REVISTA DE LOS EXACTAS, FISICAS V NATURALES. t s/. t DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS MADRID: POR AGUADO, IMPRESOR DE CAMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1861. de las materias ©©MtesaSdSas en este tomo. — *-mh3K3) ■©$>*>*» — CIENCIAS EXACTAS. PÁG. Mecánica aplicada. Trabajos esperimentales sobre la fuerza de los pilares de fundición? por Mr. Hodgkinson. 1 Mecánica . Movimiento del péndulo? por Mr. Eink 205 Hidráulica . Solución del problema de las inundaciones? por Mr. Dause 2 Geometría. De la clasificación de los poliedros? por Mr. Bretón» 65 Cálculo integral. Suma de una serie? por Mr. Besge. ........ 67 Astronomía. Reflexiones sobre la luz del sol, de los meteoros y de las estrellas temporales? por Mr. Yaugban .............. 68 Observaciones hechas en Bilbao sobre el eclipse de sol del 1 8 de julio de 1860? por varios profesores del instituto Vizcaino. . . 132 Relación de las observaciones hechas en España durante el eclipse total de sol del 18 de julio de 1860? por el P. Angelo Secchi, de la Compañía de Jesús, director del Observatorio del Colegio Ro- mano. 257 Examen de una nueva Memoria de Mr. Plana sobre la fuerza repul- siva y el medio resistente? por Mr. Faye. 389 Id. 2.a parte, id. . . 453 Astronomía física. Espectro de la aureola de los eclipses tota- les.—indicación relativa á la observación del eclipse de sol de 3 1 de diciembre próximo? por Mr. Faye 517 Algebra. De la resolución numérica de dos ecuaciones del segundo grado? por Mr, Abel Transen. 129 Geografía, huevos instrumentos para la geodesia espeditiva? por Mr. Faye. 193 Vi Proyecto de unión del mar Caspio y el Negro por el rio Manycht. 396 Topografía. Informe sobre una Memoria acerca del uso de la fo- tografía en el levantamiento de planos, y especialmente en los reconocimientos militares? por Mr. Laussedat. .............. 523 CIENCIAS FISICAS. Higiene pública . Del surtido y la conservación del agua de lluvia para las necesidades de la economía doméstica en las habitaciones rurales y en los pueblos que carecen de agua de fuente ó de rio? por Mr, Grimaud . 9 Higiene aplicada. De la manera mejor de distribuir el agua para el público en las habitaciones de las grandes ciudades? por id.. 288 Física. Observaciones hechas por D. Eduardo Rodríguez durante el eclipse del í 8 de julio último 74 Del rehielo? por Mr. Faraday 140 Barómetro de nueva disposición? por Mr. Bíondeau 152 Trabajos esperimentales para determinar la densidad del vapor á cualquier temperatura, y la ley de espansion del vapor reca- lentado? por Mr. M. Fairbairn 2 i 3 De las propiedades magnéticas de las micas comparadas con las ópticas? por Mr. Plucker 2Í8 Noticia de algunos esperimentos sobre la conductibilidad calorífica de los gases? por Mr. Magnus . . . . 222 Corrientes obtenidas sumergiendo en agua pedazos de carbón y de zinc? por Mr. Palagi 291 Nueva fórmula barométrica de Mr. Babinet. 409 Ensayos termográficos? por el Dr. D. Antonio de Valenzuela Ozo- res, corresponsal de la Academia. 402 Teoría química del calor, confirmación de la misma por las leyes de la fusibilidad? causa general de las grandes adherencias y afi- nidades? por Mr. Ed. Robín. . . ..... 471 Sobre los descubrimientos de MM. Bunsen y Kirchhoff? por Mr. Dumas . 481 Física del globo. Fragmento de una Memoria sobre los criaderos del guano en los islotes y las costas del Océano Pacífico? por Mr. Boussingault 83 Estudios esperimentales sóbrelas inundaciones? por MM. J. Jeandel, J. B. Cantegril y L. Belland. 154 VII De la presencia de sustancias fosforadas en la atmósfera; por Mr. Barral.. , 223 Pozo artesiano de Passy; por Mr. Dumas 532 Química. De la fabricación del oxígeno; por MM. Sainte-Glaire Deville y Debray j 59 Generación de los cuerpos simples 444 Meteorología. De las causas del frío en las montañas elevadas; por Mr. Martins i 2 De un pluvióscopo nuevo; por Mr. liervé-Mangon. 162 De las auroras polares; por Mr. Zurcher 229 Nota que acompaña á un opúsculo sobre la conexión entre los fe- nómenos meteorológicos y las variaciones de la aguja imantada; por el P. Secchi 542 Sobre la electricidad atmosférica; por Mr. Florimond. 547 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de diciembre de 1860 43 Id. id. id. en el mes de enero de 1861 . . * . . 97 Id. id. id. en el mes de febrero de id. ....... . i 64 Id. id. id. en el mes de marzo de id. 238 Id. id. id. en el mes de abril de id 295 Id. id. id. en el mes de mayo de id . . . 32 1 Id. id. id. en el mes de junio de id. ......... 412 Id. id. id. en el mes de julio de id. 416 Id. id. id. en el mes de agosto de id . 419 Id. id. id. en el mes de setiembre de id. 424 Id. id. id. en el mes de octubre de id 485 Id. id. id. en Bilbao en el año de 1860 48 Id. id. id. en el Observatorio físico y meteorológico del Real Colé- dio de Belén (Habana) en el mes de mayo de 1860 101 Id. id. id. en el mes de junio de id. ... , . 102 Id. id. id. en el mes de julio de id 103 Id. id. id. en el mes de agosto de id. 168 Id. id. id. en el mes de setiembre de id. 169 Id. id. id. en el mes de octubre de id. ....... 170 Id. id. id. en el mes de noviembre de id. . . 241 Id. id. id. en el mes de diciembre de id. 242 Id. id. id. en todo el año de 1860 298 Id. id. id. en el mes de enero de 1 861 ........ 300 Id. id. id. en el mes de febrero de id. ...... 306 Id. id. id. en el mes de marzo de id. 436 Id. id. id en el mes de abril de id 440 viii Id. id. id. en el mes de mayo de id . 490 Id. id. id. en el mes de junio de id 494 Id. id. id. en el mes de julio de id 493 Id. id. id. en la Universidad literaria de Oviedo en el año de 1860. 238 Id. id. id. en la Universidad literaria de Granada en 1860 428 CIENCIAS NATURALES. Botánica. Observaciones y reflexiones sobre los movimientos de las hojas y flores de algunas plantas con motivo del eclipse de sol del 18 de julio de 1 860,* por D. Miguel Colmeiro. . . 54 Estracto de una Memoria con el título de Hechos generales de ¿a anatomía de las lorantáceas y algunas indicaciones fisiológicas, leida en la Academia de Ciencias de París 177 Fisiología vegetal. Informe dado á la Academia de Ciencias de París por una comisión de su seno, compuesta de MM. Moquin Tandon, Payen y Brogniart sobre una Memoria intitulada Tra- bajos esperimentales de organogenia vegetal; por Mr. Hetet. ... i 07 De la importancia comparada de los agentes de la producción ve- getal; por Mr. Georges Villes 569 Anatomía vegetal. Estracto de una Memoria sobre la corteza de los dicotiledones, y especialmente sobre el súber; por Mr, Them. Lestiboudois. 115 Geología. Investigaciones geológicas acerca de las sustancias, es- pecialmente las piedras que trabajaron los primitivos habitan- tes de las Galias; por Mr. Robert 104 Suplemento á las indagaciones geológicas sobre los materiales, y especialmente las piedras que trabajaron los primitivos habitan- tes de las Galias; por Mr. Robert. 173 Investigaciones sobre los fósiles; por Mr. Delesse 247 Aplicación del microscopio al estudio de la geología... ......... 446 Embriología. Estracto de las observaciones de Mr. Flourens so- bre la respiración y nutrición del feto 171 Paleontología. Respuesta á Mr. Robert, sobre las observaciones de Mr. Boucher de Perthes acerca de las piedras labradas por los primitivos habitantes de las Galias. 244 Zoología. Domesticación y aclimatación de nuevas especies; por Mr. Isidoro Geoffroy Saint -Hilaire 312 Catálogo de las aves observadas en Andalucía; por D. Víctor Ló- pez Seoane y Pardo Montenegro 326 IX Nota histórica acerca del ganado lanar de la cordillera de los An- des; por Mr. Vavasseur . . 502 Del modo de fijarse los huevos en las falsas patas abdominales de los cangrejos; por Mr. Lereboullet 447 VARIEDADES. Real Academia de Ciencias. Resultado de los premios propues- tos para 1860 122 Programa de premios para 1862 ... S82 Memorias presentadas optando á los premios para 1865... 317 Fallecimiento de académicos numerarios. 122 y 183 Idem de académicos corresponsales. 514 Elecciones de académicos 185 y 318 Idem para cargos académicos 385 Real orden sobre el legado hecho á esta Corporación por el Sr. Lorente id. Estadística de las muertes causadas por el rayo en la Gran-Bre- taña 122 Observaciones hechas por el P. Fr. Antonio Llanos en la montaña de Arayat, en la Isla de Luzon. 124 Meteoros luminosos id. Acción sedativa de la lobelia inflata y longifolia. 127 Descubrimiento de un nuevo planeta. . 128 De la influencia que la rotación de la tierra ejerce en un cuerpo que se mueva en su superficie; por el Dr. Lindeloff 185 Estrellas fugaces de la noche del í 2 al 13 de noviembre de 1860; por Mr. Coulvier-Gravier 188 Detalles sobre la picadura de la Tsetsé. i 9 i Influencia de la plata en el sonido de las campanas. . 192 Sobre la supuesta existencia en el Massorah de un número espre- sado según un sistema de posición 292 Máquina de aire caliente inventada por Mr. Lenoir 254 Lámpara de magnesio 318 Sobre una piedra meteórica caida en Petersburgo. ..... id. Esposicion universal en Londres en 1862 385 Ferro-carriles en los Estados-Unidos ....... 387 Fallecimiento de Mr. Jobard 514 Pronosticador del tiempo . id. Observación notable 452 El acuario del jardín zoológico de aclimatación 576 Terreno numulítico en Filipinas 577 Circulación en los caminos de hierro y desgracias que en ellos su- ceden id. Fundación hecha por Mr. Brown . 578 ceden id. Fundación hecha por Mr. Brown 578 N.° I.°— REVISTA DE CIENCIAS— Enero 1861. CIENCIAS EXACTAS. — g)-ee-e-*— I1ECAIMC/A APEICAOA. Trabajos experimentales sobre la fuerza de los pilares de fundi- ción; por Mr. Hodgkinson. (L'Institut, 24 febrero 4858.) En un trabajo publicado en las Transacciones filosofeas de 1840, halló el autor, como resultado de la experiencia, que ryios pilares largos y cilindricos, de los cuales unos tenían las dos extremidades planas y levantadas perpendicularmente al eje, otros una extremidad plana y otra redonda, y otros, en fin, ambas extremidades redondas, resistían á pesos dispuestos verticalmente para aplastarlos en la proporción de 3, 2 y 1. Pero como las experiencias hechas con pilares huecos han dado resultados poco conformes, al parecer, ya con las primeras ex- periencias, ya con las fórmulas empíricas que de ellas se ha- bían deducido, Mr. Hodgkinson ha vuelto á ocuparse en esta clase de experiencias, sirviéndose esta vez de columnas ó pila- res de mayores dimensiones, aproximándose mucho á las usa- das en la práctica. Estos pilares tenían 10 piés de longitud y % pulgadas (medidas inglesas) de diámetro , su número as- cendía á22, y todos eran del mismo modelo, vaciados en arena seca y con las extremidades muy planas. Para estos vaciados se han empleado nueve especies de fundiciones inglesas y dos mezclas de ellas, haciéndose dos pilares con cada especie de fundición, y otros dos también con cada mezcla. La resistencia al aplastamiento de los referidos pilares ha variado de 20,05 á 29,50 toneladas inglesas por pulgada cuadrada, es decir, casi t TOMO XI. en la proporción de 2 á 3. Se ha vislo que los pilares de fun- dición mezclada son menos resistentes que las tres clases más fuertes de fundiciones no mezcladas. La fórmula definitiva pre- sentada por el autor para los pilares macizos es, por tanto, en la cual w representa la carga de rotura, d el diámetro en pulgadas, l la longitud en piés, y m un peso que varía desde 49,94 toneladas en las fundiciones más resistentes que han sido ensayadas, hasta 39,90 toneladas para las más débiles. La fórmula á que se ha llegado supone que la fundición es homogénea en toda la extensión de una sección, pero en ri- gor esta hipótesis no es exacta respecto de los pilares sometidos á las experiencias, puesto que siempre se han encontrado más blandos en el centro que en las demás partes. Asi, un cilindro sólido levantado en el centro de un pilar de fundición de Low- Moor, núm. 2, ha sido aplastado por 29,65 toneladas por pulgada cuadrada, al paso que otro cilindro, tomado más cerca de la circunferencia del mismo pilar, resistió un peso de 39,06 to*- neladas. Como estas variaciones en la fundición han sido poco estudiadas hasta el día, y nunca se las ha sometido ¿cálculos, el autor ha concedido mucha atención á esta materia bajo el punto de vista experimental, y ha procurado introducir en las fórmulas anteriormente publicadas por él, cambios que abrazan hasta cierto punto las irregularidades observadas. HIDRAULICA. Solución dd problema de las inundaciones ; por Mr. Dausse. (Corriptes rendas, 5 julio 4 858.) Háse hablado del dragado de los rios para bajar sus cre- cidas, y disminuir por consiguiente las inundaciones, lo he hablado también de lo mismo, si bien de una manera incom- pleta, pero ha llegado el momento de que me explique 3 más, porque el dragado de los ríos es el medio indispensable de ponerlos y mantenerlos al servicio del hombre, que es el destino que les lia sido señalado. Todo consiste en obligarlos á que verifiquen por sí mismos esa operación dentro de los lí- mites en que son capaces de ello, en virtud de las leyes á que el Criador los ba sometido. Formados para regar y fecundar la tierra que sostiene y alimenta al hombre, sólo á condición de que este cumpla su propio cometido respecto de ellos, serán para él lo que deben ser; y esto es justo y admirable. Pero los rios no se dragan por sí mismos sino en cuanto se concentra su curso; y la virtud que así adquieren, tiene sus lí- mites, puesto que no sólo la paraliza la llegada á su lecho de materiales demasiado voluminosos, sino también la afluencia grande de materiales de menor tamaño, porque su evacuación exije tiempo. Si este falta, el lecho se llena, cesan de correr concentrados, y en vez de ahondar ó de mantener vacío un co- lador, forman por capas sucesivas un cono de deyecciones más ó menos extenso. Es, pues, preciso limpiar lo más pronto posible el origen de los materiales que los torrentes llevan á los rios. Esta es la primera condición que debe llenarse para hacerlos manejables, es decir, susceptibles de concentración, y por lo tanto de que ahonden ó draguen por sí mismos su lecho. La segunda condición es la de disminuir hasta donde se pueda la elevación de las crecidas sobre las aguas bajas, en ra- zón de que los diques muy altos son muy dispendiosos, y es difícil, sino imposible, conservarlos siempre (1). (I) Cuando ía lluvia se prolonga mucho y empapa profundamente la tierra (aunque esté mezclada con cascajo y arena, como generalmente sucede en los diques) deja de poder sostenerse en ningún talud, pues se convierte en un fluido viscoso. Las barbacanas que es preciso reservar en los muros de sostenimiento lo demuestran, y no obstante se comete en ía ejecución de gran número de obras la falta de no pensar en ello. Si la lluvia del mes de junio de 1851, que ocasionó crecidas diluvia- nas en muchos torrentes de los Alpes Delfineses, se hubiese prolongado más, las pendientes terrosas de nuestras montañas se hubiesen despio- Pero los lagos, los depósitos artificiales y la replaníacion del arbolado procuran ambos efectos, y corrijen los rios bajo los dos puntos de vista. Creo que apenas hay necesidad de explicar la eficacia de los lagos y depósitos para disminuir las crecidas de los rios y ménos aún para detener los materiales que acarrean. La eficacia de los bosques para los mismos fines no es mé- nos fácil de comprender. Nada hay más poderoso para detener los terrenos en declive, que la vegetación. Sólo el musgo es ya un esceleníe resguardo para preservarlos de la erosión y desmo- ronamiento; pero los árboles los consolidan mucho más por medio de sus raices, al mismo tiempo que dividen y retrasan las aguas pluviales que serpentean por la superficie, impidiendo de este modo que se reúnan y precipiten violentamente en los thalwegs. La reducción que de aquí resulta en la altura de las cre- cidas de los rios es enorme. De ello he dado una prueba ter- minante, .comparando el Sena del siglo IY, tal como lo descri- bió el emperador Juliano en el Misopogon, con el Sena del si- glo XIX. Raroque fluvius, dice el Cesar autor, minuitur ac crescit: sed qualis cestate, talis esse solet hyeme , ele., etc. ¡Qué diferencia tan notable entre esto y el rio que hemos visto, tan bajo y flojo en verano5 y tan alto é hinchado en invierno des- pués de las lluvias! Bien sé que muchos han puesto en duda esta demostración; pero como nada existe que no sea objeto de controversia, y como no tengo noticia de que ningún habitante de países montuosos preste su apoyo á los que me impugnan, séame permitido con- mado en masa. Este espantoso fenómeno empezaba á manifestarse en di- ferentes lugares, y tanto que la misma lluvia y los torrentes que formaba en todos los surcos del suelo, bacianya temer la llegada del fin del mundo. En una palabra, en el caso extremo de que se trata, no habiendo ya pendiente de equilibrio para la tierra, nuestra morada caería bajo el golpe de una especie de cataclismo, que como tantos otros, puede siempre so- brevenir, sin que haya un sólo motivo para decir que se han infringido las leyes físicas del mundo actual / 5 tinuar creyendo inútil una réplica sobre el particular, y pasar adelante. Pero los lagos son escasos, á lo ménos en Francia. Relativamente á los depósitos algo extensos, casi no son po- sibles sino en ciertos lugares, hechos, por decirlo así, á propó- sito, y por lo regular sólo en puntos donde ha habido antiguos lagos. Para formar depósitos se necesita en general que haya en los valles llanuras terminadas por desfiladeros, siendo preciso además que estas llanuras no sean demasiado grandes, lo cual ocurre pocas veces. Puédese, no obstante, tener también depósitos eficaces en las llanuras , sin que á continuación suya haya desfiladeros, cuando son anchas y pantanosas, ó frias. Pero cegándolas pau- latinamente con tierra, las crecidas que por ellas se extiendan no ofrecen en realidad sino un recurso provisional, aunque dan, sin embargo, largos espacios de tiempo para replantar de arbolado las vertientes del valle. Las presas que es preciso construir en los desfiladeros de que acaba de hablarse, exigen, cuanto más altas son, mayores cuidados de construcción y mayores gastos. Su rotura, cuando por desgracia se verifica, es desastrosa, siendo necesario dedi- que llega á ser inminente, si faltan la vigilancia y el cuidado más perseverantes. Debo recordar aquí, que la esfera de acción de los lagos y depósitos puede estenderse en muchos casos por medio de cola- dores rectilíneos y empedrados, prolongando hasta unos y otros los coladores naturales de los torrentes que á ellos afluyen. La replantacion del arbolado exije también el empleo de las presas, á fin de impedir en las gargantas de las montañas la ac- ción erosiva de los torrentes; y además el auxilio de los muros de sostenimiento para devolver á los taludes socavados la esta- bilidad necesaria, y para asegurar las plantaciones. Y hé aquí cómo la vegetación viene en ayuda de estas obras. La replantacion es el más general y principal remedio del azoie de las inundaciones; en una palabra, es el remedio natu- ral, esto es, el más sencillo, el ménos costoso y el más seguro bajo todos aspectos, aun cuando sólo sea porque se renueva y 6 multiplica por sí mismo cuando los bosques están bien conser» vados. Cuanto más se renueva el arbolado en las superficies en de- clive, puede decirse que tanto más poder se roba al dominio del azote, y por consiguiente se disminuye su violencia. Aon cuando sólo se plantase anualmente la cuenca de un afluente, esto sería una reducción segura en las ulteriores reproduccio- nes del mal. Es preciso añadir que no se necesita mucho tiempo para que los nuevos bosques obren de esta manera, puesto que á los cuatro, cinco ó seis años tienen ya una marcada efi- cacia. Si este medio es humilde en su apariencia, no por esto es ménos poderoso, porque es aplicable casi en todas partes. Las cosas mayores tienen pequeños elementos , pero innume- rables. Loque sobre todo es preciso para la replanlacion del arbo- lado es la perseverancia. Por desgracia nada es más difícil en nuestros tiempos, y nada sin embargo podría manifestar más claramente una transición real á tiempos mejores. Hay en mi concepto, una especie de ecuación entre la moralidad y la via- bilidad de un pueblo, y su respeto á los bosques. Los dos medios de que se acaba de hablar, ios depósitos y la replantacion, detienen en su camino los materiales arras- trados por los torrentes, ó secan sus manantiales y disminu- yen al mismo tiempo la altura de las crecidas, prolongando su duración; en virtud de esta doble acción, hacen que los rios puedan dirijirse y ser encauzados, y por tanto susceptibles de dragarse por sí mismos, puesto que lo que les da fuerza es su angostura ó encauzamienlo. Este encauzamienlo de los rios es el objeto de la segunda parte de la gran cuestión que nos ocupa. Nunca debiéramos tratar de resolverla sobre el terreno hasta después de resuelta préviamente la primera ; y por desgracia se hace lo con- trario. En general, el encauzamienlo debe verificarse á la vez por medio de diques continuos cuando la pendiente del rio pasa de 0m,00o por metro, y se necesitan dos cauces, uno menor para las aguas bajas y medias, y otro mayor para las altas. 7 á fin de que las crecidas no suban demasiado, y el dragado quede sin embargo asegurado. Si la pendiente no llega á 0™,00o por metro, conviene tam- bién, en general, empezar por los diques ortogonales; y luego, cuando se rellenan los compartimentos, se regularizan y ha- cen continuos los dos cauces de las aguas medias y grandes. Exceptuando el caso de los lugares habitados, que es pre- ciso preservar á toda costa de las inundaciones, no se debe te- ner la pretensión de hacer insumergibles los diques del lecho mayor, porque en primer lugar sería vana, y en segundo, por- que esto haría subir mucho y desacertadamente los gastos; atendiendo á que conviene que las tierras cultivadas reciban los aumentos abundantes y fecundos de las grandes crecidas, que andando el tiempo las levantan. Unas sencillas cercas tras- versales, gruesas y numerosas, bastan, por lo demás, para im- pedir las corrientes perjudiciales sobre las tierras cultivadas. En los pasos por ciudades y pueblecillos es preciso, por lo regular, reducirse á un sólo lecho. En tal caso debe combi- narse el encauzamiento rio abajo, de manera que se obtenga en las travesías de que se trata un aumento de profundidad, que baje el nivel de las crecidas á proporción del aumento de altura que les causa el encajonamiento por un solo cauce. El modo ó sistema de construcción de los diques depende naturalmente de los materiales que se empleen. En punto á su disposición y perfil deben ser tales, que di- rijan cuanto sea posible la mayor acción erosiva de la corriente al centro del cauce, lo cual importa mucho, y apenas se ha hecho hasta el dia. Para esto se necesitan taludes escasos, más aún que los usados con más frecuencia. Además, nunca se emplearán lo bastante los ramages sa- lientes como cimiento, porque disminuyen la velocidad de la corriente al pié de los diques, y duran eternamente cuando es- tán siempre debajo del agua. Por conclusión haré notar : Los depósitos y todas las obras accesorias pueden llevarse á cabo en poco tiempo á fuerza de dinero, de una firme volun- tad y de poder; pero las localidades que se prestan á su forma- 8 cion no son muy comunes para que ofrezcan un recurso tan general como la replantacion del arbolado. Esta, que requiere mas tiempo y constancia, es desgracia- damente por lo mismo más difícil de realizar: á proporción que este medio es más humilde y mejor, exije en mi opinión un verdadero progreso, para que lleguemos á valernos de él. ¿Quiere esto decir que debemos desesperar de su empleo? No, ciertamente, y hoy ménos que nunca. En efecto, basta leer la carta del emperador del 19 de julio de 1856, para conven- cerse de que un sistema cualquiera, cuya eficacia llegue á ser reconocida como cierta por los jueces competentes, se pondrá en práctica muy pronto. Su buen éxito dependerá no obstante de esta condición. La consolidación del suelo de los valles ó gargantas latera- les, y del cauce de las corrientes de agua que las surcan, por el gran medio natural de la replantacion de arbolado y por los otros indicados, y además el encauzamiento de los rios, que es preciso ejecutar de manera que se obtenga cierto ahonda- miento de su lecho y cierta disminución de sus crecidas, son, á no dudarlo, operaciones muy delicadas : exijen, pues, á la verdad de parte de los ingenieros encargados de ellas gran co- nocimiento de la ciencia hidráulica, de las localidades, de las observaciones incesantes de los interesados, y de su opinión, no sólo sobre los proyectos estudiados sino también sobre los que se estudien. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Ruis. CIENCIAS FISICAS. ^ , / <**&&& HIGIENE PVBLICA. \ Del surtido y la conservación del agua de lluvia para las ne- cesidades de la economía doméstica en las habitaciones rurales y en los pueblos que carecen de agua de fuente ó de rio; por Mr. Grimaud. (Comptes rendus, 24 setiembre 1860.) Muchos pueblos y habitaciones rurales no tienen agua de fuente ni de rio, y recurren al agua del cielo, de que suelen ca- recer, no porque por sí sea insuficiente, sino porque se recoje ó se conserva mal. Por término medio caen anualmente 6m, 76 de lluvia, de los cuales vienen á ser en el invierno 21 por 106, en la prima- vera y en el verano 23 por 106, y en el otoño 31 por 100. La cantidad menor cae en Marsella, 6m,50; el máximo en Nantes, ♦ siendo lm,05. En el resto de Francia el término medio, O", 76, es un término medio práctico; es decir, que en él pue- de fundarse un sistema aplicable á todos sitios. Yo tomo por base 1000 habitantes, y calculo el surtido de agua con arreglo á las verdaderas necesidades. En nuestras ciudades una cañería de agua de 20 litros surte convenientemente á una familia de 4 personas; es decir, 5 litros para cada persona, ó sea para 1000 personas 3000 litros, ó 5 metros cúbicos. En París llueve 1 día de cada 2,50; en Marsella 1 de cada 6,40. Calculando sólo con estos dos extremos, el término medio sería 1 dia para cada 4,50 en toda la Francia; exceplis excipiendis se puede adoptar este término medio. Es evidente que llueve más ó ménos en un tiempo y en una superficie dada; y para no estar desprovistos 10 es necesario calcular la superficie en el tiempo en que cae ménos agua. Se ha visto que la menor cantidad es en invierno, en que en 90 dias cae un 21 por 100 de la lluvia total del año. Cayendo 21 por 100 de 0m,79, viene á ser 0,15 (0m, 1 496) lo que cae en un dia de 4,50, ó bien 0m,15 en los 20 dias de invierno, ó sean 0m,0075; un cubo de 7mm,5 de agua por cada dia de llu- via. Pero este cubo de 7rara,5 nos le da 1 metro cuadrado de super- ficie; por consiguiente 1000 metros cuadrados nos darán 7,nc,50. Ahora, ¿cuál es la provisión que necesitamos? Puesto que llue- ve 1 dia de cada 4,50, esta provisión debe ser de 4$ dias. A 5 metros cúbicos de agua por dia, 22mc,50 exigen una su- perficie de 3000 metros cuadrados. No hay en Francia pue- blecilto que no pueda disponer de semejante superficie de te- jados. Se encuentra en muchas y grandes habitaciones ru- rales y aun en simples granjas; es decir, que en muchas de estas, en casi todas las habitaciones grandes, y seguramen- te en todos los pueblos, puede recojerse sin dificultad alguna la cantidad de agua necesaria para surtir una población de 1000 habitantes. Sería fácil construir algibes venecianos para almacenar 25 metros cúbicos de agua del cielo, y todavía más fácil para 10 metros. Estas dimensiones pequeñas son las que se necesitan adoptar, porque permiten que puedan surtirse muchos puntos del pueblo. He tomado un término medio de í\ dias. Es evidente que si se atiende al rigor de la letra, se incurre en un error y ab- surdo. Siempre es perjudicial tomarlo todo al pié de la letra. Este término medio era sólo para la claridad del cálculo: la ver- dad es que en todas partes se necesita un surtido porto ménos de 20 dias, y en localidades excepcionales, mucho más. Por ejemplo, en las salinas del Mediodía de Francia se cuenta ge» neralmente con muchos más dias sin llover. El surtido de 20 dias para 1000 habitantes será por lo tanto de 100 metros cúbicos. No se construyen algibes venecianos de 100 metros cúbicos, pero á cada algibe puede unirse un depósito que, sin grandes gastos, puede hacerse que contenga aunque sean 200 metros. Para 200 metros sería de 10 metros de lado II v 2 de altura; y 200 metros cúbicos de agua es la provisión de 40 dias. Elevando la altura del depósito á 3 metros, ten- dremos un surtido de 60 dias. En un pueblo, por pequeño que se suponga, no puede faltar la superficie de tejados para dotar los depósitos de agua aun en una dimensión más considerable. Tampoco falta relativa- mente en las habitacioues rurales y en las granjas; por consi- guiente, podremos tener un algibe y un depósito. De esta com- binación resulta una ventaja más considerable que la que á primera vista parece. El agua del depósito puede alterarse; y de hecho pocos depósitos podrá haber, ya estén encima ó de- bajo de tierra, en que á la larga el agua que no se renueve no se altere algo. Una simple modificación en uno de los elemen- tos del algibe veneciano precave toda alteración: hé aquí en lo que consiste dicha modificación. Es preciso recordar que el agua se introduce en el algibe por los cassetoni y los cannaleti. A ambos reunidos se les da 1 metro cúbico de capacidad, y se llenan de carbón. En lo sucesivo toda base de alteración que proceda ele bases comunes se elimina inmediatamente, puesto que no se necesita más que 1 kilogramo de carbón para depurar 1 metro cúbico chf agua. Los cassetoni y los cannaleti son muy accesibles cuando están en la superficie: se puede por lo tanto renovar el carbón sin dificultad en cada operación, y aun por decirlo así, hacer que el gasto sea insignificante revivificándole. El sistema que acabo de exponer es aplicable en todas par- tes, y lo pueden costear aun los pueblos más pobres. Para eje- cutarlo están indicados naturalmente los empleados de obras públicas; y el servicio diario, el cuidado, la conservación y manutención debe estar á cargo de los alcaldes, que le desem- peñarán por medio de dependientes asalariados en cada pueblo. No entraré en ninguna de las graves consideraciones higié- nicas que se desprenden de este asunto. He querido demostrar que el agua del cielo es suficiente para todas partes, y que se comprenda que también en todas partes es fácil de reunir. Añadiré que utilizando mayores superficies de tejados que las que yo he calculado, se tendria con la misma facilidad surtido de agua para los animales. Por este medio podrian reempla- n zarse con abrevaderos de agua buena las charcas, que suelen estar corrompidas, donde los llevan á beber, y de este modo se evitaría una de las causas eficientes más seguras de las epi- zootias. # De las causas del frío en las montañas elevadas; 'por Mr. Martins. (Anal, de Quim. y Fís febrero I8G0.) Bouguer (I) y de Saussure (2), que ambos han hecho ob- servaciones tan detenidas, uno en las Cordilleras y otro en los Alpes, conocieron la dificultad de poder explicar las causas del frió en las montañas: solamente habían columbrado las principales. Gracias á los descubrimientos de la física moder- na, nos hallamos en estado de reconocer algunas más, sin po- der no obstante averiguar la parte exacta de cada una de ellas en el fenómeno del descenso de ía temperatura con la altura. Antes de examinar las causas del frío, estudiemos primero la acción de los rayos solares, y el modo de calentarse el suelo y el aire de las cumbres elevadas. DEL CALENTAMIENTO DEL SUELO Y DEL AIRE EN LAS MONTAÑAS ELEVADAS. Del calor de los rayos solares. Sabido es que la atmósfera absorbe parte del calor que en- via el sol á la tierra. Por consiguiente, el rayo calorífico que cae en una cumbre elevada, por ejemplo 3000 metros, atrave- sando una capa menor de atmósfera que el que desciende á la (1) Fia jes ai Perú , p. 51. (2) Viajes d los Jipes , cap. 35. 13 orilla del mar, debe estar más caliente, suponiendo por otra parte iguales condiciones que el que penetra hasta la llanura. La experiencia confirma lo que la razón indica. De Saussure (1) empleaba un heliotermómetro inventado por él. Consiste en una caja de madera forrada interiormente de tablilas de corcho ennegrecido, cerrada con tres vidrios, y que contiene un ter- mómetro. Este instrumento se expuso al sol en la cumbre del Cramont, á 2735 metros sobre el mar, desde las 21* 12m hasta las 3h 12ra el 16 de julio del año de 1774. El termómetro en lo interior de la caja subió á 70° Reaumur: otro termómetro ex- puesto al sol, al aire libre, marcó 5o Reaumur. Al dia siguiente, en Courmayer, situado al pié de la mon- taña y á 1495 metros debajo de la cumbre, á la misma hora y en las mismas circunstancias, el termómetro que estaba en la caja no subió más que á 69° Reaumur, es decir, Io ménos que en el Cramont, mientras que el que estaba al aire libre al sol marcaba 19° Reaumur, á saber, 14° más que en la montaña. A pesar de las objeciones que podria hacer la física moderna contra esta experiencia, demuestra, no obstante, que el calor de los rayos solares es independiente de la temperatura del aire, y tanto por lo ménos en la montaña como en la llanura. Mr. A. Bravais y yo hicimos experiencias comparativas en la gran meseta del monte Blanco á 3936 metros sobre el mar, con el pirheliómetro de lente de Mr. Pouilíet. Mr. Camilo Bra- vais observó en el mismo instante en Chamounix con otro pir- heiiómetro de lente comparado esmeradamente con el primero. La diferencia de nivel de ambas estaciones es de 2890 metros. El 18 de agosto de 1844, estando el tiempo enteramente sereno, á las 2h 17,n, y estando el sol á la altura de 43°,21', el calor debido al sol fue de Io, 22 en la gran meseta, y de 1°,09 en Chamounix (2). En la meseta grande la temperatura del aire á la sombra, lomada con un termómetro de figura de honda, era 0) Viajes á los Jipes, §. 932. (2) Las observaciones pirheliomélricas se calcularon según el mé- todo de Mr. Pouilíet, tal como le desarrolló Mr. Bravais en los Fiajes d Escandinavia, Meteorología , t. 3, p. 337. de —2o, 2: el mismo termómetro lijo, expuesto á los rayos del sol, marcaba -¡-Io, 2. En el mismo momento, en Chamounix, la temperatura del aire era de 19°,0 á la sombra, y de 20 ,7 al sol. Esta experiencia demuestra, como la de Saussure, que el calentamiento solar es mayor en la montaña, aunque la tem- peratura del aire fuese de 22°, 2 más baja que en el valle. La experiencia siguiente, hecha el 3! de agosto, da una diferencia todavía mayor respecto del calor de los rayos sola- res: la hora media es 8h 8m de la mañana; la altura del sol 28° 1 0f ; el calor debido á este Io, 18 en la gran meseta, y úni- camente 0o, 87 en Chamounix. En la gran meseta marcaba el termómetro á la sombra — 4°,1 ; en Chamounix, en el 'mismo instante, lesa Mr. Camilo Bravais 12°,Q á la sombra y 13°, 6 al sol. En resumen, en ambas experiencias filé más intenso el ca- lor solar 0o, 13 en la primera, y 0o, 31 en la segunda en la mon- taña que en la llanura. Si esta diferencia parece insignificante á algunos lectores, admitirán al menos que los rayos solares tenían una fuerza calorífica tan grande en el aire frió y enra- recido de la gran meseta, como en el aire más denso y caliente de Chamounix. Del calentamiento del suelo de las montañas elevadas . Los físicos conocen las imperfecciones del heliotermómetro de Saussure, del actinómetro de Herschel y de los dos pirhe- liómetros de Mr. Pouillet, pero la naturaleza nos presenta un medio de apreciar directamente la acción calorífica del sol, co- locando termómetros en la superficie y á cierta profundidad del suelo. Así tenemos la ventaja de medir el calentamiento del cuerpo que influye más en la temperatura de la capa inferior de la atmósfera en que viven los seres organizados. Las observaciones de temperatura del suelo de las monta- ñas demuestran que relativamente se calienta más que el aire, mientras que en la llanura la temperatura media del aire es casi siempre superior á la del suelo. Voy á tratar de probarlo por la observación directa. En 1842 hicieron Peltier y Au- gusto Braváis, desde el 10 al 18 de agosto, una serie de observa- 15 dones meteorológicas bihorariasen la cumbre del Faulhorn á 20)80 metros sobre el mar: la temperatura media del aire á la som- bra fué de 6o, 67; la del suelo á la superficie de 9°, 51 y á 1 de- címetro de profundidad de 1G°,02. La temperatura media del suelo excedía á la del aire en 8°, 1. El máximo medio, verda- dera expresión del calor, manifieste todavía mejor el calenta- miento del suelo: en efecto, mientras que el máximo medio de los 9 dias no fué más que 8o, 99 respecto del aire, subió á 18°, 07 respecto de la capa á 1 decímetro de profundidad, y á 19°, 48 respecto de la superficie. Las preciosas series bihorarias del observatorio de Bruselas me dieron á conocer, que durante el mismo período, del 10 al 18 de agosto de 1842, la temperatura media del aire fué de 21°, 63; la del suelo, observada á' medio dia, 20\22 en la su- perficie, y de 20°, 13 á 1 decímetro de profundidad. Así en Bru- selas el aire estaba por término medio un poco más caliente que el suelo, mientras que estaba notablemente más frío en el Faulhorn. Se equivocante el que supusiera que estas diferencias pue- den depender de la altura del sol y de lo largo de los dias, que no son rigurosamente iguales en Bruselas y en el Faulhorn; por» que su duración media en esta época era de 14 horas en Faul- horn, y la altura media del sol á medio dia de 57° 40'. En Bruselas la duración del dia medio era más larga media hora solo, y la altura del sol 53° 28r. Para comprobar los números anteriores, comparo también las temperaturas del aire y del suelo, que se leyeron á las 9 de la mañana en Bruselas y en el Faulhorn durante los 9 dias, y veo los números siguientes. Temperatura media á las 9 de la mañana desde el 10 al 18 de agosto de 1842. Suelo, Metros. Aire. superficie. Suelo, á Om,l. Faulhorn. Altitud. 2680 7o, 18 16°, 23 9o, 18 Bruselas.. Altitud. 50 21 ,37 20,10 20,01. Se ve, pues, que mientras las temperaturas del aire difie- ren en ambas estaciones 14°, 39, las del suelo sólo se diferen- 16 cian 3o, 85 en la superficie y 10°, 83 á la profundidad de 1 decímetro. Luego el calentamiento relativo del suelo es infini- tamente más considerable en la montaña que en la llanura. Quizá se creerá que este calentamiento prodigioso del suelo de las montañas se verifica sólo en la fuerza del verano, y no continúa en el otoño; pero no sucede así. Otra serie meteoroló- gica que hicimos Mr. Bravais y yo en la cumbre del Faulhorn, desde el 21 de setiembre al l.°- de octubre del año 1844, nos lo prueba. La temperatura media del aire fue 3o, 15; la de la superficie del suelo 5o, 89 y á 0m,25 de profundidad 5o, 48. A pesar de la oblicuidad de los rayos del sol, cuya altura me- dia á medio dia fué de 42° 24r y dias de 12 horas únicamente, el calentamiento relativo de la superficie del suelo fué todavía más intenso que en verano, porque mientras que el máximo medio del aire no escedió de 6o, 01, el de la superficie del suelo llegó á 20°, 32. En Bruselas en el mismo año y en el mismo período, siendo la altura media del sol á medio dia de 38° 12r y la duración del dia de llh45m, hallaron Mr. Quetelety sus ayudantes, para temperatura media del aire, 11°, 56; para la del suelo al S. y en la superficie 11°, 27 y á 0U\25 de profundidad 12°, 53. En el otoño, lo mismo que en el verano, vemos que la superficie del suelo en Bruselas se calienta ménos que el aire, mientras que en Faulhorn se calienta dos veces más. A la profundidad de 0m,25 el suelo sólo estaba 1 grado más caliente que el aire en Bruselas: en Faulhorn excedía 2 grados la diferencia (1). Pero se dirá que la cumbre del Faulhorn toca al límite de las nieves perpéluas, y que la temperatura media anual del (1) Los físicos que se inclinen á creer que estas diferencias son acci- dentales, y que por término medio el suelo no está mas frió que el aire en la llanura, podrán cerciorarse de lo contrario consultando la Memo- ria de Mr. Dove, titulada Ueber den Zusamenhang der JV aermeveraen- derungen der Jlmosphaere mit der Ennwickelmg der Pflanzen , en las Memorias de la Academia de Berlín del año 1846. Mirando la figura verán que la curva anual de las temperaturas del aire, envuelve casi total- mente la de las temperaturas de 0ra,í9 de profundidad en el suelo. 17 aire es inferior en ella á 0. Por el contrario, Bruselas disfruta de un clima templado: no pueden, pues, compararse per- fectamente ambas localidades. Aunque la objeción no sea fundada, elijo una localidad situada á orillas del mar, en que la temperatura media del año es de +0°,50 únicamente, y en que el suelo, lo mismo que en Faulhorn, no está limpio de nieve más que en tres meses del año, y es Bossekop, en Laponia. Aprovecho una serie meteorológica, que con el mayor cuidado hicieron MM. Lottin, Bravais, Lillihoeck y Siljestroem: com- prende los 10 últimos dias de setiembre de 1838, y corres- ponde por tanto perfectamente á la serie del Faulhorn en 1844. La tablita siguiente pone á la vista los guarismos. Bossekop: latitud 70° N.: altitud tOm.] .* *7 '7* 1 t Suelo a 0'»,2. . 5,58 Faulhorn: latitud 46° 40r N. : alti-íAire 3,44 tud 2680ra \ Suelo á 0m,25. 5°,50 En Bossekop, á orillas del mar, la temperatura del aire es mayor que la del suelo limpio todavía de nieve: en Faulhorn sucede lo contrario. Por una singular coincidencia, las tempe- raturas del suelo son sensiblemente las mismas 5o, 58 y 5o, 50. Pero en Bossekop esta temperatura corresponde á otra del aire de 7°, 55; en el Faulhorn sólo es de 3°,44. No olvido que el sol estaba más alto, y los dias eran un poco más largos en Faulhorn que en Bossekop (1). No obstante, hacia los 70° como en las latitudes medias se calienta el aire más que en la super- ficie del suelo; empero en el N. el calor del suelo á 8 metros de profundidad es algo mayor que la temperatura media anual del aire. Mr. A. Bravais (2) ha ilustrado este notable punto de la física del globo, que ya sospecharon Wahlenberg y de Buch á principios del siglo. Citaré en fin como último punto de comparación las obser- (1) Altura media del sol á medio dia: Faulhorn, 38° 12'; Bossekop 19° 6'. Duración del dia: Faulhorn 12'1 2; Bossekop llh 15m. (2) Viajes d (a Escandinavia. Meteorología , t. III, p. 259. TOMO SI. 2 18 vaciones hechas en Magdalena-Bay, en Spitzberg, á los 79° 34' de latitud septentrional, por los individuos de la comisión del N. A esta latitud puede decirse realmente que el límite de las nie- ves perpetuas está á orilla del mar, porque no se derriten en la fuerza del eslío más que en algunas laderas inclinadas y que miran hacia el Mediodía, y en todas las demás partes descien- den hasta la ribera. Las condiciones pueden pues compararse perfectamente con las de Faulhorn, pues que el límite general de las nieves perpetuas en los Alpes está á 2710 metros (1), La cumbre del Faulhorn, que se eleva á 2683ra, toca á este límite. A pesar de la analogía en las circunstancias físicas y climatoló- gicas, en Spitzberg la temperatura del suelo á 6ra,35 debajo de la superficie del mismo fué 1 grado inferior á la del aire en los 10 dias primeros de agosto del año 1839. A la profundidad de 1 metro, la temperatura del suelo en el Faulhorn se aproximaba á la del aire. El año 1835, Mr. G. Buchof, profesor de Bonn, mandó abrir un agujero vertical de l,n,l de profundidad, forrado por su parte interior con ta- blas, y cuya boca estaba á 2679 metros sobre el mar. En 1841 puse en él un termómetro de alcohol rodeado de cuerpos malos conductores. Por encima del instrumento estaba lleno el agu- jero de heno/ y cubierto con una tabla y una gran piedra. Cuatro lecturas seguidas desde el 19 de julio al 8 de agosto de 1841, me dieron para temperatura media 2o, 66, siendo la del aire en el mismo período 3o, 16. El mismo termómetro metido en este agujero señalaba el \ .° de octubre de 1844, después de haber estado muchos dias en él, 4°, 06, siendo la temperatura media del aire de los 11 dias anteriores igual á 3o, 15. Se ve que en julio y agosto la temperatura del suelo á 1ra, 1 de profun- didad era inferior. 0o, 44 á la del aire, y á fines de setiembre era superior á 6o, 85. Deseaba formarme una idea del calentamiento relativo del suelo á la altura de 3930 metros. No estando la roca en descu- bierto, sino sepultada bajo el hielo y la nieve, habia llevado de París arena silícea de Footainebleau, con objeto de operar en una sustancia perfectamente comparable. Esta arena estaba co- (O A. de Humboidt , Asia centra /, f. III, ia tabla, p. 359. 19 locada en una gran caja de cartón. Puse tendido un termóme- tro en su superficie, de modo que estuviese la bola un poco cubierta de arena. Nueve observaciones hechas desde el 30 al 31 de agosto del año de 1844, entre las 9 de la mañana y las 4 déla tarde, me dieron los siguientes resultados: la temperatura media de la arena, expuesta al sol, fuá de 12°, 3; la del aire, á la sombra, — 3°,1. La mayor diferencia entre la arena y el aire se observó á las 10 de la mañana, y subió á 23°, 1; la menor, á las 4 de la tarde, fué 6o, 9. Estas observaciones confirman las que se hicieron en la cumbre del Faulhorn á 1250 metros más abajo: nos demuestran que el calentamiento del suelo por el sol disminuye con mucha mayor lentitud con la altura que el del aire que se halla en contacto con él. Este calentamiento, relativamente tan notable de la super- ficie del suelo, ejerce una poderosa influencia en la geografía física de los Alpes; él es el que termina el límite de las nieves perpétuas, cuyo derretimiento procede principalmente del ca- lentamiento del suelo. Todos ios viajeros que han llegado á es- tas altas regiones, saben que en los Alpes las nieves se derriten principalmente por debajo, por efecto del calor de la tierra. Con frecuencia, cuando se pone el pié en la orilla de un campo de nieve, el peso del cuerpo hace que se rompa una costra su- perficial que no se apoya en el suelo, cuyo calor ha derre- tido la capa de nieve que estaba en contacto con él. Algunas veces descubre el viajero con asombro, bajo estas bóvedas he- ladas, soldanelas (. Soldanella alpina L. y S. Clusii. Thom) en flor, y hojas del diente de león común. No sucede lo mismo en Spitzberg, donde el borde del campo de nieve descansa siempre en el suelo. El derretimiento de las nieves en con- tacto con el suelo es también el que produce el deslizamiento de los campos de nieve que constituyen los aludes de la pri- mavera; y por último, este calentamiento nos explica la va- riedad de especies vegetales, y el número de individuos que cubren el suelo en el mismo límite de las nieves perpétuas. Como todas son herbáceas, no introducen sus raíces más que en la capa superficial del suelo, precisamente la que hemos visto que se calienta tanto al sol. El color negro de la tierra vegetal favorece también la absorción del calor: así es que en el cono- 20 terminal del Faulhorn, cuya altura es de 80 metros y la super- ficie de 4| hectáreas, he observado 181 especies fanerógamas. Toda la isla de Spitzberg, de 100 leguas de largo y de 50 de an- cho, no contiene más que 82. En los Grand-Mulets, rocas de protogina esquistosa que salen del medio de las hieleras del monte Blanco, á 3050 metros sobre el mar, y por consiguiente á 340 metros sobre el límite de las nieves perpetuas, he podido recojer también 19 fanerógamas (1). Pero también el 28 de ju- lio de 1846, siendo la temperatura del aire á la sombra 9°, 4 y al sol 11", 4, la del cascajo esquistoso en que vegetaban estas plantas subia á 29°, 0. En los Alpes el suelo calienta más á las plantas que sos- tiene, que el aire que las baña; y una viva luz favorece sus funciones respiratorias, principalmente la descomposición del ácido carbónico del aire. Cuando la temperatura se aproxima á 0 por el dia, una capa de nieve recien caída las preserva de los fríos accidentales, que aun en la fuerza del verano acom- pañan siempre al mal tiempo en las montañas elevadas. Siendo igualmente sensibles al frió y al calor, no pueden soportar grandes variaciones de temperatura; y estando sin cesar hume- decidas por las nubes, ó regadas por las aguas que corren de las nieves que se derriten, exijen minuciosos cuidados para prosperar en las llanuras; el horticultor tiene que preservarlas de los rigores del invierno y de los calores del verano; cuidar de que el aire y el suelo no estén muy húmedos ni muy se- cos, sin quitarlas, no obstante, de la influencia de la luz, que tiñe sus flores de colores tan hermosos y variados. Por el con- trario, en Spitzberg, á pesar del dia perpetuo del verano, la vegetación es pobre y clara, porque los rayos oblicuos del sol, absorbidos en parte por el grueso de atmósfera que atraviesa. (?) Estas son: Braba fladnisensis Wuíff.? Cardamine bellidifolia L.$ Silene acaulis L.$ Potentilía frígida Vill.; Phyteuma hcemisphericum L.; Erigeron uniflorum L.? Pyrethrum alpinum Willd.5 Saxífraga bryoides L.? 6’. groenlandíca L.? S.muscoides Auct.; Jndrosace helvética Gand.$ A. pubescens D. G.; Gentiana verna L.; Luzula spicata D. C.? Festuca Halleri VIH.; Poalaxa Haencke; P. ceesia Sra.? Agrostis rupestris All.; Carex ni - gra A1I. 21 no tienen el poder de alumbrar ni de calentar esta tierra he- lada. Se encuentra á grandes elevaciones en los Alpes, en el Faulhorn á 2680 metros, en el Rolhhorn á 2260 metros, en el Urseren de 1600 á 2400 metros, en los Grands-Mulets á 3060 metros, y aun también, según Hugi (1), en la garganta del Strahleck á 3160 metros, y en el Finster-Aarhorn á 3900 me- tros, un arvícola, al cual he apellidado nivalis (2). Este animal no se aletarga ni baja á la llanura en invierno; pasa la estación mala en agujeros, que no penetran más de 3 decímetros en el suelo. ¿Cómo viviría allí si la temperatura del suelo descendiese mucho bajo cero? Pero la tierra conserva bajo la nieve el calor que ha adquirido en el verano; el 2 de octubre del año 1844, víspera de la calda de las primeras nieves, era en el Faulhorn de 4o, 67. Del calentamiento del aire de las montañas elevadas . Si el suelo se calienta casi tanto en la montana como en la llanura, no sucede lo mismo con el aire. Ningún físico se ad- mirará de ello. Siendo su rarefacción tanto mayor cuanto más se eleve, absorbe mucho ménos el calor de los rayos solares directos ó reflejados, que el aire más denso de las regiones in- feriores: se calienta pues muy poco, aunque los rayos solares estén relativamente más calientes á cierta elevación en la at- mósfera que al nivel del mar. Pero hay otra razón que Bou- guer y de Saussure habían comprendido ya perfectamente (3). El aire se calienta principalmente por el contacto y la radia- ción del suelo calentado préviamente por el sol. Pero en la llanura la capa del aire está en contado con una superficie ilimitada, por decirlo así, que le comunica su temperatura: en (1) Das JVesen der Gletscher , p. 14; 1842. 00 Véanse para más detalles dos notas acerca del Arvícola nivalis. ( Anuales des Sciences nature lies , 2.a serie, t. 19, p. 87; 1843; y 3.aserÍ0? t. 8, p. 193; 1847.) (3) Viajes d los Atipes, §. 932. una cumbre puntiaguda y aislada como el Faulhorn, por el contrario, estando en contacto con el aire, la superficie poco extensa y limitada, su facultad calorífica lo es también; así es muy probable que en mesetas elevadas, la diferencia entre la temperatura del suelo y la del aire sea menor que en cum- bres aisladas. Otra causa se opone al calentamiento del aire por el suelo en una cumbre aislada, y es su incesante renova- ción. En los valles, cuando la atmósfera está tranquila, la capa de aire inferior se calienta en contacto del suelo hasta que se destruya el equilibrio, y se establezca una corriente ascenden- te, y arrastre el aire caliente. Sin embargo, el fenómeno del espejismo nos prueba que en las llanuras la capa inferior, calentada y ménos densa que las superiores, subsiste adherida, digámoslo así á la superficie del suelo. No sucede lo mismo á lo largo de las faldas de un pico aislado, donde es menor la presión de las capas superiores, y donde se escurre el aire por las laderas calentadas por el sol; fenómeno que se ve casi todas las mañanas desde un punto elevado. Cuando el tiempo está bueno, los vapores de la llanura se elevan regularmente del fondo de los valles por la mañana, y suben poco á poco ha- cia las cumbres que frecuentemente están cubiertas de nubes en medio del dia. En resúmen, por todas las razones que hemos dicho, el aire debe calentarse ménos que el suelo en una cumbre ele- vada: vamos á ver bien pronto que igualmente debe enfriarse infinitamente masque el aire de las llanuras. Estas causas reu- nidas nos explicarán el fenómeno del frío en las montañas. DE LAS CAUSAS FÍSICAS DEL FRIO EN LAS MONTAÑAS ELEVADAS. De la radiación nocturna. En 1841 emprendí con Mr. A. Bravais observaciones acerca de la radiación nocturna, valiéndonos del instrumento de Mr. Pouillet, designado con el nombre de actinómetro de 23 pluma de cisne (1). Escojimos dos estaciones elevadas, la cum- bre del Faulhorn y la gran meseta del monte Blanco. Mr. Ca- milo Bravais tuvo la complacencia de hacer observaciones cor- respondientes en Brienz y en Chamounix. ílé aquí los resulta- dos que Augusto Bravais dedujo de estas experiencias compa- rativas (2). El actinómetro en el Faulhorn estaba á 2080 me- tros sobre el mar, el de Brienz á 1>70 metros: diferencia de ni- vel 2110 metros. Si se comparan en las dos estaciones las in- dicaciones del termómetro al aire libre con las del termómetro colocado en la pluma de cisne, y que radie hacia el zenit du- rante la noche, se halla que en la montaña el termómetro de actinómetro se mantenía por término medio á 6o, 27 más bajo que el que estaba al aire: en el valle la diferencia no subía á más de 4U,G2- Según esto, la radiación de la pluma de cisne en Brienz está, respecto de la pluma de cisne en el Faulhorn, en la proporción de 1 á 1,30. Las mismas experiencias repetidas en la gran meseta del monte Blanco (altitud 3930 metros) y en Chamounix (altitud 1030 metros), diferencia de nivel de 2800 metros, demuestran que el termómetro del actinómetro descendía por término medio 10°, 82 ménos que la temperatura del aire en la gran meseta, y sólo 5o, 02 en Chamounix. La proporción de la radiación zenital del valle es á la de la mon- taña como 1 : 1,98: es decir, que un cuerpo se enfrió por ra- diación dos veces más en la gran meseta que en Chamounix. Estas experiencias comparativas demuestran: t.° que la ra- diación es infinitamente mayor en la montaña que en la lla- nura; 2.° que la proporción de los rayos crece con más rapi- dez que la altura en las regiones superiores de la atmósfera. En efecto, para una diferencia de nivel de 2210 metros, com- prendida entre altitudes de 570 y 2080 metros, la radiación es únicamente un tercio más intensa; pero para una diferencia de nivel de 2880 metros, comprendida entre 1050 y 3930, es 1 ,98; es decir, casi doble. (1) Traite de Physique , 4.a edicioD, t. 2, p. 607? 6.a edición, t. 2, p. 684. <«) Viajes á Escandinavia déla corbeta La Recherche, t. 3, p. 312. u Ve la radiación nocturna del suelo. Después de haber obtenido la relación de las radiaciones en la llanura y en la montaña por medio de un cuerpo cuya fa- cultad emisiva es muy grande, estudiemos la del suelo mismo de la montaña. Para dar de ello una idea, nolo aquí compara- tivamente la temperatura media del aire, la del suelo en la su- perficie, y la de la pluma de cisne del actinómetro observadas por MM. Pellier y A. Bravais en la cumbre del Faulhorn en las noches calmosas y serenas del 12 al 18 de agosto de 1842. Temperatura del aire. ................. 5o, 04 Id. del suelo en la superficie. ........... 2 ,63 Id. de la pluma de cisne. ........ —3 ,09 Se ve que el suelo se enfria por radiación más que el aire, pero ménos que la pluma de cisne, cuya temperatura era de 8o, 13 inferior á la del aire, y 5o, 72 á la del suelo. La comparación de las mínimas medias del aire y del suelo del Faulhorn en las noches del 10 al 18 de agosto de 1842 y del 21 de setiembre al l .° de octubre de 1844, nos demuestran igualmente cuánto más se enfria la superficie del suelo por ra- diación que el aire. En la primera serie el mínimo medio del aire es de 4°, 60, el de la superficie del suelo 2o, 40. En la segunda el mínimo medio del aire se mantiene todavía sobre 0 á Io, 53, el de la superficie del suelo baja á — 0°,82. En ambas estaciones el enfriamiento nocturno de la superficie del suelo sube, pues, al doble de el del aire, determinado por medio de un termómetro de bola pequeña de forma de honda (1). Este en (i) Una sola observación becha en la gran meseta del monte Blanco, á 3 9 3 0m de altitud acerca de la radiación de la arena de Fontainebleau, demuestra cuán considerable es aun cuando está eí sol todavía sobre el ho- rizonte. El 3 t de agosto de 1841 á las 5 11 10,n de la tarde, estando la gran meseta hácia 1 hora en la sombra del pico de Gouté, un termómetro libremente suspendido en el aire marcaba 5o, 6, el que estaba ligeramen- te cubierto de arena — i Io, 4 , y otro en la superficie de la nieve — 17°. Esta experiencia confirma las del Faulhorn. 25 friamiento tan notable del suelo por la noche es una prueba indirecta de su calentamiento por el dia: en efecto, es menester que este calentamiento sea bastante considerable para compen- sar la radiación de la noche, y elevar la temperatura media del suelo á más de la del aire. Por lo demás, cuando se refle- xiona en ello, este enfriamiento del suelo en una cumbre ais- lada, tal como la de Faulhorn, no tiene nada que deba admirar- nos. En una llanura, la tierra no está en contacto más aue con la capa inferior de la atmósfera: por el contrario, una cumbre se sumerje, por decirlo así, en el mar aéreo; está rodeada de una capa de atmósfera igual á su elevación sobre el país que la rodea; radia, no sólo hacia el zenit sino también lateralmen- te, según lodos los azi mu tes; y el aire enrarecido que la rodea favorece la emisión del calor. En una montaña elevada todo contribuye á su enfriamiento por la noche, y por el dia cuando el sol no la ilumina, y nada lo compensa, excepto el calenta- miento relativamente mayor que hemos indicado. Radiación de la nieve de las cumbres elevadas. Todas las observaciones que hemos referido se aplican al suelo de las montañas elevadas falto de nieve y cubierto de cesped; pero la radiación de la misma nieve es todavía más considerable. En verano se presenta la nieve de las montañas elevadas en dos estados. l.° En el de nevada , en cuyo caso derritiéndose por el dia, y después helándose por la noche, forma una superficie endurecida, por la cual puede caminarse sin hundirse en ella; pero cuando cae en cumbres bastante elevadas para que no pueda derretirse, queda en estado pulve- rulento, ó en forma de polvillo, y se mete uno en ella hasta las rodillas, como si se caminase por harina. Cuando hicimos nuestra última ascensión al monte Blanco, el 28 de agosto del año 1844, esía especie de nieve cubría las hicieras á contar desde 3470 metros, altura de la roca de la ílereux Retour , en que Saussure (1) puso su tienda cuando subió al monte Blanco: (í) Viajes d los Alpes, §. 1979. 26 esía nieve había caido la noche del lo al 16 de agosto; cubría la gran meseta en que permanecimos por espacio de tres dias después de haber bajado de la cumbre. La facultad emisiva de esta nieve pulverulenta era mayor que la de la pluma de cisne, porque mientras que el termómetro del actinómetro se mante- nía por término medio á 10°, 82 menos que el expuesto al aire libre, un termómetro echado en la superficie de esta nieve, y cubierto ligeramente por ella, marcaba 12°, 86 ménos que el que estaba expuesto al aire libre. Á media noche, en las cuatro noches del 28, 29, 86 y 81 de agosto, este termómetro bajó por término medio á —19°, 26, estando al aire á — 6o, 45. Los tér- minos medios generales del dia y de la noche nos dan á —4o, 52 para el aire, y — 9o, 9 para la temperatura de la capa de nieve á dos decímetros debajo de la superficie. A esta profundidad no subió nunca su temperatura á más de —8o, 2, y cosa muy singu- lar, en la superficie llegó sin derretirse á +1° el 31 de agosto á medio dia. Esta prodigiosa facultad radiante es un poderoso motivo de enfriamiento en las montañas elevadas, en que nieva todos los meses del año. No se han atrevido á calcular cuál debe ser en invierno la temperatura de esta nieve, cuando la del aire, por ejemplo, baja á — 36°. Si las proporciones son las mismas, la nieve en una noche tranquila y serena debe marcar en la superficie — 48°. La nieve pulverulenta enfria, pues, enormemente los cuerpos sólidos que toca el aire que la rodea, y hácia el cual radia. La nieve en copos que cae en el suelo, y que le cubre en el invierno en las regiones boreales, no tiene la facultad emi- siva que hemos comprobado respecto de la nieve pulverulenta de la gran meseta. Los meteorologistas de la Comisión del Nor- te (1) han demostrado que en Bossekop, la temperatura déla nieve no era más que Io, 5 ménos que la del aire. Aun teniendo en cuenta la diferencia de nivel de 8936 metros, que casi tri- plicaría la facultad emisiva de la nieve de las llanuras, esta fa- cultad no sería mucho ménor que la nieve pulverulenta.de las montañas elevadas, que los físicos colocaron en otro tiempo en- (l) Viajes d la Escandinavia. Meteorología , t. 3, p. 310. 27 tre los cuerpos más radiantes de la naturaleza. Esta clase de nieve cae también algunas veces en las llanuras á consecuencia de frios muy grandes; pero esto sucede rara vez, porque no nieva cuando el frió es intenso. En general la nieve está en copos, y á consecuencia de apretarse y derretirse parcialmente, pasa á un estado bastante parecido al del nevado de los Alpes elevados. 1 Enfriamiento del suelo y del aire de las montañas , debido á la evaporación. Siendo menor la presión en una montaña elevada que en la llanura, la evaporación es en ella más activa, suponiendo por otra parte iguales las condiciones. De Saussure lo ha de- mostrado experimentalmente (1) por medio de ensayos, cuyos resultados numéricos pueden impugnarse, aunque no la con- clusión general. Esta evaporación más activa es también una causa de frió para el suelo y el aire que está en contacto con él, y da lugar á un fenómeno muy raro en la llanura, frecuente en las regiones elevadas, y á que Pellier da el nombre de humo délas montañas (2). Cuando la tierra está húmeda, se ve que por decirlo así, salen de las faldas de la montaña brumas unas veces blanquecinas y otras grises, que se elevan en el aire como sise hubiera prendido fuego en algunos puntos. Aunque estas brumas se disipan en la atmósfera, continúan otras veces su- biendo, y formando verdaderas nubes. Las he observado con fracciones de saturación, determinadas por medio del psicró- metro, y que variaban desde 47 á 92 por 100. Peltier demostró que su producción iba acompañada de una fuerte tensión eléc- trica. En todo caso este humo es señal de una evaporación ac- tiva aun en un aire húmedo, y es infinitamente mayor cuando el aire está seco; pero en las montañas adquiere un grado de sequedad, que es muy raro en las llanuras. Veamos algunos O) Viajes d los Alpes, §. 2059, (2) Meteorología eléctrica, p. 31. » 28 ejemplos de ello. Los dias 4, 5 y 6 de agoslo de 1841 obser- vaba Bravaisen el Faulhorn, y yo en Brienz á orillas del lago: la fracción de saturación en la montaña descendió á 28; en Brienz no fué nunca inferiora 44. Desde el 21 al 24 de setiem- bre de 1844, el mínimo de humedad relativa fué de 52 en la montaña y 74 en el valle. La diferencia fué aún mucho más considerable en la gran meseta del monte Blanco y en Cha- mounix. En la gran meseta tuvimos un dia 13, mientras que en Chamounix fué el mínimo 30. Por término medióla hume- dad relativa del 28 de agosto al l.° de setiembre de 1844 fué de 38 en la gran meseta, y 82 en Chamounix. De estos números no puede deducirse que por lo común haya más sequedad en una cumbre elevada que en la llanura: así sucede casi siempre cuando se sube por una montaña en un hermoso dia de verano; pero cuando se permanece en ella, se ve que la humedad relativa es por lo ménos tan grande en la región de las nubes. Así desde el 21 de julio al 7 de agosto de 1841, la fracción de saturación fué 79 en el Faulhorn. To- mando la de las ciudades de Berna, Zurich, Ginebra y Milán, que explica bien el estado higrométrico del país llano que las rodea, hallé 77; por lo tanto, una humedad relativa, si no me- nor, por lo ménos igual. En resumen, no tenemos series psicro- métricas correspondientes bastante largas para poder decidirla cuestión: las hechas con higrómetros de cabello no pueden ser- vir, porque estos instrumentos no son comparables entre sí. Pero quedan demostradas dos cosas, la evaporación más activa en las cumbres elevadas cuando hace buen tiempo, y de aqui lo seco del aire, que no se nota en la llanura, y las saturaciones completas de este mismo aire como en el llano cuando llueve ó está la cumbre rodeada de nubes. En los últimos dias de 1844 empleamos el higrómetro químico de Mr. Regnault, compuesto de tubos en forma de U, llenos de piedra pómez empapada con ácido sulfúrico , y que comunicaban con un aspirador; hemos pues pesado la cantidad de vapor de agua contenido en el aire, y nos hemos cerciorado de que en ciertas nubes húmedas estaba el aire realmente sobresaturado. Enfriamiento debido á la dilatación del aire de las corrientes ascendentes. Este es un fenómeno que ha llamado la atención á lodos los mineralogistas, y que ya indicó Ducarla á fines del siglo pasado (1). Por las mañanas de los dias hermosos, al salir el sol, están los valles cubiertos de brumas, mientras que el cielo está sereno; poco después estas brumas, que primero están in- móviles, se ponen en movimiento, y suben á lo largo de las faldas de la montaña. Unas veces se disipan antes de llegar á la cumbre, de donde las miró el observador; otras llegan, la envuelven á su vez, y después se levantan por encima de su cabeza en forma de nubes. Estas brumas son arrastradas por las corrientes de aire ascendentes, que se establecen cuando el sol calienta el suelo de la llanura y las faldas de la montaña. El aíre en contacto con el suelo calentado se dilata, se hace es- pecíficamente más ligero, y sube á lo largo de los escarpes en que dan los rayos solares. Hemos visto frecuentemente este fe- nómeno, de Saussure en la garganta del Gigante (2), Kaemlz (3), Bravais, Pellier y yo en el Faulhorn. Augusto Bravais se ha ocupado de él en una comunicación (4) al Congreso científico de Francia del año 1841. El 2, el 5, y en particular el 7 de agos- ta, hemos visto subir nubes á lo largo de las faldas de casi to- das las montañas que divisábamos; por la mañana subían á lo largo de la vertiente oriental, y al medio día á lo largo del es- carpe occidental. A medida que el aire va elevándose así some- tido á una presión menor, se dilata y absorbe la cantidad de «► calor necesaria para esta dilatación; de aquí proviene una causa de frió, que los mineralogistas no han indicado todavía. Si no existiese, subiendo el aire caliente de las llanuras á lo largo de (1) Objetos de investigaciones extractadas de un manuscrito acerca de los aires. (. Journal de physique, t. 32, p. 72 y 89; 1788.) (2) Viajes dios Jipes, §.2063, (3) Curso de meteorología , trad. francesa, p. 114. (4) De las corrientes ascendentes déla atmósfera; 1842. 30 - las faldas de la montaña, las calentaría sensiblemente; pero lejos de esto , al dilatarse por sí mismo roba calor á los cuerpos que están al rededor, y lo aniquila, haciéndolo pasar al estado latente; de aquí el que se produzca frió. Si la porción del aire calentado subiese al medio de una atmósfera cuya temperatura fuese uniforme, la dilatación de la porción ascendente sería tan sólo función de la presión. Pero no sucede así: las capas por las cuales se eleva el aire caliente son cada vez másfrias, y este frió impide que el aire calentado se dilate, como lo verificada en un medio de temperatura uniforme; de aquí una menor producción de frió. Por otra parte, el aire se desliza á lo largo délas faldas de la montaña, que como hemos visto, tienen una temperatura mayor que la del aire ambiente. En contacto de estos escarpes sube el aire, se calienta, se di- lata, y este efecto compensa en extremo la contracción debida á la disminución de la temperatura de las capas atmosféricas. Someter al cálculo todas las causas complejas de enfriamiento, de calentamiento, de contracción y de dilatación á que se halla sometida una columna de aire que se eleva de la llanura á lo largo de la montaña, me parece cosa imposible; en el estado ac- tual de la ciencia no existen los mismos elementos de cálculo, pero á falta de experiencias debidas á los físicos, he querido formarme una idea del frió producido por la dilatación del aire, reproduciendo en lo posible las condiciones en que se encuen- tra una masa de aire caliente que se eleva en la atmósfera. A la atención del Dr. Mr. Berlín he debido la ventaja de utilizar los buenos aparatos de aire comprimido que estableció en Montpellier Mr. Tabarié. Cada uno de ellos se compone de un cilindro formado de placas de palastro clavadas: este cilin- dro tiene la altura de 2m,20 para un diámetro de lra,50: su ca- pacidad es de 4m,3 cúbicos: contiene, pues, 4300 litros de aire. Una puerta que se apoya en un reborde de goma elástica se cierra por la acción misma de la presión atmosférica interior; el cilindro está alumbrado interiormente por cuatro grandes ventanas, en cada una de las cuales hay sobrepuestos dos cris- tales gruesos. Una máquina de vapor hace mover la bomba que comprime el aire en el cilindro, y permite que aumente la pre- sión según se quiera: la llave para darle salida queda enton- 31 ces fuera del aparalo, y un manómetro permite ver á cada momento cuál es la presión del aire en el cilindro. Tenia yo, pues, á mi disposición un aparato que contenia un volumen considerable de aire, que podía dilatar lentamente, después de haberle comprimido 0'n,300 más de la presión atmosférica de 759 milímetros, término medio de las á que yo he operado (1). He aquí cómo procedía á la experiencia. Después de haber observado el barómetro para apreciar la presión atmosférica inicial, suspendía en el aparato, mirando á una ventana bien iluminada, un termómetro de bola muy pequeña , y dejando abierta la puerta, esperaba que la temperatura del aire inte- rior se equilibrase con la del aire de la gran sala, en medio de la cual estaba colocado el aparato. Igualmente tomaba la tem- peratura del aire exterior que la máquina de vapor cojia de lo exterior del edificio. Después me colocaba fuera del aparato, cerca de la ventana, detrás de la cual estaba colgado el termó- metro, y leia con un lente, de modo que pudiese apreciar per- fectamente las décimas de grado. Un ayudante estaba colocado cerca del manómetro del aparato, para advertirme de 50 en 50 milímetros el aumento de la presión. Yo marcaba la tempera- tura del aire interior un momento antes de que se empezase á comprimirle. Después poniendo en juego la máquina de vapor, se comprimía el aire, y anotaba la temperatura de 50 en 50 milímetros entre la presión media de 759 milímetros y la de lm,59. Esta operación duró por término medio 10,n 18s. Cuando llegó á la presión de 300 milímetros sobre la atmósfera, hice obrar suavemente la máquina con objeto de mantener por un momento la presión á lai,059, y dar tiempo al termómetro para que tomase la temperatura correspondiente (2); y después (1) Los extremos fueron 7 54 y 7 64 milímetros. (2) Para el objeto de esta memoria no tengo necesidad de discutir el aumento de la temperatura que resulta de la compresión del aire. Sin em- bargo, da lugar á algunas observaciones. El aumento de la temperatura, que es primero^rápido, disminuye cuando la presión ha llegado á 90 9 milímetros. Entonces intervienen de un modo sensible tres causas de en- friamiento: l.° el frió producido por el aire que se escapa inevitablemente por hendiduras invisibles, cuyas hendiduras existen porque cuando la má- abrí lodo lo ménos posible la llave que comunicaba con lo ex- terior. El aire comprimido se escapó, produciendo un pequeño silbido, y marqué la temperatura del termómetro contenido'en el aparato de 50 en 50 milímetros de presión desde lm,059 basta 159 milímetros. Esta operación duró por término medio 21m 36s. Dejando así que se dilatase el aire lentamente, trataba de imitar en lo posible la dilatación gradual de cierta masa de aire que se elevase á lo largo de las faldas de una montaña, ca- lentadas por el sol. La tabla siguiente demuestra que la dilatación del aíre, cuya presión desciende lentamente desde lm,059 á lm,009, pro- duce un frió considerable, que reduce desde luego este aire á la temperatura inicial, y después hace bajar todavía más su temperatura, pero el frió producido no es proporcional á la dis- minución de la presión, sino que es tanto menor, cuanto más se aproxime á 759 milímetros. Siendo la temperatura del aire comprimido inferior á la del aire de la sala que rodea al apa- rato, á contar desde los 959 milímetros de presión, he tratado de averiguar si el aire exterior calentaría el contenido en el aparato. Tenia tanta mayor razón para temerlo, cuanto que las paredes del cilindro son de palastro grueso, forradas única- mente por su interior con papel. Por otra parte, el considera- quina cesa de obrar desciende la columna manométrica, aunque con mucha lentitud; 2.® la influencia del aire de la sala, que habiendo conservado la temperatura inicial está más frió que el aire calentado por la presión en lo interior del aparato, y que obra en él atravesando las paredes metálicas del cilindro; 3.° la de las paredes metálicas del aparato. La acción de estas tres causas reunidas llega á ser tan eficaz que acaba por anular el efecto calo- rífico de la compresión del aire, por producir en la mayoría de los casos un descenso de temperatura entre ím,009 y im,059 de presión atmosfé- rica. Para eliminar la influencia del aire de la sala, que estaba 2 ó 3 grados más frió cuando la presión llegaba á 909 milímetros, rodeé el apa- rato con colchones de lana: el termómetro interior bajó no obstante 0o, 2 mientras la presión aumentaba desde im,00 7 á im,0&7. En esta espe- riencia no podía atribuirse tal descenso á la influencia del aire que rodea- ba al aparato, sino únicamente á la conductibilidad délas mismas paredes metálicas que se recalientan rápidamente á espensas del aire comprimido. 33 ble volúmen del aire (4300 litros) me lo aseguraba. Pero para resolver definitivamente esta cuestión en la décima experien- cia, rodeé el aparato con 10 colchones de cama, que evidente- mente se oponían á toda influencia del aire exterior. El enfria- miento total de 6o, obtenido en esta experiencia entre las pre- siones de lm,057 y 757 milímetros, representa poco más ó ménos el término medio 6o, 31 de las 13 experiencias, cuyos resultados numéricos deduzco. Puede, pues, despreciarse per- fectamente la influencia del aire exterior; pero no sucede lo mismo con la de las paredes metálicas, cuya temperatura es la del aire que rodea el aparato. En virtud de su conductibilidad enfrian el aire interior cuando aumenta su temperatura con la presión, y le vuelven á calentar cuando disminuye su tempera- tura con la presión. Esta influencia es continua, permanente, y tanto más marcada, cuanto que la temperatura del aire di- latado dista demasiado de la temperatura inicial, que es la de las paredes metálicas. Para librarme en lo posible de esta in- fluencia hice dos experiencias, abreviando considerablemente el tiempo en que se dilata el aire interior: para esto abrí com- pletamente la llave de salida cuando la presión estaba en su máximo; se escapó el aire bruscamente, en el aparato quedó una ligera niebla, V el termómetro bajó ÍT, número que no se diferencia más que 0\3 de la temperatura media de las 13 ex- periencias en que fué tan lenta la salida del aire como lo per- mitía la estructura de la llave. La tabla siguiente contiene las temperaturas que obtuve en las 13 experiencias. TOMO XI. 3 34 ©S fc® k—U M CO fc® fc® J¡^ h“i* 3 C o° cu ¡a- cl c: ® o 3 3 3 o* o" o' ^ C Cu ® G © ® O 5-- 3 3 ¡© 3 2 3 3 5 ¡3 « es ü ¡a cj ¡c.6^ *-< *- ! fc® l® t® fc® fc® t”s* S”^» fe**4 fc® fc® t=U - ! ®W^i'SWCOOOOCOOCC®l« 23 = ©2 I fc® cc C® fc® fc® fc® fc® fc® K»¿» fc© fc© N=^ o^t:w^©ccc^^bs e®_ WÍ W®C50l«05S5C5®l!®© fc® fc® fe* c® QC fc® c® L® c® c® CS t® fe® *e ©2 <© fc® fc® l® o an>' oe V* ©c «3 fe® ©2 L® oc ~=¿ fc® <^1 ©S C®fc®fc®í®fc®fc®fc®fc®fc®fc® 5>£)k=^^ ^ CÍ 3 ^ ©í ^ O O fc© C® C® ©2= C® **-3 ©® ©V Bsas*i ©S ©G >®J v® C®fc®fc®fc®l®fc®í>©fc®ts£it®fc®te=^^ fc®es»^3c®csfc®‘-=i.fc®f*cAí®fe®c® ©:_ o*©i4“¿!‘i®fe*^fc©»^a<©>>“ík©sG©£SfeC® fe® fc® fc® t® fc® fc© fc® fc© fc® fc® t® ^ {.-©wjíjüfcasj^^^t^i^^e® &ir O fc® fc© -~1 L® csfc®®®?0“^0©^* c® fc® t® fc® t® t® fc® t© i® fc® fc® -» tori*c-J»®í®sesfc©t®fc©'““;-=^^£® ©?c ® 05 O fc© ® 3 © fc© ® ® 03 C© fc® fc® fc® fc® fc® fc® fc® fc® ^>4©Üí©fcSl®!«-' fc© fc® )£»?^ 3 CO 3 *J fc® -J C5 3 CC O «© O fc®fc®í®fc©fc®fc®fe^'=^fe^ oc W bfe. t® ® ® se se fc® c® O fe» fe# fe» V» ©©©WfelW^WW o o© «®r fc®fc®fc®fc®fc®i==^fe^N»u'»=^ *>J fe® t® o «=— gc oc es -3 - i o ¡i2fe.Ot&fef^?3fe-kfc®£® fc® fc® fc® fc® fc® t*53^ k“ir felt«b®©©*4«J© © fc® >©I Ó í® C® fc® fc® fc® fc® fc® N™4 fejfc®t®oo3ses®5®i ^ ^ J\¡£,) Kgj fes=si k*a»^ N^i fcS® © QO W © < Ti c© fc® 5® fc® ■-* fc® b=-= uu» feJ ^ ^ © © CG © 'ÍN *-^0©»J^Jtfs<.»Jl®C®0© prr-^ taSf-^1 ©S; =®3 O »-3. ^ j M ' fc®fc®'e=^^ ©^^.[«^©©©©©©bS c® ©W^fc«.fc8^W©W^OWlf^ ©® É-o bc^ \ O ®S - / ¡*3 V U M /-T ^ — - Tabla de las elevaciones de temperatura del aire por presiones que aumentan de 50 en 50 milímetros desde 759 milímetros hasta lm,059, y de su enfriamiento 3 siendo sucesivamente la presión de lm, 059 á 759 milímetros. 35 Aunque se hayan hecho estas observaciones con todo el cui- dado imaginable, de ningún modo tengo la pretensión de aseme- jarlas á las rigurosas experiencias, con cuyo auxilio determinan los físicos el calor específico de los gases; pero obrando en un volumen considerable de aire que se dilatase lentamente á me- dida que disminuye la presión, he reproducido en lo posible lo que sucede en la naturaleza, y creo poder deducir de aquí que el aire caliente de las llanuras, al dilatarse y elevarse en las montañas, es una de las causas de enfriamiento de las capas su- periores de la atmósfera: así cierta masa de aire, cuya presión disminuye desde 300 milímetros, ó en otros términos, que sube á unos 4000 metros sobre el mar, se enfria lo menos 0o, 3 ó 1 grado en cada 635 metros: en efecto, mis experiencias no pue- den dar más que un mínimo. Aunque el termómetro tuviese bola muy pequeña, y por consiguiente muy sensible, y aunque por término medio trascuriesen 3in 36s para que disminuyera la presión 50 milímetros , sus indicaciones estaban retardadas respecto de los descensos de la temperatura del aire dilatado, y al fin de 1a. esperiencia su mínimo, cuando la presión bajó á 759 milímetros, se encontró que era mayor que la del aire que había tenido tiempo de calentarse sensiblemente; luego para una diferenciado 300 milímetros de presión, debe ser más con- siderable el enfriamiento. Este motivo de error puede agregar- se al que es debido á la influencia de las paredes metálicas, porque obra como esta, haciendo bajar el máximo de calor de- bido á la presión, y aumentando el mínimo de temperatura, de- bido á la dilatación; pero como ya hemos dicho, la temperatu- ra cada vez más baja de las capas atmosféricas que atraviesa el aire ascendente disminuye esta dilatación, enfriando por contac- to la masa de aire caliente, y quizá el número 6o, 3 no dista mucho de la verdad. Mis amigos MM. Favre y Silbermann han hecho experien- cias análogas á las mías: sus resultados se hallan consignados en los Anuales de Chimie et de Physique, 3.a serie, t. 37, p. 478, y en el Tratado de física de Mr. Deguin, t. 2, p. 61. Emplea» bao un cuerpo de bomba, en cuyo interior estaba un termóme- tro de Bregue!, y comprimían ó dilataban bruscamente el aireen el cuerpo de bomba. Sus experiencias se complican, como las 36 mias, por la influencia de las paredes metálicas del aparato; sin embargo, nuestros resultados van bastante acordes: bajo una presión comprendida entre 1 atmósfera y atmósfera y media, hallan que el aire se enfria 2o para una disminución de presión de 100 milímetros; para la misma disminución de pre- sión halló un descenso de temperatura de 2o, 1. Por otra parte, Mr. Wolf, profesor de física en la facultad de Ciencias de Montpellier, se ha prestado á ruego mió á calcu- lar cuál sería teóricamente el enfriamiento del aire para una disminución de presión de 100 milímetros: halla un descenso de temperatura de 3o, 7, número mucho mayor que los obteni- dos por MM. Favre, Silbermann y yo. En resúmen, siendo el descenso medio de la temperatura respecto de la altura de 1° centígrado para 180 metros, la fracción debida á la dilatación del aire sería 0o, 32, según las experiencias de MM. Favre, Silbermann y las mias; subiría á 6,o9 según los cálculos de Mr. Wolf (1). CAUSAS FISIOLÓGICAS DEL FRIO ESPECIALES A LAS MONTAÑAS ELEVADAS. La sensación de frió que experimenta el hombre depende de causas físicas y fisiológicas: unas son comunes á las llanuras y á las montañas, pero no hablaré de ellas. Mr. Gavarret ha tra- tado este asunto (2), y por otra parte también yole he desar- rollado (3). Deseo únicamente llamar aquí la atención de los sabios hacia algunas causas fisiológicas de enfriamiento res- pecto del hombre y de los animales, cuyas causas no obran más que en las montañas elevadas. El hombre colocado en una cumbre elevada se halla ex- (1) La diferencia de nivel correspondiente á una disminución de pre- sión de 10 0 metros se refiere al grado 45 de la latitud, y se tomó en la Tabla hypsométrica de Mr. Delcros. (Jnnuaire metcorologiqw de la Fran- ce , t. 1, p. 53? 1849.) (2) Bel calor producido por los seres vivos , p. 100. (3) Del frió termométrico y de sus relaciones con el frió fisiológico. ( Memorias déla Academia de Montpellier , t. 4» P» 257 1859.) 37 puesto á todas las causas de frió termométrico que nemos indi- cado: l.° el escaso calentamiento del aire enrarecido, bien di- rectamente por el sol, ó indirectamente por el suelo; 2.° la ra- diación nocturna ó diurna tan intensa que hace bajar mucho la temperatura de uno y otro; 3.° la dilatación del aire que se eleva de la llanura á lo largo de las faldas de la montaña; 4.° la evaporación activa del suelo. A estas causas de frió ter- mométrico debe añadirse la mayor de todas ellas, que deter- minan la sensación fisiológica del frío, la agitación del aire. Si el aire está rara vez inmóvil en la llanura, se puede decir que casi nunca lo está en las cumbres aisladas de las mon- • tañas. En los dias más tranquilos de la llanura reina un viento muy fuerte en las cimas. Así es que en Chamounix, en los buenos dias de verano, cuando no se mueve una sola hoja en el valle, se ve que la nieve la lleva el viento del N. O. en la cumbre del monte Blanco; entonces dicen que fuma, y es un signo de buen tiempo. Se me permitirá referir con este motivo un recuerdo, al que se refiere el de los dos amigos MM. Bravaís y Lepileur. El 29 de agosto delaño 1844 subíamos desde la gran meseta hacia la cima del monte Blanco (1) por un callejón de nieve, en el que nos habíamos resguardado completamente del viento del N. E., que soplaba por ráfagas. No experimentamos ninguna sensa- ción de frío, sino únicamente la sofocación y dejadez debidas al enrarecimiento del aire, porque estábamos en una región comprendida entre 4000 y 4800 metros. Al llegar á las Rocas Rojas , á unos 4000 metros, nos vimos expuestos bruscamente á una ráfaga N. O. Experimentó la earabana una sensación tan viva y repentina de frió, que nos parecía que el viento se ha- bía llevado todos nuestros vestidos, y sin embargo, sólo había arrebatado algunos sombreros. Felizmente se calmó este viento cuando llegamos á la cima- del monte Blanco, sin que nos hu- biera costado trabajo hacer nuestras experiencias, porque la temperatura del aire era — 8°,0 á la sombra, y —6o, 3 al sol; la (i) Véase esta narración en el periódico la Ilustración del 5 de octu- bre de 1844, y un estudio acerca de los efectos fisiológicos que experi- mentamos, en la Revue medícale , nueva serie, t. 2, p. 55 y 196; 1845, 88 nieve, por la cual caminábamos, marcaba — 8°,0 en su super- ficie, y — li°,0 á 2 decímetros de profundidad. Estas bajas temperaturas de la nieve, por la cual se camina á alturas ma- yores de 3000 metros, son una poderosa causa de enfriamiento. En la nevada en que los pies no se hunden, puede soportarse la sensación de frió; pero no sucede lo mismo cuando se intro- ducen en la nieve fina y polvorosa de que antes hemos habla- do. Así es que en la gran meseta del monte Blanco, á 8980 me- tros sobre el mar, su temperatura á 2 decímetros no fué nunca X mayor de —8o, 2, y por la noche bajó á ménos de — 10°. Fácil es concebir cuánto deben enfriarse los piés cuando se sube con tanta lentitud, hundiéndose á cada paso en una nieve cuya temperatura es tan baja. Los dedos se hallan comprimidos por el cuero helado de los zapatos, y experimentan una sensación de frió, que es un verdadero padecimiento: algunas veces llegan á helarse, y este es el peligro mayor que hay en las ascensio- nes á las montañas elevadas. A Mr. Tilly se le helaron varios dedos de los piés cuando subió al monte Blanco el 9 de octu- bre de 1834. No se necesita mucho tiempo para notar los pri- meros síntomas; asi el 30 de agosto de 1844 por la tarde subía yo con Augusto Bravais al pico de Gouté, y estábamos á 120 metros sobre la gran meseta de nieve, donde íbamos; á poner nuestra tienda , ó á 4050 metros sobre el nivel del mar. Permanecimos en ella desde las oh 30ra hasta las 7h 4om: Bravais estudiaba, por medio del teodolito, los fenómenos cre- pusculares (1); yo escribía loque me dictaba; pero teniendo cuidado de dar patadas en el suelo para impedir que los piés se me enfriasen completamente. La temperatura del aire varió de —4o, 8 á —6,3, la de la nieve era de— 9°,0, Bravais no sentía sus dedos; estaban fríos y blancos como la cera, pero hicimos recobrar la circulación y el calor frotándolos con nieve y después con lana. Es sabido que ocurrieron muchos casos de conjelacion en las extremidades de- lante de Sebastopol en los dos inviernos que los ejércitos aliados pasaron ante esta nueva Troya. Tampoco son raros en Africa (l) Anuario meteGY ológico do Francia de 1 858, p, 2í8. 39 cuando atraviesan cuerpos de ejército las mesetas ó gargantas de las montañas cubiertas de nieve. En este caso la nieve der- retida es todavía mas peligrosa que la pulverulenta. En efecto, al pasar del estado sólido al líquido, absorbe como es sabido, la nieve el calor de todos los cuerpos que están en contacto con ella; este calor de fusión se hace latente, y de aquí resulta un enfriamiento continuo de los piés del peatón. La nieve derretida tiene todos los inconvenientes del frió húmedo; es buena con- ductora del calor, mientras que la nieve pulverulenta no lo es; penetra los calzados más impermeables, y produce todos los fu- nestos efectos déla aplicación del frió húmedo á las extremida- des inferiores. El barro de las grandes ciudades del N. reprodu- ce en pequeño estos efectos, excepto que no obra más que por su temperatura, su conductibilidad y su fusión propias, mientras queia nieve derretida roba incesante é inevitablemente el calor á los cuerpos que estén en su contacto. Hemos visto que las alternativas de sequedad y humedad eran mucho mayores en las montañas que en la llanura. Las sensaciones que se experimentan en medio de una nube son las del frió húmedo que resulta de la impresión en la piel de un aire saturado de agua, y de la mejor conductibilidad que tiene este aire para el calor; de aquí un frió fisiológico muy notable. En el caso de gran sequedad, se evapora rápidamente la tras- piración, y de aqui el percibirse frió. Si la sequedad es exce- siva se abren la piel y los labios, y se producen en la cara li- geros eritemas, que causan una consecutiva descamación. Hablemos ahora de las causas fisiológicas de frió especiales á las montañas elevadas. El acto de subir ó bajar, mucho más fatigoso que la marcha por un plano horizontal, produce más pronto la sofocación, y por consiguiente la necesidad de parar. Un hombre que quiera entrar en calor, moviéndose, no tratará de trepar poruña mon- taña; preferirá un camino llano con objeto de caminar pronto y mucho tiempo, porque subiendo una cuesta, tendría que pa - rarse de cuando en cuando. Estas paradas que ya son frecuentes en las montañas bajas, suelen serlo mucho más cuando se sube á grandes alturas. Todos saben, en efecto, que á elevaciones que varían según los individuos desde 2000 á 4000 metros se em- 40 piezan á experimentar sensaciones penosas, á saber: un gran anhelo acompañado de cefalalgia, de propensión á dormir, de náuseas, y de una gran dejadez (1). Este es el fenómeno llamado mal de montaña , resultado complejo del cansancio, de la disminución brusca de presión, pero especialmente del enrarecimiento del aire. En efecto, los fisiólogos admiten que el hombre introduce, por término medio, medio litro de aire en sus pulmones en cada inspiración; el oxígeno de este medio litro de aire se combina con la sangre. A orillas del mar, á la presión de 760 milímetros de mercu- rio, pesa medio litro de aire 6§r,65, y contiene en peso Os1 2 3 4’, 16 de oxígeno: á una presión menor, por ejemplo, la de 475 mi- límetros á la que estuvimos sometidos por espaéio de tres dias en la gran meseta, el volumen de aire inspirado es el mismo, pero su peso no, porque se reduce á 0sr,40, y el del oxígeno que contiene este medio litro no es más que 0sr,10, y en la cumbre del monte Blanco, á la presión de 420 milímetros, es 0sr,09. La oxigenación de la sangre, y por consiguiente la ca- lorificación, son menores que en la orilla del mar, por el sólo hecho de que la cantidad de oxígeno introducida en el pulmón es mucho menor. La respiración es ménos perfecta, exactamen- te lo mismo que sucede en un aire viciado, en que la propor- ción de oxígeno sea más escasa que en el aire normal. Esta causa, enteramente física, la habían ya indicado vagamente Halle (2), Lombard (3) y Pravaz, hijo (4). Lo atribuyólo mis- mo que ellos á los síntomas de anhelo que se observan en las ascensiones bruscas á las montañas elevadas. Cuanto más acti - vas sean las funciones respiratorias, tanto menor impresión re- ciben los individuos, y pueden subir alto, sin experimentar (1) Véase sobre este asunto á Lepileur. De los fenómenos fisiológi- cos que se experimentan al subir á cierta altura en los Alpes. ( Revue medícale , 2.a serie, t. 2, p. 55 y 311; 1845: y Mayer Ahrens, Die Berg~ krankrert; Í8 56.) (2) Diccionario de Ciencias médicas, art. Aire, t. 1 , p. 248. (3) Los climas de las montañas , p. 45} 1858. (4) De los efectos fisiológicos y de las aplicaciones terapéuticas del aire comprimido , p. 10} 1859. 41 malestar. En aquellos en que funcionan completamente el co- razón ó el pulmón empieza el anhelo á alturas pequeñas. Al- gunas personas que padecian males crónicos del corazón, asma ó tubérculos pulmonales se ahogaron al atravesar el San Ber- nardo (2472 metros), y aun el Simplón (2005 metros). En vano se objetada á esto que en las montañas elevadas el número de inspiraciones suple á la menor proporción de oxígeno del volumen del aire inspirado. El quehayaexperimentadopor sí mismo las ins- piraciones cortas, precipitadas, sin la conveniente ampliación del tórax, que acompañan á la respiración cuando se verifica una ascensión, podrá conservar la idea de que estas inspiraciones sucesivas no pueden tener el efecto calorífico de las inspiracio- nes regulares. Así es que cesa el anhelo en el momento en que se paran, y una respiración regular, aunque más frecuente que en la llanura, suple en parte á la menor cantidad de oxígeno; y digo en parte, porque para poder suplirlo totalmente se ne- cesitada, por ejemplo, que en la meseta, el número de inspira- ciones fuese al de la llanura como 8:5: es decir, inversa- mente proporcional á las cantidades de oxígeno inspiradas. Pero no sucede así; la aceleración en estado de reposo no llega cier- tamente á un tercio de más. La menor oxigenación de la san- gre no está pues compensada por la frecuencia de las inspira- ciones, y viene á ser una causa fisiológica de frió especial á las regiones elevadas, y probablemente la principal de todas las que producen los síntomas conocidos con el nombre de mal de montaña. ¿Cómo sucede la muerte por efecto del frió? Muchas veces he sufrido el mal tiempo en las hieleras y los campos de nieves perpétuas de ios Alpes y del Spitzberg: he leido y oido bastantes relaciones de estas muertes trágicas, para poder formar de ellas una idea. Figuraos un viajero ais- lado, ó una pequeña caravana que quiera atravesar una de esas gargantas cubiertas de nieves perpétuas que conducen desde el Yalaisal Piamonte ó desde Francia á España. Estamos en invier- no, á principios de la primavera, ó á fines del otoño: el camino es largo, el tiempo incierto, los viajeros no están perfectamente familiarizados con el pais, y se ponen en marcha: el cielo se cu- bre de nubes, que bajando poco á poco los envuelven en una niebla espesa: caminan por la nieve, siguiendo las huellas de los pasos de los viajeros que les han precedido; pero bien pronto se cruzan oirás huellas, con las que les sirven de guia, ó la nieve que ha caldo recientemente ha borrado su impresión. Se detie- nen, vacilan, vuelven atrás, se dirijen unas veces hacia la de- recha, otras á la izquierda, se orientan por una cima que per- ciben entre la niebla. Sin embargo, empieza á caer la nieve no en copos como en la llanura, sino granujienta, seca, pare- cida al granizo; arrastrada por el viento penetra hasta la piel, atravesando los vestidos más cerrados, y azotando incesante- mente la cara, produce un aturdimiento permanente, que bien pronto se convierte en vértigo. Entonces el pobre viajero, he- lado, perdido, cansado, sin ver á dos pasos de distancia, se siente acometido de una necesidad irresistible de dormir: sabe que este sueno es la muerte, pero perdido y desesperado busca a tientas alguna peña, y abandonándose á sí mismo, por decirlo así, se echa para no volverse á levantar. Su pulso disminuye poco a poco, como si estuviera aletargado, y muere de frió, como se muere de inanición. La energía moral es en estos mo- mentos el único medio de salvación; es necesario á toda costa resistir el sueño, caminar, dar con los piés en el suelo, apretar los brazos contra el pecho, combatir en una palabra el frió por la acción muscular. Santiago Balmat, que fué el primero que en 1786 subió al monte Blanco, lo sabia muy bien. Ha- bía llegado solo á la gran meseta á 3930 metros, donde le sor- prendió la noche. Subir á la cima en medio de la oscuridad era imposible; volver á bajar también: tomó, pues, valientemente el partido de pasearse á lo largo y á lo ancho por la nieve hasta que llegó el alba. En nuestras dos primeras tentativas para llegar á la cima del monte Blanco, el l.° y el 8 de agosto de 1844 llegamos a la gran meseta, y colocamos nuestra tienda en la nieve. El l.° de agosto la abundante caída de la nieve nos obligó á volver á bajar; la segunda vez sufrimos por la noche una furiosa tem- pestad; las ráfagas de viento amenazaban arrebatar la tienda, que se hinchaba como una vela; á cada momento creíamos que se la llevaba. Felizmente Mr. Bravais ideó echar agua en los piquetes que habíamos clavado en la nieve, y esta agua que 43 se había helado los sostenía fuertemente. Un bastón de hierro clavado en la nieve á alguna distancia nos servia de parara- yos, porque nos rodeaban relámpagos .acompañados de truenos secos nada prolongados, prueba evidente de que nos hallába- mos en medio de la nube eléctrica. Discutíamos con nuestros guias acerca de la conducta que deberíamos seguir si fuese arrebatada la tienda. La nieve que formaba torbellinos al rede- dor de la misma no permitía orientarse; pero al llegar á la gran meseta, habíamos atravesado un hueco ancho de cerca de 3 metros de profundidad. Por medio de la brújula sabíamos en qué dirección se hallaba, y allí debíamos refugiarnos, y estre- chándonos unos al lado de otros, hubiéramos pasado la noche pateando hasta que hubiera llegado el día. Felizmente se sos- tuvo la tienda, y no necesitamos recurrir á este medio extremo de salvación. Así es que para luchar contra el frió en las cir- cunstancias más desfavorables en que pueda hallarse el hombre, la experiencia está conforme con la fisiología para demostrar que la juventud, una buena alimentación, el ejercicio muscu- lar, y la energía moral son los medios por los cuales puede com- batirse y vencerse uno de los más terribles enemigos con que tiene que luchar en la fierra. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de diciembre de 1860. En la 1.a década de este mes no hubo un solo dia despe- jado, y, salvo el 5, anubarrado y húmedo, y los 9 y 10 varia- bles y nada gratos, en todos los demás llovió repetidas veces, aunque no con excesiva abundancia, soplando de continuo en el mismo período vientos fuertes, casi siempre del S. O. ú O., ménos en los dias 2 y 5, que fueron bastante apacibles. La temperatura en tanto se conservó elevada y constante, no ba- jando ninguna media de 6o, 7 (dia 7), ni elevándose la mayor de esta clase sobre 10°, 6 (dia 6), ni pasando tampoco la máxi- ma oscilación diaria á la sombra de 10 ,6, también correspon- diente á la última fecha señalada. En la 2.a década se contaron el 12, despejado, tranquilo y 44 grato; los 16 y 17, igualmente despejados, pero muy fríos, los 11, 14, 15, 19 y 20, variables; esto es, con bastantes nubes y vientos fuertes, ya del N. O. al principio, del N. E. luego, y al fin del S. 0.; y los 13 y 18, encapotados y tranquilos , y en algunos momentos lluviosos. En los 5 dias del 14 al 18, ambos inclusive, amaneció el suelo cubierto de abundante escarcha, y en la noche del mismo 18 y madrugada del 19 nevó, aunque débilmente. Como queda ya con esto último indicado, la tempe- ratura disminuyó desde el 11, en que fue la media de 9o, 9, hasta el 18, en que llegó á —0o, 8 , siendo también en esta 2.a década las oscilaciones diarias un poco más fuertes que en la anterior. En el 3.cr período del mes la atmósfera se encapotó de nuevo aún más que en el primero, arreciaron considerablemente los vientos del S. y S. O., y sólo dejó de llover en los dias 22 y 31, los cuales, sin embargo, adolecieron de muy húmedos y nebulosos. Los dias en que más agua cayó fueron los 24 y 25 por la mañana; y los de viento mas fuerte estos mismos y los cuatro siguientes. Ademas nevó, aunque poco, en los dias 22 y 23, en que por excepción reinaron vientos del N. E., y fué muy baja la temperatura. Esta se elevó luego hasta 12°, 9 y 12°, 6, términos medios, en los dias 28 y 29, oscilando entre límites estrechos durante toda la década, raénos en los dias 24 y 26, en los cuales pasó de 11° la variación diurna. Del 30 de noviembre al 3 de diciembre inclusive la co- lumna barométrica descendió de continuo hasta 12mm, por tér- mino medio, coincidiendo con esta baja la 1.a época lluviosa del mes; subió 7ram,5 en los dias 4 y 5, no tan húmedos ó pro- pensos á la lluvia como los precedentes, y volvió á descender 1 4ram,5 hasta el 8, adquiriendo una altura media de 689mra,69 en este día, que, como los dos anteriores, fué bastante lluvio- so. En los 9 y 10, señalados ya como variables y revueltos, ganó aquella columna 16mm,5 en altura, midiendo en totalidad 707ratu,22; se mantuvo casi estacionaria en los 11 y 12; del úl- timo al 13, muy húmedo, tranquilo y con vientos alternados del N. E. y S. E., descendió cerca de 5mm; y así continuó hasta los 19, 20 y 21, muy ventosos y húmedo el tercero, en que experimentó dos oscilaciones, la primera en alza, y luego 45 otra en sentido contrario casi de la propia amplitud. Del 21 al 22 giró el viento al N. E. y el barómetro experimentó lina pequeña subida , seguida el 23 y 24 , muy húmedos y ventosos, de un descenso considerable de más de 13mm, término medio. Y del 25 en adelante la columna de mercurio fué siempre subiendo, excepto en el 27, en que sufrió un pe- queño alto ó retroceso, sin que por eso se despejara la atmós- fera, disminuyera sensiblemente la temperatura, ni cambiara la dirección del viento, ó amenguara mucho su ímpetu. El único hecho que con esta subida del barómetro coincidió, fué la disminución de la lluvia, reemplazada por densas nieblas en ambos crepúsculos de mañana y tarde, y que á todas horas limitaron considerablemente la vista del horizonte. Las mayo- res oscilaciones diarias, respectivamente de 8mm,48, 8mm,21 y 12ram,02, y en alza todas, correspondieron á los dias 9, transi- torio de un estado de lluvia á otro de agitación atmosférica; 19, también más despejado y revuelto que el anterior; y 25, muy lluvioso por la mañana y despejado por la tarde y noche. BAROMETRO. 4 .* década. 2.a ó* Am á las 6 iú ni m 700,20 mm 704,02 mm 703,42 Id. á las 9 700,55 704,71 703,98 Id. á las 1 2 699,98 704,89 704,02 Id. á las 3 t 699,39 704,00 703,84 Id. á las 6 . 699,79 704,32 704,06 Id. á las 9 n 700,04 704,56 704,23 Id. á las 12 700,18 704,51 704,08 Am por décadas mm 700,03 mm 704,86 mm 703,95 A. máx. (dias 10, 12 y 31) 707,71 709,39 714,26 A. mín. (dias 8, 18 y 25). 1 687,59 699,02 689,25 Oscilaciones 20,12 10,37 25,01 Am mensual. » mm 702,82 Oscilación mensual » 26,67 J » 46 i TERMOMETRO, .n década. 2.* 5.a ^ á las. 6 m • . 6°, 6 0°,6 5“,7 Id. á las 9 o 7 ,5 1 ,9 6,8 Id. á las 12 | 9 ,8 4 ,o 8.7 Id. á las 3 l | 10 ,0 5 ,9 8,9 Id. á las 6 j 8 ,o 3 ,4 7,5 [d. á las 9 n ¡ 8 ,1 2 ,1 7,0 id. á las 12. ........ 8 ,0 1 ,8 6,9 Tm por décadas . . 8o, 4 2°. 9 7o, 4 Oscilaciones 13 ,4 17 ,3 1 8 ,4 T. máx. al sol (dias 6, 16 y 28). ... . 18°. 1 21°, 1 17°, 8 T. máx. á la sombra (dias 6, 11 y 29).. lo ,6 12 ,9 16,2 Diferencias medias 2 ,5 8 ,2 1,6 T. mín. en el aire (dias 9, 18 y 22). 2o, 2 —4°, 4 —2o, 2 Id. por irradiación (dias 9, 18 y 23). . 1 ,8 —8 ,2 —6,8 Diferencias medias 0 ,4 3 ,8 4,6 Tm mensual » 6o, 2 » Oscilación mensual . 20 ,6 » PSICROMETRO \ * década. • 2.a 5 3 Hm á las 6 m 94 95 95 Id. á las 9 90 87 96 Id. alas 12. » ...... ............. 81 76 89 Id. á las 3 t 83 75 88 Id. á las 6 93 79 94 Id. á las 9 n 94 86 92 Id. á las 12 89 87 94 Hm por décadas. ................. 91 84 93 Hm mensual » 89 » 47 ATMOMETRO. E[r por décadas — E. máx. (dias 3, 1 1 y 23 j. ......... mm 0,8 mm 0,8 mm 0,5 2,0 1.9 0,9 E. mín. (dias 1 , 17 y 26) 0,0 0,4 0,0 Em mensual. )) ¿5B3S8iEií3Z8&BSB52Mj mm 0,7 » PLUVIMETRO. Dias de lluvia ................ 17 Agua total recogida. . 67rom,6 Id. eo el dia 24 (máximum) ..................... 20 ,2 ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. N. ........... . 6 horas. S 51 N. N. E. ...... . 12 S. S. 0 54 N. E. ..... . .. 112 S. 0 . ........ o 152 E. N. E.. ..... . 36 0. s. o. ........ 135 E 16 0 ....... 66 E. S. E. ...... . 2 O. N. 0 61 S. E. . . . . - . . 13 N. 0. ........ . 9 S. S. E ... 8 N. N. 0 ... 11 48 ■ ¡u Cu o. ® ® eT B H-U D b su su B su. & en * O M • Oj 1—1 ÍE su SU o 2. o' SU p • • o 5 o B en fl su X B B su su Cl su B su -* ©o r* SU •-Í Eu C6 f— i t" i ¡> • • e-í* B B 2 t— s J»* ^ 5.* R BBS SU Su & 5" o s en £2 su 50 H* OT lO W Oí *>í Oi o «^ « to o ^ s> V* oí a ^ o os --* t© 4© 5© — s* s* <4 U a ijí. O SOí o Enero. <1 “> W ^ Oí 4© --4 O 40 1© t© rfs-. ^3 CO S W Febrero. *4 ^ tefe (O OI M 05 W « O >í. O O! i!» W 05 S W 05 40 Marzo. 761,79 770,1 748,9 21,2 0,32 29 4 i Abril. ”«4 r4 ~4 »“* t© tí ín S O) ce i-> © -*■ oo © so w o so) m Ot Mayo . ^4 w 1 »■ a os o eO O O VX 03 oo w» \( >J St V. tO W 05 O C3 ES Junio. 763,73 768,9 760,0 8,9 0,62 1 7 Julio. ~<¡ h* i-fe t-i ©t es os M © © 05 50 CO bO ono w w « —5 5© Agosto. 761,84 768,7 752,4 16,3 0,61 6 27 Setiembre. S M i=fe t© ©tt oí te* OO C© o Os O! © 05 50 O) 05 OJ Oí 4© Octubre. “S v.1 “O to te* lO jí' S 05 -5 O © C5 W O S oí os -a o <1 El P3 *-«3 es- as S cd *“8 s= •—a M 5© > 2 O O H O 2» O Resumen de las observaciones meteorológicas efectuadas en Bilbao en el año 1860. 49 •9jqcn3¡A0\] c* có 00 cO 1© OS ’^N'^oiowcríootoos ociíoaooc)inNoio^oowo5 oí ©» r-i ^ c< o tí£ O H O •ajqnjoo oc oo fc« CO 40 t" OO O* 1© '-I !» 05 N O lQX'í^flOM’^fífCOOCOOMU '«es eses « s< w es es •sjqmaiiag ' o]so.8 y oo *af es oo f— o s ® o 00 oo — Sf ^ «00ifllí5f00fí05« oo' ©s" «O 1Í5 M ííí '«oo es c« w « m m ■*-< <©s «-> ¡m es ©s u© «s< c« có» C'lCMfO'S'OICSWCROÍw eri«ooooseoooo'«íí'oo'tCes'oc50cs «i co es ©i ^ co '« co 'H co — * c ¡2; ■< CS c=3 P*- O O f ) N S1 O >0 Í9 O O (O 1© oo ei i© ® e* ‘°!lnf c¿ e£ o es có' cT os es os es i» es «o e* CO co «“■ «h co « « es « oc •« es OC «í «O N3< ©1 eo o o> co «■=*» o-» es es •oiunf uAr;¡\; t- oo ■w es « ci C5 O N O O es es « TH CC ÍS «*» ei so es oo rtí r3 u sto s «a GO t-» i”* «O t— — es i© es ■*« ei es t— £© *5? ® ev «> », ««?-4 «O 00 t*» i© es o co os o es o co co w «« es ^ 4© oo co es l©®l©l©—<ít<4C>®*ej«OQO oo es es f5050C55tsON!*3eoií5 l©4©l©'“se)«in)í5cc g-T ©T o eo o co «*™ >« e^-wís co«s«cO'« re C3 en P © « ©3 O a es es ¡4 a es f- rP a O en O Vi es © cS « es es pP a • • • n© • • “» 5-i eS • en es a o en es • CS S en "es a C« CS s ®P .2 • • • p-4 "CS <“1 I" ”< • ¡a tjí ,rP • a *c¿ o a © pH cS o r“* eS a es "r»*< s a O C/Q w CS 1— « B "S -re a ’p -c-i p .2 ‘© O *^3 in CO CS p .2 ’o 13 CS r-l o C/3 a a re 'CS O nr s es a .a '© ®4 en O o F£~s * FC> co o s ü tnnf p O eS o S"t CS 'p a cS o t-i C/3 P s- O es © T»°l & -es O 1/3 w w ío jo eo es ^ m> i o w ^ t> © fO o' O <©T S 1Í5 © © i© es co es -~ 4© © © © _ O «O © © © á « © © es 4© t« co es m in w _ t>. e© *•» «\ «> S e' ^ o o o- s oo cc co 'fj/j ffififffflTOgBgw ra,Tg»ggWf! i© ■»- co co «* ©* © iíí © „ © es -~ o o o a ^ «* ■*■' «o co oo © sh es t— 4© e© _ ® o co ^ ■— O ©0 O a oo co co co os c© N © N 3 c o" O S CO -S* CO 1© ©s t— I m ©s oo es *^©5 4© )>. 4© t~. p ©9 t« CO o es ©s S *” w 1 c©> c==^ &a oo es co t— o t« -*' o o o CO ©5 iO OS í>- r~. t~- i© *c}< ers co o i— í o rs r« S «" ^ pf¡ ooesat^t-”8^ =?N 05 <©> sf «• es i °° ►- °° a ^ °°- **2. o <© a ws ^ ^ oo gs «I (*5 f c© r— „ co i© *sf , »» •'S ** « •* e© o o g co »5f< 1© t» b' O © © § lió' CO 4© S °°« o OS .5 rt ®s a as *-r fl KrH s a en rO «ffS a « ’S 'S iS o fej SS l?=^5 es te .§ 1 « •- -es P a a 3 s p— I O r§ ® t5 .2 • s p O o es ®3 es O tO — . g es P-> en en © re a a ’P ‘S -re '2 a a as i? r2 ^ o o 'O 'OS ‘©S • • • * ® • • ® £ a o * • • c CS • (3 xn C cS S— H "C -P c • ® cS ®p - eo © es a • P a : p ^ a ,P co es o w S P © “P © i-O o J eS P © eS - © pfcl íS 4 -eS a • & :-s ^ ^ a §« « * en © o re f-i ^ ^ P fl-P § •2 ni .«S *2 ,i— ^ g . © e? 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(Por la Sección de Ciencias Físicas, Ricardo Ruiz.) 54 CIENCIAS NATURALES. Observaciones y reflexiones hechas sobre ios movimientos de las hojas y flores de algunas plantas con motivo del eclipse de sol del i 8 de julio de 1880, por D. Miguel Colmeiro, catedrá- tico de organografia y fisiología vegetal en el Jar din botánico de Madrid . El eclipse de sol que hemos visto recientemente puso en conmoción á ios astrónomos de Europa, deseosos de verificar nuevas observaciones conducentes á la perfección de su ciencia; y aunque á ella haya interesado principalmente el estudio de tan importante fenómeno, no ha sido ni podia ser indiferente á otras, cuyo objeto es también la naturaleza» Es sabido que con la intensidad mayor ó ménor de luz á ciertas horas del dia coinciden movimientos de las hojas y flo- res de muchas plantas, que merecen ser examinados con esme- ro por los botánicos en diversas circunstancias para averiguar en lo posible si dependen de aquel solo agente, ó si se agrega á su innegable influencia la de los demás que rodean á los vege- tales. La disminución de luz causada por un eclipse de sol poco después del medio dia, cuando más calienta y brilla, era una ocasión que debia aprovecharse, para ver hasta qué grado podia determinar en las plantas los fenómenos que produce en ellas el crepúsculo vespertino. Excitaban á la observación las dudas nacidas de resultados poco concluyentes obtenidos antes de ahora en ocasiones semejantes, y el Jardín botánico de Madrid estaba naturalmente llamado á exclarecer este punto en cuanto lo permitiese la circunstancia de no hallarse dentro de ia sombra del eclipse total, aunque sí á distancia poco larga, siendo en la Corte el valor de la máxima fase ó parte eclipsada 55 del sol 0,970 lo cual debía producir, y produjo efectivamente, una considerable disminución de luz. Preferible hubiera sido trasladarse á cualquiera de los luga- res en que el eclipse debía ser total, si en ellos fuera posible hallar reunidas las plantas propias para esta clase de observa- ciones, como en los jardines botánicos suficientemente surtidos, donde es fácil la elección de aquellas que sean bastante im- presionables. El Jardín botánico de Valencia, colocado dentro de la sombra del eclipse total, llevaba alguna ventaja sobre el de Madrid bajo este aspecto; pero e§taba en el orden que el cuidado de utilizar lo favorable de tal circunstancia se dejase á quien correspondiese , tanto más cuanto que su ilustración inspiraba entera confianza . Ademas , ios pocos minutos y segundos de duración del eclipse total no parecía que respecto de las plantas pudiesen agregar mucho al efecto de la luz, sucesivamente debilitada desde el principio del eclipse, y continuado después hasta el momento de acercarse el fin. Era de presumir, según esto, que en Madrid por ser el eclipse casi total, se observarían con corta diferencia los fenómenos que las plantas pudiesen presentar en los lugares mejor si- tuados. Son pocas las plantas tan excitables que en breves momen- tos manifiesten haber obrado sobre ellas las influencias con- siguientes al aumento ó disminución de luz: es lo común que los movimientos observados en las hojas y flores sean lentos, necesitando para verificarse un tiempo más ó ménos largo, que varia según las especies, y segun da exposición, como se com- prende fácilmente. Las hojas de lasplanlas durmientes se disponen para ello poco á poco, al anochecer, y no despiertan derepente al amanecer, empleando igual tiempo en uno y otro caso: muchas le- guminosas cultivadas en los jardines lo comprueban diariamente, y tampoco faltan plantas de otras familias que lo confirman. Las llores tanto efímeras como equinocciales, sean nocturnas ó diur- nas, aunque se abren y cierran á horas determinadas, no lo hacen rápidamente, su puesto que tardan en desplegarse ó replegarse del todo, desde que lo manifiestan, una hora, ó poco menos, y al- gunas más. También debe advertirse, que pueden variar nota- blemente las horas de la apertura ii oclusión de las flores do- 56 rante el dia, cuando no reciben de lleno la acción de los rayos solares, bastando para ello que estén algo debilitados por la in - terposicion de ramas, y no es menester que sea mucha la obs- curidad de cualquiera sombra para que se cierren las flores de varios mesembriantemos, y se abran las de alguna cariofilea vespertina, que será mencionada. Sentados estos precedentes, comprobados por observacio- nes recientemente hechas en el Jardín botánico de Madrid, no es difícil adivinar la influencia que el eclipse ha podido ejer- cer sobre los vejetales, y en particular sobre sus hojas y flores. Aunque se han sometido á exámen muchas y diversas plantas que parecieron las más adecuadas y las más dignas de observar- se durante la parcial ocultación del sol, no hay necesidad de enumerarlas todas, debiendo limitarse á las más notables, y de- teniéndose en aquellas que se mostraron impresionadas, las cuales en verdad fueron bien pocas. Tenemos en nuestro Jardín botánico cinco buenos pies de la Porlieria hijgrometrica. que los autores de la Flora peruana denominaron é hicieron conocer en Europa, asegurando que las hojas anuncian tiempo sereno ó tempestuoso, según que des- piertan y se adormecen más ó menos pronto; lo cual indicaría, siendo exacto, una extraordinaria excitabilidad en esta planta, y por tanto con ella debía contarse para estudiar la influencia que el eclipse ó las consiguientes variaciones atmosféricas pu- diesen tener sobre la vegetación. La Porlieria pertenece á las zigofileas, y es indudablemente, corno planta durmiente, la más notable de todas, mereciendo que á su lado se pasen algunos ra- tos, asi al amanecer como al anochecer. Observada en los últimos dias de junio y en los primeros de julio, se ha notado que em- plea mas de una hora en los cambios de posición que experimen- tan sus hojas en una y otra época del dia, enpezando á verificar- se por las extremidades de los ramos y continuando lentamente á lo largo de ellos. Fué esta planta estudiada recientemente en el Jardín botánico de Strasburgo por el profesor Fée; y como no vio continuarse que el estado higrométrico del aire, la pre- sencia de nubes, ú otras alteraciones de la atmósfera, sean ca- paces de modificar el curso ordinario de los fenómenos que las hojas de la misma presentan, debía desconfiarse de la iníluen- 57 eia del estado atmosférico durante un eclipse de sol, y la ob- servación vino á poner fuera de duda, que es efectivamente nula ó casi nula, mostrándose apenas alguna tendencia á la contracción en los dos pares de las tiernas hojas superiores, según creyó notarlo el ayudante Orio, que lo es del Museo de Ciencias. Pero los autores de la Flora peruana entran en pormenores sobre la acción que la humedad del aire y las nubes ejercen en los movimientos de las hojas de la Porlieria; y pudiera existir alguna cosa mal interpretada. Es de advertir que rigorosamente Ruiz y Pavón no manifiestan haber observado graves y extem- poráneas perturbaciones en tales movimientos, y sí solamente alguna anticipación del instante en que empiezan á contraerse las hojas y mayor rapidez en hacerlo, así como algún retardo del momento en que comienzan á levantarse y abrirse, cuando el tiempo no está claro y sereno; añadiendo que si recibe la planta una fuerte lluvia, se cierran enteramente sus hojas, sin afirmar que lo verifiquen entonces, sino antes ó poco después de ponerse el sol. Ahora bien, las horas de adormecerse ¿des- pertarse las hojas varían según la estación del año, porque la luz es el principal agente que produce estos fenómenos, y en tal supuesto, una atmósfera sumamente empañada ó muy ne- bulosa, que obscurezca el dia antes de lo ordinario ó impida la claridad de la mañana, acaso pueda colocar á la Porlieria en las condiciones de estación tíiénos adelantada. Conviene averi- guarlo, aprovechando algunos de los pocos dias en que las co- sas llegan á tal extremo; y como quiera es preciso confesar que hay exageración en las aserciones de los autores de la Flora peruana, habiéndose equivocado sobre todo en calificar de higr ométrica una planta, cuyas hojas no alteran sus movi- mientos por la acción de la humedad, ni aun regándolas abun- dantemente, como se ha experimentado en el Jardin botánico de Strasburgo y en el de Madrid. Mayor exageración, no obs- tante, revelan los escritos de otros botánicos, tales como De Candolle, Adr. de Jussieu y Endlicher, que no han vacilado en tener por señales de tiempo sereno ó lluvioso la apertura ú oclusión de las hojas de la Porlieria , sin explicarse acerca de los diarios movimientos de las hojas, llegando el último á decir 58 de ellas lo que de ninguna manera dijeron los autores españo- les: Cáelo sereno expansis, instante pluvia contractis , es la ter- minante frase que Endlicher emplea con relación á esto, tanto en su Genera , como en su Enchiridion. Hay otra planta muy conocida, que debia elegirse para ser observada en el dia del eclipse: tal es la Mimosa púdica , .co- munmente denominada sensitiva, cuya impresionabilidad llama tanto la general atención. Debe tenerse presente que al cerrarse las hojas de esta leguminosa americana, los peciolos generales de las mismas se enderezan y acercan un poco al tallo para dormir, mientras que se bajan durante el dia por la acción del tacto y de otras causas masó ménos excitantes, diferenciándose así el sueño natural del provocado mecánicamente, y que pu- diera llamarse sueño artificial. Basta para producirlo un repen- tino viento ó un mero soplo, y hé aquí por qué puede cerrar la Mimosa sus hojas extemporáneamente, sin que haya con- siderables variaciones atmosféricas; pero trasladada de la luz so- lar á la obscuridad, toma la posición nocturna al cabo de algún tiempo, y recobra pronto la diurna al sol, descendiendo por consiguiente un poco los peciolos generales, los cuales se bajan bastante más, si se tocan. La brisa que corría durante el eclipse, aunque la Mimosa se hallaba algo resguardada, hizo cerrar sus hojas 21 minutos antes de ser el medio del eclipse, ó por lo ménos pareció de- berse el fenómeno al viento más bien que á la disminución de luz: abriéronse dentro de poco las hojas, como si la impresión hubiera sido fugaz, y al aproximarse el medio del eclipse, es decir, 6 minutos antes de las 2 yol, cerráronse de nuevo unas después de otras, permaneciendo así hasta las 8 y 16 minutos, en que empezaron á desplegarse; y es de notar que los peciolos generales entonces se elevaron algún tanto. Esto último revela que la Mimosa no tenia una posición del todo comparable á la que toma en la obscuridad, y por consiguiente parece resultar que el primer movimiento producido por la brisa habia ba- jado los peciolos generales, los cuales permanecieron así mien- tras que las hojas , una vez abiertas , se volvieron á cerrar cuando la luz disminuyó considerablemente, terminando por abrirse de nuevo al recobrar la luz cierta intensidad, v coiii- 59 cidiendo con ello la elevación de los peciolos generales. Como quiera, se reconoce que en los 6 minutos anteriores, y en los 25 posteriores al medio del eclipse, ó sea durante media hora, la Mimosa , retardando su vuelta al estado normal, tuvo ten- dencia á la posición nocturna, propia del sueño natural, sin perder por completo la del sueno artificial, que la brisa había provocado. Repetidos ensayos, hechos mientras que esto se escribe en presencia de tan admirable planta, ponen fuera de duda la ac- ción que la obscuridad casi completa ó una luz bastante debili- tada ejercen sobre ella, logrando adormecer sus hojas más ó ménos pronto, como si la noche se aproximase. Así no es' de extrañar que algún efecto haya producido la disminución de luz debida al eclipse; y si aquel no se observó tan aislado y manifiesto como hubiera convenido, fué por no haber tomado la precaución de cubrir la Mimosa con una campana de cris- tal para evitar completamente la impulsión del viento» En todo caso se ve con claridad no tener la influencia del eclipse nada de extraordinario que se diferencie de la ejercida sobre las hojas de esta planta por una sombra de equivalente intensidad. El estado en que se hallaban algunas de las especies exóticas del género Oxalis no permitió observarlas durante el eclipse, pero es seguro que la Oxalis rosea y cualesquiera otras plantas, igualmente impresionables por ¡a disminución de luz, hubieran replegado sus hojas, porque lo hacen constantemente al pasar de una luz viva á otra que lo sea ménos: tales plantas pudieran apellidarse fotométricas y entre las criptógamas loes notablemente la Marsilea quadrifolia según las observaciones del profesor Fée. También las especies indígenas de Oxalis y entre ellas la Oxalis corniculata repliegan completamente sus hojas á media luz, y es posible que durante el eclipse hayan hecho algún movimiento, estando antes bañadas por el sol, aun- que no se ha observado. Clusio dijo á propósito de esta última planta: Folia . .... sab vesperam aut ingruenle imbre complican- tur ■; etveluti in umhonis cujusdam figuram coeunt, y en efecto se comprende que pueda alterarse la posición de sus hojas cuando amenaza lluvia, sin más causa que la disminución de luz. como si anocheciese. Conviene, no obstante, observar que las hojas 60 de la Oxalis corniculata suelen estar lácias y caidas durante lo caluroso del dia, y lo estaban antes del eclipse, pero no fuerte- mente replegadas como al anochecer; y de paso merece notarse que con la inclinación de las hojas al sol , coincide la manifes- tación de las flores abiertas desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde poco más ó ménos. Además de la Mimosa púdica se hallan entre las mimoseas otras plantas, congéneres ó no, bastante impresionables al tacto ó al impulso del viento, y en este número se cuentan di- versas acacias. Antes del eclipse ya tenia cerradas sus hojas una Acacia lophantha, expuesta á todo viento, y durante el eclipse otra igual, más resguardada, las cerró en un momento por efecto de la brisa, abriéndolas luego, y volviéndolas á cer- rar más tarde por idéntico motivo seguramente, supuesto que ni uno ni otro movimiento coincidieron, con la mayor dismi- nución de luz. Necesario es no confundir respecto de plantas • semejantes los ordinarios efectos del viento con los propios de la luz amortiguada á causa del eclipse, porque de otra manera fuera fácil citar más de una acacia comunmente cultivada, cu- yas hojas se hayan contraido, como lo hacen otros dias sin eclipse, aun cuando los rayos solares obren con intensidad. Las plantas durmientes, cuyas hojas no son impresiona- bles al tacto, no dieron muestras sensibles de haber sido influi- das por el eclipse ó sus consecuencias, y se explica que así haya sucedido, por lo ménos donde no fué total, atendida la necesidad de poner en sitio bien obscuro tales plantas para que pasen al estado de sueño durante el dia; siendo de notar que generalmente vuelven pronto al estado normal, durmiendo y despertándose como si estuviesen á la luz, con la sola diferencia de experimentar algún retardo para lo uno y lo otro. Sin em- bargo, lo que pasa en la obscuridad no tiene tanta constancia, que sea imposible la prolongación del sueño durante más de un dia; y esto acontece algunas veces con plantas que en oíros casos, y en las mismas circunstancias, cambian con regula- ridad la posición de sus hojas. Parece que el eclipse del 28 de julio de 1851 hizo dormir las hojas de una joven Robinia pseudo-acacia , ó por lo ménos así se afirma, refiriéndose á Schnetzeler; pero durante el reciente eclípse nada de esto se 61 ha observado en las falsas acacias, que lanío abundan en nues- Iros paseos, y que ciertamente se hallan en condiciones dife- rentes por no ser bastante jóvenes, sabiéndose que duermen con mayor facilidad las hojas muy tiernas. Pocas son las plantas, cuyas flores se hayan abierto ó cer- rado durante el eclipse en el Jardín botánico de Madrid, sea por no haberse amortiguado la luz tanto como fuera necesario, ó porque esta disminución de luz haya durado ménos de lo preciso para producir efecto en la mayor parte de ellas. Dias antes del eclipse se anotaron las horas en que se abren y cierran las flores efímeras y equinocciales de la estación, como que era indispensable para reconocer las perturba- ciones posibles en circunstancias extraordinarias, contribu- yendo á estas observaciones preliminares el primer jardinero Vié, y el segundo Alea, ambos con los mejores deseos. El Convolvulus arvensis , llamado corregüela, cierra ordi- nariamente sus flores entre dos v tres de la tarde , distando •i de hacerlo con simultaneidad, porque la exposición más ó mé- nos despejada acelera ó retarda el movimiento, y á pesar de ello ninguna alteración fué observada en el dia del eclipse, habiéndose cerrado las flores de esta convolvulácea como en los dias anteriores y posteriores, según pudo comprobarse. El Convólvulus tricolor , cuyas flores se cierran al acercarse las 6 de la tarde ó poco después, permaneció inalterable du- rante el eclipse, esperando la hora que le es habitual. La Pharbitis hispida , ó sea la Ipomcea purpurea (1), generalmente cultivada con el nombre de enredadera, continuó con sus flo- res cerradas, según lo acostumbra desde las \\\ de la ma- ñana, sin anticiparse las que debían abrirse por primera y única vez en la noche del mismo dia, y así tenia que suce- der forzosamente por necesitar un tiempo determinado el des- arrollo de los bolones. La Mirabilis Jalapa, que vulgarmente llaman Don Diego de noche, tampoco dió muestras sensibles de alterarse, supuesto que sus flores por igual motivo conti- nuaron cerradas hasta las 5 de la tarde, que es cuando em- piezan á desplegarse ordinariamente. (l) Suele denominarse Jpomcea violácea , aunque erróneamente. Las diversas caléndulas que más se conocen en los jar- dines , empiezan á cerrar por lo común sus flores antes de las 3 de la tarde, ó poco después, continuando con len- titud , y por consiguiente debía coincidir la hora de su movimiento con la del eclipse': asi poco podían decir la Ca- léndula arvensis, la Caléndula sicula y otras afines, ni tam- poco era de fiar la Caléndula officinalis , nombrada mara- villa ó flamenquilla , que á las 4 suele tener bastante adelan- tada la oclusión de muchas flores, aun cuando no se complete hasta la caída de la tarde. Poseen las caléndulas, como se sabe, flores compuestas, que se cierran por la acción del sol, á semejanza de las de muchas chicoráceas igualmente compues- tas, haciéndolo algunas de ellas más temprano; y si algo hu- biera de suceder, con tiempo suficiente para ello durante el eclipse, sería más bien que las flores de tales plantas tendie- sen á abrirse, y no á cerrarse como de ordinario. Acaso los grados diversos de calor y humedad ejercen sobre la aper- tura y oclusión de las flores compuestas mayor influencia que la luz más ó ménos intensa, é inclina á creerlo la facilidad con que pueden desecarse, y contraerse algún tanto los re- ceptáculos de las mismas, originando una especie de marchilez prolongada, hasta que circunstancias opuestas permitan lenta- mente la vuelta al anterior estado. Abundan mucho en el Jardín botánico de Madrid, durante el mes de julio, las flores de la Eschskoltzia californica , que se cierran entre 5 y 6 de la tarde, hasta quedar los pétalos suma- mente aproximados, y arrollados unos sobre otros. En exposi- ción sombría se anticipa algo el momento de cerrarse estas flo- res, como consta por la diaria observación, pero con la dismi- nución de luz producida por el eclipse, se vio tan solo iniciarse el movimiento de los pétalos, apareciendo un poco más ergui- dos durante la mayor ocultación del sol, siendo asi que antes estaban perfectamente abiertos bajo el influjo de la luz viva. La Eschskoltzia q n el Jardín botánico de Madrid, ni aun en los lu- gares algo preservados de sol, llegó á cerrar completamente sus corolas, como se asegura haberlo hecho en el Escorial, yen tal caso se habrán aproximado y arrollado los pétalos como al anochecer, cosa que no se consigue artificialmente en una intensa sombra 6‘5 <3 hasta después de o cuartos de hora, según ensayos recien hechos con flores separadas de la planta, y ia obscuridad ocasionada por el eclipse nofue bastante duradera con suficiente intensidad para completar por sí sola la oclusión de las indicadas flores, ó por lo raénos esto se deduce de lo observado en Madrid. Los efectos del eclipse fueron más notables en aquellas flo- res tan impresionables por la dismiminucion de luz que basta pasarlas del sol á una sombra poco intensa para que se abran ó cierren, según que les corresponda hallarse cerradas ó abiertas: una cariofilea que llama poco la atención y varios mesem- briantemos fueron las plantas observadas con particular predi- lección bajo este aspecto. La Lychnis dioica ó más bien su forma denominada Lychnis vespertina por Sibthorp, abre sus blancas ñores al anochecer entre 6 á 1 de la tarde y las cierra entre 8 y 9 de la mañana poco más ó ménos, según la exposición, permaneciendo en tal estado bajo el influjo directo de los rayos solares, y de él salió después de haberse eclipsado gran parte del sol, hallándose las flores bien abiertas á las 3| para cerrarse de nuevo á medida que el sol se descubría como lo hicieron de- finitivamente á las ii; pero iguales resultados se han obtenido al dia siguiente, colocando la planta alternativamente á la sombra y al sol, lo cual puso de manifiesto la causa productora del fenómeno, confirmándose la extraordinaria impresionabili- dad de las flores de esta planta respecto de la luz. Los mesem- briantemos, cuyas flores se abren antes del medio dia expuestos á ios rayos solares, las tensan naturalmente abiertas al princi - piar el eclipse y las cerraron lentamente durante él, anticipan- do sus habituales horas como puede hacerse á voluntad y se ob- servó al dia siguiente, impidiendo la acción directa del sol; y no de otro modo sucede cuando tales mesembriantemos se hallan en lugares que la sombra invade pronto. Eliminóse el Mesembryanthemum anguiforme , por cerrarse sus flores todos los dias á hora correspondiente á la del eclipse. Así como existen plantas medidoras de la luz, ó foto métri- cas por sus hojas, las hay también fotométricas por sus flores, como acaba de verse, y todas ellas pueden ser más ó ménos impresionadas por ia disminución de luz consiguiente á un eclipse de sol, como si la sombra fuese producida de cual- u quiera otra manera. Ninguna influencia especial ó extraordi- naria ejerce por tanto un eclipse de sol sobre los vegetales, ni la que ejerce es de mucha entidad, limitándose los efectos ob- servados á los que produce en plantas determinadas una pasa- jera disminución de luz, porque la baja de temperatura expe- rimentada no es bastante para causar en ellas grandes y nota- bles perturbaciones, ni se conocen hechos que revelen en tales momentos alguna acción del estado hígrométrico ó eléctrico de la atmósfera; y en cuanto á la brisa que se levanta, ya se ha indicado donde convenia, que obra mecánicamente, entonces como en cualquiera otra ocasión, sobre las hojas de ciertas plan- tas muy excitables. Esto es lo que parece resultar de las obser- vaciones hechas en el Jardín botánico de Madrid durante el eclipse de sol del 18 de julio de 1860, en presencia y con au» xilio de los ayudantes del Museo de Ciencias y de los jardine- ros mayor, primero y segundo, acompañados de otros subal- ternos y á la vista de algunas personas extrañas al estableci- miento, una de ellas el Director del Restaurador farmacéutico, que se publica en esta Corte, el cual creyó conveniente anticipar algunas noticias pocos dias después del acontecimiento, sin en- trar en pormenores. (Por la Sección de Ciencias Naturales* Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Ruiz, N.° 2.