, sembrar y recojer las mieses. Con todo, no debe creerse que esas poblaciones primitivas se dedicasen esencialmente á la agricultura. La caza, pesca y los animales domesticos hubieron de serles medios importantes de subsistencia; así es que se encuentran numerosos huesos de animales procedentes, ó de las sobras de las comidas, ó de las provisiones destinadas á la fabricacion. Ha habido demasiada negligencia en recoger y determinar dichos restos, con los cua- les se ligan sin embargo cuestiones del más alto inlerés; pero el cuidado que ha puesto Mr. Uhlmann en estos trabajos hará un verdadero servicio á la ciencia. Efectivamente, es interesante poder probar que aquellos pueblos primitivos tenian ya la ma- yor parte de nuestros animales domésticos, el buey, caballo, cerdo, cabra, carnero, gato y perros de diversos tamaños. Tam- bien se encuentra el alce, ciervos numerosos, jabalí, 0so, zorra, castor, tortuga y diferentes aves. Varias piezas necesitan toda- vía determinacion, pero las más notables sen indudablemente el fragmento de mandíbula y el atlas, que por sus dimensiones han de pertenecer, segun parece, á una de esas grandes especies miradas hace mucho tiempo como perdidas antes de que apare- ciese el hombre. En cualquier caso, su depósito en la antigua capa de turba data necesariamente de la época humana, porque esa capa se ha formado con posterioridad á la construccion de las habitaciones lacustres; y despues de destruidas estas, otra nueva capa de turba, en que no se halla objeto alguno de industria, cubrió en parte la precedente. Cuando se clavaron las estacas, cuya parte inferior se halla en la marga caliza y turba anligua, esta solo habia cubierto unas 40 5 pulgadas de la capa de marga, desde cuyo límile se presentan los objetos de industria. En aquella época estaba por consiguiente la orilla del lago más al oriente por la parte de la llanura, y aun sería posible volver á encontrar dicha orilla, si- guiendo bajo el pantano la superficie de la capa de marga, fondo primitivo del lago, hasta el punto en que adquiere la altura del nivel de las aguas. Una vez fijo ese punto, podria decirse con exactitud á qué distancia de la tierra firme estaban las habita- ciones, y cuál era la extension del puente que las comunicaba 121 con la orilla. Las estacas, gastadas por la accion de las aguas á diversas alturas segun el grueso de la turba, subian necesaria- mente en línea horizontal más que el antiguo nivel del lago, de modo que pudieran pasar las olas por bajo del piso que soste- nian, y por lo tanto su longitud media debia ser de 15 á 20 piés, segun las medidas indicadas antes. Las cabañas se hallaban agrupadas en una plataforma de 53 piés de ancho por 70 de largo próximamente; y para que los restos de la industria se hayan acumulado en el fondo del lago en todo ese espacio, y no solo en los bordes del piso, es necesario que este fuese de piezas mal unidas, y que dejara interslicios por los cuales pudieran caer al agua los objetos menudos. Por lo demás, ya se com- prende que lejos de tener maderas de sierra, nunca sería el ajuste rigoroso, vistos los medios limitados con que contaban. En cuanto a los restos de mayor tamaño, tales como los frag- mentos de alfarería diseminados por todo el espacio referido, es posible que hayan sido arrojados al agua por las trampas que habia en todas las chozas de los paonios, segun afirma Hero- doto. Sin duda por estas razones se han acumulado esos restos entre las estacas, inmediatamente debajo del piso. Por lo de- más, no es posible atribuir la diseminacion de los objetos á- la destruccion de las cabañas, porque su depósito ha sido sucesivo y de larga duracion, atendido á que están escalonados en 3 6 4 piés de grueso. Tambien se nota que la acumulacion se ha ve- rificado paulatinamente durante todo el tiempo en que se formó la turba antigua, hasta el momento en que se incendiasen y destruyeran las viviendas, cuyos restos de madera carbonizados yacen sobre los de industria. La duracion de dichas habitaciones sería facil delerminarla si pudiera calcularse con alguna certeza la del tiempo que gastó en formarse la turba; pero cuestion es esta que suscita dificul- tades de más de un género. Con tanta rapidez como se produce en ciertas condiciones, con otra tanta lentitud se verifica en otros casos. Citanse bosques derribados por el viento, y que en menos de medio siglo resultaban sustituidos con turba que po- dia explotarse; y aquí se ve que desde la época de la piedra, la turba que cubre las señales de incendio apenas ha adquirido 2 piés de grueso, y eso en muchos millares de años. Leyes par- 122 ticulares presiden al parecer á la citada formacion sub-lacustre, que nunca baja á gran profundidad por la falta de áire necesa- rio á la vejelacion. Así es que en el sitio de las habitaciones en cuestion la capa antigua disminuye al internarse en el lago, y desaparece á unos 60 piés de la orilla bajo de 10 a 15 de agua. Es evidente que el aumento de esa capa, de 3 á 4 piés de grueso, debió seguir una progresion más rápida que la de la capa supe- rior, cuyas dimensiones en altura y latitud son la mitad meno- res; pero aun esa progresion desigual de una capa á otra ha tenido un tiempo de páusa. Los últimos objetos de hueso y pie- dra que hay en la superficie de la zona longiludinal de la parte del lago quedaron sin cubrir, y prueban que el aumento de turba concluyó en esa zona durante la edad de piedra. No su- cede lo mismo por la parte de lierra en que existe la capa mo- derna; con todo, hubo interrupcion entre su formacion y la de la capa inferior, porque si hubiera sucedido otra cosa, conten- dria aún, como vamos á verlo, algunas porciones de estacas. Cuando el incendio destruyó las habitaciones, se comprende que el fuego no pudiese atacar a las estacas de debajo del nivel del lago. Pero las aguas, por su accion incesante si bien suma- mente lenta, las han corroido poco á poco, y al fin de muchos si- glos se han gastado hasta la superficie de la turba antigua. Ahora bien; si el desarrollo turboso hubiese continuado sin interrup- cion de una capa á otra, necesariamente hubiera tapado parle de las estacas, que no pudieron ser destruidas inmediatamen le hasta el fondo del lago; y la porcion que hubiese quedado dentro de la nueva turba se hubiera librado de la accion destructiva, hallándose protejida por dicha formacion, cuyas propiedades conservadoras son conocidas. Sin embargo, antes hemos vislo que lo restante de las estacas no entra nunca en la capa superior, de donde debe deducirse por conclusion, que ha habido una páusa bastante considerable entre las dos capas de esta forma- cion turbosa. Si casi es imposible, limitandonos á las habitaciones de Moosseedorf, indicar con una cifra la edad precisa á que remon- tan las referidas construcciones, no por eso es ménos cierto que figuran á la cabeza de una serie de descubrimientos que carac - lerizan diversos grados de desarrollos anteriores á nuestra era, 123 y que deben mirarse como pertenecientes al período más remoto de nuestra historia. Los restos de industria recojidos en dicho punto son, por lo demás, una reproduccion de los que se en- cuentran en las sepulturas más antiguas de Europa con ante- rioridad á la gran invasion de los cellas. Asi pues, se ve que en esos siglos remotos el habilante de nuestros paises no vivia solamente en estado nómade, porque no puede concederse que se hayan fabricado esas habitaciones lacustres con un objeto puramente temporal. Además de la caza y pesca ha debido ser una ocupacion importante la guarda de los ganados, y hasta la agricultura no era al parecer descono- cida dei todo. Esas habitaciones en medio de los lagos, separa- das de la orilla por una ancha tabla de agua, eran propias par- ticularmente para la pesca, pero tambien servian de verdaderos refugios contra las fieras y las invasiones del interior de las lierras. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GARCiA NAVARRO.) —A0D O) VO0A— 124 VARIEDADES. -<303> Colores de las estrellas fugaces. D. Andrés Poey ha publicado el es- tado de las estrellas fugaces observadas en Inglaterra del 1841 á 1855, clasificándolas por colores como ha hecho con las observadas en la China en un período mucho más largo. En dicho estado, compuesto de 1065 meteoros coloreados, se observan en primera línea 326 casos de un azul puro, además 86 azulados, 11 azul blanquecino, 2 azul rojizo y 1 azul verdoso, que hacen un total de 386 meteoros en que predomina el azul. Las estrellas amarillas comprenden 151 casos y 18 las amarillentas, que hacen en junto 169 casos. Las rojas están en número de 129, y las rojizas en el de 48; total 177. Se ve pues que los meteoros teñidos de azul exceden en más del doble á los teñidos de amarillo y rojo. Los me- teoros blanquecinos se hallan representados por 195 casos, y por 111 los anaranjados. El Sr. Poey advierte qne en el estado, los meteoros comprendidos en las tintas correspondientes á la parte inferior del espectro del verde al rojo, son en número de 465; al paso que los comprendidos en la parte superior del espectro del verde al violeta abrazan 401 casos. Aplicando ahora á la coloracion de las estrellas y globos fugaces la teoría de Mr. Ch. Doppler sobre la coloracion de las estrellas fijas solitarias, las dobles y las periodicamente variables, habria de deducirse por conclusion de aquí que se han separado del observador 64 meteoros coloreados, á contar del instante de su aparicion, suponiendo, lo que no siempre sucede, que se han movido los meteoros en una línea recta que los una al ojo del observador. Sin embargo, por otra parte los meteoros de un azul puro, que se encuentran en la tinta ascendente y de aproximacion al observador, exceden al doble á los de un rojo puro y de un amarillo tambien puro, que corresponden á las tintas descendentes y de alejamiento del observa- dor. Segun la teoría de Mr. Doppler relativa á la coloracion de las estre- llas fijas, un objeto, luminoso de suyo ó por una luz prestada, crece en intensidad á medida que se acerca al observador; el color, por su parte» va con celeridad ascendente del blanco al verde, luego al azul, y final- mente al violado. Por la separacion disminuye la intensidad en todos los casos, pasando la luz blanca sucesivamente al amarillo, al anaranjado y finalmente al rojo. Tal vez, dice Poey, habrá de tenerse tambien en 125 Cuenta al designar las tintas de las estrellas fijas, así como de las fuga- ces, algunas diferencias que puedan existir entre los observadores bajo el punto de vista de la facultad de percibir y apreciar la luz y el color. Estado actual de los volcanes Pesubio, Etna, Stromboli y de la isla de Vulcano. En la Asamblea de los Naturalistas alemanes, celebrada en Viena en setiembre de 1856, leyó Mr. Bornemann una memoria sobre el punto arriba expresado. De ella saca las conclusiones siguientes. Vesubio. Este volcan, inerte algun tiempo despues de su grande erup- cion de lava (mayo 1856), acaba de recobrar en parte su actividad, pero solo en la region llamada 4/topiano. La lava que en mayo de 1855 se desparramó por la Fossa della vetrana, se mantiene todavía tan caliente que de noche se percibe su candencia, y metiendo en ella un palo se en- ciende. Han cesado las fumarolas ó humaradas en aquella corriente de lava; los gases que se desprenden ahora no depositan en el condensador sustancias sólidas ni agua, á no ser la de la atmósfera. La forma actual del Altopiano proviene esencialmente de las erupciones de 1850, diciembre de 1854 y diciembre de 1855. Las dos primeras se conocen bastante. La de los dias 19 y 20 de diciembre echó abajo la parte N. de la pared inter- puesta entre los dos grandes cráteres de 1850. El cráter nuevo que resultó del derrumbamiento, despues de haber vomitado cenizas y piedras sin fenómenos igneos, está en plena erupcion desde los últimos dias de junio de 1856. Su profundidad (160 metros á principios de 1856) no ha variado: su diámetro ha aumentado de resultas de hundimientos; y el centro de erupcion está hoy en medio del cono principal, como de 1830 á 1840. Las erupciones, tal cual suceden actualmente, permiten al observador seguir los movimientos de las masas candentes bajo un ángulo de 70, echándose en el borde del cráter. El cráter E. de la erupcion de 1850, en cuyo fondo se divisan de noche masas candentes, arroja una enorme fumarola, cuyos vapores al atravesarlos los rayos del sol toman color amarillo rojizo. Etna. Este volcan subsiste inerte casi desde la erupcion de 1852. En su cima hay tres cráteres; el situado al extremo O. tiene figura de elipse, y arroja dos considerables fumarolas. Poniéndose un observador en la cima del volcan, percibe con frecuencia pequeñas conmociones subter— ráneas, acompañadas de ruidos tremendos. Stromboli. Este volcan, que se creia en estado permanente de erup- cion, está ahora sin corriente alguna de lava, y sus dos cráteres, más ac— cesibles el año de 1856 que los anteriores, vomitan con mucha irregu- laridad piedras y cenizas. Uno de ellos, algo candente de noche, vomita sin cesar casi y con mugido sordo, cenizas y piedrecillas calientes enro- jecidas. El otro no presentó más que una erupcion en los tres dias que estuyo Mr. Bornemann en Stromboli: la manga de fuego, mezclada con 126 piedras muy candentes, era tan alta como la montaña. A la erupcion acompañaban truenos subterráneos tremendos, y un estremecimiento que llegaba hasta San Vícenzo, en el extremo opuesto de la isla. Otro cráter que está en la punta O. arroja solo una fumarola considerable, que im- pide acercarse á los otros. Este tercer cráter, que se cerró hace cosa de diez años, es probablemente el que vieron todavía en actividad los obser— vadores precedentes. Isla de Vulcano. De varias rajas del cráter de este volcan salen cor- rientes de gases ardiendo, cuya llama de color azul blanquecino claro se ve solo de noche. Dichos gases (probablemente hidrosulfurados) salen de las rajas con mucha presion, con un ruido como el de una máquina de vapor en accion, y calientan, enrojeciéndolos, los bordes de aquellas donde penetran: de noche toma su llama un color amarillo por efecto de la re- flexion. Donde salen los gases ardiendo, pero sin presion, no pasa de la temperatura de fusion del zinc el calor que comunican á los bordes de las rajas. Comprobó Mr. Bornemann, por casualidad casi, la existencia del yodo en estado libre en los vapores de las fumarolas de Vulcano. El papel blanco que llevaba para envolver minerales se cubrió de manchas azules al tocarlo las sustancias provenientes de la accion de las fumarolas. Hecha una contraprueba en el mismo papel con la solucion de yodo, no quedó duda sobre la verdadera naturaleza de esta reaccion. Como las fumarolas de Vulcano contienen tambien ácido bórico y sulfuroso, no puede estar en ellas más que libre el yodo. —Manchas brillantes y redondas de las fajas de Júpiter. En la úl- tima entrega del Diario de la Sociedad real astronómica de Londres dice Mr. Dawes que ha vuelto á ver los meses de setiembre, octubre y noviem- bre de 1857, y observado atentamente con su anteojo de ocho pulgadas, en la faja más meridional de Júpiter, ciertas manchitas brillantes y re- dondas que por primera vez habia notado en la primavera de 1849, y que en marzo de 1850 habia percibido tambien Mr. Lassel con su telescopio de 20 piés de longitud focal. Varió de cinco á nueve el número de tales manchas. No se atreve á asegurar Mr. Dowes que fuesen perfectamente circulares, porque mirando bien se advertian irregularidades de forma, tanto más perceptibles cuanto más distinta era la vision. Guando en virtud del movimiento de rotacion del planeta alrededor de su eje las hacia des- aparecer, no se veian otras. No siempre fueron unas mismas sus posiciones respectivas; una pequeñita que estaba al principio al O. de otra mayor, pasó luego al E.: esperando, para mejor estudiarlas y compararlas, á que estuviesen en un mismo punto del disco, se comprobaba que pasaban por varios estados de formacion. De la faja más meridional pasaron á la más ancha y próxima al ecuador, pero estaban entonces reunidas ambas fajas, ó pegadas en parte de su extension. Mr, Chacornac ha visto las mismas 127 manchas brillantes con su anteojo de nueve pulgadas, pero sin parecerle nunca de forma exterior circular, sino muy irregular, hasta hacerle pre- sumir que eran una especie de nubes atmosféricas. Mr. Dawes llama tambien la atencion de los observadores hácia la forma de festones, de dentelladuras, de arcos ó rizos que suelen tomar los bordes de las fajas de Júpiter. —Sobre la luz eléctrica: por Mr. Grove. El objeto de esta nota es dar á conocer algunos casos nuevos que tienen relacion con el aspecto es- triado ó estratificado de la descarga eléctrica en los gases enrarecidos, los vapores, y en particular el del fósforo. Diferentes físicos han publicado experimentos sobre esta materia, pero sin que se haya dado al parecer hasta ahora una explicacion completamente satisfactoria del fenómeno que nos ocupa. Sin embargo, Mr. Grove ha observado que la manera de romper el contacto ejerce un influjo marcado en las estrías ó fajas. Si, por ejemplo, el brazo de una báscula descansa en un muelle ligero situado en la parte inferior, las fajas se vuelven más estrechas. Si solo se verifica una simple ruptura de contacto (cosa que es dificil conseguir), la mayor parte de los observadores han notado que continua siendo sensible el efecto. La fusion de los metales en el punto de contacto y la vibracion que acom- paña al movimiento, determinan una doble ó triple ruptura. El mejor me- dio es colocar dos alambres de cobre gruesos cruzados, y tirar con mano firme de uno hácia el otro hasta que el extremo del primero se separe del último. Si se hace bien la operacion, no se observan estrías en la mayor parte de los casos. De todas las sustancias sometidas á ensayos, el vapor de fósforo es el que prueba mejor, observándose con él un efecto no- table en el polvo ó humo de fósforo alotrópico (que siempre se forma cuando se observan estrías). Este humo pasa de un polo á otro, del lado negativo al positivo, manifestando, á no haber en ello alguna ilusion óptica, un efecto mecánico de la descarga en dichas circunstancias. —Estrellas y globos fugaces coloreados. Mr. Poey ha publicado, como continuacion á sus trabajos sobre las estrellas fugaces coloreadas, la tabla de las observaciones hechas en París desde 1841 á 1853 por Mr. Coul- vier-Gravier, y comprende 76 casos de globos fugaces que se han pre- sentado con diverso color en su carrera al pasar por la atmósfera, 5 casos de globos con rastros tambien diversamente coloreados, y otros 10 casos de globos de esta última especie con un solo matiz: en junto, 91 casos de globos y rastros de colores, de los 168 fugaces comprendidos en la tabla. Mr. Coulvier-Gravier indica en su catálogo hasta tres ó cuatro matices sucesivos que ha observado en los globos coloreados vistos por él mismo durante su paso por la atmósfera. Estas tintas siguen casi todas la ley formulada por Mr. Doppler, relativa á las variaciones de color de un punto luminoso en movimiento. La mayor parte de los globos fugaces se apagan 128 con el color azul al aproximarse al horizonte ó al observador, despues de pasar por todas las tintas correspondientes á la parte superior del espectro. Otros tienen un color rojo al apagarse, probablemente cuando se apartan del observador. Mr. Poey indica además en su nota las diversas tintas observadas en las estrellas y globos fugaces correspondientes al período de observacion en China é Inglaterra, y de las que ha hablado en sus dos notas anterio- res. Esas diferentes tintas, que son complementarias unas de otras, ó que corresponden unas á la parte superior del espectro y otras á la inferior, como sucede con las estrellas fijas dobles, se observan en las circunstan- cias siguientes: 1.” cuando la estrella varía de color en su camino; 2.” cuando va acompañada de un rastro diversamente coloreado; 3.” cuando se divide en fragmentos de distintos colores; 4.” cuando van juntas varias estrellas tambien de diversos colores; 5.” cuando proyecta la estrella sobre la tierra un resplandor coloreado de cierta extension. Mr. Poey indica igualmente el color de las estrellas seguidas de ras- tros coloreados de la misma tinta, y de otras en que únicamente los ras- tros son los coloreados. Finalmente, señala otros efectos de coloracion, como son los siguientes: una estrella roja, cuya cola se convirtió en un vapor azul-blanquecino; un rastro que se dispersó lentamente, convirtién= dose en un matiz blanco-verdoso; una cola que se dividió en estrellitas de color azul-blanquecino. Mr. Poey opina que, además de la ley de Mr. Doppler relativa á las variaciones de color de un punto luminoso en movimiento, que puede ser aplicable á la coloracion de las estrellas y globos fugaces, debe tenerse en cuenta tambien el estado particular de la atmósfera bajo el doble punto de vista de la electro-química y de los ajentes meteorológicos modifica dores. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAyARro.) — 0D (O DO— Editor responsable, Fraxcrsco Garcia Navarro. A A E A o le ed GNL O. SUSDE E c ¡Madrid /Zezn7sfez ST A A TES ELZO (04€ 1MacdErza -CLIPSE DE SOL DEL 15 DE MARZO IRIS IPSE DE SOL DEL 15 DE MARZO DE 1858. RENA ROS de Maid /Aemsfer: $ E. no! IN E CN as sl Y: »' A AS: x i ¡UR í A A S ¿na apra? Cabo de 94 N.* 3.—REVISTA DE CIENCIAS. — Marzo 1858. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. ———— Sobre los medios que deben emplearse durante los 25 años prú- ximos para determinar con más precision la distancia del sol á la tierra; por Mr. Arry. (Bibliot, univ. de Ginebra, agosto 4857.) Desnes de haber dado Mr. Airy ciertas explicaciones verbales en la sesion de la sociedad astronómica del 8 de abril último sobre el asunto arriba indicado, ha publicado un extenso ex- tracto de las mismas en el número de mayo de las Noticias mensuales de dicha sociedad. La medida de la distancia del sol, dice Mr. Airy, se ha con- siderado siempre como el problema más noble de la astrono- mía. Es de las más difíciles de verificar, y de ella dependen las distancias y dimensiones de los planetas, de los satélites y del mismo sol, asi como tambien las distancias de las estrellas, cu- yas paralajes ánuas se conocen aproximadamente. El valor de la distancia del sol admitido hoy se funda en los pasos de Venus por su disco que sucedieron en 1761 y 1769, pero principalmente en este último. Mr. Encke y D. Joaquin Ferrer han publicado trabajos muy apreciados sobre las obser- vaciones de dichos pasos. Examinándolos, se advierte que á pesar de existir gran armonía entre los resultados deducidos de los dos pasos por diferentes calculadores, han manifestado estos algunas dudas respecto á dichos resultados. En el paso de 1761, TOMO VIII. 9 130 el valor que se obtuvo dependia casi enteramente del conoci- miento exacto de las diferencias de longitud de unas estaciones muy distantes entre si, diferencias sujetas indudablemente á una gran incertidumbre. Respecto al de 1769, el resultado de- pende casi por completo de las observaciones practicadas en Wardhe por el P. Hell; pero algunos astrónomos han suscitado graves dudas acerca de su realidad, ó al menos sobre el grado de confianza que merecen. Es por tanto muy de desear que se repitan las observaciones cuando haya de nuevo ocasion para ello. Sabido es que la distancia de la luna á la tierra puede de- terminarse por un procedimiento analogo al que se usa en las triangulaciones lerrestres; es decir, dirijiendo la visual á dicho astro desde dos puntos de la tierra muy distantes uno de otro, y cuya posicion relativa se conozca; entonces la distancia mú- tua de ambos puntos sirve de base á un triángulo, cuyo vértice es la luna, y cuyos ángulos adyacentes á la base pueden me- dirse 0 determinarse. Cuando se procede como en este caso de menor á mayor, siendo la dislancia de la luna 60 radios próxi- mamente, se puede obtener un buen resultado si las observa- ciones se han hecho escrupulosamente. Pero facilmente se com- prende que semejante procedimiento es de todo punto inapli- cable al sol, distante de la tierra cerca de 410. veces más que la Juna. | Por esta razon han tratado siempre los astrónomos de obte- ner indirectamente la distancia del sol determinando la de un planeta que se halle á la menor distancia posible de nuestro globo, ya comparando su posicion aparente con la de las estre- llas, ya con la del sol. Los dos planetas empleados con este objeto son: 1.2 Venus en sus conjunciones inferiores, cuando su distancia á la tierra es próximamente las tres décimas partes de la de esta al sol. Pero dicho planeta sólo es visible en esa época precisa, si por efecto de su gran proximidad a los nodos de su órbita pasa exactamente por alguna de las rectas tiradas de la tierra al sol, y no por encima ó por debajo; entonces se proyecta durante algunas horas como un pequeño disco negro sobre el brillante del sol, atravesándolo de E. á O. á causa de su movimiento de 131 revolucion alrededor suyo. Mas estos pasos son muy raros; el último que se verificó fué el 3 de junio de 1769, y los más próximos serán el 8 de diciembre de 1874 y el 6 de diciembre de 1882 (1). 2.” Marte en la época de sus oposiciones, cuando su distancia á la tierra puede ser, en circunstancias favorables, cuatro décimas partes de la del sol aproximadamente. Estas circunstancias se presentan con más frecuencia que las de Ve- nus, y las observaciones de esta clase son más faciles de hacer. Cuando se elije cualquiera de estos dos planetas, se recurre aún por lo general, para la determinacion de que se trala, á un procedimiento análogo al usado para la luna: es decir, que unos observadores situados en varios puntos de la tierra, muy dis- lantes entresí y cuya posicion relativa se conoce, dirijen á la vez sus instrumentos al mismo astro, que se proyecta para cada uno de ellos en diferentes puntos de la esfera celeste por efecto de la paralaje. La comparacion de sus observaciones permite despues determinar por medio del cálculo el elemento que se busca de la distancia del astro á la tierra en el momento de la observacion. Este procedimiento sólo proporciona directamente dicha dis- lancia, y para deducir de ella la de la tierra al sol es preciso conocer las relaciones de las distancias de los planetas al sol. Mr. Airy advierte como un hecho histórico, que ya en los tiempos de Copérnico y Keplero, cuando los astrónomos sabian muy mal cual era la distancia del sol á la tierra, se conocia sin embargo casi tan exactamente como hoy la relacion de las distancias de los planetas al sol, y con auxilio de una figura demuestra el procedimiento geométrico con que ha podido con- seguirse eso por medio de aproximaciones sucesivas. Este co- nocimiento permitió á Keplero descubrir la tercera ley de las que llevan su nombre. (1) El planeta Mercurio tiene tambien sus pasos por el sol, obser= vables desde la tierra y más frecuentes que los de Venus; pero hallándose entonces á una distancia de la tierra que es próximamente las seis dé- cimas partes de la de esta al sol, no presentan estos pasos las mismas ven- tajas para la determinacion de que se trata. 132 Circunstancias de los dos próximos pasos de Venus. Mr. Airy ha hecho que Mr. Breen calcule las circunstancias generales de los dos próximos pasos de Venus para el centro de la tierra, y están representadas en unas figuras que manifies- tan la cuerda que describirá el planeta en el disco del sol en uno y otro paso, é igualmente el hemisferio terrestre que esla- rá alumbrado por él al principio y fin de cada uno de los pasos, lo cual permite saber de antemano todos los puntos de la tierra en que serán visibles dichos fenómenos. Luego ha examinado cuál sera el medio de sacar mejor partido de la observacion de estos pasos, eligiendo aquellas estaciones en que puedan obser- varse a la vez los instantes, bien de la entrada del planeta en el disco del sol ó bien de su salida, y en que el paso ofrezca di- ferencias de duracion lo mayores posible. El método de comparar la duracion de los pasos en distintas estaciones presenta la gran ventaja de ser independiente de la longitud de los lugares de observacion; pero puede seguirse otro método, caso que no sea aplicable el primero. Consiste en ob- servar el tiempo absoluto de la entrada y salida de Venus en diversos puntos de la tierra cuya longitud se conozca. Mr. Airy ha visto que en el paso de 1874, y cuyo princi- pio no será visible en Europa, no hay posibilidad de combinar el efecto de rotacion de la tierra con el de la diferencia de la- tilud de las estaciones, de modo que se aumentase la diferen- cia de duracion de los pasos, procedente sólo de la indicada de las latitudes; y examinando este último efecto se ha convencido de que tampoco era un método favorable. Las estaciones más septentrionales están en Siberia, en la Tartaria y el Tibet (pai- ses rara vez visitados en diciembre por los astrónomos), en las costas de la China y N. de la India británica. Las más meri- dionales son la isla de Kerguelen, lierra de Van-Diemen y Nueva-Zelanda. En cuanto á la aplicacion del método fundado en la dife- rencia de tiempos absolutos, respecto á la entrada de Venus en el disco del sol, habrá posiciones favorables en Owhyhee, islas 133 de Borbon, Mauricio y Kerguelen. Para la salida, la Sicilia, Italia y los puntos de Europa al O. del mar Negro están situa- dos á propósito para proyectar a Venus en el disco ó retardar su salida, mientras que Nueva-Holanda, Nueva-Caledonia, tierra de Van-Diemen y la Australia oriental están bien situa- das para acelerar esa misma salida. Pero es muy dudoso que se conozca con exactitud bastante la longitud de ninguna de dichas estaciones, exceptuando las de Europa. Respecto al paso de 1882, cuyo principio será sólo visible en Europa, Mr. Airy halla dos regiones, una boreal y otra austral, particularmente favorables para la observacion, pu- diendo establecerse en ambas suficiente número de estaciones. Es de advertir, en efecto, que para observaciones de esle gé- nero de tan alto interés, es importantísimo que haya muchas es- taciones, bastante próximas para que en ellas pueda verse el fenómeno astronómico casi del mismo modo, pero al mismo tiempo separadas suficientemente á fin de eliminar el efecto local de un estado nebuloso del cielo. Mr. Airy recuerda con este motivo, que en el eclipse total de sol del 8 de julio de 1842 pudo observar bien todos los fenómenos en la Superga, estacion situada á unas 5 millas de Turin, al paso que los as- trónomos de dicha ciudad nada vieron á causa de las nu- bes (1). La region septentrional comprende todos los Estados-Unidos de la América del Norte. Los observatorios son allí numerosos en la actualidad, y la extension que ha adquirido la telegrafía eléctrica, unido al espiritu público que reina en aquellos Esta- dos, permilirán probablemente la aplicacion de ese poderoso auxiliar al uso exclusivo de la astronomía en ocasion tan im- (1) Sabido es que para el paso de Venus de 1769, se mandaron tam- bien diversos astrónomos á las estaciones más favorables para dicha ob- servacion. Dos ginebrinos, el profesor Santiago Andrés Mallet y Juan Luis Pictet, su cuñado, recibieron el encargo de la Emperatriz de Rusia Catalina 11 de observar el paso, el primero en Ponoi y el segundo en Oumba, en la Laponia rusa. Mr. Mallet sólo pudo observar la entrada del planeta en el disco del sol, y á Mr. Pictet le fué imposible ver el fenó- meno, por causa del tiempo desfavorable. 134 portante, y comparar por este medio, entre otros, todos los re lojes de los observadores. Supongamos que se elijen diez esta- ciones, y que á causa de la variabilidad del tiempo se observa solo la entrada en cinco y la salida en las otras cinco. Si los relojes de los diferentes observatorios no estuviesen en corres- pondencia ó se hallasen comparados entre sí, serian perdidas del todo las observaciones (al menos en lo relativo al primer método de observacion). Por el contrario, si tienen conexion múlua, cada observacion se referira al tiempo absoluto de uno de los péndulos, el de Washington por ejemplo. Cono- ciendo las posiciones geográficas, se podrá calcular una correc- cion de tiempo absoluto, de modo que se deduzca de la obser vacion de este á la entrada ó la salida en todas las estaciones, cuál hubiera sido ese mismo tiempo si la observacion se hubie- se hecho en Washington. De esta manera se obtendrán cinco observaciones de entrada y salida como si se hubieran verifi- cado en dicha ciudad, y anotado en tiempo del péndulo del mismo observatorio. Puede decirse por consecuencia, que la probabilidad de observaciones precisas y ventajosas del fenó- meno que nos ocupa en los Estados-Unidos excede a cuanto ha podido obtenerse anteriormente, y tal vez aun á lo que fue- ra de esperar en cualquiera otra region. La meridional cae en una parte de la tierra antártica des- cubierta por Wilkes, oficial de marina de los Estados-Unidos de América. Esta parte, comprendida entre la tierra de Sabrine y la bahía Repulse, ocupa una extension de 400 millas próxi- mamente. El general Sabine opina que el 6 de diciembre es todavia muy temprano para visitar aquella region, a pesar de corresponder allí esa época á fines de primavera; mas para las observaciones de que se trata, el hielo firme será tan bueno como la tierra seca. Es indispensable asegurar en dicha region las observaciones de la entrada ó la salida de Venus, sin lo cual serian inútiles todas las ventajas de las hechas en la Amé- rica del N. Es por tanto absolutamente necesario establecer en la region de que se habla una serie de puestos de observacion, y que haya en ellos algunos medios de comparar los relojes. Para dicha comparacion puede aplicarse la telegrafía eléctrica empleada temporalmente, ó los buques de vapor; estos podrian 135 recorrer en ambos sentidos la costa próxima a las estaciones algunos dias antes y despues del paso, con cierto número de cronómetros para cotejarlos con los establecidos en los diversos puntos. Pero sería muy ventajoso que se verificase un recono- cimiento del pais algunos años antes del paso, para cerciorarse con suficiente anticipacion de la posibilidad de ejecutar estos planes ú olros analogos, sin lo cual se correrá gran riesgo de ver fallido enteramente el objeto propuesto. En cuanto á la aplicacion del método de las diferencias de tiempo absoluto al paso de 1882, se hallarán situadas favorabi- lisimamente para acelerar la entrada las islas de Borbon, Mauri- cio y Kerguelen, y los Estados-Unidos para retrasarla. Respecto a la salida, verán una de Venus con gran retraso la lierra de Van-Diemen, Australia oriental, Nueva-Zelanda y Nueva-Cale- donia, mientras que se anticipara para los Estados-Unidos, las Antillas y América del S. hasta al rio de la Plata. En los dos pasos de 1761 y 1769 causó grandes dificultades, en las observaciones del contacto interior del borde de Venus con el del sol, la apariencia que se conoce en los eclipses de este astro con el nombre de cuentas de rosario. Mr. Airy ma- nifiesta sobre el particular una opinion que coincide con la del profesor Mr. Powell, a saber, que este fenómeno es un simple efecto de irradiacion, procedente en parte de la difraceion, en parte de lo imperfecto del anteojo, y tambien de una excitacion nerviosa del ojo. El autor no ha podido hallar la más ligera se- ñal de ello en dos eclipses totales de sol en que ha tratado de estudiar el fenómeno, deduciendo de aquí por conclusion que dejara de verse siempre que se adopten las precauciones con- venientes para lograr una vision clara del sol. Cita particular- mente el hermoso fenómeno de la desaparicion de la última parte del sol en los valles situados entre las montañas lunares cuando el eclipse del 28 de julio de 1851 (que observó Mr. Airy cerca de Gotemburgo, en Suecia), en el cual una vision ménos clara hubiera producido probablemente apariencias de cordones y Cuentas de rosario; atribuyendo con preferencia esa limpieza de vision al uso que hizo de un cristal gradualmente oscuro, construido bajo su direccion por Mr. Simms. Consiste en dos láminas largas en forma de cuña ú hoja de cuchillo, una de 136 cristal encarnado y otra de color verde, cuya parte más delgada mira al mismo lado, combinadas con otra lámina de la misma forma de cristal blanco, cuya parte delgada mira en sentido opuesto al de las otras. Mr. Airy tiene por importante el uso de medios análogos para la observacion de los pasos de Venus, y es de desear en su concepto que sea agradable al ojo del ob- servador el color resultante de la combinacion de los cristales OSCUFOS. Todavía hay una precaucion que no debe perderse de vista. La eleccion de estaciones depende por completo de la parle de la tierra iluminada por el sol en las épocas de la entrada y sa- lida de Venus; si estuviesen equivocadas en 1882 las tablas de los movimientos de este último planeta en una cantidad cor- respondiente á su movimiento de 1 hora, variaria 2 6 3 ho- ras la faz iluminada de la tierra, pudiendo ser entonces dife- rente la eleccion de los lugares de observacion. Importa por consecuencia mucho que las tablas de Venus se examinen á fondo, y reclifiquen si necesario fuese. En la actualidad exisle una gran masa de observaciones de dicho planeta, reducidas de modo que sólo exijen la sustitucion de errores de los ele- menlos planetarios. Mr. Airy alude aquí particularmente á la reduccion de las observaciones planetarias que publicó, hechas en Greenwich desde 1750 á 1830, á parte de las observaciones hechas en Cambridge, y á las insertas anualmente en los tomos de observaciones de Greenwich, y á la discusion de una parte de esas mismas observaciones, debida a MM. Main y Glaisher. Segun su calculo, un gasto de 50 libras esterlinas con dicho fin seria más util á la astronomia que el de 1.000 libras destinadas a construir un observatorio y á proveerlo de instrumenlos. Observaciones de Marte en sus oposiciones. Cuando se reflexiona acerca del gasto y riesgos que causan las determinaciones de la distancia del sol deducida de los pasos de Venus, y tambien en el intérvalo que nos separa aún del fenómeno más próximo de esta clase, parece natural examinar si no pudieran utilizarse otros métodos cuyo uso eslé en rigor 137 sujelo á un espacio mas breve de liempo, y que exijan menor cooperacion de observadores, siendo tambien de más pronta aplicacion. Tales son las determinaciones directas de las para- lajes de Venus y Marte cuando se hallan estos planetas próxi- mos á la lierra, que resultan de observaciones simultáneas he- chas en estaciones boreales y australes, Ó de otras sucesivas verificadas en un mismo observatorio, cuando la rotacion de la lierra lo sitúa en diferentes posiciones. En general, no es Venus comparable a las estrellas inme- diatas á sus pasos por el meridiano, que siempre se verifican de dia. Pudiera serlo en observaciones fuera del meridiano hechas antes de salir ó ponerse el sol, pero entonces está muy brillante y rara vez bien terminado, ofreciendo únicamente un solo borde iluminado que pueda observarse; y al comparar las observacio- nes practicadas en distintos puntos, habria gran riesgo de equi- vocarse, á causa de la diversidad de aprecio de su semi-diáme- tro. Finalmente, es corto el tiempo que permanece en su posi- cion más próxima á la tierra, y cuanto ménos dista de ella, tanto más reducidas vienen á ser las horas de observacion. Por consecuencia, Mr. Airy tiene por poco probable que se deduje- sen resultados dignos de confianza de las observaciones de dicho género del planeta Venus. Las circunstancias que presenta Marte en las épocas de sus oposiciones con el sol son mucho más favorables. Este planeta sale entonces hácia el momento de la postura del otro astro, y puede compararse con las estrellas durante toda la noche; tiene dos bordes que pueden observarse bien, permanece más tiempo cerca de la tierra, y cuanto menor es su distancia á ella, mayor es el intervalo de tiempo en que es posible la obser- vacion. Hay, sin embargo, una circunstancia que considerar aquí, en la cual no se ha fijado todavía la atencion. La órbita de Marte es mucho más excéntrica que las de Venus y la tierra. De este modo en ciertas oposiciones dista tanto Marte de nuestro globo, que tendrian poco éxito las tentativas para determinar su paralaje; probablemente depende de esto la inutilidad de las observaciones de dicha clase practicadas hace algunos años, á propuesta del profesor Gerling de Marburgo, con motivo de la 138 espedicion astronómica del teniente Gilliss á Santiago de Chile, á expensas del gobierno de los Estados-Unidos. En otras oposi- ciones, por el contrario, se halla Marte tan cerca de nosotros como Venus en su conjunción inferior. La siguiente tabla pre- senta las distancias aproximadas de Marte á la tierra en algu- nas de sus futuras oposiciones, tomando por unidad la distancia media de la tierra al sol. 1860 hácia el 21 de julio. ........... 0,38 1862 1.9 de. COMTE! 120 FU 089 1869 13 de Tébrero! CUCA CO 10769 1871 2NME Marzo 0 DA TAPA O 64 18717 3 de setiembre.......... 0,37 De esta tabla resulta que los años 1860, 1862 y 1877 son favorables para la determinacion de la paralaje de Marte. Cuando se comparan las observaciones verificadas en una estacion septentrional y una meridional, la posicion mejor del planeta es su verticalidad en el punto intermedio de ambas es- taciones. Siendo mayor la latitud boreal de los observatorios de Greenwich, Berlin y Poulkowa que la austral de los observato- rios del cabo de Buena-Esperanza y de Sanliago, será preferible en indentidad de circunstancias una declinación boreal de Marte á otra austral. Bajo este supuesto, la oposicion de 1862 es más ventajosa que la de 1860. Mas exisle otro método de observacion para determinar la paralaje, que no es aplicable á Venus por aparecer siempre des- de la tierra muy próximo al sol, pero si á Marte; y es el de me- dir desde un observatorio mismo, en el intervalo de 10 á 12 horas, la variacion de dicho planeta en ascension recta relati- vamente á las estrellas cercanas, debida á su paso de E. a O. del meridiano, que resulta de la rotacion de la tierra. Haciendo abstraccion, por un instante, del movimiento propio de Marte, esa variacion da la medida del ángulo visto desde el planeta, subltenso por la cuerda terrestre correspondiente á la distancia absoluta de los dos puntos del espacio en que se han realizado las observaciones. Aunque en realidad Marte y la lierra mudan de sitio en el cielo, se pueden calcular exactamente los efectos 139 de dichos movimientos, para que la determinacion sea lan precisa como si los dos planetas permaneciesen en reposo. Cal- culando para Greenwich la cuerda correspondiente a las dos observaciones sucesivas de Marte, hechas una al E. y otra al O. del meridiano, resulta la referida cuerda de longitud casi idéntica á la que da la mayor base de operacion que puede elegir- se por el olro método en la direccion meridiana, á saber, la com- prendida entre los observatorios de Poulkowa y del Cabo de Bue- na-Esperanza; y las cuerdas relativas al Cabo, Santiago y sobre todo Madrás, exceden notablemente á la referida base. En este último observatorio, el angulo que debe medirse por el segundo método es de cerca de 44 segundos. Por otra parte, el procedi- miento de que hablamos no exije gasto alguno, las observaciones que se han de comparar se verifican con el mismo anteojo y por el mismo observador, ó por la misma serie de observadores. Se evita el fastidio, las dificultades y las dudas inseparables de observaciones que exigen una cooperacion a distancia; y el ob- servador se anima con la idea de que con sus propios y únicos esfuerzos podra contribuir eficazmente á la decision de una de las más importantes cuestiones que ofrece la astronomia. Mr. Airy tiene este método como el mejor de todos. Para aplicarlo con las mayores ventajas, Marte debe ser visi- ble, por cada lado, á 6 horas de distancia del meridiano, y por consecuencia, su declinación ha de ser del mismo nombre que la latitud del observatorio. Con arreglo á esto, el 1860 será un año favorable para el Cabo y Santiago, y el 1862 para los observa- ¡orios de Europa y de la América del N. Los dos años serán buenos respecto a Madrás, pero es preferible el último. Para esta clase de observaciones es de absoluta necesidad tener una ecuatorial muy segura Ó que no vacile, situada en sentido de la ascension recta; y tal vez fuera conveniente adap- tar al instrumento un mecanismo temporario para fijarlo en ascension recta hasta donde su construccion lo permitiese. Tam- bien seria útil, pero no estrictamente necesario, usar el método americano, 0 cronográfico, de inscripcion por el tacto de los ins- tantes de los pasos, por cuyo método se aumenla exlraordina- riamente el número de observaciones, ganando todas algo en precision. Unidos estos aparatos á los péndulos, cronómetros, 140 elc., de un observalorio ordinario, serian suficientes para el objeto propuesto. Las observaciones deben hacerse tan cerca como sea posible de los puntos distantes 6 horas á una parte y otra del meridia- no, repitiéndolas en series continuas, por la mañana y por la larde. Si son muchos los observadores deben alternar, encar- gandose cada uno de las observaciones de la mañana unas veces, otras de las de la tarde. Se determinará la diferencia de ascen- sion recta entre Marte y dos estrellas, de las cuales tenga una mayor distancia polar boreal que el planeta y la otra menor. Las mismas estrellas deben servir al menos para dos determinaciones de distinto nombre, es decir, una de la mañana y otra de la tar- de, y para mayor número si buenamente puede hacerse. Si se varia de estrellas, deberá observarse á un tiempo el par anti- guo y el nuevo en una de las observaciones de cualquiera de las dos épocas. En todos los casos se observarán alternaliva- mente los dos bordes de Marte (el precedente y el siguiente), segun acomode al observador. Será oportuno principiar las ob- servaciones 15 dias antes de la oposicion y concluirlas otros 15 despues. En cuanto á los preparativos generales, el principal es una carla muy detallada del camino aparente de Marte, que indique la posicion del planeta á toda hora, ó á cada 2 63 horas, y la de todas las estrellas grandes y pequeñas que se hallen á su pro- ximidad. El observador que esté provisto de ella podrá elegir las estrellas cuyo brillo se adapte mejor á su vista € instrumento, y se hallen situadas á intervalos proporcionados al sistema de hilos del retículo del anteojo, y además, en la condicion indica- da antes, que una tenga mayor distancia polar que Marte y la otra menor. Tambien convendrá anotar el color de las estre- llas, eligiendo con preferencia las que lo tengan igual al planeta, á fin de evitar que pueda haber desigualdad en la refraccion. De esperar es que se publiquen cartas de esta clase para las oposi- ciones de Marte bajo la inspeccion de Mr. Hind, director actual del VNautical Almanac. Mr. Airy termina su breve memoria recomendando par- ticularmente á los astrónomos las oposiciones de Marte de 1860 y 1862. Al mismo tiempo anuncia la epinion de que el público 141 astronómico futuro no quedara satisfecho como no se haga todo el uso práctico posible de los pasos de Venus de 1874 y 1882; insistiendo bajo este punto de vista en la conveniencia de efec- tuar dentro de algunos años: 1.” una discusion completa de los elementos de la órbita de Venus; 2.” la determinacion exacta de algunas longitudes de puntos distantes; 3.” el reconocimiento de la tierra de Wilkes. Noticia de los trabajos de MM. Worr y CarrinGTON sobre las manchas del sol; por Mx. GAUTIER. (Bibliot. univ. de Ginebra, noviembre 4857.) Mr. Rodolfo Wolf principió en Berna en 1848 una serie de observaciones diarias de las manchas que se ven en el disco del sol, análoga á la que hace en Dessau Mr. H. Schwabe desde 1826. Como sólo tienen á su disposicion ambos astróno- mos anteojos movibles de los comunes, no han tratado de de- terminar micrométricamente la posicion exacta de dichas man- chas en el disco, habiéndose limitado por lo general á compro- bar, todos los dias en que se ha podido observar el sol, su núme- ro, y las apariencias Ó grupos que ha ofrecido. Mr. Schwabe fué el primero que anunció a últimos de 1843, comparando sus ob- servaciones de 18 años, que indican una especie de periodici- dad en este fenómeno, el número anual de manchas que pre- sentan, segun las épocas, ya un máximo ya un minimo, y la vuelta de la misma fase, que al parecer se verifica en una de- cena de años próximamente. La continuacion de las observa- ciones ha venido á confirmar esa periodicidad, por lo cual la Sociedad astronómica de Londres ha adjudicado una medalla de oro á Mr. Schwabe por sus trabajos sobre dicha materia en su 37.* sesión aniversaria, celebrada el 13 de febrero de 1857. Mr. Johnson, que era entonces presidente, pronunció un dis- curso súmamente honorifico para el observador escrupuloso y perseverante á quien se concedia la medalla (1). (1) Mr. Schwabe ha publicado con regularidad los resultados de sus observaciones en el Diario astronómico impreso en Altona con el título de Astron. Nachrichten, á contar desde el número 350 (abril 1838). En la primera parte de mi Noticia sobre las apariencias del cuerpo del sol, 142 Mr. Wolf no se ha limitado á observar las manchas del sol siguiendo la marcha de Mr. Schwabe, sino que ha hecho lam- bien trabajos considerables para compulsar todas las observa- ciones anteriores del mismo género, a fin de llegar á una de- terminacion tan exacta como fuera posible de la duracion del periodo en cuestion. Sus primeros trabajos relativos á las man- chas salieron á luz en los Mittheilungen de la Sociedad de his- toria natural de Berna; debiendo citar particularmente la Me- moria presentada á la misma Sociedad el 6 de noviembre de 1852. Despues de subdividir en ella en grupos diversos las an- tiguas observaciones de manchas, segun sus épocas, á contar del año de 1611 en que se comprobó su existencia en el sol, inmediatamente despues del descubrimiento de los anteojos astronómicos, viene á parar sucesivamente en la referida Me- moria, partiendo primero de las épocas en que se han hecho más observaciones, y comparando sus inlérvalos, á la conclusion de que la duracion más probable del periodo de las manchas es 11250 111, de modo que en cada siglo habria exactamente nueve periodos de ésta clase. Aquí sólo se trata de un valor medio, porque ocurren con frecuencia irregularidades en la vuelta de las épocas de máximo y minimo, que unas veces prolongan y otras acortan la duracion del período correspondiente, cuyas irregularidades se observan tambien en el número de manchas de esas mismas épocas. Por lo general es menor el intervalo de tiempo comprendido entre un mínimo y un máximo que no entre el máximo y minimo siguientes. Sin embargo, han trascurrido más de 7 años entre el minimo de 1822 y el máximo siguiente. Mr. Wolf advierte que todas esas irregularidades son análogas á las que presentan las estrellas de brillo variable, y supone que existen grandes relaciones entre estos fenómenos. Tambien ha sido uno de los primeros en comprobar, en 1852, pocos meses despues del ge- neral Sabine, y casi al mismo tiempo que yo, la identidad del período de las manchas y de las variaciones de la declinacion publicada en el número de julio de la Zibliot. Univ., se halla un extracto sumario de dichos trabajos. El discurso de Mr. Johnson se insertó en las Monthly Notices de la Sociedad astronómica,.tom. XVIL p. 126. 143 magnética, descubierta por Mr. Lamont, astrónomo de Munich, siendo iguales las épocas de máximo y minimo de estos dos fe- nómenos. Mr. Lamont habia calculado en 104 años el periodo de las variaciones magnéticas; pero comparando las observacio- nes de dicho género hechas desde 1786, prueba Mr. Wolf que satisface mejor su totalidad el valor de 11+%0s,111. Al volver Mr. Wolf en 1855 de Berna á Zurich, donde es actualmente profesor de matemáticas y astronomia en su uni- versidad y en la escuela politécnica suiza, ha continuado sus trabajos relativos a las manchas del sol, habiendo publicado sus resultados, ya en los Boletines trimestrales de la Sociedad de naturalistas de Zurich, ya por extracto en otros periódicos cientificos. El mínimo anterior de manchas se observó á mediados de 1844, y el último hacia fines de 1855 ó principios de 1856, lo cual se separa poco de la época resultante del valor medio que adopta Mr. Wolf. Este y Mr. Schwabe han observado que el sol tenia entonces mayor fuerza calorifica que de ordinario, ha- biendóseles roto varios de sus cristales coloreados, cosa que no sucedió de 1848 a 1854. Mr. Wolf ha advertido igualmente, comparando el número de manchas ó grupos de estas observados mensualmente desde 1849 á 1855, que el número es, por término medio, algo ma- yor en los 6 meses correspondientes al solsticio de invierno, y en que el sol está próximo á su perigeo, que en la otra mitad del año, correspondiente al apogeo del mismo astro. Estas obser- vaciones indican un periodo anual con dos máximos próximos á los equinoccios, uno á fines de febrero 0 principios de marzo y el otro á mediados de octubre, y dos minimos próximos á los solslicios, uno muy pronunciado en la primera mitad de julio, y otro poco apreciable, á principios de enero. Tambien ha examinado bajo este aspecto el citado profesor los resultados de los 30 años de observaciones de Mr. Schwabe comprendidas de 1826 a 1855, conforme á las comunicaciones detalladas que le ha pasado este último; y ha hecho dos estados, comprendiendo uno mes por mes el número de manchas ó gru- pos observados, y el otro la relacion entre el número de dias sin manchas y el número de dias de observacion de cada mes. Los 144 valores medios que resultan del primero de dichos estados no ofrecen de una manera clara el contraste de los semestres de invierno y verano que indican las observaciones de Mr. Wolf. Sin embargo, se advierten en ellos dos máximos, uno en primavera y otro en octubre, y 2 minimos, en invierno y verano. El otro estado presenta una marcha más regular, y concuerda mejor con las observaciones de Mr. Wolf. Es notable que las observaciones magnéticas indican tambien un periodo anual de variaciones. Asi que Mr. Wolf se ha cercio- rado de que las variaciones de la declinacion magnética obser- vadas de 1841 á 1847, bien en Munich, bien en Hobarton ó en Australia, indican dos máximos, á principios de abril y primera mitad de octubre, y dos minimos, á primeros de enero y julio. El general Sabine, en su lercera memoria acerca de las leyes periódicas que puedan deducirse de losefectos medios delas gran- des perturbaciones magnéticas (leida á la Sociedad Real de Lon- dres el 14 de febrero 1856), descubre en las referidas perturba- ciones un periodo anual, con dos máximos correspondientes á la primera quincena de abril y á fin de setiembre, y dos máni- mos, uno á principio de enero y otro á mediados de junio. Mr. Hansteen ha probado (A. N., núm. 1069) que las variaciones de la inclinacion magnética en Cristiania tienen un periodo anual con dos máximos, el 1.2 de abril y 1.* de setiembre, y dos minimos, el 1.” de julio y 31 de diciembre. Ya habia advertido tambien un período anual en las auroras boreales, que han ve- nido á confirmar las observaciones de Mr. Wolf. Igualmente ha llegado á descubrir, por medio de las variaciones de la inclina- cion, otro periodo más largo aún, de 11 años y un tercio próxi- mamente. Por último, el general Sabine ha probado que en Toron- to, en el Canadá, todos los elementos magnéticos sometidos á observacion sufren iguales variaciones periódicas. Mr. Wolf ha descubierto una larguísima serie inédita de ob- servaciones de manchas del sol, hechas en Nuremberg desde 1749 a 1799 por Staudacher, simple aficionado de astronomia; y com- parando los números anuales de manchas que deellas resultan, ha vuelto á obtener el mismo periodo medio de cerca de 11 años, que por consecuencia se ha manifestado positivamente al pare— cer, asi en el siglo XVII como en el XIX. Las numerosas obser- 145 vaciones de igual género hechas de 1754 á 1757 por Zucconi, y publicadas en Venecia en 1760 en una obra titulada: De helio- melri structura et usu, han confirmado tambien por completo la época de 1755,5 señalada por Mr. Wolf, apoyándose en otras observaciones, como una de las de minimo de manchas. Finalmente, presentando el cuadro de las variaciones medias mensuales y ánuas de la declinacion magnética de 1784 a 1850, tales como resultan de las observaciones sucesivas de Cassini, el coronel Beaufoy, Gilpin, Arago, Weber y de Lamont, ha pro- bado que dichas observaciones ofrecen tambien en general épo- cas que concuerdan en un todo respecto a los minimos y máximos con las obtenidas por Mr. Wolf, fundado en la observacion de las manchas del sol. Las observaciones magnéticas están lam- bien acordes con estas últimas para indicar ciertas perturbacio- nes extraordinarias, que han anticipado algunos años el minimo de 1788,9, haciéndolo caer entre 1783 y 1785, y retrasado el minimo siguiente hasla 1800 próximamente. Mr. Wolf confiesa queno se halla todavía en disposicion de poder explicar la cau- sa de dichas perturbaciones, aunque espera fundadamente po- derlo hacer mas adelante. Mr. Johnson, en el discurso pronunciado con motivo de la adjudicacion de la medalla á Mr. Schwabe, cita, elogiándolos mucho, los trabajos inteligentes é ingeniosos de Mr. Wolf, po- niendo sin embargo alguna duda acerca de su periodo de 113 años; pero entonces ignoraba aún la confirmacion de que acaba de hablarse, que ha corroborado en muchos puntos los resulta- dos de Mr. Wolf. Con todo, es al parecer evidente, segun las grandes perturbaciones adverlidas por este último, y que suceden á veces en ese periodo helio-magnético, que no será posible fijarle un valor medio definitivo sino al cabo de una larga serie de observaciones precisas. Mr. Wolf ha notado, lo mismo que Sir John Herschell y Mr. Carrington, la relacion que existe al parecer entre el periodo principal de las manchas y la duracion de la revolucion de Jú- piter alrededor del sol, creyendo que dicho periodo depende tal vez de la revolucion de este planela relativamente á sus puntos equinocciales. Esa revolucion, que constituye el año trópico de Júpiter, no se ha determinado todavia al parecer; pero siendo su TOMO VIII. 10 146 achatamiento 20 veces mayor que el de la tierra, ha de ser en él muy sensible el efecto de la precesion de los equinoccios, y por consecuencia la revolucion trópica del planeta debe ser no- tablemente más corla que su sideral, que segun se sabe dura 11 años, 10 meses y un tercio. Mr. Wolf ha tratado de averiguar tambien si el planeta Venus tiene, como Júpiter y la tierra, al- guna influencia en las manchas del sol, habiendo descubierto un máximo muy marcado en la época del perihelio de Venus. Estos últimos resultados solo se conocen por el anuncio que de ellos ha hecho el autor en el número 1110 de los Astr. Nachr., publicado el 25 de setiembre último. Facil es ver por lo que va dicho, la mucha actividad y perseverancia que ha puesto Mr. Wolf en sus trabajos, y cuán interesantes son los resultados que ha obtenido. No cabe duda de que los seguira del mismo modo, prestando así con su continuacion á la ciencia notables servicios. Falta decir ahora algunas palabras sobre los trabajos del mis- mo género de otro joven astrónomo, Mr. Richard Carrington, uno delos secretarios actuales de la Sociedad astronómica de Londres. Mr. Carringlon, despues de haber trabajado algunos años en el observatorio de la Universidad de Durham, y haber ido en 1851 á observar el eclipse total de sol de 28 de julio á Lilla-Edet, en Suecia, mandó edificar en 1853, cerca de Londres, en Redhill, que es una de las estaciones principales de los caminos de hierro del S. O. de Inglaterra, una vivienda situada en una pequeña co- lina en medio de un jardin, habiendo destinado especialmente una parte para un observatorio particular. Los dos instrumentos principales que hay en él, construidos por Simms, son: 1.% un circulo meridiano de pasos y alturas, cuyo anleojo tiene 5 pul- gadas inglesas de luz y 5; piés de longitud focal; este instrumento tiene dos circulos verticales, paralelos entre sí, de 40 pulgadas de diámetro, con la division de uno de ellos en oro, y provisto de 4 microscopios micrométricos para las lecturas; 2.” una ecuatorial, cuyo anteojo tiene 4: pulgadas de luz y 4 piés 4 pulgadas de lon- gitud focal, hallándose colocado bajo una cúpula giratoria (1). (1) Mr. Carrington ha publicado una breve noticia sobre su obser- vatorio y plan de observaciones en el número de noviembre de las M. /V., tom. XIV, pag. 13. 147 En la actualidad se ocupa especialmente, junto con su auxi- liar Mr. Simmonds, en dos trabajos principales de observacion, El primero es la determinacion exacta de posicion en la esfera celeste de todas las estrellas hasta la 10.* magnitud inclusive (y aun algo más allá), comprendidas en el casquete polar bo- real, limitado por el paralelo de 9 grados de distancia al polo. Dicho trabajo de revistas meridianas por zonas lo liene casi con- cluido. El otro trabajo en que el citado astrónomo se ocupa hace cerca de cualro años es la observacion asidua de las manchas del sol, y la determinacion de sus posiciones en el disco del expresado astro. Al efecto ha adaptado al foco del anteojo de su ecuatorial un relículo fijo, compuesto de dos hilos rectangula- res inclinados 45” respecto al paralelo de declinación, y pro- yecta la imágen del sol y de la cruz de los hilos en una panta- lla, de modo que la proyeccion del disco tenga un diámetro de 12 a 14 pulgadas. La observacion consiste en delerminar los instantes precisos del paso de los bordes del disco del sol, y cada mancha por los dos hilos del reticulo. Conociendo además la posicion geográfica del lugar, las coordenadas del sol, é igual- mente la inclinacion de su ecuador y la longitud de su nodo «s- cendente, se puede determinar, por medio de algunas fórmulas trigonométricas muy sencillas, primero el angulo de posicion de la mancha en el disco, lo mismo que su distancia al centro aparente, y luego la longitud y latitud heliocéntricas de la man- cha con la precision de 1 minuto de grado. MM. Carrington y Simmonds han calculado las posiciones sucesivas de las manchas que han observado, representándolas tambien gráficamente en una serie de figuras que forman ya un tomo. Fácilmente se comprenderá que un trabajo de este género hecho con tal detencion, y continuado por cierto número de años, ha de suministrar datos preciosos para estudiar más á fondo que hasta ahora lo ha sido el fenómeno de las manchas y las leyes que lo rijen. Entre otros valores nuevos que será facil oblener, uno de ellos es el de la duracion de la rotacion del sol sobre sí mismo, y averiguar definitivamente si es cierta la existencia de movimientos propios en las manchas, segun afir- * : 148 ma Mr. Laugier fundado en sus observaciones (1). Mr. Carring- ton ha hecho en solo el año 1854, á pesar de hallarse próxi- mo á un minimo de manchas, 328 observaciones de dicha clase, y 135 en el año siguiente, todavía más próximo á la época del minimo, y en el cual, de 227 dias de observacion, 150 se presentó sin manchas la superficie del sol. Como no ha publi- cado aún los resultados de sus observaciones, no es posible en- trar en más detalles sobre este particular, contentandonos con citar dos hechos particulares, insertos en una nola que comu- nicó á la Sociedad astronómica el 13 de abril de 1835 (M. ., tomo 15, pag. 177). El 29 de setiembre de 1854 observó, muy cerca del borde del sol, una mancha de mediana dimension, cuya penumbra contenia dos núcleos separados. Al dia siguienle vió fuera de la penumbra el segundo núcleo, cuyo hecho no se armoniza á su parecer con la relacion admitida comunmente entre un núcleo y una penumbra. En el mismo año notó una tendencia contínua de las manchas y grupos á presentarse de nuevo en los mismos paralelos de lalitud, mientras que ha- bia otras tambien próximas al Ecuador en que se advertia muy poco. Mr. Carrington se inclina á admilir la posibilidad de que el cuerpo central del sol, en que puede haber focos de erupcio- nes volcánicas, haga su revolucion en un periodo más corto que el de la capa en que se nos manifiestan dichos efectos por solu- ciones de continuidad; y recomienda á los observadores que examinen con detenimiento las roturas ó aberturas de ese género, que se cercioren haber sucedido en dos dias consecutivos. (1) Véase la Compte rendu de Acad. des Sciences de Paris del 22 de noviembre de 1842, y la Bibl. Univ., núm. de julio de 1852, tomo 20, página 182. Es muy sensible que Mr. Laugier no haya publicado todavía sus observaciones detalladas sobre esta materia. Mr. Ch. Peters ha dedu- cido al parecer por su parte una conclusion análoga, fundado en unas observaciones principiadas en Nápoles en 1845, y cuyos resultados se indicaron sumariamente en 1855, pág. 628 del tomo 96 de los _4nnales de Poggendorff. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GArcíA NAVARRO.) —eooo (0) »eo>—-- CIENCIAS FISICAS, —009- 00D00.— FEASECA. Sobre las maquinas magneto-eléctricas; por Mx. Leroux. (Comptes rendus, 27 octubre 4856.) Las máquinas magneto-eléctricas que producen la trasfor- macion de la fuerza mecánica en electricidad, ofrecen un doble interés: bajo el punto de vista del estudio de fenómenos eléc- tricos, presentan gran número de hechos importantes dichos aparatos; y bajo el de las aplicaciones merecen llamar la aten- cion, puesto que pueden favorecer el depósito de metales de un modo ménos insalubre que hasta ahora se consigue, y permilir tambien el uso de la luz eléctrica en ciertos casos especiales, como por ejemplo a bordo de los buques, para señales de noche, como fanal para evitar los abordajes, y finalmente para los faros, lan luego como se descubra una lámpara de uso constante en grado suficiente. El aparato que ha servido para las expe- riencias se compone de un arbol de hierro con dos ruedas de bronce montadas en él, provistas de 16 carretes cada una. Ambas podian girar entre dos filas de imanes en forma de her- radura de 22 kilógramos de peso cada uno próximamente. La fila se compene de $ imanes, de suerte que los extremos de to- dos los carretes tienen delante un polo de iman. Fórmanse eslos de un cilindro de palastro de 1=",50, en el cual se arrollan cua- tro hilos iguales y paralelos cubiertos de algodon. El aparato se completa con un conmulador que hace volver siempre la cor- riente de induccion al mismo sentido. Las experiencias se han verificado en el Conservatorio de 150 artes y oficios, y sala de máquinas en movimiento, donde se hallan reunidos, con una buenisima máquina de vapor, lodos los elementos necesarios para experimentar las máquinas. Las referidas experiencias han versado sobre dos puntos: por una parte el estudio de las circunstancias que varian la intensidad de la corriente; y por otra la valuacion del trabajo mecánico que se gasta en obtener efectos dados, calorificos ó químicos. Las circunstancias que varian la intensidad de la corriente son: 1.* la resistencia a la conductibilidad exterior, es decir, de los hilos conjuntivos; 2.” la celeridad del movimiento dado a los carreles; 3.” el estado de lension interior, que depende de la disposicion de los carreles, ya en superficie ya en tension. Se han comparado los efectos debidos á estas diversas causas, bien con auxilio de la brújula de senos y del reostato, bien por oposicion de las corrientes del aparato al de una pila compuesta de un número variable de elementos de Bunsen; habiéndose trazado tambien las curvas que indican las variaciones de la fuerza electromotriz en los diferentes casos. En resúmen, las conclusiones que pueden deducirse de es- tos experimentos son las siguientes: En la construccion ó uso de las máquinas magnelo-eléctri- cas han de tenerse en consideracion estos principios: 1.2 Relativamente a la misma velocidad, no crece la inlen- sidad en razon inversa de la resistencia del circuilo, á menos que sea esta grandisima en comparacion de la del aparato. 2.2 El efecto producido por cada elemento respecto á una velocidad igual es tanto menor, cuanto mayor es el número de elementos en tension. 3." El efecto producido crece tanto ménos en razon de la velocidad, cuanto es mayor el número de elementos en tension. Estos principios son importantes para la construccion de los aparatos de que hablamos, y demuestran que cada uno debe construirse especialmente, siempre que sea posible, para el uso a que se deslina. La valuacion del trabajo mecánico empleado y su compara- cion con los efectos obtenidos se han podido hacer del modo siguiente: se graduó el trabajo necesario para que anduviese la máquina sin cargar con una velocidad constante, por cuyo me- 151 dio se obtenia el trabajo pasivo. Formóse luego el circuito con auxilio de una espiral de platino de resistencia conocida, y se midió nuevamente el trabajo necesario para que anduviese el aparato con la celeridad dada. La espiral se hallaba dispuesta en un calorimetro, permitiendo así apreciar la cantidad de ca- lor desprendido en esta porcion del hilo conjuntivo; y cono- ciendo por olra parte la resistencia del circuito entero, fácil- mente se sabe la del calor total. Comparandola con el trabajo mecánico (apreciado por diversos experimentos, ya con auxilio de la manija dinamométrica del general Morin, ya por la caida de un peso), se ha obtenido por término medio el número de 458 kilográmelros para el equivalente mecánico del calor, to- mando por unidad ó caloría, segun se tiene convenido, la can- tidad necesaria de calor para elevar 1 grado 1 kilógramo de agua. Joule hallo 460 en experiencias análogas. La conformidad de ambos números es evidente: ¿por qué se diferencian tanto del número 423, obtenido en los experimentos más directos de roce ó compresion? Esto consiste en que se nos escapa sin duda una parle de los efectos en las experiencias de electricidad: el desprendimiento de calor de la chispa, por ejemplo, las modificaciones moleculares permanentes que sufren los conductores, y tambien las corrientes inducidas que pueden delerminar los cuerpos del aparato en los que se hallan á su proximidad. Otros experimentos de igual naturaleza se han verificado sobre la descomposicion del sulfato de cobre neutro, los cuales prueban que para que se deposile 18" de cobre en media hora, en un voltametro cuya resistencia sea igual á la de 6 metros de un hilo de cobre de 1 milimetro de diámetro, es preciso dejar a dicho aparalo un trabajo de 250 kilográmelros (1), el cual sirve en parle para calentar el liquido, y parte para vencerla afinidad química y cohesion de los electrodos solubles. Es inleresante comparar los precedentes hechos con los (1) Partiendo de este dato, resulta que para un aparato y un baño, cuyas resistencias sean iguales, se necesita la fuerza de 1 caballo-vapor para que se depositen 270 gramos por hora. 152 descubiertos por «los fisicos acerca del calor desprendido en la pila y circuito inlerpolar, é igualmente de las leyes que rijen el desprendimiento del calor en las descargas. La identidad es completa, y la comparacion de iodos estos fenómenos nos hace resumirlos en el siguiente principio general, formulado por la primera vez segun creo. «Un movimiento eléctrico puede mirarse como la circulacion de cierto trabajo que se trasforma en cantidades equivalentes de efectos diversos recorriendo caminos iguales en resistencia, cuya trasformacion se verifica de un modo determinado por la naturaleza y estado del conductor.» Nota sobre un nuevo reloj eléctrico; por Mu. L. BrEGuET. (Comples rendus, 25 noviembre 4857.) Desde el dia en que aplicó Mr. Whealstone la electricidad á trasmitir señales á distancia, se presentó naturalmente la idea de aplicarla tambien á la comunicacion de la hora, y el mismo autor y luego Mr. Bain fueron los primeros que compusieron relojes eléctricos. Las primeras tentativas se verificaron en 1840, desde cuya época todas las personas que se han ocupado en las aplicaciones de la electricidad han ideado un sistema de reloje- ría eléctrica; pero hasta hace tres Ó cualro años no ha princi- piado el uso público de la nueva aplicacion. Hay efectivamente algo de halagiieño para la imaginacion en la posibilidad de mar- car la hora en muchos puntos á la vez por medio de relojes esta- bhlecidos en sitios distantes entre si; mas examinando el proble- ma, se advierte que es más díficil de lo que á primera vista parece, y véase por qué. Un sistema de relojes eléctricos se compone, además de las esferas que señalan la hora en diversos puntos: 1." De una pila, fuente de electricidad. 2.2 De un conductor melálico aislado que pone en comuni- cacion con la pila todos los relojes, conductor que en la practica podrá ser larguisimo. 3. De un regulador destinado á trasmilir en espacios re- 153 gulares de tiempo al conductor y los diferentes relojes la corrien— le eléctrica. Estos tres elementos se hallan sujetos á numerosas perlur- baciones, y cada uno en particular puede causar un desarreglo general ó por lo menos parcial de los relojes. Despues de ocu- parme muchos años con perseverancia en esta aplicacion de la electricidad, y haber estudiado su mecanismo bajo todos aspec- tos, creo haber hallado una disposicion mecánica muy satisfacto- ria, que reune á la sencillez la seguridad de los efectos. Compónese de dos electro-imanes fijos uno frenle de otro, atravesados ambos por la misma corriente, y dispuestos los hilos de tal modo que los polos de nombre contrario se hallen uno frente de otro. Entre los dos electro-imanes se pone perpen- dicularmente una armadura de acero imantada, que oscila alre- dedor de un centro. Todos los minutos se cambia la corriente en los dos electro-imanes, y la armadura, alraida por uno de ellos y repelida por el otro, varia de posicion. Este movimiento periódico de oscilación, arreglado en sus desvios por dos torni- llos reguladores, se trasmite á las agujas por un mecanismo llamado minuteria, con auxilio de dos trinqueles, de los cuales obra el uno durante media oscilacion y el otro en la media oscilacion siguiente. La corriente subsiste un minuto entero, la atraccion es enérgica, y el efecto segurisimo. Semejante sistema no falla nunca como no sufra alguna al- teracion la pila, el regulador ó el conductor. La experiencia prueba sin embargo que no pueden subsistir mucho tiempo di- chas condiciones: por un mes, seis semanas y hasla dos meses, todo marcha con regularidad, pero luego suceden repentina- mente descomposturas, cuya causa se halla siempre con facili- dad; ya proceden de no haber alimentado la pila con bastante cuidado, ya de haberse alterado los contactos que establecen la corriente en el regulador, ya de haber llevado algun golpe el regulador. De este modo puede ser inmejorable el mecanismo de los relojes, sin que por ello sea dable responder de la perfecta regularidad de su marcha. En este caso he buscado un sistema que no luviese los mis- mos inconvenientes que los procedimientos empleados hasta ahora, pero valiéndome siempre de la electricidad. Al efecto se 154 me ha ocurrido sustiluir los relojes eléctricos, cuya marcha depende enteramente del paso de la corriente, por relojes comu- nes de volante oscilalorio 6 volante circular, que pueden andar solos sin auxilio de fuerza alguna extraña; el papel de la electri- cidad se limita únicamente á la regulacion periódica de la pén- dola. Un mecanismo accesorio, dispuesto al efecto y provisto de una fuerza molora especial, se sostiene parado por un electro- iman; cuando la corriente anima el electro-iman, la imantacion que de aquí resulta atrae la armadura, las ruedas del mecanis- mo se ponen en movimiento, y si en un momento dado ofrecen las agujas una diferencia de adelanto Ó retraso, muy pronto se las verá mover y ponerse por si mismas en hora, operacion que se verifica a medio dia y media noche. Al momento se advierle la gran ventaja que lleva este sisle- ma al antiguo, pues suponiendo que dejase de obrar la electri- cidad por cualquier causa, no por eso se interrumpiria la mar- cha contínua de los relojes, porque no habria ocurrido detencion alguna, pudiendo sólo suceder que se adelantaran ó retrasaran uno ó dos minulos, pero nunca se verian parados 6 descompues- tos todos los relojes á la vez. Arreglados además por el sistema ordinario, podia la electricidad dejar de llenar sus funciones por dos ó tres dias sin grave inconveniente. Diré en breves palabras las disposiciones mecánicas que he usado para este objelo. En la rueda que en su eje sostiene la aguja de los minutos y debajo del cuadrante, hay fijo un brazo ó palanca que gira inva- riablemenle con dicha aguja, cuyo brazo se halla en direccion de las 6 cuando la manecilla apunta las 12. Dos ruedas que en- granan entre sí, y rejidas por un rodaje dependiente de una fuerza motriz, tienen dos clavijas cada una dispuestas de modo que no pueden girar sin que una de ellas tropiece con la palanca: si en este momento se halla desviada más 0 menos de la vertical, haciéndola por consiguiente volver á tomar dicha posicion, es decir que las agujas se pondrán en hora. El extremo de la ar- madura del electro-iman tiene un dedo que entra en una mues- ca hecha en la circunferencia de una rueda llamada rochete. Mientras la corriente permanece inactiva, no sufre atraccion la armadura y el dedo subsiste en la muesca; pero así que la 155 corriente determina la imantacion en el electro-iman, alraida la armadura sale el dedo de la muesca que tiene el rochete, y principia este á girar al mismo tiempo que las dos ruedas: cuan- do ha dado una vuella se presenta nuevamente la muesca al dedo, y entra otra vez en ella, parándose entonces el rodaje, porque en aquel instante se interrumpe la corriente, lo cual permite á la armadura que vuelva á ocupar su sitio de descan- so. Para que esta funcion se verifique con regularidad, es pre- ciso que dure la corriente algun liempo ménos que el necesa- rio al rodaje para poner las agujas en hora. Segun se ve, este sistema conserva la ventaja que se busca hace mucho tiempo, de marcar a distancia la hora con exactitud sin exposicion alguna de desarreglo. En el antiguo sistema ha- bia dificultades reales: no era posible pensar en grandes distan- cias, porque la electricidad almosférica podia alterar á cada momento los relojes. Tampoco era dable que anduviesen agujas de mucha longitud, mientras que ahora se podran tener esferas de todas dimensiones y regidas por la electricidad, puesto que el reloj andará con un rodaje de relojeria proporcionado á las dimensiones de las agujas. 156 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Presion atmosférica. TEMPERATURA mn IES o a ss “3 3 IAS ESA A EA E SEEM SIS ROSES mo mm mn | mm Enetb. sa +emE 740,4/754,4|17 724,7/12 29,7]7%,0|11%,9| 3%9| 8*,0 Febrero. ...+-1741,8/752,3/27 727,0| 9 25,3] 8,2| 12,4] 2,0/10,4 Marzo......--[740,21730,8| 5 730,9/24/19,9]11,6| 14,9| 7,0] 7,9 ADAN) SA 740,0/750,4/21 728,2| 9,22,2[12,9| 16,5| 7,4| 9,1 NEO. ssl 738,9/746,9|16 726,3/25 20,6|15,5| 22,1] 8,8/13,3 UMD da racial 742,2/749,1|11 731,9/14 17,223,7| 30,7/16,5/14,2 Fo 746,8 750,3/22 741,7 5 8,6|23,9| 30,8|18,9|11,9 Agosto....-.-- 743,8/746,9/25 731,3/23 15,6/23,2| 29,8|17,8|12,0 Setiembre. . . . - 1742,9'748,2/14 737,3] 8 10,9]21,6| 28,1|15,8|12,3 Octubre. ...+-1741,2,748,5|11 731,4] 7,17,1[15,6 21,6] 9,0/12,6 Noviembre. +++ [739,7 753,4|11 726,4/29 17,0]13,0| 19,0| 7,8|11,2 Diciembre. . - - - [749,8 755,2] 6 739,3 e lud 7,6| 14,6| 3,0111,6 IA E a mm Temperatura absoluta me- Presion media del año. .. 742,3 atea Eos o mo dile a. 127,6 Idem por la máxima y mí- VENDES ez UrEemAaE nima absolutas....... 13,6 TA 15,3 Máxima absoluta (el 6 de Temperaturas extremas de id. diciembre). a O 755,2 | Máxima absoluta (el 27 de Mínima absoluta (el 12 de junio y 15 de julio)... 30,9 CnCro). ooo. 2... + - 724,7 H Mínima absoluta (el 7 de TT) - Diferencia..... 30,5 O dd Diferencia... 34,6 Humedad relativa media del año.......... 309 Tension correspondiente. ............... 8,21 Humedades extremas. Máxima absoluta (el 26 de enero). ....... 90,1 Mínima absoluta (el 27 de junio)......... 69,9 De rencia e EA o qe aia ATAR 20,2 157 gabinete de Fisica de la Universidad de Oviedo en 1857. Estado higrométrico del DEL AISE. alre. A AT -—_ A 3 3 SN dl E PE 3 o O E A 1 BA EE A E E A MA A SITUACION. Lat. 43% 24' 5" N. 5,0/19%0/11|—1,5| 1113%5][87>,7| 5,90/1,96| Long. 0* 20' 32 E. 5,8| 12,5 20|—3,7| 7| 16,2] 84,9| 5,86/2,51 9,1| 150/31] 2/2/10] 12,8] 84,5| 7,49/3,21 10,2| 16,8 23 3,0/16| 13,81 81,8| 7,28/4,09 13,0 93,031] 3,3| 1| 19,7] 81,0| 7,9614,88 18,5| 30,9 27| 10,9| 11 20,0 78,7/13,08|8,72 21,0 30,915 13,9| 3| 17,01 78,2/12,42/9,37 20,5| 30,1128| 13,9/17| 16,2| 80,2|12,55|8,02 18,9| 28,9 18| 11,8/28| 17,1] 80,4|11,84|7,57 13,21 94,5| 3| 4,5/24| 17,0 83,0| 9,13/4,50 10,5| 49,2 10| 3,1/29| 16,1] 86,4| 8,07,3,30 ál 14,9 312533 17,2| 83,7| 5,20/2,67 ESTACIONES Presion me- | Temperatura[ Humedad re-| Dias a SEA: dia. media. lativa. de lluvia leontímet. mm Invierno. ........ 744,0 506 852,0 38 57,8 Primavera.......- 739,7 10,8 82,4 51 141,3 EI 744,3 20,8 79,0 24 | 35,9 Dio os 741,3 14,2 83,3 36 43,4 Altura media sobre el nivel del mar........ 220 metros. Ha Hoyido en elo A a las 149 dias. Cantidad de lluvia en centímetros. ........ 208,4 Dia de mayor lluvia (el 12 de mayo). ...... 3,9 *o]900s 19P £“W77 Y “PIIBIOJT] PPpISIOATU(] Y] 9P PI9]9A *09108J0g urpael [op oyons [op SO.IJ9u1 £ Y Opeoo[o9 “oJj9wueIp 9p SOAJOUIIJU9) ZE 9P OMJOUIOLAN]J *9ANSSNES IP 01JQUIQIÍI *“mxig 10d 0Jje1591J9010U0 J, +) 40J49J0Y 9P CULITO Á PuIxpur 9p sOMJ9uIQuILo y, «[0JS149 UD P[LoSo :U9JUNE OP SOPeoXduos soJJ9 no uo y, -0]9ns 19p 92%... Y opeoo]o» ejso Á sejmposqe souoisoud se] exed 8200] 9p *I9u9JoJIp tun 091 :P4€ OJ0una “uspung ep oMompleg 'SOUVANASTIO SOLNAMAULSNE a 18] vó je [ro vslrrlozJorrpo pez s [sele [st O LEA a o: er Uv ls Tolo [olor ode fe lr Pole fe ]e te uo [ela [ccoo coque vLT 6 e 01 « «ala fu le ler dr [6 [a |< E A VA ai *9AQUIIILAO AN] L“6T y o) Y rá «|a E «y lap EH mp < |7 6 AE LEAD) e 9 lerls [o ]oc lr fe jojofo fe Jo le | |s E A pal 107% 9 e] L Q Y lealtad le «le z or e..... +. :0Is08y 0% 7 | or ¡6 IÓ (EC 1 (CCA 10 [FI 1 A (E (O (CC (E 7 la lnioc0sS rorfar SH 07 9 6 7 « « « « A 1 y 07 « « 6 G T a ORO f 77 0, 6 € y) Fla ¡ela ly [187 Be j6 | 17 6 ES TIO AA era o |S «o fafepely Joter Jo [9 fo [7 AA soe lor y e 1 «lalo lo lo ler lo lo |1 la or le le |: ox 6 01 8 7 « «le ly |« |« [07 fe ¡€ |p [7 5 a OO OH YY , 9 a 9 rlz ls lo lu loo le ly |< 11 A eo. ....***01907 Slzlo 13. ito 2 9/2/9229 9/0 z woo] s | 212 | 37 [5/8 |3|S8/€| 3 llojzl Ju z la AS = Ni ES ES Ss 5% 3 5 s o o A Y AA CO 23% a VIA OIGAN Y SOUVAYASIO SOLNATA SVY1A SOTIHA OVTIONAN "ugunso. 79 nf 159 METEOROLOGIA. A) 10) === REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de enero de 1858. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. | Milímetros. UA Me aaa a a e ojo 28,034 |712,051 maximar (diaria. dic 28,228 |716,978 AO NAS O O 27,150 [704,837 Oscitación Mensual. ai att dal 0,478 | 12,141 máxima diurna (dia 4).....| 0,149 3,185 minima diurna (dia 29).... 0,032 0,813 CEPA A ANA TERA CS VIE DIO ISP TATI TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Enmienda medias cts. o atlas e oe 36,6| 2905] 256 DA (ae 41,9| 4,40] 5,50 minima (dia 24)......... 33,5 0,66| 0,82 Oscilacion mensual. ....... depccanas 8,4| 3,74| 4,68 máxima diurna (dia 21). ...| 30,4/13,51/16,89 mama duna (das AL 093) 4717 bo, Pulg. ingl, Milímetros. PLUVÍMETRO. Lluvia caida en el Mes. ............. | 0,253 6,428 CA A AAA NIP Mes de febrero. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milímetros. EA E ratio eo melee e 27,686 |703,211 maxima (USA Ia OA 271:953: 11109,998 minima (MUA os 27,380 |695,439 Oscilacion:menstal cebo lio 0 diario Maa 14,554 maxima diurna (dias 19 y 23).| 0,132 3,333 minima diurna (dia 17)..... 0,043 1,092 E A 160 | TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Temperatura Medid............. E A DJ máxima (dia 5)..... 1 90,8] 28 0 118 mínima (dia 1)...... «| 37,21 2,31] 3,01 Oscilacion mensual... 13,61 6,05| 8,12 máxima diurna (dia 17)....| 27,4| 12,18/15,93 minima diurna (dia 14).....! 3.31 1,46| 1,82 CAN ATI EIA A AI TIA IIA ..... .e.. o... o... PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. Milimetros. Lluvia caida enel mes. ¿ecoommisosscal 1,171 Y 29,901 A A A A A A A A A (Por la Seccion de Ciencias físicas, Francisco GARCIA NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES. — DDD DA MINERALOGIA. —_—. El director de la Escuela especial de Ingenieros de minas Sr. D. Felipe Naranjo y Garza, individuo numerario y secrela- rio de la seccion de Ciencias Naturales de la Academia de Cien- cias de Madrid, ha tenido la bondad de regalar á la misma un ejemplar curiosisimo del criadero de galena argentífera de Gar- litos, provincia de Badajoz, acompañado de su descripcion mineralógica, que es la siguiente. Descripcion de un ejemplar de galena argentifera de Garlitos, provincia de Badajoz. «La forma de esle ejemplar es rectangular en su conjunto, y el tamaño de 0,23 metros de lado. La base y gran parte de la masa están constituidas por una roca traquítica alterada, de color gris, semejante á la de los aereolitos y cenizas volcánicas. Sobre esta masa feldespática reposan varios cristales blancos, de brillo diamantino, un tanto parecidos, por cierto tono vítreo, al espato de Islandia. Su dureza es 3,5; y el peso especifico, apreciado con el gravímetro, 6,440. Los cristales pertenecen al tercer tipo (Dufrenoy), cuya forma primitiva, que aquí siempre domina, es el prisma recto rombal, presentándose tambien do- decaedros triangulares isósceles y frecuentes hemitropias, for- madas por la reunion de los dos prismas de este sistema, rom- bal y rectangular, que se cruzan bajo un ángulo de 62%; siendo TOMO VIII. 11 162 las aristas áxicas obtusas de estos prismas de 1280; de manera que por la sola enunciacion de estos caracteres se deduce que los cristales de que se trata son de plomo blanco carbonatado (PbO. CO”), fórmula que efectivamente han comprobado análi- sis posteriores á la primera descripcion que de aquellos hice en las páginas 129 a 131, tomo 7.” de la Revista minera.» »A los dos tercios de su altura, el cilado ejemplar esta formado por grandes tablas huecas, rectangulares y pseu- domórficas de pirita de hierro (esperquisa) sobre espalo barítico, dentro de cuyas oquedades aparecen tambien, en drusas y grupos, los cristales de plomo blanco, recubiertos por otros muy diminutos de la pirita blanca, que no quitan a aquellos su aspecto lapídeo. Otras veces estos mismos cristales del plomo blanco se hallan recubiertos por una cutícula, de color gris de plomo bri- llante, en un todo parecida a la galena pura. Por último, en otros ejemplares de la misma procedencia hállanse recubiertos los cristales pseudomórficos de pirita por una faja de espato de Islandia en todo su contorno.» » Asi este criadero, cuya importancia industrial desconoce= mos por no haberle visitado, la ofrece muy grande bajo el as- pecto científico, porque patentiza los metamorfismos de que ha- blé en mi discurso de recepcion, tomo IV, 3.* serie, pagina 335 de las Memorias de esta Academia, acerca de los terrenos de Sierra-Morena; metamorfismos que suponen tres épocas dislin- tas, y muy apartadas entre si, de causas ígneas 0 electro-quimicas que formaron tal vez por descomposicion de la galena: 1. Los cristales de plomo blanco. 2. Los pseudomórficos de esperquisa sobre espato barítico. Y 3.2 Los de espato de Islandia ó carbonato cálcico.» Madrid 30 de enero de 1858.=+Felipe Naranjo y Garza. Trabajos sobre la formacion y composicion de las esmeraldas; por Mr. B. Lewr. (Comptes rendus, 23 noviembre 4857.) Habiendo tenido ocasion de visitar la mina de Muso durante mi residencia en Nueva-Granada, y adquirir cierto número de 163 hermosos ejemplares de esmeraldas, me ha parecido interesante repetir la análisis de estas piedras preciosas, empleando proce- dimientos nuevos, y completarla con la adicion de la análisis de la ganga en que se encuentran. En mi Memoria doy todos los detalles relativos al yacimiento y explotacion de dicha mina, é igualmente las pruebas en que me fundo para admitir que las esmeraldas se han formado por la via húmeda. Me remito tambien al mismo trabajo para los detalles referentes á las análisis; limitandome á advertir aquí que las esmeraldas sometidas á la operacion expresada se han elegido con el mayor cuidado, siendo todas de una perfecta lim - pieza y un hermoso color verde. I. Determinacion del agua y de la materia orgánica. Para fijar la cantidad de agua y materia orgánica contenida en las esmeraldas, he hecho análisis distintas para cada una de estas determinaciones. Unas las he verificado con una corriente de oxigeno, y otras con una corriente tan pronto de hidrógeno como de ázoe. El aparalo que he usado en mis experimentos es vasi igual al de que se han valido MM. Dumas y Stas en su gran trabajo para la determinacion del peso atómico del carbono por medio de la combustion de los diamantes. Los resultados de las referidas análisis han sido los si- guientes: 1 Toyo MbrpalVo Y vi vI ASUd 2. +o mos 2,13 1,67 1,93 2,06'1,65: 2,15 .1,67 Acido carbónico. 0,35 » 0,210.23 » 0,31 » ¡_'x--.—_.>PP mx a a a 2,48 1,67 2,14 2,31 1,65 2,46 1,617 Haciendo abstraccion del agua contenida en las esmeraldas, resulía para el carbono y el hidrógeno, que representan la ma- teria orgánica, la proporcion siguiente: 164 lo TIT. A E e 0,09 0,06 0,07 0,08 HIOrO2BaDA: a... >. ejonieiaais 0,05 0,03 0,04 0,05 Estos números dan á conocer una pequeña variacion en la cantidad del carbono € hidrógeno que han dado las análisis; pero no habiendo operado con el mismo ejemplar, es muy facil de explicar esa diferencia, que además es insignificante. Mis experimentos me inducen á admitir que el color verde de las esmeraldas depende de la materia orgánica que contienen; y la corta variacion en la cantidad de carbono é hidrógeno que me han resultado en las análisis, corresponde precisamente al color más ó ménos oscuro de los diversos ejemplares que he exami- nado. Aunque haya sido imposible determinar si la materia orgá- nica de las esmeraldas contiene algun oxígeno, es al parecer poco probable que así suceda. La naturaleza de la ganga en que se hallan las esmeraldas da motivo á suponer con efecto que la materia orgánica es realmente un carburo de hidrógeno. Ill. Análisis minerales. Dos análisis han producido: 1. II. Materia empleada.............. 1,0496 1,310 A 0,714 0,887 LA E an o 0,190 0,233 AA e E 0,127 0,165 MAA so atea ala oie 0,010 0,013 a VANA poa q Es Atl 0,007 0,008 1,048 1,306 165 Evaluados estos resultados en céntimos, presentan la si- guiente composicion de la esmeralda: L II. Medio. Oxígeno. Proporcion. SICA es en ly 039,05 1017115 .07,,9 35,4 4,2 Alúmina. ... 18,1 17,8 17,9 8,3 1 Glucina. .... 12,2 12,6 12,4—7,8 Magnesia. ... 0,9 0,9 0,9—0,47 8,4 1 EOJA- elas 32 «bibi 046, 11:0, 10,2 99,9 99,6 99,8 Algunas particulas de cromo se han computado con la mag- nesia, y lal vez hay tambien en la materia algo de ácido titá- nico arrastrado por el nítrico é incluido con la alúmina. En estas análisis, segun se advierte, la cantidad de oxigeno contenido en la sílice, comparada con la que tiene la glucina, da un número algo mayor que 4. Así era de esperar; efectiva- mente, la menor causa de error en la proporcion de la glucina, que contiene cerca de dos terceras partes de su peso de oxigeno, influye de un modo notable en la relacion. Además, el método de separacion de las dos tierras por medio del carbonato de amoniaco que he adoptado como más seguro, deja aún algo que desear; teniendo con efecto tendencia a dar para la glucina un número inferior al verdadero, porque la alúmina conserva siempre cierta porcion de aquella que se escapa a la accion del amoniaco. Esta consideracion debe hacer que se adopte la pro- porcion 1: 1: 4, que admito en la presente Memoria. MM. Análisis de la caliza. La caliza de Muso es negra con venas blancas, que contie- nen, además de las esmeraldas, cierta cantidad de piritas, y cuya proporcion de arcilla es variable. Las dos muestras de caliza sometidas al análisis se cojieron de la mina en épocas é indudablemente en parages distintos, 166 porque bajo el punto de vista de su composicion de arcilla no guardan relacion alguna entre si. El primer ejemplar que yo mismo coji, sin esmeralda alguna perceptible a la simple vista, era fusible al rojo vivo en un vaso de cristal pardo oscuro, lo cual indica una cantidad considerabilisima de sílice, como lo prueba por olra parle su analisis. El segundo ejemplar, por el contrario, que era muy abundante en esmeraldas grandes y pequeñas, solo contenia 8,6 por 100 de arcilla, proporcion insu- ficiente para darle tan alto grado de fusibilidad. De esto se de- duce por conclusion, que respecto a la caliza de Muso dista mucho de ser constantemente igual la composicion de los ban- cos y vetas, lo que se observa tambien en todas las localidades en que se explotan las calizas arcillosas deslinadas á la fabrica- cion de las cales hidráulicas y cementos. Veinte gramos de dicha caliza tratados separadamente, y despreciando todas las sustan- cias excepto la glucina, han dado 108 miligramos de la expre- sada tierra. De esta analisis, sin embargo, no ha de deducirse por con- clusion que se debe á la roca misma la glucina obtenida en la forma que se ha dicho. Mr. de Senarmont, que ha tenido la bondad de examinar la caliza con el microscopio, ha visto con efecto que se hallaba salpicada de cristalillos con todos los ca- racteres de las esmeraldas. Caso es este que bajo el aspecto mi- neralógico no deja de ofrecer cierto interés. La caliza que nos ocupa, complexisima en su composicion, ha ofrecido á la análisis los resultados siguienles: CAI dea a AS Idem machete LO Idem de protóxido de manganeso. ..... 0,5 lc aii dd salio daa. EL (AGE AS O E ES e 5,5 O A E > 0,5 Sesquióxido de hierro. .............. 2,6 Pirital? DONES NO. IBUIOLMEO ER, 0,6 Alcallo va. e RAID, 0. UNICO. 2,6 101,2 167 Para evilar en la maleria de la análisis la introduccion de la glucina que se halla en las esmeraldas microscópicas disper- Sas en la roca, se ha hecho otra análisis de dicha tierra disol- viendo 358",5 de esta caliza en acido clorhídrico flojo, que no ataca nada a la misma esmeralda. Por este medio se han encon- trado 18 miligr. de glucina en la caliza, que representan las 5 diez-milésimas del peso de la roca. En resúmen, segun el conjunto de datos consignados en esta Memoria, creo fundada la deduccion de las siguientes conclu- siones: 1.* que la formacion de las esmeraldas ha debido veri- ficarse por via húmeda; 2.* que la esmeralda tiene en su cons- titucion cierta cantidad de agua, y una sustancia orgánica que al parecer es un carburo de hidrógeno; 3.* en la composicion de la esmeralda, la cantidad de oxigeno de las bases es á la de oxi- geno de la sílice como la proporcion 1: 1: 4; 4.* que el color verde de la esmeralda procede de la materia orgánica que con- tiene. Dificil me parece en efecto atribuir su color verde al óxido de cromo, como se ha supuesto hasta ahora, porque en mis ana- lisis no he hallado señal alguna de él. Además, cuál sea la virtud colorante del óxido de cromo se puede conocer por el tinte que comunica á la owwarovita: este eranale cromifero contiene, segun las análisis de Mr. Damour, 23,5 por 100 de óxido de cromo, y posee el mismo color de la esmeralda, en la que solo hay, cuando más, algunas diezmilé— simas. Tenemos pues dos causas diversas de coloración para es- tos dos silicatos. Reflexionando ahora en que se puede calentar la ouwarovita al soplete sin perder ni su color ni trasparencia, al paso que la esmeralda se vuelve incolora y opaca a un calor muy flojo, al rojo oscuro; en que contiene una materia orgánica, cuya do- sis se ha apreciado; en que la virtud tintórea de ciertas ma- terias orgánicas, de la clorofila por ejemplo, es excesivamente pronunciada, es plausible á mi parecer admitir que la causa de la coloracion verde de las esmeraldas reside en la materia or- ganica. 168 GEOLOGIA. _-_———— Sobre huevos de insectos que sirven de alimento al hombre y ocasionan la formacion de oolitas en las calizas lacustres; por Mr. VirLer-D Aousr. (Comptes_rendus, 25 noviembre 1857.) Sabido es de:todo el mundo lo mucho que ha llamado la atencion de naturalistas y geólogos en todos los tiempos la es- tructura granular y globuliforme que ofrecen un gran número de capas calizas de todas las épocas geológicas, y en particular de laJgraniformacion de"que toma su nombre característico de ooLifica. No debe causar sorpresa que un fenómeno tan pequeño y urandioso á la vez, segun se considere en sus detalles Ó en su totalidad, haya excitado siempre la admiracion y sugerido mul- tilud de hipótesis. Yo mismo he tratado de explicar, en 1844, la formacion de las oolitas ferruginosas que se hallan en cier- las hiladas jurásicas, cuyo predominio trasforma frecuente- mente la masa en verdadero mineral de hierro, que explotado en muchos puntos sirve de alimento, por ejemplo, á una parte de las herrerias del N. y E. de la Francia. Aún más recientemente, en 1853, un corresponsal de la Academia, Mr. Fournet, le remitió unas Observaciones relativas á oolitas calizas formadas en tierra vejetal de las cercanias de Lyon (Comptes rendus, tomo 37, pág. 926). El autor, fundado en sus observaciones, trata de probar que dichas oolitas se han formado por concreción, en medio del terreno en que se en- cuentran, y á consecuencia de fuerzas atractivas que debieron determinar sus formas redondeadas y concéntricas. Adopto con tanto más gusto este modo de ver respecto al caso de que se trala, cuanto que ya en 1845 y 1846, con mo- tivo de los Movimientos moleculares que se verifican en las ro- cas (Boletin de la Sociedad geológica de Francia, 2. semestre, lomo 1.”, pág. 741; tomo 2.”, 198, y tomo 3.”, 150), he tra- tado de demostrar igualmente que los silices-molares, como los cherls y riñones siliceos, son abundantes en ciertas formaciones; 169 que las spherosiderositas, septaria, chailles, kupfsten y piedras de Imatra, etc., solo son en definitiva unas oolitas más 0 menos gigantescas; que la mayor parte de los minerales de aluvion, las limonitas geódicas y minerales de hierro en granos 6 fisoli- ficos son tambien verdaderas oolitas de varias magnitudes; que todos esos cuerpos de formas nodulares se han forma- do, por una especie de imbibicion, en las capas donde se encuentran, con posterioridad a su depósito, y por consecuen- cia de variaciones moleculares y de las fuerzas atractivas que les han hecho tomar las formas esferoidales que afectan por lo general. Sin embargo, aun admitiendo que ciertas oolitas no son mas que unas concreciones d posteriori, nos inclinamos hoy á suponer otro origen diferente á las oolitas calizas 0 ferrugino- sas que caracterizan las capas llamadas oolílicas. Un hecho de los más notables que he tenido ocasion de ob- servar en Méjico, me induce á pensar de esta manera. Desde los trabajos admirables de Mr. de Humboldt sobre Nueva-España, saben todos que el llano de Méjico tiene una elevacion de 2.300 metros próximamente, y que ocupan su centro dos grandes lagos, de agua dulce el uno, el de Chalco, y el otro de agua salada, el de Texcoco, separados solo por la ciudad de Méjico. Forman el fondo de dichos lagos unos cienos de caliza lacus- tre de un gris blanquecino que continúa formándose actualmen- te, segun melo han probado los vestigios de industria humana que hay metidos en ella. Siempre que he podido observar esos depósitos calizos ó margo-calizos, en las partes secas hoy, me ha sorprendido hallar en ellos oolitas más 0 ménos claras, perfec- tamente idénticas en aspecto, formas y magnitud á las oolitas del sistema jurásico; y estando un dia en casa de un amigo, Mr. J. €. Bowring, químico distinguido y director de las sali- nas de Texcoco, y haciéndole notar esta circunstancia que se veia en las zanjas que mandaba abrir, me hizo observar á su vez que dichas oolitas eran simplemente huevos de insectos que quedan luego incrustados por las concreciones calizas que depo- sitan diariamente las aguas del lago. Este hecho, cuya trascendencia geológica comprendí al mo- mento, me pareció de bastante importancia, y que debia com- 170 probarlo por mí mismo; y en la época de la postura más abun- dante que se verifica en octubre, volví al mismo sitio en com- pañía de Mr. J. Guillemin, ingeniero de minas, y MM. Ernest Cravéri y Poumarede, quimicos, que deseaban tanto como yo el comprobarlo. Y vimos con efecto, en sitios poco profundos, millares de mosquitos anfibios muy pequeños, revoloteando por el aire, que hundiéndose á muchos piés y aun á varias brazas, depositaban sus huevos en el fondo del agua, de donde sólo salen para ir probablemente á morir á corta distancia de allí. Al mismo tiempo que presenciabamos un espectáculo tan sorprendente como nuevo, tuvimos la fortuna de asistir tambien a la pesca ó recoleccion de dichos huevos, que con el nombre mejicano de hautle sirven de alimento á losindios, que son tan apasionados por ellos como los chinos por sus nidos de golondri- nas, con los cuales hasta podemos asegurar que lienen alguna semejanza en cuanto al gusto. Solo que el Hautle dista mucho de ser tan caro como los últimos, por cuya razon se reservan para la mesa de los opulentos, pues por algunos cuartos sueltos pudimos comprar cerca de una fanega, y Mad. Bowring tuvo la bondad de prepararnos á instancias nuestras parte del hautle. Esta semilla se compone de varios modos, pero lo más comun es hacer de ella una especie de tortas que se sirven con cierta salsa que los mejicanos preparan, como hacen para todos sus manjares, con el chile, que se compone de pimientos verdes machacados. Los naturales del pais se valen del modo siguiente para cojer la simiente del hautle: forman con juncos doblados por medio unas especies de manojos que van colocando verticalmente en el lago á cierta distancia de la orilla, y estando estos sujetos con otro junco cuyos extremos se hallan dispuestos en forma de boya indicadora, es facil sacarlos cuando se quiere. Con 12 ó 15 dias hay bastante para que todos los palillos de dichos ma- nojos se cubran enteramente de huevos, los cuales se sacan asi a millones. Luego se ponen á secar al sol en un paño durante una hora á lo más, y de este modo se desprende la simiente con mayor facilidad. Hecha esta operacion, vuelven a echarse en agua los manojos para que sirvan olra vez. 171 Esta circunstancia interesante de la formacion de las oolitas por medio de mosquillas, me hace creer que ha podido produ- cirse ese mismo fenómeno en todas las épocas geológicas, y que tienen un origen análogo la mayor parte de las oolitas calizas 6 ferruginosas. Lo cual explicaria en efeclo perfectamente por una parte el modo irregular de distribucion de las oolitas en las capas, abundantisimas en una parle, raras por el contrario en otras, y además las pequeñas cavidades centrales que se obser- van en gran número de ellas. Si las concreciones se verifican rápidamente, no se desarrollan los huevos, y es ese el origen de las cavidades; cuando por el contrario se han operado con bastante lentitud para dar lugar al nacimiento, horadado el cascaron, puede llenarlo la materia concretante; y de aquí tam- bien las oolitas llenas. Finalmente, dicho origen podria expli- car igualmente á nuestro parecer el brillo nacarado de las pe- queñas cavidades ovoideas de las oolitas ferruginosas, objetos de adorno tan curiosos de los Ardennes, el cual pudiera proce- der de su naturaleza animal, y haber contribuido asimismo por reacciones químicas á fijar concéntricamente los elementos del hierro ó de la caliza. Sobre la estructura del Monte Planco; por Mr. PortLOCK. (Bibliot. univ. de Ginebra, noviembre 1857.) El presidente de la Sociedad geológica de Londres, el coro- nel Mr. Portlock, ha resumido en su Discurso aniversario la discusion que tuvieron hace algunos años MM. Sharpe y Forbes acerca de la estructura del Monte Blanco. El docto presidente principia con un breve resúmen del trabajo de Mr. Sharpe, y recordando que estaba en oposicion, tanto con Mr. Forbes, que sostenia que la caliza alpina buza por bajo del granito en el valle de Chamounix, como con Mr. Favre, que aseguraba que los esquistos cristalinos buzaban al parecer por bajo del granilo, y descansaban en las capas secun- darias. Pasa despues á enumerar los diferentes problemas de ceologia alpina que están todavía sin resolver, y luego continúa 172 diciendo que Mr. Sharpe está en el legítimo ejercicio de su de- recho al aplicar su teoría á la explicacion de los hechos, pero que no le sucede lo mismo al sostener que Mr. Favre no ha visto en parte alguna los esquistos cristalinos del Monte Blanco des- cansando en las capas sedimentarias, de la manera que se repre- senta en la seccion que acompaña a su Memoria. El mayor Mr. Charters ha tratado de esta materia ante la Sociedad geológica de Londres, en una Memoria relativa al monte Lacha, próximo al Blanco. Mr. Charters afirma que las capas buzan al N. en un angulo de 75”, que los planos de crucero son perpendiculares á los de las capas, y que por consecuencia buzan bajo un ángulo de 19” hácia el Monte Blanco. Mr. Charters adopta pues la opi- nion de Sharpe, y sostiene que las capas se apoyan en dicha montaña. Mr. Forbes, por el contrario, discutió las opiniones de Mr. Sharpe, sosteniendo la exactitud de los observadores suizos, y con especialidad la de Mr. Favre. El profesor Forbes cita en su Memoria como un ejemplo sorprendente de la posicion de las rocas, las capas de caliza que hay en el camino de Chapeau, que Mr. Sharpe no ha exami- nado. «Hallandome en Chamounix, dice Mr. Porllock, quise comprobar la observacion de Mr. Forbes con cierta extension. Las capas de caliza de Chapeau buzan indudablemente por bajo del gneis, cuyas capas foliáceas se dejan ver bajo un ángulo mayor que el de la caliza.» Sin embargo, el descubrimiento de Mr. Favre, de capas ho- rizontales en Agujas-Rojas, prueba que se depositaron las rocas secundarias en las cristalinas, verificandose más adelante el levantamiento de ambas al mismo tiempo. Como esta observa- cion suministra al parecer un argumento contra el origen más moderno de las capas que recubren á las calizas, escribi, dice el autor del artículo, á Mr. Favre sobre esta materia, y su res- puesta en extracto es la siguiente. Durante el verano último visitó el valle de Chamounix, parte de él en compañía de Mr. de Verneuil. Despues de un examen detenido, sostiene que las rocas confirman las conclusiones que dedujo en 1846 y 1847, á saber: que las capas de caliza sitas en la base de Agujas-Rojas son casi verticales, y que al otro lado del valle buzan por bajo 173 de la cordillera del Monte Blanco. Los esquistos cristalinos es- tán encima de ellas, y por consecuencia buzan tambien por bajo de dicha cordillera. Mr. Favre ha descubierto igualmente belemnitas en las capas más esquislosas de las referidas masas calizas, cuya mayor dimension es paralela á los planos de divi- sion; por consecuencia, estos no pueden ser planos de crucero, sino de estratificacion. La distancia entre las rocas calizas y los esquistos cristalinos es solo de 2 ú 3 piés en ciertos parajes, y suspendida una plomada del gneis, caera en el interior del espacio ocupado por las rocas calizas. Mr. Favre tiene por du- doso el repliegue de la caliza entre Agujas-Rojas y el Monte Blanco, figurado en la seccion dada por Mr. Studer. En la que él ha presentado, las capas son horizontales en la cúspide de Agujas-Rojas, sumamente inclinadas en la ladera de dicha cordillera, y buzan por bajo del Monte Blanco. En otra seccion del monte Frety, al lado opuesto de la cordillera del Blanco, se advierle el terreno antracifero entre los esquislos cristalinos y el terreno jurásico, cuya estructura depende al parecer de un fenómeno de inversion. El problema de la estructura del Monte Blanco, continua el coronel Portlock, se halla ya al parecer resuelto de un modo positivo y contrario á la opinion de Mr. Sharpe; es decir, que las diversas capas del terreno jurásico buzan por bajo de las rocas cristalinas del Monte Blanco. Con posterioridad á la época de las observaciones precedentes, se ha valido Mr. Ruskin de un medio muy práctico para com- probar el hecho de la superposicion del gneis á la caliza. Para ello ha mandado abrir una especie de pequeña galería á través de los detritus que recubrian la union de ambas rocas, dejando así al descubierto los esquistos cristalinos que descansan en las capas jurásicas. Debemos recordar que el Dr. Buckland, é igualmente de Saussure y otros, habian observado los mismos hechos, dedu- ciendo de ellos que el origen de los granitos era comparativa- mente moderno. Pero aun concediendo el hecho tal como lo ha demostrado Mr. Favre y como lo ha visto Ruskin, aún debemos dudar en admitir que sean realmente rocas metamórficas los esquistos cristalinos que descansan en las calizas jurásicas. Con 174 efecto, mo existe paso alguno gradual de mietamorfismo que pruebe que sucede así. FISIOLOGIA. Sobre las vuriaciones de color de la sangre venosa de los órganos , glandulares, segun estén en funciones ó en reposo; por Mk. BERNARD. (Comptes rendus, 25 enero 4858.) Desde que se descubrió la circulacion, se distinguen dos clases de sangre: una roja ó arterial y otra negra 0 venosa. Esta diferente coloracion de las dos especies de sangre ar- terial y venosa se ha tenido por característica hasta tal punto, que ha servido de base, desde el tiempo de Bichal, para la division anatómica de los órganos circulatorios. »Divido, dice el citado anatómico, la circulacion en dos: una que conduce la sangre desde los pulmones á todas partes, y otra que la vuelve á llevar desde estas partes al pulmon. La primera es la circulacion de la sangre roja, la segunda la de la sangre negra.» Los datos que voy á comunicar prueban que es imposible tener en lo sucesivo como sinónimas las dos expresiones de san— gre venosa y sangre negra. Efectivamente, hay en el estado normal sangre venosa que es lan roja como la arterial, habiendo además sangre venosa que unas veces es roja y Otras negra. Pero lo que ha de interesar sobre todo al fisiólogo es saber, como voy á demostrar, que estas variaciones de color de la sangre venosa corresponden á diversos y determinados estados funcionales de los Órganos. Hace algunos años (en 1845) que practicando en unos perros experiencias sobre la segregacion de ciertas sustancias que se verifica en los riñones, me sorprendió ver que la sangre que salia de ellos por la vena era tan roja como la que entraba por la arteria. Esa coloracion rutilante de la vena renal era tanto más facil de comprobar, cuanto que resaltaba claramente sobre 175 el color negro de la vena cava inferior, con la cual se anas- tomosa. Ultimamente he vuelto a ocuparme de esta observacion para llevarla más adelante: habiendo observado de nuevo el mismo fenómeno en el conejo, que me ha presentado, como el perro, venas renales con sangre roja, que va á mezclarse visiblemente con la negra de la cava inferior. Las venas lumbares que se va- cian cerca de las renales conlienen por oposicion sangre negra, é igualmente una pequeña vena muscular que entra en la vena renal izquierda. Multiplicando sin embargo las experiencias con el perro y el conejo, y variando las condiciones de observacion, pronto eché de ver que esa coloracion rutilante habitual de la vena renal podia variar de tinte, y hasta volverse completamente ne- gra bajo el influjo de circunstancias diversas. De modo que aun habria aquí contradiccion si se quisiera limitar cualquiera al enunciado de un solo resultado de observacion. Por desgracia asi puede suceder casi siempre en fisiologia si no se distinguen suficientemente en estos fenómenos tan complejos las condicio nes variables en grado eminente que ofrece todo organismo vivo. Despues de conocer las dos apariencias posibles de la san- gre de la vena renal, tralábase de descubrir su relacion con el estado funcional del riñon. Al efecto se puso en la uretra un tubito de plata para dar salida á la orina gota á gota y de una manera casi contínua, segun es sabido, y se vió que la sangre de la vena renal y lo mismo el tejido del riñon estaban perfecta- mente rulilantes mientras la orina corria en abundancia por el tubo, pero cesaba la evacuación bajo la influencia de circuns- tancias que, volviendo negra la sangre de la vena renal, comu- nicaban al mismo tiempo al órgano un tinte azulado. De aquí resulta al parecer que ha de atribuirse el color rutilante de la vena renal al estado de funcion del riñon, y su color negro al de reposo ó cesacion de funciones. Notóse lambien que en nada varía el fenómeno la reaccion de la orina: la vena renal es tan rulilante en el perro, cuya orina es ácida, como en el conejo, que la tiene alcalina cuando hace la digestion, y ácida á las 24 6 36 horas de abstinencia. 