Me REVISTA ¿ROUAS09 D3 LA9 CBn0.AS EXACTAS, FISICAS Y NATURALES, LALA AROMA AMD - f DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS ETACTAS, FISICAS Y NATURALES. ——= A ADII TOMO IX, MADRID: POR AGUADO, IMPRESOR DE CÁMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1859. ARO LADA UEG Y ENDICE de las materias contenidas en este tomo. +90 00-000 04a CIENCIAS EXACTAS. Astronomía. Sobre los perihelios y los nodos ascendentes de los planetas; por Mr. Cooper...... Io: 3 0% Carta dirigida al presidente de la Academia de Ciencias de París, sobre la disminucion progresiva del período del cometa de 1200 dias; por Mr. Encke....... A A AAA Resúmen de la relacion de los trabajos verificados por la comision astronómica encargada por el gobierno brasileño de observar en la villa de Paranagua el eclipse total de sol que sucedió el 7 de setiembre de 1858; por Mr. Liais........ AO O dic Observaciones del cometa Donati hechas en el observatorio del colegio romano; por el P. Secchi. a aa aa ea as mo OIC O Nueva nota sobre los períodos de las manchas solares; por Mr Wolf; OBED calosa. ya. 2h oque, le cloud Lab 206 Carta de Mr. Le Verrier á Mr. Faye sobre la teoría de Mercurio y sobre el movimiento del perihelio del mismo planeta....... Noticia de los últimos trabajos de Mr. Maedler relativos al movi- miento general de las estrellas al rededor de un punto central; par Me: Gautier... enc AO Ll o Geodesia. Nota sobre la obra concerniente al arco de meridiano TOMO IX, ** A LA A ed ..o PAGA > 397 vi de 25% 20” entre el mar Glacial y el Danubio, publicada por la Academia de Ciencias de San Petersburgo; por Mr. Struve.. Noticia sobre los trabajos geodésicos de la carta de España; por A O o dio dde Hidrodinámica. Nota sobre los efectos del choque del agua en los conductos; por Me. Menabreas ARA ccoo Mecánica. Dela cantidad de movimiento que trasmite á un cuerpo el choque de un punto macizo que pega contra él en una di- reccion dada; por Mr. Poinsot........+ e ARA BARS. ALA De la manera de referir á la dinámica de los cuerpos libres a de los que se suponen sujetos por obstáculos fijos; por Mr. PO eii A AO ón as a CIENCIAS FÍSICAS. Fésica. Experiencias con algunos metales y gases; por Mr. DOS prota se asa ta ai Ad IIA Sobre la refraccion del sonido; por Mr. Hajech........ EA RIOT Dilatabilidad de los líquidos calentados á temperaturas mayores que la de su ebullicion; por Mr. Dri0M................... Nota sobre las estrías que presenta la descarga eléctrica en el AA E ANA Memoria sobre la resistencia eléctrica de los metales á diversas temperaturas; por Mr. Arndtsen. ....... os AA E Descripcion de los procedimientos empleados para reconocer la con- figuracion de las superficies ópticas; por Mr. Foucault....... Facultad conductriz eléctrica de algunos metales; por Mr. Ma- 1IOSSON. a teraafó and e 0 Er RE SELOSIS Te SU. LONE, De la influencia de los metales en el calor radiante; por Mr Kno- ME SS aa AO EOI AT Manera de preparar licores de peso especifico dado sin cálculo ni correcciones; densímetro construido por Mr. Spacowsky...... Trabajos sobre la chispa eléctrica; por Mr. Feddersen......... Propiedades del hielo al estar cerca de su punto de fusion; por Mr? ROrbes o as ras as O eS cet. o Relacion entre el magnetismo, el calor y la torsion; por Mr. G. Wiedemann .¡a aerea E do e il OA 0 De la influencia de la presion en la conductibilidad eléctrica de los metales; por E. WartMaDD, + 2.0.0.0 na ajo rajo careto O Observaciones microscópicas de la chispa eléctrica; por M. Fabbri. 65 193 137 14 73 157 198 200 202 vu Sobre el desenvolvimiento de la electricidad entre los metales y las sales calentadas; por Wir. Hankel.....o... 0.0.0... DATO Sobre algunas propiedades físicas del hielo; por Mr. Tyndall... Trabajos sobre los diversos efectos luminosos que resultan de la accion de la luz en los cuerpos; por Mr. E. Becquerel. ...... Trabajos sobre la dilatabilidad de los líquidos volátiles; por Mr. DECIRTE ai 10 bd 1d Lo oh alos ANA ion De la constitucion de la descarga luminosa eléctrica; por Mr. Riess. Influencia de la elevacion de temperatura en los fenómenos de re- flexion, dispersion, difraccion y polarizacion en la superficie de una placa; por Mr. W. Grove....... SUE DATE O De la diferencia de las propiedades físicas de la madera, segun la direccion de las fibras; por Mr. Knoblauch.. .......... Experimentos sobre el calor de los rayos solares; por Mr. E. Foote. Fisica del globo. Observaciones de temperatura atmosférica ter- restre y vegetal valiéndose del termómetro eléctrico; por Mr. Becquerel23. 10, AGIOCN. 260 JUAS. ESTI E VOZ que Sobre las observaciones horarias de declinacion magnética hechas por el capitan Maquerie y los oficiales del Plover del año 1852 al 1854 en la punta Barrow, junto al mar polar; por Mr. SADIDO cae AAA TA A E Pasaje de una carta de Mr. Kaemtz á Mr. Le Verrier sobre las relaciones existentes entre las indicaciones del barómetro, la direccion y la fuerza del viento. .......... IDIDEGS ANA area Magnetismo terrestre; por Mr. Sabine. ....... A II Meteorología. Resúmen de las observaciones meteorológicas he- chas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de diciembre DA A A O O ARI e TA dd cave anos. Eo Malo. cl LO ee DAA IMididxenrel meside enero de USA a A Td. id. id. hechas en el Instituto de Pontevedra el año de 1858; por D. Antonio de Valenzuela OzOres. .......o..o.o.oom.o.o.. Td. id. id. hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén (Habana) en el mes de se- tiembre COB ud) lo votre 00 e e Uds lo SAA O, Teoría de las tempestades y del granizo; por Mr. de Beaumgartner. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de febrero de 1859....... Id. id. id. hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén (Habana) en el mes de no- viembre de. 1858 00..u... a da 268 341 98 vit Td. id. id. hechas en la Universidad literaria de Oviedo en 1858; por D. Leon Salmead.....oooooo.o.... AA sinolas als Sobre la altura de la atmósfera, deducida de observaciones de po- larizacion hechas en la zona intertropical al principiar la aurora y al concluir el crepúsculo; por Mr, Liais. (Carta escrita al Secretario perpétuo de la Academia de Ciencias de París, desde San Domingos, bahía de Rio-Janeiro, el 6 de diciembre de 1858, Noticia de los trabajos verificados los años pasados en el observa » torio físico central de Rusia y en los establecimientos magnéti- cos y meteorológicos que dependen de él.—Observaciones del granizo en Rusia.—Sobre el número de dias en que el termóme- tro centígrado ha bajado á —25” en San Petersburgo desde el año de 1823.—Fórmula empírica para calcular la temperatura áuna altura dada. —Electricidad atmosférica.—Diversos trabajos sobre los metales. —Influencia del calor en la elasticidad de los cuerposisólidos arts al. bd Dai: Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de marzo de 1859....+..... Td. id. hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alum- nos del Real colegio de Belén (Habana) en el mes de diciembre LO 9 00000/009100:0:0.00 dono O IO OI. Memoria sobre la teoría general de los vientos, por Mr. Dove, leida en la Academia de Ciencias de Berlin del 2 de febrero de 1857. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real observatorio de Madrid en el mes de abril de 1859.......... Id. id. hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alum- nos del Real colegio de Belén (Habana) en el mes de febrero MERO aen o oooO dio bal dorso... ..sos Id. id. hechas en el Real observatorio de Madrid en el mes de mayo. de 180. simio. 000 05: ll ele alle lA IS Ss Id. id. hechas en el colegio seminario á cargo de los PP. de la Compañía de Jesús de Guatemala el año de 1858............ Id. id. hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alum- nos del Real colegio de Belén (Habana) en cl mes de marzo A o NA AO OOO ao o PO lc Ads Ue tl ata Id. id. hechas en el Real oleeralda de Madrid en el mes de ju- nio derrito Id. id. id. en el mes de julio de 1859........... e oibía jala loca Id. id. id. en el mes de agosto de 1859...... ioards Ot ar: Id. id. hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alum- nos del Real colegio de Belén (Habana) en el mes de abril AA rss ANC P AO : 174 220 224 312 346 350 10 Id. id. id, en el mes de mayo de 1859... 10.00.00 ooomc.o ooo 1d, id, id, en el mes de junio de 1859.,..... A OO OO Td, id. id. en el mes de julio de 1859........ li LEA - Observaciones tocantes á la cuestion de la influencia real Ó su» puesta de la luna en la temperatura atmosférica; por Wr, Har- SOLA a basis AAC: ON pue La Se Resúmen de las observaciones metcorológicas hechas en el Real observatorio de Madrid en el mes de setiembre de 1859...... Td, id. id. en el mes de octubre de 1859.......... O A Td. de las observaciones termométricas hechas en las Islas Filipinas, desde el 8 de mayo de 1858 á 30 de abril de 1859; por el cor- responsal de la Academia P. Fr. Antonio Llanos...........+.. Id. de las observaciones meteorológicas hechas en el observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real colegio de Belén (Habana) en el mes de agosto de 1859........... td Trabajos sobre las sombras coloreadas que se manifiestan á diversas horas en diversas estaciones, y sobre las aplicaciones del fenó- meno; por Mr. Fournet............-. ra Peas Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real observatorio de Madrid en el mes de noviembre de 1859..... Química. Composicion del café; por Mr. Vogel.............. De los equivalentes de los cuerpos simples; por Mr. Dumas. .... Trabajos sobre las sales de cromo; por Mr. Fremy........... E De la reduccion de los cloruros de bario, estroncio y calcio por el sodio.— Aleaciones de estos metales; por Mr. Caron. ....... Nuevos trabajos sobre el oxígeno; por Mr. Schoenbein......... De la accion del hidrógeno á diferentes presiones en algunas diso- luciones metálicas; por Mr. Beketoff..........<. Cuando habia 12 Planetas, estaban 10.......... 92 - EZ ARE TEAGIAS 5 O, ARO A 7 EALITA A IN 30507 MLOUES 12 Bda dad bus y ML 15 y A UTA UNILORA 19 Cuando habia 11 Planetas, estaban 11.......... 0 Mol A INIA E 3 Vi RRA A AN 6 PE PR UA 30.123.484 5% 11 lud, 1. SER A 15 Mil BUE BRA DITA 18 Carta dirigida al Presidente de la Academia de Ciencias de Paris, sobre la disminucion progresiva del periodo del cometa de 1200 dias; por Ma. Excke. (Comptes rendus, 15 moriembre 1835.) En la sesion de la Academia de Ciencias de Paris del 16 de agosto, tuvo la bondad Mr. Le Verrier de comunicarla la efe- méride del cometa de corto periodo tocante á su aparicion este año. Sabedor yo de que se suscitó la cuestion de si se habia con- firmado ó no la disminucion del periodo que desde el año de 1819 tenia anunciada, he creido que debia aprovechar esta ocasion favorable para reunir las pruebas de la necesidad de aplicar á los calculos de dicho cometa una correccion que se puede explicar 3 por la resistencia que un intermedio esparcido por el universo ejercita en la marcha del astro; pruebas á mi juicio lan evidentes, que no cabe ponerlas en duda. No son cálculos nuevos los que me han inducido á sacar esta conclusion. No he pasado de ordenar los resultados contenidos en las siele Memorias que he publicado en las de la Academia de Berlin de 1829, 1831, 1833, 1842, 1844, 1851 y 1854, de la manera qne me ha parecido más adecuadaá mi propósito. Cuantos números cito están publicados. Sólo añado algunos refe- rentes á las últimas apariciones de 1855 y 1858. Permilaseme cilar algunas fechas que desde luego decidirán la cuestion. Empiezo advirtiendo que desde el año de 1819, cuando ha- 1é que el cometa era periódico, siempre he calculado de antema- no los lugares geocéntricos cuales los daba la hipótesis de un in- termedio resistente, y tuve la fortuna de recibir observaciones de cada una de las doce apariciones sucedidas hasta 1838. no habiendo fallado ninguna por tanto. El observatorio del Cabo de Buena-Esperanza, al cual se sirvió remitir Mr. Airy mis efe- mérides, me envió las observaciones despues del peribelio, que no podian tenerse en el hemisferio boreal de la tierra, y las de la última aparicion son tan exaclas como las europeas. Recor- riendo los periódicos se verá que la diferencia entre el lugar calculado de antemano y el observado los primeros dias, luego de hallado el cometa, subió En 1822 a cerca de 2 0 de arco ASS ii 2,3 IO e 008 1.5770 A 2,2 ISE e 1,3 IA 2.0 IL AA 0.9 LE 0.8 BL SoY IA A 0,5 LL TI AA 8,2 IO 0.5 h Estas diferencias aluden al lugar geocentrico. Para sacar de ellas los errores heliocéntricos, se puede valuar que la anoma- lía media, que llamaré M, cambia cosa de una cantidad tres veces menor que el lugar geocéntrico, de suerte que el mayor error de $ minutos el año de 1855 se reduce á ser de 160 se- gundos en anomalía media. Ahora bien, como el movimiento medio diurno, que llamaré «, es de unos 1070 segundos, no hay mas que alterar 0,15 dias el tiempo del paso por el perihe- lio para anular dicho error. Por razon de no haber podido obtener esta concordancia si- no empleando la hipótesis de un intermedio resistente, me pa- rece que esta circunstancia es prueba evidente, si bien indirec- ta, de la necesidad de la hipólesis, y tanto más valedera cuanto que siempre se dieron á luz los números antes que las observa- ciones. Observó el cometa Olbers desde el año de 1786 con la des- treza propia suya, habiendo hallado que dos observaciones de Mechain y Mesier le pertenecian, y además que el de 1795 era el mismo de corto período. La aparicion de 1805 me sirvió tam- bien para comprobar la periodicidad. Los tiempos del paso por el perihelio los años de haberse observado el cometa, son: VI86 aleros EnNeTOs ¿4 ais 30,9 tiempo de París. 17195...... Diciembre... 21,5 0) PE Noviembre... 21,5 MEMO. nie. EDetOjamii es SS ISA. raja Mayos. he 94,0 EA Setiembre. 16,3 LE EntroR. ee 9,8 ARAS Mayol. «mo. 4,0 Ra Agosto. ..... 26,4 EN Diciembre. .. 19,0 TM > AD 192,0 IO Agosto. ....-. 9,6 Ls có Noviembre... 26,1 ANDA es Marzo? «pe ¿y 0! ISDD a JUlO:S.. e 1,0 ) Es preciso distinguir tres periodos en los cálculos de las per- turbaciones planetarias de estos 72 años. En 1819 y 1821 tra- bajé en las de los años 1786 al 1819. Como no se conocia exac- tamente aún la órbita del cometa, por estar equivocadas las ma- sas de los planetas, inclusa la de Júpiter, y por no ser bastante exactos los métodos que seguia para Mercurio y Venus, no pasan de aproximados los resultados de los citados calculos, y son de temer errores bastante graves. No he tenido tiempo de repelir el trabajo despues, por lo cual no he tenido mas remedio que aceptar los resultados cuales salieron. No se extrañe pues si el empleo de los números de estos 33 años, de tal manera hallados, exigiera y excusara algunas correcciones. Para los 30 años de 1819 á 1848, he determinado las per- turbaciones planelarias cuan exactamente me ha sido posible, en especial de los planetas Mercurio y Venus. He empleado las masas corregidas, sin despreciar mas que los efectos de Urano y Neptuno, como era permitido en atencion á estar mucho más próximo al sol el afelio del cometa que no Júpiter en su órbilá. Creo por tanto que este trabajo merece toda la confianza que cabe en cálculos tan prolijos. Multiplicada la familia de los planetas pequeños de 1848 aca, crei deber dedicarme mas bien á examinarlos que á au- mentar las pruebas de la necesidad de una hipótesis, para mi fuera de duda. Me he ceñido pues á calcular las perturbaciones de Júpiter para los diez años de 1848 á 1858. Pasando siempre de una aparicion observada á la siguiente, no podian subir á mucho las faltas de prediccion. Empecé por buscar una órbita que reuniese con suficiente exactitud las observaciones de 1819 á 1838 primero, y repeli luego el mismo trabajo para 1819 a 1848, introduciendo siem- pre las correcciones procedentes de una hipótesis de igual índo- le. Para ambos inlérvalos hallé números casi idénticos de los elementos de la órbita y de las constantes de la hipótesis. Repre- sentaronse las observaciones de los 30 años de suerte que el error medio de una geocéntrica bajaba de medio minuto, y de consiguienle no subia de 0,01 6 0,02 de dia el error medio de la determinacion del tiempo del paso por el perihelio. El método de la variacion de las constantes que he seguido 6 para determinar las perturbaciones planetarias, da directamente las cantidades expresadas en segundos que deben añadirse á las “ y M meramente elípticas, partiendo de una época determina- da, que he escogido la del tiempo del paso por el perihelio en 1829, enero 9,76, liempo de Paris. Mas para esforzar mi de- mostracion, he mudado esta forma en la que indica cuánto al- teran el tiempo de cada paso por el perihelio las perturbaciones planetarias, y expreso estas alleraciones en dias. La tabla I presenta el tiempo del paso por el perihelio los diversos años en que se observó el cometa, sacado cuan directa- mente me ha sido dable de las observaciones. Designando este tiempo por 7, se pueden mirar como dalos observados del pro- blema los diversos 7. A fin de facilitar la enumeracion de los dias, he añadido el número de los de cada vuella, contado des- de 1829, enero 0. TABLA L ERAN IES APART APIS DERE TT ATTE SETS EPA T observados. Dias completos desde Tiempo de Paris. 4829. TD. a ÉDErO . 30,88 — 156714,12 Els Diciembre..... 21,47 — 12062,53 a Us MA Noviembre. ... 21,53 — 8440,47 EOI 901 Enero 63. 0% 27,26 1362574 AA Mayos los 2d: 23,97 1:12413:08 Lei Seliembre..... 16,28 RA A FS EE OA Enero ade 9,76 + 9,76 dia, Mayo. iaa ia 3,99 + 1219.99 Ir 10 Agosto ......- 26,38 + 2429,38 US Diciembre. .... 19,02 + 3640,02 e ol brillo 0 12,01 + 14850,01 El ASOStO ear 9,61 + 6065,61 ahy. PA Noviembre. ... 26,09 + 7270,09 Pos. MAZO. Pcia ade 14,72 + 8474,72 ASI RA Julio.) FTE 1,05 + 9678,05 ¡RELATA Octubre,...... 18,37 + 10883,37 La tabla IL presenta las perturbaciones que los 7' experi- menlan por causa de los planetas Y, 2,3¿,05, 5, h, em- q 1 pleando las masas nuevamente determinadas. La de 4 s»rtrx1 lo está por el conjunto de las observacioues del cometa. Designaré estas cantidades por 4 7. Habrán de añadirse á los tiempos de los pasos que se hubieran obtenido para un cuerpo celeste cuya órbita meramente elíptica coincidiese con la del cometa en la época de 1829, enero 9,76. TABLA IL. Perturbaciones planetarias de los T. TA Dias. EPA ESA ARO +74,23 ROS A DRDS + 47,92 LA O E + 32,49 LSO dr uo boda a bis dia — 0,85 E od pon e, 6 pd el + 0,20 AN eb: — 0,04 ISO a cristo > 0,00 UA o e alo ss — 1,09 o A A — 2,92 TS e to ego! — 3,39 US IRA e deter — 4,38 195 VIS Eco AR CROS * + 0,34 ASAS a ados Piro: — 5,95 AAA A AE opor 0 — 12,03 Lo ri cie 11-01 dl del — 19,17 e A e A —214,42 Descartando ahora de los 7 observados el efecto de las per- turbaciones planetarias, forman dopara cada Tlas—A7T, quedará el tiempo del paso como resultaria de la órbita regular del co- meta de 9,81829 de enero. Si se moviese este como un planeta, se tendria una série de números de diferencias primeras cons- tantes, que daria el tiempo de revolucion perteneciente á la ór- bita del cometa para 1829, enero 9,8. En la tabla Il se presen- ta el resultado de la sustraccion, añadidas las diferencias pri- meras con objeto de percibir á primera vista cuanto se separa la 8 ; marcha del cometa de la de un planeta. Recuérdese que para 1819 41848 son exactos los F' en Odiss,01 6 lo menos en Odias, 09; de suerle que los cambios que se pudieran ensayar para ocasionar una marcha planetaria no deben exceder a esta cantidad para 1819 41848; y para los demas años, en los cuales son incomple- tas las observaciones planetarias, no deben los cambios traspa- sar los limiles que excediesen en demasía al que acabamos de indicar. TABLA HL — 'alores de los Y, descartadas las perturbaciones planetarias. HAN Diferentias primeras.| Períodos. Dias. Dias. 1786... —15748,35 3637,90 3 11995 ¿. —12110,45 3637,49 3 1805... — 8472,96 4848,07 4 1 de e — 3624,89 1211,66 1 1822... — 2113,23 1211,55 1 1825... — 1201,68 1911,44 1 LODO s:... 9,76 1211,32 1 1832... + 1221,08 19211,92 1 1835... + 2432,30 1211,11 1 1838... + 3643,41 1210,98 1 1842... | + 4854,39 1210,88 1 1845... | + 6065.27 | 1210.71 1 1848... | + 7276.04 | 1210/71 1 189%... + 8486,75 1910,41 1 1833... | + 9697,22 | 1210,57 1 1858... | +10907,79 El tiempo de la revolucion disminuyó pues una cantidad notabilísima, 3637,90 dias de 1786 á 1795 y 1210,57 dias de 1855 a 1858. Sin embargo, como los AT de los tres años al principio y fin son inexactos por causa de la imperfeccion de los cálculos, será permitido alterarlos algo para que sea re- gular completamente la serie, con tal que no sean excesivas las correcciones. Supongo por tanto que los AT exijen una cor- rección: y En 1786 de — 0,69 dias ó de — 47 horas, convirtiéndose AT en 473,54 dias. O IS O d. ai 0 +47,42 1505057 O ROS JURA, SUGAR RL e... +32,49 4852506704 b los dtoide —44,97 EA ARRE ER ARRAY Mos sale Y des O ets 240 Formando otra vez los T—AT con estos valores corregidos, interpolando en la serie los números correspondientes a los años en que no se observó el cometa, que son los que van den- tro de paréntesis, se tiene la tabla 1V. TABLA IV. (Tabla III corregida.) T—AT Dif. I. 11. Dias. Dias. Días. KLISGUL +: — 15747,66 +1212,79 —0,12 (1789)...... —114534,87 1212,67 0,12 TIN a con —13322,20 1212,55 0,11 dr —12109,65 19192, 44 0,11 (1799)... | --10897,21 1912.33 0,11 (1809)... — 9684.88 1912,22 0,12 USO... +". — 8472,66 1212,10 0,10 (1809). ls — 7260,56 1212,00 0,11 STA). a. — 6048,56 12911,89 0,11 (1815)... — 14836,67 1211,78 0,12 ESO. as — 3624,89 1211,66 0,11 182270. —= 21413,23 1211,55 0,11 18%.... — 1201,68 191,44 0,12 19 + 9,76 1211,32 0,10 10D ei + 1221,08 1911,22 0,11 1835.... + 2432,30 1214:11 0,13 ISI + 3643,41 1210,98 0,10 LAA, eo + 4854,39 1210,88 0,11 1845.... + 6065,27 1210,77 0,12 1848.... + 71276,04 1210,65 0,10 1D + 8486,69 1210,55 0,11 1850, . 21 + 9697,24 1210,44 1858... | -+10907.68 La cuestion de la necesidad de introducir una hipótesis pe- culiar al cometa se reduce pues á esta otra. ¿Es posible repre- 10 sentar los números de la tabla 1Y por una serie aritmética de primer orden de diferencias primeras constantes, sin allerar los T—A Ten cantidades que traspasen los límites prescritos? Y como esto es absolutamente imposible, de aqui quedar eviden- temente probada la necesidad de una hipótesis. Se obtendrá una serie aritmética de segundo orden de dife- rencias 'segundas constantes, como la de la tabla IV, introdu- ciendo en lugar de « (cantidad constante para los planetas) una funcion variable con el tiempo, de la forma LH 2aJ, M=ej+aj" y comparando esta fórmula con las observaciones se ve que basta para poner de acuerdo el cálculo con la observacion. Pueden se- guir los mismos sin cambio alguno los demás elementos de la órbila. Indagando de dónde pueda provenir semejante aumento del movimiento medio, como la forma del coeficiente diferencial de , en la teoría de la variacion de las constantes, se puede escri- bir asi: de la cual sale indica la fuerza que se necesita para tal aumento. Las cantida- des 2a—r y r son los dos radios vectores de los focos, « el movimiento diurno medio, c el movimiento real y lineal diurno, y € la componente de una fuerza perturbatriz (sea cual fuere) en sentido de la tangente y dirigida en el del movimiento. Luego el aumento de « pide una fuerza dirijida segun la tangente y en sentido contrario al movimiento, lo cual concuerda del todo y de la manera más sencilla adoptando la hipótesis de la existen- cia de un intermedio en el universo, intermedio cuya resisten- cia contra el movimiento del comela podrá advertirse, al paso que la gran cantidad de planetas ha impedido haber tenido prue- ba segura de él hasta el dia. Jamás se negó la existencia de semejante intermedio; sólo faltaba probarla. Admito, pues, esla explicacion, y considero la disminucion del periodo, probada cual lo está por las observaciones del 11 comela, como efecto de la resistencia que un intermedio espar- cido por el universo opone á su movimiento. Esta es la marcha que he seguido en mi trabajo, procurando sólo probar la necesidad de una hipótesis peculiar al cometa, y fundar en ella la verosimilitud de un intermedio resistente; y creo haberlo conseguido. En cuanto á las modificaciones al em- plear esta hipótesis, segun la densidad que pueda tener el inter- medio en los diversos puntos de nuestro sistema solar y los cambios que pueda experimentar la misma densidad, me ha sido preciso hacer, para introducirlas en el cálculo, algunas conjeturas, á las cuales no doy importancia alguna. La que he adoptado da el resultado de que además de la nueva expresion de y M, es menester disminuir la excentricidad una cantidad pequeñísima, ó sea una unidad á la quinta decimal á cada vuelta, contando estas al perihelio desde la época escogida. Se han hecho las comparaciones con las observaciones atendiendo a esta modificacion. Los demás elementos no han cambiado. Los números que de las observaciones de 1819 á 1848 he sacado para los elementos de la órbita son los siguientes: EDOCA. 5 isis 1829, enero 9,12, tiempo medio de Paris, Anomalía media... M4 _=359* 59" 20”, 187, y para otro cualqier tiempo, contándolo desde dicha época, 3008 M=M, + 1069",852322 dias 4+58,664572(¿7,7) M,=1069",852522 4-0",0977743(; 0): Angulodelaexcentricidad, sen. 9 =2, A AAA PERE. .. 9.=51388",61, : r ] Id. de id....... bonnannno 9 =37388,673 "471 al Longitud del perihelio...... 7.=15718 25,15, Longitud del nodo ascendente. 2 Air 29 50,98, IMblinacion. ... IP 732280... .= 13 20 40,91. Las perturbaciones planetarias provenientes de los 6 plane- las O, 2, 5,3, YU, »,se deben añadir á eslos elementos 12 para obtener el momento en que se pida el lugar del cometa. Llamando ==" el número de vueltas al perihelio, contadas desde la época de 1829, y «, y M, el movimiento medio y la anomalía media para el tiempo /,, se tendrá j«=1211,3818r —0,055879£ rz, y =1069",852522 + 0,09870166 r, M,_—M,+360%74-59'", 71897 r2. La duracion de una revolucion será de 1211,3259 dias — 0,11176r =J 4 14)» Añadiendo á los números de la tabla IV la correccion depen- diente de este aumento de «, resulta la TABLA V. T—AT corregidos segun la hipotesis. Correcciones. Périodos regulares. 1786.... +9,46 —15738,20 (1789)... +8,06 —14326.81: > +1211,39 (1792)... +6,77 —13315,43 38 ¿NIE EE +5,59 —12104,06 31 iO) +4,53 | —10892,68 38 (180%)... +3,58 — 9681,30 38 1805.... | +2,/714 — 8469,92 38 (1809)... +2,01 — 1258,55 31 (1819)... +1,40 — 6047,16 39 (1815)... +0,89 — 1835,78 38 ESPA +0,50 — 36214,39 39 1822.... +0,22 — 2413,01 38 1895.... 0,06 — 1201,62 1829... 0,00 qe 76 38 1832...-. +0,06 + 1221,14 38 1838... +0,22 + 2432,52 39 1838... +0,50 + 3643,91 37 e his. 0 AA +0,89 + 4855,28 Ll AAA +1,40 + 6066,67 39 1848 49,01 + 7278,05 38 1852... +2,74 + 8489,43 38 1855.... +3,57 + 9700,81 38 1858... +4,59 +10912,20 39 13 Conlinuando los números que formen una serie aritmética cuya diferencia primera sea constante, aplicando la correccion procedente de la hipótesis a M, T, « y 9, y añadiendo á los elementos las perturbaciones planetarias de los seis planetas mencionados, se oblendrá para la vuelta del cometa al perihelio un sistema de elementos que salisfará, para algunas vueltas ve- nideras por lo menos, á la necesidad de determinar con suficien- le aproximacion el lugar donde se verá el cometa. Si se creyera que he dado acaso demasiada importancia á es- te trabajo, permitaseme concluir diciendo que la introduccion de una fuerza nueva perturbatriz en nuestro sistema solar me ha parecido siempre un paso harto grave, pero que es frulo de vi-. gilias que me han llevado mucha parte del tiempo de cuarenta años acá. Nadie negará que en calculo tan prolijo, las dudas que ocurren, las pruebas, las comprobaciones necesarias, las faltas que se advierten y cuyo origen es preciso descubrir, cuestan dos ó tres veces más tiempo que sólo el calculo. Por la Seccion de Ciencias Exactas, FRANCISCO GARCÍA NAVARRO. CIENCIAS FISICAS, —»0999- Q00— FISICA. Experiencias con algunos metales y gases; por Mr. Drsprexz. (Comptes rendus, 43 noviembre 4838.) Se conocen en el dia 62 cuerpos, á los cuales consideran como simples casi lodos los quimicos, porque no se ha sacado de cada uno de aquellos sino una sola sustancia particular. Aunque sea esla la manera más general de mirar esle punto, creemos no obstante que el convencimiento de más dé un quí- mico, de más de un mineralogista, de más de un fisico no está muy arraigado respecto de la opinion que admite otras tantas sustancias distintas cuantos cuerpos existen llamados simples. Bastarán algunas cilas para evidenciar la exactitud de este último aserto. Un químico joven, arrebatado muy temprano á la ciencia, Gerhardt, decia en 1847 en su /ntroduccion al estudio de la quimica, pag. 57: «No tenemos demostracion matemálica de la »naturaleza simple de los elementos tenidos por tales: los pro- »gresos de la ciencia pudieran llegar algun dia á descomponer »el azufre, el carbono, los metales, y á demostrar en sus mo- »léculas la helerogeneidad de los átomos.» Vemos el pasage siguiente en una Memoria de Mr. Dumas: «Dos opiniones se disputan el campo. Una, al parecer profesa- » da por Berzelius, mira á los elementos simples de la química »mineral como seres distintos, independientes entre sí, cuyas » moléculas no tienen comun sino su fijeza, su inmutabilidad, su »eternidad: habria tantas sustancias distintas cuantos elementos »químicos hubiera. Otra permite suponer, por lo contrario, que 15 »las moléculas de los diversos elementos químicos actuales pu- »dieran estar constituidas por la condensacion de una sustancia »única, el hidrógeno, v. g., aceptando como cierta la relacion no- »table observada por el Dr. Prout, y teniendo por fundada la »eleccion de su unidad.» Citemos otras opiniones más antiguas. Davy pensó alguna vez que los melales y los sólidos inflamables llamados simples, estaban compuestos de una base particular desconocida y una misma sustancia que entra en el hidrógeno (Leccion Bakeriana, 1807.—Anales de química, tomo 70, pág. 240). Segun Gay-Lussac y Thenard, el potasio y el sodio no serian mas que una combinacion de los alcalis con el hidrógeno. (Ana- les citados, tomo 66, pág. 207, año de 1808.) Curaudau tenia á los metales alcalinos por compuestos nuevos, en los cuales estaba el hidrógeno sumamente condensado. (El mismo tomo, pág. 102.) No tardó en aclararse el misterio para estos célebres quimi- cos. Cuando no sabian cómo interpretar la produccion ni la naturaleza del potasio y del sodio, vióse ilustrado el nombre de Davy con la descomposicion de los álcalis y de las tierras. La manera de extraer el potasio y el sodio, columbrada por Gay- Lussac y Thenard, vendria á practicarse exclusivamente por más de 30 años. Pudiera auxiliar mucho hoy todavía á los químicos en ciertas circunstancias. El método por último que hace años sirve para preparar eslos preciosos metales, no viene á ser sino;el mismo de Curaudau, mejorado luego por Brunner, Donny y Mareska, y por H. Sainte-Claire Deville. Estas citas, que pudiéramos multiplicar, atestiguan que ha - reinado mucha incertidumbre en diversas épocas acerca de la naluraleza elemental de los cuerpos llamados simples (1). (1) V. cuatro artículos sobre la Alquimia (Diario de los Sa- bios, 1851), de Chevreuil; Die Geschichte der Chemie, en cuatro partes, de Kopp; Historia de la Quémica, en 2 tomos, de Hofer; Los Alquimistas, 1 tomo, de Figuier; Los metales son cuerpos compuestos, 1 tomo, de Tiffereauz Paracelso y la Alquimia, 1 tomo, de Frank; el artículo Pro- porciones, de Moigno, en la Enciclopedia del siglo XT Y, tomo 20. 16 Esta falta de fijeza en las opiniones me ha inducido á inlen- tar los ensayos que tenia discurridos desde el año de 1849, dice el autor. Despues de haber probado en dicho año que los cuerpos más refractarios son fusibles y volátiles con el fuego eléctrico de una pila poderosa ó de un foco resultante de reunirse el calor eléctrico, el solar y el de combustion; despues de haber visto asimismo que los cuerpos compuestos, los feldespalos, v. gr., sueltan primero las sustancias más volátiles, me restaba natu- ralmente indagar si puestos los metales en las citades fuentes calorificas enérgicas se separarian sus elementos, caso de conte- ner varios en realidad, Estaba propenso á considerar, de con- formidad con la mayor parte de los químicos, mineralogistas y fisicos, á los metales y á los cuerpos no metálicos como simples, y como conteniendo una sustancia particular sólo cada uno, de naturaleza intima inallerable. Empezaré por manifestar las experiencias que he verificado a fin de saber si los metales son simples ó compuestos. Supongamos por el momento que los metales sean compues- tos binarios; los dos metales componentes se diferenciarán pre- cisamente en sus propiedades; deberán ser desigualmente vola- tiles; deberá precipitarlos desigualmente la pila voltáica, los metales más enérgicos, los diversos reactivos químicos. Las sa- les de estos metales elementales deberán tener aspectos y formas caracteristicas. En esta diferencia de propiedades de los dos componentes hipotéticamente admilidos, se funda el principio que nos ha guiado en la mayor parte de las experiencias de nuestro tra- bajo. Muchos ensayos preliminares nos han demostrado la exac- titud del referido principio, poco disputable por otro lado. Tratando con la pila, con el zinc, con el gas hidrosulfú- rico ó con el carbonato de sosa una mezcla de sal de plomo y otra de cobre, de sal de plomo y otra de cadmio, de sal de cobre y de cadmio, etc., y despedazando los precipitados de una misma mezcla, se halla en cada uno de estos una composicion tanto más diferente cuanto más distan entre si. Con varias mezclas es complela ó poco menos la separacion con la pila ó con 17 el ácido sulfhidrico. Por ejemplo, así resulta con una mezcla de cobre y plomo, de cobalto 0 niquelo, 4 con una de cobre y cadmio. Experiencia primera. Se hizo pasar la corriente de dos elementos (1) de Bunsen por una disolución que contenia 500 gramos de sulfato puro de cobre. Se fueron recubriendo suce- sivamente $ hojas de platino de 5 centimetros de largo y 7 de alto. Quedó recubierta cada hoja por ambas caras. En las 5 hojas primeras se vieron octaedros regulares y cubo-octaedros parecidos a los cristales de cobre nativo. En la cuarta estaban agrupados los cristales octaédricos como en el cobre nativo de Siberia. Estos mismos cristales eran más pequeños, y estaban más cerrados en la lámina 5.? y 6.2 Habia por fin que poner entre dos cristales los dos últimos depó- silos formados en una disolucion debilitada, y observarlos con el microscopio. Se vió que los cristales pequeñísimos eran tam- bien octaedros y cubo-octaedros. Despues del octavo depósito no contenia ya metal la disolu- cion, del todo incolora. El aspecto, la cristalización, el color, todo se parecia en los 8 depósitos. La corriente eléctrica, que descompuso todo el sulfato de cobre, precipitó un metal sólo; permilia pues esta experien- cia admilir que no hay más que un metal sólo en el sulfato de cobre puro, ó que el cobre es un cuerpo simple. Continuáronse examinando los productos. Se disolvió cada depósito en acido azótico puro dilatado. Se quiló el exceso de ácido con un calor moderado, y se hicieron cristalizar las $ disoluciones. En los cristales obtenidos se per- cibieron algunos prismas cuadrangulares de base oblicua; pero no estaban bien terminados todos, si bien tenian un mismo color. La delicuescencia de esta sal nos impidió pararnos más. Se trasformó el azoato, parte en sulfato, parte en acetato. Cada disolucion de sulfato depositó sólo prismas bi-oblicuos de base paralelógrama más ó ménos alterados. Varias veces su- (1) Sólo se empleó la pila de Bunsen, en tension siempre, como no se advierta lo contrario. TOMO IX. (> 18 cedió no tener exactamente esta forma los cristales. Hubo hasta , prismas acanalados; pero volviéndolos á disolver, daban la forma conocida. El acetato no dió sino prismas oblícuos de base romboidal, de color verde oscuro, poco eflorescentes. Experiencia segunda. —Idéntica á la primera: se descompuso con la corriente de tres elementos el mismo peso de 500 gra- mos de sulfato puro de cobre, disueltos en 4 litros de agua; en seguida de las primeras precipitaciones, se tomaron 4, 3 y 7 elementos. La cristalizacion de los depósitos fué como la de los de la experiencia anterior, pero ménos visible, lo cual consistió en ser más rápida la precipilacion. Se observaron cubos más per- fectos, y planos de crucero paralelos á las caras del cubo. El 5.* y 6.* depósito tuvieron color algo más oscuro que antes. En el microscopio todos los depósitos presentaron igual color. Se formó desde luego azoato con todo el cobre precipitado, y con 40 gramos de cobre rojo que no experimenló la accion de la electricidad. Los 7 azoatos dieron prismas romboidales, pero oscuramente terminados. El aspecto, el color de los 7, todo parece uno mismo. Por medio del hidrógeno puro y seco se descompuso parte de cada azoato, reducido antes á estado de óxido. Los 7 productos obtenidos tuvieron igual color rojo- amarillento, que viene á ser el núm. 3 del anaranjado del pri- mer circulo cromático de Mr. Chevreuil. Se trasformó cada azoato en sulfato, acetato y formialo, que son tres sales de formas bien claras y poco alterables al aire. Se dejaron cristalizar espontáneamente las diversas disolu- ciones. Las 7 disoluciones de sulfato, acetato y formiato dieron mu- chas cristalizaciones del mes de febrero al de noviembre. Se depuraron, y siguióse lo mismo en todo el trabajo. Se examinaron los cristales, y se conservaron luego en tu- bos, apuntando el depósito y la naturaleza de la disolucion. Se volvió á disolver la sal mal formada en la disolucion res- tante, etc. El sulfato depositó sólo prismas bi-oblicuos de base para- 19 lelógrama, y las modificaciones descritas por Hauy y sus su- cesores. En las cristalizaciones dadas por el acetato no se vió sino el prisma oblicuo romboidal, de color pardo oscuro, conocido de todos los químicos. El formiato dió un prisma oblicuo de base romboidal más 6 ménos alterado. Fué eflorescente esta sal; se emblanqueció bas- tante pronto al aireá 20 6 25 grados. Cada grupo de cristales presentó los caracteres químicos de las sales de cobre. Experiencia tercera. Se hizo pasar hidrógeno sulfurado, pré- viamente lavado, por una disolucion de 500 gramos de sulfato puro de cobre disueltos en ¿ de litro de agua destilada (1). Se ob- tuvieron 6 precipitados de sulfuro, que se lavaron con agua hervida, y que se trasformaron en sulfato con ácido azóico puro y dilatado, y con añadir cierta cantidad de ácido sulfúrico. Qui- tóse luego el exceso de este ácido mediante un calor conve- niente. Las seis reducidas masas blanquecinas obtenidas asi y di- sueltas en agua depositaron sólo sulfato de cobre en su forma co- nocida, antes mencionada. Lo mismo sucedió con las aguas ma- dres sujetas á la cristalizacion hasta agotarse la sal. La identidad de los seis precipitados por el hidrógeno sul- furado en el sulfato puro de cobre, atestigua tambien que no hay mas que un metal en esta sal. Otras experiencias que se hicieron con diferentes mezclas de plomo y cobre, de plomo y cadmio, de cobre y cadmio, etc., manifestaron que con el hidrógeno sulfurado se precipitarian compuestos variables segun sus principios, si no fuese el cobre un cuerpo elemental. Experiencia cuarta. Se precipitaron 500 gramos de sulfa- lo puro de cobre disueltos en 4 litros de agua destilada por 573,14 gramos de carbonato puro de sosa dividido en cuatro parles iguales. (1) En estos trabajos se ha usado sólo agua destilada y sustancias puras. 20 Los cualro precipitados de carbonato de cobre retuvieron ácido sulfúrico aun despues de removerlos con una disolucion de carbonato de sosa en exceso, y de lavarlos por decantacion ocho dias. Se disolvieron los precipitados en ácido sulfúrico dilatado, y se descompusieron las disoluciones muy dilaladas con tres ele- mentos de Bunsen. Se adhirió poco á las hojas de platino cada precipitado, y lomó forma mamilar; se observaron cristalitos parecidos á los citados antes. Se procedió como en las dos experiencias primeras. Se disolvieron los cuatro depósitos en ácido azóico puro. Se reliró el metal de parte de cada azoalo. Con el restante azoato se formó sulfato, acetato y formiato. Se hicieron cristalizar estas diversas sales. Los cuatro cobres provenientes de la reduccion por el hidró- geno, los cristales de sulfato, acetato y formialo fueron idénti- cos á las muestras de cobre, a los cristales de sulfato, acetalo y formiato de que se habló en la experiencia segunda. Sucede, pues, lo mismo que si fuese el cobre un elemento. Experiencia quinta. Se removieron cualro veces sucesivas 500 gramos de sulfato puro de cobre, disueltos en unos 8 li- tros de agua destilada, con unos 33 gramos de zinc metálico destilado. Cerca de dos horas tardó en sustituir el zinc al cobre, de suerle que toda la precipitacion exijió unas ocho horas, sin dejar de removerse la mezcla. Se lavó primero bien el cobre precipitado; se separó luego con calor suave, mediante acido sulfúrico dilatado, de la redu- cida parte de zinc con la cual pudiera haberse mezclado; en seguida se le secó al baño-maría, y por último se le redujo con hidrógeno puro y libre de agua. Los cuatro productos tuvieron color rojo amarillento, y fue- ron idénticos á los cobres precedentes reducidos por el hidró- geno. El sulfalo formado con parte de cada precipitado no dió lampoco sino las formas conocidas del sulfato de cobre. Una mezcla de dos sales de metales, precipitadas por el zinc, no dió iguales productos. Varió la composicion de estos precipitados, ó se precipitó antes uno de los dos metales. 21 Experiencia sexta. Fué repeticion de la anterior, y dió los mismos resultados. Experiencia séptima. Se descompusieron tres veces sucesi- vas 200 gramos de azoato puro de plomo, disueltos en unos 1500 gramos de agua, con 59,6 gramos de carbonato puro de sosa. Se dividió cada precipitado bien lavado y seco en cuatro partes iguales. Se redujo la cuarta con el hidrógeno. Con las otras tres se formaron azoalo, acetato y formiato. Los tres azoatos dieron cristales trasparentes en su mayor parle, pertenecientes al sistema cúbico del azoato de plomo. El formialo cristalizó en prismas delicados, que cualquier químico habil veria ser formiatos. Con el microscopio se vió eran prismas rectos romboidales. Las aguas madres no deposi- tan en sus cristalizaciones sino cristales lo mismo. Los cristales del acetato de plomo se referian al prisma rom- boidal oblicuo. Experiencia octava. Recuérdese que al pasar una corriente voltáica por una disolucion de plomo, ocasiona un depósito de plomo metálico en el'electrodo negativo y otro de bióxido en el positivo. Reemplazada la sal de plomo por una mezcla de acetato de plomo y otra de cobre, todo el cobre se va al polo negativo y el bióxido de plomo al positivo, quedando completamente sepa- rados ambos metales. Ocurria pues indagar si el metal deposi- tado en el polo negativo era idéntico al depositado en el positi- vo; porque no podria existir semejante identidad si el plomo, que consideramos como cuerpo simple, fuera una mezcla ó una combinacion en cualesquiera condiciones. Hicimos pasar una corriente volláica por una disolucion de acetato puro de plomo, formada de 500 gramos de esla sal y 3 litros de agua, más algunos gramos de ácido acélico para acla- rar el líquido. Se metió cada electrodo en un vaso reclangular puesto en la disolucion, evitándose asi que se mezclaran las partes de los depósilos que lo separaban mientras duraba la experiencia. Se emplearon desde luego dos elementos en las cinco descomposi- ciones primeras, luego cuatro, seis y ocho. 93 Obtuviéronse de este modo catorce depósitos en el polo ne- gativo y otros tanlos en el positivo. Con ellos se formaron azoa- tos, reuniéndose dos inmediatos de cada serie. Examinadas las diversas cristalizaciones, se vió que unas y otras sales presenta- ban octaedros regulares, con los ángulos ó las aristas algo trun- cadas, trasparentes ó no; cubo-oclaedros con el .octaedro ó el cubo dominante, y algunos dodecaedros romboidales: las formas todas, derivadas del cubo. No se notaron diferencias notables de las cristalizaciones del polo negativo con las del positivo. Se quitó á cada azoato positivo y negativo una pequeña par- le, que se redujo á plomo con el hidrógeno, y se determinó la densidad del metal positivo y del negativo. La densidad media de varios pedazos del plomo del azoato del depósito posilivo no discrepó ni siquiera en la cuarta cifra de la densidad media del plomo del azoalo del depósito nega- livo. Esta experiencia corrobora el caracter elemental del plomo. Si constara este de dos elementos, no darian unos mismos azoa- tos, no tendrian una misma densidad, una misma tendencia galvánica. Experiencia novena. Se pusieron seis medias balas de plomo pobre en una cápsula de carbon. Se hizo pasar por el metal la corriente de 300 elementos reunidos en tres series de a 100. Fundiéronse primero las balas de cada polo, y pasados algunos minutos estaba fundido todo. Duró 40 minulos el paso de la corriente, y luego se fueron quitando del circuito la primera, segunda y tercera serie. Pa- saron unos 12 minutos en esta rotura sucesiva de la corriente, tiempo suficiente para la solidificación total del metal mantenido sujeto á la corriente. Se quitó del polo positivo y del negativo un pedazo de sosa de cosa de media bala. Se disolvió cada pedazo en acido azóico puro dilatado en un volúmen de agua igual al suyo. El nitrato positivo dió octaedros regulares; algunos presen- taron caras cóncavas á manera de tolvas, como se suele ver tambien en el sistema regular (alumbre, sal marina, etc.). El nitrato negativo ofreció los mismos octaedros con algunos cubo-octaedros. 23 Experiencia décima. Fué repeticion de la anterior con al- gunas variantes. Se puso una barrila de plomo sacada del ace- lalo en una cápsula de porcelana sin barnizar. Con calor se mantuvo fundido el plomo tres horas, y este mismo tiempo es- tuvo alravesando el metal la corriente de 200 elementos reu- nidos en dos series de á 100. Una brújula de tangentes de 43 centímetros de diámetro marcó 634” al principiar la experien- cia, 654* á los pocos minutos, y 481” al fin. Se fueron quitando poco á poco las ascuas de alrededor de la cápsula, luego una de las series y en seguida la otra; se fué enfriando lentamente el plomo sujeto á la accion de la corriente. De haber ocasionado la corriente cualquier alteracion del metal, deberia subsistir hasta solidificarse por completo. La baja considerable de la intensidad de la pila consistia en que el circuilo, compuesto únicamente de parles metálicas, oponia sólo escasa resistencia á la corriente. La accion química dentro de la pila fué enérgica. La mitad de los zincs quedó in- capaz de servir para otra experiencia. Se quitó el metal que rodeaba á cada polo y la parte contigua. Cada lado de los pe- dazos tenia cosa de 1 centímetro. Sacáronse virutas de los cuatro pedazos, y se trataron con ácido azóico puro, notándose desde luego que no los atacaba sensiblemente este ácido aunque re- concentrado. Tampoco se vió atacado el plomo puro, pareciendo por tanto que la corriente no alteraba al plomo en punto á afi- nidades químicas, ó por lo menos al de la accion del ácido azóico reconcentrado. Se disolvieron las virutas en ácido azóico dilatado en dos volúmenes de agua; se evaporaron hasta se- quedad casi las disoluciones, y se dejaron cristalizar luego. Los resultados fueron los siguientes: Polo positivo. Cubo-octaedros aplanados; cubo-octaedros. Fuera del polo positivo. Hermosos cubo-octaedros; otros cristales lo mismo, pero de la mitad de tamaño; cubo-octae- dros agrupados algunos; cubo-octaedros ménos trasparentes; cubo-octaedros aplanados; oclaedros reducidos á una pirámide. Polo negativo. Cubo-octaedros; octaedros segminifor- mes; octaedros regulares; cubo-octaedros, dominando el oc- taedro. : Fuera del polo negativo. Cubo-octaedros algo aplanados: 94 eristales más pequeños; octaedros regulares segminiformes; 0e- laedros regulares: ménos puros los demás cristales. Cada disolucion cristalizó hasta agotarse el líquido. Las diversas formas de los cuatro azoatos caracterizan al plomo: pertenecen al sistema regular. Las densidades de los cuatro pedazos presentaron levísimas diferencias con la del plomo puro sacado del acetato de plomo. Experiencia undécima. Se dividieron 3 kilógramos de zinc en ocho partes por medio de cuatro destilaciones sucesivas ve- rificadas como sigue: En la primera destilacion se dejó en la retorta la tercera par- te casi del metal no volatilizado; se conservó la retorta y unos 30 gramos del producto volatilizado. Se sujetó el producto ya destilado á otra destilacion par- cial ; se conservó la retorta y 30 gramos del segundo pro- ducto volatilizado. Se siguió lo mismo hasta cuatro destilaciones, obteniéndose zinc destilado una, dos, tres y cuatro veces; cuatro relorlas que contenian el residuo de cada destilacion; en suma, ocho pedazos de zinc procedentes de condiciones particulares. Se disolvió en ácido sulfúrico parte del primero, del segun- do..... del octavo pedazo; se quitó con calor el exceso de ácido, y se tuvieron ocho sulfatos que se disolvieron para que crista- lizaran. Se preparó azoato con zinc sin destilar, y con destilado una, dos, lres y cuatro veces; en total, cinco azoatos. Para preparar cinco acelalos y otros tantos formiatos correspondientes, se hizo primero carbonato con cada uno de los cinco zines, y se disol- vió parte de estos cinco carbonatos en ácido fórmico y otra en acético. Ambos ácidos atacan lentíisimamente al zinc metálico. Los ocho sulfatos dieron las diversas formas compatibles con el prisma recto romboidal 6 rectangular, dominando este 6 aquel; los vértices constaban de dos octaedros, uno romboidal y el otro rectangular, dominando tambien uno ú otro. Solian estar mal conformados los vértices, y formados sólo por un lado los prismas recortados; solian no verse sino tablas exagonales ó rectangulares; á veces habia los dos octaedros antes citados, y otro romboidal. 9 Todos estos cristales tenian e sulfato de zinc. De junio á noviembre se obluvieron cristales más de cin” cuenta veces. Los cinco azoatos dieron prismas romboidales, pero no tan limpios y puros que fuera posible decidir si pertenecian al cuarto 0 al quinto sistema. El formiato cristalizó con bastante facilidad al aire libre. Cada formiato dió cuatro ó cinco depósitos sucesivos. Los cristales eran prismas romboidales cortos, algo oblicuos, con las aristas 6 los ángulos alterados: aspecto anacarado, en general. Se puso el acetato debajo de una campana con dos cápsulas que contenian ácido sulfúrico. Esta sal dió pocos cristales, aun» que sí cada disolucion. Eran, ó tablas romboidales ó exa- gonales reunidas, Ó meras lablas, 0 prismas agrupados de forma indecisa. Todos tenian aspecto anacarado y cierta blan- dura. No fué posible ver si pertenecian al quinto ó al sexto sis- tema; Gerhardt los referia al quinto, segun Brooke. Experiencia duodécima. La volatilidad del cadmio nos ha proporcionado hacer con este metal una experiencia como la acabada de referir con el zinc, sólo que el precio mucho más caro del cadmio no nos ha permitido operar sino con 1 kiló- gramo de este metal. Se llevó la experiencia lo mismo que la del zinc. Se hicieron ocho sulfatos, cinco azoatos y cinco formiatos con las mismas condiciones que las sales correspondientes del Zinc. Cada sulfato depositó cuatro Ó cinco veces cristales que casi todos eran prismas de ocho caras, algo oblicuos, formados del prisma romboidal y del rectangular, dominando este ó aquel, con apuntamientos piramidales de cuatro ó seis caras. Algunos cristales presentaban socavaciones cuadrangulares. Formiato. La mineralogia señala como forma fundamental de esta sal un prisma oblicuo romboidal. Las diversas cristali- zaciones obtenidas en las presentes experiencias eran prismas romboidales en forma de tablas más ó ménos delgadas. Todos los cristales tenian igual aspecto. [ys —_ aspecto y los caracteres del 26 El azoato no depositó cristales bien conformados. Experiencia décimatercia. Se destiló en una retorta de are- nisca una mezcla de 500 gramos de cadmio y 356,3 gramos de zinc previamente fundida. Equivalia esta mezcla á una propor- cion de uno y otro metal. Se verificó la destilacion como las dos anteriores. Salieron ocho productos, cada uno con condicion especial. Se analizó 1 gramo de sustancia. Los residuos de la primera y segunda destilacion no conte- nian mas que zinc: el tercero una tercera parte de zinc y dos terceras de cadmio; y el cuarto sólo cadmio. La parte volatilizada en la primera destilacion era cadmio mezclado con once centésimas de zinc; la segunda, cadmio con un treintavo de zinc; y la tercera y cuarta eran sólo cadmio. Sabido es en los laboratorios y la industria que el zinc se volatiliza ménos que el cadmio, en lo cual se funda la manera de extraer este de los minerales de aquel. Podiase prever por tanto á priori la marcha general de la experiencia, sólo que los resultados de cada destilacion varia- rian segun durase la experiencia, segun fuera la actividad del hogar, la relacion entre los metales de la mezcla, etc. Tratamos únicamente de ver cómo sucedia la division, porque en nuestra experiencia deberia haberla al destilar el zinc y el cadmio, si no eran estos metales cuerpos elementales. Ahora bien, en dos experiencias se presentó idéntico el zinc destilado cuatro veces al no destilado, y lo mismo el cadmio. Experiencia décimacuarta. Se hicieron algunas experien- cias con gas oxigeno, ázoe, amoniaco é hidrógeno bicarbonado, preparados por los métodos conocidos, y puros y bien secos. Se introdujo cada gas en un tubo de 30 centímetros de alto y 2 de diámetro; atravesaban por las paredes de cada tubo dos hi- los de platino de 0,8 de milímetro de diámetro, distando las puntas de estos, situadas en el eje, 1 cenlimetro muy largo ó 4 centimetros. Para producir la chispa y la corriente se empleó un aparato grande de induccion de Rhumkorff. El hilo inductor de este aparato tenia 300 metros de largo por 2,5 mil. de diámetro; el 27 inducido 25 á 30 mil. de largo por 4 de diámetro. For- maba parte del hilo inductor un condensador puesto en uso por primera vez por Mr. Fizeau. En pocos minutos se descompuso todo el gas amoniacal. El hidrógeno bicarbonado empezó á descomponerse á las pri- meras chispas; pero no se descompuso todo ni dos horas despues. Nos inclinamos á creer que el carbono precipitado contenia hi- drógeno, porque nunca se duplicó el volúmen. Se sometieron duranle cinco horas el oxigeno y el ázoe á la chispa y á la corriente del aparato de induccion, excitado por 40 0 60 elementos reunidos en series de á 10 en tension, sin que variase lo más mínimo su volúmen, menos el oxigeno, que se unió algo al mercurio. Estas experiencias dicen que el gas ázoe y el oxigeno son simples. Si estuviesen formados por la condensación del gas hidró- geno ó de otro más ligero, contendria el oxigeno 16 volúmenes y el ázoe 14 de hidrógeno condensados en uno sólo; la chispa eléctrica, que descompone todos los gases compuestos, deberia alterar el volúmen de los dos gases citados. El aparato empleado tenia tension muy enérgica; tal cual estaba dispuesto para nuestras experiencias, podia atravesar al mismo tiempo por seis tubos, siendo en dos de ellos la dis- tancia de las puntas de 4 centímetros muy largos, y en otroS dos de 2 lo mismo; la distancia total venia á ser de 18 cen- timetros. Experiencia decimaquinta. Dos hilos de platino de 0,8 de milímetro de diámetro, lacrados en el cristal de un tubo baro- métrico de 9 milimetros de diámetro y 1 metro de allo, lo atra- vesaban á 6 centimetros del extremo cerrado. Las puntas que estaban en el eje del tubo, distaban entre sí cosa de 1: centí- metros. Se llenó el tubo de mercurio acabado de elevar á tem- peralura próxima á la de ebullicion, y se metió boca abajo en una cubeta grande llena de mercurio; no se percibió la menor ampolla de aire. Se hizo pasar por el tubo la chispa de un apa- rato de induccion de Rubhmkorff, excitado por 20, 30, 40 y 50 elementos reunidos en series de a 10 en lension. Se enrojecieron sucesivamente los dos hilos hasta el rojo blanco casi. Duró la experiencia unos quince minulos. Se vola- 28 tilizó platino; no varió el nivel del mercurio, que estaba á 8 centimetros del hilo inferior. Experiencia décimasexta. Se hizo la misma experiencia con un tubo de 2 centimetros de diámetro, atravesado tambien por dos hilos de platino dispuestos como los de la anterior, sin mas diferencia que terminar en dos alambres finos de hierro. Se hizo pasar por el tubo la chispa del mismo aparato de induc- cion, excitado por 20,30, 40, 50, 60 y 70 elementos reunidos en series de á 10 en tension; se enrojecieron los alambres al blanco casi; no cambió el nivel del mercurio. Dificil en extremo nos parece conciliar estas experiencias con la hipótesis que consideraba á los metales y á los cuerpos no metálicos como resultado de la condensacion mayor ó menor del gas hidrógeno ó de otro más ligero. ¿Cómo habia de resis- tir un gas condensado á la corriente eléctrica y á un calor rojo casi blanco, que acaso suba á 1.200 6 1.300 grados? No debe olvidarse que segun la hipótesis sacada de la ley del Dr. Proul, contendria el hierro cosa de 80.000 volúmenes, y el platino de 200.000 de hidrógeno condensado en uno solo. Experiencia decimaséptima. Se dispuso como las dos pre- cedentes, con la diferencia de haber seis hilos de platino en cada tubo barométrico, y en el extremo de cada hilo cuatro alambres finos de hierro ó de platino, fijos por medio de re- torcerlos lo conveniente. Se obtuvieron iguales resultados que en la experiencia dé- cimaquinta y décimasexla, haciendo pasar la corriente y la chispa por dos hilos opuestos. Se fundieron algo las puntas, y no cambió el nivel; pero cuando pasó la corriente por otros dos hilos situados encima ó debajo se rajó el tubo, impidiendo acabar la experiencia como se deseaba. Queriase fundir todos los hilos finos, y ng lo permitió la rotura del tubo. En resúmen, ¿son lógicas las consecuencias sacadas de los hechos consignados en esle trabajo? 1.2 ¿Se ha probado que cada metal consta de una sustan- cia particular, elemental, de naturaleza intima indestructible? 2. ¿Se ha probado que el oxigeno, el ázoe y los metales no se componen de gas hidrógeno ni de otro más ligero, conden- sado con variedad en cada uno? 29 3. ¿Cabe ver en ciertas experiencias la prueba de que dos metales no son una misma sustancia en estados moleculares diferentes? 4.” ¡Basta el número de resultados obtenidos para extender á todos los cuerpos metálicos ó no las consecuencias deducidas de experiencias hechas con sólo ocho? Creemos poder contestar afirmativamente á estas cuatro cuestiones. Las experiencias con el sulfato de cobre descompuesto su- cesivamente en ocho ó en seis partes idénticas por la corriente galvánica, en cuatro idénticas por el zinc, por el gas hidrosul- fúrico, por el carbonato de sosa; las experiencias con el acetato de plomo descompuesto sucesivamente en caloree par- tes idénticas por la corriente galvánica, con el azoato del mismo melal descompuesto en tres partes idénticas por el carbonato de sosa; las experiencias con el plomo fundido por el calor y sujeto varias horas, mientras se fundia, á/la accion de una corriente galvánica enérgica; los ocho productos idénticos sacados de cuatro destilaciones sucesivas del zine y del cadmio, patentizan en nuestro concepto que cada uno delos cuatro me- tales ensayados contiene sólo una sustancia elemental, parlicu- lar, indestructible en ellos, y que ninguno de los cuatro me- tales consta de moléculas de otro metal en estado diferente. Las experiencias con el hierro y el platino, puestos hasta el rojo casi blanco en el vacio barométrico sin observar ni el menor rastro de desprendimiento de gas; las olras en que el oxigeno y el ázoe conservan volúmen invariable, no obslante verse atravesados horas seguidas por la luz y por la corriente de un aparato prepotente de induccion, manifiestan que el hier- ro, el platino, el ázoe y el oxigeno no pueden provenir de con- densarse el gas hidrógeno ni otro más ligero. Los resultados obtenidos con seis metales y con dos cuerpos no metálicos, ¿se pueden extender á todos los cuerpos metáli- cos, 0 no? Asi lo creemos. Con efecto, la hisloria de los metales presenta hechos casi lo mismo. Todos estos cuerpos dan óxidos, cloruros, cianuros, sulfuros, y la mayor parte de ellos sales de diversas naluralezas, de diversas formas. 30 Los metales y los cuerpos no metálicos se combinan entre sí, pero no en general con los óxidos, los ácidos, los cuerpos neu- tros, á no ser que se descompongan al verificarse la reaccion. Obsérvase en las combinaciones de los metales con los cuerpos no melálicos, y de estos entre sí, la importante ley de las proporciones múltiples; en las combinaciones de los cuerpos no metálicos se verifica además la preciosa ley de las combi- naciones gaseosas. Seria esta general probablemente si fuera da- ble determinar la densidad de los vapores de los diferentes metales. Ninguna fuerza conocida, ni el calor, ni la electricidad, ni la luz descomponen los metales ni los cuerpos no metálicos. De todos estos hechos, y del conjunto de los fenómenos químicos, se deduce á nuestro juicio la proposicion de que los metales y los cuerpos no metálicos se hallan en un estado molecular del mismo orden. Nuestras experiencias nos dicen que cuatro metales son simples, y están compuestos de una sustancia particular; dí- cennos asimismo que dos metales y dos gases no se deben con- siderar como procedentes de la condensacion de cualquier gas. Extendemos los resultados á todos los cuerpos admitidos como simples en la mayor parte de las obras de química. Estos raciocinios y sus consecuencias no nos apartan de la cautela precisa en los trabajos experimentales. Estamos persua- didos de que si se descompusiera uno de los metales perfecta. mente conocidos, no lardarian en descomponerse todos los de- más. La historia de la química de principios de este siglo pre- senta un ejemplo vivo de la exactitud de esta idea. La descomposicion de un álcali sólo dió de sí al momento la de los demás, y hasta la de las tierras. Verdad es, sin em- bargo, que la detenida comparacion de las sales alcalinas, ter- rosas y metálicas, indicaba en las primeras y segundas óxidos análogos en cuanto á composicion á los bien conocidos de las terceras. Aquí caben de lleno algunas reflexiones. Segun la hipótesis fundada en la ley del Dr. Prout, verificada que fuese, los cuerpos simples constarian de gas hidrógeno ó de otro más ligero. 31 Los metales son buenos conductores del calor y de la elec- tricidad. Tanto disfrutan esta propiedad los ligeros (potasio, sodio), como los pesados (oro, platino). Los óxidos metálicos, las resinas, los cuerpos crasos, los aceites, elc., son malos conductores del calor y de la electri- cidad. Los metales con cierto peso no adquieren para elevar- se 1 grado su temperatura sino una fraccion reducidísima de la cantidad que en las mismas circunstancias requiere el agua. Singularisima sería esta oposicion tan marcada entre cuer- pos que tuvieran igual composicion. ¿Cómo concebir que al reducir minerales de hierro con el carbon, a temperatura de las más altas, hierro y carbon y toda la ganga no se reduzcan á gases ni vapores? ¿Cómo concebir que en las experiencias sobre la fusion de los metales con la pila, v. g., del hierro, platino, etc., se fundan sin disiparse de algu- na manera perceptible? Se da a crisoles de carbon de azúcar, á hojas del mismo una temperatura blanca tan alta, que apenas se pueden mirar sin deslumbrarse; pues ese carbon arde con lentitud, se volali- liza con suma lentitud entonces. Si la hipótesis de que hablamos fuese la expresion real de la verdad, nos parece que la trasmutacion de los metales, y aun de los demás cuerpos, debería presentarse en las multiplicadi- simas operaciones de los laboratorios y de la industria. Pero de seguro casi que no se ha visto un hecho sólo de trasmutacion auténtica. La ley de las combinaciones gaseosas perderia toda su sen- cillez. Segun la citada hipótesis, no serian mas que gas condensado cuantos cuerpos contiene la tierra. La luna, cuya densidad no pasa de poco menor que la de la tierra, tendria probable- mente igual constitucion que esta. Resultados son estos harto extraños. Acaso se dirá que llevamos muy allá las consecuencias y reflexiones. En manos de los químicos y físicos entrega- mos nuestras experiencias, y con agradecimiento recibire- 32 mos las observaciones y aun las objeciones que se sirvan di- rijirnos. FISICA DEL GLOBO. Observaciones de temperatura atmosférica terrestre y vegetal valiéndose del termómetro eléctrico; por Mr. BecouerEL. (L'Institut, 40 noviembre 4858.) Tiene por objeto la memoria presentada por el autor á la Academia de Ciencias de Paris en la sesion del 8 de noviembre de 1858, darla cuenta de las muchisimas observaciones que los cuatro meses antes hizo en el campo con el termómetro eléctri- co, para determinar la temperatura del aire, de la tierra y de los vegetales. Empezó por asegurarse de la marcha del instrumento, com- parando sus indicaciones con las de un termómetro comun puesto en iguales condiciones; vió que se podia sustituir uno al otro, y aun que con el termómetro eléctrico era posible observar tem- peraluras que sólo discrepaban <; de grado y hasta xs, lo cual no lo permite el termómetro comun. Hecho este exámen, se sirvió del termómetro eléctrico para estudiar la temperatura de los vegetales y lo que varia en un dia. La comparó con la del aire al N. y á una altura de 15 melros sobre el suelo. Hechas asi muchisimas observaciones (más de 3000), deduce de ellas algunas consecuencias impor- tantes. Vió que la temperatura del aire al N., á 1 metro sobre el suelo, no discrepaba sensiblemente de la del aire á 16 melros. Examinando con el termómetro eléctrico a 07,055 dentro de la corteza la temperatura de un arce de 07,4 de diámelro, si- tuado entre otros árboles, y comparándola con la del aireal N. señalada por un termómetro comun, halló del 30 de julio al 31 de agosto en el arce y en el aire exactamente casi una misma 33 temperatura (18,80 en el arbol, 18*,87 en el aire). El momento de la máxima temperatura fué distinto en ambos casos: sucedió á las 3 de la tarde en el aire, y de las 6 á las 10 de la noche en el arbol. La variacion de la temperatura en dicho mes, ó sea la diferencia entre la máxima y la mínima, fué en el arbol la mitad que en el aire (6%,14 en el aire, 3,8 en el arbol). En el mes de setiembre la temperatura media del aire fué de 17,67, la del arce de 16,80; la hora de la máxi- ma, á eso de las 3 de la tarde en el aire, á las 6 en el arce; variaciones de la temperatura, 7,86 en el aire, 3,86 en el arce. En octubre, la temperatura media del aire 11*,78, del arce 11”,98; horas de la máxima, á cosa de las 2 de la tarde en el aire, antes de las 6 en el arce; variaciones de la tempe- ratura, 8,34 en el aire, 3,82 en el arce. Asi, pues, en los meses de agosto y octubre las lemperaturas medias del aire y del arce, sacadas de 6 observaciones diarias, fueron iguales; no pasó de 0*,87 la diferencia en octubre. Observó comparativamente un ciruelo, y otro arbol muerto de igual diámetro, que estaba junto al vivo. Iguales fueron los efectos observados en uno y en otro. De aqui deduce que los fenómenos de temperatura observados en este caso, dependen sólo de la accion calorifica del sol, y no de las reacciones quími- cas que pudieran verificarse en los tejidos vivos. Las hojas de una higuera de Indias, nopal ó tuna, situada junto á un termómetro comun al N., dieron igual temperatura que el aire; iguales fueron las variaciones, iguales las horas de los máximos. No presentan por tanto una misma temperatura las diferentes parles de un vegetal. Al paso que las hojas y las ramas se ponen pronto en equilibrio con el aire, exije el tronco más ó ménos liempo, segun sea su diámetro, para llegar al mis- mo equilibrio: verificanse no obstante estas variaciones como en el ambiente. Examinó tambien el movimiento del calor en un arbol no situado entre otros, sino aislado, expuesto al E. y recibiendo directamente la radiacion solar parte del dia, reflejada además por una pared lateral de 2 metros de grueso. Era el arbol un ciruelo cubierto de fruta, de 8 metros de alto y 07,3 de diáme- tro. Las temperaturas medias observadas del 7 al 11 de seliem- TOMO IX, 3 34 bre fueron en el ciruelo, á 0m,15 de profundidad, de 20”, 94; en el aire, á 16 metros sobre el suelo, de 189,70: las horas de los máximos fueron, en el ciruelo á eso de las 2 y 45 minulos, en el aireálas3: las variaciones, en el ciruelo 139,07, enel aire $” La diferencia entre el máximo y el mínimo fué de 24” á 25” en el ciruelo varios dias; y subió su temperatura hasta 35", 36" y 37%. Atribuye el autor á esta subida la muerte del arbol, que sobre- vino bastante pronto. Se puso alrededor del ciruelo un cilindro de hoja de lata, á fin de que la mucha facultad radiante de este cuerpo no dejara calentarse el arbol, cuya conjetura salió con- firmada por la experiencia. Con efecto, no variaron las horas de los máximos del 15 al 20 de setiembre; las temperaturas me- dias fueron, en el aire á 16 metros sobre el suelo, de 16”,86, en el ciruelo de 19%,44; las variaciones de temperatura 9%,5 en el aire, 5,2 en el ciruelo. Vese pues que la variacion en el arbol cubierto de hoja de lata bajó en pocos dias 79,87, Ó bien que se regularizó la temperatura. Del 25 de setiembre al 13 de octubre se puso paja en derredor del mismo ciruelo á 2 me- tros de altura. Las observaciones dijeron que tambien dis- minuian las variaciones, como habia sucedido con la cubierta metálica. Asimismo sirvió el termómetro eléctrico para observar las variaciones de temperatura del agua de un rio, 40,80 de pro- fundidad. Dos series de experiencias, una del 24 al 31 de julio y otra del 12 al 20 de octubre, manifestaron que se verifican las variaciones de la temperatura en el agua de igual manera que en el aire. Advierte Becquerel cuán interesante seria para la fisica del globo determinar del mismo modo las variaciones de la lempe- ratura en diversos instantes del dia y á diferentes profundida- des dentro de las rocas, pero dice no haber tenido ocasion de hacer tales observaciones. Observó no obstante la variacion de temperatura en una pared maestra, de 8 metros de allo y 2 de grueso, expuesta al E. Se metió en la pared á 07,66 de profun- didad una de las soldaduras del termómetro eléctrico, y se ob= servó lo siguiente: del 26 de julio al 12 de agoslo fué de 18”,62 la temperatura media interior de la pared; del 13 al 29, de 20%, como en el aire á 16 metros sobre el suelo; del 30 de agosto al 20 ,5. 35 de octubre bajó de 17* á 14”; hubo enfriamiento gradual por la la noche y la consiguiente radiacion hácia los objetos exteriores. Examinó luego cuáles eran las variaciones de la temperatura en la pared á 1 centímetro de la superficie. Las observaciones de parte del verano manifestaron que en general fué mayor la temperatura en algunos grados que la del aire á 16 me- ros sobre el suelo. Las variaciones diarias difirieron de las del aire. METEOROLOGIA. REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. — Mes de diciembre de 18538. Pulgadas in- , glesas. Milímetros. BARÓMETRO. HA AS MUA acto o a 27,959 |710,146 Mm dd da 28,142 |714,794 na (da 24 7 7. Zea 27,157 (705,015 Wsciacion Meal SR 0,385 9,779 máxima diurna (dia 24).... 0,341 8,662 minima diurna (dia 8)...... 0,021 1 0,533 TERMÓMETRO. a Temperalura media................ 49%,3| 4%,57]| 5"72 máxima (dia 97)........ 52,11 8,93/11,17 mínima (dia 11)........ 39,8| 1,69| 2,11 Usciación mensual 16,3 1,24| 9,06 máxima diurna (dia 14)....| 25,3] 11,25| 14,06 minima diurna (dia 18)..... 8,31 3,68| 4,60 PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. Milimetros. Eluyia caida en el:mes....o.uó...... 0,144 3.66 36 0760 | £2£0% 6880 | S£0%0 2160 | 920% S6.F | 320% Yo | 990% 7721 | 7200 s0g%0| 350% S£9%0 | 230% 8090 | 070% 72601 | evo“ £180 | 720% 688% | e£0% 0798 | AE lo - EA! | . In a A mE . . In ' . Md / )[ 1 . emp aga ey A rre "OULINOUVE EA E ron y A ; PI4ApoJT ap 0IMOJ0.1O09 JU y ( 109J0.109J0t l O9UUQUOMISY O21OJDALISQ) DAY 9 ua sopooy)isoa so3rbppo.00ja somo19DAsasqO So] ap UNS] ves 130 802% LLVE ET 818% un [1501 *31mg O_o "OULAINIAN Td GLVU 17% ses * IN +1S01 A AS Ue 0Ue [e U9 Ppito eran]T CO UCA SY Lo FILE GE 168 IL LIG 787 |e0'9 fut 2.5 a. |v6%8 PeeL, ¡L9'0% COI ADE vo so517 l6zeJ foz'61 00'vz 09 (ILLES SL GE ELDS coL [8,8 Pre'9r 'L9“0% 0v%€ [oo [sl'9r ¡7606 07: 128 1877) “ET:0H e6%0 |L11 [ser 6895 Los |ve'9 |68'0r ná wvoeay | *Snua; ] +omeoy | *Snua) XSÑ_sa— 7 ÓX—_ 0 *P00Tojo ep] *PUNxPuL nep] A AS “S1nd 8LG1 -Wneoy __ a ue [enue erpac ermpeledono, or'9 1008 796 |£6'T1 296 |90%%7) 08% |00'95 1891 |89'0% 776 |LL7VH 0811 [791% 086 |188'H5 607 (£9'€l s09 1718 Lg |89'7 16“£T |6€'LF “wntoy | :31ua) S—_s—), “[EnSu8uz UOLe[10sp 1681 YLVLOL 778óL Sus) es |19% EU 6 e6'71 |L1“97 97'21 17891 Yo 11 15077 1821 ¡9881 ESO LTS 288 [9075 5 ALE VET NOSE 990 (158% yr i— ¡902 “anvay | Sua) A SA a *PULtojoL 019p| "“OULANONYA L E E N *WITN £6'05 |L9“er 8697 |0H1% 850% |e3'8% 979% [187€ 8L'L% [eL ve 672% |19 52 £8'€% |6L7 28'81 |96'7% 9721 17891 928 |1125 oro loss LL mer! uneay | *Squa7) K— _ aa a A *emIxeI Up] ” 6 :¡S01 Sing O_o 19 [Pnue PoLiguIoseq Prpata e107[y | 008 10007 |"UOLAON LG GE (3181 | *91qnO 6087 [1977 |* quIaeS 860% lez97 |” 0Js0dy 6807 |119% |** “om €60% |11'9% ¡'* 'OIUNC”)*8g8H 8881 |€0'61 * *"OÁt Nr 84 7T ¡02,4 | *IMAY e68 |L115 |“ '0Z1enI 16 10él * 019194 eo 198% |* “0107 LY (96% |"QUIDIT “4635 «wnray | *Íqua, O_O “pypara exnjeseduna], AA A CIENCIAS NATURALES, —+399 000 — GEOLOGIA. Sobre los volcanes apagados de Victoria, en Australia; por pay ? Ma. Brouen SmytH. (L'Institut, 26 mayo 1858.) El 4 de noviembre de 1857 leyó el mismo autor en la Socie- dad geológica de Londres una Memoria sobre los mencionados volcanes, de la cual tomamos las noticias siguientes. El distrito meridional de Australia, donde se ven lavas, ba- saltos y otros indicios de una accion ígnea reciente, se extiende desde el rio Plenty (tributario del Yarra) al E., hasta Monte Gambier al O. Su punto más septentrional está en el Mag- neil's Creek (tributario del Loddon), á los 37* de latitud S., y el más meridional en Belfast, a los 38 21'. Su mayor ancho coje 250 millas inglesas, y el largo 90. Las colinas volcánicas crateriformes mejor caracterizadas SON : 1.* Una cerca de la fuente del Merri-Creek, en la cumbre misma, á 25 millas al N. de Melbourne, descrita ya por Mr. Selwyn, geólogo del Gobierno; 2.* Monte Alkin, a 1500 piés sobre el nivel del mar; 3.2 Monte Boninyong, adyacente a los criaderos de oro de Ballarat; 4.* Larnebaramult 6 Monte Fran- klin; 5.” Monte Rousse; 6.2 varias colinas craleriformes alre- dedor del lago Koraugamite, y las cónicas llamadas Stony- Rises; 7.* Tower-Hill, entre los pueblos de Warnambool y Belfasl y junto á la costa. Las escorias de este último ejemplo recubren, segun se ha visto abriendo pozos, con un grueso de 63 piés la superficie primitiva del terreno, poblado de yerba 39 ordinaria como la que vegeta hoy encima, donde ban encon- trado los trabajadores, segun ellos dicen, algunas ranas vivas entre gramíneas secas. En casi toda la extension de Victoria hay masas intensas de basaltos, en forma de columnas en ciertos parajes, que se han abierto paso tanto por el granito como por las capas paleozói- cas, y aun á veces por las formaciones terciarias (miocenas) de la superficie. Una extensa denudacion ha destruido las porcio- nes probablemente subyacentes de aquellos antiguos surtidores basálticos antes y despues del periodo terciario. Otra serie de rocas eruptivas de trapp, por lo comun tan densas y tan duras como los basallos más antiguos, pero más frecuentemente ve- siculares y amigdaloideas, atraviesa las formaciones terciarias antiguas y las posterciarias, ó las últimas cuarzosas y los lerre- nos muebles auriferos. Estos basaltos recientes y estas lavas modernas hicieron probablemente su irrupcion cuando estaban sumergidas extensiones considerables al N. y al S. de la playa principal, y las lavas se fueron enfriando con rapidez y bajo una leve presion. No parece que las erupciones perlurbasen las formaciones terciarias que por lo regular están casi horizontales. Despues que dichas lavas basálticas recientes hubieron hecho su erupción, y que tuvo lugar la denudacion, y despues de la sedimentación del terreno pleistoceno que las recubre, todavía estaban en actividad algunos de aquellos volcanes, aunque con ménos energía que antes, vomitando lavas porosas y pomez; y más tarde aún arrojaron cenizas volcánicas y escorias, como las que se ven en el humus antiguo en Tower-Hill y en el Monte Leura y en el distrito de Koraugamile, cuando estaba ya cuasi extinguida la fuerza ignea. Hace notar Mr. Smith que los volcanes apagados de Victoria presentan particular interés, por entrelazarse con la gran cordillera volcánica que corre desde las islas Aleutianas a la Nueva-Zelandia. Concluye su trabajo haciendo algunas observaciones sobre los frecuentes terremotos de la Australia meridional, y sobre el evidente levantamiento de la linea de las costas, atribuyéndolo todo á la fuerza, proba- blemente no extinguida aún por completo, de los focos volcá- nicos de aquella region. BOTANICA. De la existencia del latex en los vasos espirales reticulares, ra- vados y punteados, y de la circulacion en las plantas; por M. A. TrecuL. (Ann. des Sciene. natur., 4.* serie, tomo VI, núm. 5.) Mi objeto en este trabajo, dice el autor, es manifestar que las opiniones vertidas se fundan en conocimientos analómicos incompletos, porque sólo se ha notado la mitad de los fenómenos. Con efecto, todos los observadores conceden que el lalex, cual- quiera que sea su opinion acerca de la naturaleza de dicho li- quido, sólo se encuentra en los canales Ó vasos llamados latici - feros por lo mismo. Pero yo me he convencido que no sucede así, porque los vasos espirales, reticulares, rayados y puntea- dos contienen tambien ese jugo tan notable; siendo además su funcion, á mi parecer, la de elaborarlo y distribuirlo luego, despues de haberlo modificado, por todas las partes del vegetal. Este aserto mio se funda en lo siguiente. El latex no tiene el mismo color en todas las plantas, siendo blanco en unas, le- choso en otras, no tan intenso el mismo color; en olras es in- coloro, siendo ciertos latex amarillos ó anaranjados. Las plan- tas que contienen estos últimos me han suministrado las prime- ras pruebas de la existencia del latex en Jos vasos espirales, reticulares, punteados, etc.; y para comprobar el fenómeno en cuestion aconsejo que se elijan esas mismas plantas. Las más á propósito para estos estudios son los Chelidonium majus, C. quercifolium, Argemone ochroleuca, A. grandiflora. Por medio de secciones trasversales y longitudinales se adquirirá facil- mente el convencimiento de la existencia del latex en los vasos propiamente dichos, sin sentirse inclinado a suponer, despues de observaciones hechas con cuidado, que se haya introducido en ellos ese jugo despues de la seccion. La causa de equivocarse los observadores procede de que no existe á la vez en todos los vasos, ni aun en todas las partes de un vaso dado, el jugo teñido de color. Probablemente por este 41 motivo los sabios que han tratado de la misma materia, y que han visto algunas veces el latex en los vasos, han creido que se habia introducido en ellos accidentalmente. Los vasos de una seccion dada no deben nunca contener todos á la vez lalex, á no ser que encierre varios hacecillos dicha seccion; sucediendo tambien rara vez que se hallen llenos al mismo tiempo los vasos de un mismo haz. Un vaso dado, lo repito, tampoco lo contiene en toda su extension; y observando atentamente, se nota algu- nas veces que el latex que hay en él no tiene el color de la mis- ma intensidad en todas sus parles. El tinte que se debilita hácia un extremo, concluye por desaparecer del todo, y volviéndose gradualmente incoloro el liquido, pueden sustituirlo algunos gases en olros puntos del mismo vaso. Lo que acabo de decir del tinte variable del jugo en distintas partes de un vaso en particular, se observa en vasos diferentes situados unos al lado de otros; es decir, que un vaso podrá estar coloreado de una manera muy intensa, el contiguo tener un tinte más debil, otro tercero tenerlo apenas perceptible, y el cuarto carecer por com- pleto de color. Estos hechos indican al parecer que se verifica en los men- cionados órganos cierto trabajo fisiológico que modifica el jugo colorido; opinion que se robustece aun más observando los re- feridos fenómenos en un periodo entero de vegetacion, porque entonces se nola que al cesar la misma desaparece el latex de los vasos. Hoy (1), por ejemplo, principia á ser ya raro en los vasos espirales, rayados, etc. del Chelidonium majus, y muy pronto carecerán de él tolalmente los referidos órganos. Sin embargo, aunque los vasos quedan sin jugo colorido, los laticí- feros continúan llenos, y lo vierten abundanlemente si se les hace alguna herida. Y, cosa importante de notar, el jugo derra- mado no penetra los vasos punteados, rayados, reticulares ó espirales despues de su seccion; cuya última circunstancia pro- baria tambien, si necesario fuese, que el jugo teñido de color que hay en los repetidos vasos durante las observaciones prac- ticadas en la época de la vegetacion, no ha podido entrar al hacerse la experiencia. (1) Octubre de 1857. 42 Los vegetales de jugo blanco me han dado unos resultados análogos. Entre otros el Ficus Carica, Morus alba, Euphorbia Characias, prunifolia, etc., etc. Por consecuencia, los vasos espirales, reliculares, rayados y punteados pueden contener latex lo mismo que los laticife- ros. Despues de comprobar este fenómeno, me he preguntado cuál es el origen del latex. ¿Lo segregan los laticiferos ó los vasos propiamente dichos, y luego lo vierten en los primeros? Si para decidir la cuestion se atendiese sólo á la época de la aparicion del jugo en ambas especies de órganos, casi la ten- dria por insoluble, porque su presencia es próximamente simul- tánea en los laticiferos y los otros vasos. Sin embargo, creo ha- ber notado que existe primero en los laticiferos del Argemone ochroleuca. Pero si se atiende á las modificaciones que experi- menla al parecer dicho jugo en los vasos, á su desaparicion cuando cesa la vegetación, mientras que subsiste conslante- mente en los laticiferos, habrá motivo de creer que lo segregan los vasos, y que los laticiferos lo reciben como una secrecion. A pesar de esto, el latex no tiene al parecer los caracteres de una simple secrecion, porque hay en él sustancias inmediata- menle susceptibles de trasformarse en celulosa. El almidon, por ejemplo, existe en el latex, siendo abundantísimo con fre- cuencia en el de los Euforbios, en los cuales afecta una forma particular de que carecen las demás partes de las mismas plan- tas, indicando esto indudablemente que se ha segregado en los laticiferos, y que en estos órganos se verifican ciertos fenóme- nos de otro orden más elevado que si fuesen simples recep- táculos de líquidos excrelados. Se me figura por tanto que lo segregan los laticiferos, y luego lo llevan á los vasos con que están en contacto, y que á su vez lienen comunicacion con sus congéneres los más distantes. El Carica Papaya ofrece una estructura verdaderamente admirable bajo este punto de vista, pues que tiene laticiferos diseminados por la capa generatriz entre los vasos, en medio del cuerpo leñoso, extendiéndose hasta la medula. Dichos lati- ciferos se anastomosan lodos entre si. De los más próximos á los vasos cuando no están pegados á ellos, salen unas ramifi- cacioncillas que se prolongan ó terminan en la superficie de los 43 últimos; cuya singular disposicion se nota más facilmente en el pecíolo que en ningun otro punto, y en los pequeños vasos reticulares que limitan en lo exterior los hacecillos de los vasos. Ese aparato tan notable, el sitio que ocupan los laticíferos entre los lejidos donde reina la mayor actividad vital, los prin- cipios dominantes de su jugo, formados de sustancias poco ade- cuadas para la asimilacion inmediata, puesto que son unos hi- drógenos carbonados (cautchouc), ó unos productos poco oxige- nados (resinas, alcalóides, morfina, narcotina, codeina, etc.) procedentes de una savia debilitada por la nutricion, todo este conjunto ¿carece de analogía con el sistema huesoso de los ani- males? Ese hidrógeno carbonado, esas resinas y esos alcalói- des ¿no vienen á oxidarse Ó mas bien á elaborarse en los vasos para volver á tomar parte en la produccion del almidon, azú- car, sustancias albuminosas, y por consecuencia en la multipli- cacion utricular? Estas observaciones me han sugerido otras reflexiones li- gadas intimamente con la materia de que trato, ofreciendo ade- más la clave de fenómenos que han confundido mucho hasta ahora á los fisiólogos. Efectivamente, era incomprensible por qué absorben ácido carbónico los vegetales durante el dia y lo despiden por la noche: la razon de ello me parece ya muy sen- cilla. Lo que pasa en los vasos es incesante, y así en el dia co- mo en la noche se verifica, entre otras reacciones químicas, una verdadera oxidacion en su interior. Los vegetales toman oxigeno del aire para las necesidades de esa combustion, y lo devuelven en estado de ácido carbónico tanto por el dia como por la noche; pero durante ella se exhala el ácido carbónico, mientras que por el dia se descompone con el influjo de la luz antes de ser expelido fuera: su carbono se fija, y sólo se elimina su oxigeno. Esa exhalacion de oxigeno hace que no se perciba la combustion vascular por el dia, al paso que la descubre por la noche la emision de ácido carbónico. Segun esto, la respiracion de las plantas se compone de dos fenómenos principales: 1.2 De una absorcion de ácido carbónico por el dia econ emision de oxigeno. 2.2 De una oxidacion en los vasos á expensas del oxigeno h4 del aire, con formacion de acido carbónico durante el dia lo mismo que por la noche, pero con exhalacion de dicho ácido sólo durante la última, porque en el día se descompone á su paso por las hojas. De todo esto resulla que la respiracion y circulacion en los animales y plantas deben lener mayor analogía que lo que ge- neralmente se cree. Con efecto, los laticiferos se semejan al sis- tema venoso, y los vasos propiamente dichos al sistema arte- rial. Siendo perfecta la analogía de funcion, propongo para los laticíferos la denominacion de vasos venosos, y para los vasos es” pirales, reticulares, rayados y punteados, la de vasos arte- riales. Antes de concluir me anticipo á contestar á dos objeciones, graves al parecer, que pudieran hacérseme. Es posible que se pregunte: ¿cómo hay plantas que tienen laticíferos á pesar de carecer de vasos? Esta objecion no tendria verdadera importan- cia, porque si bien existen plantas sin vasos, no por eso dejan de tener jugos elaborados en sus células que desempeñan la funcion de aquellos. De esa elaboracion, de elegir materiales propios para su nutricion, ha de resultar, como en las plantas vasculares, un caput mortuum que lo reciben sus laticiferos y se preparan en ellos para pasar á la circulacion. En las plantas que carecen de vasos y laticíferos, es preciso que las células de- sempeñen el papel de ambas especies de órganos. Aun se replicará que hay ciertos vegetales dotados de vasos y que sin embargo carecen de laticiferos. Pero á mi vez pregun- taré: ¿se consideran bastante perfectos nuestros conocimientos anatómicos para estar seguros de la falta de dichos órganos en los vegetales de elevada organizacion, en los cuales no se han ob- servado? Además, las objeciones indicadas vienen abajo por si mismas ante la consideracion que, asi en las plantas como en los animales, las funciones se localizan cada vez ménos á medida que se simplifica la organizacion, y que en ese caso los prime- ros que desaparecen son los laliciferos; otras veces sucede esto con los vasos propiamente dichos. De la circulacion de las plantas. Antes de exponer la opinion que me han sugerido mis ob- servaciones respecto á la circulacion en los vegetales, creo in- dispensable examinar las fuerzas á que se atribuye general- mente dicho fenómeno. Reflexionando sobre el uso que se ha hecho de las fuerzas físicas conocidas para explicar la absorcion de los líquidos de la tierra, la ascension de la sávia, y asimismo su marcha descendente, me sorprendió por un momento que no se haya verificado un ensayo análogo para dar razon de la ab- sorcion de los gases procedentes de la atmósfera. Sin embargo, esa última facultad de las plantas, que todos se contentan con mencionar, no es de menor importancia que la absorcion de los líquidos por medio de las raices. Pero .las leyes ordinarias de la fisica no bastan á explicarla. Ahora bien, es mi intento probar que la aspiracion por las raices, y los movimientos de los liquidos en los vegetales, no pueden realizarse por influencia de las fuerzas fisicas, á las cuales se atribuye todavia un papel tan importante, es decir, la capilaridad y la endosmosis. Los fisiólo- gos mismos, que conceden á la capilaridad y principalmente á la endosmosis una gran parte en la ascension de la savia, se ven precisados á reconocer que son impotentes para elevar los líqui- dos á la altura de nuestros árboles sin auxilio de la evaporacion que se verifica en las hojas, y que llama, segun se dice, los líquidos hácia los referidos órganos. Por mi parte creo que si la evaporacion hace que suban los líquidos, debe impedirles bajar: es asi que descienden despues de haber subido; luego la evaporacion no concurre á su ascenso. Creo tambien que la na- turaleza no se vale de fuerzas insuficientes, como la endosmosis y capilaridad, y siendo además incompatible con la constitucion de las plantas el papel que se atribuye á la primera. Admitamos por un momento, con los fisiólogos, que la en- dosmosis obliga á los líquidos á subir por el cuerpo leñoso, ha- ciéndolos luego bajar por la corteza. Para que se realice ese fenómeno es preciso que aumente la densidad de los jugos se- gun van elevándose (lo cual se ha observado); se necesita tam- 46 bien que aumente la misma densidad al pasar, por medio de las hojas, del cuerpo leñoso á la corteza, y al descender, de célula en célula, al interior del tejido cortical. (Antes he sentado que dichos jugos no bajan por los laticíferos, cuyas funciones son distintas.) Por otra parte, no es posible recurrir exclusivamente á la gravedad, en atencion á que hay ramas colgantes y otras derechas. Los botánicos que admiten la teoría ióiO no reparan que tienen igualmente, una al lado de otra, dos corrientes de liquidos de diferentes densidades; ni han fijado la atencion en que la sávia ascendente, por ser de menor densidad que la que baja, debiera ser atraida por esta última, pueslo que son per- meables las membranas; ni reflexionan que debiera existir en toda la longitud del tronco una corriente horizontal centrifuga hasta que se estableciera el equilibrio de densidad, y que enton- ces no podria*haber.la doble corriente ascendente y descendente cuya existencia atestiguamos. Por lo ménos se aniquilaria la segunda; y puesto que no sucede asi, es errónea la teoría en- dósmica. Otra fuerza pues, distinta de la endósmosis, preside á la absorcion de los liquidos tomados de la tierra, € igualmente á la de los gases procedentes de la atmósfera. Y luego hay otros movimientos en las plantas además del de la sávia ascendente y descendente. Dicha savia distribuye en su tránsito por todas las células, las sustancias necesarias á su nutricion; cuyas cé- lulas se asimilan los elementos que les convienen, y devuelven los que les son inútiles. Los laticiferos aspiran los elementos desechados, reuniéndolos en depósitos particulares, como los aceites esenciales, etc. Sin embargo, no existe en esos depósi- tos un líquido más denso con el cual tengan afinidad los indi- cados aceites. Tampoco en este caso tiene parte alguna la en- dósmosis en el movimiento de los líquidos. La tendencia á admitir causas puramente fisicas para expli- car los fenómenos fisiológicos, se nota de nuevo tratándose de la espongiola; porque se ha comparado este extremo de las rai- ces á una esponja, como lo indica su nombre. Veamos, pues, lo que haya de exacto en semejante comparacion. En mi Memoria sobre el origen de las raices he probado que los tejidos jóvenes, cuya formacion determina el crecimiento de 47 las raices, se hallan protegidos en su desarrollo por una especie de caperuza, que por esa razon he llamado pileorhiza. Efecti- vamente, cubre como un gorro el extremo de la raiz. Dicho ór- gano se observa perfectamente, con especialidad en las raices de las plantas acuáticas, porque en ellas es más pronto el desar- rollo que en las demás plantas. La caperuza se halla adherida a la extremidad de la raiz por su vértice interno, ó sea por su fondo: por el mismo punto se renueva, mientras que su parte externa, que es de más tiempo, se destruye. Sólo las células externas, al disgregarse, han podido suministrar la idea de una esponjilla. En cuanto á la propiedad de absorcion que en cier- tas plantas al menos es mucho más poderosa en el extremo de la raiz que en las demás parles de ese órgano, no puede evi- dentemenle asimilarse á los fenómenos capilares que causan la subida de los líquidos en la esponja. Por consiguiente, la pala- bra espongiola da una idea falsa de lo que pasa en realidad en las raices. Ciertos botánicos que admiten la espongiola, han reconocido sin embargo que existen, en la superficie de muchas raices, unas células prominentes, á las que atribuyen cierta parte en Ja absorcion. Soy de su dictámen sobre este punto, y creo ade- más que, aun en las raices leñosas de los árboles, toda la su- perficie goza de la propiedad de absorber los líquidos del suelo. En los árboles de una vegetacion vigorosa, como los Paulownia, he tenido á veces ocasion de observar (me parece que es en primavera) que la parte muerta de la corteza se halla impreg- nada de una cantidad considerable de liquidos, que verosimil- mente han de cederse á las partes vivientes de las raices. Los líquidos que las raices absorben por medio de esa fuerza que sólo conocemos por los efectos que produce la vida, van á parar á los cuerpos leñosos de dichos órganos, y de alli al del tronco, cuyos jugos suben á las hojas, bajando luego á las raices, describiendo así una especie de circulo. Como re- corren toda la extension del vegetal, me parece que convendria designar esta circulacion con el nombre de circulacion mayor, y con el de venosa la que, por los laticiferos, devuelve á los vasos propiamente dichos las sustancias que no han asimi- lado las células. Existe además un movimiento intracelular, 48 que se ha observado en varios vegetales, al cual se ha puesto el nombre de rotacion, porque los jugos giran al parecer sobre sí mismos con más ó ménos regularidad en lo interior de cada célula. Mientras vive un vegetal están en movimiento todos los lí- quidos en los utriculos de que se compone, bien á fin de lle- varles los elementos necesarios para su crecimiento, ó a la for- macion de los principios amiláceos, azucarados, albuminói- deos, etc., á que dan orígen, bien para sacar de dichas células las sustancias inútiles ya y que deben eliminarse, ó las que han de trasladarse á otras partes de la planta para servir á la multiplicacion utricular, al crecimiento del individuo. Ese mo- vimiento general constituye la circulacion; mas por lo regular se da este nombre á ciertas corrientes determinadas, más per- ceptibles que dicho movimiento general intracelular, y que re- corren el vegetal de abajo arriba y vice-versa en loda su lon- gitud. A esta doble corriente es la que llamo circulacion mayor, habiendo hecho mencion además de la circulacion venosa, que he indicado se verifica en los laticiferos. La circulacion mayor se observa en todos los vegetales vasculares; pero no se han descubierto todavía los laticíferos en todas las plantas dotadas de vasos. La circulacion mayor se compone pues de una corriente as- cendente de sávia y otra descendente. Hablemos antes de la primera. Verificase en los vasos que reciben los jugos que las raices chupan de la tierra y los elaboran. Cuando principia la subida todas las células trabajan, y las sustancias nutritivas que contienen se disponen para la asimilacion. El almidon, di- suelto sin duda por la diastesis, trasformado en azúcar, como lo han probado MM. Payen y Presoz, se dirije á las partes en que ha de verificarse la multiplicacion utricular. El de la base de los botones va a alimentarlos, dirigiéndose el de la corteza á las cé- lulas internas de dicha parte del vegetal, que muy probable- menle lo reciben tambien por los rayos medulares. Bajo el in- flujo de estas materias nutrilivas principia el crecimiento en diámetro por la multiplicacion de las células, la cual se veri- fica al principio sin el concurso de la sávia elaborada por las ho- jas, porque en muchos árboles de los nuestros la capa de celu- 49 las jóvenes (capa generatriz, llamada tambien cambio) adquiere un notable espesor antes de la aparicion de las hojas. Estos fenómenos primeros se manifiestan con la subida de la sávia. Al ascender sufre una elaboracion que no conozco su- ficientemente para hablar de ella más extensamente, por lo cual me contentaré con citar las interesantes experiencias de Mr. Biot, que nos han dado á conocer las modificaciones que experimenta el azúcar durante la marcha de la sávia. Mientras se realiza su ascension, contiene ya unos principios asimilables que pueden servir para la nutricion de las hojas y botones (en los cuales se presentan de abajo arriba los vasos espirales); pero en la primavera deben esos botones con especialidad su primer desarrollo á las sustancias alimenticias acumuladas en las cé- lulas inmediatas. La savia, que al mismo tiempo toma parte en la nutricion de los primeros órganos desenvuellos, sube á las hojas, su- friendo en ellas una nueva elaboracion en su parenquima verde ó bien en las células de clorofila del tallo de las plantas grasas que carecen de hojas. El ácido carbónico del aire es absorbido y descompuesto luego durante el dia; la savia retiene su car- bono, siendo expelido en gran parte su oxigeno. La sávia, mo- dificada bajo la influencia de la respiracion, dirije su curso por las células corticales que nutre, concurriendo de este modo a la multiplicacion de las células de la capa generatriz, que nacen en series horizontales. Parte de ellas, multiplicadas así horizon- lalmente, forman una nueva capa de corteza, las fibras leñosas y los rayos medulares; las demás se convierten en vasos del modo siguiente. El exceso de la savia descendente que no se aplica á nutrir las células recien formadas ó para condensar las desarrolladas primero, baja por algunas de ellas nacidas nue- vamente, las dilata y perfora, haciéndolas tomar todos los ca- racteres de los vasos; de suerte que dichas células, que en la primera faz de su desarrollo se semejan á las demas, se- pre- sentan luego como de naturaleza enteramente distinta. Esta formacion vascular se realiza, segun se ve, de arriba abajo, á costa de las células nacidas de una multiplicación en series horizontales, que ha hecho creer á los autores de la teo- ria de las fibras descendentes, que esos vasos, cuya naluraleza TOMO IX. 4 30 no habian examinado, eran unas verdaderas raices de los boto- nes ó las hojas. Pero no toda la sávia absorbida por las células antiguas y las nuevas, ya para su crecimiento en extension ó en grueso, ya para la produccion del almidon, de las sustancias albuminoi- deas, etc., que han de servir á su desarrollo ullerior; no toda esa sávia, repetimos, se aprovecha por las células, las cuales sólo se asimilan una parte de sus elementos, y expelen el resto. Ese caput mortuwm, bajo la forma de resina, aceiles esencia- les, etc., se deposita en recepláculos particulares para ir Juego á la parte exterior (1): ó si no los laticiferos se apoderan otra vez de las materias no asimiladas para llevarlas á los vasos propia- mente dichos (esta es la circulacion venosa). En ellos dichas sus- tancias, que por lo general carecen de oxigeno, se elaboran y oxidan bajo la influencia del oxigeno tomado del aire, el cual llega á los vasos por los canales intercelulares, convirtiéndose de nuevo en sustancias asimilables. De su oxidacion, segun he dicho antes, debe resultar el acido carbónico que exhalan las plantas por la noche; y descomponiéndose el que se forma du- rante el dia á su paso por las hojas con el influjo de la luz, su oxigeno va á la atmósfera con el procedente de la descomposi- cion del ácido carbónico tomado directamente del aire por la respiracion. Los vasos que produce la sávia descendente sirven luego en los demás años para la subida de los jugos, de los cuales se llenan mientras es muy activa la vegetacion, quedándose por lo regular vacíos paulatinamente cuando no son tan abundantes, ó llegan á ser casi nulos los jugos chupados de la tierra. Los experimentos descritos en una Memoria presentada á la Academia en 25 de julio de 1853, prueban de la manera más clara el curso de la sávia descendente; porque si se la po- nen algunos obstáculos por medio de ligaduras, descorteza- mientos en hélice, anulares ó semicirculares, se varia á arbi- (1) Indudablemente son unas emisiones de esta naturaleza y origen las que constituyen lo que se llama escreciones de raices, y que la agri- cultura trata de aprovechar por medio de la rotacion de cosechas. 51 trio su camino. Entonces forma unos vasos sinuosísimos, que tienen unas parles verticales y otras oblicuas ú horizontales, compuestas siempre de células prolongadas verticalmente. es decir, paralelas al eje del tronco, y cuya forma, que no varía por lo regular, se parece á la de las células inmediatas. Las sinuosidades de los vasos indicados dan á conocer las corrien- tes de sávia que pasan por las células de la capa generatriz, revolviéndose en todas direcciones para hallar una salida, per- forando las células de arriba abajo ú horizontalmente, segun que la corriente es vertical, oblicua ú horizontal. Todos estos hechos prueban evidentemente que la circula- cion es la que produce los vasos; es decir, que la funcion crea el órgano. Y puesto que la circulacion existe antes que los vasos, cuando sólo hay simples células por cuyas paredes filtra la sá- via, la objecion de algunos anatómicos contra la existencia de la circulacion en los laticiferos, objecion basada en la estruc- tura celular de dichos vasos en ciertas plantas, no tiene la im- portancia que le dan, porque vemos que los vasos punteados, rayados, elc., se forman por una corriente de sávia preexistente que pasa por ciertas células imperforadas; además han de consi- derar dichos anatómicos que no hay célula viviente que no la atraviesen algunos jugos, á pesar de que la gran mayoría de esas células no ofrezca perforacion alguna visible con auxilio de nuestros mas poderosos microscopios. Y luego hay tambien ciertos laticiferos compuestos evidentemente de células sobre- puestas, cuyos tabiques trasversales presentan unas bocas an- chísimas (los laticiferos de los Musa, formados por grandes células de paredes demasiado delgadas, son unos buenos ejem- plos de esto). 52 FISIOLOGÍA COMPARADA. — Informe dado á la Academia de Ciencias de Paris en la sesion del 2 de noviembre de 1858 por una comision de su seno, compuesta de MM. Milne Edwards, Moquin Tandon y Du- meril, sobre una Memoria de Mr. Leseés, que trata del aparato auditivo de los insectos. (Comptes rendus, 2 noviembre 1858.) Antes de-manifestar el trabajo del autor, entiende la comi- sion que acaso convendrá exponer el estado de la cuestion; por- que se han emilido opiniones muy diversas, no sobre el hecho bien probado de que los insectos oyen, sino acerca de la parte de su cuerpo en que parece puede tener su asiento aquel sen- tido. Convencidos se hallan hoy dia todos los naturalistas de que los insectos se hallan dotados de la facultad de percibir los efectos del movimiento trasmitido, ya sea de una manera direc- ta, ya por medio del espacio en que dichos seres están destina- dos á vivir. Es cierto tambien que los sonidos, los ruidos, y todos los sacudimientos del aire 6 del agua, se comunican aun- que haya distancia, puesto que los insectos pueden producir por si mismos estas vibraciones, valiéndose de diversos órganos que al efecto lienen, y con medios de muy vario mecanismo; siendo de notar que la mayor parte de ellos emplea los instru= mentos adecuados en aquellas circunstancias de su vida en que les importa indicar y manifestarse mútuamente su exislencia, sin moverse de un sitio, cuando están lejos unos de otros. El canto de las cigarras, el estridor de diversas especies de langostas y saltamontes y el cri, cri de los grillos, el gruñido que parece imitan los grillos celbolleros, el susurro de las abe- jas, el zumbido de los syrphos y mosquitos, el tic, tac de los psocus, lo mismo que igual ruido producido per los ano- bios, etc., ele.; en fin, todos los rumores, repercusiones, chir- ridos, oscilaciones y murmullos producidos por los insectos, destinados están ciertamente para que se oigan; pero ¿cuál es el órgano especialmente destinado á este sentido ó á esta intro- 53 mision de movimiento trasmitido por el aire? Preciso es confe- sar que la mayor parte de los naturalistas están dudosos, y que aún hay discrepancia sobre el verdadero sitio que ocupa el oido en tan pequeños animales. Todas las explicaciones que se han querido dar no representan mas que opiniones aventura- das 6 inducciones verosimiles, y tal vez sólo por analogía se ha creido que el asiento de este sentido debia ser la cabeza, por verse constantemente existe así en el cráneo de los anima- les vertebrados; siendo esta opinion la que hasta ahora ha pre- valecido, pues se supone situado en las antenas. En atencion á que estos órganos existen casi conslanlemente en la cabeza de todas las especies de los diferentes órdenes, ex- ceptuando la familia de los araneidos, sin que por eso carezca de oido, ha sido muy natural considerarlos como instrumentos propios para recojer los movimientos ó vibraciones trasmitidos por la atmósfera. Asi ha podido suponerse que siendo movibles siempre aquellos miembros, y en su mayor parte articulados, por lo menos en su base, existe allí una especie de membrana tensa, propia para trasmitir las vibraciones exteriores a unos nerviecillos que se han descrito y figurado como procedentes del gánglio sub-exofagiano, equivalente al cerebro. Sin em- bargo, los anatómicos no han llegado á encontrar con todas sus indagaciones el punto fijo y señalado en que remata la suslan- cia blanda del nervio que pudiera mirarse como destinado para la percepcion. En fin, presentan objeciones plausibles á esta teoría las formas mismas tan variadas de las antenas, y su ex- tension aún más modificada, ya por su desarrollo en unas espe- cies, ya por su pequeñez en otras. Extraño era por tanto que al estudiar este punto no se tra- tase de explicar la verdadera accion del movimiento, del cual resultan los sonidos que han de trasmitirse á las partes elásti- cas. Sabido es que en los insectos, cuyo modo de respirar es muy diverso del que tienen los animales vertebrados, su sentido de olfato parece hallarse tambien en distinto sitio, que ha resul- tado ser repetido, y referente al orificio de los estigmas que fisicamente sirven para la entrada de los efluvios odoriferos, cuyo vehículo es el aire. No es pues imposible suponer que las vibraciones de la atmósfera, puesta en movimiento por tantas SA causas, fuesen á obrar en otra region más bien que en la ca- beza, por ejemplo en el corselele, donde efectivamente existen aberturas. Esta es la opinion que sólo como conjetura ó suposi- cion anunció Comparelli. No hemos creido debian citarse aquí todos los autores que han indicado, como lugar propio del oido, otros fuera de las an- tenas, pues las modificaciones observadas únicamente son ano- malias. Tales son los orificios particulares que se advierten junto á los ojos en varios lepidópteros, en el occiput de las cigar- ras, y en la region dorsal del metatorax en las locustas. Reconocida generalmente la existencia del oido, es evidente que sólo por ver que las antenas no tienen parte en el cumpli- miento de las funciones de los otros cuatro sentidos, es por lo que se ha deducido que debian servir de instrumento destinado á percibir los sonidos. Casi todos los autores, cuya lista más completa y en orden cronológico se expresa por nota (1), han sido de esta opinion, y aun varios de ellos llegaron a reconocer que habia en la base de las antenas un aparato que ofrecia al- guna relacion con el de ciertos crustáceos. A pesar de esta especie de consentimiento, ninguno de eslos autores se manifiesta convencido de la realidad del hecho; pero Mr. Ch. Lespés cree haber descubierto el sitio de los verdaderos órganos del oido, y esto justamente en las mismas anlenas y (1) 1781.—Comparetti, Observationes anatomica de aure interna pág. 286, observ. 67. 1789.—Scarpa, De auditu et olfactu en el cangrejo, lám. 4.?, fig. 5.2 1790.—Bonsdoríf, Usus el differentie antennarum. 1791.—Cbhrist, en su clasificacion de los himenópteros. 1798.—Lehmann, De sensibus externis anim. exsanguium, pág. 25. 1820.—Weber (E. H.), De aure et auditu animalium. 4.” Auris can- crorum, pág. 106. 1827.—Carus, 4natomie comparece, t. 1, pág. 448. 1827.—Muller (J.), Nova act. nat. curios., t. 14. 1838.—Dugés, Phys. comparee, t. 1, pág. 57. 1838.—Lacordaire, Introduct. a Entom. t. 2, pág. 234. 1844.—Van Liebold, 4rch. de Veigmann, t. 1. 1847.—Erichson, De structura et usu antennarum. Mas adelante se cita tambien. ww yy en ciertos puntos de sus articulaciones, variables segun las es- pecies, lo que forma el principal objeto de la Memoria que se nos ha mandado informar. Habia observado el autor que en algunas especies de insec- tos se hallan las antenas como acribilladas con ciertos puntos salientes y diáfanos, ó con aberturillas cuyo número y posicion varían; y ya Mr. Erichson era el primero que habia señalado y representado estos tubérculos, aunque pensaba que debian servir para la percepcion de los olores; y Mr. Dugés, al men- cionarlos, los designaban como vesiculas trasparentes compa- rables á las que se ven en las hojas del corazoncillo 0 hypericum per foratum. Las investigaciones de Mr. Lespés recaen especial- mente en estos menudos órganos, y le han conducido en con- clusion á que representan los verdaderos aparatos del oido de los insectos. En la primera parte de su Memoria indica el autor, aun- que demasiado en compendio, la historia de las opiniones emi- tidas sobre la residencia del órgano del oido de los insectos en sus antenas; así que para ilustrar esie punto, hemos ¡juzgado que era util entrar en más extensos pormenores, como acaba de verse. La segunda parte es la que principalmente deseamos dar á conocer a la Academia, porque contiene observaciones posili- vas y enteramente nuevas. En ella expone el autor con claridad las investigaciones á que se ha dedicado, no sólo por medio de la diseccion, sino empleando tambien la accion química de al- gunos disolventes, y el auxilio de observaciones microscópicas, cuyos resultados presenta en una serie de figuras, sacadas con los grandes aumentos necesarios para la demostracion. A fin de estudiar mejor las partes contenidas en uno de estos aparatos, en que por razon de sus mayores dimensiones relativas fuese más facil ponerlas á descubierto, separó Mr. Lespés cuida- dosamenle una lamina de la maza de hojuelas en que termina la antena acodada de uno de los coleópteros más crecidos de la familia de los lamelicórneos, como es el abejorro (melo- lonta), y con mucha delicadeza fué levantando por las ori- llas aquella laminita, con lo que consiguió separar dos hojue- las juntas. Para ver lo que entre ellas se contenia, preparadas 56 asi las puso en agua con glicerina, ó en una disolución muy poco cargada de ácido crómico, cuyos liquidos, ablandando los tejidos, permilian arrancar una de las hojuelas, dejando en la otra los nervios y tráqueas en su posicion, al paso que era facil limpiarla antes de colocarla en el microscopio para examinarla con los varios medios usados, y que mejor produ= cen los efectos de la accion de la luz. Asegura Mr. Lespés que ha extendido sus investigaciones á más de 300 insectos diferentes, y que en las antenas de to- dos ha encontrado las cupulillas celulosas cubiertas de ciertos puntos salientes, cuyo centro pelúcido le ha parecido elástico, y que pueden mirarse como unos diminutos limpanos. Dice además que se ha cerciorado de que en las celdillas existe un líquido espeso, en cuyo medio flota un cuerpo sólido opaco á modo de otolilo, que puede removerse, y alrededor del cual se terminan los filamentos más ténues del nervio antenario rami- ficado que procede del gánglio subexofagiano; y por consiguiente, forma un completo aparato microscópico, pero en lodo igual al que ya se conoce y está descrito de los crustáceos decapodos. La particularidad más notable de esta organizacion idéntica de los crustáceos, es que en estos últimos animales se ha obser- vado un solo aparato auditivo en cada antena, cuando en los insectos varía mucho el número de sus instrumentos, siendo á veces lan considerable como el de los ojos, el cual se sabe cor- responde al de sus facetas, y lo mismo que el de los eslig- mas que se tiene por sitio múltiple del sentido del olfato. Prematuro nos parece dar igual importancia que el autor á los asertos que, tal vez con demasiada seguridad, contiene la parte fisiológica de su Memoria; pero en cuanto á sus intere- santes y hábiles observaciones de anatomía comparada, como tenemos pleno convencimiento de que están hechas concienzu- damente, proponemos á la Academia que le anime y empeñe á publicarlas juntamente con las figuras que expresan perfecta- menle el resultado de sus invesligaciones microscópicas. Asi lo acordó la Academia. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco Garcia NAVARRO.) NIN NAAA 91 VARIEDADES. 383 Enfermedad de las gusanos de seda. La Academia de Ciencias de París nombró una comision de su seno, encargándola estudiar la enfer- medad reinante de los gusanos de seda, y buscarla remedio. Uno de sus vocales enviados á las provincias donde se cultiva más la seda, Mr. de Quatrefagues, expuso verbalmente á la Academia en la sesion del 26 de julio de 1858 las observaciones principales que habia tenido ocasion de hacer al tiempo de evacuar su encargo, terminado ya. Comprobó pri- mero un hecho, en el cual discorda de otros observadores. Habíase creido ver correlación entre la enfermedad de los gusanos de seda y la de la hoja de la morera. Mr. de Quatrefagues no vió nada en su viaje que con- firme semejante correlacion. En casi todos los parajes que visitó estaban intactas las hojas de la morera, aunque allí reinase con intensidad la epidemia. Respecto de la enfermedad de los gusanos creyó ver primero una sola, pero luego notó varias. Una, sin embargo, advirtió en todas partes, junta con las demás ó sin ellas: la llama por el pronto enferme- dad de (a mancha, porque el individuo, bien se halle en estado de gu- sano, bien de crisálida Ó de mariposa, presenta constantemente una mancha en una ó más partes de su cuerpo. Parece que esta enfermedad invadió á los gusanos el año de 1853, aunque algunos criadores preten- den haberla observado mucho antes. Empieza presentándose la mancha de color amarillento, pasa luego al pardo más ó ménos oscuro, y acaba por tomar aspecto carbonoso. Los gusanos que se mueren de esta enfer - medad, en vez de deshacerse como los que perecen por otras causas, se secan completamente conservando sus formas. Cuando está atacado el gusano de la enfermedad y sobreviene la muda, se presenta la piel nueva sin mancha, pero poco á poco la contrae, ya en el mismo punto que la anterior, ya en otro distinto. Se presentó este año con tanta generalidad este mal, que á primera vista parecia ser tal estado el comun del gusano. Vió Mr. de Quatrefagues gusaneras donde no habia un sólo gusano sin la mancha. Tratando de averiguar si los glóbulos de la sangre de los gu- sanos enfermos de esta dolencia se diferenciaban en algo de los de los sa- nos, creyó notar en aquellos cierta predisposicion á alterarse prontamente y sin movimiento particular de los corpúsculos que contienen. La prác- tica demuestra que la invasion de la mancha no siempre es mortal para 58 el gusano, aunque sí es causa de desmejorarse la seda en cantidad como en calidad, y además suele estar mal conformado el capullo, como si se hubiera puesto el gusano á hacerlo varias veces, y de aquí resulta ménos hebra. Investigó empíricamente Mr. de Quatrefagues si varios remedios, como quina, valeriana, tártaro, etc., dados á comer en polvo á los gusa= nos serian eficaces, bien para impedir la invasion de la enfermedad, bien para curarla. El resultado más provechoso lo dió el azúcar en polvo echado en las hojas de la morera. Gusanos enfermos de la mancha, así alimentados, pudieron experimentar todas sus metamorfosis, y dar algun fruto, al paso que otros tambien dolientes, alimentados con hoja natural, ó perecieron antes de hacer el capullo, ó dieron mucho ménos fruto. Los gusanos prefirieron siempre comer las hojas polvoreadas de azúcar, sin llegar siquiera á las que no lo estaban, ínterin tenian de las otras. —Estrellas fugaces de la noche del 12 al 13 de noviembre de 1858. Tomando Mr. Coulvier Gravier el número horario medio de estrellas fa- gaces á media noche de cuatro en cuatro observaciones, desde el 28 de octubre, ha sacado los números siguientes: Número de estrellas, Del 30 al 31 de octubre............ 8,3 Del 3 al 4 de noviembre. .......... 9,0 Del 9 a 10d idem 0 E 9,1 Del 122113 do dem Poo da uan LS Bastan estos números para demostrar, como se viene notando desde el año de 1849, que estamos todavía muy lejos de las grandes aparicio- nes de 1799 y 1833, cuya repeticion está pronosticada por Olbers para 1867. —Observacion de un sol azul. Mr. Lissajous comunicó á la Socie- dad filomática de París en la sesion del 30 de octubre de 1858 la noticia siguiente. «En una nota comunicada á la Academia de Ciencias de París por Mr. Laugier, describió este el fenómeno observado por él en la isla de Ouessant el 22 de julio de 1854, con estas palabras. En el momento de llegar el centro del sol d la línea perfectamente distinta que limitaba el horizonte del mar, se tiñó de repente de azul la parte superior del disco, única visible entonces; y siguió as? mientras se vió la parte superior del sol. »Estando yo á orillas del mar en Benzeval (Calvados) el mes de agosto de 1856, recordé dicha observacion, y me dediqué á examinar con atencion el sol al tiempo de ponerse. Vi que en cuanto no quedaba 39 sobre el horizonte mas que un corto segmento, se ponia este de color azul verdoso, desapareciendo luego, y durando apenas un segundo el fenó- meno. En seis semanas advertí sólo tres veces este hecho. Otras personas lo observaron como yo. El año siguiente en quince dias, en el mismo si- tio, vi aquel aspecto cuatro veces, y lo observó tambien mi compañero Mr. Drion, catedrático de Física del Liceo de Versalles; poniéndonos á distintas alturas sobre el nivel del mar, nos cercioramos de que veíamos en instantes diferentes el fenómeno. El mes de agosto del año corriente estuyo tan clara la atmósfera que pude ver el sol azul muchas veces, y aun columbrar la causa de este fenómeno. Para ello no tuve mas que ob- servar el astro al tiempo de ponerse con un telescopio de espejo de cris- tal plateado, construido por Mr. Foucault. Este instrumento, perfecta mente acromático, aumentaba unas cien veces. Con él vi el sol acompa- ñado de franjas irisadas que se presentaban en la parte superior, lo mismo absolutamente que si se hubiera mirado al astro por un prisma de escaso ángulo, cuya arista viva estuviese en lo alto. Al paso de irse poniendo el sol, tapaba el mar las partes más brillantes del disco, que- dando sólo visibles las tintas entre verdes y violáceas, y al poco tiempo desaparecian estos colores. »Me conyenci pues de que el fenómeno consistia meramente en dis- persion ocasionada por refractar los rayos solares la atmósfera, como que no se veian las tintas más refrangibles sino en el momento de ocultarse debajo del horizonte los colores más vivos del disco solar. »No se verifica el fenómeno cuando se pone el sol por detrás de cualquier obstáculo; porque sólo se percibe la dispersion en el caso de tener el suficiente grueso la parte de la atmósfera atravesada por los rayos solares; y como va creciendo mucho este grueso al irse acercando el sol al horizonte, se concibe que no baste la dispersion en cualquiera otra posicion. Tambien se opondria á verse la referida tinta apagada una iluminacion general del cielo. »No se puede observar el fenómeno si no está bastante despejado el cielo, porque de lo contrario la facultad absorbente de la atmósfera se ejercita de preferencia en los rayos más refrangibles del espectro, y al llegar el sol al horizonte presenta sólo un color rojo uniforme, Así es que no tiene igual viveza la tinta azul todos los dias. »Los más favorables son aquellos en que hay espejismo en el hori- zonte, y está además el cielo muy claro, porque se percibe entonces por debajo del sol su imágen que camina á encontrarlo, y en el postrer ins- tante toman igual color azul aquel y esta, duplicándose así la extension ocupada por el mismo color, y viéndose por tanto mejor el fenómeno. »El hecho de que hablamos no tiene nada que ver con otros aspectos parecidos que suele tomar el sol cuando está sobre el horizonte y metido 60 en ciertas nieblas secas, Cuya tinta amarillenta le hace parecer azul por efecto de contraste. »Es verosimil, como lo indica Mr. Laugier, que el hecho que observó no fuese mero efecto de dispersion atmosférica; y no se debe confundir con el aspecto esencialmente fugitivo que hemos señalado en este apunte.» —Baja de la temperatura en los sitios elevados. En una Memoria presentada por Hennessy á la Asociacion británica para el adelantamiento de las ciencias en su 28.* reunion, celebrada en Leeds en setiembre de 1858, manifiesta el autor que la baja de temperatura de que se trata segun se sube en la atmósfera, depende no sólo de la altura sobre el ni- vel del mar, sino tambien de la absoluta sobre la superficie más próxima del terreno firme. Sería pues forzosamente muy diversa la baja de tem- peralura sobre llanuras, montañas ó mesetas, y no se podrá inferir in- mediatamente de los fenómenos observados en los dos últimos casos lo que haya de suceder en el primero. Algunos resultados de las observaciones hechas en colinas y montañas de Irlanda al tiempo de operaciones geo- désicas, insertas en el tomo que acaba de publicar el coronel James, con- firman al parecer estas ideas generales.