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Febrero 1861, CIENCIAS EXACTAS. -a GEOMETRIA. De la clasificación de los poliedros; por Mr. Bretón. (Gomples rendus, T2 noviembre ^ 860 . ) Si llamamos A, S, F los números de las aristas, de los vér- tices y de las caras de un poliedro, sabemos por el teorema de Euler, que se tiene siempre (1) $+/=A-£2. Considerando por una parte que un polígono tiene siempre por lo ménos 3 lados, y que cada arista de un poliedro corres- ponde á dos caras, y por otra que lodo vértice de poliedro tiene por lo ménos 3 caras, y que toda arista une dos vértices, ha- llaremos las dos condiciones límites siguientes: (2) 3F<2A i (3) 3 S a , +r~> + 1.3.5 1 1 2.3* 1 1.2 2*5* 1 1.2.3 2573 tiene por término general 1.3.5... (2n— 1) 1 r s + * * • » 1.2.3. .. n 2 11 (2«+l)3* No sé si ya se ha observado el sencillo valor siguiente de la sumaS de esta serie: 6& 5=£ + T(1°s- en todo caso este valor resulta inmediatamente de la siguiente ecuación que encuentro en una Memoria de Mr. Yinckler /so : t di r¡r* rft = ^+v(l<>g- 2)’: Ve51— 1 “21 ■ 2 en efecto, obsérvese que desarróllese en serie 1 — e— 2t por la fórmula del binomio; efectúense después las integracio- nes, y divídase por 2, y se llegará precisamente á la ecuación anterior : 71 ' 7T 5=rs+ 4(los- Reflexiones sobre la luz del sol, de los meteoros y de las estrellas temporales; por Mr. Vaughan, (LUnstitut, 28 octubre “1837.) La ciencia moderna tiene reconocido que las estrellas fuga- ces, los globos de fuego y las piedras meteóricas son unos cuer- pos que entran en nuestra atmósfera abandonando el espacio externo con velocidades inmensas. Atendida la gran altura á que son luminosos dichos objetos, se ha deducido por conclu- 69 sion que su luz tiene poca ó ninguna relación con la acción del aire; y en realidad, la presencia de sólo el aire no podría ex- plicar la magnitud del brillo que señala su aproximación á la tierra, y que cesa tan pronto como penetran en la capa densa de la atmósfera. El diámetro de muchos de esos meteoros lumi- nosos se ha valuado en cerca de 1000 metros, y el globo de luz que desarrollan se ha creído muchos millones de veces mayor que la piedra meíeórica de más tamaño, vista aun en la super- ficie de la tierra. Supónese que esas brillantes apariciones las producen unas masas cósmicas de varios centenares de metros de diámetro , que a! cruzar las regiones planetarias tocan á veces en los bordes de nuestra atmósfera, y después de haber lanzado algunos fragmentos á la tierra, continúan su camino por el espacio. Pero la idea de que esos cuerpos erráticos lle- guen á oscular, por decirlo asi , con tal frecuencia nuestro planeta, sin chocar directamente con él, ó caer en su superfi- cie, parece tan improbable á Mr. Vaughan, que se le figura que no debiera discutirse formalmente. En efecto, ¿es presumible, dice, que en un combate naval puedan rasar constantemente un buque millares de balas sin que le dé nunca tan sólo una? ¿Es racional imaginarse que los meteoritos ejecuten incesan- temente tales juegos de fuerza y precisión, evitando con cui- dado un choque con la tierra? Lo cierto es que cuando se los nota que huyen por el espacio, se ven desaparecer de repente al momento que tocan con la atmósfera. La corta cantidad de ma- teria sólida que cae en la tierra en ocasiones tales, se considera con razón como insuficiente para desarrollar tan gran masa de luz, obrando en el aire enrarecido á considerables alturas; pero nuestro globo está rodeado al parecer de una atmósfera de eter, dotada de propiedades mucho más maravillosas. Los trabajos astronómicos han demostrado la existencia de un medio raro que llena el espacio, y ese fluido sutil no puede ser absoluta- mente insensible á las fuerzas químicas, únicas que pueden ha- cerlo útil en la economía de la naturaleza. Verdad es que una raridad extrema se opondría al desarrollo de variación alguna química en las regiones interplanetarias; pero hállase compri- mida, y posee mucha mayor densidad á la inmediación de las vastas esferas que ocupan el espacio. Las atmósferas de dicho 70 fluido que rodean la tierra y los demás planetas mayores, no son bastante densas para que haya acción química, excepto en el caso de recibir una presión adicional de parle de los cuerpos meteorices que se deslizan por ellas con maravillosa rapidez. El desarrollo de luz, en esas ocasiones, depende no solo del volu- men y velocidad del cuerpo que cae, sino también de la direc- ción en que se aproxima á la superficie planetaria; y la obser- vación demuestra que casi son paralelos al horizonte los meteo- ros más brillantes. Pero, al rededor del sol, una fuerza atrac- tiva mucho más considerable da al fluido etéreo la compresión necesaria para una acción química constante y un desarrollo enérgico de luz, mientras las inmensas regiones del espacio son fuentes inagotables de materia lucífera, y comunican un per- pétuo brillo al gran luminar de nuestro sistema. Es imposible que el estado luminoso del sol por sí mismo se sostenga con un combustible cualquiera, ó con una materia que dé la luz que lo compone. Según una comparación de la intensidad relativa de las luces solar, lunar y artificial, conforme las han determinado Eider y WoSlaston, parece que los rayos del sol tienen una potencia iluminante igual á la de 14.000 velas á la distancia de 33 centímetros , ó de 3,500. 000000. 000000. 000000. OOOOOt) (3.500 cuatrillones) de velas á 05.000,000 de millas. De aquí resulta que la cantidad de luz que emana del globo del sol apenas podría producirla la combustión diaria de 200 globos de sebo, cada uno de igual tamaño que la tierra. Una esfera de materia combustible que fuese mucho mayor que el mismo sol, se consumiría en 10 años para sostener su admirable resplandor, y su atmósfera aun siendo de oxígeno puro, se agotaría á los pocos dias para ali- mentar tan inmensa conflagración. Sólo un depósito inagota- ble de eter diseminado por el espacio, y siempre dispuesto á manifestar sus propiedades lucíferas en las grandes esferas, que con su atracción le dan suficiente densidad para el juego de las afinidades químicas, puede sostener la iluminación en tan vasia escala. Por consecuencia, los soles reciben su poder de difundir una luz perpéiua, de su inmensa masa y potencia atractiva superior, y no de su constitución química. De este modo se adquiere cierto conocimiento definido relativo á la 71 prodigiosa magnitud de las estrellas fijas; y teniendo en cuenta, como se debe, su densidad, parece permitido deducir por con- clusión, que el cuerpo sideral más diminuto es muchos milla- res de veces mayor que el globo que habitamos. Esta conside- ración ofrece un apoyo muy fuerte á las ideas emitidas por al- gunos astrónomos, aunque con diferentes motivos, respecto al brillo comparativo de las estrellas; pues parece que á pesar do no ser precisamente iguales en volumen los cuerpos luminosos por si mismos que ocupan el espacio, difieren sin embargo ménos que pudiera suponerse de lo que conocemos en nuestro sistema planetario. Las observaciones hechas por Arago con el telescopio polarizante han probado de un modo concluyente, que la luz del sol procede de su atmósfera luminosa, y no de su materia sólida ó fluida. También existen pruebas de que esa capa lucífera se alimenta constantemente de masas de eter del espacio. La rotación del sol contribuye á ese objeto,' arrojando el fluido de las regiones ecuatoriales, y creando así por consi- guiente un flujo correspondiente á sus polos. Una variación de- bida á estos medios obligada evidentemente á la atmósfera solar á avanzar de una manera constante de los polos á su ecuador, y el cambio de posición de las manchas del sol, que según las observaciones de Mr. Pelers, continuadas muchos años, van disminuyendo continuamente de latitud heliocéntrica, indica un movimiento de esa clase. ES movimiento progresivo del globo solar por el espacio, tiende también á alimentar su atmós- fera con nuevos materiales para sostener su luz; y la posición de los grandes planetas ejerce cierto indujo en la cantidad de eter que recibe de los dominios celestes. La periodicidad que se advierte en las manchas solares, y las variaciones que ofrecen algunas estrellas variables, pueden atribuirse á un efecto de esta clase, pero aún sería más marcado el resultado si tuviera, un sol á su proximidad grandes planetas, porque Sa atracción de estos cuerpos alteraría la presión de su atmósfera etérea, produciendo también una variación correspondiente en el des- arrollo de su luz. Sobre estePprincipio se pueden explicar varios fenómenos que se relacionan con las estrellas variables. Sabido es que Mr. i\rgelander considera que muchas particularidades suyas indican que los planetas, girando al rededor de algunos 72 soles, afectan la generación de la luz en sus fotosferas. Pero un planeta que se moviese en una órbita de la menor dimensión, producida las más notables consecuencias. Deslizándose por la atmósfera etérea de la gran esfera central, le comunicada su- ficiente grado de presión para producir la acción lucífera, pre- sentando en gran escala el desprendimiento de luz, de que van acompañadas las visitas de las masas meteóricas á la tierra. Según el brillo intenso de los meteoros que se mueven en di- rección horizontal, es evidente que un satélite que se moviese al rededor de un grueso globo, á corta distancia y encima de su superficie, se hallaría en las condiciones necesarias y más favorables para una iluminación meteórica de un carácter su- blime; siendo probable que algunos de los cuerpos esplenden- tes que ocupan el espacio, sólo tienen un brillo prestado proce- dente de una causa análoga. En realidad, la resistencia del medio que ocupa el espacio ha de disminuir constantemente las órbitas de todos los satélites, y al cabo de innumerables años, acercarlos ai cuerpo central hasta tal punto, que se haga casi in- evitable un fenómeno meteórico deesa clase. Si hay en el espacio (como se cree generalmente) sistemas no luminosos; el globo central que ios presida se volvería luminoso al pasar cual- quiera desús planetas por el período final de su existencia. En una Memoria leida en la última reunión de la Asociación ame- ricana para el progreso de las ciencias, insería en las actas de las sesiones de dicha junta, prueba el autor que no podría sos- tenerse la estabilidad de los satélites si sus órbitas se redujesen á cierto límite, y no pudieran conservar su forma planetaria á causa de la atracción del cuerpo primario. De la misma manera, cualquier miembro de uno de los sistemas no luminosos del es- pacio, colocado muy cerca de su globo central, se vería tam- bién expuesto á desmembrarse, y los fragmentos que resultaran de tan terrible naufragio, se separarían inmediatamente para describir órbitas diferentes. De ese modo, en vez de cerrar su carrera planetaria como un vasto meteoro, el astro subordinado formaría multitud de masas meteóricas, lanzando así en el es- pacio mucho mayor número de ondas de luz. Pero al adquirir paulatinamente los fragmentos órbitas circulares, formarían por último un anillo parecido al de Saturno, y á medida que 73 se desarrollara esa variación, disminuiría constantemente la luz hasta el momento de cesar, lo cual sucedería cuando se volviese casi insensible á la presión el eter participante del movimiento de la masa fragmentaria. A circunstancias de este género, que deben á veces suceder en los vastos dominios de la creación, puede atribuirse la aparición de estrellas temporales, explicándose así también de un modo satisfactorio las diversas particularidades que ofrecen. La existencia, en nuestra es- fera, del eter, que desempeña un papel tan importante en la realización de las maravillas celestes, la indican ciertos fenó- menos eléctricos. De su presencia depende al parecer la evolu- ción de la luz que se observa al paso de la electricidad por el vacío de un recipiente privado de aire ; pudiendo atribuirse la luz de la aurora boreal á la acción eléctrica del fluido etéreo que llega á las regiones polares del espacio. Esta hipótesis ex- plica perfectamente el efecto de una estrella fugaz, cuando hay una aurora que ilumina ciertas partes de la bóveda del cielo que no estaban alumbradas antes. (Humboldt, Cosmos, sobre los aerolitos.) Por consecuencia, el medio sutil que llena el espacio puede al parecer considerarse, no solo como un obstáculo para el movimiento planetario, sino como un agente útil en el curso de las operaciones de la naturaleza, y tan indispensable á nuestra existencia, como las capas de aire y agua que rodean nuestro planeta. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Rüiz. CIENCIAS FISICA. / Observaciones hechas por D. Eduardo Rodríguez durante el eclipse del i 8 de julio último. El punió de mis observaciones ha sido el pueblo de Pinse- que, el cual se encuentra en una vasla llanura por la que corre el Ebro. La situación deesle pueblo, colocado entre el ca- nal de Aragón y el camino que desde Zaragoza conduce á Tu- déla, á 3 leguas al N. 0. de ¡a primera ciudad, es próxima- mente, según lascarías modernas, de 2o 3o' 30" de longitud E. y 41° 4o 15" de latitud N., encontrándose á la vista del Mon- cayo, de donde distará por el aire unas lo leguas. En el mismo pueblo existe una casa-palacio perteneciente al Sr. D. Ignacio de Jugo; y sobre uno de sus torreones, cuya altura es 20 metros desde el suelo, me coloqué para observar. El palacio tiene un extenso jardin, y varios departamentos con diferentes especies de aves y otros animales. Amaneció el dia 18 de julio despejado, y con sólo algunos estratos al N., que desaparecieron después: reinaba un fuerte viento de 0. N. O., pero no frió. Un buen anteojo de Deleu il, cuyo objetivo era de 90 milímetros, me permitió observar con bastante claridad; pero advertiré que no teniendo medios para determinar hora fija, doy las horas por la que me resultó con arreglo al meridiano que pude trazar por mí, las cuales tendrán algún error, pero servirán de todos modos para apreciar con exactitud la duración de los fenómenos. El primer costado ex- terior se verificó á la lh 45' 30", y se hizo la ocultación del sol completa á las 2h 55' 26". No es posible describir el espec- FISICAS. 75 táculo magnífico de este momenlo: un disco enteramente negro rodeado de una brillante aureola, era lo que aparecía suspen- dido en eT espacio: los objetos estaban coloreados con un tinte amarillo verdoso, y la luz era bastante intensa para dejarlos ver en todos sus detalles; los semblantes de las personas aparecían pálidos, y se pintaba en ellos en general cierta especie de asombro sin terror; las conversaciones eran en voz baja, co- municando cada uno á los demás sus impresiones y su sorpresa; y más de un recuerdo de admiración fué dado al grande Autor de la naturaleza. Yo pedí á mis amigos que no olvidaran las ob- servaciones de que se habían encargado á ruego mió; y dominan- do la natural emoción, traté de hacer las que me correspondían. Ala simple vista pude distinguir ios planetas Venus, Jú- piter y Mercurio, pero algunas personas me dijeron después que habían distinguido hasta 6 estrellas durante la totalidad, y 3 antes de esta. Colocado otra vez en mi anteojo, habiéndole quitado los cristales coloreados, pude observar la corona lumi- nosa de un tinte blanco plateado y brillante; su luz era mayor al principio por la parte de la desaparición del sol, pero cuando por segunda vez miré la corona era igual en toda su exten- sión, y sóio un poco antes del fin del eclipse total aumentó por la parte de la aparición: esta luz era intensa al rededor del disco de la luna, y disminuía á medida que se alejaba de él, hasta perderse en ráfagas más ó menos largas; habiendo llamado mi atención por su gran longitud una de estas ráfagas colocada hácia mi izquierda en la parte baja: la anchura de la corona hasta donde aparecían ya completamente separadas las ráfagas, me pareció un poco menor que un diámetro lunar. Observando el disco de la luna vi unas protuberancias de color rojo brillante, que variaban de magnitud en sentido contrario en los puntos opuestos á medida que adelantaba el fenómeno, aumentando también su número: creí al principio que estas protuberancias eran desigualdades del disco lunar, pero des- pués me pareció que no podían pertenecer á la luna, pues no me esplico fácilmente en tal caso cómo variaban de magnitud, y por tanto, ó era una ilusión mia esta variación de tamaño, ó debían pertenecer al disco solar. En tal contemplación me en- contraba" cuando se hizo ver el final déla totalidad; y al tiempo 76 que avisaba al encargado del reloj, para que anotara la hora, volví la vista, y observé cómo marchaba la sombra por la lla- nura, formando otro espectáculo magnífico, pues parecía una gigantesca masa opaca, trasportada por una fuerza invisible y con una extraordinaria velocidad : ai mismo tiempo, un grito de alegría lanzado por todos los espectadores, saludaba la apa- rición de la luz. El fin del eclipse total se verificó á las 2h 57’ 13"; después el sol se fué descubriendo, y el fenómeno per- diendo su interés para los espectadores; el viento, que habia ido calmando desde el principio del eclipse, fué arreciando de nuevo, y á las ih 21r 18” observé el último contacto: el eclipse, desde su principio hasta el fin, habia durado 38' 48”, y el total V 47”. Voy á consignar ahora el resultado de mis obser- vaciones, empezadas ai amanecer y terminadas á las 7 de la tarde. Temperatura . La temperatura fué medida con dos termó- metros, uno de Fastret, dividido en décimas de grado, cuya escala comprobé para conocer la variación del 6, y otro de Lerebours, al que añadí una escala de décimas de grado poí- no tenerla más que de grados enteros: otros dos termómetros, también de buenos autores, se colocaron al lado de los prime- ros, por si sobrevenía algún accidente á cualquiera de ellos. Además hice uso de dos termómetros de máxima y mínima, construidos también por Lerebours, y todos los comparé con el de Fastret, cuya marcha habia estudiado: todos los termóme- tros eran de mercurio, excepto el de mínima; y lodos también tenían su escala sobre cristal, ménos el Lerebours, que la tenia sobre porcelana. El termómetro Fastret y otro fueron colocados al sol, y el Lerebours con otro á la sombra, igualmente que los de máxima y mínima. A continuación están los números obte- nidos, en grados centígrados. Ti temperaturas. | TEMPERATURAS. HORAS. A HORAS. A Al sol. a sombra. Al sol. la sombra. Salida del sol. í) 1 3°,6 2h,40' 27° )) 6h 18°, 9 16 ,8 2,45 26 ,5 19°, 8 7 19 ,2 17 ,1 2,50 25 )) 8 20,3 17 ,5 Medio del total. 24,9 19 ,6 9 20 ,7 17 ,5 3 25 ,1 10 21 ,2 17 ,6 3,5 25 ,8 » 11 . 27 ,2 18,8 3,10 26 ,5 19 ,2 12 28 19 ,6 3,15 26 ,8 )) 12h,30' 28,9 20 ,6 3,20 27 ,4 19,7 1 30,7 20 ,7 3,25 28 ,6 )) 1 ,30 32 ,1 20 ,8 3,30 29 ,4 19 ,8 Principio del eclipse. 32,8 20 ,8 3,35 30,1 )> lh,50r 32,8 » 3,40 31 20 1 ,55 32,8 w 3,45 31 ,6 » 2 Sí ,6 20 ,8 3,50 32,1 20 ,4 2 ,5 31 ,5 )> 3,55 32,1 )) 2 ,10 31 ,2 » 4 32 ,1 20 ,3 2 ,15 3! 20 ,7 Fin del eclipse. 31 ,2 20 ,1 2 ,20 30 ,9 )) 4,40 31 ,4 20 ,1 2 ,2 5 30 ,8 )) 5 30 ,8 19 ,9 2 ,30 30 20 ,5 6 25 ,2 19 2 ,35 29,! i » 7 21 ,3 17.6 Temperatura máxima del dia desde la salida del sol á las 7 de la tarde, al sol. ....................... . 32°, 8 Id. á la sombra 21,2 Id. mínima. .................................. 13 ,6 Diferencias de las máximas al sol y á la sombra. .... - 11 ,5 Máxima antes del eclipse total al sol. .............. 32 ,8 Mínima durante el eclipse total. ............ 24 ,85 Diferencia entre la máxima antes del eclipse total y la mínima de este tiempo. ........ , ... . ......... . 1 ,95 La temperatura máxima al sol hasta la hora del eclipse to- tal fuá la temperatura al empezar el eclipse, y descendió de 32°, 8 á 24,85, es decir de T, 95; y la temperatura á la som- bra bajó desde 20°, 8, que era al empezar el eclipse, á 19°, 2, 78 que fué la mínima observada durante todo el fenómeno; es de- cir, de 1 °,G solamente. Según se ve también por los números de la tabla, cuando el sol se encontraba cubierto en su mitad próximamente, empezó á descender la temperatura con más rapidez que basta entonces había descendido, observándose después mayor aumento desde que se descubrió la mitad del sol. Presión atmosférica. Un barómetro, sistema Gav-Lussac, construido por Lerebours, fué el aparato empleado para medir la presión atmosférica. A la salida del sol, resultó esta presión, después de las oportunas correcciones, de 0,7443. Esta presión se mantuvo constante basta las 2, es decir, basta media hora próximamente después de empezado el eclipse, que hizo un pe- queño descenso, marcando 0,7441, es decir, 0,0002 de dife- rencia, y después basta el fin del día no hizo variación nin- guna: creo por tanto que el eclipse no influyó nada en la pre- sión de la atmósfera, pues la pequeña diferencia notada en el dia no puede, en mi concepto, atribuirse á él. Viento. Amaneció el dia con un viento fuertísimo, que molestaba sobremanera para la colocación de los aparatos, por cuya causa fué necesario sujetarlos fuertemente. La dirección, medida con una veleta construida por mi, sumamente móvil y colocada fuera de la influencia de toda superficie que pudiera reflejar, fué constante en todo el dia de O. N. O.., de modo que el eclipse no ejerció influencia sobre esta dirección. La veloci- dad fue medida con un anemómetro de Combes, que calculán- dola próximamente por el número de vueltas de este, resulta- ron los siguientes números. 79 Horas . Velocidad por segundo. Horas. Velocidad por segundo. - Horas. Velocidad por segundo . Salida del sol. lo- 1 20-/2 3,30' !3m,7 8h 18 lb5G' 10 ,5 4 19 ,3 10 17 ,5 2 12 ,3 5 20 ,2 11 14 ,3 2,50 8 ,2 6 1 r- ' 18 12 23 ,5 iMedio del total 6 ,3 14 ,3 Es evidente que las variaciones de un viento intermitente se han de hacer sentir en el numero de vueltas del anemóme- tro, porque en el tiempo de las observaciones, que era de 1 minuto, pueden ser estas intermitencias más ó ménos prolon- gadas; así resulta en los números de la tabla que á las 11 marcan ménos velocidad, por ejemplo, que á las 12, á pesarde que el viento no había disminuido sensiblemente: pero los nú- meros de la tabla indican, á pesar de esto, una notable dismi» nucion en la velocidad del viento durante el fenómeno, y un aumento desde este tiempo hasta el fin del día. No decidiré si fué el eclipse ó la casualidad lo que produjo esta variación en la velocidad, pero el hecho fué muy marcado. Estado hlgr ométrico de la atmósfera . Gomo yo me proponía observar los cambios que pudieran sobrevenir en e! estado higro- mélrico de la atmósfera, me valí de un higrómetro de Saussure, construido en la casa de Pixii, y comprobado por mí en la lon- gitud del cabello. Al amanecer marcaba 81°, que es algo más de media saturación; y consultado de hora en hora, y más frecuentemente durante el eclipse, no dio variación ninguna en todo el dia. Para conocer con exactitud el verdadero estado higromélrico del aire, hice dos observaciones con el higróme- tro psicrómetro deRegnault, una á las 11 de la mañana y otra á las 5l de la farde; en las dos encontré próximamente 0,5724 80 de saturación, lo que me convenció más todavía de que el eclipse no influyó en el estado higrométrico de la atmósfera. Electricidad. Encontrándose establecidos en el edificio donde hice mis observaciones dos pararayos, y Lotro más en la torre de la iglesia inmediata al mismo edificio, formé un grande electróscopo, aislando de la tierra uno de ellos, y col- gando en su extremo inferior dos esferillas de médula de saúco, resguardadas con un tubo de cristal de la influencia del viento: estas esferillas permanecieron inmóviles todo el dia, y por lo tanto la electricidad atmosférica no influyó sobre el electrós- copo, ni varió durante el eclipse. Otro pararayos en comuni- cación con la tierra no dió señales de corrientes eléctricas en todo el dia; de estas observaciones deduzco, que el eclipse no influyó en el estado eléctrico de la atmósfera. Inclinación y declinación magnéticas . Una aguja de incli- nación, construida por Lerebo.urs, marcó un ángulo de 61° 2\ sin que se advirtiera ninguna variación, ni durante el eclipse ni tampoco en todo el dia. Una brújula de declinación marcó un ángulo de 20° 3r O., sin que tampoco se observara durante el eclipse ni en todo el dia la menor variación. Polarización. Hubiera querido hacer observaciones, para ver si la luz en los diferentes tiempos del fenómeno se encon- traba polarizada, y para ello tenia los aparatos á propósito; pero sólo pude dedicar muy poco tiempo á estas observaciones, notando sin embargo señales marcadas de polarización. Intensidad de la luz . El único medio de poder formar idea de la intensidad de la luz es el de ver qué especie de objetos ó detalles de ellos se distinguen á la simple vista , y nada mejor en este caso que leer en diferentes caracteres, para ver cuál es el tamaño visible. Hecho este experimento pudo leerse clara y distintamente en caracteres del cuerpo 6, mal impreso, que eran los más pequeños que se tenían á la mano; y sin duda que bastaba la luz para leer hasta en caracteres microscópicos del cuerpo 3. Además, todas las escalas de los aparatos eran perfectamente visibles, y se leían sin dificultad, á pesar de ser en la mayor parte de ellos muy delicadas. Extendiendo la vista por el dilatado horizonte del punto de mis observaciones, se detallaban bien los objetos en toda la estension. Era una 81 luz no parecida á la de los crepúsculos, pues tenia un color como amarillo verdoso, y daba un tinte particular á los obje- tos; tinte que no se observa en ninguna época del dia, ni en las condiciones en que comunmente se encuentra la atmósfera, de modo que se puede decir era una luz especial del fenómeno. Al aproximarse este á la totalidad se observaron clara y distin- tamente sóbrelas paredes blancas unas sombras de forma curva, muy vacilantes, que ondulaban variando de intensidad, las cuales todavía eran visibles durante la ocultación total, y apa- recian más intensas después, basta que avanzando el fenó- meno se fueron disipando. Luz descompuesta. Para estudiar la luz descompuesta me valí de una caja completamente cerrada, y con un pequeño ori- ficio que recibía rayos de sol directamente, los cuales iban des- pués á atravesar un prisma de flint-glasse, y á formar el es- pectro sobre la pared opuesta de la caja, el cual podía yo ob- servar por una ventana lateral, cubriéndome con un paño ne- gro. Poco después del principio del eclipse empezó á palidecer el rojo; más tarde parecían juntarse el amarillo y el azul, des- apareciendo casi completamente el color verde; y después su- cedía lo mismo con el azul y el violado, confundiéndose estos dos y el añil intermedio, casi en un solo color: de modo que poco tiempo antes del principio del eclipse total, apenas se distin- guían en el espectro más que tres colores, rojo claro, amarillo verdoso y azul un poco pálido. Durante el eclipse total, una rápida ojeada al espectro me le hizo ver muy poco marcado, y no pudiendo emplear el tiempo en estudiarle, dejé esta ob- servación para después. A medida que adelantaba el eclipse hácia su fin, los colores reaparecieron; y al terminar, el espec- tro era perfecto. Este espectro de rojo-amarillo y azul, casi esclusivamente, ¿no podría decir algo sobre la opinión de 3 y no 1 colores de los rayos luminosos simples? ¿O será efecto de polarización distinta en los rayos de diferentes colores? Efecto producido en los animales. El efecto producido en los animales fué muy marcado en general. Las aves de corral, como gallinas de diferentes castas, gansos, patos, etc., se reti- raron á sus dormitorios aun antes de llegar el eclipse á su to- talidad, y sólo alguna de estas aves quedó escarbando rezagada TOMO XI» 6 82 de las demás. Los pollos pequeños se cobijaban todos debajo de las lluecas, lo que no hadan durante la noche, pues la mayor parte dormían al rededor de ellas, y no debajo. Los pavos rea- les, que en iodas las estaciones del año duermen sobre los ca- balletes más altos de los tejados, se metieron durante et fenó- meno dentro de los gallineros, buscando sitio donde ocultarse entre leña y otros objetos que había amontonados en alguno de ellos. Los pájaros entraron en sus nidos; y fué notable el efecto en las golondrinas, que parecían no encontrar los suyos, pues se pegaban contra las paredes, y venían á posar en los si- tios inmediatos á ellos. Quise también comprobar un hecho que se había anunciado como sucedido en otros eclipses, y para ello hice encerrar 24 horas antes 3 grandes perros, á los cuales no se dio de comer hasta el momento del eclipse total; llegado este se les dió pan, y 2 de ellos comieron algo, pero el 3.° nada comió, hasta que á la vuelta de la luz los 3 se lan- zaron con avidez á comerlo. Los caballos y muías que se en- contraban en las cuadras, ó trabajando en los campos, no hi- cieron nada particular durante el fenómeno; y en los rebaños de ovejas, cabras y vacas tampoco se observó más, sino que de- jaron de comer casi lodos los animales durante la oscuridad, lo mismo que las molas y caballos que pastaban en los prados. Se observó también la aparición de algunos murciélagos y una nube de mosquitos, que se presentan al anochecer en los dias de calor y calma, los cuales, sin duda, pudieron salir por ha- ber disminuido el viento de una manera notable, como ya se ha dicho. Efectos producidos en los vegetales. De los avisos y noticias que me comunicaron los encargados de examinar el efecto pro- ducido por el eclipse en los vegetales, resulta lo siguiente. Cuando el sol se encontraba cubierto entre su mitad y 3 cuar- tos, es decir, á las 2l próximamente, plegaban la flor la cam- panilla tricolor (. convolvulus tricolor L), y se abrían algunas flores del Dondiego de noche ( mirabilis jalapa L.}, que se en- contraban al sol: para este tiempo la acacia de Constantinopla ó mimosa arbórea ( acacia Julibrissen Wild) y el aromo ó aca- cia farnesiana Wild, colocadas á la sombra, se habían plegado completamente; más tarde, cuando el fenómeno se acercaba á 83 su totalidad, plegaban también la acacia rosa [robinia hispi- da L.), y la pegajosa ( robinia viscosa Vent.j; pero la robinia speclabilis Dum. y la gledilsia inermis no llegaron á dormir completamente aun durante el eclipse total. Terminado ente- ramente el fenómeno aún dormian todas las plantas, y sólo las variedades que plegaron más pronto, como la mimosa arbórea y el aromo llegaron á desplegarse antes de la puesta -del sol; las demás no lo hicieron completamente hasta el siguiente dia. No puedo fijar cuáles de los fenómenos observados fueron de- bidos al eclipse, cuáles al viento, y cuáles también acaso al he- cho natural de aproximarse la hora del sueño de las plantas, porque carezco de observaciones en otros dias, necesarias para la comparación: presento sin embargo los hechos observados, que creo se pueden atribuir, en parte por lo ménos, á la falla de luz producida por el eclipse. Tal es el resultado de las observaciones hechas con exce- lentes aparatos, y ayudado por amigos de buena voluntad: al- gunas otras observaciones que hice demasiado de prisa, por no poder dedicar bastante tiempo á ellas, no las consigno: si mi trabajo, hecho con toda conciencia, puede ser útil, me daré por muy recompensado. FISICA ©EE OI íOIBO. Fragmento de una Memoria sobre ios criaderos del guano en los islotes y las costas del Océano Pacífico ; por Mr. Boussm- GAULT, (Comptes rendas, o diciembre Í860.) Los criaderos de guano ( Imano de pájaro ) están repartidos en el litoral del Perú, entre 2o y 21° de latitud austral. Yo vi los primeros depósitos en la bahía de Payta. Avanzando há- cia el S. se encuentran de distancia en distancia hasta la des- embocadura del Rio-Loa. Fuera de estos límites se encuentra todavía el guano á veces hasta con mucha abundancia; pero entonces está casi privado de sales amoniacales, y de los prin- 84 cipios orgánicos á los cuales debe una gran parte de sus pro- piedades. Caminando desde el S. hacia el Ecuador, las guaneras prin- cipales son las de Chiparía, Huanillos, Punta de Lobos, Pabe- llón de Pica , Puerto- Inglés, Islas Palillos, Punta Grande , Isla de Iquique, Piragua , lio, Jesús y Cocotea, é islas de la bahía de Islay. Entre Islay y un punto situado algunas leguas de Pisco no se conoce guano de pájaro, pues principalmente pueblan aque- llas aguas las focas, marsopas, y lobos de mar; así es que los mon- tones de guano, que por otra parte son muy pocos, que se des- cubren en estos parajes, están casi enteramente formados por los escrementos y esqueletos de estos animales. El guano se deposita en pequeños promontorios en la costa escarpada, llenando las fragosidades de la misma, yen general en todos los sitios en que encuentran las aves un resguardo contra las fuertes brisas del S. Las rocas de esta parte de la costa consisten en granito, en gneiss, en sieniía y sienita porfídica: el guano que tienen suele estar en capas horizontales; algunas veces, sin embargo, fuerte- mente inclinadas, como en Chipana, en que vienen á estar casi verticales. En ciertas guaneras se observa una mezcla de ex- crementos de aves y de peces ó cetáceos (lobos). D. Francisco Rivero indica particularmente esta mezcla en Punta-Lobos, donde sobre estratos de un guano de color gris oscuro se ha- llan sobrepuestos otros estratos casi negros del grueso de 2 piés, cubiertos á su vez por nuevas capas de varios colores. El estrato negro está lleno de piedrecitas de pórfido relucientes, elípticas, que las focas (lobos) acostumbran tragar, y que siem- pre se encuentran en sus excrementos. Los depósitos de guano están generalmente cubiertos de un conglomerado de arena y de sustancias salinas, el caliche, que los obreros separan cuando empiezan una esplotacion. En algunos puntos, como en el Pabellón de Pica y en Punta Grande, el cria- dero está debajo de una masa de arena que ha caído de las mon- tañas inmediatas, y nada puede fijar m£jor su antigüedad en esta localidad que una observación hecha por D. Francisco Rivero. En la roca que les sirve de base se ven capas horizontales de gua - 85 no que sostienen un depósito correspondiente al aluvión antiguo, de 3 metros de potencia, y en el cual se hallan impresiones de conchas marinas, y sobre este aluvión, en contra de lo que gene- mente sucede, están colocados varios estratos de guano cubier- tos por la arena del aluvión moderno. Por lo común, la explotación del guano se verifica á cielo descubierto después de haber limpiado el criadero quitando la costra de caliches. Sin embargo, la guanera de Chiparía se es- pióla por trabajos subterráneos, que se hacen por debajo del conglomerado salino y arenáceo. En la guanera de Punta de Lobos el guano de pájaro, en es- tratos horizontales ligeramente ondulados, es de color pardo muy oscuro y contiene guano de lobo, como lo indican los huesos de marsopas, de focas (lobos), y las piedras pulimentadas elípti- cas que caracterizan las deyecciones de estos animales. La masa se desprende por medio de picos y con auxilio de la pólvora. Metido el guano en sacos, le colocan en balsas, y le trasbordan en seguida á barcos pequeños {guaneros). A los trabajadores se les da cada dia una piastra (5fr,40), alimento, y agua dulce que se ven precisados á ir buscar al Rio-Loa cuando no la llevan los buques de carga. La guanera del Pabellón de Pica se llama así por la aldea de Pica, situada 30 leguas en lo interior. Es una montaña cónica de 325 metros de altura: la roca cristalina que le sigue hasta 160 metros de altura está cubierta por una arenisca perfecta- mente caracterizada y muy moderna. La potencia de los estratos de guano sobrepuestos á la arenisca, es de 15 á 20 varas. El producto mas apreciado proviene de un escarpado de más de 200 varas de anchura, que cubre una masa de arena. En la zona inferior, los estratos están separados por un aluvión antiguo de 2 á 3 varas de grueso y sumamente duro. Hay situados unos 60 trabajadores en la guanera, cuya rada es bastante profunda para que puedan anclar los barcos guaneros á 25 varas del em- barcadero. Al N. de Iquica están las 3 islas de Chincha, las mas ricas en guano amoniacal , á los 13° de latitud austral y en la línea del S. al N. Sus cumbres no pasan de 110 varas: la base, que es de granito, está rodeada de arrecifes, tanto más peligrosos 86 para la navegación cuanto que casi constantemente domina allí un viento muy fuerte, el paraca, desde las 10 ó las li de la mañana hasta que el sol se pone. La reverberación de la tierra y el polvo aumentan singularmente la temperatura, así es que los obreros no trabajan más que por la noche. El guano está en estratos horizontales, por lo general ondu- lados hácia los extremos. En los corles se observan grietas llenas de cristales de sales amoniacales. En estas guaneras se encuen- tran huevos petrificados, plumas, huesos y aun aves en estado de momias. Constitución del guano. Las primeras nociones acerca de la naturaleza del guano se deben á Fourcroy y Vauquelin. En un ejemplar traído por Hum- boldt de las islas de Chincha, encontraron (1): 1. ° Acido úrico, en parte saturado por amoniaco y por la cal. 2. ° Acido oxálico, combinado con el amoniaco y la potasa. 3. ° Acido fosfórico, unido á las mismas bases y á la cal. 4. ° Cortas cantidades de sulfato de potasa, de cloruro de potasio y de clorhidrato de amoniaco. 5. ° Un poco de sustancia grasa. 6. ° Arena, en parte cuarzosa, en parte ferruginosa. La composición del guano amoniacal estaba fijada definiti- vamente. Después se han reconocido en él pequeñas proporcio- nes de xantina y de guanina. De 15 análisis que hizo Nesbit en ejemplares procedentes de las islas de Chincha, resultó la composición del guano. Sustancias orgánicas y sales amoniales. 52,52 (2) Fosfato de cal 19,52 Acido fosfórico. 3,12 (1) Armales de Chimie , 1.a serie, t. 56, p. 258, (2) Estas sustancias orgánicas comprenden , ácido úrico y acido oxálico. 87 Sales alcalinas, etc. . . 7,56 Sílice y arena . . . . , 1,46 Agua 15,82 100,00 Fosfato de cal soluble (neutro). ...... 6,76 Fosfato de cal insoluble (básico). .... 19,52 Fosfato total, 26,28 Azoe, apreciado en dosis 14,29 Id. correspondiente al amoniaco 17,82 Los caracteres de los guanos que proceden de criaderos dis- tantes de las costas del Perú, son el ser muy ricos en ácido fos- fórico, faltándoles casi completamente sustancias azoadas. Parece por otra parle evidente, que los guanos tórreos y ios amoniacales tienen un mismo orijen: las deyecciones y despojos de las aves de mar. La desaparición del amoniaco en los prime” ros es probablemente debida á circunstancias locales, como la abundancia y la frecuencia de las lluvias que naturalmente favorecen la descomposición de las sustancias orgánicas ó la di- solución de las sales de base de amoniaco. La parle del litoral del mar del S. en que se cria el guano amoniacal presenta en efecto la particularidad de que en una extensión considerable, desde Tumbez hasta el desierto de Ata- cama, es, por decirlo así, desconocida la lluvia, mientras que fuera de estos límites al N. de Tumbez en los bosques impene- trables y pantanosos del Choco, llueve casi sin interrupción. En Payta, situada al S. de esta provincia, cuando yo estaba, ha- cia 17 años que no había llovido. Más hacia el S. , en Chocope (lat. 7° 46' S.), se citaba como un hecho memorable la lluvia de 1726; verdad es que duró 40 noches, aunque cesaba por el dia. Lo raras que son las lluvias en estas regiones se atribuye á la permanencia é intensidad de los vientos S. S. E., que cuando 88 con más violencia soplan es en mayo y junio. Entonces está el cielo admirablemente puro; la temperatura baja por efecto de las corrientes de aire que vienen de las regiones polares aus- trales, y anuncian el fin del verano. No hay tempestades en la costa Peruana; así es que un habitante de Lima, de Piura, de Secura, no puede tener ninguna idea del trueno, á ménos que no haya viajado. Sin embargo, se engañaría singularmente el que creyese que es permanente la sequía en el litoral. Por es- pacio de muchos meses se baña la tierra sin lluvia, y los va- lles y laderas se cubren de verdor; y es que llega una época en que al viento de las regiones australes reemplaza un viento del N. apenas perceptible, tan suave, que sólo tiene la fuerza suficiente para mover una veleta y para agitar los ga- llardetes délos buques; es una leve agitación del aire, una cal- ma indecisa, que indica que ha cesado la brisa S. S. E. Desde este cambio, de julio á noviembre, toma la atmósfera un aspecto enteramente diferente, que sólo con lentitud modifica el viento, tomando poco á poco con suavidad la dirección normal S. S. E. Entonces se entra ya en el invierno ; y á la luz viva, que pare- cía como inundar el país, sucede una semi-claridad que en- tristece el ánimo. El cielo queda cubierto con una densa nie- bla, y sólo rara vez hay algunos claros en que aparece el sol. Generalmente al rededor de las 10 hasta el medio dia se le- vanta el vapor vesicular, y se mantiene á cierta altura, convir- tiéndose en una nube. Durante este movimiento ascensional se deshace una parte de la niebla, formando bruma ó garúa., que moja la tierra lo mismo que el rocío. Las garúas, como las llaman los indios, no son nunca bastante abundantes para que queden impracticables los caminos, ni para penetrar los vesti- dos más ligeros; pero por su persistencia introducen en el ter- reno bastante agua para fertilizarle, para mantenerle en un estado conveniente de humedad cuando el viento del S., reco- brando su impetuosidad, las echa fuera, y se opone á su apari- ción. Por lo demás, en los puntos del litoral, que felizmente son muchos, solo hay aridez en la superficie; á cierta profun- didad se encuentra una capa de agua, que tiene su origen en la cordillera. Las aguas pluviales que reciben las montañas de los Andes, á ménos que sean sumamente abundantes, no lie- 89 gan siempre hasta el mar, porque en su trayecto de 20 á 30 leguas- se sumen en la arena; y así se verifica en Piura y en Secura, donde es preciso para encontrarlas cavar el lecho de los torrentes desecados. A esta absorción de un suelo arenáceo, y á la frecuencia de las brumas ó gamas , se debe que el pais comprendido entre Tumbez y Chile no sea un desierto en toda su extensión. Precisamente en esta zona, en que la lluvia es bastante rara para considerarse como un verdadero suceso, entre Payta y el Rio-Loa es donde están situados los criaderos de guano amo- niacal. Más allá, más al N., como más al S. de estos puntos extremos, el guano expuesto á las lluvias tropicales está gene- ralmente privado de amoniaco y de sales solubles; sólo una sai insoluble es la que queda, y es el fosfato de cal, base y carác- ter de los guanos tórreos. Para que el guano se haya acumulado en tan enormes can- tidades en las guaneras, ha sido menester que concurran cir- cunstancias tan favorables para su producción como para con- servarse: un clima seco en un grado excepcional, en el que los pájaros no hayan tenido que precaverse de la lluvia; acciden- tes del terreno que presenten huecos; escabrosidades en que hayan podido pararse, poner y empollar al abrigo de las fuer- tes brisas del S.; por último, un alimento tal como el que en- cuentran en las aguas que bañan la costa. En ninguna parte del mundo es más abundante el pescado; sucede algunas veces por la noche, como he observado en Payta, que viene á chocar vivo en la playa en prodigioso número, sin que esté agitada la mar, como si quisiera escaparse de la persecución de un enemigo. Uno de los navegantes españoles que acompañaron á los académicos franceses al Ecuador, D. Antonio de Ulloa, refiere «que hay tanta abundancia de anchoas en aquella costa, que »no puede haber guarismo que represente su cantidad. Bastará »decir que sirven de alimento á una infinidad de aves, que les «hacen la guerra. Estas aves se llaman comunmente guanaes, »entre las cuales hay muchos alcatraces, especie de cuervo ma- »rino; pero todas se comprenden bajo el nombre de guanaes. «Algunas veces al tomar el vuelo desde ios islotes forman una «especie de nube, que oscurece el sol. Tardan hora y media ó 90 »dos horas para pasar de un sitio á otro, sin que se vea que «disminuye su muchedumbre. Se extienden sobre el mar, y «ocupan un gran espacio, después de lo cual empiezan su pesca «de una manera muy divertida, porque sosteniéndose en el «aire, y revoloteando á una altura bastante grande, aunque «proporcionada á su vista, inmediatamente que descubren un «pez descienden rápidamente con la cabeza baja, y apretando las «alas contra el cuerpo, y golpeando con lanía fuerza, que se «oye bastante lejos el ruido que producen en el agua. En se- «guida vuelven á volar, devorando el pez. Algunas veces per- «manecen mucho tiempo debajo del agua, y salen de ella lejos «del sitio en que se han precipitado, sin duda porque el pez «hace esfuerzos para escapar, y le persiguen disputando con «él en ligereza para nadar. Asi es que se les ve en los sitios «que frecuentan, que unos se sumerjen en el agua, otros se le- «vantan, y como son muchísimos, divierte ver esta confusión. «Cuando están hartos descansan sobre las olas; y al ponerse «el sol se reunen, y toda la bandada va á buscar su albergue. «Se ha observado en el Callao que las aves que duermen en las «islas y los islotes situados al N. de este puerto van desde «por la mañana á pescar al lado del S., y por la tarde vuelven «a los parages de donde han salido. Cuando empiezan á alra- «vesarel puerto, no se ve ni el principio ni el fin (1).« La rareza de las lluvias asi como el predominio de los vientos del S., la abundancia extraordinaria déla pesca y de las aves pescadoras en estas cosías, no habia dejado de llamar la atención de los primeros españoles que pisaron el suelo peruano. Uno de los historiadores, que también fue uno de los que prin- cipalmente tomaron parte en la conquista, Agustin Zarate, decia en el siglo XVI: «Los que han examinado esto cuidado- «samente, dicen que la causa natural de este fenómeno (la fal- «ta de lluvia) es el viento del S. que reina en todo el año en «las costas y en la llanura, donde sopla con tanta violencia que «arrastra los vapores que se elevan de la tierra y del mar, sin «que puedan subir bastante altos en el aire para que lleguen á (1) Ulioa, t. í, p. 486. 91 «reunirse y formar gotas de lluvia. Este mismo viento es tam- »bien causa de que las aguas del mar del S. corran siempre hacia «el N., lo cual hace difícil la travesía de Panamá al Perú. »En el valle en que está situada Lima, añade Zárale, es «muy agradable la estancia, porque el aire es tan templado que «en ninguna estación incomoda el frió ni el calor. En los 4 «meses que dura el verano en España se siente en Lima algo «más fresco que en el resto del año, y desde por la maña- «na hasta el mediodía cae una especie de rocío menudo, poco «más ó ménos como las nieblas que hay en Valladolid. «A lo largo de la costa se encuentran peces de todas clases, «y especialmente vacas marinas, que sirven de pasto á los «buitres. Hay también aves llamadas alcatraces, parecidas á «nuestras gallinas, las cuales son muy comunes, queseobser- «van en todas parles en un espacio de más de 2000 leguas: «estas aves se mantienen con peces de mar (1).» En un clima tan constante, en un terreno que no modifica la acción erosiva de los meteoros acuosos, en playas en que las mareas apenas son perceptibles, y en que en ninguna parte se ven dunas usurpadoras, es inmutable el aspecto de la natu- raleza. En 1832, en las costas qife baña el Océano Pacífico asistí á las mismas escenas que habían descrito Ulloa, Fraissier, y mucho antes que ellos, Zárale. Los alcatraces, los fenicópleros y los ardeas se dedicaban á pescar como en el reinado de los Incas. En Piura lo mismo se encontraba agua, cavando el lecho del torrente desecado. En Ghocope no había llovido hacia 88 años. El rio Tumbez penetraba en el mar con la misma calma, y quizá investigando bien, hubieran podido reconocerse en sus orillas las huellas que dejó aquel puñado de soldados intrépi- dos que le pasaron en 1531 para ejecutar con un éxito brillante la empresa más atrevida que jamas se ha intentado, es decirla conquista del Perú por las cuadrillas de Pizarro y Almagro, y ninguno de aquellos audaces compañeros se dignó echar una mirada sobre estos inagotables criaderos de salitre, sobre estas guaneras cuya importancia excede en el dia á la de las minas más productivas del Nuevo Mundo. (1) Zárate, Historia de la conquista del Perú , t, L n Los interesantes trabajos geodésicos que ejecutó en 1844 D. Francisco Rivero, dan para cada volumen del guano en las guaneras. Varas cuadradas. Varas cúbicas. Guaneras del Sur 713637 15842814 Guano de Punta-Grande y guano ya ex- traído. » 6157186 Islas de Chincha 1450224 36500000 Huaneras viejas y Carretas, Ballesta. . . » 60000 58560000 El Sr. Rivero ha encontrado para el peso de la vara cúbica 1400 libras españolas, ó sea 645 kilogramos. Tendremos entonces para el peso del guano que existia en las guaneras, 378 millones de quintales métricos. En esta valuación no están comprendidos los criaderos al S. del Rio-Loa, porque pertenecen á Chile, ni ios que se conocen al N. délas islas de Chincha hasta Payta, en los que he visto senta- dos en pizarras negras, arcilfosas, cuyas cimas miradas á cierta distancia, parecen cubiertas de nieve. Los criaderos de guano son tan considerables, que se ha du- dado que estuviesen realmente formados de excrementos de aves pertenecientes á la época actual. Humboldt estaba muy in- clinado á considerarlos como antidiluvianos, como masas de coprolitos que han conservado su sustancia orgánica original. Retrocedía ante la edad que era preciso asignar á estos depósi- tos, cuyo grueso llega algunas veces á 36 metros, porque sos- pechaba que en tres siglos las deyecciones de las aves que fre- cuentaban las islas de Chincha no pasarían del grueso de 1 centímetro. El Sr. Rivero cree, por el contrario, que esta prodijiosa acumulación de guano se explica naturalmente por la multitud de guanaes designados en las costas del Perú con los nombres de piqueros , sarrillos, gaviólas , alcatraces, pájaros-niños , pati- llas, ele. Si en el dia, dice él, á pesar déla persecución que han sufrido y sufren todavía los guanaes , se ve no obstante que millo- 93 nes de ellos se posan en los arrecifes ó en ias cumbres escarpa- das de los islotes, ¿qué sucedería antes de la ocupación del Perú por los Europeos, cuando, por decirlo asi, eran los únicos habitantes del litoral. Anade que para concebirla formación del guano de las islas de Cincha, valuado en 500 millones de quintales españoles, basta admitir, en lo que no hay nada de exageración, que un guano produce cada noche una onza de excrementos y que en las 24 horas hay en las guaneras 264000 de estas aves. 1 En 6000 años (el Sr. Riverono va más allá, atendiendo á la época del diluvio), el guano depositado pesaría 361 millones de quintales; y no debe olvidarse que á ias deyecciones se agre- gan necesariamente los restos de aves. Habitan 264000 gua- rnes á la vez las islas de Chincha, número que de ninguna manera causa repugnancia aceptar cuando se ven moverse esas nubes de aves, de lasque, para emplear la espresion de Ulloa, «no se ve ni el principio ni el fin,» que producen la oscuridad, y al pasar rasando por la superficie del mar impiden maniobrar a un buque. Este número puede por otra parte sujetarse á una espe- cie de comprobación. Como los guanaes no pescan más que por el dia, y por la noche se retiran á las guaneras , en la hipótesis del Sr. Rivero las islas de Chincha recibirían 264000, y la cues- tión consiste solo en saber si tienen sitio bastante. Pero la su- perficie de estas islas es de 1450224 varas cuadradas; así que un guanae podría disponer de 5^ varas, ó poco mas de 4 metros cuadrados, en los que se encontraría perfectamente acomodado. Bien pertenezca el guano á la época actual, ó bien se haya depositado en una época anterior, siempre resultará que repre- senta una masa enorme de sustancias orgánicas que han perte- necido á los habitantes del Océano; y como las deyecciones pro- ceden de los alimentos, los peces destruidos por las aves pesca- doras han sido la sustancia primera: todos los elementos en- terrados en las guaneras han formado indudablemente parte de su organización; y es posible apreciar la cantidad de peces que han consumido. Despreciando lo que un ave de mar disipa durante la com- bustión respiratoria , debemos creer que casi la totalidad del 94 ázoe del alimento se halla en las deyecciones, y por consi- guiente en el guano amoniacal, que no es más que la deyección conservada por efecto de circunstancias particulares, en las que anteriormente he insistido. La albúmina, el ácido úrico han ocasionado sin duda una producción de amoniaco, ó expe- rimentado otras modificaciones, en las que se encuentra el ázoe que entra en las heces de los guanaes, y por consiguiente en el pescado que dijieren estas aves. Un peso dado de guano amo- niacal tendrá por lo tanto por equivalente cierto peso de pes- cado, en el que entrará la misma cantidad de ázoe. El guano del Perú, cuando acaba de extraerse y no está averiado, contiene, como hemos visto, por término medio cerca de 14 por 100 de ázoe. Las investigaciones que he hecho hace algún tiempo, me autorizan para creer que el pescado, al salir del mar, contie- nen 2,3 por 100 de ázoe. Así, 100 kilogramos de guano contendrían el ázoe de 600 kilogramos de pescado de mar; y como en las guaneras, antes que se hubiera emprendido con tanta actividad su explotación, había 378 millones de quintales métricos de guano, tendríamos 2268 millones de quintales de pescado. Tal ha debido ser en efecto la enorme cantidad de peces devorados en el trascurso de los siglos por una serie de gene- raciones de guanaes sin interrupción; y los o3 millones de quintales de ázoe que se hallaban en ellas, habían realmente pertenecido á la atmósfera; porque el ázoe, como hace tiempo he indicado, no tiene otro criadero primitivo (1). Los seres organizados tienen en su constitución, indepen- dientemente de las sales minerales y carbono, los elementos del agua y el ázoe. El carbono en los carbonatos, en el grafito, per- tenece á las más antiguas formaciones; el carbono puro, el diamante, acompaña al oro y al platino en los detritus del gra- nito, del gneiss, de las sienitas. El agua, según las excelentes (l) Annaies de Chimie et de Physique , 2.a serie, t. 7!, p. 116; 1839. 95 investigaciones de MM. de Senarmont y Daubrée, ha desempe- ñado un importante papel en el metamorfismo de los terrenos cristalinos. De los elementos del organismo el ázoe es, por lo tanto, el único que no se encuentra fijado en las rocas de origen ígneo; no le vemos aparecer más que en los depósitos de sedi- mento, donde hay vestigios de seres que hayan vegetado ó respirado en la tierra; y todo nos induce á creer que no ha pe- netrado en los tejidos de las plantas, y por consiguiente en los tejidos de los animales, sino después de haberse trasformado en ácido nítrico ó en amoniaco, en cuyo estado se encuentra habitualmente en la armósfera. Del mismo modo que las minas de ulla, los depósitos tur- báceos y ios diluvios de huesos y de coprolitos, encierran las guaneras, estando en cierto modo atesorados, materiales de los antiguos mondos, que el hombre en su incesante actividad hace entrar en el mundo moderno. Al fertilizar un campo con sus productos se convierten en alimentos los excrementos de las aves de mar, del mismo modo que al quemar los combustibles minerales, se restituye á la atmósfera el carbono, el vapor acuoso, el ázoe que había to- mado de ella la vegetación propia de la época de la ulla. Esto es lo que con tanto ingenio como verdad expresaba un ilustre ingeniero inglés, G. Stephenson, al ver avanzar con toda ve- locidad un convoy en uno de los muchos caminos de hierro que había construido: «no son, decía, estas poderosas locomoto- rasdirijidas por nuestros hábiles mecánicos las que hacen mar- char el tren, sino que es la luz del sol. La luz que hace milla- res de años ha desprendido el carbono del ácido carbónico para fijarle en plantas, que una revolución del globo ha trasformado en carbón de piedra.» Las resli [aciones de los antiguos mundos no se han verifi- cado sólo para el Océano aéreo, sino también para el suelo. Las guaneras contienen sustancias minerales, entre las cuales figura el fosíato calizo; en el guano más amoniacal de Aligamos, ó de las islas de Chincha , no hay ménos de 25 por 100: los guanos térreos están casi enteramente formados por él; y sin ninguna exageración se puede apreciar el fosfato de cal de es- tos criaderos en 9o millones de quintales métricos , con el que 96 puede formarse el sistema óseo de 4 billones de hombres (1); y sin embargo esto no es realmente más que una partícula de los fosfatos esparcidos en las diversas capas de la serie geoló- gica. En el guano todo el fosfato debe necesariamente su ori- gen al pescado que consumen los guanaes , ó tomándolo desde más lejos, la tierra; lo cual ha motivado que Mr. Elie de Beau- montdiga con mucho fundamento, «que en los seres organiza- dos, el ázoe viene de arriba y el fósforo de abajo.» Los materiales acumulados en estos osarios de los tiempos primitivos que se encuentran en la caliza jurásica y en la neo- comiana, en las areniscas verdes y en las cavernas antigua- mente habitadas por generaciones de carniceros, no han ofre- cido los coprolitos hasta 1847 más que un interés puramente científico; pero inmediatamente que la química ha indicado su riqueza en ácido fosfórico, se comprendió que en ciertos lími- tes deberían obrar como el guano, y desde entonces se busca- ron con ardor. Hoy ya la agricultura europea recibe estos fos- fatos que vienen desde las extremidades del globo, como son las islas del Océano Pacífico, del mar Caribe, del golfo de Mé- jico, de las costas de Africa y de la Australia; y para recojerlo, los navegantes abordan á los bancos de coral y á los arrecifes, de que antes huían como peligrosos escollos. Séame lícito, para concluir, dejar sentado que este gran movimiento comercial, que da por resultado la difusión de ta- jes sustancias fertilizadoras, nació y tuvo su único impulso por una observación que hizo un eminente geólogo, el Dr. Buck- land, y los análisis tan notables de uno de los sabios mas dis- tinguidos, Mr. Berthier. (l) Según los datos de nuestro sabio compañero Mr. Jobert de Lam- baile. 97 METEOROLOd A . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de enero de 1861. Fueron en la 1.a década dias encapotados, nebulosos y tranquilos los 6 primeros, y entre ellos especialmente lluvioso el o, y más en particular aún el último; de transición, esto es, medianamente anubarrado, con viento del N. N. E. al princi- pio, del O. por la tarde y del E. á media noche, el 7; despe- jados y tranquilos, con fuertes escarchas al amanecer y nieblas pardo-oscuras sobre el valle del Manzanares durante toda la mañana, los 8 y 9; y el 10, sin escarcha ni bruma pero con celajes abundantes, se asemejó un poco por su variabilidad é indecisión al 7. Durante este período dominaron con escasa fuerza los vientos del S. O. al principio, y ios del N. E., alter- nados de vez en cuando con los del S. E. y N. O., en los últi- mos 8 dias; la temperatura media se conservó sobre 6'> en los o primeros dias, encapotados y lluviosos, para descender luego, y muy especialmente en los 8 y 9, despejados y tranquilos, hasta Io, y volver en el 10 á elevarse un poco: y el baróme- tro, que á fines del mes anterior había adquirido una grande altura, descendió súbitamente del 1 al 2 del actual, y aunque con menor rapidez, continuó descendiendo hasta los 5 y 6, elevándose después en los inmediatos siguientes, en orden hasta cierto punto inverso del termómetro, y correspondiendo las mayores alturas á los estados atmosféricos más despejados v faltos de humedad. A semejanza de lo ocurrido en la 1.a década, fueron en la 2.a los 6 primeros dias encapotados en totalidad ó muy gran parte, salvo el 13, nebuloso al principio y con celajes sueltos por la larde, pero que no se cubrió hasta las 9 de la noche; lluviosos especialmente los 11, 14, 15 por la noche y 16 por la madru- gada; y completamente despejados, por el contrario, los 4 úl- timos, si bien al disiparse la escarcha de que en todos ellos TOMO XI. 7 98 amaneció el suelo cubierto, se formaba una espesa bruma que por el 0. subsistía hasta las horas de mayor calor, convi rliéií- dose de nuevo en escarcha llegada la noche siguiente. Los vientos, muy débiles siempre como en el precedente período, siguieron soplando del N. E. con algunos giros hacia el S. E. y S. O,, en los dias lluviosos particularmente. Y la columna barométrica descendió del 11 al 15 y 16, húmedos y lluviosos, juntamente con la termométrica, elevándose luego hasta el dia 20, mientras la 2.a, ó permanecía estacionaria ó continuaba descendiendo, á la par que la humedad disminuía, y las nubes se disipaban por completo. Casi idénticos á los 4 últimos dias de la 2.a década fueron los 4 primeros de la 3.a, esto es, despejados, tranquilos ó agitados á lo sumo en determinados momentos por una leve brisa del N. E.; de escarchas abundantes, y, como consecuencia de lo último, brumosos por la mañana y en las primeras horas de la noche. Ni los restantes, hasta el 36 inclusive, se diferenciaron tampoco mucho de los precedentes, aunque en ellos, sin embargo, fal- taron las escarchas, y la temperatura fué todavía más be- nigna y de continuo creciente, soplando en todos el mismo viento, y oscilando el barómetro entre 71 1 mm y 720, altura la última muy poco común en Madrid. El 31, en fin, aunque to- davía análogo á los anteriores, se encapotó ya un poco por la mañana, y algo más por la tarde y noche, y debe considerarse corno .variable ó de transición. A pesar de las condiciones at- mosféricas, no muy favorables entonces, á las 7 de la noche de este día se descubrió por primera vez en el corriente año la luz zodiacal, comparable por su brillo á la región de la Via láctea situada en aquel momento más al N. E. del horizonte, y cuya altura, á las 7.] , pasaba de 40a, perdiéndose sus úl- timos vestigios cerca del planeta Marte, ó sea entre las es- trellas más brillantes de la constelación de Aries. fí)haq O cay y;;u; '• borní ' :A- ■:§ ■ i Errata . En el resumen de! mes anterior, sección correspondiente al termómetro, líneas 12 y 15, donde dice diferencias medias , en vez de ios números impresos, deben figurar ios siguientes: Línea 12: Io, 9? 6o, 5; 2J,í. ídem 15: i, 0; 3,4 ; 1,8. . . > i t ■ 2 1 . •. • . 1 ’ ■ . ; ' ■ ' i ' 99 BAROMETRO. 1 ,a década. 2.a 5.a Am á las 6 m . , ......... rain 703,39 mrn 703,74 rom 714,97 id. á las 9 703,97 704,32 715,50 Id. á las 1 2 703,46 704,05 715,19 Id. á las 3 t 702,84 703,49 714,32 Id. á las 6. 702,96 703,77 714,46 Id. á las 9 n . .-. 703,16 704,46 714,93 Id. á las 12 703,03 704,50 714,93 — — ” * Am por décadas. mm 703,26 m m 704,05 rom 714,90 A. máx. (dias 1 , 20 v 26V .......... 712,18 715,58 720,11 A. mín. (dias 5, 14 y 28). .......... 694,48 693,70 711,31 Oscilaciones 17,70 21,88 8,80 Ara mensual ...................... » rom 707,64 » Oscilación mensual . o 26,41 )> TERMOMETRO. i .a década. 2.a 5.a Tm á las 6 m .................... . 3\0 0°,4 r,4 Id. á las 9 3,6 - 1 ,4 2,9 Id. á las 12 6 ,8 4,6 10 ,4 Id. á las 3 t. 7,8 6,8 13 ,4 Id. á las 6. ■5,3 4,3 9 ,5 Id. á las 9 n 4 ,0 2 ,4 6 ,3 Id. á las 12 3 ,3 1 ,7 4,5 Tm por décadas. 4o, 8 3°,1 6°, 9 Oscilaciones. 16,4 13 ,2 18 ,3 T. máx. al sol (dias 7, 12 y 28) 24°, 1 23°, 3 3i\ 3 T. máx. a la sombra (dias 4, 18 y 29). 11 ,8 10 ,4 16 .1 Diferencias medias 5,5 8, á 14 ,0 T mín. en el aire (dias 9, 20 y 21) . . . - 4o, 6 —2o, 8 —2o, 2 Id. por irradiación (dias 9, 20 y 23). . -10 ,0 —7 ,0 -4 ,3 Diferencias medias. 3 ,3 2 ,8 2 ,6 lm mensual. » 5°,0 /> Oscilación mensual » 20 ,7 » 100 PSICROMETRO. \ .a década 2 8 3.a Hm á las 6 m. 90 92 82 Id. á las 9 ...» 90 92 80 Id. á las 12. 74 85 59 Id. á las 3 t. 73 70 52 Id. á las 0. . 81 ? 81 58 Id. á las 9 n. . . . . 87 80 72 Id. á las 12 89 92 77 Hm por décadas .*. ¡ 83 86 09 Hm mensual B 1 80 >) ATMOMETRO. Em por décadas. E. máx. (dias 4, 11 y 20) E. mín. (dias 1, 10 y 23). Em mensual mm mm mm 0,0 0,0 0,9 1,0 0,8 1,2 0,0 0,3 0,5 » mm 0,7 PLUVIMETRO. Dias de lluvia g Agua total recogida 21mn\0 Id. en el dia 0 (máximum). 13 ,0 ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. N 18 horas S . . 8 N. N. E 72 S. S. 0 o 36 N. E 252 s. 0 ... 53 E. N. E 112 O. S. 0 33 E 90 0 . . 10 E. S. E 9 O. N. O 1 S. E 29 N. O. . . 9 S. S. E. ....... 8 N. N. 0 2 Observatorio fásico y meteorológico «He los aluuano§ del lile»! Colegio de SSeléu. co oo as 'es c> S^> es as "5S GC as S «as ce es -s£ o as «o as Sí o • f— ■> o es » %- oc £'* OS aow 5<1 ZO IT" OO -i— To* °r-~of íoT Síf a o «o i '' r- <30 CM CM r~* o o o « o o cC es a H C CC «*5 H $ es H U Oí r-rl 3m a td s « s 2 S S o 2 H « z o § < eS u: id O 2 w a z se r-t < . O • a o • © ■a 2 =s «s a o w -— < a? 91 «5 u MUfe- Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 24", 5. Longitud, 76° 9' 42", 8 0. de San Fernando. Altura sobre el nivel del mar 20^,175. Altura sobre dicho nivel de los termómetros colocados en la torre, 32<”,675.=Babana l.° de junio de 1860. Nota. Posición geográfica ciel observatorio: Latitud N. 23° 8' 14", 5. Longitud 79° 9' 42'' u, O. de San Fernando. Altura sobre el nivel del mar 20™, 175. Altura sobre dicho nivel de los termómetros colocados en la torre, 32m,675.=HABANA l.° de julio de 1860. 102 2 C?3 t© - _» - v. 53 ©o w oo 05 ©5> !S» 05 05 — *©„ >» O O- Ha» 05 05 05 Oí I© OO - t Oí 5*3 oo 68,31 t© 35 O -J - ! t© fc© OS Oí ©í ©5 0*5© \* ^ O >j> 05 ©O Oí 05 5S t© _ 05 05 05 -S -! ©5 ©5 • t© = <3> O — *o 05 Oí M = «* -» ©5 05 • WÍ3. Oí t© V. 5© O 4^ cu — P 05 ©. P p t-1 o o c O O O CD so 3 3 3 "“aq g rooa s o 0 wO'í 2^ ^ ^ O . . “7© P P3 -3 “ c/5 C O 005 ‘ ~ 3 “ © 3 c- s — * fO - 00 3 CD Cí> N. E. i© _ O! = Oí ü 05 r© ©5 ©5 r© i© Oí 0Co Oí Oí ©5 ©5 05 ©5 k. ! *™* k- * Oí ©í „ ■OI t© í© t© -I - J ©5 Oí ©5 05 05 05 05 35 ^ 3 k*** ©5 N* O r.-»t ©5 ©5 V„rW Idem del mes de junio. SO ÍO ©l c© *>í# , .. c .. »íüh *aji so 1-^ ©3 ©3 ©3 IT* ©1 ©3 ©i £ L"„ ef csT so” 2 r*H ©3 ©3 ©1 ©3 Ce Q ©S ■ ->*0 2 i 'O SO 63 00 OJD /*, O r~* 03,2 O ¿ © GO C r ÍS O ^ £ ® al = se ce ©1 — 0 £ ©1 • se 'i© ] -« L-* ce ce ce ©3 & r- ir- 0 ce ®S s© 0 «- ^ E°® K3 ©3 C© s ^ ce ce ce ox ¿ ^•oc s «s ©3 OO 0 «- » B OS QO ©s O. ^ ©3 ©I ©3 i- 10 de la 1 0 os I S^^i s ^ y-- r- 1© s© ©3 ?■“< ce ce SO ce ¡' C es_ = ©3 g ( SO ©í"^’ _ ce so 0*0* 0 ^ rx ce SO c- OO P «3 ft q ©3 í^1 so GO )- “ ©3 •« 1 “ SO s© ©3 ©3 ©3 1- < G© ^ < «'l O 2 O tt so p¿3; ©1 c ©1 ~ ce /■ ca w» E I £¿3 SS i'' ! c c ^ 5-0 0 ^ ©3 re 5= 63 P3 i rO i 2 ÍO OS OS es 2 ©3 i fP c© ss í - I - ce ©1 ©3 ©3 *5fl . „ „ ÍN * ss 5=1 ©i “ se ^gEa^mB3aanaiBB3BB ¡ Q '*<# t- r-* ce ec qcc so ^r<»©í(N Q SO CO o v»f( — » geooo 2 soV^qo ©í c© so • CS ce ©i ©i SO JO O le* ©sí taf OO OO ce ©3 ©« oo «o ce so o©» oo os- eo © o s > > .:; G> O —s ce a — * c£ e 5 3 «5 a o ^ -™ a> M S U « S^OOOH "omo© i.'* r-' r-> ©j SO^W „ OS SO ©! g - , n , <©> SO © s d> ¡ C_J» r- 1^ s 1 ^ eiocH S 3 •“C3 „ oo ce ^ c© ^ ¡ .>■ t— í 2 ^ ^ ^ •■ p t"> aH C© tX2 ~ C© Z£> «© «e r-Q C3 I" í ~' ! ' C3 es = a ~ ^ *a ’o ~ -C0 V—, IX! © ggOS Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 24", 5. Longitud, 76° 9' 42", 8 0. de San Fernando. Altura sobre el nivel del mar 20*«,175. Altura sobre dicho nivel de los termómetros colocados en la torre, 32m,G7ü.=lÍAB.\NA l.° de agosto de 1860. CIENCIAS NATURALES. GEOLOGIA. Investigaciones geológicas acerca de las sustancias , expecial- mente las piedras, que trabajaron los primitivos habitantes de las Galias; por Mr. Robert. (Comples rendus, 29 octubre T860.) Sin pretender sacar ninguna consecuencia de los hechos que he réunido y tratado de recopilar en esta Memoria, hechos que principalmente tienen por objeto hacer ver la analogía íntima que existe entre los objetos trabajados por los prime- ros habitantes de las Galias, y el suelo sobre el cual y en el cual se hallan, no puedo ménos de hacer notar que las pie- dras talladas recojidas en los puntos más elevados de la cuenca de París, tienen tal semejanza con las de los arenales de Ivry y de Grenelle, en París á orillas del Sena, rio arriba y rio abajo, que es difícil no admitir que todos estos objetos son contemporáneos. De seguro, á ningún geólogo se ocurrirá con- siderar las piedras labradas que se encuentran en gran nú- mero en Meudon á más de 100 metros sobre el nivel del Sena, como objetos antidiluvianos. Muchas de ellas, por otra parte, se hallan al pié de la colina , diseminadas en el verdadero diluvium, caracterizado en las cercanías de París por cantos rodados empastados en una tierra arcillo-ferruginosa rojiza, que suele llenar pozos naturales abiertos por las aguas con mu- cha violencia hasta la base de las primeras mesetas en la caliza marina grosera. El verdadero diluvium , en una palabra, es un terreno virgen muy anterior á los grandes aterramientos 105 de los ríos, en los cuales por mi parle no he observado nunca vestigios humanos. Lejos de mí por lo tanto el pensamiento de haber tratado de resolver la gran cuestión arqueológica suscitada por Mr. Boucher de Períhes, relativa á la antigüedad de los primeros vestigios de la presencia del hombre en nuestras regiones, ex- presaré sólo, según lo que he visto bajo el aspecto geológico, la opinión de que los arenales situados á lo largo de los rios, ta- les como los del Sena en París en toda la ribera izquierda, del Mame en San Mauro yen Nogent-sur-Marne, del Oise en Précy- sur-Oise, del Somme en Araiens, en los cuales se han hallado en estos últimos tiempos muchas piedras evidentemente traba- jadas, que estos arenales, repito, están abiertos en medio de aterramientos de rios muy antiguos. Estos aterramientos, vuelvo á decir, no se parecen en nada á los depósitos del diluvium que los rodean por todas partes, de lo cual presenta un notable ejemplo el suelo del bosque de Bolonia: el centro es el antiguo diluvium, y el circuito lo forman aluviones modernos; estos sil timos están compuestos de can los rodados, de arena y de cascajo, tomados: l.° de antiguas formaciones locales; 2.° del verdadero diluvium, que después de haber recorrido en algu- nos puntos por la salida de los rios, les hubiese cedido con la masa principal guijarros y huesos de paquidermos; 3.° por úl- timo, de los primeros habitantes de nuestras regiones, que han abandonado en el suelo á la inmediación de los rios una canti- dad considerable de piedras labradas. Nunca se han encontrado huesos humanos rodados; pero aun cuando sucediese, no veo que por esto se invalidase la re- gía que presento. No en vano los ilustres autores de ía paleon- tología de nuestros terrenos (MM. Cuvier y Brongniart) recor- rieron mucho antes que nosotros las cercanías de París, y asig- naron los límites en que debían únicamente encontrarse las diferentes razas de animales que caracterizan sus capas. Todo lo que vemos en el dia no sirve más que para justificar su alta previsión. Todos los hechos que he reunido en esta Memoria propen- den en último análisis á demostrar que la raza de hombres que primeramente ocupó las Galias fué en efecto antiquísima, y po- 106 d riamos decir que se pierde en la noche de los tiempos, sin que para esto sea necesario, y es precisamente lo que quiero sentar, que se separase por medio de un cataclismo de la época céltica propiamente dicha. Aún iré más adelante, opinando que los centros de población actual, al ménos en Francia, no son más que la continuación de estas primeras cunas humanas. Por el exámen atento de ciertas localidades que he tomado por ejemplo, como las de Meudon, Bregy, y la abundancia de pie- dras labradas que se hallan en ellas, cuya naturaleza es idén- tica á la de las rocas de estas mismas localidades, me es impo- sible no ver en esta semejanza un motivo que, mientras duró la edad de hierro, obligó á las poblaciones á fijarse en un sitio mejor que en otro: asi como la necesidad de abundantes pastos obligaba á los pueblos pastores á dar la preferencia á las re- giones que por el momento les oírecian más ventajas, bajo este aspecto la de instrumentos de piedra, únicos que existían en- tonces, debió invitar á los Celtas á establecerse con preferencia en localidades ricas en buenas piedras á propósito para la in- dustria. Sin embargo, estas consideraciones no nos impedirán reco- nocer, por último, que las poblaciones debían especialmente buscar las orillas de los ríos que naturalmente íes ofrecían co- municaciones fáciles, y caza y pesca abundantes. No se podría por último, explicar de este modo la multiplicidad de los obje- tos trabajados de todas maneras en los depósitos lluviales y turbosos, objetos idénticos á los de las llanuras elevadas, ó de las alturas que nunca han estado sumerjidas, tales como las de Meudon y Brégy, después que el hombre ha colocado en ellas su morada. 107 Informe dado á la Academia de ciencias de París por una co- misión de su seno , compuesta de MM. Moquin-T andón , Payen y Brongniart , sobre una memoria intitulada: Trabajos expe- rimentales de organogenia vejeta!, por Mr. Hetet. (Comptes rendus, oí enero 1859.) Los experimentos de Mr. Hetet tenian por objeto determi- nar el modo real de formarse capas nuevas de madera y cor- teza en los vegetales leñosos dicotiledones; cuestión que hace pocos años era aún muy controvertida, y daba lugar en aque- lla época á debates cuya vehemencia recuerda la Academia. Las ideas teóricas de Du Petit Thouarsy Gaudichaud, muy semejantes entre sí, aunque diferentes en muchos puntos, eran á propósito para deslumbrar fácilmente á primera vista, por cuya razón atrajeron á muchos sabios distinguidos, quienes no habiendo estudiado con la debida atención sus puntos funda- mentales, y apoyándose en apariencias engañosas, creyeron haber comprobado que los nuevos tejidos leñosos nadan de la base de las yemas ó de las hojas, y se prolongaban sucesiva- mente hacia la parte inferior del árbol y la estremidad de las raíces, constituyendo así las capas nuevas leñosas y corticales. Los numerosos experimentos de Gaudichaud y su profundo convencimiento de la verdad de su teoría, habían afiliado á su opinión muchos sabios franceses y estrangeros. Sin embargo, la mayor parte de los fisiólogos franceses y alemanes, y también nuestro colega Mr. de Mirbel, y Mr. Molí! en Alemania, im- pugnaban esta teoría y sostenían que los tejidos nuevos, leño- sos y corticales, fibras y vasos, se formaban en el mismo punto que ocupan, por la mera influencia de los fenómenos de nutri- ción, simultáneamente determinados por las funciones de las raíces y las hojas. Gran número de hechos, de los cuales la mayor parte se conocían antiguamente, pero comprobados muchas veces en estos últimos tiempos, venían en apoyo de sus convicciones y 108 muchos miembros de la sección de botánica de la Academia no titubearon en consignar su opinión acerca del particular, ya en un informe sobre las primeras observaciones de Mr. Trécul re- lativas á esta cuestión en 1852 (1), ya en algunas notas espe- ciales presentadas á ia Academia en la misma fecha (2). Las primeras observaciones de Mr. Trécul, objeto del in- forme que acabamos de citar eran ya tales, que dejaban pocas du- das acerca del modo de formarse los tejidos nuevos por medio de una capa generadora que constituye lo que se habia designado generalmente hasta entonces con el nombre de cambium. Sin embargo, necesitábanse tal vez, para convencer á los naturalis- tas opuestos á estas ideas, nuevos experimentos hechos directa- mente con el objeto de evidenciar la verdad de esta teoría, y acompañados sobre todo de observaciones microscópicas exac- tas, acerca de la formación y del desarrollo de los tejidos nuevos. Estos experimentos y observaciones microscópicas se hicie- ron con gran talento por Mr. Trécul, quien ha publicado sus resultados en tres Memorias leídas á la Academia el 10 de agos- to de 1852, el 13 de diciembre del mismo año vel 17 de enero %¡ de 1853; Memorias que, publicadas poco tiempo después de su lectura en los Anales de Ciencias naturales (1853, t. 19, p. 63. 157 y 257), no lian podido ser objeto de informes presentados a la Academia. La cuestión podía, pues, parecer resuelta, cuando ménos de una manera general: pero los trabajos científicos se propagan lentamente lejos del centro que los ha visto nacer, porque nuestras ciudades subalternas sólo tienen bibliotecas científicas muy in~ (!) Informe sobre una Memoria de Mr. Trécul, intitulada: Obser- vations relatives á l'accroissement du diamétre dans les végétaux dicoty- lédones ligneux , por Mr. Richard, en nombre de una comisión compuesta de MM. de Jussieu, Brongniart y Richard. ( Comptes rendus , 1 852, t. 34, pag. 703.) (2) l\Tota de Mr. Richard. ( Comptes rendus , 1852, t. 34, p. 818.) INota sobre la formación de las nuevas capas leñosas en los tallos de los árboles dicotiledones, por Mr. Ad. Brongniart, ibid ., p. 933. lNTota de Mr. de Jussieu, ibid., p. 940. 109 completas, y la escuela de medicina naval de Tolon no recibe la mayor parte de las obras necesarias para el estudio de las ciencias naturales, que tanto importarla, sin embargo, di- fundir entre los médicos y los farmacéuticos de la marina, destinados á recorrer tan diferentes países, ó á residir dilatadas temporadas en nuestras colonias. Las teorías fisiológicas de nuestro antiguo colega Gaudi- chaud, farmacéutico de la marina y durante mucho tiempo ca- tedrático titular en la escuela de Rochefort, encontraron natu- ralmente muchos prosélitos en un cuerpo que había ilustrado con sus numerosos trabajos. Así, pues, Mr. Heíet, llamado hace algunos años á esplicar botánica en Tolon, se sintió inclinado, como él mismo nos lo dice, á adoptar la teoría tan seductora á primera vista, establecida por Du Petit Thouars y Gaudichaud; pero antes de enseñarla quiso cerciorarse, por medio de obser- vaciones propias, de la exactitud de las bases en que se fundaba, y emprendió con este objeto unasériede esperimenlos análogos á los practicados antiguamente por Duhamel, y aun más aná- logos á los que acababa de hacer Mr. Trécul, pero cuya existen- cia se ignoraba entonces, aunque se publicaron tres años antes de la época en que principió sus investigaciones. Mr. Heíet creía que repitiendo los experimentos de Duha- mel, consistentes en cubrir un tallo, al que se arrancaba Incer- teza en cierta estension, con un cilindro de cristal que se opu- siese á la desecación de la superficie desnuda, y resguardando esta de la acción de la luz, podría ver, conforme á la teoría de Gaudichaud , propagarse gradualmente los tejidos desde el borde superior de la incisión hácia su parte inferior, hasta la superficie húmeda de la madera descortezada. Dispuesto asi el experimento en muchos árboles tiernos de diferentes especies, no dió el resultado que se esperaba. En casi toda la superficie se desenvolvieron unos pezoncillos circulares que no tardaron en confundirse, formando una superficie ce- lular continua , corteza parenquimática de nueva formación, bajo la cual se presentaron pronto ios tejidos fibrosos de la ma- dera, y la corteza y verdaderos vasos. Estos diferentes tejidos de nueva formación se presentaban en toda la superficie de la madera tierna desnuda, cuando ninguna causa habia venido á 110 alterar los tejidos recientes que la recubren en la época de la vegetación, y que forman lo que en otro tiempo se llamaba cambium, y se denomina generalmente en nuestros dias capa generatriz. Guando, por el contrario, un roce, aunque ligero, ó la acción demasiado prolongada del aire exterior, habían des- truido ó alterado en ciertos puntos esa capa productora, tan del- gada y lénue, deteníase la producción délos nuevos tejidos, y en- tonces (que es el caso más frecuente) la formación de una nueva corteza y de una nueva madera subyacente sólo se manifestaba en forma de placas limitadas, mas ó ménos extensas, muchas veces enteramente aisladas entre sí y sin comunicación con el borde superior de la incisión; no podiendo por consiguiente en manera alguna ser efecto de la prolongación de Obras radicales proce- dentes de las yemas ó de las hojas superiores. Por tanto el resul- tado obtenido por Mr. Hetet se hallaba enteramente conforme con el que diferentes observadores, y parlicularmenteMr.Trécul, habían conseguido por medio de experimentos que sólo se dife- renciaban de los suyos en que el segundo observador habia res- guardado las decorticaciones con telas impermeables, en lugar de aplicar tubos de cristal, de aplicación por lo regular más difícil, pero que permitían seguir dia por día el experimento. Mr. Hetet reconoció asimismo en dichas placas de nueva formación, cuando habían adquirido bastante desarrollo, la presencia de todos los tejidos que entran en la composición de la madera y la corteza; habiendo observado también que estas partes continúan creciendo en grueso á expensas de una capa generatriz de tejido reciente, colocado entre la superficie ex- terna de la madera de nueva creación y la superficie del nuevo íiber que la recubre; capa generatriz, que permite aquí, como en los tallos en su estado normal, separar la corteza de la ma- dera subyacente. Semejantes resultados, contrarios á los que se prometía su autor, partidario hasta entonces de la teoría de los tifones de Gaudichaud , le obligaron á abandonar las opi- niones que esperaba confirmar con sus experimentos, y á adop- tar francamente la opinión contraria. Si estos interesantes estudios se hubiesen hecho algunos años antes, hubieran tenido mucha más importancia, y hubiesen contribuido á decidir una cuestión entonces muy debatida, y 111 cuya solución era aún dudosa para muchos sabios. Pero siem- pre deberemos agradecer á su autor los esfuerzos que ha hecho para resolver un problema difícil en una época en que ignoraba los recientes trabajos hechos sobre el mismo asunto. Por otra parte, la repetición de los experimentos en estas materias no carece de utilidad, pues es indudable que nuevas observacio- nes añaden siempre mayor peso á las primeras. En las ciencias que se apoyan en el estudio de hechos por lo regular difíciles de observar y de interpretar con exactitud, la averiguación de la verdad resulta de una manera definitiva del acuerdo de las observaciones. Por último, dirigiendo cada experimentador sus observa- ciones á objetos un poco diferentes, recoje algunos nuevos he- chos que enriquecen la suma de nuestros conocimientos. Mr. Hetet, que verifica sus experimentos en Tolon en el magnífico Jardín botánico de Saint-Mandrier, se halla en con- diciones harto diferentes de las que rodean á los naturalistas del N. de Francia, puesto que puede someter á sus investiga- ciones árboles y arbustos que sólo con languidez vegetan en nuestras regiones más frías, y no pueden algunas veces sufrir el aire libre. Así, pues, además de algunos árboles comunes á entrambas regiones, como el olmo, álamo negro, aiianlo ó bar- niz del Japón y el sanco, Mr. Hetet ha podido hacer objeto de sus experimentos el Mella azedaraeh y eí laurel-rosa ( Nerium splendens, hort.), que crecen con lozanía en la Provenza; el pri- mero no le ha suministrado sino hechos análogos á los obser- vados en los demás árboles, al paso que el laurel-rosa añade, por el contrario, una interesante observación á las practicadas anteriormente. Los recientes experimentos sobre esas producciones de ma- dera y cortezas aisladas que se forman sobre porciones de tallos despojados de su corteza, no babian recaído hasta aquí sobre vegetales de j ugo lechoso bien caracterizado: el laurel- rosa está en este caso, y Mr. Hetet ha podido averiguar, en los experi- mentos que ha practicado con dicho arbusto por medio de de- corticaciones protejidas por un tubo de cristal: l.° que las pla- cas que se formaban sobre la superficie descortezada presenta- ban una corteza con vasos de! látex llenos de zumo lechoso; tn l.° que la interrupción en la marcha de ese zumo, producida por su extensa decorticación y practicada en el arbusto, no fué al parecer perjudicial á su vegetación. Otros muchos experimentos de especial interés podrían ha- cerse en aquel hermoso clima, con vegetales que los observado- res de los países septentrionales no pueden someter á sus in- vestigaciones: tales son, entreoíros, el nerio ó laurel-rosa, otros muchos árboles de jugo lechoso, como las higueras y muchas euforbiáceas, y algunas dicotiledones de tallos anómalos, como el pircunia dioica . Las plantas monocotiiedones leñosas no parecían adecuadas para prestarse, á lo ménos en su mayor parte, á experimentos de este género; no obstante, el vigoroso crecimiento de muchas de ellas en el jardín de Tolon, y la posibilidad de separar en algunas la capa cortical de ¡as partes más profundas, indujeron á Mr. Hetet á intentar repetir en una de ellas los experimentos de que acabamos de hablar, y ha comunicado recientemente á vuestra comisión los resultados de su primer interesante expe- rimento j que nos parece enteramente nuevo. Dicho experi- mento recayó en un pié vigoroso de yucca alocfolia, cuyo tallo fué descortezado en una extensión de 40 centímetros en toda su circunferencia; además se quitó la mitad de la parte descorte- zada hasta el centro del tallo, á fio de reducir la que se con- servó á un medio cilindro del tallo despojado de su parte cor- tical. El tallo en toda la extensión, y hasta algunos centímetros más arriba y más abajo de la parte descortezada, se cubrió con un tubo de cristal exactamente cerrado en su parte superior é inferior, y se resguardó de la acción de la luz mediante una cubierta de tela gruesa. El experimento empezó el 18 de julio de 1856, habiendo durado hasta el 25 de setiembre de 1858, por espacio de dos años y dos meses. Á pesar de esta mutilación, el Yucca no ha sufrido el me- nor detrimento, y su vegetación ordinaria ha continuado, na- ciendo nuevas hojas en el centro de su yema terminal , de cuyo modo el tallo ha crecido más de 20 centímetros. La circulación de la savia y la nutrición prosiguieron , pues, haciéndose normalmente. Ningún nuevo tejido se formó en la superficie descortezada, ni en la sección practicada hasta i m el centro del tallo ; pero desde principios de la primavera de 1857 empezó á formarse un rodete al rededor de la sección superior de la corteza entre esta y la parte más interior del ta- llo; rodete que fué creciendo sucesivamente, y produjo, an- dando el tiempo, unas raíces adventicias, que se prolongaron en el interior del tubo de cristal. Dicho rodete, que tiene cerca de i centímetro de grueso y abraza casi toda la sección supe- rior, sin prolongarse más de 1 ó 2 centímetros fuera de ella, disminuyendo poco á poco de grueso, se diferencia mucho, en cuanto á su organización, del que se forma en los vegetales d ¡cotiledones, en los que sólo es resultado de la condensación de las capas sucesivas normales que se forman en la parte ex- terior de la antigua madera, más arriba de la decorüzacion. Un poco más arriba de ella no hay producción alguna de nuevas capas; todo el desarrollo de nuevos tejidos se verifica en una reducida extensión, encima de la sección de la cor- teza» Este hecho es consecuencia de la estructura especial de las plantas monocotiledones; pero prueba, sin embargo: l.° que estas plantas tienen una zona externa de un tejido especial, descrito ya muchas veces en las anatomías de los tallos de dichos vege- tales, pero que puede separarse en muchos de ellos como la corteza de los dicotiledones; separación que se presenta de una manera muy marcada en los draccena , en los que va acompa- ñada de un 'crecimiento muy notable de los tejidos del tallo situados debajo de la referida corteza. 2.° Que el crecimiento en diámetro del tallo, que no se presenta de una manera sensible en los de Y ucea en su estado normal y en su parte media, puede verificarse cuando una in- terrupción de la corteza modifica el modo de circulación de los fluidos nutritivos, y los retiene más arriba de dicha inter- rupción; que estos fluidos, por consiguiente, proceden esen- cialmente de la parte superior del vegetal con hojas. Un hecho observado muchas veces en los individuos de Yucca draconisy de gran altura, y cultivados en estufas, viene en apoyo de este experimento: ese hecho es el crecimiento que adquiere la base de su tallo, que se dilata en forma de cono; crecimiento debido á nuevos tejidos que se desarrollan en la TOMO XI. 8 i Hi- parte exterior de los que primitivamente constituían el tallo. Esa misma dilatación de la base de los tallos se observa en muchas plantas monocotiledones, cuyos tallos sencillos conser- van, en el resto de su extensión, una forma casi cilindrica: los arecca, entre las palmeras, presentan este fenómeno de una manera muy marcada; es una especie de rodete que se forma en la base del tallo, como más arriba de la decoríizacion del Yucca. 3.° El experimento hecho por Mr. Hete! establece, al pa- recer, que en los Yucca, por lo menos, la zona en que se veri- fica la separación de la capa cortical y de los tejidos subyacen- tes no participa de la marcha regular de la vegetación , ó pierde fácilmente la facultad de producir nuevos tejidos, no habiéndose desenvuelto placa alguna, ni siquiera puramente celulosa, en la superficie puesta al descubierto, y seca, de poco grueso (cerca de 1 milímetro). ¿Cómo se ha formado el rodete superior que encierra gran número de haced i los fibro-vascu- lares, diferentemente replegados y contorneados? Esto es lo que no alcanza á demostrar el primer experimento. Resultan sin embargo de él, á pesar de ser aislado, preciosas indicaciones que deben servir de estímulo para multiplicarlos, y hacerlos extensivos á oíros árboles monocotiledones que pue- dan multiplicarse más fácilmente, y desarrollarse en condicio- nes más favorables en el clima del Mediodía de la Francia ó de la Argelia que en las estufas del N. de la Francia. Los Bracxna y los Cor dilina, que están tan próximos, se- rian especialmente á propósito para éstos estudios. En los piés de Br acama draco, de las estufas del Museo, se nota que las incisiones accidentales se cercan y cubren en parte de rodetes parecidos á los que se forman al rededor de las incisiones de los dicotiledones. El crecimiento en diámetro de estos árboles y de otros monocotiledones leñosos de tallos ramosos, es dema- siado evidente para que sea necesario hacer mención de él, y es fácil convencerse de que ese crecimiento se verifica por medio de zonas sucesivas de tejidos desarrollados fuera de las antiguas y debajo de la corteza; pero el modo de formarse di- chas zonas necesita estudiarse, y que se compare con el de las capas de madera de los árboles dicotiledones, determinando el 115 origen, y siguiendo el desarrollo de los diferentes tejidos que los componen. Vemos que los experimentos de Mr. Hetet, relativamente al crecimiento de los tallos de los vegetales leñosos dicotiledo - oes, están bien dirijidos, ejecutados y seguidos con gran esmero, y que los resultados conseguidos hubieran tenido mucho inte- rés, á no haber sido posteriores á otros trabajos hechos po- cos años antes con el mismo objeto y por medios análogos; que su experimento acerca de los efectos de la decorticación de un tallo de Yucca, patentizando en las plantas monocotiledo- nes un modo de crecer el tallo, análogo, bajo muchos puntos de vista, á lo que ocurre en las dicotiledones, añade, no sólo un resultado experimental interesante á lo que ya se sabia por la anatomía de los mismos tallos, sino que abre camino á nue- vos y más variados experimentos. Por estas razones proponemos á la Academia que dé su aprobación á los estudios experimentales de Mr. Hetet, y le estimule á continuar sus experimentos en diferentes árboles dicotiledones, y particularmente en vegetales monocotiledones leñosos.» Así lo acordó la Academia. Extracto de una Memoria sobre ¡a corteza de ios dicotiledones , y especialmente sobre el súber; por Mr. Them. Lestibqijdüis. (Compíes rendus, 51 diciembre 18G0.) Recuerda el autor que ya hace mucho tiempo formuló con toda claridad el carácter esencial de los troncos de los dicoti- ledones: dijo que estaban formados de dos sistemas que podían separarse, la corteza y el sistema leñoso, mientras que en los monocotiledones (Memoria acerca de la estructura de los mo- nocotiledones, 1823) hay unidad de sistema: los elementos corticales y los leñosos se hallan unidos en ellos en cada fibra, y las fibras están diseminadas en iodo el grueso del tallo. Este carácter depende del hecho fundamenta], de que en los mono- 116 cotiledones y los acotiledones, los hacecillos libro -vasculares tie- nen un aumento interior sumamente limitado, mientras que los de los dicotiledones aumentan al ménos en un período anual, produciendo nuevos tejidos en la cara interna del ele- mento cortical v en la externa del leñoso. Este modo de crecer hace que el leño y la corteza estén formados de parles contem- poráneamente análogas entre sí, pero dispuestas en sentido inverso; la corteza está formada por una parte medular exte- rior, que se ha llamado parénquima ó cubierta herbácea , por- que se distingue por su color verde; y por otra fibrosa interior, compuesta de capas corticales. El sistema central está formado por una parte medular interior, que se llama la médula, y por otra libro-vascular exterior, constituida por las capas leñosas. Malpighi, Grew, Duhamel, Hill, Séunebier, Irevirano, no re- conocen más partes en la corteza. A cierta época las capas interiores del leño toman un color más intenso, y constituyen el leño perfecto ó duramen, mien- tras que las exteriores, más blancas, forman lo que se llama la albura. En la corteza se lian distinguido las capas interiores con el nombre de líber, pero no se han asignado límites deter- minados á esta última parte: también muchos autores dan el nombre de líber al conjunto de capas fibrosas de la corteza. Según el autor de la Memoria, es preciso llamar líber á la parte viva de la corteza, y. súber ó corcho á la parte exterior, que toma un color más intenso, como el duramen, que cesa de participar de la actividad vital, y que suele estar completa- mente desecada. Esta opinión es contraria á la que se ha admitido hasta ahora; se ha creído que el corcho era un producto agregado á los órganos constitutivos de la corteza, y engendrado en la su- perficie de uno de ellos. Esta opinión ha llegado á sentarse en estos últimos tiempos. En 1836 Mr. Hussenschmidt, en una tesis que sostuvo, presidida por Mr. Hugo Mohl, admite que en casi iodos los ve- getales existe, fuera de la cubierta herbácea, una zona espe- cial, que llama capa suberosa , porque le atribuye la formación del corcho ó súber. Esta zona, según él, está formada de dos partes, una compuesta de utrículos dilatados, á que conserva 117 el nombre de capa suberosa ; oti-a, de utrículos tabulares , que llama peridermis : cree que la primera está encargada de for- mar las capas de corcho; la segunda las láminas de utrículos aplastados, que separan á estas capas, ó que algunas veces es- tán esparcidas en medio de capas corticales. Las opiniones de Mr. Hussenschmidt las lian adoptado los profesores Á. de Jussieu y A, Richard. El primero llama á la capa suberosa epifleo, á la verde me sofleo , á las capas corticales endofico. A. Richard modifica tam bien la nomen- clatura, y añade á las zonas de Mr. Hussenschmidt: admite en la corteza el epidermis, la capa suberosa, el peridermis externo, el mesodermis, zona especial colocada entre el peridermis y la zona verde, la cubierta herbácea, las capas corticales ó líber, el peridermis interno formado por las láminas que se encuen- tran en las capas corticales, y el endosdermis , ó la capa más interna de la corteza. Mr. Lestibóu'dois cree que si se quiere elevar á la categoría de órganos especiales toda parte que presente algún signo dis- tintivo, sería necesario ir más adelante de lo que lo hacen los autores. Pero no pueden considerarse las zonas que componen el parénqüima como aparatos orgánicos que se distinguen por atributos determinados. No obstante, si se quiere, para abreviar las descripciones, designar por nombres particulares las zonas que se suelen encontrar en el parénqüima de la corteza, se - pueden llamar: Epidermis, la membrana exterior formada de utrículos, que suelen ser tabulares, de paredes gruesas, etc. Epidermide, la zona que algunas veces cubre á la epider- mis, se desprende con ella, y está formada de utrículos bas- tante parecidos á los de esta membrana, es decir, que son más ó ménos aplastados, gruesos y de color. Estos utrículos toman el mismo color de los que están subyacentes. fferbeum, la zona herbácea ó verde que forma la parte más constante del parénqüima. Sus utrículos son grandes, del- gados, dilatados, llenos de granos teñidos de verde por el clo- rofilo. Algunas veces compone la totalidad del parénqüima, pero por lo común se encuentra una zona de tejido utricular blanco fuera y dentro del herbeum . Se puede llamar: 118 Médula exlerna , la zona blanca exterior , formada de utrículos delgados. Médula interna , la zona blanca interior, etc. Por último, puede llamarse protodermis á ciertas partes que algunas veces se encuentran en el parénquima, y cuya estruc- tura tiene alguna analogía con la de las partes fibrosas de la corteza: sus utrículos suelen ser bastante prolongados, de pare- des gruesas, trasparentes: constituyen hacecillos correspondien- tes á los corticales, ó zonas por lo común divididas en segmen- tos, que corresponden á estos mismos hacecillos. El protodermis puede estar colocado en el mismo herbeum , ó dentro ó fuera de esta zona. Está formado de hacecillos extraherbáceos en el Clematis Vitalia; los hacecillos empiezan á penetrar en el herbeum en el Vitis; están en medio del mismo en el Cissus hederaceus ; le dividen en parles distintas en el Clematis (laminilla; en el Quer- cus súber no forman más que puntos trasparentes, diseminados en la zona verde. En los Ailanthus el protodermis está enteramente formado por dentro del herbeum; forma una capa extraherbácea en el Acer campestre; constituye una capa continua intraherbácea, que forma la parte más gruesa y sólida del tallo en el Chelido- nium majus; por último, en las cucurbitáceas forma una capa extraherbácea y otra intraherbácea, ambas trasparentes, y di- vididas por prolongaciones del herbeum, en partes colocadas con bastante regularidad frente á los hacecillos caulinarios. De todas estas zonas que componen el parénquima de la corteza, no hay ninguna que sea constante, cuya organización y posición estén fijas, y cuya presencia tenga correlación con la existencia del corcho. No puede, pues, considerarse ninguna de ellas como encargada exclusivamente de formar una sustan- cia sui generis , que se llama corcho . Por otra parte, no puede admitirse que las zonas dilatadas ó tabulares del corcho estén formadas por órganos distintos, la capa suberosa y el pender- mis, porque estas zonas alternan; si estuviesen creadas por ór- ganos separados, formarían capas continuas, respectivamente en contacto con los órganos que las hubiesen producido. Menos puede admitirse que un órgano que entre en la com* 119 posición del parénquima de la corteza, pueda formar láminas en medio de las capas corticales. La observación directa y las experiencias decisivas de- muestran que la formación del corcho no se detiene en la re- gión de las zonas del parénquima, y que ni aun se verifica en la superficie exterior de las capas fibrosas de la corteza. El corcho está formado á expensas de iodos los tejidos, aun de las capas fibrosas; no es un órgano agregado á los otros, sino que los reemplaza; no es uno de sus productos, sino la trasforma- cion de los mismos tejidos. Para llegar á la demostración dé estas verdades importan- tes, Mr. Lestiboudois se propone estudiar sucesivamente las cortezas de organización diversa. Las coloca en varias cate- gorías. j.° Las cortezas eo las que las capas exteriores ó el sú- ber no han experimentado modificación alguna en su orga- nización, ningún desarreglo en la disposición de sus partes cons- titutivas; únicamente han sufrido una desecación más ó ménos completa, y una coloración más intensa que el líber , como el duramen ha tomado un color más oscuro que la albura. Las cortezas cuya estructura no se ha alterado, pero cuyas partes han experimentado una modificación en su colo- cación. 3. ° Las cortezas que han experimentado alteraciones en las zonas del parénquima. 4. ° Las cortezas que presentan en medio de las capas fibro- sas láminas distintas, cuya conformación parece nueva, pero que están separadas por tejidos que conservan sus caracteres primitivos. 5. ° Las cortezas que, como las anteriores, presentan láminas esparcidas, de una estructura más ó ménos distinta, separadas por tejidos que han experimentado una modificación notable, 'pero no bastante profunda para que puedan desconocerse. Es- tos tejidos forman el falso corcho de los autores. 6. ü Por último, las cortezas en que se encuentran capas de una nueva conformación, que reemplaza los tejidos anti- guos, y forma un conjunto continuo, ai que se ha reservado especialmente el nombre de corcho . 120 Haciéndose cargo de la objeción de si los antiguos tejidos se han transformado realmente, ó si el corcho es un cuerpo en- teramente nuevo, manifiesta Mr. Lestiboudois, que cuando ha dicho que el corcho estaba formado por los tejidos corticales transformados, no ha querido prejuzgar la cuestión de saber si el corcho era un cuerpo nuevo, compuesto de principios propios, con propiedades especiales. Esta cuestión es del domi- nio de las ciencias químicas, y no se considera competente para decidirla. No ha tratado la cuestión más que bajo el punto de vista organológico, y bajo este punto de vista ha dicho que el corcho no era un tejido producido en la superficie de un ór- gano particular, como las nuevas capas corticales y leñosas son producidas en la cara interior de la corteza y en lo exterior del leño; ha dicho que no liabia un órgano especial para producir esta sustancia, sino que ocupaba el lugar de los órganos pre- existentes, que estaba formada á sus expensas, bien porque estos se hubiesen transformado, haciendo que su trama preexis- tente y sus partes constitutivas cambiasen únicamente de for- ma y disposición, ó bien que sus elementos sirviesen para la creación de nuevos tejidos; y que aun absorbidos, fuesen reem- plazados por otros. Hé aquí, por lo demás, lo que sucede con el alcornoque, estudiado en los grandes bosques de la Ar- gelia. Al principio los troncos jóvenes, las ramas y algunos pun- tos aislados de la médula externa, toman la consistencia del corcho; forman tubérculos, al rededor de los cuales aparece el tejido lleno de jugos, y tan trasparente, que apenas se distin- guen las paredes de los utrículos que le constituyen; después se marcan estos utrículos, y adquieren á su vez la consisten- cia del corcho. Los tubérculos se unen, y forman una capa continua, y después la zona verde se convierte en corcho por sí misma ; es decir, que pierde su color, se vuelve traspa- rente, y sus utrículos, al principio poco visibles, se vuelven sucesivamente suberosos. Los tejidos, cada vez más profun- dos, van sufriendo también á la par lo que puede llamarse una trasformacion, puesto que no hay otra palabra para ex- presar el cambio que experimentan y forman las capas suce- sivas del súber. Este último está siempre separado del tejido m subyacente por una zona trasparente, que es corcho en estado de formación, y que no tiene consistencia: de modo que du- rante el período de vegetación, puede separarse el corcho de la corteza con tanta facilidad como se separa la corteza del leño. Es fácil comprobar que las primeras capas de corcho no se han formado en la superficie de las zonas parenqu i mato- sas, sino que han ocupado su lugar. Puede demostrarse que las capas profundas se han formado, no en la superficie de las capas fibrosas de la corteza sino en estas mismas capas fibro- sas, puesto que se ven pasar al corcho partes no alteradas de los tejidos corticales. Todos los accidentes del corcho, todas las partes que hacen que su tejido no sea homogéneo, no son más que tejidos corticales sin metamorfosear. Por lo demás, una experiencia decisiva puede demostrar que el corcho está for- mado á expensas de las capas corticales. Si se arranca todo el corcho de un árbol; si por esta operación se deja á descubierto la corteza viva, tan al descubierto que el árbol muere cuando se expone á un calor vivo y no tiene el abrigo de" otros muchos; si en este árbol preparado así se clava un alfiler largo que atra- viese las capas del líber, se ve que al cabo de unos cuantos anos, según la profundidad á que se haya clavado el alfiler, se encuentra colocado, no en las capas fibrosas sino en el mis- mo corcho; pero si el súber se hubiese formado en la superfi- cie del líber no hubiera nunca contenido al alfiler, v este ha- bria quedado encerrado en las capas corticales. Podremos, por lo tanto, decir que el súber está formado por estas últimas. Estos hechos se evidenciarán cuando se esponga la estructura general de la corteza; pero hasta ahora puede decirse: las di- versas zonas de la corteza se vuelven corcho. Á las ciencias químicas corresponde decir si los. nuevos tejidos contienen principios especiales: aquí no se trata más que bajo e! punto de vista organológico. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Bigardo Rüíz.) m VARIEDADES. © Fallecimiento de un académico numerario. El dia 17 de enero próxi- mo anterior ha fallecido en esta Corle el Sr. D. Francisco de Travesedo, académico de número de la Real Academia de Ciencias de Madrid en su sección de Ciencias exactas , Doctor en Ciencias físico-matemáticas, y Catedrático de término jubilado de la Universidad Central. Declarada su vacante en aquella Corporación, se está procediendo á su reemplazo por los trámites prevenidos en los Estatutos, con arreglo á los cuales se con- signará en el Resúmen de actas correspondiente la noticia biográfica y bibliográfica del antiguo matemático , cuya pérdida lamenta la Aca- demia. — Premios de la Jcademia de Ciencias en 1860. Para estos premios, cuyo anuncio se publicó en la pag. 2 52 del tomo correspondiente ai año de 1 859 de este periódico científico, no se ha presentado Memoria alguna optando al primero, ó sea aquel que proponia exponer metódicamente el estado actual de los conocimientos relativos d la resistencia de los mate- riales de construcción . Para el 2. , que pedia la distribución geográfica de las familias de las plantas de la Península Ibérica , se presentaron dos Memorias, una con el lema La Ciencia es poder, que por no satifacer las condiciones del programa ha quedado sin opcion al premio y al accessit , y otra con el lema Multa in paucis , que ha merecido el accessit , y que por tanto verá la luz publica entre las demás Memorias de la colección de la Academia El autor por ella premiado recibirá la medalla de oro y el certificado en la primera sesión pública. El pliego cerrado que debía contener el nombre del autor de la pri- mera fué quemado en sesión general de la misma corporación^ y abierto el correspondiente ¿ la segunda, se halló ser su autor el Sr. D. Mariano del Amo, Doctor en Farmacia y Decano do esta Facultad en la Universidad de Granada. Para el 3 .<* premio, cuyo programa pedia la descripción de las rocas de una provincia de España, se presentó una sola Memoria con el lema La Ciencia es un destello de gloria , contraída á la provincia de Burgos, que por no llenar las condiciones del programa ha quedado también sin opcion al premio ni al accessit, quemándose asimismo el pliego cerrado que le correspondía. —Estadística de las muertes causadas por el rayo en Ja Gran-Pre* 123 taña, excepto Irlanda , del año 1851 al 1856, comparado con la de Francia y otros países , por Mr. Poey. anos . Sexo masculino. Sexo femenino. Total. 1852. ... . 37 8.. . 1 853 0 10 1854 . 16. ... . , . . . 1.. . ...... 17 1855. . . . . . 14. . . . 3. . . . . , . 17 1856. . 13 i.. . . ... 14 Total. , . 88 15 103 Vemos en esta tabla que, exceptuando el año 1852, el número de muertos por fulguración no excede de la cifra anual de í 7. El número casi triple que presenta el citado 1852 sobre ios otros cuatro debe atri- buirse á las muchas tempestades que reinaron durante aquel ano en la mayor parte de Europa. Es digno de notarse que en los Estados-Unidos y en Cuba ese mismo año presentó, por el contrario, una falta notable de casos de tormenta, de tempestades eléctricas y de caídas de rayos. Mr. Poey ve en este hecho la confirmación de una idea emitida por él relativamente á la repartición geográfica de las perturbaciones atmósfero- terrestres en la superficie del globo, esto es, que cuando la curva de una manifestación cualquiera presenta una marcha ascendente hácia una re- gión del globo, hay casi seguridad de descubrir más lejos, pasando de es- tos límites y en otra región, una marcha descendente en sentido inverso. La primera perturbación corresponde de este modo al vértice convexo de la curva, al paso que la segunda manifestación se refiere al cóncavo. Otro resultado de la tabla precedente es que el número de hombres muertos por el rayo es seis veces mayor que el de las mujeres. Ya Mr. Boudin había hallado la misma proporción respecto de los muertos por fulguraciones en Inglaterra, Francia, Suecia, etc. La repartición mensual de los 103 muertos por fulguración es como sigue ; Abril í caso. Mayo. 14 Junio. i 4 Julio. 38 Agosto 2 2 Setiembre 8 Octubre 6 103 Total. . , . 1 . m Los restantes meses de! año no presentan caso alguno de muerte por fulguración. Se ve inmediatamente que el período del máximo empieza en majo y junio, y concluye en setiembre y octubre; el mes de julio espe- cialmente} y luego el de agosto, ofrecen el mayor número de muertes. Esta repartición se baila de acuerdo con la que Mr. Boudin había ya deducido para 150 muertes por fulguración ocurridas en Francia desde 1841 basta 18 53. No obstante, por lo que hace á dicha nación el mes de agosto es el que presenta mayor número de muertes, al paso que en Inglaterra es el mes de julio. Be 43 muertes acaecidas en Inglaterra desde 1838 basta 1839, Mr. Boudin ha encontrado además un máximo notable en el mes de junio de 93 casos, en tanto que el de julio sólo ha ofrecido 8. Este último dato es opuesto al de la tabla anterior. En cuanto á la Isla de Cuba, Mr. Poey ha señalado ya en otras circunstancias un máximo considerable en el mes de julio: 43 muertos en 57 casos de ful- guración. — Observaciones hechas por el P. Fr. Antonio Líanos en la montaña de Jrayat , en la isla de Luzon. Nuestro celoso y entendido corresponsal en Manila, Fr. Antonio Llanos, participa á la Academia en comunica- ción de 11 de julio último, que el 2 6 de febrero del año anterior bizo una escursion geológica á la montaña de Arayat, en la isla de Luzon, del Archipiélago Filipino, acompañado del naturalista dinamarqués B. Car- los Semper. Be sus observaciones resulta que la altitud de dicha montaña, que se halla aislada en medio de un extenso valle de la provincia de la Pam- panga, es próximamente de 2.459 piés sobre el nivel del mar. Latitud. ...... í 5o 1 2' á 15° 1 G' N. Longitud o 126° 57'' á 127° 4' oriental de Cádiz. En su relieve afecta la figura piramidal, ó mejor dicho, un cono de sublevación volcánica, conteniendo en su estructura bancos de lava esco- riácea, traquiías y basaltos, si bien estos no manifiestan, hasta la cima, el crucero pseudo-regular que conduce á la forma prismática que en mu- chas ocasiones afecta á esta roca ígnea. La vegetación frondosísima de aquellos terrenos tropicales no ha per- mitido á dichos observadores descender á otros detalles respecto de las demás rocas que pueda contener el volcan apagado de que se trata. —Meteoros luminosos . Al presentar á la Asociación británica para el adelantamiento de las ciencias (27.a reunión, en Bublin, el 26 de agosto de 1857) mi décimo informe sobre las observaciones de meteoros luminosos, esperé, dijo Mr. Powell, que contendría por lo ménos algunas m tentativas de clasificar y generalizar el vasto conjunto de resultados hasta el dia recojidos. Pero en atención á que las nuevas observaciones verificadas en 1 85 6, con posterioridad á mi último informe, no se han co- municado con suficiente extensión, me veo en la necesidad de confesar que es muy poco lo que se ha hecho para conseguir el objeto propuesto. En esta comunicación me será, sin embargo, posible citar, independien- temente de puros detalles de las observaciones, una ó dos opiniones es- peculativas emitidas sobre la materia. Algunas generalizaciones relativas á las causas de los fenómenos me- teorices, y en particular al cálculo de su variación horaria en bastante número por la noche, se han emitido por M. G. G. Pompas, fundándose en las observaciones de MM. Coulvier-Gravier y Boguslawski. El resul- tado general de estos es, que el número de meteoros varía en las horas sucesivas délas 6 de la tarde á las 6 de la mañana, por su aumento re- gular hasta la última hora citada. El número que se deja ver al E. es más de duplo del que se nota al O., siendo casi iguales ios de !N. y S.^ en otros términos, casi las dos terceras partes del número total procede del hemisferio oriental del cielo. Según las observaciones de Mr. Bogus- íawski y otros, la velocidad media de los meteoros es al parecer casi do- ble que la de la tierra en su órbita. Combinando estos datos, deduce de ellos Mr. Pompas ía siguiente teoría, tomada únicamente de las condi- ciones del movimiento de nuestro globo. El encuentro de la mayor parte de los meteoros se verifica cuando se mueve el meridiano del observador en la misma dirección que la tierra. Si esta se hallase parada, los me- teoros convergerían á ella igualmente de todos lados, suponiendo que es- tén distribuidos también con igualdad. Más como realmente la tierra se mueve con una velocidad que es la mitad de la media de los meteoros encuentran casi sus dos terceras partes hácia el lado que camina. Mr. A. Poey lia examinado un número considerable de resultados relativos al color de los meteoros luminosos, y sacados de las extensas series de observaciones reunidas por E. Biot de las hechas en China desde el siglo VII antes de Jesucristo hasta el XVII de nuestra era y los compilados de íos informes sometidos á ía Asociación británica, y los de Mr. Coulvier-Gravier. Entre las generalizaciones debe notarse la siguiente. En las observaciones chinas son rarísimos íos meteoros de co- lores primitivos simples, siendo la gran mayoría de colores compuestos. En las observaciones europeas sucede lo contrario. Las chinas presentan una constancia notable en los colores durante un largo período de años, advirliéndose que prevalece un color igualmente constante, pero de escala distinta, y eso en muchos períodos sucesivos. Los casos de colores com- plementarios en el cuerpo del meteoro, ó en los fragmentos, se lian ob- m servado con frecuencia, é igualmente las variaciones de color al caer el meteoro: por lo regular es blanco cerca del zenit, azul junto al horizon- te, pero algunas veces pasa del blanco al rojo. Estas observaciones, como hace notar el autor, concuerdan con la ley de Mr. Doppler, según la cual un cuerpo luminoso que se mueve hácia el observador muda de co- lor, pasando sucesivamente del blanco al violeta, y moviéndose á contar desde el observador pasa al rojo, cuya ley confirman en particular las observaciones de París en sentir de Mr. Powelí. Pero al mismo tiempo advierte que es necesario tener en cuenta las diferencias personales en la determinación de los colores que hacen los observadores, advertencia confirmada también por las grandes contradicciones que hay en la deter- minación del color de gran número de los meteoros más brillantes por diferentes observadores. Un punto del mayor interés y de grandísima importancia respecto á la formación de una sana teoría de los meteoros, es la valuación de sus dimensiones reales, según su diámetro aparente y su distancia calculada. En todos los resultados obtenidos, ese cálculo se verifica con arreglo á princi- pios geométricos reconocidos, admitiendo que el disco aparente es el real, disminuido solo por efecto de la distancia. Mr. I. L. Smitb, de los Esta- dos-Unidos, ha dado á conocer algunas experiencias ópticas muy notables para probar la completa falsedad de toda conclusión que se saque del diá- metro aparente de un cuerpo eminentemente luminoso ó incandescente, visto á distancia. Dichas experiencias ofrecen un singular aumento apa- rente en los discos visibles de los cuerpos de luz intensa, y dimensiones conocidas, cuando se observan sucesivamente á distancias de 100 yardas, un cuarto de milla y media milla, distancias respectivas á que, por ejem- plo, el cuerpo de luz eléctrica de puntas de carbón, de 0,3 de pulgada de diámetro real, tiene al parecer tres veces y aun tres y media el diámetro de la luna. En otros cuerpos incandescentes las proporciones parece que dependen del grado de ignición. Estos resultados proceden al parecer de alguna causa óptica ú ocular más enérgica que todas las que pudieran atribuirse en realidad á la simple irradiación? pero al pri- mer aspecto, admiten cierto grado de comprobación si se considera una fila de reverberos de las calles que forman una línea partiendo del ojo, y cuyos diámetros aparentes no disminuyen en manera alguna basta una dis- tancia considerable, y ni aun disminuyen luego con arreglo á ley al- guna de perspectiva. Materia es esta que reclama vivamente trabajos más estensos y precisos, tanto bajo el punto de vista meteorológico como el óptico. También se ha ocupado M. L. Smith de otros puntos que no son de escasa importancia relativamente á la naturaleza y teoría de los moteo- 127 ros-, y coa especialidad de los que caea enteros ó por fragmentos, produ- ciendo las piedras meteóricas. Da algunos detalles extensos de 5 ejemplares encontrados en América, con los análisis químicos, de donde se deduce al parecer que todos contienen el mineral llamado schreibersite, desconocido en estado de compuesto natural en la tierra. También entra estensamente en la discusión de miras teóricas, y en el curso de la discusión examina las diversas hipótesis que se han aventurado, esforzándose al paso para hacer revivir la teoría del origen de dichos cuerpos que los supone procedentes de los volcanes de la luna, que se cree han estado en actividad en una época muy remota. Sin entrar a discutir semejante cuestión, que la mayo- ría acojerá con desconfianza en la época actual, pasa á la cuestión general délas estrellas fugaces, que se halla dispuesto á distinguir completamente de las masas que han caído en la tierra. En todos los casos debe notarse como favorable en apariencia la adhesión general á la hipótesis que admite la naturaleza cósmica de las primeras, y que las considera como unas masas ne- bulosas que giran en un sistema. Se ha supuesto además que hallándose dichas masas en un estado elevadísimo de tensión eléctrica, al acercarse á la tierra pudiera haber descarga, que redujese sus elementos metálicos. La intensidad de la descarga dependería de la masa nebulosa, y lo mismo el estado ulterior de la fusión, y otras condiciones que concurrían á la preci- pitación de masas metálicas ó térreas más ó ménos gruesas, de masas que caigan enteras ó se dispersen en fragmentos. Ei autor, sin embargo, conside- ra estos últimos efectos como incompatibles con las condiciones de los me- teoritos observados. Todas estas especulaciones parecerán prematuras aún, siendo necesario sin duda tener mayor número de datos antes de poder se- guir con éxito tales inducciones. En algunos informes de los anteriores se ha tratado de la teoría pro- puesta por Mr. LtibbocL, de meteoros brillantes por luz reflejada que so vuelven oscuros simplemente con entrar en la sombra de la tierra, y final- mente de algunas observaciones que coinciden con esta opinión. Sensible es que no se hayan verificado con mayor frecuencia otras observaciones de un género susceptible de semejante aplicación. Un ejemplo notable, observado por el capitán Jacob en Bomhay, se discutió hace algunos años por M. G. P. Smiih, y le sirvió de tema para una comunicación ¿ la So- ciedad Real, en cuyas actas se hace mención de ello, al paso que los detalles se han perdido por desgracia, según parece. Los resultados dícese que con- cordaban sin embargo de una manera exacta con la teoría- —Acción sedativa de las LobeliA inflata y longifolia. Mr, Rail- deíocque anuncia haber empleado con buen éxito una preparación de La- be lia ínflala , como sedativo, en un idiota joven, que en los accesos de cólera se sentía inclinado á morder; y en un sordo, también joven, que 128 anunciaba las mismas disposiciones. El expresado sabio emite, corno muy probable en su concepto, la opinión de que por medio de una planta de la misma familia, la Lobelia longi folia , se consigue amansar en poco tiempo el natural de los caballos tenidos por indómitos, y se ob- tienen los ventajosos resultados de que diferentes periódicos han dado cuenta al público en estos últimos tiempos. — Descubrimiento de un nuevo 'planeta. M. Á. de Gasparis, en una carta dirijida á Mr. E. de Beaumont, dice que acaba de hacer un descu- brimiento de un nuevo planeta. Su brillo es el de una estrella de 10.a magnitud, y no bay que dudar que será más notable cada vez, atendiendo á que se aproxima á la tierra Su posición es la siguiente: T-M. Ñapóles. aparente. S aparente. Febrero 10. 14h 33m 1 9S, í 1 h f l m 4 2 s, 5 4-5u 18f El movimiento en declinación debe ser muy pequeño; en AR es, según creo, ~™ 42s poco más ó ménos en un dia, (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) •• £>! <3 '4- 3 Editor responsable, Ricapdo Ruiz. N.° 5.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Marzo 1861. CIENCIAS EXACTAS. aloeiera. De la resolución numérica de dos ecuaciones del segundo grado; por Mr. Abel Tr anson. (Nucv. Au. de Matera., noviembre H8G0.) 1 . La exposición del método geométrico que exijen los pro- gramas para la resolución de dos ecuaciones del segundo grado de dos incógnitas, presenta en los mejores y más modernos tra- tados de álgebra ó de geometría analítica un vacío, que me parece conveniente indicar. 2. La resolución numérica de dos ecuaciones del segundo grado se reduce por la eliminación inmediata de una de las incógnitas á la resolución de una ecuación del cuarto grado. Pero otro método muy conocido conduce, bien á resolver dos ecuaciones del segundo grado después de haber calculado pre- viamente una cantidad que depende por sí de una ecuación auxiliar del tercer grado, bien á resolver cuatro ecuaciones del primer grado, construidas por medio de dos de las raíces de esta misma ecuación auxiliar. 3. Este segundo método, interpretado geométricamente, consiste en buscar uno ó dos de los tres pares de secantes co- munes á las dos curvas del segundo grado que representan las ecuaciones propuestas, porque entonces no falta más que calcular, bien los encuentros de una de estas curvas con un sistema de dos líneas rectas, bien ios de estos dos sistemas en- tre sí. 4. A cada raíz de la ecuación auxiliar del tercer grado que produce el método de que se trata, corresponde un par de se- cantes comunes, par real ó imaginario. A una raiz imaginaria 9 TOMO XX. 130 corresponde siempre un par de secantes imaginarias; pero á una raiz real no siempre corresponde un par de secantes rea- les, puesto que para que efectivamente existan las secantes, es menester que la raiz real que les corresponde haga positiva cierta función de los parámetros de las ecuaciones propuestas. 0. Cuando las dos curvas del segundo grado se encuentran en cuatro puntos, los tres pares de secantes comunes son ne- cesariamente reales. Y como la existencia de dos de estos pares lleva consigo forzosamente la del tercero, se sabrá que se veri- fica esta circunstancia de cuatro encuentros si las tres raices de la ecuación auxiliar son reales, y si al mismo tiempo dos de ellas hacen positiva la función de que acabamos de hablar. 6. Cuando las curvas no se encuentran en cuatro puntos, lo verifican en dos ó en ninguno. Pero en los dos últimos ca- sos se sabe á priori qpe existe un par de secantes reales, y que las otras dos son imaginarias. 7. En la circunstancia de un sólo par de secantes reales, ;,cómo resolver la cuestión de saber si hav dos encuentros ó no los hay? No se ha indicado otro medio más que el de buscar las intersecciones de cada una de las secantes reales con una de las dos curvas propuestas. De modo que si efectivamente no hay encuentros, tendremos un calculo inútil. Aquí es donde creo que puede señalarse un vacío. 8. En efecto, dos casos distintos ocasionan la existencia de un sólo par de secantes reales, á saber: 1. ° Siendo reales las tres raices de la ecuación auxiliar, una sola hace positiva la función de que antes hemos hablado. 2. ° La ecuación auxiliar no tiene más que una sola raiz real; pero puede demostrarse que en el primer caso no hay ningún encuentro, y que hay dos en el segundo. 9. Para demostrar este teorema, observo en primer lugar que la naturaleza de los encuentros, y por consiguiente la na- turaleza y propiedades de las raices de la ecuación auxiliar, son independientes de la elección de las coordenadas; que ade- más uno de los sistemas de secantes comunes es siempre real; de modo que puede estudiarse la cuestión suponiendo las dos curvas referidas á dos secantes comunes, tomadas por ejes de coordenadas. 131 10. Las dos ecuaciones de estas curvas no se diferencian entonces más que en un solo parámetro, y pueden discutirse en la forma siguiente: ay2 -\-Rxy-\-c%--\-dij 0 aif ~r B 4 xy -j- car -f dy -{- ex 0 . Su combinación es: a(l+>0^2+íB+AB1)¿n/ y la ecuación auxiliar, quitando el factor 1-fx, que igualán- dole á cero dá la raiz real correspondiente al sistema de se- cantes tomadas por ejes de las coordenadas, queda reducida al segundo grado del modo siguiente: (ae^-^-cd2 — íacf) (l-fA)2 -de (B+ABi)(l+A+/(B+AEi)2=rO. Por lo demás, confundiéndose la realidad de las dos raíces de esta ecuación con la de la relación 1 -|— A B+aB/ lleva consigo una condición que se trasforma con facilidad en la siguiente : (e2 — 4 cf)[d‘1 — 4 aj ) >0. Pero los factores binomios e~—ícf, y d^—íaf son respecti- vamente aquellos cuyo signo decide la realidad de los encuen- tros de cada uno de los ejes de las coordenadas con las curvas propuestas. Por lo tanto se ve que si los cuatro encuentros son imaginarios, las tres raíces de la ecuación auxiliar son reales, y que si sólo dos de estos encuentros son imaginarios, esta misma ecuación no tiene más que una sola raiz real. li. Concluiré con una sencilla reflexión. El método que acabo de estudiar, es seguramente interesante é instructivo; pero ¿puede servir de gran recurso en la práctica de las ecua- ciones numéricas? Creo que es permitido dudar de ello. En efecto, la ecuación auxiliar del tercer grado podrá no tener ninguna raiz comensurable, podrá suceder también que las dos secantes que corresponden á una raiz comensurable de la ecua- 132 eion auxiliar, tengan ecuaciones de coeficientes inconmensu- rables. Y en este caso, si se necesitan resolver con un grado de aproximación determinada las dos ecuaciones del segundo gra- do, ¿no sería mejor atenerse á la ecuación del cuarto grado, que resulta de la eliminación de una de las incógnitas? astronomía. Observaciones hechas en Bilbao sobre el eclipse total de sol del 18 de julio de 1860; por varios Profesores del Instituto Vizcaíno. El 8 de julio se tomó por la mañana una serie de alturas de sol, y por la tarde otra de alturas casi correspondientes con un sestante correjido y con horizonte artificial de mercurio, tomando la hora del cronómetro núm. 243 del autor Johannsen. Se determinaron en seguida separadamente los estados absolu- tos del cronómetro por la mañana y por la tarde, calculando dos ángulos horarios, uno con la serie de alturas déla mañana y otro con la de la tarde, y se tomó como verdadero estado ab- soluto el término medio de los dos estados. La serie de la ma- ñana daba mayor atraso que la de la tarde, siendo así que el cronómetro tenia un movimiento en atraso; y esto hizo creer que la latitud de 43° 13' con que se habia hecho el cálculo era pequeña, y repetido el cálculo con 43° 15' 30", y teniendo en cuenta el movimiento diario presumido del cronómetro, se ha- llaron casi iguales los dos estados de este, lo que dió á conocer indirectamente que la latitud de Bilbao podrá ser próxima- inente 43° 15' 30". Dias después se calculó de nuevo el estado absoluto para fijar el movimiento diario del cronómetro; y por último, el mismo dia del eclipse por la tarde y el siguiente dia por la mañana se determinó también el estado absoluto del aparato. Algunos dias antes del eclipse (el 10), se comparó el cronómetro con otro que al efecto presentó el ilustre astrónomo inglés Airy en presencia de este señor, y resultó de esta com- paración que la longitud de Bilbao respecto de Greenwich, es llm 40s,5 en tiempo, ó 2o 55f 7" en arco O. En la mañana del 19 de julio, y á las iOh 46' 32" de tiempo medio de Bilbao 133 según el cronómetro, se recibió por el telégrafo la hora comu- nicada por el Observatorio de Madrid: 10h 43' 28", 6, de donde resulta para Bilbao una longitud oriental contada desde el ob- servatorio astronómico de la capital de 3m 3S,4 en tiempo, ó de 45f 51" en arco. El eclipse se observó desde el punto más elevado de la huerta del Instituto, situada á corta distancia del edificio. Dos observadores se ocupaban en la lectura, en voz alta, del cronómetro y en la anotación de la hora de la fase, y otros cuatro señalaban el momento en que esta se observaba, valién- dose para esto de los aparatos siguientes: Dos telescopios gregorianos de iguales dimensiones; su es- pejo grande tenia un diámetro de 12 centímetros, y la longi- tud del tubo era de 8 decímetros. Un anteojo de objetivo acromático de 75 milímetros de diámetro. Otro anteojo de objetivo acromático de 52 milímetros de diámetro. La visión en todas las observaciones fué directa. El dia amaneció lluvioso con viento N. O. y cielo muy cu- bierto. Dejó de llover á cosa de las 10, y principió á aclararse el cielo después de las 11, época en que empezó á reinar en las nubes el N. E., á lo que fué debido el que pudiesen ha- cerse las observaciones siguientes. ff'ASES. TIEMPO Horas. VIEDIO DE Minutos. BILBAO. Segundos Primer contacto (1). » t ' » » Principio de la fase total . .......... 2 ■ 48 29 Fin de la misma. ................. 2 50 45 Ultimo contacto. .................. 3 57 18 (l) No pudo observarse el primer contacto por estar cubierto el sol; pero al correrse una nube, se vio ya, á la t 11 36' 43,r, que esta fase habia tenido lugar antes. 134 Entre varias manchas que tenia el sol, se distinguían tres por su magnitud. La más grande estaba situada al 0., y las otras dos al E. del astro. Los momentos de sus ocultaciones, ó del contacto del borde de la luna con el borde oriental de la mancha fueron: Horas. Minutos. Segundos. Primera mancha. ........... 1 50 56 Segunda mancha .......... ... 2 34 38 Tercera mancha. .................. 2 36 14 Otro observador determinó con un micrómetro de Rochon aproximadamente, el progreso siguiente en la parte eclipsada del sol. TIEMPO Horas. MEDIO DE Minutos. BILBAO. "'N. Segundos. 3,36 . 1 59 56 4,50. 2 8 38 i 5,54 . ............ 2 11 18 Décimos de diámetro , 6,09 2 21 eclipsado. 