I * Natural REVISTA DE LOS PROGRESOS DE LAS CIENCIAS EXACTAS. FISICAS ¥ NATURALES. REVISTA DE LOS PROGRESOS DE LAS «CIAS EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES. \fitf\J\fv-u TOMO XIV. — ~-Wt POR AGUADO, IMPRESOR DE CAMARA DE S. M. Y DE SU REAL CASA. 1864 INDICE de las materias contenidas en este tomo. CIENCIAS EXACTAS. Página. Mecánica. Expresión general de las condiciones de isocro- nismo del péndulo regulador de fuerza centrífuga. Nota de Mr. León Foueault, presentada por Mr. Le Terrier \ Mecánica aplicada. Nota relativa á la diferencia de retroceso de las armas de fuego disparadas con algodon-pólvora ó con pólvora común con igual velocidad del proyectil: por Mr. Martin de Brettes 201 Astronomía. Sobre la paralaje del sol, deducida por Mr. Hansen de la teoría de la luna: por Mr. Babinet 05 Sobre las estrellas fugaces: por Mr. Quetelet 70 Nota de Mr. Chacornac acerca de un medio de comparar con precisión el brillo de dos estrellas 257 Sobre la bólida del 14 de mayo 321 El sol considerado como una estrella. 320 Sobre los errores de origen fisiológico: por Mr. Faye 385 Informe anual presentado por el Director del observatorio de Pulkowa á la comisión de vigilancia de este estable- cimiento el 14 de junio de 18G3 513 Astronomía náutica . Sobre un nuevo método propuesto por Mr. de Litrow para determinar en el mar la hora y la longitud: por Mr. Faye 193 VI Geodesia. Resumen de los trabajos verificados en 1862 por el Instituto imperial de geografía militar, la Dirección del catastro y el Instituto central de meteorología y de mag- netismo terrestre de Yiena 129 Cosmología. Investigaciones acerca de la posición de los centros de emanación de las estrellas fugaces: por Mr. Chapelas-Coulvier-Gravier. 419 CIENCIAS FISICAS. Quimica . Preparación en grande del talio: por Mr. Crookes. 9 Informe sobre el algodon-pólvora. 74 Sobre la fermentación alcohcjlica: por Mr. Bechamp 408 Química orgánica. Estudios acerca de los vinos: por Mr. Pastear 205 y 257 Química micodérmica: por Mr. Blondeau 394 Química industrial. Sobre los hornos de gas: por Mr. Fa- raday 276 Quimica aplicada. Sobre las aleaciones de zinc y de plata: por Eugenio Peligot 280 Micrografia. Nuevas investigaciones acerca de los fermen- tos y las fermentaciones: por Mr. J. Lemaire. 5 Tecnología. Sobre la utilidad é inconvenientes de tener el vino en las cubas mucho tiempo antes de trasegar. Sobre la fermentación alcohólica en esta fabricación. Nota de Mr. Bechamp 135 Física. Investigaciones acerca de la solidificación y ebulli- ción: por Mr. L. Dufour, profesor de física en la Academia de Lausana 331 Física del globo. Investigaciones acerca de la composición química del agua de lluvia recojida en las ciudades á diversas altitudes. Nota de Mr. Ad. Bobierre, presentada por Mr. Dumas 337 Economía industrial. Investigaciones acerca de los petróleos de América: por MM. J. Pelouze y Aug. Cahours 399 Electro-química. Memoria sobre la conservación del cobre y del hierro en el mar: por Mr. Becquerel 453 Vil Meteorología. Extracto de las observaciones meteorológicas verificadas en Alicante por 1). B. Chamorro durante el eclipse de sol del 18 de julio de 1800 11 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real observatorio de Madrid en el mes de octubre de 1863 o n id. en el mes de noviembre de 1863. . 25 id. durante el año 1863 78 Id. en el mes de diciembre de 1863 147 Id. en el mes de enero de 1864 217 Id. en febrero id 227 Id. en marzo id 285 id. en abril id 295 Id. en mayo id .......... 341 Id. en junio id ... . 352 Id. en julio id 408 Id. en agosto id 419 Id. en setiembre id. 463 Id. en octubre id. 520 Id. en el Instituto de Bilbao en el año 1863 por D. M. de Naveran. 33 Id. en la Universidad de Oviedo en 1863 por D. León Salmean 142 Id. en la Universidad de Granada en 1863. .............. 472 Id. en el Colegio de Guatemala. ........ , 530 CIENCIAS NATURALES. Botánica. Tentativa sobre la liquenologia de Andalucía: por D. Simón de Rojas Clemente (trabajo ordenado con- forme á los manuscritos del autor por D. Miguel Col- meiro) 39 Estudios acerca de la especie, con motivo de una revisión de la familia de las cupulíferas: por Mr. Alf. de Can- dolle 155 y 236 Plantas que viven espontáneamente en el término de Titaguas, enumeradas en forma de índice alfabético: por VIII D. Simón de Rojas Clemente, natural del mismo Tita— guas. (Estrado ordenado) 429, 484 y 54 4 Agricultura. Observaciones acerca del procedimiento de Mr. Hooibrenck para la fecundación artificial de los ce- reales: por Mr. Naudin 309 Sobre la borraza, yerba de pasto: por D. Simón de Rojas Clemente 108 La glicerina como remedio específico contra el oidium: por Grillo Nicolo , .... ^ 110 Paleontología. Breves apuntes sobre el terreno cuaternario (diluvial) de las provincias de Sevilla y Córdoba, donde se ha hallado la mandíbula inferior del Elephas primige- nias ó Mammouth: por el Dr. D. Antonio Machado, Decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Sevilla. 364 Paleontología humana. Investigaciones acerca de la antigüe- dad del hombre partiendo de la observación de las ca- vernas de huesos del Bajo Langüedoc: por Mr. Paul Gervais 306 Zoología. Lista de los mamíferos observados en Portugal: por Mr. Barbosa du Bocage 115 Fisiología animal. Investigaciones experimentales acerca de las funciones que desempeña el encéfalo de los peces: por Mr. E. Baudelot.. . 372 Geología. Noticia acerca de la carta geológica de España: por Mr. de Yerneuii 538 Jardín botánico de Madrid. Plantas floridas durante el mes de febrero de 1804 235 Id. id. en el mes de marzo 293 Id. id. en el mes de abril 303 Id. id. en el mes de mayo 349 Id. id. en el mes de junio 361 Id. id. en el mes de julio . 417 Id. id. en el mes de agosto 427 Id. id. en el mes de setiembre. 471 Id. id. en el mes de octubre 529 IX VARIEDADES. Real Academia de Ciencias. Resultado de los premios para 1863... 59 Programa de premios para 1865 253 Elección de un Sr. académico 255 Fallecimiento de Sres. académicos 120 Real Academia de Ciencias morales y políticas. Programa de premios para 1865, 1866 y 1867 380 Real Academia de Medicina de Madrid. Programa de premios. 120 Id. id. de la Academia de Medicina y Cirujía de Barcelona. 123 Congreso médico español 125 Micrografía atmosférica 60 Lluvia de arena en Canarias 61 Química agrícola 61 Exposición de apicultura 62 Enfermedad de los gusanos de seda 63 Caracteres del buey de labor 63 Fuente de peces 64 Nueva cátedra de botánica y agricultura 127 Fotografías de la luna . . . 127 Yiboreros de Dalias, y remedio sencillo contra la mordedura de la víbora 191 inocuidad de los vapores del petróleo 191 Enfermedad de las patatas 192 Sobre un nuevo procedimiento para extraer directamente el acero del mineral de hierro 255 Experimentos con el algodon-pólvora 256 Prodromus systematis regni vegetabilis 316 Género Polystroma de los liqúenes 316 Importancia de la acción química del sol 316 Uso del petróleo. 318 Revivificación del carbón animal 319 Preservativo de los cereales 319 Nueva aparición de la isla Ferdinandea 320 Nuevo mineral 381 X Piscicultura.. ...... Animalillos en la sangre humana.. Diccionario general de las ciencias Procedimiento para avivar la escritura casi borrada en los libros y pergaminos antiguos Nuevos cuerpos simples Razas humanas Clima de Milán Muerte causada por el tabaco Efectos de la caida de un aerolito Instrucción relativa al uso de los aceites de petróleo Sobre una nueva especie de plesiosauro El libro de agricultura de Ibn-al-A\vam Modo de ensayar los aceites Procedimiento de Mr. Dumas para reconocer la riqueza de los azúcares en bruto cristalizados Sobre el desarrollo de la fibrina por la muerte de la sangre. Nuevos minerales. 381 382 383 383 384 446 447 448 448 509 510 510 573 574 575 575 N.° l.°— REVISTA DE CIENCIAS.— Enero 1864. Expresión general de las condiciones de isocronismo del péndulo regulador de fuerza centrífuga. Nota dé Mu. León Foucaelt, presentada por Mr. Le Verrier. (Comptes rendus, 2 noviembre, 1863.) El péndulo regulador normal (1) que funcione bajo el ángulo a tiene, por duración de revolución, l eos a 9 Reemplazando por su valor ~y , esla fórmula se con vierte en t = 2 tz yj IM COS a expresión en la cual se ve con claridad cómo intervienen res» peclivamente la masa y el peso. P En efecto, la fórmula es verdadera sea cualquiera -g, cuyo valor se diferencia de g desde el momento en que se tiene en (1) Designo como normal el regulador cuyos brazos están am- bos suspendidos en un solo punto tomado sobre el eje. tomo xiv. 1 2 cuenta el peso de las masas centradas no representadas por M: en este caso P es la resultante de las fuerzas verticales que solicitan las masas M sometidas al mismo tiempo á la fuerza centrífuga. Para que t sea conslante, sería preciso multiplicar P por eos a; y entonces se tendría, cualquiera que fuese a, para la duración constante de revolución, el valor límite í = 2 teV/ — . v p Así, la condición del isocronismo, considerada prescin- diendo de la duración de revolución, es que en vez de una fuerza constante P que obre verticalmente sobre M , se tendrá una fuerza variable p=P cosa., y proporcional á la distancia vertical del centro de las masas M al punto de suspensión. Por medio del paralelógramo que completa el péndulo re- gulador, puede efectivamente operarse sobre el sistema de modo que se modifique el efecto de la gravedad. Supongamos para esto que en el ángulo inferior de este paralelógramo, ge- neralmente articulado con una corredera ó manga movible que se deslice á lo largo del eje, se ejerza una presión vertical f uniformemente variada con la altura h de tal manera, que en el mismo nivel del punto de suspensión en que h es nula, for- me esta fuerza equilibrio con la resultante de los pesos del sis- tema: resultará que se realizará el isocronismo, cualquiera que sea por otra parte el coeficiente de esta variación. Para ejercer tal presión variable, supongo que se recurra á la acción de un contrapeso que baje á medida que suba la manga; y sin prejuzgar nada acerca de la constitución del me- canismo, busco la ley de estos movimientos concomitantes, suponiendo simplemente un contrapeso igual á la resultante de los pesos del sistema sobre la manga. Según lo que acabamos de decir, la fuerza variable que hay que aplicar á la misma para producir el isocronismo, puede representarse por la espresion f=-P(Ah+ 1), 3 siendo A el coeficiente que determina la variación de esta fuerza; pero para que f y h varíen proporcionalmente, como quiere la fórmula, se necesita que en todas las posiciones del sistema la velocidad virtual dz del contrapeso apreciado ver- licalmente, y la dh del punto de aplicación de la fuerza comu- nicada f, obedezcan á la relación tt = A (ho—h), siendo hn el valor de h para /= 0; y por consiguiente, ten- dremos z A(h-hf 2 + const. Así, en todas las posiciones del sistema, el espacio que mide la caída del contrapeso es proporcional al cuadrado de la dis- tancia de la manga al punto h0 , y puede considerarse que esta ley de los espacios solidariamente recorridos de una parle y otra constituye la condición precisa del isocronismo. Cuando la manga llega á la posición ho , la acción del con- trapeso es nula, y la duración de la revolución le da la fór- mula común (1) en función del ángulo a; pero como tenemos COS a = — esta duración de revolución, que por el hecho del isocronismo se estiende á todas las amplitudes, es dada finalmente por la fórmula en la cual l es la longitud de los brazos, M las masas fijas en el estremo de estos brazos, P la resultante límite de los pesos del sistema sobre la manga, y A el coeficiente de variación de 4 la fuerza f; todas cantidades constantes, que determinan la ve- locidad angular, y resumen las condiciones esenciales del isocronismo. Dado un péndulo regulador de una longitud cualquiera, se le puede siempre imprimir con el isocronismo una velocidad de revolución dada, asociándole un contrapeso, cuya caida se acelera uniformemente con la altura de las masas en movi- miento. MICROGRAFI A . Nuevas investigaciones acerca de los fermentos y de las fer- mentaciones; por Mr. J. Lemaire. (Comptes rendus, 12 octubre 1863.) En la Memoria cuyo resumen voy á hacer, después de ha- ber discutido muchas proposiciones de Mr. Pasteur, he dado á conocer mis propios experimentos. Saturé de ácido carbónico puro líquidos ricos en vibriones vigorosos, y después cerré á la lámpara los tubos que los contenían. En estas condiciones, al cabo de 48 horas el mayor número de los animalillos esta- ban inmóviles, y al sesto dia todos estaban muertos. En cua- tro tubos distintos se obtuvo el mismo resultado. Mr. Pasteur admite que los Bacterium absorben el oxígeno, y que los vi- briones viven de ácido carbónico; teoría que no puedo aceptar, fundándome en los experimentos anteriores, y en que el Bac- terium termo y el Vibrión lineóla son para muchos zoólogos, como para mí, el mismo animal en diferente grado de desar- rollo; y por consiguiente, ¿cómo ha de creerse que el que es Bacterium por la mañana y Vibrión algunas horas después, viva en condiciones tan diversas? Tengo el honor de presentar á la Academia algunos tubos cerrados á la lámpara, que contienen unos carne, otros harina de trigo ú hojas de saúco en agua; en cada uno de ellos hay cierta cantidad de aire; en otro la carne está apretada, y solo en presencia del aire. Colocadas estas sustancias en un granero desde el 4 de agosto, han estado espuestas á 40° de calor , y 6 ofrecen el mismo aspecto que los primeros dias. Por otros ex- perimentos que confirman los resultados de los anteriores, deduzco que la putrefacción empieza en vasijas tapadas con auxilio del oxígeno que contienen los vasos y las sustancias sometidas al experimento. Este gas permite á los Bacterium , Vibriones y Spirillum que pueden nacer y vivir cierto tiempo en ellas: pero cuando se ha consumido el oxígeno, mueren, y se suspende la putrefacción. Me parece que esta explicación guarda relación con lo que se ha enseñado hace mucho tiempo. Según Mr. Pasteur, la gangrena no es una putrefacción, pero me parece que el célebre químico confunde la gangrena seca, que es una desecación de los tejidos por falta de nutri- ción, con la gangrena húmeda, en la cual se observa todo lo que caracteriza á la putrefacción. No puedo admitir fermento especial para cada especie de fermentación; los fenómenos quí- micos de estas trasformaciones son complejos: si se admite un fermento especial para el alcohol, el ácido acético, etc., debe ser racional admitir uno para cada cuerpo que se produce. Para probar que no existe fermento especial para produ- cir cada especie de fermentación, puedo citar un gran número de experimentos que he hecho. En los unos, los Bacterium , Vibriones , Spirillum y Monadas han trasformado el agua desti- lada azucarada en alcohol, y después en ácido acético. Estos mismos animalillos han trasformado el agua destilada , aña- diendo 1 ó 2 por 100 de alcohol, en ácido acético. En la fermentación de la harina de trigo he hallado en el espacio de quince dias Bacteriums , Vibriones , Spirillum, Ami- bas, Monadas y Paramecias, y después Micr ojitos. El resultado se ha modificado haciendo fermentar el cocimiento de harina, lo cual consiste en la gran cantidad de almidón disuelta, y en los ácidos que se desarrollan en notable proporción. Yo divido la fermentación pútrida en dos períodos, que de- nomino fétido y de epuracion ( d'épuration ). En el período fétido he observado treinta especies de microzoarios . Dujardin dice haber hallado hasta cincuenta especies de infusorios en una materia en putrefacción. El período de epuracion se anuncia cuando se opera á la luz por la aparición de la materia verde; entonces los infusorios que han producido el período fétido 7 desaparecen poco á poco, y en los experimentos que he hecho los he visto reemplazados por Englenianos, Vorticelos y Pro- tococus. Creo que la epuracion en este caso es debida principal- mente á la acción del oxígeno que produce la materia verde; no obstante, en ciertos casos en que no se forma materia ver- de no me he lijado bien en la manera con que se verifica esta epuracion. Y puede esta ser tal, bajo la influencia déla mate- ria verde, que el agua corrompida, negra, infecta, se vuelva clara y potable. He estudiado la influencia que ejercen los medios sobre el desarrollo de los fermentos. Los zoólogos han indicado ya la gran influencia que tienen en el desarrollo de los infusorios las diversas variaciones que puede presentar la atmósfera: mis experimentos demuestran que los polvos atmosféricos sirven de alimento á los infusorios: en ciertos casos son los únicos que permiten el desarrollo y multiplicación de estos pequeños seres. Me he convencido de que en las materias animales y ve- getales neutras, son los microzoarios los que empiezan la des- composición; y cuando los líquidos se vuelven ácidos apare- cen los microfitos, y los animalillos quedan inmóviles. En el melón, en el cual la cantidad de materias azucaradas y azoa- das está asociada con una corta proporción de ácido, vense simultáneamente aparecer los animalillos y las mucedineas. En las sustancias francamente acidas son los microfitos los que empiezan la descomposición; y cuando los ácidos que- dan trasformados de modo que no perjudiquen á los micro- zoarios, aparecen aquellos pequeños animales, y con ellos otros fenómenos químicos. La aparición de las especies que corresponden al reino vegetal y al reino animal me parece su- bordinada á la composición química de las sustancias. La influencia de los ácidos es tan grande sobre el orden de aparición de los fermentos, que se puede según se quiera, aci- dulando débilmente las sustancias vegetales neutras ó diversas materias animales, producir microfitos en vez de microzoa- rios; y recíprocamente, dilatando en agua las sustancias natu- ralmente ácidas, hacer nacer animalillos en vez de pequeños vegetales. Los ácidos que he empleado para acidular las sus- 8 tancias neutras son los ácidos acético, cítrico , láctico, málico y tártrico. Por medio de experimentos me lie convencido de que estos ácidos en muy cortas dosis matan los animalillos. A esta acción tóxica lie atribuido los resultados interesantes que he obtenido. A'o puedo admitir la teoría de Mr. Pasteur acerca de la acetificación del vino. Creo con los químicos y los fabricantes, que independientemente de la acción del fermento hay también oxidación directa. Contra la opinión de Mr. Pasteur admito que el Mycoderma vini trasforma el alcohol en ácido acético. Tomando la fermentación acética ab ovo en el mosto de uva, y siguiéndola en el vino, el vinagre y en la descomposición de este, he demostrado que en presencia del mismo micodermo se operan todas estas trasformaciones. Observemos que inde- pendientemente de estos compuestos químicos se forman tam- bién otros, y que después los animalillos vienen á ayudar á los micodermos á completar la trasformacion de este cuerpo. Los micodermos se desarrollan á causa de la acidez natural del mosto de uva ó de vino: no se desarrollan abundante- mente para formar el ácido, sino porque hay un ácido. Es, por consiguiente, cuestión del medio. . Me propongo llamar particularmente la atención de la Aca- demia acerca de la influencia que ejercen los ácidos sobre el desarrollo de los tejidos de los vegetales. La influencia de los ácidos permite explicar cuestiones todavía oscuras. A la acidez del sudor, de la sangre del gusano de seda y de la saliva puede atribuirse el desarrollo de los microfitos en ciertas afecciones cutáneas rebeldes, en la muscardína, y del oidium albicans en el lirio. El tanino, la quina y los ácidos vegetales son antisépti- cos, porque obran como veneno sobre los microzoarios. Por el mismo motivo el lúpulo obra como conservador de la cerve- za. Por último, parece que pueden atribuirse las alternativas de fetidez y de no fetidez que ofrecen frecuentemente grandes masas de materias en descomposición, cuando la temperatura permanece la misma, á la formación de compuestos tóxicos para los microzoarios. 9 QUIMICA. Preparación en grande del tallo; por Mr. Grookes. (Cosmos, 30 octubre 1863.) Vamos á hacer el análisis de una interesante Memoria leí- da á la Asociación británica por Mr. Grookes, acerca de la pro- ducción en grande del talio por medio de los depósitos de las cámaras de plomo. Hace varios meses que el autor se ocupa en esta fabricación con MM. Hopkin y Williams, fabricantes de productos químicos en Wandsworlh, cerca de Londres. Los metales que puede esperarse llegar á encontrar con el talio en los depósitos en cuestión son: el mercurio, el cobre, el arséni- co, el antimonio, el hierro, el zinc, el cadmio, el calcio, el se- lenio (y sin duda también el plomo), á los cuales debe agregarse el amoniaco, los ácidos sulfúricos, hidroclórico y nítrico. Cuando se examinan estos depósitos con el espectróscopo, la raya verde del talio no puede suministrar, desgraciadamente, ningún indi- ció acerca de la cantidad de este metal sometida al análisis» Según Mr. Crookes, la línea verde de este espectro es tan bri- llante con una milésima de metal como con el metal puro. Era un hecho demasiado interesante el saber si el talio se hallaba en el depósito de las cámaras de plomo, de las cuales ha estraido Berzelius el selenio por primera vez. Esta cues- tión ha podido resolverse directamente: en efecto, exislia en Londres, en el Museo de química, perteneciente al Dr. Mr. Al- fredo Taylor, profesor de química en el hospital de Guy, un pequeño frasco con el siguiente rótulo : «Mezcla que contiene selenio, de la fábrica Gripsholm, en Suecia, enviado por el profesor Berzelius á Mr. Williams Alien. Año de 1820.» Mr. Taylor ha remitido este precioso ejemplar á Mr. Croo- kes para buscar en él la presencia del talio. Examinándole con el espectróscopo no se encontró en él ningún vestigio de talio; de modo que parecía que este metal no existia en los depósitos examinados por el ilustre químico sueco. 