—Con motivo de esta comunica- cion dijo el almirante Fitz Roy, que acaso se hubiera olvidado Hennessy de la circunstancia de que, junto con las corrientes mencionadas, traspor- tan otras horizontales la masa entera del aire; de suerte que no cabe admitirse que sea exactamente el mismo aire el que da algunas indica- ciones como las notadas en otros momentos. Está demostrado además que un termómetro puesto en el suelo, ó cerca de él, suele hajar 17% á 18c F. más que el situado algunos piés ó sólo algunas pulgadas encima, al paso que algo más arriba vuelve á bajar el termómetro; patentizándose así que hay un punto de temperatura máxima. En cuanto á este, se observa co- munmente que poniendo un termómetro en una ventana del cuarto bajo de una casa y otro en la correspondiente del principal, sucede de diez casos nueve que este señala temperatura más baja que aquel.—Stevelly añadió, que aparte de los hechos citados por Fitz Roy, ocurren otras dos circunstancias de suma importancia, á las cuales le parece que con- viene atender en observaciones como las de Hennessy. La primera es que la evaporacion se verifica con mayor ó menor rapidez segun sean las condiciones locales del punto donde se observa. La segunda que el aire, que ya gradualmente en ciertos casos, ya súbitamente en otros, se ve obligado á subir por tierras elevadas, disminuye por precision de volúmen, se condensa, y sin embargo suelta á veces parte de su vapor, y forma por tanto una nube que corona con frecuencia á las montañas, ocasionando los vientos recios y las tempestades que tanto reinan en los parajes mencionados. —Tyndall dice que en un viaje que acaba de hacer por Suiza, ha tenido ocasion de observar en la cima del monte Rosa y 61 aun del Blanco los mismos fenómenos en una escala realmente magnífica. La nieve está allí tan seca por lo comun como polvo; vió subir colum- nas de ella en forma de remolinos á inmensa altura en virtud de corrien- tes ascendentes de aire, llegando hasta regiones donde se disipaban al momento, derritiéndose ó convirtiéndose en vapores. Tambien se observa que el calor solar tiene la facultad de penetrar por el agua y otras pan- tallas, como las nubes formadas; cuya facultad sobrepuja con mucho á la que disfruta el calor proveniente de fuentes de ignicion ménos intensas Ó ménos calientes, v. gr. de cuerpos calentados al rojo ó de vasijas lle- nas de agua caliente, etc. De aquí resulta que los rayos solares, no obs- tante penetrar por las nubes y la tierra, pierden sin embargo totalmente su primitiva potencia, y cuando se ven despedidos por via de radiacion, no disfrutan ya de aquella misma facultad de penetrar por las nubes y demás pantallas, y de consiguiente la tierra y la atmósfera vienen á ser una especie de trampa para los rayos solares. —Calentamiento de la atmósfera por su contacto con la superficie de la tierra. La temperatura de la atmósfera depende principalmente del calor que recibe del sol, y del que pierde porradiacion. Parte del calor solar queda absorbido al pasar por el aire, al paso que otra parte penetra hasta la superficie de la tierra. Caliéntase así el suelo, y las capas infe- riores de la atmósfera adquieren casi todo su calor en virtud del contacto con la superficie calentada. Está admitido que la manera de calentarse el aire por su contacto con el suelo debe consistir en una especie de circu- lacion parecida á la que se ve en los movimientos de una masa de liquido que se calienta, el agua cuando hierve, v. gr.: estudiando Hennessy los mo- vimientos verticales de la atmósfera, respecto de los cuales presentó una Memoria á la Asociacion británica para el adelantamiento de las ciencias en la reunion 28.* celebrada en Leeds el mes de setiembre de 1858, con- sidera las conexiones que pudiera haber entre dichos movimientos y la influencia del suelo calentado. A fin de estudiar experimentalmente la cuestion, colgó termómetros á diferentes alturas sobre el suelo y en dis- tintas circunstancias de exposicion al influjo de las supuestas corrientes. Observó de minuto en minuto, y á veces medio, durante cortos intervalos, á mediados del mes de mayo, los dias despejados, en que de consiguiente habia mucha radiacion solar. Los termómetros presentaron en general fluctuaciones de temperatura, cuya intensidad disminuyó segun estaban más libres del influjo de las corrientes que circulaban por el aire. Los termómetros de bola dada de negro y expuestos al sol, fueron los que experimentaron más fluctuaciones. Provenia este efecto de que las bolas negras se convertian, al adquirir temperatura alta, en agentes perturba- dores de las condiciones calorificas del ambiente. Parece que las curvas de temperatura obtenidas con registros fotográficos en el observatorio de 62 Radcliffe, en Oxford, presentan indicios de iguales fenómenos. Johnson ha llamado la atencion hácia la singular forma de dientes de sierra que tienen las curvas de temperatura por el dia. No se nota tal forma sino cuando hay cantidad considerable de radiacion solar; desaparece cuando está nublado el tiempo. Así como se explica achacándola á la influencia del calor solar en el suelo y á la circulacion consiguiente de pequeñas corrientes atmosféricas, confirma tambien bastante la confianza que me- rece el método fotográfico de registro. — Anales del observatorio imperial de Parés. Acaba de publicarse el tomo 4 de esta coleccion. Tiene más de 400 páginas, ocupadas en su mayor parte por los trabajos astronómicos de Le-Verrier sobre la teoría y las tablas del movimiento aparente del sol. Comprende el movimiento heliocéntrico de la tierra y sus desigualdades; el movimiento geocéntrico del sol y la medida del tiempo; las observaciones de ascension recta del sol, hechas durante un siglo, de 1750 á 1850, en los observatorios de Greenwich, París y Koenigsberg; la comparacion de la teoría con las observaciones; las tablas generales del movimiento del sol; el cálculo de las efemérides; las perturbaciones del movimiento de la tierra; las com- paraciones de las observaciones de ascension recta con la teoría; las ecua- ciones de condicion entre las correcciones de los elementos de la órbita del sol y de las masas de Mercurio, Venus y Marte. Enumeremos concisamente los principales datos prácticos á que llega Le Verrier. Admite para oblicuidad media de la eclíptica: 2327 31',83—0"1,4576 t; para diámetro medio aparente del sol, 32" 3",4. La duracion de la rotacion del sol, vista desde la tierra, parece de 27,07 dias. Este número es bastante aproximado para que por algunos años se haya podido distinguir en qué épocas presentaba el sol la misma parte de su disco, y examinar si el diámetro aparente parecia idéntico; y se ha visto que ni uno siquiera de los valores medios obtenidos discrepa en 2 centésimas de segundo del número correspondiente á la hipótesis de un diámetro aparente independiente de la situacion del globo solar. Tiene pues igual diámetro en todos sentidos, y es absolutamente redondo. 1 La masa de la tierra, siendo 1 la de sol, es OO 1 La masa de la luna, siendo 1 la de la tierra, es A E) La paralaje del sol es de 8,95. Lo más es de 1 centésima la correccion que exije la cifra hoy ad- 63 mitida para la masa de Venus. Por lo contrario, debe disminuirse defini- tivamente 1 décima parte de su valor la de Marte. Sigue estando com- pletamente indeterminada la que haya de aplicarse á la de Mercurio. Comparando los valores de la longitud media del sol, deducidos aparte de los grupos de observaciones de Greenwich, París y Koenigsberg, se ve que no concuerdan entre sí tanto como fuera de esperar del sinnú- mero de observaciones en que estriban. «Sólo que, añade Le Verrier, al »paso que se admiraba Bessel de esto, atendiendo dá la bondad de las ob- »servaciones, se debe atribuir la divergencia de los resultados por lo con- »trario á los errores sistemáticos de las mismas, y de ningun modo á la »incertidumbre de la teoría. Todas las observaciones, que suben á 9.000, »ceuya reduccion hemos verificado, no equivalen en cierto modo mas que »á 24 determinaciones distintas de la longitud media del sol; determina- »ciones tan defectuosas la mayor parte como una observacion buena del »sol, y que algunas deben desecharse por completo..... Al venirnos acer »cando á nuestra época, concuerdan más sin embargo las determinacio- »nes, y merecen tanta más confianza, cuantos más observadores toman »parte en ellas; porque en el estado actual de la práctica convendria » multiplicar, no sólo el número de observaciones, sino el de observya- » dores.» El gran resultado de este inmenso trabajo, para el cual han dado ma- teriales Inglaterra, Prusia y Francia, y que interesa al mundo entero, consiste en haber reducido la determinacion del lugar del sol, ó la cons- truccion de las efemérides del sol, al menor número posible de operacio- nes, á su expresion más sencilla, á un cálculo facilísimo, y esto asi para mucho tiempo; puesto que las tablas calculadas por el sabio director del observatorio de París darán cuanta exactitud se apetezca por más de 300 años. Acompaña un suplemento de 40 páginas, dedicado á describir las grandes tablas logarítmicas y trigonométricas que se calcularon en las oficinas del catastro por direccion de Prony, y á exponer los métodos y procedimientos empleados para redactarlas por Lefort, ingeniero en gefe de minas. —Descenso del suelo de las costas del Atlántico en los Estados- Unidos. Nunca deja de ser interesante el registrar las observaciones de cambio de nivel entre las tierras y los mares en diferentes costas, en sen— tido de levantamiento unas, de descenso otras, á fin de justipreciar bien esta especie de movimiento de vaivén del suelo, y el cambio de lugar consiguiente de la masa líquida. Por este motivo diremos el resultado de muchas observaciones recopiladas por el geólogo americano H. Cook, an- tor de un trabajo sobre la geologia de las costas de Nueva Jersey y de Long-Island, en cuyas costas hay bosques submarinos que atestiguan 64 un descenso del suelo, cuya intensidad ha tratado de medir. Cree haber . reconocido que la costa va descendiendo gradualmente, no sólo por todo lo largo de Nueva Jersey y de Long-Island, sino en gran parte de las costas orientales de los Estados-Unidos; pudiéndose valuar el descenso en cosa de 66 centímetros por siglo. Parece haber comprobado con efecto de una manera positiva en cierto punto un descenso de 1 metro en 150 años, en otro de 66 centímetros en un siglo, en otros dos de 33 centí- metros en 50 años, en otro de 11 centímetros en 25 años, y en otro de 22 centimetros en el mismo período de una cuarta parte de siglo. — Medallas adjudicadas por la Sociedad Real de Londres. La Socie- dad Real de Londres, en su sesion anual de 1858 celebrada el 30 de no- viembre del mismo año, adjudicó la medalla de Copley á Lyell por sus mul- tiplicados trabajos que tanto han contribuido á adelantar la ciencia geoló- gica. La primera medalla real la adjudicó á Hucock por sus trabajos ana- tómicos de los moluscos; la segunda á Lassell por sus descubrimientos y trabajos astronómicos. La medalla de Rumford la adjudicó á Jamin, pro- fesor de la Escuela politécnica de París, por sus trabajos experimentales de la luz. (Por la Seccion de Variedades, Francisco García NAVARRO») —_— A A — Editor responsable, Fraxcisco GARCIA NAvARRO=+ N.” 2."—REVISTA DE CIENCIAS.—Febrero 1859. CIENCIAS EXACTAS. —23300€64— GEODESIA. —— Nota sobre la obra concerniente al arco de meridiano de 95* 20" entre el mar Glacial y el Danubio, publicada por la Aca- demia de Ciencias de San Petersburgo; por Mr. Struve. (Comptes rendus, 42 octubre 4857.) las Francia fué la que tomó la iniciativa, á mediados del si- glo XVII, en el problema de la determinacion precisa de la magnitud del globo terrestre. Desde los trabajos de Picard ha sido la que ha continuado por espacio de cerca de 200 años los relativos á la averiguacion de la figura de la tierra, conside- rada como esferóide. Las medidas hechas por Bouguer y La Condamine en el Perú, por Maupertuis, Clairault y Celsius en Laponia, combinadas con las de Francia, probaron el apla- namiento de la tierra, corroborando al mismo tiempo el resul- tado que dedujo Newton de la teoría de la gravitacion. A contar desde esa época, todas las naciones ilustradas se apresuraron á seguir el brillante ejemplo dado por la Francia, contribuyendo á determinar las dimensiones y figura del esfe- róide terrestre. Varios gobiernos dispusieron que se midiesen diversos arcos de meridiano; pero por lo regular su magnitud la limitó la extension del pais en que se verificaron dichas me- didas. El siglo actual dió á la ciencia la gran meridiana de Francia de 12” 22 entre Dunquerque y Formentera, llevada á cabo por Mechain, Delambre, Arago y Biot; trabajo que excedia TOMO IX. 5 66 en magnitud y precision de ejecucion á todos los demás traba- jos análogos anteriores. En 1837 y 1840 emprendió Bessel otro nuevo cálculo de las dimensiones del esferóide terrestre, partiendo como base de 10 arcos medidos con suficiente exactitud. Con el uso del método de los menores cuadrados, dió un resultado el cálculo que podrá considerarse como el más probable que cabia fundar en los materiales existentes entonces. Los 10 arcos son: Latitudes medias. 1. El arco del Perú ó del Ecuador.... 3 TT VIV 2. El arco pequeño de las Indias orien- ARG A 1 35 412 32 3. El gran arco de las Indias. ........ 15 58 +16 $8 4. El arco de,Francia. .....0%. «mo .io 12 22 +44 51 0 El arco de IncIAlerTa. ¿oe o oia aso 2 50 +52 2 GPRMArEo ano verano Io. 2 1 +52 32 Ti Elarco dinamarqués. 80 20 4 :1 Café sin tostar Daladostado. a ona 75 25 DEAR Marco de café echándolo agua una vez SÓla........... 14 85 1:6 Marco de café completamente depurado, rt la as obs! 11 88 9 09 De estas análisis se infiere, que al tomar café se introdu- cen en el organismo bastantes sales solubles. Mr. Vogel ha preparado tambien la sustancia grasa que, segun Payen, entra por 10 á 13 por 100 en el café. Depuró 15 dias seguidos con el benzolo en el baño-maría el café crudo, reducido a polvo fino y pasado por tamiz. Despues de evapo- rarse el benzolo, quedó un licor aceitoso, de color amarillo, y 89 del sabor propio del café. Esta sustancia tiznaba el papel; y el benzolo extrajo del café 18,2 por 100 de sustancias solubles. Concentrado el extracto por evaporarse lentamente el benzolo, se luvieron cristales, y aprelados entre papel de filtro para ex- primir el licor aceitoso, y purificados lavandolos con eter, re- sultaron agujas muy blancas, que se sublimaban tambien en forma de cristales. Obraban estos como cafeina pura, lo cual demuestra que puede servir perfectamente el benzolo para pre- parar esta sustancia. El benzolo extrajo del café tostado un aceite con algun más color, y la cantidad de cristales fué me- nor que en el café sin tostar. De los equivalentes de los cuerpos simples; por Mr. Dunas. (Comptes rendus, 27 diciembre 1858.) Hace tiempo que tengo demostrado, dice el autor, que los equivalentes de la familia de los cuerpos simples que tiene al ázoe por tipo, y los de la de los que se colocan con el fluor, for- man dos series paralelas. Hubiera deseado poder sujetar todos los cuerpos simples á comparaciones de igual naturaleza. Pero no se conoce todavía bastante la verdadera distribucion de to- dos estos cuerpos en familias naturales. Verdad es que respecto de este punto tengo sentadas las dos proposiciones siguientes: 1.2 La clasificacion natural de los cuerpos no metálicos se funda en los caracteres de los compuestos que forman con el hidrógeno, en la relacion de los volúmenes de los dos elementos que se combinan, y en su modo de condensarse. 2.2 La clasificacion natural de los metales, y en general la de los cuerpos que no se unen con el hidrógeno, se debe fundar en los caracteres de los compuestos que forman con el cloro, y, cuanto sea posible, en la relacion de los volúmenes de los dos elementos que se combinan, y en su modo de condensarse. El hidrógeno, que completamente se acerca á los metales, difiere con efecto cuanto es posible de los cuerpos no metálicos propiamente tales, y produce con ellos compuestos estables y bien definidos, gaseosos 4 volátiles. 90 Por otra parte, de los cuerpos no metálicos verdaderos, el que más generalmente y mejor se une con los metales, el que da con ellos los compuestos mejor caracterizados y más voláli- les, es el cloro. Cualquier ensayo de clasificacion de los metales estudiando sus compuestos oxigenados, que por lo general son fijos, no ha dado otra cosa mas que una clasificacion artificial, meramente práctica. Facil es cerciorarse por lo contrario, de que todos los metales quese han podido reunirsin incertidumbre en familias nalurales, se parecen en la manera de ser y en las afecciones de sus clo- ruros, como en la composicion de los volúmenes y la manera de condensarse estos compuestos. Facil es ver además que la mayor parte de estos cloruros son cristalizables, ú originan por lo menos compuestos que cris- talizan, lo cual permite añadir á los datos precedentes cuantos cabe tomar de las leyes del isomorfismo. Pero en el estado actual de la ciencia carecemos todavía de datos, tanto respecto de la densidad del vapor, como de la for- ma cristalina exacta de muchos cloruros metálicos, y de consi- guiente me he visto precisado á ceñirme á estudiar los equiva- lentes de los cuerpos simples que constituyen grupos naturales bien comprobados. Conexionando los resultados que respecto de ellos he oble- nido con los que da la comparacion de dos séries ó familias na- turales de radicales de la química orgánica, v. gr. los ammonios y los elilios, se ve que tienen muchísima analogía. Con efecto: Fluor.... 19, «Cloro...... 2 a ina Azot..... 14, Fósforo..... 31, Arsénic0..... 75, Antimonio.... 122. Magnesio. . 12,25, Calcio... 20, Estroncio. 43,75, Bario.. 68,5, Plomo. 103,5, Oxígeno... 8, Azufre.. 26, Selenio. . 39,75, Teluro. 64,5, Osmio. 99,5. Ammonio.. 18, Metilammonio. 32. Etilammonio. . 46, Propilammonio.. 60, etc. Metilio. . . 15, Elli0...... 29, Propili0...... 43, Butilio...... 57, eto. Jpioacia 5. Jl 4, J luca de Los radicales de la quimica mineral, lo mismo que los de la orgánica, como alineados en cuanto á los pesos de sus equi- 91 valentes en una misma recta para una misma familia, se colo- can en rectas paralelas para dos familias comparables. Esta analogía suscita naturalmente tantas dudas acerca de la naturaleza de los cuerpos simples, y justificaria tantas apre- ciaciones sobre la mayor ó menor probabilidad de descompo- nerse, que me parece conveniente decir lo que sobre este punto opino, manifestando el orden de ideas en que estriba dicha analogía. En la Memoria que junto con Mr. Boulay dí á luz 30 años hace sobre los éteres compuestos, demostré lo que entonces era nuevo, que las fórmulas atómicas eran aplicables á representar exaclamenle las reacciones de la química orgánica lo mismo que las de la mineral. Más adelante demostré que la existencia de las familias na- lurales, lan evidente en los compuestos de la naturaleza orgá- nica, y especialmente en los alcooles y sus derivados, presen- taba ocasion de descubrir, estudiándolas con atencion, cuáles son las leyes que rijen al modificarse por grados sucesivos las propiedades de ciertos cuerpos, v. gr., los ammonios ó los ra- dicales de los éteres, que sin dejar de asemejarse en punto á constitucion fundamental, se van alejando cada vez más unos de otros respecto de las apariencias exteriores ó de los caracte- res secundarios. Si entonces creí poder decir que la química orgánica, luego de haber tomado de la mineral sus leyes y sus fórmulas, la devolveria otras descubiertas por cuenta propia, y de las cuales pareceria al pronto deber sacar fruto ella sólo, fué porque co- lumbraba ya las analogías que hoy determino más. Pasando del espíritu de leña al alcool y del alcool á los alcooles supe- riores, se ve con efecto que sube el equivalente, que baja la aptitud á combinarse y la estabilidad de los compuestos, que sube el punto de ebullicion. Lo mismo al pasar del fluor al cloro, al bromo, al yodo; ó del oxigeno al azufre, al selenio, al teluro; ó del ázoe al fósforo, al arsénico, al antimonio, se ve tambien que sube el equivalente, que por lo comun baja la ap- titud á combinarse, la estabilidad de los compuestos, y que sube el punto de ebullicion. Aunque no he hallado aún la causa posiliva de estas seme- 92 janzas, las observaciones precedentes me infunden esperanza de conseguirlo, y me animan a llevar á cabo la comprobacion que tengo emprendida. Por ahora tengo por lo menos derecho para decir, que si los radicales compuestos de la química orgá- nica forman series naturales, continuas y paralelas, en las cuales se pasa de un término á otro sumando ó restando unos mismos elementos, se parecen á ellos en este punto los radica- les de la química mineral, puesto que forman series naturales tambien paralelas, y en las cuales se pasa de un término á otro sumando ó restando unas mismas cantidades. Ya que los radicales de la quimica mineral presentan entre sí las mismas relaciones generales que los de la orgánica, nalu- ral es por cierto entrelazar ambas químicas más estrechamente que hoy se hace. ¿Pero se puede inferir de estos hechos que los cuerpos le- nidos por simples sean compuestos? ¿Que esté á punto de reali- zarse su descomposicion? Sin olvidar la prudencia en materia semejante, en que sólo la experiencia es arbitra para decidir, ¿se puede confesar sin escrúpulo no estar convencido de que los cuerpos simples de los químicos sean expresion de los límites últimos de la facultad de analizar á que la ciencia pueda as- pirar? Cuando Lavoisier, renunciando á usar en la representacion de los fenómenos químicos los elementos algo metafísicos, cuya nocion creian los filósofos de la edad media haber recibido de la antigúedad, trató de que la base sólida de sus teorías fuese sólo la experiencia, no titubeó en definir la química, la ciencia de la análisis. La análisis, decia, es la que demuestra que la sal no es un elemento, como se creia, puesto que la trasforma en ácido y hase. La análisis es la que demuestra que el ácido y la base tam- poco son elementos, puesto que saca un radical no metálico de aquel, un radical metálico de esta, y oxigeno de uno y de otra. La química no puede admitir como simples unos cuerpos que descompone, ni designar como lales mas que aquellos que no descompone. Así camina la química bácia su fin, añade Lavoisier, divi- 93 diendo, volviendo á dividir y subdividiendo sin cesar. ¿Hasta dónde llegara? Nadie lo sabe. Lo que tenemos por simple, no pasa de ser el confin práctico donde se para la subdivision, la análisis, mas no seguramente el verdadero que la naturaleza tenga marcado como último límite de la descomposición de los cuerpos. Muchos químicos, arrastrados hoy por la corriente de las opi- niones reinantes, no ven la amalgama acertada de atrevimiento y prudencia, en que Lavoisier sentó en su tiempo la clasificacion de los cuerpos que tenia que llamar simples, porque las fuerzas de la quimica eran impotentes para descomponerlos. Los dividió en cinco clases, y no daña considerar la distancia de la época actual. La potasa y la sosa eran una de ellas; pero en su conceplo estaban probablemente tan próximas á ser descompueslas, que no vaciló en excluirlas de la tabla de los cuerpos simples. La barita, la cal, la alúmina, la magnesia, la sílice forma- ban otra. Las tuvo por óxidos, como lo ha confirmado la expe- riencia, y anunció que más temprano ó más tarde se reduci- rian, pero las dió puesto interino sin embargo en su tabla de los cuerpos simples. Hizo una clase aparte con los metales entonces conocidos, clase aumentada con otros muchos metales descubiertos de 60 años acá. Formó tambien una clase especial con los cuerpos no me- tálicos, excepto tres, la cual se ha aumentado luego con el des- cubrimiento del cloro, el bromo, el yodo y el selenio. Pero si bien se ciñó Lavoisier á representar fielmente los re- sultados de la experiencia, interpretandolos con una libertad justificada por los trabajos de sus sucesores, no renunció á sentar cierta distincion, que ha desaparecido de la enseñanza, entre los cuerpos indescomponibles ó simples de la química, cuales los dá la experiencia, y los elementos propiamente tales. No es dificil columbrar, con efecto, que Lavoisier no con- cedia a los metales, muchos ya en su tiempo, ni á los cuerpos no metalicos indescomponibles tambien, el carácter de verdade- ras sustancias elementales. Fuese repugnancia á considerar que debian ser muchos los 94 elementos reales de los cuerpos, lo cual no concuerda con efecto con la economía que ordinariamente emplea la naturaleza en cumplir sus designios, fuese obediencia á miras ocullas cuyo secreto se guardó, lo cierto es que al sentar Lavoisier la exis- tencia de 32 cuerpos indescomponibles con los recursos cono- cidos en su liempo, y al considerarlos por tanto como los cuer- pos simples relativos de la química, admitió tambien la exis- tencia de otra clase de cuerpos más simples aún. Con ellos, en número de cinco, forma una clase delermi- nada, denominándolos sustancias simples pertenecientes ú los tres reinos, y quese pueden mirar como elementos de los cuerpos. Eran la luz, el calórico, el oxigeno, el ázoe y el hidrógeno. Dejó pues sentado Lavoisier con toda claridad, que se debe desechar cualquier juicio prematuro sobre la esencia de la ma- teria; que se debe considerar á la química como la ciencia que enseña á descomponer los cuerpos, y á estudiar los materiales cada vez ménos compuestos que de ellos se sacan; que en la práctica se debe reservar el nombre de cuerpos simples á los que todavía no consigue separar; pero que no ha lugar á con- fundir estos cuerpos simples, que marcan el limite de las facul- tades de la experiencia, con los verdaderos elementos de los cuerpos, enlre cuyos elementos puede haber barreras que no consigan salvar todavía las fuerzas conocidas. Todos los maestros de la ciencia posteriores á él, han profe- sado igual opinion. Conformes con el fundador de la química moderna, todos han admitido sin excepcion que conviene lla- mar cuerpos simples de la química á los que se resisten á las fuerzas de la misma. Sin prelender que estos cuerpos simples fuesen los elementos mismos de los cuerpos, han podido sin embargo dejar revolotear alguna incertidumbre acerca de su opinion. No han hablado con efecto en general de los elementos, convencidos, como los con- ¡emporaneos de Lavoisier y el mismo Lavoisier, de que tocante á la esencia de la materia y á la naturaleza de los elementos, usando su lenguaje, se sabe lan poco que, dígase lo que quiera en este punto, se dice siempre de más, y el discurso más dis- creto sobre semejante asunto es el más corto. Sentando, como creo poderlo hacer, que los radicales de la 95 quimica orgánica y los de la mineral presentan manifiestas ana- logías, bien de colocacion en grupos naturales, bien de caracte- res de las familias que constituyen, no se alterará dicha si- luacion. Siempre seguirá siendo cierto que la química considera como compuestos á los cuerpos que descompone, y como indes- componibles á los que no descompone. Lo mismo que cuando pone entre los cuerpos indescompo- nibles cualquier sustancia, quiere decir que se ha resistido esta a las fuerzas, á lodas las fuerzas de que dispone. Y no se enliendan por estas sólo el calor, la luz y la electri- cidad. La experiencia nos enseña que, salvas ligerísimas excep- ciones, no producen estas fuerzas análisis alguna ó descomposi- cion que no puedan realizar las fuerzas químicas; y que por lo contrario, las fuerzas de la química consiguen en muchas 0ca- siones descomponer sustancias que el calor, la luz ni la elec- tricidad alteran. El químico que inscribiese en la lista de los cuerpos indes- componibles una sustancia que se hubiera resistido á la accion de las fuerzas fisicas, y mejor aún á la de las químicas, eslaria pues absolutamente en su derecho. No le basta esto sin embargo. Quiere que tal sustancia no se manifiesle incapaz de combinarse con otras no descompuestas; en suma, que no actue como si estuviesen satisfechas sus afinidades. Lavoisier decia: la alúmina y la cal deben ser óxidos, por- que rehusan combinarse con el oxigeno, como si estuviesen sa- turados de él. Hoy, con arreglo á este principio, nadie pondrá al acido fluorhidrico entre los cuerpos simples, aun cuando no se hubiera sacado de él hidrógeno, por la única razon de ser un cuerpo que no se une en masa con los metales ni con los cuerpos no metálicos. Los químicos reconocen, pues, que un cuerpo es simple, ó más bien que tienen que habérselas con un radical indescom- ponible, por los tres signos siguientes: 1.2 Que se resiste á las fuerzas fisicas. 2.2 Que se resiste á las fuerzas químicas. 3. Que es capaz de combinarse, sin perder peso, con los cuerpos simples Ó radicales conocidos. 96 Se puede asegurar por tanto que cualquier trabajo encami- nado á reconocer si los radicales ó cuerpos simples así definidos resisten á la aplicacion de las fuerzas químicas, y en especial á la de las físicas, carece de objeto, puesto que está convenido llamarlos simples en cuanto disfrutan de estas propiedades. Tampoco se necesila enseñar á los quimicos que los cuerpos que no pueden descomponer no se descomponen, como no lo sería que los compuestos se descomponen; son dos verdades de igual clase. Los quimicos han llevado con efecto la análisis hasta donde lo permitia la polencia de las fuerzas de que disponen, ó la energía de las reacciones, cuyas fórmulas conocen. Todavía han hecho más, que ha sido reducir con esta aná- lisis lodos los cuerpos de la naturaleza á ciertos metálicos ó no metálicos, que manifiestan con caracteres comunes incontesta- bles, y con una afinidad mútua, enérgica, que todos son radica- les de igual clase. Porque en tal situacion nazca alguna razon de dudar que estos radicales sean cuerpos simples, y de que la química haya dicho cuanto tenga que decir acerca de ellos, ¿se ha de volver a empezar la serie de demostraciones perfectamente sentadas, que prueban que hasta ahora no se han podido descomponer? No pienso así. Las manipulaciones infinitas de los laboralorios de la ciencia y de la industria, de un siglo acá, no han podido dejar vislumbre siquiera de duda. No se trala de volver atras; lo que el pasado nos dice, todos lo toman por cierto y por sufi- cientemente probado. Trátase de mirar á lo futuro, y de ver si es posible dar un paso adelante, pero un paso dificil, el más dificil en mi con- cepto que la ciencia humana haya intentado, y que exije desde luego otra cosa más que el empleo del calor, ó la aplicacion de las fuerzas eléctricas comunes, permitaseme decirlo. Con efecto, si la química es una ciencia nueva, los fenóme- nos químicos son lan antiguos como el mundo; y esos radicales de la química mineral que se trataria de sujetar á ullerior des- composicion, no los conocen de ayer los hombres. Desde los tiempos históricos primitivos se columbra su existencia, y en cierto modo su inmutabilidad tambien. No los descubrió Lavoi- sl sier; existian: no hizo más que ponerlos en su verdadero sitio; no descubrió las reacciones que los producen, ó las que eviden= cian sus afinidades nalurales; conocianlas las artes; sabian aprovecharlas los laboratorios; no hizo mas que explicarlas, dar la teoría de ellas. Descomponer los radicales de la química mineral sería, pues, una obra más dificil que la que tuvo Lavoisier la dicha de em- prender y concluir, porque equivaldria á evidenciar, nosólo seres nuevos y desconocidos, como de cuando en cuando se descubren, sino seres de nueva y desconocida naturaleza, cuyos aspectos 6 propiedades no puede representarse nuestro entendimiento con analogía ninguna. Equivaldria á llevar la análisis de la materia hasta un punto, que de conocimiento de los hombres, no han al- canzado jamás las fuerzas naturales más enérgicas, ni las combi- naciones y los procedimientos de la ciencia más prepotente. Equivaldria á aprovechar fuerzas que ignoramos ó reacciones por nadie discurridas. Trátase por tanto de uno de los problemas que el enlendi- miento humano necesita meditar siglos enteros, en el cual pueden gaslar sus fuerzas generaciones seguidas, en el cual no cabe la análisis de un Newton, á no venir preparada por los sis- lemas de más de un Copérnico y por el empirismo de más de un Keplero. En resúmen: Los compuestos que los tres reinos ofrecen á nuestro estu- dio, sereducen por la análisis á cierto número de radicales, sus- ceptibles de clasificarse en familias naturales. Los caracteres de estas familias, bien se trate de los radicales de la quimica mineral, bien de los de la orgánica, manifiestan incontestables analogías. Pero los radicales de la química mineral difieren de los de la orgánica en cuanto son compuestos; disfrutan por lo menos tal estabilidad, que las fuerzas conocidas son incapaces para des- componerlos. Pero esta analogía manifiesta entre los radicales de la quí- mica mineral y los de la orgánica, autoriza seguramente á pre- euntarse si no son cuerpos compuestos aquellos como estos. Preciso es añadir por último, que no da luz alguna acerca de TOMO IX. 7 98 los medios de llegar á descomponerlos, y que si algun dia su llega, será en virtud de fuerzas ó reacciones que ni siquiera sospechamos. FISICA DEL GLOBO. Sobre las observaciones horarias de declinacion magnética he- chas por el capitan Maquerie y los oficiales del Plover del año 1852 al 1854 en la punta Barrow, junto al mar polar; por Mr. SABINE. (Bibliot. univ. de Ginebra, mayo 1858.) La punta Barrow, situada a 71* 21' de latitud N. y 156% 15' de longitud O. de Greenwich, es el cabo más septentrional de la parle del continente americano comprendida entre el estrecho de Behring y el rio Mackenzie. En la ensenada que allí hay, es- tacionó desde mediados de octubre de 1852 hasta fines de ju- nio de 1854 el navio de la marina real británica Plover, con el fin principal de socorrer y abaslecer á los dos buques de la ex- pedicion de Juan Franklin el Erebe y el Terror á su arribada a aquellos parages; fin que desgraciadamente no se cumplió, porque estos buques no avanzaron hasta allí al marchar del E. al O. En tanto tiempo hizo sólo un viaje el Plover al puerto Clarence, en el estrecho de Behring, de julio á setiembre de 1853, para tomar viveres frescos; y en aquella vida trisle y monótona que llevaron el capitan Maguerie y demás oficiales del navio en la punta Barrow, les entretuvieron sólo las muchas observaciones magnéticas que hicieron. Remilidas al general Sabine, sacó de ellas resultados interesantes, que consignó en una Memoria de 35 paginas en 4.*, leida en la Sociedad Real de Londres el 19 de noviembre de 1857, y publicada luego en las Transacciones filosóficas del mismo año. Proponémonos ex- tractarlas. Los instrumentos magnéticos entregados por el depósito de Woolwich al capitan Maguerie fueron: 1.* dos brújulas de in- clinacion, con circulos verticales de 6 pulgadas de diametro 99 una y 91 la otra, y con sus dos agujas imantadas cada una, cons- truidas por Barrow; 2. un declinómetro portatil, como lo des- cribe el Manual de Riddell, con un imán perforado de 3 pulga- das de largo, y dentro una escala de colimacion, cuyas divisio- nes se leian con un anteojo puesto á cierta dislancia. El observatorio temporal, como lo describe Mr. Hull, cuyo celo y perseverancia en ayudar al capitan Maguerie en las ob- servaciones se citan con elogio, constaba de una casa exterior de hielo, de figura cuadrada, de 12 piés de lado y 7 de alto; y dentro otra de cuero de vaca marina de 7 piés por 6. El de- clinómetro y el anteojo se pusieron sobre dos postes, distantes entre sí 23 piés, clavados en el suelo, y consolidados por el hielo. En el ángulo N. O. se puso otro poste para el cronóme- tro, y fuera del observatorio un pedestal para poner la brújula de inclinacion al tiempo de hacer las observaciones, que se verificaban dos veces á la semana. Las observaciones de hora en hora con el declinómetro se principiaron el 5 de noviembre de 1852. Al momento se notó la conexion de la aurora boreal con los movimientos del imán: cuanto más brillaba, más rápidas eran las variaciones magné- licas; y la aparicion de la aurora al S. correspondia á un mo- vimiento del imán al E. del punto N. magnético, y la misma al N. á otro al O. Tambien se notaron grandes irregularidades de los movimientos del imán durante el dia, en especial por la mañana, y siempre con tiempo nublado ó encapotado. No fué raro ver salirse entonces el imán del campo del anteojo, hácia el E. principalmente, y no volver á entrar hasta algunos mi- nulos despues. El 17 de diciembre de 1852 se levantó un viento recio S. O., que elevó 3 piés el nivel comun del mar, por lo cual hubo que quitar los instrumentos, é interrumpir 5 dias las observaciones. El mismo viento alejó los tempanos de la costa, y quedó más libre el canal. Despues de haber estado pa- radas las observaciones de 1853 del 22 de junio al 11 de octu- bre, se volvieron á continuar hasta el 30 de junio de 1854; se hicieron en total 10.072 en 17 meses. Considera Mr. Sabine aparte las observaciones correspon- dientes á momentos de perturbaciones de los movimientos de la aguja, que asciendan lo ménos á 10 divisiones de la escala, ó 100 sean unos 23 minutos de grado. Se hicieron 1.821 observacio- nes de esta clase, en las cuales fueron como 1,6 es á 1 los des- vios al E. respecto de los al O. De una tabla de estas grandes variaciones, repartidas segun las horas en que ocurrieron, in- fiere el autor, que en las 24 horas hay dos épocas de máximo y dos de mínimo. Sucede el primer máximo de las 7 á las 9 de la mañana, y el primer mínimo de las 3 á las 6 de la tarde; el segundo máximo de las 11 á la 1 de la noche, y un corto minimo entre 3 y 4 de la madrugada. Iguales épocas se advier- ten en Toronto, en el Canadá, y concuerdan mucho con las de las variaciones diurnas del barómetro; unas y otras obede- cen evidentemente á una ley conexionada con las horas del tiempo solar en cada estacion. De otra tabla resulta que el máximo de las oscilaciones de la declinacion magnética de la mañana lo ocasionan principal- mente en la punta Barrow las variaciones orientales, y el de la noche las occidentales, correspondiendo el mínimo en uno y otro caso á las horas de la tarde arriba mencionadas. Pero las perturbaciones al E. son las más marcadas con mucho, puesto que la extension de estas variaciones, respecto de las que su- ceden en el mínimo, guardan la relacion de 25 a 1 en sentido oriental, y de 7á 1 en el occidental. Comparando bajo este aspecto en otra labla las grandes perturbaciones que ocurren en Toronto y en la punta Barrow, saca el autor la conclusion de que las orientales en una estacion corresponden en general, en punto á época é intensidad, á las occidentales de la otra, y vice- versa. Tiene Mr. Sabine por prematuro el buscar una explicacion fisica de todas estas circunstancias. La accion solar es eviden- te, ya por lo dicho, ya por la identidad que anles que nadie comprobó entre el periodo de unos 11 años, señalado por Mr. Schwabe de las manchas del sol, y el de igual duracion de las variaciones magnéticas. «La cuestion más importante, añade, que ocurre resolver, es la concerniente á la manera de versfi- carse la causa primitiva ó excitante. Trátase de saber si los fe- nómenos observados resultan de la influencia del sol actuando independientemente del magnetismo terrestre; ó de una reac- cion en la cual deban considerarse los efectos magnéticos; ó 101 finalmente, si consideraciones físicas de otra especie, como las circunstancias particulares de la tierra 0 de su atmósfera, alte- ran ó nó la accion de la causa primitiva en diferentes parajes. Conocidos ulteriormente los citados fenómenos en pocas eslacio- nes adicionales discretamente distribuidas, acaso se podrán re- solver estas cuestiones ú otras por el estilo, en especial si com- prendiesen las observaciones las variaciones de la fuerza 6 intensidad magnética, asi como las de su direccion. Los recur- sos y métodos de observar son bastante sencillos. Iguales ins- trumentos á los empleados tan util y convenientemente por el capitan Maguerie y demás oficiales, se han entregado á casi todas las expediciones qne de 12 años acá han invernado en el circulo polar ártico; pero el seguir observaciones cada hora por muchos meses de forzosa detencion, careciendo de estímulo profesional ó de direccion efectiva, requiere quizás mayor celo y entusiasmo del que cabe esperar. En una de tales expedicio- nes (la única que por desgracia no ha vuelto), el celo sobrado reconocido de su comandante Juan Franklin en favor de la ciencia, y el afan de sus oficiales por cooperar con él, infundian lisonjeras esperanzas. En las cartas escritas por los comandan- tes del Erebe y del Terror á luego de arribar á la bahía de Baffin, hablan de poner observatorios magnéticos donde quiera que invernasen. Llevaban instrumentos preparados en Wool- wich á la vista de Mr. Riddell, para observar las variaciones de la intensidad y direccion magnética, No cabe duda de que hicieron observaciones de esta clase el invierno de 1845 á 1846, y acaso el siguiente, puesto que debian estar entre los meri- dianos de Toronto y la punta Barrow. La Sociedad Real abriga la esperanza de que se podrán hallar estas colecciones precio- sas de observaciones, recompensando así la decision y perse- verancia con que se sigue buscando al Erebe y al Terror. El distinguido oficial (capitan Mac Clintock), que acaba de salir de las costas británicas, camino del mar polar en el yacht Renard, lleva consigo, merced á la ayuda de la Sociedad Real, los ins- trumentos precisos para observar la direccion y fuerza magné- lica, procedentes todos del observatorio de Kew; y de esperar son interesantes resultados de esta expedicion.» Despues de haber eliminado Mr. Sabine el efecto de las 102 grandes perturbaciones magnéticas de las observaciones hechas en la punta Barrow, llega á números no lan allos, y á épocas correspondientes á las de las variaciones observadas en otras partes, 6 de las solares diurnas regulares. Saca así que la máxima declinacion occidental sucede alli, como en Toronto, entre 1 y 2 de la tarde por término medio, al paso que el total de observaciones lo da hácia las 11 de la noche; la máxima decli- nacion oriental ocurre á cosa de las 7 6 las 8 de la mañana. La variacion diurna regular es mucho mayor en la punta Barrow que en Toronto, puesto que su máximo al E. sube por tér- mino medio á 15',2 en aquel punto y sólo á 4',4 en éste, y los respectivos máximos al 0., á 8',2 y 5',1. La vuelta al E. sucede notablemente más tarde en la punta Barrow que en To- ronto, y el autor lo alribuye á que parte de las variaciones acci- dentales de poca monta están incluidas en las regulares, y á que, segun se dijo antes, las citadas variaciones irregulares ocurren a tales horas al O. en aquel punto, y al E. en este. El antago- nismo de horas que se ve entre las variaciones irregulares en ambos puntos, parece á Mr. Sabine una confirmacion singular de lo conveniente que es considerar aparte y con toda distin- cion las dos clases de variaciones. «La causa primitiva de los fenómenos es, dice, una misma sin duda alguna; una y otra obedecen al influjo de las horas solares, y están igualmente subordinadas al periodo de incremento y decremento que pre- sentan las manchas solares; pero la manera de obrar, ó los ca- minos por donde se producen los efectos, deben ser distintos. Las horas de las variaciones extremas al E. y al O. son pro- bablemente unas mismas para la variacion solar diurna en to- das las partes extra-tropicales de un mismo hemisferio; al paso que son probablemente diversas las épocas de las variaciones accidentales, segun los parages. No influye al parecer nada el valor absoluto de la declinacion magnética en las horas de la variacion diurna, porque es de 41” al E. en la punta Barrow, y de 2” al O. en Toronto; y esta diferencia de 43* en la direc- cion media de la aguja imantada, no la ocasiona en las épocas de las variaciones solares diurnas de declinacion, ni la de 28% entre las latitudes de ambos puntos.» En cuanto á la amplitud de las variaciones, comparadas con 103 su punto extremo occidental, donde es casi la mínima la influen- cia de las perturbaciones, sale de 5,1 en Toronto y de 8',2 en la punta Barrow. Ahora bien, los valores de la fuerza magné- tica terrestre horizontal son respectivamente 3,53 y 1,79. Si la variacion estuviese exactamente en razon inversa con estos valores, deberia ser de 10' en la punta Barrow, siendo de 5',1 en Toronto; pero como no se trata mas que de valores aproxi- mados, se puede decir que las amplitudes de las variaciones regulares están casi en razon inversa con las intensidades ho- rizontales. Comparadas las amplitudes de las variaciones acci- dentales, se ve desproporcion excesiva de efectos, puesto que rara vez pasan tales variaciones de 2 en Toronto, mientras que son 9 ó 10 veces mayores en la punta Barrow, segun las observaciones apuntadas; y todavía lo son más en realidad, porque el imán del declinómetro traspasó 40 veces, al tiempo de observar, los límites de su escala dividida, correspondientes á cosa de 3 á uno y otro lado de la posicion media. No puede pues explicarse la diferente fuerza magnética horizontal por las grandes perturbaciones ocasionales referidas. A estas grandes variaciones acompañan frecuentes auroras boreales en la punta Barrow. Los meses de diciembre, enero y febrero, cuando apenas habia dia en aquel parage, y cuando es- taba por lo comun raso el cielo, en 1786 observaciones magnée- ticas horarias apuntadas el primer año de estancia, hay 464 con aurora. Se vió esta tambien el año siguiente 615 veces en 1837 observaciones, lo cual da en los 2 años una tercera parte casi de las horas de observacion. Apareció especialmente de las 7 de la tarde á las 7 de la mañana, viéndose apuntada así 6 veces de 7 en los 3 meses mencionados. Es singularisimo que en medio de tan grande frecuencia de apariciones de aurora boreal, y no obstante lo largo de las no- ches polares, no haya observada una sóla entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde, lo cual no indica únicamente la invisibilidad, sino la falla de aurora á tales horas. La más fre- cuente es la 1 de la madrugada, siendo muy regular el decre- mento de la aparicion á uno y otro lado de este máximo. Esta progresion guarda analogía con la de las perturbaciones 0cci- dentales de la declinacion magnética en aquel mismo punto, 104 pero ninguna con la marcha de las orientales. Tampoco se pue- de decir que la presencia de la aurora coincida en casi todos los casos con la existencia simultánea de una perturbacion magné- tica de la clase de las consideradas en esta memoria, porque en las 1079 horas en que se apunta aparicion de aurora, sólo hay 272 6 la cuarta parle casi en que se hayan observado al propio tiempo variaciones de 23" Ó mas. Se hicieron en la punta Barrow 143 observaciones de in- clinacion de la aguja imantada, ya con uno, ya con el otro de los aparatos arriba mencionados. El término medio de las del primer año, ó de 1852 a 1853, dió ............ 8136' segtindo: .ciaqua TD. 10 2 0h ninos lens 81 35,6. Las observaciones con la brújula de 94 pulga- das dieron por término Medi0........oooo.o.... 8135, 4. Las hechas con la de 6 pulcadas:citusl Sala nós $1 36 ,6. Se ven diferencias de algunos minutos de grado entre los términos medios mensuales, sin advertirse progresion re- gular. METEOROLOGIA. REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de enero de 1859. Pulgadas in- , glesas. Milímetros. BARÓMETRO. Mr AR e RS 0 28,067 |719,889 aia 10) oe 28,361 1720,356 mínima (dia 23). ............ 97,879 (708,114 Oscilacion mensual................. 0,482 192,942 máxima diurna (dia 8). .... 0,259 6,580 minima diurna (dia 15)... .. 0,038 0,966 105 TERMÓMETRO. Fahr. | Reaum. | Cent. Temperatura media.........oo..... 39% 4| 30,29] 4*,11 máxima (dia 24)........ 45,71 6,09| 7,61 mima dia-11). Gu 34,4| 1,07] 1,34 DCi tion mensual chona asirio 11,3| 5,02| 6,27 máxima diurna (dia 12)....| 27,5| 12,22/15,97 minima diurna (dia 30)..... 3,5 1,551 1,94 PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. | Milímetros. Lluvia caida en el mes.............. 0,325 8,256 106 w()£ “WOJEQ BUIXBUL “De 19SQ] 676 ““J9WIOWIO] [enue UOTOR]Ios() G£L “10101 |8L'09L **¡enue erpowa uolsoJg| eegT *"penue epa esmpelodwoL L86 | T6 | 16 8 t El SYL | 09L | T2L 7 ql at el |" qualoy E p l 01 08 Y 68L | €E9L | 09. | é< ar | 30 A €l 6 8 tl vr el G9L | 99. | G9L [97 681 | 86 | V6T [amenos si T 6 vr 8l 8 98L | T9L | E£9L [T9 6T | 186 | 903 | “o1o8y = l 6 L 06 6 84L | L9L | 89. [79 6 |. 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Se emprendió para una profundidad presunta de 250 metros, y el año de 1854 se habia llegado á la de 465, que es la actual, no sin que ocurriesen frecuentes interrupcio- nes. Deducido el tiempo perdido, y no obstante las especia- les dificultades de un terreno desconocido, se obtuvo la citada profundidad de 465 metros en menos de 2 años de trabajo efec- tivo dia y noche. La terraza del palacio, que constituye un jardin, está ele- vada 20 metros sobre el nivel del mar. El eje del sondeo dis- ta 152 de la orilla. Debajo de la tierra vegetal y del terreno de acarreo, atra- vesó primero la sonda 85",90 de loba volcánica sólida, luego 122,10 de alternancias estratificadas de arenas, piedras po- mez mezcladas con cenizas, arcillas arenáceas y cantos traquí- ticos. La formacion de la toba volcánica de los campos Flegreos tiene por consiguiente su base á 204",50 debajo del nivel del mar. El terreno subapenino que le sigue consta de margas azu- les, más ó ménos compactas y arenáceas, con conchas marinas; arenas finas que contienen cantos rodados de arenisca y conchas tambien marinas; en seguida margas compactas azules micá- 112 ceas muy conchíferas. La base de esta formacion, de un espesor de 98,70, está 303 metros debajo del nivel del mar. Las are- nas, que lienen 25=,58 de potencia, contienen una capa de agua ascendente, que sube á 87,50 sobre el nivel del mar. Continuando el taladrado se llegó á la formacion del ma- cigno, caracterizada por la presencia de las fucoideas y por la falta de conchas fósiles. Los diferentes estratos de esle ter reno están constituidos por areniscas incoherentes, arenas y ar- cillas margosas hasta 4435 metros de profundidad debajo del nivel del mar, 6 465 del de la terraza del palacio. Desde estas arenas ascendió hasta 10,50 sobre el nivel del mar el agua de otra capa dotada de mayor fuerza impelente que la an- terior. Sube esta capa por la columna central, mientras que la otra se conserva en el espacio anular comprendido entre dos tuberías de diámetros desiguales, El nivel de esta permanecia constante, al paso que el de la columna interior experimentaba conli- nuas oscilaciones. Se hicieron perforar horizontalmente las pa- redes de las dos tuberias á 8 metros debajo del nivel del mar. Pero apenas se hubo abierto la columna exterior sólo, estando todavia la terraja dentro del taladro, cuando saltó fuera el agua con un ruido inusitado, y con ella se desprendió tanto acido carbónico, que costó mucho trabajo sacar sanos y sal- vos los obreros, á quienes por precaucion se les habian atado cuerdas. | De la cúspide de la columna de los tubos exteriores, situada a 13 metros sobre el nivel del mar, y por todo el espacio libre existente entre las dos columnas, salió el agua con suma veloci- dad; pero al volver á caer al fondo de la excavacion la absorbie- ron los terrenos incoherentes que recubren á la loba volcánica, y corrió sublerráneamente hasta el mar; el nivel del agua dentro del tubo subió sólo á 2*,75. El volúmen de agua parecia que aumentaba progresivamente, experimentando intermiltencias, despues de las cuales despedia el agua cantidades bastante grandes de ácido carbónico; y como este se estancaba dentro de la excavación auxiliar á 6 metros de profundidad, dificul taba mucho las operaciones. Por lo que queda expuesto era de inferir con alguna proba- 113 bilidad, que se obtendria un volúmen considerable de agua ha- ciendo brotar con mayor velocidad las de las dos capas conteni- das en los tubos, tanto internos como externos. El Rey, que mira con el mayor interés todas las invenciones útiles, estuvo el 21 de setiembre último á visitar el sondeo, y despues de haber discutido largo tiempo con los vocales de una comision especial acerca de todas las cuestiones que, ya miradas bajo el aspecto fisico, ya bajo el geológico, se hallan en relacion con el fenómeno producido, mandó construir inmediatamente un canal sublerráneo para poder utilizar en una parte de la ciudad las aguas obtenidas. A fines de diciembre se terminó el canal; los experimentos 6 medidas hechas en todo enero dieron para el volúmen de agua, que sube á 8 metros sobre el nivel del mar, números que va- riaron entre 335 y 462 litros por minulo. La temperatura de esta agua fué invariablemenle de 20 grados. Por último, el 29 de enero se cortaron decididamente las tuberías á 7%,80 sobre el nivel del mar; la cantidad de agua y arena que enlonces surtia eran unos 1.000 litros por minuto; esta cantidad fué creciendo progresivamente hasta el 14 de marzo, en que se verificó el decimooctavo experimento de aforo, midiéndose 1.300 litros; en el dia llegan ya a 1.408. Guiscardi ha examinado el gas que se desprende del agua del pozo artesiano taladrado en el jardin del palacio del Rey de Nápoles. Lo analizó el 26 de octubre de 1857 á las 10 de la mañana. Estaba el aire á la temperatura de 190,5, y le- nia el gas la de 20 grados. Es tal gas una mezcla de aire almos- férico y ácido carbónico: tres análisis dieron 43,4, 41,0 y 42,3 por 100 de acido carbónico. Dalos generales sobre la geología de una parte hasta hoy en—- teramente desconocida del Asia Menor; por Mr. P. br TcHYHAtrcHEF. (L'Institut, 28 julio 4838.) El autor envia de Kerasum, donde estaba el 20 de junio, las nolicias siguientes sobre la geologia de una parte del Asia TOMO IX. 8 114 Menor, situada entre el Ponto y la Armenia propiamente tal, que acaba de visitar, y que hasta el dia era una tierra poco me- nos que desconocida. Coge un espacio de 200 kilómetros de N. aS., y de 500 de O. á E. «Yendo de Samsun del N. N. O. alS. $. E. al lugar de Sumisa, y siguiendo el Licus (Germeilitchai) desde Sumisa hasta Chabhana-Karahissar, me convencí de que loda aque- lla parte del Ponto es muy montañosa y frondosa; se compo- ne en su mayor parte de la misma traquita de pasta piroxéni- ca oscura y de cristales de feldespato blanco, que es la roca más comun en el vasto territorio traquítico del Asia Menor. Aquellas erupciones traquíticas que en varios puntos del pais de que hablamos llegan á considerable altura, alternan con ma- cizos calizos, cuya edad desesperaba de poder determinar, cuando estando á dos jornadas al O. de Chabhana-Karahissar tuve la fortuna de descubrir en ellos muchos Nummulites acompañados de varias especies de Terebrátulas, y celebré tanto más des- cubrir estas, cuanto que se desconocen casi los Braquiopodes en los depósilos nummulíticos del Asia Menor. Las alternaciones en- tre las traquitas y las calizas nummulíticas (lodas de estratos muy levantados, buzando por lo general al N. O. y al N. E.) son tan frecuentes, que no se podrian pintar todas sino en una carta de escala muy grande; la geológica del Asia Menor, que me propongo publicar, indicará sólo algunos de estos curiosos enredos, ciñendome á consignar en el texto todos los detalles, sin olvidar las interesantes observaciones que he podido hacer sobre los fenómenos de contacto entre las traquitas y las calizas. En medio de aquella aglomeracion, al parecer caótica, de traquitas y depósitos nummulíticos, predominan aquellas, y ocupan el es- pacio más considerable. Las rocas traquíticas componen exclo- sivamente la interesante comarca donde está la ciudad de Chab- hana-Karabissar; y llevados sin duda de noticias inexactas, cuya fuente ignoro, la han representado Murchison y Dumont como perteneciente á la formacion cretácea en sus cartas geológicas de Europa, para las cuales dí yo los datos tocantes á la parte del Asia Menor situada al O. de Chabhana-Karabissar. El hecho es que no hay indicio alguno allí de tal formacion cretácea, al paso que por lo contrario la roca traquítica que únicamente cons- 115 tituye aquella comarca, ofrece particularidades curiosas á lo sumo. ZOVOLOGIA. Sobre un método nuevo de estudiar los cetáceos; por Mx. Es- CHRICHT, profesor de la Universidad de Copenhague. (Comptes rendus, 42 julio 4858 ) En tanto que la zoologia ha hecho inmensos progresos en este siglo en todos sus demás ramos, la cetologia ha permane- cido en gran atraso. Así pues, al paso que el estudio de todos los demás animales se ha hecho cada vez más fácil, gracias á la perfeccion del microscopio, de las casas de fieras, y última- mente de los acuarios, las dificultades del estudio de los ce- táceos han aumentado de un año á otro. La pesca de las ballenas, que en otro tiempo se extendia desde las costas de Francia y España al mar abierto de la Islandia, del Spitzberg hasta más allá del Ecuador, apenas se hace aho- ra por los buques balleneros sino en el mar Pacifico, ó más bien en las costas del Japon y del golfo de Okhotek en la Siberia, y en el estrecho de Behring, último refugio tal vez de una industria que ha destruido un celo exagerado. Esto, por lo que respecta á los grandes cetáceos, que consti- tuyen el objeto de una pesca regular, como las ballenas francas 6 verdaderas ballenas (Rightwales) de los marinos, y tambien los cachalotes. En cuanto á los demás celáceosde magnitud colosal, que noson objeto de una pesca regular, ni nunca los han adquirido los museos sino por varadas accidentales, con especialidad los ballenópteros ó rorcuales, su estudio ha ofrecido siempre difi- cultades casi insuperables. Esto consiste, en primer lugar en que no puede determinarse su especie, mientras no se establezca el diagnóstico de las diferentes especies de dicho grupo; y en segundo, porque el exámen anatómico de un celáceo de mag- gilud colosal encallado en la playa, no puede practicarse sino de un modo incompleto. Y no es pequeña adquisicion, la de procurarse de tiempo en tiempo un esqueleto casi completo. 116 Relativamente á los cetáceos de menores dimensiones, na- die duda que los naturalistas los obtienen con mucha mayor fa- cilidad. Así pues, la anatomía del marsopla es perfectamente conocida casi bajo lodos sus aspectos. Quedarán, sin embargo, muchas cuestiones por resolver, mientras no se disponga sino de muestras tomadas accidentalmente en las redes de pescar. En los siglos pasados, la anatomía de diferentes especies de del- finesó marsuinos hubiera podido hacerse fácilmente, pues habia aún pesquerías regulares de estos animales á lo largo de las costas europeas, como las de Grecia, Francia y España. He tenido ocasion oportuna de observar las inmensas ventajas que estas pesquerías regulares ofrecen el estudio. Todavía sub- sisten dos en las islas dinamarquesas situadas entre la Suecia y la Jutlandia; una y otra sirven para la pesca del marsuino co- mun. Es evidente que este cetáceo, al perseguir á las sardinas, entra con mucha regularidad, y en gran número, todas las pri- maveras en el Báltico, para salir de él en los meses de diciem- bre y enero. Pero lo notable es que entra siempre por el Sund, entre la Suecia y la isla de Seeland, en la cual está situada Co- penhague, y sale siempre por el Pequeño Belt, entre la Fionia y la Jutlandia. He dicho que en estas dos pesquerías regulares de mar- suinos he tenido oportunidad de ver las inmensas ventajas que ofrecen los indicados establecimientos en las costas para el estudio de la anatomía y fisiologia de los cetáceos en general. Lo que ne- cesitamos para fundar la celologia sobre una base sólida, no son, en mi concepto, las monografias de cierlos individuos enca- llados acá y allá, sino las de ciertas especies, bastante com- pletas para ponernos en estado, primero de formar una idea clara de su modo de vivir, de sus emigraciones, y en una pa- labra, de su fisiologia, y luego de poder distinguir la especie en los dos sexos y en las diferentes épocas de su desarrollo, no solo por el conjunto de los caracteres exteriores y por el esque- leto entero, sino tambien en general por cada una de sus parles, y sobre todo por aquellas que no ha alacado la maceracion, puesto que muchas veces estas partes aisladas es todo lo que los zoólogos tienen á su disposicion. He aqui, en efecto, lo que puede hacerse; y no sería muy di- ficil respecto del marsuino comun, por medio de las pesquerías ya 117 mencionadas, que se hacen en las islas dinamarquesas. En pri - mer lugar pueden adquirirse en los meses de mayo y abril, y luego en diciembre y enero, tantos marsuinos como se quiera enteramente frescos, y aun tambien algunas veces vivos. (Ha- lláandome en Copenhague, me enviaron un individuo que no murió hasta pasadas 12 horas, á consecuencia de una inyeccion de agua tibia en las venas, hecha para medir la cantidad de la sangre). Se pueden conseguir machos y hembras, adultos y jó- venes, que maman todavía, y tambien fetos del mes de diciem- bre, y aun de noviembre hasta mayo; de manera que no faltan probablemente sino felos de los dos primeros y del último. No es posible apreciar debidamente la ventaja de un número in- definido de ejemplares que se renueve de seis en seis meses; eslo sin contar la ventaja de poder continuar un exámen interrum- pido por una razon cualquiera, y de repetir más adelante otro de resultados dudosos. Hay cuestiones que es imposible resol- ver, si no se dispone de gran número de muestras. Por ejem- plo, para saber hasta dónde llega la diferencia individual en el número de las vértebras ó de las costillas, y en general para distinguir las formas individuales ó accidentales, de las que pertenecen á la especie; pues en efecto, el número de las prue- bas da la medida del valor del exámen. Pero el mayor valor de las observaciones, hechas con ejemplares procedentes de una determinada pesquería, es que la prueba de su exactitud se halla al alcance de todos. Es un error creer que se ha visto lodo lo que debe verse, y que se ha hallado todo lo que puede descu- brirse en cierta especie; pues que los ojos de otro observador advertirán en ella nuevas cosas, al paso que las cuestiones que nos han parecido de la mayor importancia, ofrecerán á nues- tros sucesores mucho ménos interés que el de las que ellos ha- bráan de resolver. Por el natural desarrollo de la ciencia, toda monografía cimentada en un ejemplar aislado, ha de ser como un individuo esteril en la historia de la ciencia; en tanto que la verdadera monografía de una especie se hallará sujeta siem- pre indefinidamente á correcciones, aumentos y modificaciones. Tomando como tema de estos estudios la misma especie que conslituye el objeto de una pesca regular, se tiene además la gran ventaja de poder aprovecharse de las observaciones hechas 118 por los pescadores en estos animales vivos. Sabido es que esos hombres prácticos tienen la mayor perspicacia en todo lo relativo a su oficio, al paso que ignoran todo lo que no se refiere directa- mente á él. El marino ballenero distinguirá las verdaderas ba- llenas de cualquiera otra especie de ellas por la forma y el co- lor de todo lo que se muestra en la superficie del mar mientras nadan, y por su manera de dejarse ver y de sumerjirse; á una distancia mayor las distinguirá por la forma del vapor de su aliento, que á cierta distancia es tan parecido á unos chorros de agua, que se les confunde con ellos; y en la oscuridad de la noche, por el ruido de su resoplido, que se oye algunas veces á la dis- tancia de más de 1 kilómetro. Y no obstante, para ese mismo marino ballenero, tan gran observador en los limiles de su ofi- cio, todas las diferentes especies de cetáceos con dientes serán ó marsuinos (porpesses de los ingleses), 6 delfines, ó sopladores (grampus de los ingleses), y contará tal vez historias de ellos, que positivamente no pasarán de fabulas. Lo mismo puede de- cirse de los pescadores de las costas. Su testimonio no tiene abso- lutamente la menor autoridad, excepto en lo que se refiere á la especie á cuya pesca se dedican; pero en lo relativo a ella, el sabio debe hacerse discipulo del pescador. Júzguese, en vista de esto, hasta qué punto debió ser prove- choso para el estudio de los cetáceos ese manantial que se agotaba cuando las antiguas pesquerías cesaron en las costas de Francia y de tantos otros paises. Y tanto más, cuanto que no eran sola- mente diferentes especies de delfines las que servian de objeto de dichas pescas en las costas europeas, sino tambien muchas es- pecies de ballenas, y particularmente en el golfo de Vizcaya, hasta de verdaderas ballenas. Pero al fin, se nos dirá, ese ma- nantial está agotado, pues al parecer no hay ya vestigio algu- no de verdaderas ballenas ó de cachalotes en las costas de Eu- ropa. No obstante, si esa fuente se ha tenido por tan rica para la ciencia, veamos si por acaso existe en otras costas accesibles á los zoólogos. Dirijamos una mirada, por ejemplo, á las colonias dinamarquesas más distantes en direccion N. Desde luego se presentan á nuestra vista las islas de Faero, cuyos habitantes han llegado á un grado de civilizacion nolable, 119 aunque respecto a su alimentacion apenas están más adelantados de lo que se hallaban en el siglo XVII los habitantes de la Nor- mandía. La carne de ciertos celáceos es para ellos un manjar deli- cioso, y su pesca ha llegado á serles una verdadera necesidad: asi es que su falta les produce un efecto igual al que causa en otros paises la escasez de trigo. La especie más comun en sus costas esla de que aquí se trata; pero lo que es comun en una cos- la, escasea en otra, y vice-versa. La especie tan abundante en las costas de las islas de Faero, especie que se ha pescado en ellas por millares casi todos los años desde que dichas islas están habitadas, no es el marsuino comun, ni el delfin ordinario, sino el grindewall ó marsopla de cabeza redonda, especie intro- ducida en el sistema de los sabios por Jorge Cuvier, á conse- cuencia de la encallada de una banda perdida en las coslas de Francia. Su nombre sistemático es D. globiceps. Hay otra especie de cetáceos, cuya aparicion en las costas de las mismas islas no es menos regular, pero su número es tan limitado, que apenas excede al año de cinco ó seis indivi- duos. Dicha especie es el famoso dogling de los habitantes de aquellas islas, llamada por los noruegos ballenas de pico de ánade. Los doglings, lo mismo que los grind, no viven cerca de esas islas, sino que únicamente se encuentran en ellas á su paso de los mares polares al Atlántico; y casi todos los individuos que se acercan á las costas los matan hasta el último. Ningun otro hecho prueba mejor la regularidad de los viajes de estos animales de paso, que el de la aparicion anual de otros individuos de la misma especie en las referidas costas. Lo que está fuera de duda por un milo del pais, es que asi ha ocurrido respecto del dogling desde los tiempos más remotos. Un gigante pagano, vencido por un cristiano, le prometia en recompensa, para obtener su perdon, enviarle todos los años un pájaro y un cetáceo que no se encontra- ban en ninguna otra parte. El pajaro era un cuervo blanco, ave bastante comun en aquellas islas; y el cetáceo, el dogling. Linneo no tenia el menor conocimiento, ni del globiceps, ni del dogling. O. F. Muller lo introdujo en el sistema con el nombre de ba- lena rostrata; nombre que, por un extraño error de O. Fa- bricius, se aplicó á la ballena enana de la Groenlandia. En Francia y en Inglaterra este animal fué conocido á fines del 120 siglo XVMU por unos individuos encallados. Su nombre sisle- málico, por una idea completamente errónea de Lacepede, es Hiperoodon, es decir, celáceo de dientes en el paladar. Además, encuéntrase muy comunmente en las mismas islas una especie de delfin introducida en la ciencia por Mr. Schlegel en Leyden, y por Mr. Rasch en Cristiania; es el lagenorhynchus Eschritchit de Schelegel, 6 leucopleurus de Mr. Rasch. Pero dejemos ya las islas de Faero, y detengámonos algunos instantes en las costas sin disputa más abundantes de cetáceos. Hablamos de las costas groenlandesas del estrecho de Davis. Para formar idea de su riqueza, bajo este aspecto, es preciso considerar desde luego que en ellas como en todos los demás lugares, una especie nunca permanece durante un año enlero. Sin embargo, todas las especies que allí se encuentran con re- gularidad, hacen una mansion más ó ménos larga, asi en invier- no como en verano. Esto consiste en que los celáceos de los pai- ses más boreales llegan en el mes de noviembre, impelidos por la costra de hielo sólido que se extiende hasta aquellos paises. Sólo hay tres especies perlenecientes á esta clase. La primera es el narval, el más polar de todos los cetáceos, y que hasta se complace en habitar debajo de la corteza glacial delos mares boreales. Vive en pequeñas bandas, que por lo re- gular sólo se componen de un macho adulto con sus hembras y sus crias. Para respirar necesitan romper la costra de hielo que los separa del aire, cuyo cuidado ha confiado la naturaleza al padre de familia. Esle es objeto del enorme desarrollo del cani- no izquierdo, mientras que sus dos molares de ambos lados caen pronto, y el canino derecho subsiste casi siempre en estado ru- dimentario. Despues del narval, preséntase en la distribucion geográ- fica el misticeto. En el mes de setiembre baja á la bahia de Baf- fin; y sólo en los meses de diciembre, enero y febrero llega has- ta el estrecho de Davis, es decir, á los 66% ó 65% de latitud; pe- ro en el 67”, y especialmente en la colonia de Holstemborg, es objeto de una pesca bastante regular por parle de los habitan- les de la costa. Los fetos tienen casi todo su liempo á fines de di- cha época, lo cual está de acuerdo con lo que nos dicen los ma- rinos balleneros, esto es, que pare en el mes de marzo. 121 El tercer cetáceo, exclusivamente boreal, es el beluga. Pero si el narval vive siempre más allá del límite del hielo contínuo y el misticeto lo más cerca posible de ese mismo limite, el beluga vive, por el contrario, á cierta distancia del hielo, de modo que la línea de su emigracion anual es paralela a la de la emigracion del misticeto, pero se aleja más (como unos 3? de latitud) del polo. Su estacion de invierno es, por lo tanto, exactamente el estrecho de Davis. No obstante, su pesca regular no se verifica en dicha region, sino más al N. cuando se retira de ella hácia la primavera. Marcha, como el globiceps, en grandes bandas de 30, 100, y algunas veces de más de 1.000 individuos. Su pesca se hace del mismo modo. Toda la banda, rodeada por los buques, y asustada al ruido que hacen los remeros al golpear con los remos la superficie del mar, se dirije á la única salida que le queda en el círculo de los buques, y va a encallar en la playa, donde hasta el último individuo recibe la muerte. Con la retirada hácia el polo de las tres especies boreales del estrecho de Davis, coincide la llegada de las especies que sólo tienen una estacion de verano; así es que el expresado mar es- tá constantemente poblado de cetáceos, pero de celáceos ente- ramente diversos en las diferentes estaciones. Mientras el misticeto, como todos saben, sólo se alimenta de anfipodos y pequeños moluscos, el narval de cefalópodos, y el be- luga prefiere tambien, á lo que parece, estos á los peces, las espe- cies de cetáceos que pasan el verano en el estrecho de Davis y en el golfo de Baffin, todas son ictiófagas, de modo que proba- blemente no llegan alli sino en persecucion de los peces de paso. La lista de estas especies es la siguiente: en primer lugar se encuentra la ballena gibosa 4 humpback de los marinos (kepor- kak de los groenlandeses), cetáceo el más comun en aquellos mares, y al parecer en todos los grandes mares en general, aunque desconocido de los zoólogos antes que Cuvier descri- biese un esqueleto traido del Cabo por Delalande y Rudolphi, en Berlin, un individuo encallado en las costas del Holstein. Por lo que hace á los groenlandeses, es el animal que, despues de las focas, les es más familiar. Así que lo pescan en gran nú- mero, especialmente en la colonia de Frederikshaab en el 64” 122 de latitud. En tiempo de la pesca los felos sólo han llegado á lo más á una cuarla parte de su desarrollo. Vienen luego la gran ballena de aletas, el finwal de los ma- rinos, y la ballena enana. Ni una ni otra se pesca regularmente en aquellas costas, porque se extrae muy poco aceile de ellas. Sigue el marsuino, que sólo sube sin embargo hasla el 68” de latitud; de manera que su region queda dentro de la del gran finwall. Además hay otras especies que van en busca de peces de paso. Asi, una especie de lagenorynchus, diferente de la de las islas Faero, el L. albirostris J-E. Gray, es allí muy comun. Los otros dos cetáceos, tan familiares en las costas de dichas islas, el globiceps y el dogling, que ambos se alimentan de ca- lamares, se presentan de vez en cuando en el estrecho de Da- vis, pero no hacen en él una mansion regular. Fuera de lodos estos cetáceos, es preciso mencionar las or- cas, que representan, entre los mamiferos marinos, el leon y el tigre de los mamiferos terrestres. Marchan en pequeñas bandas de cuatro á cinco individuos, pero bastan muy bien para despedazar un misticeto ó un humpback vivo, de cuya carne se sacian. Estos datos acerca de la distribucion geográfica de los cetá- ceos, “y sus pesquerías en las costas boreales, se Conocen casi totalmente desde hace mucho tiempo, y aun se encuentran en gran parte indicados en la Fauna (GFroenlándica de Fabricius. Indudablemente los naturalistas no han sabido aprovecharse de esas pesquerías regulares de diferentes cetáceos en las costas seplentrionales, y merecen por ello una reconvencion. Con- vengo en que es dificil hacer trasportar los esqueletos y las vís- ceras de animales tan colosales desde las costas de la Groenlan- dia hasta los museos de Europa; pero hubiérase podido empezar por hacer venir fetos del misticeto, del keporkak y de tantos otros cetáceos, de los que nunca se habian visto las vísceras ni un esqueleto entero. Esto es lo que hice primero. En efecto, en virtud de mis estudios sobre los marsuinos, tuve que reco- nocer que casi toda la anatomía de una especie de cetáceos puede hacerse sobre los fetos. Pero muy pronto fuí más lejos; y en esta nueva parte de mi camino, la suerte me fué singu- 123 larmente propicia. Adquirí un amigo en la Groenlandia, Mr. Carlos Holboll, de la: marina real de Dinamarca, y gobernador de las colonias danesas en el estrecho de Davis. Mr. Holboll hizo en favor de mis estudios todo cuanto le fué posible. Su bondad no tenia límites, pues me bastaba expresar un deseo, para lener la seguridad de recibir al año siguiente el objelo que le pedia, á pesar de que algunas veces parecia harto difi- cil obtenerlo. Despues de haber examinado el esqueleto y las visceras de muchas especies, en el estado fetal, me era preciso proceder á este exámen en los adultos. Nunca se habia enviado á Europa desde la Groenlandia un gran esqueleto de cetáceo. Me detenia la consideracion de los gastos; pero Holboll supo hallar medios para obviar la dificultad: sabia que en algunas bahías de la Groenlandia viven ciertos anfipodos tan voraces y numerosos, que una foca cojida en las redes de un pescador es al dia si- guiente un esqueleto, pero un esqueleto tan limpio y con los ligamentos tan bien conservados, como si saliese del laborato- rio de un analómico. Holbo!l convertia dichas bahías en labo- ratorios para su amigo de Copenhague. Los gastos de trasporte se me abonaron en gran parte, á lo menos siempre que los objetos se destinaban al museo de la universidad. Merced á estos desvelos, vi, en el trascurso de 7 ú 8 años, llegar, por ejemplo, la famosa ballena gibosa, casi ignorada hasta entonces por los zoólogos, además de muchos fetos en es- píritu de vino, más de 10 esqueletos enteros, y las principales visceras perfectamente bien conservadas. He dicho que me bas- taba manifestar un deseo para verlo al punto satisfecho. Si queria saber cómo están situadas las barbas en la parte ante- rior del paladar, bastábame escribir á mi amigo: cortad á al- gunos individuos la parte anterior de la mucosa del paladar, con las extremidades anteriores de las barbas bien conservadas. Un año despues habia en mi museo preparaciones que proba- ban hasta la evidencia que en las ballenas gibosas y de alelas, las barbas de ambos lados se unen por delante en forma de una faja trasversal contínua. Si deseaba tener el cerebro de un in- dividuo adulto bien conservado, le escribia: cuando cojais una ballena adulta, cortadle la cabeza; luego hacedle arrancar las 124 Carnes, y quitad del espesor del cráneo todo lo que se pueda, hasta que sólo quede una caja ósea muy delgada alrededor del cerebro, á fin de que todo pueda caber dentro de la barrica que os envio llena de espiritu de vino. Facil escomprender que reuniese muy pronto por este medio más materiales para el estudio de los cetáceos de los mares pola- res, que han existido en lodos los museos juntos de Europa. Si añado además que al mismo tiempo se me enviaron muy ricos materiales para el estudio de la ballena enana, desde Berghen, en la Noruega, donde esta especie se pesca regularmente, y para el del globiceps y del dogling desde las islas de Faero, pare- cerá tal vez que no son elogios lo que merezco, sino más bien la reconvencion de no haber sacado mayor partido en beneficio de la ciencia. Debo hacer observar, sin embargo, que lo que solicito no es el honor de haber ilustrado la anatomía y la fisiologia de las especies de celáceos que viven en los mares del Norte, sino el de haber señalado la verdadera fuente para escribir la historia de los repetidos animales. En mis Memorias acerca de los cetá- ceos, publicadas en las Memorias de la Real Sociedad de Cien- cias de Copenhague, se hallarán muchas observaciones nuevas, y la demostracion de todo lo que dejo expuesto en el museo de anatomía comparada de la universidad de Copenhague. Pero lo más notable de mis Memorias, relativas á los celáceos, es la indicacion de las fuentes de donde he sacado mis materiales, pues el verdadero museo para el estudio de los cetáceos no eslá en Copenhague, sino en esas mismas fuentes. Y aun el mérito de haber reunido tantos materiales no me perlenece, sino que corresponde á mis amigos, y especialmente a mi amigo Holboll. ¡Y no se crea que este se ha limitado á enviarme esqueletos y vísceras! Lejos de ser así, á él y á sus observaciones debo la mayor parte de lo que he podido consignar acerca de las cos- tumbres y las emigraciones de estos animales. ¡Ah! El buque que de nuevo le llevaba á la triste mansion donde habia pasado ya más de 30 años, salió de Copenhague el 26 de marzo de 1856, y desde entonces no han vuelto á recibirse noticias suyas! Acaso hombres más sábios que yo hubieran sacado mejor 125 partido de los recursos que se pusieron á mi disposicion. Diré, no obstante, que creo no haber descuidado nada de cuanto po- dia arrojar alguna luz sobre el objeto de mis estudios, y mi actual residencia en París puede servir de prueba. En efecto, no estoy ahora como en olro tiempo, cuando hacia mis estu- dios bajo la direccion de los Jorge Cuvier, los Blainville y los Geoffroy-Saint-Hilaire, sino que estoy de paso desde Copen- hague á Pamplona. Séame permitido decir cómo y por qué. Despues de haber publicado mis observaciones sobre los doglings (hiperoodon), las ballenas gibosas y las de alela, tra- bajo actualmente, en union con el profesor Mr. Reinhardt de Copenhague, en una monografía de las ballenas francas. Algunos estudios relativos á las costumbres y emigraciones de los misticelos, y además otras investigaciones literarias en es- critosantiguos, ya impresos en dinamarqués, ya conservados en los manuscritos islandeses, me han demostrado que todas las ballenas francas que no viven constantemente á orillas del hielo contínuo del mar Glacial, parecen diferenciarse del misticeto, no sólo especifica, sino tambien genéricamente; de modo que es preciso establecer un nuevo género respecto de las especies que viven en los mares templados. En cuanto á los tropicales, está probado actualmente, sobre todo por los estudios de Mr. Mauri, que no existe ninguna. Pero respecto a las especies de dicho género que viven mas allá del Ecua- dor, especies de que hay dos esqueletos en el Jardin de Plantas, esloy convencido de que se diferencian de las que viven al N, del Ecuador, en el mar Pacifico. Es, por consiguiente, en sumo grado probable que las ballenas francas, objeto en otro tiempo de una pesca especial en el golfo de Viz- caya y en la parte septentrional del Océano Atlántico, perlenecieron á una especie diferente de todas las demás. Ha sido para mi una viva satisfaccion hallar esla proposición expresamente indicada en manuscritos islandeses del siglo XII, á saber, en el famoso Kongskugy-sio 6 Espejo real, el más her- moso monumento de la civilizacion de los antiguos islandeses. No obstanle, siempre era de desear que esto se demostrara por medio de un exámen directo; ¿pero cómo conseguirlo, toda vez que esas ballenas del golfo de Vizcaya parecian haber sido en- 126 lteramente destruidas desde hace muchos siglos, y no queda resto alguno de ellas en los museos? Desconfiaba ya de hallar medio de lograrlo, cuando el profesor Mr. Geoffroy me comuni- có desde Burdeos, que en 1854 se habia dejado ver en San Se- bastian una ballena franca, acompañada de una cria, y que co- jida esta última, se habia llevado su esqueleto á Pamplona. Noti- cia era esta más que suficiente para que un cetólogo solicito se trasladase desde Copenhague al otro lado de los Pirineos, y por consiguiente me puse en camino. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GARciA NAVARRO.) VARIEDADES. - Estrellas de brillo variable. Mr. Otto Struve advirtió el otoño de 1856 una variabilidad considerabilísima de brillo de una estrella teles- cópica, situada en el centro de la nebulosa de Orion, á corta distancia del trapecio. Las observaciones hechas en la primavera de 1857 le dieron el importante resultado de que casi todas las estrellitas situadas en la region huygheniana cerca del trapecio, están sujetas 4 mudanzas de bri- llo más ó ménos considerables y de corto período. Suponiendo que de- penda este fenómeno de las mudanzas ocurridas en la nebulosa misma, dirigió Mr. Otto Struve toda su atencion al brillo respectivo de las dife- rentes partes de la nebulosa, y en general á la distribucion de la sus- tancia nebulosa en épocas distintas, alentado con la esperanza de descu- brir las señales de mudanzas correspondientes á las que llevaba obser- vadas en las estrellas. Para poderse formar juicio en este punto, es preciso continuar los trabajos más tiempo. Entre tanto, llama Struve la atencion de los astrónomos hácia ciertas partes de la nebulosa, que en su concepto experimentan mudanzas de aspecto. De confirmarse este hecho, sería un paso importante dado en el estudio de estos astros enigmáticos. —Observaciones de Jupiter, por Lassell: excelencia de su telescopio de 7 metros de longitud focal: elipticidad de Júpiter. Observando Lassell en la noche del 18 de noviembre de 1858 con su gran telescopio de 7 metros de longitud focal, vió por primera vez en la parte central bri- llante de Júpiter las manchitas ó puntos blancos y redondos que Dawes habia visto en la region meridional del mismo planeta. Veíanse al propio tiempo, algo encima de la línea ecuatorial, dos manchas oscuras de figu- ra oblonga, que parecian rudimentos de una faja que se estaba formando; las fajas tan conocidas de los observadores estaban más estrechas, y eran ménos que suelen. Se congratuló Lassell en extremo con lo que vió, porque le demostró que la última curvatura y bruñido que habia dado al espejo del telescopio de 7 metros eran tan perfectos como las del de 3. Este, con un aumento de 270 veces, no manifestaba los puntos blancos que el grande daba admirablemente visibles con el de 565. La noche del 5 de diciembre verificó Lassell con el micrómetro de doble imágen de Airy varias mediciones del diámetro ó de los diámetros de Júpiter, y sacó los números siguientes; diámetro ecuatorial, 11,115; 128 diámetro á 30? de latitud, 10,955; diámetro á 60? de latitud, 10,627: diá- metro polar, 10,494. Estarian pues el diámetro ecuatorial y el polar en ra- zon de 1 á 0,9441, ó sería este sólo A menor que aquel, ó más bien 1T85T: Creíase hasta ahora que la elipticidad era mayor; y Lassell asegura que tomó exactísimamente las mediciones, y en circunstancias súmamente fa- vorables. (Boletin de la Sociedad real astronómica, diciembre 1858, pág. 55). — Apariciones sucesivas del cometa deHalley. En el Companion tothe Almanac de 1859 se publica una lista de todos los cometas que se vieron del año 11 antes de J. C. hasta el 500 de la era cristiana. Lo que más llama la atencion es que todas las vueltas del cometa de Halley están se- fialadas como habiendo asombrado al público. Se vió el año 11 antes de J. C., segun testimonio de Dion Cassius y de los chinos; el 65 despues de J. C., segun los chinos; el 141 segun los mismos; €l 218 segun Dion Cassius y los chinos; el 295 segun los chinos; el 373 id.; el 451 segun Idacio y los chinos; y como todas las vueltas del año 4%1 hasta nuestros dias están consignadas en libros auténticos, resulta que ni siquiera una visita del cometa de Halley á la tierra, 1867 años hace, ha sido vana ni perdida. —Nueva estrella variable, R de Sagitario. — Estrella doble Gamma de Virgo. El Dr. Lee presentó á la Asociacion británica para el adelanta- miento de las ciencias dos notas, la una sobre una nueva estrella variable A de Sagitario, descubierta por Pogson, y la otra sobre mediciones de la im- portante estrella doble Gamma de Virgo, tomadas simultáneamente en el ob- servatorio de Hartwell por Smyth, en Greenwich por Airy, en Huddenham por Dawes, en Tarnbanks por Fletcher, y en Wrottesley por Wrottesley. No concuerdan cuanto fuera de esperar del estado actual de la ciencia, pero no dejan por eso de desvanecer cualquiera duda acerca de la mútua influencia de las dos componentes de la citada estrella doble. No se pueden negar los dos cambios de distancia y posicion angular; es cierto ser el cam- bio de distancia proporcional al cuadrado del cambio de velocidad angular, lo cual demuestra incontestablemente que una de las estrellas describe una elipse cuyo foco ocupa la otra, y de consiguiente que la ley de la atrac- cion neutoniana, en razon inversa del cuadrado de la distancia, es verda- dera en los espacios estrellares como en los planetarios. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAVARRO.) nr AAC DA — N.* 3."—REVISTA DE CIENCIAS.—Marzo 1859. CIENCIAS EXACTAS. —>¿)YO 400 — ASTRONOMIA. Resúmen de la relacion de los trabajos verificados por la Comision astronómica encargada por el gobierno brasileño de observar en la villa de Paranayua el eclipse total de sol que sucedió el 7 - de setiembre de 1858, por Mr. Lrars. (L'Iostitut, 4. diciembre 4858.) A, principiar el eclipse se vió con algunos anteojos, no con todos, parle del contorno de la luna fuera del sol. No se vieron luego ni rastros de él. Por proyeccion directa en el foco de un objetivo de 27,184 de distancia focal, se vió toda la luna en el espejo despulimentado al principio del eclipse, pero no al fin. Lo más curioso fué que salió impresa su imágen en las fotogra- fías del sol perfectamente eclipsado, sólo al principiar el fe- nómeno. En todas las estaciones donde se observó el eclipse central, y en Rio-Janeiro, donde no fué más que parcial, tomaron color amarillento el cielo, el mar y los objetos terrestres durante el eclipse. En Paranagua se puso amarillo el mar, y la espuma de color de azufre. El cielo, poco antes del eclipse total, tenia el color azul que en las regiones tropicales se ve entre el prime- ro y el segundo arco crepuscular. En el momento de la oscuri- dad se puso de color gris azul aplomáado. No variaron percep- tiblemente las rayas del espectro dado por la luz del dia pocos minulos antes de la oscuridad, pero se puso más vivo el color amarillo. TOMO 1X, 9 130 Apareció el contorno de la luna en Paranagua como en Rio- Janeiro con admirable regularidad. Se necesitó una lente que aumenlase 300 veces para advertir tres escasas desigualdades. Pero al desaparecer y volver á parecer el sol, se vió a la luna con dientes de sierra, y á la media luna solar llena de perlas. A simple vista, al desaparecer y reaparecer el punto solar produjo el mismo efecto que una luz eléctrica. Se le pudo mirar por 20 3 segundos, y lo mismo con los anteojos. No se observó rastro de las sombras movibles y de color que se vieron el año de 1842. Sólo se divisaron los planetas Venus, Mercurio y Saturno, y las estrellas Sirio, Canopus .y otras tres, que parecieron ser « y 6 del Centáuro y « de la Cruz meridional. No se vió á Re- gulo, aunque estaba en el meridiano. Fué poca la oscuridad. Bastante tiempo antes y despues de la oscuridad total, se vió á Venus, y tambien en Rio-Janeiro, lo mismo que á Mercurio y Saturno. Se presentó la corona con todo su esplendor. No formaba anillo bien claro; estaba amarillenta cerca de la luna, y platea- da más lejos. Se componia de un fondo cuya tinta fué disminu- vendo, primero rápidamente desde el borde del astro, ó más bien desde cierta distancia del mismo borde, y luego no tanto. No estaban marcados sus límites, aunque medido su ancho desde el borde del astro resultó de 34 minutos. Al E. se extendia 4 6 5 minutos más, en direccion de un grande haz parabólico de rayos. En el fondo se veian grupos de rayos que se apagaban mucho antes de llegar al borde del mismo. No era este uniforme; parecia formado de rayos entremezclados, y presentaba puntitos variables y resplandecientes como la superficie del sol, sin que se notase no obstante raya alguna tan oscura como la superficie de la luna. En ciertos sitios estaba más luminoso; divisaábanse unas especies de nubes blancas. En el contorno de la luna se vieron 3 grandes grupos de rayos cónicos de bordes convexos, cuya base estaba en la luna. Dos de estos 5 grupos salian de la parte superior del astro, uno á derecha y;¿olro á izquierda de la vertical, y otros dos de la inferior lo mismo. La punta de estos conos estaba á 13 minutos del borde de la luna. El quinto grupo no formaba, como los otros cuatro, un cono nof- 131 mal á la luna, sino que se inclinaba y encorvaba, dirijiendo su punta hácia arriba. En su base cruzaba al grupo inferior del E., y le atravesaba otro grupo de rayos paralelos. Se pro- yectaba como este en un haz ancho parabólico de rayos ténues, que iban al E. del diámetro horizontal de la luna. AL O., y de la parte inferior de la luna, encima del rayo cónico de aquel lado, salia un haz de rayos paralelos normal al limbo del astro. Era el más brillante de todos. Además de estos grandes grupos de rayos, se veian otros muchos rayos más cortos, normales al limbo de la luna, y quesalian á 16 2 minutos de su borde, mien= tras que los rayos grandes salian del limbo mismo del astro. Esta circunstancia permitió notar distintamente, en el grupo de rayos inclinados al E., el movimiento de la luna delante de los mismos, lo cual prueba que la corona pertenece en realidad al sol. Al principiar el eclipse, estaba tambien mucho más viva la corona al E. que al O. Al concluir era al revés. No varió la disposicion general de los rayos interin duró el fenómeno. Se pudo ver toda- vía la corona 18 0 20 segundos despues de reaparecer el sol, pero era menester sacar la media luna solar del campo del an- teojo. Su intensidad luminosa, comparada mediante: un fotó- metro con la region de la luna, era junto á los limbos N. y S. de cosa de 25 veces más brillante que dicha region. No ocasio- naba sombra en los objetos la corona. Se notó polarizacion sen- sible, pero escasa, en un plano normal al limbo del astro. Se vió la corona proyectada en un espejo despulimentado. En Pinheiros y en la estacion central se vió alrededor de la corona, y á corta distancia, un circulo que presentaba los colo- res algo bajos del arco iris, el rojo fuera. Fue más visible este fe- nómeno á la simple vista que con anteojos, y estaba raso el cielo en la region del astro. ¿Seria la corona meteorológica que rodea al sol y á la luna cuando los cubren ligeros vapores ve- siculares, pues en tal caso la formaria la solar? ¿O será un fenó- meno de difraccion? Se vieron en total seis protuberancias, tres en el limbo E.,; perfectamente blancas, sin señal de color rojo, la primera á 45 grados, la segunda á 105, y la tercera á 135 del punto inferior del sol. Eran muy bajas, y más anchas que altas. La primera y la segunda tenian un festoncito negro. Las tres protuberancias 132 citadas desaparecieron detrás de la luna hácia la milad del fenómeno. En el momento de desaparecer, los festones negros parecian proyecciones de las montañas lunares. En el limbo O. se vieron sólo dos protuberancias al principiar el fenómeno, midiendo entonces la primera y mayor 58 segundos de altura a 110 grados, y la segunda a 170 del punto inferior del sol. Al llegar el medio del eclipse tolal, se presentó otra protuberancia á 60 grados del mismo punto. Las tres protuberancias del O. tenian color blanco algo sonrosado. La prominencia medida al principio lo fué otra vez al fin de la oscuridad total, y dió 1'12" á 1' 18" de altura. Tenia al fin varios vértices en vez de dos como al principio, y el segundo, que entonces no hacia más que apuntar, tenia ahora de 14 a 15”. En la estacion de Pinheiros no vieron proluberancia ninguna, pero en Campinas vieron al O., y en la parte superior de la luna, una cadena de protuberancias que ocupaba toda la region situada entre las dos primeras, vis- tas por aquel lado de la estacion central. Los dibujos sacados por los observadores presentan una línea dentada, con vértices más elevados en direccion de la gran protuberancia de la esta- cion central. En esla vieron por dos ó tres segundos en el bor- de de la luna una linea ó arco blanco muy vivo hacia el lado donde acababa de desaparecer el sol al principiar la oscuridad tolal, y al concluir hácia el otro por donde iba á reaparecer. Tenia undulados los bordes esta linea. Al principiar el fenómeno, le pareció tener color rojo el arco á uno de los observadores. Duplicando las protuberancias con un prisma birefringente, las dos imágenes parecian tener igual intensidad. Se vieron las protuberancias proyectadas en un espejo despulimentado. El. dia siguiente al eclipse, no se vieron en el borde E. del sol tres manchas ó fáculas correspondientes á las posiciones que ocupaban la vispera las protuberancias. Observaciones del cometa Donati hechas en el observatorio del Colegio romano; por el P. Succm. (Cosmos, 4 febrero 1859.) El autor resume su Memoria en las conclusiones siguientes. 1.? En el cometa Donati se han visto repetidas varias de 133 las apariencias de los comelas, descritas por autores antiguos, y que se lenian por exageradas. 2.2 Las fases que ha recorrido, son las que debian espe- rarse de ina masa espansiva que se fuera acercando al sol, y que se dilatara irregularmente hasta llegar á la menor distancia del astro foco de calor; que despues cesasen las apariencias de chorros irregulares, sucediéndoles depósitos de capas de formas más regulares y mejor determinadas. Juan Herschel hizo ya observaciones parecidas en el cometa de Halley, cuya figura se presentó irregular hasta llegar al perihelio, y que despues de pasar por este, ofreció sólo formas regulares. 3.2 La polarizacion de la luz de la cabeza y cola del cometa en un plano que pasa siempre por el sol y por el eje del come- ta, cuya polarizacion pude observar en Berlin con Encke y Bruhns, dice el aulor, es prueba evidente de que su luz era so- lar reflejada. 4.” La gran difusion y la indecision de los límites de la cola de los comelas no dejan duda al parecer de que pueden perder algo de su materia, sea por efecto de resistencia del in- termedio en que se muevan, sea por el de la atraccion que los diversos planetas ejerciten en dichas partes de la cola. 5.* La suma tenuidad y la pequeñez de su masa quedan probadas con el hecho de que la luz de Arturo apenas perdió brillo al atravesar una parle bastante densa y bastante próxima a la cabeza del cometa; y con el hecho tambien de que se vió el grupo de estrellas núm. 3 de Messier por el cometa, sin per- der casi nada de su belleza. El hecho de disminuir tanto más el - diámetro del núcleo cuanto se usaban lentes de mayor aumen- to, prueba además que el citado núcleo no era sólido, sino como vaporoso y terminado sólo por límites aparenles que dependian del alcance del anteojo. 6.* La forma tortuosa y arqueada que el mismo núcleo to- mó al ir desapareciendo y acercándose á Venus, indican bas- tante cierta influencia de este planeta; la forma espiral del chorro 0 aureola indica además que la masa del cometa tenia movimiento de rotacion, ó por lo ménos que al acercarse al planeta perturbador, sucedia algun desvio oblicuo de la fuerza proveniente del sol, y que produce la cola. 134 Resta por explicar cómo pueda ocurrir en tan corto tiempo un cambio tan enorme de forma, una difusion lan grande de materia en cuerpos tan raros, y las consiguientes extrañas for- mas que toman. Lejos de pretender dar una solucion definitiva de este dificil problema, creo que es más oportuno advertir que todas las hipótesis hasta el dia sentadas de repulsiones eléctri- cas, magnéticas, elc., son en realidad precarias, y que no me- recen lomarse en consideracion, interin no se demuestre que las fuerzas conocidas son insuficientes para explicar los hechos observados. Las consideraciones siguientes contribuirán en mi concepto á probar que no está ni con mucho demostrada seme- jante insuficiencia. En primer lugar, al venir los cometas de lo profundo del espacio están redondos, y no manifiestan sus irregularidades hasta acercarse al sol; de donde resulta que en este astro reside la fuerza que les hace tomar su figura prolongada y extraña. El sol obra de dos maneras: 1.* por su atraccion ó su gravita- cion; 2.” por su calor; y están por averiguar los efectos que ambas causas pueden producir en un cuerpo de la naturaleza de los cometas. Ahora bien, no me parece dificil probar que la gravitacion por sí sóla debe producir cambios nolables de la figura de un cometa, segun se vaya acercando este al sol. De he- cho sabemos que la accion atractiva de un astro en un planeta recubierto de una capa flúida, ocasiona un cambio de figura, ha- ciéndola pasar de la forma casi esférica á la de un elipsóide, en el caso de ser muy pequeña la fuerza exterior ó perturba- triz respecto de la gravedad peculiar del planeta, y muy pe- queño el diámetro de este respecto de la distancia del cuerpo atrayente: así sucede en los flujos y reflujos del mar y de la atmósfera lerrestre; y precisamente porque la fuerza perturba- triz es pequeña respecto de la gravedad terrestre, se allera po- quiísimo la figura del mar y de la atmósfera. No estan en el mismo caso los cometas que tienen masas sumamente pequeñas y grandisimos volúmenes; de donde resulta: 1.* que la atraccion solar á cierta distancia puede superar mucho á la que haya en- tre las partes del cometa: 2. que esta atraccion es muy distinta en las diferentes porciones de su volúmen: 3.” que para deter minar por tanto la figura de un cometa que ha llegado a cier- : 135 ta proximidad al sol, es menester hallar la figura que toma una masa flúida en el caso de ser comparable la gravedad exterior con la peculiar ó mucho mayor aún, y de no poderse conside rar ya como pequeño el volúmen respecto de la distancia al sol. Con estas nuevas condiciones habrá que buscar, pues, la ley de equilibrio de una masa móvil, suponiendo si se quiere que conste de un núcleo circundado de capas de una materia elástica concéntrica y de densidad creciente. Que yo sepa, está por resolver este problema por la análisis; pero facilmente se comprende que debe variar mucho la distribucion de la masa; que no debe permanecer en el centro la parte más densa, sino acercarse por lo contrario al cuerpo atrayente. En el caso ade- más de ser pequeñisima ó gaseosa la masa del cuerpo atraido, si llegase á estar en alguno parecido al del equilibrio de una columna atmosférica de maleria espansible que tuviese sentada la base en el cuerpo atrayente, se podria considerar hasta cierlo punto el caso de semejante atmósfera como si fuera el del li- mile último de equilibrio que alcanzaria un cometa cuya cabeza propendiese á apoyarse en el sol. Sólo se opondria entonces al contacto la fuerza de proyeccion y de traslacion; pero la distri- bucion de la columna deberia ser la que conviniera á la densi= dad; esto es, la materia más rara ocuparia la parte más lejana, la más densa, la más inmediata, de suerte que podria quedar la cola como aislada y extendida por el espacio, oponiéndose siempre perceptiblemente al sol. Se puede pues mirar el caso del planeta muy denso y muy poco perturbado de forma como el límite primero de minima desfiguracion, y como límile úlli- mo el de la columna atmosférica: entre ambos extremos cabe imaginar una infinidad de formas de elipsóides prolongados, en los cuales se vaya la parle más densa hácia el centro alra- yente, y la más rara se aleje del mismo; y justamente esta es la figura que vemos toma el cometa. El aspecto singular que tomó la cola del cometa al acercarse á Venus, indica al parecer que basta la atraccion de los planetas para ejercitar tambien un efecto perceptible. Puede, pues, la gravitacion sóla dar al cometa la figura de un elipsóide prolongado, con la parte de mayor densidad cer cana al sol, cual lo vemos; y si no sucede que la maleria de 136 los cometas, cediendo á la atraccion mayor, se comprima ó com- dense cada vez más por el lado que mire al sol, consiste, y esto importa no olvidarlo, en que el sol obra además como potencia calorífica, y en que dilatando enormemente la masa del come- ta, la citada potencia ocasiona movimientos notables en su sen- tido; resultando de aquí que como la materia dilatada se debe volver á poner en equilibrio en virtud de la accion de la gra- vedad, segun decíamos antes, la parte más ligera habrá de pro- pender á escaparse del núcleo, y á alejarse del centro más denso, para acomodarse á la distribucion y al orden exigido por la gravedad solar, superior á la del cometa. El hecho por. tanto de que las formas más irregulares del cometa se presen- ten más bien antes que despues del perihelio, no tiene nada de extraño; parece ser por lo contrario consecuencia natural de los fenómenos inversos que acompañan al calentamiento Ó en- friamiento de las masas. La primera de las referidas fases siem- pre es algo tumultuosa; el depósito por enfriamiento es al con- trario más regular; los fenómenos meteorológicos más comunes nos presentan muchos ejemplos de esta diferencia entre los que da de sí la dilatacion por el calor y la condensación por el frio. Si los resultados del cálculo confirmasen las conjeturas que acabamos de apuntar, bastarian las dos fuerzas citadas para explicar las circunstancias esenciales de los fenómenos; y si se añade la resistencia de alguna maleria, que sin duda alguna llena los espacios interiores de la órbila terrestre, maleria que no puede ser el eler luminoso sino otra ponderable, tendremos explicacion suficiente de los aspectos principales que se han visto en el cometa y en los demás, y particularmente del as- pecto vaporoso distinto en los dos lados de la cola, que se ma- nifestó mejor marcado por el que se iba y más difuso é inse- guro por el opuesto, como tambien de la pérdida de maleria que parece haber experimentado en su carrera. Encke pretende haber desvanecido toda duda acerca de la resistencia del mencionado intermedio resistente, fundandose en la aceleracion que experimenta el cometa de corlo periodo que lleva su nombre; y se podrá confirmar esta demostracion con el movimiento de los demás cometas, cuando se procure 137 determinar aparte las dos porciones de la órbita antes y des- pues del paso por el perihelio; pues no es posible, con efecto, que los grandes cambios fisicos que experimenten los cometas al acercarse al sol, dejen de influir en la órbita geométrica que - describa su centro de gravedad. A la demostracion de Encke se le ha opuesto la objecion de que el comela de Halley se retrasa y no se adelanta; pero se puede explicar esta diferencia admiliendo que el intermedio resistente tenga movimiento de rotacion. El cometa de Halley y el de Encke se mueven con efecto en sentidos opuestos: uno es directo, otro relrógrado. : HIDRODINAMICA. Nota sobre los efectos del choque del agua en los conductos; por Mr. MenaBrea. (Comptes rendus, 2 agosto 1858.) Interceptando de repente el movimiento del agua por un tubo conductor, resulta un choque que se designa ordinaria- mente con el nombre de golpe de ariete, y que por lo regular ocasiona la rotura del tubo. Muchos ingenieros han procurado calcular el efecto, ó por mejor decir, determinar la presion ca- paz de ocasionar la rotura que se verifica por la accion del choque. Mas no creo que se hayan lenido en cuenta por lo ge- neral muchos elementos esenciales, á saber: la elasticidad y fragilidad del tubo, y la compresibilidad del agua. La presion, que por mi parte llamaria correspondiente al choque, es muy diversa en un tubo de hierro, por ejemplo, de lo que sería en otro de plomo. La compresibilidad misma del agua ejerce gran influencia, y contribuye considerablemente, como despues veremos, á disminuir los efectos del choque del liquido con el tubo. En la asignatura de construccion, de que soy catedrático en la universidad de Turin, he introducido hace muchos años un método particular para resolver el problema en cuestion. Dicho método se funda en la consideracion de la resistencia viva de los cuerpos, idea fecunda debida al general Poncelet, y que en el caso actual conduce á resultados que la 138 observacion se encarga de confirmar. Voy á presentar un re- súmen de ellos, y pondré fin á esta nota con algunas aplica- ciones numéricas no deslituidas de interés. Cuando el movimiento del agua se ve interrumpido brus- camente en una de las secciones del tubo, prodúcese en ella una compresion que se trasmile de distancia en distancia á to- da la masa del liquido, como tambien al tubo que la contiene. Esto da lugar á una serie de ondas que determinan oscilacio- nes y vibraciones en todo el sistema. Si se tratase de examinar el problema bajo este punto de vista, se tropezaria con las difi- cultades todavía mayores de la teoria de las vibraciones. Pero cuando sólo se tiene por objeto presentar las fórmulas propias para determinar prácticamente el grueso que ha de tener el tubo para que pueda resistir al choque, se logrará una exacti- tud bastante, considerando el sistema en el instante en que puede suponerse que, habiendo cesado todo movimiento, las compresiones y las dilataciones llegan al máximo, y se equili- bran mútuamente despues de haber absorbido la fuerza viva del agua en el momento del choque. Por este medio se obtiene una ecuacion general, que es la de las fuerzas vivas, y además cierto número de ecuaciones particulares de equilibrio, que unidas á la anterior, suministran todos los elementos necesa= rios para la solucion del problema. Presentaré las fórmulas que se oblienen en el caso de un conducto de seccion circular, libre en su extremidad, y provisto de un depósito destinado á amor- tiguar los efectos del choque. Se supone que el movimiento queda interrumpido en dicho extremo. Sean: £ la longitud del tubo; A su diametro interior; e su grueso; V' volúmen ocupado por el aire en el depósito á la presion ordinaria; Y, volúmen que adquiere el aire con la pre- sion correspondiente al choque; h altura debida á la velocidad del agua en el tubo; /1' altura de la columna de agua corres- pondiente a la presion ordinaria; M, id. id. correspondiente. a la presion debida al choque; E, módulo de la elasticidad del tubo en sentido de la circunferencia, referido al metro cua- drado; E, id., id., en el normal; E, id. id. en sentido lon- gitudinal; £, coeficiente de la compresibilidad del agua; »”,, A 4? prolongaciones proporcionales en sentido de la circunferencia 139 del tubo, correspondientes á las presiones debidas á las colum- nas de agua 1H, y H,; *,, 2, compresiones proporcionales id. id. en el normal á la superficie interior del tubo; a',, A, pro- longaciones proporcionales id. id. en sentido longitudinal del tubo; 2,, A, compresiones proporcionales del agua id., id.; ” expresa la relacion entre la circunferencia y el diámetro. Admitese que e es pequeño con relacion á A. Las medidas son métricas. Sentado esto, tenemos las siguientes ecuaciones: "Re Lh=10008 (H,— 11" Jon RL (tr => A — a 57) , de +1", V, loz. Ma 1000. (4, —11' )=E 5 a J=E, (A,—A'y) =2 E, (A, J=E, (2,1 ,). Si se trata de un tubo que no tenga depósito de aire, y cu- yas dos extremidades se hallen fijas, y se supone que la dilata- cion de la circunferencia del tubo llega á los limites de elasti- cidad, observando que los efectos de la compresion normal pue- den despreciarse relativamente á los de la dilatacion circular, tendremos: » E V 2000 » mtb TP li En esla fórmula », corresponde al límite de elasticidad. H ! Como 78 es una fraccion, podremos en la primera aproxima- 1 cion despreciar dicha cantidad en el segundo miembro de la ecuacion; lo que equivale á calcular primero /7,, como si la presion en el tubo, antes del choque, fuese nula. Sustituyendo , 4 H ¿ en la fórmula los valores de 7 obtenidos de este modo, se lograrán sucesivamente olras aproximaciones. 140 Cuando se prescinde de la compresibilidad del agua, se obtiene esta expresion: h 1 => Para aplicar estas fórmulas á un tubo de hierro fundido, 1 Siendo la compresibilidad lineal del agua bajo la presion atmosférica 0,000048, resultara lomaremos A, E ,=214600000 £. Con presencia de estos datos se ha calculado la siguiente tabla de los valores de /f,, expresados en números redondos. VALORES DE /H,. rr —_k a aunanananAgq— ——— Velocidades Teniendo en cuenta la com-| Cuando no se tiene en cuenta del agua en el tubo, presibilidad del agua. la compresibilidad del agua. Metros. Metros. Metros. 0,50 17 1,00 58 TY 1,50 117 160 2,00 180 280 2,50 250 440 3,00 340 640 3,50 400 $60 4,00 450 1130 5,00 600 1760 10,00 1320 7060 AAA PST TAR ENANOS PRATS AIN AIRES AER ARA APTA Estos resultados numéricos son á propósilo para que se forme idea de los efectos del choque del agua, y ponen de ma- nifiesto la considerable influencia de la compresibilidad de dicho liquido. Por la Seccion de Ciencias Exactas, Frawcisco GARCIA NAVARRO. eo Q orrn— CIENCIAS FISICAS, FISICA. De la influencia de los metales en el calor radiante; por Mn. KNoBLAUCH. (Bibliot. univ. de Ginebra, mayo 4858.) Los trabajos sobre el calor radiante, mirado en punto á su heterogeneidad, principiaron con el siglo corriente. Comenzó Herschell la série de investigaciones notables, que continuadas por varios fisicos, y en especial por Melloni, han dado de sí conexiones desumo interés entre la luz y el calor. Mr. Knoblauch añade con su Memoria un precioso capitulo á uno de los asuntos más modernos de la Fisica. Melloni estudió particularmente sustancias trasparentes ó diáfanas respecto de su dialerminidad. Lo mismo empieza exa- minando Mr. Knoblauch láminas metálicas delgadas. La inter- posicion de un pan de oro al paso de un rayo de calor, no ha impedido que el galvanómelro de una pila termo-eléctrica puesta detrás dejase de presentar un desvio de 33,64, 4,91, 1>,42, elc., segun lo grueso del metal. Las hojas de plata pa- recieron demasiado gruesas para dejarse alravesar: pero un precipitado del mismo metal, debidamente aplicado en una placa de vidrio, se presentó lambien como diatermano. Lo mismo su- cedió con el platino. Cercioróse el autor, en vista de estos pri- meros ensayos, de que los efectos obtenidos no dependian de rayos de calor que hubieran atravesado por agujeros 0 resque- brajaduras de las superficies metálicas, ni de una radiacion peculiar del metal, pues se hubiera calentado este. Tratábase pues de averiguar si los metales ejercitan en los 142 flujos caloríficos una accion parecida á la que verifican ciertas sustancias diáfanas, análoga tambien á la que ocasionan en la luz vidrios de colores diversos. A fin de resolver esta cuestion tomó Mr. Knoblauch cuatro vidrios, uno amarillo, otro azul, otro en- carnado y olro verde, y determinó primero la proporcion en que cada uno disminuia el flujo calorifico directo. Llamando 100 el rayo incidente, fué 59 despues de atravesar el vidrio amarillo, K1 el azul, 46 el encarnado y 20 el verde. Se interpuso un pan de oro al paso del rayo antes de llegar á los vidrios. Determinado de antemano el coeficiente de absorcion del mismo pan, era posible, observando los desvios del galvanómetro, ver la in- fluencia de cada vidrio en el rayo que habia atravesado al oro. El vidrio amarillo dejó pasar 20 por 100, el azul 32, el encar- nado 14 y el verde 24. Despues de haber atravesado el calor un pan de oro, actua por tanto de una manera nueva respecto de los cuerpos dialermanos. Otra experiencia hecha con otro pan confirmó la primera. Con objeto de conocer la influencia del grueso de la lamina melálica, se emplearon cuatro ejemplares. Se obtuvieron los re- sultados siguientes: Vidrio Panes de oro. Vidrio amarillo. Vidrio azul. encarnado. Vidrio verde. Menor grueso..0.o.¿o 4b...... 30.0... 32%..... 21 Más gruesocilo doo coa BB BO ci e RA Todaviamás grueso»... 26...... 32% ..... 18...... 24 Mayor grueso... ...« Lo... ciBlicido. Vo... .. DÁ El rayo saliente de la lamina se representa por 100. Resulta que el aumento del grueso va poniendo á los rayos ménos susceptibles de alravesar el vidrio amarillo y encarnado, y al contrario el azul y verde. Esta influencia marcada del grueso de las laminas, manifiesta que á los efectos oblenidos no los modifican las laminas de vidrio en las cuales está aplicado el metal, y además que los efectos no dependen de agujeros ni de resquebrajaduras que tengan los depósitos metálicos. Hechos otros ensayos con plata se ha visto, como en el caso anterior, que el flujo de calor que ha alravesado una capa de 143 dicha suslancia presenta otras aptitudes para atravesar vidrios de color. La influencia del grueso es igual que con el oro; pero se debe notar que la modificacion ocasionada en el calor por la superficie de plata es distinta de la ejercitada por el oro. Salen otras relaciones que expresan la proporcion del flujo ca- loriflco capaz de atravesar los diversos vidrios. El platino produce efectos particulares. Interponiendo al paso de calor laminas del mismo grueso que las anteriores, se ve que no lo modifican de una manera apreciable. Igual pro- porcion de calor pasa por los vidrios, llegue el calor directa- mente del sol ó haya atravesado el platino. Se presenta pues este metal como parecido á los vidrios incoloros respecto de la luz para cierta parte de calor, pero no ciertos rayos de prefe- rencia; parece un intermedio gris, como dice Mr. Knoblauch. Sabido es que Melloni asigna á la sal gema la facultad de per- milir pasar igual proporcion de diversos flujos elementales; pero el aulor advierte que gruesos suficientemente grandes dela mis- ma sustancia, paran cierlos rayos más que otros. Mr. Knoblauch refiere luego un ensayo comparativo intere- sante. Tenia un vidrio, amarillo por trasmision y azul por di- fusion. Lo examinó en cuanto al calor que reflejaba y al que lo penetraba, y despues midió lo mismo en una lámina de oro. Manifestó la experiencia que el calor trasmitido por el oro tiene mucha ménos aptitud para alravesarlos vidrios antes empleados, que el reflejado por la superficie del mismo metal. El vidrio ama- rillo azul da por lo contrario un color trasmitido, respecto del cual son mucho más dialermanos los vidrios de color que respecto del calor reflejado. Natural era que en vista de estos interesantes apuntes, tratase el autor de averiguar cuál fuera la influencia de la re- flexion metálica en un rayo de calor. Melloni habia dicho, que los metales que difunden el calor lo devuelven como los cuer- pos blancos la luz, esto es, que no lo modifican nada. Creia Mr. Knoblauch haber visto confirmado este aserto por algunos experimentos, en los cuales daba una lampara de Argand el flujo de calor. Pero examinando luego MM. de la Prevostaye y De- sains los fenómenos presentados por flujos calorificos provenien- tes de diferentes manantiales, infirieron que las superficies 144 metálicas reflejan desigualmente los calores de diversas cua- lidades. La lampara de Argand empleada por Mr. Knoblauch no da- ba acaso más que un flujo de calor sobrado elemental para patentizar diferencias perceptibles de la reflexion por metales diversos. Convenia repetir las averiguaciones con la radiacion solar, que contiene, como se sabe desde los interesantes tra- bajos de Melloni, gran número de flujos simples distintos entre sí respecto de la diatermanidad. En primer lugar, la naturaleza del flujo solar ¿modifica la reflexion por el espejo del heliostato? Como se verifica esta re- flexion por una superficie perfectamente pulimentada y no por difusion, era de suponer que no ocasionase modificacion; pero Mr. Knoblauch comprobd por varios ensayos, que el rayo de calor, despues de reflejado en el heliostato, en nada difiere respecto de los fenómenos que se estudian, del que llega direc- tamente del sol. Se mandó primero directamente el rayo reflejado en el he- liostato á la pila del aparato termo-eléctrico, Luego de medir su intensidad, se fueron interponiendo los vidrios amarillo, azul, encarnado y verde, á fin de conocer la proporcion de calor que cada uno dejaba pasar. El amarillo dejó pasar 66 por 100, el azul 36, el encarnado 51 y el verde 18. Se dirigió despues el rayo á una superficie metálica, y reflejado sólo atravesaba en seguida los vidrios de color. Representando por 100 la inten- sidad, luego de reflejado por un pan de oro sin pulimentar, die- ron las experienciás 73 para el amarillo, 37 para el azul, 33 para el encarnado y 17 para el verde. Resulta pues que los vi- drios amarillo, encarnado y azul dejan paso mejor á un flujo de calor procedente de una reflexion por el oro, que á otro que viene directamente del sol. Con la plata sucedió lo mismo que con el oro. El platino presentó al contrario la propiedad de no modificar la proporcion de calor que es capaz de atravesar cada vidrio: esto es, que despues de verificada la reflexion por este metal, se presenta el flujo calorifico con iguales caracteres diatermanos que los que disfruta por la radiacion solar directa. La reflexion por el cobre y el laton da un calor que atraviesa con más facilidad al vidrio amarillo, aunque se ve ménos influencia 145 que si se verifica por el oro. Para el vidrio encarnado, es como él calor natural el reflejado por el cobre. Una superficie de mercu- rio sobre cobre, que presenta el aspecto lechoso conocido, modi- fica los rayos caloríficos como la plala. El plomo, el estaño y una aleacion de plomo y estaño no originan modificacion apre- ciable. El zinc y el hierro dan un calor difuso que actua como el natural. Advierte el autor que tomó las mayores precauciones en las experiencias, en las cuales no se vió modificase la reflexion a la naturaleza del calor, á fin de evitar las multiplicadas cau- sas de error que pueden inlervenir en trabajos semejantes. Lo imposible de manlener constante por largo tiempo el conjunto de circunstancias exteriores, precisaba á examinar pocos cuer- pos en una misma serie de experiencias, y á comprobar varias veces los resultados obtenidos. La tabla siguiente da la proporcion de calor que atraviesa los cuatro vidrios, luego de reflejado por diversas superficies melálicas. Cuerpos diatermanos. Aleacion de plomo y estaño. Hierro negro. Platina. | Calor no reflejado. Mercurio. Vidrio amarillo... 65 713 72 65 76 66 65 65 71 65 65 70 65 Idem azul....... 40 39 40 40 40 40 40 40 40 40 40 39 40 Idem encarnado... 51 55 55 51 55 52 51 51 54 51 51 52 51 Idem verde. ..... 17161617 171717171617 171717 Acaso pudiera pensarse que, en virtud de la influencia de cierta cantidad de calor incidente, se calentaban las superfi- cies metálicas, y que los rayos que mandaban atravesando los vidrios, constaban de una parte reflejada, y de olra que procedia directamente de su sustancia. Nota el autor que en otras experiencias, en las cuales se propuso examinar ciertos cuerpos de facultad absorbente considerable, tuvo que mantener constante su temperatura enfriándolos con agua; pero que las TOMO IX. 10 146 laminas metálicas carecen por completo de esta causa de error, en razon de su reducida facultad absorbente. Lo que prueba además que los rayos estudiados provenian sólo sin duda alguna de la reflexion, es que si parte de ellos procediese de emision por el metal, estos rayos (como calor oscuro) hubieran atrave- sado los vidrios con ménos facilidad que el calor natural, cuando á veces se veian alravesados los vidrios tan bien ó quizás mejor que por el calor del sol. Trátase ya de saber la influencia del manantial de calor en los fenómenos. Al efecto ha empleado Mr. Knoblauch una lam- para de Locatelli de mecha cuadrada, y cuya llama mandaba un flujo calorifico directamente sobre las superficies metali- cas. La tabla siguiente manifiesta los resultados obtenidos. Cuerpos diatermanos. Aleacion de ¡plomo y estaño. Calor de la lámpara no reflejado Oro Plata. Mercurio. Hierro negro. Laton Platina. iúá- —_-»—mmm Pm ___ EE -=-»>-Il Ax A KA KÁXA Vidrio amarillo... 35 39 35 33 33 35 39 39 39 30 39 34 35 Idem azul....... 29 30 30 30 30 30 30 30 31 30 30 31 30 Idem encarnado... 37 39 37 36 37 37 37 37 38 37 37 39 37 Idem verde...... 14 14 1313141414 14 13 14141317 Comparando estos números con los anteriores, se ve que el calor procedente de la llama presenta distintas propiedades que el solar. Penetra aquel, despues de la reflexion metálica, con menos facilidad por los vidrios de color. Importa notar que el calor reflejado por el oro penetra con más facilidad por el vi- drio amarillo cuando el manantial calorifico es la lámpara de Locatelli, que cuando es el sol. Con este motivo recuerda el autor otros trabajos, en los cuales el oro por lo contrario no modifica nada al calor despedido por un cilindro de metal ca- lentado á 110”. En suma, la influencia ejercitada por las superficies melá- licas en el calor que difunden, depende de la naluraleza del manan tial calorífico; presenta la mayor variedad en diversos 147 metales, cuando dicho manantial despide mayor numero de radiaciones elementales. Tambien ha examinado Mr. Knoblauch la parte que cor- responda al estado de la superficie metálica. Ha escojido, como era nalural, los metales que segun los trabajos precedentes pre- sentaron una accion marcada al tiempo de la reflexion, que fueron el oro, la plala, el mercurio, el cobre y el laton. Em- pleó tambien los mismos vidrios que antes. Produciendo refle- xion en una superficie brillante, y luego en otra sin pulimentar, obtuvo la primera vez los resultados siguienles: Vidrio Vidrio amarillo. encarnado. Galo directos! 20431d, ONaracico nos 63 52 Reflexion por una superficie de oro pulimentada. . ..u.o.s.oreno mo. 70 55 Superficie sin pulimentar.......... 70 55 Resulta no tener al parecer importancia alguna en esle caso el estado de la superficie. Experimentando otra vez con dos superficies sacadas por depósito galvánico, una muy del- gada y la otra no tanto, se manifestaron diferencias. Vidrio Vidrio amarillo. encarnado. Calor direcció 5d 90. OIR a 63 52 Lámina delgada de 0r0............ 67 55 Lámina algo más gruesd........... 