176 Inutil sería en este momento enumerar todas las influen- cias que son capaces de alterar la formacion de la orina, y cau- sar un cambio de color en la vena renal. Me limitaré á indicar las causas perturbatrices relativas al procedimiento operatorio de la experiencia, y diré que si se quiere observar la colora- cion rutilante de la vena renal, no basta hacer en el abdómen una gran abertura y separar los intestinos para que queden des- cubiertos los riñones y su vena. Tan grave operacion causa casi siempre en el perro y el conejo, si no inmediatamente al ménos á los muy pocos instantes, la supresion de la orina (1), obser- vándose entonces que la sangre de las venas renales toma un color oscuro, volviéndose á menudo tan negro como el de la vena cava inferior. El procedimiento operatorio que conviene seguir consiste en practicar en la region lumbar una herida de corta extension como para la nefrotomia, siendo preferible ope- rar en el costado izquierdo, porque su vena renal es más larga que la del derecho, y por tanto más facil de descubrir. La mis- ma herida puede servir acto contínuo para aislar la uretra, y poner en ella un tubo de plata con objeto de cerciorarse si fun- ciona ó no el aparato urinario durante la observacion. De cuanto precede resulta claramente que la sangre de la vena renal, que presenta habitualmente un color rutilante rela- cionado con la formacion de la orina que casi es continua, no cabe en la definicion de la sangre venosa citada antes. La primera cuestion que se presenta á la imaginacion, des- pues de las anteriores observaciones, es la de saber si esa colo- racion rulilante de la sangre venosa constituye un hecho aislado, peculiar al riñon, Ó si es extensivo á los órganos secretores, cuya funcion consiste igualmente en segregar con su tejido un líquido orgánico especial. A fin de comprobar esta idea, re- currí á la glándula submaxilar del perro, que sirve maravillo- (1) El dolor y las emociones morales pueden hacer que cese en el hombre la formacion de la orina. Mr. Jobert de Lamballe refiere en su Cirujía plástica algunos casos de operacion de fístulas vésico-vaginales» en las que, efecto de la emocion, se suspendió la evacuacion de la orina mientras se practicaba aquella, y á veces hasta mucho despues de ter- minada. 117 samente para dicho exámen, porque constituye un órgano aislado y bastante superficial para descubrirlo con facilidad. Examiné pues la vena de la glándula referida, observando al momento que ofrece numerosas variedades anatómicas (1), que en nada modifican por otro lado la observacion de los fenóme- nos fisiológicos. En mi primera experiencia, hecha el 28 de diciembre últi- mo, vi que la sangre venosa que salia de la glándula sub- maxilar era perfectamente negra, como la sangre venosa más oscura. Sin embargo, esto no se hallaba de ningun modo en contradiccion con la coloración rutilante observada en la vena renal, porque la secrecion salival es intermitente, y la glándula no secretaba en el instante de comprobar la presencia de sangre negra en su vena. Se necesitaba saber pues, si, funcionando la elándula maxilar, variaria el color de su sangre venosa. Al efecto se pusieron algunas gotas de vinagre en la boca del animal, lo cual estimuló por accion refleja la secrecion sa- lival. Entonces se vió plenamente confirmado lo que se ha- bia previsto, porque al cabo de algunos instantes mudó de tinte el color de la sangre en la vena de la glándula, y de ne- gra que era se volvió al momento rutilante, para adquirir lue- go, pero paulatinamente, su color negro cuando cesó la se- crecion (2). A fin de disipar toda duda acerca de la interpretacion del fenómeno acabado de observar, se descubrió el conducto ex- cretor de la glándula sub-maxilar, y se introdujo en él un tu- bito de plata, aislando luego la rama nerviosa que va á parar á la glándula desde el nervio lingual. De este modo se tenia á la vista la vena de la glandula sub-maxilar, su conducto excretor en que se habia nuesto el tubo y el nervio excitador de la secre- (1) La vena yugular á veces es única, y sale de la parte posterior de la glándula para ir á parar á la vena submaxilar; y otras veces tiene dos orígenes ó ramas de volúmen igual ó desigual, que yan á parar á dos tron” cos venosos distintos, despues de un trayecto más ó ménos largo, etc. (2) Al mismo tiempo se notaba que venas pequeñas procedentes de la membrana mucosa de la boca, que tambien tiene muchas glándulas, tomaban un color rojizo muy marcado. TOMO VILL. 12 178 cion. Entonces pudo observarse que cuando el órgano estaba parado no salia nada por el tubo, y que la sangre circulaba ne- era por la vena de la glándula, mientras que siempre que se ex- citaba el nervio de esta por medio del galvanismo y se operaba la secrecion, era rojo el color de la sangre venosa, que luego se volvia nuevamente negro cuando cesando la excitacion, se para- ba tambien la secrecion. Repelida la misma prueba diferentes veces, dió siempre resultados parecidos. Observóse además que habia constantemente un intervalo de algunos segundos entre la excitacion, la aparicion del liquido segregado y la coloracion roja de la sangre. Esta tardaba más en verificarse, como si hu- biera necesitado cierto tiempo la glandula para desocupar la sangre negra que contenia antes que apareciese la rutilante. Por una razon análoga indudablemente sucedia tambien que el color rojo de la vena subsistia siempre algunos momentos despues de cesar la secrecion; ó en otros términos, el color rojo de la sangre se convertia siempre gradualmente en negro ó vice-versa. Final- mente, se notó tambien que la sangre fluia con mayor abundan- cia así que era roja; es decir, durante la funcion del órgano, que cuando era negra y el órgano estaba parado. En el dia esta experiencia de la glándula sub-maxilar se ha repetido gran número de veces con los perros, siempre con re- sultados iguales, salvas algunas diferencias en la intensidad de los fenómenos que pueden depender del estado de vigor ó de abatimiento mayor ó menor de los animales (1). Las observaciones de la glandula sub-maxilar prueban por consecuencia que su sangre venosa es allernalivamente negra ó roja, y que estas alternativas de coloración de la sangre referida corresponden exactamente á la intermilencia de las funciones de la glándula. Las dos series de resultados que quedan expuestos, obtenidos (1) Los resultados son, por lo general, tanto más claros y rápidos cuanto más vigoroso es el animal, y se han fatigado ménos los órganos con las excitaciones anteriores ó con su exposicion al aire. A veces sucede tambien que la vena se seca y endurece, lo cual embaraza la circulacion; entonces conviene cortarla á la salida de la glándula, para poder juzgar direc tamente del color de la sangre que destila. 179 uno con el riñon y otro en la glándula sub-maxilar, no son seguramente unos hechos aislados, y la misma observacion debe ser sin duda exlensiva á otras glándulas. Algunas experiencias que he principiado sobre la parótida y las glándulas de la parte abdominal del tubo digestivo, me han dado hasta ahora resul- tados generales idénticos; sin embargo, el estudio no será com- pleto hasta que se continuen experimentalmente estos trabajos con cada glándula en particular. En resúmen, resulta de los hechos contenidos en el presente trabajo, que si se conserva en el estado fisiológico á la sangre arterial la calificacion de sangre roja (que propiamente hablando no es más que la sangre venosa de un órgano, el pulmon), no puede subsistir de un modo general la de sangre negra para la venosa. Hemos probado en efecto que esta puede ser roja Ó negra en los órganos secrelores, segun se los considere en estado de funcion ó de quietud. Semejante consideracion de la actividad y reposo del órgano, que corresponden en cierto modo á sus estados eslálico y dinámico, constiluye á mi parecer un punto impor- tanle que debe introducirse en los estudios fisiológicos y quimi- cos de las diversas sangres. Efectivamente, no es solo el color lo que diferencia la sangre venosa del órgano parado de la san- gre venosa del órgano en funcion, sino que ofrece además otros caracteres diferenciales importantes, que deben depender de una diferencia profunda en la constitucion quimica. Asi sucede que la sangre venosa del riñon cuando funciona, que es ruli- lante, permanece más flúida, y aun a veces no ofrece coágulo, al paso que la de la misma vena, cuando el riñon deja de fun- cionar, es negra, y presenta un coágulo consistente, etc. Sin duda los fisiólogos y quimicos habian ya comprendido que no podia tenerse por idéntica en todas partes la sangre ve- nosa, segun sucede con la arterial, y que era por tanto necesario analizar la de cada órgano por separado; pero a nadie se le ha ocurrido, á lo que creo (y sin embargo juzgo indispensable con- siderarlo en lo sucesivo, si las analisis quimicas han de dar no- ciones de que pueda sacar la fisiologia toda la utilidad apeteci- ble), examinar separada y comparativamente la composicion y propiedades de la sangre venosa de un mismo órgano en los estados de funcion y reposo. Por lo que hemos dicho antes, es 180 facil adivinar que se hallarán á menudo unas diferencias ma- yores entre las dos sangres de un mismo órgano en ambos es- tados, que no en la sangre de dos órganos distintos. Este punto de vista no solo ha de aplicarse á las glándulas, sino que deberá hacerse extensivo á todos los órganos del cuerpo, cuya sangre venosa será preciso estudiar en los estados de fun- cion y reposo. Las modificaciones diversisimas que comunica á dicho liquido su actividad funcional propia, podrá servir en cierto modo para caracterizar todos los tejidos. Asi sucede que si sale roja de las glándulas en actividad, sale por el contrario negrisima, y con cualidades fisicas diferentes, de un músculo que se contrae. El mecanismo de estas diversas coloraciones de la sangre ha de hallar precisamente su explicacion en las aná- lisis químicas ulteriores, habiéndonos contentado con indicar por el momento sus condiciones fisiológicas. Terminaremos por último con una observacion final, á sa- ber: que todas las modificaciones referidas que suceden en la sangre por efecto de la actividad funcional de los órganos, las determina siempre el sistema nervioso. Por consecuencia, en ese punto de contacto de los tejidos orgánicos y la sangre es preciso hallar la idea que conviene formarse del papel especial del sistema nervioso en los fenómenos fisico-químicos de la vida. Investigaciones concernientes ú la accion de ciertas partes del espectro solar en el iris; por Mr. BrowN-SEQUARD. (Bibliot. univ. de Ginebra, diciembre 4857.) Brown-Sequard se ha cerciorado por via experimental de que la parte amarilla del espectro produce la contraccion del iris con tanta intensidad como la luz sin descomponer, al paso que las demás regiones del espectro sólo ejercen en el iris una accion súmamente debil y aun nula del todo. El verde y ana- ranjado, es decir, las partes del espectro que están en contacto inmediato con el amarillo, tienen una accion muy marcada pero muy lenta. Los dos extremos del espectro y las regiones oscuras inmediatamente adyacentes á ellos no sólo no producen con- 181 traccion alguna en la pupila, sino que hasta impiden su dila- tacion. Bajo el influjo de los rayos procedentes de dichas regio- nes se verifica precisamente la dilatacion como en una oscuridad completa. De las experiencias de Brown-Sequard resulta al parecer, que la facultad inherente a la luz de estimular las fibras circu- lares del iris no guarda relacion con su poder químico ó calo- rifico, y si solo con su potencia iluminante. No se debe por tanto á una accion química la contraccion del iris que produce la luz, sino probablemente á una influencia dinamica par- ticular. PALEONTOLOGIA. Mamiferos nuevos descubiertos en los terrenos jurásicos; por Mr. Lyent. (Bibliot. univ. de Ginebra, diciembre 4857.) Hasta estos últimos años sólo se conocia un corto número de mamiferos anteriores á la época terciaria. Está llamada la atencion hácia la última especie descubierta, el Slereognathus de Stonesfield, descrito por Mr. Owen, que invalida al parecer la opinion admitida generalmente de que todas esas especies antiguas pertenecen a la sub-clase de los mamiferos didelfos. En 1854 y 1855 descubrió Mr. W.-R. Brodie, de Swanage, nuevos restos en las capas de Purbeck, contemporáneos al pa- recer de los últimos pisos jurásicos, dando á conocer la exis- tencia en dichos terrenos de tres especies de mamiferos desco- nocidos. Mr. Beckles ha aumentado mucho su número en 1857, y puede calcularse que por lo menos son 14 las especies de esta clase descubiertas hasta ahora en las referidas capas. Mr. Owen ha sido el primero en estudiar tan preciosos fragmentos, habiendo establecido los géneros Spalacotherium (1854) y Tri- conodon (1857), y despues Mr. Falconer, que ha descrito el de los Plagiaulax, presentando además algunas consideraciones generales sobre la totalidad de estos descubrimientos. 182 Esta adquisicion de 14 especies es muy notable compa- randola con la escasez de mamiferos conocidos anteriores a la época terciaria, pues de 1818 a 1854, es decir, en 36 años, sólo se han encontrado 6 especies suvas en toda la superficie de Europa. Los expresados fósiles distan mucho de hallarse completa- mente descrilos y clasificados, y sería muy interesante saber cuáles son sus afinidades zoológicas, para poder deducir asi al- gunos documentos acerca de los caracteres de las faunas anti- guas de mamiferos. Recordaremos aquí brevemente los hechos más precisos que resullan del estudio de cierto número de ellos. Las especies á que nos referimos son todas de corta talla, excediendo apenas las mayores en un tercio a la ardilla ó erizo. Tal vez hayan vivido con mayores dimensiones, y sido traspor- tadas 6 convertidas en fósiles en otras partes. El Spalacotherium y Triconodion de Owen son afines de los célebres fósiles de Stonesfield (Phascoloterium y Thylacote- rium). Tambien tienen al parecer relaciones con el Myrmeco- | bius viviente, y corresponden muy probablemente á la sub-clase de los didelfos. , Los Plagiaulax, Falconer, parece que se aproximan sobre todo al Kanguro-rata (Hypsiprymnus), que vive actualmente en Nueva-Holanda; tambien tienen analogía con el Microlestes del irias de Stutigard, mamifero el más antiguo de los conocidos; pudiendo considerarse igualmente como más probable que eran unos mamiferos didelfos, Mr. Falconer, en la Memoria que analizamos, entra en grandes é interesantes detalles, poco sus- ceptibles de anasilis, acerca de los caracteres de dicho género. Los hechos principales en que insiste son los siguientes: la for- ma de las mandíbulas inferiores es igual á la de los /Hypsi- prymnus; lo mismo sucede con los dientes considerados indivi- dualmente; pero su corto número (dos molares verdaderos y tres 0 cuatro premolares), inferior al de los marsupiales conoci- dos, anuncia al parecer, en cierto modo, los mamiferos norma- les. La mandibula superior, de que solo se conoce un ejemplar, recuerda alguna cosa el Ericulus de Madagascar. Los Plagiau- laz ofrecen dos especies bien marcadas. 183 Entre los fósiles menos estudiados, descubiertos en la misma localidad, cree Mr. Falconer que puede afirmar hay algunos mamiferos placentarios. Mucho interesa comprobar este hecho, pero será preciso aguardar las descripciones detalladas que pro- bablemente no tardarán en publicarse. Las ideas generalmente admitidas acerca de la sucesion de los mamiferos se modifica- rán verosimilmente; y es imposible dejar de advertir cuán in- completos son los documentos que poseemos relalivos á la pa- leontologia de los animales terrestres. Los descubrimientos de que hablamos prueban sólo, á nuestro parecer, lo muy corto que es el número de hechos que poseemos, para querer bos- quejar su historia. ¡Qué de lerrenos no existirán en que pudie- ran encontrarse todavia mamiferos, y en los que tal vez se des- cubran, y cuán probable es que estos hechos ignorados ó por descubrir, nos suministren una historia diferente en un todo de la que hemos creido entrever fundados en documentos insuli- cientes! Mr. Lyell advierte que todos esos fósiles proceden de una capa que no excede de 457 metros cuadrados, y que tiene algunos centímetros de grueso, formando probablemente sólo una fraccion de los mamiferos que habitaron tierras bañadas por un rio y sus tribularios. ¡Pero esa fraccion es superior á cuanto se conoce de toda la serie secundaria en el globo entero! ¿Cual es por consecuencia el número de las especies desco- nocidas? El Suplemento mismo al Tratado de Geología de Mr. Lyell contiene el anuncio del descubrimiento hecho en 1856 por el Dr. Emmons (Geolog. de l'Amérique, 6.* parte, pag. 93) de un mamifero fosil (Dromatherium sylvestre, Emmons) en las capas carboniferas de Chatam (América del Norte), que puede alri- buirse con alguna probabilidad, segun Lyell, á la parte inferior de la época jurásica, y segun Mr. Emmons al periodo per- miano. 184 BOTÁNICA. Flores que se mezclan con el té para perfumarlo; por Mx. For- TUNE, (Bibtiot. univ. de Ginebra, diciembre 1857.) Al describir Keempfer la preparacion del té del Japon, men- ciono tambien el uso de aumentar el perfume por medio de la mezcla de varias flores olorosas. Desde aquella época no han vuelto a hablar nada de esto las numerosas relaciones venidas de la China acerca de la fabricacion del té, y se habia llegado a creer que era excepcional dicha practica, tal vez puramente japonesa y desconocida de los chinos. Mr. R. Fortune, que tanto ha ilustrado la historia entera del té, tampoco dijo nada sobre esto en sus primeras relaciones de viajes; pero acaba de publi- car una nueva obra (A Residence among the chinese, 1 tomo en 8.%, 1857), en la cual refiere sus últimas excursiones por China, de 1853 a 1856, describiéndose igualmente en la misma muy detalladamente la mezcla de flores olorosas con el té, como cosa que se practica en grande en Canton. El autor ha visto por si mismo la operacion. Las cajas que contienen el 1é muy seco, expedidas del interior del pais, se abren en ciertos estableci- mientos que los comerciantes casi no dejan ver á los europeos, y alli lo sacan de las cajas, lo mezclan con pétalos de diversas flores, separándolas luego pasadas 24 horas, por medio de cri- bas y arneros adecuados para este uso. Como el té se halla bien seco, y las flores frescas, se determina en dicha operacion una absorción del olor por la parte seca de la mezcla. Mas como la humedad comunicada á las hojas del té pudiera echarlas luego á perder, es preciso secarlas de nuevo al fuego antes de colo- carlas otra vez definitivamente en las cajas. Las especies de que se hace mayor uso son las siguienles: el naranjo, jazmin sambac, jazmin paniculado, aglaya odorata, gardenia florida. Las flores de naranjo y gardenia son al mismo tiempo las más olorosas y abundantes. Tambien se usan las rosas, las flores del ciruelo doble y ólea flagrans, pero ménos A A A E 185 que las otras. Cuando la manipulacion se hace con flores de naranjo, se necesitan 40 libras de pétalos para 100 de té: si con jazmin sambac, 50 para 100 libras, etc. Tal perfume de es- tos dura más que los otros; los europeos prefieren tal otro, y los mismos chinos se deciden por otro distinto. De aquí nace la gran variedad de los tés del comercio, independientemente de las cualidades propias de la naturaleza peculiar de las hojas de cada localidad, y finalmente de la preparacion del mismo té. Los que se venden á los extrangeros parece que todos están perfumados, ya de un modo ó de otro; pero respecto á los tés comunes que se consumen en el pais, es probable que rara vez se tomen este trabajo. Por lo general, todo lo relativo al té ma- nifiesta una varia multiplicidad de operaciones que no se podia imaginar, bastante parecida á nuestras operaciones, que tanto difieren en Europa de un pais á otro para el cultivo de la vid, vendimia y preparacion del vino. Lo que es verdadero en un distrito, deja de serlo en otro: lo que sale bien en un caso, no es conveniente en otro; verdad de que es preciso penetrarse bien para no creer que los viajeros nos engañan, ó se engañan, cuando cuentan tan diferentemente los detalles relativos al cul- tivo y comercio del té. CRISTALOGRAFIA. Sobre las relaciones que existen entre ciertos grupos de for- mas cristalinas pertenecientes ú sistemas distintos; por Mx. C. Manr6nac. (Comptes rendus, 26 octubre 1857.) Hace mucho tiempo se notó que no están distribuidas al acaso en cada sistema las formas diversas. Por lo contrario, pare- ce que se reunen formando cierto número de grupos, fuera de los cuales se ven sólo poquisimas formas bastante distantes unas de otras, y que tal vez vengan algun dia á ser tipos de géneros nuevos. Interesantísimo problema, pero de solucion por desgracia 186 aún remota, sería descubrir cuál es la causa comun que deler- mina la analogía de forma de las diferentes sustancias de un mis- mo grupo. Y aunque á veces puede explicarse efectivamente, con Mr. Mitscherlich, por la analogía de constitucion atómica, otras tal vez por una relacion de los volúmenes alómicos, lo más ge- neral es que ni aun sospechar se puede la causa de la mencio- nada analogía. En el sistema romboédrico hay un grupo bastante notable, que ha llamado recientemente mi atencion, dice el autor, al es- tudiar el bromato de potasa; habiendo reconocido en efecto que dicha sal, cuya forma cúbica ha sido Mr. Rammelesberg el primero en ponerla en duda hace muy poco, cristaliza en rom- boedros de 86? 18'. Esta forma lo coloca en un grupo numero- sísimo, que comprende cuerpos simples y compuestos muy di- versos, pero que presentan casi lodos un caracter comun y cu- rioso. A no haber logrado determinar sus formas, bien por su naluraleza ó6 por la analogía de su constitucion con obros com- puestos, se les hubiera atribuido una cristalizacion cúbica. En efecto, los cuerpos que componen este grupo son los siguientes: el arsénico, telurio, antimonio y bismulo: su cualidad de cuerpos simples, y sobre todo por ser dos de ellos metales simples, hace probable que pudieran tener una forma del sis- tema regular; El peróxido de hierro, óxido de cromo, alúmina y la glu- cina, que corresponden por su constitucion al óxido de anlimonio y ácido arsenioso; El bromato de potasa: el yodato correspondiente es cúbico. Las sustancias precedentes afectan con especialidad las for mas romboédricas, y derivan todas de romboedros, cuyo ángulo se halla comprendido entre 85” 4' y 87” 40'. Las que siguen cristalizan más bien con formas hexagonales, pero derivan natu- ralmente de romboedros de ángulo comprendido entre 83 y 80 grados: El óxido de zinc, los sulfuros de cadmio y nikelo, la pirita magnética, yoduro de plata, fluosilicato de sosa, bromato de dídimo, de seis equivalentes de agua. En el sistema regular te- nemos: la magnesia (periclaso), los sulfuros de zinc y cobalto, el cloruro y bromuro de plata, los fluoricatos de potasa y amo- 187 niaco, los bromatos de magnesia, zinc y cobalto, de seis equiva- lentes de agua. A estas diez y seis sustancias, cuyas relaciones con varios cuerpos que perlenecen al sistema regular es imposible desco- nocer, se agregan otras diez cuyas formas están comprendidas en el mismo grupo, sin que respecto á ellas se distingan clara- menle relaciones parecidas, por más que sea posible su exislen- cia; y son las siguientes: El arseniuro y antimoniuro de nikelo, el osmiuro de iridio, estannato de sosa, sulfato de litino, hiposulfatos de estronciana y plomo, aldehianato de amoniaco, la nefelina y cancrinita. A primera vista pudiera quererse explicar tan curiosa rela- cion por la teoría ordinaria del isomorfismo, y ver sólo en las sustancias cuya lista acaba de darse, unas formas muy parecl- das al cubo, y por consecuencia isomorfas del cubo. Sin embar- zo, examinando esta materia detenidamente, no parece satisfac- toria dicha explicacion. Si tal fuera en realidad la causa que reune en esle grupo lo- das las sustancias referidas, deberian repartirse uniformemente sus formas al rededor de la del cubo considerado como un rom- boedro de 90 grados; lo cual no sucede. Con efecto, el ángulo del romboedro primitivo en esos veintiseis cuerpos, varia de 83 grados á 872 40', siendo su valor medio de unos 85” 30'. Entre 88 y 94 grados, es decir, entre límites más extensos y que com- prenden precisamente el ángulo de90”,sólo hallamos diez sustan- cias, de las cuales solo una, el cloroplatinato de etilamina, se liga por su naturaleza con algunos compuestos que corresponden'al sistema cúbico. Creo pues que debe abandonarse dicha hipótesis, pero no me atrevo á proponer otra en su lugar. Solo he querido llamar la atencion sobre las expresadas relaciones, que me parecen dignas de interés. En el sistema prismático de base cuadrada hay tambien un grupo bastante numeroso de sustancias cuyas formas pueden derivar de octaedros cuadrados muy próximos al octaedro regu- lar. Sin embargo, este grupo presenta ménos interés que el pre- cedente. Por una parte, de unas treinta sustancias que lo com- ponen, solo hay ocho ó diez que ofrecen por su constitucion al- 188 gunas relaciones con el sistema cúbico; tales son: el clorato y bromato de plata, el yodato de amoniaco, yoduro y cianuro de mercurio, la braunita, y yoduro de tetrametilamonio. Por otro lado, las formas de estas sustancias se agrupan con bastante uniformidad alrededor de la del octaedro regular, á la que se acercan mucho, de modo que no habria dificultad en considerar- las como realmente isomorfas con los cuerpos cuya constitucion se les parece, y que crislalizan en el sistema regular; lo cual tengo ya advertido en otra Memoria anterior, respecto al clorato de plata y yodato de amoniaco, en los que puede muy bien admi- tirse el isomorfismo con el clorato de sosa y yodato de potasa cúbicos. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco Garcia NAVARRO.) —22909 QUuoo— 189 VARIEDADES. 883 Ásuntos de los premios ofrecidos últimamente por la Academia de Ciencias de París. Demostrar rigurosamente la proposicion sentada por Legendre en su Teoría de los nímeros, tomo 2, pág. 76, edicion de 1830, en caso de ser exacta, Ó exponer si no cómo se la debe sustituir. La pro- posicion es como sigue. Sea dada una progresion aritmética cualquiera AC, 24 —C, 3 4—C, etc., en la cual son primos entre sí 4 y C; sea dada una serie 0, Y, Mus... 2, o, compuesta de k números primos impa- res, tomados á arbitrio y dispuestos en cualquier orden: si se llama en general 1% el término z de la serie natural de los números primos 3, 5, 7, 11...., etc., digo que de 7k—1 términos consecutivos de la progresion propuesta, habrá lo menos uno que no será divisible por ninguno de los números primos 0, y, 4.0... -L, 0. Término del concurso, 1.” de noviem- bre de 1858.—Perfeccionar algun punto esencial de la teoría matemática de las mareas. Término del concurso, 1.” de abril de 1859.—Examinar y comparar las teorías concernientes á los fenómenos capilares; discutir los principios matemáticos y físicos en que se han fundado; señalar las mo- dificaciones que pueden exigir para acomodarse á las circunstancias reales en que se verifican los mismos fenómenos; y comparar los resultados del cálculo con experiencias exactas hechas entre todos los límites medibles de espacio en condiciones tales, que sean constantes los efectos obtenidos por cada una. Término del concurso, 1.” de abril de 1860.—Perfeccio- nar algun punto importante de la teoría geométrica de los poliedros. Término del concurso, 1.% de julio de 1861.— ¿Cuántos pueden ser los números de valores de las funciones bien definidas que contengan un número dado de letras, y cómo se pueden formar las funciones que tengan un número dado de valores? Término del concurso, 1.” de julio de 1860.— Hallar el estado calorífico que deba tener un cuerpo sólido homogéneo indefinido para que un sistema de curvas isotermas, en un instante dado, subsistan isotermas al cabo de cualquier tiempo, de suerte que la tem- peratura de un punto se pueda expresar en funcion del tiempo y de otras dos variables independientes. Término del concurso, 1.” de julio de 1861.— En diversos puntos de la escala termométrica y para diferencias de tem- peratura de 1”, determinar la direccion y comparar las intensidades respectivas de las corrientes eléctricas ocasionadas por las diferentes sus- 190 tancias termo-eléctricas. Término del concurso, 1.” de mayo de 1858.— Determinar experimentalmente las causas capaces de influir en las dife- rencias de posicion del foco óptico y del fotogénico. Término del concurso, 1.2 de mayo de 1859.—Determinar las relaciones que se establecen en- tre los espermatozóides y el huevo en el acto de la fecundacion. Término del concurso, 31 de diciembre de 1859.— Estudiar el modo de formacion y estructura de los esporos y de los demás órganos que concurren á la reproduccion de las setas, su papel fisiológico, la germinacion de los es- poros y particularmente en las setas parásitas, su modo de penetracion y desenvolvimiento en los demás cuerpos orgánicos vivos. Término del concurso, 1.” de abril de 1860.—Estudiar el modo de fecundacion de los huevos y la estructura de los órganos de la generacion en los principa- les grupos naturales de la clase de los pólipos ó de la de los acalefos. Término del concurso, 1.” de abril de 1859.— Determinar experimen- talmente la influencia que pueden ejercer los insectos en la produccion de las enfermedades de las plantas. Término del concurso, 31 de diciem- bre de 1859. —LIista de los 8 planetas descubiertos el año de 1857, y sus nombres. 43. Ariadna, descubierto el 15 de abril por Pogson. 44. Nisa, el 27 de mayo por Goldschmidt. 45. Eugenia, el 26 de junio por idem. 46. Hestia, el 16 de agosto por Pogson. 47. Aglaia, el 15 de setiembre por Luther. 48. Doris, el 19 de idem por Goldschmidt. 49. Pales, el 19 de idem por idem. 50. Virginia, el 4 de octubre por Ferguson. El año de 1856 no se descubrieron más que 5, y el de 1854 sólo 4. El de 1857 se han descubierto 6 cometas. —Medidas de la profundidad del Océano Atlántico para poner un telé- grafo submarino entre Europa y América. Enel verano de 1856 se sondeó la parte septentrional del Océano Atlántico entre Terranova é Ir- landa, con objeto de dilucidar la posibilidad de poner un cable de telégrafo eléctrico. Segun sondeos anteriores, habia opinado el teniente Maury, á quien tantos trabajos se deben sobre el Océano, que el fondo del mar en la direccion proyectada forma una superficie bastante horizontal á una profundidad que no pasa de 10.000 piés ingleses. Hácia aquel espacio se dirijieron al momento las observaciones de personas emprendedoras, que pensaban en unir á Europa con América con un telégrafo; y desde luego lo llamaron Llano del telégrafo. El Gobierno de los Estados-Unidos se manifestó celoso en favor de la empresa, y dispuesto á proteger á los in- 191 Ceresados; su Almirantazgo les entregó el buque de vapor 4rtico con bas- tantes oficiales hábiles y experimentados. El teniente Berryman, que ha- bia sondeado bastante el Océano Atlántico, fué nombrado comandante de la expedicion, agregándosele el teniente Strain, Mr. Mitchell y otros ofi- ciales conocidos por sus conocimientos científicos. Todos han trabajado con celo, y se ha llevado á cabo la expedicion en poco tiempo. La línea recorrida va desde San Juan, en la isla de Terranova, hasta la bahía de Valencia en el promontorio S. O. de Irlanda, y tiene 1.700 millas marítimas de 60 al grado de largo. Se han verificado los sondeos á trechos de 30 millas, y mediante una disposicion particular de la sonda se han podido sacar muestras del fondo del mar. Ya las habia de antes, y examinadas con el microscopio por el profesor Bailey, de Westpoint, vió en 1853 que todas consistian en con- chas microscópicas sin mezcla alguna de arena ni grava. Eran forami- níferas (kalk-muscheln), perfectamente conservadas, y pocas diatomáceas (kiesel-muscheln). De aquí dedujo Manry que las olas del Océano esta- ban en completa calma y sin corriente en el L/ano del telégrafo; que no hay allí movimiento bastante para desmenuzar aquellos cuerpos tan deli- cadamente organizados, ni corriente bastante para que con ellos se mez- clen cantos ni aun arena fina; que no está tan baja la superficie que impida descender el cable de un telégrafo eléctrico, ni tan alta que lo ex- pusieran á que lo estropearan Jas corrientes, los hielos flotantes ú otro cualquier agente en movimiento. En general se ha visto confirmada la opinion de Maury. El exámen de las muestras sacadas del fondo del mar ha demostrado tambien que cons- tan de conchas de las más frágiles hoy vivientes, y de infusorios fósiles, obteniéndolos tan delicados y perfectos, que prueban la falta de cualquier corriente y movimientos en aquellas grandes profundidades. Ni una sola peña se ha sacado, ni la menor partecilla de grava ó arena; y no parece sino que la naturaleza haya preparado de intento allí un lecho tan blando como nieve para el cable del telégrafo. Solia meterse la sonda 10 á 15 piés, y no duda el teniente Beryman de que el cable se meterá lo mismo. La mayor profundidad hallada es de 2.170 fathoms de 6 piés ingleses (5,63 franceses) ó cerca de 23 millas, y está exactamente casi en medio del Océano entre Irlanda y Terranova, á 51” 30" de latitud N. y 32* 30/ al O. del meridiano de Greenwich. La profundidad media es de 1.600 á 2.000 fathoms, ó de 10 412.000 piés. Lo más interesante y notable del fondo de aquel Océano es su forma de foso, con dos pendientes escarpadas al E. y al O. Se ahonda irregularmente de Irlanda adelante 400 á 700 fathoms hasta 180 millas, donde de repente pasa la profundidad de 410 á 1.518 fathoms. Llega despues de varios altos y bajos hasta el medio de ja cuenca, donde está la mayor profundidad, que es de 2.170 fathoms; 192 luego se va levamando gradual y regularmente hasta 100 millas de la isla de Terranova, donde se presenta lo mismo que en la costa de Irlanda. La parte profunda de la cuenca tiene 1.350 millas, distancia equivalente á la de Londres á Sebastopol: toda la línea medida entre la bahía de Valen- cia y San Juan es de 1.7004 2.000 millas inglesas 6 425 alemanas. Se verificaron los sondeos del modo siguiente. Puesto el buque en la posicion más tranquila posible, tiraban el plomo, que iba en la punta de una cuerda que se desarrollaba rápidamente de una rueda y caia verti- calmente. Iba disminuyendo la velocidad de la caida, no por aumento de la densidad del agua sino por la resistencia procedente del rozamiento de la cuerda, que crece con la longitud. El teniente Berryman observó la disminucion de velocidad á cualesquier profundidades, y vió que era re- gular. En las mayores tardaba unas 3 horas la sonda en llegar al fondo. La bala del extremo de la cuerda se desprendia de esta al tocar al fondo, siendo así más facil retirar la cuerda, que volvia con una barra ó barrena que traia las muestras de las materias del fondo del mar. Hubo que em- plear una maquinita de vapor para arrollar la cuerda á fin de acelerar la operacion, tardándose así menos que en desarrollarla. (Por la Seccion de Variedades, Francisco García NAVARRO.) —+009- HD) 0000r— o a A Editor responsable, Frawcisco Garcia NAVARRO. x_ Á_AAA<--=-=> —__—__ ___—_____ _ —____—_—_________ A N.* 4."—REVISTA DE CIENCIAS. —Abril 1858. CIENCIAS EXACTAS. ALGEBRA. Sobre la descomposicion de un número en un producto de dos sistemas de cuadrados; por Mx. LrouviLte. (Journ, de Mathem., octubre 4857.) Designemos por m un número impar dado, cuyos factores pri- mos sean todos de la forma 44-+1. Descompongamos 16m de todos los modos posibles en un producto de dos sumas de cua- tro cuadrados impares, de suerte que se tenga 16m (PY YH 240) (04 y 42241”), siendo 2, y, 3, t, 2", y, 3', (' impares y positivos, y conside= rándose dos descomposiciones como diversas cuando los núme- ros z, y, elc., no sean lodos idénticos en una y otra parle. Sea A el número de descomposiciones obtenidas en dicha forma. Descompongamos además 4m de todas las maneras posibles en un producto de dos sumas de dos cuadrados impares, de suerte que resulte im=(wW+0)(u?4 0”), siendo impares y positivos w, v, u', v', y considerándose como distintas dos composiciones si los números vu, v, etc., no son todos idénticamente los mismos. Elijamos siempre el primer factor u*+-v?, que llamaremos 2a, y formemos la suma a para todas las descomposiciones indicadas. Entre A y Za se tendrá una relacion muy sencilla; pues =3 240: TOMO VIII. 13 194 Sea, por ejemplo, m=5. Las descomposiciones de 16.5 son doce, resultando estas del producto de la cantidad 1+1+1+1, tomada sucesivamente por primero y segundo factor para cada cantidad de las seis siguientes: yu id E A 0d L 9 a e 1990) Las descomposiciones de 4m son estas: (1491) (149, (140) (941), (149) (141), (941) (141), Siendo sucesivamente los primeros factores de 2a 2, 2, 10, 10, se deduce de aqui, de acuerdo con nuestro teorema, za= 129=A. Si el número m tuviese uno ó mas factores primeros de la forma 44-+3, no se verificaria la igualdad A=*4; suslituyéndola entonces la desigualdad A>2a. Generalizacion de un teorema de la aritmética india; por Mx. LiouvILLE. (Journ. de Mathem.; noviembre A857.) En los escritos aritméticos de los indios hay un gran nú- mero de teoremas, cuya demostracion es hoy ciertamente muy 195 facil, pero cuya elegancia no podrá menos de causar siempre admiracion. Tal es el que la suma 14 2438...+n de los cubos de los números naturales, es igual al cuadrado de la suma de esos mismos números, es decir, igual á (142+3+..+n). Para generalizar este teorema, escribámoslo primero (susli- tuyendo a con 14) bajo la forma abreviada 2 (1494P= [E (14-19 siendo las sumas relativas á «", que tomará sucesivamente los valores 0, 1, 2...,2a—1, «. Si f..., + designan otros números enleros, se tendrá igual- menle (140 9=[5(14:8)], (149134 p, tomadas las sumas de 8'=0 a gr =28..., de y —=0 4 y —7. Y multiplicando todas estas ecuaciones miembro por miem=- bro, resulta E... 3(1447...(14+YN=L[2...2*(14a...(14-7)]? Por otra parte, si se considera un número m descompuesto en factores primos, de modo que m=0* b8... cr, se ve que cualquiera de sus divisores (inclusos 1 y m) puede representarse por d=a" b8'...c, variando a' como se ha dicho antes desde 0 á «, 8" de 0 á A..., y de 0 á y. Además, designando por < (d) el número de divi- siones de d, se tiene ¿(d)=(1+a) (1-48)... (14). 196 La ecuacion que hemos obtenido antes, conduce pues á la siguiente fórmula curiosa 2¿(d)=[2<(d)1, en la cual es aplicable el signo E á todos los divisores d, pre- sentándose, segun se ve, como una simple generalización del teorema indio. Para dar un ejemplo de la utilidad que puede prestar esta fórmula en la teoría de los números, supongamos que m sea uno impar con solo factores primos de la forma 441. Sabido es que Z (m) expresa en ese caso el número de descomposicio- nes del duplo de m en una suma de dos cuadrados impares, es decir, el número de soluciones de la ecuacion Im=+ Y, designando x, y números impares positivos, y considerándose como diferentes dos soluciones si x é y no tienen idénlicamente los mismos valores. Claro es que d ha de ser tambien un número impar con solo factores primos de la forma 44 +1, como sucede con m de que es divisor; y que ¿(d) será el número de descomposiciones de 2 d en una suma de dos cuadrados impares. Sentado esto, se deduce de nuestra fórmula el siguiente teorema. «Dado un entero imparmente par sin ningun factor de la »forma 44-+3, descompónganse todos sus divisores pares (de »que compone parte el mismo enlero dado) en una suma de dos »cuadrados impares, y búsquese el número total de descompo- »siciones en dos cuadrados de que es susceptible cada divisor: »la suma de los cubos de dichos números será igual al cuadrado »de la suma de esos mismos números.» Asi 50 0 2.25 tiene 3 divisores pares 50, 10 y 2. Para el primero se obtienen tres descomposiciones: 50=7Y1P=P 47545; para el segundo, dos descomposiciones: 10=3"Y1=1+-3>; finalmente, para el tercero una sola: 2=1+1. 197 Y se tiene igualmente 342416. Asimismo 130, 6 2,5.13 tiene 4 divisores pares: 130, 26, 10, 2, cuyo número de descomposiciones es respectivamente A E resultando, de acuerdo con nuestro teorema, 494-24-2*4-1*=9”. Este teorema subsiste además hasta para un número impar- mente par cuyos factores primos sean de la forma 44-+-3, pero a condicion de que sean desiguales todos los factores. De este modo 70 6 2.5.7 tiene los 4 divisores pares 70, 14, 10 y 2, pudiendo solo descomponerse los dos últimos en una suma de dos cuadrados, á saber: 10 de dos modos 941, 1+-9, y 2 de una manera 1+1; de donde salen los números 0, 0, 2 y 1, para los cuales se tiene 054-0%4-24-1"=(04+04241 y. Pero el teorema no es aplicable á los números divisibles dos Ó más veces por un mismo número primo de la forma 44+3. Para fijar las ideas elijamos el número 98 0 2.7?. Tiene 3 di- visores pares 2, 14, 98, de los cuales el primero y último se descomponen de un modo sólo en una suma de dos cuadrados, no prestandose el segundo a dicha forma: tenemos por conse- cuencia los tres números 1, 0, 1, y la suma de sus cubos es 2, mientras que el cuadrado de su suma es 4. Indicaremos por conclusion otra consecuencia del teorema indio, de que antes se ha hecho mencion. Continuemos desig- nando por d un divisor cualquiera de m, y sea 4 el cociente de m por d, de modo que m=d.4. Representando por 9, (m) la suma de números primos de m que contiene la serie 1, 2, 3..., m, y por q,¿(m) la suma de sus cubos, se tendrá £9%9.(d) =[2%0, (d) J”: el signo * se aplica naturalmente á todos los divisores d. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GArcia NAVARRO.) K— A CIENCIAS FISICAS, FISICA. Observaciones actinomélricas verificadas en Madrid con motivo y al tiempo del eclipse de sol de marzo de 1858; por D. Ma- NUuEL Rico Sinoas, Catedrático de la Universidad Central. Las observaciones actinométricas, con motivo del eclipse de sol visible en Madrid en 1858, se principiaron el 13 de marzo, en cuyo dia la atmósfera se presentó algun tanto favorable para esta clase de trabajos, continuando las observaciones de hora en hora durante aquel periodo diurno. En el siguiente dia 14 se verificaron de 30' en 30', principiando á las 6* y 30' de la mañana, y terminandolas á las 2 y 38' de la tarde. En el 15, dia del eclipse, las observaciones se prin- cipiaron á la 6h y 21” de la mañana, segun el cronómetro de Eiffe arreglado previamente en su marcha con el de Le Roy y Magellan, continuándolas como en el dia anterior de 30' en 30' próximamente hasta las 10% 51, en cuyo momento la serie se continuó por triples actinométricos interrumpidos por des- cansos de 2 de tiempo. A las 22% 3', con el objeto de fijar térmicamente el tiempo medio del eclipse, se siguió la serie acli- nométrica sin interrupcion, hasta las 2b y 6' de la tarde, desde cuyo momento se conlinuó la serie por nuevos triples, que se terminaron á las 3* 4'. Posteriormente á las observa- ciones aclinométricas del 15, se verificaron proximamente en las mismas horas del dia 16 y por triples seguidos durante el tiempo á que correspondió el eclipse del dia anterior (1). (1) Las observaciones actinométricas se han verificado con un acti- nómetro de Herschell de D. Agustin Pascual, del cuerpo de ingenieros de Montes. 199 Considerando al sol como origen ó fuente la más enérgica del calor que recibe la tierra y los planetas, decia Mariotte en 1676 que la intensidad y fuerza de los rayos solares no podian aumen- tarse ni disminuirse de un modo excesivo sin que pereciese la vi- da en la superficie de nuestro globo. Por aquel tiempo, refiriéndo- se Newton á la difusion y decaimiento de los impulsos, tendencias ó fuerzas que actuan en la naturaleza desde centros conocidos, se expresó por analogía, diciendo del calor radiante del sol: /n di- versis utique distantiis d sole collocandi erant planelee, ut quili- bel pro gradu densitatis calore solis majore vel minori frueretur. Aqua nostra, si terra locaretur in orbe Saturna, rigesceret; si in orbe Mercurii, in vapores statim abvret. De Mairan en 1719, siguiendo a los dos fisicos anteriormente referidos, contemplaba al sol como un centro estelar, en el que se encontraba el depósito más principal del calor de los planetas; pero teniendo en cuenta el doble movimiento de estos, añadia que los rayos directos del sol, en un momento dado de su duracion, no podian llegar más que a uno de los hemisferios de la lierra, originándose alternativamente por aquellos las sensaciones del calor y frio que corresponden á los dos periodos del dia, y por otras circunstancias á las que son propias de las estaciones del período anual. El mismo De Mairan (Disertacion sobre el hielo) adoptó la razon de 66 á 1 para expresar la diferencia de la ac- cion térmica de los rayos solares que llegaban á una sola lo- calidad de la superficie terrestre durante los solsticios de verano é invierno; mientras que Amonlons, fundándose en las obser- vaciones y en las experiencias directas, expresaba la diferencia entre el calor de los solsticios en Paris por la razon de 604 514. Tan nolable divergencia, refiriéndose á la temperatura ler- restre, segun De Mairan, no era dificil de conciliar, si se consi- deraba que,sus cálculos se habian referido á la causa general y exlerior que origina en la tierra los cambios y diferencias en el calor propio de las estaciones que se suceden con el año, mien- tras que las observaciones y las experiencias de Amontons se ha- bian referido al calor total que correspondia á un lugar de la lier- ra bajo la influencia del sol, modificada por los vientos, por los va- pores y por otras muchas causas que actuan en más ó en ménos sobre la temperatura climatológica de las diferentes regiones del 200 globo, con lo cual queda oscurecida, por decirlo así, la verdade- ra accion de los rayos directos del sol. En su consecuencia, desde principios del siglo pasado, tratándose del calor de nuestro globo, De Mairan dejó indicada la conveniencia y las ventajas que resultarian para el estudio de justipreciar por partes los valores de los diferentes origenes de aquel calor, y demás circunslancias que concurren á mantener casi invariable la temperatura de la superficie de la tierra en los periodos seculares, y que la elevan ó6 la debilitan momentáneamente conforme las horas trascurren y los periodos mensuales se suceden. Para conseguir el referido objeto, cuya utilidad era evidente, se adoptó desde la época de De Mairan una marcha en el estudio del calor de la tierra, conforme con las reglas más severas de la lógica que es propia de las ciencias fisicas; y á la vez que se tra- taba en unas partes de determinar las leyes de la distribucion del calor en los estratos más ó ménos profundos de nuestro glo- bo, Saussure construyó el primer actinómetro, proponiéndose con él apreciar el valor lérmico de los rayos directos del sol, cuya energia era excesiva al través de la almósfera despejada que cu- bre á los Alpes, y con cuya fuerza térmica se originaban sensa- ciones dolorosas y en ocasiones con grave mal para los hombres que recibian los golpes de sol de los páramos y de las montañas, fenómeno que tambien se conoció en las faldas de los Andes con el nombre de golpe de sol de las Punas (D. Antonio Ulloa). Rumford, Leslie, Dulong y Petit entre otros determinaron experimentalmente las leyes del calor radiante; casi simultanea- menle Poisson, Herschel, Wells y Forbes aplicaron aquellas al estudio del calor que es propio de la tierra como cuerpo plane- tario, y para la determinacion de la facultad radiante de la mis- ma hacia los espacios por donde giran los astros. Las influencias que tienen en la temperatura climatológica de los lugares los vientos, los vapores, las nubes y las lluvias, y simultaneamente la aproximacion de los hielos flotantes en el mar; la existencia en ciertas localidades de las nieves per- manentes; las relaciones de extension que entre si guardan las lierras y los mares; las alturas de nivel de aquellas y su lopo- grafía, latitud y cambio de meridiano, tambien se han estudia- do y se estudian en la actualidad por el acúmulo de un número 201 casi infinilo de observaciones directas, con cuya discusion dete- nida se han resuelto numerosas cuestiones de inlerés para la fisica terrestre; además, fundándose en ellas Nervander y Buys- Ballot, han conjeturado que el globo del sol poseia temperaturas diferentes en dos de sus hemisferios opuestos, lo cual se reco- noció comparando por periodos las temperaturas de la almósfe- ra en la superficie de la tierra, pero aquellos en relacion con el movimiento de giro que el sol presenta en derredor de su pro- pio eje; consecuencia que, si se comprobase del todo, serviria á la ciencia como una de las bases fundamentales de las teorias fisicas referentes á la naturaleza del sol, cuya excesiva luz y brillo, ofuscando la vista á los hombres, han dado lugar, segun dice Buys-Ballot, para que aquel astro de nuestro sistema pla- nelario sea el que tenemos ménos conocido. Con las investigaciones sobre el periodo térmico solar de Ner- vander y Buys-Ballot han concurrido en estos últimos años las de Melloni, Pouillet, Herschel, Von-Wrede, Henry, Forbes y el P. Secchi, director del Observatorio del Colegio romano, los cua- les, en vista de la notable importancia que tiene la irradiación solar considerada como el eje en derredor del cual gira la vida de la tierra, han mejorado los primitivos medios acltinométricos de Saussure, construyendo otros actinómetros y pireliómetros, y aplicando los aparalos galvanométricos de la mayor exactitud y precision á un problema tan preferente para la fisica del globo. Indicaremos con suma rapidez algunas de las consecuencias a que se ha llegado por este camino experimental y de observa- ciones repetidas, con el cual se estudia en la actualidad la ac- cion directa y la fuerza térmica consiguiente de los rayos solares con una independencia casi completa de los demás origenes del calor, y de su recíproca accion en la superficie de la tierra. Por las observaciones de Melloni, Pouillel y Gasparin sobre el valor térmico de la irradiacion solar, se ha llegado á consecuencias referentes a las propiedades dialermas y lermocróicas del aire atmosférico, despues que los rayos del sol llegan á penetrar en las primeras capas de la atmósfera. La influencia de las latitudes, con las cuales se aumenta el valor térmico de los rayos directos del sol, la comprobó Scoresby en los mares polares. Los efectos 202 térmicos de la facultad radiante solar, tambien crecientes en las grandes alturas, despues de D. Antonio Ulloa y Saussure la de- mostró Forbes. Diferenciando Von-Wrede por sus efectos los rayos luminosos y lérmicos del sol, ha adoptado la idea de la existencia de dos espectros solares, el uno constituido por los rayos luminosos y el otro por los térmicos; espectros que, segun el referido físico, no son concéntricos, fundándose en lo cual sostiene que la velocidad de las ondas de la luz al recorrer el espacio es mayor que la que corresponde á las vibraciones y on- dulaciones del eter, cuyo primer impulso principia en el sol, y que en la superficie de la tierra produce en nosotros las sensa- ciones del calor. Henry, estudiando la facultad radiante y calorífica de las manchas y fáculas perceptibles en el disco solar, ha observado que dicha facultad se debilita en las inmediaciones de las pri- meras, y casi desaparece ó se pierde completamente en las se- gundas. Ultimamente, el P. Secchi ha notado que la tempera- tura del disco solar, segun los resultados oblenidos por el termo- multiplicador colocado en la prolongacion del eje de un telesco- pio montado paralácticamente, es menor hácia los bordes del astro referido, y que la fuerza térmica de sus rayos se aumenta gradualmente en direccion del centro de la luz del dia. La importancia de las cuestiones fisicas referidas anterior- mente sobre la distribucion del calor en el globo solar y sobre la naturaleza del mismo astro, dan un gran valor al termóme- tro, de cuyo aparato decia Biol: «Sus aplicaciones a la fisica, á la química y á las ciencias naturales son innumerables. Las indicaciones que nos proporciona sirven de fundamento á toda la teoria del calor; es el regulador de todas las operaciones químicas; el astrónomo le consulta á cada momento que tras- curre en sus observaciones. A él se deben todos los conoci- mientos que poseemos sobre el calor animal; fijandose además por su medio la temperatura de los lugares de la tierra y de los climas..... Cuando se consideran los resultados conocidos por medio de una corla cantidad de mercurio encerrada en un lubo de vidrio, y se comparan con los que se obtuvieron por medio de un pequeño trozo de hierro sostenido en un eje, con cuyo aparato se descubrió el Nuevo Mundo, se comprende la AS 203 verdadera importancia del termómetro, en medio de su senci- llez, para las ciencias físicas.» La imágen del sol, percibida al través del telescopio ar- mado de vidrios moderadores de Ja excesiva luminosidad de aquel astro, no ha dado resultados cuales se necesitan para el estudio fisico del centro planetario que más directamente ¡n- fluye sobre la tierra. El conocimiento y la determinacion exacta de los lugares que la misma lierra ocupa sucesivamente en der- redor del sol, es hoy dia un problema resuello con la precision y exactitud que corresponden al cálculo; pero para el estudio fisico del globo solar por medio de aquel problema, segun Arago, era necesario tener cuidado, y no olvidarse que las in- vesligaciones astronómicas no son como las de los químicos y físicos; añadiendo: «Al arbitrio de estos está el variar las con- diciones en que operan, y que pueden cambiar la naturaleza de los resultados; en cambio en nada influyen los astrónomos en los fenómenos que estudian, teniendo á veces que esperar siglos á que se les presenten los astros en las posiciones propicias para resolver una dificultad.» (Discurso al Instituto de Francia, 1852.) Si al través del telescopio con sus vidrios ofuscanles, nece- sarios para las observaciones óplicas del sol, desaparecen ó se borran casi todas las indicaciones y fenómenos por cuyo medio se pudiera llegar á consecuencias conjelurales, pero fundadas, de referencia á la naturaleza de aquel astro; en cambio, en vista de las dificullades indicadas, el mismo Arago propuso observar el sol al través de los polariscopos, con lo cual las hipótesis y teorías referentes á la naturaleza del sol, ideadas por Hers- cheli (padre) y Lalande, se consideran como notables esfuerzos del ingenio humano, pero están próximas á ser reemplazadas por la de Arago, que supone para explicar los hechos y fenómenos observados en aquel astro, cuando se le estudia desde la super- ficie de la tierra, que la estrella en derredor de la cual giran los planetas de nuestro sistema está formada de un globo casi os- curo, cuya luminosidad, comparada con la de su almósfera, es excesivamente menor, mientras que la referida atmósfera la des- compone en dos, la más próxima al globo solar de un resplandor muy vivo, la más distante y exlerior (la folósfera) que presenta algunas indicaciones, por las cuales se la creeria formada de una 204 sustancia que tuviese las propiedades de los gases, pero de una facultad iluminante muchísimo mayor y excesiva. Con anterio- ridad á los trabajos de Arago la Sociedad Real de Londres, le- niendo en cuenta lo hasta aquí expuesto, recomendaba en 1840 (Report of the Commiltee of Physics) las observaciones actino- métricas, con especialidad durante los eclipses solares, consi- derandolas como un objeto preferente y digno de atencion, é indicando «que las referidas observaciones debian comenzar por lo ménos una hora antes que el eclipse principiase, continuán- dolas una hora despues de finalizar aquel; las series del actinó- metro no debian interrumpirse mientras los astrónomos se ocu- paban de anotar cuidadosamente las fases del eclipse,» pues los eclipses solares, aunque sean parciales, son una ocasion propicia. Si el tiempo trascurre favorable para verificar observaciones y reunir algunos datos referentes á la temperatura y facultad ra- diante del sol; atendiendo á que durante el fenómeno astro— nómico referido quedan espontáneamente eliminadas algunas de las causas perturbatrices que influyen en circunstancias norma- les en las observaciones directas sobre la temperatura solar. Las observaciones actinométricas en Madrid, con motivo del eclipse de sol en marzo de 1858, las he verificado á través del vidrio del aparato de Herschel, construido por Newman, que disminuye en 0,2 la accion térmica directa de los rayos solares. Para la discusion de los siguientes datos actinométricos con- viene esperar la publicacion de las observaciones astronómicas directas verificadas en el Real Observatorio de Madrid por los Sres. Aguilar hermanos y el Sr. Novella, principalmente sobre las fases del eclipse, que sería ventajoso se hubieran hecho de 5 en 5 minutos, teniendo en cuenta la serie decreciente y rá- pida de la temperatura de los rayos directos del sol, segun el actinómetro, en la primera mitad del eclipse, y la serie creciente de la temperatura en la segunda mitad de aquel. Los datos sobre las fases que presentó el disco solar en la duracion de todo el eclipse, y que tan especialmente recomendó la Sociedad Real de Londres para ponerlos en relacion con los que se refieren al actinómetro, se podrian calcular; pero la observacion directa es siempre preferible en todo aquello que se refiere a los estu- dios de la fisica, con especialidad si las circunstancias eventua- nn 205 les de la atmósfera se presentaban favorables en el periodo de tiempo en que debia verificarse el eclipse solar del 15 de marzo. En comprobacion de la impor tancia en relacionar las observa- ciones encomendadas á la astronomía con las que corresponden á la física, y mientras llega el momento de discutir las observa- ciones actinométricas siguientes, nos bastará añadir, que el apa- rato de que nos hemos servido, considerado como un termóme- tro, dejó indicada la hora del medio del eclipse de Madrid con una aproximacion no pequeña. 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J, A A A *S9rO10PAJeSqo Se] ep odwner y 225 Fórmulas generales para el manómetro de aire comprimido y para el estereómetro; por Me. VoLeICELLI. (Bibliot. univ. de Ginebra, diciembre 4857.) Entre las muchas aplicaciones de la ley de Boyle 6 de Ma- riotle, se cuentan el manómetro de aire comprimido y el este- reómetro. En esta nola daremos algunas fórmulas más gene- rales que las conocidas ya, relativas á ambos instrumentos; su- primiendo las figuras, porque son bastante conocidas, muy fá- ciles de imaginar, hallándose además en los principales trata— dos de fisica. Llamaremos gas comprimido al que, contenido siempre entre la punta del tubo manométrico y el mercurio, varia continuamente de volúmen; y gas comprimente al que produce dichos efectos por medio de la presion que ejerce. Sea n el coeficiente por el cual haya de multiplicarse la pre- sion atmosférica media 07,76, para obtener la medida de cual- quier accion, como la fuerza elastica ejercida por un gas, ó un vapor, en el aire que contiene el manómetro. a, la diferencia de los dos niveles correspondiente al equi- librio inicial. l, la distancia del nivel en contacto con el gas comprimido y la punta del manómetro, en el caso de la presion inicial. A, la distancia del nivel del mercurio en contacto con el gas comprimente y la punia del manómetro. p, la reaccion inicial del gas comprimido a la cual corres- ponde, en el gas comprimente, una accion de presion que lla- maremos tambien inicial. l*, la distancia del nivel en contacto con el gas comprimido y la punta indicada. p', la reaccion ó fuerza elastica correspondiente al gas com- psimido. y, la distancia de los dos niveles, ambos en contacto con el gas comprimido, pero correspondiente uno á la reaccion inicial p y el otro á una reaccion cualquiera p' del mismo gas. z, la distancia de los dos niveles, ambos en contacto con el gas comprimente, correspondiente el uno á la accion inicial y el otro á cualquier accion del mismo gas. TOMO VIT. 15 226 R y r los dos radios de los niveles circulares del mercurio, uno en contacto con el gas comprimente y el otro con el gas com- primido. Sentado esto, es evidente que, conservando 07,76 como al- tura normal del barómetro, tendremos el siguiente sistema de ecuaciones. ls 0 76=p' +az (y+3), nu yx Pz, (1) =1=yp = Ey 8 =a=e (ys) en las que deben tomarse los signos superiores ó inferiores, segun que haya de subir ó bajar el mercurio en el tubo cerrado del manómetro, para pasar del equilibrio inicial al que tiene la presion ». 07,76. Por medio de las ecuaciones (1) se obtiene la siguiente: Hg UR? Lotus IFR en la cual se ha hecho para abreviar H=(n.0,16—2)RH+IURHYr), K=n.0,16—p—a, deduciéndose de aquí =H3+Yy 7 IP A(R'4r") UR K] 0) (RP+ y?) y En esta fórmula habrá que elegir los signos superiores ó inferjores, segun que el movimiento haya de ser ascendente ó des- cedente en el brazo cerrado del manómetro para pasar del equi- libri o inicial al actual, puesto que en ambos casos, siendo 1)y= y 0 ea =—=0, debe oblenerse, y se obtiene realmente y =0. La misma fór- mula es muy general: con las precedentes, sirve para toda in- vesligacion posible acerca del manómetro de aire comprimido; y unida con la tercera de las ecuaciones (1), sirve para la gra- duacion teórica del tubo cerrado en el que ha de comprimirse el aire; obtiénense además como corolario de dicha fórmula (2) otras no tan generales, pero más prácticas, relativas al instru- HS 227 mento indicado, como se va á ver; razon por la cual es inutil introducir la referida fórmula (2) en los tratados de fisica. Suponiendo sucesivamente a n los valores 1, 2, 3..., los correspondientes á y obtenidos por la ecuacion (2), y de 3 por la segunda de las ecuaciones (1), introducidas en el trinomio eE y==% presentarán las alturas del mercurio en el brazo cer- rado del manómetro, contadas á partir del nivel correspondiente a las presiones respectivas de 1, 2, 3... atmósferas. Luego la suma a==y dará las alturas del mercurio contadas siempre de] nivel inicial, para las presiones de 1, 2, 3.... almósferas. Resulta por consiguiente que será posible, de un modo ú otro, obtener facilmente, y con toda exactitud, la graduacion teórica del manómetro, con tal que se haya quitado bien toda humedad al aire que hay en él, y corregido los efectos de la tem- peratura. Las fórmulas precedentes pueden servir para otros lan- tos problemas manométricos como cantidades haya en ellos. Haciendo p=0,76, se deducirá de la fórmula (2) ly PA (PEU rana e reee es en la cual se ha supuesto para abreviar HK' = (n—1)0,16—«<; de suerte que la ecuacion (3) se refiere al caso en que la pre- sion barométrica normal corresponde á la inicial. Si se hace «=0 en (3), tendremos 0 _ EN =RYy [H?—k(RHYr3)1RK"] e AE en la cual HT =0n0.0,16R+I(RHr) K"=(n.—1).0,76. Esto equivale á suponer que á la presion inicial preceden- te coinciden entre sí los dos niveles, y la ecuacion (4) conven- drá para ese caso. Si se supone R bastante grande en (4) para poder despre- ciar r, tendremos: 228 : =+=(9.0,764+ 10) =vV [(n.0,76— 1) +4.1.0,761 (5) y= — — A ——— 2 cuya suposicion equivale a admitir que el nivel en contacto con el gas comprimenle está sensiblemente fijo: por consecuencia esta ecuacion (5) convendra para dicho caso. Hagamos (4) R=r, y tendremos (6)y —==(n.0,384+)=V (1"4-0,38[0,38n*— 21(n—9)]) A bad Lo cual equivale á suponer además que el manómeltro es de forma de sifon y que tiene calibre uniforme: la fórmula (6) cor- responde pues al caso indicado. Si se quiere determinar despues, por medio de la ecua- cion (6), el valor de /', es decir, la distancia del extremo del tubo al nivel en contacto con el gas comprimido, facilmente se echa de ver que para dicho caso se deduce de la primera, ter- cera y cuarta fórmula (1): 0,76.1 n.0,16=p =(y+2),p = > ¡AU ==(y+5) de donde 12+(n.076—2) —0,76. 1 =0; y en ambos casos — 2—n.0,164+ y [(¿—n.0,76) + 4.0,76.1] 11, en cuya ecuacion se ha conservado el signo +al radical, por- que siempre que »=/¿ y n=1, debe obtenerse '=1, como realmente sucede en (7). Las divisiones en dicha parte del tubo de calibre constante que conliene el gas comprimido se pueden verificar 4: prior:, principiando á contar de la coincidencia de los dos niveles, á los cuales corresponde la presion inicial y normal 0*,76.-Al efecto, tomada la distancia / =A£, tirense por sus extremos A y £ dos paralelas, una superior y olra inferior; y luego desde 229 el extremo superior Á, correspondiente al vértice del tubo, tó- mese una distancia cualquiera A 7 en la paralela superior; des- pues, partiendo del extremo inferior £, repitase esa distancia n veces en la paralela inferior, que resultará dividida de este modo en » partes iguales entre si. Despues, si se une el punto 7 con las divisiones marcadas en la paralela inferior por otras tantas lineas rectas, dividirán estas á / en igual número de partes, y cualquiera de ellas A X se expresará por 1 (SP ANS n+T y haciendo sucesivamente n=1, 2, 3... obtendremos las divi- siones Y como, segun la ley de Mariotle, los volúmenes á que se reduce un gas, de masa y temperatura constante, comprimién- dolo, están en razon inversa de las presiones, es evidente que el aire contenido en el cilindro de altura /=A E y radio constante, cuando ocupa sucesivamente menor número de divi- siones señaladas en la misma altura, se halla sometido entonces á una presion doble, triple, cuádrupla, etc., de la que sufria cuando llenaba el cilindro entero de altura /. Esto equivale á decir que la division acabada de indicar podrá servir muy bien para las medidas manométricas. Dividiendo los dos miembros de la ecuacion (5) por /, ten- dremos =mnm.0,76 vide 2.076 2 4.0,76 ka +) | o or | o Ea Ms en la cual, haciendo n=1, 2, 3..., los valores de la propor- 1 cion , indicarán las alturas en que habrá de marcarse 1 al- mósfera, 2 atmósferas, etc.; porque en esle caso y representa la longitud de la columna de mercurio, y /la del tubo entero, contando siempre de la coincidencia de niveles. 230 De (6), tomando los signos inferiores, tendremos — (.0,384V/—[(U—n.0,3874-4. 1. 0,38] —_—KEK4<4>=+> AAN, (a) ¿y de aquí resultará para n=0 ya =, ovas e Estas fórmulas darán á conocer la longitud que han de te- ner ambos brazos del manómetro en la parte inferior de la coincidencia de los niveles, para que pueda salir de allí el aire sea cualquiera la presion, aun cuando llegase á ser nula. Los manómetros de aire libre, lo mismo que los de aire comprimido, pueden graduarse práctica ó teóricamente; pero es preciso considerar que no es facil adquirir con exactitud los elementos necesarios para dicha graduacion, y que por lo tanto es más seguro, en general, graduar los referidos instrumentos por medios experimentales. Efectivamente, en los manómetros de aire comprimido, únicos de que queremos hablar, la gra- duacion práctica lleva á la teórica las siguientes ventajas. 1.” Permite el uso de tubos más largos, y por consiguiente más sensibles; 2.” no exije que sean estos cilindricos; 3.” se pueden emplear tubos más ó ménos cónicos y adelgazados por su punta cerrada, a fin de que sean mayores las divisiones para las pre- siones elevadas. Los manómetros de aire comprimido son unas veces de tu- bo recto, otras de dos brazos ó de sifon. Los de tubo recto tienen el inconveniente de que, cuando se aplican á una caldera de va- por, si queda abierta la llave por olvido, apagado el fuego, á causa del enfriamiento, se forma el vacio en la parle superior del agua de la caldera; resultando de aquí que el aire del ma- nómetro, en razon de su exceso de elasticidad, sale del tubo, y que las divisiones de la escala dejan de ser exactas. El manóme- tro de sifon no está sujeto á esta alteracion cuando es de dimen- siones y formas convenientes. En las calderas de alta presion se hace uso frecuentemente de los manómetros de aire comprimido que comunican con el vapor de la caldera por medio de un tubo metálico. Al cabo de 231 cierto tiempo son erróneas las indicaciones que dan semejantes instrumentos, porque calentado el mercurio se combina en par- te con el oxigeno del aire comprimido del manómetro. Además el óxido de mercurio que se forma empaña el tubo, impidiendo que se vea el nivel de dicho metal. Ambos inconvenientes se remedian perfectamente, sustituyendo el ázoe al aire contenido en el instrumento. Pudiera tambien suceder que disminuyendo rápidamento la presion saliese del tubo cierta parte de gas, en cuyo caso sería tambien inexacta la graduacion. Finalmente, afecta las indicaciones del manómetro de aire comprimido la temperatura, que aumenta la fuerza elastica del aire encarce- lado, haciendo variar las indicaciones entre límites bastante dis- tantes, á causa de la proximidad de la caldera, é independien- temente de la tension del vapor que contiene. De todo esto re- sulta que deben preferirse para las calderas de vapor los manó- metros de aire libre, en los cuales sólo hay que corregir la dilatacion del mercurio, cosa facil de lograr. Pasemos ahora al estereómetro: sabido es que Mr. Say in- ventó este instrumento en 1799, y que sirve para determinar el volúmen aparente de un cuerpo. En obsequio de la brevedad dejaremos á un lado su descripcion detallada, siendo fácil for- marse idea de él por lo que vamos á decir; por el contrario, desenvolveremos más ampliamente la teoría, dando algunas fórmulas que aún no se han publicado. Sean dos cilindros, uno mayor que otro, pero unidos de modo que sólo formen un tubo; el menor, que no ha de ser ca- pilar, se coloca debajo del mayor, teniendo dos escalas, una de partes de igual capacidad + y otra de partes de igual longitud; cuyas graduaciones coincidirán si el cilindro está perfectamente calibrado. En el cilindro mayor se pone el cuerpo cuyo volú- men z se trata de delerminar. Como el tubo esta abierto por sus dos extremos, se mete verticalmente su parte estrecha en el mercurio, contenido en un recipiente cilíndrico de suficiente profundidad, de modo que el nivel del mercurio, tanto en lo interior como en lo exterior del tubo, corresponda al cero de las dos escalas indicadas. Luego se cierra el extremo superior del cilindro mayor con una lamina de cristal raspado con es- meril y cubierta de sebo. El aire contenido en el volúmen v, 232 entre el nivel del mercurio y la lámina de cristal, se halla so- metido á la presion atmosférica actual p, ocupando el volúmen v—z. Levantando despues el tubo cierta cantidad sin variar su temperatura en manera alguna, subirá el mercurio en el cilindro menor a una altura d, contada desde el nivel primilivo, y el nivel ocupado por el aire en este nuevo estado tendrá un aumento de » 20, hallándose sometido á una presion represen- tada por p—d. Por lo cual, en virtud de la ley de Mariolle tendremos: p:p—-d=0—2+FNW:0—L, de donde (d—p)no (a) =4= En esta fórmula, varian generalmente en todos los casos las cantidades d, n, p, y se obtienen por observacion. El baróme- tro da directamente la cantidad p; se puede sin embargo con- seguir sin observar dicho instrumento: para ello basta levantar el tubo dos veces á alturas diferentes; y efectivamente lenemos para las dos posiciones segun (a, ): add (v+" w)—pn'w 2d'*=d"(0+n"w0)—pn" ww; de donde se deduce (0 —2n0)d' dd" (0 5) Pp nd — valor que puede sustituirse, si se quiere, en (a). Como las cantidades v, 2 son constantes, deben determi- narse de antemano. Al efecto, es preciso hacer dos experiencias poniendo en el cilindro mayor un cuerpo de volúmen conocido, pero diferente á cada experimento. Si x, y 7, representan los volúmenes diversos y conocidos de dichos cuerpos, tendremos segun (a,) d, 1, =d,(v+2,W)—p,2,0, d, 1, =d3(0 +, ) —P,N, 0; y eliminando 233 (m,n)d d,+p,n,d —p,n,d, > (as) (2, —2,d, d, “=p, —n, 1d, d,Fp,n,d,—p,n, d (Pp, +d,) n,d,z, 5 (p, A d,)n, d, a, w po cd dl Despues de obtener numéricamente estos valores, que po- drán tal vez simplificarse con auxilio de algunas modificaciones practicas, y sustituyéndolos en (a,), se podrá resolver esta ecua- cion con sólo las cantidades d, n, p, Ó si se prefiere con auxilio únicamente de d y » y el valor numérico (a,). De esle modo se obtendrá facilmente el volúmen z que se busca. Por último, conviene observar que la gravedad específica, es decir, la unidad de volúmen, puede determinarse por medio de la ecuacion (a,) en cuerpos tales como la pólvora de cañon, sustancias filamentosas, fécula, madera, etc., en las que varia la densidad, bien á causa de la compresion, ó bien por la imbibi- cion del líquido en que se han de meter cuando se trata de de- terminar hidrostáticamente su volúmen. QUIMICA. Sobre la accion recíproca de los metales y de las aguas de pozos y rios; por Mr. Mibtock. (Bibliot. univ. de Ginebra, diciembre A857 .) El estudio de la accion disolvente del agua en el plomo, ó en otros terminos, determinar si tal ó cual agua se impregna de plomo cuando se halla expuesta á la accion de dicho metal du- rante más ó menos liempo, es una cuestion sanitaria de la más alta importancia. Los quimicos que la han examinado no están acordes respecto á los resultados obtenidos. Unos consideran la accion del agua en el plomo como procedente de la misma causa que su propiedad de disolver el jabon; ó la atribuyen a la falta de sales terrosas en cantidad notabie; otros la han atribuido á la presencia de ácido carbónico libre, ó de oxigeno disuelto en 234 el agua; otros, finalmente, á la presencia de ácido nítrico, que, como se sabe, es un producto de los que resultan de la oxida- cion de las materias orgánicas que contienen azoe. Entre estos últimos, el Dr. Noad, nombrado en 1852 para analizar dos cla- ses de agua de pozo de las cercanías de Londres que ejercian al parecer una fuertisima accion en los tubos y algibes revesti- dos de plomo, si bien no descubrió en la primer agua restos orgánicos en cantidad apreciable, comprobó en cambio la pre- sencia, bajo forma de nitratos de cal y manganeso, de una gran cantidad de ácido nitrico procedente de la descomposicion de materias orgánicas azoadas. En la otra clase de agua sacada de una cisterna de plomo, en cuya superficie flotaba una película blanquecina que se vió era óxido de plomo, á pesar de no con- lener el agua misma en solucion señal alguna de dicho metal, descubrió el Dr. Noad la presencia de materias orgánicas en cantidad notable, a las cuales atribuye el autor sin litubear la accion de la referida agua en el plomo. Mr. Noad explica la falta de este metal en el líquido mismo, suponiendo que el ácido car- bónico procedente de la descomposicion de reslos orgánicos, forma con el óxido de plomo acumulado en la superficie del agua, un carbonato de dicho metal, casi enteramente insoluble en un exceso de ácido carbónico. Es de advertir que los dos ejempla- res de agua en cuestion, ambos pertenecian á la categoria de aguas salobres, conteniendo en bastante cantidad sales terrosas, principalmente sulfatos, que muchos químicos los han conside- rado como de naturaleza adecuada para preservar al plomo de la accion del agua. El autor resume del modo siguiente los resultados oblenidos por MM. Graham, Hoffman y Miller, comisionados hace pocos años por el gobierno inglés para estudiar la accion de diferentes aguas en el plomo. 1.* La presencia de ciertas sales en el agua, y particularmente de sulfatos, á los que se atribuye por lo regu- lar una accion preservatriz, no basta sin embargo para impedir habitualmente la accion del agua en el plomo. 2.” Ciertas sales, como los cloruros y sobre todo los nitratos, son al parecer de naturaleza adecuada para aumentar las más veces la accion di- solvente de que hablamos. 3.” De todas las sustancias tenidas como preservatrices, la más eficaz es el carbonato de cal di- 235 suelto por el «4cido carbónico. Basta, con efecto, una pequeñi- sima cantidad de él para apoderarse del óxido soluble y conver- tirlo en carbonato de plomo, del que sólo es soluble en 4 litros de agua destilada ; de grano, y aun se ha observado que basta exponer al aire por 24 horas agua privada completamente de acido carbónico, y que contenga en solucion 6 granos de óxido de plomo por 4 litros de agua, para que se precipile en forma de carbonato casi todo el plomo. Resulta de este hecho que aun cuando el ácido carbónico no evile la accion de ciertas aguas en el plomo, no por eso deja de quitarle todo inconveniente grave, produciendo la precipitacion del metal en forma de carbonato. Por lo demás, el informe dado al gobierno inglés por los tres químicos eminentes que hemos dicho, no parece de tal natura- leza que conduzca á resultados concluyentes del todo, segun pue- de deducirse de la observacion siguiente con que termina. «Las propiedades del agua, que dan á este liquido la faculta de obrar, ya enérgicamente, ya casi nada en el plomo, se comprenden todavía muy mal, dependiendo al parecer con frecuencia de la accion fortuita de ciertas causas locales, como la presencia de hojas en estado de descomposicion, y otras impurezas de dicha clase.» Mr. Medlock, autor de la memoria que extractamos, viendo que la cuestion distaba mucho de hallarse resuelta, ha vuelto á tratar de ella, y á examinarla de nuevo bajo lodas sus diversas formas. Ante todo advierte que, segun las análisis publicadas hasta el dia, se encuentra invariablemente en las aguas que con- tienen cantidades notables de plomo, 0 bien materias orgánicas en gran proporcion, ó compuestos procedentes de su oxidacion; pasando luego á probar de qué modo puede explicarse la accion del agua en el plomo por la presencia de dichos productos. Efectivamente; de las materias orgánicas disueltas en el agua, unas no son azoadas y otras sí. Las primeras se componen de carbono, oxigeno é hidrógeno, y se resuelven por efecto de su descomposición en ácido carbónico y agua; las segundas con- tienen además ázoe, azufre y fósforo. Estos elemenlos se com- binan paulatinamente con el hidrógeno, produciendo amoniaco, hidrógeno sulfurado é hidrógeno fosforado. El amoniaco, que siempre abunda considerablemente, se convierte por efecto de 236 su combinacion con el oxigeno en ácido nitroso y agua, como sigue: NIP+60=NO*'+3H0. Si se expone al aire por algun tiempo el agua del Támesis, que contiene, como se sabe, gran cantidad de materias azoa- das, se combina primero el ázoe con el hidrógeno para formar amoniaco; pero una parte de este se convierte al momento en acido nitroso, segun la fórmula anterior, el cual se combina con un equivalente de amoniaco, apareciendo nuevamente en el agua bajo la forma de nitrito de amoniaco. Añadiendo al agua de dicho rio, dejada al aire por algunos dias en liempo de calor, un poco de potasa pura, y evaporando luego el liquido hasta la sequedad, se reconoce facilmente en el residuo la pre- sencia de gran cantidad de acido nitroso. Efectivamente, basta echar ese residuo en un frasco con ácido sulfúrico dilatado, y poner en el cuello de la vasija una tira de papel impregnada con una mezcla de almidon acidulado de yoduro de potasio, para ver que el papel en cuestion se vuelve de eolor azul oscuro al cabo de algunos momentos. El autor pasa á demostrar despues que destilando agua del Támesis, los compuestos orgánicos de naturaleza bastante com- plicada que contiene, se descomponen rápidamente en sustan- cias más simples, entre las que se notan sobre todo el amoniaco y el ácido nitroso. El descubrimiento de estos dos compuestos en el agua destilada de que tratamos, indujo al autor á estudiar tambien su accion en el plomo. Con este objeto puso en 4 litros de agua destilada del Támesis unos trozos de plomo en hoja, cuya superficie total era de 560 pulgadas cuadradas. Pasadas seis horas perdió su trasparencia, y si se movia tomaba un aspecto lechoso. Habiéndola filtrado, obtuvo el autor un resí- duo de 6,4 granos de carbonato de plomo, quedando sólo di- suelto en los 4 litros de agua y de grano. Otras seis expe- riencias verificadas bajo las mismas condiciones dieron por término medio un depósito de 5,1 granos de carbonalo de plo- mo, quedando sólo +, de otro en solucion en el agua. Para determinar si la accion del agua destilada referida en el plomo se debia á la presencia del ácido nitroso libre y de 231 nitrito de amoniaco, echó el autor algunos fragmentos de potasa cáustica en una gran retorta de destilar que lenia agua del Tá- mesis. En cuanto principió esta á calentarse, al momento se percibió en el condensador un olor pronunciado de amoniaco, y con efecto se vió que la primera cantidad de agua conden- sada estaba sumamente alcalina, habiéndose apoderado eviden- temente la potasa del ácido nitroso al dejar libre el amoniaco de dicho ácido. A medida que pasaban al recipiente nuevas cantidades de agua perdian cada vez más la alcalinidad, hasta que concluyó por ponerse neutra el agua que se condensaba, El autor repitió entonces con esla porcion neutra la experiencia de los fragmentos de plomo en hoja citada antes, sin que este metal fuese atacado lo más minimo, ni quedase el menor vesti- gio suyo disuelto en el agua. Resulta pues demostrado al pare- cer, que el poder disolvente del agua destilada en el plomo se debe únicamente á la presencia de ácido nitroso, ya libre ya combinado con amoniaco, y que si se halla privada por com- pleto del ácido nitroso, es incapaz de ejercer accion alguna en dicho metal. Partiendo de este hecho como incontestable, da cuenta Mr. Medlock en la última parte de su trabajo, de algu- nas otras experiencias relativas a la accion disolvente de las aguas en el plomo en general, y resume del modo siguiente las conclusiones de su Memoria. 1. La accion del agua en el plomo se debe únicamente á la presencia de los ácidos nitroso y nítrico, procedentes de la descomposicion de las materias orgánicas y del amoniaco que contiene el agua. 2.” El agua, privada de dichos ácidos y de las sustancias capaces de producirlos, no ejerce accion en el plomo, y puede llevarse sin peligro por tubos de plomo, ó conservarla en algi- bes del mismo metal. 3.” La presencia de ácido carbónico ejerce una influencia provechosa, descomponiendo el nitrato de plomo básico que se haya formado, y precipitando los átomos básicos de óxido en forma de carbonato, dejando sólo disueltas en el agua algunas cantidades mínimas de nitrito neutro. 238 FOTOGRAFIA. Nueva accion de la luz; por Mr. Nierce pe Sarnr-VicTor. (L*Iostitut, 3 marzo 1858.) De dos modos se puede patentizar, dice el autor, la nueva accion que ejercita la luz en los cuerpos contra los cuales pega. El primero (1) consiste en exponer al sol ó á la luz difusa del dia, cualquier dibujo, un grabado v. g., y aplicarlo luego á una hoja de papel sensible, preparado con cloruro de plata. El segundo es aún más concluyente; y pasamos á describirlo. Se toma una hoja de papel que haya estado siempre en la oscuridad ó sin ver la luz; se la recubre con un clisé fotográfico en vidrio ó papel; se la expone á los rayos solares por más ó ménos tiempo, segun fuere la intensidad de la luz; se la vuelve á poner en la oscuridad, se quita el clisé que la recubria, y se la trata con una disolucion de azoato de plata. Vése entonces aparecer á poco tiempo una imágen, que basta lavarla bien con agua pura para fijarla. Si se quiere lener una imagen más pronto y más luminosa, se impregna previamente la hoja de papel con una sustancia que experimente más que él la accion luminosa de que se trata, accion de almacenage, si puede decirse, con persistencia de la actividad luminosa. Para el caso es sustancia eficacísima una disolucion acuosa de azoato de urano, que se obtiene, bien tra- tando el óxido de urano con acido azóico diluido, bien disol- viendo en agua cristales de azoato de urano. Debe impregnarse la hoja de papel con bastante sal de urano para que salga de color amarillo de paja perceptible; se la seca y guarda en la oscuridad. Cuando se quiere experimentar se la recubre con un clisé, se la pone al sol un cuarto de hora, se la vuelve á la oscuridad, se la trata con una disolucion de azoato q$_A XA II. (1) Véase el núm. 1.”, tomo 8.” de la Revista de los Progresos de las Ciencias exactas, físicas y naturales, pág. 47. 239 de plata, é inslantaneamente se ve. aparecer una imágen posi- tiva súmamente clara, del color de castaña que tienen las prue- bas comunes. Para fijarla se mete en agua pura; disuelve esta toda la porcion de sal de urano que, abrigada por los negros del clisé, no recibió la accion de la luz, y queda fija la imágen. Si despues de bien lavada la prueba con agua pura se quiere que tire á negra, no hay mas que tratarla con una disolucion de cloruro de oro ácido. Se puede obtener igual resultado de la manera siguiente: inmediatamente despues de haber estado ex- puesta á la luz la prueba se la mete en una disolucion de biclo- ruro de mercurio, dejandola metida algunos minutos sólo, más 0 ménos segun lo que duró la exposicion, que debe ser tres ve- ces más larga que en el primer caso, ó cuando se usa el cloruro acido de oro; se la lava con agua pura y se la trata con una di- solucion de azoato de plata, dejandola en ella hasta que se pre- sente bien clara la imágen con hermosos tonos de color negro de ébano; despues se la da agua pura para fijarla. Si despues de la insolacion ó de la exposicion á la luz, se sus- tituye á la disolucion reveladora de azoalo de plata otra de clo- ruro de oro acido, se vera aparecer la imágen al momento de color azul subido; se la fijará lo mismo lavándola con agua pura. Tambien se pueden obtener pruebas negativas para que sir- van de clisé, poniendo en la cámara oscura una hoja de papel impregnada con azoato de plata. Pero es muy lento este método y sólo podrá servir para sacar vistas de monumentos. Las imágenes fotográficas obtenidas como se acaba de ma- nifestar con una sal de urano combinada con otra de oro, plata Ú mercurio, resisten sin borrarse á la accion enérgica de una disolucion hirviendo de cianuro de potasio; sólo el agua regia las allera: siendo por tanto de esperar que serán mucho más es- tables que las fotografías sacadas por los métodos actuales, y que este nuevo modo de imprimir, positivo, tan sencillo como rápido, sea la solucion buscada del problema importantisimo de fijar absolutamente las imágenes fotográficas. A la disolucion de azoato de urano se puede sustituir otra de acido tártrico. Tambien aparecerá la imágen tratando el papel asolado con una disolucion de azoalo de plata, pero más lenta- 240 mente, á no ser que intervenga la accion de un calor de 30* á 40%. La elevacion de temperatura, util sólo cuando el agente re- velador es una sal de plata, se hace precisa cuando se quiere ma- nifestar la imágen valiéndose de sal de oro. El calor hace funcio- nes en este caso de agente excitador, y comparte esta propiedad con otros agentes naturales, la humedad v. g., como luego se dirá. Un dibujo trazado en una hoja de carton con una disolucion de azoato de urano ó de ácido tártrico, expuesto á la luz ó aso- lado, y aplicado en una hoja de papel sensible, imprime su imá- gen, y mucho más intensa que cuando estaba trazado el dibujo, como en mis experiencias anteriores, con el sulfato de quinina; y aun creo poder afirmar, en virtud de nuevas y multiplicadas experiencias, que si con el sulfato de quinina he obtenido imá- genes algo intensas, era porque operaba con sulfalo disuelto en ácido tártrico; porque operando con una disolucion de sulfato de quinina disuello en ázido azóico ó sulfúrico, son débiles y su- perficiales las imágenes obtenidas. Si el dibujo trazado en carton con la disolucion de urano Ó de ácido tartrico está hecho de primera, se reproducirá á dis- tancia en el papel sensible, en especial si es algo alta la tempera- tura. Las experiencias siguientes manifiestan cuánto intluye el calor. Recubriendo con una placa metálica calentada á 50* todo el carton que tiene el dibujo asolado y la hoja sensible prepara- da con el cloruro de plata, he visto aparecer la imágen en pocos minutos, mientras que hubiera sido menester esperar dos ó tres horas, de ser cero la temperatura, para ver una impresion ligera, y 24 horas ó más para obtener el maximo de accion. He tomado dos pedazos de un mismo papel sensible; he puesto uno sobre una placa metálica calentada á cosa de 60%, otro sobre un már- mol a 0% de temperatura, y he visto, siendo iguales las condicio- nes de luz, ennegrecerse mucho más pronto el pedazo puesto sobre la placa que el puesto sobre el mármol. He repetido con papeles ó cartones impregnados con urano 0 acido tárbrico mis experiencias primeras sobre el almacenage de la luz en tubos, y he obtenido resultados mucho más marca- dos, especialmente con el ácido tártrico, que reduce con ménos facilidad que el urano las sales de oro y plata, pero que da mayor radiacion. 241 Expongo á la luz solar una hoja de carton muy impregnada con dos ó tres capas de una disolucion de ácido tártrico, 0 de una sal de urano; despues de asolada tapizo con el carton el interior de un tubo de hoja de lata bastante largo y de poco diá- metro, cierro herméticamente el tubo, y veo que al cabo de mucho tiempo impresiona el carton como el primer dia al papel sensible preparado con cloruro de plata. A la temperatura del ambiente se necesitan 24 horas para obtener el máximo efec- lo; pero si despues de echar en el tubo unas cuantas gotas de agua para humedecer ligeramente la hoja de carton se le cierra, se le expone á 40 6 50” de temperatura, se le abre y se aplica su boca á la hoja de papel sensible, bastarán pocos minulos para obtener una imagen circular de la boca, tan marcada como si se hubiese expuesto al sol el papel sensible. Sólo sale bien una vez la experiencia; esto es, parece que la luz se haya ido toda del carton, y que para obtener otra imágen se necesile recurrir á otra insolacion. Las sales de urano son muy fluorescentes, como se sabe, y el azoato de urano cristalizado es además muy fosforescente por percusion; pero he visto con la lampara eléctrica que el ácido tártrico puro no es fluorescente de ningun modo, ó que no se pone nada luminoso en virtud de la accion de los rayos más refrangibles del espectro obtenido con la luz eléctrica, 0 de la accion de la luz solar; tampoco he podido descubrir fosfores- cencia alguna en cristales de ácido lártrico. No cabe pues atri- buir sólo á la fosforescencia ó la fluorescencia la notable pro- piedad que disfrutan las disoluciones de urano y de ácido tár- trico de saturarse en cierto modo de luz. He dado con varias sustancias pedazos de carton, y obtenido resultados muy diversos. Con unas es grandísima la diferente impresion entre la parte asolada y la que nolo está, tratadas am- bas con una disolucion de azoalo de plata; con otras apenas se nota diferencia; con otras, en fin, no se ve diferencia, no obstante impresionarse rápidamente por influencia de la luz. Entre las primeras citaré el ácido citrico, el oxálico, el sulfato de alúmi- na, el citrato de hierro, los yoduros y los bromuros, el ácido arse- nioso, el tartrato de potasa neutro, el ácido tártrico y la piel TOMO VIII. 16 242 animal, que participan de las propiedades de las sales de urano y del ácido tártrico; entre las segundas, el sulfato de quinina, las tinturas alcohólicas de ortigas (clorofila), de simiente de datura slramonium, de curcuma, la infusion en agua fria de corteza «de castaño de Indias (esculina), el azúcar, el colodion, la gelatina y el engrudo. En suma, he visto evidentemente que los cuer- pos que mejor conservan la actividad que les da la insolacion son, excepto las sales de urano, los menos dispuestos á lá fluo— rescencia. En la tercera clase están los cloruros, el acetato de morfina y el fosfato de amoniaco, que en virtud de la accion reveladora del azoato de plata, dan bellísimos tonos negros; el acido prúsico, el quinato de cal y la morfina, que dan colores de caslaña oscuros. Las experiencias que relato en esta Memoria demuestran en mi concepto de la manera mas evidente, que la luz comunica á ciertas sustancias pegando contra ellas, una verdadera actividad; 0 mejor, que ciertos cuerpos disfrulan la propiedad de almacenar la luz en un estado persistente de actividad. La cantidad de actividad persislenle es mayor ó menor se- gun la naturaleza de la sustancia, la duracion de la exposicion, las circunstancias atmosféricas en que sucede esta, etc.; tiene lí- mites, esto es, hay en cada sustancia un máximo de actividad, y llegada á él, nada añade prolongar la insolacion. Un cuerpo, vuelto activo por insolacion, conserva por más de un dia, en la oscuridad y al aire libre, la facultad de obrar en las sales de oro y plata; la perderá al cabo, pero se le puede dar otra vez asolándole de nuevo, con tal que no se haya alterado 0 modificado su composicion química, como sucede con los yodu- ros y bromuros. El papel impregnado con azoalo de urano presenta una pro- piedad singular: se colorea por influencia de la luz, se descolora luego en la oscuridad al cabo de algunos dias, y se colorea otra vez á la luz: reduce las sales de oro y plata mientras subsiste coloreado. La actividad persistente comunicada á un cuerpo por la luz no se ejercita solo en las sales de oro y plata, sino en varias de las sustancias orgánicas ó inorgánicas que afecta ó que modifica 243 la luz por su accion directa. Así es que un cuerpo vuelto aclivo por la insolación, trasmilirá esta actividad por contacto y en la oscuridad a otro cuerpo, al ácido tártrico, v. gr. El bicromato de potasa se vuelve por esta influencia inso- luble en el agua, como sucederia exponiéndolo al sol; pero el barniz heliográfico de base de betun de Judea y la resina de guayaco resisten á la actividad persistente del papel impregnado con sales de urano y con ácido tártrico y asolado. Me propongo investigar si la actividad persistente determi- nará la combinacion del cloro con el hidrógeno; si se adquirirá en el vacio luminoso, etc. Un grabado mojado y asolado se reproduce muy bien en papel sensible; pero recubriéndolo con algunos milimetros de agua no se reproduce ni aun en una disolucion de una sal de urano ó de ácido tártrico. Mezclada gelatina con una sal de urano y expuesta a la luz, se vuelve insoluble como si se hubiera mezclado con bicromalo de potasa. He visto el notable hecho de que los claros de un grabado impregnado con una sal de urano ó con ácido tártrico, y asolado, se imprimen muy bien en papel sensible preparado con cloruro de plata, sin que los oscuros dejen el menor rastro de accion. Lo mismo sucede con un dibujo de tinta acuosa, y con una hoja de papel ennegrecida con negro de humo. Será curioso estudiar la accion del espectro solar en un carton impregnado con ácido tártrico, que no es fluorescente, ó no se vuelve luminoso por influjo de los rayos ultraviolados ó invisibles: ¿cuáles serán los rayos que despues de la insolacion imprimirán más su imágen, los más notables ó los ménos re- frangibles? La experiencia lo dirá. 244 METEOROLOGIA. 10 0 ——— REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de marzo de 1858. Pulgadas in- BARÓMETRO. y EIUidEl Milímetros. SNE ye A q er tn LORA E 927,769 |705,320 IS (A A iaa 28,040 |712,203 MA IA. SI. E 97,139 |689,319 Oscrlacionmenstal. UIT E PURO! 0,901 | 22,884 máxima diurna (dia 1)..... 0,239 6,072 minima diurna (dia 15)....| 0,020 0,508 Fabr. | Reaum. | Cent. TERMÓMETRO. ao a tc 59 1| 8%93/119,17 máxima (dia 20)........ 62,3/13,46/|16,82 minima (dia 12)......... 37/11 90:531:3,1:1 Oscilacion mensual. .......o.0.o...... 24,6110,93|13,65 máxima diurna (dia 19)....| 37,7/16,75| 20,94 mínima diurna (dia 2). ..... 7,21 3,201 4,00 , Pulg. ingl. | Milímetros. PLUVÍMETRO. Llunia cada en edlime AA 0,708 |17,987 A (Por la Seccion de Ciencias físicas, Francisco GARCIA NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES, GEOLOGIA. Sobre el bosque petrificado que ha descubierto en Radowentz Mr. Goppert; por Mx. HarbixGER. (Cosmos, 29 enero 4838.) En una de las últimas sesiones del Instituto geológico de Austria ha presentado Mr. Haidinger el analisis razonado de un tratado de Mr. Goppert, de Breslau, que ha visto la luz pú- blica hace muy poco, sobre el bosque petrificado de Radowentz, cerca de Adenbach en Bohemia, y sobre el procedimiento na- tural de petrificacion. Este depósito de árboles pelrificados, pertenecientes á la formacion carbonifera, es el más vasto y notable de los hallados en Europa, y aun en el mundo entero. El suelo está cubierto de bosques en gran parte, y cerca de los numerosos manantiales de agua, á las orillas de los bosques y los campos, cementerios, caminos y sendas, es donde se des- cubren los troncos de árboles fósiles. Mr. B. Schroll, comer- ciante y fabricante de Braunau, fué el primero que dió á cono- cer el precioso depósito a Mr. Goppert. El número de troncos petrificados es enorme: en menos de una hectárea de tierra se pueden contar de 20 á 30.000, que se abarcan de una sola mirada, colocándose en la cima de una colina elevada, siendo cási todos comparables con los ejemplares más hermosos que se conservan actualmente en los museos. Uno de los referidos troncos, remitido por Mr. Schroll á Mr. Goppert, tenia 2 metros de circunferencia, otros 2 y 30 centimetros de largo, con peso de 10 quintales. El diámetro más comun es de 60 centimetros; 246 los diámetros de 30 centímetros, y los de 80 á 120 centímetros son unas excepciones. La longitud media es de 2 metros, siendo raras las de 15 á 18 metros: los troncos están rotos lrasversal- mente por lo regular. En los más gordos se advierte en el cen- tro, en la region ocupada por la medula, un espacio vacio de 2 a 3 centimetros de diámetro, teniendo algunos inclinadas 0 tor- cidas 3 6 4 grados las fibras leñosas, como sucede en las coni- feras de los tiempos actuales. Todos los árboles fósiles son de la familia de las abietineas, y género de las araucariadas, muy afines de los árboles de agujas ó árboles verdes del hemis- ferio S. Mr. Goppert ha dado á esta variedad el nombre de Araucariles Schrollianus. En Radowentz no se nola señal al- guna de los psarolitos, que caracterizan á las arenas cupriferas de la formacion permiana ó de las palmeras. El bosque petrifi- cado de que se habla es un verdadero monumento de los tiem- pos primilivos, enteramente igual a los descubiertos en Pondi- cheri, en los terrenos cretáceos, en Java, Anligua y en los desiertos de Siria y Egipto; pero estas últimas petrificaciones corresponden todas al período eoceno, cuando la de Radowentz sube indispulablemente al periodo carbonifero, mucho más an- tiguo. Mr. Haidinger felicita cordialmente á su noble amigo el profesor Goppert por su buena fortuna de haber revelado el pri- mero al mundo cientifico un hecho geológico tan extraordinario, como es la petrificacion de un bosque entero en el seno de las formaciones carboniferas; gloriosa recompensa de una vida con- sagrada por entero al trabajo y estudio ardiente de los secretos de la naturaleza. En la segunda parte de su obra expone Mr. Goppert las ideas que la teoría y la experiencia le han sugerido acerca del procedimiento de petrificacion seguido por la naturaleza. Se trata de una verdadera silicatizacion en vasta escala. ¿Cómo ha podido producirse? Los trabajos más activos y prolongados no han conseguido descubrir silicatizaciones verificadas en los tiem- pos modernos. En todos aquellos antiguos que ha estudiado, ha visto Mr. Goppert que la sustancia vejetal ó celular, en la larga serie de sus trasformaciones, se convierle primero en una masa carbonada morena, en una especie de humus, desapareciendo luego poco á poco por una descomposición cada vez más com- 247 pleta, hasta que llega finalmente la sílice á llenar las células que ocupaba. En los bosques silicatizados que conservan todavía el color moreno se patentiza la presencia de la celular vejetal por medio de la coloracion azul, empleando el yodo y acido sulfú- rico. Pero más adelante desaparece, y deja completamente el puesto á la sílice, que se modela en cierto modo en sus células, lomando y conservando su forma. Los residuos del bosque de Radowentz se hallaban ciertamente en un estado de masa 0 de reblandecimiento cuando se verificó la silicatizacion total, por- que todos están comprimidos elíplicamenle á lo largo, y su su- perficie se halla incrustada de cantos rodados en mayor ó me- nor número de puntos. El ácido carbónico ha sido el principal disolvente de la sílice, pero la solución estaba muy floja ó di- luida; á no ser así, se hubieran formado incrustaciones, como sucede actualmenle y en todas partes cerca de las fuenles cali- zas. Mr. Goppert exije para dicha trasformacion un periodo larguísimo, tanto más cuanto que le ha sido imposible encon- trar ejemplos de silicatizaciones de troncos verificadas en los tiempos históricos; pero de ningun modo juzga necesario recur- rir ala hipótesis, hoy muy en boga, de una duracion de millo- nes de años. (Por la Seccion de Ciencias naturales, Francisco García Navarro.) “23909 PO0on— 248 VARIEDADES. <> BBAL ACADBUNIA DA QUBNAIAS, PREMIOS. —— En el concurso abierto por esta Academia y publicado en la Gaceta del Gobierno de 2 de mayo de 1856, para premiar en el de 1857 al autor de la Memoria que desempeñase satisfactoriamente á juicio de la misma el tema que sigue: De /a fermentacion alcohólica del zumo de la uva, con indicacion de las circunstancias que más influyen en la calidad y conser- vacion de los líquidos resultantes, se presentaron optando al premio siete Memorias, cuyo número, órden de presentacion y lema fueron publica- dos en la Gaceta de 5 de mayo de 1857. Y habiendo procedido la Academia al exámen y calificacion de estas Memorias con el detenimiento que reclama la imparcial censura de obras de esta clase, ha juzgado merecedora del premio á la designada con el núm. 7, presentada en 30 de abril último y cuyo lema es: Ubi notandum..... Nihil fermentare quod non sit. dulce. BEcHEr. habiendo declarado tambien merecedora del accessit la que lleva el nú- mero 5, y fué presentada en 29 del mismo mes de abril con el lema: Altera frumenti quoniam favet, altera Baccho. Densa magis Cerert, rarissima queque Lyeo. En virtud de este acuerdo de la Academia, tomado en sesion general de ayer, y con arreglo á lo establecido en el programa, se abrió con las formalidades y comprobaciones necesarias el pliego que debia contener el nombre del autor de la citada Memoria núm, 7, merecedora del premio, y dentro de él se halló el siguiente escrito: «El autor de la Memoria sobre la fermentacion alcohólica del zumo de la uva, con indicacion de las circunstanciós que más influyen en la - 249 calidad y conservacion de los líquidos resultantes, cuyo lema dice: Jbí notandum..... nihil fermentare quod non sit dulce.—Brcnen, es el infras- erito.» Magiín Bonet y Bonfill. Calle de Santa Catalina, 6, tercero. Madrid, *%/,, 57.» Acto contínuo se hizo lo mismo con el pliego correspondiente á la Memoria núm. 5, merecedora del accessit, y dentro de él se halló lo que sigue: José Elvira. Logroño 26 de abril de 1857.» En su consecuencia, el Excmo. Sr. Presidente proclamó merecedor del premio determinado en el programa al Sr. D. Magin Bonet y Bonfil, como autor de la Memoria núm. 7, y del accessit al Sr. D. José Elvira» por ser el autor de la del núm. 5; anunciando que estos premios se ad- judicarán en la primera sesion pública que celebre la Academia. Por último, y siguiendo lo que el mismo programa expresa, se que- maron en la citada sesion los pliegos que debian contener los nombres de los autores de las Memorias presentadas, y eran las de los números 1, 2, 3, 4 y 6, en las cuales ha notado, sin embargo, la Academia gran copia de conocimientos, erudicion y práctica, si bien no llenan completamente las condiciones del programa. Lo que por acuerdo de la Academia se publica para inteligencia y satisfaccion de los interesados. Madrid 16 de marzo de 1858.=El Secretario perpétuo, Mariano Lo- rente. Nora. Se recuerda que el dia 1.2 de mayo concluye el plazo para presentar Memorias optando á los premios ordinario y extraordinario para el presente año de 1858, cuyos temas son: Premio ordinario. Exponer metódicamente el estado actual de los conocimientos relativos á la resistencia de los materiales de contruccion: señalar las faltas de concordancia entre los supuestos teóricos y los re- sultados de los experimentos: determinar, teniendo en cuenta los hechos ya comprobados por los mismos, las leyes generales de la resistencia en todos los casos, segun la naturaleza de los materiales, ya se considere la carga en reposo, ya en movimiento: deducir de estas leyes generales las fórmulas que deben emplearse en la práctica; y determinar experimental- mente los coeficientes de las mismas para los materiales que más se usan en España. 250 Premio extraordinario. Describir las rocas de una provincia de Es- paña y la marcha progresiva de su descomposicion, determinando las causas que la producen, presentando la análisis cuantitativa de la tierra vegetal formada de sus detritus, y deduciendo de estos conocimientos y demás circunstancias locales las aplicaciones á la agricultura en general, y con especialidad al cultivo de los árboles. Se exceptúan de esta descripcion las provincias que forman los ter- ritorios de Astúrias, Pontevedra y Vizcaya, por haber sido ya premiadas las Memorias respectivas en los años de 1853, 1855 y 1856. PROGRAMA PARA LA ADJUDICACION DE PREMIOS EN EL AÑO DE 1859. —+00909 S 0Ore-— Articuo 1.2 La Academia de Ciencias abre concurso público para adjudicar dos premios, uno ordinario y otro extraordinario, á los autores de las Memorias que desempeñen satisfactoriamente, á juicio de la misma Academia, los temas siguientes: PREMIO ORDINARIO. Determinar gráfica y experimentalmente las modificaciones de aspecto y de estructura que podrán servir de guía para conocer con precision la edad de los vegetales monocotyledóneos leñosos. PREMIO EXTRAORDINARIO. Describir las rocas de una provincia de España y la marcha progresiva de su descomposicion, determinando las causas que la producen, presentando la análisis cualitativa de la tierra vegetal formada de sus detritus, y cuando en todo ó en parte hubiere sedi- mentos cristalinos se analizarán mecánicamente para conocer las diferen- tes especies minerales de que se compone el suelo, asé como la naturaleza y circunstancias del subsuelo ó segunda capa del terreno; deduciendo de es- tos conocimientos y demás circunstancias locales las aplicaciones á la agricultura en general y con especialidad al cultivo de los árboles. Se esceptuan de esta descripcion las provincias que forman los terri- torios de Astúrias, Pontevedra y Vizcaya, por haber sido ya premiadas las Memorias respectivas en los años de 1853, 1855 y 1856. Proponiéndose la Academia, por medio de este concurso, contribuir á que se forme una coleccion de descripciones científicas de todas ó la mayor parte de las provincias de España, ha determinado repetir este tema en lo sucesivo todas cuantas veces la sea posible. 