3 6,50. ............ 2 24 7 6,90 2 26 46 - 7 51 , £ ^ U* JL a <9«99»9SO0O9« 2 31 43 Intensidad de la luz. La luz del sol en la parte no cubierta por la luna, presentaba la misma intensidad á las inmediacio- nes del borde de la luna que en el resto en todas las fases del eclipse. 135 Los observadores del Instituto vieron á Venus 20s antes, y á Júpiter algunos momentos antes de la fase total. Durante esta fase pudieron ver además á Saturno, á Capella y á Ar- turo. El brillo de las estrellas y planetas era poco intenso. Otras personas vieron desde las colinas inmediatas á la villa á Mercurio y á Régulo, contando algunos basta 7 estrellas. Cuatro minutos antes de la totalidad bobo que encender luces para la lectura del cronómetro colocado detrás de una cortina de lienzo, y durante la ocultación del sol un observador no pudo leer al aire libre un periódico, aunque distinguía confusamente los caracteres. La oscuridad no era tan grande que no permitiese ver los objetos y personas que presentaba el paisaje iluminado con una luz de color amarillo verdoso, que empezó á notarse antes de la totalidad del eclipse. Un papel sensibilizado al cloruro dé plata no se ennegreció nada durante la totalidad del eclipse, ni siquiera adquirió una media tinta perceptible. Los que se colocaron en las colinas inmediatas á í legua de la villa y á la vista del mar, observaron que sobre la superfi- cie de esta, y hacia el término del horizonte, estaba iluminada por el sol una parte, la cual tomó un color rojizo durante la totalidad del eclipse. Uno de estos observadores pudo leer, aunque con dificultad, los caracteres de escelente imprenta. El profesor de Historia Natural hizo las siguientes obser- vaciones. Las corolas de la corregüela ( convolvulus arvensis) se ple- garon ligeramente con tendencia á cerrarse , pero ninguna llegó á verificarlo. Las flores de los suspiros ( mirabilis longiflora), próximas á abrirse, desplegan un poco sus corolas; más termina el eclipse, y no llegan á dejar ver su interior. Las hojas de la acacia glomerata varían de posición á me- dida que aumenta la oscuridad, y toman, cuando esta llega á su máximum, la misma posición que tienen en la noche, es de- cir, aproximadas las hojuelas hasta tocarse con su cara su- perior. Las hojas de dos 'plantas de sensitiva ( mimosa púdica ) aún 136 muy pequeñas que se observaron, apenas experimentaron va- riación sensible. Las de la acacia {robinia pseudo- acacia) no tuvieron apenas variación, y se aproximaron un poco las hojuelas de la acacia de la China ( gleditschia senern ensis ). Corona luminosa. Al rededor de la luna, y en contacto con su borde, apareció en el momento de la fase total una corona de color blanco de plata, que según un observador que em- pleaba anteojo, disminuía gradualmente de intensidad, de co- lor y luz, sin presentar un contorno fijo por la parle exterior; y á cierta distancia del borde lunar, que podrá ser según unos y según otros -h del radio, partían rayos en una dirección normal al contorno del astro, formando una especie de gloria como la que se pinta al rededor de las cabezas de los santos. Los que observaban á simple vista veian contorneada la coro- na donde empezaban á divergir los rayos, y estimaban que el espesor de la parte sin rayos TV ó y el de la parte donde es- tos eran más brillantes formaban una aureola, cuyo espesor sería la cuarta parte del radio de la luna, desde donde conti- nuaban aún rayos oscuros» No se observó ninguna agitación en la luz de la corona y rayos. Protuberancias. Cuando el eclipse fue total, se vió una pro- tuberancia á cosa de 15° del vértice del astro hacia la derecha del observador, á manera de llama y en forma de cono trunca- do. Su parte superior tenia un color de rosa, y la inferior era muy blanca, de aspecto nacarado, y presentando ciertas rugo- sidades: estos colores estaban perfectamente desvanecidos; su altura podria ser de d, del radio de la luna. Esta protuberancia se vió durante toda la fase total. Un observador vió también á su izquierda en la parte superior del astro, y en posición algo simétrica de la anterior con respecto al diámetro vertical del astro, otra protuberancia en forma de coma, de color parduzco á manera de humo. Otro observador cree haber visto la misma protuberancia al principio, pero no la vió después. Poco antes de la salida del sol, y por la parte donde este debía de salir y en una extensión de cosa de 20°, aparecieron varias protube- rancias á manera de nubes de color blanquecino , de contornos 137 curvos: estas protuberancias fueron aumentando de tamaño, hasta que hacia el centro del arco que ellas formaban, apare- ció á manera de perla brillantísima un punto del sol. Todo esto se vió sin vidrio de color, y en este momento fué necesa- rio suspender la observación. Efectos del eclipse en los hombres y animales. Salieron al- gunos murciélagos de sus escondrijos; los pájaros parecían in- quietos, y se retiraban; la mosca común buscaba abrigo bajo las ramas que se habían colocado para proteger del sol á los observadores, y los insectos que se hallaban sobre fas flores permanecieron tranquilos en ellas. En los hombres produjo un sentimiento de admiración en unos y de terror en otros. Observaciones meteorológicas . Desde la 1 hasta las 4 se observaron de 5 en 5 minutos tres termómetros de escala Far- henheit, uno á la sombra, otro también á la sombra, y cuya bola estaba humedecida, y otro al sol. Se observaron también en milímetros las alturas de un barómetro. Las observaciones que se hicieron se manifiestan en el cuadro que sigue. OBSERVACIONES METEOROLOGICAS * Termómetro Termómetro Diferencia Diferencia Barómetro Horas Termóm. de bola hú- de los termo- de los termo- y seco á la meda a la expuesto al metros seco netros de sol en minutos. sombra. sombra . sol. y húmedo. y sombra. milímetros . O 0 o 0 mu 1 0 72,0 67,0 76,0 5,6 3,4 1 763,3 )) 5 72,5 67,0 75,8 5,5 3,3 763,3 )) 10 72,5 66,5 76,0 6,0 5,5 4,3 763,3 )) 15 72,3 66,8 74,5 2,2 763,2 )) 20 71,8 65,8 73,0 . 6,6 1,2 762,8 )) 25 71,0 65,0 72,5 6,0 1,5 762,8 )) 30 71,0 65,8 73.5 6,0 2,5 762,8 )) 35 71,8 66,0 76,5 5,8 5,5 762,8 » 40 72,0 65,5 76,3 7,0 4,5 762,8 » 45 72,0 65,5 76,0 5,5 4,0 763,4 » 50 71,8 66,3 77,5 5,3 5,7 763,1 » 55 72,4 65,3 80,5 7,1 8,3 763,3 2 0 72,5 66,0 80,5 6,5 8,0 763,3 » 5 72,0 65,8 81,5 6,2 9,5 763,0 )> 10 72,0 63,3 72,2 6,5 5,2 763,1 15 71,5 65,3 75,5 6,2 4,0 763,1 » 20 71,0 65,5 76,3 5,5 5,5 763,1 » 25 70,7 65,5 74,5 ' 5,7 3,8 763,0 » 30 69,8 64,5 73,5 5,3 3,7 763,0 » 35 69,0 63,7 72,5 5,3 i* 0,0 763,0 )> 40 68,0 63,5 70,5 4,5 2,5 763,0 » 45 66,5 63,0 68,5 3,5 2,0 763,0 » 50 66,5 62,0 66,5 4,5 0,0 763,1 » 55 66,0 62,0 67,3 4,0 1,3 763,2 3 0 80,0 61,5 67,3 4,5 1,3 763,2 » 5 65,7 62,0 67,5 3,7 1,8 763,8 » 10 66,1 D-i, O 68,5 3,6 2,4 763,7 » 15 66,4 63,0 68,5 3,4 2,1 763,7 )) 20 67,0 63,3 69,2 3,5 2,2 763,8 » 25 67,5 63,3 69,5 4,0 2,0 663,8 » 30 68,0 63,7 68,5 4,3 0,5 763,7 » V\ O ti 69,0 64,7 70,5 4,3 1,5 763,7 » 40 69,8 64,5 71,5 5,3 1,7 763,5 » 45 70,2 65,0 72,5 5,2 2,3 763,5 » 50 70,6 65,5 73,0 5,1 2,4 763,0 » 55 71,5 65,5 72,5 6,0 1,0 763,0 139 Teniendo presente que á la hora de la totalidad del eclipse en circunstancias normales suele haber á la sombra una tem- peratura o° Farhenheit más baja que al sol, no parece que el termómetro hizo un descenso notable (6o Farhenheit) por causa del eclipse, si bien es cierto que en el momento de la oscuri- dad completa estaba el cielo más despejado que á la una. Las diferencias de las temperaturas del termómetro seco y húmedo denotan algún aumento de humedad hacia el movi- miento de la fase total. Las diferencias entre los termómetros expuestos al sol y á la sombra indican, como debía suceder, una disminución en la temperatura de los rayos solares. El barómetro no presentó más que pequeñas oscilaciones. Bilbao 24 de julio de 1860.= El Yice-director, Manuel DE NAVERAN. Por ia Sección ele Ciencias Exactas, Ricardo Ruiz. y CIENCIAS FISICAS. FISICA. Del rehiélo; por Mr. Farad ay. (Bibliot. univ. de Ginebra, noviemhe A 860.) La cansa del fenómeno conocido hace poco con el nombre de rehielo ofrece mucho interés, no solo á consecuencia de su conexión con el papel que desempeña el hielo en la naturaleza, sino también, y principalmente á mi parecer, á causa de sus relaciones con la atracción molecular. La prueba de ello la vemos no sólo en los esfuerzos que han hecho diferentes sabios para establecer ei verdadero principio físico á que es debido el fenómeno del rehielo, sino también en la gran divergencia de opiniones que lian manifestado respecto de este punto. Sabido es que si se ponen en contacto dos pedazos de hielo próximos á derretirse, se reúnen en un sólo pedazo; la conge- lación reemplaza inmediatamente á la fusión. También se ve- rifica el fenómeno en el agua, en el aire y en el vacío, y en cada uno de los puntos de contacto de ambos pedazos de hielo siempre que no esté á ménos de 0o, y por consiguiente carezca de humedad en su superficie» Tres hipótesis se han propuesto para explicar este fenó- meno. Guando se observó por primera vez en 1850 traté de explicarle, suponiendo que una partícula de agua podia perma- necer en estado líquido mientras no estuviese en contacto con el hielo más que por un sólo lado; pero que pasaba al estado sólido cuando el contacto se verificaba por los dos lados, per- maneciendo por ótra parte siempre ía misma la temperatura 141 ambiente. El profesor Thomson, después de haber fijado que la presión hacia bajar el punto de congelación del agua (1), atribuyó el rehielo á que, según su opinión, no podía haber contado entre dos pedazos de hielo sin que hubiese presión de uno sobre otro; y que esta presión, por pequeña que fuese, debía producir una fusión del hielo en los puntos de contacto de am- bos pedazos, fusión cuya consecuencia hubiera sido que cesase la presión, y por consiguiente la recongelacion del agua en con- tacto con los dos pedazos de que se trata. E! profesor Forbes desecha ambas hipótesis; pero partiendo de la idea de Person á propósito de la liquidación gradual del hielo, y admitiendo que este es decididamente más frió que el agua helada que esté en contacto con él, deduce que el agua que existe entre dos fragmentos de hielo húmedo se helará en los puntos en que es- tos pedazos estén en contacto uno de otro. A la hipótesis de Mr. Thomson puede objetarse que los cam- bios de presión y temperatura, por cuyo medióse trata de ex- plicar el fenómeno del rehielo, son muy pequeños, y muy poco apreciables para poder producir un efecto sensible: en efecto, estas presiones no se deben en algunos casos más que á la atracción capilar ó á la presión atmosférica, que es su conse- cuencia. En estas circunstancias me ha parecido que por medio de nuevas experiencias podría aclararse algo un punto tan in- teresante de la física molecular, y ía causa á que debe atri- buirse el fenómeno de que nos ocupamos. Con objeto de exqluir toda presión de las partículas de hielo unas sobre otras, que procediese bien de la atracción ca- pilar ó bien de: la presión atmosférica, me decidí á hacer mis experiencias en el agua. Hé aquí el método que empleé. Puse un vaso de vidrio de 10 pulgadas de alto y 7 de ancho con agua á 0o sobre un tres- pies colocado en un cubo, el cual, ro- deado de franela seca, estaba también metido en una caja de madera: el intervalo entre el vaso y el cubo se llenaba con hielo machacado, y la parte superior del vaso estaba cubierta (t) Mr. Thomson afirma que una presión de 13.000 atmósferas hace bajar la temperatura de la congelación hasta — 18° C. U2 con una cápsula llena de liielo. Todo el aparato estaba envuelto con franela. Por razón de esta disposición, el . agua contenida en el vaso de vidrio pudo mantenerse á 0o lo ménosf or espacio de 8 dias; y la prueba de ello fué que al cabo de este tiempo un pedacito de hielo que flotaba, no estaba enteramente derre- tido. El estado de este fragmento de hielo servia al mismo tiempo para demostrar que en toda la duración del experi- mento se producía en lo interior del vaso un deshielo excesi- vamente lento. La única precaución tomada para mantener una temperatura fija consistía en renovar de cuando en cuando el hielo machacado del cubo, lo mismo que el colocado en la cáp- sula. A varios pedazos de hielo, unos de 3 pulgadas cuadradas de superficie y 1 de grueso, otros con la forma de prismas cuadrados de 4 á 5 pulgadas de largo, se les hizo un agújenlo, practicado en uno de sus ángulos, valiéndose de un alambre caliente. Por estos agujeros se hicieron pasar hebras de lana, formando en cada una de ellas un lazo, de modo que pudieran colgarse pesos de plomo. Por este medio era fácil hacer des- cender los pedazos de hielo debajo de la superficie del agua á 0. Cada uno de ellos se encontraba sujeto á un punto par- ticular; y á consecuencia de su tendencia á sobrenadar, ad- quiría cierta posición de equilibrio. Las hebras que les rete- nían eran de 1| pulgada de largas, de modo que cuando un pedazo de hielo se sumerjia en el agua, y en seguida se le de- jaba en libertad, sabia con fuerza hasta que la hebra estuviese tirante, y permanecía entonces en su posición especial de equi- librio. Del mismo modo, si se hacia dar vueltas á uno de los pedazos de hielo al rededor de la hebra de lana tomándola co- mo eje vertical, inmediatamente que se abandonaba, la fuerza de torsión propendía á volverle hácia atrás en la dirección opuesta. Se colocaron dos pedazos de hielo, sujetos como antes he- mos dicho, en agua á 0, estando separadas sus dos caras opues- tas por un intervalo de 2 pulgadas; era fácil al operador ha- cerles cambiar de posición por medio de una varilla de ma- dera, sin alterar en nada la temperatura del agua. En estas circunstancias, si después de haber aproximado ambos pedazos á una distancia cortísima uno de otro, se abandonaban á sí 143 mismos, se separaban inmediatamente, y volvían con un fuerte arranque á su primera posición. Pero por poco que se pusiesen en contacto uno con otro, y por ligero que fuese, se verificaba inmediatamente el rebielo, y permanecían adherentes, á pesar de la fuerza que propendía á separarlos. En este estado podían permanecer por 24 horas ó más; y si al cabo de este tiempo se separaban con fuerza, se observaba que la adhesión parecía aumentarse en los puntos en que se verificó primero el con- tacto, aunque en otros de las superficies contiguas se ocasionase un escaso deshielo, formándose como dientecitos éntrelos pun- tos que se tocaban. En este experimento, excepto en el pri- mer instante en que se verificó el contacto, y todavía en un grado mínimo, no podía haber presión procedente de la acción capilar ni de otra causa cualquiera. Por el contrario, una fuerza considerable de tensión propendía constantemente á se - parar los pedazos de hielo en sus puntos de adhesión; y á pe- sar de esta fuerza, he creído, como más adelante veremos, que la adhesión iba en aumento. Deseando cerciorarme de si la adhesión de que se trata presentaba al menos un carácter de ductilidad ( soft adhesión ) que permitiese un cambio lento de posición por la acción de la fuerza de tensión, sin que llegara no obstante á separar los pedazos de hielo, hice el siguiente experimento. Sujetando cada uno de los pedazos por medio de hebras atadas á su ángulo in- ferior, las diagonales de la superficie mayor tomaban en el agúala dirección vertical. Antes de reunir las superficies hasta ponerlas en contacto, di vuelta á cada uno de los dos pedazos, formando un ángulo de 45°, eu una dirección opuesta, de modo que cuando en seguida se pusieron en contacto formaban un sólo pedazo compuesto, que tenia los bordes superiores reuni- dos horizontalmente, y en que cada mitad tenia la tendencia á separarse de la otra por efecto de la fuerza de torsión. Sin embargo, colocando indicadores en agujeritos practicados en los bordes de los pedazos de hielo, no pude descubrir el más ligero cambio en su posición relativa en las 38 horas que duró el experimento. Este resultado, en cuanto de él puede sacarse una conclusión, es opuesto á la necesidad de una presión para verificar el rebielo, del mismo modo que á la existencia de 144 toda condición que dependa de la ductilidad ó de un contacto movible: y sin embargo, trataré de demostrar abora que hay aquí un fenómeno de adhesión dúctil ó alguna cosa análoga, y sacaré una nueva prueba contra la necesidad de una presión para verificar el rehielo. Traté en seguida de determinar el efecto de una fuerza de torsión para combatir el rehielo. Con este objeto dispuse los peda- zos de hielo en el agua paralelamente uno á otro, y separados por un intervalo de cerca de \\ pulgadas. Si entonces los acercaba dando vueltas á cada uno sobre su eje vertical en una direc- ción opuesta, y colocando una hoja de papel entre los dos para impedir el contacto, y en seguida se abandonaban á sí mismos, inmediatamente la fuerza de torsión los separaba de nuevo. Pero si se quitaba el papel de modo que permitiese un contacto verdadero, por pequeño que fuese, inmediatamente se adhe* rían uno á otro, no formando más que un sólo pedazo rígido, poco tenaz, es verdad, porque los puntos de adhesión y de so- lidificación no dependían más que del contado de dos superfi- cies convexas de corto radio. Moviendo ligeramente el cubo, ó agitando suavemente uno ú otro pedazo de hielo con una va- rilla de madera, era fácil demostrar que se adherían rígida- mente uno á otro, y que la tendencia para cambiar de forma al cabo de cierto tiempo no se echaba de ver en este caso más que en el que hemos referido. Si se introduce ahora la varilla entre las dos superficies adherentes de hielo, haciendo un esfuerzo de modo que se fa- vorezca la fuerza de torsión desuno de los dos hilos, es decir, aumentar de un modo desigual la fuerza que propende á se- parar los dos pedazos, se rompe al momento la congelación en los puntos de contacto, y los pedazos cambiarán de posición uno respecto de otro. Sin embargo, no se separan completa- mente, y cuando se saca la varilla, el pedazo que se somete á la presión más fuerte recobra su posición primitiva, llevándose también el otro detrás. Ambos pedazos reunidos recobran así su posición primera, y permanecen adherentes uno á otro, aunque la torsión de ambos hilos propenda constantemente á separarlos. 145 Si se mantiene inmóvil por espacio de 1 segundo la vari- lla introducida entre los pedazos de hielo con objeto de cam- biar su posición relativa, aunque sin separarlos uno de otro, inmediatamente ambos pedazos quedan rígidamente adherentes en su nueva posición, y permanecen lo mismo cuando se qui- ta la varilla, aunque en estado de tensión. Si golpeando lige- ramente en el hielo con la varilla se empleaba una fuerza suficiente para romper este estado de adhesión, los dos peda- zos se colocaban de nuevo por la influencia de la fuerza de torsión de sus hilos respectivos, permaneciendo siempre reuni- dos, y al cabo de 1 segundo ó 2 permanecían rígidamente ad- herenles en una posición nueva. Dirigiendo de un modo continuo el movimiento de uno de los dos pedazos de hielo, podría mantenérsele en contacto con el otro por un punto de adhesión flexible por tiempo indefinido; podría colocarse en diferentes posiciones angulares con res- pecto al otro; y también, teniéndole en reposo por algunos momentos, hacerle adquirir y guardar de un modo permanente cualquiera de estas posiciones, aun cuando no hubiera estado sostenido por una fuerza exterior; podría hacérsele cambiar esta posición en otra; en una palabra, dentro de ciertos límites darle, según se quiera, una adhesión flexible ó rígida con el pe- dazo de hielo á que se hallaba unido. Resulta de lo que precede, que el rehielo comprende a\ mismo tiempo una adhesión flexible, y otra rígida de las par- tículas del hielo. El paso de uno de estos estados al otro se ve- rifica cuando no existe fuerza exterior, como la presión, que propenda á reunir las partículas de hielo, sino al contrario, una fuerza de torsión que propenda á separarlas; y si se tiene en cuenta el simple punto de contacto de las dos superficies redondeadas en el que se manifiesta la adhesión flexible, puede mirarse la fuerza que propende á separarlas como muy con- siderable. El acto del rehielo no puede considerarse como perfecto más que cuando la unión permanece rígida, y por este motivo me parece que completamente debe desecharse la nece- sidad de una presión para que se verifique. No puede tampoco haber presión exterior que se ejerza en los pedazos de hielo (en las circunstancias anteriores) cuando se haya roto el primer TOMO xr. 10 146 contacto rígido. Todas las fuerzas que quedan propenden á se- pararlos uno de otro, y sin embargo, las primeras adhesiones flexibles, lo mismo que todas las rígidas que se provocan suce- sivamente, producen tantos efectos de rehielo como los que se verifican por la influencia de una grandísima presión. El fenómeno de la adhesión flexible por la influencia de la tensión tiene mucha analogía con la adhesión y tenacidad, y es de presumir que el profesor Forbes verá en él la confirmación de sus opiniones sobre este punto. Sin embargo, no puedo darle la misma interpretación , porque me parece imposible conservar una mezcla de nieve y agua por espacio de horas y aun dias enteros, sin que se haga uniforme la temperatura de la mezcla. La idea que me formo de la adhesión flexible y de la rígida es la siguiente: se reúnen dos superficies convexas de hielo; las partículas de agua más próximas á los puntos de con- tacto, y por consiguiente colocadas en la esfera de acción efi- caz de las partículas de hielo situadas á cada lado de ellas, pasan al estado sólido. Si este estado de cosas dura algunos momentos, de modo que el calor desprendido por el paso del estado líquido al sólido tenga tiempo de disiparse, se converti- rán otras partículas de agua en hielo, y acabaran por producir una adhesión fija y rígida, que persistirá hasta qne se emplee una fuerza suficiente para romperla. Pero si la dirección de la fuerza á que se ha recurrido puede modificarse por un movi- miento de rotación ( hinge-like mótion ) en el punto de contacto, entonces creo que la adhesión de las partículas deberá romperse en el lado en que se abre el ángulo, mientras que por el lado en que se cierra permanecerán en el límite de la distancia que se desea para el rehielo; también por este punto se mantiene la adhesión, aunque en apariencia en estado flexible. Esta flexibilidad me parece que se debe á una serie de rupturas en uno de los lados del centro de contacto y á una adhesión en el otro, habiéndose trasportado el rehielo que depende de la pro- ximidad de las superficies del hielo de un punto á otro cuando se cambian los de contacto. El hecho de que el hielo es una sustancia quebradiza, no me parece contrario á la teoría de la adhesión flexible; porque si suponemos que el punto de con- tado no existe más que para una sola partícula, entonces el 147 movimiento angular en este punto debe producir el contacto de una segunda partícula antes que haya podido desprenderse la primera; ó si se ponen en juego á la vez varias partículas, como podría hacerlo creer la adhesión rígida que ha sucedido á la ilexible, sería imposible admitir la dislocación de todas ellas por efecto de una fuerza aplicada á un lado solo del sitio de adhesión, antes que las partículas situadas en el lado opuesto hayan tenido ocasión de volverse á helar, y por lo tanto de mantener la adhesión. No es indispensable emplear para estos experimentos el aparato que liemos descrito, porque la diferencia entre la adhe- sión flexible y la adhesión rígida puede observarse en el aire tan bien como en el agua. Para conseguirlo se suspenden hori- zontalmente dos de las barras prismáticas de hielo ya descritas, por medio de hilos que pueden ajustarse de modo que produz- can por torsión la fuerza de separación que se desea. Cuando se ponga en contacto la extremidad de estas barras, la adhesión del hielo, del mismo modo que la facultad de colocar dichas barras formando un ángulo cualquiera una respecto de „ otra, lo mismo que la de mantenerlas así á consecuencia de la adhe- sión rígida debida al rehielo, será evidente; y aunque por este procedimiento no se pueda estudiar aparte la adhesión flexible del hielo á causa de la atracción capilar debida á la capa del- gada de agua colocada encima de él, es fácil sin embargo salir de la dificultad, metiendo enteramente las barras de hielo en agua á la temperatura común, y repitiendo las observaciones en este intermedio. Pueden comprobarse también sin dificultad todos los puntos importantes que se refieren á la adhesión fle- xible y á la rígida del hielo, debida al rehielo. No debe perderse de vista que en la observación del estado de adhesión flexible y de la rígida es indispensable emplear para el contado superficies convexas, de modo que este con- tacto se verifique únicamente en un solo punto. En efecto, si se efectúa en varios puntos se comunica una rigidez aparente al conjunto de la masa, aunque en cada uno de los puntos de contacto pueda suceder la adhesión en estado flexible. De nin- gún modo es difícil disponer una superficie convexa de modo que apoyándose solamente en dos sitios en los bordes de una 148 concavidad, se obtenga en una dirección una adhesión flexible y otra rígida en la dirección perpendicular. Quizá pudiera creerse á primera vista que la adhesión flexible del hielo podría tomarse conrlo punto de partida de nuevas inves- tigaciones en el principio de la presión. En efecto, si es ver- dad que aplicando una presión se produce la reunión por con- gelación de masas distintas de hielo, debería esperarse que la aplicación de una fuerza de tensión produjese el efecto opues- to, esto es, vina fusión, y por lo tanto una separación en el punto de adhesión flexible. Este resultado, sin embargo, no se deduce como consecuencia necesaria, pero no me propongo investigar lo que debe suceder en este caso enteramente hipo- tético. Creo que los cambios de temperatura y de presión son demasiado pequeños para producir un efecto sensible, y la experiencia siguiente da hasta cierto punto la prueba de ello. Sabido es que la lana se adhiere al hielo del mismo modo, á mi parecer, que en el caso del rehielo. Puse á hervir una he- bra de lana en agua destilada, de modo que la mojase comple- tamente : después de haber machacado hielo bien limpio, y mezclado con agua hasta formar con él una pasta blanda, le introduje en un vaso de vidrio cubierto de franela, con objeto de retardar el deshielo. Bien pronto se llenó de agua una de- presión longitudinal que practiqué en la superficie de esta ma- sa, y dejé caer en ella algunos filamentos de lana mojada, los cuales, al llegar al fondo de esta especie de surco, no debían ejercer naturalmente sobre él más que una presión igual á su peso en el agua; y sin embargo, al cabo de 2 horas estos mis- mos filamentos se reunieron al hielo por congelación. En otra experiencia, un ovillito de i pulgada de diámetro de la misma lana hervida se puso sobre un pedazo de hielo muy limpio me- tido en un vaso de vidrio, cubriéndolo todo con una franela. Después de un intervalo de 12 horas se descubrió que se había verificado un deshielo, y que el ovillo de lana había hecho un agujero en el hielo á consecuencia del calor del aire, al cual habia servido de conductor. Este agujero estaba lleno de agua y de lana, pero en el fondo se observaban algunos filamentos de la misma lana reunidos al hielo por congelación. La notable propiedad que es objeto de este trabajo, ¿es es- 149 elusiva del agua, ó general á lodos los cuerpos? Por lo que se refiere al agua , parece seguramente que puede servir para aclarar la acción física combinada de muchas de sus partícu- las, y la naturaleza de la cohesión entre las partículas de este cuerpo en el momento en que pasa del estado sólido al líquido. Sobre este punto hice los experimentos siguientes. Poniendo bismuto fundido á una temperatura tal que algunos pedazos de este metal pudieran permanecer en estado sólido, introduje en la mezcla varillas de bismuto, que no manifestaron señal alguna de adhesión entre sí cuando habían adquirido la temperatura del intermedio ambiente. Agitando el metal con una varilla de madera, era fácil romper los pedazos sólidos, y reducirlos al estado de gránalos cristalinos; pero cuando estos gránalos se apretaban unos contra otros bajo la superficie del líquido, no manifestaban la menor tendencia á reunirse, lo mismo que se verifica con pedazos de hielo ó de nieve que estén en contacto debajo del agua, iguales resultados negativos se obtuvieron con el estaño y el plomo. El nitro fundido manifestó en algunos casos señales de adhesión; pero me inclino á creer que el efecto observado en estos casos provenía de que las varillas de nitro con las que se hizo el experimento, no habían acaso adquirido la temperatura que se requería para que se fundiesen. Por lo demás, el nitro es un cuerpo que del mismo modo que el agua se dilata, pasando del estado líquido al sólido: por consiguiente, no es imposible que basta cierto punto participe de las propie- dades del agua bajo el punto de vista de la adhesión. El ácido acético helado no sólo queda privado de la fuerza que produce el rehielo, sino que también parece que presenta el fenómeno en sentido inverso. A un frasco que contenia de 5 á 6 onzas de este ácido, y que había permanecido por espacio de algunos meses en estado líquido, se le mantuvo á una tem- peratura tal, que en cuanto se agitaba el ácido con una varilla de vidrio empezaban á formarse cristales, que continuaban creciendo en volumen y cantidad por espacio de 8 ó 10 horas. En todo este tiempo aquellos cristales no manifestaron señal alguna de adhesión entre sí, aun cuando se comprimiesen unos contra otros; y á medida que llegaban á la superficie, la por- ción líquida del ácido propendía á apartarse de las caras cris- 150 talinas, como si existiese lina verdadera repugnancia eníre las partes sólidas y líquidas en adherirse unas á otras. A las mismas pruebas sometí soluciones saturadas con otras muchas sales, como por ejemplo los nitratos de plomo, de po- tasa y de sosa, los salíalos de sosa, de magnesia, de cobre y de zinc , el alumbre y el bórax , el cloruro de amonio, el ferrocianuro de potasa, el carbonato de sosa, el acetato de plomo y los tartratos de potasa y sosa; pero siempre con resultados negativos. Deduzco de aquí, por ahora, que la propiedad de que se trata es esclusivamente propia del agua; y que la opi- nión que be emitido respecto de la causa física del fenómeno, no ha perdido nada de su valor á consecuencia de los experi- mentos anteriores, si se compara con las otras dos hipótesis propuestas para explicarlo . El Dr. Tyndall ha añadido á una de sus Memorias una nota remitida por mí, y titulada: Del hielo de fusibilidad irregular , en la que indico la causa de las variaciones observadas bajo este punto de vista en diferentes porciones de un mismo pedazo de hielo. La opinión que entonces expresé, se halla muy corrobo- rada por los efectos que se han observado en la vasija de agua de temperatura constante descrita al principio de esta Memo- ria, en la que, aunque constante el deshielo, era sin embargo bastante lento para no disolver enteramente 1 pulgada cúbica de hielo en el espacio de 6 á 7 dias. Los pedazos de hielo que permanecían enteros debajo del agua por espacio de varios dias, se ponian bastante dentellados en su superficie para po- der explicar la composición mecánica de su masa, y para de- mostrar que estaban compuestos de capas paralelas del grueso de un décimo de pulgada, y de fusibilidad desigual. Otros en- sayos han parecido indicar que estas capas han debido estar colocadas horizontalmente en el hielo en el momento mismo de su formación. Por otra parte, su disposición no tenia rela- ción alguna con la posición en el agua de los pedazos de hielo formados por estas capas, ni con la dirección de la pesantez, sino que ocupaban siempre la misma posición respecto á cada masa de hielo. El método siguiente es cómodo para estudiar el fenómeno del rehielo. Se toma una gran cápsula llena de agua á la tem- 151 pera tura ordinaria, y algunas placas ó barras de hielo de media pulgada á 1 de grueso. Se redondean los bordes de estas placas, y se pone convexa la superficie superior de cada una de ellas, apoyándolas por algunos momentos contra lo interior de una cápsula caliente, ó por cualquiera otro medio análogo. Guando se nielen dos de estas placas en el agua flotan con perfecta li- bertad, y sólo la parle central de la superficie superior queda encima del líquido. Resulta de aquí, que cuando las masas de hielo se tocan por sus bordes, la anchura de la superficie de agua sobre el punto de contacto, se halla que es 2, 3 ó í pul- gadas, lo cual hace inadmisible la acción de la atracción capilar. Colocando un disco de cera bien seca ó de esperma de ballena (. sperma ceti) en la superficie superior de una de las placas de hielo, esla se hunde completamente debajo del agua, y su ten- dencia á aproximarse á la otra á consecuencia de la acción ca- pilar, se convierte en una fuerza de separación. Cuando dos ó varias de estas placas de hielo se ponen en contacto debajo del agua se adhieren unas á otras, primero de un modo en apa- riencia flexible, y después rígidamente. Cuando se agrupan cinco ó seis de estas placas, de manera que formen como una S, si se mueve con cuidado una de las placas extremas, las demás se moverán con ella rígidamente, es decir, sin cambiar su po- sición relativa; y si la fuerza que se emplea es bastante grande para destruir la adhesión en los puntos de reunión, habrá como rotura con crujido, pero las placas continuarán adheridas entre sí, y al cabo de un momento volverán á su ser con rigidez. No ve- rificándose esta adhesión más que por puntos, no debe ser de- masiado grande, ni aplicada de un modo demasiado brusco, como sucederia con un golpe. Con este objeto empleo general- mente una hoja de papel, una plumita ó un pincel que meto debajo del agua. Cuando se aproxima también debajo del agua la punta de una placa de hielo cortada en ángulo, al ángulo ó al lado de otra placa flotante, se le adhiere absolutamente como una sanguijuela; y si al cabo de un momento se registra el punto de adhesión con el borde de una hoja de papel, se observa en este punto una resistencia muy perceptible á romperse. Reemplazando el hielo con placas redondeadas de madera ó de vidrio que se pongan en contacto debajo del agua, no se verifi- m cará fenómeno alguno de esta clase, ni se descubrirán tampoco efectos que puedan referirse á la acción capilar. Por último, si se tira más ó ménos en sentido contrario de dos placas de hielo flotante por dos fuerzas separadoras, tales como los hilos con que estuviesen unidas á unas pesillas ligeras, podrá apreciarse la fuerza de adhesión que se manifiesta respecto del rehielo en el caso de contacto flexible ó rígido por la fuerza y la velocidad con que se separaren estas dos placas cuando se haya des- truido completamente la adhesión. Barómetro de nueva disposición; por Mr. Blondeau. (Comptes rendus, 17 majo 1858.) Penetrado Arago de lo engorroso que es el trasportar los barómetros comunes, y de las averías á que están expuestos en viajes largos, dijo que convendría á los observadores el poder construir por sí mismos sus barómetros en el momento de tra- tar de usarlos. Al efecto propuso ciertas disposiciones nuevas que verificó Gambey el año de 1844. El pasaje de la Astronomía popular , en el cual expone Arago el principio en que funda la construcción de sus nuevos barómetros, es como sigue: v «Alterando algún tanto la construcción de los barómetros comunes, se evitarán las descomposturas que experimentan, cuándo por tener que trasportarlos, cuándo por irse infiltrando el aire exterior, cuándo, en fin, por desprenderse el que pueda contener el líquido. Semejante alteración, que consiste mera- mente en hacer que sea movible el tubo con objeto de poder disminuir ó aumentar á arbitrio y en proporciones conocidas la capacidad de la cámara barométrica, permitirá, en mi con- cepto, llevar en los viajes el mercurio á parte, y llenar el tubo con él al tiempo preciso de verificar la observación, sin necesi- dad de hervir nada dicho líquido. Si se hace con efecto una observación en cierto estado de la cámara barométrica, y se la repite luego de haber reducido la capacidad de la misma cá- mara á -h de su valor primitivo, la corta cantidad de aire que 153 pudiera contener, producirá cabalmente 10 veces más efecto en la segunda observación que en la primera. La diferencia entre las dos alturas, dividida por 9, será por tanto lo que ha- brá de añadirse á la primera para tener la que hubiera mar- cado un barómetro bien purgado de aire.» Después que escribió estos renglones Arago, el profesor de física de la Facultad de Poitiers Mr. Trouessart, presentó al jui- cio del instituto un barómetro de sifón fundado en los mismos principios, y en el cual la curvatura del tubo, hecha de goma elástica, proporciona al observador poder aumentar á arbitrio la capacidad de la cámara barométrica, y variar de consi- guiente la altura de la columna de mercurio, á fin de inferir la presión atmosférica. Pensamos haber conseguido igual resultado, dice el autor, por otro camino no ménos sencillo, y que presenta la ventaja de reducir mucho las dimensiones del barómetro. Consiste en tomar un volumen de aire á la presión que se quiere medir, y dilatarlo hasta que ocupe otro volumen doble del primitivo. Como [sólo tiene entonces este aire una elasticidad capaz de equilibrarse con la presión de media atmósfera, la diferencia de altura de las columnas de mercurio contenidas en el tubo comunicante que constituye el aparato, da á conocer inmedia- tamente el valor de la semi-presion atmosférica, y de consi- guiente la de¡la atmósfera en el momento de observar. Consta nuestro barómetro de un tubo comunicante de dos brazos, abiertos ambos á la atmósfera; uno de ellos lleva una llave, y tiene marcadas dos rayas « y £, que corresponden á dos volúmenes, doble uno del otro, y medidos desde la llave. Cuando se quiera determinar la presión del aire se abre la llave, y se introduce mercurio del otro brazo hasta que llegue á la raya a el nivel de este líquido. Ciérrase entonces la llave, y valiéndose de otra puesta en la parle inferior del aparato , se deja correr mercurio hasta que llegue en el brazo cerrado á la raya C, ó dicho de otro modo, hasta que el aire encerrado en el aparato ocupe doble volumen que antes. No resta ya más que medir exactamente la diferencia de nivel entre las dos co- lumnas para obtener el valor de la semi-presion atmosférica. Hemos dado otra disposición á nuestro barómetro, la cual 184 nos permite determinar la presión atmosférica comprimiendo el aire, no dilatándolo. Después de trazar en el tubo, que se puede cerrar con una llave, dos rayas, una « correspondiente á un volumen tomado para unidad á la presión actual de la atmósfera, y otra £ que lo sea á los f del mismo volumen, se empieza la observación abriendo la llave, é introduciendo mer- curio hasta que llegue á la raya Se cierra luego la llave, y por el brazo abierto se añade mercurio hasta que el nivel de este líquido llegue en el brazo cerrado á la raya £. Como el volumen de aire no ocupa en tal caso más que los f del volu- men primitivo, la presión es igual á f de la atmosférica, esto es, la columnila de mercurio situada en el brazo abierto en- cima de la raya £ es igual á { de la columna barométrica, y basta por tanto para manifestar la altura de la columna de mercurio que se equilibra con la presión de la atmósfera. Esta segunda disposición reduce el peso y las dimensiones del barómetro, haciéndolo de consiguiente instrumento muy portátil, y que se puede llevar en los viajes sin temor de que se descomponga. Wm ICA PEL OSLOLO. Estudios experimentales sobre las inundaciones; por MM. F. Jeandel, J. B. Cantegril y L. Belland. (Extracto de su Memoria.) (Comptes rendus, 24 diciembre 1860.) Consiste enteramente la causa de las inundaciones en el volumen de las aguas que corren por la superficie déla tierra, pues las que se sumen desde luego en esta, y que por consi- guiente fluyen mucho más despacio, difunden á largas distan- cias una acción benéfica, de que ahora no vamos á tratar. El problema que se debe resolver es el de disminuir y re- tardar en la superficie el curso de las aguas antes que lleguen á los arroyos y á los rios, conteniendo y dominando en estos la 155 corriente. Entre las circunstancias que influyen en el volumen y velocidad de las aguas que emprenden su movimiento sobre ía misma superficie del terreno, una de las más importantes está directamente sometida á la acción humana, considerada en los límites que racionalmente pueden alcanzarse. Queremos en esto decir el estado superficial del suelo, ó más bien de la especie de vegetación que le cubre. Trátase de apreciar de un modo cierto la naturaleza de esta influencia, lo que forma el objeto de la presente Memoria. El peligro originado por una masa considerable de agua que llega á caer en la tierra, varía, en primer lugar conforme á la cantidad de agua que el suelo absorbe, y también á la evaporación que siempre sigue á la llu- via, influyendo en segundo lugar el tiempo que tarda en cor- rerse la parte no absorbida. Fácilmente se comprende que en un terreno, según la espe- cie de vegetación que le cubra, habrá más ó ménos absorción que en otro, así como detendrá más ó ménos tiempo el agua que corra por su superficie. La influencia de estos terrenos dismi- nuirá en efecto el riesgo, pero siempre quedará una parte cuya importancia varía, y que podemos designar con el título de acción inundante del suelo de que se trata. Establezcamos las relaciones que enlazan á la acción inun- dante con la absorción del líquido y la duración del desagüe superficial. 1. ° Absorción del agua por el suelo, y evaporación. El peligro que en cualquiera lluvia deja subsistente un terreno cubierto de cierta vegetación, ó lo que es lo mismo, la acción inundante de aquel terreno, es evidentemente proporcional á la relación que guarde el volumen de agua que corre superfi- cialmente con el de la que ha caído; y esta relación se llama comunmente coeficiente de desagüe superficial. 2. ° Duración del desagüe superficial. Cuanto más se pro- longa la duración del desagüe superficial, tanto más influye el suelo para que disminuya el riesgo. Esta consecuencia, si bien cierta, es algo vaga; y para llegar á estudiarla con suficiente exac- titud, examinemos lo que ocurre en el desagüe superficial que sigue á una lluvia de alguna entidad. Veremos entonces que la subida de nivel en las vias del desagüe tarda algún tiempo en 156 presentarse, que el raudal aumenta luego de un modo relati- vamente rápido, y llega á un máximo en que por algún espa- cio se estaciona, hasta que más ó rnénos pronto empieza á ba- jar, aunque quedando por lo general superior al que corria an- tes de la lluvia. Después de estas alteraciones relativamente rápidas sigue bajando el nivel en progresiva disminución, que se hace al cabo insignificante si continúa el buen tiempo. Es evidente que el período que media entre el primer momento de crecida y el término de la baja rápida, es el que constituye exclusivamente lo que interesa con respecto á las inundaciones. Considerando el desagüe superficial únicamente durante este período, y suponiendo, lo que no es admisible sino apli- cándole la restricción indicada, que el desagüe conserva su intensidad media, se reconoce que el peligro disminuye para iguales masas de agua en razón inversa de la duración del período. Convengamos en llamar á esla duración tiempo del desagüe , y tomando por término de comparación el tiempo fijo de la lluvia á que nos refiramos, puede decirse que el peligro varía en razón directa del tiempo de la lluvia al de desagüe. Así, pues, el peligro que representa la acción inmediata de un terreno determinado varía proporcionalmente á la relación entre el volúmen de desagüe superficial y el de la lluvia, y proporcionalmente á la relación entre el tiempo de la misma lluvia y el del desagüe superficial. Llamando K á un coeficiente numérico y fijo, el valor de la r t acción inundante C tomará la forma siguiente: jo Aquí Vf representa el volúmen del desagüe, V el de la lluvia, T el tiempo del desagüe y T el de la lluvia. Puede concebirse que haya un terreno que deje correr por su superficie todo el volúmen líquido que arrójela lluvia en un tiempo igual al que durase la misma lluvia, y esto es lo que próximamente pasa en las superficies impermeables y con bas- tante pendiente, como los tejados, aceras, etc., y en tales su- perficies V' — V, T—T'^e n cuyo caso la relación anterior se reduce á C--K. Convengamos en tomar este valor de C por unidad, y la 157 r t misma relación será entonces: C—yX ry: de modo que adop- tando esta unidad, la acción inundante de un suelo cualquiera en una lluvia determinada, tiene por medida el coeficiente de desagüe superficial, multiplicado por la relación del tiempo de la lluvia con el que dura dicho desagüe. En lluvias diferentes el mismo terreno, aunque conserve igual vegetación, puede dar une serie de valores diversos como coeficiente de la acción inun- dante; y con objeto de obtener un término medio general que represente el valor medio de aquella acción, comparemos la cantidad total de agua que ha corrido con la que cayó, y mul- tiplicaremos esta relación con la del tiempo que duró la llu- via respecto al del desagüe. Como sólo sobrevienen con las grandes lluvias, pueden eliminarse los experimentos referentes á las de poca importancia, y con buen método ir midiendo el volumen y duración de todas y de los desagües en los diferen- tes estados de vegetación, siendo iguales las demás circunstan- cias. La medida de la cantidad de agua que corra por la super- ficie del suelo podrá hacerse disponiendo aliviaderos, con lo que aquella representará lo mismo que el aumento de volumen durante el período que hemos llamado tiempo del desagüe, y se cuidará de apuntar la hora en que empieza y acaba la lluvia, así como la de las observaciones que se efectúan en los ali- viaderos. No es fácil en la práctica la investigación de los terrenos que hayan de compararse, porque en efecto es raro hallar dos cuen- cas tan semejantes en todas las circunstancias que son capaces de influir en la absorción y el desagüe, que solo discrepen en la especie de vegetación. Pero si tenemos presente que se trata ante todo de estudiar el régimen de las aguas en los suelos con arbolado y en los escuetos, y que no hemos de medir diferen- cias insignificantes, veremos que concentrando así el problema hay posibilidad de encontrar términos de comparación, conten- tándonos con una homogeneidad relativa, cuando, por ejemplo, las circunstancias permitan raciocinar a forliori. Supongamos que se ha escojido como campo de los experimentos una cuenca cubierta de bosques, y que contenga rápidas pendientes, y supongamos también que en una comarca inmediata hay otra 158 cuenca con igual terreno, con pendientes menos fuertes, y que en su mayor parte esté pelado, y cabrá hacer entre ambas su- ficiente comparación. Efectivamente, si el coeficiente general de acción inundante de la segunda cuenca se ve que es supe- rior al déla primera, lo seria con mayor razón si toda su su- perficie estuviese pelada. Si la mayor parte de la misma segunda cuenca fuese pelada, y á pesar de esto su coeficiente general de acción inundante resultase inferior al de la primera, esto por lo menos parecería probar que el arbolado no ofrecía más que un recurso inferior contra las inundaciones, y siempre era una solución. (Síguese luego la descripción de los experimentos realizados en una cuenca vestida de árboles, y que comprende 4.222 hectáreas, y es la formada por toda la cuenca superior del Zorn hasta el molino de Dabo en la cordillera de los Yosgos. Estos experimentos se verificaron sin interrupción desde el 1." de julio de 1858 hasta 31 de julio de 1859. La base minera- lógica es la arenisca vosgiana. Como terreno de comparación fue elegido el de la cuenca superior del Bievre, que es afluente del Sarre. Esta cuenca, contigua á la primera, y que presenta en el conjunto de sus pendientes un término medio ménos fuerte, contiene 455 hectáreas de suelo pelado y 522 de bos- que. A consecuencia de algunos impedimentos que se apuntan en la Memoria, las observaciones hechas en los aliviaderos no pudieron llevarse continuadas, y de un modo exacto, sino desde 13 de enero de 1859 hasta l.° de marzo del mismo año. La base mineralógica era la misma que en la cuenca poblada de bosque.) Conclusiones. De la comparación de los resultados que die- ron los experimentos hechos en la cuenca con arbolado y la otra en gran parte pelada, se sacan las siguientes indicaciones. 1.a Coeficientes generales de desagüe superficial. — En la cuenca del Zorn (con bosque) 0,0529. Cuenca del Bievre (en gran parte pelada) 0,1270. 2.a Coeficientes generales de ac- ción inundante.— Cuenca del Zorn 0,01743. Cuenca del Bie- vre 0,0391.— Observación, En esta comparación hacemos en- trar en cuenta los coeficientes generales que se refieren á la totalidad de las observaciones realizadas en cada una de las 159 respectivas cuencas, aun cuando los experimentos en la cuenca del Zorn se hicieron por un espacio de tiempo mucho mayor que en la segunda cuenca; y como esto pudiera dar lugar á alguna duda que quisiéramos desvanecer, apuntamos á conti- nuación el cálculo de los coeficientes generales de desagüe su- perficial y de acción inundante, relativos á los experimentos ejecutados en la cuenca poblada de árboles en la misma época en que se estudiaba la otra: l.° Coeficiente general de desagüe superficial en la cuenca poblada durante el período de 19 de di- r 9 2 2 2 0 1 mc eiembre de 1858 a 8 de marzo de 1859: tt0 nrjrm rrrnr —0.079. Coeficiente general de desagüe superficial de la cuenca, en gran parte pelada, durante el propio período: 0,1270. 2.° Coe- ficiente general de acción inundante en la cuenca poblada en 492 dicho período: 0,079x^^—0,0213. Coeficiente general de acción inundante de la cuenca más pelada en igual perío- do: 0,0391. QUIMICA. De la fabricación del oxígeno; por MM. Sainte-Claire Deville y Berra y. (Compf.es rcudus, 26 noviembre \ 860 . ) Encargados por el Gobierno de Rusia de estudiar el trata- miento por la via seca del mineral de platino y la revivificación por fusión de este precioso metal por medio de los nuevos procedimientos metalúrgicos que propusimos, dirijimos nues- tros últimos estudios hacia la preparación económica del oxí- geno. Persuadidos de que en el punto á que hemos conducido esta cuestión, la industria, bien para el alumbrado bien para el trabajo de los metales, podrá sacar partido de nuestros expe- rimentos, extractamos del Informe que dirijimos al ministro de Hacienda de Rusia algunos pormenores sucintos acerca de los resultados á que hemos llegado con motivo de la fabricación en grande del oxígeno puro» 160 Hicimos la experiencia con grandes masas de oxigeno, ex- trayéndole sucesivamente de las siguientes sustancias: manga- nesa, clorato de potasa, cloruro de cal, nitrato de sosa, nitrato de barita y bióxido de bario, sulfato de zinc y ácido sulfúrico. No hablaremos aquí más que de las dos últimas susíancias que por primera vez, que sepamos, se aplican para la extracción del oxígeno. Diremos únicamente ante todo, que hemos repe- tido con grandes cantidades de bióxido de bario el procedi- miento de Mr. Boussingault, y que hemos llegado á los mis- mos resultados que él, encontrando únicamente algunas difi- cultades prácticas, que se vencerán con facilidad en la fábrica el dia en que por los trabajos de Mr. Kuhlmann pueda la ba- rita correr en el comercio en gran cantidad y á poco precio en estado anhidro: entonces podrá utilizarse fácil y económica- mente para la producción del oxígeno. El sulfato de zinc, que se obtiene en tan gran cantidad pro- duciendo la electricidad de la pila, es una sustancia que en la actualidad no tiene uso, pero pueden utilizarse todos sus ele- mentos del modo siguiente. Calcinándole sólo en una vasija de barro, se le trasforma en un óxido ligero y blanco cuando el sulfato es puro, que puede utilizarse en la pintura; en ácido sulfuroso que se recoje en estado de disolución concentrada ó en estado de sulfilo, cuyas aplicaciones son hoy muchas; por último, en oxígeno puro. La descomposición completa del sulfato de zinc no exije una temperatura mucho mayor que la del manganeso; le he- mos trasformado completamente en óxido de zinc y en una mezcla de agua, de ácido sulfuroso y oxígeno. Se les separa por el procedimiento que vamos á describir para la prepara- ción del oxígeno por el ácido sulfúrico. En efecto, este, último se descompone al calor rojo en ácido sulfuroso, agua y oxígeno en un aparato muy sencillo: una retortila de 5 litros llena de hojas delgadas de platino (1), ó mejor aún un serpentín de platino lleno de musgo de este me- (1) Cuando se usan mayores xasos, pueden reemplazarse las hojas de platino con pedazos de ladrillo. 161 tal y enrojecido. Se echa en él un chorrito de ácido sulfúrico que pase por un tubo en figura de S, y salga de un vaso de nivel constante: los gases que de él salen atraviesan primero un refrigerante que separa el agua de ellos, y después un apa- rato de locion de forma especial, cuya descripción no puede hacerse en este lugar. De él se desprende constantemente gas oxigenado sin olor y puro, y una disolución saturada de ácido sulfuroso. Si se reemplaza el agua de locion por la lejía de sosa, se recoje bisulfito de sosa sobresaturado de ácido sulfu- roso, que puede neutralizarse por el carbonato de sosa, y tras- formarse en suífito neutro ó en hiposu sfito. Haciendo volver el agua cargada de ácido sulfuroso al ge- nerador de vapor que alimenta las cámaras de plomo de una fábrica de ácido sulfúrico, se trasforma este ácido sulfuroso en ácido sulfúrico á expensas del oxígeno del aire. Hemos calcu- lado que bastaría quemar en un horno de azufre de un aparato de ácido sulfúrico el doble del azufre que contiene la disolu- ción concentrada de acido sulfuroso, para poder utilizar ente- ramente este último gas, de modo que, sin aumentar sensible- mente el coste, una fabrica podría consagrar el tercio del ácido sulfúrico que produce á la preparación del oxígeno. En cuanto al coste calculado sobre estas bases es tan pequeño, que no nos atrevemos á dar ni aun aproximadamente el guarismo. En efecto, no hay que contar en este precio más que el valor de las pequeñas cantidades de carbón necesario para sostener ai calor rojo un aparato de pequeñas dimensiones, y del nitrato de sosa, que sirven para fijar en el ácido sulfuroso el oxígeno del aire; porque nuestro procedimiento en el fondo consiste en lo- mar el oxígeno del aire atmosférico. Además, suponiendo per- dido el ácido sulfuroso procedente de la descomposición del ácido sulfúrico, sigue siendo todavía este ácido el agente de producción más económico del oxígeno, que no vale más que 70 céntimos el metro cúbico en el ácido de las cámaras, y que bajo este aspecto es muy superior aun al bióxido de man- ganeso. TOMO XI. 11 162 METEOROLOGIA . De un pluvióscopo nuevo; por Mr. Hervé-Mangon. (Comptes rendus, -10 diciembre '1 860.) Los pluvímetros que generalmente se emplean dan á cono- cer el volúmen de agua que cae en un tiempo dado en una su- perficie determinada. En general se observa el pluvímetro una vez al dia, sin atender á si el volumen de agua recojida ha caído en una ó varias veces, en algunos minutos ó en muchas horas. Estos instrumentos no dan pues ninguna indicación acerca de la naturaleza de las gotas de lluvia, de su número, de su volúmen, de las variaciones que experimentan al atrave- sar una capa de aire de cierto grueso, de la dirección de su trayectoria, de la marcha de un aguacero en una comarca algo extensa, etc. Sin embargo, estos diferentes datos no dejarían de ofrecer interés para el estudio del fenómeno de la lluvia y sus efectos sobre los vegetales, y el régimen de las corrientes de agua y las obras hidráulicas. Así es, para no citar más que un ejem- plo, que cayendo cierto volúmen de agua en algunos minutos, puede perder las cosechas, desbordar torrentes, y hacer que no sean suficientes los puentes y las alcantarillas: el mismo volúmen de agua distribuido en varios aguaceros sucesivos, no produciría más que una lluvia benéfica. Para estudiar el fenómeno de la lluvia con mavores detalles •i que lo que puede hacerse con los pluvímetros comunes, me he propuesto registrar la hora y duración de cada lluvia, contar las gotas de agua que caen en un chaparrón, pesarlas, y de- terminar la dirección de su caida. La solución de estos diver- sos problemas es fácil si se dispone de una superficie que pueda conservar indefinidamente el vestigio de las gotas de agua que recibe cuando se expone á la lluvia. Después de muchos ensa- yos he llegado á preparar con mucha sencillez un papel que tiene esta propiedad, sumerjiéndole en una disolución de sul- fato de hierro, dejándole secar, frotándole después con polvo de agallas muy fino mezclado con sandaraca, que hace que se 163 adhiera á lá superficie dei papel. Cada gola de agua que caiga sobre un papel preparado así deja en él una mancha circular perfectamente limpia, y de un hermoso color negro. Supuesto esto, se concibe fácilmente que un disco de este papel sensible, movido por el resorte de un reloj, y que dé una vuelta completa en 24 horas, y colocado horizontalmente en una caja que tenga una abertura dirigida siguiendo un radio del disco, indicará por medio de manchas negras perfectamente señaladas la hora y duración de cada aguacero. Cuando la lluvia es algo fuerte, las gotas se confunden, y no dejan en el disco más que una mancha negra. Para conser- varlas separadas empleo una ancha cinta de hilo prepárada como el papel, y movida por un reloj con una velocidad con- veniente, debajo de una abertura rectangular y horizontal ex- puesta á la lluvia. Por último, para las observaciones rápidas, fáciles de ha- cer aunque sea en viaje, empleo simples pedazos de papel preparados, de 1 decímetro cuadrado, los expongo á la lluvia por unos cuantos segundos , y los resguardo inmediatamente después en una cajita de hoja de lata destinada á este uso. Así se obtienen datos muy curiosos acerca de la distribución y el volumen de las gotas de lluvia. El pluvióscopo de cuadrante, de que se acaba de hablar, permite, como lo haré ver después, correjir las indicaciones del pluvímetro ordinario. Sirve por otra parte, para apreciar lluvias muy cortas, que no son sensibles en este último instru- mento. La comparación de las hojas diarias de cierto número de pluvióscopos de cuadrante puestos en estaciones más ó me- nos separadas, indicada el tiempo que un mismo aguacero tarda en propagarse de un punto á otro, y por consiguiente la velo- cidad de trasporte del fenómeno. Todavía no he podido multiplicar cuanto hubiera deseado esta clase de observaciones. Me limitaré á citar sólo como ejemplo algunos hechos. En el palio en que se encuentra mi pluvióscopo ha llovido por espacio de 174 horas en 284 cha- parrones distintos, desde el 21 de agosto al 30 de noviembre último. Desde el l.° de setiembre al 31 de octubre, período notablemente lluvioso para la estación, cayeron 192 chaparro- 164 oes, que duraron entre todo 1321» 5m. El numero de dias llu- viosos fué 36 en este período. El 28 de mayo á las íih 55m de la mañana, en que llovió mucho, el peso de las gotas de agua era | miligramo. Este peso varía mucho de una lluvia á otra, y aun de un momento á otro del mismo aguacero: el 15 de julio á las 2h 30m las gotas de una lluvia de tempestad pesaban 12 á 15 miligramos; al fin del aguacero no pesaban más que una corta fracción de mili- gramo. El número de gotas que caen por cada hectárea y por cada aguacero varía mucho para iguales cantidades de agua que caigan en el suelo. Así para una lluvia muy corta, el 26 de julio á las lih 30m caia por cada hectárea y por cada minuto 1.826.000.666 de gotas de lluvia; el 28 de junio á las llh 45™, y con una gran lluvia, no cayeron más que 94.000.000 de go- tas en cada minuto y por cada hectárea. Las observaciones de esta naturaleza ofrecen tanto mayor interés, cuanto que son más multiplicadas. La sencillez de los aparatos anteriores me hace esperar que su uso se difundirá entre las personas que se ocupan de meteorología. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de febrero de 1861. En la última década de enero se conservaron de continuo, alto el barómetro, elevada también la temperatura, y la atmós- fera tranquila y despejada, salvo, sin embargo, en los dos úl- timos dias del mes, en los cuales ya se encapotó ligeramente el espacio, y comenzó el viento á soplar con alguna mayor in- tensidad que en los precedentes, sin desviarse de su dirección N. E. Estos ligeros síntomas de variabilidad en el tiempo se agravaron rápidamente en el siguiente mes de febrero, en cu- yos 3 primeros dias se cubrió la atmósfera de nubes abundan- tes, aunque no muy densas, sobrevino una espesa niebla, y osciló el viento del N. E. al E. y S. E., sin que ei barómetro, sin embargo, se declarara todavía en baja. Algo mejoró el temporal en el día 4; pero en el 5 aumentaron las nubes; en 165 los 6, 7 y 8 fué rápido el descenso de la columna barométrica, sopló el viento del S. E. S. y S. O., y llovió repetidas veces, aunque nunca con exceso; y en los 9 y 10, muy anubarrados todavía, reinó de continuo viento fuerte del N. E. y frío, á causa sin duda de la nieve que en abundancia liabia caido en la inmediata sierra. En el dia 11, primero de la 2.a década, pasó la veleta sin cesar de un cuadrante á otro, empezó el barómetro á subir, y la atmósfera se conservó bastante despejada; pero superando á iodos en intensidad el viento del S. al O., se inició el 12 una época de lluvias, nieblas y ráfagas de viento huracanado, con algunos breves i Hiérvalos serenos y tranquilos, que se prolongó hasta el 24 inclusive, dia en que al fin la veleta giró hacia el O. y N., para fijarse después en los rumbos del N. E. y E. En este largo período de humedad, el barómetro adquirió un valor máximo de alguna consideración el dia 13, descendió luego hasta el 17, en el cual llegó á marcar 699mm,55 , y así perma- neció con oscilaciones débiles é irregulares hasta el 19 inclu- sive, experimentando una subida de más de 7nim entre este dia y el 20, de lluvia, y tan nebuloso casi y revuelto como los pre- cedentes y 3 siguientes; mientras que el termómetro se man- tuvo entre 4 y 6o, término medio, con las solas escepciones de los dias 13 y 14, en que fueron las temperaturas medias res- pectivamente de 7o, 3 y 10°, 0, fluctuando la oscilación extre- ma diurna al rededor de los mismos 10° en los 4 primeros de la 2.a década y de solos 6Ü en los restantes. Poco á poco fueron en la 3.a década cesando las lluvias, disipándose las nieblas y desapareciendo las nubes, aunque siempre se conservó el horizonte muy brumoso por mañana y tarde, y el viento siguió soplando con ímpetu sensible. El barómetro descendió del 21 al 22 casi tanto como había subido del 19 al 20, pero recobró en seguida su movimiento ascen- dente, y al terminar el mes pasaba su altura de 711mm; y la temperatura, superior en general á la experimentada en la 2.a década, fué también más desigual, habiendo dias, como los dos últimos, con el 11 , únicos despejados en el mes, en los cua- les pasó la oscilación extrema de 13 y 15°. BAROMETRO. \ .a década. 2.a 5.a Am" á las 6 m rom 707,08 rom 704,47 mru 707,62 Id. á las 9.. ..................... . 707,39 704,88 708,22 Id. á las 12. .................... . 707,03 704,96 708,01 Id» 3. Iss 3í»*«o«#o(ie»oo*«*«e«.##*o 703,90 703,96 706,85 Id. á las 6. ..................... . 703,88 704,66 707,01 Id. á las 9 n. ................... . 706,13 705,56 707,56 Id. á las 12. .................... . 706,03 705,45 707,55 Ára por décadas ................... rom 706,49 IlllIJ 704,83 rom 707,55 A. máx. (dias 2, 13 y 28). .......... 716,55 710,61 711,29 A. mín. (dias 8, 11 y 22). .......... 696,33 698,82 700,28 Oscilaciones. ............... 20,22 11,79 11,01 Am mensual ....................... » rom 706,21 » Oscilación mensual * )> 20,22 )) TERMOMETRO. 1 ,a década. 2.a i 5.a Tm á las 6 m. . 1\9 3o, 0 2”, 5 Id. á las 9 ...................... . 3,5 4 ,4 4,9 Id. á las 12. .................... . 8 ,0 7 ,2 8 ,7 Id. a las 3 1...................... 9,4 8,0 10,5 Id . á las 6 . ..................... . 6,8 6 ,5 8 ,0 id. á las 9 n .................... . ‘4 ,9 5 ,5 5 ,8 Id. á las 12. .................... . 3 ,8 4,8 4,1 Tm por décadas. . . , .............. . 5o, 5 5°, 6 6°, 4 Oscilaciones . .................... 15,7 15,4 15 ,0 T. máx. al sol (dias i, 13 y 28) 26°, 9 21°, 4 25°, 1 T. máx. á la sombra (dias 1, 14 y 28). 15 ,0 15,6 14,7 Diferencias medias. i 7,1 3 ,9 7 ,3 T mín. en el aire (dias 9, 12 y 28) ... | — 6\7 0°,2 — 0o, 3 Id. por irradiación (dias 9, 11 y 25). . i — 4 ,2 —3,2 —3 ,8 Diferencias medias, ............... ¡ 1 ,9 2 ,1 3 ,0 Tm mensual. » 5o, 8 ñ Oscilación mensual ................ )> 16 ,3 )) i 167 PSICROMETRO. V ■ ' ' : 4 .a década 2." 5.a iím álas6m. 90 94 91 Id. á las 9. 84 92 84 Id. á las 12. 67 83 69 Id. á las 3 t 65 81 65 Id. á las 6. .................... . 76 87 74 Id. á las 9 n *. 79 88 80 Id. á las 12 80 90 87 Em por décadas 77 88 79 II m mensual ..................... » 81 | n AXIOMETRO. rom rom rom Eín por decadas. .................. 1,0 0,8 1,1 E. máx. (dias 8/20 v 26) 2,3 1,7 1,7 E. mín. (dias 7, 19 y 21). .......... 0,4 0,1 0,3 H jyj mensual. ••••»•»••»»•.»»■•»*» » mrn 1,0 PLUVIMETRO. Dias de lluvia- ....... IB Agua total recogida. . . 27mo\8 Id. en el dia 15 (máximum). 7 s2 ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes N 25 horas. S.... 69 N. N. E... 17 S. S. 0 41 N E 106 s. 0 96 E. N. E... 19 O. S. 0 67 E 44 o 75 E. S. E. ...... . 5 O. N. O.. 26 S. E 42 N. O. ........ . 24 S. S. E. ....... 15 Ñ. Ñ. 0 1 Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 24", 5. Longitud 76° 9' 42'', 8 O. de San Fernando.. Altura sobre el nivel del mar 20»', 175. Altura sobre dicho nivel de los termómetros colocados en la torre, 32m,675.«=ilABANA l.° de setiembre de 1860. 168 S3 en c n G g n 2! sosa ÍD ZZ' £5* — 2. 2. x 53S >■ 2» n "d en B - O ra 2! H en 53 g B2 H g o ¡4 o O g o g O g P5 ES Pj 53 BJ H O H ► H 53 g 5= O 53 O • O o • O es > 53 O g n H 53 o s® » o o 3 o> 3 w «4 «OI oí Oí 03 Oí a t© Oíj£> tfa* g o© oíT-k'Lj OCOOffl o i" ct* bjj, w . m s ro m. 3 ¡ e* 1 P> #33 D &. ** ca> i *3 S 1 sa § 41 -I -4 Oí üíC53 v> -» tí Oí <05 t© tP* Oí Oí — íf ¡ SJ ( © “ til 4 -1 —1 Oí OI Oí tí 50 05 GOj— ‘ 5 OíEb VlE| ~ Oí 03 05 Q© oí 2: § CD 1 " M 05- JZEO 1 «“ g 5Z3 I F3 £2 1 « | ^ / f 1 | t® t® ©5 I OSO 4* bS^ ! ©5~>©5 4* Tí Observa- torio. Ir© bS 05 I G© O© 05j— c 1#b* fcsWbí» ^ Í5 I c? F *g S V ^ B (3 1 bO O fc© 05 ¡íSOO ©5J“*o r^Oí Na* o ^ o I g ©r s 1 ¡ü rtí 1 & i O. Sí • S S- / a ca " -=3 / 1 M CU / . 1 1© — ^ t© | ©5^5© 45j-l g l'b-'os'Ei o 3 | — * t© Oí -4 1 Tensión ¡ del vapor I de agua. ! OI OS Oí «5 | oí N^ ®í j— * 1 437-4 oo'o | Oí G© “4 Oí jaÉMBMHgBBBBt Humedad relativa. “T- Estado del cielo. s; Oí os o 3 © S t?3 "W le aatí Dirección. i 10 | © ~ “ S a w ta 1 1 CO g tro / R QJ / | 4* O • O© . ' ©o o - ^ Sí GO E© bS t© Oí Oí - fc=^ -3 Oí' — ! 5© — E *05 N* >J> ^ O G© 50 Oí Oí Na* , El i© _ ©5 os os Olí K1 os ~ O t© «©a 2 o ^ o ^ ^ 3 CO ^ i 3 Oí Oí ^ 1© 05 «© o© , co 3 os E© t® oo 5© -* ■» o <3= 35 4| >-3 CJÍ Oí 5© 5© B "oo o© c O 3 3 -i ©5 05 4» t® Oí -i Oí Oí _ t© 4* 3 5© O: ~ Cí G© tsS t© Oí o p J© _ Oí 5 Oí 5© 30, 0 bS ts —1 GOo s» >* OS í©5 Oí Oí - 5© 5© tí ^ 3 Oí o© O: O a bS _ os os os Oí OÍ _ i© i 00 c© — 4 1©, >P 0 s© i-a» 5 OS E© • ^4 Oí o ^ o _ o Oí tí •-J ~ -i ! Oí -5 t© 5S> Oí bS b© Oí —1 v» s* O O o Í2Í i© _ t© ©C ©5 t© = 5© •““* IS^o "bo 2 V» • —i 50 6^ bS 41 OJ Oí Oí _ csc¿3; H o o P.fC OCÍQ O o p 3 2 CD < en O - *3 Op B Ctí E pj C5° .3 CüCs o o 0 p 1 ©ÍQ 3 3 O G3 tr e -< 05 05 = 05 r «=4 o®, o o o » » o * ¡tí> «an 3 E ía“ f-. & p cr© o cl, r ’ i cl Ir — « títí ©5 Eg C5 ¿í -4 OS OI 4 b© 5© <©> b© I© OiGPío — » O Oí Oí _ O C!£I ^ J E 5© ^ ~ t^* 05 t© _ t© = -¡ a Oí r© Oí 5© bS b© 5© 5©o x> O OI -I —1 Oí o ; - t© Na* tí - J _ tí 5© —1 41 E© — I 4? G© bS fc® E© CIO. OS Oí OS os o® 2 ^ o ^ - E5 *— I Cí E© \*>C' 5£S tP¡* H»* ©SsserYateri® fisie® y meteorológico cíe los alumnos del Real Colegíosle Belén. Observaciones hechas en el mes de agosto de 1860. Idem del mes de setiembre. 169 (ao ao _ 6© r~* r- ccS TO O O CO CO OO ©5 P ’so 60 CO CC ce ©3 ©3 oo es ©3 1 '■ Sp E c© ©J W U3 ?© ,a>g3 c a.ocn 60 60 L" CO oo o ^ ^ CO ©3 <33 33 29, 0 es «N CO O c ^ - m 05 CS O O ce 60 O ~ £l7 • = — ©3 <~i ce £ ©3 a CO es CO CO ©3 ©3 á ©* E 60 es ©e . 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Posición geográfica -del observatorio: Latitud N. 2H° 8' 14r',5. Longitud, 79° 9' 42",8 0. de San Fernando. Altura sobre ei nivel del mar 20^,175. Altura sobre dicho nivel de los termómetros colocados en la torre, 32m, 675. —Habana 1.° de octubre de 1860. C— ^ £3 O CP ca O' b© <5 oo © en k— *. ©- o C3. X © sr o 3* CJ 3 © ©’ • © * pa 3¡r^>t=3 *n J15 C n (6 h-f+ SIS. CD • O o> >* z P5 ’-a en B « O ra z H pi ss a o M© H a © s © s © a El 59 K> P3 P3 H O H > H © 2 S5 © O . 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En la inmediata del 7 de enero presentó algunas obser- vaciones sobre las dos grandes cuestiones fisiológicas de la vida fetal en los animales vivíparos, á saber, la respiración y la nu- trición del feto. «En tos ovíparos es evidente el modo de respirar y nutrirse el feto, pues respira con el aire que penetra en el huevo atra- vesando los poros de la cáscara, y se nutre con la sustancia que el mismo huevo contiene, y que se llama yema ó vitellus. )>Pero ¿cómo respira y cómo se nutre el feto humano , y en general el feto en los mamíferos? »En cuanto á la respiración, Vesalio fué el primero que in- tentó algunos experimentos sobre tan difícil é importante asunto; y habiendo abierto una perra preñada, y que estaba 172 ya para parir, sacó de la matriz un perrito, y le puso sobre una mesa sin romper las membranas, y pronto vió que dentro de ellas ei animalito hacia vanos esfuerzos para respirar, mu- riendo al fin como sofocado: Et veluti suffocatus moritur, dice el propio Vesalio. Otro perrito, cuya membrana rompió, res- piró con fuerza luego que tuvo la cabeza libre; de lo que dedu- cía que el feto vivíparo respira en la matriz por el intermedio de su madre y no por las membranas, puesto que aun hallán- dose estas al aire, no le dan paso para que llegue al feto. »Más exactos son los experimentos de Legallois, y los hizo con conejas, probando desde luego que su feto resistia unos 20 minutos á la asfixia, cuando el conejo adulto no pasa de 2 mi- nutos. Sentado esto siguió sus experimentos con conejas que tenían ya 30 dias de preñez, que es su término, y las asfixiaba metiéndolas en agua, y reparó que el gazapo, que sacado de la madre viva sostenía 20 minutos de asfixia, solo sobrevivía 18 minutos cuando le sacaba de la madre asfixiada. Así que la asfixia del feto había empezado con la de su madre, pues los 2 minutos en esta y los 18 que aquel la sobrevive, componen los 20 minutos que ei mismo puede resistir. )) Repetidos por mí los experimentos de Legallois, los he ha- llado exactos; luego la respiración del feto se verifica por la de la madre. )> Cuestión es más difícil cómo se hace su nutrición. » Pocos años hace que aún estaban tan poco fijas las opinio- nes en este punto, que había quien llevaba la ignorancia hasta el absurdo grado de suponer que el feto se alimentaba con las aguas del amnios , que es lo mismo que suponer se alimentaba con sus propias secreciones; pero boy dia, y sobre todo con el experimento fundamental cuyo resultado pongo por segunda vez á la vista de la Academia, todas las dudas quedan desva- necidas y todas las oscuridades aclaradas. En efecto, el feto se nutre y respira por la madre, porque la sangre de ella, sangre oxigenada y revivificada, se comunica con la del feto hasta tal punto, que el principio colorante con que está cargada penetra hasta el mismo feto, y enrojece sus huesos.» Suplemento á las indagaciones geológicas sobre los materiales , y especialmente las piedras que labraron los primitivos habi- tantes de las G alias ; por Mr. E. Robert. (Coraptes rcndus, Í4 enero 1864.) Dejé sentado en mi Memoria anterior, que los enormes témpanos de piedra que se encuentran como colgados en medio de ios terreros de los rios, sólo habían podido ser conducidos por los hielos dotantes cuando se deshelaban las grandes cor- rientes de agua que regaban las Galias. En confirmación de esta opinión haré notar, que los autores latinos están confor- mes en decir que el clima de las Galias era muy frió en la época de la conquista; que los rios, cuajándose, permitían á los galos trasportarse fácilmente de una parte á otra; de lo que puede inferirse que en el momento del deshielo había mu- chas ocasiones de que los hielos dotantes llevasen consigo piedras. Como ya he dicho en la misma Memoria, los terrenos de acarreo, en los cuales se encuentran á lo largo de los rios ob- jetos célticos, no han podido ser depositados más que por las aguas que antes coman con muchísima abundancia y libre- mente por los valles. Si en el dia no se verifica semejante trasporte de arena y de guijarros, ó sólo sucede en límites muy reducidos , es porque estos valles están repletos, y no pueden admitir en las grandes crecidas de los rios más que cieno. El tiempo en que esto paró, al parecer para siempre, debe ascender á época muy lejana, si hemos de juzgar por el grueso de ia capa de tierra movible, que en ciertos parajes descansa en los guijarros y los objetos célticos que se encuen- tran en su parte inferior. El trasporte de los grandes bloques erráticos ha debido cesar también en la misma época por el mismo motivo, y sin que sea necesario dar por razón que los 174 inviernos se han ido suavizando á consecuencia del cultivo y de la destrucción de los bosques del pais. Lejos dé admitir que sean contemporáneos los objetos célticos hallados en las minas de arena, de los huesos de los paquidermos que los acompañan , ó en otros términos, que hayan sido con- temporáneos en Europa los primeros hombres y los grandes paquidermos, por el contrario me inclino á creer que hay entre estos dos órdenes de cosas una enorme distancia, hasta de milla- res de años. Hay sin duda también, lo mismo que para las piedras célticas, dos épocas en los huesos que encierran las minas de arena; unos, que son los más antiguos, indudable- mente fósiles, pertenecen al elefante, al mastodonte, al rinoce- ronte, etc., por último, á especies perdidas, y están sumamente rodados y gastados , mientras que otros, que corresponden al auroco, al caballo, etc., apenas lo están, y suelen ser difíciles de distinguir de los huesos actuales. Es verosímil que cuando las poblaciones del Asia emigraron hácia el O. para buscar regiones fértiles, conservando el re- cuerdo dé todo lo que se referia á las piedras, bien como cos- tumbre, como culto ó como signos, vinieran naturalmente á establecerse en valles más profundos que lo que ahora son, y surcados por ríos que les ofrecían, además de recursos de toda especie, una temperatura más suave que la de las llanuras ele- vadas; y también que varias veces los habitantes se viesen obligados á abandonarlos cuando crecidas considerables levan- taban el fondo, y destruían sus lijeras habitaciones hechas de paja ó de caña. De aquí procede la confusión de las piedras célticas, abandonadas precipitadamente, con los cantos rodados de toda clase; y los despojos de los animales antiguos, real- mente fósiles, arrancados del verdadero dilumum , con los de los animales domésticos ó en estado silvestre que se ahogasen en estas inundaciones. En las minas de arena de Saint- Acheul, cerca de Amiens, se encuentran hachas que, aunque labradas toscamente, pare- cen pertenecer á dos épocas: unas de sílice de color pardo de castaña, casi amarillento, encorvadas en ángulo, parecen ha- ber rodado mucho tiempo ó venir de muy lejos, porque están gastadas por todos los ángulos, lo cual impide distinguirlas 175 fácilmente de los cantos rodados del mismo color; las otras, de sílice pardo negruzco manchado de blanco, más ó ménos agu- das, muy aplastadas, no parece en manera alguna que hayan sido rodadas; sus aristas son tan marcadas, como si saliesen de manos ‘del operario; podria decirse que han sido hechas allí mismo. En efecto, es fácil encontrar en estas mismas minas de arena sílex rodados, con los cuales podrían hacerse hachas semejantes. En esta localidad me he proporcionado una de las mayores hachas allí encontradas, puesto que no mide ménos de 80 centímetros de longitud, y pesa 1800 gramos. Este enorme instrumento permite observar que se ha sacado evi- dentemente de un pedernal cilindrico, como tantos otros que existen en la mina en que se recojió. Aunque el yacimiento de estas hachas se encuentra á unos 40 metros sobre el Somme, no deja de existir mucha seme- janza entre las minas de arena de Saint-Acheul y las de Précy- sur-Oise y del Sena en París; lo mismo que estas últimas están compuestas en su parte inferior de cantos rodados, en los cua- les penetran veías ó bolsas de arena blanca que contienen con- chas de agua dulce, especialmente Limneas, sumamente finas; conchas que inevitablemente se hubiesen roto siendo acarrea- das violentamente, y en la parte superior de un depósito de cieno amarillento de mucho grueso. En Saint-Acheul se encuentran también bloques erráticos de arenisca, aunque menores sin embargo que los de las mi- nas de arena de Précy á orillas del Oise; siendo estos últimos por su parte menores que las piedras de la misma naturaleza de la cuenca de París. El volúmen de los bloques erráticos es en una palabra proporcionado al agente, sea cualquiera, hielo ó corriente, que los haya acarreado. Entre las minas de Saint-Acheul y las de Précy -sur-Oise existe otra semejanza, que merece indicarse bajo el aspecto ar- queológico, y es que estas dos localidades sirvieron de cemen- terios en los primeros tiempos merovingios, pues encima del depósito de cantos rodados, y aun hasta en su masa, se abrieron, atravesando el depósito cenagoso, fosos profundos, en cuyo fondo se dió sepultura á gran número de individuos, unas veces des- nudos sin ninguna cubierta, á ménos que no hayan estado co- 116 locados en atahudes de madera, de los que sólo se encontrarían los herrajes; otras veces, y es lo que suele suceder, en atahu- des de piedra, siempre inclinados del 0. al E., con la cabeza mirando al O. como en los sepulcros célticos , de los que sin duda serían sólo tradición. La naturaleza de las piedras labradas, comparada con la del suelo sobre el cual ó en el cual se encuentran, puede tam- bién servir para explicar lo que ha sucedido en una localidad en que se hallan en abundancia, faltando enteramente todo objeto arqueológico. Asi es que en la aldea de Gouvieux (Oise) existe una eminencia muy marcada en forma de promontorio, llamada Toutvoyes, situada en la confluencia del Nonneteyde! Oise, y en cuya cima se encuentra el sitio de un campa- mento romano, que yo atribuiría más bien á los galos que pri- mero le debieron ocupar. Examinando con cuidado esta locali- dad, escojida en efecto admirablemente como posición estraté- gica, y más bien consultando las piedras esparcidas en el suelo enteramente calizo (piedra de Saint-leu), no tardé en recojer un considerable número de hachas, de puntas de flechas, piedras para honda, etc., etc., de pedernal, procedentes de los des- montes próximos á la creta, ó de los aterramientos fluviátiles que cubren el pié de la colina, y enteramente semejantes á los objetos célticos de Meudon. La única hacha de piedra que no pertenece al país era una hacha pulimentada de pedernal blanco lechoso, exactamente semejante por la naturaleza de la roca y de la forma á las de Brégi. En apoyo de mi opinión, de que los grandes aterramientos, que obstruyen los valles atravesados por corrientes de agua, y en los cuales se encuentran objetos célticos, lian sido formados por estas mismas corrientes de agua, y por consiguiente nada tienen que ver con el dilumum , diré quedos bloques erráticos, los cantos rodados, la arena y aun el cieno han venido de los terrenos próximos á estos valles, ó que han podido ser bañados por los ríos y sus afluentes. Hace bastante tiempo, mucho antes de que me ocupase en las antigüedades célticas bajo el aspecto geológico, que me de- diqué á recojer las rocas y fósiles que caracterizan los aterra- mientos lluviales de la cuenca de París. Sin enumerar aquí 177 todo lo que llegué á reunir (1), diré, sin embargo, que recojí: l.° muestra de casi todas las rocas que entran en la composi- ción geológica de la cuenca parisiense; 2.° las rocas de la alta Borgoña, especialmente un pórfido rojizo cuarzoso (bastante co- mún), y rocas graníticas; 3.° las Nerineas, Terebrátulas, Ma- dréporas, etc., pertenecientes á los terrenos secundarios. Es conveniente hacer notar que todos estos objetos se han recojido á lo largo de los ríos, y subiendo su curso, por mejor decir, nunca encima del punto en que se ha presumido su verda- dero yacimiento antes de ser arrastrados por las aguas: de modo que hay fuertes presunciones para atribuir á estas mismas cor- rientes de agua el trasporte de todos los materiales que entran en la composición de ios terrenos de acarreo en que se han in- troducido estos objetos célticos- BOTANICA. Extracto de una Memoria con el títido de Hechos generales de la anatomía de las Lorantáceas y algunas indicaciones fisiológicas, leída en la Academia de Ciencias de París . (L’Institut, 20 febrero 486-1.) La anatomía de las Lorantáceas, ya conocida en dos de sus principales tipos, el Yiscum albura y el Misodendron, por las importantes investigaciones de Mr. Becaisne y de Mr. J. Dalton Hooker, explica á la vez la clasificación, la morfología, la ana- tomía general y algunos puntos de fisiología. I. Los caracteres lomados de los chupadores, del tallo y de las hojas, distinguen muy bien á las Lorantáceas de las parási- tas más afines (Santaláceas), como también de las plantas co- munes, con las cuales tienen muchísimas conexiones morfoló- ( 1 ) Hace mucho tiempo que deposité estos objetos en la galería dé Geología del Museo. TOMO Sí. 12 178 gicas (Olacíneas, Córneas, etc.). Por la estructura anómala del tallo, los Misodendron parece que se aproximan á los Piper; pero las analogías entre estas plantas, lo mismo en anatomía que en morfologia, son más aparentes que reales. La anatomía justifica la separación de las Loranláceas en dos tribus, las Misodendreas y las Loraníeas. Indica además la subdivisión de estas últimas en Yiscoideas ó Euloranteas, en Tupeieas y en Lepidocereas. La Nuytsia [Loranihus floribun- dus , Labiil.) debe separarse enteramente de las Loranláceas (con las que por otra parte no tiene de común el ser parásita), en razón de la estructura muy particular de su tallo y de sus hojas. Los diversos géneros de las Loranláceas pueden caracteri- zarse por la sola organización de su tallo y de sus hojas. Como caracteres esenciales pueden citarse: en el Misodendron las ca- pas alternativas de los vasos y tubos escalariformes; además en algunas especies dos series concéntricas de hacecillos que en apariencia asemejan la estructura del Piper nigrurn; en el Vis- cuín, la doble serie (interna y externa) de ios hacecillos del liber, que tienen el tallo y las hojas; en la Antidaphne los ha- cecillos caulinos numerosos y poco vasculares, con un solo ha- cecillo en el tallo; en el Arcenthobium la falta de los paquetes del liber, especiales del Viscum y del Antidaphne; y además dos hacecillos que no pueden separarse, que forman un tejido pecu - liar; en la Tupeiei , que también se ha separado del Viscum, el sistema leñoso reunido desde la juventud en un círculo com- pleto; en el Loranihus un tallo con muchos hacecillos vascu- lares, sin paquetes del liber internos, con vasos raros y dis- persos en una masa fibrosa, etc., en el Lepidoceras un tallo con estomas, y frecuentemente sin ellos, con capa suberosa percep- tible y con hacecillos del liber no interrumpidos en la ‘adhe- rencia de las ramas, con hojas que tienen las epidermis dese- mejantes y el parénquima no simétrico. La anatomía desecha el género Phloradendron ( Viscum flavescens ); por el contrario, se prestarla á la fundación, sobre el Aíisodendron puncluaium, de un género que podria llamarse Daltonia , dedicándolo á J. Dalton Hooker. Mejor aún que el orden y el género tiene la especie su diag- 179 nosis anatómica. El examen de la serie entera de los Misoden- dron, de muchos Viscum y del Loranthus , no deja duda sobre esta proposición. II. La historia de los chupadores se completa con cuatro hechos importantes por el estudio de las Lorantáceas, plantas entre las cuales se encuentran: a chupadores de derrame ó por dimanaciones que se extienden entre el leño y la corteza {Vis- cum, Arcenthobium ); b chupadores con conos perforantes múl- tiples, que nacen de la cara interna de la dimanación; c chu- padores múltiples por repetición á lo largo del tallo arrollado (único ejemplo en las especies leñosas, de chupadores parecidos á los de los Cuscuta y Cassytha ); d yemas que nacen de los chupadores de derrame, absolutamente lo mismo que en mu- chas plantas, y de ellas salen ralees. El tallo de varios Misodendron es verdaderamente endó- geno, lo que no sucede con el del Piper en apariencia seme- jante. El del Viscum , del Ánlidaphne, etc., se separa sobre todo de los tipos comunes por sus hacecillos del líber internos, y pos- fibras corticales esparcidas en el leño; el de los Viscum articu - latum , Y. opuntioides , V. tcenioides y otras especies de eje comprimido, especies de fasciaciones naturales, tienen grupos vasculares que, como los de las hojas de las plantas comunes, disminuyen de volumen desde el medio en dirección de los bordes del órgano. Es un hecho hasta ahora aislado en la his- toria de los tallos, que estos dos hacecillos que existen en el Arcenthobium no sean del líber, ni leñosos, ni se separen por la edad. En las hojas de varias Lorantáceas se encuentran también dos hechos excepcionales, la presencia de paquetes del líber en la cara superior de los nervios, y la mezcla de fibras corticales con los demás elementos de los hacecillos vasculares. No digo nada de la Nuytsia , en la cual las anomalías de estructura de las hojas exijirian (lo mismo que las del tallo) largos detalles, de ios cuales resulta particularmente que este gran árbol tiene singulares relaciones de estructura con nuestras yerbas acuá- ticas. III. La anatomía general recibe de las Lorantáceas algunos hechos nuevos. Los tubos-escala riformes de los heléchos se en- 180 cuentran en los Misodendron , curioso género de plantas, que presenta en los lados de sus hacecillos vasculares pares de pa- quetes de un tejido particular, considerado por J. Dalton Hoo- ker como formado de fibras del liber, pero que proviene de las células esclerosas, y puede llamarse tejido esclera -fibroso. La falta de verdaderas tráqueas que indicaron Kieser y Mr, Dacaisne en el muérdago (Viscum álbum) es un hecho general entre las Lorantáceas, que solo tiene algunas excepciones en órganos muy jóvenes. Así también en las Lorantáceas se ven sobre todo hacecillos leñosos, compuestos casi esciusivamenle de gruesos vasos muy cortos, y de fibras células feculiferas ó cromatíferas. Del mismo modo que en las Santaláceas, etc., existen gene- ralmente utrículos esclerosos, mezclados con los parénquimas cortical y medular. El súber se manifiesta bajóla epidermis de algunos Loran - Ihus y de la mayor parte de los Lepidoceras , cuyo tallo ha pa- sado de las primeras edades; á veces se manifiestan algunas células esclerosas y granos de clorofila, como para indicar el paso de los utrículos del parénquima á los del suber. Esta mezcla de utrículos esclerosos con el suber, en el cual forma núcleos, induce á conjeturar que estos mismos utrículos son los que constituyen los defectos ó porciones duras del corcho de los diversos árboles. El examen de un gran número de ejem- plares de corcho del Quercus suber y del Acer campestris de- muestra que así sucede. Los nudos del corcho estarían pues lo mismo que las piedras de las peras, formados de células escle- rosas ú óseas, que no se diferenciarían unas de otras sino en que en el corcho de los alcornoques, lo mismo que en el tronco de la mayor parte de los vegetales, estas células esclerosas son generalmente más prolongadas que en el tejido de los frutos. Nunca he conseguido ver en las partes duras del corcho más que verdaderas fibras corticales. Los estomas del tronco de las Lorantáceas son en general transversos ó nulos; sin embargo, en el Misodendron punclua- tum son longitudinales, y están situados, lo mismo que en el Lepidoceras punctulatum , en la cima de las prominencias de la corteza. 181 IV. Varias observaciones hechas sobre las Lorantáceas intere- san á la fisiologia. He reconocido después de Gaspar Unger, Grif- fith y Dallon Hooker, que el contacto de los chupadores produce la hinchazón de los tejidos de la planta alimentadora. Muchas veces he visto en vez de una simple hinchazón, que se producen por el lado del chupador capas leñosas suplementarias. ¿No es esto el efecto complejo de la escitacion causada por el contacto del chupador, y del aflujo de los jugos de la planta alimentadora hacia la superficie absorbente del parásito? Por último, y esta es una observación, acerca de la cual llamo la atención de los fisiólogos que tratan de comparar los fenómenos en los reinos vegetal y animal, he comprobado que en un naranjo ( citrus ) de las cercanías de Rio-Janeiro, sobre el cual vivia un Loran- thus, las fibras leñosas de las capas suplementarias, cuya for- mación habla sido provocada por el contacto de los chupado- res, eran reemplazadas por un tejido celular especial lleno de granillos finos, habiendo por otra parte conservado sus carac- teres los radios medulares y los vasos. Este es el primer ejem- plo de tejidos morbosos, á cuyo lado sin duda vendrán á agru- parse posteriormente otras observaciones. Mis observaciones sóbrela epidermis interesan á las fun- ciones respiratorias. En todas las Lorantáceas que he estudiado, excepto el Antidaphne, las células epidérmicas del tallo y de las hojas contienen sustancia verde. Esta organización de la epi- dermis, indicada ya en mis investigaciones anteriores acerca de las plantas parásitas, es pues un hecho muy general entre- las plantas de esta clase, que desde luego poseerían ipso facto, al mismo tiempo que la respiración estomática pulmonal, una respiración dérmica. Hasta en algunas especies de lepidoceras , de Loranthus y de Viscum , la falta de estomas reduce la respi- ración á los fenómenos dérmicos. Con la diferencia del medio en que respiran, estas plantas están organizadas para respirar por su superficie, como lo ha fijado Mr. Ád. Brongniart respecto de ias especies acuáticas en una Memoria que ha llegado á ser clásica. No es esto solo: los vacíos aéreos que recorriendo los tejidos del tallo y de las hojas de las plantas acuáticas tienen el efecto de multiplicar la superficie respiratoria de los vegeta- i 182 les, justamente comparados con los animales que tienen bran- quias, existen también en la Nuytsia, este Loranthus de La— billardiere, que me parece debe separarse de las Lorantáceas, y del cual una de las particularidades de su singular estructura es establecer algunas relaciones entre las plantas que respiran en el aire, y las que viven en el seno de las aguas. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruie.) 183 VARIEDADES. imi áiüMJii di - . r,,. t ., .... ■ .-y f-y . ■ > ’ • . : vo'.ío r;r?i oh r. , ; i ' Cumpliendo esta Academia con uno de los objetos de su instituto , ha publicado el siguiente PROGRAMA ; PARA LA ADJUDICACION DE PREMIOS EN EL AÑO DE 1862. Artículo l.° «La Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales abre concurso público para adjudicar tres premios á los autores de las Memorias que desempeñen satisfactoriamente, á juicio de la misma Aca- demia, los temas siguientes: 1 . ° « Descripción zoológica é historia natural de la oveja merina (ovis »aries hispánica), caracterizando el tipo de la raza y las modificaciones »que haya experimentado desde su introducción en España , y fijando los » medios de mejorar sus productos dérmicos para que estos recobren la » estimación y preferencia que antiguamente tenían . »El autor acompañará d la descripción científica el dibujo de la nraza merina típica , y los de las degeneraciones mas frecuentes en nues- » tras cabañas, así como los de las mejoras gue ha experimentado , tanto »en España como en el Estrangero; presentando un muestrario de lanas , »con expresión de sus cualidades y de las causas d que son debidas .» 2. ° « Influencia de los fosfatos tórreos en la vegetación y procedi- »mientos mas económicos para utilizarlos en la producción de cereales y>en la Península .» 3.° « Describir las rocas de una provincia de España y la marcha » progresiva de su descomposición , determinando las causas que la produ- ncen , presentando la análisis cualitativa de la tierra vegetal formada de nsus detritus; y cuando en todo ó en parte hubiere sedimentos cristalinos , »íe analizarán mecánicamente para conocer las diferentes especies mine- erales de que se compone el suelo, así como la naturaleza y circunstancias 184 »del subsuelo ó segunda capa del terreno ; deduciendo de estos conocí - a míenlos y demás circunstancias locales , las aplicaciones á la agricul - »tura en general y con especialidad al cultivo de los árboles .» Se exceptúan de esta descripción las provincias que forman los terri- torios de Asturias, Pontevedra, Vizcaya y Castellón de la Plana, por ha- ber sido ya premiadas las Memorias respectivas en los años 1 853, 1 855? 1856 y 1857. Proponiéndose la Academia, por medio de este concurso, contribuir á que se forme una colección de descripciones científicas de todas ó la ma- yor parte de las provincias de España, ha determinado repetir este tema en lo sucesivo todas cuantas veces le sea posible. 2. ° Se adjudicará también un accessit para cada uno de los objetos propuestos, al autor de la Memoria cuyo mérito se acerque más al de las premiadas. 3. ° El premio, que será igual para cada tema, consistirá en seis mil reales de vellón y una medalla de oro. 4. ° El accessit consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la del premio. 5. ° El concurso quedará abierto desde el día de la publicación de este programa en la Gaceta de Madrid, y cerrado en l.° de mayo de 1862, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las memorias que se presenten. 6. ° Podrán optar á los premios y los accessits todos los que presenten Memorias según las condiciones aquí establecidas, sean nacionales ó ex- trangeros, excepto los individuos numerarios de esta corporación. 7. ° Las Memorias habrán de estar escritas en castellano ó latin. 8. ° Estas Memorias se presentarán en pliego cerrado, sin firma ni indicación del nombre del autor, llevando por encabezamiento el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro también cer- rado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y dentro el nombre del autor y lugar de su residencia. 9. ° Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario de la Acá demia, quien dará recibo espresando el lema que los distingue. 1 0. Designadas las Memorias merecedoras de los premios y accessits, se abrirán acto continuo los pliegos que tengan los mismos lemas que ellas, para conocer el nombre de sus autores. El Presidente los proclamará, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nombres. 11. En sesión pública se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudiquen los premios y los accessits, que recibirán los agraciados de mano del Presidente. Si no se hallasen en Madrid, podrán delegar persona que los reciba en su nombre. 185 12. Pío se devolverán las Memorias originales^ sin embargo, podrán sacar una copia de ellas en la Secretaría de la Academia los que presenten el recibo dado por el Secretario. Madrid 4 de marzo de i 8 6 í . = El Secretario perpetuo, Mariano Lorente. La Academia celebra sus sesiones, y tiene su Secretaría en la calle de Atocha, edificio donde se halla el Ministerio de Fomento. — Elecciones . En sesión del dia 2 del actual fue elegido, para llenar la vacante de académico numerario ocurrida por fallecimiento del Sr. D. Francisco de Travesedo, el Sr. D. Eduardo Píovella, doctor en Ciencias físico-matemáticas, catedrático de geodesia en la Universidad central, y primer astrónomo del Observatorio de Madrid. —Fallecimiento de Académicos numerarios. El dia 3 del actual fa- lleció el limo. Sr. D. Gerónimo del Campo, inspector de caminos, canales y puertos, consejero de Instrucción pública, director de la Caja de Ahorros de Madrid, individuo de varias corporaciones científicas, y con- tador de esta Real Academia de Ciencias. —También la Academia ha tenido el sentimiento de perder en el dia 1 6 de este mismo mes á su secretario perpetuo el limo. Sr. D. Mariano Lorente, vocal del consejo de Sanidad del Reino y de la Sociedad Eco - nómica matritense, é individuo de otras corporaciones científicas espa- ñolas y extrangeras. — Fe la influencia que la rotación de la tierra ejerce en un cuerpo que se mueva en su superficie; por el Dr. Lindeloff , profesor de la Univer- sidad de Helsingford . Si un punto material está sujeto á moverse en una superficie dada, y solo se halla sometido á la acción de una fuerza normal, se sabe por los elementos de la mecánica que describirá una línea geodésica con una velocidad constante. También esto se verificará si la superficie se halla animada de un movimiento uniforme de traslación en una dirección cualquiera, y lo mismo si tiene una rotación al rededor de un eje que sea constantemente paralelo al plano tangente tirado por el punto móvil, porque la fuerza centrífuga que originaria esta rotación será también normal á la superficie. Pero si el movimiento de rotación se veri- fica al rededor de la normal tirada por este mismo punto, no participará evidentemente de él el móvil que suponemos se desliza sin ningún roce, y esperimentará por necesidad en su movimiento relativo un desvío, cuyo valor angular será exactamente igual al ángulo de rotación. Estas con- sideraciones generales, que nada tienen de oscuras, hacen sumamente fácil la solución del problema siguiente: «Hallar la presión lateral que á consecuencia de la rotación de la tierra experimenta un cuerpo que so mueve en su superficie.» En efecto, la rotación de la tierra puede considerarse á cada momento 186 como la resultante de otras dos rotaciones simultáneas que se verificarían, una al rededor de la normal tirada por el móvil, otra al rededor de una línea horizontal que pasase por el punto en que la normal encuentra al eje déla tierra, y contenida en el piano de estas dos últimas líneas. Pero es sabido que las rotaciones se componen según una ley enteramente aná- loga á la del paralelógramo de las fuerzas, de modo que designando por X é Y dos rotaciones simultáneas, por R su resultante, es decir, la rotación única que puede reemplazarías, y por a y j3 los ángulos que los ejes de ambas rotaciones componentes forman con la rotación resultante, ten- dremos : X=R eos. 5t F==R eos. jS. Luego si designamos por

| >3 17 10,0 2 00 24 3 15 7,9 | a, 6 » « 2» 8,0 2 00 42 2 45 12,7 ii )) ! 2 i 8,0 2 00 50 2 45 15,2 i >> )) 1 22 4,0 0 50 8 í 45 14,8 12,7 » )) 23 9,0 2 00 27 2 15 8,8 j )) 1) 24 5,0 0 25 5 3 22 14,5 )) )> 2 5 5,0 1 25 7 3 52 4.0 11,6 )) )) 26 4,0 0 75 14 4 37 i 6,3 , )> Nov. 3 7,0 i 75 ii 7 22 9,4 > » 4 4,0 1 25 ! 7 15 M 6,9 )) )> 5 7,0 2 25 13 8 07 9,4 J » » 6 8,0 3 25 12 8 22 5,6 ) a 7 8,0 2 00 9 9 15 M 22,3 J 11,3 » ¡í 9 8,0 2 00 35 10 30 » 10 9,0 2 00 28 12 45 13,1 ' n Ü 5,6 1 00 13 2 15 8,5 10,2 » | » I 12 4,8 3 00 16 7 30 8,9 J )> » | 13 3,0 1 00 8 \ 30 9,1 } 14 4,0 2 00 8 12 00 5,1 ! 7,7 » í n 15 8,0 ! 2 00 17 12 15 9,0 ; i Resulta de esta tabla, que desde el 1 6 de octubre, tomando el término medio general de 3 en 3 observaciones, tendremos sucesivamente 8,6 estrellas fugaces, después 12,7; 11,6; 6,9; 11,3; 10,2; 7,7. Mirandocsta tabla, se ve en seguida que el máximo de octubre fué el 2! de este mes, y que la noche del 12 al 13 de noviembre no hubo por número horario medio á media noche más que 10,2 estrellas fugaces. Ahora, para demostrar la marcha general del fenómeno desde 1833, época de la última aparición tan abundante en metéoros fugaces, diré que disminuyó sensible y progresivamente hasta 1850; entonces perma- neció casi estacionaria hasta este año. En efecto, se ve que en 1833 el número horario medio á media noche fué de í 3 0 estrellas fugaces; en 1836 no hubo más que 35. Siguiendo las observaciones más recientes, se halla para el término medio general del número horario á media noche de los años 1841, 1842 y 1843, 26 estrellas fugaces; para 1844, 1845 190 y 1846 tendremos 23. Los años 1847, 1848 y 1849 no presentaron más que 18; 1859, 1851 y 1852 dieron sólo 10. Los 1853, 1854 y 1855 dieron 11. Además, en 1 856, 1857 y 1858 hubo 11,8 estrellas fuga- ces. Por último, en 1859 y 1860 el término medio general fué de 10,1. De estos hechos resulta que la aparición de las estrellas fugaces en la noche del 12 al 13 de noviembre está muy lejos de llegar á la de 1833, que disminuyó rápida y progresivamente hasta 1850, puesto que no se hallaron para el término medio general del número horario en la media noche de los años 1847, 1848 y 1849 más que 18 estrellas fu- gaces. Desde 1 850 á 1 860 el número permaneció estacionario sobre poco más ó menos, según he dicho, puesto que la diferencia en estos once últi- mos años no pasó del número de 2. Desde su máximo, que se verificó en 1833, esta brillante aparición de estrellas fugaces ha necesitado i 6 años para llegar á su mínimo; y desde hace 1 1 años en que ha permanecido estacionaria en su mínimo, no ha vuelto á adquirir todavía el movimiento que dehe volverla á su máximo. Es sabido que Olbers lia anunciado la repetición de esta memorable aparición de estrellas fugaces para el año 1867. Sospechamos que se haya equivocado, porque según se ve este mismo año no ha dado ningún indi- cio que pueda hacer creer que la marcha del fenómeno sea ascendente, pues sólo nos faltan 7 años para 1867. Sin embargo, es conveniente ob- servar que los años que han precedido al máximo de 1 833 anunciaban una marcha ascendente en el número horario hacia ya algunos años, porque encontramos que en 18 30 teníamos para número horario medio á media noche 42 estrellas fugaces; en 1831, 66; y en 1 832, 75. Ya está muy lejana la época en que, lo mismo que en Í849, nos afir- maban que desde 1799, y sobre todo desde 1833, no babia variado en nada da aparición del fenómeno permaneciendo la misma. A pesar de estas negativas se ha concluido por reconocer con nosotros, que efectivamente desde 1833 esta aparición de estrellas fugaces en la noche del 12 al 13 de noviembre habia ido siempre disminuyendo. Lo mismo ha sucedido cuando hemos anunciado que el número horario de los dias 9, 10 y 1 1 de agogto disminuía en cada año desde 1848. Al cabo ha sido preciso con- venir, lo mismo que respecto de la noche del 12 al 13 de noviembre, que estábamos en lo cierto. Estas divergencias de opinión no se verificarían si no se contentasen con reunir solamente á ciertos dias del año para hacer observaciones, no por las mismas observaciones, sino en vista de ciertas teorías, y si se tu- viese más cuidado y exactitud en las observaciones que el que suele con- fiarse á simples aficionados. La experiencia me ha enseñado que para 191 esta clase de investigaciones es preciso tener la precaución de que no es- tén más de 3 en observación: 4 es ya demasiado; y con mayor razón cuando hay 6 ó más observadores. — Detalles sobre la 'picadura de la tsetse . Repetidas veces se ha ha- blado de una mosca venenosa que vive en varias partes de Africa, y cuya picadura, mortal para ciertos animales, entre ellos el buey, el caballo y el perro, es inocente para el hombre, para los animales salvages, y para al- gunos domésticos, como el asno y la cabra. En las Memorias de Livings- tone, misionero inglés del Africa meridional, se leen algunos pasagcs to- cantes á este insecto terrible, que el citado viajero encontró varias veces. Dice así: «La tsetse 6 gfossina morsitans no es mucho mayor que la mosca «común; tiene color de abeja; la parte posterior del cuerpo está rayada «trasversalmente con tres ó cuatro fajas amarillas; las alas se extienden «bastante. Es muy lista y difícil de cojer, menos cuando hace frió.» Pasó Livingsíone meses enteros en sitios líenos de ella, sin que le incomodara ni lo más mínimo ni á él ni á las personas que le acompañaban. Compara su picadura con la de un mástico. Poniendo una de estas moscas en la ma- no, y dejándola picar tranquilamente, se la ve meter bastante adentro en el cutis una de las tres puntas en que se divide su trompa, y sacarla luego poco a poco. Se pone entonces de color carmesí, se le hincha el abdomen, y si no se la molesta, echa á volar repleta de sangre. Se siente una leve irritación acompañada de picazón, pero no pasa de aquí. En el buey, para quien es mortal la picadura, no parece distinto el efecto en el primer momen- to; nose pone inquieto el animal; pero algunos días después se presentan sín- tomas fatales: empiezan á Huirle las narices y los ojos, toma el pellejo un color bajo particular, se hinchan las quijadas, enflaquece el animal, no tarda en rehusar cualquier alimento, y acaba por perecer en estado de agotamiento completo. Algunas veces pasan meses desde la picadura hasta la muerte; otras muere el animal al instante de vértigos, como si tuviera dañado el cerebro. La autopsia del cadáver pone de manifiesto todos los síntomas de un veneno inyectado en la sangre. Decíamos que la tsetse pi- caba impunemente á las cabras; y con efecto, varias tribus de orillas del Zambeze y sus afluentes, visitadas por Livingstone, crian sólo cabras. Pero acaso sean otras las causas de esta preferencia, porque la falta de caballos que se nota en toda una zona de Africa, que coje del grado 2 0 al 27 de latitud S., no se puede atribuir á la tsetse ; en puntos de dicha zona donde no exsiste la citada mosca no se hallan caballos, y esto se explica muy bien por la circunstancia que apunta Livingstone, y es que estos animales perecen por lo general de una peripneumonía agudísima que les ataca entre los meses de diciembre y abril, ó sea en verano, Por esta razón han desistido de usarlos sino en la parte más inmediata al 192 Cabo, á pesar de las frecuentes relaciones de las tribus de aquella zona, por un lado con los árabes de Zanzíbar y por otro con el Cabo. — Influencia de la piala en el sonido de las campanas. MM. Meay de Londres han hecho fundir cuatro campanas pequeñasparecidas con la alea- ción que habia servido para fundir la gran campana del reloj de Weslminster. Al metal de tres de estas campanas se añadió plata en proporciones diferen- tes, y entonces se notó manifiestamente el efecto perjudicial de esta adi- ción: la campana que contenia más plata fué ía menos sonora, y la sono- ridad aumentaba á medida que disminuia la proporción de plata. La campana sin plata era bajo el punto de vista de la intensidad y calidad del sonido la mejor de todas. Es por lo tanto una preocupación antigua ía de que se necesita añadir plata á las campanas. La plata que se dice haber echado en las fundiciones, se echaría probablemente, y por for- tuna, en el bolsillo del fundidor, no en las campanas*, en efecto, por sí sola es poco sonora la plata. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Rüiz.) > Editor .responsable, Ricardo Ruiz. N.° 4.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Abril 1861. CIENCIAS EXACTAS. GEOGRIFU. Nuevos instrumentos para la geodesia expeditiva de Mr. d'Ab~ badie; por Mr. Faye. (Comptes rendus, 4 febrero 486T.) En época alguna ha hecho papel más importante la geografía superior, ni ha tenido aplicaciones más inmediatas que en nuestros dias. A esta ciencia, en efecto, corresponde preparar el camino á ese movimiento generoso de espansion civilizadora, á cuya cabeza se ha colocado la Francia por las expediciones de Egipto, de Argel, de Crimea, de China, de Cochinchina y de Siria, y por las tentativas que se han hecho contando con la protección del Gobierno para penetrar hácia los centros populosos del Africa interior, partiendo ya de la Argelia ó ya del Senegal. ¿No es, en efecto, providencial, por ejemplo, ver que justamente en el momento en que la apertura del ilsmo de Suez va á dar vida á vastos países olvidados ó en decadencia, aparezca la gran obra que uno de nuestros compatriotas acaba de publicar sobre la geodesia de la alta Etiopia? La Academia, que siempre ha considerado de tanto valerlos progresos de la geografía, había apreciado hace mucho la importancia de estos trabajos sin esperar su publicación completa, retardada por la extensión de los cálculos y los gastos que ocasionaba; por su parle la oficina de las longitudes la había consagrado prácticamente, inscribiendo los principales resultados en su precioso cuadro de TOMO XI* 1 3 194 las posiciones geográficas más importantes y mejor determi- nadas. En la actualidad, que podemos apreciar á la vez el conjunto y los detalles, he visto con profunda admiración desarrollarse en los primeros cuadernos de esta gran obra las largas series de ángulos horarios, de alturas de estrellas, de sol ó de luna, de ocultaciones, que combinadas con los azimutes y los ángulos de altura de 5.000 señales terrestres, con las observaciones accesorias de temperatura y de presión atmosférica y las medidas del hipsómetro, han dado los materiales para la carta de un gran imperio, debida enteramente á ios trabajos de un solo hombre. Es cosa inaudita que nunca se hubiese emprendido semejante tarea. ¿En qué consiste pues el secreto del éxito, que solo la más enérgica voluntad podia emprender, pero que no hubiera podido asegurar? Está en la misma ciencia, en el uso atrevido é inte- ligente de los recursos de que dispone en el dia. De esta convicción ha resultado para mi el vivo deseo de contribuir, por poco que fuese, á aliviar el peso de estos hercú- leos trabajos, cuya época está muy lejos de terminar para la Francia, no tocando á los métodos de Mr. de Abbadie, sino dando á los instrumentos de viaje disposiciones más cómodas, sim- plificando algunas observaciones, y facilitando ciertos cálculos. Creo haberlo conseguido con las ideas que en otro tiempo ex- puse, pero á que entonces no pude atribuir aplicación tan útil. Tratemos en primer lugar de caracterizar los métodos de la geodesia espeditiva, como la llama Mr. d’ Abbadie. La geodesia general se propone un doble objeto: obtener elementos sumamente precisos para conocer la figura matemá- tica de nuestro globo, y producir el bosquejo rigurosamente exacto de la carta civil y militar de un gran pais civilizado. La geodesia espeditiva de Mr. d’ Abbadie parte de resultados adqui- ridos por la primera ciencia acerca de la forma y las dimensio- nes de la tierra; toma de ella datos necesarios para transformar en una grande operación de astronomía la descripción matemá- tica de un pais desconocido. Desde luego se concibe que los mé- todos deben ser diferentes. Las estaciones sucesivas no estarán en general ligadas por cadenas continuadas de triángulos; las 195 señales naturales deberán reemplazar á las señales geodésicas de madera, que cuesta mucho construir. Se emplearán también bases, pero en vez de medirlas palmo á palmo sobre el terreno, se medirán en el cielo. Figuraos que en una estación cualquiera, cuya latitud sea bien conocida, mida el viajero los azimutes de todos los puntos salientes y bien marcados del horizonte, puntos que van á servirle de señales naturales; suponed en seguida que se trasporte á uno de estos puntos tomado como segunda estación , y que allí opere como en la primera , es decir, que observe la latitud del lugar y los azimu- íes de los objetos visibles sobre este nuevo horizonte: evi- dentemente la segunda estación se hallará determinada pol- la primera con auxilio de estas medidas esencialmente astro- nómicas, para lo cual bastará combinarlas con los elementos conocidos del esferoide terrestre, y entonces el azimute y las diferencias de latitud darán á conocer la distancia. En cuanto á las señales naturales observadas desde las dos estaciones á la vez, se deducirán sus posiciones de los triángulos formados así sobre una base común por el encuentro de los rayos visuales. Continuando descendiendo así, aproximándose cada vez más del N. hácia el S., es claro que se habrá descubierto una zona entera de varias leguas de ancho y varios grados de longitud; y lo que hay más de notable es que la posición de esta zona será enteramente independiente de su longitud. Si las latitudes estuviesen determinadas á lrr ó 2” por ejemplo, el error que habia que temer en la longitud total medida en el cielo no llegaría á 100 metros, aunque esta longitud fuese de 1 millar ó de 1 millón de metros. Volviendo á empezar, según se nece- site, el mismo trabajo en las zonas próximas convenientemente referidas á la primera, tendremos cubierto el país de una serie continua de líneas quebradas, de las que cada tronco serviría de base á una triangulación secundaria en los detalles. Si se conoce la altitud absoluta del punto de partida, se habrán des- cubierto en cada estación, además de los azimutes, los ángulos de altura de todas las señales naturales, y se obtendrá por una parte la comprobación indispensable para la identificación de estas diversas señales, y por otra la nivelación continua de todo el pais. Por último, la determinación precisa de la longitud de m una de estas estaciones completa la obra, y acaba de fijar la situación del pais sobre el globo terrestre. No se necesita decir que estos métodos geodésicos de Mr. d’Abbadie, los únicos que son practicables en los paises no civilizados, no pueden seguirse estrictamente de una parte á otra y de estación en estación. Aquí la latitud no se ha deter- minado: por otra parte, y con más frecuencia todavía, las esta- ciones sucesivas no pueden estar unidas por la observación de sus azimules recíprocos: en la obra de Mr. d’Abbadie se verá cómo se han llenado estos vacíos (1). Lo que acaba de decirse basta para el objeto que me he propuesto. De ello resulta, que el conjunto de las operaciones comprende una parte astronómica y otra terrestre: la primera, que se reduce esencialmente á la determinación de la latitud y de la hora; la segunda á la medida de los azimutes y de los ángulos de altura de las señales naturales. Querer ejecutar estas dos partes con el mismo instrumento, como en geodesia con el círculo repetidor ó el teodolito, es simplificar en apariencia la cuestión, pero complicarla en rea- lidad. Mr. d’Abbadie y el sabio colaborador Mr. R. Radan, que ha revisado y correjido los cálculos, han hecho ver que el teodolito sería suficiente para todo por el método de los azimu- les correspondientes, puesto que teóricamente el teodolito daria (f) El método de las señales naturales permite llenar los vacíos, y ligar geodésicamente las estaciones sucesivas. A primera vista se diría que los edificios, los árboles y las cimas de las montañas cuyo aspecto cambia cuando se da la vuelta, no podrían reemplazar las señales comu- nes de madera^ pero los mismos resultados del gran trabajo que tenemos á la vista, prueban que si los objetos están bien elegidos y suficiente- mente separados, el usarlos como señales no introduce por término me- dio un error de más de 0f,í ó de 6,f en la longitud hallada. Este impor- tante resultado se explicará por el hecho de que en la determinación de una estación por medio de la anterior pueden emplearse varias señales á la vez á derecha é izquierda, de tal manera que las diferencias de aspecto propias de cada una de ellas desempeñen el papel de causas de errores accidentales, y sean desde luego susceptibles de compensarse por término medio. 191 así á la vez la hora, la latilud, la dirección del meridiano y los errores del instrumento; pero de hecho Mr. d’Abbadie ha debido emplear instrumentos de toda clase, y no ha excluido más que aquellos cuyo volumen, y sobre todo el peso, impiden que puedan llevarse de una parte á otra. Por mi parte no co- nozco nada más difícil y penoso que la observación astronómica, fundamento de lodo el trabajo, cuando se confia á tales ins- trumentos. En efecto, figurémonos al viajero provisto de un teodolito cualquiera, ó de uno de esos instrumentos universales que los artistas alemanes construyen con tanta superioridad. Necesita colocar con gran trabajo en el terreno elegido, no solo el teo- dolito y su pié, sino también el termómetro y el barómetro; ar- reglar los ejes del instrumento, empleando algunas veces mu- chas horas de trabajo; y después, estando penosamente encor- vado para mirar por su anteojo, debe tener dividida su atención con los dos sentidos de la vista y el oido, siendo tan fatal el error de uno como el de otro. Supongamos hecha la observación; falta consultar los niveles, dar vuelta al rededor del instrumento para leer con no menor atención y esfuerzo las indicaciones de los nonius ó de los microscopios. No es esto todo: es menester que el observador vaya al termómetro y al barómetro con el temor continuo ele cometer algún error, bien en la apreciación ó en la escritura de tantas cantidades diversas. Dichoso también si los mil accidentes del viaje no han falseado imperceptiblemente los ejes, los tornillos micrométricos, los círculos divididos ó los nonius , roto los hilos del retículo; no han llenado de aire el barómetro ó vaciado los niveles; si él mismo al pasar al rede- dor del instrumento no ha chocado en alguna parte, ó si la ac- ción de los rayos solares no ha introducido sin apercibirse de ello en sus medidas algún error, del que no dejará de aprove- charse en su dia el espíritu de oposición ó de rivalidad nacio- nal. Hasta ahora no he descrito más que una fase de estas ope- raciones astronómicas: deben repetirse dos veces por la mañana, dos por la tarde, si el cielo lo permite, para obtener la corres- pondencia de los azimutes y las alturas; y cuando llegue la tarde, nada más que para tener la hora local se necesitan lam- 198 bien cálculos trigonométricos fáciles sin duda en el gabinete, pero insoportables en el terreno. A estas dificultades es á las que yo he tratado de hacer frente. Observemos en primer lugar, que si se conocen exactamente la hora y la latitud que suelen estar determinadas, todo se hace relativamente fácil; los azimutes se orientan por decirlo así por sí mismos; la marcha de los cronómetros, susceptible desde luego de una comprobación rigurosa, puede concurrir en cier- tos casos para la determinación de las longitudes. A su vez este último elemento, cuando se ha obtenido astronómicamente, queda libre de una de las causas de error. Las bases de la carta ganan pues en precisión y seguridad, puesto que en este caso se evita en todos sentidos la acumulación posible de los erro- res; y en una palabra, queda hecha perfectamente una parte fundamental de la obra. ¿Es posible determinar en algunos minutos la hora y la- titud de una estación cualquiera por medio de un instrumento fácil de trasportar sin círculos divididos, sin niveles delicados y frágiles, sin barómetro, sin termómetro, sin cálculos, siempre tan dificultosos enviajes, sin tener que ocuparse en la orientación, sin sacrificar la precisión, aumentándola hasta llegar si se quiere á lo que exige la alta geodesia ó los observatorios fijos? El aparato que resuelve este problema es una simple tras- formacion de mi anteojo zenital. Como hice notar hace 15 años, no observando más que el zenit, queda fuera de cues- tión la refracción, y con ella se eliminan el termómetro y el barómetro. Empleando un baño de mercurio bien protegido contra las agitaciones del aire y las vibraciones del suelo se su- primen los niveles. Empleando el micrómetro circular, inven- tado según creo por La Caille, y del que han sacado tanto par- tido los astrónomos alemanes, se reduce todo á la observación del tiempo, y se dejan á un lado los círculos, los nonius , los microscopios y los retículos de hilos de araña. Por último, adoptando un registrador, se suprime hasta la inagotable aten- ción de ánimo necesaria para contar el segundo y valuarla subdivisiones. El instrumento se compone de dos anteojos so- 199 brepuestos horizontalmente y colocados en un soporte, que se arregla por medio de tres tornillos y de un simple nivel de albañil. Son en definitiva los dos anteojos de un teodolito, mé- nos el complicado aparato de los ejes, círculos y nonius. Cada objetivo está armado de un prisma reflector, de tal manera que los ejes ópticos de los dos anteojos están dirigidos verticalmente, el uno apuntando hácia el zenit y el otro hacia el nadir; pero en el momento de observar el cielo con el anteojo inferior se hace girar el objetivo libre del segundo anteojo al rededor de un eje vertical, y se descubre así el prisma inferior sin des- arreglar el equilibrio del aparato. Ambos anteojos van armados de micrómetros circulares grabados en cristales planos. Para obtener la perfecta dirección vertical del eje óptico al salir del prisma inferior, se intercala entre los dos prismas sepa- rados por un pequeño intervalo un baño de mercurio colocado sobre un eje, y después, sirviéndose del anteojo superior de gran aumento como de un colimador vertical , se lleva la imagen reflejada de su micrómetro anular á coincidir con la imagen directa, y para ello se emplean dos tornillos micromé- tricos fijados al tubo. En seguida se hace girar el baño de mercurio para dirigir los dos anteojos uno sobre otro, y se hace coincidir la imagen del micrómetro inferior con la del su- perior. En este momento se anota sobre el registrador ei segundo del cronómetro, y todo queda preparado para la observación astronómica de las estrellas pequeñas que pasen por el campo del anteojo, atravesando sucesivamente las capas concéntricas del micrómetro. Terminada la observación, se comprobará nuevamente la dirección del eje óptico, repitiendo en sentido inverso las operaciones anteriores. Los cálculos de la hora y la latitud son tan sencillos, que es imposible llevarlos más adelante. Así, designando por r el radio de uno de los círculos expresado en segundos de arco, por t y f los instantes en que la estrella ha cortado á la circun- ferencia por efecto del movimiento diurno, queda marcada la hora en que la estrella pasa por el meridiano, por la semisuma de estos instantes y la distancia zenital z de la estrella, de lo m que se deduce inmediatamente la latitud del parage por la semi- diferencia de estos instantes con auxilio de la fórmula Así, toda la observación se reduce á la del tiempo en que pasa una estrella por las circunferencias concéntricas del mi- crómetro; pero queda una grave dificultad, que importa hacer que desaparezca. Si el astrónomo necesita seis meses ó un año ele ejercicio para aprender á subdividir con seguridad el inter- valo de los golpes de un reloj cuando ha tenido reunidas con profusión todas las comodidades imaginables al rededor de sí en los observatorios fijos, ¿cómo podrá conseguirlo el viajero en el terreno, con su cronómetro, que no marca más que frac- ciones de segundo, y cuando ni aun podrá contar con la calma suficiente de ánimo y de cuerpo, sin la cual no podría efec- tuarse esta operación mental, fundada en la coordinación deli- cada de los dos sentidos? Felizmente es fácil remediarlo: para ello basta abandonar el antiguo sistema de observación por el oido, y adoptar el medio de registrar mecánicamente el tiempo con auxilio de un aparato muy sencillo que yo había indicado también para otro objeto hace 14 años. El registrador, que te- nia poco más ó ménos las dimensiones de un reloj marino, se compone de un tambor de resorte, arreglado por un regulador de aletas, y que hace caminar á razón de una vuelta en cada minuto un simple disco de cobre de algún grueso (1). Un pun- tero de escape semejante al de los cronómetros de puntero, pero sin tintero, marca con una señal á la menor presión del dedo en una hoja de cartón delgado fijo sobre el disco. Por úl- timo, por medio de un engranage particular que tiene este pun- tero, se le da un pequeño movimiento de traslación hácia el centro del disco, de cerca de un tercio de milímetro por mi- nuto. (l) Se arregla la marcha del instrumento admitiendo más ó menos aire en la caja del regulador. 201 Ahora que el sistema de registros electro-magnéticos ha prevalecido en muchos y grandes observatorios, se han fami- liarizado con sus ventajas los astrónomos. No creo exagerar di- ciendo, ségun la experiencia que he hecho yo mismo en Green- wich, que al cabo de un dia de ejercicio, cualquiera, aunque sea nuevo, observará tan bien con este aparato como lo haría al cabo de un año entero por el método antiguo. Es sabido ade- más, después del escelente trabajo publicado con este motivo por Mr. Pape, cuánta mayor exactitud que el antiguo tiene este método, puesto que un paso registrado vale por sí solo más que doce pasos apreciados. En verdad, esta superioridad de los procedimientos nuevos se aplica al registro electro- magné- tico, pero se encontrará evidentemente, guardando las propor- ciones, en el modo de registrar mecánicamente de que acabo de hablar, aunque el aparato no esté muy bien ejecutado. Antes traté de describir los trabajos y desazones del obser- vador obligado á emplear en un viaje un teodolito para las de- terminaciones astronómicas. Hé aquí, pues, lo que se verifica- ría con el nuevo instrumento. El pié de este sería una simple tabla, ó una caja rectangular de altura de apoyo, á la cual se daría estabilidad, llenándola de arena ó de piedras, colo- cándola al acaso en el terreno, sin cuidarse de orientarla. El observador podría sentarse cómodamente en otra caja, sin que necesitase levantarse ni aun mudarse de sitio. Una vez arre- glado el anteojo zenital, que puede hacerse bajo una cubierta de cartón que podría cubrir el instrumento completo, excepto los dos oculares, comenzará por anotar en el registrador colo- cado á la mano un segundo cualquiera del cronómetro , y des- pués observará el paso sucesivo de algunas estrellas pequeñas, sin tener cuidado más que de apretar con el dedo un bolon de resorte á cada paso del astro por los círculos del micrómetro. Concluirá anotando de nuevo un segundo cualquiera de su cro- nómetro, y en seguida, antes de levantarse, comprobará que está vertical el eje óptico del anteojo inferior. Terminada la opera- ción, quitará del registrador el disco de cartón que lleva las señales, y podrá mandarle á Europa después de haber señalado en él las dos horas anotadas de su cronómetro al principio y al fin, así como la posición de la estrella al N. ó al S. del ze- m nit, pues todo esto es lo que se necesita para calcular la obser- vación, hallar en los catálogos ó el cielo las estrellas observa* das, y determinar la hora y latitud del lugar. ¿Se propone el viajero conocer por si mismo estos elemen- tos con muchísima aproximación, lo cual es el caso más fre- cuente? Entonces no tendrá más que aplicar sobre el cartón pintado un trasparente de asta ó de vidrio dividido en 60 par- tes iguales para leer las horas en que pasan las estrellas por el micrómetro circular, inmediatamente deducirá de esto, por los cálculos sencillos que acabamos de indicar, sus diferencias de ascensión recta y de declinación , y por medio de estas diferen- cias se encontrarán con facilidad las posiciones medias de los astros observados en un catálogo de pequeñas estrellas que ha- brá tenido cuidado de formar de antemano para el paraje en que haya colocado sus aparatos. Después las efemérides le da- rán para la estrella fundamental más inmediata el efecto de las pequeñas correcciones de aberración, de precesión y de nutación que hay que aplicar á esta posición media. Conseguirá por lo tanto su objeto con auxilio de las más sencillas opera- ciones de la aritmética, sin tener que hacer cálculos fastidiosos en medio de las dificultades y peligros de un dilatado viaje. No conozco más que una sola objeción contra este sistema: en principio se admite en las artes de precisión, que para dar á una línea recta una dirección invariable, es preciso colocar los apoyos á la mayor distancia posible. Así, un prisma tendria dimensiones demasiado pequeñas para asegurar la invariabili- dad deseada. El argumento es por sí incontestable, pero es pre- ciso hacer una distinción. Si se trata aquí de una invariabilidad de larga duración tal como se exije en los observatorios permanentes, en los cua- les no se determinan los errores instrumentales más que á lar- gos intervalos (de otro modo quedarían semanas enteras sin comprobarse), entonces no convendría separarse de esta regla: los prismas no valen nada. Por el contrario, si se trata de un sistema de observaciones en que todo concluye en algunos mi- nutos, entonces cae por sí misma la objeción, poVque no se ve razón alguna para que un prisma cuya base descanse en un sólido apoyo, resguardado de todo choque, de todo movimiento 203 y de toda variación s ápida de temperatura, cambie bruscamente de posición. Tendremos, pues, en cuenta todos los escrúpulos, estableciendo como regla que la dirección del anteojo deberá comprobarse antes y después de cada serie de observaciones, ó iambien, según los casos, antes y después de cada observación individual. Mencionemos todavía algunas de las ventajas que tiene el nuevo sistema. Sabido es cuán perjudicial es el menor error cometido al fijar el sitio en las medidas que se toman con auxi- lio de los anteojos. En nuestro aparato estos errores son impo- sibles, porque se duplicarían por la reflexión en un baño de mercurio. La acción muy poco apreciada de los rayos solares desempeña un papel temible en las observaciones al aire libre: en la época en que me ocupaba en las grandes nivelaciones en las laudas de burdeos me vi obligado, para obtener la precisión necesaria para mis trabajos, á resguardar constantemente mi nivel-círculo de los rayos del sol. Toda mecida tomada bajo la acción de los rayos del sol, sufría más ó ménos alteración pol- la dilatación irregular del instrumento, hecho que tuve ocasión de comprobar del modo más notable en el observatorio de Pa- rís, y que Bessel por otra parte había evidenciado. Este motivo de error no existe con el nuevo instrumento. Se puede también resguardarle contra los efectos mucho ménos sensibles y ménos prontos de la radiación nocturna. Lo mismo sucede con los er- rores debidos á la disposición particular que suele adquirir el aire en los tubos de los anteojos. Por último, el registrador no servirá únicamente para la hora y i a latitud; prestará también los más apreciables servicios para la comparación de los cro- nómetros, la medida de las bases, para la velocidad del sonido, !a determinación del origen de los azimutes y la de las longi- tudes por la ocultación de estrellas pequeñísimas, método pro- puesto, según creo, por el P. Inghirami, y aplicado por la pri- mera vez por Mr. d’Abbadie en Africa con un éxito, al cual he tenido ocasión de tributar elogios hace algunos años en un Informe académico (1). (l) Comptes rendus , 1854, t. 37, p. 857. 