10 Para la estraccion en grande del talio se opera sobre unos cinco quintales de polvo procedente de los tubos de las cáma- ras de plomo. Se trata primero el residuo con su peso de agua hirviendo en artesas de madera, agitando bien la masa para favorecer un abundante desprendimiento de vapores nitrosos: el residuo no disuello se deja depositar por espacio de 24 ho- ras, y se separa con un sifón el liquido que sobrenada. La operación se repite con nueva cantidad de agua, y á los líqui- dos reunidos se añade ácido hidroclórico en considerable es- ceso, lo cual produce la precipitación de un cloruro de talio muy impuro. Se lava sobre un filtro de algodón, se exprime, y se deja secar. Tres quintales de depósitos dieron de esta manera unas 68 libras del cloruro impuro. El producto se trata en cápsulas de platino con su peso de ácido sulfúrico concen- trado, y se calienta para hacer desaparecer todo el ácido hi- droclórico y el esceso de ácido sulfúrico. El sulfato de talio formado así se disuelve en seguida en 20 veces su peso de agua; se filtra la disolucioñ, y se precipita un cloruro de talio bastante puro, añadiéndole ácido hidroclórico. El nuevo pro- ducto recojido sobre un filtro de algodón bien lavado se expri- me, y después se seca. Por este método resulta un cloruro de talio casi puro; pero como se obtiene con preferencia el metal por medio del sulfato, es necesario trasformar de nuevo el clo- ruro en sulfato, echando el primero en ácido sulfúrico calien- te. Para ello se añaden seis partes del cloruro seco á cuatro de ácido sulfúrico concentrado y caliente. Cuando todo el ácido clorhídrico es expulsado por el calor, se obtiene un líquido denso, que por enfriamiento cristaliza formando una masa blanca, la cual se disuelve en agua con gran desarrollo de ca- lor, y el sulfato muy puro se obtiene por una segunda crista- lización. Si resultan algunos vestigios de mercurio, de arsé- nico, etc., se separan con un poco de ácido sulfhídrico. Para reducir el metal de su sulfato, prefiere el autor el uso del zinc metálico. Si se trata de pequeñas cantidades, puede emplearse la corriente eléctrica. Por la via seca, fundiendo el sulfato de talio con flujo negro ó cianuro de potasio, es difícil y aun quizá imposible separar el azufre: se obtiene un sulfato de talio gris metálico, y muy fusible. Se pone el sulfato de ta- 11 lio (unas 7 libras á la vez) en una gran cápsula de porcelana, se cubre la sal de agua, y se añade zinc metálico. Calentando moderadamente, por algunas horas, todo el talio, se halla re- ducido á la forma de esponja metálica, que se adhiere débil- mente á las láminas de zinc: se separan entonces estas últimas, se lava el talio reducido, y se conserva bajo el agua hasta que funda formando un boton, lo que se efectúa fácilmente en un crisol de hierro sobre una lámpara de gas: un tubo conduce una corriente de gas del alumbrado al crisol durante la fusión para separar el aire. El metal fundido puede vaciarse en agua ó moldes. Treinta fusiones consecutivas en un crisol de hierro demuestran que el talio no ataca de manera alguna á este metal. El talio se contrae fuertemente al enfriarse. Su densidad es de 11,9; es muy maleable, poco dúctil, muy blando; se raya con una punta de plomo: el agua quita fácilmente la capa de óxido que le cubre después de fundido, y hace el metal muy brillante. Se funde á 388° cent., y destila al calor rojo. METEOROLOGIA* Extracto de las observaciones meteorológicas verificadas en Ali- cante por D. Rafael Chamorro, durante el eclipse de sol de 18 de julio de 1860. En Alicante, como en todos los demás punios donde era visible el eclipse, los observadores, provistos desde la mañana de vidrios ahumados ó de color oscuro, se preparaban para contemplar el grandioso fenómeno anunciado con mucha ante- lación por la ciencia astronómica. Aquí, como en Madrid, de- bía observársele parcialmente, puesto que ambas poblaciones se hallaban fuera de la verdadera sombra proyectada por la luna sobre la tierra; y había de ocurrir próximamente á la 1 y 54 minutos de la tarde por la posición geográfica que ocu- pamos. n Mucho antes de esta hora se llenaron de curiosos las ca- lles, plazas y terrados, y algunos se situaron en los campos inmediatos, ó subieron al castillo de Santa Bárbara, que tiene de altura unos 560 pies sobre el nivel del mar, con el objeto de abarcar mayor extensión de horizonte. Todos se hallaban impacientes y con la mirada dirijida hacia el sol, para sor- prender el momento preciso de empezar la ocultación del as- tro del dia; y si bien habia pocos que dudaran de la infalibi- lidad de la ciencia, habia varios demasiado sencillos, que te- mian por el mundo en el trance por que iba á pasar, sin re- parar en que, solo faltando el cálculo astronómico, era cuando racionalmente habría que alarmarse por el desquiciamiento y perturbación del mundo. El momento llegó pues; y la luna, acudiendo á la cita y emplazamiento de los astrónomos, principió á interponerse en- tre los observadores y el sol por el borde y punto que se ha- bia designado. El disco del sol fué cubriéndose lentamente; la luz se enturbió; disminuyo el calor, y la tierra fué tomando un tinte ceniciento y sombrío, produciendo una impresión que se hallaba en desarmonía con las que frecuentemente ex- perimentamos: mas larde, cuando el fenómeno llegó á su má- ximum, se divisó un planeta delante del sol y un poco al Sur, quedando una claridad menos triste, porque era análoga á la de la luna en noche despejada de enero, aunque con la per- ceptible diferencia de que la luz, procediendo directamente del sol, no tenia el color de la reflejada por el astro de la no- che. Se podía leer la letra ordinaria de imprenta; se notaba bastante oscuridad hácia el N. E.; en vez de círculos de luz eran crecientes de lunas las que se proyectaban debajo de los árboles con agradable novedad; y un rumor de alegría reveló el instante en que empezó á retirarse el velo del sol. Tres dias antes y tres después del eclipse estuve verifi- cando algunas observaciones meteorológicas para compararlas entre sí, y deducirlas consecuencias posibles. El adjunto cua- dro revela los resultados obtenidos con respecto á las tempe- raturas, que fué donde principalmente me fijé, para no dividir la atención con perjuicio de la exactitud. 13 <1 O H A <1 O O oo o * ^ 5s «i 00 o «o GV1 O 1 2/3 ®100 00 í001>'0005j0r^c000'5íi0l>'00 r-T O <31 |> O <©V 05 rí © X 00 00 X O OO víi^vilCOCOCOCOCOCO^^fOCOCOOCOÍO A i r3 f s— '"s o \ C/5¡ rHC00500COC0S00©r-00OE— SOE—COO50© ir- e—" r- oo co co co" ir- i— oo" e— ir- l— ir- ir- e-« 31 31 31 <31 <31 31 31 31 31 31 31 31 31 <31 31 <31 31 * J SM >2 SO ir- CO SO E- Ir- O© 31 Oi SO CO CD CO 05 0© CO O -rH CO CO CO CO* 31 <31* CO 31 <31 31 r— rH 05 05 O 05 -rH -rH -5# »rH -rH -rH -rH -^< -rH -rH -rH -rH CO CO -rH CO -Sí S \ ¿ C0E-31<3105rH050505O«0OC0“^H-rHS0C© “1 1 C/2 rH rH t-h rn O t-h O O O rH O r— < O O O 05 0© COCOCOCOCOCOCOCOCOCOCOCOCOCOC03131 * -Sí sooico^-rHocococooooccot— os-^hsoso •*3# -^H co -3 -s# ^ -?H CO CO <31 <31 rH rH 05 O 05 OO r-H -rH -s^ -rH ^ -^H -rH CO *-cH CO CO C5 L^ r- O 1C 31 CC OO 31 O© ^1 X «5 CO rH rH rH rH r— rH rH rr rr rH <^> rH rH <0 ‘O’ <0 0> cocococococococococococoeococococo 2 ’ o W3 !C«ClcOOO®©lCO®l*^élOr-iO?íí5l> CO*” -sH O© CO 50 CO~ rH OO 50 <31 00 E- CO 05 t— -rH SO -rHTH-rH-rH-rH-rH-rHCOCOC3 31313131iCOCOCO E— OOr-i-rHrrGOCOCOr— 0©L'-r*H31CO-rHO5 31 o o w rn s o 05 x h 5*1 -rH CO CO CO CO CO — r | CS -rH CO CO CO CO 31 00 CO CO CO 31 O r- r- 05 t- CO A I o" o o -o o o os 05 05 o rH r^ 0 0 05 05 05" s= O \ eo CO CO CO CO CO CO 31 31 31 CO CO CO ■*■ CO CO 31 31 31 a so so so sO so so SO SO SO so SO so SO so SO so SO 31 CO -rH so rH 31 CO ">3# so rH 31 CO so — ««-I T*®! rn 31 @1 ©1 31 3S 31 CO CO CO CO CO CO ■fc € H De los seis dias que, prescindiendo del 18, aparecen en el cuadro anterior, el último, ó sea el 21, no debe tomarse en cuenta, puesto que á cosa de las once de la mañana princi- piaron á soplar los vientos del S. y O., formando violentos remolinos, apiñándose las nubes que se levantaban del 0. y N., y rompiendo en truenos, seguidos de un fuerte aguacero que refrescó la atmósfera hasta el punto que denotan las tem- peraturas marcadas, bien diferentes á las de los otros cinco dias. Entre estos, el 16, 19 y 20, principalmente el primero, son los mas comparables con el dia 18, ó sea el del eclipse, porque en todos fueron las circunstancias atmosféricas suma- mente análogas, viéndose algunas nubes en los confines del horizonte, celajes en la bóveda celeste, y soplando, durante las horas de observación, los vientos del S. E. El dia 15 estuvo completamente despejado, y reinó el viento S.; en el 17, tam- bién despejado, prevaleció el E. S. E. Hechas estas precisas advertencias, y quedándonos ahora con los datos del 18, hay que notar que la menor diferencia entre ambas temperaturas de sol y sombra no se observó, como tal vez debía esperarse, en el máximum del eclipse, ocur- rido á unas 8 horas y 7 minutos de la larde: se verificó este hecho unos 8 minutos después, ó sea á las 8 horas y 15 minu- tos. ¿Sería este un camino propio para averiguar la velocidad del calor, en cuyo asunto se halla tan atrasada la física? Lo cierto es que la vista apreció perfectamente el momento en que el sol empezó á librarse del velo que le cubría; y sin em- bargo, el termómetro del sol continuaba descendiendo, decla- rándose bien torpe al compararse con el magnífico fotómetro de nuestros ojos. Es también digno de reparo, que habiendo principiado el eclipse á la 1 y 54 minutos, todavía continuase ascendiendo el termómetro del sol hasta marcar, 10 minutos después, la tem- peratura de 45°, que es la mayor de las estampadas; como si tan eslraña circunstancia quisiera indicar que la luna, en tales instantes, hacia los oficios de un buen reflector, enviando así mas calor que el perdido entonces por la pequeña porción eclipsada. 15 El cuadro demuestra además que las temperaturas del sol y la sombra no llegaron jamás á igualarse, como hubiera ocurrido indudablemente á cierta hora del crepúsculo de la tarde; luego, admitiendo con Leslie que la intensidad de la luz es proporcional al calor que la acompaña, resulta que la que aquí quedó era mayor que lo sería la crepuscular en el momento de la igualación de ambos termómetros, lo cual está en completo acuerdo con el relato que precede. Tomando, pues, los datos del modo que loé encontramos, y comparándolos entre sí, resulta, que á la hora de las 3 y 15 minutos de la tarde fué cuando las temperaturas de sol y sombra marcaron la menor diferencia en el eclipse del dia 18; que en esta misma hora la temperatura del termómetro del sol era en los dias 16 y 19 (que son los mas análogos al 18 según queda espuesto) de 42,2 y de 41,6 respectivamente; y finalmen- te, que la media de estas dos, 41 ,9, puede lomarse como la tem- peratura del termómetro en pleno sol y á la hora designada. Discutamos ahora de la manera siguiente: el termómetro do la sombra se encuentra en pleno eclipse , recibiendo el calor de! ambiente, mas el de la tierra y el difuso de la luz solar no eclip- sada; el del sol recibe también lodo este mismo calor, y ade- más el directo que traen los rayos solares que le hieren. Luego de los 41,9 ya indicados, y de los 27,2 que á la misma hora llegó á marcar el termómetro del sol el dia del eclipse, será preciso rebajar respectivamente los 26,1 que marcaba á la sa- zón el de la sombra, para obtener de este modo la influencia absoluta del sol en los dias sin eclipse y en el del eclipse. Verificado así, tenemos para el dia sin eclipse 41,9 — 26,1 = 15,8, calor exclusivamente debido al sol en pleno; y para el dia del eclipse 27,2 — 26,1 = 1,1, calor también debido esclusi- vamenle al sol en parle. Si suponemos que el calor emitido por el sol es proporcio- nal al disco libre que presenta, y llamamos 1 al que envía el pleno disco, resulta que para hallar la porción de disco que quedó descubierta en el eclipse, no habrá mas que establecer la siguiente proporción: 15,8 : 1,1 : : 1 : x. 16 de donde a? = 0,069, porción Ubre del disco en Alicante; y la porción eclipsada sería 1 — 0,069 = 0,931 , ó sean algo mas de 11 dígitos. El resultado de este sencillo razonamiento está enteramente conforme con lodo lo que se observó entonces simultáneamen- te, pues el sol se eclipsó aquí algo menos de lo que se creia, en virtud de haberse corrido la zona de la sombra un poco al Norte con relación á lo que se había calculado. Por él se ve además que las ciencias todas en sus diferen- tes rangos y gerarquías pueden prestarse múluos auxilios, contribuyendo al esclarecimiento de la verdad, único fin que deben proponerse. Dos termómetros colocados en igualdad de circunstancias el uno al sol y el otro á la sombra, bastan para calcular la parle libre y oculta en un eclipse parcial de sol; y si este procedimiento, bien dirijido, no diera igual resultado que el cálculo astronómico, sería preciso acudir á la suposi- ción, poco probable en mi concepto, de que hay puntos en el disco solar que emiten mas calor que otros, con lo cual po- drían formarse nuevas conjeturas sobre la constitución del lu- minar de nuestro sistema. — Rafael Chamorro. 17 Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de octubre de 186o. Principió el mes de octubre con tres dias despejados y de brisa variable. En los 4 y 5, muy parecidos aun á los anterio- res, ya comenzó á enturbiarse la atmósfera, relampagueando además durante la noche por diferentes puntos del horizonte. Y en el 6 se inició un período de lluvias y vientos fuertes del S. O., que se prolongó hasta mediados del mes. Del 6 al 7 la temperatura media descendió mas de 7o, y muy cerca de 6o del 7 al 8; y si bien luego aumentó, fuá con lentitud; de manera que hasta el 15, sobre muy nuboso y húmedo, fué también eslíe- • mado y desagradable el temporal por este otro concepto. En los dias 16 y 17 se restableció la calma, y comenzó á despe- jarse la atmósfera, subsistiendo solo en las altas horas de la noche y primeras de la mañana una espesa niebla. Y en los 18, 19 y 20 hasta la niebla desapareció, reinando un hermoso temporal, tranquilo y despejado. En la 3.a década fueron aún escelenles dias de otoño los tres primeros; algo variables y nubosos los 24 y 25; encapo- tados y de lluvia, pero tranquilos todavía, los 26 y 27; nebu- losos los 28 y 29; variable y algo ventoso el 30; y nebuloso y muy húmedo el 31. TOMO XIV. 2 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 is CUADRO BAROMETRO. * A. m áx. Á. míu. T i T A m ERMOMETRO 1. max. T. mín mra inm 0 0 0 705,27 703,41 17,6 24,6 12,3 709,87 707,20 16,6 23,3 8,9 711,93 710,50 19,0 27,5 8,9 710,91 708,21 20,6 30,7 12,1 708,53 704,91 21,9 30,4 10,6 704,95 701,31 19,9 27,6 11,1 700,08 696,84 12,6 21,3 11,1 699,36 697,45 6,7 8,8 2,8 703,61 700,53 9,5 14,4 5,2 703,77 699,04 10,1 15,6 7,9 701,97 099,28 8,0 12,8 7,3 701,77 090,33 0,4 7,9 2,3 700,66 697,85 11,3 12,8 5,6 702,03 700,22 11,0 15,0 9,3 707,91 702,98 10,0 15,0 5,7 711,52 710,13 9,7 14,8 5,0 712,74 710,91 11,7 18,9 6,1 711,03 709,49 13,5 20,5 6,5 712,10 710,56 14,1 21,7 8,3 711,32 709,69 14,3 22,7 8,2 710,68 709,03 14,8 22,1 9,6 710,96 709,49 15,3 21,7 10,0 711,17 709,20 15,1 22,7 8,3 708,97 705,20 15,0 218 8,2 705,00 703,49 14,3 21,8 9,8 704,51 703,21 15,0 22,1 9,8 704,58 702,07 12,5 16,2 10,6 702,58 701,07 12,0 19,0 7,2 705,08 702,65 13,0 19,9 7,8 709,18 706,64 12,8 19,6 7,3 709,69 700,92 10,6 17,3 6,1 ntlIvdlEJRO. 10 rsiCROi | Hm 1ETR0. T 1 m ATMOMETRO. Evaporación. E1AIVI0MET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. IÑUDES. DIAS. i mm mm mm 111 8.8 4,3 )) 3 1 52 7,0 5,2 » 0 2 49 7,7 5,2 » 0 3 45 7,8 5,3 )) 1 4 43 8,3 4,« » 0 5 52 8,5 4,5 1,4 5 6 69 7,1 3,7 5,3 9 7 90 6,6 0,8 4,2 7 8 ¡ 84 7,3 1,6 » 7 9 ! 95 i 8,8 0,0 13,9 10 10 86 6,9 1,0 1,1 7 11 98 7,0 0,2 15,1 9 12 96 9,6 1,9 7,4 10 13 99 9,6 0,5 15,0 10 14 87 1 8,0 1,6 1,2 6 15 93 8,4 0,8 )) 5 16 93 9,5 1,0 » 5 17 86 9,9 1,2 » 0 18 78 9,3 1,7 » 0 19 80 9,6 1,0 )) 1 20 85 10,5 1,4 » 2 21 79 10,1 1,6 )) 1 22 78 9,9 1,0 » 0 23 74 9,4 2,0 » 3 24 77 9,4 2,0 5 25 78 9,7 0,8 9,5 9 26 96 10,3 0,5 1,4 9 27 92 9,6 0,9 » 6 28 91 10,2 0,9 » 5 29 86 9,4 1,3 » 4 30 96 9,2 0,6 6 31 20 CUADRO SEGUNDO. ! j BAROMETRO. 1.a década. 2 a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Tm á las 6 m 704,86 703,83 706,65 705,82 Id. á las 9 703,06 706,38 707,30 706,35 Id. á las 12 704,41 706,16 706,72 703,79 Id. á las 3 t 703,42 705,38 705,79 704,89 Id. á las 6 . 703,61 703,51 706,00 708,07 Id. á las 9 n. 704,20 703,89 706,45 703,54 Id. á las 12 704,20 706,21 706,22 705,56 A-m’ * ..... 704,25 703,94 706,45 705,88 A. máx. observadas (1). .... 711,93 712,74 711,17 712,74 A. mili, observadas (2) 696,84 696,33 701,07 696,33 Oscilaciones estreñías 15,09 16,41 10,10 16,41 Om diurnas. 2,89 2,86 2,24 2,55 0. máx. (3). ............. 4,73 5,44 3,77 5,44 0. min. (4) . 1,43 1,39 1,30 1,30 (1) Dias y horas de la observación.. 3-9 m. 17—6 m. 23—9 m. 17— 6 m (2) Id 7 — 6 t. 12— 12n. 28-3 t. 12— 12n. (3) Dias de la observación 10 12 24 12 (4) Id 3 16 26 26 (*) Ax=70oram,o4 -f- 0,48 sen. (x + 168° 41') + 0,48 sen. (2 a + 1G3° 19'). 21 CUADRO TERCERO. Tm á las 6 m Id. á las 9 Id. á las 12 Id. á las 3 t. ........ . Id. á las 6 Id. á las 9 n. ........ . Id. á las 12 T ni Oscilaciones T. máx. al sol (1) Id. á la sombra (2) Diferencias medias. ......... T. mín. del aire (3). ....... Id. por irradiación (4) Diferencias medias Om diurnas ......... O. máx. (5) O. mín. (6). (1) Dias de la observación (2) Id (3) Id (4) Id I») Id-- (6) Id TERMÓMETRO. 1.a década. 2.a i 3.a Mes (*). 10M 7o. 3 9o, 5 9o, 0 14 ,9 10 ,2 12 ,7 12 ,0 19 ,1 13 ,1 17 ,2 16 ,5 20 ,8 14 ,7 18 ,1 17 .8 17 ,3 12 ,1 14 ,8 14 ,7 14 ,3 10 ,4 12 ,5 12 ,4 12 ,1 9 ,2 11 ,0 10 ,8 15 ,5 11 ,0 13 ,7 13 ,4 27 ,9 20 ,4 16 ,6 28 ,4 42 ,8 34 ,2 37 ,2 42 ,8 30 ,7 22 ,7 22 ,7 30 ,7 7 ,4 0 ,0 9 ,2 7 .8 2 ,8 2 ,3 6 ,1 2 ,3 1 ,5 2 ,0 4 ,7 1 ,5 1 ,7 0 ,9 1 ,4 1 ,3 13 ,3 9 ,8 11 ,8 11 ,6 19 ,8 14 ,5 14 ,4 19 ,8 6 ,0 5 ,5 5 ,6 5 ,5 4 20 21 4 4 20 23 4 8 12 31 12 8 12 31 8 5 20 23 5 8 11 27 11 (*) Tx=12°,88 + 4,17 sen. (®+ 45° 35') + 1,02 sen. (2® + 61° 24'). os O© CS w Ü CUADRO CUARTO. ] PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 ni 83 99 97 93 Id. á las 9 ! 68 93 90 84 Id. á las 12 ............. . 32 86 78 72 Id. á las 3 t. 49 79 70 66 Id. á las 6 38 84 79 74 Id. á las 9 n 64 91 88 81 Id. á las 12 73 95 91 87 H. media * 64 90 85 80 O Hx = 81,1 + 12,4 sen. (a? + 217® 4») + 2,8 sen. (2a + 227° 82'). 1.a década. 2.a 3.a . Mes (*). á las 6 m 7,7 7,6 8,6 7,9 Id. á las 9. 8,3 8,6 9,8 8,9 Id. á las 12. 8,0 9,7 11,2 9,7 Id. á las 3 t. . . , 7,8 9,9 10,8 9,5 Id. á las 6 8,0 8,8 9,9 8,9 Id. á las 9 íi 7,3 8,5 9.4 8,4 Id. á las 12 7,5 8,4 8,8 8,3 fn media 7,8 8,8 9,8 8,8 o T” =8 miu,7l + 0,86 sen. (# + 39° 30') + 0,2o sen. (2 x + 83° 36';. CTJ H ^ 3 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales . N 33 s .......... 195 N E 116 S. 0 138 E 50 0. .... 66 S. E «0 N. 0 86 Dirección de la resultante.. . . 19° S. O. Intensidad (horas). ......... 108 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera , Evaporación media.. c ........ . lmm,9 Id. máxima (dia 4) 5 .3 Id. mínima (dia 10) 0 .0 Dias de lluvia. ............... lí Agua recogida.. ............. 75"'m,5 Id. en el dia 12 (máx.) 15 .1 Dias despejados o « • 9 Id. nubosos. ................. 15 Id. cubiertos o a • 7 Dias de calma * © • 4 Id. de brisa 11 Id. de viento % o - 6 Id. de viento fuerte. 5 § * 10 CUADRO SEXTO. n *x> a tí o CO^Síí^OOOO©!©^ •^On^OíC 00 **5# OD Si S O * O « Si s* Si «O o • o ◄ O a S a a OOCO(^IOOSOOOt-HCO oot— sooooor-r-t^ TENSION. flCS íO <51 ÍÍ5 ©1 CO 05 50 aoociir^aicioot^oo ◄ tí a H O ©l 50 50 O l^> L^ 05 ■< O tí ©JSO^eo©!©!©!^ tí CU ■ri ^ tH tH t“ t—i s a H ¿ ^000 50 00©l5í5 0 O S©lrHC5^SOTH50r^ CZ3 ^ 30 o r- *5¿ ^ «ro ©i :.o tí 0r-<0<0>0000 ce cu X • • • • o £H . w . W > o .O K Z . W c/j O tí £ ¡¿ C/3 CAÍ ¿ cfl a Z o i— i a > as a in tí O S©5l©©3^50© w ^ ^ CUADRO QUINTO. Vn emómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales. . . . , 44 . E . . 110 242 . E 107 S 51 S. 0 52 O 24 N. O. ..... . 84 Dirección de la resultante. . . 85° N. E. Intensidad (horas). 280 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera. Evaporación media lmm,3 Id. máxima (dias 11 y 12).. ... . 2 ,7 Id. mínima (dias 24 y 30).. .... 0 ,3 Dias de lluvia. ...... ...» . . 3 Agua recogida 3mn\2 Id. en el dia 1 (máx.). 2 ,0 Dias despejados. 12 Id. nubosos 13 Id. cubiertos 5 Dias de calma. ..... . Id. de brisa Id. de viento Id. de viento fuerte 2 13 10 • e £ * CUADRO SEXTO. 32 te es co o" ^ so~ oo co N N. E S. S s. 0 N. en te O i*=» oosooe&oossooc® tí ^35 OI IT- OI t*“! ^ OI ¡> es te en es o Miguel Merino. Resumen de las observaciones meteorológicas efectuadas en Bilbao en el año 1863. 33 53 o Si, « OlUllf ÍO OO 60 OI 60 60 60 rH _ OO CO rH OiÍBi^r 60 ■rH ©í 60 IO OI O IO 60 IO IO 00 01 es &3 ‘luqv OI *ü)T 60 IO 06 CO — lo" lo 80 rr lO 60 60 ere o *sW cO OI es e¿3 06 “ 1 " 60 lo OO cO oí reí io H h m w' 60 lo ^ (M ^ lo lo 1 - •oiajqaj 770,40 777,8 766,2 11,6 1,84 5 8 •oaaua OI 80 *5* OO CO 60 O' ere i o" ■oí re h 52 50 60 io ore l- IO lo •a.iquia;oiQ 06 80 ®l »5jJ_ r—H CO 60 oo" oo" 60 reí o" 3r, * 60 IO *«atl CO - * lo lo lo *•••••• Vj a 0 s 1 w O • 03 H> £3 í/5 co 03 a s s ’ñ oí S -re s 03 s o .5 j 3© mcm ^ ^ t- so c- (M©;lri^l>O00^C!09NH rH rH ©4 ©4 rH rH SC ©4 ' aiqnioo r-i 3© 3© O ©1 3® rtoco^tíjasciiíoi^ooo-...^.. .-OO ©4 ©0 ©4 COt>WH(?135(?lXCi5O00HHwH r-r ©4 ©1 ©1 ri CO ©l •8J[qtU9H9S \ a© oco ^ o ^o^#i©L'^^-ií©i©í©a©^ .ocoooco© XT^t^íO^©l©J©©IOHr-l©IH©J rH CO ©I ©l rH rn CO rH VERANO. / •ojsoSy 3® O rH OO — * co.°® 1 » ®i<» co ^ oo ©!©©C©W‘?í3;©©‘SÍ(ri©lH©l ©ICO CC ©i r— ! rH CO rH ( *oi[nf rH — < rH t"" 1 « O ® ^ M OO c: O OJ O fO 0 H c ©f t-T r-T 3® oT »h *5H 3© 30 r-r rH co co co ce ©1 CO rH ©1 ©1 r— rH «H CO rH rH •oiunf \ *h ©i 3© oo co H»íftHC5íiíOOC«IÍ>„ ~,*.-..~.n.,«-«v,. ~©4 H ©I rH ©Oí©G©lH«rHCOrH3©aiL'-''©4©lrH©4rH ri CO ©I ©4 rH rH *H ©I rH ,í ce &t¡3 £2 - 1 / •oÁei\[ CO “ OO rH 0© CO ^OS^°® SO «#,. , . .. ^C© rH Oo 30 OO CO 30 rH r- CO 30 3© rH í© ©1 ©J rH ©N ©1 ©1 rn CO ©1 f i> í© O O0 ©I 3© HSOXt^WOt'HOWO-.-,-,-. «N.. ^©4 ©1 ©4 ©1 rH ^ ©N H C0 300ÍOHH rH ©1 ©N rH rH CO ©1 INVIERNO. 1 ^ •ojgaqgj 3© 3© £-" OI 3© Oí HOCOXHCOSOhOO-1^-^^ w ©l r“ CO tr ©I 3© ffO IT" rH rH ©4 rH ©1 rH rH ©1 | ©1 rH rH CO ©1 | •0J9U3 ©4 OO 30 “5# )> ©4 °© ® ® ® ® »» ^ ©« 3© CO 3© C5COOCOHHCíOHhCO©Ih®VH ©1 ©4 rH CO ©4 j •gjquigioiQ \ H ©4 rH rH rH wH SOOOO-JjfSSOOOSNtrCO^-.^,. . . - . ^ ^ OO IT"" OO ¡O CO OO CO 30 30 OO rH rH rH *rH ©4 ©4 rH ©4 ©4 rH CO ©4 | — í S £ ¡X> » 1 - •ojqnioo OOO 30 ©r — ■' rH rH rH 5© ce Cí OO )H o ce o •3jqai9i18S o o o ©i *\ CO ©í rH r-r rH OJWOO rH rH r'oo ce Ce r— 1 •oisoSy ,-^í i- 50" r— ( rH rH ccot^H 50 — - oo i - co ih 50 50 ir- '°!Inf vH í© r— í H 50 so 5© ©i rH 50 1 " )H )- ©i ce IT- •oiunf Oí o o ©i co ©i T— ( rH rH HXO 50 5© oo r- 50 5© •OiÍBJV ® o o" 30 o" rH T- < rH ■*h Oí rH ce ce t" 50 1 - oo 50 ©i •\mv =0 O ® oo" os 50 í© rH •^H i- L- ir- 1- ce oo 5© "OZJBJ\[ Oí 0 O i— " )- r- CO í© 50 oo 5© rH oo 50 ir— 50' OO ‘oaaaqaj o o 50 5© 50 CO so oo I- ©1 Cí OO £- 1- 5© OO 50 •oaaua O o o 5o" 50 OO «sH 50 o S^' S OÓ 2^ S : ; • : 2 Tj ’ ■ C3 • i*-* i ce 1—— • -ce ) \ en cu G3 * o ^ * en CT , en Cu * re ar cc ¡s : ®¡ >• H> 2^2 zfl «H g 03 CO 553 O CO es O tfi P r w C3 ^ — “ o‘rt ® 0—5.2 O en es p '“O H _o ■CS H> 33 . í? « — — • — ■ ■ o 5C • O <£> • CP £3^ H ' w s ps Pluviómetro y atmómetro en milímetros. 36 OTOÑO. ajqin9iA0>j i© o t-T *-i os «o* 05 ©1 T— •aaqn^oo ^ s© c© í© t" OO O ^j< ei i •¿jquiaiiag *5# tH ©1 í© 05 oT c© te o o© ot ©i ©i h r— . sd S=» i ■OISOSv te c© ©i i" oT c©' r— l •oiunf OC í© g® Q©~ O© 05 (?I <í ©© ©i PRIMAVERA. •o.Cbj^ o í©^ W 0© oo c©" o ie> o ©f s© c© rH v mqv i© rH e© ©1 c©" ©4 i© o© ^ ec rH r— i •OZJBIV[ ©i 05^ >^4 ©i o o© ©i r- ©i ©i — < <— t ! INVIERNO. •OJ9Jq9J ©i e© ©i t" r-T *-T c© te r- 1 ©i H rH t— < •0I9U3 107,8 24,3 17 15 11 2,57 •9iqui9|0I(J _ ^ C© *ají £ r— r- ~ ' t© o© ©: L" ©i ^ ©1 ©1 T-l T“^ Anemómetro . — Frecuencia de los vientos , siendo su suma 1000. 