2.7 Se adjudicará tambien un accessit al autor ó autores de las Me- morias cuyo mérito se acerque más al de las premiadas. 251 3.2 El premio, tanto ordinario como-extraordiuario, consistirá en seis mil reales de vellon y una medalla de oro. 4.2 El accessit consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la del premio. 5. El concurso quedará abierto desde el dia de la publicacion de este programa en la Gaceta de Madrid, y cerrado en 1.” de mayo de 1859, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las Me- morias que se presenten. 6.7 Podrán optar á los premios y los accessits todos los que presenten Memorias segun las condiciones aquí establecidas, sean nacionales ó ex- tranjeros, excepto los individuos numerarios de esta Corporacion. 7. Las Memorias habrán de estar escritas en castellano ó latin. 8.2 Estas Memorias se presentarán en pliego cerrado, sin firma ni indicacion del nombre del autor, llevando por encabezamiento el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro tambien cer- rado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y dentro el nombre del autor y lugar de su residencia. 9.2 Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario perpétuo de la Academia, quien dará recibo expresando el lema que los distingue. 10. Designadas las Memorias merecedoras de los premios y accessits, se abrirán acto contínuo los pliegos que tengan los mismos lemas que ellas, para conocer el nombre de sus autores. El Presidente los proclamará, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nombres. 14. En sesion pública se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudiquen los premios y los accessits, que recibirán los agraciados de mano del Presidente. Si no se hallasen en Madrid, podrán delegar per- sona que los reciba en su nombre. 12. No se devolverán las Memorias originales; sin embargo, podrán sacar una copia de ellas en la Secretaría de la Academia los que presen- ten el recibo dado por el Secretario. Madrid 22 de marzo de 1858.—El Secretario perpétuo, Marrano LORENTE. —Estudio de un ferro-carril submarino entre Francia é Inglaterra; por Mr. Thomé de Gamond. El proyecto de la apertura de una comu- nicacion por debajo del Estrecho de la Mancha parece por sí mismo mons— truoso y hasta quimérico, y sin embargo le ha dispensado una acogida el gobierno francés, que obliga á todas las personas reflexivas á tomarlo en consideracion. Una elevada iniciativa lo ha sometido al exámen de una comision oficial mista, compuesta del ministro de obras públicas, y de los consejos generales reunidos de caminos y canales y de minas, auxiliada tambien por un ingeniero hidrógrafo de marina. Con citar los nombres de MM. Elie de Beaumont, Secretario de la Academia de Ciencias, de Mr. Gombes, w 252 director de la Escuela de minas, los de MM. Mallet y Renaud, inspectores generales de caminos y canales, y el de Keller, ingeniero hidrógrafo de marina, comisionados encargados de dicho exámen, es tanto como decir que nada ha perdonado el gobierno francés para que la competencia sea cumplida. Como consecuencia del referido exámen la comision tiene por útil el gasto de 500.000 francos destinado á comprobar y completar el estudio por medio de los trabajos que lo fijen, manifestando además el de- seo de que se consulte al gobierno inglés sobre la participacion que quie- ra tomar en los trabajos preliminares citados. El proyecto se divide en tres partes principales, los medios, el tra- zado, la apertura. 1.7 Medios.—El sistema de terrenos estratificados de la costa fran- cesa en la region del estrecho de Calais, corresponde al período jurásico, cuyas capas continuan buzando por bajo del Estrecho. Cúbrenlas en la mayor parte de su superficie los terrenos cretáceos, cuyo grueso pasa de 200 metros. Dichos terrenos forman actualmente una gran lente que descansa en una cuenca, cuyos bordes y fondo ocupa el terreno jurásico. Debajo de París esta lente de creta, atravesada por el pozo de Grenelle, tiene más de 500 metros de grueso. La lente se presenta mucho más del- gada en Inglaterra, donde la erosion la ha disminuido en su zona supe- rior; apenas excede en el citado pais su potencia de 200 metros. Siendo de tres milésimas la inclinacion general de los terrenos jurási- cos ingleses en Oxforshire, es imposible reducir á un thalweg comun normal la inclinacion de los apuntes franceses, que profundizan hasta siete milésimas, y cuya gran inclinacion autoriza la hipótesis de una gran falla submarina, debida á una dislocacion que ha de haber alterado la horizontalidad de los depósitos bajo el Estrecho. La reiterada exploracion de los bancos del Estrecho ha permitido felizmente reconocer que esas intumescencias submarinas, tenidas hasta el dia por terrenos arenosos, son por el contrario las crestas de colinas su- mergidas que han resistido á la erosion. Examinado de nuevo desde su cúspide el piso jurásico, ha sido posible averiguar que la cuenca oolítica pasa por bajo del Estrecho sin romperse, y calcular la profundidad á que puede hallarse la capa de gran oolita bajo la region de dichos bancos. El exámen de 74 estratos de todos los terrenos que ha de atravesar el tunel al perforarlo, manifiesta que el macizo del estrecho de Calais se compone, en sus dos quintas partes próximamente, de rocas pétreas que son calizas oolíticas, idénticas á las que han servido para la construccion de las catedrales de Francia, y de areniscas muy consistentes, análogas á los adoquines del empedrado de las ciudades francesas. Estas areniscas comprenden dos grupos distintos y separados profundamente, las portlan- dinas, y las verdes del piso cretáceo. El resto del macizo, los tres quin= 253 tos próximamente, son arcillas de tres épocas, que ocupan tres zonas sobrepuestas: la arcilla de C*ford, la gran capa de arcilla de Kim- meridge, de más de 50 metros de grueso, y el weald-clay. La presencia y superposicion alternativa de estas capas colosales en el Estrecho, son al parecer efecto de una disposicion providencial de las más favorables para la perforacion, y ha determinado al autor, despues de examinar seis líneas diferentes, á proponer el trazado del tunel por las formaciones jurásicas. 2. Trazado.—El del tunel submarino parte del continente, bajo el cabo Grinez, y se dirige á la punta Tartware, entre Douvres y Foikstone, pasando por el banco de Varne, donde está proyectada la Estrella de Varne, estacion marítima del tunel. Este punto, en que los trenes po- drán hacer parada á cielo descubierto, consiste en una estacion situada en el fondo de una vasta torre, abierta en el terraplen de un islote artificial construido en la cresta del banco de Varne. A este terraplen se ha de agregar un puerto resguardado por muelles, cuyos malecones dan al mar. El establecimiento del puerto indicado, obra la más monumental del proyecto, es el complemento del tunel sub- marino cuya significacion engrandece, convirtiéndolo en uno de los más poderosos medios de tráfico y circulacion entre los pueblos. En el fondo de la torre de Varne se inscribe un patio de forma elíp- tica. El diámetro mayor de la elipse, en el sentido de la circulacion de los trenes, tiene 200 metros, y la mitad, ó sea sólo 100 metros, el diámetro menor. Desde el fondo de esta estacion espaciosa, con auxilio de una es- piral ascendente, subirán los wagones de mercancías por una pendiente moderada hasta el muelle de la Estrella de Varne, y allí estarán en con- tacto con los buques. Segun el perfil, el trazado del tunel describe una curva subterránea cuyas pendientes, sostenidas siempre á menos de 5 milésimas, son in- feriores con mucho á las de los caminos de hierro explotados. Las vias de acceso del tunel son dos galerías subterráneas inclinadas 7 milésimas. La galería inglesa se dirige desde la estacion de Eastwa- re por un trayecto de 5500 metros á Douvres, donde sale á luz. La de la parte de Francia tiene 8800 metros de longitud entre la estacion de Grinez y la poblacion Marquise, donde se une á cielo raso con dos sec= ciones de empalme, una de las cuales es el camino de París por Boulogne y Amiens; la otra se enlaza cerca de Calais con los caminos de hierro de Bélgica y Alemania. El perfil del tunel descrito bajo el corte geológico habrá de atravesar oblicuamente diferentes pisos de terrenos inclinados, en cuyos límites po- drán producirse infiltraciones normales. Su presencia no debe inspirar al parecer serios temores en la costa de Francia en las tres cuartas partes del trayecto, pero indudablemente será más molesta en la proximidad de 254 la playa inglesa. Las condiciones que presiden á la accion de dichas infil- traciones ofrecen un gran interés. 4 Las diversas capas geológicas que atraviesa el perfil afectan cada una distinto caracter, debido á la naturaleza de las materias removidas por los mares que se sucedieron en otro tiempo en dicho sitio. Por consecuencia, las capas referidas mo son más que la acumulacion de esas materias en forma de limos en el fondo de aquellos mares anteriores. Los limos por la accion del tiempo y una presion considerable se han consolidado sucesivamente como las arcillas, y hasta se han agregado químicamente como las calizas y las areniscas. Pero hay un hecho notabilísimo que se atribuye á la presencia anterior y periódica de un medio líquido sometido á una agitacion muy debil, y es la aparicion, alternando suce- sivamente, de capas considerables de arcilla, perfectamente estratificadas, entre las formaciones de rocas agregadas de calizas y areniscas, sirviendo las arcillas de líneas de separacion. Los mismos depósitos de arcilla descansan casi constantemente en le- chos de arenas movedizas de una escasa agregacion, y por lo cual son unos medios favorables á las infiltraciones capilares del agua. Si solo se hallasen infiltraciones de agua dulce, los obstáculos que ofrece su invasion serian de igual naturaleza, y aun ménos temibles que los vencidos tan victoriosamente en la apertura del tunel de Staltwood. Estando más bajo el plano del macizo que se atraviesa que el plano del mar, es posible que penetren en dichas vias capilares filtraciones de agua marina, iguales á las de agua dulce y en virtud de la misma ley. Pero atendida la corta inclinacion del sistema estratificado, esas filtra— ciones capilares del mar tienen que andar, desde el bisel de apunte sub= marino hasta la galería del tunel, unas distancias variables de 2 4 4000 metros de extension; feliz disposicion natural que les permite, en caso de producirse, librarse de los efectos de la presion directa del mar, volviendo a las condiciones normales de las filtraciones de aguas dulces del conti- nente. ' 3.” Apertura, —La perforacion del tunel, tomada en su acepcion teó- rica absoluta, es la construccion de una galería de mina d través de un sistema de rocas estratificadas por bajo del plano de agua del Océano. Todo induce á ercer que, caso de decidirse la ejecucion, se trate de hacer grandes esfuerzos para llevarla á cabo en el espacio de tiempo más breve posible. De aquí la utilidad, ó mejor dicho la necesidad de atacar la obra por varios puntos á la vez. El plan de ataques múltiplos supone la ereccion, en la masa líquida del Estrecho, de una serie de trece islotes artificiales de masas de piedras conglomeradas por la arcilla, en cuya parte sólida se pondrán trece po- 200 zos de mina revestidos de hierro y mamposterías. En los mismos islotes se instalarán los talleres de extraccion y observatorios para la conexion exterior de las secciones, 6 igualmente para la trasmision rectilínea del eje en las galerías subterráneas. Merced á esta subdivision de la obra en ca- torce secciones, se podrá emprender el ataque parcial en 28 talleres á la vez, cuya longitud no excederá de 1500 metros, y la conclusion del tunel podrá verificarse á los seis años. Primer año. Construccion de los trece islotes y colocacion de los pozos. Segundo año. Apertura de las cinco secciones directoras. Tercero, cuarto, quinto y sexto año. Perforacion de las nueve grandes secciones del tunel. Terminada la obra, como los islotes artificiales se convierten ya en un andamio supérfluo para la explotacion del tunel, propone Mr. Thomé de Gamond que se vuelen las cimas por medio de cámaras de minas, dejan- do así libre el Estrecho. El tunel será un cilindro perfecto con bóveda de sillarejos, que tenga en su arco superior una seccion abierta de 9 metros de ancho por 7 de alto. En el segmento inferior de los cilindros hay inscrito un conducto de ventilacion practicado en un macizo de almendrilla, que sostiene una do- ble via férrea. El coste del tunel submarino, andamios submarinos, apertura y cons- truccion, se calcula, en números redondos, en 112 millones de francos, ó sean 33 kilómetros á 3400 francos por metro. El gasto total hasta poner en explotacion toda la via subirá probablemente á 170 millones. El proyecto de tunel no carece de adversarios. Los hay entre ellos que aseguran que el tunel es imposible, y otros añaden que es inutil. ¡Cuán preferible es á estos argumentos, dice Mr. Thomé de Gamond, la prediccion, no tan magistral, pero de mejor gusto, de un hombre de Esta- do conocido por la jovialidad de su imaginacion, que ocupa una posicion elevadísima en los negocios de su pais! «Este proyecto tendrá buen éxito, decia recientemente, porque es respetable, y cuenta con el favor de todas las señoras de Inglaterra!» A los que sostienen que no puede ejecutarse el proyecto porque es colosal, contesta el autor que no hay parte alguna en la obra que no tenga equivalente realizado en los trabajos hechos desde hace 30 años. Agregando con el pensamiento unos á otros, los túneles de la Bouzanne, Nerthe, Bleekingley, Saltwood y Rolleboise, en el órden indicado, se ob- tendrán equivalentes idénticos por la naturaleza de terrenos, y como otros tantos ejemplos de los grandes anillos del tunel submarino. Pero, ¿ y los islotes del mar? ¿Los islotes? contesta Mr. Thomé; mi- rad á Cherburgo, Plymouth, Argel, y sobre todo á Portland! Los diques 256 representan un total de trabajos mucho más considerables que los treco conos propuestos del Estrecho. Elijanse trece secciones de un solo dique de los citados, arrójense al mar en el Estrecho sobre el mismo eje, y ahí están nuestros islotes. Con la diferencia sin embargo, en favor del pro- yecto, que estas pirámides construidas en alta mar estarán en ella expuestas á una agitacion no tan peligrosa como en la playa litoral, donde es más intensa la que excita la proximidad de las costas. El proyecto es colosal, sí; pero ¿no son igualmente colosales las dos naciones á cuyo cargo está la mision de llevarlo á buen término? —Premios propuestos por la Academia de Ciencias de Bruselas para el año de 1858. 1. Resúmen histórico y crítico de los métodos que se han empleado para describir la figura de la tierra desde las expediciones francesas á Laponia y el Perú. . 2.” Se propende hoy á sustituir el registro de las observaciones de meteorologia y de física del globo por medios mecánicos, á comprobarlas directamente por observadores. Se pide examinar el valor comparativo de ambos medios, atendiendo á su mérito científico, como á los cuidados y gastos que ocasionan. 3." Apreciar y definir el hecho de la penetracion de las partículas sólidas en los tejidos de la economía animal, y determinar las conexiones de este acto con la absorcion. 4. Dar á conocer la manera de reproducirse y desenvolverse la noc- tiluca miliar. 5.” Examinar comparativamente los órganos destinados á la repro- duccion de las criptogamas y las fanerogamas, haciendo resaltar las ana- logías y diferencias que los mismos órganos presentan en estas dos clases de plantas. El premio de cada una de estas cuestiones consiste en una medalla de oro de 600 francos de valor. Las Memorias, escritas en latin, francés ó flamenco, se dirijirán, francas de porte, antes del 20 de setiembre de 1858, á Mr. Quetelet, Secretario perpétuo de la citada Academia. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAyARRo.) A RIA A A AA A A — Editor responsable, Frawcisco Garcia NavaRRO. ES DES, E A A A S N.” 5."—REVISTA DE CIENCIAS. — Mayo 1858. CIENCIAS EXACTAS. —+2009 00000— ASTRONOMIA. —_—— Sobre la teoria de Juan Bernowilla de los dos movimientos de los planetas; por Mr. Hartwi6. (Astron. Nach., t. 41, núm. 968; 4835. Ncuv. Ano. de Math.; noviembre 1857.) y uan Bernouilli fuéel primero que atribuyó el doble movimiento de revolucion y rotacion de los planetas a un choque cuya di- reccion no pasa por el centro de gravedad (Opera omma, l. A, pag. 282; 1742). Tambien fué el primero que dió una idea clara de la órbita cicloidal de las moléculas de un móvil sólido, haciendo observar que en el plano que pasa por el centro de gravedad y direccion de la fuerza impulsiva, describe una ci- clóide ordinaria el centro espontáneo de rotacion; es un circulo de radio igual á la distancia de dicho centro al de gravedad, que se mueve sobre una recta paralela á la direccion de impulsion, Los demas puntos describen ciclóides contraidas ó prolongadas. Sus palabras son las siguientes: Hoc sane futurum prevideo, ut more projectilium (4 quorum gravitate abstrahitur) centrum gravitatis € protinus incipiat mo- veri secundum directionem reclilineam, in qua lunc reperitur, et quidem celeritate uniformi, sicuti jam dudum demonstratum est; atque ¡la, perseverante rotatione, singula relicta puncta des- cribent curvas cycloidales, inter quas illa que ab ipso puncto B describitur est cyclois ordinaria Hugeniana, habens pro tan- gente initiali ipsam A B; ceetere vero omnes sunt cycloides vel TOMO VIII. 17 258 contracte vel protractee, prout a puncto € vel plus vel minus dis- tant quam punctum B (pag. 279). B es el centro espontáneo de rotacion, y A el pié de la perpendicular bajada desde B á la direccion de la fuerza im- pulsiva. Mr. Poinsot ha figurado estos movimientos con dos conos que se mueven uno sobre otro. Bernouilli sólo consideró entre los planetas á la Tierra, Marte, Júpiter y la Luna; Schubert, en su Tratado de astronomía teó- rica (t. 3, 1822) ha hecho el mismo cálculo, añadiendo Venus y Saturno. La siguiente tabla contiene los valores segun Mr. Hartwig, Bernouilli y Schubert. C=centro de gravedad que se toma por centro del planeta, supuesto esférico, B=>centro de oscilacion, A=pié de la perpendicular bajada desde $ á la direccion de la fuerza impulsiva. Las distancias se hallan expresadas en partes del semidiá- metro del planeta respectivo. Harlwig. Bernouilli. Schubert. A SO o A A | CA CB CA|CB CA CB Venus..10,005243=,1,176,3815] » |» [0,005108—,+,|78,30329 Tierra. .10,006095=,11/65,7053[,:5/6010,006108=,1,|65,48498 Marte. .10,003796=3:45/105,5091,1,/8410,003806=3++/10,509380 Júpiter. [0,37674 == 11,06173] 25 [14 ]0,364736= 5; | 1,096684 Saturno, 10,38754 —=44311,01011H » |» [0,438487= 44 | 1,919997 En la tabla anterior no se advierte marcha alguna regular. No sucede Jo mismo si se elige una unidad comun para todos 259 los planetas expresados, el radio de la tierra por ejemplo; en- tonces se obliene la siguiente tabla. Cb A ol a A 715,3885 A e MN 65,7053 (A) Ie A e ee paa 54,71589 A O 11,9498 EN st E tasado Sabat 9,3236 Aqui se nota que CB disminuye cuando aumenta la distan- . cia del sol. No se se sabe más que de un modo imperfecto cuánto dura la rotacion de Mercurio; suponiendo que sea de 24h Bm, resulta CB=106,260, lo cual conviene con la regla de las distancias. Mr. Hartwig no ha podido hallar una ecuacion sencilla para dichos valores y la distancia, habiendo obtenido sólo la si- guiente relacion trascendente: —I, y=a+bc en la cual z es la distancia al solé y =CB. a= 10,3406 (B) )b=109,9662 c= 1,6393. En virtud de esta fórmula, tomando siempre como unidad el radio terrestre, se liene CB PONE AE e a IAN OS EN 66,8336 (C) MI as 49,6619 JUPLE A Ie alelalale jaa ió sio 13,6230 SPD e EP es IE ATAN 10,5165 260 Calculando los valores extremos que puede tener € $, resulta Máximo. Mínimo. ADO 30 le a isla ac o E 95,9075 — 74,87130 E 66,8181 — 69,6110 (D) Manto Brook la e 60,1253 — 49,8716 A 12,5398 11,3874 A A 9,86270 8,81338 Marte presenta el mayor inlérvalo y tambien el mayor error en la tabla (C), pero el valor en (C) casi conviene con el mínimo | que ofrece (D). Nótase que cada máximo es menor que el mi- nimo del valor precedente: si se quisiera sacar una conclusion para Urano, CB debia ser respecto a este planeta mayor que 8,81338, y por consecuencia el tiempo de su rotacion menor que 13% 15%: por lo tanto se tendria un límile superior, tercer ejemplo del movimiento rápido rotatorio de los planetas situados mas alla de Marte. Bernouilli advirtió ya que el centro de oscilacion B de la Tierra cae en la proximidad de la órbita de la Luna. Videmus hinc punctum B tam procul Terra existere ut B € sit=circiler 60 diametris (1) Terre, atque adeo pertingal us- que ad regionem Lune. Quod an sil wmter raro conlingentia nu- merandum, an vero, ex necessilate aliqua physica, effectui Lune atiribuenda, consequatur, de eo dispiciant physici. Fortassis reperient aliguam ralionem ú motu et distantia Lune repeten- dam, cur molus annuus el diurnus Terre eam inter se habeant re- lationem quam habent, ita ut aliam habere non possint (pag. 283). Tambien sospechó Bernouilli que existia una causa física de esa coincidencia del centro de oscilacion de la Tierra con la ór- bita lunar; pero Schubert adelanta mucho más. Dice: «El fenómeno más sorprendente es el que ofrecen los centros de oscilación de la Tierra y la Luna. Respecto á esta, la »distancia x (CB) es 220,9 semidiámetros suyos, lo cual equi- » vale a0,27293x<220,9, 6 próximamente sesenta semidiámetros (1) Léase semi-diametris. 261 »lerrestres. El centro de oscilacion de la Luna coincide pues »exactamente con el centro de la Tierra, el de esla cae algo más valla de la Luna, valiendo x (CB) sesenta y cinco semidiámetros »de la Tierra. Esta armonía tan sorprendente indica al parecer »un nuevo lazo que une ambos cuerpos, siendo posible que ar- »roje nueva luz sobre esla parte de la astronomia física.» Mr. Hartwig advierte que respecto á la Luna, la coincidencia depende de ser la duracion de su movimiento de rotacion igual ala de su movimiento de revolucion alrededor de la Tierra. Sea con efecto a la distancia de la Luna á la Tierra, expresada en se- midiámetros lunares; 7 el semidiametro de la Luna, expresado en semidiametros de la Tierra; — la paralaje solar, 7 la duracion del movimiento de rotacion; 7' la del movimiento de revolucion; y se tiene, 1 dl 2 CB= eE HA sen. r Í expresado en semidiámetros de la Luna; ó refiriéndolo todo al semidiaámetro de la órbila, pero Elo luego CBSSTE el centro de oscilacion de la Luna debe pues coincidir con el cen- tro de la órbita, que es el de la Tierra. Si, como es probable al parecer, coincide la duracion de los dos movimientos de los sa- télites de Júpiter, debe coincidir tambien el centro de oscilación de todos con el de Júpiter. Mr. Poinsot hace dos objeciones á la teoría de Bernouilli. Primero halla muy particular admitir una sóla fuerza; y luego esa fuerza ha debido ser paralela al ecua= dor del planeta, y tambien á la tangente tirada á la órbita por el lugar del planeta, siendo el afelio y perihelio los únicos pun- los en que la tangente es paralela al plano del ecuador. Por con secuencia es necesario que el planeta se hallase primitivamente en 262 uno de dichos puntos, y que el choque haya sido perpendicular á la linea de los ábsides. Puede contestarse á esto que se supone que la interseccion del ecuador con el plano de la órbita es per- pendicular á la linea de los absides; pero no hay necesidad de admitir semejante hipótesis, en cuyo caso el paralelismo de la tangente á la órbita con el plano del ecuador puede suceder fuera del afelio y perihelio; respecto á la fuerza única, no exisle inconveniente alguno en averiguar cuál ha debido ser la que produjo el doble movimiento observado. Laplace parece que admite la hipótesis de Bernouilli (Meé- canique celeste, t. 1, cap. 7, S. 29; y Exposition du systéme du monde, lib. 3, cap. 5.) (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Frawcisco GARCÍA NAVARRO.) CIENCIAS FISICAS, QUIMICA. Frabajos sobre las sustituciones inversas; por Mr. BertHELor. (L”Institut, 3 junio A857.) Los químicos saben sustituir el hidrógeno con el cloro, bromo y yodo en las suslancias orgánicas, pero aún no pueden resol- ver sino en un corto número de casos particulares el problema inverso, que consiste en regenerar el compuesto primitivo por medio del compuesto trasformado. De cuatro procedimientos se ha hecho uso para lograr este objeto. 1. Mr. Melsens ha convertido el ácido cloracético C*HCI*OQ* en ácido acético C*H*0* por medio de la accion simultánea del agua y la amalgama de polasio; valiéndose del mismo método, ha obtenido Mr. Regnault el gas de los pantanos C?A4* con el per- cloruro de carbono, C*Cl%; trasformacion que no ha tenido sin embargo resultado con los derivados clorados del eter elorhi- drico. El uso de la amalgama de potasio no conviene al parecer sino con los cuerpos clorados de muy facil descomposicion; en los demás casos su accion se ejerce de un modo exclusivo en el agua. 2. Mr. Kolbe ha sustituido tambien el cloro del ácido clora- celico con el hidrógeno; se ha valido de la pila para la operacion, empleando el zinc como electrodo. Por el mismo procedimiento ha logrado una sustitucion semejante en una serie curiosísima de acidos particulares que derivan de la accion del cloro en el sul- furo de carbono. Obsérvese que la pila sólo puede obrar en com- puestos solubles en el agua ó en un líquido conductor. 3. Los éteres yodhídricos C*H*I, C*H*I, C*H"L, atacados 264 por el zinc ó el sodio á una temperatura elevada, pierden su yodo sin sustitucion, suministrando los carburos designados con el nombre de etilo C*ZFF, metilo C*HF, allilo Cs FF, etc. Si se opera con zinc en presencia del agua, se forman carburos particulares, en los cuales el hidrógeno sustituye al yodo del eter vodhídrico: hidruro de etilo C*H1*, gas de pantanos C?H”, propileno CH"; es el ejemplo más extenso de sustitucion inversa que se conoce, y se debe á los trabajos de Mr. Frankland. 4. En los relativos al propileno yodado que he hecho de consuno con Mr. de Luca, dice el autor, he suslituido el yodo ron el hidrógeno valiéndome de un procedimiento particular que ha sido origen del presente trabajo. Consiste dicho procedi- mienlo en producir una doble reaccion en el propileno yodado, CsH*I, con el mercurio y acido clorhídrico usados simullánea- mente: de donde resulta, aun en frio, la formacion de propileno C*H5, yoduro y cloruro de mercurio, cuerpos todos de los que ninguno se produciria en frio bajo el influjo de los agentes an- teriores empleados dos á dos; pero nacen del concurso de varias afinidades que se auxilian mútuamente casi del mismo modo que se producen los cloruros de silicio y boro en la reaccion simul- tánea del cloro, carbon y ácidos bórico y silicico, los cuales to- mados dos á dos no ejercen accion alguna recíproca. Los hechos referidos comprenden todos los ejemplos de susti- tucion inversa que se conocen, siendo facil juzgar cuán limitados y restringidos son casi siempre á casos individuales. Mis trabajos relalivos á la sintesis de los carburos de hidrógeno me han indu- cido á estudiar de una manera más general las sustituciones in- versas: en todos los casos en que he intentado la experiencia, he logrado por medios diversos, ya sustituir con hidrógeno el cloro, yodo y particularmente el bromo en los carburos modifi- cados por sustitucion, ya regenerar los carburos primitivos des- pues de sufrir la accion de los cuerpos haloides. Los procedimientos que he empleado se fundan unas veces en el uso del hidrógeno libre á una alta temperatura, otras en el concurso de dos afinidades simultáneas equivalentes al em- pleo del hidrógeno naciente. I. Hidrógeno libre. Unese este con el cloro de Jos com- puestos clorados casi á la temperatura del rojo cereza; al mismo 265 tiempo se regenera el carburo primitivo. La influencia del ca- lor destruye una parte más ú ménos considerable, pero otra porcion resiste y puede recogerse. Este procedimiento solo es aplicable á las sustancias muy permanentes: circunstancia por la cual conviene á los compuestos en que ha podido sustituirse con cloro todo el hidrógeno, fenómeno que patentiza una gran estabilidad, tanto en el carburo primitivo, como en el cloruro de carbono que deriva de él. La experiencia se verifica vaporizando la sustancia clorada en una corriente de hidrógeno, y dirigiéndolo todo á un tubo de vidrio lleno de piedra pomez, caldeado á una temperatura comprendida entre el rojo cereza y el rojo vivo, segun las cir- cunstancias. En estas condiciones, el protocloruro de carbono C*CI*, y el sesquicloruro de carbono C*+Cl* dan una proporcion considerable de gas olefiante C*11*: AMES (0 CI YO0M=C'H'H 6H CL. El gas olefiante se condensó en bromo con el fin de aislarlo del exceso de hidrógeno á que estaba unido; luego se regeneró con su bromuro por medio de procedimientos que se van á des- cribir muy en breve. El percloruro de carbono €*C1* produjo gas de pantanos (?H* y gas olefiante. El gas de pantanos resulta de una sustitu- cion inversa; ("48 H=C*UHHHC!I. En cuanto al segundo gas debe su origen al parecer á la descomposicion muy cono- cida, y en virtud de la cual se separa el percloruro de carbono caldeado á la temperatura roja en cloro y protocloruro 2C*C1*= OCEFACI. Los tres cloruros de carbono empleados en estos experi- mentos se prepararon por el procedimiento de Mr. Kolbe con auxilio del cloro y sulfuro de carbono, cuyos resultados propor= cionan por consecuencia un método nuevo de preparar el gas olefiante y el de los pantanos por medio de los cuerpos simples de que se componen. La naftalina perclorada €C**C(* ha reproducido la naftalina CH". CACA BAC IPHS HC. 266 Esta regeneración sólo se consigue bien á la temperatura del rojo vivo. A otra más baja una parte del compuesto clorado pasa por los tubos sin alterarse. La misma observacion es apli- cable al cuerpo siguiente. El cloruro de Julin, preparado por medio del sulfuro de carbono, ha reproducido una gran cantidad de cierto cuerpo cristalino que ofrece todos los caracteres de la naflalina, no habiéndose formado en proporcion apreciable carburo alguno gaseoso. Por dicha propiedad, lo mismo que por su olor y su fijeza relativa, debe separarse á mi parecer el cloruro de Julin de la serie del gas olefiante, á la cual se ha agregado hasta ahora, y unirlo á la de la naftalina. Probablemente es un clo- ruro de naftalina perclorada: CC = C”CIH4-C1”; resultado curiosisimo, si se compara con el origen del cloruro de Julin. En efecto, este cuerpo, dotado de gran estabilidad, es al parecer uno de los últimos productos de la descomposicion de los clo- ruros de carbono, probablemente como la naflalina es otro de los últimos productos de la descomposicion de los hidruros de carbono, cuya conclusion está acorde con las ideas de sustitu- ciones que implican cierta analogía de agrupamiento entre las dos series de compuestos. IL. Hidrógeno naciente. Expondré primero los hechos re- lalivos á los bromuros de etileno, propileno, etc., pasando lue- go á otros diversos compuestos. Estos son los primeros cuerpos, origen de los estudios, cuyos resultados son los que aqui re- fiero. 1. Habiendo aislado, en forma de bromuros, los carburos alcohólicos de hidrógeno obtenidos de mezclas gaseosas las más complejas, he hecho ensayos muy variados para regenerar to- dos los carburos de la combinacion, á fin de confirmar su exis- lencia, estudiandola separadamente. La descripcion sucinta de dichos ensayos podrá arrojar alguna luz acerca de la naturaleza de las acciones que han de emplearse con las materias orgá- nicas. Primero he intentado el uso de los metales aislados, tales como el sodio, hierro, zinc y mercurio; pero calentados estos cuerpos a 100%, 200? y 300? con el bromuro de elileno, C*H*Br? no regeneran gas olefiante C*H* en proporcion considerable, 267 formando a lo más etileno monobromado (*11PBr. Por lo tanto, he tenido que recurrir á la accion del hidrógeno naciente. El zinc, caldeado con agua y bromuro de etileno á 300%, regenera el gas olefiante; pero por lo regular es incompleta la sustitucion, estando además mezclado el gas con una grandisi- ma cantidad de hidrógeno libre, cosa que hace peligroso abrir los tubos en que se ha verificado la experiencia. El hidrógeno libre se debe á la descomposicion del agua por el zinc, descom- posicion que se verifica al mismo tiempo que la reaccion que se desea obtener é independientemente de esta última. Dicha independencia de ambas reacciones es una circunstancia des- favorable. Las más veces se opone á una sustitucion completa por concluir antes la descomposicion del agua que la del com- puesto bromado; razon por que he preferido los metales que no descomponen por sí mismos el agua, pero que me han parecido aptos para hacerlo por afinidad compleja mediante el concurso simultáneo del bromuro de etileno. El mercurio, empleado en un principio, ha tenido que des- echarse. En presencia del agua ó acido clorhídrico, casi no obra sino á una temperatura superior á 300”, y en este caso produce ciertas materias negras y una destruccion complicada. Luego se ensayaron el estaño, plomo y cobre, unas veces con agua y otras con polasa y ácido clorhídrico. Estos dos úl- timos agentes producen unas sustituciones incompletas, proba- blemente por las mismas razones indicadas antes respecto al zinc; en cuanto al agua sólo da buen resultado en presencia del cobre. El bromuro de etileno, calentado a 275? con agua y cobre, pierde su bromo y da gas olefiante mezclado con cierta proporcion de hidrógeno y cortas cantidades de óxido de carbono € hidrato de etilo; pero es una reaccion lenta en extremo: para que sea completa se necesitan de 30 á 40 horas de contacto de las materias a 275". Para hacerla más rápida, he tratado de sacar partido de la instabilidad muy sabida del yoduro de etileno, creyendo que con ponerse en condiciones tales que tendiera á formarse dicho compuesto, se realizaria con mayor facilidad la regeneración del gas olefiante. A este fin dispuse una doble reaccion simultánea a 275? del bromuro de etileno, cobre, agua y voduro de potasio; 268 debiendo concurrir al resultado la afinidad enteramente espe- cial del yodo hácia el cobre. Bajo condiciones tales la reaccion es completa al cabo de 12 a 15 horas, produciendo gas olefiante mezclado con algo de hi- druro de etilo, y más á menudo con hidrógeno, óxido de carbono y aun con ácido carbónico. Estos últimos gases resultan de una descomposicion especial que sufre una parte del bromuro de etileno: su presencia, como tambien los hechos que siguen, prue- ban que la reccion es algo más complicada que la indicada por las consideraciones precedentes; sin embargo representan el sentido general de los fenómenos. Despues de practicadas las experiencias referidas, he que- rido averiguar los resullados que produciria la supresion del cobre: al intento produje una reaccion a 275” con una mezcla de bromuro de etileno, agua y yoduro de potasio, y vi que el bro- muro de etileno se descomponia aun así con desprendimiento de una parte del yodo del yoduro de potasio; pero el gas produ- cido consistia principalmente en hidruro de etilo, (4 H*, mez- clado con una proporcion variable de gas olefiante, ácido car- bónico y frecuentemente hidrógeno y óxido de carbono. De este modo, por la influencia del agua y yoduro de potasio sustituye el hidrógeno al bromo del bromuro de etileno, resultado sin- sular, pero que procede al parecer de causas análogas á las que obran en las reacciones precedentes. Una parte del mismo com- puesto orgánico sustituye al cobre y se oxida á expensas del agua, como lo prueba la formacion del ácido carbónico; al mismo tiempo, el agua descompuesta suministra hidrógeno naciente que reduce el bromo sustituyéndole en el resto del bromuro de etileno. El yoduro de potasio serviria de inlermedio en este fe- nómeno doble, experimentando una doble descomposición con el bromuro de etileno, de donde resulta yodo libre, que tiende a obrar por último en Jos dos elementos del agua, y por conse- cuencia a oxidar por una parte y á hidrogenar por otra el com- puesto orgánico. Cualquiera que sea el valor de estas explicacio- nes, no deja de ser un hecho de observacion que el bromuro de etileno se trasforma en hidruro de etilo por la reaccion simul- tánea del yoduro de potasio y del agua a 2750. Me parece util dar algunos detalles relalivos á las manipu- 269 laciones con cuyo auxilio pueden realizarse estas diversas expe- riencias. En un tubo de vidrio, de capacidad de 100 á 150 cen- timetros cúbicos, y cerrado por un extremo, se introducen; 1.2 de 8 a 10 gramos de yoduro de potasio pulverizado; 2.2 una ampolla con 1 á 2 gramos de bromuro de etileno tapada al so- plele; 3.* otra ampolla con 1 á 2 gramos de agua y cerrada en la misma forma; 4. una cantidad suficiente de cobre laminado en hojuelas muy ténues, cuya cantidad depende del grueso del cobre, que casi obra solo por su superficie. Hecho esto, se adel- gaza con precaucion el tubo al soplete, de modo que se consiga en su extremo abierto un ahuecamiento entre dos partes capi- lares. Todo este trabajo ha de hacerse de modo que no se dis- minuya en ningun punto la relacion entre el grueso del vidrio y su diámetro interior, antes por el contrario que aumente. Con auxilio de goma elástica se adapta la parte inflada á un tubo de plomo que comunica con una máquina neumática, y se pro- duce el vacio tan exactamente como se pueda; luego se cierra á la lampara el tubo por la parte adelgazada comprendida entre el ahuecamiento y la parte principal; cuya soldadura ha de ha- cerse conservando una punta lo más aguda posible, para abrir luego el tubo sin peligro. Despues se agita vivamente dicho tubo, de suerte que se rompan las ampollas y se mezclen las sustan- cias que contienen, introduciéndolo luego en otro tubo de hier- ro con tapa de tornillo, y se calienta en baño de aceite á 2750 por espacio de 12 á 15 horas (1). No se debe pasar mucho de esta temperatura, so pena de destruccion parcial de los carburos de hidrógeno. Ahora sólo falta ya abrir los tubos y analizar los gases. El tubo de vidrio se saca con precaucion del otro de hierro en que está metido, luego se entra en una probeta puesta en la cuba de mercurio; el tubo sube entonces rápidamente y con el choque se rompe su punta, desprendiéndose al momento los ga— ses que contenia. Operando con 10 6 12 tubos á la vez, se pue- (1) Respecto á las precauciones que han de tomarse para calentar los cuerpos en vasos cerrados, véase el Journal de Pharmacie, 3.” serie, XXIIIL 351 (1853). 270 den recoger varios litros de gas y someterlos á un estudio com- _pleto. En otra parte he explicado los métodos adecuados para el análisis de las mezclas gaseosas obtenidas en estas reac- ciones. En resúmen, el bromuro de etileno, C*H1*Br* calentado a 275” con cobre, agua y yoduro de potasio, regenera principal- mente el gas olefiante, C*H1*, que lo ha formado; si se calienta con agua y yoduro de potasio, produce con especialidad hidruro de etilo C*17*, compuesto en que el hidrógeno sustituye al bro- mo del bromuro de etileno. Por este medio se consigue en de- finitiva agregar hidrógeno al gas olefiante. Todas estas reaccio- nes son tanto más marcadas cuanto mayor sea la lentitud con que se opere á una temperatura muy próxima a 275". El bromuro de propileno, C*/H1*Br* ofrece unas reacciones análogas. En efecto, calentándolo á 275” con cobre, agua y yo- duro de potasio, regenera principalmente el propileno, (44%, que lo ha producido; calentado con agua y yoduro de potasio, forma sobre todo hidruro de propilo, C*H1*, compuesto en que el hi- drógeno sustituye al bromo y bromuro de propileno. El bromuro de butileno C*A* Br” y el de amileno (**H** Br? calentados á 275% con cobre, agua y yoduro de potasio, han re- producido igualmente el butileno, C*H%, y el amileno, C*HA*, de que habian provenido. De esta manera, por los procedimientos que acabo de expo- ner, pueden aislarse los carburos alcohólicos, etileno, propileno, butileno y amileno, contenidos en una mezcla gaseosa, separar- los entre si en forma de bromuros, y luego regenerarlos en el es- tado gaseoso que tenian en un principio. 2. Tambien he tratado de extender la aplicacion de los mis- mos métodos á otros compuestos, como el licor de los holandeses, cloroformo, bromoformo, yodoformo, percloruro de carbono, bromuro de propileno bromado, y la triclorhidrina. El licor de los holandeses ó cloruro de etileno, C*H4C4, es mucho más dificil de descomponer completamente que el bro- muro de etileno. Sin embargo, calentandolo a 275", bien con cobre, agua y yoduro de potasio, bien con agua y yoduro de potasio, se regenera cierta cantidad de gas olefiante; pero resul- tando mezclado este con etileno monoclorado, C*H*CI. 271 El cloroformo, C*HCI*, broroformo, C*HBr, y yodoformo, C=HI* descompuestos, ya con el zinc sólo, ya con cobre, agua y yoduro de polasio, ya con agua y yoduro de potasio única- mente, producen una mezcla'de gas de pantanos, C*H*, hidró- geno, y en los dos últimos casos, de óxido] de carbono y ácido carbónico; al mismo tiempo se forma en corta cantidad un com- puesto gaseoso ó muy volatil, absorbible por el bromo, cuya naturaleza y origen no se han podido determinar con seguridad (formilo, C* A”). El percloruro de carbono, C*Cl*, calentado con yoduro de potasio, cobre y agua, ha dado una mezcla de gas de pantanos C?H*, óxido de carbono, hidrógeno y ácido carbónico. El sesquicloruro de carbono, C*C1*, y protocloruro de car- bono, C*C1*, calentados con cobre, yoduro de potasio y agua, producen una mezcla de óxido de carbono y ácido carbónico, con indicios de un gas ó vapor absorbible por el bromo, y tal vez hidrógeno. Antes hemos visto cómo pueden estos dos com- puestos, tratados al rojo cereza con el hidrógeno libre, regenerar el carburo de hidrógeno, C*A*, á que pertenecen. El bromuro de propileno bromado, C+H3Br”, calentado con yoduro de potasio, cobre y agua, ha regenerado una mezcla de propileno, C*HA*, hidruro de propilo, €C*A18, y acido carbónico; nolandose que los 3 equivalentes de bromo que contiene dicho compuesto pueden sustituirse con otros 3 de hidrógeno. Finalmente, la triclorodrina, C*4A*CI, uno de los éteres clorhídricos de la glicerina, cuerpo isomero con el cloruro de pro- pileno clorado, calentado con yoduro de potasio, cobre y agua, ha producido propileno, C*H*, hidruro de propilo, C*AS, hidró- geno y acido carbónico. Asi pues, se puede por un nuevo me- dio pasar de la glicerina, C*11808, á los carburos de hidrógeno que le corresponden, y quitarle principalmente lodo el oxigeno que contiene, para lo cual basta eliminarlo en forma de agua sustituyéndola con ácido clorhídrico, CHO +6 H0+3 HCI=C9H5CP sustituyendo luego el cloro con hidrógeno. De esta manera se ejerce en definitiva una accion reductora notabilísima por la sen- 272 cillez de su mecanismo, y susceptible probablemente de genera- lizarse (1). La totalidad de reacciones que preceden arroja mayor luz sobre la constitucion de los compuestos clorurados y bromados; confirmando por via sintética las analogías que existen entre el agrupamiento molecular de dichos compuestos y el de los car- buros de hidrógeno, de donde se derivan por via de susti- tucion. Estudios quimicos del sorgo azucarado; por Mr. LerLav. (Moniteur industriel, 4 marzo 1858.) Mr. Dumas ha leido á la Academia de Ciencias de Paris, en su sesion de 1.? de dicho mes, la siguiente carta que le ha escrito Mr. Leplay. «En setiembre y octubre últimos organicé en el Mediodía de Francia dos fábricas importantes para destilar el sorgo azu- carado, habiendo operado en menos de dos meses en 1.300.000 kilógramos de materia. »En mi práctica industrial he tenido ocasion de observar ciertos hechos que pueden servir para la historia química de la mencionada planta, que á mi parecer está llamada á prestar grandes servicios á nuestras provincias meridionales. »Me apresuro á presentar á la Academia los referidos he- chos, si los considera dignos de su inlerés. »El sorgo empleado en los experimentos se ha cogido par- licularmente en las cercanias de Tolosa, Montauban , Car- casona y Narbona, habiéndose cultivado en los terrenos de (1) Fundándome en estos procedimientos, he hecho algunos ensayos para trasformar los ácidos en los carburos correspondientes de otra ma- nera que no fuese la destilacion seca; de este modo, el ácido butírico, C8H801, tratado con un gran exceso de perbromuro de fósforo, suministra un compuesto particular, destructible con la potasa y aun con el agua, que es al parecer el tribromuro butírico, C947 Br?. He tratado de quitar el bromo á este compuesto y sustituirlo con hidrógeno para obtener los carburos, C9H8 y CH, 273 aluvion lindantes con el canal lateral del Garona y el del Me- diodia. Su siembra se verificó en dichos paises bajo diversas in- fluencias en los meses de abril, mayo, junio y julio. El sorgo sembrado en abril y mayo ha dado un grano con todos los caracteres de perfecta madurez; sólo una parte del sembrado en junio ha producido otro grano ligeramente colo- reado; finalmente, toda la siembra de julio ha dado resultados poco satisfactorios: paralizada su vejetacion por los frios de no- viembre, no ha tenido tiempo el grano de desarrollarse. Asi que, los campos de sorgo ofrecian entre si durante los meses de setiembre, octubre y noviembre unas diferencias muy marcadas, tanto en el desarrollo de la planta como en el grado de madurez del grano. He querido utilizar semejante estado de cosas para estudiar en la caña, á diferentes grados de vejelacion, las principales cuestiones que interesan á las dos industrias de la fabricacion del azúcar y alcohol de sorgo. Ante todo he tratado de saber la cantidad relativa de los diferentes elementos de la caña bajo el punto de vista del jugo y materias insolubles, su riqueza sacarina, y la naturaleza de azúcar que contiene. Y ha resultado en primer lugar, de las numerosas experien- cias que he hecho, que la cantidad de materias sólidas que pro- ducen las cañas de sorgo por la desecacion aumenta sucesiva menle de un modo bastante regular desde la formacion de la principal hasta la madurez del grano, sea cualquiera el terreno en que haya vejetado la planta. La desecacion de las cañas de sorgo separadas se ha hecho en una estufa de agua hirviendo. Los diferentes sorgos ban dado cantidades de residuo muy variables entre sí. Las cañas maduras han producido como números extremos A ts aleral 10,8, 13 por 100 Residuo Seco Mco ccoo 30 4 97 100 100 TOMO VIII. 18 974 Las cañas sin madurar han dado: AQUA o ae oia so o O O A A AI 100 100 Tambien he querido averiguar la cantidad de materia le- ñosa contenida en el residuo sólido. Las cañas de sorgo, elegidas en diversos estados de madu- rez, se han sometido a la accion del rallo. Dividida asi la materia se ha prensado fuertemente para extraerle una parte del jugo; el residuo, despues de prensarlo, se ha lavado con agua fria, luego con tibia, y por último con agua hirviendo, á fin de librar la materia leñosa de todo prin- cipio soluble. Lavada ya así la materia leñosa insoluble, se ha secado á una temperatura de 100* centigrados, dando por residuo seco En el sorgo con espiga sin granar.......... 8 9 En el sorgo con grano perfectamente maduro. 9 » Id. A A o Estos números establecen que la materia leñosa, libre de todo principio soluble en el agua, existe en el sorgo en propor- ciones poco variables entre si, cualquiera que sea por lo demás el grado de madurez del grano. Puede por tanto decirse que el sorgo tiene una parte leñosa ó insoluble en el agua, cuyo peso próximamente es DIR Us ao por 100 Otra parte liquida ó jugo. ...... 91490 100 100 Tambien aparece de estos mismos números, cotejados con los que da la desecacion del sorgo, que si la materia sólida au- 215 menta en las cañas de la planta á medida de la formacion y ma durez del grano, se acumula en el jugo y no en la parte inso- luble del vejelal. Las materias que tiene el jugo en disolucion encierran una gran cantidad de azúcar. Prescindiendo por el momento de su naturaleza, he tratado, por medio de la produccion alcohólica, de examinar cuál era su cantidad total. Las numerosas experiencias que he hecho para resolver esla cuestion, están consignadas en la siguiente tabla. o Sorgo sin madurar. tes 4357, Su procedencia. Ea = 10 | Mas-Grenier, cerca de Montauban.| 445 11. lMadron, cerca de"Tolusa.. 2.3... 4 85 TL Ad USA OA Id RA 180 ri ON AO ERE AS EN E 225 91 E PA AS 225 Setiembre. MONA AMAS TUBO ASE SA, 280 TA A de 310 A AA E IAS 360 1 E A A A 380 UL ME A 71 70 LATE E E 390 SOMO, MODEM BLAN, 430 / 15 |Mas-Grenier, cerca de Montauban.| 460 200 RIOT EFPANOIDA A 470 Air Td ddr e o DA RA 4 65 91 | Madron, cerca de Tolosa. ....... 4:60 OclublEs5-. 99 >: «ld: dd, 20 Y LAME. do 590 MAT PR ii ACTAS MU 520 ads laca it dde ia AA 390 93 |Pont-des-Desmoiselles, id........ 460 9% Dr DRAMA LN AL 490 7 | Madron, cerca de loser: 270 O A e ana 305 Sorgo á medio madurar. 1 O iaa comia eto ota a 680 20 | Madron, cerca de Tolosa. ....... 635 23 | Mas-Grenier, cerca de Montauban.| 7 » | 10 | Mas-Grenier, cerca de Montauban.| 515 Setiembre. | 276 1 ¡Madron, cerca de Tolosa. .......| 430 PE E 0 AD ASA MASA dede ad BALL. Mec ae o elo A Po ONO, CAMAS MS OU SOLD 50 55 Octub 13 | Mas-Grenier, cerca de Montauban.| 670 ne PE 13 |Id. id. (casi maduro).......... 18» 15 «did dise ds A 18 |Madron, cerca de Tolosa. .......| 130 a pe Li MS e e 640 92 | 1d. id. (casí maduro)...........| 130 ad e A IA 715 M Sorgo maduro. AÑ | 10 |Mas-Grenier, cerca de Montauban. Ea 1211 Soerzo de Natbona..si/.!. .Ul.do.. 2 Setiembre. | 0% ads orbe os Doa JB 40 20 | Id. de Villemur. ..............| 880 8 |Pont-des-Desmoiselles, cerca de Tolosa A RA AS 30 9 |Mas-Grenier, cerca de Moniauban.| 970 Gual ld dio ¿da 8 70 a Y LS A 0 a A A A O ZO A A A A 15 |Mas-Grenier, cerca de Montauban. 95 18 |Madron, cerca de Tolosa. ....... 850 19 |Mas-Grenier, cerca de Montauban.| 870 28 | Madron, cerca de Tolosa.........| 850 LI AA A A ; A O O A A A 0) Noviembre 30 UI vinananos deco ión 1940 | | Octubre. . Las cifras que figuran en este cuadro representan el número de litros de alcohol de 907 centesimales, con referencia a 100 kilógramos de cañas de sorgo. Aumentando dichos números en 3, se tendrá aproximada- mente la cantidad de azúcar contenida en la caña. De la inspeccion del mismo cuadro resulta que cuando está verde la caña y falta aún la panocha, ó apenas se halla formada, sólo hay en ella en cantidades sumamente pequeñas de azúcar, aa Luego el azúcar se acumula en la caña segun adelanta la ve- gelacion y se aproxima más el grano á su madurez. Por lo demás, la composicion del tallo y proporcion de male- ria azucarada depende enteramente del estado de vegetacion de la planta, y no de la época de su recoleccion. Una caña que no ha llegado á granar tiene la misma compo- sicion, ya se coja en setiembre, octubre 0 noviembre, y otra ca- ña madura ha dado siempre rendimientos al máximo, sea cual- quiera el mes en que se haya corlado. Sin embargo, debemos advertir que no conviene que se pase la madurez, pues si no, cuando permanece en pié la caña se pone amarilla, y pierde de su peso y de su azúcar. El grano negruzco sin endurecer y la caña bien conservada con su color, corres- ponden siempre á la mayor abundancia en azúcar. Con ánimo de determinar la naturaleza del azúcar, he que- rido valerme del sacarimetro. Este instrumento, de gran uso hoy, da siempre indicaciones suficientes en muchos casos, y particularmente si se hallan aisla- dos entre sí los azúcares de distintas naturalezas; pero si se quie- re emplear para el analisis de una mezcla de azúcar, se notan varias causas de error, procedentes de las diversas facultades rotalorias de dichos azúcares. Para apreciar su valor en la determinacion del azúcar que contiene el sorgo en las distintas épocas de la madurez del gra- no, he verificado una serie de experiencias sacarimébricas con el jugo extraido de las cañas, comparando con el azúcar que da la fermentacion del mismo jugo. Bajo las condiciones en que he operado, 100 gramos de azú- car blanca del comercio, estufada convenientemente a 100* cen- ligr., disueltos en agua de modo que se obtuvo una disolucion azucarada de 1 litro, han producido un licor tipo, que da en el sacarimetro un desvio de 60% á la derecha, y una riqueza alcohó- lica de-5,5 de volúmen por la fermentacion. Por consecuencia, un desvio de 60* a la derecha y una rique- za alcohólica de 5,5 en jugo, corresponderán a 100 gr. de azúcar por litro. La siguiente tabla resume los resultados de las experiencias ciladas. Act Desvios |Miqueza de Riqueza de azúcar que| Riqueza [azúcar que Estado del Sorgo. ñ corresponde alos. corresponde la derecha. | por litro, por litro. Espiga á medio formar.....| » » 225 40 Id. formada sin grano.....| 16 26 | 180 327 1 Sin madurar. + 2 er TOS UO MA 290 709 A A e da ib 36 4 60 836 MU A e AS 38 460 836 Sorgo casi maduro........| 47 788 680 | 1236 A O 110 7 19279 ld. á medio madurar. ....| 66 110 02% 112 Id. principiando á madurar.| 56 3D Gara TEST AA E dd dl 107 PI AGO Sorgo muy maduro.......| 94 157 97 | 1764 AD A A 130 Sal 1587 A A IÓN 132 148-01:1784 A A 0 133 9 1636 LT RA NS a il 133 95 ¡1277 a a nao De la comparacion de los números que arroja esta tabla re- sulta, que si el sacarimetro no puede servir de medio rigoroso para determinar la naturaleza y cantidad de azúcar contenida en el zumo de sorgo, su uso ha evidenciado sin embargo un hecho importantísimo para el porvenir de la fabricacion del azúcar con el sorgo. Efectivamente, se nota que el sacarimetro indica muy poca Ó ninguna azúcar en el jugo de esta planta antes de madurar, al paso que la fermentacion manifiesta cantidades que varian de 32 á 100 gr. y aun más por litro. Segun se va formando el grano y progresa su madurez, au- menta el desvio á la derecha; y finalmente, cuando es completa su madurez, la riqueza sacarina que manifiesta el desvío á la derecha es inferior en muy poco á la que indica la fermenta= cion para el mismo zumo. De aquí se puede deducir en conclusion que el sorgo con- tiene en las primeros tiempos de su vegetacion un azúcar que 279 no se inclina á derecha ni á izquierda, ó si no una mezcla de azúcares que cada una se inclina á su lado, en proporciones tales que marcan 6 grados en el sacarímetro; pero que el azúcar que se acumula en las cañas durante la formacion y madurez del grano es de las que desvian á derecha, ofreciendo asi los carac- teres del azúcar cristalizable (azúcar de cañas). Para comprobar si el azúcar que da á conocer el desvío á la derecha es un azúcar cristalizable análogo al de cañas, me he valido de uno de los medios recomendados por Mr. Dubrun- faut (1). Dicho medio se halla basado en el diferente modo de obrar los diversos azúcares disueltos en agua, bajo la influencia de los alcalis cáusticos. " ESabido es que los álcalis destruyen todos los azúcares, ex- cepto el crislalizable, que desvía á derecha ó izquierda. Por consiguiente si se trata con la potasa cáustica el zumo de sorgo, cuya produccion alcohólica es conocida, se calienta la mezcla á la temperatura de ebullicion sólo por algunos minutos, se satura la sosa con exceso, y se deja fermentar el liquido sa- turado, la diferencia entre el producto alcohólico obtenido des- pues de la fermentacion y el mismo producto averiguado antes del tratamiento de sosa, indica la cantidad de alcohol correspon- diente al azúcar incristalizable. Estos ensayos, repetidos frecuentemente, nos han dado siem- pre unos números que representan la cantidad de azúcar cris- talizable superiores á los que indica el sacarímetro. Puede por tanto considerarse que el sorgo cuyo grano ha llegado á completa madurez, contiene su azúcar casi exclusiva- mente en estado cristalizable, y en proporcion que excede mu- chas veces del 15 por 100 de su peso. Los resultados expuestos dejar entrever un halagieño por- venir para la fabricacion del azúcar con el sorgo. Hay otra cuestion importantísima tambien para el porvenir del cultivo é industria del sorgo, que hace mucho tiempo es- tamos estudiando, y la tenemos por resuelta: así se podrá no (1) Comptes rendus de l'Institut, 1851, tom. 32. 280 sólo trabajar el sorgo todo el año, sino que será tambien da- ble ir á buscarlo á los puntos más distantes de nuestras fábricas. Alucimos á la desecacion. Este procedimiento, que se practica con buen éxito en la industria de la remolacha, no se ha generalizado en el caso presente, á causa de las dificultades de la operacion y gastos de instalacion. Aplicado al sorgo en las condiciones que lo hemos practica- do, se ha convertido la desecación en un procedimiento poco cortoso de instalacion, fácil de practicar en todo centro de gran eultivo, por medio de aparatos movibles que pueden llevarse con facilidad de un punto á otro. Seco el sorgo de este modo puede conservarse indefinida= mente, lenerse en reserva, y servir para alimento de la fabri- cacion a los doscientos dias de vacacion. Por úllimo, la desecacion hace perder al sorgo 70 por 100 de su peso, disminuyendo de este modo 70 por 100 de lras- porle. Tambien ofrece grandes ventajas, no sólo bajo el punto de vista de la destilacion, sino igualmente bajo el de la fabricacion del azúcar, que se simplifica mucho con el sorgo seco: por tal molivo, nos proponemos practicar desde este año nuestros pro- cedimienlos de desecacion, y fabricar azúcar en uno de nuestros ingenios. FISICA DEL GLOBO. Carta magnética de Europa: determinacion de las constantes may- néticas en el mediodia de Francia y en España; carta de Mr. Lamonr 4 Mx. Et pe Braunonr. (Comptes rendus, 29 marzo 1858.) Regularmente sabreis que el rey de Baviera esta costeando hace años diversos trabajos científicos, y que uno de ellos es levantar una carla magnética de Europa. Para esto era menes- ler determinar las constantes magnéticas en aquellos paises donde no se han hecho todavía bastantes observaciones, espe- cialmente en la parte occidental de Europa, en España, Porltu- 281 gal y el Mediodía de Francia. Se me dió este encargo. Princi- pié á evacuarlo el año de 1856, ciñéndome á algunas estacio- nes del Mediodía de Francia. En la primavera de 1857 fui á España, é hice observaciones en Barcelona, Madrid, Cadiz, Lis- boa, Santiago, Santander y en ciertos puntos intermedios. En Francia hubiera podido conlentarme con determinar las cons- tantes magnéticas en las ciudades principales del Mediodía; pero pensé que no sería inutil hacer tambien algunas observa- ciones en el N., y extendi mis operaciones desde Dunkerque hasta Marsella, y desde Estrasburgo hasta Bayona. A 80 sube el número de estaciones donde he observado en los años de 1856 y 1857, formando una red que coje á España, Portugal v Francia. Como están hechas muchas observaciones magnéticas en el observatorio de París, creí que importaria determinar allí las conslantes magnéticas con mis instrumentos, tanto más cuanto que se construyeron por diferentes principios que los usados hasta el dia en Francia. Pero antes de dar los resultados de mis observaciones, parece preciso indicar el método de reduccion que segui. Por variar de uno á otro dia y de una á otra hora el estado del magnetismo terrestre, no merecerian hoy atencion alguna los resullados que se calcularan sin tener en cuenta tales movimientos. Para eliminar los movimientos magnéticos, adopté el sencillisimo método de deducir de las observaciones que al viajar iba haciendo, no las constantes magnéticas del parage de la observacion, sino la diferencia entre las mismas constantes y las de Munich. Los trabajos emprendidos por Hum- boldt á principios de este siglo, y luego por Gauss, han demos- trado que en nuestras latitudes son casi paralelos los movimien- los magnéticos simultáneos de diversos parages, de suerte que se pueden mirar las diferencias como constantes é independien- tes de las variaciones diarias y anuales. Conforme á este método determiné primero para cada observacion que hacia al viajar los valores correspondientes en Munich, empleando las obser vaciones que se hacen regularmente en nuestro observatorio de hora en hora, y que se vienen continuando sin interrupcion desde el año de 1840; de aquí deduje luego las diferencias entre las constantes de Munich y de los demás parages de observacion. 282 Asi he determinado las diferencias magnéticas entre Mu- nich y Paris. En París hice observaciones el 27 y 28 de agosto de 1856 en el jardin del observatorio; estaba el instrumento en el pabellon del Oeste, y el resullado en declinacion fué: Diferencia: Paris—Munich. ........ +14 42,6. El 28 de abril de 1857 llevé mis instrumentos a Belleville, y los puse en un alto llamado Butle de Chaumont (4.650 me- tros al N. y 3.080 al E. del observatorio). Hice allí observa- ciones, que no puedo reducir aún por ignorar las coordenadas sgeodésicas de las miras terrestres á que referia la direccion de la aguja por estar oculto el sol. Al volver de España el 26 de agosto he observado junto al mismo parage, determinando el azimut mediante el sol, y el resultado fué: Diferencia: Paris—Munich. ........ +14 11',4. El año de 1853 habia hecho ya observaciones en París en el pabellon principal del observatorio, que se imprimieron en el tomo 1.* de mis Trabajos sobre las constantes magnéticas, y dan: Diferencia: Paris—Munich........... +4"141",9 En cuanto á la intensidad horizontal absoluta, hallé en los parages mencionados: Diferencia: Paris—Munich —0,0934...27 y 28 agosto 1856. —0,0965...» 28 abril 1857. (Ob- servacion dudosa.) —0,0961...» 26 agosto 1857. —0,0946...» 15417seliem. 1853. Además de estas observaciones, determiné el 29 de agosto de 1856 la intensidad en un campo abierto 580 metros al $. y 820 al E. del observatorio, y el resultado fué: Diferencia: Paris—Munich. . ......... —0,0966 283 El elemento más dificil de determinar es la inclinacion. He usado un método que tengo publicado hace años, sirvién- dome de dos barras de hierro dulce. Repitiendo la observacion se obtienen en general valores que concuerdan bastante bien; pero no sé por qué fatalidad no ha sido satisfactoria la concor- dancia en Paris. Calculando aparte cada observacion, se tienen ocho valores que estan comprendidos entre 142,7 y 153,4, y cuyo término medio da: Diferencia: Paris—Munich.......... +1%145',6. La determinacion de la inclinacion importa ménos por for- tuna cuando se observan los demás elementos, porque existe (como lo tengo demostrado en el tomo 1.* de mis Trabajos sobre las constantes magnéticas) una razon determinada entre las dife- rencias de inclinacion y las de intensidad, de suerte que se puede inferir la inclinacion de la intensidad. Usando tal razon, saco para diferencia de inclinacion entre Munich y París: +1” 49,2 por las observaciones de Elampes, 1 46,3 por las de Orleans, 1 45,3 por las de Meaux, 1 47,6 por las de Mans, 1 50,6 por las de Angers; el termino medio es 147,8, que no discrepa mucho del valor que da el término medio de las observaciones directas, y por tanto me he decidido á adop- tarlo. Por estar hechas en distintos puntos las observaciones de Paris, es preciso reducirlas á uno mismo, esto es, al pabellon del O. del observatorio. Si se quieren reducir al observalo- rio los elementos magnéticos de un punto situado x minulos al N. é y minutos al E., hay que añadir: 284 Para la declinación. ....... +0',27718x% — +0',4938 y, Para la intensidad horizontal. +0 ,0006667 x—0 ,0001208 y, Para la inclinación. ....... —0,1087x% — +0,1375 y. Despues de haber aplicado las cortas correcciones que dan estas fórmulas, salen para valores definitivos de las diferencias entre Munich y Paris los números siguientes : +4",42,0 —0,0953 41456. Añadiendo estas diferencias á los valores absolutos de las constantes magnéticas dadas por las observaciones de Munich, se pueden deducir los valores absolulos en París para una época determinada: v. gr., las observaciones hechas en Munich el año de 1857 dan los valores medios (correspondientes al 1. de ve julio de 1857) de la declinacion y la intensidad, 14957,7, 1,9710, y asi en Paris, 19305 1,8757. Observamos cada hora las variaciones de la inclinacion, pero como no pasan de =1', me contento con tener en cuenta sólo la variacion secular, y por tanto se tendrá para 1837: En "Munich... cc e O A A e IO y Las observaciones que hice en Madrid dan para la misma época, 2012,5, 2,1716, 617,6, y en Lisboa, 21943',4, 2,2100, 60%40",5. Con arreglo á mis observaciones he trazado las líneas iso- clinas, isodinámicas € isógonas en cartas geográficas, adoptando 285 para la declinación é inclinacion intérvalos de 1%, y para la in- tensidad horizontal de 0,0500. Lo singular de estas líneas es el paralelismo casi completo que manifiestan. Si despues de ha- ber hecho pasar las líneas por los puntos indicados por la ob- servacion se las modifica algo dandoles una curvatura regular, no se halla una estacion sola donde se vea entre las curvas y la observacion una diferencia que pase de una décima parte de un intérvalo. Inflexiones las hay, pero nada de cambios re- pentinos, lo cual prueba que están a gran distancia las causas perturbatrices; las achaco á las irregularidades del núcleo de la tierra, que supongo magnético. Pensaba como muchos fisi- cos que las irregularidades magnéticas provenian de las rocas y demás sustancias ferruginosas de la superficie de la tierra. Pero las observaciones que vengo haciendo en Alemania de 1849 aca, me han hecho renunciar á esta opinion. Verdad es que ciertas sustancias pertenecientes á la superficie de la tierra atraen la aguja, y pueden ocasionar lo que se llama una ¿nfluen- cia local; pero no alcanza esta más que á cortisimas distancias. Cuidando de escoger un parage conveniente para poner los ins- trumentos, se puede estar libre siempre de las influencias lo- cales. Igual resultado obtuve en Francia el año pasado. Las observaciones que hice en Clermont y el Puy concuerdan muy bien con el sistema general, á pesar de haber muchas sustan- cias magnéticas en aquellos sitios. Para reconocer las influencias locales es menester, luego de determinar las constantes magnéticas, escoger olra estacion á 30 6 60 metros distante de la primera, y observar otra vez. Así lo he hecho en todas partes, hasta allí donde no tenia motivo ninguno particular de sospechar influencias locales. Aunque mi viaje tenia solo un objeto meramente científico, he pensado que podria prestar al propio tiempo algun servicio a la navegacion, determinando con exactitud la declinacion de la aguja en los puertos principales de los mares de Francia, España y Portugal, y he obtenido los resultados siguientes: 286 Declinacion de la aguja reducida al 1.* de julio de 1857. OI AO RL II DS, 1645" 0. Marsella. SOLER dep 7 Qette A PORRA A 17 ,50 Barcelona y ATI RIA 18,8 Valencia HI EA UIT 18 ,42 ACA. DELS OS PODER 18 ,34 Cartagena PASTE BRL IS 18 ,40 Klmerña. FABUMEE RATO 0 19,8 A 19 ,46 CAMAS IRIS 20,16 Lisboas.E4 IRIS IPS LAVA 9 ,43 Doro (UI IMA 22,10 A A 22,317 LACUSTRE 92 ,46 Santander” URIEL IVISES 90 ,55 Baron ULETTAOA SURTS E 20,4 o A A 20,3 * Rocheforl........ JA EUICO 0 920,97 Names ISR SUDOR 91-41 Brent OU. IE TORO 5. CRTIDOR 29:33 * Cherburgo eco e A 21 ,38 A A 920,54 * CAER, 14 RA (OLE 920,25 Dunkerque.........ooo.oocdo.. 20,10 La estrellita indica los puntos donde se determinó por in- terpolacion la direccion magnética: en los demás se halló por observaciones directas. La disminucion secular es de 7 minu- tos al año. (Por la Seccion de Ciencias físicas, Francisco GARCÍA NAVARRO.) NA CIENCIAS NATURALES. e) HIDROGRAPFIA. K_——- Geografía fisica del mar (1). El Océano Atlantico. (Revista británica; enero 1858.) Entre todos los titulos de gloria conquistados por el vene- rable Humboldt, ninguno hay tan fundado ó que le corresponda con más razon como el de sus trabajos sobre la historia y la geografía fisica de nuestro globo. El globo ha sido para él algo más que una simple descripcion superficial de continentes y mares, montañas y rios, de divisiones terrestres y otros li- miles artificiales. Sus trabajos han abrazado, bajo un plan y puntos de vista más generales y mejor estudiados que hasta en- tonces se habia hecho, los grandes caracteres físicos de la super- ficie terrestre, únicos que pueden iniciarnos en el conocimiento de las variaciones que ha sufrido 0 experimenta aún, en el de los elementos y fuerzas naturales cuya accion ha concurrido ó contribuye á producir esas variaciones, y en el de los agentes y medios que les han puesto un límite y sostienen la estabilidad general (2). Ningun ramo de la geografía fisica ha contribuido tanto á darnos á conocer el estado actual del globo como la geología, [ (1) The Physical Geography of the Sea, por el teniente Maury, de la marina de los Estados-Unidos; Londres y Nueva-York, 1856.—.4rctic Explorations in the years 1853, 1854 et 1855, por el Dr. Kanc, de la indicada marina; Filadelfia, 1856.—Considérations générales sur ' Océan Atlantique, por Philippe de Kerhallet; París, 1853. (2) Entre los escritores que han seguido los pasos de Humboldt, cuyas obras han dado á la geografía física el caracter de ciencia, merecen citarse Mistres Somerville y sus admirables trabajos; el aleman Berghaus, auto 288 con sus conclusiones maravillosas que ha sabido deducir del estado de este mismo globo en ciertas épocas anteriores. Tales son: la facultad adquirida, con auxilio de los restos fósiles, de identificar capas situadas en localidades las más distantes en- tre si, determinando tambien la época comun de ciertos estados 0 variaciones de la costra terrestre; el descubrimiento de datos que prueban el levantamiento gradual de ciertas partes de la superficie del globo y la depresion lenta de otras; las pruebas sacadas de la inclinacion é inflexiones de diferentes capas, de las modificaciones que han sufrido las capas más antiguas, de la posicion y elevacion de las rocas no estratificadas, de qué causas subterráneas han provenido diversas variaciones más bruscas y violentas; las influencias ejercidas en el clima por la direccion y otros caracteres de las corailleras de montañas, por la elevacion de las tierras sobre el nivel del mar, ó su depresion bajo ese mismo nivel; finalmente, la historia entera de las for- maciones de corales, merced a las que, y gracias al lento trabajo de animalillos microscópicos, salen de las profundidades del Océano arrecifes é islas que sirven de habitacion á otros seres de un órden superior. La rápida extension que han tomado todas las ciencias en estos últimos años ha introducido naturalmente ciertas subdivi- siones en la geografía física, en cuyo número se cuenta la geo- grafía fisica del mar. Bajo este titulo, propuesto por Humboldt, el teniente Maury, autor de la obra citada al principio del articu- lo (1), comprende todo lo relativo al gran dominio de las aguas en la superficie del globo; los océanos, mares, lagos en que se de un buen 4tlas físico; finalmente, Mr. A. Keith Johnson, que ha publi- cado en Inglaterra su 4tlas físico de los fenómenos naturales, obra que no puede elogiarse suficientemente. (1) El teniente Maury, agregado al observatorio nacional de Was- hington con el caracter de superintendente. publicó hace algunos años, con el título de Cartas de los vientos y corrientes, una obra justamente apre- ciada por los navegantes. Ha sido el principal promovedor de la conferen- cia celebrada en Bruselas el año 1853, á la cual concurrieron repre- sentantes de casi todas las naciones marítimas, y enla que se adoptaron los planes para un sistema comun de observaciones náuticas, del que se esperan los más felices resultados. 289 hallan distribuidas; su diferente profundidad, temperatura y grado de relacion; las corrientes que reinan en ellas de un modo permanente ó periódico; los fenómenos de las mareas; los vien» tos constantes ú irregulares, desde la agradable brisa de los vientos alisios hasta el huracán y ciclon; las leyes de la evapo- racion, aplicadas á las diversas latitudes del mundo de las aguas; la accion no tan conocida, y sin embargo cierta, de las fuerzas magnéticas Ó eléctricas; y la influencia mútua del Océano y la tierra en todas esas acciones y reacciones físicas. Este programa sumario permite apreciar la variedad de objetos que comprende la mencionada subdivision de la ciencia. Y conviene adoptarlo, al parecer con tanta más razon cuanto que son de inmensa im- portancia para los principios y praclica del arte de la navegacion todas las cuestiones que quedan referidas; consideracion del mayor peso, hoy que todas las partes del Océano las surcan na- vios construidos por nuevos modelos, movidos por fuerzas tam- bien nuevas, destinados á nuevos parajes, y que tratan de con- seguir, abriéndose nuevos rumbos, la mayor rapidez en las travesías. El Océano, que era de antes un obstaculo, se ha con- verlido en el camino real de las naciones. Si el vapor ha pro- ducido prodigios en la lierra, no son menores los que ha opera- do en el mar, y esto bajo una forma que excede, en magnitud de fuerza y efecto, á todas las demás operaciones de tan pode- roso agente inventado por el genio del hombre. El hierro, este precioso metal que se aplica á tantos usos en la tierra, nos presta otros tantos servicios en el Océano; con hierro se acaba de cons- truir a nuestra vista el gigantesco edificio que más bien merece el nombre de ciudad marítima flotante que el de navio, empresa cuyo éxito tal vez produzca extrañas revoluciones en el comercio y navegacion de todos los mares del mundo. Quizá sea lamentable que el teniente Maury, que se ha ocu- pado principalmente del Océano Atlantico, no haya principiado su obra con un capitulo preliminar, consagrado á la exposicion de ciertos hechos generales relativos al objeto de sus trabajos. En el número de ellos, citaremos en primera línea la razon pro- porcional entre la tierra y el mar, que es próximamente como 1 á 3; en otros términos, las tres cuarlas partes de la superfi- cie del globo están cubiertas de agua. Luego el otro hecho (im- TOMO VIII. 19 290 : portante porque indica al parecer una disparidad en las fuer zas que han obrado en ambos hemisferios) del gran exceso de tierra en el hemisferio septentrional comparativamente “con: el meridional, exceso que se halla en la proporción de 11.4 4; de donde resultan las curiosas consecuencias de que solo una vi- gesimaséptima parte de la superficie de nuestro globo ocupa tierra en la parte diametralmente opuesta del otro hemisferio; y que la línea del Ecuador que da vuelta á la tierra, tiene en el Océano las cinco sextas partes de su longitud. Aún hay otro modo de apreciar las relaciones locales de la tierra con el mar, y es cortando el globo longitudinalmente por el meridiano de Canarias; resultando que el hemisferio occidental que pro= duce esta biseccion contiene mucho más mar que el hemisferio oriental. Sentado así el hecho principal del gran predominio del agua en la superficie del globo, y determinada aproxima= damente su profundidad, como veremos más adelante, se lle= gan a deducir otras conclusiones de gran interés para la ma- yor parte de los ramos de las ciencias fisicas. Nos Jimilare- mos a indicar una de ellas solamente, que concierne en par- ticular á la teoría geológica del pasado y futuro. La elevacion media de todas las tierras del globo, islas y continentes, llanu= ras y montañas sobre el nivel del mar, se valua por Hum- boldt en algo ménos de 1.000 piés. Laplace ha calculado, por las mareas y otros fenómenos, que la profundidad media de los grandes Océanos de nuestro planeta es por lo ménos de 21.000 piés. De aquí resulta que aun dejando ancho campo para los errores de calculo, podia ser sumergida por completo la tierra y cubierta su masa sólida con una gruesa capa de agua, ofre- ciendo así el aspecto de un globo elíptico de Océano, que con= tinuaria moviéndose en virtud de las mismas leyes que regula- ban antes su carrera en el espacio. Pero dejando aparle estas ideas especulativas, seguiremos el ejemplo del teniente Maury, limitando nuestras observacio- nes a lo relativo al Océano Atlántico, que desempeña un papel tan principal en la geografía fisica del mar. Los dos primeros capítulos de su obra tratan sólo de una corriente del Atlántico, que con el nombre de corriente de golfo ofrece condiciones fi- sicas notabilisimas. 291 «Hay en el Océano un rio, dice el teniente Maury, que »nunca se agota en las mayores sequías, ni jamás le hacen des- »bordarse las más fuertes inundaciones: sus márgenes y lecho »son de agua fria, al paso que su corriente es de agua caliente. » Tiene su origen en el golfo de Méjico, y su desembocadura en »los mares árticos: es la corriente de golfo. No hay en el mundo »otra masa de agua corriente tan magestuosa. Su curso es más »rapido que el del Mississipi ó el de las Amazonas, y su volúmen »mil veces superior al de dichos rios. Sus aguas, á tanta dis- »tancia del golfo como están las costas de la Carolina, son de »un color azul-añil, diferenciándose de un modo tan marcado »del agua comun de mar, que se puede seguir facilmente con »la vista la línea de separacion; muchas veces se puede obser- »var que la mitad de un buque flota en el agua azul de la cor— »riente de golfo, al paso que el agua ordinaria baña la otra mi- »tad: ¡tan clara es la separacion, y tan poca la afinidad de di- »chas aguas! Tal es finalmente la repugnancia, si asi puede »decirse, que tienen las aguas de la corriente de golfo a mez- »clarse con el agua comun del mar.» La descripcion general de la corriente de golfo, dejando aparle por un momento la cuestion de su origen y sus fuentes, es la de una vasta y rápida corriente oceánica, que sale de la cuenca del golfo de Méjico y mar de los Caribes, dobla la punta meridional de la Florida, avanza al Noroeste en direccion casi paralela á la costa de los Estados-Unidos, toca en la extremi- dad meridional de los grandes bancos de Terra-Nova, y en ciertas ocasiones hasta pasa en parte por encima de ellos. Desde alli, ensanchándose considerablemente, atraviesa el Atlántico en loda su amplitud, teniendo su direccion central en las Islas Británicas; y por último, concluye por perderse, extendiéndose por una superficie cada vez mayor, en la bahía de Vizcaya, playas Británicas y en la larga linea de las costas de Noruega. En toda la extension de su no interrumpido curso de muchos millares de millas, conserva la identidad de sus caracteres fi- sicos; la sola diferencia consiste en una cuestion de grado. A medida que sus aguas se mezclan paulatinamente con las otras del mar, se debilita su tinte azul-oscuro, baja su elevada tem- peralura, y disminuye la celeridad de su curso. Pero conside- 292 rada en globo la corriente de golfo, justifica perfectamente la definicion del teniente Maury: un rio en el Océano; definicion tanto más exacta cuanto que es constante y continuo el curso de esa vasta corriente, y que se separa de una manera extraña de la gran masa de las aguas oceánicas, que abriéndose en cierto modo para dejarle paso cuando se lanza con la impetuo- sidad de su impulso primitivo, no por eso dejan de ejercer en él una presion que va disminuyendo poco á poco su fuerza, concluyendo por aniquilar su individualidad. El máximo de celeridad de la corriente de golfo en el punto de desembocadura del paso estrecho de Bemini, que angosta su salida del golfo, es próximamente de cuatro nudos por hora. En la altura del Cabo Hatteras, en la Carolina del Norte, donde tiene 75 millas de anchura, su velocidad se reduce á tres nudos. En el paralelo de los bancos de Terra-Nova sólo es de uno y medio por hora, disminuyendo por grados á medida que la corriente atraviesa el Atlántico. La temperatura de la corriente de golfo sufre variaciones análogas. La mayor que se ha observado es de unos 85” F. (29,4 C.). Entre el Cabo Hatteras y Terra-Nova, la temperatura de la corriente en invierno excede 25? aá30*F. á la del Océano que atraviesa. Ese mismo calor no se pierde por completo al llegar y extenderse la corriente por las costas de la Europa septentrional. Las referidas aguas, afluyendo conlinua= mente de las regiones tropicales, llevan á las Islas Británicas el calor y una humedad abundante; y la Irlanda con especialidad, á la cual van á parar más directamente, debe sin duda á dicha causa algunos de los caracteres particulares de su clima, su hu- medad, verdura y abundante vejetacion. Si es necesario, halla- remos la prueba de la permanencia de estos grandes fenómenos naturales en ciertos pasages curiosos de los geógrafos antiguos, como Pomponio Mela y J. Solino Polihistor, que describieron el suelo y clima de Irlanda hace 1800 años casi como lo describi- ríamos hoy. Pero la influencia de la corriente de golfo no se limita á las Islas Británicas. La temperatura que lleva consigo, por de- cirlo así, se extiende más ó ménos por la costa de Noruega: el as- pecto y producciones de este último pais contrastan singular- mente con las de las lalitudes correspondientes en la América del Norte, Groenlandia y Siberia. Indudablemente contribuyen lam- 293 bien otras causas; pero á nuestro parecer, ninguna en lan gran escala y de una manera tan constante. La influencia de la temperatura de la corriente de golfo en los habitantes del Océano es curiosisima. La ballena huye de sus aguas calientes con tal cuidado, que bastaria su ausencia para conocer su curso, al paso que se la ve en abundancia á los dos lados. Las razones fisicas son indudablemente las mismas que prohiben á ese gran mamífero marino pasar nunca el Ecuador para ir de un hemisferio al otro, hecho que se halla hoy com- probado perfectamente. Las diferentes especies de pescados, cuya carne es apretada y de gusto excelente en la zona más fria de mar que va á lo largo de la costa de América, pierden todas sus buenas cualidades cuando se pescan en la corriente de golfo, que corre paralelamente á dicha zona y en con- tacto con ella. Por otro lado, las producciones marinas más delicadas, bien animales ó vejetales, cuya multiplicación y bienestar favorece el calor, se encuentran con gran variedad en la corriente de golfo aun despues de apartarse de las regio- nes tropicales de donde toma su calor. Así se elaboran y ma- duran alimentos para las ballenas de la region de las Azores, en que se huelga ese coloso de los mares rodeado de aguas más frias en el seno de la abundancia que la naturaleza le ha pre- parado. Aún ofrece la corriente de golfo otras particularidades no ménos notables. En su superficie ó cerca de ella es más elevada la temperatura de sus aguas; y va disminuyendo gradualmente a medida que se baja, de suerte que es probable haya un le- cho ó capa de agua fria entre dichas aguas y el fondo sólido que sirve de sostén al todo. Está probado además que la super- ficie de la corriente no es plana en rigor. Su eje ó parte central se halla algo más elevada que el nivel del resto del Océano; y esta intumescencia le da la forma de techo de doble inclinacion, por el cual se deslizan y corren las aguas á uno y otro lado. Echados unos botes al mar hácia la mitad de la corriente, han sido arrastrados á derecha ó izquierda, segun se encontraban á derecha ó izquierda del eje central. Se ha atribuido este hecho tan extraño al menor peso especifico que tienen en medio de la corriente por hallarse más cálidas. Puede suceder así; pero hay 294 otra causa fisica que se debe tomar en cuenta, á saber: la enor- me presion lateral que ejercen las aguas del Océano en la ex- presada corriente al abrirse paso por entre ellas, presion que tiende a regolfarla hácia la linea de su eje. Los que han vislo el Niágara á 3 millas más bajo de su caida, comprimido de tal modo en una estrecha quebrada, que se halla 412 6 13 piés : más alto el rio por su centro que por las partes laterales, com- prenderán esa influencia hidrodinámica, aun en la vasta escala que ostenta en la corriente de golfo. Sus aguas al salir del mar de los Caribes están al parecer más saladas que las de la parte septentrional del Atlántico que atraviesan; pero no pasando casi de 2 por 100 esa diferencia, no nos atrevemos á creer, como hace el teniente Maury, que el mayor grado de salazon sea la única causa de su tinte azul- OSCUMO. Tampoco podemos admilir sin cierta reserva sus opinio- nes respecto á las cualidades galvánicas probables de esa gran corriente. Es verdad que no tenemos por dudoso que el ele- mento eléctrico que penetra en todo el mundo material bajo una forma ú otra, que comunica el movimiento y la variacion lo mismo a las masas que á las moléculas, y que se desarrolla 0 trasforma por sí mismo en cada uno de esos movimientos 6 variaciones, entre por algo, ya como causa Ó como efeclo, en los fenómenos nalurales de que nos ocupamos en este momento. Pero existe hoy tal tendencia á hacer que intervenga tan pode- roso agente como base de especulaciones vagas y estériles, que desconfiamos siempre que vemos invocar su accion para resol- ver un problema de fisica. A nuestro parecer, no hay razon par- ticular para recurrir á él en el caso actual. Las condiciones fisi- cas de la corriente de golfo, su direccion bien determinada, su fuerza, temperatura, grado de salazon, sus relaciones con los vientos y tempestades del Atlántico, finalmente, su mezcla tar- día con la masa del Océano, pueden atribuirse, con más ó mé- nos probabilidad, 4 otras causas naturales que obren de una manera constante y continua. No pretendemos excluir la electri- cidad del número de dichas causas; pero quisiéramos tener para invocarla pruebas más decisivas que las que nos presenta Mr. Maury. Estas consideraciones nos conducen á la teoria de la cor- 295 riente de golfo, sobre la cual se ha escrito mucho y emitido hipótesis, pero en cuyo apoyo no se han aducido pruebas sufi- cientes. Tal es la opinion ya antigua de que debe su origen á las aguas del Mississipi, que desalojan y llevan por delante una corriente marina fuera de la cuenca del golfo de Méjico. Esta hi- pótesis queda destruida al momento por el simple hecho de la inmensa desproporción que existe entre la causa alegada y el efecto observado. El capitan Livingstone prueba, en efecto, que el volúmen de agua que vierte el Mississipi en el golfo de Méjico apenas: iguala á la trecentésima parte de la que sale por la cor- miente de golfo. Otra hipótesis, á la cual dan cierto peso los nom- bres.del Dr. Franklin y mayor Rennell, es que la corriente de golfo.se debe al empuje de los vientos alísios en la superficie del mar, que regolfan las aguas del Atlántico en la vasta cuenca del golfo de Mejico; de modo que elevando el nivel de las de di- cho golfo, tendria la corriente de golfo el caracter de un inmenso rio que descendiera de ese nivel elevado á otro inferior. El te- niente Maury opone á esta hipótesis objeciones fuertisimas á nuestro parecer; y hasta pretende, segun la profundidad relaliva de la corriente en el paso de Bemini y cabo Halteras, que en vez de bajar del Mediodía al Norte, representa su lecho la superficie de un plano inclinado que baja de Norte á Mediodía, teniendo que subir esta pendiente las capas inferiores de la corriente. De- bemos decir que Maury no da una teoria completa en sustitucion de las hipótesis que echa por tierra; verdad es que es dificil for- mular.una que satisfaga todas las condiciones pedidas, en el estado imperfecto de nuestros conocimientos actuales sobre la accion mútua de las causas diversas que concurren á la produccion de los referidos fenómenos, el Océano, la atmósfera, la rotacion de la tierra sobre su eje, el cambio de estaciones, las mareas, el calor y frio de diferentes regiones; finalmente, las influencias magnélicas ó eléctricas, cuya oscuridad hemos señalado antes. Todos los que están familiarizados con la ciencia hidrodinámica y la teoría de las olas, saben que todas estas cuestiones abrazan problemas cuya solucion exige los cálculos matemáticos de or- den más elevado, fundados en experiencias las más delicadas y en observaciones de la mayor precision; problemas que han ejercitado el talento de los Euler, Lagrange, Poisson, Prony, 296 Cauchy, Weber, Venturi; y en Inglaterra, el de los Brindley, Smeaton, Young, Scot, Russell, etc. La teoria de la corriente de golfo liene muchos puntos de conexion con los grandes pro- blemas indicados, al mismo liempo que la complican sus rela- ciones manifiestas con los poderosos agentes naturales que aca- bamos de enumerar. El fenómeno que nos ocupa no es susceptible al parecer, en el estado actual de las cosas, de una explicacion sencilla y com- pletamente satisfactoria. Es, sí, cierto que la corriente de golfo, segun sus caracteres permanentes, ha de considerarse como par- te de un gran circuito de aguas en el Atlántico, reglado y deter- minado por causas naturales que obran de una manera constan- le. Se puede creer que una de las principales influencias im- dicadas es la tendencia de las aguas polares y ecuatoriales á va- riar ó igualar sus temperaturas respectivas por medio de corrien- tes que cruzan el Océano á diversas profundidades, condicion que existe ciertamente, como lo demuestran al parecer los fenó- menos de esos vientos constantes ó periódicos, que Henan un objeto semejante, sosteniendo el equilibrio necesario de tempe- ratura en el gran mar atmosférico que nos rodea. Y esa relacion con los vientos alisios no es solo una relacion de analogía. No se puede dudar que contribuyen ellos á sostener el curso de esas vastas corrientes ecuatoriales, que partiendo de las costas de Africa y cruzando el Atlántico, se hallan impelidas hácia la parte meridional del mar de los Caribes y golfo de Méjico; y rodean- do luego esta gran cuenca y sus islas, salen por el paso estrecho que separa á Cuba de la Florida, donde toman por la vez pri- mera el nombre de corriente de golfo. Bajo este punto de vista es como se explican mejor todos los caracteres del fenómeno. Si en- tra contínuamente en el golfo una masa de agua, es preeiso que salga de él de una manera igualmente contínua otra masa de agua. Si el paso por que se verifica la salida es estrecho, la fuer- za de la corriente aumentará proporcionalmente al empuje ¿n- cesante que venga de atrás; adquiriendo de este modo fuerza y persistencia suficientes para parlir las aguas del Océano y abrirse paso con direccion á los parajes más septentrionales del hemis- ferio orienlal, llevándoles el calor que haya robado al perpétuo estío de los mares ecuatoriales. 2971 Nos inclinamos á creer que estos rasgos generales abrazan la verdadera teoría de la corriente de golfo, que entraria de esle modo en el sistema de grandes corrientes de circulacion que existen en la superficie del globo, y que si bien deben ser con- secuencia necesaria de las diferencias de temperatura, pueden depender tambien en parte de la influencia de la rotacion diurna de la tierra en su velocidad y direccion segun las di- versas latitudes que recorren. Conocidísima es como una rama de dichos circuitos la corriente ártica, que va desde la bahía de Baffin al Atlántico, arrastrando enormes masas de hielo des- tinadas á derrelirse en las aguas más templadas del Mediodía. La existencia de otra circulacion semejante de aguas en el Pa- cifico, ese otro grande Océano que va de un polo al otro de nuestro globo, aunque sus detalles se han estudiado ménos, viene á confirmar este modo de ver. La prueba muy conocida de las botellas selladas que se arrojan al mar, conteniendo la mencion del sitio y época en que se las ha abandonado á merced de las olas, corrobora aún más directamente la indicada teoría: trasportadas dichas botellas lenta y silenciosamente, pero en di- reccion cierta, suministran indicaciones seguras á los observado- res diseminados por los mares ú playas remotas; mudos inlér- pretes de los fenómenos naturales, prestan por lo regular más servicios que los pensamientos y teorías de los hombres. La carta trazada por el almirante Beechy, que representa el itinerario seguido por más de un ciento de ellas, prueba que todas las aguas ecuatoriales del Atlántico se dirigen al O. hácia el golfo de Mé- jico, para salir luego á la corriente de golfo. Las que se han echado por encima de su borde en medio del Océano, ó en un punto cualquiera de la costa de Africa, se han encontrado, al cabo de cierto tiempo, bien en las Indias occidentales, ya en las playas de las Islas Británicas, ó ya flotando en la corriente intermedia de la corriente de golfo. Y aun hay fundamento para creer que se han visto algunas en el curso de su segundo circuito, detenidas probablemente en las costas de España por el movimiento de N. á S., llevadas á lo largo de la costa de Africa hácia la region ecuatorial, para volver al golfo de Méjico, cruzando segunda vez el Atlántico. La primera carta de las pre- ciosas que acompañan á la obra del teniente Maury, indica el 298 camino seguido por las botellas, y da tambien una idea del sistema de grandes corrientes de que hemos hablado. Siempre que haya una circulacion de aguas en la forma expresada, se debe esperar, por analogía con las mareas y otros fenómenos parecidos, el descubrimiento de un espacio inter- medio tranquilo é inmovil comparativamente. Y en efecto, exisle un espacio de dicha “clase en ese gran torbellino del Océano. El mar de Sargasa (como llaman los navegantes espa- ñoles á la parte central del Atlántico, que se extiende al O. de las Canarias é Islas de Cabo-Verde, y cuya superficie es 1.500 veces mayor que la de la Gran Bretaña) es una especie de vasto estanque donde se juntan todas las yerbas marinas que arrojan en él las corrientes circundantes, y cuya superficie tranquila presenta una verdadera pradería oceánica con las ciladas yer- bas, el fucus natans de los botánicos. En esa region del mar es donde se hallan las prodigiosas especies de fucr, que como el macrocystis pyrifera, echan tallos de 1.000 a 1.500 piés de altura con un dedo de grueso, que se ramifican en Ja superficie en filamentos parecidos a hilo gordo. Tan vasto dominio de la vejetacion marina es, como las aguas del Océano en general, el receptáculo de igual profusion de existencias animales, desde los diminutos organismos fosforescentes, que trasforman las olas en una cresta luminosa, valiendonos de las palabras de Hum- boldt, hasta los seres de mayores dimensiones, de los cuales sacan muchos su sustento sólo de las aguas impregnadas con abundancia de materia animal viviente. La razon y la imagi- nacion se confunden igualmente con el esfuerzo que se necesita hacer para concebir tantos millones de existencias individuales, esa riqueza asombrosa, como dice Cuvier, que cada momento engendra 0 aniquila. No hay fórmula numérica para expresar- los, ni aun aproximadamente; viéndose obligada la ciencia a someter sus deducciones á la ley general, de que todos los ele— mentos de la vida orgánica se hallan en un estado continuo de cambio, mutación y sustitucion bajo nuevas formas y funcio- nes, todo con un fin que debemos suponer sabiamente dispuesto, pero que está fuera de los límites de la inteligencia humana. Es interesante tener una descripcion del mar de Sargasa, trazada por la mano del gran navegante que lo cruzó.el primero 299 yendo al descubrimiento de un nuevo mundo. En una carta es- crita en 1498, cuenta Colon que en todos sus viajes de España a Indias, encontró, á unas cien millas marinas al O. de las Azores, una variacion notabilisima en el aspecto del Océano, lan repentina, que se vale de la palabra raya para designar el límite muy marcado de dicha region característica. El mar se quedaba repentinamente tranquilo € inmovil, sin que casi nunca le agita- se la brisa; presentando en cambio una alfombra de yerbas de te- gido tan prieto, que era de lemer que estuviesen los navios en peligro inmediato de varar en algunos bajos. Cerca de cualro si- elos han trascurrido desde que se presentaron estos fenómenos al ojo atento y observador de Colon, y hoy son todavía lo mismo que eran entonces. Las mismas corrientes reinan ahora en la cuenca del Atlantico; el mismo mar estancado y cubierto de yerbas existe aún en el centro del movimiento circular de las corrientes formadas de esa manera. Y sin embargo, ¡cuánto se ha modificado la existencia del hombre en las playas de ese Océano! ¡Qué de variaciones, mayores todavia, sucederán in- faliblemenle en el curso de los siglos venideros! La mayor par- te de dichas variaciones, y entre ellas algunas de las más con- siderables de las que se verifican en este momento, se deben al mismo Atlántico, y á la permanencia de sus caracleres físicos. No sólo ha servido para el cambio de comunicaciones de ambos hemisferios, sino hasta puede decirse que ha creado en cierto modo el hemisferio occidental, trasladando desde el antiguo mundo al nuevo el torrente de la emigracion humana. Entre los grandes problemas de gobierno y existencia social, algunos esperan su solucion eventual de las razas trasplantadas de ese modo, principalmente de la poderosa nacion de origen inglés, que se ha establecido en el vasto y fértil continente de la América del N. No es posible hablar de la importante materia de la travesía del Atlántico, ya sea con una mira comercial ó con la de la emi- gracion, sin volver de nuevo a la historia de la corriente de golfo. Aunque se haya podido sentir su influjo con frecuencia en la navegacion practica, sin embargo era un hecho que apenas se conocia ni se mencionó claramente antes del tiempo de Franklin, cuya sagacidad, aplicada á ciertos casos especiales, le hizo com- 300 prender al momento la importancia de un conocimiento más exacto de cuanto era relativo á la gran corriente referida. Durante su permanencia en Londres el año de 1770, le consultaron con motivo de una memoria remitida de Boston á los lores del tesoro, quejándose de que los paquebotes de Falmouth gastaban por lo ge- neral, para ir á Boston, quince dias más que los necesarios á los buques ordinarios de comercio para ir de Londres a Rhode-Island, á pesar de ser por lo ménos la distancia en este último caso, de 300 millas más. Franklin consultó con el capitan Folger, balle- nero de Nantuket, que se hallaba entonces casualmente en Lon- dres, y le descifró el misterio. Los capitanes de Rhode-Island, que conocian la corriente de golfo, procuraban huir de esta, ó no abordarla sino en ocasion propicia; al paso que los capitanes de los paquebotes ingleses, sea por ignorancia ó negligencia, ó tal vez seducidos por la temperatura más suave de una línea más meridional de camino, se metian en la corriente, y aun camina- ban en sentido contrario, lo cual lesocasionaba, en ciertos para- ges desu travesia, un retraso de cincuenta ó sesenta millas por dia; la experiencia enseñó al capitan Folger á huir de la cor- riente donde nunca se encuentran ballenas. El Dr. Franklin le exciló á que formase una carta de la corriente de golfo, que mandó grabar, y de la cual se remitieron ejemplares á los ca- pitanes de los paqueboles de Falmouth; pero acostumbrados estos á su antigua rulina, ó quizá despreciando al que les daba tales noticias, no hicieron caso alguno de ellas, y continuaron navegando como en lo antiguo. Franklin fué tambien el primero en designar la temperatura dela corriente de golfo como medio de facilitar la navegacion del Atlántico, particularmente en las costas de América: la línea que separa las aguas templadas de la corriente de las frias del Océano, que la estrechan por ambos lados, es tan marcada y constante, segun hemos dicho, que muchas veces se puede de- ducir de ella la longitud. El teniente Maury asegura,. y con ra- zon estamos persuadidos de ello, que nunca hay en la posicion en longitud de esa línea divisoria una diferencia igual a los er- rores en que incurrian entonces los navegantes en sus cálculos. Tambien nos da una narracion curiosisima de las relaciones de la corriente de golfo, con las tempestades y huracanes de ese 301 Océano; relaciones á que es preciso atribuir su carácter frecuente de lempestades rotatorias ó ciclones, denominacion que tan bien se adapta á este notable fenómeno. »No aseguraré, dice el repetido escrilor, que la corriente de golfo sea absolutamente el genio de las tempestades del Allán- tico, y que su intervencion se extienda á todos los huracanes que nacen en dicho Océano; pero habiendo observado el curso de considerable número de ellos, se ha advertido que van dere- chos á la corriente de golfo. Por medio de los diarios de na- vegacion se han seguido algunos huracanes formados en la costa de Africa hácia los paralelos bajos de 15” y 10” N.; y se los ha visto dirigirse á la corriente de golfo, mudar de camino para acompañarla, cruzar de nuevo el Atlántico en direccion de la corriente, tocando de este modo en las costas de Europa. Tam- bien se han notado al mismo tiempo, por espacio de 8 6 10 dias, unas líneas sembradas de naufragios y desastres. En la reunion de la Asociacion americana para el progreso de las ciencias, en 1854, mencionó Mr. Redfield una de esas sinies- tras vias, reconocida por el mismo, y en la cual contó más de 70 buques desarbolados, averiados ó destruidos por el mismo huracan.» Otro huracan, cuyo camino se ha trazado igualmente, prin- cipió en agosto de 1848, á mas de 1.000 millas de la corriente de golfo, y despues de unirsele directamente, la acompañó por muchos dias en forma de torbellino ú ciclon. Al vapor San Francisco, salido en 1853 de Nueva-York para California con un regimiento de tropas americanas, le asaltó al cruzar la cor- riente de golfo una de esas espantosas rafagas de viento, lleván- dole la misma ola 179 hombres entre oficiales y soldados, que se ahogaron. Las nociones que se tenian ya en aquella circuns- tancia respecto á la direccion de la corriente, su velocidad, limites, etc., facilitaron mucho las medidas adoptadas para ir en busca y auxilio del desgraciado buque. Fácilmente se com- prenderá la importancia de estos hechos y otros muchos aná- logos para la direccion futura de la navegacion del Atlántico; y aunque sea lal vez dificil presentar una explicacion teórica que salisfaga completamente, no cabe poner en duda su valor prác- lico- 302 El capitulo 3.