70 55 La primera superficie reflejó un calor de cualidad ménos apta para atravesar el vidrio amarillo. Merece notarse que dos hojuelas de oro presentan en las condiciones ciladas alguna di- ferencia respecto de la luz reflejada; eslo es, que su tinta no es una misma exactamente. Comparando entre sí tres superficies de plata, una blan- quizca oblenida por via galvánica, otra más gris por precipitado químico, y la otra muy pulimentada y de aspecto negruzco, ha sacado el autor diferencias notables. 148 Vidrio Vidrio amarillo, encarnado. Calor:dipecto sq. visas Mol 66 50 Superficie blanquizca. ............ 72 56 Idepermibenisa cjsdod. ral ugt 68 31 Idem muy pulimentada. .......... 65 50 Se ve que el calor reflejado por la primera, v. gr., atra- viesa con más facilidad los vidrios amarillo y encarnado. Mr. Knoblauch tenia estudiados los fenómenos que ocasiona la reflexion del calórico por cuerpos blancos, como yeso, crela, albayalde, óxido de zinc, porcelana, elc., y sacó por resultado que todos se presentan respecto del calor como los cuerpos de color respecto de la luz. Conexionando dichos trabajos con los actuales, concluye que, en el estado presente de los conocimien- tos, no existe cuerpo alguno adiatermano que actue como blanco, tanto respecto de los rayos luminosos, como de los calorificos. Añadamos no obstante, para no incurrir en equivocaciones, que el autor considera á la plata y al mercurio extendido sobre cobre como superficies metálicas blancas. El platino, hierro, zinc, estaño y plomo son para él metales grises. Si se llaman blancos respecto de la luz, lo mismo del calor. Restaba examinar la influencia de la inclinacion de los ra- yos con la superficie refleciente. Se pusieron los aparatos de manera que pudiese variar la inclinacion de 2* á 80”, y se mantuvo siempre á la misma distancia de la superficie reflec- tente la pila lermo-eléctrica. Se obtuvieron con laminas de oro los resultados siguientes: Inclinaciones de ¡x€qrDXI— — ——— _ __zz»z-_——_————— Superficie pulimentada.... 1,00 1,06 1,06 1,12 1,21 1,36 Idem sin pulimentar...... 1,00 1,44 2,06 2,94 3,95 5,08 Otra sin pulimentar. ..... 1,00 1,29 1,59 2,59 3,00 3,50 Resulta, como era de esperar, que la cantidad de calor refle- jado varia con la incidencia. 149 Abriendo rayitas en las superficies metálicas, paralelas al plano de reflexion en unas y perpendiculares al mismo en otras, se advierte que esía circunstancia influye de una manera importante en la cantidad de calor reflejado. Es mayor la reflexion cuando están las rayas paralelas al plano de la misma. En el laton, platino y hierro, casi nada influye la incidencia cuando están perfectamente pulimentadas las superficies; pero lanto más cuanto más empañadas están. A fin de ver cuál era la influencia de la incidencia, aten- diendo á la naturaleza de la superficie, examinó Mr. Knoblauch cierto número de superficies metalicas empañadas 6 pulimen- tadas, haciendo caer sobre ellas rayos inclinados de 2* a 80". Una superficie de oro sin pulimentar reflejó a $0? un calor de cualidad que atravesaba mejor los vidrios amarillo y encarnado que el reflejado á 2?. Se parece este último, respecto de la dia- termanidad de los vidrios, al que viene directamente del sol. El oro pulimentado presentó iguales diferencias. Una superficie de plata sin pulimentar dió los mismos fenómenos; pero puli- menlada, reflejó con cualesquiera incidencias un calor parecido al directo. El mercurio actua como la plala. El cobre como el oro, esté mate 6 bruñido. Lo mismo el laton. El platino sin pu- limentar da un calor que con cualesquiera incidencias atraviesa con igual facilidad los vidrios diatermanos. El trabajo de Mr. Knoblauch que acabamos de extractar, pa- rece importante por muchos conceptos. Ilustra la cuestion so- brado nueva aún de la heterogeneidad del calor. Se ve aplica- da la teoría neutoniana de la coloracion de los cuerpos al calor. Los diversos cuerpos se colorean por reflexion, porque reflejan mayor número de ciertos rayos luminosos que de otros. Los cuerpos blancos reflejan igual número de rayos que los exis- tentes en la radiacion solar. Igual accion se manifiesta en el calor. Ciertas sustancias lo reflejan capaz de atravesar los vidrios dialermanos sin que lo modifiquen nada; el platino, hierro, zinc, v. gr., son los cuerpos blancos para el calor. Otros lo mo- difican, y despiden un flujo calorifico más aplo para alravesar los vidrios amarillo y encarnado; así es el caso del oro, cobre v plata. Estos cuerpos tienen color, ó son fermocróicos. 150 Sabido es que se debe distinguir la parte de espejo de la de color en la reflexion de los metales. Mucho liempo hace que llamó Oersted la atencion hacia esto. Cuanto más marcada es la reflexion de espejo, ménos color tiene el cuerpo. Las superfi- cies pulimentadas descomponen ménos por reflexion, al paso que las mates dan más intenso el verdadero color de los cuer- pos. El oro y cobre lo prueban singularmente. Íyual distincion cabe en el calor; las superficies. males son las que mejor comu- nican al flujo calorífico la modificacion, en virtud de la cual atra- viesa más fácilmente ciertos intermedios diatermanos. Las mis- mas conexiones resultan respecto de la incidencia. Junto a la incidencia rasante está lo más marcada la reflexion de espejo; y entonces tambien se manifiesta ménos el tinte. del metal. El calor reflejado lejos de la normal es asimismo el que más se parece al natural; no lo modifica la superficie metálica, como tampoco á la luz. En la primera parte del trabajo de Mr. Knoblauch se evi- dencia la diatermanidad de las superficies metálicas delgadas. El oro deja pasar la luz, pero deliene ciertos rayos. Igual mo- dificacion experimenta el fiujo calorífico. Al atravesar las Já- minas metalicas se descompone. El calor de cierta cualidad patente por su aptitud para atravesar tal 0 cual vidrio, pasa en mayor proporcion que otro. Varia esto segun los cuerpos, y queda sentada una singular analogía entre las facullades dia= termanas de los metales y las de algunos cuerposdiafanos. El grueso de las laminas metálicas influye lo mismo que el de los cuer- pos diafanos, que fueron los estudiados más particularmente por Melloni. Cabe decir que en el estado actual de las cosas se co- noce mejor la diatermanidad que la trasparencia de los metales: respecto de esta no posee todavia la ciencia más que nociones es- casas y harto incompletas. Los trabajos de Mr. Knoblauch son un adelantamiento for- mal en el estudio comparativo de la luz y el calor radiante: lo inauguró á principios de este siglo Herschell, y lo prosiguió luego Melloni con tanto afan como buen éxito. 151 Manera de preparar licores de peso especifico dado sin cálculo ni correcciones; densimetro construido por Mk. SracowskY. (Comptes reudus, 7 jurio 1858.) Suele necesitarse preparar en los laboratorios y en la indus- triauna mezcla constante de dos licores, como acido sulfúrico y agua, alcool y agua, etc. Se emplean por lo general dos medios: 1.2, dada la cantidad y el peso especifico de uno de los licores, se determina por el cálculo la del otro: medio de dificil prác- tica por lo comun, que requiere mucho tiempo, y en los lico- res alcoólicos la concentracion Ó mezcla ocasiona dificultades por lo regular insuperables; 2.”, tambien se emplean los areó- melros melidos en la mezcla Ó preparacion; pero este medio, aunque muy practico y usado, presenta grandes dificultades en la manipulacion, por causa de las variaciones de temperatura al tiempo de la mezcla. El densímetro de nueva forma construido por Mr. Spacowsky, de San Pelersburgo, permiliria preparar con suma facilidad y precision una mezcla sin emplear termómetro. Se compone el aparato de un vaso ó areómetro de platino. Está cerrado en la parte superior con una tapadera ó placa me- tálica muy delgada, como la que se usa en los barómeltros ane- róides ó que ceden á la menor presion que experimentan; en la parte inferior termina en un tubo con llave, se le cuelga con un hilo de plalino de uno de los brazos de una balanza delicada, y se le equilibra con un peso colgado tambien cen un hilo de platino del otro brazo de la balanza. Establecido así el equili- brio cuando está vacio el vaso ú areómetro, se perlurbará evi- denlemente lenando el areómetro de cualquier líquido; pero se restablecerá metiendo el areómetro y el peso en una masa líquida de igual naturaleza ó de la misma fuerza que la que llena el areómetro. Con efecto, por el acto de la inmersion de- ja de pesar el líquido del areómetro y queda sólo el peso del areó- metro, y el del que se equilibraba con él; pero estos pesos, pri- milivamenle iguales, están disminuidos en la misma proporcion por haberse sumerjidoen un mismo líquido. Además, y porque la pared delgadísima permite tomar al líquido interior el incre- 152 mento de volúmen correspondiente á la temperatura del am- biente, se probaria con un cálculo muy sencillo que el resta- blecimiento de equilibrio del areómetro lleno y del peso sumer- jido se verifica á cualesquiera temperaturas, ó es independiente de las densidades del liquido y del metal de que conste el vaso. Y como las paredes de platino del areómetro son asimismo muy delgadas, y conducen muy bien el calor, se pondrán muy pronto en equilibrio de temperatura el líquido interior y el exterior. Ahora bien, para reproducir una cantidad cualquiera de licor primilivamente determinado, una mezcla v. gr. de ácido sulfúrico y agua, habrá que hacer la sencilla operacion si- guiente. Se llenará el vaso del areómetro del licor determinado primitivo, se sumergirá el vaso lleno y el peso en ácido sulfú- rico, y se añadirá agua hasta que se reslablezca perfeclamenle el equilibrio; el licor que contiene el vaso donde se verifica la inmersion, tendrá entonces con todo rigor la misma fuerza que el licor del areómetro ó el licor primitivo. Trabajos sobre la chispa eléctrica; por Mr. FeDDERSsEn. (Poggend. Annalen, t. 4.*”, 4858.—Bibliot. univ. de Ginebra, agosto 1858.) Las experiencias del aulor se encaminan á conocer la chis- pa eléctrica bajo el punto de vista de su disconlinuidad, de su constitucion física, de su duracion, etc. Sabido es que la han estu- diado Faraday, Whealstone, Riess, Holmholtz, etc. Wheatstone demostró, valiéndose de su ingenioso método de los espejos gira= torios, que consiste en una série de descargas intermitentes; y Fa- raday la mira como resultado de la descarga que por el aire se verifica entre los cuerpos electrizados y los inmediatos. Riess se re- presenta la descarga de un conductor como constando de un sin- número de descargas parciales, que cada una se produce cuando la electricidad acumulada en los polos ha llegado á adquirir la tension suficiente para pasar. Aparatos. MHaempleado el autor un método de observacion parecido al de Whealstone. Una máquina electro-magnética ponia en rotacion á un espejo vertical, y la chispa que saltaba 153 en posicion conveniente cerca del espejo, despedia rayos que reflejaba una pantalla. En esta se observaban las apariencias luminosas dependientes de la constitucion de la chispa y de la velocidad de rotacion del espejo. La chispa estaba vertical, y los dos polos metálicos se podian acercar ó alejar, pero de suerle que se pudiera medir exactamente su distancia, y por tanto el largo de la chispa. Produciase el fenómeno luminoso á cosa de 130 milímetros del eje de rotacion, y apartábase la imágen en la pantalla 1 milímetro á cada rotacion de 7, de grado. Por efec- to de la delicada suspension del eje que llevaba el espejo, se podia conseguir una velocidad de 40 vueltas por segundo. Mo- dificando el rozamiento con ligeros muelles que servian al con- mutador de la máquina electro-magnética, se podia disminuir fácilmente esta velocidad. Las botellas de Leyden que se emplea- ron tenian cosade 130 centímetros cuadrados de superficie; las esferilas entre las cuales saltaba la chispa, 16 milimetros de dia- metro. Con objeto de variar la resistencia de los conductores, puso el autor en el circuito columnas de agua destilada de di- ferentes longitudes, metidas en tubos de vidrio. Con el de poder comparar estas columnas, que no todas tenian igual diámetro, las redujo por cálculo á un mismo tipo de 1 milímetro de dia- metro. Tomó para unidad una columna de 1 milímetro de diá- melro y 1 de largo, y llamó longitud reducida á la de las colum- nas apreciada con arreglo á aquella. Descarga continua. La primera apariencia que se presentó fué de dos resplandores continuos, uno enfrente de otro, en los dos polos. En virtud de la rotacion del espejo se observa- ron en la pantalla dos fajas paralelas, separadas por un espa- cio totalmente oscuro cuando contenia grandes resistencias el circuito (400 á 1.000 unidades). Es la descarga oscura de Fa- raday. Disminuyendo las resistencias, invadió más y más la luz el espacio sombrio, y á veces terminó repentinamente, trasfor- mándose en chispas claras y distintas. Descargas intermitentes. Viéronse en la pantalla, gracias a la veloz rotacion del espejo, chispas parciales, equidistantes primero, y que se iban alejando luego al concluirse la descarga. No fueron siempre unas mismas las apariencias, y por lo gene- ral se presentaron con la mayor regularidad las rayas brillan- 154 tes cuando era el menor su intervalo. Notó el autor que en la descarga intermitente no estuvieron completamente oscuros, ni correspondian por tanto á un reposo eléctrico, los intervalos en- tre dos ebispas. Siguió continua la descarga entre las chispas parciales, y fué siendo más importante al paso de irse dismi- nuyendo las resistencias del circuito. No sucedieron por otra parte con mucha regularidad, y solieron estar mezcladas am- bas clases de descargas. Sucedianse con mayor Ó menor pres- teza las chispas parciales. Se manifestó como una chispa homo- génea, y haciendo un ruido único y apagado la descarga con- tinua, que tuvo poquisimo que ver con las resislencias gran- des, y que sólo se pudo observar bien con columnas de agua corlisimas. La descarga intermitente dió una especie de silbido, y solia verse como un manojo bastante ancho en vez de una chispa sola. Las diversas partes de este manojo fueron las chis- pas parciales que se sucedian con demasiada rapidez para de- jar de tenerlas por simultáneas á la simple vista. La falta de simultaneidad la palentizó sólo la observacion hecha con el aparato de rotacion. Constancia de la direccion. Cuando saltó la chispa en un aire algo agitado, estuvieron por lo comun bastante rectas las primeras chispas parciales; pero á poco se encorvaron mirando á la corriente de aire, y yendose lorciendo por lanto cada vez más. La línea que pasaba por los puntos de inflexion dependia de la direccion del movimiento gaseoso: pero la forma de las chispas inmedialas demostró, como con razon lo observa el au- tor, que cada chispa propendió á seguir el mismo camino que la que la precedia. Intervalo de tiempo entre dos descargas parciales. Se pu- dieron examinar las conexiones de este intervalo con la longi- tud de las chispas y con la magnitud de las resistencias. Fué facil saber el tiempo trascurrido entre dos chispas sucesivas, midiendo la distancia entre ellas en la pantalla, y conociendo la velocidad de rotacion del espejo. Trató el aulor de apreciar con cuanta exactitud pudo estos dos elementos. La mayor Ó menor dimension de la superficie electrizada no pareció influir en el intervalo elemental; á lo menos una botella más de Ley- den no alteró nada los resultados. Aumentando la distancia de 155 los polos, y de consiguiente la longitud de las chispas, se vió que las chispas parciales se sucedian cada vez con mayor presteza, aunque fué mucho menor esta variacion que la ante- rior. En cierta condicion de resistencia, y estando los- polos a 13 milímetros, fué de 0,000058 de segundo el intervalo en- tre las chispas parciales; a 6 milimetros, 0,000087; á 4 mili- melros, 0,000116. Estando los polos á 15 milimetros uno de olro, se sucedieron las chispas parciales con intervalos de 0,000099 de segundo; á 10 milimetros, 0,000074; a 5 milime- tros, 0,000108. La tabla que da Feddersen sobre este punto ma- nifiesta que hubo bastantes irregularidades. No hubo más regularidad en cuanto á la resistencia, segun lo dicen las experiencias. En general, y siendo iguales todas las demás circunstancias, fueron tanto más próximas las des- cargas parciales, cuanto ménos hacia que se habian interpuesto en el circuito los tubos de agua. El autor, que dice advirtió siempre esta extraña influencia, declara ignorar la causa de ella. Las cifras sacadas demuestran que los intervalos entre dos chispas parciales crecian al propio tiempo que las resistencias del circuilo; fué algo más rápido el aumento de aquellos que el de estas, sin poderse fijar ley de ello. En la tabla publicada por el autor se ve que frecuentemente varió de uno á otro ex- perimento, no sólo la resistencia, sino la longitud de la chispa. Parece, pues, que esta circunstancia impide ver inmediata- menle lo que provenga de sólo la resistencia. Sea lo que fuere, véanse á continuacion algunas cifras, en las cuales expresa e una longitud reducida de 120 metros. Distancia de las chispas en Duracion mínima del intervalo Resistencia. milímetros. entre dos cbispas pareiales. 50 Jo 1 07 la em iaods 21. 101105000057 lol abvasiias sipraciizoD 04. 2101:20/000056 Le dsd cs dona cio 1110,000048 Acs. 9ecLiboW 22. lo. ndosizils 000,000022 Duracion de la descarga total. Naturalmente es mucho ma- yor esta duracion que las anteriores. Deberia ser igual al in- tervalo entre dos chispas parciales multiplicado por el número 156 de ellas. Whealstone trató ya de este punto de la duracion de una chispa completa. Advierte Feddersen que la fraccion de la carga completa de una botella, que desaparece al tiempo de des- cargarse, varía mucho de una á otra experiencia. Da el autor resultados para un estado medio de cosas, cuales pudo oble- nerlos midiendo la longitud de la chispa presentada en la pan- talla mientras giraba el espejo. Se vió inmedialamente que la duracion de la descarga total aumentó con la resistencia del circuilo, y tambien con la dimension de la superficie eléctrica. Asimismo aumentaba probablemente con la longitud de la chispa, aunque no pasó de ser doble para una distancia quin- tupla de los polos. Se pudo señalar por fin el hecho de que pa- recia acabarse tan de repente la chispa como habia principiado. Llamando ba una longitud reducida de 90u.: UNA BOTELLA DE LEYDEN. DOS BOTELLAS DE LEYDEN. Resistencia. Chispas Chispas Chispas Chispas de 2 milimetros. [de 40 milimetros. | de 2 milimetros. | de 40 milimetros. A __ _—— > A ___ > —_—__—_____—_————— iIAAKA, Cb2 0,6 Asii?. La base róseo-crómica Cr?0*4 Az H* sería por tanto el primer iérmino de una serie de dobles bases, que recuerdan las for- madas por el cobalto. - Queriendo conservar á este trabajo un caracter puramente experimental, me he abslenido de presentar interpretaciones teóricas relalivas a la constitucion de los cuerpos amido-crómi- cos, recordando las que se oplican á las bases derivadas del amoniaco. Creo, por lo demás, que los hechos observados en los com- pueslos amido-metalicos, no son bastante numerosos para po= derlos generalizar con entera seguridad. Sin embargo, debo consignar aquí una muy notable consi- deracion, relativamente á la capacidad de saturacion de las bases amido-metálicas. Hemos visto que la base róseo-crómica Cr? 0*4Az HH" se com- binaba con 3 equivalentes de ácido, como el sesqui-óxido de cromo Cr* 0* para formar sales neutras; los 4 equivalentes de amoniaco que entran en la molécula no ejercen, pues, influen- cia alguna en la capacidad de saturacion de la doble base que obra en presencia de los ácidos, como un sesqui-óxido resul- tanle de la combinacion de 2 equivalentes de un radical con 3 equivalentes de oxigeno. Tenia demostrado ya un hecho semejante respecto de las bases amido-cobálticas que contienen hasta 6 equivalentes de amoniaco, y que no saturan sino 3 equivalentes de ácido, como el sesqui-óxido de cobalto que entra en su molécula. La química orgánica presenta muchos ejemplos de cuerpos que pierden asi su capacidad de saluracion, constituyendo mo- léculas complejas; lodo pues parece venir en apoyo de la seme- janza que he sentado entre los cuerpos amido-metálicos y las sustancias Orgánicas. 167 Tal es el resúmen de mis estudios de las sales de cromo; los juzgo á propósito para aclarar los puntos dudosos que pre- sentaba la historia de los cuerpos salinos, y conducen á algu- nas consecuencias generales que por conclusion voy á indicar. 1.” Se ha demostrado en esle trabajo, que un óxido metálico puede afectar dos estados isoméricos, y formar dos series de sales que presentan en sus propiedades generales diferencias muy marcadas, debidas á los mismos estados del óxido conte- nido en la combinacion salina. Si esta consideracion se hace extensiva, como no lo dudo, a muchos óxidos metálicos, facil será en lo sucesivo explicar las modificaciones que ciertas sales experimentan en su color y en sus propiedades químicas cuando se somelen á la accion del calor; la modificacion isomérica del óxido sería la causa de eslos cambios en las propiedades de la sal. 2.2 Sabíase ya que muchos óxidos, como los de platino, mercurio, iridio, cobalto, elc., pueden confundir su molécu- la con el amoniaco, y formar bases dobles que presentan alguna analogía con los alcalis orgánicos; pero se ha visto por la pri- mera vez en esla Memoria que un óxido metálico, como el óxido meta-crómico, ejercia á la vez su accion en el amoniaco y en las sales amoniacales, para formar compuestos en los que los tres cuerpos elementales han perdido sus propiedades fun- damentales. 3.2 En mis estudios sobre el cobalto habia producido las bases amido-metálicas haciendo obrar directamente el amonia- co en las sales de cobalto; en este trabajo formo las bases ¿mido- crómicas por un nuevo método, que consiste en poner en pre- sencia de los ácidos los cuerpos metálicos previamente ami- dados. Asi, pues, los mélodos cuyo objelo es formar cuerpos com- plejos con sustancias minerales bastante simples, se ensanchan de dia en dia, y debemos consignar aquí que los procedimien- tos sintéticos empleados desde hace mucho tiempo en la quí- mica orgánica para duplicar las moléculas confundiéndolas, pertenecen actualmente al dominio de la química mineral. 168 METEOROLOGIA. Teoria de las tempestades y del granizo; por Mn. ve Braum- GARTNER. (L* Institut, 43 mayo 1857.) En la sesion del 22 de enero de 1857 de la Academia im- perial de Ciencias de Viena, recordó el autor su presidente la teoría por él expuesta de la trasmutacion de la electricidad en calor, y vice-versa, por parecerle que podia servir para explicar los fenómenos que presentan las lempeslades, y en especial los que acompañan al granizo. Por lo general se considera que el trueno y los relámpagos, las ráfagas de viento y las precipita- ciones atmosféricas son las fases esenciales de toda tempestad, cuando realmente las tormentas no son más que el resultado de un fenómeno de refrigeracion, que se manifiesta por preci- pilaciones abundantes de agua fria, y aun de hielo, por el en- friamiento de la columna de aire en cuyo interior estalla la tem- pestad, por el viento frio procedente de la nube de donde ha nacido la tormenta, y por el descenso constante que sufre fre= cuentemente la temperatura despues de una tempestad. Las tem- pestades sólo se diferencian de las granizadas en el grado de re- frigeracion sufrida por una parte de la almósfera. La experien- cia ha+lemostrado que inmediatamente antes de una tormenta cesa el equilibrio de la temperatura, é igualmente las condicio- nes higrométrica y eléctrica de la atmósfera; por consecuencia, una nube no puede ser más que el restablecimiento repentino y violento del estado normal de los tres factores meleorológi- cos expresados. La humedad excesiva del aire que precede á las tempestades ejerce una accion deprimente en el organismo, ó, como se dice en lérminos vulgares, el aire se pone pesado. Ob- sérvase con mayor frecuencia en aquellos puntos en que son particularmente favorables las circunstancias al desarrollo de la humedad atmosférica, por ejemplo, en el Delta del Ganges, en las costas de Sierra-Leona, Buenos-Aires, Noruega, etc. Una 169 larga serie de observaciones ha confirmado la asercion de Pil- gram, que de cinco veranos húmedos, dos se hallan caracteri- zados por tempestades violentas, al paso que de cuatro estios calorosos y secos, sólo en uno son frecuentes dichos fenómenos. Rara vez se ven en las regiones polares, y generalmente se nota lo mismo en todas aquellas partes donde una temperatura baja no favorece el desarrollo de vapores acuosos. El estado normal de la temperatura atmosférica se altera tambien antes de una tempestad; y en vez de disminuir de abajo arriba, con- forme á una ley precisa, sucede lo contrario, y aun en el caso de proceder la disminucion normalmente de abajo arriba, au- menla en proporcion mucho más apreciable. La electricidad at- mosférica, posiliva en estado normal, y que tiene diariamen- te 2máximos y otros tantos minimos, participa de las anomalías que acaban de decirse. Al aproximarse una tempestad, pasa súbitamente del estado positivo al negativo, y su intensidad aumenta y disminuye de un modo irregular. Todo el mundo conoce las enormes variaciones que sufren las corrientes almos- féricas cuando se acerca una tormenta. A un viento impeluoso procedente en todas direcciones de nubes cargadas de eleclri- cidad, precede una calma sensible, interrumpida sólo por cor- rientes ascendentes; la direccion del viento cuando ha pasado la tempestad, es por lo general distinta de la que reinaba antes de ella. Ni aun el observador de menos práctica puede desco- nocer las nubes cargadas de electricidad: se acumulan rápida- mente, varían con frecuencia de aspecto, manifiéstase en su seno un movimiento extraordinario, su elevacion es poco consi- derable, y circunscrita su extension. Su aumento, al contrario de lo que pasa en el de las demás nubes, se verifica del ¿nterior al exterior, lo cual prueba que son el sitio de una accion refri- gerante; accion que segun toda verosimilitud, no es más que una trasmutacion de calor en electricidad. El desarrollo de esta durante el descenso de temperatura, la tension eléctrica que aumenta á medida que las nubes se condensan, y el paralelis- mo de la curva que traza la marcha de la electricidad con la que corresponde á la aglomeracion de las nubes, todo contri- buye á sostener la hipótesis anunciada, y todo tiene en ella su explicacion. El volúmen de las gotas de agua, la cantidad de 170 lluvia que cae y las intermitencias que se observan en su caida, se ligan necesariamente con la formacion de las nubes y las esplosiones eléctricas. Siempre que el calor pasa al estado de electricidad, hay enfriamiento y lension eléctrica. De todos los procedimientos conocidos hoy, el que se verifica en las nubes tempestuosas es el que desarrolla la electricidad con mayor prontitud: una nube de esa naturaleza despide rayos hasta cuando loca a la cima de una montaña que absorberia insensi- blemente toda electricidad desarrollada con lentitud. La expe- riencia prueba que los fenómenos expuestos se ligan entre sí, no sólo por su naturaleza, sino tambien por su grado de inlen- sidad. La temperatura de una nube de tempestad esta en razon inversa de su tension eléctrica; la prontitud y energía de las precipitaciones crece con la electricidad de la nube que las pro- duce; los relámpagos sólo se notan en la porcion más densa de la nube, que es al mismo tiempo la que da mayor cantidad de agua; á todo trueno fuerte sucede por lo general un copioso turbion; en algunos casos la lluvia y el trueno se verifican al mismo tiempo, Ó bien da granizo una nube precisamente en el momento en que la surca un relámpago, etc. Los fenómenos que acompañan al granizo no se diferencian de los que se ob- servan en una tempestad ordinaria, sino por su mayor intensi- dad; el mismo granizo sólo es resultado de un gran descenso de temperatura, y puede medirse por la cantidad de agua preci- pitada en estado de congelacion. Ni la intensidad ni prontitud con que se verifica dicho enfriamiento hallan explicacion sufi- ciente en los hechos conocidos hasta ahora; y a pesar de todos los esfuerzos de los fisicos, el granizo figura todavía entre los fenómenos inexplicables. Sin embargo, se sabe de cierto, por medio de observaciones aeronáuticas, que aun en los grandes calores de estío se componen de agujas de hielo las nubes de las altas regiones almosféricas, y que debajo de la capa que ocu- pan dichas nubes, unas vesículas de vapor acuoso, á una lempe- ratura inferior al punto de congelación, contienen agua en es- tado líquido. Estos hechos bastan para explicar todas las va- riedades de granizo, tanto el que cae en el rigor del verano, como en la primavera, en estío y en dias de invierno de tem- peratura suave. Una sacudida, tal como debe suceder cuando 171 se enfria la almósfera, efecto de una trasmutacion de calor en electricidad, y el contacto de las agujas de hielo procedentes de las regiones superiores, bastarán para congelar rápidamente las vesículas de vapor, cuya temperatura se halla ya bajo cero. - Esos glóbulos de hielo deben experimentar necesariamente un aumento considerable de volúmen al atravesar en su descenso una 0 muchas capas de nubes densas y enfriadas previamente. Con todo, Mr. de Beaumgartner dista mucho de creer que los procedimientos que ha expuesto representen exactamente lo que pasa en la atmósfera cuando se forma una tempestad ó granizo, porque están aún lejos de hallarse suficientemente demostradas las condiciones en que se verifica la conversion de calor atmos- férico en electricidad, por más que se crea hallarlas en el paso del calor de un medio que sea buen conductor á otro que posea la misma cualidad en menor grado. Las modificaciones que debe experimentar el calor atmosférico al contacto sin cesar variable de hielo, agua líquida ó en estado gaseoso y de aire, son compli- cadas hasta tal punto, que es imposible todavía determinar es- trictamenlte la influencia de esas modificaciones en el origen de las lempestades y granizo. Sin embargo, se ha averiguado que la mezcla de corrientes atmos'éricas de distintas lemperaturas favorece evidentemente la formacion del granizo, y que dicho fenómeno se observa con preferencia en las localidades que se prestan mejor á semejante mezcla. El autor de esta comunicacion cree que la leoría que ha ex- puesto liene al menos la ventaja de señalar á todos los grandes agentes fisicos el rango que merece su importancia, sin exage- rar, como á su parecer lo hacen olras leorias meteorológicas, el poder que ejerce la electricidad en las modificaciones de nuestra almósfera, ni caer en el exceso contrario, concediendo sólo al referido agente una influencia secundaria y subalterna en los fenómenos que preceden y acompañan á las tempestades, 172 REAL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO DE MADRID. Mes de febrero de 1859. Pulgadas in- BARÓMETRO. glesas. Milímetros. PUE A TE sd pia ina: dro 27,926 [709,307 maxima (dia 16)............ 928,226 |716,997 mínima (dias 3 y 6)........... 27,344. 1694,525 Oscilacioni¡mensual! . a sion ajos eretoas 0,882 922,402 máxima diurna (dia 8)...... 0,403 10,213 mínima diurna (dias 9 y 10). 0,045 1,143 TERMÓMETRO. A da a Temperalura Mmediad........o.oo.o.o.. 46%,5| 60,44] 8%05 máxima (dia 28)........ 11,0; 17,33/21,66 minima (dia 1) «cierra; 24,4| -3,37|-4,22 Osciláción mensual...¿. ¿Lo .0ooco.s: 46,6| 20,70/25,88 máxima diurna (dia 28)....| 36,7| 16,31/20,39 minima diurna (dia 9)......! 8,8| 3,92] 4,90 A A PLUVÍMETRO. Pulg. ingl. Milimetros. Lluvia caida en el mes.............. 0,402 10,212 EPA RETA NT ERIN AAN DAT RAID ALTATDIE NS PSP TP TATI FENLE == == 8:81 9P 9IQUILP 9P ,'T VNYAYH—>"C*,9T 9P BUTUJUL €] “G59% 9P PUWIXBW e] “UL Yo 0p soLT 9P YUIoJo e[ “2068 9P CUILXBU P] “9 € P*U L 9p :O0p:S uey ojund Jo cutad [o 19 securora Á sere sem eo duo] SU” "8 '4£% 9p “OLIOJLAISGO [9 UD :1'08 9P 90] “9.1107 6] U9 SOPLIO|O9 SO.MIWQUII) SO] UY SPLIVIP SOUOLIBAJOS(O SIOS Op epronpap trpatu elnpeodua)] Y “vLON m A co ql AOS CIO MAT a mm j ; de 0 "87 “sopund q “segur y] “sepeSind q ueos y ***** *OAJOUITAN]A £ 9€T ION OOOO ONO .. E AO: COSA O [9 0po] u9 ep1eo enS y y E e TA La 6 e BIMIP B1p9m ore dr... 2 yr "0, “Soyund y “segur $ 'sepogod E UtOs 9 y A ¡ £9 qe ; A a SÓ [9 0P0) 9ULINP 9.11] 9 ¡e UOLOL.IOL BAH eri T9L A AL O E do LO' TOL oil TE A A 67, “l A A Dd 61 mupl Por a da 08 op oda. pubs A A A ee tttos** *[e19U099 PIpaw e1nyeodwo J, pa 81' ES added e pus 23 ...o..... A T_T “PI 9 $6 O TAO CE RUI UL PAT e]9L pepa uan 186 O a LL. 7% 220 *+enSe 9p JodrA ¡2p CuIxeo U01su9 y, 76 8L ay 47 91 0L gy" 08 o... .......... +... *e1pawu PAI e]oJ pepaunp .... *O1JO0UIOASIH 1 um/T 10 um! 8£ uu! e6 m9 P 3000003 ****en3c ap JOdeA [9p e1pau uOIsuO , _*****O1JO9UUOLITS A E; Pd gs 1 pa cz g* 11 PLD O AA A A e, *** E* *"erpou *p] Di LI g' 81 0 07 q LT nooo .. ORD oa “PL (*** *O1JOULQUIAO,L, G e 9% G 4 68 G < 6% 8 e 016 PS DR e4nye1odwo y, 0r' 791 gy £9L 61 79L ce* 79L q MES A ee AAA an 08 09, PARE 09L cz 09 70 : 09£ A DE E O O OÍ “PI t9...* "O IJQUIOABET 00 NA Sg'am89L A 0)“uuf92 ...0..oÁo.. ..o...os Lo Son. ....... “QuUIx eu 1.107 1y “2n90U. e[ 9 g “opI8] e] p y “21D 18P 6) *PUeneUl ej op ? A NAAA E rc "8481 29p 9quiar0u 9p som J9p 191904097911 SIUOIIVALISJO SW] IP UMUNSIY ' £ ODISII O 'U919H 9p 01S9]0, OUWNIY SOT DD 0910101092 174 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas A Presion atmosíérica. TEMPERATURA | | E E 2 3 = ES 3 3 5 a a lll E A sa [o 218 pes =*|=*15 mm mm mo mm Enero......- «dz50,11754,9118/744,7| 6'10,2]5%,2| 8%,1|2%3| 5%8 Febrero. ...+-1737,6/749,5] 1/728,1|26 21,4] 9,8| 12,8] 5,9| 6,9 Marzo... ++. + += |741,4/751,9|15/719,6| 2,32,3[11,0| 16,9] 6,5/10,4 1 POSO 740,71750,4/221731,7| 8/48,7]16,7| 21,1|13,0| 8,1 May0.......- 743,11753,8/25/732,0/ 3 21,8]16,5| 26,0| 9,6/16,4 A O 744,7/749,0/23/738,8|14|10,2[24,1 | 25,8/15,0| 10,8 Td e 745,2/749,8114/738,6/27, 11,2]20,8| 25,4|15,2|10,2 OSO... -..-* 744,3 748,8/20/736,4|18'12,4]21,1| 25,0|18,0| 7,0 Setiembre. . .- - 1744,1/755,0/24/734,6/21/10,4]21,1| 26,1|15,9|10,2 Octubre. ...+- 1742,4/749,9/29/726,2/18 13,7/16,6| 20,5| 9,0/11,5 Noviembre. ..- 1735,0/748,0| 1/714,5 15 33,0 12,5| 17,1 | 5,4111,7 Diciembre... + - 746,6/752,4] 5/737,4 on 9,6| 14,4| 4,0/10,4 mm Temperatura absoluta me- Presion media del año... 742,9 diriadellado: e nvcros 12%4 Idem por la máxima y mí- Presiones extremas. nima ADSOlUta 1A,7 Tienda e 15,2 Máxima absoluta (el 24 de Temperaturas extremas del año. diciembre). AAA 755,0 Máxima absoluta (el 12 de Mínima absoluta (el 15 de Setiembre)... . «1... .. 2758 noviembre).......... 714,5 | Mínima absoluta (el 25 de Ae 40,5 ENLLO)S ere il 4,5 Diferencia.... 32,3 AZAR TITAN IIA IA + A A A Humedad relativa media del año.......... 78,3 Tension correspondiente. ............... 7,44 Humedades extremas. Máxima absoluta (el 18 de enero). ....... 87,9 Mínimaabsoluta (el 31 de abril y 1."dejunio). 63,1 Diferencia A 24,8 en la Universidad literaria de Oviedo en 1858. 175 AAA TASAS AA AIN NIRO LAA NARA PIAR ARE TI Estado higrométrico del alre. | | turacion. tiva. por. Tension del va- Fraccion de sa- 78,31 6,40 4,63 79,6| 5,60 3,58 ] SITUACION. Lat. 43% 24' 51 N. Long. 0* 20' 321 E. ATI AI PAT AAA AE ES Temperatura| Humedad re- lativa. Dias de lluvia. Lluvia en centimet. A O A dl DEL AlAE. XD 3 2 ÉS 00 [ye ES A A NS 021-892 25/4227 7,6| 13,1 11,8 8,7 17,6 13| 17,6 13,7| 21,6 1| 14,4 13,5| 26,4 4| 11,2 18,5| 26,5 7| 45,3 18,0| 26,0, 8|15,0 18,7| 26,4 29| 14,2 18,3| 27,8 1| 15,0 14,1| 20,5| 31| 45,1 10,2| 18,9 9| 19,7 7,5/| 14,4 21|—0,5/11| 14,9 ESTACI Presion me- ñ dia. METEOROLÓGICAS. min VICO poo opa al 744,8 Primavera. 741,8 A O 744,8 DES AA 740,5 Altura media sobre el nivel del mar....+.... Hallo vido en cana Eo A Cantidad de lluvia en centímetros. ........ Dia de mayor lluvia (el 29 de diciembre). ... media. 591 837,1 12,0 77,5 18,5 75,0 14,2 77,9 114 dias. 206,4 7,5 220 metros. Enero... Febrero... Marzo... Abril... Mayo... Junio... Julio... ww» Agosto... IZ Setiembre. . Octubre... Noviembre. . Diciembre. . En el año. . VIENTOS OBSERVA A E. N. » » » 3 » d » » » » » » »lolo] 5114 IEA MI (0) »|o»|»1t0l »| » Di 1D): 9) .111/28/182 ¡que e DOS A MEDIO DIA. SA E Sl. .|o O Ñ Alolz y = 1 00 00 5 > ma co pr. | | A ] a pu Fesumen. UM. DE DIAS DE AS AE NUMERO DE LOS DIAS Pa sl e E 3 a A ES A eS E AE a E iS Dm En E 2lo|Z<|ala so il>|>120| » » NI ES IES » MIEDO 1 » » 4l o»! » »| >» 1 MPB a 1 A E OS E | 3 MISS » 21 »l »l »l » » lolo lol 4 D » » » » » » A A) » A 8l » » INSTRUMENTOS OBSERVADOS. Barómetro de Bunten, número 351, tiene una diferencia de Termómetros comprobados de Bunten: escala en cristal. Termómetros de máxima y mínima de Rutherfort. Termometrógrafo por Pixii. Higrómetro de Saussure. Pluvímetro de 12 centímetros de diámetro colocado Veleta de la Universidad literaria á 22”,3 del suelo, á 3 metros del suelo del jardin Botánico. 76 |111 | 107 | 206 GENERALMENTE A LD IA E cs a EX E 5 2 0 MES E S | 3 3 [foentímetros. 212 ¡a 14 | 10 54M 13,9 5 9 7 19,5 Sd 6 23,6 4 | 10 10 7,6 8 5 9 30,2 3 | 10 13 19,4 7! 12 3.7 LAS 12 0,8 5 | 412 9 7,0 11 | 10 7 12,7 7 10 | 46,5 6 | 10 7 46,5 +-0"”,55 para las presiones absolutas, y está colocado á 7%,76 del CIENCIAS NATURALES. —+2409 (0OD— GEOLOGIA. Nota sobre el origen de los combustibles minerales; por Mx. A. Riviere. | (Comptes rendus, 25 octubre 4858.) Examinados tiempo hace los efectos producidos por los es- capes en la canalizacion sublerránea del gas del alumbrado, me llamó la atencion, dice el autor, lo que se parecian las tierras, más ó ménos saturadas por el gas, y las diferentes rocas pobres en combustible que se encuentran en los criaderos naturales, sobre todo en la parte más somera. Desde entonces, despues de comparar las materias y las diversas circunslancias, he exlen- dido sus causas identificando las principales condiciones, y de este modo he visto que la parte fundamental de las sustancias combuslibles de ciertos criaderos, pudiera muy bien origi- narse por desprendimientos de vapor ó de gas análogos á los que proceden del escape en los conduclos del gas del alum- brado. En una serie de observaciones y experimentos he recono- cido evidentemente: 1.% que las tierras que rodean á los con- ductos, en ciertas circunstancias y despues de un tiempo deter- minado, quedan más ó ménos impregnadas de carbono ó de betun, hasta el punto de hacerse muy combustibles y tan ne- gras como la hornaguera sin purificar; 2. que la naturaleza de las tierras influye mucho en la absorcion; así es que la lier- ra arcillosa algo húmeda y cargada de despojos vegetales ó animales, favorece mucho para dicha absorcion, al paso que por el contrario esta es muy escasa en la arena seca; 3.” que el grueso de las capas superiores la favorece tambien; 4.” que TOMO IX. 12 178 en las quiebras y uniones de estralificacion, la absorcion es mayor; 5.” que las materias absorbentes aumentan en peso y aun en volúmen á veces; 6.” que las materias vegetales se van poco á poco convirtiendo en carbon más ó ménos belunoso segun el método de destilacion y de depuracion; 7.” que las sustancias ferruginosas se alleran convirtiéndose más ó ménos en óxidos, sulfatos Ó sulfilos, y que la mismas sustancias, Co- mo parte de las materias orgánicas, probablemente se conver- lirian en sulfuros ó en carbonalos si el gas estuviese ménos purificado, si la accion se prolongara suficientemenle, y si cier- tas condiciones dieran lugar á otras reacciones. Partiendo de estos datos principales, y dejando á un lado los pormenores, facil es hacerse cargo de los combustibles mi- nerales en varios casos. Cuando se ha tratado de explicar la formacion de las capas de hornaguera y de antracita única- mente por la aglomeracion de vegetales en un punto, se ha visto generalmente la dificultad de conseguirlo, ya por la presencia de considerables capas de pudingas, ya á causa del volúmen ex- traordinario de vegetales que hubiese sido menester para pro- ducir capas de hornaguera ó antracila de tanta potencia. Asi es que esla teoría, probable en ciertos casos, no parece aplicable para todos, y forzoso ha sido admilir que la formacion de los combustibles minerales se realizó en pantanos, como las turbe- ras, en islas bajas, 0 en archipiélagos, en delfas ó embocaduras de grandes rios, en las madres de algunos de estos muy anchas, y allernalivamente abandonadas y de nuevo cubiertas por las aguas; va en fin en el fondo de antiguos mares, teniendo así que suponer desagiles, acarreos, etc. Ha podido reconocerse por otra parte que en la hornaguera, como en la antracila, no se halla siempre muestra de vegetales, y por consiguiente pa- rece que no siempre tampoco están formados con sus despojos aquellos combustibles. Siendo esto así, no puede haber dificul- tad en admilir que en ciertos casos no consliluyen los vegela- les la parte principal de la masa combustible, que la materia mineral carbonosa procede de causa muy distinta de la transfor- macion de los vegetales, y que los despojos de estos sólo forman la trama, por decirlo así, de la materia carbonosa. ¡De suerle que si suponemos que los gases ó vapores lleguen á introducirse 179 en dicha trama, y prolongándose suficientemente la accion, sea 0 no intermitente, no es dificil concebir una absorción y acumu- lacion capaces de producir capas de combustible de mayor ó menor potencia. Aunque á la verdad ignoramos la naturaleza de las sustancias que oculta el interior del globo, su estado y pro- piedades mecánicas, fisicas y químicas, tenemos sin embargo continuas pruebas de que de alli salen gases y vapores que llegan hasta la superficie de la tierra: entre ellos se distinguen vapores sulfurosos, gases carburados, elc. Nada pues se opone a la creencia de que en el interior del globo hay nacimiento de carburos, de hidrocarburos, de betunes, elc., cuando desde lue- go conocemos en varios puntos depósilos considerables de are- niscas y calcáreas betunosas que lo deben evidentemente á manantiales de betun, 6 á escapes de vapores betunosos que salen de lo interior de la tierra. Forzoso es admitir duracion bastante larga en el fenómeno de desprendimiento y acumulacion, así como un inmenso volú— men de vapores Ó gases carburados. Pero ¿qué representan en la naturaleza nuestras medidas de tiempo y capacidad, con res- pecto á presiones, escapes, estados fisicos y acciones de que no podemos alcanzar á formarnos exacta idea? Por lo demas esta hipótesis, lejos de ser aplicable general- mente, debe reducirse á ciertos puntos, y no cabe en modo al- guno explicar con ella los depósitos ordinarios de lignito, ofre- ciendo tambien dificultades graves para la aclaracion de los ter- renos hornagueros y antracíferos, en que hay capas esquistosas interpuestas que no están impregnadas de sustancia alguna carburada. FISIOLOGIA. Nota sobre proto-organismos vegetales y animales nacidos es- pontáneamente en aire artificial y en gas oxigeno; por Mr. Poucuer. (Comptes rendus, 20 diciembre 4858.) En el momento en que, favorecidos por los progresos de las ciencias, muchos naturalistas se esfuerzan por restringir el do- 180 minio de las generaciones espontáneas, 6 por negar terminanle- mente su existencia, he emprendido, dice el autor, una serie de trabajos con el fin de aclarar esta tan debatida cuestion. Des- pues de haber repetido todos los experimentos de alguna impor- tancia hechos con este objeto, he llegado al fin á los de MM. Schutlze y Schevann, á quienes unánimemente tienen todos los adversarios de la helerogenia por las personas que le han dado el golpe decisivo. Puedo asegurar desde ahora, que siguiendo exactamente los mismos procedimientos que los dos expresados sabios, y aun variándolos, y dando además un grado mucho mayor de exactitud á sus experimentos, obtengo constantemente un resultado positivo. Vemos producirse animalillos y criptó- gamas diferentes en los matraces en que se ha destruido de antemano todo germen orgánico, y á donde no llega el aire sino despues de haber sido muy bien lavado en ácido sulfúrico con- centrado, 6 haber atravesado un laberinto de fragmentos de porcelana y amianto somelidos á la lemperalura del calor rojo. Trátase tan sólo de conducir racionalmente estas operacio- nes, y de hacer su examen en tiempo oportuno, y con toda la atencion necesaria. Aunque mis numerosos experimentos demuestran hasta la evidencia que el aire atmosférico no puede ser y no es el vehículo de los gérmenes de los proto-organismos, he creido que coro- naria felizmente la serie, y al mismo tiempo no daria motivo alguno á la crítica, si conseguia determinar la evolucion de algun sér organico, sustituyendo el aire artificial al at- mosférico. Los interesantes experimentos de MM. Regnault y Reiset in- dicaban desde luego, á mi parecer, que los animales de un orden inferior podrian desenvolverse en este aire, pueslo que los ver- tebrados viven bien en él. Mis ensayos alcanzaron un éxilo feliz, y muchas veces he visto que los microzoarios y una vegelacion cripltogámica se dejaban ver en el agua absolutamente priva- da de aire atmosférico, y que sólo estaba en contacto con una mezcla de 21 partes de oxigeno y de 79 de ázoe, 0 aun sola- mente de oxigeno puro. El experimento en que he empleado el aire artificial ha sido practicado en comun con el joven y sabio catedrático de química Mr. Houzeau, y será el asunto de otra 181 comunicacion. Aqui melimitaré á hablar de mi experimento en el óxigeno..... A pesar de mis temores, he sido más feliz con el oxigeno puro. Experimentos con el oxigeno. Llenóse de agua hirviendo un frasco de la capacidad de 1 litro, y habiéndolo cerrado herméticamente con las mayores precauciones, se puso inmedia- tamente boca abajo sobre una cuba de mercurio; cuando el agua llegó á enfriarse completamente, se le destapó debajo del metal, y se introdujo en él medio litro de gas oxigeno puro. Inmediata- mente despues se puso debajo del mercurio un pequeño haz de heno de 10 gramos de peso, que acababa de sacarse de un frasco tapado de una estufa calentada á 100 grados, y en la cual habia permanecido por espacio de media hora. El frasco se cerró al fin herméticamente con su tapon esmerilado; y por colmo de precaucion, cuando se le hubo sacado de la cuba, se dió una capa de barniz graso y de bermellon alrededor de su boca. Ocho dias despues la maceracion estaba de color amarillo oscuro, sin película aparente en su superficie, por lo ménos á la simple vista; pero el heno sumergido presentaba en algunas de las briznas que erizaban su hacecillo, unos glóbulos blan- co-amarillentos, del tamaño de un grano de grosella blanca, a la que desde lejos se parecian perfectamente. Estos glóbulos, cuyo número era de ocho ó diez, pero algunos de los cuales eran muy pequeños y flolaban en el líquido, parecian eviden- temente formados de filamentos de una mucorinea, implanta- dos en un mismo silio, desde el cual se irradiaban en haces apretados. Así lo demostró el microscopio. Habiéndose abierto el frasco al décimo dia, se procedió al exámen de su contenido. Entre el interior y la almósfera no habia habido comunicacion alguna. El gas oxigeno que contenia parecia aún enteramente puro, y los cuerpos en ignicion que en él se sumergian, acli- vaban inmediatamente su combustion. Entonces se echó de ver que los glóbulos gruesos ó copos blanquecinos que se adver- tian mirando por las paredes del vaso, y se hallaban sumergidos en el agua, estaban evidentemente formados por una especie de hongo de micelio muy ramoso y apretado. Como esta planta, que tuve por un aspergillus, no ha sido 182 descrita, á mi parecer, me dirigí, deseoso de adquirir dalos acerca del particular, á Mr. Montagne, cuya auloridad en es- tas malerias es de mucho peso. Este sabio creyó tambien que era una nueva especie, y tuvo por conveniente ponerle el nom- bre de aspergillus Pouchetli. Me respetado su decision. Como en estos últimos tiempos muchos sabios han soste- nido que los esporos de algunas criptógamas no perdian su fa- cultad de germinar sino á una temperatura superior a 100%, he debido asegurarme, para dar al experimento de que acaba de hablarse toda la autenticidad posible, de si no habria ocur- rido lo mismo respecto de vegetales que se habian producido du- rante dicha temperalura. Habiendo tomado algunos esporos del penicillium glaucum de Link, adverti que eran perfectamente esféricos, y presenta- ban un diámetro de 0,0028 á 0,0042 de milímetro. Los meli en un tubito con cerca de 2 centímetros cúbicos de agua, y esla se mantuvo en ebullicion durante un cuarto de hora por me- dio de una lámpara de alcool. Al cabo de este tiempo pudo ad- quirirse la seguridad, con el auxilio del microscopio, de que los esporos de este penicillium se habian desfigurado, habiendo perdido algo de su esfericidad, y habiéndose easi duplicado su volúmen, presentando entonces un diámetro que variaba de 0,0050 a 0,0055 de milímetro. Encontrábanse tambien en el líquido una especie de granillos aplanados del diámetro de 0,0028 a 0,0030, que no eran al parecer otra cosa mas que los restos de la cubierta de algunas semillas de este penicillium, cuya sustancia interior habia sido separada por la misma ebu- llicion. La accion del agua en ebullicion pareció afectar aun mucho más profundamente á los esporos de un aspergillus. Estos experimentos prueban, pues, que no es el aire el de- positario de los gérmenes orgánicos, puesto que vemos nacer un vegetal en un medio en el que el aire, absolutamente eliminado, ha sido reemplazado por el oxigeno. En este experimento, el líquido, examinado con la mayor atencion, no ha ocultado, á nuestro parecer, ningun animalillo. Hemos tomado un frasco de 5 litros de capacidad, cerrado con un tapon esmerilado, Este frasco se llenó de agua hirviendo, 183 y luego se cerró herméticamente y se volvió boca abajo sobre una cuba de mercurio. Cuando el agua se hubo enfriado, intro- dújose en el frasco una mezcla de oxigeno y ázoe, en las pro- porciones necesarias para formar el aire artificial, el que ocupó las tres cuartas partes de la capacidad del vaso. En fin, tomando las mayores precauciones se introdujeron tambien en el frasco 10 gramos de heno, que acababa de hallarse sometido por es- pacio de 20 minutos á una temperatura de 100%. Este heno, que habia sido sacado de la estufa en un frasco de boca ancha tapado en la misma, y sólo se destapó debajo de la cuba, fué introducido en el frasco. Así habia la seguridad de que si algu- nas partículas de aire habian quedado en los intersticios del heno, calentadas á 100% no podian contener gérmen alguno de microzoario susceptible de desarrollarse en lo sucesivo. Por último, habiéndose tapado el frasco debajo del mercurio, se le volvió á su posicion ordinaria, y todo el contorno de la abertura se cubrió, para mayor exactitud, con una capa de barniz de copal, amasado con bermellon. Despues de esto pusimos el frasco en nuestro laboratorio cerca de una ventana, y lo obser- vamos exteriormente todos los dias. Durante los seis primeros, habiéndose mantenido la tempe- ralura en el lérmino medio de 18”, el liquido subsistió amarillo y claro. Al octavo dia el agua empezó á enturbiarse, advirtiéndose cerca de sus bordes una especie de islote flotante, de color ama- rillosucio, de cerca de 3 milímetros de diámetro, y formado sin duda alguna de una vegetacion criptogámica, debida á una aglomeracion de penicillium. A los doce dias el líquido continuó manifestándose turbio, sin burbujas en su superficie, y hácia el fondo del vaso se des- cubrió un glóbulo esférico de $ milimetros de diametro, formado probablemente de un monton de aspergillus. A los diez y ocho dias el agua estaba más turbia que ante- riormente, y hacia su medio se dejó ver un islole flotante, for- mado evidentemente de penicillium en fructificacion. A los veinticuatro dias el líquido presentaba poco más 0 ménos el mismo aspecto que en losanteriores, pero estaba más turbio hacia el fondo. 184 Por último, un mes despues de principiar este experimento, se destapó el frasco. El gas contenido en él no habia adquirido mal olor; la superficie del agua no presentaba ninguna película; veianse flolar cuatro isloles de penicillium; y en este líquido, que estaba amarillo y sucio, nadaban muchos copos de aspergillus de diferentes tamaños, y dos de los cuales, compuestos de grupos apretados de esta seta, presentaban el tamaño y el aspecto de granos de grosella blanca. Uno de los islotes, extraido y examinado con el microscopio, estaba formado de una criptógama muy frondosa, muy ramosa y de ramificaciones diseminadas, pertenecientes al género penicillium: este era evidentemente el penicillium glaucum de Link. Los copos que se encuentran sumergidos en la maceracion se parecen enleramente, por el aspecto de sus grupos y por la estructura de sus micelios, al aspergillus que hemos observado en el oxigeno; pero como estos copos han permanecido debajo del agua y no han fructificado, ha sido imposible delerminar exactamente á qué especie pertenecia la mucorinea que los com- pone. Encuéntranse aqui y allá, nadando en la superficie del agua, unos granos de materia verde, esféricos, llenos de granillos, y que presentan 0,0112" de diámetro. A pesar de la temperatura, que habia sido siempre bastante baja mientras duró este experimento, por lérmino medio de 150, y á pesar de la desfavorable influencia que presentan todos los experimentos hechos en vasos cerrados, descubrimos en nuestra maceracion un número bastante grande de animalillos. Su su- perficie estaba llena de proteos difluentes, proteus diffluens, de Mull; Amiba diffluens, de Dujardin. Veíase tambien gran nú- mero de trachelius, completamente semejantes al trachelius tri- chophorus de Ehremberg, recientes, y de 0,063 de milímetro de . longitud; eran en extremo ágiles, culebreaban en todos sentidos, y dirigian á todas parles su larga trompa. Veianse además algu- nos (rachelius globifer de Ehr., algunas monas elongata, de Duj., y gran número de vibriones extremadamente delgados, entre los cualesse nolaban especialmenteel vibrio lineola y el vibrio rugula, de Mull. 185 Así pues, resulta evidentemente de este experimento que se han producido animalillos y plantas en un medio absolutamente privado de aire atmosférico, y al cual este no pudo. por consi- guiente, llevar los gérmenes de los seres orgánicos descubiertos en él. Y si hasta podia suponerse que algunas parlículas de este aire se habrian introducido en el aparato, es cierto que dichas partículas, antes de penetrar en el, habian sufrido una tempera- tura á que no hubieran podido resistir los gérmenes de los pro- to-organismos quese engendraron en las expresadas circunslan- cias. Los gérmenes de los infusorios no resisten una temperatura de 100”, y nuestros experimentos han probado que los es- poros de las mucorineas, semejantes á las de que se trata en este experimento, se desorganizan en virtud de la indicada lem- peratura. FISIOLOGIA VEGETAL. —_—_— Relacion de las plantas con el rocio. —Experiencias para probar que no absorben el agua de rocio que las moja; por Ma. Ducnarrre. (L'Institut, 5 febrero 4858.) Las experiencias de que vamos á dar cuenta son una conti- nuacion de las expuestas por el autor en dos Memorias sobre las relaciones de las plantas con la humedad de la atmósfera, que presentó á la Academia de Ciencias de Paris en 3 de mar- zo y 28 de abril de 1856. Se han hecho en Meudon, en un eran jardin, durante los meses de agosto y seliembre de 1857. Tambien se verificaron en el mismo sitio, y en número conside- rable, otras idénticas á estas respecto á sus resultados, en el verano y otoño de 1856; pero no las menciona el autor por no dar á su trabajo demasiada extension, y porque las del último año las liene por suficientes para sentar el principio que se de- riva á su parecer tanto de las unas como de las otras. Dicho principio es, contra las ideas admitidas, que las plantas no ab- sorben el agua del rocio que las humedece, por abundante que 186 sea, al menos en nuestros climas, y con las condiciones ordina- rias de la vegetacion. Las experiencias del año anterior se han practicado con 4 piés de Veronica Lindleyana, Paxt., 2 de Reina Margarita piramidal, 2 de Hortensia, 1 de Rochea falcala D. €. Estas di- versas plantas se cultivaban en tiestos con la tierra que se les echa por lo regular en los jardines, y estaban dispuestas de modo que cada tiesto lenia un aparato de cristal de una forma peculiar, formando un recinto bastante ancho y perfectamente cerrado, dejando sin embargo salir libremente al viento su por- cion aérea. De este modo se eliminaban rigorosamente todas las variaciones de peso que hubieran resultado sin esa precau- cion, del humedecimiento ó desecacion que el aire hubiera pro- ducido en la tierra y vaso que le contenia. Las plantas se pesaban: 1. á la entrada de la noche; 2. al dia siguiente por la mañana muy temprano. Cuando tenian mu- cho rocío, al primer peso de la mañana seguia olro despues de quilada el agua que se habia depositado durante la noche. Para que desapareciera esa humedad superficial, ha empleado dos métodos M. D., que á pesar de ser diferentes del todo, le han dado unos resultados conformes. La diferencia entre el re- sultado de ambos pesos daba evidentemente el peso del rocío, y deducido, se sabia el verdadero de las plantas al concluir la noche. El autor sienta, despues de una discusion, que ninguna otra causa diversa puede invalidar la exactitud de las conclusiones deducidas de estos experimentos, y principalmente que los fe- nómenos respiralorios no pueden intervenir nada bajo esle as- pecto. Para dar una idea de las observaciones cuyos delalles trae M. D. ensu Memoria, referiremos sucintamente algunos resul- tados suyos, obtenidos con uno de los nueve objetos de sus ex- periencias del año pasado. Era un pié joven y vigoroso de Ve- ronica Lindleyana, producto de una estaca de un año. En las noches del 25, 26, 27 y 28 de agoslo, dicha planta, puesta al descubierto en medio de un gran jardin, no se hume- deció con el rocio, y al dia siguiente, á las 6 de la mañana, se observó que habia disminuido de peso por efecto de la traspi- 187 racion 18" la primera noche y 198",4 la segunda. Ambas no- ches fueron cálidas, habiendo sido sus minimos 15*,7 y 15*,2. El 29 de agosto, á las $ de la noche, pesó la planta 18988",6, y al dia siguiente, á las 64 de la mañana, aunque conservando todavía una ligera capa de rocio, sólo pesó 18978",8; por con- secuencia, habia perdido ¿ de gramo de su peso inicial. El 1.* de setiembre, á las 74 de la tarde, el peso obtenido fué 19308", 8; al dia siguiente por la mañana, á las 6, cubierta aún de rocio, pesó 19328",8. Entonces se puso en un cuarto cerrado, cuya lemperatura era 20%, en una semi-oscuridad. Al cabo de hora y media habia desaparecido casi del todo su agua de rocio, por lo cual bajó la planta á su peso de la vispera, a 19308",8. Habiéndola dejado en la misma situacion por otras dos horas, sólo perdió 4 de gramo (19308".6). El minimo de la noche fué 120,6. El 14 de setiembre, á las 7 de la tarde, dicho pié de Vero- nica Lindleyana pesaba 19838",6. Al dia siguiente, á las 6 de la mañana, toda su superficie se hallaba cubierta de un abun- dante rocio, con el cual pesó 19888",0. En seguida se secó hoja por hoja, sin ser posible sin embargo quitarle toda la humedad superficial; y pesada inmedialamente despues, sólo dió 19858r,8, es decir, 4 de gramo más que la víspera: evidentemente repre- senta al ménos esa ligera diferencia el agua que no pudo qui- tarse de la axila de las hojas, ó quedó adherida á su superficie, segun lo prueba tambien la observacion siguiente. El dia 15, á las 7 de la tarde, el peso obtenido fué 1984s",2. El 16, á las 6 de la mañana, 19868",6, comprendiendo el rocío abundante con que se pesó la planta. Basló con limpiar las ho- jas para que volviera inmediatamente la planta á 1984s8",4, Ó a + de gramo solamente más que el peso de la víspera. Para se- guridad de que el exceso, á pesar de lo ténue que era, depen- dia sólo de la humedad que no pudo quitarse, se dejó el arbusto por 34 horas en la semi-oscuridad de un cuarlo, y pasado di- cho tiempo tan sólo pesó 1983gr,8. Y como se habia vislo por la experiencia de la víspera que en esa situacion perdia úni- camente por traspiracion + de gramo en 3 horas, era facil ob- servar que en la mañana misma, á las 6, el peso real era 19838", 9, es decir, inferior en ménos de ¿ de gramo al de la víspera. 188 El 17, á las 74 de la tarde, el peso de la planta fué 1980s",0. A la mañana siguiente, á las 6, estando bañada la planta con un rocío abundante, pesó 1981:s",4. En 2; horas de permanen- cia en un cuarlo semi-oscuro, volvió á su peso de la vispera, 6 a 19808",0, sin estar aún perfectamente seca por loda su su- perficie. Los minimos de dichas noches de rocio abundante, oscilaron de 12,4 442*,6. Por consecuencia, en las observaciones que acaban de ci- tarse, la planta sometida al exámen no aumenló nada en peso por la noche, no obstante el rocio que la bañaba. Por el con- trario, perdió cuando ménos + de gramo, cuya disminucion se hizo más pronunciada cuando el rocio fué ligero. En todas las observaciones del autor sucedieron de la misma manera las cosas, á pesar de las diferencias considerables de las plantas respecto á la testura de sus hojas, naturaleza y grueso de su epidermis. Cuando no ha habido rocio en los ejemplares sujetos a obser- vacion, bien al aire libre, ó bajo una cubierta horizontal de vidrio, la traspiracion ha determinado en ellos por la noche una disminucion apreciable de peso, que ha variado segun las espe= cies, y tambien segun las acciones exleriores, que se sabe lienen una influencia marcada en la produccion é intensidad del refe- rido fenómeno. Si el rocio se ha depositado sólo en corta cantidad, las plan- tas, pesadas con la capa tenue de humedad que las bañaba, han dado un peso algo inferior, ó cuando más igual al que lenian la vispera á la entrada de la noche, y eso á pesar del aumento que producia necesariamente en el resultado la presencia en su superficie del agua, cuyo peso se agregaba al de las plantas. En tal caso no ha producido el rocio otro efecto que disminuir la cifra definitiva de la pérdida nocturna, ó en otros términos, evitar que las plantas perdiesen tanto como hubieran perdido sin esa circunstancia. Finalmente, si el rocío se ha formado en cantidad muy con- siderable, las plantas pesadas por la mañana temprano, cubier- tas aún con el agua que se habia condensado en su superficie, han manifestado un aumento notable del peso que tenian la vís- 189 pera á la entrada de la noche. Mas para asegurarse de que su aumento era sólo aparente y no real, y que dependia de la pre- sencia en las hojas de una capa de agua cuyo peso se agregaba al de las plantas, ha sido suficiente hacer que desaparezca de cualquiera manera dicho líquido superticial. Enlonces, en todas las experiencias, sin excepcion alguna, las plantas han probado, ó que no han aumentado nada su peso de la víspera, ó que han sufrido una pequeña pérdida. Si el rocio se ha ido depositando en loda la noche, la traspiracion nocturna se ha suprimido por completo, y todas ellas han adquirido de nuevo su peso inicial, en el momenlo que se les ha quilado su revestimiento liquido; si la precipilacion ha principiado á hora más Y ménos avanzada ha habido algo de traspiracion, y despues de enjugado el rocío, el peso de las plantas á la madrugada ha sido inferior más ó ménos que el de la víspera á la entrada de la noche. El aulorse cree autorizado para deducir por conclusion de sus observaciones que en nuestros climas, y bajo las condiciones ordinarias de la vegelacion, las plantas no absorben el rocío, . pueslo que no aumenta el peso de las bañadas por él; que por tanto no contribuye a su nutricion; y que el sólo efecto directo que produce es suspender temporalmente con su presencia la traspiracion que se hubiera verificado en olro caso. Añade sin embargo, que por mediacion de la tierra puede producir en las plantas un efecto ¿ndirecto cuya importancia llega á ser grandisi- ma en ciertas circunslancias. M. D. dice tener probado anteriormente con numerosas ex- periencias, que la humedad en vapor que hay en el aire no la absorben los órganos aéreos de las planlas. De su Memoria actual resulta, que al condensarse en rocio di- cha humedad, tampoco la abso:ben los órganos que baña. Pero añade haber averiguado lambien experimentalmente, que la hu- medad vesicular y visible de las nieblas humedece á las plan- tas sin aumentar en nada su peso, y por consecuencia sin que estas la absorban. Resulta pues al parecer, en última análisis, de la tolalidad de las observaciones del autor acerca de las relaciones de las plantas con la humedad de la atmósfera, que bajo muchos as- pectos no se hallan en armonía con los hechos las ideas admi- 190 tidas en todo tiempo respecto á la facultad absorbente de los órganos aéreos, y que el papel esencial de la introduccion del agua, su principal alimento, en el organismo vegetal, corres- ponde á las raices, ó mas exactamente á la débil porcion de su superficie muy próxima a su extremo, por Ja cual es sabido que se opera con energía la absorcion de dicho lí- quido. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GArciA NAVARRO.) 191 VARIEDADES. Real Academia de Ciencias.—Elecciones. Por el fallecimiento del Excmo. Sr. D. José García Otero, Académico numerario en la seccion de Ciencias Exactas; por jubilacion del Sr. D. Joaquin Alfonso, en la de Fí- sicas, y por fallecimiento del Ylmo. Sr. D. Pedro Miranda, en la de Exactas, fueron elegidos en tiempo oportuno para reemplazarles respectivamente, el Sr. D. Juan Cortazar, el Sr. D. Eduardo Rodriguez, y el Excmo. Sr. D. Lucio del Valle. —Zos planetas Pales y Doris vueltos a hallar por Mr. Goldschmidt.— Hermosa mancha del disco de Júpiter, por el mismo. Acaba de volver á ver Goldschmidt los dos planetas arriba citados, valiéndose de las efe- mérides del Almanaque náutico inglés, calculadas con arreglo á los ele- mentos de Powalsky. Tienen poquísima luz, y Pales parece seguramente variable; con un instrumento grande se podria llegar á determinar el período de su rotacion. El 26 de cnero de 1859 era imposible distinguir por intervalos á Pales; aunque se veian constantemente en el campo del anteojo las estrellitas próximas de 12.* y 12.?,3 magnitud. El 2 de fe- brero siguiente á las 10 de la noche tenia por lo contrario el mismo brillo que una estrella de 11.”,12 magnitud, con singular sorpresa del ob- servador. La mancha negra prolongada particular, observada en el disco de Júpiter por Murray el 13 de noviembre de 1858 y por Lassell el 5 de diciembre siguiente, existia ya el 11 de octubre, y la habia dibujado yo, dice Goldschmidt, y medido á las 13115” t. m. de París. Ocupaba hácia el centro del disco una extension de 7'” en direccion ecuatorial; estaba algo dentellada en la parte S. O., y tan negra como la sombra del segun- do satélite, que se proyectaba en aquel instante sobre la porcion S. O. del disco. Volví á ver la misma mancha el 14 de octubre á las 13h en el borde O. del planeta, y al S. una faja algun tanto sombreada, que atra- vesaba todo el disco. Subsistió paralela la mancha á la faja, que estaba algo debajo del Ecuador del planeta. El 16 de octubre á cosa de las 12h t. m. estaba ménos negra la mancha; parece haberse hecho dos, segun las observaciones de Murray y Lassell. Aunque diga Lassell que perci- bió la mancha 7 á 8 semanas antes de observarla con atencion, impor- ta á la ciencia notar que el 11 de octubre no se habia separado todavía; 192 pero el sitio del contorno dentellado, observado por mí aquella misma noche, corresponde al de la rotura ó separacion que se ve en el dibujo de dichos señores. Hubiera debido ver yo seguramente un intervalo de 12' con una lente que aumentaba 300 veces. Del 11 de octubre, 13115”, al 5 de diciembre 1858, 12145" t. m. de Greenwich, hubo 133 rotacio- nes del planeta, y durante este tiempo permaneció visible la mancha en un mismo punto del disco. ] —Hechostocantes dá la fusion y congelacion del agua, por Mr. Mousson. En una Memoria publicada en las entregas últimas de los Anales de Poggendorf!, llega el autor á las conclusiones siguientes: 1.* todas las fuerzas que dificultan la orientacion de las moléculas de agua, la cohe- sion, la capilaridad, la compresion, etc., retardan ó dificultan su congelacion. El agua encerrada en esferitas, la contenida en tubos capitulares delga- dísimos, la comprimida entre dos vidrios, subsiste líquida bastante de- bajo de cero: 2.* cuando se sujeta el hielo á compresion natural ó arti- ficial, y en virtud de esta se trasforma en calor cierta cantidad de fuerza mecánica, se derrite el hielo en cantidad proporcional á la presion veri- ficada y al calor producido; de suerte que valuando por una parte la presion ejercitada y por otra la cantidad de hielo derretido, por efecto y. gr. de la accion de una prensa hidráulica prepotente, se podria de- terminar el equivalente mecánico del calor. Así, pues: 1.” si mientras pasa el agua del estado líquido al sólido se opone un obstáculo invenci- ble á su dilatacion, no sólo se retrasa su congelacion, sino que se la im- pide completarse; 2.” si se comprime el hielo hasta recobrar el volúmen que tenia cuando estaba liquido, se derrite. Impedir por tanto que el agua se dilate, es retrasar que se congele; comprimir suficientemente el hielo, aun á 18” bajo cero, es volverle al estado líquido. Dice Mousson que á —212” bajo cero, tendria una misma cantidad de agua igual volúmen en el estado sólido que el que tenia en el líquido. o (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAVARRO.) ¡_IAANNMúúeúpnónóúóúó%ó%6 o Editor responsable, Frawcrsco Garcia NavaRRO. o N.” 4."—REVISTA DE CIENCIAS.—Abril 1859. CIENCIAS EXACTAS. => >1I0€6e— GEODESIA. — Noticia sobre los trabajos geodésicos de la Carta de España; por Mr. Laussepar. ” (Comples rendus, 7 marzo 1859.) E, Gobierno español ha mandado hacer recientemente ope- raciones geodésicas, que deben servir de base para la cons- truccion del Mapa de España. Habiendo recibido el encargo del Excmo. Sr. Ministro de la Guerra, dice el autor, de asistir durante algun tiempo á los trabajos que debian verificarse el verano último, he creido que podria ser inleresante un extracto de la Memoria presentada con objeto de dar cuenta del cumpli- miento de mi mision. La Comision del Mapa de España, constituida definiliva- mente en 1853, se compone de gefes de las principales car- reras cientificas del Estado, y de distinguidos oficiales perte- necientes á los cuerpos de Artillería, Ingenieros y Estado mayor, bajo la presidencia de un oficial general. El Gobierno. facilita generosamente á esta Comision lodos los recursos que Cree ne- cesarios para que sus operaciones puedan, además del logro de su fin inmediato, servir tambien al progreso de la ciencia, su- ministrando nuevos datos para el estudio de la figura de la tierra. Durante el año de 1858, dos secciones de á cuatro oficiales han procedido, la primera á medir una Base central, y la se- TOMO IX. 13 194 gunda á hacer las observaciones angulares de los triángulos de primer orden. Medicion de la Base. El aparato empleado para medir la Base se compone principalmente de una Regla dividida que se ob- serva por medio de microscopios micrométricos montados inde- pendientes de la Regla, y de tal modo que se les puede aplicar un método de observacion y rectificación análogo al que se emplea en el anteojo meridiano. Todo el aparato ha sido cons- truido en Paris por Mr. Brunner (1). La Regla ha sido comparada con el módulo de Borda, depo- sitado en el Observatorio Imperial, por MM. Ivon Villarceau y Goujon, astrónomos del Observatorio, comisionados con este ob- jeto por el Sr. Director de este establecimiento, y por los Seño- res Ibañez y Saavedra, individuos de la Comision del Mapa de España. Estos oficiales han sometido igualmente la regla á nu- merosas experiencias, para estudiar la division, y para hallar directamente los coeficientes de dilatacion de los dos melales laton y platino que entran en su construcción, y hacen de ella un ter- mómetro metálico análogo á las reglas de Borda. En esta última parte de su trabajo, los oficiales españoles se han aconsejado de los Sres. Regnault y Wertheim. La descripcion y uso del aparato, acompañado de los resul- tados de las experiencias, se publicaran muy pronto en español y en francés. Se dió principio a la Medicion de la Base en fin de mayo de 1858, terminándose en los primeros dias de seliembre del mismo año. Otros dos individuos de la Comision, los Sres. Qui- roga y Monet, han contribuido con los Sres. Ibañez y Saavedra a esta operacion, en la que se empleaban además 2 sargentos y 60 soldados de artillería. La Base de que se trata está situada á unos 100 kilómetros alS. de Madrid, y un poco al E. del meridiano de esta capital, en una vasla llanura que se extiende al N. del pueblo de Madride- jos. Su direccion es próximamente del O. al E., y la distancia rec- (1) Véase su descripcion en el núm. 3.”, tom. 7.%, pág. 158 de la Revista, año 1857. 195 tilinea de los dos extremos, medida aproximadamente, de 14.660 metros, siendo muy poco undulado el terreno en toda esta longi- tud. Para facilitar la operacion, se ha abierto un camino de 8u de ancho de un extremo al otro de la base. Durante el curso de las operaciones, el aparalo y los observadores estaban al abrigo bajo una galería de madera de 36% de larga y 4" de ancha, compuesta de 9 casillas independientes, que se trasportaban sucesivamente, haciendo pasar la de atrás adelante. Se habian tomado además todas las precauciones necesarias, para que los movimientos de los observadores no pudieran trasmilirse á los soportes de la regla ni á los de los microscopios. Sobre la alineacion de los dos extremos de la Base se es- tablecieron otros 4 pilares de piedra, de manera que la base total se encuentra dividida en 5 secciones, que han sido medi- das la una despues de la otra partiendo del extremo occi- dental. La seccion de enmedio 6 la 3.2 se ha medido dos ve- ces como verificacion: y en la próxima campaña debe deducirse de esta 3.* seccion, considerada como una Base pequeña, la longitud de las otras en que se descompone la Base y la longi- tud de su totalidad. Para dar una idea de la exactitud extrema con que han sido ejecutadas las operaciones en la campaña de 1858, bastará presentar el cuadro siguiente, que he tomado de la Memoria inédita (1) de los oficiales españoles. En este cuzdro la letra R representa la longitud normal de la Regla del aparato á una temperatura determinada; y es casi inutil añadir que el trabajo de cada dia en los dos periodos que se hallan consignados, terminaban en los mismos trazos marcados con un instrumento especial al nivel del terreno, en donde se conservaban con el mayor esmero. (1) Esta Memoria acaba de publicarse en Madrid bajo el título de Experiencias hechas con el aparato de medir Basks, perteneciente á la Comision del Mapa de España. 196 Base be Mabrivesos.—Cuadro comparativo de las mediciones verificadas, una en agosto y otra en octubre, en la seccion central (Base pequeña). TRAS AE GS AAA AAA AAA 1| 60R+ 1852 60R+ 18,29 | +0,23 21 60R+- 11.75 60R+ 11,95 | —0,20 3 | 60R+ 26,331 60R+ 2582 | +0,49 4l 60R+ 32,69 60R+ 32,69 0,00 B| 60R— 11,96 e ds Me le pl 61 60R+ 17,64 60R+ 17,87 | —0,2 T| 60R+ 36,41 60R+ 36,73 | —0,32 8 | 60R+ 2,14 60R+ 20,75 | -+0,39 lr 60 Ata 16:38 60R+ 16,47 | —0,09 10 | 60R+ 14,11 60R+ 14,39. | —0,98 AA 7 COR Est 10,36 12 | 49 R+2648 43 19 R + 2648,57 | —0,14 709 R+9864,21 | 709 R+2864,02 | -+0,19 Tomando el promedio de los dos resultados, y susliluyendo por R su valor expresado en melros y fraccion decimal de me- tro, se halla para la pequeña Base una longitud de 2766",9075; la columna de las diferencias al hacer ver de una manera directa la precision de las operaciones parciales y la del resultado defini- tivo, prueba tambien la estabilidad de los microscopios, la poca influencia que ejercen los fuertes cambios de lemperatura en las mediciones hechas con una regla que forma termómetro metálico, asi como lambien el talento del constructor y el de los oficiales encargados de la observacion. TriancuLacion. Para medir los ángulos de los triangulos se emplea un teodolito construido en Alemania, siguiendo en sus observaciones el método llamado de reiferacion, y haciendo uso para las punterias de señales heliotrópicas. Durante mi per- 197 manencia en España en el mes de agosto y principios de setiem- bre, el estado de agitacion de la atmósfera por efecto del excesivo calor habia obligado á suspender las mediciones angulares, las cuales han empezado de nuevo en octubre, y debian continuar en los meses sucesivos, Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GARCÍA NAVARRO. CIENCIAS FISICAS, FISICA. Relacion entre el magnetismo, el calor y la torsion; por Mr. G. WiEDEMANN. (L”Institut, 4 agosto 1838.) IT. Cuando á una barra de acero, magnetizada á 0% por una corriente galvánica, se la quita parte de su magnetismo por otra corriente en sentido contrario, pierde magnelismo si se la calienta. Enfriandola, vuelve á presentarse el magnetismo. Si la accion de la corriente magnelizadora debilita el magnetismo primitivo de la barra, al enfriarse esta no recobra todo el mag- nelismo que tenia antes de calentarla; si es considerable la dis- minucion, vuelve á lener el mismo magnelismo que antes de calentarse; y si todavia es mayor, tiene más magnelismo la barra despues de enfriada que antes de calentada. Así, pues, una barra al parecer desmagnetizada puede volverse á magne- tizar por medio de varios calentamientos y enfriamientos. IL. Una barra magnetizada á 100%, y reducido su magne- tismo á esta misma lemperalura segun el más ó ménos magne- tismo perdido por la reduccion, pierde magnetismo enfriándo- se, 0 no se allera, ó se magneliza mas que anles. III. Retorciendo una barra de acero, mengua su magnetismo en razon directa del aumento de torsion. La pérdida de magnelis- mo por una misma torsión es casi proporcional al magnelismo pri- mitivo de la barra; aunque barras muy magnetizadas pierden mé- nos que lo que dice esta ley. Volviendo una barra retorcida á su posicion de equilibrio, vuelveá experimentar otra pérdida de magnetismo. Retorciéndola otra vez en el mismo sentido, va 199 disminuyendo algo el magnetismo. Pero retorciéndola en sen- tido contrario, se vuelve á perder mucho magnetismo, no en exacta razon sin embargo del aumento de torsion. Si la barra, luego de torsiones repetidas segun direcciones diferentes, vuel- ve á su posicion primitiva de equilibrio, crece algo su magne- tismo; cada torsion lo disminuye, cada destorsion lo restablece en gran parle. Nótase sin embargo decremento lentísimo del magnetismo de la barra. IV. Sustraida poca parte del magnetismo de una barra magnética imantándola en sentido contrario del primero, pier- de, al relorcerla algo, bastante ménos magnetismo que una barra ordinaria de acero magnetizada. Quitado más magnelis- mo á una barra de acero, presenta retorciéndola más magne- tismo que antes de retorcerla. Crece esle magnelismo con la torsion hasta cierto máximo, y luego mengua. Cuanto mayor es la cantidad de magnetismo quitada á la barra ¡imantada, mayor debe ser la torsion para llegar al máximo. Si está v. gr. la barra completamente desmagnetizada, recobra el magnetismo relorciéndola, y crece este magnetismo al paso que la torsión, pero en razon decreciente. V. Si con la torsion se quita á una barra magnelizada más magnetismo que el que pierde por cambios de temperatura en- tre ciertos límites, en tal caso la barra, cuando calentada vuelve á su temperatura primitiva, recobra todo su magne- tismo. VI. Los alambres de hierro retorcidos se destuercen cierto ángulo de torsion cuando se los magnetiza. VII. La destorsion de los alambres aumenta con el incre- mento de la intensidad de la corriente magnética en razon de- creciente, y llega pronto á un máximo. Con torsiones reducidas € intensidades iguales de corriente, es casi una misma en alam- bres de distinto grueso. VII. La destorsion es independiente del peso que estira el alambre, y hasta cierto punto de la torsion primitiva de este. IX. Haciendo actuar en un alambre retorcido una corriente magnelizadora reducida que le haga en parte girar, la. .repeli- cion de la accion de tal corriente no aumenta la destorsion. Una corriente de igual intensidad, pero en sentido contrario, des- 200 tuerce más el alambre, Si la última corriente empleada destorció el alambre cuanto quepa por la imantacion, otra corrienle en sen- tido contrario ocasiona una destorsion, y una corrienle que si- gue á aquella en la misma direccion, una torsion del alambre. De la influencia de la presion en la conductibilidad electrica de los metales; por E. WARIMANN. (Bibliot. univ. de Ginebra, enero 4859,) Cuantos más esfuerzos se hacen para ulilizar las propieda- des de la materia, ocurren más investigaciones nuevas sobre las modificaciones que las mismas propiedades pueden experi- mentar en ciertas circunstancias. Por ejemplo, en la gigantesca empresa de unir ambos mundos con un cable trasallántico des- tinado al servicio de la telegrafía, se ha hecho intervenir un elemento cuyo estudio venia despreciándose hasta el dia; á saber, la influencia de la presion en la conductibilidad eléctrica de los metales. El citado cable, extendido en un fondo poco quebrado, que se llama mesela lelegrafica, está sumergido en longitud de 19 miriámetros á una profundidad media de más de 3.000 metros, llegando la máxima á 3.790 metros, en la cual se halla sujeto á una presion de 366 atmósferas. Ahora bien: la baja de temperatura de congelacion del agua por causa de una compresion más de 20 veces menor, descubierla por Thomson; los hechos parecidos comprobados por Bunsen sobre el punto de solidificación de la esperma ceti y de la parafina expuestas á presiones hasta de 156 almósferas; la alleracion, en fin, de la facullad conductriz de los alambres de hierro y de co- bre atravesados por una corriente voltáica cuando se los estira, permilian sospechar que la resistencia de los metales al paso de los flujos eléctricos se modificaria en virtud de un acerca- miento molecular forzado. He hecho mis experiencias, dice el amtor, con alambres de cobre muy dulce, de 1"",3 de diámetro, recubiertos con una capa de gula=perca, que subia el grueso á 3"",1. Como medio de compresion he usado primero un piezómetro de Oersled, 201 con el cual se llega basta 9 atmósferas, y en cuyo interior el alambre, bañado por agua por todas partes, estaba en condi- ciones parecidas á las de los cables submarinos. Adoptando el método indicado por Christie y Wheatslone, llamado puente eléctrico, he dividido la corriente de una pila de seis pares grandes de Bunsen entre el alambre que se trataba de ensayar y un conductor auxiliar conveniente; despues he puesto en re- lacion con cada uno de ellos uno de los extremos del alambre grueso y corto de un excelente reómetro de Ruhmkorff, de suerle que, equilibrandose las dos corrientes que intentaban recorrerlo, se fijase en cero la aguja. Todos los contactos inva- riables de este circuito complejo estaban firmemente asegurados con soldaduras. Las pinzas movibles de patas convexas en que por un lado terminaba el hilo reométrico, llegadas al punto en que era nulo el desvío, se mantenian en él con un tornillo de presion libre de toda sacudida. No obstante la suma sensibilidad de este método de prueba, fué imperceptible el efecto del piezómetro. Tuve que sustituirlo con otra máquina mucho más eficaz, y á falta de una prensa hidráulica adecuada, sujelé en el aire el hilo, doblado en zic- zac en largo de 0”,92, á una presion que se fué subiendo has- ta 5.770 kilógramos, que equivale á más de 400 atmósferas. Deseoso de que no se desfigurase permanentemente la forma cilíndrica del alambre de cobre, puse entre él y las placas de acero destinadas a comprimirlo, dos hojas gruesas de gula- perca, cuya superficie apenas conservó huella del cuerpo que apretaban. Asi logré ver: 1.7 Que una presion de 30 almósferas (valor relativo á la sensibilidad de mi reómetro) disminuye la conductibilidad del hilo que la experimenta. 2. Que esta disminucion crece cuando aumenta la presion. 3.2 Que subsiste constante para cada presion tanto liempo cuanto esta no varía. 4.” En fin, que la conductibilidad recobra exactamente su primitivo valor cuando se suprime la fuerza comprimente. Estos resultados, importantes para el ingeniero, el geólogo y el fisiólogo, sientan una analogía nueva entre la electricidad, 202 el calor y la luz. Recuérdense con efecto las bellas experien- cias de Senarmon!, que demostraron: 1. que todo aumento artificial de densidad de un sólido no cristalizado disminuye, en el sentido en que se ejercita, la conductibilidad del mismo cuerpo para el calor; 2. que en los intermedios homogéneos en equilibrio forzado, el alargamiento ó aplanamiento del elip- soide lérmico corresponde precisamente al alargamiento 0 apla- namiento del elipsóide óptico. Observaciones microscópicas de la chispa eléctrica: por Mx. Fagpr. (L'Jastitut, 9 marzo 1859.) Con objeto de estudiar las causas que determinan la figura de la chispa eléctrica, ha hecho Mr. Fabbri algunas observaciones microscópicas que vamos á relatar. Cuando salta una chispa entre dos conductores, se observan generalmente dos cosas en su forma. Se ve: 1.* que la constli- tuyen dos fajas ó rastros luminosos diferentes, que se reunen en su extremo y se inclinan uno al otro formando ángulos más ó ménos agudos, de suerte que juntos presentan una linea in- terrumpida; 2.” que se encorvan de distintos modos los mismos rastros. De causas diferentes parecen provenir estos dos fenómenos: unas actuan discontinuamente en los puntos de inflexion; otras continuamente, por lo ménos en aquellos puntos donde no está interrumpida la chispa. Para examinar ambos fenómenos, me ha parecido conve- niente, dice Mr. Fabbri, emplear el microscopio, con el cual he observado una chispilla que hacia pasar por las puntas de dos alambres delgados pegados con goma laca en un planito de cristal, y esto asi por las razones siguientes. Puesto que el inler- medio en que salta la chispa ha de influir mucho por precision en su forma, mejor es que sea homogéneo en reducidas capas, y de consiguiente se debe operar con chispillas, que para exa- minarlas bien requieren emplear el microscopio. Usando esle 203 instrumento, ó disminuyendo suficientemente la irradiacion, se aclaran además los limites de la chispa y se divisan con más facilidad las pequeñas diferencias de forma. Advertiré que nunca he usado lentes de mucho aumento, que hubieran sido supérfluas y aun incómodas. Lo primero que se presentó al observar con el microscopio la chispa fué su escasa anchura, inferior con mucho á la que se percibe ó juzga con la simple vista. Á pesar de no eslar supri- mida toda la irradiacion, vi chispas de algunos milimetros de largo que miradas con el microscopio tenian de seguro ménos de 55 de milímetro de ancho. Manifestóse mucho más ancha y luminosa la chispa de una botella pequeña. Cuando están bastante próximas las puntas, nunca se ve solucion de continuidad de la chispa, presentándose encorvada con variedad; me pareció notar que cuando salia de unos mis- mos «dos puntos, presentaba curvatura igual. Si se aumenta la densidad del intermedio interpuesto, poniendo entre las dos pun- tas de los conductores una gota de líquido no conductor, de aceile v. gr., y precisando á la chispa á alravesarla, aun cuando sean muy cortas las distancias se observan soluciones de conti- nuidad. De estas observaciones parece deber inferirse que es proba- ble que la solucion de continuidad de la chispa provenga del intermedio en que se produzca, al paso que su curvatura dependa de sus extremos respecto de las demás partes de los conducto- res de que emane, y acaso lambien respecto de los demás cuerpos circunvecinos. Mirada la chispa con el microscopio en el aire, se manifiesta de color violado, como con la simple vista; pero si la fuente eléctrica es algo copiosa y están bastante próximos los conduc= lores, se trasforma en un copo la parle interna; obsérvase enlon- ces una luz brillante, como la de la chispa comun, en ambas puntas de los conductores, y que al irse acercando al inlerme- dio va disminuyendo de intensidad, interin que en lo interior se origina el reducido copo cuyo aspecto permite decir que la chispa se va trasformando desde las puntas en un copilo, pero siendo las últimas que se trasforman las parles internas. Con dos alambres de hierro 0 acero se ven corlos chorros 204 de luz rojiza arrojados en todas direcciones, que probabilísima- mente provienen de particulillas metálicas desprendidas y ar- rojadas por la descarga, y que se inflaman en el aire; lo cual prueba que la chispa eléctrica, no sólo trasporta la maleria, si- no que tambien la arroja en cualesquier direcciones. Haciendo pasar la electricidad entre dos puntas finisimas, como las de dos agujas de coser, gran parte de aquella corre de una manera casi contínua entre estas; pero se ven al propio liempo muchas chispas, que se juntan muy pronto con el filete luminoso existente entre ambos conductores. Reconócense estas chispillas principalmente en los puntos brillantes que forman en los sitios de donde salen, y es curioso ver estos puntos lumi- nosos á cierta distancia siempre de la punta de la aguja. Observando atentamente los extremos de la chispa, se per- cibe siempre un punto más luminoso, circunscrito por una au- reola que suele exceder mucho en diametro al grueso de la chis- pa, y lomar varios aspectos, segun la naturaleza diversa de los melales de que son los conductores. Las puntas de platino dan una aureola pequeña y blanca; el hierro y acero, azulada; el cobre, de hermoso color verde; y hay por último aureolas grandisimas y de color blanco de le- che, poco brillantes, que las dan dos alambres amalgamados. Se agrandan y ponen más brillantes las mismas aureolas dando una capa de aceite á los metales entre que salta la chispa. Consí- guese bastante bien esto mismo poniendo en ambos extremos una gota deaceile, que cubriendo una pequeña parle de los alambres, hace pasar la chispa por otros puntos más distantes, pero casi en contacto con la gota, y que por este motivo están constante- mente cubiertos de una capa de aceite. Operando así con dos alambres finísimos de cobre, se perciben alrededor de los puntos luminosos dos aureolas grandes de hermoso color verde, que contrasta magnificamente con el violado de la chispa. La causa de estas aureolas grandes consiste probablemente en la com- bustion de una corta cantidad de aceite en la llama donde hay moléculas metálicas desprendidas por la chispa. Conviene ad- verlir que otros líquidos viscosos, más combustibles que el aceile, esencia de trementina v. gr., no presentan tan bien este fenómeno. 205 QUIMICA. De la reduccion de los cloruros de bario, estroncio y calcio por el sodio.—Aleaciones de estos metales; por Mr. Caron. (Comptes rendus, 28 febrero 1859.) No se habia conseguido descomponer por el sodio más clo- ruros de los metales alcalino-terrosos que el magnesio. Lo he logrado, dice el autor, del modo siguiente. En varios casos tenia notado que la presencia de un metal extraño en la sal fundida en que se verifica la reduccion, solia facilitar la operacion, bien reuniendo las moléculas del metal reducido, si es susceptible de disolverse, bien localizando la accion del metal reductor previamente aleado. Fundandome en esta observacion, he llegado á los resultados siguientes. Empiezo preparando aleaciones de sodio con diferentes me- lales, como plomo, estaño, bismuto, antimonio, etc. Por lo ge- neral se obtienen facilmente las aleaciones de sodio con estos metales, pero por lo comun con violento desprendimiento de calor y luz, lo cual exije que al prepararlas se lomen precau— ciones. Para que sean manejables dichas aleaciones, no se debe introducir en ellas mas que la lercera parle de su peso de so- dio, aunque no es indispensable esta proporcion. Para reducir uno de los cloruros de bario, estroncio ó cal- cio, basta fundirlo en un crisol comun, y añadir, cuando eslé completamente liquido y rojo el cloruro, una de las aleaciones de sodio de antemano preparada. Caliéntase lodavía algunos instantes para dar al metal tiempo de reunirse, y en seguida se quita del fuego. Por supuesto que es menester poner en el crisol el cloruro con exceso respecto del sodio que se emplee. Se obliene un riel metálico y cristalino de aspecto particular segun los metales aleados. Las combinaciones presentan sólo rastros de sodio si están bien preparadas. Algunas de las alea - ciones citadas dan por la análisis la composicion que sigue. 206 Plomo y calcio. E A a O lO Rana SAO SOMOS A da Ri di 0,32 Silicio y estaño. leeis as 0,52 ARA 0,38 Perdida ida A de 0,58 100,00 Antimonio y calcio. Qalcio: ondo acre 7,60 Antimonio p dui 200 0 90100 99:40 100,00 Bismuto y bario. PI A IA Bismutop. 07. TIA IDO 2900 100,00 No hablaré de la riqueza de estas aleaciones, que varia con la cantidad de sodio introducida en la aleacion reductriz; creo deber decir, sin embargo, que pasado cierto límite se pierde sodio; esto es, que la cantidad de bario, estroncio Ó calcio re- ducida es menor proporcionalmente que la de sodio empleado. Tambien se pueden obtener las mismas aleaciones con una sola operacion, y sin necesitarse sodio. Para tener, v. gr., una aleacion de estaño y bario, bastará mezclar bien carbonato de sosa, carbon, cloruro de bario, y de estaño en polvo, y calentar hasta que dejen de desprenderse vapores de sodio. Sin dificul- tad se comprende la reaccion: el carbonato de sosa y el carbon producen sodio que se alea con el estaño y reduce el cloruro de bario. No puedo indicar con toda exactitud las proporciones más favorables para obtener aleaciones de este modo: me con= tento con citar el hecho. Las aleaciones, háganse de esta ó de aquella manera, son verdaderas combinaciones que no destruye el calor. Puesto un 207 riel de bismuto y bario en un crisol de carbon, y calentado hasta la lemperatura de fusion del niquel, perdió poquísimo peso; el óxido de carbono que siempre hay en la atmósfera de los crisoles, destruyó una corta cantidad de bario. Todas estas aleaciones se oxidan rápidamente al aire, y des- componen el agua vivisimamente cuando contienen más de 5 por 100 de metal alcalino, dejando entonces el metal extraño no atacado en estado de polvo negro. Las aleaciones de bario, estroncio y calcio con antimo- nio desprenden en el agua hidrógeno que tiene mucho an- timonio; aunque contenga cierto exceso de hidrógeno produ- cido por la aleacion de calcio, analizado el gas da 18r,768 de antimonio por cada litro de hidrógeno formado por su des- composicion. Las aleaciones con el bismulo no contienen hidrógeno com- binado con este melal. Si en un crisol de hierro ó de fundicion bien cubierto se funde una mezcla de cloruro de calcio y de sodio en tales pro- porciones que haya mucho exceso de sodio, y se cuida de que no suba la temperalura a más del punto de volatilizarse el so- dio, se obliene una aleacion de sodio y calcio capaz de perder lodo su sodio destilandola en una vasija de hierro; pero se queda entonces el calcio en estado de esponja, en la cual ac- tuan con tanta energía las causas de oxidacion, que no se puede fundir el metal sin destruirlo casi por completo. La cal que ro- dea al calcio se opone además á la reunion de las partículas metálicas. Es probable que mejorando la parte práctica de estos procedimientes, se consiga aislarlo en estado de pureza. Empleados iguales medios para obtener la aleacion del so- dio con el bario ó el estroncio, no han dado resultado alguno. Nuevos trabajos sobre el oxigeno; por Mr. SCHOENBELN. (Anal. de Quím. y Fís., febrero 4859.) IL. Influencia del platino en el oxigeno combinado.—Los trabajos de Davy, y especialmente los de Doebereiner, han 208 manifestado la influencia del platino en la actividad qui- mica del oxigeno libre. De experiencias que acabo de hacer resulta, dice el autor, que dicho metal obra tambien en el oxigeno combinado, ya produciendo efectos de oxidacion más intensos y rápidos, ya dejando libre el oxigeno. Los ejem- plos siguientes demostrarán este modo particular de acluar el platino. Añadiendo hipermanganalo de potasa a amoniaco dilatado hasta dar color rojo subido al líquido, pasan horas antes de que este pierda el color y se forme nitralo de potasa. Agitese la mezcla con negro de platino, é instantaneamente pierde el color. Una disolucion concentrada de ácido crómico pone al mo- mento azul al engrudo yodurado (1 parte de yoduro de pola- sio, 10 de almidon y 1.000 de agua). Cuando se dilata la di- solucion ácida en 500 veces su volúmen de agua, no toma co- lor hasta media hora despues. Sucede al instante cuando se agita el liquido con negro de platino. La tintura de añil, mezclada con una disolucion de ácido yódico, pierde el color con lentitud; pero lo verifica al instante cuando se agita con negro de platino. Iguales fenómenos se ven con el ácido clórico. Destilando en una retorta ácido nítrico de 1,35 de densidad y perfectamente exhausto de ácido hiponítrico, pasa el ácido sin descomponerse, y es imposible descubrir el menor rastro de vapor nitroso, bien en el producto destilado, bien en el re- siduo. Cuando se añade al mismo acido negro de platino y se calienta hasta hervir, al momento se presentan vapores rojos, y pasa un ácido, que dilatado en mucha agua, da color azul al instante al engrudo yodurado. De este hecho resulta que el ne- aro de platino descompone al ácido nítrico. Tambien descom- pone hirviendo a la disolucion de ácido yódico, dejando libre una corta cantidad de yodo. Al ácido hipermangánico libre lo descompone al momento el negro de platino. Me parecen aná- logas estas descomposiciones á la que experimenta el agua 0xi- genada con el negro de platino. En ambos casos pone en liber- tad oxigeno ligeramente combinado la accion de contacto del metal. 209 á II. Influencia del hierro y las sales ferruginosas en el oxi- geno combinado.—En algunas de las experiencias anleriores se puede sustituir el hierro ó el sulfato ferroso al negro de plati- no. El ácido crómico dilatado en 500 veces su volúmen de agua, y mezclado con otro volúmen igual de engrudo yodurado, no da color azul á este sino con lentitud; pero se presenta tal color al momento que se agita la mezcla con polvo de hierro, ó que se echan unas gotas de sulfalo ferroso. * Asimismo una disolucion dilatada de ácido clórico que quita lentamente el color á otra de añil, lo verifica al momento de ponerla en contacto con hierro ó con sulfato ferroso. IL. Accion calalictica reciproca de una serie de óxidos, perózidos y ácidos, y modificaciones opuestas del oxigeno ac- tivo. —Sabemos por las bellas observaciones de Thenard, que poniendo en contacto agua oxigenada, con los óxidos de los me- “tales preciosos, los reduce perdiendo la mitad de su oxígeno. El mismo químico insigne demostró que el agua oxigenada y el peróxido de plomo se descomponen en óxido de plomo, agua y oxigeno. Wohler ha demostrado luego que el peróxido de man- ganeso descompone el agua oxigenada, y que para completarse la descomposicion se requiere que intervenga un equivalente de peróxido de manganeso para otro de agua oxigenada.' Los hechos siguientes caben, á mi juicio, en el mismo or- den de fenómenos. Oxigeno ozonado y agua oxigenada.—Agitando agua oxi- genada con oxigeno muy ozonado por el fósforo y esme- radamente desembarazado de vapores ácidos, desaparece el ozono, se descompone el agua oxigenada, y se forma oxigeno comun. Sustitúyase al agua oxigenada peróxido de bario diluido en mucha agua, y se observarán hechos parecidos. Desaparece el ozono, se reduce el peróxido de bario al estado de hidrato de barita, y se forma oxigeno comun. Agua oxigenada y perózidos ó ácidos melálicos.—Iguales fenómenos se presentan en el contacto del agua oxigenada con ciertos ácidos melálicos y peróxidos. Añádese agua oxigenada al acido hipermangánico ó á una disolucion acuosa de hiper- manganato de potasa, y se enturbia la mezcla, se separa hidrato TOMO IX 14 : 210 mangánico, y al propio tiempo se desprende oxigeno. Adició- nase á la disolucion de hipermanganato una corta cantidad de acido sulfúrico ó-. nítrico, y en tal caso delermina el agua 0xi- genada la reduccion del ácido hipermangánico al estado de óxido manganoso, de suerte que la mezcla, al principio de co- lor rojo de púrpura, lo pierde pronlo. Sabemos que añadiendo agua oxigenada á ácido crómico, toma color azul el liquido, y luego pasa por el verde al amari- llo rojizo, desprendiendo oxigeno. Se descompone el agua 0xi- genada, y subsiste sin alterarse el ácido crómico. Pero se re- duce y trasforma en óxido de cromo cuando se echan unas go- tas de acido sulfúrico a la mezcla. j Análogos fenómenos ocurren cuando se pone agua oxigenada en contacto con disoluciones de ciertos peróxidos en ácidos. Tengo demostrado que se podian disolver en ciertos ácidos el peróxido de manganeso, el de plomo y el de plata. De agitar: minio con ácido acélico resulta una disolucion incolora cargada de peróxido de plomo, y que lo deja depositarse al cabo de al- gun tiempo. Añadido sulfato manganoso a la misma disolucion, precipita en ella sulfato de plomo, y determina formacion de un acelalo de peróxido de manganeso que subsiste disuelto. Por olra parte. se disuelve el peróxido de plata en frio en ácido nitrico, formando un líquido de color pardo oscuro. Cuando á estas disoluciones de peróxidos en los ácidos se les añade agua oxigenada, se descompone esta, se reducen los peróxidos, y se desprende oxigeno puro. Las sales férricas actuan en el agua oxigenada como el ácido crómico: la descomponen sin reducirse ellas. Y, cosa curiosa, verificase esta reduccion por el prusiato rojo de potasa. Sabido es que no precipita este reactivo á las sales de hierro en el má- ximo; pero añadase á la mezcla agua oxigenada, y al inslanle se precipilará azul de Prusia, y se desprenderá oxigeno prove- niente de la reduccion y de la accion catalítica recíproca del agua oxigenada y del sesquióxido de hierro. El agua oxigenada no tiene accion en el sulfato de cobre disuelto; pero si se añade potasa a la mezcla se desprende oxí- geno, y se precipita hidralo cuproso, que pronto pasa al estado de hidrato cúprico. 211 Estos hechos manifiestan que el agua oxigenada disfruta la propiedad de separar el oxigeno en todo ó en parte de gran número de óxidos, de peróxidos y de ácidos metálicos, per- diendo al propio tiempo la mitad de su oxigeno. Admito que el oxigeno de estos óxidos que se pone libre en estas circunstancias es oxigeno activo, y que la segunda mo- lécula de oxigeno del agua oxigenada es tambien oxigeno activo. Sáabese que el oxigeno que las catalisis acabadas de mencionar dejan libre, es oxigeno comun. ¿No parece indicar esta circuns- lancia que se forma este por la reunion de dos especies de oxí- geno activo, proveniente uno de los peróxidos y el otro del agua oxigenada, y que parecen dolados de cierto antagonismo? Esto requiere explicarse. Al peróxido de bario se refieren los de estroncio y de los metales alcalinos. Todos dan agua oxigenada tratados por el acido clorhídrico, y.son incapaces de teñir de azul á la tintura de guayaco, elc. Se les puede oponer otro grupo de peróxidos, que dan cloro tratados por el ácido clorhídrico, y que tiñen de azul á la tintura de guayaco; son los de manganeso, plomo, ni- quel, cobalto, bismuto y plata, á los cuales se pueden acercar los ácidos mangánico, crómico y vanádico. ¿Por qué tratados estos óxidos por el ácido clorhídrico no dan agua oxigenada? Sin duda porque el oxigeno activo, (la segunda molécula de oxigeno de los peróxidos) está contenido en ellos bajo distinta forma que en el bióxido de bario. Admilo que puede existir en dos estados diferentes el oxi- geno activo, en el de oxigeno activo positivo y el de oxigeno activo negativo. Represento estas dos especies de oxígeno por los simbolos ¿- y E, ó simplemente por € y 6. Se les pu- diera llamar ozono y antozono; ozonidos al grupo de los peró- xidos á que pertenece el de manganeso, y antozonidos al de aquellos á que corresponde el bióxido de bario. Unidos el ozono y el antozono forman oxigeno comun inactivo. Por esto el agua oxigenada y el peróxido de bario en contacto con el ozono lo destruyen, perdiendo aquellos su oxigeno activo, y formando oxigeno inactivo. Por lo mismo el agua oxigenada en contacto con disoluciones de peróxidos en ácidos descompone los peróxi- dos, descomponiéndose ella, y dando oxígeno inaclivo. Me pa- . > 212 rece muy natural esta interpretacion de los hechos arriba men- cionados. Todavía gana en mi concepto mayor fuerza esta hipótesis con los hechos siguientes. Mezclando intimamente peróxido de bario con otro de pla- ta, no se desprende ni rastro siquiera de oxígeno; pero cuando se añade agua á la mezcla, al momento se presenta vivo despren- dimiento de dicho gas. El peróxido de bario se reduce á barila, el de plata á plata metalica. En general, todos los peróxidos y óxidos que descomponen el agua oxigenada, descomponen tambien el peróxido de barita. La accion reciproca de dichas dos especies de peróxidos es mu- cho más enérgica cuando interviene un ácido. El peróxido de bario se conduce exactamente como el agua oxigenada con las disoluciones de peróxidos en acidos. Reduce á eslos reduciéndose él, y pasando al estado de sal de barita al propio tiempo que se desprende oxigeno inactivo. Cabe admi- tir en rigor que en tales casos se forma primero agua oxigenada, por la accion del ácido en el bióxido de bario, y que la misma agua delermina reacciones idénticas á las expuestas. Sea lo que fuere, lo cierto es que el bióxido de bario se parece al agua 0xi- genada en punto á su accion en los peróxidos. El hecho siguiente tiene alguna importancia en cuanto á las ideas que se acaban de enunciar. Echese ácido clorhídrico dila- tado en una mezcla íntima de 5 parles de peróxido de bario y 2 de peróxido de manganeso, y se verá descomponerse rápida- mente la mezcla en muriato de barita, muriato de protóxido de manganeso, y oxigeno libre y completamente falto de rastro si- quiera de cloro. Se puede explicar facilmente esta interesante reacción, mi- rando, cual lo hago yo, al peróxido de bario como Ba0+- $, al de manganeso como Mn0+ 6, al cloro (como peróxido de mu- rio, ácido muriático oxigenado) Mu0+ $, al agua oxigenada como HO+ €, y al ácido clorhidrico como Mw04-H0. Al paso que Ba0 y Mn0 se combinan con Mu0 formando los murialos de barila y de manganeso, el oxigeno activo ¿> de uno de los peróxidos, y el oxigeno activo € del otro se combinan, y re- suelven en oxigeno inactivo O, el cual, como incapaz de aso- 213 ciarse, bien con el agua AO para tomar agua oxigenada, bien con MuO para formar cloro, se separa tambien de sus combi- naciones (1). Véase otro hecho tocante al mismo orden de fenómenos. Echando una gota de bromo puro en agua oxigenada, se pre- senta en aquel una burbuja que se hincha y luego se desprende, y vienen en seguida otras. El gas desprendido es oxígeno co- mun. Agitando agua oxigenada con bromo, al momento se ma- nifiesta un desprendimiento tumultuoso de oxigeno. Conviértese el bromo en lo que los químicos llaman ácido bromhidrico. Conforme á las teorías dominantes se explicaria este hecho, ad- mitiendo que el bromo quita al agua oxigenada su hidrógeno, y deja libre su oxigeno. Segun mis ideas actuales acérca de la na- turaleza del bromo, debo preferir la interpretacion siguiente: el oxigeno desprendido proviene á un tiempo del peróxido de hi- drógeno HO+ € y del de bromio (bromo) Br0O+ €). Sujeto á la imparcial apreciacion de todos los químicos des- preocupados, que decidan á dónde se inclina el mayor peso de analogía. Nota de los Anales. Los hechos relatados por Mr. Schoen- bein manifiestan que el bióxido de bario se descompone, como el agua oxigenada, al ponerse en contacto con algunos óxidos, y que tal descomposición ocasiona á veces la del óxido mismo. Ejemplos nuevos é interesantes son estos de las acciones quí- micas que se suponen debidas al contacto, por ignorarse la ver- dadera causa de ellas. Mr. Schoenbein intenta explicarlas sen- tando una hipótesis ingeniosa, pero temeraria, acerca de la naturaleza doble del ozono. Para justificarla sería menester que por lo menos fuera aplicable á todos los casos; y los hay, y de los más importantes, que no explica. Cuando en virtud de la influencia del negro de plalinó ó del peróxido de manganeso, se descompone el agua oxigenada, se desprende oxigeno inactivo. Parécenos esto en contradiccion con la teoría de Mr. Schoenbein. Con efecto, si el segundo (1) Este párrafo está traducido al pié de la letra. (Nota de los Anales, ) 2914 átomo de oxigeno del agua oxigenada fuese, cual opina este sabio, oxigeno activo posilivo, deberia desprenderse como tal; porque ni el platino, ni el peróxido que subsiste intacto, pue- den darle el oxigeno activo negalivo con que necesita combi- narse, segun el autor, para formar oxigeno comun. En cuanto á la hipólesis sentada sobre la naturaleza del cloro, hipótesis resucilada de Berthollet, ¿no convendria, para acreditarla algun tanto, apoyarla en otra cosa más que en ar- gumentos sacados de la analogía, y en la interpretacion de una experiencia que nada tiene de decisiva? De la accion del hidrógeno 4 diferentes presiones en algunas disoluciones metálicas: por Mk. BEKETOFF. (Comptes rendus, 28 febrero 4859.) El papel metálico que desempeña el hidrógeno en sus com- binaciones está oculto, digamoslo así, por sus propiedades fisi- cas en el estado libre, estorbando asignarle un puesto en la serie de desalojamientos de los elementos metálicos; y la elimi- nacion del hidrógeno de los ácidos por los metales depende tanto de la presion, que hasta puede cesar cuando llega esta á cierto punto, como lo probó Babinet. Pudiera creerse que suce- deria lo contrario, y que comprimido el hidrógeno podria desa- lojar ciertos metales de sus disoluciones en los ácidos. Eslo es lo que me he propuesto resolver por la experiencia, dice el au- lor. Mis trabajos han recaido principalmente sobre las sales de plala, con mayor motivo por conocerse ya algunos casos de re- duecion de sales de plala por el hidrógeno. Notado estaba que al nitrato de plata lo descomponia hasta el hidrógeno puro, aunque no ejercita accion alguna en el sulfato del mismo me- tal. Mr. Ozann habia dicho que el hidrógeno desprendido por la pila en ciertos casos reducia hasta el sulfato, al paso que no tenia esta propiedad el hidrógeno comun; deduciendo de aquí que el hidrógeno se podia presentar, á semejanza del oxígeno, con una modificacion activa que llamó hidrógeno-ozono. 215 El método de mis experiencias es sencillísimo: en las distin- las ramas de un tubo de vidrio varias veces encorvado se pone aparte la disolucion metálica, el ácido y el zinc purificado, y luego se cierra el tubo con la lámpara. Se deja caer la granalla de zinc en el ácido inclinando algo el tubo, y despues se obser- van de cuando en cuando los fenómenos que suceden; en algu- nas experiencias el hidrógeno, desprendido antes de actuar en la disolucion metálica, alravesaba previamente por una capa de la misma sal en una rama interpuesta entre el ácido y la disolu— cion: no adverti sin embargo diferencia alguna entre ambos modos de operar. Hice todas las experiencias sin luz. Obtuve los resul- lados siguientes. Sujeta á la accion del hidrógeno comprimido una disolucion de cloruro de plata en amoniaco, se puso parda la superficie de contacto del líquido con el gas, luego se propagó la accion por toda la masa, y pasados algunos dias se depositó en las paredes vel fondo del tubo un polvo agrisado, que examinado luego de abrir el tubo, presentó todos los caracteres de plata metálica. No adver- li accion reductriz del hidrógeno en la misma disolucion á la presion ordinaria. Tratado del mismo modo el nitrato de plata, depositó al mo- mento plata metálica blanca en forma de ténue película, for- mada de mallas cristalinas. El licor pasó de neutro á ácido. El hidrógeno á la presion ordinaria actua tambien á la larga en la disolucion de nitrato. Los fenómenos más notables me los presentó el sulfato de plata. Sujeta á la accion del hidrógeno comprimido una disolucion saturada de esta sal, no presentaba señal ninguna de reduccion al cabo de varios dias. Pero dilatada en [res veces su peso de agua, empezó á descomponerse luego de estar algunas horas en contacto con el hidrógeno. En algu- nos sitios se habia depositado en forma de espéculo metálico la plata reducida, al paso que en otros se veia precipitado un pol- vo de color gris subido; á un calor moderado perdia este su tinta oscura y desprendia un gas, trocándose en plata metálica. La corta cantidad de sustancia me impidió examinarla con más cuidado, aunque las circunstancias en que se formó inducian ácreer que era un hidruro de plata; no podia ser óxido, puesto que el licor circundante presentaba reaccion ácida. 216 El hidrógeno descompone al acetato de plata á la presion de la atmósfera ya. Diversas experiencias con el nitrato mercurioso á mucha presion me han dado resultados positivos: aparecen globulillos de mercurio en la superficie de contacto, y se juntan en el fondo del tubo en otros más gruesos, conservando el líquido su color y trasparencia primitivas. Permitaseme sacar de estos hechos las conclusiones siguien- les: 1.* El hidrógeno comun y en estado gaseoso, ó disuelto en lí- quidos, puede desalojar algunos metales de su disolución en estos ácidos. 2.* Esta accion del hidrógeno depende de la presion del gas y dela dilucion de la disolucion metálica, ó dicho de otro modo, de la masa química del cuerpo reductor, como en otras acciones de la misma clase. 3. Es probable que á presiones mayores que la empleada, desalojaria el hidrógeno á otros metales como á la plata y el mer- curio. FISICA DEL GLOBO. Pasage de una carla de Mr..Kaemtz 4 Mr. Le Verrier sobre las relaciones existentes entre las indicaciones del barómetro, la direccion y la fuerza del viento. (Comptes rendus, 47 mayo 4858.) Con sumo interés leo vuestra correspondencia meteoroló- gica. Cuantas personas se dediquen á esta parte de las Ciencias Naturales, reconocerán el gran mérito que contraeis publicando tales observaciones. Por desgracia no ha recibido el observatorio de Dorpat otras correspondencias de enero y febrero más que de algunos dias, y no han venido completas hasta principios de marzo. Permi- tidme comunicaros algunos resultados sobre los movimientos de 217 la almósfera, cual los he calculado para el mes de marzo y mi parage de observacion. Empiezo por los vientos. Mis trabajos abrazan 545 dias de observaciones hechas en el mes de marzo, y dan para duracion de cada viento en el mismo los resultados siguientes: Término medio — Duracion de cada viento. Direccion del viento, de los 545 dias. Marzo 1858. Wi AS 2,8 3 A 2,6 0 Ev Por 3,4 1 SE... A 4,3 3 Siasddo e Jak: Savia 3,4 4 O A A 4,3 5 Ord eds Du asis 2) 6 NEO. y deba gatos lor 3,4 6 Calma y variable..... 1,4 3 Doll 31,1 == po La inspeccion de estos números dice que los resultados de marzo de 1858 se separan de los resultados medios, y que de consiguiente es preciso admitir que este año han sobrevenido cau- sas perturbatrices productoras de la mudanza de direccion é intensidad del viento medio, y la hipótesis más natural á que cabe atribuirla es la desigual altura del barómetro. Menester es suponer que la presion en las regiones del S. O. ó más bien del S., por causa de la rotacion de la tierra, ha sobrepujado á la de las nuestras; y la experiencia lo comprueba respecto de Paris y Dorpat. Aunque los años pasados tomé la altura media de Parisá medio dia, y el mes de marzo del corriente la he to- mado á las ocho de la mañana, la diferencia influye poco. El término medio de los 345 dias es en Paris de 756ww,7. El año actual da 761,25, ó una diferencia de 4vm,55; la altura de los mismos dias es en Dorpat 334,66 (de Paris), y esle año 331"",29; diferencia—3"",376—7"w,60. Consecuencia precisa de esta diferencia de 120,15 entre París y Dorpal es la pre- ] 218 ponderancia de los vientos del S, O, y del O.; mas como sólo he considerado estos dos parajes, no cabe dar determinaciones de mayor exactitud. Lo que llevo dicho se ve confirmado por el conjunto de mis observaciones. Calculando la influencia de los vientos en la altura del barómetro en Dorpat, he comparado la presion en otros parages, y comprobado que por lérmino medio se mani- fiestan mudanzas correspondientes desde las costas de Europa hasta Barnaoul, punto el más oriental que he comparado. No se pueden comparar hasta fines de 1858 la mayor parte de es- los parages. Lo combinacion de todas las observaciones prueba con bas- tante seguridad que los vientos del S., S. O. y O., así como los del N. 0., proceden del S. O. y á veces del S. E. He examinado al propio liempo la marcha del barómetro an- les y despues de cada viento, tomando la altura los dos dias anteriores (—2 y —1 dia) y los dos siguientes (+1 y +2 dias). Los resultados en milimetros para Paris y Dorpal, comparados con el término medio de los dias de observacion, son como sigue: min mm mio min mm N Dorpat. —2d. —2,57 —1d,=-—3,58 0d. +0,92 + 1d.-5,50 42d. 5,38 A UE +2,55 42,25 +1,82 +1,85 +1,64 NE. f Dorpat. +2141 +2,71 +6,86 7,98 +6,20 Paris. . +0,21 +0,17 +0,75 +0,20 -—0,45 E. Dorpat. +2,01 +0,99 +54 +5,74 2,50 Paris. . — 2,51 —2,56 —2,11 —9,99 —2,88 S. E ti +1,24 +2,05 1,35 -+1,58 +1,55 Paris. . —3,59 —4,25 O —35,44 —3,09 A Dorpat. —A1,80 —2,17 —4,45 — 53,12 — 4,36 : f Paris. + —3,02 —3,64 —4,44 — 5,87 —2,24 S. 0.. 5 Dorpat. —0,59 —1,15 — 5,50 —1,15 —4,99 f Paris. - +41,55 +1,54 +1,86 +1,26 +0,95 o. f Dorpat. —0,29 +0,45 —0,18 —0,90 —(),77 Paris. . 2,74 A SNE +28 +0,65 NO deu +0,51 445 0,99 +0,85 +0/29 Paris. . +35,19 —4,61 +14,21 +2,71 +1,16 Calma ] Dorpat. —3,25 — 4,34 +0,54 — AA —1,08 Paris. . +0,85 +4,78 +1,09 +1,59 +5,47 No quiero hablar de las anomalías aparentes que presentan algunos vientos, v. gr. el N., el N.:0. y el S. Sólo constru- yendo los lineas iso-barométricas se podrán explicar, pero tó- mense los números del dia de la observacion, el de soplar vien- lo N. E. 6 E., y la teoría de los vientos lo pide entonces de 219 Dorpal hacia Paris, y lo contrario debe suceder con los del S. O. y 0. Estos números son términos medios, aunque muy frecuen- temente sucede ser mucho mayores las diferencias, y el mes de marzo de este año da prueba de ello; las anomalias de la altura del barómetro alcanzan hasta bastante más allá de las fronte- ras de Europa á principios del mes. En la tabla siguiente doy para cada direccion del viento el exceso medio de la altura ba- rométrica sobre la Pa media del mes: los resultados están en milímetros. N. Ey SE 118.018.103 (10 N. 0% €$€AA_— A ma mm mm mm mm mio Dorpat.......... +11,5 +20, 2 +3,6 — 8,5 —1,4 —1,0 +1,1 Constantinopla. ... — 10 + 3,3 +0,4 — 4,4 +0,8 +4,7 491,6 BOEJARO 40. ida ..— 29 — 7,4 —1,5 — 8,4 +0,3 494,8 +6,?2 mena. ob .4. L 0,8— 7,2 —2,0 —14,0 42,0 +3,7 +3,2 A — 5,2 — 7,8 +2,9 — 8,1 +1,9 +2,2 +2,8 A A + 1,8 — 9,8 —1,1 —10,3 +2,8 +3,1 496,2 Ginebra. ........ — 4,4 —10,3 —0,2 — 8,7 +2,6 +4,1 +5,1 Riga... ........ 410,8 415,7 1,2 —10,6 +1,9 4-0,3 +3,0 a is, — 5,8 —10,6 —1,1 — 8,0 +4,7 492,5 +5,7 E CI — 8,1 —13,4 +6,1 — 5,8 +1,7 +2,1 +2,8 Estrasburgo. ..... — 1,2 —10,1 —0,3 —10,2 492,0 +4,3 6,1 BAyODA. -. +... .. —410,4 —17,0 46,4 — 5,6 +2,6 +41,5 +-2,4 LIS Cleo SADA OA —141,0 —21,8 +8,9 — 3,0 41,6 +2,7 +1,1 Napoleon-Vendée... — 3,8 —17,2 +4,6 — 6,6 +-2,3 41,7 +5,8 DABA COIE — 4,2 —11,8 —0,1 — 9,7 +2,0 +4,0 +6,3 Bruselas......... OE OP +1,5 +6,9 98,2 E E RO — 7,6 15,0 42,7 — 5,9 +1,7 +1;,4 +6,0 Hamburgo. ......+ 8,5+ 1,0 —3,5 —16,6 +1,5 44,1 +7,6 220 METEOROLOGIA. Sobre la altura de la atmósfera, deducida de observaciones de polarizacion hechas en la zona intertropical al principiar la aurora y al concluir el crepúsculo; por Mr. Lis. (Carta escrita al secretario perpetuo de la Academia de Ciencias de Paris, desde San-Domingos, bahia de Rio-Jameiro, el 6 de diciembre de 1858.) . (Comptes rendus, 40 enero 1859.) Mucho tiempo hace que se habla de la hermosura de los cre- púsculos en la proximidad del Ecuador y en medio del Océano, cuando partiendo de Europa se ha atravesado la faja de calmas y ventolinas que separa los vientos aliseos del N. y del S. En mi travesía desde Francia á Rio-Janeiro tuve lugar de hacer acerca de este interesante fenómeno numerosas observaciones conforme á las instrucciones de Árago, que recomienda a los viajeros este punto de estudio. Mientras estuvimos á corta distancia de la Costa de Afriea, vi siempre por la tarde el cielo toldado, y la postura del sol en una capa de bruma aun antes de llegar al horizonte: lambien de * dia tenia por lo general el cielo una tinta gris, que puede atri- buirse á las arenas del desierto que levanta el viento, y que, como es sabido, llegan en abundancia hasta los mismos buques que pasan á lo largo. Cerca de las islas de Cabo-Verde el sol estaba muy descolorido, y aunque segun nos ibamos apartando mejoraba el aspecto del cielo, como estábamos en el mes de julio entramos casi inmediatamente en la faja de los chubascos, que entonces es cuando más se extiende al N. del Ecuador, de modo que sólo en el mismo Ecuador ó al S. de esta línea pude ver el fenómeno del crepúsculo en toda su hermosura, y conel colorido tan peculiar de aquellos climas, que no se conoce en Europa. En efecto, casi inmediatamente á la puesta del sol se pre- senta al E. un color rosado, y pronto encima de esle un seg- 22 mento sombrio, muchas veces como verdoso. La tinta rosada se vá ensanchando hácia el N. y Mediodia, y 11 minutos des- pues de su aparicion ya se nota al O., permaneciendo azul el zenit. Llega asi á haber en realidad un colorido de rosa todo al rededor del zenit hasta el horizonte, fuera del E. en que so- bre el mismo horizonte queda un segmento gris azulado ó ver- doso, y el O, en que el segmento es blanco. Ocho minutos des- pues de su aparicion en el O., el color de rosa, que sin inter- mision se vá amortiguando por el E., se acaba enteramente por aquella parte. Por'el O. se distingue un segmento blanco rema- tado por un arco de color vivo de rosa, por encima del cual so- bresale el azul puro con un brillo y tinta difíciles de descri- bir. Desciende este arco paulatinamente hácia el horizonte, y llega á ser muy rebajado, tiñéndose de encarnado muy fuerte 0 anaranjado; y en fin, se deshace cuando el sol se halla á 11” 42' debajo del horizonte (término medio de las observaciones desde el 16 al 22 de julio). Cuando el arco encarnado que acabamos de mencionar está muy bajo y a punto de desaparecer en el O., otro nuevo colo- rido de rosa se vá formando y aparece casi simultáneamente al E. yal O., como rodeando al zenit, que permanece siempre azul, aunque yá algo agrisado, porque va faltando la luz; y en- tonces un espacio blanco plateado separa en el O. los dos arcos de rosa, y a medida que el sol desciende, se advierte que este color desaparece primero en el E., retirándose hácia el N. y $. sin pasar por el zenit; luego se oculta el primer arco de rosa, y sólo queda el segundo, que tiene forma muy rebajada, con un segmento blanco debajo. Finalmente, este segundo arco de rosa, cuya linta es más roja cerca del horizonte, se pone tam- bien cuando el sol esta á 18” 18' por bajo de este (léermino medio de las observaciones desde el 16 al 22 de julio). La presencia de la luna sobre el horizonte por el tiempo - que acabo de mencionar, me indujo á observar igualmente los fenómenos de la aurora en la misma época, y vi que los hechos se reproducian de igual manera y en órden inverso, fuera de que la salida del arco de rosa secundario se verificaba cuando el sol se hallaba á 17” 22' por bajo del horizonte, y la salida del arco primero cuando estaba á 10% 50". Pero observé un he- 222 cho muy importante, como fué la aparicion á la parte del E. de una polarización en un plano que pasaba por el sol, y un poco antes de la salida del primer arco de rosa que caracteriza el principio de la aurora cuando aún están visibles las estrellas de 6.