37 OO «— * ÍO l''« ffO 05 OO CO r-HSOr-tOSCMSOrH©.! ©1 S© OTOÑO. ( •áaquiaiAoj^ O© 1 ® 05 ©1 4© | iO *© r-H •íuqnpo r— i ® r— i ^ l> rH T— ( tH •oaquiai^s 'r-HOL'^r— IOCOOO O ^ to rH o OO rH S© •oiinr ® t— ( ® C O 4© 4© ® ©5 ©■1 •o;unf \ ®í©*^4©‘rH®®4© 4© . t=a 1 rHCOOOOr-(©|oiro 4© < 'i!jqy O CO t"* O O ^ 4© { -oum \ sHrHOIro^-CY?*5HOO tH _ í© INVIERNO. •OJ8jqo¿ ® CO o ©1 ® r— > O- •— * «rH ©1 ' *oaaua =0'n, 994954, y según la fórmula G—tz *P , tendremos para el valor G de la gravedad total á una distan- cia r del centro de la tierra, fuera de la influencia de la fuerza centrífuga, G = 9m,8198. r = II (1 — s sen* X)=$ ^1 Así, por ejemplo, á la distancia de la luna, que es 60 $, ten- 69 dríamos una gravedad G' igual á 3600 fí (1). No será inútil demostrar simplemente que la masa del sol es proporcional al cubo de su distancia á la tierra; es decir, inversamente proporcional al cubo de la paralaje que se adopta. En efecto, la caída de la tierra hacia el sol se mide por el cuadrado de su velocidad, dividido por dos veces su distancia al sol. Pero su velocidad es TtA La caída proporcional á la masa atractiva es, pues, 2 ti2 A r Í7Z\\* T* dividido por 2A, ó bien para una masa 5 del sol. Si se toma otra distancia A' correspondiente á otra masa s\ se tendrá para la caida produ- cida por la masa s á la distancia A' la cantidad 2tt 2Af V2 Y se- gún la ley de la atracción 2-M 2~2A' Jo r r A5 ’ s • » de donde s As 7“atf* Esta será también la relación inversa del cubo de las parala- jes admitidas. Así, habiendo dado las determinaciones recientes 1 la distancia del sol cerca de — más pequeña, y su paralaje u U (o Según el valor R~ 6377100 metros, más exacto que R~ 6377137 metros, tendríamos 7’ = 6370300 metros. en ve/ de r — 6370063 metros, adoptado por Hansen. 70 mayor la misma cantidad, dedúcese de aquí que su masa es 1 menor — de la que correspondería á la paralaje fijada por Encke en 8",o7116, deducida por los pasos de Venus. Sobre las estrellas fugaces; por Mr. Quetelet. (Les Mondes, 19 noviembre 1863.) Mr. Quetelet ha tenido la bondad de remitirnos unasérie de noticias relativas á observaciones de estrellasfugaces que se han hecho en el período de agosto último. A mediados del mes han sido favorables para este género de investigaciones en casi toda Europa el estado del cielo y la falta de la luna. Fácilmente se comprende que una teoría que pueda explicar fenómenos tan complejos como los de las estrellas fugaces, á la vez periódicos, esporádicos, é irregularmente periódicos, debe presentar sérias dificultades aun para los sabios más hábiles. Si generalmenle se prefiere dar á tales meteoros luminosos un origen cósmico, hay precisión también de admitir que la atmósfera se supone en el dia demasiado baja, y que debe hallarse tres ó cuatro ve- ces más elevada que lo que hace algunos años se suponía: pero la atmósfera superior no debería necesariamente ser de la mis- ma naturaleza y composición que la inferior en que vivimos, por el contrario, parece que, favorable por una parle á la inflamación y al brillo de las estrellas fugaces, pierde por otra tal propiedad en la región más densa, en la cual es agitada constantemente y en contacto con la superficie terrestre. Entre estas dos atmósferas es donde también debe formarse el fenómeno de las auroras bo- reales, cuya existencia ha solido coincidir con las más hermo- sas apariciones de las estrellas fugaces. El mismo Mr. Ad. Quetelet ha observado el 7 de agosto, desde las 10 y 10' á las 11 y 10' nueve meteoros, entre ellos uno solo de primera magnitud. El 8, desde las 10 á las 1 1 , des- cubrió cerca de 17 estrellas fugaces. El 10 de agosto el cielo estaba puro; pero Mr. Quetelel, que le observó por sí solo 71 desde las 9 á las 11, no descubrió más que un tercio de él. En la primera hora vio 23, y en la siguiente 33 apariciones; calcula por consiguiente en 70 y en 100 por término medio los números horarios reales. Desde las 11 á media noche MM. Quetelet, hijo, y Hooreman contaron juntos 112 estrellas fugaces, y probablemente hubieran contado cerca de 180 si hubiesen sido ayudados por tercera persona. El 11 desde las 10 y 30' á las 11 el ilustre secretario per- pétuo contó 11 estrellas (22 por hora): el número horario real podía ser por consiguiente 66. Después los otros dos observa- dores contaron 40 en una hora (número horario total, 60 pro- bablemente). Se ha tenido siempre cuidado de registrar la di- rección, el tamaño y el momento de la aparición. Mr. Duprez observó los dias 9 y 10 de agosto en Gante. El 10 vió 10o meteoros desde las 10 á media noche, lo cual da un término medio horario de 32 meteoros. Desde 1839 el tér- mino medio horario del 10 de agosto fué en Gante de 23 á 26 estrellas: una sola vez en 1842 pasó su número de el del año actual, y fué entonces de 73 por hora. La dirección del N. E. al S. O. es la que predomina: los dias 9 y 11 los números ho- rarios eran 12 y 9 respectivamente. El folleto de Mr. Quetelet contiene el detalle de las obser- vaciones de Bruselas, y de las que se han hecho en Boma por la Señora Scarpelini, como también una gran carta de las di- recciones anotadas en Hawkhurst por nuestro celoso corres- ponsal Mr. Alejandro Herschel. Sir John observa que la incli- nación de los meteoros al aproximarse á la via láctea, que se ha mirado siempre como uno de sus caractéres particulares, está claramente expresada. Con respecto á la naturaleza de las estrellas fugaces, sir John se declara por su origen cósmico, pero sospecha como Mr. Quetelet la existencia de una atmósfera superior más ligera que el aire, y por decirlo así, más ígnea. Una carta de Mr. Haidinger á Mr. Quetelet habla de la ob- servación hecha por Mr. Neumaver, que desde hace tres años no ha vuelto á ver la multitud de estrellas fugaces en Melbo or- ne (Australia). Mr. Poev hizo la misma observación en la Ha- bana en 1862. En la América del Norte se ha observado un grandísimo número de meteoros el 10 de agosto de 1863» 72 No dejará de ofrecer interés reproducir aquí los curiosos resultados á que ha llegado el profesor H. A. Newton (Silli- man's Journal , julio de 1863). Ha reunido los datos antiguos de las multitudes de estrellas fugaces en el equinoccio de 1830, ó bien del año sideral, por medio de la corrección siguiente: + (1850 — í) 0, 006374 + ^Ill+C. en la cual t significa el año que se considera, E el residuo de la división de 1851 — - 1 por 4, y por último, C la diferencia de las partes enteras de (1899 — t) dividida por 100, y de (1999— ¿) dividida por 400. Este número C es por otra parte igual á 12, menos la corrección, que sirve para reducir el calendario juliano al gregoriano. Así, por ejemplo, tomando el año 1093, tendremos la reducción + 755X0,006374 — -1 + 8 — 2=+10, 56 dias, que hay que agregar á la fecha gregoriana del acontecimiento para reducirla al equinoccio de 1830. Mr. Newton ha tomado la hora del medio dia para la apa* ricion, cuando no había indicación alguna de la hora, lo cual no produce más que un error de 0,5 de dia. Veamos ahora los cuadros de las apariciones calculadas de esta manera. Período de abril. Fecha corregida. 687 antes de J. C., Marzo, 16 Abril, 19,9 Biot, 15 25 19,6 582 de J. C., 31 18,1 Charles. 1093 Abril, 9,6 20,7 1094 10 20,8 1095 9,6 20,2 Herrick. 1122 10,6 20,2 1123 11 20,4 Charles. 184)3 19,6 19,9 Herrick, 73 A. estas fechas históricas podrían agregarse las apariciones de 590 y 741, que se verificaron antes de las Pascuas (fe- chas reducidas: abril 22,1 y 28,3). Recordaremos también las caídas de aerolitos desde el 19 de abril de 1808 y desde el 20 de abril de 1810 (fechas reducidas: abril 19,8 y 20, 7a). Período de agosto. 830 Julio 26 Agosto 9,2 Biol. 833 27 10,4 835 26 8,9 841 25 8,4 924 26 á 28 8,1 á 10,1 925 27 á 28 8,8 á 9,8 926 27 8,6 933 25 á 30 5,8 á 10,8 1243 Agosto 2 10,6 Herrick. 1451 0 10,0 Biet. Período de noviembre. Fecha corregida. 585 Octubre 25 Noviembre 12,3 Charles. 902 29 á 30 11,0 ó 12,0 Herrick. 1582 Noviembre 7 10,7 AVartmann. 1698 8,6 11,6 1799 11,6 12,9 Humboldt 1833 12,7 13,3 Olmstedt. Período de diciembre . 901 Noviembre 10 Diciembre 13,3 Herrick. 930 29 11,6 Biot. 1571 Diciembre 8 11,5 'Wartmann. Estas comparaciones ponen bien en claro la naturaleza cós- mica de tales multitudes de estrellas. CIENCIAS FÍSICAS. QUIMICA. Informe sobre el algodon-pólvora . (Cosmos, 9 octubre 1863.) Examinemos el notable informe acerca del algodon-pól- vora, presentado á la Asociación británica por la comisión que nombró el año pasado, reproduciéndole con las mismas pala- bras que emplean los autores. Ha sido nombrado redactor para la parle química el Dr. Gladstone, y Mr. Scolt Russel para la parle física. Desde el descubrimiento del algodón pólvora por el Doctor Schoenbein se han hecho muchísimos experimentos con esta sustancia, especialmente en Francia, con el fin de aplicarla al arte militar. Parece que los experimentos, como también la preparación de este combustible explosivo, no han producido en parte alguna tanto resultado como en Austria, en que el general von-Lenck ha dedicado á este estudio mucho tiempo y dinero. Ahora acaba el Gobierno austríaco de comunicar á Inglaterra todos los detalles de la fabricación , y el resultado de los tra- bajos del barón von-Lenck. El algodon-pólvora preparado por su procedimiento, se diferencia completamente del producto ordinario, en que esta sustancia ha sido trasformada entera- mente en trinitro-cel ulosa C 12 H 1 (3 Az O4) Oio; compuesto que no puede servir para fabricar el colodion, pero que po- see la propiedad explosiva en el grado mas superior. Las pre- cauciones que hay que lomar para obtener este resultado, 75 consisten en primer lugar en purificar completamente el algo- dón antes de sumerjirlo en los ácidos, emplear después los ácidos mas concentrados que puede suministrar el comercio, v por último sumerjir por segunda vez el algodón en una nueva mezcla de los dos ácidos, y dejarlo en ella por espacio de 48 horas lo menos. Así solamente es como se puede tener seguri- dad de haber convertido enteramente la celulosa primitiva en trinitro-celulosa, como antes se indicó. No es menos importante quitar al algodon-pólvora todo vestigio de ácido libre, lo que llega á conseguirse lavándolo varias semanas en una corriente de agua. El producto obtenido de esta manera no tiene nin- guna de las desventajas del que generalmente se suele obte- ner. Es muy estable, puesto que ha podido conservarse por espacio de 15 años sin que se haya alterado; no se inflama sino á la temperatura de 136°; es muy poco higroscópico, y solo deja un poco de ceniza ó de residuos cuando se ínllama en un espacio cerrado. Mr. von-Lenck tiene también la cos- tumbre de tratar el algodon-pólvora con una disolución de sili- cato de potasa: los químicos ingleses no creen que esta pre- caución sea necesaria; pero el general austríaco juzga que se forma siempre cierta cantidad de sílice libre por la acción del ácido carbónico del aire, cuya sílice tiene por objeto hacer menos rápida la combustión del algodon-pólvora. Cuando este último producto se ha tratado bien con la disolución silícea, se halla que su peso aumenta un 3 por 100. Se ha presumido que el algodon-pólvora puede dar origen en su explosión á los ácidos nitroso y prúsico , que uno de es- tos cuerpos obraría sobre el canon del arma, y el otro sobre el artillero; pero esta pretensión no es fundada. Efectivamen- te, Mr. Karolys ha analizado con cuidado los gases producidos por la explosión del algodon-pólvora en vasos cerrados, y los ha hallado compuestos de nitrógeno, de ácido carbónico, de óxido de carbono, de agua, y un poco de hidrógeno y de pro- tocarburo de hidrógeno: es, por consiguiente, fácil de conocer que estos gases no pueden tener ninguna influencia perjudicial sobre las armas de fuego. Por otra parle, se ha demostrado experimentalmente que el fusil es menos atacado por descar- gas repetidas de algodon-pólvora que por la pólvora común. 76 y que los hombres sufren menos de los gases producidos. En cuanto al peligro de la fabricación, se evita sumerjiendo el algodon-pólvora en un líquido hasta que se deseca, y entonces se necesita una temperatura de 136° centígrados para infla- marle; pero como esta temperatura es artificial, se comprende que producida accidentalmente , podría bien elevarse hasta el grado necesario para inflamar la pólvora común. Otra ventaja indudable del algodon-pólvora es no producir ningún humo que pueda ofender la vista del soldado: además, este producto no deja residuo en el arma; y no está espueslo á alterarse por la humedad, puesto que se le puede sumerjir ó conservar bajo el agua sin alterar sus cualidades. Mr. Scott Russel,al tratar la parte dinámica de la cuestión, empieza por hacer observar que con la pólvora común hay una pérdida de 68 por 100. El algodon-pólvora puede inflamarse instantáneamente en cualquiera cantidad: se ha considerado esta propiedad como un defecto ; pero el General Mr. von-Lenck ha llegado á dar á la explosión del algodon-pólvora todas las ve- locidades que se deseen, sin mas que darle formas diferentes por medio de una especie de tejido. Mr. Scott Russel describe estos diversos tejidos. Así se obtienen velocidades que varían 1 desde 1 pie por segundo á i pie por de segundo. La explosión instantánea del algodon-pólvora se utiliza para las minas, etc.; la explosión graduada se emplea en las armas de fuego. Haciendo que el algodon-pólvora ocupe cierto espacio en el cañón, se le puede dar una velocidad de explo- sión mas lenta que la de la pólvora común. Se ha demostrado por medio de experimentos , que 2 libras de algodon-pól- vora, que ocupan 1 pie cúbico de espacio, producen mas fuerza que 50 á 60 libras de pólvora contenidas en el mismo espa- cio. Prácticamente el algodon-pólvora produce mas efecto cuando se emplea un cuarto ó un tercio del peso de la carga de pólvora común, y cuando ocupa un espacio igual á 11 dé- cimos del cartucho. El coste del algodon-pólvora es mucho menor que el de la pólvora común, si se tiene en cuenta la fuerza engendrada. Pueden hacerse 100 descargas con el algodon-pólvora, mientras se hacen 30 con pólvora común. En este último experimento se ha reconocido que el algo- don-pólvora después de 100 tiros había calentado muy poco el cañón, mientras que 100 tiros con la pólvora común habían comunicado á la pieza un calor suficiente para que el agua que se echase en ella se evaporase instantáneamente. Con el algodon-pólvora se continuó tirando hasta 180 tiros sin inconveniente alguno. Añadiremos también que el algodón pólvora no produce borra, y que su deflagración se opera sin humo, condición que permite un tiro rápido y certero. El ar- ma recula menos (cerca de 1 tercio) que con la pólvora común. En cuanto á la aplicación del algodon-pólvora al laboreo de minas, la acción de este producto es tanto mas violenta y rápida, cuanto mas comprimido está, y encuentra mas resis- tencia. Así se ha observado que si el algodón pólvora es mas fuerte en la artillería que la pólvora común en la proporción de 3 á 1 , en la esplosion de las minas esta proporción se convierte en 6,27 á 1. Para que el algodón pólvora produzca todo su efecto es menester que se halle encerrado: un saco de pólvora colocado á las puertas de una ciudad las hará sal- tar, dejando paso á los sitiadores; un saco de algodon-pólvora en las mismas condiciones no produciría ningún efecto. Si se inflama una onza de pólvora en el platillo de una balan- za, será rechazado hacia la tierra; una cantidad equivalente de algodon-pólvora no trasmitiría movimiento al platillo. Pero si en vez de colocar el algodon-pólvora en un saco se le encierra en una caja, bastarán solamente algunas libras para hacer saltar las puertas de una ciudad. Mr. Scott Russel des- cribe también algunos otros experimentos menos curiosos, y en cuyos detalles no le seguiré. El informe que acabamos de analizar fué escuchado con tanto interés por la Asociación británica, que se votó por unanimidad que sus sabios autores continuasen sus investigaciones, y presentasen los resultados ulteriores. 78 METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid durante el año 1865. El siguiente resumen de las observaciones meteorológi- cas. efectuadas en Madrid desde el l.° de diciembre de 1862 al 80 de noviembre de 1863, ó sea durante el aña meteoroló- gico de este último nombre, consta de diversos cuadros de números, formados de la manera que se explica á conti- nuación. El l.° comprende las alturas medias mensuales de la co- lumna barométrica á diferentes horas del dia; su promedio, ó la altura media convencional, y muy aproximada á la verda- dera, de los meses; las alturas máximas y mínimas observa- das en cada mes; las diferencias de estos últimos números, ú oscilaciones extremas del barómetro; el promedio de las osci- laciones diurnas; y las oscilaciones máximas y mínimas de este nombre, con expresión de las fechas á que las observa- ciones directas corresponden. El 2.° contiene el mismo género de datos que el anterior, pero con referencia á las cuatro estaciones del año y á esta unidad total. El 3.° resume y completa la primera parle de los ante- riores. pues comprende las fórmulas del movimiento diurno del barómetro por meses, estaciones y año. Los primeros tér- minos de estas fórmulas expresan los valores medios de la presión barométrica en los distintos períodos á que se refie- ren, contando con la observación probable de las 3 de la ma- drugada, obtenida por interpolación, y que puede deducirse de aquellas mismas fórmulas atribuyendo al ángulo x el va- lor 225°. Esta cantidad variable x deberá recibir á medio dia el valor particular 0o; el de 15° á las 3 de la tarde, y así su- cesivamente en las demás horas. 79 Los cuadros 4.", 5.° y 6.°, relativos á las indicaciones del termómetro, están formados bajo el mismo plan que los pre- cedentes, y no demandan aclaración alguna particular. En el l.° figuran las temperaturas medias por décadas, deducidas de la observación del termómetro ordinario, colo- cado al aire libre, y de otros cinco termómetros enterrados en el suelo á las profundidades de 0n\6 el primero, y de lm,2, lm,8, 3m,0 y 3m,7 los restantes, en el orden en que se hallan indicados en el cuadro. Estos cinco termómetros solo se ob- servan una vez á medio dia. Los seis cuadros que siguen al anterior son relativos al psicrómetro, y tan parecidos á los seis primeros, que su pronta y acertada inteligencia no debe ofrecer la menor dificultad después de lo ya dicho. La fracción de humedad, señalada con la letra H, y la tensión del vapor de agua existente en la atmósfera, con la inicial Tn, se han calculado con auxilio de las tablas psicromélricas insertas en este mismo libro. El cuadro 14 comprende, en primer término, la expresión de las horas que en los 12 meses del año han soplado los ocho vientos principales; en segundo, la relación de los vientos del N. al S. y del E. al 0.; y en tercero, la dirección é intensidad aproximada de la resultante. Los primeros números se han deducido de las indicaciones continuas de un anemómetro del sistema de Ostler; los segundos proyectando los vientos inter- medios N. E., S. E., etc., sobre las direcciones de los princi- pales N., E., S. y O., y dividiendo después los números cor- respondientes á los dos primeros de estos vientos por los que representaban los valores de los opuestos ; y los últimos, considerando á cada viento como una fuerza de intensidad igual al número de horas que reinó, supuesto únicamente aproximado á la realidad de las cosas. Por no haber funcio- nado siempre bien el aparato, faltan entre los primeros nú- meros algunas horas, cuya influencia en los resultados finales debe considerarse como insignificante ó despreciable. El cuadro lo es una simple reducción del anterior. El 16 consta de dos partes algo distintas. En la primera, ó de la izquierda, figuran los cambios parciales de dirección del viento, ó pasos de un rumbo á otro inmediato, con expre- 80 sion del sentido en que se efectuaron; y en la segunda esto mismo relativamente á los giros totales ó vueltas de horizonte completas. Para deducir de las hojas anemomélricas los pri- meros resultados, ha sido menester: l.# prescindir de los cam- bios de rumbo muy frecuentes ó de corta duración, de la propia amplitud y recíprocos; 2.° prescindir igualmente de aquellos cuya amplitud no abarcaba medio cuadrante; y 3.° anotar, por el contrario, en cada vuelta de horizonte los ocho vientos, por mas repentino que fuese el giro. Aun ate- niéndose á esta pauta, queda siempre en el recuento de los cambios de rumbo algo de arbitrario ó indeterminado, que es muy difícil evitar. La indecisión, sin embargo, debe influir mucho más en los valores de las relaciones de los números correspondientes á cada inicial N., N. E„ etc., que en los de sus diferencias. El número de giros completos y la expresión de su sentido se han deducido del examen atento de las hojas anemométricas, sin omisión alguna, al menos voluntaria. En el cuadro 17 se hallan reunidos los elementos necesa- rios para formarse idea del estado de la atmósfera en el curso del año. Figuran en él en primer lugar la evaporación media del agua, y la máxima y mínima correspondientes á dos dias de cada mes, expresadas en milímetros; luego los dias de llu- via, y aquellos en que hubo tempestad ó amagos de haberla, cuando menos; la cantidad de agua recojida en cada mes y la máxima en un solo dia ; los números de dias despejados, ó en que las nubes no entoldaron ni dos décimas partes del cielo visible, los nubosos ó en que las nubes se extendieron sobre más de dos y menos de ocho décimas, y los encapotados ó cubiertos; y últimamente, los dias de calma, brisa, viento y viento fuerte que prudencialmente se contaron en cada mes. Los cinco cuadros que siguen á éste indican por estaciones y al cabo del año la dependencia que éntrelos varios fenómenos meteorológicos ha existido. La primera columna contiene el nú- mero de observaciones, de donde se han deducido los resultados de la derecha ; concordando el total con el de observaciones efec- tuadas en aquellos períodos á razón de 7 cada dia. La segunda expresa el orden de sucesión de los vientos; orden á que los demás fenómenos se han referido. Y las restantes comprenden 81 los valores medios de la presión barométrica, de la tempera» tura, humedad, tensión y cantidad de nubes, obtenidos su- mando los números correspondientes á las diversas observa- ciones efectuadas, y dividiendo las sumas por los números del margen. El cuadro 23, en fin, comprende de diez en diez dias las alturas medias, máximas y mínimas del barómetro; las tem- peraturas de los mismos nombres; la humedad y tensión me- dias; la evaporación; la lluvia total; la dirección é intensidad del viento, calculadas como poco mas atrás se ha dicho al tratar del cuadro 14; y la cantidad de nubes que entoldaron el cielo, adoptando para escala de apreciación los números del 0 al 10. Y el 24 estos mismos resultados comparativos, con relación á los meses, las estaciones y el año. M. t> TOMO XIY. CUADRO I. Barómetro en milímetros y á (Io de temperatura. < / i \ / / 82 ajqiuou ¡ü ■<— © S5cP« ©5í©r^ "5^ •aaqnjoo 55 ^ ^ Ct I> »sr C X varí©!