204 Cuando un principio es bueno, es generalmente susceptible de más de una aplicación. Aumentando las dimensiones de este aparato de viaje, se hará con él un excelente instrumento de geodesia, con el cual podrán emprenderse, como antes lo habia querido, la comprobación de todas las latitudes y aun de todas las longitudes del mapa de nuestro pais (1); se determinará la atracción de una montaña tan bien del E. al O. como del S. al N.; y por último podrán seguirse paso á paso, por decirlo así, las anomalías de la vertical en todas partes en que se hayan comprobado (2). En los grandes observatorios fijos ninguna dificultad habría en dará este instrumento dimensiones colosales de 10, 20, 30 y más metros, porque aquí no se cuenta para nada el tubo, como tampoco la dificultad mecánica de poner en movimiento un anteojo muy largo. Los objetivos y el baño de mercurio se colocarían sobre un pilar; los retículos y los oculares sobre otro, y entre ambos un simple tubo de palastro ennegrecido por su interior, y convenientemente resguardado, serviría de tubo común para los dos anteojos. Si se empleasen grandes ob- jetivos, se deberían reemplazar los prismas con espejos. Pero volvamos á la geodesia espeditiva. Como se ve, no he querido ocuparme más que en la parte puramente astronómica; en cuanto á las operaciones terrestres no tengo la pretensión de añadir nada al sistema de instrumentos que nuestro sabio cor- responsal Mr. d’Abbadie ha combinado desde hace mucho tiempo en su pensamiento, á fin de satisfacer las condiciones cuya necesidad le ha revelado su larga y difícil experiencia. Esto es lo que me he propuesto al dar á conocer sus miras. Al terminar, permítaseme que me complazca por haber encontrado en ideas ya antiguas ocasión para rendir tributo á tan inmensos trabajos. «Obras de tal importancia, decía en otro tiempo un (1) Compíes rendus , 1852, t. 35, p. 820, y t. 26, p. 125, 2 39, 309 y 359. (2) Conviene recordar aquí la ingeniosa modificación que Mr. Porro ha introducido con este objeto en mi anteojo zenital, como también el Refflex-zenith labe de Mr. Airy. 205 sabio critico al apreciar la Geodesia de la alta Etiopia en los Nuevos Anales de Viajes , son monumentos gigantescos é impe- recederos que se erijen sus autores;» esto es enteramente cierto, y puede añadirse que tales monumentos se erijen igualmente en honor de la ciencia y la gloria de nuestro pais. •' qWí «08 2 , .V,: • ‘ ; ■ Movimiento del péndulo; por Mr. Fink. (Nouv. Ann. de Mathem., diciembre 4860.) Mr. Delaunay ha tratado en su Mecánica , entre otras varias dos interesantes cuestiones, á saber: el desvio de los cuerpos graves hacia el E., desvio debido al movimiento de rotación de la tierra combinado con la acción de la gravedad en la caida vertical, y el cambio de lugar dql plano de oscilación del pén- dulo debido al mismo movimiento de rotación. Con este objeto emplea este sabio la teoría del movimiento relativo. Me pro- pongo resolver las mismas cuestiones sin este auxilio: se verá que despreciando el cuadrado y las potencias superiores de la velocidad angular de la tierra, mis resultados coinciden con los suyos. Desvío o Tomo tres ejes fijos en el espacio: el eje Oz se din- jira sobre el de la tierra desde el centro al polo N; el eje Ox tendrá la posición inicial de la traza del plano meridiano del pais sobre el Ecuador: el eje Oij es perpendicular á los otros dos. Sea A la posición inicial del pais ó del observador, R su latitud, a el radio terrestre, a la velocidad angular de la tierra: al cabo del tiempo t, contado desde el momento en que el punto material empieza á caer; las coordenadas de este pais serán (I) xp=^a eos. a eos. ect, ytz=za eos. Asen, mt, sen. a la ecuación del plano tangente al globo en este punto, es decir, del plano horizontal del observador, es en el tiempo t: (2) x eos. a eos. eot- \-y eos. a sen. *■/+£ sen. a— a— 0 206 Llamo b á la distancia inicial del móvil al centro de la tierra, de modo que b — a es la altura de donde cae: sus coor- denadas iniciales son (3) x0=h eos.*, f/o— 0, zQ~~b sen. a. La velocidad inicial del móvil, perpendicular al plano x z, es bu eos. a: sus componentes paralelas á las x, y, z son respecti- vamente (4) 0 , b a eos. a, 0. Estando dirijida la gravedad g sobre la vertical del obser vador, las ecuaciones del movimiento son (Px df' d2y dt d2z dt 2 ■g eos a eos. « /, g eos. a, sen . t . -g sen. a. Atendiendo á (4), hallamos integrando una vez, dx g dt eos. a. sen. © i , cu 2.3 1 2.3.4 COS. A ) fi)/ ^ 5 = sen. a ( 6 — v 2 Pieemplacemos igualmente en (2) eos. ut y sen. ut por las se- ries, y x, y , z por los valores anteriores, suprimamos o.2/2..,, v tendremos (7) b—a— — 0, de donde /=! / ^—a) V g como si la tierra no girase. El desvío es la distancia del punto de caída representado por (6) y (7) al punto xi y l zt. Con la aproximación adoptada se halla para el cuadrado de esta distancia antes de atender a (7) (b—a— (b—a— ~(¡pj COS.- a, 268 El primer término es nulo en virtud .de (7), y el desvío completo hácia el E. (atendiendo que x—x±—0)t (1 b—a — — gt2 Con el valor de t (ecuación 7) se transforma en (8) — ^cos. a '2(6— ay . y . que llamo u como en la obra citada. En las experiencias que ciía el autor, se tenia 6— a= 157m,5, *=51°, ^=9,8088, y «=0,0283: el cálculo de la fórmula (8) da 0,0276. Péndulo. Conservo los mismos ejes de coordenadas, y lla- mo xl yl el punto de suspensión del péndulo simple, / su longitud, N la reacción del hilo de suspensión, — x, y , z las coordenadas del punto material : su masa se supone =1 . Las ecuaciones del movimiento son d*x (1) idP ; ¿Y g eos. a eos l dt 2 d 2: dt 2 c¡ eos. a sen. (¿t — * l g sen . x — Ni — l1 . J i Como antes, tendremos ahora (2) x±~a eos. a eos. a>t , y^a eos. a sen. &>/, sen. a. Por el punto x, y , % imagino un segundo sistema de ejes de coordenadas fijas en la tierra, á saber: la vertical del paraje eje de las £, la meridiana eje de las I y la perpendicular eje de las * . Tendremos 209 x—rt+ i eos. k «+n eos. wíc-j-í eos. í» y= i/,+ícos. íi/+..;.. S=S,+I COS. i 3. iV ■f . , J . $ ... El eje de las ¡?, es decir, la vertical, da inmediatamente al tiempo t .apa- x'lv V .íí98)'| cos. laicos. a eos. at, cos. £t¡-= cos. Asen, at, cos. ¿+=sen. a. El eje de las perpendicular al plano meridiano que forma con el plano xz el ángulo at, da cos. u#=r — sen. at, COS. wy “COS. at, COS.ÍÍ5™0. En cuanto al eje de las I, forma con el eje z un ángulo de 90+90— -a, de donde eos. — ■ — eos. a; es además perpendicular al eje lo cual da cos. la? cos. £a+cos. íy cos. Ií/+cos. !z cos. f ¿ — 0 , ó á causa de los valores ya dados, cos. la? eos. a eos. ¿>¿+cos. hy eos. Asen. «/-—eos. a sen. a™ 0. Con cos.2la?+cos.%+cos.2g2^ 1 y como cos. Iz es igual a —COS. A, eos. 2|a? + COS. 2|?/+ COS. 2Ar“l . Esta ecuación con (5) da eos. |a?~sen. a cos. at, cos. |^ = sen. a sen. at, r ' . :>;A :;')j - ...... ) Á f|-, v y las fórmulas (3). se convierten en v ' ' ' ■ ‘ ■■ . ■ i» ■ ! v . ■ ' ■ , "y / 0=^+1 sen. a cos. >isen. fc/+| cos. a cos. at, (6)| ^j + | sen. a sen. »í+>i eos. ^í+l eos. a sen. at, — Icos, a +c sen. a. - Las ecuaciones (1) multiplicadas respectivamente por si Vi — y%> $iz--zí%, yt dan, sumándolas, : £0£B SB (0 : UOb;j¡K?> + + 010*! (7) (Ztf—yj) (Px+faz—zp) dh¡-\- (y.x—ürjj) d*z= 0. Reemplazando todas las cantidades que entran en ella por funciones de mi, i «fc v Desde luego las ecuaciones (3) y (2) dan TOMO XI. 14 210 ziV-^y^z=a^ sen* ut-\-n sen. a eos. ®i), áE?45í — s1a?= a( — Icos, «i— >?sen. \sen, <4), yi®—®ly= — a* eos. x. * i t *. Con esto la ecuación (7) puede ponerse en la forma si- guiente. , ' j L " * ' I (sen. c4 d*x— eos. e¿td*y) -fu (sen. K eos. Mzx-\- sen. A sen. atd'y) - eos. ^z— 0. . X n ‘ í' í i ÍJji s í üiífiíbrOIÍi Oií ;ií(¿ ¡6 ‘¡ CÍíi'M i \ f;. . j .*r Sí-J OjO ‘d Para calcular los coeficientes de f #u, multiplico la primera de las ecuaciones (6) por sen. »/, la segunda por — cos. J, sumo, y obtengo (9) x sen. a>t~+y cos. a>t = Multiplico las mismas ecuaciones por sen. a eos. c¿t, sen a sen. at, la tercera por — cos. a, sumo, y resulta (10) sen. a (x cos. wí-f^sen. a>t)—z cos. a— f. La ecuación (9), diferenciada dos veces, da sen. a>td*x — eos. utd^y = — d\— üW¿(cos. ®tdx-\- sen. My) cú^dt2 (x sen. o>l-\ -y cos. ®t), según la ecuación (9) el último término La ecuación (10), diferenciada dos veces, da i ‘ • sen. a (eos. vt.d^x-^ sen. at- 'd*y)— cos. a d2z~(f| +2® sen. ac/¿ (sen. (¿tdx — cos. -j- ¿>2d/3 sen. a (#. eos. sen. »/). El último término, en virtud de la ecuación (10), se re - duce á urdf (|+z eos- a), y según la ecuación (10) á W/2 sen. a [I sen. A-f (a+^cos. a]. Quedan los factores de %*dt. : Pero de la ecuación (9) se saca i’V'A.-—'-. ,u'] }-•• n -2 ^ , (i) M: ’v ' . > . . .. ' sen. tot.dx — cos. dy=^ — dn — a>dt (x cos. al-\-y sen. «/), y según la ecuación (10) sen. <4,dx— eos, rd.dy—dri—vdl [| sen. A+ (a+s) eos. A|. De la ecuación (10) se deduce eos. ut.dx + sen. c¿tdy= -\-adt(x sen. cdt~y eos. (4) ■ sen. A C\ 5 V f 'V.ft -i"'- 6\ f I. = sp.n A. r/14- Sustituido este valor, como también las ecuaciones (11), (12), (13) en la ecuación (8), dan íl[— d\~ %a>dt (sen. ^dl- f-cos. *dz—mdl) — » 2nd/2] (14) j +>i jáfl+W/ sen. A[— é/>i — «oí/ [! sen. A-|-(a+^)cos. AJ] } ( sen. aí//2 [2a+£ (eos. A~¡-/l sen. A)]— 0. Efectuando, etc.: 0 =Yid*$—2dirl — 2a sen. A(fé/f-j-^) dt— 2a eos.. A.(fol/ -f«2n eos. Ac//2 [£ eos. A +(«+t) sen. A]. d? Despreciando el término en lo mismo que — , que es di pequeñísimo en las experiencias , tendremos una ecuación cuya integral es %dn~-y\d%-\-M sen. A(oíg2-)-o/>52)— C. Observando además también con Mr. Delaunay que el péndulo Foucault está colocado de modo que en cada oscilación parece coincidir con la vertical del punto de suspensión, se ve que la ecuación debe satisfacerse por f=0 con n=0, de modo que la constante es nula. Se pondrá en seguida, si se quiere, $~r eos. 9, u=r sen. 6, y la ecuación se convierte dO— —c¡> sen. Mil, de donde sen. AX/, lo que da « sen. A para la rotación relativa del plano del pén- dulo en 1 segundo. Estos cálculos se simplifican mucho, si desde el principio se desprecia «2..... No subiendo más que á la ecuación (8), se ve que esta ecuación se convierte en 212 \w \ (d d'x—d'y) +>?(sen. *d*x-\-a>t sen. a d7y— eos. Las ecuaciones (6) clan &tx—y= — u, (a) (¿r+^/y sen. £ eos. a— de donde ai d*x — d*y= — d2z—%a> dxdt, (d2x-\-d d2y) sen. a —eos. a. d?%-^zd?t — sen. a dtdy. Estas mismas fórmulas (a) darán dx, dy , en cuyas espre- siones podrán suprimirse los términos en ®, puesto que se multiplicarán por 2« dt . Tendremos así , f , cfe+cos. *dz dz , , dy-=zdn, dx= eos. Arf<_j-.sen. a. ¿/g, y la ecuación (14) se convierte en f \—d\ —%a>dt (sen. A dg-j-cos. a^)] -J-u £«?a| — 2o> sen. a^ ¿/J — 0. • , . ' ' ' • í xdr%d2'A—%u sen. a dt (f 2a> eos. a. dz dt ==Ü. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Ruüz. no CIENCIAS FISICAS. - ~^r®-€HD-€ FISICA. Trabajos experimentales para determinar la densidad del vapor á cualesquiera temperaturas y la ley de expansión del vapor recalentado; por MM. Fairbairn y Tate. (Bibliot. univ. de Ginebra, octubre 1860.) El objeto de estas investigaciones es determinar directa- mente por la experiencia la ley de la densidad y de la expan- sión del vapor á todas las temperaturas. Mr. Dumas ha deter- minado la densidad del vapor sólo á la temperatura de 212° Fahr. (100° G.) Gay-Lussacy otros físicos han deducido la den- sidad á otras temperaturas por una fórmula teórica, verdadera para un gas perfecto: Vp 459 +r viPrm+T; A Las únicas experiencias intentadas acerca de la expansión del vapor recalentado son las de Mr. Siemens, quedan un coe- ficiente de expansión muy grande; generalmente han adoptado los físicos en este caso el coeficiente de los gases perfectos. Desde hace algún tiempo se ha dudado de la verdad de estas fórmulas relativas á los gases en el caso de los vapores con- densables, y se han propuesto nuevas fórmulas deducidas de la teoría dinámica del calor; pero hasta ahora no se había hecho para resolver esta cuestión ninguna experiencia directa de al- gún valor. Los autores han tratado de llenar este vacío em- prendiendo investigaciones acerca de la densidad del vapor por un método nuevo y original. 214 Los punios generales de este método consisten en evaporar un peso conocido de agua en un globo de 70 pulgadas cúbicas privado de aire, y de observar, por medio de una medida de saturación (saturación medida), la temperatura exacta á que se convierte la totalidad del agua en vapor. La medida de satura- ción, en la que reside toda la novedad de la experiencia, con- siste esencialmente en una doble columna de mercurio equili- brada por un lado por la presión del vapor que resulta de la cantidad de agua pesada, y por otro por el vapor constante- mente saturado á la misma temperatura. Por consiguiente, cuando se eleva la temperatura, las columnas de mercurio quedan al mismo nivel basta el punto en que el peso del agua empleada se evapora enteramente: á contar desde este punto la diferencia de nivel de las columnas indica que el vapor conte- nido en el globo se ha recalentado, porque por un aumento igual de temperatura, la tensión del vapor recalentado aumenta con mucha menor rapidez que la del vapor en saturación. Con- tinuando del mismo modo, y midiendo cuidadosamente la dife- rencia de nivel de las columnas, se obtienen datos que permi- ten hallar el vtdor de la expansión del vapor recalentado. El aparato para experiencias á presiones comprendidas en- tre 15 á 70 libras en cada pulgada cuadrada, consistía princi- palmente en un globo, en que se ponia una cantidad pesada de agua, cuyo globo terminaba en un cuello de unas 32 pulga- das de longitud. El globo estaba encerrado en una caldera de cobre, que formaba un baño de vapor de temperatura unifor- me, el cual se prolongaba por un tubo de vidrio en que entraba el cuello del globo. Para calentar este tubo á la misma tempe- ratura que el baño de vapor, se empleaba otro baño de aceite exterior,' hecho de vidrio soplado y calentado como la caldera de cobre por surtidores ele gas. Las temperaturas se observa- ban por medio de termómetros puestos al descubierto en el va - por, pero correjidos por la presión. Las dos columnas de mer- curio que forman la- medida de saturación estaban colocadas entre el cuello del globo y el tubo de vidrio exterior: en todo el tiempo en que el vapor en el globo de vidrio estaba en sa- turación, la columna que comunicaba con .el cuello del globo permanecía estacionaria y casi en el mismo nivel que la del 215 tubo exterior; pero cuando al elevarse la temperatura se eva- poraba la totalidad del agua en el globo y se recalentaba el vapor, su tensión no se equilibraba con la del baño de vapor exterior, la columna subia en el cuello del balón, y descendía en el tubo exterior, la diferencia de nivel daba una medida de la expansión del vapor. Por medio de un catetómetro se obser- vaba el nivel de las columnas á diferentes temperaturas de 10 á 20° sobre el punto de saturación, y la temperatura máxima de saturación por las razones que han hecho reconocer las ex- periencias, se deducía de un punto hasta el cual se había reca- lentado decididamente el vapor. Los resultados de las experiencias demuestran que la den- sidad del vapor saturado á todas las temperaturas superiores ó inferiores á 212° F. es invariablemente mayor que la que se deduce de las leyes de los gases. Estando notablemente modificado el aparato para las expe- riencias bajo una presión inferior á la de la atmósfera, el es- tado del vapor se determinaba comparando la columna que sostenía con la de un barómetro. Los resultados de estas expe- riencias, reducidos del mismo modo, guardan mucha concor- dancia. Como los autores tienen intención de generalizar sus expe- riencias respecto del vapor á altas presiones, y de estudiar par- ticularmente la ley de expansión del vapor recalentado, no han resumido y generalizado hasta ahora los resultados que han ob- tenido. Sin embargo, las siguientes fórmulas expresan con mu- cha exactitud las relaciones del volumen específico y de la presión del vapor saturado según sus experiencias. Designando por V el volumen específico del vapor saturado á la presión P, medida en pulgadas por una columna de mer- curio, se halla que F=F25,62+ 49,513 y+m 49513 2M>2 216 Respecto á la expansión del vapor recalentado, las expe- riencias demuestran claramente que para temperaturas á unos 10° del punto de saturación, la dilatación excede mucho á la del aire, mientras que á temperaturas más elevadas el coefi- ciente de dilatación se aproxima mucho al del aire. Así en la sesta experiencia, en que la temperatura máxima de saturación era 17 4°, 9 2 F., el coeficiente de expansión en- tre 174°, 92 y 180° es 4o , ó tres veces el del aire; mientras que entre 180° y 200° el coeficiente está muy próximo al del aire (vapor— 4T, aire ~m), y continuando así en los demás casos. El coeficiente de dilatación medio á la temperatura 0, que resulta de siete experiencias en que la presión era inferior á la atmosférica, y calculado á contar desde un punto situado varios grados más del de saturación, es 4?, mientras que res- pecto del aire es de 4a. De aquí puede deducirse que respecto de algunos grados superiores al punto de saturación, el vapor no está positivamente en un estado aeriforme; ó en otros tér- minos, que está húmedo, y contiene partículas flotantes de agua sin evaporar. He aquí la tabla de los resultados que demuestran la rela- ción de densidad de presión y de temperatura del vapor sa turado. [Sí? oí¡ hrdnoie » j • r { $■? ■ r « i \ (*. ¿ 4'" um cu*) h.raow NUMERO DE .¿i experiencias. PRESION. Temperatura | ! VOLUMEN ESPECIFICO. - ' v- %zr *::: vss-v .* ‘4 ^ En libra por cada pulgada cuadrada. En pulgadas de mercurio. máxima de saturación . (Fahrenheit.) Hallado. Calculado. / Diferencia. 1 2,6 j>,35 136°, 77 8266 8183 +'í oí 2 4,3 8,62 155,33 5326 5326 0 3 4,7 9,45 159,36 4914 4900 550 4 6,2 12,47' 170,92 3717 3766' ~Kl 5 6,3 12,61 171,48 3710 3740 +ih 6 6,8 13,62 174,92 3433 3478 +A 7 8,0 16,01 182,30 3046 2985 8 9,1 18,36 188,30 2620 2620 1 0 9 11,3 22,88 1 198.78 2146 2124 “TÍV V 26,5 53,61 242,90 941 937 -f 2 27,4 55,52 244,82 906 906 1 0 3 27,6 55,89 245,22 891 900 J t_ ¡ 400 4 33,1 66,84 255,50 758 758 0 5 37,8 76,20 283,14 648 669 _i_ i 6 40,3 81,53 267,21 634 628 1 1 160 7 41,7 84,20 269,20 604 608 "riso 8 45,7 92,23 274,76 583 562 — iV 9 49,4 99,60 279,42 514 519 J JL_ 400 ii 51,7 104,54 282,58 496 496 | 0 12 55,9 112,78 287,25 457 461 i +442 13 60,6 122,25' 292,53 432 428 14 | ] 56,7 114,25 288,25 _______ 448 456 ! 1 +A Adoptando las notaciones empleadas, y expresando por r el coeficiente de dilatación de un fluido elástico á la tempe- ratura t , hallaremos V P ’ o 2 \ en que — es el coeficiente de expansión á la temperatura 0. e* 1 Para el aire — ^459. S La tabla siguiente da el valor del coeficiente de expansión del vapor recalentado tomado á diversos intervalos de tempera- tura á contar desde la máxima de saturación . 218 i mm. NUMERO DE LAS esperieDcias. Temperatura máxima de sa- turación. Temperaturas entre las cuales se ha medido la dilatación. Coeficiente de dilatación del vapor recalen- tado. Coeficiente de dilatación del aire. 0 0 0 i- 1 186,77 140 170 -_.1_ 5 9 5 "si? 2 155,33 160 190 6 19 3 159,36 | 159,36 170,2 170,2 209,9 i 150 ¥23 618 ¥29 5 171,48 180 ■2 0 o ¥li> 171 48 | 180 200 ¥o3 ■639 6 174,92 j 174,92 180 180 200 Li_ 1 9 0 ¥37 ¥23 t ¥¥¥ 7 182 30 i 182,3 186 2 lo _ í_ 631 8 136 209,5 'ÉJO 1 fi-t 5 188,30 1 191 211 6 0Í 1 ¥S O V 242,9 1 243 249 i 5ÍT 702 í 255 5 257 259 sh l 7l¥ 257 264 7,0 0 736 6 267,21 ] r 268 271 271 279 1 2 i o _ 1 630 7I7 lío 7 269,2 | 271 273 273 279 i 2 3 2 ± 5 31 lio ih 9 279,42 í 283 í 285 285 289 2^8 i s¥¥ 732 733 13 292,53 | 1 297 299 1 299 302 67 8 1 j 7’B'B 1 Así parece que cuanto más recalentado está el vapor, más se aproxima el coeficiente de dilatación al de los gases per- fectos. Los autores esperan poder continuar estas experiencias, y obtener por medio de presiones considerables resultados tam- bién importantes. De las propiedades magnéticas de las micas . comparadas con las ópticas; por Mr. Plucker. (Anal, de Quim. y Fís., octubre 4860.) La teoría de Senarmont consiste en suponer que las diversas micas no son más que mezclas isomerías en proporciones varia- m bles de dos micas fundamentales, en las cuales el plano de los ejes ópticos ocupa posiciones rectangulares. En particular las pretendidas micas de un eje pertenecen al sistema rómbico como las micas de dos ejes, y no se diferencian de estas más que en una proporción tal de los elementos mezclados, que los ejes ópticos estén sumamente inmediatos unos de otros. Plucker acaba de confirmar este parecer, estudiando profundamente las propiedades magnéticas de las diversas micas. Sus experiencias han recaído en 7 ejemplares de mica de forma cristalina muy aparente, que le habia enviado Mr. de Senarmont, y en algu- nos otros ejemplares que ha podido procurarse posteriormente. La mica es un cristal magnético, en el cual es muy evidente la influencia de la estructura cristalina. Una placa de mica, pa- ralela á los planos de separación en hojas suspendida horizon- tal mente entre los polos (suficientemente separados) de un electro-imán, se dirije siempre, sea cualquiera su forma, de modo que una línea determinada tome la posición llamada ecuatorial. Esta línea coincide siempre con la traza del plano de los ejes ópticos, y por consiguiente en los dos grupos de micas distinguidos por Senarmont es respectivamente paralela á la diagonal mayor y menor de la base rómbica. Este principio puede demostrarse siguiendo la marcha ordinaria propia para manifestar la influencia de la estructura cristalina en las pro- piedades magnéticas, ó sea con placas rectangulares, cuya mayor dimensión es paralela al plano de los ejes ópticos, sea con placas naturales que presenten la apariencia conocida de un exágono casi regular. En el primer caso la mayor dimensión de la placa adquiere la posición ecuatorial, en contra de lo que se observa en una placa magnética como la mica aunque no cristalizada; en el segundo caso la diagonal de la base rómbica paralela á los ejes ópticos adquiere la posición ecuatorial: por io demás se reconoce con facilidad si esta recta es la diagonal mayor ó menor, porque la menor debe necesariamente coin- cidir con una de las diagonales del pretendido exágono regular, y la mayor debe ser perpendicular á dos de los lados del mismo exágono. La acción de que aqui se trata es muy marcada siempre qué es considerable el ángulo de los dos ejes ópticos. Es menos sen- m sible cuando disminuye este ángulo, y desaparece enteramente en las micas, que bajo el punto de vista óptico no se distinguen de los cristales de un eje. La dirección de una placa de este género en el campo magnético es absolutamente indeterminada si su forma es circular, y en cualquier otro caso está determinada por lasóla influencia de sus dimensiones. Pero puede compro- barse de otro modo la influencia de la estructura cristalina en es- tas micas, y reconocer que, independientemente déla influencia de las dimensiones, el eje óptico propende á adquirir la posición ecuatorial. Con este objeto Mr. Plucker lia cortado una gran placa de mica de un eje en pequeñas placas cuadradas de o mi- límetros de lado, y ha construido con estas pequeñas placas pegadas con trementina, un prisma de 9 milímetros de altura, suspendido de modo que esta altura, es decir, la dirección dei eje óptico, fuese horizontal: el prisma ha tomado la posición ecuatorial en contra de la influencia de sus dimensiones. Mr. Plucker refiere en su Memoria dos experiencias inéditas de Mr. de Norremberg, que son como la representación mate- rial de las ideas de Senarmont acerca de la estructura de las micas. En la primera experiencia descompuso, separándola en hojas, una placa de mica de Siberia de dos ejes en 24 placas delgadas, de tal grueso que la diferencia de marcha del rayo estraordinario y del rayo ordinario fuese de un octavo de lon- gitud de undulación, y sobreponiendo estas placas unas ¿ otras de modo que el plano de los ejes ópticos de las placas de orden par fuese perpendicular al de las de orden impar, obtuvo un sistema que reproducía exactamente todos los fenómenos de po- larización cromática propios de los cristales de un eje. La segunda experiencia consistió en dar á las placas de orden par un grueso diferente del de las de orden impar. Así se obtu- vieron apariencias de una mica de dos ejes, en la cual el ángulo de los ejes era menor que en la placa natural de donde se ha- bían sacado las placas delgadas de las experiencias, y con des- treza se pudieron obtener todos los intermedios entre la mica natural de que se habla partido y la de un eje. La absorción de la luz por las micas presenta algunas particularidades que á primera vista parecen poco compatibles con las ideas anteriores, pero que es fácil referir á ellas. La m mica de dos ejes es en efecto generalmente dicromática, y transmite en menor proporción, según la dirección de la li- nea media, la luz polarizada en el plano de los ejes ópticos, sea cualquiera por otra parle la posición de este plano. Así al ménos sucede siempre que el ángulo de los dos ejes es conside- rable; pero cuando es pequeño, la mayor absorción se ejerce unas veces en la luz polarizada en el plano de dos ejes y otras en el perpendicular, en lo cual consiste la anomalía que se trata de explicar. Hay más: la misma mica de un eje presenta algunas veces un dicroismo sensible según la dirección del eje. Para explicar estos fenómenos recuerda Mr. Plucker que, según las investigaciones de Senarmont, puede producirse el di- croismo añadiendo una pequeña cantidad de sustancia extraña á un cristal que esté por otra parte perfectamente claro. Si, como todo induce á creerlo, es tal la causa del dicroismo de las micas, basta para explicarse todas estas anomalías que ambas micas fundamentales, cuya mezcla isomorfa produce las diversas variedades conocidas, no contengan necesariamente propor- ciones iguales de la sustancia extraña, que es la causa del di- croismo. Resulta de aquí, que la compensación de las propie- dades ópticas puede ser tal. que disminuya mucho, ó que re- duzca á cero el ángulo de los ejes ópticos, sin disminuir otro tanto, ó sin hacer desaparecer enteramente el dicroismo. Es probable que el magnetismo de las micas sea de- bido, como el dicroismo, á la presencia de una pequeña can- tidad de un elemento que no es esencial á su constitución; que este elemento no entre siempre en la misma proporción en las dos micas fundamentales que constituyen una mica dada, y por consiguiente es posible que la compensación de las propie- dades magnéticas sea ménos perfecta que la de las ópticas. Mr. Plucker se explica así la gran influencia que la posición del plano de los ejes ópticos conserva en las propiedades mag- néticas de ciertas micas, en las cuales están tan aproximados estos ejes, que es fácil, bajo el punto de vista óptico, confun- dirlas con las micas de un eje. o *> j) Xoticia de algunos experimentos sobre la conductibilidad calorí- fica de los gases: por Mr. Magvts. .Anal, üe Quirn, r Fis., marzo 186V) Mucho tiempo hace que conocen los físicos el gran poder re- frigerante del hidrogeno: pero la explicación que de esto se da atribuyéndolo a su poco peso especifico, que facilita las corrien- tes producidas por las variaciones de temperatura, no tiene gran fundamento, puesto que estas corrientes dependen de las des- igualdades de densidad y no de la absoluta, y que por tanto lo mismo debería suceder en un gas que en otro, a no ser que su dilatación fuese demasiado desigual, o que tuviesen grande influencia los rozamientos recíprocos de las partículas gaseosas. Como ninguna de estas dos condiciones se verifica, y como por otra parte el calor especifico del hidrogeno, en relación a su volumen, es casi el mismo que el délos demás gases, hay que admitir que el hidrogeno en contacto con un cuerpo caliente le quita mas calor que el aire o elucido carbónico, por razón se- mejante a la que hace que el contacto de un metal saque mas calor que una piedra o un pedazo de madera; o en otros tér- minos, que tiene mayor conductibilidad que los demas gases, y muy análoga a la de los solidos y les líquidos. A fin de probar la exactitud de esta conclusión, ha compa- rado Mr. Magnas el caldeo de un termómetro colocado en la parte inferior de un cilindro de vidrio, dando a este calor por arriba, y dejándole alternativamente vacio, o lleno de diversos gases con diferentes presiones. Calentaba con agua hirviendo la parte superior del cilindro para que fuera idéntica la tempera- tura en todos los experimentos, y como no era de menos impor- tancia tener igual seguridad de que era lo mismo la temperatura del ambiente, mantenía siempre el laboratorio con un temple de ló: centígrados, precaviendo cualquier motivo de alteración . Los resultados de los experimentos de Mr. Magnus son en resumen los siguientes. l.° La temperatura final á que llega un termómetro en un espacio caldeado por arriba, varía según la naturaleza del gas que llena el mismo espacio. 2. ° Con el hidrógeno esta temperatura es más alta que con los demás gases. 3. Es más alta también esta temperatura con el hidrógeno que en el vacío, y tanto más elevada cuanto más densidad se da al gas. 4. ° Se infiere por tanto que el hidrógeno conduce el calor como un metal. o.1 * 3 En lodos los demas gases es menor el caldeo que en el vacío, y va disminuyendo cuando auméntala densidad del gas. 6. ° No debe deducirse de aquí que los demás gases carecen de conductibilidad, sino que esta es demasiado débil para ejercer en los experimentos referidos una influencia comparable á la de su diatermanidad. - f j ‘ f i J L kJ i 1 -i— . j ■ «, - * j ■ - • ■ s ; - . ,* > t ¿ - 7. ° La notable conductibilidad del hidrógeno se manifiesta del mismo modo cuando se pone alguna traba á sus movi- mientos cou plumas ó cualquiera especie de filamentos, que cuando se le deja libre. 8.° El gran poder conductor del hidrógeno le aproxima en esta parte á los metales. 9.c No solo es el hidrógeno mayor conductor del calor que los demás gases, sino también de la electricidad (1,. FISICA DEL GLOBO. De la presencia de sustancias fosforadas en ¡a atmósfera; por Mr. B arral. (Comptes rendus, t9 noviembre -1860.) Al ejecutar investigaciones analíticas en las aguas de llu- via que publiqué en 1852 y 1853, dice el autor, tuve ocasión (1) Bueno es recordar que habiendo tratado Mr. Peclet de medir- la conductibilidad de rarias sustancias filamentosas, como algodón. lana y pluma , obteniendo números independientes de la densidad y aun de la naturaleza de ellas, dedujo que estos números median más bien la conduc- tibilidad del aire interpuesto; y es la primera \ez que se encuentra apo- yada en pruebas experimentales la idea de la conductibilidad propia de los gases. (Véase su tratado del calor.) m de comprobar en los residuos secos, procedentes de la evapo- ración de estas aguas, la presencia de cantidades perfectamente apreciables de fosfato de cal; pero he creido deber guardar silencio sobre este asunto, porque reconocí, que dejando agua químicamente pura ó hirviéndola en vasijas de vidrio ó porce- lana, concluía siempre por contener vestigios de fosfato. Sin em- bargo, pareciéndome muy probable la existencia de sustancias fosforadas en la atmósfera, y debiendo ser la consecuencia de su realidad la disolución de las sustancias fosforadas por las aguas meíeóricas, me dediqué á evitar todas las causas de error que pude sospechar, con objeto de descubrir un hecho que debe desempeñar un importante papel en la física terrestre yen la estática química délos seres organizados esparcidos en la superficie de la tierra, y en el seno de las capas de aire que la rodean por todas partes. Para resolver el problema que me propuse, debí únicamente emplear udómetros y vasijas de pla- tino para recojer las aguas de lluvia que caían en París ó en el campo: me limité á no tomar en mis experimentos más qne agua que cayese á mi vista en superficies préviamente muy limpias: las evaporaciones que debían hacerse en grandes masas de agua á causa de la corta proporción de fósforo que existia en cada litro de líquido, y porque me había prescrito la regla de no referirme á reacciones, sino aislar el fósforo bajo una forma que me permitiese experimentar todas sus propiedades, se verificaron exclusivamente en vasijas tapadas y hechas de platino. Para no conservar duda alguna y poder presentar un hecho nuevo libre de toda objeción, tuve que evaporar 1295 litros de agua, recojidos en París, y 390 litros de agua recojidos en el campo en 5 años consecutivos. El peso total de ios residuos secos de las primeras aguas sube á 29sr,284, y el de las últimas á 3sr,972. Estos dos resultados corresponden á 22rasr,8 y 7rasr,8 por litro de agua. Si se consideran como impu- rezas atmosféricas todas las sustancias que pueden encontrarse en aguas que caen del cielo, pudieran tomarse los dos números anteriores por medidas aproximadas de la pureza comparada del aire de un campo tal como ¡Brunoy, y el aire de una gran dudad como la de París. Hay cerca de tres veces más sustan- cias diversas, pero imperceptibles é invisibles, en suspensión 225 en eí aire de París (cuartel del observatorio imperial y del Lu * xemburgo) que en el de los campos vecinos (parque de Sou- lins, en Brunoy.) Después de muchos ensayos, he reconocido que el procedi- miento á la vez más seguro, más rápido y más cómodo para re- conocer y apreciar la dosis de pequeñísimas proporciones de ácido fosfórico en una sustancia que solo tengamos en pequeñí- sima can í idad , y que no contenga hierro en cantidad apreciable, esel que Mr. Chance! ha presentado al principio de este año, y que consiste en obtener fosfato de bismuto en líquidos que con- venientemente se hayan puesto ácidos añadiéndoles ácido ní- trico. Pero no creo que sea prudente en investigaciones de esta clase en que se deben apreciar facciones de miligramo, el refe- rirse á apariencias, aun cuando sean enteramente características respecto de la sustancia cuya dosis se quiere graduar. Por lo tanto, tuve siempre cuidado de reunir los diversos precipitados de fosfato de bismuto, que había recojido en cada serie de in- vestigaciones , de modo que se pudiese extraer de ellos el ácido fosfórico en forma de fosfato amoniaeo-magnesiano bien cristalizado, y comprobar si el peso de este último com- puesto corresponde á la suma de las dosis parciales anteriores. Una vez obtenido el fosfato amoniaeo-magnesiano, es posible someterle á todos los ensayos que puedan servir para com- probar que se lia extraído del ácido fosfórico de la sustancia analizada. La proporción de ácido fosfórico que se ha apreciado en los diversos residuos-secos que quedan por la evaporación del agua de lluvia, varió desde 2 á 11 por 10000. Esto sólo corresponde á una cantidad de ácido fosfórico que varía desde 0msr,05 á ' 0msr,09 por cada litro de agua de lluvia. La cantidad de ácido fosfórico contenido en los residuos de evaporación de las aguas del campo es mayor en un peso -igual que en los residuos que dejan las aguas de lluvia que caen en París. Esto proviene de que algunas sustancias salinas predominan en las lluvias de esta ciudad, y de que su presencia disminuye la proporción re- lativa de las sustancias fosforadas. En suma, no hay diferencia sensible en la dosis media de ácido fosfórico contenido en ei agua de París y en la del campo. TOMO XI. 15 22f Según los resulíados anteriores, la cantidad anual de ácido fosfórico que pueden dar á una tierra labrantía las aguas de lluvia sube hasta cerca de 400 gramos por cada hectárea. Las investigaciones de Mr. Boussingault han enseñado que 1 hecto- litro de trigo toma de la tierra cerca de 1 kilogramo de ácido fosfórico. Se ve por lo tanto que para obtener en trigo 7 ú 8 hectolitros por cada hectárea, es decir, la recolección común de las tierras que se cultivan sin abono por solo el sistema de los barbechos, se necesitada dejar descansar los campos por espacio de 20 años, si el suelo no contuviese por sí ningún ves- tigio de fosfatos. Pero á veces sucede, que donde la análisis quí- mica no alcanza á descubrir el fósforo, llega sin embargo el trigo á multiplicarse, lo cual consiste en que la vegetación suele ser el mejor medio de analizar el suelo que se labra, pudiendo llegar las raíces de las plantas á tomar de la tierra los elemen- tos necesarios para la constitución del vegetal, para que estos elementos se concentren en ciertos órganos, como por ejemplo el fosfato de cal en las semillas. No obstante, algunas tierras son poco á propósito para el cultivo de los cereales, y los pue- blos que, como los árabes, no saben abonar sus tierras, se veo obligados, después de haber tenido unas cosechas ruines, á aban- donarlas por algunos años, hasta que los campos estériles ha- yan vuelto á encontrar los elementos necesarios para una nueva cosecha. Acabo de demostrar que la atmósfera puede restituir al suelo fosfatos, dei mismo modo que por las investigaciones de ios químicos modernos se ha demostrado que puede restituir ázoe. Pero si el hombre por su genio ó por su trabajo no llegase á enriquecer directamente el suelo que cultiva, este suelo aban- donado á los agentes naturales, no suministraría á las plantas más que los elementos estrictamente necesarios para una lenta multiplicación, y habría solamente entonces, según una notable expresión de Mr. Boussingault, una vegetación límite. He representado en mis investigaciones por el ácido fosfó- rico el fósforo, cuya existencia he descubierto en las aguas de lluvia. Lejos de mí el pensamiento de decir que existe necesaria- mente bajo esta forma el fósforo en la atmósfera. Sin duda los fosfatos están esparcidos, como ha demostrado Mr. Elie de Beaumont, en tan gran número de rocas, que es evidente que m entré el polvo levantado por el viento en la corteza sólida del globo debe encontrarse fosfato de cal, que la atmósfera agitada disemina en toda la superficie de la tierra. También, tratando los residuos sólidos que dejan en la evaporación las aguas plu- viales por medio de lociones metódicas, para hacer la análisis inmediata según los principios fijados por Mr. Ghevreul, be llegado á aislar el fosfato de cal. Pero además en las sustancias orgánicas de las aguas de lluvia que Zimmermann , Bran- des, Hermbstad y Kruger han indicado diversas veces, que ha reconocido igualmente Mr. Boussingault, y acerca de las cuales he presentado ya una comunicación á la Academia, se llega á comprobar la presencia del fosfato cuando se las aisla de todas las sales que en ellas están envueltas. «Los vientos, dice Mr. ¡lumboldt en sus tablas de la natu- raleza, levantan de la superficie, cuando se secan las aguas, rotíferos, foraciones y otra multitud de animalillos invisibles. Estos seres inmóviles, y que presentan todas las apariencias de la muerte, flotan suspendidos en los aires hasta que el rocío los vuelve á la tierra. La atmósfera contiene además innume- rables gérmenes de vida futura, huevos de insectos y de plan- tas.» Hace mucho tiempo que los agricultores han atribuido á los gérmenes que lleva la atmósfera las vegetaciones cripíogá- micas que se suelen apoderar del trigo, de las patatas, de la viña, etc. Mr. Pasteur ha demostrado en estos últimos tiempos que los polvos organizados en suspensión en el aire están igual- mente diseminados, y que por otra parte son la condición pri- mera y necesaria de la vida en las infusiones, en los cuerpos putrescibles y en todos los líquidos capaces de fermentar, si ya no estos líquidos y estas sustancias contienen por si mismos los gérmenes. Pero en todas partes en que el fisiólogo ha visto trasmitirse la vida, ha comprobado el químico hasta el dia sus- tancias azoadas y fosforadas. ¿No era natural desde entonces que los seres organizados contenidos en los polvos del aire, ó si se quiere en las inmundicias de la atmósfera, según la ex- presión de Bergman, contuviesen las mismas ¡sustancias? Ya había yo indicado aquí el ázoe, y comprobando ahora el fós- foro, no hago más que patentizar la gran generalidad de las m leyes que presiden a la reproducción de los seres. Permítaseme decir solamente que es digno de atención ver que se encuen- tran las mismas sustancias en los gérmenes de todos los seres, ya nos parezcan infinitamente pequeños, ya gigantescos. La presencia de ¡as sustancias fosforadas en la atmósfera, y por consiguiente en las aguas de lluvia, podria también atri- buirse á otra causa, acerca de la cual no diré más que algunas palabras. No es imposible que la putrefacción de las sustancias animales en el seno de la tierra, y particularmente en los ter- renos pantanosos, dé origen al hidrógeno fosforado que se des- prendería al mismo tiempo que el carbonado que Mr. Boussin- gault demosíró en ¡a atmósfera. Muchos químicos no han du- dado en atribuir los fuegos fatuos que en todos tiempos han llamado la atención de las personas, pero acerca de los cuales no se ha publicado ningún estudio verdaderamente científico, al desprendimiento de hidrógeno fosforado espontáneamente infla- mable que puede salir de los cementerios y de iodos los terre- nos que cobran restos de animales. Evidentemente el hidró- geno fosforado atmosférico debería encontrarse en las aguas de lluvia en estado de fosfato. Sea cualquiera la causa de la presencia de las sustancias fosforadas en la atmósfera, si se considera que, según las in- vestigaciones de MM. Bineau y Pasteur, las vegetaciones crip- togámicas consumen amoniaco, nitratos y fosfatos, se ob- serva como muy notable, que los seres infinitamente pequeños aunque innumerables que existen en el aire, arrastran consigo cuando caen á tierra todos los elementos necesarios para su desarrollo y su reproducción. Llama igualmente la atención e! ver que la atmósfera contiene todo lo que la ciencia ha recono- cido necesario para hacer al cabo de tiempo que sea fértil el suelo más estéril. 229 METEOR**Ii«*GHA . De las auroras polares ; por Mr. Zurcher. (L’Ami des Sciences, 7 octubre. 4860. ) La tierra, que cuando estaba candente debió parecer lumi- nosa á los habitantes de los demás astros, apenas tiene en el dia más luz propia que la de las magnificas radiaciones de los polos. Lo particularmente chocante es que esta luz presenta la mayor analogía con la que se produce con la electricidad y aun con Sa fotosfera del sol, que Mr. de Humboldt no vacila en considerarla como el efecto de una tormenta magnética per- manente. E! punto culminante de lo que se llama el seg- mento oscuro está siempre situado en el meridiano magnético, y los rayos que parten del arco luminoso vienen á reunirse para formar la corona en el punto del cielo hácia el cual se di- rijeel polo S. de la aguja de inclinación. El fenómeno va pre- cedido y acompañado de perturbaciones bastante grandes en las corrientes magnéticas del globo. Todas las brújulas experimen- tan vibraciones y especies de tempestades visibles, que se ex- tienden en los continentes enteros, y hacen imposible en ellos el uso de los telégrafos eléctricos. En estos períodos se ha ob- servado un aumento muy sensible en la cantidad de ozono electrizado que contiene la atmósfera. El sol parece que obra más bien como un imán que no como fuente termal en el magnetismo terrestre, porque el má- ximo de la intensidad magnética en nuestro hemisferio corres- ponde á la época del perihelio, es decir, al invierno. Sin em- bargo, no es entonces cuando son más frecuentes las auroras polares, sino cerca de los equinoccios. En efecto, es preciso que la acción magnética se ejerza igualmente en los dos he- misferios para que haya fací! recomposición del fluido neutro, y no que la posición del sol ejerza influencia en uno de ellos de un modo preponderante. Mr. Faraday ha producido luz por la acción únicamente de las fuerzas magnéticas; y este importante descubrimiento. 230 unido á lo que acabamos de decir, puede servir de fundamento para una explicación de las auroras polares. El magnetismo parece que ejerce por otra parte una acción poderosa en la atmósfera. Según las observaciones del comandante Maurv, es en efecto esta fuerza ia que rige todos los grandes movimientos atmosféricos, y particularmente el cruzado de las corrientes su- periores é inferiores en las zonas en calma. Esta acción es de- bida ciertamente á que el oxígeno, que constituye la quinta parte del aire, tiene la propiedad de ser paramagnético . Tan estrecho lazo une á la electricidad y al magnetismo, que se puede hacer intervenir en el mí mero de las causas pro- bables del fenómeno que examinamos la enérgica evaporación de los mares ecuatoriales, á consecuencia de la cual, las regiones superiores de la atmósfera se cargan de electricidad positiva, dejando la negativa en la superficie dei globo. El aire, que según la teoría de los vientos se trasporta desde allí á los polos, acumula en ellos lo que queda de esta electricidad después de las descargas producidas en su camino por las tempestades. Igualmente podría verse también en esto el modo de neutrali- zación normal en las auroras, y el escepcional en el rayo. Mr. de la Rive, á quien se debe esta teoría, ha conseguido, haciendo llegar á un aire muy enrarecido una sucesión de descargas eléctricas por la influencia de un enérgico polo mag- nético, dar una exacta representación en miniatura del fenó- meno natural. Hay identidad en las formas, los colores y los movimientos de la faja luminosa. Antes, un físico inglés, Mr, Nott, había hecho una experiencia análoga, en la que según el estado higrométrico de la atmósfera, un globo de acero imantado emitia por el polo un simple penacho eléctrico ó un anillo luminoso. Si preguntamos ahora qué papel desempeñan las auroras polares en la organización del planeta, que seguramente no contiene ninguna parte inútil, se presentan dos ideas á nuestra imaginación. Para mantener la vida, parece que se necesita cierta can- tidad de ozono. Esta sustancia tiene en sumo grado la pro- piedad de destruir los miasmas que se esparcen en el aire. Se ha hallado una coincidencia notable entre el límite inferior m del ozonóscopo y la presencia del cólera. Este sutil elemento es producido principalmente por las descargas eléctricas, y uno de los grandes focos en que se elabora es la inmensa cadena de nubes (cloudring) que rodea al ecuador, y que Maury compara con el anillo de Saturno. Las tempestades son allí casi continuas; y Mr. Jansen, sabio oficial déla marina holandesa, por numerosas observaciones hechas ai Norte y al Sur de esta región, ha comprobado que los vientos que soplan del ecuador están mucho más cargados de ozono que los de los polos. ¿No podrian constituir las auroras un segundo foco de elaboración para este elemento vital, y no serian tanto más intensas cuanto más marcados fuesen los veranos por la sequía y la falta de tempes- tades, circunstancia que se presentó el año pasado? Es difícil admitir que según se presentan en la actualidad, sean las auroras polares fenómenos luminosos destinados á iluminar las largas noches, cuyas sombras envuelven las soledades de los polos. Imperfectamente podrian desempeñar este destino, porque si su aparición es frecuente, por lo general son muy débiles. El fenómeno completo es raro; y aun cuando haya tomado todo su desarrollo, la claridad que esparce apenas excede de la del primer cuarto de la luna. Pero si nuestro pla- neta ha recorrido ya varias fases de desarrollo, es posible que haya habido otras delante de sí, y tai vez puede considerarse que las auroras constituyen el gérmen de un órgano luminoso futuro que está destinado á adquirir. La experiencia de Mr. Nott, que hemos citado , demuestra que ciertas circunstancias pueden aumentar el penacho primitivo hasta darle las propor- ciones de una espléndida corona. El planeta Venus presenta, en la parle que no está iluminada por el sol, un resplandor bastante intenso para que se pueda ver en él un fenómeno análogo al que suponemos aquí para la tierra ( Humboldt , Cosmos ). Por otra parte, hemos dicho al empezar que el sol está considerado por los sabios como en aurora polar perpetua. A medida que este astro esté mejor conocido, se hallará que no se diferencia tanto como se creia de la naturaleza de los planetas; así es que según una ingeniosa observación del director del observato- rio de Roma, el P. Secchi, sus polos están ménos calentados que la región ecuatorial. Sin dejarnos seducir demasiado por las esperanzas que podrían hacer concebir semejantes compa- raciones, nos contentaremos con suponer que en el porvenir, la organización de nuestro planeta debe aproximarse á estos tipos superiores. Esto nos conduce á examinar las auroras bajo un nuevo punto de vista. Los casquetes de hielo de los polos ¿no deben desaparecer algún día, ó al ménos reducirse considerablemente? La investigación de paso por el polo ártico ha sido infructuosa por el Nordeste, y por el Noroeste se han descubierto estrechos impracticables. Existe por lo tanto allá un mar que geográfica- mente parece predestinado á las más activas relaciones, tanto á consecuencia de las muchas aberturas que tiene en los otros mares, cuanto por las desembocaduras de los grandes ríos del Asia que en él desaguan. Es sabido que en otro tiempo los hielos boreales tenian una extensión mucho mayor, pero se ha reducido de un modo con- siderable cuando, á consecuencia de revoluciones geológicas, se han creado dos órganos muy importantes en el Océano. Uno de ellos es el Gulf-Síream, inmenso rio que trasporta hasta Spitz- berg el calor sacado del golfo de Méjico; y otro la corriente submarina que, segun Maury, conduce también aguas calientes hacia el N. atravesando el estrecho de Davis, y que saliendo en medio de los hielos en las altas latitudes, contribuye seguramente á la creación de este mar singular abierto, á cuya orilla llegó el doctor Kane. Para que se progrese en esta dirección, para que pueda llegarse á desobstruir los mares polares, se necesita que venga una potencia nueva á añadirse á estas naturales. ¿No podrían fundarse esperanzas de la acción misma de la huma- nidad en los efectos que ejerce su trabajo colectivo? En el clima tan crudo de la Galia primitiva, se verificó una mejora muy sensible durante ios 12 primeros siglos de la era cristiana. Im- prudentes destrucciones de bosques en las montañas, y otras causas también, han detenido este adelanto, y hasta lia habido un movimiento de retroceso; pero podemos esperar que la ini- ciativa inteligente de nuestra época producirá bien pronto sa- ludables frutos, y que se renovarán los progresos antiguos en- cadenados. La aplicación del vapor á las máquinas agrícolas la 233 acelerará ciertamente en sumo grado en todas las regiones. Los cambios favorables que se observan en el clima de la América del Norte se extenderán sin duda á la Rusia, en que ya las regiones septentrionales están llenas de establecimientos desde las cosías del Finmark hasta la Siberia ye! rio Amor. Podemos indicar los indicios de semejante mejora climatérica en la zona tórrida, deteniéndonos en los trabajos que cada dia han hecho brotar nuevos pozos artesianos en el Sahara, creando allí nuevos oasis. A medida que el cultivo del globo extendiese así los lí- mites de los climas templados, resultaría una modificación en el estado general de la atmósfera. Este efecto, obrando á su vez en la actividad electro-magnética de la tierra, daría á la radia- ción luminosa de los polos un brillo análogo al que nos ha demostrado la esfera metálica de Mr. Noli, y que parece también manifestarse en otros astros. Si á este aumento en la intensidad luminosa de las auroras se agregase, corno puede suponerse, una facultad calorífica, se podría seguramente obtener un auxiliar muy importante para verificar la -fusión de los hielos, y para que pudiésemos conseguir así la conquista de los polos. Todas estas no son más que hipótesis que entran en el dominio todavía inexplorado de la organogenia sideral. Sin embargo, pueden ser útiles, constituyendo una parte en la in- vestigación de los misterios de la naturaleza, con la idea de un porvenir cada vez más armónico para nuestro planeta, y apli- cando completamente á la raza humana este religioso precepto: Ayúdate , y Dios te ayudará . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de marzo de 1861 . El tiempo agradable y bonancible que comenzó á iniciarse en los últimos dias de febrero continuó mejorando aun en la 1 /década del siguiente mes, en la cual se mantuvo constantemente el ba- rómetro excesivamente alto, muy elevada también la tempera- tura y la atmósfera casi siempre despejada, á excepción de algunas nieblas que empañaron pocos dias el horizonte en las m primeras horas de la mañana. La columna barométrica alcanzó Sa altura de 716ram,35 el dia 3; y, á escepcion del dia 1, en to- dos los restantes nunca fué la media menor de 71imm,31. La temperatura media, que el dia l.° del mes fué de 7o, 7, su- bió de una manera continua en los sucesivos, hasta llegará 15°,0 el dia 10; siendo también muy notables las oscila- ciones termométricas, no solo por su estraordinaria amplitud, 16°, 7 término medio, sino también por su constante unifor- midad: los 8, 9 y 10 fueron dias escesivamente calurosos y pesados. Los vientos, generalmente moderados, soplaron con más frecuencia del S. O. en los tres primeros dias, dominando después en los restantes ios del primer cuadrante. El dia 11, al principiarla 2.a década, el barómetro ex- perimentó un descenso bastante notable de unos 5mm próxi- mamente, (permaneciendo después en este período á una altura superior á la media), siendo también escepcional la pe- queña amplitud de sus oscilaciones de un dia á otro, cuyo valor máximo fué de 2rara,6. La temperatura media dismi- nuyó notablemente en los cuatro primeros dias del 2.° pe- ríodo mensual, para adquirir después en los ó restantes un movimiento ascendente, sin llegar á marcar, sin embargo, el termómetro la temperatura media que hubo en los últimos dias déla 1.a década. Fueron revueltos los dias 12, 13 y 14; mejoró el tiempo visiblemente en los tres siguientes, aunque los celages empañaron casi constantemente la atmósfera durante el dia; y en el 18 hubo fuertes ráfagas de viento del N. O. que, aunque no con tanta violencia, pero sí en la misma dirección, se reprodujeron al siguiente dia 19. Fueron notables en este período dos halos, uno solar de colores muy vivos y bordes bien terminados, que se manifestó el dia 16 á medio dia, y otro lunar, que se observó el dia 20 á las 9 de la noche. Más rápido fué en la 3.a década el descenso de la columna barométrica, que continuó hasta el dia 27, en que la altura media fué solamente de 696rara,38, iniciándose despees un movi- miento ascendente, sensible más particularmente del 28 al 29. La temperatura fué descendiendo casi constantemente en la 3.a década; y de 14°, 6 correspondiente al dia 22, pasó á 8o, 2 el 31. Fueron dias gratos y apacibles los dias 21 y 22, pero m desde el 23 en adelante, la atmósfera se presentó anubarrada y lluviosa; arreció el viento del 2.° cuadrante, que pasó luego sucesivamente al l.° y 4.°; el temporal mejoró algún tanto el 26; de nuevo el 27 hubo lluvia menuda por la mañana y algún aguacero por la tarde, acompañado de fuertes ráfagas delS. O.; v finalmente, los tres últimos dias del mes fueron variables v •* % u desapacibles, principalmente la mañana del 31, en que reinó viento duro del N. O, BAROMETRO. 1 década. 2.a 5.a rain mui nmi Am a las b m , , , > 714,13 709,78 701,69 714,94 710,10 702,18 Id. á las 12. 714,36 709,73 701,58 Id. á las 3 t. 713,17 708,49 700,82 Id. á las 6. ..................... . 713,41 708,07 700,89 Id. a las 9 n 713,95 708,96 701,55 Id. á las 12. 714,13 709,15 701,48 An por décadas íDín 714,02 iam 709,28 mra 701,40 Á. máx. (dias 3, 1.4 y 21). 716,35 712,28 706,95 A. mío. (dias 1, 19 y 28). ......... . 710,05 705,37 694,94 Oscilaciones. % ................... . ■ * < 6,30 0,91 12,01 Am mensual. ...................... » mm 708,03 » Oscilación mensual. ............... » 21,41 » 236 TERMOMETRO. { .“ década. 2. 8 5." Tm á las 6 m Id. á las 9. Id. á las 12 Id. á las 3 t. .................... . Id. á las 6. Id. á las 9 n ...................... . Id. á las 12 ..... . . 4\4 8,5 16 ,1 18,7 15,2 11 ,7 8,7 4°, 5 8,3 14.9 16.9 14,2 10,6 8 ,3 5°, 4 9,1 13 ,4 14,2 12,0 9.4 7.4 Tm por décadas.. Oscilaciones. 11°, 9 23,7 11°, 1 23,6 10M 23,9 T. máx. al sol (dias 10, 12 y 22) . ... T. máx. á la sombra (dias 10, 11 y 22). Diferencias medias. ............... \ 34°, 4 24 ,3 9,3 31\7 22,6 8,5 37’, 8 23 ,9 7.5 T. msn. en el aire (dias 1, 15 y 30). . Id. por irradiación (dias 1, 15 y 29). . Diferencias medias. ............... 0o, 6 - 2 ,5 2,7 ! — !°,6 —3,6 3 ,1 0°,0 —4 ,2 3 ,6 Tm mensual. . . . Oscilación mensual ................ » » ir, ó 25,3 /> ” PSICROMETRO. i .* década . 2.a o.® á las 6 m. , 85 78 ! 86 Id. á las 9 ......... . ............ 76 64 80 Id. á las 12.. ......... . .......... 52 53 | 62 Id. á las 3 í. ................... . i 50 48 60 Id. á las 6. | 59 58 63 Id. á las 9 n. i 71 70 77 id. á las 12 | 73 71 78 Hm por décadas. 67 63 72 ¡Im mensual ..................... í » i 68 ); m ATMOMETRO. Em por décadas. E. máx. (dias 8, 14 y 22) m m 2,7 mro 4,7 rrim 3,7 6,0 7,0 5,6 E. mía. (dias 3, 12 y 24) 1,2 3,5 0,5 Em mensual » mui 3,5 )l PLUVIMETRO. Dias de lluvia . . 3 Agua total recogida Id. en el dia 24 (máximum) . 6 ,7 ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. N 43 horas. s............. 4 N. N. E.. 146 s.s.o. ....... 58 N. E 76 S. 0,. ........ . 71 E. N. E........ 51 0. S. 0.- 22 E 24 0 33 E. S. E 42 0. N. 0.. 41 S. E . . . . 17 N. 0 71 S. S. E. ....... 29 N. N. 0........ 16 238 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas Presión atmosférica. TEMPERATURA Medias. Máximas abso- ¿ __Jutas. | m 03 CJ Mínimas abso-l hitas. | i Fechas. Diferencias. Medias ' diur- nas. Máximas diur- nas. 1 Mínimas diur- i ñas. r : Diferencias, 1 inra 7 nim m m mm Dic. 1859 . . . 741,6 751,9 12 727,2 25 24,7 8°, 5 14°, 3 3°,0 11°, 3 Enero 1860 • . 741,2 751,2 7 730,4 5 20,8 10,5 16,5 5,1 i 1,4 Febrero 746,7 752,6 8 736,5 1 16,1 7,1 15,9 1,7 14,2 Marzo. ...... 745,9 754,1 5 734,8 31 19,3 10,7 15,4 7,0 8,4 Abril 741,7 748,9 29 726,6 4 22,3 12,9 17,7 9,0 8,7 Mayo 742,8 750,2 21 729,2 18 21,0 19,0 24,3 13,8 10,5 Junio. ...... 742,4 749,0 30 733,7 9 15,3 19,6 27,5 ! 3,7 13,8 Julio . 746,0 748,9 30 741,0 27 7,9 21,4 30,0 í 1,6 18,4 Agosto. ..... 742,8 748,2 1 733,0 16 15, 2| 20,3 26,4 14,0 12,4 Setiembre. • • 742,7 748,9 21 729,8 27 1 9, 1 1 16,8 23,0 10,5 12,5 Octubre 748,0 755,6 3 741,5 1 í 14,1 15,3 18,6 11,2 7,4 Noviembre. . . 736,6 748,5 19 723,5 27 25,0 12,4 18,6 5,8 i 8,8 Presión media del año. . ni m 7 43,2 Presiones extremas . Máxima (el 3 de octubre). 755,6 Mínima (el 4 de abril), . . 726,6 Diferencia. ... . 29,0 Temperatura absoluta me- dia del año í 2°,0 Temperatura por la máxi- ma y mínima absolutas. 14°,0 Idem diurna id I4,5 Temperaturas extremas. Máxima (el 6 de julio). ... 30,8 Mínima (el 1 4 de febrero). —2,8 Diferencia.... 33,6 Humedad relativa media del año.. ........ 82°,9 Tensión correspondiente. 8,14 Fracción de saturación, id. ............. . 4,15 Humedades extremas . Máxima (el 22 de febrero). . 89 ,9 Mínima (el 6 de agosto) 60,3 Diferencia. . . 29, 6 239 en la Universidad literaria de Oviedo en 1860. Estado Ligromélrico del DEL AIRE. aire. • ó l O o es i C3 0 TÍ Medias abso' tas. es co n .5 ^ x — ’ •r3 => ss """ Fechas. Mínimas áb¡ luías. Fechas. Diferencias. Humedad re liva. cu 5 ^ ti 2 o ^ O- Fracción de 5 turacion. SITUACION. Long. 2o 1 2' O. 6,6 15°,0 30 -1°,0 16 16°,0 84°, 7 5,76 2,52 Lat. 43° 24r 5" PC 8,3 16,5 1 1,0 8 15,4 8 3,4 6,29 3,18 4,0 16,0 29 —2,8 14 18,8 84,2 5,12 2,41 8,3 15,7 31 0,0 10 15,7 85,9 6,86 2,73 9,6 18,! 3 2,9 13 1 5,2 81,4 6,97 4,1 í 1 5,0 26,7 23 5,1 1 21,6 80,9 10,27 6,06 16,9 27,9 25 9,1 5 18,8 82,7 11,23 5,73 19,0 30,8 6 10,3 3! 20,5 83,1 12,55 6,39 18,1 27,7 30 10,3 17 17,4. 80,3 10,85 6,86 14,2 23,8 12 6,0 Í24 17,8 82, f 9,19 5,04 12,8 19,6 7 6,0 5 13,6 83,4 8,64 4,30 10,1 18,8 1 -2,4 30 í 6,4 83,1 7,H 3,62 i- ESTACIONES METEOROLÓGICAS. Presión me- dia. Temperatura media. Humedad re- lativa. Dias de lluvia. Lluvia en müímet. Invierno. ........ rom 743,2 6°, 3 00 o 46 * 309,2 Primavera ........ 743,5 1 1.0 82,8 31 195,0 Estío 743,7 1 18,0 OO 33 136,1 Otoño. 742,4 — 83,0 41 328,9 1 í Altura media sobre el nivel del mar. ....... 2 20 metros. Declinación magnética el 14 de julio. 21° 5' 20'^ O. ♦ Ha llovido en el ano 151 dias. Cantidad de lluvia en milímetros . 969,0 Dia de mayor lluvia (el 18 de enero) 44,44 :f ♦ «e* '“d o l— o P Cu o CU <3 o 5 M. es _ “S £ 03 2 su s. Sí >-u Í=- B __ es “’ -s o 03 ffl H < *S 3 K' O» = | B B g. ® | ^ 5T S- o © -s o» cu a© ® 3 ^S5 C !-CS 03 O 03 — c S “d O W-* • X Cu o W © a co í> tr> g W > a es i-í P 2 P* CU p- p»- P- í-5 g t-5 O - 3 *-? OS © CU © es o l"“’ 5T 03 o a P © n. S- o * P' os B © * c—» <-s © 03 CU es 03 a © Cu © e~t P |-í Cu w © f** p- s. s* O 03 © H H ?* © © ’-á ’-s B B o* o- B B © © c-» d* -í >-s © o 03 03 Cu O © © a B g,"g X! © 3* a p P Cu ‘-<1 §3 B 5"1 g. bd 5 g p ü _ © Cu ^ © 7. CT 03 C © r» §>§ *-S O o ^ ^ • rjn d* 93 bd p ©> B © «i © Cu © bd a © © a V» © a> S © os 0)1 © 3 © a p © a es a 2. . p | cu © ! + es 5 B 03X «t n© p a p 1 ■■ p oa ©3 a © 03 ©‘ a © 03 P es- os © p 03 © 03 P' O O p— « > o © p Su © p> — J s o» Cu © esa ® ti 59 a fes fea 53 3 ti © © 59 H 99 ti 9 © © 240 _ © O » CK? E- 5 pD-p®B £’ fcrj «i £* !-. ©SB“^,1c'qP c ® íc p " • ??-• ©2o-«u - : : : : 3;S S, 3 • P ° o ~ ; 00 Ü ^ Z es s « N- .. \ 1 es os «. 1,3 SISQOO^CT^ICTS w N. N. E. 120 1—^ tarik «ató». [vnfe ^ Oí GO Oí ^ 00 30 -í l© uu i£> S N. E. < ¡ H-i | W 1 3 1 M* ^ w S ;; '*' ^ w ^ - i K. N. E. I H 1 o 1 ©s - s ^ w p— l© E. | °° 1 o 1 to S S í: S 5 s » s S « « t© « E. S. E. | td i en I H i P3 1 10 o; 6© S « ^ « W v V - OS S S. E . 1 *• s s s s: s ü s w ^ ^ S. S. E. V *<5 1 > I I ^ s; ¿ s = s s s w lv2 W l S. O E o en ¡ i M - w S Sí s os C O Vr W S. S. 0. P> ^ s s >i bi >á» .«-* t*te Cs/>5 *£>» S 3 0. s í w o i i ^ 1 ° v- w s s k « s: y¿ w os —a 35 0. S. 0. \ i « tí ^ w V b M» K-« 1-riU V/ 0^5 W 0. 1 ° i ^ » « vv ^ t*:* p-at* os os =5 O. N, O- 1 ü i 1— I i ^ i 1 1 1-3 tO o es IÍ3» OS — J es es ffr- t© os N. 0. 1 os i 00 » —a -a. to OS t© t© OT K* H>» >ís> JN. N’. 0. [_ l p di >"*k *— ! CS y^ría tasa» 00 o r=is 00 O p=4fe fex*» O Msítj ferna e iR' w ! Lluvia. \a i i i'2 OS fíS ©3 “ OS t© S H*> - 1^ *© 3© t© Niebla. ! Cj | S í | tO featíi w « s; - rfS. W u ts Granizo. fü &0 j w & w ^ ^ ü ^ — 31 t© OS Nieve. l w 5 OS vi & S «as; Ja-, s; . >ss» Escarcha. i 1 t m § i ^ § os » s s s w. a » Sí Sí 35 t© R5 | Relámpagos. i en j H* 1 H* t^a» w 1 t© - t© Sí s: l© 35 t© | Truenos ó tempestad. ¡e ; r 1 ^ 1 w b£> ***3 (4».'» ^p¡ ^ es OI <3S píív os o© | Despejados. \ a \ ® § Js g 112 ;f.,vt¿ea5a£3iS5g | -3| 0© — J ^ co fe© «O ^r=*í -í *ft> CC Nublados. f ” ° V s» 0 / f K í g ]U "| m o 1 \ * » i ¡ r 0 1 / w > 1 | i <«*» i ° f**» CO N&» CS OI («* C5 oo e© O ei es es i * Cubiertos. 1 s© i «o 1 W Vfc 1 ° ©3 (fe> <3© 00 ^ ©e M> Ufc ©t ©J ©3 ^ os i-»* es e* o© ^ ^ •=*2> ^ -J> OX O S OS ox oo O 5a3 v© V» C*> 03 bt, uu o 13 N> eo OS OX ^ — 1 eO g. d> oo n 1 < 1 >■ 1 «es 8 es es 3P— es . Oí , =S © S ¡ 0 © fe cc ! t * £ I £ í ! I o fe R i > ( r s *© fe - & ■s © Ifi & BSÜ © 1 © a® ¡as BS © © g i B s © © © lis Iíj ■© Effl © u © fe *s» © m g © M & © «s ► fe fe «a 8 3 CO > •“JO / \ ss ir'- OO ©3 ia» r- e^i § _ es «\ >“ ^ id ■©a as as CS a 43 \ ©l ©3 ©3 “ «—1 ¡Z ec «oí ©3 ©S »^t PO ©4 eo eo o o " ffc’ t-« eo Cía có &a O _s» ^ = ©3 o t"* „ s© ^ es ¿o F" ■"* , " ©3 ¿d © *- ív ~ <“ * r- r- so = r^ c/Q ©5 ©3 ©3 C *”t • tú fas • 0© CO ©1 : «- ' CO C3 Si 03 !"* ¿O ©3 ©1 o CO ©3 4» 00" 2 t" P-3 ^ „ S© = £© £© O ©5 C> O L- O O <* ffN C\ £ r> £©4© so ¡= r-s ©3 ©3 ©3 C r-4 id zr a • ¡^-a " 2 • O O • f=i © 0 a a . > e a . en 0° a_a a to O 0 «i— ^ ^3 —i Cw a > a s— pmt. a S ^ 00 ^ r/T-, C3 3 fcD ' C3 . “O S n ®*-= O ^ o> "S s- j- ¿r o s ^ C- « > > s Cft a <13 C3 _© © e> tí * £ a a ® z g ~ "3 C3 ■~h“ a a S 3 o ir V, — tí 3 g H ¡*- a a o CO a a E=3 &q 1 O ¡35 ' O CO = <£© s . es a o *•> cz a s • 2 0 © • O © £ e tí g tí a H 0 H « tí tí tí tí H a © a © a a O 0 *« a ^ tíS 0 a a < ps g s H ü 2 H © & a z •< a o c p«1 O « > s-> a en a o a -o en a 00 a a o a ’o *a ’wi o •o C3 e» O -t-i> a a ’ en ■ o ’ a ; -o • a ■ > a a Estado del cielo. Sereno con nubes suel- tas . Humedad relativa. »5ft — ?© ® 00 cc es ©5 ©3 © CO © !C»^I l" Tensión del vapor de agua. e© — ®s ©3 g CS £© CO ©i £ ©3 ©i r~^ ©1 >r— ■?— 1 >r™ / cn5 co /•5^ s° & . 55 ro ^ i CO ¿1 S d S13S so s© 0 ee ©<'•'•'*■ OL^SÍ'e8 ©3 «!“. ©3 S ) Ú / <5 ^ \ S Sa i <43 Sf J &-* g 1 ©3 0 ©]_ ™ °©,s' o© ^-T «caT ^ ©a Te Observa- torio. 00 0 00 a© ’ct ©3 ©3 ¥“=1 >r^ ©3 tétrica. Deducida áO. ^=m f-, — «aj< £C ©3 ©S 5 5© r-, ^ ^~ = 0 a© • 0 r-> r-> r- i - © J éa < ’5b e \ se 0 1 s 1 513 >^>1 £© O *esH O £© O O - O O' 0 — c©íOf-<© s© t-> 1© | Allssríi ¡Observada. 0 0 __ O 05 O J© Ec — h1^ 3 O O O r- 1- m « . . TOMO XI. z. td a a K 0 5© O© a ©3 en a O 43 c- S -t 'O H ¡§£ 16 Idem del mes de diciembre . o t=! ao co f~( **h ©i o© sCOO(^<-<5í 20^ = OO ©f so" oT es* ©I fc ÍO íO íO 40 w i'' L~* i.'* IT'' aosiio©<“^ : «^T oo -2 f ©f W ©2 ©I ©5 ©I T“* T*“l r- «o c© os 02 <*^ OO ©5 ©1 rH *aj( O 02 20 ©5 «© C© ©i riOOífll> C ©4 . w <© c© c© oo «— i 0t>l>500 ©! 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E. 2 Estado del cielo dominante Cúmulos. m *-J?i OO \“3 «¡5Íi -sil CO SO O OO SO ifí *^S< ©3 SO c eoíooí ^fo>^ 50 S© SO vsl C© 3—1 c© -a* C© S© lo« OO ‘•s# 2© •<& 3—1 SO ©3 c© ©o ©O ©O *Ü# so so so © c© «sH 30 C© O ^ «asri ©1 (“O (©S 3~ ©3 CO *5J| SO ©O *a# r—l SO CO CO ©O <íH C© ^ SO 3© 20 O © •ss* OO ^ — -W( t7* 50 *^3' “©* CO 20 O? ^ ©O -3# JO WÍO cow -ají -s? ©31 c© -53" ©1 ©1 SO 5© GC «st so -s# -sí 3—1 so ©O ÍC CO' <5* OO *3# so so so p 2 • g 2 : 2 2 C 2 g «5 *z 'E ^ 'c ^ -C3 — - ®-C'H OS ^ fcg^ k=*~^ 3*^¡ Ed 7s so o • ^ o CO c E3 os & ►íHíCOJ^SO*^ SO -3# -3# 3=3 SO CO CO OO 3^1 CO 50 SO SO OI 3—' OS SO CO SO *W 3"- SO m wm^o^í 30 SO SO ¡SS ‘20 ©3 ©3 -sW ©3 lo ©1 SO S OS 1 *^r) 3™ S^S CO CO CO -3# CO *3* so so so OO 30 OO -3# 3-3 SO o co c 13 c o s CO H fcj ¡Z o «* C=¿3 od M Cu- bier- to. 33 es a t- ©3 O £ _r eiqajN 1 r™ C3 O O’ rn } O H CC CIZ5 • 52h 05 £^ c so e ' Z | Iqeee;: czi 12¿ r»3 £ 2 i 2 < L O CZ) o E 3 I ’J C3 CO 1 1 " m < S OO ¡o.s.o. £"1 i Ü os V » ca> co co co ^ co E S "I ¿ = -fc CJ • co r- s«d Estratos . 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Evapobador. Cantidad de agua evaporada en todo el mes, 174ra,2, ó sean 9 pulgadas, O líneas, 7 punios, 588. Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 14", 5. Longitud, 79° 9y 42", 8 O. de San Fernando. Altura soore el nivel del mar 20%175.=Eabana 1\° de enero de 1861. CIENCIAS NATURALES. — ©©©■«* — PALEONTOLOGIA. Respuesta á Mr. Rorert sobre las observaciones de Mr. Boücher de Perthes, acerca de las piedras labradas por los primi- tivos habitantes de las Galios. (Comptes rendus, I ! marzo 5861.) He leído muy atentamente la refutación que Mr. Boueher de Perthes ha hecho recientemente de mi úitima comunicación acerca de las piedras labradas por los primitivos habitantes de las Galias, y no he hallado más que esta objeción algo fuerte. «Si los hombres de entonces hubiesen habitado los valles pro- fundos, y allí fuese donde les sorprendieron las inundaciones y arrastraron con sus moradas las hachas y cuanto contenían aquellas, ¿cómo es que las hachas se encuentran á 30 metros ó más sobre el nivel de estos valles? ¿Cómo las han llevado allí las aguas con los huesos de elefante, etc.?» He aquí, según creo, la explicación que se puede dar. En los primeros tiempos de la aparición del hombreen Eu- ropa, y muchos siglos después del gran cataclismo que destruyó cuanto respiraba entonces sobre la tierra, al menos en nuestro hemisferio, después de esta suprema revolución del globo, que entre otros ejemplos de un violento trasporte, ha sido bastante poderosa para arrancar del seno del Océano el gigantesco cuerpo de una ballena que apareció en la cuenca de París en el mismo sitio en que hoy existe el arrabal de San Germán, digo yo que los valles se fueron llenando fácilmente de mate- riales preparados por la acción violenta de este gran trastorno m de la naturaleza, y se esparcían confusamente por toda la su- perficie de los continentes. Por espacio de mucho tiempo estos debieron estar ocupados por lagos continuos y pantanos más bien que por rios, y entre tanto los primeros habitantes de nuestras regiones, procedentes del Asia, vinieron á estable- cerse en los mismos valles, que á la vez les ofrecían una tem- peratura más suave y medios de existencia más fáciles. Ocur- ría una inundación, es decir, una considerable crecida, ¿qué es lo que abandonarían entonces al huir? Indudablemente los instrumentos de piedra que tenían poco valor para ellos, las hachas, las espadas, los dardos de sílice toscamente labrado. Las ligeras habitaciones de caña ó paja eran arrastradas y dis- persadas por las aguas, mientras que ellos siempre tenían tiempo para escapar refugiándose en las alturas inmediatas, hasta que tenían ocasión de volver á habitar aquellas panlano- sas llanuras que aun hoy día suelen inundarse; pero como cuida- ban de resguardar sus sepulturas de estas repentinas avenidas, jamás se encuentran huesos humanos mezclados con los de animales. Por lo que hace á los vasos con cenizas humanas que, según dice Mr. Boucher de Perlhes, hubieran podido ser arras- trados por las aguas, muy bien puede concebirse que no haya quedado de ellos ni señal, pues siendo de barro secado al sol, ó todo lo más á medio cocer, no podían resistir el menor choque con los guijarros, y muy fácilmente debían quedar reducidos á polvo. Asi es como, según ya he procurado explicarlo, se ha- llan revueltos en los aluviones, objetos de la industria humana con despojos de animales de especies extinguidas, y también de las nuevas, unos apenas rodados y otros completamente; y si hay depósitos que los contienen y que se hallan á grande altura por encima del actual nivel de los rios, es porque estos rios se han canalizado en el fondo de los valles, abriendo su cauce y sentando su lecho, cada vez más profundo, en medio de los aterramientos que antes los obstruían. Más digo, el re- lleno de los valles no debió ser violento, porqueta mayor parte de los sílices labrados que se encuentran en los depósitos are- náceos del Soma tienen tal frescura, que se conoce no han tenido mucho roce, y por esto habla ya indicado que se labra- rian en el propio lugar con los cantos rodados que allí todavía existen. A pesar de las inmensas investigaciones, que hasta pueden llamarse grandes descubrimientos, del respetable autor de las Antigüedades célticas y antidiluvianas , que tan bien nos ha iniciado en los secretos de las primeras edades, no puedo for- mar distinto juicio de las de Arniens y Abbeville, que en este momento tengo á la vista. Bien hubiera podido Mr. Boucher de Perthes, en favor del hombre antidiluviano, oponerme las cavernas osíferas en que se han encontrado huesos humanos, barros antiguos, ele., con huesos de especies perdidas, pero con la sabia disertación que sobre este asunto elaboró Mr. J. Besnoyers, casi está hoy de- mostrado que las cavernas que ofrecen tan singular mezcla, fueron habitadas por los Celtas, ó sirvieron de abrigo á sus sepulturas, mucho tiempo después (siglos tal vez) de haber ser- vido de guarida á las fierasJ especialmente al IJrsus spelceus, cu- yos huesos se encuentran debajo de la capa más superficial que contiene huellas de hombre. Cesar, según dice Floro, ordenó á su lugar- teniente Craso que encerrase á los astutos habitan- tes de la A quita-nía en las cuevas donde se retiraron, en las que murieron muchos. En cuanto á los pretendidos cráneos de los Caribes ó de raza africana que se encuentran en algunas cavernas, especialmente en las gruías de Mialet y de Engis, en Bélgica, rodaron con oíros cráneos, que por su configuración no difieren de la raza caucásica, lo que ha hecho decir juicio- samente á Mr. Besnoyers, «que esta analogía indicada por la forma baja y comprimida de los cráneos (la observación no re- caía más que sobre pedazos de cráneos pequeños y comprimi- dos), no es quizá debida más que á una depresión artificial ó á una constitución enteramente individual. Respecto de las cavernas de huesos preguntaré á mi vez á Mr. Boucher de Perthes: ¿Cómo se explica que los primitivos habitantes délas Galias no hayan hecho adornos, amuletos, con los huesos de elefante, de rinoceronte , etc., ó no hayan tratado de sacar partido de sus despojos, sobre todo de los colmillos de marfil? Si no lo han hecho, cómo los celtas lian dado numero- sos ejemplos de ello con las especies animales que viven toda- vía en la actualidad , tales como el buey, el caballo, el ciervo, m el jabalí, la zorra, el tejón, etc., ha sido porque los huesos de las grandes especies perdidas, cuya existencia no debían igno. rar y que podian reunir, eran ya fósiles en toda la acepción de la palabra, es decir, enteramente privados de sustancia ani- mal, ó reducidos la mayor parte al estado de piedras, y por consiguiente impropios (exceptuando, sin embargo, el marn- inouth de la Siberia, conservado en el hielo después de su des- aparición del globo) para el uso que pudieran hacer de ellos. jSabe Dios cuánto tiempo ha sido necesario para que perdie- sen enteramente esta sustancia orgánica que constituye la soli- dez, la tenacidad de los huesos, puesto que los huesos de los Celtas bien comprobados, á los cuales solo podemos conceder 5 á 6000 años de estar sumerjidos en la tierra, la contenían todavía. En el pretendido diluvium de las riberas del Somme se concibe bien que no se encuentren los objetos de este género, puesto que faltan en él los huesos de hombre; pero en las ca- vernas de la Aquitania, en que se han descubierto tantos huesos de Celtas y de especies animales que vivían entonces en las Galias, no hubieran dejado ios Galos, dice Mr. Desnoyers, de hacer trofeos con los restos de elefantes, de hienas y de otros grandes mamíferos de las cavernas, si hubiesen sido contempo- ráneos suyos. Investigaciones sobre los fósiles-: por Mr. Delesse. (Comptes rendus, Ib abril 1861.) Cuando los animales quedan enterrados, sus partes blandas se destruyen rápidamente, al paso que las duras que forman su esqueleto ofrecen mucha resistencia á la descomposición. Sin embargo, estas últimas padecen alteraciones, que es fácil graduar comparando partes idénticas del esqueleto en ani- males vivos y en los fósiles. Si consideramos especialmente los huesos, luego se echan de ver sus alteraciones por los cambios en su densidad y com- 248 posición química, siendo muy fácil comprobar que en los huesos fósiles la densidad tiene siempre aumento, que sucesi- vamente crece con la edad. Este aumento es muy visible, no solo en los huesos de las diversas épocas geológicas, sino tam- bién de la actual; especialmente en los huesos humanos puede subir hasta 34 por 100, y mayor es por lo general en los colmi- llos de elefante y mastodonte que en los huesos. Esto consiste en la destrucción de la materia orgánica, ó de la oseina, y también de la introducción de nuevas sustancias minerales, pues cuando los huesos fósiles están impregnados de óxido ó de pirita de hierro su densidad sube mucho, y no tiene más límite que la de los mismos minerales. Bastante dificultoso es comparar el carbonato de cal de un hueso normal y fósil, porque varía no solo en cada hueso, sino hasta en el mismo individuo. A consecuencia de la des- trucción de la oseina, deberla ir creciendo el carbonato de cal en los huesos fósiles; y no obstante no siempre sucede así, y en ciertos cráneos humanos fósiles llega á ponerse por bajo de 3 por 100, cuando hay por lo menos el duplo en un cráneo normal. Vemos por tanto que el carbonato de cal puede dis- minuir en los huesos fósiles, y esto pasa algunas veces en el período de su descomposición, durante el cual se destruyela oseina. Lo más común es que el carbonato de cal aumente en los hue- sos fósiles que son anteriores á la época actual, y esto muy espe- cialmente puede comprobarse en los que son celulosos, porque sus cavidades suelen estar llenas de cal carbonatada espática. Au- menta también la cal carbonatada en los que son más compactos como las costillas de manatí, y hasta en los dientes y colmillos, aunque su tejido es sumamente tupido. Como el carbonato de cal se encuentra en la mayor parte de las rocas y también en las aguas de infiltración, fácil es comprender por qué va cre- ciendo generalmente en los huesos fósiles. El fosfato de cal pue- de disminuir considerablemente, y aun bajar á 25 por 100, como lo demostró Mr. Fremy (1); en ciertos yacimientos, por el (í) Fremy y Pelouze, Tratado de Química , t. 6, pág. 269.-~Alf, Milne Edwards, Estudios químicos y fisiológicos sobre los huesos , í 860 . 449 contrario, sube hasta 80, aunque por término medio no alcanza más que á 60 en los huesos en estado normal. La oseina se encuentra en los huesos fósiles, y por el ázoe que contienen puede graduarse su proporciona apenas la hay, sin embargo, en los huesos que provienen del terreno terciario ó de los más antiguos (1); y en los que pertenecen á la época actual y aun al terreno diluviano se contiene por el contrario una notable cantidad. El ázoe en un hueso fósil depende de causas muy complejas. Varía desde luego según el hueso y animal que se considera; y sin embargo, cuando se comparan huesos de mamíferos, aves y reptiles, la diferencia en la proporción de oseina no pasa por lo común de algunos centésimos, y por tanto la diferencia en la proporción de ázoe se reduce á milésimos. Cuando los huesos son fósiles, el ázoe que contienen depende del mayor ó menor tiempo que hubiesen estado expuestos á la acción de la atmósfera antes de que se soterrasen, porque la atmósfera destruye con bastante rapidez las sustancias orgáni- cas. Depende también del yacimiento, pues no es lo mismo un terreno seco que húmedo, ni un terreno empapado en agua dulce que en agua salada. Importa también considerar la com» posición mineralógica de la roca en que están empotrados los huesos, porque contribuye á hacer variar las sustancias conte- nidas en el agua de infiltración. Depende, en fin, también de la edad el ázoe de un hueso fósil; y para convencerse de ello basta valuar el ázoe en huesos, remontándose á diferentes épocas, particularmente siendo de los humanos. Mientras que un hueso normal contiene próxima- mente 54 milésimos de ázoe, solo hay 32,3 en uno humano que pasa de un siglo; 22,9 en uno del tiempo de Julio Cesar; 18,5 en un cráneo humano que halló Sir Carlos Liell en el yaci- miento de Denise; 16,5 en una mandíbula humana que me re- mitió Mr. de Vibraye como procedente de la gruta de Arcy; 13,6 en un cúbilo humano que descubrió Mr. Lartet en Aurig- (l) Comptes rendus , 1860, t. 51, pág. 188. 250 nac. Gozan de bastante celebridad geológica los huesos humanos de estos tres últimos yacimientos, y se tienen por muy antiguos, viéndose que contienen poquísimo ázoe; y sin embargo, en otros huesos humanos que estaban alterados, ya por ¡a exposi- ción al aire, ya por la fosilización, aún era menor la proporción de ázoe, hasta el punto que un cráneo humano de edad desco- nocida, y que se halló envuelto en un conglomerado del Brasil, no tenia más de 1,6, Cuando se hallan enterrados los huesos con idénticas con- diciones, su parte de ázoe admite la comparación, y entonces resulta que sobre todo está en relación con la edad. Según las observaciones de Mr. Larlet, el hueso humano de Aurignac estaba acompañado de especies estinguidas, particu- larmente el reno y el rinoceronte, y por tanto era interesante graduar el ázoe de los huesos de estos animales; dándome el reno de dicho pimío 14,8 y el rinoceronte 14,5, cuya proporción es casi la misma que la del cúbito humano del propio yaci- miento: y así este análisis parece que indica que son contem- poráneos del hombre. Según Mr. de Yibraye son tres los depósitos bien marcados que existen en la gruta de A rey: el más alto, y por tanto más reciente, conserva señales nada equívocas de haber sido habi- tado por el hombre y por los animales que actualmente viven en el país; y en un hueso humano procedente del mismo en- contré que aún tenia 24 de ázoe. El depósito intermedio con- tiene huesos de especies extinguidas, y particularmente de reno con 14,8 de ázoe, hallándose además estos últimos envueltos en una arcilla roja con gran número de cuchillos ó instrumentos de sílice. Finalmente, el depósito inferior encierra huesos del Ursus spel(Bus , que no tienen más de 10,4 de ázoe, viéndose claramente que el ázoe varía en los huesos de estos tres depó- sitos, disminuyendo sucesivamente á medida que su edad au- menta. Las cavernas y las brechas de huesos los contienen de hie - na, de reno, de buey, de caballo y de rinoceronte con una pro- porción de ázoe igual ó casi idéntica á la de ciertos huesos hu manos de muy remota antigüedad; y el análisis indica por consiguiente que aquellos animales, pertenecientes á especies 251 que han desaparecido, vivieron en nuestro suelo hasta una época no demasiado distante de nosotros. Reasumiendo, un hueso fósil sufre alteraciones muy com- plejas: se aumentan su porosidad y su densidad, y se destruye su oseina, modificándose la relación de las sales calcáreas, que hasta llega á ser completamente inversa. En la primera fase de la descomposición el hueso conserva una gran parte de su oseina, hace efervescencia con los ácidos, y puede perder un poco de carbonato de cal. En la fase segunda ya ha desapare- cido enteramente la oseina; se pega á la lengua, hace fuerte efervescencia con los ácidos, y su carbonato de cal tiende en- tonces á crecer con más rapidez que el fosfato, teniendo algu- nas veces también metamorfosis que alteran completamente su composición química aun cuando conserve la forma. Resulta además que la porción de ázoe de un hueso fósil da medios para juzgar de los datos de la arqueología y de la geo- logía, y en ciertos límites llega á suministrar indicios de su edad, siendo para nuestro globo una especie de cronómetro. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Rttiz.) VARIEDADES. Sobre la supuesta existencia en el Massorah de un número expre- sado según un sistema de posición*-— Epoca presunta de la admisión de este por los árabes. —Origen del signo . Con este título insertaron los Nuevos Anales de Matemáticas , niim. de enero, el curioso artículo siguiente. Sabido es que los israelitas dan suma importancia á la conservación del texto del antiguo Testamento, habiendo tomado minuciosas precau- ciones para que no se pudiera hacer en él adición ni sustracción alguna, ni siquiera de una letra ni de un punto*, que no se pudiera cambiar una letra mayúscula por otra minúscula y vice-versa, etc. Al efecto, y en diversas épocas, han contado los Escribas el número de palabras, de ver- sículos, de veces que una misma palabra está repetida, etc., en cada libro de la colección bíblica. El conjunto de todos estos datos numéricos forma una obra llamada El Massorah , que significa tradición. No se sabe cuándo se formó, ni quiénes fueron sus autores. Algunos la atribuyen á Esdras; pero la crítica histórica la supone escrita entre el siglo III y IV de la era vulgar. Si hubiera en ella algún número escrito según nuestro sistema de numeración, sería la aparición más antigua de este. Así se ha creido, fundándose en que los hebreos, árabes y griegos repre- sentaban los números con letras del alfabeto, de suerte que cada voz de la lengua tenia un valor numérico. Por esto los Massoretas, para fijar en la memoria un número dado, indican un versículo de la Biblia, donde está una voz que tiene este valor numérico; es lo que llaman simn, signo del número. Ahora bien, el Pentateuco tiene 5845 versículos; los Masso- retas dan para simn el versículo *26 del capítulo 30 de Isaías, veor hachamah jeheve scivazaime , la luz del sol será septuplicada; chamah ( ch gutural) es uno de los nombres del sol, literalmente calor; ha reem- plaza al genitivo del. Esta voz consta de cuatro letras escritas de derecha á izquierda; he vale 5, chet 8, mem 40, he final 5. Luego tal voz debe recordar el número 5845; de donde infieren que partiendo de la derecha, 5 vale 5 000, 8 vale 800, habiendo por tanto un valor de posición. Pero no pasa de ser una mera casualidad. Los Massoretas no pensaron en se- mejante numeración: de haber tenido tal intención, hubieran puesto en 253 lugar de mem , cuyo valor efectivo es 40, daleth , que como la delta grie- ga vale 4: hubieran dicho achadah. Tío habia por otro lado que temer error alguno: tomando el valor absoluto de las letras, el hachamah val- dria 58, y nadie dirá que solo teDga 58 versículos el Pentateuco. El valor numérico que dieron los griegos y los árabes á las letras, ha perjudicado mucho á los progresos de la ciencia. Aquellos pueblos conocían y cultivaban como nosotros una análisis algebráica, pero nunca llegaron á conseguir una escritura algebráica, por la sencilla razón de que teniendo las letras un valor numérico determinadoE no les podian servir para representar números cualesquiera. Es de advertir que los griegos tienen una letra doble, la sti, que carece de valor numérico? por eso adoptó Diofanto la sli para representar la incógnita del problema, la x de los modernos. En las cuestiones donde entran varias incógnitas, principia por averiguar las relaciones entre estas y la que llama sti, des- plegando en tales casos los fecundos recursos de su ingenio tan eminente- mente analítico. Suele designar, sin embargo, en una misma cuestión incógnitas diferentes con la misma figura stú haciendo trabajosa la lectura, y difícil de seguir el raciocinio. Usa abreviaturas, llamadas por los rabinos rasch hatebath, cabezas de voces. Para designar la falta (nuestro menos), adopta la letra 4 vuelta al revés -jv? pero no emplea signos para las demás • operaciones. El alfabeto latino no es todo numeral? siete letras solo han venido siendo siempre numerales, á saber: la U, D, /, l, ffl, V y X. Son anti- guos signos numéricos, que se fueron trasformando poco á poco en letras? pero los romanos carecían de disposición para las matemáticas, aunque Cicerón cita á Gallus, patricio, amigo del primer Escipion, que pasaba dia y noche en meditaciones geométricas y astronómicas ( De Senect ., par . 49). Gallus sabia calcular y pronosticar los eclipses. Le cojia la no- che haciendo una operación geométrica que habia principiado por la ma- ñana y vice- versa. Lo mismo se cuenta de Vieta, verdadero inventor del álgebra simbólica, 3 siglos después de haber importado Eibonacci el álge- bra discursiva de los árabes. Según un manuscrito de la Biblioteca Imperial de París (952 suple- mento árabe), es de opinión Mr. Woepcckc que á principios de la segunda mitad del siglo X de nuestra era, los geómetras de Oriente (principal- mente de Chiraz) usaban ya cifras indias con valor de posición, y em- pleaban un signo para cero, que era un circulito. Tíotando Mr. Prohuet que el tendido designaba 100 0 entre los romanos, y que la voz mil se dice por énfasis para denotar un número muy considerable, presume si provendrá de aquí el emplearlo como signo del infinito. i —Máquina de aire caliente inventada par Mr. Lenoir. Esta máquina es semejante á las de vapor horizontales, sistema Fland, pero con dos aparatos de distribución. Uno de ellos sirve para hacer entrar sucesiva- mente en las dos cámaras del cilindro una mezcla de aire atmosférico y gas hidrógeno ó cualquier otro combustible, pudiendo servir el del alum- brado. Mácese la mezcla en una caja unida al mismo cilindro? y cuando ya ha entrado la suficiente cantidad pasa una chispa eléctrica que inflama la mezcla, y con el calor producido por la combustión, dilata el aire que ha quedado, el aire libre, el ácido carbónico resultante de la combustión, si el hidrógeno era carbonado, y el agua, también resultante de la com- bustión, que está convertida en vapor. La fuerza expansiva de todos estos gases hace marchar el émbolo al extremo opuesto del cilindro, y en tal caso la mezcla de aire y gas entra en el otro extremo al lado opuesto del émbolo? y pasando de nuevo la chispa eléctrica , se verifica la marcha de este en sentido contrario. Para que no lo impidan los gases que produjeron el primer movimiento está el segundo aparato de distri- bución, que hace comunicar sucesivamente las dos cámaras del cilindro con un tubo que saca al exterior estos gases. La cantidad de gas com- bustible puede variar entre ciertos límites? si es muy pequeña no pro- ducirá calor suficiente, y por tanto el movimiento no se efectuará? si es demasiado grande, la explosión producida en el momento de la combus- tión, será bastante fuerte para hacerse peligrosa. Diferentes experimen- tos han hecho ver que con 4 por 1 0 0 de gas en el aire puede funcionar ia máquina, y que hasta 10 por i 00 las explosiones no son tan fuertes que lleguen á ser temibles. La cantidad de gas que consume esta má- quina, según dice su autor, es, por hora y caballo de fuerza, 50 centí- metros cúbicos del que se emplea en el alumbrado. Las chispas eléctri- cas se producen por un aparato de Rumkorf entre dos puntos salientes que hay en cada tapa del cilindro en su parte interior? y para que se produzcan sucesivamente en los dos lados, se ha unido al extremo en que el vástago del cilindro se une con la biela, una pieza en forma de herradura aislada de él. Uno de ios lados de esta, mas largo que eí otro, apoya siempre en un listón metálico, largo, al que está atado un polo de la pila? el otro lado de la herradura más corto apoya en otro listón metálico que se coloca encima del anterior, y que está en comuni- cación con una de las puntas por donde ha de pasar la chispa en el inte- rior del cilindro, estando esta en comunicación con el otro polo de la pila, de modo que la corriente pasa desde su punto de producción al listón primero, y de este, por la herradura, al segundo listón, que la conduce á la punta del interior del cilindro. De esta pasa á la otra punta, formando la chispa que inflama el gas, y de esta otra punía, unida metálicamente ai 255 - cilindro, pasa á este 3' al otro polo deí aparato productor. Guando el émbolo hace su movimiento en sentido contrario, el brazo corto de la herradura abandona el listón que antes tocaba, y viene á tocar á otro listón semejante que no está unido con el anterior, pero sí con la punta en donde se ha de producir la chispa en el extremo opuesto del cilindro, donde se verifica la inflamación del gas, lo mismo que antes se ha dicho. Las diferentes combustiones que se verifican en el movimiento de esta máquina producen calor, que pasa al cilindro? y para enfriarle tiene una cubierta, que deja un espacio entre ella y la pared exterior del cilindro, por donde se hace pasar agua, que se calienta hasta el grado que se quiera, pudiéndola convertir en vapor si es necesario. De lo dicho pueden deducirse las ventajas de esta máquina sobre las de vapor: no tiene caldera, ni por consiguiente todos los accesorios de ella, como hogares, chimeneas, etc,, lo que produce una economía grande en la instalación de la máquina, pudiéndose también por lo mismo colo- car en un punto cualquiera, en muy poco espacio, y sin riesgo de explo- siones? además los gases que resultan no son como el humo de una chi- menea que incomodan en el exterior, haciéndose para ellos innecesarios los hogares fumívoros que tanto han ocupado á los físicos, sin que hasta ahora hayan podido encontrar nno perfecto: el cuidado que exije esta máquina para su marcha es mucho menor, pues se ahorra el fogonero por lo menos; no hay gasto como en las de vapor para ponerse en mar- cha, puesto que esta máquina empieza a funcionar en el momento que el gas se inflama, y sin gasto anterior como en las otras hasta formar el vapor? se detiene también al instante que se cierra la 'entrada del gas, sin quedar como en las de vapor un hogar encendido y una caldera llena de vapor, lo cual produce un gasto por la pérdida de calor. Todas estas ventajas positivas, sin contar las que, según dicen, resultan de la econo- mía que se produce en el gasto de gas, comparado con el de combustible para una máquina de vapor, y de más de 30 por 100 que suponen se puede ahorrar en la construcción de la máquina misma, por su mayor sencillez, y sin contar también un 40 por i 00 que por lo menos se ahorra en el coste primero de la máquina, por la supresión de caldera, hogar y chimenea. Sin embargo, es necesario que la construcción de nuevas má- quinas de diferentes fuerzas dé lugar al estudio de las ventajas todas en grande escala, porque es posible que la cantidad de gas necesaria no sea proporcional al aumento de fuerza, sino que crezca más rápidamente que esta. Además , siempre se exajeran los primeros resultados, pues hasta se ha supuesto que estas máquinas producen fuerza un 50 por 100 más barata, lo cual acaso no es cierto? y desde luego la máquina que está funcionando en Taris en los talleres de Mr. Levéque, y que se supo- 2o6 nía de la fuerza de 4 caballos, produce la de poco más de 2. Es por tanto la opinión de algunas personas que han estudiado este sistema, que la máquina de Mr. Lenoir fija será preferible á la de vapor para las pequeñas fuerzas hasta 8 ó 1 1) caballos, aun suponiendo que la fuerza cueste lo mismo que en las de vapor, y sobre todo cuando la experiencia enseñe la mejor construcción ó las modificaciones necesarias para el más ventajoso resultado? pero no creen que pueda llegar á reemplazar con ventaja a las máquinas de vapor de gran fuerza» Se ha supuesto que la máquina de Lenoir podrá reemplazar también la locomotora y la de navegación? y en este caso, para evitar el depósito de gas combustible que sería necesario, el cual, además de la dificultad de prepararlo, haria expuesto su empleo, se propone llevar líquidos volátiles, que por la destilación produzcan el gas combustible en el momento de usarla, valiéndose para producirlo del calor que la misma máquina da al agua que enfria el cilindro, Mr. Lenoir dice haber inventado un aparato que en pequeñas dimensiones basta para preparar el gas, y se propone como ensayo construir un carruaje para marchar por las calles? pero todavía no hay sobre esto experimentos de importancia. Si produce el resultado que su autor se propone la des» tiíacion de los líquidos, podrán aplicarse estas máquinas en la agricultura y en otros muchos usos en los puntos en que no hay facilidad de encon- trar gas combustible? y entonces, haciéndolas locomóviles y de poco peso, como pueden ser, producirán grandes ventajas. Aun en el estado en que se encuentran, el fabricante Mr. Marinoni, que las construye, tiene mu- chos pedidos para diferentes puntos. Hay que esperar, sin embargo, para conocer completamente estas máquinas, que nuevos ensayos y mayor número de aplicaciones permitan estudiarlas y decidir con seguridad. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) - Editor responsable, Ricardo Rdiz. N.° 5.°— REVÍSTA DE CIENCIAS.— Mayo 1861. Relación de las observaciones hechas en España durante el eclipse total de sol del 18 de julio de 1860, por el P. Angelo Seccbi, de la Compañía de Jesús , Director del observatorio del Colegio Romano. Si para todos los astrónomos oírecia un interés importante el eclipse del 18 de julio de 1800, para mí lo tenia muy especial, porque hace algunos años era el objeto principal de mis estu- dios la estructura física del sol, y ya preveía que podían hacerse varios preparativos é indagaciones en aquellos preciosos mo- mentos. Pero muy limitado hubiera sido el campo de mis in- vestigaciones si, á los cortos medios de que podia disponer, no hubiera venido á agregarse la liberalidad del Santo Padre, que quiso contribuir con su bolsillo particular para que la expedí- clon tuviera el decoro correspondiente, y produjera resultados mucho mayores de lo que hubiera podido esperarse de un via- jero particular. También debo á la liberalidad y generosidad de los astro* nomos españoles medios de facilitarla y auxilios de toda clase, con los cuales han contribuido á la ejecución de mi proyecto; por lo que puedo decir sin vanidad que, merced á ellos, cuanto se ha hecho en el Desierto de las Palmas no será inferior á lo ejecutado en otra parte por los más ilustres astrónomos con- temporáneos. En otro trabajo indiqué ya los diversos problemas cuya solución interesaba á la ciencia en estas observaciones; algunos de ellos que se referian á la teoría de los movimientos celesles, y otros á la constitución física del sol. Pero lo vasto deí asunto, TOMO XI» t7 258 atendida la brevedad del tiempo de que puede disponerse para estudiarlo, impone la estricta necesidad de dividir el trabajo, como suele decirse; y dejando á mis amigos y colegas los as- trónomos españoles la parte relativa á la determinación del tiempo, para la cual estaban muy provistos de instrumentos exactísimos, me limité solo á ayudarles en cuanto pude có- modamente hacerlo, fijándome en el estudio del fenómeno físico, y haciendo para ello los preparativos necesarios. Las cuestiones principales que habían de decidirse con las presentes observaciones eran las siguientes, 1. a Las protuberancias rojas que aparecieron al rededor de la luna, ¿eran realidades físicas, ó bien simples ilusiones ópti- cas, originadas por alguna de las causas que suelen producir franjas coloradas y reflexiones al rededor del disco de los cuerpos, conocidas con los nombres de difracción, interferen- cia, espejismo ó cosas semejantes? 2. a Supuesto que pertenezcan al sol, ¿son montañas, nubes ó emanaciones, y de qué especie? 3. a La corona que ciñe á la luna, ¿es debida por la misma ilusión á la causa referida, ó á la atmósfera solar? 4. a Los largos rayos discontinuos que se observan prolon- gados notablemente fuera de la corona, ¿son efectos debidos á la atmósfera terrestre, ó una realidad de las emanaciones so - lares? o.a Finalmente, ¿contribuye para algo en este aspecto alguna cosa que pueda atribuirse á la atmósfera lunar ó á la estruc- tura física de la superficie de nuestro satélite? Estas eran las cuestiones que yo me propuse estudiar prin - cipalmente, sin olvidar las accesorias de los cambios meteoro- lógicos de nuestra atmósfera y las variaciones del magnetismo de nuestro globo, para las cuales confiaba en el auxilio de co- laboradores. Conforme con este proyecto, dos eran las clases de instru- mentos que debían usarse, los ópticos y los fotográficos. Los primeros merecen naturalmente la preferencia, como que son los que suministran los datos más seguros y completos; desgracia- damente, por lo fugaz del fenómeno, están lejos de poder usarse sin ningún peligro; y además, como que no dejan vestigio alguno 259 de sí, no permiten volver sobre el fenómeno más que por medio de reminiscencias siempre inseguras. Los fotográficos, aunque incompletos por su naturaleza en razón de que no permiten fijar los colores, de difícil manejo en momentos tan críticos, están espuestos á muchas equivocaciones, como no les auxilie ia vista y la inteligencia; pero tienen la ventaja de fijar perma- nentemente el fenómeno, para poder volver otra vez sobre él con más calma; y así es que se resolvió emplear ambos sistemas, compensando el uno con el otro, para asegurar un éxito com- pleto. Para las observaciones ópticas, mis colegas iban provistos de muy buenos y escojidos instrumentos, y yo destiné para mí un esceleníe refractor de Fraunhofer, de 75 milímetros de abertura, á que en esta ocasión acompañaban varios é interesantes acce- sorios. El l.°fué un sistema de tres oculares de Merz, con aumento de 60, 90 y 130 veces, montado sobre un mismo bastidor, que permitía cambiar el campo y la fuerza del anteojo en un mo- mento, sin perder tiempo en montarle y desmontarle. El campo dei l.er ocular dejaba ver al sol con su corona entera; el 2.° al sol con sus protuberancias solamente; el 3.° estaba destinado á investigaciones especiales si acaso ocurriese hacerlas. El 2.° era un vidrio moderador de tinta neutra, graduada y variable en intensidad de 1 á 2,75, que debía servir para res- guardar la vista, y al mismo tiempo de fotómetro (1). El 3.° un micrómetro de posición, con el cual, sin perder tiempo en leer los grados, se anotaba en un carloncito con la simple presión de un muelle la posición de una protuberancia cualquiera vista sobre el disco solar, y próxima á una gradua- ción circular metálica, podía leerse con comodidad. (t) El moderador graduado que indico está compuesto de una placa de vidrio oscuro, de tinta que llaman neutral, pero que tira mucho á azul, de 23 milímetros de ancho y 80 de largo; su grueso de un es- tremo á otro varía desde 1 a 2,7 5, y está acromatizado con un vidrio blanco para destruir su acción dispersiva. Este vidrio tiene la ventaja de poder dar la luz conveniente á la parte del sol que se estudia, que debe ser diversa según los objetos, y además no es tan fácil de romperse 260 El 4.° un retículo especial hecho con hilos de araña y de platino: estos últimos (que fueron solamente los útiles) eran 4T colocados de manera que los dos esiremos distaban precisa- mente un diámetro lunar; los otros dos, en medio de ellos, esta- ban colocados formando un pequeño ángulo, distaban respec- tivamente de sus estrenaos V y 1", y por consiguiente podían apreciar fácilmente las dimensiones de las protuberancias, y determinar su dirección. El anteojo estaba montado ecuatorial- mente sobre el firme soporte que servia para guardarle; y aun- que no elegante, pareció á propósito para ser de un cómodo y útilísimo servicio. Se destinó para la fotografía nuestra ecuatorial de Cauchoix, que por su fuerte soporte de hierro fundido se prestaba mara- villosamente para ello, y toda aquella gran máquina se tras- formó en un gran aparato fotográfico, con objetivo de 6 pulgadas de diámetro y de 2,50 metros de distancia focal, provista de un rodaje para seguir el movimiento de los astros. No eran pocas las dificultades que teníamos que superar para llegar á obtener fotografías solares que pudieran ser verda- deramente útiles para la ciencia, especialmente aquellas que había que hacer durante la totalidad para tener las protube- rancias y la corona. Baste decir que era este el primer ensayo, porque era enteramente desconocida la fuerza de la luz que quedaba. Fué menester disponerlo de modo que no pudiera salir mal el resultado, y se resolvió que la fotografía del sol entero y la de las fases se harían con un aumento de 12 centí- metros, pero que la de la totalidad se verificaría con el tamaño natural de la imagen focal, y para ello se unieron al instru- mento dos diversas cámaras oscuras, que podían aplicarse al si- tio del ocular, y antes de salir de Boma se hicieron iodos los por la acción del calor como los otros, pudiéndose mover con la mano fácilmente. Los muchos vidrios negros de que estaban provistos los demás, casi todos se rompieron, á escepcion de estos. Ambas placas es- taban unidas con mástic, pero esto ofrece el peligro de que se funda y gaste con el calor, por lo cual es mejor dejarlos sin pegar, pero teniendo cuidado de no cojerlos por debajo del punto en que reflejan las caras prismáticas. m estudios necesarios con auxilio del Sr. 1). Francisco Bar* relli. Además de estos aparatos fundamentales, llevaba conmigo otros varios, destinados á algunas investigaciones especiales, como 1 cronómetro, 1 barómetro aneroide, 2 termómetros, 1 pila termo-eléctrica, 1 magnelómetro de Jones, diversos polariscopos y otros accesorios que creía podian ser útiles para las observaciones. La brevedad del tiempo no me permite describir mi viaje, y las cordiales demostraciones de aprecio y afecto que me pro- digaron en Valencia, en Madrid yen Barcelona iodos los fun- cionarios públicos, y especialmente los hombres científicos, que en esta época han manifestado deferencia con todos, pero espe- cialmente conmigo, y demostrado un sincero amor por la ciencia, desechando la propicia ocasión que se les ofrecía de figurar solos en el mundo científico, lo que pudieron hacer fácilmente con solo que hubiesen sugerido al Gobierno medidas menos li- berales, no permitiendo la introducción sin derechos de los instrumentos de observación (1 ). ( l ) El Gobierno español , con objeto de favorecer á los hombres científicos, declaró que todos los instrumentos destinados á este uso que hubieran de volver á salir fuera estaban exentos de los derechos, que eran bastante crecidos, y se mandó para ello que se dirigiese una nota pre- viniéndolo al Director del observatorio. También se dio orden á todos los Gobernadores y Alcaldes para que favoreciesen á los ilustrados forasteros en todas circunstancias, y á los profesores de física y de las demás facul- tades para que prestasen su auxilio, y les sirviesen en cuanto necesitaran, lo cual se ejecutó puntualmente; debiendo áuadirse que la atención de los mismos profesores no se limitó á esto, sino á disponer las cosas del modo más cumplido que pudiera desearse. Por otra parte, el dia deí eclipse, habiendo sabido el Gobierno que era útil á los astrónomos tener el tiempo exacto de Madrid, dispuso que desde las 1 0 de la mañana hasta las 5 de la tarde estuviesen esclusivamente los telégrafos á su dis- posición, y fué encargado el Sr. Merino de dar el tiempo á las líneas que lo pidiesen. No puedo dejar de decir en este punto, que si antes se nos hubiese comunicado esta disposición, hubiéramos podido sacar ven- tajas incalculables para las observaciones. Guando el dia 3 de julio llegamos á Castellón de la Plana, hice ofo- m Dispuesto todo, nos trasladamos directamente al sitio des- tinado para las observaciones. Era este el ya citado Desierto de las Palmas, en un grupo de monlañas situadas entre Oropesa y Castellón de la Plana, donde se halla un antiguo convento de PP. Carmelitas Descalzos, que dista unas 3 millas del mar Me- diterráneo. Sin embargo, se vió que la estación no correspon- servar al Sr. de Aguilar, que estando nosotros á un estremo de ía línea de la sombra en que se hallaba la estación telegráfica, si hubiéramos te- nido á nuestra disposición el telégrafo, y comunicado con Santander ú otro sitio colocado en el otro estremo, hubiéramos podido saber inme- diatamente los objetos más interesantes que habia que estudiar para completar las observaciones hechas en el otro estremo? porque el eclipse total concluia allí 7 minutos completos antes de que comenzase donde es- tábamos nosotros. Así hubiera podido una estación suplir á la otra, y prolongarse la duración de las observaciones hasta 1 1 minutos completos, que era el tiempo que empleaba la totalidad en atravesar toda la pe- nínsula. El proyecto no podia menos de agradar, y se hubiera tratado de po- nerle en ejecución, si la otra comisión no hubiera estado ya en el Mon- cayo, y no hubiéramos tenido el fatal deseo de colocarnos en la montaña, en cuyo caso no habia tiempo para estender el alambre local. Finalmente, parecia también imposible que el Gobierno hubiera querido conceder el favor del telégrafo, y por lo tanto se abandonó el proyecto. Pero la cs- periencia nos ha persuadido de que todos los montes que no sean muy altos son la peor estación para observaciones, porque están espuestos á nieblas que nos hicieron temer el éxito, y estar en una ansiedad, cuyo mismo efecto y agitación de ánimo, unido á la desconfianza que inspiró, hizo perder un tiempo precioso, é impidió muchos preparativos y estudios importantísimos? y efectivamente, en el tan ponderado Moncayo se perdió el principio. Pero si son altísimos se hacen impracticables por los malos caminos, y el viento lo perturba todo: tantas desventajas no las compensa ¡a mayor pureza del cielo. Es verdad que este año era la estación entera- mente estraordinaria. Si hubiéramos estado en Castellón, hubiera podido estar un telegrafista en comunicación con el observador que trasmitiese de repente á otro sus resultados, indicándole las cosas en que debía fijar su atención, para completar lo que no hubiese podido observar el pri- mero. Es de esperar que en otra ocasión pueda esto verificarse? pero será difícil que se combinen todas las circunstancias favorables que habia en esta. 263 (lia á lo que se deseaba, y encontrándose el convenio demasiado escondido tras de los montes, se acordó trasladarnos á un si- tio más cómodo para las observaciones, decidiéndose que la comitiva se dividiese en dos partes. Todo lo relativo á la foto- grafía y al arreglo de los relojes se colocó sobre la espionada delante de la antigua portería del convento, donde había 2 ermitas, abandonadas en la actualidad, que ofrecían cómodo albergue: los instrumentos mayores se dejaron al aire libre cus- todiados por un vigilante, aunque á decir verdad no se necesi- taba, atendida la respetuosa curiosidad de cuantas personas acudían á verlos. Se colocaron sobre un pedestal de fábrica la ecuatorial de Cauchoix y el magnífico instrumento de pasos que llevaron los astrónomos españoles; dos habitaciones de la er- mita se convisiieron en laboratorio fotográfico y otra en depó- sito de los cronómetros y relojes, sirviendo las demás de habi- tación y estudio. El Sr. Monserrat, profesor de química de la universidad de Valencia y distinguido fotógrafo, ayudado de alguno ele sus discípulos, se 'encargó de toda la parte fotográfica, y confié la parte relativa al manejo de la ecuatorial .al P. Vinader, de nuestra. Compañía , profesor de física en el seminario ele Salamanca, que lo desempeñó con mucha destreza y diligen- cia. Quedaban todavía algunos varios aficionados y profesores con diversas ocupaciones. El profesor Sr. Barreda se encargó, á instancia mía , de estudiar las variaciones del espectro solar con un aparato suministrado por el Sr. Cepeda; algu- nos, de reconocer los astros que aparecieran; otros el estado del cielo; quién de observar el curso de la sombra; quién de hacer la fotografía general de todo el cielo; quién de formar escala fotométrica; y especialmente el Sr. I). Cayetano Agui- jar y el Sr. Aicover, de observar con atención el tiempo de las diversas fases del eclipse. Yo, con el Sr. D. Antonio Águilar, director del observato- rio de Madrid. provisto de una ecuatorial de 4 pulgadas de Steinheil, y con el Sr. Cepeda, distinguido abogado y suma- mente aficionado á la astronomía, que tenia un magnífico an- teojo de Lerebours, y el ingeniero Sr. Botella, fuimos el dia anterior á la cima mas alta del Desierto, llamada el Monte de 264 San Miguel, á una pequeña ermita construida allí, y dedi- cada á este arcángel. Este era nuestro único refugio; y siendo insuficiente para nosotros y los demás que nos acompañaban, tuvimos que suplirlo levantando tiendas de campaña. Nuestra posición no podía ser allí mejor para ver el efecto general del eclipse, estando á 72o metros de altura sobre el nivel del mar: nuestra vista se estendia por todas parles libre- mente; por la de tierra al N. O. á más de 20 leguas hasta Peña-Golosa; al N. E. estaba el mar; al S. E. las agujas de Santa Agueda y el cabo de Oropesa; y por todo el S. el mar, v al S. 0. la estensa llanura del reino de Valencia. Allí tam- bien me seguían los recuerdos de Roma: á alguna distancia veia la antigua Sagunlo, hoy Murviedro; y al pie de Sos mon- tes distinguía con el anteojo un arco triunfal, monumento de victoria de la inmortal nación. Casi corrimos riesgo de pagar bien caro esta eslension del horizonte, porque habiéndose al- terado el tiempo pocos dias antes se levantaba una gran masa de aire caliente y húmedo de la sobredicha llanura, y cuando llegaba allí se condensaba el vapor de tal manera, que mien- tras que brillaba un hermoso sol en aquella, nosotros está- bamos envueltos en una niebla, y formándose una nube in- móvil sobre nuestra cabeza, que no se disipaba aunque so- plase muy fuerte el viento, renovándose continuamente, hasta que al medio dia la temperatura del monte, habiendo llegado á ser poco más ó ménos igual á la de la llanura, se pudo en- tonces disfrutar de un cielo perfectamente claro y sereno, que era por lo que habíamos escojido aquel puesto. Atemorizados con tan siniestro presagio, dispusimos que hubiera preparadas caballerías para ir á buscar otro sitio, dado caso que tuviéramos esta desgracia y pudiésemos bajar con los instrumentos á la llanura. Pero entonces, como si fuera para burlarnos más crudamente, á la mañana siguiente la nie- bla estaba en la llanura y el claro en el monte, por lo cual volvimos á confiar, y nos dispusimos á concluir los prepara- tivos comenzados, despidiendo las caballerías, Pero apenas los habíamos acabado, cuando volvieron á recobrar las nubes el lugar que habiau dejado, y duraron hasta que, con la espe- ranza de que volvieran á desaparecer, se hizo tarde para buscar m otro sitio, y Imbo que resignarse á sufrir la suerte que nos tenia preparada la Providencia, Inútil es describir cuánta era la ansiedad, la mal disimu- lada tristeza que se retrataba en nuestro semblante, y formaba estraño contraste con la alegría de la multitud que cercaba el monte, dándole un aspecto sumamente vago y pintoresco, que sin aquella importuna nube nos hubiera sido muy agra- dable. Ya desde muy temprano, al despuntar el día, numerosos grupos de toda clase de personas venían de las aldeas vecinas en traje de fiesta, y todos juntos con sabrosas provisiones se’ reponían del cansancio que les había ocasionado el paseo; y examinando á respetuosa distancia nuestros instrumentos se retiraban á cantar, hablar y divertirse, hasta que llegara la hora del gran espectáculo. No dejaron de honrarnos distingui- dos profesores y grandes personages de estado; y más hubie- ran ido, si la nube que se veta desde la llanura no les hubiese disuadido de ello. Entre tanto se distribuyeron los distintos oficios; 'el inge- niero Sr. Botella, inspector de minas, se encargó de las obser- vaciones del termomultiplicador de Mellon!; el ingeniero Señor Mayo de las observaciones del declinómetro; otros de las ob- servaciones meteorológicas; y en suma, á todos los que nos parecieron capaces, que no eran pocos, fuá dada alguna in- cumbencia, como hemos dicho respecto de la otra estación, haciéndose la distribución , como suele decirse , sobre la marcha. Finalmente, un cuarto de hora antes se disipó ¡a infausta nube, y un cielo sereno y un aire muy tranquilo nos anuncia- ron una compensación á los trabajos de la mañana. Algunos minutos antes de principiar, á una. indicación nuestra se retiro la multitud á discreta distancia, y permaneció en profundo silencio todo el tiempo que estuvimos esperando el primer contado, hasta que por nuestros movimientos conoció que el eclipse había comenzado, y se convenció de que la predicción no era como las del calendario respecto de la lluvia y del buen tiempo. Yo aprecié el primer contacto en un registrador eléctrico de Morse, que me fué proporcionado por la dirección m de telégrafos de Madrid, el cual marcaba los segundos mediante un péndulo contador que abría y cerraba el circuito eléc- (rico, y con otro sencillísimo mecanismo señalaba el instante de las observaciones. Durante el curso de la ocultación solar no podían tener lugar sino las observaciones ordinarias que se hacen en todas partes. Tres me parece que deben mencionarse. La 1.a es que las manchas del sol no manifestaron ninguna deformación en el momento que se ocultaron, y solo encontré un poco de indecisión en la ocultación de la penumbra que se debia á su natural desvanecimiento. La 2.a fué que un cuarto de hora después del principio podíamos distintamente ver todo el disco de la lona, aunque algo más fuera de la fase del sol; pero solo en un arco de cerca de 20°, y después se volvió á ver á inlérvalos, pero no cons- tantemente. La 3.% que me pareció no menos importante, fué el ver la enorme diversidad de precisión y de intensidad de luz que corria entre las diversas orlas que limitaban la fase. La inter- na formada por la luna era cortada, limpia y muy visible el contorno de sus montañas, que presentaban muy escabroso el cuerno superior ; el otro limbo, por el contrario, formado por el sol, era incierto y muy mal terminado, y ceñido real- mente por un verdadero desvanecimiento. No solo consistía en esto la diferencia, sino, lo que era más importante, el campo del anteojo era evidentemente más claro en la parte del sol que en la de la luna, y esto se reconocía manifiestamente sobre la pro- yección de la imagen en papel blanco. Veremos la importan- cia de esta delicada observación, para suministrar una prueba de la existencia de la atmósfera solar. A las 2b 39m, esto es, poco después de cubierto el centro, la oscuridad era ya muy sensible, y 10 minutos antes de la totalidad era tan marcada, que se necesitaba luz artificial; el horizonte se presentaba todo de color oscuro, pero más por la parte de Peña-Golosa, de donde venia la sombra, y parecía que amenazaba un gran temporal; el color de los objetos era como si se viesen á través de un vidrio oscuro. Pero 6 ó 7 minutos antes de la totalidad empezó á verse disminuir la luz á simple 267 vista de un modo que tenia algo de siniestro, por no decir de terrible, de tal manera, que se apoderó tan profundo silencio de todos los circunstantes, que se percibía tan claramente el ruido del contador y del cronómetro, como si estuviésemos so- los en nuestra habitación. Desde entonces dejé á otros el cui- dado de observar los demás fenómenos, y venciendo cierta turbación que inspiraba aquella triste escena, me ocupé solo en lo que se referia á mi observación. Quité los vidrios de co- lor que había en el anteojo, y seguí el fenómeno con el vidrio en la mano y de luz graduada. Dos minutos antes había quedado reducida la falce á un arco delgadísimo, y su luz no pasaba ya el moderador en la parte más densa, por lo cual hice uso de la más sutil. Los cuernos eran muy agudos, y esto probaba la bondad del aire y del instrumento, cuando el superior repentinamente se rom- pió por la interposición de una montaña lunar, y bien pronto el sol quedó reducido á un arco muy ténue: entonces empezó á verse la corona todo al rededor de la luna, y aquel filete de luz se ocultó lentamente sin dividirse en fragmentos. La ocul- tación no fué, sin embargo, instantánea como la de las estre- llas, sino muy graduada, por lo que creo imposible apreciar la fracción de segundo con precisión, lo cual depende en gran parte de la oscuridad del vidrio de color. Quité entonces inmediatamente e! moderador del ocular, y me sorprendió ver todavía un rayo de sol blanco y de luz tan fuerte, que me ofendió la vista, pero su esplendor fué dismi- nuyendo tan presto, que pude resistirlo, y poco á poco se cam- bió en un arco de luz purpurina terminado por una infinidad de puntos, que 6 segundos después se ocultaron. Inmediatamente se presentaron dos grandes protuberan- cias rojas cerca del punto de ocultación; una calculé que te- nia 2' 30f' de alta y 2' de ancha en la base; su forma era có- nica, ligeramente afilada, y encorvada en punta, inmediata á aquella, pero más abajo, aparentemente habla otra cerca de la mitad de alta, pero que se estendia en un arco al menos 10° sobre el borde lunar. Su cima tenia la forma de una sierra de dientes finísimos paralela al disco de la luna. Su luz era rojiza mezclada con algo de color de violeta, y 268 tan intensa, que iluminaba distintamente los hilos de platino. Permanecí casi estático por algunos segundos mirando la viva- cidad penetrante de aquella llama, examinando si descubría en ella algún movimiento; pero aunque parecía que en su parte más alta se vela algún vestigio de movimiento, nada pude decidir sobre ello, y solo vi su rápido andar, esponién- dome á perder el tiempo en aquel rapto, si mi reflexión no hu- biera hecho fijar la atención en otra parte. Miré, pues, al borde opuesto del sol, pero no vi allí nada; y volviendo un momento á las primeras protuberancias, observé que se ocul- taban rápidamente. Levanté entonces un poco la vista del anteojo para mirar libremente el grande espectáculo de la naturaleza que nos ro- deaba. La luna en medio del cielo era enteramente negra, de un negro mate; y por una ilusión singular, parecía destacarse del fondo del firmamento. Ceñía todo su contorno una brillante corona de gloria, algo más viva, aunque no más ancha, por el lado en que se había ocultado el sol, circundándola entera- mente sin discontinuidad, y era vivísima en su inmediación; pero se degradaba rápidamente, estendiéndose á So menos tanto como un rayo de luna. Desde esta distancia empezaba á haber varias interrupciones, y diversos haces de luz se esparcían en tocias direcciones: en la parte superior había al menos tres de estos grupos, y uno en la inferior, que me pareció tendría de largo ‘cerca de diámetro y medio de la misma luna. La forma de los rayos más largos y su aspecto eran perfectamenle seme- jantes á los que se ven por la tarde reflejar en las nubes al po- nerse el sol, y me produjeron la misma impresión que si fue- sen debidos á una causa semejante. Los que yo vi eran todos rectilíneos, y se dirijian sensiblemente al centro, pero el Señor Cepeda vio con su anteojo uno oblicuo y ramificado (1). El cielo que le rodeaba era de un color azulado, que tiraba á ce- (í) Los rayos oblicuos no son difíciles de espíicar, como veremos: mucho más lo son los curvos del Sr. Cepeda, y más todavía los hechos en forma de hojas que se notan en la figura dada por Liáis en el Brasil. Creo que se desvanecerá la confusión cuando se fije bien qué es lo que 269 niciento: debajo del sol brillaban muy próximos ¡os planetas Venus y Júpiter, y encima la estrella Polux; no busque otras estrellas. La claridad que quedaba en aquella noche instantánea era parecida á Sa que hay una hora después de ponerse el sol en el verano, en que. se ven sin dificultad los objetos y las personas inmediatas, pero no puede verse la hora en un reloj á dos pa- sos de distancia. Un color amarillento por la parte del N. E. se reflejaba en una nube baja lejana, en cuyo seno rujia el trueno, y de la cual, mientras duró el eclipse, se vieron salir algunos relámpagos; esto hacia notable contraste con lo alio del cielo, y despedia una luz que, aunque disminuía algún tanto la oscuridad, difundia sin embargo sobre la tierra un no sé qué de lúgubre, que parecía recordar aquella nube que nos habla perseguido por la mañana, contrastando admirablemente con la gloria que se contemplaba en el cielo. Pero por encantador que fuese aquel espectáculo no me en- tretuve mucho en contemplarlo, y para averiguarla naturaleza de los rayos de la corona miré por un polaríscopo de Arago, y vi seguramente "que su estremidad no era de la misma Unta en las dos imágenes, quedando no obstante en ambas vivo el blanco de la parte central. En las dos imágenes me pareció prolongada la corona en dos direcciones perpendiculares. Hu- biera querido estudiar más estos importantes aspectos; pero ia brevedad del tiempo, y el objeto para mí secundario de aque- llas observaciones, no me lo permitieron, y volví á mirar por el anteojo» Entonces encontré que el aspecto del sol habla cambiado bastante desde el principio. Las dos grandes protuberancias cenicientas mencionadas anteriormente habían casi desapare- cido, y solo se veian sus vértices; pero en vez de ellas en la parte opuesta del disco, y todo al rededor, se habían presentado tantas otras, que me encontré por un momento dudoso cuál se ha querido representar en aquellos diseños, si ía región de mayor cla- ridad, ó la dirección de la línea de luz; esto puede depender mucho de la construcción del ojo, y en esta materia no es fácil fijar un criterio con- vencional. m escojer para medir ia posición, ya que creia inútil lomar la magnitud, y se veian á simple vista aumentar por un lado y disminuir por otro. Gracias á la construcción de mi micróme- tro en pocos segundos medí seis; pero las que vi eran poco numerosas, y me parecieron casi regularmente difundidas al rededor del disco. La sorprendente abundancia de estas llamas íué para mí inesperada, porque en todas las relaciones ante- riores se hace mención de pocas. Esta vez, por el contrario, parecía todo el cuerpo solar irisado de llamas, y sus puntas sobresalir fuera del disco de la luna, incapaz de cubrir aquel incendio (!). Un brillo mayor de la corona en un punto del limbo de la luna me advertía ya que iba ¿aparecer el sol; di otra rápida ojeada á la corona, que no me pareció que había cambiado sustancialmente, pero no era ya simétrica, y en seguida fijé in- mediatamente toda mi atención. Se veia un gran número de pequeñas protuberancias que aparecían poco á poco debajo de la lona, é iban creciendo visiblemente; pero atrajo toda mi atención una de ellas, cuya emersión la hizo comparecer en- (i) Las llamas observadas en 1842 fueron solo 3 ó 4? se observa- ron más en 185!, y Mr. Mathieu y oíros vieron marcadamente un arco circular entero de protuberancias rojas. Que muchos de estos fenómenos hayan pasado desapercibidos fácilmente se comprende, porque los observa- dores, preocupados en contar el tiempo, fijaban la vista en un solo punto. Yo abandonó enteramente esta parte, y solo me valí del contador para apreciar la duración de la parte especial del fenómeno. Todas las demás observaciones del tiempo las daremos en otra ocasión, cuando se hayan recibido de Madrid las correcciones exactas de los relojes que compren- dan todas las observaciones meridianas. No creo que disgustará saber el tiempo del principio y del fin observado en Roma en el Colegio romano por el P. Rosa, que había rectificado el círculo meridiano con toda dili- gencia en los dias anteriores, y se manifestará en un apéndice. En ge- neral, creo acertado y digno de reducirse á la práctica durante los eclipses totales, la costumbre de apreciar el tiempo en que hay buenos registradores autómatas ó por apulsos dados por un top, porque la dis- tracción en querer contar y observar todo por sí, produce errores mucho mayores que las pequeñas vacilaciones probables en otro sistema. m íerarnenle aislada á modo de nube rojiza suspendida en lo blanco de la corona: su forma era sutil, y bastante prolongada cerca de 30f>' en la dirección mayor paralela al limbo de la luna y cerca de 5" de ancha; su figura serpenteante y encorvada por su estremo. A la vista de tan deseado fenómeno, cuya pre- sencia era la prueba más concluyente de la atmósfera solar, rompí ei silencio que reinaba entre la multitud, y lo advertí á los compañeros para que lijasen so atención, los que la compro- baron inmediatamente. Es casi seguro que aquella nube no estaba sola, sino que delante y detrás había otros puntos me- nores también aislados. Su color era también el de las protu- berancias, aunque un poco más claro. Entre tanto el arco coronado de las protuberancias se hacia cada vez más vivo y más ancho, y su base presentaba un tinte más claro, que se difundía en un color blanco puro. Su osten- sión total era lo menos de 60°; cuando la parte central se hizo más viva, eclipsó con su claridad toda la luz sonrosada, y no podiendo resistir su resplandor, tuve que quitar la vista del an- teojo cuando ya habla aparecido el sol. Brillaba este entonces en el firmamento como un punto de luz electrice, ceñido por una corona que todavía fué visible por espacio de 25s, y que tapando con un libro la parte brillante podia verse aún 40s después de la totalidad. Las sombras eran inciertas y vacilantes, el aspecto del horizonte todavía encapo- tado y triste, pero una indecible alegría parecía animar la re- sucitada naturaleza; se notó en todos una sensación de gozo y satisfacción, que se hubiera manifestado con un aplauso general si hubiéramos atendido á la emoción que sentíamos más que á la severidad de las leyes que nos habíamos impuesto de no de- jarnos llevar de ninguna clase de arrebato, porque entonces hubiera habido una confusión de las más importantes impresio- nes recibidas, que yo me esforcé en apuntar con la más enérgica actividad antes que se disiparan (1). (!) Sitante se estudia la impresión sobre ia naturaleza material, no debe ciertamente despreciarse la impresión moral que se escitó en la in- teligencia de los observadores en aquel momento, que es mucho más im- portante que la sensación de los animales irracionales. El gran pensa» m Tres tiros de fusil que dispararon en la estación inferior, según habíamos convenido, advirtieron que habían salido bien las fotografías de la totalidad, lo cual nos tenia con cuidado; y dejando que la multitud de curiosos se dispersase, como pronto empezó á suceder, tratamos de observar el fin del eclipse, que los dos notamos con toda atención, y la repetición de algunas cosas más importantes que antes habíamos observado, como era la continuación del disco de la luna fuera del sol, que podía verse con seguridad. La oscuridad gañera! durante la totalidad fué algo menor de lo que se esperaba, y más de uno pudo leer un libro de tipos comunes. Las estrellas que se vieron claramente fueron las siguientes, según el orden en que aparecieron: Venus, que la empezó á ver el 8r. Alcover 28s antes de la totalidad, y fué vi* sible hasta 11 minutos después; enseguida Júpiter, Poiux, Cas* tor y otras dos que no se conocieron bien, y quizá una de ellas era Mercurio. Se buscó el nuevo planeta de Lescarbault sin resultado, y no pudimos verla lluvia de meteoros sobre el cuerpo solar que se esperaba según algunas teorías (1), ni las manchas ó los vol- miento que parecía ocupar á todos los observadores durante la totalidad, era el anonadamiento de toda la creación por la falta de su gran lumi- nar, y por lo tanto la idea natural de una potencia creadora y conser- vadora pareció dispertarse en aquel momento. Dios es grande , fué la es- clamacion que se escapó de muchas bocas en aquel instante *, y al verse, por decirlo así, libres de aquel peligro, aumentó la alegría al aparecer la luz. Pero por mucho que se diga, es necesario convenir en que el fenómeno es enteramente indescriptible, y en general la impresión de- pende mucho de la imaginación de cada cuafi pues aun los que estaban más preparados no pudieron prescindir de cierto temor á la rápida dis- minución de luz, semejante á la que usan en los teatros para figurar la noche. Á pesar de los muchos avisos y la notoriedad del fenómeno, no faltaron en la clase baja, y especialmente en las mujeres, muchas per- sonas sobrecogidas de temor*, y en Castellón se vió que algunas lloraban y abrazaban ansiosamente á sos hijos. (t) La curiosa teoría del Sr. Thomson pretende que el calor solar está mantenido por meteoros que se precipitan sobre el sol, y por el trabajo mecánico producido en su choque. Aunque se había recomendado 273 canes, ni algunas coruscaciones luminosas sobre la luna. El efecío sobre los pucos animales que estaban cerca fué casi nulo en aquel momento; de una de las ermitas bajas se vio salir un murciélago, y enmudecieron las numerosas cigarras. La marcha de la sombra sobre la tierra fué observada por más de uno distintamente, pero no sobre los objetos inmediatos, en los cuales estaba muy difundida la graduación de la luz, sino sobre los más lejanos, que se veian iluminarse y esconderse sucesiva- mente en el momento que nosotros estábamos en la totalidad. Yo creo que á la claridad de esta luz, y de la que enviaba la atmósfera lejana, que á bastante distancia del límite del hori- zonte quedó alumbrada en parte por el sol (siendo la porción de atmósfera visible mayor que la sección del cono de sombra), es debido el escaso número de estrellas que se observaron, á pesar de la oscuridad local, que era bastante grande, y siendo asi que en igualdad de circunstancias se ven de noche muchas más; de tal manera que yo, á pesar de aquella luz, manejé con mu- cha dificultad mi micrómetro (1). esta observación, nada vió ninguno de los que nos rodeaban. El Sr. Leta- mendi, profesor de anatomía en Barcelona , que se habia quedado en Perillon, me aseguró que se habian visto dos globos de fuego á modo de estrellas fugaces que se dirijian liácia el sob La importancia de las ob- servaciones merece más detalles. La existencia del planeta intrainercurial, que en vano se ha buscado tanto, parece poco segura. (1) Las islas Columbretes se vieron iluminadas mientras nosotros estábamos en la oscuridad. Para entender lo que después decimos, hare- mos notar lo que se ha demostrado por el Sr. Biot. ( Comptes renclus, t. 39, p. 825.) Esto prueba que un rayo luminoso que llegue á la vista por una trayectoria horizontal y entra en nuestra atmósfera en un punto cuya vertical sobre el globo terrestre dista 7o 3G' de la del observador (contados desde el centro de la tierra), y que si este rayo recorre una línea inclinada sobre el horizonte 10°, es porque ha entrado á una dis- tancia de 2" í9f. Pero el radio de la sección del cono de la sombra lunar sobre la superficie terrestre en cuyo centro estaba, no era más que de cerca de 2°^ de donde se deduce que por lo menos 10° de altura en la parte máxima de la atmósfera terrestre que podía ver el observador, estaban parcialmente iluminados por el sol. Así se esplica la claridad que se veia abajo todo ai rededor, la luz difusa de esta masa de aire, que tomo xi. 1 8 274 La aguja magnética, observada de 5 en 5m y aún más du- rante la totalidad, no dió señal particular de perturbación. Por el contrario (como debia esperarse), fué bastante sensible la variación de temperatura, y más de uno en la estación inferior observó un principio de rocío; pero los termómetros no demos- traron gran cosa. Bajó unos 3o el que estaba á la sombra, y el que se bailaba al sol marcó de 28 á 23° pocos minutos antes de la totalidad. No fué mucha la radiación directa que se notó con el termo- multiplicador, que disminuyó rápidamente des- pués de ocultado el centro solar, y fué insensible durante la totalidad (1). Al volver á aparecer el sol la escala empezó en no era poca, y su color amarillento, propio de los rayos trasmitidos al través de ella; y me acuerdo que el horizonte me pareció más oscuro por la parte de que venia la sombra poco antes de la totalidad, puesto que no le vi durante ella. Se esplica también cómo cuando el sol se eclipsó, á pesar de la luz de la corona, se han podido ver las estrellas Castor y Polux, y no las de Sirio y la Lira, que son mucho más brillantes, pero que estaban más bajas. Para facilitar la visibilidad de las estrellas, yo habia hecho copiar la carta de Maedler, indicando el sitio propio de cada una de las principales. Mis observaciones acerca de la polarización son bastante incomple- tas, pero me demuestran que la luz más próxima á la corona no está muy polarizada, y que la polarización crece con la distancia del disco lunar. Desgraciadamente estas observaciones no son fáciles para los que no tienen gran práctica. Alguno creyó que la corona estaba perfecta- mente polarizada, porque observándola al través de dos turmalinas, y girando una de ellas, la vió desaparecer. La distracción y la sorpresa de aquel momento puede dar lugar á esta equivocación, y parece nece- sario prevenirse mucho sobre este punto, y saber los hechos con muchos detalles. (í) La pila termoeléctrica estaba dirijida hácia el sol mediante un anteojo que la servia de guia, para que los rayos cayesen siempre per- pendicularmente sobre ella. El Sr. Botella quiso para ello facilitarnos su tienda fotográfica, en la que se colocó el galvanómetro á cubierto del sol, cuyo círculo hubo que leer unos minutos antes de la totalidad con luz artificial. Aunque durante la totalidad sea nula la indicación, no pretendo con esto demostrar que la corona no radia nada de calor : yo descuidé llevar conmigo el reflector cónico de la pila, y así no pude es- m sentido opuesto, y volvió casi exactamente á su punto de par- tida, como habíamos esperimentado los dias antes á la misma hora. El viento, ó sea la brisa marina bastante fuerte que habla antes del eclipse, se calmó gradualmente y aquietó del todo durante la totalidad, lo cual nos fué sumamente satisfactorio, para conseguir la gran estabilidad que necesitaban nuestros instrumentos. Terminado el eclipse bajamos á la otra estación, ansiosos de saber el resultado de las fotografías. La actividad de nuestros fotógrafos no había estado ociosa, y ciertamente en esto consistió el insigne mérito del Señor Monserrat, el cual habla dispuesto todo tan bien, que no se podía haber ocupado mejor aquel precioso tiempo. Catorce eran las fotografías hechas en la fase parcial del eclipse, to- das de grandes dimensiones; y en los 3 minutos de la tota- lidad se hicieron cinco. En estas la sombra de un hilo in- dica la dirección del movimiento diurno. Estas cinco son de pequeñas dimensiones y no de gran apariencia, pero de in- calculable valor para la ciencia. En cada una de ellas está tediar con fijeza ese punto? pero ío importante en esta serie es ver la rápida disminución de la fuerza calorífica después de cubierto el centro del disco. He aquí los números obtenidos, empezando desde el momento en que se ocultó el sol en los intervalos de la mañana. Tiempo. Grados. Tiempo. Grados. Tiempo. Grados 1 1j 5'» 19°, 0 Oh | { m 18°, 5 3h i i™ o c W 20 21 ,0 25 15 ,5 20 1 ,0 30 20 ,0 35 i i ,5 35 lí ,5 45 20 ,0 58 2 ,0 55 15 ,0 50 2 i ,5 3 5 1 ,5 4 16 17 ,0 PriDC. 