* magnitud. Esta polarizacion vertical se eleva poco. á poco y llega al zenil cuando el sol se halla á 18*5' debajo del horizonte, y va despues extendiéndose poco á poco á la parte del O. La polarizacion horizontal se presenta mucho más tarde en aquel lado, en el momento en que hácia allí va llegando el colorido de rosa. Ahora bien, si se advierte que la iluminacion directa por el sol dá origen á una polarizacion que pasa por esle astro, y la iluminacion por la atmósfera á una polarizacion horizontal, resulta de la observacion que acabo de referir, que el sol empieza á alumbrar directamente las capas superiores de la atmósfera en el zenit así que está á 18? 5' debajo del horizonte. En este caso, la refraccion horizontal interviene dos veces para disminuir la inclinacion de los rayos solares. Por causa de esta refraccion, el sol á los 18% 5' por bajo envia rayos á las capas superiores de la almósfera, del mismo modo que si sólo estuviera á 16% 59'; luego para que pueda alumbrarlas en esla circunstancia se deduce que la altura de la atmósfera debe ser de 291 kilómetros, y aun asi dándola como límite inferior, porque suponemos en el calculo que los rayos luminosos han sido rasantes á la superficie terrestre, lo que no es probable atendiendo á la grande absorcion de las capas inferiores. Más. bien debe suponerse que estos rayos enrasan con las capas húmedas y absorbentes que producen el primer arco crepuscular, y cuya altura, calculada por su ocultacion en la baja del sol á 11* 42”, seria de 29 kilómetros teniendo presente la refraccion, y resultaria así que 2914-29=320 kilómetros representaria la altura de la atmósfera. Desde mi llegada á Rio-Janeiro me ocupé en comprobar esle resultado, primero haciéndole independiente de toda hipó- tesis, y para ello he notado que en la inmediacion del zenit, la velocidad con que anda el límite de la polarizacion de la luz almosférica debe ser igual á la del límite de la sombra y de la luz en el paralelo del lugar, cuya velocidad se debe al movi- miento aparente del sol, y esto cualquiera que sea la hipótesis 223 para el alumbrado más 0 ménos directo de aquella region at- mosférica. Sabese así cuántos metros anda dicho límite en cada minuto; por lo que si observamos cuánto tiempo despues de puesto el sol, por ejemplo, tarda el último límite de la polari- zacion en pasar desde 20% E. á 20% O. del zenit, se deducirán los metros que en realidad ha recorrido, y será facil calcular á qué distancia debe ligurarse una línea que tenga por medida aquel número de metros, para subtender un ángulo de 40%, y esta distancia representará la altura de la atmósfera. Tengo hechas observaciones de esle género en San-Domingos, bahía de Rio-Janeiro, en las noches del 1, 2 y 3 de diciembre, y de ellas he deducido que el límite de la polarizacion atmosférica empleaba 9u 40s en pasar desde 20” E. á 20? O. del zenit; y como en San-Domingos. cuya latitud es de 23” S,, el límite de la sombra recorre 25*il,6 por minuto, 0 247*il, 5 en 9% 40s, se saca de aquí que la altura de la atmósfera es 340 kilómetros. Esta determinacion de la altura de la atmósfera es inde- pendiente de toda hipótesis, y mucho mejor que las admitidas hasta ahora, concuerda con lo que las bólidas y las auroras boreales dan á entender en este punto. La última polarizacion atmosférica que acabo de referir no se puede reconocer de un modo seguro, ni con el polariscopo cromático, ni con el de Savarl; y es necesario para ello emplear un prisma de Nichol, ó bien una turmalina, como lo tengo in- dicado en mi reciente nola sobre la luz zodiacal. Con el mismo método he reconocido la polarizacion del comela de Mr. Do- nali,-el cual aún se distingue con la vista nalural en el Brasil. En cuanto á los arcos crepusculares de color de rosa, creo deben atribuirse al vapor de agua extendido en las regiones mas bajas de la atmósfera. Sus amplitudes en general, y par- ticularmente las del primer arco, no guardan relacion con la altura aparente de su cima sobre el horizonte y su altura calcu- lada por la hora de su puesta, lo que debe proceder de la grande absorcion de las capas inferiores, que no permite distinguir bien sus partes más lejanas mientras la luz atmosférica tiene mucha fuerza. He vislo algunas veces hasta semicircular el primer arco. Exisle otras veces una especie de nubes traspa- rentes en la almósfera, que aparecen tomando un color de rosa, 22% y dos sucesivos toman los cirros cuando los hay. Las aparien- cias que ofrecen á la postura y salida del sol me han servido varias veces para graduar su altura en la region de los vientos aliseos, por un método análogo al que acabo de usar para obte- ner la altura de la atmósfera; pero separadamente trataré de este asunto, que es diverso del que hoy someto á la Academia en la presente nola. Noticia de los trabajos verificados los años pasados en el obser- vatorio fisico central de Rusia y en los establecimientos may- nélicos y meteorológicos que dependen de él. —Observaciones del granizo en Rusia.—Sobre el múmero de dias en que el ter- mómetro centigrado ha bajado 4 —25" en San Petersburgo desde el año de 1825.—Fórmula empírica para calcular la temperatura 4 una altura dada.—Electricidad atmosférica.— Diversos trabajos sobre los metales. — Influencia del calor en la elasticidad de los cuerpos sólidos. (L'Iostitut, 5 mayo 4858.) El observatorio fisico central de Rusia, dirijido por Mr. Kupffer, sigue publicando con regularidad tres obras á un tiem- po, de las cuales da 3 volúmenes cada año, á saber: 1 de Ana- les, 1 de Correspondencia meteorológica, y 1 del Informe anual del director al ministro de Hacienda, quien es A del Cuerpo de Ingenieros de minas. El último volúmen de Anales dado á luz comprende las ob- servaciones meteorológicas y magnéticas hechas el año de 1854 en San Petersburgo, Catherimburgo, Barnaoul, Nertchinsk y Pekin; las meteorológicas sólo en Tiflis, Sitka, Bogoslovsk, Zlatoousle y Lougan; sobre la irradiacion solar en San Peters- burgo, Catherimburgo, Barnaoul, Nertchinsk, Tiflis, Bogoslovsk, Zlatoouste, Lougan y Pekin; magnéticas de cinco en cinco mi- nulos por 24 horas seguidas, los dias prescritos por las instrue- ciones de la Sociedad Real de Londres, en San Petersburgo, Catherimburgo, Barnaoul, Nertchinsk y Pekin; una tabla de las variaciones extraordinarias de la aguja imantada observadas 225 en Catherimburgo los dias 28 de marzo, $ de octubre y 2 de diciembre de 1854; resúmenes de las varias observaciones pre- cedentes, los terminos medios resullantes, etc. La correspondencia meteorológica es una publicacion trimes- tral, que se principió el año de 1848 como suplemento á los Anales, con objeto de remediar el inconveniente que resultaba de publicarse con atraso las observaciones de un mismo año de todas las estaciones. Se concibe con efecto, que proponiéndose reunir en un mismo volúmen de Anales las observaciones he- Chas en todas las estaciones un mismo año, como se necesita un año casi para que lleguen las de las distantes, de Sitka á San Pelersburgo, v. gr., trascurria demasiado tiempo entre el año á que se referian y el de darse á luz. Se ve por ejemplo que todavía no se han publicado mas que las del año de 1854 en el tomo último de Anales, al paso que el de Correspondencia con- tiene los términos medios diarios de las verificadas en San Pe- lersburgo y otras estaciones el de 1855. Cada cuaderno de cor- respondencia contiene tambien memorias y nolicias de varios autores publicadas en su lengua nativa sobre diversos puntos de meteorología ó de fisica del globo. El último tiene 7 noticias de Mr. Vesselovsky. Una de ellas da un resúmen de las observaciones meteoroló- gicas hechas en la Granja-modelo del N., situada en el gobierno de Bologda, desde el año de 1847 hasta el de 1855. Otra da á co- nocer la humedad respectiva del aire, segun los diferentes vien- tos, en Gorki, gobierno de Mohilev; y aunque de paso, diremos que el viento más húmedo no es en Gorki el S. 0., como en Paris y las costas del Océano, sino el S.; el más seco el N., cuando es el N. E. en Paris y las costas oceánicas. Otra noticia contiene el resúmen de los fenómenos periódicos observadosen la colonia de Santa Maria (gobierno de Saratov) y en Tobolsk (Sibe- ria occidental). Otra nota, sacada de una obra que prepara el autor sobre el clima de Rusia, contiene datos sobre el fenómeno del granizo en el mismo pais. Manifiesta que el término medio de dias de granizo varia segun los parajes de 1 á 5 al año. En San Peters- burgo y en Reval, y. gr., segun 14 y 34 años de observacion, no pasa de 1,6; en Wladimir, segun 19 años, sólo 1, 0; en TOMO 1X. 15 226 Sebastopol el término medio de 12 años (1840 á 1851) da 4,6. El de 16 parajes daria 2,9. Sabido es que en Francia, Bélgica y Otros paises situados en las costas del Allántico, se estima generalmente en 10 á 20. Pero al irse alejando del Océano há- cia el E., disminuye. En Alemania no pasa de 54 6. En Rusia, excepto ciertos parajes que están en condiciones climaléricas particulares, sólo es de 2 á 3. Parece pues que se pueda decir en general, que cuanto más distante se esté de las costas occiden- tales de Europa, disminuye la frecuencia del granizo. Merece notarse que igual marcha sigue la reparticion de la lluvia. Pero no se olvide que en Rusia, como en lodas partes, es preciso que los cálculos se funden en mucho número de años para obtener resultados algun tanto seguros, porque suele suceder que años seguidos granice bastante, y se pasen otros sin granizar casi. En el departamento de Seine-el-Marne, y. gr., asolaron los cam- pos de Meaux tres años seguidos los granizos (1827, 1828 y 1829), y se pasaron luego nueve sin granizar apenas. Los mis- mos hechos se han visto en Rusia. Segun observaciones de Mr. Schieferdecker, en una tierra situada cerca de Reval, y en el mismo Reval, sólo granizó dos veces en cinco años (1813 41818), y diez y seis los cinco siguientes (1820 á 1824); y examinando los 34 años que abrazan estas observaciones (1815 á 1848), se ven 11 sin granizar una vez siquiera y 5 que granizó 4 46 veces al año; la tabla de los mismos 34 años presenta además la singular circunstancia de que suelen sucederse los años sin granizo, y luego ocurren otros iguales en que graniza mucho. Tambien se nota que por lo general los años más calientes son asimismo los que graniza más, y estos, los meses de mayo, junio, julio y agosto. Aunque haya ménos tempestades en Rusia que en el O. de Europa, suele haberlas terribles. Tessier describió con escru- pulosidad, en las Memorias de la Academia de Ciencias de Pa- rís del año de 1790, una célebre tempestad que principió en el Mediodía de Francia la mañana del 13 de julio de 1788, se extendió por todo el pais en pocas horas, del S. O. al N. E., y llegó hasta Holanda. Los parajes devastados por el granizo formaron dos fajas paralelas, una de 730 y la otra de 840 kiló- metros de largo; la faja occidental tuvo 16 kilómetros de ancho 227 medio, y la oriental $. Entre las dos fajas quedó un hueco de 20 kilómetros de ancho donde no granizó, sino sólo llovió mucho. Al E. de la oriental y al O. de la occidental cayeron tre- mendos chaparrones. Citábase hasta el dia este ejemplo como el caso de granizo más extenso observado. Pero sucedió otro mucho mayor en Rusia el 27 de mayo de 1843. Aquel dia cubrió una tempestad inmensa á toda la Rusia desde el mar Negro hasta el Báltico, desde el Dniester y el Niemen hasta el Volga, y el granizo asoló un formidable cuadrilátero de 15 de largo y 10 de ancho, cuyos puntos extremos fueron al S. O, Tiraspol, al S. E. Alechki, al N. E. Tver y al N. O. Wenden. El 22 de junio de 1844 ocurrió otra tempestad fuertisima de granizo de la frontera meridional del gobierno de Volhinia á la parte septentrional del de Smolensko por un lado, y hasta el gobierno de Koursk por otro; y esta tempestad, que igualó en extension á la de 1788 en Francia, ofreció la notable particula- ridad de que siguió el granizo la direccion de las montañas y alturas que separan las diversas cuencas, plegándose en cierto modo al relieve del terreno. La última nota del mismo volúmen de Correspondencia, contiene la tabla de los dias, desde el año de 1822 hasta el de 1852, en que bajó el termómetro en San Petersburgo á — 25" C. Fueron 5 el de 1823, 6 el de 1827, 3 el de 1829, 1 el de 1831 y 1833, 2 el de 1834 y 1835, 4 el de 1836, 3 el de 1837, 7 el de 1838, 8 el de 1839, 9 el de 1840, 6 el de 1841, 9 el de 1844 y 1845, 11 el de 1846, 4 el de 1847, 2 el de 1848, 4 el de 1849, y 10 el de 1850. En los demás años no bajó a —25". En este periodo de 30 años, la temperatura mínima fué de—330,25 (. el 4 de febrero de 1850. Mr. Sawitch, catedrático de Astronomía de la Universidad de San Petersburgo, presentó en una nola inserta en el tomo anterior de la Correspondencia, como facil de manejar y de resultados de suficiente exactitud para apreciar la temperatura a una altura dada, una fórmula hallada por él empíricamente. Está admitido que por lérmino medio se necesitan 170 metros de altura sobre el suelo para que disminuya 1? €. la temperatura. Tambien lo esta que las temperaturas disminuyen en progresion aritmética, al paso que las alturas crecen uniformemente. La 228 teoría dice y las observaciones lo confirman, que la temperatura de la estacion inferior debe influir sensiblemente en el número de metros que sea preciso subir para que baje 1* la tempera- tura, y tambien que dicho número aumenta tanto más, subsis- tiendo una misma la temperatura de la estacion inferior, cuanto más elevada eslé esta sobre el nivel del mar. Luego de ensayar de una manera empírica Mr. Sawitch varias fórmulas, y de com- parar los resultados con los de la observacion, da la si- guiente: (,—[=(0,66 40,011.) -+(1-4-0,021,)3.75>> (6 ep) emu "PI ++ *(67 erp) empezar "PI * +++» -Tensu9ur erpora uoreJodea y TL OA (1 e 110) Puro ra “pI 6L A (O id "PI 05 IO A AO O A e A ¡ensuou elpom pepauing AL, 1-2 11 En] rage e 1b0206 TE LES nl peas Eorsceig A A y € .....o On € “pt “pl “PI A A TS 99 ******"09 St]? eIpaul Panero pepornp e6 28 90% .... LE HG = HO 807 ... 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Tension media del vapor del MAS Higrómetro..... Humedad relativa media. ................... 8 de la mañana. 12 del dia. 4 de la tarde. 8 de la noche. — 768mm,80 768mm 2) 167mm,45 | 768mm,50 163,55 | 762 ,83 | 761,80 | 762 773 166,59 | 765 ,90- | 764 ,9% | 765 81 Tension máxima del vapor de agua................ nina dl. ro e Rs Humedad relativa A e Id. E a A. ME Temperatura media general. ........o...o..o.ooo o, Tension id. id. del vapor de agua... Hubméggad relativa 1d. Md 7 eb... Bl ccoo. Altura id. id. del barómetrO......o.ooooocococ oo, ASA A A ao A: al pre puts AP todo el mes..... sean 2 pulgadas, 1 línea, 10 puntos, 08. Evaporador...... Evaporacion media diurna... .. ES sSE: Sis acia Óó sean 0 línea, 9 puntos, 92. Agua caida en todo el A O O e RN 1d A Pluvimetro. ..... ó sea 1 pulgada, 2 líneas, 6 puntos, 88. DA A a bs alla a Pro. ...... 00. ......... eno » 98 , 8 99 > B 935 » 19 15 22 » 22 » 92 » E e 26 ,L Ma ,6 23. 55 18mm,59 18mm,85 19mm,25 19mm,33 sé 66. | 92 292 | 76.119 |.s 35 » Nora. La temperatura media deducida de seis observaciones diarias en los termómetros colocados en la torre, fué de 24” en el observatorio, de 24”,7. Las temperaturas máximas y mínimas en el primer punto han sido: de 7 m.á 5 t. la máxima de 29*,5, la mínima de 18,7; de 5t. 4 7 m. la máxima de 27”, la mínima de 19”.—Hazaxa 1.* de enero de 1859. <-> SAW CIENCIAS NATURALES, AGRONOMIA. De la tierra vegetal, considerada respecto de sus efectos en la vegetacion; por Mr. BoussINGAULT. (Comptes rendus, 44 febrero 4859.) No hace mucho tiempo se creia que habia intima conexion entre la composicion y la calidad del suelo laborable. Pero merced á muchas análisis varió esta opinion, demostrando que no siempre tienen tanta importancia los elementos minerales como se les alribuia. Schubler, fisico habil, avanzó hasta lra- tar de probar que la fertilidad de una tierra depende más de sus propiedades fisicas, de su estado de agregacion, de su ap- tilud a empaparse, etc., que de su constitucion química. Lo que caracteriza el suelo cultivable, cuyo fondo consiste precisamente en sustancias minerales desagregadas, es tener restos orgánicos más ó menos alterados, como humus y man- tillo. La tierra propiamente vegelal resulta de esta asociacion: - en cuanto á su íntima naturaleza, no titubeo en asegurar que, no obstante su aparente sencillez, no la conocemos todavía sino muy imperfectamente. Me contentaré citando como prueba la facultad absorbente que ejercita el suelo para el amoniaco, la cal, la potasa, las sales de estas diversas bases; acciones lan misteriosas como imprevistas, cuyo conocimiento debemos 4 Tompson y Way. Si bargo, mis trabajos no han exigido que siguiera el nuevo camino tan habilmente abierto por el secretario de la Sociedad Real de Agricultura de Inglaterra. Me he propuesto únicamente estudiar los efectos de una tierra vegetal fertil'á lo sumo en la vegetacion, 236 La composicion química, las propiedades físicas no permi- ten á mi juicio decidir sobre el grado de fertilidad de la tierra. Para poder asentar algo, es indispensable acudir á la obser- vacion directa; es menester cultivar una planta en el suelo, y comprobar la lozanía con que se crie: la análisis interviene luego útilmente para señalar la calidad y la cantidad de los ele- mentos “asimilados. Singularísimos y muy distintos de los que esperaba son los resultados á que he llegado procediendo de este modo. Me pa- rece demuestran con toda evidencia que de ninguna manera se debe mirar á la sustancia de origen orgánico que tiene la tierra como medida de los principios fertilizantes actualmente asimilables; dan de sí hasta una conclusion que se lacharia de absurda si se adoptase sin mayor esclarecimiento, puesto que se enunciaria diciendo que una tierra extremadamente fertil es im- propia para el cultivo productor. El método que he seguido en mis trabajos, cabe de lleno en el que discurri hace años, llamado hoy por los fisiólogos mé- todo indirecto; consiste, iratandose de una planta, en comparar la composicion de la semilla con la de la cosecha, y tratándose de un animal, la de las excreciones y secreciones con la de los alimentos. Exámen de la tierra vegelal empleada en las experiencias. Provenia de una huerta; su base es una arena silicea procedente dearenisca abigarrada; constituye un suelo ligero cultivado hace muchos siglos. A fin de oblener una sustancia tan homogénea como fuera posible sin acudir á la porfidizacion, que hubiera alterado sus condiciones fisicas, la lierra tomada á 1 decimetro de profundi- dad se revolvió bien primero, se secó al aire, y luego se pasó por un cedazo de tela metálica que tenia 120 mallas por cen- timetro cuadrado, para separar los cantos y las pajas enteras que habria llevado allí el estiercol. La tierra de huerta una vez seca tiene color crio y casi negro cuando se moja. Mirada con una lente se distinguen granos de arena de color blanco sucio, que son el elemento do- minante; restos de vegetales, especialmente fibrillas de raices; y una suslancia negra, en fragmentos irregulares, angulosos, 231 dotados de cierto brillo, quebradizos, que dan un polvo pardo soluble en la potasa y en el amoniaco, y que colorean de pardo oscuro á las soluciones alcalinas. 1 decimetro cúbico de tierra seca y amontonada, pesó 11,300. 100 gramos de la misma lierra, despues de empapada por completo, retuvieron 42 gramos de agua, al paso que 100 gra- mos de arena silicea retuvieron sólo 25. Esto dice cuanto más marcada es la facultad absorbente de la tierra vegetal, no obstante componerse en gran parte de arena silicea. Cantidad de ázoe de la tierra vegetal. Tomada lierra secada al aire, pasada por el cedazo y reservada para las experiencias, se apreció el ázoe valiéndose de cal con sosa, y operando en tu- bos de Bohemia de gran tamaño. AZOE, L¿Bierra, ¡40 grámosaioios ls 7d io or 0,0263 lena. isos. srl on ¿ll SOL 0,0521 a 0ibimabirar rol 2. ei 0,0257 Weno. d0. 100905 ie. dboz ola 12 301. DEl 0,0255 Moro obi0l sasidud. are 190001% SUS 0,0261 Mach Dun cacrodays zolro1 90 GE 0,0136 VI. » deal adas as JIASIS ¿1:10,0134 AO A AE PRUADA 0,1824 Dieron, pues, 70 gramos de tierra, 0s",1824 de ázoe; 100 darian 08:,261. Atendiendo á que el litro de tierra seca pesaba 1*1,300, y á que la profundidad media del suelo era de 33 centímetros, contendria la hectárea 11310 kilógramos de ázoe, que repre- sentarian 13734 de amoniaco. No cabe duda, como luego se verá, de que la mayor parte de este ázoe no está ligada en una combinacion amoniacal; examinado con el microscopio se ve de dónde proviene: pertenece á los detritus orgánicos, y par- ticularmente á la sustancia negra antes mencionada. Verdad es que la análisis de los 70 gramos de tierra dió 0e",221 de amo- 238 niaco, equivalentes á 08r,182 de ázoe; pero casi todo ese amo- niaco no preexislia en el suelo, sino que resultaba de la accion de la cal con sosa en las sustancias azoadas; fué producida, nó desalojada. Recuerdo estos hechos con objeto de exponer las razones que en otro tiempo me llevaron á criticar la manera de valuar el amoniaco de un terreno apreciando el ázoe. El argumento prin- cipal que entonces alegué no ha perdido ninguna fuerza, tra- tándose al menos de método: un suelo que contuviera restos de esquistos carburados, de turba, pudiera tener mucho ázoe, hasta 30000 kilógramos y más por hectárea, pero por el hecho de estar ligado este ázoe con combinaciones estables, exigiria tal suelo estercolarle abundante y frecuentemente para ser pro- ductiyo. Confieso que en el caso actual vale algun tanto ménos este argumento. La tierra de que se trata era arena proveniente de desagregacion de arenisca; la fertilidad adquirida era consecuen - cia de un intenso cultivo no interrumpido por muchos años. La sustancia orgánica alli acumulada venia únicamente de los abonos sin cesar aplicados, de los residuos dejados por las cose- chas. La localidad, por su elevada situacion, por su constitucion geológica, no permitia suponer que hubiese habido intervencion de rocas carburadas 0 dereslos turbosos; y si bien no estaba justificada la traduccion en amoniaco de la proporcion de ázoe hallada por la análisis, habia cuando ménos razon bastante para mirar á este azoe como representante de lassustancias de ori- gen orgánico, las cuales por todos motivos se pueden considerar como favorables al crecimiento de las plantas. Cantidad de amoniaco de la tierra vegetal. —Desleida la tierra seca en agua pura que conlenia potasa, se metió en el aparato que uso para apreciar las cortísimas cantidades de amoniaco de la lluvia. De'100 gramos se obtuvieron 08r,0022 de álcali; esto es, 22 millonésimas. Como la tierra util de una hectárea debia pesar 43330 quintales, no conlenia mas que 93 kilógra- mos de amoniaco cuando se habia separado la muestra. Difiere pues muchísimo este número de los 13734 kilógramos que da la determinacion de la cantidad de ázoe. Algun escrúpulo me ha quedado sobre esta escasa propor- 239 cion de amoniaco de un suelo tan fertil como el de que habla- mos. Me ha ocurrido si al liempo de la desecacion al aire, de la exposicion al sol, no se habria disipado la mayor parte del amoniaco, puesto que, segun tengo demostrado, una tierra hú- meda que contenga carbonatos alcalinos ó ferrosos, deja esca- parse en estado de carbonato volátil, mientras dura la desecacion, una parte notable del amoniaco de las sales fijas que contiene. Aprecié por tanto el amoniaco de la tierra antes de sacarla. Se tomó esta de la misma faja y profundidad que la otra. Se determinó la humedad, y teniéndola en cuenta hallé que en 100 gramos de la tierra vegelal seca, pero tratada antes de secarse, habia 08",0011 de amoniaco, la mitad justamente de lo hallado antes. Para apreciar la pérdida ocasionada por la desecacion, res- taba hacerlo del amoniaco de la tierra, previamente secada an- tes de meterla en el aparato. Cien gramos de tierra dieron 0s",0011 de amoniaco. No fué, pues, apreciable la pérdida de álcali al tiempo de la desecacion al aire. Cantidad de ácido niírico de la tierra vegetal. Varias veces he tenido ocasion de advertir cuánto varía la proporcion de los nitratos en la tierra de que se trata, segun las diversas épocas del año; pero el ácido nitrico era un elemento que convenia apreciar, por la razon de que su ázoe actúa con tanta eficacia en la vegetacion como el del amoniaco. En 100 gramos de la tierra seca tomada en junio que he empleado en todas mis experiencias, hallé 03r,00034 de ácido nitrico; cantidad cortisima, que representa sólo 0%r,00063 de nitrato de potasa. “La tierra tomada de la huerta en setiembre dió los resulta- dos que siguen. 100 gramos de tierra seca dieron 03",0093 de ácido nítrico, equivalentes á 0,0175 de nitrato de potasa. Vese, pues, que de junio á setiembre habia progresado bas- lante la nilrificacion. En junio conlenia la tierra nitratos por metro cúbico, equi- valentes a 88",2 de nitrato de potasa; por hectárea á 27 kiló- gramos. 240 En setiembre, nitratos por metro cúbico equivalentes a 2278",5 de nitrato de potasa; por hectárea á 758 kilógramos. Cantidad de carbono de la tierra vegetal. En la tierra to- mada en junio, el azoe que no estaba ligado con las cortas pro- porciones de ácido nitrico y de amoniaco halladas, formaba evidentemente parte de sustancias orgánicas, en las cuales en- tra precisamente carbono. Importaba, pues, apreciar este. La análisis indicó, en 100 gramos de tierra seca, 28,43 de carbono. La tierra de la huerta, preparada y reservada para las ex- periencias, contenia en 100 gramos, ASA Qsr 261 Amoniaco. ..... 0 ,0022, que contenian ázoe. 08r,00181 Acido nítrico. . . 0 ,00034...... ¿REEGRTO, 19, 0 ,00009 0 00190 Primera experiencia.—Altramuz cultivado en tierra vegetal en atmósfera confinada. Las semillas empleadas en estas experiencias contenian 5,1 por 100 de ázoe. Estaba formado el suelo de: Tierra vegetal SOCA. .....oooo.o..o.o.o... 1308",00 Arena cuarzosa lavada y calcinada. ... 1000 ,00 Genizas vegetales so JU AUS 0 ,20 Se empapo el suelo de agua destilada sin amoniaco. El 29 de junio se plantó un altramuz que pesaba 0s",400. Despues de germinar subió el volúmen de gas ácido car- bónico á 3 por 100 del de la atmósfera confinada. El 10 de agosto era lozana la vegetacion: habian brotado 10 hojas. Los cotiledones, carnosos todavía, conservaban su color verde. El 31 de agosto estaban descoloridos y marchitos los coti- ledones; habia perdido lozanía la planta. 241 El 9 de setiembre estaban inclinados varios peciolos; algu- uas hojas habian perdido su color. El estado de la planta indi- caba insuficiencia de principios fertilizantes. Dióse por termi- nada la experiencia. ¡ Tenia el altramuz 22 centímetros de alto, y 12 hojas, algu- nas más desarrolladas. La planta, inclusos los despojos de raices bien limpios de la lierra adherente, pesó seca 18",337. Resúmen de la experiencia. La planta, que pesó 18,337, dió por una sóla opera- ARE O A an La semilla, que pesó 08",400, debia tener ....... 0 ,0204 Azoe adquirido en 70 dias de vegelacion. ....... 0 0042 El peso de la sustancia vegetal originada durante el cultivo indica además, como la análisis, que apenas han intervenido los principios fertilizantes del suelo. Con efecto, la cosecha no pesó más que tres veces y un lercio de la semilla; lo mismo casi que sucede cuando crece un altramuz en terreno esteril, en arena ó ladrillo calcinado. Habia porqué sorprenderse de este resultado, puesto que en los 130 gramos de tierra vegetal mezclados con arena, entra- ban 08,24 de ázoe, 0 el mismo que en 28r,45 de nitrato de potasa, 0 en 08",41 de amoniaco; y es indudable que con tales dosis,¿una ú otra de estas sustancias habria originado un frulo harto mayor que el verificado. En el ácido nítrico y el amoniaco que contenian los 130 gramos de tierra vegetal, entraban 08",0039 de ázoe eminentemente asimilable; y es muy de notar que en el caso actual pesara cabalmente 08",0042 el ázoe que se asimiló el altramuz. Segunda experiencia.—Altramuz cultivado en tierra vegetal al aire libre. Constaba el suelo de: Merra yegetal Secala. omo sllalo ajo 01 ojo ao ió a A1BOE00 Arena de cuarzo lavada y calcinada. ........... 200 ,00 TOMO IX. 16 242 Fragmentos de cuarzo lavados y calcinados....... 300 ,00 Caniza vegetal: Iori EE. aer oli de 0 ,10 Tiesto lavado y calcinado.............«........ 218 ,00 Se empapó el suelo, y se mantuvo húmedo con agua desti- lada sin amoniaco, y que contenia la tercera parte de su volú- men de gas ácido carbónico. El 29 de junio se plantó un altramuz de 08",400 de peso. El 10 de agosto estaban marchitos los coliledones; se cayeron 3 hojas. Las superiores estaban muy sanas, y se divisaban nuevos retoños. Desde que faltaron los cotiledones se fué debilitando la planta. Las hojas de lo «bajo del tallo se iban marchitando segun brotaban otras arriba. Sucedió lodo lo mismo que tenia observado mil veces cultivando altramuces en suelos vueltos estériles calcinándolos antes. El 9 de setiembre, al terminar la experiencia, tenia el altramuz 7 hojas de color verde bastante bajo; mientras vivió hubo en total 16. Tenia la planta 18 centimetros de alto; secada en una estufa pesó, inclusas las hojas caidas, 18",548. Resúmen de la experiencia. El altramuz, que pesó 18,548, dió por una sóla OPeracion, AZOl ..oocooooomoooo.os» io... .... 0,0246 La semilla, que pesó 0£",400, debia tener ........ 0 ,0204 Azoe adquirido en 70 dias de vegelacion +. .......- 0,0042 Es exactamente lo que habia adquirido el altramuz en igual tiempo en la misma cantidad de tierra, vegelando en una al- mósfera confinada. Lo mismo que en la experiencia primera, no produjeron efecto ninguno en la vegetacion los principios orgánicos que eslaba bastante inclinado á considerar como fer= tilizantes; porque tambien ahora el organismo formado en 70 dias, elázoe fijado, no difieren de lo que se observa en un cultivo en un suelo absolutamente estéril. 243 Tercera experiencia. — Cañamo cultivado en tierra vegetal al atre libre. — Se tomo la semilla de un ejemplar que tenia 3,72 por 100 de Az0€. El 9 de julio se plantaron dos semillas, que juntas pesaban 08r,060, en 40 gramos de tierra vegetal puestos en un liesto, lavados y calcinados, de 468",158 de peso. Para preparar el suelo se le añadieron fragmentos de cuarzo lavados y calcina- - dos. Se le regó con agua destilada sin amoniaco, y que contenia la tercera parle de su volúmen de gas ácido carbónico. El 28 de agosto tenia flores el planton macho. El 31 de id. floreció el hembra. El 15 de setiembre se habian caido las flores y hojas del plan- ton macho, y se recogieron con cuidado. El planton hembra, de 22 centímetros de alto, estaba ter- minado por un ramo de hojillas de hermoso color verde; las de más abajo estaban marchitas. Se cogieron dos semillas muy chiquitas, pero bien conformadas. Las hojas no tenian ni con mucho el tamaño que las del cáñamo normal: los dos plantones se parecian, por su ruin aspecto, á los que habia obtenido el año de 1857 cultivando en arena calcinada. En esta tercera ex- periencia no habian ejercitado accion visiblemente favorable los 40 gramos de tierra vegetal, sin embargo de conlener 0er 1044 de ázoe, tanto como 08:,76 de nitrato de potasa, 0 Qs",126 de amoniaco. Los dos plantones de cáñamo pesaron secos 08",322, Ó cinco veces sólo lo que las dos semillas. Resúmen de la experiencia. Analizadas por una sóla operacion, dieron, ázoe.. 08",0061 Mis .semillas debian teder se doscocranssozoso no 0 00ZZ Azoe adquirido por las plantas en 71 dias de vege- ———— ion 10d ANOTA OMA AA SIQUE SOBUGEDAS S0SO0M0039 244 Cuarta experiencia. —Judia cultivada en tierra vegetal en atmósfera confinada. Analizada una semilla que pesaba 08",422, dió 0e",0182 de ázoe, 6 4,31 por 100. Se pusieron en el aparato 40 gramos de tierra vegetal seca, y para mantenerlos se aseguró aquel con un aro de barro cocido, lavado y calcinado. Se humedeció la tierra con agua destilada sin amoniaco. El 19 de julio se plantó una judía de 08r,422 de peso. Ve- rificada la germinacion, se dió gas ácido carbónico á la at- mósfera. El 19 de agosto tenian tamaño extraordinario las hojas pri- mordiales, de color verde oscuro. i El 18 de setiembre tenia tres flores hermosas la planta; contra su costumbre habia subido tanto, que desde algunos dias antes llegaba su cabeza al remate del aparalo. Esta cir- cunstancia obligó á terminar la experiencia con harto senti- miento. Tenia entonces el tallo 70 centimetros de alto y 3 a 4 mi: limetros de grueso. Algunas raices que sobresalian del circulo ocupado por la lierra vegetal, tenian 1 metro de largo; todas estaban completamente sanas, y como estaba muy removido el suelo y ocupaba poco, se las pudo arrancar todas y casi en- leras. Secada la planta en una estufa, pesó 18,100, cerca de tres veces lo que la semilla. Resúmen de la experiencia. Analizada la planta por una sóla operacion dió, ázoe. —0er,0215 La semilla debia tener. cajriatí ete li Or OSA Azoe adquirido en 60 dias de vegelacion......... 0 ,0033 Tampoco corresponde ahora el efecto producido por el suelo a los 06,104 de ázoe que contenia, y el vegetal en flor que se 9245 ! recogió es realmente comparable con una de las plantas limi- tes nacidas de una semilla sembrada en un lerreno fallo de abono. Quinta experiencia.—Judia cultivada en lierra vegetal al aire libre. Se pusieron 50 gramos de tierra vegetal en un tiesto calci- nado antes al rojo. En el fondo habia una capa de fragmentos de cuarzo. Se regó la tierra con agua destilada sin amoniaco, y que contenia la tercera parte de su volúmen de gas ácido carbó- nico. El 16 de julio se plantó una judía, que pesaba 0,8"422, El 3 de agosto habian brotado dos hojas y estaban marchitos los cotiledones. El 19 deid. se cayeron las hojas primordiales y tenian her- moso color verde las nuevas. El 10 de setiembre estaban formadas tres vainas; se habian puesto amarillas tres hojas viejas. El 26 de id. estaba muerta una de las váinas; las otras dos tenian tres semillas; la mayor, que estaba sóla en una váina, le- nic cuando húmeda aún 1 centimetro*de largo y 5 milimetros de ancho. El tallo, de 14 centimetros de alto, sostenia todavia 6 hojas verdes. Secada en una estufa la planta recolectada, pesó 18,890. Resúmen de la experiencia. Analizada la planta por una sóla operacion, dio, o a es er e La semilla, de 06r,422 de peso, debia tener . . 00182 Azoe adquirido en 71 dias de vegetacion ........ 0 ,0226 Es de notar que creciendo la planta con cierta lozanía en 50 gramos de tierra vegetal de excelente calidad, en la cual representaban los 081,13 de ázoe de origen orgánico como abono cerca de 1 gramo de nilrato de potasa, ó 08",16 de amoniaco, llegada á madurar no creciese más, porque apenas se duplicó 246 el ázoe inicial, y la cosecha seca no pesó ni cinco veces tanto como la semilla. Sexta experiencia.— Tierra vegetal dejada ú barbecho. El 29 de julio se pusieron en un vaso cilíndrico de vidrio: de 2 centimetros de profundidad, 120 gramos de tierra en el mismo estado que se habia empleado en las experiencias. For- maban una capa de 1 centímetro de grueso, y se mantuvieron humedecidos con agua destilada sin amoniaco. Tres meses des- pues examiné si conlenian aún las mismas proporciones de carbono y ázoe. Secada la lierra, pesó 119s",070; de consiguiente habria perdido 08",930. (Se da este número como mera noticia; pudo no ser igual el estado de desecación en las dos épocas.) Cantidad de carbono de la tierra vegetal despues de barbechar. . De 198",8450 de lierra, + del total, se obtuvo: Acido carbónico, 18-,177=carbono. ............ 06,321 En los 1198=,070 de tierra, proveniente de 120 gram. 1,926 En los 120 gramos de lierra, antes de barbechar, E CAD RA a US Perdida de:carbono. su. da 1. DIO ASS JACA. 0 ,990 Era de prever este resultado; pero acaso sea la primera vez que se haya comprobado por la análisis la combustion Jenta del carbono en una tierra vegetal sujeta á la accion de la hu- medad, del aire y de la luz. Cantidad de ázoe de la tierra vegetal despues de barbechar. IL 9er, 9225 de lierra, 3 del lotal, dieron, ázoe... 08",0268 a ASES AE 0 ,0269 En. Ja cb: parle. , ida: impo sl ele ol 0 ,0537 En los 1198",070 de tierra, az0€. ........ 0 ,3222 ón 247 Resumen de la experiencia. En los 120 gramos tierra vegetal, antes de barbe- char. 1208086 Use eve sli ori MES IESMUES bio oa a rl as 144. ario] DY 3089 Diferencia. lie dile ea oa a is e 7 0,0090 Indicaria, pues, la analisis una ganancia de ázoe de cerca de 08",01 que luvieron los 120 gramos de lierra, expuesta tres meses al aire. En mis experiencias anteriores rara vez adqui- rieron más de 2 miligramos la arcilla cocida, la arena cuarzo- sa, la piedra pomez en polyo, puestas en idénticas circunslan- cias. Resla averiguar, lo que no pude hacer por falla de sus- lancia, si hubo produccion de nitratos, formacion ó meramenle absorción de amoniaco. De esta observacion resulta que al soltar el suelo, por la combustion lenta, parte del carbono perteneciente á las sustan- cias orgánicas que conliene, no perdió ázoe. Los trabajos que acabo de enumerar dicen que la tierra eminentemente ferlil, que he empleado en las proporciones usa- das, no influyó en la vegetacion. El altramuz, el cáñamo, las judías no crecieron mejor que si hubieran vivido en un suelo falto de abono, en arena, en ladrillo, en piedra pomez calcina- da. La cantidad de tierra que se les destinó conlenia no obs- tanle hasta 06",34 de ázoe, proveniente de sustancias orgánicas, tanto casi como tienen 2 4 3 gramos de salitre, 4 gramo de' amoniaco; y sin embargo, fué tan ruin el crecimiento de las plantas, que parece lo promovió sólo el ázoe de los pocos milí- gramos de nitrato Ó de amoniaco señalados por la análisis. De estas experiencias resulla claramente que no intervino la ma- yor parte del ázoe que contenia el suelo de la huerta. Puede por tanto concluirse que ciertas suslancias orgánicas, al modi- ficarse, forman combinaciones suficientemente estables para re- sistir á la accion asimilatriz de los vegetales. En esta circuns- tancia columbro la explicacion de un hecho que no habia po- dido comprender, esto es, la necesidad que en el cultivo activo hay de renovar frecuentemente los esliércoles, aunque al pare- cer no deban consumirlos las cosechas, hablando teóricamente; 248 consistiendo esto en que por constituirse en estado pasivo parte del esliercol sepultado, no actua á la manera de abono. ¿Una vez estable la sustancia azoada, pierde irrevocable- mente la facultad fertilizante que parece asignarle su composi- cion? No lo creo. Sin duda alguna que no se ejercita ya dicha facultad con la energía que reclama una vegetacion rápida, pero es verosimil que en virtud de las influencias meleóricas vaya recobrando sus propiedades actualmente disimuladas; la intervencion de un álcali por favorecer á la combustion de sus elementos, origina probablemente cambio de su constitucion; y acaso sea este uno de los efectos más patentes y más útiles de la encaladura, el desprenderle de sus combinaciones, dispo- nerle á ocasionar, bien nitratos, bien amoniaco, únicos agentes hasta el dia conocidos como capaces de dar ázoe al organismo de los vegetales. No debe sin embargo verificarse esta modifi- cación sino con la lentitud que asegure la duracion de su accion. Pienso, v. gr. que si el suelo de que hablo dejase de recibir el estiércol que hace siglos recibe anualmente, seguiria siendo productivo no obstante, no en el mismo grado, más si por mucho tiempo; porque una vez dolada la tierra de gran riqueza funda- mental, por lo mismo que contiene con abundancia principios estables, no se va empobreciendo sino paulatinamente, hasta Nle- gar al estado de fertilidad normal subordinada á su constitucion, al clima, y cuya vegetacion natural no tiene olros recursos mas que las sustancias orgánicas, las minerales acumuladas en el terreno desde su origen, y los elementos que sin cesar le dan el agua y elaire. Asi es como vegetan las gramineas en las este- pas, los arboles en los bosques. las plantas acuáticas en los pan- lanos; así es como vegelarian plantas sembradas en una lierra laborable por sí estéril, porque reconocido está por reiteradas experiencias que nunca es absoluta la esterilidad de un suelo permeable, como cascajo, arena fangosa, en los cuales sin in- lervenir abonos se cogen cosechas, mezquinas en verdad com- paradas con las que da un cultivo estercolado, pero persisten- les, y hasta cierto punto representantes del equivalente de la produccion vegetal que espontáneamente habria. La almósfera, por razon de su inmensidad, es un manantial perenne de agen- les fertilizantes de cuyos efectos no se debe juzgar por lo escaso 249 de sus proporciones; singular manera de raciocinar es compu- tar lo que las plantas deberán sacar de ella, averiguando, como asi se ha hecho, lo que un prisma de aire que descansara en un cultivo cuya superficie fuera su base, contenga de ácido carbó- * nico y de amoniaco. Hipotecar de este modo el aire al suelo, es desconocer dos propiedades esencialísimas del Océano aéreo, la movilidad, y la facultad de difundirse. De las regiones pola- res á las tropicales donde reinan los vientos alisios, está en per- manente agitación la almósfera; á cualesquier latitudes, á cua- lesquier alturas se presenta tan uniforme su constitucion, que parece no tomar nada, no dar nada a los millones de millones de seres orgánicos que nacen, viven y mueren en su seno. Esta invariabilidad de composicion esprueba, no cabe más evidente, de la rapidez de sus movimientos, asi como de la prontitud con que se mezclan sus diversos elementos. La molécula de ácido carbónico, cuyo carbono se asimila hoy una planta inmediata a nosotros y alumbrada por el sol, salió tal vez ayer de uno de los volcanes del Ecuador. Pero ¿por qué segun las observaciones que llevo apuntadas, no ejercitó mas efectos la tierra en la vegetacion, cuando tan- los y tan favorables venia ejercitando en todos los cultivos de la huerta? No vacilo en ver la causa de esta diferencia de accion en los desiguales volúmenes de tierra de que en uno y otro caso dispo- nian las plantas. En 100 gramos de tierra vegetal no tomaron las plantas, por término medio, más de 08r,009 de ázoe, aunque los 100 gramos contenian 08,261 del mismo. De este resultado he sa- cado la conclusion de no ser asimilable inmedialamente la mayor parte de este ázoe; el que se fijó pertenece, cual llevo advertido, á las escasisimas proporciones de nitratos y amoniaco preexistentes en el suelo, 0 que se formaron al tiempo de la ve- gelacion. Si hubiera dispuesto cada planta de cien veces, de mil veces más de lierra, ósea de 10, de 100 kilógramos, indu- dablemente hubiese organizado cien veces, mil veces más sus- lancia, asimilado cien veces, mil veces más carbono y ázoe. Asi sucede justamente en el cultivo normal de la huerta, donde tienen asu disposicion los vegetales una cantidad de tierra incompara- 250 blemente mayor que la de las experiencias. Véase v. gr. el vo- lúmen y peso de la lierra ocupada por algunas plantas culliva- das allí el año de 1858. Azoe perteneciente al ácido nítrico y al amo- . niaco contenidos en la Peso de la tierra — Azoe — tierra al principiar las Volúmen. supuesta seca. — contenido. experiencias. lit kil gr gr Tudias «¿ag tbrigoes 12 29 76 1 Palatino mslifades 42 DOPIO1on 86 245 3 Lahien ale csralióa sol 10D 215 561 7 Lúpulo (revuelta y esler- colada la tierra á 07,8 de profundidad).... 1026 1334 3482 45 Desde luego se concibe que aun cuando no contenga la lier- ra en el cultivo normal sino en ínfima proporcion principios azoados inmediatamente asimilables, su peso es tal que la planta debe hallar allí los elementos que necesite; basla además que parte del compuesto azoado pierda su estabilidad, se convierta en ácido nítrico ó en amoniaco, para que acrezca la fertilidad. La amplitud del terreno del cultivo de los campos, y la precisa exigiúiidad del suelo en que se emprende una experiencia fisio- lógica, lienen por otra parte condiciones de masas esencialmente distintas, cuyo influjo no cabe negar. El aire que contienen "algunos pocos centenares de gramos de tierra es sin duda el mismo que el exterior, por causa de lo pronto que se difunden los gases; pero no así en un cultivo verificado en una hectárea. La almósfera confinada en 4000 á 8000 metros cúbicos de lierra estercolada, liene distinta constitucion que la almósfera circun- vecina; no son ya diezmilésimas sino centésimas, décimas de gas acido carbónico lo que contiene; y á veces es tan marcada la presencia del amoniaco, que viene a ser imposible apreciarlo operando en 50 6 60 litros de aire. A poquísima profundidad debajo de la superficie del suelo, está saturada de vapor acuoso la atmósfera; por lo que la me- nor baja de la temperatura sublerránea ocasiona una niebla, un rocio cuyas golillas, sentadas en las raices, al ponerse en con- 251 tacto con la tierra, toman y llevan luego consigo al vegetal sus- tancias que no podrian penetrar en él sino por via de disolucion. Por efecto de esta condensacion de vapor, de esta aparicion de un meteoro acuoso en el seno de una almósfera confinada, es como concibo que, aun en épocas de extremadas sequías, halle agua la planta en una tierra que no está mojada. De estos trabajos resulta: 1. Que en un suelo sumamente ferlil, los $$ del ázoe que liene pueden no producir efectos inmediatos en la vegetacion, aunque provenga evidentemente el mismo ázoe y aun forme parte de sustancias orgánicas. 2.2 Que los únicos agentes capaces de actuar inmediata- mente en la planta llevando ázoe á su organismo, son al parecer los nitratos y las sales amoniacales, bien preexistan, bien se formen en el suelo al tiempo del cultivo. 3.” Que en razon de las escasisimas proporciones de ácido nítrico y de amoniaco que por punto general conliene el suelo, para llegar una planta al desarrollo normal debe disponer de un volúmen considerable de tierra que por ningun estilo guarda conexion con el contenido de ázoe que indica la análisis. 4. Queen cuanto al aprecio de la fertilidad actual de una tierra vegetal, da la análisis resultados á cual más erróneos, porque aprecia á un mismo tiempo, confundiéndolos, el ázoe inerte que tienen las combinaciones estables, y el susceptible de entrar á constituir los vegetales. 5.” Que puesta á barbecho la tierra vegetal, pierde canti- dad notable de carbono perteneciente á la sustancia orgánica que contiene. Que en vez de disminuir la proporcion de ázoe al liempo de la combustion lenta del carbono, parece aumentar. Que resta por decidir si en los casos de ser patente el aumento de ázoe, ha habido nitrificacion, pr AAiROe 0 meramente absor- cion de amoniaco. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GArciA NAVARRO.) —=eee 0) Sooe— VARIEDADES, <9033 BRAD ACADAUMIA 02 CIBNVIAS, —>2)90 tt PROGRAMA PARA LA ADJUDICACION DE PREMIOS EN EL AÑO DE 1860. Arricuso 1.2 «La Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales abre concurso público para adjudicar tres premios á los autores de las Memorias que desempeñen satisfactoriamente á juicio de la misma Aca- demia los temas siguientes: as «Exponer metódicamente el estado actual de los conocimientos re- »lativos d la resistencia de los materiales de construccion; señalar las »faltas de concordancia entre los supuestos teóricos y los resultados »de los experimentos; determinar, teniendo en cuenta los hechos ya »comprobados por los mismos, las leyes generales de la resistencia en »todos los casos, según la naturaleza de los materiales, ya se consi- »dere la carga en reposo, ya en movimiento; deducir de estas leyes »generales las fórmulas que deben emplearse en la práctica; y deter- »minar experimentalmente los coeficientes de las mismas para los » materiales que más se usan en España.» eS «Distribucion geográfica de las familias de las plantas cruciferas, » leguminosas, rosáceas, salsoláceas, amentáceas, contferas y gramíneas »de la Península Ibérica.» En esta obra el autor deberá enumerar las especies que representan 4 cada una de estas familias en la Península, señalando su escasez ó 253 abundancia, y la naturaleza del suelo que favorece su propagacion; de- deduciendo de cuantas consideraciones crea oportunas las localidades que en la misma Península sean más adecuadas para el cultivo de hortalizas, de pastos, de frutales, de plantas barrilleras, y establecimiento de bosques y praderas. Considerando á la Península dividida en las tres conocidas regiones, oceánica, mediterránea y central, bastará para optar al premio limitar el trabajo á la distribucion correspondiente á una de estas regiones: en igualdad de mérito científico, será preferida la Memoria que comprenda dos á las que sólo se ocupen de una, y por consiguiente la que abrace las tres á las que sólo traten de una ó de dos. ano «Describir las rocas de una provincia de España y la marcha pro- »gresiva de su descomposicion, determinando las causas que la produ- »cen; presentando la andlisis cualitativa de la tierra vegetal formada yde sus detritus; y cuando en todo ó en parte hubiere sedimentos crista- »linos, se analizarán mecánicamente para conocer las diferentes especies » minerales de que se compone el suelo, así como la naturaleza y circuns- »tancias del subsuelo Ó segunda capa del terreno; deduciendo de estos »conocimientos y demás circunstancias locales, las aplicaciones á la agri- »cultura en general y con especialidad al cultivo de los arboles.» Se exceptúan de esta descripcion las provincias que forman los territo- rios de Asturias, Pontevedra, Vizcaya y Castellon dela Plana, por haber sido ya premiadas las Memorias respectivas en los años de 1853, 1855, 1856 y 1858. Proponiéndose la Academia, por medio de este concurso, contribuir á que se forme una coleccion de descripciones científicas de todas ó la mayor parte de las provincias de España, ha determinado repetir este tema en lo sucesivo todas cuantas veces le sea posible. 2.” Se adjudicará tambien un accessit para cada uno de los objetos propuestos, al autor de la Memoria cuyo mérito se acerque más ál de las premiadas. 3. El premio, que será igual para cada tema, consistirá en seis mil reales de vellon y una medalla de oro. 4.” El accessit consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la del premio. 5. El concurso quedará abierto desde el dia de la publicacion de este programa en la Gaceta de Madrid, y cerrado en 1.? de Mayo de 1860, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las Memorias que se presenten. 254 6.2 Podrán optar á los premios y los accessits todos los que presen- ten Memorias segun las condiciones aquí establecidas, sean nacionales ó extrangeros, excepto los individuos numerarios de esta corporacion. 7.” Las memorias habrán de estar escritas en castellano ó latin. 8.2 Estas Memorias se presentarán en pliego cerrado, sin firma ni indicacion del nombre del autor, llevando por encabezamiente el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro tambien cerrado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y den- tro el nombre del autor y lugar de su residencia. 9.2 Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario perpé- tuo de la Academia, quien dará recibo expresando el lema que los dis- tingue. 10. Designadas las Memorias merecedoras de los premios y accesstts, se abrirán acto contínuo los pliegos que tengan los mismos lemas que ellas, para conocer el nombre de sus autores. El Presidente los proclamará, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nombres. 11. En sesion pública se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudiquen los premios y los accessits, que recibirán los agraciados de mano del Presidente. Si no se hallasen en Madrid, podrán delegar per- sona que los reciba en su nombre. 12. No se devolverán las Memorias originales; sin embargo, podrán sacar una copia de ellas en la Secretaría de la Academia los que presen- ten el recibo dado por el Secretario.=Madrid 1.” de abril de 1859.» —Premios propuestos por la Academia de Ciencias de Paris. —De Maremáricas. 1. Formar la ecuacion ó las ecuaciones diferenciales de las superficies aplicables sobre una superficie dada; discutir el proble- ma en algunos casos particulares, sea indagando todas las superficies aplicables sobre otra dada, sea hallando sólo las que cumplan además con otra condicion elegida de suerte que simplifique la solucion. La Academia vería con gusto la aplicacion de las fórmulas generales á determinar las superficies aplicables en una del segundo grado, y sin ser condicion pre- cisa, invita á tratar particularmente de esta cuestion. El premio será una medalla de oro de 3.000 francos. Se recibirán las memorias, francas de porte, en la secretaría del Instituto hasta el 1.” de noviembre de 1860. 2. Volver á examinar comparativamente las teorías de los fenómenos capilares; discutir los principios matemáticos y físicos en que se fundan; señalar las modificaciones que podrán exigir para adaptarse á las cir- eunstancias reales en que suceden los citados fenómenos, y comparar los resultados del cálculo con experiencias exactas verificadas entre todos los límites de espacio medibles, con tales condiciones que los efectos obteni- dos en cada una sean constantes. Teual premio que el anterior. Se recibi- rán las memorias hasta el 1. de abril de 1960. 3.” Perfeccionar algun 255 punto importante de la teoría geométrica de los poliedros. El mismo pre- mio. Se recibirán las memorias hasta el 1.” de julio de 1861. 4.” ¿Cuán- tos pueden ser los números de valores de las funciones bien definidas que contengan un número dado de letras, y cómo se pueden formar las funcio- nes que tengan un número dado de valores? Sin exigiruna solucion com- pleta, que sería harto dificil, premiará la Academia la memoria que dé un paso notable en esta teoría. Igual premio. Se recibirán las memorias hasta el 1.” de julio de 1860. 5.2 Hallar el estado calorífico que deba tener un cuerpo sólido homogéneo indefinido, para que un sistema de curvas iso- termas en un instante dado subsistan isotermas despues de cualquier tiempo, de forma que la temperatura de un punto se pueda expresar en funcion del tiempo y de otras dos variables independientes. El mismo premio. Se recibirán las memorias hasta el 1. de julio de 1861. De Ciencias Fisicas. 1. Determinar las conexiones entre los espermato- zoideos y el huevo en el acto de la fecundacion. El premio será como los anteriores. Se recibirán las Memorias hasta el 31 de diciembre de 1859. 2. Estudiar el modo de formarse 'y la estructura de los esporos y demás órganos que concurren á reproducirse las setas, su papel fisio- lógico, la germinacion de los esporos, y particularmente de las setas parásitas, su manera de penetrar y desenvolverse en los demás cuer- pos orgánicos vivos. Igual premio. Se recibirán las Memorias hasta el 1.? de abril de 1860.—De Crencras NATURALES. 1.” Dilucidar mediante experiencias bien hechas, la cuestion de las generaciones llamadas espontáneas. La Academia desea que se estudie especialmente la accion de la temperatura y demás agentes físicos en la vitalidad y el desarrollo de los gérmenes de los animales y vegetales inferiores. El premio, que será una medalla de oro de 2500 francos, se adjudicará á cualquier obra ma- nuscrita ó impresa que se publique hasta el 1.” de octubre de 1862. 2.” Determinar experimentalmente la influencia que pueden ejercitar los insectos en la produccion de las enfermedades de las plantas. El premio será una medalla de oro de 3000 francos. Se recibirán las memorias impresas Ó manuscritas hasta el 31 de diciembre de 1859. 3.” Metamorfismo de las rocas. Igual premio. Se recibirán las memorias hasta el 1.” de octubre de 1859. Se advierte á los concurrentes que no devolverá la Academia ninguna obra que se remita concurriendo, aunque tendrán facultad los autores de sacar copias en la secretaría del Instituto. —Necesidad de más ascensiones aerostáticas. Las cuatro ascensiones en globo que se hicieron el año de 1852 por Welsh y Green, dieron re- sultados bastante singulares y discordantes. Se observaron á una misma. altura temperaturas muy distintas, y una misma temperatura á alturas muy desiguales; se halló v. gr., Ja temperatura de 12” á alturas de 2.000, de 256 1.000 y de 300 metros, aun cuando era menor en la superficie de la tierra: la rápida disminucion de la temperatura observada en las regiones supe- riores, obligaria á admitir para temperatura en los confines de la atmósfe- ra una cifra asombrosamente baja; la tension del vapor, considerabilísima en la superficie de la tierra, se presentó casi nula á 7.000 metros de al- tura, etc. Estas anomalías promueven el deseo de que se repitan las ascen- siones científicas. — Acido carbónico liquido de las cavidades de los cristales. Mr. Teo- doro Simmler, de Breslau, cree haber demostrado que el líquido que contienen las cavidades interiores de ciertos cristales, advertido y estu- diado por Brewster, pudiera ser, en ciertos casos por lo ménos, ácido carbónico líquido. Sus pruebas principales son la gran dilatabilidad deal- gunos delos líquidos observados, su escasa facultad refringente, y su espan- sibilidad, enorme á veces. Uno de los líquidos estudiados por Brewster te- nia, entre 10? y 26”, un coeficiente de dilatacion 83 veces mayor que el del agua: y segun las experiencias de Thilorier, viene á ser el mismo del ácido carbónico líquido. Se metió un dia Sanderson en la boca un cristal de cuarzo proveniente del Canadá, y que tenia una cavidad llena de líquido: bastó el calor de la boca para dilatar el líquido, hasta esta= llar el cristal y herir á aquel. Al romper Sokolou un cristal que conte- nia líquido, oyó una detonacion tremenda, parecida á las que ocasionaba Thilorier haciendo reventar esferitas llenas de ácido carbónico. Si se ad- mite que haya podido existir y que exista en la naturaleza el ácido car- bónico en estado líquido; si se demuestra, como parece muy probable, que el carbono es soluble en el ácido carbónico líquido, á semejanza de la sal de cocina en el agua, el azufre en el ácido sulfo-carbónico ó sulfuro de carbono, el fósforo en el fósforo de azufre, etc., ¿no habrá que admitir que la formacion del diamante provino de precipitarse y “cristalizarse, en circunstancias favorables, el carbono disuelto en ácido carbónico líquido? Insiste mucho Simmler en esta idea suya; tiene poca esperanza de ver llegar á producir diamantes por via del fuego; desea vivamente que otro experimentador recorra el nuevo camino que presume haber abierto. (Por la Seccion de Variedades, Francisco García NAVARRO.) Editor responsable, Frawcisco GARCIA NAVARRO. 206 N..B.—REVISTA DE CIENCIAS.—Mayo 1859... CIENCIAS. EXACTAS. 23300 4t6t— ASTRONOMIA. Observaciones de estrellas dobles; por el P. Seccnt. É (Comptes rendus, 24 febrero 4859.) Hace tiempo que tengo recopiladas mis observaciones de es= trellas dobles, dice el autor, que contienen una revision com- pleta de las Mensural micrometrical de Struve. El interés con que han mirado los sabios este trabajo, y los resultados que de él puede sacar la ciencia, me determinan á publicar un extracto que permila aprovecharlo, interin publico las observaciones completas. Para facilitar las comparaciones con las mediciones de-Struve, conservo su orden y nomenclatura, y lo mismo los nombres latinos de los colores, poniéndolos en abreviatura. Interesantisimas son las conclusiones generales que arroja la impresion de estos resultados. Se ve que de 64 estrellas, han mudado 30 más de $ grados de posicion en 26 años. En algu- nas sube la variacion a 23 y 30 grados. Como eslos limites ex- ceden á cualquier error admisible en tales observaciones, se puede asegurar que el gran cuerpo de estrellas dobles ha ma= “ nifestado un movimiento cierto. Que este movimiento sea ó no orbicular, no cabe decidirlo en todas ahora; pero de algunas es indudable, y vemos acrecer el número de estrellas binarias con algun sistema nuevo, como la 3056 de Struve. Respecto de las demás habrá que esperar to- davía una veintena de años para tener resultados bastante se- TOMO IX. 17 258 guros. Nuestras observaciones pueden servir de primera etapa para reconocer cuáles estrellas dobles merecen mayor atencion. Como son dificilisimos de observar estos objetos, se los conti- nuará midiendo para conseguir resultados independientes cuan- to quepa de errores accidentales; pero respecto de ángulos, es- toy persuadido de que no puede pasar de 5 grados en seme- jantes estrellas, que ninguna llega en distancia á 1 segundo de arco, y que son objetos de prueba de los instrumentos más perfectos. Añado alguna medicion de la estrella +? de Andrómeda, que no está propiamente en el primer orden de Struve, pero que debe estar por causa de su cortísima distancia. Conócese la bondad de los instrumentos en estas medicio- nes, y no creo fuera de su lugar el indicar una observacion curiosa tocante á los satélites de Júpiter, que se hizo las mismas noches que pude medir facilisimamente dicha estrella y?. El fenómeno fué el siguiente. El 14 desetiembre de 1855, y alguna otra vez, se vió que el tercer satélite de Júpiter no estaba re- dondo, sino eliplico. Tambien observé manchas bastante distin- tas, de las cuales inferí que era diferente su rotacion de su re- volucion. El año pasado fué malo para estas observaciones, y apenas pude ver las manchas algunos instantes. Pero el pre- sente ha hecho noches muy despejadas, y no me he olvidado de Júpiter. El 7 de enero me admiró á lo sumo ver al satélite perfectamente elíptico; con una lente de 1.000 veces de aumento se divisaba el aplanamiento; el micrómetro dió la proporcion aproximada de 3 : 5 entre los diámetros, lo cual concuerda con la observacion de 1855. Otros observadores vieron el mismo fenómeno; tres horas despues no habia mudado de forma, sólo parecia fuera de su lugar una mancha, aunque por haberse en- capotado el cielo no se la distinguia bien. La noche siguiente estaba puro el aire, y como ensayo preliminar se midió 32 de Andrómeda; se presentó tambien aplanado el salélile, pero mucho ménos que la noche anterior. Recorriendo los registros, hallo que el 4 de enero estaba redondo. Estos fenómenos son interesantísimos, y no he dejado de seguirlos examinando; pero por ser rarísimas las circunstancias favorables para ver distintamente los discos de los satélites, no 259 se los puede estudiar de seguida. Tengo pues que ceñirme á anunciar el resultado problemático. Si fuera ilusion, es extra- ño que se presente tan rara vez y á observadores que no están prevenidos. Volvi el instrumento, puse otro ocular de 1.300 veces de aumento, y subsistió la figura, si bien ménos limpio el borde. Y todavia resta más por explicar. El disco redondo suele presentar una mancha en el centro, y cuando está oval, parece tener dos en los extremos del eje menor; á veces no se ven, aunque esté clarísimo el aire. Estas rarezas me han inducido asospechar que realmente debe ser aplanado el satélite, y que por causa de su movimiento de precesion nos presenta á veces la seccion elíptica de su meridiano, y con más frecuencia la circular de su Ecuador. El cilado movimiento de precesion es por otra parte probabilisimo, porque si es aplanado el salélile, debe ocasionarlo de seguro la gran proximidad de Júpiter. Espero que los astrónomos que dispongan de instrumentos prepotentes, querrán examinar este fenómeno y tratar de él, á fin de reconocer por lo menos el origen probable de la ilusion, caso de haberla. Ag | 260 DUPLO-LUCIENTES Sl . ME Nombres El y E E Epoca Angulo 5 $ de 27 E ME de [Distancia. 52 las estrellas. =ñES S E 185 sición. 58 as estrella E 3 E 50 +| posicion E bom 316 Cefeo........ 21 00,01 78%45'| 7,522 1324%97| 0//,38. | 2 IB UD aos +2 elo 13 6,31 76 1| 7,522/|102,28¡ 0,697 y 36 Andrómeda..... 73 45,6| 22 41 | 7,275/339,19| 1,208 3 Anónima. ........| 115| 112,21 57 14¡ 7,243 |150,38| 0,803 ¡ 2 AnóniMa. .+....«..| 216 58,71 61 301 7,629|262,41| 0,434 | 3 Anónima. ........| 257 | 212,0 60 45 | 7,485 |183,34| 0,40 p e Aries. cul Dl. | 49,420 37 | 6,571 [196,331 0,877 | 3 52 Aries A:B....| 346 | 55,3 24:32| 6,638 (267,16 0,658 | 3 e og 1d. 0 » > Lo» 116,953 1355,66| 5,151 | 2 | | ADM ta oa OO 7 15206, 5214055/9/7 1 7 Taurus A: B....| 412| 24,1! 2353 | 6,350 |256,78| 0,42 3 Ta EAN CAS » » » 5,987 | 60,07 » 2 Atlas de las Pléyades. 53 8:91:23. 40.7 Simple. » 5 40 Celbdamaiorajess 9 l Acad 4,5) 8042 ¿| 7,900 | 103791 0,123 5002 'ANÓMIMA: el AS Ad 2 SO 302004033 2 AVIÓN alotjet lle DO) 8,0, 22 21 | 7,109 /102,92| 0,630 1 Anónima. ........| 749 | 52%6,8| 26 51 | 7,109 |190,40| 0,634 | 4 AC tes 963 | 637,71 59 37; 6,765 | 57,71| 0,683 2 | ANÓNIMA: ..0...... da 812,1|—1 2| 7,342 |147,99| 0,4 1 | a Leo; issleimic | 13561. 9:49,0/..9 50.1.6,425 | 0,99/1 0,358 |. 7 Anónima. ......».11457 [1029,7| 6.36 | 6,245 |305,55| 0,761 | 5 1500 | 54,0/—2 30| 6,285 |348,35| 1,053 | 3 261 DE PRIMER ORDEN. OK nana nn AAA, Diferencias con las observaciones . de Struve A Maguitudes y colores. OBSERVACIONES. en en en época.| posicion. | distancia. | añ 6,3 s. fl. 6,2 fl vir. [26,57|—416%,53|—01,43| Mov. cierto en áng. y dist. ! 6,2 alb. | 6,5 alb. 26,02/—24 ,74|-+-0,165|Mov. cierto en áng. y | dudoso en dist. Ge El 6,7 s. fl. 24,98| +31, 39|+-0,361]Mov. cierto, pero en línea recta. 7 alb. 7,2 alb. 25,67/+. 0, 78/—0,007|Mov. nulo. 8 s. fl. 8,5 s. fl. 26,40/— 8, 06|—0,159]Mov. probable enáng., | nulo en dist. 7 ass. fl. 7,8 a. s. egr.]26,95/4-18, 41|—0,20 Mov. cierto. en áng., nulo en dist. berbio para los co- lores. Ti. alb. | » 26,10/+-32, el ,05 [Ang. mudado, pero tiene 5 alb. 6 alb. 26,412 7, 46 +0,330|Mov. en áng. y dist , cierto. 6 sf 6,4 s. fl. 24,63 + 2, 66|—0,072]Mov. en dos ó másbien nulo. » 10,7 24,59/— 1,6 |—0,056[Mov. nulo. 8 alb. | S,5egr.a. [25,40/—44, 6 alb. ¡6,5 alb. 25,97|—13, 24|—0,27 | Mov. cierto en áng. y dist. » » 25,07 |— 2, 95 ) » » 25,00 > » Siempre simple 5,5 alb. 6,5 alb. 27,01|+ 8, 23|—0,165|Mov. cierto en áng. 6 s fl 7 Ss. vir. 28,50/—18, 00|—0,2 [Mov. cierto en áng. y dist. 8 alb. 8,2 alb. 24,91|— 1, 08|—0,203]Fija. 6,5 alb. 6,6 alb. 27,63 |—13, 05|—0,036|Mov. cierto en áng. 6 rubra. 8 cerul. 25,88/4- 6, 20¡— 0,214|Mov. cierto, objeto so- | | que volverse á ob= servar. 'Orbita conocida;apenas separadas. 6 8 » » » sf | 7,825. M. ]26,69| 417, 70|-+-0,049 71,3 a 1,3 8. 1 8,2 s. fl. 24,19 — 3, 12|+40,086|Mov. muy dudoso. POMO no aa ala ajele ld.... ld....... 42 Cabellera...... Anónima. ....... AnóÓniMA.+...... 'AMÓNÍMA >. ojala ato ld.... y COrona....... a a Anónima... Td. devo: Td. € Hércules. ..... diia: 20 Dragon...... Anónima... Anónima. ...... 452 Hércules. ... Anónima. + AMÓN obrar: ae | | AnóniMA........ ANÓNIMA... «2% AnóniMA....... AnóniMaA....... 94 Zorra.... 4 Acuario... 99 Dragon....... A Ophiucus. ....-». . ...o.». e 5 5 P _— pol 1670 262 hb m 12 32,8|—0%29' 20 6,2 24,6| 2512 42,1|— 617 172%,52/3/”,372 171 ,68| 3,549 170,79| 3 172,02] 3 192,451 0 198 ,53| 0 0 43,731 0,929 23,71| 0,788 325,64| 0,32 344,36 351,00 1,15 288,97 286,13 26,40/ 0,45 2,23| 0 ,948 17,971 1,367 la. 18,23| 1,621 19,88| 1,333 69,71| 41 ,520 64,11] 1,412 59,49| 1,289 50,90| 4 ,206 240,14| 0,37 327,65| 1 ,463 329,34| 0,631 304,65| 0,667 260 ,75|Prolongada. 106,86 333,24 0,835 0 => 340,28 179,19 0,689 0,490 133,93| 0,682 278,98| 0,32 1,010 0,3 75,32 106,86 A A A A A 19 19 006 O 1 PU A OTE IS mn 2 mu [3 5,5 fl. A 7,5 alb. 8 5,5 alb. 5,vta. 8: fl » 6 fl. 7 alb. NES. vir. Fo 7 egr.alb. 7 tas. fl, 6,7 s. purp. 6,8 fl. 7,7 alb. » 6,1 a.s. fl. flav. 7,2 S. egr. 7,5 S. Ogr. 8,1 7,5 ruf. s. fl. 8,2 S. egr. D 7,3 S. egr. » 263 29,13|+4+-182”,95|—0 26,00/+ 0,43/4-0 26,00/— 41 ,17|—0 26,79 + 4,51 —0 » Periódica muy conoci- da. Los años pasa- dos fué cortisimo el MOV. ADg. » » » 11,168|Pasada al otro lado. ,082|Fija. ,056|Mov. cierto, pero que está por calcular. ,129|Mov. cierto; obserya- ciones muy concord. > y » Orbita conocida. » » » » » » » » ”» > | » » Orbita conocida. » » » 24,914 2,33/—0 ,26 Fija; por observar. 25,52 /— 5,20/4+0 ,45 [Corto mov. en áng. 5 , » Moy. arbitrario cierto. » » » » » » » s » Orbita conocida. » » » » » » » » » 25,12 6 ,30/—0 ,48 |Mov. dudoso. 2519+ 4 415/+0 27,05|— 4,13|—0 25,39/— 3,98|—0 26,31|— 20 ,40/—0 24,784 0,81/—0 25,01/— 6,36|—0 25,13|— 11,72 +0 27,05|— 9,21|—0 25,49 + 4,53 /—0 24,75|-- 4 ,35|—0 24,85 — 4 ,20|-P0 27,05|+ 83 ,34|—0 ,841|Mov. muy grande en distancia, simple en 1836. ,089|Mov. dudoso. ,070|Mov. pequeño, pero cierto. ,55 ¡Mov. cierto en áng. y distancia. ,017|Fija. ,3+|Mov. cierto, disminu- cion de dist. ,169 Mov. cierto en áng. ,073¡Mov. cierto en áng.: observ. concord. ,278|Mov. pequeño, pero cierto. ,00. [Mov. dudoso, sólo pro- longado. ¿211 ¿4 |Mov. cierto, Anónima B':C.+...1| 2872 Td. 420 » AnóñiMma o... 0112879 3056 Anónima A: au ld.. AA. Ol » AS 109.10 3062 nit E ESE 3105 y” Andrómeda A: B. 205 se B:C. » La A A » IN 234 ADÓNIMA......... 236 INN 278 ANÓDIMA. «+... 0 531 Anónima B: C.....| 840 Mas een » ¿ 2 AO oa o 849 P. VL 105. B:C..1/ 910 Anónima A: B..... 955 Tdi Br Oz » Td. A » 2 Anónima... .¿¿00. 1372 145 Leo esla. 1426 aldo: AB » ADÓDIMA +... .«.. “5 2402 Anónimas... <+...12409 ANÓNIMA «e. 2454 Anónima. «+. ¿bo 12746 (20 55,0 —_——e_eaeee—mmA A _ 2 27 22 », 7 » 5,8 23 55,8 » 18 41,6| 10 30 43,9 59,4 1321 30 11 38 34 6,951 6,928 6,928 6,869 6,869 7,602 7,573 8,01 6,90 8,01 7,907 7,917 1939 7,917 Ad 7,109 7,147 7,147 7,109 7,125 7,125 6,249 328,31 316,95 130,46 154 24 357,79 253,39 58,05 62,70 109,75 107,66 231,36 258,81 67,67 295 ,43 181,55 67,09 243,17 163,61 Doble. 216,27 188,701 46,76 4,85 272,80 213,41 3007 217,03 281,26 1,094 11,264 0,520 7,684 Dm CA DIU ms 9 -- 6,8 aurea. » 65 2.8 fl 2 1, 8 Ss. vir. 8 alb. » 8” alb. 7,5 alb. 9,1 rubr. 8,21 71,118. aur. 9 j » 8 8 s. vir. 8,5 s. rubr. 8,7 alb. 8,5 alb. TROPalb: 9,5 s. rubr. 1 alb. 265 año > 23,32/— 6%,16|—0'",143|Mov. en dist.; están en contacto, 23,08 + 0,53 » 23,37|— 83,16|—0 ,270|Mov. muy grande,' dist. muy pequeña; vuél- pq vase á observar, 25,55 —. 5,96/—0 ,10 ¡Orbita segura. 25,23 +. 2,39/+0 ,621 23,89 + 44,82|+0 ,695/Orbila conocida, calcu- lada por Maedler. 26,66 — 0,35/4-0 ,329 Mov. en dist. 26,904 0,26/—0 ,075 Fija. 26,00/— 11,00 » Mov. cierto. 26,35|— 7,87|—0 ,216/Moyv. probable en áng. 26,05|— 0,26/—0 ,3 ¡Distancia disminuida. 27,17|—"14,38| —0 ,03 |Mov. cierto en áng. en contacto. 27,38/+ 3,53|4-0 ,324|Distancia aumentada. 26,23|— 4,92|—0 ,368 Fija. 26,66|— 0,11 » 24,90/|— 41,05|—0 ,066|Fija. 27,59/— 7,32|/—0 ,07 |Mov, cierto en áng. » » » Separada, pero la tras- parencia del aire es insuf. » » » | 25,714 0,26/—0 ,178 Fija. 26,65|— 6,21|-+-0 ,032 Mov. dudoso. 24,03|— 4,25/+0 ,254|Mov. dudoso. 23,99/4+ 12,3 » Mov. en áng.?: se volverá á observar. 26,44 | + 15,74|+0 ,152|[Mov. probable; observ. discordes. 27,29/— 1,63|4+0 ,082 Fija. 26,07|+ 13,06|—0 ,30 [Mov. cierto, especial- mente en distancia. 26,044 5,01/—0 ,013 266 Todos estos objetos son dificilísimos por causa de la pequeñez de las ADV ER L. Para la estrella E 3056 tenemos esta serio de observaciones: A:B 1782,65 Posicion=320",7 Distancia= ..... 1825,81 36,7 17,25 próximamente. 1831,71 87 ,5 0 ,820 1833,71 108,57 0,57 1850,87 154,21 0,45 La construccion gráfica de estos valores dice una órbita de curvatura muy desenvuelta, é ignoro si está calculada; hasta la C ha cambiado, y tenemos aquí un sistema triple directo. A 267 compañeras, y los límites de los errores son más ámplios. o y o DL DO DO DD EE | TENCIAS. II. La estrella 4 Virgo 2729 da estos resultados : 1783,36 Posicion= 35,1% Distancia =+.... 1828,77 24 ,52 0,74 1836,05 46,4 0,41 1856,81 107 ,86 0 + Resta saber si es segura la órbita. III. La estrella y? Andrómeda, mirada varias veces, se pudo separar siempre facilísimamente cuando estaba en calma la atmósfera. Su distancia llegó á 0,45, lo cual prueba que aumentó. _ _ _ _ ___ ____________ Bo > ==+=+4 ++ Por la Seccion de Ciencias Exactas, FrAmcisco GARCÍA NAVARRO. 268 CIENCIAS FISICAS, FISICA. Sobre el desenvolvimiento de la electricidad entre los metales y las . sales calentadas; por Mr. HankeL. (L*Institut, 45 setiembre 1858.) Aunque Schweigger puso, poco tiempo despues del descu- brimiento de su multiplicador, sales en estado de fusion en lugar de sus soluciones acuosas entre dos placas de metales di» ferentes en el circuito voltáico, Mr. Andrews (de Belfast) fué el primero que en 1839 aplicó el descubrimiento hecho por Mr. Faraday, de la considerable facultad conductriz de ciertas sales en estado de fusion, á la solucion del problema relativo a si la electricidad se desenvuelve cuando se ponen en contacto dos metales de la misma naturaleza química, pero de lemperaluras diferentes, con la misma sal en fusion, del mismo modo que se forman las corrientes termo-eléctricas de Seebeck. Mr. An- drews vió que en las circunslancias descritas se formaba una corriente que se dirigia del metal más caliente al más frio, y pa- saba por la masa del metal fundido. Pero le fué imposible deter- minar la ley de la direccion de la corriente cuando la sal sólo se calentaba lo suficiente para poder conducir la electricidad, mas no lo bastante para llegar á la fusion. A causa del interés que se enlaza con estos fenómenos eléctricos, Mr. Hankel em- prendió un nuevo examen de esle asunto, y vamos á exponer el re sultado de los experimentos que ha hecho en muchas sales, con relacion al desarrollo de las corrientes eléctricas, bajo las condiciones descritas. Su Memoria se halla dividida en dos partes: la primera e 269 contiene los resultados generales deducidos de los hechos ob- servados; la segunda un resúmen de los mismos hechos. en forma abreviada, que sirve en cierto modo de apéndice á la primera. Para mayor claridad, describiremos primero el método de que Mr. Hankel se ha servido en sus estudios, y luego con- sideraremos sumariamente les resultados generales que es permitido deducir de ellos. La sal que se trataba de examinar se ponia en un crisol de platino de mediana capacidad, pendiente de un hilo tambien de platino, fundiéndola por medio de una lampara de alcool de doble corriente de aire, corriente cuya intensidad se au- mentaba cuando era necesario, empleando al efecto un soplete. Introduciase entonces por su parte superior un hilo aislado de plalino, oro ó plata, que penetraba á la profundidad necesaria en la masa salina. Cuando se querian observar las corrientes. eléctricas, se ponia el crisol en contacto, por medio de su hilo de sustentacion, con la extremidad del hilo de un multiplica- dor, y el hilo de platino que penetraba en la sal, con el otro hilo de dicho multiplicador. Por otra parte, si se queria medir la tension eléctrica se ponia en contacto, ya el crisol (despues de haber aislado su punto de apoyo), ya el hilo interior con la hoja de oro de un electrómetro, ó con el platillo de un condensa- dor, hallándose el bilo ó el crisol respeclivamente en comunica- cion con la lierra. Para mayor brevedad, llamaremos á la cor; rienle que marcha del crisol al hilo, corrienle ascendente, y á la que del hilo va al crisol, corriente descendente. Si se deja enfriar la masa fundida de sal despues de ha- ber introducido en ella el hilo, luego que se la calienta de nuevo se forma, cuando empieza á enfriarse, una corriente as- cendente en la sal sólida; si es conductriz, por débilmente que lo. sea, dicha corriente pasa del melal más caliente al más frio. No bien la sal, en contacto con las paredes del crisol, em- pieza á fundirse, hay condiciones para una corriente descen- dente; sin embargo, en el mismo momento la temperatura del hilo es generalmenle superior á la del hilo introducido en la masa sólida de la sal. La direccion del desvio de la aguja del 270 galvanómetro, á consecuencia de las dos fuerzas eléctricas que obran en dos direcciones exactamente contrarias (corriente as- cendente ó descendente), depende de la energía relativa de las dos fuerzas. En muchos casos puede cambiarse á arbitrio di- cha direccion, modificando la magnitud relativa de las dos fuerzas. Cuando la fusion es completa, fórmase una corriente ascen- dente, excepto en el caso del sulfato de potasa y cobre, tal cual debe esperarse de la diferencia de temperatura. Apagando la lampara antes de que la sal empiece á solidi- ficarse, la relacion de los dos polos melálicos, relativamente á la temperatura, es inversa de lo que era durante la aplicacion del calor, habiendo por tanto formacion de una corriente as- cendente. (El sulfato de polasa y cobre, el nitrato de potasa y el de sosa son excepciones de dicha regla, pues en estas sales hay corriente descendente.) La solidificacion ulterior, por efecto de la cual la pared del crisol se halla en contacto con la materia sólida y el hilo con la maleria líquida, produce una corriente ascendente, es decir, una corriente en direccion opuesta á la determinada por la fu- sion procedente de la masa. ¿Es bastante poderosa esta causa para ocasionar el desvio de la aguja en la direccion correspon- diente? ¿Cuál es la extension de tal desvio? Cuestiones son estas que se resuelven como anteriormente, es decir, atendida la magnitud relativa de las fuerzas eléctricas pueslas en accion, por un lado, á causa de la diferencia de temperatura (de los polos de platino), y por otro, por el contacto de cuerpos en di- ferenles grados de agregacion. | Verificada la solidificacion, en el caso de que el hilo persista siendo conductor, hay por lo regular una corriente ascendente, debida á la diferencia de temperatura. Es probable que la pre- sencia anómala de una débil corriente ascendente en el lérmino del enfriamiento del nitrato de potasa, sea efecto de la diferen- cia de las lemperaturas del platino, crisol € hilo. Una mezcla de cantidades equivalentes de carbonato de sosa y de carbonalo de polasa, forma desde luego, al enfriarse, una masa pardusca y opalina, que al cabo de poco tiempo se cambia en una sal blanca y cristalina. Este paso de un estado 271 á otro parece ir igualmente acompañado de un desarrollo par- ticular de electricidad, pasando la corriente en direccion as- cendente. Del mismo modo, aplicando el calor, la trasformacion inversa da lugar á una corriente en direccion opuesta, es decir, á una corriente descendente. En el caso del carbonato y del fosfato de sosa, en el mo- mento mismo del término del enfriamiento, y despues de ha- berse observado por largo espacio de tiempo una corriente descendente, se ve presentarse otra débil ascendente, cuya formacion se debe probablemente á una polarizacion delermi- nada por el paso anterior de la corriente descendente. El autor se ha cerciorado, por medio de experimentos especiales, de la posibilidad de esa polarizacion. Cuando las sales, como por ejemplo el boralo de sosa, .se solidifican despues de haberse fundido, y luego que se han soli- dificado se desprenden por sí mismas de las paredes del crisol, en el momento en que la sal tiene todavía la facultad de con- ducir la electricidad, se manifiesta una corriente descendente. Si la separacion es repentina, dicha corriente es fuerte, pero de duracion momentánea; sí, por el contrario, la separacion es gradual, la corriente continua despues de ella, pero su fuerza es más débil. Si el bórax desprendido del crisol de la manera que acaba- mos de describir se calienta inmediatamente de nuevo, el res- tablecimiento del contacto entre la sal y el crisol va acom- pañado de la produccion de una corriente, que lleva asimismo la direccion descendente. Su causa es, segun todas las pro- babilidades, el repentino enfriamiento que el platino, fuerte: menle calentado, experimenta cuando se pone en contacto con la sal que está más fria; y esto es tanto más verosimil, cuanto que vemos desenvolverse corrientes de este género siempre que una burbuja de aire de cierta magnitud, formada en las paredes del crisol, sale atravesando la masa pastosa del bórax fundido, y al fin se rompe. 272 QUIMICA. Memoria sobre la composicion química de los gases arrojados por los respiraderos volcánicos de la Italia Meridional; por MM. Ch. Sainte-Cuame Devicte y Ferix LebLANC, (Anal, de Química y Fisica, enero 1858.) Los autores de esta Memoria resúmen sus trabajos en las siguientes CONCLUSIONES. 1. Fumerolas recogidas de la lava del Vesubio el año de 1855. Nuestras nuevas análisis manifiestan con mayor segu- ridad el hecho que resultó de las verificadas en los sitios mis- mos, á saber: que las fumerolas anhidras y no ácidas llevan consigo una mezcla de oxigeno y ázoe en proporciones iguales casi á las del aire normal, al paso que las fumerolas que con- tienen rastros de vapor de agua, acido clorhídrico y ácido sul- furoso, indican falta de oxigeno respecto del ázoe. Las análisis de Humphrey Davy de los gases de la lava de 1820 del Vesubio, y las de Mr. Bunsen de los gases de la lava del Hecla de 1845, parecen referirse a la última clase de fumerolas IL. Fumerolas clorhidrosulfurosas, 9 que contienen á un tiempo ácido clorhídrico y úcido sulfuroso. Parecia natural pensar, atendiendo á lo que precede, que siempre que se des- prenden estas fumerolas, no ya de la lava sino de un cráter volcánico ó de una grieta, se hallarian en los elementos del aire que los acompaña iguales alteraciones. Asi lo patenlizan con efecto de una manera notable las mu- chas análisis mencionadas en nuestra Memoria, de los gases arrastrados por las fumerolas clorhidro-sulfurosas del Vesubio, del Etna y de Vulcano. IT. El gas de las fumerolas dignas de atencion que se desprenden del fondo del cráter del Vesubio, con llamas ó sin ellas, y que deposilan el ácido bórico, el azufre, el clorhidrato | a a | 2713 y el yodo, hidrato de amoniaco, el sulfo-seleniuro de arsénico, los indicios de compuestos fosforados, ete., está formado de acido sulfuroso y de aire escaso de oxigeno, y acompañado de vapor acuoso. El ácido carbónico faltá completamente en estas fumerolas. IV. — Fumerolas sulfhidro-carbónicas, caracterizadas por la presencia de los ácidos sulfhidrico y carbónico. Las ema- naciones de este género, han sido señaladas por primera vez en esta Memoria entre las del cráter superior del Vesubio: despréndense, por lo demás, de orificios distintos de los que despiden los gases clorhidro-sulfurosos, y que representan un papel del lodo diferente en la distribucion de las fuerzas volcá- nicas. Esta circunstancia establece, como se ve, una analogía que hasta el dia no se habia nolado, entre algunas de las fumerolas superiores del Vesubio y las emanaciones sulfhidro-carbónicas que Mr. Boussingault dió a conocer hase mucho tiempo en los volcanes de la Nueva-Granada. Estos gases, ora fuesen recogi- dos en lasolfatara de Pouzzoles, ora en ellago de Agnano, ó en Vul- cano, y fuera cual fuese suabundancia originaria de ácido sulfhi- drico, nunca han presentado en la análisis, hecha en el labora- torio, vestigios de este ácido. Nos hemos explicado la desapari- cion de este último gas, por su reaccion sobre el oxigeno del aire húmedo que le acompaña. Así se ve en algunas análisis, que la relacion entre el oxigeno y el ázoe disminuye y llega á ser, por ejemplo, de 11 a:89. Habiendo además encontrado en muchas muestras grandes proporciones de ácido sulfuroso, gas notoriamente incompali- ble con el ácido sulfhídrico húmedo, hemos procurado indagar si esta anomalía podria explicarse, admitiendo que en el mismo momento en que fué recogido el gas, se habian producido reac- ciones parecidas á las que Mr. Piria ha verificado en sus inge- niosos experimentos relativos á las fumerolas. Los gases originariamente hidro-sulfurados nunca nos han presentado hidrógeno libre, como lo ha evidenciado Mr. Bun- sen, respecto de los gases de las solfalaras de la Islandia. V. Un hecho que tambien resulta de nuestras investigacio- nes, es el siguiente: aun en los gases muy abundantes de ácido TOMO IX. 18 Nk carbónico, como los de la grula del Perro, de la gruta de amo- niaco en Agnano, y del manantial acidulo de Paterno, en Sici- lia, etc. (gases que no contienen ningun compuesto susceptible de oxidacion), las relaciones entre el oxigeno y el ázoe no son las del aire ordinario. En Paterno, por ejemplo, el oxígeno es al aire : :14,3 : 85,7; y en la gruta del Perro : : 19,4 : 80,6. VI Emanaciones de ácido carbónico y de hidrógeno carbo- nado de la Sicilia. Hemos debido reunir en un mismo grupo todas las emanaciones gaseosas en que domina el carbono. El conjunto de nuestros resultados analíticos establece una série de términos cuyos extremos estarán formados por el ácido car- bónico ó por el hidrógeno proto-carbonado puros, y cuyos lér- minos intermedios indican proporciones gradualmente crecien- tes 6 decrecientes de uno á otro de estos gases (1). Esto es lo que demuestra el siguiente cuadro, en que hemos resumido la composicion de estos gases, prescindiendo de las pequeñas cantidades de oxigeno, y descartando las cantida- des proporcionales de ázoe que constituyen con ellas el aire normal. el MACALUBA SALINELLA 2. el lagof -S > de de LA Sa de e > 308 Xirbi. | Girgenti, Perrapi-|S. Biag-| Paterno. Nafta 335 lata, gio e Azoelio 2 | 1,12] 0,351 0,00| 0,00| 0,00) 1,74 Hidrógeno proto- 30,05 carbónico... .| 97,95| 98,40| 93,66 5,471 0,71] 0,00 A A A A A A 100,00/100,00|100,00/100,00/100,00/100,00/100,00. (1) No hemos encontrado en estas mezclas gaseosas el bicarburo de hi. drógeno, C* A", señalado en algunas análisis hechas por Mr. Bunsen en los gases mencionados por Mr. Abich, de las salsas del Cáucaso, en las inmediaciones del mar Caspio; análisis de que se da cuenta en la Memoria del segundo de estos sabios. 275 Las análisis quimicas presentaban aquí un interés particu- lar, á causa de la naluraleza de los gases, que sólo podian estudiarse de una manera exacta en el laboratorio. Estas aná- lisis han venido á confirmar las deducciones sugeridas más par- ticularmente por el estudio de las condiciones de localidad. Finalmente, el gas del manantial de Santa Venerina nos muestra reunidos en las laderas del Etna los dos gases hidroge- nados, cuya formacion suministrará en las solfataras el ácido sulfuroso, el azufre en vapor, el agua y el ácido carbónico. En resúmen, el conjunto de nuestras análisis y su discu- sion nos inducen a considerar un volcan aclivo, v. gr., el Ve- subio ó el Etna, como un cenlro al.que van á convergir (con arreglo á cierto número de planos estratigráaficamente determi- nados) las emanaciones que representan los productos de la combustion de diferentes compuestos gaseosos. Vemos alli giganlescas chimeneas donde la introduccion del aire atmosférico verifica dicha trasformacion á una lempera- lura muy elevada. A medida que nos alejamos de este centro de actividad, siguiendo la huella de cada uno de los planos erup- tivos, volvemos á hallar, en un momento dado, en los pro- ductos de emanacion, las señales de una combustion cada vez ménos enérgica; observándose variaciones del mismo gé- nero á medida que se aleja el momento inicial de la erupcion que le ocasionó. En una palabra: teniendo en cuenta á la vez el tiempo y el espacio, repeliremos que la naturaleza de las emanaciones producidas por un mismo punto, varia con el tiempo que ha trascurrido desde el principio de la erupcion; mientras que en un momento dado la naturaleza de las fumerolas, en diferentes puntos, varia con la distancia al foco eruptivo. ve. Si a a A A : : "y ] dad + e ; Gas hidrógeno siliceado: por Mr. Wonter. (U'lostitut, 45 setiembre 1858.) «A pesar de mis numerosos experimentos, dice Mr. Woh- ler, aún no he conseguido preparar, por via química pura, el gas hidrógeno siliceado. No obstante, estaba demostrado que se forma cuando se disuelve en ácido clorhídrico el aluminio y el manganeso mezclados con silíceo, pero en cantidad lan pequeña que el hidrógeno con que está combinado no es espon- táaneamente inflamable. La casualidad ha dado á conocer una manera de prepararlo tan facilmente como el hidrógeno fosfo- rado; y esto hasta tal punto, que sus propiedades notables pueden muy bien demostrarse en una leccion pública. Mr. Martius, hijo, ha sido el primero que ha hecho en mi labora- torio la observacion de que una escoria obtenida en la prepa- racion del magnesio por el procedimiento de Mr. Enrique Sainte-Claire Deville, tenia la propiedad de desprender un gas . espontáneamente inflamable. Este gas, en tal caso, no podia ser sino el hidrógeno siliceado, procedente sin duda del magnesio que conlenia sílice. Muchos experimentos que hemos verificado en comun, han confirmado completamente esta suposicion. El modo de preparar la materia propia para la produccion del gas, es el siguiente. Redúcense á polvo fino en una cápsula caliente 40 gramos de cloruro de magnesio fundido, 35 gra- mos de fluosiliciuro de sodio fuertemente evaporado, y 10 gra- mos de cloruro de sodio, fundido; mézclase todo íntimamente agilándolo en un tubo cerrado y caliente, y se añaden 20 gra- mos de sodio que se parten en pedacitos, con la posible rapidez, mezclándolos por medio de la agitacion con el polvo. Tómase- al mismo tiempo un crisol de Hesse, que se calienta hasta el rojo, y en el cual se echa de una vez toda la mezcla. Despues de haber tapado el crisol se activa un poco el fuego, y se conoce que se verifica la reaccion cuando se oye un chasquido continua- do. No bien cesa ese ruido y se apaga una llama de sodio bajo de la tapa del crisol, se aparta este del fuego, se deja enfriar, y se rompe. El crisol encierra una masa fundida de color negro-par- 277 dusco, llena de partículas 6 glóbulos de un brillo melálico, de color negro de hierro subido. Esta masa sirve inmediala- menle para desprender gas hidrógeno siliceado. Más adelante volveré á hablar de esto; ahora haré notar que por medio de otras relaciones, y en particular con ménos sodio, se consiguen masas que desenvuelven muy bien un gas espontáneamente inflamable. Hemos obtenido uno que presentaba dicha propie- dad, sustituyendo al fluosiliciuro de sodio una mezcla de criolito y de vidrio soluble, ó el cloruro de magnesio fundido con el cloruro de magnesio y de sodio, preparado disolviendo mag- nesia blanca en ácido hidroclórico, mezclando + de sal marina, evaporando completamente, y secando y fundiendo. Para desarrollar el gas se agita la masa, groseramente pul- verizada, en un frasco pequeño con dos agujeros, en uno de los cuales se adapta un tubo de desagie que Jlega hasta el fondo, y en el olro un tubo grueso y corto de desprendimiento. Llénase este frasco enteramente de agua, y se sumerge en la cuba: hasta que quede debajo de la superficie del agua, de manera que el tubo de desprendimiento se halla lleno de líquido, y no queda en él ni una sola burbuja de aire. Despues de colo- car en la boca de dicho tubo una campana llena de agua, se echa poco á poco por el tubo de embudo ácido clorhídrico con- centrado, teniendo la precaucion de que no se introduzca la menor burbuja de aire. El gas se desprende con gran rapidez, formando una espuma abundante, que no se puede impedir que pase á la campana, y baje con tanta prontitud que se puede llenar de gas otra campana completamente libre de ella. Toda esta operacion debe hacerse sirviéndose de agua hervida, porque con agua que contiene aire, el gas se presenta nebu- loso, y pierde al cabo de algun tiempo la propiedad de infla- marse espontaneamente. No es dificil mudar el gas recogido so- bre agua en una campana de espila á un vaso colocado sobre mercurio, y secarlo al mismo tiempo. Al efecto se pone en co- municacion la campana con un tubo de cloruro de calcio, y este con otro tan corlo y estrecho como sea posible. En el primer * momento el gas se inflama, pero sin peligro, en el tubo lleno de aire, y despues en la boca, que se introduce entonces en el mer- curio. A A A A a A 7 ss 278 Ahora confirmaremos y completaremos las observaciones ya hechas acerca de este gas. Cada burbuja se inflama en el aire con una viva explosion y una llama blanca. El ácido sílico pre- sente forma tambien la mayor parle del tiempo, y absoluta- mente lo mismo que el gas hidrógeno fosforado, una hermosa nube anular que se resuelve en filamentos y copos que flotan en el aire. Estos filamentos Ó copos son de color oscuro, á causa del siliceo que no se ha quemado. Cuando el gas de un tubo sale al aire, da una llama prolongada, blanca y de gran brillo. Si se abre en el aire un pequeño cilindro lleno de gas, la llama desciende poco á poco, y toda la pared interior del cilindro se cubre de siliceo oscuro amorfo. Si se dirige el gas al aire en- cerrado én el agua, la nube silicea que resulta de la combus- tion se presenta en forma de una harina blanca que sobrenada en la superficie del agua. El gas se descompone complelamenle aun al más débil calor rojo. Encerrado en un tubo sometido á esta baja temperatura, el tubo se cubre en todo su interior de un espejo de color oscuro subido, opaco, de siliceo amorfo. Lo mismo sucede cuando se dirige su llama á una cápsula de porcelana, habiéndose observado hace mucho tiempo que de tona vivamente con el cloro. Por el contrario, se le puede mez- clar sin que experimente cambio alguno, con el ázoe y el pro- tóxido de azoe. Las disoluciones de sosa y el amoniaco ejercen, á lo que parece, poca accion en €l. A pesar de su extraordinaria inflamabilidad, dicho gas, preparado como queda dicho, contiene además una mezcla, co- mo lo han demostrado nuestros experimentos, de una cantidad bastante notable de hidrógeno libre, pero, sin embargo, en proporcion menor que el preparado por la via electrolílica, como puede deducirse de los fenómenos luminosos, que son mucho más vivos é intensos. Aún no hemos podido conseguir un re- sultado seguro relativamente á las proporciones cuantilativas de la mezcla; únicamente hemos confirmado de una manera gene- ral una observacion anterior, esto es, que el volúmen del hi- drógeno que conliene experimenta una condensación. En efec- to, si se calientan volúmenes medidos de gas seco encima de mercurio en tubos encorvados sobre una gran lámpara de al- cool, hasta que no deposite siliceo oscuro, hemos visto en dos 279 experimentos que 100 volúmenes de gas suministraban de 115 a 112. Por lo que hace á las nuevas propiedades observadas en este gas, diremos que precipita muchas disoluciones melálicas. Estas son las de sulfato de cobre, azoato de plata y cloruro de paladio. No ejerce accion alguna en las de acetato de plomo y clorido de platino; siendo las únicas sales que se han ensa- vado hasta el dia. Los referidos experimentos se han hecho introduciendo el gas en tubos cerrados y llenos de la disolucion melálica, y agitándolo al momento. En la superficie de la sal de cobre y en las paredes del tubo mojadas por su disolucion, se forma tambien una película de color de cobre subido, que en capas delgadas y por trasparen- cia, parece de amarillo oscuro. Debajo de esta película se reunen poco á poco algunas burbujas de gas; y cuando este se halla completamente descompuesto, se ve, lo cual es extraño, que el volúmen del hidrógeno restante aumenta siempre. El siliciuro de cobre formado así, se allera prontamente al aire, y se trasforma en un silicato de protóxido de cobre, de color amarillo de limon. Cuando se trata por el ácido nítrico dilatado, se descompone inmediatamente abandonando cobre metálico. El ácido clorhídrico le disuelve, desprendiendo hidró- geno, y depositando oxido de siliceo. En las soluciones alcali- nas desprende vivamente hidrógeno, y deposita cobre libre de siliceo. Como desprende hidrógeno aun con el amoniaco, pa- rece que contiene una mezcla de óxido de siliceo, cuya formacion pudiera muy bien tener alguna relacion con el aumento de vo- himen. En la sal de plata se precipita una sustancia negra, que sin duda alguna es siliciuro de plata; pero al mismo tiempo hay re- duccion de plata metálica gris. En este caso no se ha advertido aumento en el volúmen del hidrógeno. En la sal de paladio, el metal se reduce y no contiene si- liceo. Era en alto grado interesante estudiar de una manera par- ticular el compuesto que el gas hidrógeno siliciado forma en su descomposición por el ácido clorhídrico. Hemos emprendido muchos experimentos con este objeto, y empleado mucho sodio 280 y cloruro de magnesio, sin haber podido hasta el dia llegar á ningun resultado decisivo. Hé aquí las observaciones que acerca del particular hemos hecho. Como ya hemos dicho, no se obtiene el compuesto que des- prende el gas en la preparacion en pequeño, sino en particulas $ en muy pequeños glóbulos fundidos en la escoria. Hemos inten- tado reunir dichas partículas Ó glóbulos en una masa y oble- nerlos en estado de fusion, emprendiendo las reducciones con la adicion de espalo fluor, en «un hornillo de aire con mucho tiro, y graduando el fuego, despues de la reduccion, hasta la temperatura de la fusion de la fundicion de hierro, cuando ménos. De esle modo hemos obtenido un boton metálico bien fundido, de color negro subido, cuyo ligero peso estaba lejos de corresponder á la cantidad de maleria empleada. Esta sus- tancia es enteramente parecida al siliciuro de aluminio: es que- bradiza, y de fractura cristalina. Sometida á la accion del acido clorhídrico desprende un gas que se inflama vivamenle por si mismo, y deja siliceo cristalino y óxido de silicio denso, que se conoce en que vertiendo amoniaco en el residuo, des- prende gas hidrógeno espumoso. La formacion de la espuma hace que la accion del ácido cese pronto en un pedazo enlero de la sustancia, pero vuelve á mostrarse cuando se trilura esla. En una disolución desal amoniaco, en la que, como es sabido, se disuelve el magnesio con la mayor facilidad, esta sustancia, empleada en pedazos, desprende primero vivamente hidrógeno; pero el desprendimiento cesa al cabo de algun tiempo. Si en vez de emplearla en pedazos, se pulveriza, y se le vierte enci- ma una disolucion de sal amoniaco, despréndese enlonces con extremada viveza un gas espontáneamente inflamable; la diso- lucion, que despide un fuerte olor de amoniaco, contiene mu- cha sal de magnesio. Cuando la accion ha cesado enleramente, queda un polvo metálico pardusco, que desprende vivamente con el ácido clorhidrico un gas hidrógeno no inflamable por si mismo, y deja al fin siliceo cristalino con óxido de si- liceo. Asi, pues, estas masas metálicas están, al parecer, mezcla- das con tres sustancias: siliceo libre; siliciuro de magnesio, em» a e ES E cn E a 281 que desprende con la disolucion de sal amoníaco, y en particu- lar con el ácido clorhídrico, gas hidrógeno siliciado; y un siliciuro de magnesio, que con el ácido clorhídrico forma hi- drógeno libre y óxido de siliceo. Este se halla siempre con- tenido en la espuma que se forma cuando se prepara el hi- drógeno siliciado, y es ademas la causa de esa abundante espuma que produce dicha masa. En una de las preparaciones de la escoria propia para preparar el gas, verificada en mayor escala que de ordinario, se ha encontrado, evidentemente á consecuencia de la alla temperalura que ha tenido lugar en el momento de la reduc- cion, gran número de globulillos negros melálicos, pero que reunidos todos apenas pesan 1 gramo. A semejanza de la es- coria, los glóbulos desprendian vivamente un gas que se infla- maba espontáneamente, y se disolvian, no dejando sino óxido de siliceo, pero no siliceo metálico. Como en muchos puntos se advertia magnesio libre, se han tratado 0,594 gramos por la disolucion de sal amoniaco concentrado, mientras el residuo ha desprendido hidrógeno. La accion se ha verificado desde luego con produccion considerable de calor y desprendimiento de amoniaco. El residuo, insoluble en la sal amoniaco, pesaba 0,189 gramos, y por lo tanto era de 348 por 100. Este residuo consistia en un agregado de octaedros regula- res oscuros de plomo, perceptibles á la simple vista. Los 0,189 gramos se disolvian en el ácido clorhidrico con un vivo des- prendimiento de gas, que al pronto no se inflamaba, pero que muy poco despues se inflama espontaneamente con una fuerte esplosion. No quedó resto alguno de siliceo, sino únicamente óxido de siliceo blanco y pulverulento. Este óxido dió despues de la calcinacion 0,124 gramos de ácido silícico = 0,058, ó sean 30 por 100 de siliceo. El fosfato de magnesio precipitado de la disolucion, pesó despues de la calcinacion 0,4638" =0,100, 6 52,9 por 100 de magnesio. De 100 partes del compuesto empleado, sólo faltaban pues 16,7. Si se supone que estas se componian de siliceo que se desprendió en forma de hidrógeno siliciado, y se añaden las 30,6 por 100 de siliceo oblenido, este compuesto cristali- zado constará por consiguiente de MAREO RA IAN ETICO 799 SA A A A 100,0 lo que corresponde con bastante exactitud á la fórmula Mg>Si. Si el compuesto formase directamente con el ácido clorhídrico cloruro de magnesio y gas hidrógeno siliciado, este resullaria compuesto segun la fórmula Si A?, y constaria de 4 volúmen de siliceo y 2 de hidrógeno. Pero, como se ve, contiene al mismo tiempo óxido de siliceo, cuya formacion podria consistir en una reaccion secundaria, y con intervencion simultánea de hidrb- geno libre en su composicion. Mr. Martius se ha propuesto re- solver esta cuestion con la ayuda de nuevos experimentos. FISICA DEL GLOBO. Magnetismo terrestre; por Mr. SaBINe. (L”Institut, 40 marzo 4858.) El mayor general Sabine presentó á la Sociedad Real de Londres el informe siguiente sobre los trabajos llevados á cabo hasta el dia por los observatorios magnéticos establecidos en muchas colonias inglesas por los desvelos del gobierno, y acerca de los curiosísimos resultados dados por las observaciones. «Se me ha dado á entender, dice Mr. Sabine, que una re- vista sumaria de los trabajos verificados por los observatorios magnéticos de nuestras colonias sería acojido con inlerés, y que la persona de quien debia el público esperarla, era aquella á quien se hallaba confiada la direccion de dichos establecimien- tos. Aprobando completamente ambas proposiciones, he apro- vechado esta ocasion para añadir algunas observaciones, ó es- planar ciertas ideas relativas á las medidas que parecen indis- 283 pensables, á fin de proseguir el objeto que ha hecho recomendar el establecimiento de los observatorios. »Los trabajos magnéticos que se trataban de ejecutar en los observatorios coloniales abarcaban una esfera infinitamente más extensa que los ideados por instrucciones anteriores, ó que los instalados por establecimientos públicos ó privados, así bajo el punto de vista de las disposiciones, como relativamente al material de los instrumentos. En efecto, los nuevos trabajos no se limitaban, como anteriormente, á la observacion de un sólo elemento, la declinacion, 0 á la combinacion de una sóla de las componentes de la fuerza magnética, sino que las inslruc- ciones de la Sociedad Real y los instrumentos que bajo su di- reccion se habian preparado, exigian un examen en todos los ramos de detalle de cada uno de los tres elementos que, combinados entre sí, representan, no parcialmenle sino por completo, la totalidad de las afecciones magnéticas que se ma- nifiestan en la superficie del globo, clasificadas bajo los dife- renles aspectos de valores absolutos, los cambios seculares, y las variaciones, ya seculares ya fortuitas, y procedentes de cau sas, Ora internas ora externas. Para satisfacer á las exigencias del raciocinio inductivo, era necesario que los resultados obte- nidos comprendiesen todas las particularidades bajo los dife- rentes puntos principales que era posible obtener por medio de observaciones experimentales de limitada duracion. A fin de que no hubiese incertidumbre alguna relativamente a los dife- rentes objetos hacia que, en una empresa tan nueva, convenia dirigir la atencion, el informe presentado á la Sociedad Real formulaba en un pequeño número de proposiciones, notables a la par por su claridad y su concision, el desider alum de la cien- cia magnética. Acaso es util reproducir estas proposiciones, para dar á conocer hasta qué punto han cumplido los observa- lorios con el programa propuesto. »Los observatorios, se decia en el informe, se aplicarán naturalmente á los dos ramos principales en que se divide en la actualidad la ciencia del magnetismo terrestre. El primero comprende la distribucion real de la influencia magnética por la superficie del globo en la época presente, en su estado me- dio, cuando se hace abstraccion de los efectos de las fluctuacio= 284 nes accidentales, ó cuando se eliminan estas, extendiendo las observaciones á un liempo suficiente para neutralizar sus efec tos. Los otros comprenden la historia de todo lo que no es per- manente en los fenómenos, ya se muestre el fenómeno bajo la forma de cambio ó de reproduccion momentánea, diurna, mensual ó anual, ó de variacion progresiva no compensada por contracambio alguno, sino marchando continuamenle y acu- mulándose en una direccion, de lal manera que llegue á alle- rar en el lrascurso de muchos años el valor medio de las canti- dades observadas. (Informe, págs. 1 y 2.) »Relalivamente al primero de los dos ramos, es decir, la distribucion real de la influencia magnélica en el globo en la época actual, el Informe continua en estos términos: Los tres elementos, esto es, la direccion horizontal, inclinacion € inten- sidad de la fuerza magnética, exigen que se les delermine de una manera exacta antes de poder asegurar que se ha delermi- nado completamente el estado magnético de cualquiera estacion dada en el globo.....; y como todos estos elementos se hallan en todos los puntos, como se ha averiguado, en un estado cons- tante de fluctuacion, y afectados de cambios pasageros é. irre- gulares, el estudio de las leyes, extension y mútuas relaciones de tales cambios, ha llegado á hacerse esencial para la ventajosa prosecución de los descubrimientos magnéticos. » En cuanto al segundo ramo, es decir, las variaciones secu- lares y periódicas, el Informe hace notar que hallándose mez- cladas las variaciones progresivas y periódicas con las transito- rias, es imposible separarlas de modo que se oblenga un conocimiento detallado y la análisis de las primeras, sin tener expresa cuenta de las últimas y sin eliminarlas. Y por lo que concierne á los cambios seculares en particular, se dice que era imposible deducir estos de la série de observaciones, com- paralivamente breves, sin darles una exactitud extremada, de modo que se delerminase con perfecta precision el estado me- dio de los elementos de los dos extremos del periodo comprendi- do, que, como ya se ha adverlido, presupone un conocimiento de las desviaciones accidentales (casual). »Es evidente, en vista del extracto copiado, que en la dis- cusion de las observaciones, el primer punto, en el órden del d 285 tiempo, debia necesariamente ser el descubrimiento de las leyes, extension y relaciones mútuas de las variaciones pasageras é irregulares (segun se denominaban en la época de la redaccion del Informe), como el primer paso dado hácia la eliminacion - de su influencia en las observaciones que debian suministrar un conocimiento y una análisis cabal de los cambios progresivos y periódicos. Convendrá, pues, en primer lugar, dará conocer lo que han hecho los observatorios respecto á las variaciones llamadas accidentales (casual) 6 transitorias. » Variaciones accidentales. Todo lo que se sabia sobre estos fenómenos en la época de la redaccion del Informe, era que de tiempo en tiempo se presentaban, y segun se suponia de una manera irregular, algunas perturbaciones en la direccion horizontal de la aguja, que estaba averiguado se extendian con una uniformidad, que no era posible atribuir á la casualidad, simultáneamente en espacios considerables en la superficie de la tierra; y se creia que estos fenómenos se relacionaban de Una manera desconocida, ya como causa ya como efecto, con las apariciones de la aurora boreal. El principal carácter por el cual podia reconocerse la presencia de una perturbacion de dicho género en un instante cualquiera de la observacion, ó del cual pudiese posteriormente deducirse su existencia, inde- pendientemente de la armonía ó de la comparacion con otros observatorios, es al parecer el desvio de la aguja de la posicion ordinaria O normal, en una extension que excede en mucho á la que razonablemente podia atribuirse á las irregularidades de las fluctuaciones periódicas ordinarias. Las observaciones hechas de las perturbaciones anteriormente al establecimiento de los observatorios coloniales, se limitaban principalmente á la declinacion. Un escaso número de observatorios alemanes habia empezado hace poco á anotar las perturbaciones de la fuerza horizontal; pero como todavía no se habia llegado á nin- guna conclusion reialivamente á sus leyes, el Informe dice que esas perturbaciones no parecen sujetas á ley alguna. En las instrucciones citadas antes se ha ensanchado el campo de los trabajos, llegando á abrazar los fenómenos de perturbación de los tres elementos; pero se ha insistido acerca de la imporlan- cia de su examen, no sólo como medio de eliminar su influencia MEF PO AA FAT AA AA AABGAS 286 en los cambios periódicos y progresivos, sino tambien en el. motivo independiente de que la teoría de las variaciones lran- sitorias podria muy bien llegar á ser uno de los puntos de más in- terés é importantes hácia que pueda dirigirse la alencion de los observadores magnélicos; porque es indudable que se rela- cionan con las causas generales del magnetismo terrestre, y que conducirán probablemente á un conocimiento mucho más perfecto de estas causas que el que entonces se lenia. El carácter de que acaba de hablarse, y que se ha conside- rado como aquel que presenta el único indicio seguro de las perturbaciones de este género, es decir, la magnitud del desvío del estado ordinario 6 normal en el momento de la observacion, ha sido utilizado en la discusion de las observaciones para el estudio de sus leyes, y ha suministrado los medios de recono- cer y separar de la masa entera de las observaciones horarias tomadas por espacio de muchos años, un número suficiente de observaciones que proporcione los datos necesarios para el descubrimiento, en tres puntos de la superficie de la lierra (uno en la zona templada del hemisferio boreal, otro en la misma zona del hemisferio meridional, y otro entre los trópicos), de las leyes 0 condiciones que dirigen ó determinan la presencia de las perturbaciones magnéticas. El método por cuyo me- dio se ha verificado la separacion, se ha explicado en di- ferentes ocasiones, y su completa explanacion se halla en las Transac. filosof. de 1836, art. XV. En virtud de un procedi- miento de igual género, las perturbaciones de magnitud princi- pal de cada uno de los tres elementos, declinacion, inclinacion y fuerza total, se han separado de las demás observaciones en los tres observatorios de Hobarton, Toronto y Santa Elena, ha- biéndolas sometido á una análisis cuyos pormenores existen en los - preliminares de los tomos en que se consignan las observacio- nes. Merced á la adopcion de una magnitud uniforme que se supone conslituir una perturbacion en todo el período compren- dido por la análisis, se ha hecho comparable la cantidad de perturbacion en los diferentes años, meses y horas. El resultado de este exámen (que no podia dejar de ser una operacion muy laboriosa, toda vez que las observaciones en una sóla de dichas estaciones, la de Toronto, pasaban mucho de 100.000, cada 287 una de las cuales debia somelerse á muchas operaciones dife- rentes), ha hecho ver que los fenómenos de esta clase, que en lo sucesivo se podrán con razon y con ventaja designar con el nombre de ocasionales, están, en sus efectos medios, sujetos á leyes periódicas de un carácter muy sistemático, que los pone como primer paso hacia el conocimiento de sus causas físicas, en relacion inmediata con el sol, como su causa excitadora pri- maria. Tienen: 1. una variacion diurna, que sigue el órden de las horas solares, y descubre, por lo tanto, su relacion con la posicion del sol, tal como le afecta la rolacion de la tierra sobre su eje; 2.2 una variacion anual, que se enlaza con la po- sicion del sol relativamente á la eclíptica; 3.” una tercera va- riacion, que al parecer se refiere más disltinlamente á una ac- cion directa del sol, puesto que en su período, así como por las | épocas de máximo y mínimo, coincide con el notable periodo solar de unos 10, ó acaso más exactamente de 11 años nues- tros: periodo cuya existencia nos ha sido revelada recientemente por los fenómenos de las manchas solares, pero que hasta el punto en que hoy es conocido, no tiene conexion alguna con una variacion lérmica 0 física de ningun género (exceptuando la magnética) en la superficie de la tierra, así como con nin- guno de los demás fenómenos cósmicos que actualmente cono- cemos. El descubrimiento notable de una relacion de semejante clase da, cuando ménos en la apariencia, al magnelismo una posicion mucho más elevada en la escala de las fuerzas naturales distintas, que la que tenia antes señalada: este descubrimiento pueden reclamarlo con mucha justicia los observatorios colonia- les, como resultado del sistema de observacion que se les habia prescrito, y que se ha seguido con tanto esmero como pa- ciencia, puesto que por medio de las variaciones de perlurba- ciones determinadas en dicha forma, se ha podido desde luego distinguir y anunciar la coincidencia entre los fenómenos de las manchas solares, y la magnitud como tambien la frecuencia de las perturbaciones magnéticas. (Phil. Trans., 1852, art. 8.) »La extension y el mútuo enlace de las variaciones de per- turbacion de los tres elementos, aun en una sóla eslacion, su- ministran gran número de puntos de semejanza y de diferencia, muy á propósito para palenlizar las causas físicas de estos no- 288 tables fenómenos; pero por poderosos que sean los datos oble- nidos en una sóla estacion, su valor aumenta considerablemente cuando podemos comparar y combinar los fenómenos análogos, tales como se presentan en diferentes puntos de la superficie de la tierra. Presentemos un solo ejemplo. Hay ciertas varia- ciones causadas por los efectos medios de las perturbaciones, que llegan á su máximo en Toronto durante las horas de la noche; las variaciones correspondientes llegan á su máximo en Hobarton tambien durante las mismas horas, pero con una pequeña diferencia sistemática en cuanto á su hora exacta, y con la particularidad dislintiva de que el desvío en Hobarton es del polo opuesto de la aguja (6 del mismo polo en la direccion opuesta) relativamente á la perturbacion en Toronto, al paso . que en otra estacion, la de Santa Elena, que es tropical, las horas de perturbación principal no son las de la noche, sino las del dia. Un exámen, aunque muy superficial, basta para de- mostrar que tratándose de generalizar los hechos. operacion indispensable si ha de fijarse y aplicarse exactamente una 1eo- ría, se han de multiplicar las estaciones en que es necesario conocer los fenómenos. Las escojidas para la primera experien- cia lo han sido con bastante buen éxito, para demostrar la im- portancia de estos trabajos, y hacer que se les dé mayor exten- sion. Las variaciones de perturbacion sólo se han señalado hasta el dia en los observatorios coloniales; lomando la experiencia por guia, se descubrirán tambien de una manera segura los me- dios de continuar con buen éxito este ramo de observaciones. Variaciones periódicas. «Los hechos han confirmado ple- namente la prevision expresada en el informe de la comision, de que á fin de conseguir un conocimiento exacto de las varia- ciones periódicas regulares, resultaria que era necesario elimi- nar las perturbaciones accidentales. Si estas hubiesen sido pu- ramente accidentales (lomando esta palabra en el sentido de contradiccion ó de oposicion con las perturbaciones periódicas), la continuacion suficientemente extensa de las observaciones hubiera podido determinar su compensacion mútua. Pero sá- bese hoy que los efectos medios que producen están sometidos á leyes periódicas, y que dichas leyes, como tambien las de las variaciones periódicas regulares, son desiguales en sus épocas; A 289 05 pues evidente que en su efecto conjunto é indiviso, hay dos variaciones debidas á causas diferentes, y que tienen leyes dis- tintas sobrepuestas unas á otras: para conocer la una clara- mente, es por consiguiente de todo punto indispensable elimi- nar la olra. Un ejemplo elocuente de la importancia de esta eliminacion, se halla en la variacion solar diurna de la fuerza total. Compréndese bien cuánta importancia tiene esla cuestion, ora sea que se trate de una variacion cuyo origen se atribuya al sol por una simple ó doble progresion, bien sea que esta va- riacion tenga dos máximos ó dos mínimos en cada 24 horas, ó sólo un máximo y un mínimo durante este periodo. Cuando no se separan las perturbaciones la progresion parece doble, con dos minimos, uno durante la noche y el otro durante el dia. Si se prescinde de las observaciones alteradas, el mínimo noc- turno desaparece, y se reconoce que la variacion solar diurna de la fuerza total no presenta sino una sóla inflexion notable en las 24 horas, á saber, la que se verifica mientras que el sol está sobre el horizonte. El mínimo de la noche no es en reali- dad sino el efecto medio de las perturbaciones ocasionales. Es de presumir que la inflexion nocturna de la variacion solar diur- na de la declinación, puede atribuirse á la misma causa, es de- cir, á la superposicion de dos variaciones diferentes. »Un exámen minucioso de las variaciones solares diurnas de la declinacion en los observatorios coloniales, ha descubierto la existencia, en las ciladas estaciones, de una desigualdad anual en la direccion de la aguja, coincidiendo con los cambios de la declinacion del sol, y que liene sus máximos (en direccio- nes opuestas) cuando el sol esta en los solsticios opuestos, y desaparece cuando dicho astro ha llegado á las épocas de los equinoccios. La comparacion de los resultados del análisis en las mismas estaciones, ha demostrado que esa desigualdad pre- senla por caracter digno de atencion el tener notablemente la misma direccion é igual extension en el hemisferio boreal que en el austral, y en las zonas tropicales que en las templadas. Mr. Langberg, de Cristiania, ha presentado una ingeniosa ex- plicacion de semejantes fenómenos; pero, sea ú no exacta, no es permitido dudar de la importancia teórica de los hechos, tanto más cuanto que es absolutamente imposible conciliarlos TOMO IX. 19 290 con la hipótesis que refiere las variaciones magnéticas á una causa térmica. Puede atribuirse al predominio general y casi exclusivo de la hipótesis térmica, y á su influencia sobre los raciocinios en materia de magnetismo, la bien conocida opinion errónea, emitida con confianza por Arago (Annuaire du bureau des longitudes pour 1836), de que debe existir alrededor del elobo una línea en que la aguja no presente ninguna variacion diurna. Hay en la actualidad muchas razones para abrigar la seguridad de que, segun los datos de la desigualdad ánua dos- cubierta en la forma dicha, no existe semejante línea. sino que por todas partes, en las regiones de su pretendida existencia, subsiste una variacion diurna, con caracteres opuestos en las estaciones opuestas del año, debida á la posicion del sol á uno y otro lado del Ecuador, y que no desaparece sino en las épo= eas en que el sol pasa de la declinación meridional á la sep- tentrional, y vice-versa. Variacion lunar. Si las relaciones térmicas no han bastado para averiguar el lazo que une al sol con esas variaciones mag- néticas, que pueden indudablemente referirse á este astro como á su causa primaria, la imperfección de dicha hipótesis se hace aun más evidente por la existencia de variaciones dependientes de la posicion de la luna, relativamente al lugar dela observa: cion. A Mr. Kreil se debe la primera idea de la existencia de una variacion lunar diurna de uno de los elementos, el de la declinacion; idea que ha fundado en las observaciones veri- ficadas en Milan y Praga. En las Philos. Transactions de 1856. art. XXIL, se ha publicado una exposicion de los hechos relati- vos á la influencia diurna de la luna en cada uno de los tres elementos magnéticos de Toronto, es decir, en la declinacion, inclinacion y la fuerza total. En este género de investigaciones, á pesar de la pequeñez de los valores de que se trata, los medios mecánicos suministrados á los observatorios coloniales han sido á propósito para delerminar, con una aproximación que satisface las necesidades teóricas actuales, el carácter y la ex: tension, en cada uno de los elementos, del efecto regular diurno de la luna en los fenómenos magnéticos terrestres, cuya exis- lencia ni aun siquiera parece se habia sospechado enel mo- mento de redaclarse el informe de la comision. El descubri- 291 miento de la influencia de la luna en uno de los elementos magnéticos, es debido, como acabamos de decir, á Mr. Kreil; pero Toronto es la primera y hasla el dia la única estacion que ha publicado los valores numéricos, en todas las horas lu- nares diurnas, de los tres elementos. Los documentos correspon- dientes á los que ha dado Toronto se encuentran, respecto á las estaciones de Santa Elena y Hobarton, en los lomos de los tra- bajos de dichos observatorios, que se hallan actualmente en prensa. Todos los resultados presentan en las referidas eslacio- nes el mismo carácler general. La influencia lunar no parece participar de la desigualdad decenal que se nota en todas las variaciones solares. (Philos. Transact., 1857, art. 1) La va- riacion lunar diurna de cada elemento es una progresion doble en las 24 horas, que tiene épocas de máximo y mínimo, dis- puestas simétricamente. Bajo el punto de vista del carácter, se diferencia, pues. de lo que podria esperarse si la luna poseyera un magnetismo inherente, es decir, si fuese un iman por sí misma, como comunmente se dice; mas el referido caracter se armoniza, por el contrario, con los fenómenos que deberiamos ver producirse, si fuese magnético solamente por induccion bajo la influencia de la tierra. Créese, por otra parte, que la cantidad de la variacion, tal como se ha observado en cada una de las estaciones, excede en mucho á la que se puede imaginar como producto de la accion inductiva de la tierra reflejada por la luna. En vista de semejante dificultad leórica, conviene tra- bajar á fin de adquirir un conocimiento más extenso de los fe- nómenos que el que actualmente se posee, anles de formar un juicio acerca de esta materia. Respecto á las particularidades secundarias, adviérlese que existe una diferencia al parecer sis- temálica, relativamente á las horas que consliluyen las épocas de los máximos y los mínimos en las tres estaciones, así como tambien en lo referente á la extension de las variaciones res- pectivas; cuyas diferencias se enlazan sin duda alguna con las causas de los fenómenos, y conducirán probablemente á su ex- plicacion. Es, pues, muy de desear que el número de estaciones que ofrezcan determinaciones completas, como las suministradas hasta el dia sólo por los observatorios coloniales, se multipliquen por la superficie del globo. 