— ÍÍ5 © x i© ac © i© t© :© r© «y i© »sr c© ^© ©r :j© «© i© i©" í© ©r © ©r ©r s©~ r-" t'" © £ = • © «F « t' . «<- ©* 'ajqoiaijag : © © © i "■ : © i - © — 'Xt> x v?r i - i©« r- i© í© :© :© c\ :© :© :© r£ x rV © © r£ t£ 2© © — ©i:© t— I~ 1~ I~ 1~ 1~ I© E'« T'' E- =: « «. ct • • CS F- í> r; 1 ^ es •ojsoSy r- 5© ©l X ©J ©l «*r © X v- v ^ C X ©i r- ©? ©1 © x © ©^ 2C : © -© — ©^ oc x ac oc r£ i_f r£ r£ r£ — x ©T ©í c© ©’ ~ r-> i~ i~ r- i©« © £ £ r. ^ ^ J * « « Ci l> s* C w c ^ c ^ ^ — ■ ° * i n r i> c; k s: W ©^ ©* x ©i x x x rf © rf x x *© ©T ©T ©í r- r'- r^- i© ~ - o o ; . ss — X 5^ / © 3C *— 1© © © ©l ;© © I© 1© f ^ ^ ^ ^ X 5© i© — *^- — *! ■omnf r-- 1^ 1 ^ © © i© 12» — ©i ©. ©l *ü- T-- r •' x • es \ r- r- 1© 1© !©• j©* t'* 1© X í© X ©1 © © 1© 2© _ ©? C w [ 1^ ^ ^ ^ ^©X ©? 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(4) (1) Fecha de la observación. . . . . (2) Id (3) Id 0) Id • . 1 * ' Invierno. Primavera. Verano. Otoño. O < 711,11 705,83 708,26 707,93 708,28 711,69 706,22 708,54 708,50 708,74 711,25 705,66 708,03 707,87 708,20 710,39 704,73 707,10 706,97 707,30 ,710,68 704,87 706,80 707,14 707,37 711,17 705,69 707,73 707,70 708,07 711,26 705,85 707,94 707,75 708,20 711,08 705,55 707,77 707,69 708,02 720,56 714,13 713,25 718,60 720,56 692,06 692,34 698,54 696,33 692,06 28,50 21,79 14,71 22,27 28,50 2,54 2,76 2,21 2,51 2,51 í 6,60 8,36 4,47 7,56 8,36 0,81 1,02 0,88 0,74 0,74 Dic. 26 Marz. 25 Julio 1 Nov. 4 Dic. 26 Ener. 6 Mayo 1 Agos. 27 Oct. 12 Ener. 6 | Ener. 10 Marz. 4 Junio 28 Nov. 11 Mar/.. 4 Ener. 16 Abril 11 Agos. 21 Nov. 24 ^Nov. 24 Fórmulas barométricas. n - — - ' — ^ " — > OI r—i oo o *a+l rH •h iS oo ce ^-1 SO CO »a* ce h- 1 rH 4_ 4- í 7 1 i X X 1 X 1 X OI O I OJ OJ N — ■" N — " - — g g d rf 02 oj 02 02 CX CX ex C/2 OJ I-r v# SO O O o o + + JL 1 -f 1 rH OO ce ce CO OJ CO OJ — SO OJ as L' oo rH rH rH + + -f “1" X x X X « v " -•* — d c rH d CU cu 02 02 ex ex ex CX 05 O ce OJ SO o' o o* o + T + CO CD V!# o ce SO OJ oo OJ ce r-H <0 rH 1^ t" ir' o -P •e? c u 3 a t ce ce so O o O 05 so i X 4- 4- X c c O) cu CX CX CO OJ OO 05 ce oo ce ce rH so CO r-H CO «-> OJ OJ OJ so t'. oo ?" so ce ce CO CO OJ CO *a# SO ce ce so so ce «-H rH rH r-* rH rH + -f i T 4~ -1- ~t' T T + "f X X X X X >< X X X X OJ OJ OJ OJ OJ OJ so OJ OJ OJ v — ' ^ " — ■ ' "■ c G a g c d a G r¡ G 02 02 02 02 02 02 02 02 02 02 ex C/3 ex ex ex ex ex ex CX ex r- OJ CO CO CO SO SO 05 ce CO •> CO *S* SO CO O o O + + ~f + + -f i"f ~f "f o o o 4- *a+i 05 o o ce OJ oo <— OI oc w CR 19 2° o ao x i'* x t- « + + + X X X 05 t-h ce (M *íí H o o o X « X SO CO «a# JO v? o e o SO co H X O = G g G c 02 02 02 02 02 *x¡ cX ex c/2 CX <— ( oc rH X «O *=# JO X SO^ oT o o so" o 0 =e O 1 " 1^- t-> so o: i> GS^ SO 1> CO so" r^" r-T i i> » S- S- >3 as rQ ai ^ 53 n O 2 ^ ti/D •>=» 5 > ”C2 02 O 72 O ¡? > i§g o Oí ce ce ) - 05 r- ce OO 7 1 H 1 rH 1 r-H 4_ H 1 rH 4_. 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HHQ o o W3 .re .re 73 «3 re s .© ‘ó eo > A O £ a i 03 03 ® '□'■O'O i ti eo <* 86 CUADRO y. Termómetro centígrado. Tm á las 6 m. Idem 9.. Idem . . 12 .. Idem .... — 3 t. Idem 6.. Idem 9 n Idem 12.. T. máxima (1) T. mínima (2) Diferencias extremas Ora diurnas O. maxima diaria (3) O. mínima diaria (4) (1 ) Fecha de la observación (2) Idem (3) Idem (4) Idem Invierno. Primavera. Verano. Otoño. o )S < 1,2 7,2 17,2 8,9 8,6 2,9 11,5 23,1 12,5 12,5 7,9 15,7 27,9 17,5 17,3 9,8 17,2 29,9 19,0* 19,0 6,6 14,4 27,7 15,6 16,1 4,7 11,2 22,7 12,9 12,9 3,2 9,3 19,8 11,1 10,8 5,2 12,4 24,0 13,9 13,9 16,8 30,4 39,9 36,0 39,9 —3,9 -1,7 7,8 —2,4 —3,9 20,7 32,1 32,1 38,4 43,8 11,2 14,1 16,9 13,0 13,8 18,5 21,0 21,7 22,5 22,5 4,2 4,0 6,7 5,5 4,0 Dic. 20 Abril 27 Julio 6 Set. 7 Julio 6 Ener. 16 Mzo. 23 Junio 41 Nov. 44 Ener 46 Feb. 24 Abril 27 Julio 2 Set. 7 Set. 7 Ener. 3 Abril 30 Agto. 27 Oct. 44 Abril 30 Fórmulas term omét rica s . 87 - — H X " — ^ ^ — v - — v /- > - — ^ - — ^ s f-s : — ^ ^ ^ " -N V «X cb cb co sb «b OI co 05 oo <*H *b 05 OI SO ib CO rH oí oí so SO OI OI OI H CO CO 50 rH 35 30 o? di 0© di o o© T-f co co r?H O ¡i# CO OI co CO CO iO so l— oo so CO co CO ) " 50 so 1 + + ■f + "I- ■f + + -H- + Í‘ "h "h ~t * X X * X X X X * X X X H X! 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Temperatura de la tierra, desde la superficie hasta 3,7 metros de profundidad. — Los meses se hallan divididos en décadas. 1. 2. 3. 4. w 0. 6. l 1.a 6°, 8 6o, 7 8°, 5 10°, 3 12°, 9 13a, 6 Diciembre 2.a 5 ,3 4,7 7,7 9 ,6 12 ,1 13 ,0 , 3.a 3 ,8 3 ,7 6 ,3 8 ,3 11 ,3 12 ,2 í la 4,1 4,1 5 ,9 7,6 10 ,6 11 ,7 Enero 2.a 2 ,6 2 ,4 5,5 7 ,1 10 ,0 11 ,0 l 3.a 6,4 4,0 5 ,3 6 ,8 9 ,5 10 ,5 ' 1.a 5 ,7 4,0 5 ,3 6 ,6 8 ,9 10 ,1 Febrero 2.a 6 ,2 5 ,1 5 ,8 6 ,6 8 ,8 9 ,7 i 3.a o ,6 4,1 5 ,6 6,7 8 ,5 9 ,5 í 7,5 5 ,9 6 ,0 6 ,7 8 ,5 9,4 Marzo. . 2.a 7 ,2 6 ,2 6 ,8 7 ,2 8 ,5 9 ,3 I o a V *■. 10 ,4 8 ,2 7,6 7,7 8,7 9 ,4 ' ja 13 ,8 11 ,6 9 ,9 9 ,2 9 ,1 9 ,6 Abril 2.a 12 ,4 11 ,7 11 ,1 10 ,4 9 ,7 9 ,9 3:a 16 ,2 15 ,4 12 ,8 11 ,5 10 ,3 10 ,4 | a 12 ,6 12 ,0 12 ,8 12 ,3 11 ,1 10 ,9 Mayo 2.a 17 ,2 15 ,5 13 ,8 12 ,8 11 ,5 H ,4 3.a 13 ,9 13 ,7 13 ,6 13 ,4 12 ,0 11 ,7 Junio < ' 1.a 20 ,6 17 ,8 15 ,3 13 ,9 12 ,4 12 ,3 2 a 20 ,6 18 ,4 16 ,5 15 ,1 12 ,9 12 ,5 3.a 24 ,4 21 ,5 18 ,9 16 ,7 13 ,7 13 ,2 í 1-‘ 28 ,0 23 ,9 20 ,5 18 ,2 14 ,6 13 ,9 Julio — 2.a 26 ,1 24 ,3 21 ,9 19 ,5 15 ,6 14 ,7 , 3.a 25 ,0 23 ,6 22 ,3 20 ,3 16 ,4 15 ,4 V [ 1.a 27 ,3 24 ,4 22 ,5 20 ,7 17 ,0 16 ,0 Agosto 2.a 25 ,5 24 ,3 23 ,2 21 ,3 17 ,6 16 ,5 v 3.a 19 ,8 20 ,3 21 ,7 21 ,0 17 ,9 16 ,8 f 1.a 21 ,1 19 ,8 19 ,9 19 ,8 17,8 17 ,0 Setiembre 2.a 21 ,4 20 ,6 20 ,4 19 ,5 17 ,8 17 ,1 , 3.a 16 ,1 17 ,3 19 ,1 19 ,1 17 ,4 17 ,0 í !-a 15 ,5 17 ,1 17 ,6 17 ,9 17 ,1 16 ,7 Octubre 2.a 11 ,0 13 ,0 15 ,7 16 ,3 16 ,5 16 ,4 , 3.a 13 ,7 12 ,7 13 ,9 15 ,0 15 ,8 15 ,9 ' 1.a 9 ,8 10 ,1 12 ,5 13 ,9 15 .0 15 ,3 Noviembre \ 2.a 6 ,4 6 ,4 10 ,1 12 ,1 14,1 14 ,6 ( 3.a 10 ,3 8 ,8 9 ,5 11 ,1 13 ,3 14 ,0 Psicrómetro . — Humedad reí a t iva . 89 i ajquiaiAO}^ SO SO r-< ÍT* SO OS OO O VH \ OO OO t- S 1> L'' OO t" O *5?í hH . a.iqnioo í© Oí SO v-X a— ( !"• SO 50 oí oo co r> x x OO O OI r> io so w so i> so o co fH ♦oiajqaj ©1 ©1 ^ ^ ©1 H ©J Oí O KS* 1 es OO SO SO SO t" oo t" o co rH | ss oaaua 1 C0005©1H!0 05 o so US es es t'' F- oo oo oo oo o ^ 1 | aiqiuaioig ©o es es es so o ©o es oo r» i"* oo oo oo 00 O hh <— * . • = ::*■»:«: so es oí ©o so es oí • • • • • hH rH • • • • • • • *••*••• • • • • • • « • •#•••• * .«•••• *••••»• • ■*•••• • * • • • • • • • • • 0 • # • « • • • • • • • • • • • .o~ • • • • . • • • • • • « * !fi * (» CC ce o ©3 _* 2 = en ■ * c o < Hra á las 6m.. 93 81 68 85 82 Id 9... 87 71 55 78 73 Id ...... 12.. 74 56 39 63 58 Id ...... 3 t. . 67 51 35 58 53 Id. ..... - 7o 57 37 65 58 Id ... 9... 81 67 49 73 67 Id 12. . 87 73 57 78 74 H„, 80 65 48 71 66 Id. máxima 100 100 100 100 100 kl. mínima 34 25 16 21 16 91 -*-< ;© 19 ce 91 o o o c© ©5 29 O OO tH 91 «i 91 X X X 91 9Í 91 91 « 05 o • • C W t" <91 ^ eo 91 91 91 4© o o 29 • o o o o 29 i— i- <91 <91 <91 35 91 X *■“* 19 o o o i" Oí 91 O <91 <91 <91 «— i <91 <91 O <91 ce • O O o ce so wi © ce c© <91 <91 <31 <91 <91 ^ ¡*4 X <91 <91 ©1 X ><, X <91 <91 <91 XXX <91 <91 <91 X <91 X 91 X <91 X <91 *5# 91 ©5 <91 <91 + + + + "f + + + + "f "f "f~ "f + + -f "f X <31 © © © c G G © 33 G © G 23 © © c ¿ 03 03 45 03 03 03 03 03 03 03 03 03 03 03 03 03 03 Xf) in X m tn xn xn xn w m c n xn xn c» m w r-H « . •* «© r-^ ce 91_ 91 4© OO ce OO so «> ce ©5 ce kí_ OO *© 9S es © ce ce ce X 19 <91 ío ce so o o o o w e <91 «— i O <31 91 91 ■f -f "f XXX ce 9i ce 91 91 29 OO ^ ce oí O o © ' *— • *-H ^ H 9J 91 91 91 T + + X X X ce ce ce ^ o « o «!!< w SO »■* < o *"*■ <31 91 91 ■f + "f xxx ® OO 05 91 ^ ce O o o th t- r" — — — I 91 91 91 ■f + + X x X O so ® 91 :^e va< *üí< o o ° o CO ^ I t-H —h *“¡ — ^ 91 91 G1 91 + + + + x X x X <91 "f "H~ + + 4 + + + + + + í + + i + 19 29 o ce 91 ■f * Q X L3 U © • «*> v. *$> £ o o ■»í «o Si, «o . « © © a = 03 03 * m ©i_ o© o© oo t" 29 19 ^ OO x CCS 03 Oí 03 W5 • • © — a fe a 331 J© o © •— > re 1-1 03 4. !SS •— ‘sZ w< oO ■« .2 efi © .2 =s -r s© s G U3 © ífe ÍÜ s -a o S 5 — t "3 <-™s 9D X © © © cr> O X > c ’iz cu a o ÍTJ >© o 03 +■- O Psicrómetro.— Tensión del vapor, espresada en milímetros. 92 / / 'aiqaidiAO^ 5© ©5 i© o© w© in iOtr^tr^tr^iO 50 r- ®* ^ r-r ! •* *N oco rH 0K010 ' ajqnioo os 05 r^- i© ©s so r-* oo os oí" oe oo oo* 8,8 Sí^e OO ©íso •ajqmapaS ao ©^ho o 5© OO* 0~ O oT OÍ" 05 oo* t-H t“í 9,3 r- ©i 05* a© tH / í •oisoSy i 00 05 L"> 0© ©J rH 00 05 05 05 OO 05 05 ©^ oT 05©» ©j*a© rH i, es EáS > oqiif 00^1© ^«©©^ ©(MhVo'os© rH rH rH rH tH tH 10,9 50 51 50*1© rH 1 r \ •oiunf ©1 50 ©* OO t" tH 05 »» r> r ^ ^ rH tH rH rH rH rH rH oo o* r-T ©1 L- ris© TH / ' 0 yí B |\T 05 »a* ©í OO 1© 05 OO* 05* ©i 05 0© OO OO 8,8 ©H CO 5^0 rH CS fcU ej ec! 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Verano. ! © o 5 © iC T“ á las 6 m. 4,7 6,3 9,9 7,4 7,1 Idem 9.... 4,9 7,3 11,3 8,4 8,0 Idem 12.... 5,8 7,5 10,8 9,1 8,3 Idem .. .... 3 t.. 5,9 7,3 10,8 9,0 8,2 Idem 6.... 5,4 0,9 9,9 8,4 7,7 Idem 9 n. 5,2 6,7 9,6 8,0 7,4 Idem 12.... 5,0 6,5 9,7 7,6 7,2 rpl) m 5,3 6,9 10,3 8,3 7,7 Idem máxima 9,5 13,6 17,2 13,7 17,2 Idem mínima 2,0 2,9 5,2 3,1 2,6 Fórmulas psicr ométricas. — Tensión . 94 o© O Oí « •a# O© a© * ¡*! * ©l ©1 ©* © 91 50 a© O o o OO o© ©I rH ©1 *aü OO « l> •>3*1 *— I C© oso T-l 8© C© o-i a© *5* O 50 2© 2© 05*1 • o o a© a© ©« e© o© a© O f« O ® O o ° o ^ oc ^ © ©í «9< ®5 x x x ©i ©* ©i XXX ©1 ©1 ©í XXX ©1 ©1 ©1 ©i o© o ©1 o + + ~f + -f + + + + + + + i + + + i * X X X X ®Í, ©í ©* ©i ©J c fi fi c fi c fi fi r- « /— h c fi fi fi fi c H a o o O o oj o o O o o o o o o o O <12 C/2 C/2 C/2 C/2 c/3 c/2 C/2 C/2 c/2 C/2 c/2 C/2 C/2 C/2 c/2 C/2 C/2 o a© a© C© 05 C© a© r- a© rH r- *50 ©1 *5* OO e© ©i ©* ©« ©1 ©1 rH c© ©i e© ©i ©« ©1 ©i O o <©T O o" o o o c X ' — ' ' ' ' — ' ' - — - — ' v — ' ' — '' — ■ ' — ' ' — " — " V " v — " V^' fi fi c fi fi fi r~* i»— « fi fi fi fi fi fi fi C fi • C o o o O O o o o o o o o o o O o 02 C/2 C/2 C/2 te t/2 tfi c n C/2 C/2 C/2 C/2 C/2 C/2 C/2 C/2 C/2 c/2 OO ©1 •— i- t-H o o© 5© a© e© oo 50 ■a© *3*1 c© a© a© 05 ©i *3*1 oo oo ©c a© 50 oo oo 50 O T-l O o o o jr + + + + + ~f + + + + + + + + + "f -*3* oo 00 ©i ©i oo l- a© O a© o a© ©1 00 ■— * a© 50 ©^ l> a© oo ©^ r— a©" a© 50 oo o O 03 Si s- 5 2 ¿a •—fio O W r* S:fi a S- S-. cti xo fi S «< S .2 ° t« c~¡ O fi 3 M) i-© i— s *< ó • • 6 í- cá a- i— ! • o su 2fi £ ó fi P-< o> > O a -Q 03 03 fi O 03 O) fi O • »»=í > O '> c~* a • wX 03 a- 03 «fi o m O sz; i— 4 CU Q O «fi < Anemómetro. — Vientos reinantes en eada mes , espresados en horas. 95 J >0*-. S / •ajqiudiAON mí © ©1 r-* i ©1 mí mí mí Oí mí^ímí©:©í©©I3C i— Oí i— i ©1 i— i f r-, Oí M ^ ¿ So o ** lO oo •djqnioo OÍ®OOWOC»ÍD Oí © 0í*^í©©©0í©00 i© 1" — 1 *—n—l _ T R o© oo SO r-H o 05 •tuquíanos \ © Oí M W © ri ® Lí — ©1 wmoíi^®^©!^ 0© f, <“í _** CD CO . 00 CO ¿o VERANO. ojsoSy 0© Oí MÍ i© Oí © 0© Q© © t'' t'' 1© Oí Oí í“í (3© © 1© MÍ ^ ®» o* O <=>© oo O o co JLO •oqnf . t"?i»©H©oew© oí ^ i ^ i - : © 3>c i - i— 3© r-, © »© © © <=? ©* DO r- O iO f •OlU'lf OíOftWOíOlOl'» © ©J fN r-i (JU> ®1 © 1 - ;© 0© Oí T© ^ © © <=2 © co O© i-í O OO PRIMAVERA. / © 00 0© Mí t"* Mí lO ©I © IT'" . ^©©Ol^WX® © i— -1 'reí r-T pa * ©I Mí O 6^3 CO üjqv ©t©r--l©Oír-©OÍ Oí L^©MÍ^©>©Í©CÍ © © ~ reH ^ - ©* ©~ O CO o oo co •ozaej^ Oí © 0© © MÍ ©1 Oí © i© ©I r^wíoí©ií©Mí©joí i© a© ^ ^ ^ ^ 0- <=? © ¡se OO o cr- io INVIERNO. / •oaojqaj © I ^ < I"> I - © — MÍ OO Mí ©1 Oí i© v-< OO i© ©1 mí © 0© " re, ^ ©T Oí “í-í co F'* o ®* / 'ojaug OO H©fí I>I>8J© MÍ i© 3© © t—i rH © 1—1 MÍ t© 1" Mí Oí T— 1—1 ** ~ «© 525 Oí o Cr- CS^ 'ajquiaioiQ ©0©©11©OÍMÍOÍ<|— l i-í © 00©r-íl©s©l©»0í0í Mí © ^ r- reí ^ -T R© sz; — tH 2x> e<3 m O Eh fc W M > W w O re ■— í Oí 25 ¡z; w c/2 c/2 c/2 OZ z-«3Wio; sí — 96 CUADRO XY. Resumen del cuadro anterior. Ó C l- ► N 303h 536 182 215 347 N. E ...... E S. E r. S S. 0 247 0 96 N. 0 234 N 1,26 S E 1,64 o “ Resultante 58° N.E. Intensidad 328h Primavera. Verano. Otoño. © «C < 1951' 277h 136h 9Uh 463 162 365 1526 147 132 325 786 208 190 242 855 234 337 346 1264 373 563 331 1514 258 244 186 784 325 299 245 1103 1,17 0,69 0,75 0,95 0,83 0,45 1,28 0,94 50° N.O. 61° S.O. 42° S.E. 44° S.O 168h 542h 246h 235h Anemómetro. — Giros parciales y completos del viento. 97 oc exs ^ ° - = - t- = T- —M?-l ^ (TI 08 1 » s í-> /-X ^ r— : Pí r— r- Pí *5r PC 1 'M X P P ÍO t W ü: OC P P P W o; O w "— 1 r- — 1 r— ! r—1 r—i •— «ÍXOH e-i m p p eo 8 gr. 1

1 rHOOHI>W(M©l^«THOOO PC^T-H<3* 1 PC ©•! VW -íl-MX^: *c# ~r pr <©i r- OC PC r-i r-: ©1 ©1 OC sí: i — Í1 C P ~í P v* “ — “ -■ o • jí « C O p p ra *— ^•pj S 2 © TOMO XIV. CUADRO XVII. Evaporación. — Lluvia. — Estado de la atmósfera. 98 / OTOÑO. ajqaidiAO^ L 2 ** ©O O S ®Í°„ ©* CO JO 9TMOW CH9TO £?©©l r— 1 — —! «-H \ «aaqnioo | — O £ OIOIT' ^ ÍO O K v« l SO O rH £3 lO SO ^ tH t" r—i y •ajqaiaijas ! ©0*5* §3©*®. *sj<©©©© oooo £ ío r- ©i £ ©o ©o t— i ^ t-í 1 J es gs ■ / oisoSy 5005M ÍUM E ©50(51 ©1 *SÜ CO 05 a O ©O O £ t— f O© (¡o en O © ©3 03 © o O •o ^cc en en © o en i— . en "57 © "o re O .a ’S -re £ re © *© 03 a £ c-n re *-> o re re c/: O <"w en O 3© re S-. 2 2 3 a re £ £ W3 re re 03 CTJ re ©3 > Cx3 2 2 re s • res feC w ce e • O • “ ce £ "re o 03 -o 03 +-> S-< 03 es o o S "re "c •.“.2.2 (E © © ^T3-C-C crí • • • •re; -re*© -o (P 1— i— CUADRO XVIII. Correlación de las observaciones meteorológicas. INVIERNO. 99 en tí aa 3 25 esf 'o' 05 6 H < cz tí CU ao « íc » a x jo CO ÜO iflT w" w" íD1 ^ ^ z 4 co ©1 — i" Ct co o c ^ CN o¡ ©o oo oo o C *y éñ E <3* C© ©l Oí cz> *sis SO *— u — •— tH •— I O O o efi eu r- I- I- i- i - ) " r» en • # # « O M • • w . O . O r“ 1 25 ¡z; . w C/j C . tí > z C/2 C/5 sz; en tí z o 33 «s¡ > CC tí en » o r- w t" o© «— r-- co O »!* JO 50 (N «í » CUADRO XIX. Correlación de las observaciones meteorológicas. PRIMAVERA. 100 en tí *s r 01 O OI *s>4 ffO tr» 05 OI z o 3 a A A X9iaH«J!lMA« ^*a#0 03COI0C05O = CA 50 o o o o o r- r- r~» r- M A *?' O O O I- p' 1'' en O H z a a . Cd . o . C . K . CAÍ ««O Z¡ CAÍ c ri í¿ a z o a < A a «5 A o WH05(AHW«C oc«íií:Axr-oo 101 X x ?s ca ©s *© o 9a «o 9a sa e 5a S-. 9a ce -C> O ce © 9a ©5 O •<»* o © o id O X X a CZ u aa sj z ©I 30 i© O o *^r' ^ ^ r- ^ •■ *“H t—| o© C© ©1 ©I © < o u ?© *—* w ©1 *— i O 90 í© SCSAtOííítO^^SO z o üó z u s ’ ^ s» ©i S o <©s o" .— a© L" r-« 90 e r. O OS -s os ■-a H ■C tí tí 9© ©1 i© l— *5* 9© OS ©í V— tí ©f C© í© 90 *5ft ©1 ©1 ©1 ©1 ©1 ©1 ©1 ©1 Z O ÓÓ tí 1^ 90 tH V* 3© í ' 90 S r- e© rH S© G© 5©^ ® S oc 09 OS OS l- so" i — I " o O' <© O O o O O 1^ )- t- I©- r- i- I- L- cZ O z tí . Sd . Ed . O . O Z id . C/2 O • z ! SI c/i cZ tí z © o «s! > tí tí cZ Wf»íí;©sfti>©© ©5 C© «si< *aí O* 90 L"" l-* CUADRO XXI. Correlación de las observaciones meteorológicas . OTOÑO. 102 S a SQ 3 Z o© ff© — ® r— ís ec sí ri « CC ÍO xí m co" Q < 3 a s 3 B C5 ‘ÍÍ 05 X W »?? ® 50 [" t-" C'* 50 50 SO z o O© 05 ©I *5* ra SO £ oo r-T o© ~ oc oo r -T -i cS 3 H (C a a. g a H ©5 Oí ©I 50 v* o®l isiwrtco^coíoeo z o SE a es cc ce> so ® C© »5S< so o t" £ ” S 00 OS 50 OI ©1 co I - I- ' o© so so c© ® o ® ® ® 1^" t> V5 o a z . W . M .O . C Z . w . en .o . Z en en z cc a z o 5 •< ¡> es a ce es O *S?I SO OS 05 *— 1 05 50 «>5ÍI SO 05 05 20 ©I 05 *3jl 50 CUADRO XXII. Correlación de las observaciones meteorológicas. 103 x¡ a CQ a Z rW S© * ©1 05 *¡sj< f'* CC o < a td s S 0CO5Ir'«O5^lr''^-v^ 5©505©5©L''«í©5©:© O »Z z o ó5 z áj H 3 ^ rO !fl ¡Í5 O r- 2 t-T CO I” O© 00 30*' ocT < cC S H «5 O a a s a « H ae M fl> >sr. L- ~©í ® ©3 eiz *aaT oc ío ©í s© 05 o 05 OC a **sil ©l r— i 50 0 s> o ce ÑO oo o ÑO *~¿ o 55 "55 "55 <^o •*- 09 =0 Ñ. 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Ñ© 30 *“ ce 05 Ñ© ¿2° E o o 1— •5 ® •j~ c 05 JB ® ja 05 O a cr ^ Nfi: ? o 0 w © h -Q E E ©\3 -P 05 J5 J5 3 ’s feo 05 © a 05 ’> o sz; Presión media del año 745,27 Presión extrema mínima, el O de enero 724,30 Id. extrema rmáxima, el 18 de diciembre — 759,40 Oscilación anual 35,10 TEMPE R AURA DEL AIRE. TEMPERATURAS ESTREMAS. 143 SBUI -íuixa seiouaiajiQ C© o© S3UOIOB|rjSO 30 c© ©I O© ©1 ©1 oo" ©J *SBip9 J\[ ©4 o 1- 05 5- é o 05 ss S> <5J 03 a O o s> • co Ctí o £ ¿ 6 •9qnou Á. B|p aaiua sBjjaojájia ©1 30 1 30 r. ©i ©i :© ;© •SBqoa j *Bq49¿ b{ 9 SBtUUIl seqoaj oec- hot- ‘ ©i ©i r- :© ©í ai ©1 — , ©4 *— CO T-< •— ©I — — ■ o o© XíO®íO(^Cíáocor' — H ©í o ©i ©1 0© ©5 x :© ©í —i I I I I I I ©5£©000©v^OO"r-HlT^:>©'^r'« ©J r- 1 ©1 ©1 T-^ ©1 T- -i ©1 ©1 qos ¡B SB01I\BI\[ ©i^-» 3c — — ©i ©i cr o© ~ 2-, r^- 30 30 O© r-í 30 ©f C© cí 30 30 ío©i©í(?i??coíí^^íococo •sauojOBiioso •sBqoaj r- o ©OHC30 — ©1 ©1 ©1 ©4 ©I — T© •— ©I — ©i — SBtUIUIJ^ O ©1 30 r© 5© t© !'•* 30 ©I “OOO^tOOOwJJ^WO •ssqoaj ooxr^c — ■ a-KHt>t>x© ©? ©i ©1 ©1 ©4 — ~ r— ©4 oc^o ©i o xci'-'M'íK” :© :© ■SBaiIXB^ ?^V'«'o© 30 -O I -* •— Cí 30* 30 ¡ ©¡ ©I ©| ~© ©| ©I -~ •SBipaivi CO 30 íOfO t- = — 30 r- ©I . O© • s : ^ 3© O© -c =» oí £ o . -O *o o S o a! Ó 03 — •_, N3 i - ._ '5 03 .O *- •© >* a • — ff '03 ) - ©1 — «O O — -H ©1 ©1 o© O o© o© ®o Oí 03 *— ?3"g ■ ¿ . S _s© 03 o # o q & !>- j _> . — O • ““ i— L«i r-* • — w * “ — ■ ■**" Temperatura media del año . . . 12°, 7 Temperatura extrema mínima (el 21 de febrero). .. . —0,8 Temperatura estrema máxima (el 14 de julio). . . .. 31,2 Oscilación anual 32,0 ESTADO HIGROMETRICO DEL AIRE. 144 / •BAIIB] / -aipBpaoniH ’ ce ia ©i ce oo oc t- oo •pnoi nOlOBJOdBAa a; se ce ia g t~' *a ¡a g ^ -o" ^-T ce CC 50 ce ai :a *-i ai ^ •Bipaxu UOlOBJOdBAa se ia r« oe g ca o© ^ 2 cu" rH af — . •BP -110081 Bngy mm 215,88 308,75 79,43 143,94 •B|A -U|J 8p SBIQ ai ai ce ce ^ ai ce • • • • • • * • • • • • • * • i • * - • / ! | \ i § \ §? 2 • © g 5^ ¿o a: fin feí O •BAI1BI ■8.x pBpaiunH ai>a3CküH9H>Hare^»x ooooooscocoor^r^ceooocoo 1 -{BIOI M UOIOBJOdBAa •c c. ^ ai c c i?x c ^ ai 2C^COCXt>Mw«OC5Wr- Z* #'r\ffv^»'rvf'»'CNrN«vr» SoccMWcoc^cco^f-m aiair-^ía^taia'CC'Oiaeaai •Bipaui UOIOBJodBA^ c»©te'^c©t-'Ccoo^cccet->o© gco^-t>aooac. ax*ci> 2 o o o *— i r— i ai ai CC «— i T— . o ‘BP -ifooai BiiSy Ohrt(NH010S5C©rt^ gaaa>ceceoca>ceaiceaiia^-+ S^ce'^ce ce'ííf tscasícV ex x i-i ‘íí xa o Wri a w c r— i •BIA — * •süH M5 ce 00 O *5# O 00 00 *aü O O -nn ap sbiq • • e • • • • • • • • • • • • « • • • • • • • • • # • • • • • • ai . ■ • • • • • • • • • • • * * • • cc . , oc . , • . ®!c ; • • • . • 3C • • • • • • o^- £ a • . .o : c_ . . í- • ■ • “ Cí O Jl ^ ¡c 3 &Í3 cu a O OW&h^- _• — ; _• ^ .'a waí2 2 O a® *aíl S^C ce *í?H )" r-" re a © .re ’> a -a ai ai 13 - .2 ©* >. co a 5 oo CC— ^ o CU Sg-® >* p — a js re a o 145 &a A ; ' OMM ¡ *— 31 CO ©1 «-a ~ X X r— i X X ■ *— * rH s OM í 4Dr''©©00 31S031rH©0©©30©D | 31 SO i «e i ~~3 0M0 1 "WtH seinUJ | CO 31 &3 « l co 1 cy: 1 '0 1 SO ^ CO X t— i S r^íO X r-n | CO 31 OSO 1 31 A 3 rt T— 1 A A A A r— 1 T— 1 31 | 1" —3 | «C 1 1 -os | x ©O x x x X r-H R ©Iridio (TI r-í C/O ' «r> 3=3 1 ’OSS | t— (L"*r-9XXXXXr-lXXX | <0 r—H s, oo \ esa . — > 1 *8 | r— xxsixx^xsix31^- | o© ^ -ass 1 ■c^xxaxxxxxxOIx | «o cr> ■as | R r r 31 x x a x a x *— i so j oo 6— ' &a ■asa | a 31 xxxxxxxxxx | 31 u» j f ' -a | aaaaaaaaaaax I - o i —3 I EsS | aMa 1 ,~axaxaa31xaax | CO É=> g! .'3M C035í0©I©Jt-« 03 31 ea C=3 \ ’M i <5-1 ©O a— i 31 x (3-1 x i *5jl t— i vsji ¡ j r— * TI ^*s *0MM SO <31 . 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G ® '3? cu en es 3 2 aS s* O > o O Si as O en a -os 3 -IV CU Í5 O) Si *1 a 05 k u u h-j ¡5 C5 £ w PS H Invierno. ... . 19 19 23 24 5 32 10 5 )) 24 1 2 Primavera. . ...... 3 9 38 23 19 42 6 8 1 )) 1 3 Verano. ........... 6 12 41 22 11 26 14 1 )) )) 1 9 Otoño 15 13 35 23 5 34 13 1 )> 5 3 1 FENÓMENOS NOTABLES DURANTE EL AÑO METEOROLOGICO. Aurora boreal desde las seis á las ocho y media de la noche del 14 de diciembre de 1862. Arco iris de N. á S. á las seis de la tarde del 18 de marzo de 1863. Ü5 fc© 147 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de diciembre de 1863. En el mes á que esle resumen se refiere apenas ocurrió accidente alguno atmosférico digno de especial mención. Desde el principio al fin el temporal se conservó, por regla general, despejado, tranquilo y seco en demasía. Los tres primeros dias fueron tal vez los mas excepciona- les, por lo nubosos y húmedos, y la variabilidad del viento que durante los mismos reinó. El 4 amaneció despejado, con viento del N. E. un poco fuerte todavía, y presión barométrica muy elevada. Y desde el 5 al 16 se conservó sin interrupción el temporal despejado y apacible, con brisa muy débil y constante del N. E., neblina en las primeras horas de la ma- ñana, y temperatura de 0o poco antes de amanecer, y de 12 á lie como á las dos de la tarde. En el dia 17 comenzó á des- cender el barómetro, arreció el viento sin cambiar de direc- ción, y se entoldó parcialmente la atmósfera; y el mismo tem- poral, algún tanto desapacible y revuelto, se prolongó hasta el dia 21. El 22 volvió á subir la columna barométrica, se des- pejo de nuevo la atmósfera, y el viento, todavía del E. ó N. E., se amortiguó casi por completo. Fué el dia 30 algo mas húmedo que los anteriores, y el 31 amaneció con espesa nie- bla y abundante escarcha, y concluyó con nubes y viento débil del O. y N. O. DIAS. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 148 CTJAJDiEtO BAROMETRO TERMOMETRO. — . - - . ^ . A. máx. A. mín. T 1 m T. máx. T. mín. mm mm 0 0 0 709,36 708,53 9,9 13,3 7,9 712,36 709,82 8,9 13,3 3,3 713,91 711,27 12,2 18,3 3,5 717,28 716,22 6,7 11,7 4,0 716,52 713,99 6,1 14,6 -1.9 715,99 715,36 6,5 14,2 0,0 715,63 713,65 7,1 14,1 0,0 715,69 714,06 5,2 13,1 0,1 715,31 714,01 4,1 12,1 —1.6 716,17 714,85 3,2 11,9 2,4 717,08 716,04 4,3 11,7 —2,1 717,18 715,13 5,2 13,4 —1,6 714,64 712,74 6,0 15,1 -1,4 713,45 712,08 5,0 12,9 -1.7 712,69 711,59 4,9 12,9 —1.4 712,23 709,61 4,5 12,1 —1,7 708,68 707,08 3,5 10,2 —3,3 707,91 705,81 4,0 8,4 1,7 707,05 705,81 3,8 8,5 —2,5 709,26 706,75 6,2 9,6 5,0 712,79 709,51 6,5 10,9 3,4' 713,04 710,63 4,4 10,0 — 1,7 711,31 709,03 6,5 13,8 0,3 712,06 710,93 2,9 11,1 —2,2 713,67 711,88 1.7 9,3 -4,4 713,44 711,90 1,1 9,3 -4,8 711,72 710,40 1,6 9,3 -4,9 712,51 711,39 4,0 11,9 —2,7 713,50 712,15 5,2 12,5 -1.0 712,10 709,01 4,2 12,3 -1.8 707,99 706,01 3,0 7,5 —2,8 * 149 PRIMERO, PSICR Hm OMETRO. T 1 m ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. 