57 20 ,0 Oscur. 10 0 ,0 Fin. 30 2 0 ,o La pila estaba descubierta, mientras la aguja permanecía estaciona- ria, y después se volvía á cubrir de repente? y la fuerza que hacia des- viar 20® el galvanómetro, movia un termómetro de bola ennegrecida 4o, 1 de Farhenheit. El baber vuelto la aguja al fin al mismo sitio de 20°, de- 276 la luna rodeada de su corona con las protuberancias del sol, que forman un monumento perenne dei estado del astro , y sirven para resolver los más difíciles problemas de la teoría solar. La primera imagen, hecha en 6S después de desaparecer el sol á la simple vista, hace ver todo al rededor la corona más viva en la parte de la ocultación, y el arco rosáceo próxi- mo al punto de salida: por encima y por debajo de él se ven las varias protuberancias, y una de ellas aislada, que pasó desapercibida á mi vista, pero que he sabido que otros han ob- servado: en esta figura no se ve ninguna en el otro lado. La segunda se obtuvo en 30 segundos y con una eslensa corona; pero habiendo llevado una sacudida la máquina en el momento de cerrar el bastidor, se formaron tres imágenes de las protuberancias, lo cual prueba que su fuerza luminosa es vivísima y capaz de causar una impresión instantánea. Al fijarla se estropeó , un poco desgraciadamente. La 3.a, á pesar de algunas partículas de polvo que en la precipitación de la preparación fueron inevitables, manifestó las protuberancias disminuidas en su parte anterior, y nuevas muestra el insignificante frió que produjo la sombra en la atmósfera 1er restre. Las observaciones hechas el día 1 5 en horas casi correspondien- tes, son las siguientes en la estación baja. 2 !) í 0m o 15 1 9 ,5 4 0 19 ,7 4 15 19 .9 La pequeña diversidad que se nota es debida á la diferencia de al- tura, que no es enteramente insensible. El resultado mas importante obtenido por el Sr. Barreda estudiando el espectro, fué que se desvaneció considerablemente el amarilio poco antes de la totalidad, y que se observaron pequeñas alteraciones en las rayas de Fraunbofer, aunque no muy notables. Ya se dará cuenta de ellas en una nota especial. El barómetro no esperimentó más que un movimiento pequeñísimo, al que ya parecia estar dispuesto antes. Bespues se presentará una dis- cusión más estensa de todos estos elementos. 277 se descubren ya en la inferior, señalándose al rededor (oda la corona, pero más ancha en dos direcciones opuestas, y más es- trecha en otras dos: las primeras se observa que corresponden sensiblemente á la región ecuatorial del sol, las otras á la re- gión polar. Esta fotografía corresponde á cerca de la mitad de la totalidad en que la corona debía ser simétrica. 'Esta impor- tantísima conclusión se confirmó también en la 4.a, hecha po- cos segundos después, que manifestó las protuberancias que aparecían todo al rededor, y por un ligero temblor de la má- quina se ve una pequeña reduplicación de imágenes , que prueba su fuerza instantánea de impresión. La 5.a, concluida algunos segundos antes de la reaparición, manifestó el arco luminoso de las protuberancias ya bastante estenso, y hubiéramos creído que era el disco solar, si no es- tuviésemos seguros de que no era todavía visible. La 6.a, que se hizo después, está solarizada por el primer rayo del sol que apareció. La brevedad del tiempo en que se hicieron estas cinco foto- grafías no dió lugar á tener la corona completa, lo cual ya es- peraba yo por la debilidad de la luz. En la más ámplia está limitada á menos de un rayo solar; de modo que para obte- nerla entera se preparó una cámara oscura grande mirando al cielo; pero ¡a equivocación de haber usado un objetivo de pai- saje en vez del que se emplea en los retratos, hizo que solo un débil é incierto vestigio de la corona apareciese sobre el colo- dión. En esta serie importante de impresiones recojí el número vía forma de las protuberancias tales como se presentan en el diseño (1). Pero veamos qué conclusiones se pueden sacar de estos he- (1) Las pequeñas dimensiones de las matrices no permiten determi- nar la forma precisa de aquellas pocas protuberancias, pero las grandes sí pueden determinarse bastante bien, y sus ángulos pueden tenerse den- tro de Io? siendo notables las de la primera y última fotografía, en las cuales se manifestó el movimiento del centro de la luna. Sus ángulos es- tán tomados sobre las positivas tiradas en el dibujo del E. ai N. (aparente) basta el O., y por lo tanto las figuras están invertidas. El 0 se ha tomado partiendo de la sombra del hilo estendido en la cámara oscura, y puesto 278 chos, espuestos con la más simple sinceridad, para la solución de los problemas anunciados al principio. La primera y principal es que las protuberancias no son efecto de ilusión óptica, ni montañas lunares, ni nada de la at- mósfera terrestre, sino verdaderamente propias del sol. El cu- brirse y descubrirse según el movimiento lunar, como lo de- muestra no solo la vista sino las fotografías señaladas, no deja duda alguna de ello. No solo varió el tamaño sino también los ángulos de posición, que se encontraron que eran diferentes para una de ellas de 6o desde la primera á la última prueba. Aun- que las dimensiones apreciadas y señaladas antes las creo algún tanto exajeradas en la radiación, esto no quila que no sean enormes, y me parece cierto que á la mayor no puede negarse una altura al menos de seis veces el diámetro terrestre, v una «j anchura proporcional á la base. La suma viveza de su luz, que se prueba por su instantánea impresión fotográfica, su forma variada y propia de la llama, quita toda idea de falso reflejo, de difracción y refracción, y de espejismo; y al verlas des- tacadas y suspendidas lejos del disco lunar y solar que se no- tan en forma de nubes, prueba que no son sustancia sólida sino gaseosa, análoga á nuestros vapores y á nuestras nubes. La segunda consecuencia no menos importante, es que esta sustancia envuelve toda la superficie solar como una cubierta trasparente. En efecto, su número prodigioso, y el estenderse por arcos continuados de muchos grados, demuestra que no es en lo posible según el movimiento diurno, y no se movió mientras se sa- caron las cinco pruebas. Primera. 78°*; 88°; 1 í 3 de 135° á 1 48° arco lúcido; 212; 242*. Ultima. 10°; 40 76*; 248*; 290; 300 á 350 etc., arco lúcido. Angulos micrométricos; 39°; 75°; 116; 211; 353,* 310. Los señalados con el asterisco son idénticos en las dos pruebas, en las cuales se halló que los ángulos estaban cambiados. La cantidad y la dirección del cambio corresponden á la posición de las prominencias re- lativamente al movimiento de la luna, y por las cuales está la variación en sentido opuesto en las dos protuberancias. I 279 racional suponer que las particularidades locales y escepciona- les de la superficie solar, como son las manchas, puedan lla- marse erupciones volcánicas de pocos puntos; al contrario, el verlas aparecer unidas en una larga cadena, tanto al principio como al fin de la totalidad, persuade de que en los otros pun- tos de la circunferencia se hacen visibles solo las cimas mayo- res y más elevadas, permaneciendo las menores y más bajas cubiertas por el cuerpo lunar. Así se comprende cómo en el eclipse solar observado en Koenisberg hace tiempo, y en otros varios, haya aparecido el sutil anillo solar cercado todo de pun- tos rojizos. A la simple vista yo no pude distinguir las protu- berancias, pero muchas personas que había allí de muy buena vista dijeron que el sol tenia fuego al rededor de sí, de modo que sin duda las podían ver, aunque no distinguir separada- mente, por su abundancia estraordinaria. Tanto número será consecuencia de la fase de especial agitación en que parece estar el sol actualmente, correspondiente al período máximo de sus manchas en que se encuentra, ó más bien ¿otras veces se lian notado pocas, porque los observadores no han empleado todo el cuidado posible para observarlo al principio y al fin de la totalidad, distraídos y ocupados en otros objetos diversos? Quizá esto es lo más probable, no habiendo faltado quien hu- biese ya indicado semejantes apariciones de arcos luminosos de color y terminados en sierra en muchos grados, como lo hemos visto nosotros. Queda, pues, fuera de duda que el sol esíá rodeado en el límite de su fotosfera de una especie de cu- bierta de débil luz sonrosada gaseosa trasparente, que se hace invisible en todas las observaciones comunes, porque se halla eclipsada por la preponderancia de la luz viva de la fotosfera. Su color trasparente y sin cuerpo esplica cómo lo veíamos co- munmente en el mismo astro, y solo podemos creer que sean nubes, que á veces aparecen como cirros á cubrir la parte más oscura del núcleo (1). (1) Por estas observaciones se encuentra admirablemente confir- mada la estructura física del globo solar, como ya espuse en varias Me- morias escritas sobre este asunto, y especialmente en la Ilustración del Cuadro físico del sistema solar. Quedan destruidas aquellas cubiertas de 280 Otra tercera consecuencia se deduce de estas observaciones, y es que el diámetro solar es mucho mayor de lo que suele ob- servarse con los instrumentos comunes. En efecto, hemos visto que mientras el sol había desaparecido con el grado más débil diversas atmósferas que envolvían al sol, pudiera decirse, como telas de cebolla, y una sola atmósfera muy luminosa, terminada por diversas pun- tas de llamas de color de rosa trasparentes, agitadas como un océano tena- pestuoso, es lo que forma su superficie. En esta inmensa agitación de aquella capa en proporción bastante tenue puede ser agrietada, y for- marse así las manchas; y los puntos semi-lucientes que se ven en el nú- cleo son debidos probablemente á estas nubes de color de rosa. Pero ahora hay que decidir si su color sonrosado es real, ó debido á la absorción propia de la otra atmósfera trasparente, que todo lo envuelve, del mismo modo que nuestros vapores nos parecen en el horizonte de color de rosa ó violáceos. Pero el color de rosa de nuestros vapores nunca es tan tras- parente como el de las protuberancias. En suma, la cubierta de color de rosa puede ser análoga á nuestros vapores acuosos, que forman las nieblas y nubes; y la atmósfera trasparente al compuesto diáfano de oxígeno y nitrógeno. Esta cubierta, dice el Sr. Leverrier en su último informe inserto ene! Moniteur , se evidencia por la medida de las radiaciones. «No creo que el ilustre astrónomo ignore que hácia el año 1851 he tomado estas medidas y calculado sus resultados con la fórmula de Plana, sosteniendo este punto en la Academia de Ciencias de París, aunque en oposición á los ilustres individuos de la misma. Por lo tanto, el esperimento de que el borde solar era igualen intensidad al de la penumbra de las manchas que se cita como propio del Sr. Chacornac, le había yo hecho antes. Como puede ser intere- sante confrontar la ley de la absorción de la atmósfera solar con la de la atmósfera terrestre, me proponía estudiar este punto en el Desierto, pero el mal tiempo me lo impidió: daré no obstante una serie hecha en Roma en 1851 el 29 de julio con el termomultiplicador, desde las 9!l 50,Q de la mañana hasta después de puesto el sol, y es la siguiente: Tiempo. Grados. Tiempo. Grados. Termóm. centig. d la sombra 9 ti 5 0 ra 29,6 4h om 32 9h 50'° 27°, 8 10 15 29,1 4 15 33 2 42 28 ,2 10 30 28,7 4 30 33 3 4 28 ,2 1 45 35,5 4 40 32 4 0 28 ,2 281 del moderador, quitado este y mirado á la simple vista que- damos deslumbrados, y pasaron 6 segundos hasta que se des- vaneció el segmento encendido; es decir, que á lo menos per- dimos 3 segundos de arco por nuestra habitual medida del rayo solar. También se deduce que usando diversos vidrios de 1 55 35,2 4 50 0 12 34,0 5 5 2 2 í 34,4 5 15 o 30 33,8 5 30 2 40 36,5 5 45 2 50 34,0 6 0 3 4 33,7 6 20 3 15 34,0 ñ 35 3 25 33 6 50 3 36 34 7 0 3 50 33 7 t 0 3’2 5 45 27 ,3 30 6 35 27 ,0 29 27 2 5 23 20 17 i i 7 0 Esta serie demuestra cómo la radiación se alteró poco hasta los S 2 ó 13° de altura, en los que permaneció cerca de 2/s* pero su disminución fue muy rápida hacia el horizonte, lo cual podrá servir para calcular la absorción de una atmósfera planetaria que, según todas las probabilida- des, no será diversa en este parte de la que debe rodear al sol, y así podrá verse hasta qué punto convienen las teorías muy imperfectas que hasta ahora se han propuesto. Los valores de la radiación solar hallados por mí, y que presenté en la Memoria del observatorio en 1852 y en la Academia de París (Comptes renclus, 49, 12 dic. 1859) son los si- guientes, que encontré con el solo método del termomultiplicador en la gran ecuatorial de Merz. Centro 1,00 A Vi 6 del radio contando desde el borde. 0,89 AVi5,-*‘v’"‘* 0,80 A Vss (cerca de heliocéntricos) 0,52 En 1851 reconocí que la disminución de luz y de calor iba acompa- ñada de una disminución igual de fuerza química, y la prueba de ello fueron las imágenes sobre una placa fotográfica que se sacaron durante el eclipse, que estaban muy desvanecidas por los bordes. Esta verdad se confirmó después con el termomultiplicador. m color para moderadores, deberán obtenerse diversos diámetros, y esta conclusión parece que la confirman los hechos (1). En cuarto lugar, queda también fuera de duda que sobre esta cubierta bien marcada de color de rosa violáceo se en- cuentra una atmósfera blanca y trasparente, en la cual se no- tan algunas veces masas destacadas del mismo gas inflamado. No es fácil marcar su estension, pero de seguro no deben ser menores de la altura misma á que se observan las protuberan- cias. El hecho de que la corona fué visible antes y después de la totalidad con una estension de cerca de medio radio solar, La misma verdad se confirmó después en las recientes fotografías he- chas en el Desierto por el Sr. Monserrat. Aunque el tiempo que se tenga espuesía la placa con colodion sea muy breve, la impresión solar aparece mucho más fuerte en el centro que en los bordes, tal que junto á él quedó una línea casi negra, que da al sol en la prueba fotográfica posi- tiva una redondez como si se señalase una esfera según la ley de la pers- pectiva*. ¡tan sumamente débil es junto al borde la fuerza química! La valuación en números exactos de la radiación química y luminosa será siempre difícil; y si como el conjunto de fenómenos demuestra que en esta parte se siguen las leyes de la absorción calorífica, parece que según mis observaciones está bastante demostrada la tesis de una atmós- fera solar. Es, pues, inútil advertir que las prominencias rojas no pueden formar una capa destacada la fotosfera, porque ya en mi primera carta acerca del eclipse anuncié que había visto la fusión del color blanco de 3a fotosfera, con el rojo de la superficie esterior. (i) La notable diferencia que tiene el diámetro solar respecto de! que nosotros veíamos, depende de los cristales de color que se emplean para observarlo, y es una cosa de suma importancia en la astronomía exacta y en el cálculo de los eclipses. Una diversa potencia de visibilidad y además el color del vidrio, pueden dar una diferencia sensible. Para cerciorarme de ello empleé un pequeño heliómetro de Dollond, y medí al momento las dos imágenes perfectamente al contacto, empleando un vi- drio rojo; al sustituir el vidrio azul neutro aparecía una diferencia muy sensible, que en muchas pruebas hallé que era 1", 85, No creo que esto fuese mero efecto debido á la menor refrangibilidad de los rayos de color de rosa, atendiendo á que aquel vidrio oscuro no dejaba pasar más que estos, sino que sospecho que sea efecto del color del borde solar, que siendo de color de rosa pasa por el primero mucho más que por el se- gundo vidrio: de todos modos esta diversidad merece estudiarse con más precisión y detalles. m parece demostrar que esta atmósfera se estíende al menos á esta distancia, y que debe estar sujeta á las leyes hidrosláticas de los fluidos elásticos, formando una cubierta bastante densa cerca de la superficie solar, que se desvanece rápidamente. Nuestras fotografías propenden á demostrar que tal at- mósfera es más densa cerca del ecuador solar, como deberla exigirlo la fuerza centrífuga, y esto favorece en sumo grado la opinión de atribuir á esta atmósfera la luz zodiacal; pero un hecho de tal importancia merecía comprobarse mejor, y necesitará esperar el resultado que obtengan oíros observa- dores y en otros eclipses. No obstante, otra cosa deberá decirse de las largas prolon- gaciones de los rayos, que se desvanecieron al aparecer el sol, algunas de las cuales en dirección vertical llegaron á cerca de 3 diámetros solares. Yo me inclino á no creerlo real, sino únicamente efecto de la atmósfera terrestre iluminada por la corona y por las protuberancias detrás de las aberturas que ofrecen las montañas de la luna. Esta parece la parte del fenó- meno puramente meteorológica en su origen. Guando volví á Roma, conseguí imitarlo perfectamente con eclipses .artificia- les de diversos cuerpos. Entonces sospeché tal origen por la di- ferente forma que tomó la corona en las dos imágenes del po~ laríscopo, y por el aspecto general de aquellos rayos de color uniforme bastante claro, y en todo semejante á los que venios al ponerse el sol, que salen de la abertura délas nubes. Su di- rección divergente es absolutamente un mero efecto de pers- pectiva, y los veríamos paralelos si estuviésemos solo por un lado: un resplandor respecto al aire atmosférico más ó ménos iluminado vivamente en la dirección en que están interrumpi- das las montañas lunares, y donde la corona y protuberancia son por fuerza más vivas. Pero por lo que se refiere al cerco interior ó corona , no puedo admitir que sea fenómeno de se- mejante especie, y mis investigaciones ópticas anteriores me persuaden que la franja de difracción tiene otra ostensión y carácter (1). (!) Estos rayos se ven muy bien interceptando un baz de luz solar que penetre en un cuarto oscuro con un disco algo escabroso ó uno liso, 284 Falta, pues, que ía corona esté realmente formada por la atmósfera solar, de cuya realidad no puede dudarse por aque- llas nubes de color de rosa, que no podrían estar allí si no tuvie- ran algo que las sostuviese, lo cual no puede ser mas que una masa aérea. Debiendo estas decrecer gradualmente, no es di- fícil que puedan éstenderse notablemente más allá del límite de la protuberancia, donde lentamente se desvanece, como hace en nuestro planeta el aire más allá de las nubes, y con su luz graduada produce aquel fenómeno. Esta consecuencia me parece bastante apoyada en el hecho de que, en la fase total, el para que resulte ía abertura dentada. Levantando polvo, ó haciendo una nube artificial con humo de incienso, se ven mucho mejor. Estos rayos son paralelos mirados por un lado, y divergentes mirándolos por su eje; y según la posición referida al borde se inclinan más ó menos al rayo del disco*, así se esplican los rayos que entonces se vieron tangentes á la luna. Si el polvo ó el humo se levantan en globos irregulares, nacen rá- fagas de luz bastante caprichosas, que pueden esplicar varias particula- ridades notadas por Liáis. Para acabar de probar que la corona no puede ser efecto de difracción, diré que la que se veia en los esperimentos de esta especie, no nace más que cuando se usa un punto radiante y no un disco$ además, no es comparable en fuerza y estension con la del eclipse, y es sabido que en la difracción el desvanecimiento es entera- mente interno, y en la parte esterna se tienen franjas alternadas. Yo he interceptado los rayos con globos cubiertos de cristales reflectores y re- fringentes, y he obtenido fenómenos semejantes á las protuberancias; pero quien ha visto uno y otro no confundirá ambas clases de hechos, Sería muy prolijo describirlo todo minuciosamente; quizá lo haré en otra ocasión*, aquí solo diré que el hecho en que á primera vista parece fun- darse la teoría de la difracción es el observado por el Sr Brunhs, rela- tivo á la v:sibilidad de las protuberancias después de aparecer el sol. Una de ellas se vió 8 minutos después de reaparecer la luz. Pero estu- diando el hecho sobre la figura he visto que es absolutamente posible, según la posición de la protuberancia, que solo podia ser cubierta tarde por el disco lunar, y permanecer visible ocultándose el sol, ó como se me dijo observando con un moderador rojo, que hizo que fuese visible por más tiempo. No sé si se habrá medido el ángulo de posición, como dice haberlo hecho Chacornac; esperamos que él dara el detalle de sus ob- servaciones. campo ai rededor dei disco solar estaba más claro que el que se hallaba al rededor de la luna, con la inequívoca observa- ción de la visibilidad.de! disco lunar fuera del sol. Esto es, Señores, cuanto he podido recojer en mis obser- vaciones. No me formo la ilusión de haberlo observado lodo, an- tes bien he debido dejar mucho, y no pocas cosas se me habrán escapado, que hubiera podido suplir con las relaciones de otros; pero he querido en esta esposicion limitarme solo á mis impre- siones, dejando para oira ocasión el confrontar los míos con los resultados de los demás. Lo que podré decir solamente, que hasta ahora el número y resultado de nuestras fotografías supera á los que han obtenido otros que conocemos, y sus conclusiones con- vienen irrefragablemente con las nuestras (1). al Sr. Mpnserrat y á otros.de mis ilustrados compañeros españoles, los cuales, dejándome en una plena libertad de acción y de dis- posición en todo, no solo me han secundado en cuanto me po- día proponer y desear, no habiéndome ocupado jamás en foto- grafía celeste, sino que han contribuido eficazmente, sin cui- (1) Habiendo hecho el Sr. de la Rué dos impresiones fotográficas, anunció al momento por el telégrafo que las mismas comprobaban que las protuberancias pertenecían al sol. La convicción general de la mayor parte de los astrónomos ha sido esta, como se deduce de los diversos informes escritos hasta ahora. Véase lo que yo mismo escribí el día después del eclipse al Instituto de Francia desde el Desierto , y que se insertó en los Comptes rendus, tom. 5i, p. 156, publicado en sesión del 30 de julio de 1860. Un artículo del Galignani pretende que mis observaciones están en oposición con las de otros observadores. No es todavía tiempo de dis- cutir las irregularidades que pueden haberse notado según la práctica de los observadores y la bondad de sus instrumentos. Entre tanto insertaré una carta de un sabio francés, á la cual no añadiré ningún comen- tario. Monípellier 6 de agosto de 1860.= «R. P.s Aunque no tengo el honor de que me conozcáis, creo que no será indiscreto pediros el favor de que me enviéis una prueba fotográfica de los fenómenos del eclipse de sol, lo cual os agradeceré mucho. He observado el eclipse to- tal en Miranda, de España. Mi observación está bastante conforme con la m darse de los gastos y sacrificios personales de toda clase, para conseguir el resultado. Desgraciadamente la triste noticia déla invasión colérica en Valencia vino á turbar el momento de nues- tra separación, por lo cual no pudo verificarse una reunión as- tronómica, como nos habíamos propuesto hacerlo, para discutir los resultados obtenidos. Para mí siempre quedará memoria de su cortesía y atención; y debo añadir que no solamente mis compañeros sino en gene- ral todos los españoles, aun la gente del pueblo, me han manifes- tado un cordial afecto, participando conmigo de sentimientos de tristeza y alegría, como si fuera el único empeñado en la rea- lización de esta empresa. A esto contribuía seguramente el ser yo entre todos los astrónomos de las diferentes naciones que nos habíamos reunido, el único que llevaba una misión directa del Sumo Pontífice, á quien aquella nación sinceramente católica ha venerado siempre, y ahora más que nunca demuestra ve- nerar como su Padre Sanio; cuya satisfacción fué para mí el mayor placer por el resultado obtenido. Por la Sección de Ciencias Exactas? Ricardo Ruiz. de Mr. Leverrier. escepto en ia posición de una pequeña protuberancia de color de rosa. Vuestra observación publicada en el Cosmos restablece la posición de esta protuberancia según yo la lie visto. Me refiero á una de las que seguían á la protuberancia separada ó aislada. He visto también la corona purpurina terminada en punta que parece no mencionar Mr. Leverrier. He empezado como vos por ver el arco casi continuo de luz purpurina (por lo menos sus rudimentos) minuto y medio antes de la reaparición del sol. Mr. Leverrier calcula esta aparición en 2 0 segundos antes del fin del eclipse total. Resulta de aquí, que mi observación conviene más con la vuestra que con la de Mr. Leverrier. Esto es lo que me ha hecho desear más vivamente el poseer una de las pruebas fotográficas. Desde el 1 8 por la tarde lie enviado desde Miranda á Mr. Roche, profesor de ma- temáticas en la facultad de Ciencias de Montpellier, un croquis y una descripción detallada de mi observación. Os ruego, R. P., que aceptéis la espresion de mi profundo respeto.^ le Riche de Monchy.—Mont^elliev (Herault), rué Jeu de Paume , nú- mero SO. CIENCIA flSSCAS. OMiKjKS-®- midiErra aplicada. De la manera mejor de distribuir el agua para el público en las habitaciones de las grandes ciudades. — Extracto de in- forme leído en la Academia de Ciencias de París acerca de una Memoria de Mr. G. Grimaud. • (Comptes rendus, 7 enero -Í86S.) El objeto de toda distribución de agua para el público con- siste en ponerla á la disposición de los consumidores, cosa que á primera vista parece fácil, y que no deja de ofrecer dificul- tades en la ejecución. Supongamos que cada casa tiene su llave de toma arrancando desde la cañería que pasa por la calle, y la distribución será perfecta si da el agua á discreción. Será bastante para esto que la cañería esté cargada siempre, es decir, que el manantial que la surte esté siempre también corriendo. Ahora bien, es base de toda distribución la provisión que cada individuo necesita du- rante un día; y en París, por ejemplo, con una población de 1.500.000 habitantes, á 50 litros por cabeza, será suficiente el caudal si produce en las 24 horas 870 litros por cada se- gundo, reduciéndolo á 12 horas, 1 .740 litros, que es menos de 2 metros cúbicos por segundo. Queda así valuada la provisión por habitantes; pero las llaves de loma han de contarse por casas, y siendo estas 40.000, debería haber otras tantas llaves (antes de la incorporación de las afueras solo eran 32.000 las casas). Si la salida del agua por las llaves hubiera de ser continua, no necesitarían arrojar más que 2,61 litros por segundo, ó en las 12 horas 1.875 li- m tros, que no i lega á 2 metros cúbicos. Poco más ó menos esta es la provisión que basta boy se requiere para las casas de París que tienen hechas concesiones. Esto es bajo el punto de vista teórico, pero en la aplica- ción es cosa diferente. En efecto, no es necesario que la llave de toma corra sin interrupción, sino que en un momento dado arroje una parte más ó ménos considerable de la que deberia producir en todo el dia; y para ello hay dos medios. Consiste el primero en un número suficiente de depósitos generales, que sirvan para mantener constantemente cargado todo el sistema de tubería; y como á este fin no han de estar nunca vacíos, esto equivale en París á tomar de los manantiales los 1.740 li- tros por segundo que llevamos indicados. El segundo medio consiste en construir en cada casa un de- pósito, al cual venga á parar la toma de agua desde la cañería de la calle; y si este depósito se hallase situado por encima del terreno, le bastaría un tubo de desagüe para echar fuera el ex- ceso; pero si está por bajo, se necesitaría un flotador para evi- tar que rebose y que inunde las cuevas. Este segundo medio cumpliría suficientemente con su ob- jeto, y seria conveniente para el surtido de la casa, si sus ne- cesidades fuesen siempre iguales, y de una manera constante, arreglada y en horas fijas. Pero no sucede así, y el empleo del agua es cosa muy variable en cantidad; y si ahora se necesita menos, algún dia se necesitará más, llegando á tal punto en ve- rano, que se desocupe varias veces el depósito, consumiendo en un dia solo la provisión de algunos, sin quedar completamente satisfechas las necesidades efectivas. En estos casos particulares, que son bastante frecuentes para que no puedan considerarse como excepción, se necesita rían cerca de 10 minutos para lle- nar un cubo de agua. Además, esta especie de depósitos suele hacerse de plomo, material que, aunque puede usarse sin peli- gro para solo dar paso por los tubos al agua que ha de beberse, no es lo mismo para la que se estanca en un depósito, por poco tiempo que sea. Por un envenenamiento con el agua detenida asi en un depósito de plomo, á poco sucumbe en Inglaterra la familia de Luis Felipe. Pudiera usarse el zinc, pero á este me- tal también íe atacan ios ácidos más débiles, y todos sus óxidos 289 son venenosos; de manera que únicamente podemos servirnos dei hierro sin peligro para construir en los edificios las arcasó depósitos destinados á contener el agua necesaria para las ne- cesidades domésticas. No es tampoco cosa indiferente la colocación de estos depó- sitos, y ciertamente que con seguridad no pueden situarse sino en la planta baja y con su fondo al nivel del suelo. En las cue- vas, á pesar de que se aplique una llave de flotador, no habrá resguardo de las inundaciones á no emplear precauciones muy minuciosas, pues el juego del flotador, ya sea de válvula ya de llave, puede quedar interrumpido con el menor obstáculo que produzca el agua misma. En los pisos altos hay que cuidar mucho de las fugas y de las menores filtraciones; no siendo bien escojido el ejemplo de Londres, porque allí el ladrillo y piedra con que se construyen las casas se traba con muy buena mezcla de cal y arena; y en París, por el contrario, en lugar de mezcla se usa el yeso, destruyéndose con la humedad los muros en que se gasta. Por esta razón ios propietarios se resis- tirán siempre á la distribución del agua por pisos y habita- ciones. Con los depósitos generales queda lodo remediado, y este medio es económico para la administración y también para los particulares, bastando tener en cuenta las cantidades. En efecto, si se tiene cargada siempre la cañería, cada uno puede tomar el agua con arreglo á sus necesidades del momento, y más ó ménos en un dia que en otro. Esto en cuanto á los particulares, que por lo que hace á la administración consigue no tener agua perdida, porque después de haber determinado experimenlal- mente, y de una vez para siempre, el coeficiente de producto de la llave de toma, solo es necesario anotar en cada caso la duración de la salida, inútil es observar cuán fácil es graduar las compensaciones correspondientes á las diferencias de presión que por las de nivel ocasiona el desagüe de los depósitos gene- rales. Con este sistema ia administración recibe el justo precio de lo que suministra, y el particular solo paga lo que efectiva- mente ha consumido. Así que todo se reduce á que cada casa tenga un contador para el agua como le tiene para el gas. 19 , * TOMO XI. 290 FISICA. Corrientes obtenidas sumergiendo en agua pedazos de carbón i/ de zinc; por Mr. Palagi. (Comptes rendas, 9 noviembre I 857.) Desde el tiempo de Kemp, de Edimburgo, que fué el pri- mero que descubrió en 1828 la facultad electromotriz de la tier- ra, se han ocupado de tan interesante materia muchos físicos, sin haberla agotado. El estudio experimental de esta cuestión me dió á conocer en 1856 la inconstancia de la corriente producida por unas láminas metálicas de igual ó de distinta naturaleza sumergidas en agua estancada ó corriente. Su intensidad es irregular y va- riable su dirección, no sólo en los puntos de inmersión, según lo ha probado Mr. Becquerel en una comunicación á la Acade- mia, fecha 14 de abril de 1856, sino también con el tiempo en los mismos sitios. Habiendo metido en dos pozos distantes uno de otro 20 me- tros dos láminas iguales de cobre unidas con un hilo de cobre de 170 metros de largo, observé, por medio de un galvanó- metro multiplicador, la corriente que pasaba por el circuito, y vi que mudaba de dirección, sin lograr descubrir una marcha regular del fenómeno en tres meses de observaciones hechas con uniformidad cuatro veces al dia. Las circunstancias atmosféricas no tienen al parecer en la corriente influencia inmediata. Repetida la experiencia con una lámina de cobre y otra de zinc, resultó la misma irregularidad, las mismas variaciones de dirección, ya estuviesen sumerjidas las láminas en agua ó meti- das simplemente en la tierra. Estas continuas variaciones de las corrientes obtenidas en la forma expresada han impedido poderlas utilizar en la prác- tica, como esperaba Mr. Rain. Los experimentos que hice acerca de las propiedades eléc- tricas del carbón, y comuniqué á la Academia de Bolonia en 27 de marzo de 1856, me indujeron á sustituir una de las 291 láminas metálicas con un trozo de cok, y á estudiar los nuevos fenómenos que forman el objeto en la presente nota. En mayo de 1857 sumergí en un pozo A un pedazo de cok de forma irregular con peso de 3 kilogramos próximamente, y en otro pozo B una placa de zinc de 23 centímetros de largo por 17 de ancho y 2 milímetros de grueso. En estos nuevos ensayos empleé un galvanómetro mucho ménos sensible que en los primeros, á causa de la intensidad relativamente considerable de la corriente que obtenía, siendo las mismas la distancia de los pozos y la longitud del circuito. El carbón lo puse en el pozo B y el zinc en el pozo A, y ob» tuve una corriente de igual intensidad que la primera, que iba también por el hilo metálico del carbón al zinc. Por muchos días consecutivos medí á diferentes horas la fuerza de la corriente, y la hallé invariable; sólo que era algo mayor en el instante de la inmersión, y no llegaba á su medida definitiva sino al cabo de cierto tiempo. Todas las experiencias que he hecho posteriormente han confirmado estos hechos. También observé luego que la intensidad de la corriente permanecia casi la misma, sustituyendo el trozo de carbón em- pleado con un fragmento que quité de él: igual ensayo hice con el zinc, y me dió un resultado parecido. Sin variar la masa del carbón ó zinc, los metia sólo par- cialmente en el agua; y por pequeña que fuese la parte sumergi- da, no cambiaba el desvío de un modo apreciable, al menos mientras permanecia húmeda la masa entera de carbón. Queriendo aumentar la intensidad de la corriente que ob- tuve, até simultáneamente los dos trozos de carbón al extremo del hilo metálico; y ya estuviese en contacto más ó ménos íntimo, ó ya distante uno de otro, no obtuve un desvío más considerable que con el carbón entero; hecho el ensayo con tres carbones, me ofreció igual resultado. Finalmente, me ocurrió suspender con un hilo de cobre el segundo trozo de carbón debajo del primero, y obtuve una corriente más enérgica; suspendido del mismo modo otro car» bon, luego otro y así sucesivamente unos debajo de otros, vi aumentar de un modo progresivo la intensidad. m Lo mismo hice con las láminas de zinc, y observé un au- mento progresivo de la corriente comparable con el de los anteriores experimentos. Por último, una serie de ensayos, que seria prolijo deta- llar, me ha ofrecido los resultados siguientes: l.° Un trozo de carbón ó zinc de ciertas dimensiones pre- senta poca intensidad más que otro pedazo menor. rt.° La corriente eléctrica aumenta según el número de carbones reunidos entre si en forma de cadena, conforme hemos explicado; creciendo igualmente con e! número de láminas de zinc que componen la segunda cadena. 3. ° Las parles de un mismo carbón formando cadena por medio de hilos de cobre presentan mayor intensidad que dicho carbón antes de partirlo; cuyo aumento no depende del de la superficie, porque pueden cubrirse con goma laca las nuevas caras obtenidas por la división, sin que por eso varíe el resul- tado» 4. ° Si los trozos de zinc tocan en tierra cesa por completo la corriente, ó se debilita mucho, y varía de dirección. Los pedazos de carbón, por el contrario, pueden llegar al suelo sin que varié la corriente, antes bien tiende á aumentar; sin embargo, si uno de los hilos con que están ligados llega ai suelo, la intensidades entonces la misma que si se suprimieran Sos carbones que hay á continuación de dicho hilo. 5. ° Cuanto más distan entre sí los zincs ó carbones reunidos en forma de cadena, tanto más enérgica es la corriente. 6. ° Si las láminas de zinc se tocan mutuamente, cesa por completóla corriente. Si, por el contrarío, los trozos de carbón sontos que están en contacto, disminuye de un modo notable la corriente, pero subsiste con más fuerza que si los carbones for- maran una sola pieza. 7. ° Si se sacan del agua los zincs, y vuelven á meterse sin secarlos, disminuye la energía de la corriente, y no adquiere de nuevo su fuerza primitiva si no se secan los zincs y vuelven á sumergirse. Los carbones pueden salir del agua y meterse de nuevo sin secarlos, no produciendo esto variación alguna. 8. ° La amalgamación de los zincs aumenta la intensidad de la corriente. 293 9. ° La cadena de carbones y la de zincs pueden meterse en un mismo pozo, o en pozos más ó menos distantes, ó en rios, pu- diendo colocarlas vertical ú liorizon talmente, sosteniéndolos con flotadores. 10. El desvio de la aguja imantada no disminuye cuando se saca del agua la cadena de carbones, con tal que estén todos húmedos, y que el último por lo menos se halle sumergido en todo ó parte. 1 1 . También pueden ponerse las cadenas en vasos de agua pura aislados de la tierra. He practicado con buen éxito algunas tentativas para uti- lizar esta fuente de electricidad. Al parecer es aplicable á la galvanoplastia; habiendo conseguido por medio de ella que anden relojes y campanillas eléctricas. Damos á continuación el detalle de tres experiencias hechas á distancia con aparatos telegrá- ficos. 1. ° En 20 de setiembre último se metieron en un pozo de Batiñolas 12 láminas de zinc de unos 20 centímetros de largo por 10 de ancho; en Ásnieres se sumergieron en el Sena 12 car- bones de la pila de Bunsen de 20 centímetros de largo por i de diámetro: ambas cadenas se ligaron con las punías de un hilo de la linea telegráfica (la distancia era de 3 kilómetros próxi- mamente). Dos aparatos Breguet de cuadrante, colocados en el circuito, funcionaron de una manera satisfactoria. 2. ° El 16 de octubre, en Asnieres, se empleó una cadena de 45 carbones; en Qhatou se -hecho al Sena otra de 24 zincs; el hilo telegráfico entre ambos puntos tiene 12 kilómetros de largo: el aparato Breguet funcionó de un modo imperfecto, pero el de agujas de Whealstone lo hizo perfectamente. Una brújula de senos marcó 7 grados de desvío con un carbón sólo y 15 con toda la cadena compuesta de 45 piezas; entre ambos extremos, aumentó progresivamente el desvío según el número de carbones sumergidos. . 3. ° El 31 de octubre se echó al Sena en el puente de Ois- sel, cerca de Rúan, una cadena de 80 zincs, y otra de 40 car- bones en Asnieres; siendo la distancia 120 kilómetros, pudo funcionar el telégrafo Wheatstone, y funcionó aun con sólo un carbón. 294 Esta experiencia se hizo de dia y con tiempo hermoso; otra, que se verificó el 22 de octubre, de noche y con mal tiempo, habia dado iguales resultados. La totalidad de los hechos referidos ¿no ofrece la esperanza de que en un dia no muy lejano pueda utilizarse la electricidad dinámica producida sin gastos por esta especie de pila ter- restre? Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de abril de 1861. Los cinco primeros dias de este mes fueron bastante apaci- bles, aunque variables; húmedos todos; nubosos los 1, 3 y 4, y casi en totalidad despejados los 2 y 5. Soplaron en ellos par- ticularmente los vientos del S. O. y S. E.; se conservó el ba- rómetro, término medio, entre 704 y 705mm; y la temperatura fué sin interrupción aumentando desde 8o, 6 hasta 15°, 6. Incli- nóse el viento hacia el N. E. en el dia 6, en cuya tarde hubo relámpagos y fuerte cargazón por el E., y oscilando de aque- lla ala dirección opuesta del S. 0., sopló el 7 con mediana in- tensidad, volviendo con mayor ímpetu al N. y N. N. E. en los fres dias sucesivos, 8, 9 y 10, sin que por eso se limpiara de nubes la atmósfera, á no ser accidentalmente al final de la 1.a década. Mientras tanto fué el barómetro ascendiendo hasta el 8, en que adquirió uno de sus valores máximos; disminuyó, por el contrario, la temperatura á partir del dia 6; y á medida que los vientos del primer cuadrante arreciaban, fué cediendo asimismo la humedad. Aún soplaron los propios vientos del N. N. E. en los dias ii y 12, primeros de la 2.a década, conservándose la atmós- fera bastante encapotada, y al rededor de 709mm el barómetro; elevándose un poco la humedad y disminuyendo la tempe- ratura hasta un punto inferior al O de la escala termomé- trica, é impropio de lo avanzado de la estación. Comenzaron luego á reinar por intérvalos los vientos del S. E. alternados 295 con los del E., y al fin de la década con los del S. y S. O.; aumentaron la humedad y las nubes; hubo repetidos amagos de lluvia, y llovió sensiblemente en los dias 14 y 15, 19 y 20; y en la tarde y noche de este último rasgaron la atmósfera frecuentes relámpagos, y se oyeron algunos truenos lejanos. Del 13 al 15 inclusive apenas se elevó el barómetro sobre IOS03111, pero pasó de 710 en los dos siguientes, volviendo á des- cender rápidamente en los sucesivos; mientras la temperatura, muy baja al principio de este período, como ya queda apun- tado, fue de continuo elevándose, aunque con lentitud, hasta llegar á 13°, 5, término medio. Llovió con abundancia el 21, reinando viento débil del S. y S. E., y todavía lloviznó el 22, á pesar de haber arreciado y ladeádose el viento al E. y N. E. Pasó sin llover el dia 23, aunque se mantuvo muy encapotado; más en los tres siguien- tes aumentaron las nubes, y cayeron repetidos aguaceros, to- dos ligeros, y alguno acompañado de relámpagos y truenos de muy escasa intensidad. En la mañana del 27 sobrevino de re- pente una densa niebla, que dejaba sobre las plantas abundante rocío, y que con dificultad se disipó por completo poco antes de mediodía; volvió á lloviznar el 28, y tras de esto el temporal mejoró, quedando la atmósfera despejada al terminar el 30. Desde el dia 22 al 26 soplaron con mediana fuerza los vientos del N. E.; los del S. O. en los 27 y 28; y mezclados estos con los primeros en los dos dias posteriores. Del 21 al 24 inclusive apenas se elevó el barómetro sobre 766mra, pasando en cambio de 708 el dia 26, y variando muy poco posteriormente; mien- tras que, por lo general, se conservó la temperatura 1 ó 2o más baja en todo este período que al íinal de la 2.a década del mes. m BAROMETRO. \ década. 2.a 5.a Al0 á las 6 m. ................... . mm 707,01 rmxt 706,68 mm 703,96 Id. á las 9 707,56 706,68 704,41 Id. á las 12 706,93 703,96 703,98 Id. á las 3 t. .................... . 705,98 704,90 703,32 Id. á las 6 ...................... . 706,08 704,72 703,40 Id . á las 9 n ................... . . 706,87 703,30 704,33 Id. á las 12. ......... , . . . ...... ... . 707,27 708, SO 704,69 Ám por décadas. ............. . ... mea 706,81 mm 705,71 mm 704,01 A. máx. (dias 8, 17 v 29 V .......... 712,86 712,21 708,80 A. mín. (dias 3, 20 y 21). ......... . 703,49 698,06 696,38 Oscilaciones. ..................... 9,37 14,15 12,42 Am mensual. ..................... » m m 705,51 » Oscilación mensual ................ 8 16,48 » TERMOMETRO. i década. 2.a 5.a Tu á las 6 m .................... . 6\7 5°,0 ■ 7°, 2 Id. á las 9 ...................... . 11 ,6 10,3 11 ,6 Id. á las 12. .................... . 16 ,9 14,1 15,6 Id. á las 3 t. .................... . 19,2 15,7 16,7 Id. á las 6. ..................... . 16,0 13 ,4 14 ,4 Id. á las 9 n. .................. . . 12,3 10 ,0 10 ,5 Id. á las 12. ........... . ...... .o 9,2 7,8 8,7 T[n por décadas.. .............. . . . 13°,1 10°, 9 12°, 1 Oscilaciones . .................... 24 A 22,5 18,4 T. máx. al sol (dias 7, 16 y 30) . .... 38°, 6 32°, 3 3 2°, 4 T. máx. á la sombra (dias 6, 19 y 30). . 25 ,8 21,9 22 ,3 Diferencias medias 8 ,0 7,3 6,7 T. mín. en el aire (dias 2, Ti y 30). . r,7 — 0#,6 3°, 9 Id. por irradiación (dias 2, 11 y 30). . - 2,1 —4,9 -i ,i Diferencias medias. ............... 3,4 2 ,5 1 ,7 Tm mensual. ..................... )) 12°, 0 ;) Oscilación mensual ................ » 26,4 )) i 297 PSICROMETRO. PLUVIMETRO Dias de lluvia. . ^ . ...... . , Agua total recogida. ......... .V. . Id. en el día 2! (máximum), ....... .V-; ANEMOMETRO. \~ 1 ,a década . 2.a 3.a Hm á las 6 m 83 90 90 Id. á las 9 70 70 78 Id. á las 12 . o • ......... 56 59 64 Id. á las Bt 42 55 58 Id. á las 6. . 47 59 63 Id. á las 9 n. . . . . . . ........ . . 58 72 77 Id. á las 12... ........ . ......... . 66 80 82 H(n por décadas. ............... o . . o 69 v 73 II m mensual . . . . . . . . 67 a ATMOMETRO. Em por décadas. ................... mm 5,7 imn 3,8 mm 3,8 E. máx. (dias 9, 13 y 30). ......... 8,8 5,4 5,7 E . mí n. (dias 1, 20 y 21).., ........ . 3,4 0,3 2,0 Em mensual. . . .' i ¡ ) mm 4,4 )> 10 29mm,9 17 ,0 Vientos reinantes en el mes. N. ........... . 35 horas. S............. 27 N. N. E. ...... . 54 S. S. 0.... .... 47 N. E.... ....... 82 s. o...,...-. ... 58 E. N. E. ...... . 59 O. S. 0 33 E ...... . 119 0. .......... . . 43 E. S. E ....... 75 0. N. 0........ 24 S. E. ......... . 53 N. O 6) S. S. E. ....... 7 N. i. 0. . 2 m Obiervaeioues meteorológicas hechas on el observatorio del Diciembre. Invierno. * ^nero- • . Febrero, , . Marzo ... .. , mínima. Primavera. < Abril ¿Oscilac. | Media... /Máxima. _ t l Mínima. Ma5° i Oscilac. (Media... Máxima. /Máxima, j Mínima, j Oscilac . (Media... /Máxima. J Mínima. ) Oscilac. ( Media... /Máxima. ) Mínima., i Oscilac . ( Media... /Máxima. \ Mínima, j Oscilac . (Media... Máxima. BAROMETRO. Observa- do. Junio... . . Verano.../ jun0 Otoño.... j \ í Mínima. ) Oscilac. (Media... /Máxima. | Mínima . i Oscilac. ( Media.. . ' Máxima. \ Mínima. Agosto . . .. . Oscilac. ( Media.. . Máxima. Mínima. Oscilac. Media... Máxima. Mínima . Oscilac. Media.. . Máxima. Mínima Oscilac. Media.. . Setiembre. Octubre. . . Noviembre. 768.59 758,23 10,36 764.77 769.10 762,06 7,04 765.60 770.00 758.00 12,00 764,87 768,20 757,25 10,95 765.00 767,50 760,17 7,33 763,74 766,96 761,40 5,56 763,85 766.80 758.60 8,20 764,14 767.80 761,35 6,45 764.61 '764,79 759.10 5,69 762.80 765,90 759,95 5,95 762,19 765.79 758.80 6,99 762,34 768.00 761.77 5,23 764,54 Reduci- do á 0. 766,57 756,76 9,81 761,32' 766.59 758,88 7,71 762.74 767,51 754.95 12,56 762,13 766.60 755.95 10,65 762,16 764,55 757,11 7,44 760.74 763,99 757,68 6,31 760.19 764.19 755,30 8,89 262,08 764,35 757,92 6,43 761,24 758,21 3,25 759,55 762,69 757,90 4,79 759,13 762,59 755,99 6,60 759,45 766.64 756.65 9,99 761,94 Deduci- do. 766,35 756,87 9.48 761.32 766.32 759.97 6.35 767*37 754.98 12,39 765,74 756,22 9,52 764,21 757.72 6.49 763, '81 758,78 5,03 763^56 755,85 7,71 764,27 758,42 5,85 761, *78 758.73 3,05 762,47 758,12 4.35 762,53 756,16 6,37 765*54 757,77 7,77 TERMOMETRO. Observa- torio. 80,8 20.3 9,5 25,9 28.5 j9,0 9,5 23.6 30,2 16.5 13.7 24,1 31.5 18.5 13.0 24.7 32.6 20.5 12.1 27.0 31.5 22.5 9.0 27.1 32.4 23.1 9.3 28.4 32.8 24.5 8.3 29.5 32,4 24.3 8.1 29.3 30.0 23.2 6,8 28.4 34.0 21.6 12.4 26.3 27.8 17.0 10.8 24.5 Torre. 29.2 19,8 9.4 25.0 27.3 18.0 9,3 22,7 28,0 16,0 12,0 22,7 30.0 18.0 12,0 23.2 31.6 20,0 11.6 26.3 30.5 22,0 8.5 26.6 31.0 23.0 8,0 27.6 32.5 24.5 8,0 28.7 31.6 23.4 8,2 28.4 29.4 22.4 7,0 27.8 33.6 21.5 12.1 25.9 29.2 18,0 11.2 24,1 299 Beal Colegio de Belén, de la Compañía de 4esns.~ Habana año de 1860. Tccsion del vapor de 23,18 14,33 8,85 19,46 21.39 12.43 8,96 17.64 22,12 11,28 10,84 17,51 21.44 18,08 3,36 15,41 22.35 13,08 9,27 18.90 23.64 11.91 11.73 18.74 24,30 17.91 6.39 22,05 25,04 17.00 8,04 22.01 27.07 17.75 9,32 23.11 26,25 18,90 7.35 23.08 25,96 13.39 12,57 20.11 24,93 12,54 12.39 17,22 ANEMOMETRO. "O • cg n £ J2 Dirección. ■N. 61 0 11' E . 89,58 ? li li 68° 9'E- 76*68 / 92,86 60,01 32,85 77,80 96,6! v 40’62|N. 62o 12' E. 75’l4 90,74 v N. 43°56'E. 65*83 ' 87,72 x 66,93 Fuerza. NEFELISMO. 0 o o C-“0 «o C3 a o -O 5,0 55 5,2 i 56 15 76 18 ! I 5,3 43 86 69 78 LLUVIA. 15 S 1 * Agua 6 15 caida . ¡BKFuaaaaffisaw i c cu cz > O eo ? 2 bD -«C 43 1 6 9 1 2 imn v m 32,8|i 19,! 51,21120,0 ,81181,2 13,9121 1,0 6,1 105 i 21 45,58 N. 53" 23' E. ! 5,0 i 80 46,15 66,23' 89,06 fél N-69° s,E- 75,59/ 91,34 \ Ifl] N. 70° 51' E. 72*53 ! 91,05 it’ll ^ N. 63° 27' E. 76, *76 95,25 v 3913 N* 75° 11' E. 77*16 46*54 ^N. 52° 29' E. 76,71 99,1 4 s 52,81 ( 46,33 73,00 N. 56° 19' E. 4,4 S 54 4,5 i 81 3,0 i 78 3,1 34 1,9 I 67 3,6 1 88 27 55 49 14 57 11 ¡ 71152, 91212, 0 25 5 30 110 34 I 9 27,1 221,3 199,8 194,4 63 ¡ 37 69 60 48 67 41 13 154,5 164,4 116,7 200,3 167,0 135,8 15,0 191,8 300 BAROMETRO. invierno. Resumen. . < Verano. . Otoño. / Máxima.. , . } Mínima.. * i Oscilac. a Media... i Máxima. Primavera. . < Mínima . ¡ Oscilac. v Media. . f Máxima. . ; Mínima. . * * / Oscilac . 1 Media , . Í Máxima. Mínima. Oscilac. Media... /'Máxima. Mínima.. ( Oscilac, l Media. .. Observa- do. V Del año, 770.00 758.00 12,00 764,91 768,20 757,25 10,95 704,19 767.80 758,60 9,20 ¡763,85 769.00 758.80 10,20 763,02 770.00 757,25 12,75 764,49 Reduci- do á 0. 767,51 754,95 12,56 762,06 766,60 755,68 10,92 761.03 764,35 755,30 í 9,05 ,760,95 1766,64 755,99 10,65 760,14 767,51 754,95 12,56 761.04 Deduci- do. TERMOMETRO, Observa- torio . 767,37 754,98 12,39 765^74 1 756,22! 9,52 j 764*271 755,85! 8,42f 765*54 756,16 9,38* 760,14 767,37 754,98 12,39 30.8 16.5 14.3 24.5 32.6 18,5 14.1 26.2 32.8 23.1 9,7 29.1 34.0 17.0 17.0 26.4 34.0 16.5 17.5 26.5 Torre. 29.2 16,0 18.2 23.5 31.6 18,0 18.6 25,3 82.5 23.0 9,5 28,2 83.6 18.0 15.6 25,9 33.6 16,0 17.6 25.7 Reseña de ¡as observaciones meteorológicas hechas en el obser- vatorio físico y meteorológico de los alumnos del Real Colegio de Belén (Habana) durante el mes de enero de 1861. Aparecieron el l.° por la tarde los nimbos levantados por el S. E., los cuales permanecieron hasta el 3 por la mañana, en que N. N. O. despejó la atmósfera para ser luego recubierta de cúmulos. El l.° y 2 llovió aunque poco. Hasta la noche del 7 no estuvo el cielo completamente sereno, ofreciéndose ya cú- mulos, ya cirros, y alguna que otra vez nimbos, que determi- naron una llovizna insignificante. Presentóse el 8 más ó menos lluvioso, y en efecto llovió en algunos puntos del horizonte. El 9 fueron los nimbos reemplazados por los cúmulos, que hasta el 16 conservaron encapotado el cielo. En la capa inferior de la atmósfera corría E. S. E. el 4 pol- la mañana, mientras que en las regiones superiores se sustitu- yeron sucesivamente N. y N. N. E., que á las diez descendió á ja superficie terrestre rechazado de ios cirros por el N. N. O. aoi «— o o ^3 ¿ i ANEMOMETRO. ESTADO DEL CIELO, j LLUVIA. sassmszis i O Q_ Tensión vapor agua. 5 *3 jj £ — I Dirección. Fuerza . 1 c o ~ vT ~ cJ * Q i o I i O en C -Q 3 Cubier- to. en cz c Agua caída . Agua eva¡ rada . 23,18 11,28 11,90 92,86 \ 37’iU N. 63 31' E. 5,2 S54 46 *223 123 18 mm 170,8 mm 419,3 18,20 76,54 / 23,04 91,33 \ 11,91 11,73 ??’??( N. 52° SI' E. oi,34 i 66,33 / 6,0 271 76 152 45 14 193,9 645,3 17,72 27,07 91,34 \ . 17,75 0,30 Ip-p N. 73° 27' E. 3,9 213 49 169 101 32 524,9 594,7 22,05 74.96 ) 26,25 99,98 J ' 12,54 13,71 IIjUn. 61° 19' E. 2,8 189 16 177 166 1 17 296,1 494,0 20,13 75,62) 27,07 99.98 . 36.99 í ™ v 62.99 11,28 15,79 4,5 827 187 72 1 435 81 1185,7 2153,9 19,27 75,86 ' 1 i las cuatro déla tarde deS 8, al paso que en los cúmulos rei- naba una completa calma y en Sos cirros se veía correr el O., soplaba en la baja atmósferaSE. moderado. Desde el novilunio al plenilunio no se ofreció cambio notable en el estado del cielo, habiéndose presentado más ó ménos des- pejado y algunas veces completamente sereno; el 23 y 24, sin embargo, presentóse algunas veces cubierto, y llovió ¿ las dos de la tarde del 23 al reinar S. E. en los nimbos y en los. cirros S. 0. El 24 á las diez de la mañana levantaba el 5. E. nubes lluviosas, que corriendo precipitadamente al N. O., al llegar á cierto punto se desvanecían casi instantáneamente. El 20 aunque el cielo se presentó despejado casi durante todo el dia, con todo, se asomaron algunas turbonadas al S. S. E. y S. S. O. dei horizonte; el 2b fué apacible; el' 20 lloviznó un poco, llovió al S. S. E., y por. la noche estuvo el cielo completamente anubar- rado. Los restantes dias del mes presentáronse más ó ménos en- toldados de nimbos, si escepluamos el 29 y 31 por la noche, en que estuvieron serenos. Los vientos dominantes fueron de 302 N. á E. en las capas inferiores durante estos últimos dias, y de S. á 0. en las inferiores. En ningún mes de ios dos años pró- ximos pasados había sido la media del viento tan cercana al E. como en el presente mes, por haber soplado más de lo ordi- nario los vientos del S. Siguiendo el barómetro su marcha diurna acostumbrada, re- cibió gradualmente cierto incremento desde el 2 al 5, y decreció luego sucesivamente hasta el novilunio. El 5 tuvo lugar la má- xima barométrica bajo la influencia de E. N. E., de la tempera- tura 21° y de un cielo anubarrado. En los ocho dias siguientes hasta el cuarto creciente señaló algunas pequeñas oscilaciones, después de las cuales bajó durante tres dias consecutivos, acusó una corta ondulación, y luego siguió subiendo basta después del plenilunio. Estando el cielo medio cubierto de cúmulos, soplando S. E. en la baja atmósfera y en la alta S. S. E., ocurrió el 24 á las cuatro de la tarde la mínima barométrica al medir el ter- mómetro 27°, 3. La temperatura, describiendo un camino opuesto al del ba- rómetro, menguó desde el 2 al 3, creciendo luego y disminu- yendo alternativamente hasta la luna nueva. Desde el 10 al 21 marcó una sola oscilación, esceptuando las diurnas; creció has» ta el 15, permaneció estacionaria hasta el cuarto creciente, y en seguida siguió menguando hasta el dia mencionado. La mayor temperatura observada durante el mes hízose sentir el 25 á las cuatro de la tarde, estando el cielo casi despejado y corriendo S. S. O. moderado bajo 760mm,05 de presión atmos- férica. Guando ocurrió la mínima estaba también clara la at- mósfera, el barómetro acusaba 763mm,86, y soplaba E. apenas perceptible. Desde el 28 al fin del mes creció la temperatura al paso que bajaba la columna barométrica. El declinóme tro siguió generalmente marcando con regula- ridad. Esceptuando alguno que otro dia observóse la mayor declinación á las ocho ó á las diez de la mañana, y la mínima á las doce ó dos de la tarde. Del 15 al 25 bajó más de lo acostumbrado, en cuyo descenso ocurrió la mínima del mes, ei 21 á las doce, reinando S. E. suave bajo la temperatura 27° y la impresión atmosférica 701,05. La máxima ocurrió en una hora escepcional, pues tuvo lugar á las seis de la ma- 303 Oana del 29, hora en que acusó el termómetro la mínima del mes. La inclinación parecia á veces que guardaba relación con el estado del cielo, aumentando ó disminuyendo según la at- mósfera se cubría ó despejaba, y otra que observaba una mar- cha del todo contraria: la inclinación máxima ocurrió el 3 á las diez de la mañana, cuando el termómetro señalaba 23,7. el barómetro 762, 49, y se sentía N. N. O. moderado bajo un cielo medio cubierto de cúmulos. Verificóse la mínima el 27 por la mañana, habiendo permanecido estacionaria basta las dos de la larde, mientras soplaba N. E. y estaba el cielo lluvioso. En el adjunto cuadro debe tenerse presente que las obser- vaciones magnéticas están hechas bajo la influencia de una cañería de hierro, por lo cual no pueden servir para deter- minar las verdaderas inclinación y declinación aunque val- gan para conocer en algo su marcha. ==Habana 4 de febrero de 1860. ©BB&ea*vat®a*i© ffisSe© y gBa©te©s',©lóg|’B«?© €3© los® altaamaos «leí SSeal Celegfi® «fie BBcléaa. 304 -O CJ> o (=1 OO OO 30 ©1 lo SO lo oo co *5* o es oo" © so" ce" es" ;o so co CO so SO so lo lo lo JO lo lo o so so es^so o_ ° so O co ©1 co r-1 ©1 ©1 ©1 ©l r— ©i s so es •— ■ *^i ©i lo »^( “i io es co SO ©1 lo" SO r-* IO ©1 cH rH es SO IO m E. 2,0 1 Sereno. so es co ^ ©j o M c n ÍO ©I 30 CO IO ^ es so E" co so so o co oo ^ so ©i £ ©1-2 t" ©j so es eo seT o co co so — = * — * O1 so *— lo ^ 3 SO SO SO SO SO CO Eo lo lo lo lo lo ©1 ©1 ©1 ©1 ©1 CO ¿O í-"* ¡2 ©t es cc co «—i _ SO SO S© C3 SO SO v-T 30 «— (®C0«5CS50C0 lo ¡o io ío io SO SO ^ ©5 *s# CS °es" ©f so" CN ®í ©J ©l ri ©í SO GO 03 os ss 03 ss "3 60 03 SS os c45 3 o ' — i es 5S p £> es 60 -O O « ^ co eo so = so — » so es ©j V5H 5 t^* ©i *cs< s© es ■?=. 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C_5 •',! » °°£^ o o i • 1> S •* 0 ¡25 ~ ~ 1 O ® O© v^4 O ^ ©1 *a¿4 O SO C© ® O «— i so c© >*34 c© c© o© c© c© e© so ^ ^ so so so O o *35* ©3 ® ©4 *as4 SO ooeí<^oe® S© O© ^ <—4 SO ©4 C© C© C© SO C© «a* so so so _£ =: '3 o co si r-< £ ©1 SO GO lo OO SO ©j SOW©^l so so so 1 ¡3 [ CD s có o w oe c=¿ 1 o o \ ©4 s- í: CD O { OO s *5Ü SO- SO SO SO o ©© SO O© *s£ c© o© ® c© Oí <5 HBH2! ©5 ® <©> OS so »^4 - «Sí O© *5J< 05 oo c© so ©j so e© e© o© so ©© so so so CD c o cxá ©s £ e© 05 - “=# ^ ~ ©f o o e© *=# so e© <¡“4 IO ^ so oo so |0 O© v-H vs, so ©i c© c© ©© so s© ^ so so so *5j4 fcd »«4 *^4 so o c© ® O ©* so so C© C© 05 so í© ^4 *"»4 C© ®05 CO -J™- ^4 C© ©S ’E7 ^ c¿ oo oo e© P c© SO c© c t- s.-^ o O O J"3 GO CO ©3 ©3 <©> CO ^ ©3 £ 05 — 50 so £ CO CO CO lo SO f” TOMO Xt. Pluvímetro. Dias de lluvia 4: cantidad de agua llovida durante el mes, 15,nm,5, ó sea O pulgadas, 8 líneas, O punto, 116. Evaporador. Cantidad de agua evaporada en todo el mes, 19Smm,4, ó sean 8 pulgadas, O líneas, 6 punios, 408. Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 28° 8' 14", 5. Longitud, 79° 9' 42", 8 O. de San Fernando. Altura sobre el nivel del mar 20^1 75. —Habana l.° de febrero de 1881. 306 Idem de las observaciones meteorológicas hechas durante el mes de febrero de 1861. El cielo, que desde el tercer ociante de la luna, 30 del an- terior, se había presentado cubierto, fuése gradualmente des- pejando hasta las noches del primero y segundo, en que estuvo completamente sereno. Los dos primeros dias del mes reinaron los vientos del S., y observóse O. sumamente lento en la región de los cirros. Durante los dias que mediaron hasta el cuarto ociante de la luna, 6 del mes, principió la atmósfera por cu- brirse de cúmulos, que fueron luego reemplazados por nimbos. El 4 por la tarde llovió; mientras el cielo permanecía lluvioso soplaron sucesivamente N., N. N. O. y N. N. E. Los dias res- tantes hasta el novilunio estuvo entoldada la atmósfera, escep- tuando el 8 y 9, en que se despejó un poco. El 6 y 7, además de la corriente de los cirros al E., se notaron E. N. E. en la baja y E. S. E. en la alta atmósfera. Aparecieron de nuevo nimbos el 10 al medio día, para desaparecer y ser sustituidos por cú- mulos ó cirros, que mantuvieron empañado algún punto del horizonte hasta el 12 por la noche: en esta misma noche llovió un poco. El 16 encapotóse de nuevo el cielo, y tuvo lugar una breve tempestad acompañada de algunos relámpagos y truenos. En los diasque trascurrieron hasta el 21, cuarto ociante de la luna, presentóse lluvioso, y por la tarde del 21 se ofreció una corta llovizna, que se repitió el día siguiente mientras llovía en otros puntos del horizonte. Hasta el plenilunio no se ofreció cosa digna de notarse. Llovió el 27 y 28; en este último día tuvieron lugar unos cortos y repetidos turbiones, durante los cuales ganó el pluviómetro 9ram,4. La corriente de los cirros de O. á E., ó con alguna inclinación al E. S. E. ó E. N. E., ha sido constante durante todo el mes. Guardando el barómetro su marcha acostumbrada subió al soplar los vientos del N., menguó al reinar S., y osciló al rededor de la media al correr los vientos del E. Después de unas cortas oscilaciones, cuyo ascenso ó descenso no duró más de tres dias, esperiinentó una baja desde el cuarto ociante, en que midió 764mm,38, hasta el primer ociante creciente, en que 307 acusó 760mra, 00. Subió el día siguiente, y sufrió hasta el fin del mes unas corlas oscilaciones, cuya subida no contó más allá de dos dias. Ocurrió la máxima el 7 á las 10 de la mañana bajo una atmósfera clara, el viento N. N. E. moderado, y la tempe- ratura 19°, 5. La mínima observóse á las 2 del primero, mien- tras acusaba 28°, 4 el termómetro y E. S. E. moderado el anemó- metro, bajo un cielo medio cubierto de cúmulos. Es de notarse que el día en que tuvo lugar la máxima barométrica ocurrió la mayor altura media del barómetro y la menor termométrica, al paso que el dia correspondiente á la mínima barométrica la media termométrica fué una de las tres mayores del mes, y una de las dos menores la presión media. El termómetro, siguiendo el incremento empezado desde el 28 del anterior, el 3 midió 26°, 6, descendió en seguida hasta el 8, para subir luego durante cuatro dias consecutivos. Del 12 al 18 describió dos pequeñas oscilaciones, y al fin marcó una on- dulación cuyo ascenso duró hasta el 23, y hasta ei 27 su decre- mento. La máxima 29°, 6 verificóse á las 2 del 3, cuando el barómetro indicaba 761,44, bajo la influencia de un cielo medio encapotado y S. S. O. moderado. La mínima íué lo0, 7, ocurrida el 19 á las 6 de la mañana bajo la presión 763mra,15, de un cielo entoldado y la influencia de E. S. E., viento que generalmente suele llevar una temperatura mediana y raras veces frío. La mayor declinación tuvo también lugar en una hora es- cepcional como en el mes anterior, pues ocurrió á las 8 de la noche del 28, durante los repelidos turbiones que dieron fin á febrero, al soplar E. N. E. bajo la temperatura 23°,8 y 763,24 de presión atmosférica. La mínima ocurrió en la hora en que suele tener lugar la máxima, 8 de la mañana del 8, soplando E. N. E. moderado, reinando la temperatura 19°, 4 y la presión 763,14, bajo un cielo casi despejado, habiendo una hora antes estado cubierto. La inclinación, si bien no presentó marcha alguna regulará lo menos bien marcada, observóse sin embargo que iba creciendo de 6 á 10 de la mañana, lo mismo que de 6 á 8 de la noche. Además, parece que algunos días ha guardado cierta relación con la tensión del vapor de agua. El 6 subió la tensión por la mañana para bajar hasta las 4 de la tarde, y un camino análogo siguió la inclinación. Desde ei 18 al 22 por la 308 tarde recibió la inclinación un incremento gradual, sin haberse notado retroceso ninguno; permaneció casi estacionaria hasta el 26 y descendió el 27: el mismo rumbo describió la tensión del vapor acuoso contenido en la atmósfera, aunque con algunas variaciones diarias. La inclinación máxima ocurrió el 20 á las 2, 4 y 6 déla larde, en que sopló N. y el cielo estuvo cubierto; y á las 6 de la mañana del 4 la mínima, mientras medía el termómetro 23° bajo la presión 763,30, N. N. E. algo fuerte y un cielo lluvioso. =Habana 3 de marzo de 1861. irv h-*» tfev . ■ ■ ■' f-'"' < • . r c,: - c- ■ ; ' ' ;/ ' • ' i : • i-: ; ■ ■ - ^ r~. " . « • i-' i— . 5 ". ■ ■■ r' V/' ■Vi S. - í J X Observatorio fflsie© y meteorológico de los atraíamos del Keal Colegio de ISelén. 310 03 -J^¡ C3 03 CP ca *H OS v# <•»■* C© 05 OS Sí Sí_G©^ - le»" sí 2©" co" ©T sí C C© C© C© C© C© c© » l> » í" IT'» es os Sí ie» o© so 5 ©T oí sí es oí ©5 SI *™i Sí SI r— rH os osos es ie» 05Ü ©> »»3!W_c© ^ ie» L"* «-T oí 20 tí' ©í sí Sí »p“< OO 20 le» _ SI © S • a &a © • -— z © z" OOOSfí ©l> ©ÍOOOW i rí sí -sí -í" oí sí c © © o o wo le» r-* ) e ie» t'» le- c© «Sil Sí os 05 co 2SCOM-e®CO Sí_ sí os i^» > - ie» 05 20 ’c® oo"os oí oí* oí OSíO^OIrH SB' Sí Sí Sí *“i Sí 00 20 le» en O =2 a OO ©> C© sH oo O© fC o « © © o 53 C© SI -s# OS 05 < " C® C® C© C© 20 C© ¡ - i" le» : " ie« ie» ^®jci>oí © °oí ©í -sí sí oí oí Sí *— t Sí Sí T“l rH GO *^■1 OS ©OHSÍSO OS OS 20 t— 05 oí ooí© OO 20 -sí *-* rH le» 50 5© en r~* _© s «© *a . a WS CO * 3 CC5 03 *"C3 ©OQSÍÍ5H ie-» o 20 os 05 < c© ie» 05 os i os 20 c© SÍ «eí os" OO © ©«0X5® le» le» le» le» le» le» °05 ©s" -í" os" -sí ©T Sí r— 1 Sí Sí Sí 20 es Sí : — - 1 *-sí ie» oo os coso® "05S50rí o' 50 t-»OOÍO© 5© w S5 en o -© <5© oo ^3 ss o Sr- ^3 Sr- -S5 S3 ’O «o ■53 s «o <3 o co Sí o •<■»£> o ©íHOOOI 05 2.0 sí f-T 20 s— i OO 20 5© os 20 w ai w , en O o a -3 o ctí É=J n3 03 a 20 Sí OS Sí o os _ OO c© OS QO -s# £3 ^ ^ ~ «x 5 OO OS C© 5© o os c © ® ® © © © lo» le le» le» so» le» r-> o© c© o© si le» *--» © i© ®í os" sí »-í oí Sí r—i Sí SI ve w OS je-» 05 »-^ sí ie» le» C© 05 C© OS 20 5© os" oí 20 sí os" oí V=“l v-r 05 20 e© S»PH O OO 13 r • a W-© CCS ^ os ©oí OO '“í Sí oí oí Sí ©í Sí t— t ce "O -CS © O . © > o *o CU , ’O © o O © r-» É*! • © • 0 en en *© o a G © o -o m © O fiS ai 53 £m • CO O O H ¡*! 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' 55 &a § tí t/3 tí Pluvímetro. Dias de lluvia 5: cantidad de agua llovida durante el mes, 15mm, ó sea O pulgadas, 7 líneas, 9 puntos, 024. Evaporador. Cantidad de agua evaporada en todo el mes, 15Gmm,8, ó sean O pulgadas, 9 líneas, O puntos, 319. Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 14", 5. Longitud, 79° 9' 42", 8 O. de San Fernando. A el nivel del mar 20iiq,175.=Habana l.° de marzo de 1861. CIENCIAS NATURALES. -©-ÍXÍX&» ZOOLOGIA. Domesticación y aclimatación de nuevas especies.— -Extracto de una noticia presentada á la Academia de Ciencias de París por Mr. Isidoro Geoffroy Saint-Bilaire, relativa á los re- sultados que han dado las pruebas de los años últimos para introducir nuevos animales domésticos . ([/Instituí., -1.4 febrero 1861.) Las especies en que se han obtenido desde luego resultados dignos de atención pertenecen á tres clases del reino animal, que son la de los insectos, la de las aves y la de los mamíferos. Algún dia causará admiración , que mientras hace mu- cho tiempo que se cultivan en China y en el Indostan tres es- pecies de gusanos de seda, los pueblos más civilizados, aque- llos por consiguiente en que la industria da lugar útil á los más variados productos, no hayan hasta el día cultivado más que una sola especie, que es cierto que supera á casi todas las demás por la belleza de la seda, pero que puede hallar entre ellas quienes puedan sustituirla utilmente. Podemos esperar que se remediará al fin este grande atraso. En la actualidad hay en Europa seis nuevos gusanos de seda, además del bombyx de la morera. No obstante, hasta ahora no se ha hecho más que ensayar el cultivo de cuatro de estas especies, entre las cuales debe contarse aquella cuya posesión es la que más puede desearse, el gusano de seda de las encinas del Norte de la China y de la Mantchouri'a, especie que parece destinada á hacer que algún dia sea la producción de la seda una de las indus- trias del Norte y del Mediodía. Por el contrario, hasta ahora hemos adquirido otros dos gusanos de seda; y para que se ce- sase de poseerlos en Europa, sería menester que se renunciase á su cultivo; y aun en este caso uno de ellos quedaría en es- 313 tado silvestre: estas dos especies son, una el gusano de seda del ailanto ó falso vernis del Japón, otra el del ricino. Este último bómbice se ha introducido sucesivamente, y como por grados, desde lo interior de la India á Calcuta, de Calcuta á Egipto, de Egipto á Malta, de Malla á Turin, y de Turin por una parte á Argelia y por otra á París, de donde la Sociedad de aclimatación la ha esparcido en todas partes, hasta en Amé- rica. He aquí una especie que, habiendo salido de lo interior de la india hace algunos años, ha llegado á ser casi europea y africana, y algo después cosmopolita. Según se vé, la clase de los insectos nos ha proporcionado animales industriales; la de las aves nos da sobre todo especies de adorno, al menos hasta ahora: nadie duda que cuando se es- parzan más, se colocarán en la clase de animales verdadera- mente útiles. Estas nuevas son: el periquito de Australia ( Eu~ phemia undulata ), tan interesante por sus costumbres como por su belleza; algunas palomas; dos codornices [ortix) que se han tratado de multiplicar en estado silvestre para caza; el faisan de Himalaya, y cinco buenas especies de aves acuáticas, los gansos de Egipto y de las Sandwichs, los ánades de la Carolina, que desde ahora constituyen el adorno de los estanques de lujo, y el cisne negro de la Australia, que cada vez se hace mas co- mún en ios lagos y rios de los parques: la reproducción de esta hermosa especie hace algunos años que se obtiene con regula- ridad en Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica y Holanda. Además de estas conquistas que pueden mirarse como rea- lizadas, hay otras muy adelantadas. El periquito Edwans y la calopsita ó nírifica parecen destinados Bien pronto á ser los ri- vales del periquito de Australia; el cisne blanco ele cuello negro del Brasil ha comenzado á aclimatarse, primero en Inglaterra y después entre nosotros con el cisne blanco de Europa y el ne- gro de Australia; y el orden de las gallináceas, que era de to- dos el que más se ha enriquecido, va casi á duplicar el número de sus especies, pues que ya se reproducen fácilmente en tos palomares, esperando que algunos de ellos entren en tos cor- rales, el faisan versicolor del Japón, varios euplocomos ú houppíferas, y el lofóforo brillante. Cuando hayamos adquirido definitivamente esta última especie, el pájaro de oro de los 314 indios, podríamos dudar si el faisan dorado y el pavo real son todavía las más hermosas de nuestras aves domésticas. He aquí, pues, entre las aves más de diez nuevas especies domésticas, y casi otras tantas domesticadas. Todavía no tene- mos, como en 1730, más que 17 especies de aves domésticas: puede esperarse que en pocos .años tendremos más de 40 de ellas. Los nuevos mamíferos domésticos son necesariamente muy pocos; aquí es mucho menor la fecundidad, muy larga la ges- tación, y el desarrollo mucho más lento; y á estas dificultades debe también agregarse las que se experimentan en procurarse de lejos grandes animales, y trasportarlos á Europa. Con un solo par de llamas y con tres hemiones nos ha sido preciso en- sayar la aclimatación de estas especies; y para que hayan po- dido traerse á Europa rumiantes tales como el cana, el nilgó y el yak en pequeños rebaños, se ha necesitado la situación tan privilegiada de lord Derby, y lo que es todavía más raro, el celo de nuestro cónsul general en China, Mr. de Montigny, que para realizar una obra útil no ha retrocedido ante ningún obstáculo ni sacrificio. De los cinco grandes mamíferos que acabamos de nombrar, dos son domésticos desde tiempo inmemorial en sus montañas natales; las dificultades, que todavía son muy grandes, consis- tían en aclimatarlos aquí. En el día se ha conseguido, y no solo en las montañas de Europa, sino también en las regiones bajas. En la casa de fieras del museo tenemos tres generaciones del llama nacidas en ei establecimiento, donde han sido y son siempre muy raros; y también se han reproducido mucho en otros puntos de la Francia, especialmente en Inglaterra. El yak, más moderno, puesto que solo desde 1854 nos le han traído, no ha llegado todavía en la casa de fieras del museo más que á la segunda generación, pero los resultados obtenidos no son menos decisivos; de los tres individuos han nacido 17. que casi todos han podido criarse. También han nacido otros en los Alpes, en el Jura y en el Cantal. Respecto del hemion, el cana y el nilgó, eran dobles las di- ficultades; se necesitaba hacer pasar á estos animales no solo de una región á otra muy diferente, sino también del estado 315 salvaje al privado , y después al verdaderamente doméstico, que supone la reproducción regular: sin ella el hombre no poseería más que individuos, y la domesticación es esencial- mente la conquista de la especie. En la actualidad el hemion, el cana y el nilgó no solo se manifiestan muy á propósito para soportar las intemperies de nuestro clima, sino que además se obtiene la reproducción del primero con mucha regularidad en la casa de fieras del museo, del segundo en Inglaterra y en Bélgica, y del tercero en toda Europa. Comenzamos también á poseer por una parte dos rumian- tes, cuya carne puede servir para alimento, y por otra un ter- cer solípedo auxiliar; y al decir esto no se crea que indicamos sólo por conjetura los servidos que tenemos derecho á esperar de estos nuevos animales domésticos. En Francia y en el es- Irangero la carne del nilgó se ha servido ya en muchas mesas, y puede asegurarse que este hermoso rumiante puede servir con preferencia para embutidos finos. En Inglaterra, habién- dose encontrado con suficiente número de canas, mandó lord Hill en 1858 matar uno de ellos; la carne se dividió entre la reina de Inglaterra, el emperador de los franceses y un gran número de experimentadores que había reunido en un ban- quete Mr. Bichara Oweo: la conclusión de estos experimentos fué que el cana ó alce del Cabo, como se ha llamado á causa de su gigantesca talla, da una carne sumamente suculenta, de tejido fino, de sabor muy delicado, y verdaderamente de cali - dad superior. Estos dos antílopes, uno indio y otro africano, no son únicamente hermosas especies de adorno, sino que pres^ taran utilidad. La excelencia de la carne del hemion está también compro- bada por los viajeros; pero todavía no se lia demostrado en Europa, y bajo otro punto de vista nos interesa este congénere del caballo y del asno, muy parecido al primero por su velo- cidad y vigor natural, y al segundo por su sobriedad. Ya se ha conseguido domar, montar y uncir al hemion (lo mismo que al dauw, que por lo menos sería tan precioso como él), y hace algunos años que se ha hecho una serie de ensayos en una parada establecida momentáneamente en Versalles, lle- vando allí dos hemiones del museo. Estos ensayos han producido m un éxito favorable : en algunas semanas se ha podido utilizar el hemion, uncirle á un carruaje, emplearle para carreras muy rápidas, y aun para el viaje de Versalles á las puertas de París; el trayecto se ha verificado en i hora y 20 minutos, tan rápida y fácilmente como si fuera con un caballo de raza bien doma- do. En este momento, y esperando que los hemiones de sangre pura se propaguen lo bastante para ser útiles, se empiezan á emplear ventajosamente los veloces y hermosos mulos que se producen por el cruzamiento del hemion con la pollina: varios de estos hermosos híbridos recorren hace algunos meses las calles de nuestras grandes ciudades, París, Lyon y Marsella; en Lyon á veces se ven cuatro uncidos juntos. Estos primeros resultados pueden hacer comprender el interés que puede pro- ducir una nueva importación de hemiones. La gestación del hemion, como la de los demás solípedos, es larga, su fecundi- dad tardía; el rebaño del museo por sí solo no produciría en mucho tiempo bastantes individuos para poder formar del he- mion una especie verdaderamente útil. La introducción de una nueva sangre mejorarla por otra parte nuestro rebaño, que procede todo de un macho y dos hembras solamente. En resúmen, dice Mr. Geoffroy al terminar, he aquí casi du- plicado en veinte años el número de animales domésticos. De aquí puede deducirse cuán fundadamente decia Buffon en un pasage desgraciadamente olvidado ó no comprendido en casi cerca de un siglo: «El hombre no sabe bastante lo que puede la naturaleza, ni lo que él puede sobre ella. No nos utilizamos en gran can- tidad de todas las riquezas que nos ofrece: su fondo es mucho más inmenso de lo que nos lo figuramos; y todavía tiene espe- cies de reserva , para servirnos, alimentarnos y vestirnos-» Formemos, pues, la lista de estas especies de reserva; eli- jamos entre ellas, para ser dueños de las mismas, las que desde ahora pueden sernos útiles, y para ilustrarnos por la experien- cia, aquellas cuya utilidad es presumible; y hagamos por fin en la segunda mitad del siglo XIX lo que Buffon hubiese querido que se hiciese desde el XVlíI. (Porta Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruie») 317 VARIEDADES. — i§i — mi MJUMá di «rautas. Premios. Terminado el .dia 30 de abril el plazo para la admisión de Memorias optando á los tres premios ofrecidos por la Academia para ser adjudicados en el corriente año de 1861, ha resultado lo siguiente: Para el primero, ó sea aquel cuyo programa consiste en «Esplicar de una manera satisfactoria el fenómeno conocido bajo el nombre de luz zodiacal,» se han presentado dos Memorias, cuyo número de orden, dia de presentación y lema son los que siguen: Niírn. í. Entregada en Secretaría en 27 de abril de 1861, con el lema*. E pur si muove. (Galileo.) Núra. 2» Id. en 2 9 de abril con el lema: Dixitque Beus; Fiat lux , et facía est lux. (Genes., cap. I.) Para el 2.°, que consiste en «Demostrar con experimentos el fenómeno de la nitrificacion en general, y causas más influyentes en la misma, ex- poniendo al propio tiempo los medios más ventajosos de favorecer la nitri- Scacion natural de nuestro pais,» se han presentado dos Memorias. Núm. ! . Entregada en Secretaría en i 8 de abril, con el lema: La aclaración de un fenómeno exije tres condiciones: es preciso estudiar primeramente el fenómeno en todas sus fases; determinar después qué relaciones guarda con otros fenómenos ,• y por último , establecidas estas relaciones , medirlas y formularlas por medio de números. (Justo Liebig, Nuevas Cartas sobre la química, ed. española de 1853, p. 294.) Núm. 2. Entregada en Secretaría en 27 de abril, con el lema*. Newton , Lavoisier y Humboldt son figuras más elevadas ante la historia de la humanidad que Cesar , Alejandro y Napoleón /. Para el 3.°, que consiste en «Describir las rocas de una provincia de España y la marcha progresiva de so descomposición, determinando las causas que la producen, presentando la análisis cualitativa de la tierra vegetal formada de sus detritus? y cuando en todo ó en parte hubiese se- dimentos cristalinos, se analizarán mecánicamente para conocerlas diferen„ tes especies minerales de que se compone el suelo, así como la naturaleza 318 y circunstancias del subsuelo ó segunda capa del terreno; deduciendo de estos conocimientos y demás circunstancias locales las aplicaciones á la agricultura en general y con especialidad al cultivo de los árboles,» se ha presentado una Memoria con el lema: Núm. 1. Destructio unius, generatio alterius^ entregada en Secretaría en i 6 de abril. Las 5 obras concurrentes á los premios referidos se hallan desde hoy sometidas al examen y calificación de esta Academia, cuyo resultado se publicará en tiempo oportuno. Madrid 2 de mayo de 1861.=El Secretario. — Elecciones . En sesión del dia 4 del actual fue elejido académico numerario en la sección de Ciencias Naturales, para llenar la vacante ocurrida por fallecimiento del limo. Sr. D. Mariano Lorente, el Sr. Don Ramón Pellico, Inspector del cuerpo de ingenieros de Minas, y Director de su escuela especial. -—También fue elegido en sesión de 1 í del mismo, para ocupar la va- cante en la Sección de Ciencias Exactas por defunción del limo. Señor D. Gerónimo del Campo, el Sr. D. Carlos Ifaañez, Teniente Coronel de infantería y Comandante del cuerpo de Ingenieros. — Lampara de magnesio . El magnesio, cuyo peso específico es 1,74, es aún más ligero que el aluminio; es blanco, inoxidable al aire seco, oxida- ble con lentitud en el aire húmedo; puede batirse con el martillo, limarle y estirarle enalambres; se inflama á la temperatura de fusión del vidrio de botellas, y arde con una llama tranquila y escesivamente viva. Un alambre de 3 décimos de milímetro de diámetro quemado al extremo de la llama de una lámpara de alcohol, da una luz igual en intensidad á la de 74 bugías esteáricas de 5 en V0 kilogramo: su brillo es casi V500 del brillo del disco solar. La intensidad química ó fotogénica de la luz del magnesio inflamado es relativamente mucho mayor todavía, puesto que es cerca de f/,7 de la intensidad fotogénica del sol. Podría, pues, em- plearse con ventaja para fotografiar por la noche ó en sitios en que no pueda penetrar la luz: pero desgraciadamente el magnesio es aún muy caro. Para producir una luz de 74 bugías es menester quemar por mi- nuto t milímetro de alambre que pese 12 miligramos, el coste de esta luz sería de unos 94 céntimos por minuto, de 500 francos en unas 10 horas, mientras que con el ácido esteárico no costaría más que 3 5 francos. — Sobre una piedra meteórica, caída en Petersburgo , condado de Lincoln Tennesel , el 5 de agosto de 1855; por Mr. Shepard. Esta piedra, de lki!-,5 de peso primero, cayó á 2 millas al O. de Petersburgo, á cosa de las 3 de la tarde, el 5 de agosto de 1 855, al tiempo ó poco antes de un gran chaparrón. Precedió mucho ruido á la caída, como si fuera un ca- 319 bonazo, y luego hubo otros cuatro ó cinco menores. Los oyeron varias personas. Venia la piedra del E., y al caer parecía rodearla un halo lu- minoso de 2 pies de diámetro. Se metió en el suelo 45 á 50 centímetros. Al cojerla estaba tan caliente todavía, que no se podia tener en la mano. Tenia roto un borde, que permitía ver el color gris ceniciento interior, con manchas de minerales blancos, amarillos y oscuros? al paso que la superficie exterior era una costra delgada, negra y brillante, como si fuera pez. Un extremo tiene figura irregular, romboidal-, puesto el cuerpo sobre él presenta figura de prisma romboidal oblicuo, bastante bien marcado, de 12 centímetros de largo. El extremo superior no está bien conformado, y se aplana algo en una de las aristas. Tres lados adyacentes, inclusa la base, están en bruto, y cubiertos de cavidades y de ojos: otros están más unidos y redondeados. Ejerce esta piedra sensible acción en la aguja imantada? triturados sus fragmentos en un mortero, los dan ai momento de hierro niquelífcro. El peso específico de la masa entera es 3,50. La piroxena constituye su parte principal con el olívino y la ortoclasa (diseminadas) y el hierro niquelífero (entra por V2 por 100). También tiene hojillas de un metal negro brillante, que está por examinar. La aná- lisis ha dado*, sílice, 49,21? alúmina, 11,05? protóxido de hierro, 20,41? cal, 9,01? magnesia, 8,13? manganeso, 0,0 4? hierro, 0,5 0? ñique!, seña- les? fósforo, id.? azufre, 0,06? sosa, 0,83? total, 99,23. Presenta la curiosidad de ciertas líneas ondulosas delicadas que cortan á la costra desde la base en la parte opuesta al extremo menor, como si provinieran del roce de la atmósfera contra una costra fluida. Acaso haya entrado por algo la electricidad á dar este aspecto. La fractura fresca presenta color gris ceniciento algo aperlado en la base de la piedra. En la masa se ven desparramadas partes redondas y po- ligonales, las mayores de 12 milímetros de diámetro, las menores per- ceptibles apenas, de un mineral muy cristalino de color blanco como la nieve. Son minerales de anortita y de chíadnitá. La anortita suele verse en cristales prismáticos casi rectangulares, con aristas romas y caras algo estampadas. Los mayores cristales de estos podrán tener 6 milímetros de grueso, y los menores son como granos de arroz? algunos tienen color gris de púrpura. También se ven claramente esparcidos granos crista- linos de piroxena verde de casi 6 milímetros de diámetro, de crucero dis- tinto como la sahlita común, variando el color clel gris de pistacho al verde oscuro de yerba. El divino, en granos de color verde amarillento claro y trasparentes, casi está diseminado por toda la masa hasta en las partes blancas de chladnita, donde sin embargo baja de color, y se pone amarillo vinoso pálido. Los cristalitos negros con caras triangulares equiláteras pre- sentan en el soplete caracteres de cromita: hay muchos, y en todos los 320 puntos de la masa les acompañan granos finísimos de hierro niquelífero. Las piritas, cuya presencia manifiesta el ácido clorhídrico, no se ven ni con la lente. También se advierte un cristal, al parecer dodecaédrico duro, de color rojizo terroso, que se asemeja á la sustancia llamada por Mr. Shepard gameto (granate) en la piedra metcórica de Kobiemoro (Maire). Se rompe con mayor facilidad que las piedras meteóricas comunes; sus fragmentos tienen 3,2 3 de peso específico. El hierro niquelífero sepa- rado con el imán sube á 2,5 por 100. Se puede representar con bastante aproximación la constitución mine- ral de la piedra de Petersburgo como sigue: Anortita. ......... Chladnita Olivino... . Piroxena Hierro niquelífero.. . Cromita y piritas... . 82,00 9.00 5.00 1.00 2,5 0,5 (Por la Sección de Variedades, Ricardo Rüiz.) Editor responsable, Ricardo Rüiz. N.° 6.°— REVISTA DE CIENCIAS. -Junio 1861. CIENCIAS FISICAS. METEOROLOGIA . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de mayo de 1861. Los dos primeros dias de este mes fueron anubarrados y un poco húmedos, reinando en el ios por lo general viento débil del E. y S. E.; en el 3.° comenzaron las nubes á disiparse; mantúvose al 4 casi en totalidad despejado; y los 5 y 6 trans- currieron asimismo sin nubes y diáfanos, refrescados por un viento del N. E. casi constante y de ímpetu notable. A medida que, como se acaba de indicar, el cielo se fué despejando, el barómetro descendía, y pasaba, término medio, de 7Q9mm,33, altura del día 1.°, á 703mm,16 en el 4, elevándose después un poco, y oscilando entre 704 y 706mra en los dias 5 y 6, últi- mos de este breve período. En la madrugada del 7 se aplacó el viento del N. E., giró luego la veleta hacia el S. E., S. y S*. O., notóse en la columna barométrica un rápido descenso, y empañaron la atmósfera al- gunas nubes, que en el curso del dia fueron extendiéndose y engrosando, en términos de amanecer el 8 casi completamente encapotado. En la mañana de este dia el barómetro continuó descendiendo, y las nubes, en cantidad considerable, presen- taban á las 12 aspecto tempestuoso; pero entre 1 y 2 horas de la tarde se levantó un viento recio, casi huracanado, del S., que las mezcló y convirtió en un stratus general, aplacándose á las 3, y cayendo en el resto de la tarde y por la noche algu- nos aguaceros de mediana importancia. Parecido al anterior, TOMO XI. 2 I m por el estado nuboso dei cielo, frecuentes amagos de lluvia, depresión de la columna barométrica, y repetidas ráfagas de viento 8., fué el 9; y bien que menos encapotado, á la misma especie de dias húmedos y revueltos correspondió el siguien- te 10. El dia 11, primero déla 2.a década, fué todavía anubarrado, revuelto y lluvioso como los inmediatos anteriores; pero ya en él comenzó á subir el barómetro con rapidez, y el viento, fijo en los tres precedentes en el cuadrante del E. al S., se ladeó sensiblemente ai O. El 12, lluvioso como el anterior, pasó la veleta al N. O., y al N. E. en los 13 y 14, desde ios dias mas despejados y frescos del mes, habiendo continuado hasta el mismo 13 el movimiento en alza del barómetro, é iniciádose el 14 un nuevo descenso. Amaneció el 15 con numerosas nubes pegadas al horizonte de N. O. á N. E., que á medio dia llegaban ya al zenit, aglo- merándose por la larde con visos de tempestad, y disolvién- dose en gran parte por la noche después de soltar un leve agua- cero; en la tarde dei 16 hubo asimismo por el S. E. amagos de otra tempestad, que tampoco llegó á formalizarse; los 17 y 18 transcurrieron tranquilos, pesados y calurosos; en el 19 llovió repetidas veces, aunque nunca con abundancia, por la mañana y la noche; y en el 20 no solo llovió como en el an- terior, sino que entre 12| y 1| de la tarde estalló con fuertes truenos y relámpagos una verdadera tempestad venida del S. E., es decir, de la región por donde en los dias precedentes habia estado amagando. En todos estos dias el viento, muy débil casi siempre, sopló con indecisión del N. E. y S. E., y alguna vez también del S. O.; el barómetro experimentó pe- queñas oscilaciones, y del 15 al 18, ambos inclusive, la tem- peratura adquirió, puede decirse que repentinamente, sus máximos valores en el mes. Aunque en el dia 20 cesara el estado tempestuoso de la atmósfera, no por eso se despejó el cielo en los sucesivos hasta fin de mes, transcurriendo con abundantes nubes y viento fuerte del N. E., S. E. y S. los 21, 22 y 23; con amagos de lluvia y aun de tempestad á veces, viento muy variable y poco sensible, interrumpido en determinados momentos por algunas 323 ráfagas viólenlas, los 24, 25 y 26; agitado por un viento fu- rioso del S. E. antes de amanecer y lluvioso lodo el dia, el 27; más tranquilos que el precedente, húmedos y nubosos los 28 y 29; y otra vez lluviosos y revueltos los 30 y 31. Llegado el barómetro, tras la tempestad del 20, á su máxima abura de 7 1 0mm , 69 en la mañana del 21, fué luego descendiendo sua- vemente hasta el 27; el viento, del N. E. basta el 22, varia- ble en los sucesivos hasta el 26, y del S. O. en los 27 y 28, volvió al N. E. en los 3 últimos dias; y la temperatura, mas elevada por término medio en esta que en las precedentes dé- cadas, pasó por un máximo valor el 26, y experimentó de este al siguiente 27 un violento descenso de 7 grados. Nota. En el siguiente cuadro, sección correspondiente al anemóme - tro, faltan algunas horas por haberse descompuesto á mediados del mes aquel aparato, que fué menester desmontar para atender á su repa- ración. BAROMETRO. i * i ,a década. O a o.s ! Am á las 6 m . . , .......... . . . , . m m 705,18 nam 706,31 IJHU 706,25 Id. á las 9 ........... 705,05 706,57 706,43 Id. á las 12. . .................. 704,04 706,00 705,99 id. á las 3 t. 703,00 705,50 705,10 id. á las 6. . .... 702,90 705,40 704,96 Id. á las 9 n. 703,54 706,35, 705,92 Id. á las 12. .................... . 703,68 706,66 706,09 Am por décadas. . ................ mni 703,91 rom 706,11 ni m 705,82 A/máx. (dias 1, 14 y 21). ........ . 710,35 710,19 710,69 A. mín. (dias 10, 11 y 27). ......... 696,48 699,38 703,14 Oscilaciones ..................... 13,87 10,81 7,55 Ara mensual '. .................... )> mm 705,30 )> Oscilación mensual. . ............. » 14,21 )j i 39 0SEB3B J 324 / TERMOMETRO. i década. 2.* o.® Tm á las 6 7°, 3 11°, 0 13° 2 Id. á las 9 . 13 ,4 15 ,4 17,9 Id. á las 12 17 ,8 19 ,7 21,5 Id. á las 3 t 18 ,8 20 ,0 22,5 Id. á las 6 16 ,1 18 ,9 21,3 Id. á las 9 n 12 ,4 15 ,4 16,6 Id. á las 12 9 ,6 12 ,9 14,9 Tm por décadas 13°, 6 16°, 3 18°, 3 Oscilaciones 22 ,8 28 ,4 20,1 T. máx. al sol (dias 4, 17 y 25) 3 5o, 3 39°, 0 39°, 2 T . máx. á la sombra (dias 4,17 y 26) . . 26 ,2 31 ,2 30,4 Diferencias medias 7 ,2 7 ,7 6,3 T. mín. en el aire (dias 6, 14 y 22). 3° 4 2Ü,8 1 0',3 Id. por irradiación (dias 1, 13 y 23).. -i ,0 -1 ,9 3,2 Diferencias medias 2 ,8 2 ,5 2,4 Tm mensual . » 16°,1 » Oscilación mensual • 33 ,1 )) PSICROMETRO. 1 .* década. 2.a 5.a Hm á las 6 m 72 76 83 Id. á las 9 57 67 67 Id. á las 12. 43 49 54 Id. á las 3 t 42 51 50 Id. á las 6 52 52 51 Id. á las 9 n 58 59 68 Id. á las 12 69 69 71 //n por décadas. /. . . 56 60 63 Ilm mensual. » 60 » ATMOMETRO. E por décadas E. máx. (dias 6, 17 y 31) mm 5,4 mm 5,5 7,0 8,1 E. mín. (dias 8, 20 y 29) 2,6 2,0 Em mensual » mm 5,5 PLUVIMETRO. Dias de lluvia. Agua total recogida» id. en el dia 24 (máximum) ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes . N. ........... . 17 horas. S. ............ 50 N. N. E 12 S. S. 0 54 N E. ......... . 235 ' S. 0. ........ . 74 E. N. E.. ..... . 33 0. S. 0........ 13 E ...... 41 0 30 E. S. E 18 O. N. 0 18 S. E 39 N. 0 27 *5 « S • E • » • ® C- ® 3 4 18 N. N. 0. ...... 8 (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Ruiz.) mm 5.7 6.7 3,2 8 37""", 6 16 ,2 CIENCIAS NATURALES. - — j C asi» — ZOOLOGIA. DE LAS AYES OBSERVADAS EN ANDALUCIA. POR D, VICTOR LOPEZ SEOANS V PARDO MONTENEGRO, * -i . * ex-alumno interno de la facultad de medicina de Granada , académico de la de Ciencias y Literatura de dicha ciudad , de las Reales Sociedades económicas de la provincia de Granada y Santiago , de la Protectora de las Bellas Artes de Madrid , del Ateneo científico y literario del mismo punto , de la Sociedad de Naturalistas Osterlands de Alemania , Entomológica de Francia , etc., etc.: Dedicado d la Real Academia de Ciencias de Ma- drid por el autor „ mm l.°— ACCIP1TRES. (Linneo.) 1.a DIVISION.— ACC. DIURNI. FAMILIA l.8 — VULTURIDAS (Ch. Bonaparte.) Genero l.° — Vultur. (Linneo.) Vultur fulvus. (Briss.) Esp. Buitre leonado . And. Buitre , Buitre franciscano . Sedentario. Común en las Sierras Morena, Nevada, de Alfacar, de Cogollos, en Pinos-Fuentes Y otros varios puntos de Andalucía. Vultur cinereus. (Gmel.) Esp. Buitre ceniciento And. Monje , Buitre . Sedentario. Común en las mismas loca- lidades (¡ue el precedente. Genero 2.°— Neophron. (Savig.) Neophron percnopterus. (Savig.) Esp. Neofrón percnóptero. And. Abanto. Sedentario. Común en los mismos parages que los anteriores. Genero 3.°— Gypaetos. (Storr.) Gypaetos barbatus. (G. Cuvier.) Esp. Gipaeto barbudo. And. Quebrantahuesos, Buitre. Sedentario. Común en Sierra-Nevada, y no tanto en la Morena y demás montañas elevadas de Andalucía. El nombre de quebrantahuesos, con que los naturales de la Sierra-Nevada conocen estas aves, es debido á la creencia que tienen de que para romper los huesos de los animales que co- men, se elevan con ellos á una altura conveniente, de donde dejándolos caer sobre las rocas, los reducen á fragmentos capa' ces de poder ser deglutidos por el animal. Observé varias ve- ces estas subidas y bajadas, pero nunca tan de cerca que per- mitiera cerciorarme de este hecho. Su vuelo es muy variado, ya rápido y bajo, ya elevado y suave, ó por tiempos, pero siempre grave y magesluoso, siendo lo más frecuente verle remontarse á grande altura, y volar en línea horizontal, rozando los mas al tos picos de la Sierra. Suele bajar algunas veces de las montañas, y aproximarse á Granada, en cuya época no es tan difícil de cazar, y es mas común. Anida en Sierra- Nevada en el sitio llamado Tajo de la Bui- trera, así como conocen con el de Barranco de los Buitres a un lugar frecuentado por los gipaetos. FAM. 2 A — FALCONIDiE. (Ch. Bonaparte.) Genero 4." — Aquila. (Briss.) Aquila bellaca. (Savig.) Esp. Aguila imperial. And, Aguila imperial . Sedentaria. Rara en los montes de Iznalloz, provincia de Granada. Común en la de Sevilla y Córdoba, I m Aquila fulva, (Savig.) Esp. Aguila real. And. Aguila. Sedentaria. Coman en las Sierras Morena, Nevada, de Cogo- llos y oirás de todo el pais. Dos individuos de esta especie, macho y hembra, perma- necieron vivos por algunos meses en la universidad de Grana- da, los cuales habían traído aún poíluelos del término de Jerez. Al principio se llevaban bastante bien, pero luego que fue- ron algo crecidos se hacían la guerra constantemente, notán- dose en ellos la envidia y terquedad mas exageradas. Si el uno se acercaba á la reja de la jaula, el otro se lanzaba sobre él á disputarle el puesto; otro tanto sucedía al echarles de comer, siendo preciso castigarlos á todos momentos para que estuvie- sen en paz; y al meter una vara ú otro objeto por las rejas para imponerles orden, lejos de amedrentarse, se acurrucaban, clavaban la vista en el objeto que les impacientaba, y de pronto, lanzándose sobre él y asiéndole con garras y pico, forcejeaban por destrozarlo, y no pocas veces hubieran deseado hacer otro tanto con el que les cuidaba. En estas ocasiones, solamente cuando el enemigo era común para entrambos, se les veia estar de acuerdo en sus acciones. Ultimamente, la ferocidad de estos animales era tal, que un día después de un combate reñidísimo, y en el cual cada com- batiente desplegaba á porfía ios instintos mas sanguinarios, uno de ellos dió la muerte á su compañero, gozándose después de la victoria en agarrar y picar al vencido, paseándose por la jaula, produciendo un ruido sordo como satisfecho de ha- llarse solo. Aquila nsevia. (Briss.) Esp. Aguila vocinglera. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. liara en Sierra-Nevada, pro- vincia de Granada, en mayo de 1838. Aquila pennata. (Cuv.) Aguila calzada. And. Aguila perdicera. Sedentaria. Rara en la Sierra-Nevada, Puntal de Bogarra. Genero 6.°— Pandion. (Savig.) Pandion haliaetus. (Cuv.) Esp. Pandion fluviátil And. Aguila blanca. Sedentario. Poco común en la laguna del Pozuelo, sitios pantanosos y orillas de los ríos de todo el pais. 329 Genero 7.°~*CirC;Etus. (Vieill.) Circsetus gallicus. (Yieill.j Esp. Circeto melion. Sin vulgar andaluz. Sedentario. Común en las inmediaciones de Granada, de donde es el ejemplar que posee el gabinete de la universidad. Genero 8.°— Buteo. (G. Cuv.) Buteo vulgaris, (Hay.) Esp. Bateo vulgar. Sin vulgar andaluz. Sedentario. Común en los bosques y arboledas de toda Andalucía. Buteo lagopus. (Vieill.) Esp. Buteo calzado . Sin vul- gar andaluz. Habita, según el Dr. Machado, en los campos po- blados de árboles de la provincia de Sevilla, en donde dice es sedentario y común. Genero 9.°— Pernis. (G. Cuv.) Pernis apivorus. (G. Cuv.) Esp. Pernis abejero. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Raro en Sierra-Nevada, en diciembre de 1857. Genero 10.— Mil yus. (G. Cuv.) Mil yus regalis. (Briss.) Esp. Milano real. And. Hor- quillada, Aguililla horquillada , Aguililla tripera , Aguililla y Milano. Sedentario. Común en las cercanías de Granada, Se- villa, Jaén, Córdoba, Jerez, Cádiz, Cbiclana, Gibraltar, etc, Milvus niger. (Briss.) Esp. Milano negro. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Raro en las provincias de Jaén y Granada, poco común en Cádiz y Jerez de la Frontera, y se- dentario y común en Sevilla. Como no están de acuerdo los naturalistas acerca del ré- gimen alimenticio de estas aves, diré que en aquellas que pude observar hallé en sus mollejas gazapos y otros mamíferos. Temminck dice que se alimentan especialmente de peces, y no chicos, toda vez que, según afirma, prefieren los sábalos; y Nordmann, que observó sus costumbres, asegura haberlas visto con los buitres comiendo los animales muertos v sustancias en putrefacción. Genero 11.-— Elanüs. (Savig. ) Elanas melanopterus. (Leach.) Esp. Elano blanco. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Raro en las cercanías de Granada. Un solo individuo de esta curiosa especie tuve ocasión de observar en los cerros de Senes en mayo. Genero 12.— Circus. (Savig.) Circas rufas. (Schleg.) Esp. Buzo ar pella. And. Agui- lilla de laguna , Águila marismeña. Sedentario. Muy común en la laguna del Pozuelo, provincia de Granada, en la del Marqués, y á orillas de los rios y lagunas de todo el país. Circus cy aneas. (Keys. y Blas.) Esp. Buzo San Martin. And. Cenizo. Sedentario. Común en la venta de Vita- galan, lagunas del Pozuelo y de! Marqués, y en los sitios hú- medos y pantanosos de Andalucía. Cireus cineraceus. (Keys. y Blas.) Esp. Buzo mon - tagú. And. Cenizo , confundiéndolo con el precedente. Acciden- talmente. Raro. Solo pude observar un individuo en junio de 1858. cojido en la dehesa de Alfacar, provincia de Granada. Circus pallidus, (Synes.) Esp. Buzo pálido. Sin vul- gar andaluz. Accidentalmente. Raro en la Vega de Granada, en febrero. Genero 13. — Astur. (Dumer.) Astar nisas. (Keys. y Blas.) Esp. Gavilán común, And. Primilla . Sedentario. Muy común en toda Andalucía. Astar palambarias. (Ch. Bonap.) Esp. Cavilan azor. Sin vulgar andaluz. De paso. Dehesa de Alfacar, en las cercanías de Granada, en abril. En Sevilla lo llaman Aguilu- cho. Es sedentario y común, habitando en las llanuras y co- linas, según el Dr. Machado. 331 Genero 14.— Falco. (Linn.) Palco lanarius. (Linn.) Esp. Halcón de cetrería. Esta especie me fué comunicada por mi amigo el Dr. Brehm bajo el nombre de Falco Teldeggi, con el cual existe un ejemplar en el gabinete de la universidad de Granada. Palco peregrinas. (Briss.) Esp. Halcón 'peregrino. And. Halcón real. Sedentario. Común en las cercanías de Gra- nada, en la torre de la catedral y otros muchos puntos de Andalucía. Palco subbuteo. (Linn.) Esp. Halcón alf anegue. And. Vigotudo. Sedentario. Poco común en la Sierra de Cogollos, y otras de las provincias de Granada, Jaén, Sevilla, etc. Palco lithofalco. (Gmel.) Esp. Halcón esmerejón. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Poco común en las cercanías de Granada, en marzo. Palco tinmmculus. (Linn.) Esp. Halcón cernícalo. And. Cernícalo. Sedentario. Muy común en las torres dé la Alhambra de Granada y en el resto de Andalucía. Palco cenchris. (Neum.) Esp. Halcón cernicalillo . And. como el anterior, con el cual lo confunden, siendo como él sedentario y común en las mismas localidades. Como el vulgo no aprecia ciertas diferencias, suelen llamar indistintamente en Andalucía á todas las aves de rapiña chicas, primillas ó gavilanes , á las medianas aguiluchos, y á las gran- des á guitas. 2.a DIVISION.— ACC. NOGTURNL FAMILIA 3.a — STRIGIDiE. (Ch. Bonaparte.) Genero 13. — Strix. (Linn.) Strix aluco. (Meg. y Wolf.) Esp. Lechuza aluco. Sin vulgar andaluz. Sedentaria. Poco común en las cercanías de Granada, dehesa de Alfacar. / 332 Strix psilodactyla. (Linn.) Esp. Lechuza psilodác - tila. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Rara en los Pinos de Genil en la provincia de Granada, en marzo. Strix passerina. (Linn.) Esp. Lechuza pajarera . An- daluz, Mochuelo. Sedentaria. Común en el Temple, Sierras Morena, Nevada, de Alfacar y en otros puntos de Andalucía. Strix flammea. (Linn.) Esp. Lechuza vulgar. And. Lechuza. Sedentaria. Muy común en las torres de la Alhambra, de las iglesias y edificios arruinados en lodo el Morena, Nevada, venta de Vitagalan, y en bandadas nume- rosas en todas las sierras y bosques de Andalucía. m Genero 35.— Garrulus. (Ch. Bonap.) Garrulus glandarius. (Vieill.) Esp. Arrendajo bello - tero . And. Arrendajo , Cabezón. Sedentario. Común en Sierra- Morena, Nevada, dehesa de Álfacar, Lanjaron, Sevilla, Chi- clana, Jerez de la Frontera y otros muchos puntos de Anda- lucía. Genero 36.— Nucifraga. (Briss.) Hueifraga carjrocatates. (Degland.) Esp. Cascanue- ces vulgar. Accidentalmente. Rara en los pinares de Sierra- Nevada, en mayo. FAMILIA 9.a — STURNIDjE. (Ch. Bonap'.) Genero 37.— Sturnus. (Linn.) Sturnus vulgaris. (Linn.) Esp. Estornino migar . And. Estornino. De paso. Muy común en en los olivares. Se presenta en setiembre, y marcha en mayo. Sturnus unicolor. (De la Mármora.) Esp. Estor- nino negro. And. Solitario de las Torres. De paso. Foco común en las torres y edificios arruinados de las cercanías de Granada. Se presenta en marzo y desaparece en setiembre. Me llamó mu- cho la atención que no frecuenta los palomares, como es muy genera! en otros puntos de España. Creo muy fundadas las opiniones del Conde de Bey-Serling, del profesor Blasius, de Schlegel y otros distinguidos ornitólo- gos, los cuales consideran á esta especie como variedad local ó raza de la anterior: en mi colección poseo una serie que por gra- daciones insensibles va pasando de un tipo á otro. En mi país (Ferrol), y más aún en Santiago, se les ve al principiar las lluvias llegar en bandadas numerosas á la po- blación, y recorrer con la mayor calma los tejados. En esta época es muy raro el que tiene manchas en su plumaje, y de tenerlas son bien pocas. En Granada desaparecen los unos y llegan los otros, siendo más que probable que se efectúe tan solo 343 un cambio de librea. Además, ¿no se observa que los jóvenes del negro tienen algunas manchas? Si alguna cosa les puede distinguir es el color del pico, y esto es bien poco. Creo muy bien que si los partidarios de las dos especies atendiesen á las razones expuestas por varios autores, y estu- diasen con más detenimiento las costumbres de estas aves, no vacilarían en admitirlas tan solo como variedades. En la época de la madurez de las aceitunas se les ve en bandadas de millares de individuos arrojarse sobre los olivares y coger, según dicen, tres aceitunas, una en el pico, las otras dos en los pies, y huir á los cañaverales: es tan abundante la cantidad de fruto que acarrean, que los dueños de los terrenos donde se refugian recojen muchas fanegas, y millares de estor- ninos que traen á la plaza de abastos. «Es notable la manera con que estos pájaros se defien- den de las aves de rapiña: cuando los individuos de un ban- do se ven atacados por las primillas ó cernícalos, se apiñan repentinamente, y con la agitación que producen en el aire forman una zona á su alrededor, donde no entran sus enemigos; pero estos los siguen á distancia, y si no se ocultan pronto en una arboleda, se fatigan y desbandan, y son presa de sus per- seguí d o res . = 31a diado . » Genero 38.-— Pastor, (Temm.) Pastor rosens. (Temm.) Esp. Pastor rosado. Acci- dentalmente. Raro en las cercanías de Granada, en mayo, pro- bablemente eslraviado en su paso. Genero 39.— Bomrycílla. (Briss.) Bombycilla gárrula. (Vieill.) Esp. Charlatán vulgar . Accidentalmente. Raro, en la vega de Granada, en febrero. FAMILIA 11 .— HIRUNDINIDiE. (Ch. Bonap.) -o «> Genero 40,— Hirundo. (Linn.) Hirundo rustica. (Linn.) Esp. Golondrina rústica. And. Golondrina. De paso. Común en toda Andalucía. Llega en marzo y marcha en octubre. 344 Temminck habla de la Hirundo Boissonneauti como pro- cedente de España. Schlegel cree que hay una raza local, á la cual llamó Hirundo rustica orientalis. ( Revue critique des oiseaux d'Europe.) Degland, que ha visto muchos individuos en la colección de Selys-Longchamps, advirtió que no diferia de la rústica más que en las partes inferiores, que son de un castaño rojizo ó leonado. El cormerciante Boissonneau, por equivocación, fué el que tuvo la culpa de este debate, por haber remitido á Temminck dos individuos de Macedonia, diciéndole que eran de España, cuyo error deshizo Schlegel , á quien el mismo Boissonneau refirió su equivocación. El Conde Yon der Mühle no ha encon- trado esta especie durante su permanencia en Grecia. Si á esto se agrega que Nordmann en su Fauna pontica dice haber observado muchas cerca de Odessa mezcladas con la H. rus- tica3 no puede quedarnos duda de que como él mismo cree sea una simple variedad, resultado de la influencia del clima; ase- gurando que le halla mucha semejanza con la II. cahirica, que existe en el Museo de Berlin, y con la II. Hiocourii de Ándouin. Selys, por su parte, no ha encontrado ninguna diferencia entre estas aves, y le parece que serán muy comunes en el Cairo, En vista de este dédalo de opiniones, no solo podemos re- chazarla como del mediodía de España, sino, como juiciosa- mente hace Degland, no admitirla como europea. Hirundo rufula. (Temm.) Esp. Golondrina bermeja. Sin nombre vulgar. Accidentalmente. Baraen las cercanías de Granada, en mayo. Hirundo urbica. (Linn.) Esp. Golondrina de venta - na. And. Vencejo. De paso. Común en toda Andalucía. Llega en febrero ó marzo, y marcha de octubre á noviembre, ó di- ciembre en algunos sitios, según el disecador Sánchez. Hirundo riparia. (Linn.) Esp. Golondrina de ribera. And. Vencejo de la sierra . De paso. Poco común. Ignoro las épocas del paso. Hirundo rupestris. (Seopoli.) Esp. Golondrina de rocas. Sin nombre vulgar. Accidentalmente. Rara. Un macho adulto tuve ocasión de ver en el laboratorio de la universidad 34$ de Granada, el cual trajeron de Sierra-Nevada en 17 de mayo de 1858. Según varias indagaciones, parece probable que sea seden- taria en dicha localidad, pero de todas suertes es rara. Genero 41. — Cypselus. (Illig.) Cypselus apus. (Illig.) Esp. Vencejo vulgar. And. Avión. De paso. Muy común en toda Andalucía. Se presenta por marzo, y marcha en setiembre. Cypselus melba. (Illig.) Esp. Vencejo ventriblanco . And. Guia de avión. De paso. Ilaro en Sierra-Nevada, Má- laga, Gibraltar y Jerez. Se presenta y marcha en las mismas épocas que el anterior. Genero 42.— Caprimulgus. (Linn.) Caprimulgus europseus. (Linn.) Esp. Chotacabras europeo . And. Vencejo. De paso. Poco común en Granada. Se presenta y marcha en las mismas épocas que los precedentes. Caprimulgus rufícollis. (Temm.) Esp. Chotacabras cuellirojo. And. Zumaya . De paso. Común en el Temple, arboledas , terrenos montuosos y cortijos de todo el país. Se presenta por primavera, y marcha en octubre. Es posible que sea sedentario en Granada. Se le encuentra á la tardecita y durante el crepúsculo hasta bien avanzada la noche agazapado é inmóvil á los lados de los caminos, y calles en los jardines y árboles, en los ángulos de los corrales y en los cortijos: su inmovilidad es tal, sobre todo en tierra, que se le toma mas bien por un trapo ú otro ob- jeto arrojado allí por casualidad, que por una ave, y no se mueve sin que note algún ademán ostensible, ó aproximán- dose demasiado. No es muy tímido, pero sí bastante apercibido, huyendo al menor peligro que note. Su vuelo es sigiloso, por tiempos y veloz, lo que le da un aspecto misterioso, proporcionándole al propio tiempo el poderse ocultar fácilmente á nuestras ase- chanzas. En esto se parece bastante á las rapaces nocturnas. 346 En varios individuos cojidos en las cercanías de Madrid, Toledo, León, Granada y Jerez pude reconocer sus mollejas, notar que contenían inseclos de varios órdenes, pero en mas abundancia coleópteros, lamelicornios y lepidópteros nocturnos, ambos de bastante tamaño: en un solo individuo macho, pro- cedente de Vihuelas, provincia de Madrid, encontré 14 ñhizo- trogus y 2 Noctuas de mas de 1 centímetro de largo: estaban tan bien empaquetados los primeros, que pude utilizarlos para mi colección entomológica , hallándome agradablemente sor- prendido con ver en 8 de ellos al R. Chevrolati. No hace nido, contentándose tan solo con depositar sus huevos en cualquier sitio, y de preferencia detrás de los arbustos ó en los techos de las chozas. El vulgo cree que come el estiércol de los caballos , pero en realidad lo que hace es rebuscar los coleópteros que acuden al momento, y así halla un medio fácil y seguro de alimen- tarse. Es muy frecuente verle volar pausadamente entre las ar- boledas, y de pronto precipitarse sobre los insectos, que engulle sin efectuar la menor presión con las mandíbulas, haciendo giros rapidísimos y variados, ya de alto á bajo, ya en cigzag, y en fin, de la manera mas caprichosa que he visto á ningún ave, favoreciéndole en esto la longitud esiremada de sus alas 4 y cola, lo que le da una potencia grande. Al volar, y especialmente cuando se precipita con velocí - dad sobre los insectos, lleva el pico abierto, siendo esto lo que produce esa especie de estridulacion ó zumbido que se aírri buye á murmullo del animal. FAMILIA 1 2 . — MUSCÍC A PIDiE . (Less.) Genero 43.— Muscícapa. (Lino.) Muscícapa griseola. (Linn.) Esp. Papamoscaa gris. Sin nombre vulgar. De paso. Foco común en las cercanías, vega y Alhambra de Granada. Se presenta en marzo, y marcha por otoño. 347 Muscícapa atricapilla. (Linn.) Esp. Papamoscas ca- biznegra. De paso. Poco común en las cercanías, vega y jardi- nes de Granada. Viene y marcha en las mismas épocas que la anterior. Muscícapa parva. (Mey y Wolf.) Esp. Papamoscas pequeño . Accidenlalmente. Rara. Un ejemplar me regalaron en Gibraltar, que fué coj ido en San Roque en noviembre de 1857. FAMILIA 13. — LANIÁDiE. (Vigors.) * Genero 44. — Lanius. (Lino.) Lauras excubitor. (Linn.) Esp. Alcaudón real. And. Alcaudón real , Alcaudón . De paso. Común en la vega de Gra- nada, arboledas y campos de Jaén, Almería, Málaga, Sevilla, Jerez de la Frontera, etc. Llega en primavera, y marcha por estío. Lanías ineridionalis. (Temm.) Esp. Alcaudón meri- dional. And. Alcaudón morisco , Alcaudón. De paso. Co- mún en los olivares de las cercanías de Granada y en los bosques de encinas de todo el país. Se presenta por setiembre, y marcha en abril ó mayo. Lanías mínor. (Gmel.) Esp. Alcaudón menor. De pa- so. Poco común en Granada, dehesa de Alfacar. Llega en pri- mavera, y desaparece en estío. Lanías raías. (Briss.) Esp. Alcaudón rojo . And. Al- caudón real. De paso. Muy común en las Sierras Nevada, Morena, dehesa de Alfacar, vega de Granada y arboledas de toda Andalucía. Su permanencia en el país suele ser de marzo á setiembre. Lanías collar io. (Linn.) Esp. Alcaudón de sollador. De paso. Poco común. Efectúa su paso en las épocas del an- terior. No se me resiste el creer que el Lanius tchagra (Schleg.) vengan la Península; pero no habiéndolo visto, ni teniendo noticias ciertas de él en este pais, me contentaré con indicarlo. Temminck lo describe bajo el nombre de Lanius cuculla- 348 tus , asignándole por patria la Andalucía. Degland, generali - zando un pocp mas, dice que se encuentra en España, Genero 43. —Alauda. (Linn.) Alauda arvensís. (Linn.) Esp. Calandria campestre. And. Terrera . Sedentaria, Común en los campos de toda Anda- lucía. Alauda alpestris. (Linn.) Esp. Calandria alpestre. And. Zurriaga. De paso. Común en las cercanías de Gra- nada, en invierno. Alauda eristata. (Linn.) Esp. Calandria cogujada. And. Totovía . Sedentaria. Común en los campos y caminos de toda Andalucía, ,y en Sierra-Nevada. Alauda arbórea. (Linn. ) Esp. Calandria arbórea. And. Calandria de los montes. Sedentaria. Común en los montes cercanos á Granada y sierras próximas. Alauda br aeliy dactyla . (Leisler.) Esp. Calandria de- dicorta. And. Terrerilla . Sedentaria. Común en Sos campos de las cercanías de Granada y Málaga. Alauda lusitana. (Gihel.) Esp. Calandria portuguesa. Accidentalmente. Poco común en las cercanías de Granada. Alauda calandra. (Linn.) Esp. Calandria . And. Ca- landria de los campos. Sedentaria. Común en los campos de las cercanías de Granada y resto de Andalucía. Alauda bifasciata. (Licht.) Esp. Calandria andaluza . ¿De paso? Poco común en las cercanías de Granada. Alauda Dupontii. (Vieill.) Esp. Calandria Dupont. Sedentaria. Poco común en los campos de las cercanías de Gra- nada, especialmente en invierno. En las mollejas de los individuos de estas dos especies en- contré gusanos, semillas y piedrecillas. Su escasez y la falta de tiempo no me permitieron pederías estudiar como deseaba. Keyserling y Blasius consideran á esta última especie como variedad monstruosa de la alauda arvensis. 349 FAMILIA 15.— MOTACILLlDiE* ^Degland.) (i en ero 46.— Anthus. (Bechst) Anthus Richard!. (Yieill.) Esp. Alondra Richard. Accidentalmente. Poco común. Tan solo pude observar dos in- dividuos en la vega de Granada, y algunos otros en varios pun- tos de la provincia, en marzo. Antlms campestris. (Bechst) Esp. Alondra campes- tre. De paso. Común en las Sierras Nevada, Morena y campos de todo el pais. Se presenta por mayo, y se retira en setiembre. Antlms pratensis. (Bechst.) Esp. Alondra pratense. De paso. Común en la dehesa de Alíacar, vega de Granada y otros puntos de Andalucía. Se presenta con los primeros fríos, v marcha en abril. tj Anthus cervimis. (Keys y Blas.) Esp. Alondra cer- vina. De paso. Poco común en la vega de Granada. Llega y marcha con la anterior. Anthus arboreus. (Bechst.) Alondra arbórea . Se- dentaria. Común en la dehesa de Alíacar, vega de Granada, Alhambra y arbolado de Andalucía. Anthus spinoletía. (Begland.) Esp, Alondra espino - teta. And. Cincela . Sedentaria. Poco común. Esta especie frecuenta la Sierra-Nevada desde abril hasta octubre, descendiendo en seguida para pasar el resto del año en la vega y huertas de la ciudad. Asciende tanto, que la he visto en junio de 1858 al rede- dor de la cueva de Panderones y aun cerca del Picacho de Veleta. Su ascensión y descenso varían mucho, dependiendo del deshielo ó permanencia de las nieves en la sierra y de la cru - deza ó benignidad de las estaciones. Genero 47.— Motacilla. (Lino.) Motacilla alba. (Linn.) Esp. Lavandera blanca. And. Pajarica de la nieve , Pepita. Sedentaria. Muy común en las orillas de los rios Darro, Genil y demás de Andalucía, Sierras Nevada, Morena, Elvira, de Cogollos, etc. Estas aves siguen á los ganados ep sus pastos, ya con el 350 objeto de aprovechar las simientes ó granos que algún animal no haya dijerido y espela con los escrementos, ya porque los in- sectos atraídos por el olor de estos llegan en número á ve- ces suficiente para satisfacer el apetito de muchas lavanderas, y ya porque al pacer aquellos es muy frecuente que levanten alguna mata, en cuyo caso las lavanderías van apresuradas á ver si hay gusanillos debajo de la mata arrancada ó en el ter- reno. Con este mismo objeto son las compañeras inseparables de los labradores durante el cultivo de sus campos. Estas costumbres son comunes á varias especies del géne- ro, en especial á la Motacilla flava. Motacilla Yarrelli. (Gould.) Esp. Lavandera Yarrell. And. como la anterior. Sedentaria. Común con las anterio- res en las mismas localidades. No solo considero con Schlegel y Degland á esta como va- riedad, sino que largas observaciones me han afirmado mas y mas en tal idea. Entre la multitud de individuos que maté, ya en Galicia y Castilla, ya en Andalucía y Portugal, pude recojer una serie desde el principio de la muda hasta el color típico que se le asigna. igualmente llevo notado que al principiar el otoño también su color se principia á mudar, soliendo hacerlo por varios pun- tos á la vez, sobre todo por la cabeza y cola; á fines del otoño y durante el invierno se hallan ya sus partes superiores, que antes eran cenicientas, convertidas en un hermoso color negro mas ó menos intenso. Llámesele variedad local ó sean viejos, que es lo que creo, debe desecharse resueltamente como especie; mas si hubiese algunos tan obstinados que no quieran seguir esta razonable determinación, en vista de lo expuesto, pueden, si gustan, venir á repetir las observaciones que desde mi niñez tengo verificadas, y en presencia de los hechos nada les quedará que desear. Ojalá que en vez del lamentable afan que se tiene en crear especies, se desplegase el conato de tanto esclarecido naturalista en atenerse á la observación mas que ai capricho. Motacilla lugubris. (Pallas.) Esp. Lavandera lúgu- bre. And. como las anteriores. Sedentaria. Común en las orillas del Genil y riachuelos de la Sierra-Nevada. 351 Aunque Schlegel no admita esta especie como europea, la incluvo, si hemos de admitir la exactitud de la lámina de o Xemminck. Comparados con dicha lámina varios individuos de Granada los bailé enteramente iguales, correspondiendo á la descripción que dicho autor hace. Motacilla boarula. (GíneL) Esp. Lavandera amarilla. And. Pajarica amarilla , Pepita amarilla. De paso. Poco comun en Sierra-Nevada, en las orillas delosrios, en los cam- pos, huertas, jardines, tejados y hasta en los patios de las casas de todo el pais en primavera y otoño. Motacilla flava. (Linn.) Esp. Lavandera de primavera. And. como la anterior. De paso. Comun en las mismas lo- calidades y épocas que la anterior, Ei disecador Sánchez la ob- servó también en invierno. Motacilla Hayi. (Degland.) Esp. Lavandera Ray . And. como las precedentes. De paso. Común en las localidades de las precedentes en invierno. Creo que esta especie no es mas que una variedad de la anterior. El estudio de este género es sobre manera difícil por lo mucho que varían de librea sus especies, y hasta tanto que no se haga un examen concienzudo basado en repetidas ob- servaciones, nos veremos muy espuestos á incurrir en mil erro- res. Veremos con sorpresa, por ejemplo,' que de la M. ¡lava de Linneo, de una especie solamente, se hace un género con mu- chas especies, como son Budytes ¡lavas (Cúv.), que es el tipo, y además fasciatus ( Br .), paradoxus (Br.), cinereo-capillus (Br .), pygmceus ( Oscar Br.), atricapillus (Br.), melanocephalus (. Lichtenslein ), campestris (Pallas), neglecius (Pallas), citreo- ius (Pallas), etc. Si á este paso vamos, cada especie será un género y cada individuo una especie; pues la diferencia es tan pequeña é in- constante, que aun como variedades nos veríamos perplejos en admitirlas. FAMILIA 16.-HYDR0BATIM:. (Degland.) Genero 48. —Cingles. (Bechst.) Cíñelas aquaticas. (Bechst.) Esp. Cinclo acuático . And. Pechiblanco. Sedentario. Común en toda Andalucía. FAMILIA 17.— ORIOLIDiE. (Sois.) ■<»©-— - Genero 49.— Oriolus. (Lino.) Orlólas galbaia. (Linn. ) Esp. Oropéndola migar. And. Oropéndola . Be paso. Común en toda Andalucía. Se presenta en abril y mayo, marchando por setiembre. En mi colección tengo una hembra cojicla en el Real Sitio del Pardo, cerca de Madrid, cuyos puros y brillantes colores me hicieron concebir la adquisición de un magnífico macho, que podría servir de tipo perfecto; pero grande fué mi sorpresa al encontrarme con un ovario muy abundante y desarrollado. Esto habla mas elocuentemente que podría hacerlo mi po- bre pluma en contra d‘e los que dan una imporlancia tan exa- gerada á los colores. FAMILIA 18. -TURBIDA. (Ch. Bonap.) Genero 50.~Turdus. (Linn.) Tardas merala. (Lian.) Esp. Mirlo vulgar. And. Mirlo . Sedentario. Muy común en toda Andalucía. Tardas torqaatas. (Lina.) Esp. Mirlo pechiblanco . And. Chirlo. Be paso. Muy común en la dehesa de San Geróni- mo en Sierra-Nevada y otros puntos de Andalucía. Se suele presentar en bandadas inmensas por octubre, marchando en cuanto se nieva la tierra; de suerte que su estancia es muy variable. 353 Su profusión es tal, que constituye un objeto de especula- ción para el dueño déla dehesa, y no menor para los cazado- res; estos toman en arriendo la caza de dichas aves, y gozan del privilegio de venderlas en la plaza de abastos, en puestos ad hoc, en donde las cuelgan aladas por las narices en sartas, siendo tal su baratura, que las pagan á 8 rs. la docena. El modo de cazarlas es singular: para esto salen de noche dos ó tres hombres con faroles encendidos para poder ver adonde se cobijan los chirlos, los cuales se sitúan en las ramas bajas de los arbustos: uno de los cazadores lleva una especie de pala de madera al estremo de un varal, con la cual les sa- cude sendos garrotazos, derribando á los infelices pasajeros á docenas, y estos caen muertos ó atolondrados; y si alguno huye, como las luces los engañan se sitúan cerca, ó quizás vuelven al sitio de donde escaparon. Esta operación repetida durante la noche por varios cazadores, llena la plaza al dia si- guiente de estas esquisitas aves. Un particular de Granada llamado Argüelles, posee entre algunas aves disecadas un individuo de esta especie medio al- bino. Turdus musíeus. (Linn.) Esp. Tordo músico . And. Zorzal. De paso. Común en toda Andalucía. Se presenta en octubre, y marcha en marzo. Turdus visoivorus. (Linn.) Esp. Tordo charla. And. Guia charla. De paso. Poco común en la dehesa de Alfacar y otros puntos de Andalucía. Permanece durante la primavera. Turdus pilaris. (Linn.) Esp. Tordo coman. De paso. Poco común en Sierra-Nevada en invierno. Turdus iliacus. (Linn.) Esp. Tordo malvis. And. Cojaila . De paso. Común en los olivares, haciendo, como el mú- sico y los estorninos, un destrozo considerable en las aceitunas, por cuyo motivo es muy perseguido. Se presenta en octubre y marcha en marzo. Puede ser que se halle en el pais el Turdus migratorias (Linn.), según las señas que de él me dieron los cazadores, haciéndoseme esto mas creíble toda vez que se encuentra en el mediodía de España. Si admito los nombres genéricos españoles de mirlo y tordo 23 TOMO XI. 354 siendo uno solo científicamente, es por no marchar de frente contra un uso muy arraigado en el pais, y yo quiero siempre respetar estas costumbres, que por otra parte sería difícil des- terrar. Genero 51.— íxos. (Temm.) Ixos obscuras. (Temm.) Esp. Ixo oscuro. Sin nom- bre propio andaluz. Accidentalmente. Raro. Aunque Boissonneau dice que es muy común esta especie en Andalucía, no pude proporcionarme más que un ejem- plar cojido en Jesús del Valle, cerca de Granada, en junio de 1858. Genero 52.-— Petrocinela. (Vigors.) Petrocinela saxatilis. (Vigors.) Esp. Petrocinela de rocas. And. Pintado , Solitario, Solitario de rocas. Sedeóla’ rio. Poco común en ía sierra de Alfacar, en donde es muy difícil de cazar por lo escabroso del terreno y perspicacia del animal, el cual huye á una gran distancia, Petrocinela cyanea. (Degland.) Esp. Petrocinela azul. And. Solitario azul , Sedentario. Poco común en las sierras de Alfacar y Nevada, Genero 53.— -Saxícola* (Bechst.)' Saxícola cenantiie. (Mey y Wolf.) Esp. Culiblantío grande. De paso. Poco común en las Sierras Nevada, Morena, de Alfacar, Elvira, y terrenos áridos de Andalucía, en prima- vera y verano. Saxícola sí apanina. (Temm.) Esp. Culiblanco domi- nico. And. ñiblanca. Sedentario. Coman en las sierras Nevada, Elvira, de Alfacar, Venta de Vil agolan, y otros puntos de An- dalucía. Según el Dr. Machado se presenta en primavera y desapa- rece en otoño, siendo muy común en la provincia de Sevilla. «He observado muchos años las costumbres de estos pája- ros; hacen su nido á fines de abril en los almijares ó eo los techos de las chozas y tineones; ponen 4 huevos de color ver- ( 355 doso, y la hembra los cubre 14 dias; el macho permanece du- rante este tiempo en las inmediaciones del nido, y ayuda después á la madre á cuidar de los pequeños, hasta que em- piezan á volar y á cojer insectos, de que se alime otan.» —Ma- chado. Saxícola aurita. (Temm.) Esp. Culiblanco sacristán. And. como el anterior. Sedentario. Mas común en los mismos sitios que el precedente. Saxícola leucura. (Keys y Blas.) Esp. Culiblanco negro. And. Coliblanco. Sedentario. Raro en Sierra-Nevada, las de Elvira, Alíacar y otras. Saxícola rubetra. (Mey y Wolf.) Esp. Culiblanco zorzalero. And. Zorzalero. De paso. Poco común en los cam- pos de las cercanías de Granada, venta de Yitagalán y setos de algunos puntos de Andalucía. Se presenta por marzo y mar- cha por octubre. Saxícola rubicela. (Mey y Wolf.) Esp. Culiblanco collalba. And. Zorzalero, Cagachín , Cagarrope. Be paso. Co- mún. Frecuenta las cercanías de Granada en invierno. Seden- tario en la provincia de Sevilla. Genero S4.