292 »El dominio de las variaciones periódicas ha recibido de este modo una extension considerable desde la época en que se redactó el informe de la comision, y en lo sucesivo deberá comprender, además de las variaciones, cuya exlension es funcion del ángulo horario del sol, y de su longitud ó de su declinación (Inf. p. 10): 1.” las variaciones de los tres ele- mentos, cuya suma es funcion del ángulo horario de la lu- na; 2. las variaciones que el informe de la comision lama irregulares, Ó que no observan ninguna ley aparente, pero que hoy se sabe estan sujetas á leyes dependientes de la declina- cion del sol y del ángulo horario; 3.” en fin, las variaciones asi regulares como ocasionales, que en cuanto á su época y su extension dependen en la apariencia de un periodo solar, cuya duracion no está aún bien determinada, y se manifiestan asi- mismo por los cambios periódicos en la frecuencia y número de las manchas solares. A excepcion de lá última clase, todas esas variaciones exijen para su generalización, que los fenóme- nos se estudien en diferentes puntos de la superficie de la lier- ra muy distantes entre si; y hoy se sabe, en virtud de la ex- periencia adquirida, que un número muy pequeño de años basta para las observaciones que deben hacerse en cada esta- cion con los aparatos y métodos recomendados por la Sociedad Real, cuando dicho estudio constituye el principal objeto de los que á él se dedican. Valores absolutos y variaciones seculares. »Por inleresante y preciosa que sea la adquisicion de un conocimiento más com- pleto y exacto de las variaciones magnéticas, comparalivamenle minimas, que se producen en la superficie de la tierra por la accion 6 la influencia de los cuerpos exteriores, parece aún mayor su importancia cuando se trata de magnetismo terrestre, ramo separado de los trabajos de un observatorio magnético, que consiste en determinar los valores absolutos y los cambios seculares de los tres elementos magnéticos. Por medio de los valores absolutos se procura adquirir conocimiento del orden actual y presente, y de la distribucion de la fuerza magnética terrestre por la superficie de la tierra, y reunir los materiales necesarios para examinar en lo sucesivo si la carga magnética de la tierra permanece ó no constante. Finalmente, por la de- 293 terminacion de la direccion y la extension actuales de las va- riaciones seculares, se trala de adquirir el conocimiento de las leyes, y en definitiva de las causas de esos cambios misteriosos, por medio de los cuales el estado magnético del globo en una época, pasa progresiva y sistemáticamente á otro. Por medio de determinaciones de este género, obtenidas con la necesaria exactitud en diferentes partes del globo, es como debe especial- mente el observador inductivo, armado de paciencia, segun las palabras del informe de la comision, procurar remontarse a las leyes generales del magnetismo terrestre. » En la época en que se escribió el informe, habíanse con- cebido dudas acerca de la duracion del tiempo en que convenia razonablemente manlener en actividad los observatorios colo- niales, y se dudaba si la duracion señalada bastaria para deler- minar los cambios seculares; alegábase con mucha razon que lales variaciones no podian deducirse de una serie comparati- vamente limitada de observaciones, sin dar á estas una exqui- sita exactilud, á fin de poder determinar con perfecto rigorismo el estado medio de los elementos en ambos extremos del periodo abarcado. Con mucha satisfaccion, y con una gratitud muy merecida por los desvelos y las fatigas de los directores sucesi- vos del observatorio de Toronto, y de sus auxiliares en esle ramo de sus trabajos, declaro que ha sido posible determinar los valores absolutos y los cambios seculares de los tres ele- mentos contenidos en el tercer lomo de las observaciones de Toronto; lo cual prueba que los instrumentos inventados y los mélodos puestos en práctica han bastado, á pesar de las des- ventajas de una primera tentativa, para determinar los dalos con una exactitud muy superior á la suministrada por las ex- periencias anteriores, y que satisfara, por lo que puede juz- varse, á las necesidades actuales de los estudios teóricos. Este resultado merece ser tenido en consideracion, porque Toronto es una estacion donde las variaciones accidentales y periódicas que debian, segun se temia, inlervenir no poco en la determinacion de los valores absolutos, son de una magnilud desusada. Por consecuencia, los resultados conseguidos deben servirnos de estimulo el más poderoso para perseverar en una línea de investigaciones que ya no es en el dia una ex periencia 294 dudosa, y para darle toda la Es que el interés de la ciencia reclama. »Entre los resultados que han recompensado los trabajos de los observatorios coloniales en este ramo de sus estudios, no hay tal vez uno cuya importancia sea mayor bajo el punto de vista de la teoria general del magnetismo terrestre, que la conclusion deducida de las observaciones de declinacion en Santa Elena, á saber, que la cantidad anual y corriente de la variacion secular se verifica por partes alicuotas iguales en cada mes y aun en cada quincena del año. La magnitud de la variacion anual de declinacion en Santa Elena (8', 0 más exac- tamente 7,93 en cada año de los ocho, durante los cuales han continuado las observaciones), y la tranquilidad relativa de las regiones tropicales con relacion á las perturbaciones mag- néticas, son circunstancias que han hecho de Santa Elena una localidad preferible para un trabajo de esta naturaleza. El re- sultado ha sido desechar completamente la variacion secular de la categoría de las relaciones atmosféricas 0 térmicas, con las que, á falta de un conocimiento exacto de los hechos, se le ha- bia asociado muchas veces; y demostrar de una manera termi- nante, que este es un fenómeno de un orden y regularidad mu- cho más sistemática de lo que generalmente se habia supuesto. Tambien se ha probado que en cada uno de los ramos de estudios para que se ha recomendado el establecimiento de los observatorios coloniales, han llenado estos el fin para que se fundaron, y aun bajo muchos aspectos han sobrepujado la es- peranza de los que promovieron su fundacion. El objeto de sus trabajos no ha consistido meramente en anotar las observacio- nes, ó en publicarlas bajo una forma tosca € indigesta; porque, segun con mucha razon lo ha hecho notar una autoridad de gran peso ante la Asociacion británica reunida en Cambridge en 1845 (Mr. Herschel), «cualquier hombre puede llevar un registro del tiempo y de la serie de los demás fenómenos dia- rios, aunque le falte el talento necesario para agrupar, combi- nar y hacer evidentes los resultados; mas para adelantar en un camino sencillo y recto de estudio inductivo, en una ciencia como el magnetismo terrestre, en la cual se trata de descubrir una teoría fisica, los esfuerzos deben dirigirse á consignar los 295 fenómenos palpables, procurando referir sus principales rasgos á medida, las medidas á leyes, las leyes á generalidades más elevadas, y en fin, paso á paso, á causas y á leorias.» La parte de mera observacion no es ni debe considerarse sino como el cumplimiento de los trabajos de una inslilucion tan importante como los observalorios, magnéticos. La obligacion de los direc-. lores 0 de los que les auxilian, deberá ser siempre consignar las deducciones sistemáticas que resultan de las observaciones anotadas, de los valores medios y de los coeficientes locales de los cambios diurnos, anuales y seculares; porque no hay per- sona alguna que pueda hallarse en posicion tan ventajosa para establecer las leyes primeras y elementales de los fenómenos, y referirlos á:sus puntos inmediatos de dependencia, como aquella que ha vigilado la práctica de los procedimientos, por cuyo medio se han obtenido los dalos necesarios para el cono- cimiento de los fenómenos. Las discusiones preliminares publi- cadas al frente de los diferentes tomos que comprenden las ob- servaciones de los observatorios coloniales, y la serie de las Memorias presentadas á la Sociedad Real, y publicadas en las Transacciones filosóficas, palentizan por lo menos un trabajo asiduo por parte de los directores, con el fin de completar la experiencia de los observatorios coloniales conforme al objeto de.su idea primordial: esta parte de los trabajos no podia ha- ber sido confiada á personas más competenles.....» Despues de haber citado muchos pasages de articulos escri- tos por Mr. Herschel en las Revistas inglesas, á fin de. hacer resallar el mérito y la utilidad del establecimiento de los ob- servalorios coloniales, añade Mr. Sabine: «Si se consideran los medios que pueden emplearse para continuar con mas ventajas el camino ya abierto de estos estu- dios, es natural examinar en primer lugar cuales son las nue- vas estaciones que convendria adoptar; si sería preciso conser- var las mismas disposiciones que las establecidas en las elegi- das primitivamente; disposiciones que, segun lo ha demostrado la experiencia, han sido oportunas. Con este objeto reproduciré aquí la opinion que he sometido á la conferencia magnética y meteorológica de Cambridge en 1845, porque todo lo que pos- teriormente ha ocurrido no ha hecho mas que corroborarla, 296 »Anles de terminar esta comunicacion, decia entonces, de- seo llamar la atencion acerca de las ventajas que resultarian de hacer extensivo á otras colonias inglesas el sistema de obser= vaciones que está practicándose en Santa Elena y el Cabo de Buena-Esperanza, pues me parece que en ellas podria conti- nuarse el mismo objeto de una manera eficaz y económica. Las colonias de Ceilán, Nueva-Brunswich, las Bermudas y Terra- nova se hallan en este caso; á cuyas cualro estaciones pueden añadirse la isla de Mauricio y Demerara. Una ventaja inmensa é indudable que los futuros institutos de este género tendrán sobre los que han llevado á cabo sus trabajos, será el auxilio que reciban del observatorio físico de la Asociacion británica en Kew, como observatorio cen- tral, donde se prepararán y comprobarán sus instrumentos; se determinarán con esmero las constantes, etc.; donde se in- ventarán, segun las circunstancias lo reclamen, nuevos apara- tos, que se someterán á las pruebas necesarias antes de poner- los a su disposicion; y donde, en fin, podrán resolverse todas las dificultades prácticas que se presenten á los directores. La omision de un establecimiento de este género, cuando se han fundado los observatorios, es una falta grave, que ha tratado de compensarse, y casi no podia serlo, con los esfuerzos del es- tablecimiento de Woolwich, que tiene un destino diferente, y que es por otra parte insuficiente para cumplir todos los debe- res que pesan sobre él. «Hay tambien otra ventaja para proceder sin «demora, la de consultar la experiencia de una persona (Mr. Sabine alude aquí á si mismo), que ha dirigido, ó á lo menos lo cree así, con buen éxito, el primer ensayo desde el principio casi hasta su fin; pero en el orden de la naturaleza esta ventaja sólo debe extenderse á un reducido número de años.» 297 METEOROLOGIA. Memoria sobre la teoria general de los vientos, por Mr. Dove, leida en la Academia de Ciencias de Berlin del 2 de febrero de 1857. (Ann. de Chim, et Phys., octubre 1857.) Hace más de un siglo que Hadley, en su Memoria publi- cada en las Transacciones filosóficas correspondientes á 1735, bajo el titulo de The cause of the general trade-wind, explicó los principios sobre que puede fundarse una teoría general de los vientos. Dichos principios son: 1.” La dilatacion del aire por el calor, que hace que en las regiones donde la accion del sol produce la temperatura más alta, caldeado el aire, aumentando en elasticidad, y hallando encima el mínimo de resistencia, se eleve en la atmósfera; 2.* la rotacion diurna de la tierra; de la cual resulta que el aire que afluye hacia los puntos donde se produce la corriente ascendente, experimenta un desvío, siem- pre que la latitud del punto de partida es diferente de la del punto de llegada. Hadley se limitó a explicar, por medio de es- los principios, el fenómeno de los vientos alisios. La aplicacion de los mismos principios á la teoría de los monzones, es evi- dente: el aire que viniendo del S. pasa del Ecuador, produce el monzon S. O.; y el N. E. se explica como el alísio de la mis- ma direccion. Hablando en rigor, el monzon N. E. no es otra cosa sino un alísio, y únicamente se hace monzon cuando, penetrando en el hemisferio austral, toma la direccion N. O. En cuanto a la causa misma que hace penetrar en el hemisferio boreal hasta el Himalaya, y aun hasta el Japon, el alisio propio del hemisferio austral, debe buscarse en la disminucion de presion que du- rante el verano experimenta la atmósfera del continente asiá- tico, y de que he hablado por primera vez en una Memoria co- municada á la Academia en 1842. La consideracion de las 1s0- termas mensuales bastaria para llegar á comprender por qué el alísio S. E. avanza mucho más al N. del Ecuador en el mar 298 de las Indias que en América; pero no explica cómo ese ali- sio penetra aún mas allá de la region del máximo de lempera- tura. Sin el conocimiento de la disminucion de presion que ex- perimenta en verano la almósfera del continente asiático hasta Siberia, el fenómeno de los monzones estaria en contradiccion con la teoria de Hadley. Por lo demás, si en Asia el lugar del minimo de temperatura no coincide con el lugar del máximo de presion, hallándose el primero á la latitud de Bombay y el segundo á la de Chusan y Nanquin, esto procede de la gran cantidad de vapor acuoso que hay en la atmósfera de las lalitu- des meridionales, y que aumenía su presion; asi, pues, la dis- minucion de fuerza elástica que resulta del aumento de lempe- ralura se encuentra compensada, al paso que esta compensacion no puede verificarse más al N. en el interior del Continente. La disposicion enteramente diferente de tierra firme y del mar no permite al monzon de la costa de Guinea penetrar mucho en lo interior del Africa. En efecto, el Mediterráneo suministra du- rante el verano una porcion de vapor acuoso baslanle para com- pensar en el N. de Africa el efecto de la rarefaccion del aire pro- ducida por el calor del sol. No obstante, es posible que haya en verano cierta disminucion de presion en el interior del Africa. Las observaciones barométricas de Argel ofrecen una indica- cion evidentísima de ello. Las diferencias de los lerminos me- dios barométricos mensuales, y del término medio anual, son, en efecto, las siguientes: min mio Boer: la vovnsrlen 0 arulioxo:a (ME. He . —0,63 Febrero. .....«..«.. 50,43 Ag0sl0......«..... —0,18 Marz0. v..«.««..«<... —0,07 Setiembre. ....... 0,13 Abribituwo. 8. 6... 0,25: 0Oclubres. ¿erizos 0486 Mayos ¿osidia es ca0190,99 ¿¡Nowiembres .<.:;> e. —0,41 Huni0.....«««.«.«.«« —0,17. Diciembre......... 1,69 Así, pues, la presion barométrica presenta un minimo muy marcádo en verano, que no se encuentra en Europa. Por esta causa, en el mar Mediterráneo el viento se dirige durante el estio del N. hácia el 'S.; los vientos etesios son vientos del N, ' r 299 Las razones expuestas explican completamente, si no me equivoco, los caracteres particulares que distinguen á los mon— zones de los alisios, y el limite geográfico de su dominio. La extensa linea de montañas y mesetas que atraviesa el Asia de Oriente á Occidente representa un papel secundario en el fenó- meno; el de impedir que se establezca el equilibrio entre la extremada sequedad y la extremada humedad de las dos atmós- feras separadas por dicha línea. De aquí proceden las lluvias di- luvianas que caen durante el verano sobre la pendiente meridio- nal de las referidas montañas; de aquí resulta tambien proba- blemente la baja tan notable que experimenta el límite de las nieves perpéluas en esa misma pendiente meridional: las obset- vaciones más recientes demuestran al parecer que la escasez de las caidas de lluvia ó de nieve en la pendiente septentrional del Himalaya, es la causa principal del fenómeno. No se puede pensar en aplicar el principio de Hadley a los fenómenos complejos de la zona templada, si no se admite que la aparente arbitrariedad de estos fenómenos oculta alguna ley general. Con relacion á esta zona, el problema es, pues, doble; - se necesita empezar sentando una ley general, haciéndola luego depender del principio de Hadley. En 1827 designé la ley de que se trata con el nombre de ley de rotacion del viento, y desde hace 30 años me he esforzado, en primer lugar, por dar pruebas más rigurosas de esta ley que la que suministra la observacion directa; y en segundo lugar por demostrar que la observacion directa se extiende á todas las regiones de la zona templada y de la zona fria de ambos hemisferios, y que los resultados que ofrece eran conocidos de los antiguos, y habian sido estudiados en diferentes épocas, si bien nunca habian llamado suficiente- mente la atencion. Con el objeto de reunir en un resúmen general los hechos diseminados en gran número de Memorias, publiqué en 1837 mis Trabajos meteorológicos (Recherches météorologiques), en los que se explana el encadenamiento de los fenómenos depen - dientes de la ley de rotacion, y se explica esta ley segun los principios de Hadley, por la hipótesis de una corriente atmos- férica polar, y de una corriente ecuatorial, que luchan constan- lemente entre sí; los torbellinos que acompañan á los huraca- P 300 nes, se encuentran, en la citada obra, referidos al mismo princi- pio. Desde la expresada época el uso de los anemómetros regis- tradores ha ofrecido nuevos medios de probar la exactitud de la ley, y muchos observadores se han dedicado á estudios es- peciales á consecuencia de esta prueba. Por lo demás, el estu- dio más exacto de los huracanes, y el descubrimiento de la varia- cion diurna de la intensidad y la direccion del viento, resultado de las observaciones inglesas, han dado á conocer gran número de fenómenos que se refieren por diferentes lados á la ley de ro- lacion de los vientos, sin depender de las mismas causas fisicas. Un exámen general de la teoría y de los hechos ha llegado, por consiguiente, á ser necesario, sobre todo para impedir-que se miren como realmente idénticos fenómenos resultantes de causas esencialmente diferentes que, en diversos paises, se presentan como idénticos á la observacion inmediata. Sabido es que el aire atmosférico presenta dos clases de mo- vimientos principales: unas veces se mueve en línea recla y en masa; otras forma remolinos alrededor de un centro, que puede hallarse inmovil 0 en movimiento. En el caso de una variacion reclilínea, la causa del movimiento está por lo regular delante del viento; el aire se ve atraido hácia un punto determinado, y no rechazado. No sucede así en los lorbellinos, por lo menos en los lempestuosos: hay impulso progresivo ejercido en el aire. Si la tierra estuviese inmovil, un viento continuo y progresivo daria á la veleta una direccion invariable, y un torbellino pro- eresivo le haria describir un arco que se elevaria, cuando más, hasta 190 grados. Un torbellino estacionario daria á la veleta una direccion invariable, perpendicular al radio del primero. Por consiguiente, aun cuando se quisiera sacar una conclusion de las indicaciones de la veleta, no habria sino una especie de in- certidumbre: estando inmovil, no se sabria si reinaba un viento progresivo ó. un torbellino estacionario. Pero, a consecuencia de la rotacion de la tierra, un viento contínuo hace recorrer á la veleta un arco más 0 ménos considerable, y su direccion no es absolutamente fija sino cuando la del viento coincide con la de la rotacion de la lierra, ó le es opuesta. Mas el giro de la veleta, ocasionado por un torbellino, se distingue esencialmente del procedente de la influencia del movimiento de la tierra en 301 la direccion de un viento contínuo; este último, sea cual fuere la direccion del viento, se verifica siempre en el mismo senti- do, á saber: Norte, Oeste, Mediodía y Este en el hemisferio boreal, y en el austral en opuesto sentido. Por el contrario, la rotacion de la veleta debida á un torbellino, se verifica indife- rentemente en uno ú otro sentido en un mismo lugar, segun que este se encuentre á un lado ú otro de la línea recorrida por el centro del torbellino. Finalmente, podrá suceder, como lo han pensado, primero Brandes y posteriormente Espy, Hare y otros, que en un punto dado la presion del aire experimente una disminucion repentina, y que el aire afluya de todos lados hácia dicho punto; la causa de la disminucion de presion podria ser, por lo demás, una condensación del vapor acuoso (Brandes), una corriente ascen- dente (Espy), Ó una atraccion eléctrica (Hare). El huracán se- ría, en ese caso, centripeto. Si el lugar del minimo de presion es invariable, el huracán dará a la velela una direccion cons- tante; si varía, la veleta girará en este ó en aquel sentido, segun la posicion del lugar de la observacion relativamente al centro del huracán. Sentado esto, pueden presentarse tres casos: 1.” 0 bien todas las rotaciones algo grandes de la veleta son debidas á torbellinos 6 huracanes centripelos; y eslo puede ocurrir de dos maneras diferentes. (a) Los torbellinos y los huracanes centripetos se desenvuel- ven unas veces en un punto, otras en otro, y no hay ningun sentido dominante de rotacion de la veleta. (6) Dichos torbellinos y huracanes tienen su origen en lu- gares determinados, y se desvían siguiendo tambien determi- nadas direcciones, de manera que en un lugar dado la rotacion de la veleta se verifica lo más comunmente en cierto sentido, pero sin ser el mismo en toda la extension de un hemisferio terrestre. 2.” 0 bien las rotaciones de la veleta resultan únicamente de la allernativa y lucha de las corrientes polares y las ecualo- riales. En este caso, el sentido de la rotacion es siempre el mismo que el del movimiento aparente del sol. En el hemisferio seplentrional la rotacion se verifica de N. á E., al S. y al O.; 302 en el meridional, todo ocurre en sentido contrario. La extension de las rotaciones contrarias á esta, nunca pasa de una cuarta parte de circunferencia. 3.2 0 bien las rolaciones del viento son de dos especies, resultando unas de lorbellinos y huracanes centripelos, y reco- nociendo otras por causa el choque de las corrientes polares y ecuatoriales. En este caso, debe haber en cada hemisferio rolaciones de opuestos sentidos; pero las más numerosas deben verificarse en el del movimiento diurno aparente del sol. Para discernir cuál de estos tres casos se realiza en la natura- leza, es necesario una discusion detenida de Lodas las condiciones del fenómeno. Cuando publiqué en 1827 mis primeros estudios sobre la ley de rotacion de los vientos, indiqué las razones que me ha- cian preferir las pruebas indirectas, fundadas en las variacio- nes del barómetro y del higrómetro, á las directas, deducidas inmediatamente de la observacion. Cuando se trata de averiguar por medio de la observacion directa, si la rotacion del viento se verifica en un sentido mas bien que en olro, se incurre en el riesgo de comeler desde luego una falla, que consiste en con- siderar todas las rotaciones que pasan de 180 grados, como menores que ese número de grados, y contrarias, por consi- guiente, á las rotaciones reales; si el tiempo que media entre dos rotaciones consecutivas es igual ó mayor que la duracion media de una rotacion de 180 grados, parecerá que las obser- vaciones contrarian la ley de rotacion, precisamente cuando le serán favorables. Hay, además, olra causa de error. Dampier publicó hace cerca de siglo y medio en su obra acerca de los vientos, un capitulo On the winds that shift. Si la direccion primitiva de un viento es paralela á la de una costa, propende á hacerse perpendicular á esta durante el dia, á causa del calen- tamiento temporal de tierra firme. Esle fenómeno se presenta aun bajo nuestras latitudes, como lo ha demostrado Mr. Wence- kebach respecto ála Holanda. Pero por lo regular no se observa la veleta “sino durante el dia, y por lo tanto en circunstancias que propenden á hacer nolable la rotacion accidental de que se trata. El uso de los anemómetros anotadores destruye esas di- ferentes causas de error, constituyendo por tanto la aplicacion 303 de estos instrumentos a la solucion del problema, un verdadero progreso. El método más conveniente de calcular sus indicacio- nes, es el indicado por Mr. Buys Ballot en su Memoria titulada: Algunas palabras sobre la ley de rotacion de Dove. Por último, hay una tercera causa perturbadora en los fenó- menos que se verifican cuando las dos corrientes opuestas so- plan directamente una contra otra y ocasionan un remolino, Prodúcese entonces en la corriente polar fria un máximo muy marcado de presion barométrica, que se halla inmediatamente en contacto con el minimo barométrico de la corriente ecua- torial. He estudiado algunos casos de este género en mis tra- bajos acerca de las temperaturas medias de periodos de cinco dias, y en una Memoria especial inserta en las publicaciones de las oficinas de estadistica. (Mittheilungen des statistichen Bureaus.) De todo lo expuesto se deduce evidentemente, que no es po- sible explicar fenómenos tan complejos sino por medio de ob - servaciones prolongadas por espacio de muchos años. Los estudios más recientes sobre los huracanes de la costa occidental de Europa, inducen á creer que la mayor parle de ellos siguen la marcha general del de 24 de diciembre de 1825, descrito por mí en 1828 en los Anales de Poygendorf, y que fué reconocido por un torbellino. Propáganse del S. O. al N. E., y una parte de Inglaterra se encuentra con frecuencia al O. de-la trayectoria del centro del huracán. Los fenómenos del choque directo de dos vientos opueslos, se encuentran más á menudo en las regiones media y oriental de Europa; los hura- canes del Mediterráneo y del mar Negro parecen, en lo gene- ral, debidos á esta causa. Resulta de aquí que en la Europa occidental el choque di- recto de los vientos opuestos tiende á ocultar la ley de rotacion de los vientos; y en la Europa occidental la disimulan los tor- bellinos. Como la presion barométrica es mínima con los vientos del 5. 0 del S. E. y máxima .con los-de N.-E.,-y-varia-de-una manera contínua entre estos dos extremos, siguese de la ley de rotacion de los vientos, que respecto de los occidentales la presion barométrica tiende á aumentar, inclinándose á dismi- 304 nuir respecto de los orientales. Esto es lo que demostré en otro tiempo por medio de las observaciones de París publicadas en los Anales de quimica y fisica. Los calculos de Mr. Galle para Danlzig, y los de Mr. Kamtz para Halle, han confirmado estos primeros resultados; Mr. Kamiz ha verificado una com- probacion igual respecto de San Pelersburgo, que me ha tras- mitido manuscrita. No obstante, como en Dantzig el viento liene una tendencia á soplar hacia tierra durante el dia, y como se- gun los recientes trabajos de Mr. Wesselowski, sucede una cosa semejante en San Petersburgo, me ha parecido oportuno exa- miúar las observaciones de dos eslaciones meteorológicas un poco distantes de las costas, y situadas la una en la Europa occidental y la otra en la oriental. Al efecto, he calculado 15 . años de observaciones hechas en Chiswich, cerca de Londres; y Mr. Vogt ha tenido á bien encargarse de calcular 11 años de observaciones verificadas por el en Arys, en Masovia. Las siguientes tablas contienen el resultado del cálculo. En la tabla relativa á Chiswich, los números representan las variaciones totales del barómetro de mañana á noche, cor- respondientes á cada direccion del viento, y correjida de la va- riacion horaria. En la relativa á Arys las variaciones baromé- tricas corresponden á periodos que no pasan de $ horas. Chiswich (medidas expresadas en pulgadas inglesas). Invierno, .... |-+0, de -+0,085|-+0,056|-+4+-0,001 | —0,052|—0,058!'—0,028 Primavera... .|-+0, j_n0n 40,057 |-+-0,004 | —0,004 | —0,014 | —0,074'—0,012 Veran0» ... .» 0,025 ¡4-0,079|-4-0,056 | -+-0,009|—0,003 | —0,050|—0,059|-+-0,005 Otoño... «+++ |+0,044|-+0,063 | 40,073 |-0,019|-40,022|—0,075| —0,055|—0,015 Media. . + + |--0,054|-+-0,049|--0,058 |-+-0,046|-+0,004|—0,044 | —0,056|—0,014 (0) N. O. N NES E Ss. E Ss Ss. O mm mm mm mm mm ma mm mm lovierno. .... +0,22| 42,34] +1,85| +1,56| +0,45| —0,65] —1,19| —0,79 Primavera. . . | —0,22| +0,92| 40,95] -+-0,45| —0,23| —0,54| —0,77| —0,90 Verano... ...| 40,54] 50,72] 40,54] —0,41| —0,43| —0,95| —0,86 | —0,45 Otoño.......| +0,64| +1,24| 41,31] 40,47] —0,25| —0,65| —0,72| —0,40 Media....| +0,32| -+1,24| -+0,88| +4+-0,56| —0,18] —0,65| —0,90| —0,64 DAA O A AAA AT A AECA RATE BEPRT La ley se manifiesta de una manera completamente notable en Arys, y hasta es evidente en los terminos medios mensuales. or Mr. Follet Osler publicó en el último informe de la So- ciedad británica para el progreso de las Ciencias, los resultados obtenidos desde 1852 hasta 1855 en el Observatorio de Liver- pool, bajo la direccion de Mr. Hartrup, y por medio de un ane- mómetro-anotador. La tabla siguiente contiene el número de ro- taciones de una circunferencia entera observadas cada año. ROTACIONES. Exceso de las rotacio= AÑOS. nes directas sobre las Directas (4). Retrógradas. retrógradas. 188%.......] 38 12 16 CS e 24 12 19 Ta BO ARA 96 0) 9% ADO a o acoaiejo 95 10 14 Media.... 25,5 9 16,5 (1) La palabra rotaciones directas designa las rotaciones conformes á la ley de Dove, y la de rotaciones retrógradas indica las de sentido con- trario. TOMO IX. 20 306 En Greenwich, el exceso medio de las rotaciones complelas directas sobre las de la misma clase pero retrógradas, segun resulta de 13 años de observaciones, es de 13,5. En los años de 1842 a 1854, ha sido sucesivamente de 13,0, 20,7, 21,6, 1,5, 18,1, 10,7,,12,1, 23,3, 15,9, 19,1,.8,8, —1,8, 6,8. En esta serie, el año 1853 presenta una anomalía comple- ta, la cual se observa tambien en la marcha de las tempe- raluras de este año: en la Alemania Oriental el mes de marzo fué más frio en 1853 que el de febrero, y este más frio que el de enero, en tanto que en la Alemania Occidental el mes de febrero fué ménos frio que el de enero, y en Berlin su temperatura era igual. No deja de ofrecer interés el hallar al lado de estas enormes irregularidades de la marcha de las temperaluras, anomalías en el movimiento de la veleta, desconocidas desde los tiempos en que se observa con el auxilio de los instrumentos anotado- res. En todo cálculo relativo á un pequeño número de años se deberá, por lo tanto, excluir completamente el de 1853. Há Mr. Quetelet ha calculado las observaciones hechas en Bruselas desde 1842 hasta 1846, y halló, en cuanto al exceso de las rotaciones completas, los números siguientes. AÑOS. Invierno. Primavera. Verano. Otoño. TOTAL. 1842. 2 5 12 2 21 1843. 1 0 $ 1 11 1844 0 yl Pa 1 10 1845 0 4 1) 1 10 1846. 1 $ $ 1 18 Media... 0,8 4,8 7,0 1 14 La duracion más breve de una rotacion completa fué de 39 horas, y la más larga de 88 dias. La relacion entre las rolacio- 307 nes directas y las retrógradas presentó durante los 12 meses del año los valores medios siguientes : Enero. — Febrero. Marzo. Abril. Mayo. Junio. 0,97 ¿1,007 11,06,1 2,89 1,47 2,00 Julio. Agosto. Setiembre. Octubre. Noviembre. Diciembre, 2,45 2,18 1,59 1,30 0,75 1,58 Enero y febrero son, pues, meses anormales, sobre lodo noviembre. Mr. Lepshine consignó en una Memoria especial acerca de los vientos que soplan en Kharkov, que de 1845 áa 1849 el ex- ceso medio anual de las rotaciones completas directas sobre las retrógradas fué en Kharkov de 15 rotaciones. El año 1846 se presentó-como completamente anormal. Vemos que los excesos medios relativos á Liverpool, Greenwich, Bruselas y Kharkov son respectivamente de 16,5, 13,5, 14 y 13, pudiendo inferirse de aquí que el exceso medio de las rotaciones directas sobre las retrógradas tiene un valor casi constante en toda la extension de Europa. Por lo demas, no podia dejar de ser así si los fenómenos debidos á la alterna- liva de los vientos polares y ecuatoriales tienen mucha ex- lension en sentido de los paralelos terrestres; y esa extension se demuestra con evidencia en mis primeros trabajos sobre las variaciones no periódicas de las temperaturas. He probado que las elevaciones anormales de la temperatura están siempre com- pensadas en una misma latitud, por medio de depresiones anor- males simultáneas, pero que muchas veces hay gran distancia entre el lugar de la elevacion y el de la depresion. Añado, en fin, el resultado de las observaciones hechas en Bombay con el anemómetro de Osler. El cuadro siguiente con- tiene la suma algebráica de las rotaciones directas 0 relrógradas expresadas en grados para cada uno de los meses del año. 308 A A 1848, 1849. | 1sso. | 1851. | Media. A A A a ESEO: Lopes | 700 0 720 720 537 Febrero ......! 1080 720 1080 Sy 643 Marzo. ....... | 4766 | 1440 720 | 1103 | 1257 Abril da. 1091 | 1080 | —£5 | 1035 | 790 AAA 315 382 | —68 23 163 MED ai 3712 270 697 | —450 292 Us 709 1080 360 765 7129 Ut ora 382 180 1080 | —360 500 Setiembre..... 383 1238 4792 1125 805 Octubre ...... 2160 1462 3228 1463 2093 Noviembre....| 1800 945 720 360 706 Diciembre..... UN A ATA EA La conformidad de los fenómenos con la ley general de rola- cion de los vientos es perfectamenle evidente, sobre todo en las épocas que se verifica el paso de un monzon al opuesto en marzo y octubre. Del conjunto de los trabajos que acaban de resumirse, re- sulta que la ley de rotacion se manifiesta claramente en las 0b- servaciones directas de la veleta, á pesar de todas las causas perturbatrices, al mismo tiempo que es la clave de lodas las va- riaciones no periódicas de la presion, temperatura, humedad y de los meléoros acuosos. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de abril de 1859. —— Como el anterior, puede dividirse este mes por sus variados caracléres meleorológicos en tres periodos distintos: en uno de cal- mas, seco y caluroso; en otro más corto, de vientos fuerles; y en un 3. de lluvias continuas, aunque poco abundantes. Comprende el 1. los dias del 1 al 9, y en él llegó á ser 309 la temperatura máxima al sol de 31,1 grados, 32,3 grados, 40,3 grados, 41,3 grados, 40,8 grados y 41,9 grados sucesi- vamente, y á la sombra de 27,6 grados, 28,0 grados y 28,7 grados; de 711,69 milim., 713,86 milim, y 713,33 milím. la presion, y de 0,34, 0,25, y 0,27 la fraccion de hume- dad relativa. En las primeras horas de la mañana se notaron en esta época algunas señales eléctricas muy marcadas, y como a fines del mes anterior, siguió observándose tras la postura del sol la luz zodiacal, cada dia más débil y difusa. En el 2.” periodo, del 10 al 15, fueron los vientos de no- table intensidad; el O. N. O., cuya fuerza en el dia 11 llegó a ser en dos ocasiones de 19 libras, tronchó algunos arbustos, y causó otros varios destrozos de igual especie. En este inter- valo vióse casi siempre la atmósfera surcada de numerosos cú- mulus, aumenló la fraccion de humedad, y descendieron, por el contrario, la temperatura y la presion. Calmóse el viento en el dia 15, primero del 3.* periodo, que se extiende hasta fin del mes; siguió disminuyendo la pre- sion almosférica; conservóse un poco elevada la fraccion de humedad; fuese cubriendo de nubes la atmósfera. y desde: el dia 18 empezaron a caer repetidos aguaceros, aunque ninguno de gran consideracion. Tal estado de calma, de humedad y de suave temperatura, tan favorable para la vegetacion y la salud, se vió por intervalos interrumpido por vientos fuerles que acti- vaban la evaporacion del agua caida, y barrian las nubes que de continuo asomabán por el S. O. Además de los dias que figu- ran en el estado siguiente, deben considerarse como lluviosos, aunque la cantidad de agua recogida fuera inapreciable, los 24, 26 y 30. En el dia 26, por el contrario, experimentó la tempe- ratura una subida repentina y considerable, y una baja propor- cionada la presion; aumentó la fuerza del viento, y llego la eva- poracion á su valor máximo. Los números que comprende el adjunto cuadro completarán lo que ofrezca de defectuosa esta breve exposicion de los fend- menos meteorológicos del mes de abril. 310 BAROMETRO. A A A 705,08 A A A 705 ,56 Da E e E A LIO II EA 705,45 Ms des lar darias ms lero ao 704 ,46 MA al Mi cada alla aida E 704 ,46 AAA RS TA NOS 7105 ,23 E A A 705 ,27 ira medía menstal. dto met (dll bajóroia lesa oras 705 ,08 AAA O 1134199 ds LO rs te to (de 694 ,39 Dscilacion mensual. ¿Eoteoaoitride apio ias 19 ,60 ld. maxima (día Aia ho eras ds 0 ld. minima (dia 2) sis be 0,21 TERMOMETRO. Temperatura media á las 6 M.....ooooooommmmm... 90 Id. AAN 13057 Id. A AA A 114 50 Td. A A AA art 19:55 ld. A A A AN 17:41 Id. Ed: ar a uE la. A AAA EIPEG. 00 10,4 Temperatura media mensual. .....oooooommmoo..... 14 ,4 Id. máxima á la sombra (dia 26). ............ 30,3 Id. id. al sol (dia 6).....o.oooooomomooo..... 41,9 Temperatura minima (dia 1). ...oooooooommomm».... 0,9 ldiawid. enreloreflecior (da lr in ¿melgato de —1,1 Oscilacion máxima á la sombra (dia 4). ........... 21,8 Minima (dia Dela das Ss 8,2 EVAPORACION. Evaporacion media mensual. ..oooooooscorcmmm..» Gum, 4 Id. máxima (dia 26)......co.oosm.o.r..oo.. 9. 8 ld. minima (dia 19). .....o.o.o.o.oo.oomo.o... 2 1 311 PSICROMETRO. — Humedad relativa media alas 6M............... 713 Id. id. Ad. PIANO IO A e 61 Id. id. A O AE APA 44 Id. id. de A A 38 Id. id. AS | dept 0 E E O a 49 Id. id. 1 AE IAS O e ia 56 Id. id. de AAA A aa e SE 59 Himedad media mensual... 0 nt ls 53 1d “maxima (dr AAA a de 91 NENE AA AN 25 PLUVIMETRO. Aca recojida eme ds af! A ¡IA A dd BR 8 ,9 de A O IL OE ES ¿PO id. id. A A a RIA 0, uN ja: A E O PA AN 0 ,9 ld. -- id. das le pd 0,6 rs [1 MRS dan a da. D va, 2 e A de Ai dE. 22.7 Lotalsen Mos: IMA laa de o 0 ea 0 aa 20 ,0 ANEMOMETRO. Vientos reimantes en el mes. ¿AAA AA dora NU oo 50 horas. MEN Esa 4 AO A 717 E ci 49 SiDiaio ls 9225 AAA 29 OSO 79 ALU 92 Ditto ds 41 A a 49 OUNAE 43 - E 16 IU is ls 23 MSN | Na 2 312 Altu BATON A O a A NI A td Resúmen de las observaciones meteorológicas del mes de febrero de 1859. A o IOMA isso ado oa donusono e Ierabmebtro- LO MIDI a os da O E laos clado 1d ¿MAA e e TS O Psicrómetro..... Tension media del vapor del agua. Higrómetro..... Humedad relativa media. ............2.... Tens Humedad relativa MáXiDA.. .<.mommmactoro rado O A Temperatura media general Tension id. id. del vapor de agua... Humedadrclitiva id dc Altura id. id. del barómetro O A a Evaporacion al aire libre durante todo el mes ó sean 3 pulgadas, 3 líneas, 0 puntos, 22, Evaporacion media diurna. ....o..oo.io.o.....o.. Evaporador...... .Po.oo pu n..oo. 8 768mm, 95 Obrervatorío físico y meteorológico de los alumnos del Real Col de la mañana. 12 del 761 ¿10 | 760 766 725 | 765 ion máxima del vapor de agua................ . Ad a o a a di ó sean 1 línea, 4 puntos, 74. Agua caida en todo el mes... Pluvimetro. ..... Ó sea ( pulgada, 2 líneas, 5 puntos, 76. Dias de lluvia... Nora. La temperatura media deducida de s en el observatorio, de 24” de marzo de 1859, AO OOO A Mojo eo... .. Leo. coo... n..o oo .... SACOS O CIO O OO O OO PO AO A OOO NOAA 930 "9 | 28 15 78 | 20 265 | 25 16mm/33 16mm, 44 79 119 66 Lon sn. . ............ dia. - MIIIIIIII«m 768mm,68 08 ,68 > 9 28 20 ¿07 AA egio de PIDEN 25 4 de la tarde. Belén. 8 de la noche. 767mm,80 761 ,00 765 ,46 25" SS 3 » eis observaciones diarias en los termómetros colocados en la torre, fué de 23%; ,£. Las temperaturas máxima y mínima han sido: la máxima de 299,6, la mínima de 15”,8.—Habana 1.” —= > CIENCIAS NATURALES. GEOLOGIA. Pc Sobre la necesidad de admitir dos épocas glaciales en los terre- nos cuaternarios de los Alpes: por Mr. Gras. (Bibliot, univ. de Ginebra: mayo 4858.) Uno de los principales resultados de nuestros estudios acer- ca del período cuaternario en el valle del Ródano, ha sido ase- gurarnos de que habia habido en el Delfinado dos épocas gla- ciales, separadas entre sí por un espacio considerable de tiempo. En una Memoria recientemente publicada, Mr. Lory, uno de nuestros sabios profesores de geología, ha querido suscitar dudas acerca de la realidad de esas dos épocas, valiéndose de una hi- pótesis completamente inverosimil, como muy pronto tendre- mos ocasion de juzgar. Parécenos importante que no se oscu- rezca este hecho tan notable de la geologia cuaternaria: algunos pormenores baslarán para evidenciarlo. Entre las montañas de la Gran Cartuja y el Ródano se ex- liende una llanura pedregosa, llena de accidentes topográficos, que forma la parte más baja del Delfinado, y que, para abre- viar, llamamos Llanura Delfinesa. Por confesion de todos los observadores que han estudiado esla comarca, adviértense en ella dos terrenos principales de acarreo, muy diferentes por el yacimiento de sus capas y por sus caracléres mineralógicos. Uno de ellos, llamado por Mr. Lory aluvion anliguo, y por noso- tros diluvium inferior (el nombre es indiferente), es una mezcla en proporciones varias de cantos calizos, cuarzosos Ó graniti- cos, unidos á una arena margosa, de color gris ó ligeramente rosáceo, que en contacto con los ácidos produce siempre una PA NA AE mm 314 fuerle efervescencia. La cantidad de los cantos calizos, por lo re- gular considerable, es igual, cuando ménos, á la lercera ó la cuarta parte de la masa lotal, y aun algunas veces forman la mayor parte. En muchos puntos se observan en el centro de dicha masa pedregosa, que nunca presenta verdaderas capas de gruesos trozos angulosos 0 toscamente redondeados, de mu- chos metros cúbicos de volúmen, ó bien cantos finamenle es- triados, como los de los cascajales profundos. Ese depósito constituye principalmente el fondo de los valles del Bajo-Del- finado, el pié y las laderas de las colinas que los rodean. El segundo terreno de acarreo está compuesto casi exclusivamente de cuarcilas blancas, compactas Ó granujientas, y de jaspes de diferentes colores, diseminados en una arcilla amarillenta desprovista de carbonato de cal; pero se encuentran mez- clados con ella muchos cantos tabulares graniticos 0 anfi- bólicos, y, por excepcion, algunas calizas muy duras. Lo que nunca se han visto son canfos rayados, ni en su interior ni en su superficie. La arcilla arenosa que envuelve los cantos es en general bastante pura en la parle superior de este terreno, en donde parece formar un tramo distinto, habitualmente de color ocraceo; hallándose con frecuencia en ella pequeñas con- creciones de hierro hidratado, cuyo volúmen varia desde el tamaño de un perdigon hasta el de una nuez. se depósito de ocre con cuarcita, que se reconoce lan facilmente por sus carac- léres mineralógicos, ocupa la superficie de mesetas muy dila- tadas en el interior de la llanura Delfinesa, tales como las de Roybon y del bosque de Chamberan; obsérvasele ¡igualmente en las alturas que rodean la costa de San Andrés, San Juan de Bournay y Viena. En las cercanias de esta ciudad: corona las colinas graniticas, por medio de las cuales corre encauzado el Ródano, y se extiende hacia el N. hasta más allá de Ternay y Conmunay. Mr. Lory supone que no ha habido en el Delfi- nado sino una sóla época glacial, posterior á los dos lerrenos de acarreo cuyos caractéres acabamos de describir, y que loS cantos rayados que contiene el diluvium inferior se han intro- ducido despues, por efecto de un trastorno. Esla hipótesis es inadmisible, porque semejante mudanza se hubiera verificado con tanta razon en el depósito de cuarcitas como en el diluvium 315 inferior, mucho ménos expuesto á esa alleracion. ¿Es posible, en efecto, concebir unas hieleras que, cubriendo en toda su ex- tension y hasta gran altura una planicie llena de accidentes topográficos, como la del Bajo Delfinado, hayan introducido gran número de cantos rayados en el fondo de los valles y en las laderas de los escarpes, hasta el interior de los barrancos sinuosos que entrecorlan las meselas, y no los hayan deposi- tado en la superficie de esas mismas mesetas, donde tenian, sin embargo, entera liberlad de moverse? Esto es imposible. Debe- mos añadir que los cantos calizos, en parte rayados, del di- luvium inferior, en nada se diferencian, en cuanto á su natu- raleza mineralógica, de los que no presentan indicio alguno de estrias, y cuyo número es siempre notable, como ya hemos dicho. Por lo regular son calizas de un pardo azulado oscuro, de textura compacta y desigual, muy parecidas á las del ter- reno jurásico de los Alpes. Es evidente que estos cantos, unos estriados, otros lisos, confundidos en desórden, pero idénticos en cuanto al yacimiento y caractéres mineralógicos, han sido acarreados y depositados en la misma época; y es, en nuestro concepto, una idea peregrina el referir unos á un trastorno y otros á un depósilo normal. El mero hecho de que el diluvium inferior encierra con frecuencia cantos rayados, y que no se encuentra ni uno solo en la superficie de la formacion de cuarcitas, prueba que las hieleras han cubierto la llanura del Bajo Delfinado y de sus profundos cascajales con anterioridad á dicha formacion; cuya conclusion está plenamente confirmada por la estratigrafía. La superposicion del depósito de cuarcitas al diluvium de cantos calizos en parte rayados, se verifica, en efecto, en tantos pun- los, que no puede ser objeto de la menor duda. Obsérvasela en la extremidad meridional de la planicie de la Bresse, á lo largo del camino de Lyon á Ginebra, y al otro lado de la misma pla- nicie, en las márgenes del Saona. Igualmente se la ve dos ve- ces distintas, como lo ha hecho nolar Mr. Elie de Beaumon!, yendo desde la aldea de Roybon, situada en la meseta de Cham- beran, y bajando desde allí al valle de la costa de San Andrés. Asimismo se manifiesta á los dos lados de ese valle en muchas leguas de longitud, y particularmente en el barranco de Tho- a e A e A A A A A A A ass 316 doure, donde la formacion inferior encierra gran cantidad de cantos rayados, y de grandes bloques ó masas errálicas. No creemos que en los Alpes haya superposicion más clara ni más facil de probar. Aparte de los dos terrenos de acarreo de que acabamos de ha- blar, la llanura delfinesa presenta otro de poco espesor, y que por esta razon ha permanecido hasta el día casi ignorado. Con- siste en una capa areno-pedregosa, ordinariamente teñida de rojo por el óxido de hierro, y desprovista por lo regular de car- bonato de cal y de cantos tabulares calizos, cuya capa existe constantemente en la superficie del terreno de los valles del Isere y del Ródano, y se diferencia en todas parles por sus caracteres del diluvium inferior; la referimos por consiguiente á una época cualernaria particular, esto es, á la de la segunda denudacion de los valles. Por último, sobre los depósitos pre- cedentes, y con especialidad en la superficie del diluvium de cuarcitas, se observan bloques erráticos alpinos, algunas veces muy numerosos y notables por su completa independencia de lodos los terrenos subyacentes. Como esos bloques, á causa de su volúmen y circunstancias de su yacimiento, no los pueden haber acarreado sino las hieleras, nos sentimos inclinados á ad- mitir una segunda época glacial, enteramente separada de la primera por el depósito de la formacion de cuarcilas. Acabamos de decir que esta formacion estaba recubierta en sitios varios por grandes bloques errálicos; y hemos hecho notar más arriba, que nunca presentaba en su superficie cantos rayados. Esta observacion da orígen á una dificultad teórica que todavia nos queda por examinar. ¿En qué consiste que las hie- leras de la última época no han acarreado sino bloques errá- ticos, siendo así que los de la primera han arrastrado a la vez bloques considerables y cantos rayados, como lo demuestra la composición del diluviwm? Creemos poder responder, que esto ha sido la consecuencia de circunstancias físicas esencialmente diferentes. En la época de las primeras hieleras la llanura del Delfinado era un lago: cuando llegaron las segundas estaba completamente seca; de esto se originaron importantes modifi- caciones en el acarreo de las materias. Segun las experiencias de Mr. Forbes, la progresion de las hieleras actuales se debilita 317 0 acelera á proporcion que su masa se ensancha ó estrecha; absolutamente lo mismo que la rapidez media de un rio cuando su seccion aumenta ó disminuye. Esta igualmente probado que a consecuencia del roce, el movimiento cerca de las orillas es menor que en el centro: de lo cual debe deducirse que lo mis- mo ocurre en el fondo, donde el rozamiento es aún más consi- derable. En fin, en igualdad de circunstancias la velocidad de la traslacion es tanto menor cuanto más debil es la pendiente. El conjunto de estos hechos induce á creer, que cuando las hie- leras de la última época llegaron á la llanura del Delfinado, en la que se dilataban bruscamente en una extension de cerca de cuarenta miriámelros cuadrados, dejaban de avanzar en las orillas y en las profundidades, á causa de la enormidad de la resistencia. De su reunion resultaba una htelera-lago, que á la verdad no estaba en completo reposo, pero cuyos movimientos sólo eran sensibles en la superficie; en una palabra, estaba so- metida á leyes diversas de las de las hieleras corrientes que iban á parar á ella. La analogía tan completa que se advierte en lo relativo á los movimientos entre una hielera y una masa semiliquida, autoriza esta suposicion. Admitiéndola, se explica el por qué las hieleras de los Alpes no hayan podido esparcir por la llanura sino sus bloques superficiales, y no sus cascajales pro- fundos, asiento exclusivo de los cantos rayados. Muy al contra- rio ocurrió en la primera época, en que el Bajo Delfinado era un lago, porque enlonces las hieleras estaban sostenidas en parte por el agua que las rodeaba; y como la resistencia opuesta por el terreno á su progresión era mucho menor, los cascajales profundos pudieron llegar hasta las orillas del Ródano. Por la misma razon referimos á la primera época las estrías y los hie- los bruñidos del Bajo Delfinado, que son especialmente visibles entre Cremieux, Villebois y Crep, donde fueron descubiertos por la primera vez por MM. Fournet y Thiolliere. De los pormenores á que hemos descendido para demostrar la realidad de las dos épocas glaciales, se deduce que la suce- sion de los terrenos de acarreo del valle del Ródano, empezando - por las margas y pudingas de lignito, que representan el terre- no terciario superior, es tal como lo hemos establecido en nues- tro primer trabajo, esto es, un diluvivm de cantos parcialmente 318 rayados, una capa areno-pedregosa superpuesta á las terrazas, y en fin, los trozos erráticos superficiales. En apoyo de la exac- titud de tal serie, haremos notar que está conforme con las ob- servaciones contenidas en las Memorias de Mr. Elie de Beau- mont. Hay únicamente la diferencia de que tan eminente geó- logo ha considerado como simples tramos los depósilos de que hemos hecho terrenos separados; y que además, no deduciendo de la presencia de los cantos rayados las mismas consecuencias que nosotros, ha referido al terreno terciario superior Jos dos primeros términos de nuestra serie, y sólo las dos últimas á la época diluviana. Por consiguiente, disminuimos el principio del periodo cuaternario, que Mr. Elie de Beaumont aumenta. Confesamos que no concedemos gran importancia á esta disidencia. Bajo ningun concepto es cierto que, abrazando el conjunto de los fenómenos geológicos, haya una separacion mar- cada entre los grandes periodos que se conocen con los nombres de primario, secundario, terciario y cuaternario, siendo mu- cho más probable que haya entre ellos transiciones graduales. Por esta razon no nos parece haya motivo fundado de discusion, porque en el cuadro general de las formaciones de un pais se en- sanchen ó acorten las bases de union ó enlace correspondientes á dichos periodos. Lo esencial es que sea exacto el orden de suce- sion; y he aquí la razon por qué no hemos omitido el invocar en nuestro favor la respetable autoridad antes citada. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco Garcia NAVARRO.) ada e 319 VARIEDADES, <309> Composición de una piedra meteórica que cayó en Hungría el mes de abril de 1857.—Sustancia orgánica hallada en ella. En las Comptes rendus de la Academia de Ciencias de París del 21 de febrero de 1859 se insertó una carta de Wohler á Dumas, que este comunicó á aquella, y que dice asi: «Acabo de analizar una piedra meteórica que cayó en Kaba, Hun- gría, el 1% de abril de 1857. Es negra, y su color procede de carbon amorfo. Contiene, además de los elementos comunes de los meteoritos, una sustancia orgánica; esto es, un hidrógeno carbonado casi como el de la parafina, la ozokerita ó scheerita. La cantidad de esta sustancia betu- nosa es ciertamente muy reducida, pero la he comprobado con toda segu- ridad: es soluble en alcool, y se carboniza por calcinacion. Despues he hallado la misma sustancia en el meteorito que el año de 1838 cayó en el Cabo, Africa. Tiene color negro, y contiené 1,5 por 100 de carbono. Es probable que dicha sustancia betunosa sea producto de naturaleza orgánica, y que la existencia del carbon en las mismas piedras provenga de la accion del fuego en la sustancia betunosa en el momento de produ- cirse la candencia del meteorito al pasar por la atmósfera terrestre.» Con objeto de que mediante otra análisis pudiera comprobar Wohler este hecho, le envió la Academia de Ciencias de Viena un pedazo bastante grande de la citada piedra que allí se conservaba. En la sesion del 7 de enero de 1859 de esta Academia, leyó Haidinger una carta de Wobhler, di- ciendo que la análisis nueva ha confirmado completamente la anterior. Ha comprobado la existencia en dicho aerolito de una corta cantidad de carbono, y de un carburo hidrogenado, análogo á ciertas sustancias mi- nerales de aspecto de cera, como la ozokerita, la scheerita, etc. —Bosque petrificado de las cercanzas del Cairo. Mr. Unger comunicó á la Academia de Ciencias de Viena el 21 de ocíubre de 1858, ciertas observaciones sobre el bosque petrificado de las cercantas del Cdiro y sobre otros depósitos de maderas petrificadas que existen en Egipto. La denominacion de bosque petrificado, poco exacta en sí, designa una acu- mulacion de restos de madera esparcidos en una área de varias millas cuadradas, y procedentes todos de una sóla especie de arbol, el Nicotía 320 'Egyptiaca, Unger. En el desierto que se extiende entre el Cairo y Suez, están desparramados dichos fragmentos en arena viva; se ve su criadero primitivo en la arenisca terciaria del Gebel Achmar, y presenta cierta analogía con las areniscas de troncos de arbol del Gleichenberger Kogel (Estiria). Piensa Unger que se puede explicar la silificacion de aquellas maderas, suponiendo que corrientes de agua las acarrearon dentro de un lago separado del mar, en el cual vertian manantiales que tenian canti- dad notable de sílice disuelta. En Assouan (la antigua Syena), frontera entre el Egipto y la Nubia, hay otro depósito de madera fosil. Russeger habia traido muestras de ella. Unger ha encontrado un pedazo de la misma madera, de estructura muy distinta de la del bosque petrificado del Cairo, en El Ombos, en el desierto al O. del Nilo. Proviene la citada madera de un arbol del orden de las Coníferas, familia de las Araucariá- ceas, que no se habia hallado .en ningun otro sitio, y á la cual propone Unger se dé el nombre sistemático de Dadoxylon Egyptiacum. No cabe duda de que el Dadoxylon provengá tambien de las mismas capas de arenisca que en el Alto Egipto y la Nubia están sobrepuestas á todas las rocas intermedias entre el granito y la creta, y cuya edad geológica, por falta de restos orgánicos, es todavía incierta. Las maderas silicificadas de Egipto presentan singulares afinidades con dos especies de madera fosil de la arenisca roja antigua. De aqui resulta, segun Unger, que la arenisca que sirvió para construir la mayor parte de los monumentos antiguos de Egipto, se debe colocar en la formacion permiana, en la del Keuper ó de la época cretácea. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia Navarro.) _-__E_-- _Q_— ___— ___ _—_ _ _—_ _ ___-_»_ ____—_ _ Editor responsable, Frawcisco GARCIA NAVARRO. N.” 6." —REVISTA DE CIENCIAS. —Junio 1859. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Informe sobre una memoria dirigida por Mr. Liais á la Acade- mia de Ciencias de Paris, con motivo del eclipse total de sol del 1 de setiembre de 1858: por Mr. Faxe. (Comptes rendus, 47 enero 4839.) L, presente comunicacion nos ha parecido altamente digna de la alencion de la Academia, pues ofrece á la ciencia un lributo de casos nuevos é importantes, de observaciones perfec- tamente dirigidas, y la mayor parle de las veces coronadas de buen éxito, y atestiguando, en fin, el movimiento cientifico que se ha establecido en un gran pais bajo el generoso impulso de su gobierno. Lo comision encargada de ir á la bahía de Paranagua á oh- servar el eclipse total del Y de setiembre de 1858, se compo- nia del consejero de Estado €. B. de Oliveira, del coronel A. M. de Mello, director del Observatorio de Rio-Janeiro, y de los otros astrónomos del mismo establecimiento. El gobierno bra- sileño tuvo á bien agregar á la comision á Mr. Liais, que llegó al Brasil en dicha época, encargado de una mision científica por el ministro de Instruccion pública y de Cultos. La comision se embarcó el 18 de agosto en la corbela de vapor D. Pedro II, que el gobierno brasileño habia puesto á su disposicion; habiendo encontrado además en el personal de los oficiales del referido buque de guerra, inteligentes y solí- citos colaboradores. El 27 de agosto, despues de haber recor- rido el terreno y determinado las estaciones, la comision se di- vidió en tres grupos: uno fué á siluarse en la línea central del TOMO IX. 21 322 eclipse, otro en el límite austral de la region recorrida por la sombra de la luna, y el tercero en el límite boreal. Estas dis- posiciones tenian por objeto abarcar el fenómeno en su totali- dad, y explorar el contorno completo del disco solar. Observaciones astronómicas. Eslas observaciones tienen mucha importancia, no sólo para la comprobacion de las tablas de la luna. sino tambien para la medida en longitud de la extension del continente aus- tral americano. Habrán de compararse, en efecto, con las obser- vaciones correspondientes hechas en el Perú, al empezar el eclip- se, por los oficiales de nuestra estacion naval del Pacífico, y por la expedicion astronómica de Mr. Gillis, de los Estados-Unidos; pero conviene esperar, para entablar estos cálculos, la publica- cion de todos los documentos. Consignamos aquí las observaciones brasileñas: Estacion Estacion de oe ORp Ad Estacion central. dos Pinheiros. L 16 d d z Parr "” o E 398740" 45 Latitud (austral)... —25 3011 — 0 030 24 — 2 2334 5 aan Jlubes Nubes. g9baGel3s ¿ Hb 0%24s,8.. De Mello. ; ea iS ) A0b59058 SAL 0.24,8, Nuñez. 14h 4=165,21 PAS 144 021,3. D'Azambuja. / %o Z ve pee ) 10:59 6-(1) a 133,3. D'kambuja. | 4.4462 0 28 32 ,8. De Mello 2.” contacto exte- 0 28 32 ,8. Nuñez, Nubes RORARA - po 0 28.406. Liais, E | | 0 28 40 ,4. D'Azamboja. | (1) O acaso no tanto, pues la oscuridad total duró poco ménos de 1 segundo, 323 Sin embargo, no podemos dejar de mencionar un fenómeno muy singular que se manifestó en esta ocasion. Examinando este cuadro, se advierte que todos los observadores de la esta- cion central, á excepcion de Mr. D'Azambuja, que observaba abordo del D. Pedro II, a 200 brazas N. N. E. de la estacion, han dejado de observar el segundo contacto interior. Segun las efemérides, el eclipse debia durar 114 segundos, pero en rea- lidad no duró sino 72, y el sol volvió á presentarse 42 segun- dos antes del instante en que se le esperaba. Sorprendidos en medio de sus estudios sobre la aureola y las protuberancias por la imprevista reaparicion del sol, los observadores de la es- lacion central no pudieron completar la observacion astronómi- ca del fenómeno, perdiendo así una ocasion preciosa de fo- lografiar la aureola y las protuberancias más extraordinarias que se han visto hasta el dia. El hecho en sí mismo no puede ponerse en duda, porque las observaciones inmediatas de Mr. D'Azambuja, segundo co- mandante del D. Pedro 11, dan 72 segundos a la duracion del eclipse total. Por lo demás, la comision brasileña ha demos- trado, por la discusion de los ángulos de posicion de las prue- bas fotograficas obtenidas antes y despues de los contactos inte- riores, que se habia elegido perfectamente la estacion, y que se hallaba casi en la línea del eclipse central, puesto que la dis- tancia minima de los centros del sol y de la luna no pasó de 17,5. Como esla desgraciada diferencia de 42 segundos no puede atribuirse á la estacion elegida, la comision brasileña deduce de aquí que sólo puede proceder de un error en los diá- metros angulares de ambos astros. Esta conclusion es trascendental, porque para poner de acuerdo el cálculo y la observacion, resulla que seria preciso disminuir cerca de 7' el semi-diámetro angular de la luna, puesto que el del sol no puede aumentarse. Pero creemos que la necesidad de una correccion bastante grande de semejante clase está plenamente fundada, y nos sugiere las siguientes ob- servaciones, que tendrán inmediata aplicacion al eclipse total del año próximo. En las efemérides actuales, en que se atiende es- pecialmente á la comparacion de las tablas con las observacio- nes meridianas, el diámetro de la luna se calcula de manera . > 324 que represente dichas-observaciones, adoleciendo todas de un doble error, procedente de la irradiacion y las desigualdadés de la superficie lunar. Sabido es, en efecto, que el borde de la luna presenta ligeras depresiones, y sobre todo muchos denle- llones, donde por lo comun llegan á situarse las estrellas ocul- tas y las cuentas del rosario luminoso que aparece en los eclip- ses de sol. Si la luna se proyecta sobre el disco del otro astro, dichos dentellones desaparecen á la vista por un efecto de irra- diacion, facil de comprender; pero se manifiestan constante- mente en los contactos interiores. Si la luna, por el contrario, está iluminada por el sol, los mismos dentellones confunden su luz, por un efecto inverso de la irradiación, formándose en- tonces un borde continuo pero ficticio, que se observa con los anteojos meridianos. Ási, cuando se trata de los eclipses de sol (contactos interiores), es preciso entender por borde de la luna el que se observaria si desapareciesen las principales emi- nencias y todos los dentellones, y no existiese la irradiacion. El diámetro de un disco semejante es por tanto el que conviene aplicar á los cálculos de prediccion, si han de evitar los observa- dores equivocaciones como la del 7 de setiembre último. En otros términos: en vez de aumentar, como comunmente se hace (y con razon, bajo el punto de vista de las observaciones meridianas) el número 0,2725 admitido por Burckardt, como relacion del diámetro con la paralaje de la luna, será más bien preciso disminuirlo cuando se trate de los contactos interiores en los eclipses de sol. Notemos, antes de dejar este asunlo, y para hacer ver el esmero con que se ha dirigido la parte astroncmica de la expe- dicion, que Mr. Nuñez y Mr. de Vasconcellos midieron, valiéndo- se del teodolilo, una série de alturas del sol durante todo el eclipse (principalmente en la inmediacion de los diferentes con- laclos). Estas observaciones se utilizarán en los cálculos, y se han establecido tambien con presencia del estudio de las re- fracciones anormales que puede producir la distribucion par- licular de la lemperatura durante un eclipse. La longitud de la estacion principal se ha obtenido mediante la traslacion de tres cronómetros. 325 Observaciones meleorológicas.+ MM. Martin y Liais han ejecutado una série de observacio- nes del barómetro, termómetro y psicrómetro durante todo el eclipse. Mr. Pereira observó el pyrheliómetro directo y el ac- linómetro de Mr. Pouillet. La disminucion de temperatura ocasionada por el eclipse ha sido de cerca de 3 grados; la mar- cha del barómelro presentó un mínimo marcado, y la del psi- crómetro un máximo, poco despues de la oscuridad total. Men- cionemos tambien la influencia que el eclipse parece haber ejer- cido en la direccion del aire. Mr. D'Azambuja noló á bordo del D. Pedro II, que el viento, despues de haber soplado del O. toda la mañana, disminuyó desde el principio del eclipse; la calma se hizo sentir durante la oscuridad total; despues, al reaparecer el sol, se levantó un vientecillo por la parte E., que fué regularizandose poco á poco. El cielo, encapotado al prin- cipio, quedó completamente despejado, por lo ménos en la re- sion del sol, casi todo el tiempo de la duracion del fenó- meno. Observaciones fisicas. Esta parte del trabajo de la comision brasileña nos ha lla- mado vivamente la atencion. Insistiremos pues sobre ella, y le de- dicaremos el análisis minucioso que merece, por la importancia excepcional de sus resultados. No obstante, para no dar dema- siada extension á este informe, nos limitaremos a los hechos más importantes, á saber: la corona, las protuberancias lumi- nosas, y la visibilidad de la luna fuera del sol, terminando por la parte fotográfica. Nadie ignora el profundo asombro que causaron las singu= lares apariencias del eclipse total de 1842. Pero la sorpresa no tardó en ser sustituida por el exámen detallado de los he- chos; y de este estudio, que Arago dirigia entonces con tanta su- perioridad, resultó la opinion generalmente admitida, de que estos fenómenos están en relacion intima con la naturaleza del sol, y que la observacion alenta de los eclipses tolales debe 326 conducirnos tarde ó temprano á penetrar el misterio de su cons- titucion fisica. Bajo la influencia de este convencimiento se han observado los eclipses siguientes con gran ardor: y los datos recogidos en todas partes se han comparado con los de 1842, habiéndose formado paulatinamente el conjunto de ideas domi- nantes en la actualidad, que es útil recordar aquí en breves pa- labras. La corona luminosa no es mas que el indicio visible de una tercera capa del sol, de una atmósfera exterior que se oculta á nuestra vista en las circunstancias ordinarias, pero que se presenta cuando, tapando la luna al sol, suprime toda luz parásita. Las protuberancias han de ser las nubes de esta ler- cera atmósfera; y como las manchas del sol pueden atribuirse á erupciones que, partiendo del núcleo, disipan momentánea- menle las nubes luminosas de que está formada la fotósfera, es natural creer que dichas erupciones pueden despedir enormes bocanadas de vapores hasta la capa exlerior más arriba del con- torno aparente del disco solar; cuyos vapores, flotando durante algun tiempo en la atmósfera, explican las nubes 0 protube- rancias de los eclipses; las cuales deben, por consiguiente, cor- responder á las manchas, como la columna de humo de nues- tras erupciones volcánicas corresponde al cráler: las prime- ras deben dejarse ver encima de las segundas. Respecto á la visibilidad del contorno de la luna fuera del sol, nada es _ mas facil de explicar admitiendo la atmósfera exterior del sol: basta para hacer sensible el limbo, como lo probó Arago, que la luz de dicha atmósfera añada ¿5 á la iluminacion del fondo del cielo alrededor del sol. Eclipsando la corona, la luna puede pues hacerse perceptible por vision negativa. Aquí tenemos seguramente un conjunto de ideas muy en- lazadas, interesantes, y capaces de estimular al observador. Pero cuando se trata de compararlas con los hechos observados, se encuentran grandes dificultades. Si hay algunas que se prestan á estas hipólesis, hay otras tantas que las contradicen, y esla oposicion, que se manifestó ya en el primer eclipse, el de 1842, se ha reproducido en todos los siguientes. Cada uno de ellos ha traido su contingente de hechos imprevistos; y en lugar de las soluciones que se esperaban, han planleado nuevos proble- mas «que es preciso resolver. 321 - El eclipse del Y de setiembre ¿consliluye una feliz excep- cion? No lo creemos asi. En él se vió la corona, pero con una complicacion de apariencias que excede á todo lo observado an- teriormente. Noláronse en él muchas protuberancias, pero to- davíia más asombrosas, mucho más inexplicables que las de- más. Vióse el disco de la luna, pero por vision positiva. Si el sol se halla rodeado de una tercera atmósfera, es muy extraña, y las nubes que en ella flotan lo son aún más. Apre- surémonos á decir que aquí no se trata de un testimonio aislado ó incompetente; la comision, compuesta de sábios. dis- tinguidos y de hombres notables, está unánime en punto á los fenómenos que vamos á describir, segun una relacion au-. lorizada con las firmas de MM. B. de Oliveira, M. de Mello, E. Liais, D. Nuñez, B. da Silva Barauna, J, Coelho y G. Galvao. La corona. Algunas veces la corona se presenta alrededor del. sol eclipsado como un anillo debilmente luminoso, cuyo brillo argentado, bastante vivo cerca del sol, se debilita rápi- damente á algunos minutos del borde de dicho astro, y con- cluye por perderse en el fondo del cielo: su longitud no pasa de 10 $ del diámetro del astro. Asi, con corta diferencia, se halla representada en el dibujo que Arago unió a su noticia sobre el eclipse de 1842, y aún mejor en el hermoso grabado de Mr. Carrington, relativo al eclipse de 1851; y tal es tambien la apariencia que mejor se presta á la idea de una atmósfera muy extensa y muy enrarecida, de que el sol pudiera estar rodeado. Pero ocurre muchas veces que en el mismo eclipse, casi en el mismo instante y tambien casi en el mismo lugar, el fenómeno se presenta bajo un aspecto enteramente diverso á otros obser- vadores, sin que se pueda explicar esta diferencia por la alte- racion de las imágenes que resulta habitualmente de las varia- ciones locales de nuestra propia atmósfera. La corona parece compuesta de una infinidad de rayos procedentes del astro en direcciones las más diferentes, cruzándose, confundiéndose en todos sentidos, y formando á veces prolongaciones más ó menos regulares, que la vista puede seguir a la distancia de 3 0 4 grados del astro. (Ferrer, 1806; O. de Struve en Lipesk, 1842.) 328 Con esta última apariencia se ha visto la corona en el Brasil. Componíase de ún fondo luminoso formado de rayos de todos géneros, sin limites bien marcados, y que se extendian á 33 0 34 minutos del borde de la luna. Pero esto no es mas que el fondo del cuadro. Cinco gruesos haces de rayos brillantes, de bordes convexos y convergentes en punta, de 13 minutos de altura, se hallaban repartidos alrededor de la luna, proyec- tandose sobre el fondo no tan brillante de la corona. Sus ba- ses, unidas por juxtaposicion, hubieran ocupado más de la mi- tad del contorno de la luna. Los rayos de cuatro de ellos eran normales al borde del disco, pero el quinto haz cruzaba muy oblicuamente á uno de los precedentes, y sus rayos, unos estaban poco inclinados, y otros casi tangentes al borde de la luna. El sexto haz, compuesto de rayos rectos, paralelos y muy vivos, se hallaba cerca de uno de los grupos cóni- cos de que acabamos de hablar; por último, el séptimo grupo, más débil, divergia bajo la forma de una parábola tangente por su vértice al borde oriental. Los observadores de Pinheiros han confirmado plenamente estas apariencias, exceptuando un octavo haz que se ha advertido en dicha estacion. Sin embargo, no es esta la primera vez que se presentan, porque la corona del eclipse de 1766 tenia cuatro haces de rayos esparcidos de 90 en 90 grados por el contorno de la luna, dos hácia los puntos en que se efectuaron los contac- tos interiores, y los otros dos en la direccion perpendicular (1). Pero este fenómeno nunca habia presentado el aspecto á la vez imponente y complicado que ofrece el dibujo de la expedi- cion brasileña. La única conclusion que puede sacarse de seme- jantes datos, es que todavía no se conoce la explicacion de la corona de los eclipses. Es, no obstante, conveniente citar con este motivo á la Aca- (1) Su forma era enteramente diferente. Hállase representada en la lámina 13 del tomo 2 del Voyage aux mers de ['Inde de Legentil. (Véanse tambien las relaciones del eclipse de 1778, de 1806, y sobre todo de 1842 y 1853, en el Perú.) 329 demia una delicada observacion de Mr. Liais. Una de las cir- cunstancias que más ha influido en la opinion de un número bastante grande de observadores en los eclipses precedentes, es la regularidad con que ciertas protuberancias disminuian hácia el E., á medida que la luna avanzaba hácia el mis- mo lado, en tanto que otras, colocadas en el borde occi- dental, parecian salir poco á poco de debajo del disco negro de la luna. De esto se ha deducido que la luna eclipsa á las protuberancias, de igual modo que eclipsa al sol, y que, por consiguiente, las protuberancias pertenecen al astro luminoso. Nunca se habia tenido ocasion de hacer extensivo a la corona el mismo género de observacion, v por lo tanto la conclusion correspondiente; pero la hubo el 7 de setiembre último, y Mr. Liais la ha aprovechado con gran inteligencia. Uno de. los rayos del haz oblicuo de que acabamos de hablar, tocaba a una de las protuberancias de que muy pronto hablaremos, yendo á encontrar á algunos grados de distancia al borde de la luna. ¿Pertenecian al sol el rayo y la protuberancia? En tal caso, el borde de la luna debia avanzar poco á poco sobre la especie de angulo formado por estos dos objetos, reducir sus lados, y llegar por último al vértice en el momento de la desaparicion de la protuberancia. Y así sucedió en efecto; y Mr. Liais deduce de aquí que rayos, protuberancias y coro- nas son objetos reales situados en la misma region del sol, y pertenecientes á este astro. Lo que da gran valor á tan delicada observacion, es que Mr. de Oliveira ha visto que la disposicion relativa de los haces y los rayos no varió mientras duró el eclipse total. Mencionemos además un circulo teñido con los malices del arco iris, el rojo por fuera, que se percibió a la simple vista alrededor de la aureola, por Mr. D'Azambuja, cerca de la estacion central, y en la estacion dos Pinheiros por Mr. de Brito, capitan de corbeta que mandaba el Don Pedro 14. Pero esto no es un hecho enteramente nuevo, como parece creerlo la comision brasileña. Halley lo consignó explicitamente en su informe acerca del eclipse total de 1815; y el mismo fenómeno se observó en 1733 en Suecia. En 1851 dos personas que observaron el eclipse de julio al lado de Mr. D'Abbadie, 330 estuvieron de acuerdo en dar á la aureola un tinte amarillo general, rodeado de rojo y azul (el azul por fuera). Pero aun- que no única, no deja de ofrecer esta observacion interés, sobre todo á causa de la serenidad del cielo en la estacion central, porque esta circunstancia excluye, como lo hace notar la Memo- ria de la comision, toda explicacion puramente meteorológica. Protuberancias rojas. Trátase de saber si las singulares proluberancias que se han visto en todos los eclipses lotales en el borde de la luna, son nubes de la tercera almósfera del sol; y subsidiariamente, si estas nubes guardan relacion con las manchas. Pero antes de aventurar la explicacion fisica de tan misteriosos fenómenos, conviene clasificarlos de una manera sistemática, teniendo en cuenta sus caracléres más pronuncia- dos. Un simple bosquejo de este género basla muchas veces, ya que no para resolver la dificultad, á lo ménos para poner en evidencia la causa en que consiste. Y esto nos es necesario, por otra parte, para hacer apreciar las observaciones de la ex- pedicion brasileña. Empecemos diciendo que el nombre de protuberancia lu- minosa no conviene al fenómeno de que aquí se trala, puesto que los resplandores rejos 0 de color de rosa de los eclipses se han visto encima de la luna, y completamente separados del borde del mismo astro. Tambien se les ha vislo proyectarse sobre el mismo disco de la luna, ya en conexion con el borde, ya aislados de este por un pequeño intervalo negro. Tampoco puede calificárseles de rojos 0 de color de rosa, porque la mitad de las protuberancias vistas por la comision brasileña eran completamente blancas. Por último, el epíteto luminosas tampoco les pertenece, por- que Mr. Moesta, astrónomo de Chile, á quien debemos la ob- servacion del eclipse del 11 de noviembre de 1853 en el Perú, vió, lo mismo que sus ayudantes, dos protuberancias completa- mente negras. Parece, sin embargo, que dichos fenómenos, á los que es tan dificil dar un nombre genérico, son del mismo órden y se refieren á la misma causa, pues se pasa de los unos á los otros por gradaciones casi insensibles. Distinguiremos sucesivamenle: 331 Primer genero. 1. Las protuberancias exteriores aisladas, vistas sobre la corona, separadas del disco lunar, y sin punto alguno de con- tacto con él (eclipses de 1850 y 1851). 2. Las protuberancias exteriores cubiertas en parte por el disco lunar, cuyo contorno parece servirles de base (todos los eclipses). 3.” Las protuberancias exteriores prolongadas en forma de cadenas de colinas muy bajas, por una parte considerable de arco del borde de la luna (muy frecuente). 4.” Las fajas luminosas muy finas, por lo comun dentadas como las anteriores, y coloreadas generalmente como ellas de rojo 0 de color de rosa. Duran algunos instantes de un cuerno al otro de la luna en el momento de los contactos interiores (muy frecuente aun en los eclipses anulares). Segundo género. 1.7 Protuberancias luminosas interiores enteramente des- prendidas del borde de la luna, llamadas agujeros de Ulloa: fenómeno rarisimo, observado en 1778 por el almirante Ulloa, yen 1842 por Mr. Valz, director del observatorio de Mar- sella. 2. Protuberancias interiores, cuya base es el contorno de la luna, y que endentan más ó ménos profundamente los bordes de su disco (1842, Mr. Parés, en Prades, el P. Bayma y el doctor Pagani, en Novara) (1). Tercer género. Protuberancias luminosas visibles en parte sobre la corona y en parte sobre el disco de la luna (1851, Mr. Parpart, en el observatorio de Storlus). (1) Comptes rendus de 1851, pág. 15. 332 Cuarto género. Protuberancias completamente negras, vistas en el Perú por Mr. Moesta y sus ayudantes. No se puede atribuirlas á los montes lunares, porque no hay en este astro montaña al- guna cuadrada de 1 minuto de altura (eclipse de 1853). Para enlazar esta clase con las anteriores, faltaba un fenó- meno intermedio entre las protuberancias completamente ne- oras y las rojas, color de rosa ó blancas; entre las prominencias luminosas y el agujero de Ulloa 0 de Mr. Valz. Pero precisa- mente este singular intermedio parece haberse presentado en setiembre último, la expedicion brasileña ha observado dos ejem- plos de él, perfectamente marcados durante el eclipse del 7 de seliembre. Las tres protuberancias orientales, dice la relacion, eran de un blanco muy vivo, sin ningun matiz de rosa, la pri- mera y la segunda tenian un pequeño reborde negro. ..... Hacia el medio del fenómeno, las protuberancias orientales habian desaparecido; la parte clara de las protuberancias con filetes negros, se ocultó detrás de la luna antes que la extremidad negra de la orla, que en la primera de las protuberancias de este lado desapareció cerca de tres segundos despues de la parte clara, semejándose durante tan breve intervalo á la pro- yeccion de una montaña lunar. En el dibujo unido á la Me- moria, la orlá negra de estas dos manchas es muy mat- cada. Por el lado opuesto, al O., se presentaron tres protuberan- cias de un ligero color de rosa. Siete ú ocho segundos despues del principio del eclipse, la mayor tenia cerca de 58” de altura, segun las medidas de Mr. Liais. Al terminar el eclipse su al- tura era, segun el mismo observador, de 72 á 78". Otro vér- tice más bajo de esla protuberancia creció, al parecer, de 14 á 15” en el mismo espacio de tiempo. Durante ese breve intervalo de 64 segundos próximamente, la luna debió avanzar 23" hácia el E., en virtud de su movi- miento relativo aparente; así que el crecimiento en altura de la protuberancia no corresponde enteramente á la traslacion de la luna. Este es un punto sobre el cual muchos observadores han 333 fijado su atencion, desde que Arago indicó toda la importancia de tales comparaciones bajo el punto de vista de la teoría de las nubes solares, principalmente con el objeto de explicar la discordancia que se habia advertido en 1842 entre las medidas de Mr. Petit en Tolosa, 0 las de Mr. Mauvais en Perpiñan; y el aumento explicable por la marcha de la luna, fué por lo que Mr. Babinel se sintió inducido á proponer su ingeniosa hipó- tesis acerca de las protuberancias. En el eclipse de 1851, por el contrario, muchos observa- dores declararon que la altura de las proluberancias no habia, al parecer, variado sino en razon del movimiento de la luna; no obstante, otros astrónomos igualmente dignos de crédito, y colocados en las mismas regiones (en Suecia y Noruega), no están al parecer de acuerdo en este punto con los primeros. Mr. Dankin, por ejemplo, que observaba en Cristiania, no pudo adverlir en la protuberancia tan curiosa de aquella época, el menor cambio de distancia en el borde de la luna durante un minuto entero. Mr. Adams, que observo en Frederickswarn, vió crecer la prominencia, pero su impresion del momento fué que el movimiento de la luna no bastaba para explicar el au- mento de altura. Por último, Mr. D'Abbadie vió en la mancha principal (á su parecer, como al de Mr. Gray, era medio blanca y medio color de rosa) cambios de forma que no pueden expli- carse por el movimiento de la luna: encorvóse poco á poco hacia la parle superior, adelgazándose. Sus nolas acerca del eclipse que fué á observar á Suecia con tanto celo por la cien- cia, son muy esplicilas sobre el particular. Resulta siempre que, respecto al eclipse de Paranagua, la discusion de estos fe- nómenos podrá apoyarseen medidas positivas, y no en aprecia- ciaciones mas 0 ménos exaclas. Una de las mayores dificultades con que tropieza la hipóte- sis de las nubes solares, es la que consiste en la variedad de as- pecto, forma, magnitud, número y posicion, bajo las cuales se muestran las protuberancias en diferentes lugares, aunque estén muy próximos, duranle el curso del mismo eclipse. En 1842, por ejemplo, las relaciones de los observadores presentan acerca de esto las más extrañas divergencias. Inclinabanse entonces á alribuir este desacuerdo notable á la sorpresa que debió causar 334 un fenómeno lan imprevisto; pero en 1831 lodos los observa= dores estaban perfectamente advertidos, y no obstante se repi- tieron las mismas divergencias. De ello es facil convencerse, mirando los dos hermosos dibujos publicados con este motivo por la Real Sociedad astronómica de Londres. En vista de estas observaciones, no debe causar extrañeza que el 7 de seliembre último, las protuberancias observadas por nuestros oficiales en el Perú se hayan mostrado bajo un aspecto enteramente dife- rente en el Brasil, á hora y cuarto de intervalo, ni que el di- bujo que el mariscal Vaillant ha presentado á la Academia esté poco conforme con el de la expedicion brasileña. Las circuns- tancias atmosféricas eran del lodo diferentes, porque en las costas del Atlántico el sol se hallaba en lo alto del cielo, mien- tras que en las del Pacífico estaba cerca del horizonte. Además, en el intervalo de más de una hora las nubes solares, si son la causa de estos fenómenos, han podido cambiar de forma, ó desaparecer completamente. Falta examinar los resultados obtenidos por la expedicion en lo concerniente á la relacion supuesta por muchos astróno-= mos entre las manchas del sol y las protuberancias. Esta cues- tion se ha estudiado al parecer con interés en el Brasil. Antes del eclipse se observaron y dibujaron las manchas en el pala= cio imperial de San Cristobal. Al dia siguiente de él, la comi- sion observó además las manchas con el mismo objeto. De las seis protube.ancias que se notaron durante el eclipse, ninguna corresponde á las manchas, si se exceplua tal vez la tercera del lado oriental. Asi, pues, las conclusiones de la comision brasi- leña son dudosas en este punto, y negativas respecto de los otros cinco. Ninguna fácula correspondia tampoco á la posicion de dichas protuberancias. Acaso es ulil hacer aquí una obser- vacion que podrá haberse ocultado á los autores de la hipóte- sis. Las manchas no se presentan indiferentemente, como las protuberancias, en todas las regiones del disco solar, sino que están confinadas á una zona ecuatorial de 70 grados de anchu- ra. Más allá de 35 grados de declinacion heliocéntrica son en extremo raras, aunque Mr. Laugier observó algunas hacia los 41 grados de declinacion en la época de sus estudios sobre la rotacion del sol. En las regiones polares nunca las hay. Limi- he 339 tándonos, pues, á la regla general que señala á la region de las manchas situadas en los bordes del sol, dos arcos opuestos de 70 grados, para completar la circunferencia restan 2 arcos opuestos de 16 grados cada uno, en los cuales nunca se pre- sentan las manchas. Basta echar una ojeada sobre los dibujos de la expedicion, para ver que las 6 protuberancias están lejos de escalonarse asi sobre dos arcos opuestos de 70 grados de ex- tension, y que se salen mucho de las regiones marcadas á las manchas solares. Pero no debe admirarnos una falta de coin- cidencia de que los anteriores eclipses nos han ofrecido más de un ejemplo. A la verdad, las corrientes que deben reinar en la tercera atmósfera solar, si esla almósfera existe realmente en las condiciones indicadas por la corona, podrian arrastrar las nubes lejos de las manchas que las hubieran producido, trasladándolas de este modo hasta los polos; pero bajo tal as- pecto, la actual correspondencia de las manchas y las prolube- rancias no ofreceria ya el menor interés. Visibilidad de la luna fuera del sol. Este es uno de los fe- nómenos más curiosos y difíciles de explicar de los eclipses; por esta razon es tambien uno de los que recomendó Arago con mas insistencia á la atencion de los astrónomos, pues creyó descu- brir en él una prueba indirecta pero decisiva en favor de la tercera atmósfera del sol. Si existe dicha atmosfera, la corona, que es su indicio visible, debe quedar oculta por la luna, como el mismo sol. Si además, dice Arago, la intensidad de la luz de la corona añade ./, solamente al brillo del cielo en esa region de la almósfera terrestre, el borde de la luna debera mostrarse por vision negativa fuera del sol, pero dentro de la corona. Esta ingeniosa explicacion excluye evidentemente el caso de la vi- sion positiva de la luna, la que se deberia á un exceso de luz de su disco sobre la de las regiones inmediatas. Veamos lo que dice acerca del particular la comision brasileña. Hácia las 105 7m $ 10» 12% (tres cuarlos de hora antes del eclipse total), mientras los observadores con anteojos descubrian con dificul- tad una debil prolongación del limbo de la luna, en una exten- sion de 4 ó 5 minutos fuera del sol (Mr. de Mello y Mr. Liais), la imágen de la luna, directamente proyectada sobre un espejo raspado con un objetivo de 3 pulgadas y 2 metros de longitud 336 focal, se veia por entero y muy claramente: la imágen parecia más blanca que la próxima region del cielo. Esta apariencia se vió tambien á las 10* 40", pero más debil. Es evidente que la explicacion dada por Arago no comprende los hechos dela- llados, puesto que aqui se trala de una vision positiva y no ne- saliva. Ni tampoco son nuevos, toda vez que refiriéndose á las observaciones anteriores, se ve que en 1842, Mr. Eugenio Bou- vard noté 38 minutos despues de la oscuridad total, y 23 mi- nulos antes del fin del eclipse, el disco de la luna casi entero, como cuando se percibe la luz cenicienta, estando más luminoso el borde que se destacaba del sol. Aqui tenemos un hecho bien caracte- rizado de vision positiva, al cual se agregan olros lestimonios. ¿Deberemos creer que en la posicion que la luna ocupaba en- lonces con relacion al sol, la luz reflejada por la tierra iluminó por momentos al disco de nuestro satélite, hasta el punto de ponerle más brillante que la region atmosférica próxima al sol medio eclipsado? Es verdad que la luz cenicienta ha adquirido alguna vez en los eclipses totales un brillo inusitado, porque ¿á qué otra causa debe- remos referir la observacion de Vassenio en 1733, y la de Ferrer en 1806, quienes distinguieron claramente en la luna las prin- cipales manchas, sin embargo de la presencia de la aureola? ¿No deberemos tambien atribuir á la luz cenicienta, mas bien que á una impresion fisiológica, la mancha luminosa amari- llenta que Mr. de la Pinelais advirtió en el mismo eclipse del 7 de setiembre último, en el Perú, en medio de la luna, un poco antes del principio de la oscuridad total? (1). Pero á pesar de estos comprobantes, parece muy dificil atribuir á la luz ceni- cienta los hechos de visibilidad positiva del disco lunar, cuando el eclipse está poco adelantado, y cuando la iluminucion de nues- tra atmósfera tiene todavía gran intensidad. Fotografía del eclipse. Lo que hay de más notable, y la co- mision brasileña tiene plenamente el derecho de presentar el caso como nuevo, es que la referida imágen completa del disco lunar se ha reproducido fotograficamente sobre las cualro prue- AA (1) Compte rendu de la sesion del 25 de octubre de 1858, p. 660. 331 bas sacadas 7, 8, 11 y 12 minutos despues de las 10, es decir, en los momentos en que la proyeccion sobre el espejo raspado era visible. Pero esta imágen -estaba en realidad más negra que el fondo, puesto que ha salido más clara que él en los clichés negativos. Aquí hay una contradicción palmaria con el fenó- meno del espejo sin pulimento, y la relacion lo explica, recor- dando que la muy corta duracion del acto da generalmente sobre cristal pruebas positivas en lugar de negativas. Consig- nemos olro hecho que hace el precedente lodavía más enigmá- lico. En la mayor parte de los clichés tomados poco liempo an- tes de la totalidad, las extremidades de los cuernos parecen ligeramente truncadas y redondeadas. Así, pues, en cierto momento el disco lunar ha podido estampar su imágen completa fuera del sol, mientras que algo más tarde el poder fotográfico de las extremidades de la misma creciente solar no llegaba á señalar claramente la punta de sus cuernos. Aquí no puede suponerse error de colocacion en el punto debido, porque en medio de las pruebas que salieron mal, se logró una perfecta- mente clara, en que los cuernos estan muy aguzados. En vista de los trabajos de la comision brasileña, no puede dudarse de los servicios que la fotografía está llamada á prestar á la obser- vacion de los eclipses; pero es preciso decir que la folografía trae consigo sus dificultades particulares, y debemos apresu- rarnos á aprovechar las indicaciones de la experiencia que acaba de hacerse. Forzoso será sin duda recurrir en lo sucesivo para ciertas fases á preparaciones más sensibles, á no ser que se dé al anteojo ó a la placa un movimiento paraláclico, que complicaria la operacion; conviene sobre todo evilar el empleo de pantallas movibles, cuyo juego exije gran estabilidad en el instrumento, y reemplazarlas por algun obturador enteramente independiente del anteojo. Es una desgracia que en el momento en que Mr. Liais se disponia á fotografiar la corona, sus haces de rayos y sus pro- tuberancias, que se veian perfectamente en proyeccion sobre un espejo sin pulimento, el eclipse tolal lerminase súbitamente 42 segundos antes del instante previsto, en virtud del primer contacto y de la duracion señalada á la totalidad por las efemé- rides. Esto hubiera sido un curioso resultado de tan magnífica | TOMO 1X, 22 338 empresa cientifica, rica ya por otra parte en importantes ob- servaciones. Pero una vez que han faltado los 42 segundos con que se contaba, la tentativa debe proseguirse en olra oportuni- dad. El mal éxito de la expedicion en este punto particular, nos prueba por lo menos cuánto imporla dividir el trabajo en el breve tiempo que duran tales fenómenos. Acaso sería preciso confiar á hábiles artistas toda la parte fotográfica; pues los astró - nomos, libres entonces del cuidado de tomar medidas, y seguros de hallar exactamente en las pruebas los principales caracleres del fenómeno, podrian limitarse á estudiar sus variaciones, sus colores y los mil fugitivos accidentes que las más delicadas prue- bas no pueden reproducir. La extremada precipitacion con que los astrónomos han debido operar hasta el dia, les ha impedido muchas veces medir los ángulos de posicion de las protuberan- cias con la exactitud necesaria para la corroboracion de las hi- pótesis. No se puede, por ejemplo, afirmar ni negar de una ma- nera posiliva la identidad de los fenómenos observados en dife- rentes estaciones, sino a condicion de conocer con exaclilud su distribucion sobre la circunferencia de la luna. Pero ¿cómo ha de lener tiempo el observador de medir en uno 0 dos minutos los angulos de posicion y las alturas de cinco ó seis prominencias? Es necesario que se contente con algunos calculados por lo regu- lar rápidamente, y que llevan en si toda clase de probabilida- des de error. La fotografía, por el contrario, resuelve este pro- blema con la mayor facilidad, con tal que el origen de los angulos de posicion quede estampado en la placa, ya sea por la imágen de un hilo focal paralelo al movimiento diurno, ya por una de las aristas de la placa, que se habrá cuidado de colocar horizontalmente por medio de un buen nivel. La memorable campaña que acaba de hacer la expedicion brasileña, da nuevo interés á lodas estas cuestiones. Además de los resultados de que acabamos de presentar un rápido aná- lisis, suministra preciosas indicaciones acerca de la marcha que conviene seguir en el estudio de tan admirables fenóme- nos. No debemos admirarnos de que el equipage de una expe- dicion encargada de observar un simple eclipse de sol, sea hoy mucho más considerable y complicado que hace pocos años: esle es el destino de todas las empresas científicas de nuestra 339 época, en que la simple medida de una linea recta en el ter- reno, exije mucho más liempo, gastos, empleados y aparatos que en tiempo de Picard ó de La-Caille. No tardará en presentarse la ocasion de acometer de nuevo estos grandes problemas. El eclipse total del año próximo debe atravesar nuestras posesiones de Africa, y la parte de España más inmediata á nosotros. Tiempo es ya de ocuparse en ello, porque este fenómeno está por fortuna á nuestro alcance. Sin hablar aquí de nuestro observatorio imperial y del de Madrid, que enviarán sin duda expediciones bien organizadas al tra- yecto del eclipse, tenemos cerca de España un corresponsal con- sagrado á la ciencia, Mr. d'Abbadie, cuyo naciente observatorio está llamado á prestar grandes servicios en esla ocasion; y en la misma Argelia, donde va á construirse un observatorio por orden del principe ministro de las Colonias, será facil dirigir una expedicion astronómica al fuerte Napoleon, ó á cualquier otro punto de la línea central. Esperamos que este concurso de las fuerzas cientificas de la Francia dará al fin por resultado la resolucion del problema que llama hace 17 años la atencion de los astrónomos. Juslo es decir, sean cuales fuesen los resultados fuluros, que los recientes trabajos de la expedicion brasileña harán época en la historia de los esfuerzos llevados á cabo con este objeto, pues han enriquecido la ciencia con hechos notables, muchos de los cuales son enteramente nuevos; la direccion de las operaciones es digna de servir de modelo, habiéndose hecho uso de las inven- ciones más modernas con tanta seguridad como buen éxilo Aplaudimos, pues, este noble ensayo, que promete a la ciencia abundantes frutos en un pais lan admirablemenle situado para el estudio de los fenómenos naturales, y tan bien dirigido por las sendas del progreso cientifico. : Vuestra comision ha visto con el mas vivo interés la bené- vola acojida que se ha dispensado á nuestro compatriola Mr. Liais; y ha estudiado la parte que lan liberalmente se le ha con- cedido en los trabajos de la expedicion brasileña, y liene la salis- faccion de decir que Mr. Liais ha llenado su cometido con el talento y el buen éxito que eran de esperar. Tenemos pues, Señores, la honra de proponeros que deis 340 gracias a Mr. Liais por su comunicacion del Informe oficial de la comision brasileña, y que trateis de animar á esle jóven sa- bio con el estimulo que merece, manifestándole vuestra salisfac- cion; esto le alentará, lejos de su pais, á cumplir el dificil en- cargo que animosamente se ha impuesto á sí mismo. Las conclusiones de este Informe fueron aprobadas. (Por la Seccion de Ciencias Exactas, Francisco GArcia NAVARRO.) CIENCIAS FISICAS, FISICA. Sobre algunas propiedades fisicas del hielo; por Mr. TYNpALL. (Bibliot. uniy., enero 4858.) Los puntos principales que han sido objeto de estudio en esta Memoria, son los siguientes: 1.> Los efectos producidos en el hielo por el calor radiante, 2.” Los efectos producidos en el hielo por el calor trasmi- tido por conductibilidad. 3.” Las cavidades de aire y agua que presenta el hielo. £.” Los efectos de la presion en el hielo. En los experimentos acerca de los efectos del calor radiante se han empleado témpanos de hielo procedentes de Noruega y del lago Wenham; habiendo hecho que pase por ellos un rayo solar concentrado por una lente biconvexa. En el momento de cruzar el rayo dicho cuerpo sólido y trasparente, su huella se ha llenado instantáneamente de estrellas ó manchitas lumi- nosas parecidas á burbujas brillantes de aire, formándose alre- dedor de cada una la figura de una flor de seis pétalos. Estos los formaba visiblemente el agua. Al pasar sucesivamente el rayo por diferentes partes del hielo, la aparicion repentina de las estrellas y la formacion de las flores que las rodean, podia observarse perceptiblemente por medio de una lente ordinaria. Para ver si la mancha brillante que forma el centro de la flor contenia ó nó aire, se derritieron gradualmente trozos de hielo que se habian sometido á la accion del calor radiante. En el momento en que, á consecuencia del deshielo, experi- mentaban dichas cavidades la presion de la atmósfera por el intermedio del líquido, desaparecian las burbujas, sin que de 342 la superficie del agua se levantase la más pequeña cantidad de aire. Así, pues, la formacion de cada flor liquida va acompa- ñada de la produccion de un vacio en su centro. La perfecta simetría de estas flores permile deducir que el hielo es un cristal monoaxial, cuyo eje óplico coincide con la perpendicular al plano en que se forman las flores. Al principio de estos estudios habia resultado constante- menle que las flores se formaban en planos paralelos al de la congelacion; pero más adelante se advirtió que esta regla no se halla exenta de algunas excepciones aparenles que se describen en la Memoria. En algunas masas de hielo, homogéneas en la apariencia, las flores se formaron en el trayecto del rayo solar en planos separados algunas veces entre si por una cuarta parle de pul- gada. Lo cual prueba que las porciones inleriores de una masa de hielo pueden liquidarse por la accion del calor radiante, que ha atravesado sin derretirlas, las restantes partes del hielo. En la segunda seccion de su Memoria el aulor describe el derretimiento gradual de las masas de hielo por la formacion de discos de agua en su interior, y de sus observaciones infiere que el punto de fusion del hielo oscila entre limites que se acercan mucho á 0? €. A consecuencia de una constitucion cris- lalina más ténue, 0 de cualquier obra causa, ciertas porciones de una masa de hielo se derriten á una temperatura ligera- mente inferior á 0” C,, al paso que olras porciones de más re- sistente estructura necesilan, para derrelirse, otra temperalura ligeramente superior á 0”. De aqui resulta, que si se pone loda la masa á 0%, algunas partes se liquidarán, y las demás se mantendrán en estado sólido. La tercera seccion versa sobre el estudio de las cavidades de agua y aire. El autor las ha observado en hielo procedente de un lago, y presentan evidentemente el mismo caracler que las del hielo de las hieleras descritas por Mr. Agassiz, MM. Schlagintweit y Mr. Huxley. La hipótesis de Mr. Agassiz y de MM. Schlagintweil es que las burbujas de aire absorben el ca- lor que ha dejado pasar el bielo, cuerpo dialermano; el hielo que rodea á las burbujas se derrile, segun esta explicacion, en 343 virtud del calor absorbido así. Mr. Huxley supone que el agua contenida en las cavidades nunca se hiela, sino que se mantiene liquida desde el nevado hasta el fondo de la hielera. El autor prueba que las cavidades de agua que ha examinado, las ha pro- ducido el derretimiento del hielo. La hipótesis de Mr. Agassiz y de MM. Schlagintweit, que al parecer ha sido generalmente aceplada, conduce á las siguientes consecuencias. Teniendo en cuenta el calor específico del aire y del agua, el aulor demuestra que una burbuja de aire debe perder 3080* de calor para elevar 1” la temperatura de un volúmen igual de agua. Tomando igualmente en cuenta el calor latente del agua, se ve que para derretir un volúmen igual de hielo, una burbuja de aire debe perder 3080xX79,2, 6 243937,6 €. de calor. Pero Mr. Agassiz dice que cuando se expone al sol un trozo de hielo que contiene burbujas, el volúmen de agua formado excede muy pronto al del aire. Sería pues preciso, si su hipó- tesis fuese exacta, que la cantidad de calor absorbido por el aire en el breve espacio de una observacion (suponiendo que no se comunique al hielo), fuese bastante para elevar el aire de la burbuja á una lemperalura 160 veces más alta que la del hierro fundido. Si el aire estuviese dotado de tan inmenso poder de ab- sorcion, las capas superiores de la almósfera interceptarian se- guramente loda irradiación calorífica. El autor deduce de los experimentos de De la Roche y Melloni, que la cantidad de ca- lor absorbido por una burbuja de aire en la superficie de la tierra, despues de haber cruzado el calor nuestra almósfera y haber sido tamizado por ella, es absolutamente inapreciable. Esta conclusion es aún más cierta en el caso de que tratamos, si se reflexiona que la absorcion del hielo se suma con la de la almósfera. Considerando el calor como una especie de movimiento, el autor hace ver que las moléculas situadas en la superficie de la masa de hielo, adquieren la libertad que necesitan para pa- sar al estado liquido antes que las moléculas centrales. En' el interior de la masa cada molécula se ve entorpecida en su mo- vimiento por la accion de las inmediatas. Pero si dentro de la 344 masa hay una cavidad, las moléculas que forman sus paredes están en condiciones mecánicas parecidas á las de la superfi- cie, y puede dejarlas en libertad por una cantidad de movi- miento comunicado al hielo, sin que este haya perdido nunca el estado sólido. Algo parecido á esto ocurre en la trasmision del movimiento cruzando una serie de bolas elásticas: la últi- ma se separa de las demás, que no sufren ninguna variacion visible de lugar. El autor prueba experimentalmente que las porciones inle- riores de una masa de hielo pueden liquidarse por una cantidad de calor trasmitido por medio de las porciones exteriores, sin que estas se derritan. La cuarta seccion se halla destinada al exámen del caso contrario. Cuando se ponen en contacto dos pedazos de hielo a 0* C., cuyas superficies están húmedas, las porciones primitivamenle superficiales se trasladan al centro, v se establece muy pronto el equilibrio entre el movimiento de la capa delgada de hume- dad y el del cuerpo sólido que forma las dos paredes de la capa liquida;' de aqui resulla que esta se hiela, y ambos pedazos de hielo se unen entre si. La quinta seccion abraza una serie de observaciones rela- tivas á la conductibilidad del hielo por el calor. La sexta tiene por objeto el exámen de la influencia de la presion en el hielo. Se ha puesto un cilindro de dicho cuerpo entre dos tablitas de boj, y se le ha sometido á una presion creciente por grados. Mirando perpendicularmente el eje, se ha observado que se formaban lineas confusas (cloudy) al través del cilindro; pero mirando oblicuamente, se veia que dichas lineas eran las secciones de superficies confusas que atravesa- ban el cilindro y le daban el aspecto de un cristal de yeso ex- foliado. Estas superficies no son láminas de aire, porque se produ- cen tambien cuando la compresion se verifica debajo del agua. Además, algunas veces empiezan en el centro de la masa, y se extienden por grados en todos sentidos, hasla abarcar por com- pleto la seccion trasversal del cilindro. Hase dispuesto un espejo concavo de modo que proyecte la luz difusa del dia sobre el 345 cilindro mientras eslá sometido á la presion. Mirando con un aparato que aumentaba las superficies confusas producidas por la compresion, parecian hallarse en un estado de violenta agi- . tacion, que se propagaba inmedialamente desde los bordes de la superficie, á medida que avanzaba por el sólido. Por último, se ha probado que las referidas superficies se deben á que el hielo se liquida en planos perpendiculares á la direccion de la presion. Las superficies se han formado siempre con gran facilidad paralelamente a los planos en que las flores ya descritas se manifestaban por la influencia del calor radiante. Al contrario, era en extremo dificil obtenerlas perpendicularmente á dichos planos. Así, pues, ora sea el calor, ora la presion los medios de que nos valgamos, los experimentos demuestran que el hielo procedente de un lago se derrite con una facilidad particular en ciertas Ocasiones. El autor habla, en una nota, de la influencia extraordina- ria que la existencia del hidrógeno, como elemento de un cuer- po, ejerce en las ondas caloríficas y en las luminosas de mayor longitud. Cuando este elemento entra en la composicion de un cuerpo, se anuncia por el obstaculo que opone á la propaga- cion de las undulaciones más largas. Consultando la lista de las sustancias diatermanas presentada por Melloni, se ve que to- das las de poder trasmisivo mas debil contienen hidrógeno; el hielo es el cuerpo ménos diatermano observado hasta el dia. En ningun caso puede una sustancia hidrogenada comunicar rayos procedentes de un foco á 400* C. de temperatura, al paso que todos los demás cuerpos permiten mejor ó peor el paso de los rayos emitidos por un foco de tal género. La lista de los liquidos diatermanos de Melloni pone en evidencia el mismo hecho. Adviértese un salto brusco en el poder trasmisivo del cuerpo cuando se pasa de los que carecen de hidrógeno á los que lo contienen, siendo el agua el líquido ménos dialermano de la lista. El autor atribuye tambien á la accion del hidrógeno la diferencia de los resultados obtenidos por sir W. Herschel y por Seebeck acerca del lugar que ocupa el máximo de calor en el espectro solar. 346 METEOROLOGIA. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid, en el mes de mayo de 1859. Los cuatro primeros dias de esle mes deben considerarse como de la misma especie que los comprendidos en el últi- mo tercio de abril; en ellos, en efecto, fueron casi idénticas á las de aquella época la presion y apariencia de la atmósfera, algo menor la temperatura, frecuentes y poco abundantes los aguaceros, y debiles é indecisos los vientos, que de ordinario continuaron soplando del S. O.; en el dia 4, sin embargo, con la lluvia percibiéronse algunas señales eléctricas, mucho más intensas que las observadas antes de tal fecha. Sucedieron a estos otros seis dias caracterizados por su ele- vada temperatura, por presiones atmosféricas superiores á todas las del resto del mes, aunque poco notables sin embargo por su escasa humedad, vientos muy ondulantes, aspecto turbio del ambiente, y por haber ido en ellos sucesivamente aumentando la tension eléctrica del aire. En el dia 9, el más “caluroso de lodo el mes, formóse a la caida de la tarde, al N. N. E., como a 45” del cenit, una nube tempestuosa, pequeña al principio, que fué exlendiéndose poco á poco por el resto del espacio, y que por fin entre 74 y 9 de la noche despidió una ligera llu- via, acompañada de relámpagos y truenos. : En los dias 10, 11 y 12 se inició un periodo de lluvias, eléctricas todas, que se ha prolongado hasta fin de mes, y que probablemente abrazará tambien alguna parte del de junio. Fueron en este periodo dias notables los ya citados 10, 11 y 12, el primero por la coloracion vivísima y magnifica de la almós- fera al ponerse el sol, y los otros dos por las lluvias abundantes y lormenlosas que á diferentes horas de los mismos cayeron; los 17, 18 y 19 por haber sido en ellos iguales las presiones, poco diferentes las temperaturas, y estallado en los dos últimos a las propias horas, entre 1 y 2 de la tarde, tempestades 347 venidas del O., fuertes, aunque de muy escasa duracion; el 26 por el aguacero repentino é intenso (9ww,0) que, como á las 7 de la tarde, sobrevino por el N. O. y 0.; y los últimos del mes por la insistencia con que en ellos han soplado los vientos del S. 0., la gran cantidad de vapores suspendidos en la atmósfera, y las continuas y abundantes lluvias que con frecuencia han regado la tierra. Entre los meses de marzo y abril y el actual de mayo exis- len diferencias muy notables. Así, mientras en los primeros la altura barométrica varió continuamente y entre límites muy extensos, en el último no ha experimentado mas que leves al- leraciones, y se ha conservado más de 20 dias entre 698w",84 y 703mm,90: en vez de pasar la temperatura de un valor a otro muy distinto en el intervalo de dos dias conseculivos, como en marzo y abril sucedió con frecuencia, hay tambien en mayo más de 20 dias en que la temperatura media se halla compren- dida entre 11” y 16”, y las máximas al sol y á la sombra no son lampoco, en general, tan exlremadas en este como en aque- llos meses; los vientos impetuosos y frecuentes de abril, apenas 'se han percibido en mayo; y en conclusion, la humedad habi- tual del último mes, y el estado eléctrico de la atmósfera, han sido incomparablemente mayores que en la anterior mitad de la primavera. En el siguiente cuadro se hallan consignados los números principales que confirman y aclaran cuanto queda expueslo. BAROMETRO. — media a las. Mi... cu cas modos. MUI A A a a cdas > “108, A a le Me MO O a NA A ¿02 A E 1d dd oa net iaa star UR ae A O O A ER E a do. AMAS HO OS y lap le Be - a a ls 703 ,39 Mltura media mensual. ¿o hdios tejo do ojo 210341 ,08 Mid: maxima (dla 0)A . ¿hijo joa oli TOS), TA 348 Altura minima mensual (dia 13)............... 698=",90 Oscilacion:mensual La Dicegairó IRNOS 95 124 ld. máxima (dia 2.4 0109.00 da, 5,32 Ido 1100 i+ minima (dia 18). zolo su sap ici TERMOMETRO. Temperatura media á las 6 M..........oooo.o.o... 100 Id. 7 ASIA NID, DST. CILA OT 14,3 ld. 100 OI MASIA DO CODA A O 17,,9 Id. 0 10. ID BE ONSIAROS, 60.02.12 Ed 19,0 ld. UNO DIGO 5704.00 AY, 09.08," 16,4 Id. O O AI A O, OLEA 12 ,9 ld. ¡AREA 1 ollo MET 11,0 Temperatura media mensual. .......ooooooo...o... 14,5 Id. máxima a la sombra (dia 9).............. 30,0 105 vita alsol (OM OO IAS 10 IL 40,1 Temperatura minima (dia 3).................o.o.. 3,4 Id. id. en el reflector (dia 15).............. 0,0 Oscilacion máxima á la sombra (dia 9). ........... 22:59 100 minima (Aro 30) TAL AMA ETE UO PS EVAPORACION. Evaporacion media mensual. ...+...... MR a Td. o APA RAS 41.0 ld. A A e pio elo A PSICROMETRO. Humedad relativa media a las 6M.......o....... 85 Id. id. RA ESO A 67 Id. id. O OO ARA 49 Id. id. A > 8 Id. id. 1d. 1d 60: 9 M07 DRUA 56 349 Humedad relativa media á las 9 D........... Id. id. PA AA A Htumedadi media Mensual... ...o.0o.m........ ch A MN A es PLUVIMETRO. Dias de lluvialen ellmes. 5. cco.motorosrabrios Cantidad total de agua recogidd............... marina (dial)... Evora deso ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. A AA OLAS ds sea ida pia e 76 er Ad datos 1d Wie. nm els 49 SAO. PE deb AO DA EA 26 AA TAR 10 pul fis Ml del ER O 9 01 N.:0 94 .2).4 A 34 Noe: > E RA 47 NNUU .r.oo.”.s 68 71 64 87 49 350 Rusúnmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Colegio- Guatemala el 1858. Temperatura exterior. = _— A ——_ E | 2 HB. M. | H. M. [H.M. Meses. E y : E Z EE 6 9. 42 = = = El Enero...... 8%9 | 30%,2 [17%04| 24%3.| 11%6 | 47%,0 | 24%]1 Febrero.... 1 LIS USAS DIS MMS OA 235 Marzo. ....[| 5,2 | 29,9 118,43 | 24,7 | 12,4 | 18,9 | 23,6 Abril. £41 8,3 |32,0 |20,17| 23,7 | 13,0 | 20,9 |26,4 Mayo...... 1371 305512057 1 47 ¿44 | 105,2 | 21.,2-[( 268 Junio...... 14,1. 12841 20,10] 44,0 | 15,4) 24,1 | 2% ,0 AiO) ooo. 10,6 26 3 Ae 86 5 7 14 3 [201 112252 Agosto. .... A A E A RI A Setiembre... | 43,8 127,6 |19,44| 43,8 145,2 120,1 |22,2 Octubre....| 11,8 127,1 |18,98| 45,3 | 14,8 | 18,8 | 21,7 Noviembre...| 9,1 | 27,0 | 17,68 | 47,9 | 13,1 | 16,7 [20,1 Diciembre 9,31 DESTA, e 13 00 17 0 162057 Del año ...| 5,2 | 32,0 |18,83| 26,8 | 13,6 | 19,2 |22,8 351 Seminario «4 cargo de los PP. de la Compañía de Jesus de año 1858. ASA A A AA Dl ARS ADAL SEE AA TE AT A RA AAA Temperatura exterior. Temperatura de la evaporacion. SS -_— A DL XA AAA MT H. ON H. M H. M 4. M RE ÓN 5 9. 6. 9. 12. 5 9 ER narra less dl arazo lao id 018 0 ds | 17,2. LA5i66 A AAA TAE AMA TANIA 352 Siguen las observaciones A AA TAR E TEL FEA TOO TPC SI AAA 1858. Barómetro á cero grados, en milímetros. A A Meses. Enero. .......| 640,96 | 642,61 041,48 639,93 | 642,00 Febrero. ......| 641,07 | 642,46 | 641,35 | 639,70 | 641,93 Marzo. .......| 640,42 | 641,88 | 640,90 | 639,26 | 641,61 Abrilel 0... ds ..1 640,88 | 642,01 | 641114 | 639,22 | 641,57 Mayo! boo E E 640,48 | 641,66 | 640,85 | 639,18 | 641,39 Junio... ......| 639,86 | 641,10 | 640,13 | 638,69 640,98 ImiodP.0.0. 0 641,22 | 649,54 | 641,87 | 640,61 | 642,51 Agost0........| 641,28 | 642,58 | 641,78 | 640,51 | 642,46 Setiembre. ....| 640,67 | 641,94 | 641,13 | 639,55 | 641,94 Noviembre... ..| 641,13 642,70 | 641,60 640,06 Diciembre.....| 641,43 642,82 | 641,65 640,14 Del año. .....| 640,80 642,16 641,21 639,66 641,87 Octubre... .....| 640,20 | 641,63 | 640,63 z 641,36 A AAA A LAIA A RRA IR AAA IAS AIRE LAA 393 meteorológicas de Guatemala. A Barómetro á cero grados, en milímetros. 644,79 | 641,53 7,41 644,64 | 641,70 6,60 —— raza AL AA———- A A AS A 644,99 | 641,12 8,04 OsCILACION BAROMÉTRICA DIURNA ALTURA BAROMÉTRICA+ = A O A SAS a 3 | ¿ S E E E E E 2 S E 3 E E E 3 28 = = = = = z E 1,80 3,76 2,68 638,29 644,59 | 641,38 6,30 2,10 4,01 2,76 638,25 | 644,82 | 641,29 6,57 1,81 4,23 2,62 636,95 | 644,99 | 640,79 8,04 1,63 3,99 2,79 637,38 644,42 | 640,92 7,04 1,84 eE 2,48 638,03 643,22 | 640,68 5,19 1,71 2,98 2,41 [| 637,19 | 642,39 | 640,16 | 5,20 bj 3,28 1,93 639,00 644,02 | 641,72 5,02 1ab 3,20 2907 638,69 643,87 | 641,71 5,18 1,93 3,21 | 239 | 638,83 | 643,22 | 641,02 | 4,339 1,20 3,80 2253 | 63723 | 643,46 | 640,57 | 6,23 TOMO IX. 23 Siguen las observaciones 1858. Fuerza elástica del vapor de agua, en milimetros, E = | 5 HU, M H. M 1. oM BP HN 3 Meses. E E 6 9. 12 5 9. 11,20 | 12,74 10,92 | 12,33 Setiembre. ..| 212,9 | 12,11 | 13,55 | 13,90 | 13,10 | 13,06 Octubre. ...| 824 | 11,67 | 11,73 | 11,20 | 11,84 | 12,29 Noviembre... 1,7 | 10,54 | 10,72 | 10,66 | 40,64 | 10,90 Diciembre... 2,6 P 10,60 10,33 9,84 A a A pd Del año. ...| 1275,0 P 10,95 10,78 10,54 395 meteorológicas de Guatemala. Estado higrométrico del aire, satura- cion =100, A a apé a NÓ a A A Número de los dias de H. M./B. M./H. M.|H, T.(H.N. 6. (9. A E : E E ¿ El 3 3 [6] Z E a É É 97,61 65,9 43,9/47,6/83,4] 71 0| 1:11 o0| 01003 90,3154,11 40,4| 40,7 175,00 11 ol. 6l. ol ol ol<0o 91,6/52,8 41,11 39,7178,7) 61 al 4l 31. 1l 3l-0 87,1156,1139,8|38,2166,8) 21 0l 71.61 ol al.2 94,3/56,8/ 51,2/ 51,0/85,5] 19 1 AAA 1514 3 96,5163,5|58,6| 62,6/93,4] 26 0| 9l| 141 6l t1l 2 97,6166,51 55,7/56,8/91,2) 221 0l 141) 181 21 4Í 5 96,41 67,9 50,11 54,4/87,0 14 1l 121 201 21 51 2 94,3177,51 64,81 67,4188,2) 23 | ol al 141 :5| 5l. 2 93,1172,6/57,9159,5/85,1) 13| Ol 10.17 bc1l| alo 94,0175,8/61,9156,3183,6) 21 0| 7|. 8 ol 0 95,0 melo 54,4180,7 11 8 | 0 ls10le 1 les 1, olaa 94,01 65,1| 51,0 521102 1381 3 [103 |116| 26| 41 | 19 356 Siguen las observaciones AAA AA AA AAA AX e A e A a ts Número de los dias en b Número de los dias en que el vaporacion diur- 1858. viento ha sido que el cielo ha estado na, en milímetros, generalmente A A AA O A SS CT a tal Z z | . Meses. S lo) a É $ E Z ' 23 Es 5 9 035.3 16 [1.08 .2 q = 3 = E 3 = SS Z Li > 8) 77) Z ¡S) z z z a AAA > —Á Y > —_—_— —_—_—_— LM a | AA | Del año....|214 | 68 | 66 17 | 94 Enero. 4. ..|1 24 |: 1 5 1 4 13:/|2492 4 2,1| 7,0| 5,0 Febrero. ...|. 14 |. 9 5 0 120 4 4 4,5| 8,0/ 6,4 Marzo. ....[16| 6 | 7. | 2 | 10 | 49|. 2(45| 09,5 6,4 Abril. .s..¿lo 15 f040 |: 51 lo 0.4 482 pota p hos 11,5|7,9 Mayo. «2... Spo9p12 | od sp 16 | 12 [2,5] 9,0|5,4 Junio. ¿tool 56 as lo 1 de Os lco 4 ho26 1,5) 06,9):454 Julio. La. ¿le 22 128 h03 lo 4 de delcots 15 (a1 7,51 5,1 Agosto... ..1 25) 5 | 4 | 0] 3| 19). 9f21) 8,5) 6,0 Setiembre... Je 17 07 lens llo 3 de dejeato ore lote 1146 Oetobret ¿[e 22) 1050 lora jo 2d 3 | 191 9 bdu7| 6,5150 Noviembre... 21 6 | ol 34 6] 20). 42,9) 7,5) 5,6 Diciembre. ..[ 25: 2:31 45 151 4[40| 8,0|5,9 AAA 391 ER Observaciones. magnéticas, ¿3 Ea: —Ñ 5 E DECLINACION AL ESTE. ES E += KB > ens E s a 5 E 2335 3 5 E 2 2 $ A E E E E E E 3 3 = = S > 1903 0/56 6/51 | 3550] 7%19'350| 7%917 917% 69271. 119.3 056 738 338 112305 15191, 118 71638 19,3 515 633 INE TALE 6 7 14 0% 19,4 190 6 4 427 71226:/7 20 4 .17 15 54 19,6 2411 7 38 435 71044 |71926 171593 19,6 2 20 651 1919) TAM TADA TAR A 19,9 2 30 728 2.3 ASUDEA lA o o 19,8 DA A] e dy | 71:10,52 117.201.417 149 25 19,7 E 930 551 TAS IZA AA 19,6 056 614 340 [71120 171858 |71457 19,4 124 4 40 258 7.11 48*|7 17-53 -17 1439 19,4 1143 A) 335 7:41 58 171858 71544 19,55 | 0 56 930 [44576] 71044 | 721 18 (71526,5 Observatorio físico y Resúmen de las observaciones meteorológicas del mes de marzo de 1859. 8 de la mañana. 12 del dia, 4 de la tarde, 8 de la noche. 769mm,00 769mm 20 767mm 59 767mm,8( 760 ,00 IDO 158 ,30 759 20 764 ,76 764 ,60 763 —,48 764 54 D89-=5 30-83 3150) 97 .2 ES DUO ol. 1 4 M0) AMA A 2 Al 21. $ 9 240 17mm,67 17mm,72 18mm,05 18mm,56 IE 60 ,28 (A 7D ,35 21,93 LOA YN ROA PENES ¡Barúmetra 4. UE MIDIDA. ¿ooo al a a ot Id media. ote o AA 0 A A A PP ooo oa A A o A A HA o rc a a Psicrómetro..... Tension media del vapor del agua........... Higrómetro.'..... Humeédad.relativa Media. ...< o... ......... Tension máxima del vapor de agua. ............ Tension id. id. del vapor de agua....... AAA rt o o A Md El E JS Altura id. id, del barómetro........... e a ll 764 ,30 O ARO O ARCO OA O boa a AER E .sb. | 14 ,S£ o o o o TO : 87 31 A AE O Pe A a Sd a UA 49 ,88 20 Temperatura media general. ..........0.... Apu 2 en aaa a 00 0 a a a as a oa a ae ..oso * del , SECO CORO OOOO ORCOS A OE EI e PEL ARO AE z : 76 44 Evapgración p re duro 900 EMS... gue. A e] 99 32 A Endendas, Sllnodo Eng HP MESSI ¿APPO ICON O Evaporador. dx. DO E edia lla lee e da e : 3,2 ó sean 1 línea, 7 puntos, 84. OO ORIO , EE A AA NS ad 19 Z Pluvimetro...... ó sea ( pulgada, 10 líneas, 2 puntos, 17. TIRA : ? A a a a La de de 3» ESA O€;-DIIM«I IA A o eee Nora. La temperatura media deducida de seis observaciones diarias en los termómetros colocados en la torre, fué de 235" 6; . en el observatorio, de 26*,6. Las temperaturas máxima y mínima han sido: la máxima de 31%, la mínima de 19%5.—=Hanana 1.” de abril de 1859. CIENCIAS NATURALES, —1410039 00 GEOLOGIA. Trabajos sobre las leyes que rigieron 0 presidieron al mundo orgánico al tiempo de formarse la corteza terrestre; por Mx. Bronx. (Bibliot. univ. de Ginebra, marzo 4859.) Con esle lítulo acaba de publicar Mr. Bronn en aleman su obra premiada por la Academia de Ciencias de París, cuyo tra- bajo se ha hecho con molivo de una cuestion propuesta en 1853 por dicha Academia, y sacada á concurso en 1854 en la forma siguiente. «Estudiar las leyes de la distribucion de los cuerpos orga- nizados fósiles en los diferentes terrenos sedimenlarios, siguiendo el orden de su superposicion. » Discutir la cueslion desu aparicion y desaparicion sucesiva 0 simultanea. | »Averiguar la naturaleza de las relaciones que exislen entre el estado actual del reino organico y sus estados anleriores.» La Academia es verdad que ha decidido la impresion del trabajo importante de Mr. Bronn; pero segun los usos y costum- hres del citado Instituto, habrán de pasar todavia algunos años antes que se concluya la impresion. Por fortuna Mr. Bronn ha dado una traduccion alemana de su obra, que lleva al original la ventaja de estar ya publicada, y además de hallarse aumen- tada con multitud de notas que ponen esta obra al nivel de la ciencia en 1858. En vez de hacer un análisis de tan importantes trabajos, hemos creido mejor presentar á nuestros lectores la traduccion 360 completa del último capitulo en que el mismo aulor resume los resultados esenciales á que ha llegado. Dicha traduccion es la que sigue: IL. Resultados de los trabajos de Mr. Bronm relativamente á la distribucion de los organismos fósiles en la série natural de los terrenos sedimentarios. Los trabajos consignados en esta obra son una confirmacion de las leyes que resultan del estudio puramente geológico de la marcha observada en la corteza del globo, relativamente á la aparicion sucesiva de los seres organizados. Además ponen en evidencia ciertos hechos que no resultan inmediatamente de esas leyes, aunque no se hallen en contradiccion con ellas; he- chos que merecen llamar la atencion muy particularmente. Primera ley fundamental. 1.2 Los organismos han aparecido en la serie de los tiempos en los diferentes lugares bajo condiciones de tipo y número que estaba en armonía con las condiciones exteriores de existencia. 2. La aparicion de los dos reinos organizados ha sido simul- tánea, datando casi inmediatamente de los primeros depósitos neptunianos; es decir, de una época en que el calor central debia ejercer todavía una influencia considerable en la super- ficie del globo. Sin duda ha sido desde un principio el papel de los organismos de ambos reinos mantener la atmósfera en un estado tal; que sean las proporciones de oxigeno y ácido carbónico lo más favorables posible para su propio desarrollo, suponiendo por lo menos que la composicion química de la at- mósfera fuese ya constante é independiente de otras circuns- tancias. 3.2 La poblacion de la superficie de la tierra era en el prin- cipio muy uniforme bajo todas las latitudes, y sólo á mediados del periodo terciario se vieron las floras y faunas diferenciarso esencialmenle segun las zonas. 4. Ya sea bajo el aspecto de la constitucion, 0 en cuanto al número, la poblacion primitiva de la superficie de la tierra correspondia á un clima cálido, de naturaleza tropical, unifor- me durante todo el año, lo cual resulta del hecho mismo de no ARES 361 manifestarse hasta más adelante, á consecuencia de un enfria- miento, cuyo punto de partida fueron las regiones polares, las diferencias de clima de las diversas zonas. 5.2 Todas las modificaciones sucesivas de la poblacion ani- mal y vegetal de la superficie del globo se han realizado por aniquilación de las especies antiguas y aparicion de olras nue- vas, sin haber existido nunca paso gradual de una especie á otra. 6.2 Los tipos primitivos, ya animales ya vegetales, distaban todos mucho de la naturaleza viviente actual. Algunos se di- ferenciaban en cuantas subclases habia ó en tantos órdenes, y la mayor parte en los géneros. Pero á medida que en la historia de la tierra nos aproximamos á la época actual, se advierte una concordancia siempre creciente en los géneros, y hasta en ciertos casos, una identidad de especies con nuestra naturaleza viviente. : 7.” En todos los tiempos han existido faunas y floras topo- gráficamente distintas, por efecto de las diferencias de condi- ciones en las localidades, y á causa de la distribucion de los mares y elevacion de las montañas. Pero á medida que los cam- bios ó alteraciones de la superficie terrestre multiplicaron y va- riaron las condiciones de localidad, á medida que se dividieron los mares y extendieron los continentes, que se prolongaron las cordilleras de montañas, que se elevaron las cimas, vie- ronse tambien diversificarse los tipos organizados, y su modo de agrupamiento y asociacion. Las faunas y floras se marcaron de una manera más clara, y en todos los casos el número de especies que vivian á su tiempo se hizo siempre más con- siderable. 