%, 4.2 y 5.2 de la obra de Mr. Maury tratan de la atmósfera considerada en sus diversas relaciones con la seografía fisica del mar, relaciones que expresan los fenómenos de los vientos, la evaporación, lluvias, brumas, temperatura y variaciones eléctricas, materia tan completa como vasta. Por numerosas que hayan sido las observaciones verificadas en estos últimos tiempos, y por perfectas que sean bajo el punto de vista de la escrupulosidad y precision, no puede aún colocarse la me= teorología en el número de las ciencias exactas. Hemos indica- do algunas de las materias que abraza; pero todavía hay otros elementos que vienen á influir en todos los resultados de la ob= servacion, y á complicarlos. El peso del aire es uno de ellos, en- trando como efecto ó causa en la mayor parte de las variaciones atmosféricas: y es preciso tenerlo muy en cuenta en toda teoría de los vientos. Tambien hay las condiciones de electricidad que se manifiestan en los sorprendentes fenómenos del magnetismo, que obran á través y en todas las partes de nuestro globo, sólidas, fluidas y aéreas, presentadas bajo un nuevo aspecto por el des- cubrimiento del Dr. Faraday, de las propiedades magnéticas del oxigeno modificado por el calor. La misma luz, este otro ele- mento sutil, si cabe considerarle como elemento diferente, pue- de afectar hasta cierto punto a la atmósfera, á través de la cual comunica su accion á la tierra y al Océano. En cuanto á la in- fluencia de la luz asociada al calor, ó segun una doctrina mo- derna, convertida en calor, no es posible dudar. Pero los mara- villosos resultados obtenidos por la ciencia de la accion quimica de la luz en las diferentes formas de la fotografía, nos autorizan a creer como posible la existencia de otros efectos análogos, aun- que se hayan ocultado hasta ahora á nuestras investigaciones. Si el oxigeno puede converlirse en ozono á consecuencia de con- diciones eléctricas de la atmósfera, casi no es permitido dudar de que la luz, en sus diversos grados de intensidad, deje de tener influencia hasta en las parles inorgánicas del medio aéreo que atraviesa. Conocida es la facultad prodigiosa que posee de evocar la vida orgánica, cuyos gérmenes abundan en la atmós- fera por todas partes; y aun hay motivo de creer que se extienda ese influjo á diversas profundidades del mar, concurriendo con olras causas á determinar las capas sucesivas de vida animal y 303 vegetal, cuya existencia se halla: demostrada de un modo tan singular por los dragados y sondas de mar practicadas con ese objeto. Si nos hemos separado de nuestro propósito inmediato, ha sido para probar la extraña complicacion de los referidos elementos y relaciones que constituyen la historia de los fenómenos atmos- féricos en el Océano y en la tierra. Las indicadas relaciones son tan íntimas y de tal naturaleza, que apenas cabe variacion en una de ellas sin alterar ó perturbar, más ó ménos, el equilibrio de la totalidad. La ciencia trata de aclarar esos elementos de ac- cion, de obtener á la vez resultados más exactos, y conocer la in- fluencia relativa de cada uno en la produccion de dichos resul= tados. Sin embargo, para conseguirlo es necesario más tiempo y términos medios más generales: hasta entonces debemos con- tinuar reuniendo con paciencia observaciones hechas en lodos los puntos del globo, climas y estaciones, valiéndonos de las teorías provisionales en aquello que puedan servirnos de guia en nuestros trabajos y para ligar los hechos entre si, en tanto que sea posible someterlos á la prueba de leyes generales. Estas consideraciones pueden atenuar, pero no suprimir en- teramente, la critica que pudiera hacerse aqui con fundamento, y tal vez en otras partes tambien, de la obra del teniente Maury. Es muy inclinado a lanzarse en teorías atrevidas, y no siempre separa claramente lo conocido de lo desconocido. Su libro se halla lleno de ideas ingeniosas é indicaciones muy apreciables; pero no están presentadas de una manera bastante metódica para la generalidad de los lectores, que, despues de leer los ca- pítulos de los vientos y las corrientes almósféricas, tal vez se encuentren perdidos en un torbellino de casos, teorias y cues- tiones tan fugaces como el mismo aire que les sirve de tema. Es verdad que debe conocerse que la cuestion de los vientos del Océano, permanentes, periódicos ó variables, es dificilisima y muy complicada. Las diferencias de temperatura entre las re- giones tropicales y las árticas, y el influjo de la rotacion diurna de la lierra en las corrientes que produce dicha causa, nos su- ministran una teoría racional de los vientos alisios. La proxi- midad de los grandes continentes, islas y cordilleras de mon- tañas modifican singularmente los monzones periódicos del 304 Océano Indico; y por más que los conozcan bien los navegan- tes, sin embargo su caracler no es lan cierto, y sí más oscura su interpretacion. Aun es más imperfecto todavía el conoci- miento que tenemos de los vientos variables que se notan en los mares estrechos del globo, y en los cuales vencen las in- fluencias de la tierra á las del Océano. Son unos fenómenos que nos interesan mucho bajo el punto de vista práctico, pero es imposible darles una forma sistemática, atendido el estado actual de la ciencia. Tambien debe advertirse que tomamos sólo de las capas inferiores de la almósfera nuestro conocimiento di- recto de los vientos. El aspecto de las nubes nos ofrece á la vista con frecuencia corrientes diversas ú opuestas, que reinan á la vez á diferentes alturas; hecho que confirman las observaciones aerosláticas. Más allá de esos límites, nos vemos reducidos á simples hipótesis, pero que descansan en deducciones y racioci- nios de tal modo esplicitos, que no cabe duda en considerar las regiones superiores de la atmósfera como cruzadas por corrien- tes de menor densidad, pero tan perfectamente determinadas en cuanto al espacio, tiempo y direccion, como los vientos que barren periódicamente la superficie misma del globo. El equilibrio general se sostiene siempre, lo cual no puede suceder sino por medio de movimientos circulares y contra- corrientes á diferentes elevaciones, segun sus diversas tem- peraturas. La deduccion en tal caso equivale casi á una demos tracion del hecho, cosa que todavia no es posible conseguir por la observacion. No puede decirse lo mismo de cierta doctrina, apadrinada por nombres eminentes, que establece que las ráfagas fuertes de viento y los huracanes de los mares se deben á unas corrientes superiores de aire que se precipitan repentinamente hácia otras de nivel inferior, produciendo los diversos fenómenos de las lem- pestades del Océano por la diferencia de su direccion, tempera- tura y quiza tambien de sus condiciones eléctricas. Hasta ahora es la mejor teoría que se ha propuesto para explicar dichos hura- canes; siendo por tanto una de las numerosas cuesliones meleo- rológicas que quedan abiertas á discusion. Sería abusar de la paciencia de nuestros lectores si nos delu- viéramos mas tiempo á hablar de las repetidas corrientes atmos- 305 Téricas que circundan nuestro globo, y que, segun sus diversas condiciones, favorecen ó contrarían los trabajos del hombre en los mares. La única advertencia que añadiremos sobre esta ma- leria es, que el teniente Maury no insiste quizá lo bastante en su obra respecto á la influencia del peso variable de ese gran Océano aéreo en el de las aguas sometido á su accion. Los que han observado los fenómenos, y conocen la teoría de los seiches en la pequeña cuenca del lago de Ginebra, ó los que han podido ser testigos de las bruscas y frecuentes oscilaciones de un baró- metro de agua de 40 piés, serán capaces de apreciar el elemento de la desigualdad de presion atmosférica aplicado á la superficie acuosa del globo. Tampoco hace Mr. Maury alusion alguna al hecho singular denunciado por sir James Ross de la presion at- mosférica constantemente baja en las altas latitudes meridiona- les; ni de la observacion curiosa del profesor Airey y de Mr. Birt acerca de la elevacion periódica del barómetro en el tras- curso de cada mes á un punto superior al de 30*, elevacion que sugiere la idea de grandes ondas atmosféricas, cuyo movimiento regular se interrumpa por otras más flojas. Solo el porvenir po- drá arrojar luz sobre estas dificultades meteorológicas y otras mil parecidas, que sería imposible resolver ahora con todas las tablas y resultados medios obtenidos hasta hoy. Bajo el Ecuador conviene principalmente estudiar todos los fenómenos de esta clase, porque alli es corta la variacion de la altura meridiana del sol, y la zona que se observa se halla en relacion simétrica con cada hemisferio. La fluctuacion diurna de la presion es asimismo tan regular, que generalmente se puede determinar la hora con solo el auxilio del barómetro, y diferencia de 15 6 16 minutos. Las profundidades del Océano, y los medios empleados para reconocerlas, sirven de materia á un capitulo interesante de la obra de Maury. Hasta estos últimos tiempos eran tan imperfectos dichos métodos, que á pesar de las numerosas sondas practicadas en las grandes profundidades que designan los marinos con el nombre de agua azul, raza vez era posible asegurar que la sonda hubiese llegado realmente al fondo de esos abismos del mar. Respecto al Océano Allántico meridional con más particularidad se han publicado algunos resultados suponiéndolos obtenidos por oficiales ingleses y americanos que indican profundidades con TOMO VIH. 20 306 una variacion de 26 á 50.000 piés, ó de 5 á 9; millas, y en va- rios casos sin tener la seguridad de que la sonda haya llegado al fondo. En esto consiste, á decir verdad, la incertidumbre del procedimiento. Es posible que intervinieran algunas subcorrien- tes, é hicieran desviar de la línea recta de descenso una cuerda ligera con un peso insuficienle; y aun en el caso de que tocase al fondo, aún podian influir en la cuerda dichas corrientes, y ha- cerla variar de un modo muy apreciable de la direccion ver- tical respecto al buque. A los americanos somos deudores de un sistema mejor de son- da. Ante todo se ha conocido que la sondalesa debia ser de un tejido más fuerte y capaz de sostener un peso de sesenta libras por lo menos, suspendido libremente en el aire, estando dividida por nudos de cien brazas. El peso que se usa es simplemente una bala de cañon de 32 á 68 libras, dispuesta de manera que al tocar en tierra se suella de la cuerda; pero al subir ésta lleva consigo un pequeño aparato ingenioso, inventado por Mr. Brooks, de la marina de los Estados-Unidos, que coje al paso algunas muestras del fondo de esos abismos. Algunos experimentos que se han hecho con sondalesas construidas de dicho modo, han permitido formar una escala del tiempo medio gastado en el descenso á diferentes profundidades; escala bastante exacta para indicar muy aproximadamente el momento en que deja la bala de tirar de la cuerda, y por consecuencia, en el que queda ver- daderamenle determinada la profundidad. El resultado de la perfeccion de estos métodos ha sido hasta ahora indicar una profundidad menor que la supuesta en virtud de las sondas anteriores. La mayor que se ha visto hasta ahora ha sido en el Atlántico del Norte, en la orilla meridional de los bancos de Terranova, donde la bala ha llegado al fondo sepa- rándose de la cuerda á 25.000 piés, ó cerca de 5 millas debajo de la superficie. Sin embargo, si es exacto el calculo de La- place, que da 4 millas como profundidad media del Océano, debe haber sitios en que den las sondas profundidades mucho más considerables, y así debemos esperar verlo cuando los navegantes apliquen estos nuevos procedimientos de sonda á los demás grandes Océanos, donde rara vez se ha arrojado el escandallo con una mira puramente cientifica, y en los cuales 307 tambien los fenómenos de islas de corales y volcanes indican prodigiosas desigualdades en el suelo, producidas por causas fisicas que obran en lo interior del globo. Tal vez llegue el dia, por más que parezca distante aún, en que sea posible trazar la carta de esas vastas regiones submarinas de un modo muy aproximado; y quizá se obtengan al mismo tiempo nuevos da- tos acerca de las sorprendentes variaciones, bruscas 0 gradua- les, que ha sufrido la costra de la tierra en el curso de los si- glos en virtud de causas centrales, sobre cuya naturaleza sólo pueden formarse conjeturas en la actualidad. Nunca se ha de perder la esperanza de sacar algun partido de una fuente cual- quiera, por lejana que parezca, porque tienden a manifestarse más y más las relaciones íntimas que unen todas las ciencias fisicas. Citaremos un ejemplo que se refiere precisamente al mismo Océano de que hablamos. En una notable Memoria sobre «las relaciones de las floras y faunas existentes en las Islas Británicas, y variaciones geológicas que han afectado esta parte de la superficie de la tierra, » señala el profesor E. Forbes, en- tre las relaciones curiosas locales de ciertas especies británicas y las de los continentes opuestos más próximos, la identidad de varias especies que pertenecen a la flora del Sudoeste de Irlanda, con otras que la mayor proximidad á que se hallan es en los montes que forman la costa N. de España. De donde deduce por conclusion, fundado en varias razones (y Forbes no es un teórico arriesgado), que la relacion de la flora y fauna británi- cas con las de los paises vecinos procede de inmigracion de las especies de que se trata antes de separarse del continente el suelo que ocupan en la actualidad. Las distancias no son un obstáculo á sus ojos. Traza atrevidamente, pero con gran apa- riencia de probabilidad, una línea de antiguo continente á tra- vés de la bahía de Vizcaya, y bastante más apartada al O. del Atlántico actual. La geologia nos enseña que se han verificado en la configuracion de la tierra y mar numerosas variaciones de la misma clase, y en escala mucho más vasta todavía. Esos cambios, cuya accion cabe suponer que se ha dejado sentir en la Bretaña, aunque se remontan más allá de los recuerdos del hombre, son comparativamente recientes en la historia de la tierra, probablemente posteriores á lo que se llama época mio- 308 cena. Al parecer pueden dar una especie de viso de realidad á la antigua fábula de la Atlántida; pero siéndonos imposible in- vocar aquí relacion alguna de tiempo, nos vemos obligados á dejar que duerma la leyenda en su antigua oscuridad. No podemos, sin embargo, abandonar esta maleria de la profundidad del Atlantico sin aludir a una cuestion que está ligada con ella, y que excede con mucho en magnitud á todas las fabulas de la antigiiedad; hablamos del telégrafo eléctrico que se irala en este momento de poner á través del Atlántico. Si no debe su origen esle proyecto á una serie de sondas veri- ficadas por medio del Océano, al menos se ha estudiado y diri- gido de acuerdo con sus resultados. Dichas sondas, verificadas principalmente bajo la direccion de un oficial americano, el capitan Berryman, han patentizado la existencia entre Terra- nova y la costa occidental de Irlanda de una especie de meseta, que forma el lecho del mar á una profundidad que no pasa en ninguna parle de 2.070 brazas, y lo que es más importante para su destino, que va descendiendo á uno y otro lado con una pendiente muy uniforme al punto de su mayor depresion, que se halla casi a igual distancia de Valencia y San Juan, donde al parecer han de ir a parar los dos extremos oriental y occidental del telégrafo submarino. La distancia real entre am- bos puntos es 1.900 millas, de las cuales 1.500 próximamente forman esa especie de meseta intermedia, que presenta un nivel suave y singularmente uniforme, compuesto principalmente de roca caliza, recubierta en gran parte de conchas microscópicas de los trópicos, y muy adecuado por todos conceptos para reci- bir el maravilloso instrumento de la inteligencia humana que ha de depositarse en el referido álveo submarino. Se ha dicho, con cierto viso de razon, que esas mismas sustancias que for- man el fondo, ó más bien la superticie de la meseta, pueden suministrar al cable eléctrico una capa de argamasa natural, aumentando así la estabilidad de su posicion, y disminuyendo por el contrario las probabilidades de averias 6 de destruccion por los elementos circundantes, y tal vez procurando tambien un medio más perfecto de trasmitir la misma accion eléctrica (1). (1) La construccion del cable submarino se ha descrito repetidas veces, y por lo tanto no es necesario que nos ocupemos de este particular. 300 El descubrimiento del telégrafo eléctrico, por tierra ó por mar, es la aplicacion de un nuevo elemento de poder á los usos del hombre, y su subordinación á la voluntad del mismo. Basta recordar que hace 150 años sólo se conocia bajo sus as- peclos elementales de atraccion y repulsion esa accion ó fuerza eléctrica (vacilamos en llamarla materia), al paso que hoy se la ve en lodos los grandes fenómenos orgánicos ó inorgánicos del globo, habiéndose convertido en nuestras manos en el más po- deroso instrumento de accion en todas las diferentes formas de materias de que estamos rodeados. En un capítulo que trala de las sales del mar, expone Mr. Maury sus ideas, algo exageradas lal vez, acerca de su influen- cia en la creacion de las corrientes oceánicas por el diferente peso especifico de capas de agua cargadas de materia salina en distinto grado. Cuestion dificilisima es esta, como lo es igual- nente la de saber si las aguas del mar han sido dulces en algun tiempo; particularmente sobre este último punto no es proba- ble que nunca se pase de simples conjeturas. La uniformidad que se observa en la cantidad, calidad y proporcion de los cons- tiluyentes salinos, y los restos de animales fósiles procedentes de antiguos mares salados, que se hallan hoy á muchos miles de piés sobre la superficie del Océano, ofrecen al parecer pre- sunciones muy fuertes de una identidad de estado desde un Nos limitaremos pues á decir que pesa unas 2.000 libras, 6 algo menos de 1 tonelada por milla, y que á pesar de su excesiva flexibilidad, pue- de sostener seis millas de su largo suspensas verticalmente en el agua. La sumersion, segun los planos actuales, debe verificarse por medio de dos vapores que cada uno lleve la mitad del cable. Estos buques, al encon- trarse en medio del Atlántico, principiarán por unir las dos puntas, sepa- rándose despues, uno con direccion á Irlanda y otro á Terranova, é irán echándolo en el Océano á medida que avancen, y haciéndose mútuamente y con frecuencia señales eléctricas con auxilio del mismo cable, á fin de conocer su posicion relativa, y asegurarse tambien de que el instrumento funciona con regularidad. Se calcula que todo el cable puede quedar colo- cado en las profundidades del Océano á los ocho dias de verificada la union de los dos cabos. 310 principio (1). Todas las observaciones tienden por lo demás á probar la naturaleza compleja y maravillosa de ese flúido oceá- nico que cubre tan gran parte del globo sólido. Hablando de las diversas temperaturas del Océano y su in- flujo en la produccion de las corrientes, es imposible dejar de hacer mencion del importante descubrimiento de Sir James Ross, el de la existencia de una capa de temperatura invaria— ble, de 393? F. (4%,1 C.), que reina en el Océano de Norte á Mediodía, que se halla representada á uno y olro lado del Ecua- dor por una curva semejante y muy singular, subordinada á la temperatura superficial de Jas distintas latitudes. En el Ecuador, el referido nivel de temperatura constante está á una profundidad de 7 millas y 200 piés; á la latitud de 56” está en la superficie; en las regiones árticas vuelve á bajar a 4 millas y 500 piés, siendo su temperalura, en cada caso de esos, la misma invariablemente, es decir, 391” F. Bien se comprende cuán preciosas son las observaciones de este género para todas las teorías de las corrientes submarinas. En otro capítulo consagrado á «los caminos del Océano,» refiere el teniente Maury algunas temeridades de velocidad en alla mar, que si bien honran y son provechosas á la navega- cion moderna, muchas veces las guia una audacia llena de peli- gros. Esa lucha, á la vela y al vapor, existe todavia casi exclu- sivamente entre las dos grandes naciones comerciales del mun - do, la Inglaterra y sus descendientes en América. Aunque los mares de la India y el Océano Pacifico forman parte del teatro en que se disputa la victoria, el Atlántico, propiamente ha- blando, es la liza donde la ciencia y la destreza, excitadas por (1) El profesor Chapman, de Toronto, ha hecho varias experiencias curiosas sobre la tasa relativa de eyaporacion que producen el agua salada y la dulce, habiendo observado que cuanto mayor es la proporcion de sal, tanto más lenta es la evaporacion; y que un agua que contenga la misma proporcion de sal que la del mar, no pierde en veinticuatro horas ni la mitad que el agua dulce. Este hecho viene en apoyo de la teoría de Mr. Chapman, que establece que una de las grandes funciones de la sal en el Océano es regularizar y registrar la evaporacion que se verifica con- tínuamente en la vasta extension de su superficie. 311 la emulacion y sostenidas por grandes capitales, han llegado á obtener resultados que se hubieran calificado de imposibles hace 50 años y aun 25. Como demasiado notorios los pasamos en silencio, contentáandonos con citar uno ó dos hechos que servi- rán para dar una idea de las variaciones que se introducen en este momento en la navegacion mercante. Poca será la equivoca- cion si se dice que la duracion media de las largas travesias oceá- nicas, como las de China, Australia y la India, verificadas por los mejores buques de vela, es hoy la mitad cuando más de lo que era hace medio siglo. Entre las causas que han contribuido a tan gran resultado, es preciso contar en primera linea las mejoras introducidas en la construccion de los buques, y prin- cipalmente en la adopcion de lo que ha llamado Mr. Russell el principio de la ola, que consiste en dar á un cuerpo sólido que se mueve en el agua, la forma que ofrezca menor resistencia. Con este principio se liga otro, que se aplica hoy en la práctica con el mismo fin, el de la relacion directa que existe entre el largo del buque y el grado de velocidad de que es susceptible. Mas independientemente de estas modificaciones importantes en la construccion del barco mismo, es preciso lomar tambien en cuenta el conocimiento más exacto y extenso de los mares que cruza, de los vientos y corrientes, escollos, profundidades y otros diversos fenómenos fisicos del Océano, á los cuales he- mos aludido, y que se han llamado en auxilio de la navegacion practica. Las proezas maritimas que han puesto á la Australia a distancia de seis semanas de Inglaterra, y que han hecho la circunnavegacion del globo tan frecuente y familiar como an- les era la travesia del Atlántico, debidas son á la combinacion de las diversas causas que hemos apuntado, y á las notas esta- disticas sacadas escrupulosamente de los ¡linerarios seguidos en centenares de viajes, y asimismo de los incidentes observados, todo con arreglo á ciertos métodos, á cuya propagacion ha con- tribuido poderosamente el teniente Maury. Hemos hablado de los buques de vela; pero la navegacion de vapor tiene su historia particular, que comprende no sólo esas mismas mejoras, sino otras además, dependientes de la mayor perfeccion de las máquinas y de la mavor habilidad de los ingenieros mecánicos. Aunque el vapor ha extendido ya su 312 dominio por todo el globo, el Atlántico es todavía el mar en que desplega su mayor pujanza. Las diferentes líneas de paque- holes de vapor conocidas vulgarmente con los nombres de línea Cunard y linea Collins, han adquirido tal grado de ligereza y regularidad, que aunque un dia tal vez llegue á ser excedido, siempre se tendra como un testimonio de los progresos de la ciencia en la aplicacion de los elementos fisicos á los usos y ne- cesidades del hombre. No creemos perjudicar mucho á la repu- tacion de la última línea de las referidas (Collins), diciendo que ha perdido la supremacia de velocidad que habia conseguido por algun tiempo sobre la Cunard de vapores ingleses. De un documento americano que tenemos á la vista resulta, que en el curso del año último, el termino medio de 25 travesias de Liver- pool a Nueva-York por los vapores americanos ha sido de 12 dias 163 horas, y de 11 dias 3 horas por los ingleses. Varias circunstancias contribuyen á este resultado, pero tal vez sobre todas la perfecta disciplina que reina á bordo de los buques ingleses en todos los ramos del servicio. Esta rivalidad la consi- deramos como honrosa, y que puede fomenlarse con provecho de ambos pueblos. Sin embargo, no deja de tener riesgos. Queriendo lograr la máxima de velocidad, comprometen á menudo todas esas gran- des lineas de paquebotes la seguridad de buques y pasageros. Independientemente de las tempestades de invierno, hielos flo- tantes, brumas, huracanes tropicales, se está expuesto, cami- nando con gran velocidad, á choques con otros navíos. La ex- periencia y disciplina han neutralizado en gran parte dichos peligros, pero no por eso dejan de correrse riesgos formales, par- ticularmente los de colision, que aumentan sin cesar en un Océano cada dia más cargado de barcos, que tratan todos de hallar la línea más breve de travesia. Sin embargo, en nues- tros dias, en que la prontitud de ejecucion marcha a la par con el atrevimiento de los proyectos, hay pocos males que no lleven consigo la idea de un remedio. El teniente Maury, y olros despues, han insistido en que se adopten ilinerarios para los vapores á través del Océano; es decir, lineas delerminadas de navegacion, de cierta longitud, y enteramente distintas de las demás en toda la extension de su camino: estas líneas se- 313 rian peculiares de lal modo a los buques que fueran al Oriente ú Occidente, que se reducirian considerablemente las conlin- gencias de choque, si no quedaban suprimidas por entero. La amplitud de la zona del Océano surcada actualmente por los paqueles del correo, es de 250 millas próximamente; y se pro- pone que se marquen trazados de 20 á 25 millas de ancho en los limiles septentrional y meridional de dicha zona, y sean los caminos que sigan respectivamente los vapores que nave- guen en una ú otra direccion. Nos parece practicable este plan, 0 cualquier otro equivalente; y sería tal su utilidad manifiesta, que abrigamos tambien la conviccion de que ha de llegarse á ejecutar tarde 0 temprano. Las observaciones precedentes baslarán para poder apreciar cuán vastas é interesantes son las materias de estudio que se agrupan en el cuadro llamado la Geografía fisica del mar, y cuán digna es esta nueva ciencia de ocupar un puesto entre las demás grandes ciencias naturales que alumbran y animan el mundo en este momento. Todos los años ve extenderse su do- minio, y puede decirse que la historia del Atlántico, escrita de aquí a 20 años, ofrecerá el cuadro de numerosos hechos fí- sicos, completamente desconocidos hoy, 6 que solo se enlre- ven de un modo oscuro, y se comprenden imperfectisima- mente. (Por la seccion de Ciencias naturales, Frawcisco GARCÍA NAVARRO.) HDD AOAA— 314 VARIEDADES. Estudios sobre et mar Caspio: por Mr. de Baer. El autor cogió en 1855, en la proximidad de la punta de tierra llamada en ruso Zjuk- Karagan, y en tartaro Tiúb-Karagan, unas muestras de agua del Caspio para someterlas á la análisis química, que Mr. Mehner ha verificado. Mr. de Baer hace notar que esta es la yez primera que se determina la com- posicion de dicha agua sin mezcla de la de los rios afluentes; pero antes de dar el resultado de la análisis, trata de precisar de una manera exac- tísima el punto en que se ha tomado el agua, con objeto de demostrar del modo más completo que es agua verdadera del mar Caspio. No lo segui- remos en esta discusion puramente topográfica, que para su buena inte- ligencia exigiria tener á la vista una carta de la cuenca en cuestion, y pasaremos al resultado del trabajo de Mr. Mehner. El agua de la punta de Tjuk-Karagan le ha dado en 1000 partes. CIOBATO deso E EEN e 8,9504 Tau des pobasto Lui A 0,6510 Sulfato¡deo magnesia. Dora re rta 3,2610 A 0,5592 Bicarbonato de magnesia. ............. 0,2054 Td deca. a ARE 0,3730 Aruasy Perdida ceo o EOS 936,0000 1000,0000 La proporcion de las sales, 1,4 por 100, es en esta agua más de do- ble que la hallada por Gocbel en la que cojió á la desembocadura del Ou- ral (0,6294), y ocho veces más considerable que en la tomada por Mr. Rose á 95 werstas más alla de la desembocadura del Wolga (0,1654). Por la comparacion de las análisis se advierte cuán pobre es en sal la cuenca septentrional de este mar, siendo probable que si se avanzase más al S., donde tiene mayor profundidad la cuenca, se encontraria una sala- zon mucho más considerable aún. Puede por consecuencia mirarse como exacta la regla dada por Mr. Sokolow, á saber: que en tiempo sercno el 315 agua del mar Caspio puede considerarse como dulce mientras no excede de dos brazas de profundidad, desde el Wolga hasta el Oural; pero no es aplicable más alla hácia el Oriente. Es un punto interesante, que entre las diferentes sales contenidas en las aguas del Caspio, la cantidad de sulfato de magnesia, y particular mente la de bicarbonato de esta base, aumentan mucho más que la de sal marina, desde el Oural al Tjuk-Karagan. Las proporciones son las siguientes; Rodastlasisalesio a y NA 1 O ¡EIScloruro dersodio cala dl da als ds RAS El sulfato de magnesia........- IEA 113 1270 El bicarbonato de magnesia. ........... A TAO El cloruro de potasi0........... IRA bh 845 Este aumento de la magnesia, no solo relativamente á la cantidad de agua sino tambien á las demás sales, que es tan notable cuando es mu- cha la profundidad del agua, es un hecho de los más interesantes, en ra- zon á que esa abundancia de sales magnésicas caracteriza los límites de la fauna aral- caspiana, si así se puede llamar, existiendo una dependencia casual entre dicha composicion química y la presencia de Miáceos que se declara pertenecen á los Foladomios, pero que probablemente deben cor- responder á otro género. Todos los Miáceos de esa forma que ha pescado vivos en el Caspio Mr. de Baer son, en la parte occidental de la cuenca, chatos, pequeños y de concha muy fina, al paso que en el canal de Tjuk- Karagan son de mucho más tamaño. La concha más comun allí es la Ádaena plicata, Eichw., mientras que la 4. /evigata, sin que pueda ha- llarse la razon de esto, es rara en el Tjuk-Karagan, y comun en la costa occidental. Se encuentran individuos enanos de diversas especies hasta en la proximidad de la desembocadura del rio, y en tanto que conserva el agua un sabor salado. Ha sorprendido al autor un hecho, y es que en el mismo canal de Tjuk-Karagan no son tan abundantes las sales calizas como la mayor parte de las otras sales, así que Desembocadura del Ural. Tjuk-Karagan. El bicarbonato de cal es como...... sd 1 : POE) El sulfato de cal sólo como. ......... 1 : AS Y en ese punto es donde se encuentran los individuos más voluminosos y pesados de Cardium trigonoides y C. crassum (Eichwaldii), y eso en grandísimo número. Pero dichos gigantes, como pudiera llamárselos, rela- 316 tivamente á la cuenca del Caspio, no están al parecer en su habitacion natural. Las limpias hechas á lo ancho han dado con frecuencia unas con= chas vivas de diferentes especies del género Carium y Foladymos, pero nunca tan voluminosas como las pescadas en la proximidad de la costa, no pudiendo deducirse de esto por conclusion que las últimas conchas de esas gordas pertenezcan á los tiempos antiguos y sean subfósiles. El autor cita muchos dragados que ha hecho en diversos mares, en los que disminuyen en volúmen y abundancia las conchas de un mismo género ó de la misma especie, á medida que se aparta uno de la costa ó que se en- tra en aguas más profundas. En cuanto á la idea de que la fauna molusca del Caspio está herida de muerte, no la ha hallado suficientemente fundada el autor, por más que estuviese dispuesto á admitirla. Es verdad que se encuentra por to- das partes mayor cantidad de conchas vacías que no con un animal vivo, pero igual relacion debe observarse en todas partes en que no haya ar— rastrado una corriente muy fuerte las conchas vacías. Si estas se con- servan por mucho tiempo expuestas al aire, su duracion será mucho más considerable bajo una capa de agua. En el mar Caspio se notan vastas fajas de conchas vacías y restos suyos acumulados, entre los que apenas se hallan algunos individuos vivos de talla pequeña. Ciertos islotes que se elevan en este mar consisten solo en depósitos de dichas conchas blanquea- das por el contacto del aire y la arena, pues su levedad específica hace que el viento pueda arrojarlas y acumularlas en la direccion en que sopla más comunmente. Mr. de Baer alega además nuevas pruebas contra la asercion de que la fauna molusca del Caspio está herida de muerte. Para ello echa una ojeada por las estepas saladas que rodean el mar, determina cuáles de- bian ser sus límites en los tiempos antiguos, y demuestra que en ese fondo antiguo existen depósitos considerables de conchas fósiles análogas á los bancos que todavía se ven en la cuenca actual, y que si dichas conchas, agitadas sin cesar por los vientos y sometidas á las influencias atmosféricas, no han perdido sus formas y caracteres al cabo de millares de años, no es posible que se hayan descompuesto en el fondo del mar. Y puesto que se han conservado durante tanto tiempo, no es sorprendente que solo se halle un escaso número de conchas vivientes en medio de un vasto cúmulo de otras vacías. Por lo que hace al número de especies, el Caspio es sumamente pobre. El Cardium trigonoides que se encuentra en él pudiera inducir á creer que habia especies muy numerosas, por que su parte posterior es, en la juventud, ya aplastada ya formando un ángulo casi imperceptible. De las conchas turbinadas, exceptuando la Paludina vivipara, que desaparece pronto cuando las aguas se vuelven amarillentas, sólo alimenta el Caspio - 317 pigmeas: el autor no ha podido explicarse por qué se hallan representados en pequeño los animales marinos en aguas que todavia encierran conchas voluminosas, y trata de enlazar esta cuestion con la de la presencia de un número tan corto de Gasteropodos que respiran el aire exterior en la parte baja del curso del Volga. El agua de este rio es tan turbia, que costaria trabajo creer á cualquiera que no hubiese visto otra, que es un lí- quido trasparente. Los pescadores distinguen una que es roja y otra blan- ca, pero no conocen ninguna límpia. El agua del rio cerca de Astrakan arrastra gran cantidad de tierra arcillosa de las estepas, generalmente amarilla, y sólo en los tiempos en que van crecidas las aguas se presenta blanca la mezcla, probablemente por la agregacion de despojos de los ter- renos de marga y creta de las regiones elevadas. Pudiera creerse que los moluscos que respiran por medio de agallas han de sufrir considerablemente, pero no sucede nada de eso. Los /nio son muy numerosos y de gran ta- maño, y no abundan ménos los Anodontes cerca de las desembocaduras ó en los puntos de escasa corriente; el Dreissena polymorpha es comun, y el Paludina vivipara está esparcido por todas partes. Por el contrario, los Planorbos, los Limneos y Physos no solo están respresentados por un corto número de especies, sino que además son poco numerosos. El autor ha buscado estos últimos en las grandes corrientes, y aun en los golfos y ensenadas de costa, pero son sumamente raros el Planorbis margiínatus, y sobretodo el P. corneus, y la mayor parte de las veces muy pequeños. El LZymneus auricularis apenas adquiere un 8.” del volúmen que tiene en Alemania, y el L. stagnalis es casi desconocido en el bajo Volga; á medida que se sube el rio se hace más comun y mayor, pero sin pasar de un tamaño medio. ¿Se dirá acaso que estos animales han llegado en las referidas localidades al límite de su habitacion? Mr. de Baer no se halla dispuesto á creerlo de ningun modo, porque ha encontrado en un brazo de Terek el £Z. stagnalís en gran abundancia, y tan grande como los más her— mosos ejemplares de los gabinetes. ¿Se oponen á la propagacion las aveni- das anuales del Volga? ¿Pero de qué manera? ¿Es acaso porque los ani- males depositados por las aguas quedan luego en seco? Esta circunstancia pudiera muy bien hacer que variase el número, pero no el tamaño de los que han adquirido todo su desarrollo. Por lo demás estas cuestiones nece- sitan estudiarse detenidamente, y el autor, al terminar, advierte única- mente que en las cuencas aisladas, la abundancia de materias que pasan al estado de putrefaccion opone al parecer grandes obstáculos al desarro- llo de un gran número de formas animales. —Temperatura media diaria de Greenwich. La importante Memoria que con este título ha publicado Mr. Glaisher, fundada en las observa ciones hechas en el Real Observatorio de Greenwich de 40 años acá, tiene por objeto ver de conocer cómo se distribuye el calor durante un año 318 entero. Despues de sacar la temperatura media de cada mes y de cada dia, valiéndose de las tablas publicadas por él en las Transacciones filo- sóficas de 1848, y tomando para abscisas los dias y para ordenadas las temperaturas medias correspondientes, traza la línea curva que en los 40 años indica la marcha de la temperatura. Así manifiesta que existen pe- ríodos de cierta duracion de frio ó de calar relativo, cuya causa no es facil asignar en el estado actual de nuestros conocimientos meteorológi- cos. Partiendo de los primeros dias de enero, cuando es la más baja, va subiendo la temperatura hasta fines del mismo mes, bajando luego algo hasta el 15 de febrero. Despues sube hasta principios de marzo; vuelve á bajar por unos 4 dias, y luego sube hasta el 10 de mayo, y des- pues se presenta otro nuevo período de 4 dias de frio. Pasado este, sube sin cesar la temperatura hasta fines de julio, cuando llega al máximo: durante todo el mes de julio no pasan de décimas de grado las variaciones de las temperaturas medias. Desde fines de julio baja regularmente la temperatura hasta los de noviembre, y entonces sucede un crecimiento repentino y considerable, seguido otra vez de decremento regular hasta fines de año. En enero fué de —12” la temperatura media del dia más frio, el 20 de 1838; la del más caliente de 119,5 el 24 de 1834. En febrero la mí- nima de —6,56 el 9 de 1836; la máxima de 14%,5 el 9 de 4831. En marzo, mínima —5*,56 el 13 de 18453 máxima 14,5 el 31 de 1815. En abril mínima —2* el 1.” de 1836; máxima 17%,25 el 25 y 26 de 1821. En mayo mínima 2”,25 el 3 de 1832, máxima 22”,25 el 13 de 1833. En junio mínima 7%,22 el 7 de 1814; máxima 24”,45 el 13 de 1818. En julio mínima 8”,50 el 20 de 1836; máxima 26”,15 el 15 de 1825. En agosto mínima 6,21 el 31 de 1833; máxima 24” el 1.” de 1825. En setiembre mínima 47,75 el 28 de 1824; máxima 22,90 el 2 de 1824. En octubre mínima —2*,12 el 29 de 18363 máxima 17*,95 el 5 de 1834. En' noviembre mínima —4",90 el 24 de 1836; máxima 15,90 el 2 de 1834. En diciembre mínima —7*,5 el 24 de 1830, máxima 12,60 el 8 de 1848. —Pararayos nuevo para los telégrafos eléctricos. La accion de las nubes tempestuosas en los hilos de los telégrafos eléctricos produce efec= tos peligrosos, que suelen ocasionar desgracias. Con efecto, los hilos me- tálicos, aislados sobre los postes, electrizándose por influjo de la electri- cidad atmosférica, descargan, como dicen, su electricidad en los cuerpos buenos conductores que están á su alcance; y tal descarga eléctrica es, en ciertos casos, suficientemente violenta para matar ó herir gravemente cuando menos á los empleados del telégrafo. Para evitar estos riesgos se han discurrido varios medios, llamados por analogía pararayos; el más usado consiste en una varilla metálica terminada en punta, puesta como 319 los pararayos comunes en el despacho mismo del telégrafo. Pero estos aparatos satisfacen mal á su objeto. Suele suceder que se atan eficaz la carga eléctrica de los hilos, que se funda ó arranque el pararayos; en vez de evitarse el riesgo, puede crecer, si por falta de atencion ó por descuido, se han dejado soluciones de continuidad en los hilos de comunicacion. Fácilmente se remediarán al parecer estos graves inconvenientes va- liéndose de un sencillísimo aparato discurrido por Mr. Masson, catedrá- tico de física de la Escuela central de artes y manufacturas de París. Este pararayos nuevo se funda en la propiedad que poseen ciertos líquidos como el alcohol y el eter, de no conducir la electricidad dinámica, Ó sea la que dan las pilas, mientras que conducen perfectamente la estatica, la que existe en la atmósfera en las nubes tempestuosas. Sentado este prin- Cipio, tiene el aparato la disposicion siguiente: Una caja circular de madera ó metal, dada por dentro de barniz de goma laca, llena del líquido conductor, alcohol absoluto, ó de 90”. En el fondo descansa uma placa de cobre en la cual se ponen puntas del mismo metal; arriba otra igual, vuelta de suerte que se miren las puntas de metal con la de abajo, y colgada de la caja cerca de esta, por medio de una varilla que termine por fuera en un boton de cobre. La placa infe- rior se pone en comunicacion con el suelo por el boton, y este se comu- nica con los hilos telegráficos. Concíbese la manera de regir el aparato. A medida que los hilos del telégrafo se carguen de flúido eléctrico por influencia de las mubes tempes- quosas, se lo lleva el hilo conductor del pararayos y va al suelo, donde se neutraliza su accion. Anda el aparato continuamente sin exigir cuidado mayor, ni interrumpir el trabajo de los hilos telegráficos. Por su accion eficaz y constante quedan libres los hilos de cualesquier influencias de la electricidad atmosférica, y si se cargasen otra vez de flúido eléctrico, se lo lleva el pararayos mucho antes de que su tension crezca al punto de ser peligrosa, —Eclipse de luna del 27 de febrero de 1858; por Vr. Lra1s. Dice Arago en el tomo 3 de la Astronomía popular, que tuvo ocasion de no- tar una vez, pero sólo una, señales de polarizacion en la luz secundaria que durante los eclipses de luna alumbra á la parte de este satélite situa— da en la sombra de la tierra. Como esta cuestion es del mayor interés para explicar la luz secundaria, no se debe desperdiciar ocasion alguna de ocuparse en ella á fin de ver de conocer en qué condiciones se verifica la polarizacion, que segun Arago no es constante. Con objeto de esclarecer este resultado, ha investigado Mr. Liais lo conveniente en el eclipse de luna del 27 de febrero de 1858, valiéndose de los recursos de que podia disponer, y empleando un anteojo de Mr. Secretan, que es de corto tama- ño (8 centímetros de luz), pero muy bueno. Despues de habers acado del 320 campo la parte iluminada de la luna, duplicó varias veces la imágen de la parte situada en la sombra mediante un prisma Lirefringente, sin notar diferencia alguna de intensidad entre ambas imágenes. Interponiendo entre el ocular y el prisma la placa de cuarzo del polaríscopo, tampoco pudo distinguir diferencia alguna perceptible de color entre las dos imágenes ni en los bordes ni en parte ninguna de la superficie sombreada. No dejó de verse el borde de la parte eclipsada, y de presentar una tinta ligera- mente rosácea, que varió de intensidad mientras duró el fenómeno. El color más vivo fué despues del máximo del eclipse desde las 10h 40” hasta las 104 50%. En aquel instante era lo más subido el color de rosa en la parte más elevada de aquella region sombría (vista con el anteojo). En la parte inferior parecia azulada la sombra de la penumbra, acaso por efecto de contraste. (Por la Seccion de Variedades, Francisco García Navarro.) - Editor responsable, Frawcrsco GARCIA NAVARRO. N.* 6."—REVISTA DE CIENCIAS. — Junio 1858. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Sobre algunas aplicaciones recientes de la fotografía ú la Astro= nomía; por Mr. GAUTIER. (Bibliot. univ. de Ginebra, febrero 1858.) Hace algunos años que se ha querido aplicar el daguerreotipo y despues la fotografía á la determinacion de imágenes de di- versos objelos celestes, y en esle punto, como en olros, quiza han adelantado a la Europa los Estados-Unidos. El habil daguer- reolipista de Boston Mr. Whipple, obtuvo en julio de 1850 una impresion de la estrella « de la Lira, y posteriormente otra de la estrella doble Castor, con un disco prolongado que repre- sentaba evidentemente las dos estrellas de este grupo. El mu- cho tiempo necesario para lograr una impresion en las placas melálicas expuestas á la accion de la luz de las estrellas indi- cadas, no daba esperanza de éxito respecto á astros mas débiles, habiendo sido imposible obtener ninguna de la Polar, por larga que haya sido la exposicion. Algo más tarde han principiado á ocuparse de fotografías de la luna, y Mr. Bond, astrónomo del Observatorio del colegio de Harvard, en Cambridge, cerca de Boston, ha sido al pare- cer el primero que ha conseguido sacar una con el gran anteojo acromálico aleman de dicho observatorio, cuyo diámetro es de 14 pulgadas inglesas y de 223 piés de longitud focal. En- lonces cortó los progresos de esta clase con el referido anteojo la imperfeccion del movimiento horario del instrumento, porque el roce que tenia como principio regulador, tolerable para ob- TOMO VIT. 21 322 jetos ordinarios, no podia dar la exacta uniformidad que exige semejante clase de experiencias. Mr. Warren de La-Rue, de Londres, auxiliado por Mr- Thornthwaite, aplicó el colodion á una impresion fotográfica de ja luna, y presentó en aquella época á la Sociedad astronómica una buena imágen de dicho astro, obtenida con un anteojo que carecia de movimiento de relojería, pero que tenia una pla- ca que se corria por unas ranuras para seguir el movimiento diurno de la luna. Habiendo adaptado despues á su anteojo un movimiento de relojería, ha vuelto á emprender últimamente con buen éxito sus experiencias de este género. Los primeros re- sultados que ha obtenido, lo mismo que en 1852, han sido por medio del colodion, procurándose asi imágenes posilivas de la una. Mas recientemente ha observado, que la produccion de limágenes negativas en colodion, permitia multiplicar con ma- yor facilidad las imágenes, obteniendo en ellas un grano más fino, “porque la precipilacion de plata se verifica en mayores particulas en las imágenes positivas que en las negativas. Mr. de La-Rue, que actualmente es uno de los secretarios de la Sociedad astronómica, la ha presentado, en su sesion del 13 de noviembre de 1857, algunos ejemplares en papel de imá- genes fotográficas de la luna, procedentes de una prueba positiva obtenida en cinco segundos con su anteojo. Entonces no pudo lograr en menos de 14 segundos una buena imágen negaliva, pero Mr. Howlestf le ha indicado últimamente un medio de dar mayor sensibilidad al colodion negativo, y ha conseguido impre- siones negativas en 10 segundos. Por fin, poniendo una atencion particular en el baño, ha obtenido al cabo de 3 á 7 segundos representaciones de la Luna y Júpiter, viéndose perfectamente bien en las últimas las fajas del planeta. La preciosa carta fotográfica de la mancha lunar Copérnico ejeculada en Roma en gran escala bajo la direccion del Padre Secchi, por medio de una triangulacion micrométrica y nume- rosos dibujos, es muy conocida. M. Hartnup se ha ocupado tam- bien en fotografías de la luna en el observatorio de Liverpool. Una Comision de la Asociacion británica para el adelanto de las ciencias, compuesta del Conde de Rosse, del Dr. Robinson y del profesor Phillips, recomendo, al reunirse la Sociedad en 323 Hull en 1853, la ejecucion de una nueva serie de dibujos de ciertas partes de la superficie de la luna, representándolas bajo tres aspectos, a saber: 1.” un poco despues de salir el sol en la parle dibujada; 2.” al hallarse este en el meridiano de la mis- ma region: y 3.” finalmente, poco despues de ponerse. Las lar- gas sombras correspondienles al primer aspecto v al tercero pueden servir para el descubrimiento de las desigualdades de nivel, al paso que la incidencia vertical de la luz en el segundo sirve para manifestarla facultad desigual reflectente, y la diversi- dad de colores que caracterizan á las diferentes partes de la la- na, € igualmente los sistemas de rayas brillantes ligados con ciertas formas lunares. El profesor Mr. Carlos Piazzi Smyth, hijo del almirante Smyth, director del observatorio de Edim- burgo, fué en dicha época uno de los astrónomos invitados por la comision para cooperar á la preparacion de los expresados dibujos, y en su consecuencia ejecutó los del mar de las Crisis bajo los tres aspectos exigidos; habiéndolos reproducido en los grabados litográficos que acompañan á uno de los apéndices del tomo 11 de la coleccion de observaciones astronómicas hechas en el observatorio de Edimburgo, cuyo volúmen se ha publi- cado el año de 1857. Este trabajo, de que sólo hablo incidental- mente, puesto que no es fotográfico, ha servido para probar la extrema precision de la gran carta lunar de MM. Beer y Medler en sus detalles fotográficos, al mismo tiempo que su insuficiencia para representar los caracteres fisicos y mecánicos de la super- ficie de este satélite, segun se ven con los anteojos y como exis- ten en la naturaleza; caracteres que sin embargo son esenciales para hacer una tentativa, y poder entregarse á una especie de especulacion geológica sobre dicha superficie. Mr. Smyth tiene por imposible que una carta cualquiera contenga todos esos ras- gos, porque las sombras quese adoptan para representar la pro- fandidad de sus cráteres, y su oscuridad aparente al principio y fin de cada lunacion, producen á menudo un efecto directa- mente contrario al que procede de la extrema blancura de sus paredes interiores, que se manifiesta en la luna llena. Este caso se presenta, entre otros, en el mar de las Crisis, respecto al crater Proclus. Los enormes cráteres Macrobio y Cleomenes, con sus altas montañas cónicas y sus laderas escarpadas y vertica- 324 les, situadas en el borde noroesle del citado mar, desaparecen cuando es vertical la iluminacion; al paso que las brillantes fajas radiadas de Proclus, la mayor situada en su proximidad, y las paredes resplandecientes del mismo cráter, terminadas con tanta limpieza, son en ese caso el objeto principal de toda esta region. La hermosura de las fotografías actuales de la luna da la esperanza de que pronto se considerará este mélodo como el único medio correcto de construir cartas de la superficie del astro que nos ocupa. Cuando se logre obtener colodion de gra- no más fino y más sensible aún, los resultados excederán al di- bujo hecho 4 mano, teniendo ya más precision que este. Casi es imposible conseguir todos los detalles de configuracion por me- dio de medidas micrométricas, y hay que dibujar á ojo mu- ehas particularidades. Entonces es un trabajo muy penoso, al paso que por medio de la fotografía perfeccionada se conseguirá la precision de detalles, pudiéndose al mismo tiempo multiplicar facilmente las imágenes copiadas del natural y bajo sus diver sos aspectos. De desear es que se descubra un procedimiento tan rapido como sea dable, no sólo en razon de las pequeñas irregularidades que tienen todavia los movimientos de relojería, sino tambien por causa de la luna en declinacion, y de las va- riaciones atmosféricas que pueden allerar sensiblemente el lu- gar de las imágenes. Al presentar Mr. de La-Rue á la Sociedad astronómica sus nuevas pruebas de dibujos fotografiados, ha dicho que ha ob- tenido en los dos meses precedentes de 20 á 30 folografías sa- tisfactorias de la Luna, y unas 6 de Júpiler. Las negativas se han copiado en un tiempo nublado, y carecen de toda la lim- pieza de los originales. Sin embargo, con auxilio de una lente se distingue en ellas gran número de detalles imperceptibles á la simple vista. El autor ha advertido qué puntos de la superfi- cie lunar de igual intensidad luminosa no producen impresio- nes positivas igualmente brillantes, ni olras negalivas oscuras en igual grado; de donde se deduce evidentemente que los ra- yos actínicos no siguen siempre la misma proporcion que los rayos iluminantes. Tambien ha observado que las porciones de la luna alumbradas por un rayo de sol muy oblicuo, no 325 causan el mismo efecto en la placa sensible aun en el caso de ser igualmente brillantes á la vista. La luna carece de atmósfera visible, y sin embargo, sea la que quiera la causa, la parte suya iluminada por un rayo oblicuo no produce en la lámina sensi- ble un efecto correspondiente á su accion en el ojo. La misma observacion es aplicable á las fotografías terrestres ejecutadas despues de medio dia, cuando ios rayos que recibimos del sol cruzan oblicuamente la atmósfera. Aplicaciones de las fotografias á las observaciones de las estrellas. Mr. Airy ha presentado tambien á la Sociedad astronómica, en la sesion del 13 de noviembre úllimo, una fotografía en co- lodion de la estrella doble Mirza 6 ¿ de la Osa mayor con su compañera y ó Alcor, ejecutada en América por Mr. Bond con el gran anteojo de su observatorio. La misma placa de cristal contiene dos fotografías completas de la referida estrella doble. El tiempo necesario para formar la imágen de las estrellas pe- queñas ha sido de 80 segundos, mientras que la de las grandes se consigue en 2 6 3 segundos, y á veces casi inslanlanea- mente. La representacion de las estrellas es hermosísima, pero la imagen de la estrella principal es algo mayor que fuera de desear para medir la distancia y ángulo de posicion de su com- pañera; sin embargo, es perfectamente circular. Sirve para pro- bar tambien la excelencia del anteojo y la precision de su mo- vimiento de relojería. Mr. Bond ha averiguado que el foco quí- mico de dicho anteojo se halla próximamente á 14 pulgadas dis- tante del óptico. En el núm. 1103 de los A. N. ha dado en detalle los resultados de sus medidas de las distancias augulares de ambas estrellas, verificadas con auxilio del microscopio en 13 folografias obtenidas del 27 de abril al 8 de mayo de 1857. Estas distancias varian entre 14,19 y 14,77; su valor medio es 14”,49. El término medio de las medidas de la misma distan- cia oblenidas micrométricamente por Mr. Struve, de 1821 á 1848, es 14”,4. El error probable de una simple distancia foto- gráfica es =0",12, casi lan pequeña como la que atribuye Mr. Struve á una medida directa. En cuanto á los ángulos de posi- 326 cion, se logran imprimiendo al anteojo, con auxilio de un lorni- llo adecuado, un ligerísimo movimiento en ascension recta des= pues de obtener una impresion, sin parar el movimiento de re- lojería, y sacando otra impresion en la misma placa. De este modo es fácil conseguir en algunos minutos y en una misma placa 20 ó6 30 impresiones de una estrella tan brillante como Mirza, y la linea que pasa por cada una de ellas representara un arco de movimiento diurno, que debe servir de punto de par- tida para medir al ángulo de posicion de Alcor. Esta serie de imagenes es ulilísima tambien como medio de asegurarse de la identidad de las impresiones de las estrellas pequeñas, porque si estuvieran solas en la placa, pudieran pasar desapercibidas sin esto. Midiendo los angulos de posicion de Mirza y Alcor ob- tenidos en la forma marcada, ha sacado Mr. Bond un valor ca- si idéntico al medio de los determinados por Mr. Struve. El limite de buen éxito en la folografía sidérea sólo llegaba en 1850 á las estrellas de segunda magnitud, segun hemos visto antes; pero ahora se exliende hasta las de sexta y séptima. La compañera de e de la Lira, que es inferior á la sexta magnitud, es la estrella más pequeña folografiada por Mr. Bond; pero no duda que más adelante pueda conseguirse fotagrafiar estrellas de décima magnitud, si no con los anleojos actuales, al ménos con otros de mayor alcance todavia. Tambien ha aplicado Mr. Bond con feliz éxito la fotografía a conseguir la impresion de una estrella cuando se halla muy próxima á la luna. Como el 2 de junio de 1857 debia verificarse una ocultación de la Espiga de la Virgen por laluna, visible en su observatorio, se hicieron los preparativos necesarios, y MM. Whipple y Black prestaron su auxilio para obtener gran número de imágenes fotográficas de la luna y la estrella, antes y des- pues del eclipse de esta última. La impresion fué marcada aun en el instante de la emersion, cuando la estrella se hallaba en contacto aparente con el borde iluminado de la luna. La imágen de las montañas lunares obtenida con el colodion en placas de cristal, al mismo tiempo que la de la estrella, ha sido de una gran limpieza y precision, lo cual ha proporcionado excelentes puntos de partida para medir las distancias y ángulos de posi- cion de la estrella. Un hecho curioso se ha observado en dichas 327 experiencias, á saber, que en todoslos casos ha sido más pronun- ciada la impresion de la estrella, ó inversa de lo que se suponia. Todavia no ha podido saberse el tiempo mínimo de exposicion de la placa que se necesita para conseguirse una impresion visible del objeto, pero la indicacion es favorable, pues cuanto más breve es, tanto más satisfactorio es el resultado. Al dar cuenta a la Sociedad astronómica de las observacio- nes fotográficas de Mr. Bond relativas á las estrellas dobles, ha emitido Mr. Airy la opinion de que se ha dado un paso de gran importancia, sin que sea posible aún apreciar todo su valor, bien para la representacion por sí mismos de grupos de estrellas, nebulosas y planetas, ó bien para el registro de las observacio- nes. Respecto á este último punto, debo recordar que hace ya muchos años que se registran en Greenwich las variaciones dia- rias de los instrumentos magnéticos y meleorológicos por medio de procedimientos fotográficos. Otro ejemplo de aplicacion cientifica de la fotografía ha cita- do Mr. Airy en la misma sesion de la Sociedad astronómica, pre- sentando unos dibujos fotográficos de la armadura de un gran telescopio de reflexion que trata de montar Mr. Lassell. El diá- metro del espejo, que todavia no se ha fabricado, ha de te- ner 4 piés, como los mayores de Sir W. Herschell, y su peso será próximamente 1% toneladas 6 3000 libras. La ar- madura es ecuatorial, y parecida por su forma general á la de los telescopios de menores dimensiones construidos por Mr. Lassell, de que ha hecho tan ventajoso uso para la ciencia, ya cerca de Liverpool, ya en Malta. La parte más nueva de la ar- madura es la disposicion del asiento movible del observador. Mr. Lassell tiene la intencion, al parecer, de llevará Malta este gran telescopio, cuando se construya. Cilaré además otra aplicacion directa de la fotografía á la as- lronomía, que se eslá ejecutando en un observatorio de las cerca- nias de Londres. Se trata de un anteojo acromático ecuatorial de Ross, de unas 34 pulgadas de luz, que tiene un movimiento de relojería, que se ha puesto en el observatorio de Kew, situa- do en el parque de Richmond, y cuyo objeto-especial es obtener imagenes fotográficas diarias del disco del sol y sus manchas. En la primavera pasada vi dicho instrumento en el Observatorio 328 cilado, cuyo actual director es Mr. Welsch, pero no estaba con- cluido, y no era posible por consecuencia apreciar bien si los resultados que ha de dar corresponderán de una manera entera- mente satisfactoria al fin principal de su ereccion (1). P. D. Mr. De La-Rue ha dado, en la Sesion de la Sociedad astronómica del 11 de diciembre de 1857, algunos detalles insertos al final del Compte rendu de dicha Sesion (núm. 2 del lomo 18 delas Monthly Notices, pág. 54) acerca de las nuevas experien- cias que ha hecho de fotografía aplicada á la comparacion de los poderes actínicos de diversos astros, 0 de su facultad de produ- cir con prontitud impresiones marcadas en una ligera capa de colodion sensible. Antes hemos visto que ha comprobado que la facultad actinica de diferentes porciones de la superficie lunar, no es proporcional á su poder iluminativo. La ocultación de Jú- piter por la luna, que sucedió en 8 de noviembre de 1856, le proporcionó tambien una ocasion de comprobar que la luz pálida y verdosa de Júpiler contrastaba entonces de una manera sor- prendente con las tintas más vigorosas de la luna de amari- llo rojizo. El brillo de Júpiter no igualaba ni aun al del craler Pluton, que es de los menos luminosos de la luna, y de color pardo. Otros observadores han advertido lo mismo, y Mr. Grove ha hallado que la intensidad luminosa de Júpiter apenas es la milad de la de la luna. Mr. De La-Rue calcula que es tres veces más brillante la de nuestro salélite que la de dicho planeta. En cuanto á los poderes «ctinicos de ambos astros, las recien- tes experiencias de Mr. De La-Rue le han probado que Júpiter, comparativamente á su facultad luminosa, lo tiene mayor que la luna. El 7 de diciembre, estando casi a la misma altura en (1) Recordaré con este motivo, que MM. Fizeau y Foucault consi- guieron en 1845 unas imágenes fotográficas del sol, que han servido, entre otras cosas, para confirmar los resultados de las experiencias foto- métricas de Mr. Arago, que establecen que la luz del centro del sol es */ 7 más intensa que la del borde. La figura 163, inserta en la pág. 176 del tomo 2.? de su 4stronomía popular, representa la imágen fotográfica del sol, obtenida en una sexagésima parte de segundo el 2 de abril de 1845, con los dos grupos de manchas que presentaba entonces su fisco, 329 una parte de la noche los dos astros, dirigiendo con cuidado su telescopio Mr. De La-Rue á uno y otro, ha oblenido de este modo seis folografías de cada uno, ejecutadas en condiciones casi idénticas. Por lo general han bastado de 9 á 10 segundos para las imágenes de la luna, y 12 para las de Júpiter, lo cual prueba que el poder actínico de la luna solo excede al de Jú- piter en la proporcion de 64356 de 6 á 4. Cuando el planeta estuvo á mayor altura sobre el horizonte, hizo Mr. De La-Rue comparaciones análogas entre él y Saturno, y observó que para oblener imágenes de intensidad igual, era necesaria una expo- sicion de 5 segundos para Júpiter y 60 para Saturno; lo cual indica que los rayos químicos procedentes del primero son 12 veces más enérgicos que los del último. El autor opina que esto no depende únicamente del mayor brillo de Júpiter (1). Las fotografías de estos planetas ofrecen halagiieñas esperan zas respecto á los servicios fuluros que pueden aguardarse de esle procedimiento. Pero distan mucho de representar todos los detalles expresados en los dibujos hechos á mano, siendo pro- bable que todavía trascurra mucho tiempo hasta que la fotogra- fia exceda al lapiz. Mr. De La-Rue, segun algunas pruebas que obluvo en la misma noche de « de Géminis, pruebas que le han permitido ver con una lente las dos estrellas con discos redondos muy cla- ros y separados, cree que baslen 2 0 3 segundos para obtener imágenes de estrellas dobles del mismo grado de brillo. El ins- trumento que se usa en fotografía es un lelescopio newloniano de reflexion, de 13 pulgadas de luz y 10 piés de longitud focal, montado ecuatorialmente y movido por un aparato de relojería. Propónese suprimir el espejo diagonal pequeño y recibir la imá- gen directa del espejo mayor, para conseguir en menos liempo mejores pruebas. (1) Segun parece, el P. Secchi ha hecho últimamente en Roma unos ensayos fotográficos comparativos con la luna y Júpiter, que le han dado resultados análogos. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Frawersco Garcia NAVARRO+) —=>> 0) =eo— CIENCIAS FISICAS, —21009- 0000 — QUIMICA. Influencia de los metales en el calor radiante; por Mk. Kxo- BLAUCH. (L'Tostitut, 47 marzo 4835.) Se han mirado hasta ahora los metales como cuerpos adia- termanos respecto del calor radiante, y servido de consiguiente de pantallas al tratarse de interceptar los rayos caloríficos. Con los gruesos que tienen los metales en hojas del comercio, se pueden dedicar á tal uso con seguridad; pero no prejuzga esta explicacion nada en cuanto á la capacidad de los mismos meta- les de trasmitir el calor radiante, porque no cabe decidirse este punto sino con hojas sumamente delgadas. A fin de resolverlo, ha usado Knoblauch, primero una hoja de oro laminada lo más posible, y tendida en un bastidor. Como ninguna fuente de calor terrestre bastaria para conseguir el objeto propuesto, se expuso la hoja al paso de rayos solares mandados á una cámara oscura por medio de un heliostato de Silbermann; consecuencia fué accion sensible en una pila lermo- eléctrica, Para aumentar la accion se puso la lente de cristal en una ventana, obteniéndose así un desvio de la aguja astálica del galvanómetro multiplicador en relacion con la pila termo- eléctrica, que subió á 6 grados. Se hizo otro experimento con una capila de oro extendida en un cristal. El mayor grueso de la capa redujo el desvío á 3 grados. Se hicieron otros experimentos con precipilados quimica— menle preparados de oro, plata, platino y otros metales. Se 331 trató tambien de cerciorarse de si el calor que pasaba por las hojas metálicas tenia igual calidad que antes de pasar; se ha examinado la influencia del grueso, de la reflexion, y Otras va- rias cuestiones. Resume el autor los resultados de sus mulli- plicados experimentos en los términos siguientes: 1. Los metales, como oro, plala, platino, reducidos á hoji- llas delgadas, se deben considerar como cuerpos diatermanos que permiten atravesarlos á una porcion de los rayos calorificos, porcion que naturalmente disminuye segun aumenta el grueso de la hoja. Al trasmitir asi ciertos metales, oro y plata v. g., los rayos calorificos, ejercitan una absorcion electiva parecida á la de los cuerpos trasparentes coloreados por la luz. Otros, por lo con- trario, v. g. el platino, obran lo mismo con todos los rayos, y se pueden mirar por consiguiente como análogos á los cuerpos incoloros respecto de la luz. 2.2 Enelcaso de reflexion difusa, ciertos metales, v. g. Oro, plata, mercurio, cobre y laton, análogos á los cuerpos colorea- dos y opacos en lo concerniente á la luz, ejercilan asimismo una absorcion electiva de los rayos calorificos, de cuyas resultas se modifican las propiedades de estos. Otros, como el platino, hierro, estaño, zinc, plomo, aleacion de plomo y estaño, refle— jan toda clase de rayos calorificos en igual proporcion, y tan cumplidamente como los cuerpos opacos incoloros reflejan la luz. Las propiedades que distinguen a los rayos calorificos refle- jados por los metales del calor no reflejado, dependen hasta tal punto de la fuente de calor, "que diferencias manifiestas cuando se usa la luz solar, disminuyen empleando una lámpara de Locatelli, y del todo desaparecen cuando la fuenie de calor con- siste en un cilindro metálico no calentado hasta el color rojo. La superficie tiene la facultad, bien de que aparezcan las diferencias y volverlas al mínimo, bien de que desaparezcan totalmente segun que produzca la superficie una reflexion difusa ó regular. Igual conclusion resulta respecto del ángulo de incidencia. Cuando está en bruto la superficie, al paso que mengua el ángulo de los rayos con ella, va pasando la reflexion de difusa a regu- 332 lar, y al propio tiempo las diferencias entre el calor reflejado y no reflejado van siendo menores, hasta el momento de tener finalmente un mismo caracler. Teoría quimica de la pólvora; por MM. Buses Y Scuiscukorr. (Cosmos, 8 enero 4838,) Los quimicos citados acaban de publicar en el último núme- ro de los Anales de Pogyendorff una teoría quimica de la pólvo- ra, que llamará mucho la atencion: analicemosla brevemente. No han podido manipular más que con una clase de pólvora, ni la han hecho arder y detonar más que á la presion barométrica comun. La análisis exacta les ha dado: salitre, 78,89; azufre, 9,84; carbon, representado por carbono, 7,69; hidrógeno, 0,41; oxigeno, 3,07; indicios de ceniza. Las cuestiones que se trala- ban de resolver pueden formularse del modo siguiente: 1.? Des- pues de la explosion ¿cual es la composicion del residuo que deja la pólvora? 2.* ¿De qué se compone su humo? 3.* ¿Cuál es la composicion de los gases que se forman cuando se ha verificado la explosion de la pólvora? 4.* ¿Qué cantidad de residuo por una parte, y qué cantidades de gas por otra, produce un peso dado de pólvora? 5.* ¿Cuál es su calor de combustion y cuál la tempe- ratura de su llama? 6.” ¿Qué presion ejercerán los gases de la pol- vora cuando estalla en el espacio que ocupaba en estado de gra- no, suponiendo que no haya pérdida de calor por radiacion ó comunicacion? 7.* ¿Finalmente, cuál es el trabajo teórico que pueda ejercer la pólvora? Imposible nos sería ni aun dar idea de los mélodos seguidos y aparatos usados en las diversas analisis que ha exigido la respuesta de estas preguntas; siendo preciso ir á buscarlos al trabajo original. Contra nuestro deseo, nos tene- mos que limitar á enunciar los resultados 1." El residuo de la pólvora contiene: sulfato de potasa, 56,62; carbonato de potasa, 27,02; subcarbonato de potasa, 7,57; sulfuro de potasio, 1,06; potasa hidratada, 1,26; sulfo-cianuro de potasio, 0,86; carbon, 0,97; carbonato de amoniaco, 0,00; indicios de azufre. Por consecuencia no es cierto, como se afirma en el mayor número de las obras técnicas y especiales, que el residuo de la pólvora 333 se componga en muchísima parte de sulfato de potasio, puesto que esta sal entra sólo por 1 céntimo en el residuo. 2.” El líqui- do ceniciento, viscoso, muy rico en amoniaco, que resulta de la condensacion del humo de la pólvora, contiene en 100 partes: sulfato de potasa, 65,29; carbonalo de potasa, 23,48; subcarbo- nato de potasa, 4,90; sulfuro de potasio, 0,00; potasa hidratada, 1,33; rodanuro de potasio, 0,55; salitre, 2,48; carbon, 1,86; carbonato de amoniaco, 0,11; azufre, 0,00. Por consecuencia, la composicion del humo de la pólvora es sustancialmente la mis- ma que la del residuo, con sólo la ligera diferencia de que, por ser más completa la combustion del azufre y salitre, pro- duce mayor cantidad de sulfalo de potasa, y que el carbonato de amoniaco sustituye á la corta dosis de sulfuro de potasio. 3.” 100 partes en volúmen de los gases de la pólvora contienen: ácido car- bónico, 52,67; ázoe, 41,42; óxido de carbono, 3,88; hidrógeno, 1,21; hidrógeno sulfurado, 0,60; oxigeno, 0,52; óxidos de azoe, 0,00. Lo que más sorprende en el resultado de esta análisis es la presencia del oxigeno libre en el seno del gas de los com- buslibles inflamados. Se puede explicar esto por la mezcla de una corta cantidad de humo en el gas de la combustion, que se- gun hemos visto contiene algo de salitre. Si al hacer su explo- sion la pólvora se descompusiera, segun lo exigen las teorías admitidas, en sulfuro de potasio, ázoe y ácido carbónico, la rela- cion de los volúmenes de los dos últimos gases deberia ser la de 1 23, cuando en realidad no es más que de 1 á 1,5; luego la descomposicion de la pólvora se verifica de otro modo que el su- puesto hasta aquí. 4. Un grano de pólvora cuando se inflama da 08",6806 en forma de residuo, y 08r,3138 en la de gas; la su- ma es 08",9944, con pérdida de 56 miligramos. Apreciada en volúmen la suma de gas que desprende la pólvora al arder, es de 193,1 cenlímetros cúbicos; segun las teorias admilidas debia su- bir a330,9 centímetros cúbicos, es decir, á un lercio más, próxi- mamente; por consecuencia salen fallidas otra vez las teorías. 5.” Despues de hacer todas las correcciones, el calor de combus- tion de la pólvora es de 619,3 cenligrados: si se calculára esle calor de combustion en la hipótesis de quemarse sus elementos combustibles en oxigeno libre, se oblendria el número 10391, suponiendo exactos los números que han dado Favre y Silber- 334 mann para la combustion del azufre, carbono é hidrógeno. Por consiguiente, cuando arden dichos elementos en el oxígeno del salitre, desprenden menos calor que cuando se queman en oxí- geno libre. Este caso no tiene nada de extraño si se considera que el ázoe de la pólvora, trasformándose en gas, ha de absorber una notable cantidad de calor. La temperatura de la llama de la pólvora ó la temperatura que debia tener su masa en combustion, si no hubiese pérdida alguna por radiacion 0 comunicacion, se obtiene inmediatamente dividiendo 619,5 por el calor especi- fico del total de productos de la combustion, calor que un cálcu- lo facil demuestra ser igual á 0,207: el cociente de 619,5 por 0,207, es 29937; tal es pues la temperatura de la llama de la pólvora cuando se inflama al aire libre. Pero si se quemase en un espacio cerrado que imposibilitara la espansion de los gases, entonces sería muy diferente su tem- peratura. Al coeficiente 0,207 deberá sustituirse el de 0,185, calor especifico de volúmen constante del total de gases, y el cociente 0 temperatura de la llama de la pólvora inflamada en un espacio cerrado sería en ese caso de 3340". 6.” Hasta ahora se ha admitido que durante la inflamacion de la pólvora se va- porizaba el residuo sólido, y que el efecto mecánico producido debia atribuirse especialmente á la tension de su vapor; lo cual es ciertamente un error, porque a las temperaturas de 2993 6 3340” de inflamacion de la pólvora, la tension de esos residuos no equivaldria de seguro á 1 presion atmosférica, pudiendo despreciársela por completo relativamente á la tension enorme de los gases: los cálculos de MM. Bunsen y Schischkoff dan por resultado que esta última tension no pasa de 4373 almósferas. Se comete por tanto un grandisimo error cuando se afirma, como se hace en los mejores tratados de artillería, partiendo de hipótesis falsas, que la tension de los gases de la pólvora puede equivaler a 50.000 y aun a 100.000 atmósferas. 7.* Una vez conocida la tension de los gases, se deduce facilmente de ella la fuerza que ejercita. Un kilógramo de pólvora sometido á esta experiencia, que se inflame y descomponga, como acaba de de- cirse, debe ejercitar una fuerza teórica igual á 67410 kiló- grámetros. 335 Sobre la cristalización del azufre en el sulfuro de carbono; por Mr. Debrary. (L'Tostitut, 24 marzo 1858.) Sabido es que el azufre disuelto en el sulfuro de carbono se deposila en este en forma por lo general de octaedros romboj- dales rectos. MM. Deville y Pasteur han obtenido sin embargo ciertas muestras de azufre en las cuales, junto con oclaedros, habia prismas oblicuos idénticos á los que se obtienen por via de fusion, pero cuya trasparencia se veia alterada por el con- tacto del sulfuro de carbono. No se habia podido realizar á ar- bilrio este hecho importante. Se puede lograr del modo si- guiente. Se mete en un tubo de cristal grueso azufre con la mitad de su peso de sulfuro de carbono, y luego de echado fuera todo el aire, se cierra. Se le calienta á temperatura mayor de 80%, y se le enfria poniéndolo a un chorro de agua. Llega asi el líquido á ponerse á la temperatura ordinaria sin depositar nada primero, pero á poco liempo, y en especial sacudiéndolo algo, deposita unas agujas largas trasparentes. Volviendo el tubo, se separan estas agujas de la masa restante, la cual sigue dando otras por algunos instantes; luego se forman estrias dentro del líquido, y desde entonces aparecen los cristales oclaédricos desprendién- dose calor. En varias experiencias se ha depositado además en las paredes del tubo azufre amorfo. Una vez bien separadas las agujas prismáticas del sulfuro de carbono, no tardan en perder la trasparencia, como sucede con las provenientes de fusion, sólo que es más rápida la trasforma- cion. Si, por lo contrario, no se consigue separar todo el disol- vente, presentan un fenómeno de-trasformacion que se percibe visiblemenle, y cuyo efecto consiste en cambiar las agujas en un rosario de octaedros. Para que sucedan patentemente los fenómenos, importa calentar la disolucion á 80? cuando menos; esto es, dar al azu- fre una lemperatura á la cual propenda á tomar la forma pris- 336 mática, y volver rápidamente la disolucion, sobresalurada en- tonces, á la temperatura baja á que se efectua con prontitud el paso al estado sólido. Nuevo modo de producir en estado cristalizado cierto número de especies quimicas y mineralógicas; por MM. Sarnre-Ciare Deviiie y H. Canon. (L'Institut, 24 abril 4858.) Los trabajos de ambos autores han tenido por objeto prepa- rar cierto número de óxidos metálicos, espinelas y silicalos en estado cristalizado, empleando al efecto los métodos de la via seca y temperaluras elevadas. Los que se van á exponer son susceptibles probablemente de alguna generalidad, que no está limitada por el número de aplicaciones hasta el dia hechas de ellos. Así es que los aulores no garantizan su uso sino respecto de las especies químicas y mineralógicas, cuya analisis y cu- yas propiedades quimicas y crislalográficas han determinado por completo. Uno de los medios que mejor les han probado, consiste en la reaccion múlua de los fluoruros metálicos volátiles y los com- puestos oxigenados tijos 6 volátiles. Como no existen sino po- quisimos fluoruros metálicos absolutamente fijos, es posible siempre casi semejante reaccion. Sea el primer ejemplo el corundo. 1.2 El corundo blanco se prepara facilisimamente y en be- llisimos cristales, poniendo en un crisol de carbon fluoruro de aluminio, y encima una copela de carbon liena de ácido bórico. Se calienta al blanco por cosa de una hora el crisol de carbon con su tapa correspondiente y protejido de la accion del aire. Encontrándose los dos vapores de fluoruro de aluminio y ácido bórico en el espacio libre que entre ellos queda, se descomponen mútuamente dando corundo y fluoruro de boro. Los cristales son romboedros basados con las caras del prisma exagonal regular. Solo tienen un eje, y son negativos, disfrutando por tanto, ade- más de la composicion que se ha determinado, todas las propie- 337 dades óplicas y cristalográficas del corundo natural, inclusa la dureza. Se producen de este modo cristales grandes de más de un cenlimetro de largo, anchísimos, pero que por lo comun carecen de grueso. 2.” Rubi. Se obliene con singular facilidad y de igual ma- nera que el corundo: se añade sólo al fluoruro una corla canli- dad de fluoruro de cromo y se manipula en crisoles de alúmi- na, poniendo el ácido bórico en una copela de platino. Tienen estos rubies el mismo color rojo violado que los más hermosos naturales: proviene del sexqui-óxido de cromo. 3." Zafiro. El zafiro azul se consigue en las mismas circuns- tancias que el rubi. Tambien le da color el óxido de cromo; la única diferencia consiste en las proporciones de la sustancia colorante, acaso lambien en el estado de oxidacion del cromo. Pero no puede indicar nada con exactitud en este punto la aná- lisis, por causa de las reducidisimas cantidades de la sustancia colorante en lodos los casos. Se han obtenido en ciertas prepara- ciones rubies rojos y zafiros de hermosisimo color azul unos al lado de otros; el color de estos igual al del zafiro oriental. 4.2 Corundo verde. Cuando abunda la cantidad de óxido de cromo, tienen hermoso color verde los corundos que se ob- lienen, como el de la ouvarowila, que segun las análisis de Damour contiene 25 por 100 de óxido de cromo. Siempre se presenta este corundo en las partes del aparato donde se pone el fluoruro de aluminio, y el fluoruro de cromo allí donde se con- centra de resultas de su menor volalitidad. 1.” Hierro oxidulado. Con el sexqui-fluoruro de hierro y el acido bórico se oblienen agujas largas, compuestas de un rosa- rio de oclaedros regulares, y terminadas por un octaedro chiquito de forma perfecta. Claro está, segun esto, que á temperatura elevada se reduce parcialmente el sexqui-óxido de hierro, como lo han comprobado los autores en otros experimentos. 6.” Zircon. Se obtiene el zircon en cristalilos agrupados re- gularmenlte en forma de herborizaciones muy vistosas, y que se parecen al clorhidrato de amoniaco. Procedente el zircon de igual procedimiento que el corundo, adquiere absoluta insolubilidad en los ácidos, hasta en el sulfúrico concentrado. Tampoco tiene en él accion alguna la potasa fundida. Sólo el bisulfato de pola- TOMO yIIl. 22 338 sa lo disuelve, dejando el sulfato doble insoluble, característico del zircon. 7.2 Tambien han conseguido MM. Deville y Caron por este método otros óxidos metálicos cristalizados, valiéndose de los fluoruros de urano, lilano y estaño. 8.2 Cimofana ó crisoberilo. Se mezclan equivalentes iguales de los dos fluoruros de aluminio y glucinio, y se descomponen sus vapores con el ácido bórico en el aparato arriba descrito. Resultan cristales parecidos enteramente á los que vienen de América, con la misma macla en figura de corazon y las mismas estrias convergentes caracteristicas de esta especie. Los autores han conseguido cristales de cimofana de algunos milimetros de largo y de formas perfectisimas. 9.2 Galmita. Para obtener esta espinela es preciso manipu- lar en vasos de hierro, poniendo en ellos fluoruro de aluminio y de zinc mezclados; el ácido bórico se pone en una navela de platino. Se deposita la gahnita en las diferentes partes del apara- to, viéndosela cristalizada en octaedros regulares muy limpios, brillantes y coloreados sin duda por el hierro del crisol al oxi- darse. 10. Estaurótida. Se pueden obtener silicatos en cristales comunes chiquitos, pero bien conformados y por lo regular de- lerminables, valiéndose del aparato que se acaba de describir, poniendo en él en contacto vapor de los fluoruros volátiles con la sílice que se pone en la naveta interior en lugar del ácido bó- rico. Asi resulta una sustancia cristalizada de igual aspecto y composicion que la estaurótida, y que disfruta de sus cualida- des físicas principales. Es un silicato bibásico cuya fórmula es Si Al”. 11. Diversos silicatos. Se obtiene esta misma sustancia con suma facilidad calentando hasta temperatura elevada alúmina en una corriente de fluoruro de silicio gaseoso. La alúmina amor- fa se trasforma en una redecilla de cristales representantes de la estaurótida, en punto á composicion al menos. Los autores han aplicado estos métodos á producir otros sili- calos cuyas bases dan fluoruros volátiles, como glucina y zinc. El zircon da en iguales circunstancias cristalitos con el brillo particular que los distingue. 339 De sus trabajos resulta que la descomposicion del fluoruro de silicio por los óxidos no deja en los silicatos mas que poquísima sílice, de suerte que no cabe obtener de aquella sustancia sino silicalos tribásicos. Asi es que tratando de producir esmeralda mediante la reaccion del fluoruro de aluminio y el de glucinio con la sílice, obtuvieron una sustancia cristalizada en laminas exa- gonales durisimas, que por el momento les hizo creer que con efecto habian logrado lo que buscaban. Pero la análisis les de- mostró que esta sustancia contenia insuficientes proporciones de silice para permitirse adoptar semejante conclusion. Nótese que el fluoruro de aluminio descompone la sílice para formar fluoruro de silicio y estaurólida, como el fluoruro de si- licio en contacto con la alúmina da fluoruro de aluminio y estau- rótida. Por esto las piezas arcillosas de los aparalos de fusion se trasforman por lo comun del todo en una especie de papilla de cristales compuestos casi exclusivamente de estaurótida, y ante una sustancia arcillosa pudieran servir los compuestos fluorados volátiles de intermedios para obtener, digámoslo asi, de una sus- tancia indefinida la cristalizacion de sustancias completamenle infusibles á las temperaturas en que obran. No queda con efecto rastro alguno de flúor en tales silicatos mineralizados por influjo de los fluoruros. Abrigamos la esperanza, dicen los autores al terminar su me- moria, de que los experimentos que acabamos de referir no se- rán infructuosos para explicar ciertos hechos de la naturaleza. Los geólogos, y entre ellos Mr. Daubrée en sus escritos sobre los filones metálicos, admiten la intervencion del flúor en la produc- cion de los minerales de los filones. 340 FISICA DEL GLOBO. Sobre los cambios sucesivos experimentados por el suelo en que descansa el templo de Serapis, cerca de Nápoles, y sobre otros análogos observados en diferentes puntos de la superficie del globo; explicacion plausible de las causas que los producen; por Mr. €. LyeLt. (Resúmen de una leccion dada en el Instituto Real de Londres.) (L'Institut, 20 mayo 1857.) El templo de Serapis, cerca de Napoles, es entre todos los monumentos que ha levantado la mano del hombre, el que ofrece mayor instruccion al geólogo. No solo ha sufrido una sucesion sorprendente de variaciones en los tiempos antiguos, sino que actualmente experimenta todavía ciertas mutaciones de estado que hacen de él un objeto nuevo de interés, y excilan á cono- cer su condicion presente, y áinvestigar lo que podia sucederle en lo futuro. Este edificio se desenterró en 1730 del seno de un depósito mixto, de varias millas de extension, en la costa Orien- tal del golfo de Baia, compuesto en parte de capas que conlienen conchas marinas con fragmentos de ladrillos, vidriado, escultu- ras, y en parte de materia volcánica de origen subaéreo. En el siglo pasado se propusieron diversas teorías para explicar las perforaciones litodómicas y la presencia de las Sérpulas que se descubrieron adheridas á la zona media de las tres columnas de mármol que existen aún en pié. Algunos escrilores, y entre ellos el célebre Geethe, han supuesto que hubo en otro tiempo una laguna en el atrio, que llenó de agua salada una incursion temporal del mar, y que han vivido por muchos años molus— cos y annélidos marinos en la indicada laguna, á la altura de 12 piés 0 más sobre el nivel del mar. Esta hipótesis se emitió en una época en que se lenia por más probable una fluctua— cion en el nivel del mar que la más ligera alteración en el del terreno sólido. En 1807 observó el arquitecto Mr. Niccolini que estaba seco el pavimento del templo, excepto cuando soplaba un viento 341 fuerte del Sur; mientras que al visilarlo 15 años despues vió que se cubria de agua salada todos los dias cuando estaba la mar alta. Esta observacion le hizo tomar una série de medidas de año en año, primero de 18224 1838, y luego de 1838 a 1845, que le permitieron sacar la conclusion de que el mar ha ganado anualmente en el pavimento del templo 5 de pulgada próximamente en el primer periodo, y cercade ¿ de pulgada en el segundo. Mr. Smith advirtió, al visitar el templo en 1819, que el pa- vimenlo estaba seco, pero que se hallaban llenas de agua del mar ciertas canales que se habian abierto en él para la salida de las aguas de un manantial caliente. A su vuelta en 1845, el nivel del agua era de 28 pulgadas sobre el pavimento, de donde haciendo una ligera deduccion á causa de la marea, podia ad- milirse por conclusion una subida media de pulgada por año próximamente. Como estas medidas se hallan acordes con olras verificadas por Mr. Babbage en 1828, por Mr. J. Forbes en 1826 y 1843, cree Mr. Smith que se acerca más a la verdad su con- clusion; alribuyendo la diferencia entre su resultado medio y el obtenido por Mr. Niccolini (principalmente en la primera sé- rie de medidas de este último observador), á que ha desprecia— do todas las mareas más elevadas de las aguas altas de cada año, lo cual influye para que sea menor su término medio que el verdadero nivel del mar. En 1852 Mr. Scacchi, á instancias de Sir Cb. Lyell, visitó el templo y comparó la altura del agua sobre el pavimento con su nivel determinado anleriormente por Lyell en 1839, y resul- tó que el agua, hecha la deduccion de la marea en ambas épo- cas, sólo habia subido 4; pulgadas en 13 años, no teniendo ya tanta profundidad como al medirla en 1845 MM. Niccolini y Smith; de donde dedujo que el movimiento de depresion del suelo habia cesado en 1845, habiéndose convertido en otro de elevacion con anterioridad á 1852. Desde dicha época no se tiene documento alguno exacto del nivel que haya adquirido el agua, 0 al menos nada se ha publicado sobre este par- ticular. Mr. Lyell ha hablado luego de una cabeza de estatua que le ha confiado para su exámen Mr. W. K. Hamilton, quien la 342 compró á un trabajador de Puzzoli en la cercanía del templo. Dicha cabeza tiene todos los caractéres distintivos del Júpiter Serapis del Vaticano, y entre otros un espacio plano en la co- rona, probablemente para llevar el adorno llamado modio, emblema dela fertilidad, que condecoraá las antiguas imágenes de la citada divinidad. Uno de los lados de la cabeza se halla intacto como si hubiera estado melido entre cieno ó arena, al paso que el otro ha sido atacado por el mar y pequeños Anné- lidos, y cubierto por Sérpulas adherentes, cual si hubiese estado sumergido durante algunos años en agua salada como las tres columnas de mármol de que se ha hecho antes men- cion. Mr. Lyell recuerda el hecho de haberse descubierto un pa- vimento de mosáico en la época desu visita al templo en 1828, a 53 piés debajo del pavimento actual, lo cual supone la exis- tencia de un monumento más antiguo y anterior á la ereccion del segundo templo. Este último, segun las inscripciones des cubiertas en su interior, debió edificarse á fines del segundo y principios del siglo tercero de la era cristiana. El autor presenta una breve relacion cronológica de la série de sucesos naturales é€ históricos que tienen conexion con el templo y pais comarcano, comprendiendo en ellas Jas erupcio- nes volcánicas de Ischia, Monte Nuovo y el Vesubio: indica las fechas del primer templo y del segundo, sus alturas primilivas sobre el nivel del mar, los periodos de sumersion y emersion del último, la naturaleza de las formaciones submarinas y su- pramarinas en que se descubrió envuelto en 1750; y finalmen- te, cita un dibujo á vista de pájaro de dicha region, publicado en Roma en 1652, en el cual se representan de pié las tres co- lumnas en un jardin á distancia considerable del mar, habiendo entre ellas y el mar dos iglesias, que ocupaban un terreno que ha desaparecido despues. La historia del hundimiento y enter- ramiento del templo en la edad media, época en que no hay do- cumentos escritos, se ha deducido del exámen escrupuloso ve- rificado por MM. Babbage y E. Head en 1828, de ciertos depó- sitos formados alrededor de las columnas por bajo de la zona de las perforaciones litodómicas. Mr. Lyell pasa despues á discutir la desigual extension del 343 movimiento del terreno y lecho del.mar, y sus diversas direc ciones en el territorio adyacente al golfo de Baia, citando el he- cho de hallarse actualmente cubiertos por el agua los templos de Neptuno y las Ninfas, lo mismo que algunos caminos roma- nos, mientras que no hay prueba alguna de una disminucion correspondiente ó de oscilaciones análogas de nivel en el sitio de la ciudad de Nápoles, que sólo dista cuatro millas en línea recta. Tambien menciona dichos movimientos de levantamien- to y depresion en otras partes del Medilerráneo, por ejemplo los del Sarcófago de Telmeso en Licia, descritos por Mr. €. Fe- llows; las variaciones de la isla de Candia, demostradas recien- temente por Mr. Spratt, que ha observado que la costa Occi- dental de la citada isla se halla 17 piés más alla que su nivel antiguo; que una porcion de la costa Meridional se ha elevado más de 27 piés; de modo que los diques de los antiguos puer- tos griegos están más allos, é igualmente las calizas perforadas por los litodomos; y que al mismo tiempo ha bajado muchos piés la parte oriental de la costa, causando la ruina de varias ciudades griegas que todavía se descubren bajo las aguas. Fuera del Mediterráneo, y mirando á otros paises, vese el templo indio de Avantipura, en Casimira, y sus 74 columnas, descrilo por Mr. Thomson y el mayor Cunningham, que esla hoy en medio de una especie de lago donde se sumergió en una época posterior al año 850 de nuestra era; sumersion que libró las estatuas del furor de Scanderberg, el conquistador mahome- tano llamado el gran iconoclasta. El hundimiento gradual de la costa de Groenlandia y el levantamiento de una parte considera- ble de la Suecia, uno despues de otro con posterioridad de varios siglos, son hechos muy conocidos. Por último, el suceso más mo- derno de este género, que en nada cede a los anteriores bajo el punto de vista de sa magnitud é importancia geológica y geo- gráfica, es el temblor de tierra ocurrido en Nueva Zelanda el 23 de enero de 1855. Las sacudidas de esa gran con vulsion se exlen- dieron por una superficie de tierra y mar tres veces mayor que las Islas Británicas. Cuando hubo cesado se vió que una parte de terrenoen la proximidad de Wellington, de unas 460 millas cuadradas, se habia elevado 1 á 9 piés, y que una cordillera de colinas, compuesta de rocas antiguas, se habia alzado verti- 344 calmente, al paso que permanecieron inmóviles los llanos ter- ciarios al oriente de dicha cordillera; de modo que resultó un precipicio de 9 piés de altura perpendicular, que se ha seguido hoy hasta la distancia de 90 millas en lo interior de las tierras, de Norte á Sur, á lo largo de la llanura de Wairarapa. A con- secuencia del levantamiento de 5 piés que ha sufrido el terreno por la parte Norte del estrecho de Cook, cerca de Wellington y Port-Nicholson, no ha vuelto casi á subir la marea por el rio Hutt, cuando por la parte meridional del mismo estrecho, en Middle-Island, donde se ha deprimido el terreno cerca de 5 piés, sube la marea en el rio Wairau muchas millas más arriba que antes del temblor de tierra. Las conclusiones de Mr. Lyell son que las causas probables del levantamiento y depresion del suelo dependen al parecer de la dilatacion de las rocas sólidas por el calor, y su contrac- cion por el descenso de temperatura; del menor volúmen de la arcilla cuando esta caliente; del exceso del de la roca en fusion respecto a las mismas malerias cristalizadas ó en estado de con- solidacion; finalmente, dela irrupcion subterránea de diques ho- rizontales de lavas, que pueden inyectarse hajo la superficie si sube la maleria en fusion, como sucedió en el cráter de Monte- Nuovo en 1538. Sobre este punto remite Mr. Lyell para mayor explicacion a un corte iluminado de una roca de 1000 piés de altura, en cabo Giram, en Madera, donde se nota con efecto la irrupcion de diques, tanto oblicuos como horizontales, entre capas de materias volcánicas acumuladas anteriormente sobre el nivel del mar, y con posterioridad á la época en que se halla- ba ya cubierta la Isla de Madera de una vegetacion parecida á la que existe hoy. La intercalacion de esas sábanas horizontales de lavas entre unos lechos alternativos de lavas antiguas y tobas, ha debido elevar las rocas sobrepuestas, y suministrarlas un apoyo permanente; pero al enfríarse y consolidarse la masa fun- dida debió falsear en parte dicho apoyo, y resultar entonces una depresion. El fenómeno observado en Nueva Zelanda en 1855 y de que ha hecho antes mencion M. Lyell, ofrece tan alto interés para la geología y geografía fisica, y al mismo tiempo se conoce lan imperfectamente, que esperamos se nos disimule el que extrae- 345 lemos algunos detalles que le son concernientes de la obra Ce Mr. Richard Taylor, publicada en 1835, y cuyo título es New Zealand and its inhabitants. (Nueva Zelanda y sus habitan— tes), que trae las declaraciones de Mr. KE. Roberts, ingeniero real, que se hallaba sobre el terreno en el momento de sentirse el temblor. Segun Mr. Roberts, el levantamiento en las cercanías de Wellinglon solo fué de 1; á 4 piés, pero aumentó gradual- mente hasta Muka- Muka-Point, á 12 millas de distancia en línea recta al S. E., donde fué su máximo, subiendo á 9 piés y más aún; al Oriente de dicha localidad no hubo movi- miento alguno. Se han|podido tomar estas medidas con toda la precision apetecible, porque tambien se alzó una zona de roca blanca cubierta de nulliporas que estaba justamente á menor nivel que el de la marea baja. La roca perpendicular de la punta mencionada anles, formaba parte de un promontorio que com- pone el término maritimo de la Rimutaka, cordillera de monla- ñas que consiste en argilila (no esquistosa) de fecha geológica antigua. Los escarpes orientales de las expresadas montañas es- tán frente á un pais bajo que consiste en capas lerciarias muy modernas, que terminan tambien al llegar al mar, en un tajo de 80 piés de allura y de mucha menos elevacion que los formados por las rocas antiguas. Esas rocas terciarias han permanecido absolutamente inmóviles, constituyendo la union de las anti- guas con las nuevas una linea de fallas que corre de Norleá Sur hasta una gran distancia (90 millas) por el interior, a lo largo de la base de las monlañas, en que alzándose repentinamenle limitan los llanos terciarios bajos. Una grieta abierta en parte de dicho trayecto, que se tragó algunos animales en 1855, marca la linea de fallas en varios silios. Entre olras pruebas de depresion observadas en la parle opuesta del estrecho de Cook ó en la parte Septentrional de Middle-Island, simultáneamente con el levantamiento indicado, cita Mr. Roberts el hecho de verse obligados hoy los plantado- res á subir tres millas porel rio Wairan para lograr agua dulce, que tenian en sus lierras antes del temblor de enero de 1855. En la parle Septentrional de la Isla no hubo erupcion volcánica en la época de dichos sucesos, y sin embargo aseguran Jos na- 346 lurales que subió sensiblemente la temperatura de los manan- liales calientes de Taupo poco antes de la catástrofe. Durante el temblor de tierra anterior ocurrido en 1832, se observaron otras alteraciones en los niveles relativos de la lier- ra y mar, y muchos colonos temen la repeticion de tales movi- mientos cada siete años próximamente, porque en 1848 hubo violentas convulsiones. Sea como fuere, la mayor parte de la Nueva Zelanda no ha sufrido el menor ataque de los temblores de tierra en esos mismos periodos. METEOROLOGIA. o REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de abril de 1858. Pulgadas in- máxima diurna (dia 27).... 37,2120,67| 25,84 mínima diurna (dia 1). ..... 8 8,781 10,98 15 BARÓMETRO. glesas: Milimetros. AÑUPAIMCdIASE 10. ais bit So 27,802 |706,158 maxima (dia VOL 28,041 [712,228 minima (dia So stis Jl 97,629 |701,764 Oscilacion mensual.......... ES 0,412 | 10,464 máxima diurna (dia 4)..... 0,169 4,293 mínima diurna (dia 27)....| 0,025 0,635 1 Fahr. | Reaum. | Cent. TERMÓMETRO. Temperatura medialas ica Us 63,9 179,72/22%15 máxima (dia 18)........ 13,3/22,94 28,68 minima (dia 9).......... 31,9/11,06 13,82 Oscilación mensa lis ue mica 00 as 91,4111,88| 14,86 , Pul. ingl. | Milímetros. PLUVÍMETRO. Lluvia caida en el mes..............| 0,151 3,83 347 Mes de mayo. | Pulgadas in- BARÓM ETRO. glesas. Milímetros. AHMura media AA ES 27,811 [706,386 ARA a 98,078; | 713,108 minima (dia 4)........ ATADO: 1696, 604 Orcilacionemensudluciion.aretare atera acomgla e e 0,652 | 16,561 máxima diurna (dia 12)..... 0,142 3,607 minima diurna (dia 6)...... 0,012 0,305 TERMÓMETRO. Fahr. Reaum. | Cent. TVemperdlura Medid. ..ocozesoso sl e 667,6/15-,38/19*,23 máxima (dia 31)........ 85,61 23,83| 29,79 mínima (dia 4)........-. 46,71 6,53| 8,17 OscUacionancñsua lao neon date pro a a os 38,9| 17,30] 21,62 máxima diurna (dia 29)....| 44,5| 19,78| 24,7: mínima diurna (dia 5)...... 14,0| 6,22] 7,77 PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. | Milímetros. Lluvia caida en el mes...... AS 02,554 |14mm.074 E INIA ES PIEZA IR AA A ESSE TELDE 18179 |L* 61] 1ScOv9|0” EL] 8 71 [18 71] 9 91 (03 EL] 19% [26 81 gy (ate |" **“owe pq ee'aro le LUzS ovalo znl aer [et erlegrln1] or |L0 LL es [o 96 |" aque 0319 [Y SHLI OPO|3' EN] Lé TE [89 TL | E" OL |T “EL| O LL [618 L06 | 193 |""""“oquuoraoN LG 19 [9 6T 68 *6E6|3' PL] S' ST [éL' SL | e LEO “yr ] 095 [SL ST 0" EL (083 |." aqu 09179 |6' GT [39 6£9/1 TL] S ST ar eT| 1 Li iS “er] 0er [9681 £' zl | ac q | cc” “arqueros eL 159 le oslystovoles 71] 6: <1 [88911 la vol zer (00 65 0060 ls Le |o0 ce" *“orso8y 0T'Tv9 |L' 13 |v0'ovoje* 71] 8 SI [98 91] 9" LT [3 “vr] e s1 [76 St [TEL | La |""*“:“**“ommf 28079 |” TEj08"6E9|7' PLN 6 ST [91 91 | 081 y “vL] 6 Sr [6% 61 [961 | a 86 | cc***cccormunf GT Tv9 Ja aaloL'0v9|8* PT] E ST [89 ST | 9 11 [8 EL] 181 [7108 | 911 | T 68 | eo" o“ code 6£"T79 |a* Taler'079|8* El] Y ST [eL er | o 81 [o “ er] 9 Té [08 03 601 |< tejo o***cuqy 70'679 [0 SL/E8'079/L" UL] 1 El [98 €T | TEST [Y “ TU] 9 6T [99 LT L'L | € Lo |'******“ozeN q9 679 [1 oLE|TO"TFO|L TEN 6" TE [99961 | L PT [LOT] 1 té [70 LL [TO |6 Ló|***** oltlqaH 88 €79 | — [88 679/98 | So | — | 99717] — ES TA 1 a A 0 EUA Dc a E a wmoJe Aa, e *eIpolA % 3 A 1] ; > C L 91eg A E , 5%, a IP9/N RIO | *eOonXxe[y SASAN "pUDuUnul “Y 6 *Dpupunu “Y G > A o A SS OS a E IA *JOLJ91X9 eImpesod : : , «mej £ «0 y peptieyden y epuaco“OIamQIeg OP9DY 090900], Je11oxo eampeaduoy, LOS Yg RA A A A A A A A A AA A A A A AA A A A A A A "LGRT 04D 19 DIDUIINL) op snsof op bwbduo,) 1], 9p * JJ $0 9p ObiwI Y OAWUAMIG-01090) 19 U9 SVYIM SIUDIDALISJO SM] IP UDUNSIY 4 268 |£8"079|66'9€9 | 76 'S79 [LV GO T 097 27 TI9|L 91187 66919" EE 96 079 6" 36 |****** “oue 1oq 989 |S6 179 ELLE9 | 8079 97 Glen pl0r E SUL PLG6'O79| EU LEY ¡€90 V79 l9G Glco ler 6E%% [37079 68 LE9 (86 Ev0 (GE zleg Tes) 087 [67079 78"LE9 [19619 lay a lcepico el) 6L'S [OY T79 86 "LE9 |LL'Evo ler eleepies a) 6 76 1Do jo erjusogo ly val Lecir9 9% 03 **=*“osquorg p9"VY9|L 9INOGGE9|T EXfEL'1y9 8 Té |****c9quoaoN 16.0/9/8 9I]6S'SE9|Y' | 11 019 Li TE ******“orquioo y "1ro le" Lise 6E9|1' ERP 06'0T9 8 TE |'*** “orquionos ' IG "IV9[0* LINOS 6E9|€* EENGLTDO El £6 | "00 “o cojsody 6209 [8€/079| 669€9 SC EJO [SO E |[Gy'1 <9 6 [81 TT9 6 9181 ce9 los 1E| 19019 eN A 08.7 [01019 1YLe9 |re'aro|ro'eloe'1 7803 fis coro lo" or loc Seo 16' El LG '0y9 E Ye +00 ccoo coran; > Tv2 PLe“0r9 66,989 EY E79 |LG [29 1/08 G [10 119|8* 9168 'SEY|O* VE Eon E A = 86% J08 (079 S8'LE9 [ES ED9 [LE 01 0%'€ [6 VOY" LU[TGRE9|E LE] IG OT 0 Saz [0000 occ c1nqy 280 68019 TY LEY 6yEJ0 ES EST 08 Y [98 179 [3 SIPLIC6E9|8” Ez] 88Sc079 6' Té |" *** “ozIen “179 8003 |*******0101qo TON mtrs ”» , rs 6 2. 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Trabajos experimentales acerca de los agentes que pueden pro- ducir el metamorfismo de las rocas; por Mr. DaubrEr. (Cosmos, 27 noviembre 1857.) Hace mucho tiempo que Mr. Daubrée tiene la creencia de que ciertas masas cristalinas y gran número de minerales son re- sultado de acciones comparables á las de la via húmeda; y sin embargo nunca se han producido en nuestros laboratorios, em- pleando dicho método, los silicalos anhidros que abundan en la naluraleza. Cierto es que en Plombiéres, por ejemplo, se han for- mado desde los tiempos de los romanos, por via húmeda y á tem- peraluras relativamente bajas, unos silicalos alcalinos anhidros y otros minerales; y en vista de estos resultados, ¿cómo habia de ser imposible, tarde 6 temprano, oblener a voluntad otros analo- gos? Mr. Daubree ha hecho en esle sentido una larga serie de experiencias coronadas desde un principio con buen éxilo. Su método experimental consiste esencialmente en poner en un vaso cerrado las materias que han de producir una doble reac- cion, y exponerlas á una temperatura de 400 grados al ménos. Enumeraremos rápidamente los resullados que ha conseguido. El cristal, en las condiciones enunciadas, sin perder su for- ma se vuelve opaco, terroso, friable como el kaolin; se infla regularmente, y entonces sólo se compone de agujas cristalinas perpendiculares á las antiguas paredes, cuyas agujas son wollas- linila ó silicato de cal, 3Ca O, Si (?. Los álcalis y el exceso de sílice entran en disolucion; pero esla última cristaliza en gran parte en estado de cuarzo hialino, y 333 forma unas incrustaciones parecidas en un todo, excepto en volúmen, a las naturales. Los mencionados cristales de cuarzo, de una perfecta limpieza, adquieren sin embargo algunas ve- ces 2 milimetros de longitud. Por consecuencia esla descom- posicion intervendrá con sus productos en todas las reacciones en que se haya uso del cristal. La mínima porcion de agua necesaria para descomponerlo completamente es una particularidad notable, bastando á lo más un peso igual á la mitad del suyo. La desagregacion patentiza tambien otras particularidades de estructura, que no se adverli- rian en el estado primitivo del cristal: conviérlese, paralelamen- te á sus superficies, en esquistoso, y se divide en hojillas muy ténues; lo cual pudiera explicar la naturaleza esquistosa de ciertas rocas melamórficas. La obsidiana tratada como el eristal, se trasforma en una ma- sa opaca, compuesta de cristalillos de feldespalo, y parecida á traquila de granos finos. La arcilla y el kaolin perfectamente purificadas con lejía, sufren otra metamorfosis de la misma cla- se, siempre que una disolucion adecuada les suministre álcali, produciéndose entonces el feldespato en cristales. La accion del agua en el feldespato y cristal es por consecuencia diferente del lodo, pueslo que el uno se descompone y el otro se forma bajo las mismas circunslancias. Esta disimilitud procede evidente- mente de la estabilidad del compuesto feldespático. En las experiencias en que el cristal resulta descompueslo en presencia del óxido de hierro, no se forma simplemente wo- llastonila ó silicato de cal, sino un silicato doble de cal y hierro que constituye la piroxena di0psida, que cristaliza regularmente con sus formas, color verde y trasparencia habitual. Es por consecuencia cierto que un gran mimero de silicalos que componen las rocas cristalinas, y tal vez todos, pueden for— m"arse por via húmeda á temperaturas elevadas, y sin embargo mucho más bajas que su punto de fusion. La presencia del agua es al parecer en este caso, como en otros, una condicion esencial de facil cristalizacion. Quizás no fuera dificil, añade Mr. Daubrée, explicar de este modo la influencia del agua misma en los fenómenos de la fusion ¡gnea. Efectivamente, al paso que los feldespalos no han podito TOMO VIH. 23 3uL producirse artificialmente aún por via de fusion seca, se forman estos silicatos con suma facilidad en las lavas de todos los volca- nes; cuyo contraste se explica por la gran tendencia del feldes- palo á formarse en presencia del agua caliente en alto grado. Además, sometidos á la influencia acuosa pueden cristalizar los silicatos en una sucesion opuesta á su órden de fusibilidad, como sucede evidentemente con la antigena. Esta última conclusion puede hacerse extensiva á las rocas graniíticas, de cuyos elementos, dos por lo ménos, cristalizan con tanta facilidad en presencia del agua. GEOLOGIA. Observaciones generales sobre las formaciones Jurásicas; por EL VizZCONDE DE ÁRCHIAC. (Cosmos, 26 febrero 1858.) Hemos elegido la clasificacion propuesta primero en Ingla- terra para las divisiones de la formacion, porque son á un mis- mo tiempo las más antiguas, mejor caracterizadas, más comple- tas, etc., etc., y porque la faja que cruza oblicuamente el pais de N. E. al S. O., ofrece el mejor ejemplo que pudiera escogerse para apreciar bien los fenómenos normales que se han verifica- do durante todo ese periodo secundario. Pero en dicha termo- nología, la más usada, no hay expresion alguna que abrace á la vez todos los depósitos del mencionado periodo, pues la palabra oolítica deja siempre fuera el lias. Adoptando la de formacion jurásica para designar el conjunto de sedimentos existentes en- tre el grupo neocomiano y las margas irisadas, se zanjan todas las dificultades, porque no se hace mas que definir y limitar con mayor exactitud que hasta ahora la palabra empleada hace mucho tiempo. Efectivamente, la cordillera del Jura compren- dida entre el Ródano y el Rhin, entre el gran valle suizo y el del Saona, tiene una importancia geográfica y orográfica que debe exclusivamente á los depósitos del periodo de que hablamos; porque pueden suprimirse con el pensamiento los sedimentos 355 cretaceos y terciarios y algunas eflorescencias más antiguas que entran en su composicion, sin que por eso se alteren sensible- menle sus caracteres fisicos. Esta es una particularidad muy rara que tiene dicha cordillera de comun con la Costa de Oro, especie de hermana menor gemela mucho ménos considerable indudablemente, pero más homogénea todavía en su composicion, Olra circunstancia que tambien se observa en la Costa de Oro, es la aparente uniformidad de su levantamiento principal. Estos cuatro grupos del Jura están bien caracterizados, «¿ igualmente sus pisos y sub-pisos: pero si nos aparlamos de la region indicada para dirigirnos al Oriente, no tardan en atro- fiarse y perder sus caracteres esenciales varias subdivisiones de primero y segundo órden. De este modo, hablando sólo ahora de los paises llanos, el grupo superior se encuentra modificado por completo en la Suavia y Franconia, y se pierde el oolítico inferior. Si avanzamos a Oriente, haciendo siempre abstracción de las regiones montañosas, se simplifica más y más la formacion jurásica. La Moravia, Alta Silesia y las llanuras de Polonia, sólo ofrecen testimonios del segundo grupo; y cuando se exami- nan las regiones rusas, el piso de Oxford, desde las orillas del mar Glacial hasta las márgenes del Ural, mar Caspio y mar Negro, es al parecer el único término de la serie cuya existencia es cierta. Más allá todavía en la misma direccion, los lipos jurá- sicos de Himalaya y de las riberas del Indus, unas veces se li- gan con los de Oxford-Clay, otras con los del lias, y hasta con el grupo oolitico que los separa; pero no exisle prueba alguna de que se hallen separados y distribuidos como en Europa. Si se echa una ojeada al O. de la region jurásica tipo Ó cen- tral, que para mayor exactitud debe comprender el Jura, la Costa de Oro, el norte de la Francia y zona de Inglaterra, sólo se en- contrarán en la parte norte del Continente americano, al pié orien- tal de los Apalaches, algunos depósitos limitadisimos, probable- mente lacustres; más allá del Mississipi, se ha referido al hori- zonte de Oxford-Clay una hilada de escasa potencia, segun dalos poco numerosos todavía. En cuanto á los fósiles encontrados más al N., sería prematuro querer asignarles un nivel determinado en la formacion. Respecto á la fauna jurásica de Inglaterra, no se ha perpe- 336 luado especie alguna del lias hasta Portland-Stone; las modifi- caciones ocurridas en el organismo durante el trascurso de tiem- po que ha mediado entre el principio y fin del período, han sido lentas, graduales y contínuas; en ningun punto de la serie ha sido completa la renovacion en un momento dado; nunca se ha roto enteramente la cadena de los seres; se han formado nuevos eslabones antes de romperse los antiguos; el atento estudio de los fósiles en las demás partes de nuestra region tipo, ha de ofrecer resultados análogos. En la flora jurásica se conoce únicamente un corto número de vegetales, que á veces han sido nuestra sola guia para com- prender en dicha formacion inmensos depósitos, como los de la India central y la Virginia; y si se confirman algunas presuncio- nes relalivas á ciertos depósitos de Australia, olra vez más se fundaria en el sincronismo el conocimiento de los vegetales. Cuando se comparan las capas de una formacion comprendida en una cordillera de montañas complejas con las que deben cor- responderles fuera de la referida region quebrada, tales, por ejemplo, como las capas jurasicas de los Alpes de Austria, de Ba- viera y Tirol, comparadas con las de Suavia, elc., se advierte que, por extensa que sea la parte que se atribuya á los fenómenos dinamicos, y cualquiera que haya sido la influencia de las ac - ciones fisica y química, las diferencias que presentan hoy respecto á lassegundasson tan marcadas que es necesario frecuentemenle, para explicarselas, recurrir á fenoménos de otro órden ú otros tiempos. Pues bien, nos parece posible hallar la causa de esas diferencias, que no explican suficientemente las acciones que acaban de indicarse, suponiendo queno dependen exclusivamen- le de efectos posteriores á la formacion de los depósitos, sino en gran parte de circunstancias particulares contemporáneas de esos mismos depósitos, y limitadas en el mismo espacio que los fenómenos que ocasionaron, más tarde, los trastornos y diversas modificaciones de todo el sistema á la vez..... De esta manera, al lado € independientemente de las pruebas de levantamientos paroxismáticos estudiados de un modo tan perfecto por Mr. E. de Beaumont, nos inclinamos á admitir tambien en las cadenas complejas, ciertos efectos que el exámen comparativo detallado de los depósitos manifiesla; efectos que se han producido durante 391 su formacion. Los espacios que ocupan las mencionadas cordi- lleras han debido ser, digámoslo así, en todos los tiempos el asiento particular de acciones perturbatrices, indudablemente unos puntos de menor resistencia de la costra lerrestre, destina- dos en cierta manera, desde las primeras épocas de la lierra, á convertirse luego durante las últimas en las partes más quebra- das de su relieve. Memoria sobre la estructura y el movimiento de las hieleras; por MM. TyxoaLi y Huxtey. (Anal. de Quim. y Fís., marzo 4858.) (Leida á la Sociedad Real de Londres el 43 enero 4857.) Las leyes del movimiento de las hieleras, como se infiere de las observaciones de los físicos y geólogos hace treinta años, dan una consecuencia singular. La hielera procede exactamente como lo haria, en virtud de la pesantez, una pasta semiflúida; la superficie superior de la hielera desciende más aprisa que la inferior, la parte de enmedio más aprisa que los bordes; si el valle que ocupa presenta estrechuras ó repentinas variaciones de profundidad, la masa de la hielera se amolda exactamente, y sin quebrarse, a todas estas irregularidades; en una palabra, parece que la hielera, que todos saben ser uno de los cuerpos ménos duúctiles cuando se toman pedazos de tamaño mediano, se convierte en eminentemente plastica, y comparable á un flúi- do viscoso, cuando se la considera en masas grandes. Hablan tan alto los hechos, que al proponer con toda formalidad Mr. Forbes se expliquen las propiedades de las hieleras atribuyén- dolas la plasticidad de un flúido pastoso, se admitió por todos esta hipótesis, no obstante lo contradictoria que es á las propie- dades mejor conocidas del hielo. Mr. Tyndall se ha propuesto que desaparezca esta dificultad, demostrando que el hielo, sin disfrutar la mas minima plastici- dad, posee una propiedad notable, facil de observar, y capaz de producir los mismos efectos que la plasticidad más completa. Poniendo en contacto dos pedazos de hielo á cero de tempera- tura, y recubiertos por consiguiente de una capa delgada de 338 agua ocasionada por el derretimiento, se congela el agua que moja a las superficies de contacto, y ambos pedazos se juntan. Nada de esto sucede cuando, estando á menos de cero el hielo, esta perfectamente seca su superficie. Todos los dias estamos presenciando este hecho, aun cuando esté á bastante más de cero la temperatura de la atmósfera, y aun se puede verificar en agua caliente; pero nadie parece lo noló hasta Faraday en una leccion dada en el Instituto Real de Londres el año de 1850. Facilmente se comprende cómo puede servir para explicar la plasticidad aparente del hielo. Comprimida ó estirada una masa de hielo, empieza por quebrarse; los pedazos se escurren unos sobre otros, obedeciendo á las fuerzas que en ellos actuan, pero a poco se sueldan unos con otros, y vuelven á formar una masa coherente que parece haber mudado de forma como un cuerpo plastico en virtud de fuerzas exlernas. Si este modo de ver es exacto, claro eslá que un pedazo de hielo de tamaño mediano debe ser capaz de mudar de forma por causa de la presion lo mismo que la masa enorme de una hielera. Asi lo ha demostrado Mr. Tyndall con experiencias que tienen aire de paradojas. Tomó, v. g., una esfera de hielo de algunos centimelros de diámetro, y mediante una prensa hidráulica la comprimióo entre dos tarugos de madera dura, que dejaban entre sí una cavidad lenticular. Se rompió primero el hielo en pedazos menudos, pero a poco se juntó en una masa coherente, y algu- nos segundos despues se trasformó la esfera en una lente traspa- rente, amoldada con toda exactitud á la cavidad en que se la habia puesto. Con moldes apropiados trasformó sin mayor di- ticultad la misma lente en un disco chalo, y aun en una copa semiesférica hueca. Lo mismo se puede dar á un prisma recto de hielo la forma de un semi-anillo de la curvatura que acomo- de; en suma, cuantas desfiguraciones se observan en las hieleras, y que han dado margen á creer en la viscosidad del hielo, se pueden imitar fácilmente; y claro está que un observador que tan solo presenciase el principio y fin de cada experiencia, que no veria por lanto quebrarse el hielo en trozos menudos anles de amoldarse á los cuerpos que locompriman y de tomar la for- ma de masa coherente, irremisiblemente tendria al hielo por tan plastico como la arcilla. 