91 mm 8.3 mm 0,7 mm 0,7 S.E. 7 1 94 8,0 0,4 » o.s.o. 7 2 90 9,5 1,4 » O. (var.) 4 3 81 6,1 1,3 » N.E. 0 4 77 5,5 1,0 » N.E. 0 5 71 5,3 1,2 » N.E. 0 6 72 3,4 1.8 » N.E. 0 7 71 4,6 1,3 » N.E. 0 8 76 4,8 0,7 )) N.E. 1 9 81 4,7 0,9 » N.E. 0 10 80 5,0 1,8 » N.E. 0 11 85 5,7 0,8 » N.E. 0 12 87 6,3 u » N.E. 0 13 85 5,7 0,9 » N.E. 0 14 i 79 5,1 1,0 » N.E. 0 15 77 5,0 0,9 » N.E. 0 16 80 4,6 2,8 » N.N.E. 2 17 85 5,2 2,9 » N.N.E. 4 18 82 4,9 3,1 » N.E. 7 19 81 5,7 2,7 » N.E. 8 20 75 5,3 1,4 » N.E. 3 21 77 4,9 1,0 » N.E. 3 22 72 5,3 1,8 » (Var.) 0 23 75 4,2 0,9 » E. (var.) 1 24 82 4,2 0,7 » E. 0 25 82 4,1 0,7 » E. 0 26 82 4,2 0,7 E. 1 27 77 4,7 0,8 » E.N.E. 1 28 83 5,4 0,6 » N.E. 0 29 85 5,3 0,5 » N.E. 1 30 91 5,2 0,9 » N.E. -O. 7 31 150 CUADRO SEGUNDO. Tm á las 6 m. . . Id. á las 9 Id. á las 12 Id. á las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n. . . Id. á las 12. . . 3®e»oo-» A,„ A. máx. observadas (1). A. mili, observadas (2).. Oscilaciones estreñías... ©•ace ta*®®* Om diurnas. . O. máx. (3). . . , O. min. (4) (1) Dias y horas de la observación.. (2) Id (3) Dias de la observación (4) Id O Ax=7l2ram,05 -f 0,28 sen. (x + ICO0 35') + 0,40 sen. (2a + 157° 36'). BAROMETRO. i .a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 713,97 mm 711,30 mm 711,22 mm 712,13 714,50 711,83 711,81 712,68 714,06 711,36 711,62 712,33 718,36 710,49 710,66 711,48 713,74 710,65 710,92 711,75 713,97 710,98 711,35 712,07 714,26 710,93 711,36 712,16 713,98 711,08 711,28 712,08 717,28 717,18 713,67 717,28 708,53 705,81 706,01 705,81 8,73 11,37 7,66 11,47 1,64 1,76 1,93 1,78 2,64 2,62 3,28 3,28 0,63 1,04 1,12 0,63 4—9 m. 12—9 m. 25-12 m. 4— 9 m 1-3 t. 18- 12 n. 19- 3 t. 31-3 t. 18- 12 n. 19- 3 t. 3 1G 21 21 6 11 28 6 151 CUADRO TERCERO. Tm á las 6 ra Id. á las 9 o Id. á las 12 Id. á las 3 t. ............. . Id. á las 6. Id. á las 9 n. ............. . Id. á las 12. T rn Oscilaciones T. máx. al sol (1) Id. á la sombra (2). ......... Diferencias medias. ......... T. mín. del aire (3). ........ Id. por irradiación (ij ...... Diferencias medias. ......... Ora diurnas O. máx. (5) O. mín. (6). ............... (1) Dias de la observación (2) Id : (3) Id (4) Id (5) Id.. (6) Id 1.a década. TERMO 2.a METRO. 3.a Mes (*). 2o, 8 —0o, 1 —0o, 9 0°,6 4 ,8 2 ,0 0 ,2 2 ,3 10 ,1 8 ,0 6 ,5 8 .1 n ,s 10 ,5 9 ,9 10 ,9 8 ,1 6 ,3 5 ,8 6 ,7 6 A 4 ,2 3 ,3 4 ,6 4 ,3 2 ,2 1 ,3 2 ,6 7 ,0 4 ,7 3 ,7 5 1 20 ,7 18 A 18 ,7 23 ,2 29 ,3 26 ,7 25 ,6 29 ,3 18 ,3 15 ,1 13 ,8 18 ,3 10 ,6 9 ,3 9 ,5 9 ,8 —2 A —3 ,3 —4 ,9 — 4 ,9 — 0 ,0 —7 ,2 —8 ,0 —8 .0 2 ,1 3 ,5 2 ,0 2 ,5 12 ,4 12 Ji 12 ,8 12 ,8 16 ,5 16 ,8 14 ,6 16 ,5 5 A 4 ,6 7 ,5 4 ,6 7 3 10 10 3 l 13 13 17 17 13 20 29 y 30 23 27 25 y 26 28 21 7 3 27 25 y 26 5 y 13 20 (*) Tx=4°,70 + 4,40 sen. (a?+ 36° 0') + 1,70 sen. (2a? + 30° 13'). 152 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*) . Hm á las 0 m 86 90 89 88 Id. á las 9 86 89 89 88 Id. á las 12.. 82 75 79 79 Id. á las 3 t 72 73 66 70 Id. á las 6 76 82 75 78 Id. á las 9 n 78 80 76 78 Id. á las 12. 83 85 86 85 II. media 80 82 80 81 O Hx = 81,5 + 7,6 sen. (a? + 199® 60+2,6 sen. (2a? + 195° 39'). 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tm á las 6 m 5,0 4,2 3,8 4,3 Id. á las 9 5,8 4,7 4,2 4,9 Id. alas 12 7,6 6,0 5,7 6,4 Id. á las 3 t 7,8 7,0 5,9 6,9 Id. á las 6 6,2 5,9 5,2 5,7 Id. á las 9 n 5,8 4,9 4,5 5,1 Id. á las 12 5,3 4,6 4,3 4,7 Tn media 6,2 5,3 4,8 5,4 O Tj = 5 mm,33 + 1,12 sen. (a?+ 45° 440 + 0,49 sen. (2 x + 34° 420. wm'zz'zn, 153 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales. E 33 498 105 33 S S. O O N. O 9 32 12 Dirección de la resultante.. . . 51° N. E. Intensidad (horas) 550 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media l“m,2 Id. máxima (dia 19) . ...... . . .. 3 .1 Id. mínima (dia 2). . . . 0 ,4 Dias de lluvia 1 Agua recogida 0m"\7 Dias despejados. 21 Id. nubosos. 10 Id. cubiertos. ........ 0 Dias de calma. ............ 8 Id. de brisa % 12 Id. de viento 3 Id. de viento fuerte 8 CUADRO SEXTO. 154 NUBES. *s# »?P <# o O O C S^riO r» r^SOcOri o < a rH ©5> C5 Oí 05 «rH *—< tí 001^1^0500X05 00 tí X o grHCOÍOCií c/i 3 JO JO 00 OO C-’ CO tí H ■ Cí o tí Oí Oí ■< > tH tí tí en tí o BOTANICA. Estudios acerca de la especie , con motivo de una revisión de la familia de las cupulíferas; por Mr. Alf. de Candolle. ( Ann . des Sciences nal-ur t. 17, nmns. 1 y 2.) La obligación de revisar por completo la familia de las cu- pulíferas para el volumen XVI del Prodromus , desde luego me pareció una tarea sumamente ingrata. De algunos años á esta parte han publicado escelenles trabajos sobre las encinas, par- ticularmente M. Webb (1) y M. J. Gay (2); las especies de los Estados-Unidos han figurado desde hace mucho tiempo en las obras de los dos Michaux; las del Asia meridional en las de Blume; M. Kotschy (3) ha empezado á publicar escelentes lá- minas de las encinas de Europa y del Asia occidental; y por último, como constantemente han llamado la atención de los viageros árboles tan notables, casi todas las formas se han re- cojido y descrito con mayor ó menor exactitud por los botáni- cos antes de que haya tenido ocasión de ocuparme en ellas. El primer aspecto de los herbarios me demost ró que con tenían pocas novedades, restándome sobre todo desembrollar una sinonimia bastante complicada en la categoría de las encinas de Méjico. (1) Webb, Iter hispaniense , p. 10. (2) J. Gay, Ánn. des se. nal., ser. 4. v. VI; Bull. soc. bol. de Frunce , 1857. (3) Kotschy, Die Eichen Europa's, und des Orients, en folio: Viena 1858-05. La obra acaba en la latn, 40. 156 La experiencia ha justificado plenamente estas previsiones, y en la serie de mis numerosos trabajos monográficos, nunca he encontrado un grupo en que haya tan pocas cosas nuevas y que tan poco pueda llamar la atención, á lo menos siguiendo la marcha ordinaria de la Botánica descriptiva. Inmensos ma- teriales (1) tenia á mi disposición, pero nada me cautivaba en ellos, y su cúmulo solo servia para desalentarme: afortunada- mente se me ocurrió la idea de hacer en mi trabajo un estudio sobre la especie, supuesto que la abundancia de los ejemplares me lo permitia; y por otra parte, la cuestión de la especie, sus límites., sus modificaciones y su origen, es una de las que se reproducen de cuando en cuando y hoy mas que nunca. Des- pués de Linneo se había despreciado, é indudablemente en todo el intérvalo que medió entre el Genera úq Jussieu y el Genera de Endlicher, los hombres que han influido en la ciencia, han pensado mas en los grupos superiores que en las especies; pero ahora, en razón de los progresos de la Geología y de la Geo- grafía botánica, y por efecto del espíritu de análisis que do- mina entre los autores de las floras locales, la cuestión de la especie, vexala qucestio , reaparece en primer término. Hoy preo- cupa, divide y hace renacer teorías que se creian olvidadas; y como no bastan los argumentos generales, aunque sean muy razonados, naturalmenlo se trata de plantear el problema bajo todos sus aspectos, y yo he creído que no seria inútil exami- narlo por medio de un caso particular. Dado un conjunto con- (1) Además de mi herbario, en que ñay ejemplares de la mayor parte de las encinas de Blume y del doctor Hooker, y del de M. Boissier, muy rico en especies de Oriente, denominadas por Kots- chy, he tenido el herbario de Florencia, que contiene el de Webb, y el del Dr. Engelman, precioso para las especies de los Estados- Unidos. Igualmente se me comunicaron las encinas del herbario de París, que sirvieron para el trabajo de Bonpland sobre las especies de América; los tipos originales de Nee, conservados en el her- bario del Jardín botánico de Madrid; los de MM. Martens y Ga- leotti, gracias á la benevolencia de M. Martens; la gran colección de las encinas de Méjico del herbario real de Copenhague descri- tes por Liebmann; las del herbario de M. Oersted, de M. Seemann y de M. de Tchihatcheff. 157 siderable de formas análogas, he querido conslituir grupos su- bordinados y yuxtapuestos, procurando tener en lo posible pruebas para cada una de mis decisiones; además constituyen- do de este modo un corto número de grupos verdaderamente naturales, podría congratularme por haber comprendido mejor su naturaleza propia, y por haber adivinado su origen: tal ha sido mi propósito: tal será también mi escusa en cuanto á los detalles en que voy á entrar, detalles que por otra parte puede el lector abreviar, pasando rápidamente por el primer párrafo. §. I.— Agrupación de las formas délas Capulí f eras. La marcha que debía seguir, consistía en reunir los ejern- piares mas parecidos, sin atender a la opinión de los autores ni á los nombres que había en los herbarios. Hice por consi- guiente á medida que los fui necesitando en mi trabajo, grupos formados de varios ejemplares idénticos ó casi idénticos, al menos cuando se trataba de árboles de países bien explorados, y por tanto abundantes en las colecciones. En cuanto á las formas de países menos conocidos, tuve que contentarme con grupos fundados en un corto número de ejemplares, á veces en uno solo y por consiguiente de poco valor. Respecto de las en- cinas de Europa, de Oriente y de los Estados-Unidos, he teni- do frecuentemente centenares de ejemplares, recojidos á dife- rentes edades y en diversas localidades por botánicos, cuyas opiniones acerca de las especies eran estremadas en uno ú otro sentido, de modo que unos habían buscado formas ordinarias y otros las escepcionales. Así he aprovechado materiales mas completos que sí yo mismo hubiera herborizado en un pais como Francia ó Alemania; mas variados que si yo hubiera visto cien veces las mismas formas en una sola provincia; y mas imparciales que si hubiesen sido recojidos por un solo hombre, que tuviese ciertas ideas teóricas ó determinados há- bitos. Indudablemente, algunas observaciones hay que no pueden hacerse con plantas secas; pero no vacilo en decir que la comparación de formas afines, que pueden existir en estensos territorios, se verifica por medio de ricos herbarios mejor que herborizando. 158 Ciertos caracteres de las encinas y géneros afines varían frecuentemente en el mismo ramo y de seguro no sirven para constituir especies. Creo que á pesar de la diversidad de opi- niones que hay para definir la especie, y de todas las hipótesis sobre su origen, ningún botánico habrá admitido que pueda nunca considerarse como específico un carácter que varíe en el mismo ramo ó en el mismo árbol. Algunos juiciosos y buenos observadores, por ej. MM. Webb y J. Gay, habían notado las variaciones que refiero: yo no hago mas que seguir sus huellas, aunque procurando me- todizar mas para poder justificar mis conclusiones ante los que duden de ellas (1). Cuando las variaciones en un mismo ramo son muy mar- cadas, como por ej. tener las hojas enteras ó dentadas, la parle inferior del limbo obtusa ó aguda, he observado, al menos en las formas que abundan en los herbarios, cuantos ramos pre- sentaban el mismo carácter en un cierto número. Puedo decir por ejemplo que de ochenta y cuatro ejemplares del Q. cocci- fera var. a observados en mi herbario, en el de M. Boissier y en el de Florencia, presentan 13 en el mismo ramo hojas ente- ras y dentadas, mientras que en los demás, ó son completa- mente enteras ó dentadas. Desgraciadamente la mayor parle de los caracteres no se prestan á semejantes cálculos. Hay va- riaciones en que las transiciones son muchas é insensibles: por (1) Con este fin me he fijado en algunos procedimientos de precisión: así en el artículo de las cupulíferas del Prodromus, siem- pre que me valga de la palabra vel para indicar que dos formas existen en un grupo, como por ejemplo folia basi acuta vel obtusa ó perigonium h-fidum vel 5- partUumJ significará que en el mismo ra- mo, en los ejemplares que he visto, unas hojas son agudas y otras obtusas en la base, ó los perigonios de las flores masculinas unos 5-fidos y otros 5-partidos. Habiendo observado ambos caracteres en dos ramos diferentes diré folia nunc basi acuta, mine obtusa, ó me valdré de otra espresion que no sea la palabra vel. Admitida una vez esla convención arbitraria de lenguaje, es fácil comprender la precisión que de ella resulta, y cuánto mas cómodo es esto que re- currir continuamente á perífrasis de las cuales se deja ó se supri- me mucho para abreviar. 159 ej. peciolos que en una misma rama tienen de 1 á 3 líneas, en otra de 2 á 5 y en otra de 3 á 7 líneas de largo; lóbulos que pasan en el mismo ramo á formar festones ú ondulaciones mas ó menos marcadas; escamas de la cúpula masó menos hincha- das en el dorso. Los frutos en el mismo ramo no suelen por lo general ser muchos, y hay en los herbarios demasiados ejem- plares sin frutos ó con frutos imperfectos, para que pueda ha- cerse ventajosamente la enumeración de los ramos y de las va- riaciones, atendiendo á los caracteres del fruto; viéndome pre- cisado á indicar lo que he visto, sin poder comprobarlo por me- dio de cifras. Los caracteres que suelen variar en el mismo ramo son los siguientes: después diré algo sobre los que varian en el mismo árbol según la edad. Longitud de los peciolos. Nada mas común en las encinas que la variación de 1 á 3 en la longitud del peciolo en el mismo ramo. Toda variación mayor es una escepcion. Forma del limbo. Varia frecuentemente de una elipse á otra alargada ú oblonga, y de la forma ovada á la trasovada, con todas las transiciones intermedias. Lóbulos y dientes del limbo. En la misma hoja de nuestro roble común, del Quercus Toza y de otras muchas especies, son desiguales los lóbulos y con mayor razón en hojas de la misma rama. Se encuentran tantos estados intermedios entre lóbulos muy marcados (folium pinnatifidum) ó menos señalados ( folium semipinnalifidum) , entre estos y los festones ó los dientes, que es imposible enumerar todas las variaciones; pero si se trata de hojas enteras ó dentadas, ó quizá también lobadas en el mismo ramo, es fácil apreciar la diferencia: he aquí algunos ejemplos. Quercus lusitanica, var. faginea. Observada en los tres herbarios de Boissier, de Florencia y mió: hay 107 ejemplares de ella, délos cuales 14 tienen en el mismo ramo las hojas en- teras ó dentadas, con espacios anchos é irregulares, ó dentados regularmente en forma de sierra. Quercus lusitanica , var. infectoria. De 70 ejemplares, 7 presentan las mismas variaciones. Las demás variedades están representadas en muy pocos ejemplares, pero casi todas me han ofrecido en algunos ramos las mismas variaciones, 160 Quercus Ilex , var. a . De 137 ejemplares de los 3 herbarios, 82 tienen mezcladas hojas enteras ó dentadas. Quercus Ilex , var. agrifolia. De 8 ejemplares, 3 también varían. Quercus Ilex , var. Bailóla. De 61 ejemplares, los 39. Quercus Súber. De 60 ejemplares , 4 tienen las hojas den- tadas ó enteras. Quercus Cerris. De 110, he hallado 28. Quercus coccifera, var. a . Ya he dicho que he encontrado 13 ramos con variaciones de esta índole, entre 84. En la variedad Mesto del Quercus coccifera eran 6 entre 9. Quercus calliprinos, var. eucalliprinos. De 21 .varían tam- bién 5: en la variedad rígida , 1 de 7; en la arcuala, 5 entre 10. Los Quercus Pyrami Kotschy, nitens Martens y Gal, acu- tifolia Nee, Wislizeni Alf. DC., castanea Nee, regia Lindl, son notables por la gran diversidad de las hojas en el mismo ramo; pero estas especies no son bastante abundantes en los herbarios para que los guarismos tengan valor. En el Quercus Aucherii Jaub y Sp., si puede considerarse suficiente una observación de tres ó cuatro ramos, la variación seria regular en el sentido de que las hojas de la parte baja de cada ramo estuviesen en- teras y las siguientes fuertemente dentadas. El Quercus humilis Lam. me ha presentado en la misma hoja dientes terminados por un rejón (muero) y otros que carecen de él ( denles mulici). La misma variación se encuenlra en los ramos del Q. lusitanica\Jebb, especie análoga, y del Q. caslanea Nee. Terminación del limbo. Cuando los bordes son dentados ó lobados, la extremidad es aguda ó lobada; pero si hay hojas enteras en el mismo ramo se suele modificar, y algunas veces es redondeada y obtusa. He solido notar en el mismo ramo en las especies del Asia meridional de hojas enteras, extremidades puntiagudas ú obtusas. Los Quercus repanda , Humb. yBonpl., crassipes Humb. yBonpl., cinérea Michx, y otras especies ame- ricanas, varían en cuanto á la presencia ó falta del rejón (mu- ero) en la extremidad de las hojas del mismo árbol. Base del limbo. En esto son mas frecuentes las variaciones. He observado hojas agudas ú obtusas en la base, y obtusas ó acorazonadas en el mismo ramo, en las siguientes proporciones 161 entre nuestras especies de Europa y de Oriente que son más comunes, particularmente entre aquellas, de las cuales he po- dido ver por lo menos 7 ejemplares. Q.coccifera , var. vera 17 veces en 84 ejemp.8 (1). imbricata. . . . 4 13 cilicica. ..... 3 7 Q.calliprinos,v ar. eucalliprinos. . 0 21 arcual a 1 10 inops 0 7 valida 0 9 brachyb alanos. 1 7 Q. Cerris 32 110 Q. macrolepis. 0 18 Q. callonca, var. a 1 8 Q. cerrata Thunb 3 7 Q. lanuginosa Don. . , 4 8 Q. Libani 6 21 Q. castanece folia 12 16 Q . Ilex , var. a. 34 137 a gr i folia 3 8 Bailóla... , . 12 61 Q. Súber 26 60 Q. humilis 4 33 Q. lusitanica , var. faginea 23 107 infectoria. . . . 11 70 Boissieri 5 8 boetica.. ..... 3 31 peliolaris. . . . 3 8 tauricola. . . . 4 11 Q. Robur pedunculala vulgaris.. . 7 66 Hass.. 3 15 sessiliflora communis. 4 27 lanuginosa 9 50 (1) La palabra ejemplar, tomada en el sentido común botánico, supone uno ó dos ramos cogidos en el mismo tiempo por el mismo viajero. TOMO XIV« li 1 (>2 He visto únicamente dos ejemplares del Quercus vesca y ambos tenían la mezcla de hojas agudas ú obtusas en la base; entre 5 ejemplares del Q. regia, 3 se hallaban en el mismo caso. Estu manera de variar, no es menos frecuente en las especies americanas. Pubescencia de las hojas. Casi todas las encinas tienen las hojas jóvenes pubescentes, principalmente por la parte inferior y se vuelven lampiñas ó más bien lo parecen cuando van en- vejeciendo. En la mayor parle de los casos, los pelos del limbo de la hoja, lo mismo que los del peciolo, ramos y pedúnculos, se acortan, se rompen en parle ó se adhieren demasiado contra la superficie, de modo que parecen ocultarse; pero ob- servando atentamente se descubren después, bien bajo su for- ma primitiva ó en la de punlitos más ó menos marcados. En algunas especies hay pelos verdaderamente caducos; y por úl- timo, en el Quercus lusitanica (sub-especie orientalis) he vis- to una mezcla de pelos persistentes y de otros caducos en las hojas del mismo ramo y generalmente en las mismas hojas; pero estos ejemplos son raros en la familia. Me ha parecido que la longitud de los pelos contribuye á volverlos caducos, al me- nos en las variedades de que acabo de hablar: las hojas de pe- los más largos son las que con mas facilidad los pierden; los pelos cortos, aunque de forma parecida, que estén en las mis- mas hojas ó en otros ramos de la misma especie, son duraderos. Me refiero á los pelos en forma de hacecillos llamados pelos estrellados, que suelen ser los mas comunes en la familia, pues los pelos aislados generalmente más largos, que existen mez- clados con los demás ó más comunmente en el nervio princi- pal bajo el limbo, son los que persisten más por lo común. Bracteas y perigonios de las flores masculinas. Con bastante frecuencia varían las brácteas de forma ó de longitud, y los perigonios están más ó menos divididos, con mayor ó menor número de lóbulos agudos ú obtusos en el mismo amento. Es- tas modificaciones ofrecen muchas intermedias, y seria preciso analizar un cúmulo de flores para saber si las diferencias con- sisten en estar situadas en la parte baja, en la parte media ó en la cima del amento. Las brácteas son muy caedizas, algu- nas veces fallan en la base de una flor en nuestras especies del 163 antiguo mundo, y con frecuencia en las especies americanas. Para comprobar bien estas variaciones seria conveniente ob- servar las plantas vivas, ó bien seria preciso que las llores mas- culinas fuesen menos raras en los herbarios. Desgraciadamen- te son desconocidas las de muchas encinas, y cuando se tienen, no siempre se está seguro de la especie, estando deducidos esencialmente de los frutos los caracteres distintivos. Pedicelos de las /lores masculinas. En un corlo número de especies se encuentran flores pediceladas. He visto que este ca- rácter existía en algunas flores del Queráis rubra L. estando sentadas las demás afines. Número de los estambres. No está en relación regular con el de los lóbulos del perigonio y no parece constante respecto de las flores del mismo pié (1). Estambres mucronados. En el Quercus llex se hallan en el mismo amento anteras mucronadas y otras no mucronadas con intermedios difíciles de fijar: y lo mismo en el Q. phillyrcoides A. Gray, del Japón, especie muy afine, y en los Q. illici folia Wangenh, cinérea Michx, coccifera L., calliprinos Webb. Pedúnculos fructíferos. Los pedúnculos de las flores feme- ninas manifiestan su longitud definitiva en la época de la flora- ción. Esta longitud varía más en el mismo ramo que la de los pecíolos, con la que se suele comparar frecuentemente en las obras descriptivas. Muchos ejemplares de los herbarios son im- propios para demostrar estas variaciones, á causa del corto nú- mero de pedúnculos en cada ramo; pero en el Prodromus se verá que las diferencias de 1 á 3 no son raras, y que algunas veces exceden de ellas. £ Entre una decena de ejemplares con frutos de mi herbario del Quercus Robur pedunculala, var. vulgaris, uno varía desde hasta 18 líneas; de dos de la variedad sessiliflora ambigua , el uno varía desde 2 hasta 7 líneas, y el otro de 3 á 9; de 23 ejemplares de la variedad sessiliflora communis , uno varía des- (1) El dibujante de la excelente obra de Mr. Kotschy acerca de las encinas ( Die Eic-hen Europas, en fol., 40 lám.) se ha equi- vocado en todas las especies, indicando estambres colocados con regularidad respecto de los lóbulos. 