8. Entre las estaciones de naturaleza notable, deben ci- larse ante todo los pantanos inmensos de Estigmarias en la época carbonifera. Gracias á sus raices horizontales, largas y numerosas, extendidas por la superficie de las aguas, las es- tigmarias han proporcionado al parecer con el tiempo á multi- tud de otros vegetales el suelo necesario para su desarrollo. Cuando estos perecian se enterraban en el légamo, y protegidos así del contacto del aire, se trasformaban paulatina y comple- mente en carbon de piedra (hulla), dejando sólo descomponer 362 y podrir en la superficie un corto número de despojos. De esle modo podia verificarse la acumulacion de sustancias carboni- zadas de una manera relativamente rápida (próximamente co- mo en nuestras lurberas), y la formacion de capas de carbon exigiria por consecuencia un tiempo tal vez menos considera- ble que lo que comunmenle se cree. Las aliernalivas cien ve- ces repelidas de capas de hulla y de arenisca ó de pizarras ar- cillosas, nos demuestran que se operaba entonces una depresion lenta y gradual del suelo, durante la cual se cubrian de lé- gamo y arena las capas de materias vegetales que acababan de formarse, volviéndose á elevar despues el suelo otra vez. Esas depresiones continuas indican la existencia en aquella época de movimientos plulónicos (1) de la costra lerreslre, á consecuen- cia de los cuales pudieron verificarse por mucho tiempo emi- siones abundantes de ácido carbónico, como vemos que sucede en nuestros dias en ciertos paises. Tal era sin duda el papel de esos bosques cenagosos, el de apoderarse entonces de dicho ácido carbónico y fijar el carbon en el fondo de las aguas. Efec- tivamente, si todo el carbono contenido en las materias orgá- nicas depositadas hoy en los lerrenos sedimentarios en forma de hullas, betun, etc., hubiera existido alguna vez simultánea- mente en la atmósfera en forma de ácido carbónico, no hubiera podido haber ni vida animal ni vegetal. Esos pantanos hulleros de Estigmarias, con su vegetacion lan particular, se han pre- sentado de nuevo al parecer ya en uno ya en olro punlo, cuando á causa de algunos hundimientos del suelo combinados con emisiones de ácido carbónico, se han vuello á producir otras condiciones análogas (2). (1) Debe notarse sin embargo que tales movimientos del suelo no im- plican forzosamente una accion plutónica. Los interesantes trabajos de MM. Bischoff, Volger y otros prueban al parecer por el contrario, que los hundimientos de esta naturaleza han debido tener por lo regular una causa neptuniana del todo. (2) Esta es la primera vez que sepamos, que se hayan combinado en- tre sí de esa manera las diversas condiciones indicadas, tales como la com- posicion química del aire, los pantanos de Estigmarias, y la formacion de hulla, cuya combinacion nos parece tan natural como necesaria. Sin 363 9. Aunque el ácido carbónico emitido de contínuo lo hayan eliminado tambien sin cesar y lentamente los bosques de Esligmarias, no es por eso ménos probable que han debido ejercer una gran influencia en el carácter del resto de la ve- gelacion las causas de hundimiento del suelo (la elevacion de temperatura), lo mismo que la cantidad de acido carbónico en mayor proporcion que la de hoy, y el gran desarrollo de los pantanos de Estigmarias. Mas estos son efectos que es imposible analizar ni atribuir con certeza á sus causas particulares. 10. Una multitud de plantas y animales, en particular más de las tres cuartas partes de los insectos lerrestres, de las aves y los mamiferos, ligados forzosamente, ya bajo el punto de vista de su alimento ya bajo el de su habitacion, á ciertos géneros y aun hasta ciertus especies de vegetales, no han podido natu- ralmente aparecer sino despues de estos. Los animales y vege- lales inferiores se hallan por lo regular ligados no lan estre- chamente á otros organismos como algunos vegetales más eleva- dos en la série. 11. Las modificaciones principales que han debido sufrir las condiciones exteriores de existencia de los organismos, ha- brán consistido sin duda esencialmente en la division del Océano universal en varios mares, en cuencas medilerráneas y en lagos caspios; en la aparicion de islas que se agrandarian y aun se reunirian entre sí para formar continentes; en el le- vantamiento de cordilleras, de montañas, elec. Paralelamente á esa trasformacion de la costra terrestre, habrá sufrido modifi- caciones análogas el mundo organizado. La poblacion del mar, primilivamente toda pelágica, se combinaria con otra pobla- cion litoral, luego con otra terrestre, pero exclusivamente cos- tanera, y finalmente con poblaciones continentales, que varia- rian segun los paises llanos y los montañosos. Esla serie de lenómenos es la que designamos con el nombre de evolucion terripelal. Ya dependa de la serie sucesiva de los organismos, embargo, confesamos que esta opinion exije se funde mejor, y podrá sufrir algunas modificaciones. Es demasiado nueva para que nos haya sido posible desarrollarla suficientemente. Tal vez podamos hacerlo más adelante. 364 ya de la trasformacion de sus caracleres, auñ en los casos de sernos desconocidas las causas de trasformacion, dicha evolu- cion se presenta á nuestra vista como una ley de desarrollo en- teramente general, y es la que llamamos ley (erripetal. Como por lo regular es más elevado el grado de organizacion que caracteriza á los habitantes de las costas que el de los moradores de las profundidades de los mares, é igualmente es más elevado el grado de organizacion de los habitantes de las tierras que el de los moradores de las aguas, resulta que dicha Jey se halla ligada intimamente con un desarrollo progresivo. Las prime- ras plantas terrestres (fuera de las hullas de Portugal, cuya na- turaleza siluriana es dudosa), datan de la formacion devoniana; los primeros animales anfibios que se observan en la misma época, son en muy corto número. Los verdaderos habitantes primeros de las tierras, que han respirado el aire natural (in- seclos) y se han movido, se observan en la formacion carboni- fera. Á contar desde ese momento, el número de los organismos terrestres ha ido siempre creciendo, hasta concluir por exceder al de los organismos marinos. Segunda ley fundamental. 12. Además de esa primera ley existe evidentemente otra de creacion positiva é independiente, que se nos manifiesta en la sencillez y orden perfecto de todas las modificaciones simultá- neas ó sucesivas del mundo organizado. Las condiciones exte- riores de existencia no permitian sino bajo un punto de vista enteramente negativo la averiguacion del plan que ha presidido á la creacion á cada momento y en toda la serie de los liem- pos. Pero la segunda ley, gracias á su caracler posilivo, nos ofrece el medio de seguir el hilo conductor con mayor facilidad y consecuencia que permilia hacerlo la primera tan compleja. De aquí resulta en primer lugar la estricta uniformidad en toda la creacion que existia simulláneamente á cada momento dado en toda la superficie de la tierra; de aquí la aparicion y des- aparicion simultánea de géneros y especies en todas las regio- nes y bajo todas las zonas; de aquí tambien el equilibrio conti- nuo entre las plantas y animales, los animales terrestres y los 365 acuáticos, los herbívoros y carniceros de cada creacion, y todo eslo realizado con mayor exactitud que hubiera podido suceder bajo la sóla influencia de las condiciones exteriores de existen - cia, que si bien pueden destruir, nada pueden sin embargo criar. El desarrollo del plan de creacion en la serie de las eda- des geológicas se ha verificado con perfecta consecuencia y de un modo enteramente independiente. El desarrollo sistemático y progresivo y la ley que le rije es un hecho imposible de ne- garse ya. Mas no debe representarse ese desenvolvimiento pro- gresivo como consistente en la aparicion primitiva de sólo los fitozoarios, siguiéndoles despues y sucesivamente los actinozoa- rios, los malacozoarios, entomozoarios, y finalmente los espon= dilozoarios, y que á lodas las clases y órdenes siguió la apari- cion de otra clase ó un orden más elevado en la escala de la organizacion. En realidad, los subreinos, á Jos que bastaban las condiciones exteriores de existencia en la época más anli- gua, aparecieron simullaneamente ó casi de esle modo, y se hallaban representados por las clases y órdenes más inferiores en organizacion de formas pelagianas y nalatorias, cuya respi- racion aérea se verificaba por medio de agallas. Cuando más adelante aparecieron rápidamente unos despues de otros, los subreinos superiores representaron á los órdenes primitivos unos tipos cada vez más elevados. Asi se observa en muchos casos y en todos los subreinos sin excepcion al pasar revista clase por clase y orden por orden, á fin de comprobar la época de su aparicion y la de su culminacion (aparicion de los vegetales superiores, peces óseos, mamiferos). 13. En ninguna parle es tan evidente ese plan de sucesion como en el reino vegetal, en el que vemos aparecer primero y simulláneamente varios subreinos, á los que siguió la aparicion sucesiva de los grupos superiores que más se les aproximaban por su organizacion, y que tampoco llegaron á su punto culmi- nante hasta más larde. La consecuencia natural de esto fué la aparicion relalivamente más tardía de los grupos de vegetales más elevados en organizacion, grupos que exceden á los demás por el número de sus géneros y especies; y sin embargo, en cuanto podemos juzgar ahora, las condiciones exteriores de existencia hubieran permitido desde un principio su aparicion. 366 Imposible nos es hoy asignar otra causa que haya producido el efecto de retrasar la aparicion de los dicotiledones angiosper- mos hasta la época cretácea, sino la ley del desarrollo progre- sivo (á no ser queriendo admitir que se hayan opuesto á su na- cimiento en las épocas antiguas las emisiones de ácido car- bhónico). 14. La aparicion tardía de los dicotiledones angiospermos es sin contradiccion entre lodas las causas la que ha tenido más importancia para retrasar la aparicion de la mayor parle de los animales terrestres, tales como los insectos, aves y ma- miferos. A pesar de eso los lipos marinos, omnivoros y carní- voros, y entre los géneros y órdenes correspondientes á dichas clases que se alimentan de dicotiledones y angiospermos, pudie- ron ya aparecer en una época más remota. Entre la multitud de animales que viven á expensas de los dicoliledones angiosper- mos, hay además gran número de ellos que dependen unos de otros; de este modo los vertebrados carnívoros, los insectos co- prófagos ú parásitos, etc., no podian aparecer sino despues de ciertos otros animales. 15. El desarrollo progresivo no consiste sólo en el hecho de agregarse tipos nuevos y más'perfectos á los inferiores que exis- tian antes, sino tambien en la circunstancia de disminuir de importancia estos últimos, contando desde su punto de culmi- nacion hasta concluir por extinguirse completamente. Dicho se está que ciertos tipos han aparecido con su máximo de desar- rollo. Por consecuencia se observan simullaneamente en cada subreino, y aun en cada clase de seres organizados, cierlos l1- pos en via de desarrollo y otros en via de crecimiento. Los lipos que tienden á desaparecer son los inferiores bajo el punto de vista de su organizacion 0 del de la serie lerripelal (por ejem- plo, los cefalópodos). Los que van multiplicandose ocupan por el contrario un lugar más elevado bajo cualquiera de esos dos puntos de vista. Los grupos que tienden á sustiluirse unos á otros se hallan en general en el periodo mesolílico, pero á ve- ces los separa tambien un intervalo más ó ménos largo. Ade- más, exislen grupos de organismos cuyo desarrollo numérico permanece próximamente el mismo á través de todos los pe- riodos. Por lo regular son eslos órdenes 4 subórdenes inferio- 367 res, compuestos quizás tambien en ese caso de dos grupos que tienden á sustituirse mútuamente. 16. Todos los grandes fenómenos relativos al órden de apa- ricion de las diversas subdivisiones del reino organizado resul- tan de las leyes que hemos desarrollado hasta aqui, las que pueden resumirse del modo siguiente: (a) adaptacion á las con- diciones exteriores de existencia; (b) movimiento terripetal; (c) desarrollo progresivo, es decir, aparicion sucesiva de formas con organizacion cada vez más complicada. La aparicion de to- das esas subdivisiones se halla subordinada á dichas leyes, ex- ceptuando la de ciertos grupos de importancia secundaria (sub- órdenes ó familias). Entre esas cortas excepciones puede citarse la aparicion tardía de ciertos grupos de peces teleostidos, la prematura de ciertos reptiles terrestres, lagartos thecodontos y acrodontos, que precedieron á los saurios acuáticos nexipodos y emidosaurios, y la extincion rápida de los dinosaurios, de organizacion tan elevada en el momento de la aparicion de los mamiferos. Pero estos hechos son tan aislados, que sólo es po- sible considerarlos como excepciones de la regla. Verdad es que si se quiere descender en estas consideraciones hasta las fami- lias de importancia mínima, se verán multiplicarse las excep- ciones. Mas aunque indudablemente hayan presidido á la crea- cion las leyes que acabamos de enumerar, distamos mucho de pretender que sean lan matemáticamente absolutas (hecha abs- traccion, por supuesto, de los efectos negativos y decisivos de la ley de las condiciones exteriores de existencia) como la ley de atraccion universal, ó como la de afinidad, Ó cualquiera otra que no sufra excepcion. Por lo demás, todavía ignoramos la regla de que se ha valido el mismo Criador para la delermina- cion del orden sistemático de los seres. 17. Es verdad que un gran número de fenómenos salisfa- cen al parecer la ley del desarrollo sucesivo de séries de orga- nismos correspondientes á tipos embrionarios, tal como la ha formulado Mr. Agassiz. Sin embargo, los diferentes caracléres que ofrecen los organismos, resultados de la metamórfosis de su tipo embrionario, no son todos signos de perfeccion gradual, sino variaciones sobre un sólo tema de organizacion, sobre un pensamiento fundamen tal único. 368 18. Todos los fenómenos que deducimos de la ley de adap- tacion á las circunstancias exteriores de existencia, de la ley de evolucion lerripetal y de la del desarrollo progresivo, nos demuestran una marcha regular desde el principio al fin de las edades geológicas. Sin embargo, hay dos momentos que por su importancia se destacan por si mismos de ese curso uni- forme de la historia de la tierra: el uno termina el periodo pa- leolítico, y el otro precede inmediatamente al cenolítico. El pri- mero corresponde á la extincion de los pantanos de Estigmarias, la cual produjo la cesacion de fenómenos particulares y muy venerales en la superficie, intimamente ligados con la existen- cia de esas plantas pantanosas de un órden singular; habiendo sido igualmente causa de la desaparicion de gran número de tipos palólicos. El segundo corresponde á la desaparicion de las ammonilas y belemnilas, a la aparicion primera en que se pre- sentan por primera vez en escala considerable dicotiledones an- giospermos, peces teleostidos, aves que vivian en los árboles, y finalmente mamiferos. La multiplicacion del número de gé- neros y especies recibió de este modo un nuevo impulso. Desde ese momento es cuando datan los primeros vestigios de una di- terencia de climas correspondientes á las diversas zonas del globo terrestre. IL. Resultados de los trabajos relativos á la gradacion 6 simultaneidad de la aparicion y desaparicion de los seres orga- nizados. Los resultados que hemos obtenido relativamente á la apa- ricion y extincion gradual 6 simultánea de lodos los organismos de una misma época, pueden resumirse del modo siguiente: 1.2 La creacion de nuevas especies y desaparicion de lipos antiguos duró de un modo contínuo, salvo ligeras oscilaciones, sin limitarse á ciertos periodos de creacion, por mas que sea facil imaginarse que ciertos acontecimientos geológicos hayan podido producir en algun punto que otro la extincion simultá- nea de un número de especies mayor ó menor. 2.2 La duracion de existencia ha sido muy variable segun las especies. Ciertos tipos especificos han durado 2,3, 4.65 veces más que obros, de suerle que algunos sólo existieron una pequeña fraccion del tiempo necesario para la formacion de un 369 terreno en el sentido geológico de la palabra, al paso que otros sobrevivieron á la formacion de dos ó tres terrenos, y aún más todavía; cuyos fenómenos podian verificarse en cierto punto de la superficie del globo solamente, sin presentarse en ninguna otra parle. 3.” No hay, pues, terrenos marcados en el sentido paleolítico de la palabra, ni creaciones marcadas, ni floras ni faunas su- cesivas bien limitadas, como tampoco existe lerreno que con- serve simultaneamente en todas las parles del mundo los mis- mos caracléres mineralógicos, la misma potencia, é idénticos límites litológicos y paleontológicos. 4.” Un terreno geológico ó una fauna y flora geológicas, es el conjunto de capas sedimentarias que se forman en toda la tierra en cierto espacio de tiempo, Ó bien el conjunto de ani- males y plantas que han vivido durante ese espacio de liempo. Poco importa que el carácter litológico, la polencia y límites de demarcacion de dichas capas hayan sido uniformes en toda la superficie del globo, ó que hayan variado de localidad á locali- dad, adoptando en un punto tal facies y en distinto lugar otra; tampoco importa que las diversas especies de organismos per- lenecientes á esa época hayan vivido desde su principio hasta el fin, Ó que sólo hayan durado parte de ese tiempo, ni que hayan excedido 0 no los límites señalados al referido lerreno. : 5.2 Cuando el depósito de capas idénticas, correspondientes aun estado idéntico y constante del mar, duraba más en un pais que en otro, la poblacion de ese mar y los restos orgánicos de la misma podian subsistir allí por más tiempo sin sufrir mo- dificacion. 6. Cuando reaparecia un estado idéntico de mar durante el depósito de un terreno inmediatamente conseculivo, ó bien á continuacion de un intervalo más ó ménos largo en que pu- dieron depositarse otros terrenos, podia igualmente volver á presentarse la misma poblacion marina en la misma localidad, y producir despojos orgánicos idénticos inclusos en las capas superiores. De este modo se formaban lo que se llama colonias en geología. Sin embargo, es probable que dicho fenómeno no haya podido presentarse sino en el caso de haber continuado TOMO IX. 24 370 viviendo en el intervalo las mismas especies, aunque tal vez en número reducidisimo en alguna otra localidad. A pesar de todo, ya hemos probado cómo puede suceder que restos de especies perfectamente idénticas pasen árocas de distinta naluraleza de- posiladas por mares muy diferentes. 7.2 No existen quizas terrenos inmediatamente superiores unos á otros, ni faunas ni floras conseculivas, sin que les sean comunes cierlos organismos. El número de especies comunes pueden variar de 0,01 á 0,10. 8.” Sin embargo, cuando ha habido movimientos súbilos del suelo en ciertas localidades, un calentamiento de la costra lerrestre, emisiones de vapores sulfúricos, de ácido carbónico ú otros gases nocivos, largas interrupciones en la formacion de depósitos, levantamiento de capas, elc., sucede por lo regular que son más raros los pasos de especies de un terreno á otro, que cuando los depósitos se han verificado de un modo regular y sin interrupcion alguna. 9.2 El término medio de la duracion absoluta de los orga- nismos era suficientemente largo para que no causen admira- cion las diferencias importantes que ofrecen las especies bajo este punto de vista, á pesar de que la historia de dichas espe- cies la hallemos escrita por lo regular en unas capas de insig- nificante grueso hasta tal punto, que hayamos de considerar frecuentemente como simultáneos fenómenos separados por grandes espacios de liempo. IL. Resultados concernientes ú la naluraleza de las relacio- nes que ligan el estado actual del reino organizado con sus es- lados geológicos. En todo cuanto precede hemos tenido en consideracion, no sólo el estado antiguo, sino tambien el actual de las cosas; ha- biendo seguido las modificaciones que nos presenta el mundo organico en los periodos antiguos, no sólo hasta el umbral de la creacion contemporánea, sino hasta el corazon de la misma. Hemos observado que no todas esas modificaciones se delienen en el principio de la naturaleza actual, sino que continúan muchas veces su marcha sin interrupcion hasta tal punto, que nos es muy dificil señalar con exactitud la linea de ese límite. Los grupos de plantas 6 animales que se hallaban en via de rá- 3711 pida disminucion hacia el final de las edades geológicas, han continuado disminuyendo en la época actual (entre todas las especies fósiles, los moluscos marinos son los que mejor cono- cemos, y su estudio es aquí el mas decisivo). Por el contrario, los que estaban en via de incremento han seguido desarrollán- dose. Al principio existia cierto número de órdenes y subór- denes enteramente extraños á nuestra creacion actual; y todos los géneros, á excepcion de 1 á 3 por 100, eran diversos de los de hoy. Paulalinamente fué disminuyendo el número de esos lipos extraños, y el de los géneros que se han conservado hasta nuestros dias se hace cada vez más considerable. En la serie sucesiva de las edades se elevó gradualmente el citado número de 20 a 40, 60, 80,90, y finalmente 100 por 100. Poco á poco, y eso ya á la conclusion del periodo creláceo, se vieron apa- recer algunas especies aisladas, que han subsistido hasta nues- tros dias. Su número se elevó gradualmente, á contar del periodo eoceno, hasla 20, 60,80, 90, 95 y 99 por 100, á pesar de que nos sea imposible probar una gradacion tan regular en todas las clases. Pero por muy gradual que haya sido ese paso de las fan- nas y floras geológicas a la naturaleza actual en el Mediodía de Europa, segun Philippi, puede muy bien suceder que en otros paises haya fallado una gran parle de la serie de las capas in- lermedias, y por consecuencia que se manifieste en ellos de un modo más marcado que en Europa la distincion de formaciones marinas correspondiente á esos dos periodos. De la misma ma- nera puede muy bien ser más marcada en un pais que en otro, por razones enleramente análogas, la separacion de dos for- maciones más antiguas. Ese paso gradual de las creaciones anli- guas á la contemporánea, no solo se manifiesta en la proporcion siempre creciente de las especies idénticas, sino lambien en la diferencia siempre más pronunciada de las floras y faunas, se- gun las zonas, desde los tiempos eocenos hasta nuestros dias. La formacion de floras y faunas locales desde la época eocena hasta la pliocena y diluviana, manifestaba ya los mismos caracleres locales que las floras y faunas de hoy. En cada pais vivian las mismas familias caracterislicas, los mismos géneros, y una gran parle de las especies que vemos vivir en ellos actualmente. Las capas lerciarias más modernas de Inglaterra conlienen una 500 372 fauna de testáceos, que concuerda ante todo con la del mar del Norte; la fauna de las mismas capas en Italia liene su congé- nero en la fauna actual del Mediterráneo; en las Indias occi- dentales notamos que la fauna del mar actual se armoniza en mayor parte con la terciaria más moderna de las islas. Las ca- vernas de osamentas que hay en Europa y en el Norte de Asia son principalmente ricas en restos de osos, hienas, bueyes, diervos y elefantes, es decir, de géneros cuyas especies (aunque diferentes en su mayoría de las especies diluvianas) viven aún hoy en gran parte en los mismos paises. En las cavernas de la América meridional vemos que dominan los restos de cuadru- manos plalyrhinos y edentulos, y hasta géneros que viven toda- vía en aquellos paises, ó que se aproximan mucho á los géne- ros actuales; algunas especies hasta son idénticas. En las cavernas de osamentas de Australia, finalmente, sólo se han encontrado las de didelfos, y hoy se sabe tambien que casi no hay en dicho continente mamiferos que pertenezcan á esta di- vision. Una de las pruebas más notables del paso gradual de un periodo á otro, resalta del estudio de los antiguos bosques de Tazodium distichum de la Luisiana (que han subsistido sin embargo en gran parte en el periodo actual). | La aparicion de los vegetales dicotiledones al final del pe- riodo cretáceo y principio del terciario, se ha alegado muchas veces como un suceso de suma importancia para el desarrollo de toda la fauna terrestre. Su importancia es en efecto incalcu- lable, comparativamente con los caracteres tan poco pronuncia- dos á que hay necesidad de recurrir para separar el periodo terciario de la época actual. Por esta razon se ha querido mu- chas veces ensanchar los limites del periodo más moderno hasta ese momento, y confundir los terrenos terciarios y modernos en un sólo periodo comun. Efectivamente, para distinguir el ler- ciario del periodo actual es preciso recurrir a cualquiera de los tres acontecimientos siguientes, que probablemente se habrán sucedido de cerca, es verdad, pero que no es posible probar que hayan sido sincrónicos: 1. La última aparicion de plantas ó animales actuales. 2. La última extincion de especies antiguas sin intervenir la mano del hombre. 313 5.” La aparicion del hombre mismo. Solo el estudio de los restos fósiles que llegan á nuestra nolicia puede determinar la época de estos tres sucesos. Pero es una teoría muy dificil, porque los resultados de nuestros trabajos sobre este particular no se pueden considerar nunca como definitivos, no tratándose aquí además, probablemente, sino de diferencias cronológicas muy pequeñas. El plioceno marino contiene tambien especies de moluscos extrañas á los tiempos anteriores (V. Philippi, Wood, d'Or- bigny) agregadas á otras que existian ya en los tiempos mio- cenos; por consecuencia, aparecieron en el curso de la época pliocena. El terreno diluviano lacustre presenta hechos análo- gos en lo relativo á los mamiferos terrestres. En las arenas miocenas subapeninas y en el mammaliam-crag de Inglaterra se han hallado osamentas idénticas con restos diluvianos. Mas todavía no se ha logrado determinar (y puede que nunca se consiga en razon de la falla de caracteres conslantes) en qué nivel de las capas pliocenas han aparecido las últimas es- pecies. A la conclusion de las formaciones pliocena y diluviana desaparecieron las últimas especies animales y vegetales que se han extinguido independientemente de la accion del hombre, porque en las capas de aluvion sólo se encuentran despojos de especies que existen actualmente todavía. Pudiera sin embargo objetarse á este modo de ver, que en las capas pliocenas más recientes el número de especies extinguidas sólo se eleva á un tanto por 100 muy pequeño, por lo cual ha de ser muy incierta la delerminacion de la época, por poco que escaseen los restos organicos. En efecto, puede suceder facilmente en ese caso que no se hayan conservado en la localidad que se examina las es- pecies raras extinguidas, aunque sí lo hayan sido en otras. Se corre por tanto el riesgo de declarar por terreno de aluvion ca- pas que en realidad son diluvianas ó pliocenas, y de utilizar como prueba el punto que se trataba de demostrar. No tenemos seguridad de que no se hayan comelido errores de esta clase en casos que han servido para decidir la cuestion. Finalmente, ¿cómo es posible creer, despues de los hechos mencionados an- tes, que los últimos 5, 4, 302 por 100 de las especies extin- 374 guidas de la poblacion pliocena hayan dejado de vivir al mismo tiempo bajo el Ecuador y en el polo, en el fondo de los mares y en la superficie de los continentes? Cuestion es esta tan intrincada para decidirla, como la de sa- ber si el hombre ha vivido simultáneamente con especies extin- guidas que hayan dejado de existir sin intervencion histórica de su parte, ó si ha aparecido despues de su extincion. La aparicion del hombre, que ha ejercido tan gran influencia en el estado actual de nuestro planeta y en el desarrollo de toda la natura- leza, la entrada en la escena del mundo de ese «señor de la creacion,» para cuyo recibimiento todo lo demas debió ser sólo una obra preparatoria, es un suceso del que se hubiera hecho de buena gana el punto de partida de una era nueva en la historia de la tierra. Cierto es que se han hallado con fre- cuencia osamentas humanas y fragmentos de objetos de artes mezclados con restos de animales diluvianos. Pero se habia creido posible destruir estos hechos con la hipótesis de que esos huesos no se hallaban en relaciones primitivas de asociacion, sino que los habian reunido en una época posterior las corrien- tes de agua; 0 por lo ménos se objetaba que era imposible pro- bar la inutilidad de una hipólesis semejante. Particularmente Sir Ch. Lyell ha tratado de explicar la juxtaposicion de osa- mentas humanas con restos diluvianos, observada en la Lui- siana por Dickeson, por medio de derrumbamientos de lerre- nos arcillosos á consecuencia de erosiones sublerráneas, en una localidad donde habia sepulcros indios encima de restos dilu- vianos. Más dificiles de refutar serian las observaciones siguien- tes, si tuvieran todas las garantias necesarias. En una caverna de osamentas del Brasil ha encontrado Mr. Lund un cráneo parecido al de los aborigenes actuales, y otros huesos humanos entre otros de Platoniz y de Clamidoferio. Tanto unos como otros estaban petrificados de la misma manera, penelrados de incrustaciones ferruginosas todas idénticas, que presentaban la misma fractura metálica. Entre ochenta cavernas del Brasil con osamentas, asegura Mr. Lund haber visto seis en que los hue- sos humanos se hallaban asociados á restos de animales extin- guidos; y aunque sea imposible considerar como prueba ab- solula ninguna de dichas observaciones, se inclina á conceder 315 Mr. Lund que han vivido simulláneamente esos hombres y animales. Tambien debemos hacer mencion aquí de la juxtaposicion de osamentas humanas, cascos de vidriado y otros productos con restos de mamiferos exlinguidos en la arcilla y brecha ósea de Bize, cerca de Narbona, segun MM. Marcel de Serres, Tour- nal y Lecoq; de las observaciones análogas de Mr. Schmerling en las cavernas con osamentas de Lovaina; de las de Mr. Mar- cel de Serres en las cavernas de Mialet; del hallazgo del mismo género en las cavidades volcánicas recientes de la Denise, cerca de Puy, en Auvernia; y principalmente el de las grietas de las rocas del Albe Wurtlembergés, donde se han descubierto cinco molares humanos en las regiones más profundas, y en un estado de fosilizacion idéntico al de las osamentas de hippoterio, tapir y maslodonte que se han encontrado á su lado; hechos que ga- rantizan MM. Jeeger, Kurr y Quenstedk. Una sóla circunstancia podria dar lugar á algunos escrúpulos, la de que esos cinco dientes son todos idénticos por su forma, y aunque correspondien- les al último molar de la mandíbula inferior (en los Mongoles, Fineses y negros) se parecen más entre sí que al expre- sado molar. Todos los casos acabados de citar son de tal naturaleza, que un juez exento de loda idea anterior adoplaria sin vacilar la exislencia simultánea de huesos humanos y restos de anima- les fósiles en las mismas capas. Sin embargo, el que quiere someterlos á una crilica severa puede dejar todavia abierta la puerla á ciertas dudas. Por tanto es inutil, á nuestro modo de ver, hablar de casos en que se ha refutado victoriosamente el pretendido hallazgo de osamentas humanas, contemporáneas de la época diluvial ó de olra aún más remota. Tampoco nos delendremos en las tradiciones conservadas por los habitantes de Nueva-Zelanda y Madagascar relativas a la existencia de aves gigantescas, tales como el Moa (Dinornis) y el Epyornis en paises remotos, aves de que lodavía se encuentran huevos y esqueletos en algunas capas de época muy reciente; porque es posible que tales tradiciones se funden únicamente en la existencia de esos restos fósiles, y ademas en lodos los casos carecen de pruebas suficientes. 376 Sin embargo, todos éstos hechos, por más que no prueben todavía de una manera irrefragable la coexistencia del hombre con especies de animales exlinguidas hoy, merecen siempre examinarse seriamente. Si en el estado actual de la ciencia se comparan con el descubrimiento que hemos mencionado en esta obra, de un cráneo de indio á gran profundidad en los deposi- tos de ciprés de la Luisiana (1), preciso será confesar que es muy dificil establecer una línea clara de demarcacion entre la época terciaria y la época actual. (1) El autor alude aquí al siguiente caso: MM. Dickeson y Brown han hallado en la Luisiana un depósito de troncos fósiles de ciprés (Cupressus disticha, Lin., Tarodium distichum, Rich.) correspon- diente á la misma especie que existe todavía hoy en las regiones expuestas á las inundaciones del Mississipi. Dicho depósito lo for- man 10 capas de ciprés dispuestas verticalmente unas sobre otras, y separadas por capas de tierra. En él se han encontrado 10 troncos de gran diámetro, debiendo haber sido la duracion de cada uno de 5.700 años próximamente, segun resulta de la cuenta de las capas leñosas de crecimiento. Sobre las más modernas de dichas capas de ciprés crece en la actualidad un bosque de encinas, cuya edad se calcula en 1500 años. Mr. Dowler (Janson's Journal, 1854, LVIT, p. 374-375) se funda en estos hechos para sentar los siguientes cálculos cronclógicos. Los terre- nos formados por los alnviones de rio sólo producian primitivamente yerbas exuberantes; eran un vasto bosque de plantas pantanosas de suelo movedizo. Poco á poco, y luego que se levantó el terreno y se hizo más sólido, fué cuando pudieron desarrollarse en él los bosques de cipreses. Sabido es, gracias á los datos de Strabon, que el Nilo en el espacio de 17 siglos no ha levantado el suelo de Egipto por sus depósitos de alu- vion sino 5 piés ingleses por siglo. Segun este tipo de medida, sería pre- ciso admitir que sólo al cabo de 1500 años fué cuando el suelo del bos- que pantanoso movedizo se afirmó bastante para tener cipreses. Si se re- flexiona ahora que algunos de ellos que hallamos en ese bosque fosil han llegado á la edad muy subida de 5700 años, y se atiende á que hay ne- cesidad de admitir para cada capa de las 10 de dicho depósito generacio - nes de cipreses que han debido sucederse tal vez en gran número para caer despues y quedar abandonadas á la descomposicion antes de la época en que se desarrollaron los árboles vivientes en la actualidad, no se po- 377 NUEVOS RESULTADOS. En 1848 y 1849 indicamos ya en el Index paleontologicus (parte 2, pág. 746-913) varios resultados de los consignados en la presente obra relalivamente á la aparicion de los orga- nismos en la superficie de la tierra, pero sin representar estos hechos como derivándose de una teoría posiliva, ni cual resul- tantes de una causa comun. Ya entonces señalamos el paso de las especies de un terreno á otro, la variabilidad de su duracion de existencia, el crecimiento de las especies, géneros, órdenes y clases en los periodos modernos, circunstancias que hablan drá tachar de exageracion el cálculo que admite como duracion del depó- sito de cada capa un espacio de tiempo correspondiente por lo ménos á dos generaciones de ciprés, Por consecuencia, resulta que todo bosque que produjo la formacion de una de las capas del depósito duró por lo ménos 11400 años antes que, por hundirse el suelo, hubiese nueva irrup- cion de las aguas y formacion de otro bosque pantanoso. El terreno en- charcado de este nuevo bosque se solidificó á su vez, y pudo producir otro de cipreses, cuya duracion no fuese inferior á la del primero. Luego ese segundo bosque se sumergió á su vez, repitiéndose el mismo fenómeno 10 veces seguidas. Para la última alternativa de estas, el cálculo ofrece el siguiente resultado: Formacion y solidificación del bosque pantanoso. ..... 1.500 años. Duracion de dos generaciones de cipreses. ......... .. 11.400 Idem del bosque actual de encinas despues de secarse el anolo y do SU Ale Vacio o va hr ro 1500 14.400 En las 9 veces primeras no hubo levantamiento y desecacion del suelo despues del desarrollo de los bosques de cipreses, y no fué posible el nacimiento dé los bosques seculares de encinas. Mas como los hundi- mientos del suelo, que daban fin á la existencia de cada bosque de cipre- ses, produjeron á menudo otro hundimiento de la superficie á nivel más 378 en favor de la existencia de un clima más cálido y uniforme en los periodos antiguos. Tambien entonces designamos la per- feccion progresiva de los diferentes subreinos por la aparicion sucesiva de grupos más perfectos, y la extincion de otros de organizacion inferior, y la influencia de las condiciones ex- leriores de existencia en la aparicion sucesiva de los diver- sos lipos animales y vegetales en la superficie de la tierra, entendiendo por esas condiciones exteriores, bien las almos- féricas, bien las de configuracion del suelo, ó bien la accion de otros seres organizados. Con anterioridad á 1848 no se habian estudiado todavía con cuidado y en detalle estos dife- rentes puntos de vista, y los que habian sido objeto de estu- dios especiales de parte de otros aulores, como el desarrollo bajo que el del bosque pantanoso primitivo, se puede sin gran peligro de error conservar el número de 1500 años para cada período de los 10 precedentes, resultando en ese caso que la formacion del depósito com- pleto ba exijido un espacio de tiempo equivalente á 11 X 14.400, es decir, á 158.400 años, y durante todo ese inmenso período ha conservado la vegetacion del pais, al ménos en la mayor parte, los mismos caracteres! En Nueva-Orleans se ha encontrado á 16 piés del suelo, en la cuarta capa á contar de la superficie, un cráneo humano bien conservado, cor- respondiente en un todo por su forma á los cráneos de los aborígenes americanos actuales, acompañado de restos de leña consumida. De aquí debe deducirse por conclusion que aquel pais estaba habitado ya hace 57.600 años (4X14.400) por hombres de raza americana. Tal es el cálculo de Mr. Dowler. Algunos elementos de este cálculo son en verdad algo hipotéticos; sin embargo, estos hechos bastan para probar con una grandísima probabilidad la inmensa duracion de una época posterior al período diluviano, á menos que no quieran considerarse las capas inferiores al cráneo humano como correspondientes todavía á la época cenolítica, á favor de cuya opinion no habla al parecer la obser- vacion local de la Luisiana. Con todo, merece la pena de observarse que el ciprés (Taxodium distichum), en el cual pudiera al parecer fundarse la demostracion de la larga: duracion de la época postdiluyiana, es una de las tres especies cuya existencia puede seguirse, segun Mr. Gepert, en el suelo de Europa desde el mioceno superior hasta la época actual (bajo el nombre de Taxodites dubius). 319 sucesivo de la creacion desde la organizacion más sencilla á la más compleja, ofrecian al parecer resultados poco confor- mes con los conocimientos más antiguos. Las conclusiones que dedujimos en el Index paleontologicus subsisten verdaderas lo mismo hoy que entonces. Los trabajos recientes las con- firman en un todo. Sin embargo, el trabajo actual es rico en resultados nuevos. Establece la ley de adaptacion de las faunas y floras suce- sivas á las leyes exteriores de existencia como ley fundamental que domina á todas las demás. Considerada por su lado negativo, esta ley es absoluta, y excluye todo fenómeno que se halle en contradicion con ella; pero considerándola por el lado posi- tivo, permite el juego de olras leves subordinadas a la misma, 9 independientes. Este trabajo nos prueba la necesidad de la aparicion simultánea de las plantas y animales, haciéndonos ver tambien que todos los fenómenos resultantes de esa ley fun- damental se deducen consecuentemente de una manera necesaria € inmediata. Confirma por tanto la teoría geológica que hoy esta en boga por medio de pruebas paleontológicas. Destruye con hechos positivos é incontroverlibles la antigua idea de las floras y faunas cortadas y confinadas á terrenos perfectamente limitados, determinados por límites lilológicos iguales por toda la superficie del globo. Prueba la desigualdad de duracion de las especies orgánicas coexistenles en el mismo terreno. Pre- senta la ley de evolucion terripetal como expresion de la meta- morfosis gradual de la superficie del globo, y de su influencia en el conjunto de los caractéres sucesivos de las floras y las faunas. Establece la segunda ley fundamental, á saber: la del desarrollo progresivo (caminando de acuerdo con la progresión que podia resultar simplemente de la ley terripetal). Expone en detalle y de una manera decisiva la importancia de la aparicion de los dicotiledones angiospermos como condicion de existencia para toda la fauna terrestre. Hace, en fin, tocar con el dedo la importancia de las relaciones sincrónicas que existian entre las oscilaciones comprobadas del suelo, unidas á la ema- nacion de una gran cantidad de ácido carbónico eliminado al momento por la formacion de la hulla y la existencia de los bosques singulares de Estigmarias, ligados con una vegetacion 380 compuesta sólo de criplógamas vasculares y dicoliledones gim- nospermos con exclusion de los angiospermos. Estas condiciones lan particulares de vegetacion parece que se han vuello á presen- tar, pero con un desarrollo enteramente local, en el curso del pe- ríodo jurásico. Estamos convencidos de que el objeto de esos bos- ques era mantener la almósfera en estado respirable en una época en que se emilia el acido carbónico con mayor abun- dancia que hoy, y hasla hacerse mas apta para la respiracion, aunque carecemos sobre este punto de pruebas positivas. Una fauna abundante de vertebrados y de respiracion activa hubiera influido á la larga de un modo nocivo en sentido contrario. Si llegara á confirmarse esta opinion, el caso del desarrollo progresivo del reino vegetal entraria, al ménos en parle, en la dependencia de la ley de adaptacion de las creaciones sucesivas á las condiciones exteriores de existencia. La unidad de las leyes y fenómenos ganaria en ello. Los resultados á que hemos venidoá parar estriban en el es- tado actual de nuestro conocimiento del mundo fósil, pudiendo por consecuencia nuevos descubrimientos introducir en ellos ciertas modificaciones. Con todo, las leyes generales que hemos sentado descansan en hechos demasiado numerosos para que basten a destruirlas completamente las pocas excepciones que en ade- lante puedan descubrirse. Aunque la naturaleza haya seguido en la creacion de los seres organizados la marcha que hemos indi- cado, no podemos decir que no haya habido alguna excepcion, algun desvio de la regla en un punto ú otro, como consecuencia de causas que nos son desconocidas. Los fenómenos de que tra- tamos aquí no son de naturaleza tal que puedan deducirse de una ley fundamental con tanta certeza como puede deducirse la caida de un cuerpo ó la órbita de un planeta de la ley de atraccion universal. Las causas que presiden á dichos fenómenos son demasiado múltiples, y muy diferentes, para que sea po- sible calcular por ellas 4 priori el resultado con exactitud. Mas aun en el supuesto de que sirviera de base á estos fenómenos una ley perfectamente estricta, el conocimiento que tengamos de los restos orgánicos enterrados en las capas de la corteza lerreslre, nunca será mas que parcial, ni nunca podremos tener la segurt- dad de que no se nos escapen ciertos hechos, cuya revelacion se- e E id DA 381 via de la más alta importancia para el desarrollo de nuestros conocimientos. Acójanse del modo que sea los resultados que hemos obte- nido, nuestro propósito ha sido sólo hallar la verdad. Las leyes que hemos desarrollado como resultantes de una teoría geoló- gica, ha largo tiempo que nos las habia revelado la naturaleza. pues desde hace muchos años no nos guia más que un sólo movil: Natura docer:. (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GARCIA NAVARRO.) NS 382 VARIEDADES. BRAD ACADANIA 0% ARAULIAS, PREMIOS. ——— Habiendo terminado ayer el plazo señalado para la admision de Me- morias optando á los dos premios de este año de 1859, se hace saber: 1. Que respecto de aquel cuyo tema era: Determinar gráfica y ex- perimentalmente las modificaciones de aspecto y de estructura que po- drán servir de guía para conocer con precision la edad de los vegetales monocotiledóneos leñosos, no se ha presentado Memoria alguna. 2. Que para el segundo, en cuyo programa se pide la Descripcion geognóstico-agricola de una provincia de España, etc., se ha recibido en esta Secretaría el dia 15 de marzo último una Memoria contraida á la provincia de Barcelona, con el lema: Parece increible que siendo España comparable en fertilidad a los más abundantes paises del mundo, etc. Lo que por acuerdo de la Academia se publica para la debida inte- ligenciaz haciendo saber al mismo tiempo que esta Corporacion se ocupa ya, con arreglo á Estatutos, en la calificacion y censura de la Memoria presentada, cuyo resultado se hará público en tiempo oportuno. Madrid 2 de mayo de 1859.—El Secretario perpétuo, MARIANO LokrENTE. —Fallecimiento de Humboldt. El 6 de mayo de 1859 falleció en Berlin el célebre sabio Alejandro de Humboldt, de edad de cerca de 90 años, pues nació el 14 de setiembre de 1769; individuo corresponsal de la Real Academia de Ciencias de Madrid, uno de los ocho socios extran- geros de la de París desde el año de 1810, y miembro de casi todas las demás sociedades científicas del mundo. Llamábasele hace tiempo el Nestor de la ciencia, nombre que seguramente merecia con toda justicia, tanto por su avanzada edad, como por el mérito reconocido de sus varias obras, entre las cuales descuella la última, el Cosmos, corona laureada de todas, y que por fortuna para la ciencia llegó á concluir. Respetábasele como autoridad científica en sumo grado. Además del dolor con que toda per- sona aficionada á las ciencias sentirá su falta, se acrecienta entre nosotros 383 por el recuerdo de lo que Humboldt escribió acerca de posesiones y domi- nios españoles, y de lo que estimaba á nuestra patria. — Soldadura del aluminio; por Mr. Mourey. Enla monografía del alu- minio y de los metales alcalinos publicada por Tíssier, despues de des- cribir las aleaciones de aluminio y zinc, se decia: » Se han ensayado estas varias aleaciones con objeto de soldar el aluminio, porque las soldaduras que hasta aquí probaban mejor eran las aleaciones de dicho metal con el zinc; pero desgraciadamente cuando se funden, se espesan y con dificul- tad corren, de suerte que se necesita presentarlas, como se hace al soldar el plomo ó el estaño, con un hierro. «En el fondo era completo el método de soldar, sin tener que añadir nada esencial Mourey; requeríase sólo, para llevarlo á la práctica, algunos estudios detenidos y muchos tanteos. Así lo ha hecho Mourey, prestando un servicio á la ciencia y á la indus- pria. Con este motivo dice: «El problema que tenia parado el uso del aluminio, está resuelto: dejará de ser este metal un objeto de lujo sólo, y pasará á serlo usual. Las tazas, las cafeteras, los diversos utensilios apropiados á los usos domésticos, soldadas sus partes, y que ofrecian cuantas dificultades cabe hallar, prueban con toda evidencia haberse rea- lizado la mejora apetecida. La soldadura supone tres cosas: la sustancia que une las dos partes de metal que se tratan de juntar y adherir entre sí; el mordiente, ó sea el agente destinado á facilitar que corra y se ad- hiera la soldadura á las dos partes de metal; y el instrumento que hace fundir y adherir la soldadura.» Lo mismo Mourey que Tissier toman para sustancia de la soldadura una aleacion de aluminio y zinc en proporcio- nes algo distintas, que varian segun la clase de soldadura, más ó ménos fusible, en el orden siguiente desde la ménos fusible: zinc 80 partes, alu- minio 20; zinc 85, aluminio 15; zinc 88, aluminio 12; zinc 92, alumi- nio 8. Para formar la aleacion se funde el aluminio dividido en pedazos más ó ménos gruesos: se remueve el metal fundido con una varilla de hierro; se añade la cantidad requerida de zinc; se remueve otra vez para que sea más íntima la mezcla; se echa un poco de sebo, y se vierte la aleacion en moldes convenientes. Una de las aleaciones flojas que conten- gan mayor proporcion de zinc, sirve en cierto modo de preparativo ó ade- rezo, poniéndola primero entre las superficies que se quieren juntar; agrégase luego la soldadura más fuerte, la aleacion que tiene más alumi- nio, que al fundirse hace que se funda tambien el aderezo, y proporciona una union tan íntima y firme como era de apctecer. El instrumento, de forma parecida al de los soldadores de estaño, es el llamado hierro de soldar, no de cobre sino de aluminio; es un pedazo de aluminio de figura de prisma triangular prolongado, que carece del inconveniente que tendria, si fuera de hierro ó de cobre, de atraer ó incorporarse parte de la soldadura. El mordiente destinado á facilitar que corra y se adhiera 384 la soldadura es bálsamo de copaiba, con una tercera parte de su peso de trementina de Venecia muy pura y unas gotas de zumo de limon, mo- lido todo junto en un mortero; de cuando en cuando se moja en este mor- diente el filo del instrumento de aluminio, llevándolo en seguida á los glóbulos de la soldadura, como se hace hoy al soldar comunmente. La fuente de calor que sirva para elevar al punto necesario la tem- peratura del hierro de soldar, puede ser cualquier lámpara. —Forma cristalina del carbon: por Mr. Phipson. MHallé en Londres (noviembre de 1858), dice el autor, cristales de carbon de piedra de for= ma de romboedros más ó ménos perfectos, que tenian todos ángulos de 102% y de 78%; luego encontré en Glascow varios ejemplares de carbon cristalizado, que uno de ellos tenia 16 centímetros en todos sen- tidos. No está cristalizado este carbon en el criadero, sino sólo cristalino, y no de forma de romboedro; pero roto con el martillo da pedazos rom- boédricos de distintos tamaños, y que todos tienen unos mismos ángu- los (102% y 78%). Fué por tanto cristalizado probablemente este carbon en virtud de la accion metamórfica de los trapps que se presentan en los alrededores de Glascow. La mencionada accion dió á las capas de carbon una especie de eristalizacion imperfecta, por lo cual rotos por el martillo trozos grandes sacados de las minas, dan romboedros que todos tienen ángulos de 102” y 78. Puesto que el carbon de piedra se presenta en forma de romboedro, elaro está que se le debe mirar como carbono puro, meramente mezclado con otras sustancias heterogéneas. El grafito cristaliza en exágonos regu- lares, ó sea en una forma derivada del romboedro, al paso que el diamante se presenta en formas derivadas del cubo, del cual es dimorfo el carbono, como el azufre. De aquí resulta tambien que las formas prismáticas que presenta el carbon de piedra en contacto con ciertas rocas trápicas, se explicarán probablemente por la tendencia que aquel tiene á cristalizar en el siste- ma romboédrico, del cual deriven acaso tales prismas. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia Nayarro.) —_——— A AAA Editorresponsable, Frawcisco Garcia NAVARRO. E AAA e TL N.* 7."—REVISTA DE CIENCIAS. —Octubre 1859. CIENCIAS EXACTAS, 3233006 MECANICA. De la cantidad de movimiento que trasmite ú un cuerpo el cho- que de un punto macizo que pega contra él en una direccion dada; por Mr. Porsor. (Comptes rendus, 27 junio 4859.) 1. Sea M la masa del cuerpo, ( su centro de gravedad, y concibamos tirado por este centro el plano perpendicular á uno de sus tres ejes principales. Se supone que un punto ma- cizo de masa m, pega en dicho plano con una velocidad dada v contra el cuerpo M en el punto €, segun una direccion per- pendicular á la linea CG; y se pide hallar la cantidad de mo- vimiento que en virtud del choque pasa al cuerpo M. Claro está que el punto macizo m, que tiene antes del cho- que la velocidad v, no tendrá despues del mismo sino olra u, tal que dejara de actuar en M, porque el punto de contacto € irá delante con esta misma velocidad. Luego m habrá perdido por el choque la cantidad de movimiento m(v—u); de consi- guiente la habrá ganado M, y la cantidad de movimiento tras- milida á M será m(vu—u). Trálase pues de hallar la velocidad u que queda á m des- pues del choque. Ahora bien, mientras actua m en M, están precisamente en contacto ambos cuerpos; y puesto que están en contacto, se puede suponer que durante dicha accion, sea lo corta que fuere, están pegados uno al otro. Luego la veloci- dad u que tome el punto € del cuerpo M es la misma que to- TOMO IX. 25 386 maria el punto € de un sistema compuesto de M y m, y con- tra el cual pegase en € una fuerza mo, que toda enlera pasase al mencionado sistema. Facil es ya hallar aquella velocidad. Con efecto, sea y el centro de gravedad del sistema de M y m m, llamemos z la distancia C (7, y hagamos =n; las expre- M siones de las lineas y y gC serán: NT Tí Mr Y Designemos por MK” el momento de inercia del cuerpo M respecto del eje principal que se considere en su centro (7, y por (MW4-m)K* el del sistema respectivo á su centro y; se len- drá, como es sabido, > ada no Ny NA! (M+m)K"=MK +M(- a) +m (,) : de donde sale 2 (n+1)K”+n2* CATS 5% fuerza mv, actuante en el sistema M+4+m á la distancia NE a 7 —— de su centro de gravedad y, da desde luego á todos los 7 : E mV , NU puntos del sistema una velocidad comun — 6 ——; y en M+m n+1 seguida esta misma fuerza mov hace girar al sistema al rededor de y con una velocidad angular e, que se halla haciendo el CLA A e; NULZ de donde HIRE FI nvz” a Y de consiguiente ——=zm es la (no Re velocidad del punto € en virtud de dicha rotacion 6. Juntando ambas velocidades del punto €, que se verifican 387 en un mismo sentido, resulta para velocidad total u del punto expresado (, __nv 57 nur. TES ó poniendo el valor anterior de K* en valores de A, e n+1)K"+nx* y por tanto, vKk” v A Ena de donde sale por último para la cantidad de movimiento m(v—u) que pasa á M por el choque del punto macizo mm, Kk? (n+41)A?+na* 2. Esta expresion dice que la cantidad de movimiento tras- mitida á M disminuye cuando x aumenta, y que se hace nula si se verifica el choque á una distancia infinita del centro de gravedad. Si x=0, ó si sucede el choque en el centro m(v—u)=mM v* mu ; 3 como debia ser: de gravedad (, la fuerza trasmitida es n es el valor mayor de m(v—u). Supongamos ahora que se miren como variables á m y 0, pero de suerte que subsista siempre uno mismo el producto mv. Puede ocurrir el saber cómo deben variar m y v con la distan- cia x, para que sea siempre una misma la cantidad de movi- miento trasmitida á M4. Como en la expresion de esta cantidad es constante el numerador mvA”, habrá de serlo tambien el de- nominador (n+-1)K”4n2?, y por tanto, borrando la cantidad K”, que es constante, habrá de ser: n(K*+:2*)=const.=B?, 388 MB” sed PF> y de consiguiente P(K?4+x>, OPAMBrAn designando simplemente por P el producto constante mv. Deben variar pues m y v, como estas dos funciones recipro- cas de x, si se quiere que el punto macizo m, dolado de la ve- locidad v, haga pasar al cuerpo M una misma cantidad de mo- vimiento, sea Cual fuere la distancia x del punto € donde choca contra el cuerpo M. Si en vez de las constantes 5? y P, se quisieren tomar otras dos relativas á los datos de la cuestion, sean m, y v, la masa y velocidad de m para el punto € que corresponde á z=0, y serán de donde m= E TA M== > =p de donde m,K” Bi= > P=M,05 y de consiguiente Ap pete A PE qu +u K serán las expresiones de las dos variables m y ». Así, pues, á la distancia x del centro de gravedad (, es 72 menester dar á la masa m del martillo el valor m, gras yá 2 » la velocidad » del mismo el », => Para que el choque del martillo haga pasar siempre á M una misma cantidad de movi- miento M Mere o Man, 389 ó para comunicar al centro de gravedad (7 de M una misma velocidad constante mM 0 a EN 3. Pero si bien se trasmile de este modo al centro (GF una misma velocidad, sea cual fuere la distancia x á que se pegue, no se comunica al cuerpo una misma velocidad de rotacion al rededor de dicho centro; porque esta velocidad e depende de z, como lo dice la expresion anterior de e, que es _m e Ulz SM a+ 10) K+nx” la cual, poniendo los valores precedentes de m, u y n, se con- vierle en TI O TB “K(M+m,y y es por tanto proporcional á la distancia x del centro (7 donde se aplica el golpe, como esta claro que debia ser. 4. Supongamos que sea infinitamente pequeña la masa del punto m, € infinitamente grande la velocidad v, de manera que mv sea una cantidad finita =P; resultará que la fuerza m(v—u) trasmilida a M se convierte, por ser n=0, en m(u—u)=P, 0 esigual a la fuerza misma mo que se trasmite asi toda entera al cuerpo M. Mediante esta hipótesis, cabe formarse idea natural de lo que se llama una fuerza comunicada á un cuerpo. Se la puede . considerar como percusion de un corpúsculo infinitamente pe- queño que pegue contra el cuerpo con una velocidad infinita. Como la adicion del corpúsculo al cuerpo no aumenlaria la masa finita M de este, se puede suponer que despues del cho- que se quede pegado á él, y que por tanto ha pasado al cuer- po M toda la fuerza. Concibese por esto mismo la lev de la fuerza proporcional 390 á la velocidad. Porque si se mira la fuerza como proveniente de varios corpúsculos iguales que sucesivamente peguen contra el cuerpo con velocidades iguales é infinitas, se ve que como no da el primero al cuerpo m en reposo sino una velocidad finita, el segundo corpúsculo que llega con una velocidad infi- nita tiene aún la misma accion en M que si estuviera en re- poso este cuerpo, y que de consiguiente hace pasar á él otra velocidad finita igual á la primera, y asi de los demás. 5. Supongamos ahora que esté puesto el cuerpo M sobre un apoyo fijo situado en F' á la distancia h del centro de grave- dad (+. Si pegase contra el cuerpo cierta fuerza Q que cayese sobre F' formando ángulo recto con el apoyo, claro está que semejante percusion directa contra el obstáculo tendria por me- dida la fuerza O misma. Pero si la misma fuerza y en direccion paralela pega con- tra el cuerpo en otro punto € tomado en (FF á la distancia x del centro (7, será otra la percusion contra el obstáculo; de- penderá de la distancia z, y será cierta funcion de ella, que habrá que determinar. Al efecto, mirando al punto F' como un centro de percu- sion, averiguaremos desde luego el punto O que le corres- ponda como centro espontáneo de rotacion; y para delerminar su distancia O(Gí=a, tenemos la ecuacion ah=XA”?, que da tuctlz, ==" Imaginemos ahora que la fuerza Q que pega en Ca la dis- tancia x del centro (7 se descomponga en otras dos paralelas, una P que pegue en F y otra R que lo haga en O. Claro está que la segunda componenle que cae en O no puede producir percusion alguna en el apoyo que está en F'; porque el punto F es un centro espontáneo de rotacion respecto del punto O mi- rado como centro de percusion. Queda sólo pues para pegar contra el apoyo fijo la componente P que cae direclamenle sobre el mismo apoyo £. La composicion de fuerzas da O: P::a+h:a+zx; 391 7 y poniendo el valor de a, sale Esta es la percusion que en un apoyo fijo situado á la dis- tancia h del centro de gravedad de un cuerpo ejercita una fuerza dada Q que pega á la distancia x del mismo centro. 6. Estaexpresion manifiesta, que con una misma fuerza Q aplicada á la distancia conveniente, se puede producir en un obstáculo fijo la percusion de la magnitud y en el sentido que acomode; teorema que no carece al parecer de imporlancia. De suponer z=h, sale P=(), como debia ser, puesto que en- tonces pega directamente la fuerza Q contra el apoyo mismo. Kk” Si r=—a= ia resulta P=0, ó que en el punto O la fuerza aplicada no haria experimentar percusion alguna al punto de apoyo FF, como es tambien de suyo evidente. Haciendo a+x=y, y designando por / la línea a+h, se convierle simplemente la expresion anlerior de P en e JE P=0.-p- Partiendo pues del punto O como origen de las distancias y donde la fuerza Q pega contra el cuerpo M, la percusion P. ejer- citada en aumenta uniformemente como la ordenada de una linea recta, y tiene unos mismos valores á derecha é izquierda de dicho origen, pero de signos contrarios. 7. Notabilísimo es seguramente, que mediante un cuerpo li- bre M puesto sobre un apoyo fijo, se pueda producir en este, sin emplear mas que una misma fuerza (), una percusion no sólo ma- yor que la fuerza () misma, sino que cualquiera percusion dada. Pero este teorema presupone que se trasmila la fuerza (Q toda entera al cuerpo M, esté aplicada á la distancia que quiera. No habrá pues de concluirse que con un mismo martillazo dado con un martillo de masa m y con una misma velocidad v, sea 392 dable producir en un obstáculo la percusion que plazca, me- diante un cuerpo interpuesto M: la fuerza mv del martillo no se trasmite sino en parte al cuerpo M, y esta parte mengua cuando la distancia á que se pega crece. Pero si á cada distancia « se muda de martillo, tomando la masa m reciproca 4 K?4x* y la velocidad v proporcional á la misma funcion, siempre será una misma la cantidad de movi- miento trasmitida á M, como queda dicho arriba (2). Llamando pues y á dicha cantidad constante de movimiento asi comuni- cada á M, será la percusion P ejercitada contra el apoyo F, _ K+thz a >: Luego con el choque de un punto macizo de la masa y con la velocidad convenientes, pero tales que no varie su producto mv (v. gr. un mismo martillazo), se puede producir, mediante un cuerpo interpuesto M, una percusion dada todo lo grande que acomode en un obstáculo fijo. 8. Haciendo z=h, sale P=q; y debia salir no obstante P=mv=0, como que es directo el choque entonces. Pero nó- tese que en toda esta análisis se supone que despues de chocar el punto m contra el cuerpo M, no se emplea la fuerza mu que le queda al martillo, de suerte que sólo se cuenta en el punto F la percusion que provendria del movimiento gq trasmi- tido á m. 9. Suponiendo que se pegue má M, y se pidiere la per- cusion producida en fá la distancia h del centro 6; de M, un calculo facil da ys Khz K*+h4n(2—h)" Sin dificultad se comprueba esta fórmula buscando la fuerza P con que un cuerpo compuesto de M y del punto macizo m, do- tado de una fuerza mv aplicada á la distancia x del centro (% P=mv. zx de M, y de consiguiente á la ia del centro y de m+M, pe- me] garia en un punto f situado á la distancia + del centro G, y 393 por tanto á la h—--— del centro y de Mm. vn 10. Haciendo z=h, 0 suponiendo que se verifique el cho- que en el punto f mismo, sale P=mv, como debia ser. Si aumenta x, desde z=0 hasta =h aumenta el numera- dor y disminuye el denominador de la fraccion, y por ambas : K”.mv razones aumenta la percusion P desde P=== 77, has- K*+(n4-1)h* ta P=wmbv. 2 De hacer —— resulta P=0, como debia; porque el punto m pega entonces en un punto 6 centro de percusion O, cuyo centro espontáneo es el punto f; y de aquí que no pueda resentir el punto f percusion alguna del golpe que pega en O. Si ==, tambien es nulo P. Existe pues un punto que corresponde al máximo de P. 11. Averiguando la distancia z que corresponde al máximo de P, sale' 2K” A 1 O O y 142) 20. 0 poniendo el valor Edo n, q? er E 1) |=0, 6 haciendo ah=X? y a+h=1, a +%11— (1. Eo a que da para z dos valores que corresponden á puntos siluados á derecha é izquierda, á iguales distancias del punto O, que corresponde a Z=—4. 12. Sirva de ejemplo el caso de ser n=1 6 mM, y h=k, 394 que supone el apoyo / debajo del centro de la mayor percusion que el cuerpo libre M podria producir al girar alrededor de su centro de gravedad (. Para determinar el valor de x que corresponde al máximo choque ejercitado en el punto Fen virtud del martillazo mov, ha- brá la ecuacion 42 kr—5k?=0, que da T=— K=KkvV b. Poniendo esle valor de zen la expresion de la percusion P, resulta =EV/ 6 P=mv. =. 124 V 6 Como VE 124 V 6, será P>mu para el primer valor de 2, correspondiendo este al máximo de P. Para el otro va- lor de z es negativo P y menor que mo, correspondiendo dicho valor de z al máximo negativo de P. Mirando á P como ordenada de una curva cuya abscisa es 2, tal curva es una linea de tercer orden, que tiene por ecuacion en el ejemplo citado, K+Kzx Po A 2K*+(2— K) corla la curva al eje de las x en el punto =—K, de suerle que es en él nula P. Cuando =X, P=mv. Cuando z===w, P==>H0, y el eje de las x es asimptota de la curva por derecha é izquierda. Si se pone el origen de las distancias en el punto corres- pondiente á z==—A, saldrá, haciendo 24 K=y, K PEA y—Aky+6k* y los valores de y correspondientes á los dos máximos de P serán AN y==KvV 6. 395 La primera distancia y=KvW6 corresponde á una percu- sion P mayor que mo, y de consiguiente mayor que si se hu- biese pegado directamente al apoyo f con la misma fuerza mv. El segundo y=—KV'6 corresponde á una percusion P nega- liva, y que supondria por tanto que el apoyo f resisle entonces en sentido contrario; y tal percusion negativa es mm Id. minima (dia 2)........ooooooomom..... e, 115 PSICROMETRO. Humedad relativa media á las 6m............... 33 1d id 1d da 09 AMOO 0D 2979) dl Id id 1d del or lios 27 Id id de idol dia oleosiad. 23 Id id A NT 27 Id 1d E A A ANA 34 ld. 1d. idas an rt alo Sora 45 iHamedad. media.mensual. e tesatas obadarase la 69% 35 Id. 1d y ¿Máxima (dada 52 Id. ld... ¿minima (dia 20) ida. a ab. 27 PLUVIMETRO. Dias de Duylaenyel mess dci labrar a Cantidad total de agua recojida.................. pa lbsmarima (dia Ole 250 dali aalos e ds oo anph ANEMOMETRO. Vientos reimantes en el mes. Nodo sus ir 22: horas. Sd dias 29 horas. NMoaN Bs ts stilo 75 SS Dn. ñ NA ns ias 193 SO na al 101 A 27 01840 43 isis le 43 Oe He 38 5 Sis se 47 0.N.O 32 ira 48 NO ba 009 28 oi iso. los: 34 N.N.O 29 Idem hechas en el mes de agosto de 1859. Aunque haya transcurrido en Madrid el mes de agoslo úl- timo con grande uniformidad, sin frecuentes y desastrosas lem- 116 pestades, como en otros puntos del reino ha sucedido, ni sacu- didas violentas de ningun género, no por esto dejan de ser en nuestra localidad dignos de quedar consignados sus caracléres meteorológicos, principales y distintivos. Con leves alleraciones, desde el dia 1. al 24 la atmósfera se ha presentado raras veces despejada y diáfana, y por lo re- gular el horizonte se ha visto siempre empañado por una es- pesa calima, y surcado de nubes el resto del espacio en las ho- ras de mayor calor. Tomaron estas nubes caracter tempestuo- so, cada vez más pronunciado, en los dias 17, 18, 19 y 20, habiendo en el segundo de estos dias caido un repentino y fuerte aguacero en varios puntos de la poblacion, y sólo algunas golas de agua de una nube suelta en los alrededores de este observato- rio, y llegado á formarse en el último, puesto ya el sol, una ver- dadera tempestad al N. N. E., la cual, sin tocar en el zenit, ni des- cargar la menor cantidad de agua apreciable, pasóal N., N. N. O. y O., donde antes de las 9 se disipó, despues de lanzar nume- rosos y grandes relámpagos, seguidos de truenos sordos y pro- longados. Por fin, en la noche del 25 descargó una tempestad de mediana consideracion, que desde las primeras horas de la mañana se venia anunciando por el O. y S. 0.; y con eslo, desde el amanecer del dia 26 recobró su transparencia la al- moósfera, desapareció la calima en que estaba envuelto el hori- zonte desde principios de julio, y adquirió el aire una suave temperatura, más que del verano, propia de la estacion en- trante. La marcha del barómetro merece en este mes una especial atencion. Salvos los dias 8 y 9, en que la altura media fué casi de 703 milim., y de otros lres ú cualro en que pasó de 1708 milim., en todos los demás se ha conservado conslante- mente dicha altura al rededor de 706 milím., con oscilaciones de insignificante amplitud. Las temperaluras, inferiores á las de julio, pero elevadas sin embargo, han ofrecido diversas allernalivas. Hasta el 8 osciló la media entre 26%,4 y 29”, entre 36,2 y 38% la máxima a Ja sombra, y entre 437,3 y 47,4 la correspondiente al sol; hubo un descenso apreciable de 3% á 4” en los tres siguientes dias; del 12 al 24 dejóse sentir de nuevo el calor con tanta 4 mayor 417 fuerza que á principios del mes; pero, al fin, desde el 25 el ter- mómetro marcó por término medio 3 ménos que en el periodo precedente, sin que, como ya se ha dicho, experimentara por esto el barómetro modificacion alguna en sus oscilaciones hora- rias, excepcionales por lo regulares. Aunque no grande, ha sido en este mes la humedad mayor que en julio, y muy sensible en las primeras horas de la maña- na, a contar desde el dia 25, En los 11 primeros dias dominaron los vientos del S. O.; con ellos alternaron hasta el 15 los del N. E., cuya influencia casi exclusiva no ha dejado de sentirse hasta el 23, dia desde el cual puede decirse que no ha imperado con fijeza nin- guno, soplando alternativamente los del S. O., S. E. y N. O.; el último con marcada impetuosidad en la tarde del 31. Deben por fin mencionarse en este breve resúmen, como fe- nómenos nolabilisimos, dos bólidos observados en la noche del 23, entre 10 horas y 103, el primero de los cuales, de gran volúmen, luz blanca y vivisima, y marcha comparativa- mente lenta con la de otras estrellas fugaces, apareció entre las constelaciones de Casiopea y Perseo, y fué á perderse en el ho- rizonte hácia la del Cochero; y el 2.*, de mayor volúmen aún pero de luz más pálida y algo azulada, en la Osa, y siguió una marcha paralela á la del 1.*; otro en la noche siguiente á las 113", cuya trayectoria casi se confundia en la apariencia con la del último; y la aurora boreal, de luz purpurina y exten- sa, que casi nada apagaba el fulgor de las estrellas, cuyos pri- meros rayos se vieron á las 12 de la noche del dia 28 y a le 14 los últimos. Como de ordinario, acompaña á eslas breves lineas el si- guiente cuadro, que comprende los números principales deduci- dos de las observaciones verificadas en el mes á que se res fiere. BAROMETRO. AA A O A A: PO PO A dee TOTS A A Y a E. EA E ms AO LO A O A A SP Ut TOMO IX. 27 Altura medidid ds Gio. ondas cra 705 ,41 dio ida ide A irte es 706 ,17 divididos RR Ma 706 ,50 Altura media»mensualos ad air cuar 706 ,42 Id.) “id. másima (dia LA me dol 708 ,82 lisaridmaiñima(diaShirididd o 702 ,83 Ouenlación mensuales kai a 5 ¿99 Id. máxima (dia 20). 5. ide cha: 4,21 ld. minima (dia Misnisasts aaron. 0 ,9 TERMOMETRO. Temperatura media á las 6M.....o.o..oooooomm... 18,8 Id. A A A O 24 ,4 ld. O A A TT 30 ,2 ld. O A A A 31,8 ld. desistir bras 30,0 Id. Mi daras a 25,0 Ta. A A O A A 21,8 Temperatura media mensual. ...icoosars diran 26,0 Id. máxima á la sombra (dia 1)............... 38,0 A ANC 48,4 Temperatura minima (dia 26)........0oo.ooooo.o... 12:,9 Id. id. en el reflector (dia 26).............. 8,3 Oscilacion máxima á la sombra (dia 21). .......... 91,8 1d... mamma 1d. (die 2 4 to adesaer- ¿dia d9 65 13,51 EVAPORACION. Evaporacion media mensual. ........o.e.o.ooooo.o.». 129mm 4 ld. máxima (dia dat rddo de 16 ,4 Id. AA AA 8 ,8 PSICROMETRO. Humedad relativa media á las 6M....+.......... 62 ld. id. A 49 ld. id. 1d. 117 MOCAGLAS SS ISO) 31 119 Humedad relativa media á las 3Ll........... Id. id. A A AA Id. id. ds OO 0. de ld. id. AA A A Humedad media mensual. ................. Td. AAA (0d a e a Id. id. mínima (dias 2, 5, 7 y 14).... PLUVIMETRO. Agua recogida en el dia 2). .....ooooooo..... ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. a o ss A NON. .E.:.. 110 SUSO E te 92 SAO MENE desd 33 07:03 AAN 13 OSER:Z SS. 17 OSN00: E 33 NA 8 PAN 20 N.N0D.. so 25 e e 48 se de 40 2% horas. 58 AE Observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén. Resúmen de las observaciones meteorológicas del mes de abril de 1859. nn 8 de la mañana. 192 del dia, 4 de la tarde. 8 de la noche. 768mm 75 767mm 69 76'7mm,70 767mm,86 761 56 CO 760 ,40 Y Y) 764 97 764 49 763 ,78 764 ,65 AS 30 ,5 A PS a A DA] DIO A E 25. 7 AO CS) TDS 17mm,86 17mm,52 17mm,79 18mm 49 OS 59 61 61 ,65 73 ,66 f Altura máxima. .ooooo.o co... A A ER A Mr Sn e as ETSII IMA. coins hon ht A A A IN A A O Psicrómetro..... Tension media del vapor del agua. ......... Higrómetro..... Humedad relativa media. .................. Tension máxima del vapor de agua... ooo ooo ES 22 ,42 ld. mínima idiid...5......2...2 A e A 1 E) o umedid rolibiva máxima 2 cocoa nc o ds er 81 ,86 a A O Lo A O E da 44 ,90 A A IR A A AA! E A ie viii) Ml AE E 17mm, 89 O A. O o O Ad o AS 66 ,31 Altura. 1d del barÍMetrO. oi anno dd A A 764 ,47 A e e o A oi O Mil pa Evaporacion al aire libre durante todo el mes... ó sean 4 pulgadas, 9 líneas, 9 puntos, 26. => pra — a o ADO AO OS OA A VOLAR OO Evaporador...... A A o a > ó sean 1 línea, 10 puntos, 94. Agua caida en todo el mes................... A a 10-73 Pluvimetro...... ó sea () pulgada, 5 líneas, 3 puntos, 87. A AAN AO A 1 » Nora. La temperatura media deducida de seis observaciones diarias en los termómetros colocados en la torre, fué de 26,4; en el observatorio, de 27”,4. Las temperaturas máxima y mínima han sido: la máxima de 315, la mínima de 20%,0.—Hanana de de mayo de 1859, 421 "6481 9P orunf 9P T YNVav E ="6%TG 99 BUTUToL el 7,38 9P BUIXPU e] :0p1S URY euTara Á ex pu sem e19du19) Se” "641 9p “OLIOJRAJOSGO [9 U9 -oLg 9p 9NJ “9.10] e| U9 SOPRO0[09 SOMAUIQUINA) SO] U9 SPLIBIP SAUOLDBAIIS(O SILOS 9p PPI9NP9P PIPA RADJeLodulo) e] *YLON A ANN NE a ..(....b. BO .rIOaqP.Cgs£O.U0 0:.u. 0.u0..00000001.. e START] 9p Ser “po “sopund g “segur, ¿ “sepeSind q uvos (E A AUT 10090119. EPDIC ONES y 0) E “77 “soyund , “tout y tos y « 7 oo coso. oo.. 8 $ 0S Lao cnno.o.<2s. 96 TL sl 99 86:um6I Eg 9% Mas 188 q 9 0 26 | 00.68 76. Z9L | Gl 9 00 09. | IL 6% 05 “wuga, | gl uuc9, “aqoou ej ap g | “apre e ap y O OOO CO ES 99 ATT 6. 0 T 5 eo: ca: 88 96 066 JA 092 1% 0099), "ep 19P 67 ..o..». $0 26 uu Jl £ Ta: 0€ ..oo... 86“ 992 *PUEUeUL E] 9p 8 ......» e... .... .....s.». 6L 96 So 8% $92 092 AA ir UOLOBIOA RAJ *G, “sojund y “segur z sepe3ind y utos y ****** IOPB1OABAH * *SQU [9 OPO)] SJULIDP 91GI] AIR pe vOroRJoOde Ag A bermrrrariiero + OJJQUIQIRG 19P “PI "PL PAMIV A TE ACA esc EnSe 9p JOdRA [9P “pl “pl UOISU9 ....... .. ..... *¡t19u93 epa elnyelod ua y, pennranrrenrenno ro 000 RIO PL] cet *RUIXRU PANeJol pepaunp A a * ++ "en8e op JOdeA [9p RUIXRU UOISUO Y, testers ++ *RIPQUI PANR]Ol Pep9un pg *OXJOUIQAÍTH *******enSe 9p JOURA [9P PIP9M UOISUO | *****OAJOUIOLDISA os a se. a) BMPuSpL deco bo. ..oon.”.. .... ****2uIxea emjetaduo , $ cennana tados «+ PIDO “PI ON ELO TUTO “PI c***O1JO0UIOIB ET coses RUIN RU en) Y "6£81 2p OÑww ap som 39 ua soyoy “pr 492 Barómetro. ...... Termómetro. ... Psicrómetro..... Higrómetro. .... Evaporador...... Pluvimetro...... Nora. La temperatura media deducida de seis observaciones diarias en los termómetros colocados en | en el observatorio, de 28”,1. Las temperaturas máxima y mínima han sido: la máxima de 31*, la mínima de julio de 1859. AO AMAIA. al a e ree MAUI proa os EA AA A A 0 IO DemperalaramaX ODA. 2... 20d cocine 1d: BANIMA> q dappacids Do res ao eo AE AA e O Tension media del vapor del agua.......... Humetad relativa Media... o. ..oocbr...... Tension máxima del vapor de agua. ..............oooooooo.. e a o rd E ill Humedad relativa máxima. AO Temperatura media general......... Tension id. id. del vapor de agua.... Humedad relativaid:1d............. Altura id. id. delbarómetro.......... te AO Evaporacion al aire libre durante todo el mes.. 767mm 760 764 280 29% 27 21 mm del ....o........... ......». .......»o ó sean 4 pulgadas, 0 líneas, (0 puntos, 73. Evaporacion media diurna.............oco.o.o.o... ó sea 1 línea, 7 puntos, 22. ......... 8 de la mañana. ,65 60 “44 E 5 eb) 58 217 2 (6000 00...) 6950 0.0 60... 0.9. as. e... Idem hechas en el mes de junio de 1859. 12 del dia. 767mm;59 760 40 764 42 307 eb 20. 50 28 1619 21mm,63 70 ,68 761 773 30" 24 28 PIANO TA 4 de la tarde. cs 76'7mm 8 de la noche. ,08 767mm, 09 00 760 ,40 ,62 764 ,18 , 2 28% 56 3 ZA 0 2 26 2 2] mm,52 21mm.33 ,60 79 58 70 .e.oooooonpoo..o.oo..s ..... ....... ..o......... ..roo.o......os .onsnoons. opos... .... ... <.. Oe IN A ri O ll Ó sean 3 pulgadas, 2 líneas, 8 puntos, 50. A ade dol RARA ADN PORRO ION OA A ide 990 hd y , 23 ,54 y 18 ,97 ; 90 ,42 £ 3 6 8 ; Je 76 ; 2¡mm,59 : HON ; 764 ,16 : 760 9 ¿ 93 a torre, fué de 271; 6.=Hazana 1.* de 123 "6281 ap 013038 9P .] YNVIVH="157% 9P.CU0TUJU e] “y TE 9P PUIXBU e] :0pIS Ueq ecnruyl Á eurxyu sempeloda9) se” "917 9P “OLIOJLAJOSGO [9 U0 “py o87 op 9ny “91.107 e[ ua sopedo[09 SO.M9UQULIO) SO[ US SELIBIP SQUOLDRAIOS(O SIS AP PPIINPIP PIPA vInjerodulo) e] “YLON e Na « £l SA O Y IS OO AO O O OO OOOO O TA] 9P SUI : "LG “soyund y “segur q “sepe3ind y uvas O |. o 2qOmnanTa T 16 RO ROO ORI O IS DO O TORO OO CELO PIO OO AO IL 90 | 19 0po7 u9 epieo enSy ) 4 ' : 86 “sozund q “eou1] y tas O 6 VE ODO OO IO O O O O OSO SO Oo O IO AA A Y eIpata UOr9 Rod eAg “gg “soyund y “seau[ 71 “sepesnd g uvas 9 “*"""* JOPBIOABAH : 66 O TOO ORO OO AO RIO O A ROCA A US NO | [9 0p0] 9JULINP 91QI] 918 [8 UOLOBIOA LAN 10 91 e Ls a e o a eh dle ii AA A IO El PU" pI 8% 69, ce... ooo ooo.orsssnssa$s$sSs$snsoso.s. iO TIGO 19P “Pl "PL vIM[y ay" 7 OO OO O OS CIO CACA O O ARA y) “PT LA1]P/91 PLP9WOH E e... .....o oo... ... 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T9L 00% 79L 66 “wuL9L 8l ww99/ £8 um 9, €6“wwu99/ ¡_-- A AA UI “erp 19p 8) | “PUEneUI e] ep g DAA A __ Ao — "6881 2p 0yní 2p saw ja ua soy9y “PI CIENCIAS NATURALES. —*009 000— GEOLOGIA. — Del traquitismo de las rocas; por Mk. Cu. Sarnte-CLAIRE Devitte. (Comptes rendus, 3 enero 1859.) Haiy fué el primero que introdujo en la ciencia el nombre de traguita, aplicándolo á las rocas de orígen volcánico, que segun decia, se caraclerizasen por un feldespato blanquecino ó gris ceniciento, que presentasen un aspecto escabroso, y cuya fractura y hasta la superficie apareciesen como estriadas (1). Desde entonces, y de conformidad con el Sr. Leopoldo de Buch, se admilia en general que el feldespato de las traquitas era invariablemente orfosa (feldespato con base de potasa), al cual, en este caso particular, se daba el nombre de feldespato vitreo. En mi trabajo sobre las rocas volcánicas de Tenerife, creo haber presentado el primer ejemplo de verdaderas traquitas, que tienen por base, no ya la ortosa vitrea ó sanidina, sino la oligoclasa (variedad del feldespato con base de sosa). Posteriormente, en mi Memoria sobre las rocas volcánicas de las Antillas, apunté claramente que hasta el mismo labrador, esto es, una de las especies ménos silicaladas entre todas las del feldespato, era susceptible de tener fan particular modifi - cacion, que hace que el mineral sea á la par vítreo y caverno- (1) Tratado de mineralogia, 2.* edicion, t. 4, pág. 579. 495 so, y que la roca sea por consecuencia áspera al tacto ó tra- quitica; completandose la prueba por haber yo encontrado aso- ciadas á las rocas doleríticas del azufrero de la Guadalupe, la obsidiana y pomez, que habitualmente acompañan á las rocas Iraquíticas. Así que, la traquita no podia ya constituir roca mineralé- gicamente determinada, puesto que todas las rocas feldespáti- cas, y hasta la dolerita, en ciertas circunstancias pueden ad- quirir esta propiedad de traquitismo (1). Sentada esta primera proposicion, naturalmente nos con- duce á investigar en qué consiste la particular modificacion de la roca, ó más bien del feldespato que contiene. Era desde luego imposible no echar de ver que la es- tructura celular ó6 cavernosa de estos feldespatos se halla en relacion á la par con la propiedad que poseen todas las es- pecies feldespáticas de dar al soplete un vidrio ampolloso, y la que presentan, como es sabido, gran número de las obsidianas, cuando se calientan sin llegar con mucho al punlo de fusion, entumeciéndose y abolsándose bastante, aunque despacio, y que luego con la ruptura de una porcion de las ampollitas, se lrasforma finalmente en un pomez comparable al natural, y aun más cavernoso á veces. En las numerosas experiencias de esta clase que he hecho, han variado las pérdidas que han sufrido las obsidianas entre cantidades de materia apenas ponderables, de 6 á 7 milésimos del peso total. Las sustancias que recoji eran por lo comun cloruradas, indicando asi la presencia de (1) Mucho gusto he tenido, viendo que estas conclusiones que emití en 1844 con respecto á la oligoclasa y en 1851 al labrador (Comptes rendus, l. 19, pág. 46, y t. 32, pág. 673), han sido adoptadas por Mr. Gustavo Rose, en la clasificacion de las traquitas debida á este sabio mineralogista, y que por primera vez publicó Mr. de Humboldt en 1857 (Cosmos, t. 4, pág. 468). Esta conclusion podrá extenderse hasta la anortita, si se tiene pre- sente mi análisis del mineral feldespático de la roca de Saint-Eustache, y las de Mr. Forchhaumer y Mr. Damour sobre el mineral de las lavas del Hecla. 126 productos empireumálicos Ó amoniacales, y nunca fueron ácidas. Bien pronto se echa de ver el enlace que esto tiene siempre que una masa litoidea se produce por via erupliva al mismo tiempo que los elementos que pueden considerarse normales, y que por su consolidación constituyen los minerales esenciales de la roca, como son los feldespatos, anfiboles, piroxena y pe- ridoto ú olivino; la masa lleva consigo en un estado particular, y con condiciones de equilibrio aún desconocidas, ciertas sus- tancias que hacen diferente papel. Están efectivamente destina- das en parte, á consecuencia de reacciones químicas de que poseemos hoy dia casi todos los datos, á fijarse en forma de minerales accidentales, como son mica, turmalina, lopacio, apatita, estaño oxidado, cobre oxidulado ú oxidado, hierro oxi- dulado, etc., y en parte á desprenderse en forma de gases y vapores. Pero el punto curioso y capital es, que este desprendi- miento no se realiza con aquella impetuosidad que se advierte cuando las materias ceden á una presion más ó ménos fuerte. Asi lo he observado muy bien en la erupcion del Vesubio en 1855. El gran número de meses y basta de años que sabe- mos dura este fenómeno, debe persuadirnos de que las sustan- cias gaseosas guardan cierta combinacion con la masa litoidea, y que sólo se separan de ella á favor de cierto cambio de equi- librio molecular, que verosimilmente no es otra cosa que el paso al estado cristalino. Pero supongamos que la masa litoidea, en vez de consoli- darse en condiciones de reposo que favorezcan y produzcan esta trasformacion, sufra un enfriamiento bastante rápido, como cuando se da temple á un metal. Habrá entonces una masa amorfa ó vítrea, como la obsidiana, y entonces tambien no sólo dejarán de presentarse los minerales accidentales, sino que aun los mismos esenciales quedarán excluidos, ó no estarán repre- sentados mas que por raros feldespatos más ó ménos perfectos, y las sustancias gaseosas se hallarán en parte como aprisionadas. Ellas son sin duda las que, hallandose intimamente unidas á la masa de la obsidiana, tratan de desprenderse cuando esta última se ha ablandado con el calor, y las mismas han tomado cierta tension. 4217 Asi se concibe muy bien que entre los dos estados extre- mos, cuales son cristalinidad perfecta eliminada ya toda materia volatil, y estructura vítrea encerrando una porcion ponderable de estas sustancias gaseosas, debe haber tránsitos insensibles. Pruébase el hecho con las lavas, puesto que hasta las crislali- nas de la mayor parte de los volcanes Etna, Vesubio, Hecla, Andes, elc., conservan lodavia en íntima mezcla cloruros so- lubles en proporcion á veces bastante notable. Las propiedades particulares del feldespato, de las traquitas y de la misma pasta traquítica, procederán por tanto de tales dos condiciones; esto es, de la consolidación primitiva verifi- cada en circunstancias que hubieran favorecido la estructura vítrea, y de la intervencion de un fenómeno análogo al que en nuestros laboratorios trasforma la obsidiana en piedra pomez. Si las cosas han pasado asi, el feldespato con esta especie de frita no habrá cambiado sensiblemente su composicion, y a lo más habrá perdido, haciéndose celular, algunos milésimos de las sustancias volátiles que tuviera encerradas en sus poros. Por esto los feldespalos de las traquitas del monte Doro y del Liebengebirge habrán conservado la fórmula de la orlosa, los de la traquita de Tenerife continuan siendo oligoclasa, y aun los de traquita dolerítica de la Guadalupe no habrán perdido sen- siblemente las proporciones que constituyen el labrador. ¿Pero es siempre el fenómeno tan sencillo, y suficiente siempre la explicacion? En otros términos: despues de la traquitacion ¿con- serva siempre el feldespato su composicion intacta? Veamos los hechos que pudieran causar alguna duda en el particular. En los preciosos estudios que debemos á Mr. Abich, encuen- tro que el feldespato esencialmente traquítico del Arso, en vez de tener la composicion normal de la ortosa ó de la sanidina, da para los tres elementos quimicos (protóxidos, sesquióxidos, silice) las siguientes proporciones de oxigeno: 1: 3: 11; es decir, que hay falta de sílice. A la verdad, esta composicion levemente anormal pudiera atribuirse á la mezcla de hojuelas de mica negra y de peridolo vitreo verdoso, que Mr. Abich señala en estos feldespatos; y lo que pudiera confirmar esta idea es, que una muestra de esle mismo feldespato de el Arso, en el cual procuré eliminar en 128 lo posible estas materias extrañas, no me dió muestra sensible de óxido de hierro, al paso que el análisis de Mr. Abich señala cerca de 1 por 100. Por lo que hace á las rocas de los volcanes de la Cordillera, no cabe duda alguna si, como piensa Mr. de Humboldt, son realmente traquitas oligoclásicas (1). En efecto, los análisis que he hecho hace mucho tiempo de los feldespatos entresacados de algunas de las rocas que trajo Mr. Boussingault, y que este insigne compañero tuvo la bondad de dejarme examinar, nunca me han llenado la fórmula de la oligoclasa. Véanse tres análisis de eslos, L Il (1). nr. A AA OS a, Oxigeno Oxigeno. Oxigeno. Silice. iS 58,26| 7,40 58,26| 7,42 [| 55,40] 6,74 IET 26,12| 3,00 26,19| 3,00 | 27,48 3,00 ce dejo E de al 7,39 7,56 974 Magnesia........ 0,80 0,94 0,79 Sbanil. nabP ia blot 620/1001 ¿50/10 | 5361.08 Dota ios 0,63 0,45 1,23 100,00 100,00 100,00 Excesos de los análisis. , .|-4-0,80 +0,40 +1,31 | Il. Feldespato del Chimborazo, su densidad. 2,651 11. Feldespato del Antisana, su densidad... 2,630 III. Feldespato del Puracé, su densidad..... 2,729 Vistos tales resultados, ¿habrá que admitir para los feldes- palos otra nueva fórmula 1 : 3 : 7? ¿No cabra mas bien creer que en estas rocas hay alteracion de la oligoclasa, Ó que tal vez en alguna de ellas existe labrador? Esto es lo que espero me (1) Comptes rendus, t. 44, pág. 1067. (2) Este análisis lo hizo mi hermano, á peticion mia. 429 permitan decidir los nuevos análisis, cuyos elementos estoy preparando (1). Pasando ahora á un caso de traquita labradórica, lo encon- lraremos en la isla de Borbon, y en las rocas que forman há- cia el N. el núcleo más elevado y antiguo de la misma, y los tres grandes conos de sublevacion sobre los que se alza el Pico de la Nieve. El feldespato que de alli he sacado, cuya densi- dad es de 2,726, y que juntamente con la estruclura traquí- tica tiene todos los caracteres mineralógicos del labrador, ofrece la composicion siguiente : Oxigeno. A AA TEN A 49,06 4,78 A 34,22 3,00 A A 13:10 Magnesiad.. du ias ras AS 0,69¿0,68 Osa 2d dida TEO 2,18 Pérdida por la calcinacion.... 0,10 100,00 Exceso del análisis. ........ A 0,00 En este caso no sólo hay ménos sílice de la que es menes- ter para constituir labrador, sino que la relacion entre las pro- porciones de oxigeno de los dos elementos básicos se aparta notablemente de 3 : 1, como en todo feldespato normal. Paréceme, pues, probable que los feldespatos de estructura fibrosa y vitrea han sufrido en algunas ocasiones una altera- cion, que por lo general ha causado su baja de sílice. (1) No puedo por otra parte admitir con Mr. Abich que haya en las traquitas de los Andes dos feldespatos, ortosa en gruesos cristales, y al- bita diseminada en la pasta. Nunca he podido descubrir en ellas mas que una sola variedad de feldespato, y esta presenta siempre la macla que produce el ángulo entrante. Si hubiera mezcla, sólo pudiera ser entre la oligoclasa y el labrador, y esto serviria tal vez para explicar la anomalía en la cantidad de sílice. 130 Hay finalmente una circunstancia comun á la mayor parte de las rocas que acabo de citar, y es que su pasta es más rica en sílice que el mismo feldespato, en tanto mayor grado cuanto más vítrea es la estructura. Vamos á comparar las cantidades de sílice de estas rocas y de los feldespatos que he extraido y analizado. A E 5__x 5 E O0wmDUOEEECEE APA CANTIDAD DE SILICE. Localidades. | Estructura de la roca. Pd cada A la TOCd. Dn €l le espa 0. Pasta subvítrea gris- 2 G3 09 (Abich..) pardusCa......... j ? Chimborazo. J Pasta — subvítrea”ne-2 6549 (1.S.—C. D.)| 58,26 (Ch. S.—C. D.) Pasta compacta crista- po2 cmd Ss 0D.) lina agrisada...... E a z Sa Pasta de gris negro... ,26 (Abich. ) No 9 do A da E Menencna oo] 63,25 (Abich. ) 198,26 (1,S.—C. D.) Pasta vítrea pardusca.| 69,28 (Abich.) Cotopaxi. ..¿ Pasta granuda com= Pac el 69,98 (Abich.) Pichincha... Pasta negra vítrea... 67,07 (Abich.) z Pasta subvit de- Puracé..... ( aa verde” 160,80 (Ch. S.—C. D.)| 55,40 (Ch. S.—C. D.) Guadalupe... [Pta E0o Prado 357,05 (Ch. S.—C. D.)| 54,25 (Ch: S.—C. D.) 37,67 (Abich.) Elna (rocasg Pasta gris de grano s0 sr J(S.de Walters) | fino, celular....... pa (Ch. S.—C. D (AE RAn 3 A A ES 1. S.—C, D. 56,98 et Grandeau,) 54,88 f et Grandeau.) celular os “ Borbon (oa Sd Y50,90 (Ch, S.—C, D.)| 49,06 (Ch. S.—C. D.) CA A DA IS EA ID II A AA RRA Estas diferencias del guarismo de la sílice entre la pasta y el feldespato, parecerán aún más notables si se repara que cuando se analiza una roca en masa, se analizan con la verdadera pasla no sólo fragmentos de feldespato análogos á los que se han ex- traido, sino tambien otros minerales que, como el anfibol, el piroxeno sobre todo y el peridoto, son ménos ricos en sílice que aquel feldespato, ó que como el hierro oxidulado carecen abso- lutamente de sílice. Este exceso de silice en las rocas traquiticas se manifiesta algunas veces con granos aislados y visibles de cuarzo. Asi lo dijo Mr. Abich de la roca de Drachenfels, y yo mismo tuve 0ca- y 431 sion de observarlos con alguna admiracion, al lado de labrado- res, en la dolerita traquítica de Guadalupe. Mas por lo general la sílice de las rocas traquíticas se encubre en la misma roca, ya sea vidriosa, ya granuda y áspera al tacto, dando lodo á enten- der que en ella adquiere propiedades particulares consiguientes á su estado molecular. El exceso de sílice en la pasta de las rocas traquíticas puede explicarse, admitiendo que estas rocas no son olra cosa que el re- sultado de la fusion y del derrame, por los orificios volcánicos, de otras rocas, ricas en cuarzo, más antiguas. En los Andes, por ejemplo, pudieran de este modo referirse las traquitas de la Cordillera á los pórfidos cuarciferos oligoclásicos, cuyas señales se encuentran en tantos valles. Con esta hipótesis habria la ventaja de explicar el caso más raro á la verdad, de que la pasta de la traquita tenga ménos sílice que el feldespato que de aquella se extrae. La lava de Arso, por ejemplo, no contiene, segun mis experimentos, mas que 36 por 100 de sílice; y cabalmente esta es la cantidad de silice que Mr. Abich consigna á la toba pomácea de Ischia, por la cual se abrió paso la lava de 1301. Por otra parte, si los análisis posteriores llegan á dar cer- leza al hecho que ahora apunto sólo como dudoso, de que hay alleracion en la composicion de los feldespatos traquitizados, y si esla alteracion se explica al cabo por la baja de la cantidad normal de sílice, ¿no será cosa natural entonces enlazar los dos electos inversos, á saber, la desaparicion de la sílice en el fel- despalo y su aumento en la roca, ya sea vilrea 0 traquítica, es decir, más 4 ménos comparable al pomez ? No es indiferente esta última circunstancia; y ya observó Mr. L. de Buch que la obsidiana y la piedra pomez no se en- contraban descubiertas en el pico de Tenerife mas que á con- “Siderable altura. Subiendo de Orotava á la Cañada, designaba Mr. de Humboldt, hace cerca de sesenta años, los caracléres petrograficos, intermedios por decirlo asi entre la traquila y el basalto, que presenta la lava del portillo situado á mediana al- tura. Posteriormente tengo manifestado que la lava de Guimar sacada de un barranco profundo y á poca altura, era de muy 132 considerable densidad, y estaba muy cargada de peridotos, en- contrándose en la Guadalupe casos análogos (1). Entiendo que es dificil dejar de ver en esto una especie de licuacion que levante á la superficie del baño de materias fun- didas, las sustancias ricas en sílice y de poca densidad, y que por el contrario concentra en las capas más profundas los ele- mentos ferruginosos y magnesianos. ¿Mas por cuáles procedimientos se realiza esta acumulacion de la sílice en la parte superior? ¿Noserán acaso agentes quimicos y mecánicos de esta concen- tracion las sustancias volátiles, vapores de agua, ácido carbónico, gases sulfurados y clorados? ¿No hará en parte la costa de esta si- lificacion el feldespato de las rocas tra quíticas? Siendo esto así, ¿no dará singular confirmacion al papel que representa la sílice en sus combinaciones naturales, segun la opinion de nuestro sabio compañero Mr. Delafosse? Finalmente, cuando, como en la lava del Vesubio, la alte- racion que el mineral feldespatico (anfigena) sufre, haciéndose vítreo, parece consistir, como ya lo he indicado (2), en la asi- milacion de cierta porcion de sosa, ¿no deberá atribuirse este último género de traquitismo á la reaccion en la roca anfigénica de la Somma, por la influencia de una temperatura elevada del cloruro de sodio y del vapor de agua? En una palabra, ¿no se realiza en ello el experimento tan conocido y característico de los Sres. Gay-Lussac y Thenard? Tales son las principales cuestiones que se presentan, y que me he propuesto acometer en otro segundo trabajo, con la coo- (1) A mi parecer no tienen réplica los números siguientes: Densidades. Cantidad de silice. Obsidiana y pomez del Pico............ 2,464 60,32 Vaya del Portulos taaan total 2,671 57,88 Lava dolerítica de los Mallorquines. .... 2,945 52,46 Lava peridótica de Guimar............ 3,001 46,80 (2) Comptes rendus, t. XLI, p. 1171. 133 peracion de Mr. Luis Grandeau, hábil quimico y Minera- logista. Los apuntes que acabo de leer son un extracto casi textual de una carta que en mayo de 1857 dirigí á Mr. de Humboldl; y la benévola publicidad que este ilustre decano de los geólo- gos (1) dió á una parle de aquella, es la que ha podido ani- marme en la idea de que mi trabajo, aunque incompleto toda- via, no sería indigno de ser sometido al juicio del público. Del múmero y distribucion geográfica de los volcanes de la tierra; por Mr. HumoLpr. (Bibliot, univ. de Ginebra, mayo 1859.) Parécenos importante copiar el resúmen que da Humboldt en el lomo 1V de su Cosmos, tocante al número de volcanes activos hoy en la superficie del globo. Algunos autores habian tratado ya del mismo asunto. Segun Werner hay 193 volca- nes encendidos; segun Leonhard, 187; segun Girardin, 303, 109 en los continentes y 194 en las islas; segun Arago, 175; segun Ordinaire, 205, 107 en las islas y 98 en los continentes; segun Huot, 559, 373 en las islas y 186 en los continentes. Parecen exagerados estos últimos números, que no cila Hum- boldt. Buch, Lanerebe ni Daubeny, que trataron especialmente de los volcanes, se atrevieron á dar una lista general de ellos. Las discrepancias provienen, como dice Humboldt, de los diver- sos principios que se adoptan para clasificar los volcanes en apagados y activos, y de lo insuficiente de los datos. La expe- riencia histórica tiene demostrado, que volcanes que pasaban como apagados, ardieron otra vez al cabo de mucho liempo; y así es que Humboldt, mas bien tiene por corto que por largo el número que da. «Llevo manifestados, dice Humboldt, todos los signos que pa lentizan la vida volcánica de nuestro planeta, y demostrada la gradacion del grandioso cuanto misterioso fenómeno que nace o (1) Cosmos, t: IV, pág, 628. TOMO 1x, 28 434 de la reaccion del interior de la tierra contra su superficie, po- blada de vegetales y de organismos vivos. A los efectos dinámi- cos de los terremotos y los sacudimientos, sucedieron las fuen- les termales y las salsas, 0 sean los fenómenos que ocasionan, con inflamacion espontánea ó sin ella, la elevacion persistente de lemperatura comunicada á los manantiales de agua ó á las emanaciones gaseosas, y la diversidad de las combinaciones químicas. La reaccion de dentro afuera se ve expresada en su mayor grado y el más complejo en los volcanes, que por la via seca originan los grandes y diversisimos efectos de la formacion cristalina. Y para ello no se limitan á disolver y á destruir; preséntanse tambien como agentes creadores, y sujetan las sus- tancias a combinaciones nuevas. Considerable parte de rocas recienlisimas, si no son las más recientes, es fruto de la acti- vidad volcánica, ya porque, cual sucede en varios puntos de la lierra, broten las masas licuadas de las andamiadas en forma de cono ó cúpula, asi dispuestas por la naturaleza al efecto, ya porque allá en tiempos de la juventud de nuestro planeta, se abrieron paso directamente, y sin necesidad de andamios, las rocas basálticas y traquiticas por cerca de las rocas sedimen- tarias, y alravesando una malla de rajas abiertas en la superfi- cie de la tierra. » He puesto sumo cuidado en determinar exactamente los puntos donde han subsistido largo tiempo las comunicaciones entre la atmósfera y el interior del globo; réstame enumerarlos, separar de los muchos volcanes activos en épocas históricas, pero muy remotas, los que hoy lo están aún, y dividir estos en dos clases, segun pertenezcan á continentes ó á islas. Si todos los volcanes que entiendo deben entrar en esta lista, formando lo que se llama el último término ó el límite inferior de los volcanes activos, ejercilasen simultáneamente su actividad, tendrian de seguro notable influencia en la composicion de la atmósfera, en sus condiciones climatológicas y en especial eléc- tricas. Pero los intervalos entre las erupciones disminuyen su efecto, circunscribiendolo por lo comun á determinadas locali- dades. Al suceder erupciones grandes, se forman al rededor de los cráteres, de resultas de la evaporación, tempestades volcá- nicas con rayos y chaparrones copiosos que suelen asolarlo todo; 435 pero no tiene consecuencias generales este fenómeno atmos- férico. La singular oscuridad que el año de 1783 cubrió meses seguidos, de mayo á agosto, á parte considerable de Europa, Asia y Africa septentrional, mientras que en las encumbradas montañas de Suiza subsislió despejado el cielo, se achacó, cierto es, y suele achacarse todavía á la grande actividad volcánica de Islandia y á los terremotos de la Calabria; pero en mi juicio es muy inverosimil semejante causa, por lo extenso del fenó- meno. Admitimos sin embargo, que cuando alcancen vasto es- pacio los terremotos, puedan tener alguna influencia más vero- simil que el hecho aislado de una erupcion volcánica en ade- lantarse la estacion de las lluvias, como se vió en la llanura de Quito y en Riobamba en febrero de 1797, y en la parte S. E. de Europa y en el Asia Menor en la primavera de 1856.» En la tabla siguiente, las cifras de la columna primera in- dican el número de volcanes cilados en la obra, y las de la segunda dicen cuántos de ellos han dado pruebas recientes de actividad volcánica. Número de los volcanes repartidos en la superficie del globo. PARAGES + NÚMERO. EOTOPA roo. La. UA AS DAYA Islas del Océano Atlántico. ................... 14 8 Aida o oye 20 AORTA LD BODA 30 04 Asiar,Continéntalol. luso OR AAA 315118 Asia Occidental y Central... 1 6 Asia, peninsula del Kamischalka. ............. Var Islas del Asia: Orientabor noel 69 54 Islas del Asia meridional. ........ UA. La 120 56 Oréano Indio. sos odalalabobisuada alo oo 90.8 Mardel ¡Sure gun YO OLI da EAS 40 26 America Continental... oo... s. 115.83 America del SUr............ IDU PARA E 56 96; Gbilesó .onod. au dl ed ARAS, QU (5 a Dernúiy Bolipias.c)103%%4 20N4K!.000 SODA PRAGA ¿14 3 Quito y Nueva-Granada. ............ dto l18 10) America Contralor o La 251 099/4148 436 PARAGES: NÚMERO. Méjico, al. S. del rio Gila. ....wmo0egioo os arms 6 a parle N. O. de América, al N. del rio Gila....... (24 5 w É A A 407 225 »Esle largo trabajo, continúa Humboldt, que para formarlo he acudido á las fuentes, Ó sea á las relaciones de viaje de los geólogos y geógrafos, dice que de 407 volcanes han dado 225 tes- timonios de actividad en los tiempos modernos. Las listas ante- riores de volcanes activos contenian, cuáles 30, cuáles 50 mé- nos, porque se compusieron sobre otros principios. No he con- tado en tal categoria sino los volcanes que han despedido va- pores, Ó que en el siglo XIX ó en la segunda mitad del XVII han tenido erupciones históricamente comprobadas. Cierto es que existen volcanes de actividad despertada al cabo de intervalos de cuatrocientos y más años; pero son fenó- menos sumamente raros. Se puede seguir la larga série de las grandes erupciones del Vesubio los años de 79, 203, 512, 652, 983, 1138 y 1500. Del Epomeo de Ischia no se conocen, an- teriormente á la gran erupcion de 1302, mas que las de los años de 36 y 45 anles de la era cristiana.» y Más adelante dice Humboldt: «Si despues de los ejemplos que llevo citados de largos intervalos, pasados los cuales se puede despertar la actividad adormecida de los volcanes, queda mucha incertidumbre acerca del porvenir de los que parecen apagados, se ve lo importantísimo de dejar consignada la distri- bucion geográfica de los volcanes activos en una época determi- nada. De los 225 abismos que á mediados del siglo XIX ponen en comunicacion el interior licuado del globo con la atmósfera, 70, ó poco ménos de la tercera parte, perlenecen á los continentes, y 155 a las islas. De los 70 volcanes continentales, 33, 6 las tres cuartas partes, están en América, 15 en Asia, 1 0 2 en la parte de Africa que conocemos, y 1 sólo en Europa. Donde hay más volcanes insulares reunidos en ménos espacio es en las islas del Asia Meridional, en los archipiélagos de la Sonda y de las Mo- lucas, en las islas Aleucianas y en las Kuriles, dependientes del 437 Asia. La zona donde abundan más los volcanes en toda la su- perficie terrestre es la que se dirije del S. E. al N. O., entre 75" de longitud occidental y 125* de oriental, y entre 47” de lalitad austral y 66 de boreal, que comprende la parte occi- dental del Océano Pacífico.» ENTOMOLOGIA. Organizacion del Leptopus; por Mx. L. Durour. (L"Tostitut, 45 abril 4859.) Examinando el autor con la mayor atencion y minuciosidad la organizacion de los hemipteros pertenecientes al género Lepto- pus, le ha admirado á lo sumo descubrir en un insectillo que apenas tiene 4 á 5 milimetros de largo, los mismos aparatos vilales que los que presentan los hexapodos más corpulentos, y aun los vertebrados que ocupan sitios preeminentes en la es- cala. A pesar de las dificultades que debia oponer á la disec- cion la pequeñez y fragilidad de las partes, dice haber visto «un sistema nervioso con cerebro y ganglios, una respiracion traqueal vascular, un aparato digestivo compuesto de un par de glándulas salivales, de un buche ó estómago con su 'vál- vula pilórica, de un ventrículo quilífico, que tiene su válvula ilio-cecal, de un canal intestinal, de un órgano 'hepático en forma de cuatro vasos delgados como hebras de seda.» En el aparalo genital del macho, dice, hay «dos testículos bien dis- tintos, compuesto cada uno de tres cápsulas seminificas, un conducto deferente de finura más que capilar, un utrículo esfe- roidal que hace veces de epidídimo, otro utrículo que repre- senta las vesiculas seminales, un conducto eyaculator, etc.» La hembra le ha presentado «dos ovarios, compuestos de un ma- nojo de cinco granos ovigeros subtriloculares; un caliz del ova- rio que ejerce las funciones del útero de los animales superio- res, pueslo que está destinado á recibir, conservar y desarrollar los productos de la concepcion; un ulriculo ovárico, donde se 438 acumulan los huevos preparados, para pasar luego sucesiva- mente al oviducto y recibir la ablucion fecundante de la bolsa copulatriz antes de ponerlos definitivamente el oviscapto.» Aparte de estos hechos anatómicos, dice Dufour haber ad- vertido «otro curioso, de singular interés, que ningun hisloria- dor de los insectos cita.» Expónelo como sigue: »En la oloñada, no obstante haberse cumplido la metamor- fosis exterior, hallarse en estado perfecto el Leptopus, no han experimentado la evolucion de la pubertad los órganos genita- les de ambos sexos; han permanecido en estado embrionario, en completa inaccion funcional. Se mantiene el insecto en la infancia con toda la viveza y locomovilidad propia de este estado. Está inerte su aparato de reproduccion, completamente inhabil para el acto copulativo. Expliquémonos categóricamente. »En verano, en el tiempo de los amores, los testiculos, en estado de lurgescencia espermática, ocupan la base del abdó- men, donde están al descubierto, ó faltos de cualquier cubierta. A fines del otoño se retiran los mismos órganos á la punta del abdómen sumamente encojidos. Pero lo singularisimo, y lo que constituye un hecho nuevo, es que cada testículo está cubierlo de una túnica adipo-membranosa, cuya vellosidad permite ver las capsulas seminificas inclusas, diafanas, y sin esperma secre- tado. Viene á ser un escroto, pero unilesticular y caduco, como paso á explicar. Las glándulas espermagenas citadas, al tiempo de su progresiva turgescencia, delerminan la expansion suce- siva, el desgarramiento, la destruccion de la túnica escrotal, y entonces se quedan al descubierto los testículos, como dije arriba. »En la misma época del otoño los ovarios infecundados y virgenes se achican muchisimo, y se melen como los testículos en los segmentos abdominales últimos. Pero cuál fué mi asom- bro y apuro, en especial antes de haber advertido los caracteres exteriores distintivos de los sexos, cuando hallé en los ovarios una túnica adipo-membranosa enteramente parecida al escroto de los testículos, tan caduca ó destructible como él, que conle- nia los granos ovigenos diáfanos en estado de germen. La breve explicacion dada de la destruccion del escroto se aplica á la cubierta ovárica. 439 » De estas dos fases orgánicas, comunes á los testículos y los ovarios, he inferido sin titubear que los leptopus de fines de otoño pertenecian á una puesta atrasada, y estaban condenados á conservar su impotencia reproductriz durante toda la esta- cion de las heladas, sosteniendo entonces su existencia, ya con la absorcion de reservas grasas, abundantes en dicha época en los costados del abdómen, ya con el prolongado sueño de los órganos, llamado ¿invernacion. »Los microtomistas apasionados comprenderán mi gozo, mi satisfaccion de amor propio al ver convertida en hecho positivo mi presuncion, fundada en estudios analómicos. Con efecto, en otoño de 1858 hice mis trabajos analómicos, y durante la lem- peratura glacial de principios de enero de 1859, y en los úl- timos dias de febrero siguiente, encontré guarecidos debajo de piedras unos 20 leptopus boopis, agazapados y amodorrados unos como marmotas en las hoquedades de la caliza, echando á correr otros así que salian de la madriguera y les calentaban los rayos del sol.» (Por la seccion de Ciencias naturales, Francisco GARCÍA NAVARRO.) L40 VARIEDADES. Fallecimiento del Ilmo. Sr. D. Joaquin Ezquerra del Bayo. El 14 de agosto próximo pasado falleció en Tudela de Navarra el Tlmo. Sr. Don Joaquin Ezquerra del Bayo, Inspector general del cuerpo de Ingenieros de minas, é individuo de número de la Real Academia de Ciencias de Madrid, en su seccion de Ciencias naturales. Noticias acerca de un manuscrito perteneciente al licenciado Antonio Robles Cornejo, naturalista del siglo XY1, y conservado en el Jardin botánico de Madrid, comunicadas por D. MicurL COLMEIRO,. Pocos meses antes de terminarse el año 1856 me ocupaba asídua- mente en completar los materiales que reunia para la obra titulada /a Botánica y los Botánicos de la Península Hispano-lusitana (1), presen- tada á la Biblioteca nacional á fines del año siguiente, y premiada por la misma en enero de 1858. Durante el tiempo de mis investigaciones recibí repetidas muestras de eficaz atencion en muchos de los estableci- mientos que encierran las riquezas científicas y literarias de nuestra pa- tria, é iguales muestras debia esperar y llegué á obtener en el Jardin Botánico de Madrid, aunque entonces no me contaba todavía en el nú- mero de sus profesores, siéndolo de la Universidad de Sevilla. Causas que no intento examinar se opusieron en la indicada época á que se me facilitase el manuscrito titulado £xdmen de los simples me- dicinales, obra inédita del licenciado Antonio Robles Cornejo, médico de Salamanca, que pasó al Nuevo-Mundo en el año 1587, y el cual, des- pues de haber estudiado durante los 25 siguientes las producciones ame- ricanas, escribió dos obras diferentes acerca de los simples medicinales. Una de tales obras es la que Nicolás Antonio cita y nombra Simples medicinales indianos, refiriéndose á Leon Pinelo; y esta misma debe ser la mencionada por Caldera de Heredia en su Tribunal medicum, como de- dicada á tratar de las plantas de la India occidental y de los demás simples indianos. No llegó á publicarse semejante tratado, aunque Leon (4) Bállase de venta en la librería de Calleja, calle de Carretas, y en la Biblioteca nacional, 441 Pinelo lo haya supuesto impreso; y no se sabe si actualmente existe en algun archivo ó biblioteca. La otra obra de Robles Cornejo es precisamente la que yo pedí en el Jardin botánico de Madrid cuando me ocupaba en completar mis tra- bajos bibliográficos, y que no pareció, á pesar de haberla buscado una autorizada persona, entonces encargada de la custodia de casi todas las riquezas científicas depositadas en aquel establecimiento. Fiado en infor= mes que debia tener por exactos, manifesté en las páginas 66 y 157 de mi citada obra, que la de Robles Cornejo, titulada Exámen de los sim- ples medicinales, habia existido en el Jardin Botánico de Madrid en tiempo de Cavanilles, y que era de sentir no se hubiese encontrado recientemente. Esto era un hecho, y como tal debí consignarlo, para que no se extrañase la falta de pormenores y de mi juicio acerca del expresado manuscrito. Investigaciones que tuvieron lugar despues de la publicacion de mis trabajos bibliográficos y biográficos demostraron por fortuna, que el Exd- men de los simples medicinales no se ha perdido, existiendo perfecta- mente conservado en la biblioteca del Jardin botánico de Madrid, como Cavanilles lo habia noticiado al público científico hace más de medio si- glo, en el tomo 7 de los 4nales de ciencias naturales. El Exámen de los simples medicinales del licenciado Robles Cornejo es un tomo en folio de 709 páginas, con 50 de principios y 3 de índices al fin. Contiene la aprobacion, expedida en Madrid en el año 1617, y por consiguiente nada le faltaba para ser entregado á la prensa, lo cual no se habrá podido verificar por circunstancias comunes á otros muchos es- eritos. El autor se habia propuesto ilustrar á los Boticarios establecidos en América, convencido de la escasa instruccion que acerca de los sim- ples generalmente tenian, segun lo pudo observar durante 25 años de experiencia, habiendo visitado todas ó las más hoticas del Perú, como él mismo dice. En efecto, la obra fué escrita en América, segun lo acre- dita el tenor del prólogo, y tambien algunos pasages esparcidos en los siete libros que la componen. Robles Cornejo era natural de Salamanca, y habia estudiado la me- dicina en aquella Universidad, dedicándose más ó ménos al exámen de las plantas, supuesto que dice haber hallado el Meu en el camino de Sa- lamanca á Ledesma, en un lugarejo situado á 3 leguas de su patria, y cuyo nombre creia ser el de Almenara, aunque al parecer no lo recorda- ba bien. Todavía se hallaba en Salamanca en el año 1581; pero en el 1585, ó antes, debió venir á Madrid, donde conoció al célebre Fran- cisco Hernandez, quien le mostró la raiz de china, viéndola Robles Cor- nejo por primera vez. Entonces hubo de proyectar sus largos viajes, y antes de embarcarse permaneció algun tiempo en Sevilla, cuyas boticas visitó en el año 1586, emprendiendo la navegacion en el 1587, y arri- 442 bando, despues de haber estado en Angola, á Puerto-Rico, donde le pre- sentaron una corteza tenida por canela, que él calificó de cinamomo, cuyo nombre le quedó, segun el mismo Robles Cornejo lo nota. Recorrió principalmente la América meridional, y se fijó en el Perú, siendo mé- dico del virey, que lo era el Marqués de Montesclaros; y despues de 25 años de experiencia, ó sea en el de 1614, escribió el Examen de los simples medicinales, para que mejor fuesen conocidos por los boticarios residentes en aquellas partes, proponiéndose tratar de las producciones americanas especialmente en un Libro de los simples indiamos, como lo indica el autor al hablar de la zarzaparrilla, cuyo exámen y el de otras producciones de las Indias anticipó, por si la poca salud y la edad no le diesen lugar á realizar su propósito. Puede considerarse el Exdmen de los simples medicinales como una Historia natural farmacéutica, propia para formar una idea de los cono- cimientos que en la época de Robles Cornejo se tenian generalmente, y de los que él mismo habia adquirido sobre las producciones naturales de utilidad médica, y su procedencia. Preceden al cuerpo de la obra unos pre- liminares Ó proemiales, como su autor los nombra, que son de interés puramente farmacéutico; y despues de ellos se hallan los siete libros, que sucesivamente tratan de raices, leños y cortezas, hojas y ramos, flores, semillas y frutos, licores, resinas y gomas, animales y minerales, todo ello con mayor ó menor extension en varios capítulos contenidos en cada uno de los libros. Casi toda la obra concierne á las plantas, como se puede reconocer por lo dicho; y aunque trata de ellas bajo el punto de vista farmacéu- tico, no deja de contener noticias de interés botánico. Es verdad que Ro- bles Cornejo escribió casi siempre dominado por la autoridad de los anti- guos naturalistas, y en particular por la de Dioscórides; pero algunas ve- ces supo prescindir de ella, recurriendo á la propia observacion, y des- cribiendo plantas que aquellos no pudieron conocer. Si así lo hubiese he- cho constantemente, no apareceria en el Examen de los simples medici- nales con harta frecuencia el decidido empeño de hallar en el Nuevo-Mundo especies vejetales propias del antiguo, tomando por idénticas las que pre- sentan ciertas semejanzas, suficientes ó no para aproximar tales especies en el mismo género. Creyó ver Robles Cornejo en América el polipodio comun de Europa, confundiéndolo con algunas de las especies americanas; gozóse de haber hallado con abundancia la cebolla albarrana en muchas y muy diferentes partes de las Indias Occidentales, siendo probable que por tal cebolla haya tomado la del pancracio caribeo; tuvo por verdaderos hermodátiles los que como tales cogió en la isla Margarita, padeciendo seguramente notable equivocacion; tomó por eléboros blanco y negro otras plantas 443 ciertamente distintas, que crecen en todas las serranías situadas entre los Llanos y el Cuzco; identificó diversas eufórbias ó lechetreznas de Europa y América, é igual confusion introdujo entre algunos aros ó yaros de una y otra parte; enumeró entre las peonías una planta que enrama, y habia visto en los huertos de Cartagena de Indias, siendo probablemente el abro precatorio, procedente del Asia y Africa tropicales, é introducido en Amé- rica; cometió, en fin, algunas otras equivocaciones de igual naturaleza, preocupado por el deseo de hallar en América las más apreciables pro- ducciones de Europa y de las demás partes del antiguo mundo, deseo que fué comun á los que visitaron el Nuevo en pasados tiempos, más ó ménos próximos á su descubrimiento. Plantas hay, no obstante, y en verdad de las más vulgares, que han pasado de uno á otro continente, extendién- dose mucho, y en este número puede contarse el cohombrillo amargo (Momordica Elaterium), comun en nuestros campos, y observado por Robles Cornejo en los de Tucuman. El autor del Exámen de los simples medicinales, como que escribia para los boticarios establecidos en América, pocas veces señaló con pre- cision las localidades de España en que crecen las plantas medicinales indígenas, aunque siempre las haya indicado con sus nombres castellanos, mostrándose generalmente acertado y exacto. Respecto de algunas pro- ducciones vegetales de las Indias Orientales siguió á García de Orta y Cristobal Acosta, que habian esplorado aquellas regiones, examinando por sí mismos mucho de lo que hasta entonces se habia ignorado ó estaba mal conocido. En cuanto á los vegetales americanos y á los asiáticos in- troducidos en América, que Robles Cornejo estudió con independencia, y libre de las trabas impuestas por la autoridad de los antiguos naturalis- tas, hállanse en el Exdámen de los. simples medicinales algunas noticias importantes y curiosas, que merecen ser tomadas en cuenta por quienes se ocupen en el estudio de la vegetacion americana. Es de interés cuanto acerca de la introduccion y cultivo del gengibre en América averiguó y consignó Robles Cornejo; tambien lo ofrece el hecho de ser ya comunes en su tiempo los tamarindos, que de las Indias Orientales habian pasado á las Occidentales; igual observacion tiene lugar respecto de la cañafístola, distinguiendo de la doméstica otra parecida á ella, y que no lo es. Habló de la zarzaparrilla indiana nuestro autor, y lo hizo con discernimiento; mencionó el palo del Brasil, dudando que fuese uno de los sándalos colorados; dió noticias del sasafrás; aseguró con razon que no era verdadera canela la tenida como tal por los primeros descu- bridores de América; dirigió su atencion al arbol del bálsamo de Nicara- gua; supo distiuguir la china oriental y la americana, etc., etc. En suma, el manuscrito de Robles Cornejo, existente en el Jardin Botánico de Madrid, merece ser cuidadosamente conservado, y debemos 444 felicitarnos de que no se haya perdido, aun cuando hoy no sea acreedor á los honores de la impresion, por haber pasado la oportunidad mucho tiempo hace. Esto sucede siempre que las obras científicas dejan de ser publicadas en su época, diferenciándose de las literarias considerable- mente bajo este aspecto, por mas que las primeras no pierdan todo su interés á los ojos del hombre erudito y curioso. No son demasiado anti- guos los muchos trabajos de nuestros botánicos viajeros que se con- servan en el mismo establecimiento, y sin embargo están ya en gran parte inutilizados por la publicacion de otros trabajos posteriores, llevados á cabo fuera de la Península. Al terminar estas noticias debo advertir, que no trato de amenguar la importancia de las primeramente suministradas sobre el mismo ma- nuscrito por los Sres. Don Quintin Chiarlone y D. Carlos Mallaina en el Restaurador farmacéutico del 20 de marzo de 185%, y al contrario, aprovecho esta ocasion para recomendar su lectura á los médicos y far- macéuticos que miren con interés cuanto se refiera á la historia y pro- gresos de la ciencia de curar y sus auxiliares en nuestra patria. Pero faltaba considerar el manuscrito de Robles Cornejo bajo el aspecto botá- nico, ó era menester por lo menos hacerlo de una manera más especial, y esto es lo que únicamente me he propuesto. =MicuErLñ CormeErro. —Planetas y cometas descubiertos el año de 1858. Los astrónomos han añadido el año de 1858 cinco planetas más al grupo situado entre Marte y Júpiter. El planeta Nemausa lo descubrió Laurent el 22 de enero en Nimes en el observatorio de Valz, y Pandora el 10 de setiembre Jorge Searle, ayudante del observatorio de Albany, en América. Luther descubrió el 4 de abril en el observatorio de Bilk á Calipso, y es el sép- timo que lleva descubierto. Los otros dos planetas, Europa y Alexandra, los descubrió en París el 4 de febrero y el 10 de setiembre Goldschmidt. Se creyó al principio que habia vuelto á ver al planeta Dafne el 9 de setiembre de 1857; pero Schubert de Berlin demostró que se padecia equivocacion, y que realmente habia descubierto Goldschmidt un planeta “nuevo el 9 de setiembre de 1857. Con este, que por el tiempo de su des- cubrimiento es el 47 del grupo, suben á doce los descubiertos por Golds- chmidt. De los seis cometas del año de 1858, dos tienen período bien com- probado, y uno ha presentado fenómenos interesantes para la teoría física de estos astros durante su larga y brillante aparicion. De los tres cometas descubiertos en Cambridge, América, por Tuttle, el 1.” el 4 de enero, el 3. el 2 de mayo y el 6.” el 4 de setiembre, merece especial atencion el primero, por haberse visto que sus elementos son idénticos á los del segundo cometa del año de 1790, descubierto por Mechain. Bruhns de Berlin, que vió el mismo cometa el 11 de enero, siete dias despues de Tuttle, ha discutido muchas observaciones hechas hasta el mes de marzo 445 en Europa y América, y deducido una órbita elíptica de 13,66 años. Por tanto el cometa periódico descubierto el 4 de enero por Tuttle ha vuelto cuatro veces desde el año 1790, sin haberlo visto. El segundo cometa, descubierto el 8 de marzo en Bonn por Winnecke, es tambien periódico. Se parecen mucho los elementos de la órbita á los del tercer cometa del año de 1819, para el cual sacó Encke una elipse de 5,6 años. Pero lo que acaba de probar con toda evidencia la identidad de ambos astros, es que discutiendo Winnecke las observaciones del año de 1858, saca una elipse de 5,55 años. El cuarto cometa del año de 1858 lo descubrió en Berlin el 21 de mayo Bruhns. El quinto, descubierto el 2 de junio en Florencia por Donati, ha presentado sumo interés para la astronomía fí- sica. Durante su larga aparicion, ha dado ocasion á muchas experiencias, en que ha tomado no poca parte el mismo Donati. Este cometa, al prin- cipio reducido y observado sólo por los astrónomos, se puso desde los primeros dias de setiembre visible á simple vista como una estrella de 3.