359 Asi resulta explicado por las propiedades del hielo el me- canismo del cambio de forma de las hieleras; pero conviene no- tar la diferencia esencial que existe entre las condiciones de las experiencias de Mr. Tyndall y las naturales de una hielera. En las experiencias de Mr. Tyndall tiene que pasar de repente el hielo de una forma dada á otra muy distinta. El cambio de for- ma de las hieleras es contínuo, y esta circunslancia explica por qué no se ven las alternativas de rotura y reunion de los peda- zos de hielo en una hielera. Manifiéstanse no obstante bastante claras, puesto que no cabe referir á otra causa el crujido. que tantos observadores han oido en las hieleras. Cuando el fondo del valle de la hielera cambia bruscamente de nivel, se divide en bloques distintos la masa de aquella, volviéndose á juntar asi que llegan á un punto donde sea más suave la inclinacion. Viaje de Adolfo Schlagintweit por-el Nordeste de la India desde diciembre de 1856 hasta abril de 1857. (Instituto geográfico del Dr. Justus Perthes; Gotha 4857, cuaderno 7.”) Mientras que los dos hermanos Schlagintweit (Hermann y Roberto), desde su feliz regreso á Europa en el mes de agosto, se hallan en Londres consultando y arreglando con los directo- res de la Compañía de las Indias Orientales sobre el modo y manera de ordenar y dar publicidad al resultado de todos sus trabajos, Adolfo Schlagintweit se ha quedado en la India para dar la última mano á sus investigaciones, antes de volver tam- bien á Europa por el mes de noviembre. El coronel Sikes, á cuya benevolencia lenemos que agradecer todo lo que llevamos publicado sobre estos tan interesantes y lan imporlanles via- jes, nos comunica desde Londres, en 29 de julio último, la siguiente ligera descripcion de los nuevos viajes de Adolfo, es- crila por él mismo. «Ya sabrá Y. por mi hermano Hermann, que tanto él como Roberto tienen la intencion de dejar la India á fines de abril ó principios de mayo, y que yo permaneceré por este pais hasta poco antes de empezar la estacion fria. Esto me proporcionará 360 los medios do poder completar y lerminar mi carta geológica del Himalaya occidental entre el Sutledsch y el Indus, y de ha- cer algunas observaciones detalladas sobre el magnetismo, sobre los fenómenos fisicos de las hieleras del Himalaya, etc., elc., que no me fué posible verificar en mis anteriores escursiones.» »Me separé pues de mis dos hermanos en Rawul-Pindi en diciembre de 1856. Desde alli, pasando por Attok, fui á Pes- chawar, en cuyas cercanías permanecí la mayor parte del meS de enero siguiente, ocupado en recoger y reunir todos los datos geológicos y geográficos que me fueron comunicados sobre los cerros y las cordilleras al Oesle de Penschawur, puesto que á mi no me era posible el ir á observarlos personalmente. Desde Peschawar me puse en camino, acompañado de una buena escolta de cipayos y de caballeria irregular, para continuar mis investigaciones en los cerros de Kobrat, Kalabagh y Bunnu, asi como por las crestas salinas hasta bajar hácia Detira-Is- mail-Chan. En estos cerros, que crucé en diferentes direc- ciones, encontré mucho de interesante para la geologia; las rocas estratificadas son ricas en restos fósiles, y pude recoger muchos hermosos fósiles de casi todas las formaciones sedimen— tarias, desde las paleozóicas hasta las miocenas. Las rocas más inferiores que están á la vista son paleozdicas; en la cadena salinosa al O. del Indus sólo se presentan en capas muy delgadas, pero en los cerros del otro lado y en los cerros de Kyber se presentan más potentes. Se encuentra en ellas una gran diversidad de especies fósiles de diferentes tamaños, Spi- riferas dela época devoniana, productus Orthis Terebratula, etc. pero ningun Trilobito. Sobre las capas paleozóicas reposan los yesos y los extraordinarios depósitos de sal. Están recubiertas por una delgada capa, pero muy facil de seguir, de pizarra ne- gra, la cual contiene algunas veces infinito número de Ammo- niles y de Belemnites oolíticos. Sobre esta capa se presenta una caliza pardusca con carbon, la cual evidentemente no es más antigua que la formacion oolítica. El carbon está recubierto por algunas capas de arenisca rojiza con algunas pocas pelrificacio- nes, y sobre ellas hay grandes masas de una caliza nummuli- tica, blanquecinas y amarillentas, con diversidad de fósiles. El todo se halla recubierto por arenas y conglomerados terciarios 361 con muchos restos de cuadrúpedos. En estos cerros se presen- tan dos especies de carbon enteramente distintas: la una es, como queda dicho, oolilica; la otra se halla incrustada en la arenisca terciaria fosilifera. Pero las dos especies que tuve oca- sion de observar en muchos silios se presentan en capas muy delgadas, que no ofrecen ningun interés para ulilizarlas en la práctica. Muchos de los fósiles que encontré son absolutamente idénticos á los que anteriormente habia recogido en el Hima- laya y en el Tibet, y no me queda la menor duda de que los estralos sedimentarios de la Sierra-Salinosa, etc., y los del Himalaya y del Tibet, han sido depositados en un mismo Océano. Desde Dehra-Ismail-Chan continué mi marcha en marzo y abril por el Pandschab hacia Lahore, Hussiapur, Kangra y Dhuramsala. Despues de una corta delencion en el último punto, pasé al distrito de Mandi para comprobar la edad geoló- gica de la formacion salifera que se presenta en aquellos cerros. La sal pertenece aquí á la misma formacion que la de la Sierra- Salinosa, pero los estratos sedimentarios que la acompañan en los cerros de Mandi han experimentado muchas alleraciones por la accion melamórfica de las grandes masas feldespálicas, que inmediatamente detrás de las minas de sal constituyen una sierra de 17.000 á 19.000 piés de elevacion. Yo creo que en muy pocas localidades se presentan tan marcados como en es- los cerros la alleracion de las rocas y demás fenómenos del me- tamorfismo. Despues de haber visitado todos los sitios en que se presenta la sal, estoy ahora en camino hacia Kulú, desde donde cruzaré la elevada sierra del Dhanladhar, y visilaré los manantiales del tavi en el distrito de Tschamba. Durante la última estacion fria he dedicado mi particular alencion á estudiar la profundidad y temperatura de los pozos, y la lemperalura y origen de los manantiales que, con los recur- sos que me proporcionaba mi destino, estaba en el caso de po- der reunir un gran número de observaciones muy exactas. Voy a comunicar á V. algunos de los resultados de estas obser- vaciones; pero lo que es el especificar mi modo de ver sobre 362 cada una de estas consideraciones en particular, daria margen a que me extendiera aqui demasiado. 1. En todo distrito de limitada extension y que al mismo tiempo eslé recubierto casi uniformemente por un suelo aluvial, como v. g. en el valle de Peschawur ó en el circuito de algunas millas al rededor de una llanura, las notables diferencias que se observan en la profundidad de los pozos coinciden casi exactamente con las diferencias en el nivel de la superficie; es decir, que el agua de los pozos se halla comprendida casi á un mismo nivel en la parte inferior de aquella region. Pero tan luego como saliendo de la llanura ó del centro de un gran valle nos aproximamos á la falda de los cerros, la rela- cion entre la profundidad de los pozos y la mayor 6 menor ele- vacion de la superficie del terreno, cambia completamente. Se puede indicar aquí como regla general, que el agua de los pozos al pié de los cerros se presenta más cerca de la superficie que no en los situados á cierta distancia de ellos; y la causa de este fenómeno es porque en la proximidad de la falda de los cerros afluyen al terreno aluvial una porcion de arroyuelos proceden- les de las montañas. He lenido ocasion de convencerme repeli- das veces por medio de mediciones hechas con la mayor exac- titud, de quelos arroyos, cuando llegan a una distancia de 20 3 millas de la falda de los cerros, sólo llevan ya una mitad del agua que llevaban cuando corrian por la montaña. Como un ejemplo notable puedo indicar á V. el resultado de varias medi- ciones simultáneas de la cantidad de agua que lleva el rio Ravi, verificadas bajo la direccion del teniente R. Diaz. El Ravi cuando corre por los cerros lleva 2.400 piés cúbicos de agua por se- gundo, en Lahore 1.400, en Multan 700 piés cúbicos única- mente. Desenvolviendo los calculos de todas nuestras observa- ciones, podriamos presentar muchos ejemplos semejantes. Se puede dar por sentado con toda seguridad, que si los rios del Pandschab, en lugar de reunirse todos ellos en uno solo, como en el dia lo verifican, desembocaran en el mar cada uno se- paradamente, probablemente ninguno llegaria hasta el mar, a no ser el Indus. 2. La temperatura de los pozos es por lo general en la India más baja que la de las fuentes y que la del terreno en una cierta 363 profundidad. Cuanto más profundos-son los pozos y cuanto me- nos uso se hace de ellos, tanto mayor es la diferencia entre la temperatura de su agua y la del terreno á una profundidad igual, etc., etc. ZOOLOGIA. Informe dado ú la Academia de Ciencias de Paris el 22 de mar- zo de 1858 por MM. Minne-Eowaros y DunmeriL, acerca de una Memoria de Mr. Farre intitulada: Sobre la hiper- metamorfósis y las costumbres de los Melóides. (Comptes rendus, 22 marzo 1858.) Tenemos que exponer á la Academia un hecho nuevo y ex- traordinario en la historia de las metamorfosis que experimen- tan casi todos los insectos, presentándola la análisis de una parte del trabajo que Mr. Fabre, de Aviñon, ha sometido á su examen en la sesion de 1.” de este mes. Se intitula la memoria: Sobre la hipermetamorfósis y las costumbres de los Melóides. Sabido es que al salir del huevo la mayor parte de los in- seclos, se presentan con una forma interina y como prestada, por lo cual se designan generalmente con el nombre de larvas. Parece con efecto que este vestido transitorio les disfraza enle- ramente. Semejante conformacion en la primera edad es cons- tantemente igual en todos los individuos de una misma casta. Cuando tienen esta primera forma, cada uno se alimenta de una manera particular, se desenvuelve y crece en un trascurso de tiempo más 6 ménos largo. Una organizacion especial y di- versisima, segun las circunstancias, les da la admirable facul- tad de mudar de improviso de forma, de organizacion y aun de costumbres Ó de manera de procurarse alimentos, sin dejar de conservar su individualidad. Verificase entonces en el conjunto de su economía una especie de reblandecimiento, de disolucion de las partes sólidas, que experimentan, fuera como dentro, los cambios más incomprensibles. 364 Semejante estado intermedio suele necesitar para tal trasfor- macion corporal una época de reposo y deinmovilidad, durante la cual se refunde toda la organizacion. Despójase complelamen- le la larva de sus primeros vestidos, al paso que va engordan- do. Sale una masa pequeña muy blanda, de otra forma, que va poco á poco tomando más consistencia, hasta convertirse en lo que llaman ninfa ó crisálida. La tercera época de la vida de los insectos es por último la de su perfeccion, en la cual disfrutan de todas sus facultades, por lo comun desenvueltas en sumo grado, se pueden mover de mil diversos modos, y tienen órganos destinados á perpetuar su casla, y á preparar los recursos para asegurar la propagacion de cada especie y la conservacion de su progenitura. Casi todos los insectos pasan pues sucesivamente por estos cualro periodos de la vida, en estados de huevo, larva, ninfa é imagen real, que es su verdadera y úllima representacion, y mirada como la perfecta. Hemos recordado estos hechos, sobrado conocidos, de la tras- formacion á que están sujelos casi lodos los insectos como á una ley general que les obliga a pasar sucesivamente por dichos cuatro estados, a fin de que se conciba mejor una excepcion ver- daderamente insólita, que consiste en un aumento hasta hoy apenas conocido del número de los periodos intermedios. Este singular hecho seria increible á no fundarse en obser- vaciones positivas y absolutamente fuera de loda duda, por el detalle de los trabajos que ha seguido el autor para convencerse de su exactitud. Se trata de un animal que, sin dejar de ser en realidad uno mismo, muda sucesivamente ocho veces distintas deforma y consistencia, presentando de consiguiente otras tantas diversas modificaciones de alimento, usos y costumbres mientras dura su existencia, la cual se prolonga hasta cerca de cuatro años. Es un caso de polimorfósas. Se sabia que ciertos Coleópteros, v. g. las canláridas de faja amarilla de Geoffroy (Sitaris humeralis de Latreille), procedian probabilisimamente de larvas que al parecer debieron desenvol- verse en las casas ó celdas que las abejas obreras y algunos otros apiarios construyen en el grueso de los terrenosarcillosos cortados 365 á pico en ciertos parajes. Alli habíamos cojido siempre casi, en los meses de julio y agosto, gran número de individuos desecados. La mayor parte de estos insectos eran machos, faciles de distin- guir, pero ignorábamos completamente las particularidades de sus costumbres y desenvolvimiento. Este modo extraordinario le metamorfosis es el estudiado por Mr. Fabre cuatro años se- guidos con admirable criterio y paciencia, como lo prueban los detalles que pasamos a extractar de su Memoria. Primer estado. Habiendo hallado en una de las galerias lortuosas que dan paso á las abejas para llegar á sus celdas una pequeña masa de sustancia blanquizca y semi-trasparenle, vió con la lente que constaba enteramente de una reunion de hue- vos aglomerados, en número acaso de dos mil, valuado con el microscopio. Tenian forma oval, y de largo dos tercios de mili- metro cuando más. Recogió aquella masa aglutinada y la guar- do en un tubo de vidrio con mucho cuidado, pudiendo observar asi todos los dias lo que sucedia á aquellos huevos, porque afor- lunadamente estaban fecundados, y cerciorarse de que no se abrian hasta un mes ó más despues de puestos. Segundo estado. Los bichillos vivos y ágiles que salieron, apenas tenian 1 milímetro de largo. Examinados con una lente de mucho aumento, se veian bien conformadas sus patas; pero no de- jaron el monton, en que permanecieron confundidos y revueltos con los despojos blanquizcos de los huevos de que procedian. Constaba entonces la masa de una especie de polvo animado que subsistió asi todo el invierno, y en la cual parecia haber podi- do hallar alimento y abrigo aquellos animalillos hasta fines del mes de abril. Una de estas jóvenes larvas se parece enteramente a los animales que indicaron, describieron y figuraron con el nom- bre de piojos de las abejas Reaumur, Frish, Degeer, Newport y particularmente Leon Dufour. Este último habia hallado dicho pequeño sér vivo agarrado a los pelos del coselete de algunas abejas y de olros varios insectos peludos; lo tuvo por un pará- sito, diferente de lodos los piojos, y aun propuso considerarlo como un género, por causa de su estructura singular, y llamar- lo triongulino de las andrenas. Mr. Fabre ha representado esta forma del insecto visto con 366 el microscopio. Este bicho no tiene 1 milímetro de lorgo, es filiforme, muy vivo y activo cuando se le aisla ó se le obliga á mudar de sitio. Tiene la cabeza muy perceptible, con mandí- bulas y ojos y largas antenas de hilos muy delgados; se compone su tronco de doce segmentos, los tres primeros más largos y los dos últimos con dos ganchos uno de ellos y con pelos largos el otro, que no se ver sino con el microscopio, pero cuya existen- cia es indudable. Tiene seis palas largas, con cada uno de los tarsos terminados por tres uñas ganchudas, una de ellas más larga, y que se puede encorvar para coger los pelos de las abejas y adherirse á ellos, pudiendo permanecer por tanto el animal colgado con inmovilidad completa. El autor de la Memoria se ha cerciorado de que uno ó más de estos pequeños seres tienen el instinto de aprovechar el mo- mento en que los machos de las abejas, que se desenvuelven antes que las hembras, pasan por la galería, para engancharse a ellos y conseguir entrometerse en los pelos de su coselete, en especial cerca de la arliculacion de las alas. Van asi con la abeja y la acompañan á todas partes, siendo unos verdaderos parásitos que viven á expensas agenas. Este es el segundo estado del insecto salido del huevo. Siga- mos relatando su historia, refiriéndonos enteramente a las mi- nuciosisimas observaciones de Mr. Fabre, que le han proporcio- nado exponerlas con pormenores tan escrupulosos que no dejan duda alguna. Dijimos que los machos de las abejas eran los que trasporla- ban sin saberlo varios parásitos de los que hablamos; probable- mente son ellos los que, yendo á saquear las flores, los dejan alli, y los pasan asi 6 los trasmiten á las hembras, sobre las cuales se vuelven á encontrar facilmente. Esto explica cómo una hem- bra los introduce en la celda que construyó y provisionó de un liquido meloso destinado á nutrir á la larva única que saldrá del huevo que va á poner alli. Este huevo, respectivamente bas- tante voluminoso, sobrenada en la superficie de la sustancia azucarada, porque es especificamente más ligero; pero al ins- tante el agil parásito se encarama sobre dicho huevo, sin au- mentar casi su peso. Está puesto el huevo: cierra la madre la celda sin descon- e e ad A A A A 367 tianza, y desde entonces comienzan las operaciones que nos res- ta manifestar. El parásito es sólo un punto negro que se ve correr por la superficie blanca del huevo de la abeja; se agarra á él, soslenién- dose con sus largas antenas y los hilos de la cola, los cuales ler- minan en pelos imperceptibles que flotan sobre la miel y le sirven tambien de puntos de apoyo. Se afianza bien en las palas, y cogiendo con los colmillos agudos de sus mandíbulas la cásca- ra delicada del huevo que le sostiene, la parte por encima para que salgan los jugos que encierra, y los chupa con ansia. Desde este momento queda destruida en provecho suyo la vida del huevo del futuro Himenóptero, porque la provision de miel que estaba destinada para la abeja pasa á serlo del parásito. Los li- cores que contenia el huevo bastan para alimentar por ocho dias al animalillo. La cáscara seca se convierte en una pelicula muy ligera, insumergible, que sirve de esquife ó navecilla al mismo, cuyo tamaño se ha duplicado casi. Tercer estado. Empieza ahora a verificarse una especie de muda, porque se abre por encima la piel de la cabeza y de los lres segmentos primeros del tronco, y por la abertura sale de aquel cuerpo activo un glóbulo blanco que cae sobre la miel, don- de permanece sobrenadando é inmovil, sin dejar no obstante de poder respirar por medio de los estigmas distribuidos á pares en su region superior. Es pues una tercera forma de esta singu- lar organizacion. El mencionado corpúsculo, de color blanco lechoso, inerte al parecer, soslenido en la superficie del líquido meloso, tiene 2 milímetros de largo. Mirado con una lente se distingue una vis- lumbre de cabeza en uno de los extremos, dentro y á lo largo un tubo digestivo sin curvaluras, y encima dos filas de orificios respiratorios. Esta especie de segunda larva, parecida a las de algunos Dipteros, adquiere pronto mucho desenvolvimiento, porque en treinta ó cuarenta dias absorbe toda la miel en que está sumergida. Cuarto estado. En la primera quincena del mes de julio esta larva repleta, de 12 á 15 milimetros de largo por 6 de an- cho, despide una sustancia rojiza y se vuelve blanca; examinada se la ve una cabecita, antenas cortisimas, formadas de dos ar- 368 lejos cilindricos; pero no se distinguen ojos: las mandíbulas están socavadas en figura de cucharas, y se percibe un labio inferior con dos palpos que se convertirán en quijadas. Todo este aparato carece de movimienlos; son órganos nacientes, embrio- narios todavia; lo mismo las patas, que sólo son apuntes de las que les sucederan. ¿Quién reconoceria en semejante masa animal, blanda, pe- sada, ciega, de vientre abultado, con sólo muñones, el estado primitivo del animalillo? ¿No se la vió esbelta, con órganos admi- rablemente dispueslos para ejecutar sin riesgo, cabalgando en especies aladas, los asombrosos viajes á que estuvo forzada, y que se verificaron por los instintivos procedimientos que ha poco describiamos? Concluidas las provisiones permanece quieta la larva algu- nos dias. Despues se conlrae, se recoge en sí propia, y se des- pega de su superficie una pelicula tenuisima, ajada, una especie de espectro trasparente, que sin embargo conserva como en un molde exlerior las huellas en relieve de las partes preexislenles. Es una verdadera muda parecida á la que tienen las orugas; en esta vestidura epidermica es donde se van á verificar los sin- gulares fenómenos de la ninfalizacion. Quinto estado. Cuando está dentro de aquella película lras- parente de lenuidad suma, se funde, parece que se liquida, y se trasforma luego en una masa blanca, blanda, que en algunas horas adquiere mayor consislencia, y cuya superficie se oscurece tomando un color leonado vivo. El citado saco es delgado, como tela finisima de cebolla; rompiéndola pasados algunos dias se halla otro cuerpo inerte, que presenta varios segmentos que van adquiriendo poco á poco la consistencia del cuerno, y que al cabo se pone parecido á las crisalidas. Sexto estado. La cara dorsal forma dos planos inclinados de aristas muy romas; la region inferior está cóncava, presentando en el contorno una especie de rodele saliente; distinguewse aún los vestigios 0 restos que recuerdan algo la máscara ó la forma primi- tiva que lenia la cabeza de la larva al salir del huevo, y los tres segmentos correspondientes á las piezas del torax, porque cada uno lleva un par de luberculillos que vienen á ser los indicios ó los puntos de señal donde se desenvolverán verdaceras palas. 369 Tales son los caracteres exteriores del animal en el estado de inmovilidad que corresponde y se parece á la ninfa de la mayor parle de los insectos de dos alas, puesto que no se advierte fuera ningun relieve indicante de la existencia de alas ni palas. A este estado le llama el autor de pseudoninfa. Séptimo estado. Durante este estado de blandura, se prepa- ra la trasformacion en insecto perfecto. Cada parte se alarga, se modela, se solidifica. Se distingue la cabeza echada adelante, la boca debajo, las antenas recostadas fuera de la articulacion de las patas, los miembros dirijidos hacia detrás, con los tarsos heleromerados completamente desenvueltos. Octavo y último estado. Los machos difieren particularmente de las hembras en las antenas, en el grueso y largo del vientre. En esta análisis nos hemos ceñido á dará conocer únicamente el hecho más nuevo é importante que resulta de las observacio- nes referidas en la memoria, interesante á lo sumo. AGRICULTURA, Del uso del humo para preservar del hielo 4 las viñas; por Mr. BoussinGAuLT. (Ann. de Chim. et de Phys., abril 4858.) El otoño pasado leí, dice el autor, lo siguiente en un pe- riódico que por casualidad me vino á las manos. «Digamos un medio singular de preservar del hielo á las viñas, que se acaba de practicar en varios puntos de la Roche- la, y que parece haber probado completamente: consiste en cu- brir el viñedo con una nube de humo antes de que se empie- cen á desorganizar los tejidos, Ó sea antes de salir el sol. »Cuantos dieron humo á cosa de las 3 de la madrugada y lo mantuvieron hasta las 5%, obtuvieron éxito completo. Cite- mos solo un caso. »Una viña de 4 hectáreas, que tenia otras al rededor, cu- bierta de una nube de humo desde las 3 hasta las 54, se salvó enleramente, lo mismo que parte de otra inmediata, sobre la cual se extendió el humo. Todas las demás se helaron. » TOMO VIII. 24 370 Este articulo da un resultado experimental interesante a lo sumo, pero peca por corto. No se debe pensar que el humo disfrute la propiedad de impedir que perezca la vid en un invierno muy crudo. Trátase de precaverse contra las heladas de primavera que caen de noche, aun cuando tenga la atmósfera una temperatura supe- rior al punto de congelacion, y cuyos efectos los experimentan principalmente los botones delicados, los órganos florales no solo de la vid, sino de cualesquiera plantas. A primera vista choca que se hiele un boton ó una flor estando el termómetro algunos grados sobre cero; en una pa- labra, que la helada male una planta cuando no hiela, al pare- cer por lo menos. Pero Wells descubrió el hecho capital de que los cuerpos, y de consiguiente los botones, las flores, cuando está raso el cielo, pero no hace sol Ó es de noche, están más frios que el aire que los rodea. En este hecho, ignorado por sus predece- sores, fundó el célebre fisico inglés citado su ingeniosa teoría de la formacion del rocio. De noche, cuando esta en absoluta calma la atmósfera y el cielo sin nubes, se enfrian las plantas, y no tardan en ponerse á una temperatura distintamente menor que la del aire que las rodea. Con tales condiciones irradian las plantas, como cua- lesquier cuerpos, hácia las partes visibles del cielo más calor que el que del mismo reciben, porque las regiones altas de la almósfera están sumamente frias, cual lo prueban, tanto el rá- pido decremento del calor segun se sube sobre los valles, como las nieves perpétuas que cubren las cimas de las montañas ele- vadas. Asi es que en las circunstancias meteorológicas mencio- nadas, metiendo en la yerba un termómetro suele indicar tem- peratura 7” á 8 menor que otro colgado al aire; y sube tanto más la diferencia, cuanto mayor es la extension del cielo hácia donde radia la yerba, situada en parage bien descubierto. To- das las causas que agitan al aire, lo enturbian, ocultan ó estre- Chan el campo del hemisferio visible, atenuan la radiacion nocturna. Los efectos de la radiacion perjudican más á las plantas en primavera especialmente, por la sencilla razon de que puede 371 llegar a ser tal el enfriamiento nocturno, que ponga sus órga- nos á algunos grados bajo cero. Por esto sucede con frecuencia en Francia, las noches rasas de abril y mayo, perder el color verde los retoños tiernos, ajarse las flores, y caerse luego de heladas. Los jardineros achacan este mal resultado á la luz de la que llaman lune rousse, como si dijéramos luna encendida, y fundan su dicho en la observacion por nadie contestada, de que estando nublado el cielo, no alumbrando á las plantas los rayos de nuestro satélite, no se manifiestan los efectos perniciosos. Los labradores de los parages elevados de las Cordilleras atribuyen tambien á la luz de la luna iguales efectos dañosos á la vejetacion, solo que segun ellos dura todo el año la influen- cia perniciosa. Tengo advertido (Economia rural, tomo 2, pá- gina 110, 2.* edicion) que en Francia la temperatura media de los meses en que la luna abrasa las plantas, representa preci- samenle la del clima constante de las Cordilleras, donde se te- men los efectos de las heladas en los cultivos, 10% á 14. Arago demostró que el frio que se atribuye á la luz de la luna proviene únicamente de la radiacion en una estacion en que por la noche suele mantenerse el termómetro al aire á 5? 0 6”, resultando de aquí que radiando un vejetal hácia los es- pacios celestes, se puede enfriar con facilidad hasta algunos grados bajo cero, y helarse de consiguiente. Solo estando raso bajará la temperatura, y entonces se verá la luna, y nunca cuando sean desfavorables á la radiacion las condiciones. No es pues inexacta la observacion de los jardineros, como decia Arago, sina incompleta; porque es evidente a lo sumo, segun saben los labradores, que en los meses de abril y mayo se sue- len helar de noche las plantas, aunque no haya luna. Si el helarse los órganos más delicados de los vejetales en circunstancias de estar por bajo de cero el ambiente, proviene con efecto de despedir la planta rayos calorificos hácia el espa- cio celeste, por precision una pantalla que oculie el cielo, ha de impedir, ó cuando menos amortiguar el enfriamiento; y así sucede. Segun las experiencias de Wells, un termómetro puesto sobre una plancha bastante gruesa, situada horizontalmente á 1 metro encima del suelo, suele marcar, estando el tiempo cal- moso y raso, 5 ménos que otro que esté en la cara de la plan- 372 cha que mire á tierra. Aquel se enfria, porque radia hácia el cielo. Esto explica la utilidad de las esteras, de los cobertizos, de todos los abrigos en suma con que se protegen contra el frio las plantas. «Muchas veces me habia reido, llevado de la presuncion que acompaña á los conocimientos á medias, dice Wells, de los medios con que esperaban los jardineros preser- var de la accion del frio á las plantas más delicadas; porque me parecia imposible que una estera delgada ó cualquier otro abrigo ligero pudiera impedir que tomasen la lemperatura de la atmósfera, única que en mi concepto habia de perjudicarlas: pero en cuanto descubri que los cuerpos situados en la super- ficie de la tierra se ponen más frios que la almósfera en noches calmosas y rasas, radiando su calor hácia el cielo, concebi al momento la importancia de una practica que hasta enlonces tenia por inulil.» Mas para tener ideas más exactas en este punto, puso Wells en el suelo unos palilos de 0,1 de largo en las cuatro puntas de un cuadrado de 0=,6 de lado, y tendió encima horizontal- mente un pañuelo de batista muy fino. Sucedió que la yerba de debajo de aquel ligero tejido solia estar 6” más caliente que la que no estaba abrigada. El granizo, á que siempre acompañan huracanes y truenos, es un terrible azole sin duda: suele perder en pocos instantes cosechas hermosisimas. La helada por radiacion es más temible aún, aunque se manifieste estando la naturaleza en toda calma. Una nube tempestuosa no arroja granizos destructores sino so- bre una zona por lo regular bastante limitada, al paso que los desastrosos efectos de la radiacion nocturna alcanzan á regiones enteras. Viñedos, vergeles cuya lierna y floreciente vegetacion daba grandes esperanzas, se ven arrasados de noche, en un instante de ella á veces, no por el frio de la atmósfera, sino por estar estrellado el cielo y el aire en calma. Conocidas las causas que motivan la helada por radiacion nocturna, naturalmente ocurre investigar si no habria medio de preservar á las plantas de su destructiva accion. Lo hay; consiste en enturbiar la atmósfera, y los indios lo aplican de tiempo in- memorial con el mejor éxito. Los indigenas del Alto Perú están más expuestos que ningun 373 otro pueblo á ver destruidas sus cosechas por efecto de la ra- diacion nocturna. Las llanuras donde viven, elevadas 2 á 4000 metros sobre el Océano Pacífico, y no obstante su inmediacion al Ecuador, tienen por causa de su altitud una temperatura me- dia casi constante de 7” a 14”. Los Incas, aquellos civilizadores de los Andes, tenian perfectamente determinadas las circunstan- cias en que era de temer se helasen de noche las plantas. Sabian que para helar ha de estar raso el cielo y tranquila la atmósfera. Cuando venia la noche temible, 6 sea cuando brillaban mucho las estrellas y no corria viento, encendian los Indios haces de paja mojada ó estiercol, á fin de producir humo y enturbiar de esle modo el aire, cuyos efectos en las plantas tiernas ó en las flores del maiz, base de sus alimentos, eran de temer. El Inca Garcilaso de la Vega describe esta práctica en sus Comentarios reales de la manera siguiente (Comentarios reales, tomo 1, pag. 227). »La tercera fiesta solene se llamaba cusquieraimi. Haciase quando ya la sementera estava hecha, y nascido el mais. Ofres- cian al sol muchos corderos, ovejas machorras, y carneros, su- plicandole mandase al yelo no les quemase el mais..... Viendo los Indios á prima noche el cielo raso, sin nubes, temiendo el yelo, pegaban fuego á los muladares, para que se hiciese humo, y cada uno en particular procuraba hacer humo en su corral, por- que servia de cubija, como las nubes, para que no elase. Yo vi esto que digo en el Cozco: si lo hacen oy, no lo sé, ni supe si era verdad, ó no, que el humo escusase el yelo, que como mu- chacho no curaba saver lan por extenso las cosas que veia hacer a los Indios.» Aquellos mismos Incas fueron los que, al adelantar en sus conquistas del Perú á Quito, propagaron al pasar el arte agricola. Humboldt observa que el cultivo de la patata sigue la marcha de los conquistadores hasta hallarlo en los llanos de Pasto y Cundi- namarca. Interesa ver bajar, dice este insigne viajero, el precioso tubérculo de las montañas del Ecuador, ir hacia el polo, y resis- tir más que las gramineas a todos los rigores del Norte. Tambien dijo Plinio los buenos efectos del humo para evilar la congelacion nocturna. «La conjunción y la luna llena, dice, noper- judican ni aun de noche, sino cuando está raso y enteramente 374 calmoso el aire; porque habiendo nubes y corriendo viento, no cae rocio. Hay remedios contra estos males. Si temeis, quemad en las viñas Ó campos, sarmientos ó haces de paja ó yerbas, ó malas arrancadas: el humo preservará. La constelacion que lla- mamos canicula decide de la suerle de los racimos. Dicese que la vid se vuelve carbon, abrasada por enfermedad. No cabe com- parar este azote con los granizos, ni con las lempestades, ni con los percances que nunca originan carestías; estos golpes caen sobre campos aislados, mientras que el carbon (la helada por radiacion) asuela paises enteros. » Delo dicho resulta, que el medio de libertar los campos de los desastrosos efectos de bajar con demasiada prontitud la tempe- ralura, enturbiando la atmósfera, se practicó en el antiguo y el nuevo mundo. No lo sugirió la teoría, y de lamentar es que hoy esté olvidado hasta en las cumbres de los Andes. Una de las causas que han contribuido á no tomar una pre- caucion de cuyos excelentes resultados no cabe dudar, me per- suado que es la dificultad de estar pronto siempre á tomarla á tiempo. La helada por radiacion nocturna es un fenómeno ins- tantáneo; no en todas partes ni siempre se tiene á la mano el combustible preciso, conveniente sobre todo, que arda con len- titud y dé mucho humo. No se decidirá de buen grado un labra- dor á gastar el estiércol, que nunca le sobra; y al pensar en en- cenderlo, andará tan remiso como un indio. Las lumbres de paja mojada pueden costar mucho, y de arder bastante, pudie- ran ser peligrosas é inútiles, porque no se trata de tener llama. Cuando de resultas de experiencias suficientemente prolon- gadas se haya perfeccionado el medio de enturbiar el aire á ar- bitrio instantáneamente, digámoslo así, empleando con pruden- cia combustibles de corto precio, se hallará casi de seguro que el humo es la pantalla más económica que se puede obtener para abrigar, si fuere menester, bien las flores de un jardin, bien los árboles de un vergel; pantalla que no habria que tras- ladar ni que mover, é infinitamente ménos engorrosa de con- servar que la paja, que estorba cuando no se necesila. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GArcia NAVARRO.) —+009D OO — VARIEDADES. E Átlas eclíptico de Mr. de Chacornac: 4.* entrega. El Observatorio imperial de París acaba de publicar la 4.* entrega del 4tlas ecléptico de Mr. Chacornac, que comprende las cartas números 4, 13, 51, 63, 64 y 72. Esta entrega da la posicion de 10970 estrellas, reducidas al 18% de julio de 1852. Han desaparecido varias del cielo desde que se empeza- ron á trazar las cartas, otras han variado de brillo ó presentan colores indudables. Las posiciones de las que han ofrecido algunas particularida- des, son las siguientes: Estrellas desaparecidas. Ascension recta.| Declinacion. ¡Maguitud. Observaciones. | 1h 4m 22% |+ 9% 4',2 í Observada el año de 1856, desa- parecida el 4. de noviembre de 1857. Observada triple el 27 de diciem— bre de 18953. El 26 de marzo de 1854 se veian sólo las dos estrellas de 9.*? y 7.2 magnitud. METE por Hind. El 17 de | / a 3 pu at [9.2] +23 56 ,0 |1 julio de 1855 habia desapare- cido. Observada del 13 de julio al 9 de noviembre de 1854. Desapare- ció el 13 de julio de 1855. (pe leonrada del 18 de julio al 9 ) de noviembre de 1854. Desapa- reció el 8 de setiembre de 1855. - Observada del 18 de enero al 10 de setiembre de 1854. Desapa- reció el 10 de agosto de 1855. Observada del 24 de enero al 10 de setiembre de 1854. Des- apareció el 7 de setiembre de 1855. 9, 0 21 2 27 |—1647,2 |441. 21 417 13 |—1939,5 |44. DIAL LIMA 20 582 120. [—15 27,5 [10414. 23 46 25 [+ 043,4 |10.... Ascension recta. an Maguitud. Observaciones. 7 ia del 24 de enero de 1854 al 26 de agosto de 1856. Des- 23h 48m 265 [4 0%30/4 [lf....: apareció el 13 de octubre de | 1857. Observada el 18 ó el 20 de ene- en ro de 1854. Desapareció el 29 de julio siguiente. Observada el 24 ó el 25 de enero Ñ de 1854 muy cerca de una es- trella de la misma magnitud que ocupa su lugar. El 29 de julio del mismo año se redujo 23 56 46 [+ 018,7 |£0.. sa la estrella, y sigue asi. Pa Estas dos últimas estrellas 23 46 23 |— 1 18,8 10 son probablemente dos posicio- nes de un mismo planeta peque- | fío en cuadratura. Estrellas variables. a | Varía de la 10.* ála 13.* magni- tud. Período desconocido. Varía de la 9.2 á la 11.? magnitud. A EE id j Período desconocido. $5 Varía irregularmente de la 9.* á A El "| la 112 magnitud. Varía irregularmente de la 9.” 21 8 32 | —2028,0 » magnitud en adelante, y va dis- minuyendo hasta desaparecer. 45 3m 135 [4212550 Estrellas rojas aisladas. ; $ A az a ) Número 8147 del catálogo de La- 410 ¡Aral O . lande. Color rojo sbido: 4 14 56 ¡422 37,3 |7 á8.. | Brillo empañado y nebuloso. Observada, cuándo brillante, cuán- MIA NAT / do ménos que una estrella de 7.” | magnitud inmediata. Nebulosas no indicadas en los catalogos. / Claridad apagada; forma de come- ta con apuntes de apéndice. No se advierte punto alguno estre- llar. 16h 44m 505 | —24%57",0 » Ascension recta,| Declinacion. | Magnitud: Observaciones. Más brillante que la anterior; for— 16h 56m 45| —22*29/,0 » ma elíptica que presenta con > y que pre | densacion de materia. AITANA AAA RE IE CES ARIS NEIRA Las dos nebulosas están en el catálogo de Juan Herschel. —Wariaciones diurnas solares y lunares del magnetismo terrestre: el sol y la luna no son imanes; por Mr. Lloid. Se atribuyen comunmente las variaciones diurnas ordinarias del magnetismo terrestre al calor so- lar, ya obre directamente en el magnetismo de la tierra, ya origine cor— rientes termo-eléctricas en la corteza del globo terráqueo. Algo ha dis- minuido la confianza en esta hipótesis desde que se descubrió cierta va- riacion que no depende de otra cualquiera de temperatura, á saber: la variacion lunar de los tres elementos magnéticos. Al propio tiempo se han puesto de manifiesto nuevas leyes de las variaciones solares diurnas, que parecen incompatibles con el supuesto de un influjo térmico. Natu- ralmente ha nacido de aquí la propension á recurrir á la hipótesis de que el sol y la luna son por sí mismos cuerpos dotados de magnetismo, bien inherente, bien inducido; importaba por tanto determinar ú priori los efectos que tales cuerpos podian ocasionar en la superficie terrestre, a fin de compararlos con los realmente observados. El Dr. Lloyd, que figura como uno de los primeros legisladores del magnetismo terrestre, y que maneja con singular habilidad la análisis matemática, se ha propuesto dilucidar este punto, y lo ha resuelto en el caso al menos de admitirse la hipótesis de asignar al sol y á la luna un magnetismo propio ó inherente. De su análisis resulta que semejante hipótesis no basta para explicar los fenómenos observados; parece resultado negativo, pero en realidad es un paso adelante el descartar una causa con sobrada ligereza admitida, y que hubiera podido paralizar los trabajos del entendimiento; es apresurar la solucion ó la verdadera explicacion. Mr. Lloyd ha publicado su cálculo en el Philosophical Magazine, cuaderno de marzo de 1858, pág. 192. La análisis asigna á la accion de] sol y la luna, considerados como imanes, las tres leyes siguientes: 1.* El efecto de un cuerpo magnético distante en cada uno de los tres ele- mentos de la fuerza magnética terrestre, consta de dos términos, uno que subsiste constante todo el dia, otro que varía con el ¿ngulo horario del cuerpo luminoso. 2.* Cada uno de estos dos efectos está en razon in- versa con el cubo de la distancia del cuerpo magnético. 3.2 El efecto va- riablo ó la parte variable del efecto total da margen á una desigualdad diurna, que tiene un máximo y un mínimo durante el dia, y que está sn- 318 jeta además á la condicion de mudar de signo á las horas correspondien— tes del dia y la noche. La tercera ley es inconciliable con los hechos observados respecto de las variaciones diurnas solares 6 lunares. Así es que en las variacio- nes solares diurnas de la declinacion, las mudanzas de posicion del imán durante la noche son comparativamente reducidas, y no difieren sólo en el signo, como lo exije la ley precedente de las mudanzas que ocurren á las mismas horas del dia. Todavía se oponen más á esta ley los fenóme- nos de las variaciones lunares diurnas, porque tienen dos máximos y dos mínimos de magnitudes perceptiblemente iguales en 24 horas lunares; y por lo comun tienen un mismo signo estos valores á las horas correspon- dientes ó de igual nombre de dia y de noche. En suma, los fenómenos de la variacion diurna no reconocen por causa, segun Mr. Lloyd, la ac- cion magnetica directa del sol y de la luna; no actuan como imanes en la tierra el sol ni la luna. —Subida al Chimborazo. Mr. Julio Remy, viajero francés, y el in- glés Mr. Brenchley, subieron el 3 de noviembre de 1856 en el Chimbo- razo hasta una altura que, segun sus cálculos, excede en centenares de metros á la que llegaron Humboldt y Boussingault. Si fuere exacto el aprecio de la altura de la cumbre por Humboldt, y si el cálculo de los dos viajeros citados se fundase en observaciones libres de error, resulta- ria que habian llegado estos á tal cumbre con diferencia de 1 metro. Por la relacion siguiente de la subida se verá que la cumbre, adonde no dudan haber llegado, estaba oculta hacia tiempo por nieblas muy den- sas, y que tuvieron que volverse por temor de una tempestad horrible. »El insigne Humboldt y su amigo Bompland intentaron por primera vez subir al Chimborazo el 23 de junio de 1802; por causa de unas pe- ñas escarpadas que encontraron como valla impenetrable, no pudieron pasar de 5909 metros en el monte, reputado entonces por el más alto del mundo, y que todavía figura como primero entre los colosos de Amé- rica. » Treinta años despues, el 16 de diciembre de 1831, examinada con prolijidad y discrecion por Boussingault la Cordillera del Ecuador, inten- tó verificar la subida que habia salido fallida á su antecesor. Llegó á la extraordinaria altura de 6004 metros, ó 95 más que la precedente; pero tambien le pararon peñas, y no pudo traspasar este límite, que era el mayor á que habia llegado el hombre en montañas. » Las narraciones de estos célebres viajeros nos habian desvanecido toda esperanza de llegar hasta una altura tan considerable; pero luego de haber examinado desde Guayaquil la cumbre nevada y redonda del Chim- borazo, no pudimos ménos de creer que no era inaccesible, Formamos, pues, Brenchley y yo el proyecto de intentar otra subida, 319 »El 21 de julio de 1856, al atravesar la meseta de los Andes yendo á Quito, nos paramos al pié del mencionado monte, y tardamos dos dias en estudiar los detalles de sus alrededores, procurando descubrir en la superficie de su gigantesca mole algun punto por donde pudiéramos pasar. »Desde luego nos pareció que el camino seguido por Humboldt y Boussingault era el más facil y practicable, en razon de su pendiente re- gular; pero ninguna salida divisamos de la muralla de peñas que distin tamente veíamos. Despues de haber dado la vuelta casi entera al monte sin fruto, seguimos el viaje á Quito, relegando ejecutar nuestro plan para cuando estuviéramos más acostumbrados al riguroso clima de las altas Cordilleras. » Visitamos el Pichincha, el Cotopaxí y otros gigantes de los Andes, y el 2 de noviembre volvimos á estar al pié del Chimborazo. Sentamos nues- tros reales á 4700 metros de altura, algo debajo del límite de las nieves perpétuas, en un valle entre Arenal y el punto donde se separa el camino de Riobamba del de Quito. Dedicamos el dia á recoger plantas y cazar animales monteses y pájaros, sin dejar de buscar de antemano los parajes que pudieran presentarnos el acceso más facil para llegar á la cima. »Nos abrigamos debajo de una inmensa peña inclinada que nos liber- taba bastante del viento N. O., pero que no nos guarecia de la lluvia. Por la tarde llovió; al ser de noche aclaró el tiempo; vimos brillar miles de estrellas, y dibujarse el Chimborazo con toda su magestad en la bóve- da azulada y resplandeciente del cielo. » A las cinco de la mañana del 3 de noviembre, antes de ser de dia en las regiones equinocciales, dejamos nuestro campo encomendado á nues- tros acompañantes, y partimos á nuestro viaje de exploracion, llevando una cafetera, dos termómetros, una brújula, mechas y tabaco. Al prin- cipiar nos cansó tanto un monte elevado, arenoso y lleno de cantos, situado antes de las nieves perpétuas, que dos de los naturales que nos acompa- ñaban se desanimaron y renunciaron á la empresa. » Luego de trepar por este monte bajamos, por un terreno lleno de arena fina, al fondo de un valle que seguimos; de su extremo distinguimos claramente la cima de la montaña sin nieve alguna. » Anduvimos media hora sobre nieve, y en seguida desapareció de im- proviso la vegetacion, sin ver más seres vivientes que dos perdices gran- des, y en las rocas pocos líquenes de la familia de las Idiotalamias € Hi- menotalamias. Alli cogimos ramas muertas de Chuquiragua, é hicimos haces que llevamos á cuestas. Teníamos que trepar todavía por unos im- mensos peñascos de naturaleza traquítica, desde cuya cumbre nos pareció tan inmediato el Chimborazo, que creimos poder llegar á él en menos de media hora. 380 » Subiamos tan apriesa que pronto tuvimos que pararnos á descan- sar y tomar aliento. Empezó á mortificarnos tambien la sed, y para apla- carla llevábamos siempre nieve en la boca. Pero no experimentamos sín- toma alguno de mal estar, ni las afecciones morbíficas citadas por los viajeros que han subido á montañas elevadas. » Despuesde unalto de momentos sin sentarnos siquiera, continuamos no sólo con nuevo ardimiento, sino con una especie de resolucion furiosa que nos inspiraba la vista tan próxima de la cima. Nos pareció evidente, como á otros muchos, que la columna atmosférica á aquellas alturas basta to davía para no entorpecer la respiracion, y que se debe achacar á algu- na otra causa la aceleracion de la misma y las afecciones orgánicas que por lo comun sobrevienen á grandes alturas. »Seguimos subiendo rápidamente, y empezábamos á dominar los picos de las Cordilleras y á desenbrir un panorama lleno de dilatados valles, cuando ciertos vapores ligeros, que al pronto nos parecieron telas de ara- ña, se convirtieron muy luego en ráfagas blancas, que se reforzaban en- tre sí hasta que formaron una faja por todo el horizonte. »A las ocho se extendió de repente aquella cortina acercándose al Chimborazo; en pocos minutos llegó elevándose hasta nosotros, ligera al principio, pero que se iba engruesando. Seguimos subiendo, aunque no veíamos ya la cumbre, animados con la esperanza de conseguir nuestro fin harto más facilmente que suponíamos al salir de nuestro campa- mento.» »Seguia condensándose la niebla; no veíamos á 20 pasos de nosotros; á las nueve y media era tan densa, que parecia de noche á algunos me- tros. Contando con que nuestras huellas nos guiarian para bajar, conti- nuamos adelante con mayor resolucion que nunca; pero á cada paso te- níamos que consultar á la brújula para evitar un precipicio que había- mos dejado á la derecha antes de llegar á la última hondonada por donde nos proponiamos llegar hasta la cima. »Nos pareció que se suavizaba la pendiente; respirábamos mejor; ca- minábamos con menos esfuerzo. Empezábamos á oir lejos detonaciones sordas: al pronto las tuvimos por explosiones del Cotopaxi, pero no tardó en suceder elfestrépito repetido por los ecos, y como se oye sólo junto al Ecuador, convenciéndonos de que estaba tronando abajo: preparábase una tempestad horrible. »Temiendo que la lluvia ó la nieve borrase nuestras huellas, expo- niéndonos á perdernos al bajar, nos decidimos, aunque con pesar, á hacer alto. Encendimos lumbre para derretir nieve en la cafetera. A las 10 el termómetro, que á 5 piés encima de la nieve señalaba 1”,7, lo metimos en agua hirviendo, y marcó 77*,5. »A las 10 y 5 minutos, terminadas nuestras observaciones, principia- 381 mos á bajar ú buen paso para llegar cuanto antes á nuestro campo. Á la 1 de la tarde llegamos en medio de una niebla muy densa. Tronaba sin cesar; los relámpagos serpenteaban al rededor nuestro como los re- presentan los pintores. »A las 3 de la tarde sobrevino una tremenda tempestad de linvia, granizo y viento, siguiendo parte de la noche con igual fuerza; estába- mos materialmente nadando en agua. Al romper el alba no se veia más que un extenso campo de granizo. »Ciertos indicios de otra tempestad nos obligaron á renunciar á la idea de intentar subir otra vez al Chimborazo, suponiéndola irrealizable, Nos apresuramos á levantar el campo y á encaminarnos hácia Guaranda, adonde llegamos á las 3, caminando en medio de una niebla densa y fria que no nos permitió admirar una de las vistas más hermosas del mundo. »Al calcular nuestras observaciones, nos sorprendió sobremanera el ver que habíamos estado en la cumbre del Chimborazo sin saberlo. Segun trabajos propios nuestros, hechos en el archipiélago de Hawaii y repeti- dos luego en las Cordilleras del Ecuador, el coeficiente de la suma de los grados ó fracciones de grado del termómetro centígrado, entre el punto adonde llega el mercurio cuando está metido en agua hirviendo, y el del agua hirviendo al nivel del mar, sale de 290,8; es decir, que cada grado bajo 100 indica una diferencia de nivel de 290,8 metros, ó scan 29 me- tros por cada décima de grado; de donde se obtiene la fórmula x= 100 290,8. P, que da 6543 metros para la altura vertical absoluta á que habíamos lle- gado en el Chimborazo. Estuvimos por tanto en la cima, puesto que se- gun las triangulaciones de Humboldt está 6544 metros sobre el nivel del mar. Sea cual fuere la confianza que merezcan nuestros cálculos, lo cierto es ser accesible la cumbre del Chimborazo. » — Resultado del concurso del premio de 50.000 francos, anunciado en Francia, a la mejor aplicacion nueva de la pila voltdica. Por decreto imperial de 23 de febrero de 1852 se fundó un premio de 50.000 fran- cos, que habia de adjudicarse el año de 1857, si hubiere lugar, al autor de un descubrimiento que diera á conocer una aplicacion nueva de la pila de Volta, bien á las operaciones de la industria, bien á las necesi- dades comunes de los pueblos ó de la vida doméstica, bien por último á la práctica del arte de curar. Por orden de 7 de febrero de 1857 se con fió á una comision especial el exámen de los trabajos que se hubieren presentado al concurso. Así lo ha hecho de todos los que se han diri- gido de cualesquier paises, y en el informe dado al ministro de Ins- truccion pública el 26 de diciembre de 1857, publicado el Y de mayo de 1858, declaró que en su concepto vinevn corcurrente habia llenado 382 las condiciones que impuso el programa, y que por tanto no habia lugar á adjudicar el premio; si bien proponia que se abriera otra vez el con- curso con el mismo premio para adjudicarlo el año de 1863. El 8 de mayo de 1858 se dió un decreto conformándose con este dictámen, que- dando de consiguiente abierto el concurso por 5 años más. —Nacimiento de un Hipopótamo en la casa de fieras del Museo de His- toría natural de París. En la sesion de la Academia de Ciencias de aque- lla capital del 10 de mayo de 1858 participó á dicho cuerpo Mr. Geoffroy- Sainte-Hilaire un hecho zoológico que, dice, no habia ocurrido alli ni en otra parte de Europa, á saber: el nacimiento de un Hipopótamo en el Mu- seo de Historia natural, sucedido aquel mismo dia á las seis y media de la mañana. Ha resultado del ayuntamiento verificado en aquella casa de fieras, donde se pusieron juntos el padre y la madre que envió hace tiem- po de Egipto el Virey, y que vencidas algunas dificultades procedentes del genio algo feroz del macho, concluyeron por vivir en buena inteli- gencia. Tiene el recien nacido Hipopótamo 1 metro de alto. En el momento de librar la madre sacó del agua la mitad superior del cuerpo, y dejó medio sumergida la otra mitad, y asi es que nació la cria dentro del agua mis- ma. En cuanto salió del vientre de su madre se puso á nadar. Se le sacó á tierra; más notándose que padecia por el cambio de intermedio, y que procuraba volver al agua, se le puso otra vez en el estanque, donde se mantuvo junto á su madre tratando de mamar. Pero la madre se negó á criarle, de suerte que fué preciso alimentarle con una bebida artificial; y el temor de que muriera se realizó aquella tarde misma por desgracia. —Propiedades y densidad del ozono. Una detenida discusion de las observaciones hechas en muchos parajes de la monarquía austriaca, ha llevado á Mr. F. Neumann á enunciar las leyes siguientes que ligan la cantidad de ozono presente en la atmósfera con otros diversos fenómenos meteorológicos. 1.2 La electricidad atmosférica, que se considera como fuente del ozono que contiene el aire, marcha con efecto paralelamente con el ozono; esto es, las indicaciones del electrómetro van en igual sen- tido, y son proporcionales á las de los ozonómetros. 2.* Las cantidades de humedad y de ozono que contiene el aire son tambien proporcionales. 3.” La intensidad del viento aumenta la cantidad de ozono. 4.* La tem- peratura y la cantidad de ozono están en razon inversa. 5.” Una columna barométrica muy baja, y una cantidad muy grande de ozono, coinciden por lo general. Esta última proposicion concuerda con el hecho previsto por la teoría de Peltier, y comprobado por Quetelet, de que cuando la electricidad del aire es negativa, el barómetro, en igualdad de circuns- tancias, está en el punto más bajo; al paso que por lo contrario, está tanto más alto cuanto más positivamente está electrizado el aire. Al hablar del ozono, ocurre manifestar un notabilísimo resultado ob- 383 tenido por Andrews, sabio profesor del Colegio Real de Belfast, en Ir- landa. Admitido que el ozono no es más que oxígeno en estado alotró- pico, su densidad será cuatro veces mayor que la del oxígeno. Tal cuá- druple densidad daria razon de multitud de fenómenos no explicados aún: en las regiones polares, por ejemplo, donde está el aire tan frio y tan electrizado, debe ser considerable la cantidad de ozono; y esta abundancia del principio comburente, junto con su densidad subida, hace muy proba- ble la explicacion dada por Phipson de la putrefaccion de las carnes á temperaturas muy bajas. —Aumento de la poblacion del Estado de Nueva-Fork. Acaba de publicarse el censo oficial de la poblacion del Estado de Nueva-York, correspondiente al año de 1855. Arroja el resultado siguiente: El censo hecho el año de 1698 daba 18.067 habitantes. TA A 1723.... 40.564 WMA IA OO A OA 1756.... 96.779 A E AMIA 163.337 TU A ATINA 340.120 TM A A TIRAS 727810 A A le 1850.... 3.097.394 TAN A 1855.... 3.446.212 El número de esclavos era el año de 1790 de 21.324 Ed HARAN ICIOA DY TEA A A 1820.... 10.046 A A O A 1840 4 TAMANO EI OO A TIA 1855 = 0 La ciudad de Nueva-York ha crecido en poblacion, de 33.191 almas que tenia el año de 1790, á 629.810 el de 1855. Los hombres y las mujeres de color, aunque libres, se distinguen to- davía de la demás poblacion. Su número es de 35.956. Los Indios están reducidos á 3.934 individuos, de ellos 196 labradores, 2 doctores, 1 médico, 1 jurisconsulto, 1 ministro del culto y 2 predi- cadores. El número de publicaciones periódicas sube á 671, de ellas 62 diarias, que dan al año......... dico 97.904.079 ejemplares. Las demás. ........ E IEC 95.393.542 TDI LO ATA 193.297.621 384 El Estado de Nueva-York tiene en cultiyo 13.657.490 acres. Endless eN ERRE IE LO 13.100.692 MOON O 2 10,1/58,31:8:2 AAA Seasigna que valen los terrenos cultivados consusaperos 5.022.318.178 francos. —Polvo atmosférico recogido d bordo de un buque en el Océano meri dional. En la sesion de la Academia de Ciencias de Berlin del 4 de enero de 1858, leyó Mr. Ehrenberg una Memoria sobre la caida de un polvo atmosférico compuesto de granos negros, pulimentados y huecos, parecidos á los perdigones que usan los cazadores, y que sucedió en el Océano meridional. Dicho polvo, que constaba de granos que los más gor- dos podrian ser de 1/, y hasta de 1/, de línea, pero que la mayor parte no pasaban de */,, y aun */,, de línea, consistia en protóxido de hierro y hierro. Recogieron esta sustancia el 14 de noviembre de 1856 en el buque Joshua-Bates, capitan Mac-Callum, á los 10” 38" de latitud S. y 117” 48" de longitud E., ó sea entre las islas Keelings y la Nueva-Holanda, á unas 60 millas al O. de Java y á 90 de Timor. Conocidas cual lo son otras caidas de sustancias por el estilo, Mr. Ehrenberg dice, despues de haber exami- nado atentamente el citado polvo, que no lo tiene por de procedencia cós- mica; piensa que más bien sea fruto de alguna erupcion volcánica traspor- tado lejos por los vientos alísios. Con este motivo repitió Mr. Rose una experiencia harto sabida, consistente en quemar una lámina delgada de acero en Oxigeno: obtiénense granos huecos iguales casi á los del polvo recogido, lo cual confirma la opinion de que los gases de los volcanes son capaces de arrojar á la atmósfera bolillas de hierro que trasportan luego lejos los vientos. A la Memeria acompaña una bellísima lámina dibujada por la señorita Matilde Ehrenberg, representando en escala de 100 4 300 veces las diversas figuras que se han observado en las mencionadas mont- golfieras de hierro. —Terrenos cretáceos del Mediodía de Francia. En la sesion que ce- lebró la Academia de Ciencias de París el 3 de mayo de 1858, presentó Mr. d'Archiac, en nombre de Mr. Leymerie, profesor de Mineralogia y Geologia de la facultad de Tolosa, un escrito que tiene por objeto resti- tuir á la formacion jurásica y al lias, terrenos del Mediodía que han venido incluyéndose hasta el dia en la formacion cretácea. (Por la Seccion de Variedades, Francisco García Navarro.) Editor responsable, FraNcIsco Garcia NavaRRO. N.” 7."—REVISTA DE CIENCIAS. — Octubre 1858. CIENCIAS EXACTAS, ASTRONOMIA. — Manchas del sol: observaciones hechas el año de 1857; por Mn. SCHWABE. (L'Institut, 4.2 agosto 4858.—Astrou, Nachr., núm, 4124.) Mr. Schwabe ha hecho en Dessau el año de 1857, muchas observaciones de las manchas del sol. Observo 324 dias, no ha- biendo quedado por tanto mas que 41 en que no pudo ver el sol. El resúmen de sus observaciones es como sigue: ones, | Número de los grupos. | nenas. | observaciones, Enero... 5 Del núm. 1 al núm. 5 9 21 Febrero 9 6 0 27 Marzo... 1 8 11 13 25 Abril. . 3 12 t4| 10 26 Mayo. . 10 15 9% 0 31 Junio... 10 95 34 5 30 Julio... 7 35 41 4 31 Agosto .. 10 42 51 6 31 Setiemb.. dl DH) - 62 0 30 Octubre... 16 63 78 0 28 Noviemb.. 12 79 90 0 9) Diciemb... 8 91 98 0 29 Con el instrumento de 24 piés y un aumento de 40 veces, observó el autor en 324 dias 98 grupos; hubo 52 dias sin man- TOMO VII. 25 386 chas. Con el instrumento de 34 piés y un aumento de 42 veces, y con el de 6 piés y aumento de 64 veces, halló 43 grupos más, y sólo 25 dias absolutamente sin manchas; fueron estos dias los siguientes: febrero 20, 21, 22, 26, 27 y 28; marzo 3, 20, 23, 26 y 27; abril 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21 y 292; junio 18; agosto 3,4, 5, 6 y 7. Crecieron notablemente los grupos y las manchas, basta tal punto que en mayo, octubre, noviembre y diciembre observó alguna vez 4 y 6 grupos á un tiempo. Una de las manchas más dilatadas, de contornos delicados, la núm. 12 de la lista, presentó el 8 de abril su tamaño ma yor; por término medio tuvo 49,5 de diametro. Se distinguia prin- cipalmente en un desgarron, y en que los puntos enfilados del vacio sobresalian formando una red con ramas sumamente lé- nues. Esta mancha fué la única que en sentir de Mr. Schwabe subsistió durante tres rotaciones del sol; tiene los números 12, 14 y 24. La mancha más extensa, núm. 92, no estaba formada toda- vía el 10 de diciembre; del 10 al 14 no se vió el sol, y el 15 tenia una mancha de 1" 58” de diámetro, inmediata al borde occidental del mismo astro. Se la divisaba á simple vista como un punto negro. El grupo mayor, núm. 40, se presentó del 18 al 25 de julio; llegó su longitud de E. a 0. el 21 de julio á 1'39"”,2. No vió rizos ni copos luminosos en el sol en todo el año de 1857. Observaciones de la disminucion de la intensidad de la luz durante el eclipse de sol del 15 de marzo de 1858; por Mx. JouLr. (L'Institut, 44 agosto 1858.—Phil. Mag., núm. 100, vol. 45.) Deseoso Mr. Joule de obtener una imágen del anillo en el último eclipse de sol, llevó una camara oscura al Werrington- Junction, ferro-carril del Great- Northern. Pero habiendo visto algunos minutos antes del eclipse central que las nubes oculta- rian al sol, empleó simplemente la camara para ver de medir 381 la intensidad de la luz. El pais circunvecino era una extensa llanura. Puso la cámara mirando al S. E. del horizonte : ex- puesta la placa sensible los cinco minutos precedentes al efecto central, presentó inmediatamente una imágen. El dia siguiente con igual tiempo, algo más cargado acaso, expuso Mr. Joule cerca de Manchester placas preparadas con colodion y con ni- trato de plata, y se presentó tambien la imágen con una disolu- cion de sulfato de hierro. Iguales fueron la direccion de la cá- mara, la época del dia y todas las demás circunstancias. Perso- - nas competentes en fotografía afirmaron que esta última imá- gen, sacada en dos segundos, tenia mucha más intensidad que la obtenida durante el eclipse. La razon entre la influencia luminosa medida por la cámara y la máxima fué como 1 : 150, aunque el área media expuesta durante los cinco minutos anteriores al efecto central, compa- rada con la del disco entero, fué como 1 : 24. De aqui infiere Mr. Joule, que la circunferencia del disco del sol da poquisima radiacion luminosa (cual la mide al menos una placa sensible) respecto de la parte central. Esta observacion concuerda con la experiencia de las personas acostumbradas a las operaciones de folografía solar, quienes saben que la parte central se pinta siempre más pronto que la circunferencia, hasta tal punto que tienen por imposible casi obtener en una misma imágen una representacion satisfactoria de ambas partes. Al ser central el eclipse, al momento creció la oscuridad; permaneció constante al parecer algunos minutos, y luego se disipó de improviso casi. En el instante más oscuro era muchí- simo mayor la luz que la de la luna llena; pero segun mi expe- riencia en fotografía, no dudo, dice sobre este punto Mr. Joule, que se hubieran necesitado con aquella reducida luz dos horas cuando menos para producir un efecto igual al que se obliene exponiendo durante 1 segundo á la luz del sol sin eclipsar. 388 Determinacion de la diferencia de longitudes; por Mr. Encke. (L”Institut, 44 agosto 1858.) La operacion de hallar la diferencia de longitud entre Berlin y Bruselas, verificada el año de 1837, se ejeculó como la anle- riormente efectuada para determinar la diferencia de longitud entre Koenigsberg y Berlin. Notóse sólo, que fuera de la deter- minacion del tiempo habia que atender á una ecuacion perso- nal en cada observacion. Sin entrar en los pormenores de la operacion, recordaremos las diferentes determinaciones de la diferencia de longitud entre Berlin y otros silios, que hizo Mr. Encke desde que se instaló en aquella capital, tomando para punto de partida el centro del nuevo observalorio. 1. Culminaciones de la luna comparadas con las estrellas en el paralelo de la luna el año de 1820. Paris, 44' 13,99 al O. de Berlin. (Astron. Jahrb., 1839, p. 264.) 2. Operaciones cronométricas. Altona, 13' 49,25 O. de Berlin, el año de 1828 A A To 1834 LS O o ta A eo 1835 (Astron. Jahrb., 1859, p. 261—276.) Las dos primeras determinaciones se fundan en viajes alter- vados con doce ó quince cronómeltros; la tercera en diez con neinte cronómetros. El aulor admite exclusivamente este último resultado. 3. Coincidencias y señales telegráficas. Koenigsberg, 28' 24";1 al E. de Berlin, los años de 1856 y 1857. 4. Coincidencias y señales telegráficas. Bruselas, 36'6'",49 al O. de Berlin, el año de 1857. Combinando con estos resultados la longitud de otros sitios resulta: 389 5. Allona, 39 46,"57alE. de Greenwich.(Astron. Nachr., 174.) Y CACAO E E o Ii OPREIARA (Exped. chro- nom., 1846.) Se obtuvieron estos resultados por expediciones cronométri- cas. Para el primero se omitió la ecuacion personal entre el ob- servador de Helgoland y los de Londres. 6. Bruselas, 17' 28",9 al O. de Greenwich (Mem. of the Astron. Sociely, vol. 24), por via telegráfica. 7. Paris, 9 21”,5 al O. de Greenwich. 920,6. La primera determinacion se obtuvo con señales valiéndose de cohetes á la Congreve, la segunda por via telegráfica; asi de 2 y 5 resulta Berlin al E. de Greenwich...... 53' 35,39 34793 A 39 ,39 La combinacion con 7 da: Berlin al E. de París. 44'13”,85 13,43 13 ,89 admitiendo la primera determinacion; y con la se- EA a od 4414,75 14,33 AE Vese, pues, que la primera determinacion directa de la di- ferencia de longitud entre Berlin y París se aproxima mucho más á la citada que lo que era de esperar de la naturaleza de las observaciones en que se fundó. Véase olra determinacion en la que tampoco se tuvo en cuenta la ecuacion personal. El año de 1853 se halló la diferencia de longitud con Francfort'sobre el Mein en el observatorio de Mr. Lorey en Paulsthurme y por via telegráfica: Berlin, 18' 51,83 al O. de Francfort sobre el Mein. (Ás- tron. Nachr., núm. 889.) 390 MECANICA. Segundo informe dado ú la Academia de Ciencias de Paris por una comision de su seno, sobre el canal maritimo de Suez, entre el mar Rojo y el Mediterráneo; por Mx. Durin (1). (Comptes rendus, 3 mayo 1858.) En el año último, en la sesion del 2 de marzo, una comi- sion compuesta de MM. Cordier, Elie de Beaumont, Dufrenoy, almirante Petit-Thouars y yo, presentamos a la Academia, dice Mr. Dupin, un extensisimo informe, que mereció su apro- bacion, relativo á los planos, estudios y ventajas del canal ma- rítimo de Suez. La Academia ha encargado este año la continua- cion del mismo asunto á la misma comision, sustituyendo la pérdida lamentable de nuestro cofrade Mr. Dufrénoy con Mr. Clapeyron. Las operaciones preparatorias relativas al canal de Suez presentan una reunion de observaciones científicas y traba-= jos tecnicos dignos de una empresa que fija la atencion de todas las naciones civilizadas, porque ha de influir a la vez en sus inlereses y prosperidad. De un simple trabajo preliminar, indispensable para el tra- zado del canal, resulió la solucion definitiva de una cuestion hidrográfica indecisa y errónea desde hace veinte siglos. La supuesta desigualdad de nivel entre el mar Rojo y el Mediterrá- neo, que se creyó pudiera ser de 10 metros, ha quedado redu- cida á mucho ménos de 1 metro por las magnificas nivelaciones de un jóven ingeniero francés. Aplicando la geología al estudio de los terrenos que separan ambos mares, se ha subido, por decirlo asi, á través de los si- glos por el valle de Suez, partiendo desde el mar Rojo. En los (1) El primer Informe se insertó en esta Revista, núm. 6.”, ju- nio 1857, tomo 7.” 391 lagos amargos se ha presentado la conquiliologia de dicho mar; y encima de los detritus marítimos, una capa de limo del Nilo, depositada periódicamente por las invasiones extremas del rio, hacia la parte de Oriente. Se han medido las capas de arena trasportadas del desierto al álveo todavía visible del canal pri- mitivo, principiando por los Faraones, y esta experiencia es tranquilizadora respecto á los depósitos de arena, que tantos siglos gastan para producir unos efectos tan limitados. Ya hemos descrito los proyectos del puerto de Suéz y des- embocadura del canal en dicho puerto; proyectos que no ofre- cen dificultad alguna al arte ni á la ciencia. Más fácil será aún el puerto interior para la carena de los buques que crucen elistmo, y para el servicio náutico de la misma via. El lago de Timsah formará el puerto en el punto de des- embocadura del valle que sube hasta el Nilo, en las cercanias del Cairo: este es el valle histórico que habitó el pueblo judio anles de su salida de Egipto. En la direccion que marcamos, un canal derivado del Nilo admitirá facilmente los barcos del rio destinados al mar Rojo y aun al Mediterráneo. Finalmente, hemos fijado nuestra atencion en los trabajos de mar, que son al mismo tiempo los más considerables y difici- les: aludimos al puerto de Said en el golfo de Pelusa, y entra- da del canal marítimo en el Mediterráneo. Siempre es empresa atrevida la de crear un puerto donde las escolleras desembocan en una rada abierta; y es preciso in- formarse bien de los peligros que puedan correr los buques pre- cisados, en ciertas circunslancias, a fondear en dicha rada hasta que sea hora oportuna de entrar en el puerto. Hoy Mr. Fernando de Lesseps, el honorable y perseverante autor de la empresa del canal, somete al exámen de la Academia los estudios hechos en el invierno y primavera de 1857 para examinar la naturaleza del fondo y seguridad del surgidero en la rada donde han de desembocar el canal y puerto. Á esla co- municacion añade las respuestas de la comision internacional, para reducir á sujusto valor objeciones que, admitidas sin exá- men, pudieran hacer alguna mella en el consentimiento unánime que han merecido los trabajos de la referida comision. La Academia decidió que examinase los nuevos documentos la 3992 comision que entendió antes en este asunto, y hoy vamos á dar- la cuenta de nuestro trabajo. Las objeciones hechas á la parte ar flslica y científica no han tenido por objeto atacar el estudio mismo del terreno y sondas, parte desempeñada con tanto escrúpulo. Tampoco se han impug- nado las nivelaciones fijadas hace once años por una primera y doble operacion, comprobada despues por otras cualro nivela- ciones sucesivas: nise han puesto en duda los cálculos de movi- miento de tierras hechos para valuar los gastos de terraplenes; ni menos se ha atacado el presupuesto de obras de fabrica y aprecio de gastos, acompañado además de una suma importante para casos imprevistos, omisiones y accidentes inevitables en toda gran empresa nueva. Cuando en 1854 obtuvo Mr. Fernando de Lesseps del Vi- rey de Egipto la concesion de un canal que pusiese en cumuni- cacion directa por Suez los mares Rojo y Mediterráneo, no qui- so aceptar ciegamente tal ó cual proyecto concebido por inge- nieros que cada uno lenia su especie de mérito, sino que deseó se colejaran todos los preparados ya, y que sirviesen de ilustra- cion unos á otros; y tomando por base el mejor, se perfecciona- sen los demás, aprovechando las ideas emitidas anteriormente y la luz que pudiera arrojar una revision profunda. De acuerdo con el Virey de Egipto solicitó se formase una gran comision internacional, que ordenara los trabajos prepara- torios reconocidos como indispensables, fijara la direccion de- finitiva del trazado, las condiciones y dimensiones de las obras de arte, en una palabra, que revisase el pensamiento del canal como si se tralara de hacer nuevamente los estudios, planos y calculos. En un momento en que, con objeto de influir más en las asambleas deliberantes, se han hecho esfuerzos para probar la insuficiencia de hombres profundamente estimados por una lar- ga experiencia, su formal saber y trabajos considerables, justo y útil es á la vez recordar los titulos artísticos y cientificos de la comision que se formó por una atinada eleccion de siete na- ciones, cuyos nombramientos bastará citar. De las polencias puestas á tributo, como más interesadas en descubrir la verdad, citaremos sucesivamenle: 393 1. La España, dueña en Oriente del archipiélago de Fili- pinas y las Marianas, poblado con más de cuatro millonesde ha- bitantes, conquistados en favor del cristianismo y dispuestos á todos los progresos de la civilizacion; reunidos en cuerpo de nacion en un territorio admirable, cuya fecundidad permiliria hacer el más rico comercio si fuera posible establecer con Euro- pa comunicaciones más directas y faciles. La España nombró como Comisario internacional, al Director general de obras publicas D. Cipriano Segundo Montesino. 2. Los Estados sardos, que hacian con Levante tan gran comercio antes de variar la navegacion oriental por el Cabo de Buena-Esperanza. Dichos Estados eligieron á su mismo Ministro de Obras públicas, ingeniero y administrador á la vez, Mr. Pa- leocapa: cuenta entre sus primeras creaciones el gran muelle de Venecia, á la entrada de Malamocco. 3. El Austria, que trabaja silenciosamente para reconsli- tuir el esplendor naval del Adriático, resucitar a Venecia, agran- dar á Trieste y crear á Pola. El Austria nombró á un inspector general de sus caminos de hierro, Mr. Negrelli, que ya en 1847 ideó un ante-proyecto formal de canalización directa entre Suez y el Mediterráneo: asistirá para representar sus ideas al exami- nar los demás proyectos. 4. La Holanda, que excede á las demás potencias que aca- bamos de enumerar por la importancia de sus intereses en los mares de la India. Desde hace cuarenta años que volvió a ganar sus islas de la Sonda, les ha hecho adquirir una prosperidad maravillosa; su administracion, favorable á la vida del hombre, ha duplicado la poblacion de su archipiélago, por el progreso natural que favorece la paz interior, y la produccion tropical, desarrollada con un genio digno de estudiarse. En el dia reina sobre 17 millones de súbditos orientales. Sólo las esportaciones de sus productos vegetales y minerales ascienden al año á más de 160 millones de francos, á pesar de la enormidad de una distancia que le es necesario acortar á toda costa, para dismi- nuir la dificullad y carestía de las comunicaciones. Esta polen- cia, aguijoneada por tan gran interés, eligió á su primer inge- niero, hoy Inspector general de los trabajos hidráulicos por medio de los cuales lucha Holanda con el mar, y le hace retro- 394 ceder. El hombre eminente que ha designado, Mr. Conrad, lo ha elegido para presidente la comision internacional. 5. La Inglaterra, que reune dos intereses mucho más con- siderables. Su Imperio del Indostan cuenta diez veces más súb- ditos que tiene la Holanda; cuando estan en paz, le es preciso comerciar con ellos; si se sublevan tiene que combalirlos, y para esto alcanzarlos rápidamente. Pues bien, el Egipto permi- te, con igual economía de dinero y liempo, llegar al campo de produccion ó al de batalla, quitando dos mil leguas a la lon=- gitud del camino. En Inglaterra recayó la eleccion en Mr. Ren- del, digno sucesor de los Telford y Rennie, ingeniero á quien se deben los mayores diques de Liverpool y los docks de Birken- head, la Liverpool auxiliar, y el puerto de Grimsby, la más notable de las creaciones hidráulicas perfeccionadas con auxilio del vapor. Nombraron como agregados de Mr. Rendel á Mr. Mac-Lean, su hábil suplente, y Mr. Ch. Manby, Secretario hacia quince años de la Sociedad de ingenieros civiles de Londres. Ci- taremos finalmente á Mr. Harris, capitan de navío de la Com- pañia de Indias, que ofrecia como contingente de experiencia setenta viages, y todos felices, hechos de un extremo a otro del mar Rojo, en todas estaciones y liempos. 6. La Prusia, animada del deseo de patentizar el interés que la inspiraba la empresa, cuyo beneficio es universal, nom- bró á su principal ingeniero Mr. Lentze, á quien se deben los trabajos modernos del Vistula hasta la desembocadura del rio en el Báltico. 7. La Francia, aunque sólo posee una isla importante, la Reunion, en el Océano oriental, y tres modestas factorias en el golfo de Bengala, Francia debia prestar tambien su contingente proporcionado, no sólo á sus intereses materiales, sino á la generosidad de su caracter y á la magnitud de los intereses in- ternacionales dignos de sus buenos oficios y sus luces. Francia ha dado, para los trabajos hidráulicos, uno de sus Inspectores de puentes y calzadas, Mr. Renaud, que dirigió como ingeniero en gefe los grandes trabajos del puerto del Havre; para los estu- dios hidrográficos á Mr. Lieussou, discipulo eminente de Beau- temps-Beaupré; finalmente para las apreciaciones del marino, al capitan de navio Mr. Jaures, y al contraalmirante Mr. Rigault 395 de Genouilli. Este último prestó su experiencia y conocimientos al volver de Sebastopol y antes de su marcha á China, donde se le ha visto desplegar las cualidades de marino consumado, unidas á las del militar que sabe obtener, con escasos recursos, resultados considerables. Cinco miembros de la comision principiaron por estudiar, sobre el terreno, las cuestiones que sólo pueden resolverse por su estudio geométrico y fisico, á saber: señalar, dirigir y com- probar las sondas del suelo en la línea del canal; observar los fenómenos hidrológicos en los dos accesos del mar Rojo y Me- dilerráneo; hallar las desembocaduras más ventajosas en uno y otro mar; y determinar los trabajos mas difíciles, bien á la en- trada ó la salida del canal. Verificadas estas operaciones en Egipto, se volvió á Paris la subcomision, y la comision internacional deliberó en la mis- ma ciudad sobre las mejoras aceptables, fijando sus decisiones definitivas en cuanto á los planos y medios de ejecucion. Entre los documentos de mayor importancia y mas dignos de examen, deben contarse las observaciones de mar, de que debemos hablar a la Academia. Observaciones náuticas hechas en 1857 en la rada de Said en el golfo de Pelusa. Las observaciones de que vamos á dar cuenta se deben á una mejora de nuestro sabio compatriola Mr. Lieussou, el hi- drógrafo que tantas esperanzas prometia, y que una muerte inopinada ha arrebatado tan pronto á las ciencias en el primer mes del año actual. Mr. Lieussou hizo á' Francia un servicio del mismo géne- ro, proponiendo y logrando que se aceptara una combinacion mejor de muelles necesarios para convertir a Argel en uno de los puertos a la vez más vaslo y seguro del Mediterráneo. Con la perspicacia caracteristica de su raro talento de obser- vacion, concibió dicho ingeniero el pensamiento de una nueva desembocadura del canal de Suez en el Mediterráneo. Algunas palabras sobrela configuracion del litoral permitirán apreciar la mejora propuesta por el hidrógrafo francés. 396 Entre Damieta y el monte Casio se extiende un vasto golfo, dejando ver á la parte del mediodía sus ruinas la antigua Pe- lusia, detrás del cordon arenoso del Lido, que divide el golfo del lago Menzaleh. Para abreviar todo lo posible el camino de un mar a otro, se queria ir por la linea más corta al punto más entrante del golfo de Pelusa. Pero allí es donde tiene el fondo del mar una pendiente ménos pronunciada; razon por la cual los diques ne- sarios para encontrar el calado de 8 metros, que ha de tener el canal, hubieran sido mucho mas largos, y de un coste espan- Loso. Mr. Lieussou se propuso hallar un remedio á esta dificultad; y lo consiguió examinando la configuracion del lerreno con el ojo practico del ingeniero eminente. En el golfo que acabamos de indicar, una salida poco pro- nunciada de la playa separa: 1.* por la parte de Oriente la bahía propiamente dicha de Pelusa; 2.* por la de Poniente, otra bahía que termina en el promontorio de Damieta. En esta segunda bahía la pendiente del fondo del mar es mucho más rápida, y á ella ha sido donde Mr. Lieussou, sin temor de prolongar algo el canal, ha dispuesto que vaya á parar la entrada. En ese punto será donde encuentren los buques el puerto artificial que ha de llamarse de Said. Las sondas han justificado esta primer ventaja. Faltaba sin embargo probar por la experiencia, que la nueva entrada, que se interna ménos en el golfo, conservará suficiente seguridad para los buques que se vean precisados a fondear delanle de ella. Eslo fué lo que se trató de averiguar auténticamente por medio de un buque de fuerza considerable, somelido durante los peores temporalesá pruebas bien marcadas, y descrilas escru- pulosamente. Al capitan de navio Mr. Jaurés, y al contraalmirante Rigault de Genouilli, se deben las instrucciones náuticas con arreglo á las que ha hecho sus observaciones el capitan Philigret á bordo de la corbeta Yand-Beker, expedida por orden del Virey de Egipto. Establecida ya la nueva direccion que ha de seguirse para penetrar en el canal por medio de señales y boyas, la corbeta 397 Yand-Beker echó el ancla en la direccion que ha de seguir el muelle principal y con profundidad de 10 metros de agua, a 4.300 metros del liloral. Llegó el 8 de enero de 1857, y se sostuvo en la posicion indi- cada para sufrir todos los asaltos de los vientos y mar hasta Jos primeros dias de mayo, es decir, durante la peor ocasion del invierno y equinoccio de primavera. En el sitio elegido para su fondeadero, el buque estaba de- fendido por la punta de Damieta, que lo resguardaba perfecta- mente de los vientos de O. N. 0., los cuales cruzan en linea recta toda la longitud del Mediterráneo desde las costas de España, y llevan viento en popa desde Malta. Aun en el caso de soplar del mar con suma violencia, dejan dichos vientos la rada de Said en la seguridad más completa; y el buque, resguardado naluralmente, no trabaja sobre su ancora. Lo notable es, que el viento cuyo camino é inocencia marcamos, es el dominante en las costas de Egipto en todas las estaciones. Es el más notable por su impetuosidad y las mayores tormentas. Cuando el viento gira al seplentrion, desde el N. O. al N. E., en cuyo caso los buques procedentes de Beyroulh, Chipre y Esmirna caminan viento en popa, sucede frecuentisi- mamente que, anunciado de lejos por la marcha acelerada de las nubes, deja sentir su efecto por olas prolongadas, pero poco profundas; entonces se está muy seguro en la bahia de Said. De aqui resulta que los vientos moderados de la parle del N., es decir, del mar, rara vez penetran en la citada bahia; sin embargo, hay necesidad de conocer el efecto que puede producir una lempestad traida por un viento marero. Una tempestad de esta clase ha ocurrido en el tiempo mar- cado para las pruebas. El 18 de febrero se levantó un viento O. N. 0., que gradualmente giró hacia el N., y el diario náulico dice: este viento sopla con furor; durante 16 horas seguidas continuó en esa direccion perpendicular á la costa. Aqui, señores, no hay más que copiar simplemente el dia- rio escrito en presencia del tempotal. «La corbela no trabaja. El viento que viene directamente del largo, produce un mar muy fuerte, y se deja sentir aun en los calados de 5 melros. Pero en el fondeadero de la corbeta, 398 con profundidad de 10 metros, hay mar larga, y sobre todo rompe muy rara vez. Dicho fondeadero, de 10 metros de pro- fundidad, es por tanto preferible; y deberá darse gran valor a conseguir igual distancia de tierra, es decir, 3 millas próxima- mente. El tenedero (del áncora) es excelente, y por medio de sondas he podido convencerme de su bondad, dice Mr. Phi- ligret.» Asi, pues, los vientos que arrojan á la costa, que son los más peligrosos en una rada abierta, y mucho los vientos mare- ros soplando con furor y por espacio de 16 horas, no han hecho garrar sensiblemente el buque. El fondeadero más seguro de la bahia se ha descubierto á dos cables antes de la entrada futura del puerto de Said y del canal de Suez. Vamos ahora á la direccion enteramente opuesta. Un hura- can que venga del Sur, es decir, de tierra, es infinitamente mé- nos peligroso en la misma bahía. Es incapaz de producir, cerca del litoral, olas profundas y poderosas; aun en el caso, que no ha sucedido, de no poder aguantar el áncora, el buque sería impelido hácia alta mar, y nada tendria que lemer de la costa. En las tempestades procedentes del Sur, que son las que suscitan los vientos más impetuosos del Desierto, no se albo- rota el mar en la rada de Said; la corbeta, en un temporal de esta clase, ha podido continuar sus operaciones con sus botes en el mar. Durante una estancia de cuatro meses en la rada de Said, ha disfrutado el buque de tan grande seguridad, que le ha sido facil tener en tierra mucho tiempo una parle de su tripulacion, bastante numerosa para levantar, en la direccion que ha de seguir el muelle principal del puerto y canal, un torreon de 69 metros de circunferencia en la base y 20 metros de altura, a cuya torre se ha dado el nombre de Said, en honor del virey Mohammed-Said, protector constante y animoso de una em- presa que será la honra de su reinado y gloria de su nombre. En los 117 dias pasados en la rada de Said, ha podido co- municar la corbeta con la costa por medio de sus embarcacio- nes, durante 91 dias. Si dicho buque, además de sus botes de proa fina y que sumergia la resaca de una ola pequeña, hu- 399 biese tenido una ballenera de proa ancha, lanzada, y que se elevase bien sobre las ondas, hubiera podido comunicar más frecuentemente con tierra. Cuando la corbeta de observacion salió de Alejandría en enero de 1857, pasó muy cerca de cuatro buques mercantes anclados en la rada abierta de Damieta. A su vuelta halló en ella veintisiete en la misma posicion, cargando productos que habian bajado del Nilo por el brazo de Damieta, y los habian trasbordado cruzando los boghaces. Con viento O. N. O. sufrian dichos buques un oleage pesado, mientras que el mar conti- nuaba tranquilo en la rada de Said con el mismo viento. En el invierno muchas veces se han refugiado á la bahía de Said algunos buques anclados á la vista de Damiela, y arroja— dos por una fuerte brisa de O. N. O. En definitiva, de toda la costa de Egipto, la rada más favo- rable y segura es la de Said; resultando que el surgidero me- jor está enfrente del puerto del mismo nombre y del canal de Suez. Si más adelante y por un exceso de precaución, cuando se concluyan los trabajos del canal, se quisiera dar mayor seguri- dad al fondeadero fuera del puerto de Said, se podrá construir una escollera ó rompe-olas con la profundidad de 12 metros de agua próximamente. De este modo se convertiria la rada en puerto, no solo mercante sino militar y de primer orden, com- parable con el de Cherburgo. Tal interés gubernamental justi- ficaria el empleo de los fondos del virey en una empresa que no es apremiante, y que se relaciona con la prosperidad futura. Volviendo a las cualidades particulares de la bahía de Said, diremos que el lenedero de las anclas de la corbeta de prueba - ha sido constantemente bueno en los cuatro meses de las expe- riencias. Las instrucciones del comandante Jaurés y almirante Rigault de Genouilli prevenian que se levase el áncora cada 15 dias, con objeto de que fueran más concluyentes las observacio- nes relativas al tenedero seguro del fondo. A 10 metros de pro- fundidad todavía no se compone este más que de arena fina sumamente compacta; más allá es cuando se encuentra el limo negruzco, aluvion del Nilo, que se dispersa por grados en alta mar. 400 No repeliremos aqui lo que dijimos en nuestro primer infor- me, acerca de la falla de depósilos de arenas y limo á los 10 metros de profundidad y aun ménos. Hace 2.000 años que el Lido, cordon litoral que rodea al golfo de Pelusa, se sosliene estacionario: ni retrocede ni adelanta, y sus posiciones son idénticas á las consignadas por el sabio Estrabon en su Geo- grafía. Objeciones subsecuentes presentadas contra el canal de Suez. Desde la época en que se terminaron unas observaciones tan salisfaclorias, y á muy poco de dar nuestro primer informe á la Academia sobre los trabajos revisados por la comision interna- cional, un gobierno ilustre y poderoso creyó necesario invocar la auloridad contradictoria de un ingeniero justamente célebre. Mr. Stephenson, que debe su nombradia á la ejecucion de los caminos de hierro, los prefiere a las canalizaciones; y muchas veces con razon. Sus objeciones han bastado para ejercer una influencia que se ha tenido por decisiva en dos gabinetes y dos parlamentos sin más discusion ni exámen. Las academias tienen el principio de fundar sus opiniones y sostener 0 modificar sus juicios por otro método; vuelven á exa- minar los antecedentes, rectifican los cálculos, y sondean los asertos. En presencia de un gran interés social, del que puede de- pender la prosperidad de varias naciones de Europa, Africa y Asia, hemos puesto la más escrupulosa atencion en revisar nuestras propias decisiones, imponiéndonos como una obligacion examinar las nuevas objeciones formuladas contra el canal ma- rilimo de Suez, a fin de averiguar lo graves que puedan ser en una maleria que liene suspensos los deseos y la esperanza de tan gran número de pueblos civilizados. En la invocacion de los recuerdos más ó ménos históricos citados por el habil ingeniero, nos ha admirado ver que no siempre conserva su memoria la exactitud indispensable en tan graves cuestiones. Tal vez dependa esto de la forma ligera de sus explicaciones. 401 Tampoco es al parecer el más concluyente su juicio acerca de las consecuencias de hechos capitales y mal observados por mucho tiempo. Cuando estábamos en Egipto hace sesenta años, se re- produjo por desgracia, como hecho de observacion, una gran desigualdad de nivel entre ambos mares. ¡Cosa singular! Este error, de fecha mucho anterior, fué sucesivamente causa de que los antiguos aplazaran y luego abandonasen la empresa acuática de una comunicacion di- recta entre ambos mares; ese mismo error, por el contrario, hace practicable la misma empresa, al modo de ver de Mr. Stephenson. En 1846 se formó ya una nueva sociedad para preparar la construccion de un canal entre el Mar Rojo y el Mediterráneo, y quiso que fuesen sus lumbreras principales MM. Paulin Ta- labot, Negrelli y Stephenson, pero ninguno estuvo entonces en Egipto. Sin embargo, el último quiere recordar que ha sido uno de los observadores á quienes se debe el descubrimiento de la casi igualdad de nivel del mar Rojo y Mediterráneo. No, Señores, en esto no cabe division. Este descubrimiento, porque ha sido uno sólo, corresponde á un compatriota nuestro. A Mr. Bourdaloue, que lo hizo irrecusable en 1847, no con una visita de viagero curioso, sino como consecuencia de una ope- racion ejecutada con paciencia y científicamente, con instru- mentos de rara precision, manejados por observadores prácticos; operacion comprobada al mismo tiempo por una contranive- lacion. Semejante resultado, cuyo conocimiento en los siglos anle- riores hubiera disipado todo temor y vencido las objeciones sucesivas de Egipcios, Griegos y Romanos, ha creado sin embar- go otras nuevas é insuperables en la imaginacion del célebre in- geniero británico. Hubiera aceptado el pensamiento de una es- pecie de Bósforo, que proyectó primero Mr. Linant, de un Bós- foro abierto á mano, y que diese paso, con 10 metros de caida, á las aguas de Oriente hácia los mares de Occidente. Pero cuando se trala de idear un canal ancho y profundo, casi á nivel desde Suez á Pelusa, ya se presenta á sus ojos esa obra de arle como cierta especie de mar Muerto, impracticable entre TOMO VIII. 26 402 dos mares vivos, libres y fecundos. «Habiendo resultado nula la diferencia (de niveles), son sus palabras, los ingenieros con quienes estaba abandonaron el proyecto, y creo que con razon.» Tambien aquí le son al parecer infieles los recuerdos á Mr. Stephenson. En 1847 se consultaron tres ingenieros sobre la via preferible para cruzar el istmo de Suez. De esos tres hom- bres distinguidos, Mr. Talabot por una parte estudia seriamente y propone un canal entre ambos mares que una á Alejandria, el Cairo y Suez; por otra Mr. Negrelli, acercándose á las ideas de Mr. Linan!-Bey 'y Mougel-Bey, redacta el anteproyecto de un canal directo entre Suez y Pelusa; proyecto que no ha dejado de considerar desde entonces como preferible á los demás; pro= yecto que llega á confundirse con los estudios profundos hechos sobre el terreno por MM. Linant-Bey y Mougel-Bey, ingenieros en gefe del virey de Egipto; proyecto en fin que Mr. Negrelli vuelve á examinar ocho años despues, para mejorarlo aún y sancionarlo á su vez como miembro de la comision interna- cional. El eminente ingeniero inglés suscita una objecion extraor- dinaria: á su modo de ver no puede existir un canal entre dos mares de igual nivel sino con la condicion de derivar aguas flu- viales para alimentarlo, y cree que tal es el sistema adoplado por los ingenieros del virey, y aprobado luego por la comision internacional; y es precisamenle el pensamiento que condena Mr. Stephenson. La comision internacional no ha aceptado nunca el auxilio de una alimentacion tomada del Nilo. Una erudita memoria de su secretario Mr. Lieussou le ha servido de base, no para exa- minar la estancacion de las aguas marinas, sino para presentar, teniendo en cuenta el movimiento de las mareas é igualmente la propagacion de las ondas: 1.” el calculo de las velocidades del flúido á la desembocadura del Mar Rojo para llegar por el canal hasta los lagos Amargos; 2.” la velocidad del agua marina de dichos lagos hasta el Mediterráneo. Esta es la Memoria apro- bada por la Academia, segun las conclusiones de nuestro pri- mer informe. En definitiva, al pronunciarse tan fuertemente Mr. Stephen- son contra la idea de un canal maritimo alimentado por el Nilo 403 hasta Suez y Pelusa, lo ha hecho contra un sistema desechado formalmente por la comision internacional. Para explicar la equivocacion del ingeniero disidente, dire- mos con gusto qué apariencia ha podido inducirle á ese error. Hace algun tiempo que se abre un canal, de pequeña seccion, para llevar aguas potables al valle de Suez, que servirán á los trabajadores en el desierto cuando abran el gran canal mari- limo, y sea preciso construir el puerto central de Trinsah. Esta acequia, que aprovechará luego para los riegos, ha debido lo- marla el ingeniero inglés por la acequia alimenticia del futuro canal maritimo. Si hubiese leido la tercera serie de los documen- tos publicados desde 1856, se hubiera impuesto en todos estos puntos. Ahora, para que no se crea que á nuestra vez no interpre- tamos con la mayor exactitud las ideas y opiniones de Mr. Stephenson, tenemos una satisfaccion en citar sus mismas pala- bras. «He explorado, dice, el terreno, y examinado la posibilidad de establecer un canal, admitiendo la igualdad de nivel de ambos mares, y que la toma de agua sea en las partes superiores del Nilo; pero he deducido la conclusion que la cosa es, diria absur- da, si otros ingenieros cuyas opiniones respeto, no hubiesen exa- minado tambien el terreno, y declarado que es posible la em- presa.» Despues de atribuir a los ingenieros del canal marítimo de Suez un proyecto que nunca fué el suyo, y que le parece no solo irracional, sino absurdo, habla Mr. Stephenson de los gastos y ulilidades. Respecto á los gastos, no discute cálculo alguno, ni crilica ningun presupuesto, ni rebate el precio de la mano de obra ó del material, ni en nada contradice las comprobaciones hechas por la Comision internacional. Sin recurrir á ese medio paciente y seguro, coloca al parecer los desembolsos necesarios más allá de los limités calculables. El dinero, dice, puede ven- cer toda dificultad; pero, hablando comercialmente, lo declaro con franqueza, creo que no es ejecutable el proyecto. Lo cual quiere decir: los gastos serán lan grandes y la conservacion tan coslosa, que serán insuficientes cualesquiera productos. A la Academia no toca pronunciar sobre las probabilidades de 404 rendimientos ni de beneficios comerciales. Nuestra obligacion es permanecer extraños a cuanto tiene relacion, de cerca ó de lejos, con intereses pecuniarios. Esa mision extra-cientifica es del dominio de las corporacio- nes administrativas 4 mercantiles; corresponde á los Consejos de administracion é industria, a las Juntas de navegacion y comer- cio. Ocúpanse de estos estudios con éxito los pueblos de mayor nombradía por la madurez, prudencia y perspicacia, fuenles de su gran fortuna. Bajo este aspecto, es preciso consultar con preferencia la autoridad de tres pueblos á la vez marinos y calculadores, los Holandeses, Genoveses é Ingleses. Los referidos tres pueblos nos ofrecen en sus poblaciones in- dustriosas millares de hormigas atesoradoras, á las que no se les ha acusado mucho hasta ahora de ser aficionadas a prestar, y de hacerlo ciegamente. Los Holandeses y Genoveses se han pronunciado los primeros, siguiéndolos pronto los Catalanes y Venecianos. No sólo han aprobado la canalizacion de Suez como útil á los individuos que ejecuten por su cuenta y riesgo semejante empresa, sino que de- claran que será para su pais una riqueza nacional que fomente todas las demás. En Inglaterra, catorce grandes ciudades manufactureras y co- merciales, ciudades que el comercio del mundo oye como sus oráculos, Londres, Liverpool, Manchester y Birmingham, Glas- gow, Leith, Edimburgo y Dublin, Bristol, Belfast, Cork, Aber- deen, Hull y Newcasile , estas ciudades tan manufactureras, navales y mercantiles, se han pronunciado por sus órganos espe- ciales, despues de una deliberacion pública y libre. Todas han considerado la ejecucion de un canal de Suez accesible á la fuerza productiva de la Europa mercante, y fecunda en resultados sa- tisfactorios para la riqueza del mundo. De las catorce ciudades citadas, doce sólo reciben en sus puer- tos los productos completos del Asia oriental; y del total de las importaciones del universo, las cuatro quintas partes entran en sus puerlos. Tal es su derecho de hablar en nombre de la fortuna y comercio británicos. En honor de la Inglalerra, y para probar el espiritu elevado y generoso de sus industriales y negociantes, citemos la siguiente 405 resolucion, tomada poco despues de publicarse nuestro primer informe, y votada por unanimidad por la más celebre de las jun— las de comercio, la de Manchester, que habla en estos términos en nombre de los dos mundos mercantiles. «Despues de oidas las explicaciones de Mr. de Lesseps rela- tivas el proyecto del canal marítimo que cruza el istmo de Suez, la presente asamblea es de opinion que han de resultar grandes ventajas al comercio y la civilizacion si se realiza dicho proyec- to, y que merece eminentemente el apoyo del mundo comercial.» Una cuestion muy diferente de la de abundancia ó escasez de productos de cualquier empresa que sea; una cuestion verda- deramente digna de la Academia de Ciencias, cuestion que hon- raria con el premio de estadística si algun concurrenie la tra- tase con exactitud y profundidad, es la que proponemos en eslos términos: ¿Cuál es hoy la potencia productiva de las naciones para eje- cular una obra internacional, un gran canal maritimo, por ejemplo, que una dos mundos, y para dar á su comercio un ¡m- pulso inmenso? La comision internacional ha visto, despues de someter los planos á un nuevo exámen y revisar todos los cálculos, que han de gastarse 160 millones de francos en trabajos; pero de- jando aparte los gastos imprevistos y cálculo de intereses hasta la conclusion total, cree que debe contarse con un desembolso de 200 millones. A este coste, si fuera exacto ¿podria ejecutar la Europa el mar marítimo? ¿Lo podria hacer costando 250 mi- llones? ¿Y si subiese a 300 millones? Finalmente, si costase 320 millones el gran canal maritimo, duplicando la valuacion pri- mitiva calculada detenidamente, ¿podria ejecutarlo la Europa sin sufrir el menor apuro? Juzguemos de ello por un solo ejemplo. Desde 1830 concibió la Europa el deseo de construir nuevas vias de comunicacion, recomendables por la rapidez maravillosa de su trayecto. ¿Qué sacrificio le ha costado no sólo sin arrui- narse, sino aumentando su riqueza más allá de todo lo creible? En 28 años ha construido la Europa cerca de 11.000 leguas de ferro-carriles con todo su materia! fijo y movil, en cuyo ob- jeto ha empleado 12.000 millones de francos. 406 Con esla suma hubiera podido hacer la Europa: Sesenta canales como el de Suez a 200 millones. Cuarenta y ocho á 250 id. Cuarenta a 300 id. Treinta y siete á 320 id. Aquí tenemos la posibilidad, aun excediendo todos los lí- mites suponibles del gasto. El Reino Unido, tan animoso para emprender y multiplicar los caminos de hierro, no debe, á nuestro parecer, mostrarse muy exigente en cuanto á los productos que han de esperarse de las grandes vias de comunicacion. Basta echar una ojeada por el rendimiento de los ferro-carriles, de que tanto se enorgullece ese pais en sus tres reinos, y principalmente en Inglalerra. Segun las cuentas generales sometidas al Parlamento, el producto medio de dichos caminos sube: En la totalidad de Irlanda á 4 por 100. En la de Inglaterra á 33 1d. En la de Escocia á 27, id. A pesar de la modestia del producto de los caminos de hierro de la Gran-Bretaña, es necesario considerar ante lodo la inmensa riqueza que han creado en la agricultura, fábricas y un comercio casi triple de 20 años á esta parte. A la vista de lan grande espectáculo ¡qué idea se formaria cualquiera de una alma apocada que desde el principio hubiese dicho al más intrépido de los pueblos calculadores: cuidado, teneis el abismo a vuestros piés; no acepteis el descubrimiento ruinoso de las vias que se llaman perfeccionadas, que van á tragarse vuestros capitales! Reservadlos para ir al paso, al más corto, no sólo por vuestros caminos preservados del vapor, sino evitando todo me- dio debido al genio para acelerar el progreso de vuestros cam- pos labrados, minas y manufacturas, de vuestro comercio y gran navegacion. Un dia ha de llegar, estamos seguros de ello, en que no sólo el mundo sabio sino el menos instruido juzgue los obstáculos inimaginables opuestos á la via navegable de Suez, como se ha- ria hoy con los obstáculos puestos á la gran revolucion produ- cida por las vias férreas y el vapor, en la fortuna y poder de las naciones civilizadas. 407 Cuestion de humanidad. Un bien hay que se presenta á nuestros ojos ante todas las promesas de fortuna material para las naciones en cuerpo y para los individuos; el interés de la humanidad, interés que nunca perderá de vista el Instituto nacional de Francia. Este es el punto capital que debemos recordar al llegar al lérmino de nuestro Informe. Cuando los equipages y pasageros de un buque hacen el viaje por el Cabo de las Tempeslades, cruzando dos veces una doble zona lórrida por espacio de 3.000 leguas de calores sofo- cantes, resullan dos veces más naufragios, duplo número de in- dividuos ahogados 0 muertos de faliga y de las penalidades de la larga travesia, comparativamente con el camino abreviado de Suez. El resultado lo prueban los siniestros que acreditan los pagos efectivos de las compañias de Seguros. Si la via de Suez fuera la más dispendiosa, la más larga y la ménos productiva, baslaria que economizase más la vida de los hombres para que mereciese de derecho nuestra simpatia, 0 al menos nuestro asentimiento. Más cuando ese camino es á un tiempo el más corto, seguro, económico y humano, sentimos aumentarse nuestra preferencia por la via nueva, honrada ya con los votos unanimes de la Academia. Cuando sólo se ha tratado de cuestiones que se rozaban con las abstracciones del cielo, siempre ha tomado la Academia un gran interés en las operaciones que habian de hacerse en el glo- bo de la lierra, este modesto punto de partida de los descubri- mientos del hombre en el Universo. Sus miembros han recibido el encargo de medir su curvatura, no sólo en Francia sino, aproximándose al polo, en los confines de Noruega; bajo el Ecua- dor, en el centro del allo Perú; siguiendo un paralelo medio hasta mas allá de ltalia; y en el meridiano que nos sirve para medir todos los demás, desde las Orcadas hasta las ¡islas Baleares. Hoy nos toca apreciar, obra más sagrada, la posibilidad de 408 la via que ha de disminuir la pérdida de hombres entre dos partes del mundo; la posibilidad del camino que ha de reunir dos ma- res secundarios y los dos Océanos que les corresponden; que resucitase, sobre base opuesta, los descubrimientos del siglo XV; que, con una sóla rotura, dejara libres los mares Negro, Adria- tico y Mediterráneo; que ha de restituir el Oriente a la Italia, Grecia y Asia Menor; que dará nuevas prendas á la concordia de los pueblos, creando un vínculo más directo y fecundo para sus intereses infensivos. Tal es la magnitud de los bene- ficios en que insisliremos, sin cansarnos en ponerla en evidencia: esa misma magnitud justificará nuestros afanes; y lo esperamos, para un porvenir próximo y gran honra de las ciencias, apli- cando sus esfuerzos a la aproximacion de las naciones hácia Ja prosperidad comun, bastará para convencer á dos mundos dejar que brille la luz con un testimonio a la vez independiente y razonado. Circunscribimos nuestras conclusiones definitivas á límites malemálicos y fisicos propios de esla Academia. Segun nuestro exámen atento, declaramos que las observaciones hechas á bor- do de la corbela Fand-Beker por el capitan Philigret, prueban la seguridad del fondeadero y bondad de la rada de Said en el golío de Pelusa, las cuales confirman y completan las ventajas que podian haberse esperado de la entrada del canal de Suez en el Mediterráneo. Garantizamos la superioridad de la via proyec- tada para economizar la vida y salud de los hombres, y dismi- nuir la pérdida de buques. Al mismo tiempo declaramos, que las explicaciones cientificas y lécnicas de la Comision interna- cional para contestar á las objeciones que se han puesto al ca- nal marítimo, nos parecen satisfactorias. Finalmente, repetimos las siguientes palabras con que terminan las conclusiones de nuestro primer Informe, sancionado por vuestro sufragio uná- nime. La concepcion y medios de ejecucion del canal maritimo de Suez son los dignos preparativos de una empresa útil á la totalidad del género humano. La Academia aprobó este Informe. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco Garcia NAVARRO.) A LR VI CIENCIAS FISICAS. FISICA. Sobre la diferencia que presenta el espectro prismático de la luz eléctrica en el vacio en el polo positivo y en el polo nega- tivo; por Mx. Dove. (L'Institut, 7 julio 4858.) Si no me engaño, dice Mr. Dove, fué Quel el primero que observó que cuando se hace el vacio más perfecto posible en el huevo eléctrico, y se ponen en comunicacion los hilos metáli- cos que en él penetran con un aparato de Rulmkorff, se ven aparecer en dichos hilos dos luces que difieren en color, forma y posicion. Una es azul, y rodea uniformemente al polo nega- tivo; otra, de color rojo encendido, se adhiere al polo positivo y se dirije hácia el negalivo, pero la separa un espacio oscuro de la de este. Consiguese estudiar con mayor comodidad estos fe- nómenos fundiendo los hilos en tubos donde esté hecho el va- cio, como los prepara con habilidad Geisler. Observando las dos masas de luz por absorcion en vidrios coloreados, 6 haciendo que iluminen sustancias colorantes, desde luego se advierte que no se trata aquí de color homogé- neo, porque se perciben muy bien ambas masas mirándolas por un vidrio de cobalto de 6 milímetros de grueso; todo el espacio que ocupan parece rojo miradas por una lenle roja, amarillas por una capa de vidrio amarillo, y toman una tinta pardusca mirandolas por una lamina de vidrio de urano, que se pone fluorescente por influjo suyo, al paso que esle parece de color de porcelana combinando por reflexion la luz eléctrica en su superficie exterior con la fluorescente que viene de lo 410 inlerior. Las dos masas se disipan ante la combinacion de un vidrio de cobalto y otro rojo, que no deja pasar sino el rojo homogéneo más exterior. Facilmente se ven en su color varias sustancias colorantes, cuando las ilumina la luz positiva ó ne- galiva. Dejando entrar la luz por una rendija, y analizándola con Un prisma de lados iguales de flintglass ó de sulfuro de carbono con la inclinacion minima, se obtienen espectros diferentes de la luz positiva que de la negaliva. Un tubo de Geisler de figura de pera, de Y pulgadas de largo, presentó los fenómenos siguientes. El espectro de luz azul del polo negativo tenia una faja ancha negra en la luz azul, otra lo mismo en los confines del azul con el verde, otra peque- ñita en los del amarillo, y nada en el rojo. La luz del polo posi- tivo dió una faja seguida violada y azul, varias rayitas en el verde, una muy negra en los confines del amarillo, y una fajita oscura en medio del rojo. Los colores que parecen descontínuos en un espectro, no lo son en el otro. Otro tubo de igual largo, de forma esférica en medio con prolongaciones cónicas en ambos extremos, presentó en el polo negativo el mismo fenómeno; pero en la luz del positivo, ade- más de las fajas acabadas de indicar, dos fajitas oscuras en el azul. Los hilos fundidos en los tubos de vidrio eran de platino. En el huevo eléctrico, de forma cilindrica, la luz negativa entre las dos puntas de laton ofrece los mismos aspectos que la de dichos tubos, sin más diferencia que la luz entre las dos fajas negras anchas parece verdosa, casi como el espacio entre /' y b del es- pectro solar, y que en el espectro de la luz positiva, además de las fajas en el rojo y en el verde, se ven otras en el azul. Poniendo en el polo negativo una bola en lugar de una punla, sin mudar la del positivo, se ve una fajita oscura en el rojo de la luz negativa, sucediendo todo lo demás lo mismo, al paso que en la luz positiva aparecen dos fajas oscuras en el azul. Los fenóme- nos bien distintos antes, parece que se van confundiendo ahora en ambos espectros; eslo es, se presenta el fenómeno como si se hubiera mezclado con la luz positiva algo de negativa, y con esta algo de aquella. La negativa manifestó además mayor cons- 411 tancia que la positiva. Subsisten no obstante diferentes los espec- tros en cada caso, como se ve distintamente cuando es la rendija bastante larga para que se puedan observar los dos espectros se- parados por el espacio negro en el momento de penetrar la pro- longacion del uno en el otro. Para comparar con el espectro de la chispa, se pusieron en comunicacion, mediante un hilo de vidrio, las puntas de un mi- crómetro de chispas, y de este modo se obtuvo una corriente de chispas en línea recta, en las cuales se divisaban perfectamente las lineas claras caracteristicas. En los espectros de la capacidad vacia no habia señales de semejantes líneas claras. Los espectros discontinuos de la especie indicada se presen— tan con las mismas llamas coloreadas que cuando se sujela a la absorcion de gases coloreados un manantial de luz blanca. Y como el espacio que separa los polos no es un vacio absoluto, se puede suponer, ó que en dichos polos hay diversos cuerpos gaseosos, 0 un solo gas en varios estados. Ambos casos suponen, cierto es, alguna duracion de la accion del polo, y que esta crezca con aquella. Disponiendo las cosas entre el aparato galvánico y el de Ruhmkorff de suerte que se invierta la corriente, al ins- tante truecan de papel los dos espectros, y lo mantienen sin alte- rarlo, lo cual está en contradiccion con la hipótesis de que se trala. Desviando los fenómenos luminosos con un imán fuerte, nin- gun cambio se nota en el espectro. Tubos que puestos entre los polos parecen llenos de luz blanco-azulada con las fajas caracleristicas lrasversales, que cuando se invierte la corriente mudan la curvatura de cóncava en convexa, dan un espectro en el cual faltan absolutamente tales interrupciones distintas; sólo se advierten algunas fajitas en el verde, pero nada en los demás colores, á lo menos con todos los tubos probados. Los fenómenos luminosos que presenta la electricidad en el vacio se parecen singularmente á los de la aurora boreal, ra- zon por la cual se les ha dado el nombre de aurora boreal arti- ficial. El rojo encendido del polo positivo recuerda mucho el que caracteriza á bastantes auroras boreales; y el aulor dice haber tenido ocasion de notar varias veces esla semejanza, es- 412 pecialmente en dos auroras boreales que se vieron en Berlin. Tan señaladas son las particularidades que ofrece la luz eléc- lrica en el vacío, que no parece dificil poderse llegar á decidir definitivamente por medio de la análisis prismática si la luz de la aurora boreal es ó no de naturaleza eléctrica. Informe dado á la Academia de Ciencias de Paris por una comi- sion de su seno compuesta de MM. Becquerel, Regnault, Des- prelz, de Senarmont, el mariscal Vaillant y Pouillet, sobre la distancia que deba haber entre los polvorines y las lineas del telegrafo eléctrico. (Comptes rendus, 16 agosto 4858.) El mariscal ministro de la Guerra consulló á la Academia sobre la importante cuestion de saber si el paso de los hilos del telégrafo eléctrico á la inmediacion de un polvorin podria ser causa de peligro. La comision nombrada para informar acerca de este punto, se apresura a hacerlo. Tiene por cierto que las corrientes eléctricas desarrolladas en los hilos del telégrafo para el servicio habitual de los despa- chos, nunca pueden originar desgracias, porque aun suponiendo que el viento ú olra cualquier causa rompiese los hilos al tiem- po de la trasmisión, las chispitas que en tal caso saltarian de los puntos de rotura no podrian inflamar el polvorin flotante que pudiera haber sobre los mismos hilos ó en sus postes. Pero no sucede asi con la electricidad almosférica; suele ser formidable su accion, y seria causa inminente de peligro para los polvorines. Si cayera, v. gr., el rayo directamente en los hilos del telé- grafo, es probable que en el punto donde cayese se fundiria cierta longitud de ellos, se inflamarian, se dispersarian, y los glóbulos candentes arrojados lejos por el efecto mismo de la esplosion, pudiera llevarlos más lejos aún la fuerza del viento; además, los extremos libres del hilo, puestos en plena combustion y arroja- dos por las mismas causas, no dejarian de describir grandes cur- 413 vas alrededor de los puntos de sujecion, y de lanzar fuego á gran- des distancias. Aun cuando no pasara de ser posible esto que es probable, siempre seria indispensable liberlar de semejante riesgo a los polvorines. Examinadas con todo detenimiento las diversas precaucio- nes que ocurre tomar, propone la Comision se adopten las dis- posiciones siguientes: 1.2 Poner subterráneos los hilos en vez de aéreos en toda la parte de la línea que diste ménos de 100 metros de un pol- vorin. 2.2 Abrir los conductos subterráneos al otro lado de la zona donde seria expuesto admitir los trabajadores que hayan de construirlos, visitarlos ó repararlos. 3.? Poner uno ó más pararayos en postes de 15 a 20 metros de alto, inmediatos á dichos conductos subterráneos, á fin de proteger toda su longitud contra los ataques directos del rayo. La Comision propone á la Academia que apruebe estas dispo- siciones, que son las más convenientes en concepto de aquella para proporcionar la mayor seguridad á la administracion de la Guerra, sin imponer demasiadas molestias á la de los telégrafos. La Academia aprobó este dictámen. QUIMICA. Sobre los equivalentes de los cuerpos simples; por Mr. Dumas. (Comptes rendus, 24 mayo 41858.) Aunque me haya sido imposible completar la revision de los equivalentes que tengo comenzada, dice el autor, he obte- nido resultados que me parecen dignos de atencion, y que con- firmando las ideas generales que tengo expuestas, dan algunos medios nuevos de comprobacion, que podrán responder de su exactitud. De los cuerpos que llevo estudiados, 22 tienen equivalentes que son múltiplos del hidrógeno con un número entero. Oxigenosnas Cade 8 ¡Vodo. + slot Azníte de sd densa 464 Carbono. Insud.s Selenio..... Eto é AO SMC 00 dios Deluro AA ds 64 Molibdeno.......... AZOB sit a vil» El 14 Tungsteno. ......... ROSTODA. aelaita sola 38M abismal sio. AMSCMICO cua seas e 1D:' SOÍ0. 1. estaoiinis 246 ¡AMONIO siii 1921 Calcio itdarina nl. Bismuto. fs sis 005 2143 Hierro. coullasl al O A A 10 adios. car Brom0 a trola dh de e $011 EstañostaioridomiidA: 28 56 59 Siete tienen equivalentes que son múltiplos de la mitad del equivalente del hidrógeno. Cloro bib 1850 pNiquelo tia urbes Magnesi0. .......... 1230 Coballoroqers pais Manganes0.......... Mbs Blomo slaer ae. Baron tata 68,5 29,5 Tres tienen equivalentes que son múltiplos de la cuarta parte del equivalente del hidrógeno. AMD Node NAO da Esironcio. ¿0.0% AA 5 A 43,715 NA ME E a AT A JE 32,75 En cada serie de estas se ven en general tan inmediatos los resultados individuales al termino medio de la tabla anterior, que no se puede pasar uno de los cuerpos que comprende de una á otra serie sin apartarse considerablemente de la expe- riencia. Cuanto más se multiplican las pruebas, más confirmada re- sulta la cifra media. De las comparaciones que estos resullados permiten hacer, es de notar la siguiente: 415 NEL A INFSEDICO 10 leal 75 A e cal e 80 EOSIOTO. «dpi 101 O A 1 Se ao lol A A A Claro está que añadiendo 108 al ázoe, se obtiene el equiva- lente del antimonio; lo mismo que añadiendo 108 al fluor, se obtiene el equivalente del yodo. Que añadiendo 61 al equivalente del ázoe, se obtiene el del arsénico; lo mismo que añadiendo 61 al del fluor, se obtiene el del bromo. Que, en suma, se pueden poner ó escribir estos ocho equi- valentes en dos rectas ó renglones paralelos, y prolongando 5 las ordenadas de la familia del ázoe, van á encontrar á la recta 0 renglon en que están los equivalentes de la familia del fluor. Excepto el fósforo y el cloro, que están separados sólo por £,5 y no por 5. Cuantos ensayos llevo hechos para descubrir alguna causa de error en la determinacion del equivalente del fósforo, no me han dado otro resultado mas que confirmar el equivalente de Mr. Schroter, ó sea 31. Se comprenderá que estos resullados dan margen para clasi- ficar los melales escribiéndolos en una tabla de dos entradas por series sujetas a paralelismo doble, lo cual satisface asimismo á las diversas analogías que los entrelazan. Con efecto, escribiéndolos por familias naturales, cada uno está próximo á dos cuerpos pertenecientes á dos familias inme- diatas, y contados en las dos rectas ó renglones más cercanos á aquel en que está el metal tomado para término de comparacion. En una palabra, en una tabla por este estilo cada metal se ve rodeado por otros cuatro que se entrelazan con él en analogías de diversa naturaleza más ó ménos estrechas. 416 METEOROLOGIA. ——o 0 —— REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de junio de 1858. Pulgadas in- BARÓMETRO. Elbcas, Milímetros. Altara mediación idisua.d 3040G alar 27,838 |707,072 maxima. (dial owrrlaas mis 28,001 [711,212 Minimardia Miles «ou dudo sich 927,122 |704,126 OSCURO mensa. ali ce ra 0,279 7,086 máxima diurna (dia 2)..... 0,142 3,607 mínima diurna (dia 6).....| 0,052 1,322 A TERMÓMETRO. Fabhr. | Reaum. Cent. Temperituramediasillass o serroah 719%1120%93/26,17 máxima (dia 90). ....... 88,9/25,29| 31,61 mínima (dia Sd)... .... 67,7/15,87/19,84 Oscilacion mensual. ................ 91,9) 9,49/11,77 máxima diurna (dia 21). ...| 43,2/19,20| 24,00 minima diurna (dia 30). ....| 24,8/11,03/ 13,79 AAN AN IAE RANA PESAS TATI TAR IRIS . Pul. ingl. Milímetros. PLUVIMETRO. Lluyviacaldasen elmes:. o caos 0,040 1,016 Mes de julio. Pulgadas in- E BARÓMETRO. glesas. Milímetros. Alurimeadiare a de ro 97,822 |706,666 máxima (dia dd)... omiso. 97,945 |709,790 DIO A e areas ee 27,608 [701,230 Oscilacion mensa ao e o a aaa 0,337 8,560 máxima diurna (dia 25)..... 0,199 5,055 minima diurna (dia 28)..... 0,056 1,424 417 TERMÓMETRO. Fabr. Reaum. | Cent. Temperatura media. ............... 79*,0/20>,89/26%,11 máxima (dia 19)........ 94,5 27,78 34,73 mínima (dia 4)...«..... 37,3) 11,24|14,05 DENT O 31,2| 16,54] 20,68 máxima diurna (día 25)....| 38,5| 17,11| 91,39 minima diurna (dia 5)...... 14.01 6,22 7,77 AE EE CR ES EN PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. Milimetros. Lluvia caida en el mes.............. 0,420 | 10.670 F , Mes de agosto. Pulgadas in- BARÓMETRO. “glesas.. | Milímetros. Alturamedia.....oooooonobóno:. ¿..| 27,800 |706,107 maxima (dia 15)............. 27,925 |709,282 Ola 23 do. q irecaióo orejas 97,650 [702,297 Oseilación mensual: ¿o .o..omiocoo.. 0,275 6,985 máxima diurna (dia 18)... 0,191 4,851 minima diurna (dia 2).....| 0,081 1,295 TERMÓMETRO. Fabr. | Reaum. | Cent. Temperatura media A IA 07, 799190 98/26,23 maxima (dia 4)......... 91,1/26,26| 32,82 minima (dia 28)......... 62,3 13,46|16,82 Oscilacion mensual. ...........<..... 98,8/12,80/16,00 máxima diurna (dia 8)..... 39,0/17,33| 21,67 minima diurna (dia 28). ....| 10,71 4,75] 5,94 e ; : Pul. ingl. | Milímetros. PLUVIMETRO. Lluvia caida en el Mes: ............. 2,163 | 54,950 TOMO VIII. a? 418 UNIVERSIDAD LITE por Resúmen de las observaciones meleorológicas EA sn de de la mañana. 29,282|29,536/28,578]12,4| 5,8 3 dela tarde. ..[/29 088/29,521/28,389]45,8| 7,6 obrero l Ae de la mañana.¡29,075/29,415 98, 441146,11 7,8 3 dela tarde.../29,037/129,359/28,572150,2/10,1 Marzo Lp de la mañana.[(29,040/29,402/28,703]49,7| 9,8 3 de la tarde...|29,009/29,347 /28,693153,8/12,1 Abril de de la mañana ¡29,025/29,392/28,655153,5/11,9 "(3 de la tarde. ..[29,018/29,238 928,580/54,6 12,6 Mayo. .. inde mañana.|28 935/29,202/28 556160,2 115,7 "13 dela tarde...[28,917/29,160/28,365]59,7/15,4 A UON E de la mañana. [29,053/29,303 28,737/68,7 20,4 "43 dela tarde...|29,045/99,284/28,722169,1/20,6 vere lago l de la mañana. (29,190|29,280 29,068|73,7/23,2 3 dela tarde.../29,17829,268/29 058175,9/24, 4 Agosto. . EE de la mañana. |29,070/29,183/28,667172,7/22,6 3 de la tarde.../29,052/29,196/28 696/74,1/23 4 : 9 de la mañana./29,069/29,247/28,9429168,5/20,3 OS (3 de la tarde. ..129.059 29,210/28,910167,7/19,8 Ostaba (3 de la mañana./29,041/29,298/28 810156,3113,5 3 de la tarde...|29,023/29,325/928,793 ie 14,5 : 9 de la mañana./29,001/29,451/28 486 9/12,2 ps: 13 de la tarde... 28.975/29,397/28.353 357 13,2 a de la mañana./29,416/29,619/28,978P46,3| 7,9 Si de la tarde... .129.394/29,609|28.939150/3110/1 BAROMETRO. Altura en pulgadas ingl. AT" aan Media. Máxima. Mínima. TEMPERA 419 RARIA DE SANTIAGO. 34 hechas en esta Universidad en el año de 1857. TURA EN GRADOS DE FAHRENHEIT Y CENTIGRADOS. —_—_—_—_ TA Máxima media. Mínima media. Máxima del mes. H Mínima del mes. ET" A _ A AAA AAA TT" a Fahren. | Centigr. | Fahren. Centigr. A Fabren. Centigr. f] Fahren. | Centigr, A Y ————————- —————— Y ———— Y ———————— _————- E 55,1 | 13,1 | 40,9 4,9 | 69,8 21 132 0 » » » » » » » » 34,9 | 12,7 |] 42,2 5,7 f 64,4 18 1 35,6 2 » » » » » » » 64,5 18 46 7,7 | 73,4 23 [39,2 4 » » » » » » » » 76,3 | 24,6 [| 55,9 | 13,2 ] 95 35 |us./2| 9 » ») ») ») » » » » 71,11 |9291,77 1 56,5 | 13,6 ] 82,4 28 46,4 8 » » » ») » » ») » 58,8 | 149 | 47,1 8,4 | 75, 9% 35,6 9 » ») » » y + » ) » 59,5 | 15,2 PP 45,3 7,4 | 69,8 91 32 0 » » ») ») ») » » » 49,4 971 36,6 2,5 1.59 15 9284 | —2 » ») » ») » » » » 420 Sigue el resumen de las observa ¡AAA A APR PRI EI IAS INEA A DA ARRE ANAIS A GPPAN dE VIENTOS. Su direccion. N N. E E. S. E S A a Febrero. . dl Ji ce , di 7 A 5 Marzo» (agota tardor] 116 111018 A e A E 010 E: a A S A o E E A o E E E JE Agosto. +>-(3 gota tarde...) 6 112.111) 03 1,8 cas Eros DEA E E E A A E O O Noviembre-lS dela tarde... | 2 | 11] 063 ]06 Yi qe e IO 10 Presion media del año. Pulg. inglesas Milímetros. A las 9 de la mañana. 29,099 739,1 A las 3 de la tarde. ... 29,066 738,3 421 ciones meleorológicas de Santiago. VIENTOS. Su direccion. NS AS s.0.| O. [N. 0. ES cd dl dl di [0 » 14]. » »|»]|» 109 15. Es » A AA A AS 1 6 A » »|4£4|4¡ 11,4 A e 1? » »|4£41|1| 13,9 Dele ko 2 » NN 6,3 S TTD » » 13» 5,4 » 110 |» » 1/13/|» 2,5 A > » $ 131» 8,2 2 (ai 10)) » » 1511 6,9 » 1511 » E E O) 8,8 A » » O 1 y y Y xQ mes. Agua caida en el PLUVIMETRO. =3 Ss = > o Ss ”= E = > E Er Agua caida en el año. 62,38 pulgadas inglesas, ó sea 1,584 metros, 0 tam- 8 [bien 5 piés españoles, 8 pul- 3 Pgadas, 2 lineas y 8 décimas = : |de linea. 33 Hubo de Uuvia. = DIAS. ar al 21 » Eebreroiuimin.. 8 IRON Marzo 19 » A ido 15 A EA 16 » o a ls 14 dis dl LI A 1 » AOS. lolas 8 0,964 Setiembre. ...... 18 » A 17 0,601. Noviembre. ..... 15 » Diciembre....... 5 0,12 Ea > SUMA. assi siete 157 0,26 el » Presion me- Pulgadas. Milím. CAI (TO TESEO 29,082 738,7 » ld. máxima. 1,24ñN Id. mínima. ») 11,30] Temperatura Temperatura media del año. A las 9 de la mañana. A las 3 de la tarde... 29,619 152,3 28,353 120,2 Fahren. Centigr. > media en o.s6] grados... 58%6 14%8 » Pld. maxima. 96,8 36, Id. minima. 26,6 -3 Fahren. Centigr. SIT AOS 59,6 15,3 El profesor de fisica, Dionisio GorroNo. (Por la Seccion de Ciencias físicas, Frawcisco GARCIA NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES. => MIDROGRAFIA. Geografía física del mar.—El Mediterráneo. (Revista británica; marzo 4858.) Bajo el punto de vista puramente lécnico puede conside- rarse el Mediterráneo como un golfo ó6 brazo del Atlántico in- troducido en la tierra; pero no hay mar alguno en toda la: superficie del globo que tenga por sí mismo un caracter indivi- dual más marcado. Esto es cierto en la parte fisica, y más cierto aún en cuanto á sus relaciones con la historia del género hu- mano; relaciones que forman una especie de comentario para los anales de aquellos imperios, reinos y repúblicas que las edades pasadas han visto sucesivamente levantarse y derruirse en sus orillas. En parte alguna y en espacio de igual extension se han verificado sucesos más grandes que los que han tenido por teatro la cuenca del Mediterráneo. Cada nave que hoy surca sus aguas atraviesa el sitio del encarnizado combate de enemi- gas armadas, cuyos actores hace ya mucho tiempo desapare- cieron de la escena del mundo. Las escuelas de filosofia y elo- cuencia, de las cuales tomamos todavía preceptos y ejemplos; las leyes y las lenguas que forman la base de la literatura y de las instiluciones sociales de los pueblos modernos, todo ha te- nido su cuna inmediata á este mar interior, lo que bajo cual- quier aspecto que se mire ofrece mucho interés, y es digno de la mayor atencion. Ciertos escritores extrangeros han creido en estos últimos años, movidos por un espiritu más bien político que geográ- fico, que se podia aplicar al Mediterraneo el nombre de lago; 423 pero en lodo caso, si es tal lago, no es en modo alguno un lago inglés. Es poco probable, y no sería lampoco de desear, que llegue á estar nunca bajo el dominio de una sola potencia: pero la Inglaterra tiene en su recinto grandes posesiones insulares; ocupa aquella imponente fortaleza natural que la antigiedad llamaba Calpe, y que domina la entrada por la parte del Océano; cubre con sus buques las aguas del Mediterráneo; y su comer- cio ha penetrado hasta lo mas remoto de este mar. La línea inglesa de navegacion en el mismo, que establece una rápida comunicacion con la India por Egipto y el Mar Rojo, es por sí sola, especialmente en el dia, un objeto de importancia capital para Inglaterra; y aun cuando se lograse, lo que parece dudoso, establecer olro camino por el Golfo Pérsico, siempre sería pre- ciso pasar por el Mediterráneo para llegar á los puntos de la costa del Asia Menor que con más facilidad permilen penetrar hasta el valle del Eufrates. Aún más reciente es que la corres- pondencia de Australia se encamine, como lo hace, por el mar que nos ocupa, siguiendo casi la curva más corla que sobre el globo pasa desde Inglaterra á sus grandes colonias de los antí- podas. Es ya tan familiar para nosotros el Mediterráneo, que ha resultado miremos casi con indiferencia sus caracteres parlicu- lares y la grandeza de su fisonomia; cuando bastaba el punto de vista fisico para que, sin contradiccion, se advirliese que es el mar interior ó golfo oceánico más extraordinario del mundo. Mucho más que otro alguno penetra hasla el corazon mismo del continente, y sus contornos están mas singularmente trazados y recortados por golfos, estrechos, istmos, islas, y hasta olros mares interiores, no alcanzando una mera descripcion á dar de todo completa idea, sino que es forzoso tener á la vista un globo Ó mapa para observar sus límites y dimensiones, con descarte de los agregados locales que pudieran apartar la atencion del conjunto. De este modo se echa de ver cuán curiosa es la con figuracion del mar de que hablamos, cuanto recalan sus golfos en la tierra que le rodea, y cómo llegan casi a punto de tocarle los grandes brazos del mar Rojo y golfo Pérsico, que pertenecen al Océano de otro hemisferio. Las personas menos iniciadas en los progresos de la geología moderna y en los grandes fenóme- 194 nos que ha descubierto, comprenderán cuántos movimientos y extraordinarias revoluciones han debido verificarse en aquella region en épocas muy anteriores á la aparicion del hombre sobre la tierra. Poco más adelante presentaremos algunas pruebas aún existentes de tan antiguos trastornos, con los vol- canes y terremotos que de un modo tan patente afectan la cuenca del Mediterráneo; pero entre tanto, mirándolo por enci- ma, vemos que esle mar por uno de sus extremos mezcla sus aguas con las del Atlántico, y por el otro extremo, es decir, á unas 2.000 millas de distancia, se halla únicamente separado por un istmo bajo y angosto de las aguas que corresponden al Océano Indico. Todo el tiro de esta línea es la divisoria de Eu- ropa y Africa, que son las dos partes del mundo que más difie- ren entre sí fisica y socialmente. Sirvela de barrera al E. el continente de Asia, cuya extension de costas, comprendiendo las del Mar Negro, que puede considerarse como su depósito interior, no baja de 2.500 millas. Gradúase la circunferencia total del Mediterráneo, siguiendo los contornos de sus grandes golfos, en más de 13.000 millas; al paso que su superficie, com- prendiendo el mar Negro y los de Azof y Mármara, asciende a 1.149.287 millas cuadradas. Al realce de estas magnificas proporciones contribuyen su gran profundidad, de que luego ha- blaremos, y las altas cordilleras de montañas que forman sus costas, ó que como islas salen del seno de sus aguas. No pertenece á la historia anligua de este mar el nombre de Mediterráneo, pues no le mencionan así los primeros geó- grafos griegos y romanos. Denominábanle los pueblos de Pales- tina sólo por el Mar ó el Gran Mar. Los griegos y romanos le designaban como el mar de aquende las columnas, mare inter- num, nostrum mare, y con más frecuencia con los nombres par- ticulares tomados de las diversas comarcas ribereñas. Asi es que la voz Mediterráneo, aunque muy adecuada como descrip- cion general, no se encuentra, que sepamos, antes del tercero ó cuarto siglo. Los navegantes de lodos paises que recorren sus aguas, usan á veces tambien otros nombres más ó ménos legí- timos, pero estos no figuran en los mapas, y sería por tanto inu- til enumerarlos. Por el contrario, los que proceden de sus gran- des divisiones naturales, como el Adriático, el Archipiélago, tie- 425 nen fundamento y son de necesidad evidente, hallandose por otra parte autorizados por el largo uso, ó por el papel que en la histo- ria representan. Son de mucho interés estas divisiones en la historia física del Mediterráneo, y hasta siete de ellas se distinguen y señalan; pero á una sola nos limitaremos, porque es la que salta desde luego á los ojos, como quiera que comparte este mar en dos grandes cuencas desiguales, y que de un modo igualmente nota- ble resulta tambien de cierta disposicion natural que coincide con el aspecto geográfico, y sirve para explicarlo. Referímonos en esto á la separacion que forman la larga peninsula itálica, la Sicilia, y el avance del continente de Africa en el cabo Bon, dejando un paso solo de 80 millas entre la cuenca oriental y la occidental del Mediterraneo. Este hecho asi patente á la vista está fisicamente demostrado por la alla cordillera de los Apeni- nos, que extendiéndose hasta la extremidad misma de Italia, vuelve á aparecer en los montes neptunianos de Sicilia, y como barra ó línea de bajos atraviesa el estrecho entre esta isla y Afri- ca, quedando en medio de las aguas profundas de uno y otro lado una especie de meseta submarina. Aunque parle de esta línea se encuentra asi sumergida, como tambien sucede en el porti- llo más angosto que forma el estrecho de Mesina, viene á ser por lo mismo más aparente el hecho físico que resulta en inmediata relacion con los cambios geológicos que han dado á la superfi- cie dela tierra su actual forma y fisonomía. Otras pruebas igual- mente patentes é instructivas de la accion de las grandes fuer- zas subterráneas en aquella valla se deducen de los fenómenos volcánicos presentes y pasados que en toda su extension han dejado ó tienen rastro, que si no es tan contínuo que no pre- sente algunas interrupciones, es bastante seguido en su curso y direccion para que manifieste su evidente relacion con una cau- sa fisica comun. En efecto, en la extremidad septentrional de aquella linea encontramos los montes Eugenos /Euganet), en- tre los cuales y en el pueblo de Arqua se ve el sepulcro aislado de Petrarca. Si desde alli nos dirigimos hácia el mediodía, vemos una larga serie de formaciones volcánicas apagadas que se pro- longa atravesando los Estados romanos, y más lejos todavia há- cia el S. la region del Vesubio y de los campos Flegreos, tan 426 notable por sus fenómenos actuales no menos que por el aspecto y señales que conservan de épocas anteriores á Loda historia co- nocida. Siguiendo siempre la misma línea llegamos á las islas de Estromboli y Lipari, que aún vomitan llamas y vapores volcáni- cos, como lo hacian dos mil años há. Otro poco más al $., y á la vista delas mismas islas, se alza el enorme cono del Etna, rodeado de su ancha faja de lavas y otras rocas volcánicas, que ha sumi- nistrado á Homero y á Pindaro magníficas imágenes poéticas, viéndose impresa en la serie de aquellas rocas la historia de épocas anteriores con mucho á la existencia de toda poesía en la tierra. Un suceso que la generacion actual ha presenciado, atestigua la realidad de está línea de fuegos subterráneos, pues en 1831 repentinamente reventó un volcan en medio del mar entre Africa y Sicilia. Mantúvose inflamado durante algunas semanas, y las escorias y cenizas que su crater lanzaba formaron una isla Ó un cono, que apenas recibió nombre cuando desapa- reció hundiéndose en el mar, sin dejar más muestra que un es- collo para comprobar aquella extraña rotura submarina de la corteza del globo, en que el agua y el fuego se vieron mezclados en comun accion. Sirven estos datos para ilustrar la nueva ciencia de la geo- grafía física, que tanto ha aumentado nuestro conocimiento de la tierra que habitamos, y que tan grandemente promele recom- pensar las futuras investigaciones. No hay que perder de vista por olra parte este mismo principio de ilustracion , porque la historia fisica del Mediterráneo está muy especialmente enla- zada con la historia de las naciones que en sus riberas han flore- cido sucesivamente, asi como tambien con las artes, las letras y las costumbres que tanto esplendor han dado a aquella parle del globo. Ha observado un gran filósofo, que la cultura intelectual y la civilizacion se han desarrollado generalmente en los paises en que los mares interiores 6 los grandes recorles de las costas facilitaban las comunicaciones; y si esta observacion es cierta, el Mediterráneo es el ejemplo más feliz que pudiera citarse, puesto que en el mismo las costas septentrionales con su notable irre- gularidad, ofrecen particular contraste con la linea, relalivamen- te llana y falta de rios, de las playas africanas desde Marruecos á Egipto. Es cierto que el Egipto y Cartago sentaron su grandeza 497 en esta misma costa menos favorecida, pero el uno se apoyaba en el Nilo y en el mar Rojo, y la otra, de origen fenicio, ejer- ció especialmente su dominio como potencia naval, frecuentando y subyugando las costas y las islas de la otra banda del Medi- lerráneo. Objeto de geografía puramente técnica sería enumerar las diversas cordilleras ó grupos de montañas que rodean ó limitan esle mar interior, como son la Sierra-Nevada, la larga cordille- ra africana del Allas, los Alpes maritimos y los Apeninos, las cordilleras que se alzan al oriente del Adriático, la gran mole de la Grecia, las exlensas cordilleras del Cáucaso, del Tauro y del Líbano, que todas intimamente pertenecen á su geografía fisica. Pudiéramos tambien nombrar el Parnaso, el Pindo, el Olimpo, el Pelion y el Osa, el Himeto, el Oeta, el Athos, el Etna y olras cien montañas familiares de los recuerdos clásicos, y que nacen de las mismas aguas del Mediterráneo ó se distin- guen en lontananza cuando se navega en sus riberas. Pero sin detenernos en estas reminiscencias poéticas, nos limilaremos á observar que ningun otro mar presenta costas más allas y acan- tiladas, pues exceptuando la playa septentrional de Africa des- de las inmediaciones de Tunez hasta las fronteras de Siria, y algunos trozos limitados de costa en otros puntos, generalmente se advierte que las aguas de esle gran mar bañan el pié de es- carpadas montañas. Como magnificos ejemplos de esta disposi- sion natural bastará citar la Cornisa y toda la línea desde el Ró- dano al Arno, la costa de Africa desde Argel á Bona, las costas de la Grecia, del Asia Menor y de la Siria, y sobre todo las enormes masas montañosas que cruzan la antigua monarquía de Mitridates, formando en la extension de centenares de millas los escarpes de la costa meridional del mar Negro. Sitios hay en estas costas del Mediterráneo que alli junto se alzan á tres 6 cua- tro mil piés, teniendo tras de sí otras montañas de más de do- ble altura. El mismo relieve agreste y grandioso ofrecen con pocas excepciones las islas de este mar, que mayores ó menores pero tan numerosas, le dan un aspecto físico tan singular. Por su al- tura, escarpes y otros caracteres alestiguan los grandes movi- mientos subterráneos de los tiempos pasados, á los cuales ya 428 hemos aludido por lo que han influido en toda aquella region sobre las relaciones de la tierra y del mar. La primera y más hermosa de estas islas, Sicilia, ofrece un manantial de inagota- ble interés al naturalista, al historiador, al artista y al poeta, y en parle ninguna de la superficie del globo se encuentran com- pendiados en menor extension tantos objetos propios para en- cantar los ojos y la imaginacion. La Cerdeña y Córcega, Candia y Chipre abundan en magníficas vistas, aunque menos accesibles. Puede sin embargo recorrerse hoy dia la Córcega mereciendo llamar la atencion del viajero, que se verá expuesto en verdad á malas posadas y á comidas tal vez demasiado frugales, pero que puede olvidar los petulantes epígramas de Séneca y los cuentos temerosos de vendetías, que á lo sumo podrán tener ca- bida en sus montañas, en sus bosques, ó en sus más agresles al- deas. Menor facilidad y seguridad ofrece la Cerdeña, que posee tantos atractivos naturales, y que en otros tiempos era uno de los graneros de Roma; pero sus relaciones politicas con el Estado más libre y floreciente de Italia da mejor confianza para en adelante. Candia y Chipre, á las que apenas conocemos á pesar de su antigua fama, aguardan las mudanzas que en este mo- mento se realizan en todo el ámbito del imperio Turco, y que igualmente alcanzarán á las hermosas islas del Archipiélago, que está destinado á ser uno de los golfos más notables del mun- do, En medio de aquel laberinto de montuosas islas y de costas escarpadas, ricas en recuerdos de todas las épocas, se halla el paso que conduce á aquellos mares interiores, donde la historia primitiva y la fabula se confunden con aquella vaguedad miste- riosa que tanto seduce aun á los que buscan lo positivo y la ver- dad. El gran golfo del Archipiélago ha dado tambien márgen á la poesia griega para algunas de aquellas brillantes descripcio- nes que nos dejó como herencia imperecedera. Hablando de las demás islas del Mediterráneo, no pueden pasar en silencio las Jónicas y la de Malta, que forman parle de la vasta y compleja soberania que la Inglaterra ha extendido por la superficie del globo. A la verdad son dependencias más bien que colonias; y por lo que hace á las islas Jónicas en par- ticular, nosinclinamos á considerarlas como una posesion guar- dada en depósito para alguna futura monarquía griega de Le- 429 vante, mejor constituida que el debil y mezquino reinoque ahora tiene este nombre, aunque sólo comprende una parte insigni- ficante de la raza y lerritorio griego. Uno de los caracteres fisicos más notables del Mediterráneo es el de aquel estrecho que le da entrada desde el Océano, y el de los canales no menos singulares que le unen con los otros mares interiores que bañan el pié de la cordillera del Cáucaso, y que penetran hasta las estepas de Rusia. La vista del estrecho de Gibraltar, siempre digno de su antigua fama, como paso al Océano recuerda aquellas fábulas é ideas de los tiempos pasa- dos, que mezclaban lo conocido y lo figurado en la imaginacion humana. Asi la historia de Hércules, origen curioso, fecundo y aún no explicado de tantos mitos griegos y orientales, se ex- tendió con bastante naturalidad á aquella angosta salida del mar conocido, y los montes Calpe y Abila fueron las columnas de Hércules y el término de los progresos humanos hácia el occiden- te. No sin intencion los Fenicios y otros navegantes, como inte- resados en conservar el monopolio del comercio del Océano que los enriquecia, tratarian de aumentar el temor infundido por tal mezcla de fabulas y verdades. Los primeros viajes 0 descubri- mientos que llevan los nombres de Faraon Neco, de Scilax y de Hannon, en muy poco contribuyeron á rectificar los errores de la geografía antigua sobre aquellas regiones, y si no condenamos por completo la Atlántida y el jardin de las Hespérides al domi- nio de la fabula, debemos suponer que la idea de su existencia proviene de algun descubrimiento antiguo de islas de la costa de Africa (1). Aun en tiempo de Juvenal citaba este, como ejem- (1) El magnífico aspecto de las islas Canarias, si es que tan tempra- namente fueron descubiertas, pudo muy bien sugerir la idea de seme- jantes leyendas, las que aprovechó el Tasso figurando alli los jardines de Armida. Es digna de leerse con atencion la descripcion que hace Plinio de las islas referidas, valiéndose de lo que se desprende de la expedicion ex- ploratoria que á ellas envió un hombre distinguido, Juba, príncipe de Nu- midia, pues en ella se encuentran fielmente retratadas muchas circunstan- cias que aun hoy dia forman sus caracteres fisicos más notables. 430 plo del ansia de oro, los navegantes que en su busca se arroja- ban al misterioso Océano más allá de Calpe: Ad Calpe relictá Audiet Herculeo stridentem gurgite solem. Tradicion era de la antigúedad que habia existido entre el Mediterráneo y el Atlántico una valla que, rota violentamente, abrió el paso actual; y esla tradicion es muchísimo más natural y razonable que la mayor parte de las ideas fisicas de aquella época, pues á la verdad, un estrecho que en cierto punto no tiene más de 9 millas de ancho, que es ménos de la mitad del paso de Calais, bien podia sugerir semejante pensamiento. Y aunque la profundidad del medio de la canal en su parte más estrecha no baja de 900 piés, se conoce que hay como una barra ó arista submarina entre ambos mares, puesto que la pro- fundidad de las aguas crece rápidamente á uno y otro lado, y esto es tan repentino, que en el mismo estrecho, entre Gibral- tar y Ceuta, donde la anchura es de 12 millas, se han sacado más de 6.000 piés en el sondeo, y un poco más al E. no se ha hallado el fondo. Basta mirar un mapa y observar la disposi- cion relativa de las costas de Africa y Europa en el mismo es- trecho, para conocer que aquellos lugares debieron ser teatro de grandes cataclismos que afectaron al mar y a la tierra, siendo la causa de tales trastornos la accion de las fuerzas subterráneas, que bajo diversas formas ha contribuido tanto á modificar por todas partes la configuracion de la superficie del globo. Debemos hablar tambien, aunque más concisamente, de los Dardanelos y el Bósforo, estrechos interiores que dan paso a la vasta cuenca del mar Negro, nombre que en otro tiempo era desconocido y temeroso, cuando en el dia es tan familiar á los ingleses como el Báltico ó el mar del Norte. Aquellos dos estre- chos, que son una de las maravillas del Medilerráneo, pudieran más bien llamarse rios, pues su rapida y profunda corriente da salida á las aguas de casi el tercio de la Europa. En efecto, por este canal descargan el Danubio, el Don y el Dnieper á la gran cuenca de afuera, y sus aguas en los estrechos se deslizan entre márgenes que en todos sus puntos tienen escrita la historia ó la 431 poesia de los pasados siglos. En parte alguna de la tierra exis- ten otros pasos entre mares que puedan compararse á estos, ya por la hermosura de su aspecto actual, ya por la riqueza de sus recuerdos, como que allí las clásicas ficciones de la más re- mota antigiúedad se hallan entreveradas con los sucesos más verdaderos de que en todas épocas han sido teatro el Bósforo y los Dardanelos, historia que por decirlo asi se comparten la Europa y el Asia, cuyos promontorios y palacios se reflejan en las mismas aguas. Dominanlos hace 400 años el Asia y los Asiáticos; pero aunque nominalmente y en la exterioridad pueda durar mucho tiempo todavía este dominio, en el hecho ha em- pezado á efectuarse un cambio que no puede ya contenerse, y que dará por resultado definitivo é inevitable que recobre Eu- ropa la soberanía de aquellos estrechos y mares, tan imporlan= tes por su posicion al comercio y á la civilizacion del mundo entero. Bajo este aspecto, y tal vez otros varios tambien, reco- jerán las generaciones venideras el fruto de la última guerra. Otro de los grandes caracteres fisicos del Mediterráneo es su profundidad, y ya hemos hablado de los sondeos hechos cerca de la barra que corta el estrecho de Gibraltar y á ambos lados de la arista submarina que se extiende desde Sicilia á la costa de Africa. Es cierto que estos sondeos no se han ejecutado en el Mediterraneo usando de los métodos perfeccionados que re- cientemente han servido en el Atlántico, y que el teniente Maury aplicó sistemáticamente en varias partes de esle Océano; pero son suficientes para indicar profundidades iguales á la al- tura media de las montañas que circuyen la cuenca, y aun si puede darse crédito á una experiencia particular, se ha llegado a encontrar una profundidad de 15.000 piés, es decir, equiva- lente á la altura de las más elevadas cimas de los Alpes. Hizose este sondeo á unas 90 millas al E. de Malta, y entre Chipre y Egipto se corrieron 6.000 piés de linea de sonda sin hallar fondo. Con idénticos resultados se han hecho en otros puntos sondeos; y aun cuando no tenemos todavía noticia de oficio del que últimamente ha ejecutado el Tártaro entre Egipto y el Archipiélago, se asegura como cosa fidedigna que entre Ale- jandria y Rodas se halló una profundidad de 9.900 piés, y otra entre Alejandría y Candia de 10.200. Estas operaciones aisla- 432 das dejan en verdad lugar á creer que en todos los máres ha- brá profundidades mayores y menores en que jamás se habrá echado la sonda, caso comprendido en la ley general de las probabilidades, que con tanta amplitud puede aplicarse á todos los ramos de la fisica. Particularmente en el Mediterráneo, que tantas apariencias ofrece de ser producto de un hundimiento, habra quizás algunos abismos á cuyo fondo nunca podrá llegar el escandallo. Este sencillo epilogo de las más notables circunstancias del Mediterráneo demuestra su preeminencia con respecto á los de- más mares interiores del globo. Tambien el Báltico es brazo singular del Océano, y extiende sus largos y angoslos golfos hasta el centro de la Europa Septentrional; pero se diferencia mucho del Mediterráneo, tanto en los caracteres fisicos como en sus relaciones con la historia del mundo. Muy inferior en extension, accesible sólo por unos estrechos cuajados de bajos y escollos, sin mas de 1.100 piés de profundidad en parte alguna, sus aguas salobres no eslán sometidas á la accion de la marea, y sus costas é islas son planas, y ofrecen un aspecto monótono. No se encuentran alli monumentos históricos, fuera de unos pocos que corresponden a la edad media, y sólo ha dejado la historia antigua en sus riberas los recuerdos más vagos y ende- bles, aunque por otra parte sepamos que sentaron en ellas su planta varias de las grandes razas cuyas emigraciones del Oriente tan poderoso influjo ejercieron en la suerie de la Eu- ropa occidental. Animado el Báltico en algun tiempo por la aclitud comercial de la liga anseática, sólo representó sin em- bargo un papel muy insignificante en los intereses políticos y mercantiles del mundo europeo hasta la época de las creaciones de Pedro el Grande, cuando el imperio moscovita llegó á la embocadura del Neva; pudiendo exceptuarse únicamente de esta observacion las revoluciones de la monarquía sueca, y las campañas de Gustavo Adolfo y de Carlos XII. Lo que tal vez más se asemeja al Mediterráneo, bajo el punto de vista físico, es el golfo de Méjico, separado del Atlán- tico por la cordillera de las islas de Sotavento y de Bahama, y dividido tambien en dos grandes cuencas por la proyeccion de Cuba entre las costas de la Florida y de Honduras. Para au- 433 mentar la analogía, concurren las islas volcánicas de aquel golfo, y sobre todo el istmo extraordinario que separa los océa- nos Atlántico y Pacífico, único ejemplo en el globo que puede compararse al istmo de Suez, al cual se parece extraordinaria- mente por su posicion, y por la circunstancia de que, para tras- ladarse por agua desde el uno al otro lado de aquella angosta lengua de tierra, hay que dar una vuelta ó rodeo lan grande, que no baja de 15.000 millas. El ingenio del hombre, que ahora lucha con tan buen éxito contra todos los obsláculos na- turales, trata cabalmente tambien de abrir al mismo tiempo paso á los buques atravesando los dos istmos. Pero no hemos terminado con esto las maravillas físicas del Mediterráneo, pues llaman particularmente la atencion sus vol- canes, apagados unos, otros permanentes, asi como los terremo- tos lan frecuentes y violentos en el radio de su influencia, ma- nifestando las fuerzas subterráneas que alli exislen, y cuya ac- cion combinada ha producido este extraordinario golfo del Océano. Ya hemos indicado la especial línea de accion volcánica que puede decirse divide el Mediterráneo en dos grandes cuen- cas, y que está claramente señalada por una serie casi no inter- rumpida de eslos grandes fenómenos; y excusado es acudir á Homero, Pindaro y Tucídides para comprobar la antigúedad de los fuegos del Etna y de las islas Eólicas, puesto que las ma- sas de rocas que las circuyen demuestran siglos de erupciones anteriores, de que no ha habido memoria humana. El monte Somma, ese extraño y solitario residuo del antiguo cono del Ve- subio, nos manifiesta la propia hisloria de una época cuya fecha sería imposible delerminar ni aun aproximadamente, y de la que no existe tradicion alguna. El Vesubio actual no empezó á señalarse hasta el tiempo de Plinio, destruyendo entonces la ciudad que se halla enterrada á sus piés, y á la cual hoy dia ván como quitando la mortaja. Las diferentes regiones de volcanes apagados de Italia y Cerdeña atestiguan la propia antigúedad; y cerca de la isla de Paros, en el Archipiélago, que surtió á la es- cultura griega de los mármoles con que labraba sus obras maes- tras, se hallan las sombrias rocas ígneas de Santorino, que son producto de erupciones, teniendo algunas de ellas fecha histórica. Entre estas diversas regiones volcánicas del Mediterráneo de- TOMO VIII. 28 434 . bemos hacer particular mencion de las islas de Lipari, intere- santísimas por el número y rareza de sus minerales igneos, y por el aspecto volcánico extraordinario del pais en que eslos se encuentran. Ahora que al derrotero de los buques de vapor arregla el viajero sus expediciones, como en tierra al ferro- carril, si alguna vez fija la vista en el alto cono de Strom- boli, que casi continuamente arroja llamas, por lo general pasa sin ver las islas; y como no hay vapor que á ellas vaya de ordinario, sólo las visita de vez en cuando algun geólogo, que abandonando por poco tiempo sus capas silurianas ó terciarias, va casualmente á estudiar aquellas mudanzas más recientes que han modificado la superficie del globo. Intima relacion guardan con los volcanes del Mediterráneo los grandes terremotos que en lodos tiempos han quebrantado y conmovido su cuenca, especialmente en la parte central y en la oriental. Dejando á un lado los que se refieren a fecha más anli- gua, haremos sólo mencion del que se verificó en tiempo del emperador Valentiniano, cuya descripcion nos dejó Ammiano Marcelino. Extendiéronse sus destrozos á gran distancia por las costas y las islas, y asegura que solo en Alejandría perecieron 50.000 personas con el repentino flujo y reflujo que tuvo el mar. Procopio y otros escritores hablaron de otros terremotos más repetidos y violentos en tiempo de Justiniano, y que en uno de ellos la ciudad de Antioquia llegó a perder 250.000 ha- bitantes. Sin duda alguno estos guarismos son sobrado exa- gerados, pero la misma exageracion prueba cuán grande de- bió ser el desastre. Citaremos además la serie de grandes terremotos de 1693, que parecian tener su centro en Sicilia, y en los cuales, segun se dice, perecieron de 80 a 90.000 habi- tantes; y en fin, los terremotos de la Calabria de 1783 y 1784, que fueron tan notables por la frecuencia extraordinaria de los temblores, contandose hasta 1.100 en Monteleone, centro al parecer de aquellas subterráneas convulsiones. No hace toda- vía dos años, en 1856, toda la cuenca oriental del Mediterráneo sufrió una de estas fuertes conmociones, que sólo en Candía causó la muerte de 1.000 personas. Ciertas partes de aquel mar, sin tener contacto ni aun relacion de proximidad con volcan alguno, se ven sujetas á la repeticion periódica de este fenómeno, que 435 hasta cierto punto tiene alli caracter crónico. Una de estas regio- nes existe en las islas Jónicas, donde rara vez pasa un año en- tero sin algun terremoto más ó ménos fuerte, y no es raro que unas cuantas semanas seguidas se sientan temblores diarios; ast es que todos los que hayan visitado á Zante y San Mauro recor- darán haber visto en estas islas multiplicadas señales de tales movimientos. En 1853 se sintió en el mismo continente de Gre- cia una conmoción que repentinamente llegó á derribar la mayor parte delos edificios de Tebas, causando gran zozobra en Atenas, y siendo el caso tanto más notable cuanto que no tenemos cono- cimiento de que se haga mencion alguna de terremotos en Ática, y el estado de los monumentos de Atenas es prueba de que no han padecido anteriormente con esta formidable causa de des- truccion. La geologia de la cuenca del Mediterráneo es un punto que nos haria exceder los límites de este artículo, pues sólo para dar una mera idea general sería forzoso enumerar, segun aparecen en las diversas localidades de sus costas é islas, casi todas las rocas que componen la larga serie de formaciones, desde el gra- nito y las rocas esquistosas primitivas, hasta las capas terciarias más recientes, rellenas con las conchas de los mares aún exis- tenles. Aun cuando el celo y la actividad de los geólogos pocas regiones han dejado sin explorar en este último cuarto de siglo, quedan ciertas partes de las costas, como son las del Asia Me- nor y las meridionales del Mar Negro, que requieren más pro- lijo exámen, particularmente por lo que respecta á las capas fosiliferas, que son maravillosos testimonios de las épocas y cir—- cunstancias de la tierra antes de la aparicion del hombre. Los lugares que acabamos de nombrar están próximos á la region que conserva los más antiguos vestigios de la existencia huma- na; y las investigaciones que pudieran hacerse, sin afectar en manera alguna á las relaciones físicas de tiempo y de sucesion ya establecidas, tendrian especial interés, porque enlazarian estos recuerdos históricos con los comprobanles todavía más antiguos estampados en las capas del terreno. Tampoco nos es dable detenernos en la zoologia y la botá- nica del Mediterráneo, en razon de la multitud de pormenores que abrazan, y de la dificultad de reunirlos concisamente, aun- 436 que ofrecen ameno campo á los estudios de la ciencia moderna. Un mar vasto y profundo como el Medilerráneo, y casi enlera- menle separado del Océano, segun todas las analogías debe su fauna y su flora más ó ménos peculiares, con las subdivisiones consiguientes, á los diversos climas de las lierras conlíguas, y á las entradas de sus golfos en el continente que le rodea. Este mar ofrece aún mayor interés por las relaciones de su historia natural viviente con las muestras mas antiguas que lenemos de sus producciones animales y vejetales. La identificacion de las especies y la destruccion de los errores trasmitidos de gene- racion en generacion por una nomenclatura vaga y una clasifi- cacion imperfecta, arrojan nueva luz sobre la historia , la poe- sia y la filosofia. Ejemplo palpable de ello se ha logrado en es- tos últimos años con los estudios realizados en varios puntos de las costas del Mediterraneo, particularmente en Palestina y Egipto, donde las investigaciones científicas entran en contacto con la historia sagrada, y resulla que todo es un comentario vivo y una plena confirmacion de las Escrituras. Los que hayan leido la admirable obra del Rev. A. P. Stanley sobre la Palestina y la Siria comprenderán facilmente el valor y el interés de las pruebas que se sacan de esta clase de investigaciones. Un tomo entero pudiera escribirse sobre los rios del Medi- terráneo, que a la par que hacen importante papel en su his- toria fisica, nos son por la mayor parle, si no todos, tan cono- cidos y familiares en virtud de sus asociaciones clásicas, como las playas en que lienen su desembocadura al mar; pues a la verdad no hay cosa en la naturaleza mejor que los rios para grabar en la memoria estos conjuntos de ideas. Marcan efecti- vamente y resumen los hechos ocurridos en sus márgenes, ali- mentan la imaginacion del poeta con pensamientos graciosos 6 patéticos, y suministran ilustraciones y ejemplos á la más pro- funda filosofia. Asi es que desde el más apartado extremo de este mar interior «donde el Tanais entorpecido corre apenas por un helado desierto,» hasta el punto en que se une al Océano Atlántico, vamos siempre encontrando aguas cuyas corrientes son todas más 0 ménos gratas a la literatura clásica. Muy largo sería dar su lista completa; pero limitándonos á citar el Don, el Dnieper, el Danubio, el Nilo, el Pó, el Ródano y el Ebro, como 437 quiera que son los mas notables por su extension y: caudal, dejamos á los recuerdos de nuestros lectores los numerosos rios secundarios de Asia, Grecia y la Htalia, como son el Meandro, el Hebro, el Peneo, el Alfeo, el Tíber, elc., cuyos nombres tan a menudo repiten los autores. Entre todos los rios que desembocan en el Mediterráneo es el Nilo sin contradiccion el más admirable, y casi nos atreve- riamos á decir que lo es entre los del mundo entero. El de San Lorenzo, atendido el caudal de sus aguas que descarga alrave- sando selvas y mares interiores y saltando por cataratas y chor- reras de incomparable grandeza, puede considerarse como el que más se le aproxima; pero el San Lorenzo carece absoluta- mente de aquellos monumentos maravillosos de la antigúedad, que han hecho sea sagrado el Nilo en toda la sucesion de los siglos, y que aun hoy dia desenterramos ó interpretamos para los que vengan despues. Las aguas de este último que reflejan los propios monumentos á su paso por Egipto, esparcen la fer- tilidad y la abundancia en un pais que sin ellas formaria parle del desierto, siendo ahora su oasis. Así lo demuestra la linea á que alcanza su anual crecida, y que separa y corta los áridos arenales de la vejelacion más feraz y viciosa, no exagerando Séneca cuando decia que el Egipto debe al Nilo no sólo la fer- tilidad de su suelo, sino su mismo suelo. “Nat. quest. lib. IV.) A noser por temor de apartarnos demasiado de nuestro objeto, hablariamos con gusto de otras singularidades de fan majes- tuoso rio, como son su extraño paralelismo al golfo del Mar Rojo prolongado, su curso de 1.200 millas cruzando la Nubia y el Egipto, sin que otro rio alguno se una á sus aguas, cuyo caudal por tanto disminuye conforme van bajando al mar: la constancia y maravillosa uniformidad de aquellas fuertes crect- das procedentes de desconocidos manantiales, pero que hace millares de años conservan las mismas épocas de subida y de baja; la persistencia del antiguo viento Elesio /Etesia flabra) que sopla encontrado á las aguas, y que por consiguiente con= liene su corriente; y sobre todo el misterioso problema, aún no resuelto, del origen y verdaderas fuentes de este rio. Los des- cubrimientos más recientes que han llegado á 4 grados del Ecuador, dan casi como cierlo que en esta línea ó algo más allá 438 han de encontrarse; ¿pero será en unas montañas cubiertas de nieve, 0 en alguna elevada region cubierta de lagos y pantanos? Cuestion es esta lodavia reservada al celo de los viajeros, aun- que no cabe duda que no pasarán muchos años sin que quede resuelta, visto el ardor con que se lanzan á aquellas comarcas tantos esploradores intrépidos. Inmortalizara su nombre el que logre este descubrimiento, siquiera no haga mas que confirmar las explicaciones de Plolomeo, las cuales, con los progresos que cada dia se hacen en aquella via, van ganando más y más verosimilitud (1). El número y caudal de los rios del Mediterráneo han dado lugar á curiosas invesligaciones sobre qué se hace del enorme volúmen de agua que en él vierten, que añadiendo el que dan las lluvias no representa menos de 16 0617 pulgadas de altura en toda su área; y comoel nivel no se altera, hay que averiguar cómo se mantiene el equilibrio. No puede ser por desagie al Allántico, si es cierto que la única corriente notable del estrecho de Gi- braltar es central pero inversa, pues viene del Océano al Medi- terráneo con una velocidad media como de tres millas por hora, entre Tarifa y la punta de Alcazar, que es el paso más angosto. Para explicarlo suponia Halley fundándose en ciertas experien— cias, que sólo con la evaporacion correspondiente á tamaña su- perficie en la latitud de que goza, bastaba para demostrar com- pletamente el fenómeno; y aunque contra algunos de sus datos y razones cabe reparo, puede con todo admitirse razonablemente la conclusion definitiva que deduce. Esto por otra parte no es más que un ejemplo parcial del grande equilibrio 0 ley de com- pensacion que reina en todo el globo, y que produce la incesante fusion de los elementos de fuerza y accion para un sólo efecto general, constante y armonioso. Sean los que fueren los apa- rentes desórdenes que producen tales elementos, al cabo se neu- tralizan unos con otros en sus tiempos y lugares, de manera que (1) Entre las obras recientes recomendamos la Historia de las escalas de Levante por Mr. E. Salvador, las Cartas sobre el Egipto, de Mr. Bar- thélemy Saint-Hilaire, y el tomo que en el mes último ha publicado Mr. Paul Merruan. 439 guardan aquel equilibrio que tantas veces la habilidad y la cien- cia humana tratan en vano de plantear en pequeña escala. Debemos sin embargo advertir que hay mucha incertidum- bre todavía en cuanto á la corriente de O. a E. en el estrecho de Gibraltar, ignorandose cuales sean las variaciones de su ve- locidad media, y cómo se producen estas. Faltan tambien prue- bas evidentes sobre un punto más disputado, y es saber si exisle contracorriente baja que saque afuera un volúmen de agua equi- valente al que se introduce desde el Océano. Como pruebas del hecho se han aceptado dos ó tres relaciones másó ménos auténticas de buquesque, habiéndose ido á pique, permanecieron al O.; pero de que asi sea, aún mayor presuncion resulta por la necesidad de que haya un desagie equivalente a lo que por la superficie corre hacia lo interior, como tambien del conocimiento de con- tracorrientes semejantes en otros mares y Océanos, y en fin, del aumento del peso especifico de las aguas del Mediterraneo en el Estrecho conforme vá creciendo su profundidad. No pasa todo esto, á la verdad, de conjeturas, pero que podran llegar á ser realidades, como no lo dudamos, gracias á la perfeccion que se vá dando á los métodos de exploracion. No es en rigor exacta la creencia de que el Mediterráneo carece de mareas; es en efecto demasiado exlensa su cuenca para que, independientemenle de las del Océano, que se detienen en el paso del Estrecho, no esté sujeto el volúmen de sus aguas a la maravillosa influencia del sol y de la luna, que obra perió- dicamente y con tal regularidad en los demás del globo. Sólo que no es bastante aquella extension, ni bastante ancho su des- aguadero al Allántico, para permitir que se agolpen y se reti- ren despues las aguas en la forma y el orden que son esenciales para el fenómeno completo de las mareas; al paso que los vien- los y las fluctuaciones de la presion atmosférica, que allí son más notables y frecuentes que en el Océano, contribuyen mu- cho más tambien á minorar y aun á anular del todo el escaso crecimiento del flujo que en realidad se advierte. En ciertas circunstancias únicamente, semejantes á las que en la bahía de Fundi, en el canal de San Jorge, en la embocadura del Gan- jes, elc., hacen subir las mareas a 30 0 40 piés, es cuando manifiestan las aguas del Mediterráneo el periodo visible del 440 flujo. Así es que en todas aquellas partes en que las líneas de las costas forman estrecho ó hacen figura de embudo, la marea es sensible generalmente. Llega esta en el faro de Mesina á ser de 124 20 pulgadas, y se produce con cierta regularidad. En la extremidad septentrional del Adriático, en Venecia y Chiozza sube muchas veces de 2 4 3 piés; y aun cuando allí está some- tida á la influencia de los vientos del golfo, no depende comple- tamente de su accion. Idénticos efectos, aunque ménos marcados, se observan en el golfo de Corinto; y por fin en el estrecho paso de Negroponto, en lo antiguo Euripo, se echó de ver una alter- naliva singular y complicada de corrientes que en parte parece ser causada por verdaderas mareas lunares con crecida perió- dica de las aguas, y en parte por efecto de los vientos irregu- lares y de las tortuosas lineas de escarpadas costas que Carac- lerizan aquella localidad extraordinaria. A la misma vista de estos fenómenos de mareas murió el mayor naturalista de los griegos, Aristóteles; pero con toda seguridad podemos dese- char como conseja lo que se cuenta de que se ahogó en el Euripo desesperado por no poder explicarlos salisfactoriamente. Célebre ha sido en todos tiempos el tinte azul y transparente de las aguas del Mediterráneo, siendo probable que por la falta de fuertes mareas y corrientes es más constante este color en aquel mar que en el Océano; pero en ambos hay la misma regla, pues las aguas de poca profundidad se señalan por el viso verde más ó ménos cargado, y las profundas por el color azul de añil. Por lo que hace á la fosforescencia de las aguas, maravilloso fenó- meno de la vida animal, es el Mediterráneo lan notable por lo ménos como cualquiera otro de los mares; y algunos observa- dores han llegado a decir que lo es más, siendo sin duda muy factible, aun cuando no lengamos de ello prueba, que las profun- didades de un mar interior, con pocas corrientes, sumamente impregnado de sustancias salinas, y muy aproximado á las fuen- tes del calor sublerráaneo, como lo indican los volcanes, sean favorables á la propagación de esas formas singulares con vida animal que confunden la imaginacion, tanto por su prodigiosa abundancia como por lo diminuto de su volúmen. En cuanto a la salsedumbre de este mar, no tenemos dalos bastante seguros. Son los más exactos al parecer los de Boui- 441 llon de La-Grange, que señalan como proporcion media de la materia salina por lo ménos un 4 por 100, que viene a ser una dozava parte más que la del Océano. Podrá tambien variar esta proporcion en ciertos puntos del Medilerráneo, y aun más curioso es lodavía saber cuál es la que resulla en diversas pro- fundidades. Como se trala de una cuenca profunda con angosta salida, y que conlínuamente recibe sustancias salinas, ya del Océano, ya de la lierra, que no se pierden por evaporación, pudiera suponerse que las aguas serán más saladas y más den- sas en las grandes profundidades, y aun llegar á aposarse la sal en el fondo del mar. Ninguna señal de la existencia de tales depósitos han dado los sondeos; pero las observaciones de Wollaston en las muestras de aguas recojidas á diferentes pro- fundidades prueban que el peso especifico aumenta considera- blemente en las capas más profundas. En un caso especialmente encontró que el agua tomada á la profundidad de 670 brazas, á unas 50 millas más adentro del Estrecho, contenia el cuádru- plo dela cantidad ordinaria de sal con un peso específico cor- respondiente. Parece tan extraño este resultado, que se ha puesto en duda su exactitud. El Dr. Wollaslon deduce sin em- bargo de aquí, que debe haber una corriente inferior de cierta densidad que salga del Mediterráneo, sacando al Atlántico el ex- ceso de sal de aquel mar interior; pero no es facil soslener esta consecuencia si se aliende á lo que llevamos ya referido, de que existe una barra que atraviesa el Estrecho, cuya profundidad en este punto no excede á 150 brazas; y en lal caso ninguna cor- riente de agua más densa y procedente de parles más profundas pudiera levantarse hasta salvar aquella. No será dable por tanto solventar estas cuestiones sino con ulteriores y más repetidas observaciones. Incompleta quedaria la historia fisica del Mediterráneo si no se dijera alguna cosa de los vientos que conmueven la gran masa de sus aguas. No hay en su ámbilo aquellas corrientes almosfé- ricas constanles, ni las de periodo fijo que reinan en los grandes Océanos del globo; y no puede ser otra cosa naturalmente en una cuenca cerrada por todos lados, de irregular contorno, Jlena de islas montañosas, rodeada en gran parte de cordilleras, y en la cual todas estas causas particulares modifican ó sobrepujan á las 442 condiciones generales á que está sometida la atmósfera por causa de la rotacion de la tierra y de su anual giro alrededor del sol. A las demás influencias que obran en los vientos de este mar hay que añadir la del vasto desierto de Africa, que se extiende 2.000 millas en direccion paralela á sus costas del S., tocando en parte con ellas; desierto formado de arenales y rocas que refle- jan con gran fuerza los rayos de un sol meridional, y que tras- forma en un horno la almósfera que le cubre. Por causa de estas circunstancias y otras semejanles los vientos del Mediterráneo, aunque hasta cierto punto tengan sus reglas y períodos, abun- dan no obstante así en caracteres como en nombres locales; y sería fácil enumerar más de una docena que corresponden á diversas costas y golfos, como las virazones de la costa S. E. de España, el mistral de la costa meridional de Francia, los que llaman ra/fiche en Córcega y otras islas montuosas, los yre- gales de Cerdeña y Malta, el siffanto y el bora del Adriático, la tramontana en casi lodas las comarcas de Levante, y los levantes y el sirocco de todo el Mediterraneo. Enire estos diversos vientos es sin dispula el más notable el sirocco 6 viento del S. E., nosólo a causa de su frecuencia y de la extension que domina, sino todavia más por sus propiedades fisicas y los particulares efectos que produce en el cuerpo humano. Estos efectos, que obran especialmente en los sistemas nervioso y muscular, son dema- siado conocidos para que de ellos sea preciso hablar más dele- nidamente; y todos los que han sentido la impresion de aquel viento, como se siente en Malta y en Palermo, no olvidarán con facilidad la postracion de cuerpo y espiritu que origina instan- tánea y continuamente, lo que no puede en verdad atribuirse sólo á su temperatura, puesto que hay otros vientos más cáli- dos á veces, pero que vienen de otros rumbos, y que no pro- ducen resultados semejantes. Por varias circunstancias ha lugar a presumir que la electricidad atmosférica no es extraña á es- tos fenómenos; mas para oblener la confirmacion de tal hipóte- sis ó de cualquiera olra, son necesarias observaciones muy mi- nuciosas y dilatadas, como las de Pellier y Quetelet. Facil- mente pudieran hacerse estos estudios en Malta, al mismo liempo que se reunieran observaciones correspondientes sobre la pro- porcion del ozono y otras propiedades de este viento singular y 443 peligroso, cuyas relaciones con los desiertos de Africa y Arabia, asi como con el samiel de Egipto, se comprenderán desde luego á poco que se reflexione sobre sus causas. Lo repentino y violento de las borrascas del Medilerráneo es cosa muy familiar á los que han frecuentado el golfo de Lion y el Archipiélago; y algo hay que decir tambien de las calmas de este profundo mar, las que llaman bonaccia los marineros ilalianos, y que suelen durar unos cuantos dias seguidos, dur- miendo al sol sus aguas como si nunca las hubiera rizado un soplo de viento. En otros tiempos, el naveganle á quien cojian estas calmas perdia un tiempo precioso; pero hoy dia, gracias á una nueva potencia motriz aplicada por el ingenio del hombre, puede seguir su andar con la misma velocidad, aunque desee siempre que la brisa agite la tersa superficie de las aguas, dándolas aquel movimiento que regocija al marinero, asi como lo representó tantas veces Claudio de Lorena complacido en sus cuadros, con accesorios de que sólo las orillas del Mediterráneo pudieran dar la idea y modelo. Con gran frecuencia se repite en aquel mar el fenómeno de las trombas ó mangas de agua, que todavía no se ha explicado mas que en parle; y mientras todas las cosas humanas han va- riado tanto en su ámbito, esas maravillas de la naturaleza, y hasta las que parecen más fuera de su orden, siguen como siem- pre han sido. Así Lucrecio y Plinio describen la demissa co- lumna de colo absolutamente lo mismo que lo haria un poeta ó un naturalista de nuestros dias. Con gusto nos delendriamos aquí, si no fuera esta cuestion extraña á nuestro objeto, para llamar la atencion sobre la teoría general de esos movimientos circulares Ó giratorios tales como se presentan en tantos fenó- menos del mundo natural, desde la leve espiral de polvo que en un dia de viento voltea con rapidez á nuestra vista en las carre- teras, hasla las inmensas columnas movibles del desierto de Africa, la tromba que chupa el agua del mar por el vacio que tiene en medio su torbellino, el ciclonó huracan circular que arrasa la superficie del Océano. Los mismos lerremolos, con al- gunos de sus movimientos de propagación y vibracion, ofrecen cierta analogía con aquellos fenómenos, por más extraño que parezca que la corteza sólida del globo se halla sometida, de kA4 cualquier modo que fuere, a la propia ley de interferencias de las ondas de vibracion horizontal que producen el movimiento rotatorio en el caso de la polarizacion circular de la luz. Deján- dose llevar más lejos por la imaginacion, y fundandose espe- cialmente en la naturaleza compuesta del movimiento en todos estos casos, pudiera extenderse la relacion hasta los grandes movimientos del sistema solar, y aun más allá, en las profun- didades del espacio, á las formas espirales de las nebulosas que ha descubierto el telescopio de Lord Rose. Pero dejando á un lado estas analogías puramente especulativas, hay razones sufi- cientes para que podamos asociar á una misma causa Ó princi- pio de movimiento que todavia no esta bien explicado, no sólo los fenómenos terrestres más simples que acabamos de apuntar, sino otros muchos que cabe suponer sujetos á la misma ley de accion. Otra es esta de las numerosas cuestiones fisicas que aún reclaman las investigaciones de la ciencia, y cuya resolucion, que ha de conseguirse al cabo, exije en gran manera que con- curran la observacion y la experiencia. Tanto nos hemos extendido en la historia fisica del Mediter- ráneo, que poco lugar nos queda para hablar de la otra parte de su historia á que dan los hombres interés y materia, pero mate- ria tan vasta y lan variado interés, que no podemos aspirar mas que á un reducido bosquejo de lo que llenaria volúmenes ex- tensos. Está sin embargo el asunto tan enlazado con la historia fisica de este mar, que la sirve en algun modo de comentario; y ciertamente puede darse a la historia de la humanidad, en sus epocas más importantes, mayor claridad y concentracion, agru- pando los sucesos conforme á su relacion con aquellas riberas tan notables. Desde las más remotas edades ha sido el Mediterráneo en algun modo el palenque en cuyo circuito las diversas razas y naciones se han disputado el poderio. El Egipto, cuya historia conservada por la pintura, por la escritura y los monumentos penetra tanto en la oscuridad de los tiempos, y que con todo eso debe su misma existencia, su riqueza y su poder al gran rio que baja al mar por aquel maravilloso valle; el Egipto, decimos, se presenta como primero en la larga serie de soberanias que se hallan contiguas. Si los imperios de Asiria, Babilonia y. Persia tuvieron el centro de su dominio menos próximo al Mediterráneo, 445 gran parte tuvieron sin embargo en los acontecimientos sucesivos de guerras y conquistas de que fueron teatro las riberas orien— lales de aquel. La historia del pueblo hebreo, inlimamente unida a la de los imperios que hemos cilado, y que por separado liene su individualidad especial y milagrosa, pertenece al Mediterrá- neo, no sólo por la inmediacion de su pais y la referencia de los acontecimientos, sino tambien por los nnmerosos y sublimes pasajes de la poesia sagrada que pintan «das maravillas del mar.» Al dominio del Mediterráneo toca aún más de cerca aquella sin- gular confederacion de las ciudades fenicias, que parece se anli- cipó de una manera que no se explica muy bien á los progresos futuros, llevando su comercio y sus establecimientos hasta los fines del mundo que entonces se conocia. Presentanse despues en la escena el pueblo griego y sus repúblicas, raza admirable que tomó del Egipto y de Fenicia una parle de su primitiva cultu- ra, pero ampliando y perfeccionando sus elementos hasta el pun- to de que dejaron á todas las edades venideras una inmortal he- rencia de arles, poesía y filosofía. El Mediterráneo, que rodea y se introduce por todo el territorio griego, es continuo teatro de su historia y de su poesía, no pudiendo olvidar los que hayan leido a Herodoto y Tucídides, que una gran parte de sus relaciones se refieren á las costas de aquel mar, que fueron testigos de los incidentes más notables que mencionan estos grandes historiado- res. Maralon, Salamina, las Termópilas, Sfacleria, Siracusa, presentan lodavía la imágen viva de los lugares en que pasaron los sucesos que el genio griego ha grabado en nuestra memoria. Comprende la misma época las conquistas macedónicas, que habiendo empezado a orillas del Mediterraneo siguieron con el impetuoso paso de la victoria hasta las del Océano Indico, sobre- viviendo largo tiempo su memoria al gran guerrero que las llevó a cabo. Pertenece principalmente esta antigua parte de la historia á la extremidad oriental del Mediterraneo y á los mares que de el dependen; pero si seguimos el curso del tiempo y nos diri- gimos hácia poniente, encontramos á Roma y Cartago en larga y encarnizada lucha para oblener la supremacia en sus orillas, dándose en sus primeras guerras una serie de batallas navales sin ejemplo hasta entonces en la historia marítima. A pesar del L46 senio de un gran general cartaginés, triunfó al fin Roma á be- neficio del vigor de sus instituciones civiles y perfeccion de su sistema militar; y no sólo triunfó de Cartago, sino con ella de to- das las demás potencias del Mediterráneo. No hay cosa más pro- digiosa en la historia que el imperio romano, que empezando en una obscurecida aldea sobre el Tiber llegó á ser dueño absoluto del mundo antiguo, y entre los siglos que duró este imperio, por espacio de dos 0 tres no hubo parte alguna del vasto ámbito del Mediterráneo que no estuviese sometida al yugo de Roma, aun enmedio de las revoluciones y turbulencias interiores. Más ade- lante, cuando el solio se trasladó al Bósforo, y los barbaros Go- dos, Hunos y Váandalos invadieron el imperio por todos los pun- tos de sus inmensas fronteras, el Mediterráneo y sus hermosas riberas fueron tambien el blanco de aquellos grandes movimien- tos de razas; movimientos que continuaron igualmente en los siglos de linieblas que separan el mundo antiguo del nuevo. El mayor acontecimiento de aquella época intermedia fué sin duda el prodigioso y repentino alzamiento del poder árabe, imperio extraordinario creado con el alcoran y el sable, y que sin limitarse á las orillas del Mediterráneo sometió de un modo permanente todas sus costas meridionales desde Egipto á Marrue- cos. Por espacio de algunos siglos la parte más considerable y más rica de España perteneció a los Sarracenos, que alemori- zaron a las demás costas del aquel mar, llegando en particular una vez hasta las mismas puertas de Roma. Aceleróse la de- cadencia del Califato de Oriente con la invasion más incul- ta de las tribus turcas, que adoptando la religion de las razas de Arabia, las sustituyen en sus conquistas y poderio. Las costas y las islas del Mediterráneo, teatro principal de esta lucha de razas y religiones, la vieron durar aun despues de la toma de Constantinopla por los Turcos. Compréndense en ella la historia de las expediciones romanescas, que con el nombre de Cruzadas llevaron desde el Occidente, para libertar á la Tierra Santa, conseculivos ejércitos de guerreros y entusiastas. Duranle los 175 años que trascurrieron desde la primera predicacion de Pedro el Ermitaño hasta la fatal cruzada de San Luis, dió el Mediterráneo paso á los actores de aquellos terribles conflictos, que entreverados de ventajas y reveses dieron por último resul 447 tados tan ilusorios, á consecuencia de las pasiones poco crislia— nas y de la mútua envidia de los Cruzados. Hácese notar en esta parle de la historia el episodio de la raza normanda, que conquistó soberanías en este mar meridional, debidas al valor impetuoso con que habia señalado sus empresas en el N. de Europa. Aunque hace siglos ha cesado toda lucha activa contra el islamismo, no obslante el Mediterráneo en loda su extension, desde el estrecho de Gibraltar hasta el pié de la cordillera del Cáucaso, sirve todavía de linea divisoria entre las naciones cristianas y las mahometanas, habiendo durado las audaces acometidas de los corsarios de Berbería hasta el fin de la gran guerra continental. En nuestros mismos dias, en época en que dominaba sus aguas la potencia marítima de la Inglaterra; una escuadra argelina voltegeó alrededor de Cerdeña, apoderándose de los barcos costaneros y de otros mercantes griegos, y ha- ciendo desembarcos en las playas para saquear pueblos y lle- varse esclavos los vecinos. Posteriormente han servido las islas del Archipiélago de guarida á otros piratas ménos disciplinados y más feroces, que eran las heces de las comarcas adyacentes, sólo á medias sometidas al yugo de los Turcos. Ya no existen es- tas cosas, ni podrán reproducirse jamás, pero siempre ha sido ver- gonzoso a la civilizacion europea que por tanto tiempo se hayan tolerado. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GArciA NAVARRO.) 448 VARIEDADES. Descubrimiento de un nuevo planeta pequeño, que sera el 54 del grupo situado entre Marte y Júpiter. En la sesion de la Academia de Ciencias de París del 13 de setiembre de 1858, se anunció el descubri- miento de un planeta nuevo, hecho por Mr. Goldschmidt, el artista astró- nomo que no parece sino que se ha propuesto anticiparse en este punto á los astrónomos de profesion, y que lo consigue, porque el descubrimiento de que se trata es el undécimo que lleva hecho desde el año de 1852, como lo prueba la lista siguiente: Lutetia (1852), Pomona (1854), Atlan- te (1855), Harmonia (1856), Dafne, Nisa, Eugenia, Doris, Pales (1857), Eu- ropa (1858), y Alejandra, que es el nombre dado al último por Mr. Moigno. El astrónomo que hasta ahora ha descubierto más planetas despues de Goldschmidt es Hind, que lo ha hecho de 10 del año 1847 al 1854; pero luego no ha hallado ninguno. Vienen en seguida Gasparis y Luther, 7 cada uno; pero desde 1853 no ha descubierto ninguno Gasparis, al paso que Luther sigue aumentando el número, pues el 4 de abril descubrió á Calipso. Chacornac ha descubierto 5 de 1852 á 1856; el último, Letitia, lo halló el 7 de febrero de 1858. Pogson 3 (1856 á 1857), Encke (1845 á 1847) y Ferguson (1854 á 1857), 2 cada uno; Graham (1848), Marth (1854) y Laurent (1858), 1 cada uno. Total de los descubiertos des- de 1845, 50. Uniendo á Ceres, Palas, Juno y Vesta, descubiertos de 1801 á 1807 por Piazzi, Olbers y Harding, resultan 54 planetas conocidos hoy en el espacio del cielo comprendido entre Marte y Júpiter. Volviendo al nuevo planeta, diremos que se descubrió el 10 de setiembre de 1858 á las 8 horas 3 minutos de la noche, á cosa de 3 grados al E. de la estre- ¡la € de la constelacion de Acuario. Era su posicion aproximada, en ascen= sion recta, 21% 39” 25s, en declinacion —6* 6'. El dia 11 siguiente, á las 10% 55" de tiempo medio de París, estaba á 21% 38" 42: de ascen- sion recta. Su movimiento diurno retrógrado es pues de unos 40 segundos en ascension recta. No habia cambiado perceptiblemente la declinacion. Se parecia el planeta á una estrella de 10.* á 11.2 magnitud. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAVARRO.) Editor responsable, Frawcisco GARCIA NAVARRO. - N.” 8."—REVISTA DE CIENCIAS. —Noviembre 1858. CIENCIAS EXACTAS. —+00D-M0D0— GEOMETRIA. Nota sobre la teoría de los poliedros; por Mx. Porxsor. (Comptes rendus, 44 enero 4358.) 4. Toda esta teoria puede reducirse á la de los poliedros cuyas caras son simples triángulos. Con efecto, si existen caras poligonales que tengan mas de tres lados, tirense en cada poli- gono, partiendo de uno de sus vértices, las diagonales que lo dividan en triángulos, y quedará convertido en un poliedro de caras triangulares. 2. Por consecuencia, lodo poliedro no es mas que una red de triángulos ligados entre si por un lado comun, cuyo conjunto forma una superficie cerrada por todas partes; superficie que no supongo haya de ser precisamente la llamada convexa, sino cualquiera otra, pudiendo por tanto cruzarla una misma recta por un número cualquiera de puntos. 3. En esa red de triángulos, en que todos constituyen una cara de poliedro, como todo triangulo se liga al contiguo por el lado que les es comun, resulta que no son adecuados para formar un poliedro con su reunion cualesquiera triangulos ele- gidos arbitrariamente: pues si se toma un primer triángulo en dicha forma, son ya necesarios otros tres que puedan unirsele por un lado comun, etc. 4. El lado comun de dos caras conseculivas, forma lo que se llama una arista del poliedro. TOMO VIII. 29 450 Toda arista corresponde por tanto á dos caras, y solamente á dos. 5. Los diversos puntos en que se reunen los extremos de varias aristas, son los vértices del poliedro. Alrededor de dichos vértices se juntan los ángulos de las caras para formar los ángulos sólidos; y como son necesarios tres ángulos planos por lo menos para obtener uno sólido, no hay vértice del cual no arranquen tres aristas al menos. 6. Contando todas las caras del poliedro, se deduce facil- menle el número de todas las aristas, porque cada cara tiene tres aristas; pero como cada una de estas corresponde á dos caras, si se conlasen tres arislas por cara, se conlaria entonces dos veces cada arista; por consiguiente, si llamamos A el nú- mero de caras y A el de aristas, tendremos la igualdad 3H=24A (1). 7. Además, si designamos por S el numero de vértices, y se compara con el de caras, se nota entre ambos números la siguiente relacion: 2S-H=1 (2. Y en efecto, del poliedro propuesto quítese un vértice con las h caras triangulares que se reunen en él; y en el multilá- tero (plano ó gaucho) que forman las bases de esos h triangu- los lírense, á partir de cualquiera de sus vértices, las h—3 dia- gonales que lo dividen en h4—2 triángulos, y quedará un polie- dro de caras triangulares con un vértice y dos earas ménos que el propuesto, porque se suprimen h caras por un lado, y por otro se añaden h—2. Luego puesto que suprimiendo un vértice se quitan dos caras, hay siempre entre los dos números 2 S y H de cualquier poliedro la misma diferencia que entre los núme- ros correspondientes del poliedro derivado con un vértice mé- nos; y por consecuencia, descendiendo gradualmente, existe la: misma diferencia que en el simple tetraedro. En él se tiene S=4, H=4 y 25—H=4, lo cual prueba la ecuacion (2). 451 8. De las dos ecuaciones (1) y (2) se pueden sacar las si- guientes: A=3S-6... (a) SYFH=AR+?2... (0); ecuaciones que pueden demostrarse tambien de un modo di- recto, como ha sucedido con las anteriores. 9. Las ecuaciones (1), (2) y la siguiente (a), sólo convienen a los poliedros de caras triangulares; pero la cuarta () SEH=A+2, es aplicable á los poliedros de cualesquiera caras; pues supo- niendo que dos ó más caras triangulares conseculivas lleguen á reunirse en una sola cuadrangular 6 poligonal, por un lado resullará una ó varias caras de ménos, y por otro igual número de aristas tambien ménos, subsistiendo por tanto sin alterarse la ecuacion precedente. Nótese que esta ecuacion (0), demostrada la primera vez por Euler, no sólo se verifica en los poliedros convexos, como al parecer se cree, sino en los demás de cualquier clase. De los poliedros cuyos ángulos sólidos son todos de un mismo grado q de multiplicidad. 10. En un poliedro de dicha naturaleza, se supone que hay el mismo número q de aristas que van á cada vértice; pero contando tantas veces q aristas como vértices, perteneciendo á dos de ellos toda arista, se contaria dos veces cada una; luego el número qS es duplo del de las aristas, y resultará necesa- riamente yS=24=68—12, de donde se deduce q no puede ser menor que 3; suponiendo pues y=3, se liene 452 S=4; haciendo luego y==4, resulta S=6; y si despues se supone q=5, se ve que S=12. 11. Porficonsecuencia, sólo existe un poliedro de caras triangulares cuyos ángulos sólidos puedan ser triples; el te- traedro. Tampoco hay más que uno que pueda tener todos sus án- gulos cuádruplos; el oclaedro. Y finalmente, uno sólo que pueda tener todos sus ángulos quintuplos; el icosaedro. 12. Si se supone q=6, resulta S infinito; y q>6 da S ne- gativo, lo cual no satisface á ningun poliedro. Por tanto no puede existir poliedro alguno con todos sus ángulos séxtuplos, y mucho ménos con todos séptuplos, elc. 13. Tambien se puede demostrar además, que en todo po- liedro de caras triangulares ha de haber por lo menos un an= gulo sólido que sea triple, cuádruplo 6 quintuplo. Es imposible que deje de haber en el poliedro algun ángulo sólido de uno de dichos grados de multiplicidad. Porque supongamos, si es posible, un poliedro que sólo tenga ángulos sólidos de un grado superior á 5. Sea ¿ el número de ángulos séxtuplos, ¿ el de séptuplos, w el de óctuplos, etc., y se tendrá 61 +7/+8u+...=24A=68-—12; de donde, á causa de ¡4 y+u+...=6S, j+42u+...=—12; resultará cosa imposible, porque u, j, etc., son números esencialmente positivos. 14. Cuanto acabamos de decir sirve para precisar bien la definicion de un poliedro de caras triangulares. Lo que se en- tiende por él, no es por consecuencia mas que una cadena con- tínua y cerrada de cierto número de triángulos ligados entre sí por un lado comun: todo lado ó arista corresponde sólo á dos triangulos de ellos que llevan el nombre de caras; de modo que si en la figura de que se trata, formada por todas las aristas, hubiese más de dos triangulos descansando en una misma 153 arisla, sólo dos de ellos entrarian en el número de las caras del sólido, y los demás no formarian parte suya. De la misma manera, designando S el número de vértices, habrá precisamente 39S—6 aristas y 285—4 caras, ni más ni ménos. 15. A todo vértice corresponde un ángulo sólido formado por los angulos planos de las caras triangulares que se reunen en él. El angulo formado por la union de dos caras consecutivas alrededor de la comun arista, se llama ángulo diedro, y no puede haber en la figura más ángulos diedros que aristas. Como dos caras consecutivas forman entre sí dos ángulos, siendo uno suplemento del otro de cuatro ángulos rectos, a fin de tener una idea clara de los que concurren a formar los án- gulos diedros del sólido, puede concebirse lo siguiente: Imagínese un plano indefinido que se halle aplicado á una de las caras del sólido, distinguiendo en él dos sentidos ó lados, iz- quierdo y derecho; y para comprenderlo mejor, supónganse de distinto color, por ejemplo, negro el lado izquierdo y blanco el derecho. Doblando primero el plano sobre una de las aristas de la cara que contiene, hasta tanto que el resto de él se aplique ála cara adyacenle, y luego, doblando el mismo plano sobre una de las dos aristas nuevas de dicha cara hasta que se aplique á la cara siguiente, y así sucesivamente, resultara reformado el polie- dro propuesto. Entonces podrán distinguirse en la figura 35—6 angulos poliedros comprendidos entre colores blancos, y 35—6 angulos diedros entre colores negros. Losangulos diedros del po- liedro serán los primeros ó los segundos, segun se quiera. 16. Sentado esto, ha de llamarse poliedro convexo aquel cu- yos ángulos diedros son lodos inferiores á dos angulos rectos; 0 bien todos superiores, porque entonces los suplementos respec- tivos de dichos ángulos hasta cualro rectos son lodos inferiores á dos rectos; y tomando esos suplementos por los ángulos diedros del sólido, lo cual es permitido, se viene á parar al primer Caso. No hay por tanto más poliedros no convexos que aquellos que tienen sus ángulos diedros en parte inferiores y en parle superiores á dos ángulos rectos. Tal es la definicion general y precisa de la convezidad en los A54 poliedros, la cual no supone que una recta no pueda cortar en más de dos puntos á la superficie del poliedro; condicion primero algo vaga, porque exije, por decirlo asi, infinidad de ensayos para averiguar si la figura es convexa ó no, teniendo despues el defecto esencial de ser muy limitada; pues una misma recta puede cortar á la superficie de un poliedro en más de dos pun- tos, puede haber en él caras que se crucen, ofreciendo así á la vista cavidades y eminencias, sin dejar por eso de ser convexo en la rigorosa acepcion de la convexidad. 17. Estos son unos principios que no deben perderse de vista, porque en los Elementos de Geometría en que se admile la definicion limitada que acabo de recordar antes, ciertos teo- remas que se demuestran relativos a los poliedros llamados con-' vexos, son igualmente aplicables á los poliedros que no se com- prenden de ningun modo en la definicion que sirve de funda- mento: de modo que las demostraciones fundadas en ella son casi vanas, puesto que suponen una condicion particular de que no depende el leorema. Es por tanto necesario hallar otros nue- vos, y sólo pueden buscarse en principios más generales. Así, por ejemplo, puede demostrarse que todo poliedro cons- truido sobre S puntos como vértices, es invariable de figura, por la sola condicion de invariabilidad que se suponga á todas las lineas rectas que forman sus 35—6 aristas. Si el poliedro tiene cuatro vértices, las aristas serán seis, y formarán precisamente todas las distancias mútuas que existen entre los cuatro puntos; y en este caso el teorema es evidente. : pe q4 S(S—1 Si el número $ de vértices es superior á cuatro, el > ) de sus distancias mútuas será superior al número 35—6 de las aristas del sólido: y á esto es, dicho sea de paso, á lo que se debe la posibilidad de construir, sobre esos mismos puntos como vértices, varios poliedros de formas diferentes. Pero entonces todas las distancias mútuas de los $ puntos son, segun se sabe, determinables por los 35—6 entre las que forman las aristas del poliedro construido; y por consecuencia, dicho poliedro, sea el que quiera, es tan rígido 6 invariable, como si todas las distancias mútuas, de las que sólo una parle figura en las aris- tas, fuesen invariables en longitud. 455 18. El ser dificilisima esta teoria de los poliedros consiste en que depende esencialmente de una ciencia casi nueva to- davía, que puede llamarse (reometria de situacion, porque su objeto principal no es la magnitud 6 proporcion de las figuras, sino el orden y situacion de los elementos que las componen. Pero sea de esto lo que quiera, no dejaremos de recordar Otra vez que cuanto acaba de decirse es aplicable á cualesquiera poliedros, convexos ó no, y que lo mismo sucede con lo que vamos a añadir. Modo de clasificar los poliedros. 19. Con arreglo a las ecuaciones (1) y (2) establecidas an- tes entre los tres números S, / y A, que corresponden á los números respectivos de vértices, caras y aristas de un polie- dro, se advierte que dado cualquier número de ellos se cono- cen los otros dos, pudiendo usarse por consecuencia á voluntad, para señalar el orden de un poliedro, el número de vértices. el de caras 0 aristas. Y tomando, por ejemplo, como órden del poliedro el nú- mero /1 de caras, lo cual está en armonia además con la deno- minacion ordinaria de dichas figuras Jlamadas poliedros, es decir, de muchas caras, se podrán clasificar naturalmente los po- liedros considerándolos como correspondientes á diferentes ór- denes señalados con los números pares ESA, 165.8, 10712 14916 etc: abrazando así todos los poliedros posibles, porque no existe número alguno impar de caras, ni número par menor que 4. Por tanto, el resultado en todos los poliedros de diversos órde- * nes, será: e El tetraedro, exaedro, octaedro, decaedro, dodecaedro, etc. 20. Tetraedro. El más sencillo de lodos es el tetraedro, que tiene cuatro caras, cuatro vértices y seis aristas, queriendo 456 advertir que este es el único poliedro en cuyos mismos cuatro vértices es imposible construir dos tetraedros diferentes. Pero no sucede lo mismo con los órdenes superiores, porque es facil construir diez exaedros diferentes con los cinco vértices de un exaedro; y lo mismo con el octaedro, etc. Tenemos, pues, en cada uno de estos órdenes varias especies de poliedros con los mismos vértices, pero con caras y arislas diferentes, por más que en todos sean unos mismos los números H y A. Muy facil es en efecto ver, que pueden unirse por medio de una red de caras triangulares de varias maneras distintas, puntos en número S superioresá 4; y tambien sería sencillo ave- riguar de cuántas maneras puede hacerse la construccion. Pero sin entrar ahora en la enumeracion de las especies de poliedros de un mismo número de vértices, es preciso ver primero si en cada órden de poliedros hay siempre al menos una especie en queel poliedro sea lo que llamaremos simple 0 primitivo, esdecir, tal que no pueda considerarse como formado por la reunion de varios poliedros de órdenes inferiores yuxlapuestos por algunas caras Comunes. Ya se ha visto que el tetraedro es simple, puesto que no hay poliedro de orden inferior á cuatro; siendo tambien claro que es único dicho tetraedro, porque evidentemente sólo hay un modo de ligar cuatro puntos por cuatro triangulos 0 seis aristas, las cuales forman todas las distancias mútuas posibles de los referi- dos cualro puntos. 91. Exaedro. Pero el exaedro, que tiene 5 vérlices y 9 aristas, no es un simple poliedro; siendo evidente que de cual- quier manera que se proceda para ligar cinco puntos por seis triángulos, nunca resultará mas que una figura formada por la reunion de dos tetraedros apoyados entre sí por una cara Comun. Luego no hay figura alguna poliédrica de cinco vértices que pue- da considerarse como simple ó primitiva; ni tampoco exisle ver- dadero exaedro primitivo de caras triangulares. 22. Octaedro. Pasemos al oetaedro 6 poliedro de 6 vértices. Un verdadero octaedro simple no ha de tener triple ninguno de sus angulos sólidos, sin lo cual no sería un poliedro simple, si- no la reunion de un lelraedro y un exaedro juntos á la vez por una base comun. Todo ángulo sólido ha de ser cuádruplo á lo 457 menos; pero en ese caso todos lo son asi, porque suponiéndolos tales, resulta ya 12 como número de todas las aristas, que es el número exacto de ellas en todo octaedro posible. Hay pues un octaedro simple ó primitivo, y ese octaedro sim- ple, que tiene todos sus ángulos cuádruplos, es único. 23. Decaedro. Consideremos ahora el poliedro de 7 vértices, 10 caras y 15 aristas, el decaedro, y veamos si los hay primi- tivos. Eliminando siempre el caso de los ángulos triples, lo cual haria corresponder el poliedro a un cuerpo compuesto, el sóli- do simple en cuestion no puede tener mas que ángulos cuádru- plos, quintuplos y séxtuplos. Pero es imposible hallar ángulo alguno sólido séxtuplo. Porque sea M dicho ángulo en que se reu- nen seis caras triangulares; sería preciso que en el lado AB, por ejemplo, en que descansa la cara MA B, hubiese además otro triángulo apoyado M'AB, para formar con el primero las dos caras triangulares cuya comun arista es AB. Mas el vértice M" de ese segundo triangulo no puede ya caer sino en olro de los vértices restantes C,D, E, G del exágono; sea por ejemplo E dicho vértice, de suerte que EA B forme con MA B las dos caras apoyadas en la misma arista AB; resullaria el letraedro MAB E, y por con- siguiente seria compuesto el decaedro, lo cual es contrario á la hipótesis. Luego es imposible que haya ángulo alguno sólido séx- tuplo en el decaedro simple ó primitivo. Quedan por tanto únicamente los cuadruplos con los quintu- plos, puesto que se eliminan los angulos triples. Sea 1 el número de cuádruplos y j el de quintuplos. Contan- do las aristas que hay alrededor de cada vértice, se oblen- drá 41 +57, que compondrá el duplo de ellas, y por consecuen- cia el número 30 en el caso presente; se tendrá pues 41 +5¡=30 é ip =1, de donde se deduce El decaedro primitivo, si es posible, ha de tener necesaria- menle 2 angulos guintuplos y $ cuádruplos; este sólido existe 458 en realidad y puede construirse al momento. Porque si desde un vértice cualquiera se tiran aristas á cinco vértices cuales- quiera de los seis restantes, lo cual da primero una pirámide terminada por un contorno pentagonal, y se tiran luego desde el vértice de que nose ha hecho uso, las cinco aristas á los angulos de dicho pentágono, se obtendrá evidenlemente un decaedro de 2 ángulos quintuplos y 3 cuádruplos. Además se ve que sobre los mismos 7 vértices se pueden construir tantos decaedros de la misma naturaleza como modos hay de tomar siete puntos dos á dos. Pero si sólo se considera el grado de ángulos sólidos, esto no conslituye mas que una sola especie de decaedro primitivo, porque todos tienen 2 ángulos sólidos quintuplos y 3 ángulos cuádruplos. 24. Dodecaedro. Pasemos ahora al dodecaedro ó poliedro de 12 caras, 8 vértices y 18 aristas, y veamos cuáles son los dodecaedros primitivos. Primero se prueba, como ha sucedido antes, que el dodecae- dro primitivo no puede tener ángulo sólido séptuplo. Queda pues el caso de los ángulos cuádruplos, quintuplos y séxtuplos. Sean t, J y u los números respectivos de esos ángulos de 4, 5 y 6. Pri- mero se tendrá i+/+u=8 Li+45/7+6u=24=36; de donde, eliminando +, por ejemplo, resultará la ecuacion 2u+)=1. Hagase, si es posible, v=1, y resulta ¿=2 é ¿=5, es de- cir, que el dodecaedro tendrá como ángulos sólidos 1 séxtuplo, 2 quintuplos y 5 cuádruplos. Sea M el angulo sólido séxtuplo con las 6 caras triangulares que se reunen en él, y considérese un lado AB del exagono (plano ó gaucho) formado por las seis bases de los triángulos. Primero se tiene en ABla cara ABM; pero se necesita otra ABM' sobre la misma arista AB. Mas el vértice M' no puede adaptarse á ninguno de los cuatro vértices restantes C, D, E, F del exá- 459 gono sin introducir en la figura un tetraedro, y entonces sería compuesto el poliedro. Por tanto, es necesario que la cara ABM' tenga su vértice M' situado en el último vértice 17 del dodecae- dro. Lo mismo sucederia con las segundas caras que han de des- cansar en los otros lados BC, CD, DE, EF, FA del exaedro: luego el ángulo sólido en /Z ha de ser séxtuplo lo mismo que en M. Por consecuencia, no puede suponerse en el dodecaedro primitivo un solo ángulo sólido séxtuplo, sino que ha de haber dos por lo ménos. Sea pues u=2, lo cual da y igual á 0 é :=6, y se ten- drá un dodecaedro primitivo de 2 angulos sólidos séxtuplos y 6 angulos cuádruplos, dodecaedro que exisle en realidad, y cuya construccion es evidente. Pero no se dan otros primitivos con angulos séxtuplos, por- que si se hace u mayor que 2, sale y negativa, cosa absurda. Puede sin embargo haber un dodecaedro primitivo con an- gulos cuádruplos y quintuplos sólo, es decir, sin ángulos séx- tuplos; pues haciendo u=0, resulta A Asi pues, el dodecaedro primitivo, si existe, liene 4 ángu- los sólidos guintuplos y 4 cuádruplos. Este sólido existe, y su construccion es facilísima. En efecto, dividanse los ocho vértices en dos grupos de cua- tro, y sean A, 5, C, D los vértices que forman el primer gru- po, y A, B', C', D' los que componen el segundo; tómense los dos cuadriláteros ABCD y A'B'C'D', uniendo entre sí los vér- tices correspondientes Av A”, By B',CyC, DyD', y se tendrá una figura terminada por seis cuadriláteros (planos ó gauchos), y cuyas seis caras de un cubo presentan una imágen muy particular. Dividase ahora cada cuadrilátero en dos trián- gulos tirando una de las dos diagonales, teniendo cuidado de tomar en los cuadriláteros opuestos diagonales opuestas, es de- cir, las que no corresponden entre si, y resultará un poliedro de 12 caras Iriangulares y 8 ángulos sólidos, de los que 4 serán quintuplos y los otros 4 cuúdruplos. Y este nuevo dodecaedro se- rá, lo mismo que el anterior, primitivo ó simple, porque nin- 460 guna parte de sus aristas podrá formar separadamente un polie- dro de orden inferior. Hay pues dos dodecaedros primilivos, y sólo dos; porque deducidos los ángulos que tienen ménos de 4 grados y los que tienen más de 6, no hay mas que un dodecaedro primitivo que admita ángulos séxtuplos, y otro sólo que los admita quin- tuplos. El primero tiene 2 ángulos séxtuplos y 6 cuádruplos; El segundo, 4 angulos guintuplos y L cuádruplos. 25. Decatetraedro. Vamos ahora al poliedro de 9 vértices, 14 caras y 12 aristas, que llamaremos decatetraedro. En primer lugar es claro que este poliedro de 9 vérlices, si es primilivo, no «puede tener ángulo sólido óctuplo. Falta que considerar el caso de angulos sólidos de 4, 5, 6 y 7 grados, cu- yos números respeclivos supongo son 1, 7, u y t, de modo que se lenga 1444410, OS AS A de donde, eliminando ¿ por ejemplo, resulta la ecuacion Mutíli=] 23. Si se parte del supuesto que hay un ángulo séxtuplo, por un raciocinio igual al hecho con motivo del dodecaedro, es facil sentar que al ménos hay dos de ese mismo grado de mulliplici- dad, sin lo cual ofreceria el sólido en su figura algun tetraedro, no siendo por consiguiente simple, cosa contraria a nuestra hipótesis. Supongamos por el momento | lo cual da i—u=171, y por consecuencia 1: =0; porque siendo £ igual á 2, ino puede exceder de 7. Resulta pues necesariamente == yy =10s 461 viéndose por tanto que el decatetraedro en cuestion tiene 2 ángulos sézxtuplos y 7 cuádruplos; y la construccion de este sólido es sumamente fácil. (> 3 es imposible, porque de esta hipótesis se deduciria i—u>9, y por tanto u negativa, etc., lo cual es absurdo. Por consiguiente, solo hay un dodecaedro primitivo que ad- mita dos angulos séptuplos. Veamos ahora si hay además otros primitivos que admitan angulos séxtuplos, con los de grados inferiores hasla 4 inclusive. Nuestras ecuaciones dan en ese caso, siendo ¿=0, la ecua- cion i—u—3; y suponiendo primero u—=1 o se deduce 1=4 luego pi 451, de donde resulta un nuevo decatetraedro primitivo que tiene 1 ángulo sólido séxtuplo, 4 quintuplos y A cuádruplos. Este sólido exisle realmente, y seria facil demostrar su construccion. Suponiendo además u=2, se deduce 1=0,y,4=2, lo cual produce un tercer decatetraedro primitivo, que tiene 2 ángulos séxtuplos, 2 quintuplos y 5 cuadruplos; poliedro que existe en realidad, y cuya construccion no pre- senta dificultades. Finalmente, la hipótesis u=3 daria 6 yy=0, 462 lo que corresponde á un nuevo decatetraedro de 3 ángulos séx- tuplos y 6 cuádruplos. Pero este poliedro no es primitivo, porque facilmente se advierte que no es mas que la reunion de 2 oc- taedros apoyados entre sí por una base comun. Con ángulos sólidos séxtuplos no puede pasarse más ade= lante, porque suponiendo w igual ó superior á 4, resultaria £ igual 6 superior á 7, lo cual es ya inadmisible. Queda por tanto el único caso de los ángulos sólidos quín= tuplos con angulos cuádruplos. Enlonces nuestras ecuaciones, que se convierten en 14+/=9 Y Mia li 4+57=142, dan al momento 616113; de donde resulta un decaletraedro que tiene 6 angulos quintuplos y 3 cuádruplos; poliedro de facil construccion, y que es evidentemente simple ó primitivo. Así pues, de todos los decatetraedros posibles, 4 son primi- tivos, no existiendo otros mas que los acabados de enumerar. 26. Decaexacdro. Esta enumeracion puede continuarse en los poliedros de órdenes superiores, como por ejemplo, en el poliedro de 16 caras, 10 vértices y 24 aristas, que llama- remos decaexaedro. La análisis da las diferentes especies de decaexaedros especificados en la tabla siguiente: 1.2 2 angulos sólidos dcluplos con 8 cuádruplos. 2. 2 septuplos, 2 quintuplos, 6 cuádruplos. 3." 2 séptuplos, 1 sextuplo , 7 cuádruplos. 4.2 1 séptuplo , 2 sextuplos, 1 quintuplo, 6 cuádruplos. 5.2 1 séptuplo , 1 séxtuplo, 3 quintuplos, 5 cuádruplos. 6.2 4 sextuplos, 6 cuádruplos. 7.2 3 séxtuplos, 2 quintuplos, 5 cuádruplos. 8.” 2 séxtuplos, k quintuplos, 4 cuádruplos. 9.0 1 séxtuplo , 6 quintuplos, 3 cuadruplos. 10. 8 quintuplos, 2 cuádruplos. 463 Estas son las diez soluciones de las dos ecuaciones indeter- minadas: IF Hut to =10, 4i45]+6u+711+80=48, y donde sólo son admisibles para i, /, u, etc., números enteros todos positivos. ¿Corresponden dichas diez io a otros tantos decae- xaedros simples ó primitivos? Esto es lo que no puede saberse sino construyendo los referidos sólidos. El primer decaexaedro, de 2 ángulos sólidos óctuplos con 8 cuádruplos, casi es evidente, siendo claro que puede formarse al momento con una pirámide de base octogonal (plana ó gaucha) y con otra que descanse en la misma base, sistema de donde resulta un decaexaedro de 2 ángulos sólidos óctuplos y 8 cuá- druplos, y que es evidentemente simple ó primitivo. El 2.* es igualmente primitivo; pero el 3.*, que presenta 2 ángulos séptuplos, 1 séxtuplo y 1 cuádruplos, no es posible al parecer. Fácil es, entre los 10 vértices dados, siluar 24 rectas 6 aristas, de modo que haya 2 vértices en que se reunan 7 aris- tas de las mencionadas, 1 vértice al que concurran 6, y final- mente, 7 vérlices en que se junten 4; pero semejante sislema de aristas no produce otro sistema de triángulos que puedan formar las caras de un verdadero poliedro. Tal vértice hay del que sa- len 4 aristas, y sin embargo no tiene á su alrededor 4 caras reu- nidas para formar el ángulo sólido; ó en otros términos, los extremos de esas cuatro aristas no van a parar á otros cualro vér- tices de la figura que se hallen unidos por cuatro rectas que for- men el contorno de un cuadrilátero cerrado, cosa necesaria para poder contar alrededor del vértice en cuestion, cuatro triángulos que formen las caras de un ángulo sólido cuádruplo. El 4.” decaexaedro, que presenta 1 ángulo séptuplo, 2 sextuplos, 1 quintuplo, 6 cuádruplos, tampoco es un poliedro primitivo, pues en él se advierte la reu- nion de un octaedro con un dodecaedro apoyados entre sí por la base comun triangular. 464 El 5.* es un poliedro primitivo, y lo mismo sucede con los siguientes, lo cual reduce á 8 el número de decaexaedros primi- tivos. Pero hay que hacer una advertencia respecto á la teoria de los poliedros primilivos. Hemos dicho que el 2.* decaexaedro, que nos presenta en sus angulos sólidos 2 séptuplos, 2 quintuplos y 6 cuádruplos, es primitivo, lo cual es fácil probar; pero al mismo tiempo es posible construir un decaexaedro tambien con 2 angulos sép- tuplos, 2 quintuplos y 6 cuádruplos, y que no es sin embargo un sólido simple ó primitivo; pues es fácil advertir que es un poliedro compuesto de un octaedro y decaedro apoyados entre sí por una cara comun, etc., etc. 27. Me limito ahora á estos primeros casos simples, para indicar sólo las cuestiones á que pudiera dar lugar el estudio de los poliedros que llamo primitivos. ASTRONOMIA. Noticia de los trabajos recientes de Wolf, Schmidt, Carrington, Secchi y Sehwabe sobre el cuerpo del sol y sus manchas; por Mr. GAUTIER. (Bibliot. univ. de Ginebra, agosto 4858.) La naturaleza del cuerpo del sol y las observaciones físicas de este astro, continuan siendo objeto de la especial atencion y de los asiduos trabajos de varios astrónomos. El profesor Rodulfo Wolf publicó el mes de febrero de 1858, en los Mittheilungen tremesinos de la Sociedad de naturalistas de Zurich, el cuaderno 6.* de sus Comunicaciones sobre las manchas del sol (en el núm. 1132 de las Astr. Nachrichten se dió un extracto). Empieza presentando la tabla del resultado de sus observaciones y de Schwabe el año de 1857. Da evidentes mues- tras esta tabla del mínimo de manchas que sucedió última- 465 mente. De 324 dias de observacion, hubo 52 de verse el sol siú manchas: pero ninguno fué asi en los cuatro meses últimos del año, y creció con presteza el número mensual de grupos de man- chas, por cuya razon se parece mucho la curva de estas á la de la variabilidad de luz de n del Aguila. Wolf establece para épo- ca del último minimo de 1856, 2==0,2; y comparándola con las anteriores, saca que el período de 11,19 años concuerda mejor con las observaciones que los de 10 y 12 años, y cuanto bien cabe en un fenómeno como el de las manchas del sol. Insiste por tanto en adoptar como periodo medio el de 11,111-+-0,038 años, que halló el año de 1852, al menos hasla que se llegue á discutir definitivamente. Valiéndose de los buenos oficios de Carrington, obtuvo copia de los 199 dibujos y de las reflexiones de Harriot sobre las man- chas del sol por este astrónomo observadas del 11 de diciembre de 1611 (nuevo estilo) al 28 de enero de 1613, y cuyo manus- crito original pertenece al coronel Wyndham, que vive en Pet- worth-House, condado de Sussex. Importan estas observaciones por corresponder á una época de mínimo de manchas. Wolf de- duce de su exámen 1710,8==0,4 para aquella época; por otras observaciones la tenia fijada en 1611,11: tiene por más segura la que resulla de las de Harriot. Fué pues Fabricius el primero que advirtió las manchas del sol, pero Harriot tiene el mérito de habernos proporcionado comprobar con sus observaciones, que el periodo principal de las mismas manchas ha subsistido ¡igual casi dos siglos y medio hace. Las observaciones de Harriot manifiestan tambien un pe- queño minimo secundario en 1612,3, correspondiente á los de 1835,0, 1845,7 y 1857,6, resultantes de las observaciones de Schwabe y Wolf, y que consiste en que los dias sin manchas no disminuyen continuamente sino por saltos, digámoslo asi. Asimismo continua publicando Wolf las listas ó sucintas no- ticias de las diversas obras Óó memorias antiguas y modernas concernientes al sol y á sus manchas. Menciona entre otras una publicacion interesante del astrónomo Schmidt, dada á luz en Olmutz el año de 1857, intitulada Resultados de once años de observaciones de las manchas del sol. En ella se ve una tabla delallada de sus observaciones de manchas, hechas todos los TOMO VIII. 30 466 dias del año de 1841 al 1851. Luego saca los lérminos medios mensuales, que confirman la existencia del periodo anual seña- lado por Wolf, pero que no indican variaciones periódicas de las manchas que guarden conexion directa con los perihelios ó afelios de los planetas Mercurio, Venus, etc. Inserta lambien Schmidt en su obra observaciones curiosas acerca de los grupos de manchas singulares que se vieron en aquel intérvalo de tiem- po, y de las variaciones que ofrecieron; y acompañan muchas figuras bien dibujadas. En el número de abril de 1858 de las Monthly Notices de la Sociedad astronómica de Londres, ha publicado Carrington una Memoria intitulada: Sobre la prueba de la existencia de una atmósfera alrededor del sol, sacada de los movimientos de las manchas del mismo (en el número de junio del Philosophi- cal Magazine está tambien esta Memoria). Empieza el autor advirtiendo que las protuberancias rosáceas observadas en los bordes del sol al tiempo de los eclipses tolales de este astro, así como el exceso de luz y de calor que sale de su centro respecto de sus bordes, propenden ya vehementemente á que se admita la existencia alrededor del sol de una atmósfera trasparente de cierta extension, Trata luego del punto de la determinacion matemática de las posiciones angulares geocéntricas sucesivas de una mancha, admitiendo la existencia alrededor del sol de una aimósfera homogénea dotada de cierla fuerza refringente, haciéndose esta investigacion con objeto de inferir, mediante ensayos de aplicaciones numéricas, cual sea el indice de re- fraccion que mejor satisfaga á las observaciones. Aplica en se- guida sus fórmulas á ires series de observaciones de manchas, hechas por él de junio á seliembre de 1854. Saca por resultado definilivo que los movimientos aparentes de dichas manchas en el disco del sol no concuerdan mal con la hipótesis de la existencia de una atmósfera solar de densidad uniforme, ocho Ó diez veces mayor que la de la atmósfera lerrestre, y que lle- gue hasta una distancia de la superficie igual a la cuarta parle del radio del globo solar. Ha publicado tambien Carrington el mes de mayo de 1858 una Memoria de 32 páginas con 8 láminas, intitulada: /ns- trucciones dirigidas ú las personas que pudieran estar en la li- 4617 nea de sombra al tiempo del eclipse total de sol del 7 de setiem- bre de 1858. Empieza dando noticia breve de los cuatro eclipses totales de sol últimos que se han observado, á saber: 1. el del 7 de julio de 1842, total en el Mediodía de Francia y Alemania y Norte de Italia, y que observaron muchos astrónomos; 2.0 el del 7 de agosto de 1830 en las islas Sandwich, observado por Kulezycki, cuya descripcion la pone por apéndice Carrington; 3. el del 28 de julio de 1851, que fué total en el Norte de Europa, y dió lugar á muchisimas observaciones; 4.