164 de 3 á 10 líneas ; de 20 de la variedad sessiliflora lanuginosa, uno varía de 2 á 8 líneas, y otro desde 0 á 6 líneas. Los her- barios de Webb y de Boissier no ofrecen variaciones tan gran- des, aunque diversos autores las han mencionado. En el Quercus Toza, especie muy afine al Q. Robur , de unos 40 ejemplares con frutos de mi herbario, uno varía en cuanto á la longitud de sus pedúnculos desde 0 á 4 líneas, otro de 1 á 8, y el tercero de 4 á 15. He visto una vez en el her- bario de Webb la variación de 1 á 2 pulgadas. En los ejemplares del Quercus Galeottii, Martens (herba- rio real de Copenhague), he visto la variación de 1 línea á 5; en el Q.polymorpha, Cham. y SchL, he observado la de i á 6; en el Q. Sartorii, Liebm (herb. Copenh.), la de 0 á 8 líneas; en el Q. acutifolia , Webb, la de 3 á 12 líneas. El Q. Súber varía mucho bajo este punto de vista. Número de los frutos. Es sumamente variable en un mismo ramo; casi siempre hay 16 2 frutos en cada pedúnculo indi- ferentemente, ó 1, 2, 3, ó 2, 3, 4, según los pedúnculos del mismo ramo en tal ó cual especie, Por lo común, uno solo de los frutos llega á completa madurez; el otro ó los otros abor- tan mas ó menos. Forma de ¡a cúpula. Cuando ha llegado á su completo des- arrollo ofrece bastante fijeza, pero las cúpulas abortadas son frecuentes, y entonces son más ovoideas y cerradas que en los frutos perfectos del mismo ramo. Los autores han solido des- cuidar este punto, y han descrito como formas regulares de cúpulas, los resultados de un desarrollo interrumpido, muy frecuente en los robles y encinas. En las cúpulas bien desarrolladas no faltan ejemplos en que la forma de la base varia en dos frutos del mismo ramo. Entre ocho ejemplares fructíferos, en buen estado, del Quercus Sú- ber, en el herbario de Mr. Boissier yen el mió, he visto dos en que la cúpula era en uno turbinada y en otro hemisférica; es decir, aguda ú obtusa en la base. En el Q. falcata, Mich., las cúpulas del mismo ramo son, ó lijeramenle agudas ó casi ob- tusas en la base; las del Q. Catesbcei y del Q. rubra están ate- nuadas en una especie de pie que lleva escamas, ó son obtusas. Elevación del dorso de las escamas. Para cualquiera que 165 no sea un raonógrafo, la convexidad, y aun podremos decir la gibosidad de la base de las escamas de la cúpula, parece que es un carácter específico muy marcado. Sin embargo, cuando se estudian con detenimiento los robles y encinas, no tardan en reconocerse en el mismo ejemplar escamas muy hincha- das con otras lijeramente convexas, y algunas veces en la misma cúpula se hallan los diversos grados de hinchazón. Nuestro roble común (Q. Robur) ofrece muchos ejemplos de ello; citaré también los Q. obtusata, fíumb. y Bonpl., Libani, Oliv., alba , L., macrocarpá , Midi.; y sería fácil añadir otros varios. Dirección de las escamas. Aunque erguidas y apiñadas al principio, las escamas de varias encinas se diferencian en la época de la madurez, en la cual se esparcen ése encorvan (1). Teniendo cuidado de comparar los frutos en un estado normal y perfectamente maduros, hay pocas variaciones bajo este punto de vista; sin embargo, algunas se observan, por ejem- plo en los Q. Súber , L., Cerris , L., serrata , Thunb, oophora , Kotschy, y especialmente en el Q. coccifera, L., y en las for- mas parecidas. Desinencia de las escamas. En algunos robles ciertas esca- mas del involucro, por lo común las superiores, se alargan en la época de madurez, formando tiras estrechas, generalmente encorvadas, que afectan un carácter importante á causa del aspecto muy singular que de aquí resulta. Si se examina cada vez más, se halla que este carácter no es constante: así en el Quercus macrocarpa , Mich., se ven frecuentemente en la mis- ma cúpula escamas del medio, unas veces prolongadas en li- ras, otras veces sin prolongación; y Michaux afirma que en los bosques muy poblados, y después de un verano poco caloroso, las escamas superiores no se prolongan en forma de tiras. (1) Bonpland describió algunas encinas de Méjico, diciendo que tenian escamas invertidas, empizarradas de lo alto á lo ba- jo: esto era un error, según he podido cerciorarme de ello en los ejemplares auténticos del Museo de París. En todas las encinas es- tán las escamas erguidas en su base; pero en algunas se encorvan, y su mitad superior llega á doblarse. 166 Sin el Quercus serrata, var. Rosburghii, las escamas medias y superiores son en el mismo fruto puntiagudas ú obtusas. En el Q. Libani, OI i v. , todas las escamas ofrecen diferencias pa- recidas en ciertas cúpulas. Bellota. La longitud de la bellota respecto de la cúpula ó cascabillo varía con frecuencia, ó mas bien parece que para cada árbol hay diferentes grados de perfección y madurez de los frutos, que producen dimensiones diferentes. Los españoles han observado tres épocas de madurez en el mismo año para los frutos del Quercus Súber , y han dado tres nombres á las bellotas que de ello resultan (1). Esto me parece que debe existir en otras especies, pero se ha observado poco, y los ejemplares de las colecciones no dan más que indicaciones inperfectas. Probablemente la propor- ción de las bellotas, bien ó mal desarrolladas, varia de un año á otro, y contribuye á producir lo que los cultivadores llaman una buena ó mala bellotera. Sea como quiera, es muy común ver bellotas que apenas salen de la cúpula ó sobresa- lientes, y más sobresalientes todavía en el mismo ramo, y con frecuencia en el mismo pedúnculo fructífero. Algunos caractéres varían en el mismo árbol , según la edad; así las hojas de los árboles jóvenes son generalmente más agudas en la base, menos cortadas ó dentadas (2), y con pecíolos más cortos que los de los piés viejos, y su forma es algunas veces muy diferente. Andrés Micbaux lo habia obser- vado en varias especies de los Estados-Unidos, y aun ha publi- cado figuras muv conocidas que lo demuestran. ( Historia de las encinas, tab. XXXI, XXX.il, XXXIII, XXXIY, XXXV v XXXVI, etc. (1) En efecto, así sucede en Estremadura, distinguiéndose las bellotas del alcornoque en primerizas ó brevas, segunderas ó media- nas y tardías ó palomeras: las primerizas caen cuando asoman las últimas y maduran las brevas á mediados de octubre, mientras que las tardías lo hacen en diciembre y enero. Esto acaso sea co- mún al Q. Súber, L., y al Q. occidentalis , Gay, recientemente dife- renciado. =M. C. (2) Es lo inverso del acebo ( Ilex aquifolium), en el cual los piés viejos dan las hojas menos dentadas, y hasta hojas enteras. 167 Por último, la duración de las hojas varía algunas veces de un año á otro en el mismo árbol, según las condiciones de cada estación. Webb (It. hisp.) lo observó en los Quercuslusi - tánica y especies afines. Michaux lo notó en América respecto del Q. aquatica , Walt. Nuestro roble común ( Q . Robur) con- serva más ó menos sus hojas secas durante el invierno, según los individuos y las condiciones exteriores. Estas últimas modificaciones, que provienen de la edad o de las circunstancias físicas de un año, pueden considerarse como fijas en cada individuo cuando se halla en condiciones parecidas: solo sirven para hacer más extraordinarias las pri- meras variaciones de que hablaba, las que se verifican en el mismo ramo, en condiciones de edad, de nutrición y de in- fluencias exteriores idénticas. Todo esto se comprende en la inmensa é inexplicable categoría de los hechos de evolución en los séres organizados. El atributo esencial de estos séres es desarrollar formas unas veces semejantes á las que les han precedido, ó bien análogas (variaciones), ó ele semejantes (monstruosidades), sin que podamos absolutamente adivinar las causas que producen estas diferencias. Ahora, resumiendo los caracléres que varían en el mismo ramo, en las encinas y géneros afines, decimos: l.° Los caractéres que siguen varían frecuentemente en el mismo ramo. Longitud del pecíolo en el límite de 1 á 3. Forma general del limbo en cuanto á la relación de longi- tud entre los dos diámetros, y á la posición del diámetro trans- versal mayor. Forma del limbo en su base aguda, obtusa ó acorazonada. Profundidad de los lóbulos ó de los dientes; existencia ó falta de dientes en el borde de la hoja. Desinencia aguda ú obtusa de las hojas. Magnitud de los limbos. Forma de las brácteas en los amentos, y presencia de ta- les brácteas (sobre todo en las especies americanas). Número y forma de las divisiones del perigonio masculino. Número de los estambres. Terminación mucronada ó algo mucronada de las anteras. 168 Longitud de los pedúnculos de las flores femeninas y de los frutos, que varían con frecuencia de 1 á 4. Número de los frutos en cada pedúnculo: de 1 á 2 casi siempre, de 1 á 3 frecuentemente. Abultamiento ó convexidad del dorso de las escamas del involucro. Longitud de la bellota relativamente al involucro, que pa- rece depender más del grado de perfección de cada fruto que de su propia naturaleza. 2. ° Los caractéres que varían algunas veces en el mismo ramo son los siguientes: Longitud de los peciolos: más de 1 á 3. Pubescencia, caduca ó no caduca, de la superficie inferior de las hojas. Longitud y dirección de los rejones ( mucrones , aculei ), que terminan los dientes ó lóbulos de las hojas. Flores masculinas pediculadas ó sentadas. Longitud de los pedúnculos de las flores femeninas ó de los frutos que pasen de 1 á 4. Forma de la cúpula en su base. Desinencia de las escamas inferiores, medias ó superiores de la cúpula, y prolongación en una lira más ó menos larga. Dirección de las escamas en la época de completa ma durez. 3. ° Por último, hay variaciones tan raras que pueden lla- marse monstruosidades; por ejemplo: he visto un roble común (Q. Robur sessiliflora ) que daba al menos en determinado año muchas flores hermafroditas, sucediendo en este caso que las flores generalmente femeninas tenían estambres bien forma- dos, alternos con los lóbulos del perigonio. En los robles se han observado poco las monstruosidades, y probablemente no son tan raras como parece. Los caractéres que no he visto variar nunca en un mismo ramo en los Quercus y géneros afines, son los siguientes: Magnitud y pubescencia de las estípulas. Igualmente su forma apenas varía. Nervacion del limbo bajo el punto de vista de la dirección y de la magnitud relativa de los nervios de diversos grados, y 169 hasta cierto punto de su número, que por lo demás es difícil de comprobar en muchos de ellos. Pubescencia de la hoja y de los ramos en cuanto á la na- turaleza de los pelos aislados ó en hacecillos, á su presencia sobre los nervios ó el parénquima, y á su largo en la juven- tud de los órganos. Duración de las hojas: varía algunas veces según la edad del árbol ó el año. Anteras lampiñas ó pubescentes. Forma de la cúpula en su parte superior: cuando el fruto se halla en un estado normal y en completa madurez. Tamaño de la cúpula: varía poco en las condiciones de madurez normal. Forma general y tamaño relativo de las escamas de la cú- pula madura y bien formada. Madurez del fruto en el primero ó segundo año. Posición de los liuevecillos atrofiados en la bellota madu- ra (1). Después de haber comprobado en centenares de ejempla- res la variabilidad ó fijeza de los caracléres, he formado dos órdenes de grupos, uno subordinado al otro. El primer grado, es decir, el inferior, se ha formado por medio de los caracléres que varían en un mismo ramo, siem- pre que he podido demostrarlo en el caso de que se trata. Quiero decir, que dado un gran número de ejemplares, lodos parecidos en cuanto á los caracléres habitualmente fijos, y que ofrecen una sola diversidad, la de tener, por ejemplo, hojas completamente enteras en el mismo ramo, hojas en parte en- teras y en parte dentadas, ó por último, todas dentadas, he formado tres grupos, y no he dudado en llamarlos variedades, supuesto que tenia las pruebas de la modificación en el mis- mo ramo. La lentitud del desarrollo de las encinas no permite saber si cualquiera variedad es hereditaria, bien rara vez ó bien con frecuencia, lo cual le daría los atributos de una raza (1) Véase mi Nota sobre un nuevo carácter observado en el fruto de las encinas ( Biblioth . univ.). Arch, se. oct. 1862, y Ann. se. nal. t. XVIil, p. 49. 170 mejor ó peor establecida; pero fuera de esta cuestión nadie me acusará de no haber dado á estos grupos el nombre de espe- cie. Efectivamente, el más celoso multiplicador de nombres específicos no puede sostener que un mismo ramo pertenezca á dos especies, y lampoco dudará que dos formas observadas en ciertos ramos no puedan encontrarse aisladas en piés del mismo origen. Otros grupos inferiores semejantes á estos resultan de las transiciones frecuentes que se ven en ciertos caractéres; así, cuando numerosos ejemplares no difieren más que por pecio- los más ó menos largos con grados intermedios, se puede sin contradicción agruparlos en dos ó tres variedades. La impor- tancia de estas variedades será pequeña; sus líneas de demar- cación serán oscuras con frecuencia, aunque ciertos ejempla- res extremos parezcan á primera vista tipos muy diferentes. Todo esto es elemental y conforme á la práctica délos bo- tánicos linéanos; pero en el dia parece creerse qué las varie- dades se constituyen á voluntad y sin método, y es preciso recordar los principios por los cuales se procede y las reglas en que se fundan. Constituidos de esta manera los grupos inferiores (varie- dades ó razas), he llamado especies los grupos algo elevados, que se diferencian de otra suerte; es decir, por caractéres no reunidos en ciertos individuos ó por caractéres que no presen- tan transiciones de un individuo á otro. En las encinas de paises suficientemente conocidos, las especies formadas así se fundan en bases satisfactorias, cuyas pruebas pueden darse: no sucede lo mismo en las que están representadas en los her- barios por algunos ejemplares ó por uno solo: son especies pro- visionales, ó que algún dia se colocarán en la categoría de simples variedades. Nada he querido prejuzgar sobre este punto, en lo cual me separo de muchos autores cuya tenden- cia es, según se dice, la de reunir las especies. No he querido reunirlas sin pruebas en cada caso particular, mientras que Jos botánicos de que hablo reúnen por analogía con los casos de variación ó de transición observados en el mismo género ó en la misma familia. Me hubiera sido fácil, por ejemplo» fundándome en el hecho de que en los Queráis llex, Q. cocci- 171 fera, Q. acutifolia y otros, las hojas son unas veces enteras, otras dentadas en el mismo ramo ú ofrecen transiciones de un pie á otro; me hubiera sido fácil, digo, reunir mi Q. tía - puxahiiensis al Q. Sartorii, Liebm, puesto que estas formas no se diferencian más que por las hojas, ó enteras ó dentadas. Por el hecho de que la longitud de los pedúnculos varía en el Q. Robur y en otros muchos, hubiera podido reunir el Q. See- manni, Liebm, al Q. salicifolia, Nee. No he querido admitir estas inducciones, y para no ser criticado por varios botáni- cos he buscado pruebas visibles en cada caso especial. Así quedarán varias especies en estado provisional; pero si se pro- cediese de esta manera, la marcha de la ciencia sería más re- gular, y la sinonimia dependería menos del capricho ó de las opiniones teóricas de cada autor. En el estado actual de los conocimientos, después de ha- ber visto casi todos los ejemplares originales, y para ciertas especies hasta 200 ramos de localidades diferentes, creo que de 300 especies de c u pulí fe ras que se enumeraran en el Pro- dromus , los dos tercios por lo menos son provisionales. En general, cuando se piensa en la multitud de especies descritas con un solo ejemplar ó con las formas de una sola localidad, de un solo pais, ó mal descritas, es difícil creer que más de un tercio de las especies actuales de los libros de botánica deba permanecer sin experimentar cambios (1). En virtud de mi trabajo se ve que las especies más conoci- das son las que tienen más variedades y sub-variedades es- pontáneas. El máximum es el del Quercus Robur , del cual he llegado á enumerar 28 variedades, todas espontáneas. Tengo también once del Q. lusitanica , diez del Q. calliprinos y ocho del O . coccifera, etc. Estas especies, que ofrecen modificaciones tan numerosas, están generalmente rodeadas de otras formas llamadas provi- sionalmente especies, atendida la falta de transiciones ó de variaciones conocidas, pero de las cuales quizá algún dia les (l) ¡Tantas y tales son las especies que se han hecho y se hacen con harta ligereza, y algunas veces á impulsos de la vanidad! Las plantas españolas ofrecen de ello no pocos ejemplos. =M. C. 172 sea agregada una parte. Asi los Q. farnetto, Ten., vulcanica , Boiss., syspirensis, Koch, obovata, Bunge, etc., se diferencian poco del Q. Robur; los Q. Fenzlii, Ktscb, Aucherii, Jaub. y Spach, difieren muy poco del Q. calfiprinos, que se aproxima al Q. coccifera; y sería fácil multiplicar estos ejemplos. Hay equivocación, por lo tanto, en decir que la mayor parte de las especies están claramente marcadas y que las du- dosas componen una pequeña minoría. Esto parece verdadero mientras que un género está mal conocido, y sus especies se hallan constituidas con un corto número de ejemplares, siendo por lo mismo provisionales. Guando llegan á conocerse mejor afluyen los intermedios y aumentan las dudas sobre los límites específicos. La marcha de la ciencia y el razonamiento me conducen á la opinión de que cuanto más superiores son los grupos, más marcados son sus límites, ó en otros términos, menos formas dudosas hay que trasladar de un grupo á otro. Apenas existen familias cuya colocación entre las criptógamas ó fanerógamas sea dudosa, y aun entre las dicotiledóneas y monocotiledó- neas. Los géneros flotantes entre dos familias son menos ra- ros, y las especies que se duda en clasificar en tal ó cual gé- nero son ya más numerosas. Por último, cuando se desciende á las variedades ó razas, casi no se descubren ya los límites, y llega á ser muy considerable la proporción délos individuos intermedios. Algunos naturalistas ven confusión en esto, y el público cree que la Historia natural retrocede: yo digo, por el contrario, que es un progreso justificado por una observación más atenta de los hechos, y al mismo tiempo por una sana filosofía de la clasificación natural. Los grupos inferiores, me- dios y superiores son siempre grupos: tienen leyes comunes precisamente porque se hallan comprendidos unos en otros. Si algunos autores se han imaginado que las variedades, que lla- man especies (1), son los únicos grupos verdaderamente natu- (1) Así las multiplican y contribuyen al aumento y confusión de la nomenclatura: agréguense á ello los cambios de género, no siempre justificados, y calcúlese á dónde llegará la sinonimia bo- tánica, que ya hoy sobrecarga la ciencia.— M. C. 173 rales y distintos, otros que son las especies en el sentido de Linneo, y otros los géneros ó las familias, todos incurren en error, porque teniendo estos diversos grupos su fundamento, y siendo naturales, son cada vez más distintos á medida que su grado es más elevado. El trabajo minucioso á que me he dedicado acerca de las formas de las encinas me ha causado hasta cierto punto una verdadera satisfacción, y es la de haber llegado, por una via lenta aunque precisa, á la opinión de Linneo relativamente á la unidad específica de nuestro roble común ( Quercus Robur ), MM. Webb y Gay habían ya seguido la misma marcha y lle- gado al mismo resultado. ¿Había estudiado Linneo tanto como nosotros las variaciones del roble, ó su genio le había hecho presentir la verdad? Lo ignoro, pero como él es el que agrupó con el nombre de especie las muchas formas enumeradas bajo distintas frases por los autores mas antiguos, puede decirse que ha fundado por la práctica más bien que por la teoría el grupo llamado especie, como superior á las variedades y á las razas: es placentero ver por medio de un ejemplo particular que uno no se separa del sentido dado por el fundador de la nomenclatura á la palabra especie. Ciertamente que las pala- bras son cosas arbitrarias, y Linneo hubiera podido llamar á tales grupos categoría, género, forma, etc.; pero si se ha em- pleado la palabra especie, ¿no vale más conservarla en el mis- mo sentido? Contestar afirmativamente no es jurar in verba magistri, sino simplemente aplicar á la historia natural una regla cómoda adoptada en otros muchos casos, la de no dar á la misma palabra varios sentidos (i). (1) La necesidad de investigar el sentido que da Linneo á la palabra especie en los detalles de sus obras, más bien que en sus principios generales, es imperiosa, puesto que la definición de es- pecie en la Philosophia botánica es inaplicable, y aun se la podría recomendar á los profesores de filosofía como ejemplo de una definición contraria á las reglas de la lógica. Linneo dice (Phil. núm. 157): Species tot numeramus quot diver sce forrnce in principio sunt creatce. Así para saber si una forma es específica sería preciso re- montarse al origen, lo cual es imposible: definir por un carácter que no puede ni nunca podrá demostrarse, no es definir. 