* magnitud, por la tarde despues de ponerse el sol y por la madrugada an- tes de salir. Segun se fué acercando al perihelio, creció rápidamente de tamaño y brillo. Del 3 de seliembre al 20 de octubre, período el más notable de su aparicion, se pudieron ver y observar con esmero todas las alteraciones que se fueron manifestando sucesivamente en su aspecto físico y en la especie de su luz. —Ensayo sobre los sistemas méetricos y monetarios de los pueblos an - tiquos, desde los tiempos históricos hasta la conclusion del califado de Oriente; por el Excmo. Sr. D. Vicente Vazquez Queipo. Al dar cuenta el Cosmos del 24 de junio de 1859 de la sesion de la Academia de Cien- cias de París del 20 anterior, dice lo siguiente acerca de la mencio- nada obra del Sr. Vazquez Queipo, individuo de número de la Real Aca- demia de Ciencias de Madrid. «Con una carta notabilísima por sus sentimientos elevados de digni- dad modesta y de urbanidad delicada, presentó el Sr. Vazquez Queipo la grande obra que acaba de publicar en tres tomos abultados en 8.”, con el título arriba expresado. La metrología, ó sea el conocimiento de los sistemas métricos y monetarios de los pueblos antiguos, era un labe- rinto en el cual se perdian los talentos mejores, y es no obstante absolu- tamente necesario para apreciar con exactitud las instituciones comer- ciales, económicas y científicas de los tiempos primitivos de la civilizacion, para descubrir el origen tan oscuro á veces de los pueblos de la anti- gúedad. El Sr. Vazquez Queipo ha emprendido este trabajo con una pa- ciencia probada, al paso que con una confianza decidida, con la certi- dumbre casi de que iba á descorrer el velo por completo. Logrado su objeto, confiesa que sus trabajos le han dado más de lo que racionalmente podia esperar. No sólo ha hallado los sistemas métricos y monetarios que £46 buscaba, sino descubierto, lo cual importa mucho más á la historia de los progresos del entendimiento humano, el origen de los mismos siste- mas, las pruebas irrecusables de la civilizacion adelantada de tres gran- des pueblos de la antigitedad, los asirios, los egipcios y los fenicios, la demostracion del grande hecho de que la Asiria, el Egipto y la Fenicia fueron la cuna del género humano. La sencillez, elegancia y perfeccion de los sistemas métricos de dichos pueblos, perfectamente parecidos en el conjunto de las combinaciones, en la conexion entre sus diversas par- tes, en su derivacion sistemática, asombran de veras. La base de los tres sistemas era el pié, cuyo cubo servia de medida de capacidad para los granos y líquidos; el peso del mismo cubo lleno de agua, constituia el talento, 6 la unidad superior de peso; el codo, derivado del pié, servia de unidad lineal para el vareage y las necesidades comunes de la vida civil. Estos tres sistemas son únicos primitivos; de ellos sólos derivan los de las demás naciones civilizadas que nos menciona la historia, nueve principales en número. Ni una sóla medalla antigua bien conservada deja de entrar en alguno de estos nueve sistemas; de suerte que la espantosa confusion hoy reinante al clasificar monedas griegas ú otras, desaparecerá entera- mente, y los numismáticos podrán servirse en adelante de una guia más. Los trabajos del Sr. Vazquez Queipo le han dado á conocer además la verdadera relacion entre los metales preciosos en la antigúedad; demues- tra que en Asia, Grecia y Egipto, y entre los árabes hasta el siglo 1V de la Hegira ó el X de nuestra era, era dicha relacion casi como 13 es á 1; del siglo X acá fué de 10 á 1 en todos los pueblos de Europa. El mismo au- tor se admira de lo sencillo de sus conclusiones, temiendo se le acuse de haber sido víctima de una ilusion ó de una idea sistemáticamente conce- bida de antemano; pero se tranquiliza viendo que ha seguido un camino tan llano como firme, que sólo ha cedido á la evidencia de los hechos. Quisiéramos probar con ejemplos la perspicacia demostrada por el sabio Senador español, pero no lo permite el espacio que nos queda; damos punto por fuerza, no sin proclamar en alta voz que en nuestro concepto ha.huido el Sr. Vazquez Queipo de cualquier hipótesis, se ha fundado en textos y monumentos de toda autenticidad, ha conseguido sacar resultados inesperados, ha merecido bien de los sabios de todo el mundo, teniendo derecho á su sincero y vivo reconocimiento.» —Observaciones de estrellas fugaces hechas en Parts en el período de agosto de 1859 por Mr. Coulvier-Gravier. La presencia de la luna debia oponerse á las observaciones del 9, 10 y 11 de agosto; pero de esperar era que se pudiera observar estas tres noches. No fué asi, porque excepto el 10 durante tres cuartos de hora, estuyo entera- mente nublado el cielo. No obstante, dice Mr. Coulvier-Gravier, la ta- bla siguiente, cuyos resultados están corregidos de la presencia de las nu- 44 bes y de la luna, y referidos al número horario á media noche estando raso el cielo, permite trazar una curva perfectamente regular, tomando el término medio de 3 en 3 observaciones hasta el 9 de agosto. Sirviéndose luego de los números obtenidos el 10, 12 y 13, se tienen los resultados de estos últimos dias, como si hubiese estado enteramente despejado el cielo. ao e Duracion| Número [Horas medias| Número ho- Términos Fechas. sible, [de la ob-| de estrellas [de las obser=[rario á me- medios de servacion.| fugaces. vaciones. | dia noche, | Sen 3. 25 julio 1859.1 9,0 | 11,50 | 16 A UA a oral ae 5,0 1,00 6 DE 4,0 6,5 anta de 9,0 | 1,00 4 A E MA los 9,0 TEO 26 1 15,4 1 30. E 9,0 IO 33 1,45 16,8 13,3 1." agosto. ...| 3,0 0,50 3 12,45 17) ) RR RENO 9,0 0,75 24 A IDAS As 90 |2,50 | 28 | 10,45 | 14,0 113,7 Dir bateas . 2,0 0,50 2 9,45 8,0 ' tae 8,0 2,00 39 107 530 19,1 | Ubbi Seto 8,0 2,00 43 1,00 16,2 19,4 E 4,0 | 1,00 | 19 12,45 | 228 ) Mis Tas luna 00,75 18 10 ,07 _42,0 NRO O 1d lt 14 OZ 23,5 Ma | 10 10 10 OO 19,3 Segun los términos medios tomados de 3 en 3 observaciones, se ve que el número horario á media noche es de 6,5, 13,3, 13,7 y 19,4 es- trellas fugaces; la curva da luego para el 9 de agosto 25 estrellas fuga- ces, para el 10, 42, para el 11, 34, y para término medio general del 9, 10 y 11 de agosto, 38,3, para el 12, 23,5, para el 13, 19,3. Estos números manifiestan la marcha ascendente y descendente de la aparicion del fenómeno. El año pasado fué de 39,3 estrellas fugaces el número horario medio del 9, 10 y 11 de agosto. Este año tenemos 38,3. De aqui resulta que ha permanecido estacionario casi el máximo de agosto, no pudiéndose pre- ver aún por tanto si tomará marcha ascendente, ó si continuará la descendente. Todos los años, continua Mr. Coulvier-Gravier, oimos re- petir que en otras partes se han visto más estrellas fugaces el 9,10 y 11 de agosto que en París. Podrá ser que haya paises más favorecidos que el nuestro; diremos sin embargo, que examinadas las observaciones he- chas en el extrangero de 20 años acá, vemos que los números hora- LAS rios de las suyas fueron más considerables por los años próximos al de 1848, y que despues vienen bajando contínuamente como los nues- tres. Sea, pues, que las observaciones de que sacaran sus números las hicieran más ó ménos observadores, sea que fuere más favorecido su pais, lo cierto es que el número horario viene menguando sin cesar, En suma, si constantemente hubieran hecho unos mismos observadores tales observaciones, como sucede á las nuestras, desde el 1.? de enero hasta el 31 de diciembre, sus números así sacados hubieran sido de seguro pro- porcionales á los dados por nosotros. (Por la Seccion de Variedades, Francisco Garcia NAVARRO.) A TO Editor responsable, FRANCISCO GARCIA NAVARRO. N.* 8. —REVISTA DE CIENCIAS.—Voviembre 1859. CIENCIAS EXACTAS, —>300€6EE— ASTRONOMIA. Carta de Mr. Le Verrier á Mr. Faye sobre la teoría de Mer- curio y sobre el movimiento del perihelio del mismo planeta. (Comptes rendus, 42 setiembre 4859.) Ñ, habreis olvidado con cuántas dificultades he tropezado al estudiar los movimientos de nuestro sistema planelario, para lograr que concordase por completo la teoría con las observa- “ ciones. Bessel decia 30 años hace, que todos afirman esta con- cordancia, pero nadie la ha comprobado con toda formalidad. Los desvíos reconocidos del movimiento de Urano fueron explicados con el descubrimiento de Neptuno. Largo y complicado viene siendo el estudio de las dificul- lades que ofrece el Sol. Hubo que principiar por revisar el ca- talogo de las estrellas fundamentales, á fin de que desapare- ciese cualquier error sistemático. Emprendí luego con toda la teoría de las desigualdades de la tierra, y despues tuve que discutir hasla 9.000 observaciones del Sol, verificadas en di- versos observatorios. Este trabajo demostró que acaso no se habian hecho siempre con toda la exactitud que se les alribuia las observaciones meridianas, y que por tanto Jos desvíos, al pronto señalados como pertenecientes á la teoría, se debian imputar en suma a la incertidumbre de las observaciones. Fuera ya del palenque la teoría del Sol, venia á ser posible el volver á estudiar con fruto los movimientos de Mercurio. De este trabajo me propongo hablaros hoy. TOMO 1X. 29 450 Al paso que del Sol tenemos sólo observaciones meridianas sujetas á grandes objeciones, disponemos de cierto número de observaciones de Mercurio, hechas en siglo y medio con sin- gular exactitud; me refiero á los contactos internos del disco de Mercurio con el del Sol, cuando ocurre pasar aquel planeta por delante de este astro. Con tal que se conozca bien el pa- rage donde se haga la observacion, con tal que tenga el astró- nomo un anteojo mediano, y que esté arreglado su reloj con algunos segundos sólo de diferencia, el conocimiento del ins- tante de suceder el contacto interno debe permilir estimar la distancia entre los centros del planeta y el Sol sin pasar el error de 1 segundo de arco. Del año 1697 al 1848 se hicie- ron 21 observaciones de esta clase, á las cuales se debe poder salisfacer de la manera más estricta, si están bien calculadas las desigualdades de los movimientos de la lierra y de Mercu- rio, Y si son exactos los valores dados á las masas perturba- trices. Al publicar el año de 1842 mis primeros estudios sobre Mercurio, no estaban representadas todavía con tanta exacti- tud las observaciones de los pasos. Entre otros errores se no- taba, respecto de los pasos del mes de mayo, uno progresivo bastante perceptible, que subia á 9 segundos de arco el año de 1753. No cabia achacar á errores de observacion semejan- tes desvíos. Mas como no habia revisado aún Ja teoría del Sol, crei deber abstenerme de sacar de aquí consecuencia ninguna. En mi nuevo trabajo no han desaparecido inmedialamente los errores arriba apuntados, por haber empleado las tablas del Sol rectificadas; errores sistemáticos, que no era dable imputar á las observaciones, sino admitiendo que astrónomos como un Lalande, un Cassini, un Bouguer, elc., los hubieran cometido de varios minutos de tiempo, y hasta variando progresiva- mente de una á otra época, lo que es imposible. Pero merece notarse que con sólo aumentar 38 segundos el movimiento secular del perihelio, salen representadas todas las observaciones de los pasos con ménos de 1 segundo de di- ferencia, y aun la mayor parte de ellas con ménos de 4 se- gundo. Este resultado tan neto, que inmediatamente da á cualesquier comparaciones mayor exactitud que la 'oblenida 451 hasta aquí en las teorías astronómicas, demuestra con toda claridad que es indispensable el incremento del movimiento del perihelio de Mercurio, y que con esta condicion disfrutan loda la exactitud apetecible las tablas de Mercurio y del Sol. Reconocida la necesidad de añadir 38 segundos al movi- miento secular del perihelio de Mercurio, veamos las conse- cuencias que da de sí. Como el movimiento primilivamente adoptado para el perihelio resultaba de los valores admitidos para las masas de los planetas perturbadores, habia que exa- minar desde luego qué alteraciones lenian que experimentar semejantes masas para que creciese 38 segundos el movi- miento calculado. Vióse que no era esto posible sino con la con- dicion de que el valor dado 4 la masa de Venus creciese una décima parte lo ménos. ¿Es admisible esta alteracion? Deduciendo la masa de Venus de las perturbaciones perió- dicas que hace experimentar al movimiento de la Tierra, sale, de discutir las muchisimas observaciones meridianas del Sol del año 1730 al 1810, que la citada masa es la cuatrocientos milésima parte de la del Sol. Igual resultado dan las observa- ciones del año 1810 al 1850. Es el que hemos adoptado, y que habria de aumentarse una décima parte, conforme á las obser- vaciones de los pasos de Mercurio por el Sol. Tambien se nola la accion perturbatriz de Venus en la va- riacion secular de la oblicuidad de la eclíptica; y cuando se deduce tal variacion de los siete solsticios más exactamente observados de Bradley acá, sale que la masa de Venus acabada de citar es algo crecida, resultado contrario al dado por Mer- curio. Debemos fijar nuestra alencion sobre esta contradiccion. Examinando cómo podrian representarse los siete solsticios observados desde Bradley, aceptando la variacion de oblicui- dad de la eclíptica que corresponderia á una masa de Venus una décima parte mayor, se ve ser imposible evilar errores de dos segundos y medio en el valor medido de la oblicuidad. Dificil es al parecer admitir este resultado, sobre todo porque variarian progresivamente los errores desde Bradley hasta nuestros dias, lo cual daria en realidad una diferencia de 3 se- gundos entre las observaciones extremas. + —— Resulta por tanto un tropiezo formal de comparar las leo- 1592 rias de la Tierra y de Mercurio, que al parecer imputan valo- res distintos de la masa de Venus. Si se admite la masa dada por las observaciones de Mercurio, habrá de concluirse, ó que la variacion secular de la oblicuidad de la ecliptica deducida de las observaciones llevaria consigo errores poco verosíimiles, 6 que la misma oblicuidad cambiaria en virtud de olras cau= sas que todavía ignoramos. Si, por lo contrario, se miran como bien sentadas la variación de la oblicuidad y las causas que la ocasionan, habrá de inferirse que el exceso del movimiento del perihelio de Mercurio proviene de alguna accion descono- cida aún, cui theorice lumen mundum accesserit. Ni por asomos intento decidirme de un modo absoluto por una ni otra hipótesis. Me ciño á sentar que ocurre aqui una dificultad grave, digna de fijar la atencion de los astrónomos, de que dediquen á ella sus meditaciones, y capaz de dar pá- bulo a discusion formal. A fin de dar siquiera un paso en esle camino, diré que no se columbra la causa perturbatriz que podria allerar la oblicuidad de la eclíptica sin ocasionar al propio tiempo efectos nolabilisimos en las variaciones seculares de los elementos del movimiento de los planetas, cuyos efectos están por percibirse; al paso que cabria concebir una causa capaz de comunicar al perihelio de Mercurio los 38 segundos de movimiento secular requeridos, sin originar ningun otro efecto perceptible en el sistema planetario. Para fijar nuestras ideas, consideremos un planeta que es- tuviese situado entre Mercurio y el Sol, y como no hemos ad- vertido en el movimiento del nodo de la órbita de Mercurio una variacion parecida á la del perihelio, imaginemos que el pla- nela supuesto se mueva en una órbita poco inclinada á la de Mercurio. Admitamos, en vista de la indeterminacion del pro- blema, hasta que sea circular la órbita. Como el planeta hipotético debe comunicar al perihelio de Mercurio un movimiento secular de 38 segundos, resulta en- bre su masa y su distancia al Sol una relacion tal, que á medida de suponerse menor distancia, aumente la masa, y reciproca- mente. Para una distancia algo ménos de la mitad de la media de Mercurio al Sol, sería igual á la masa de Mercurio la buscada. 453 ¿Pero pudiera existir semejante astro sin habérsele visto nunca? De seguro brillaria muchísimo. ¿Habrá de sospecharse que por causa de su reducida elongacion esté melido siempre en la luz difusa del Sol? ¿Cómo admilir que no se le haya di- visado durante algun eclipse total de Sol? ¿Por qué no se le ha descubierto al pasar por el disco de este astro? Todas las dificultades desaparecerian con admitir en vez de un sólo planeta una serie de cuerpecillos circulantes entre Mercurio y el Sol. Bajo el punto de vista mecánico, sumándose las acciones de todos estos cuerpecillos, ocasionarian el movimiento pedido del perihelio de Mercurio, y admitiendo tambien que se muevan en circulos, no alterarian en nada la excentricidad de la órbita del mismo planeta. Por estar distribuidos en todas las partes del anillo que formarian, se destruirian entre si-las acciones periódicas que cada uno de ellos ejercilara en Mercurio. Bajo el punto de vista físico, nada tendria de extraño que las regiones inmediatas al Sol estuviesen ménos puras que lo restante del sistema planetario. Cuando entre Júpiter y Marte circula un anillo de cuerpecillos, de los cuales sólo hemos divisado con nuestros anteojos los más abultados; cuando lodo nos induce á sospechar que las cercanías de la órbita de la tierra están surcadas por innumerables gru- pos de asteróides, es naturalísimo pensar que igual consti- tucion puede repetirse debajo de la órbita de Mercurio. ¡Ojalá que sean tan notables algunos de estos cuerpos, que se puedan divisar al pasar por delante del disco del Sol! Los astrónomos, tan alentos ya a cualesquier fenómenos que se manifiesten en la superficie de este astro, verán sin disputa en estas reflexio- nes un motivo más para mirar con el mayor esmero las man- chas más chicas y las mejor definidas. Algunos minutos de observacion se emplearán con frulo en deducir su naturaleza, de observar su movimiento. He aquí, pues, otra complicacion que se presenta en las cercanias del Sol, allí donde nos señaló Encke la importantísima con molivo de su cometa de corto periodo. Esto me anima á esperar que todos se servirán prestar alguna atencion á mis conclusiones, dilucidándolas con la discusion. 454 Observaciones de Mr. Faye con ocasion de la carta anterior de Mr. Le Verrier. No puede menos de ocasionar viva impre- sion en los astrónomos el inesperado resultado de estos profun- dos trabajos, repetidos por segunda vez con otros elementos, ni de provocar las exploraciones nuevas que el mismo Mr. Le Verrier sugiere con insistencia tan fundadamente motivada. Como una de las hipótesis en que parece fijarse el ilustrado autor para explicar el movimiento del perihelio de Mercurio, pide una comprobacion inmediata casi, á la cual se dedicarán primero los observadores, permitaseme indicar desde luego una especie de plan de operacion. Aludo á la existencia probable de una serie de planetas pequeños más allá de la órbita de Mercurio. Varias veces se ha buscado algun planeta nuevo en aque- llas deslumbranles regiones, pero á la ventura, y siempre en vano. El mal éxilo no prueba nada, porque semejantes indagaciones eran puramente caprichosas. Pero alentadas con formal probabilidad, podrán dar otro fruto con tal que se verifiquen conforme a un plan racionalmente discurrido. Desde luego está claro que el resplandor del cielo en la region cireunsolar no permitiria hallar de tal modo otro astro que de la clase del mismo Mercurio, no los planetas pequeños que de- signa Mr. Le Verrier. Vémonos, pues, inclinados á tralar de aprovechar la oscuridad de los eclipses tolales, y particular- menle el del mes de julio de 1860, que nos va a permilir inten- tar una prueba. Verdad es que durante casi todos estos eclipses no se ven sino los planetas y las estrellas más brillantes. Pero este hecho lo explica en mucha parte la persistencia del des- lumbramiento. Si en vez de seguir mirando al Sol el observa- dor hasta el último instante, se mantuviera á oscuras un cuarlo de hora antes del eclipse total, tendria mucho más sensible la vista en el momento decisivo. Supongamos, pues, que se en- cargue un astrónomo de la citada investigacion en algun punto de España (la estacion de Campvey, célebre por los trabajos geo- désicos de Biot y Arago, sería algun tanto ventajosa) 6 de Ar- velia; supongamos además que lleve un buscador bueno, mon- tado como una ecualorial ó un teodolito, á fin de fijar cuando se necesite una direccion con cierta exactitud; admilamos, en 439 fin, que renuncie al placer de observar las fases más curiosas y que permanezca por algun tiempo á oscuras absolutamente; así estará preparado para columbrar la menor chispa en la re- sion circunsolar, fuera de la aureola, y los pocos minutos que dure el eclipse total le bastarán para explorar gran parle de la region designada por Mr. Le Verrier. Son bastante frecuentes los eclipses totales para que no sea sola mucho tiempo una observacion feliz; con que si no fuere negativo el resultado del eclipse próximo, no dudo que se logre tener pronto algunas nociones exactas sobre los cuer- pos que en tales circunstancias excepcionales se hubieren des- cubierto. Sea lo que fuere de esta esperanza, me ha parecido deber insistir en una condicion de éxito que siempre se ha despre- ciado; evilar la persislencia del deslumbramiento proveniente de observar directamente el Sol, 6 del mero efecto mismo de la luz del dia. El ilustrado director del observatorio indica otro método lan eficaz acaso como el que proponemos. Consiste en seguir con cuidado las manchas pequeñas que con tanta frecuencia se ven desparramadas en el Sol, Planetas de órbitas poquísimo inclinadas con la de Mercurio pasarian con efecto como este por el Sol: semejanles pasos, pudieran haberlos pasado por alto astrónomos no prevenidos, como ha sucedido con cierto saté- lite de Saturno acabado de descubrir en una region harto más estrecha y no ménos explorada. Pero lo dificil de estas investi- gaciones me obliga á recordar una sugestion de J, Herschel. Si en varios observatorios bien escojidos se dedicasen á foto- erafiar el Sol varias veces al dia, valiéndose de un instrumento grande, se lendria una historia casi continuada del disco de este astro, y ni uno siquiera de los fenómenos á que alude Mr. Le Verrier se ocultaria al observador. Indicado tengo el modo de dar á estas fotografías valor de una observacion astro- nómica, aparte de cualquier aparato de medir, sacando dos impresiones en una misma lamina con intervalo de dos minu- tos. Las hermosas pruebas del eclipse del 15 de marzo prue- ban de antemano la certidumbre del éxito. No habria mas que sobreponer negativos trasparentes de este mismo tamaño, saca- 456 dos de cuarto en cuarlo de hora, para distinguir al momento la proyeccion movible de un asleróide en medio de los grupos más complicados de manchas pequeñas. De ningun modo ex- cluiria este trabajo los estudios acostumbrados del disco solar, y siempre valdria muchisimo para la historia fisica del Sol, aun cuando fallase en los planetas intra-mercuriales. Por :la Seccion de Ciencias Exactas, CAMILO DE YELA. CIENCIAS FISICAS, FISICA. De la constitucion de la descarga luminosa electrica; por Mx. Rress. (Bibliot. univ. de Ginebra, febrero 1859.) En la sesion del 18 de noviembre de 1858 de la Academia de Berlin, leyó Mr. Riess una importante Memoria acerca de la constitucion de la descarga eléctrica en los medios sólidos, li- quidos y gaseosos. La primera parte de dicha Memoria tiene por objeto las investigaciones por cuyo medio ha completado Mr. Riess todo lo relativo á las descargas en los liquidos. La segunda es un resúmen de los trabajos del autor acerca de este mismo asunto; Mr. Riess expone en ella las propiedades gene- rales de la descarga luminosa, y establece la analogía que pre- senta en su constitucion cuando se la considera en los medios sólidos, liquidos Ó gaseosos: un extracto no podria dar sino una idea incompleta de tan notable análisis; asi, pues, daremos in- legra la traduccion de esta segunda parte á continuacion de un extracto de la primera. PRIMERA : PARTE. De la descarga eléctrica en los liquidos. Pueden comprenderse bajo la denominacion general de des- carga luminosa (Funkenenttaching) todas las descargas que van acompañadas en los gases y en los líquidos de fenómenos luminosos, y que producen en los cuerpos sólidos la incandes- cencia, la fusion y volatilizacion. En los cuerpos sólidos es 458 donde los efectos de estas descargas son más á propósito para manifestar su modo de propagacion. Cuando una descarga ordi- naria 0 contínua atraviesa un circuito metálico, cada punto loma sucesivamente el estado eléctrico del que le precede, y lo trasmite al que le sigue. Cuando se produce la descarga lumi- nosa, su lrasmision se verifica directamente entre varias sec- ciones del conductor situadas á distancias finitas entre sí en cierto número de puntos del circuito; estos, designados por Mr. Riess con el nombre de puntos de intermitencias (inlermillenzs- fellen), son aquellos en que se manifiestan las inflexiones an- gulosas que entonces se observan; y este modo de propagacion constituye la descarga discontinua. Las descargas luminosas, ya en los gases, ya en los liquidos, aunque van siempre acompañadas de fenómenos exteriores se- mejanles, producen efectos calorificos, que denotan una cons- titucion variable. En efecto, la ley que permite calcular el calor desarrollado en una porcion del circuito (hilo del termó- metro eléctrico), atravesado por una descarga, no comprende evidentemente la variacion de los diferentes elementos de la descarga, sino en cuanto esa variacion no produce un cambio en su constitucion. Sabido es que esta ley se cumple con mucha exactitud en el caso general; y por consiguiente cuando, por variar ciertos elementos de la descarga, se obtienen resultados sucesivos, que se alejan de los suministrados por el cálculo, hay razones para admilir que la constitucion de la descarga ha cambiado. En los líquidos especialmente son notables estos efectos. Mr. Riess los habia estudiado ya, haciendo variar la conductibilidad del líquido y las dimensiones relalivas de los electrodos; resultando de estos estudios que la descarga discon- linua, que es aquella en que el modo de propagacion de la electricidad por el liquido, produce en el resto del circuilo los efectos calorificos y mecánicos más intensos, se verifica por una carga de la batería tanto más debil, cuanto que el líquido es peor conductor para la descarga contínua, y el elec- trodo positivo más pequeño con relacion al otro. Quedaba por examinar cómo depende de la carga de la bateria y de la dis- tancia de los electrodos la constitucion de la descarga en el lí- quido; y este es el objeto de las investigaciones expuestas en la 459 citada Memoria. Antes de entrar en los pormenores de sus experimentos, Mr. Riess advierte que hay dos métodos para averiguar el cambio de la descarga. Consiste uno en observar directamente la descarga en el medio líquido, y en determinar las modificaciones que ofrece en su aspecto; pero este método descansa en la observacion de un fenómeno de inapreciable duracion, y no es susceptible de rigor. El otro consiste en ob- servar el calor desarrollado en el hilo del termómetro eléctrico intercalado en el circuito, y en averiguar si los resultados suce- sivos siguen ó no la ley de la calefaccion. $. L—Cambio en la descarga luminosa producida por la va- riacion de la carga de la bateria. Los anteriores estudios habian demostrado, que por lo mé- nos uno de los dos electrodos sólo debe presentar una super- ficie muy pequeña para que estos fenómenos sean bien mar- cados. 1.2 Los electrodos son idénticos. Consisten en unos hilos de platino soldados en tubos de vidrio, de manera que una seccion de + de línea de diámetro sea la única que esté en co- municacion con el líquido. El que se emplea es una disolu- cion de una parte de sal comun en 805 de agua destilada. El circuito lleva un termómetro eléctrico muy sensible. La carga de las botellas de la bateria, cuyo número puede va- riarse, se mide por una botella electrométrica, cuyas esferas distan entre sí 4 línea. Reproducimos la fórmula de la cale- 2 faccion: w=, en la que q es la cantidad de electricidad de que se carga la batería, s la superficie, y a un coeficiente que se mantiene constante en una misma série de experimentos, puesto que el circuito permanece invariable. Obsérvase el ter- mómetro eléctrico, y se comparan los resultados con los que suministra el cálculo. | Se han hecho cinco séries de experimentos con estas con- diciones. Dejando en cada una de ellas constante la distancia de los electrodos, y haciendo variar, ya q ya s por separado y 460 juntos, Mr. Riess ha llegado á las siguientes conclusiones. El aumento de la carga de la batería produce una variacion en la naturaleza de la descarga, y esto por medio de una carga tanto menor cuanto más distantes estan los electrodos. El aumento : Al de la densidad sola, es decir, de la relacion —, es la que de- S termina dicho cambio. La descarga más débil se diferencia algunas veces de la más fuerte, por el color amarillento de la chispa y el ruido sordo que la acompaña. 2.2 Los electrodos son, el uno un hilo, como en el caso anterior, y el otro una pequeña esfera de laton de hs li- neas de diámetro; distan entre si 0,8 lineas, y el líquido es una disolucion de 0,124 de sal en 100 de agua. La primera série de experimentos demuestra que si el hilo es el electrodo positivo, no se consiguen los mismos resultados sino con electrodos iguales. En la segunda série el hilo es el electrodo negativo, y su- cede entonces que aumentando la carga de la batería, la des- carga, despues de haber cambiado por primera vez de natura- leza, se debilita otra vez, y luego recobra mayor fuerza. La labla siguiente demuestra hasta qué punto se halla ca- raclerizado este fenómeno. Valor de q ..«.... 10 12 .14. 16 18 20 2224 26 Calor desarrollado en el circuito. . 6,3 11,6 16,3 21,5/6,8 9,6 12 14,7 18,3. La raya vertical separa los dos resultados que comprenden entre sí el segundo cambio de naturaleza de la descarga. Una variacion de aspecto de la chispa, igualmente característica, se produce al mismo tiempo. Otras séries de experimentos han demostrado que este fe- nómeno no depende tampoco sino de la densidad de la electri- cidad de la batería. No puede reproducirse en el agua *lesti- lada, ni en la que contenga más de 0,163 por 100 de sal; en el agua que contiene 0,124 por 100, la distancia de los electrodos debe comprenderse entre £ y 1 línea. El aulor hace observar la analogía que presenta este fenó- 461 meno con el que se conoce con el nombre de páusas eléctricas; y ha demostrado que aproximando gradualmente la punta de un cono á una esfera puesta en comunicacion con la máquina eléctrica, lo que equivale á aumentar la densidad de la elec- tricidad, la descarga cambia de naturaleza, y deja de producir efectos caloríficos apreciables en el circuito por que se la hace pasar. S. 1M.—Cambto de la naturaleza de la descarga luminosa oca- sionada por la variacion de la distancia de los electrodos. En la primera série de experimentos, los electrodos son dos placas rectangulares de laton, colocadas una en frente de otra en un vaso rectangular, y completamente sumerjidas en agua que contiene 0,124 por 100 de sal. Se hace variar la distancia entre 2 líneas y 3 pulgadas; y se sabe por el termómetro el calor desprendido. Los resultados de la observacion están de acuerdo con los deducidos de la fórmula 1,746 G E en la que l es la distancia de los electrodos. No hay vestigio de chispa. Asi, pues, la fórmula ordinaria puede aplicarse al caso en que la descarga se propaga de una manera conli- nua por un líquido. Sin embargo, el autor observa que la fórmula nada significa, haciendo (=0; es decir, que entra en ella un elemento constante con el circuito. En efecto. la dura- cion de las descargas, tomada por unidad en la fórmula, com- prende, además del tiempo que emplea en atravesar el circuito metálico, el que necesita para pasar los electrodos, en el liqui- do; ó en otros términos, hay una resistencia especial que pro- cede de los electrodos, y que está implicitamente comprendida en la fórmula. La segunda série de experimentos demuestra que esta re- sistencia especial es tanto mayor cuanto más pequeña es la su- perficie de los electrodos. Estos son unos discos de laton de 11 lineas de diámetro, y la determinacion de los coeficientes de la 1. 462 ,037 fórmula da w= - aX El numerador es más pequeño, HL lo que demuestra que la resistencia, lomada como unidad, es más considerable. En la tercera série, los electrodos son unos discos de 44 lí- neas de diámetro. Es preciso entonces emplear cargas inlen- sas para obtener efectos calorificos apreciables; y el autor de- duce de los valores de vw, que el tiempo que emplea la descarga en pasar los electrodos en el liquido, es mucho más considera- ble que anteriormente. Bien se haga variar la carga 0 bien la distancia de los electrodos, las observaciones no pueden calcu- larse con exactitud. Además, en la inmediacion de los electro- dos se producen ligeras chispas entonces. Para obtener resultados más decisivos, Mr. Riess emplea de nuevo los hilos en lugar de electrodos. Renovando las mis- mas variaciones de distancia de los electrodos en una série de cargas diferentes, obtiene una labla de doble entrada. CARS A DA A O A E E A Distancia de los electrodos. 4 | 1 | ¡E 2 94 hrovzas. Cantidades de electricidad. CALORES OBSERVADOS. AS A 6 2151771051 07/07 |» $ 31 10189,9 1,8 01:01. 12 » 10 CL let dele 0 lla O lao fr 4 pd 0 » 15 — O Y A | 3,4 h Cada columna vertical demuestra que respecto de una dis- tancia constante de los electrodos, la descarga débil reemplaza á la fuerte, cuando la carga disminuye; y cada columna hori- zontal hace ver que con una carga constante, el alejamiento de los electrodos produce el mismo efecto. Así, pues, para cada carga de la baterja, hay una separacion de los electrodos, que equivale en los liquidos al alcance explosivo en el aire. 463 La diferencia de aspectos de la chispa en los diversos casos que abraza la tabla anterior, es de gran importancia. En una pequeña distancia de los electrodos, la chispa de la descarga débil es únicamente amarillenta, y produce un sonido no tan ruidoso; pero en distancias más considerables, es evidente que no todo volúmen líquido es luminoso en igual grado, y que lo es más en la inmediacion de los electrodos; y si la distancia es de 2 líneas á 2: líneas, se ve claramente un espacio 0s- curo en medio. En la última série de experimentos, se ha seguido el mismo método; sólo los electrodos eran diferentes, de manera que la tabla que presenta sus resultados muestra, más que la que le precede, la influencia del sentido de la corriente en la natura- leza de la descarga, y tambien el fenómeno especial de repeli- cion de que ya hemos hablado. Ademas de esto, hace ver que la distancia de los electrodos no ejerce casi influencia alguna en los efectos calorificos producidos por la descarga débil. $. M.—Accion local de las descargas luminosas en los liquidos. La accion local de la descarga luminosa varia en el mismo sentido que sus efectos calorificos en lo restante del circuito. Un tubo de papel cubierto con un cristal aislador se colocó en un vaso que contenia agua salada con los dos electrodos des- iguales, el hilo y la esfera, en sus dos aberturas. Sirviendo el hilo de electrodo negativo, se hizo pasar dos veces por el cir- cuilo una carga 14 distribuida en tres botellas, y se observa- ron en el termómetro las cantidades de calor 2,3 y 2,4. El papel nosufrid deterioro alguno. Sirviendo el hilo de electrodo positivo con la misma carga, el calor observado fué 99, y se rompió el tubo. Obtuviéronse idénticos resultados cambiando la nalura- leza de la descarga con la variacion de la conductibilidad del liquido; de lo que resulta que las denominaciones de descarga debil luminosa y de descarga fuerte luminosa, á las que se ha llegado por los efectos caloríficos desarrollados en el circuito tolal, convienen tambien á estas dos clases de descargas bajo el punto de vista de sus efectos locales. 464 SEGUNDA PARTE. $. L—Constitucion de la descarga explosiva en los liquidos. 'i__ Los trabajos que han constituido el objeto de esta segunda parte, y que comprenden gran número de experimentos, per- miten deducir algunas consideraciones relativas á las descargas explosivas de diferentes especies. Empiezo por la descarga lu- minosa debil, que es la mejor caracterizada. Se ha visto que si los dos electrodos distan entre si 2 lineas, la descarga debil se reconoce en un lugar oscuro, situado en medio del espacio atravesado por la descarga, y este es un caracter cuya impor- tancia está fuera de duda, porque aumentando la distancia de los electrodos, se obtienen dos espacios luminosos cada vez más separados. La chispa simple ó doble es palida, y liene un color específico, siendo amarilla en el agua salada, roja en el agua destilada, etc. De lo que precede resulta que este género de descarga no es discontinua sino en la inmediacion de los electrodos, y se propaga de una manera contínua en el resto de la capa liquida; modo de propagacion que no se limita al solo caso de los liquidos. Segun el color pálido de la chispa, puede suponerse que la resistencia al paso de la descarga de los electrodos en el liquido es considerable, y la debil disminu- cion que se observa en el calor desprendido por el circuito, cuando se alejan los electrodos, confirma esta suposicion. En general, la descarga discontinua puede representarse como verificada por un conductor metálico interrumpido de un extremo á otro en intervalos muy próximos. En el caso de la descarga debil por un liquido, es preciso suponer que di- cho conductor no está interrumpido sino en sus dos ex- lremidades, y que un cuerpo aislador, capaz de producir una resistencia considerable, se halla intercalado entre ambos pun- Los; la longitud del conductor ejercerá entonces escasa influen- cia en la duracion de la descarga, y por consiguiente tambien en la cantidad de calor desarrollado en el circuito. 465 La descarga debil se produce aumentando la conductibilidad del liquido, lo cual propende á hacer la distancia conlínua, ó aumentando la distancia de los electrodos, porque a cada parte explosiva al través del liquido, corresponde una densidad mi- nima de la electricidad de la bateria, debajo de la cual se ve- rifica la descarga debil; y las experiencias siguientes han de- mostrado por otra parte, que en tuna distancia dada de los elec- trodos y una densidad tambien dada de electricidad, la produe- cion de la descarga debil necesita cierta resistencia por parte del liquido. Se han dispuesto dos electrodos (hilos) á una distancia de 25 pulgadas en un vaso de cristal de 1 pulgada de ancho, y lleno de agua destilada hasta una altura de 14 lineas. Tres bo- tellas de la batería cargada, de una cantidad 10 de electrici- dad, produjeron la descarga debil, y todas las cantidades me- nores de electricidad ocasionaron descargas que no iban acom- pañadas de ningun fenómeno luminoso. Se ha sustituido el agua destilada por otra que contenia 0,124 por 100 de sal comun; la descarga con chispas la ha producido ya la cantidad de elec- tricidad 2. Habiendo colocado los electrodos á la misma dis- tancia respectiva en un tubo de 2,15 lineas de diámetro, no se ha podido obtener la descarga con chispas aun con la cantidad de electricidad 26; en el agua salada, por el contrario, la ha producido la cantidad 4. El aspecto de la chispa brillante de la descarga fuerte lu- minosa, nada nuevo puede dar á conocer acerca del mecanismo de dicha descarga. Segun su analogía con la que se produce en el aire, no es dudoso que es efecto de la propagación disconti- nua de la electricidad en toda la capa del líquido. La produc- cion considerable de calor en el circuilo demuestra clara- mente que. en este caso el liquido no ejerce una resistencia análoga 4 la que presenta la propagacion de la descarga lumi- nosa debil; y el hecho de que la produccion del calor es aquí tanto mayor cuanto que el liquido es peor conductor, lo prueba satisfactoriamente. No obstante, el calor desarrollado en el cir- cuito disminuye rápidi mente cuando se alejan los electrodos; varía casi en razon inversa de la distancia de estos si son dife- rentes, variacion que no podria obtenerse en un circuito solido sino interponiendo conductores de muy considerables coeficien- TOMO 1X, 4 30 466 les de resislencia. La hipótesis de que el líquido obra sólo como una capa más Ó ménos gruesa, que la descarga se ve precisada á alravesar, es pues insuficiente, puesto que los cuerpos sóli- dos aisladores intercalados en su camino, y que deberia cruzar, disminuirian el calor desarrollado en una relacion menor que el de sus gruesos. Esta su posicion tampoco explicaria la rá- pida disminucion del calor desarrollado, que produce la dismi- nucion de la densidad de la electricidad de la batería, y tam- bien la adicion en el agua de una muy debil proporcion de sal ú de ácido. Pero hay otra manera de concebir estos fenómenos, que los explica mejor. Sabido es que haciendo pasar una descarga dis- continua por el hilo metálico, el número de los puntos de in- lermitencia aumenla si crece la densidad de la electricidad de la bateria, ó si disminuye la longitud del hilo. Puede tambien admitirse que en un líquido el número de estos puntos en que la descarga se verifica a larga distancia, y con acompañamiento de luz, disminuye al disminuir la densidad de la electridad, ó al aumentar la longitud de la capa líquida. Es pues evidente que la capa líquida debe ejercer una influencia en la duracion de la descarga cuando aumenta su longitud, no sólo por el he- cho mismo de este aumento, sino tambien porque los puntos de intermilencia se alejan cada vez más entre si. En segundo lugar, el número de puntos de inlermitencia debe depender de la conductibilidad del liquido, de modo que este número dis- minuye cuando se añade á aquel una sustancia capaz de ha- cerlo mejor conductor. Por un modo análogo la misma descarga discontinua que cubre de puntos de intermitencia un hilo de platino, no los produce sino en algunos puntos en otro hilo de cobre de las mismas dimensiones. La descarga «liscontinua ne- cesila una acumulacion de electricidad en gran número de puntos del liquido; y como esa acumulacion debe ser tanto más intensa cuanto peor conductor es el liquido, la conductibilidad determina no sólo el número de los puntos de intermitencia, sino tambien el alcance de la descarga en cada uno de ellos. El aumento de conductibilidad disminuye una y otra cosa, compren- diéndose así la diminucion tan notable del calor desarrollado en el circuito, producida por la adicion de una sal d de un acido. 467 Podemos, pues, concebir de la manera siguiente los dife- rentes modos de propagación de la descarga luminosa al través de un líquido. Respecto de un liquido determinado y una dis- tancia dada de los electrodos, hay una densidad minima de la electricidad de la bateria que produce la descarga luminosa mas fuerte, á que corresponde el mayor número de puntos de intermilencia. Si se disminuye gradualmente la densidad. dicho número de puntos de intermitencia baja tambien, y se oblienen descargas luminosas más débiles, que sólo se distinguen entre si por sus efectos caloríficos en el resto del circuito. En fin, si se disminuye suficientemente la densidad, á fin de que no pueda haber acumulacion de electricidad en el mismo líquido, los puntos de intermitencia no se presentan sino en los elec- trodos; en este caso se verifica la descarga debil luminosa, y se distingue esencialmente de las demás, así por su aspecto como por sus efectos calorificos. La variacion del modo de des- carga producida por el cambio de la distancia de los electrodos ó de la conductibilidad del liquido, se explica por el hecho de que la densidad mínima producida por la descarga más fuerte, es lanto mayor respecto de una conductibilidad dada, cuanto mayor es la distancia de los electrodos, y si esta distancia es constante, cuanto ménos buen conductor es el liquido. Por lo que hace á la sustitucion de uno de los modos de propagacion al otro, debido á la inversion de electrodos desiguales, nada sabe- mos aún de positivo. La causa de este hecho nolable es la mis- ma que la de la diversidad de los fenómenos luminosos produ- cidos por las dos electricidades, y se manlendra ignorada hasla que poseamos algunas nociones relativamente a la diferencia esencial que media entre ambas electricidades. s. U.—Constitucion de la descarga luminosa en los cuerpos solidos. Cuando las descargas de una balería llegan á cierta inlen- sidad, ejercenen Jos cuerpos sólidos que atraviesan acciones que por lo regular van acompañadas de fenómenos Luminosos. Pero aun cuando eslos fallen, hay un efecto especial que dis- * . 468 tingue las referidas clases de, descargas, y es principalmente característico cuando pasan por hilos delgados. En las inves- tigaciones acerca de la incandescencia y la fusion de los hilos me vi obligado á admitir en estos cambios un modo de propa- gacion discontinuo, y procuré cerciorarme de que es idéntico al que produce los fenómenos luminosos de la electricidad en el aire y el agua. Un conocimiento más profundo de estos últimos fenómenos permite establecerahora de una manera más completa de lo que hubiera podido hacerse en aquella época, la analogía que existe entre las descargas eléctricas al través de diferentes medios. Para producir una descarga luminosa al través de un medio se necesita una densidad de la electricidad de la batería tanto mayor, cuanto más debil es la resistencia de los medios; para producirla con poca densidad, es preciso pues que la resisten- cia sea considerable; así, en medios cuyo coeficiente de resis- tencia es muy grande, como los líquidos ó los cuerpos sólidos aisladores, la accion puede ser grande, al paso que en buenos conductores, como los metales, es preciso que sea muy pe- queña. Un hilo sujeto por sus dos extremidades a conductores comparativamente muy gruesos que cierran el circuito, desem- peña por consiguiente el mismo papel que el liquido en los ya mencionados experimentos; y sus dos puntos de sujecion deben considerarse como electrodos. Aumentando gradualmente la carga de la baleria, consiguese producir desde luego lo que cor- responde á la descarga luminosa debil; estando caracterizada por un pequeño núm ro de puntos de intermitencia y por la falta de lodo fenómeno luminoso, los puntos de intermitencia se reconocen en las inflexiones persistentes del hilo, y se produ- cen indistintamente á cualquiera distancia de sus extremos. En el líquido los puntos de inlermitencia son luminosos, y se pro- ducen en la inmediata proximidad de los electrodos, lo que se explica por la magnitud de la diferencia de conductibilidad de los electrodos y del liquido, al paso que la diferencia es mucho menor entre el hilo delgado y los que van a parar á sus extremidades. Existe olra diferencia, que puede tambien ex- plicarse facilmente. Cuando la descarga continua se vuelve discontinua, el calor desarrollado en todo el circuito aumenta 469 en el caso de un hilo, y disminuye en el de un líquido. En este último la descarga se propaga con tanta lentitud. que el au- mento de duracion resultante de la acumulacion de electricidad en ciertos puntos está completamente compensado por la dismi- nucion que en esa misma duracion produce la propagacion ins- lantánea al través de muchas capas del líquido. Lo contrario sucede en un hilo metálico. Yo habia llamado ya la atencion acerca de estos efectos opuestos de la propagación discontinua, a propósito de la duracion de la descarga. Aumentando la carga de la batería, se obtiene la única descarga luminosa que se manifiesta por la incandescencia del hilo y un gran número de puntos de intermilencia. La carga de la batería, la longitud del hilo y su conductibilidad ejer- cen en el número de estos puntos la misma influencia que los elementos correspondientes en el caso del líquido. Si la descarga luminosa llega á adquirir una intensidad demasiado grande, el hilo se rompe y estalla, y el líquido salta lambien con violencia. Bajo la accion de la más intensa des- carga luminosa, el hilo se reduce á polvo con fuerte delona- cion, así como un liquido encerrado en un tubo estrecho se reduciria completamente á vapor si se le someliese á una fuerte descarga. El relámpago produce muchas veces el experimento en grande, cuando evapora la sávia de un arbol, y este vapor arranca la corteza, y despide pedazos de madera completa- menle secos y descortezados. $. UN. — Constitucion de la descarga luminosa en el aire enrarecido.—Estratificacion de la luz eléctrica. a Los fenómenos luminosos que manifiesta la electricidad al alravesar un medio gaseoso, son siempre efecto de una descarga discontinua, que he comparado á la descarga que produce en los hilos metálicos la incandescencia y las inflexiones. En el aire libre y en el aire rarificado la descarga puede verificarse de dos modos diferentes. En uno de los casos, los fenómenos luminosos son diversos en los dos electrodos, y el calor des- prendido en el circuito es muy débil; he designado este modo 470 de descarga con el nombre de descarga con luz (qlimmende En- tladung). En el otro caso, un cilindro de aire estrecho y chis- peante une ambos electrodos, como lo haria un hilo melá- lico, y el calor desprendido es muy considerable; este modo de descarga lo he denominado particularmente descarga: dis- continua. Se ve la analogía que existe entre estos dos modos de descarga, y los que hemos llamado descarga debil y des- carga fuerte en los líquidos. En los dos medios, la manera de producir el segundo modo, en lugar del primero, es el aumento de la carga de la balería, la aproximacion de los electrodos y el cambio de sentido de la corriente de des- carga, si los electrodos son desemejantes. Este último me- dio sólo es eficaz cn el aire enrarecido á ménos de 30 lí- neas de mercurio; y la descarga fuerte se produce, como en los liquidos, cuando la corriente se dirije desde el elec- trodo más grueso al más pequeño. La analogia de constitucion de las descargas luminosas a través de los diferentes medios, halla una nueva confir- mación en un fenómeno nolable. En general, á la descarga fuerle se sustituye otra más débil, cuando se aumenta la conductibilidad del medio; y por esta causa, el número de puntos de intermilencia debe disminuir, y aumentar su se- paracion. Esto es lo que se ve facilmente en el caso de los hilos metálicos, á la simple inspeccion de las inflexiones que experimentan. Cuando se trata de un líquido, se deduce esto de la disminucion demasiado rápida del calor desarro- llado en el circuito; pero si la debilitacion de la descarga estuviese caracterizada tan sólo por su aspecto, deberia dis- tinguirse en ella una série de chispas separadas entre si. La falla de este fenómeno puede atribuirse, ya a la poco considerable longitud propia de la descarga luminosa, ya á su brillo. El descubrimiento de un nuevo fenómeno lumi- noso que presenta la descarga al través del gas, ha venido á confirmar completamente este modo de ver, y puede tra- tarse de explicarlo partiendo de los datos que er el dia te- nemos. El aire atmosférico conduce muy imperfectamente la des- carga contínua, y se obliene con facilidad la discontinua, con > 474 una distancia poco considerable entre los electrodos. Enras reciendo el aire á un alto: grado, se pueden separar más los electrodos, porque la descarga discontinua se produce con tanta más facilidad cuanto ménos denso es el aire. La conductibilidad del aire enrarecido por la descarga contínua es, por otra parle, aún más débil que la del aire bajo la pre- sion ordinaria; pero si se aumenta gradualmente por la adi- cion de un gas ó de un vapor, la descarga fuerte es susli- fuida por otras más flojas, y en fin, por la descarga debil. En cierto grado de conductibilidad de la mezcla, se produce una descarga luminosa, en la que las longitudes de los es- pacios de intermitencia y la de los espacios en que la des- carga se propaga de una manera contínua, guardan una re- lacion que permite distinguir dichos espacios sucesivos, Y esto es lo que constituye el fenómeno conocido con el nom- bre de estratificacion de la luz eléctrica. El fenómeno puede hacerse duradero sirviéndose de una rapida sucesion de des- cargas, pero es preciso procurar siempre que la corriente de descarga no pase de cierta intensidad; por esta razon no pueden emplearse con la máquina eléctrica sino muy pequeñas chis- pas; y si nos valemos de una botella de Leyden, es preciso intercalar en el circuito un hilo húmedo. Con el aparalo de induccion, la gran longitud del hilo de induccion constituye ya una resistencia suficiente. Así, pues, la estratificación de la luz eléctrica se deduce directamente de la constitucion de las descargas luminosas en los sólidos y en los liquidos; debe considerársela como procedente del mismo modo de propaga- cion que produce en un hilo metalico la incandescencia, las in- fluencias angulosas y el rompimiento en una porcion de par- ticulillas; los vértices de los ángulos de las inflexiones corres- ponden á las partes luminosas de la columna gaseosa, Y los lados de los ángulos á las partes oscuras. La distribucion de las inflexiones y el rompimiento del hilo no se verifican de una manera lan regular como la estratificacion del gas, porque un cuerpo sólido nunca tiene la perfecta homogeneidad de un medio gaseoso. Obsérvanse en la columna gaseosa ciertos efectos que lienen interés en sí mismos, y son tambien á propósito para dará co- 472 nocer el mecanismo de la descarga. La adicion de un gas ó de un vapor en un volúmen de aire muy enrarecido, lo hace más conductor; el grado de conductibilidad que más conviene á la produccion de las estrias, depende, sin embargo, de la seccion del volúmen de la mezcla, es decir, de la seccion del tubo que lo encierra. Cierta mezcla que produce las estrias más marca- das en un tubo de cierto diámetro, no ejerce el mismo efecto en otro tubo de diferente calibre. La notable influencia que la acumulacion de electricidad necesaria á este medio de propagacion ejerce en el mismo vas, demuestra que esta acumulacion es considerable. En efecto, aplicando un conductor al tubo, se atrae el aire interior, y, por consiguiente, durante toda la descarga, la densidad de la columna gaseosa es mayor en la parte próxima al conductor, que en el lado opuesto. Pero no siendo posible el paso de «la descarga sino bajo cierto grado de enrarecimiento, la seccion de la columna luminosa debe disminuir; la formacion más mar- cada producida por la aproximacion de un conductor, -v. la atraccion que al parecer ejerce sobre la columna luminosa, nada tiene, por lo tanto, de extraordinario. La accion de un iman en la columna luminosa, debe ex- plicarse del mismo modo. Esta columna tiende a tomar cierta posicion entre Tos polos de un imán, como lo' haria un conduc- tor enteramente movible, y lo hace hasta donde se lo: permite el vaso que lo contiene. Por consiguiente, bajo la influencia de un imán, se modifica la forma de la columna gaseosa; su sec- cion se hace más pequeña en las partes en que se pone en mo- vimiento; y de aquí resultan modificaciones en la estralifica- cion de la lnz. Pondré aqui un sólo ejemplo: el vaso está for- mado por dos tubos de diferentes diámetros, reunidos entre sí, y la naluraleza del gas es tal, que el fenómeno de la estratifi- cacion se manifiesta únicamente en el tubo más estrecho. Colo- cando sobre el más ancho un imán de forma de herradura, el gas interior se condensa durante la descarga, ya á un lado: ya al otro, y de este modo presenta una seccion más pequeña que anteriormente; resultando de aquí que el tubo se llena de luz estratificada, que parece rechazada hácia uno de los lados de la pared. Si se aplica el imán sobre puntos en que las estrias son 413 ya perceptibles, desaparecen estas. Los referidos fenómenos va- rian mucho con la forma del vaso, la conductibilidad del gas y su naturaleza química, con la energía del imán y su posi- cion; pero la mayor parle de ellos se resume diciendo, que bajo la influencia del imán, la descarga fuerte se verifica en puntos donde no debia suceder. Por lo que respecta al caso en que, por el contrario, la estralificacion es producida por el imán, puede dársele la siguiente esplicacion: la condensación que el imán hace experimentar á la columna gaseosa, provoca directamente la descarga fuerte, pero tiende indirectamente á impedir que se produzca, á causa de que esa condensación au- menta la conductibilidad del medio. Allí donde esta conductibi- lidad dista aún mucho del límite que no permile que se veri- fique la descarga fuerte, como regularmente acontece, predo- mina entonces el efecto directo. Pero si, por el contrario, dicha conductibilidad está próxima á ese limite, ó si la naturaleza de la mezcla es lal que su conduclibilidad aumenta rapidamente con la compresion, d si, por úllimo, se emplea un imán pode- roso, una disminucion en la seccion de la columna. gaseosa puede producir la débil descarga cuando debia verificarse la fuerte. De lo que precede resulta, que la distribucion de los pun- tos de intermilencia de. la columna gaseosa, se modifica no- tablemenle cuando se hacen intervenir acciones exleriores; pero tampoco es constante en la descarga libre de toda causa perturbadora. En efecto, cuando se hace pasar una sucesion de descargas al través de la columna gaseosa, la posicion de las partes luminosas cambia en general, resultando de esto, por una ¡ilusion semejante á la del disco estroboscópico, que la luz adelanta al parecer. Este fenómeno destruye la hipótesis, ya poco satisfactoria, de que la columna gaseosa se reparte antes de la descarga en capas sucesivas más conductoras y ménos conductoras. Dichas capas no se forman sino durante la descarga, y en mi concepto, de la manera siguiente: sabido es que toda chispa va acompa- ñada de un movimiento del aire inmediato, por el cual las moléculas gaseosas son rechazadas en todas direcciones. Así que en todo el camino seguido por la descarga, las «dos capas de gas 474 que preceden y siguen a la en que se produce una chispa, se hacen más densas de lo que eran anteriormente. Pero el au- mento de densidad hace el gas más á propósito para la propa- gacion contínua; la descarga se efectuará, pues, sin efecto lu- minoso en la capa condensada, y la chispa no se reproducirá sino cuando la descarga haya llegado á una capa ménos densa. Segun esto, cada espacio luminoso produce los dos espacios oscuros inmediatos, bastando una sóla chispa para determi- nar todo el fenómeno. Supongo que esta chispa salta en la proximidad del electrodo positivo, fundándome en experi- mentos que han demostrado que la acumulacion de electri- cidad es mayor en ese punto. Esto explica al mismo tiempo por qué la forma y grueso del electrodo posilivo ejercen gran influencia en la forma de las estrías. En el fenómeno de la estratificacion, el electrodo negativo está cubierto de un resplandor, y el espacio sombrio se extiende enlre esle electrodo y la columna luminosa. Algunos trabajos relativos a la influencia electrica (Poggend., Annal. 104, 325) han demostrado que la acumulacion de electricidad es débil en el espacio oscuro; y parece natural suponer que en esle lu- gar la propagacion es mecanica, es decir, que se Opera en virtud del movimiento de las mismas particulas. En efecto, la descarga con luz producida al aire libre, va siempre acompañada de una corriente de aire (Faraday, 1834), y es verosimil que lo mismo suceda en el aire enrarecido. Diré, sin embargo, que he procurado sin éxito averiguar ese mo- vimiento del gas, poniendo hilos de seda muy finos en el espacio oscuro; pero nada puede deducirse de la falla de esta comprobacion, porque la masa de aire (4 linea de pre- sion) es muy débil comparativamente con la de los hilos de seda, y estos eran tal vez atraidos además por el electrodo negativo. Admitiendo una propagación mecanica de la des- carga en la proximidad del electrodo negativo, se explica por qué la accion del imán es mucho más característica en el espacio oscuro que en obra cualquiera parte. Mientras que en otros puntos de su paso la descarga se divide únicamente por la accion magnética, las moléculas en movimiento en el es- pacio oscuro las retiene esa misma accion, y constiluyen 4T5 así un medio nuevo susceptible de ser cruzado por su des- carga. La estratificacion de la luz eléctrica ha excitado vivamente la atencion en estos últimos tiempos, y se ha considerado inex- plicable esle fenómeno. Creo haber demostrado en lo que queda expuesto, que la estratificación nada tiene en si misma de más extraordinario que los fenómenos ménos brillantes de la des- carga al través de los medios sólidos y liquidos, y que entra con ellos en una clase de los efectos de la electricidad. Influencia de la elevacion de temperatura en los fenómenos de reflexion, dispersion, difracción y polarización en la super- ficie de una placa; por Mr. W. Grove. (Cosmos, 20 mayo 1859.) Las curiosas é importantes experiencias hechas por el au- tor tuvieron por objelo cerciorarse de si los fenómenos de re= flexion, dispersion, difraccion y polarización son unos mismos en la superficie de una placa muy calentada, y hasta puesta candente, que cuando está a la temperatura comun. Al efecto tomó platino, que es blanco é inoxidable; luego de estirar en una placa de vidrio una lira de dicho metal de 3 centimetros de largo y 3 milimetros de ancho, la bruñó con tripoli para darla el brillo máximo; despues la colgó por arriba de unas pinzas metálicas puestas en un farugo de madera, y del extre- mo inferior suspendió un peso terminado en un hilo que estaba dentro de un vaso lleno de mercurio. Puso todo delante de una raja vertical abierta en una ventana que miraba al Mediodía, y por la cual pasaba un rayo de luz. Se observaba en un pliego de papel el rayo reflejado, examinando con alencion lodas sus particularidades cuando tenia la placa la temperatura del am- biente, sus límites, su intensidad, etc. Haciendo que atrave- sase por la placa una corriente eléctrica dada por una pila in- tensa, se elevaba su temperatura desde el calor rojo, apenas visible en la oscuridad, hasta la candencia, hasta la fusion, ó al menos hasta que el peso, insuficiente casi para manlener 476 estirado el pliego, lo rompia, como siempre sucedia. Hecha asi la experiencia, bien con luz solar directa, bien con difusa, ó con un rayo de luz artificial, siempre dijo que la elevacion de lemperatura en nada alteraba los límites ni la intensidad del rayo reflejado; tan sólo subiendo mucho la candencia, y Con una luz incidente muy apagada, se perdia la imágen reflejada en la luz directamente procedente del cuerpo en ignicion. Recibiendo directamente Grove en sus ojos el rayo reflejado, y con tal que fuese bastante intensa la luz solar incidente para ocultar la dada por la candencia, vió que era imposible dislin- guir si el platino estaba frio ó enrojecido, tanto que algunas veces reprendió sin razon á su ayudante que no ponia el con- tacto cuando se lo mandaba. Igual identidad hubo sustituyendo al rayo incidente comun otro disperso ó un espectro; estuviese frio ó candente el plalino no variaba el espectro, recibiérasele en el papel ó directamente en los ojos. Cuando estaba polarizado el rayo incidente, no va- riaban nada la intensidad de la polarización y el plano de po- larizacion, estuviese 6 no candenle el platino. Recibidas, en fin, las fajas de interferencia en un papel situado a diferentes distancias del hilo, y examinadas con la simple vista ó con una lente, no habia alteracion alguna al pasar de la temperatura comun á la de fusion. Dan, pues, estas experiencias por re- sultado general, que la vista no percibe diferencia en la luz reflejada por una sustancia bruñida, esté esta fria Ó candente; la candencia de una sustancia inoxidable, del platino al me- nos, no perturba la uniformidad molecular superficial que pro- duce la reflexion, en direcciones paralelas, de un manojo de rayos primilivamente paralelos á sí propios lambien. De la diferencia de las propiedades fisicas de la madera segun la direccion de las fibras; por Mr. KNoBLAUCH. - (Bibliot. univ. de Ginebra, mayo 1859, —Analos de Poggend. t. 403, p. 625.) Se ha propuesto el autor determinar la diferente conducti- bilidad del calor que presentan las maderas, segun se propague 477 en direccion longitudinal ó en trasversal. Tomó al efecto tablas de diversas maderas, con un agujero perpendicular á la super- ficie, y dadas de una capa de estearina lor más igual posible; metió luego en el agujero un alambre de hierro caliente que ajustara bien, dandole movimiento de rotacion al tiempo de la experiencia. Como era de esperar, no se fundia la capa de es- tearina al rededor del agujero en circulos concéntricos, sino en zonas eliplicas, cuyos ejes mayores estaban siempre en di- rección de las fibras. Desde luego se notaba la diferencia entre el eje mayor y menor de la elipse que daba cada especie de ma- dera. De las 80 clases de madera experimentadas, unas daban elipses bastante redondas, otras más prolongadas, y en algunas “era casi doble el eje mayor del menor. Partiendo de la forma elíptica como expresion gráfica de la conductibilidad del calor de las diversas maderas, segun la di- reccion de las fibras, las clasifica Knoblauch en cuatro grupos. En el primero es como 1 : 1,25 la razon entre los dos ejes de la elipse. En él hay el boj, la acacia, el ciprés, etc. El segundo es el más numeroso. Son los ejes como 1 : 1,45. Lo forman el nogal, el ébano, el manzano, el sauco, el haya, el plátano, el ciruelo, varias maderas tintóreas, ete. Al tercero corresponden el albaricoque, la madera de Fer- nambuco, etc. Son los ejes como 1 : 1,60. En el cuarto, en el cual son los ejes como 1: 1,80, están el chopo, el tilo, el alamo negro, el pino, la magnolia, etc. Los resultados prueban que es mucho mayor la conductibi- lidad en sentido longitudinal que trasversal. En el cuarto grupo se ve que en igual tiempo anda el calor casi doble en sentido de las fibras que perpendicularmente a ellas. Los mismos resultados obtuvo respecto del sonido y de la distinta resistencia á doblarse; existiendo por tanto una cone- xion marcada en Jas maderas entre los diversos fenómenos de cohesion, calor y sonido, al punto de poderse deducir uno de los demás. 478 OPTICA. Explicacion de la tinta azul que suelen presentar las sombras; por Mr. Bariner. (L'Tostitut, 4.0 junio 4559.) Segun el autor, la explicacion que se da de este fenómeno, no raro, no tiene cabida en todos los casos. Consiste el fenó- meno en parecer más ó ménos azules las sombras de los obje- los. Se atribuye por lo general este color al reflejo azul de la atmosfera. Advierte Babinet que no es admisible esta explica- cion en un caso recientisimo que ha tenido ocasion de obser- var. El viernes 27 de mayo de 1859 estaba enteramente ve- lado el cielo de Paris con una niebla que no dejaba percibir rastro alguno de color azul, sin oscurecer los rayos del sol, de suerte que se le podia mirar sin lastimarse la vista. Dice Ba- binet que el color de las sombras era evidentemente una sen- sacion de contrasle. Al atravesar el sol la niebla, dejaba pene- trar rayos rojos con exceso; porque todos saben que los cuer- pos imperfectamente diafanos trasmiten con mayor abundancia los rayos rojos y anaranjados que los más refrangibles. Así el suelo y las paredes daban una luz en que dominaba el rojo 6 anaranjado, con el azul verdoso por color complementario. Debia predominar por tanto este color en las sombras del 27 de mayo. Por eso parece azul la luz blanca de la luna al refle- jarla el agua de los arroyos de las calles de Paris alumbradas por luces artificiales, que siempre son algo rojizas. Presénlase especialmente tal color al observar la sombra que da la luna llena cerca de un mechero de gas: sin fenómeno alguno de contraste, es muy rojiza. Habrá, pues, de atenderse, añade Babinet, al efecto de con- “traste en el fenómeno de las sombras coloreadas, aparte de la iluminacion del cielo azul. Esto explica muy bien por qué se ven por la tarde especialmente sombras muy azules. Alrave- sando entonces el sol mayor grueso de aire y ménos lraspa- rente, se pone rojo, y por contraste se ven azules las sombras. 479 Facilísimo es, continúa Babinet, comprobar esta teoría por la experiencia. Aquel mismo dia puse un papel blanco sobre una mesa delante de una ventana abierta, y mediante una vela observé la sombra que arrojaban sobre el papel varios cuerpos. Una bala cilindro-cónica, una pluma, un lapiz, la punta del dedo, dieron sombras muy azules, é iluminando el papel con cualro mechas dadas de cera, tuve sombras de azul subido. Excuso decir que todavía es más patente la experiencia aumentando la tinta de los rayos iluminantes por medio de vi- drios de color. Termina Babinel recordando una experiencia hecha por Fresnel en la Sociedad filomálica, y que tal vez esté por publi- car. Tenia por objelo manifestar que los rayos rojos de ondas grandes alraviesan con mayor facilidad los intermedios imper- feclamenle trasparentes. El insigne físico citado mezcló mecá- nicamente magnesia muy pura y blanca con agua, y tuvo un intermedio semitrasparenle tal, que las velas miradas por él parecian rojas. Baslan algunas gotas de leche, de dextrina y de cualquier precipitado que perturbe la trasparencia de un liquido, para producir igual efeclo que la magnesia mecáni- camenle con agua mezclada. METEOROLOGIA. e, Observaciones tocantes 4 la cuestion de la influencia real ó supuesta de la Luna en la temperatura almosférica; por Mx. Harrison. (L”Institut, 49 enero 1859.) El autor considera casi como sancionados por la discusion de las observaciones los puntos siguientes: 1.2 Que la temperatura, antes del primer cuadrante, es más baja que el segundo dia despues del primero; 2.2 que el descenso y elevacion sou mas sensibles en los meses de invierno que en el de mayo; 3.” que ay reciprocidad de accion en los dias correspondientes de la edad de la luna. Asi es, que mientras se ha observado tanto en Dublin como en Greenwich que en 480 cada 21 años consecutivos la temperatura media sube en el primer cuadrante con más frecuencia que baja, desciende por el contrario en el último cuadrante más á menudo en vez de subir; y aun en los dos años en que ha bajado en lugar de elevarse en el primer cuadrante, ha habido elevación en lugar de baja en el último cuadrante. Entre el novilunio y plenilunio esta reciprocidad es aún más visible. En dicho caso ha habido eu el mismo número de años baja en 13 años despues del novilunio, y elevacion en 13 despues del plenilunio; y de ocho casos en cinco ha habido elevacion en vez de baja en el novilunio, y baja en lugar de elevacion en el plenilunio. Segun parece, el mismo principio domina tambien en cada mes separadamente. Por ejemplo, en 21 meses consecutivos de enero hubo des- censo en 17 en el novilunio, al paso que hubo elevacion en 16 en el plenilunio. La accion aparente en los diferentes periodos de la lunacion se manifiesta por el estado !* las cur- vas de la temperatura en cada uno de los dias de la edad de la luna. El autor ha presentado á la seccion la curva de las temperaturas medias por espacio de 10 años, de 1837 a 1846, en Greenwich, y la trazada en Dublin respecto del período, tambien decenal, de 1847 a 1856. En el primero y último cua- drante, las curvas ofrecen en las dos estaciones una notable uni- formidad. En los novilunios y los plenilunios alternan entre sí; Ja baja, en la curva de Dublin, está en el novilunio, y la ele- vacion en el plenilunio; en la curva de Greenwich la elevacion sucede en el novilunio, y la baja en el plenilunio. Si se pres- cinde de la consideracion del término medio diurno de las lem- peraturas, y se lienen únicamente en cuenta las temperaluras medias, máximas y minimas del mes, se ve que hay más má- ximas despues que antes del primer cuadrante: la proporcion de las máximas á las mínimas, al segundo dia de la fase, esla en una relacion mayor que 2,1, así en Dublin como en Green. wich, en los periodos respectivos de 22 y 43 años. Los 24 máxi- mos más elevados y los 24 minimos más bajos al mes, en Greenwich se han calculado para los mismos 43 años, habién- dose visto que 48 por 100 de dichos máximos corresponden al primer cuadrante, y que todos los minimos suceden anles del dia del cambio. Iguales resultados se han obtenido tomando e 481 las lemperaluras medias más altas y las más bajas en Dublin y Toronto desde 1843 á 1848. Otro punto que Mr. Harrison presenta como averiguado por estas investigaciones, es la reproduccion de las temperatu- ras altas y bajas en los mismos dias de la lunacion. Tomando desde luego los máximos y minimos de las temperaturas medias al mes por espacio de 20 años en Greenwich (1837 a 1856), el número total de las repeticiones en los dias correspondien- tes (con frecuencia tres y cuatro veces en cada periodo de 12 lunaciones) ha ascendido á 236, lo que equivale por término medio á 12 por año, ó milad de los máximos y minimos del mes. Para hacer palpable dicha repelicion de temperaluras ele- vadas y bajas, se han elegido muchos años que presentan la prueba más evidenle del sistema. Así pues, en dos años conse- culivos, que empiezan en noviembre de 1847 y concluyen en octubre de 1848, hubo máximos y minimos: en 1847 dos ve- ces el tercer dia antes del novilunio; dos el segundo dia anles de la misma época; tres al dia siguiente del novilunio tambien; dos al lercer dia del mismo periodo; tres el segundo dia antes del plenilunio y dos al tercer dia despues del mismo: en 1848 tres veces el día del novilunio; dos al dia siguiente; tres dos dias antes del novilunio; dos el dia antes, y dos hacia el cuarto octante ó al cuarto dia del plenilunio. En los mismos años hubo tambien, entre otros muchos, los dos notables casos siguientes de reciprocidad entre las fases opuestas de la luna. En diciem- bre el mínimo mensual ocurrió el tercer dia antes del novilu—- nio; en enero el máximo el tercer dia antes del plenilunio; en febrero el mínimo se presentó el tercer dia antes del novilunio. Además, el máximo en seliembre cayó un dia despues del ple- nilunio, y el mínimo en octubre al dia siguiente del novilunio. Aparte de eslo, los máximos y minimos mensuales se sucedie- ron en intervalos de más de 7, 14 y 21 dias, y esto en muchos meses sucesivos, á saber: abril, mayo, junio, agosto y setiem- bre, y así sucesivamente en los 'emás años. En 1838, exacta- menle 10 años antes, los máximos y mínimos se presenlaron tres veces al tercer dia despues del novilunio, tres el dia si- guiente al plenilunio, tres el dia del primer cuadrante, y lres el dia del último; es decir, en 12 casos de 24 en los cuartos dias TOMO 1X. 31 482 de la lunacion. En el Cabo de Buena-Esperanza la reciprocidad de accion y la repeticion de las temperaturas allas y bajas es más frecuente y sistemática. Así es que en 1855 se presenta- ron al mes de 12 máximos 8 en el primer cuadranle, y de 12 minimos 9 en el novilunio 0 plenilunio. En 1842 ocurrie- ron 19 maximos y minimos de 24 en 8 dias; en 1843, 15 en 7 dias; en 1844, 17 en 6 dias, y en 1845, 11 en 4 dias. La repe- ticion de los máximos y los mínimos en Toronto y Madrás está igualmente bien determinada. Mr. Harrison cree que la dispersion de las nubes por la influencia del novilunio puede considerarse actualmente como un hecho posilivo, en vista de los testimonios de MM. Humboldt, J. Herschel, Jhonson de Oxford y otros sabios. Mr. Johnson cree haber observado que esta facultad dispersiva de las nubes empieza el cuarto 0 el quinto dia de la edad de la luna, y dura hasta que esta se aproxima al sol á la misma distancia del lado opuesto; es decir, que la influencia se verifica en dicha época, asi como en el plenilunio, aunque no sea necesariamente con- tíinua. Segun el testimonio de Mr. Nasmyth, á quien M. Harri- son considera tambien como una autoridad, en atencion á las conlinuas y prolongadas observaciones que ha hecho acerca de la luna, para levantar el plano de su superficie, las nubes desaparecen cuando la luna tiene cerca de 4 dias. Al terminar, Mr. Harrison manifiesta el convencimiento de que la nolable regularidad de la coincidencia del descenso antes del primer cuadrante, es debida á la disipacion de las nubes de la almós- fera en dicha época, y que el aumento despues del primer cua- dranle es producido por un estado más nebuloso del cielo. Si este mismo efecto no es lan evidente en las curvas durante los novilunios, puede creerse que esto consiste en la mayor reci- procidad de accion que reina en los sicigios, ó sea en los novi- lunios y plenilunios. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid, en el mes de setiembre de 1859. — Al terminar el mes de agosto reinaba una suave lempera- tura, soplaba una debil brisa, y aparecia la almósfera tranquila 483 y surcada de pequeñas nubes: debia, pues, esperarse un mes de seliembre benigno y grato, lo que, sin embargo, no ha suce- dido. Desde los primeros dias volvió á empañarse el horizonte, perdió la atmósfera su trasparencia, y adquirió el aspecto blan- quecino y turbio del verano, aumentó el calor, disminuyó la humedad, y desaparecieron todas las señales de próxima Jlu- via. Así continuó el temporal hasta el 12, confundién dose casi por lo excesivo con los de julio y agosto, salvo al amanecer y por las noches, en que fué un poco más benigno. Del 13 al 18 inclusive, bajo la influencia de un viento del N. E. bastante fuerte, descendió un poco la temperatura, tras la postura del sol con especialidad, conservóse limpio el hori- zonle, pero anubarrado y revuelto el resto del espacio. En el pri- mero de los dias citados viéronse durante el crepúsculo de la tarde numerosos relámpagos hácia el N. N. E.; fueron un poco húmedos los 14 y 15, revuelto y lluvioso el 16, y los más frios del mes los dos siguientes. Por su agradable temperatura, brisa fresca y alegre aspecto de la atmósfera deben considerarse como hermosos dias de otoño los 19 y 20; mas calurosos que estos, y algo revueltos y anubar- rados, fueron los 21 y 22; y de temperatura cada vez mayor y faligosa, é impropios de lo avanzado del mes, todos los demás hasta el 30, En este periodo extremo hubo aparato de lluvia el dia 26; relámpagos numerosos y difusos por el S. 0., se- guidos entre 10; horas y 11 de una llovizna inapreciable, en la noche del 27; mucho más vivos y repetidos en la del 28 por el N. E., E. y S. E,, desde el crepúsculo hasta cerca de las 12; y en las primeras horas de la tarde del 30 empezó por la misma parte á formarse una tempestad, que al fin no se ve- rificó. En este mes el barómetro ha experimentado frecuentes oscilaciones. Sostúvose al rededor de 707 milím. en los 12 pri- meros dias; el 16 habia ya descendido á 698 milím.; de nuevo volvió a subir hasta 711 milim. en el 25, y á bajar un poco en los restantes: es notable lo oscilacion de 8,48 milim., corres- pondiente al dia 17. Ningun dia bajó de 25” la temperatura media en los 12 pri- 3 484 meros del mes, ni de 32*,8 la máxima á la sombra, ni de 41",2 la correspondiente al sol, habiendo fluctuado la miívima muy poco al rededor de 16”. En los 5 dias siguientes experimentó el termómetro un descenso de 5 a 6%, que desapareció del 20 en adelante. Del 7 al 19, y en los cuatro últimos dias del mes, la frac- cion media de humedad varió entre 0,45 y 0,55; en lodos los demás no llegó nunca á 0,40, ni bajó de 0,32. Más frecuentes é intensas que en julio y agosto han sido en seliembre las señales eléctricas, especialmente las observa- das en los dias 16 y 17, y desde el 20 hasta fin de mes. En la noche del 26 no se descubria una sola nube en el cielo, reina- ba completa calma, y era escasa la humedad; en tales circuns- tancias obtuviéronse entre 9 y 11 en el electrómetro de Ro- nalds algunas chispas, como de 3 milím. de longitud. De viento fuerte y seguido no se cuenta ningun dia en el mes; las ráfagas y remolinos observados han sido siempre de breve duracion. Salvos 4 dias, en lodos los demás ha soplado el viento S. O. algunas horas, ordinariamente desde las 12 de la mañana á las 86 más horas de la noche, reemplazandole en seguida algun otro viento, ya del N. E. ya del S. E. Esta suce. sion de vientos lan regular y constante, se observó tambien en | los dos meses anteriores. Casi lodo cuanto precede se halla en el fondo expresado en términos aún más sucintos en los números que van á conli- nuacion. BAROMETRO. MU da AS. Dota edo pe a ata 707mm 85 10 MALO APO O A A sa a 708 ,41 did dis nr SA OT 68 ADIOS AURA A A e ra 706 ,73 ERA AG e ea jo 706 ,57 OEI O A e racaiaiarona is aja TOR, $21 IT A A a o aia eta 707 ,45 Aira meda mesa. A a oe 1 Ale ld... , ¡¡d. máxima. (dia Abluvaio. 50 he TA. ¿dd del TA MIA DO AA ÁS 485 USenaciOA Menudo. o is a as 12 ,62 Id. maxima (día MINA doo cc 2.0.. 8 ,48 ld. e rl GA 1,2 TERMOMETRO. Temperatura media a las ¿0 DM...... AA 20,3 Ta. A a 26,9 ANDO de NO do a on 29,0 ld. O E a E J6 1 Id. O e 91,6 ld. E A o AR tl ea 19,0 Temperatura media mensualo .aono osas eee olé 22,6 ld. máxima a la sombra (dia 10)............. 35 ,1 nd lc A 45,3 Temperatura minima (dia 18).............o.o.ooo.o.. 8,3 Md en tel rellecior (01218)... o.o ura 2.3 Oscilacion máxima á la sombra (dia 13). .......... 22,3 1d" +¡mioima 1d. (dadas 2 sidilva cn la. 12,9 EVAPORACION. Evaporacion media mensual. ......oooomoooo..... 10mw,$ Id. E e 15 5,0 ld. minima. (dia ibi ol risis osas 7 PSICROMETRO. Humedad relativa media a las 6 M...........«..«.. 63 Id. id. dl ida 10% dsd iso Po 51 ld. id. idaib id AL as vbasivall ocio 33 ld. id. id: Old. urbes. 0.2. e 98 Id. id. 0:01 4de 062610 rollos il 30 Id. id. ogro :49 de anlonidaco do ua 39 ld. id. Tios cal ¿0L 4.6 bal 48 Humedad media mensual. ..........o.oooooooo.. 42 Id. idas7máximao (did 11)..0£ dolo cios eol 26% 55 ld. id. minima (dia Blois. ono. 51s10/614 e90% 32 486 ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. IN DD. horario tadas 9 horas. N. N. E 55 5. S:0, Y PUNO, 34 A is 71 e LI A 166 ON A 98 ASI O 43 A 55 0S.. 61 A E diia 36 COPOS O a 30 SAR ds en 94 NFO. UE: Ae 34 AAA 16 NN. 0%. 3 Observaciones hechas en el mes de octubre de 1859. Si el mes de setiembre fué despejado, caloroso y seco en demasia, el de octubre en cambio ha sido lluvioso, frio y desa- pacible: la transicion del verano al otoño, pero á un otoño muy próximo al invierno, no ha podido efectuarse de un modo más repentino. A fines del primer mes citado, ya la atmósfera iba poco á poco anubarrándose, crecia la humedad, y por el horizonte se descubrian frecuentes señales de alguna tempestad lejana: estos sintomas de cambio de temporal continuaron manifestándose en los cuatro primeros dias de octubre; pero, lejos de ceder, continuaba siendo el calor, á pesar de eslo, tan excesivo como en el último tercio de agosto. En el mismo dia 4 comenzaron las lluvias esperadas, hubo una ligera tempestad en la mañana del 5, continuó lloviendo en los tres dias siguientes, y los vien- tos del S. y S. O. soplaron hasta el 10 con marcada impetuo- sidad. Dias revueltos fueron los 9 y 10; lluviosos los otros cua- tro, y muy en parlicular el 13; encapotados, pero tranquilos y gratos, los 15 y 16; algo lluvioso el 17; lempesluosos los 18 y 19; de viento y agua los otros tres siguientes; frios, revueltos y lluviosos los seis, del 23 al 28 inclusive; ventoso el 29; y templados, aunque algo revueltos, los 30 y 31. 487 La constante alternativa de temporales que dejamos indi- cada se ha reflejado fielmente en la marcha indecisa y trémula de la columna barométrica, cuya longitud ha pasado durante el mes por seis valores maximos y otros lantos minimos. Las oscilaciones diarias de 6,92 milim., 6,80 milim., 6,30 milím. y 5.88 milim., correspondientes á los dias 12, 26, 20 y 14, indican con claridad las frecuentes y grandes perturbaciones almosféricas que en este mes se han verificado. Despues de haber descendido el lermómelro de 91%,2 á 117,6 en el breve intervalo del dia £ al 5, volvió á subir poco á poco hasta 16,5 en el dia 17, para bajar de nuevo en ade- lante de una manera casi conlínua. En los cuatro primeros dias fué la temperatura media de 22”,6; de 13?,1 en los 18 siguien- tes; y de 99,9 en los Y últimos. Coronadas de nieve amanecie- ron las cumbres de Guadarrama en el dia 22; cubierta hasta su mitad la vertiente en el 26; y al terminar el mes aún blan- queaban muchos picos de la misma cordillera. Mas notable que en ningun otro mes del año ha sido en este la humedad. A los dias de lluvia fuerte ó aturbonada han su- cedido otros encapolados ó nebulosos, en los cuales se deposi- taba el rocio sobre la tierra con sólo un descenso de lempera- tura insignificante, de 1, 20 3 grados á lo más. Hay, sin em- bargo, que exceptuar bajo este concepto los 4 primeros dias del mes, en los cuales no pasó de 0,52 la fraccion media de humedad. De viento fuerte, S. v S. O. siempre, han sido los dias 3, 4,8, 13, 14 y 29. En otros varios se han notado algunas rá- fagas pasajeras, pero ménos notables que en los dias apun- tados. Como complemento de cuanto precede véase el cuadro que se estampa á continuacion. BAROMETRO. Altura media MILICIA daa 704mm 67 1. 10 AI, 201 BB A a! de... Pd rt a 0. TOMAMASE A A o A O A E Li Altura media d las — biocooonor room...» ses TOA 4 E AI O A EN A 704. ,97 A A A 704. ,74 Allera.anedia Mansua luso + misas aro lay 704 ,69 Hdi y 1d. maxima,(dia 1) 4 do 28 9 ls Subo 113.26 ld. gid. anima dia AB) e otra. 695 ,97 Oscilacionanensua histo: y estr del hiba! dr ld. maxima dial semiclós o ns 61,99 ld. mipima¡(dias19). abiiziniol dai: ol 0 ,9 TERMOMETRO. Temperalura media 4 las 6 M.......oo.oooomoooo». 10,1 ld. EA 5 A AAN 13 Id 1d 0 A E 1D: 0 Id A ARA E 16.2 ld O MR A 14,0 Id. A 187 Id. A AE A YA 11 54 Temperatura media mensual.......o.oooooommo.... 13,2 ld. máxima a la sombra (día 3)...........-.. 32 ,L Ido sd mabesol (dia 2) a es ao apo 43,3 Temperatura minima (dia 26)... .oooooooommm....» 2,2 Oscilacion máxima á la sombra (dia 3)............. 18,1 Id. minima id. MATER. AA EVAPORACIÓN. Evaporacion media mensual. . .....o.oooooommo»... nm, 2 Id. E A od ld. minima (dias APASIONA de 0.53 PSICROMETRO. Humedad relativa media dá las 6M.........<...... 89 ld. id. AOS, ER 82 ld. id. A IA ADO DS 69 489 Humedad relativa media. A las ¿BEadiaiccoca mater 64 Id. id. A A AA A A 74 Id. id. AR A 79 Id. id. A A AA A 85 Humedad media mensual. ..ióimmmantenern sino do. aa ld. 0 Maxima (did) ata aldea 98 ld. ld... Mínima (día Joe «ds mprtero o BES >. 43 PLUVIMETRO. Dias. de lluvia; en el Mess... ici darenish. 334. 14 Cantidad total de agua recojidd. ......oooommo.¿c.. 105”m,2 1d; maxima ¡(dia 6)... 22 -s id emisibarnbhs> 15 ,0 ANEMOMETRO. Vientos reínantes en el mes. A A A o A 70 horas NN o ia 16 O ol E 104 ME osa 7 Y 162 Es Nao. dios 7 A 111 DA a 20 APTA TE 49 A 11 O Nao tas 57 > A 28 Na cs dis 21 S. S. E 45 MN O trio e E 92 Resúmen de las observaciones termometricas (term. R.) practi- cadas en las Islas Filipinas en lalitud 14% 58 10" N. y longitud E. 1270 53 10" del meridiano de Cadiz, y punto denominado Ca- lumpit, en elevacion como 20 piés sobre el mar, desde el 8 de mayo de 1858 ú abril inclusive de 1859, por el M. R. P. Fr. Anromo LLanos, Agustino Calzado, individuo corresponsal de la Real Academia de Ciencias de Madrid. — / Altura máxima (dia 22)....o.o.o.o.o.... 27,50 Id.¡minimasidia His: cossoavatdo 21 Map 183.....: Id, media. cbbigihbh sara di6 ko je. 26 ,01 Dias con lluvia. (Sin observacion.) Vientos más frecuentes (id.) 490 ACA IS (MA ld" minima (da Ins tal A e Dias con lluvia poca Ó abundante...... Vientos más frecuentes. (Sin observacion.) Altura máxima (dia 98).............. O A O a e ld." media. ¿ORTA EII. DIS COn IA Con «delonaciones +; ss te IA Vientos más frecuentes (Sin observacion.) ' Altura máxima (dia 18)............. AA Agosto. ........ EMO er rr do A O pe más frecuentes, el O. Loro. .........<0........... MEA a IA, e ol 10*c00 DCIOTACIOnes. SU ae Vientos más frecuentes, el O. y $. O. (lem DAX a 200 IN Setiembre...... Id. minima (dia 20) Id. media DEIS COP MUNI AL AROS TOS 409 0] Cod delonacionEs A IRALA IP Vientos más frecuentes, el O. Altura maxima (dia 19)............. ld. minima"(díia IA IAS III COI ODE SIEM: 20 dl Noviembre. ....¿ DIAsicon Muria PI. Detonaciones, ninguna. Oscilaciones de tierra en el punto de la observacion (dia 6), muy nolable.... Altura máxima (dia 14)............. Diciembre... ld. ¡Minima (de 29)... III ld. media. LL, UDI AA. .e.o o Le 29,3 NS 91 mm,97 21mm,53 21mm, 78.75 69 -,31 $3 Tension ixinfa del vapordeIGuN. 1.0 ire cado 0 cis de O aa ello an al DE 1d: Minima RdA. e o ' . z Humedad relativa máxiMa........... A o OA O A TM ÓN A A o on Temábrétura Media general. o sd Tepsionsidald dele vapor dgagUds. Dd. die ns cc 0 De ii EI O A a A A a O Altura 10 EIA COME TOS Ne A A a O e e MR a A O e e Tk A 1 o E MO A Evapóracion al arre bre Gurantestodo¡el Mesh. ol do toos sl O odo Evaporador......) , 45003 pulgadas, 2 líneas, 9 puntos, 12, Ao e AAA A A A AA A Ó sea 1 línea, 2 puntos, 88. 4 f Agua caida en todo el MOS. ...ococoocooncncrornon canaria arre A ó sean 8 pulgadas, $ líneas, 2 puntos, 25. MM a a o A a AE Nota. La temperatura media deducida de seis observaciones diarias en los termómetros colocados en la en el observatorio, de 28* 2, Las temperaturas máxima y mínima han sido: la máxima de 32*,3, la mínima de 2% Observatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén. 8 de la mañana. 19 del dia. 4 de la tarde. 8 de la noche. 5 | 765wm74 | 763wmm,40 | 765mm,59 561 70 | 760 40-| 760 20 | 761 -,85 764 18 | 764 12 | 763 ,18 Í 764 ,01 9 IO 1 94 2 1 26 , 6 61 21mm 80 11 80 ,06 pe 9% ,41 E 18. *,69 a 86 ,44 E A o 079%. 58 E 21mm,73 E INE dl se 703 9 ; 760 ,67 7 75 E 2.:,4 E 2001 ,6 19 » torre, fué de 27*,5; 4,1. Habana 1.* de setiem 5 , d A X 3 . iembre de 1859, Por la Seccion de Ciencias Físicas, Camito DE YELA. A —_—— CIENCIAS NATURALES, GEOLOGIA. Sobre un nuevo criadero de mamiferos fósiles acabado de des- cubrir en Inglaterra; extracto de una carta de Mn Penr- LAND á Mr. Enig DE Beaumonr, y observaciones de este. (Comptes rendus, 45 diciembre 1859.) Interesante es saber que se han descubierto recientemente en el bone-bed de Dundry, cerca de Bristol, perteneciente a la parte superior del trias, restos indudables de animales mami- feros, de la familia de los insectivoros, y probablemente de los marsupiales. Mr. Owen los refiere al género Microlestes de Plieninger, que ya se habian encontrado en Alemania. Créese que su criadero es más antiguo que el lias, y estos son ciertamente los mamiferos fósiles de fecha más remota, conocidos por los paleontólogos. Despues de leida la carta de Mr. Pentland, Mr. Elie de Beau- mont hace observar que la única duda que puede suscitarse acerca del criadero del bone-bed (banco de huesos) de Dundry, consiste en saber si forma realmente parte del trias, 0 si sólo constiluye la primera capa del las que lo cubre. El criadero del Microlestes, descubierto por Mr. Plieninger cerca de Slull- gard, está tambien situado cerca de la reunion del (rias y del has. En todos los casos, añade, esta capa es más anligua que las de Stonesfield, en las que se han descubierto hace más de 40 años los primeros restos de mamiferos anteriores á los lerrenos 494 terciarios, conociéndose en ellas actualmente estas cuatro es- pecies: Amphitherium Prevostii, Amphitherium Broderipi, Phascolitherium Bucklandi y Stereoognathus ooliticus. Los restos de mamiferos descubiertos en estos últimos 208 en las capas de Purbeck, que han suministrado cerca de 14 es- pecies pertenecientes á 8 6 9 géneros (Spalacotherium, Trino- codon, Playiaulaz, etc.) (1), habian hecho ménos sospechosa de lo que habia parecido al principio á las personas preveni- das el descubrimiento hecho en Stonesfield, estableciendo un eslabon intermedio entre las capas oolilicas de Slonesfield y las capas terciarias; el nuevo descubrimiento hecho en Dundry confirma definitivamente el practicado en Slullgard por Mr. Plieninger, y debe disipar los últimos escrúpulos. Nunca participó de estos Mr. Cuvier, quien desde el prin- cipio acepló el descubrimiento hecho en Stonesfield con esa seguridad y exactitud de raciocinio que el tiempo confirma dia- riamente. En febrero de 1832, á pesar de las insinuaciones contrarias en virtud de las que se intentaba desvirtuar un he- cho que parecia una anomalía de las leyes establecidas pri- mero por él, Mr. Cuvier fué una noche á buscar en su colec- cion una de las mandibulas de Stonesfield, y demostró en su salon que aquella pieza procedia de un mamífero, y no podia atribuirse á un saurio. En cuanto al criadero de estos fósiles averiguado por Mr. Buckland, Mr. Cuvier jamás lo puso en duda. De este modo el progreso de las observaciones, multipli- cando los mamiferos de una manera tan asombrosa en los ler- renos terciarios, los hace al mismo liempo penetrar, aunque en mucho menor número y con una talla muy reducida, en los terrenos secundarios, donde llegan ya por lo menos á la base del jurásico, en la cual acaso no se detengan. Los nuevos descubrimientos relativos á los mamiferos fósi- (1) Los mamíferos de las capas de Purbeck se han recojido en Svanege, localidad donde las capas de Purberck están muy inclinadas; pero á na- die le ha ocurrido oponer á la autenticidad de este descubrimiento tan importante el fantasma de alguna dislocacion desapercibida. 495 les propenden naturalmenle á hacer ménos extraña la existen- cia de las huellas de pisadas de aves que se han observado en las capas del asperon abigarrado de las márgenes del Connec- ticut; y están en perfecta armonía con los descubrimientos de restos y vesligios de saurios, que despues de haberse delenido mucho tiempo en el zchestein de Alemania, y de haber llegado posleriormenle al terreno carbonifero, acaban de enseñarnos huesos de cocodrilos en medio de los singulares reslos de peces del antiguo asperon rojo de Escocia; sin hablar de las huellas de pisadas vislas ya en el antiguo asperon rojo de los Allegha- nys y en ciertas capas sedimentarias probablemente aún más antiguas en las orillas de los grandes lagos de la América Sep- tentrional. Así que, por un movimiento contrario, ciertas formas orgá- nicas consideradas primitivamente como propias de los terre- nos más antiguos (Orthoceratites, Spirifers.....) han venido á ocupar, andando el tiempo, un lugar A lEnaeita delermi- nado en las capas keuperianas de San Casiano y en los las de diferentes paises. Lejos de circunscribir estos descubrimientos sucesivos la paleontologia, contribuyen á ensanchar sus dominios, trazados al principio sobre un plano más reducido y ménos, racional que aquel á que conducen los progresos de las observaciones. ZOOLOGIA. De los origenes de los animales domésticos y de los sitios y las épocas cuando se domesticaron: por Mx. Is. GrorFroY-Sarnt- HiLAIRE. (Comptes rendus, 47 enero 4859.) Los estudios sobre antropologia de que he tenido la honra de presentar algunas partes á la Academia, dice el aulor (1), (1) De la possibilité d'éclairer l'histoire naturelle de 'homme par Pétude des animaux domestiques. (Comptes rendus de l'Académie des Sciences, t. 4; 1837.) 496 me inclinaron hace más de veinte años á examinar el origen de nuestros animales domésticos. Posleriormenee he venido á pa- rar de nuevo a estos difíciles cuesliones á causa de mis lraba- jos de zoología aplicada, y en estos últimos liempos con 'mo- tivo de mis estudios sobre la Historia Natural General, y par- licularmente sobre la especie orgánica. A fin de reunir, para un libro que pronto tendré el gusto de presentar á la Acade- mia (1), todos los elementos necesarios á la discusion de la cues- tion de la especie, me he visto precisado á pensar de nuevo en la determinacion del origen de los animales domésticos, procu- rando completarla hasta donde: lo permite el actual estado de nuestros conocimientos. Hé aquí la marcha que he seguido: 1.” Entresacar de las obras de los naturalistas, y en su de- fecto de los historiadores y demás aulores de diferentes énocas, los datos que han recojido acerca de las primeras introduccio- nes de los animales domésticos; y respecto de las especies cuya domesticación se pierde en la noche de los tiempos, determi- nar por lo menos su estado en los pueblos de la remota anli- guedad, con auxilio de los antiguos libros del Asia, como la Biblia, el Zend-Avesta, los Vedas y los Kings, y de los monu- mentos del Egipto y de la Asiria (2). 2.” Buscar, por medio de los hechos de la historia natural y por el estudio comparativo de las especies salvajes y de las razas domésticas, las procedencias de estas. 3... Comparar los resultados obtenidos por estos dos métodos, y confirmar unos con otros. Los resultados de ambos métodos se presentan conformes en lodas parles sin excepcion, y de una manera salisfacloria; pero (1) El tomo 2 (2.* parte) de la Histoire naturale générale des regnes organiques. Para este libro se ha hecho el trabajo, cuyo resúmen presentamos aquí. ' (2) Séame permitido expresar aquí mi agradecimiento á muchos de nuestros sabios consocios de la Academia de Inscripciones, E. Burnouf, Langlois, Dureau de la Malle, Jomard y San Julien, sin cuya bondad me habria sin duda extraviado desde los primeros pasos en estos antisponsa” bles preliminares de mi trabajo. 497 esto no quiere decir que sean siempre suficientes. La solucion exacta y completa es aquí la determinacion especifica y segura del origen; se obtiene en la mayor parle de los casos; pero en otros, la determinacion específica no puede ponerse completa- mente fuera de duda, ó bien sólo se consigue circunscribir la investigacion del origen entre dos 0 algunas especies próximas. Este último caso se presenta, por ejemplo, respecto del car- nero. Es un animal que se menciona en el (renesís (y desde sus primeras páginas), en el Zend-Avesta, en los Vedas y en el Chou- King; razon por la cual se le designa como animal de origen asiatico. En efecto, en Asia hallamos especies muy pró- ximas al carnero, pero al mismo tiempo muy afines entre sí; y esto hasta tal punto, que todavía no se ha podido distinguir- las bien. Pallas se dió, pues, demasiada prisa á deducir que el carnero desciende del argalí. La determinacion específica nos es aún desconocida, y por consiguiente, aquí la solucion no es sino aproximada. El buey está en el mismo caso que el carnero, y aun ofrece algunas dificultades más. Respecto del gato y de la cabra se llega, por el contrario, a determinaciones especificas tan exactas como es posible; pero no estan exentas de toda incertidumbre. Es probable, no ab- solutamente cierto, que el gato descienda de una especie afri- cana, el felis maniculata, y la cabra de una especie asiática, el capra egagrus. Hemos hallado pruebas de que el gato, á pesar de cuanlo han dicho algunos aulores, lo domesticaron desde una remota anligúedad en el Asia Oriental. El miau, citado en el Li-ki, es el gato, pero aún en estado salvaje. Por el contrario, cuando de Asia pasamos al Egipto, abundan las pruebas de la domes- ticidad, y aún más directas aquí que respecto de ningun otro animal; porque, aparte de las pinturas y las figuras que repre- sentan el galo, se le ve en estado de momia en las catacumbas. Así, pues, nos vemos precisados á buscar su origen en las inme- diaciones del Egipto; y efectivamente, en Nubia y Abisinia se halla la especie más próxima al gato doméstico (1), y su origen (1) Felis maniculata, TOMO IX. 32 498 segun Temminck, Crelschmar, Ebremberg y de Blainville, cuya determinacion debe ser adoptada como muy probable, si bien no como enteramente cierta. Lo que de hoy más está demostrado es el origen oriental del gato: la especie europea, de que por tan largo espacio de liempo se le ha hecho derivar, se diferen- cia de él por un caracter evidentemente distintivo. La cabra se menciona tambien como el carnero en los an- tiguos libros del Asia. Es verdad que la hemos buscado infruc- tuosamenle en el Chou- King, pero figura en el (Génesis, en el Zend-Avesta y los Vedas; ha existido, por consiguiente, desde la más remota anligúedad, con anlerioridad al Egipto, en casi toda la extension del Asia, excepluaudo el extremo oriental. Pero precisamente en Asia, Asia Menor, y con particularidad en las monlañas de Persia, es donde se encuentra el egagro, lan pirecido al macho cabrio en la mayor parle de sus caracléres especificos, en particular por la forma muy caraclerizada de sus astas, que son comprimidas y carenadas, y por consi- guiente muy distintas de las de los cabrones monleses de Eu- ropa y Africa; asi lo tenian reconocido hace cerca de un siglo Gúldenstaedt y Pallas, y lo han probado recientemente Boulin, Brandt, Schimper y Sace. La determinacion del origen es, por fortuna, en mucho mayor número de casos, á la vez exacta y cierta. Puede deler- minarse especificamente en vista de los hechos de la Historia Natural y de los testimonios de la hisloria, el origen, no sólo de todos los animales más ó ménos recientemente domesticados, sino tambien de muchos de los que ya poseian los antiguos; y aun entre ellos, de algunas de las especies cuya domesticación se pierde en la noche de los liempos. Tal es, por ejemplo, entre las aves, la gallina. El Zend- Avesta no deja la menor duda acerca de su domesticación en- tre los antiguos Parsos; pues la religion mazdeena prescribia á todo fiel mantener en su casa un buey, un perro y un gallo, representante del saludo matutino. Pero precisamente el Asia es la patria, no sólo de los gallos en general, sino tambien de una especie cuyos caracléres se reproducen fielmente en mu- chas de nuestras razas domésticas. Vemos lodavía comunmente en nuestros corrales gallos exactamente coloreados como el : 499 bankiva. Temminck, que es el primero que describió el gallo bankiva, é hizo ver su íntimo parenlesco con nuestras razas domésticas, lo creia, es verdad, originario de Java, al paso que otros le suponen oriundo de las Filipinas. Pero podemos ase- gurar que dicho gallo se encuentra en el continente asiá- lico; y asi desaparece la última dificultad que habia encon- trado la delerminacion de su origen. Estos ejemplos bastarán, y no podemos hacer más en esle resúmen, para dar una idea de la marcha que hemos seguido. El cuadro sinóptico que sigue dará a conocer los resultados que hemos oblenido, estudiando de esta manera los cuarenta y siete animales que el hombre ha reducido al estado de domesti- cidad (1). Hemos visto que las nociones en que se funda la determi- nacion de los animales domésticos están tomadas, unas de la historia, otras de la zoologia. Asi, pues, las consecuencias á que han conducido son, unas históricas, otras zoológicas (2). Indicaremos sucintamente las principales. IL La inmensa mayoria de los:animales domésticos perle- nece á las dos clases superiores del reino. Y más especialmente, podemos añadir, á los herbívoros en- tre los mamiferos, á las granivoras entre las aves, y en eslas dos clases á los grupos más notables por la precocidad de su desarrollo. De veintiun mamiferos Lallamos , en efecto un roedor precoz (3), tres paquidermos y lrece rumianles, de los cuales diez perlenecen á los géneros bos y camelus, de Lin- neo; y de diez y siete aves, ocho son gallináceas y seis palmi- pedas lamelirostres (4). (1) No hemos comprendido en este cuadro las especies cuya domes- ticacion se ha obtenido recientemente. (2) O mas bien biológicas, porque la mayor parte puede hacerse extensiva á los dos grandes reinos. (3) El cerdo de la India. El segundo roedor doméstico, el conejo, el tambien herbívoro, pero no precoz, (4) Y dos de palomas; estos eminentemente granívoros, pero no precoces. 500 Un predominio tan marcado de las especies vegelivoras y precoces no puede ser fortuito, sino que marca evidentemente los grupos que los han suministrado, como los que reunen las condiciones más favorables á la domesticacion (1). La historia de los beneficios que nos han legado nuestros antepasados viene, pues, á iluminarnos acerca de los servicios que podemos legar á nuestros descendientes. Los grupos que más nos han enriquecido ya, son tambien aquellos a que debemos pe- dir más riquezas nuevas. Así lo confirma la experiencia, porque entre los animales que, en virtud de repetidos ensayos, estamos autorizados á considerar, Ó como medio conquistados desde ahora 0 próximos a ser domesticados, la mayor parte son lam- bien mamiferos herbivoros y aves granivoras. Esta observacion puede generalizarse más. Las clases que, despues de los mamiferos y de las aves, parecen destinadas á ofrecer al hombre más animales útiles, son tambien las que ya le han dado algunos; los peces y los insectos. El hombre parece llamado á extender poco á poco su imperio desde las alturas del reino animal hasta los seres de casi lodos los grados. En los liempos más anliguos apenas poseyó sino mamiferos; en los siglos modernos, casi ha igualado á su número el de las aves. El rapido movimiento comunicado desde hace algunos años, sobre todo á la piscicultura y a la sericicullura, manifiesta que ha llegado el momento en que van á multipli- carse á una vez los peces de nuestros viveros y los insectos de nuestros criaderos de gusanos de seda, y el progreso no se limi- tará á esto (2). II. Los animales domésticos tienen distribuciones geográficas de muy desigual exlension. Mientras unos estan localizados to- davía, es decir, que son propios á un pequeño número de regio- nes, Ó aun á una sóla, otras se han hecho cosmopolilas, 0 en (1) Lo hemos demostrado en un trabajo sobre la Domesticacion de los animales, publicado en nuestros Essais de Zoologie génerale, pág. 275. (2) Si es que se detiene aquí. Los recientes progresos de la hirudi- cultura Ó cria de sanguijuelas permiten casi colocar desde ahora los anélidos en el número de las clases que contienen animales domésticos. 501 olros lerminos, comunes, si no absolutamente á todos los pue- - blos, á lo ménos á todas las partes del mundo, y á la vez á sus regiones calientes, templadas ó frias. En el número de los animales cosmopolitas no figura nin- guno de aquellos cuya domeslicacion es más ó ménos reciente. Este hecho se explica por sí mismo, y no merece que nos de- tengamos en él. Tampoco vemos entre los animales cosmopolitas ningun pez, y sobre lodo ningun insecto. El gusano de seda de la morera, cuya domesticacion se remonta por lo ménos á cuarenta y cinco siglos, está lejos de ser cosmopolita. Ha podido muy bien lle- gar a ser comun a las cinco partes del mundo, pero sólo en sus regiones calientes y templadas; y nada anuncia que deba salir de ellas, como tampoco ha salido el árbol de que se ali- menta, ni ninguno de los vegetales cultivados originarios de los mismos paises, y con mayor razon más cálidos aún. Al contrario, entre los mamiferos y las aves cuya domesti - cacion es muy antigua, no sólo hallamos animales cosmopolitas, sino que el mayor número ha llegado á serlo. El caballo, el buey, el carnero, la cabra, el gato y hasta el cerdo, que se ha dicho muchas veces, aunque equivocadamente, que se hallaba limitado á los climas calientes y templados; y tambien en la otra clase, la gallina y la paloma, están esparcidas desde el Ecuador hasta latitudes muy altas, y con respecto á nuestro he- misferio en particular, hasta el circulo ártico. Pero el más cos- mopolita es el perro. Allí donde cesa la vegetacion y donde se detiene el herbivoro, el perro vive todavía de los despojos de la caza 6 de la pesca de sus amos. El mismo animal que al Mediodía guarda los carneros sin lana del africano, caza para el indio de las Amazonas, sirve de alimento al chino, y defiende las chozas del Papou, se encuentra en el N. guardando los re- nos del Japon, y siguiendo al esquimal hasta por los hielos polares. Los demás mamiferos muy de antiguo domesticados, el asno, el camello, el drómedario y el cebú, sin tener una distribucion geografica lan exlensa, ocupan sin embargo gran parte de la superficie del globo; y lo mismo sucede respecto de algunas otras especies cuya domesticacion se refiere á una época mucho 502 más remota, como el búfalo, el ganso y hasta el ánade. Este llega tambien, en muchos puntos, al S. hasta el Ecuador y el hemisferio austral, y por el N. hasta el círculo ártico. III. La consecuencia práctica de estos hechos se presenta por sí misma. El hombre puede modificar considerablemente la distribucion geográfica, ya que no de lodos los seres organizados sobre los cuales puede convenirle extender su accion, á lo ménos de una parte de ellos; si no de los peces, los insectos y los demás invertebrados, respecto de los cuales, como de los ve- celales, su poder parece mucho más limitado, aunque tambien es considerable (1), por lo ménos de las dos clases superiores del reino animal: en otros lérminos, y colectivamente, de los animales de sangre caliente, ó por mejor decir, de circulacion doble, de gran respiracion, de lemperalura propia é indepen- diente de la del medio en que viven. Sobre estos últimos, el hombre, con la ayuda del tiempo, puede todo lo que quiere. Lo que ha hecho en el pasado, es la medida de lo que hará en lo futuro. De los mamiferos y de las aves de las regiones Ca- lientes ha oblenido, y puede por consiguiente obtener todavia, sabiendo manejar las transiciones, razas aptas para vivir bajo el cielo del N., y reciprocamente; y allanando gradualmente las barreras que separan las especies, aclimalarlas en todas partes, como se ha aclimatado él mismo. IV. El Oriente, y en particular el Asia, es la patria origi- naria de la mayor parte de los animales domésticos, y espe- cialmente de todos aquellos cuya domesticación es más an- Ligua. La consecuencia de esta proposicion, bajo el punto de vista de la Historia Natural aplicada, es facil de comprender; nin- gun resultado es más propio para poner en evidencia la posibi- lidad de aumentar considerablemente el número de nuestros animales domésticos. Cuando una sóla parte del mundo, el Asia, ha dado á Europa más de veinte animales domésticos, y entre ellos todos los que mayor importancia tienen, ¿debe bastarnos (1) Respecto de los animales de sangre fria, habia hecho ya (4ni- mauz utiles, pág. 147) la reserva que renuevo en este lugar. 503 el haber obtenido cuatro de Africa, igual número de América, y ni uno sólo de la Australia v de los archipiélagos de la Poli- nesia? V. El predominio de las especies de origen oriental no ofrece, bajo el punto de vista elnológico, menor interés. Los animales doméslicos, y lo mismo puede decirse de los vegetales cultivados á beneficio de las modificaciones que el hombre les ha hecho experimentar en su distribucion primitiva y en su organi- zacion, son como otros tantos monumenlos de la accion y del po- der del hombre en los tiempos antiguos; y la determinacion de su origen geográfico y del lugar de su primera domeslica- cion, no pueden menos de ilustrar mucho acerca del origen geográfico del mismo hombre, y del lugar de su primera civili- zacion (1). Si, como lo patenlizan las tradiciones más anliguas y más respetables, «las altas tierras del Asia han sido la pri- mera mansion del hombre; si en estas mismas tierras han nacido las arles de primera necesidad (2),» es evidente que en las altas tierras de Asia debemos buscar tambien el origen de nuestras especies más antiguas y principales; y si en ellas es donde en efecto las hallamos, ¿no será exacto decir que lo que ya era una verdad tradicional, se convierte en una verdad de hecho? Pero esle es precisamente el resultado á que nos conduce la ciencia. De 47 animales domésticos, 29, de los cuales po- see el hombre 13 desde muy antiguo, son de origen asialico. Entre ellos se cuentan, sin excepcion alguna, todos los que son de primera necesidad, ya para nosotros, como el caballo, el buey, el carnero, el cerdo, el perro, la gallina y otros, ya (1) Así lo he consignado ya en la Memoria citada antes: De la posi- bilidad de ilustrar la Historia natural del hombre por medio del estudio de los animales domésticos. A causa de la semejanza de las ideas presentadas en esta Memoria con las de Durcan de la Malle (véase la nota siguiente), advertiré que un extracto de mi trabajo habia visto ante la luz en el Bulletin de la: Société des sciencies naturelles, pág. 53; 1835. (2) Buffon, Suppl. P, Epoques de la nature, pág. 190; 1778. 504 para los pueblos de Asia y Africa, como el camello, el drome- dario y el cebú, despues de los cuales puede citarse el gusano de seda. En vista de un resultado tan terminante, no es licita la duda, y la nocion del origen asiático de nuestros principales animales domésticos está bastante sólidamente establecida, para servir á su vez de punto de partida en el descubrimiento de nuevas verdades (1). (1) La nocion del origen asiático de los principales animales domés- ticos (y aun pudiera añadirse de los principales vegetales cultivados) dista mucho de ser nueva en la ciencia. Ya en la antigiedad habia dicho Estrabon, con referencia á Megastenes: «Una gran parte de los animales que tenemos en estado doméstico, vive salvaje en Asia. Y Eliano habia sido aun mucho más esplícito. «En las montañas interiores y casi inaccesibles de la India se hallan, dice, en estado salvaje los mis- mos animales que son domésticos entre nosotros. Las ovejas, las cabras y los bucyes vagan errantes á su voluntad, y los perros son libres.» Pero todo esto no pasaba de meros asertos, y hasta la segunda parte del siglo XVII los naturalistas no habian creido deber concederles asenso. ¿Los habian siquiera conocido? A Gúldenstaedt y Pallas se debe el verlos reproducidos, discutidos y hasta justificados por los hechos en seis especies de cuadrúpedos domésticos. En nuestro siglo los han vuelto á tomar en consideracion algunos naturalistas y eruditos, y los han ex- tendido, especialmente Link y Durcau de la Malle, á otras especies, «á casi todas, á once de doce,» decia Dureau en sus últimos trabajos de zoología histórica. La duodécima, que con sentimiento dejaba á Europa, arrastrado por el ejemplo y la autoridad de Cuvier, era el buey. Pero esta excepcion debe tambien desaparecer. El buey, y lo mismo su congé- nero, el cebú, son asiáticos, como todos los rumiantes domésticos; y entre los animales domesticados desde muy antiguo, el número total asciende, respecto del Asia, no á once de doce, sino á trece de catorce. Durcan do la Malle tenia, pues, mncha más razon de la que él mismo creia al decir: «que la Historia natural, aunque procediendo por medios diferentes de los que emplea la filologia, confirma el hecho nota- ble,» reconocido desde hace mucho tiempo, «de que anteriormente á los hechos históricos, ha venido á nuestro Occidente una gran emigración de pueblos orientales, que nos han traido los elementos de su idioma, su civilizacion y sus animales.» 505 VI. Los animales domésticos clasificados en nuestro cua- dro, con arreglo á sus relaciones zoológicas y á su origen geo- eráfico, están al mismo liempo distribuidos en él segun el or- den cronológico de su domesticacion. De aquí nacen olros re- sultados, de los cuales el primero es el siguiente. Las especies más útiles al hombre se han domesticado, no sólo desde la antigiiedad, sino desde la época más remota de la antigúedad, desde los tiempos anti-históricos (1). Y asi debia ser. Las especies útiles son á las de mero re- creo lo que lo necesario es á lo supérfluo. Por esta razon han precedido en mucho á las demás. Entre los animales, debemos las primeras á los pueblos pastores de Oriente, y entre ellas sin excepcion alguna, todas las que con tanta justicia se han llamado de primera necesidad para el hombre. Los griegos, amantes de lo bello bajo todas sus formas, son los que empe- zaron á colocar al lado de las especies útiles las de adorno: el faisan y el pavo real son duraderos trofeos de sus pasajeras conquistas en Asia. VII. Entre los animales domesticados de muy anliguo, se encuentran los extremos de las modificaciones producidas por la domesticidad y el cultivo; esto es lo que de antemano hu- biera podido anunciarse, porque existen relaciones faciles de apreciar entre la antigúedad de la posesion de un animal por el hombre, su extension por la superficie del globo, el número y la diversidad de las condiciones de existencia en que ha sido colocado, y el número y la importancia de las variaciones que ha sufrido. , ¿Hubiera podido preverse del mismo modo este otro resul- tado de la observacion de los animales domésticos? Aun en (1) Esta proposicion, que es verdadera sin excepcion alguna res- pecto de los animales, puede hacerse extensiva, salvas algunas reservas, á los vegetales. El origen del cultivo de las principales plantas alimenti- cias, el trigo, cebada, viña y la palma se pierde en la noche de los tiem- pos, lo mismo que el de la domesticacion del buey, del carnero, de laca- bra, del caballo y del camello. Tambien se poseia desde la más remota antigúedad una planta textil y un insecto industrial; el lino es quizá de tan antiguo cultivo como el gusano de la seda. 506 aquellos mismos que más han variado, se encuentran razas muy parecidas al tipo primitivo. Por lo que respecta al color, apenas hay algunas especies, y ni una sóla entre las aves, en la que no se vea subsistir, en una ó en algunas razas, los carac- teres de los antepasados salvajes. Esta persistencia de la pri- miliva coloracion puede hallarse tambien en animales muy modificados bajo otros puntos de vista, y á veces es'el único indicio de una filiacion borrada en todo lo demás por la mano del tiempo. VIII. Entre nuestros animales más rústicos y más abando- nados á sí mismos, tenemos algunas de esas razas que han per- manecido próximas al tipo primilivo; pero la mayor parte de ellas existe en los pueblos todavía bárbaros, y sobre todo sal- vajes; y entre estos (hecho muy digno de observacion) no hay otras. Comparando, pues, en conjunto los animales domésticos de los diferentes pueblos, se llega a los siguientes resultados, el primero de los cuales ha llamado la atencion desde hace mu- cho tiempo. Donde el hombre es muy civilizado, los animales domés- ticos son muy variados, ora sea como especie, ora, en cada especie, como raza; y entre las razas existen algunas muy dife- rentes entre sí, y muy distantes del tipo primitivo. Donde, por el contrario, el hombre está próximo al estado de la naturaleza, sus animales lo están tambien: su carnero sin lana es aún casi un berraco; su cerdo se parece al jabalí; y su perro no es sino un chacal domesticado; y lo mismo sucede con los demás, si los liene. O en otros términos: El grado de domesticacion de los animales está en razon directa del grado de civilizacion de los pueblos que los po- seen (1). (1) Esto mismo he indicado hace mucho tiempo en mi Historia ge- neral de las anomalías de la organizacion, t. 1, 1832, pág. 219. Pero sólo se trata del perro. Véase tambien una breve nota publicada en los Comptes rendus des séances de ' Académie des Sciences, 1850, t. 30, pág. 392, y relativa 507 Esta proposicion puede hacerse más general, porque en el reino vegetal se presentan hechos análogos, pero mucho ménos marcados. En el último es-alon de la vida social el hombre, únicamente cazador ó pescador, pue'e muy bien lener, y la mayor parte de las veces tiene uno 6 algunos animales salvajes, pero no vegetales cullivados; y por consiguiente, no debemos oponer aquí al más allo grado de civilizacion el término extre- mo de la barbarie. á una comunicacion de Mr. Tremaux, ¿bid., pág. 391. «En el Nilo azul, decia este viajero, los hombres tienen los cabellos lisos, y los carneros son lanudos. Por el contrario, un poco más artiba, y donde el hombre presenta el pelo lanudo, el carnero carece de lana, y se cubre de pelo. Este contraste, que habia parecido muy singular, entra en el hecho ge- neral que acabo de enunciar. P 508 Cuabro sinóptico de los animales domésticos, distribuidos por cla A IA IO PaTina EPOCAS ——— TT e r.——? DE DOMESTICACIÓN. a iria Hi ei area _Mamiferos. | Aves. Aves: TY tosectosd Tiempos ante-históricos. — CS TES li- E griega... > Ganso (1). yes , Anade co- ANTIGUEDAD HISTORICA. . pue ce Época romana... . . Conejo. ci Abeja co- X Epoca indeterminada . mún Epoca desconocida. Cisne. =— Bpoca indeterminada, TIEMPOS MODERNOS. . Siglo XVlll....... o A | A ToTALES..... | í | 3 | 2 | Total para Europa..... 6 (4) No es seguro su origen europeo. Tambien puede haberlo domesticado en Asia. 509 ses zo0lógicas, épocas de domesticación y patria originaria. A AR A LA A A RS IAEA A Y ERA A PO EZ | OBSERVACIONES. ORIGINAN. CE A Los caracteres de letra bastar- —_—_ illa indican 108 animales que no existen en Francia, ó que hace muy Maiitaros AVES. Peces. Insectos. poco que se han introducido. ———um_— _Á A Perro (2). |Paloma. Gusano de seda : o : » os paises 6 en la inmediacion Caballo. Gallina. de morera. de los paises de donde son ori- Asno. gimarios. Cerdo. La mayor parte son Cosmo- C 7 politas hace mucho tiempo, y amEetto. É los únicos que han llegado á Dromedario. serlo, Cabra. Carnero (3). Buey. Cebú. Faisan comun. Pavo real. -_——— a nm ___AIAKÁ Domesticados en Europa. Domesticados en Europa. . Domesticados en los paises Búfalo. de donde traen su origen. Reno. Tórtola de co- ¡a Domesticados en los paises llar ado. de que son originarios. Yak. ; Carpa (6). A | A | AI | AAA Gusano de seda Árni (4). Ganso cisnoi- del ricino. Domesticados en los paises Gayal (5). deo. Gusano de sedal]de donde son originarios. del ailanto. Domesticados en Europa. 1 —————_—_—_—_— — ___. ¡Faisan dorado. Faisan pla- teado. Domesticados en Europa, Faisan de co- Mar. A A | A | ANS | AA A 15 | 9 2 3 Total para Asia. . (2) Africano y asiático al mismo tiempo. (3) ¿Africano y asiático á la vez? (4) Se conoce mal, (5) Idem. (6) Tal yez europea. 510 Cuabro sinóptico de los animales domésticos distribuidos por cla EPOCAS E AS DE DOMESTICACION. AFRICA. A Mamiferos Aves. Insectos. Gato (7). Tiempos ante-históricos. E « Epoca plitfd.o......- . Pintada. o ANTIGUEDAD a Epoca TOMADA ....... Huron di; pene: Epoca indeterminada... A A A A y Abeja de Egip- to (9). Epoca desconocida. Ai LANA Epoca indeterminada... MEMPOS MODERNOS. ...) 3lelo AVI. .....-- Canario. a Siglo XVIII... AA A TOTALES. + . 2 2 A E EIA e. E El E Total para Africa........ 5 pi (7). Quizás asiático tambien, (S) Tal vez europeo. (9) Acaso tambien asiática. 511 ses zoológicas, épocas de domesticación, y patria originaria. e A A OBSERVACIONES. Los caracléres de letra bastardilla O 1 54 INAMIA. 27 —_ a si 8 Piodican los animales que no existen en e AMERICA. E p£rancia, ó que hace muy poco que se han Mamiferos. Aves. Insectos. a tntroducido, AN Domesticados en Oriente en los vaises ó en la inmediacion de vs paises de donde son origi- «arios, La mayor parte son cosmopoli- as hace mucho tienpo, y los úni- 14 hos que han llegado á serlo. AA E A Domesticados en Europa. ÁA— _—_—>— _—————————————— — 3 Domesticados en Europa. 9 Domesticados en los paises de londe traen su origen. E E A A Conejo de ke Indias. 10 Domesticados en los paises de Llama. que son originarios. Alpaca. AL AM AE E ATI TE o Domesticados en los paises de Cochinilla. 6 donde son originarios, Pavo. Anade mos- 3 Domesticados en Europa. cada. Ganso — del 4 Domesticados en Europa. Canadá. 47 fTotal de wami- 1ld. de peces. 2 : a : sn FOO a ar 21 | 1d. de i1sec- Total para América ...... 7 Id. de aves .. 47| tos. ..... 7 A A A A A A A A (Por la seccion de Ciencias Naturales, CamILo DE YELA.) 512 VARIEDADES. —0— Premio propuesto por la Real Academia Sevillana de Buenas Letr as Entre los anunciados por dicha Academia en 1.” de junio de 1859, está el siguiente: «Demostracion de si los fenómenos volcánicos están relacionados con »los terremotos, ó reconocen causas diversas que los producen.» Condiciones del certámen.