* el del 30 de noviembre de 1853, observado en Chile por el Dr. Moesta, actual director del observatorio de Santiago. Entra luego Car- ringlon á detallar las circunstancias principales dignas de la atencion de los observadores en los eclipses totales, que son: 1.*la bella corona luminosa que rodea entonces al disco OSCUro del sol; 2. las cuentas de rosario que suelen presentarse en el borde del sol pocos segundos antes de ocultarse y despues de volverá brillar; 3." las protuberancias rosáceas que se perci- ben en el borde del disco oscuro al liempo del eclipse total, y que Arago atribuye á nubes de la atmósfera solar; 4. obser- vaciones de tiempo y de temperatura; B.* efectos del eclipse en los animales y vejetales; 6.* experiencias sobre la polariza- cion de la luz. El autor, que fué á Suecia á observar el eclipse total de 1851, entra en detalles interesantes sobre estos puntos, y da consejos acertadisimos á los observadores de esta clase de fenómenos. Propone, respecto de las protuberancias rosáceas, la subdivision siguiente del trabajo: un astrónomo ejercitado, con un micrómetro adaptado á un anteojo bien montado, observará la gradación con que una protuberancia exactamente definida se vaya cubriendo ó descubriendo por efecto del paso del disco de la luna por el sol, á fin de resolver en definitiva la cuestion de saber si tales protuberancias pertenecen al sol ó á la luna, aunque sea ya probabilísimo que dependan sólo del sol. Otro observador se dedicará á la protuberancia que le parezca pre- sentar los rasgos de forma y color más caracleristicos, ciñén- dose a seguir su aspecto hasta que desaparezca. Otro notará cuanto mejor pueda lodas las protuberancias visibles allí donde esté, así como los puntos del disco en que aparezcan, y sus al- luras aparentes. Para facilitar apreciaciones prontas de esta 468 clase, aconseja Carrington que se ponga en el foco del anteojo un diafragma circular con el borde dividido de 10 en 10 gra- dos con rayitas, y con cuatro hilos en cuadro y otros dos dia- gonales, excediendo un poco los lados del cuadrado al diámetro de la luna. No cree que las protuberancias guarden conexion inmediata con las manchas ó fáculas del sol, como lo suponen algunos astrónomos. Parece que se ven aun sin anleojos, y piensa Carringlon que tomando las precauciones debidas para separar cualquiera luz difusa, se podrian ver tambien proyec- tando en una pantalla la imágen del sol eclipsado. Los astrónomos lenian hechos muchos preparalivos para observar cuan completamente cupiera en todas sus circunstan- cias el gran eclipse de sol del 15 de marzo de este año, que era central y anular en una línea que alravesaba á Inglalerra; pero estuvo nublado el tiempo el mismo dia en casi toda Europa, y en poquisimos puntos se pudo observar tal cual el fenómeno. En las Astr. Nachr. y en las Monthly Notices se han publicado los detalles de estas observaciones parciales, sin que den nada de nuevo ni de notable. Háblase ya mucho de otro gran eclipse de sol que sucederá el 18 de julio de 1860, y que será total en Argel y Burgos, y casi total en los alrededores. Segun los cálculos del profesor Wolfers, de Berlin, cuyos resultados salieron á luz en el número 1131 de las Astr. Nachr., dicho eclipse, valuado en digitos ó en dozavas partes del diámetro del sol, será de unos 6 digitos en Greenwich, Paris, Ginebra y Palermo. El P. Angel Secchi publicó en Roma en mayo de 1858, en las actas de la Academia de los Nuevos Linces, una breve Memoria sobre las manchas del sol y sobre el modo de determinar la pro- fundidad de las mismas, que tambien se insertó en italiano en el número 1148 de las Astr. Nachr. Veamos de extractarla. Repite el autor como la explicacion más plausible de las apariencias que presentan las manchas, la idea que manifestó el siglo pasado Alejandro Wilson, astrónomo de Glascow, de que son agujeros 0 aberturas de la almósfera luminosa o de la folós- fera gaseosa del sol, que permilen ver el cuerpo interior del mis- mo sensiblemente oscuro. La penombra agrisada que rodea a las manchas provendria en tal caso del escarpe 0 pared inclinada de los bordes de los mismos agujeros. Vió con efecto Wilson que há- 469 cia el borde del disco se suele estrechar la penombra, y que va desapareciendo hácia el centro del sol, porque el cuerpo mismo del astro oculta al observador aquella parte de la penombra, al paso que subsiste bien visible el borde opuesto de la misma. Dice Secchi haber observado muchas veces esta desaparicion del borde de la penombra que mira al interior del disco del sol, es- pecialmente en las manchas de forma circular y que no andan cerca de desvanecerse. Admiliendo esta teoría, demuestra que conociendo el semi-diametro angular del sol R, si en el momento de desaparecer el borde interior de la penombra se mide micro- métricamente su distancia angular D al borde del disco, y la longitud £ de la penombra en direccion del eje mayor de la elipse segun la cual se proyecta, se podra determinar con facili- dad el ángulo de depresion « que forme el flanco de la cavidad con la superficie del sol, y por tanto la profundidad P de la man- cha, puesto que — COS. a= y P=L. tang. « (1). «Esta teoría, añade el P. Secchi, supone que la mancha sea circular y de penombra simétrica, cuyas raras circunstancias dificultan aplicarla; pero si están aisladas las manchas, si tienen penombra regular cerca del centro del disco, y la conservan de igual ancho arriba v abajo al acercarse al borde, se puede creer que no será grande el error proveniente de la falta de si- melría. »Una de las dos manchas que se vieron á principios de marzo de este año, presentaba circunstancias favorables: se aproximó al borde del sol; el dia 8 no tenia penombra por el lado interior, y los dias antes se habia venido estrechando esta. Aquel dia dió la observacion á la 11 50%, D=33", L=12",025; el borde exterior de la penombra tenia sólo 1”,35 de ancho. Con estos datos y los del Nautical Almanac salió la inclinacion (1) Wilson aplicó su teoría á determinar la profundidad de las man- chas, segun el ancho y la inclinacion del borde, y sacó que la de una era igual á un semi-diámetro de la tierra. (Trans. Filos., vol. 64.) 470 4 de 14* y la profundidad P de 0,37 del radio del globo terres- tre, ó cosa de una tercera parle del mismo. »Semejante profundidad, dice el P. Secchi, pudiera parecer reducida, porque no formaria una capa de 4 milímetros en un globo de 1 metro de radio, pero no debe apartarse mucho de lo cierto. Preciso es seguramente multiplicar las observaciones, y de dudar que la fotósfera tenga en todas sus partes una misma profundidad; pero me induce á creer que no es muy alla la capa, el que nunca carecen de penombra por la parle interior las manchas sino al estar muy próximas al borde del sol. »Curioso hecho es, pero cierto, que la desigualdad de luz entre el fondo general del sol y las penombras disminuye al paso de aumenlarse la fuerza del ocular, sucediendo lo mismo en las fajas de Júpiter y de Saturno. Cuando andan cerca de desaparecer las manchas, se distingue poquisimo la penombra; tiene límite muy indeciso, y apenas se puede ver ni con lentes de mucho aumento. La disminucion del contraste de luz al acercarse la desaparicion es otra prueba de ser la teoria de Wil- son la más probable, y de que la penombra depende de la dis- minucion de luz proveniente de la diversa inclinacion de la superficie de que procede con el ojo del observador. »Se ha objelado á la teoria de Wilson que semejante dis- minucion no podia ser efecto de la sóla causa mencionada; pero si bien no satisface enleramente la asignada por él, creo que con arreglo á las observaciones recientes mias y de otros, no puede quedar duda acerca del punto fundamental, aten- diendo á las consideraciones siguientes: 1.” »Hemos visto varias veces que las penombras están divi- didas en filamentos finísimos, que cada uno es realmente por sí propio tan luminoso casi como la folósfera general, pero que mirados con lentes de mediano aumento se presentan como lí- neas confusamente entremezcladas y con intérvalos oscuros, que como los grabados al buril dan la ilusion de una media tinla. 2.* »Las observaciones de las manchas con instrumentos de grande alcance demuestran indudablemente que en la parte negra de los núcleos suelen presentarse velos semi-luminosos de la misma forma que las nubes de la atmósfera terrestre lla- 471 madas cirri, y que por lo comun anuncian alguna invasion de la sustancia fotosférica en el núcleo mismo. Varias veces he visto esla apariencia con toda claridad, especialmente en una man- cha que observé el 6 de mayo de 1857, y tambien en la her- mosisima, visible con la simple vista, el dia del eclipse de sol del 15 de marzo de este año, la cual presentaba una especie de promontorio semi-luminoso y de color rojizo. Era curioso ver cómo se reunian hácia cierto punto los filamentos, agrupándose y formando un hervor ó torbellino agitadísimo. Para observar estos detalles es indispensable que esté tranquilo el aire, y que no baje la lente de aumento de 300 veces. Por lo regular he usado con mi anteojo grande ecuatorial, bien la lente entera de 9 pulgadas de diámetro, bien lo menos la de 63. Los cirrt ó velos semi-trasparentes suelen alterar el aspecto filamentoso de las manchas, y proyectándose probablemente en la region más baja de la atmósfera solar, ocultan parte de la estructura de la misma, como lo haria de objetos terrestres una nube atmos- férica mirada por encima. »La atmósfera solar debe ser densisima tambien en sus re- giones bajas, y una profundidad de una tercera parte del radio terrestre puede absorber gran parte de los rayos. Tengo de- mostrado el efecto absorbente de la atmósfera solar en el calor. Habiendo hecho luego uso de la division de la luz en dos par- les iguales, valiéndome de un prisma birefringente con el cual se mire en un papel blanco la proyeccion del disco solar, he sa- cado los resultados siguientes: 1.” Las fáculas cerca del borde no estan más luminosas que el centro del disco, pero lo parecen por causa de la menor clari- dad del disco junto á su contorno, como que sus cimas están si- tuadas encima de la parte más baja de la atmósfera absorbente. Algunos dias antes del eclipse he visto una enorme fácula en la posicion referida, que cerca del borde ocupaba en longitud un arco de lo menos 60 grados, y que tenia cosa de 30 segundos de ancho. 2.” Mirada con una lente de reducido aumento la penombra de una mancha situada cerca del centro del disco, no está más negra que las partes inmediatas al borde mismo del sol, y viene á tener la mitad de brillo que las partes luminosas centrales. 472 »Segun esto, parece claro, concluye el P. Secchi, que la influencia de las capas inferiores de la atmósfera trasparente del sol debe ocasionar una enorme fuerza absorbente y una gran disminucion de luz dentro de la cavidad de la fotósfera.» Terminaremos esla noticia diciendo algunos detalles con- cernientes al grupo de manchas del 15 de marzo de este año, sacados de una carta de Schwabe inserta en el número 1150 de las Astr. Nachr., porque cuanto escribe este habil y perseve- rante observador de las manchas solares merece particular aprecio. Dice Schwabe no advirtió el 15 de marzo á las 74 de la ma- ñana, con un anleojo de 6 piés de longitud focal y un aumento de 64 veces, diferencia alguna de color en las manchas que com- ponian dicho grupo; pero el 16 vió con distintos anteojos un co- lor marcadamente rojo en la mancha señalada « en la figura que acompaña á su carta, cuya marcha consta de tres núcleos pequeños: las demás manchas del mismo grupo, mucho más ex- tensas, tenian color negro y gris. Tambien vió el P. Secchi, como queda dicho, el color rojizo de una de las manchas del citado grupo. «Es bastante singular esta apariencia, dice Schwabe, pero la vi varias veces, y el color rojo se parece al de las fajas de Júpiter que Gruithuisen fué el primero á notar. Las manchas como la « son raras; no lienen penombras ni nú- cleos bien distintos y limitados; no pasa nunca su diámetro de 30 segundos, pero son más permanentes que las demás. La mancha de que se trata se mantuvo del 12 al20 de marzo sin pre- sentar cambios perceptibles; el 21 la ocultaron nubes lumino- sas al acercarse á salir del grupo. Por tanto, he preferido man- chas así para mis antiguas determinaciones de la rotacion del sol.» (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GARCÍA NAVARRO.) A —— CIENCIAS FISICAS, —>2009 00D — FISICA. Sobre las propiedades electro-dinámicas de los metales. —Efectos de la imantacion en la conductibilidad eléctrica del hierro y del niquelo.—Sobre la diferente conductibilidad que en punto á electricidad presentan los diversos alambres de cobre del comercio; por Mr. ThowsoN. (L?Institut, 24 julio 4858; Phil. mag., junio 4858,) El autor de las tres notas que analizamos en comun, tenia publicadas experiencias que probaban que sujeto el hierro á la fuerza magnética, aumenta su resistencia a la conductibilidad de la electricidad en sentido de las líneas de imantacion, y dis- minuye en el trasversal. Mediante otras experiencias se ha cer- ciorado de que tambien influye el magnetismo en la conducti- bilidad eléctrica del niquelo, pero en mayor grado y con singu- lar diferencia respecto del hierro en la magnitud relativa de los efectos en sentido trasversal y a lo largo. Segun dichas ex- periencias, la resistencia del niquelo cuando está sujeto al in- flujo de la fuerza magnética trasversal, seria menor de :$5, Y cuando lo eslá al de la longitudinal, mayor de 4 que cuando está libre de cualquier influjo magnético, y los efectos de las fuerzas magnéticas trasversal y longitudinal en el hierro, dis- minuyen y aumentan respectivamente la misma resislen- cia 245 V st. Midiendo Mr. Thomson la resistencia de los alambres de cobre fabricados con objeto de poner telégrafos submarinos, le admiró observar diferencias bastante considerables entre diver- 474 sas muestras, y tanto que pudieran afectar materialmente su mérito en las operaciones eléctricas á que están destinados di- chos alambres. Investigando cuál pudiera ser la causa de tales diferencias, vió que era casi constante la calidad del alambre suministrado por una misma fábrica, pero que unas lo dan mu- cho mejor que otras, cosa importísima para los telégrafos eléc- tricos, en que no se deben usar sino alambres que sean los mejo- res conductores. En cuanto á la causa de las diferentes calidades eléctricas, no consiste en el grado de dureza ó de recocido del alambre, en el estado más ó ménos quebradizo ó de tension del metal, ni en la forma espiral dada al alambre en la confeccion del cable, ni tampoco en los defectos que este pudiera lener. Parece consislir principalmente en la composicion quimica del alambre. Asi es que en las experiencias que hizo con varios alambres, el metal de los que se presentaban como mejores con- duclores era puro, al paso que el del que ofreció mayor resis- tencia dió despues de analizado la composicion siguiente en 100 partes: cobre, 99,75; plomo, 0,21; hierro, 0,03; estaño y an- timonio, 0,01. Parece, pues, que la menor alleracion de la com- posicion quimica modifica singularmente la facultad conductriz, y tanto que en la tabla de la resistencia específica de los diver- sos alambres de cobre sujetos por Mr. Thomson á pruebas, dicha resistencia, que en un alambre de cobre del núm. 22 inglés, que presentaba facilisima conductibilidad, era de 7,600, pasó de14,750 en un cable núm. 14 sin recubrir, y llegó hasta 22,300 en una hoja de cobre del comercio. QUIMICA. Accion del calor en el oro y en sus aleaciones con el cobre; por Mx. J. Navier, ensayador de la casa de moneda de Méjico. (L'Institut, 4 agosto 1858.) Se cree generalmente que el oro, expuesto sólo al calor sufi- ciente para fundirlo por completo, no pierde nada de peso, y que para volatilizarlo es preciso emplear el calor de una lente AT de mucha fuerza ó el del soplete de gas oxigeno. Las experiencias de Kunkel y de Gasto Cavens parecen demostrar que asi suce- de, cuando dicen que despues de haber tenido expuesto el oro al mayor calor de un horno de vidrio, aquel dos meses y este treinta semanas, no hubo disminucion apreciable de peso. Mr. J. A. Phillips dice en su obra de metalurgia, que «el oro se funde a una temperatura valuada por Daniell en 2016" F'., y que ca- lentado más, desprende vapores metálicos;» pero no cita la au- toridad en que se apoye este hecho. Mr. Napier ha hecho expe- riencias que confirman el último aserto. El oro que empleó lo obtuvo tomando 1 parte de oro, mezclándola con 3 en peso de plata, pasandolo todo por la copela, y verificando luego el apar- tado con ácido azóico. El oro de este modo preparado se fundió como se va á decir, y dió los resultados siguientes: A _ _ Q«- REE _ÁROÁÁOEO%mmmmmEEA Peso del oro | Número E NUMEROS. os A ei Pérdida de peso. OBSERVACIONES. | Es 1 20 3 0,03 [Se pesó el núm. 1 cada hora, y per- 5 Y 7 2 50 4 0,12 dió exactamente 3 100 6 0.11 0,01 de grano por hora. 4 200 8 0,12 Estas experiencias no presentan uniformidad, pero prueban que el oro. aunque esté puro, se puede volalilizar por el calor de un horno comun. La experiencia 4.2 da un resultado interesantísimo, y que demuestra con evidencia que el oro es volatil. Se fundió el me- tal en una vasija pequeña de barro cubierta con una copela de hueso, y se le mantuvo derretido todo el tiempo. Quitado todo el fuego se vió que la copela estaba teñida de color de púrpu- ra, no sólo en la superficie sino hasta algo dentro. Se examinó con una lente la superficie de la copela, sin descubrirse grana- lla de oro; pero se raspó la misma superficie, se ensayó, y se obtuyo un botoncito de oro de 0,06 de grano de peso. 476 Se repitieron las experiencias, y dieron siempre el mismo resultado casi. La afinidad entre el oro y el cobre es grandísima : fundidos juntos estos dos metales y mantenidos en tal estado por algun tiempo, se vaporiza una corta cantidad de la aleacion, y cuando al acuñar moneda se trabaja en masas, ocurre bastante pérdida proveniente de esta causa. Las experiencias del autor no dejan duda alguna de semejante volatilidad de la aleacion, y tambien dicen que cuanto más intenso es el calor, más perceptible es la pérdida. Importa por tanto que el calor á que se fundan las alea- ciones para monedas se regularice con cuidado á fin de evitar las pérdidas inútiles. Igualmente trató el autor de determinar la cantidad de oro que se pierde realmente por la fusion cuando varia la propor- cion del cobre y se hace variar tambien la duracion de la expe- riencia: halló que cuanto más cobre habia y más intenso era el calor, se perdia más oro, y que el oro aleado era más volatil que el puro. Una aleacion de oro y plata aumentó por lo contrario de ley cuando se la mantuvo fundida, por causa de la poca afinidad entre estos dos metales. Sustancia colorante del vino; por Mr. GLENARD. (L”Institut, 25 agosto 1858.) Pretende el autor haber separado la sustancia colorante del vino, llamándola enolina, y manifiesta su composicion y pro- piedades. Humedeciéndola se pone de color rojo pardo; secán- dola en masa parece negra casi; pero pulverizandola toma color hermoso rojo violado: si se la seca á 100 6 120” tiene color rojo pardo. Apenas es soluble en el agua; algo más en caliente que en frio. Es bastante soluble en el alcool. Tiene por fórmula C2o Ho O, Se combina con las bases, particularmente con el óxido de plomo, perdiendo un equivalente de agua. La prepara el autor de la manera siguiente. Se echa en vino una disolu- cion de subacetato de plomo, que produce en aquel un precipi- lado azul. Se lava este precipitado en agua destilada, se le seca 477 a 110”, sele reduce á polvo fino, que se trata en un aparato de desalojamiento con eter anhidro cargado de gas ácido clorhi- drico seco, cuidando de no poner más eler ácido sino el preciso para saturar el óxido de plomo. Al ponerse en contacto la diso- lucion etérea con el ácido clorhídrico se trasforma el precipi- tado azul poniéndose rojo subido. Pronto corre el eter por la parte inferior del aparato, despues de atravesar por la columna de precipitado plomizo, y dejar en ella el ácido clorhídrico que contenia. El eter que corre primero tiene color amarillo algo pardusco, señal de enérgica reaccion ácida; se le lava con eter puro, hasta que no se presente tal reaccion; lavado esencial, y que debe llevarse á cabo so pena de fallar luego la obtencion de la sustancia colorante. En seguida de lavar bien el precipitado se le seca al aire libre para desembarazarle del eter que retie- ne, y despues se le pone en un matraz con alcool rectificado a 36”. Al momento se pone el alcool de color rojo subido, al paso que se descolora el precipitado. Se pone en un filtro, se lava con alcool interin pasa coloreado, se destila luego al baño- maría hasta que sólo quede corta cantidad de líquido. Se deja enfriar, y se mezcla el residuo con 4 a 5 veces su volúmen de agua destilada. Si se han hecho bien los lavados con eter hasta quitar completamente los ácidos, se separa la sustancia colo- ranle casi del todo en forma de copos rojos, porque apenas es soluble en el agua, como va dicho, pero quedan ácidos en el residuo; parte de sustancia colorante subsiste disuelta, y da al liquido color rojo más ó ménos oscuro. Se recoje esta sustancia en un filtro, y se lava con agua destilada; es el principio colo- rante del vino, la enolina. 478 QUIMICA APLICADA. De la existencia del arsénico en varios latones (cobre amarillo) del comercio; por Mr. A. Lor. (Comptes rendus, 49 julio 4838.) La existencia del arsénico en varios latones es un hecho que no he visto consignado en ninguna parte, dice el autor, por lo cual me ha parecido conveniente publicarlo. El conocimiento de este resultado importa mucho para re- solver ciertas cuestiones de toxicologia referentes á exhumacio- nes judiciales. En algunos paises acostumbran meter en los ataudes medallas sueltas Ó juntas con rosarios. Estos objetos, por lo comun de laton, pueden verse atacados al cabo de más ó menos tiempo por consecuencia de las reacciones ocasionadas por la putrefaccion, y en tal caso se mezclarán con los residuos cadavéricos, sobre los cuales suelen versar las experiencias de los químicos. He comprobado la existencia del arsénico en diez clases de laton. Las notables porciones de arsénico contenidas en redu- cidos pesos de cobre amarillo, darán a entender la razon que ereo tener al llamar inmediatamente la atencion hácia esle hecho. PA / Pesos cm- r Naturaleza de los objetos. pleados. | Longitud del anillo arsenical. Una medalla. .........[|15”-,15|3 centimetros, E s0 ACI ll TS as EA 654 DAT A o ,10/4,5 Alambre A 0014 Ocho alfileres (pequeños). Laton de torneros. ..... Idem de adornos. ...... VU dl ds a Oro II ,45 | Anillo muy perceptible. ,50/3 centímetros. ¿0013 ,00 Ningun vestigio. ,00 | Idem idem. ADRLES ORO O) e HH ia 479 METEOROLOGIA. nn Sobre la marcha de las ondas atmosféricas en Europa; por el P. Seccnt. (Comptes rendus, 27 setiembre 1858.) Llamo tales, dice el autor, á las grandes variaciones de pre- sion barométrica de 20 milimetros lo ménos, que van acompa- ñadas siempre de lluvia copiosa. Sabido es que estas ondas tienen marcha progresiva, pero complicadísima, y de leyes tan poco conocidas, que cualquier tentativa para determinarla será bien acogida por los meteorologistas. Al efecto me he aprovechado de las multiplicadas observaciones que se publican en los bole- tines litografiados del Observatorio imperial de París, y habien- do trazado las curvas que representan la marcha del barómetro en las estaciones principales de Europa el primer semestre de este año, he sacado la conclusion siguiente: Los grandes sacudi- mientos atmosféricos se extienden por toda Europa, de suerte que la atraviesan en el espacio de cosa de un dia en direccion del N. 0. al S. E.; las ondas van menguando cuando marchan há- cia el S., pareciendo que se rompen, y son mucho menores en verano que en invierno. El efecto de esta marcha progresiva con- siste en verse frecuentemente oposicion completa entre los pun- tos más meridionales y más septen trionales, v. g., San Peters- burgo, Roma y Atenas. Como ejemplos de esta ley, citaré sólo los grandes sacudi- mientos que sucedieron en Brest, Paris y Bruselas el 20 de ene- ro, 3 de febrero, 3 de marzo, 1.” de abril, 1. y 25 de mayo, y que en Roma se manifestaron por lo comun un dia despues. Mas como sólo se hacen una vez al dia las observaciones de los boletines, están demasiado separadas para determinar varias circunstancias relativas á la ley de velocidad de trasmision. Para obtenerlas con precision se necesitarian observaciones continuas y en gran número de estaciones, y sólo con instrumentos gráfi- cos caben semejantes observaciones. Estos instrumentos están poco adoptados en el dia; no obstante, gracias á la benevolen- 480 cia de Mr. Johnson, director del Observatorio de Radcliffe en Oxford, he podido comparar las curvas obtenidas en Roma con el barómetro de balanza, con las registradas en Oxford por foto- grafía. Por estar muy distantes las dos estaciones, sólo les son comunes las ondas más considerables, y facilmente se advierte su identidad por su forma general, y conforme á la confeccion de los boletines de Paris. Resultan las diferencias siguientes de tiempos, con una hora escasa de precision: Minimo de los barometrógrafos observados (Tiempo astronómico). Oxford. 19 Ao a 6 hor. Liria y o E Oxford. 3 de febrero... nn Romay 2 anid.al aa En Diferencia, +1 dia, 8 horas (1) Diferencia, — 1 dia, 16 horas. 9 : e p Oxford. é e PAR cl Sp E * ¡Diterencia, +1 dia, 1 hora. Oxford. 14 de marzo... 4....1p; : ] Romeo 20: Ara ¡Diferencia,-+- 1 día, 2 horas. Oxford. 2 de abril.... 18... rs —1 dia, 13 horas, Romasir bit Rd O viento S. muy recio. 10) . . ORO: 35 BP MAiOo 8 Hno ÍS ) Diferencia, +1 dia, 8 horas. De esta tabla resulta que el tiempo de la marcha entre Ro- ma y Oxford es de un dia á dia y medio, y que es variable esta velocidad, y por lo general mayor cuando marcha la onda de Oxford á Roma que al contrario, lo cual concordaria con las le- yes del movimiento circular de las tempestades que admiten los marinos; porque en un sentido se suma la velocidad de trasla- cion con la rotacion, y en el otro sucede lo contrario. Ni por pienso doy estos resultados como definitivos; reco- nozco que para fijar estas leyes se requieren muchísimas obser- vaciones seguidas; mi intento se reduce únicamente á palenlizar (1) Se deben corregir estos tiempos de la diferencia de longitud en- tre los dos observatorios, que viene á ser de 50 minutos; pero es canti- dad constante sobrado reducida para el estado actual de la cuestion. 481 él partido que cabe sacar de los instrumentos registradores de la presion atmosférica, al estudiar las ondas atmosféricas en los continentes. Como está todo por hacer en este punto, los instru: mentos, aunquesean poco exactos, pueden dar resultados intere- santes. El barógrafo folografico es más exacto, pero exige por desgracia mucho gaslo y uso; el barógrafo de balanza bien cons- truido, es tan exacto y de menos coste, y sólo requiere el cuidado de mudar un pliego de papel y de dar cuerda á un reloj todas las semanas. Con este instrumento se pueden obtener registradas la variacion diurna y las fluctuaciones tan extraordinarias que suele presentar la atmósfera dias enteros, y que con el sistema comun de observaciones barométricas no se advierten. Puedo asegurar que nunca sucede tempestad alguna en los límites del horizonte de Roma, sin que deje rastros perceptibles en la curva del instrumento. Al tiempo de tempestades violentas se ven sal- tos repentinos de presion, cuya causa se ignora todavía. La com- paracion de las variaciones de mi instrumento con el registrador fotográfico de Mr. Johnson, ha desvanecido toda duda en este pun- to, tanto respecto de Roma como de Oxford. Espero por lo mismo que se emplearán más en lo sucesivo estos instrumentos, pro- porcionando la ventaja de que el instrumento haga la reduccion; porque se pueden acortar las curvas cuanto acomode, y perci- birse desde luego la marcha de las ondas varios dias seguidos en dos paises distintos. Mi barógrafo tiene dos pliegos; en uno se registra la curva diurna, y en otro la de diez dias, que es la mis- ma que aquella, pero acortada, en la cual se ve la marcha de las ondas. TOMO VIII. 31 482 REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. —— Mes de setiembre de 1858. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milímetros. A AN 27,903 |708,723 máxima (dia 21). AE 28,168 [715,454 mínima (dias 5 y 28).........-. 927,193 |705,929 Oscilacion mensual..........«.«...... 0,375 9,526 máxima diurna (dia 23)...... 0,234 5,945 minima diurna (dia 11)..... 0,036 0,915 A TERMÓMETRO. Fabr. Reaum. Cent. Temperatura media [OZ 10.00.2094 72 7/189,09/22*,61 máxima (dia 14)........ 82,8 22,58 28,23 mínima (dia 25)........ 61,1| 12,93/16,17 Oscilacion mensual... seo roles sd een 21,71 9,65| 12,06 máxima diurna (dia 15)....| 32,0| 14,29] 17,75 minima diurna (dia 20)..... 10,9| 4,84| 6,05 A O PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. | Milimetros. Lluvia caida en el mes.............. 0,295 7,494 (Por la Seccion de Ciencias físicas, FRANCISCO GARCÍA NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES, —>H00EEE59— GEOLOGIA. Metamorfismo de las rocas sedimentarias.—Accion de las sales solubles del agua de mar en las calizas, las arcillas, las areniscas y otras rocas siliceas; por Me. Cm. SalNTE- Cualre DeviLLE. (P'Tostitut, 28 julio 4858.) Expone el autor los resultados de las experiencias por el verificadas, y dirigidas á determinar, si fuere posible, la accion de los diversos agentes fisicos y químicos que, provenientes de lo interior del globo, pudieran haber obrado en las rocas ya for- madas ocasionando su trasformacion ó metamorfismo, conforme á la manera de ver que parece lengan adoptada casi lodos los geólogos. Examina la accion de los cloruros y de los sulfatos al- calinos y lerrosos. Pareciéndole que el agua del mar se pudiera equiparar con otra pura que, infiltrándose por cualesquier ter- renos, se hubiera apropiado las sales solubles de ellos, creyó deber estudiar especialmente la accion de las mismas sales en las tres grandes clases de rocas sedimentarias, las calizas, las arcillas, las areniscas y otras rocas silíceas; y á fin de acercarse cuanto cupiera á las condiciones naturales, tomó pedazos de dichas rocas y los puso en contacto con porciones relalivamente cortas delas suslancias activas. Observó lo siguiente. 1.* Calizas. Averiguó el autor si la trasformacion de la caliza en dolomia, realizada por otros a 200” de lemperatura y 15 at- mósferas de presion, seria posible á la presion ordinaria y á lem- peratura poco alta. Tomó un pedazo de creta, y sin desfigurarlo 484 lo impregnó de una disolucion de cloruro de magnesio, y en se- guida lo sometió en un crisol de platino al calor prolongado de un baño de arena. Á poco más de 100% se manifestó una reac- cion, produciéndose cierta cantidad de cloruro de calcio, pero se pararon las dos descomposiciones á cierto punto. Con una sola operacion de esta clase, no se pudo reemplazar nunca mas que 6 ó 7 por 100 de cal con su equivalente de magnesia. Pero lavando el pedazo y quitando por tanto la mayor parte de la sal de calcio formada, impregnado otra vez y aplicado luego calor, se verifi- ca otra descomposicion. Lo mismo se pueden verificar olras, y cada vez se obtiene sustituir magnesia á la cal. Sometido asi un pedazo de crela á ocho operaciones sucesivas, comprobó el au- lor que la proporcion de la magnesia con la cal era como 1 : 2; en las dolomias ordinarias es como 1: 1,5. Pero en esta reaccion se desprende parte del acido carbónico, y se forman además 0xi- cloruros; de suerte que la análisis del pedazo de creta de este modo alterado, dió ménos ácido carbónico que el necesario para un carbonato néutro, y además cierta cantidad de cloro. Para traer la magnesia y la cal al estado de carbonato néutro, y si fuera posible al de carbonato doble de cal y magnesia, en- sayó el aulor la accion del ácido carbónico en frio. Metido en agua un pedazo de creta trasformado como queda dicho, lo sometió á una corriente fria del mencionado gas, pero no obtuvo el resultado apetecido; esta: accion ocasionó se for- mase un carbonato de magnesia hidratado que cristaliza en pris- mas exagonales, muy parecidos á los del aragonito. Pero ex- poniendo simplemente el pedazo de creta en agua pura á la accion del aire atmosférico, vió precipitarse en las paredes del vaso pequeños romboedros de cal carbonatada faltos absolu- tamente de magnesia; esta base se concentra en el pedazo sólido, que pierde todo el cloro que contenia y propende á convertirse en un carbonato néutro, rico á un tiempo en cal y en magnesia; de forma que esta experiencia sencillisima, prolongada suficien- temente, dará tal vez el resultado definitivo. Advierte el autor que en cualesquier casos es hecho curioso é inesperado el de que, al ménos á la presion ordinaria, el agua sóla, ayudada por el áci- do carbónico de la atmósfera, obre en sentido de la dolomizacion, al paso que el agua saturada de ácido carbónico, ocasionando 485 la formacion de un bicarbonalo de magnesia más soluble, pro- penda por lo contrario á aislar las dos bases. 2. Arcillas. En las experiencias hechas por el autor sobre la trasformacion de las rocas arcillosas y siliceas, partió de la de Gay-Lussac y Thenard, en que haciendo pasar por silice calen- lada al rojo y mezclada con sal marina una corriente de vapor de agua, obtuvieron un silicato de sosa y ácido clorhidrico. Tomando arcilla pura, v. gr. kaolin lavado, sin pulveri- zarlo, conservandolo por lo contrario cuanto quepa en pedazos, se le humedece con una disolucion de cloruro de sodio, y luego de secarlo lentamente se le calienta á buen rojo en un crisol de platino, y bien pronto se ven vapores de acido clorhídrico. Una vez parado este desprendimiento, no dará señales de cloro la sustancia lavada; impregnándola otra vez de sal marina y calentada lo mismo, á la tercera ó. cuarta operacion adquirirá cierta dureza (que no adquiere el kaolin sólo sometido á la mis- ma temperatura), y continuando así, se pone granujienta ó la- minar toda la masa, aun cuando no se la haya calentado sino á mucho ménos de su punto de fusion; su densidad indica tam- bien estado cristalino: raya mucho al vidrio, y se convierte en fusible. La reaccion ofrece algo curioso, porque se desprende lenti- simamente el ácido clorhídrico, sin dejar de suceder hasta pro- longada candencia, lo cual proviene de que la arcilla conserva todavia humedad á temperatura alla; en cierto momento se mezcla el cloro con el ácido clorhídrico: sin duda interviene la atmósfera entonces con su oxígeno, que cara á cara con un acido enérgico, la sílice enrojecida desaloja el cloro de la sal marina. Repitiendo exactamente la misma operacion, sustituyendo el cloruro de calcio al de sodio, igual fenómeno sucede, aunque con mayor facilidad, á temperatura mucho ménos alla, y nunca acompaña cloro al desprendimiento de ácido clorhídrico. Tra- tado asi un kaolin perfectamente blanco y terroso de Cornwall, hasta que no desprendiéndose ácido clorhídrico dejase de ab- sorber cal la sustancia, dió una blanca, compacta, sin aspecto cristalino, durísima, que rayaba facilmente al vidrio, y soluble en el ácido nítrico. Se compone de 486 Oxigeno. AI O 24,13 4,93 A A A 1-28 15,04 3,00 Ca DA ¿1 Magnesia........ indicios. ' 5,10 1,01 Potasa y S0Sd....... 9,14 0:86) En esta análisis se ha supuesto que estaban oxidados todos los elementos, aunque realmente contenia la sustancia lodavía 5 por 100 de cloro, que habria desaparecido sin duda si se hubiera calentado hasta el punto de fusion. Nótese que la proporcion entre el oxigeno de los prolóxidos y de la alúmina es 1 : 3; esto es, que ambos elementos pre- sentan la proporción alómica que tienen en los feldespatos. El mismo kaolin se trató de igual modo con una mezcla de los dos cloruros de calcio y sodio, parándose en cuanto dejó de absorber la sosa la sustancia; se puso granujienta, tenia 2,52 de densidad, rayaba mucho al vidrio, y conlenia 6 por 100 de cal y más de 12 de sosa. La proporcion del oxigeno de los pro- tóxidos con el dela alúmina es algo menor que la de 1: 3; pero se debe notar que si parecia que la sustancia rehusaba absorber la sosa, siguió absorbiendo en otros ensayos la cal. Impregnado el kaolin de una disolucion de cloruro de mag- nesio, al momento formó una pasta sólida, y con tanta facilidad se trasformó, que bastó calentarlo á menos del rojo para que al instante se desprendiese ácido clorhídrico, y desde el pri- mer recocido rayó al vidrio la sustancia. Esta experiencia pa- rece confirmar la opinion de Vicat sobre la influencia de las sales magnesianas en el fraguado de los morteros en el mar, cuya opinion se ve apoyada tambien por las observaciones re- cientes de Kuhlmamn. En fin, el protocloruro de hierro obra con igual presleza; pero la facilidad con que se peroxida con el calor exigirá, para que salga concluyente la experiencia, repetirla libre del con- tacto del aire. Singular excepcion es que una disolucion de cloruro de po- tasio en las mismas circunstancias de temperatura no dió abso- lutamente resultado alguno, aunque se repitió muchas veces la 487 operacion. Esta cireunslancia guarda conexion probablemente con el hecho evidenciado por los trabajos de Delesse, de que los feldespatos á los cuales cabe suponerles origen metamór- fico, no son nunca feldespatos de base de potasa. El bisulfato de potasa obra por lo contrario enérgicamente en las arcillas, y las trasforma mucho antes del punto de fusion. Estas experiencias, por incompletas que sean, indican la po- sibilidad de obtener, mediante la reaccion de los cloruros al ca- linos y terrosos con las arcillas, minerales parecidos a los feldes- palos, y de explicar por tanto las rocas singulares, lan fre- cuentes en las formaciones antiguas, que á un tiempo contienen muchos minerales feldespáticos (albita, oligoclasa, labrador) y pruebas evidentes de origen sedimentario, v. gr., restos de seres organizados. Conexiónanse tambien acaso con las singulares ac- ciones señaladas por Daubrée en sus interesantes trabajos sobre la produccion de las eolilas en los ladrillos romanos, sujetos siglos enteros á embeber las aguas minerales de Plombiéres. Mejor estudiada la reaccion de los cloruros de magnesio y de hierro con la arcilla, pudiera explicar lodo el grupo de ro- cas de minerales talecosos y cloríticos, que empieza en el es- quisto pizarroso y acaba en la protogina. 3.” Rocas siliceas. Escasas son las experiencias del autor sobre estas rocas, pero concluyentes, como la que sigue. Tomó una arenisca compuesta toda ella de granos cuarzo- sos (arenisca de Orsay, que da el mejor material para el empe- drado de Paris), y que sólo contenia indicios de caliza. La im- pregno allernadamente sin romperla de una disolucion mixta de cloruro de calcio y de magnesio, y la sometió á la accion de un fuerte calor rojo. Despues de muchas operaciones sucesivas se puso la sustancia esponjosa, absorbia sin dificultad bastante líquido, y cada uno de los granos de que constaba, penetrado y trasformado hasta el centro, se desmenuzaba facilmente ma- chacándolo con ágata. Pulverizada y calentada al blanco, se fundió y dió una masa de color blanco lechoso, compuesta toda ella de fibras cristalinas entrelazadas y aun con algunas face- tas. Tenia 3,0 de densidad, era inalacable por los ácidos, no presentaba señales perceptibles de cloro, y contenía 488 Oxigeno. SHÍCO.- calor sa E ES 11,07 Cae dede O, 2,81 f 5,31 Magnebia. ......... 67 80) 3 380 Tiene, pues, exactamente la misma densidad y composicion que la piroxena ó el anfibol. Otra experiencia hecha más en grande daria cristales determinables, y proporcionaria decidir cuál de estas dos especies minerales era la originada. ZOVLOGIA. Estudios anatómicos y fisiológicos sobre un diptero taquinario, pa- rásito de la oruga del Sphinx Euphorbiz, y sobre sus meta morfosis; por Mr. BarTHELEMY. (Ann. des Science. natur.; 4.* serie, tomo VIII, núm. 4.) A corta distancia de Lezignan (Aude), cerca del castillo de Caumont, hay una ligera corriente de agua, torrente en invier- no, cuyas arenosas márgenes se hallan pobladas de una cantidad grandísima de Titimalo. La Esfinge, habitante natural de dicha planta, existe en abundancia en el mismo parage. La oruga de la citada mariposa ha sido la elegida en este sitio para alimento de la prole de un díplero laquinario de la division de los Senoncetopias, y que á mi parecer pertenece próximamente al Senoncetopia atropivora, especie vivipara como son todos los Taquinarios. Muchas veces en los últimos dias de agosto, he seguido con un interés facil de comprender las inquietas evoluciones de la madre, buscando una victima propicia, porque no lodos los sitios son favorables para esos tiernos objetos de su solicilud: si la oruga es de mucho tiempo, podria formar su capullo antes del completo desarrollo del parásito, y entonces despertaria en su 489 tumba el insecto alado, pagando con su vida la imprevision ma- ternal. Por grande que sea la sagacidad de la madre, es sin embar- go un caso que sucede con bastante frecuencia. Muchas veces, despues de espiar en vano la salida de la mariposa, me ha suce- dido abrir el capullo, y hallar en el los restos de varias moscas parásitas, muertas al encontrar las barreras invencibles levan- tadas entre ellas y la libertad, muertas sobre los despojos del único que hubiera podido abrirles un paso. Cuando eslá elegida la víctima, el ataque es de los más sen- cillos: siendo casi nula la defensa, nada me ha dado á entender que la oruga'conozca el peligro que la amenaza. La mosca se pasea por ella yendo de la base á la cabeza, y pone rápidamente sus larvas a lo largo del lomo. La víctima sólo puede levantar el tórax agilándolo vivamente, lo cual me ha explicado la razon de ser numerosos los parasitos, con especialidad en la parle inferior del cuerpo, á la altura de las patas membranosas. Al principio crei que el depósito de las larvas á lo largo de la espina dorsal, dependia de la posicion natural de la oruga; pero me convencí de lo contrario al ver que si, por casualidad ó por astucia, se echa sobre la espalda de modo que sólo presenta el abdómen, la abandona al momento el agresor, y dirije á otra parle su ataque. ¿Conocerá el insecto que no debe herirse la cadena abdominal del sistema nervioso? ¿O hay acaso en la inmediacion del tubo circu- lar una condicion necesaria de desarrollo, patentizada por esa presciencia que se designa con el nombre de instinto? Sea por lo que quiera, las larvas se depositan siempre há- cia la espalda en número de 10 6 12, repitiendo la madre la misma operacion con otras orugas hasla que concluye del todo su puesta. Los pequeños seres abandonados á si mismos, prin- cipian a trabajar al momento; -perforan con destreza la piel de la victima, y toman todos parte en el banquete. En vano se agita la oruga, pues es impotente para librarse de unos hués- pedes que se alojan de un modo tan violento. Para evitar que se derrame la sangre, se hinchan los gusanos de modo que su mismo cuerpo sirve de tapon á la llaga. Por medio de una es- pecie de soldadura que se establece entre el parásito y la oru- ga, se halla ingerto el primero en poco tiempo, de modo que 490 su anillo último comunica con el exterior, y sirve de continua- cion á la piel del autósito, de cuyo color negruzco es. En dicho anillo hay dos placas y en su centro dos estigmas, de suerte que el animal, al paso que chupa los jugos digestivos en lo in- terior, respira el aire exterior. La oruga se encarga de los mo- vimientos respiratorios, pues en sus diversas variaciones con- trae y dilata la piel de su dorso, abriendo y cerrando gsi alter- nativamente los estigmas. La necesidad que tienen las larvas de tomar aire en lo exlerior, tal vez explique la preferencia que da la madre á la parte dorsal de la oruga. Si estuviesen en el abdómen, la mayor parte de las veces sólo podrian respirar imperfectamente los parásilos. Por lo demás, una vez establecido el ingerto, la víctima no sufre al parecer nada con la presencia de sus huéspedes. Su vigor no disminuye aparentemente, siendo necesario tener el ojo muy ejercitado para conocer por el color negruzco de su dorso que hay enemigos en su seno. El gusano parásito muda la piel tres veces en el interior de la oruga, como creo haberlo averiguado perfectamente. En la últi- ma muda se suelta, y quedando libre en lo interior, presa de esa hambre imperiosa comun á todos los insectos en el momento de sus melamorfosis, no larda en devorar el sér que lo ha nutrido hasta entonces. El animal ataca primero los órganos internos, y cuando no queda mas que la piel, la horada, y sale fuera para trasformarse en crisalida ó en ninfa. Al principio me admiraba de que el gu- sano viviese algunos dias sin respirar en lo interior de la oruga, pero luego he visto varios de ellos resistir muchas horas la ac- cion del alcool; Mr. N. Joly, nuestro sabio maestro, ha obser- vado un caso análogo en las larvas de los Estros; y finalmente, hace algun tiempo me enseñó el mismo sabio algunas larvas de moscas de la carne que resistian hacia muchos dias a la accion del sulfato de zinc. Todo el mundo conoce la observacion de Franklin relativa á la vitalidad de la misma mosca: el famoso fi- sico citado vió moscas melidas hacia mucho tiempo en botellas llenas de vino y tapadas, volver de nuevo a la vida despues de una corta exposicion al sol. Nuestro parásito apenas sc aparta de los restos de su último 491 festin. Cuando se queda inmovil, se endurece en la superticie de modo que constituye con su propia piel un verdadero casca- ron. Aqui termina la historia de su parasilismo, hasta tanto que se despierta, convertido en insecto alado, para agitarse á su vez en ese circulo fatal, eterno, impuesto por el instinto. Anatomia de la larva. La larva, considerada exteriormente, es blanca, y no ofrece partes muy marcadas; sólo una de las extremidades, contraida, y dotada de dos antenas biarticuladas, representa la parte cefálica, al paso que el extremo opuesto, que termina con una parte plana y algo hueca, liene las dos placas estigmálicas de que antes se ha hecho mencion. Ambos estigmas son las únicas comunicaciones que puedan dar paso al aire. Los anillos del cuerpo se hallan indicados vagamente, y son casi lisos en su borde. A lo largo del dorso se ve claramente el tubo circular, y por trasparencia el tubo digestivo que aparece con un color rojo anaranjado. El tubo circulatorio se exliende al parecer hasta la parte posterior del abdómen, y lermina en el penúltimo anillo; en la parte anterior va siendo cada vez más fino hasta la region cefálica, donde ya casi es imposible seguirlo. Este tubo digestivo principia por dos ganchos ligeramente encorvados, ganchos que se notan en un grandísimo número de dípteros; siguen luego unas piezas córneas, cuyo uso y analo- gía no conozco bien; despues un esófago, bastanle corto, que sale á un rodete, y al cual van á parar unas ramificaciones de la tráquea; en el esófago abocan los canales salivales y el con- ducto del estómago. Dicho tubo digestivo se dilata luego, y conserva ya el mismo calibre en casi toda su extension; compó- nese de dos membranas, estando la más interna empedrada por decirlo así con unos cuerpos aislados, especie de glándu- las que se distinguen por su trasparencia del resto de la mem- brana. Los vasos biliares son cuatro, caso general en todos los 492 dipteros, y desembocan en el ventrículo quilífico por medio de dos canales coledocos. La longitud total del tubo digestivo puede calcularse, á mi parecer, en diez ó doce veces lo largo del cuerpo. Unas ramifi- caciones de la tráquea sostienen en su sitio sus muchos replie- gues. Esta es una funcion de dichos órganos, en la que no se ha insistido tal vez bastante, la de servir de suspensores á las referidas visceras, y sustituir los ligamentos y membranas de union de los animales superiores. Me parece inutil decir que el canal digestivo adquiere su mayor desarrollo á la tercera muda, es decir, en el momento que el animal debe comerse la oruga. El sistema respiratorio se abre en el último anillo posterior por dos estigmas ribeteados de negro. No he observado mas aber- Luras esligmálicas, y cuya presencia hubiera sido complelamente inútil, puesto que el animal sólo comunica con el exterior por medio del último anillo. Hay que renunciar, en el caso de que tratamos, á la ingeniosa idea de Mr. Leon Dufour, que cree que los estigmas del último anillo, en la larva del Sarcófago, sirven para la introduccion del aire, y para expelerlo ¡os de la parte anterior del cuerpo que ha descrito. De los dos estigmas salen dos gruesos troncos tráquicos, que se ramifican en la parte an- terior en gran número de ramas. A lo largo del cuerpo envian dichos troncos, á la altura de los anillos otras ramas, ya al tubo digestivo, ya al tronco celular pingúedinoso. Esle último tejido ofrece bastante complicacion, que ha llamado al parecer viva- mente la atencion de Mr. Dufour en todas las larvas en general. Lo que he advertido yo especialmente alrededor de las ramifi- caciones de la tráquea, son unas células dispuestas en forma de rosario, más blancas que las demás, y á veces tambien más des- arrolladas. En mis notas de setiembre de 1856 van acompa- ñadas dichas células con un punto interrogante. La incertidum- bre ha desaparecido hoy, gracias á los trabajos de Mr. H. Fa- bre. Efectivamente, me he cerciorado que esas células contienen acido úrico, carecterizado por la disolucion en frio en el ácido azólico, y por la coloracion roja que se verifica, cuando despues de evaporada la disolución hasta la sequedad, se echa en ella una gola de amoniaco. Sólo que en este caso, como es nula la 493 respiracion cutánea, no existen las células uriferas bajo la piel, sino sólo alrededor de las tráqueas respiratorias. En cuanto al sistema nervioso, me parece muy semejante al del Sarcófago y de los Taquinarios, descrito por Mr. Leon Du- four, y que no debo recargar por tanto mi relato con una des- cripcion que vendrá á ser tan sólo una simple repeticion. Me re- mito pues sobre este punto al trabajo del sabio naturalista cita- do, inserto en el tomo 1X de las Memorias del Instituto, ó á sus Estudios anatómicos y fisiológicos sobre los Dipteros, que exis. len en el tomo XI de la misma coleccion. Metamorfosis.— Ninfa. Las ideas de los autores no se hallan al parecer todavía muy fijas acerca de la naturaleza de las metamorfosis. Los antiguos naturalistas, Aristóteles, Plinio, Gesner, etc., se contentaron con probar el hecho maravilloso de la trasfor- macion de un gusano que se arrastra en un insecto alado. Swammerdam (1), Malpighi, Reaumur (2), avanzaron más en el fondo de la cuestion; pero dominados por la leoria del des- arrollo, y retrocediendo ante la evidencia, negaban que en órganos ya formados pudiesen nacer otros. Y esto les hizo de- ducir la extraña conclusion, de que el insecto perfecto se con- tiene todo entero en la larva que lo proteje, como si fuera una váina viva. Reaumur, el novelero ingenioso y encantador, es en este punto de una oscuridad increible. A cada paso va á dar en la luz, y siempre se niega á verla. Permitasenos citarlo, y para ello abrimos la página 374, en que dice: «Esta Memoria que »concluimos nos ha enseñado que la naturaleza, para hacer que »una mariposa llegue á ser animal perfecto, emplea tantas par- »tes como exijen al parecer las construcciones de dos animales »diferentes, y que el insecto, al principio muy complicado, se (1) Collection anatomigue, tomo V, pág. 439. (2) Mémoires pour servir ú ('histoire des insectes. 494 »convierte en mariposa por medio de supresiones considerables, »hechas unas con lentitud y otras gradualmente.» Antes, en la página 363, se lee: «La oruga y la mariposa »forman sólo un sér; la oruga pica, muele, digiere los alimen- »los que distribuye á la mariposa que los chupa, á la manera »que las madres preparan los destinados al feto.» ¡Singular y misteriosa dualidad en la unidad! Dos seres que viven dentro uno de otro, y que no forman mas que un sólo y mismo individuo! ¿Nos tiene acostumbrados la naturaleza á semejante lujo? ¿La vemos nunca retrogradar de un organismo complicado á otro más sencillo? No, y aceptar tales ideas seria acusarla de inconsecuencia y prodigalidad extemporánea. «Poned, dice aún el célebre naturalista, Jas patas y alas al gusano de la mosca, y tendreis el insecto perfecto.» Sí, con tal que se divida su cuerpo de modo que se le dé cabeza, tórax y abdómen distinto; se varie su sistema cutáneo; se modifique su aparato respiratorio, sistema nervioso y tubo digestivo; en una palabra, refundiendo el animal entero. En otra parte, página 364, en vez de censurar la opinion de Harvey, que considera a la crisálida como un huevo, dice que la misma oruga puede tomarse por un huevo de una espe- cie particular. Esta última opinion no puede evidentemente armonizarse con las anteriores, sino admitiendo la idea del des- arrollo del germen, y rechazando la epigénesis. Hay un trabajo póstumo de Lyonnet sobre dichas metamor - fosis; Newport ha descrito los tres estados de la Sphinz ligus- tri; Pictet, en su Monografía de los Frigonos, describe dete- nidamente la larva y ninfa. Herold ha seguido las melamorfo- sis de la mariposa de la col; pero la pequeñez de la maleria, segun él mismo confiesa, y ciertas dificullades le han impedido tratar la cuestion con la profundidad que era de esperar de su talento. Sin embargo, combate las ideas de Swammerdam y Reaumur. Llego ahora al trabajo que más se aproxima á la ma- teria de que trato, al de Mr. Leon Dufour sobre la mosca de la carne. Para este célebre observador, es una organizacion entera” mente nueva que sucede á otra que desaparece. »Es una especie de generacion espontánea, cuyo producto 495 »en nada representa al individuo de que emana. Esta creacion »se improvisa como por encanto, elc.» (1). Por grande que sea mi respetuosa admiracion hácia el ci- tado sabio, cuyo escalpelo ha descubierto tantas maravillas desconocidas antes, no puedo estar conforme en un todo con sus ideas. Para mi, como para la mayor parte de los fisiólogos de la época actual, el insecto y la larva no son dos seres enteramente distintos entre sí. La metamorfosis no es ni puede ser una ge- neracion espontánea, sino el complemento del trabajo embriogé- nico. Efectivamente, el insecto perfecto contiene todas las par- tes de la larva, y las diversas morfosis se verifican por la crea- cion de nuevas partes, y no por supresiones sucesivas, como sienta Reaumur. No es un retroceso del compuesto al simple, y sí una progresion del simple al compuesto. En una palabra, las metamorfosis sólo son una segunda embriogenia, cuyas fases se explican todas por las mismas leyes que la primera: epigé- nesis, equilibrio de organismos, conjugación de organismos, etc. Hasta la época de esas trasformaciones, el insecto vive exclu- sivamente por si mismo, siendo la vida del individuo la única que está en actividad. En la crisálida principia la vida de la especie, vida imperiosa que llama á sí la mayor parte de las fuerzas orgánicas, y que ha de reinar de un modo casi exclu- sivo hasta la muerte en los insectos que no se alimentan. Lo mismo sucede en esto que con los vejetales, donde nota- mos esas dos existencias tan completamente separadas; así que Swammerdam compara oportunamente la crisalida con una flor en boton. Y á propósito diré, que en la clasificacion de los insectos no se han tomado en cuenta suficientemente, á mi parecer, las afi- nidades de las larvas entre sí. Apoyarse casi exclusivamente en el insecto perfecto, es cometer la misma falta que fundarse en (1) Estudios anatómicos y fisiológicos acerca de una mosca, con el fin de ilustrar la historia de las metamorfosis de la pretendida circula= cion de los insectos. (Mem. de ['Institut, 9.) Véase tambien Sobre las larvas fungivoras de los dipteros. (4nn. des Scienc. nat., 1839.) 496 bolánica exclusivamente en la flor, siendo esta la ocasion de preguntar con De Candolle: ¿cuál es mas importante, la vida del individuo ó la de la especie? Esta es una maleria de invesliga- ciones de que tal vez hable algun dia; pero volvamos á nuestro insecto. Apenas se ha endurecido la antigua piel de la larva, cuando se forma otra nueva debajo; de suerte que al cabo de poco tiempo, queda libre el animal en lo interior de tan singular vi- vienda. La nueva piel se separa de la antigua, primero por el centro, continuando todavía por algun tiempo soldados los ex- tremos, lo cual produce la segmentación. Esto constituye una cuarta muda, y la forma siguiente es análoga á la de la crisálida en los lepidópteros. Efectivamente, distinguese ya en ella de un modo vago la forma que ha de tener el insecto perfecto: los nuevos órganos, las patas y las alas se manifiestan en forma de váina, anunciando una vaga segmentacion las tres partes, cabeza, tórax y abdómen: es á la vez el gusano y el insecto. Esta ninfa con- firmada tiene de gusano los estigmas que lodavía se notan en la parte delantera en forma de dos puntos negros; el sistema respira- torio, que ha abandonado, como sucede en casi todos los cam- bios de piel; su membrana interna, que se distingue en forma de filamentos plateados en la extremidad del abdómen; el sís- tema nervioso, que en la mosca de la carne baja, segun parece, hasta la parte torácica, y que en el insecto de que tratamos no experimenta mutacion sensible de lugar; finalmente, delante de la cabeza hay dos órganos biarticulados, que Mr. Leon Dufour quiere sean unos órganos nuevos que presiden a una funcion desconocida, siendo sin embargo dificil á mi parecer desconocer en ellos, por su conexion y formas, los análogos de las antenas biarticuladas de la larva. De la mosca tiene el bosquejo de palas, las alas rudimentarias, y la forma general del cuerpo. En cuanto al tubo digestivo, sólo me ha parecido modificado en sus partes accesorias, no he notado que se halle libre el extremo del esófago, creyendo que se inserta por la base de la váina donde se forman las piezas de la boca. En lo interior se advierte una sustancia incolora primero, que luego ha de volverse en- carnada, y que al parecer es un depósito de sustancia nulri- tiva. ¿Será acaso esla sustancia, cuya presencia puede tambien 497 demostrarse en la crisalida de la mariposa, lo que considera Swammerdam como resto del antiguo estómago, y sobre cuya naturaleza liene ideas poco fijas al parecer Mr. Leon Dufour? Los vasos biliares no experimentan variacion alguna, y las man- dibulas quedan adheridas al cascaron, como lo quedan las man- dibulas de la oruga á la piel que cae en todas las mudas. Nunca he observado ese instante en que, segun Mr. Dufour, se aniquila la organizacion de la larva para dar lugar á que se forme un nuevo sér con sus restos. En cualquier época que haya disecado la ninfa, siempre he visto los diversos órganos de que acabo de hablar. Sólo que suspensas provisionalmente las funciones de algunos, y distraidas en otro punto las fuerzas vitales, sucede que ciertas partes se debilitan, como se observa en algunas par- tes anejas al tubo digestivo, el buche por ejemplo. Pero lo que debe llamar especialmente nuestra atencion, es la consistencia de los sistemas respiratorio y nervioso, que no experimentan pérdidas, sino que adquieren por el contrario nuevas partes. Los ganglios cefalicos de ambos lados se hinchan para for- mar los ojos, los cuales, en el primer estado de la ninfa, se ma- nifiestan en el exterior por dos simples eminencias blancas, como todas las partes del cuerpo. Pero bien pronto, bajo esa envoltura blanca, se ven desar- rollar, organizar nuevas partes. Las patas, en sus estuches, presentan ya una vaga segmentacion, que no ha de tardar en trasformarse en verdaderas articulaciones; en sus extremidades hay dos rodeles, cada uno con una uña. En las alas se dibujan unas nerviosidades compuestas de ramificaciones tráquicas libres. Encima y debajo de las alas hay dos botones. Los inferiores (0 posteriores) representan evidentemente los balancines; pero ¿qué significan los dos superiores (0 anteriores)? Indudablemente las dos piezas humerales que tienen los lepidopteros. Pero si se admite que sean los balancines unas alas aborladas, será preci- so admitir la misma analogía respecto de los dos botones supe- riores, y considerar como primitivamente general en los insec- tos el tipo senario. Pero esos dos órganos tardan poco en desa- parecer, como lo ha notado muy bien Mr. Leon Dufour. En el tórax se forman cinco lineas de pelos, que han de subsistir en el insecto perfecto; y la parte posterior de la cabeza tiene tambien TOMO VIII. 32 498 pelos dirigidos á los lados hácia la linea media. El abdómen, surcado por tres líneas trasversales, se cubre igualmente de pelos espaciados. Los ojos se tiñen de encarnado bajo la apa- riencia sin embargo de simples en su superficie. Finalmente, las antenas se forman en la parte anterior de la cabeza por tres articulaciones replegadas en una especie de hueco, y encima de dos piezas negruzcas situadas más arriba de las piezas de la boca. Estos mismos órganos últimos se forman dentro de una váina situada en la parte inferior de la cara. Distinguese en ella un labio inferior prolongado como trompa, y que termina por una especie de chupador. Sus dos bordes separados permi- ten ver dos piezas reunidas que forman estlilete, y que no he podido menos de comparar á los ganchos de la larva; dos cuer- pos ténues y prolongados á una y otra parte del labio inferior, y finalmente dos pelos largos y tiesos que parten de la base de la copa ó hueco que contiene las antenas. El labio superior es rudimentario. Al extremo del abdomen, en el último anillo, hay un líquido incoloro, linfa organizable, de donde nacen los órganos genitales exlernos. Finalmente, en las partes laterales se presentan los nuevos estigmas: dos en el primero y tercer anillo torácico, y dos en cada uno de los abdominales: respecto á los dos estigmas que tenia la ninfa en el último anillo, no ha pa- recido que se reunan en uno solo de color amarillento. Examinemos ahora las modificaciones que experimentan los órganos interiores. El tubo digestivo ofrece un ventrículo quilífico más marcado que en el primer estado, que siempre principia por un rodete, en el que se ingiere el esófago. Dicho ventrículo forma angos- tándose algo unos pliegues en el abdómen, y termina en una especie de válvula pilórica, insertandose encima de ella los va- sos biliares siempre en número de cuatro, y que se reunen en dos canales coledocos. El intestino, algo más estrecho que el ventrículo, se dilata en el recto para formar una vejiga análoga á la que se nota en los lepidópleros. En ella se forman cuatro botones piramidales, en cuyo interior penelran unas ramas trá- quicas. Unas piezas negruzcas que deben desempeñar el papel de válvula, pero cuyo juego no he podido ver, separan la ve- jiga del recto. Los cuatro botones creo, por el aire que les entra, 499 que han de presidir á la formacion del ácido úrico que arroja la mosca en la época de su nacimiento. Efectivamente, en esa parte del tubo digestivo es donde principalmente se halla dicho ácido, formado á expensas de la materia nutritiva rojiza conte- nida en el ventrículo. Las glándulas salivales son filiformes, y el buche vagamente bilobulado. El sistema respiratorio experimenta algunas modificaciones: en el extremo de ciertas tráqueas se nota el desarrollo de unas vesículas llenas de un liquido amorfo que, por formacion de cé- lulas en su interior, concluyen por constituir la especie de ve- jigas de que está lleno el cuerpo del insecto perfecto. A la al- tura de los anillos se forma una protuberancia que, continuando hasta el estigma, se convierte en un nuevo tronco tráquico que recibe el aire de lo exterior. El desarrollo de los órganos genitales se verifica al mismo tiempo que esos diversos cambios. He querido averiguar, pero en vano, si habia en la larva algun rudimento del aparato genital interno, como se observa en las orugas. No lo he podido distinguir en medio del caos que presenta el tejido celular craso. En la ninfa, en el estado de perfeccion que la consideramos, siendo más raro el tejido celu- lar, es más facil seguir el desarrollo de dichos órganos. Sin embargo, haré notar que en algunos taquinarios hay encima de los testículos una especie de bolsa vacía, descrita por Mr. Leon Dufour, que muy bien podria ser el residuo de una espe- cie de cápsula genital en la larva. En la ninfa el órgano masculino y femenino presentan pri- mero una forma casi idéntica. Son dos cuerpos redondos y algo chatos, de color en los machos, incoloros en las hembras, y que se ingiere, por un filamento bastante corto, en una cavidad prolongada y estrecha al principio. Pero pronto se alargan en las hembras los filamentos que sostienen los ovarios, y la ca- vidad se dilata para constituir una especie de matriz. A uno y otro lado, y en la parte superior de ella, se manifiestan los depó- sitos seminales en forma de dos masas trasparentes que se con- solidan paulatinamente. Al mismo tiempo, entre los dos canales de los ovarios se presentan las orbiculas que constituyen el aparato sebífico. En lo interior de los ovarios se notan unos 500 filamentos con una serie de prominencias, que no son mas que los huevos en via de formacion. En la parle inferior se abre la matriz por la base del tubo digestivo. Una tráquea rodea el ovario, y lo sostiene proporcionándole al mismo tiempo el aire necesario; dos troncos tráquicos, dispuestos á los lados de la matriz, envian á este órgano un grandisimo número de canales aeriferos; de suerte que los huevos, adheridos antes de abrirse á las paredes de la cavidad donde ha de verificarse la incuba- cion, reciben cuna enorme cantidad de aire, cuyo fenómeno fisiológico se ha ocultado al parecer á Mr. Leon Dufour. En el macho, en el nacimiento del canal eyaculador que sustituye la matriz de la hembra, se desarrollan dos vesículas seminales muy análogas a los depósitos seminales. El órgano genital externo tiene una semejanza sorprendente con el de la mariposa: una pieza córnea compuesta de dos partes soldadas en la linea media, dos ganchos laterales, llamados impropiamenle en mi opinion forceps, y finalmente, debajo de la pieza córnea la vaina del pene, cuya base tiene cuatro puntilas. Mientras que se desarrollan ó afirman esos órganos, ad- quieren consistencia los tegumentos exteriores, y se visten con sus libreas definitivas. Los ojos, teñidos siempre de rojo, se di- viden en facetas; las alas, guarnecidas de pelos cortos y tiesos en sus bordes, presentan en su superficie las nerviosidades des- tinadas á distribuir el aire por su interior; algunos movimientos vagos indican la vuelta de las funciones de relacion; luego cuan- do estan dispuestos lodos los órganos para la nueva existencia que se prepara, se rasga el velo, y está abierta la flor. Algunos golpes contra la cáscara bastan para practicar una salida, y el insecto, despues de algunos instantes de inmovilidad, ensaya sus alas y echa a volar para embriagarse de perfumes, luz y eter. Por esta rapida ojeada, ha podido nolarse que la mayor par- te de los órganos antiguos no sufren en realidad sino variacio- nes sucesivas, modificaciones apropiadas al nuevo género de vida á que esta destinado el animal, al paso que se forman del todo nuevos Órganos, cuya presencia hubiera sido inútil á la larva. Por consiguiente el primer estado del insecto no es ni una 501 váina, ni un disfraz que oculle unos órganos que sólo necesiten robustecerse, sino mas bien un tipo de organizacion inferior, que ha de elevarse á un grado superior por modificaciones sucesivas. Esta segunda embriogenia presenta de notable, que casi siempre el primer estado del individuo recuerda una clase de seres inferior á la del animal perfecto. ¿No tienen al principio los Balracios una organizacion casi idéntica á la de los peces? La larva de la mayor parte de los Coleópteros y de todos los Lepidópteros, ¿no recuerda, por la fusion del tórax y el abdómen, el tipo de los Miriapodos? ¿l no se aproxima mucho á los Anélidos, á los Gusanos propiamente di- chos, la de los Himenópteros y Dipteros, por lo regular ápoda, 0 dotada apenas de tubérculos locomotores poco marcados? Advirtamos tambien que, por mucho tiempo, se han referi- do á especies distintas y cada vez más perfectas las diversas me- tamorfosis que experimentan los Gusanos intestinales, desde el estado de simple vesicula hasta el de Tenia; y que en las gene- raciones alternativas que se parecen mucho á las melamorfosis bajo varios aspectos, corresponde por lo regular el sér transilo- rio á un órden, y hasta a una clase inferior a la del animal que ha de reproducir. Especie nueva de Distoma; por Ma. VAN BENEDEN. (L'Tostitut, 23 agosto 1858.) El autor ha hallado esta especie, gigante de su familia, en el hígado de una ballena, y á la cual por causa de su tamaño la denomina Distoma Goliath. Entre el parásito y el individuo en que está, existen por lo general conexiones de tamaño que rara vez fallan. No admirará por tanto que un Distoma hallado en una ballena sea el mayor de todos los Distomas. La lombriz de que se trata tiene igual altura y dimensiones que una sanguijuela comun; no se nece- sila lente para distinguir con toda claridad el pene y los orifi- cios exteriores. Sus caracteres principales son los siguientes. El cuerpo es largo, deprimido, de forma y aspecto de una Hi- 502 rudinea: la ventosa anterior y terminal es relativamente pe- queña, y está rodeada de un rodete; la abdominal es aún me- nor, y no excede el diámetro de su orificio al del pene. Parece el órgano sexual hembra. Esta situada esta ventosa hácia la mitad del cuerpo, algo más cerca del extremo posterior. El pene es bastante largo, saliente, de superficie lisa, y en su base está el órgano sexual hembra. Los huevos tienen figura oval, cascara muy firme, con un rodete en una de las puntas, y lle- nan los oviductos. El cuerpo tiene color gris negruzco, 80 mi- limetros de largo y 15 de ancho. Por la situacion atrasada del pene y de la ventosa ventral se aleja este Distoma de la mayor parte de los de su género. Los dos individuos examinados por Mr. Van Beneden estaban en el higado de la Balenoptera ros- trata, Fabricius. FISIOLOGIA. —- Propiedades anestésicas del ácido carbónico; por Mn. Ozanam. (Cosmos, 7 mayo 1858.) El autor ha hecho los experimentos con conejos. Las inspiraciones de gas ácido carbónico producen efectos muy parecidos á los del eter, pero más pasageros: se pueden dividir en cuatro periodos, que son: prodromos, excitacion, anestesia, despertar. 1.2 Periodo prodrómico. El animal está tranquilo, pero repentinamente se contrae; diriase que presiente algun riesgo; suele relener el aliento; otras veces se acelera su respiracion; si se interrumpen las inspiraciones, estira el pescuezo hácia adelante, y busca aire eon avidez; dura este estado desde 1 hasta 4 minutos, segun la fuerza del individuo, y segun res- pira el gas puro 6 mezclado con aire atmosférico. 2. Periodo de excitacion. Es casi ninguna; consiste prin- cipalmente en agitacion y en movimientos voluntarios. Rara vez he observado, dice el autor, contracciones nerviosas cuando se absorbia el gas demasiado puro. La respiracion en este periodo 503 - es más frecuente; late el corazon con mayor rapidez; luego al cabo de un minulo, término medio, sobreviene la resolucion muscular. 3.2 Periodo de anestesia. , Está el animal tendido de cos- tado, tiene las cuatro patas flojas, la respiracion profunda, amortiguada, la pupila moderadamente dilatada; late el corazon con más lentitud y ménos fuerza; la piel, las orejas, los miem- bros, la raiz de las uñas están insensibles; es completa la anes- tesia; le hemos atravesado las carnes y cauterizadolas cinco veces con hierro candente, sin que el animal diese muestra de dolor. En este periodo es cuando empieza á diferir la accion del gas de la del eter, porque al paso que con esle es menester interrumpir las inspiraciones entre cortos intervalos, con el acido carbónico se necesita hacer lo contrario. Durante todo el tiempo que se quiere prolongar el sueño, hay necesidad de continuar las inspiraciones. Pueden durar estas 10, 20, 30 mi- nutos y más sin peligro de la vida; así que cesan se despierta el animal. 4.” Periodo de despertar. Se quita el aparato; aspira el animal el aire vivificador que restablece el equilibrio de la he- matosis. Continúa inmovil 20 6 60 segundos, pero ya empieza a sentir; un instante despues se incorpora tambaleándose, como si estuviera embriagado; respira con más frecuencia; late con fuerza su corazon, pero dura poco este fenómeno; no tarda el animal en recobrar su estado primitivo, y se pudiera repelir el experimento sin peligrar su vida. Han sido amortiguadas, pero no extinguidas, las funciones del corazon y del pulmon; nunca ha sobrevenido la muerte repentina, como lo hemos ob- servado con el cloroformo y con el óxido de carbono. Tratando de depurar la cuestion y explicarme el valor del nuevo agente, me decidí á verificar un experimento en mi con- cepto decisivo. Hice que Mr. Fontaine me dispusiese una ve- jiga, conteniendo 100 litros de acido carbónico, á fin de pro- longar la anestesia todo el tiempo que me fuera posible. Se durmió el animal á los 3 minutos sin convulsiones, y permane- ció tendido de costado con un sueño tranquilo, sin que fuera necesario sostenerle. Se continuaron las inspiraciones duran- te 87 minutos, y luego se retiró el aparato; continuó el sueño 504 durante otros $ minutos; á los 10 empezaron las patas á agi- tarse; á los 13 se levantó el animal: habian pasado 110 minu- los desde que principió la experiencia, tiempo mucho mayor que el exigido para operaciones largas. Parece por lo tanto ser ventajoso el uso del ácido carbónico inspirado. Siglos hace que se esta repitiendo este efecto en la célebre Gruta del Perro, en Pozzuoli, cerca de Nápoles. El he- cho de dormirse y despertarse el perro alternativamente, de- mostraba el fenómeno de la anestesia mucho tiempo ánles de pensarse siquiera en el eter; ya se veia indicado allí el em- pleo de un agente lan eficaz y tan poco peligroso a la vez. ORGANOGRAFIA VEGETAL. Observacion de cristales organizados y vivos; por Mr. Trecuz. (L'Iostitut, 44 agosto 4858.) Se encuentran estos cuerpos singulares en el albúmen del Spargantum ramosum. Examinando con el microscopio la for- ma de este albúmen, se ve que consta de dos clases de granos. Unos son bastante pequeños, de cosa de 0,0075 de milímetro, de volúmen bastanle regular, globulosos ú ovóides, por lo co- mun adelgazados por un extremo; el yodo los azulea; son gra- nos de almidon. Los otros, mucho más abullados, de dimension más desigual, de formas más variadas. Unas veces son simples, otras compuestos. Los simples suelen presentar contorno exaé- drico, pero con aristas y angulos obtusos, redondeados; tienen frecuentemente una cavidad central bastante extensa, que re- cuerda la de una celdilla de paredes muy gruesas. Los granos compuestos tienen formas irregularisimas; parecen formados de un agregado de celdillas, cuyos costados libres salientes dan á la masa un aspecto mamilar. A primera vista no chocan estos cuerpos sino por su tamaño mucho mayor que el de los granos de almidon que los rodean, y de que ordinariamente eslán re- cubiertos. Parecen granos de fécula mucho más abultados que 505 los otros. Pero examinados, principalmente en el Sparganium natans, sorprende la regularidad con que los granos de fécula los recubren. Tan apretados están estos granos en su superfi- cie, que se presentan poliédricos. Su forma induce á creer que han nacido allí, y esta idea se hace lanto más verosimil, cuanto que los granillos de almidon se adelgazan por el extremo que toca con el cuerpo central, al cual parecen unidos por esla mis- ma punta. Puestos en tintura de yodo toman color amarillo hermoso más 6 ménos subido, segun la cantidad de yodo. Aña- diendo un poco de ácido sulfúrico ligeramente diluido, se hin- chan y suben de color. Tienen entonces la figura completa de celdillas formadas de una membrana delgada, y llenas de una sustancia que se pone amarilla con el yodo y el ácido sulfú- rico. Más concentrado este ácido los descompone al cabo, alte- rándolos lo mismo que á las membranas celulares infiltradas de sustancias azoadas. Los trasforma en un líquido de as- pecto oleoso pardo-amarillento, dividido en multitud de go- tilas. Subiendo al origen de estos cuerpos, se ven reemplazados por magníficos cristales, por romboedros de angulos agudos y de aristas vivas, ó por hermosas placas exaédricas sumamenle regulares, algo prolongadas á veces, pero conservándose siem- pre paralelos sus lados de dos en dos. Los romboedros y las láminas exaédricas suelen tener en el centro una pequeña ca- vidad de forma variable, y aquellos y estas se agrupan segun las leyes de la cristalografía. Examinando con atencion las lámi- nas, se advierte que no son homogéneos sus lados, sino que al- ternadamente se inclinan hácia una ú otra cara de la lámina, dando esta inclinacion ángulos iguales á los de los romboedros, de suerle que lales laminas tendrian al romboedro por forma primitiva. Sube de punto la conviccion al ver reunidas las dos formas; esto es, romboedros procediendo de las láminas exaé- dricas. Todavía más: estos lindos cristales tan regulares suelen perder por la vegetacion sus formas geométricas. No es raro con efecto hallar láminas exaédricas cuyas dos caras se ponen mamilares, ó aun dos ó tres lados, permaneciendo geométricos los demás. El autor ha visto mamilas de estas muy abultadas 506 y con una gran cavidad en lo interior. Tendríase así la union al parecer monstruosa de una celdilla con un cristal; probando que todo se entrelaza en la naturaleza, puesto que aquí tenemos en un sér viviente la forma de los inorgánicos. Prosiguiendo Mr. Trecul el estudio organogénico de frutos más jóvenes aún, ha visto cristales, groseramente delineados primero, limitarse por una membrana que formaba en los rom- boedros una celdilla elíptica, en las laminas exaédricas una celdilla circular. Distinguiase hasta cierto punto la formacion de los cristales; sus formas primitivamente irregulares se iban regularizando poco á poco; sus aristas y sus ángulos, al princi- pio romos, se ponian agudisimos. Algunas celdillas de la misma naturaleza, más ó menos redondeadas, estaban mezcladas con las que experimentan las citadas alteraciones. Finalmente, fru- tos muy jóvenes dieron sólo celdillas ó más bien vesículas glo- bulosas ó elípticas, de paredes muy gruesas, y con una cavi- dad respectivamente grande. En otras vesiculas de ménos edad y mucho mas chicas, se reducia la cavidad á un punto negro central; en otras todavía ménos adelantadas, no habia cavidad; consistian en un globulillo blanco y brillante, como una espe- cie de núcleo sumamente exiguo. En resúmen, las celdillas del albúmen del Sparganium ramosum ofrecen un ejemplo de cristales que empiezan por ser una vesícula nuclear cada uno; vegetan estos cristales á la ma- nera de las celdillas comunes, presentando á veces eminencias celulóides, que se convierten en cristales parecidos á los pri- meros; pierden, en fin, al envejecer sus formas geométricas, volviendo á tomar aspecto de celdillas aisladas ó agrupadas. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GArcia NAVARRO.) AAA YO AÑ — —— VARIEDADES. Duplicacion de las imágenes miradas por cristales birefringentes de caras paralelas. Wr. Babinet ha discurrido el método de observacion si- guiente. Extiéndase debajo del cristal, con un poco de cera, una hebra de seda cruda, y mirésela con una lente por el cristal birefringente de caras paralelas. Si el eje está oblícuo con las caras, parece que hay dos he- bras; y si paralelo ó perpendicular á las caras del cristal, se obtiene la duplicacion de la imágen oblicuando la línea de vision de suerte que los rayos procedentes del ojo formen interiormente un ángulo sensible con el eje del cristal. Una placa de cristal de roca de 1 á 2 centímetros de grue- so, duplica perfectamente la hebra, y se reconoce con facilidad estar pola- rizada cada imágen. —Rotacion de una esfera metálica por influjo de la electricidad. Ha llamado mucho la atencion de la Sociedad Real de Londres un ingenioso aparato destinado á patentizar el curioso fenómeno de la rotacion de una esfera metálica por influjo de la electricidad. Lo ha construido Mr. Gore, de Birmingham; aunque reconoce que le sugirió la idea el fenómeno si- guiente, que le hizo presenciar Mr. Fearn, de Birmingham tambien. En el establecimiento de dorado galvánico de Mr. Fearn, un tubo de laton de 16 milímetros de diámetro, 1w,22 de largo, puesto á ángulo recto sobre otros dos tubos de laton paralelos y horizontales de 25 milímetros de diámetro, de 3 metros de largo, atravesados por la corriente de una pila enérgica de Bunsen de 2 á 20 pares, se ponia de repente en vibracion y empezaba á girar sobre sí propio. Partiendo de este hecho, ha construido Mr. Gore un platillo de madera, con dos carriles de laton perfectamente semejantes, bien de nivel y equidistantes. Sienta sobre los carriles una esfera hueca de cobre muy delgado, y pone en comunicacion los carriles con una pila de Bunsen; al momento empieza á vibrar la esfera, y poco despues á girar. Al movimiento de rotacion acompaña un ruido de chas- quido particular que se oye en los puntos de contacto, un calentamiento bastante rápido, y chispas, haciendo medio á oscuras la experiencia. Cita este hecho el 4teneo inglés. —Fuerzas electro=magneticas de las diversas especies de pilas. Mr. Petrouchofísky, de Kieff, corrije su tabla de las fuerzas electro magnéticas de las diversas especies de pilas, como sigue: 508 1. Pila de Daniell (de dos líquidos, disolucion de sulfato de cobre en ácido sulfúrico diluido), con amalgama de zinc. 1,00 La misma pila, con zinc sin amalgamar.......... 0,93 Pila de Daniell (disolucion de sulfato de cobre y otra de cloruro de sodio concentradas), con amalgama de zinc. 1,05 La misma pila, con zinc sin amalgamar.......... 1,01 3. Pila de Daniell, reemplazando al ácido sulfúrico con una disolucion de tartrato de potasa, con amalgama de zinc. 1,05 9 La misma pila, con zinc sin amalgamar...... DINO 0 Pila de Wollaston, con amalgama de zinc. .......... 0,93 5. Pila de Bunsen, con amalgama de zinc.............. 1,69 6. Pila de Bunsen, reemplazando al cilindro de carbon con hierro fundido, con amalgama de ZinC.............. 1572 7. Pila de Grove, con amalgama de ZinC............... 1,78 Resulta que la amalgama de zinc aumenta sensiblemente la fuerza electro-motriz. Añade Mr. Petrouchoffsky: «No cabe esperar concordancia perfecta entre los números sacados por experimentadores diversos, porque aun manipulando con una pila dada, se hallan números algo distintos: lo esen- cial es emplear metales y líquidos excitadores químicamente puros.» —Estrellas fugaces del pertodo de agosto. El infatigable observador Mr. Coulvier-Gravier remitió á la Academia de Ciencias de París, sesion * de 16 de agosto de 1858, el resultado de sus observaciones de estrellas fugaces en aquella capital las noches del 9, 10 y 11 del mismo mes. Este año no ha tenido que corregir los números, como tuvo que hacerlo el pa- sado por causa de la influencia de la luna. Como medio de comparacion da tambien los resultados obtenidos antes y despues del máximo. Su es- crito contiene los números siguientes: Número l:orarto medio ¿á media FECHAS. noche. Julio. [Le AA o A AO 3,2 DADA SSA Moca SORT 9,4 DA ll nn lr ÓN 12,9 DAD A e reo el YA a A O y 158953 A A O OO 26,0 En vista de estos resultados, observa Mr. Coulvier-Gravier que tra- zando una curva con los números precedentes, se sigue fácilmente la 509 marcha del máximo. Tambien se ve que esta aparicion de estrellas fuga= ces, tan singular el año de 1848, viene menguando sin cesar. Con efecto, no tenemos el año presente más que 39,3 estrellas fugaces para número horario medio á media noche, cuando fué de 110 el de 1848. Ha dismi- nuido pues dos terceras partes la aparicion de este fenómeno. Recordando el término medio de los tres años de 1849, 1850 y 1851, veremos que el número horario medio á media noche de los mismos fué de 85,8; no pasó de 57 en las de 1852, 1853 y 1854, y de 44,9 en los de 1855, 1856 y 1857. Y en 1858 lo vemos bajar á 39,3 estrellas fugaces. —Resúmen de los hechos tocantes á la última erupcion del Vesubio. Segun dos cartas de Nápoles, una de Mr. Palmieri del 12, y otra del 15 de junio de 1858 de Mr. Mauget, los hechos que caracterizan la última erup- cion del Vesubio son los siguientes. Desde el 19 de diciembre de 1855 venia estando el volcan agitado interiormente, manifestándose los efectos de este estado de cuando en cuando, pero sin suceder erupcion ninguna propiamente tal. Por primera vez salió lava el 27 de mayo de 1858, por ciuco resquebrajaduras á un tiempo que se abrieron en los costados y há- cia la base del cono. Dos de ellas estaban en la ladera del mismo, una al E. y otra al O.; otras dos al pié del monte algo más arriba del 4trio del Ca- vallo, y la quinta en la base del cono, sobre el Piano delle Finestre, ó al S. O. El seismómetro electro-magnético acusaba hacia meses sacudi- mientos frecuentes de terremotos, y aunque al parecer principió la erup- cion con toda tranquilidad, se notó un sacudimiento local al tiempo mis- mo de abrirse la primera resquebrajadura. Ningun olor de ácido clorhí- drico se advirtió en la lava moviéndose ni en las humaradas de color. La Punta del Palo bajó bastante, pero no 200 palmos, como lo han dicho algunos periódicos. Lo característico de esta erupcion consiste en la gran cantidad de lava arrojada y en la falta casi absoluta de desprendimiento de gases. Tuvo frecuentes intermitencias la erupcion, por lo cual se yen sobrepuestas las nuevas corrientes á las antiguas, resultando de aqui mucha altura de lava en ciertos puntos. Por esta misma razon no llegó la lava hasta el mar. —Levantamiento de la costa oriental de Sicilia. El conocido geólogo siciliano Gemellaro ha hecho muchas observaciones sobre las señales que la costa oriental de aquella isla presenta de un levantamiento gradual parecido al observado en las costas de Suecia. Las ha hallado principal- mente numerosas y con singular carácter de precision desde la desemboca- dura del Simeto hasta el Onobola. En toda aquella parte de la costa se ven de trecho en trecho testimonios evidentes de antiguos niveles del mar duran- te el período moderno. Grandes bloques de lavas, con ángulos redondeados, rodados y corroidos en la superficie; un depósito calcáreo-silíceo conchí- fero, y una brecha marina que se ve á diferentes alturas sobre el nivel 510 actual del mar, atestiguan los efectos de la accion contínua y diaria de las olas del mar on niveles sucesivos. La existencia de agujeros abiertos por el Modiola lithophaga de Lamark en el depósito calcáreo-silíceo con- chífero, y la presencia de conchas tanto de Gasteropodes como de Lame- libranquios en su posicion normal á diferentes alturas, confirman igual- mente el hecho de un levantamiento lento y gradual de la costa. En fin, los Moluscos litodomios y el depósito calcáreo-silíceo que se observa en las islas Cíclopes (Faraglioni) hasta alturas de cerca de 13 metros, y enor- mes bloques de lava recubiertos de sérpulas que se hallan á alturas de 14 metros, manifiestan que parece ser 131,5 la altura media que se ha ele- vado aquella parte de la costa siciliana durante el período actual. — Discusion sobre la primera aplicacion del péndulo ad los relojes. Mr. Biot leyó en la sesion de la Academia de Ciencias de París del 13 de setiembre de 1858, una memoria en la cual discute un punto de la histo - ria de las ciencias, á saber: la aplicacion del péndulo á los relojes, ¿se de- be á Huyghens ó á Galileo? El mismo asunto se ha dilucidado en una me- moria publicada hace poco en Italia, y el autor trata de probar que Galileo en el último año de su vida, hácia el de 1641, concibió la posibilidad de reemplazar con el péndulo las combinaciones de engargantes y de balan- cin que entonces se usaban en los relojes mecánicos, con objeto de regu- larizar la densidad del peso motor de estos mismos. Pero no parece que realizara su idea, y sí lo hizo Huyghens el año de 1657. Discute Biot con detenimiento los diversos documentos que han dado pábulo á la con- troversia, principiada ya en tiempo de Huyghens; porque ya entonces hubo personas en Italia que reclamaron en favor de Galileo, y en espe- cial los individuos de la Academia del Cimento; pero concluye finalmente que el mérito de la invencion pertenece 4 Huyg hens, sin podérsele negar en justicia esta honra, si bien reconoce como cierto que Galileo parece tuvo el mismo pensamiento, pero ciego ya, y sin verse entendido ni apoya- do, no lo pudo llevar á cabo, no comprendiéndose su importancia hasta que Huyghens ejecutó el admirable inventoá que debe ir unido su nombre. —Detalles sobre el clima de Sitkha. Descubrimiento de un esqueleto completo de vaca marina en la ista de Behring. La fundacion de un observatorio meteorológico en Sitkha ha dado el resultado de manifestar la existencia de un clima singular y verdaderamente extraordinario. Con efecto, las observaciones termométricas que comprenden ya bastantes años, demuestran que la temperatura del verano es alli tan poco alta que no se pueden cultivar los cereales, y por otro lado que el invierno es tan suma- mente benigno que apenas se conoce el hielo, puesto que raro dia marca bajo de cero el termómetro. No se debe inferir de este hecho que semejan- tes condiciones térmicas alcancen á más ó ménos parte de aquel litoral americano, segun lo que sucede en toda la costa de Noruega; porque re- 511 sulta de observaciones practicadas á orillas del rio Kweochpack, á 61%67/ de latitud N., que de Sitkha á Kweechpack, ó en una extension de 4% de: latitud de S. á N., deja de presentar el clima el caracter excepcional que en Sitkha. Estas circunstancias corroboran el deseo de que se repitan las observaciones termométricas en las posesiones de la Compañía ruso-ame- ricana, y de que se publiquen los resultados como lo han sido los de Sitkha. La citada Compañía tiene acreditado su anhelo por prestar á la ciencia cuantos servicios pueda, y con este motivo citaremos el descubrimiento que se le debe de un esqueleto casi entero, importantísimo para los pa- leontólogos, y que hoy posee el museo de San Petersburgo. Es de una vaca marina de Steller (Rytina, Tllig.), Lamantin, cuya raza concluyó hace más de medio siglo, y de la cual no posee ningun museo un ejemplar completo. El esqueleto de que se trata se descubrió en la costa septentrio- nal de la isla de Behring al cazar leones marinos (Phoca leonina ). Brandt,' que lo ha examinado, dice que sólo le faltan algunos huesos de la mano y parte del esternon. —Piciado del aire por los diversos alumbrados. Por experiencias recientes se ha probado que luces de igual intensidad, pero procedentes de sustancias distintas, exigian períodos de tiempo muy variables para vi- ciar una misma cantidad de aire, convirtiéndolo en ácido carbónico. El tiempo en minutos al cabo de los cuales se vicia el aire por los alumbra- dos más comunes, es el siguiente: alumbrado de aceite de nabo, 71 mi- nutos; de aceite de olivas, 72; de sebo de Rusia, 75; de sebo comun, 76; de aceite de ballena, 76; de ácido esteárico, 773 de bujías de cera, 79; de bujías de esperma de ballena, 83; de gas de hornaguera comun, 98; de gas de hornaguera grasa, 152. Vese, pues, que el alumbrado de gas, y es- pecialmente el de gas sacado de la hornaguera, es el ménos insalubre, con- tra lo que generalmente se cree. —Postura, incubación y rotura de huevos de avestruz por padres que viven cautivos en el semillero central de Argel. Seignoraba que el aves- truz cautivo fuese capaz de poner huevos fecundos, y particularmente de incubarlos como las demás aves. Nunca se habia observado nada que in- dujese á tener este hecho como probable en el Museo de Historia natural de Paris, donde hace mucho tiempo que se mantienen avestruces. Algu- nas veces habian puesto las hembras, pero siempre en el suelo acá y allá, nunca en nido, y huevos infecundos siempre. Se citaba que cerca de Mom- peller se habian conseguido huevos fecundados, pero faltaba mucho para llegar á lo que ha sucedido en Argel los dos años pasados. Pusieron una pareja de avestruces en un parque abrigado, sombrío y oculto al público, y vieron que la hembra al tiempo de poner abrió en tierra con el pico, ayudada por el macho, un agujero donde puso 8 huevos; despues los em- 5192 polló, primero sola, y luego la reemplazaba el macho de cuando en cuan= do. Sólo salió una cria, porque los padres abandonaron el nido para criarla. El año siguiente se repitió lo mismo, sino que ahora no abandona- ron los padres los huevos antes de abrirse los que estaban fecundados, y de 14 huevos salieron 9 crias. Otra pareja sacó 3. De suerte que tienen alli en el dia 13 crias de avestruz, procedentes de una crianza que hasta hoy se ignoraba. —Temperatura mínima en el Pico de Nethou. El mes de setiembre de 1857 se dejó de intento un termómetro de mínima cerca del Pico de Nethou al tiempo de una subida que se hizo á este mismo. Habiendo subido otra vez el 14 de julio de 1858, el termómetro, que se halló en buen estado, manifestó que habia bajado la temperatura á —24” centí- grados. —-Cristal de roca muy voluminoso. Mr. Wattemare presentó á la Academia de Ciencias de París en la sesion del 2 de agosto de 1858 la imágen fotográfica de un pedazo de cristal de roca hallado el año de 1826 en una mina de plata á 500 millas de Méjico, y que hoy está en el Museo de Nueva-York. Pesa 87 kilógramos, y tiene cerca de un metro de circunferencia y medio metro de altura (exactamente, 0,893 y 91,596). (Por la Seccion de Variedades, Frawcisco Garcia Navarro.) Editor responsable, FRANCISCO GARCIA NavaARRO. N.” 9."—REVISTA DE CIENCIAS. —Diciembre 1858. CIENCIAS EXACTAS, ASTRONOMIA. ¡<€-_—_— Breve noticia de algunos trabajos recientes relativos ú los pla- netas; por Mr. (GAUTIER. (Bibliot. uuiv. de Ginebra, setiembre 1858.) Planetas pequeños. Núsido es cuanto se ha aumentado el número de los planetas pequeños que se han descubierto. En los siete años primeros de este siglo descubrieron Piazzi, Olbers y Harding cuatro situados entre las órbitas de Marte y Júpiter, de aspecto de estrellas de 7.? a 9.2 magnitud, y visibles sólo con anteojos de bastante alcance; se pasaron luego 38 años sin descubrirse más. Pero desde fines de 1845, gracias á las grandes mejoras de la cons- truccion de los instrumentos ópticos y de las cartas celestes, se han ido descubriendo 49 planetas pequeños nuevos, situados como aquellos entre Marte y Júpiler en cuanto á sus distancias “al sol, y de brillo parecidoal de estrellas de 9.24 13.* magnitud, por Hencke, Hind, Graham, Gasparis, Luther, Goldschmidt, Chacornac, Marth, Ferguson, Pogson y Laurent. Hind yGoldsch- midt han descubierto 10 cada uno, Luther 8, Gasparis 7 y Chacornac 5. El año de 1857 ha sido uno de los mas fecundos, como que han descubierto 8 Pogson, Goldschmidt, Luther y Ferguson. De enero á abril de 1858 han descubierto Laurent, Goldschmidt y Luther los 3 llamados Nemausa, Europa y Calipso. El planeta pequeño de los de órbita elíptica conocida TOMO VIII. 33 514 ya, que se acerca más al sol, es Adriana, cuyo semi-eje mayor es 2,2, siendo 1 el de la órbita terrestre, y cuya revolucion al- rededor del sol se verifica en cosa de tres años y cuarto. El más distante del sol es Eufrosina, cuyo semi-eje mayor parece ser de unos 3,16, y la revolucion de 5,6 años. El planeta de los 53 de este grupo tan singular, cuya órbita parece ser la más ex- céntrica, es Polimnia; su excentricidad es 0,337, 0 cosa de la lercera parte del semi-eje mayor. En cuanto á la inclinacion del plano de la órbila con la eclíptica, la mayor es la de Palas, descubierto por Olbers el año de 1802, que viene á ser de 3443". Se concibe facilmente que la observacion de todos eslos planetas nuevos haya fomentado mucho los trabajos de los ob- servatorios que tengan anteojos de suficiente alcance para obser- varlos con frulo. Se han repartido esta tarea entre cierto nú- mero de los citados establecimientos. El observatorio de Green- wich es hoy uno de los más dedicados á observar los planetas pequeños. Sus observaciones y las de olras partes las publican al instante los periódicos astronómicos, con objeto de aprove- charlas, bien para calcular los elementos de las órbitas de los mismos astros, bien las efemérides publicadas de antemano para facilitar la observacion ulterior de los planetas hacia la época de sus oposiciones, :Ó de estar más próximos á la tierra. Pogson ha calculado tambien y publicado en el número de diciembre de 1857 de las Monthly Notices, una tabla de las magnitudes ó brillos aparentes que tendrán 40 de dichos plane- tas pequeños el dia 1.? de cada mes de 1858. Además del nom- bre particular pueslo á cada uno, tomado de los de ninfas, mu- sas ú otras deidades mitológicas, y de algunas ciudades anli- guas, se ha convenido en designarlos con un número de orden, correspondiente á la fecha de su descubrimiento. Asi es que - Ceres, descubierto por Piazzi el 1.” de enero de 1801, lleva el número 1; y Calipso, descubierto por Luther el 4 de abril de 1858, el 53. Urano y Neptuno. El planeta Urano, cuyas perturbaciones ocasionaron, como se sabe, el memorable descubrimiento de Neptuno, hecho el DS O a DADES AA A A 515 año de 1846, ha sido luego objeto de un trabajo interesante del Dr. Jorge Sidler, agregado de la universidad de Berna, habién- dose publicado los resultados de él á fines de julio del corriente año en el número 1149 de las Astr. Nachr.; se intitula Sobre la aceleracion de Urano por Neptuno. Trata Sidler de una desigualdad de largo periodo existente entre ambos planetas, y que proviene de ser casi duplo el movimiento medio de aquel del de este. La comensurabilidad que existe entre los movi- mientos medios de Júpiter y Saturno llevó ya el siglo pasado al insigne Laplace á descubrir la causa de una gran desigual- dad observada en los movimientos de estos planelas; y a otra circunstancia por el estilo entre los movimientos medios de la Tierra y Venus se debe la determinacion oblenida por Airy (Transact. Phil. de 1857) de una corta desigualdad de largo periodo del movimiento de la Tierra. Partiendo Sidler de las fórmulas y tablas dadas por Le Ver- rier en los dos lomos primeros de sus Anales del Observatorio de Paris, ha calculado los coeficientes numéricos de los efectos de perlurbacion resultantes de la desigualdad de Urano, depen- diente del argumento de que se trata, llegando hasta las poten- cias terceras de las excentricidades, y ha obtenido finalmente para dicha desigualdad un coeficiente de algo más de 1 grado (1* 3 29"), y un periodo de 4051 años julianos. La misma causa produce tambien en el movimiento medio de Neptuno una des- igualdad, cuyo coeficiente es 30' 26”. Kowalski, caledrático de astronomía de la Universidad de Kasan, ha publicado en francés el año de 1855 Trabajos sobre los movimientos de Neptuno, seguidos de tablas de este planela. En el número de abril de las Astr. Nachr., pág. 223, se dió una sucinta análisis de esta obra; entre otras cosas se nola que el autor halla sólo cortisimas correcciones que hacer en los valo- res de los elementos elipticos de dicho planeta, sacadas ya por el difunto Walker, astrónomo americano. Marte y Júpiter. Main, primer astrónomo agregado del observatorio de Greenwich, ha trazado una carta celeste del camino aparente 516 que seguirá el planeta Marte hácia la época de su oposicion de junio á agosto de 1860, para facilitar las observaciones de su ascension recta, que deberán hacerse entonces en diversos pun- tos de la tierra muy distantes entre sí, con objeto de determi- nar la paralaje del sol, segun el método recomendado por Airy en su Memoria sobre este asunto. Se publicó la citada carta en el número de junio de 1858 de las Monthly Notices; la acom- paña un catálogo, sacado de las zonas de Argelander, de las po- siciones en el cielo de todas las estrellas de 4.* á 9.* magnitud, a cuya inmediacion irá pasando Marte en la referida época. Otro trabajo de distinta clase, tocante al mismo planeta, sa- lió á luz en el número 1135 de las Astr. Nachr.; es del Doctor Winnecke, astrónomo de Bonn, y tiene por objeto el aplana- mienlo de Marle. Las observaciones que de este planeta hizo Bessel con el gran heliómetro del observatorio de Koenigsberg, apenas indican diferencia alguna perceptible entre los diáme- lros ecualorial y polar de Marle, al paso que las mediciones que de estos mismos diámetros verificó Arago con un micrómetro prismático de Rochon, publicadas en el tomo 4.” de su Ástro- nomía popular, dan un aplanamiento de ;;. Por otra parle ha- llo Main sólo de ;, este aplanamiento, midiendo los diámetros de Marte con el micrómetro de doble imágen de Airy. En marzo y abril de 1856 hizo Winnecke otras observaciones de los mismos diámetros con un heliómetro de 34 líneas de luz y 34 piés de longitud focal, poniendo una lente de aumento de cosa de 150 veces. El resultado medio de 21 noches de observacion del diáme- Lro polar de Marte le dió para este 9”,233, con un error medio de 0”,038. El resultado de 17 noches de observacion del diámetro ecuatorial le dió 9,202, con un error medio de 0,030. Tomando sólo las 15 noches en que se midieron á un tiempo los dos diámetros, sacó 9,227 para aquel y 9”,168 para este. De aquí parece resultar que no llega á un décimo de se- gundo la diferencia entre los citados diametros polar y ecualo- rial. El valor del diámetro de Marte á su distancia media dedu- cido de los valores precedentes es de 9,213. Bessel lo obluvo de 9,328. 517 Aplicando Kaiser el micrómetro de doble imágen á medir los diámetros polar y ecuatorial de Júpiter, ha hallado 35,15 para aquel y 37”,55 para esle, valores idénticos casi á los obte- nidos por Bessel, y respectivamente menores un tercio de se- gundo y medio segundo que los hallados por Struve con un mi- crómetro filiar. El P. Secchi, en carta de Roma á 26 de mayo de 1858, inserta en el número 1148 de las Astr. Nachr., trata de darse cuenta de la diferencia que se ve en los diámetros de los planetas, se- gun se midan con el micrómetro filiar ó con el de doble imá- gen. Al efecto puso delante del ocular del anteojo de su gran ecuatorial un prisma birefringente; vió que inclinando lo debido este prisma, se podia obtener una escala bastante variada de las distancias de dos imágenes, pero que cuando llegaban á estar estas en contacto, se manifestaba al momento un ensanche y una especie de proluberancia hacia el borde, como si hubiera alguna falta de continuidad. Cree por tanto que esta causa debe influir mucho en alterar los resullados del micrómetro filiar. Efectivamente, como la nueva especie de micrómetro no impide usar al propio tiempo el filiar, observó que la imágen desdo- blada era siempre menor que la simple, y que se presentaba un intérvalo de cosa de un lercio de segundo entre los hilos y los bordes del planeta en el acto del desdoble. Varios astrónomos, entre ellos Lassell, han continuado ob- servando los anillos de Saturno. Secchi, Jacob y Waren de la Rue han publicado figuras representantes del planela y sus ani- llos; el último ha hecho grabar otras muy buenas de Marte y Júpiter, segun sus propias observaciones y dibujos. Dawes, distinguido astrónomo inglés, cuyas observaciones de estrellas dobles, de Saturno y del Sol son conocidas, y a quien adjudicó el año de 1855 la medalla de oro la Sociedad astronómica de Londres, comunicó á la misma á fines de 1857. una apariencia singularísima que habia visto en una de las fajas oscuras que presenta el disco de Júpiler. Consiste en unos puntos redondos y brillantes, situados en la faja segunda de las de la parte austral de dicho planeta contadas desde el Ecuador. Los habia visto ya Dawes en aquella misma parte del disco en la primavera de 1849; tambien los habia 518 observado Lassell el mes de marzo de 1850 con su telescopio de 20 piés, y enviado un dibujo de ellos á la Sociedad astronómi- ca. El primero de estos dos astrónomos los volvió á ver y á es- tudiarlos con atencion desde el 16 de setiembre de 1857 con un anteojo de 8 piés de longitud focal, y los ha descrilo y pin- tado en varios dibujos insertos en los números de noviembre y diciembre de 1857 de las Astr. Nachr. Varian en número y posicion estos puntos brillantes en el disco de Júpiter. El 16 de setiembre á cosa de las 11 de la no- che habia cinco, bastante inmediatos, y situados cerca del borde occidental del planeta. Dos eran casi redondos, de igual tamaño casi que el tercer salélite cuando se presenta en el disco como un punto brillante, muy cerca del borde de Júpiter; los otros lres menores, situados al O. de aquellos, y se parecian al se- gundo satélite cuando se proyecta en el disco. El 18 de setiem- bre á la 1 de la noche estaban los cinco puntos algo más dentro del disco que el 16, pero conservando igual aspecto. El 28 de octubre, además de los cinco puntos brillantes citados, algo más separados ahora, se veian otros cinco en la prolongación de la misma faja austral. La boreal presentaba, debajo de su parte más sombria (en el anteojo que invierte), una serie de arquitos de sombras, puestos en fila, á manera de festones, en una línea seguida diametral. El 30 de octubre se veian loz mismos puntos y otro más en distinta posicion y de otro aspecto. Advierte Dawes con este motivo que es preciso observarlos estando el planeta en igual situacion respecto de su rotacion, pues de otro modo variaria su aspecto por simple efecto de perspectiva. El 17 de noviembre apenas se veia la faja austral, en la cual se habian presentado sólo hasta entonces los puntos bri- llantes; pero la gran faja ecuatorial ofrecia por la parte austral y por primera vez varios puntos brillantes, dos ó tres de ellos de bastante tamaño. El dia siguiente se oscureció mucho el aire, pero se podian percibir en la faja ecuatorial cuatro ó cinco puntos brillantes, de forma algo irregular, especialmente dos la tenian imperfecta: podianse sospechar otros dos en la faja más austral. El 28 de noviembre volvió á ver distintamente Dawes en 519 la segunda faja austral once puntos brillantes, que parecian enteramente redondos y se asemejaban mucho á un grupo de pequeños satélites que pasasen por el disco del planeta; no te- nian las mismas posiciones respectivas que en el mes de octubre. La faja ecuatorial se habia mudado mucho en pocos dias, vién- dose en ella partes luminosas de bastante extension y de forma irregular, más bien que puntos redondos y brillantes. Se nece- sitarán observaciones posteriores para decidir si, como lo pre- sume Dawes, son realmente de distinta naluraleza los puntos brillantes que se vieron en ambas fajas. Las partes sombrias de forma de festones, situadas debajo de la faja boreal ecuatorial, se veian á fines de noviembre y principios de diciembre más 0 ménos distintamente por el disco del planeta. El almirante Smyth escribió a Dawes que el 4 de diciembre por la noche, estando clarísimo el cielo, habia visto claramente con el anteojo del observatorio del Dr. Lee en Hartwell, con un ocular que aumentaba 416 veces, una mancha brillante en la faja austral de Júpiter, de aspecto parecido al de un salélile que atravesara por el disco; y que poniendo en el anteojo una lente de aumento de 63 veces sólo, de suerle que exlendiese suficientemente el campo, habia visto que en aquel momento estaban todos los satélites fuera del planeta y sin proyeclarse en él. No avanza todavía conjeturas Dawes acerca de la misteriosa naturaleza de semejantes puntos brillantes singulares, que hasta el año de 1850 no se habian visto en el disco de Júpiler. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco Garcia NAVARRO.) CIENCIAS FISICAS, —>+909- 0000— FISICA. Fuerza elástica de los vapores de las disoluciones acuosas de dife— rentes sales; por Mr. WuLLNER. (L”Tnstitut, 44 julio 4858 >) Aunque haga tiempo que, gracias á los trabajos de Magnus y Regnault, se conozca la fuerza elástica de los vapores del agua pura entre límites exlensos de temperatura, han notado sin em- bargo los físicos que sufria algunas alteraciones cuando conte- nia el agua ciertas sustancias extrañas, y particularmente sales disueltas. El año de 1856 emprendió y publicó Magnus expe- riencias de las cuales resultaba que la sal marina y el cloruro de calcio disminuian a la temperatura ordinaria la tension del vapor del agua pura, y esto asi proporcionalmente á la can- tidad de sal disuelta. Era pues de desear que se amplificasen estas indagaciones aplicandolas un mélodo más exacto, y va- riando tanto la naturaleza de las sales como los límites de la lemperalura. Prefiere Wullner el método de Magnus al de Regnault para medir la elasticidad de los vapores; describe cómo modificó el aparato de aquel, y las precauciones que lomó para que las ex- periencias salieran lo más exactas y aulorizadas posible; presenta en fin una tabla comparativa de las fuerzas elásticas del vapor de agua observadas con sus aparatos, y las halladas por Magnus y Regnaull á diferentes lemperaluras, que es como sigue: 521 FUERZAS ELASTICAS OBSERVADAS POR _—__ UN: WULENER/ MAGOS, REGNAULT. 1 Cris 6 rotas e AT 17,28 2 Aa Ar 2% oder O 22,46 A rd: 30,664: dota 31,36 a ase st AA a ries 41,89 E A eii Diles 57,61 A ratita: 10 ito: ¿as otsir 70,67 As os alte SAO aa Sl a tarmrass 84,36 A A MEA 91,00 reales 103 O. gps MAA 104,49 DA dius aos AO rare MEA 112,39 lo: 134 Mocuocios 13d datación o 134,88 A 1 ha at ANA AA 157,29 608 ahróga EIA ASE Ob cotos 184,67 Las sales examinadas fueron el cloruro de calcio, el sulfato y el azoato de sosa, el cloruro de potasio, el sulfato y el azoato de potasa, y el azúcar. La proporcion centesimal (peso de la sal por 100 parles de agua) fué para las disoluciones de sal marina y de azoato de potasa de 5, 10, 15, 20, 25 y 30 de sal por 100 de agua, para la sal de Glaubero de 5, 10, 15, 20 y 25, para el azoato de sosa de 10, 20 y 30, para el cloruro de polasio de 10 y 20, para el sulfato de potasa de 3 y 10, y para el azúcar de 50, 100 y 150 partes por 100 de agua. De los números obtenidos, que por ser tantos no caben en un extracto, resulta en punto á la influencia que cantidades di- ferentes de una sola y misma sal disuelta tienen en la fuerza elástica del vapor de agua, que esta fuerza, con cualesquiera sales y temperaturas, disminuye proporcionalmente á la cantidad de sal disuelta. Sólo el azúcar sale de la regla pasados 90*C., al paso que á las temperaturas menores que esta, obedece a la ley general; pero acaso no sea mas que aparente esla excepcion, porque el azúcar de caña se trasforma, como es sabido, al apro- ximarse la temperatura á la de la ebullicion, y absorbiendo un equivalente de los elementos del agua, en azúcar de uva, y por 522 tanto se presentan en tal caso disoluciones de indole enteramen- te distinta y de otro grado de concentracion. No se verifica una ley lan sencilla como la de disminuir la fuerza elastica segun la cantidad de una misma sal, cuando se trata de las disminuciones ó menguas que una cantidad dada de sal ocasiona á temperaturas diversas. Obsérvase con efecto que las menguas crecen más rápidamente que la temperatura hasta el punto de aumentar en la misma razon casi que la fuerza elástica del vapor de agua pura, aunque examinando conalencion los nú- meros oblenidos se ve que dichas disminuciones obedecen á dife- rentes leyes segun las diversas sales. Por causa de la razon aproxi- mada á la fuerza eláslica del agua pura, y porque en tal caso resal- ta más la diferente marcha segun los cambios de la temperatura, no tiene el autor a las citadas disminuciones de fuerza elastica por funciones de la temperatura directamente, sino que las consi- dera como siéndolo de la fuerza elástica del vapor de agua. A fin de expresar la dependencia de las disminuciones de las fuer- zas elasticas, adopla ecuaciones parabólicas. Sólo dos sales han dado una ley sencilla y disminuido la fuerza elástica del vapor de agua á cualquier temperatura en una misma proporcion. Las ecuaciones que dan los valores observados son, pues, de pri- mer grado. No asi con las demás sales; las disminuciones aumen- tan, cuando más rápidamente, cuándo más lentamente que la fuerza elástica del agua pura. Los azoatos de potasa y de sosa están en el primer caso, y tambien el cloruro de polasio; el sulfato de potasa y el azúcar en el segundo. Las ecuaciones si- guientes, que expresan la marcha de las disminuciones, se han calculado, unas por el método de los menores cuadrados y otras por los valores particulares: Azoato de potasa. .... V=0,00196 7-+0,00000 1087” de sosa....... V=0,00315 T7-+0,000000 907 7” Cloruro de potasio. .... V=0,00390 7-+-0,000000 5387” de sodio...... YV=0,00601 7 Sulfato de sosa....... V=0,00236 T de polasa...... V=0,00383 T7-+0,00000 19 Bs Azúcar de caña....... V=0,000704 7-+0,000000 127” 523 Y es la disminucion media calculada con arreglo á la obser- vada para 1 parte de sal en 100 de agua: 7 la fuerza elástica del vapor de agua. ' A temperaluras más altas que las adoptadas, no son ya exac- tas las expresiones oblenidas, y sólo con la sal marina y el clo- ruro de polasio salieron los mismos valores, calculando las dis- minuciones por dichas expresiones segun los puntos de ebulli- cion indicados por otros observadores. Los números hallados deben servir para resolver otra cues- tion; esto es, si habrá ó no alguna conexion fisica Ó química entre la disminucion de la fuerza elástica del vapor y las propiedades conocidas de las sales. La propiedad que se presenta en pri- mera linea, y que da margen a conjeturaralguna influencia, es la solubilidad de la sal. Pero ninguna trabazon se ve entre esta so- lubilidad y la disminucion dela fuerza elastica. Cierto es que las disminuciones que la sal marina, de una solubilidad casi cons- tante, ocasiona, guardan siempre igual razon con la fuerza elásti- ca del vapor de agua; pero lo mismo sucede con la sal de Glau- bero, que presenta conexiones de solubilidad rarísimas. La solu- bilidad de la sal de Glaubero aumenta con suma rapidez hasta los 33%. Luego disminuye tanto que á 100% C. sólo se disuel- ven 3 de lo que se podia disolver á 33%. Ahora bien; las dismi- nuciones de la fuerza elástica van aumentando sin cesar hasta 1os 100”, y en igual razon que la fuerza elástica del agua pura; prueba evidente de que la solubilidad no tiene nada comun con la fuerza elástica. Las demás sales lo confirman, como lo de- muestra el autor. No cabe comparacion con las otras propiedades de las sales, interin no se conozcan los cambios que la lempe- ralura origina en tales propiedades, porque la misma disminu- cion de la fuerza elástica es en cada sal una funcion de la tem- peratura de diferente forma. Nota sobre los efectos luminosos que resultan de la accion de la luz en los cuerpos; por Mr. E. BEcQuÉREL. (Comptes rendus, 19 julio 4838.) En mis Memorias anteriores, dice el autor, tengo manifes- tados los efectos luminosos que resultan de persistir la impre- 52 sion que ejercita la luz en los cuerpos, y que se nombran en general efectos de fosforescencia. En una de ellas demostré que estos diversos efectos lumi- nosos dependian, tanto del estado físico del cuerpo como de la composicion quimica del mismo, y que era posible preparar ciertas sustancias, v. gr. sulfuros de calcio y de estroncio, de suerte que disfrutasen permanentemente la propiedad de despe- dir rayos luminosos de tal ó cual refrangibilidad, en virtud de haber recibido la impresion de la radiacion luminosa; así es que los sulfuros de estroncio y de calcio pueden dar, segun se les prepare, cualquiera de las tintas prismáticas, excepto el co- lor rojo de la parte mas refrangible del espectro luminoso. Continuando mis trabajos, he logrado demostrar que la ac- cion del calor podia alterar por algun tiempo los efectos de que se trata, y que sometiendo á una temperatura constante y más ó ménos elevada una sustancia fosforescenle, presentaba dislin- tos efectos, pero que recobraba su accion primitiva al volver á la temperatura del ambiente. No todos los cuerpos obran de igual manera, y el calor los allera temporalmente más ó ménos; el que hasta aquí presenta mayores alteraciones es el sulfuro de estroncio, proveniente de la reaccion del azufre y de la estronciana cáustica a 700 ú $00 grados, luminoso con tinta violada á la temperatura ordinaria; muda de color de resultas de cortas diferencias de lemperalura, y recobra su estado primitivo cuando vuelve á la temperatura del ambiente. Para observar estos efectos, no hay mas que po- ner unos pedacilos del citado cuerpo en un tubo cerrado, meter este en un baño de agua ó de aceite, 6 en una mezcla refri- geranle, y comparar el efecto luminoso con el que den otros pe- dazos de la misma sustancia a la temperatura ordinaria, luego de exponer aquellos y estos á la accion de la radiacion solar. De este modo se han obtenido los resultados siguientes: Temperatura del sulfuro Color de la luz despedida en virtud de la insolación de estroncio. por la luz difusa ó solar. — ANUN IM Violado oscuro, fosforescencia vivisima. Mioo......... Violado más azul. ADO el iria Azul claro. 525 Temperatura del sulfuro Color de la luz despedida en virtud de la insolacion de estroncio. por la luz difusa ó solar. TS SA . .. Ligeramente verdoso. DONCEL, Amarillo verdoso. ADONA 2H AMES Amarillo. A IO Anaranjado. Se ve, pues, que con esta sustancia se pueden tener en el intérvalo de 200 grados y de una manera temporal, pero cons- tante cuando no varía la temperatura, todos los efectos que se obtienen permanentemente a la lemperalura ordinaria con las diversas preparaciones de sulfuro de estroncio; cuyo resultado viene á confirmar la conclusion que inferi, esto es, que los di- versos efectos de fosforescencia de un mismo cuerpo provienen de alleraciones meramente físicas, y no de composiciones quí- micas distintas. Otros cuerpos presentan acciones como la cilada, pero no lan marcadas; v. gr., el sulfuro de bario, luminoso verde, despide, como el de estroncio de que se acaba de hablar, rayos ménos refrangibles al paso de ir subiendo la temperatura, inlerin que los sulfuros de estroncio y de calcio, luminosos verdes, dan por lo contrario rayos más refrangibles que los despedidos á la tem- peratura ordinaria; efectos diferentes, que dependen del estado molecular peculiar de cada sustancia. FISICA DEL GLOBO. Trabajos sobre la cantidad de ácido nitrico que contiene la llu- via, la niebla y el rocio; por Mr. BoussixcAUuLT. (Comptes rendus, 14 y 21 junio 4858.) En el verano y otoño de 1856 examiné, dice el autor, el agua de lluvia que cayó en el Liebfrauenberg, en la falda de una ramificación de los Vosgos, y en un pais muy poblado de árboles. El objeto del exámen era determinar la cantidad de 526 nitratos contenidos en las aguas meleóricas cojidas en puntos distantes de los centros de poblacion, donde diferentes causas introducen indispensablemente elementos particulares en la at- mósfera, y por consecuencia en la lluvia. Durante el año 1856 llovió 90 veces en Liebfrauenberg, ha- biendo observado en toda el agua la presencia de los nitratos. Este resultado es una confirmacion del hecho capital descu- bierto por Mr. Barral y Mr. Bence Jones, á saber: que el ácido nitrico no sólo existe en la lluvia de tempestad, sino en la que cae en todas las épocas del año, y por consecuencia bajo cir- ceunslancias en que la almósfera no presenta indicio alguno de electricidad. Las primeras apreciaciones de las dosis que hice en aquella época, no me inspiraban gran confianza. Empleé el método del añil, cuyas bases he sentado en mi trabajo acerca del mar Muerto. Una tintura tipo de añil, que obre con el concurso de acido clorhídrico, permite indudablemente determinar con seguridad tres céntimos de miligramo de un nitrato disuelto en algunos centimetros cúbicos de agua destilada; pero cuando se aplica ese mismo reactivo al agua pluvial, se halla sujeto á las ano- malias más particulares. Así pues, muchos experimentos me han probado que si se echa 1 milígramo y aun 1 décimo de miligramo de nitrato de potasa en 1 litro de agua destilada, se vuelve á obtener con diferencia de algunos céntimos de miligramo la corta cantidad de sal que se ha puesto: pero si se hace lo mismo con 1 litro de lluvia, no siempre se vuelve á hallar, y aun muchas veces nada se obtiene del miligramo de nitralo que se ha echado. He tenido motivo de observar que la pérdida que hay es tanto ma- yor, cuanto más pronunciado es el tinte de ámbar que adquiere el agua al concentrarse. En dos ensayos en que el agua concen- trada permaneció incolora, el añil descubrió todo el nitrato que se habia echado. Consiste esto en que el agua de Muvia, aun la más clara, la que cae en los campos y en los bosques, casi nunca está li- bre de una materia soluble, de naturaleza orgánica, descubierta por Zimmermann y Brandes, á la que han dado los nombres 527 de resnia, pirrhina, moco, materia cuya constitucion, todavía desconocida, es en este momento objeto de observaciones de Mr. Barral. A esta sustancia atribuyo las dificultades que ha ofrecido la determinacion del ácido nítrico de las aguas pluviales por medio de la tintura de añil. Por lo demás, como debe conocerse, no es la única sustancia organica capaz de afectar dicha deter- minacion: he visto que el azúcar, glucosa, goma, destrina y jaletina obran de la misma manera y lan desfavorablemenle; pero, cosa bastante rara, el ácido acético, los acetalos, ácido tártrico y oxálico, y las sales amoniacales, no influyen en ella de modo alguno, conservando el reactivo toda su sensibilidad. Lo que ha sucedido en mis experimentos era por olra parle muy facil de prever. Cuando una sustancia de naturaleza com- bustible se encuentra en presencia de un nitrato disuelto en un gran exceso de ácido clorhidrico, el agua regia formada en tal circunstancia, ó ejerce su doble accion con preferencia en los elementos de la materia orgánica, y los quema, en cuyo caso no sufre ataque alguno el añil, y es entonces imposible deler- minar la dosis por medie de dicho agente; ó el agua régia obra á la vez sobre la materia orgánica y el añil, destruyendo sólo una parte de él, y en este segundo caso es incompleta la apre- ciacion de la dosis. Por lo demás, la propiedad eminentemente oxidante del ácido nítrico, en el momento de verse libre, es el escollo de los procedimientos propuestos para determinar la cantidad de los nitratos cuando se hallan unidos con materias combustibles. Para apreciar, por medio del añil, las cantidades mínimas de ácido nítrico que contienen algunos litros de agua de lluvia, comprendí que era indispensable eliminar por completo la sus- tancia oscura soluble que se opone á la limpieza de la reac- cion. En consecuencia he aplicado, para apreciar la dosis de los nitratos de las aguas meleóricas, un método de análisis que se está estudiando hace algunos años en mi laboratorio. Expondré brevemente el principio en que se funda, siendo sin embargo el primero á confesar que no ha adquirido todavía el grado de perfeccion que espero darle algun dia. Cuando se quema una planta, se notan en las cenizas unas 528 bases minerales, unidas de ordinario á los ácidos fosfórico, sul- fúrico y carbónico. No existiendo en el vegetal con anterioridad los carbonatos, al menos en proporcion notable, sus bases se hallan sin duda combinadas con ácidos orgánicos destruidos durante la incineración, y cuyo carbono es origen de una pro- ducción de ácido carbónico. Si la planta contiene nitratos, y generalmente las plantas lo contienen, no se nolan en las cenizas. En vez de ellos, hay tam- bien á veces carbonatos, pues el fuego destruye el ácido de los nitratos, como son los ácidos orgánicos, con la diferencia de que el oxigeno del ácido nítrico concurre con el del aire á la com- bustion de los elementos combustibles, formando agua con el hidrógeno, y con el carbono ácido carbónico que se une á las bases alcalinas de los nitratos. Me he preguntado yo mismo si es posible quemar los ele- mentos de una materia orgánica mezclada con un nitrato, ope- rando no ya en la almósfera, sino en un medio de naturaleza tal, que no intervenga como comburente el oxigeno del ácido nítrico; en condiciones tales, en una palabra, que se oblengan de nuevo los nitratos en el residuo de la combustion, como sucede con los sulfatos, fosfatos y cloruros alcalinos, sin perjui- cio de aprovechar despues, para determinar facilmente las can- tidades, la volatilidad del ácido nítrico para desprender dicho acido de sus combinaciones, aislarlo y pesarlo. Segun se ve, la cuestion era quemar el carbono é hidrógeno por medio del oxigeno naciente, mas activo que el oxigeno del ácido nítrico, y que se obtiene lan facil y abundantemente pro- duciendo una doble reaccion de ácido sulfúrico con acido cró- mico; agente de oxidacion enérgico á tal grado, que el habil químico Mr. Brunner lo ha usado con buen éxito para quemar y conocer la dosis de carbono, no sólo del azúcar y almidon, materias de una combustion facil, sino tambien del carbono de virutas de madera, de la hornaguera y plombagina. Aumen- tando hasta ciertos límites las proporciores de ácido sulfúrico y bicromato de potasa, no hay que lemer la formacion del ácido fórmico; todo el hidrógeno y carbono se trasforman en agua y ácido carbónico. En esa combustion enérgica y rápida que se verifica en el y : 529 seno de un líquido surtido constantemente de oxigeno naciente, me ha parecido que no se modificaria el ácido nítrico, ó que si se modificaba momentáneamente en razon del contacto con la materia combustible, adquiriria de nuevo inmediatamente el oxigeno que hubiese perdido. Muchas experiencias me han pro- bado en efecto que el ácido nítrico persiste en el liquido com- burente despues de quemada la sustancia orgánica. Cuando se restablece la calma en la retorta donde se verifica la reaccion, lo cual es señal del término de la combustion, basta calentar y recibir el líquido que pasa á la destilacion. En este líquido ácido destilado, existe el ácido de los nitratos que habia en la materia orgánica. Saturando exactamente por la adicion de agua de barita (1), separando el sulfato mezclado con algo de cromato, evaporando al baño de maria, se obtiene el nitrato de barita pesando el ácido nitrico. El resultado de un experimento es el siguiente: En una retorta tubulada con 5 gramos de bicromato de potasa purificado (2) se echó una disolucion compuesta de: Agua destilada......... Dra o Oo 10 VOre Nitrato: dei potasa. toda a Mins bicis (08::5 Arcana ARNEDO cha SOLD Despues de mezclada con el acta se añadió: Acido sulfúrico puro. A A Concluida la reaccion - a lá bon hasta que aparecen los vapores blancos, que indican el paso del ácido sul- fúrico, se deja enfriar, y se echan luego en la reltorta 3 centí- metros cúbicos de agua, destilando despues hasta la aparicion de los vapores blancos. Saturando el líquido ácido destilado, se ha obtenido: Nitrato de barita. .....civi.: AO Equivalente de nitrato de potasa. ....... 0 ,4954 Adicion que se habia hecho. .......... 0 ,500 Diferencia de menos......... 0 ,0046 (1) La barita preparada por la accion del óxido de cobre en el sul- furo de bario. (2) El bicromato del comercio contiene nitratos y cloruros. TOMO VIII. 34 530 que representa una pérdida de ácido nítrico de 03",002 en 05",267 +4. Este procedimiento me parece que ha de poder usarse útil - mente en muchas circunstancias; pero es más complicado cuan- do son azoadas las materias mezcladas con los nitratos; entonces conviene separar dichas materias, porque durante la reaccion se forma acido nitrico con el ázoe que entra en su constitucion. En mi Memoria indico el modo de lograr la separacion de la male- ria azoada, con auxilio del subacetato de plomo, y ofrezco por ejemplo pesos de ácido nítrico hechos con ortigas y plantas de tabaco. Operando con algunos centimetros cúbicos de líquido proce- dente de la concentracion de 1 litro de agua de lluvia, la salida del ácido nítrico es muy marcada (1); pero no excediendo por lo regular de una fraccion de milígramo, seria imposible pesarlo en estado de nitralo de barita. La tintura tipo de añil ofrece sólo garantias suficientes de exactitud para apreciar cantidades tan pequeñas. Sin embargo no ha sido posible determinar las dosis por medio de la tintura, á causa de un accidente que no he podido remediar hasta ahora: el ácido sulfúrico que pasa con el acido nitrico no es un obstáculo; los indicios de cloro dependientes de otros de cloruros que hay en las aguas de lluvia se eliminan facilmente con la adicion de algunas golas de amonia- co: el obstáculo es el ácido crómico ó el bicromato que sale du- rante la destilacion, y cuyo poder decolorante es tan fuerte. Todas las disposiciones ideadas para impedir esa salida han sido vanas; consisliendo esto en que al desprenderse un gas, el oxi- geno, durante la ebullicion de un liquido de cierta consistencia, es imposible evitar la traslacion de partículas de materia sólida. He tratado de hallar un agente cuya presencia en el liquido destilado no ejerciese en el añil la accion destructiva del ácido erómico 0 del bicromalto; y despues de muchos ensayos que re- fiero en mi Memoria, hechos con varios cuerpos eminentemente (1) Antes de evaporar el agua de lluvia se le añade una cortísima cantidad de potasa muy pura, ó agua de cal, para descomponer las sales amoniacales. La evaporacion se efectua en una gran cápsula de porcelana de fondo plano. | 531 oxidantes, el permanganato de potasa, etc., he sustituido el peró- xido de manganeso perfectamente lavado al bicromato de potasa. La apreciacion de las dosis por medio de la tintura tipo ha llegado á ser asi sumamente precisa, habiéndose obtenido constantemen- te en todas las experiencias sinléticas en el producto de la des- tilacion las dosis de nitrato, hasta las más minimas, que se ha- bian añadido al agua pluvial. Damos á conlinuacion algunos resultados oblenidos por di- cho método; las experiencias se han verificado en circunstancias análogas á las que ofrece la apreciacion del ácido nítrico cuando se opera con 1 litro de agua de lluvia. Recordaré aquí que una tintura graduada de añil da facilmente el indicio de 5 de la unidad de ácido nitrico que representa. Asi pues, una tintura destinada á apreciar, como máximo, 1 centigramo de ácido nitri- co, acusa la presencia de 1 miligramo. Otra tintura preparada para pesar, cuando más, 0”e,1 de ácido, descubre +4; de mili- gramo. Acido nitrico echado en agua destilada: elasereaia eo la 02, O. ; Dosis obtenida al determinarlo.. 0 ,21 ¡Diferencia E Agua de lluvia conácidonitrico.. 0 ,18 Ia (DRETS VO Ca A O O 0 ,28 Dosis obtenida.............. 0,299 Agua de lluvia con ácido ní- ÍDIGO ¿lll ejes senos or ON COR Acido añadido reciban 07 pDiferencia +0 ,01 0 14 Dosis.oblenida. e. <..maiica3óh0, 111 Acido nitrico obtenido en 1 li- tro de agua de lluvia........ 0 ,68 Resultado de una segunda deter- Diferencia 0 ,05 minacion de la misma agua. . 0 ,73 ¡Diferencia —0 ,03 532 Acido nítrico añadido a 1 litro de agua...... dios ObiénidO! LINEAS Arde Acido nitrico hallado en 1 litro de agua de lluvia. ......... Resultado obtenido por segunda operacion........-. Sulfato de amoniaco añadido al agua destilada, 08",2: A ES Dosis determinada........... Sulfato de amoniaco añadido al agua destilada, 7 miligramos. Acido nítrico obtenido........ Añadidos 10 miligramos de azú- car al agua destilada y ácido MMCO RRE. O Aa Acido nítrico deter add 0%. Añadidos al agua destilada 10 miligramos de azúcar, ácido DIMICO AJO AOS Me E Echados en el manganeso, 50 mi- ligramos de mero! Acido nitrico obtenido. . ...... Fáltame ahora explicar por qué me ha parecido que debia hacer tantos esfuerzos para hallar un procedimiento tan delicado para apreciar las dosis, cuando si seopera con un volúmen ma- yor de agua, de 100 a 200 litros por ejemplo, era facil procu- rarse un liquido bastante abundante en nitralos para saber la dosis de ácido en estado de nitrato de barila, como en el experi- mento cuyos detalles he referido. Además es muy fácil tambien proporcionarse á la vez mucha agua de lluvia, para lo cual basta aumentar la superficie del udómetro. (1) El ácido nítrico se ha echado siempre con una disolucion gradua= da de nitrato de potasa. 0 20 18 |Diferencia— 0,2 ,41 Diferencia — 0,2 ,39 el Diferencia +0,01 ,03 ,00 ,90 ) Diferencia —0,10 eb po ecs00a +0,04 / 24 > 533 Dos motivos me han decidido á obrar del modo que lo he he- cho. En primer lugar admito que en meteorología química, para dilucidar cuestiones interesantísimas , es necesario multiplicar las observaciones cuanto sea posible, y para realizar esta condi- cion es esencial que los métodos sean fáciles y rápidos sin dejar de ser exactos. En segundo, y es una consideracion muy fuerle, hay ciertas aguas meteóricas de que se adquieren con dificultad sólo algunos decilitros; tales son las aguas de las nieblas, escar- cha y del rocio. Nadie podrá negar el interés que liene el estudio de estos meteoros ácueos. . Con auxilio del procedimiento que naluralmente sólo he podido describir de un modo muy imperfecto en este trabajo, he apreciado la dosis de ácido nilrico en 189 ejemplares de lluvia; 6 idem de nieve; 7 idem de niebla; 30 idem de rocio. Lluvia. En Liebfrauenberg, durante los meses de julio, agoslo, setiembre, octubre y noviembre de 1856 y 1857, se recojieron 970'*,46 de lluvia, en los cuales he hallado la dosis de 0sr,182 de ácido nítrico, 075,2 por litro próximamente. Las lluvias más abundantes en ácido se obtuvieron: Acido nítrico en 4 litro, El16 de julio de 18 IT. o... 673,23 el de octubre de idem. dni... ma 0 AS El 25 de setiembre de idem. ....... 3 ,74 El 14 de agosto de 1856........... 3 ,43 Hace cuatro años, por las mismas épocas, me resulló en 17581:,25 de agua meleórica que cayó en dicha localidad, 8",03352 de amoniaco, ó 0ms,6 por litro. Por tanto, la proporcion de amoniaco en la lluvia es al pa- recer mayor que la del ácido nitrico. Mr. Barral, que ha sido el primero en apreciar la dosis de ácido nítrico de las aguas 534 pluviales, y Mr. Bineau en Lyon, habian adivinado ya esle resultado. Visto ese exceso de alcali volátil, es casi cierto que en las aguas meleóricas el ácido nítrico forma nitrato de amoniaco. Pero del descubrimiento de nitratos de cal y magnesia en el residuo seco procedente de la evaporación de las referidas aguas, no debe deducirse como conclusion que estuviesen di- sueltas en ellas dichas sales. Efectivamente, se comprende que las bases de los carbonatos térreos y alcalinos que forman ne- cesariamente parte del polvo que arrastra la Jluvia, se apode- ren del ácido del nitrato de amoniaco durante la concentracion del líquido. Un litro de lluvia de la que cayó en Liebfraenberg debia contener, en esta hipótesis, 0w3,263 de nitralo de amo- niaco. Nieve. Del 27 al 28 de noviembre de 1857 nevó en Lieb- fraunberg (1). Con la fusion se obtuvieron 6!t,42 de agua, y en ella se hallaron 272,73 de ácido nítrico: 03,42 de ácido por litro, 6 073,55 de nitrato de amoniaco. En general la nieve contiene más amoniaco que la lluvia, y tambien al parecer mayor cantidad de ácido nítrico; resultado que hacen admisible la observacion de Liebfrauenberg y las verificadas en París. Lluvias recojidas en Paris. Acido nitrico en 4 litro de agua. En 19 de diciembre de 1857........ 1m3,00 En 4 de enero de 1858. .........-. 0-3 Eniide dados aa elas aras: 1 ,36 EIA A PA AR O Deal 20 dedd dd ers a hi MESAS de ld dd. aras ness 1 ,00 ElImeid ide ta secos 0 ,44 De 30m de dalla... nessa A Et 1 Del 31 de id. al 20 de febrero de id. .. 0 ,76 PE E IA O 0 ,44 Del 23 ADE 1O.10. aja e a ae 0 ,68 El 2. de marzo de ld. ............... 0 ,76 Lluvia cojida en abril de id.......... 2,00 (1) La superficie del udómetro tenia 1 metro cuadrado. 535 Nieve caida en Paris. Acido nítrico por litro de agua de nieve. E e A EN En 27 de febrero de 1858. .......... fw3 00 Del 28 de id. al 1. de marzo de id. ... 1 ,55 El 6 de marzo de id. (por el dia)...... 2156 En la noche del 6 al 7 de id. id....... 0,95 POS 17d O AUJA 26 TOMA < 18300 001039 El 10 de id. id. ...... 3 DIO 0 ,58 Granizo. En 53 de agosto de 1857 la temperatura de Lieb- frauenberg fué muy elevada, y la atmósfera estuvo en calma, A las 5 de la tarde, al N., señalaba 33” el termómetro, cuando principió a tronar. Un viento de los más fuertes sopló del S. 0., levantando un polvo bastante denso para oscurecer el aire. Al principio cayó la lluvia sólo en gotas muy gordas, y al poco acompañada de granizo que se deshacia al momento que lle- gaba al recipiente del udómetro. De la primera lluvia coji 01t,5, luego 101,5 de la que cayó mezclada con granizo; su tempe- ratura era 107,5. A las 5 y 20m ya no llovia. Quedaban en el udómetro 4'*,5 de la última lluvia. En 20 minutos, porque el aguacero no duró más, cayeron 15"",25 de agua. La dosis de ácido se apreció en las tres fracciones de lluvia recojida duranle la tempestad. Agua medida| Acido nítrico | Acido nítrico Agua en milí- en en el en metros. el udómetro. | agua cojida. |1 litrodeagua. Primer agua. .....| 078,50 | 0w3,50 | 1,043 | 2vs,09 Segunda, mezclada| con granizo.....[10 ,25|10 ,25|2 542 | 0 ,25 Tercera, singranizo.| 4 ,30 | 4 ,50 | 0,850 | 0 ,19 18 ,25|15 ,25 | 4,435 | 2 ,53 í A ATP DIAL DAI ELIANA IT TINTA PETT 536 El granizo, mucho más abundante en el llano que en Lieb- frauenberg, situado en la orilla del bosque, hizo en él grandes estragos. El 2 de setiembre de 1857 á las 24 de la tarde hubo una nube fuertísima en el valle del Sauer, á algunos centenares de metros bajo la habitacion; el viento soplaba del S. O. Cayó un rayo en un nogal; el olor de ozono fué muy marcado, y el papel de Schobein tomó un tinte azul. En el valle llovió consi- derablemente, pero en la montaña sólo lo hizo por algunos mi- nulos; la cantidad de lluvia medida fué únicamente 01,75 (0,75). Esta agua, recojida en medio de influencias eléctri- eas lan pronunciadas, no contenia sin embargo mas que 0”s,21 de ácido nítrico (0w3,28 por litro). En la noche del 2 al 3 de setiembre cayó una lluvia más menuda, en la que únicamente se notaron indicios de acido nítrico, 0"5,04 por litro. Granizo caido en Paris. El 30 de abril del presente año hubo en París una tormenta acompañada de lluvia y granizo. El udómetro lo habia dispuesto de modo que quedasen los gra- nizos en el receptor, por cuyo medio pude examinar por sepa- rado la lluvia y el agua procedente de la fusion del granizo. Me pareció interesante la determinacion de las proporciones de amo- niaco y ácido nítrico, y los resultados obtenidos son los siguien- tes con relacion á 1 litro de liquido. Amoniaco. Acido nítrico. En llluriarno. dl. Ao let nea 002,55 En el agua procedente de la fusion del granizo....... 2,08 0,83. La proporcion de amoniaco ha sido próximamente la misma en ambos casos; pero ha habido notablemente más ácido nítrico en el granizo que en la lluvia. En 1 litro de esta habia por consecuencia 0”s,72 de ni- tralo de amoniaco, y 1”s,99 de amoniaco en estado de carbo- nalo. En 1 litro del granizo deshecho hubo 1,09 de nilralo, y 173,82 de amoniaco unido con el ácido carbónico. a AA a A APPO Mes 537 Niebla. Uno de los resultados. más curiosos de mis trabajos verificados en 1853 con las aguas meleóricas fué descubrir, en la niebla, mayor proporcion de amoniaco que en las lluvias. En el agua de dicho meteoro cojida en octubre y noviem- bre, hallé de 3á 9 milígramos de amoniaco por litro. Una niebla que ocupaba la parte del valle del Rhin comprendida entre la Selva Negra y la cordillera de los Vosgos, del 14 al 16 de no- viembre, niebla tan notable por su opacidad y su olor como por su persistencia, contenia hasta 50 miligramos por litro. Las observaciones de 1858, hechas en Liebfrauenberg, indi- can tambien más ácido nitrico en las nieblas que en la lluvia. Acido mitrico en 4 litro FECHAS. de agua procedente de la niebla. El 25 por la mañana..... 013,39 Octubre. ..¿El 26 por la noche....... dom 119 El 28 de 7 a 8 de la noche. 00,12 Noviembre BIS. y. coll. dah esales. 0 ,96 e EVI Si chal ol AO E 1 ,08 Diciembre 1 83. Nieblas recojidas en Paris. El 23 de enero de 1854 exami- né una tan densa, que en muchos barrios tuvieron que encen- der luces en las habitaciones á las 10 de la mañana. El agua clara, de tinte ligeramente amarillo, era notable por la propor- cion de áleali que contenia. En 1 litro habia 138 miligramos de amoniaco, equivalentes á 05",64 de bicarbonalo, cantidad tres veces mayor que la producida por la niebla observada en el va- lle del Rhin, del 14 al 16 de noviembre de 1853. Entonces ob- servé que con tan nolable cantidad de amoniaco podia explicar- se por qué, en ciertas circunstancias, tienen las nieblas un olor bastante penetrante para afectar de un modo penoso á los órga- nos de la respiracion. El 19 de diciembre de 1857, entre 8 y 10 de la noche, cu- brió parte de la capital una niebla de las más densas, y me apresuré á aprovechar esta ocasion para medir la dosis de ácido nítrico que contenia. Tal era la opacidad del vapor vesicular, 538 que en el paseo Beaumarchais bastaba ponerse á 20 pasos de un mechero de gas para no distinguir ya su luz. El agua del udó- melro puesto en una azolea cerca de la Plaza Real, tenia color de ambar y cierto olor á sebo. Al echar en ella una disolución de polasa (1), antes de proceder á la evaporacion, hubo despren- dimiento de amoniaco. Este agua volvia otra vez azul el papel de tornasol enrojecido por los acidos. El aprecio de las dosis indicó, por litro de agua, 10ws,11 de ácido nítrico, equivalentes a 138,3 de nitrato de amoniaco. Rocio. El rocio es un fenómeno considerable, menos tal vez por la cantidad absoluta que cae en un punto del globo, que por la extension de superficies donde se deja ver. En las regiones tropicales es donde ejerce efectos más marcados y favo- rables á la vegetacion, aunque en parte alguna he visto que pueda suplir al riego. Á la caida de la tarde, si el aire saturado de vapor á la temperatura de 30 grados contiene más de 30 gra- mos de agua por metro cúbico, el rocío cae abundantemente por la noche, corre por las hojas, y a la mañana he vislo mu- chas veces, en las estepas del Mela y Casanaro, tan mojada la yerba como si hubiera llovido toda la noche. Se averigua la mayor 0 menor abundancia del rocio, pero no es posible medirla, porque no cae como la lluvia. Su apari- cion depende de la naturaleza del poder radiante del cuerpo que humedece, pues no se deposita sino en cuerpos más frios que el aire ambiente, y en cantidad tanto mayor cuanto mas pronunciada es la diferencia de temperatura. Cuando Flaugergue observó que en una bandeja de hoja de lata pintada al óleo, cada rocio dejaba por término medio una capa de agua de 5 céntimos de milímetro de grueso, ano- taba un caso particular de una superficie de hoja de lala pin- tada al óleo, sin que fuera permitido de ningun modo deducir de aquí por conclusion que el cesped inmedialo recibia igual- mente otra capa de liquido de 5 céntimos de milímetro. Los (1) La potasa usada en estas experiencias no tenia el más leve indicio de nitrato. Se preparó por incineración del tartrato ácido de potasa purificado. 539 resullados hubieran sido diferentes en un todo, si el sabio me- leorólogo de Viviers hubiese empleado la porcelana como re- cipiente, ó el cristal, tierra barnizada, ó hule, en razon á que hallándose cada una de estas materias dotada de un poder es- pecial para emitir el calor, se hubieran enfriado diversos gra- dos con la radiacion nocturna, condensando, en su contacto con la atmósfera, cantidades muy diferentes de vapor acuoso. Por consecuencia, el udómetro nunca indicará el rocio que caiga en un pais, porque siendo iguales en todas partes las con- diciones de temperatura é higrometría, sin embargo recibirán cantidades muy variables la tierra labrada, los barbechos, sembrados, bosques, rocas y arena. Hay aun más: las hojas no tienen de seguro en todas las plantas la misma facultad emisiva; la rapidez, intensidad de su enfriamiento, y el depósito del ro- cio que es su consecuencia, se hallan ligadas necesariamente a la distancia á que están del suelo, al color más 0 ménos oscu- ro, á la tersura ó rugosidad de su epidermis. Muchas veces he observado caer el rocio de las hojas de una plantación de remola- cha, al paso que en el campo inmediato apenas estaban húmedas las hojas caidas de la palala. Al mismo tiempo que he conocido la imposibilidad de medir el rocio como se hace con la lluvia, he tratado sin em- bargo de apreciarlo imperfectamente. El método que he em- pleado nada tiene seguramente de científico, y sólo da mínimos, porque no es posible lener en cuenta el agua que absorbe el suelo. Despues de una noche serena, en que la atmósfera perma- neció tranquila; en una palabra, cuando las circunstancias ha- bian sido favorables á la radiacion nocturna, me fuí á las pra- deras de las orillas del Sauer antes de la salida del sol. Alli se secó la yerba con una esponja en una superficie de 4 melros cuadrados, y el agua se puso en un frasco y se pesó. El peso del rocio obtenido por este medio desde el 14 de agosto hasta el 2 de octubre de 1857 fué el siguiente: 540 Rocío cojido en 4 metros Altura de la capa cuadrados. de agua. PO A GO TS7 00, 500 DN Qum 16 IR TOR HOR 0 ,18 E IDEADO ION DIOS] 0 ,09 y A AAN 0 ,12 Agosto e AO A EUA A 0 ,08 a o LS MA, SUP TOL ¿IE 0 ,06 A A 107 SIMBTIOA 0 ,08 PES UA 2 TA NALE, Y 0 ,0% Ogre 6H OSLO 2 91pa 0,06 O LO ERA 119 UT 0 ,10 IEA! TOTVL TN DBDIAM 0-27 TO MAUDATr 0510 TOS III OS 0 0197 SECO DI INTA 0 (PA UE! DU E 0 18 AO IIPIDAO IIA, O. 0 ,09 ASOMO 50 90 VOR OIT. 0 ,2 28 ACTA: 0161 TOYS IS 0 ,17 Dc TANIA 0 ,18 Término medi0......... 0 ,14 Por término medio, el rocio caido en la pradera representa una lluvia de 077,14, equivalentes á 1400 litros de agua distri- buida por una superficie de 1 hectárea; volúmen muy pe- queño para suslituir al riego: por lo demás, tanto en los prados como en los terrenos de cultivo, en el referido clima, se limita su intervencion a debilitar los perniciosos efectos que causan las sequías prolongadas, de lo cual ofrece una prueba sorpren- dente el verano de 1857. Hacia muchos años que no se habia sufrido una tempera- tura tan elevada y pertinaz: sólo llovió á grandes intervalos, y la tierra estaba hecha polvo. Unicamente subsistieron bien tres plantas, el trigo, la viña y el tabaco, cuyo vigor me recordaba las magníficas plantaciones de Ambalema, Arragua y Varinas. No he mencionado el lúpulo, que habita siempre en su suelo húmedo. Respecto á los demás cultivos, se hallaba singular- 541 mente atrasado su desarrollo; los árboles perdian su hoja, porque segun he observado muchas veces en las regiones equinocciales, una sequía extremada produce el mismo efecto en el arbolado que un invierno rigoroso. Las hojas de la remolacha y patatas padecieron considerablemente en aquellos dias abrasadores; ponianse mustias y marchitas, pero á la mañana volvian á es- tar derechas, vivaces y firmes en el tallo. Este cambio lo atri- buyo únicamente á la intervencion del rocío, y no, como pu- diera creerse, á la acumulacion del agua chupada por las raices en el tejido de las partes aéreas del vegetal, debida á suspen- derse la traspiracion durante la noche. El dato en que fundo mi opinion es el siguiente. Hay una costumbre muy extendida, tanto en Alsacia como en la Lorena, de plantar ciruelos en las tierras, habiéndose advertido que siempre que dichos árboles dan sombra á remolachas y patatas, las hojas lacias por el calor del dia no se vuelven á poner derechas; lo cual consiste en que formando pantalla el arbol, se opone á la radiacion nocturna, al enfriamiento de las hojas que es su consecuencia, y por lo tanto al depósito del rocio; se necesitaba la lluvia para reani- mar la vegetacion. En 1853 hallé casi tanto amoniaco en el rocio como en la niebla. Las observaciones de 1858 prueban que hay algo mé- nos ácido en el rocio cojido en el Liebfrauenberg que no en la niebla. Presentaré aquí algunos resultados obtenidos. Acido nítrico en 4 litro de rocío. Rocio del 16 de setiembre de 1857.... 0m3 12 Idem del 18 al 98 id. de id......... 0 ,07 403,97 Idem del 1.* al 28 de octubre de id.. 0 ,05a1 ,12 Idem del 5 al 9 de noviembre de id.. 0 ,4340 ,68 Escarcha del 16 y 17 de id. id...... 0 ,58 Por consecuencia, el rocio no se diferencia sensiblemente de la niebla, al menos en las proporciones de amoniaco y ácido nítrico; ambos lienen además, bajo el mismo punto de vista, la mayor analogía cuando principia á caer, siendo entonces en cierto modo el primer lavado del aire. Efectivamente, esa agua 542 que cae primero, sobre todo despues de una larga sequía, es la que tiene más ácido carbónico, carbonalo y nitrato de amo- niaco, materias orgánicas y polvo de toda clase, que Bergmann ha definido perfectamente llamándolas inmundicias de la almós- fera. A decir verdad, la niebla y el rocio no son mas que el principio de una lluvia, ó partículas de agua resultantes de la condensación del vapor ocasionada por un descenso de tempe- ratura, y que, en el medio que se presentan, disuelven lo que es soluble, y arrastran lo que hay en suspension. Si algun dia se emprende el estudio sostenido de las sustan- cias que contiene la almósfera sólo en cantidades infinitamente pequeñas, pero cuya accion en los seres orgánicos es sin em- bargo innegable, convendrá buscarlas en la niebla, rocio, pri- meras gotas de agua y en los primeros copos de nieve; en una palabra, en los meteoros ácueos será donde se encuentren reunidas y condensadas. QUIMICA APLICADA. Informe dado ú la Academia de Ciencias de París por una co- miston de su seno, compuesta de MM. ReGxauLT, SENARMONT y PeLouze, sobre una Memoria de Mr. Commines ve Mansi- LLY, intitulada: Estudio de las variedades principales de hornaguera que se consumen en París y el Norte de Francia. (Comptes rendus, 40 mayo 1858.) El objeto que se propone el autor del considerable trabajo de que vamos a dar cuenta, es estudiar la combustion en los hor- nillos de las locomotrices. Esta cuestion se compone de diversi- simos elementos, siendo el combustible el más importante entre ellos; y segun se emplee el cok, hornaguera, turba ó leña, va- rían los productos de la combustion, y con ellos deben variar tambien la forma y dimensiones de las locomotrices. El estudio de los combustibles bajo el punto de vista de sus propiedades principales y su composicion química, debe pre- 543 ceder por consecuencia al de su combustion en las locomo- trices. e Hay pues dos cuestiones distintas, pero sólo tenemos que examinar la primera. Para circunscribir una materia tan vasta, se ha limitado el aulor al exámen de los combustibles que recibe el camino de hierro del Norte; debiendo además hacerse los estudios relati- vos á la combustion en los hornillos de las locomotrices del ci- tado camino. Los combustibles indicados son: Las hornagueras de Bélgica; Las del Norte; Las de la cuenca de Newcaslle (Inglaterra): Los ladrillos de carbon; El cok; La turba de los departamentos del Paso de pata la Somme, el Aisne y del Oise. Las importaciones de hornagueras belgas é inglesas y la produccion de las del Norte de Francia, ascienden en junto á cerca de 5.000.000 de toneladas por año. En 1856 se han distribuido del siguiente modo entre las di- versas cuencas productoras. Toneladas. Cuenca de Mons y la del Centro....... 1.700.000 Idem de Charleroy................> 900.000 Idem de Valenciennes............... 800.000 Idem del Paso de Calais. ........... 300.000 Idem. de Nemcasile.:... dario mias 400.000 4.100.000 Siendo próximamente de 9.000.000 de toneladas el consu- mo anual de Francia, resulta que los estudios de Mr. de Mar- silly comprenden más de la mitad de las hornagueras que se consumen en ella. Mr. de Marsilly ha visto, desde el principio de sus trabajos, que la pérdida de peso que experimenta la hornaguera en el 544 vacio seco es siempre inferior a la que tiene en la estufa á 100 orados; cuya observacion le ha hecho estudiar la accion del calor en las hornagueras entre la temperatura ordinaria y la de 300 grados. Tambien ha averiguado que, á contar desde 50 erados, pierde gas la hornaguera; que el desprendimiento no se hace muy manifiesto hasta los 100 grados ó más; y que crece hasta los 330, y probablemente hasta el punto en que principia la descomposicion propiamente dicha de la hornaguera. La cantidad de gas obtenida variaba de 1 á 2 litros por ki- lógramo de hornaguera. Además obtuvo un producto liquido con olor de benzina, cuyo peso variaba de 10 415 gramos por kilógramo de hor- naguera. Los pesos reunidos del gas y líquido componen la pérdida que sufre la hornaguera á 300 grados, variando de1 á 2 por 100. Una cosa notable se observa, y es que las hornagueras pro- cedentes de minas de grisú desprenden siempre y casi exclusi- vamente hidrógeno carbonado, al paso que las sacadas de mi- nas que carecen de grisú no desprenden señal alguna de dicho vas; el que producen se compone principalmente de ázoe y acido carbónico. En esto tiene el minero un medio práctico y sencillo de saber a priori si la vena de hornaguera en que penetra por primera vezes capaz de desprender grisú, ese azote de las explotaciones carboniferas. El autor ha llevado más allá sus investigaciones: el grisú se atribuye á un desprendimiento espontáneo del gas hidrógeno carbonado contenido en la hornaguera. Mandó pulverizar unos grandes trozos de hornaguera que se habian sacado de la mina hacia sólo tres ó cuatro dias, y echó el polvo en un vaso, poniéndolo debajo de una campana; al dia siguiente se hallaba esta llena de gas que se inflamaba al con- tacto de la llama de una vela; por consecuencia, la hornaguera desprende espontáneamente grisú. Ese desprendimiento espontáneo de gas inflamable explica las explosiones que se han observado muchas veces en los pa- ñoles de los buques de vapor cuando se ha tenido la impruden- cia de bajar con una luz. 545 La consecuencia práctica de este hecho es que ha de evi- tarse en un buque de vapor, y generalmente en todo sitio cer- rado, el depósito de carbon recien extraido de minas de grisú, ó que han de tomarse ciertas precauciones para evitar la ex- plosion. El desprendimiento espontáneo de hidrógeno carbonado se verifica aun en el caso de ser la presion de la atmósfera am- biente 5 veces mayor que la atmosférica. Mr. de Marsilly lo prueba con el siguiente experimento: en un vaso cilindrico de cobre pone 20 kilógramos de carbon menudo procedente de grandes masas recien sacadas de la mina y pulverizadas rápidamente; luego lo cierra herméticamente, y con una bomba de presion repele el aire á lo interior hasta que la presion tiene 5 atmósferas; en la parle superior del ci- lindro hay una llave, y abriéndola por un momento se da salida a algunos litros de aire con el fin de producir el desprendimiento del hidrógeno carbonado que haya podido pasar al estado libre al introducir el carbon menudo en el cilindro. La misma llave sirve despues para recojer el gas carbonado. Efectivamente, al cabo de 24 horas se puede recojer un gas que arde al contacto de un cuerpo inflamado. Esta experiencia, de suma sencillez, ofrece constantemente el mismo resultado, probando, como acabamos de decir, que una presion considerable no impide el desprendimiento del grisú. Por otra parte, dicho desprendimiento es tan completo al cabo de seis meses, y probablemente en ménos tiempo, que la hornaguera no lo produce ya ni aun á la temperatura de 300 grados. El hidrógeno carbonado no es el único elemento que pier- den con su exposicion al aire libre las hornagueras proceden- tes de las minas de grisú: el principio craso que favorece la formacion del coke con la accion del calor desaparece, si no por complelo, al ménos en parte. Unas hornagueras crasisimas, que habian estado al aire cerca de seis meses, sólo han producido, en una fabricacion en grande, coke imperfectamente formado, al paso que se ha ob- tenido otro excelente en los mismos hornos con hornagueras frescas procedentes de la misma vena. TOMO VIII. 35 546 Si hay una analogía entre los productos gaseosos que se desprenden, ya espontáneamente por la exposicion al aire, ya por la accion del calor á una temperatura inferior a 300 grados, no es ménos completa y notable la que se observa en los pro- ductos líquidos. Todas las hornagueras grasas procedentes de minas de grisú, cuando se las somete á la accion de una lem- peratura de 300 grados, cesan de hincharse y de pegarse; si se han reducido á polvo antes de calcinarlas, se vuelven á ver en la misma forma despues de la calcinacion. Luego hay pérdida del principio craso, ya por una larga esposicion al aire, ya por la accion del calor á una lemperalura inferior á 330 grados. Las mismas muestras de hornagueras crasas, calcinadas sin secarlas preliminarmente, daban, como acabamos de indi- car, un coke bien formado; es decir, coherente, y propio para los usos domésticos é€ industriales. Hace mucho tiempo se sabe que las hornagueras, aun las ménos piritosas, expuestas al contacto prolongado del aire y la humedad, pierden una parte notable de su valor, ya se desti- len para sacarlas el gas del alumbrado ó hacer coke, ya se que- men en rejillas para dar calor. Los hechos designados por Mr. de Marsilly no ofrecen todavia la clave de este fenómeno; pero pueden considerarse como un paso dado en la senda que ha de conducir a su explicacion. Vamos ahora á indicar los métodos que ha seguido Mr. de Marsilly para analizar las hornagueras. r El mismo aulor advierte que con muy pocas excepciones ha seguido los descrilos por Mr. Regnault en sus Zrabajos sobre: los combustibles minerales. Los diversos elementos que entran en la composicion de la hornaguera son: El agua higrométrica. El hidrógeno. El carbono. El oxigeno. El ázoe. Las cenizas. Al apreciar las dosis es preciso añadir la determinacion del 547 coke, es decir, el residuo que dejan las hornagueras por su calcinacion en vasos cerrados. Agua higrométrica. Se ha medido por la pérdida de peso que sufre la horna- guera en polvo cuando se expone en el vacio seco á la tempe- ratura ordinaria. Hidrógeno, carbono, oxigeno. Se quema la hornaguera, despues de secarla como acaba de decirse, y se completa la combustion haciendo que pase el gas todavía carburado por una capa de óxido de cobre enroje- cido. El aparato que usa Mr. de Marsilly se compone: 1.” de un gasómetro lleno de oxigeno seco; 2.” de un tubo de vidrio re- fractario abierto por ambos extremos, que comunica por uno de ellos con el gasómetro por medio de tubos de polasa y piedra pomez; 3. de un tubo en forma de U lleno de dicha piedra, de otro de Liebig y un tubo testigo. La longitud del tubo que ha de usarse varia segun las dife- renles especies de hornaguera sometidas á la analisis. De este modo, al paso que basta un tubo de solo 07,40 á 0=,50 de largo para el coke y las hornagueras flojas, se necesita otro de 1 metro cuando se opera con hornagueras grasas de grandes llamas. El tubo, despues de secarlo bien preliminarmente, se llena hasta la mitad con óxido de cobre caliente y recien calcinado. La hornaguera se pone en una navela de plalino que se introduce en el tubo, y va á tocar con la capa de óxido de co- bre. Esta parle del tubo se deja sin cubrir con oropel, de modo que puede seguirse la marcha de la operacion, y ver cuándo se halla completa la incineracion. El óxido de cobre ha de po- nerse rojo; entonces se hace que pase el oxígeno lentamente, echando algunos carbones detrás de la navetla de platino luego poco á poco debajo, de suerle que se determine una destilacion lenta y progresiva sin inflamarla, cuya precau- 548 cion es principalmente util con las hornagueras grasas. Despues se calienta con mayor fuerza la navela, y se quema la horna- guera. La combustion se verifica siempre en el punto extremo á que llega el oxigeno, y sólo avanza progresivamente. La operacion no se termina del lodo hasta que ya no se nota punto alguno brillante en la cápsula. El método expuesto ofrece varias ventajas: el mismo tubo puede servir varias veces; se consiguen directamente las ceni- zas, y de un modo exacto, de lo cual es facil asegurarse. Sin embargo, tiene un inconveniente: el ázoe que exisle en corta proporcion en las hornagueras, produce ácido nítrico, que se condensa en el tubo de agua. De aquí nace un ligero error en la determinacion del hi- drógeno. Mr. de Marsilly ha tratado de determinar, con auxilio del permanganalo de potasa, la cantidad de ácido nitrico que se con- densa en el tubo de forma de U, y el error correspondiente que resulla de esto en el hidrógeno; habiendo vislo que dicho error se halla comprendido entre 08r,0005 y 0s",001. Determinacion del zoe. El ázoe se ha determinado generalmente con el oxigeno por diferencia. Su proporcion excesivamente pequeña en las horna- gueras hacia su análisis de menor importancia para el fin que se proponia el autor; sin embargo, Mr. de Marsilly ha apreciado al- gunas veces la dosis de ázoe usando el método de Mr. Peligot, que lo tiene por el más exacto y al mismo tiempo el más ex- pedito. Determinacion de las cenizas y coke. El método de análisis seguido con el carbono é hidrógeno da directamente, segun hemos visto, el peso de las cenizas, pero Mr. de Marsilly ha verificado siempre la comprobacion que- mando directamente la hornaguera en una cápsula de platino caldeada al rojo en la mufla de un gran horno de copela. En la misma mufla se hizo la calcinacion de la hornaguera | | AP AP 549 para apreciar el peso del coke que daba; al efecto se empleó un crisol de platino cubierto con su tapa, y metido en otro crisol de barro tapado tambien. Entre las dos tapas se pusieron algunos carbones menudos de leña para evitar la entrada del aire al tiempo del enfriamiento. Por lo general se han empleado 3 gramos de materia, tanto para la determinacion de la ceniza como para la del coke. En el curso de dichas análisis ha hecho Mr. de Marsilly una observacion dignísima de interés, á saber: que por puro que sea un trozo de hornaguera, y por homogéneo que parezca á la vista, no dan por combustion sus diversas partes la misma can- tidad de cenizas. Lo mismo sucede con el coke que suminis- tran por calcinacion los fragmentos de una misma gran masa de hornaguera; de lo cual se deduce que es preciso reducir á polvo finisimo la hornaguera para hallar, en el mismo ejemplar, igual cantidad de cenizas ó de coke. La última parte de la Memoria de Mr. de Marsilly trata de la clasificacion de las hornagueras. Vamos á presentar un rá- pido resúmen de ella. Clasifica las hornagueras por paises y cuencas, y en cada una de estas ha seguido una clasificacion fundada en los usos industriales y la posicion de las capas. En Bélgica, la direccion general de las capas es de Oriente a Occidente. En la cuenca de Mons se encuentran al S. las hornagueras grasas mariscales (las magras que estan más al S. aún, apenas se explotan), luego avanzando al N. están las duras, las grasas y las secas. En la cuenca del centro hay hornagueras grasas al N., y más al S. las semi-grasas ó semi-flojas. Finalmente, en la cuenca de Charleroi exislen las dos espe- cies precedentes de hornaguera, y al N. las flojas. Las analisis establecen que estas últimas son las que tienen ménos hidrógeno, oxigeno y ázoe, y más carbono. El paso de una categoria de hornaguera á la siguiente, tratándose de horna- gueras flojas, se marca por un aumento de hidrógeno, oxigeno y ázoe y una disminucion de carbono; al mismo tiempo el re- siduo de la calcinacion en vasos cerrados disminuye constanle- 5590 mente, y sin embargo aumenta la proporcion de carbono que pasa á los productos volátiles. La cuenca de Valenciennes encierra las mismas clases de hornaguera que Bélgica, escepto la seca; las análisis dan com- posiciones semejantes para las hornagueras similares, teniendo todavía aplicacion en este caso la ley sentada antes. Aún no se conoce bien la cuenca del Paso de Calais; segun las análisis de Mr. de Marsilly existe en ella la mayor parle de las variedades de carbon que hay en Bélgica. Esto da lugar á creer que las capas ofrecerán las mismas variedades de horna- guera y por el mismo orden yendo de N. á S. La identidad que resulta en las análisis de las hornagueras belgas y las francesas ofrece un nuevo motivo, además de los que habia, para creer que las cuencas del N. de Francia son la pro- longacion de las cuencas belgas. , Si se considera la formacion de las hornagueras flojas como más anligua que las demás especies, las análisis del aulor ofre- cen entonces la confirmacion de la ley sentada por Mr. Reg- nault, que el paso de los combustibles de formacion antigua á los de olra más moderna se opera por un aumento de hidró- geno y oxigeno, y una disminucion de carbono. Las análisis de hornaguera inglesa prueban al parecer que pueden clasificarse estas en una de las calegorías establecidas para las hornagueras belgas y francesas. Las análisis de ladrillos establecen una composicion casi idéntica entre ellos y las hornagueras empleadas para su fabri- cacion; esto era cosa prevista. En el coke destinado a los caminos de hierro hay una corta proporcion de hidrógeno y oxigeno; su poder calorífico es me- nor que el de la hornaguera; el autor ha determinado por me- dio de muchas experiencias las cantidades de agua que puede absorber el coke, ya sea por exposicion al aire húmedo, ya por caerle el agua directamente; habiendo hecho tambien resal- tar la importancia, bajo el punto de vista industrial, de la de- terminacion de las cenizas que encierra. Muchas compañías de caminos de hierro ponen en las com- pras que contratan con los abastecedores algunas condiciones por las que se rebaja el agua que tiene el coke seco; además, 551 la proporcion de cenizas no ha de pasar nunca de 8 por 100; excediendo este límite, no se admile el coke. De algunos años á esla “parle los fabricantes han conseguido, lavando la hornaguera, darlo con 6 y 7 por 100 de cenizas: números comprobados por la compañia del N., que somete á en- sayos regulares, respecto al agua y ceniza, lodos los cokes que consume. La turba casi no se emplea mas que en los usos domésticos; Mr. de Marsilly ha analizado diferentes variedades de dicho combustible. Lo mismo que la hornaguera experimenta la turba un principio de descomposicion á la temperatura de 110 gra- dos, cuya descomposicion es muy pronunciada á 200 grados. Puede ser util secarla á 110 grados, pero no a más, pues los productos gaseosos que se desprenden con la humedad contienen carburos hidrogenados combustibles. La turba del comercio da próximamente la mitad de calorias que cualquiera hornaguera; pero su precio es tambien la milad ménos: con tales condicio- nes la última será siempre preferida para los usos industriales. Los individuos de la comision no vacilan en declarar que, a su modo de ver, el trabajo de Mr. de Marsilly es el más ex- tenso que se ha hecho acerca de los combustibles. Contiene observaciones llenas de interés y de utilidad in- mediata sobre las hornagueras de los mercados de Paris y N. de Francia, el coke y las turbas. Razon por la cual anhelamos que se dé la mayor publici- dad á la Memoria de Mr. de Commines de Marsilly. Rogamos á la Academia que se sirva dar las gracias á esle inteligente ingeniero por su comunicacion, alentándole á que conlinue sus trabajos. La Academia aprobó este dictamen. 932 METEOROLOGIA. REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de octubre de 1858. Pulgadas in- RÓMENO: alesas.. Milímetros. AMura DEdal > edita las álolh ro «(08 27,816 1706,513 max (Mad) bs dd es 27,977 |710,603 an da IS a 27,432 1696,760 Onblación mensual e icaa aloe oe 0,545 | 13,843 maxima diurna (dia 17). ... 0,297 7,545 minima diurna (dia 28)... 0,035 0,889 AA A A A A A A A TERMÓMETRO. Fabes) Baum f ¿Cent. Temperalura media. es io 60%,3/120,57/15*79 máxima (dia 5)......... 70,21 16,98|21,10 mínima (dia 31)........ 48,51 7,33| 9,17 Oscilacion Mensual. ...ooo.oomomooo..o 21,71 9,65/ 11,93 máxima diurna (dia 31)....| 34,5| 15,33| 19,17 minima diurna (dia 18)..... | 5,91 2,62 3,97 ARA E AREA A LANA A EERSAARDA RIN TAS IRRADIA PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. | Milimetros. Lluvia caida en el mes.............. 0,612 15,548 a Mes de noviembre. BARÓMETRO. less. 7 | Milímetros. AlEnra medias o sE 27,615 |701,408 Maxima (dls eras 27,827 |706,793 mita (dia Mc... «eco 27,213 [691,198 Oscilacion mensual................ 0,614 15,595 máxima diurna (dia 30).. 0,615 | 15,620 mínima diurna (dia 2)..... 0,037 0,940 TERMÓMETRO. Temperatura media máxima (dia 12) minima (dia 7) Oscilacion mensual maxima e. ................. OOO .......... e. ..—o...........».. diurna (dia 3) ....o» mínima diurna (dia 11). ..... PLUVIMETRO. Lluvia caida en el mes DI AS Fabr. | Reaum. Cent. 50%0| 8%00/10*,00 36,6/10,93/ 13,67 42,21 4,53] 5,67 14,4| 6,40| 8,00 25,9/11,51/14,39 231 1,021 L,28 Pul. ingl. | Milímetros. 2,582 | 65,595 (Por la Seccion de Ciencias físicas, Francisco Garcia NAVARRO.) CIENCIAS NATURALES. —3>23Q0EEAE— GEOLOGIA. Observaciones de Mx. ALrn. Favre, catedrático de Geología de la Academia de (Ginebra, relativas á las cartas del profesor Angel Sismonda 4 Mr. Ett pe Beaumont, sobre la constitucion geológica de algunas localidades de Saboya. (Bibliot. univ. de Ginebra, febrero 1858.) Me limitaré por ahora a un ligero examen de este folleto, reservándome para más adelante los detalles que estarian fuera de su lugar en el presente artículo. Mr. Sismonda ha visitado la capa de carbon de Tanirge, habiendo recogido en ella algunas impresiones de plantas que Mr. Ad. Brongniart ha clasificado como especies correspon - dientes al terreno carbonifero; y á pesar de dato tan importante coloca esa capa de carbon en el terreno numulílico. «Entretan- lo, dice al final de una de las citadas cartas, queda demostrado desde ahora que los helechos carboníferos vivian aún en los Alpes cuando el mar depositaba las rocas de la parte media del terreno numulitico.» Tambien he recorrido yo muchas veces las cercanías de Taninge, y he hallado á una altura bastante considerable un magnifico yacimiento de rocas hipersténicas y de serpentina, que nadie ha examinado todavía, al menos que yo sepa. Varias ve- ces he subido á la cúspide llamada la Vuarde 6 punta de Or- sex, al S. O. de Taninge, para coger fósiles del terreno liásico, que están muy caracterizados. He andado en todas direcciones, 555 repetidas veces, la punta de Taninge ó diente de Marcely, de 2166 metros de altura sobre el nivel del mar segun una medida mia barométrica. Diferentes veces he examinado la vena de carbon de Ma- tringe, que proporciona datos geológicos preciosos acerca de la mina inmediata, la de Taninge, á pesar de no ser exacla- menle igual el yacimiento de ambas capas de combustible. Los fósiles que he viso en la gran masa caliza situada sobre la vena de carbon en la primera de las citadas localidades, corresponden al terreno del lias inferior; siendo dicha masa la misma que cubre la mina de Taninge. Por esla observacion he visto que puede clasificarse entre los terrenos conocidos el inmenso cúmulo de capas que forman el diente de Marcely, y oculta el terreno antracifero de Taninge. Con arreglo á ciertas consideraciones estratigraficas, luve al principio estos terrenos por macigno alpino, y despues los cla- sifiqué provisionalmente con el nombre de caliza de Chablais. Los fósiles que luego he recogido prueban que corresponden al terreno del lias. Para mí es ya evidente que el terreno antracifero de Taninge no eslá situado, como lo afirma Mr. de Sismonda, en el terreno numulítico, y sí mucho más bajo del terreno del lias inferior. En Taninge he juntado una coleccion de vegetales fósiles, y entre ellos hay algunos troncos de calamitas de volúmen bas- tante considerable, arrancados de una: arenisca enteramente igual á la carbonifera. El profesor Mr. Heer ha tenido la bondad de examinar parte de dichas plantas fósiles; y si las conclusio- nes de lan sabio bolánico no se hallan completamente de acuer- do con las de Mr. A. Brongniart y con las de Mr. Schimper en cuanto á las especies, lo están respecto á las indicaciones que dan relativamente á la edad del terreno en que se encuentran, fijandola en la época carbonifera. Esta importante conclusion, sentada por tres botánicos dis- tinguidos, que han tenido en sus manos ejemplares diferentes, es muy notable. Confirma en un todo la que acabo de sacar acerca de la posicion geológica de las capas; siendo imposible á mi parecer el no deducir por conclusion, que el terreno antraci- fero de Taninge corresponde á la época carbonifera. 556 Diga lo que guste Mr. Sismonda en los primeros renglones de sus cartas, no existe el terreno numulitico ni en las monta- ñas de Abundancia, ni en las del Biot, ni encima del carbon de Taninge, como tampoco la crela cloritada en la base del Mole, ni el terreno numulílico en la cúspide de dicha montaña. Efectivamente, he descubierto un hermoso yacimiento de fósiles cerca de la cúspide del Mole, y he cojido de 20 a 25 especies de moluscos fósiles del terreno del lias, que daré á conocer en otro trabajo. El terreno numulítico no se ve en parte alguna de las mon- tañas al N. de Taninge. No sucede lo mismo hácia el S., encon- trándose en dicha direccion, á 5 6 6 kilómetros del referido pue- blecillo; y probablemente su presencia en esta localidad ha in- ducido á Mr. Sismonda á clasificar en el terreno numulítico el carbon de Taninge, pero no hay relacion alguna entre ambas formaciones. Lo dicho hasta aquí me parece suficiente para probar que se hallan más desarrollados los terrenos jurásicos antiguos que los numulíticos en el citado distrito de los Alpes. Mr. E. de Beaumont, que ha publicado algunas notas con motivo de las cartas de Mr. Sismonda, ha incurrido en los mis- mos errores. «Los combustibles, dice, de Diablerets, Darbon, Taninge, Arrache, Thorens, Entrevernes, si no corresponden exactamente á la misma capa, sin embargo deben comprenderse todos al parecer en el grueso del terreno numulítico propia- miente dicho.» Ya hemos hablado del combustible de Taninge. Respecto al de Darbon corresponde á una época distinta. Su yacimiento es igual al de Cornettes de Bize. Mr. Delaharpe y Mr. Studer han descrito la posicion de la citada capa de carbon; mis obser- vaciones, confirmadas por los fósiles que he descubierto, están acordes con las suyas para clasificarla entre los terrenos jurá- sicos superiores. No se debe por tanto confundir la época de su formacion con la del carbon de Taninge. Aún existe en Saboya otra capa de carbon, que se diferen- cia, en cuanto á la edad, de los dos yacimientos de que acabo de hablar. Una de las localidades en que está más desarrollada, indican MM. Sismonda y E. de Beaumont ser en el pueblo de 557 Arrache, próximo á la aldea de Pernant. No hay error ninguno en la edad que fijan dichos-sabios en la expresada capa, hallan- dose situada evidentemente en el terreno numulítico. Ha sido muy estudiada, y hace mucho tiempo que se ha determinado su edad. Mr. Necker habló primero de ella; yo mismo añadí al- gunas observaciones que han comprobado MM. Mortillet y Stu- der. No puede por consecuencia quedar duda alguna acerca de la posicion de esta capa, y sin embargo se admira Mr. Sis- monda de no haber encontrado en ella helechos. Los yacimientos de Diablerels y Entrevernes corresponden á la misma época. Al indicar ocho localidades en que exisle esa capa carbonosa, haciendo ver tambien que es posible seguirla desde Saboya hasta el centro de Suiza, traté de probar que no ha sido su produccion un fenómeno muy local. De la totalidad de estas observaciones resulta, que los car- bones de las localidades de que acabo de hablar pertenecen á tres épocas distintas. El carbon de Taninge corresponde á la hornaguera; el de Darbon es de la jurásica superior; y el de Pernant (6 Arrache), Entrevernes y Diablerets á la numulítica. Creo haber probado suficientemente cuán falsa es la clasifi- cacion de los combustibles de Saboya contenida en el folleto que examino. Paso ahora a la siguiente conclusion de Mr. Sis- monda: «que vivian todavia en los Alpes los helechos carboni- feros cuando depositó el mar las rocas de la parte media del ter- reno numulitico. » Pudiera demostrarse d priori que es igualmente errónea, pa- reciendome que si llegara á comprobarse esla asercion, anularia por completo los trabajos de paleontologia botánica, conmo- viendo singularmente tambien los de paleontología animal. Esta en oposicion abierta con todos los trabajos que se han hecho de 40 6 50 años á esla parte acerca de los vegetales fósiles, y con los relativos a los animales fósiles, mucho más numerosos aún. Efectivamente, los citados trabajos han probado que los vegetales y animales han variado segun las diversas edades del globo, y segun ciertas circunstancias, poco conocidas todavía, que han influido en ellos. La conclusion de Mr. Sismonda es- taria pues en oposicion con los cilados trabajos, sentando que ha habido especies de seres organizados que no han variado en 558 el espacio de tiempo, inmensamente largo, que separó el ter- reno carbonifero del numulítico, y que ciertas especies han sido bastante robustas, si puede usarse esta palabra, para re- sistir á las circunslancias que han modificado sucesivamenle todas las producciones del reino vegetal y animal. FISIOLOGIA COMPARADA. Sobre los órganos de los sentidos, y particularmente sobre los del olfato, el gusto y el oido de los peces; por Mx. Du- MERIL. (Comptes rendus, 40 mayo 1858.) Me propongo emitir en esta disertación, dice el autor, algu- nas ideas particulares relativas á las modificaciones que la per- manencia forzada de los peces en el agua ha debido introducir en tres de sus principales órganos de los sentidos; el gusto, ol- fato y oido. Para desarrollar, y que puedan comprenderse mis opiniones en esta materia, me permitiré recordar algunas consideracio- nes generales admilidas en la ciencia hace mucho liempo. La analomia de los órganos afectos especialmente á nues- tras sensaciones, se halla explicada perfectisimamente en las obras que los han descrito con detencion, en la mayor parte de los animales; pero las explicaciones de su mecanismo, dadas por la fisiologia respecto á las especies que viven habitualmente en una almósfera gaseosa, no son del todo aplicables á la es- tructura ó siluacion de las mismas partes correspondientes, tales como se hallan conformadas, en los seres animados que perma- necen constantemente sumergidos en un flúido líquido. Con objeto de sentar las pruebas de esle aserto, exlractare- mos.un trabajo mayor, que exigiria mucho más desarrollo, y la relacion detallada de las experiencias hechas, á fin de confir- mar nuestra opinion en la maleria. Sabido es que los cinco sentidos de que están dotados la ma- 559 yor parte de los animales, ofrecen al fisiólogo unos instrumen- tos más 06 ménos perfectos,” destinados á ponerlos en comunica- cion con la naturaleza entera. Dichos órganos están dispuestos siempre de un modo admirable para recibir ó recojer, con rá- pida exactitud, las impresiones que lodos los cuerpos causan unos en otros; pero esa accion se modifica segun las circuns- tancias muy diversas en que están llamados á vivir los seres animados. El hombre puede hoy elevarse á las causas de los efectos que ve producirse, para explicarlas de acuerdo con los descu- brimientos modernos hechos en las ciencias de observacion: pudiendo explicarse tambien su modo de accion y las sensacio- nes que experimenta. Así conoce y distingue las cualidades de los cuerpos por las diferentes maneras con que le impresionan, unas veces por la presencia real de la maleria de que se com- ponen, y de la cual resultan sus formas y propiedades caracte- rislicas; otras, adm iliendo en un punto limitado y más sensible de su interior la simple representacion de su imágen, ó sin- tiendo en si instantáneamente, en el momento de verificarse, la repeticion de actos que pasan en el medio donde se ve precisado a vivir. Estas percepciones suceden por decirlo así sin saberlo nos- otros, y muchas veces contra nuestra voluntad, porque estamos somelidos pasivamenle, como los demás cuerpos de la naturale- za, a sus leyes generales, con la diferencia de tener conoci- miento del modo de ejercerse en nuestros órganos esas diversas acciones fisicas 0 químicas, ya sea por un contacto muy íntimo de dichos agentes, que se aplican y permanecen momentánea- menle fijos en parles muy sensibles, ya sea que no hagan mas que cruzarlas, combinandose en ellas á su rapido paso. La mayor parle de los animales gozan de las referidas facul- tades; y sus órganos, formados con el mismo fin y sobre mode- los parecidos, les hacen ciertamente experimentar sensaciones casi analogas. Estos diversos instrumentos se hallan ligados esencialmente, y son necesarios para la vida de los animales. Su importancia es lan absoluta, que no hay sér alguno viviente que pueda continuar existiendo privándole de todos los órganos de los sentidos. Tan poderosos medios de relacion presiden ó 560 coadyuvan á la propia conservacion del individuo y á la de su raza. Entre esos agentes, esas fuerzas, esas potencias aclivas, como se las llama, hay algunas perceptibles sólo por sus efectos. Son esas acciones Ó maneras de obrar que comparamos entre si; ó tambien aquellas de que podemos juzgar por lo menos cuando se manifiestan ya exteriormente, ya en nuestro interior. Las alribuimos á una causa que tratamos de suponer real, pueslo que experimentamos sus efectos. Y como esos principios carecen de las demas cualidades de los cuerpos, no teniendo sustancia ni extension limitada los miramos como inmateriales, y para que se conciba su idea los consideramos como unos flúidos que corren y se exlienden por el espacio, llamándolos ¿mponderables porque no tienen peso alguno apreciable 0 comparativo. Sin em- bargo, las referidas polencias obran igualmente en todos los de- más cuerpos; los penetran de la misma manera; y como dichas fuerzas modifican entonces la mayor parte de sus propiedades, ha debido tratarse de descubrir las causas primeras. Tales son los principios de la luz, calor, electricidad y mo- vimiento, de los que tenemos conciencia intima por nuestras percepciones. Estos elementos son á nuestro parecer la causa de las sensaciones que nos producen, y estamos tan convencidos de ello, que nos vemos lentados á caracterizarlos con nombres sustantivos, como los de luz, calor, electricidad y dinamo, en vez de darles adjetivos, sustituyéndolos á los nombres de flúidos luminoso, calórico, eléctrico y dinámico. Vamos á estudiar lodas estas causas, pero sólo bajo el punto de vista fisiológico, á fin de apreciar los efectos que producen en nuestra sensibilidad. Entre las percepciones de que tratamos, hay dos que se pro- ducen de un modo general por los flúidos calórico y eléctrico en todas las partes sensibles del cuerpo, penetrando en ellas ó abandonándolas; pero existen otras dos que se juzgan y apre- cian particularmente por órganos cuya estructura está dispuesta para recibir ó no admitir mas que la impresion de los efectos de la luz, ó de los que produce el movimiento trasmitido ó co- municado: son los ojos y los oidos, ó mejor dicho, los sentidos de la vista y del oido. 561 Los demás sentidos no pueden ponerse en accion sino por la presencia real ó el contacto íntimo y material de una sus- tancia ponderable que indique sus formas ó sus propiedades fisicas y químicas: tales son los cuerpos sólidos, y los flúidos liquidos ó gaseosos. Las sensaciones que producen se operan en órganos particulares situados en la superficie de los cuerpos animados, 0 á la entrada de las materias indispensables para el sostenimiento 6 conservacion de la vida; pero antes de pene- ¿rar en lo interior bajo la forma de flúidos, unos aparatos espe - ciales analizan y exploran á su paso dichas sustancias. Tales son los órganos del tacto respecto á los cuerpos sólidos; los del gusto respecto á los sabores ó los líquidos, y los del olfato relativamente á las sustancias gaseosas ó suspensas en flúidos aeriformes. Vamos á pasar rápidamente revista á cada sensacion de las que producen los agentes exteriores. Cualquiera que sea la esen- cia de estos principios, todos llegan y van á parar á los cuerpos de los animales, como para ser reconocidos, manifestando su accion. Pero no nos detendremos sino en aquellos órganos de los sentidos que han debido modificarse en su estructura ó sus funciones en la inmensa clase de los peces, y probablemente en todos los demás animales que no pueden vivir en el aire de nuestra atmósfera. No nos extenderemos mucho sobre el órgano de la vista en los peces. Sus ojos son generalmente simétricos é iguales, en su estructura íntima, á los de los otros animales vertebrados. Las modificaciones que se observan en ellos dependen evidente- mente de la permanencia habitual en el agua. Es indudable que los fenómenos fisicos que suceden en dichos órganos son debidos á su perfecta y sorprendente construccion, puesto que su destino es detener en el espacio, y recojer las modificaciones que la luz sufre en él. Para los naturalistas y los físicos son unos instrumentos de óptica, modelos inimitables por su perfec- cion. Las reproducciones ficticias de los cuerpos vecinos se fijan en ese espacio diminuto y circunscrito, ostentandose con una admirable reduccion, en una membrana blanda, especie de tapiz formado por la espansion de la misma sustancia de un nervio completamente desnudo. Esta impresion pasiva suple al TOMO VIII. 36 362 parecer la imposibilidad real de un tacto activo, que no puede ejercerse en representaciones impalpables, ó en especies de es- pectros intangibles. Estamos convencidos, hoy más que nunca, de la repeticion local y circunscrita en sus proporciones, de todos los efectos producidos por la existencia de un agente, que es un flúido luminoso impalpable. Podemos demostrar su presencia con au- xilio de ciertos instrumentos de óptica construidos de modo que recojan dichos fenómenos, y los reproduzcan exactísimamente. Hemos obligado á la luz, puede decirse, á desempeñar visible- mente su oficio general, y á manifestar sus efectos por actos cuya copia auléntica queda inscrita con tal exactitud, que puede conservarse para renovar su memoria. Con efecto, ¿no imprime la fotografia en un recipiente inanimado las mismas imágenes que dejan en él el paso y las modificaciones de la luz? Este simu- lacro se fija, y hé aquí una diferencia relalivamente á la sen- sacion visual, que solo consiste en una accion fugitiva que se opera en los órganos de la vista con la instantaneidad más ma- ravillosa, y de la que adquirimos un perfecto conocimiento por la sensibilidad de los ojos. Son unas superficies impresionables en que vienen sucesivamente los objetos á pintarse y desapare- cer. Sus representaciones súbitas se sustituyen unas á olras con la celeridad del rayo, sin dejar señales, pero despues de produ- cir su acto de aparicion, de la cual tenemos conciencia, y con- servamos el recuerdo. Como aquí sólo tratamos de estos órganos respecto á la clase de peces, recordaremos que las modificaciones que se han des- cubierto en ellos dependen todas de la residencia forzosa de di- chos animales en un medio liquido; siendo innecesario explanar las razones fisicas de las diferencias observadas en las demás especies que viven en el aire. Tales son la falla de párpados y lagrimas, el aplanamiento del globo ocular, la escasa prominen- cia de la córnea trasparente, la menor proporcion del humor acuoso, la esfericidad del cristalino, el pliegue de la reti- na, etc. Todas estas particularidades de estructura contribuyen á perfeccionar la accion de los fenómenos que se verifican de otro modo en los ojos de los animales destinados á recibir directa- 563 mente los efectos de la luz cuando ha pasado por un fMúido elás- tico. Sólo queremos insistir aquí sobre el hecho de que la vision es el sentimiento producido por la accion de un poder físico in- material, impalpable, apreciado sin embargo por un órgano especial, único dotado de la facultad de discernir y compren- der todas las modificaciones de la luz, y ser á la vez el testigo pasivo y el juez natural de todas sus propiedades. Instruidos por esa percepcion, podemos comparar las sensa- ciones que nos causan los otros tres flúidos imponderables con los efectos de la luz en nuestra vista. Debemos sin embargo re- conocer que uno de los principios, el de la fuerza mecánica ó de la causa del movimiento, tiene en su accion principal mayor analogía fisiológica con el flúido luminoso. Los dos órganos de la vista y el oido son una especie de probetas destinadas á reci- bir en pequeñas porciones los efectos de los fenómenos generales de la luz y movimiento. Estas acciones solo pueden recojerse y apreciarse por aparalos especiales, localizados en ciertos puntos de la economía, dotados con este fin de eminente sensibili- dad. Su mecanismo admirable lo preparan de antemano unos instrumentos cuyo único destino es admitir dicha clase de sen- sacion, para dar de ella una idea precisa y exacta al animal provisto de él. Las causas del calor y la electricidad se asocian muchas veces á las de la luz y movimiento; coadyuvan á las mismas acciones; pero si se admilen por separado en el cuerpo de los animales los primeros agentes referidos, ya no entran por ór- ganos afectos especialmente a un sólo modo de percepcion, sino que todos los de la economia viviente reciben ó trasmiten su accion, y sólo perciben ó reconocen el sentimiento de su pre- sencia en el momento de ejercerse, bien sea al llegar á ellos, ó bien cuando se ve obligada á abandonarlos. Podemos hacernos dueños del calórico ó fMlúido eléctrico ais- landolos, con auxilio de máquinas ingeniosas preparadas por el arte para realizar en cierto modo como una maleria cada una de dichas fuerzas, á fin de que desarrollen algunas propiedades suyas, y de las que nos valemos como de medios poderosos de ac- cion. La ciencia ha llegado á formar instrumentos que hacen obedientes el calórico y electricidad, sometiendo estos princi- 564 pios imponderables á nuestra autoridad, como la óptica habia hecho con la luz. Acumulamos los expresados flúidos, como si fueran mate- ria, en espacios circunscritos, releniéndolos prisioneros para darles repentinamente más ó ménos libertad, á fin de utilizar su poder, aplicándolo en provecho nuestro. Los dirijimos y trasmilimos á todos los demás cuerpos de la naluraleza para sacar partido de sus propiedades, con objeto de servirnos de sus efectos, aplicandolos á nuestros estudios, y sobre todo para salisfacer utilmente nuestras necesidades. La química los emplea en las análisis y sintesis de todos los cuerpos, para demostrar su composicion; la fisica los aplica al conocimiento más profundo de los hechos generales, para que se aprecien todos los fenómenos de la naturaleza en sus cau- sas y efectos. Las ciencias, con sus ilustrados consejos, han pro- porcionado á las artes é industrias las maquinas á que se deben los inventos de nuestro siglo, cuyas aplicaciones son las más maravillosas y útiles, aun para la fisiologia. Con auxilio de las más ingeniosas aplicaciones de los pro- cedimientos de la ciencia, podemos producir y comunicar á nuestro albedrío el movimiento y la potencia eléctrica con la mayor energía, y de una mauera constante y rápida. Hoy do- minamos la fuerza motriz que dan nuestras máquinas, á fin de poderla distribuir de mil maneras en los usos mas variados, aplicándolos asi á la mayor parte de las necesidades de la so- ciedad. Obligamos al flúido eléctrico á comunicar á un lugar determinado del espacio, y sin intermedio alguno, las expresio- nes de nuestros pensamientos más secretos, y los actos de nues- tra voluntad a distancias inmensas y con la velocidad del rayo. Bajo el punto de vista fisiológico ¿no podemos igualmente, por una sabia imitacion, hacer que se comprenda mejor y po- ner más en evidencia el poder admirable que ejercen nuestros filamentos nerviosos cuando obligan á todas las partes de nues- tro cuerpo á la obediencia de la voluntad central que las rije, y á la cual trasmiten asimismo todas las impresiones proce= dentes del exterior, y las que se sienten en lo interior de nues- tra economia? No hallamos modificaciones importantes que indicar en la 565 accion del calórico y flúido eléctrico que sean especialmente aplicables á la clase de los peces. Su modo de respirar y su permanencia forzosa en el agua, sostienen su caloricidad á una temperatura parecida á la del medio en que están sumergidos. En cuanto al flúido eléctrico, los peces se hallan sometidos á su influjo como los demás animales. Sólo que hay algunas es- pecies doladas de aparatos destinados á producirlo y conden- sarlo, para trasmitirlo en ciertas circunstancias con fuerza su- ficiente, bien para alejar á sus enemigos 0 preservarse de la destruccion, Ó bien para adquirirse más facilmente su sustento. La naturaleza ha concedido á los peces la facultad del mo- vimiento con tal exuberancia, que si se pusieran aparle los órganos destinados en estos animales á producir la locomocion, para que el anatómico comparase su peso 06 volúmen con los que sirven para la nutricion y la sensibilidad general, la masa de los músculos y huesos formaria tal vez por sí sola las nueve décimas partes del peso total del individuo. Esto es ya para la fisiologia un hecho importante, que conviene averiguar en el modo de existencia de la clase de los peces. No es nuestro animo inquirir ahora las causas productoras del movimiento, que se asocian á menudo á la accion de otras muchas, tales como la de la gravedad, el calor, la electricidad, y principalmente á la facultad que tienen todos los animales de manilestarlo á voluntad. Una vez producida esa accion se co- munica á todos los cuerpos, y no los abandona al parecer sino en tanto que dicho movimiento trasmile su potencia primitiva, la divide 6 comparte, distribuyéndola entre todas las demás materias con que se pone en relacion el expresado agente. Lo que debemos estudiar más particularmente es la totalidad de propiedades del movimiento trasmitido, porque la mayor parle de los animales tienen un sentido, un órgano especial destinado a esta percepcion fisiológica. La física prueba que el principio del movimiento se comu- nica a lodos los cuerpos. Toma de ellos, por diversos procedi- mientos, la causa de los fenómenos que quiere reproducir, y cuya fuerza y duracion puede determinar. Unas veces obra el movimiento en la masa enlera, que desaloja totalmente para ha- cerle recorrer el espacio con más ó ménos celeridad, cosa (que 566 podemos apreciar con la vista y por el tiempo empleado para llevarla de un punto á otro. Otras veces la impulsion, ó la co- municacion de este movimiento por el choque, obra simultá- neamenle en las moléculas de los cuerpos que tiende á separar ó alejar entre sí, sacudiéndolos, ó determinando un efecto de resistencia que se patentiza por oscilaciones ó vibraciones de lodas las partes integrantes; movimiento que subsisle mientras ese poder trasmitido no pierde su fuerza, 6 seaniquila, dejando la materia en su estado primitivo de inmovilidad 0 de reposo absoluto. Esa allernativa de vaiven, ese movimiento de vibra- cion se comunica á todos los cuerpos materiales que hay al- rededor, pero sólo lo sienten los animales, ya se verifique la trasmision por medio de gases, como en nuestra atmósfera, produciendo sonidos, ya se comunique por intermedio de liqui- dos. En este último caso, que es en el que se hallan los peces, son unas undulaciones 0 percusiones de glóbulos entre sí, que la vista únicamente pone en evidencia, pero que en nuestra lengua no hay denominacion que pueda aplicárseles especial- mente, porque nuestros órganos no están formados para admi- tir efectos vibrátiles, sino por la pequeña porcion de aire ó gas contenida en nuestra caja del tímpano. Ahora bien, para unos órganos compuestos de olra manera y colocados en condiciones tan diferentes, los sacudimientos trasmitidos á un líquido y comunicados por este á un oido que no tiene flúido gaseoso, ¿constituyen verdaderos sonidos? Sabe- mos sin embargo que el movimiento, lo mismo que la luz, se propagan y extienden por el espacio como radios que partiendo de un centro van en linea recta cuando no sufren desvío en su camino. Unos órganos especiales de la vida animal reciben los efectos que resultan del movimiento comunicado, y reproducen en los órganos del oido, con la mayor rapidez, las mismas sa- cudidas que ha habido en el espacio. Son unos pequeños apa- ralos de fisica y mecánica: reciben, repiten ó imitan, de una manera idéntica é isócrona, pero reducidos en intensidad, todos los movimientos comunicados, procurando al animal dotado de ellos la admirable facultad de percibir su sensacion, como los órganos de la vista admiten y reproducen todos los fenómenos de la luz que ha recorrido el espacio. 567 En los peces debia tener, y tiene efectivamente, una estruc- tura particular el órgano del oido, hallándose reducido á la ma- yor sencillez. En ellos no hay cuenca, ni conducto auditivo, ni trompa gutural, ni tímpano, ni caja aérea. El instrumento acústico está alojado en la base del cráneo: consiste en un saco membranoso, en el que hay tres canales semicirculares elásticos, con sus ampollas ó porciones dilatables, que van á parar á una especie de laberinto, cavidad llena de una materia gelalinosa trémula, en la cual hay en suspension ciertas materias pulve- rulentas ó concreciones calizas vibrátiles; en dicho aparato se manifiesta la pulpa nerviosa, porcion especial y determinada del sistema general de la sensibilidad. Por lo que va dicho relativamente á las diferencias que ofrecen los fenómenos segun el medio en que se verifican, se comprende cuán necesarias é importantes eran esas modifica— ciones en la estructura y composicion del órgano del oido en los peces, puesto que debia recibir, reproducir y comunicar los efectos del movimiento de un modo más directo y rápido en unos animales que están sumergidos constantemente en un me- dio líquido: este es uno de los hechos que deseábamos sobre todo sentar, y que quede probado en la presente disertacion. Réstannos ahora otros tres sentidos que examinar en los pe- ces. Las percepciones fisiológicas que resultan de su accion ya no sirven para apreciar unos flúidos imponderables, sino que se ejercen sobre materias reales, pueslas en contacto con ciertas partes sensibles, sean cualesquiera las formas que aparenten, sólidas, líquidas ó gaseosas. Más faciles son de comprender en sus efeclos estas sensaciones, porque tenemos unos Organos analogos; pero tambien han debido modificarse esos mismos instrumentos, porque obran en medio de un líquido cuya lem- peralura se halla constantemente en equilibrio con la del cuerpo de los peces. En primer lugar su tacto activo sólo consiste en la sensacion del contacto de las materias sólidas que produce el conoci- miento de algunas de sus propiedades reales. Los peces nada juzgan ni comparan sino con auxilio de los demás sentidos, porque sus miembros no pueden nunca abarcar los puntos opuestos de la superficie de los cuerpos para medir sus dimen- 568 siones, la temperalura, forma, sequedad y demás particulari- dades de la materia. Los tentáculos, barbillones, labios, chu- padores, trompas, elc., casi no sirven mas que para palpar, que es un tacto pasivo, modo de sensacion queindica únicamente el acto de ser tocado, y pudiéramos llamar una especie de faccion. El gusto y olfato son dos sentidos cuyas percepciones lienen la mayor importancia en la conservacion de la vida: son unos instrumentos llamados á juzgar de las cualidades inherentes á la composicion química de las materias líquidas Ó gaseosas destinadas á indicar á los animales, como anticipadamente, la naluraleza de sus alimentos y asimismo las emanaciones que se desprenden de ellos, ó que disolviéndose, se trasmiten en ese caso á los flúidos en que viven. Las cualidades sápidas ú odoriferas dependen de la natu- raleza de su disolvente, pues que tienen que serliquidas ó gaseo- sas para manifestarse. Su destino es el de ser trasmitidas bajo dichas formas para que entren en contacto con ciertos Órganos dispuestos de la manera más conveniente para recibirlas. Son unas membranas húmedas, penetradas por ramificaciones ner- viosas, que se ostentan en abundancia á la entrada de las vias respiratorias y digestivas. La accion es la misma en ambos órganos: es un acto de aná- lisis química y vital, cuyo resultado sólo difiere por el disol- vente que ha servido de vehiculo á la materia activa. Los dos sentidos constituyen unas probetas puestas de vigía, ó de cenli- nelas avanzadas y vigilanles, para examinar al paso los flúidos líquidos Ó gaseosos. Los olores son al aire inspirado lo que los sabores á los liqui- dos introducidos por la boca. No hay más materias olorosas que las volatilizables Ó gaseosas, Ó bien suspensas en un gas. Como una sustancia no es sapida sino en tanto que la ma- teria clasificada de tal está liquida en el acto 0 puede estarlo, ningun otro sentido es adecuado para sustituir al gusto ó al ol- fato. Las cualidades que dichos órganos tienen que apreciar no son perceptibles ni por la vista, ni el oido ni el tacto; sin em- bargo, el calórico y electricidad pueden modificar su accion. Atendido el objeto especial que nos hemos propuesto en la presente disertación, necesitamos insistir en el órgano del olfato 569 0 de la olfacion, porque ofrece un caso enteramente particular de sustitucion de un instrumento con otro. En efecto, todo in- duce á creer que los peces se hallan privados del gusto, al me- nos en la cavidad bucal, y que este sentido ha variado de sitio, quedando confiado al órgano que no podia servir ya al olfato, puesto que no hay olores en el agua, ó que encaso esas especies de emanaciones se vuelven líquidas, y por consiguiente sapidas. Sabido es que el órgano del olfato se halla situado, en todos los animales que viven en el aire, al paso del flúido elástico que sirve para la respiracion, puesto que es el único vehículo de las materias olorosas. Pero los peces no respiran gases, sino el agua misma que tragan para que llegue á la cavidad en que existen sus agallas acuáticas, las cuales desempeñan las funciones de pulmones aéreos. Con lodo, entre los usos útiles del sentido del olfalo hay uno importantísimo, el de trasmitir las nociones sobre la direccion seguida por otros animales que pueden servir al alimento pro- pio del individuo, Ó socorrer sus necesidades inslintivas para la conservacion de su raza. De este modo juzga de su proximi- dad ó su alejamiento. La almósfera se convierte en el guia in- visible que dirije al animal en todas sus facultades activas para atraer, rechazar ó perseguir; para apartarse del peligro que ha de evilar, ó aproximarse á lo que puede serle util; porque toda necesidad satisfecha es un goce ó una sensacion de placer. ¿No será probable que con igual fin tenga el agua en suspension las materias emanadas del cuerpo mismo de las diversas especies, y del que se hayan disuelto algunas partes, pudiendo en ese caso apreciarse como sabores, en vez de serlo como sustancias olo- rosas? La facultad de oler no reside únicamente en el nervio espe- cial del olfato, sino con especialidad en la disposicion mecánica del órgano, que exije la aplicacion directa é inmediala del cuerpo gaseoso; porque no hay verdadero olfato más que en los animales que respiran en el aire. Un sér viviente, sumerjido constantemente en un liquido, necesila ménos al parecer un sentido que sólo le daria á conocer las cualidades de los gases. Sin embargo, los peces tienen evidentemente el órgano, cuyos nervios hasta se hallan desarrollados con exceso. 3710 Las ventanas nasales existen en todos los peces, pero no están situadas en el paso directo del agua destinada á la respiracion. El liquido que entra rápidamente en su boca, sale por otro con- ducto. Las cavidades á que se puede conservar el nombre de olfativas, no comunican por lo regular con la boca ni con la garganta; son unos callejones sin salida, unas cúpulas alojadas en fosas más ó ménos ocultas por pliegues erecliles de la piel, dotadas de válvulas para alraer ó arrojar alternalivameute cierta cantidad de agua, siempre que el animal hace entrar el líquido en la cavidad bucal, por un mecanismo que depende de la ar- ticulacion y movimiento de los huesos labiales y maxilares su- periores. Por lo general la membrana sensitiva que recibe la dilatacion del nervio olfativo presenta unos pliegues dispuestos en forma de radios, que parten como de un centro cóncavo, protejidos siempre por una especie de moco. Tal es, de una manera sumarisima, la disposicion del ór- gano al cual se atribuyen casi siempre, y por analogía de es- tructura y situacion, las funciones de las narices. Sin embargo, el fisiólogo tiene hoy motivo de creer que esas supuestas nari- ces son mas bien órganos del gusto que del olfato. Con efecto, las malerias sápidas necesitan siempre un disolvente liquido cuando no se hallan en disolucion. Intrinsecamente los líqui- dos no pueden tener olor, ni los gases sabor sin variar la nalu- raleza de sus formas. La sensacion que producen es el resultado del contacto material de moléculas aplicadas inmediatamenle en superficies sensibles, húmedas y muy blandas. Los peces tragan su alimento de un bocado, sin gustarlo an- les, ni dividirlo 6 mascarlo. La mayor parte de ellos carecen de saliva y glándulas salivales; la cavidad de su boca es muy dila- table, tapizada con una membrana coriacea, poco sensible, porque regularmente está erizada de dientes Y espinas que se oponen al contacto inlimo de la maleria que ha de tragarse. Su lengua rara vez es movil y carnosa; tampoco es flexible, capaz de alargarse, contractil, replegable, porque carece de músculos intrínsecos; además su superficie nunca tiene papilas. Verdad es que repugna creer que falle del todo el órgano del gusto en un animal, puesto que depende de esta sensacion el conservarse el individuo, debiendo ser dicho sentido el último 571 que al parecer hubiera de obliterarse. Sin embargo, por sólo la circunstancia de no ser idéntico el modo de respiracion, se verifica un cambio que era de todo punto necesario. El roce y paso continuo del agua embotan la sensibilidad de la boca. La necesidad de respirar continuamente por dicho orificio hubiera sido un obstáculo para que el alimento hubiera permanecido mucho tiempo en la boca á fin de someterlo á la maslicacion, acto en que se aprecian especialmente los sabores. Sabemos que en algunos casos puede sustituir un sentido á olro. Los ciegos, en ciertas circunstancias, han suplido la sensa- cion que les falta con el oido. Los sordos juzgan muchas veces de los sonidos por la vista ó por signos que los representan. ¿No podrán los peces percibir los sabores por el órgano del oido? Opinion es esta que hemos emitido y publicado (1) en una di- sertacion hace mas de 50 años, y ahora la reproducimos. (Por la seccion de Ciencias naturales, Frawcisco GARCÍA NAVARRO.) (1) Mémoire sur C'odorat des Poissons, leida en el Instituto el 24 de agosto de 1808, inserta en el Magazin encyclopédique, tomo 5, pág. 99. 1 > VARIEDADES. Sesion pública de la Real Academia de Ciencias de Madrid del 21 de noviembre de 1858. En este dia celebró la que tenia anunciada, pre- sidida por el Excmo. Sr. Ministro de Fomento, Marqués de Corvera, con asistencia del Ilmo. Sr. Director general de Instruccion pública, algunos presidentes y varios individuos de otras Academias y sociedades cientí- ficas y literarias, altos funcionarios, catedráticos y profesores de diferen- tes ramos de las Ciencias, y otras muchas personas conocidas por su afi- cion á las mismas. Manifestado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia que la se- sion tenia los tres objetos de la recepcion de un académico, la adjudicacion de un premio, y el anuncio y publicacion de otro nuevo, para cumplir el primero leyó el Sr. Brigadier de Infantería, Coronel de Artillería, Don Manuel Fernandez de los Senderos su discurso de entrada, que versó so- bre la importancia del estudio de las Matemáticas y su enlace íntimo con el de las Ciencias físicas y naturales, contestándole en seguida el referido Sr. Presidente con otro contraido á analizar y amplificar el del nuevo académico. Terminada la lectura, el Excmo. Sr. Ministro entregó al Sr. Fernandez de los Senderos el título de académico y la medalla que sirve de distintivo á los de su clase, pasando este á tomar asiento entre sus compañeros. Acto contínuo, y á fin de llenar el segundo objeto de la sesion, el Sr. Secretario perpétuo expuso que en el año de 1857 abrió la Acade- mia concurso público, para premiar en el presente de 1858 al autor de la mejor Memoria sobre la descripcion geognóstico-agrícola de una pro- vincia de España, y que la Academia habia declarado merecedora del premio á la presentada con el lema, cada cual lleve su piedra al edificio social, referente á la provincia de Castellon, cuyo autor era el Sr. D. Juan Vilanova y Piera, catedrático de Geologia de la Universidad central. A consecuencia de esta declaracion, el Excmo. Sr. Ministro entregó al Señor Vilanova la certificacion que acreditaba el premio alcanzado, y la meda- lla de oro que va unida á él. El Sr. Vilanova dió gracias con sentidas y modestas palabras. Finalmente, llegando al tercer objeto de la sesion, anunció el Señor Secretario que el año inmediato habria de adjudicarse un premio á la Me- moria que mejor desempeñe la tesis que puede verse en el programa inser- to á continuacion de esta reseña de la sesion. A REAL ACADEMIA DE CIENCIAS DE MADRID. — A PROGRAMA PARA LA ADJUDICACION DE UN NUEVO PREMIO EN EL AÑO 1859. Arrtícuno 1. La Academia de Ciencias abre concurso público para adjudicar un premio al autor de la Memoria que desempeñe satisfactoria— mente á juicio de la misma Academia, el tema siguiente: Fijar y esclarecer la verdadera composicion del fatido elástico que sirve para la produccion de la luz en los diferentes sistemas de alumbrado de gas más seguidos en Europa; investigar los medios mejores de obtenerle, purificarle y emplearle; y eligiendo el sistema que el autor estime preferi- ble, demostrar sus ventajas ó inconvenientes respecto de los buenos méto- dos del alumbrado de acéite, con particular aplicacion d España. 2.” Se adjudicará tambien un accessit al autor de la Memoria cuyo mérito se acerque más al de la premiada. 3.” El premio consistirá en seis mil reales de vellon y una medalla de oro. 4.” El accessít consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la del premio. 5.” El concurso quedará abierto desde el dia de la publicacion de este programa en la Gaceta de Madrid, y cerrado en 1.” de diciembre de 1859, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las Memorias que se presenten. 6.” Podrán optar al premio y al accessit todos los que presenten Me- morias segun las condiciones aquí establecidas, sean nacionales ó extran- geros, excepto los individuos numerarios de esta Corporacion. 7.” Las Memorias habrán de estar escritas en castellano ó latin. $.” Estas Memorias se presentarán en pliego cerrado, sin firma ni in- dicacion del nombre del autor, llevando por encabezamiento el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro tambien cerrado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y den- tro el nombre del autor y lugar de su residencia. 9.” Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario perpétuo de la Academia, quien dará recibo expresando el lema que los distingue. 10. Designada la Memoria merecedora del premio y la del accessit, se abrirán acto contínuo los pliegos que tengan los mismos lemas que 574 ellas, para conocer el nombre de sus autores. El Presidente los proclama- rá, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nombres. 11. En sesion pública se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudique el premio y el accessit, que recibirán los agraciados de mano del Presidente. Si nose hallasen en Madrid, podrán delegar persona que los reciba en su nombre. 12. Nose devolverán las Memorias originales; sin embargo, podrán sacar una copia de ellas en la Secretaría de la Academia los que presen- ten el recibo dado por el Secretario. Madrid 21 de noviembre de 1858. —Obras de Euler. El año de 1834 se descubrió la piedra sepulcral de Euler cubierta de yerba y metida en el suelo en un cementerio de San Petersburgo, consagrado á la Santísima Virgen de Esmolensko. La Academia de aquella capital acordó levantar en aquel sitio un monu- numento. Tambien le ocurrió levantar otro más duradero y util, á saber: «Editio completa omnium operum virt illius , quem Academia Petro- »politana inde a prima origine quinquaginta amplius annos suum fuisse »gloriatur. Edicion completa de todas las obras del hombre que se en- »vanece la Academia de Petersburgo de haber poseido, al tiempo de fun- »darse, por más de medio siglo.» El 6 de marzo de 1844 lo propuso así á la Academia su secretario Fuss desde el año de 1826, y aprobado por la misma, lo hizo presente al ministro de Instruccion pública su presidente. Se calculó que la edi- cion tendria cosa de 25 volúmenes en 4.” deá 80 pliegos, 6 640 pági- nas cada uno; publicando 200 pliegos al año, ó 4 por semana, se necesi- tarian 10 años, porque las Memorias de San Petersburgo tienen más de 500 suyas, las de Berlin 120, las de París 17, las de Leipsich 10 y las de Turin 6. El ministro acogió con benevolencia la propuesta. Dos años despues resolvió la Academia hacer la publicacion á su costa, empezando por las obras menores (opera minora) en 8 volúmenes en 4. Van publicados los dos primeros, que tratan en general de la teoría de los números. El preámbulo del tomo 1.” (proemium), firmado por Fuss, diciembre de 1848, contiene la noticia y lista de 61 manuscritos inéditos hallados por Fuss entre los papeles de Euler, dejados á sus herederos. Los divide en cinco clases: 1. Teoría de los números. Cuadrados mágicos. Problemas sobre las sumas de los cuadrados: necesitaban revisarse, y lo hizo el sabio arit- mólogo Tchebychew. 2. Geometría. Aplicacion del cálculo diferencial á las líneas curvas. Sin duda es el principio de la seccion tercera de las /nstitutiones calculi 575 differentialis mencionada en esta obra. (par. 2, cap. 2, pár. 282, 283, 289). ' 3. Calculo de los senos. Sábia paradoja sobre la multiplicacion de los ángulos. 4. Cálculo de las probabilidades. Verdadera apreciacion de la suerte en el juego. Reflexiones sobre una especie singular de lotería, llamada lotería genovesa (en francés): es respuesta dada á Federico el Grande, «quien le consultó sobre este punto. 5. Cálculo integral. 6. Mecánica. Principia pro motu sanguinis per arterias delermi- nando, en 43 párrafos: faltan el 1 y el 14. 7. Astronomía. Astronomía practica. contiene 219 párrafos y 7 capítulos sobre la atraccion de las esferas y sobre las fuerzas pertur- batrices. — Nuevas tablas astronómicas para calcular el lugar del sol: Berlin, 1744. Tiene muchas correcciones gramaticales de letra de For- mey. Precisado Euler á escribir en francés, cuya lengua conocia poco aún, extendia sus Memorias en latin y luego las traducia, lo cual le lle- vaba mucho tiempo; más adelante llegó á escribir de primeras en francés. S. Artillería. Meditatio in experimenta explosione tormentorum nuper instituta (autogr., 6 páginas). 9. Physica. Tratado de física, en aleman, escrito hácia el año de 1730, y por el cual dieron á Euler 100 thalers de gratificacion: falta el pliego sexto: contiene los principios generales. — Teoría general de la Dióptrica (en francés): difiere mucho de la Memoria inserta el año de 1765 entre las de la Academia de París: dice Fuss que interesaria bastante todavía publicarla.—Trabajos acerca del descubrimiento de las corrientes del mar (en francés). Convendria comparar esta Memoria con la Geografía del mar, de Maury. 10. Misceláneas. Fuss demuestra tanto trabajo como criterio en esta preciosa coleccion de documentos. Todos estos papeles estaban des- ordenados, porque el año de 1772 se quemó la casa de Euler, y llevaron todos sus manuscritos revueltos á otra, perdiéndose unos enteros y otros en parte. Al preámbulo sigue el Elogio de Euler, por Nicolás Fuss, pa- dre del secretario actual: lo leyó á la Academia el 23 de octubre de 1783.—Indice sistemático y razonado de las Memorias aritméticas de Leonardo Euler, que contienen los dos volúmenes de esta coleccion, por Bouniakowsky y Tchebychew. 1? seccion. Divisibilidad de los números: descomposicion de los nú- meros en factores: números primos: teoría de los resíduos. 2.* seccion. Descomposicion de los números en sumas de diferentes formas, en cuadrados, números triangulares, etc. 3.2 seccion. Análisis de Diofanto: resolucion de ecuaciones indeter- 576 minadas. Problemas: están clasificados los asuntos conforme al número de ecuaciones simultáneas, que es preciso resolyer con ciertas condicio- nes y no segun el número de incógnitas, distincion racionalísima. 11. Memorias que más ó ménos directamente se refieren á la teoría de los números. El índice citado, escrito con espíritu filosófico, proporciona lectura muy instructiva, y facilita singularmente los trabajos. Da los títulos de 88 Memorias publicadas antes y de 5 inéditas. En frente de los enun- ciados latinos ponen los autores las traducciones francesas con útiles advertencias. Son las Memorias de 1732 á 1772. Tomus posterior, en 4.”, de 651 páginas. Las Memorias de 1773 á 1782 y las Opera aritmetica inéditas. Tractatus de numerorum doctrina capita 16 que supersunt, de 501 á 5753 empieza con las Noticias más elementales, y el capítulo 15 trata de divisoribus numerorum forme x*4-2y?. (Por la Seccion de Variedades, Francisco GARCÍA NAVARRO.) FIN DEL TOMO VII. ASS IDA API RATA: ERA Editor responsable, Frawcisco GarcIA NavARRO.+ pa o pl cs a ENS AD A 1 AZ