— Erithacüs* (G. Cuy.) Erithacus luseinia. (Begiand.) Esp. Ruiseñor can- tor. And. Ruiseñor. De paso. Muy comun en Granada y seden- tario en Sevilla. Se le ve en la Álhambra de Granada, agregando así un en» canto más á los muchos de este delicioso jardín, manantial inagotable de misterios y tradiciones. En el Generalife, la Car- tuja, Vega, Jesús del Valle y otros puntos de la provincia se presenta en marzo, marcha en octubre, y con él nuestras deliciosas tardes de la Álhambra; al desaparecer de este sitio parece que ha huido su vida, sucediéndose á la suave y armo- niosa variedad de su canto, la pausada y melancólica caída de las hojas: no parece sino que los lugares que antes sirvieran de morada á estas aves, lloran la separación de sus alegres trovadores. No puedo menos de hacer mención, al hablar del ruiseñor, m del hombre más elocuente que tuvo la ciencia, del poeta subli- me que, al ocuparse de la descripción de esta ave, parece que trasporta al lector á una región llena de fantasía. Este artículo solo hubiera bastado para dar celebridad al tan conocido natu- ralista Buffon. Eritiiaciis pMlomela. (Begland.) Esp. Ruiseñor ma- yor. Sin vulgar andaluz, dándole algunos el de ruiseñor, por confundirlo malamente con el anterior. De paso. Común. Frecuenta los mismos sitios. Esta especie tiene bastante parecido con la precedente, pero es mayor, más oscura, y sobre todo existe una diferencia en verdad bastante notable, cual es el canto. Erithacus phoeniciirus. (Begland.) Esp. Ruiseñor de paredes. And. Tintorero. De paso. Común en las fuentes Agrilla y del Avellano, jardines de las cercanías de Granada, y otros puntos de Andalucía. Se presenta en setiembre y mar- cha en marzo. Eritlxaciis tiliys. (Begland.) Esp. Ruiseñor cutir ojo. And. Cagarrope. Sedentario. Poco común en las Sierras Nevada, Morena, de Alfacar, Elvira, Lanjaron, Almería, Málaga, Cartuja de Jerez de la Frontera y otros muchos puntos de Anda- lucía. Para evitar confusiones, debemos advertir que en el Atlas de Temminck se hallan cambiados los nombres específicos, te- niendo la Sylvia suecica, Lath el de lit/iys, y esta el de sue- cica , asi como el error ortográfico de lithys debiendo de ser tihys. Las láminas y el testo están correctos. Eritlmciis rubecula. (Begland.) Esp. Ruiseñor pe- chirojo. And. Pichin. Sedentario. Muy común en Sierra-Nevada, la Álhambra, vegas, jardines, huertos, cármenes y sitios po- blados de Andalucía. En invierno se le ve hasta en los patios, pero en verano suele vivir en las sierras. Eritiiacus cyaneenla, (Begland.) Esp. Ruiseñor gárgantiazul. Accidentalmente. Muy raro en la sierra de Al- facar. La comunicación de esta especie la debo á la amabilidad del disecador Sánchez , que la observó en el lugar mencionado en el mes de noviembre de 1856. Esta es la lámina, de Temminck que tiene cambiado el 357 nombre porque en vez de Sylvia suecica, dice lithys. Es la S. suecica, var. B. de Lath. El profesor Machado dice que es común en los olivares y arboledas de la provincia de Sevilla en invierno, lo que me in- clina á creer que, mejor observada, resulte ser mas frecuente en Granada. Este es el género Cy anéenla de Brehm , en el cual admite cuatro especies: C. suecica (Br.)J el tipo, C. orientalis ( Br .), C . Wolfii (Br.) y C. i encojaría ( Br .). Están basadas en unas diferencias tan insignificantes y fugaces, que no se deben ad- mitir. Genero 55.— Accentor. (Bechst.) Accentor alpinus, (Bechst.) Esp. Accentor alpino . And. Serrano. Sedentario. Común. Es frecuente encontrar esta ave en la región alpina de Sierra-Nevada y aun en la nivel; la he visto sobre las piedras de la cueva de Panderones en junio, y aun en las inmediaciones del picacho de Veleta; en invierno en Jesús del Valle y vega de Granada; pero lo mas general es que se mantenga en las faldas de la Sierra, no descendiendo á los valles si no la hostigan mucho el frió ó las nieves. Accentor modularis. (Temm.) Esp. Accentor mos- quitero. Sin vulgar andaluz. Sedentario. Poco común en las sierras y valles de Andalucía. Genero 5 6.— Silvia» (Scopoli.) Sylvia atrieapílla. (Lath.) Esp. Curruca cabiznegra . And. Sombrerillo . De paso. Común en los bosques, sierras y valles de toda Andalucía, en primavera y otoño. Sylvia íioríensis. (Mey y Wolf.) Esp. Curruca jar- dinera. Sedentaria. Poco común en Jesús del Valle, acequias de la Alhambra y otros punios de Andalucía. Sylvia curruca. (Lath.) Esp. Curruca migar . De pa- so. Común en las vegas y valles 'de Andalucía. Se presenta en invierno y marcha en primavera. Sylvia orphea. (Temm.) Esp. Curruca orfeo. De pa- so. Poco común en Jesús del Valle, vega de Granada y arbolado 358 de toda Andalucía. Se presenta por marzo y desaparece por setiembre. Sylvia cinérea. (Lath.) Esp. Curruca cenicienta. Se» dentaria. Común en las vegas, huertos, cármenes, setos y jar- dines de todo el país. Sylvia passerina. (Temrn.) Esp. Curruca paserina . Sedentaria. Común en la dehesa de Álfacar y Sierra-Nevada. Natterer dice que la cojió en Saint Rocco en el reino de Granada. Es muy posible que este San Roque fuese el situado frente á Gibraltar. Sylvia conspicillata. (De la Marinera.) Esp. Cur- ruca de espejuelos. De paso. Sierra-Nevada, dehesa de Álfa- car y otros puntos de Andalucía. Se presenta en marzo y marcha en octubre. Sylvia melanoeepiiala. (Lath.) Esp. Curruca meta- nocéfala. And. Sombrerillo , como la S. atr ¡capilla . Sedentaria. Muy común en la vega de Granada, fuente del Avellano y ar- boledas de Andalucía. En Algecirás y Gibraltar, según Tem- minck. Sylvia pro vincialis. (Temm.) Esp. Curruca provin- cial. Sedentaria. Poco común en las sierras, dehesas y mator- rales de todo el país. Sylvia sarda. (De la Marinera.) Esp. Curruca sarda . Accidentalmente. Rara en Sierra-Nevada, en mayo. Genero 57.— Phyllopneuste. (Mey.) Phyllopnenste troeMlns. (Ch. Bonap.) Esp. Mos- quitero vulgar . And. Mosquilla. Sedentario. Común en las Sierras, valles, cármenes y jardines de toda Andalucía. Phyllopnenste rufa. (Ch. Bonap.) Esp. Mosquitero rojo. And. Mosquilla , Pichí. Sedentario. Muy común. En los mismos sitios que la anterior. Phillopneuste sylvieola. (Degland.) Esp. Mosqui- tero silvícola. And. Como los anteriores. Sedentario. Poco co- mún en Sierra-Nevada. Phyliopneuste Bonelli. (Ch. Bonap.) Esp. Mos- quitero Bonell. Accidentalmente. Raro en Sierra-Nevada, en junio. 359 El vulgo designa á las especies ele esle género con el nombre de Mosquilla: esto no es de eslrañar, toda vez que aun á los mas diestros ornitólogos se les ocurren dudas, vién- dose perplejos para diferenciarlas. Genero 58,— Hippolais. (Brehm.) Hippolais polyglotta. (Selys-Longchamps.) Esp. Hipolais poliglota. De paso. Común en Jesús del Valle, venta de Vitagalán, sierras y otros muchos punios de Andalucía, vién- dosele hasta en los jardines de las poblaciones. Se presenta en primavera y se retira por otoño, Hippolais icterina. (Z. Gerbe.) Esp. Hippolais Uterina. De paso. Común en Monachil, Alfacar, Jesús del Valle, vega y otros puntos de la provincia de Granada. Efec- túa su paso en las mismas épocas que la anterior, y como á ella se la ve en los jardines de la población. Hippolais olivetorum. (Z. Gerbe.) Esp. Hipolais olivero . Accidentalmente. Poco común en los olivares de Al- facar y en los jardines de Ainadamar, cerca de la Cartuja de Granada, en mayo y junio. Genero 59.— íEdon. (Boie.) JSdoii rubiginosas. (Degland.) Esp. Aedon rojizo , And. Alzacola , Colirubio. De paso. Muy común en los viñedos de toda Andalucía, de abril á octubre. Genero 60.— Calamgherpe. (Boie.) Calamoherpe turdoides. (Boie.) Esp. Calamoherpe turdoide. De paso. Poco común en Jesús del Valle y orillas de los ríos en varios puntos de Andalucía, Permanece durante el otoño é invierno. Calamoherpe aruiidinacea. (Boie.) Esp. Calamo - herpe arundinácea . De paso. Común en Jesús del Valle, Ai- hambra de Granada, Monachil, Dilar, sitios húmedos y már- genes de los riachuelos de Andalucía. En las mismas estaciones que el precedente. 360 Calamoherpe palustris. (Boie.) Esp. Calamoherpe palustre. And. Cañamera, debiendo este nombre á que suele anidar de preferencia en los cáñamos. De paso en los solos de todo el pais, permaneciendo de mayo á octubre. Genero 61.— Gettia. (Z. Gerbe.) Cettía cetti. (Degland.) Esp. Cetia ceti. Sedentaria. Común en Jesús del Valle, dehesas de Alfacar y Dilar, Viznar, Tarque y en los sotos húmedos é inmediatos á los riachuelos de la provincia de Granada. Cettia melanopogon. (Z. Gerbe.) Esp. Cetia me- lanopogo. Sedentaria. Común en Jesús del Valle, prados y si- * ti os inundados de varios puntos de Andalucía. Genero 62.— Calamodyta. (Ch. Bonap.) Caiamodyta phragmitis. (Ch. Bonap.) Esp. Cala- modita de juncos. Poco común en Jesús del Valle, rio Darro y sitios inundados de la provincia de Granada. En primavera y otoño. Caiamodyta aqnatica. (Degland.) Esp. Calamodita acuática. Sedentaria. Poco común. Gusta como la anterior de los sitios húmedos y regados por abundantes aguas, junca- les, etc. Genero 63.— Locustella. (Kaup.) Locustella naevia. (Degland.) Esp. Locustella fluviá- til. Orillas del rio Genil en la provincia de Granada, en mavo. *- «i Ignoro si es de paso ó sedentaria, común ó rara. La lámina que representa esta especie en el Atlas de Tem- minck es otra especie muy distinta, y por lo tanto debe dese- charse. Genero 64. — Castigóla. (Less.) Cysticola schoenicola. (Ch. Bonap.) Esp. Cistkola común. Sedentaria. Común en la dehesa de Alfacar. Jesús del 361 Valle, y terrenos bajos de las provincias de Granada, Jaén y otras de Andalucía. Genero 65.—' Troglodytes. (Vieill.) Troglodytes europaeus. (G. Cuv.) Esp. Troglodita europcea. And. Ratilla. Sedentaria. Común en Sierra-Nevada, Morena, de Cogollos, Jesús del Valle, Senes, Alhambra, Genera- life y otros muchos puntos de la provincia de Granada y An- dalucía, en los jardines, sotos y cármenes. En España conocen á la mayor parte de las Silvias con los nombres de Silvia , Curruca , Picofino, Ruiseñor , Mosquitero ó simplemente pájaro, y otra multitud de nombres mal apropiados generalmente, confundiendo, no solo todas las especies sino hasta los géneros, variando además en cada provincia y aun en cada pueblo. Por esto vine en el deseo de fundar una nomenclatura española, mala seguramente como suele ser lodo primer en- sayo, pero muy susceptible de mejorarse por las personas mas altas que yo en la ciencia, y que se dediquen á estos trabajos. Muchas dudas se me ocurrieron al establecer una nomen- clatura española que hasta hoy no ha habido ; pero mayores han sido todavía cuando esta nomenclatura se referia á los pá - jaros, sobre todo á las Silvias, dédalo inlrincadísimo, no solo para los nombres vulgares, sino hasta para los de la ciencia. Admito los nombres genéricos latinos, y aun muchas especies, porque prefiero castellanizar una voz á inventar nombres las mas de las veces ridículos y nada significativos. Se verá que llamo ruiseñores á todos los Erithacus, y cur - rucas á las Sylvias. Hice lo primero, porque estando colocado á la cabeza el ruiseñor, y siendo un nombre tan conocido, pa- rece natural lleven lodos los congéneres su nombre. Si adop- tase, como vi en otros escritos, llamar ruiseñores á varios, y currucas ó silvias á los demás y á los de otros géneros, incur- rida en el defecto que trato de evitar, faltando al orden tan necesario en estos estudios, y seguirla el camino del vulgo; de suerte que de los nombres científicos españoles pasada á la re- pública de los vulgares castellanos, muy útiles seguramente en un catálogo castellano, como lo son en el mió los andaluces m para satisfacer la curiosidad de algunas personas, y no pocas veces como guia aunque incierta para el mismo naturalista. FAMILIA Í9.— CERTHIADiE. (Less.) -> ©*3©e — Genero 66.™ Sitta. (Linn.) Sitta europsea. (Linn.) Esp. Sita europea. Sedentaria > Poco común en Sierra-Nevada, dehesas de Alfacar, Dilar, Diezma, Sierra de Gador, de Lujar y otras. Genero 67. — Certhia. (Linn.) Gerthia famíiiaris. (Linn.) Esp. Trepatroncos fa- miliar. And. Arañero. Sedentario. Común en la Alhambra, de- hesas y bosques de toda Andalucía. Desecho el nombre español de Trepador, con que se designa comunmente á este género por ser demasiado vago. Todos sa- bemos que existe una familia de las trepadoras, y muchas que sin ser de esta familia trepan; también se me dirá que los Pi- cos son trepatroncos con tanta razón como estos, pero á esa objeción opondré, que como son bien conocidos con los nom- bres de Picos, Pitos ó Petos, y tan diferentes, estamos fuera de dudas. Genero 68.— Tichodroma. (íllig.) Tieliodroma muraría. (Ch. Eonap.) Esp. Arañero común . Accidentalmente. Raro. Comunicada por el disecador Sánchez, el cual la vióen Sierra-Nevada en 1857 FAMILIA 20. -UPUPIDñE. (Ch. Bonap.) Genero 69.— Upupa. (Linn.) Upupa epops. (Linn.) Esp. Abubilla vulgar. And. Bubilla. De paso. Común en Sierra-Nevada, dehesas de toda Andalucía, Alpuj arras, Guadix, Almería, Baza, Jaén, Málaga. 363 Jerez de la Frontera, etc. Llega por marzo y marcha en se- tiembre. Aunque varios cazadores me aseguraron que permanece todo el año en el pais, creo, sin embargo, que esto se refiera a pocos individuos en caso de ser cierto. FAMILIA 21.— CORACIADIDJS. (Degland.) Genero 70. —Cor acias. (Lino.) Caramas gárrula, (Lirai.) Esp. Gálgulo europeo . And. Carlanco. De paso. Poco común en Granada y mas común en el resto de Andalucía, dehesas y bosques de todo el país. Se presenta por abril y marcha en setiembre. FAMILIA 22.— MEROPHLE. (Less.) Genero 71.— Merops. (Lino.) Merops apiaster. (Liñn. ) Esp. Abejaruco vulgar . And. Abejaruco. De paso. Común en toda Andalucía á lo largo de los ríos y alrededores de ios colmenares, en los cuales hace gran daño, comiéndose las abejas que es su principal alimento, y le valió el nombre de Abejaruco . Se presenta en abril y marcha en octubre. FAMILIA 23.— ALCEDINIDJ2. (Ch. Bonap.) Genero 72. —Alcedo. (Linn . ) Alcedo hispida. (Linn.) Esp. Martin pescador. And. Martinico. Sedentario. Común sobre las matas y piedras á orillas de los rios de todo el pais. Puede ser que se encuentre el Alcedo ruáis (Linn,) en el mediodía de España, como indica Degland; yo no tengo noticia, ni de que lo hayan hallado, ni de que persona alguna lo viese 364 en los Museos de la Península como cojido en ella; por esta razón no lo incluyo, si bien no niego el hecho. Brehm llama Alcedo bella (Br.) á los individuos de un color mas vivo, cuyos jóvenes tienen las partes inferiores mas oscuras, y son de un tamaño algo mayor. Seguramente que la habrá en donde quiera que exista el A. hispida , como hay estas y mayores diferencias en muchas especies, sin que por tal razón dejemos de considerarlas como variedades consiguientes á la reunión de individuos: dema- siado sabemos que la naturaleza no va con el compás ni con los pinceles á distribuir una armonía que sería harto monó- tona, é impropia de la belleza de la creación. ORDEN r~-C0Ll!MB4E. (Lath.) FAMILIA 24.— COLUMBIDAS. (Degland.) Genero 73. — Columba. (Linn.) Columba palumbus. (Linn.) Esp. Paloma torcaz . And. Torcaz. Sedentaria. Común en Sierra-Nevada, Morena y bosques de Andalucía. Columba cnnas. (Linn.) Esp. Paloma brava. Seden- taria. Común en los mismos parages que la precedente. Columba livia. (Briss.) Esp. Paloma zurita . And. Zurita. Sedentaria. Común en Sierra-Nevada, Morena y otros puntos de Andalucía. Mucha divergencia reina entre los naturalistas de todos los tiempos y naciones, sobre si esta especie es salvaje ó esca- pada de los palomares. Creo muy bien que el origen de las domésticas viene de las salvajes, como sucedió naturalmente con los demás animales domésticos por precisión antes de re- ducirlos el hombre á esclavitud; pero así como hoy existen en estado salvaje muchas especies domésticas, ¿por qué esa diver- sidad de opiniones, y no admitir que exista la paloma en cues- tión en estado salvaje? 365 Según multiplicadas observaciones, he notado que viven en estado libre, que se reproducen sin aproximarse á los palo- mares, y que los hijos conservan los caracteres constan- tes de los padres. Las domésticas suelen huir y hacerse monta- races aun viviendo ó cobijándose en palomares del campo; pero en tal estado su prole llega á perder la variedad del plu- maje de domesticidad, y poco á poco adquiere los caracteres de su especie , y aun muchas veces abandona su prisión, por insignificante que sea, internándose en las sierras, y recupe- rando su. hermosa libertad, tan amada para todos los seres sen- sibles. A la cuarta ó quinta generación su librea es típica en este estado. Columba turtur. (Linn.) Esp. Paloma tórtola. And. Tórtola. De paso. Común en las dehesas, vegas y bosques de todo el pais. Se presenta por marzo y emigra por octubre. En las mollejas de varios individuos que disequé en Madrid encontré multitud de orugas. ORDEN 4.°~~GAILIME. (Linn.) FAMILIA 25.— PTEBDCLIDiE. (Ch. Bonap.) Genero 74.— Pterocles. (Temminck.) Pterocles alehata. (Ch. Bonap.) Esp. Pterocles gan- ga. And. Ganga. Rara en Granada y otros puntos de Anda- lucía. Pterocles arenaríus. (Temm. ) Esp. Pterocles or- tega. And. Ortega. Sedentaria. Común en el Temple, la Granja y otros puntos de la provincia de Granada. De paso en pri- mavera en la de Sevilla. La primera me fué comunicada por el disecador Sánchez. Es posible que efectúe su paso en primavera, y se halle mas abundante. La segunda reside en el pais. Yo la he visto en febrero y junio; Brehm me dijo que en noviembre de 1856 la mató en Granada: si á esto se agrega la respetable opinión de los caza- 866 dores, que me aseguraron vive aquí todo el año, creo que no hay inconveniente en admitirla como sedentaria. En el catálogo de las aves de Sevilla se hallan cambiados los nombres castellanos de esías dos aves; y el de corteza segu- ramente es debido á error tipográfico en vez de ortega. Hago esta advertencia para aquellos que careciendo de conocimien- tos científicos, y queriendo clasificar una especie por su nom- bre vulgar, lo cual siempre es peligroso, no incurran en un error involuntario tomando la una por la otra. FAMILIA 28.- PERDI!. (Degland.) Genero 78. — Perdix. (Briss.) Perdix rubra. (Briss.) Esp. Perdiz roja. And. Perdiz . Sedentaria. Común en todas las provincias de Andalucía. Tanto Temminck como Degland designan á España como patria de la Perdiz petrosa . (Lath.) Perdix coturnix. (Lath.) Esp. Perdiz codorniz. And. Codorniz. De paso. Común entre las mieses de toda Andalucía. Suele presentarse en marzo y marchar por noviembre, ó antes si apuran los Dios. Se formó una especie nueva bajo el nombre de Coturnix Baldami (Naumann, Müeller y Brehm) con aquellos individuos que tienen tintas negruzcas ó negras en la cabeza y mejillas. Es tan solo una variedad. El gabinete de Granada posee un individuo disecado por el hábil preparador Sr. Sánchez, y el plumaje es casi negro; pero no por esto se nos ocurrió formar una especie nueva, convencidos como estamos de que es una simple variedad, constituyendo un ejemplar muy estimable y curioso para aquel naciente gabinete. Género 79.— Turnix. (Bonalerre.) Tumbe andalusicus. (Degland.) Esp. Turnix an- daluz. Sedentario. Raro en la laguna del Pozuelo en la pro- vincia de Granada. 307 Estoy conforme con el Sr. Machado en desechar el nombre vulgar de Guión de codornices , que en Sevilla le dijeron tenia esta especie. Todos sabemos que el Guión de codornices es el Rallus crex; pero como desgraciadamente tenemos que consig- nar los nombres que nos dicen, sucede muchas veces que por atrapar una propina, por agradar al comprador, y no pocas veces por burla, nos dicen cualquier nombre: en este caso, no habiendo libros con que consultar, mal podemos deshacer el engaño, dejando tan solo al tiempo el trabajo de aclarar la verdad. Por esto es muy bueno que se funde una nomenclatura española, basada en la latina, como hacen todas las naciones, pues el vulgo no tiene nombres para todas las aves, ni es posible por mil razones que los tenga, én cuyo caso al natura- lista toca fundarlos. ¿Qué sucedió con la traducción buena ó mala del Buffon? Que el vulgo adquirió una porción de nom- bres que no sabia, y estos nombres corren hoy día de boca en boca, si bien hay que lamentar lo mal traídos y apropiados que están á nuestra lengua algunos de ellos, mBM S.°— GRÁILATORES. (Vieill.) 1.* DIVISION . -GRAILATORES PRESSIROSTRES. FAMILIA 29.— OIIDiE. (Degland - — ÍKSD-Svf-o Genero 80.— Otis. (Lino.''; Otis tarda. (Linn.) Esp. Avutarda barbuda. And. Avu- tarda. Sedentaria. Común en el Temple, provincia de Gra- nada. Otis tetrax. (Linn.) Esp. Avutarda sisón . And. Sisón. De paso. Comun en las cercanías de Granada en verano, y ade- mas se halla en otros puntos de Andalucía. Según Temminck y Degland, la otis bombara ( Gmel .) es de paso accidentalmente en el mediodía de España. 368 Genero 81.— Cijrsorius. ¡Lath.) Oursorius europseus. (Linn.) Esp. Corredor euro- peo. Accidentalmente. Muy raro en el Temple, provincia de Granada. FAMILIA 30. — CHARADRIDiE. (Gil. Bonap.) Genero 83.™ OEdicnemus. (Temm.) OEdicnemus crepitans. (Temm.) Esp. Edicnemo al - caraban . And. Álcaraban. De paso. Terrenos áridos de la pro- vincia de Granada, Jaén, Almería, Sevilla y otros puntos de Andalucía. Se presenta en noviembre y marcha por marzo. Genero 84.— Charadrius. (Linn.) Gharadrius pluvialís* (Linn.) Esp. Pluvial dorado. And. Chorlito . Sedentario. Comun en los lugares húmedos é inundados de Andalucía. Gharadrins hiatienla. (Linn.) Esp. Pluvial compla- nas. De paso. Poco comun en las orillas de los rios y playas de Andalucía* en primavera é invierno. Gharadrins rninor . (Mey y Wolf.) Esp. Pluvial me- nor. De paso. Poco común en las mismas localidades que las dos precedentes, en primavera. Genero 86.— Pratíncola. (Kramer.) Pratíncola glareola. (Degland.) Esp. Pratíncola gla- reola. Accidentalmente. Rara en Rio Genil, cerca de Gra- nada, en abril. Genero 87.—' Vanellus. (Linn.) ¥anellnscristatns. (Mey y Wolf.) Esp. Ave fria mo- ñuda. And. Ave fría. De paso. Comun en los terrenos húmedos de toda Andalucía. Liega por noviembre y marcha en marzo. r 369 2.a DIVISION — GRALLATORES CULTIRQSTRES. FAMILIA 31 GRUIDAS. (Degland.) Genero 88,—Grus. (Lino.) Grus cinérea. (MeyyWolf.) Esp. Grulla cenicienta. De paso. Poco común en la laguna del Pozuelo é inmediaciones de los rios de Andalucía, en invierno. FAMILIA 32.— ARDEIDiE. (Vig.) Genero 91.— Ardea. (Linn.) Ardea cinérea. (Linn.) Esp. Garza cenicienta . And. Garza. De paso» Poco común en las orillas de los rios y del mar, las salinas y sitios pantanosos de Andalucía, en invierno. Ardea purpurea. (Linn.) Esp. Garza purpúrea. Ac- cidentalmente. liara en Jesús del Valle, en la provincia de Granada y en la de Sevilla, segun el Dr. Machado, en abril. Ardea alba. (Linn.) Esp. Garza blanca. Accidental- mente. Rara en el soto de Roma en la provincia de Granada, en marzo. Ardea garaetta. (Linn.) Esp. Garza garceta . Acci- dentalmente. Poco común en la laguna del Marqués en la pro- vincia de Granada, marismas y lagunas del coto de Doñana en Sevilla, en invierno y primavera. Es posible que no sean estas tres especies ni raras ni acci- dentalmente halladas; pero como carezco de datos positivos, no hago mas que consignar lo que pude ver. Ardea comata. (Pall.) Esp. Garza cangrejera . De paso. Poco común en las cercanías de Granada, en primavera. Hay un ejemplar en el gabinete déla universidad cojido en esta provincia. Rara, y de paso en primavera á las orillas del Gua- dalquivir en Sevilla. Ardea stellaris. (Linn.) Esp. Garza avetoro . Acci- TOMO XI. 24 370 dentalmente. Poco común en las cercanías de Granada, en mayo; en Sevilla, en primavera. Ardea minuta. (Linn.) Esp. Garza pequeña. And. Garceta. De paso. Poco coman en las cercanías de Granada: en invierno. Según el Dr. Machado habita en las inmediacio- nes del Guadáira en primavera. Ardea nyoticorax (Linn.) Esp. Garza gris. Acci- dentalmente. Rara en el soto de Roma, en mayo; rios de Se- villa, en abril y mayo. Ardea bubulcus. (G. Ouvier.) Esp. Garza cándida . Accidentalmente. Sara en Puerto-Real. Tomo del Dr. Machado esta especie, la cual incluye en su catálogo con el nombre de Ardea vcrany (Roux), remitida de Cádiz por el entendido naturalista Sr. Elizalde. Degland y Schlegel son de opinión que el Árdea verany (Roux) no es diferente del A. bubulcus. (Cuv.) De otra especie hace la descripción el Sr. Machado, sin resolverse á admitirla como nueva, á pesar de todas las apa- riencias de tal, obrando en esto con la prudencia y buen tino que le distinguen. Se me afirmó por un aficionado de Almería, en vista de un ejemplar de Madrid, que también se hallaba en el rio Andaraz, cerca de aquella población, el Árdea russata. Schle- gel dice que la existencia de esta especie resulta de confundirla con la Ardea bubulcus. Muchas dudas me quedan acerca de este género, pero ne- cesitaría mucho tiempo para estudiar mejor sus especies. Genero 92.— Ciconu. (Lino.) Ciconia alba. (Briss.) Esp. Cigüeña blanca. And. Ci- güeña. De paso. Poco común en las torres de las iglesias y campos de Granada, Sevilla, Jerez de la Frontera, Cádiz, Má- laga, Córdoba, etc. Se presenta en febrero ó marzo y marcha a mediados del verano. Ciconia nigra. (Beelist.) Esp. Cigüeña negra. Debo á la amistad del Dr. D. Antonio Machado, decano de la facul- tad de Ciencias de Sevilla, la comunicación de esta especie §71 en carta de dicho señor, que recibí en mayo de 1860: en ella me dice que hasta la fecha nada nuevo tiene que aña- dir á su catálogo. Ciconia Afodimi. (Kuppell.) Esp. Cigüeña Ábdim. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Muy rara en las cerca- nías de Granada, en 18 de junio de 1858. Longitud. ........... 83 centímetros. Envergadura. ....... 1 metro y 74 centímetros. ( Ciconia Abdimi (Lichtemsteim) , Mem. de Doubl. pág. 76, núm. 785; Büppell, Atlas zu der Eeise im nordlichen Afrika, Taf. 8, 1827.) Descripción. Cabeza y cuello verde azulado cambiante; es- capeares y alas mas oscuras; cola del mismo color, compuesta de 12 plumas; el resto del plumage blanco puro con algunas manchas pequeñas en los muslos y supracaudales; algunas subcaudales llegan á la estremidad de la cola; pico verde man- zana coi* la punta encarnada; de la frente parte una carúncula color de carne, la cual cae por los lados del pico formando una herradura, cuyas ramas terminan en las aberturas de las nari- ces; la piel de la cara desde los oidos y las mejillas azules desprovistas de plumas de este color, extendiéndose por la gar- ganta, y siendo el resto entre las ramas de la mandíbula inferior encarnada; una mancha de forma triangular delante de los ojos y párpados, amarillo de naranja; pies verdes con las articu- laciones y membranas interdigitales encarnadas; iris gris blan- quizco; en toda la piel se observa levantando la pluma un co- lor escarlata hermoso; las plumas de la cabeza son sueltas, finas y largas, cayendo á los lados; de suerte que esta circunstancia, y tener la piel de la cara desnuda, dan al ave un aspecto es- pecial, como si tuviera peluca; en la piel de la cara se ven al- gunos pelos dispersos, y una fila mas espesa que separa la ca- rúncula en sus ramas de la piel. Historia . Los viajeros enviados por el Gobierno prusiano, doctores Ehrenberg y Hemperich, han dado á esta preciosa ci- güeña el nombre del gefe de los Nublos, Ábdin-Bey, como una demostración de reconocimiento, y para recordar eternamente m la buena acojida que les dispensó durante la residencia en sus dominios. Patria . Esta ave frecuenta durante el mes de mayo y todo el verano las cercanías de Dongoia, abandonando la Nubia en el tiempo lluvioso. Habita en los árboles, de preferencia en las palmeras, a orillas del Nilo ó sus inmediaciones. Alimentación. Su comida favorita son las ranas. La des- cripción ¡a hice en vista dei ejemplar de mi gabinete: los de más datos los tomé de la obra de Rüppell, citada mas arriba. Es ave que hasta ahora no he visto descrita en ninguna obra como europea , y creo que la casualidad la haya arro- jado sobre nuestro país, ó quizás se estraviase en su paso: esto nos prueba mas y mas que no tienen ni pueden tener asignada patria fija unos seres dotados de medios de locomoción tan po- derosos, tan sensibles á las influencias atmosféricas, y por otra parte apasionados á efectuar viajes muchas veces á dis- tancias fabulosas, como multiplicados ejemplos nos lo están probando todos los dias. Genero 98.— Platalea. (Linn.j Platalea leucorodia. (Linn. ) Esp. Espátula blanca. Sin vulgar andaluz. Accidentalmente. Rara en el soto de Roma, en diciembre de 1853: comunicada por el disecador Sánchez. Muv rara y de paso en primavera en la provincia de Sevilla. 3.a DIVISION . — G RALL ATORES TENUIROSTRE8. FAMILIA 33.— IBISIDjE. (Degland.) Genero 94.— Ibis. (G. Cuv.) ! Ibis falcinellus. (Vieili.) Esp. Ibis falcinelo. Acci- dentalmente, Raro en el soto de Roma y en la vega de Granada , en noviembre de 1857. Dos individuos se hallan en el gabinete de la Universidad, y uno lo tiene un particular llamado Arguelles. 373 Según el cazador que los trajo al mercado, era tan grande el bando, que de un tiro mató 7, comprándole el estableci- miento los 2 ya mencionados. Aseguró que jamás se vieron aves iguales por el pais. No sería difícil que efectuasen su paso por esta época, y quizás se llegase esto á comprobar, si hubiese en Granada al- gún ornitólogo residente. FAMILIA 34.— SCOLOP ACID/E . (Degland.) Genero 95.— Numenius. (Linn.) Numenius arquata. (Linn.) Esp. Zarapito real. De paso. Común en las orillas del Geni!, Guadalquivir y oíros ríos de Andalucía. Permanece en el pais desde octubre hasta marzo ó abril. Numenius pliseopus, (Latii.) Esp. Zarapito vendado . Accidentalmente. Raro en las cercanías de Granada. Suele verse durante la primavera algún individuo. Genero 96.— Limosa. (Temm.) Limosa aegocepiiala. (Degland.) Esp, Limosa coli- negra. Accidentalmente. Rara en las cercanías de Granada, en otoño. Un ejemplar se halla en el gabinete de la universidad mal clasificado, lo que advertimos para evitar errores. Genero 97.— Totanos. (Temm.) i Totanus calidris. (Beelxst. ) Esp. Andarlo patirojo . And. Andarlo. Poco común en el soto de Roma y oríllasele los rios de la provincia de Granada, y otros puntos de Andalu- cía, en enero. No pude averiguar si es de paso ó sedentario. Toí aíras ocliropus. (Temm.) Esp. Andarlo culiblanco. And., como el anterior. De paso. Común en las orillas de los rios y sitios húmedos de lodo el país, en invierno. 374 Totanus hypoleueus. (Temm.) Esp. Andarlo hipo- tético. And. Andarlo pequeño. De paso. Común entre las yer- bas, en los prados húmedos, ó recorriendo las márgenes de los ríos, de donde les viene á esta y demás especies el nombre vul- gar, aunque también se halla á orillas del mar. Yése en in- vierno yen las playas marítimas en agosto y setiembre. Degland omite en la sinonimia, seguramente por descuido, el nombre del autor de esta especie. Genero 99.— Scolopax. (Lino.) Scolopax gallinago. (Linn.) Agachadiza migar . And. Acachadera. De paso. Común en los terrenos húmedos de toda Andalucía, en invierno. Scolopax gallínula. (Linn.) Esp. Agachadiza sorda . And. Acachadera pequeña. De paso. Común en las mismas lo - calidades, efectuando el paso en la época de la anterior, Scolopax rusticóla. (Linn.) Esp. Agachadiza chocha . And. Chocha . De paso. Común en la misma época y sitios que las precedentes. Scolopax peregrina. (Baillon.) Esp. Agachadiza pe- regrina. And. Acachadera. De paso. Común. Efectúa su paso y vive lo mismo que las precedentes. Coloco esta especie al fin del género, porque no la incluye Degland, el cual opina que es una variedad de la anterior. Genero 100.— Tringa. (Mey y Wolf.) Tringa cinclus. (Keys jz Blas.) Esp, Tringa cinclo. De paso. Poco común, recorriendo las márgenes de los rios en varios puntos de Andalucía, en primavera. Tringa Sclxinzii. (Brehm.) Esp. Tringa Schinz. De paso. Poco comían en el soto de Roma y oíros puntos de Anda- lucía, en marzo. Degland no admite la especie de Brehm sino como variedad de la T. torquata (Briss.), ó una raza mas pequeña de la T. cin- clus. Tengo á la vista un ejemplar típico que me regaló el mis- mo Brehm, y cotejado con varios que coj í en España los hallo ,175 iguales, pareciéndome que puede aceptarse como especie; pero sería preciso darle otro nombre para no confundirla con la T. Schinzii (Temm.):'yo conservaría á esta el de T. Bona- partei , Schleg., ó el de Schinzii, que le dió Bonaparle, toda vez que es mas antigua que la de Brehm, y á la última podría dársele otro, evitando de este modo la algarabía que resulta de tan interminables sinónimos, que hacen de una ciencia agra- dable un laberinto de nombres y descripciones, capaces de desalentar al mas constante é inteligente genio. Por lo demás, dejo al libre albedrío de los naturalistas el adoptarla por espe- cie ó raza. Trínga minuta. (Leisler.) Esp. fringa pequeña . De paso. Poco común en las cercanías de Granada, en invierno. Trínga Temmincki. (Leisler. ) fringa femminck . De paso. Poco común, como la anterior. El vulgo llama indistintamente á todas estas especies y a otras de varios géneros, Andar ios. FAMILIA 35. —PHALAROPIDdE. (Degland.) Genero 104.— Himantopus. (Briss.) Himantopus melanopterus. (Mey .) Zancudo vulgar . And. Sanguirojo . Accidentalmente. Raro en la provincia de Granada, en donde no se han visto mas que dos ejemplares: uno lo posee el gabinete de la universidad y el otro yo, cojidos ambos en la laguna del Pozuelo, en 13 de marzo de 1858. Co- mun en el verano en las orillas del Guadalquivir, y en las sa- linas de Ghiclana y San Femando, en donde es muy abun- dante. No tengo inconveniente en admitir esta especie como seden- taria en Andalucía, sobre todo en las salinas de San Fernando, en donde tienen extenso terreno que les suministre alimento abundante, y un magnífico sitio adecuado á sus costumbres. 376 V DIVISION . — GR ALL ATORES PALMIPEDES, FAMILIA 37 — PHOENICOPTERIDiE. (Ch. Bonap ) Genero 106.— Phoenicopterus. (Linn.) Phoenícopterus roseus. (Pallas.) Esp . Flamenco ro- sado. And. Flamenco . Accidentalmente. Raro en la laguna del Padúl en la provincia de Granada. Muy común en el Guadal- quivir, coto de Doñana y otros puntos de Andalucía. De paso, en primavera. Argüelles, antes citado, tiene un ejemplar joven del primer año, cuyas membranas interdigitales han sido cortadas para hacerlo pasar como una cosa rara ante el vulgo ignorante y crédulo. La hembra pone dos ó tres huevos blancos. Existen notables diferencias de tamaño é intensidad de color entre los individuos de esta especie: hay dos adultos en el gabinete de Granada, de los cuales el uno tiene 13 centíme- tros mas de longitud que el otro. Fueron coj idos en Valencia. Esta especie va siendo escasa en nuestra Península, sin duda por lo mucho que se la persigue. Según el Sr. Rodríguez , disecador de la universidad de Granada y antes de la de Valencia, se hallaban sedentarios en la Albufera, siendo hoy dia muy escasos en invierno. Sin em - bargo, los hay con abundancia en una laguna de la isla de Mallorca, en las salinas de los Alfaques, á la desembocadura del Ebro, y según el preparador Sánchez no escasean en Fuente- Piedra, siendo raros en el soto de Roma, en diciembre y enero de los inviernos muy fríos. Según el mismo Rodríguez se suelen presentar en algunos puntos del Mediterráneo á fines de agosto, emigrando en di- rección al norte en el mes de marzo. Téngase presente que la especie europea ha sido confun- dida con el Ph. ruber ( Wilson ), que solo se encuentra en la América; la de nuestro pais tan solo pasa al Africa, 377 8/ DIVISION . —GR ALL ATORES MACRODACTYLI, FAMILIA 38 — RALLÍDiE. (Ch. Bonap.) Genero 107. — Ralles. (Linn.) Rallas aquatieus. (Linn.) Esp. Rascón acuático . And. Gallo de agua J Rascón. Sedentario. Común en las lagunas de toda Andalucía. Rallas crex (Linn.) Esp. Rascón codorniz. And. Guia de codornices, Guión , Francolín. De paso. Poco común en toda Andalucía. El profesor Machado lo considera como sedentario, y me adhiero á m opinión por varias razones. Brehm me dijo era de paso en invierno, en lo que padeció una equivocación, porque cuando es de paso en la Península, lo efectúa en verano. El vulgo tiene arraigada creencia de que guía á las codor- nices en su paso, y que si matan al guión se desbandan y es- iravian; pero esto no deja de ser una fábula de las muchas que corren entre el pueblo: lo que hay de verdad es que aparecen en muchos puntos, sobre todo en Castilla, cuando las codor- nices, y que tienen un plumage semejante; pero el régimen y costumbres alejan mucho á una de la otra especie. También sue- ' leu llegar muchas veces después de las codornices. Rallas porzana. (Linn.) Esp. Rascón por zano. And. Pollica pintada. De paso. Poco común en los pantanos y lagu- nas de Andalucía. Llega en marzo y marcha en octubre. Rallas pusülus. (Pall.) Esp. Rascón pequeño . De paso. Poco común en los mismos lugares que el anterior, en mayo. Rallas Bailloni. ( Vieül.) Esp. Rascón Baillon. And. Polla pequeña. De paso. Rara. Frecuenta los mismos lugares que las precedentes, en otoño é invierno. Genero 108. —Gallínula. (Lath.) Gallina] a chloropus. (Lath.)- Esp. Polla acuática. And. Gallineta de laguna. Sedentaria, Común en ¿oda Andalucía. 378 En Granada llaman Gallinetas á todas las especies de estos dos géneros indistintamente. Genero too»— Porphyrio. (Briss. ) Porphyrio hyacintMnus. (Temm.) Esp. Calamón azul. Sedentario. Raro en la laguna del Padul en la provincia de Granada, en las cosías de Puerto-Real y en Córdoba. Su rareza se refiere tan solo al corto número de individuos que se ven. Genero 110, — Fúlica. (Linn.) Fúlica atra. (Linn.) Esp. Mancon negro. And. M ancón. Sedentario. Común en la laguna del Pozuelo y otras de Anda- lucía. Fúlica eristata. (Gmel.) Esp. Mancon cristado. Sin vul- gar andaluz, ó Mancon , confundiéndole con su congénere. La- guna del Pozuelo, en setiembre de 1856. Tan solo se cojieron en dicha época dos ejemplares, uno de los cuales lo posee Brehm y otro el preparador Sánchez. Rodríguez , disecador de la Universidad de Granada, dice que suele verse esta especie en la Albufera de Valencia: Brehm la observó en esta parte, y en el rio Albaida, en Játiva. ORDEN 6.°— NATATORES. (iilig.) 1.a DIVISION.— NAT ATORES LONGIPENNES. FAMILIA 39.— LARIB/E. (Ch. Bonap.) Genero 112.— Larus. (Lino.) Lar us fusous. (Linn.) Esp. Gaviota oscura. And. Ga- viota, Gavina. ¿De paso? En invierno en Malaga. (Brehm.) Larus argentatus. (Brunn.) Esp. Gaviota argentina. And. Como la anterior. Sedentaria. Común en las costas y ríos de Andalucía. 379 Larus caxms. (Linn,) Esp. Gaviota cana. Sedentaria. Común en las costas y rios de Andalucía. Larus tridactylus. (Línn.) Esp. Gaviota tridactil. Accidentalmente. Rara en las cercanías de Granada , en in- vierno. Larus gelasíus. (LicMensteiru) Esp. Gaviota gelaste. De paso. Poco común en Almería, cercanías de Granada y otros puntos de Andalucía, en invierno. Larus atricilla. (Linn.) Esp. Gaviota atricilla. Seden- taria. Común en los puertos y grandes rios de Andalucía. Larus melanocephalus. (Natterer.) Esp. Gaviota cahiznegra. Accidentalmente. Rara en las cercanías de Grana» da, en invierno. Mas común en los puertos de mar. Larus ridibundus. (Linn.) Esp. Gaviota reidora . Accidentalmente. Rara en las cercanías de Granada, en in- vierno. Frecuenta las costas de Cádiz, Almería y otros puntos de Andalucía. Larus capisíratus. (Temm.) Esp. Gaviota capisira - to . En IVJálaga, 23 de noviembre de 1856, comunicada por Brehm. Hay discrepancia entre los naturalistas acerca de esta es» pede: los unos opinan que es distinta de la anterior; los otros, entre ellos Schlegel, la consideran como raza local; y Selys- Longchamps, como simple variedad; Degladd la describe como L. ridibundus . Sea lo que fuere, la incluimos, toda vez que nada podemos afirmar en este asunto. Otro Larus cojió Brehm en Málaga, cuyo nombre tenia en duda. En Andalucía dan á todas las especies de este género el nombre de Gaviota ó Gavina. Genero 113.— Sterna. (Lino.) Eterna caritiaea. (Gmel.) Esp. Esterna rayada. And. * Golondrina de mar . Accidentalmente, Poco común en las cer- canías de Granada. Común en las cosías de Málaga, en verano. Sterna afñnis. (ítuppell.) Esp. Esterna afine. And. Pairo. Accidentalmente, Rara en las costas de Málaga, en junio. 380 Sterna hirundo. (Linn.) Esp. Esterna golondrina. And. Golondrina de mar, Pairo. Sedentaria. Común en Mala ga, Cádiz, Almería, marismas del Guadalquivir cerca de San- lúcar, coto de Doñana y otros puntos de Andalucía. Suele verse en algunos inviernos cerca de Granada. Sterna minuta. (Linn.) Esp. Esterna pequeña. And. Como la anterior. Accidentalmente. Rara en la laguna del Po- zuelo, en mayo. Sterna fissipes. (Linn.) Esp. Esterna patihendida. Ac- cidentalmente. Poco común en las cercanías de Granada. Sterna leueoptera. (Meissner y Schinz.) Esp. Es- terna leucoptera. And. Pairo. Accidentalmente. Cercanías de Granada y Málaga, en verano. Yendo de caza con el célebre naturalista aleman Otto Stan- dinger, Revisto cerca de Cádiz una Esterna , que me pareció esta. Todas las Esternas son conocidas en Andalucía con los nom- bres de Golondrina de mar ó de Pairo. Tanto las Gaviotas como las Esternas están muy poco es- tudiadas en nuestro país, y por esto no será difícil que haya mas especies que las aquí enumeradas. Bien es verdad que existen obstáculos insuperables para observarlas con precisión y calma. FAMILIA 30 . — PROCELL ARIDiE . (Ch. Bonap.) Genero 110.— Puffinus. (G. Guvier.) Fufümis cinerous. (Ch. Bonap.) Esp. Pufino cenicien- to. Sedentario. Poco común. He visto esta especie á lo largo de la costa desde Málaga hasta Cádiz , y de este puerto á Lisboa. Parece no escasear. Brehm me aseguró haberla observado en todo el Mediter- ráneo. Genero 117. — Thalassidroma. (Yigors.) Thalassidroma Wilsonii. (Ch. Bonap.) Esp. Ta- lasidroma Wilson. Accidentalmente en las costas del Medi- terráneo español (Degland). 381 2/ DIVISION . —NAT ATORES STEGANOPODES. FAMILIA 31— PELECANIDiE. (CE. Bonap.) Genero 118.— Phalacrogorax. (Dumeril.) Plialacrocorax carbo. (G-. Cuy.) Esp. Cormorán vul- gar. And. Pato cuervo. Sedentario. Común en las costas de Andalucía. De paso en invierno en el Guadalquivir, Ge- nil, etc. El ejemplar del gabinete de Granada fué cojido en Cór- doba. Genero 119.— Sula. (Dumeril.) — • Bula Bassana. (Briss.) Esp. Sula Basan. Accidental- mente. Rara en Rio Arillo, entre Cádiz y San Fernando, en abril. t Ninguna noticia lie podido adquirir referente al Pelícano, Pelicanas onocrolalus ( Linn .), que seguramente debe bailarse en Andalucía por lo á propósito que es el país para el género de vida de estas aves ■, y por habitar en el norte de Africa ; y con tanta mas razón lo creo, cuanto que para pasar al centro y norte de España le es indispensable atravesar el mediodía. 3.a DIVISION .—NAT ATORES LAMELLIROSTRES. FAMILIA 37.— ANATIDAS. (Ch. Bonap.) Genero 121. —Anser. (Briss.) Anser tenis. (Temm.) Esp. Ganso bravo. And. Ganso silvestre . De paso. Corana en las marismas del coto deDoñana y orillas del Guadalquivir inmediatas á Sanlúcar, en Cór- doba y Granada, en invierno y primavera. Anser sylvestris. (Brise.) Esp. Ganso silvestre. De paso. Poco común en ias orillas de losrios y lagunas de varios punios de Andalucía, en invierno. 382 Anser brachyrhyncíiiis. (Baillon.) Esp. Ganso pico corto . Accidentalmente. Raro en Rio de Galicasar cerca de Granada, en diciembre de 1853. (Sánchez.) Puede ser que se encuentre en Andalucía el Anser cogyp- tiacus (Briss.), según las señas que de él me dieron los caza» dores de Sierra-Nevada: no lo esirañaria, toda vez que yo tengo en mi colección una hembra adulta, coj ida en el rio Jarama, provincia de Madrid, el 10 de marzo ele 1853, siendo el único ejemplar que hasta hoy se cojió en España. Genero 12 3.™ A ñas. (Lino.) Anas t ador na. (Linn.) Esp. Ánade i adorna . De paso en las orillas del mar en Puerto-Real y Chiclana según Eli- zalde y Machado, en Málaga según Brehm, en invierno. Anas casarca. (Linn.) Esp. Ánade casarca. And. Pa- lo. De paso. Común en los inviernos rigurosos en la laguna del coto de Doñana. Anas clypeata. (Linn.) Esp. Anade cuchareta. And. Pato cuchara , Palo cuchareta , Palo sardinero. De paso. Común en Granada, Almería, Málaga, Sevilla, Cádiz, Córdoba, etc., y en las marismas y ríos, en invierno. Anas bosclias. (Linn.) Esp. Ánade silvestre . And. Pato Real. De paso. Común en las lagunas del Pozuelo, del Marqués y otras de la provincia de Granada, y en todas las de Andalucía, en invierno y primavera. Anas acnta. (Linn.) Esp. Ánade colilargo. De paso. Común en las lagunas y ríos de las provincias de Granada, Al- mería, Sevilla, etc., en invierno. Anas strepera. (Linn.) Esp. Ánade reñidor. And. Palo. De paso. Poco común en las mismas localidades que el anterior. En Granada, Almería y Málaga, en invierno. Anas penelope. (Linn. ) Esp. Ánade silbador. And. Careto. De paso. Poco común en las lagunas y riosde Granada y á orillas del mar en Puerto-Real, Chiclana y Málaga, en invierno. Anas angustirostris. (Menetries.) Esp. Anade marmóreo. Accidentalmente. Raro en el soto de Roma, en mayo. 383 Anas querquedula. (Linn.) Esp. Anade cerceta . And. Súrcela. De paso. Común en las lagunas, ríos y marismas de Granada, Almería y Sevilla, en invierno. Anas crecca. (Linn.) Esp. Anade sarceta. And. Ser- rano, Sarceta. De paso. Común en las mismas localidades del precedente, y en Cbiclana y Puerto-Real, en invierno. Genero 124. —Fulígula, auctorum. Euligula clan gula. (Degland.) Esp. Fulígula clán- gula. Accidentalmente. Poco común en Sierra-Nevada, en marzo. Degland, a pesar de comprender á esta especie en el géne- ro Fulígula, la indica con el de Anas, lo cual juzgo una equi- vocación. Euligula ferina. (Keys y Blas.) Esp. Fulígula fe- roz. Accidentalmente. Poco común en Rio-Genil,en mayo. Euiigula eristata. (Ch. Bonap.) Esp. Fulígula cris ~ tada. Accidentalmente. Poco común en las cercanías de Gra- nada y Almería, en invierno. En Andalucía á todas las especies de 'estos dos géneros lla- man indistintamente Palos . Genero 125.— Mergus. (Linn.) Mergus merganser. (Linn.) Esp. Mergo vulgar . Ac- cidentalmente. Raro en las cercanías de Granada, en marzo. 4.a DIVISION . —NAT ATORES BRÁCHYPTERI. FAMILIA 38. — GOLYMRIDiE, (Degland.) Genero 126.— Colymbüs. (Linn.) Colymbus septentrionalis. (Linn.) Esp. Colimbo septentrional. Accidentalmente. Raro en las costas de Rota, en abril. 384 FAMILIA 39. — P0D1CEPIDÜ. (Degland.) — - Genero 127.™ Podíceps. (Lath.) Podiceps auritus. (Lath.) Eso. Zambullidor orejudo. Accidentalmente. Raro en Sas costas de Cádiz. Podiceps minor. (Lath.) Esp. Zambullidor menor. And. Zampullona. Sedentario. Común en las lagunas y terrenos pan- tanosos de Andalucía. El Sr. Machado tuvo la galantería de enseñarme estas dos especies cojidas en Cádiz. Genero 130.— Fratercula. (Briss.) Fratercula árctica. (Vieill.) Esp. Frailecillo ártico . De paso. Raro en la bahía de Cádiz, en donde fué observado por los Sres. Elizalde y Machado. También me aseguraron ha- berlo visto en Almería durante el invierno. Genero 131. -—Alca. (Lino.) Alea torda. (Linn.) Esp. Pingüino tordo. Accidental- mente. Poco común en Gibrallar, en enero. Un ejemplar me regalaron en esta población, y me asegu- raren que no era raro. Brehm observó además en Andalucía las aves siguientes: Eutieilla atra. En Sierra-Nevada. ¿Gallinago equatorialis? Almería. Qalimorpha salicaria. Almería. Estoy convencido de que Andalucía encierra un número mayor de especies que el contenido en este Catálogo; pero la imposibilidad de permanecer por mucho tiempo en aquel país me priva de seguir haciendo observaciones mas minuciosas, y rectificaciones que dejo á otros con mas conocimientos que ios mios. Ferrol 15 de agosto de !860.=Víctor López Seoane. (Porta Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruiz.) 385 \ VARIEDADES. Real orden . Exorno. Sr.: Ele dado cuenta á la Reina (Q. D. G.) de la comunicación de V. E., participando que al fallecer el digno Secretario perpétuo de esa Real Academia D. Mariano Lorente, había legado á la misma, en virtud de disposición testamentaria, su escojida biblioteca, que constaba próximamente de unos 2.000 volúmenes. Y apreciando como se merece rasgo tan señalado de generoso desprendimiento y de amor á las Ciencias, que honra y enaltece la memoria del finado, S. M. ha tenido á bien disponer se publique en la Gaceta como muestra de gratitud al último recuerdo que á esa Corporación consagró su malogrado Secre- tario. De Real orden lo digo á Y. E. para su conocimiento. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid i.° de junio de i 8(j>\.=Corvera,='Rxcmo. Sr. Presidente de la Real Academia de Ciencias. — Elecciones . En sesión de I O del actual han sido reelegidos respecti- vamente para desempeñar los cargos de Tesorero y Contador de esta Aca- demia en el próximo año académico, el limo. Sr. D. Vicente Santiago Masarnau y el Sr. D. Manuel Rioz y Pedraja. Para la vacante de Secretario perpétuo, ocurrida por fallecimiento del limo. Sr. D. Mariano Lorente, ha sido elejido el Sr. Antonio Aguilar y Vela; y para la de Vice-Secretario, por dimisión del Sr. Montesino, el limo. Sr, D. Miguel Colmeiro. — - Exposición universal de Londres en í 862. Se ha decidido comple- tamente el proyecto de exposición universal en 1 862. La casa Kelk y Lucas se encarga de construir á destajo el nuevo palacio por la cantidad de 5 millones de francos. En el caso en que el producto total de la expo- sición pasase de 12 millones, como en 1851, se asegurará á los empresa- rios una subvención de 2i millones de francos, por consiguiente aven- turan un tercio de su recompensa sobre el éxito probable de la operación. El palacio de cristal costó 2 millones, y ocupó una superficie de 9 hectá- reas; el nuevo ocupará 11; pero como ahora los productos y los instru- mentos agrícolas se colocarán en un departamento especial, la comisión TOMO XI» 25 886 podrá disponer de una superficie de 50 0.000 pies cuadrados (ingleses) más que en 1851. El palacio de cristal tenia 1.80 0 pies de largo y 400 de ancho; el nuevo, mucho más cuadrado, tendrá solamente 1.200 pies de largo y 70 0 de ancho. Se construirá en Kensington, y presentará el aspecto de una inmensa nave de la altura media de 100 pies; las paredes, que serán de ladrillo, tendrán 60 pies. En los dos extremos de esta nave se construirán dos cúpulas de 250 pies de altura, teniendo en su base 160 pies de diámetro, es decir, de mayor altura y diámetro que las de San Pedro en Roma y San Pablo de Londres. Estas cúpulas estarán en la intersección de la nave principal y trasversales, y ambas en una elevación del suelo, de modo que colocándose en cualquiera de ellas, se domine la totalidad del edificio. El intervalo entre el fin del muro de la- drillos y el techo se reemplazará por arcos coa cristales, que distribuirán en todas partes una luz igual y abundante, sin tener los inconvenientes del palacio de cristal, que en los dias de verano se convertía en una ver- dadera estufa en que el calor era sofocante. Al rededor de las naves ha- brá galerías sostenidas por columnas de fundición de 22 pies de altura é igual distancia. En cada una de las dos fachadas laterales, habrá tres puertas, de 56 pies de altura y 22 de anchura. Las entradas principales estarán bajólas cúpulas, y tendrán 60 pies de altura y 50 de anchura, teniendo á derecha é izquierda un pórtico de -40 pies por 15. La nave principal será de 1.200 pies de largo, 85 de ancho y 100 de alta. Las otras, colocadas en cada extremo, tendrán la misma altura y anchura, pero solo 7 00 pies de largo. La galería corrida á lo largo de uno de los lados del edificio estará enteramente consagrada á la pintura, de modo que ningún cuadro esté colocado á más de 2 0 pies dei suelo, y se divi- dirá en dos partes por medio de un tabique, para que sea doble el espa- cio. Los comisionados cuentan tener así á su disposición una superficie de 4.0 00 pies; es decir, algo mayor que el doble de la superficie que ocupaba la exposición de Manchester. Primero se trató de limitar esta ex- posición á las obras de los artistas: vivos de todos los países; después, al contrario, de admitir en ella los cuadros de todas las épocas: la comisión se fijó en admitir las obras de pintura y de escultura que no tengan más de 100 años de fecha. Se construirán cuatro naves paralelas, que comprendan un espacio de 220 metros por 7 0, pero que no tengan ni la elevación ni la riqueza del departamento principal, especialmente para los productos é instrumentos agrícolas y para la exposición de horticul- tura. Contendrán igualmente los edificios de servicio, las fondas y todas las dependencias de la exposición. El honor de haber dírijido ¡os planos de estas construcciones gigantescas corresponde á un oficial de ingenieros, el capitán Fokwe, comisario general de la exposición universal. La expo- 387 sicion se abrirá, como en 185 i, el 1." de mayo, y se cerrará el 15 de octubre. —Una publicación nueva, el Railroad Record , presenta las cifras si- guientes relativas á la importancia actual de las vias férreas en los Esta- dos-Unidos. Longitud total de las líneas de caminos de hierro eo kilómetros , 48.000 Combustible que se consume anualmente, en toneladas., 1.500.000 Empleados de toda clase, número. . . 80.000 Locomotoras 6.000 Wagones de viajeros. ¿ 5.000 Wagones de mercancías 80.000 Producto total de las líneas, en francos. ......... 6.227.500.000 Producto líquido anual. .... 636.000.000 Solo para la explotación y gastos del material., ascienden los desem- bolsos anuales á decenas de millones. Los 80.000 empleados, calculando solamente á 1 dollar por día (20 rs.), representan con su sueldo 132| mi- llones de francos cada año; y suponiendo que á cada uno corresponda una familia de cuatro personas, resultará' que hay 32 0.0 00 personas, cuya subsistencia depende do los caminos de hierro. Es difícil formarse una idea de lo grandioso que es este sistema de caminos de hierro. La red de explotación de los Estados-Unidos es mayor que lo que se necesita para dar la vuelta al globo» Puede considerársela como un ecuador de hierro que rodee ía tierra, y el sobrante puede llegar después basta el polo !N. También puede suponerse que si se detuviera por un minuto el movimiento diurno de la tierra, y esta línea de hierro se dirijiese hacia la luna, bastaría para llegar á la octava parte de la distancia que nos separado nuestro satélite. Las 6.000 locomotoras co- locadas unas tras otras ocuparían 80 kilom. (próximamente como desde Madrid á Segovia). Los 80.00 0 wagones de mercancías ocuparían tam- bién unos 960 kilom. (de Cádiz á Iron). Puestos unos tras otros en fila locomotoras y wagones de toda clase, y caminando con toda la velo- cidad posible, tardaría 24 horas en desfilar completamente el tren delante de una localidad cualquiera. ¡Qué maravilloso y sublime monu- mento del poder de Ja mecánica! Y todo esto se ha creado en 35 años en un país en que muchas secciones están ya á punto de volver al dominio del Estado. ¿Qué valen en comparación las pirámides de Egipto, la vía Apia ó la muralla de China? Supongamos estas 6.0 00 locomotoras reunidas todas en un campo* 388 cubriendo con sus negros caparazones 25 hectáreas de tierra, y en un momento dado silbando todas á la vez [qué cántico á la civilización! íQué Te Deum del trabajo, de la ciencia y del arte! ¡Qué himno para el progreso! Pero los hechos que interesan á la agricultura son los siguien- tes: que los caminos de hierro trasportan las cosechas al mercado, y llevan á su vuelta las provisiones; que economizan el tiempo del pueblo por la rapidez de los viajes; y que el hombre que con su fuerza ha veri- ficado esta gran obra, saca de ella un aumento de alimento y de vestido que produce la agricultura. Gon el desarrollo de la misma, por medio de nuevas granjas y aumentadas por un cultivo mejor, aumentarán los caminos de hierro nuevas líneas, formarán otras redes, y con ellas vendrán otros wagones, y se seguirá inevitablemente un aumento proporcional de empleados. El consumo de los productos aumentará también en las granjas desmedidamente. Por último, si se crean mercados para la facilidad de las transacciones, no solo asegurarán al labrador precios mejores para lo que vende, sino que también le procurarán á precio más cómodo lo que compra. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Ruiz. N.° 7 ° — REVISTA DE CIENCIAS.-Octóre 1861. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOM1A. Examen de una nueva Memoria de Mr. Plana sobre la fuerza repulsiva y el medio resistente; por Mr. Faye. (Comptes rendus, 29 julio \ 80 1.) Lo que mas ha contribuido a convencerme de la realidad de la fuerza repulsiva, de que me he valido, lo mismo que Mr. Roche, para explicar la figura de los cometas, es que esta fuerza, simple extensión de la que obra en tantos fenómenos físicos, y una de las mas generales de la naturaleza, explica al mismo tiempo el hecho capital de la aceleración del movi- miento de estos astros. Recientemente se ha hecho oposición á este último punto: en una Memoria leída el 26 de abril en la Academia de Turin, anuncia el Sr. Barón de Plana, que exa- minando de cerca las consecuencias inherentes á mi hipótesis y á la del medio resistente, ha reconocido que la primera no es conforme á los movimientos de los dos cometas periódicos de 3 y de 7 años, mientras que la hipótesis del medio resis- tente conduce, para estos mismos dos cometas, á resultados muy aproximados á los que han obtenido MM. Encke y Áxel Moller. En el primer examen de esta Memoria, la cual pude con- sultar un momento en la sesión del 3 de junio, creí que se trataba únicamente de una diferencia entre el cálculo y la observación para la variación de la excentricidad de estos dos cometas (73M en vez de 3irr), y respondí que la objeción re- caia sobre cantidades todavía mal determinadas, de las cuales 26 TOMO XI, bastaba solo haber comprobado su existencia, pero que sería imprudente emplearlas actualmente como un criterio para juzgar una teoría. Mas después que volví de mi viaje, pude estudiar á mi satisfacción la Memoria que Mr. Plana me hizo el honor de remitirme, y de convencerme de que la objeción era mucho mas radical. En efecto, Mr. Plana ha tomado los desarrollos analíticos que yo había dado para la fuerza repul- siva, y obtenido por la integración de las mismas ecuaciones diferenciales, resultados enteramente distintos de losmios. Na- tural mente se ha valido de sus fórmulas para comprobar mi teoría; pero en vez de hallar como yo una conformidad satis- factoria entre el cálculo y los hechos, ha llegado á resultados estrafios, á valores negativos enormes para la constante de la fuerza repulsiva. De aquí la reprobación que solemnemente formuló nuestro ilustrado socio en el seno de la Academia de Turin. Basta leer con atención la Memoria del Barón de Plana, para conocer que no es fundada esta reprobación. En el to- mo 47 de nuestros Comptes rendus he demostrado que la in- tegración de las ecuaciones diferenciales del problema, por el método de la variación de las constantes arbitrarias, da estas variaciones en términos finitos; es decir, que se puede obtener su espresion algebraica completa y rigurosa. Mr. Plana ha lle- gado por su parte al mismo resultado; pero en su espresion de la variación de uno de estos elementos, la longitud de la época que aquí reproduzco e\/ ay ^ Vi — e2) eos. %ti — [1 -fe— ,u(l— -e)] log. sen. (v—v) eV ay 4 H ~f / — - (1 -\-e—y) e y au sen. V 1 y 1“ 77— log. j l+*+ (l-«) iang.’^CZZ § V L 2 J 391 se encuentran términos que nunca podrían representar las desigualdades periódicas debidas á la acción de una fuerza esencialmente real y finita. En efecto, para 0o de anomalía, el segundo término se hace infinito; después adquiere valores reales y finitos; pero se vuelve infinito á 180°; mas allá y hasta 300° es imaginario. Los otros términos nunca son ima- ginarios; pero el tercero se convierte una vez en infinito en el curso de cada revolución, y lo mismo sucede con el cuarto, en el cual debe causar admiración hallar el cuadrado de una tangente. La espresion que yo mismo había dado, hace cerca de 3 años, no tiene estas manifiestas señales de error. Yo encontré ~ log. [1-H eos. ' w)], \/a de la cual ningún término puede convertirse en imaginario ó infinito, ni aun lomar valores sospechosos. No obstante, volví á hacer mis cálculos, siguiendo la marcha que Mr. Plana ha adoptado, y llegué idénticamente á mis resultados antiguos. He aquí, por ejemplo, el cálculo de Partiendo de la relación dada por Poisson : (1 —é*)*da ■■ - ' — ■■■ 1 j ae sen. (u— «) [1+e eos. de tang. («— - y sustituyendo en esta fórmula los valores completos de de y de da que se encuentran fácilmente por medio de las variacio- nes «/te y ¿a, dadas páginas 1048, tomo 42 de los Compíes ren- das, se obtiene 2 H1 e\/ a ó reduciendo e\J a sen. (d— w)[l+« eos. (v — &)] , ¡ íxe^+e eos. (v— a)]sen.9(t?— v) ¿ m e2sen.(V— -ar) M' — / — — dv~ j— — eV a l'+ecos.(«— eya integrando, tendremos inmediatamente: sen. (v — ™)dv. Sí — 2/if e\J a e log. [1+e eos, (v— ■ o1)] M' — —TALCOS, (v — eva Añadiendo al segundo miembro el valor anteriormente obte- nido para ¿W, resulta por último Sí — + e\/a \/ 1 — e2 — — =r. e. log. [1 + c eos. V/ a idéntica á la de la pág. 1048 del tomo 47 (1). Aquí podría detenerme, pero creería faltar á mis deberes respecto á la Academia que se ha dignado acojer con indulgen- cia mis trabajos acerca de la fuerza repulsiva, dejando que quedase la menor duda en su ánimo. No basta demostrar que hay algo que tachar en las fórmulas de Mr. Plana, es menes- ter señalar también el punto preciso en que se ha cometido el error. Así lo haré sin que me haga vacilar el sentimiento bien natural de respeto hacia el ilustre maestro, porque por fortuna no tengo que destruir ningún error científico, sino simple- mente un error de copia. La solución de esta especie de enigma se encuentra en la última pagina de la Memoria en que Mr. Plana declara que las (1) Identidad fácil de comprobar, haciendo en ios coeficientes de esta ultima las simplificaciones evidentes. m fórmulas de la página 319 del 4.° volumen de la Mecánica ce- leste deben correjirse, que es menester reemplazaren ellas// H P°r v^T’ siendo “ la cantidad que yo mismo he designado por \Zk2—Hú, y poner E vV en vez de //en la espresion de de. Esta diferencia, añade, es necesaria para esplicar la que hay entre mis resultados numéricos espuestos en el párrafo 5 de esta Memoria, y los dos resultados que presenta Mr. Fave en la pá- gina 847 del segundo semestre de las sesiones de la Academia de Ciencias de París el año 1858 (vol, 47). II Yo acepto completamente el reemplazo de II por — pero esta modificación no afecta al fondo ni á la naturaleza de las unidades adoptadas. Siguiendo el análisis tan conciso de lapla- ce, se ve fácilmente, que tomando por unidad la constante k\ que corresponde al dia solar medio, debe cambiarse la uni- dad de tiempo, y corresponder á esta nueva valuación déla constante de la atracción solar: esta unidad de tiempo es en- I tonces — , es decir, un período de unos 58,13 días. Del mis- te Ti II mo modo escribiendo aquí // en vez de — ó de — == V> \/F-B 1 es el número de dias correspondiente á —7=1 que constiíuve la V unidad de tiempo. Reconozco que es mucho mejor no espo- lie rse á estos cambios de unidad que Laplace sobreentiende al- gunas veces, y adoptar la sustitución propuesta por Mr. Plana; pero de aquí nada resulta que pueda afectar al fondo mismo 11 de la cuestión, porque — - , que designaré por H\ es un fac- v tor común á todos los términos sin escepcion, seculares ó pe- riódicos, y el cambio se reduce á acentuar esta letra en la Mecánica celeste , como también en mis fórmulas. No sucede lo mismo con la segunda corrección aplicada á de , y que consiste en introducir en ella un factor Esta es la causa de la diferencia entre mis fórmulas y las de Mr. Plana, diferencia perfectamente esplicada hace dos meses por Mr, Mollee en elnúm. 1314 de las Aslronomiche Nachrichlen 277, 394 la cual es la causa de los eslraños resultados que ha obte- nido. «Ahora, dice Mr. Plana en la página 4 de su Memoria, párrafo 3, si se hace eos. «■, f'=y.e sen. v, tendremos las ecuaciones t¿.ede=fdf+rdf, ¡#e. d^fdf'-fdf. que hay en la página 347 del 1er volúmen de la Mecánica celeste. Pero si se observa esta página ó la correspondiente de la última edición (396), se encuentra ^ede^fdf+f'df\ (¿Vdv=fdf-f'dft y es fácil cerciorarse de que estas últimas ecuaciones son las verdaderas. Pero estas son las fórmulas qne sirven para calcu- lar de , por consiguiente se ve que un simple error de copia introduce en de un factor de más, y acaba por desfigurar completamente la variación de la longitud de la época, en la cual introduce los términos mas eslraños. Presento aquí, según la página 1048 del tomo 47 de los Comptes rendus , el resultado completo y exacto de la integra- ción de las ecuaciones diferenciales del problema, sin tener nada que cambiar. Estas fórmulas servirán para calcular las desigualdades periódicas que en adelante es preciso tener en cuenta en el estudio del movimiento de ios cometas periódicos cuando es conocida su aceleración: Siendo 8 un factor muy próximo á la unidad que depende de la velocidad de propagación de la fuerza repulsiva, tendremos %H'a 1+e2 4/f ae \/á (l-«2)i U~~ N/ó" (!—«’)* ’ sen. (ü— &). da*= 395 3 W n(l+<ñ 6 E *{=77=-Z -•«+ ne Va (1— e5)’ Va (1— e"‘)5 «r«= ff- 2F W - o — sj a (1- — é 2)^ \/ a (1 — e1)^ • sen. (v— o-) (1). *sen. (v— «■), 2/P 1 •+rp-' /I — ¡7 cos’ (*>—*)’ V a (1— -e2p 2F r i .i I : ”—1 I. eos. (v~ ts ,, e\J a L(1 — e2)5 J m -JZH‘ !og. j 1-j-e eos. (»— <*)]. V a Aplicando la parte no periódica de estas fórmulas al co- meta de Mr. Áxel Molier, desaparece la contradicción indicada por Mr. Plana. Se obtienen para If, según se paría de la va- riación de la escentricidad ó de la del movimiento medio, los valores siguientes : F= + 0,0000322 F'= + 0,0000232 Si las observaciones fuesen rigurosamente exactas; si nada se hubiese descuidado en el cálculo de las mismas, podría exi- jirse que estas dos valuaciones ya tan próximas fuesen idénti- cas, y tendríamos un criterio cierto para juzgar la teoría de la fuerza repulsiva. Pero cuando se piensa en los pequeños erro- res de las observaciones, y en la circunstancia de que no se (l) En ia página 1048 dice 3 en vez de 6 para el coeficiente del 2.° término de ó cPvi; es una errata que después se ha salvado. Otra hay en las ecuaciones de la página 1047, en que los segundos miembros deben tener el signo — . Es de notar que la misma errata, que no tiene por otra parte consecuencias, se halla en las ecuaciones análogas de la Memoria de Mr. Plana, 396 ha introducido en el cálculo ninguna de las desigualdades pe- riódicas cuya fórmula exacta he dado á conocer; cuando se considera que el mismo eje mayor debe esperimentar una cor- rección sensible en virtud de la fórmula na*=V k2 — Hb9 ¿no es evidente que ambos valores encontrados para II' deben ser idénticos? La poca diferencia que aquí acabamos de ver, basta para asegurar de antemano mi teoría, y no habrá ningún inte- rés en reducir esta discrepancia hasta tanto que esta teoría no se aplique completamente, y que una cuarta aparición del co- meta, que espero que llevará desde hoy el nombre de Mr. Áxel Moller, no haya rectificado las bases tan delicadas de esta com- probación. fiEOGBAPIA. Proyecto de unión del mar Caspio y el Negro por medio del rio Manycht. (Presse scienlifique des Deux-Mondes, marzo 486-1.) En la actualidad dominan esclusivamente los rusos en el mar Caspio, que ha llegado á ser la principal via comercial entre la Rusia, la Persia y el Asia central. Astrakhan, Derbent y Batkú les sirven de depósitos, y sus buques mercantes salen con regularidad de estos puertos para ir á cambiar á Bal- frouch, Rsescht y Asterabad los productos de Europa por los del Asia. Verdad es que este movimiento comercial no ha tenido cierto aumento hasta hace algunos años ; pero promete estenderse hasta las costas orientales del mar Caspio, abandonadas en otro tiempo por la Rusia. Día llegará en que los géneros y las producciones del Asia tomarán por el Turkeslan el camino del mar Caspio; y Khiva, tan codiciada por los rusos desde hace muchos años, vendrá á ser su principal depósito. Pero el mar Caspio no es mas que un estenso lago sin sali- da, y los productos del Asia, trasportados á uno de sus puertos europeos, por ejemplo Astrakhan, tienen todavía que recorrer 391 mucho camino para entrar en la circulación del comercio dia- rio. Desde Astrakhan, deben subir por el Yolga para penetrar en lo interior de Rusia, ó bien trasportarlos con grandes gastos á Novotciierkask, á Cherson ó á Odessa. El mar Negro tiene salidas mas fáciles para el comercio; de aquí la importancia que tan rápidamente ha adquirido Odes- sa; el canal de Constanlinopla, el mar de Mármara, el estrecho de los Dardanelos, son para los buques que vienen cargados de granos de la Rusia meridional, otras tantas vias fáciles de comu- nicación, canales naturales que les permiten pasar de este mar al Mediterráneo. Se comprenderá fácilmente el inmenso interés que tendria la Rusia en reducir la navegación del mar Caspio á las mismas condiciones que la del mar Negro; es decir, en hacerle comu- nicar con este último por medio de un canal que permitiese á sus buques cargados en Asterabad, en Ksescht ó en Balfrouch, venir á depositar sus ricos cargamentos en Odessa, Constantino-, pía, Trieste, Genova y Marsella, quedando por otra parte Asirá* khan como depósito de tránsito con lo interior del imperio. Esta idea de hacer comunicar los dos mares por medio de un canal debía acojerse favorablemente, sobre todo en el dia, que vemos que semejantes cuestiones son de actualidad respecto del istmo de Suez y del gran istmo de Sa América central; en el dia, que la industria del hombre se esfuerza en aproximar, por decirlo así, los paises suprimiéndolas distancias por medio de canales, del vapor y de la telegrafía eléctrica: era pues na- tural que el gobierno ruso tomara en consideración la memoria que el consejero del Estado Bergstraesser acaba de publicar respecto á la reunión del mar Caspio y el Negro. Por otra parte, no es esta la primera vez que se ha fijado la atención en este atrevido proyecto. En 1563 un circasiano, que llegó á ser gran visir y despees bajá de Kaffa (Teodosia), Def- tardar Kazimbey, aconsejaba al Sultán Solimán el reunir el Don con el Yolga cerca de la ciudad de Hamyscbin, y establecer así una comunicación entre el mar Negro y el Caspio por el mar de Azof y ambos ríos reunidos. Mas adelante, en 1569, en el reina- do de-Seliml, el gran visir MohammedSokolli insistió en este pro- vecto: se habían ya abierto algunos kilómetros de este canal 398 «cuando sabios consejeros, dice Saida Mohammed, el historiador de los Kanes de Crimea, demostraron al sultán, que reuniendo una cantidad de agua tan considerable, se saldría del mar de Azof por el Don y el Yolga y penetrarla en el mar Caspio; que esto era crear grandísimos obstáculos para la navegación del pri- mero, que era ya muy poco profundo, y que los rusos podrían fácilmente penetrar por esta via en el mar Negro.» Entonces el Sultán mandó suspender los trabajos» Algún tiempo después de la toma de Azof, Pedro el Grande prosiguió en el proyecto de unión de ambos mares, y en 1696 dispuso su ejecución por medio de los ríos de liavla, afluente del Don, y Kamychinka, afluente del Yolga, en el gobierno de Stavropol; y ai año siguiente el príncipe Aiexievitch Galitzin, gobernador lie Aslrakhan, recibió la orden de activar esta em- presa. Los trabajos se confiaron primero al capitán sueco Braec- kely después al inglés Perry; parolas dificultades de toda clase que se ofrecieron los hicieron abandonar también. El mismo príncipe Galitzin, á pesar de las reiteradas órdenes que había recibido, se oponía á que se ejecutase, diciendo al ingeniero: «Este trabajo no puede realizarse por la mano del hombre; solo Dios dirije el curso de los rios, y sería temerario que el hom- bre se atreviese á cambiarle; por otra parle, la construcción de este canal costaría mucho ala nación.» Después de esto se ha levantado muchas veces el plano de la vasta región que se estiende entre los dos mares, con objeto de establecer un canal. En 1802, después de un trabajo de este género, el general Devolant se declaraba en contra de este pro- yecto; y de la misma opinión era el general Betancourt, que pre- fería un camino de hierro á la comunicación por medio de un canal. Por último, habiendo el general Krafft levantado un pla- no exacto del terreno desde Dobrowka, sobre el Yolga, hasta la aldea de Otrada, al sur de la ciudad de Tsaritsina, manifestó definitivamente que la comunicación propuesta no era posible mas que por medio de los rios de liavla y de Kamychinka, afluentes uno del Don y otro del Yolga, pero que el cons- truir el canal produciría gastos que nunca podrían compensar sus ventajas , aun admitiendo las circunstancias mas favo- rables. m Mas adelante se pensó en unir los dos mares por medio del Kour y del Rioni, ríos que bajan del Cáucaso ¿desembocar uno en el mar Caspio y otro en el Negro; pero este proyecto presen- taba dificultades insuperables á causa de los torrentes que te- rsan estos rios, y de la región montañosa que era necesario atravesar. El gran naturalista Pallas fué el primero que reconoció en la depresión ponto-caspiana la existencia de un valle transversal ocupado por un afluente del Don, el Manycht, que parecia ser á propósito para realizar el proyecto de canalización; pero no lle- vó sus investigaciones y esploraciones muy adelante á través de la inmensa llanura de Astrakhan. El profesor Parro!, y después de él todos ios que trataron de la nivelación del istmo Ponto-Caspiano, se vieron por ne- cesidad obligados á estudiar subsidiariamente esta cuestión de canalización: y entredós que mas contribuyeron á esclarecerla, debemos citar á Mr. de Raer. En efecto, este académico recono- ció que el Manycht estaba formado por dos brazos, ó mas bien dos rios, uno que corria al 0. hacia el mar Negro y el otro al E. hacia el mar Caspio. Ambos están alimentados por el Kalaous, que viene del Cáucaso; junto á su bifurcación forman un lago designado también con el nombre de lago Manycht, que no es en realidad mas que una especie de Chott colocado entre los dos mares, á 23 pies ingleses sobre el mar Negro y 101 sobre el Cas- pio. Mr. de Raer reconoció también que una parte de las aguas del brazo oriental iba á perderse al E. á poca distancia del mar Caspio, en lagunas ó pantanos. Después de él, un hombre á quien su destino obligaba á re- correr con frecuencia la depresión ponto-caspiana en su parte mas oriental, es decir, menos conocida, el consejero de Estado Mr. Bergstrsesser, Director de las salinas de Astrakhan, hizo á espensas suyas nuevos reconocimientos de partes mas bajas de la depresión ponto-caspiana: recorrió el valle de Manycht, re- cojiendo todas las informaciones á propósito para esclarecer el proyecto de la comunicación de ambos mares, y las reunió en una Memoria que llamó mucho la atención en Rusia, y se re- produjo con la carta que la acompañaba en las entregas de no- 400 viembrev diciembre de 1800 de los Nouvelles Anuales' des Yo- %¡ yages. s Mr. de Bergstraesser cree por lo tanto que seria posible reu- nir sin demasiado coste, en un solo lecho, las aguas del Manychl oriental, que hoy se pierden en los lechos de rios temporales sin salida, en los pantanos ó en los lagos, tales como el Sasta, el Maili-Khara, el Keukeu-Onssoum, el Chobgo-Jarte-Golmoud, el Modjarskoi, Aramanlsa, y entre las señales de antiguos lechos de rios que en otro tiempo iban á perderse en el mar Caspio: aña- de que el del Houidouk, que toma este nombre moderno de la inmediación de un depósito de sal, podria convenir perfecta- mente para recibir sus aguas. El canal atravesada, pues, el istmo caucásico en su parte septentrional, y en una longitud de unos 600 kilómetros: el punto de división estaría en la confluencia del Kala-ous y el Manycht; desde este punto, elevado unos 7 metros sobre el mar Negro, correrían las aguas en el lecho del Manychl, canalizado hasta desembocar en el Don, que las conducida al mar de Azof y ai mar Negro, trayecto calculado en 200 kilómetros. Desde este mismo punto de división, elevado 25 metros sobre el mar Cas- pio, el escedenle de las aguas del Kala-ous y el de los lagos temporales, reunidas en el lecho abierto de nuevo y canalizado, vendrian desde el Manycht oriental por el lecho hoy dese- cado del Houidouk á ganar el mar Caspio, después de recorrer un trayecto de cerca de 400 kilómetros. Tal es la idea general del proyecto del Consejero de estado Mr. Bergstraesser para la comunicación de los dos mares: nece- sitará préviamente un reconocimiento científico del pais y es- tudios de nivelación, que permitirán apreciar la posibilidad de ejecución. Este canal atravesará por otra parte una región fértil, cuyo suelo conviene para el cultivo de los cereales y la cria de los ganados, y será de un inmediato interés si, comose asegura, el Gobierno ruso tiene la intención de colonizar la re - gión que se estiende entre la embocadura del Kala-ous y el mar Caspio. En efecto, los nuevos colonos podrán hacer salir sus produc- tos por Rostov y Tagauroj, y además el nuevo canal servirá, 401 también de salida para las producciones del Cáucaso, que en adelante estará ya conquistado y pacífico. Sabemos que el Gobierno ruso acaba de enviar una espedi- cion científica, con la misión de bacer todos los estudios y nive- laciones necesarias para esclarecer la doble cuestión de esta- blecimiento de colonias ponto-caspianas y de un canal de unión entre los dos mares.— Y. A. Malte-Brun. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Ruiz. CIENCIAS FISICAS. Ensayos termog ráficos, por el Dr. 0. Antonio de Valenzuela Ozor.es, corresponsal de la Academia . Los límites que me he impuesto en este ensayo no me permi - ten esponer sino en globo las deducciones que se desprenden na- turalmente del estudio de las curvas, que por otra parte se ocur- ren con facilidad á cualquiera que fije su atención sobre cierto número de líneas lermográficas. Estas deducciones pueden sacarse: 1. ° Del paralelismo ó discordancia de dos ó mas líneas. 2. ° Del número de las que sufren ondulaciones seme- jantes» 3. ° De la sucesión regular ó irregular de una oscilación no- table en varias líneas. 4. ° De las relaciones entre una oscilación sucesiva en va- rias líneas y los puntos del horizonte. 5. ° De las relaciones entre el tiempo empleado por una os- citación sucesiva en varias líneas y las distancias de las loca- lidades á que corresponden, etc. Las observaciones á que se prestan estas curvas se clasifn can naturalmente en dos grupos, según que se refieran al fenó- meno ó á la localidad en que se observa. Para hacer las prime- ras, estudiaremos las relaciones de las líneas en sus oscilacio- nes pasajeras; para las segundas estudiaremos las relaciones constantes de su trazado general. Porque las líneas termográficas no son otra cosa mas que la espresion de un fenómeno atmosférico, y por consiguiente va- riable, mas ó menos modificado por la influencia terrestre, y por consiguiente constante: y aunque la curva resulta de la combinación ele los dos elementos, no pierden estos enteramen- te su carácter especial, que predomina según la energía relativa de las causas variables y constantes. Por eso los datos que se recojan comparando las oscilacio- nes aisladas de dos ó mas líneas corresponderán al elemento variable ó atmosférico, y serán meteorológicos, mientras que los que se recojan comparando el trazado general de las curvas corresponderán al elemento constante ó geográfico, y serán cli- matológicos. De este modo, como datos meteorológicos: El paralelismo de las líneas revelará la acción simultánea del fenómeno. El número de líneas paralelasen una oscilación dada, demos- trará la estension del fenómeno en su efecto simultáneo. La sucesión regular de una oscilación en distintas curvas cor- respondientes á localidades equidistantes, ó bien la sucesión irre- gular de aquella, pero proporcional á las distancias diversas de tres ó mas localidades, espresará la propagación uniforme del cambio. La situación respectiva de las localidades cuyas curvas re- velan la sucesión de una onda notable, señalará la dirección del fenómeno, y aun á veces su origen y su término. Como datos climatológicos: El paralelismo mas ó menos sostenido entredós ó mas li- neas, espresará las armonías de clima, aunque no exista igual» dad de temperatura. El cruzamiento frecuente de las líneas demostrará las analo- gías de los climas térmicos. El cruzamiento periódico cerca de los equinoccios, acusará la diferencia entre los climas estreñios y medios. La discordancia constante entre varias lineas paralelas y otras que también lo sean entre sí, revelará la influencia de las causas poderosas que hacen irregulares las regiones clima- tológicas. Y la discordancia constante y especial de ona linea, demos- trará una influencia limitada de localidad. En ios estudios sobre el clima de Galicia he trazado dos cua- 404 (Iros termográficos de los meses de enero y julio de este año. con datos tomados á las 8 y 7 de la mañana respectivamente. Estos cuadros son imperfectos, porque se refieren á una sola hora, porque ni siquiera espresan la temperatura media del dia, y porque, en fin, no teniendo á mi disposición mas que las obser- vaciones que, tomadas del observatorio de París, inserta la Ga- ceta, muchas veces incompletas y no pocas omitidas totalmen- te, he tenido que suplir las omisiones aisladas suavizando la cur- va, y las repetidas, interrumpiéndola. Sin embargo, el examen de sus líneas revela de tal modo la relación de las localidades á que corresponden en los me- ses comunmente de mayor y menor temperatura, que los he creído aceptables como muestra, ai par que no desprovistos de interés por referirse á un período reciente. En el primer cuadro se ve la gran depresión de las curvas desde el dia 4 al 16. El frió se anuncia sucesivamente en algu- nos puntos, simultáneamente en otros La columna termomé- trica inicia su descenso el 2, el mismo dia que en San Peters- burgo se eleva una de sus múltiples oscilaciones. Desciende la columna en Pontevedra y en San Peíersburgo el 4, y en Madrid, París y Viena el 5. El cambio parece propagarse de N. O. á S. E., apareciendo simultáneamente en los dos estreñios de un gran arco de círculo. El dia 5 se eleva la columna en Pontevedra y en San Pe- tersburgo; el 7 en Madrid, Viena y Lisboa; el 8 en París: y una nueva depresión tiene lugar en Pontevedra, Madrid, Lisboa y San Peíersburgo el 8, y el 10 en París y Viena. El mismo dia 10 se eleva notablemente la temperatura en San Peíersburgo. el 11, 12 y 13 en París, y el 12 en Viena, has- ta el punto de cruzarse y tocar respectivamente estas dos cur- vas con la de San Fernando, estación la mas meridional de Eu- ropa. Esta reacción parece limitarse al norte y centro de Euro- pa, toda vez que apenas se hace sensible en Pontevedra y en Madrid, y solo se nota en Lisboa el dia 14. El termómetro desciende de nuevo é inmediatamente en es - ta última capital el 15; en París yen San Peíersburgo el 16; y en Viena el 17. En Madrid apenas es sensible esta depresión, y en Pontevedra solo se conoce por suspenderse el dia 16 la ele- 405 vacion iniciada el 12. La onda termo- negativa parece provenir del N. 0., O. y N. A partir desde este período se determina una elevación general de temperatura. Las curvas superiores á cero, como Pontevedra y Lisboa, alcanzan una notable altura el dia 21; y aun San Fernando, no obstante su general discordancia, tal vez debida á la influencia termo-positiva del continente africa- no, se eleva también el 24. París cruza y se sobrepone á la lí- nea de cero del 17 al 18; Madrid, San Pelersburgo y Yiena del 19 al 20. En los últimos dias del mes solo se hace notable el repetido cruzamiento de las curvas de San Petersburgo y Yiena sobre la línea de cero. Si se atiende á los dias de [elevación y depresión máximas de cada curva, se ve que no siempre corresponden á una mis- ma ondulación, lo cual pudiera inducir á error en la aprecia- ción de la marcha del fenómeno, si no examinamos muchas líneas para guiarnos por su aspecto general. Así, por ejemplo, se ve que la gran onda termo-negativa de enero tiene lugar del 8 al 13, y no obstante, el mayor des- censo del termómetro en Lisboa se verifica el 15; pero se ve también con claridad que este descenso corresponde á la segunda depresión general del 15 al 17, menor comparativa- mente en las demás curvas. La elevación y depresión máximas tienen lugar en los dias y en la forma siguiente. Localidades. Elevación . ! Dias. ¡ Depresión. Dias. Oscilación. San Petersburgo. + 5° 21 —15 8 20° Viena. ........ +34 12 —12,5 10 15,9 Madrid "i* 5,3 + 8,9 24 28 — 5 9 12 11,2 15,9 París — 5,9 10 Pontevedra +12,8 30 — 0,5 10 13,3 Lisboa +11.8 (?) 24 + 2,5 15 9,3 San Fernando.. . +13 1 31 + 2,6 13 10,4 Et mes de enero de 1859 ha sido notable por el largo pe- ríodo en que el termómetro permaneció bajo la línea de cero. De los 31 dias del mes, han tenido bajo cero: TOMO XI. 11 406 San Petersburgo. 22 dias . Yiena 21 Madrid 14 París 9 Pontevedra . ................ 3 Lisboa. » San Fernando » Menos notable el cuadro de julio, no por eso carece de in- terés en ciertos detalles. La falta de las observaciones de Yiena dejaba un vacío en el centro continental europeo, que procuré llenar con las de Stockolmo al N. y las de Turin al Mediodía, como puntos de temperatura eslremada. Introduje además las observaciones de Argel, cuyas repetidas interrupciones dismi- nuyen su gran interés. El dia 2 ofrece el estraño espectáculo de reunir en una di- ferencia de menos de 4o la temperatura del Norte y Mediodía de Europa, de los climas continentales y oceánicos. San Peters- burgo, Madrid, Turin, San Fernando, Lisboa, Pontevedra y Stockolmo disfrutaron una temperatura sensiblemente igual. Solamente París aparece discordante, sobreponiéndose á todas las curvas en los dias 2 y 3; sin embargo, su ondulación ter- mo-positiva no está completamente aislada. De ella participa también San Petersburgo, como lo indica la posición de su lí- nea superior relativamente á las curvas meridionales, y el pa- ralelismo con que acompaña á la línea de París en su descenso de los dias 3 y 4. Esta misma oscilación es la que determina la gran elevación de la curva de Turin el dia 5, así como su descenso del 6 coincide con los de París y San Petersburgo, y sucede al del 5 en Stockolmo. La influencia termo-negativa parece venir del N. O. si- guiendo una faja estrictamente continental, pues su radio de acción no alcanza á Pontevedra, á Lisboa ni á San Fernando, cuyas curvas se elevan entretanto, con rapidez las últimas, y mas lentamente la primera. En cambio, estas tres líneas, como si aquella onda variase su dirección hácia el S. O., descienden bruscamente y con notable armonía el dia 11, demostrando una vez mas la energía de la influencia oceánica. 407 Notable es también la armonía de las ondulaciones de Pa- rís y Stockolmo sostenida desde el 3 hasta el 23; así como la depresión en los dias 21, 22 y 23 de todas las curvas ibéricas, que permite á la línea de Stockolmo cruzar, ó ponerse á nivel» con las de Pontevedra, Madrid, San Fernando y Lisboa. Si se esceptua la línea de Turin, el mes de julio de 1850 no ofrece una temperatura tan notable por su valor, como por la duración del período en que se sostuvo elevada. Las curvas se aproximan bastante entre sí, y no teniendo por lo mismo diferencias bien pronunciadas en sus oscilaciones, no siempre es suficiente un atento examen para distinguir el orden con que proceden en varias líneas, y no confundir las que se atra- san con las que se adelantan en otra oscilación, lo cual produ- ciría un grave error en la dirección del fenómeno. Las elevaciones y depresiones de julio en su grado máximo tuvieron lugar del modo siguiente. Localidades. ' Elevación. Dias. Depresión. Di as. Oscilación . Turin. ........ 31° 5 y 18 20°, 0 2 11°, 0 Argel. 30,7 (?) 22 14,0 7 16,7 San Fernando. . . 30,2 ' 9 18,9 23 11,3 Lisboa 80,1 8 19,0 2 10,1 Pontevedra. .... 28,8 13 18,4 1 y 2 10,4 Madrid . ....... 26,8 6 17,9 25 8,9 París .......... 25,0 13 14,8 26 * 10,2 San Petersburgo . 21,9 3 12,0 6 9,9 Stockolmo 19,6 22 12,2 14,20 7,4 En la misma hora, de los 31 dias del mes han tenido sobre la línea de 25°, mitad próximamente del mayor calor sobre cero observado en la superficie del globo: Turin. .................... 14 dias . Argel. .................... 12 (?) Lisboa 8 (?) Madrid 7 v. 408 San Fernando 7 Pontevedra 5 París » San Petersburgo » Stockolmo. » Por último, la oscilación entre la mayor depresión de enero y la mayor elevación de julio, ó lo que es lo mismo, la suma de los máximos valores termo-positivos y termo-negativos, re- sulta en grados centígrados San Petersburgo. .............. 36,9a Madrid 32,7 París 30,9 Pontevedra. ................ . 29,3 San Fernando. ................. 27,6 Lisboa ....................... 27,6 Esta tabla, que revela la amplitud de las oscilaciones del termómetro en cada localidad, y que establece la diferencia de los climas estreñios y medios, no espone sin embargo la verdad de los resultados con tanta claridad como las líneas termográ- íicas, en las que no solo se juzga por el valor térmico espre- sado en la altura, sino también por su duración espresada en la forma de las ondas termo-positivas ó termo- negativas; ad- viniendo que relativamente llamo así á las que se elevan ó descienden, y absolutamente á las que se sobreponen ó no al- canzan á la recta de temperatura media mensual, como puede verse en el cuadro núm. 8.°, en el que limitándome al mes de julio y á las observaciones hechas en Villagarcía, población inmediata á Pontevedra, se descubren 6 ondas termo-positivas y 4 termo-negativas. Otras muchas consecuencias de alio interés pueden dedu- cirse de esta clase de estudios, que es indispensable admitir en la meteorología de nuestros dias. El porvenir las revelará. Por mi parte lejos estoy de creer rigurosamente exactas las conclusiones que he consignado en esta nota, no ya tan solo por la facilidad con que puedo haber incurrido en errores de 409 apreciación, sino también por la inseguridad de las bases de que me he servido. Habré, sin embargo, satisfecho mi deseo si consigo llamar la atención de los observadores sobre los dos puntos principales en que puede condensarse este ligero tra- bajo: l.° la importancia del estudio comparativo de las tem- peraturas observadas en localidades distantes; 2.° la conve- niencia de las curvas termográficas para este objeto. En cuanto á las relaciones que pueden existir entre los cambios de tem- peratura y otros fenómenos, bien sea como causa ó efecto, creo conveniente, y me propongo estudiar en lo sucesivo grá- fica y comparativamente, las curvas termométricas y las tra- zadas sobre las oscilaciones del barómetro, la dirección de los vientos, las posiciones de la luna, y el estado higrométrico, eléctrico y ozonométrico de la atmósfera. Antonio Valenzuela Ozores. FISICA Nueva fórmula barométrica de Mr. Babinet. (L’Institut, 14 febrero 4861.) En la Academia de Ciencias de París leyó Mr. Babinet una nota relativa á cierta fórmula barométrica para calcular pe- queñas alturas, esplicando cómo le ocurrió. La fórmula barométrica de Laplace con su coeficiente de terminado por Ramond, es la que ha sometido á comprobacio- nes sucesivas; por consiguiente, constituye autoridad. Sea h la altura de la estación superior sobre la inferior B , y fia altura del barómetro y la temperatura del aire para la estación inferior, y ó y £ las mismas en la superior; tendre- mos, según Laplace y Ramond: 410 Los logaritmos son los de las tablas comunes, y las alturas ba- rométricas B y 6 se reducen á cero por medio del termómetro unido al barómetro. Las temperaturas son centígradas. Debe admitirse que es imposible, aun para pequeñas dife- rencias de nivel y para estaciones muy próximas, responder con 1 metro de diferencia de la exactitud en las medidas de altura por el barómetro. A la fórmula de Laplace ha sustituido Mr. Babinet la fórmula siguiente: /¿=16000m B-b B+b que concuerda con la fórmula fundamental de Laplace para todas las alturas en que la diferencia de los barómetros no pase de 100 milímetros. Así, estando el barómetro inferior á 760 milímetros, esta fórmula puede reemplazar á la logarítmica, mientras que h no sea inferior á 660 milímetros, es decir, cuando la diferencia de nivel de ambas estaciones no supera á 1.000 metros. Mr. Babinet espone así las ventajas de esta fórmula. La ventaja de la fórmula algebraica es que, dada B, puede deducirse h de h, como se deduce h de b por lo común. Esta inversión , que especialmente me ha servido en la teoría de las refracciones terrestres, en que h es muy pequeña, da (haciendo T—Á) y ¿—0) h (B+b)=nm [B—b)\ de donde i ^ A 16000— A B_ * a 6ooo J = 16000+/*' 1 " , , h "^6000 Me han escrito, añade el autor, para preguntarme cómo se puede pasar de la fórmula de Laplace á la mia. He aquí cómo se practicará la operación. Sea S la suma B+b , y 1) la diferencia B— b; tendremos: 5+1 D; y b = 1 2 B; luego Pero log. ~ ^ + etc. y despreciando I) ~S log. ^1 — iT~, luego log. — = 2 a Por otra parle se sabe que K~ 0,43429448. La fórmula de Laplace se convierte pues en D* / el cuadrado tendremos: log. Í1 + / f)\ T) h K^ \ igualmente n h=2 18393. M B—b B+b El producto 2Arxl8393 es igual á 15976, número al cual puede sustituirse el mas sencillo 16660, pues para las alturas pequeñísimas la diferencia es insensible, y para las que son mayores, como la función log. ~ crece con mas rapidez que n l O , la conformidad de las dos fórmulas se sostiene por mu- B+b' B-b cbo mas tiempo si se altera ligeramente el coeficiente de Con I?=760mm y b~ 665mm, dan ambas fórmulas A~1066m7. Se puede, pues, con toda seguridad para los valores de B~b que no pasen de 100mm, sustituir á la fórmula logarítmica de Laplace la fórmula algebráica /¿—16000 B~b B+b ’ 412 METEOROLOGIA . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de junio de 1861. Con un dia despejado y tranquilo, de buena temperatura, presión media de 770mm y viento variable, comenzó el mes de junio; pero el segundo amaneció ya con abundantes cirro - cúmulus, que se convirtieron en gruesos cúmulus á medio dia, disolviéndose por la tarde y durante la noche á impulsos de un viento recio del N. E., para reaparecer de nuevo en mayor cantidad en la madrugada del 3, eslenderse por todo el cielo luego, y convertirse en copiosa lluvia entre 7 y 12 de aquella misma noche, sin que por eso esperimentara el barómetro de- presión alguna apreciable, ni cediera la fuerza del viento, que continuó soplando delN. E. con ráfagas alternadas y violentas del S. E. El 4 amaneció cubierto de pequeños cúmulus, que se fueron aglomerando por la tarde al N. 0., y aunque entre 6 y 7 cayó un aguacero no despreciable, el horizonte continuó cargado y aun tempestuoso, por el S. E. especialmente, hasta las 9 de la noche, en que el viento N. E., impetuoso todo el dia, arreció considerablemente, y despejó casi por completo la atmósfera, que no se volvió á turbar en el dia 3 por masque el viento aflojara y cambiara de rumbo. En los dias 6 y 7 descen- dió el barómetro mas de 9mm, se encapotó de nuevo la at- mósfera, arreció ligeramente el viento, girando del N. E. hacia el S. y el O. ; y, aunque muy poco, volvió á llover en la tarde del 2.°; pero en los 8 y 9, húmedos y lluviosos todavía» recobró el barómetro su perdida altura , próximamente de 708mm, y en el 10 continuó aún ascendiendo, mejoró el estado atmosférico, y como en los dos precedentes, siguió soplando viento sensible del 0. La temperatura media, que en la 1.a década osciló entre 14°, 2, correspondiente al dia 8, y 19°, 8, al 1, aumentó súbita- mente en la 2.a, oscilando entre 19°, 7, correspondiente al 20» y 24°, 2, álos 13 y 14; la columna barométrica, llegada á su 413 máximo valor de 712mm,61 el 11, descendió durante este se- gundo período del mes con lentitud, ó sin esperimentar nin- guna sacudida fuerte; disminuyó la humedad; dominaron con escasa fuerza en general los vientos del S. O. alternados con los del N. O. al principio, y los del S. E. en los dias 19 y 20, y sucesivamente fueron trascurriendo levemente anubar- rados los dias 11, 12 y 13; bastante más el 14, en cuya tarde sopló un viento sofocante del S.; como los anteriores á este el 15; despejados y propios de la estación los 16 y 17; algo va - riable ya el 18; nuboso de nuevo el 19; y encapotado casi en totalidad el 20, en la mañana del cual llovió ligeramente, apa- reciendo al anochecer una tempestad por el S» y S. 0., que estalló á las 10, y volvió á reproducirse dadas las 12 de la noche. Pequeñas fueron las oscilaciones de la columna baromé- trica en la 3.a década, no variando ningún dia mas de 2mra,5; conservóse la temperatura bastante igual también, y próxima- mente como en el período anterior; continuó disminuyendo la humedad; arreció el viento en los dias 26 y 30, soplando pol- lo regular del S. O., O. y N. O. hasta el primero de estos dos inclusive, y del N. E. en los posteriores; y el estado atmosfé- rico mejoró sucesivamente desde el dia 21 , encapotado y de lluvia, al 25 y siguientes, casi en totalidad despejados. En los 26 y 29, sin embargo, á medio dia y por la tarde, se descu- brieron bastantes nubes, si bien poco densas, y desprovistas de aspecto tempestuoso. 414 BAROMETRO. \ década. 2.a 1 5.® Am á las 6 m rana 706,52 mra 708,10 rara 707,35 Id. á las 9.. ....... . ....... o ..... . 706,72 708,25 707,56 Id. á las 12 706,38 707,56 707,25 Id. á las 3 t. 705,71 706,69 706,42 Id. á las 6 705,68 706,28 706,17 Id. á las 9 n. ...... 706,63 706,88 706,92 Id. á las 12. 706,78 706,98 707,20 Am por décadas rara 706,34 m rn 707,25 rara 706,98 A. máx. (dias 10, 11 v 291. ......... 711,44 712,61 710,23 A. mín. (dias 7, 14 y 26). 699,13 702,88 704,00 Oscilaciones 12,31 “i 1 9,73 6,23 mensual, •..•o....»..». ....... » rara 706,86 )> Oscilación mensual ................ » 13,48 )) TERMOMETRO. 5 .a década. 2.a 5.° Tm á las 6 m. . 11°, 3 16°, 8 16°, 3 Id. á las 9 16,6 22 ,3 21 ,2 Id. á las 12 19 ,7 25 ,6 24 ,8 Id. á las 3 t. 21 ,5 27,3 26,7 Id . á las 6 19,7 25,5 25,8 Id. á las 9 n. ................... . 15,0 21 ,4 21 ,2 Id. á las 12 12 ,5 18,0 18 ,4 Tm por décadas. 16°, 6 22°, 4 22°, 1 Oscilaciones 21.1 22,1 20,1 T. máx. al sol (dias 2, 12 y 30) 38°, 9 40°, 4 43°, 7 T. máx. á la sombra (dias 2, 14 y 30). . 28 ,3 33,2 32,3 Diferencias medias 6,4 6,5 6 ,8 T. mín. en el aire (dias 5 y 11) 7°, 2 11°, 1 12°, 2 Id. por irradiación (dias 10 y 18) 4,2 8,9 8 ,8 Diferencias medias 1 ,8 2 ,8 3 ,1 Tm mensual » 20°, 4 /) Oscilación mensual » 26 ,0 » 415 PSICROMETRO. \ .* década. 2.a 3.a Hm á las 6 m 81 71 73 Id. á las 9 67 53 56 Id. á las 12 53 43 42 Id. á las 3 t 45 36 34 Id. á las 6 . 54 37 35 Id. á las 9 n. . 68 50 46 Id. á las 12 79 61 56 IIm por décadas. . . 64 50 49 Hm mensual » 54 » ATMOMETRO. Em por décadas ram 5,2 ram 9,3 mm 9,4 E. máx. (dias 2, 14 y 30;:. ....... .. 8,4 11,3 12,5 E. mín. (dias 4, 20 y 21 ......... . 1,2 5,6 5,8 Em mensual . . » mm 8,0 » PLUVIMETRO. Dias ele lluvia 6 Agua total recojida 30m,n,3 Id. en el dia 20 (máximum) 9 ,4 ANEMOMETRO. N N. N. E. N. E. .. E. N. E. E E. S. E. S. E 21 S. S. E. ...... o 11 S 38 S. S. 0 15 S. 0 134 O. S. 0 . . . 55 0 68 O. N. O 44 N. O.... *. 54 N. N. O. ...... 17 Vientos reinantes en el mes . 46 horas. 22 144 19 4 8 Nota. Por no haber funcionado el anemómetro, faltan en el último cuadro 6 horas, correspondientes al dia 8, y 14 al 27. 416 Idem del mes de julio. Parecidos á Jos últimos dias de junio, esto es, despejados, ó empañados á lo sumo por ligeros cirri, aunque un poco va- riable ó nuboso por la tarde el 2.°, fueron los tres primeros del mes á que este resumen se refiere; nubosos, por el contra- rio, los 4, 5 y 6; completamente despejado y algo calimoso el 7; nuboso de nuevo el 8, y despejados y muy ventosos, pol- la noche el primero y el otro al amanecer, los 9 y JO. El ba- rómetro descendió suavemente desde el dia 1 al ó, elevándose después con rapidez en los 6 y 7, para descender luego con suma lentitud en los tres posteriores. Con el mínimo de presión del 5 casi coincidieron otro bien marcado de temperatura y un ligero máximo de la humedad atmosférica. El 11 amaneció despejado, pero á medio dia comenzó á entoldarse la atmósfera, y á las 6 de la tarde aparecía ya muy cargado y tempestuoso el horizonte por el S. O. Puesto el sol, las nubes se corrieron hacia el O. y N. O., despidiendo nume- rosos relámpagos de luz viva y contornos bien marcados, y quedando solo limpio el horizonte por el S. E., de donde so- plaba entonces el viento; pero la dirección de este cambió dia- metralmente á las 9, con lo cual las nubes se estendieron por todas partes, y desde la hora citada hasta las 12 la tempestad descargó repetidas veces. Conserváronse nubosos y variables los cuatro siguientes, dias 12, 13, 14 y 15, lloviznando en la noche del anteúltimo, y descendiendo sucesivamente en ellos la temperatura hasta hacerse desagradable é impropia de la estación; pero en el 16 se despejó por completo repentinamente la atmósfera, que solo volvió á empañarse débilmente el 19, y desde el 17 la temperatura se mantuvo elevada sobre 25°. La columna barométrica, que en el dia 11, tempestuoso, esperi- mentó una variación de 4rara desde las 6 de la mañana á la propia hora de la tarde, osciló débilmente hasta el 15 al re- dedor de 703mm, elevándose á mas de 708 en d 16, y descen- diendo en los sucesivos con lentitud. Algo nubosos y variables fueron los dias 21, 22 y 23; mas los sucesivos, hasta la conclusión del mes, trascurrieron, sai- 417 vas algunas escepciones insignificantes, despejados, secos y muy calurosos, asemejándose en estremo unos á oíros. Del 24 al 25 esperimentó el barómetro un descenso de 3mm, se em- pañó levemente la atmósfera, y la temperatura se elevó basta llegará su valor máximo en el mes, 29°, 6 término medio, uno de los mas notables en nuestro clima. En las noches completa- mente despejadas y bastante tranquilas de los dias 30 y 31, se percibieron por el E. frecuentes relámpagos, de resplandor di- fuso y poco intenso. Durante todo el mes han reinado de un modo casi esclu- sivo los vientos del S. O., O. y N. O., no contándose apenas un solo dia de verdadera calma, siendo también pocos los de brisa continua, y habiéndose notado muchos dotados en este punto de los siguientes caracteres comunes: calma ó brisa débil por las mañanas y noches; viento recio, interrumpido por algunos intervalos de reposo á medio dia; y viento casi huracanado en- tre 2 y 6 horas de la tarde. De esta última especie de dias fueron en la 1.a década los 4, 5, 6 y 8, todos nubosos, y en los cuales desaparecieron antes de anochecer las nubes á im- pulsos del viento dominante; en la 2.a los 12, 14 y 19; y en la 3.a el 27. BAROMETRO. ! 1.® década. 9 a o.H Am á las 6 m. m ni 705,78 mm 705,33 mm 707,08 Id. á las 9 706,90 705,57 707,41 Id. á las 12. . ................... 706,27 705,16 706,98 Id. á las 3 t. .................... . 705,49 704,38 706,04 Id. á las G ..................... . 705,15 704,03 705,67 Id. á las 9 n. ................... . 705,77 704,72 706,30 Id. á las 12. . ................... 705,98 705,08 706,52 Am por décadas. . ........... ,,1 .. . mm 706,05 mm 704,90 mm 706,57 A, máx. (dias 1, 17 y 29). ........ . 710,12 709,16 709,34 A. mín. (dias 5, 14 y 25) 699,85 701,21 703,19 Oscilaciones. . 10,27 7,95 6,15 Am mensual. ..................... » mm 705,81 » Oscilación mensual. . ............. i * 10,27 h 418 TERMOMETRO. 1 1 década. 2.* 1 5.a Tm á las 6 m • • 15°, 8 16°, 6 19°1 Id. á las 9 21 ,4 21 ,7 25,8 Id. á las 12 . 26 ,1 26 ,8 29,6 Id. á las 3 t. 28 ,0 28 ,3 32,0 Id. á las 6 • • • 27 ,2 26 ,9 30,8 Id. á las 9 n 22 ,1 21 ,7 23,7 Id. á las 12. * • 19 ,1 18 ,7 22,9 Tm por décadas 22°, 8 22°, 9 26°, 6 Oscilaciones 22 ,4 24 ,5 22,4 T. máx. al sol (dias 2, 11 y 25). .... 4 4°, 6 45°, 0 47°, 4 T. máx. á la sombra (dias 3, 11 y 25).. 34 ,7 35 ,6 37,3 Diferencias medias 7 ,4 5 ,0 6,7 T mín. en el aire (dias 6, 15 y 27). 12°, 3 11°, 1 14°, 9 Id. por irradiación (dias 5, 15 y 27). . 9 ,6 8 ,1 10,0 Diferencias medias 3 ,3 2 ,8 2,8 Tm mensual » 24°, 2 Qscilacion mensual » 26 ,2 » PSICROMETRO. ! .a década . 9 a Jai • 5.® a 1 3 s 6 m . ...i». .......... ... 61 65 55 Id. á las 9. . 48 51 44 Id. á las 12 . ........ o 36 34 30 Id. á las 3 t. .o 33 28 25 Id. á las 6. 31 32 26 Id. á las 9 n. 41 49 37 Id. á las 12 52 58 43 Hm por décadas 43 45 37 //in mensual » 41 » 419 ATMOMETRO. E ñor dé radas mm 10,1 10,8 9,5 mm 9,2 12,9 3,7 mm 11,9 14,1 9,8 E. máx. id i as 2 19 v 26).. ........ E. mín. (dias 6, 11 y 23). ......... . E mensual . ................. » mm 10,4 )i PLUVIMETRO. Dias de lluvia *...... . . 2 Agua total recojida 12mm,9 Id. en el dia 11 (máximum). ................. . t 12 ,0 ANEMOMETRO. Tientos reinantes en el mes. N 36 horas. S ............ 28 N. N. E... 18 S. S. 0 33 N. E 34 S. 0... 95 E. N. E 8 O. S. 0 121 E JL i » © » © )> 0............. 136 E. S. E. ...... . » 0. N. 0. o ..... . 51 S E U • 1L2 ••••»» <■•<>«» 33 N. 0 116 S. S. E. ...... . 17 N. N. 0 18 Idem del mes de agosto. Los 9 primeros dias de este mes pueden calificarse de completamente despejados, si bien en la tarde del 4 aparecie- ron sobre iodo el horizonte algunas nubes sueltas, iluminadas por numerosos relámpagos á la entrada de la noche, los cuales se reprodujeron, aunque con menor intensidad, hallándose el horizonte mas limpio al oscurecer el 5. En cambio la calima fué en lodo este período muy general, y especialmente en los dias 1, 8 y 9, en los que el cielo se mostró de un color turbio y blanquecino, hallándose el horizonte muy limitado por todas partes. A mas de la calima, cada vez mas densa, hubo en los dias 10, 11 y 12 abundantes nubes, que se disiparon en los 18 420 y 14, entoldándose de nuevo parcialmente la atmósfera el 15, en cuya tarde se notaron algunos amagos ó síntomas de tem- pestad. En el 16 todavía se descubrieron algunas nubes poco densas; pero del 17 al 28, ambos inclusive, la atmósfera se conservó casi en totalidad despejada, aunque turbia, disipán- dose al propio tiempo la calima poco á poco. El 29 amaneció cubierto de celajes, que antes de medio dia se convirtieron en grandes cúmulos aislados y tempestuosos, que durante la tarde fueron arrastrados por el viento, desde el S., por el E., hácia el N. E. y N., desprendiéndose de ellos algunas golas de agua, acompañadas y seguidas después por largo tiempo, ya entrada la noche, de truenos lejanos y relámpagos muy vivos. El 30 se conservó con algunos celajes muy ténues, y el 31 trascurrió asimismo casi en totalidad despejado: entre 8 y 9 de la noche del último, hallándose el horizonte empañado por el S., sedes- cubrieron por esta parle del cielo numerosos relámpagos, de contornos bien terminados algunos. Sin haber sido el mes de agosto notablemente ventoso, se contaron en él, sin embargo, pocos dias, ni aun horas, de ver- dadera calma, soplando á veces ráfagas de viento fuerte, in- terrumpidas por intervalos de reposo, como se observó igual- mente en julio. Los dias de viento mas recio fueron los 10 y 12, del 16 al 21 inclusive, el 25 y el 29; correspondiendo, tanto en estos como en los demás, las ráfagas mas impetuosas á las horas de mayor calor, ó sea á las horas de .2 á 5 de la tarde: en la del 12 particularmente el viento degeneró por algunos momentos en un verdadero huracán. Durante todo el curso del mes, el barómetro esperimentó muy pequeñas oscilaciones, conservándose casi siempre sobre la media anual. En las dos primeras décadas la diferencia má- xima entre dos alturas medias arbitrariamente escojidas no liega á3ram,5, y en la última todavía es esta diferencia un poco menor. La mayor oscilación diurna, escepcional entre to- das por lo grande, correspondió al dia 11, nuboso y algo varia- ble; y la mayor variación media, al pasar de un dia á otro, apenas se eleva á 2mm,5. En los tres primeros dias del mes la temperatura media se conservó próximamente como á fines de julio; aumentó hasta m el 8, pasando ya de 28°; llegó á su valor máximo y permane- ció casi estacionaria, oscilando entre 80 y 31°, del 9 al 15 in- clusive; y comenzó á descender, aunque con mucha lentitud, el 16. Los 20 y 21 fueron los menos calurosos del mes, vol- viendo de nuevo á elevarse la columna termomélrica desde el 22, aunque no ya tanto como en los períodos precedentes, á contar desde mediados de julio. De la comparación de este con los otros dos resúmenes de los meses anteriores, resulta que el verano de 1861 se ha com- puesto de dos períodos próximamente de la misma amplitud, pero dolados de caracteres meteorológicos muy distintos: uno, que abraza del l.° de junio al 15 ó 20 de julio, poco caluroso, húmedo, y variable ó revuelto; y otro, que comprende el tiempo restante, caluroso en eslremo, seco, y de una grande uniformi- dad. En estos 92 dias á que nos referimos ahora, ha habido 8 de lluvia; 2 de verdadera tempestad, el 20 de junio y el 11 de julio; y otros 3 ó 4 ligeramente tempestuosos: ó sea 12 casi cu- biertos, 26 nubosos y variables, y 54 despejados, aunque calimo- sos muchos. En el mes de agosto, ni se cuenta un solo dia de lluvia, ni, salvo en los 12 y 29, se ha visto cubierta de nubes una mitad de la atmósfera. BAROMETRO. — — — i mm—um — \ .* década. 2.a 5.* Ara á las 6 m. ............ . mm 709,40 mm 708,02 mm 710,56 Id. á las 9. ..................... . 709,73 708.31 710,95 Id. á las 1 2 709. "20 707,77 710,38 Id. á las 3 t. ... 708,17 706,73 709,08 Id. á las 6 . ..................... 707,75 700,52 708,74 Id. á las 9 n. 7 0 8 , 5 5 707,17 709,59 Id. á las 12 708,74 707,37 709,98 Am por décadas m ni 708,80 mm 707,10 mm 709.90 A. max. (dias 9, 14 y 25) 711,72 710,10 712,56 A. mín. (dias 1, 11 y 28) 700,21 703,44 706,95 Oscilaciones 5,51 6,00 5,01 Ara mensual . » mm 708,76 )) Oscilación mensual » 9,12 )> TOMO XI. 28 m TERMOMETRO. 1 ,a década, j 2.a 5.° Tm á las 6 m. * 20°, 0 21°, 4 17°, 4 Id. á las 9 26,3 27 ,6 23 ,3 Id. á las 12 32 ,4 33 ,9 29 ,2 Id. á las 3 t 35,0 35,4 31 ,9 Id. á las 6 33,3 33 ,0 29 ,8 Id. á las 9 n 27 ,4 27 ,5 24 ,1 Id. á las 12 24 ,2 24 ,8 21 ,2 Tm por décadas. 28°, 4 29°, 0 25°, 3 Oscilaciones 25 A 26,2 25,4 T. máx. al sol (dias 10, 13 y 24). . . . 49°, 1 50°, 7 4T,7 T. máx. á la sombra (dias 10, 15 y 28). 42 ,1 41,8 38 ,6 Diferencias medias. 6,7 6 ,3 8,5 T. mín. en el aire (dias 2, 20 y 21).. 16°, 7 15,6 13°, 2 Id. por irradiación (dias 2, 20 y 21). . 12,4 11 ,2 9 ,3 Diferencias medias. ............... 3 ,0 3 ,0 3 ,9 Tm mensual. .......... » 27°, 5 i) Oscilación mensual . . . . » i 28 ,9 . » i PSICROMETRO. | i década. 2.a D.8 Hm á las 6 m 49 47 48 Id. á las 9 41 39 42 Id. á las 12 29 24 32 Id. á las 3 t 23 19 27 Id. á las 6 . 24 21 30 Id. á las 9 n 30 29 32 Id. á las 12 37 37 35 Ifn por décadas. 33 31 35 Em mensual. » 33 » u ATMOMETRO. Em por décadas m m 13,7 mm 13,8 m m 10,3 E. máx. (dias 7, 17 y 25) 16,1 16,1 12,9 E. mín. (dias 4, 16 y 26) 11,5 11,9 6,8 Em mensual » mm 12, 6 » mBaBBBBBaammKSSBBEmSSSBMBaMMBBmsm ■ MMBBnWfiPMHaBBMBBBBBBBBMBMiManBnBl ANEMOMETRO. N Vientos reinantes en el mes. . . . . 27 horas S 46 N. N. E.... .... 41 s. s.o....... . 12 N. E .... 175 S. 0. ....... . 79 E. N. E.... . . . . 42 0. S. 0 19 E . . . . 68 0 43 E. S. E. ... .... 11 0. N. 0. ..... . 18 S. E...... 59 N. 0. ....... . 70 S. S.E » • c • 3 N. N. 0. ..... 6 m Idem del mes de setiembre. Los o primeros dias de este mes fueron en general despe- jados, si bien durante todos ellos el horizonte se conservó muy calimoso y con algunos cúmulos, cuyo número y tamaño au- mentaron particularmente en la tarde del 2. Y por el contrario, los 5 siguientes trascurrieron muy cargados de nubes, un poco revueltos, y calimosos en estremo, mereciendo el 8 la califica- ción de casi cubierto en totalidad. Pasó el 12 muy encapotado y con amagos de lluvia; sólo con algunas nubes sueltas el 12; despejados y apacibles los 13 y 14; revueltos y un poco nubosos los 15 y 16; despejados los 17 y 18; y con celajes los 19 y 20. Del 21 al 26 inclusive corrió un temporal variable, nuboso y revuelto, aunque no desapacible, habiendo lloviznado dos ó tres veces en el dia 25; conservóse la atmósfera con celajes en los dias 27 y 28; se en- capotó el 29; y el 30 fué dia de lluvia menuda por la mañana, y de tempestad poco notable por la tarde. Todas estas alternativas y cambios de temporal fueron acu- sadas por la columna barométrica por otras tantas oscilaciones bien determinadas, aunque no siempre de la misma amplitud, ya en uno ya en otro sentido. En los 5 primeros dias, señala- dos como despejados, el barómetro fué subiendo de continuo, y bajando en los 5 siguientes á medida que la atmósfera se encapotaba cada vez mas. La transición del 11, cubierto y hú- medo, al 12, poco nuboso, fué señalada por una subida re- pentina de mas de 5rara, y este movimiento ascendente conti- nuó todavía durante el 13, uno de los mas despejados y her- mosos del mes. Un nuevo cambio de temporal, de tranquilo á ventoso, fué asimismo acusado por el barómetro el 14 por un descenso de 4mm, y al dia 18, despejado y tranquilo, precedió un pequeño movimiento en alza. Tras de esta fecha la columna barométrica esperimentó ligeras sacudidas, subiendo ó bajando según el estado mas ó menos despejado y tranquilo de la at- mósfera, conservándose de ordinario entre 706 y 708mm, es- ceplo en el dia 25, lluvioso, en que descendió á 704rara, hasta el 29, en que se declaró en baja, llegando el 30, tempestuoso, a su mínima altura en todo el mes. m Durante la 1.a década de setiembre apenas se observó cam- bio alguno en la temperatura, comparada con la del último tercio de agosto, pudiendo por este y otros varios conceptos considerarse en ambos períodos el temporal como de la misma especie; pero de la 1.a á la 2.a década hubo un descenso de 0o, término medio, que se redujo muy sensiblemente al pasar de la 2.a á la 3.a Aunque poco, aumentó algo la humedad en los 20 prime- ros dias de setiembre, y bastante mas en los 10 últimos, su- cediendo todo lo contrario respecto á la evaporación. En los ó primeros dias del mes soplaron especialmente los vientos del S. E. y S. 0.; los del O., con oscilaciones conti- nuas hacia el S. y N., en los 5 ó 6 siguientes; los del N. E. del 12 al 17 inclusive; otra vez los del S. O., O. y N. O. en ade- lante hasla el 27; y los del S. E. en los 3 últimos dias. En ge- neral todos estos vientos reinaron con escasa fuerza, á manera de brisas ó vientos moderados, con muy contados intervalos de calma, menos en los dias 6, 15, 16, y 3 ó 4 mas de la 3.a dé- cada, en que fué su impetuosidad bastante sensible. BAROMETRO. \ .a década. 2.a 5.a Ara á las 6 m rara 708,88 mm 708,80 rom 707,07 Id. á las 9 709,19 709,29 707,50 id. á las 1 2 708,38 708, (¡0 700,87 Id. á las 3 t 707,31 707,07 705,90 Id. á las 6 707,21 707.63 703,73 Id. á las 9 n 707,91 708,32 700,37 Id. á las 12 707,99 708,32 700,40 K por décadas rara 708,18 rara 708,40 rara 706,55 A. máx. (dias 4, 13 v 23) 711,75 713,88 710,30 A. mín. (dias 10, 11 y 3Ó) 703,93 704,18 701,49 Oscilaciones 7,82 9,70 8,81 Am mensual. » mm 707,71 Oscilación mensual » 12,39 » m TERMOMETRO. 1 década. 2.* 5.* Fra á las 6 m ................... . 18°, 3 12°, 3 12/1 Id. á las 9 23 ,4 17 ,8 16,1 Id. á las 12 30 ,3 24 ,4 22,2 Id. á las 3 t. ................... . 31 ,9 26 ,0 23,3 Id. á las 6 . ..................... 29 ,5 22 ,8 20,0 Id. á las 9 n. ................... . 24 .5 19 ,0 17,4 Id. á las 1.2 ........ 21 ,8 16 ,2 15,0 Tm por décadas. 25°, 7 19°, 8 18°,0 Oscilaciones. 25 ,8 22 ,9 22,3 T. máx. al sol (dias 2, 13 y 29). .... 4 0°, 8 41°, 2 3 7°, 7 T. máx. á la sombra (dias 3,14 y 29) . . 39 ,7 31 ,8 29,4 Diferencias medias.. 6 ,5 8 ,4 4,9 T . min. en el aire (dias 10, 18 y 27). 13°, 9 8Ü,9 7°,1 Id. por irradiación (dias 10, 18 y 27). 10 ,1 7 .5 4,0 Diferencias medias. 2 ,8 2 ,3 3,7 Tm mensual ..................... 21°, 2 » Oscilación mensual ............... » 32 ,6 » PSICROMETRO. i década . 2.a 5.a Hm á las 6 m ................... . 51 59 65 Id. á las 9 . . .................... 42 47 55 Id. á las 12 29 26 37 Id. á las 3 t. ................... . 24 25 35 Id. á las 6. 30 31 40 Id. á las 9 n. ................... . 37 38 49 Id. á las 12 44 48 58 H por décadas. 37 39 48 Hm mensual ..................... » 41 » 427 ATMOMETRO. Em por décadas E . máx. (dias 7, 14 y 24). E. mín. (dias 1, 15 y 30). . Em mensual, ........... £0006696 mm m m mm 8,8 0.5 5,6 10,9 9,0 9,3 7,1 3,4 2,2 ni m )) 7,0 y» PLUVIMETRO. Dias de lluvia 1 (El 30.) Agua total recojida. . lmm,7 ANEMOMETRO. Vientos reinantes en el mes. N 17 horas. 16 104 11 26 S 37 28 134 59 62 N. N. E... N E . . . ...... S. S. 0 ....... . S. 0 ......... . E. N. E.. ..... . E . . . . . O. S. 0 o E. S. E 28 O. N. O.. ..... . 21 8. E 35 N. O 125 S. S. E. ...... . 7 N. N. O 10 428 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en ESTACIONES METEOROLÓGICAS PRESION AT correjida de capilandad A las 9 de la mañana. DEL AÑO. Presiones medias mensuales. i Presiones máxi- 1 inas. B 8 £_ O & sí ^ 5 'ce C0 i, C l Presiones míni-j mas. i Dias á que cor- 1 responden. 1 ¡Oscilac. men- j suales. / /Dic. 1859 702,5 710,9 30 690,6 19 20,3 INVIERNO. . Enero 7 0 ^ 710 5 26 909,6 1 9 1 0.7 ^ Febrero 700,4 710,8 27 093,5 17 17,3 MEDIAS INVERNALES. .. ~ 70 4,4 7H',7 693,9 16,1 / Marzo 7 o 3,0 7 0 8,9 5 093,6 1 1 15,3 PRIMAVERA.. . . Abril 70 0,6 707,1 24 693,6 6 13,5 ( Mayo. 703,0 7 0 0,5 14 698,9 18 7,6 MEDIAS PRIMAVERALES... 702,2 7 07,5 69 5,3 12,1 (Junio 702,0 705,7 25 699,0 5 6,7 ESTIO Julio . . 7 n ‘i 7 05 2 6 7 0 0,1 26 5, í ^ Agosto 703,8 7 0 5,9 24 700*8 5 5,1 MEDIAS ESTIVALFS. ..... 703,1 705,6 699,9 5,6 ( Setiembre. . . . 703,9 708,2 13 699,8 24 8,4 OTOÑO Octubre 700 1 7 1 1.9 3 7 02,3 12 9 6 ' Noviembre... . 708,5 708,1 19 694,3 26 13,8 MEDIAS AUTUMNALES . . . 700,2 709,4 698,8 10,1 MEDIAS ANUALES 7 03,9 7 0 8,3 697,0 11,0 Diciembre de 1860...., .| 702,8 711,5 31 693,8 8 17,7 INOTAS, í El barómetro desciende mas que sube sobre la media de las 9 de la maiiana y de las 3 de la tarde en sus indicaciones estremas; á estas horas las diferencias , en todos los casos , decrecen del invierno al estío para crecer en el otoño. La presión media anual , deducida de las medias de las 9 de la mañana y 3 de la tarde, está en su máximum en el in- vierno, y decrece hasta el estío para aumentar después. Este año la me- dia de primavera es un poco menor que la del estío. Las oscilaciones, tanto por la mañana como por la tarde, decrecen del invierno en ade- lante. m la Universidad literaria de Granada el año de 1860. MOSFERICA, á 0o y en milímetros. Alturas medias mensuales de- ducidas de las de las 9 y de las 3. A las 3 de la tarde. \ \ Presiones medias mensuales. Presiones maxi-i mas. | 1 . f Días á que cor- responden. 1 ( Presiones míni-1 mas. I Dias á que cor- ! responden. ' Oscilad men- suales. j 701,8 701, t 708,4 30 690,7 18 17,7 704,8 704,3 708,4 15 698,2 19 10,2 704,6 70 2,9 7 09,9 26 694,7 16 15,2 703,7 702,8 708,9 694,5 1 4,4 702,5 70 2,0 7 07,9 4 693,0 9 14,9 700,0 699,4 703,6 9 693,5 6 10,1 702,3 701,6 7 04,5 28 696,7 18 7,8 70 1,6 7 0 1,0 J 705,3 694,4 10,9 701,4 70 0,7 704,0 25 698,0 5 6,0 702,9 702,3 704,9 2 698,3 26 6,6 702,4 702,4 704,3 28 699,9 6 4,4 7 02,2 7 01,8 704,4 698,7 5,7 7 03,4 702,8 705,2 12 699,4 24 5,8 705,9 705,6 708,8 19 701,4 12 7,4 705,0 701,5 707,5 17 692,9 11 14,6 704,7 703,3 7 07,2 697,9 9,3 7 03,0 702,2 706,4 696,4 10,2 702,5 702,3 710,9 v 30 ¡ 695,0 24 15,9 2. a La suma de los dias que la veleta señala la dirección del viento de cada cuadrante es menor que la de los meses, y consiste en que fal- tan algunas observaciones. 3. a La tensión y la fracción de saturación del vapor del aire se han calculado con arreglo á las tablas que acompañan á los psicrómetros construidos por Lorebours; en el mes de febrero muchos dias el agua estaba congelada y la batista endurecida. 4. a El agua recojida en este año no llega á la mitad de la de los an- teriores. La sequedad ha sido grande. En seis meses, mayo, junio, julio, agosto, setiembre y octubre solo llovió 6 dias, y eso muy poca cosa; 6 mi- límetros. 430 Signen las observa DIRECCION DEL VIENTO, Dias que sopla de los cuadrantes. ESTACIONES METEOROLÓGICAS -- — A las 9 de la mañana. A las 3 de la tarde. DEL AÑO. w K W m 6 02 © O w e4 02 s.o. ( • O 'Á (Dic. 1859 1 22 7 1 [ -í 7 13; 8 3 INVIERNO. .... 5 Enero. ...... 8 16 6 0 6 14* 8 i f Febrero . . . . . 1 1 10 2 5 9 4 5 8 MEDIAS INVERNALES . . . 21 48 15 6 20 31 i\ 12 ( Marzo. ...... 6 12 6 7 2 7 12 8 PRIMAVERA. . . Abril. ...... Mayo. ...... p5 G 5 14 5 2 9 13 7 10 8 6 3 1 16 11 MEMAS PRIMAVERALES.. . 18 28 19 27 1 8 10 37 32 /Junio. ......i ! 8 9 K ** 9 j~Q 0 15 15 ESTIO., ...... J Julio. \ Agosto. 9 7 4 11 1 3 1 í 15 7 0 8 16 2 0 14 8 MEDIAS ESTIVALES. . 0 . . . 24 16 1 6 36 3 3 40 38 i Setiembre. . . . 4 5 9 12 0 2 10 17 OTOÑO. Octubre. .... v Noviembre. . . lí 13 2 2 6 4 10 7 7 5 10 8 2 6 13 8 MEDIAS AUTUMNALES» . . . 22 23 21 ~22 8 12 33 ~32 MEDIAS ANUALES ....... 85 115 71 91 39 56 131 Til Diciembre de 1860. ...... . ... 6 i 12 9 i 5 í 21 4 5. a Los datos de la temperatura deben recibirse con la mayor segu ridad. De ellos se desprende: l.° que la temperatura media de Granada durante el dia es casi igual, con la diferencia de algunas décimas, á la media de las 9 de la mañana? 2.° que la temperatura media mensual di- fiere de la media de las máxima y mínima absolutas, aunque no mucho, pero la media anual es igual á la media de las dos temperaturas estre- ñías anotadas durante el año? 3.° que la diferencia entre el mayor calor ai sol (51°, 5 del 27 de junio) y el mayor frió en la yerba (9a, 7 bajo 0 del 19 de febrero), es de 61°, 2. 6. a Debe llamar la atención el frió intenso que ba hecho en el me.? de febrero. 431 dones de Granada. HUMEDAD DE LA ATMOSFERA. Vapor del aire. — Psicrómetro. LLUVIA. Pluvímetro. A las 9 de la mañana. A las 5 de la tarde. 1 1 en 1 *9 u ■o a • a £ .Su- mo" a a. S JD r* Fracción de sa- ^ turacion. í 1 1 en ' ~ * ’b QJ ^ a . o a o .2 t- r co o c c- 2 L* l en C/D O ^ o O J ‘i O 3 03 fJ Dias de lluvia . Agua recojida en milímetros. 6,565 0,863 6,520 0,794 7 43,0 7,242 0,847 8,076 0,794 13 54,1 5,153 0,693 | 5,875 0,648 1 5 23,4 6,320 0,801 ! 6,823 0,745 25 120,5 7,287 0,760 8,776 0,622 9 54,9 7,625 0,607 7,342 0,523 15 56,4 9,859 0,553 9,295 0,349 2 4,1 8,253 0,640 8,471 0,498 26 115,4 9,926 0,469 12,115 0,40 8 2 1,0 11,979 0,495 13,130 0,376 » )) 11,7 99 0,479 14,303 0,407 i » )) 11,234 0,4 81 13,182 0,397 2 1,0 10,520 0,582 9,250 0,463 2 1,0 8,776 0,615 8,460 0,414 )) )> 8,595 0,807 8,776 0,702 12 183,8 9,297 0,668 8,828 0,526 14 184,8 8,7 7 6 0,647 9,326 0,541 67 421,7 7,738 0,830 8,483 0,796 16 173,3 7. a A fin de que pueda juzgarse del tiempo que ha dado margen á las grandes inundaciones del mes de diciembre, me ha parecido oportuno incluirlo por separado, 8. a Los aparatos, escepto la veleta, están en el espacioso jardín de la Universidad, =Manuel Fernandez de Figares. 432 Siguen las observa im TEMPERATURA DE LA ATMOS ESTACIONES METEOROLÓGICAS DEL AÑO. TEMPERATURA DEL Las 9 de la mañana . ¡Temperaturas me-^ días á las 9. í Mayores temp. á | esta hora. ^ Días á que eor-l responden. Menores temp. á[ esta hora. 1 , i Días a que cor- responden. Diferencias estre- nuas. ) í Dic. 1859.. . ; 5,6 12,1 29 -u 16 13,2 INVIERNO. Enero 8,2 14,6 5 4,8 13 9,8 ( Febrero 4, 4 12,1 29 -3,2 15 1 5,3 MEDIAS INVERNALES. . . . 6,1 12,9 0,2 12,8 í Marzo. ..... 1 1,3 15,4 20 4,2 10 11,2 PRIMAVERA. .. Abril 14,0 19,0 3 8,3 18 5,7 ( Majo. 20,5 26,1 26 11,6 1 14,5 MEDIAS PRIMAVERALES.. 15,3 20,2 8,0 10,5 j Junio.. ..... 23,7 30,5 27 18,1 14 12,4 ESTIO. Julio. ...... 26,0 28,9 25 23,5 18 5,4 ! Agosto. .... 26,5 31,1 26 19,4 16 11,7 MEDIAS ESTIVALES 25,4 30,1 20,3 9,8 j Setiembre. . . 1 9,4 25,8 9 13,5 17 12,3 OTOÑO. ....... Octubre.. . . . 16,9 20,5 21 13,8 26 6,7 ( [Noviembre. . . 12,0 16,4 9 5,9 22 10,5 MEDIAS AUTUMNALES. . . 16,1 '20,9 11,0 9,8 MEDIAS ANUALES... .... 15,7 f * 9.0 9,9 10,0 Diciembre de 1860... 9,1 14,3 26 3,9 18 i 10,4 433 dones de Granada. PERA EN GRADOS CENTIGRADOS. AIRE A LAS HORAS DE Las 3 de la tarde. Util EN TODO Ule EL DIA. Temperaturas rae*^ dias á las 5. Mayores temp. á esta hora. Dias á que cor-f responden. i Menores temp. d| esta hora. 1 Días a que cor- \ responden. i < V s~ m o C/3 CT3 *o o CO 03 a c Temperatu- ras inedias máximas. Temperatu- ras medias mínimas. 9,4 14,4 31 0,1 16 14,3 12,9 1,6 12,6 15,2 5 5,7 18 9,5 13,7 4,7 8,9 21,6 17 3,2 15 18,4 12,9 — 0,3 10,3 17,1 3,0 14,1 13,2 2,0 17,3 25,2 24 6,9 13 18,3 18,8 4,4 16,6 24,9 13 10,9 8 14,0 20,2 5,8 28,2 34,9 29 19,9 18 15,0 29,6 11,4 20,7 28,3 12,6 15,8 22,8 7,2 28,7 39,1 27 24,4 15 14,6 32,5 14,8 33,5 37,5 7 27,7 18 9,8 3 5,3 18,4 32,1 38,3 25 29,7 30 8,6 35,2 18,1 3 1,4 38,3 27,2 1 1,0 34,3 17,1 24,5 30,4 9 14,9 17 15,5 26,1 12,7 23,7 27,4 1 1 18,4 27 9,0 25,4 10,3 15,2 22,4 8 8,3 24 22,1 17,1 8,7 21,1 26,7 13,8 15,5 22,8 10,5 20,9 27,8 15,1 12,7 ¡ *2 3,3 9,2 10,7 13,5 29 5,8 18 7,7 13,5 5,7 TEMPERATURA 434 Siguen las observa TEMPERATURA DE LA ATMOS ¡ | TEMPERATURA DEL AIRE F.N TODO EL DIA. ESTACIONES METEOROLOGICAS DEL AÑO. Tcmp. medias men-\ suales diurnas. | Mayores tempera- turas máximas, i Dias á que cor- f responden. í i ^ 'T G = K s S. o £ -2 Dias ;í que cor- 1 responden. Diferencias eslre- 1 mas diurnas. / /Dic. 1859. . , 7,3 15,9 12 — 3,3 17 1 9,0 INVIERNO. . .. Enero 9,2 16,8 6 i, i 26 15,7 ( Febrero. .... 6,3 22,0 29 — 7,8 19 29,8 MEDIAS INVERNALES. . . . 7,6 18,2 — 3,0 21,2 í Marzo H,6 25,3 20 o o -, - 1 2 27,5 PRIMAVERA. .. 'Abril.. 13,0 27,7 16 2,2 28 25,5 Mayo . ..... 20,5 36,7 30 2,3 1 34,4 MEDIAS PRIMAVERALES. 15,1 29,9 0,8 29,1 Junio 23, 7 40,6 28 10,6 7 30,0 ESTIO Julio. ...... 26,8 39,0 7 16,5 3 22,5 ’ Agosto 26,7 41,0 26 14,9 16 26,1 MEDIAS ESTIVALES 25,7 40,2 14,0 26,2 Setiembre.. . . 19,4 33,0 i 7,1 27 25,9 OTOÑO Octubre. . . . 17,8 28,6 18 8,1 15 20,5 1 Noviembre.. . 12,9 24,0 9 3,3 25 20,7 MEDIAS AUTUMNALES. . . 1 6,7 2 8,5 6,1 22,4 MEDIAS ANUALES 16,3 28,4 4,5 24,7 Diciembre de 1859 9,6 18,3 25 M 16 17,2 435 dones de Granada. FERA EN GRADOS CENTIGRADOS. TEMPERATURAS ESTREMAS. Termóm. de máxima al sol. Termóm. de mínima en la yerba. y Medias máximas al sol. i í VC3 S cL“ s cn ■ s « m fXJ Z 2 O c j? * i ¡Dias á que cor- responden. Temp, medias mí- nimas en la yer- ba. i c i & v *2 S~ qj co Q- ^3 ' — - S .5 . — 2i a re ¿ a "2 1 s -4? o i: O Dias á que cor-i responden. 1 Diferencias estre- ñías del dia a la noche. / 20,1 29,0 11 1 —1,5 “—“8,2 17 37,2 20,4 28,8 í 1,7 — 3,2 20 32,0 18,4 32,9 29 — 4,9 — 9,7 19 42,6 19,6 30,2 — 1,6 -7,0 37,2 24,8 35,5 4 0,6 —7,2 12 42,7 25,5 37,8 14 13,6 0,1 9 37,7 37,2 47,8 2 9 8,1 — 0,8 i 48,6 29, 1 40,2 7,4 — —2,6 43,0 40,0 51,5 27 10, 9 6,8 17 44,7 45,4 4 8,8 21 14,8 11,7 6 37,1 41,5 50,8 16 13,1 8,2 18 42,6 42,3 50,4 12,9 8,9 - 41,5 34,4 45,9 23 9,0 2,7 27 43,2 38,4 47,8 j 15 6,4 4,8 15 43,0 24,8 38,6 5 5,8 —0,5 21 39,1 32,5 44,1 6,4 2,3 41,8 30,9 41,2 3,9 0,4 40,9 18,8 29,5 30 1 3,9 -1,8 12 31,3 Observatorio físico y meteorológico «le los alumnos del Real Colegio de Belén. Observaciones hechas en el mes de marzo de 1861. 436 03 8 de la nochí ir- oo a© ir- co o© • ©a©r-©*— ®_ao ©_oo_© ^ Sgcfg - f-T © -tí' ~tí' oo ©3 ° a© as co — ' ©T ©T r ©í ©í zo o r-' ©T . £ ® C© c© a© a© a© -© ©3 ©3 ©3 tí— ©I r— i tí— tí— OS a© rv' -* ^ ^ C/i 6 de la tarde. ©a tí- so ©i © <— i «— oo ©a >1-1 © Ití — ® i»Mr-c©xw tí-i ©3 a© ©3 © ©3 ©íocOtí — 00 c - h -2 p r r r r r «\ 2 ^ ^ r »s e - /^s C*-) 3 cOO^^I^H 50^CO(5^C£>® <3* co eo ^ . *5 •- c ^ '-C OiO <5 h ®ttí ©a-jji<5 !> i> r> i> i> . cj o W 2 de la tarde. c^V 5 . 'MWKOMOO ©íe©oo©>r'©i>oo £-sí u » = a© © tí CM OO (M t^£tí-^rtí0©0O C© tí t- OO JO W tí ■ -2 = i'- <— ' a© a© 00 co °oc o" a©*' acT «©" ©T <©T ©f tí-' a©' -tí' ©" -tí' . § | “a©C©e©Oa©a© ©j ©-I ©j ©j r- ©4 S© SítítíOOiO© '¿r o-3 i> i> r- 1" . h u Cáú ce 10 déla manaría. a «r-S4©©>^ tí-t''CStí-©>T©S(MC« noo©títí--© í©osOí©a©-síi a© © ^ ca» tí 00 © . "o S ití' © i" e© a©' <© ©T © -a© — ' tíT c©' e© ©T 0© 0 tí © ¿ ©' 30 W 0 g e© <•© a© e© e© a© ©í©cjG ’Ji Z. Z W ce 8 de la mañana. _ OO a rtí ©a C© Ití OO ©I C© Ití — a© — a© ® ©T 2 en a tí c© — ttí os ir- ootían©tít> 00 ccowtíSír' . j= % ití ©f a©' -tí' os oí © -tí os sí tí-' c© os' tí-T 00 tí-Te© ® ©ía© ^ c a “ © a© © © ;© © © ití (. 5 Cd -r, •a ‘í» C L'' t> X fO ©s a© -tí -tí T— © = ©' — ' -tí' es ©qf c o X ^ C ÍO o r- L" r» i-' r- ©MI>Cí COO SCO I" ©T ©' a©' 30 ©I t— ©4 ©4 tí- tí- l Ití -tí 1© OO — — oo©r. sjeoio e ~ oo' ©T a©' o- ©o — * ' tí- i tí- r—i ©S © OO • Ed o P o £ ó t .b ce -> cz £ es : '¿ es I = sr _c = « Ji : £ re © c tí es es 5“ re * 2 es* I S s s' c g es X ‘© — X *= ©5 « ■© ■0 « = ©3 -a X ‘c ~c x'-'-es -es r- © -CS 'tí ( © -c: ■ ' la -es • — eu SJ -es o; -es •— © '»* S S S s O "O CS > tí 00 ce UC c © -eS O -a o s ■o 00 e< eS O ce es © tí H tí R © tí < CQ ce © -es UJ © ce © © Cu ce © tí> ce © © S « ‘O -© £ £ t- a? -5 o © — 1 es tí es © tsC es © •o tí O O- es > *© "O cé c © H es > es © tí "© es *© © a © 1=3 © m O tí H tí R © tí o ce CU © "w o S -o es ”© • * © © © "© a > CS © .a ce a >> O © - c5 es © .5 © £ — o © *c ■© O o o eS © ♦-» • ^ C/i r»*W ■— O ©» O ©5 ® rH ©^0501050 ©© OI ©i ro ©4 ro so ® :o ©Oh <— ; ©i en re ~ ®J¡oo5qcfto ©o en en re en re so ® so ©5 ^ ^ en *«ji ©4 ,__ oo ^ v-í es o en o OO *=1 C r r «v r\ «v - O 50 «5 C 50 ÍS l - t~- i '' £-« i" t'- Sí 1>®1 00 co °tí o ■ ©© tí — r ©1 CM n Sí soar^víWiS O Sí iO OO (SÍ os _es O 2 SÍ « w § t W ¿) s 4) O & *8 ©cíooomw . w r- js c oo 5 C©~ 3í ©i « *>o ¡> OWCOOJOifl ir" t- t" t" t- r^e© ^osíoo cr^> ^rjsv-í'T^' Sí Sí Sí Sí T-I Sí as OS Sí ■«—i so a© a© t- ® «o sj t-» a© so *-í Sí tí o" 00* — í Sí ,?™* o© as ls* c p ° Eao u «f o W P co as Sí es c© o es , es es^es t- ©5 es ; eo oe sí co *5¡h oí 1 a© as so a© as as t- ir» r» t» ir» r» r-< 00 00 HfflO °oí Sí a© -í tí sí Sí Sí Sí Sí «?Cíí5 Sí i—i <-i 00 «ajt <© 0Sr-SSt«0 os os si as oo s oe ©i eo o o • no oo sí as r»» 1 es as as so as as t» r» t-« ir» t» ir» *05 Sí t» 0© *>H Sí Sí Sí Sí n Sí «sT es oo sí as o oo si *«H *sH SÍ 00 t» O O ®" tí — iT¡ sí Sí t— i r— OO *>5)< í© Eí i 5 s ^ o . t- r i 1i H Ct; O £CO « O O W 2 . a * ¿ Cz3 G^l r'C3 CC5 C=J CC5 »P=3 cir> S t=¡ (O ít=: CO E as as t»* *sK «a;H ;«r.K5C'3íaO p tí oo oo as* as a©' B O 50 S S JO S t» r-1 t»> r» t» t» ©5 es sí *5* o •— ‘ ~ es" «3 OSS^CMOO 0© sj es si oc r** t^ o °C35 es f* V5H t^ tí - ■ i ' as c© 'sí w 3 E '5 u Sí Sí Sí Sí r— .Sí es Sí ipi v-t oo -sft a© ¡¿ ti OO QO ©1 Oí O OO c ^ si ao s © i-j Eooo-Íjoo —í ® ©ssso t» ir» 1^ t» r» ir« r» sí o *— « os oo °oo es" es ■ «í a© — í Sí Sí Sí' Sí r-^ Sí es es *— ■ as «SO^r« ~ qc a©' es" as" a©~ r-T “ a© as a© a© as a© t» ir» Ir» F» t» ir» es oo © oo so ^ »°tí t-í «^es as" *-í Sí Sí Sí Sí c—1 Sí ¡>vi(©©©í© a© Ssí con O} ©5 t*t- ©X©T-I • 0 rs Sí SÍ ©5" tí ® oo" ‘-í' W O 3 a -3 u es ©í©H©*<9a> m c 0 £_ ta C-> CD _ 1" ja CO »a o© *«h es as 1— . 