—Todas las Memorias que aspiren al premio deberán hallarse escritas en castellano, latin ó francés, y habrán de di- rigirse al secretario primero de la Academia, ántes del dia 1.” de marzo próximo. Cada Memoria llevará un lema, y adjunto á ella deberá remitirse un pliego cerrado, en cuya parte exterior se repetirá aquel, y en cuyo inte- rior se expresará el nombre, apellido y residencia del autor, y la manera de darle aviso en el caso de ser premiado. El premio consistirá: 1.” En el título de académico de número ú op- cion á la primera vacante que en la seccion ocurra, caso de no haberla, si el laureado residiere en Sevilla, ó en el de académico corresponsal si tuviere su residencia fuera de esta ciudad. 2.” En una medalla de plata con las armas de la Academia en el anverso, y una inscripcion alusiva al mérito del premiado en el reverso. Si alguno de los autores de las Memorias presentadas quebran= tase directa Ó indirectamente el anónimo, quedará excluido del cer- támen. Aprobada la Memoria á cuyo autor haya de adjudicarse el premio, se designará el dia en que, en junta pública y solemne, deba entregarse este; acto en el cual se abrirá solamente el pliego que tuviere el mismo lema que aquella, quemándose los demás sin abrirlos. Las Memorias presentadas no podrán devolverse á sus autores. Los individuos de la Real Academia domiciliados en Sevilla, se abs- tendrán de tomar parte en el certámen. (Por la Seccion de Variedades, CAMILO DE YELA.) —_—= AN — A A zm ___— Editor responsable, Camino DE YELA. A 5 5 5 N. 9.—REVISTA DE CIENCIAS.—Diciembre 1859. CIENCIAS EXACTAS, 23300 £e— MECANICA. De la manera de referir á la dinámica de los cuerpos libres la de los que se suponen sujetos por obstáculos fijos; por Mx. Powsor. (Comptes rendus, 4 julio 4859.) 1. Se suelen considerar en mecánica cuerpos que sólo tie- nen libertad de girar sobre algun punto ó eje fijo, ó de resba- lar en un plano inmutable, etc.; y pudiera creerse que esta nueva hipólesis requeria nuevos principios para resolver los problemas. Vamos á ver que no es asi, y que nuestra teoría se aplica del modo más directo y aun más natural á los casos singulares de suponerse algun obstáculo fijo que sujele los movimientos del cuerpo. 2. En la naturaleza no hay con efecto ningun cuerpo fijo. Un punto llamado fijo no es en el fondo sino un punto invaria- blemente unido con algun cuerpo de masa grandísima, y mi- rada como infinita respecto de la del movil que se considera. Se puede concebir siempre por lanlo, en lugar de tal punto llamado fijo, otro verdaderamente libre, pero que esté cargado con una masa infinita; ó más claro, otro punto en el cual se supusiera concentrada, digamoslo así, una cantidad infinita de materia. Asi, pues, en vez de un cuerpo de cualquier figura y de masa finita M, movible al rededor de un punto ¿supuesto fijo, sólo habrá que considerar un sistema /ibre compuesto del mismo cuerpo M4 y un punto malerial «, que esté unido á él en Í, y cuya masa - sea infinita respecto de M. TOMO IX, 33 514 3. Claro está que en lal cuerpo ó sislema cae el centro de gravedad y infinitamente próximo al punto /, y que este cen- tro, cargado cual lo está con la masa infinita «+ M, sólo puede recibir un movimiento infinitamente pequeño de la accion de las fuerzas finitas que se le supusieran aplicadas. Subsiste, pues, inmovil el centro de gravedad g por la accion de dichas fuerzas, y viene á ser, propiamente hablando, lo que llama- mos un punto fijo. 4. Perosi la fuerza de inercia del sistema ó la masa M+u es infinita, no lo es el momento de inercia. Este momento, al rededor de un eje tirado por el centro y, tiene valor finilo; y esle valor, como vamos á verlo, es exactamente el mismo que si se lomase el momento de inercia del sólo cuerpo propuesto M al rededor del mismo eje. Luego si considerando lodas las fuerzas aplicadas al sistema como trasladadas paralelamente a si propias al centro de gravedad y, se halla que este centro permanece inmóvil aunque actúen en él tales fuerzas, á causa de la masa infinita M-+- con que esla cargado, se vé que no permanecera inmóvil el cuerpo por el esfuerzo de los pares que nacen de aquella traslacion, sino que lomará una rolacion fi- pila O alrededor del centro y, en virtud del valor finito de su momento de inercia relativo á los ejes que pasan por esle punto. Cabe, pues, proponer cuestiones dinámicas locantes á un cuerpo precisado á girar sobre un punto fijo; y para resolverlas, basta aplicar las soluciones sabidas para un cuerpo libre, pero alendiendo á mirar al punto fijo como si fuera el centro de gravedad del cuerpo, á suponer a este masa infinila, y á dará su momento de inercia el verdadero valor finito que deba tener y que vamos á delerminar. 5. Supongamos, primero, para mayor claridad, que el punto malerial que unimos en / al cuzrpo propuesto M4, Lenga sólo cierta masa finita +; averigúemos el momento de inercia del sistema al rededor del centro de gravedad y, y veamos luego en qué se convierte la expresion (44M) K* de dicho momento cuando se hace infinita 4. 6. Sea Gel centro de gravedad del sólo cuerpo M; á la linea /G llamémosla d, Cortándola en el punto y en dos parles 315 1 y d—i reciprocas con las masas M y y, se tendrá el centro de gravedad y del sistema; y para las distancias de esle punto alyac, o u+M ul M El momento de inercia del punto macizo «+ al rededor del centro y es evidentemenle 2?; el del cuerpo /M respecto del mismo punto, consta: 1.*, de su momento de inercia al rededor de su centro de gravedad propio G, que designamos por 4D; 2.», del producto M(d—+7 de la masa de este mismo cuerpo multiplicada por el cuadrado de la distancia d—+ de su centro al punto y. Sumando estos valores, se lendrá pues para mo- mento de inercia del sistema, representado por (41M) K?, AMP HEM dd MD; y poniendo el valor precedente de 7, resulta d* (u+ me=M( 047) A á Supongamos ahora que crezca la masa « de cero al infinito, y veremos que el momento de inercia aumenta desde M4D*, su menor valor, hasta M1(D*+-d”), que es el mayor; de suerte que haciendo 4==w9 , á fin de pasar á la hipótesis malemática de un punto fijo en el cuerpo %M, sale (0 M)K=M(D"+d0> que es cabalmente el mismo valor que saldria de tomar el mo- mento de inercia del sólo cuerpo M al rededor del punto /. 7. De tener valor finito el momento de inercia del sistema resulla que representando tal momento como se acostumbra por el producto (u--M)K”, debe mirarse como nula la linea K que representa el brazo de la inercia, por ser infinita la masa v+M. Conviene advertir sin embargo que esla línea infinita- mente pequeña AX es infinitamente grande respecto de la dis- tancia 2 del punto / al centro de gravedad g del sistema. Su- cede con la linea K respecto de la otra +, lo que con el seno de Py 516 un arco infinitamente pequeño respecto de su seno verso. Com- parando efectivamente la expresion de A”, que es MES p (1+2)] € («EM con la de e, ¡lab M? —(apmy? resulla e y P+D (+ ) E e GAL DA de donde sale, haciendo 4=ww0, Kk? E y por consiguiente K' infinitamente grande respecto de 1. K Tambien conviene advertir que la cantidad _, que en 1 geometria representa una línea infinita, no corresponde ahora á una línea infinita, sino á cierta linea terminada l, porque multiplicando los dos miembros de la dps anterior por ¿, y poniendo en el segundo el valor d == de 2, resulla Las M p 04D (14 =) aii dí d+) y haciendo ¡¿=00 , sale E d4Dr que es la expresion de la linea 1C que va del punto Z al centro Cde oscilación del cuerpo M al rededor del mismo punto /. 917 8. Esto dice que el mismo punto €, que es recíproco con el T en el sólo cuerpo M, lo sigue siendo en el sistema com- puesto del mismo cuerpo M y del punto material de masa infi- nita y situado en /. Suponiendo pues que se pegue contra el sistema en / á la distancia infinitamente pequeña + del centro y, bien á izquierda, bien á derecha de dicho punto y, el centro esponláneo de rolacion estará al otro lado en € á una distancia finita I=d4 A. Por pequeña que sea esta distancia 2 del pun- to 1 al centro y, siempre se puede concebir entre estos dos puntos otro 0, cuya distancia x al punto y sea infinitamente pequeña respecto de ¿, y de consiguienle tal, que la expre- K? e sion 7 — sea infinitamente grande respecto de P; con que puesto 1 que ssl corresponde á una línea terminada p la otra ri responderá á una línea infinita: así el centro espontáneo (C* correspondiente al de percusion 0, estará á una distancia infi- nita del centro de gravedad y. Luego cuando hallemos en nues- 2 tras fórmulas la expresion De tengamos que hacer cero la 2 : : l K variable independiente x, habrá que tomar ana oe la A. 2 e ; : ; expresion parecida — corresponda á una línea finita / cuando 1 la variable ¿, dependiente de K, se convierta tambien en cero. 9. Es menester por tanto cuidar mucho de no confundir en dinámica la línea infinitamente pequeña K, que representa el brazo de inercia del sistema, con la línea infinitamente peque- ña í, que señala la distancia del centro de gravedad y al punto macizo « unido en /, aunque ambas líneas se conviertan en nulas en nuestra hipótesis de ==> . Conviene tambien dislin- Ta 72 : : K guir los verdaderos valores de las expresiones —- y —, pues la E primera en que ¿ y K son ambas variables con «, da una lí- 2 72 : D nea fimia l=d5, al paso que la segunda = en la cual es x 318 independiente de «, da una linea ¿nfinita en el caso de ser w=0. Estas distinciones delicadas son tan precisas en dinámica como en análisis, porque á poco que se olviden, se corre el riesgo de incurrir en groseros errores. 10. Para presentar un ejemplo, supongamos que recibida por nuestro sistema la impulsion de un par dado N, se pida la fuerza Q con que pegaria el cuerpo contra un punto fijo 7 que se presentase delante de él á cualquier distancia x del centro de gravedad y. Tenemos demostrado que la magnitud Q de lal percusion será 0= =N y» 241» y que el máximo de Q está en el punto 7' correspondiente á la distancia z=X, ó sea en el extremo del brazo K' de la iner- cia del sistema. Como esta línea es ahora nula, pudiera in- ferirse que el centro 7 de la percusion máxima se confundia con el centro de gravedad g; error gravisimo en dinámica, porque fácilmente se ve que en el punto y es enteramente nula la percusion, al paso que en el punto 7, aunque infinitamenle próximo al y, es infinita la percusion. Con efecto, la eN 1 0=N-2_=N- A c+ Ñ se convierte cuando x=0 en USN====0; = como es de suyo evidente, puesto que el sistema gira real- mente sobre su centro y, y no puede ocasionar por lanto per- cusion alguna en este punto. Pero haciendo a=XK, se convierte la expresion en 1 0O=N=T, O=N ax y en 1 OQ=N—=0ow, Ns 0 mn tomando el valor nulo actual de 4. 519 11. Si en vez de actuar en el cuerpo un par NV, hubiera recibido la impulsion de una sóla fuerza P que pasase á una distancia dada 4 del centro y, en cuyo caso la expresion de la percusion (Q de que fuera capaz el cuerpo á cualquier distan- cia z del mismo centro, sería a UP] +: se podria inducir que el centro 7' de la percusion máxima, que está á la distancia E po se confundia ahora, por ser =0, con el centro de gravedad y; lo cual seria un error de doctrina como el anterior. Porque en el punto y, Ó cuando z=0, la percusion Q es entonces igual á la fuerza P, al paso que en el punto 7, cor- respondiente al valor precedente de zx, se liene una percusion O infinita. 12. Para tener ideas claras, y evitar cualquier error en las aplicaciones, mejor será suponer siempre que la masa « no es infinila sino sólo grandísima, y conservar por tanto la le- tra y en todas las expresiones de nuestra análisis. Asi se distin- guiran bien todas las cantidades, y se podrán ver sus verdaderos valores malemáticos en la hipótesis de ===>. Esto de supo- ner y, no infinila sino sólo grandisima, está más conforme además con la naturaleza, porque en realidad no existe cuerpo ni punto de masa infinila; semejante suposición es lan imagi- naria como la de un punto fijo. Lo real y efectivo es, que un cuerpo, v. gr. una palanca, puede apoyarse muy bien por un punto suyo en otro cuerpo de masa grandisima, y cuyo mo- vimiento, en virtud de las fuerzas aplicadas, será pequeñisimo y como imperceptible respecto del que tomaria el movil que se considera. No dañará ilustrar todavía más estos puntos de doctrina con algunas aplicaciones numéricas. Ejemplo, 0 G T Cu 4 A ó P 13. CO, barra inmaterial cargada en sus extremos € y O con dos puntos macizos M y +. Si pega contra la barra en € una fuerza P, se pide la percusion Q que dicha barra rigida puede ocasionar en un punto 7 tomado á la distancia GT=x del centro de gravedad ( del sistema de las dos masas u y M. El momento de inercia del sistema al rededor de su centro G7 será, haciendo G0=1, GC=I1—i (1 es la longitud CO), (My) = 0 +M(l—i 7, designando por K el brazo de la inercia; pero M pl ¡=lx— =l -—; i=) MEz l—/ Mz luego A ds LEMA, uM CAE NA y de aquí a MA ol 0 K*=I LIS 1). La percusion Q causada en 7, á la distancia x de (r, eslá expresada por buscando el valor de zx correspondiente al máximo de la per- cusion Q y llamándolo z,, sale 2,=—iz+yil, y poniendo este valor de x en la expresion de Q, será el valor máximo de la percusion 521 P V 1-1 Ó ho E V p 0=3(1= 145) Ejemplo. Sea M=1, =9999, Ó 59999; será O. K == 0 1 nl — 10000" y de aquí K_,9999 310000 La abscisa %, del punto 7 donde se verifica la mayor percu- sion, será z =l mem) > 10000 100)” y lal percusion máxima —— P 0,=£:11+v T0000)=--101 ; en el mismo sentido que la fuerza P; ó en el punto 7” recí- proco con 7, ERE y 10000) == 99 en sentido contrario á P. En este ejemplo, en que la barra OC está cargada en sus dos extremos con dos puntos macizos « y M que guardan entre si la razon de 9999 á 1, y en que una fuerza P pega conlra el punto M, la percusion máxima Q vale 303 veces lanlo 522 como la fuerza de impulsion P, y en el punto 7”, reciproco con T, 49; veces tanto como la misma fuerza P, pero en sentido contrario de antes. El punto 7'de la mayor percusion está entre el centro G y el centro C; el otro punto 7” de la percusion máxima en sentido contrario á P, cae al otro lado del centro (Gf. Ambos pun- los T y T' estan muy próximos al centro de gravedad G de OC, el 77 á la 99 101 10000 Y o 5 y, . 1 ls , . :1 GT" igual á —— 10000 de la misma linea OC: su mútua distancia el 7 á una distancia (7 igual á 200 1 TT" es pues 10000 — 50 El brazo K de la inercia del cuerpo al rededor de (G es Y 9999 1 10000 —100 exactamente doble de A”, siendo A” el brazo de la inercia al rededor de O; porque ——l, sobre poco más 0 ménos; y 77'=x,+1' es E E A luego TE=2K:. 14. Sien las fórmulas del párrafo 13 se quiere hacer infinita respecto de MM, á fin de pasar á la hipótesis malemá- tica de un punto fijo O tomado en la barra rigida OC cargada en € con el punto macizo M, saldrá para momento de inercia (M+u)K”? al rededor del punto fijo O, (Mi) K"=M lr, el mismo que daria el sólo cuerpo M al rededor del punto O. Pero el brazo A” se convertirá en MP oo: UT 523 ob; 780 converlivá sin embargo en una linea finita igual á £; luego A”, que e infinitamente pequeña, lo es grande respecto de ¿; así, pues, el brazo de inercia A? es respecto de ?, distancia de « al centro de gravedad (del sistema, como un seno de arco infinitamente pequeño respecto del seno verso, Si subsiste « un punto macizo, y es ( el centro de grave- dad de un cuerpo de cualquier figura de masa J/, será el mo- mento de inercia del sistema de « y M al rededor del centro de gravedad (, (Mb) K 014 l 22) a siendo D el brazo de la inercia del sólo cuerpo M al rededor de su centro de gravedad; y haciendo « infinila para pasar á la hipótesis de un punto fijo en y, sale el momento de inercia (Mi e =M DEP, el mismo que si hubiera desaparecido el punto y. De cuanto se acaba de exponer resulta que en el movi- miento de un cuerpo M al rededor de un punto fijo O, el centro de percusion comun no es, como tampoco en un cuerpo libre, el centro de la mayor percusion del mismo cuerpo contra un punto fijo 7 que de improviso se opusiera á su movimiento pre- sente. El verdadero centro 7 está infinitamente próximo al punto fijo Q, y dicha percusion es infinita. 15. Esta demostrado que el punto por el cual podria co- municar un cuerpo Má un punto libre de masa m en reposo la mayor velocidad posible, no es el centro de percusion má- zima del mismo cuerpo contra un punto que se supusiera fijo; que este olro centro de mayor velocidad comunicada á un punto libre m, está á una distancia a del centro espontáneo O del cuerpo chocante MY, expresada por 524 siendo K el brazo de la inercia del cuerpo Jf al rededor de su centro de gravedad (, y a la distancia de este mismo centro (G al centro espontáneo de la rotacion. Si en vez del sólo cuerpo M consideramos el sistema M+w compuesto de M y de un punto macizo y siluado en / á la distancia a' del centro (7 del mismo sistema M4--, habrá que mudar en la expresion prece- dente der¿ Men Mx, aa ena ya K* en K”, siendo K' el brazo de la inercia del sistema al rededor del centro (, saldrá nop 192442), O e Suponiendo ahora «=0e, a fin de pasar á la hipótesis de un punto fijo / al rededor del cual gire el sólo cuerpo M, será a'=0» K'—0; pero no se convertirá en cero (M+)K"”, pues su ver- dadero valor será (Min K*=M(1+0>, siendo d la distancia del centro (7 al punto /, y K el brazo de la inercia del sólo cuerpo M al rededor de su centro G; M (K2+d*) sera, pues, el momento de inercia del cuerpo al re- dedor del punto fijo f. Luego cuando un cuerpo M gira al rededor de un punto fijo /, el centro Y de mayor velocidad comunicada á un punto libre m está á una distancia I=N / MK*+d y m el punto Y depende de la relacion que haya entre la masa M del cuerpo chocante y la m del chocado; la distancia 7 Y es pro- 2 M porcional á la raiz cuadrada de la relacion e Si M=m, se convierte simplemente /Y en WK*+F4*; es el brazo de la inercia del cuerpo al rededor del punto fijo. : 525 Si fuera m infinita y representare por lanto un punto fijo, sería nula /Y y el centro de percusion máxima en lal caso, lo cual concuerda perfectamente con lo arriba sentado. Si fuera m pequeñísima respecto de M, seria grandísima la distancia IV. ASTRONOMIA. Noticia de los últimos trabajos de Mr. Maedler relativos al movimiento general de las estrellas al rededor de un punto central; por Mr. GAUTIER. (Bibliot. univ. de Ginebra, abril 4859,) Mr. Maedler publicó en Mitau y Leipsick los años de 1847 y 1848 en 2 tomos en folio, con el título de Trabajos sobre los sistemas de estrellas fijas, una obra voluminosa, cuya primera parte trata de los sistemas parciales de estrellas 6 de los mo- vimientos reciprocos y de la delerminacion de las órbitas de las estrellas dobles y múltiples, y la segunda del Sistema gene- ral de las estrellas, 6 de los hechos encaminados a probar que hay un movimiento comun de las estrellas al rededor de un punto central. En el tomo 14 de la Coleccion de las observa- ciones del observatorio de la universidad de Dorpat, del cual es Director desde el año de 1841, tomo publicado el de 1856 en dicha ciudad, vuelve á tratar del mismo asunlo, exlen- diendo mucho sus indagaciones, y manifestando que sus re- sultados confirman sus anteriores deducciones. Proponémonos analizar brevemente los últimos trabajos de Mr. Maedler, por ser sumamente interesantes, y por la autoridad que les da el nombre de su autor. Natural es presumir que los astros en general designados con el nombre de estrellas fijas, respecto de los planetas que circulan en torno del Sol, no eslén realmente fijos del todo, sino que tengan movimientos sujelos á ciertas leyes. Comprén- dese que, en razon de la inmensa distancia á que se hallan, de- ban parecernos pequeñísimos tales movimientos, y que para 526 distinguirios bien se necesiten observaciones exactas verificadas entre largos intervalos de liempo. Mucho hace que los asirónomos, comparando observaciones de las mismas estrellas en épocas diferentes, y tomando en cuenta las causas de las variaciones aparentes reconocidas ya, como la precesion de los equinoccios, la nutacion del eje terrá- queo y la aberracion proveniente de la velocidad de la luz, ha- bian hallado otras cortas diferencias de reciproca precision, que podian achacará un movimiento propio de dichas estrellas. Pero no cabe subir más allá de las observaciones de Bradley del año de 1755 para tener un punto de partida de posiciones suficientemente exacias en lo tocante á tales movimientos propios. Estudiando W. Herschel este asunto con la habilidad que le era propia, llegó á dos descubrimientos de allísima impor- tancia. El primero, que lo hizo hácia el año de 1783, es que conside- rando en total los citados movimienlos, cabe darse razon de gran parte de ellos, admitiendo que nuestro sol liene un movimiento en el espacio celeste en cierta direccion. Este movimiento debe ocasionar un apartamiento gradual aparente entre las es- trellas por el lado hácia el cual se dirija el sol y un acerca- miento por el opuesto, en virtud de mero efecto de perspecliva. Astrónomos de mucho mérito lo contradijeron: pero hoy no se puede negar, puesto que los trabajos de Argelander, Lundahl, Otto Struve, Bravais, Galloway y Maedler lo han confirmado plenamente, indicando su direccion hácia un punto de la cons- telacion de Hércules muy inmediato al que asignó Herschel. Arago dice que la idea de la posibilidad de tal movimiento la apuntaron Fontenelle, Bradley, Mayer y Lambert, si bien declara que Herschel fué el primero que probó que existia. El segundo descubrimiento de Herschel, hecho en los pri- meros años del siglo presente, es que examinando con toda alen- cion las posiciones relalivas de estrellas que parecen estar tan próximas unas de olras que se confunden en una sóla a la sim- ple vista, y que por este molivo se llaman estrellas dobles, tri- ples y múltiples, se pueden ver, al cabo de cierto número de años, evidenles mudanzas de las posiciones relativas de las es- $97 trellas que componen algunos de dichos grupos, y de aquí in- ferir que estas estrellas forman sistemas de soles, girantes en torno de su comun cenlro de gravedad. Sabido es cuánto han trabajado luego los astrónomos en esla interesantísima parte de la ciencia; J. Herschel, J. South, Dawes, Hind, Jacob, etc.. en el imperio británico, Struve padre é hijo, Savary, Encke, Bessel, Kaiser, Maedler, etc., en el continente europeo, sehan distinguido particularmente por sus trabajos de observacion y calculo. Fundándose Maedler en varias consideraciones expuestas en la memoria arriba cilada, y comparando entre sí los movi- mientos propios de un centenar de estrellas, llegó ya en 1846 á presumir que, además de las causas de mudanzas de lugar aparentes ánles enumeradas, tenia el total de las estrellas para nosotros visibles un movimiento real y general de revolucion al rededor de un centro siluado en el grupo de las Pléyades, y correspondiente a la estrella Alcion ó » de Taurus, de 3.* mag- nitud, la más brillante de las muchas del mismo grupo. En la primera parte de la grande obra que el mencionado astrónomo dió a luz sobre este asunto los años de 1847 y 1848, discutió detalladamente todas las observaciones por él y por otros hechas, locanles á las estrellas dobles y á las órbilas que describen, á fin de averiguar si entre ellas, ó en las demás es- trellas, habia un cuerpo central que por razon de su masa pu- diera ejercitar una accion atractiva preponderante en todas las demás estrellas, hasta el punto de dominar al sistema general ó de ser el sol central, en el sentido literal de la palabra, como lo es nuestro sol respecto del sistema parcial á que rije. Sacó un resultado del todo negativo, y nadie lo ha contradicho. En la segunda parte de la misma obra manifiesta que no cabia admitirse la idea de una distribucion de las estrellas en sislemas meramente parciales y sin trabazon ninguna general entre ellos, porque no daba suficiente razon de los movimien- tos propios reconocidos. Una vez descartada esta idea, sólo res- laba á Maedler, siguiendo en admitir la ley de la gravilacion universal, adoplar la existencia de un sistema general sin cuerpo central predominante, ó de un sistema globular en el cual circulen las estrellas lodas en torno de su comun centro 528 de gravedad, en virtud de una fuerza alractiva directamente proporcional á su distancia del mismo punto central: y admi- tida esta base, tratabase de comprobar si los movimientos pro- pios observados salisfacian á las condiciones de ella resul- tantes. Las principales condiciones a que deben satisfacer el punto central y las regiones del cielo circunvecinas,: son las si- guientes: 1.2 El punto central no debe lener ningun movimiento propio real, y el aparente, tomado en sentido contrario de su direccion, debe representar el del sol. 2.* Sial rededor del punto central existe un grupo de es- irellas que esté fisicamente entrelazado con él, deben ser pe- queñísimos é iguales entre si los movimientos propios reales de las estrellas del mismo grupo. 3.2 Sial rededor del punto central C se describe una es- fera concéntrica cuyo radio CS sea igual á la distancia de nuestro sol al mismo punto, todas las estrellas situadas dentro de esta esfera deberán tener un movimiento propio real más pequeño que el del sol, y tanto más pequeño, cuanto más cerca estén de C; los movimientos propios reales deberán crecer des- de C hasta un círculo máximo descrito de € como polo. 4.” El punto del cielo hácia donde se dirija el sol, debe estar á unos 90 del centro €. 5.* Llamando 2 al ángulo de direccion del movimiento propio de una estrella observada, y Y al de la del propio del sol, la diferencia l—+¿ entre ambos debe ser nula en el cen- tro C, y crecer en cualesquier direcciones desde este punlo, sin poder pasar de 90% en la zona interior. 6.2 La region del cielo donde esté el punto central, debe ser la única en la cual se verifiquen de lleno las condiciones precedentes. En seguida expone Maedler en largas tablas las posiciones y los movimientos propios, calculadas para la época de 1840, de 861 estrellas principales observadas por Bradley, subdivi- didas en secciones segun sus distancias al punto central 6 á la estrella Alcion. Se resúmen en la siguiente : Nombre Movimientos propios|Valores me-= Situacion de las estrellas. de anuales medios, expre-|dios del án= las estrellas. [|Sados en fracciones de| gulo $ —-p en segundo de grado. grados. Punto central........| Alcion. 0,0673 146 Pléyades. ..........| 11 estrellas. Zona de 1% a 3 de dis- tancia de Alcion. ..| 12 ,0702 29 9 0 ,0699 13,3 0 Lona de 5" a 10%.....| 31 0 ,0699 36,1 0 0 Zona de 10% a 20”....|101 ¿0890 kk 3 Zona de 20* a 30%....(159 ¿1067 48,6 Zona de 30% a 40%....|224 0 ,1096 46,1 Zona de 820,8 4 97%,5. 1302 0 1183 165.2 TADA A ió NL ALA AR E O AA ei A AI ri E ES Estos valores satisfacen en general á las principales condi- ciones arriba enumeradas; mas como el autor ha ensanchado mucho luego el campo de sus investigaciones, pasaremos inme- diatamente á exponer sus últimos trabajos y los resultados de ellos en lo tocante á su objeto capital. Maedler dedica la mayor parte del tomo 14 de las obser- vaciones de Dorpat á un catálogo nuevo de 3222 estrellas de 1.2 a 7.% magnitud, observadas por Bradley, cuyas posiciones de ascension recta y declinacion calcula para principios de 1850, tanto segun las observaciones antiguas como las modernas. A estos valores acompañan la precesion y el movimiento propio secular de cada estrella, expresado este en ascension recta y declinación ó en coordenadas polares. Se divide el calálogo en cualro secciones ordenadas segun las ascensiones rectas. Com- prende la primera las estrellas situadas al S. del Ecuador has- ta 30” de declinacion austral, la segunda las que lo están al N. del Ecuador hasta 30” de declinacion boreal, la tercera las en- tre 30% y 607 de declinacion boreal, y la cuarta las entre el polo N. y la declinacion boreal de 60”. Calcula tambien el au- tor, con arreglo á las observaciones de Lacaille y Johnson, los movimientos propios de 97 estrellas de1.*á 4.* magnitud, cuya declinacion austral pasa de 30”, TOMO 1X, 34 530 El conjunto de los cálculos de Maedler da para 80 estrellas de 1.? y 2 * magnitud, un movimienlo pro- pio secular modito des. tula al. hase cccros. 20,09 pate ARRE LANA PO a ARAN ETE AI 1 "| 3488 Mobpias Eandicianes 4 que. Meca RG USIALAr e] us A o e De da 7 io MI E E RA RO A COR PU BA IMD TO NA A AQUA a dk 191,00 Aunque segun esla labla sean las estrellas más brillantes las que tengan movimientos propios mayores, comparando el autor los mayores movimientos de esta clase con el orden de magnitud ó de brillo aparente, y adoptando la opinion de que las estrellas de movimiento propio considerable deben estar en general más próximas al sol que las demás, infiere que de las estrellas más cercanas á nosotros, las de ménos brillo parecen, absolutamente hablando, más en número que las más brillantes. Con efecto, si « del Centauro, Arturo, Procion y Sirio tienen respectivamente movimientos propios anuales de 3,67, 2,26, 1,33 y 1,25, Rigel (la 4.* estrella en el orden de brillo, se- gun Herschel), «+ del Cisne y £ de Perseo los tienen casi nulos; al paso que « de Casiopea, la 40.* de Eridano, la 61.* de] Cisne y las dos estrellas llamadas de Argelander, que sólo son de 5. á 7.* magnitud, lienen movimientos propios anuales de 44 7 segundos. Adviértase asimismo que el valor medio de los movimientos propios anuales de 52 estrellas de 2.” mag- nilud observadas por Bradley, cual lo pone Maedler en la pá- gina 192 del tomo 11 de sus Trabajos, no pasa de 0”,138, mientras que el de 150 estrellas de 3.2 magnitud es de 0”,173. Resulta, pues, contra las ideas expresadas por Struve en sus Estudios estrellares, que á Maedler le parece el grado de brillo mal indicante por lo comun de la relacion entre las distancias de las estrellas. Llevamos visto que admitiendo que todas las estrellas se muevan al rededor de un comun centro que no tenga masa preponderante, y conforme á la ley de atraccion neutoniana, serian las velocidades proporcionales casi á las distancias al 531 mismo 'centro; cuanto más uniforme fuese la distribucion de las masas, ménos discreparia de ser circular la forma de las órbitas trazadas. Desde el punto central € que está en reposo, deben ser iguales los movimientos propios de las estrellas pró- ximas y de las lejanas; pero desde otro punto S situado á cierta distancia de €, parecerá que se mueven más aprisa las estrellas más cercanas á S. Admite Maedler que nuestro sol eslá á cosa de la milad del intervalo entre el punto central y los limites exteriores del espacio que comprenden las estrellas de que trata; pero no forman estas la milésima parte de todas las fijas visibles, sin contar con la Via Láciea. Empieza el autor su trabajo por determinar el movimiento del sol y su direccion. Al efecto divide en tres clases las estre- llas cuyos movimientos propios ha determinado, á saber: 1.2 Aquellas cuyo movimiento propio secular es el ma- yor, y sube por término medio a 35,4: su número 227. 2.2 Las que tienen 15,23 para el mismo término medio: su número 663. 3.? Aquellas en que no pasa de 7',79 el movimiento secu- lar medio: su número 1273. En dicho trabajo, como en la delerminacion del ángulo 0—), prescinde de las estrellas cuyo movimiento propio baja de 4” por siglo, por la grande incertidumbre que acerca de su direccion resulta. Usa Maedler las fórmulas dadas por Argelander en su Memoria sobre el movimiento propio de nuestro sistema so- lar, aplicándolas el método de los menores cuadrados y de las aproximaciones sucesivas. Saca los valores siguientes de la as- cension recta A y la declinacion boreal D del punto Q del cielo hácia el cual se dirijia el sol el año de 1800. Porla 1.? clase de estrellas. A=262% 8',8 D=39"95',2 A AI ESA DI GN ae rias ño A DB Os Se ve que no discrepan mucho estos resultados, ni de los anteriormente sacados por otros astrónomos. Respecto del movimiento general de las estrellas, da pri- E 532 mero el aulor tablas nuevas detalladas de los movimientos pro- pios de los grupos de las Pléyades y de las Hiades, cuyos va- lores medios introduce sólo luego en sus cálculos, excluyendo del tocante á las Hiades las dos estrellas Aldebarán y o! de Taurus, porque no guardan conexion sus movimientos con los de las demás estrellas del mismo grupo. Así saca respectivamente para movimiento propio secular y el ángulo ¿—+ de AlciON..........oooo.. 474+2,8 Del término medio de 15 estrellas de las Plé- yades sholrepsmrácie si relia asariól oa.ansq 1:82:98 1 De 27 de las Hiades. . ......ooomoom.o.o....« 11,26—60,65 Divide luego el cielo al rededor de Alcion como polo, valiéndose de circulos concéntricos de 10 en 140 grados, en 18 zonas ó regiones, hasla el polo diametralmente opuesto, La tabla siguiente contiene los valores medios de los movi- mientos propios seculares observados y de su direccion, se- gun resullan de sus cálculos, referentes a las estrellas com- prendidas en cada region. El número de estrellas alude sólo á los movimientos propios, por ser menores para los ángu- los ¿—4, en atencion al limile 4” antes citado. J0d A > —— As Númera Número Movimientos propios de cada region. de estrellas, seculares medios, |4Ygulos pp medios, 1 45 7,41 397,98 2 100 8 ,20 46 ,43 3 189 9 778 53545 '/ 264 e, 96,86 5 269 10,41 61 ,72 6 975 11 97 62 159 7 273 10 ,03 61 ,19 8 246 10 ,95 67 ,93 y 271 10 ,89 62 ,75 10 218 PU 68 ,80 11 221 9 ,56 38 01 12 163 di de 67 ,97 13 163 12 ,51 63 ,26 14 123 12 ,07 61 ,90 15 92 10 ,01 58 ,92 16 87 13 ,33 61 ,21 17 58 9,16 54 ,41 18 44 7,30 47,97 Esta tabla dice que en las seis regiones primeras van cre- ciendo regularmente los movimientos propios y los angulos de direccion. En la primera sólo hay 1 caso de 32 en que pase de 90% 9—.4, mientras que hay 35 de 186 en la 6.*, compren- dida entre 50% y 60% de distancia de Alcion. Las 12 regiones siguientes, que son ménos completas, y se van alejando del punto central, no presentan la misma progresion regular; y hasta menguan de valor Jos dos elementos en las últimas, si- luadas hacia el punto diametralmente opuesto al central. Confiesa Maedler que sus últimos trabajos no confirman la opinion que emitió en los primeros, de que debian aumentar gradualmente los movimientos propios hasta una distancia del punto central de 90%, y acaso algo más allá. Pero advierto: 1.* que respecto de las zonas australes no se puede concluir nada positivo todavia, interin no haya mayor número de movi- mientos propios bien determinados en aquellas regiones; 2.” que 934 en cuanto á las regiones núms. 10 y 12 están situadas cerca del punto Q hácia el cual se dirige el sol, y esto debe dismi- nuir el movimiento propio aparente de parte de las estrellas que comprenden; que además el número de estrellas observas das por Bradley y por los astrónomos modernos es menor en dichas regiones, bastante distantes de la eclíptica, que cerca de las Pléyades. Nota el autor que juntando á pares las regio- nes núms. 7 al 12, se ve tambien aumento gradual de los mo- vimientos propios medios. Si se confirmase en las regiones úl- timas el decremento de los elementos de que se habla, podria consistir, segun Maedler, en que no todas las estrellas tendrian su movimiento en la misma direccion que nuestro sol, ó que, cual los cometas, lo tendrian cuándo en un sentido, cuándo en otro. Tiene por más probable el primer caso, aunque cree que, en las estrellas, no es tanta la conformidad de movimientos como en los planetas de nuestro sistema solar. Segun los trabajos últimos del mismo astrónomo, el punto central € dista un arco de 111” 30" 7 del O, hacia el cual se dirije el sol; y el movimiento propio de Alcion, tomado en sentido. inverso, lleva á un punto situado 2”,6 al S, de Q. Por los. cálculos..precedenles eran estos números. 113”,36' y 1%,5. De estar bien determinada la posicion de Q, pudiera resultar que no fuese un circulo la órbita descrita por nuestro sol, sino una eclipse de excentricidad parecida á la del planeta Po- limnia. Varios se opusieron á las ideas vertidas por Maedler en sus primeros trabajos, y natural era que tratara de contestar en los últimos á los argumentos que mereciesen formal atencion. J. Herschel objetó en sus Outlines of Astronomy al punto central adoptado por nuestro autor, que era inverosimil su po- sicion, porque el grupo de las Pléyades no se proyecta en la Via Láctea. A esta objecion contesta Maedler que es evidente que el punto centro de gravedad comun de la Via Láctea y de todo el conjunto de estrellas que le rodea, debe estar en el plano central del anillo que constituye la citada faja celesle, y proyectarse en el mismo plano desde cualquier punto situado en él; pero que para estar nuestro sol en tal plano, sería me- nester que el medio de la faja correspondiese á un circulo má- 330 ximo de la esfera celesle, y cabalmente las preciosas cartas publicadas por el mismo J. Herschel manifiestan que no sucede así. La Via Láctea no disla lo mismo de los dos polos del Ecua- dor; no corta en dos parles iguales á esle circulo ni á la eclíp- tica. Segun los trabajos de Fuss, el círculo mínimo á que me- jor corresponde la Via Lactea dista 34” del máximo que le sea paralelo; de donde se sigue que un punto interior situado en el plano del anillo sin estar precisamente en este, no puede proyectarse en la Via Láctea desde el sol ó la lierra, y debe alejarse de ella un ángulo igual al que una línea recta lirada del sol al punto central forme con el plano del anillo lácteo. Con motivo del trabajo sobre el movimiento propio del sol, habia dicho Argelander que el punto central del movimiento de las estrellas estaria tal vez en la constelacion de Perseo. Maedler en su primera Memoria objetó la situacion de esla conslelacion en la Via Láctea. No parece haber seguido tra- bajando Argelander acerca de esto. Nadie que sepamos ha in- dicado luego ningun otro punto del cielo como central, de pre- ferencia al situado en las Pléyades. Peters, director del observatorio de Altona y actual redac- tor de las Astronomische Nachringíen, opuso tambien algunas objeciones á los resultados de los primeros trabajos de Maedler. A ellas contestó este (páginas 254 á 257 del tomo 14 de las Observaciones de Dorpat); y parece que esta contestacion, así como los esclarecimientos posteriores del autor, hayan indu- cido á Pelers á admitir la validez de las conclusiones de ellos sacadas, puesto que el cuaderno segundo, inédito aún, de la nueva obra de Pelers, Zeitschrift fúr populare Mittheilungen, continuacion de los Anwarios dados á luz por Schumacher de 1836 á 1844, debe contener un artículo de Maedler sobre el sol central. Expuestos concisamente los resultados obtenidos por Maed- ler acerca del objeto principal de sus trabajos, debemos ha- carlo tambien de ciertas consecuencias que saca al fin de sus Untersuchungen. Preséntalas sólo como tanleos, vaguísimos aún, que á lo sumo dan aproximaciones muy someras de los valores de los elementos á que aluden. Como, por lo dicho, debe corresponder el movimiento pro- 536 pio medio de Alcion al angular del sol tomado en sentido con= trario, si primero se adopta 0',0673 para valor anual de dicho movimiento, de ser esta cantidad la 19.256.000.* parle del circulo, resulta que la revolucion total del sol y de todas las estrellas fijas al rededor del punto central se verificaria en cosa de 19 millones de años. Segun el último valor 0,047 del mis- mo movimiento propio anual, sería mayor todavia la duracion de la citada revolucion, 6 de unos 274 millones de años la de las estrellas que ni están próximas al cuerpo central, ni en los confines exteriores de los anillos de la Via Láctea. Por lo de- más, está claro ser aún muy insegura la cifra del movimiento propio del punto central; en la tabla de los movimientos pro- pios de cada Pléyade (pág. 259 del lomo 14 de las Obser- vaciones de Dorpat) se ven k estrellas de este grupo de movi- miento propio secular algunas décimas de segundo menor que el de Alcion. El menor, de 3”,9 sólo, corresponderia á la estrella designada con la letra /; pero no pasa esta de 6.* magnilud, y es de 39” su ángulo de direccion ¿—.), de suerte que no cabe pensar siquiera en mirarla como central. Admite el aulor que los sistemas subordinados deben tener revoluciones más cortas. Demuestra que el no existir estrella ninguna que tenga paralaje anual de algunos segundos de grado, prueba que nuestro sol no tiene otra estrella asociada con él, que no pertenece á ningun sistema parcial múltiple. De sus tra- bajos sobre las estrellas dobles infiere que apenas debe haber sistema de esta clase en que el compañero diste más de 6 mi- nulos de grado del astro principal. El caso único de ser verosi- mil un sistema físico parcial, es el de haber muchas estrellas próximas entre si. No existe por tanto sino una trabazon gene- ral entre el mayor número de estrellas; y excepto perturbacio- nes comparativamente reducidisimas, provenientes de ciertos acercamientos de los mismos astros unos á otros, no ejercilan accion ninguna particular entre sí ni en el sistema de los planetas. Dijimos que Maedler no admite en general que las distan- cias de las estrellas sean inversamente proporcionales á su bri- llo; cree que su diversa luz procede, bien de diferentes diáme._ tros reales, bien de distinta intensidad luminosa especifica, 937 Como ejemplo singular cita las dos estrellas de la conslelacion del Cisne « y la 61; aquella apenas tiene paralaje ni movi- miento propio, al paso que en esta valen 0”,348 y 5,22, infi- riendo de aquí que es menester eslé la 61 lreinta veces cuando ménos más cerca de nosotros que la +, y que su brillo absolulo sea 20.000 veces menor. Segun nuestro aulor, se deben examinar con loda atencion los movimientos propios, combinados con las paralajes directa- mente obtenidas, para determinar las dislancias y las rela- ciones fisicas especiales existentes entre los sistemas de es- trellas. A fin de conseguir un ensayo de determinaciones por este camino, compara entre sí los movimientos propios y las pa- ralajes de 7 estrellas en que se conoce aproximadamente este último elemento, segun los trabajos de Bessel, Maclear y Peters. La tabla siguiente expresa estos valores: Movimiento Paralaje propio €. anual ”. ¿del Confhuro. ¿+ 0rvirehshignlenirjo 074 0,912 bli dekh Cisnes dins bar aldo at Bb. 921 0 ,348 labra it 0,349 0,103 1830 del catálogo de Groombridge.. 7,020 0 ,226 Bolari ci de ls roman a 0015038 0,067 «de la Osa Mayor... ..oomooo.o..o.o 0,539 0,133 AI ar ta ds Td PDEAS 0,127 Exceptuando la Polar, en la cual son bastante inseguros los valores de los dos elementos por su pequeñez, se ve que el pri- mer elemento excede con mucho al segundo, y que guardan la relacion media de 10 : 1. Maclear tiene á la paralaje de Sirio por menor de un cuarto de segundo, al paso que su movimiento propio es de 13”. Determinado otra vez por Maedler con el mayor esmero po- sible el valor exacto del movimiento propio anual de la 61 del Cisne, lo saca de 4,282. Como el del sistema de las Pléyades es por término medio de 0”,0582, resulta 13 veces menor. Se puede por tanto admitir que en el triángulo rectilineo PSC for- mado por las Pléyades, el Sol y la 61 del Cisne, el lado SC es 538 con mucho el menor. Por ser de 839,4 el ángulo en el sol S, el C debe andar cerca de 90”, sin poder pasar de 96%. Admite de consiguiente el autor como muy aproximada la igualdad de los lados PS y PC, y de aquí la de los movimientos propios reales del sol y de la 61 del Cisne. Debe verse pues el movi- miento propio anual de nuestro sol bajo un ángulo de 4',282, sobre poco más ó ménos, desde un punto del espacio celeste donde aparezca bajo un ángulo paraláctico de 0,3483 el radio de la órbita terrestre; siguiéndose de aquí que el movimiento propio del Sol viene á corresponder á 12,293 radios de la ór- bita terrestre. Este resultado es sobrado mayor que el 1,623 dado por Struve al fin de sus Estudios estrellares, y cuyos fundamentos niega Maedler. Observa sin embargo, que como los trabajos recientes de Johnson y Otto Struve sobre la paralaje de la 61 del Cisne elevan su valor á cosa de medio segundo, admitiendo este resultado, reduce el movimiento propio anual del sol á unos 83 radios de la órbita terrestre, 4 á 276 millones de leguas de 25 al grado; y nola que esta velocidad viene á ser igual á la del planeta Mercurio en la órbita que describe en torno del sol. Tomemos con Maedler el valor del movimiento anual del sol 12,295, antes citado: esle movimiento, tal cual se veria desde las Pléyades, liene por expresion 12,295xsen. 111”,5; reduciéndose por tanto a 11,44. Para paralaje 7 del grupo de las Pléyades, sale: 0,0582, ACNE Edad ,00509. La distancia al sol correspondiente á esta paralaje es de unos 404 millones de veces del radio de la órbita terrestre, y la luz tarda cosa de 640 años en recorrerla. Todavía mayores saldrian estos números tomando los valores relativos á Alcion. Manifiesta el autor que lambien se puede deducir del mo- vimiento propio de nuestro Sol y de su distancia del punto cen- tral, valiéndose de la tercera ley de Kepler, la relacion entre la masa atractiva total de la esfera que se mueve al rededor de 93) Alcion como centro y la de nuestro sol. Con arreglo á los nú- meros precedentes saldria dicha masa total de unos 111 millo- nes de veces de la del sol. Estima Maedler que nuestro sistema solar está situado, comparativamente hablando, en una region del cielo pobrisima de estrellas, pero que las regiones donde abundan son mucho más pobres de masa que el espacio ocupado por nuestro mundo planetario. En este, la masa tolal ejercila tan conside- rable fuerza en los cuerpos que la eslán subordinados, de nú- mero limitado, que por lo comun tienen poca importancia las perturbaciones. igual resullado se vé obtenido de otro modo en el sistema estrellar general, esto es, en virlud del inmenso nú- mero de individuos que lo componen, sin que para ello haya necesidad de masa central ninguna preponderante. Las regiones del cielo cercanas al grupo de las Pléyades al N. y al S., están muy faltas de estrellas, comparativamente ha- blando, en particular de £ de Perseo á 2 de Taurus. Mas lejos vuelven á abundar por todas parles, hácia el E. sobre todo. Luego al O. escasean en la zona que alraviesa á Piscis y el Pe- gaso; pero más al E. se presenta primero el notable grupo de las Hiades, y despues disminuyen mucho las estrellas. En otras regiones del cielo se observa que las más ricas de estrellas no tienen forma de grupos redondeados, sino más bien de zonas prolongadas, paralelas casi á la Via Láctea, y que tambien las hay que carecen de ellas. El cielo austral presenta este aspecto con mayor claridad que el boreal. La misma Via Láctea consta de varios anillos concéntricos, situados unos tras de otros, for- mando zonas circulares ricas de estrellas, comprendidas entre otras que no lo son tanto. En el centro de este gran sistema existe un grupo rico, que en total forma una masa considerable y bien limitada, cuyo diámetro, igual casi á la distancia á que eslá nuestro Sol de la 61 del Cisne, es de unos 600000 radios de la órbila terrestre. Dijimos que la zona en que está ahora nuestro Sol es pobre de estrellas; á esta situacion cabe atribuir el hecho de que las dis- tancias medias de las estrellas correspondan tan poco para no- solros á su magnitud aparente. Tambien pudiera ser que lo que llamamos riqueza de estrellas consistiera en mayor fa- 340 cultad luminosa, creciente Ó menguante por zonas allerna- livas. Las estrellas dobles y los grupos más considerables de es- trellas están en las regiones pobres como en las ricas de estas. Las dos estrellas v. g. tenidas por las más cercanas á nosotros, son dobles, y están siluadas en la misma zona que el Sol, que está situado no lejos del medio del intervalo entre ellas com- prendido. Esta constitucion por zonas alternativas no es tan distinta de la de nuestro sislema planetario, segun observa Maedler. como á primera vista parece; al rededor del Sol hay primero un espacio vacio de 0,38 del radio de la órbila terrestre, luego viene una zona ocupada por cuatro planetas muy densos y de mediano tamaño, á la cual sigue la de los planelóides de masa escasisima, y despues la de los planetas más abullados, con sus muchos satéliles. Se puede determinar hasta cierto punto la extension de los anillos de la Via Láctea. Con efecto, la distancia más corta de Alcion al medio de dicha faja es de 21*, y lo que discrepa por termino medio la Via Láctea de un circulo máximo es 33”, como arriba dijimos. Uniendo con rectas el Sol $, el grupo de las Pléyades P y los puntos M y M' más próximos y más distantes de la Via Láctea, se lendrán dos triángulos MPS y MW'PS con el lado comun P5, que se supone conocido por lo dicho. De ellos saca Maedler los valores siguientes: El semi-diámetro de la Via Láctea corresponde á una dis- tancia que tardaria 3648 años la luz en recorrerla. La distan- cia del sol al punto más cercano de la misma faja la recorreria la luz en 3166 años, y al más lejano en 4140. Pero como hay dos fajas, y que en los puntos de que ha- blamos se confunden por efecto de perspectiva, debe distar algo ménos el anillo interior, y mucho más el exterior por lo contrario. Se habia supuesto antes ya que las regiones de la Via Láctea más lejanas debian corresponder á una distancia que lardaria cosa de 4000 años la luz en andar. De aquí resulta que la órbita descrita por nuestro sol en el espacio es sobre poco más 4 ménos á la de la circunferencia de la Via Láctea, como la órbita de Júpiter es á la de Neptuno; y 541 prosiguiendo la analogía se nola que la parte de las estrellas comparalivamente menor está dentro, y la mayor fuera. Cuando se lleguen á observar completamente las estrellas que rodean á las Pleyades hasta 25” a 307 de distancia. las situadas en el punto del cielo diametralmente opuesto y las de la zona del circulo máximo que liene por polos estos dos puntos (como se empieza á verificar en Dorpal de parte de ellas), se podrá ir profundizando algo mas en la organizacion de nuestro sistema estrellar. «Miro, añade Maedler al lerminar su obra, a la reunion completa de las estrellas que se mueven en lorno del grupo de las Pléyades, comun centro de gravedad suyo, como una espe- cie de isla en el universo; admito que en las inmediaciones y fuera de este sistema estrellar haya otras islas por el estilo, de las cuales nos dan ejemplos varios las nebulosas. No se puede decidir por ahora si algunas de ellas estarán próximas y entre- lazadas con la nuestra, pero seria posible que entre ella y nues- tra Via Láctea hubiese alguna trabazon general, de orden su- perior por supuesto. No me parece verosimil por otra parte, que la configuracion particular de nuestra isla en el universo sea modelo de las demas; porque semejante conformidad concor- daria poco con la variedad que predomina en los sistemas su- bordinados, y porque la diversísima forma con que se nos pre- sentan las nebulosas no podria explicarse por diferencias me- ramente ópticas. Lo cierto es que algunas de las islas tienen aspecto muy comparable con el nuestro; v. g. la bella nebu- losa anular de la Lira, cuyo inlerior no está vacio ni oscuro, segun nuevas exploraciones, y cuyo conjunto representa bas- tante bien á nuestro sistema estrellar, cual se veria á la dis- tancia de las nebulosas. »Permilido es llamar infinita, relativamente hablando, á la extension de espacio y tiempo que nos han dado las conside- raciones precedentes, é incomensurable es para nosotros el nú- mero de cuerpos del universo. Cuando desde nuestra vivienda terrestre procuramos penetrar más y más en el espacio, ano- nadase, digámoslo asi, cualquiera escala de medida, por colosal que nos parezca, ante la inmensidad de los cielos. No nos ad- mira tanto esta grandiosa organizacion por los infinitos núme- 542 ros, como por manifestar nuestra propia pequeñez, todavía más que la magnitud del universo: la inagotable multitud de formas y figuras nos palentiza la potencia y sabiduría infinita del Cria- dor. La naturaleza no trabaja conforme á modelos; sabe conci- liar, con la más estricta subordinación á una ley general única, la más suelta libertad de accion y la más rica variedad de en- sanches. Puede engolfarse por tanto el entendimiento medita- bundo en tamaño infinilo, sin temor de perder nunca el hilo conductor. Cada individuo nuevo, cada grado sucesivo del uni- verso no es repeticion en mayor escala de lo conocido ya: pero nos presenta formaciones que ora dentro, ora fuera dilatan nuestros conceptos anteriores más allá de cuanto cabia pre- sumir. »Los exploradores más famosos de los cielos en los dos si- glos pasados, insistieron firmemente en la idea de que nuestro sistema planetario era en pequeño un modelo del sistema ó de los sistemas de estrellas fijas; buscaron un sol único, que fuese respecto del universo lo que nuestro sol es respecto de los pla- netas; y no hallándolo se inclinaron á abandonar la idea de una organizacion general de las estrellas, y á reconocer sólo sistemas parciales. »Si dejando intacta la validez y generalidad de la existencia de la gran ley de Newlon de la gravilacion universal, he lo= erado probar que la organizacion de nuestro sistema estrellar tiene existencia propia, del todo diferente de la de los sistemas que le están subordinados, y determinar el punto central más probable de este gran todo, habré conseguido mi objeto, y el principal fin que me he propuesto llenar durante mi vida se verá cumplido. » No debemos concluir esta nolicia sin rendir nuestro tributo de estimacion á la perseverancia de Maedler en sus investiga- ciones, y á los considerables progresos que, merced á sus tra-= bajos, se ven en determinar el movimiento propio de las es- trellas. Tiempo hace que filósofos y sabios se dedicaron á estu- diar la constitucion del universo; la primera parte de la inte- resante Memoria publicada en francés el año de 1847 por el célebre astrónomo W. Struve, director del gran observatorio ruso de Poulkova, intitulada Estudios de Astronomia estrellar, 543 contiene una curiosisima reseña de las ingeniosas ideas, en parte conformes á la verdad, sucesivamente vertidas sobre este punto por Kepler, Huygens, Wright, Kant, Lambert, Mitchell y W. Herschel. Pero hasta este último eran más bien especu- lativas, que fundadas en investigaciones y observaciones positi- vas. Abrió, pues, Merschel el camino más directo y seguro con ayuda de sus grandes lelescopios; y Maedler es sin disputa uno de los astrónomos que con mayor afan y buen éxilo le han se- guido, aprovechándose de los trabajos de sus antecesores, en especial de las delerminaciones exactas últimamente oblenidas de las posiciones de estrellas. Bastanles punlos quedan seguramente inciertos todavía en los resultados oblenidos por Maedler, y sólo el tiempo puede confirmar en definitiva la solucion que da del problema impor- tante de que trata. Pero como no se funda en general sino en observaciones tan exactas y multiplicadas cual le ha sido dable hallar, exponiéndolas con todo detalle, sin escojerlas arbilra- riamente, y sin disimular los lados flacos de su sistema, ]le- vado del único deseo de alcanzar la verdad y el convencimiento de haberlo logrado, parece que se deba estar dispuesto á ad- mitir la validez de sus principales deducciones, corroboradas cual hoy lo eslán. El caso de la determinacion del movimiento general de las estrellas de Maedler se parecerá quizás al de la primitiva de W. Herschel de el del sol en el espacio: acaso des- pues de rebalida ó despreciada, venga á verse finalmente confirmada y por todos admitida, siendo un lauro brillante del habil y ardoroso astrónomo que primero pruebe su realidad. Por la Seccion de Ciencias Exactas, CamILO 08 YuLa. CIENCIAS FISICAS, —+2009 (O0000— FISICA. =—— Experimentos sobre el calor de los rayos solares; por Mr. E. Foork. (L'Jostitut, 4, Julio 4857.) Los experimentos, cuyos resultados vamos únicamente á indicar, se han comunicado por el aulor en la sesion de 1856 celebrada por la Asociacion americana para el adelantamiento de las ciencias, inslitulo fundado bajo el mismo plan que la Asociacion británica. El aulor se ha valido para sus experiencias de varios instru- mentos, á saber: de termómetros diferenciales de Leslie, unos con bola ahumada y sustraida á la accion directa del sol, y otros con bola natural, expuesla plenamente á sus rayos, y termómetros muy sensibles, dispuestos en la forma que acaba de manifestarse. Algunas observaciones preliminares le con- vencieron de que el termómetro diferencial da la medida cor- recta de las diferencias de temperatura entre una caja ó recep- lor que se llene sucesivamente de líquidos calientes ó de Má- terias en el mismo estado, y el aire ambiente; y fundandose en este resultado, ha hecho diversas series de experimenlos, Cu- yos detalles omitimos, habiendo deducido de ellos las siguientes conclusiones. 1.2 El calor de los rayos solares no es uniforme, y cual se- ría si emanara de un gran cuerpo caliente á un grado de inlen- sidad uniforme; tampoco es igual al que procede de una caja 545 con un liquido caliente elevado al mismo grado de temperatura; pero es verdadero, y depende de la lemperalura del aire. 2,2 Los efectos de los rayos solares en el termómetro á di- ferentes grados de calor del receptor, son iguales á los que se observan á las mismas temperaturas al aire libre. Si se varia el calor que hay dentro del receptor, es facil imitar el poder de los ravos solares observados en cualquier tiempo y lugar; hay más, y es que los mismos rayos pueden tener en un recep- tor la misma fuerza abrasadora del sol de verano, y en otro sólo la debil accion del de invierno. 3." El calor al parecer no marcha con los rayos luminosos, segun se supone generalmenle, sino que se recibe ó disipa, se pierde Ó adquiere segun la temperatura del lugar que los rayos iluminan. Los mismos rayos que lienen en el receptor la alla intensidad propia del estío, pasando al exterior quedan reducidos otra vez a la lemperalura de invierno. El autor cree facil imaginar que iodas las plantas poseen una almóslera peculiar de calor que afecta la luz solar, y por consecuencia ha tratado de averiguar en primer lugar las cir- cunslancias que afectan la accion de los rayos luminosos en el calor. Lo mas sencillo en este particular es suponer que la canli- dad de dicha accion depende de la cantidad de luz. La pureza de la atmósfera influye siempre en el experimenio, y hace algo dificil la comparacion de las observaciones hechas en épocas diferentes. Una luz fuerte oblenida por reflexion 0 de otro mo- do, ha aumentado siempre ese efecto; pero el resultado más sorprendente se ha conseguido concentrando los rayos por medio de una lente. Puesla en el receptor, con el foco dirigido á un termómetro adicional, se han vislo los dalos que expresa la siguiente tabla, cuyas columnas segunda y lercera dan á cono- cer la lemperalura del aire y al sol, y la cuarla el calor en el foco, mientras que el aire del receptor se hallaba caldeado como anteriormente. La almósfera en aquel momento no estaba del todo clara, TOMO 1Xo 35 946 Número de observaciones. Temperatura del aire. Temperatura al sol, Calor en el foco. ] 760 E. 82 F. 104 F. 2 78 88 114 3 80 90 120 h 84 96 130 5 90 102 138 6 100 110 142 sl 104 114 152 Luego se colocó la lente de manera que estuviese en lo in- terior del receptor, y su foco al exterior, y los resultados fue- ron los siguientes. Número de observaciones. , Temperatura del aire. Temperatura al sol. Calor en el foco, —— 1 £4" E, 50" F. 60" F. 2 31 60 60 3 98 68 62 4 62 72 62 5 13 83. 60 6 96 106 58 Por último, colocada la lente en la parle externa del recep- lor, y dispuesta de forma que su foco cayese en el interior, el efecto ha sido idéntico que cuando lente y foco se hallaban dentro. Por consecuencia, el poder de la lente depende al parecer de dos cosas: 1.” de la cantidad de luz concentrada; 2.” de la cantidad de calor sobre que obra. Por lo tanto, se obtendrá el poder máximo concentrando la mayor cantidad de luz sobre el grado más subido de calor artificial, combinacion que es sus- ceplible de importantes aplicaciones en la practica. Repitiendo luego las experiencias hechas con objeto de de- terminar las diferentes circunstancias que afectan la accion térmica de los rayos luminosos emanados del sol, ha observado el autor: 1.” que la accion aumenta con la densidad del aire, 347 y disminuye tambien como ella; 2.* que la accion de los rayos del sol es mayor en el aire húmedo que en el seco; 3.” final- mente, que el efecto más subido de los rayos solares se veri- fica en el gas ácido carbónico. En el hidrógeno ese efecto ha sido 104" F., en el aire ordinario 106* E. , en el oxigeno 108" F., y en el gas ácido carbónico 125" E. QUIMICA. —_—» Densidades de vapor ú lemperaluras muy altas; por MM. Sanre=-Cuaire DeviLLE y Troosr. (L”Institut, 40 agosto 1859.) La determinacion de la densidad de vapor de los cuerpos refraclarios es una operacion, dicen los autores, punto menos que imposible hoy, con los recursos de medir que nos propor- ciona la fisica. Interesa no obstante sumamente á los químicos, dandoles pruebas en apoyo de las grandes leyes de la ciencia, de las cuales se admile hoy por induccion sólo, pero de un modo legitimo, que la aplicacion á los fenómenos químicos es independiente de la temperalura á que estos pueden ocurrir. No han pasado mucho de 500” las lemperaluras más allas á que se haya manipulado hasta el dia. Se ven empleadas por Dumas en su gran Memoria sobre la ley de Gay-Lussac, y por Mitscher- lich (1). Al cabo de muchas experiencias hemos conseguido su- perar las tres dificultades mayores con que tropezaron nues- lros predecesores, provenientes de la naturaleza de los vasos AAA (1) En el tratado de química de Malaguti leemos que Bineau ha sa- cado para densidad de vapor del azufre á 1000” el número 2,2. Hemos buscado en las colecciones científicas y en dicho tratado la descripcion de los aparatos y métodos usados por Bineau, sin hallarlos en parte nin- guna. Sentimos pues sinceramente uo poder hablar de un trabajo de cuya exactitud responde el nombre de su autor: presumimos que Bineau saca- ria los números cabales 2,2 y 1000” de interpolar resultados numéricos obtenidos á temperatura baja, BAS d que se han de emplear, de la constancia de la” lemperatura mientras dura la experiencia, y del aprecio de la lemperalura misma. El vaso que empleamos es de porcelana, de figura de globo, de 280e:**, de cuello estrecho. Lo cierra no bien un pequeño cilindro de porcelana de 1 á 2 milim. de diámetro, que entra rozando en el cuello estrecho del globo. Al terminar la expe- riencia se funde el canto del cilindro con un soplete de gas, pegándolo asi al cuello, que queda cerrado herméticamente, y conservándose perfectamente el vacio. Está metido el vaso en otro destilalorio de hierro, cuya panza, que lleva diafragmas, recibe el globo de porcelana, y la punta de este pasa por un tubo abierto en el aparato; olro cuello ó tubo de hierro ajustado á la parte más alta de esta es- pecie de relorta, permile condensar los vapores que se van á emplear para producir en el aparato una lemperatura constante, lo mismo que si se tratara de elevar a 100” un recinto cerrado por medio del vapor de agua hirviendo, 0 bien de obtener, como lo hemos hecho, con los vapores de mercurio 0 de azufre hir- viendo, temperaluras invariables de 350” y de 400”. En las ex- periencias que hoy publicamos, hemos usado vapores de cad- mio (860%) 0 de zinc (1040”) hirviendo, logrando una cons- tancia de temperatura que hemos comprobado por los medios más delicados. Respecto de la temperatura, nos hemos libertado de lo ent ficil de determinarla exactamente, manipulando siempre en va- sos de igual naturaleza y capacidad, en los cuales metemos su- cesivamente vapor de yodo (1) y del cuerpo que experimenla- mos. Obtenemos así con mucha exactitud la relacion entre las densidades de dichos dos vapores, hallada una (la del yodo) por nuestros predecesores y por nosotros con todo rigor. De este modo es inutil completamente la determinacion de la lem- peratura. (1) Sustituye el vapor de yodo al aire en esta especie de mera de- terminacion termométrica, porque pesando aquel unas nueve veces más que este, importan ménos los errores del peso. 319 Lo breve de este extracto nos prohibe describir nuestros aparatos y exponer cómo hemos manipulado. Diremos sólo que nos hemos atenido á los métodos de Dumas, modificando úni- camente lo que la naturaleza de las cosas hacia impracticable en las circunstancias que escojimos, y siempre nos probó bien esta prudencia. En corroboracion de nuestro método damos al- gunas de nuestras determinaciones más importantes. Azufre. A la temperatura de 860” (1) tiene ya el azufre la densidad de vapor 2,2; mas para que fuese definitivo este nú- mero, habria de'ser invariable desde la citada temperatura (2). Asi fué; porque a 1040” volvimos á sacar el mismo número, que estriba en más de 12 experiencias eoncordanles. Se puede admitir pues con toda seguridad, que el equivalente del azufre 16, representa 1 volúmen de vapor como el oxigeno $. Selenio. El vapor de selenio presenta iguales anomalías que el de azufre. A 860” su densidad es 8,2; á 1040” no pasa de 6,37, Sólo de 1200" a 1400” en adelante esperamos hallarlo constante. Fósforo. Su densidad á 1040” es 4,8=1 vol. (calculada 4,4), correspondiente al equivalente de este cuerpo que por lo general se adopta. Cadmio. Su densidad á 1040” es 3,94=2 vol. (calculada en esta hipótesis seria 3,87). o (1) Están calculadas estas temperaturas valiéndose de la dilatacion aparente del aire ó del yodo gaseoso en la porcelana, que apenas aumenta de volúmen á las temperaturas más allas. (2) De las experiencias de Cahours inferimos que no cabe conside- rarse como definitiva una determinacion de densidad de vapor, si no dan iguales resultados dos experiencias efectuadas á temperaturas suficiente- mente distantes. No basta una sóla experiencia: no se puede contar por tanto con una densidad de vapor á no obtenerla por cima de la tempe- ratura desde la cual el mismo vapor sigue la ley de dilatacion de los ga- ses, y tiene el coeficiente 0,00367. Sólo entonces son comparables y pueden servir para comprobar la ley de los volúmenes de Gay-Lussac. Debemos citar no obstante varias experiencias, que llevan consigo una causa de constante perturbación, pero que nos dicen ser el mercurio una singular excepcion de la regla, 590 Sal amoniaco. A 1040” su densidad es 1,01=8 vol, (calcu- lada 0,92). Bromuro de aluminio. Densidad observada 18,62=2 vol. (calculada 18,51). Yoduro de aluminio. Densidad observada 27,02 vol, (calculada 28,8). Estos dos últimos números están sacados de experiencias hechas en vapor de azufre. El yoduro de aluminio disfruta una singular propiedad indicante de que los dos elementos que en- tran á componerlo los reune escasa afinidad. Dicho yoduro se funde a 125” y hierve á 3507; á esta temperatura se presenta su vapor como si constara de aluminio puro en estado particu- lar de aislamiento; arde al aire en contacto con un cuerpo inflamado, dando yodo y alúmina. Mezclado con oxigeno en un vaso resistente, detona con estrépilo, sujetandolo á la chispa eléctrica, ó acercándole la llama de una vela, como haria una mezcla de gas combustible y oxigeno. Claro está que los elementos del yoduro de aluminio vienen á tal estado particular que llegan á tener todos los cuerpos complejos que se sujetan á la accion de una temperatura suficientemente alta, lo cual constituye lo que llamamos fenómeno de la disolucion de los cuerpos compuestos. METEOROLOGIA. ——— Trabajos sobre las sombras coloreadas que se manifiestan « diversas horas, en diversas estaciones, y sobre las aplica- ciones del fenómeno; por Ma. Founner. (Comptes rendus, 20 junio 4859.) La exacta apreciacion de los colores que se manifiestan en la bóveda celeste, dice el autor, Ó se esparcen por el horizonte y el zenit, debe necesariamente ser objeto del estudio del me- teorólogo, puesto que de él deduce pronósticos relativos á las vicisitudes atmosféricas. Sus modificaciones, segun las horas, los climas y el estado del aire, llaman tambien algunas veces la atencion de los pintores. Pero no siempre es facil distinguir 3u1 estos diferentes matices. Las influencias del contraste simulla- neo pueden perjudicar desde luego á la exacta delerminacion de los efectos que se trata de precisar. Unas veces el resplandor del sol ofusca la vista; otras, en diferenles momenlos, cierlos rayos desaparecen en medio del brillo de los demás; y ocurre tambien que todos los malices se confunden en una palidez co- mun, 0 reciprocamente la blancura de ciertas zonas -es du- dosa, á pesar de la viva sensacion que producen eu los órga- nos visuales, de manera que los observadores se han visto pre- cisados á buscar los medios de remover las dificultades pecu- liares de esta clase de estudios. Bajo este aspecto, el geólogo Saussure, a quien la meteo- rologia debe sus principales bases, hizo dar el primer paso há- cia este fin, inventando su cianómetro, del cual otro geólogo, Mr. de Humboldt, hizo tan frecuente uso en sus viajes por América. Por desgracia el empleo de este instrumento, redu- cido á la distincion de la intensidad del azul aéreo, no es en manera alguna aplicable á los jaspeados más ó ménos capricho- sos de que el cielo se adorna en ciertos momentos. Por otra parte, sábese perfectamente que las coloraciones azules, ana- ranjadas, rojas 0 verdes, anchamenle extendidas y difusas, se funden de la manera más insensible en la concavidad de la bóveda celeste; de manera que en definitiva la solucion del problema complejo, cuyos elementos acabo de indicar, no estaba aún hallada. Dedicado á los estudios meteorológicos, he procurado hace muchos años satisfacer esta parte de las necesidades de la ciencia, y he podido llegar á algunos medios de apreciacion, cuyo empleo me parece baslante satisfactorio para merecer al- guna atencion. En primera línea debe colocarse el lubo indi- cado por Mr. de Chevreul, cuyos resultados se explicarán en otra ocasion. Por ahora me limito á mencionar los que proce- den del principio de la coloracion de las sombras; y como no acostumbro disimular los descubrimientos anteriores, voy a recapitular anticipadamente las principales conclusiones de mis predecesores, á quienes divido en dos clases, á saber: los ex- perimentadores de gabinete, y los simples observadores de la naluraleza. AN ATA IN 552 El conocimiento de las sombras coloreadas es muy antiguo. El célebre pintor y meteorólogo Leonardo de Vinci, aparte de sus principios acerca de la perspectiva aérea, establecia algu- nas reglas en este punto. Así, las luces rojas producen sombras verdosas; las procedentes del sol en su ocaso, siempre son azu- ladas; la sombra proyectada sobre el blanco por el sol y el aire, es de un azul tanto más negro, cuanto más blanco es por si mismo el cuerpo. En fin, reconocia que ningun objeto se presenta con su verdadero color, á no estar alumbrado por una luz parecida á la suya. Bouguer y Buffon observaron asimis- mo que las sombras azules se manifiestan especialmente en las horas en que el sol está cerca del horizonte. El abate Millot consiguió luezo obtenerlas en pleno dia, oblicuando las super- ficies sobre que se proyectan. Buffon se vió impelido á consig- nar la produccion de las sombras verdes bajo la influencia de los vapores rojos que flotan en el aire, en tanto que Saussure, en el Col du Géant, oblenia coloraciones amarillentas, azules, de violeta pálido é incoloras, es decir, negras, las que atribuia, como los fisicos de su tiempo, ora al mismo color de la almós- fera, ora al de los vapores que reflejan sobre la sombra sus propios colores. Pero olvidando su habitual exactitud, el con- cienzudo observador omile esta vez poner sus resultados en relacion con el estado del espacio aéreo, é indicar las horas en que verificó sus experimentos. Por-último, en la noche del 7 de agosto de 1841, en Faulkhorn, estando el cielo casi enteramente despejado, pero presentando la faja del horizonte un tinte rojo, cuyo reflejo coloraba a la atmósfera y la lierra, Mr. Bravais ob- servó que la sombra de su mano, proyectada sobre un papel blanco, aparecia rodeada de una aureola rojiza, que á cierta distancia se confundia con el papel. En aquel momento se des- tacaban tambien, al parecer, de la circunferencia del disco solar, unos circulos luminosos, concéntricos y vibrantes. Mongez, por otra parte, se cercioraba de que los malices azules no son debidos al azul del cielo. Combinando la luz de una lámpara con la de la atmósfera, obtuvo constantemente dos sombras, una azul, procedente de su lámpara, y otra más ó ménos roja, determinada por la claridad aérea. Por otra parte, como en virtud de la disposicion de sus focos luminosos, la in- A 903 tensidad de una aumentaba cuando la de la otra disminuia, dedujo que las sombras azules están en razon inversa de la cantidad de luz natural, y en razon directa de la luz artificial (Journ. de Phys., tomo 22). Por lo demás, despues de haber variado sus experimentos con diferentes luces, vino á admitir que las sombras azules ó cualesquiera otras, son debidas á ver. daderos rayos, y son verdaderos colores. Rumíort hizo intervenir los efectos del contraste. Dirigiendo, por ejemplo, una suficiente cantidad de luz blanca sobre una sombra formada á expensas de un rayo rojo, esta sombra nunca se muestra blanca. Es verde, es decir, que parece re- vestida de la complementaria del rayo rojo, con tal que esté cerca de una sombra igual producida en el rayo blanco, es- tando esta iluminada por el rayo rojo, y hallándose por consi- guiente afectada de este color. Despues de estos experimentos se ha repetido constanle- mente que el matiz de la sombra es complementario del de la luz, en cuyo medio se produce. No obstante, Mr. Chevreul ha impugnado con mucho acierto este error, haciendo ver que las diferentes partes de un objeto blanco, como un buslo de yeso, alumbrado por una luz colorada, ofrecen á la vista una colora- cion del mismo género. Pero desde el momento en que se hace intervenir la luz blanca difusa, percibense simultáneamente las partes blancas y las sombras leñidas de la complementaria del rayo colorado. El ilustre fisico ha hecho notar además esta influencia ejercida por la luz difusa en la percepcion de los matices complementarios, repitiendo que haciéndose los efectos del contraste poco sensibles á una viva claridad, puédese en tales casos cometer graves errores en la apreciación de los fenó- menos de contraste. Añade igualmente que estos son lo más distintos posibles, precisamente cuando siendo la luz muy de- bil, el ojo necesita mucho más de este mismo contraste, para apreciar distintamente las diferentes partes en que está fijo: estas verdades hallarán sus aplicaciones en mis estudios relati- vos á las coloraciones atmosféricas, y me dispensan por otra parte de discutir los recientes experimentos de Mr. Babinet, cuyos detalles están consiznados en la Comple rendu de la se- sion del 30 de mayo de 1859. 934 Diremos en resúmen, que se habian observado ya colora- ciones muy variadas, que se habian establecido diferentes ba- ses á propósito de la experimentacion, y que yo no tenia que hacer más que apropiarlas á mi objeto. Despues de diferentes ensayos practicados por medio de tubos con cristales deslus- trados, armados ó no de lentes plano-convexas cilíndricas, y ennegrecidos por dentro, llegué á darme por satisfecho con un cromatomóscopo de los más sencillos; reduciase á mi libro de apunlaciones, cuyo lapiz servia de porta-sombra. Estando abierto el libro por una página blanca que se man- liene en situacion vertical, desempeña el papel de un espejo mate, sobre el cual se reunen casi enteramente los rayos pro- cedentes de los diferentes puntos del espacio colocado en frente y comprendido entre el horizonte y el zenit, desde la izquierda hasta la derecha del observador. Merced al pliegue del libro, que se abre á arbitrio, una de sus mitades puede hacer las veces de un abanico, por medio del cual se interceptan ó dejan afluir, segun se quiere, los matices enviados por diferentes puntos del cielo ó de la tierra. En caso de necesidad no es mé- nos facil inclinar, colocar horizontalmente, 4 volver por com- pleto del revés el lado que debe recibir las impresiones lumi- nosas. En la mayor parte de los casos este espejo parece manle- nerse enteramente incoloro; pero aunque puede ser impercep- tible, su coloracion es positiva; y para cerciorarse de su exis- tencia, basta ponerse por primera vez á la vista de un objeto vivamente teñido. El reflejo de un bosquecillo, por ejemplo, puede proyectar tal cantidad de verde, que el papel lo presen- te de una manera notable. Alejándose luego paso á paso de la masa de verdor, se llegará á observar una disminucion de in- tensidad que, matemalicamente hablando, se verifica en razon inversa del cuadrado de las distancias. Pero como al final de esta progresion no se halla el cero, el raciocinio hará admitir sin esfuerzo alguno que aquí solo se trala de una cuestion de im- presionabilidad de los órganos visuales, cuyo alcance puede ser modificado por otras condiciones. El porta-sombra debe estar cubierlo de negro mate, á fin de evitar hasta donde sea posible, la influencia de sus propios re- lejos. Colócasele paralela ú oblicuamente al papel, y se aleja ó 550 se acerca hasta el contacto, segun sea necesario exlender ó con- centrar las sombras, para hacerlas más perceptibles. En ciertos casos de colorizaciones debilitadas por claridades relativamente demasiado inlensas, se conseguirá aminorar los efectos de estas, colocándose en un palio, en una calle estrecha rodeada de paredes elevadas, en un aposento ó en un corredor cuyas aberturas estén convenientemente orientadas para dar paso a los rayos que proceden de las parles que se trala de examinar. En los viajes, el cuerpo del observador, su capa ó un peñasco, procurarán en diferentes grados la misma media luz, cuyas ventajas se manifiestan en los estudios de Mr. Chevreul. En esto la animacion de las escursiones hace improvisar muchos recursos, que la aglomeracion de objetos en los grandes gabine- les de fisica hace llegar al punto que se requiere con dema- siada lentitud para el estudio de un fenómeno pasajero. La ex- periencia enseña además muy pronto a distinguir los malices más delicados; sin embargo, muchas veces me he visto rodeado de dificultades, cuando me ha sido forzoso privarme del círculo cromalico , con cuyo auxilio habria oblenido indicaciones exactas. Si este instrumento de Mr. Chevreul no puede formar parte del equipaje geológico, debe por lo menos colocarse en- tre los de los observatorios meteorológicos, como tambien en los museos de Historia natural. En cambio, un polariscopo me ha sido util siempre que se ha tralado de adquirir nociones exactas acerca de la causa de diferentes fenómenos de natura- leza equivoca. En efecto, hallandose parcialmente polarizada la luz azul del cielo, mientras la que emana de las nubes no se halla afectada del mismo modo, estamos autorizados á valuar el grado de traslucidez de una masa vesicular, fundándonos en la cantidad de luz polarizada que deja penetrar. De esta ma- nera completa los elementos suministrados por el cromatomós- copo, y ambos prestan su auxilio á la vision directa, tan su- jela a errores, y tan incapaz de establecer ciertas diferencias. Despues de todo, la necesidad me ha conducido á coordi- nar mis observaciones de una manera á propósito para evilar las confusiones. El orden siguiente me ha parecido el más racional, leniendo, sin embargo, en cuenta las horas, las esta- ciones, y lambien las complicaciones ocasionadas por los cielos 996 nebulosos y males, sombrios, y enriquecidos con sus más fas- tuosos adornos. 1.2 Luz reflejada por los objetos terrestres, 2.” Luz zenital. 3.” Luz del espacio cireunsolar 0 directa. 4.” Luz del opuesto. Luces de los cielos complejos. Una vez establecidas estas distinciones, voy á presentar un bosquejo de los resultados que he conseguido. 1.” Reflejo de los objetos terrestres. Al primer aspecto, estos objetos pueden parecer agenos á la cuestion de que me ocupo, puesto que se trata de las coloraciones del cielo, y no de las de la tierra. No obstante, la experiencia rectifica muy pronto las ideas de este género. Debo tambien declarar, que la influencia de la luz reflejada por la tierra no fué desalen- dida por Leonardo de Vinci, puesto que aconseja dibujar el paisaje cuando el sol está medio cubierto de nubes. Entonces, dice, los árboles reciben una luz universal del aire, y una sombra universal de la tierra, y sus diferentes partes aparecen tanto más sombrías cuanto más se aproximan á la tierra. Estas palabras dejan, sin duda alguna, mucho que desear; pero si nos referimos a la época en que fueron inspiradas, se comprenderá facilmente que no debemos ser demasiado exijen- tes en cuanto á la precision del lenguaje cientifico, y se admi- tira que la sombra universal de la tierra no es otra cosa que un vasto reflejo. Siendo ménos brillante que la luz zenilal, debe dejar establecerse entre las partes altas y las bajas una dife- rencia de intensidad que hará el efecto de una sombra infe- rior. Recorriendo por otra parte la geometría descriptiva de Mr. Vallée, que con tanta frecuencia se apoyó en las ideas del artista, se hallará el siguiente pasaje, más conforme á las enun- ciaciones actuales, relativo á otra condicion, y á proposito por esto mismo para completar la proposicion precedente. «Despues de la caida del relente y del rocio, al levantarse el sol, las ca- pas inferiores de la almósfera tienen toda su trasparencia. El color verde de los campos alumbrados por el sol, debe, pues, reflejarse á gran altura en la atmósfera.» Sin embargo, estas consideraciones dejan, en suma, gran- uu 90] des incertidumbres en el ánimo, y para entrar en esla cues- tion de una manera extensa y racional, he creido conveniente proceder á los análisis parciales de los diferentes efectos admi- sibles en la naturaleza. Esios pueden resullar de un suelo des- nudo, de una tierra nevada, de exlensos terrenos cubiertos de vegetacion, 0 de espaciosos horizontes marilimos. Deseando ade- más dar á los resultados obtenidos por mi toda la exaclilud que hay derecho á exigir, he examinado primero la aulentici- dad de partes aisladas ó claramente cireunscrilas, y hé aqui las indicaciones á que he llegado. Unas paredes de superficies males revocadas de ocre ama- rillo, y alambradas por un sol bastante pálido para que la vista pudiese fijarse en ellas por un momento, me han dado sombras azules á distancias que no me parecian admisibles cuando hice mis primeros experimentos. De ensayo en ensayo me fui ale- jando hasta 50, 100, y aun 500 y 600 pasos. Por olra parle, habia tanto ménos molivo para poner en duda la procedencia de mis sombras, cuanto que, aparte de las precauciones loma- das para sustraerme á las influencias extrañas, se maltizaban cada vez más, á medida que me acercaba á estos reflectentes, 9 tambien cuando sus superficies adquirian mayor extension. En esto, un simple punto brillante, como una vidriera que haga las veces de un espejo, es infinitamente ménos eficaz que una pared male, pero exlensamente prolongada, con tal que las distancias eslén convenientemente dispueslas. Consisle esto en que entonces, como en tantas otras circunstancias, los delalles desaparecen ante la accion preponderante de las masas. Procediendo del mismo modo durante el invierno y á fines del verano, respecto de los campos en declive, ó de las rampas de las montañas de naturaleza ócrea, obtuve idenlicos resultados. Además de esto, con el cielo más opaco que es posible imaginar, y con algunos decimetros de alejamiento, obtuve tambien en las laderas leonadas de un camino en hondo, abierto en un gneis kaolinizado, una sombra azul muy perceptible. Deduzco del conjunto de mis observaciones, que la superíi- cie terrestre, siempre áspera y llena de desigualdades, produce hasta los límites del horizonte infinita multitud de reflejos que dispersos en todos sentidos, deben combinarse necesariamente 558 con las luces almosféricas, y representar con ellas gran papel en los perpétuos cambios de un mismo paisaje, que aparece frio, oscuro y lleno de monotonía, ó risueño y lozano, segun las fu- gaces condiciones de iluminacion y contraste á que está some- tido, y cuyo análisis es frecuentemente muy dificil. Estas observaciones sobre la tierra desnuda han debido ha- cerse generalmente en invierno. Tralábase, sin embargo, de calcular tambien la importancia ó el papel de la vegetacion, y continuarlas, por consiguiente, en la primavera y el verano, despues de haberme asegurado perfectamente por medio de an- teriores experimentos, de que la sombra formada en frente de una tapia cubierta de papel de un hermoso y puro color verde, es de un pronunciado color de rosa. Pues bien: no siempre sucede lo mismo en el campo. Es verdad que algunas condi- ciones especiales permiten obtener el color rosado-carmíneo; pero en general se advierte en este color una extraña a sion á pasar del carmin al violeta, al azul-violeta y al azul, consecuencia de ligerisimas modificaciones del género de ie minacion y del estado del cultivo. En efecto, por espesas que estén, por ejemplo, las espigas de un campo de trigo, dejan siempre espacios por los cuales la tierra puede enviar su color anaranjado, cuya combinacion con el verde produce un resultado mixto, á propósito para conver- lirse necesariamente en una sombra violada. Por otra parte, no hay cosa más variada que el verde de un terreno dilatado. Unas veces se nos presenta el verde oscuro del verano ó del olo- ño; otras domina el verde claro de la primavera. Cuando los rayos solares pasen por las hojas de los árboles, las hojas más traslúcidas se presentarán amarillentas, y sucederá todo lo con- trario donde los torrentes azulados del cielo penelren en esas espesuras. Hasta los tallos bruñidos de las gramíneas, como tambien las superficies refleclentes de otras muchas plantas, emitiran en el espacio un color anaranjado. Por otra parle, los numerosos grupos de las flores encarnadas, blancas y amari- llas, cuya caprichosa mezcla embellece los prados, modifican á su capricho, pero sin desnaturalizarlo en cuanto al fondo, lodo este conjunto productor de las sombras purpurinas. En fin, aun hallándose nublado el cielo se obtendria, segun la masa 350 y la continuidad de las nubes, el violeta claro y agrisado en diferentes grados; aunque si llega á predominar el gris, la desaparicion del color de rosa será casi completa. Debiendo, por lo demás, resallar la importancia de estas indicaciones de los detalles subsiguientes, bastará por ahora hacer notar que interesa mucho sustraerse á estas causas de perturbacion, cuando se trate de hacer experimentos sobre las luces coloradas de la almósfera, así como para llegar á los re- sultados anteriores ha sido preciso prescindir de los efectos aéreos. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid, en el mes de noviembre de 1839. Terminó el mes de octubre con un temporal revuelto y lluvioso, pero templado, tras de otro frio y de repetidos agua- ceros: empezó noviembre, y todo continuó por de pronto como habia quedado. Hasta el dia 10, en efecto, ni la almósfera se despejó, ni se calmaron los vientos, ni se disipó en grado sensible la hume- dad; habiendo, por el contrario, soplado con gran fuerza el S. O. en el dia 3, descendido densas nieblas en las noches del 1 y 2, abundantes rocios en otras varias, y una buena escarcha en la del 9. Del 10 al 18 hubo un periodo de transicion, ni entera- mente despejado y grato, ni cubierto y desapacible. En él dis- minuyó un poco la humedad; aplacáronse los vientos, convir- tiéndose en frios y molestos, y el horizonte no se vió nunca limpio de nubes ó espesas brumas, muy en particular por el N. y N. O. Como á las 103 de la noche del dia 11 formóse al E. del meridiano un halo lunar, de bordes bien terminados, dividido durante algunos momentos en dos partes por una zona Casi negra, á modo de paraseleno, de una anchura apa- renle tres ó cuatro veces mayor que la del disco de la luna, el cual aún se percibia, pero ya muy debilitado, despues de media noche. Al siguiente dia 12, entre 10% y 11 de la ma- 960 ñana, empezó a formarse otro circulo coloreado al rededor del sol, que se completó á las 114, conservándose en toda su belleza hasta pasada la 1 de la tarde. Medidos sus diámetros aparentes, horizontal y vertical, con un pequeño teodolito, re- sultaron iguales y de unos 50%, á pesar de que á la simple vista parecia la forma del meteoro un poco prolongada ó elip- tica en el sentido de los meridianos; quizá el número obtenido difiera bastante del verdadero, porque la puntería á los bordes del circulo se hizo siempre con dificultad y exactitud un poco dudosa; la operacion, sin embargo, se repilió varias veces, y nunca fueron los resultados desacordes. Contribuia á dar ma- yor realce al fenómeno la circunstancia de hallarse en general la atmósfera limpia y diáfana, ménos en torno del sol; de modo que parecia que este astro arrastraba consigo los ligeros ce- lajes en que venian sus rayos a quebrarse. Trascurridos los dias 17 y 18, nubosos y frios, siguiéronse otros seis de nieblas densas y húmedas y abundanles aguace- ros, pero de calma y no muy extremada lemperalura; y luego los últimos, calurosos durante las horas de sol, frios por la no- che, y nebulosos y revuellos, sobre todo el 30, nolable por el impetuoso viento del O., un poco inclinado al S., que en él dominó. El barómetro ha tenido tres grandes oscilaciones: la mayor. en baja, de 11,94 milim., en el intervalo del dia 2al 3; otra casi igual, de 11,24 milím., en sentido contrario, del 3 al 4; y la 3.* de 9,96 milim., que tambien en un dia le hizo descender á fin de mes, de 715,29 milím., una de las mayores alluras del año, a 703,45 milim. En los ocho primeros dias del mes se mantuvo el lermóme- lro a 11” con oscilaciones insignificantes, no pasando nunca la temperatura máxima de 19,4, ni bajando de 4”,4 la mínima. En el resto de noviembre se aproximó mucho la media á $', fluctuando entre 9*,7 y 4,8; redújose la maxima proporcio= nalmente, y la minima descendió debajo de 0”. Entre las tem- peraluras máximas al sol y á la sombra existe en esle mes una diferencia notable, superior á 12” en más de 15 dias: en nin- gun otro mes del año puede cilarse un hecho tan extremado y soslenido. La nieve, que ya en octubre cubrió las crestas de 561 Guadarrama, se disolvió en la primera década de noviembre» volviendo á reaparecer en la 2%, para disiparse otra vez con las lluvias del 20 al 24: el dia 30 con dificultad se percibian algunos campos nevados en lo más alto de la sierra. Casi la misma que en octubre ha sido la fraccion de hu- medad en noviembre, si bien en este mes se cuentan algunos dias secos, por haber en ellos dominado con insistencia el viento N. E. ÓN. N. E.: al último número pertenecen los 10 y 11, así como el 19, en que se observó la minima. La evaporacion ha sido muy escasa, ménos en dos ó tres dias, € inferior á la correspondiente á todos los demás meses del año. A los vientos del S. O., que en los seis meses anteriores fue- ron los dominantes, han reemplazado ya en el último los dia- metralmente opuestos del N. E., más propios del invierno, y temibles en Madrid, si no por el impetu con que soplan, por su sequedad y baja temperatura. Para mayor conocimiento del estado atmosférico descrito, léanse los números que comprende el siguiente cuadro. BAROMETRO. ra media arias: OM. qe de ade Esad alta 7080m 55 TAS O BA dd 709 ,10 A O E AO O 708 ,9 AS AS a 708 ,22 ES PA ES A o a 708 41 MA ADS AO DO Mb a dd 708 75 A A A A A 708 ,60 A A A 708 ,66 laseiid maxima (día 98) 438 dd ria 3 715 67 Md mama (Mac). aria 700 ,67 MAA A 15 ,00 Id. EPI OE 11759 Id. a (OA AA o 0,48 TERMOMETRO. Temperatura media á las 6 M............o.oooo.o 4% 9 ld. A TOMO IX, 36 Temperatura media á las 12..........oo.ooomooss. 11,5 id. A A AI 12,6 Id. A A AL Y 29 ld. JA A RA: IDEA LAR TA ZAG 8,1 ld. A O LA ELO as 6,2 Temperatura media mensual. ........oooooooooo... 8,5 Id. máxima á la sombra (dia 8).............. 19,4 inma PIU bles 35,3 Temperatura mínima (dia 18)..........ooooo.o.o... —2 ,1 ld. id. en el reflector (dia 18).............. —b6 ,1 Oscilacion máxima á la sombra (dia 10). .......... 16,7 Id. minima id. (dia 21)..... ME AO VAIO 2, VA EVAPORACION. Evaporacion media mensual. .....oooooo.coomm.m... 10m6 ld. máxima (dia 6)....... A 5,6 ld. a) IRALA TA A PSICROMETRO. Humedad relativa media a las 6 M........... Pa 89 ld. id. A 82 ld. id. A A E 64 ld. id. EA O 63 Id. id. II AO 70 ld. id. IN AA A vin ld. id. A RO ES 85 Húomedad media mensual... o... o. .««. 78 ld. id. Mam da AI 97 1d. RS DO a o NA de 38 PLUVIMETRO. Dias de lluvia en el mes. ron. compuso rodas 5 Cantidad total de agua recogida. ................. 39m, () ld. “maxima (dia DO) ico .oro morenos 14701 563 ANEMOMETRO. Vientos reínantes en el mes. No. ARA. MOS a a 16 O 132 De 38 No oe oa 1711 O nto 42 EN haa ao IA MISA... 34 ala 45 a oras 95 IIA Ade 15 0.N.O 39 e do 19 A 15 A aa 2 ASEO 6 horas. CIENCIAS NATURALES, —:089 C00— GEOLOGIA. De la formacion de las masas tabulares continuas de lava pétrea en las faldas dsperas, y observaciones sobre el origen del monte Etna y la teoría de los cráteres de levantamiento; por M. Cu. LyeLt. (L”Tostitut, 4 mayo 4859.) La cuestion que tiene por objeto averiguar si la lava se consolida en una pendiente áspera, de modo que forme capas de una roca pétrea € inclinada en ángulos desde 10” hasta más de 30%, ha adquirido gran importancia en estos últimos años, porque algunos geólogos, revestidos de gran autoridad, han asegurado que las lavas que se consolidan en una pen- diente que pasa de 5 á 6”, nunca son conlínuas y sólidas, sino enteramente compuestas de materias escorificadas y fragmen- tarias. De la ley que se supone regir en la consolidacion de las malerias fundidas de origen volcánico, se ha deducido la con- secuencia lógica de que todas las grandes montañas volcánicas deben su forma cónica principalmente al levantamiento, 0 á una fuerza que obra de abajo arriba, y ejerciendo una presion por arriba y exteriormente en las formaciones primilivamente horizontales, Ó poco ménos. En todas las montañas de esta clase se advierle que hay algunas capas pétreas inclinadas én ángu- los de 10*, 15”, 25” y aun más; y segun la ley supuesta, una posicion inclinada de este género en las formaciones, no puede haber sido adquirida sino con posterioridad á su origen. Mr. Lyell, despues de haber presentado en compendio los principales puntos de la controversia relativa a los cráteres de levantamiento, describe los resultados de su última visila (0c- lubre de 1857) al monte Etna, en compañía de Mr. G. G, Ge- 505 mellaro, y el descubrimiento que ha hecho de lavas modernas algunas de fecha conocida, que forman lechos continuos, com- pactos y pétreos, inclinados en ángulos de 15%, 36%, 38%; y en el caso de la lava de 1857, de más de 40”. El grueso de estas capas tabulares varia desde 0,45 á 48», y sus planos de estratificacion están paralelos á las escorias inferiores y su- periores que forman parte de las mismas corrientes. Los ejemplos más notables de estos fenómenos se encuentran: 1.” en Aci Reale; 2.” en un barranco llamado la Cava Grande, en las inmediaciones de Milo, donde hay una seccion de la lava de 1689; 3.2 en el precipicio situado delante del Val de Catanna, en la lava de 1852 4 1853; 4.” en una gran altura Sobre el nivel del mar, cerca de la base del Montagnuola. Mr. Lyell habla luego de los cambios extraordinarios que han ocurrido en el territorio del Val de Catanna y del Val del Bove desde su anterior visita al monte Etna en 1828; cambios ocasionados por la erupcion de 1852 y 1853, una de las más considerables de cuantas consigna la historia. Habla tambien de la estructura del núcleo del Etna, que procura explicar por las secciones del Val del Bove, y hace ver que la doctrina de un eje doble está indicada por la variable profundidad de las capas. En su opinion, la pretendida discontinuidad entre los productos antiguos y modernos del Etna, sólo es en realidad parcial, y casi está limilada a las faldas de la montaña, donde la geografía física ha sido alterada por la interposicion de dos focos eruptivos (Trifoglielto y Mongibello), por la truncadura del cono de Mongibello, y en fin, la formacion del Val del Bove. Compara el eje doble del Etva con el de la isla de Madera, y termina esta parle de su trabajo haciendo notar que la admi- sion de un eje doble, tal como él lo ha demostrado, no puede conciliarse con la hipótesis de los cráteres de levantamiento, porque implica que en la formacion del cono, la fuerza de le- vantamiento ha representado un papel secundario. Procura tambien calcular la cantidad proporcional de pendiente que po- dria ser debida al levantamiento de las partes del núcleo cen- tral del Etna, donde la profundidad es demasiado considerable para que se la atribuya exclusivamente á la pendiente primi- liva de las faldas del cono, que calcula haber sido de 8* á 9”, 566 pero donde las de 40”, 45 y hasta 70? son el resultado de mo- vimientos debidos á una fuerza mecánica, y á la tumefaccion 0 distension de la masa volcánica, Un alento exámen del Val del Bove ha demostrado tambien al autor que el pretendido parale- lismo y la uniformidad de grueso de las capas, no existian en manera alguna en este valle, á lo menos si las observaciones se extienden á dilatadas superficies, Por lo que respecta al origen del Val del Bove, sabido es que se ha atribuido sucesivamente á un golfo, á una esplosion, y á una erosion acuosa, Admiliendo la influencia de las dos primeras causas, el aulor llama la atencion sobre las pruebas en favor de una denudacion acuosa que ocasionó la acumula- cion del diluvium en el pais bajo, en la base oriental del Elna, entre este valle y el mar. Por último, adopta completamente la opinion generalmente admitida, de que las parles accesibles del Etna son de origen sub-aéreo, y cita á este efecto las hojas fósiles que le enseñaron MM. Gravina y Tornabene, de Calania, y olras que él recojió en las mismas localidades, en los puntos volcánicos de Fasano en Licalia;, hojas que Mr. Heer refirió á los géneros mirto, laurel y pistacho, que aún vegetan en Sicilia. Segun estos hechos y otros muchos, Mr. Lyell dedujo en pri- mer lugar que debe atribuirse una anligúiedad muy remola a las erupciones sucesivas del Etna, habiendo invertido cada una de las fases de su energia volcánica, asi como el ahueca- miento del Val de Bove, el trascurso de muchos siglos, en cuya comparacion parecen insignificantes los periodos históricos; y en segundo lugar infirió que el desarrollo de la montaña entera debe, sin embargo, atribuirse geológicamente á la parte más reciente de la época terciaria más moderna, _— Sobre el resultado de las escavaciones geológicas practicadas en los alrededores de Amiens; por Mr. A. Gaunry. (Comptes rendus, 3 octubre 1859.) Despues de haber recordado en la primera parle de esla Memoria todo cuanto habia expuesto en su carla del 26 de seliembre, relalivamente á las causas que le habian impelido 567 ii buscar en el diluvium los productos del arte humano, Mr. Gaudry continúa en los términos siguientes: «Mr. Bateux, sabio geólogo de Picardía, quiso acompañar- me por los alrededores de Amiens y de Abbeville. Como las canteras de Abbeville son mucho más limitadas que las de Amiens, y por consiguiente las relaciones de las capas son más difíciles de precisar, juzgamos á Amiens mucho más favorable para las escavaciones, y un mes despues de nuestras primeras exploraciones me volvi á la ciudad. »El diluvium está muy desarrollado en los arrabales de Monlieres, de Sainl-Roch y de Boves, pero particularmente cerca del arrabal de Saint-Acheul, donde las hachas han sido encontradas. Las canteras de Saint-Acheul coronan una colina baja, y tienen 30 metros próximamente encima del nivel de la Somma. »Las escavaciones permiten seguir las capas en un espacio casi de 60 metros; por consiguiente se puede fácilmente asegu- rar que se encuentran en su posicion normal, y que no han sido removidas por el hombre. Hice escavar el terreno en 7 metros de longitud en la cantera del Sr. Freville. Desde luego se cor- taron los bancos de légamo y de conglomerado pardo que recu- bren el diluvium; estos bancos tienen 2 metros próximamente de altura: si se añade 1,5 de tierra arcillosa escavada an lerior- mente, se lendrá una superficie lolal de 3,3 metros entre la su- perficie del suelo y el diluvium blanco, donde las hachas se en- contraron. No he descubierto en estas capas superiores ningun pedernal tallado, y los obreros me han asegurado no haberlo encontrado jamás: esto es muy de notar, porque se ha objetado muchas veces que las hachas debian proceder de capas supe- riores al diluvium. Una vez separados los légamos y el conglo- merado pardo, se llega al diluvium blanco. Esta capa tiene 3,5 metros de grueso, reposa sobre la creta blanca, y la'he hecho es- cavar en toda su altura. El punto capital era no dejar un mo- mento á los obreros, y asegurarse uno por sus propios ojos de si. se encontraban las hachas en este punto. 4 »He descubierto nueve; las he visto empotradas en la roca; he tenido por testigos a Mr. Hittorff, Mr. Piasard, arquitecto de los hospicios de Amiens, y á Mr, Garnier, director de la Bi- 568 blioteca y del Museo de esta misma ciudad. La mayor parte de las que he encontrado estaban sensiblemente al mismo nivel, enterradas á 1 melro de profundidad en el banco del diluvium; por consecuencia á 4,5 metros debajo de la superficie del sue- lo; se hallaban en un banco de guijarro sobrepuesto á una vena de arena muy fina de 2 decimetros de grueso. Las arenas blancas alternan con los conglomerados. Las hachas sin duda no han sido trasportadas de muy léjos, porque sus corles están poco embotados: en la capa, y sobre el punto mismo donde se encuentran, mis obreros han atravesado un bloque de are- nisca de cerca de 1 metro de longitud, de origen al parecer eoceno. » He recojido en el mismo banco muchas conchas y algunos huesos fósiles, dientes de Equus, y de una especie de Bos más grandes que los bueyes hoy dia vivientes. Estos dientes tienen una coronilla cuya caja está más desarrollada que en las diversas especies actuales; tienen una gran semejanza con los dientes de bueyes fósiles clasificados por el Museo como procedentes de cavernas y del diluvium; pertenecen probablemenle al Bi- sonte priscus. Cerca de Saint-Acheul, en Saint-Roch, se vuel- ven á encontrar en el diluvium estos mismos dientes asocia- dos con restos de Rhinoceros tichorhinus, de Elephas primi- gentus y de hipopótamo. Cuando las escavaciones hechas hace muchos años para el establecimiento del camino de hierro de Amiens á Boulogne, Mr. Bateux observo la continuacion de las capas del diluvium entre Saint-Acheul y Saint-Roch, el mismo señaló la presencia de los dientes de Elephas primige- ntus en el espacio que separa estas dos localidades. En fin, en el centro de la capa misma donde he recojido en la cantera del Sr. Freville huesos de Equus y de Bos mezclados con las hachas cortantes, se ha descubierto hace poco tiempo un molar de elefante, que ha sido remitido por Mr. Pinsard. »Se encuentran aún en el diluvium pequeñas bolas más 0 ménos redondeadas, y rotas al través por un agujero. Mr. Rigollot, ha creido que este agujero era arlificial, y que las bolas eran cuentas de collares pertenecientes á los pueblos salvajes. Estas bolas son de pequeñas esponjas fósiles proce- dentes del terreno de la creta. Han sido descritas por Phi- 569 lips y por Woodoward con el nombre de Millepora globula- ris; y por Reuss con el de Tragos globularis; por inadver- tencia, sin duda, Mr. d'Orbigny las ha clasificado en su Prodromo entre los Coscinopora, puesto que no pertenecen realmente á este género, y en su coleccion no están desig- nadas con este nombre. Los obreros sólo recojieron bolas atravesadas por un agujero, pero yo he recojido todas las que se encontraron en mis escavaciones, y he notado que la mayor parte no están perforadas, y otras muchas sólo lo es- tán hasta su mitad. Las he comparado con los Tragos glo- bularis sacados de los terrenos de la creta blanca, de donde proceden los ejemplares hallados en el terreno diluvial, y he observado que muchos de ellos están igualmente agujereados. Nada de esto debe sorprender, puesto que la parte central de las esponjas es generalmente celular, y á ella afluyen los canales. No se puede suponer que los fósiles encontrados en la creta hayan sido cuerpos trabajados por la mano del hom- bre; si los Tragos encontrados en un depósito formado en el seno de un mar tranquilo están perforados, lo estarian con más razon en aquellos puntos donde han sido trasportados por cor- rientes violentas con los guijarros del diluvium. Por otra parle, he observado con el microscopio las paredes de los agujeros de las prelendidas cuentas de collar, y no he visto la menor señal de instrumento perforante: presentan sólamente pequeñas ca- vidades prolongadas, que dependen de la estructura íntima del Tragos globularis. Así, las bolas horadadas de Saint-Acheul (al ménos las que yo he examinado) no presentan el menor indicio de la industria humana. (Por la seccion de Ciencias Naturales, CamrLo DE YELA.) 970 VARIEDADES. ma 8) —s Real Academia de Ciencias. —Eleccion. Por el fallecimiento del Tlmo. Sr. D. Joaquin Ezquerra del Bayo, ha sido elegido para reemplazarle el Sr. D. Miguel Colmeiro. — Premios propuestos por la Academia de Ciencias de Bruselas para el año de 1860. 1.” Exponer la teoría probable de las estrellas fugaces; indicar las alturas á que se forman, aparecen y extinguen, fundando la teoría en los hechos observados. 2.” Enumerar las especies de que se ali- mentan los animales insectívoros y los parásitos de aquellas y de estos. Cada premio será una medalla de oro de 600 francos. Se podrán es- cribir las Memorias en latin, francés ó flamenco. Está abierto el concurso hasta el 20 de setiembre de 1860. —Último deseo de Humboldt. El Ateneo inglés publica la carta si- guiente del general Sabine. «El general Von Hendeman me escribe que en cumplimiento de la última voluntad de su tio A. de Humboldt, se le ha entregado un pliego cerrado con sobre á él, escrito de puño y letra del ilustre difunto. Abierto, se ha encontrado que Humboldt ruega vivamente que no se publiquen las cartas privadas y confidenciales que escribió, protestando altamente contra semejante publicacion. Manifiesta además la expresa voluntad de que no se haga compilacion alguna, edicion nueva ninguna, reproduccion ninguna, en suma, de los escritos de su juventud. El general Von Hendeman en su carta, y en una circular impresa que acompaña, expresa la esperanza fundada de que bastará conocer el último deseo de Humboldt para mirarlo como sagrado, y de que nadie se propa- sará á oponerse á una voluntad tan noble, tan lejítima, y tan formalmente manifestada.» — Determinacion de la figura de la tierra. Ha intentado Mr. Schuber otro tanteo de determinacion de la figura de la tierra, tomando para punto de partida las mediciones siguientes de arcos meridianos: 1.?, arco ruso, medido del año 1820 al 1851 por Hansteen, Selander, Struve y Tenner, amplitud 25? 20' 81,5; 2.2, arco indio, medido del año 1802 al 1843 por Lambton y Everett, amplitud 21% 21” 167,5973 3.*, arco francés, medido del año 1792 al 1806 por Mechain, Delambre, Biot y a. 911 Arago, amplitud 12? 22' 12,29; 4.?, arco del Cabo de Buena-Esperan- za, medido por Maclear, amplitud 4% 35 48',60; 5.2, arco del Perú, medido del año 1735 al 1746 por Bouguer y La Condamine, amplitud 32 71 3,4553 6., arco prusiano, medido del año 1831 al 1834 por Bessel y Bayer, amplitud 1” 30/ 28,980; 7.*, arco inglés, medido por Fitz-Roy y Mudge, amplitud 2? 50 23,497; 8.*, arco pensilvanio, medido el año de 1764 por Mason y Dixon, amplitud 1” 28 45". De comparar primero el arco indio con el ruso, al cual se atribuye dos ve- ces más exactitud, saca Schubert para el eje más corto de la tierra 6.356.600,9 metros. Admilido este valor, y atendiendo á un mismo tiempo á los arcos del Perú, Rusia y las Indias, calcula el ejo mayor y menor de la elipse que constituye el ecuador terrestre, sacando para el mayor 6.378.436,7 metros, y para el menor 6.376.809,9. La longitud geográfica del eje mayor es 58% 44", Ó partiendo de la isla de Feroe, 238" 44; la del menor 148” 44”, 6 328” 44'. El aplanamiento mayor 1 --—————; el menor alte Si partiendo de estos 292,109 302,004 elementos se calculan las amplitudes de los arcos medidos, salen la diferencias siguientes entre el cálculo y la observacion. Perú +-0”,08 Pensilvania — 6,69; Inglaterra —2,743 Francia —1'”,61; Cabo —0/1,443 Rusia —1//,293 Indias +-1,62; Prusia 16,18. La di- ferencia es considerable en los arcos de Pensilvania y Prusia; explícase la del primero por el poco esmero con que se hizo la operacion y los ins- trumentos imperfectos que se usaron; la del segundo por la forzosa in- tervencion de alguña desfiguracion ó desvíos locales, porque Bessel y Ba- yer eran observadores sumamente hábiles. Al terminar sienta Schuber, con cálculos y comparaciones bien fundados, que las diferencias entre el cálculo y la observacion son mucho menores cuando se da á la tierra la forma de un elipsóide de tres ejes desiguales, que la de un elipsóide de revolucion. (4stronomische Nachrichten, n.* 1201.) —Exploracion del volcan Pichincha. El terremoto que hace poco destruyó á la ciudad de Quito, capital de la república del Ecuador, di- sipó la seguridad que los habitantes de aquella y de los contornos funda - ban en la cercanía del volcan Pichincha, teniéndolo equivocadamente por una válvula segura. Esta circunstancia aumenta el interés de la relacion de una reciente exploracion á aquel célebre volcan y bajada á su cráter por el viajero español D. G. García Moreno. La tomamos de una carta escrita por Moreno á Jameson, publicada por este en su periódico Edim- bourgh new Philosophical journal. «Bouguer y La Gondamine, dice Moreno, fueron los primeros que el año de 1742 llegaron al borde del cráter. Humboldt pasó dos veces el mes de mayo de 1802 el gigantesco muro de dolerita que forma el borde del meridiano es 572 oriental del cráter. Treinta años despues siguieron el mismo camino tl coronel Hall y Boussinganlt; pero de 1844 acá, cuando Wise y yo ba- jamos á explorarlo, nadie ha llegado á su fondo. En agosto de 1845 vol- vimos allí con intencion de levantar el plano topográfico del volcan, me- dir alturas, etc., y al efecto pasamos tres dias con sus noches en dos Cue» vas de las más profundas que hay en el Rucu-Pichincha. » Situado este al S. O. de Quito, forma dos grandes cuencas, una al E. de la otra, de 1510 metros de largo. »La cuenca oriental tiene figura de valle estrecho, largo y profundo, por medio del cual corre de N. á S. una hondonada que recibe el agna de las lluvias y de las nieves derretidas. En la parte alta hay una ligera depresion, de forma elíptica, perfectamente horizontal en el fondo, pare- cida en un todo á un lago alpino pequeño, secado por la accion del sol: la forma de esta depresion dió margen á suponer por algun tiempo que era un cráter apagado. Tiene de profundidad este supuesto cráter 318 metros debajo del muro de las rocas orientales, y como este está 4802 sobre el nivel del mar, resulta que el fondo del tal cráter oriental se eleva 4484. »La cuenca occidental, ó el cráter verdadero del Pichincha, es una de las cosas más imponentes que se pueden presentar á un naturalista. Situado en la vertiente occidental del Rucu-Pichincha, difiere de los de- más volcanes del Ecuador, que en la cúspide afectan forma de un cono regular cubierto de nieve, en presentar la de un cono truncado puesto sobre su base, que tiene 454 metros de diámetro; y gana una altura de 700. Por la parte oriental es disforme su profundidad, y cuando se mi- ran aquellos inmensos torreones de dolerita y de traquita que suben ver- ticalmente hasta 800 metros, con declivios más ó ménos inclinados, se recibe una impresion que nunca se borra. Hácia la parte occidental va disminuyendo la altura de los muros del cráter, entreabriéndose al E. una hondonada por donde corren las aguas de lluvia y de los des- hielos. »El cono de erupcion actual se eleva en medio del llano inclinado que constituye el fondo del volcan; tiene 250 metros de diámetro y $80 de alto sobre el fondo del cráter medio, 4180 sobre el nivel del mar, y 1270 sobre Quito. Aquel reducido monte es hoy el centro de la actividad vol- cánica del Pichincha. El año de 1845 nada indicaba que hubiese de ser más intensa tal actividad. Pero luego se verá que de 1845 á 1857 varió mucho aquel monte. El año de 1845 estaba cubierto de vegetacion mu- cha parte de él. Circundábanle por entero dos fajas Ó regiones que par- tian en direcciones opuestas, juntándose en las peñas arriba citadas. De los dos puntos en que estaba rebajado el cono de erupcion, en el centro el uno y al $. E. el otro, salian con abundancia vapores calientes sulfu- 373 rosos, que tapizaban de azufre á las cavidades é intersticios de los pe- ñascos de que consta el cono. » A fin de examinar los productos volcánicos y vegetales del cráter, descendí á él el 16 de diciembre de 1857, llevando conmigo cuanto tuve por conveniente para precaverme contra la posicion arriesgada en que me iba á ver. Tardé tres horas en bajar, y á las once y media ¡legué al cono de erupcion. Su forma prueba que hace poco tuvo tremendas con- vulsiones el Pichincha. De la parte oriental ha desaparecido la vegetacion que le cubria; ha crecido la depresion hácia el S. E. al pié del cono, rellenándose con parte de su muralla destrozada, formando un muro per- pendicular de piedras, provenientes sin duda alguna de lo interior. Cerca de la misma depresion, y hácia el S., se ha formado de 1845 acá otra, ó más bien un cráter accidental del cual se eleva una masa considerable de vapores, de suerte que el cono de erupcion tiene hoy tres bocas ó crá- teres. El principal está en lo más alto; el antiguo accidental al S. E. al pié del anterior, y el nuevo accidental abierto al pié tambien, pero al S. del principal. -——» Ha orecido mucho la actividad volcánica del Pichincha, como lo prueba la mayor salida de vapores, El año de 1845 las chimeneas que despedian gases formaban seis grupos; uno sólo considerable. Hoy salen los vapores por innumerables intersticios y cavidades abiertas entre las piedras de cada cráter, y en el principal se oye un rúido como de una inmensa caldera de agua hirviendo. » Varía mucho la temperatura de los vapores en los distintos inters- ticios. En el cráter del S. E., los de los intersticios más elevados tenian la de 188?,6 F. (87*,3 C.), y los inferiores la de 140” F. (60%,18 C.), En el cráter principal los vapores más calientes no pasaban de la de 194” F. (90*,42 C.), y en el intersticio mayor que vi, y en el cual hu- biera podido entrar holgadamente una persona, á permitirlo la densa co- lumna de vapores, no pasaba la temperatura de 98*,6 F. (37*,27 C.) á 1 metro de profundidad. El resultado de las observaciones sobre los gases recogidos en el Pichincha, es que apenas contienen rastros per- ceptibles de ácido sulfuroso, sulfúrico ó sulfhídrico, 4 por 100 de ácido carbónico, y lo demás agua exclusivamente. » Los productos sólidos del volcan son azufre sublimado, que recubre á todas las piedras y rajas, y una sal blanca que se presenta en fibras se- dosas en muchos intersticios, donde suele alternar con las flores de azu- fre en capas paralelas, y otras veces está en masa pura y abundante: es sulfato doble de alúmina y protóxido de hierro, como lo dan tambien otros volcanes, y que se conoce con el nombre de alumbre de pluma. Tambien se ven escorias compuestas de azufre fundido y cenizas de piro= h xena y dolerita más 6 ménos alteradas por la accion de los vapores ACUOsOs. »Cogí las plantas siguientes: 4/chemilla nivalis, Ranunculus Gus- manni, Samesonia (estas se hallaron sólo en la cumbre del Pichincha), 57 Culcitium reflexum, WVernería graminifolia, Gaultheria myrsinoides (el terreno donde se cria este arbusto marcaba 87” F. (30",56 C.) de tem- peratura), Polypodium crenulatum, Porerretía pyramidata. »Salí del Pichincha el 17 de diciembre, despues de haber pasado la noche anterior dentro del cráter, á 150 metros del cono de erupcion. Es- pero volver este año y pasar allí algunos dias para completar mis obser- vaciones, pues no fué más que preparatoria la expedicion de 1857; pero antes de emprender el viaje me aseguraré del punto de mejor bajada, á fin de evitar el riesgo inminente de caer precipitado al abismo cuando se baja por el muro oriental, como estuvo para suceder á Wise el año de 1844, á mí el de 1847, y á Jameson hijo, que me acompañaba, el de 1857. En una bajada de 700 metros, en que sirven más las manos que los piés, un sólo paso en falso basta para perecer.» — Acido sulfúrico sacado del yeso. El químico inglés Shank ha hallado un medio sumamente ingenioso de sacar el ácido sulfúrico del yeso. Se funda su método en dos reacciones químicas sucesivas: la des- composicion del sulfato de cal por el cloruro de plomo, y la del sulfato del plomo asi formade por el ácido clorhídrico. Se tiene una cuba gran- de, más ancha que alta, hecha bien de plomo, bien de ladrillos, ó de cualquier otra sustancia inatacable por los ácidos; se ponen en ella 86 partes de yeso en peso, 68 de sulfato de cal calcinado y 140 de cloruro de plomo. Se echa despues mucha agua caliente, y se revuelve y mezcla bien todo. Inmediatamente sucede una reaccion; se precipita sulfato de plomo, y se disuelve en el agua de encima cloruro de calcio; se sigue revolviendo hasta que no contenga plomo el licor, lo cual se comprueba con los reactivos comunes. Se decanta luego, y se lava el precipitado blanco de sulfato de plomo que queda en la cuba. A fin de que se des- componga alguna mayor cantidad de sulfato de plomo que la indicada por los equivalentes, se sube la temperatura de la mezcla, y se verifica la reaccion; se precipita el cloruro de plomo formado, al paso que la diso- Incion que sobrenada no lo es ya sino de ácido sulfúrico. Asi que se en- fria, se decanta y se evapora este ácido hasta el grado de concentracion exijido por el comercio. En cuanto al cloruro de plomo que queda en la cuba, se le lava con agua fria para quitar la mayor parte del ácido sul- fúrico, despues se añade otra cantidad igual de sulfato de cal, y asi sub= siste uno mismo, y no necesita renovarse el cloruro de plomo, excepto las pérdidas indispensables en las varias manipulaciones. 91) —Trasformacion del azúcar de leche y de las gomas en ácido tarta- rico. En la sesion del 5 de setiembre de 1859 de la Academia de Cien cias de París, comunicó Pelouze que acababa de presenciar en Munich, en el laboratorio de Liebis, una memorable experiencia, consistente en hacer que actuase el ácido nítrico en las gomas y en los azúcares pare- cidos al de leche, consiguiendo así este insigne químico convertir estas sustancias en ácido tartárico, enteramente idéntico al natural. No cabe dudar de semejante trasformacion, porque muchas experiencias químicas y ópticas la confirman. Liebig prepara con su ácido artificial tartratos de sosa y potasa, crema de tártaro, y hasta emético. Parece que en el primer acto de la trasformacion, ó por la primera accion del ácido nítrico en las gomas, se forma desde luego ácido múcico; prolongada la accion del ácido nítrico, se descompone el múcico, ocasionándolo sacárico de Guerin-Vary, y por fin tartárico. La Academia acojió este descubrimiento, que lo es y grandísimo, con singular entusiasmo. Tiempo hacia que se trabajaba en preparar artificialmente el acido tartárico; esperábase sa= carlo de los azúcares, pero desgraciadamente, en vez de tomar para punto de partida el azúcar de leche ó las gomas, se operó siempre con los de uva ó de caña. Pasleur se manifestó maravillado de tal éxito imprevisto; á su juicio esta nueva conquista de Liebig supera á todas las demás de su. gloriosa Carrera. —De la nutricion de las plantas, y del papel de la tierra labrantía. Sobre este punto leyó una disertacion el célebre químico Liebig en la reunion trigésimacuarta del congreso de naturalistas y médicos alema- nes, celebrada en Carlsruhe del 16 al 22 de setiembre de 1858. Admi- tíase hasta el dia, que para que las sustancias minerales puedan pene- trar en la planta, es preciso que estén en estado de disolucion; el agua de lluvia, pura ó mezclada con ácido carbónico, sería el disolvente, y al líquido lo absorberian las raices. Fundándose en hechos comprobados por Way tocantes á la accion desinfectante que ejercita la tierra labran- tía en las aguas sucias, demuestra Liebig que esta accion absorbente se ejercita en general en las sustancias salinas susceptibles de servir de nutrimentos al vegetal; que es tanto más enérgica la absorcion, cuanto más nutritivo es para la planta el principio mineral; que la tierra la - brantía, v. gr., roba la potasa con mayor prontitud que la sosa, confor- me al hecho observado por Malaguti y Durocher, de que los vegetales propenden á absorber más aquella que esta; y que tal planta marítima, el Eryngium maritimum, entre otras, contiene cosa de tres veces más po- tasa que sosa. Pero si la tierra labrantía fija la potasa, el amoniaco y aun la sosa, no son absorbidos los ácidos con que están combinadas sino en cuanto puedan ser útiles al vegetal. Riéguese la tierra con una disolucion de cloruro de potasio ó de sulfato de amoniaco, y examínese 576 en seguida el líquido que corra por via de filtracion: habrán desaparecido la potasa y el amoniaco, y al contrario, se volverán á hallar íntegros casi los ácidos. Riéguesela con agua que contenga fosfato calcáreo di- suelto mediante ácido carbónico; se volverá á hallar en el agua de filtra- cion la cal que contenia el agua de riego, pero no se hallará ácido fosfó- rico; este ácido, que ha desaparecido, lo ha fijado de cualquier manera la tierra labrantía. No sacan por tanto de las disoluciones salinas las raices de las plantas los principios que necesitan; no se descompone tam- poco la sustancia salina en el seno mismo del vegetal; verifícase la meta- morfosis asi que toca al suelo le disolucion; y, cosa pasmosa, sucede pre- cisamente en el sentido más propicio al desarrollo de la planta. No ab- sorben pues indiferentemente las raices de los vegetales á las sustancias salinas; antes de tocarlas, han recibido una especie de aderezo que las habilita para desempeñar el papel á que están llamadas en la nutricion. Concluida esta lectura, dijo Nicklés lo siguiente: «Si nos fuera permitido discutir una cuestion tratada por un maestro como Liebig, diríamos que el papel de la tierra labrantía se puede asemejar al acto de la digestion. Lo que en historia natural distingue á los vegetales de los animales es la falta de tubo digestivo, y sin embargo se nutren y crecen aquellos como estos. El brillante descubrimiento que acabamos de oir, permite admitir que puede haber digestion sin que haya tubo digestivo. Si la nu- tricion supone digestion, pudiera decirse que en las plantas es esta ex— terna, en los animales ¿nterna.» (Por la Seccion de Variedades, CAMILO DE YELA.) —+009 (Í0N— 4 JUN 1889 FIN DEL TOMO IX. Editor responsable, CaMILO DE YELA. A Labs si a A TE LP A a 9 Y A Api IE "ep de As ANA E A a a E qe a, rear de ¿00 5d Y AR A YAA pl Pa E. gio Mn SE Ps ee: Í Ma O AGA le AA Ps ER DEN O Ml a = vs PRES ES E Pa 13 ee 4 Sis «Y 113 4 Ut e OE a te Ad «¡Ns ES A a “0 E ES za Mor Mad 4 GE ] Pz E d ” » A e y , A e A ] ANA? 7 y SU ES EA A MC r. ó e (e a A E 5 | ” á A Ñ Tal pa, a Á 7 pr V A d - '» AE, A Ae y 5 y TA m a ARA A E j y ñ PSA ! pa Ñ E A h 0 y y e 1 y A 2. . ( E LA ) I pi as 9. Al pa y a Ú - E-FTCA ds Xx - A $ e - os 05% o 4 o . : AS Ar i 5 - , r ' . SS E a 7 al + * ' x 4 ' . y + pe 3 7 * . ; 2 de AS 3 a > o e