174 Dos objeciones pueden hacerse á la marcha que he seguido para constituir las variedades y las especies. La primera es, que quizá hay en las formas que sirven de transición entre mis variedades, híbridas que provienen de dos especies. Por ejemplo, en el Quercus Robur , las tres ó cuatro variedades intermedias entre ellas, de cortos y largos pedúncu- los podrían ser casos accidentales de hibridez entre los Q. ses- siliflora y pedunculata de diversos autores. Tal cosa es muy difícil de aclarar cuando se trata de árboles de crecimiento len- to que rara vez se siembran; pero me parece que si la hibri- dez desempeñase algún papel, en este casólas formas interme- dias serian menos locales. Hay algunos ejemplos probables de hibridez en las encinas; así es que en América el Dr. Engel ■ mann ha hallado árboles aislados afínes á los Q. imbricaría y tinctoria con formas intermedias ( Q . Leana, Nult.), y ha sos- pechado una fecundación cruzada, sin haber podido demos- trarla. Ha visto un árbol único de una forma muy análoga al Q. nigra, que le ha parecido un híbrido de este y de otra es- pecie, quizá de ¡a imbricaría . Tales ejemplos tienen interés, pero son raros, y no ofrecen una prueba positiva. Otra objeción más general es la falta casi completa deob- servacionnes acerca del carácter hereditario de las formas en las encinas y géneros análogos: los naturalistas que fundan la especie principalmente en el carácter hereditario, podrán con» tradecir los resultados obtenidos de otra manera. No niego la ventaja de las siembras para reconocer que ciertas formas no son hereditarias, y por consiguiente que no constituyen espe- cies; pero las demostraciones no son más absolutas por medio de esta prueba que por la comparación de las formas. El ca- rácter hereditario es un atributo de las razas como también de las especies, y para tener un ejemplo bien evidente de ello basta observar que el pueblo judío tiene cierta configuración hereditaria que se conserva en lodos los climas y con todas las influencias de nutrición posibles, sin que nadie pretenda que constituya una especie. La no herencia puede destruir una pretendida especie; pero la herencia cuando parece indefinida, no demuestra la existencia de una especie. Por otra parte, las observaciones acerca del carácter hereditario son necesaria- 17 r> mente limitadas é incompletas, como las relativas á las formas, y quizá más. En las plantas leñosas se siguen una ó dos gene- raciones, en las plantas anuales varias generaciones; pero las formas cuentan probablemente millares de años. Generalmen- te son muy anteriores a la época histórica ; así es, que puede dudarse de lo que quiera inducirse de cierto número de años. Las siembras se hacen en los jardines con más ó menos limita- ción, y cuando se cria uña decena de pies y se halla que son semejantes á la planta madre, puede temerse siempre que en 20 ó i 00 pies no se hubiesen encontrado otras formas. Inex- periencia ha demostrado que en la mayor parte de las razas hay formas eseepcionaies , cuando se hace un experimento en grande. ¿Qué puede decirse cuando en siembras sucesivas, hechas en gran escala, se halla o 1 1 íoo* 50’ To de for- mas más ó menos diversas de la planta madre? Confesemos la verdad: el método de observar el carácter hereditario, método que es muy bueno emplear cuando se puede, no es más abso- luto que el de comparar las formas de diversas procedencias. No hay demostraciones absolutas en la historia natural: todas las afirmaciones, todas las opiniones no son más que probabi- lidades fundadas en indicios, en hechos susceptibles de ser me- jor observados, ó en cifras de términos medios, que no son como la mayor parte de los dalos numéricos más que una for- ma del cálculo de las probabilidades* Creo también, si fuera necesario escojer entre los dos métodos de que hablo, que la comparación de las formas es algo menos imperfecta, pues no es absolutamente imposible comprobar todas las formas que existen actualmente en una especie, y de ello dan una buena idea los grandes herbarios respecto de las plantas de Europa y de algunos otros países, mientras que verdaderamente es im- posible conocer la sucesión más allá de algunas generaciones. Pocos botánicos se han dedicado á observaciones más conti- nuadas que Mr. Naudin acerca de la herencia, bajo el punto de vista de la especie y sus modificaciones. Como objeto de estudio lia tomado la familia de las cucurbitáceas, que ofrece algunas ventajas, pero que tiene el inconveniente de compren- 176 cler muchas plantas cultivadas, y el de presentar grandes faci- lidades de hibridación. Después de muchos años de observa- ciones (Ann. se. nal., 1862, t. XVI, p. 154) Mr. Naudin se ex- presa del siguiente modo : «En ninguna parle se ve mejor que la especie propiamente dicha se modifica por gradaciones in- sensibles en virtud de lo que en el lenguaje , en verdad poco riguroso, se llama comunmente raza y variedad. La observa- ción de estos hechos me ha conducido á reconocer que entre estas tres expresiones no existe diferencia de sentido bien mar- cada; que representan en el fondo una sola y misma idea; y que su aplicación á tal forma determinada con frecuencia es potes- tativa.» No puede decirse de una manera más terminante que el estudio de la sucesión por espacio de varias generaciones es inconducente para constituir claramente los grupos. §. II. Observaciones y conjeturas sobre la historia y origen de las formas de las cupulíferas . La distribución geográfica de los seres organizados era im- posible de comprender, cuando queria explicarse todo por las causas físicas actuales y por las condiciones desconocidas de cierta distribución originaria. He demostrado en una obra es- pecial (1 ) que la mayor parle de los hechos de Geografía botá- nica no consisten en las circunstancias actuales de los climas, ni quizá en su origen, que es siempre antiguo y oscuro, sino en la serie de acontecimientos geológicos, geográficos y físicos por los cuales han debido pasar nuestras especies como las de épo- cas anteriores. Estas ideas, de antemano emitidas como hipó- tesis, son por consiguiente pruebas necesarias, é incumbe á la ciencia moderna desarrollarlas. El profesor Mr. Heer lo ha he- cho con mucho talento respecto de los vegetales y los insectos de la época terciaria (2); otro de nuestros celosos compatriotas (1) Géog. hot. raisonnée, 2 vol. en 8.° Ginebra y París, 1855. (2) Die tertre Flora der Schweiz , 3 vol. en 4.® de texto y uno de láminas. Winterthur, 1855-58. La parte general se ha traducido en francés por Mr. Gaudin, con adiciones importantes, con el título de Investigaciones acerca del clima y la vegetación del país terciario. 177 Mr. Charles Candín, ha aplicado los mismos principios á los vegetales fósiles de formaciones cuaternarias del Mediodía de Europa; pero lo mismo que Mr. Heer, no ha podido disipar las dudas que existen acerca de las especies, cuando hay precisión de determinarlas según las hojas, y muy rara vez según las flores ó frutos adherentes á la planta. Ahora pregunto si no seria útil caminar en sentido contrario; es decir, considerar un cierto grupo de especies actuales bien conocidas, por ejemplo las cupu- líferas, y remontarla serie de su historia, procediendo de los he- chos actuales suficientemente demostrados, para adivinar los hechos anteriores, enlazando así los de Paleontología. El estu- dio de los cambios de límites, de las naturalizaciones y de las extinciones de algunas especies , desde hace dos ó tres siglos, me ha preparado para este género de investigaciones , y hace años que ya había hablado de las cupulíferas en el sentido de ofrecer condiciones favorables para las investigaciones de esta naturaleza (1). Examinemos rápidamente la distribución actual, y volve- remos en seguida á las especies mejor conocidas. Las hayas ( Fagus ) existen en el hemisferio austral como en el boreal; pero los demás géneros, y especialmente los más nu- merosos en especies, Qaercus y Caslanea, están por decirlo así limitados al hemisferio boreal. Algunas encinas llegan en Amé- rica hasta las montañas de Nueva- Granada, otras en el Archi- piélago indio salvan la línea; pero son los extremos de la ha- bitación. La gran mayoría de las encinas y de los castaños se halla en Méjico, en los Estados-Unidos, alrededor del Mediter- ráneo y en todas las regiones templadas de Europa y Asia. Tres de las secciones naturales del género Quercus son propias del Asia meridional, lo mismo que los géneros Lithocarpus y Castanopsis; otra es peculiar de la California, y la mayor sec- ción del mismo género Quercus , la llamada Lepidobalams f existe en Europa, en Asia y América. (1 vol. en 4.° mayor, Ginebra y París.) He dado el extracto de él en la Bibliot. univ., Archives se. 1862. ( Revista de los progr . de las cien- cias, lom. 12.) (1) Geogr. bol., t. II. p. 994, tomo xiv. 12 178 Arboles tales como las encinas, robles, hayas y castaños, han llamado la atención de todo el mundo; pero solo en Euro- pa son las observaciones bastante antiguas y numerosas, para que pueda formarse una idea de la extensión ó reducción de los límites de cada especie. Por ejemplo el Quercus Cerris va disminuyendo, pues su habilacion.ofrece lagunas que no pue- den explicarse de otra manera. Se halla esparcido en toda el Asia Menor, la Turquía europea, y con continuidad hasta el Banat, la Istría y el Austria inferior. Se le vuelve á encon- trar: \.° en los Apeninos y en Sicilia, á pesar de su falla en Grecia y en la isla de Zante (Margot y Reuter, Flora)', 2.° en las cercanías de Besanzon en el bosque de V illars- Saint-Geor- ges; y 3.u en la Francia occidental, desde el Loira á Vannes y en el departamento de la Sarthe. No hablo de su presencia en el Pardo, cerca de Madrid, porque probablemente ha sido plantada la especie en este sitio real (1). Los oasis, por decirlo asi, de la habitación á orillas del Loira, en Besanzon y aun en Italia hacen suponer una habitación en otro tiempo continua desde el Líbano al mar Adriático en todo el mediodía de Eu- ropa, y extinciones locales subsiguientes, por la influencia no solo del hombre sino también de condiciones físicas actuales. Si los Quercus Cerris aislados procediesen de una extensión de su habitación, se presentarían los hechos de otro modo: en pri- mer lugar las localidades no estarían separadas hasta este punto, pues las bellotas no pueden ser llevadas á grandes dis- tancias por el viento ó las aves; además he manifestado en mis investigaciones acerca de las conocidas naturalizaciones de es- pecies en Europa y en las colonias que la extensión es un fe- nómeno rápido, invasor, al paso que la disminución de una especie es un fenómeno lento. Si el Quercus Cerris invadiese la Europa, aparecería cuándo en un sitio, cuándo en otro, y su irrupción seria tanto más perceptible cuanto que su fruto pue- de ser muy bien observado aun por los hombres más ignoran- (1) No abunda ciertamente ni se extiende el Q. Cerris en Es- paña, pero se halla en algunas localidades de Aragón según Asso,. de Castilla la Vieja según Palau, de León según Cook y antes según Sarmiento, y de Galicia según el mismo Cook.— M. C. 179 los; y por el contrario, las localidades citadas son raras y des- de hace 50 años son Jas mismas de que se habla. Evidente- mente la especie no tiene fuerza de expansión en Europa: lodo induce á creer que va disminuyendo; y si no tuviese todavía una extensa habitación en Asia, correría peligro de extinguirse. Nuestro roble común ( Queráis Robur,L.) parece que tam- bién propended disminuir, indudablemente la destrucción de los bosques por el hombre y los dientes de los animales do- mésticos es una causa muy importante de cambio desde hace algunos millares de años; pero no creo que sea la única. Es cosa rara que un terreno abandonado se pueble de robles: las condiciones atmosféricas apenas son favorables en Europa para ¡a formación de bosques de tal naturaleza; y aunque la especie se indica hasta las cercanías de San Petersburgo, ha llegado á ser cada vez más rara desde hace algunos siglos en Estonia y Livonia (i). Por el contrario, la baya (Fagus sylvatica, L.) prospera cada vez más, aunque ciertamente por el lado de su límite nordeste, que se extiende desde la Noruega meridional á la Polonia (2). Invade los bosques de Dinamarca y de Alemania, sustituyendo en ellos á las coniferas, al abedul y aun al roble. Mr. Yaupell (3) que ha tratado especialmente este punto, atri- buye la multiplicación nueva del haya en tales regiones á cau- sas variadas: 1. una humedad menor del suelo, quizá porque las aguas corren con más facilidad por efecto de los progresos déla agricultura; 2.° una preparación del terreno por los de- tritus de las hojas de otras especies á las cuales puede bastar un suelo árido y húmedo; 3.° la circunstancia de que el haya crece fácilmente á la sombra clara de los abedules y de los pinos, mientras que con su espeso follaje ahoga los árboles jó- venes de cualquier especie que crecen á su alrededor. Más adelante volveré á tratar de la época probable de la introduc- ción de nuestras cupulíferas en Europa; pero tengo que añadir (1) \ éase Yon Lowis, Ueber die ehemahlige Verhreitung der Fi- chen in Liv-und Eslh-Land. 1. vol. en 8.°Dorpat, 1821. (2) A. De Candolle , Geog. bot., pl. i, fig. 15. (3) Ann.dessc. nal. 4 serie, vol. Vil- 180 algunas palabras sobre su estado actual, pues los hechos de que somos testigos deben servir de base para augurar lo porvenir y adivinar lo pasado. La decadencia y disminución de los Q. Robur y Q. Cerris en el continente europeo, no demuestran que las formas de las cupulíferas en general propendan á disminuir. Nada de esto se ha observado en el Mediodía de Europa, ni en los Estados-Uni- dos, en que son abundantes los robles. Las habitaciones de las especies son allí continuas, y si se hace sentir la influencia del hombre, parece que obra disminuyendo el número délos indi- viduos de cada especie más bien que -haciendo desaparecer tal ó cual forma de un país de cierta extensión. Los autores ame- ricanos, á imitación de los botánicos franceses Michaux padre é hijo, han observado sus encinas y robles con mucha atención, y no be visto que hayan demostrado lagunas en la habitación de una sola de las especies, como las tenemos respecto del Quercus Cerris. Las variaciones numerosas en el mismo ramo, en los ro- bles, encinas y castaños, indican una disposición á producir nuevas formas, lo cual es un indicio bastante importante para lo sucesivo y lo pasado. Cuando un árbol ofrece frecuentemen- te en el mismo individuo por ejemplo hojas enteras y hojas dentadas, ¿no es infinitamente probable que sus semillas deben dar pies que tengan, ó la misma mezcla ú hojas de una de las dos categorías tan sola? Efectivamente , en las espe- cies de que hablo se encuentran las tres categorías de hojas en pies separados, y por consecuencia, según mi razonamiento, sa- co tres variedades; pero toda forma puede convertirse en here- ditaria, lo cual hace pasar una variedad al estado de raza, y por tanto, atendiendo al frecuente polimorfismo en el mismo individuo, las formas del grupo de las cupulíferas parece que propenden á aumentar. Indudablemente los naturalistas, testi- gos algunas veces de estas variaciones, llamarán á las nuevas formas variedades ó razas; pero en muchos casos falta ó faltará la observación. En nuestros dias pueden crearse nuevas formas de robles ó encinas, y pueden desaparecer sin saberlo, sobre lodo en los países menos conocidos que Europa; y en ambos casos serán tomadas las variedades por especies. Esto es evi- 181 denle si se trata de variedades nuevas cuyo origen no se haya comprobado; pero la desaparición de variedades antiguas pue- de producir el mismo error. Supongamos que se trate del Quer- áis Robur, en el dia tan bien conocido: las variedades inter- medias entre la série de las variedades pe dun culadas y sessili- floras no son las más comunes; cuento entre todas 28 variada- . des espontáneas del Q. Robur , de las cuales 21 entran en el Q. pedunculata de algunos autores, en su Q. sessiliflora ó su Q. pubescens, y 6 son intermedias. Si estas últimas cesan de propagarse en las localidades bastante circunscritas en que existen, lo cual puede suceder por efecto de una diferencia relativa de vigor, nuestro roble de Europa tendrá todas las apariencias de dos y aun de tres especies, como lo admiten ya una infinidad de botánicos. Los libros y los herbarios demoslra- rian lo contrario; pero podría hacerse oposición á esto, mani- festando que las formas intermedias observadas ahora eran errores de gentes que describían mal, ó monstruosidades com- pletamente escepcionales. Pero antes de nuestras observacio- nes científicas y respecto de las especies de países menos cono- cidos que Europa, han pasado y quizá pueden suceder hechos de este género, que engañan ó que engañaron á los botánicos. En resúmen, en cuanto se refiere al momento actual y á lo porvenir, veo dos causas de aumento en las formas llamadas con razón ó sin ella especies, en las encinas y géneros afines: l.° la variación frecuente en el mismo individuo; y 2.° la des- aparición posible de ciertas variedades que enlazan las formas extremas de una misma especie. Pero la extinción absoluta de una especie con todas sus variedades parece poco probable, siendo las habitaciones de las cupulíferas bastante estensas y casi todas en continentes, menos espueslos á ello que ciertas islas pequeñas. La única causa de disminución, que se puede vislumbrar, es que vaya aumentando la sequedad de las su- perficies terrestres por la influencia de los trabajos del hombre ó por circunstancias físicas muy generales; pero esta última causa, si existe, debe obrar con bastante lentitud, y todavía no serian los robles y encinas los árboles que más sufriesen. La extensión de habitación de las cupulíferas por un tras- porte de semillas más allá de un brazo de mar debe conside- rarse como imposible. Según el estudio histórico á que me he dedicado (1) sobre la naturalización de algunos centenares de especies en Europa y en otras partes, especialmente en las is- las de la Gran-Bretaña, las causas de trasporte por el viento, las corrientes ó las aves de que hablan todos los tratados de Geografía botánica, no han obrado nunca de una manera com- probada, no digo para trasportar sino al menos para naturali- zar una especie fanerógama más allá de un corlo brazo de mar, á escepcion de una ó dos especies de los arenales marítimos- El hombre con sus buques, sus compras de granos en el ex- tranjero, sus cultivos, sus trasportes de mercancías, etc., es el único agente demostrado de las naturalizaciones conocidas: no es este como hace 7 años un asunto de teoría, sino el resulta- do de las observaciones de 3 siglos, manifestadas una á una y discutidas. Las semillas gruesas, como son las de lascupulífe- ras, se hallan además preservadas de las introducciones acci- dentales debidas al hombre; pierden bastante pronto su facul- tad de germinar; no pueden ocultarse bastante cantidad de ellas entre otras semillas, ni entre las mercancías que trasporta el hombre; y por último, cuando se echan en un terreno cual- quiera hay una probabilidad inmensa de que mueran secas, podridas ó devoradas por los animales, y que si germinan, su producto perezca con bastante prontitud por efecto de las cau- sas físicas ó del daño producido' por las plantas que ocupan ya el terreno. El cultivo de uno de estos árboles exije cuidados que solo puede dar el agricultor: formar un bosque de robles ó de castaños sin intervención del hombre es sumamente di- fícil de comprender. Más allá de un brazo de mar el traspor- te de semillas, y con mayor razón la formación espontánea de un bosque de estos árboles, es absolutamente imposible, á me- nos que el hombre no quiera positivamente encargarse de ello. Estos dalos de la Geografía botánica actual, más verdade- ros respecto de las cupulíferas que de las fanerógamas con se- millas pequeñas, pueden servir para demostrarla fecha geoló- gica de la extensión de algunas especies en ciertas direcciones, ó inversamente, la fecha de la separación de algunas islas de los (1) Georjr. bol. p. 607, 808. 183 • continentes inmediatos. En este género de consideraciones, en el cual nos lia precedido Eduardo Forbes, no caminamos apo- yados en hipótesis probables relativas á los medios de disemi- nación de las especies, sino sobre resultados positivos de ob- servaciones, como no me cansaré de repetirlo. Los trasportes de semillas y las naturalizaciones efectuadas son conocidas, y además se ha partido de las causas que limitan geográfica- mente las especies en la época actual, y de las causas más nu- merosas que en otro tiempo han determinado su posición. No es difícil saber hoy si falta una especie de una isla, porque e] clima se opone á su vegetación, ó porque se oponen condicio- nes anteriores geográficas ó físicas. Dilucidadas así las cues- tiones de una manera general, veamos respecto de las cupulífe- . ras cómo se presentan los hechos, al menos en Europa y cerca de Europa. El haya ( Fagus sylvcitica) tiene una extensión geográfica que va aumentando hacia el Oeste, según lo ha comprobado bien Mr. Vaupell. Este árbol, cada vez más común en la par- te occidental de Europa, especialmente de Normandía y Dina- marca, no existía en Holanda en la época de la conquista de los romanos: no se encuentran vestigios de él en las construc- ciones de madera bastante considerables que Germánico había mandado hacer para atravesar los pantanos; y con mayor ra- zón falta en los bosques sumerjidos de la Manche, cuya época es más antigua, aunque reciente bajo el punto de vista geoló- gico. Han ocurrido algunas dudas acerca de si es un árbol in- dígena en las islas Británicas, fundándose en una frase de los Comentarios de César , ó en lo rara que es actualmente la es- pecie fuera (ledas plantaciones, cuya cuestión muy controver- tida he tratado en otra parte (1). Me ha parecido imposible demostrar su introducción en la Gran-Brelaña é Irlanda desde los Lempos históricos; pero como no existen vestigios del baya en la turba en que abundan el pino, el roble y otros árboles, no puede suponerse una introducción muy antigua de la espe- cie en este país. Me inclino á creer que se ha naturalizado por la difusión de semillas procedentes de pies plantados por el (1) Geogr . bot., p. 688. 184 hombre, en una época anterior á las observaciones algo pre- cisas, por ejemplo en la época romana. La patria antigua, y no me atrevo á decir primitiva, tratándose de semejantes cues- tiones, debe considerarse, como sostiene Mr. Yaupell, la región montuosa del centro de Europa. El haya no puede acomodarse al calor y á la sequedad de las llanuras meridionales de nuestro continente; y por consi- guiente se limita á las alturas. En Sicilia no se halla nunca á menos de 965 metros (Schouw); en Córcega crece en las mon- tañas (1); pero no se encuentra en Cerdeña , cuya mayor al- tura es de 1.917 metros (2), en la cadena del Atlas francés, que se eleva á 2.100 metros, ni en Sierra-Nevada, queexcede notablemente á los 965 metros del límite inferior de Sicilia: quizá la sequedad es excesiva en eslas regiones. Según las, investigaciones que he hecho sobre el límite inferior de este árbol, es preciso que haya una combinación de tiempo y de calor que no pase de 4.500 grados sobre los 6 en el trascurso del año, y al menos que haya siete ú ocho dias lluviosos en cada uno de los meses cálidos (3), pero esta última condición quizá falta en las montañas del Sudeste déla región mediter- ránea. La única conclusión que puede deducirse de la habita- ción actual en el Mediodía de Europa, es que la introducción del haya en Sicilia y en Córcega se remonta á una época en la cual tales islas se hallaban contiguas á otras tierras situadas más al Norte. Falta la especie en las islas Azores y en Madera, donde sin embargo se la ve prosperar cuando se planta: no necesita de humedad, sobre lodo en las Azores, en cuyo punto no es muy intenso el calor, y por consiguiente estas islas no tenían cone- xión geográfica con el continente cuando ya estaba esparcida el haya en él, lo cual confirma la opinión de que ha radiado desde el centro de Europa hácia el Oeste en una época recien- te, mucho más en verdad que aquella en que se ha extendido hácia el Mediodía. (1) Salís., Flor. Bot., Zeit, 1834. (2) Morís, Flora , 1 y 3. (3) Geogr, bot., p. 240. 185 Por último, no ha debido existir siempre la exclusión ac- tual de las regiones bajas en el Mediodía de Europa. Para que el haya se encontrase hoy aislada en las alturas délos Piri- neos, de Córcega, del Etna y de los Apeninos, se ha necesitado que estuviera en otro tiempo extendida en los territorios inter- medios, porque semejante árbol no podría naturalizarse de montaña en montaña, trasportándose las semillas á algunos centenares de leguas de distancia. La extensión de los ventis- queros perpétuos de Italia ha debido producir condiciones fa- vorables durante algún tiempo de la época actual , ó sea la cuaternaria: así puede llegarse á creer que el enfriamiento causado por la extensión de los ventisqueros, y la contigüidad de Córcega y Sicilia con el continente europeo, han existido si- multáneamente, al menos durante cierto tiempo. Hasta ahora no se han hallado hojas ó frutos del haya en las lobas del Etna (1), cuya formación, anterior á la masa del mismo volcan, es más reciente que la presencia en el país de la mayor parte de las conchas actuales del Mediterráneo. Antes de inferir nada de este hecho, debemos recordar que las tobas de que se trata no contienen más que una decena de especies vegetales, la mayor parle propias de localidades más bajas que la del haya; por ejemplo el laurel, el mirto, el pistacho y el sauzgatillo ( Vitex Agnus-castus). Podría suceder que hubie- se existido entonces el haya en alturas mayores que aquellas en que han formado las aguas estas tobas (2). (1) Tornabene, Flora fossile deW Etna. 1. vol. en i.