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Por la tarde del 3 aparecie- ron alO.S. O. nubestempesluosas, que corriendo al O. y de aquí dirigiéndose al zenit, fueron á desaparecer al N. N. E. descar- gando en su paso un ligero turbión entre relámpagos y truenos: el viento dominante en el trascurso de la turbonada fué E. N. E. en la baja atmósfera y S. S. E. en la alta. Por la noche, aunque serena, relampagueaba al 0. S. 0. El 4 llovió un poco. El 5 por la tarde se observó lluvia de S. á O. y por la noche frecuentes relámpagos. Durante los dos dias siguientes, en que dominó el E. S. E. entre S. S. O. y S., no se presentó nube alguna lluviosa en un cielo medio anubarrado Á las cuatro de la tarde del 8 ofrecía la atmósfera un aspecto ceniciento, y cubrióse luego de cirro-cúmulos, sustituidos á su vez por nimbos de un fondo vio- lado oscuro; írasformados estos en nubes tempestuosas arro- jaron un fuerte aguacero con relámpagos y truenos: á las seis presentaba el cielo buena cara, si bien la lluvia continuaba al N. N. O., S. y E. En los dos dias que mediaron' hasta el novilunio fué el tiempo bastante claro, y reinaron los vientos de N. N. E. en la superficie del globo, y S. O. en las regiones superiores. Por la tarde de los tres dias siguientes llovió. El 11 por la tarde se notó el cielo tempestuoso hacia el N., habiéndose percibido lo mismo al O. y E. el 12 también por la tarde. Súpose que en este día habla caldo al E. de la Isla una fuerte y copiosa grani- zada; lo propio ocurrió alguno de los anteriores dias tempestuosos en otros puntos. Durante las siete de la noche del 11 se divi- saba deS. 0. á O. un continuo relampagueo, sin que llegara á oirse trueno ninguno. Los relámpagos eran ya difusos, ora en zig- zag, ya también globulares, cuya lentitud era bastante marca- da. En los pasados dias dominaron los vientos del S. El 14 á las 10 de la mañana lloviznó, y llovió la noche del 15 al 16. El 1.7 estuvo el cielo cubierto durante todo el dia esceplo á las 6 de la mañana y 8 de la noche, y llovió mañana y tarde rei- nando ya N. N. O. ya S.S. O. En el tiempo trascurrido hasta el plenilunio estuvo el cielo mas ó menos despejado, habiéndose presentado alguna vez encapotado, mas no lluvioso. Los vientos que en estos dias soplaron fueron los delN. en la baja atmósfera y en la alta los del S., que las mas de las veces descendían á 443 t desalojar aquellos de la superficie terrestre, lo mismo que estos eran reemplazados por otros, que habian antes soplado en las regiones superiores. El 24 cerca de las 12 se presentaron hácia el lacio del S. clel zenit algunas nubes lluviosas, que de- jaron caer algunas gotas; al cuarto de llora llovia copiosamente de 0. á S., al paso que los nimbos llevados del E. S. E. lomaban un incremento considerable: á poco tiempo empezó ¿soplar el E. N. E., y cesó en todas partes la lluvia hasta cerca de las 2, en que llovió al S. O., S., y S. E. Si quitamos el 25 por la lar- de, en que se asomó lluvia de O. á S., los demás dias del mes fueron bastante claros, habiendo dominado los vientos de N. N. E. á E. S. E. Bajó, el barómetro en los cuatro primeros dias y subió du- rante el dia 5. Las dos oscilaciones inmediatas, que tuvieron lugar hasta el 10, duraron 2 dias la primera y 3 la otra. Desde el novilunio hasta el segundo ociante de la luna describió tres oscilaciones, habiendo llegado á mayor altura en la corres- pondiente al cuarto creciente que en las otras dos. En la última ondulación midió el barómetro descenso durante el período de 6 dias, é incremento en el trascurso délos siguientes. La mínima altura barométrica, 75imra,90, pertenece alas cuatro de la tarde del 15, dia caluroso, en que sopló S. 0. en la parte inferior de la atmósfera y N. N. O en los cúmulos, que la tenían medio cubierta: al rededor del 15 estuvo casi siempre muy baja la columna barométrica. La máxima observada á las 10 de la mañana del 18 fué 765mm,92: en la hora en que se notó medía el termómetro 23°, 2, y corria E. en medio del 0. y E. N. E., que se percibía en la superficie terrestre. El termómetro en los tres primeros dias siguió una marcha contraria á la del barómetro, pues subió gradualmente en su trascurso. Esceptuando las oscilaciones diurnas, fueron seis las que se observaron en todo el mes: la primera y tercera con- taron 4 dias de duración, y 5 la segunda y cuarta; las otras dos duraron 6 dias cada una. La mayor temperatura, que fué 29°, 9, se hizo sentir de 12 á 2 de la tarde el dia 29, mientras so- plaba brisa de E. N. E. en una atmósfera despejada, y el baró- metro acusaba 761mm de presión. Ala hora en que acaeció la mínima, 18°58, observada á lasó del 19, la columna baromé- m trica llegaba á 764mtn,31, y soplaban en diferentes alturas los vientos E. S. E., N. N. E. y S. S. O., estando el cielo medio encapotado. La mayor tensión del vapor de agua se observó á las 8 de la mañana del 28, al medir el barómetro 760mm,59 y 28°, 4 el ter. mómetro; la menor fué 9,71, y se verificó á la misma hora en que la máxima, el dia 17, reinando N. N. 0. fuerte en la baja atmósfera y en la región superior S. O., bajo la presión 764mm,50. La mayor humedad ocurrió el 14 á las 6 déla mañana, y á las 2 déla tarde del 17 la menor. La máxima y mínima declinación ocurrieron á sus horas res- pectivas. La inclinación no describió marcha alguna cuya regu- laridad se pudiera traslucir.=Habana 2 de mayo de \ 861 . QUIMICA. Generación de los cuerpos simples . (L’Ami des scieuccs, 1 4 julio i 86 1 .) En una nota que nos ha remitido Mr. Ed. Robín, ha es- puesto las razones que le impiden aceptar nuestra pequeña hipótesis química acerca del fósforo, el calcio y el hierro. Ro- gamos á Mr. Robín que nos dispense por la escursion algo te- meraria que hemos hecho en un campo que no es enteramente el nuestro. Sin renunciar al punto de vista que nos proponía- mos indicar, á saber, que los cuerpos simples, por las relacio- nes de sus equivalentes, lo mismo que por el orden de su apa- rición en la serie sedimentaria, parecen no ser mas que formas de un corto número de elementos realmente primitivos, confe- samos que en la aplicación puede que hayamos escojido mal nuestros ejemplos (1); y en efecto, poco tenemos que responder (i) Así respecto del hierro, la esperiencia de Mr. Bonssingault ha cesado de presentar una base para nuestras inducciones, puesto que, como réremos mas adelante, ha reconocido este eminente químico que la causa de la anomalía que le halda chocado, consistía en la impuridad de un reactivo. 445 á las objeciones de Mr. Ed. Robín, que creemos deber presen- tar á nuestros lectores. «Tal vez están bastante bien, dice, las composiciones que dais como probables respecto del fósfoío y del calcio; pero no puedo participar de vuestra opinión en cuanto al origen del fósforo en la economía. Por otra parte, se ha reconocido bien que en el caso en que los alimentos y las bebidas contuviesen poco, ninguna fábrica anterior puede suplir su falla; el esque- leto se despoja de esta sal, y los animales se vuelven raquí- ticos. «Creo que es también perjudicial que no hayais dejado in- tervenir una gran presión en la formación de los cuerpos simples. Formados bajo la presión ordinaria con los elementos que les atribuís, creo que tendrían poca estabilidad para re- sistir á una multitud de reacciones, á las que resisten muy bien. Aun su descomposición sería muy fácil, siendo muchos y muy marcados los casos de separación. » Estas cuestiones de la composición de los cuerpos simples son mas complicadas que lo que á primera vista parece. Ade- más de que es preciso satisfacer á las condiciones numéricas en cuanto al equivalente y al peso específico, es menester tam- bién que la composición que se presume, pueda engendrar la estabilidad y las propiedades generales de la sustancia. Bajo este punto de vista sería muy importante tener bien el conjunto de las correlaciones de las propiedades físicas y químicas. »Quizá también esté bien la composición asignada al hierro; pero, como en los demás casos, es necesario hacer intervenir una presión grandísima. Sin esto, ¿en dónde encontrar las analogías que nos autoricen á creer que á una temperatura elevada puede un gas mas ligero que el agua, sin formar com- binación, esperimentar la enorme condensación que sería ne- cesaria para convertirle en un metal tan denso como el hierro? » Por lo demás, si se considera que los gases atmosféricos y los de la combustión suelen pasar por nuestros aparatos á la tierra, no tendrá nada de estraordinario la presencia frecuente del ázoe en el hierro. Esta presencia, por otra parte, no sería necesaria, según Mr. Tissier, porque pretende haber obtenido el hierro completamente puro. 446 »De cualquier modo que sea, hay ahora una nueva vía abierta á la especulación y esperiencia. Operando con cir- cunspección, podrá progresarse con ventaja.» No podemos monos de adherirnos á las opiniones que es- pone aquí Mr. Ed. Robin con gran competencia.— P. B . t> ' ' (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Rusz.) CIENCIAS NATURALES. — ^ ©-©-©o-*. — zoología. Del modo de fijarse los huevos en las falsas patas abdominales de los cangrejos; por Mr. Lereboullet. (L'Ami des Sciences, 2-1 abril' 1861.) Los naturalistas no han podido espücar todavía, al menos que yo sepa, el mecanismo según el cual los huevos de los cangrejos, y probablemente también los de otros decápodos, se fijan en los apéndices abdominales. La descripción de este me- canismo es el asunto de la Memoria que tengo el honor de presentar á la Academia de París. Algunas semanas antes de la postura se forma bajo el ab- domen, dentro del arco inferior de cada anillo, un depósito particular de color blanco, compuesto de granulos microscó- picos, de núcleos, y de glóbulos crasos. Este depósito se ve al través de la membrana córnea que une los anillos unos con otros, bajo la forma de un cordoncillo blanco que ciñe por de- lante y por detrás el arco inferior. Se hace cada vez mas consi- derable hasta el momento de la postura, y llena además las cavidades epimerianas, lo interior de las falsas patas abdomi- nales y las escamas natatorias de la cola. La sustancia blanca que constituye este depósito tiene consistencia cremácea, pero cuando se diluye en agua, se hace fibrosa y grumosa. En el momento de la postura se repliega el abdomen sobre sí mismo, de modo que forma un saco cuyos bordes están uni- dos unos con otros por una sustancia viscosa. Lo interior de este saco está lleno de un líquido gleroso, en medio del cual se 448 hallan sumerjidos los huevos todavía blandos, y libres de toda adherencia á las partes próximas. En esta época ya ha desaparecido el depósito blanco. El examen microscópico de este depósito, hecho algo an- tes de su desaparición, descubre que está compuesto casi en to- talidad de vesículas microscópicas de un aspecto uniforme. Es- tas vesículas se disuelven, y producen un líquido que se rezu- ma á través de la membrana córnea de los segmentos, y llena prontamente la bolsa abdominal, El líquido producido asi tiene la propiedad de coagularse en el agua, y trasformarse en una membrana amorfa. El cangrejo, por medio de los movimientos que imprime al abdomen, hace entrar cierta cantidad de agua en lo interior de la bolsa que guarda los huevos. El líquido viscoso se coagula alrededor de estos últimos, y los fija en las falsas patas por medio de un pedículo que se solidifica y se prolonga poco á poco. Cuando están suspendidos todos los huevos se desarrolla el abdomen, y no se encuentra ningún vestigio del depósito blanco que habia precedido á su aparición. El mecanismo acerca del modo de fijarse los huevos en las falsas patas del abdomen, se compone por lo tanto de varios actos. 1. ° La formación de un depósito celuloso y granuloso bajo el abdomen, fuera de los segmentos. 2. ° La disolución de este depósito, y su trasformacion en un líquido viscoso que se rezuma por los segmentos abdomi- nales. 3. ° El repliegue del abdomen en forma de saco, cuyos bor- des correspondientes se unen unos con otros por efecto del lí- quido viscoso, por medio de las sedas que le rodean. 4. ° La postura de los huevos que llegan en este saco y se sumerjen en el líquido de que está lleno. 5. ° La solidificación lenta y progresiva de este líquido., y por consecuencia la formación de la cubierta esterior de los huevos y de los pedículos que sirven para sostenerlos. Este trabajo de secreción temporal, cuyo resultado es la formación de una sustancia granujienta, que por sí misma se resuelve eu un líquido, se forma sin la presencia de ninguna 449 glándula. Es posible que las células de la membrana del dermis del caparazón bagan veces de túnica epitelial de las glándulas secretorias, y llenen sus funciones. He observado, que á la formación del líquido segregado precede la resolución de la sustancia blanca depositada bajo el abdomen en muchísima cantidad de granulos vesículos ho- mogéneos. Es evidente que el líquido se produce por la fundi- ción de estos gránalos. Según esto, ¿hay razón para preguntar si en las secreciones comunes, en vez de provenir el líquido segregado directamen- te de la sangre, resulta de la disolución de los gránulos ele- mentales que hayan producido y elaborado las células epitelia- les? En otros términos, estas últimas células, en vez de limi- tarse á estraer sangre en forma líquida del producto de la se- creción; ¿no servirán para formar los gránulos, y no consistirá en esta formación granulosa, el trabajo de elaboración que constituye la secreción? Aplicación del microscopio al estudio de la geología. l/Ami des Sciences, -i 6 mayo -1 80 i. El Boletín de la Sociedad filomática contiene la siguiente comunicación, que ha dirigido á esta sociedad Mr. Cliflon Sorby. Sabido es que varios eminentes observadores han estudiado la estructura microscópica de las conchas, de los dientes y de las maderas fósiles. Para ello han preparado placas bastante delgadas para que resulten trasparentes, y las han examinado con microscopios de gran fuerza de aumento. El mismo méto- do he aplicado para el estudio de la estructura física de todas las rocas, y me ha conducido á varios resultados nuevos é inte- resantes. Para preparar las placas delgadas se gastan por un lado pequeños pedazos de roca; además se usa el esmeril y un pla- tillo de zinc, y después una piedra muy compacta, hasta que la superficie de la roca esté perfectamente plana y pulimentada. Entonces se fiíja la roca por esta superficie sobre un vidrio m por medio de bálsamo de Canadá y el lado opuesto se gasta con esmeril sobre diversas piedras, basta que se reduzca su grueso á t£o ó TóW de pulgada. Después de estas operaciones queda bien pulimentada por ambos lados, y suficientemente traspa- rente para examinarla al microscopio con un aumento de muchos centenares de veces. Se coloca encima oira placa de vidrio, fijándola también con bálsamo de Canadá, de modo que quede protejida y sea mas trasparente. El estudio de las placas delgadas de roca constituye un ra- mo enteramente especial de la geologia, y exije conocimientos variados. Hace diez años que le he emprendido, y en este tiem- po he preparado muchos centenares de placas, quedando sin embargo todavía mucho que hacer. Si quisiera describir todos los resultados á que ha conducido su exámen, íendria que hacer escursiones en cada ramo de la geología; me contentaré por lo tanto con presentar algunas observaciones acerca de las con- clusiones á que he llegado. El método de investigación por el microscopio es muy con- veniente para el estudio de las calizas, porque la estructura orgánica de las conchas y délos restos de los moluscos que las componen se deja reconocer fácilmente, y aun suele estar per- fectamente conservada. De este modo se puede no solo deter- minar la naturaleza de las partes que constituyen la caliza, sino también su proporción relativa. Se asegura también que las calizas que á la simple vista parece que son las mismas, se diferencian completamente. Algunas están compuestas de frag- mentos de conchas y de poliperos, y presentan mezclas mecáni- cas análogas álas arenas. Otras, por el contrario, están forma- das de partículas microscópicas, que resultan de una descompo- sición completa de las conchas ó de los poliperos, y son análo- gas á las arcillas. Así podemos esplicar muy bien la constitución de los esquis- tos, y reconocer no solo las sustancias que los componen, sino también el modo con que están colocadas. Las pizarras se ve que presentan dos especies de descomposición en hojas muy distintas, una que resulta de la compresión de una roca que se conduce como una materia plástica, otra debida á un sistema de fracturas y huecos estrechos, que demuestran que la roca 451 ha cedido á la presión como una sustancia algo rígida. Tam- bién, por el estudio de la roca puede esplicarse el estado físico en que se encontraba cuando se sometió á la acción de las fuerzas que dislocaron la corteza terrestre. Estas investigaciones esplican bástantela estructura de las rocas metamóríicas y nos permiten apreciar cuáles son los cam- bios que han esperimenlado. Las rocas ígneas antiguas y modernas presentan también notables particularidades, y podemos reconocer que algunas ve- ces se encuentran en ellas muchos mas minerales de los que es posible demostrar á la simple vista; distinguimos también los que se han formado en el momento en que la roca fundi- da se ha solidificado, de los que resultan de una acción poste- rior del agua. Las rocas graníticas en particular presentan algunos he- chos curiosos: se distingue en ellas un número inmenso de ca- vidades que contienen agua, como también disoluciones salinas; y estas sustancias han debido encontrarse en estado líquido en las rocas en el momento en que se han formado. Las cavidades que contienen estos fluidos son parecidas á lasque se conocen en el cuarzo, solo que son demasiado pequeñas para distinguir- se á la simple vista. Con una gran fuerza de aumento es, por otra parte, posible verlas con la mayor perfección en el cuar- zo del granito y de algunas rocas metamóríicas, y algunas veces son tan numerosas que hay masde 1000 millones en una pulga- da cúbica. Es menester admitir por lo tanto que el granito no es sim- plemente una roca ígnea, sino que está formado por la acción combinada del calor y del agua, como lo ha demostrado Mr. Delesse por diferentes consideraciones, en sus escelenles in- vestigaciones acerca del origen de las rocas y del metamor- fismo. (Porta Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruiz.) m VARIEDADES, — é — Mr. Dumeril, profesor en el Museo de Historia Natural, comunica una observación verdaderamente estraordinaria. Un boa constructor, ori- ginario de la isla de la Trinidad, que hacia 5 años que poseía el Museo, esciíado sin duda por el hambre que no había podido satisfacer comién- dose un conejo, devoró en la tarde del 2 0 de agosto un cobertor de lana de 2 metros y 20 centímetros de longitud y i y 50 céntimos de ancho: el aumento de volumen de su cuerpo manifestaba la presencia en su exó- fago de esta enorme masa de lana arrollada sobre sí misma. Un mes des- pués, el 20 de setiembre, viendo que hacia grandes esfuerzos para pro- vocar, se le puso en una posición conveniente, procurándole puntos de apoyo, y logró al fin arrojar el cobertor, que se había amoldado á las pa- redes del tubo dijeslivo. La serpiente quedó muy cansada, y sufrió mucho en los dos dias siguientes, pero bien pronto estuvo enteramente restable- cida. (Por la Sección de Variedades, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rciz. N.° 8.°— REVISTA DE CIENCIAS . —Noviembre 1861. CIENCIAS EXACTAS. ASTROMOUlil. Examen de una Memoria de Mr. Plana acerca de la fuerza repulsiva y el medio resistente (. segunda parte); por Mr. Faye (1). (Comptes rendus, 12 Agosto 1861.) En una carta que ei barón Mr. Plana me ha hecho el honor de dirijirme, me autoriza el ilustre geómetra para declarar á la Academia, que había ya reconocido por sí mismo el error de copia de que adolecían las ecuaciones de la página 4 de su Memoria, tomadas de la Mecánica celeste , y que se había de- cidido á reimprimir su obra, borrando del preámbulo la cen- sura que al principio había formulado contra la teoría de la fuerza repulsiva. La nueva Memoria verá la luz pública den- tro de pocos dias. No obstante, aun después de esta rectificación material me queda que obtener una segunda aprobación no menos impor- tante respecto de la hipótesis del medio resistente. Sé bien que no llegaré á conseguiría mas que con la condición de es- clarecer suficientemente este punto, que desde Newton y Eu- ler ha tenido el privilegio de ocupar á ios geómetras, y que Mr. Plana ha tratado por sí mismo con tanta superioridad en una Memoria que desde hace algunos años se considera como obra clásica. Pido, pues, á la Academia el permiso de hacer (i) Véase el número anterior. TOMO SI. 30 m un último esfuerzo con el auxilio de los recientes descubri- mientos que acaban de ensanchar de una manera tan inespe- rada el campo de la discusión, y de multiplicar los medios de comprobación, y fácilmente se descubrirá que no se trata aquí de un simple debate astronómico, sino de una cuestión que afecta á las mismas bases de la filosofía natural. Me propongo demostrar: í.° que la hipótesis del medio re- sistente tal como en la actualidad la formulan los geómetras, es inaceptable; 2.° que si se corrije de manera que sea mas racional, viene á ser mas indeterminada, para que pueda ser- vir de guia en la análisis; 3.° que la teoría de la fuerza repul- siva es la única que está constituida científicamente. He aquí una tesis perfectamente formulada en tres puntos: trataré de dar la misma claridad á su demostración. l.° La hipótesis actual del medio resistente es inaceptable. Es cierto que la hipótesis del medio resistente se adapta bastante bien hasta ahora á los movimientos de los cometas periódicos de 3 años y de 7: da una idea clara y precisa de la naturaleza de su aceleración, que no vienen á complicar ni ¡as variaciones de ciertos elementos, ni desigualdades periódicas muy sensibles. En su Memoria el barón Plana ha hecho ver que esta teoría da 29",5 para la variación de la escentricidad del segundo corneta, resultado muy próximo á los 3i,r,0 asig- nados por la observación. Después de Mr. Plana Mr. Axel Mo- llee acaba de dar un paso mas, introduciendo, según las ideas de nuestro sabio corresponsal Mr. Yalz, la variación del volu- men que un cometa que se supone compresible, y que no le penetra el medio ambiente, debe esperimentar cuando entra en las capas cada vez mas densas de este medio. La dismimiT- cion de la escentricidad es entonces de 32'r por revolución, es decir, que casi se confunde con el resultado observado. (Astro- nomichen Nachricten , núm. 1317.) Pero si debiesen aproximarse todavía mas estos 3irr,6, cuyo valor no se ha fijado definitivamente, no insistiré en con- siderar estas fórmulas y cálculos como puramente empíricos, mientras no se haya demostrado que un medio ponderable, elástico ó no, puede existir al rededor del sol sin circular tam- bién al rededor de él. 455 Tal es mi objeción, y es insuperable. Consiste en no haber tenido en cuenta que la ciencia nos presenta en la actualidad el espectáculo confuso de un cielo en que los unos colocan una materia cósmica inmóvil, á fin de resistir al movimiento de los cometas, mientras que otros sabios, preocupados por fenómenos enteramente diferentes, hacen circular ampliamente esta misma sustancia en forma de anillos semejantes á los de Saturno. En una Memoria leida en la Academia el 9 de enero de 1860, he manifestado la filiación histórica de la idea de un medio resistente, á la vez pesado é inmóvil: llega hasta la ma- teria ccelorum, que según los antiguos llenaba el mundo como una especie de prolongación de la atmósfera, por otra parte indefinida, del cuerpo central; y desde Newlon no tiene otro fundamento mas, que conservar la concepción de una fuerza única que rije el universo, que es la atracción. Pero esta sin- gular hipótesis ha debido desaparecer desde el dia en que La- place dio á conocer los estrechos limites que la mecánica im- pone á las atmósferas de los cuerpos celestes. En vano se pretenderla, para eludir la objeción, que este medio fuese imponderable. Entonces vendríamos á parar otra vez al eter de los físicos; pero también en este caso sería pre- 1 ciso dejar de atribuir al medio una densidad proporcional á , puesto que dejando de pesar hácia el sol, las capas de este medio cesarían de comprimirse mutuamente en esta direc- ción: y serla menester atribuirles en el espacio libre una den- sidad constante. Por desgracia en este caso desaparece la buena armonía de que acabamos de hablar. En vez de las fórmulas publicadas antes por el mismo Mr. Plana no dan para esta hipótesis mas que 14", y todavía se ha descuidado aplicar á este medio una velocidad de traslación igual y con- traria á la que llevan los cuerpos pesados del sistema solar en el espacio indefinido. Hace mucho tiempo que se ha presentado esta objeción, nunca se ha podido responder á ella, y con todo se insiste en aventurar la hipótesis del medio inmóvil. ¿Consistirá en que la inmovilidad ó el movimiento del medio sea cosa indiferente? Esto es lo que vamos á ver. 456 2.* La hipótesis del medio resistente correjida llega á ser indeterminada . — Aceptemos, pues, una vez que á ello nos ve- mos obligados por la evidencia, la hipótesis bien diferente de un medio qne circule al rededor del sol. En primer lugar, es claro que semejante medio no resistirá al movimiento de los cometas mas que en virtud del esceso de velocidad de estos. Este esceso, positivo en el perihelio, se hace negativo en el afelio; por consiguiente, si el medio resiste en el primer caso, debe empujar en el segundo. Solamente por esto puede pre- verse que la análisis de este nuevo problema no puede identi- ficarse con la del primero. Hay mas: ¿en qué se convierte aquí la ley de la densidad? Nadie puede decirlo. Cuando el medio era inmóvil, se admitía que estas capas, pesando unas sobre otras y sobre el sol, se comprimían mutuamente, de modo que la densidad iba creciendo en lo interior, según una ley repre- 1 sentada aproximanamente por — 2 . Pero cuando el medio circu- la, cesa de pesar, no hácia el sol sino sobre él; sus capas ce- san de comprimirse mutuamente, y la ley de su densidad no nos presenta mas que un problema perfectamente indeter- minado. En los anillos de Saturno el interior es el menos denso: el esterior no parece que lo es tanto. Tratemos, sin embargo, de presentar aquí una análisis. En vez de las ecuaciones dife- renciales de Laplace, de Plana, de Poisson, de Pontecoulant y de Encke d x k f- — dtz d2y k- dp H K ds dx ,r2 di' dt K ds d ij r2' dt. dt ’ K K en las cuales Mr. Axel Moller acaba de reemplazar — por — ¡of _L_A , r r e { r )9 será menester escribir {Comptes rendas, tomo 50, página 75): 457 , ^’2__ jr(^s rdvds’ cti 2 ds~di ¿&y ds'drdx ds * dt ds ds’ espresando ds1 la velocidad del medio en la región considerada, y siendo K una función de r perfectamente desconocida. Sola- mente hemos supuesto que la resistencia ó la impulsión de se- mejante medio era proporcional al esceso de velocidad. Para sacar de ello algún resultado, supongamos K constante, es de- cir, uniforme la densidad; tendremos entonces para las varia- ciones de los elementos ay e + 159 4096 sen. %u fórmulas en las cuales u designa la anomalía escénlrica. Si se representan por y fn las variaciones del ángulo de escen- tricidad y del movimiento medio diurno, las relaciones e = sen, 9 y nal=k, darán sen. in 2a ¿e 5ÜV -JE’ y por consiguiente, despreciando los términos periódicos, 1 13 2007 16* 8192 afi • ■|,r # A * 3n sen. V/l-e* *.¿,+ ~e“+ ... . 119 1024 Este desarrollo basta para la escentrieiclad casi planetaria del cometa periódico de 7 años. Con los valores siguientes calcu- lados por Mr. Axel Moller y adoptados por Mr. Plana, o=33° 53r 08", ?i=472rr,980, JVi= + 0", 242906, se encuentra — 2r , 40r' en vez de 34fr,6 que da la obser- vación . De esta enorme discordancia se deducirá que es inadmisi- ble un anillo continuo de densidad constante. Es preciso por lo tanto variar su densidad según cierta ley. El cometa de Encke exije que esta densidad vaya disminuyendo rápidamente á contar desde la órbita de Mercurio, en que se encuentra el perihelio de este cometa. Pero el cometa de Axel Moller exije á su vez no menos imperiosamente que la densidad de este- anillo sea muy notable en la región de la órbita de Marte, y que decrezca rápidamente de modo que sea insensible antes de llegar á la órbita de Júpiter, porque entre estas dos órbitas es donde se verifican los movimientos de este notable cometa. Estas diversas condiciones apenas pueden conciliarse, mas que adoptando para el medio resistente la hipótesis tan acreditada en el dia de una serie de anillos cósmicos mas ó menos seme- jantes á los anillos de Saturno, pero separados unos de otros por grandes intervalos. Así habría respecto del cometa de Encke uno de estos anillos en la región de Mercurio, que se estenderia hasta la órbita de Venus, pero sin tocarla: de otro modo el cometa de Halley, que es retrógrado, esperimentaria efectos muy marcados. Puede creerse también que la región en que se mueve la tierra debe de estar privada de estos ani- llos cósmicos, porque el cometa de Biela, cuya distancia peri— helia es de 0,9, no ha presentado hasta ahora aceleración sensi- ble. Por último, habria un segundo anillo fuera de la órbita de la tierra, que presentaría una densidad notable en la región 459 de Marte, é iría también disminuyendo con tal rapidez, que se desvanecería mucho antes de la órbita de Júpiter. Tal es, á mi parecer, la única forma en que puede presen- tarse en lo sucesivo la hipótesis del medio resistente. No me detendré mas en compararla con lo que se observa en el cielo con el nombre de luz zodiacal, porque no encontraríamos nin- guna analogía con ella. No puede tampoco asemejarse á los tres anillos de sustancia cósmica, que esplicarian los movi- mientos del perihelio de Mercurio y de Marte; anillos formados por pequeños planetas intra-mercuriales, por los aerolitos de la región terrestre y los planetas observados entre Marte y Jú- piter, porque semejantes cuerpos no parecen á propósito para servir de medio resistente. No trataré de investigar cómo sub- sisten estos anillos á pesar de la acción de los planetas que dan vueltas en su seno. Pero debo observar que nada mas indeter- minado que semejante hipótesis, porque el número de estos anillos, sus límites respectivos y la ley de su densidad interior, quedan completamente arbitrarios. Imposible es por ejemplo sa- car de ellos una relación cualquiera entre f n ó y sobre la cual gira sin embargo toda la Memoria de Mr. Plana. La única teoría que la da legítimamente es la de la fuerza repulsiva, y se- gún los cálculos recientes que Mr. Plana se ha dignado diri- jirrne, esta relación da 25*', donde la observación no da mas que 34,r, 6 con el carácter de primera aproximación. Así, he aquí justificadas las dos primeras partes de mi té- sis: el medio inmóvil es imposible; el medio circulante no es mas que una hipótesis indeterminada, de cuya análisis no po- dría sacarse ningún partido. La única ventaja de esta nueva forma de la hipótesis, es que somos árbitros para imaginar to- dos los anillos que queramos; probablemente se necesitará uno para cada cometa en que se hayan reconocido vestigios de ace- leración, del mismo modo que antes se tenia un cielo de cris- tal para cada planeta. Se me perdonará esta comparación, con- siderando que la analogía va todavía mas lejos, pues para los anillos cósmicos, lo mismo que para los cielos sólidos ó los tor- bellinos cartesianos, se ha apelado al mismo recurso de atri- buirlos una gran trasparencia, á fin de esplicar cómo se veri-» fica que no se vean. 4G0 3.° Pasemos al tercero y último punto, á saber, la forma- ción científica de la teoría de la fuerza repulsiva. Me parece que podrían distinguirse en dos clases las hipótesis, las que pro- ceden de una especie de adivinación, y las que nacen del ra- zonamiento aplicado á un objeto dado. La historia de las cien- cias nos demuestra que las primeras rara vez producen la ver- dad. Cuando se ofrecen á la inteligencia, es porque esta no ha llegado á fijarse mas que sobre el hecho mismo que la preocu- pa. Cuando se sigue otra marcha, es porque ha llegado á des- cubrir relaciones entre este hecho y otros fenómenos mas ó menos distintos. Sin duda que el genio suele suprimir los in- termedios, y llega al estremo sin dejar ver desde luego el ca- mino recorrido; pero bien pronto con la reflexión, cuando se tiene á la vista el punto de partida y el de llegada, se resta- blece la marcha que ha debido seguir algunas veces sin saber- lo. Esta especie de restitución sirve á su vez de ejemplo, de guia, de método para los simples operarios que, como yo, se proponen un problema difícil, con el vivo deseo de llegar tam- bién á la verdad. Pero de cualquiera manera que se considere, por una intuición rápida ó por un razonamiento lento, es pre- ciso tener constantemente á la vista esta condición general aunque no absoluta: la hipótesis á la cual se llega, debe ser susceptible de una comprobación esperimental. Las numerosas apariciones sucesivas del cometa de 3 años nos han enseñado que la duración de la revolución va cons- tantemente disminuyendo, mientras los demás elementos de la órbita quedan sensiblemente los mismos. He aquí en la histo- ria de las ciencias un hecho considerable. Encke, el autor de este gran descubrimiento, ha deducido de él la existencia de una fuerza que se opone constantemente al movimiento del cometa. En efecto, se demuestra que semejante fuerza produ- cirá el resultado de acelerar progresivamente el movimiento del cometa sin tocar á los demás elementos, escepto la escen- tricidad, que disminuye de un modo poco notable. Otra fuerza cualquiera introducida variaciones menos limitadas en los ele- mentos, y sobre todo desigualdades periódicas muy sensibles, cuya existencia no ha revelado todavía la observación. Pero esta fuerza tangencial repulsiva, ¿es real ó aparente? Si es real, 461 ocurre preguntar cuál es la fuerza que viene á luchar en el cielo con la atracción, y á romper asi la unidad de la ciencia. Encke se decide por una fuerza aparente nacida de la resisten- cia del medio, lo cual creo que hace para resguardar esta uni- dad que se encuentra amenazada. He aquí sin duda un punto de vista elevado, pero arbitrario, porque la unidad de fuerza no es un dogma científico á mi parecer. Reservemos, pues, nues- tra opinión acerca de la naturaleza de esta fuerza repulsiva. Estudiando las admirables formas que los cometas nos pre- sentan, sus gigantescas colas, la sustancia que parecen lanzar hacia el sol, pero que bien pronto retrocede en el camino para venir á confundirse con la cola, todos dicen naturalmente que esto se verifica como si el sol ejerciese una acción repulsiva sobre la atmósfera de los cometas. Unos quieren que sea la electricidad, otros el magnetismo; sin reflexionar que estas pa- labras, tan precisas cuando se trata de fenómenos terrestres, se vuelven vagas y poco comprensibles cuando se aplican á las re- laciones mutuas de dos astros. Otros han hablado de una repul- sión aparente; esta era la idea de Hooke y la de Newton. Res- sel, 'después de un estudio muy profundo de ciertos fenómenos que por otra parte ha generalizado bastante, veia en ellos el efecto de fuerzas polares análogas al magnetismo. Pero para juzgar acerca de la naturaleza de semejante fuerza, no basta un solo orden de hechos; es menester adivinar. Todavía no nos preguntamos lo que es esta fuerza repulsiva. Tal es el estado en que he encontrado la cuestión: por una parte, una fuerza repulsiva tangencial, indicada por los movi- mientos; por otra, una fuerza repulsiva radial que indican las colas: por una parte Encke con la antigua hipótesis del me- dio resistente para esplicar la primera fuerza; por otra Bessel con sus fuerzas polares para esplicar la segunda. Entre estos dos astrónomos hubo una notable discusión. Bessel, que no creía en el medio resistente, quería reducirlo todo á sus fuer- zas polares radiales; Encke le manifestó que esto era impo- sible. Por mi parle, he dicho, sea cualquiera el valor de estos trabajos, sus ilustres autores me parece que han padecido la equivocación de querer adivinar la naturaleza por un solo or- 462 den de hechos. El medio resistente adoptado por uno es física- mente imposible: el juego de las fuerzas polares, ideado por otro en vista de un solo hecho arbitrariamente generalizado, es todavía menos admisible. Hay aqui dos términos: en vez de razonar sobre uno de los dos tomado separadamente , es me- nester compararlos; y si llegamos á formular una hipótesis, cuidemos de que esta hipótesis se funde en la naturaleza de las cosas mas ó menos accesibles á la esperiencia, y no en el fondo inagotable de nuestra imaginación. Pero estas dos fuerzas, rea- les ó aparentes, ¿son ambas repulsivas? Pueden reducirse á una sola? Si se busca la resultante, se halla que esta cae siempre á la izquierda del sol; y no obstante, si algún astro ejerce esta acción única, no puede ser mas que el mismo sol. ¿Es esto ad- misible? ¿Puede suponerse que una fuerza emanada del sol obre sobre un cuerpo cualquiera en distinta dirección del ra- dio vector? Ciertamente que sí, responderá la mecánica, si el cuerpo está en movimiento de derecha á izquierda, y si la fuerza no se propaga instantáneamente como la gravedad, sino con una velocidad enorme indicada por la desproporción délos dos componentes. Así, pues, toda fuerza repulsiva ejercida por el sol, y dotada de una propagación sucesiva como sus radiaciones luminosas ó caloríficas, produciría dos componentes, una radial, otra tangencial, de las cuales ne- cesitamos para esplicar á la vez la forma y movimiento de los cometas. Estudiando bajo este punto de vista la compo- nente radial, se descubre bien pronto que debe ser una fuerza independiente de la masa , y proporcional á la estension de las superficies. La componente tangencial nos conduce pre- cisamente á las mismas conclusiones. El sol la ejerce solo, no á causa de su masa, que no interviene aquí, sino en ra- zón de estar candente su superficie , lo que la distingue de los planetas, cuya proximidad no se hace sentir sobre la forma de los cometas. He aquí la idea que por último se indica; algunos pasos mas, y podremos detenernos en la fórmula astronómica: una fuerza repulsiva que se ejerce á todas distancias, pero que se debilita evidentemente con rapidez cuando la distancia aumen- ta; debida al estado candente de la superficie polar, que se 463 propaga sucesivamente con una velocidad comparable á la de las radiaciones caloríficas , proporcional á las superficies y no á las masas, y que se agota en las superficies en que descansa , en vez de ejercerse al través de toda sustancia del mismo modo que la atracción. ¿Existe en la naturaleza físi- ca, al rededor de nosotros, á nuestra vista, una fuerza seme- jante? Si esta fuerza existe, no puede ser mas que la fuerza repul- siva que se manifiesta en todos los cuerpos con el nombre de dilatación, de espansion, de fuerza elástica, etc. Del mismo modo que la fuerza astronómica, la fuerza física que preside á estos fenómenos, es debida al calor; como él es una acción re- pulsiva, una acción de superficie y no de masa; no obra á tra- vés de los cuerpos, y disminuye rápidamente con la distancia. He aqui que hemos llegado á la única diferencia ; muchos fí- sicos se inclinan á creer que su repulsión física no obra á dis- tancia finita ; mas allá del intervalo molecular sería insen- sible. Pero esto no es mas que una opinión a priori; y puesto que otros físicos de los mas ilustres, á cuya cabeza se halla Fresnel, han creído lo contrario, hasta el punto de buscar espe- riMentalmente la prueba de ello (1), no nos detendremos en esta opinión. Para comprobar esta hipótesis, sería preciso en primer lu- gar someterla al análisis; después aplicarla al estudio del mo- vimiento de los cometas y al de su forma; en segundo lugar se necesitarla verificarla por la esperiencia, y demostrar que la repulsión calorífica que se ejerce de molécula á molécula en los cuerpos sólidos, líquidos ó gaseosos, es decir, á intervalos que sucesivamente van creciendo en una proporción enorme, no se anula bruscamente á cualquier distancia. Hace mas de 3 años que trabajo en esta doble dirección , y la Academia me permitirá, antes de terminar, que recuerde rápidamente los resultados adquiridos hasta el dia. (í) No dejaremos en esta ocasión de recordar aquí los escalentes es- perimentos de Mr. Boutigny. m Aceleración del movimiento de los cometas. Mi teoría repre- senta los fenómenos observados: el mismo Mr. Plana acaba de reconocerlo. En la época en que se ha formulado no se conocía mas que el cometa deEncke que ofreciese un desvío alas leyes de la atracción newtoniana. Después, Mr. Axel Moller ha com- probado el mismo desvío, todavía mas marcado en el cometa de corto período que se acostumbraba á designar por mi nombre, y que debe á mi parecer llevar desde hoy en adelante el del sabio sueco. Mi teoría ha satisfecho esta nueva prueba sin la menor dificultad, Mr. Plana, que acaba de enviarme el cálculo, encuentra 25" para la variación del ángulo de escentricidad, mientras que la observación da provisionalmente 34”, 6. Falla todavía que aplicar á estos cometas las desigualdades periódicas, de las cuales tengo las espresiones completas. Después se debe- rá tener en cuenta la variación del volúmen del núcleo cometa- rio, lo que presentará sin duda dificultades que el tiempo, la observación y les progresos de la ciencia acabarán por hacer desaparecer. Así es que la ciencia no ha llegado nunca á su ob- jeto de una vez, sino por medio de aproximaciones sucesivas. Se han dado los primeros pasos para ello. Forma délos cometas . Aquí, para apreciar los servicios que puede prestar mi teoría, es preciso referirse al estado anterior de la ciencia. Ya he ocupado la atención déla Academia, espo- niendo las ideas de Newton, de Olbers y de Bessel, y creo ha» berles hecho completa justicia (1); pero á pesar de estos traba- jos, Arago, cuyo talento científico no se complacía con semejan- tes hipótesis, declaraba manifiestamente que todo lo que se sabia sobre este asunto se reducía á lo siguiente: que las colas de los cometas son conos ó cilindros huecos. Después, habiendo Mr. Roche emprendido el estudio, no de la cola sino de la cabeza de los cometas, se detuvo en sus interesantes investigaciones por una dificultad insuperable en la apariencia. También mu- chos sabios, á quienes llamaron la atención los pocos resul- tados adquiridos de la complicación indefinida de los fenóme- nos y de la cantidad de hipótesis gratuitas, se inclinaban á (O Comptes fenclus , tomo 48, página 419, tomo 50, página 352 y otras. 465 creer que el problema era irresoluble. No es difícil, sin embargo, descubrir, por medio de esta diversidad tan complicada por los efectos de la perspectiva (mucho mas variada respecto de los co- metas que de los planetas), rasgos comunes á todos los cometas bien estudiados, que reunidos constituyen una especie de forma normal, de la que pueden separarse provisionalmente los acci- dentes particulares. Estos rasgos generales se encuentran en el hermoso cometa de 1861, del mismo modo que en los de 1858, de 1843, de 1811 ó de 1743. Asíes, para no presentar mas que un ejemplo, que la forma del magnífico cometa que acaba- mos de admirar, tan diferente á primera vista del de 1858, es no obstante idéntica en realidad. Uno y otro tenían en efecto una cola encorvada en forma de penacho brillante, y otra recta mu- cho mas larga y mas difícil de ver, ambas mutuamente tangen- tes en su origen, es decir, cerca del núcleo. Con este motivo puede volverse á leer la descripción dada en el Compte renda de la sesión del 15 de julio por el F. Secchi, y ver el di- bujo tan claro que nos ha enviado. La única diferencia con- siste en que el cometa de 1858 se veia de cara y el de 1861 casi de perfil, como lo había previsto desde el primer dia de su aparición y antes de hacer ningún cálculo déla órbita (la tier- ra estaba efectivamente el 36 de junio muy cerca del plano de la órbita); de modo que la curvatura de la cola principal se ma- nifestaba en uno en toda su amplitud, mientras que parecía muy pequeña, porque se veia en escorzo en el otro. Me equivoco, habia también una diferencia, pero solo de brillo ó de intensidad lumi- nosa; la larga cola recta del cometa de Donaíi era escesivamente débil, hasta el punto de que nadie la descubrió en Francia; por el contrario, la del cometa actual se descubría claramente en el hermoso cielo de Roma, en el observatorio de Viena por su Di- rector Mr. de Liftrow, y en el de Cambridge, en los Estados- Unidos, por Mr. Rond. Por otra parte, he manifestado ( Comptes rendas , tomo 48, página 417 y otras) que la coexistencia de estas colas múlti- ples se esplica del modo mas sencillo por la presencia de mate- rias de densidades específicas muy diversas en las atmósferas de los cometas: la acción repulsiva del sol verifica la separa- ción, por decirlo así, y las coloca en rastros tanto mas encor- 466 vados hacia atrás, siguiendo el movimiento general, cuanto mas densas sean estas materias. Si pues los progresos han sido primero tan lentos, es me- nesler no considerarlos como una pretendida complicación in- definida de los fenómenos, sino por la falla de una teoría acep- table. Esto es tan cierto, que en el dia en que he tratado de definir, según el conjunto de los fenómenos, la fuerza que todo el mundo descubría de un modo mas ó menos vago, á saber, la acción repulsiva simple ejercida por el sol sobre las mate- rias reducidas á una escesiva tenuidad en las nebulosidades cometarias, se han esplicado inmediatamente los hechos mas generales y mas importantes de la curvatura de las colas, de su multiplicidad tan notable en el mismo astro, de su forma, no cónica como creía Arago, sino plana y estendida en el plano de la órbita, etc. La dificultad que producía desde hace mu- chos años el estudio de los núcleos y de su atmósfera pro- pia, desapareció como por encanto; se llegó á esplicar la forma, la doble emisión opuesta, y por consiguiente los pe- nachos, la retrogradado!) de la sustancia de que están for- mados estos efluvios, materia lanzada primero hacia el sol, pero bien pronto obligada por la fuerza repulsiva á retrogra- dar, en vez de continuar formando delante una segunda cola di- rijida hácia el mismo. Puede esplicarse la formación frecuente de las cubiertas concéntricas al núcleo, las cuales protejen en parte los efluvios emanados de este contra la repulsión solar, su aplanamiento tan marcado por el lado del sol, etc., etc. (1). Sin duda falta precisar varias de estas adquisiciones ; hay otras que hacer, pero, en esta dirección como en la anterior, mi teoría ha dado pruebas de fecundidad; prestará en lo suce- (í) Una parte de estos resultados, pero solo una, se obtiene aún con una definición incompleta y errónea de la fuerza repulsiva, tal como la ba introducido Bessel en su análisis: esto proviene de que toda nocion de polaridad desaparece en esta análisis, aunque la polaridad de las fuer- zas desarrolladas en los cuerpos de los cometas bajo la influencia del sol forma la base del sistema del ilustre astrónomo de Koenigsberg. Véase también la historia de la cuestión, tomo 50, página 68 y siguientes. 407 sivo todavía mas servicios aun á nuestros hábiles prácticos, porque para observar bien, es casi tan necesaria una verda- dera teoría-, como un buen telescopio. Comprobación espermental de la fuerza repulsiva. Es una condición á veces demasiado olvidada en la ciencia, que toda hipótesis debe fundarse finalmente en alguna cosa accesible á la esperiencia: y esta exijencia no es particular á la astrono- mía; se la vuelve á encontrar en la actualidad en las ciencias mas separadas de la nuestra. No quiero otra prueba mas que esta sencilla frase, que me ha llamado la atención al leer el tomo 25 de nuestras Memorias , página 49. «Demasiado positivo en fisiología para admitir una fuerza oculta, dice el autor al hablar del gran Halier, era preciso una fuerza visible, esperi- mental en cierto modo.» Esto es precisamente lo que me dije al principio de mis investigaciones en esta parte de la mecá- nica celeste que entonces había casi que crear enteramente. Por el contrario, ¿qué cosa mas oculta que estos medios invi- sibles, estas fuerzas eléctricas, magnéticas ó polares, á las cua- les se dan nombres familiares como para encubrir su origen de pura imaginación, y que los autores no han pensado nunca en comprobar por medio de la esperiencia? Por mi parte, condu- cido poco á poco, por razonamientos cuya continuación acabo deesponer, á reducir dos grandes series de fenómenos celestes á la acción de una fuerza que existe al rededor de nosotros, pero cuyos efectos terrestres, tan familiares al físico, todavía no le habían revelado la naturaleza y las leyes, no podía faltar al deber de someter mis ideas á la comprobación de la es- periencia directa; pero antes de referir los resultados, trato de comprender bien las dificultades inherentes á esta compro- bación. Cuando Newton descubrió, con la idea bastante generali- zada antes de él de la fuerza atractiva, el lazo de unión de los principales fenómenos celestes y el fundamento de las leyes de Keplero, le bastó referir á él los fenómenos terrestres de la caída de los cuerpos ya estudiados por Gaiileo, para obtener esta comprobación esperimentaf, sin la cual su gran idea hu- biera quedado indefinidamente en estado de hipótesis. Astro- nomos y físicos, iodos en genera], quedaron satisfechos con esta comprobación ; y si después la notable esperiencia de Caven- disch hizo obrar esta fuerza celeste entre dos cuerpos cuales- quiera, el mundo sabio vio en ello, no tanto la confirmación indispensable del descubrimiento newtoniano. como un inge- nioso medio de determinar la densidad del globo terrestre. Si se trata de laYuerza repulsiva, la cuestión se presenta de' un modo enteramente distinto, porque la tierra no ejerce esta fuerza de una manera sensible; solamente el sol la posee ’en la actualidad, porque es el único en nuestro pequeño mundo que ha conservado su estado candente primitivo. Pero no podemos verificar esperieñcias sobre la acción solar, porque su fuerza repulsiva no llega hasta nosotros; se agota en las capas supe- riores de la atmósfera, en viríud’de la naturaleza misma de esta fuerza, que, como hemos visto antes, no obra á través de toda materia del mismo modo que la atracción. Estamos, pues, reducidos á estudiar las débiles fuerzas que podemos produ- cir á nuestro alrededor. Y no cause admiración el ver que es tan débil sobre la fierra una fuerza que produce tan gran» des efectos en el cielo: la misma atracción obra aquí tan po- derosa cuando un astro la ejerce, y casi insensible en nuestros aparatos mas delicados entre dos cuerpos que se aproximan. Tengo el honor de hablar delante de una ilustre asamblea, en la cual ningún individuo ha visto en toda su vida que dos cuerpos se atraigan en virtud de la fuerza atractiva de Newton, porque la esperiencia de Gavendisch no se ha hecho nunca en Francia. La dificultad es del mismo género res- pecto de la fuerza repulsiva. Cosa notable ; por ambas par- tes el principal obstáculo para el éxito es insignificante en apariencia, la influencia del aire y de sus corrientes. Diré también que el obstáculo es todavía mucho mas grave por parle de la fuerza repulsiva, puesto que uno de los cuerpos que se pone en presencia de otros, debe quedar en estado can- dente. He aquí por qué todos los esfuerzos han salido mal hasta estos últimos tiempos. Del mismo modo los físicos no sabrían quizá que dos cuerpos cualesquiera en razón de sus masas, etc., si Newton no lo hubiese leído en las leves de 469 Keplero. Por otra parte, repito que se ignora la verdadera naturaleza de la fuerza que se trata de esperimentar (1), na- turaleza que los fenómenos astronómicos acaban por último de revelarnos. No tengo necesidad de recordar á la Academia cómo me be conducido el año pasado para superar estas dificultades, y reducir la investigación de esta fuerza á esperimentos adaptados á los li- mitados medios de que dispone un simple particular. De hecho mis esperimentos han salido todos bien, gracias al concurso de nuestro eminente artista Mr. Ruhmkorff, aunque me haya sido necesario intentar nuevos caminos, en que ninguna otra teoría haya podido anunciar de antemano los resultados; y lodo loque se había previsto fundándose en esta teoría, se ha encontrado jus- tificado hasta en los menores detalles (2). He aquí, pues, una serie primera de esperimentos afirma- tivos. Este año emprendo otros nuevos sobre bases enteramente diferentes, á fin de evitar la intervención algo oscura de la chis- pa de inducción en el vacío imperfecto, y terminaré estas in- vestigaciones, si mis medios me lo permiten, volviendo á tomar la esperiencia de Fresnel en mayor escala, sustituyendo al ca- lor del sol concentrado por un lente la candencia producida por una simple corriente, y al vacío imperfecto de una bomba el vacío mucho mas perfecto de las reacciones químicas, porque no me propongo solamente demostrar á todos la repulsión á dis- tancia, sino también medirla. Al empezar decía, que el debate suscitado por el ba- rón Plana interesaba á las bases mismas de la filosofía natu- ral; y podrá juzgarse de ello por la conclusión última, á la cual conducen estos trabajos. El mundo celeste no obe- dece á una fuerza única, la atracción, sino á una duali- dad de fuerzas, la atracción y la repulsión. La una depende (f ) Es buen testigo el esperimenío de Hanksbée. (2) Comptes rendus , tomo 50, página 894 y 959? tomo 51, página 38. Estos esperimentos se han repetido varias veces en presencia de mu- chos sabios físicos y de algunos individuos de la Academia que lian queri- do asistir á ellos. TOMO XI. 31 470 únicamente déla masa; la otra, de la superficie y del calor. Una se propaga instantánea, otra sucesivamente. Una obra sin de- bilitarse al través de toda la materia; ótra es interceptada por una simple pantalla. Pero ambas son universales, porque se en- cuentran en todas partes en que baya calor y masa, bien en los sistemas de estrellas mas lejanas, bien en los cuerpos que toca- mos, en los fenómenos que la física esperimenta, y en los mo- tores que las artes esplotan diariamente. Por la Sección de Ciencias Exactas, Ricardo Ruiz. CIENCIAS FISICAS. MKKSKD- d>)JVS>6Hl FISICA. Teoría química del calor . — ■ Confirmación de la misma por las leyes de la fusibilidad. — Causa general délas grandes adhe- rencias y afinidades; por Mr. Ed. Robín. (L’Ami des Sciences, \ -k jallo 1801.) Hace algunos años que mis estudios acerca de las leyes que rijen la fusibilidad en las diferentes clases de compuestos mi* nerales, me condujeron á los siguientes hechos generales, in- dependientes de ideas teóricas. Toda combinación poco íntima, ó resultante bien sea de la unión de átomos muy voluminosos, de equivalentes pesados, ó bien de átomos muy análogos de una misma familia, está so- metida á la regla de fusión que rije la mayor parte de las alea- ciones , y es 'conocida en cuanto les concierne, pero solamente en esto; producida con poco ó ningún desprendimiento de ca- lor, y aun á veces con absorción del mismo, se hace mas fusi- ble que aquel de sus elementos inmediatos que con mas difi- cultad se funde. Ejemplo: las aleaciones délos metales, escepto el potasio y el sodio; los compuestos que resultan de la unión de los sulfu roldes sólidos entre sí; las sales dobles, etc. En las combinaciones muy íntimas que eliminan una gran cantidad de calor durante su formación, deja de ser general el descenso de temperatura. Los elementos inmediatos presentan en su punto de fusión una gran diferencia, cuya amplitud disminuye á medida que el elemento mas fusible predomina mucho mas; los compuestos, á m pesar de la gran cantidad de calor que se pierde, se hacen mas fusibles que el elemenlo inmediato mas difícil de fundir. Por el contrario, cuando los elementos inmediatos de las combinaciones muy íntimas no presentan esta gran diferencia en su fusibilidad, aun cuando no se disminuya el punto de fu- sion, son generalmente los compuestos menos fusibles que su elemento inmediato también menos fusible. Entonces, haciendo abstracción de los casos en que el elemenlo inmediato menos fusible se fundiese hacia el límite en que la separación de las fusibilidades fuera capaz de producir el descenso del punto de fusión, la elevación de este punto es muy marcada, y siempre aumenta mucho con la intimidad de las combinaciones y la cantidad de calor eliminado. Ejemplo: ponina parte, el pro- {óxido de plomo, el óxido de bismuto, Bi2 O3; por otra el bió- xido de estaño, los protóxidos de bario, estroncio, calcio, zinc, cadmio, etc. Estos resultados, que son muy útiles para prever los hechos relativos á la fusibilidad de las combinaciones, deben tomarse también en gran consideración bajo el punto de vista de las teo- rías del calor. Si me es permitido recordarlos en otra forma, diré que nos dan á conocer un medio sumamente empleado pol- la naturaleza para reducir el estado líquido al gaseoso, para reducir á fluido en las circunstancias en que no hace intervenir directivamente el calor: es la conversión en fluido por la dismi- nución del punto de fusión que resulta de una combinación. La naturaleza combina el gas cloro con el antimonio, por ejemplo (este metal se funde á 432°), y obtiene un prolocloruro Sli1, Cl 3, fusible á 72°; si hace predominar demasiado el cloro, resulta un percloruro Sb 2 O3 líquido á la temperatura ordinaria. Si com- bina el gas oxígeno con el boro, sólido infusible en la forja, for- mad ácido bórico, fusible al calor rojo; si reemplaza el boro por el carbono, sólido igualmente infusible en la forja, pero que permite hacer predominar demasiado la proporción relativa de oxígeno, produce los óxidos de carbono, que son gases. Según mis reglas, la disolución de los cuerpos no gaseosos, y que no esparcen vapores á las temperaturas ordinarias, se ob- tiene por un medio enteramente análogo: la sustancia que hay que disolver se pone en combinación con un líquido llamado di- 473 solvente, hace bajar el panto de fusión hasta el eslremo de co- municarle su estado, se verifica la disolución, y en general pueden preverse tan fácilmente los hechos, que un discípulo llega en algunos dias á conocerlos mejor que lo hubieran podido hacer los químicos mas hábiles. De lo que hemos dicho resulta , que en todas las cir- cunstancias en que interviene directamente el calor, no tiene la naturaleza mas que un solo medio de reducir á huido, que es la combinación con otra materia convenientemente fusible, que produce la disminución del punto de fusión. Las variacio- nes en este punto, el estado líquido y el gaseoso, todo se ob- tiene por esta via, lo mismo que por la influencia directa del calor. Siendo el hecho general, nos inclinamos á creer, por razón de la mayor analogía, que en la reducción á fluido de los cuer- pos por el calor, es decir, en la fusión y volatilización propia- mente dichas, se produce aquella también por una combi- nación que la materia ponderable forma con otra sustancia mas fusible, que hace veces de materia para producir la flui- dez. Por consiguiente, según mis investigaciones, todos los fe- nómenos que se verifican para la reducción á sustancia fluida con las materias ponderables, sirven para confirmar la hipó- tesis, por la cual Lavoisier y Laplace atribuyen las fusiones y volatilizaciones verificadas por el calor á la combinación de las materias ponderables con un fluido imponderable, el eter calórico. Ahora bien, si la analogía justifica esta hipótesis en su origen , ¿lo hace también en su naturaleza ? Sí , puesto que existe el eter calórico; que las leyes de la fusibilidad le indi- can como á propósito para producir el efecto que se le atri- buye; que además, como sucedería si resultasen de semejanle combinación las fusiones y volatilizaciones por el calor, una cantidad considerable y fija de calor desaparece en la fusión, y vuelve á aparecer al pasar al estado sólido; y lo mismo su- cede en la volatilización y conversión al estado líquido. Esto se justifica en sus consecuencias generales de un modo que no es menos satisfactorio que la misma hipótesis. En efecto: m Respecto de los líquidos y de los gases, además de que se conducen en su origen y su destrucción como combinaciones del efer calórico y de la sustancia ponderable que aparece, se con- ducen generalmente también del mismo modo en las combina- ciones muy íntimas que presentan con los demás cuerpos pon- derales; porque estas combinaciones no se verifican sin que quede en libertad una cantidad muy considerable de calor, cuando las reglas de la química la demuestran como libre. Respecto de los sólidos, los fenómenos de reblandecimiento precursor de la fusión, los muchos fenómenos de dimorfismo, la capacidad calorífica, nos manifiestan que el calórico entra mas ó menos marcadamente en su constitución; y las combi- naciones íntimas que entre sí forman, hacen ver que en reali- dad, según lo exijen las reglas de la química, desprenden calor, como si estuviese almacenado en ellos. Es verdad que se han hecho muchas objeciones respecto de este calor desprendido en las combinaciones; pero se fundan en un número de hechos muy pequeño respecto de la generalidad de ellos. Yo he tenido ocasión de deshacer fácilmente, por una simple interpretación, una de las dificultades que se fijaban entre las mas sólidamente establecidas y elegidas por los sa- bios: las demás espero que desaparecerán también del mismo modo cuando tenga ocasión de tratar con especialidad esta ma- teria, y por lo tanto creo que puede prescindirse de ellas pro- visionalmente, para considerar el conjunto que evidentemente corrobora la teoría. Mi objeto en la actualidad es insistir par- ticularmente acerca de una nueva comprobación, cuyo desar- rollo habla dejado para otra ocasión, y que se refiere á la teo- ría química del calor por las leyes de la fusibilidad, que ya le han servido de mucho auxilio. El dimorfismo, el reblandecimiento precursor de la fusión, hacen que se considere que el calor entra en la constitución de los sólidos; pero solo de algunos de ellos y en ciertas circuns- tancias. La capacidad calorífica daba indicaciones generales respecto de ellos; pero tenia la desventaja de no causar una modificación física, ni manifestarse por un carácter químico. Por el contrario, los hechos generales de la fusibilidad van á manifestarnos al eter calórico, no solo como uno de los ele- 475 mentos de todos ios sólidos, sino como que interviene esencial y químicamente para comunicar á lodos los cuerpos pondera- bles de la naturaleza las variaciones tan notables que presen- tan en su fusibilidad y volatilidad. Para comprender estos resultados, interpretemos los hechos generales déla fusibilidad, independientes de toda teoría, que espresan el estado real de las cosas. Si dos sustancias ponderales forman entre sí una combi- nación poco íntima que se verifique con poco ó ningún des- prendimiento de calor, y aun á veces con absorción del mismo, el producto que recibe de su fundente mas que lo que lleva á éi el elemento menos fusible, que pierde poco, ó que mas bien adquiere por la absorción, se nos presenta como capaz de re- tener mas calor que el que tenia el elemento inmediato menos fusible; y como si así hubiera sucedido, el compuesto es siem- pre mas fusible que su elemento inmediato menos fusible , y á veces aún mas fusible que aquel de sus elementos inmediatos que con mas facilidad se funda. Si dos sustancias ponderables forman entre sí una con otra una combinación muy íntima que vaya acompañada de una gran eliminación de calor, la razón nos dice, que á veces el producto de la combinación podrá retener menos que lo que tenia su elemento inmediato menos fusible, y los casos en que se verifica este efecto son perfectamente los que á los ojos del químico, parecen mas favorables gara la obtención de este resultado. He aquí las pruebas. En las combinaciones muy íntimas, eliminándose mucho calor, si se hace que haya una gran diferencia entre la fusibi- lidad de los elementos inmediatos, por consiguiente que el ele- mento inmediato mas fusible se presenta como dotado de una provisión de calórico abundante y mucho mayor que la del otro elemento, una gran cantidad de este fluido podrá perderse en la combinación, sin que el producto deje de contener mas que lo que tenia el elemento inmediato menos fusible; y como si así sucediese, los compuestos son siempre mas fusibles que su elemento inmediato menos fusible. Su fusibilidad aumenta 476 además con la propagación del fundente, y con la de calor que según la teoría debe llevar el mismo. Por último, en estas combinaciones muy íntimas, eliminán- dose en su formación mucho calor, cuyo producto debe quedar privado, si se deja entre los elementos inmediatos una diferen- cia de fusibilidad muy pequeña, y desde luego una diferencia de calor muy corta, se hará lo que debe verificarse para que el calor perdido en tanta abundancia en la combinación esceda al que resulta de mas por el elemento inmediato mas fusible, y por consecuencia para que el producto retenga menos que lo que tendria el elemento inmediato menos fusible; y como si siempre sucediese así , las combinaciones muy íntimas en que se diferencia muy poco la fusibilidad de los elementos in- mediatos, son menos fusibles que el elemento que con mas di- ficultad se funda. No es esto todo: ahora se presenta un hecho de los mas no- tables, bajo el punto de vista de las teorías del calor en la va- luación del punto de fusión; la elevación es enorme cuando el corto peso del equivalente y el conjunto de propiedades de- muestran que se ha producido una combinación sumamente íntima, habiéndose desprendido una enorme cantidad de calor; la elevación es poca cuando el gran peso del equivalente, el conjunto de propiedades, demuestran una combinación menos íntima que ha eliminado una cantidad mucho menor de calor. La disminución constante del punto de fusión producido en todas las combinaciones poco íntimas en que se pierde muy po- co calor, y en todas las que son muy íntimas, en que uno de los elementos, mucho mas fusible que el otro, lleva á la combinación una cantidad de calor que puede considerarse como superior á la que se ha eliminado, presentaba como interviniendo en la fusibilidad de los compuestos la porción de calor ó de calórico llevado por sus elementos inmediatos, y que queda después de la eliminación que produce la combinación. Como se ve, esta consideración está confirmada claramente, por una parte por la elevación del punto de fusión, que siempre se produce cuando se desprende una gran cantidad de calor de las combinaciones íntimas en que se diferencia muy poco la fusibilidad de los ele- 477 raentos inmediatos; por otra parte, porque siendo menor cuan- do se pierde poco calor, se hace enorme la elevación cuando también es enorme la pérdida. En resúmen, el conjunto de los hechos generales relativos á la fusibilidad de los compuestos , cupos elementos inmediatos son ponder ables, demuestra que esta fusibilidad está constante- mente ligada á la de los elementos inmediatos y á la del calor desprendido en su combinación, como si el principio del calor fuese en efecto el fluido actualmente imponderable, llamado calórico, que la teoría química hace intervenir para producir sus fenómenos, como si ademas una proporción mayor ó menor de este fluido que queda en combinación en cada sustancia, contribuyese á darle una fusibilidad en circunstancia iguales, tanto mayor cuanto mayor fuese la proporción retenida. Para fundir, volatilizar y comunicar á todas las sustancias ponderables la fusibilidad tan variada que presentan, no em- plea la naturaleza desde luego, en último resultado, mas que un agente, el calórico, el cual intervendrá directamente en las fusiones y volatilizaciones producidas por el calor, é indi- rectamente en las producidas por las combinaciones entre las materias ponderables, y á consecuencia del trasporte que las mismas hayan verificado. Pero este conjunto, cuyas partes parecen tan bien unidas, ¿puede sostenerse mútuameníe, ó es en sí bastante aventurado? Observemos: no hay nadie que pueda conseguir que todos los hechos relativos á la fusibilidad y á la disolución no manifies- ten tendencia á presentar las fusiones y volatilizaciones por el calor, como resultado de la combinación de las sustancias pon- derables con un fluido material, entendiéndose bien esta pa- labra, y actualmente imponderable. Nadie puede hacer que tal fluidez no exista, que no sea necesaria para establecer un lazo entre los mundos, y esplicar, cualquiera que sea la teoría, los fenómenos del calor, de la luz y de la electricidad; á nadie es posible hacer que las fusiones y volatilizaciones por el calor no tengan exactamente el carácter que hubieran podido tener si fuesen debidas á la combinación de este fluido; que los fenó- menos de la capacidad calorífica de los cuerpos, el hecho de ablandarse antes déla fusión, y los numerosos casos de dimor- 478 fismo, no propendan en la actualidad á considerarle como for- mando parte constitutiva de las sustancias ponderables; que no haya un lazo de unión entre la fusibilidad y la cantidad de calor eliminado ó absorbido en las combinaciones; que este lazo no confirme las consideraciones acerca de la constitución térmica de los cuerpos; que no las desarrolle de modo que presenten como esencialmente debidas á la proporción de ca- lor que los cuerpos retienen las muchas diferencias que ofre- cen en su fusibilidad (i); y que no se haya dado otro apoyo á estas consideraciones con el conjunto de los fenómenos de calor y de frió, debidos alas reacciones químicas, según hasta ahora se habían considerado generalmente, es decir, despreciando casi siempre la fusibilidad de sus productos. Por último, nadie puede hacer que el eter calórico que se presenta como capaz de unirse á todas las materias ponderables, de modo que les dé fusibilidades muy diferentes, no sea muy á propósito para verificar las separaciones necesarias para manifestar las des- composiciones; y que estas, cuando son debidas al calor, no se realicen como si en efecto las produjese. Coincidencias tan evidentes y tan numerosas, unidas á las mayores analogías que la ciencia puede presentar, confieso que me parecerían completamente inexplicables en el estado actual de las ciencias, si la teoría química del calor no emplease, en efecto, el mismo agente que la naturaleza emplea. Los hechos generales de la fusibilidad, las aplicaciones que de ella he sacado para la teoría del calor, el punto de vista bajo e! cual he presentado esta teoría, me parece que cambian com- pletamente la faz de las cosas en cuanto á la misma se refiere: creo que trasforman en teoría enteramente natural sumamente sencilla, ampliamente confirmada, que ofrece muchos medios de previsión, y perfectamente unida en sus partes, una teoría (í) De las combinaciones nace un nuevo estado de agregación, que tiende á disminuir cuando aumenta el volumen de los átomos. Hay por lo tanto una parte en la fusibilidad de las combinaciones, la cual la des- precio, porque lo esencial aquí es comprender que la marcha de la fusi- bilidad está constantemente en relación con la marcha del calor, del ca- lórico que pueden conservar los compuestos. 479 que hasta ahora habían considerado los autores como muy ar- bitraria en sus analogías naturales, atacada por muchos hom- bres ilustres, que nadie defendía, y que mas bien se conservaba por la imposibilidad de reemplazarla, que por su valor, que autorizaba hasta cierto punto de vista las estraordinarias tenta- tivas hechas para descubrir otra teoría. Comprendida bajo el punto de vista que acaba de espo- nerse la teoría química del calor, conduce á una aplicación de muchísimo interés. En los líquidos y los sólidos capaces de conservar su estado en el seno del vacío, como también en lodos los compuestos, existe una causa general de adherencia, que hasta ahora se consideraba como completamente desconocida. La teoría con- duce al camino de esta misteriosa causa. La naturaleza no nos presenta, á mi parecer, mas que un solo medio de verificar las adherencias sin intermedio: emplea una presión estertor, no contrabalanceada por otra igual inte- rior. Así es como nuestra atmósfera produce grandes adheren- cias. La analogía induce por lo tanto á creer que las grandes adherencias entre las sustancias, bien de la misma naturaleza bien de naturaleza diferente, que subsisten en el vacío de gases ponderables, son debidas también á una presión esterior; y de hecho nuestro vacío de aire tiene siempre un fluido ambiente, una atmósfera, el eter calórico esparcido en el espacio, y que sirve de lazo de unión para los mundos que en él se encuen- tran diseminados. Esta causa había llamado ya la atención de personas entendidas en la época en que los hombres hábiles en el arte de las esperiencias deseaban unirse á sabios de gran inteligencia, que tenían el genio científico, y hacían gran caso del sentido común en las esplicaciones, en la fijación de los principios y las deducciones de las consecuencias, y que sa- bían hacer fecundos los descubrimientos; igualmente á propó- sito, por último, para descubrirlas causas y las leyes que rijen los hechos, y para caminar por la vía de los conocimientos ad- quiridos, y de los que había que conseguir. Pero como la causa que se descubrió en esta época no se confirmó, no tuvo tam- poco vitalidad. Con todo, desde ella creo que merecía mejor suerte. 480 Una de dos cosas ha de suceder: ó las adherencias de que se trata son debidas á una causa esterior, á una presión este- rior y á la esclusion de los fluidos internos, ó bien, como nos atrevemos á decirlo, son debidas á una atracción inherente á la materia. Admitir una atracción inherente á la materia es mas que conceder un alma á los minerales; es permitirlos obrar por intermedio de nada donde no existen; de funcionar donde la carencia de sustancia no permite que haya función; es, en una palabra, admitir uno de los mayores absurdos que puede concebir el espíritu humano. Por lo tanto, como no se ve medio de elegir entre este grandísimo absurdo y la admisión de una causa esterior, me parece que es necesaria siempre esta última. Esta es la que yo trato de hacer resucitar, y por cuyo medio creo que se confirma mucho la teoría química del calor. Bel mismo modo que cuanto mas completa es la espulsion del aire entre dos superficies perfectamente pulimentadas, es mas fuerte la adherencia que les une en la atmósfera, del mis- mo modo también las adherencias que subsisten en el vacío son tanto mas completas, cuanto mas completamente eliminado pa- rece el eter calórico. Considerando las combinaciones, cuanto mas eliminación de calor haya en ellas, mas íntimas son; es decir, nos parecen mas grandes las afinidades que unen sus elementos: si se consideran los cuerpos de la misma naturaleza, se funden con mas dificultad, y bajo cierto punto de vista tie- nen una cohesión mayor, á medida que aparecen mas privados de eter calórico. Así, por una parte la analogía nos presenta este fluido como causa de las grandes adherencias de que se trata; por otra, la teoría química del calor acaba de confirmar este aspecto, de- mostrándonos que estas adherencias no se verifican sin que haya espulsion del fluido; y que, como sucede respecto á las adhe- rencias por los gases ponderables, su fuerza está realmente uni- da á la espulsion mas ó menos abundante que parece que es- perimenta. Repito que esta confirmación me parece que debe llamar la atención de los sabios, y que debe aceptarse. He aquí la idea en toda su generalidad: el calórico no es el único fluido impon- 481 derahle esparcido en el espacio; nuestros medios de investiga- ción manifiestan también en él el fluido eléctrico y la luz: la luz, puesto que es el agente necesario para ver á distancia; e\ fluido eléctrico, puesto que, á pesar de su distancia considerable, las auroras boreales, el mismo sol ejercen una acción magnéti- ca, y por lo tanto una acción eléctrica en los cuerpos colocados en la superficie de nuestra tierra. Del mismo modo que el aire y todos los fluidos ponderables, los fluidos imponderables se condensan al rededor de las sus- tancias ponderables que rodean. Uno de ellos, el calórico, pa- rece que en ciertas circunstancias entra en combinación con ellas. Mas ó menos separados al principio de las grandes adhe- rencias, producen directa ó indirectamente los fenómenos de calor, de electricidad, de luz que acompañan á este origen, y también, del mismo modo que los gases ponderables, contribu- yen á producir estas adherencias. Mas adelante insistiré sobre este punto. En todo caso me será fácil demostrarlo: los hechos atribui- dos á la pretendida atracción general, universal, dependen en realidad, no de una misma causa sino de causas muy distintas; y cuando se llegan á descubrir con evidencia algunas de estas causas, se demuestra siempre que no tienen nada de común, ni con las atracciones quiméricas, ni con sus análogas las afinida- des también quiméricas. Sobre los descubrimientos de MAL Bunsen y Kirchhoff; por Mr. Dumas, Senador , individuo de la Academia de Cien- cias,, (Cosmos, I noviembre -Í8GI.) La filosofía natural acaba de enriquecerse con resultados inesperados. Si al principio del siglo, en manos de Davy, la electricidad, que llegó á ser un medio de análisis general y po- deroso, pudo aislar los metales de los álcalis, como el potasio y el sodio, y también los metales de las tierras, en el dia la luz no menos fecunda en portentos, después de haber dado la foto- grafía á las artes, viene á ser á su vez en manos de MM. Bun- sen y Kirchhoff, dos eminentes profesores de la Universidad 482 de Heideiberg, un instrumento de análisis universal suma- mente delicado, que revela la existencia de metales descono- cidos. La descomposición por medio del prisma de un rayo de luz blanca emanado del sol, demuestra, como todos saben, que se compone de 1 colores desigualmente refrangibles, que consti- tuyen el espectro solar, y que cada uno de ellos comprende una infinidad de tintas de diferente refracción. También es sabido que entre estas tintas hay algunas que faltan en el es- pectro solar, estando ocupado su sitio por fajas ó rayas oscuras. Estas rayas negras, que ocupan siempre el mismo sitio, forman otras tantas señales, por cuyo medio podemos cercio- rarnos, por ejemplo, de que la luz del sol, cuyas rayas no han cambiado ni de número ni de posición desde las observaciones de Fraunhoffer, no han variado de naturaleza. La luna y los planetas, que como otros tantos espejos nos reflejan la luz del sol, dan por la análisis de sus radiaciones luminosas por medio del prisma, espectros exactamente dotados de los caracteres que corresponden al espectro solar directo. No sucede lo mismo con las estrellas fijas. Los espectros que dan sus radiaciones luminosas reproducen bien los siete colores fundamentales, pero las rayas oscuras están distribui- das en ellos de otro modo. Cada estrella fija afecta en la dis- posición de estas rayas un modo particular y característico, que indica en la constitución de estos mundos, tan apartados unos de otros y de nosotros mismos, diversidades ó analogías que podrían emplearse para intentar una clasificación de ellos.. Las luces artificiales producen igualmente espectros de co- lor; pero las rayas de color brillantes, que no tiene el espectro solar, caracterizan estas especies de radiaciones luminosas. Estas rayas oscuras del sol, brillantes y teñidas por llamas de color, son las que han utilizado MM. Bunsen y Kirchhoff, refiriendo su aparición á la naturaleza de los elementos quí- micos, presentes ó que faltan en los astros ó en las llamas, en las cuales se manifiestan. Han reconocido que todas las sales- de un mismo meta!, puestas en contacto con una llama, producen en el espectro rayas de color brillantes, idénticas de color y situación, que 483 las sales de metales diferentes producen rayas diversas de color y de posición; por último, que cantidades infinitamente pequeñas de un metal bastan para hacer aparecer sus carac- teres específicos. Cada uno de los metales, ó mas bien, generalizando la pro- posición, cada uno de los elementos de la química actual da un carácter propio, que indica su presencia, al espectro de las llamas, en cuyo seno se esparce su vapor; método de análisis químico tan estraordinario por su sencillez y su esquí- sita' sensibilidad , como por su generalidad y certidumbre, porque indica qué elementos se encuentran en lodo com- puesto ó en toda mezcla, cuáles faltan en ella, y, lo que es mas maravilloso todavía , manifiesta con una incomparable pre- cisión la misma presencia de todo elemento desconocido hasta ahora. El método es tan delicado, y el espectro se manifiesta tan impresionable, que el poder de estos nuevos medios de análisis escede á cuanto puede figurarse la imaginación. Si, por ejem- plo, se divide un kilogramo de sal marina en un millón de par- tes, y cada una de ellas en tres millones de otras mas pe- queñas, uno solo de estos últimos vestigios tan inapreciables de sal marina, bastará para comunicar á la llama las pro- piedades características que revelan la presencia del sodio, que es su base. Así es como MM . Bunsen y Kirchhoff han reconocido que elementos considerados como muy raros , tales como el litio, formaban en realidad parte de las materias mas comunes; y así es como, rectificando las antiguas análisis químicas mas dignas de confianza, han indicado en las rocas y sedimentos muy esparcidos en la superficie de la tierra, ciertos elemen- tos que nada hacia sospechar en ellos. Así es, sobre todo, como la aparición en el espectro de caracteres que no corresponden á ningún metal conocido, ha permitido á MM. Bunsen y Kirchhoff adivinar la existencia en ciertos producios minerales de dos metales nuevos, cuyos ves- tigios hubieran sido inapreciables por cualquier otro medio. Confiados justamente en la seguridad del principio que les ser- via de guia, han llegado á aislarlos en cantidad conveniente 484 para un esludio exacto. El rubidium y el cesium, cuyo descu- bríndenlo forma época en la historia de las ciencias, quedan desde ahora inscritos á su vez entre los cuerpos simples. En adelante ningún elemento conocido ó desconocido po- drá ocultarse á las investigaciones de la química: se llenarán los vacíos que existen todavía en la lista de los cuerpos simples, que impiden completar su clasificación melódica ; la análisis de las aguas minerales dará mejores resultados para esplicar sus propiedades terapéuticas; la geología, que empleaba sobre todo los restos de los seres organizados como prueba de ser contemporáneos de los terrenos sedimentarios, invocando la presencia ó la falta de ciertos elementos en estos mismos ter- renos como caracteres no menos decisivos , restablecerá la constitución química de los mares antidiluvianos en donde han sido depositados, del mismo modo que ha restituido hace me- dio siglo la población vegetal ó animal. Ya no será necesario tocar un cuerpo para determinar su naturaleza química; bastará verle. En efecto, el espectro solar parece haber llegado á ser por estos nuevos descubrimientos, siguiendo á Mr. Kirchhoff, una prueba de la constitución quí- mica de la atmósfera solar, en la cual se han reconocido el hierro, el cromo y el niquel. Parece que faltan en ella la plata, el cobre y el plomo; y, cosa seguramente digna de atención, no se encuentran los dos elementos de la arcilla, el silicio y el aluminio, que son tan abundantes en la superficie de la tierra. Lo que el estado de los instrumentos actuales de óptica permite efectuar en el dia respecto del sol y las principales estrellas fijas, otros nuevos progresos permitirán que lo intente el hcpibre respecto de los astros mas distantes y luminosos, y reconocer así por medio de qué elementos ha formado Dios los mundos que pueblan el universo. Las ciencias físicas desde la época de Lavoissier, que es el primero que ha definido los verdaderos principios de los cuer- pos, no han hecho ningún esfuerzo mas feliz para llegar al conocimiento exacto de los elementos actuales de la materia. La química mineral, que dejando el paso á la química orgá- nica parecía abandonada, recobra de una vez su antigua supre- macía, y nadie puede prever hasta dónde los nuevos métodos 485 de investigación, de que ahora está dotada, la permitirán es- tender sus descubrimientos. Los físicos franceses, que han tratado de estos escalentes estudios, pueden sentir no haber dado á la filosofía natural el impulso que ha recibido en la sabia Alemania: pero la ciencia es de todos los países; sus progresos pertenecen á la humani- dad entera; y todo el mundo se felicitará en Francia al saber que S. M. el Emperador, cuyo pensamiento comprende todo lo que puede contribuir al adelanto de las ideas como tam- bién á la grandeza y á la felicidad del país, acaba de dar, en testimonio del interés constante que manifiesta por las cien- cias, la condecoración de oficial á Mr. Bunsen, y la cruz de la legión de Honor á Mr. Kirchhoff. (-. Moniteur universel , 27 oc- tubre.) meteorología . Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Rea í Observatorio de Madrid en el mes de octubre de 186!. Al revés que los tres meses anteriores, despejados en ge- neral ó sin variaciones notables en lodo su curso, el de octu- bre filé lluvioso y algo revuelto, templado sin rayar en calo- roso, y hasta el final, propio de un otoño benigno. En los dos primeros dias las nubes empañaron casi todo el cielo, y hubo ya amagos de lluvia próxima , que comenzó á descargar en la madrugada del 3, arreciando entre siete y ocho y media bajo forma de tempestad, con viento débil del E. y S. E. El aspecto del cielo mejoró un poco en los tres dias si- guientes 4, 5 y 6; pero lejos de disiparse las nubes por com- pleto, se aglomeraban con frecuencia en bancos de cúmulos, por lo regular de carácter tempestuoso á la entrada de la no- che, y que en la tarde del 7 dieron origen á una nueva tem- pestad con escasa lluvia, y relámpagos y truenos muy nume- rosos. En la madrugada del 8 se reprodujo la lluvia con ma- yor abundancia, y el dia continuó anubarrado hasta el principio Tomo xi. 32 186 de la noche. Amaneció el 9 con niebla espesa, que se disipó á impulsos de un viento fuerte del N. E.; y en el 10, cubierto y en ciertos momentos huracanado, se presentaron de nuevo al- gunos síntomas de tempestad. Los ocho primeros dias de la segunda década fueron varia- bles, pero ya no de lluvia ó tempestuosos: ventoso y muy anu- barrado el 11; tranquilos y con celajes y nubes sucesivamente en aumento los 12, 13 y 14; y algo revueltos y con nubes mas grandes, densas y bajas que en los precedentes los 15, 16, 17 y 18. El 19 fué día de calma y lluvia continua; y en el 20, ligeramente revuelto ó variable, casi llovió tanto como en el anterior. La lluvia, que comenzó á caer con fuerza en la noche del 20, no cesó hasta muy entrada la mañana del 21, escediendo un poco de 29ram la cantidad de agua recojida en este intervalo, correspondiente á los dos dias citados. El 22 se conservó enca- potado y lluvioso todavía; amaneció con niebla espesa el 23, y concluyó con celajes espesos; trascurrió el 24 con menos niebla y nubes mas ténues que el anterior; se encapotó de nuevo el 25; y en los cuatro dias siguientes, muy anubarrados de continuo, lloviznó repetidas veces. El 30, en cambio, amaneció y se con- servó casi completamente despejado, con viento del E. débil y frió; y el 31, poco mas templado que el precedente, se man- tuvo cubierto con toda la apariencia de un dia desapacible de invierno. A pesar de los frecuentes cambios de temporal ocurridos en el mes la columna barométrica no esperimentó sacudidas muy estremadas, habiéndose conservado en la primera década por término medio entre 703 y 765rmn de altura, sin variar en el curso de ningún dia mas de iram: en las décadas segunda y tercera, si bien las oscilaciones totales alcanzaron mayor am- plitud, no pasaron tampoco los movimientos diurnos del límite mencionado. En la época de mayores lluvias, ó sea del 19 al 21, ambos inclusives, permaneció aquella columna casi estaciona- ria al rededor de 705mru, unos 2 á 3,nm mas baja solamente que en los dias anteriores y posteriores al mismo breve periodo. Y en los otros cuatro dias de lluvia, de! 26 al 29, esperimentó un descenso lento y continuo, que desapareció con una subida de 487 gmm ocurrida en el trascurso del 29, muy nuboso, al 30, des- pejado y tranquilo. La temperatura, algo mas elevada que en la tercera década de setiembre en la primera de octubre, fué descendiendo poco á poco, con ligeras fluctuaciones ó retrocesos, desde el princi- pio de mes hasta el dia 27. Del 27 al 28 bajó 3o, y del 29 al 30 otros 3; con lo cual adquirió un valor propio del invierno. Los vientos dominantes fueron en la primera década los del S. E., S. O. y N. O.; los del N. E. y N. 0. al principio de la segunda, y los del S., con oscilaciones al E. y 0., después ; y casi esclusivamente los del S. E. en la última. Viento impe- tuoso, á ratos interrumpidos, únicamente sopló en los dias 10, 11, 15 y alguno mas en las precedentes líneas mencionado; en el resto del mes reinó una brisa variable con pocos intervalos de calma, BAROMETRO. \ ,® década. 2.® 5." • Am á las 6 m. mm 706,65 róm 707,92 mm 704,92 Id. á las 9. ..................... . 707,10 708,41 708,68 Id. á las 12 706,50 707,78 705,35 Id. á las 3 t. .................... 705,45 706,84 704,57 Id. á las 6. ..................... 705,78 707,07 704,80 Id. á las 9 n. ................... . 706,38 707,60 705,14 Id. á las 12. , 706,61 707,65 704,94 Am por décadas. . ................ iu ni 706,35 mm 707,61 mm 705,05 A. máx. (dias 9, 12 y 23). ........ . 709,88 711,85 710,94 A. mín. (dias 10, 19 v 29;. ........ 701,47 703,51 698,11 Oscilaciones. 8,38 8,31 12,83 Arn mensual. » mm 706,30 » Oscilación mensual. . ............. )) 13,74 488 TERMOMETRO. 1 .a década. 2.a 5.a Tk las 6 m. .................. . 14°, 4 " i 13°, 1 9°, 5 Id. á las 9 -■ ! 17 ,4 15,8 11 ,2 Id. á las 12. ! 21 ,7 19 ,9 15,0 id. á las 3 t.' - ! 23,3 21 ,6 15,5 Id. á las 6. • • 19., 0 18,2 12,7 Id. á las 9 n. .................. . 17 ,5 16 ,2 11 ,4 id. á las 12. .................... 15 ,9 14,9 10 ,6 Tm por décadas. . . v; * . 18°, 5 17°, 1 12°, 3 Oscilaciones. 22 J 17 ,0 19 ,0 T. máx. al sol (dias 5, 17 y 24). . . . , 39°, 6 36°, 7 3273 T. máx. á la sombra (dias 2, 17 y 23). . 31 ,1 26 ,4 21 ,2 Diferencias medias ................ 7,7 8,7 6,7 T. mí n. en él aire (dias 9, 12 y 31).. 9°,1 9°, 4 2o, 2 Id. por irradiación (dias 10, 11 y 31) . 6 ,2 3 ,5 0,0 Diferencias medias. ................ 2 ,3 2 ,6 1 ,7 Tm mensual. .................... » 15°, 8 ñ Oscilación mensual <, ..«.oso....... » 28 ,9 » l PSICROMETRO. \ .a década . 2.a 5 a j7m á las 6 m. .................. . 87 85 87 Id. á las 9. ....... o ............ . 78 79 90 Id. á las 12, ................. . . . 63 62 75 Id. á las 3 t. ....... v . . . . 53 56 72 Id. á las 6. ....... o ............ . 67 67 81 Id. á las 9 n... ............. . ... . 74 75 86 Id. á las 12. ................... . 80 81 91 II m por décadas. ................. 72 72 83 . . Ilm mensual. . ................... » 76 » 489 ATMOMETRO. Em por décadas E. máx. (dias 2, 16 y 21). ....... . rnm 2,6 rom 2,3 mm 1,0 3,6 Q 'Á 0,0 1,9 E. mín. (dias 7, 20 y 28).. . ....... 1,2 0,0 0,0 Eia mensual.. ................... „ m m 2,0 » PLUVIMETRO. Dias do lluvia. 11 Agua total recojida» ....................... 80mrn50 Id. en el dia 21 (máximum). ..................... 19 ,2 ANEMOMETRO. Tientos reinantes en el mes. N ....... . 46 horas. S 104 N. Ñ. Ev . . V- , . . » s. s. o. 57 N. E. ....... ... 49 S. 0.... ...... 84 e. n: e.. . . , . . 10 o. s. o. . . . . . . 38 E 71 0 24 E. S. E. ..... 43 0. N. 0 12 S. E. ..... . 111 n. o..: 44 S • IS • seso©*® 28 N. N. 0. ....... 23 Observatorio físico j meteorológico «1© los alumnos «leí Real Colegio «1© Belén. Observaciones hechas en el mes de mayo de 1861. 490 -s C=> & co $=1 CCS «$=l CCS C3 o CCS 1=1 CCS •a ccs oo s CCS CCS c=: CCS '5=1 CCS 60 a CCS cu r^, O OO 05 00 1> OO o 1 ® ^ 2 S« 05 ^OCOC5CO x-i ©1 L"-CN r— c so oo cnT 20 a© c 50 20 50 50 20 20 5.^ I.'* t- C* ¡-', Í-'' OOSíOCif'OO p 20 OO T“H p-H 2© OO "" 5© 2© es 50 ;o 20 r« r*> r** r— ©COíOCSCí^ p 2© ©S (Sí 01> a a© oo" -=©í ¿O 30 cís;flfflOJOM L^> 1C> IT- le r~> IC* as oo oo 5© 5© as # 3oVo'c©' ícT =' eó* G1 ©I r- 0©^ 50 °©s 5© t~'< 5© *-* «¡i' GI Gl GI ©i GI Oí 50 W GI ©5 OO °?h 5©* ©T 5© g? GI O ■«# 2© ©5 *5* ®of zo as" 5©" oí ^-T 00 GM GI GI GI Gl os ^ 2© oo o c© íOOOSOO© o® i= o gT r*T «neiOSOL» e GÍ Ed c O 3 ° s § • « 2 (- t. u ..- en « 5© 30 05 OO OS O GI 05 05 ©5 20 Gl OO ^ CO 50 <35 o" r- T OO*' OO GI r-l ©i OS 50 r- oo oó' oo 05 oo c^OMeíeí 5© O rH 2© OO O 2© [''• rH O IT*» (Nnl?105tól> m E.3,8 Cirro-cúm los. e» oo «rs O • -3 W a S owr'SiM© <3> *5}l 2© OO 05 ^ EÍO E© ©<1 50 s ©f G'S •r*1 p ^ ^ ^ ^ ^ « a 50 as ©3 gi 50 as 0í-T so'as*' 50 ^-T*5jT as Eo 50 o' r= aT aT Cd CQ ^=3 c 50 EO 50 50 20 E© r- io 1-> i-' OO Gl ©3 so G? ^— ! <3 F* 50 S a 5© OS Gl OO 5© OS B 50 E© 50 50 ?© E© f*« r** i"« f- i ' t ' 50 50 50 50 OO OO ©r-* 50 OO 50 0*^H* OO Gl Gl Gl ©I ©í OO^ oo oo ©I OO OO O 50 00 50 <® OO OO 50 e© v-T — r ©r ©I <— I ©3 OO E© ta w .2 o p ” S ¿ -3 ** O ^ 50 oo as e© as p as £© ^ as ir'» «¿sh p e© aT ©f zo as" C 50 E© 50 50 E© S© e^> i©« 2© © 50 4' ©i ©i ©j ©í ©? ©i t^> ^ *— 1 £© E© _ 3c oo as as S s©" oo~ ^~T ©f e© oo"' 50 E© 50 50 E© E© r- ic« r- »l>t>©S©rH 3i-^ ©T E©" E©" ©T CiO ©1 ©J ©I © ©í ©1 «S( OO 50 oo. 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Amaneció el 7 cubierto de cirro-cúmulos, que sustituidos en la mañana por cúmulos y por nim- bos en la tarde, mantuvieron durante todo el dia el cielo encapotado: á las 12 se presentaba ya el tiempo lluvioso? á las siete se divisaba al O. res- plandor de relámpagos, el cual, creciendo gradualmente en intensidad, llegó al fin á percibirse seguido de algunos truenos lejanos, cuyo menor ó mayor ruido era proporcional á aquella? llovía copiosamente á las ocho y media? continuó hasta avanzada la noche la lluvia entre relámpagos al parecer difusos, cuyos truenos no se dejaban oir hasta 50 á 63 segundos después de vistos aquellos: los pocos relámpagos en zig-zag que se ob- servaron estallaban acompañados de truenos, cuyo retumbo se percibía de 12 á 20 segundos después, lo cual mueve á creer que los difusos no eran sino el resplandor de relámpagos en zig-zag descargados á largas distancias, por cuya magnitud ios truenos de algunos no llegaban á oirse. El 8 permaneció anubarrado? soplaron los vientos del S. como el dia an- terior, y llovió por la noche, habiéndose ya por la tarde asomado la llu- via al S. y S. O. En ios tres dias siguientes, en que se sucedieron los vientos del N. y del S,, estuvo la atmósfera algo mas clara hasta la tarde del 11, en que reaparecieron los nimbos*.' presentaban el S. O. y el O. un aspecto tempestuoso é inundado de copiosa lluvia, al paso que el 3N\ per- manecía completamente sereno, hasta que al cabo las nubes lluviosas le cubrieron todo. Del 11 al 19 llovió todos los dias con escepcion del 16, en que los nimbos no hicieron mas que mantener el cielo anubarrado. El 15 corria el S. O. en la alta atmósfera, descendió luego, y dominó en la superficie terrestre para subir de nuevo á los nimbos, mientras le sus- situia el N., soplaba N. N. O. en los nimbos mas bajos, y reinaba calma en los mas elevados. El 17, como varias veces sucede, describió paulati- namente un círculo el anemóscopo, acusando sucesivamente todos los rum- bos, partiendo de S. S. O. á JN. Tí. O. En el trascurso de los restantes dias del mes, aunque al S. y S. O. se notó una ligera llovizna, y llovió el 24 y 31, puede sin embargo decirse que dominó un tiempo despejad entre algunas noches completamente serenas. Durante este último períod0 reinaron los vientos de H. N. O á E., como en el anterior los de S. O. á E. S. E. Al principiar el mes empezó por bajar la columna barométrica y con- tinuó su descenso hasta el 5, en que acusó 756mnb34? los tres dias si- 493 guíenles subió. La próxima oscilación doró unos seis dias, cinco de baja y lino de incremento* Gastaron unos cinco dias cada una de las tres inme- diatas, de las cuales la primera contó tres dias de subida, dos la segunda y uno la tercera. Al medir el barómetro la altura mínima, 7 55mm,1 9, ocur- rida á las seis de la tarde del 13, acusaba el termómetro 2 6o, 8 y soplaba E. S. E. moderado bajo un cielo lluvioso: el 25, en que se observó lamas alta, 763mm,09, a su hora correspondiente estuvo también lluvioso, mien- tras corría E. N. E. moderado y se sentía la temperatura 27°, 5. El termómetro, cuyas oscilaciones no llegaron a cinco dias de duración, si esccptuamos la primera, que contó unos seis, indicó las mayores tem- peraturas desde el cuarto menguante al novilunio; en lo restante del mes las medias diurnas oscilaron entre 2 0°, 4 y 28°, 6. La temperatura máxi- ma, 32°, 2, tuvo lugar el 6 á las dos de la tarde, mientras el barómetro marcaba la presión 7 56mm,85, y corría un fuerte S. S. E. en la inferior región de la atmósfera, y en la superior el S. S, O. hacia correr nimbos entre los cúmulos que tenían empanado el cielo. La mínima fué 22°, 7 y observóse el 2 á las seis de la mañana. La mayor tensión del vapor de agua, 25,72, y la menor, 14,68, se dedujeron, esta, de las observaciones hechas ó las diez de la mañana del 2 5, hora correspondiente á la máxima barométrica, y aquella á la misma ho- ra, pero del 17, al soplar S. O. sumamente suave en una atmosfera medio cubierta de cúmulos. INotóse á las seis de la mañana del 4 la mayor hu- medad, 94,10, y á las diez de la mañana del 2 8 la mínima estando el cielo medio anubarrado. La declinación magnética siguió su marcha regular, indicando cons- tantemente la máxima entre ocho y nueve de la mañana y la mínima re- gularmente á las dos, y alguna que otra vez á las ddfce, ó las cuatro de la tarde; el 8, sin embargo, midió su máxima á las seis de la mañana. Ocur- rió la mayor declinación el 28, y el 1 6 á las cuatro de la tarde la menor. En la inclinación no hemos podido traslucir marcha ninguna constante. El 30 acaeció en Santiago de Cuba un pequeño temblor precedido de un fuerte estruendo subterráneo. El 28 del pasado había ya ocurrido en casi toda la parte S. de la Isla un temblor de tierra, sin que sepamos ni su intensidad ni el sentido de sus oscilaciones. --Habana 8 de junio de 1881. TOMO XI. 33 Oisservatoa»!© fásSe© j EMeteerelogSe© de les afamamos del Keal Colega© de Heléis. Observaciones hechas en el mes de junio de 1861. 494 0© CS 2© E'' 0© O (M^ÍOOfOtO S co'o'wm r->" o s 50 C5 O O 50 O I '' i - L"- í ' J- í© t" s© s^r-- °0©' «sT Z¿ s© ©í ^ ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 ^ — < CD 2© CT» § í© © ©i o “ 2© C © 2S> •-© 2© 2© 1 > E- I '1 ¡ '' ¡_" E- O ©CO©-lil> 2© Ccd ÍÍ5 ©Í-^T ©3 ©1 ©4 ©4 ©4 ©4 C© ?©*' c© ^©COSí© e e© «o ©i oc 2© - qo' r-> «gT p©T ©4 r-H ©3 o© ?o e- _5 c© Ó • O Esa — u 1^ ©1 ^ 30 !> „ ©5 ff©^®5 *3f< m «© = 2© O ©4 ©f E^ «T = ;r t© .-© ;© ;© ;© !©■ 1- E'* I'' l©* E" -v3 ^ JLT* OGO^XO^O g 0 2© í© O ©4 ©4 O 3 -4' «sT go" r-" ©T 2©* oo* 2©~ o©" t=Tco — " ™T ^ ti Ot> ©4 ©4 ©4 ©4 ©3 o© ©4 11 ©4 O© SO tx ' .E C¿3 c _o _c s M^^OQÍO _ e-« c© so ©3 ©i E" e-* i " r- — ^ ® í© o© «o «©í os cí e-* c© *?í o© C© ©4 ©4 ©4 ©4 ©í c© o COEOOCh'© O© G© 2© e© ^ ©i ÍO l> — 1> ©T ©4 -Ti ©3 30 o© &á -Q Ú ©o _ O© ©t> O© ^ ¡> 2© c i> ©s> o© *csi E" o fc ^ © í® O M ^2 ír^ r- e- E" e* O « 03 Í=J ce S *5=1 03 ■srH a ccí 03 •~ez$ ©lONOH© _ 0> O O QO S - ~ - ~ - - p E- -H *a# -I” o© o> " «o ® o <» la » OOMI^-eír- O = t-T cf J- o© 5.© o C© ©I ©5 ©3 ©3 ©4 «sW ©4 5© S© <2© 2© -5# “í© w i© «s e- t- - _£ ©M^WOOO ^ 9 ©4 M^COíOO ^ .£ . ü r— 0© 2© £— SO 0© ^ r~ <— ^ C© ©1 ©4 ©ü ©1 ©4 o© E—« isW i-=f O© >r>=l ©4 n 20 © CO C5 :© 2© — r- o ©4 n84»25r- ^ « - r- 1 «S c© © 5 w ! ¿ u sa lO 'C3 CCJ a O ™i CO ©4 0© ©© _ © 20 =35 © ÍO O p tr o~ e©' f«V cT “ 2© 2© 2© 2© ?© Jl^ ¡> r- pp ca CCS a O O© v=fl t- Ot> p -<— I O© <©2 ©4 O -O = ©©«)« E^- ■o' “ 5© 2© i© C£2 2© cs> ir" C'* 2 " r- k~^ s— -= ©5 ZO OO 2© 5©r tcT £-T zo ©r G4 ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 zs>^ co o ©4 e© o«C 0© 2© 2© ©1 ©© ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 ©4 2© C© O© 2© í' ©2> ©¡MJOOK5JO 2©' o©' -ri -«sT r— ©4 r—t ©S 3© 2© E^ - ^ 1 ©4 co &3 " • E C/j ' = • U C¿3 C© 2© G© 2© e© 2© e© o- ©■£> í© e© -r©' oo" O «O G© 2© S4n®4 02¡>00 O •_ U -“ O (© © © as •S^5 s-0 .2 a>-©-“ o a f5 es a g • «=>4 0 1“^ , XI s s s s s C3 J ' O J * 2 r"- ^ © - — - ^ 05 2 « • 5 « - .2 2.2.2 2.2 V, -3 X! ’2 "3 X! ’3 "O -OS .2 © -03 -— - © © -os ^2 ©-©-—. © S ^■1 rnw ne»4 »B=*4 p^*¡ > s c« -Q o -as © •© • p-»< o Z2 ©3 03 e © «3 C3 -C3 © O © ao ^© *© © S © es H tC d ss •< ?d © © -í es o O H S Z © te te © I as © 05 <© «3 © Cfi © © S © ~ oí 2 © H as ■ o © s © e3 H te © es © c« C- 05 > es mXD 9 C3 © O o © Wo« © 2¡ > — "3 es C5 ~ G 05 ‘2 o 2 a ^ o © © G3 23 = „$ C3 c •*-« •g © O 03 -o 495 ©1 ^ SO ••5*1 C© ©• C© “^ ©’ ©* SO SO ©1 »sjl SO ©3 CO =S> <— 1 < ©1 O 02 ©I 02 ^ ©1 O© o SO O SO Cu- bier- to. so so ci _3 £; a°<- •ejqaiM ©í o i ¿ ( .i ! ^ g O CD - CJ Va=’' ^ ^ a©f t=3 ° hs5 3 ti , ©^ ©f e© o O© ©3 CD C© ^ o C© ©1 ©3 ©i ffO O I© ® so ©i ©i fM 5ft OO !> CO Ot OS ©j ©1 O© 1 ©1 i© O SO « •M o "3 cu C. .E S Q cr¡ i> Cs3 0 ■ _o 1 O fe io 1® ©5 | *“” C© £ e© 02 O© vj*l c© e© ©i so o *üH E ©5 ©f C© OQ co a e© GítOSOOC©© 02 ©1 ©5 02 ©I ©5 O OS©' © s 35 •sea ■*d , © ' S &fi es «¡ © ©5 «— i OO 02 O OffJrifO o SO SO lo O© ©S £ lo •O' ©1 lo E c® lo co «sT O *5# *5jl lo o ‘O. Sd \ _ o 02 Q l ~ C.„ ©1^0©^ ®5?! i s 02 3 »üS ©1 CO ® 0 w ^ O éa ? 5 _ ¿ 1 E— O 3 “O £ 20 ® I CsNl o o o CO Pluvímetro. Dias de lluvia, 16; cantidad de agua llovida durante el mes 81»>m, ó sean 3 pulgadas, 5 líneas, 10,333 puntos. Evaporador. Cantidad de agua evaporada en todo el mes, 182mm, ó sean 7 pulgadas, 9 líneas. 1,341 puntos. Nota. Posición geográfica del observatorio: Latitud N. 23° 8' 14", 5. Longitud 79° 9' 42'', 8 0. de San Fernando. Aliar nivel del mar 20m,173.=lÍABANA 4 de julio de 1861. 496 Durante los ocho primeros días del mes prosiguió el período de tiempo bonancible y despejado iniciado á fines del anterior; al principio de aquel Sopló con fuerza el E., habiendo decrecido en velocidad y frecuencia los cinco últimos dias, en que alternó con los demás vientos de su cuadrante. El 8 por la tarde se inauguró un período lluvioso, que con alguna corta interrupción dominó en lo restante del mes. La marcha ordinaria se veri - ficaba del modo siguiente: por la mañana aparecía el cielo empañado de cirro-cúmulos; á cosa de las diez se presentaba ya mas ó menos cubierto de cúmulo-estratos; eran estos por la tárele reemplazados por nimbos, que mantenían el cielo encapotado, descargaban fuertes ó ligeros turbio- nes en algún pimío del horizonte, y desaparecían durante la noche. Ei 1 1 llovió mañana y tarde. El 12, aunque amaneció lluvioso y se asomó al E. una copiosa lluvia, no recibió con todo el pluvímetro sino el agua de una leve llovizna, que se desvaneció al instante; al anochecer se notaba un incesante relampagueo desde W. O. á Pí. Pí. E., que prosiguió hasta avan- zada la noche; distinguíanse en particular dos nubes, una al Pí. y otra al N. N. O., cuyas bases se perdían entre nimbos que apenas asomaban al horizonte, las cuales en el trascurso de algunos minutos descargaron alter- nativamente toda clase de relámpagos: á los difusos, globulares ó en zig- zag arrojados por la nube del Pí., correspondían otros tantos do la misma especie en la del Pí. Pí. O., sin que en su intermedio se percibiera res- plandor ninguno, y siendo á veces apreciable el intervalo de tiempo que mediaba entre los relámpagos correspondientes de una y otra nube. Esto podía provenir de que habiendo en ambas nubes electricidades contrarias, se recomponían por intermedio do los nimbos horizontales electrizados por la influencia de aquellas; mas como en el PI. se recomponían primero las electricidades de los nimbos y de la nube, la electricidad neutra resul- tante era descompuesta de nuevo por la nube del Pí. Pí. O., y á beneficio de la electricidad emanada de la nube del Pí., la de los nimbos del Pí. Pí. O. llegaba después de algunos instantes al máximo de tensión, y se recompo- nía con la de su nube respectiva. A las cinco de la mañana del 1 3 se perci- bían alE. S. E. negras nubes arrojando algunos relámpagos seguidos de truenos lejanos: media hora después llovía. El 14 por la tarde llovió. El 17 por la tarde se veia de Pí. P?. O. á O. como una lluvia de fuego cruzada por algunas nubes cenicientas y por relámpagos, cuyos truenos no se oían sino después de 30 á 45'' de percibidos aquellos. Siguió en lo restante del mes el rumbo emprendido, habiendo llovido el 18, 22, 24 y 29 por la tarde. El 26, 27 y parte del 28 notóse una niebla seca, que presentándose sumamente densa en el primer día, fue gradualmente des- vaneciéndose hasta desaparecer del todo el 28 por la tarde, dos dias an- tes de que por primera vez se viera el cometa en nuestro horizonte. 497 Además de las oscilaciones diurnas sufrió la columna barométrica unas cinco, las cuales contaron sucesivamente cuatro dias de baja la primera tres las inmediatas y dos la última, y dos dias de incremento la primera y tercera, cinco la segunda, cuatro la penúltima y uno la quinta. La mayor oscilación diurna valió imm,45 y Qmm,5t la menor. La altura máxima fué 7G4mm,42, y tuvo lugar á las 12 del 27, mientras indicaba el ter- mómetro 30°, 5, y soplaba E. N. E. moderado *en una atmósfera ne- bulosa. La mínima, 757ram,07, se observó á las seis de la mañana del i 8, al correr S. O. muy suave en un cielo medio cubierto de cirro-cúmulos, y al sentirse la temperatura de 2 4o, 5. Acusó el termómetro seis oscilaciones, las cuales duraron respectiva- mente tres, cuatro, siete, seis, tres, seis dias. La mayor diferencia de temperatura entre las observadas en un dia fué 3U,6, y Io, 2 la menor. Midió el termómetro la temperatura mínima, 23°, 4, el dia 30 á las seis de la mañana bajo la presión 7 6lrarn,G7, y reinando calma en una at- mósfera entoldada de cirro-cúmulos. La máxima, 32°, 7, se sintió el 25 á las dos de la tarde, cuando el barómetro señalaba la presión media, y corria E. apenas perceptible bajo un cielo claro. La humedad máxima correspondió á las seis de la mañana del 10 , y la mínima á las dos de la tarde del 2 5. La mayor tensión, 26,42, se calculó por las observaciones hedías á las doce del 16? y la mínima, 15,14, por las verificadas á las diez del 7. Solo tres perturbaciones sufrió la declinación, correspondientes, una á las dos del 3, otra á las ocho de la noche del 8, y la tercera á las doce del 25? por lo demás marchó con perfecta regularidad. La máxima se notó el 30 á las ocho de la mañana, y á las doce del 19 la mínima, lo mismo que á las dos del dia 12. En la inclinación se ha notado alguna regula- ridad mas constante que en los meses anteriores: al parecer subía entre cinco y ocho, sufría luego una leve depresión hasta las dos de la tarde, y recibía ai fin un ligero aumento hasta las seis. Ocurrió la máxima á las seis de la tarde del 27, y á las ocho de la mañana del 2 0 se verificó la mínima. —Habana i de julio de 1861. Observatorio físico y meteorológico de los alómaos del IScsl Colegio de Belén. Observaciones hechas en el mes ele julio de 1 SCI. m ^ en en tr* Ss ©5 t" t" t- vs^ ~ ;©" en ©3 =3 — ^ s'¿c es ío 4S ^ ^ p- i" r- r~ t" p* l>0Cífl5flffsa : oo -sT p= 2© ©3 «ch ©3 ©3 ©3 ©3 ©3 ©3 «si O *=# GO -s# OO í£> ©3 ©5 1© e© <=« ©3 en ©i t—i ©5 ©5 O p« sa ís S3 ?c „ oo x © ^ w C5 != I© ©5 ©3 Sí O " p£> es p. p- p» p* t-* r- OO «¿gt Wh© ©5 eo '=>•■•« ■-■-* oo z¿ en en en ©3 ©3 ©i ©i ©3 en 50 50 — X X © • © X X (X) -“J c - o s en p^ oo es ~ ~ ^ % *2 04 r- ®3 © ^ t» ^ -~ .= O OO S5 p* 5© t"1 Ss X X ® SO © ^ I 2©" ©í -d~ ©f <©- ©5 “ © © *o ;o 55 p- p« ip p« r~> p- ©3 OO OO 22 ©1 — C °V 3.) "O . © H © 50 © © <© S© 2© t'^‘3* GO 20' V=r! <”* 20 1P- í"« V5i p in N.E.3,1 Medio cub. de cúmulos. ao ©1 ^ ©3 so ©í o® s® o© p* P« P« P» P- E" °©3 i- si z¿ en 20 M 31 ®1 OS ©1 ei oo en ^ p ~ © ® © ©3 ©1 OO SO ©3 ©1 20 tO> OO -Sfi e-í oe ^ 2© S2 OO @3 5M © <2© GO (©S ^ OO ©3 p> £ ^ 4 ú en o ~ © OO CO © -H ® © © © © © t— L ^ P- t" i '" ° 05 OO ©2 C© OO' 20 CO S3 O (M ©3 ©3 OO en co'oo 20 e-í co' ©3 T- . ©3 20 2© í N. E. 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El primer período empe- zado el 2, no finalizó basta el 7, en cuya tarde descargaron los nimbos un leve aguacero, lo mismo que en el trascurso de la noche del 6: entre los vientos de E. á S. E. dominantes reinaron algunas calmas, y corrieron una que otra vez K. E. y E. N. E. Contó unos cuatro dias de duración el se- gundóle los cuales dos fueron lluviosos. El 10, entre cuatro y siete déla tarde, cayó en medio de repetidos rayos y recios truenos una turbonada tan fuerte, que en menos de dos horas y media el pluviómetro acusó una alza de 100 milímetros. De los ocho rayos caídos en la ciudad uno atra- vesó una culata de carabina, en la cual dejó un agujero estriado con re- gularidad. Al dia siguiente, casi el único que se apartó de la marcha iniciada, una densa niebla mantuvo empañada la atmósfera en la mayor parte del dia. Los vientos que soplaron con mayor frecuencia en el pe- ríodo anterior fueron ios de N. W. E. á E. S. E., habiéndose sentido al- guna vez el N. y los de S. á O. S. O. En los períodos trascurridos basta el fin del mes las tardes lluviosas escedieron á las medio encapotadas, y en casi todas aquellas llovió por algún punto del horizonte: en la ciudad llo- vió el 18 y 29, habiendo lloviznado los dias 21, 24 y 27 por la tarde. Eí solo dia en que desde la mañana se cubrió el cielo de nimbos fue el 2 6, cuando á las seis corría E. en ía baja y O. N. O. en la alta atmósfera. Los vientos fueron en general suaves, sin que ninguno corriera mas allá de 8 metros por segundo, habiendo llegado á esta velocidad solamente el E. á las dos de la tarde del 16. A fines del mes dominaron los vientos de E. S. E. á N. N. E. Los dias en que se notaron relámpagos á la entrada de la noche fueron 1 9 . Las oscilaciones acusadas por la columna barométrica, sin tener en cuenta las diurnas, fueron seis: en la primera se observaron cuatro días de baja y tres de incremento; duraron cuatro dias la se- gunda y cinco la tercera y cuarta, habiendo decrecido durante dos dias; en cada una de las dos últimas no mediaron mas que cuatro dias, de los cua- les se gastaron tres en ascenso. La mayor oscilación diurna, lmm,20, tuvo lugar el 13, y el 26 ía menor, Qmm,30. La máxima altura barométri- ca, 7 63mm,38, observada á las diez del 30, ocurrió mientras el anemós- copo marcaba N. E. moderado, reinaba S. S„ E. en los cúmulos y caima 1)01 en ía región de ios cirros, y el termómetro acusaba 28°, 9 de temperatu- ra. La mínima, ocurrida el 20 á las cuatro de la tarde, fue 7 59m%37: en esta hora dominaba S. E. muy suave en una atmósfera casi cubierta de cúmulos entremezclados de nimbos, y se percihia la temperatura 30°, 2. La máxima deducida, 7 63,05, y la mínima, 759mm,58, coincidieron en los mismos dias en que se notaron la máxima y la mínima observadas. Mas frecuentes fueron las oscilaciones termométricas, habiendo sido la de mayor duración de unos seis dias:; las otras duraron de tres á cuatro dias cada una. La máxima, 32 , 7, se observó el 24 á las doce, cuando el barómetro media 7 6ímm,30, soplaba S. moderado, y estaba el cielo cu- bierto de cúmulos. 3No correspondió la máxima deducida al dia de ía obser vada, pues se dedujo de las observaciones hechas a las doce, dos, cuatro y seis del 22, y fué 32°, I. La mínima, 23,5, ocurrió el 15 á las seis de la mañana, soplando E. S. E. apenas perceptible en un cielo despeja- do, bajo la presión atmosférica 7 61ulíl),Si; y el dia 10 la mínima, dedu- cida 2 5,3. La mayor media diurna correspondió al dia de la máxima deducida, y al i 4 la menor media, 27°, 2. 25,60 fue la tensión máxima del vapor de agua, deducida de las ob- servaciones hechas á las 8 de la mañana del 16 hajo un cielo brumoso. La mínima, 17,15, se calculó por las observaciones practicadas á las dos de la tarde del dia 2. La humedad relativa mayor, correspondiente á la tensión 21,09, tocó el 10 á las seis de la tarde poco despees de la referida turbonada y mientras proseguía la lluvia. La mínima tuvo lugar á las cuatro de la tarde del 22. Solo un dia se apartó la declinación de su marcha ordinaria; este fué el 3, en el cual ocurrió la mínima diurna á las diez de la mañana, y men- guó de nuevo la declinación á las 6 de la tarde, fuera de lo acostumbrado: con todo, los dias 17, 18, 25 y 27 la máxima diurna se observó á las seis de ía mañana, habiéndose en lo restante del mes notado constantemente á las ocho de ía misma. La mínima diurna tuvo siempre lugar entre doce y dos de la tarde. El 14 á las dos de la tarde ocurrió la mínima mensual, 5o 25' 20", y la máxima, 5° 36' 29'', el dia 2 á las ocho de la mañana: al tiempo de esta corría E. sumamente suave en un cielo despejado, y du- rante aquella soplaba E. S. E. suave en una atmósfera lluviosa. La iu~ clinacion máxima acaeció á las cuatro de la tarde del dia l.°, y ía mí- nima á las ocho del 30.=Haeana 2 de agosto de 1861. (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Rujz.) TOMO XI. 34 CIENCIAS NATURALES. — a-íií-® ZOOLOGIA. Nota histórica acerca del ganado lanar de la cordillera de los Andes ; por Mr. Vavasseur. (L/Ami des Sciences, 7 julio 4 8GA. ) Guando un puñado de españoles, conducidos por el intré- pido aventurero Francisco Pizarro, hicieron la conquista del Perú y del vasto imperio de los Incas, encontraron en estos países cuatro especies de animales poco diferentes unas de otras, y que en razón de un imperfecto parecido con el carnero doméstico, llamaron carneros del p ais (carneros de la tierra). Dos de estas especies, el Llama y el Alpaca, eran domésticos desde tiempo inmemorial entre los indígenas; otros dos, el Guanaco y la Vicuña, vivían en estado salvaje en las altas re- giones de los Andes. Me propongo llamar un momento la aten- ción acerca de estos animales, tan interesantes bajo el doble punto de vista de la industria y la economía doméstica. Muchos antiguos escritores españoles que han escrito acerca de la América del Sur poco tiempo después de la conquista, entre otros el P. José de Acosla en su Historia natural y moral de los indios, y sobre lodo Garcilaso de la Vega, descendiente de la familia de los Incas y capitán del ejército español, en su Historia titulada Comentarios reales de los Incas , que publicó en 1617, unos 56 años después de la espedicion de Pizarro, aos han proporcionado datos muy exactos y detallados acerca de los hábitos y costumbres de los animales de que tratamos, y de la importancia que los Incas y los pueblos sometidos á su 503 gobierno concedían á la conservación, no solo de las dos espe- cies domésticas, sino también de las que se bailaban en eslado silvestre. Estos detalles, generalmente poco conocidos, nos pa- recen bastante interesantes para insertarlos en este lugar, aun- que algo compendiados. «El ganado manso es de dos maneras, uno mayor que otro. En común les nombran los indios con este nombre Llama, que es ganado; al pastor dicen Llama Michec, quiere decir el que apacienta el ganado. Para diferenciarlo, llaman al ganado mayor Huanacullama por la semejanza que en todo tiene con el animal bravo que llaman Huanacu , que no difieren en na- da sino en los colores, que el manso es de todos colores, como los caballos de España, según se ha dicho en otras partes; y el Huanacu bravo no tiene mas de un color, que es castaño des- lavado, bragado de castaño mas claro. Este ganado es del al- tor de los ciervos de España: á ningún animal semeja tanto como al camello, quitada la corcova y la tercia parte de la corpulencia. Tiene el pescuezo largo y parejo, cuyo pellejo desollaban los indios cerrado, y lo sobaban con sebo hasta ablandarlo y ponerlo como curtido, y de ello hacían las suelas del calzado que traían; y porque no era curtido, se descalzaban al pasar de los arroyos, porque se les hace como tripa en moján- dose. Los españoles tiacian de ello riendas muy lindas para sus caballos, que parecen mucho á las que traen de Berbería. Hacían asimismo correones y guruperas para las sillas de camino, y látigos y aciones para las cinchas y sillas gineías; demás desto sirve aquel ganado á indios y españoles de llevarles sus mercan- cías donde quiera que las quieren llevar; pero donde mas comun- mente andan y mejor se hallan, por ser la tierra llana, es desde el Cozco á Potochí, que son cerca de 200 leguas; y de otras muchas partes van y vienen á aquellas minas con lodo el bas- timento, ropa de indios, mercaderías de España, vino y aceite, conservas y todo lo demás que en ellas se gasta; principal- mente llevan del Cozco la yerba llamada Cuca. En mis tiempos había en aquella ciudad, para este acarreo, recuas de á 600, de á 800, de á 1000 y mas cabezas de aquel ganado. Las recuas de á 500 cabezas no se estimaban. El peso que lleva es de 3 á 4 arrobas: las jornadas que camina son de á 3 leguas, por- 504 que no es ganado de mucho trabajo: no le han de sacar de su paso, porque se cansa, y luego se echa en el suelo, y no hay levantarlo por cosas que le hagan, ni que le quiten la carga: pueden luego desollarlo, que no hay otro remedio: cuando por- fían á levantarlos, y llegan á ellos para alzarles, entonces se defienden con el estiércol que tienen en el buche, que lo traen á la boca, y lo escupen al que mas cerca hallan, y procuran echárselo en el rostro antes que en otra parte. No tienen otras armas con que defenderse, ni cuernos como los ciervos: con todo esto les llaman los españoles carneros y ovejas, habiendo tanta diferencia del un ganado al otro, como la que hemos di- cho. Para que no lleguen á cansarse, llevan en las recuas 40 á 50 carneros vacíos, y en sintiendo enflaquecer alguno con la carga, se la quitan luego y la pasan á otro antes que se eche, porque eu echándose no hay otro remedio sino matarlo. La carne de este ganado mayor es la mejor de cuantas hoy se co- men en el mundo; es tierna, sana y sabrosa: ia de sus corde- ros, de 4 y 5 meses, mandan los médicos dar á los enfer- mos antes que gallinas ni pollos. Con ser las recuas tan grandes como se ha dicho, y los caminos tan largos, no hacen costa alguna á sus dueños, ni en la comida, ni en la posada, ni en herraje, ni aparejos de al- barda, jalma, ni albardoncillo, pretal, cincha, ni gurupera, ni otra cosa alguna de tantas como los arrieros han menester para sus bestias. En llegando á la dormida los descargan y los echan al campo, donde pacen la yerba que hallan; y de esía manera los mantienen todo el camino sin darles grano ni paja; bien comen la zara si se la dan: mas el ganado es tan noble, que aun trabajando se pasa sin ^grano. Herraje no lo gas- tan, porque además de ser patihendido, tienen pulpejo en pies y manos, y no casco. Albarda ni otro aparejo alguno no lo han menester, porque tienen lana gruesa bastante para sufrir la carga que les echen; y los trajineros tienen cuidado de aco- modar y juntar los tercios de un lado y de otro, de manera que la sobrecarga no toque en el espinazo, que es donde le po- dida matar: los tercios no van asidos con el cordel que los ar- rieros llaman lazo, porque no llevando el carnero jalma ni al- barda, podría entrársele el cordel en las carnes con el peso de m la carga. Los tercios van cosidos uno con otro por las arpille- ras; y aunque la costura asiente sobre el espinazo no les hace mal, como no llegue la sobrecarga. Del ganado menor, que llaman Pocollama, no hay tanto que decir, porque no son para carga ni para otro servicio alguno, sino para carne, pues es poco menos buena que la del ganado mayor; y para lana, que es bonísima y muy larga, de que ha- cen su ropa de vestir de las tres estofas que hemos dicho, con colores finísimos que los indios las saben dar muy bien, que nunca desdicen. De la leche del un ganado ni del otro no se aprovechaban los indios ni para hacer queso, ni para co- merla fresca. Verdad es que la leche que tienen es poca, no mas que la que han menester para criar sus hijos (1).» «No tuvieron los indios del Perú, antes del tiempo de los españoles, mas diferencias de doméstico ganado que las dos que hemos dicho, de Paco y Huanacu : de ganado bravo tu- vieron mas, pero usaban de él como del manso, según dijimos, en las cacerías que hacían á sus tiempos. Á una especie de las bravas llamaban Huanacu , por cuya semejanza llamaron al ga- nado mayor manso con el mismo nombre, porque es de su ta- maño y de la misma forma y lana. La carne es buena, aunque no tan buena como la del manso; en fin, en todo se asemejan. Los machos están siempre atalayando en los collados altos mientras las hembras pacen en lo bajo; y cuando ven gente dan relinchos , á semejanza de los caballos, para advertirlas; y cuando la gente va hacia ellos huyen, anlecojiendo las hem- bras por delante. La lana de estos Huanacus es corta y áspera, pero también la aprovechaban los indios para su vestir. » A semejanza del ganado menor que llaman Paco , hay otro ganado bravo que llaman Vicuña. Es animal delicado, de pocas carnes, tiene mucha lana y muy fina. La Vicuña es mas alta de cuerpo que una cabra por grande que sea: el color de su lana tira á castaño muy claro, que por otro nombre llaman leonado (2). Ápaciéntanse y viven en sierras altísimas, en las (1) Garcilaso de la Vega , Comentarios Reales , lib. 8, cap. 16, (2) id., cap. 17. 506 partes mas frías y despobladas, que allá llaman punas. Las nieves y el hielo no les ofende, antes parece que les recrea; andan á manadas, y corren ligerísimamente. Cuando encuen- irán caminantes ó bestias, luego huyen como muy tímidas; al huir, echan delante de sí á sus hijuelos. Su lana es como una seda blanda. La carne no es buena, aunque los indios la co- men, y hacen con ella cecina (1).)) Tal era la importancia que los Incas concedian á estos ani- males, que habían establecido leyes y reglamentos muy severos para la conducción y cuidado de los rebaños domésticos, y para la conservación de las especies que quedaban en estado salvaje. «Para poder tener cuenta con tanta multitud de ganado como tuvieron los Incas, lo tenían dividido por sus colores, que aquel ganado es de muchos y diversos colores como ios caballos de España, y tienen sus nombres para nombrar cada color. Si algún cordeVo nacía de diferente color que sus padres, luego que se había criado lo pasaban con los de su color, y de esta manera con mucha facilidad daban cuenta y razón de aquel su ganado, por sus nudos, porque los hilos eran de los mismos colores del ganado (2).» La caza de las especies salvajes no era libre, sino que esta- ba sometida á reglamentos particulares, como lo dice también nuestro antiguo autor. «Los Incas, Reyes del Perú, entre otras muchas grandezas reales que tuvieron, fué una de ellas hacer á sus tiempos una cacería solemne, que en su lenguaje llaman chcicu, que quiere decir atajar, porque atajaban la caza. Para lo cual es de saber que en todos sus reinos era vedado el cazar ningún género de caza, sino eran perdices, palomas, tórtolas y otras aves meno- res para la comida de los gobernadores Incas, y para los cu- racas, y esto en poca cantidad, y no sin orden y mandado de la justicia. »A cierto tiempo del año, pasada la cria, salia el Inca á la (1) P. José Acosta, Historia natural y moral de las indias , lib. 4. cap. 40. (2) Garcilaso do la Vega, Comentarios, lib. 6, cap. 10. 507 provincia que le parecía conforme á su gusto, y según que las cosas de la paz ó ele la guerra daban lugar. Mandaba que salie- sen 20 ó 30.000 indios, ó mas ó menos los que eran menester para el espacio de fierra que habían de atajar. Los indios se dividian en dos partes; los unos iban hacia la mano derecha y los otros á la izquierda, á la hila, haciendo un gran cerco de 20 ó 30 leguas de tierra, mas ó menos según el distrito que habían de cercar. Tomaban los ríos, arroyos ó quebradas que estaban señaladas por términos y padrones de la tierra que ca- zaban aquel año, y no entraban en el distrito que estaba seña- lado para el año siguiente. Iban dando voces, y ojeando cuan- tos animales topaban por delante, y ya sabían dónde habían de ir á parar y juntarse las dos mangas de gente para abra- zar el cerco que llevaban hecho, y acorralar el ganado que habían recojido; y sabían también dónde habían de ir á parar con el ojeo, que fuese tierra limpia de montes, riscos y peñas, porque no estorbasen la cacería. Llegados allí, apretaban la caza con tres y cuatro paredes de indios, hasta llegar á tomar el ga- nado á manos. »Con la caza traían antecojidos leones y osos, muchas zor- ras, gatos cervales, que llaman Ozcollos, que los hay de dos ó tres especies, ginetas y otras sabandijas semejantes, que hacen daño en la caza. Todas las mataban luego, por limpiar el campo de aquella mala canalla. Las hembras del ganado cervuno, como venados, gamos y corzos soltaban luego, porque no tenían lana que les quitar; las muy viejas, que ya no eran para criar, las maiaban. También soltaban los machos que les parecían necesarios para padres, y soltaban los mejores y mas crecidos; todos los demás mataban, y repartían la carne á la gente co- mún. También soltaban los Huanacos y Vicuñas luego que las habían trasquilado. Tenian cuenta del número de lodo este ga- nado bravo, como si fuera manso; y en los quipus, r que eran los libros anales, lo asentaban por sus especies, dividiendo los machos de las hembras. También asentaban el número de los animales que habían muerto, así de las salvajinas dañosas como de las provechosas, para saber las cabezas que habian muerto y las que quedaban vivas, para ver en la cacería ve- nidera lo que se había multiplicado. La lana de los Huanacus, 508 porque es lana basta, se repartía á la gente común, y la de la Vicuña, por ser tan estimada por su fineza, era toda para el Inca, de la cual mandaba repartir con ios de su sangre real, que otros no podían vestir de aquella lana, so pena de la vida. También daban de ella por privilegio y merced particular á los curacas, que de oirá manera tampoco podían vestir de ella. » Estas cacerías se hacían en cada distrito de cuatro en cua- tro años, dejando pasar tres años de la una á la otra; porque dicen los indios que en este espacio de tiempo cria la lana de la Vicuña todo lo que ha de criar; y no lo querían trasquilar an- tes porque no perdiese de su ser; y también lo hacían porque lodo aquel ganado bravo tuviese tiempo de multiplicar, y no anduviese tan asombrado, como anduviera si cada año le cor- rieran, con menos provecho de los indios y mas daño del ga- nado. Y porque no se dejase de hacer la cacería cada año (que parece que la habían hecho cosecha añal), tenían repartidas las provincias en tres ó cuatro partes ú hojas, como dicen los la- bradores, de manera que cada año cazaban la tierra que había holgado tres años (1).» Después de la conquista cayeron en desuso estos sabios re- glamentos. No tardó en disminuir el número de los animales domésticos, y sobre todo el de las especies salvajes, hasta tal punto que los autores antiguos que acabamos de citar se que- jan amargamente de esta destrucción, y dicen que si no se pone pronto remedio, acabarán por desaparecer estas preciosas es- pecies. Esto es lo que desgraciadamente ha sucedido hasta cierto punto, porque en el dia el número de estos animales domésticos y salvajes es casi insignificante en comparación del que había en el reinado de los Incas. En cuanto al uso que los indios hadan de la lana de los animales de que tratamos, citaremos también al Inca Garci- laso. He aquí cómo se espresa en el capítulo en que habla de los trajes. a La ropa en toda la serranía la hacían de lana, que el Inca les daba de sus ganados, y del sol, que eran innumerables. En (O Garciiaso de la Vega, Comentarios , lib. 6, cap. 6a los llanos, que es la costa del mar, donde por ser la tierra ca- liente no visten lana, hacían ropa de algodón de la cosecha de las tierras del sol y del Inca, que los indios no ponían mas de la obra de sus manos. Hacían tres suertes de ropa de lana: la mas baja, que llaman avasca, era para la gente común; otra hacian mas fina, que llaman compi; de esta vestía la gente no- ble, como eran capitanes y curacas y otros ministros: hacíanla de todos colores y labores, con peine, como se hacen los paños de Flandes: era á dos haces. Otra ropa hacian finísima, del mismo nombre compi; esta era para los déla sangre casi real, como capitanes, soldados y ministros regios en la paz y en la guerra. Hacian la ropa fina en las provincias donde los natu- rales tenían mas habilidad y maña para la hacer; y la no fina en otras, donde no había tan buena disposición. La lana para toda esta ropa hilaban las mujeres, y tejían la ropa basta, que llaman avasca; la fina tejían los hombres, porque la tejen en pie (1).» En el museo americano del Louvre pueden verse pedazos de estas diversas telas, notables por la regularidad de su te- jido, su finura, y la vivacidad de sus colores. Poco tenemos que añadir á lo que precede para conocer todo lo que es interesante saber acerca del ganado lanar de los Andes. Estos animales pertenecen á la gran división de los mamíferos rumiantes y á la familia de los camellos, de los cua- les presentan todos los principales caracteres, y han tomado el nombre genérico Camelus, hasta que Iliger , fundándose en ciertos caracteres particulares, hizo de ellos un sub-género con el de Auchenia , adoptado por Cuvier y por lodos los zoó- logos actuales. El Llama ( Auchenia lama ) se distingue de sus congéneres por su mayor talla y volumen, su cabeza mas pequeña y bien colocada, por la prominencia del labio superior fuera de las narices, y por último, por las callosidades que tiene delante del esternón, en las rodillas v en las manos. ’ i (1) Garcilctso déla Vega, Comentarios, Iib. 5, cap. 6, 510 El Alpaca ( Auchenia paco) se diferencia del Llama en que es sensiblemente mas corto de piernas, tiene el cuerpo menos largo y la cabeza menos fina. Su vellón, muy abundante, está formado de pelos finos, sedosos, del mismo largo desde la nuca hasta la cola, y que caen en mechas de 10 á 20 centímetros de largas por cada lado del cuerpo. El color de ambas especies es susceptible de variar, como se verifica en los animales que hace mucho tiempo que están domesticados. El Llama y el Alpaca son también hoy animales domésti- cos en el Perú Alto y en la Solivia; no se encuentran en nin- guna parte en estado salvaje. Como en otro tiempo sucedía, el Llama es la única bestia de carga del indio, su compañero, su amigo, y forma un rebaño mas ó menos numeroso, que tiene siempre al lado de su habitación. Ningún cuidado hay que to- marse con estos animales; no hay mas que enviarlos por la mañana á buscar su alimento en las cercanías, y reunirlos por la tarde en la cabaña para librarlos de los animales carnívo- ros. Cuando el indio no es muy pobre, generalmente agrega á este rebaño cierto número de Alpacas, cuya lana le sirve para hacer tejidos de que se aprovechan él y su familia, y el resto lo vende con ventaja, porque no le cuesta nada mantener al animal, y le produce por término medio de 4 á 5 kilogramos de lana por cabeza. Este precioso producto, cuyo precio ha aumentado progre- sivamente hasta el punto de ser en el dia muy elevado, cerca de 400 fr. el quintal, hace algunos años que es objeto de un importante comercio, que se verifica casi por completo por ma- no de los ingleses. Se ha valuado en 500.000 kilogramos la cantidad de esta lana que se embarca cada año en Tacna y en algunos otros puertos del Pacífico para Inglaterra, donde se fabrican con ella esos tejidos tan buscados, que llevan el nom- bre del animal. Estos animales son pacíficos, tímidos, pero sumamente obs- tinados. Los malos tratamientos, aun los golpes, no hacen nin- gún efecto en ellos, y mueren en el sitio donde estén antes que ceder, pero sin defenderse. Así es que los indios, cuyo carác- ter se parece mucho al de ellos, los tratan siempre con el ma- yor cariño, y nunca les dan golpes; se aproximan lentamente 511 á ellos, les hablan sin alzar la voz, y de este modo les obede- cen sin dificultad. La hembra, en las dos especies, tarda unos siete meses en la gestación, y no produce generalmente mas que un hijo, que amamanta y cuida con la mayor ternura. La conformación de los órganos genitales del macho es tal, que presenta ciertas di- ficultades la unión sexual. Los indios creen que no podría rea- lizarse sin el concurso del hombre. Así es que la época del celo es para ellos ocasión de una especie de fiesta anual, en la cual se embriagan con chicha después de haber ayudado á sus animales á cumplir el voto de la naturaleza. Esta creencia es completamente falsa, porque dichos animales se unen muy bien sin la intervención del hombre. Guando están mal alimentados y en condiciones desfavora - bles estos animales, están espuestos á una enfermedad de la piel, especie de sarna muy violenta, llamada carache , muy di- fícil de curar, y que algunos años hace que mueran muchos de ellos. El Guanaco (Áuchenia guanaco ) no se diferencia del Llama, del que podría considerarse como el tipo salvaje, mas que por su talla mas esbelta, la falta de callosidades, y la constancia de su color leonado en el lomo y blanquecino en el vientre: tiene también la cabeza mas fina, el hocico mas puntiagudo y negro, las orejas mas derechas y la cola mas corta. También se halla como antes en estado salvaje. Se encuentra en rebaños mas ó menos numerosos en los Andes de la Solivia, de Chile y de la Confederación Argentina, donde vive en altitudes medias; pero baja de buen grado á las llanuras, y se le suele ver bastante en las sábanas desiertas que forman la estremidad meridional de la América y hasta Patagonia. Hacen de él una caza muy activa las tribus indias que habitan estas vastas soledades, tanto por su carne, que les gusta mucho, cuanto por su piel, que saben preparar con mucha destreza, conservando el pelo, y que les sirve para hacer unas capas de mucho abrigo, que tienen . cierta elegancia. El carácter del Guanaco se diferencia mucho del de sus congéneres domésticos; es mas impetuoso, mas inquieto, y mu- cho menos dócil; también es bastante difícil de domesticar. 512 La Vicuña (. Anchenla vicuña) tiene mucha analogía con la Alpaca; pero es deformas mas ligeras, mas esbeltas; sus pier- nas son mucho mas largas á proporción de su cuerpo, mas menudas y mejor hechas. Su cabeza, que lleva alta y recta sobre un cuello largo y delicado, es fina y muy graciosa; sus ojos son grandes, negros y muy espresivos; sus orejas largas, rectas y puntiagudas. Su lana, compuesta de pelos muy sua- ves y admirablemente finos, es constantemente leonado roja sobre el lomo, y leonado clara, que tira al blanco, en las par- tes inferiores. Este gracioso animal vive en los mismos parages que el Guanaco, pero con mas particularidad busca las regiones ele- vadas inmediatas á las nieves perpétuas, y los lugares mas inaccesibles. También es sumamente tímido, tanto que el me- nor objeto que le parezca estraordinario, como un pedazo de tela, un mechón de lana ó unas plumas, bastan para espantarle y quitarle las fuerzas para huir, á pesar de la gran agilidad que tiene. Los cazadores se aprovechan de esta disposición para apoderarse de él. Cercan á los rebaños mas ó menos nu- merosos en algún valle estrecho, cuyas salidas cierran por me- dio de cuerdas, en las que ponen pedazos de lela, montones de plumas, etc., y allí hacen una matanza sin piedad, ni dis- tinción de sexo ni edad en los pobres animales ya medio muer- tos de miedo. Estas cazas bárbaras, que todos los años se re- nuevan, disminuyen el número de las Vicuñas de tal manera, que apenas se pueden encontrar mas que en sitios entera- mente inaccesibles, en que se ven precisadas á refugiarse. El objeto de estas cazas es procurarse las pieles de estos animales, cuya lana se arranca. Cada piel no da masque 150 á 200 gra- mos de lana á propósito para los usos á que se destina. El precio de una piel varía desde 5 á 8 francos, lo que hace su- bir mucho el de la lana. Los indios saben el modo de hilarla, y fabrican con ella unas especies de capas (ponchos), coberto- res ,y fajas, cuyos precios suben algunas veces hasta ocho ó diez onzas de oro y aun mas. Esta lana entra también en la fabricación de sombreros impermeables, de mucha duración y sumamente ligeros. La cantidad de lana que cada año se obtiene así, es de 513 3.500 á 4.000 kilogramos poco mas ó menos, que casi toda se consume en el pais. A Europa solo vienen cantidades insigni- ficantes. No sucedía lo mismo cuando los Reyes de España consideraban esta materia tan preciosa, que estaba sometida á muy elevados derechos, y prohibida severamente la esporta- cion fuera del reino, aunque fuesen considerables las cantida- des que venían del Perú, según refiere Gaspar de Escalona en su obra titulada Gazophylacium regium , publicada en 1775. Terminaremos esta primera parle de nuestro trabajo acerca del ganado lanar de los Andes, diciendo que estos animales son sumamente sobrios, que pueden vivir y mantenerse en muy buen estado en los parajes en que el carnero doméstico casi muere de hambre, que beben poco, y que á pesar de la opinión que por mucho tiempo ha corrido de que solo pueden alimentarse con cierta gramínea peculiar de las montañas de los Andes, les convienen casi toda clase de pastos, como al ca- mello, cuyos representantes son en el Nuevo Mundo. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Rüiz.) 51 i Fallecimientos . Mr. Isidoro Geoffroy Saint-Hilaire, individuo corres- ponsal de la Real Academia de Ciencias de Madrid, ha fallecido el 1 0 de noviembre á las diez de la mañana, á la edad de 56 años. Su vida ha terminado repentinamente por una inflamación de la médula espinal, cu- yos rápidos progresos no han podido evitarse. — Tenemos el sentimiento, dice la Presse scientifique, de anunciar la muerte de nuestro colega Mr. Jobard. Acabábamos de recibir una carta que nos habia escrito, y algunos momentos después, al abrir la Indepen- dencia belga , hemos leido que el infatigable inventor habia muerto repen- tinamente. En esta carta, escrita muy poco antes de que le sorprendiese la muerte, describía el camino de hierro electro-neumático, á cuya inven- ción ha consagrado muchos años. Al mismo tiempo nos enviaba una fá- bula titulada la Estatua de la verdad , y nos decía: «Advertid ¿ nuestros colegas del Círculo de la prensa científica que nada proporciona mas des - canso que la variedad de las ocupaciones del espíritu^ mientras que un órgano trabaja, los otros reposan^ á este régimen que he seguido desde mi juventud, debo el poder trabajar todavía no como cuatro, sino, si es* po- sible, como treinta y dos.» Esta frase es sin duda la última que ha es- crito Mr. Jobard: su carta tiene la fecha del 2 7 de octubre, y la Inde- pendencia belga del 28 contiene las siguientes líneas. «Mr. Jobard, director del Museo Real de la industria belga, oficial dé la Legión de Honor, etc., ha muerto ayer repentinamente en Bruselas. Nació en Baissey (departamento del Alto Marne) en 17 92. Sucesiva- mente fué ingeniero del catastro, gefe del primer establecimiento de lito- grafía que se habia fundado en Bélgica y director del Correo belga . To- dos conocen sus escelentes trabajos acerca de la tecnología industrial que trataba de vulgarizar en un estilo claro, elevado y original. Por es- pacio de 30 años ha sido también el infatigable promovedor de la propie dad industrial, y celoso defensor de los derechos de los inventores. Deja una colección de fábulas, alguna de las cuales, por ejemplo, la Igualdad , es una pequeña obra maestra.» —En una carta escrita á Mr. Elie de Beaumont, describe Mr. Poey un 515 pequeño instrumento llamado pronosticador del tiempo y de las tempes- tades, renovado ó rehabilitado por el almirante Fitz-Roy, que le ha de- dicado al joven y activo director del observatorio de la Habana. Este pronosticador se compone de un simple tubo de vidrio de 30 centímetros de alto y 8$ de circunferencia. Está lleno casi hasta su estremodeun lí- quido compuesto de dos partes de alcanfor, una de nitrato de potasa y otra de sal amoniaco, disuelto todo en espíritu de vino puro, y precipi- tado parcialmente con agua destilada. La estremidad del tubo puede, se- gún se quiera, abrirse ó cerrarse herméticamente. Entonces se fija este tubo verticalmente contra una pared, y se mantiene inmóvil. Mr. Toey enumera del siguiente modo las indicaciones que da, y que han sido ga- rantidas por el vice-almirante Fitz-Roy, y por los constructores MM. Negretti y Zambra de Londres. 1. ° Si el tiempo fuese bueno, la composición ó sustancia introducida en el tubo se depositará completamente en el fondo, y el líquido de en- cima quedará perfectamente claro y trasparente. 2. ° Antes de cambiar el tiempo en lluvioso subirá la composición por grados, y se verán pequeñas cristalizaciones á manera de estrellas que se mueven en el líquido. 3. ° Antes de una tempestad ó de un huracán, la composición llegará en parte á lo alto del tubo bajo la forma de una hoja ó de un haz de cristales, y parecerá que el líquido está en fermentación. Esta indicación se produce algunas veces veinticuatro horas antes de que se verifique el cambio de tiempo. 4. u El sitio de donde venga el aire ó la tempestad se halla también pronosticado por la circunstancia de que la sustancia subirá mas, y se cristalizará siempre mirando hácia este lado del tubo, pero no hácia las superficies opuestas. 5. ° En invierno la composición se sostendrá mas bien alta en el tubo. El tiempo de nieve y de hielo se pronostica también por las partículas de la sustancia que flotan en forma de una cristalización estrellada. 6. ° Por el verano, estando el tiempo muy caliente y seco, la sus- tancia quedará muy baja en el tubo, y el líquido claro. 7. ° Por último, el número de partículas cristalizadas que se verán flotar en el líquido, como indicio seguro de un cambio de bueno al mal tiempo, dependerá enteramente de la intensidad y aun de la perturba- ción que se va á verificar, que influye de antemano y enérgicamente so- bre la composición del tubo. He tratado de averiguar si la naturaleza de la cristalización, es decir, la forma de los cristales, no podría también diferenciarse según los pronósticos y el estado atmosférico; pero se me ha contestado que esta observación no se habia hecho. Esta sería una 516 nueva investigación que habría que emprender por medio del microscopio, y que probablemente no dejará de ofrecer interés. El inventor de estos instrumentos parece que es un italiano llamado Malacredi? al menos fue el primero que los construyó en Inglaterra hace cerca de 40 años, donde se conocían con el significativo nombre de storm- glasses. MM. 3NTegreüi y Zambra los han renovado en nuestros dias. En cuanto á la teoría de este pronosticador, el vice- almirante Fitz- Roy cree que la sustancia de estos tubos se impresiona principalmente por el estado eléctrico del aire, positivo ó negativo, ai cual se agrega además la acción del calor? pero no por la luz, atendiendo que obtiene los mis- mos resultados en la oscuridad que á la luz del dia. Si estos pequeños pronoslicadores, una vez sometidos á la prueba de una larga esperiencia, no faltasen en sus indicaciones, serian un buen recurso para los agricultores é industriales, tanto mejor cuanto que su construcción es de las mas sencillas y menos costosas. En rigor podrian científicamente utilizarse por los meteorologistas en la aplicación de sus observaciones á la navegación, la agricultura, la higiene, etc., y como comprobadores de los instrumentos de precisión. (Por la Sección de Variedades, Ricíuido Rura>.) SB3B.-V Editor respousable, Ricardo Rüiz. N.°_ 9.°— REVISTA DE CIENCIAS . —Diciembre 1861. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA FISICA. Espectro de la aureola de los eclipses totales. — Indicación rela- tiva á la observación del eclipse de sol de 51 de diciembre próximo; por Mr. Faye. (Comptes reudus, 2-1 octubre 1801.) Acaldo de llamar la atención de los observadores del pró- ximo eclipse total acerca de una esperiencia , á la cual creo que la dan un inmenso interés los trabajos mas recientes de los físicos. Se trata de observar el espectro de la corona lumi- nosa, que rodeará por un momento á la luna, en la parle de esta corona mas inmediata al sol, y de examinar si esta au- reola presenta ó no la inversión del espectro solar, es decir, si las rayas oscuras de Fraunhofer serán reemplazadas en este es- pectro por las rayas brillantes. Conocida es la importancia y exactitud que la análisis del espectro ha adquirido en estos últimos tiempos en manos de MM. Bunsen y Kirchhoff; merced á ella, la investigación de nuevos metales, cuyas sales se hallan diseminadas en corla proporción en el terreno ó en las aguas minerales, rivaliza ya en fecundidad con la de los planetas telescópicos diseminados entre las órbitas de Marte y de Júpiter. Podría decirse que la peregrina analogía que los alquimistas y los astrólogos soña- ban entre los siete primeros planetas y los siete primeros meta- les va á continuar en nuestros dias, al menos en cuanto al número, porque mientras que los astrónomos descubren los Niobe, Flora, Pandora, etc., los químicos descubren el cesium, el rubidium , el talium , etc., unos bajando cada vez mas en la I TOMO XI. 35 518 escala de los tamaños planetarios, otros recorriendo la de los caracteres cada vez mas delicados, que sirven para distinguir los cuerpos simples. Este método fecundo quiere estenderse á los mismos as- tros: ya se ha indicado la presencia de cinco ó seis de nuestros metales en el sol, el hierro, el cromo, el níquel, el potasio y el sodio. Se designan no menos positivamente los metales que no figuran en esta admirable mineralogía solar, el oro, la pla- ta, el mercurio, etc. Pero cuanto mas poderoso es el movimiento que arrastra la ciencia hacia estas nuevas regiones, mas importante es no ol- vidar que estas teorías iienen todavía que esperimentar toda es- pecie de comprobaciones, pues esta es la prueba mas directa que acabo de aconsejar. Por otra parte, el terreno en que estas teorías aparecen con tanto éxito no está enteramente libre; se refieren á hechos anteriores, á ideas ya formuladas, unas favo- rables y otras radicalmente opuestas. Es menester, por lo tan- to, no concretarse á examinar la cuestión por una sola faz: lo que deseo es un examen mas completo. La aplicación que Mr. Kirchhoff acaba de hacer de la aná- lisis del espectro solar, es la traducción literal de una maravi- llosa esperiencia de gabinete. Un foco de luz de espectro con- tinuo presentará rayas oscuras si se interpone un vapor metá- lico en el paso de estos rayos, y las rayas oscuras se encontra- rán precisamente en el lugar y sitio de las rayas brillantes que presentarían estos mismos vapores, si se analizase separa- damente su luz propia por medio de un prisma. Pero las rayas oscuras del espectro solar corresponden exactamente á las lí- neas brillantes de los vapores del sodio, del hierro, del mag- nesio, etc., por consiguiente han sido producidas por la in- terposición de una atmósfera compuesta de estos vapores me- tálicos. No deseo mas que esplicarme un punto tan grave: héaquí, pues, la primera dificultad que se presenta á mi inteligencia, no sobre la esperiencia del gabinete, sino sobre las consecuen- cias que de ella se sacan relativamente á la constitución del sol. La fotosfera del sol nos darla por sí misma, es decir, si no 519 estuviere rodeada de una atmósfera, un espectro continuo, sin fajas brillantes ni rayas oscuras como la luz de Dmmmond, (cal pura candente) que se usa en estos esperimentos. Por otra parle, la esperiencia demuestra que los cuerpos sólidos ó líqui- dos son los que dan semejante espectro. ¿Qué deducir de aquí sino que el sol debe ser un sólido ó un líquido candente, cuya luz tendría rayos de toda refrangibilidad, si la atmósfera de que estuviese redeado por debajo de la fotosfera no absorbiese cierto número de ellos? Pero entonces, ¿qué viene á ser la esperiencia célebre por cuyo medio Arago invocaba la falla de toda polarización en la luz de los bordes del sol, proclamaba que la parte brillante de este astro no es ni un líquido ni un sólido, sino un gas can- dente? Por mi parte no conozco mas que una especie de cuer- pos que gozan á la vez de un espectro continuo y de una emi- sión no polarizada bajo las emergencias oblicuas, que es el negro de humo; ¿podría admitirse que la fotosfera es de esta naturaleza? Es importante hacerlo notar aquí; aun dejando á un lado la esperiencia de Arago, ó interpretándola de modo que se modi- fiquen como acabo de hacerlo las consecuencias que sacaba de ello su ilustre autor, quedarían otros argumentos tomados directamente en el asunto, con los cuales sería preciso contar. En efecto, hace mucho tiempo que la fotosfera del sol pasa por ser de naturaleza gaseosa. Los astrónomos siempre lo han creído así, fundándose en la intensidad del calor que de ella se des- prende, en la necesidad de admitir una comunicación ince- sante entre lo interior y esterior de esta enorme masa, á fin de esplicarse la perpetuidad de esta constante emisión de calor y de luz, en la débil densidad media de este astro, en la facilidad con que se forman y se disuelven las manchas, en los movi- mientos continuos y rápidos que descubren en ellos los innu- merables poros de que está llena la superficie. Quisiera , pues, saber de antemano si es esencial á las nuevas doctrinas admi- tir que el sol es un sólido ó un líquido candente. Abandonemos ahora esta primera dificultad: proviene sin duda de algún error por mi parte, porque de otro modo cons- tituiría por sí sola una escepcion. He aquí una segunda. m ¿Qué es la atmósfera de metales en vapor que debería ro- dear la fotosfera? Confundida por lo comun en el brillo gene- ral de que nos parece rodeado el sol, debe aparecer á nuestra vista en un eclipse total, cuando la luna, que viene á cubrir la fotosfera, deja descubrir al rededor de su disco la cubierta ga- seosa del sol. A la distancia en que estamos, esta cubierta de- bería producir al rededor del oscuro disco lunar el efecto de un anillo luminoso, de contornos mas ó menos marcados, de un brillo homogéneo, esceplo una degradación mas ó menos rápida hacia los bordes. Cuando se considera la limpieza de los contornos que nos suelen ofrecer las nebulosidades cometa- rias (hablo de la cabeza), cuya materia es tan rara y tan des 7 provista de toda luz propia, no puede dudarse que en pleno eclipse la atmósfera del sol debe manifestarse con alguna cla- ridad en razón de la luz que refleja, y sobre todo de la luz que emite por sí misma. ¿Pero es esto lo que se ve en los eclip- ses totales? Por mi parte, no dudo en confesarlo, el aspecto de la aureola, que varía de un lugar á otro á algunos kilómetros de distancia, entremezclada con rayos rectos ó curvos, brillan- tes ú oscuros, en forma de viril, de lira ó de penacho, que se esliende á todas parles á distancias dobles, triples, cuádruples del mismo rayo del sol hasta distancias diez y seis veces ma- yores, no me indica de ningún modo la idea de una cubierta atmosférica; cuanto mas examino este fenómeno, menos le veo dos veces seguidas bajo un mismo aspecto, y me convenzo de que el sol no tiene otra atmósfera brillante mas que la fotos- fera que le limita á nuestra vista. Bien sé que se cree justificar la hipótesis de la atmósfera solar, diciendo que es necesaria una cubierta gaseosa para es- plicar la atenuación del brillo del sol en los bordes; pero este argumento supone que se conoce la ley, según la cual varía la intensidad délos rayos emitidos por 1& superficie del sol, con la oblicuidad de esta superficie; pero esta ley es totalmente desconocida. La que Laplace supone es puramente gratuita é inadmisible en el dia (1). Un argumento mas sólido á mi pa- (t) Brewster había atribuido hace mucho tiempo las rayas del es- pectro á la absorción de una atmósfera solar. Para comprobar esta idea, 521 recer, no en favor sino contra la atmósfera hipotética en que se hacen flotar las protuberancias multicoloras de los eclipses á modo de nubes, es el de los cometas, queá pesar de su enorme volumen y de su ligereza específica, han girado con mucha li- bertad muy cerca del sol en la misma región que se asigna á esta atmósfera (1). Por otra parte, ¿novemos con una limpieza notable los menores accidentes de la superficie, manchas ó fáculas, hasta en los bordes, mientras que la atmósfera proba- blemente mas tranquila de los planetas inmediatos nos oculta en el borde del disco los detalles de su forma en un fulgor confuso en que nada puede distinguirse? He aquí por qué yo había considerado siempre hasta ahora la atmósfera del sol como una mera hipótesis desprovista de lodo fundamento: hace dos años hice su historia ante la Acade- un sabio inglés, Mr. Forbes, observó en 1 83 6, con ocasión de un eclipse anular, el espectro del limbo del sol, y le comparó con el producido por el centro, sin descubrir entre ellos la menor diferencia respecto de las rayas de Fraunbofer. Pero en la hipótesis de Mr. Brewster, sostenida por Mr. Kirchhoff, la luz del limbo tendría que atravesar un grueso ma- yor de capas absorbentes que la luz de las partes centrales del disco. Por consiguiente, si existiese la atmósfera solar, el espectro del limbo debe- ría presentar rayas mucho mas numerosas y mas negras, lo cual no su- cede. Este último razonamiento está por otra parte fundado en los he- chos mejor demostrados*, en efecto, es sabido que varias de las rayas de Fraunhofer son debidas á nuestra atmósfera , y que son tanto mas nume- rosas y marcadas cuanto mas cerca esté el sol del horizonte. Véanse con este motivo las investigaciones do Mr. Piazzi Smyth en el Pico de Tenerife. Yo habia proyectado repetir la importante esperiencia de Mr. Forbes, con ocasión del escelente eclipse del año último. (Cf. Comptes renclus, tom. 49, pág. 7 0 5.) ( I ) Mr. Arago opone á este razonamiento, que de ningún modo se han observado estos cometas antes de que entrasen en las regiones circunso- lares. Siendo el efecto del medio resistente redondear la órbita al mismo tiempo que aproximar el móvil del cuerpo central, seria preciso, para que las órbitas de estos cometas presentasen á la salida , como se verifica, la forma parabólica habitual, que hubiesen presentado antes de entrar una forma hiperbólica muy caracterizada, que basta ahora no se ha encon- trado en nuestro sistema solar. 522 mia, y creo haber demostrado que, si existe, se ha adivinado con muy débiles razones. Pero desde los trabajos de Mr. Kirchhoff, la cuestión se presenta bajo un aspecto diferente; la afirmación de la atmós- fera solar ha adquirido una base, y es mas fácil de apreciar por la esperiencia directa (1). Si, por ejemplo, el aspecto de la aureola que se producirá el 31 de diciembre próximo al rededor de la luna en un mo- mento desgraciadamente muy corto, nos presenta la inversión del espectro solar; es decir, si las rayas de Fraunhofer son reemplazadas en él por rayas de color que brillen en ambos pun- tos sobre un fondo relativamente oscuro, la cuestión quedará resuelta, y será un hecho adquirido para la ciencia la demos- tración de la existencia de la atmósfera solar. En el caso con- trario será preciso renunciar, no á las brillantes ideas de Mr. Kirchhoff, sino á su atmósfera: en efecto, en vez de colocar la capa absorbente fuera del sol habría que buscarla en las mis- mas capas luminosas, porque todo induce á creer que los rayos del sol no provienen únicamente de la superficie, sino tam- bién de cierta profundidad, y que el grueso eficaz de la fotos- fera puede ser considerable. De cualquier modo que sea, la esperiencia que propongo de ninguna manera es impracticable, porque ya se ha realizado una vez. Esto sucedió en 1842: un sabio físico italiano, Mr. Fusinieri, hizo con ocasión del magnífico eclipse, del que Arago dió cuenta tan brillantemente á la Academia, la análisis del es- pectro déla aureola. Solamente no parece que se haya referido al fenómeno de las rayas, cuya gran importancia no había re- velado la física de entonces. Fusinieri se contentó con notar la falta del verde en el espectro de la aureola. De esta esperiencia incompleta (que por otra parte no conozco mas que por el Anuario de la Dirección de longitudes de 1846, pág. 333, donde la consignó cuidadosamente Arago), puede deducirse en el dia, que las rayas brillantes del magnesio que hubieran debido reemplazar al grupo de las tres rayas b de Fraunhofer, (í) Sobre la atmósfera del sol, Comptes rendus , tom. 49, pági ñas 696 y 7 0 5. • 523 no se manifestaron de modo alguno en el espectro discontinuo de la aureola, de otro modo Mr. Fusinieri no hubiera decla- rado que el sitio ocupado por el verde estaba enteramente os- curo. Sin detenerme en este primer resultado, que me parece poco favorable para la nueva teoría , propongo repetir la es- * periencia de Fusinieri con la aureola del 31 de diciembre pró- ximo, sintiendo que se haya omitido, lo mismo que la de For- bes, el 18 de julio del año último, en circunstancias mucho mas favorables. Sea cualquiera la opinión de los astrónomos y los físicos sobre estos diversos puntos, me atrevo á creer que se interesarán en esta proposición, y querrán unirse á mí para recomendarla á los observadores del próximo eclipse. TOPOGRAFIA. Informe sobre una Memoria acerca del uso de la fotografía en el levantamiento de planos , y especialmente en los reconoci- mientos militares; por. Mr. Laussedat. (Comptes rendas, '18 junio -1860.) Los métodos que se usan para el levantamiento de planos son: el de marcha, que exije que se recorra con la cadena y la brújula en la mano todo el paisquees preciso estudiar, y el método de intersección, en el cual el operador se trasporta á los estremos de una base orientada, para observar en ella los ángulos formados por la base con las líneas que terminan en los diferentes puntos notables del terreno. Estas líneas visuales determinan por sus mútuas intersecciones las posiciones de los puntos sobre el plano. En los reconocimientos rápidos no es siempre posible pro- ceder tan metódicamente, y á veces hay que contentarse con bosquejar á simple vista algunas perspectivas, á las cuales se agregan, según el método empleado en los reconocimientos hidrográficos, distancias angulares medidas con el círculo ó con el teodolito, y que fijan las posiciones relativas de algunas lí» 524 neas verticales que pasen por los puntos notables del terreno. Estos ángulos sirven para correjir los trazados, y limitar los errores, tanto mas cuanto mas próximas estén las líneas verti- cales que dividen el panorama. Este método de los hidrógrafos le han adoptado los oficia- les encargados de reconocimientos militares, entre otros el coronel Leblanc, que en vez de círculos divididos, empleaba un lápiz colocado á la distancia del brazo para valuar las cogí*- denadas angulares de los diversos objetos que se veian; pero su aplicación exije cierta habilidad en el arle del dibujo, y para salvar esta necesidad era natural recurrir á las perspectivas tomadas con la cámara lúcida. En 1 851 el autor de la -Me- moria que es objeto de este informe, el ingenioso capitán Mr. Laussedat, presentó un trabajo acerca del uso de la cámara lú- cida en los reconocimientos militares, que fué aprobado por la comisión de fortificaciones, y en el cual se espusieron por pri- mera vez operaciones gráficas muy sencillas, que conducian á la construcción del plano de un panorama, en que se tienen dos perspectivas tomadas en los estreñios de una base de lon- gitud y posición conocida. El autor indica además la modifica- ción siguiente, que hace en el prisma destinado á trasmitir á la vista la imagen del panorama : coloca en la arista de este prisma el centro óptico del casquete cóncavo esférico de Wollaston, y da al radio de esta lente una longitud de 15 cen- tímetros. Por medio de esta doble disposición los rayos que emanan de los objetos distantes tienen el mismo grado de di- vergencia que si viniesen de puntos situados á 30 centíme- tros, distancia de la visión perfecta; de manera que el dibu- jante ve con igual claridad la señal del lápiz en el plano, y la imagen del objeto: la vista no esperimenta ningún cansancio que provenga de adaptarse, y se destruye enteramente la pa- ralaje. El centro óptico definido, cuya posición se fija así, se convierte en el punto de vista matemático de perspectiva; su proyección sobre el plano del cuadro en su punto principal , y su distancia al mismo da la distancia del punto de vista. Fácil- mente se llega á conocer estos tres elementos, que bastan para efectuar las construcciones geométricas, por cuyo medio se pasa de las perspectivas á las proyecciones ortogonales. Se han 525 hecho muchos ensayos sobre el terreno con este instrumento, y los resultados han parecido bastante satisfactorios á la comi- sión de fortificaciones para fundar las conclusiones favorables de su informe. Por medio de este procedimiento ha llegado M. Laussedal en dos dias á trazar un número de vistas suficien- te para señalar los detalles de un plano incompleto de una ciu-. dad de 15.000 habitantes; y para dar los elementos de una nivelación bastante exacta de los sitios en que hay accidentes del terreno en la ciudad v sus cercanías. Hemos dado algunos detalles acerca de la Memoria de Mr. de Laussedat respecto del uso de la cámara lúcida en los reco- nocimientos militares, porque el que vamos á examinar es en cierto modo una trasformacion de aquel. Las fotografías de paisaje no son efectivamente mas que perspectivas, y todo lo que se ha dicho respecto de las vistas sacadas con la cámara lúcida, se aplica igualmente á las vistas fotográficas. A conse- cuencia de esta perfecta analogía, la cuestión de prioridad pierde su importancia; empero como muchos autores han pro- puesto en estos últimos años el uso de la fotografía para el le- vantamiento de los planos, diremos que del informe de la co- misión de fortificaciones resulta que en 1851, época en que Mr. Laussedat se ocupó en perfeccionar la cámara lúcida, habia indicado esta aplicación. Pero los progresos importantes que han hecho de la fotografía un arle verdadero no se habían rea- lizado todavía, y los ensayos que intentó, le demostraron que las manipulaciones que estaban en uso se hallaban poco en ar- monía con las condiciones en que se encontraba el operador sobre el terreno. Mr. Laussedat se atuvo, pues, á la cámara lúcida, sin abandonar, no obstante, la esperanza de recurrir á la fotografía. En la Memoria de que en el dia damos cuenta, y que se ha presentado á la Academia el 14 de noviembre último, vuelve *á tratar Mr. Laussedat de la aplicación de las perspectivas foto- grafiadas al levantamiento de los planos. La superioridad de estas sobre los bosquejos hechos con la cámara lúcida es evi- dente. Las vistas fotografiadas son infinitamente mas comple- tas, puesto que no omiten ningún detalíe, y que pueden ejecu- tarse en mayor escala; dan á conocer el verdadero aspecto dei 526 terreno, cuyos menores accidentes indican; por último, se ob- tienen rápidamente después de permanecer algunas horas en el sitio que se quiere reconocer: tienen, por lo demás, todas las ventajas de las vistas perspectivas ; las operaciones gráfi- cas, por cuyo medio se pasa de las perspectivas á la construc- ción del plano, pueden efectuarse sin dificultad por otras per- sonas distintas de las que están sobre el terreno á una gran distancia de los sitios en que se han sacado las pruebas, sin que haya que sentir no poder volver á examinarlas para reco- jer los datos omitidos, puesto que el ingeniero instalado en su gabinete tiene en cierto modo á la vista el terreno mismo. Las pruebas de que se ha valido Mr. de Laussedat en sus ensayos, se han obtenido sobre colodion seco, preparado por Mr. Laveine, antiguo alumno de la escuela politécnica, y en seguida se han reproducido sobre papel positivo. Las placas de colodion pueden conservar su sensibilidad por muchas se- manas, y trasportarse sin alteración después de haber recibido la impresión de los objetos. No hay, pues, que hacer ninguna manipulación sobre el terreno , y el material se reduce á solo el aparato, que no abulta mas que el estuche del topó- grafo. La cara superior de la caja del aparato fotográfico lleva un nivel para facilitar su establecimiento en la estación, y se instala como cualquier otro instrumento de geodesia, sin exijir no obstante la misma exactitud. Colocada la placa con colodion en un plano vertical, el eje óptico del objetivo debe ser perpendicular á este por construc- ción. Este eje encuentra á la placa sensible en un punto que es el principal de la perspectiva; la distancia del centro óptico á la placa es precisamente la distancia del punto de vista al cuadro; el plano horizontal que pasa por el centro óptico corta al cuadro según la línea del horizonte. Si se supone dividida esta de grado en grado por rayos que partan del centro óptico ó punto de vista, se tendrá, respecto de la fotograba, una escala de tangente, que daria inmediatamente los ángulos comprendi- dos entre las líneas visuales que sobre el plano horizontal van desde el punto de vista á las proyecciones de estos puntos. Puede trazarse sobre la prueba la línea que indica el horizonte, di- vidida en grados, si el operador ha tenido cuidado de determi- m nar por medio de un nivel en la mano cierto número de pun- tos situados en el horizonte; pero en el aparato de Mr. Lausse- dat son las mismas placas sensibles las que deben recibir la impresión de esta linea dividida. Todas las fotografías llevan por lo tanto su línea de horizonte; y si el instrumento se ha establecido con cuidado, si el movimiento de rotación que se imprime al aparato fotográfico para dirijirle hacia los diversos puntos del horizonte se ha efectuado al rededor de un eje verti- cal, las líneas de horizonte de las pruebas sucesivas obtenidas en una misma estación, deberán encontrarse en la prolongación unas de otras cuando las pruebas estén superpuestas. La construcción del plano por medio de las perspectivas fotografiadas no ofrece ninguna dificultad: basta leer la prueba en la línea de horizonte, los números de grados comprendidos entre las líneas verticales que pasan por los diversos objetos que están á la vista, y trazar en el plano con la regia y el com- pás las visuales correspondientes. Las intersecciones mútuas de las líneas visuales que desde dos estaciones, cuya posición es conocida, llegan á los mismos objetos, determinarán las pro- yecciones horizontales de estos. Para efectuar esta construcción se vale Mr. Laussedat de una especie de trasportador, formado por un pedazo de perga- mino trasparente colocado en un cuadro de cartón: sobre esta hoja se ha trazado una recta dividida exactamente como las líneas de horizonte de las fotografías, de modo que las divisio- nes de esta escala del trasporlador pueden ponerse en coinci- dencia con las divisiones de las líneas de horizonte. El cero de la escala está en el punto medio, el cual corresponde en la coin- cidencia con el punto principal de la perspectiva. Si por este punto medio se eleva una perpendicular, yen ella se toma una distancia igual á la longitud focal del objetivo del aparato fo- tográfico, se tendrá el centro del trasporlador ó el punto de donde parten los rayos que se terminan en las divisiones de la escala. Para obtener la línea visual que une la estación á un objeto, se coloca el centro del trasportador en el punto del plano que figura la estación, y se hace coincidir la escala del mismo con la línea de horizonte de la fotografía, ó mas bien con una 528 recta trazada paralelamente á esta línea de horizonte, en lo bajo de la fotografía, fuera del paisaje: esta recta puede tomarse aquí por la misma línea dei horizonte, al rededor de la cual se hubiese rebatido el plano del cuadro. Hecho esto se proyecta el objeto sobre la escala del trasportador; uniendo esta proyec- ción con el centro de la estación se obtiene sobre el plano una recta ó línea visual, que desde la estación termina en la pro- yeccion horizontal del objeto. El inconveniente de las vistas fotografiadas es el no poder abrazar mas que una e-s tensión limitada del panorama: como es preciso evitar las deformaciones que provienen del objetivo, conviene restringir á 25 ó 30 grados la amplitud de las vistas sobre las cuales debe operarse para construir las lineas visua- les. Este inconveniente no existe en el mismo grado en las vis- tas trazadas con la cámara lúcida, puesto que este instrumento no da lugar á ninguna deformación sensible en una estension de 60 grados en sentido horizontal. Pero gracias á la rapidez con la cual se opera, se evita fácilmente en las vistas fotográ- ficas, descomponiendo la perspectiva en un número mayor de segmentos; solamente puede suceder cuando se construye el piano, que los dos objetos cuyas líneas de visual se buscan, no figuren en una misma fotografía. En este caso se buscan mu-" dios puntos intermedios, que corresponden cada uno á dos foto- grafías contiguas, y se disponen las pruebas sobre el trasportador bajo una inclinación conveniente dada al momento por las líneas visuales relativas á ios objetos reproducidos en las dos pruebas inmediatas. Si el instrumento se ha establecido con cuidado por medio del nivel, los elementos geométricos de la nivelación se obtie- nen con tanta facilidad como los del plano: se mide sobre la prueba fotográfica la distancia rectilínea del objeto á la línea de horizonte, y sobre el trasportador trasparente la longitud de la recta comprendida entre el centro y la proyección del ob- jeto: la elevación del mismo objeto sobre el plano horizontal es igual á su distancia real al punto de vista, multiplicada por la relación de la línea medida sobre la prueba á la longitud de la recta tomada sobre el trasportados Esta misma relación da la tangente del ángulo de pendiente, ó de la altura angular del 329 objeto encima del horizonte. Se ve que la nivelación es tanto mas exacta, cuanto mayor sea la línea medida sobre la prueba; es por lo tanto preciso que el objeto no esté demasiado distante del punto de vista. Para cerciorarse de la exactitud de su método, Mr. Lausse- dat ha empleado un plano de París ejecutado en 1839 en la 1 escala de — -bajo la dirección de Mr. E.mmery, ingeniero en jefe de puentes y calzadas. Ha escojido para estaciones la tor- re Norte de San Sulpicio y el observatorio de la Escuela Poli- técnica, y ha fotografiado en varias pruebas cierta estension de panoramas tomados desde estas dos estaciones. Tomando en seguida desde el plano de París la distancia de la Escuela á San Sulpicio (1 233 metros), ha colocado estos dos puntos en un plano ; después por medio de perspectivas fotografiadas ha construido las líneas visuales relativas á algunos puntos nota- bles, tales como la Torre del Reloj (Conserjería), la flecha del campanario de Nuestra Señora , etc. , y las intersecciones de estas líneas visuales han dado las posiciones de estos puntos con tal exactitud, que se ha podido efectuar la coincidencia del plano de Mr. Laussedaí y el plano de París. Los puntos deter- minados así están separados de las estaciones mas de 1 kiló- metro; pero nos hemos cerciorado de que con esta base de 1233 metros, se hubiesen obtenido con una exactitud suficiente las posiciones de los puntos situados á distancias mucho mayo- res. En la estación de San Sulpicio se habían sacado las prue- bas en las condiciones atmosféricas mas desfavorables, de mo- do que las lejanas apenas eran visibles, y esta circunstancia es la que nos ha determinado á operar sobre ios puntos mas pró- ximos. De un modo análogo hemos buscado la elevación de la fecha de Nuestra Señora, encima de la arista del techo de la nave. La altura obtenida (50 metros) según una de las foto- grafías lomada desde la Escuela Politécnica, está conforme con la altura (47 metros), medida en el plano mismo de la catedral. Por lo demás, esta conformidad no tiene nada de sorpren- dente si se observa que el radio del trasportador trasparente que sirve para encontrar las direcciones de las líneas de visual es de 0m,i2i>, distancia focal del objetivo del aparato foiográfi- 530 co. No exageraremos nada diciendo que en un círculo de esta dimensión el grado ocupa un espacio bastante grande para que se puedan fácilmente apreciar los arcos en 10 minutos poco mas ó menos; pero un ángulo de 10 minutos abraza á 1.000 metros de distancia una longitud de unos 3 metros, lo cual constituye un poco menos de medio milímetro en el plano de la escala de «At- No es dudoso que se conseguirá una exac- titud mayor cuando el autor baya perfeccionado el trazado grá- fico de las líneas visuales. Por estos ensayos se ve que el aparato fotográfico puede servir para la medida de los ángulos, y por consiguiente para la construcción de los planos. El método que hay que seguir no es en el fondo mas que el que se emplea para el levantamiento por medio de la plancheta: las diferentes estaciones en que se trasporta sucesivamente el aparato son las que se deberían elegir para instalar en él la plancheta; solamente que las ope- raciones del fotógrafo sobre el terreno son mas rápidas que las del ingeniero, y las construcciones gráficas se forman en con- diciones mucho mas favorables. La ventaja es evidente respecto de los reconocimientos en país de montañas, en que las esta- ciones suelen estar separadas por largas distancias difíciles de salvar. Pero para que los planos construidos por las fotografías pre- senten toda la exactitud de que es susceptible el método, es preciso cerciorarse de que las imágenes fotografiadas no han esperimenlado ninguna deformación sensible, y he aquí el método que Mr. Laussedat ha empleado en este examen. En el punto mismo desde donde se ha tomado la vista foto- gráfica se coloca una plancheta, sobre la cual se fija la fotogra- fía. Dos varillas articuladas que sostienen el prisma de una cámara lúcida se adaptan á los lados de la plancheta, haciendo variar la distancia del prisma al plano; y arreglando su posi- ción, se llega fácilmente á sobreponerla imagen de la cámara lúcida y la de la fotografía. La superposición establecida así res- pecto de los objetos situados cerca del punto principal de pers- pectiva, debe verificarse igualmente respecto de los objetos que están distantes de ella; y como la imagen producida por la cá- mara lúcida escede en mucho á la de la prueba, tendremos 531 escelentes puntos de señal en las líneas que están en los bordes de esta, y que deben encontrarse en la prolongación de las mismas líneas tomadas sobre la imagen de la cámara lúcida, si el objetivo del aparato no diese lugar á ninguna deformación. En esta posición del prisma, la distancia al plano de la plan- cheta es igual á la distancia focal del objetivo. Pueden también manifestarse claramente las deformaciones de las imágenes que provienen del objetivo, comparando el án- gulo comprendido entre dos imágenes situadas en los bordes de la fotografía, medido sobre la línea de horizonte dividida; con el valor que se obtendría observando con el teodolito el ángulo comprendido entre los dos objetos, este último ángulo combinado con el intervalo que separa las imágenes de los dos objetos sobre la prueba, dará á conocer además la distancia focal del objetivo. Estas medidas debe# tomarse de una vez para siempre, y son especiales al instrumento que hay que em- plear para los reconocimientos que se hagan. En resúmen, la aplicación de la fotografía al levantamiento de los planos realiza un progreso importante para la fotografía. El aparato fotográfico, tal como se ha construido en el dia, se convierte en un verdadero goniómetro si se tiene cuidado de instalarle convenientemente, y de unir á las vistas fotografia- das ciertos elementos geométricos fáciles de obtener. Algunas instrucciones muy sencillas acerca de la elección de las esta- ciones, bastarán para que los viajeros fotógrafos puedan sumi- nistrar un gran número de documentos, de los cuales podrán sacar un partido muy ventajoso los geógrafos, los geólogos, los ingenieros y los arquitectos. La comisión cree en consecuencia, que la Memoria de Mr. Lauessedat acerca del uso de la fotografía en el levantamiento de los planos, y especialmente en los reconocimientos militares, es digna de la aprobación de la Academia. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo RuizA CIENCIAS FISICAS. FISICA. ©UI, GLOBO. Pozo artesiano de Passy. — Estrado del informe verbal de Mr. Damas á la Academia de Ciencias de París en 1 de octubre de mi. (L’lnstitut, 9 octubre -1861.) Diez años hace que el aumento siempre creciente de la po- blación de París y de sus alrededores no deja un momento de ser objeto de las mas serias reflexiones para la Administración municipal. ¡Cuántas cuestiones era preciso prever y resolver, cuando se observaba que la rápida subida desde 1.200.000 ab mas á 1.700.000, aglomerada en esta ciudad, multiplica las causas de infección del Sena, á la par que la necesidad de agua para atender al servicio público y particular! Eran las principales cuestiones purificar el curso del Sena á su paso por París, regularizar el empleo de sus aguas, y bus- carlas auxiliares. Con las alcantarillas colectoras de ambas orillas, que ya reciben una gran parte de las aguas inmundas de la capital, y que muy pronto las recojerán todas llevándolas mucho mas abajo de aquella hasta que las utilice la agricultura, se logrará el inmediato efecto de librar de las emanaciones toda la línea de la población. Las mejoras introducidas en el servicio de las máquinas que suben el agua del Sena, haciendo positiva su do- tación sin las interrupciones que antes padecía, y los reparos y cuidado que se han puesto en el Canal del Ourcq, aseguran á París, agua mejor y mas abundante, pero aún insuficiente, tanto en volúmen como en calidad. 533 Así pues, ia Administración, con el objeto de acrecentar Sa cantidad de agua disponible, estudiaba los diversos manantia- les de la cuenca de París que pudieran traerse á los barrios altos, y además el subsuelo, para ver si ofrecía disposición para taladrarle con pozos artesianos, cuando esta última reso- lución de las dificultades que la ocupaban se presentó hace siete años bajo un aspecto imprevisto. Descansa la ciudad de París sobre una masa de creta con un grueso de 400 á 500 metros, cubierta con unos 50 metros de diversas capas de terrenos terciarios, y teniendo por bajo como otros 50 de margas ó arcillas que tocan á las arenas ver- des, en que se encuentra la capa de agua que alimenta el pozo de Grenelle. Presentándose estas arenas en diferentes parages, como por ejemplo en Lusigny, cerca de Troves, donde se en- cuentran á 125 metros sobre el nivel del mar, podia esperarse que el agua que reciben por las lluvias subiría en Grenelle basta la superficie del terreno, que está solamente á 37 metros por encima de aquel mismo nivel. La esperiencia vino á justificar esta opinión, y Mr. Mulo!, obtuvo hace 20 años un surtidor de agua por medio de un tra- bajo de singular perseverancia, auxiliado por Mr. Arago, que para asegurar el éxito de la empresa empleaba su autoridad como sabio, y ia de Presidente del Consejo municipal, coadyu- vando también nuestro compañero Mr. Héricard de Tliury, cuya memoria debe subsistir unida á aquella interesante operación. Quedaba ya sentado como primer principio que el agua re- cojida lejos de París por las capas de arena verde, podia, va- liéndose de un taladro adecuado, subir basta el nivel del ter- reno en París, y aun 30 ó 40 metros mas arriba. Como la prueba se habia hecho con taladros de sonda de 20 á 30 centímetros de diámetro, que producían desde 2.000 hasta 4.000 metros cúbicos de agua al dia, parecía cosa muy fácil y segura horadar cualquier otro pozo mas, con idénticas circuns- tancias. A ello se hubiera decidido indudablemente la Administra- ción, cuando Mr. Kind, ingeniero muy conocido por los atrevi- dos y felices sondeos que habia ejecutado, la ofreció taladrar otro nuevo pozo de 60 centímetros de diámetro en su fondo, TOMO XI. 36 534 que llegaría á producir 13.300 metros cúbicos diarios, eleván- dose el agua sobre el terreno de la parle mas alta del bos- que de Boulogne. No debía pasar el coste de 350.000 fran- cos, y uno ó dos años se consideraban suficientes para la eje- cución. Tan seguro estaba Mr. Kind del éxito de la empresa, que insistió en que se estipulase que para el caso de que no se lle- gara á gastar aquella suma, se compartiera el ahorro por mi- tad en beneficio suyo y de la ciudad. En efecto, los métodos de sondeo de Mr. Kind merecían completa confianza; y no deben atribuirse á ellos los contra- tiempos que han retrasado la operación, como tampoco las dudas que hasta el último momento ha inspirado el proyecto á varias personas. Varios puntos se discutieron antes de adoptar su plan, á saber: l.° si podría taladrarse un nuevo pozo sin perjudicar al de Grenelle; 2.° si la distancia desde Grenelle á Passy sería suficiente; 3.° si el ensanche del diámetro aumentaría el rau- dal. Tan completa era la conformidad en los dos puntos pri- meros, como discordancia habia en el último. En efecto, todos los miembros de la comisión de vigilan- cia (1), que desde el nacimiento del proyecto no han dejado de coadyuvar con el mas asiduo cuidado, admitían la posibilidad de taladrar el suelo del departamento del Sena con 50 pozos, situados á unos 3.250 metros de distancia, y que entre todos produjesen 100.000 á 200.000 metros cúbicos de agua, que podrían utilizar así los diversos centros de población. Pero cuando Mr. Kind graduaba en 39.000 metros cúbi- cos la cantidad de agua que daría su pozo, á pesar de que solo se habia comprometido por 13.300, que es un tercio, la ma- yor parte de los ingenieros consideraban como muy exajerada esta esperanza, y aun algunos de ellos sostenían que el ensan- (l) Componíase la Comisión de los Sres. Elie de Beauraont, Pelouze, Poncelet, Mary, Junoker, Lorieux, Michal y Alphand, habiéndose agre- gado Mr. Darcet, y la presidia Mr. Dumas, asistiendo y tomando parte en todas las deliberaciones el Prefecto, que ha estado desde el principio á la mira de los trabajos con la mas constante atención. 535 che del diámetro no haría mas que aumentar el coste, pero que nada influiría en el producto del agua, y que con un diá- metro de 20 centímetros como con uno de 100, se lograría ni mas ni menos el mismo volumen que en Grenelle. La ma- yoría de la comisión, sin embargo, no era de esta opinión. La Administración y el Consejo municipal, en vista de las dudas de la ciencia, juzgaron que de todos modos debia ha- cerse la prueba, y que esto correspondía á la ciudad de Pa- rís, porque si ella no lo llevaba á cabo, no había pueblo ni compañía que se atreviese á intentarlo. Por otra parte, las personas que animaban á la ejecución por interés de la ciencia, muy empeñada en esta tentativa, demostraban que aunque no fueran mas que 2.000 á 3.000 metros los que salieran diariamente por el nuevo pozo, siem- pre quedaba bien empleado el gasto, y con mayor razón si se realizaban las promesas de Mr. Kind. Así es que, á pesar de los ofrecimientos que á la ciudad hicieron otros sondeadores acreditados, dió la preferencia á aquel, cuyo método se adoptaba mejor para taladrar un pozo de gran diámetro. Hará 7 años, el 23 de diciembre de 1854, se decidió por último que se emprendería el pozo, y que fuese dentro del ám- bito de las fortificaciones, y próximo al bosque de Boulogne, donde podría utilizarse la alta temperatura del agua, inme- diata á una alcantarilla, para dar salida á las aguas turbias, y cerca también de unos terrenos que era menester rellenar. Reuníanse todas estas circunstancias en el ángulo formado por el camino de Saint-Gloud y la calle del Petit-Parc, y quedó escojido aquel sitio. Desgraciadamente Mr. Kind no había tomado bastante en cuenta las dificultades que habían de ofrecerle las arcillas que era necesario atravesar. Es cosa á la verdad muy digna de no- tarse que en un taladro de 587m,50 de profundidad no hayan llegado á 30 los que han ofrecido osbtáculos de gravedad, po- diendo asegurarse que todo el trabajo para atravesar la greda se hace sin inconveniente alguno, y que no hay ocurrencias temibles sino cuando se encuentra la arcilla, tanto en los bancos que están sobre la greda como en los que se hallan debajo. 536 En 31 de marzo de 1857 había llegado ya el taladro á la profundidad de 528 metros, y el agua estaba cerca, pudién- dose suponer que romperla dentro de 15 ó 26 dias mas, cuando de repente el tubo de palastro que sostenía las arel - lias reventó por el empuje de estas á 3 metros por bajo del ni- vel del terreno, causando esto un retraso casi de 3 años en la obra, y un considerable aumento en los gastos. Rescindióse en consecuencia el primer contrato de Mr. Kind, y la ciu- dad tomó los trabajos á su cuenta y bajo su responsabilidad, pero dejando siempre á cargo del mismo la parte especial del sondeo, de acuerdo con la comisión de vigilancia. Quedó construido en 13 de diciembre de 1859 un pozo auxiliar de 53m,46, que desde el piso iba atravesando todos los bancos peligrosos; y era en parte de hierro de fundición, ves- tido en lo interior de ladrillo, y en parte de palastro. Tenia de diámetro en los dos tercios de arriba 3 metros , en lo de- más 1ra, 7o, y venia á cargar en la greda. Larga y penosa fue la colocación, pues los tubos de fundición, de 0m,635 de grueso, se rajaban con la presión de las arcillastícomo si fueran de vidrio. Mas de una vez los operarios renunciaron á traba- jos tan peligrosos ; y los ingenieros de la ciudad, que cons- tantemente han demostrado en el prolongado servicio de es- tas tentativas tanto celo como ciencia, se vieron en el caso de dar ejemplo de aliento y confianza, bajando los primeros al pozo abandonado, y permaneciendo en él. Desbrozóse entonces el pozo primitivo de los 528 metros, y empezó de nuevo el barreno ; pero nuevos contratiempos se fueron presentando en el momento de encañonar. El tubo preparado de antemano se componía de duelas de madera con diámetro de 6m,78, fuertemente trabadas con cinchos de hierro. Por la parte inferior terminaba en un tubo de bronce, que tenia 2 metros de enchufe en el de madera y 12 fuera, con algunas aberturas á lo largo para dar mas fácil paso al agua cuando el tubo llegase á penetrar en la masa de arena acuífera. Construido así el sistema fué bajando basta 556 metros, pero allí se quedó embazado de una manera que pareció irremediable. 531 Después de varias tentativas infructuosas se venia á pa- rar á encontrarse con análogas dificultades que las que se ofrecieron para la entrada del pozo, pero de menos fácil reso- lución. Sin embargo, después de haber comprobado por un examen completo y minucioso de los ejemplares que iba dando el barreno, lo que tuvo á bien desempeñar Mr. Elle de Beau- mont, que ya estaba muy próxima la capa del agua, se resol- vió hacer en el fondo del pozo un barreno de prueba de corto diámetro, tras el cual podría en caso necesario hacerse otro que ensanchase el pozo hasta darle el diámetro primitivamente propuesto. A los 511 m, 50 se encontró por primera vez el agua; pero después de algunas oscilaciones se detuvo á unos cuantos me- tros por bajo del nivel del orificio del pozo, sin que llegase á brotar. Metióse entonces, dentro del tubo colocado, otro de palas- tro de 0m,70 de diámetro, con grueso de 0n\020 y 52 metros de longitud, con aberturas en los 12 metros de abajo, el cual se fué calando hasta que, penetrando en las arcillas, se de- tuvo. Renovado entonces con aliento el barreno con el diámetro mayor del pozo se llegó al agua, y brotó esta en 24 de setiem- bre último, viéndose escedidas las promesas de Mr. Kind y casi realizadas sus esperanzas, pues el volumen que desde el primer momento produjo el surtidor fué á razón de 15.000 metros cúbicos, subió á 25.000, y no ha bajado despees de 21.000 á 22.000 metros. El agua estaba enturbiada con arcilla, y á la temperatura de 28° centígrados y 11 del hidrotí metro. Hasta ahora el tubo de bronce ha quedado puesto en el punto que alcanzó, pero el otro concéntrico de palastro, de 0m,70> se halla calado hasta 580 metros, de modo que tiene tapadas las aberturas del estrenuo de aquel; pero las del mismo tubo de palastro están embebidas en la capa de agua que el taladro llegó á encontrar. Del informe que á la Comisión de vigilancia dió en 30 de setiembre Mr. Micha!, inspector general encargado de los tra- bajos de París, se deduce con mas pormenores y claridad la dificultad de las operaciones, siendo bastante mencionar la que 538 ofrecía el calado del tubo de palastro, que con sus barras de suspensión pesaba mas de 30 toneladas. Con respecto á la influencia que la salida del agua por el pozo de Passy tiene en el de Grenelle, resulta del mismo in- forme que este siguió produciendo á razón de 900 metros cúbi- cos en 24 horas hasta las doce del dia 25, pero á las doce de la noche había bajado á 806 metros cúbicos, y á las seis de la mañana á 777, en cuyo punto parece haberse fijado el pro- ducto desde entonces. Se echa de ver por tanto que mediando una distancia de 3.500 metros entre ambos pozos, vino á tardar la vena arte- siana 30 horas en pasar desde el estado estático al dinámico. Habiendo observado también Mr. Michal que el producto del pozo de Grenelle era de 2.000 litros por minuto cuando el agua brotaba al nivel del suelo, y que cuando se la dió la al- tura de 33 metros á la boca de derrama no arrojaba mas que 630 litros, es muy probable que también disminuya el pro- ducto del pozo de Passy luego que se dé subida al agua á 25 metros por encima de la boca del taladro para que pueda pa- sar á los depósitos. Ya se ha visto que de la salida del agua por el pozo de Passy ha resultado baja en el producto de Grenelle; pero antes de investigar las causas y las consecuencias tan dignas del es- tudio, que puede decirse no ha hecho mas que empezar, ano- taremos las respectivas situaciones de los dos taladros referidos al nivel del mar. Pozo de Grenelle. Altitud de la cresta del ( En 24 de setiembre de 1861. surtidor. ......... (En 2 de octubre de 1861.. . Altitud del suelo al pie del anden de la torre. .... Altitud del estremo inferior del tubo en la vena del agua. Pozo de Passy. Altitud de la cresta del surtidor, suponiendo que las aguas lleguen al depósito de Passy por un con- ducto de 0n,50 de diámetro. 77,50 m 72,87 72,83 36,62 —510,88 539 Altitud del piso del obrador. 53,17 Altitud de la primera vena ó capa artesiana. —523,33 Altitud del pie del tubo de 0m ,70 en la primera vena artesiana. — 526,83 Altitud del fondo del sondeo en la segunda vena. . . —533,33 Por el cuadro de observaciones hechas por espacio de 8 dias, de seis en seis horas, resulta, como se ha indicado, que ai cabo de 30 horas de haber brotado el pozo de Passy empezó á bajar el de Grenelle sucesivamente hasta la última observación, en la cual aparecía ser el producto á razón de 460 metros cúbicos. Puede creerse que esto consiste en la cantidad de agua ar- rojada por los dos pozos, sobre todo por el de Passy, y que la menor presión es la principal causa de la disminución del pro- ducto observado en Grenelle; así como que si se levanta la co- lumna del pozo de Passy hasta 78 metros sobre el nivel del mar, según se proyecta, el produelo del pozo de Grenelle vol- verá, mas ó menos completamente, á su estado primitivo. Resumiendo, queda sentado por los hechos actualmente comprobados, que los terrenos barrenados en Passy correspon- den con pocos metros de diferencia en naturaleza y posición á los que se encontraron en Grenelle, no dejando duda alguna en este punto los estudios del ilustre ya mencionado Secretario perpétuo, y que conforme á ellos se pudo pronosticar la llegada del agua casi por horas. Demuestran, contra lo que se presumía, que dos puntos ta- ladrados á 3.506 metros de distancia tienen entre sí influencia segura, aunque falta saber si con el tiempo se estenderá á po- zos aún mas distantes, por lo cual se llama la atención de los ingenieros de los departamentos en que hay pozos que toquen á las arenas verdes sobre tan delicado asunto. En cuanto á la naturaleza del agua, todo corrobora que hay la mayor analogía entre el producto de ambos pozos; pero an- tes de decidir la identidad como absoluta, hay que aguardar análisis químicas mas completas, siendo hasta ahora suficientes los primeros ensayos para suponer que tienen igual origen. La temperatura, igual en los dos, es de 28°. Una diferencia, sin embargo, hay entre ellos, que debe no- 540 tarse, y es que eo Grenelle, durante los primeros dias de su apertura, salió revuelta con el agua inmensa cantidad de arena y arcilla, y se había creído que otro tanto sucedería en Passy, de modo que se habían tomado las disposiciones necesarias para depositar aquel material. Nada apenas salió con las aguas, lo que puede esplicarse con que pasarían filtradas por algunos metros de arena adecuada en el pie del sondeo. Sea lo que quiera, de arena y arcilla solo traía el agua en peso 0,0033, y en volumen 0,00125. La mayor parte de este producto es arena, y se posa al momento, quedando solo la arcilla que está suspendida, y tiene turbia el agua bastante tiempo. Hasta ahora por toda cantidad solo habrán salido del pozo de Passy como unos 200 metros de productos insolubles, acarreados por 160.000 metros cúbicos de agua poco mas ó menos. Con razón tiene siempre la población de París el nombre de Mr. Muiot unido al recuerdo del barreno de Grenelle, pues con él se puso en evidencia, como primer principio, la posi- bilidad de que brotasen en París las aguas infiltradas desde muy lejos en las arenas verdes. Del mismo modo tendrá juntos en la memoria el nombre de Mr. Kind y el taladro de Passy, quedando afirmado por este habí! sondeador, y libre de toda duda con su obra, lo que lia-” maremds segundo principio, á saber: que cuando se aumenta en iguales circunstancias el diámetro de uno de estos pozos, puede darse grande aumento á su producto de agua, en contra de lo que opinaban algunos ingenieros, aunque también eran hábiles y especiales. Falta someter á prueba de la esperiencia otro principio co- mo tercero. Es de temer ahora, en efecto, que si se hacen mu- chos barrenos que lleguen á una misma profundidad, no puedan actuar á un tiempo sin perjudicarse mutuamente; pero como se supone que las arenas verdes que han llegado á tocar los dos sondeos de Grenelle y Passy, y que en ambos casos apenas han sido encentadas, es dable formen debajo de París un banco de 260 á 300 metros de grueso entremediado con mayores ó me- nores capas de arcilla, seria muy ulil por tanto examinar si, penetrando bastante en aquellas arenas, se lograrían pozos in- dependientes entre sí, y tal vez mas abundantes. 541 Sin duda la administración municipal, animada por el buen éxito que en las dos ocasiones ha obtenido, se decidirá ala ter- cera prueba; pero es de presumir que con respecto al pozo de Passy tratará mas bien de asegurar las ventajas que la natura- leza acaba de darla, que no de aumentar, como ya se lo acon- sejan, esta riqueza con nuevas tentativas, todas arriesgadas. Mas breve y menos costoso sería barrenar el tercer pozo» puesto que desde luego puede ejecutarse lo que para ello ha ido enseñando el último después de mucho tiempo y dinero perdido. Cerca de un millón de francos habrá venido á costar el pozo de Passy; pero en el estado actual de las cosas siempre puede darse como buen negocio si su producto se mantiene, porque en tres años se reintegrará el anticipo de fondos que ha exijido, dejando á* la posteridad un manantial perpétuo y gratuito de agua muy buena, y que puede sufragar á las necesidades do- mésticas de 500.000 habitantes; manantial que la naturaleza no habia concedido á la ciudad de París, pero que la han rega- lado la ciencia y el arte. Si mas adelante, por medio de tres ó cuatro pozos nuevos barrenados hasta diversas profundidades, se lograsen otras tan- tas fuentes independientes, y cada una de caudal semejante á la de Passy, se habrán añadido á los recursos hidráulicos de París elementos del valor mas grande; pero así como la espe- rienda que ha habido en Passy debe dar confianza en las pro- mesas de la industria y de la ciencia, asi también ha presen- tado bastantes lances para hacer circunspectos á los adminis- tradores, en quien recae la responsabilidad del bienestar de los habitantes de la ciudad. Nota. Según las noticias publicadas últimamente, parece que habiéndose realizado la subida de la boca de derrame del * pozo de Passy hasta ponerla al nivel de la de Grenelle, valién- dose de un tubo de palastro de 20 metros de longitud y 0m,iO de diámetro, no se advirtió al pronto movimiento alguno as- censional, pero al cabo subió el agua en el tubo á 14 metros, y luego insensiblemente hasta llegar al mencionado nivel. Al principio el producto era corto, pero fué creciendo continua- mente hasta los primeros días de noviembre, parando por fio m entre 8.000 y 8.200 metros cúbicos en las 24 horas. Por ia inversa, el pozo de Grenelle, que se había quedado reducido á 420 litros por minuto, empezó á tener algún aumento pocos dias después de haber subido la boca del de Passy, y tiene traza de seguir creciendo. Por lo menos en 2 de noviembre ya daba 4ó0 litros por minuto. Nota que acompaña á un opúsculo sobre la conexión entre los fenómenos meteorológicos y las variaciones de la aguja iman- tada; por el P. Secchí. (Comptcs rcndus, 8 mayo 486L) La relación entre las variaciones magnéticas terrestres y meteorológicas, aunque muy interesante para la ciencia, que- da todavía muy dudosa, aun después de los grandes estudios acerca del magnetismo terrestre que se lian hecho en estos últi- mos tiempos. Casini y otros antiguos observadores creyeran notar una conexión entre ambas clases ele fenómenos; pero en la época actual no están de acuerdo sobre este punto las gran- des autoridades científicas, y por lo menos es preciso confesar que no existe ninguna discusión de hechos bastan le detenida para admitirla ó rechazarla. Espero, pues, que se acojerá con benevolencia el ensayo que acabo de hacer en esta materia. Este objeto es uno de los principales en que he fijado mi atención en los t res años trascurridos desde la instalación del observatorio magnético en el Colegio romano; y en esta larga serie de observaciones, he adquirido la convicción de que existe realmente tal relación ? pero que no se ha reconocido mucho hasta ahora, por haberse fijado especialmente en discutir las indicaciones del declinómetro, es decir, del instrumento me- nos impresionado. Como la sucesión de hechos que me han conducido á esta conclusión puede tener alguna importancia para producir el convencimiento de los físicos, espondré rápi- damente su historia 543 Desde el primer examen y la discusión de las observacio- nes magnéticas comenzado en abril de 1858, me llamó la atención la gran regularidad en la marcha del declinómelro, y aun (después de algunas modificaciones de conslrucccion) del magnelómetro de balanza respecto de la componente vertical; pero observe en el bifilar irregularidades tan eslrañas, que de ningún modo podían preverse. Al principio sospeché que ha- bía alguna imperfección en el instrumento; pero la sencillez de su construcción y su perfecto estado no justificó esla sos- pecha. Entonces atribuí las variaciones escepcionalesá influen- cias estrañas de temperatura, ó á corrientes de aire que se establecían en la caja; y para resguardarla mejor rodeé la aguja con lina doble caja, y llené el intervalo con sustancias malas conductoras del calórico, cubriéndolo todo con pedazos de lana; y además del termómetro propio dei instrumento fijé otros en diferentes puntos de la habitación, teniendo mucho cuidado en mantener constante la temperatura. Todas estas precauciones no sirvieron mas que para probarla buena cons- trucción del instrumento, y la insuficiencia de las variaciones de temperatura del mismo para producir estas fluctuaciones; porque no llegan nunca á Io Fahrenheit, lo que hubiera pro- ducido una variación de de división, mientras que las es- cursiones llegaban á 10 y 20 divisiones (cada división equivale poco mas ó menos á una diezmilésima del valor de la compo- nente horizontal.) Era evidente por lo tanto que se necesitaba buscar en otra parle el origen de estas irregularidades. Yo estudié la relación con las fases lunares y las manchas solares, pero sin éxito; su causa estaba mas cerca de nosotros de lo que se sospechaba. Apenas tardé en descubrir que la marcha del instrumento era muy regular durante los buenos dias calmosos y serenos ó aun constantemente cubiertos, y que las variaciones mas estrañas cuando no hay perturbación propiamente dicha, se manifiestan en las épocas de tiempos variable y tempestuoso, lo que hacia sospechar una relación entre estas variaciones y los fenómenos meteorológicos. Las variaciones bruscas de temperatura en la atmósfera esterior (aunque no lleguen directamente á los ins- 544 trunientos), y las formaciones rápidas de las nubes tienen una influencia infalible sobre el bifilar. Para convencerme de esta relación, me he decidido á em- prender un trabajo bastante minucioso, pero que no podia de- jar de hacerlo notar, si existiese realmente. He construido grá- ficamente todas las observaciones del bifilar y del magnetóme- tro de balanza en curvas trazadas sobre las hojas del meteoro- grafo, las cuales contienen ya toda la historia de los fenómenos atmosféricos en correlación mutua. No han sido fallidas mis esperanzas, y he podido demostrar también leyes bastante in- teresantes, que pueden resumirse en las proposiciones si- guientes.* 1 .a En los tiempos en que no hay perturbación manifiesta, además de las variaciones diurnas existen otras variaciones de períodos mas largos, que afectan el término medio por espacio de muchos dias consecutivos de 10 á 15 divisiones de la escala, y se asemejan á ondulaciones de largos períodos, en las cuales se establecen las observaciones diurnas como ondas mas cortas. Estas grandes ondas son comunes al bifilar y al vertical, pero apenas se han manifestado sensibles al declinómetro. Yarias irregularidades en la marcha de los dos instrumentos de in- tensidad, se esplican por la sobreposicion de estos dos sistemas de ondas, cuyos efectos se aumentan ó se destruyen. 2. a Las variaciones diurnas se suelen desarreglar por escur- siones repentinas, que algunas veces no duran mas que tres ó cuatro horas, y son enteramente pasajeras. Es notable que du- rante estas escursiones no se manifiestan las agujas ni agitadas ni vibrantes, sino que siguen su curso con gran tranquilidad. Esta especie de variación es mas frecuente en el bifilar que en el vertical, y hay quizá que examinar si esto consiste en la mayor movilidad del instrumento, pero no lo creo muy vero- símil. 3. a Un carácter casi general de las grandes olas ú ondas magnéticas es que no sean simétricas en la subida y en el des- censo. Este se verifica mas pronto que aquella, y comun- mente bajan en un dia un espacio que tardan cuatro ó cinco en volver á subir. Sobre todo, esto se observa á consecuencia 545 de las grandes perturbaciones, después de las cuales el término medio se halla mucho mas bajo, como si se hubiese agolado la fuerza. 4. a Calculando la variación de la intensidad de la resul- tante total, y la inclinación por la variación de las dos compo- nentes, se halla que estos dos elementos cambian á la vez, y sobre todo la intensidad. Ahora, si se busca la conexión de estos movimientos con las variaciones meteorológicas, se halla: l.° que las grandes ondas coinciden siempre con fuertes borrascas atmosféricas, las cuales son generalmente sincrónicas; y lo mas con una di- ferencia de un dia en el principio. En una Memoria impresa que he tenido el honor de enviar á la Academia, se encuentra un resumen de las observaciones durante los dos años, discu- tidas bajo este punto de vista. Las escepciones son raras; no se hallan mas que dos ó tres al año, y aun en estos casos la alteración del barómetro y del período diurno en el viento hacen ver que la perturbación atmosférica ha existido , pero que no ha llegado hasta nosotros. También se ha visto que al- gunas corresponden á auroras boreales lejanas. ÜL° Entre los hechos bien comprobados por esta comparación existe uno bastante interesante, y que puede servir para prever los cam- bios de tiempo, es decir, que una perturbación magnética fuerte, sobre todo en la intensidad, que sucede después de una larga serie de buenos dias, es una señal Me cambio al mal tiempo, mientras que al cabo de algunos dias constantemente malos es la señal del buen tiempo que va á suceder. Hay, sin embargo, una distinción fundamental entre estas dos clases, porque en la última la fuerza horizontal crece, y en la primera disminuye. Esta marcha es parecida á la que se observa tam- bién en meteorología, en que el tiempo variable se con- vierte en buen tiempo fijo después de una gran borrasca de- cisiva. 5. a Hay una relación íntima entre la marcha del bi filar, del barómetro y de los vientos. La fuerza horizontal disminuye casi siempre con el barómetro, y crece cuando este sube. Res- pecto de los vientos, la tabla siguiente demuestra cuál ha sido la relación de su dirección con el magnetómetro bifilar en el 546 afio 1860, y estas cifras se confirman aún por la discusión del año 1859, y la parle que ya ha trascurrido de 1861. Bifilar alto Bi fi lar bajo Dirccclon'del viento. ó ascendente. ó descendente. Perturbaciones. Sur.. ....... 20 81 10 Este 9 22 2 Norte.. ...... 119 17 6 Oeste 1-2 21 1 Suma. ... 190 141 19 Estas cifras hablan por sí mismas, y se ve la marcha as- cendente con el Norte y la descendente con el Sur; la primera relación es de f y la segunda de y del número total de las ob- servaciones. 6.° Respecto de las ondas de corta duración, la corres- pondencia es todavía mas chocante. He visto que varias veces bastaba una tempestad para suspender ó invertir la marcha diurna de las agujas; y en los dias variables, en que hay una grande alternativa de sereno y nublado, puede casi leerse el estado del cielo en la marcha del biíilar . Si sucede alguna os- cilación sin causa aparente, podemos estar seguros de ver que bien pronto aparece en el horizonte un cambio en el cielo; y desde que he descubierto esta relación nunca me he equivo- cado, y he podido prever de antemano cambios notables en el tiempo. ¡L\ declinómetro, aun el pequeño, que es muy sensible, rara vez da la variación de una división, mientras que el bifi- lar recorre 10 ó 15 de ellas. A nadie sorprenderá esta clase de perturbaciones magnéti- cas en relación con los cambios atmosféricos, porque es bien conocido que estos cambios van siempre acompañados de gran- des desarrollos de electricidad, y por consiguiente de corrien- tes que giran en el globo en todas direcciones; y es tanto mas notable que no se hayan discutido bajo este punto de visto las muchas observaciones magnéticas que posee la ciencia. Esto demuestra cada vez mas la necesidad de estudiar los hechos en todas sus relaciones, y el error en que se ha incurrido 547 de fijarse solo en la discusión de las declinaciones para las per- turbaciones eslraord inarias. No siendo el objeto de esta comunicación mas que el de demostrarla existencia de tal conexión, no entraré en el de- talle de las leyes que creo haber hallado; porque las observa- ciones bajo este punto de vista no son todavía bastante nume- rosas. Espero que los físicos que tienen instrumentos conve- nientes fijarán su atención en este punto, y contribuirán á ilustrar la oscura teoría de las variaciones del magnetismo terrestre. Así creo que á la categoría de las variaciones diur- nas y la de las perturbaciones eslraordinarias debidas á las auroras boreales, debe agregarse otra clase, que depende de las variaciones meteorológicas ordinarias de la atmósfera. Sobre la electricidad atmosférica: por Mr. Florimond. (L’ínstitut, 28 agosto 4 8GI.) Habiendo Mr. Florimond dirijido una nota á la Academia con motivo de la tempestad que el 19 de febrero de 1860 hizo en Bélgica tantos destrozos, en la que trataba del origen de la electricidad atmosférica, de la formación de las tempestades en general, y de la causa de la frecuencia de los rayos en las tempestades de invierno, se han dado dos informes acerca de esta ñola porMM. Moutigny y Gloesener. Como estas cuestiones son difíciles, y no hay fijeza respecto de ellas, creemos deber entrar en algunos desarrollos sobre este punto. Sabidas son, dice Mr. Moutigny en su informe, cuántas conjeturas y espiraciones se han emitido respecto de la causa de las tempestades, uno de los fenómenos mas frecuentes y mas imponentes de la naturaleza. La mayor parte de ellas se han abandonado. Entre las teorías mas recientes parece tanto me- jor establecido el desprendimiento de la electricidad de las tem- pestades por la evaporación de las aguas de los mares y del terreno, cuanto que se funda en fenómenos electro- químicos, cuya realización en los fenómenos naturales esplica perfecta- mente la producción de considerables cantidades de electrici- 548 dad. Si las dudas que los trabajos contradictorios recientes han originado con motivo de esta teoría son fundadas, será necesa- rio reconocer con sentimiento, que hasta ahora no tenemos ninguna esplicacion del origen de la electricidad atmosférica que se concilie con nuestros esperimeníos, y con las exijencias de los fenómenos naturales. Bastan algunas palabras para hacer notar las dificultades que lleva consigo la importante cuestión que ha tocado Mr. Florimond. Según él, el rozamiento en el seno de las masas de aire sería la principal causa de la electricidad de las tempesta- des, particularmente en invierno. En el curso de su trabajo reconoce que esta esplicacion no es nueva; en efecto, es sabido que en la época en que el rozamiento era el único origen de electricidad conocido en las esperiencias de la física, estaba en su favor esta causa de la electricidad atmosférica. A fin de demostrar bajo el punto de vista de esta teoría, que las circunstancias han favorecido este modo de producción de la electricidad cuando los efectos del rayo ocasionaron tantos desastres en Bélgica durante la tempestad del 19 de febrero de 1890, Mr. Florimond trata de establecer desde luego que las nubes tempestuosas hayan sido arrastradas por un viento su- mamente violento. Funda sus cálculos en la distancia de los parajes en que sucesivamente cayeron rayos durante la tem- pestad del 19, combinándolos con los intervalos de tiempo que mediaron entre una y otra caida. El pasaje siguiente del tra- bajo indica las conclusiones numéricas del autor. «Es muy creible, dice, que esta masa (formada de nieve y de granizo menudo), caminando con una velocidad de 20, 30, 40 ó 50 le- guas por hora, .haya ocasionado un rozamiento en proporción de su velocidad, y desprendido por consiguiente torrentes de electricidad. Et autor prevee con razón que velocidades tan escesivas, y que superan en mucho á las observaciones de los mayores huracanes en nuestras regiones, darán lugar á obje- ciones que se fundarán en el pequeñísimo número de acciden- tes que solo el viento produjo en la tarde del 19 de febrero, así, dice, que la corriente se verificaba probablemente á una altura media, dejando los objetos terrestres bajo ella.» Esta suposición me parece enteramente gratuita: en efecto, es difi- 549 cil admitir que las capas inferiores no hayan participado en parte de la velocidad escesiva de las corrientes superiores, so- bre todo si esta hubiese realmente llegado al doble de la velo- cidad atribuida á los mayores huracanes, como lo indican los cálculos del autor. Por otra parte haré observar que estos re- sultados son inconciliables con las variaciones de la intensidad del viento observadas en Bruselas en la tarde del 19, puesto que el máximum de esta intensidad en el observatorio no pasó de I k , 9 0 , presión notada por el anemómetro á las 7i de la tar- de. Pero como por una parte sería fácil encontrar ejemplos de vientos que hubiesen ejercido en otras épocas 4, 5 y aun 6 kilogramos de presión, y por otra Bruselas se encuentra en la dirección seguida por la tempestad y tormenta del 19 de fe- brero , puesto que el rayo cayó en dos ó tres parajes, es pre- ciso deducir necesariamente de estos hechos, que el anemóme- tro hubiese infaliblemente señalado presiones superiores á lk, 90 el 19 por la tarde, si la velocidad del viento y la trasla- ción de las nubes tempestuosas hubiese llegado á los valores citados antes. No sería menester recurrir á estos valores estreñios para esplicar, si necesario fuera, que las causas de la formación del rayo y de su caída en Nazareth, cerca de Gand, por ejemplo, á las 7f se renovaron, y produjeron los mismos efectos en Lieja hacia las 9 de la noche; y de ningún modo es necesario admitir que los rayos que cayeron en estas dos localidades se hubiesen formado en un mismo grupo de nubes, que se supo- nen'haberse trasportado de Nazareth á Lieja en menos de dos horas. Mr. Fíorimond indica en seguida algunas objeciones se- cundarias contra las teorías de la electricidad atmosférica que anteriormente se han emitido; después traía de demostrar que: l.° la electricidad de las nubes es debida al rozamiento de las masas líquidas ó sólidas que se mueven al través del aire con cierta velocidad ; 2.° que esta electricidad adquiere una gran tensión por rodar la nube sobre sí misma, y así se hace capaz de producir los efectos conocidos. » El autor invoca en primer lugar en favor de su teoría, que hace estensiva á todas las tempestades sin distinción de esla- TOMO XI, 37 550 ciones, la electricidad que desprende la máquina hidro— eléc- trica de Armstrong. Cita en seguida la electrización de un vestido por el roce de un aire violento, y despees el fulgor que resplandecía en el aire, que Mr. Maas observó en Namur durante la tempestad del 19 de febrero, y que en su comuni- cación á la Academia lo atribuyó al estado eléctrico de los copos de nieve. No me estenderé mas en la diferencia de las circunstancias físicas que distinguen esencialmente las causas particulares del desprendimiento de la electricidad por rozamiento en el aire que supone el autor se produce, y el modo de emitirse este fluido en el aparato de Armstrong: como es sabido, este es debido únicamente al rozamiento de los glóbulos de agua ar- rastrados con el vapor contra las paredes de los surtidores de salida. Por otra parte, las causas del desprendimiento del fluido en la atmósfera solo se indican por el autor, como he- mos visto antes. No obstante, conviene examinar hasta cierto punto hechos conocidos, que parecen referirse á la hipótesis preconizada. Sabido es que una corriente de aire húmedo , ó que contiene polvo, lanzada en la atmósfera se electriza, y que por el con- trario, el surtidor no da ningún indicio de electricidad si el aire es seco* Del hecho, igualmente conocido, de la electrización de un tejido de seda agitado en el aire, se deduce necesariamente que las partes del aire que se han deslizado sobre la seda se han electrizado por rozamiento. Estos fenómenos nos conducen naturalmente á hacer esta pregunta. ¿Por qué dos masas de aire que se deslicen una sobre otra no se electrizan? Ksemtz, que la ha propuesto en su Curso de meteorología (trad. fran- cesa, pág. 335), añade que no puede haber electrización si la temperatura, la humedad, etc., de las dos masas son las mis- mas, como sucede con dos barras de resina perfectamente idénticas, que no se electrizan cuando se frotan una contra otra. Este sabio meteorologista admite, sin embargo, que las masas de aire son susceptibles de electrizarse mutuamente por rozamiento, siempre que sus temperaturas sean diferentes. No cree, pues, que en la naturaleza sea esta causa completamente nula; pero añade que las acciones químicas que se verifican 551 constantemente en la atmósfera son causas infinitamente ma- yores para que se produzca electricidad (1). No me detendré en examinar si, quizá á causa de la gran movilidad de sus moléculas y de su débil densidad, no son los gasesjmenos á propósito que los sólidos para desprender por solo el rozamiento cantidades tan considerables de electri- cidad como cree Mr. Fiorimond. Si consultamos la esperiencia, observaré que Mr. Armstrong, habiendo condensado el aire bajo una presión de 8 atmósferas en un globo de vidrio muy resistente de unos 7 litros de capacidad , reconoció que la influencia del vapor de agua mezclado con el aire del reci- piente es tal, que si este está perfectamente seco y calentado, la salida del aire no produce electricidad , en contra de lo que sucede cuando el aire es húmedo (2). En sus notables esperi- meatos sobre la máquina de Armstrong, habiendo Mr. Fara- (1 ) Aunque la conclusión deKaemtz en favor de la teoría de la electrici dad atmosférica por las acciones químicas se haya emitido en una época en que se aceptaba unánimemente esta teoría, que ha desarrollado principal- mente Mr. Pouillet por medio de sus esperiencias sobre el desprendimiento de la electricidad por la evaporación del agua de las disoluciones salinas, no creo que sea necesario en e! dia rechazar todo valor á esta conclu- sión de Ksemtz. Sean cualesquiera las objeciones contra la teoría de Mr. Pouillet, que las recientes esperiencias de Mr. Gaugain han suscitado, oposiciones de que Mr. Fiorimond habla en su trabajo, recordaré aquí un hecho natural muy frecuente, que se aplica muy bien en la teoría de Mr. Pouillet, y que habla en su favor. Guando al dia siguiente de una tormenta de verano queda el cielo despejado, debemos esperar que con mucha frecuencia estalle una nueva tempestad este mismo dia ó el si- guiente*. de tal modo pudiera creerse que se hubiera activado la evapo- ración de las lluvias de la primera tempestad por la acción directa del sol. Por el contrario, si el cielo queda cubierto por uno ó dos días des- pués de la tormenta, la evaporación se efectúa entonces lentamente, y no hay ningún aspecto de tempestad? entendiendo que se hayan disipado to- dos los vestigios de la primera en el aire en el mismo paraje ó en las cercanías. (2) Tratado de física considerada en sus relaciones con la química y Ciencias Naturales, por Beequerel, tom. l,pág. 440. day sobrecalentado el vapor de manera que quedase seco, vio desaparecer toda especie de electrización. Por el contrario, ha- ciéndole pasar antes de su salida por una caja que contuviese estopa mojada, el vapor se cargaba de gotitas líquidas, y en este caso era muy abundante la electricidad. De estos esperi- mentos, á los cuales he aludido, ha habido que deducir nece- sariamente que los gases secos ó privados de partículas líqui - das no desprenden cantidad apreciable de electricidad por el rozamiento, aun criándose verifique con gran velocidad contra las paredes sólidas de los surtidores. Si de los esperimentos del gabinete pasamos á los fenóme- nos naturales, no vemos, por ejemplo, que la tensión eléctrica de las capas de aire próximas al terreno sea mas marcada en los vientos fuertes que en los suaves, porque los primeros oca- sionan mas rozamiento de las capas de aire entre sí y con la superficie del suelo. Por el contrario, al menos en Bruselas, según las investigaciones de Mr. Quetelet acerca de las relacio- nes de la electricidad del aire con la dirección de los vientos, hay dos máximas de la intensidad eléctrica para los diversos vientos; una corresponde á la parte del cielo comprendida en- tre el S. E. y el E., y la otra al N. 0. y 0. N. O. (1). Pero los vientos que proceden de estas dos direcciones tienen una velo- cidad doble respecto de los demás vientos de Bruselas. Verdad es que el autor querria esplicar también el des- prendimiento de la electricidad por el roce de las masas líqui- das ó sólidas que se mueven en el aire con cierta velocidad. Pero ¿cuáles son estas masas? ¿Serán las gotas de lluvia ó las partículas de nieve? Como estas partes sólidas ó líquidas son arrastradas por el viento en medio de tormentas atmosféricas semejantes á las del 19 de febrero, no poseen respecto del aire ambiente otro movimiento propio ó bien manifiesto mas que el que les imprime su mismo peso. Pero esta caída es entera- mente incapaz de desprender electricidad en canlidad notable, aunque la produzca. Si se recuerda aquí que hay emisión de una cantidad de electricidad mas ó menos apreciable cuando (I) Anales del Observatorio Real de Bruselas, tom. 7, pág. 20. 553 la lluvia ó la nieve cae de las regiones superiores del aire; si se citasen muchos ejemplos de golas de lluvia y copos de nieve y de hielo que producían luz al chocar y al llegar al suelo, sería necesario buscar sin duda alguna el origen de esta electricidad en fenómenos naturales mucho mas enérgicos que el rozamiento de las delgadas y ligeras partes de materia que atraviesan ver- ticalmente el aire con velocidades á veces muy moderadas. • En el estado actual de nuestros conocimientos, nada nos au- toriza á considerar la teoría del desprendimiento de la elec- tricidad en el aire como fundada solo en el rozamiento, aun- que las tempestades que á veces estallan en invierno sue- len muchas veces verificarse en medio de tormentas atmosfé- ricas. Si ninguna de las teorías emitidas hasta el dia satisface enteramente ni á las observaciones ni a los esperimentos, en la esplicacion de las causas de la electricidad de las tempesta- des quejestallan en las diversas estaciones y bajo latitudes di- ferentes, la teoría del rozamiento en el aire es menos á propó- sito que cualquiera otra para resolver estas dificultades, aten- diendo sobre todo al poder de los fenómenos de la naturaleza. Después de haber indicado las causas que confirman su teoría, esplica Mr. Florimond por qué todo huracán no produce necesariamente una tempestad, diciendo: «que es preciso, se- gún la segunda parte de su proposición (véase lo que antes hemos dicho), que las circunstancias produzcan el efecto de arrollar sobre sí misma la cubierta nebulosa , porque esta, generalmente poco electrizada, adquirirá una tensión cada vez mayor á medida que se arrolle mas. Conocidas son las esperiencias de física que sirven para demostrar el aumento de la tensión eléctrica por la disminución de la eslension de la superficie de los cuerpos electrizados, que han guiado aquí ingeniosamente al autor. Pero si el supuesto arrollamiento de las nubes se llega á realizar á veces en la naturaleza, es preciso admitir que muy probablemente se verifica en circuns- tancias escepcionales; el mismo autor lo ha presentido así. Es, pues, imposible ver un fenómeno tan particular, y tan limi- tado por otra parte á la causa de los fenómenos generales. Una dificultad mayor se suscita también, cuando tomando por guia las mismas ideas y el mismo principio, dice el autor 554 que el encuentro de dos nubes cargadas de la misma electrici- dad produce el efecto de aumentar la tensión eléctrica, porque la superficie de las dos nubes, unidas en una sola, será menor que la suma de las superficies primitivamente separadas. La dificultad que hay que prever es esta : cuál es la fuerza que interviene en la generalidad de casos para verificar la aproxi- mación de dos nubes electrizadas que se repelen mútuamente á causa de la identidad de sus electricidades. Sería necesario ab- solutamente que el autor diese á conocer esta fuerza antes de poder prestar al fenómeno supuesto un papel importante en las tempestades. Hemos llegado á la tercera parte del trabajo, en que Mr. Florimond emite la opinión de que si las tempestades son generalmente mas desastrosas en invierno que en verano, no es porque las nubes tempestuosas floten mas abajo en la pri- mera estación: «es, dice, porque en invierno, estándolos ár- boles desnudos de sus hojas, quedan privados de millones de pequeños pararavos, sin duda imperfectos, pero eficaces por su multiplicidad.» Esta idea teórica adquiere todavía mayor es- tensión en el ánimo del autor, cuando atribuye el esceso de la d tensión eléctrica del aire en invierno con respecto á la ten- sión del verano, á que las hojas de las plantas mas bajas, lo mismo que las de los vegetales grandes, obran en ve- rano como cuerpos en forma de agujas, buenos conductores, de modo que restablecen el equilibrio eléctrico entre la atmós- fera y la tierra. Sin saberlo quizá el autor, la idea emitida acerca del papel que desempeñan los grandes vegetales en las tempestades, me parece una estension de la opinión de ciertos físicos, que quie- ren que los árboles ejerzan una influencia preservadora del rayo respecto de las habitaciones que estén inmediatas. En su escelente noticia acerca del trueno, ha examinado Arago esta opinión después de formularla en los siguientes términos (1). (1) Noticias sobre el rayo. —Obras de Arago, tomo l.° de las Noti- cias científicas , pág. 307í y también el Anuario de la Dirección der lon- gitudes, 1858, 555 «¿Es cierto que los árboles que dominan una casa á cortas distancias la dejen completamente segura del rayo, como pre- tenden muchos físicos?» Es importante dar á conocer aquí en resumen el artículo de la noticia. Las muchas hendiduras de los árboles de los bos- ques que se notan en las tablas aserradas, demuestran, dice Arago, que caen sobre ellos los rayos mas de lo que se cree. Las siguientes investigaciones de un observador tienden á es- tablecer que una tempestad se debilita notablemente cuando pasa por un bosque. Por estas observaciones, añade Arago, «parece incontestable que los árboles privan á las nubes tem- pestuosas de una parte considerable de la materia fulminante de que están cargadas.» Se los puede, pues, considerar como un medio de atenuar el estrago de ios rayos.» Al recordar este estrado del pasage que antes hemos resumido, en que Arago indica las hendiduras de los árboles como señales que descu- bren el trayecto del rayo, ocurre la duda siguiente. «¿Es la idea de Arago sostener que los árboles debilitan la tensión eléctrica de las nubes que pasan por encima de ellos, estra» vendo lentamente el fluido, como lo hacen los pararayos, ó bien ocasionando la descarga de las nubes, estallando el rayo, cuyas señales conservan los árboles? Sin querer precisar cuál haya sido el pensamiento de Arago, liaré notar que añade al pasaje referido arriba esta opinión significativa en la cuestión que nos ocupa. «Es ir mas allá de los límites de la observa- ción, el querer dotar á los árboles de una virtud presentadora absoluta.» A fin de demostrar cuán fundadas son estas dudas, este célebre sabio cita los ejemplos de dos habitaciones, en las que cayeron rayos en el verano, aunque estaban rodeadas de árboles muy juntos, cuyas copas sobresalían mucho por enci- ma de los tejados de las mismas. En uno de estos ejemplos, las nubes tempestuosas, antes de encontrarse en la vertical de la casa, habían pasado por encima de ios árboles próximos, mucho mas elevados que los tejados y las chimeneas, lo cual no impi- dió que los árboles quedasen intactos, y la casa herida por el ravo. %) La conclusión de Arago y los hechos citados dejan muchas dudas, si no las aumentan, acerca de la realidad del pape! tan 556 estenso y general que Mr. Florimond concede á los vegetales durante las tempestades del verano. Suponiendo que su opinión sea la mas fundada, habría que discutir si los efectos del rayo en verano serian mas desastrosos, y las tempestades mas fre- cuentes en el dia que hace 160 años ó mas, en que una gran parte de la Europa se hallaba cubierta por estensos bosques. Arago ha examinado la cuestión tan delicada de averiguar si en el dia suele tronar tanto como en los siglos pasados, y de- duce que hay una ligerisima probabilidad en favor de la idea de que desde los tiempos antiguos han disminuido de intensi- dad las tempestades. ( Noticia , pág. 161) Añadiré que respecto á la Bélgica, el abate Mann ha hecho observaciones seguidas acerca de la frecuencia de las tempestades en Bruselas en los años 1785, 1186 y 1787, encontrando que el número me- dio anual de las tempestades había sido 24 en estos tres años. Siendo actualmente por término medio unas 13 el número anual de las tempestades, según las recientes investigaciones de Mr. Quetelet en su trabajo acerca de la electricidad del aire en Bélgica (1), pudiéramos preguntar con este sabio si habrán mo- dificado la naturaleza del clima los desmontes tan considerables que se han hecho en las cercanías de Bruselas, para disminuir la frecuencia de las tempestades. Sea cualquiera la circuns- pección con que deba mirarse el pequeño número de las ob- servaciones del abate Mann, y siendo mas tempestuosos unos años que otros, puede deducirse de aquí, sin embargo, que la desaparición de los bosques de las cercanías de Bruselas no ha producido el efecto de aumentar el número de las tempestades. Pero he aquí el argumento que es mas decisivo, y entera- mente contrario á la opinión que emite Mr. Florimond. Arago ha querido probar que, en conformidad á la opinión general , sean mas desastrosas las tempestades cuando estallan en invierno, formando una estadística del número de rayos que sabia que ha- bían caído en los navios en el intervalo comprendido entre las costas de Inglaterra y el Mediterráneo inclusive. De esta esta- dística resulta que las tronadas de los meses templados ó fríos (i) Anales del Observatorio Real de Bruselas, tom. i, pág. 30. 557 son mas peligrosas eii el mar que las de los meses de calor. Como en alia mar ni cerca de las cosías no puede invocarse la influencia preservadora de los árboles en el verano, cuando en la esladística de Arago se cilan varios casos en que lian caído rayos en los navios, debe inferirse necesariamente que la causa del mayor número de rayos que caen en invierno relativa- mente no proviene de ningún modo de la falla de las hojas de los vegetales en esta estación. El hecho se esplicaria, como creen los meteorologistas con bastante probabilidad de razón, por un descenso mayor de las nubes tempestuosas cerca de la superficie de la tierra, cuando estas nubes fulminan en invierno después de haberse producido en el seno de las tempestades atmosféricas, por efecto de causas que nos son todavía desco- nocidas. Mr. Gloesener, en un informe particular, ha hecho tam- bién objeciones á las ideas emitidas por Mr. Florimond, ha- ciendo observar además que no son tan nuevas como este físico ha creído. Así, respecto á la frecuencia mayor de los rayos en las tempestades de invierno, recuerda que Pfaff, físico bien conocido, que ya falleció, y profesor'de la universidad de Kiel, habia dicho hace mucho tiempo. [Dict. de physique de Gehler , vol. 4, pág. 1587.) «Las tempestades de invierno son raras» pero se distinguen de tas de verano en que son mas tumultuo- sas y pasajeras. Así es que generalmente maltratan las embar- caciones y otros objetos elevados, cuya acción proviene en parte de que caminan por regiones inferiores, y en parte de que en invierno, privados los árboles de hojas y de savia, atraen menos la electricidad, y no puede esta ser conducida sensiblemente á la tierra. Esta espl icacion de Mr. Pfaff, dice Mr. Gloesser, es tan in- exacta como la de Mr. Florimond. Un para rayos de metal no es realmente eficaz mas que cuando comunica perfecta y me- tálicamente con la tierra en un paraje muy húmedo, con un pozo ó mas bien con una agua corriente. Con mayor razón los árboles y otros vegetales son poco eficaces si no se encuentran en condiciones de comunicación semejantes con la tierra, con- diciones que nunca se verifican tan completamente en la natu- raleza respecto de los árboles, como con los pararayos propia- 558 mente dichos, construidos para protejer los objetos que les rodean. Es importante observar, dice Mr. Pouillet en su notable informe acerca de la construcción de los pararayos, que el fluido eléctrico jamás cae á la casualidad; su punto de partida y de llegada, bien sean simples ó múltiples, se encuentran marcados en primer lugar por una relación de tensión eléctrica, y en el momento de la esplosion, el surco de fuego que les une, y que va á la vez de uno á otro, empieza al mismo tiempo por los dos estremos. Las yerbas, los matorrales y aun los mismos árboles son objetos demasiado pequeños para el rayo; no puede dirijirse á ellos; y si alguna vez los hiere, es porque los en- cuentra en su camino, y hay debajo de ellos masas conduc- toras mas estensas, que son el objeto oculto de la atracción , y que reciben en último término su influencia, y producen la esplosion. Según la opinión de Mr. Florimond, las tempestades del invierno sobre las costas de los mares en que no hay árboles no deberían ser mas terribles que las de verano, y sin embargo lo son. En los parajes en que se han destruido los árboles, en con- tra de la opinión de Mr. Florimond, el número de rayos, se- gún las observaciones recojidas por Mr. Quetelet, no es mayor en el verano que antes de que se verificase el desmonte. Estas son las condiciones ó las circunstancias v las sitúa- ciones de los lugares en que se forman las tempestades de in- vierno, que son causa de que suelan caer mas rayos y ocasio- nen mayores destrozos, ocasionando mas terror que las tor- mentas de verano. Resumen de las observaciones meteorológicas efectuadas en Bilbao en el año meteorológico de 1861 . 5ft9 a «5 O <3> •'CS 60 o *a 5=3 ec- sa 'ajqai3!A0\| 05 sr* *s "* — 05 05 «O «í í— «a JO O0 N o O o es es QO O te O H O 1 JO ¡ co ’ojqnpo ! cT ! «o ! fr- SO 05 JO es «a jo N fr- es fr- O» «» 4 es o CS pjqraajPS «o CS co ec 05 JO 05 ícT SO LO fr- fr- es Sí C5 «ÜI O « <3 ce •ojsoSy ggra— MTTCsrcffg JO CS 00 — ** *% 4* JO «o 05 fr- JO GO ‘íf* «<}< <=T o JO es JO O ■< OS w °!Inf 05 O» SO fr- t'- JO 05 -sf SO JO es o JO oT TI JO I ^ 1 so ’oinnf I <~T ¡ so ^ so oo ce os m co ^ o SO JO th 05 CO fr- oo A. o >-> C3 ss 05 SO •sí 00 © CO fr- es ® CO CS ® ví O 50 N ‘S es — 4 fr— N h- 63 ) * njqv S ] 762,5 770,1 752,9 17,2 0,75 10 21 si ff " Ph f •ozjBjy ««■4 JO -4 es © © os JO JO co so" cT 05 ÍT ! ! © N ^ c> N N N ■ojajqaj fr- 05 «■» CO so fr— O <=> O eo es sj« N JO O JO . 05 C N O K Cí > ÍC 1 0J3D3 «í es 05 oo oo c* «\ e* sj< «O 05 © N S1 N N N fr- O «*i es vt- cs S» ajqwiapiQ O CO CO © fr- es SO SO JO ■— o JO «O CO CO N N N es jo --- es es 53 CO a < § o 2S tí Cd ¡S’' eo CO tí <» ift) | *S}» *«í< O co mi c*. o to *«» H •3jqcn3]AO|vi ** co Ifí »- w*< •» co 00 tí tí* IIP •o* «V ce tí- N co Mí eo Mi | tí» tí» re tí» tí» tí» 1 tí» eo « *5f tí QO O tí» oo co C5 tí »íí eo tí» •ojqnjoo o t— co r— *-1* co co in xip co tí» tí tí» tí 5 tí» CO tí» tí» **»* *eS< CO ce co IIP tí- *o< co co in O ítí oo o co CP CP *e}‘ tí tí» i •ajqniaipg cT >re •- í>- 00 tí- co tí* <3* irT eo tí- tí» «5 co Mí m 00 1 \ C~l co tí» tí» *=f CO «co^ ~ | b- c» tí- co tí co ¿2 co 1 • o^soS v tí» cT tí CP CP •v »re cT h* T— tí *CC ^-1 *5f i QO co 00 1 co tí» tí» >»- <3* CO *— 1 ^ tí ift *d* o eo 1 o Mí tí xre co oc- a* *!? i • 0 ií E [A! «eT tí ■tíT ce co tí •\ co oc OQ oc' eo t-. 00 b» CO tí» tí» co tí» tí» tí» | co tí» tí» lío *5J» t*- o W5 ire tí ire tí oo oo 1 «- «h »- ♦»- •v tí- tí* tí* j? ’inqv co 05 tí» «o co tí- tí» tí* í- tí eo O *-( eo 3 o» tí» tí» ^“■4 *ej< tí» tí- CO *cfl í^» co «tí tí SO *CJ* tí» tí» rnmi tí | ís p. «r» tí* tí tí* •- ü •OZJE[\l «s* tí re eo eo o- ^T* tí» co eo t- es 4 '4.1 •*»< tí» o» co tí» i tí» i 1 t— tí IX co 1 CP o» tí» *C}< eo tí tí» r^» •\ «X c- rs. r* tí— CO tí» 1 tí» rtH tí» 1 tí» eo *sf IIP »o «tí 05 O •*— t*. co co ÜO en tí ■aaqruopiQ tíT CO co iO 1-- ce cT tíT tí* ere eo Mí co tí» 1 tí» co 1 tí» tí» . • • • • . • • - • • • ffS tí • en 1= í« O í_ S -2 re tí5 o re js 3 £ * re -re ^ a a o no res re í- -a a o en re *■— i 'C3 >*! .„ 2 -« re tñ " ¡2 o ¥ = a "a .1 ^ re O en "~l re cz o? 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M M y ofre[foetw©e<© en • ozjep*¡ ©1O'2®©3O©<©í©O0 ^ r> *s r- r* c^©íoe^©©©*?t'0o - s •ojojqoq ©, c© s**» i© r© eres©*t^íOift©Meo . ^ en •0J3uq * OMN'Í^'iCíNOm en •o.iqmapiQ oc^oOfi^eot^-oosb-c^) ©eto©esoo»30>ft . C3 N 5- © S «t-í © ©3 es 3 w : h * o • ° ;g SS'WaiwwO^S ns • M © fl .© ’o o © $-i • H P (-1) Para la formación ríe este cuadro se ha supuesto con alguna inexactitud, que la máxima indicada por el aparato era correspondiente ai viento del momento de la observación. Sin embargo, como este supuesto se verifica generalmente, es de creer que este cuadro, aunque defectuoso, da con alguna aproximación la rela- ción de las intensidades de los vientos. ANEMÓMETRO. ■ — Producto de la fuerza máxima media de cada viento 565 ■as a -=3 O ■< es >• ■< CS >> "S3 es Ch O ¡z es ca > z 1 NXffíOíW^NO o Mlvt.NONW»' co i£¡ es oo as *=f *5C *** <© <=>coo«©cíOio-^ ? oo s*» •ojsoSv O W© 1¿5 C© © ©1 © ©S C© ^ ©S -*-• O í>o oo«ss©t»=.oooo '5f* •oijnp CO ^c*j C* o ©í ©*©.-( ©3 ©36©©Cí ©5 •oianf ^ »5j< T-< \ 'OÍB^¡ b.NC«tóeS>í c? (» <<-, e¿i teS ©í •i«qv O ® 00 ©j oo se © c© t-» 1 ©5 tes ^ *aj 10 1 n=*t ©a 1 • OZJB J\[ t'.o? OlíSOOO^ C© C© *5f‘ ©» Sft ©> CO Iwase^M'H©© o» ^ ift «o «s « » ram Altura barométrica media. .................. ...... . . 762,25 Id. máxima (día 2 í de marzo). ...... 776,9 Id. mínima (25 de diciembre) ......... . 735,3 Oscilación anual Id. media anual. 19,73 Id. id. en invierno 27,6 Id. id. en primavera 22,2 Id. id. en verano 13,33 Id. id. en otoño . 1 5,97 Id. id. diaria entre las 9 de la mañana y las 3 de la tarde. . . 0,65 * Temperatura media del año id. id. en invierno. . Id. id. en primavera. Id. id. en verano Id. id. en otoño Id. máxima (dia 11 de agosto). . . . Id. mínima (dia 8 de enero). Oscilación media diaria: invierno.. . Id. id. primavera Id. id. verano Id. id. otoño. . 15,4 i 9,23 13,6 20,69 18,12 39.2 — 5,0 9,38 12,1 14.2 12,26 Lluvia en todo el año. Id. en el dia 26 de marzo (máximum) Dias de lluvia. ...... Id. despejados.. Id. casi despejados mm 915,8 60,0 143 87 45 Bilbao 10 de diciembre de 186 i.— El Catedrático de Física , Manuel Naveran. (Por la sección de Ciencias Físicas, Ricardo Rujz.) CIENCIAS NATURALES. MINERALOGIA. Sobre la presencia del cuarzo cristalizado en el hierro meteó- rico de Xiquipilco f Méjico J; por Mr. G. Rose. (L’Institut, 27 noviembre 1861.) Mr. Nagel, individuo del Consejo de Sanidad, observó hace poco tiempo que en su célebre colección había un ejemplar de hierrro meleórico de Xiquipilco, que dejaba descubrir á través de su cubierta de óxido una agujila cristalizada; observándola con cuidado, se reconocía en ella una punta letraéd rica de su- perficies brillantes. Mr. Nagel remitió al autor este ejemplar, á fin de que pu- diese valerse de él para investigaciones mas estensas, y deter- minara la naturaleza de este cristal, permitiéndole también desprenderle del óxido de hierro á que eslá adherido, y rega- larle después de estudiado al Gabinete Real de mineralogía. También envió un pedacito de otro cristal, fijo igualmente en la cubierta, y que se había roto al tratar de desprenderle. Este cristal dejó su impresión en la ganga. No tenia de largo mas que $ de línea; no obstante, á pesar de su pequenez se pudo reconocer no solo su forma, que era la de! dodecaedro exagonal, sino también determinar sus ángulos con la mayor exactitud. El autor ha hallado para las inclinaciones de ¡as caras I03°,33 — 49f; 103V25-40'; 133°, 80—42'. Sabido es que, respecto del cuarzo, estos valores son 103°, 34' y 133— 44'. Este cristal es por consiguiente cuarzo, lo mismo que el frag- mento que hemos mencionado; además de la determinación cristalográfica, se reconoció que al soplete formaba un vidrio claro con el carbonato de sosa. 568 Hasta ahora no se ha demostrado la presencia del cuarzo en ningún hierro meteorice. Se sabe que el hierro meteói ico es una mezcla de hierro y niquel, que contiene mas ó menos fos- furo de hierro y niquel; generalmente se encuentra en él tam- bién1 en proporciones variables, según Rammelsberg, sulfuro de hierro no magnético, que es monosulfuro de hierro. Algunos hierros meíeóricos contienen también divina diseminada en varias partes en la masa, como en el hierro palúdico tan nom- brado, y grafito, como en el hierro de Tenesée. Oíros, por úl- timo, contienen granos pequeños, que resisten á la acción del agua régia, y diversamente teñidos; esto es lo que MM. Vohler, Pugh y Uricoechea observaron en el hierro de Toluca-Thal, en que está situado Xiquipilco (1). No solo no se habla encontrado todavía cuarzo en el hierro meteórico, sino que tampoco en ninguna otra piedra meteórica; sin embargo, es muy probable que lo haya en los granos inso- lubles en los ácidos que forman parte de ciertos hierros me- teóricos. Es verdad que pudiera dudarse de que el cristal de- cuarzo citado antes pertenezca realmente al hierro meteórico; pudiera admitirse que se lia formado solamente cuando el hierro estuvo en contacto con el suelo, y al mismo tiempo se oxidaría la superficie. Sin embargo, el cristal estaba tan com- pletamente rodeado de óxido de hierro pardo, y este último era tan adherenle al hierro no atacado, que debía admitirse que el cuarzo, que se hallaba engastado en él, lo estaba originaria- mente. Además, los cristales de cuarzo son muy raros en las arenas; y en Toluca-Thal no hay punto de arena cuarzosa: las montañas que le rodean están en efecto formadas únicamente de traquitas desprovistas de cuarzo, ó de rocas volcánicas re- (!) En un hierro meteórico encontrado en Chile, se dice haber ha- llado plomo, y en este caso es preciso contar este metal como un princi- pio que puede encontrarse en el hierro meteórico. En cuanto al mineral de hierro magnético qne el Dr. Krantz ha observado en la cubierta en- teramente esterior del hierro de Toiuca, no debe tenerse en cuenta, por- que es debido sin duda á la oxidación? esta es también la opinión de Mr. Kraníz. 569 cientes. Sería de desear que si Mr. Yohler tuviese todavía los granos antes citados, determinase por investigaciones exactas si contienen cuarzo. El hierro meteórico de Toluca*Thal se encuentra en canti- dad considerable diseminado en pedazos, que cubren una es- tension que se prolonga desde el N. E. al S. O. de una superfi- cie de 2.1 millas de largo y 1 milla de ancho. Se encuentra allí siempre, aunque en Méjico, que está próximo á este sitio, se le utiliza desde hace mucho tiempo para la fabricación de di- versos instrumentos, y un gran número de viajeros le han lle- vado para sus colecciones. Ya en 1784 la Gaceta de Méjico mencionaba este hecho. Evidentemente en Toluca-Thal es donde han sido mas numerosas las caídas de meteoritos. Mr. G. A. Stein ha traído á Europa cuatro pedazos, de los cuales uno pesaba hasta 110 kilogramos, y los otros tres 9k,750, 6k, 500 , y 2k,750. El Dr. Krantz posee también mu- chos ejemplares de hierro de Toluca-Thal; los pesos de algunos son de cerca de 22, 13, 9 y 3 kilogramos. Quizá entre todos estos pedazos podrán observarse algunos ejemplares que con- tengan cuarzo, lo que confirmará el descubrimiento de Mr. G. Rose. fisiología wmsget&sl. De la importancia comparada de los agentes de la producción vegetal; por Mr. Georges Ville. (Comptes rendus, \ 1 noviembre -1861.) De los compuestos fosforados útiles para la vegetación , y de los que no lo son. Guando falta el ácido fosfórico, no puede manifestarse la vegetación. Una tierra que tenga materias azoadas, y al mismo tiempo potasa, cal y magnesia, es impropia para el cultivo del trigo si no forma parte de la mezcla un fosfato. Las semillas germinan, pero desde el principio la vegetación demuestra un 570 estado de decaimiento, y va cada vez empeorando mas. Todas las plantas de trigo sucumben al cabo unas después de otras, y al fin del primer mes ha cesado toda la vegetación. Aña- diendo un centigramo de fosfato de cal, basta para cambiar el curso de los fenómenos y el carácter de su manifestación. Bajo la influencia de esta adición tan pequeñísima del fosfato puede verificarse la vegetación. Esta es raquítica; las plantas adquie- ren un débil desenvolvimiento; pero al fin viven, y recorren hasta la fructificación todas las fases de su desarrollo. Si se eleva la dosis de fosfato de cal á 2 gramos, la tierra adquiere inmediatamente un grado notable de fertilidad. El trigo pros- pera en ella cuanto se desee. En vez de recurrir al trigo, si se siembra en la tierra ante- rior, que no tiene fosfato, una leguminosa, y particularmente guisantes, suceden las cosas de otro modo. La vegetación es de las mas tristes, pero persiste y se mantiene. Cada planta de guisantes produce una ó dos semillas. Si se siembran estas semillas de una primera germinación en una tierra privada también una vez de fosfato, las plantas no mueren, pero apenas la recolección llega al peso de la se- milla. En este caso se produce una cosa análoga á lo que su- cede en el cultivo del trigo con el auxilio de 1 centigramo de fosfato de cal. Las leguminosas parecen distinguirse á primera vista del trigo, pero en realidad esla distinción no es mas que aparente, porque en ambos casos el fenómeno se manifiesta de la misma manera cuando la cantidad de reserva del fosfato propio de las semillas del guisante se agota en un primer cultivo en una tierra desprovista de estas sales. Por medio de la fotografía he reproducido esta curiosa su- cesión de cultivos. Voy á completar este primer dato, enun- ciando el peso de las cosechas. 571 Cultivo de 22 gramos de trigo en una tierra de arena calcinada , provista de Csr, 110 de ázoe en estado de nitro, y al mismo tiempo de un silicato triple de potasa, de cal y de magnesia. Añadiéndola 2gr de fosfato de cal. Paja y raíces 20sr,82 187 granos. ............. 4 ,27) * Añadiendo lcent.de fosfato de cal. Paja v raíces. ............ Ssr,85 ¡ ÍS?r,86 1 grano ................. 0&r,01 J ! ’ Sin fosfato de cal. Paja y raíces. 0sr,80 |0«r,8O Granos. ................. 0sr,O0. No insistiré mas en ei dia sobre los efectos que las peque- ñísimas cantidades de fosfato de cal ejercen sobre el curso de la vegetación: lo que he querido establecer en toda su generali- dad, es que cuando falta el fósforo la vegetación es imposible, y que si hay escepciones de esta regla, no son mas que apa- rentes, y provienen de una cantidad de fosfato que hay de re- serva en el grano, suficiente para asegurar una primera y mez- quina recolección. Demostrada la necesidad absoluta de la presencia del fós- foro en la tierra, trato de investigar en qué estados se fija el fósforo en los vegetales. ¿Existen muchos en cuya formación pueda concurrir con igual ventaja? El fósforo forma con el oxígeno cuatro combinaciones , en- tre las cuales se cuenta un oxido y tres ácidos : PhOs PhOz PhO PICO Entre estos ácidos, el ácido fosfórico es el único cuyos bue- nos efectos sobre la vegetación sean conocidos y demostrados. 572 El ácido fosforoso y el ácido hipofosforoso forman con la cal sales neutras. Estas sales son mas solubles en agua que los fos- fatos. Una tierra abonada por ellos ofrece para la vegelacion un yacimiento de fósforo en una forma próxima al ácido fosfó- rico, y accesible á los medios de absorción de que están pro- vistos los vegetales. ¿Qué sucede con una semilla de trigo en una tierra que contiene fósforo bajo estas dos formas nuevas y desusadas? Se produce exactamente lo que hemos demostrado en las tierras, de las que por voluntad se han escluido los fos- fatos; los granos germinan, pero la vegetación se presenta tan decaída y pobre, que termina por la muerte de todas las plantas. El fósforo en estado de ácido fosforoso é hipofosforoso es por lo tanto impropio para sostener la vida vegetal, y no puede entrar en el curso de las combinaciones, cuyo último resul- tado es la formación de los vegetales. Referiré un ejemplo de esta especie de cultivos. Cultivo de 22 granos de trigo en una tierra de arena calci- nada, que tenga 0sr,110 de ázoe en estado de nitro , y al mismo tiempo que contenga un silicato triple de potasa, de cal y de magnesia . Añadiéndola hipofósfato de cal. Paja y ralees Granos* . . .............. Añadiéndola hipofosfito de cal. Paja y ralees. 13 granos. * Añadiéndola fosfato de cal. Paja y raíces. 187 granos. ............ / Entre los tres ácidos del fósforo, el ácido fosfórico es el único que tiene la facultad de concurrir á la formación y al desar- rollo de los vegetales. Es verdad que el ácido fosforoso ha ma- 573 nifestado una débil acción; pero debo añadir que el fosfito que ha servido para mis investigaciones no estaba privado de fosfato. El ácido fosfórico es activo; el ácido fosforoso y el hipofosfo- roso no lo son. Pudiera dar lugar á muchas conjeturas el es- plica r las curiosas diferencias que acabo de indicar en las pro- piedades de cuerpos tan afines. En vez de entrar en este cami- no, creo preferible averiguar si los efectos que acabo de dar á conocer, deben colocarse en la ciencia con el carácter de he- chos aislados, sin conexión con nuestros conocimientos anterio- res, ó si la falta de actividad del ácido fosforoso debe ser para nosotros el primer indicio de un orden de hechos que están to- davía sin observar. Entre los cuerpos á los cuales podia recurrir con mas ven- taja para disipar mis dudas sobre este particular, no podria dudar por mucho tiempo en la elección; el ázoe tiene demasia- das propiedades comunes con el fósforo, y desempeña un papel demasiado considerable en la economía vegetal para que no debiese recurrir á él. Habiendo demostrado precisamente que los fosfatos favore- cen la vegetación, y que entre las formas tan diversas en que el ázoe puede por sí mismo fijarse en los vegetales, ninguna es tan eficaz como los nitratos, me he visto naturalmente condu- cido á investigar si la falla de actividad de los fosíitos podria estenderse á los productos correspondientes del ázoe, quiero decir, á los azoitos. ¿Qué sucede, en efecto, cuando sin disminuir la propor- ción de ázoe se sustituye el nitrito al nitrato de potasa? En estas nuevas condiciones, la vegetación cambia comple- tamente de aspecto y de carácter. Sobre todo al fin del espe- rimento, la diferencia es considerable. Después es menos mar- cada, sin cesar, sin embargo, de descubrirse mucho. Tengo el honor de presentar á la Academia la fotografía de muchas se- ries de cosechas con nitrato y nitrito de potasa, lomadas con quince dias de intervalo desde la germinación hasta la com- pleta madurez de las semillas, con las cuales puede seguirse en cierto modo el curso de estos curiosos fenómenos. Por medio délos números traduciré en otra forma las dife- rencias que anuncio. Cultivo de 22 granos de trigo en una tierra de arena calcinada que tenga fosfato de cal , fosfato de magnesia y silicato de potasa mezclados. Con OS^HO de ázoe en estado de nitrato de potasa. Recolección seca. Paja y raíces..... 16¡¡r,5S Wr rs> 187 granos 4*r,27r° ’82 * Con 0sr9 110 de ázoe en estado de nitrito de potasa. !^a y raices fr’9V>04 74 granos l&r,0i > 14 granos de trigo sarraceno cultivados en las mismas con- diciones. Con el nitrato. Paja y raíces. ............ 8&r,35 ),* 136 granos. ............. 3sr,13Í Con el nitrito. Paja y raíces, . ........... 3s%66 k t, D/ 80 granos l^i}6'’34 12 semillas de colza cultivadas en las mismas condiciones (1). Con el nitrato. Hojas y raíces. ........... 5sr,00 Con el nitrito. Hojas y raíces . .... 2§r,06 No pudiendo discutir en este momento la significación de los resultados referidos en esta nota bajo el punto de vista (i) Duración del esperimento, 40 dias. 575 teórico, tos resumiré en forma de conclusiones en las dos pro- posiciones siguientes. 1.a En una tierra que tenga potasa cal y magnesia, la falla de los fosfatos hace la vegetación absolutamente im- posible. 2 a Con igualdad de ázoe, el nitrato de potasa dá mas co- secha que el nitrito. (Por la Sección de Ciencias Naturales, Ricardo Ruiz») 576 El acuario del Jardín zoológico de aclimatación. El l.° de octubre quedó abierto ai público el acuario del Jardin zoológico de París. Las personas ilustradas y amantes del progreso que dirijen este estableci- miento, para corresponder á las esperanzas que habia hecho concebir eí arte nuevo y todavía naciente de la piscicultura, han querido darle gran participación en los departamentos del Jardin zoológico. Para faci- litar y propagar su estudio han creado un gran laboratorio, en el cual pueden observarse todos los peces conocidos, y los innumerables seres de formas tan variadas y particulares que habitan en el fondo del mar y de los ríos, y cuyas costumbres ó industria se ignoran generalmente. Esta construcción, de un efecto verdaderamente estraordinario, escode en mag- nitud y en curiosidad a cuanto hasta el dia se ha hecho en otras análo- gas. Es un grau edificio de 50 metros de largo, rectangular, construido y pintado al fresco según el modelo de los acuarios encontrados en Hercu- lano. En uno de sus lados se hallan colocados 14 depósitos, que contie- ne cada uno de ellos ! .0 00 litros de agua dulce ó de agua del mar. Tres de las paredes de estos depósitos son de pizarra de Angers; la cuarta es un cristal de espejo sin azogar de Saint-Gobain que deja pasar la luz. la cual viene de arriba, y se halla dirijida de tal manera, que al atravesar el agua, alumbra y deja descubrir el fondo de los depósitos. Estos se ha- llan adornados como una decoración teatral, por rocas y vegetaciones acuáticas, al través de las cuales nadan los peces en libertad, absoluta- mente lo mismo que si estuviesen en medio de sus habitaciones natura- les. En los cuatro depósitos de la entrada están los peces y los moluscos de agua dulce, salmones, truchas, sollos, salmón umbla, barbos, sábalos, dotadas, cangrejos, ostras de rio y otros varios caracoles y conchas vi- vas. Los otros diez depósitos están destinados á los peces de mar, roda- ballos, lenguados, arenques, barbos, etc., ó los animales marinos que po- cas personas han visto vivos, que no pueden representarse exactamente por dibujos, y que es menester verlos para formar de ellos una idea. Tales son, entre los zoófitos, las anémonas, que podrían confundirse con flores de los mas brillantes colores, los corales, los erizos y las estrellas de 577 mar. Entre los annélidos las sérpulas y sabellas; entre los crustáceos la langostas y cangrejos de mar de diversas especies, y el individuo singu- lar llamado el ermitaño, que nace sin concha, y se apodera de la pri- mera que encuentra y le conviene. Los moluscos están representados por un banco de ostras en estado natural, y por muchas conchas bivalvas y univalvas que parecen adheridas á las rocas, y en las que sin embargo pueden notarse los movimientos, teniendo la paciencia de observarlas al- gunos momentos. Es imposible ver un espectáculo mas variado, mas pin- toresco, que haga mas reflexionar, y revele mejor la grande é inagotable fecundidad de la naturaleza. (/ Uoniteur universel , 30 octubre.) Hemos visitado esta admirable creación con algunos estrangeros que habian visto y admirado como nosotros los acuarios del Jardin zoológico de Londres, y hemos quedado mas satisfechos de lo que pudiéramos pen- sar: el sistema de alumbrado es incomparablemente mejor, y el efecto ge- neral, también incomparablemente mas asombroso. — Terreno numulitico en Filipinas . INuestro ilustrado y celoso cor- responsal en Filipinas, el P. Fr. Antonio Llanos, ha descubierto á me- diados de abril de 1861, en las cercanías del pueblo de Tarlac (10 le- guas al S. del golfo de Lingayen), un depósito considerable de fósiles en bancos ó estratos arcillosos, y principalmente calizos. De la descripción que hace dicho viajero, por sus caracteres mine- ralógicos, y mejor aún por los paleontológicos, resulta que allí se encuentran entre los Gasterópodos los géneros Planorbis , Palúdi- cas y Trochas , de los cuales los dos primeros son lacustres ; que también hay Anodonlas y otros pertenecientes á los lamelibranquios, y que lo que mas abunda son ios zoófitos. Varios de estos, ya se encuen- tren sueltos ó empotrados en la caliza, parece pertenecen á los Foramini - feros del género Numulilos , y tal vez alguno á la especie Numulilo - cumularía. Es de inferir, por lo tanto, que el terreno de que se trata y unos depósitos ó lagos de sal gema que sobre él yacen junto al citado pueblo de Tarlac, pertenezcan al terreno numulitico propiamente dicho, ó sea Suesoniano y Parisiense, D’Orb., Eoceno de Lyell, ó terciario inferior de varios autores. — Circulación en los caminos de hierro , y desgracias que en ellos su- ceden. Circulan todos los dias en las líneas del Norte, del Este, del Oeste, de Orleans y de París al Mediterráneo 2.130 trenes, y el trayecto reunido que recorren es de 102.0 0 0 kilómetros, lo cual forma al cabo del año 777.450 Irenes, que recorren en totalidad mas de 70.000.000 de kilómetros. El número de los viajeros trasportados en estas diferentes líneas en el período de los 10 años desde 1850 á 1860, ha sido de cerca 578 de 310.000.000. En este período el número de viajeros que ha perdido la vida á consecuencia de accidentes habidos es 44, ó lo que es lo mismo, 1 porcada 7.000.000. ¿Existe alguna empresa humana en que se agiten las fuerzas materiales en medio de circunstancias difíciles y de un con- junto tan considerable de hombres, que pueda comprometerse áno causar mayor número de víctimas? Estas cifras, tomadas de documentos oficia- les, tienen una elocuencia que no puede debilitarse, y contra la cual no pueden prevalecer afirmaciones formuladas demasiado ligeramente. Pero todavía adquieren mayor fuerza si se comparan con el número de des- gracias que causan cada afio los carruajes en la via pública solo en París. Por ejemplo, en 1 860 la estadística oficial nos demuestra que ha habido 9 2 0 accidentes de esta clase, que han ocasionado la muerte de 3 0 personas, y herido á otras 57 9. De modo que los carruajes de París han causado tantas muertes violentas en i año, como los caminos de hierro franceses en 10. ( Cosmos , 13 diciembre 1861.) — Fundación hecha por Mr, Brown . Hace mas de 30 años que asis- tió á las escuelas de Caridad en Liverpool un niño pobre llamado W. Brown, cuya manutención y enseñanza costeaba la ciudad; pero aquel huérfano, que tenia una actividad é inteligencia comercial poco común, no tardó mucho tiempo en aprovechar la instrucción que debía á sus conciudadanos» Distinguióse así entre los corredores marítimos mas emprendedores; y gracias al prodigioso desarrollo que tomó el trá- fico de aquel puerto, llegó á adquirir grandes bienes de fortuna con su perseverancia, y los conocimientos que la liberalidad municipal le habia proporcionado . No se avergonzaba W. Brown, como otros, de su origen, ni trataba de ocultar la humildad y penalidades del principio de su carrera. Así es que recordando cuánto debía á la pública caridad, quiso pagar magnífi- camente la deuda de honra que habia contraido, haciendo estensivos á otros niños pobres los beneficios que él recibió en su tiempo. No quiso para esto aguardar á su muerte, y ostentar entonces su generosidad, sino que dispuso asistir por sí mismo á la fundación de su obra; y así que su fortuna personal le permitió tal sacrificio, consagró 2 ó 3 millones de reales á la construcción de un Museo destinado á reunir colecciones de objetos artísticos, de historia natural y de libros para uso del pueblo, fundando también una magnífica escuela para el mismo. Con gran pompa se ha celebrado últimamente la inauguración del anfiteatro de este instituto, que es un gran salón, capaz para 500 es- pectadores, admirablemente dispuesto para ejecutar los esperimentos de- mostrativos qup suelen amenizar en Inglaterra las lecturas públicas. Gomo era natural, Mr. Wiiliam Brown hacia los honores de pesia arte 579 importante de su restitución á un gran número de personas célebres por su ciencia y posición. Fácil es de comprender que los habitantes de Liverpool se han apre- surado á completar le obra, colocando en sus galerías la notable colec- ción de Historia Natural que por su testamento dejó el conde de Derby, mas no se tardó mucho en reparar que algo faltaba en este conjunto de medios de instrucción, y que una población tan industriosa como Liver- pool , no podía estar sin una galería que representase las invenciones. Mr. Brown estaba con razón muy celoso de su obra para dejarla incom- pleta. No retrocedió ante nuevos sacrificios, y el 10 de octubre se inau- guró la galería de las invenciones, construida a espensas de este infati- gable Mecenas de la instrucción pública. Mr. Brown ha tenido la satis- facción de conducir muchos convidados á la nueva parte del edificio, y de convencerse de que en algunas semanas podrían abrirse al público estudioso las galerías. El dia terminó con una reunión en la gran sala del ayuntamiento. Mr. Gladstone, con la elocuencia impetuosa que le caracteriza, rindió tributo á la generosidad del fundador de la biblioteca de Liverpool. El Dr. Lancaster ha desarrollado la proposición hecha por Mr. Brown á sus conciudadanos de tomar bajo su protección la nueva escuela Esta proposición se ha acojido con entusiasmo, y la reunión se retiró conmo- vida vivamente por una ceremonia que dejará gran recuerdo en la me- moria de los habitantes de Liverpool, y de todos los verdaderos amigos del progreso. (Por la Sección de Y|^edadeS| JIicaiído Ruiz.) ~ Editor responsable, Ricardo Ruiz. • J. « >- ;v.- V- . •' ’¡M «®&X 5 -V « . ■■■ ■ ; . • •-■>•. :.v - • ..• • .'■:s.?.''.:,-í 1 •>*■'•- HHJ PPP8HI m HBBI jvcwwirf • .. • •; ’-n 14 - > " ■ . ¿.’-v- x ;■!’”■ .W? msfragk!&i*&?&![S& ' - - ./, ; v \ ' ; , % v y : 1 1 ’ ■ - ■ - .■■ , : . . >., HC ■ m í:Vf¡í ^JK¡$yí.^ ;íV;;:>V- - ; ■ *■/ v w> ? , ■■.'.■•: : .‘;v :-• -.. ; ■..•■ ; ■• " Vj -’ si'i-.'.í WX' ■ ; ' , ■ &%&>.*. ■■- -'-'.y *■ ;':r *é‘¿--ó ..■■'• ■■■'';■- v--.- ■ ■ ■-■' ■- '■'•:> ■■■■■'. •■ v; : ■• 1 yn oy ■. ■ . " ■ ■" ■ y .\,/v &í,:: y ■ v: - ■' ■ ^ !jy*‘ "rv^- ^ i *• ' ■> :í v, ' • . -- . ■ ■ ■ ,. ‘ m O m ' ■ .r' ■ . ■ - - .; 'i-' : " . . > . . C *• 4 ■ > ? v. ■ " '•■ ,,,wíh? -v > [Éfe . » • ?* : ■ ,. ■t-:*"-'-' ' i '-, /^r , *¿r ' • ■" ■ ; . ^ '■■'■*■ : '.-rv '*• .«aív jf 'A'K‘..v^3r^«..--íi. . .V . "V