°Catania, 1859. Heer (trad. Gaudin), Recherches sur le climal et la vegelation du pays tertiaire, p. 85. (2) Mr. Heer (loe. cit.) deduce de la falta de especies alpinas en el Etna y su existencia en las montañas de Calabria, que el Etna se ha levantado después de la separación de Sicilia del con- tinente italiano. No puedo admitir esta conclusión, aunque según los depósitos de plantas y de conchas marinas actuales debajo del Etna^ sea de formación bastante reciente esta enorme montaña. Las especies alpinas han podido ser destruidas por las masas de ceni- zas vomitadas por el volcan, ó por haberse derretido extraordina- riamente la nieve, dejando el suelo ya caliente expuesto á un ar- diente sol. 186 El haya actual, á juzgar por las hojas, se ha hallado en los travertinos loscanos de Casciana y Gallerage, cuya estratigra- fía aún no se ha estudiado, pero que contienen una mezcla de especies actuales de Italia, con un corto número de especies extinguidas, y con el laurel actual de las islas Canarias. Mon- sieur Heer no ha encontrado hojas de haya en los depósitos de Cannstadt, ni Mr. de Saporla en los de Provenza, que se han referido á tiempos poco distantes de nuestra época, atendida la presencia de muchas especies actuales; pero no pueden dedu- cirse de aquí pruebas negativas. En los terrenos terciarios del valle de Arno, más antiguos que este, si bien posteriores al levantamiento del Apenino, han hallado el marqués Strozzi y Gaudin una especie de Fagus que parece algo diferente, según la hoja. El haya no está indi- cada en la Flora de Chipre (1) aunque hay en esta isla alturas que llegan á 2.000 metros: verdad es que quizá no existia en la época del terreno terciario medio, y que se habrá levantado del seno del mar á fines de esta época ó á principios del ter- reno terciario superior (plioceno) (2). Por último, en el con- junto de la época terciaria no se reconoce en ella ningún Fagus , pues el Fagus atlántica de Unger es según Mr. Heer una Pla- ñera. Por estos datos, de los cuales muchos son simplemente ne- gativos y por consiguiente poco probables, el Fagus sylvalica ha debido aparecer en Europa alrededor de los Alpes y de los Apeninos, solo al fin de la época terciaria; en el largo es- pacio de tiempo que ha seguido á la elevación de los Alpes, y precedido á la separación de Sicilia y Córcega respecto de Italia, se ha esparcido hácia el Oeste, á saber, en Holanda, en Normandía y en las islas Británicas, solo desde la época ro- (1) Pwch. Enumercitio, etc. Vindobonm, 1842. (2) Mr. Gaudry ( Remedes deux mondes, nov. 1861, p. 219) da este hecho como positivo, y nadie mejor que él conoce esta isla. La Flora deGhipre me parece confirmar en parte una emersión recien- te, á pesar de no ser bastante pobre para creer que nunca haya existido su conexión con otras tierras desde el origen , al menos durante cierto tiempo. 187 mana ; y por último se ha hecho mas común en nuestros dias en Alemania y Dinamarca, sin .estender por ello sus límites boreales, determinados por las condiciones actuales del clima de Europa. El castaño ( Castanea vulgaris , Lam .) tiene una historia bastante análoga á la del haya, al menos en Europa. Su lími- te polar, como árbol espontáneo, es por el Oeste, Bélgica, las faldas de las montañas del Haradl y Alsacia ; por el Este, Esliria y Crimea : indudablemente teme los fríos escesivos de la Europa oriental; pero ignoramos desde qué tiempo existe este límite, y hasta ahora ninguna observación ha hecho supo- ner que variase en la época histórica. Hay fuertes razones para dudar que la especie sea verdaderamente espontánea en la Gran-Bretaña, ni que nunca lo haya sido (1), pues no ma- nifiesta disposición alguna para propagarse. Ciertamente falla en Irlanda y en las Azores, se ha indicado en las islas de Madera (Lemann, Cal. inscr.) y eslías Canarias (Buch) , pero seguramente porque se habrán tomado piés plantados ó sem- brados por árboles espontáneos (2). Sábese que el castaño es abundante en las montañas y en las colinas del Mediodía de Europa ; baja en Sicilia y enCerdeña hasta el mar (3) ; se en- cuentra en la isla de Creta lo mismo que en el continente del Asia Menor. El castaño debe haberse establecido en estas islas en una época en que existían comunicaciones terrestres con el continente actual europeo. M. Boissier lo indica en las montañas mas bajas del reino de Granada; hechos todos que hacen parecer extraordinaria su falta en todo el Africa sep- tentrional. Ningún botánico, ningún silvicultor, y aun puede decirse que ningún viajero ú oficial que haya recorrido el país, hubiera desconocido al castaño si existiese en esta re- gión: ciertamente debe faltar como lo ha afirmado M. Cosson, que es el naturalista mas versado en la botánica de la Argelia» Pero el clima es idéntico en el Este con el de las islas de Si- cilia ó de Cerdeña, y en el Oeste con el de la España meri- (1) Geog. bol. p. 657. (2) Comunicación de Mr. Heer, en 1856. (3) Philipp., Linnam, 1832, p. 760 ; Morís, Flora. 188 dional, y lomando cierta distancia del mar y cierta altura sobre el Atlas , hay siempre localidades absolutamente del mismo clima que estos países europeos. Así llegamos á dos hipótesis, que son las únicas posibles: ó el castaño cuando se ha esparcido por la cuenca actual del Mediterráneo ha encon- trado entre las islas y la Argelia , entre España y Marruecos un brazo de mar ya existente que le ha detenido; ó después de haber vivido en el Africa septentrional ha sido destruido por condiciones momentáneamente desfavorables. Algunos años contrarios no bastarían para anonadar una especie cuyas se- millas hubiesen penetrado en las hendiduras del terreno, y cuyas cepas brotan con vigor: se necesita suponer un período al menos secular, de gran sequedad ó de calor escesivo, que haya penetrado hasta en los menores huecos de los valles del Atlas y hasta sus alturas, donde sin esta circunstancia se ha- bría refugiado el castaño, y de donde hubiera vuelto á bajar ahora. Pero unos sirocos tan intensos y prolongados no lo hu- bieran espulsado de la isla de Cerdeña, cuyas montañas son poco elevadas : me parece mas probable por tanto la primera hipótesis de un brazo de mar interpuesto. En apoyo de que es poco antigua la existencia de la espe- cie en la Europa meridional, debe notarse la falla de toda hoja de castaño en las tobas del Etna , los travertinos moder- nos de Toscana y las localidades análogas de Provenza y de Cannstadt (1). M. Heer no admite ninguna especie de castaño en la época terciaria , siendo en su opinión el C. atavia de Unger una Plañera; y por último, la isla de Chipre parece que no posee nuestro castaño (2). Este árbol tiene otras dos regiones de habitación: existe idéntico al de Europa y al del Asia occidental, en la China y en el Japón; y además se halla en los Estados-Unidos una forma que me parece ser simplemente una variedad muy seme- jante á la de frutos pequeños que tenemos en Europa; pero hasta ahora no se ha conocido la especie en el Oeste de la América septentrional, ni en un espacio considerable en el (1) Tornabene, Heer, Gaudin, Saporta, lot. cit. (2) Paech, Enum, plañí. Cypri. Kotschy, Exsicc, 189 centro del Asia. Admitiendo estos hechos tendría en la actua- lidad tres grandes centros de habitación : el nuestro y el del Asia oriental deben ser antiguos, pues el primero es anterior al estado actual del Mediterráneo, atendida su presencia en las islas, y el segundo ha debido preceder á la separación del ar- chipiélago japonés del continente inmediato. Hállanse en el Japón cuatro variedades distintas independientemente de una forma que no puedo distinguir de la nuestra , lo cual es un in- dicio de antigüedad. Ultimamente, la forma americana se ex- tiende desde las montañas de la Carolina hasta las regiones bajas del Maine y del Michigan, y nada puede hacer adivinar su edad relativa. Conocidas son las ingeniosas hipótesis de Mr. Heer y de Mr. Asa Grav (1), suponiendo una vegetación circumpolar de la cual aún deben existir especies, y que ha debido dominar alguna vez en América, Asia y Europa, merced á una co- nexión mayor de los continentes, combinada con una tempe» ratura mas alta. Tal vegetación debe haberse retirado un poco hácia el Mediodía, cuando los hielos hayan adelantado hacia la bahía de Baffin , como en Europa y en Siberia, bien simul- tánea ó sucesivamente: la presencia de los huesos de pa- quidermos en la zona polar ha demostrado hace mucho tiem- po este fenómeno. El castaño debe ser una de las plantas que se han propagado hácia el Mediodía, siguiendo el cambio de las condiciones físicas, en vez de perecer como otras tantas es- pecies de ambos reinos. Tal vez tuvo por habitación primitiva el supuesto conti- nente americano asiático, sobre todo la región en que se hallan actualmente el Japón y la China, y debió fallar en el supuesto continente europeo-americano (la Allántida de Heer), cuya separación por el lado de América probablemente ha debido comenzar según Heer con la del Mediodía de Europa. A fines déla época terciaria, cuando se estableció una comu- nicación terrestre entre Europa y el Asia occidental, ha podi- do llegar el castaño por esta parte á Europa y propagarse (1) Heer, loe. cit. Asa Gray, Mem. amer. Acad., vol. VUtraduc. (en parte) en la Biblioth. univ . (Ardí, se.) 190 hacia los Alpes, caminando hacia el Mediodía hasta Andalucía, Córcega, Cerdefia y Sicilia, cuyas islas todavía estaban conti- guas con Europa, como seguramente lo estuvieron en la épo- ca terciaria (1). Sin embargo , debe haber llegado el castaño á estos territorios cuando ya estaban separados de la costa de Africa. Las Azores, la Irlanda y la Inglaterra estaban tam- bién separadas, las primeras mucho tiempo antes, y por con- siguiente la especie no podía esparcirse de Este á Oeste. Lo mas dudoso es que el castaño nunca haya existido en el Asia central, entre la habitación actual de la China y la del Asia Menor de la Imeretia y de las orillas del Terek. El estado de nuestros conocimientos no permite hacer ninguna conjetura acerca de esta región; pero respecto de Europa, América y el Asia oriental, los hechos actuales de distribución geográfica de la especie se enlazan bastante con los hechos y las hipóte- sis acerca de las épocas anteriores, (1) Heer, Carta geográfica. fSe continuará J VARIEDADES — Fiboreros de Dalias , y remedio sencillo contra la mordedura de las víboras. Los viboreros de Dalias van á la sierra de Segura á cojer ¡as víboras, que luego venden en la Andalucía Baja, donde se han embarcado, y suelen todavía embarcarse para América. Hacen dos escursiones, una en primavera y otra en otoño: en la primavera hallan las víboras to- mando el sol en las veredas*, en la segunda las hallan engarbadas, es de- cir, puestas en lo alto de los lentiscos y espinos negros. Todo el tren ó aparato que esta buena gente lleva á sus expediciones consiste en unas tenazas de hierro de tres cuartas y media de largo, una capacha , que es un cono inverso de esparto con tapadera de lo mismo, colgada á la es- palda para meter las víboras , eslabón y pedernal con mucha yesca de cardo. Esta les sirve para encender lumbre en el monte, donde duermen, y también para cauterizarse al instante que son mordidos de alguna ví- bora, aplicando una porción de la yesca encendida á la picadura, donde la aguantan con el mayor valor hasta que se arruga el pellejo y forma escara. Además de este cauterio hacen una ligadura fuerte tres ó cuatro dedos por encima de la picadura, según lo permita la parte 5 y están tan bien hallados con este método curativo, que nunca adoptarán otro, por- que jamás se ha verificado que nadie perezca con él. No se duda en este pais que las picaduras de la víbora en parte principal del cuerpo son mortales, á pesar de cualquier otro remedio común, matando á veces á las dos horas, y se cree que puede morir también el que recibió picada de víbora en los extremos, cuando no se aplica el remedio eficaz. Los de Dalias calzan aubias muy anchas, para que la víbora pisada , al revol- verse, no alcance fácilmente á herir la carne. (MS. de D. Simón de Ho- jas Clemente.) — Inocuidad de los vapores de petróleo . Habiendo un gran número de habitantes de Liverpool elevado una queja al Consejo de higiene por considerar que el petróleo almacenado cerca de sus habitaciones era per- judicial á la salud pública, se ha propuesto esta cuestión al Dr. French, miembro del mismo Consejo, y después de un examen muy profundo ha dicho: que á pesar de reconocer la incomodidad que ofrece la vecindad 192 de este aceite, en razón de su fuerte olor, le habían convencido sus in- vestigaciones de que el petróleo no podia causar ningún perjuicio á la salud. El Dr. French ha observado especialmente las condiciones en que se hallaban los niños y jóvenes, atendiendo á que son mas sensibles que los demás habitantes á los efectos de las emanaciones deletéreas, y menos sufridos en las contrariedades de la vida; pudiendo afirmar que nunca ha encontrado señales de mas perfecta salud , ni rostros mas rozagantes que los observados entre los niños y jóvenes del distrito en que se ha he- cho la petición contra el depósito del petróleo. — Enfermedad de las patatas. Comunmente se ha dicho que era ne- cesario cambiar las plantas para obtener una recolección que estuviese preservada de la invasión del Botrytis infestans , y esto es lo que ha he- cho Mr. Mayeux. En la primavera última, dice, planté tubérculos que Mr. Mercier me había traído directamente del Perú. La recolección que obtuve me dió por término medio 30 por 1 0 0 de fécula mas que la produci- da por los antiguos tubérculos plantados en la misma épocas en el^nismo terreno. Todas las patatas producidas por los nuevos tubérculos estaban perfectamente intactas, mientras que por lo menos la décima parte de los procedentes de plantas antiguas habían sido atacados de la enfermedad. En vista de semejante hecho, nunca se recomendará bastante á los agri- cultores que renueven sus plantíos, porque es una medida que debe dar los mejores resultados. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rdiz. N.“ i: — REVISTA DE CIENCIAS.— Abril 1864. ASTRONOMIA NAUTICA. Sobre un nuevo método propuesto por Mr. de Lilrow para de- terminar en el mar la hora y la longitud; por Mr. Faye. (Comptes rendus, 7 marzo 1804.) En el curso de una larga espedicion marítima, Mr. Carlos de Lilrow, director del Observatorio imperial de Viena, ideó un método nuevo para determinar las longitudes en el mar: publicó sus ideas con este motivo en el primer volumen de la nueva série de los Anales de su observatorio. Pero como este método parecía estar en desacuerdo con Sos principios teóricos, pasó casi desapercibido, necesitándose que una prueba formal en el mar viniese á demostrar su valor real. La prueba se hizo durante el viaje de circumnavegacion de la fragata austríaca Novara , cuyo comandante el almi- rante Mr. Wüllerstorf quiso ensayar el método nuevo: después de haberlo ensayado acabó por adoptarlo en la práctica diaria que se observaba á bordo. Los resultados de la Novara llama- ron mi atención ; he tratado de darme cuenta de ellos, y ha- biéndome rogado Mr. de Lilrow que los diese á conocer en Francia, me ha parecido lo mejor para corresponder á este deseo dirigir una comunicación á la Academia, uniendo á ella algunos detalles, de los que soy únicamente responsable. §. /. Manera de usar el método en el mar . Hace mucho tiempo que se han dado esceleníes prescrip- ciones para determinar astronómicamente la posición de un navio. La única que emplean diariamente en la práctica todos TOMO XIV. 13 194 los marinos, á causa de su sencillez, es la medida de la altura del sol á medio dia, por la cual deducen la latitud: la longitud se obtiene por estima, á menos que el navegante no tenga uno ó varios cronómetros de confianza: entonces por medio de ángulos horarios, tomados de cuando en cuando por la maña- na ó por la tarde, se obtiene la hora local, y por consiguiente la longitud. No hablaré aquí de la observación de las distancias luna- res, recurso precioso que sirve para comprobar los cronóme- tros cuando se suscitan dudas acerca de su marcha y para su- ministrar nuevos puntos de partida : creo que apenas está en uso mas que á bordo de los navios del Estado, en los cuales se aplican sabiamente lodos los recursos de la astronomía. Al ver Mr. de Litrow que los marinos observaban con re- gularidad el sol á medio dia, y en lo demás se fiaban de la corredera y la brújula, creyó que ofrecía un gran interés re- ducir á este mismo instante la determinación de la hora, de modo que en cada dia se obtuviese al mismo tiempo que la latitud una longitud cronométrica menos insegura que la que daba la estima. Simplificación del trabajo, economía de tiempo para el oficial encargado de marcar el punto, mayor seguridad para el navio ; tales eran efectivamente las ventajas inheren- tes al descubrimiento de este medio, el cual es menos riguroso en teoría que el método de los ángulos horarios, al que puede acusarse por otra parte de las dificultades de detalle que dis- minuyen la exactitud real, ó que con mucha frecuencia le li- mitan á bordo de los buques mercantes (1). El método de Mr. de Litrow consiste en determinar la hora por un par de alturas circunmeridianas del sol, conservando siempre cuidadosamente la observación del Mediodía verdade- ro para la latitud. Las dos alturas pueden lomarse según se (1) Necesidad de reducir al mismo instante la longitud deter- minada por la mañana ó por la tarde y la latitud observada á me- dio dia, teniendo en cuenta por la estima de la marcha verificada por el navio en aquel tiempo; precisión de interrumpir dos veces en el dia las ocupaciones ordinarias para hacer las observaciones astronómicas ; cálculos mas largos, mas penosos, etc. 195 quiera por un mismo laclo ó por ambos del meridiano. El in- tervalo de las dos medidas es arbitrario; variará según las circunstancias desde 5 á 30 ó 40 minutos, y como para hacer el cálculo no se necesitan mas que 5 minutos, resultará de aquí, que en una media hora puede el navegante ejecutar todas las observaciones y hacer lodos los cálculos necesarios para obtener á la vez su longitud y su latitud. Digo á la vez, pero debo apresurarme á añadir, que ambas determinaciones que- dan enteramente independientes una de otra, para que no se confunda este nuevo procedimiento con la atrevida estension del método de Douwes, del que precisamente vamos á emplear una de las ecuaciones fundamentales. Lejos de reemplazar la observación meridiana que es ya de un uso general y diario, el método nuevo viene en su auxilio, permitiendo determinar de antemano la hora aproximada de la culminación: así se evita á los marinos el cansancio que experimentan para seguir penosamente al sol en el sextante hasta el momento en que llega á su mayor altura. Se ve, pues, que en el fondo la idea nueva se reduce á la observación que no se había hecho de que en el caso en que no se requiera la exactitud mas escrupulosa, pueden cómoda- mente emplearse para determinar la hora las alturas circunme- ridianas del sol; pero este caso es precisamente el de la nave- gación. Designemos por h y ti dos alturas tomadas antes del Me- diodía en los momentos t y t' de un cronómetro que dé el tiempo medio de París; por T y 7 los ángulos horarios cor- respondientes: cp la latitud del lugar y por o la declinación del sol. Tendremos para determinar la media | ( 7T+7” ) de los án- gulos horarios desconocidos; la relación ya familiar á los ma- rinos. Sen i (J+r) = sen i (ti — ti) sen { (T—rS eos 4 (h -j— h ) eos y eos o pero que hasta ahora no aplicaban mas que á observaciones, de las cuales una por lo menos estaba lo mas separada posible del meridiano. Para manifestar el nuevo uso que se trata de dar á esta 196 fórmula, procedamos primero por medio de datos ficticios. Para 20° de latitud Norte, se suponen en el 25 de agosto de 1864 las observaciones siguientes : 30 y 15 minutos antes poco mas ó menos del medio dia verdadero. A las 3b 31 m 45s tiempo medio de París, h=W 6r 19" , ^ , A las 3 46 45 id. /¡'=7952 49 i De donde se deducen: I ( T — T')= Io 52' 30", *(* + /')= 3h 39“ 15s, A (A— /i)=0° 53' 15", 4(/*'+ h)= 78 59 34. El cálculo es el siguiente. log sec

'Qd. 5 (A' — A). La primera idea que se presenta es que con una latitud y alturas cualesquiera, se puede atenuar indefinidamente este tér- mino, tomando por una parte y otra del meridiano alturas casi correspondientes, de modo que llegue á ser tang i (77+ T ’) escesivamente pequeña, sino nula. Pero, como el denominador tang 4 (Iv-h) disminuye también y tiende á reducirse á 0, no se ve lo que resultaría de semejante sistema. Reemplacemos 200 en las tangentes, sen |(J-|-7’') por su valor (1), y eos 4 (ti— h) por la unidad, tendremos (2): , ^ £ 1 eos \ (h-\- /i) d 4 i]i ■ — h) cosi{T+T’) eos cp sen o * sen { (T— T) Esta nueva forma manifiesta inmediatamente que la influen- cia de este término depende á la vez de 4 (A'+A) y de T—T ; el error es tanto mayor cuanto mas pequeñas son las alturas; así es que le vemos siempre en el segundo ejemplo; pero es tanto mas pequeño cuanto mayor es el intervalo de las obser- vaciones. La única manera de evitar el inconveniente de las pequeñas alturas, es aumentar T—T\ es decir, el intervalo de las observaciones; en vez de un cuarto de hora se loma un intervalo doble ó triple, y se reduce sensiblemente el error á la mitad ó al tercio. Así en las latitudes medias ó algo mas elevadas, podrá sacarse buen partido del método de Mr. Lilrow teniendo cuidado de arreglar las medidas de otra manera dis- tinta que en el caso ficticio deque nos hemos valido; se observarán también dos alturas antes del medio dia para preparar la observación meridiana destinada á dar la latitud; pero se medirá una tercéra después del medio dia, y esta es la que podrá combinarse con una de las dos primeras para tener la hora por medio de un intervalo de 30, 40 ó 50 minutos. Por el contrario, la correspondencia de las alturas no puede producir mas que un efecto, que es el de atenuar ó anular la influencia de los dos últimos términos; pero además de que estos términos tienen poca importancia, po- demos desembarazarnos de ellos casi tan bien como con (1) De todos modos estas correcciones deben aplicarse á la al- tura meridiana observada de ordinario para obtener la latitud ; y se aplicarán sin otro gasto de tiempo á las observaciones circun- meridianas destinadas á dar la longitud. (2) Se obtendria la misma espresian, diferenciando directa- mente la ecuación (f) sin emplearlos logaritmos. 201 observaciones arregladas de manera que $ (T T') sea pe- queño sin ser nulo (1). En resúmen, el método de Mr. de Lilrow, según le hemos aplicado, da escelenles resultados cuando el astro observado cul- mina cerca del zenit (2): en caso contrario disminuye su preci- sión, pero es fácil hacerle recobrar la exactitud necesaria para la práctica común aumentando el intervalo de las observaciones circunmeridianas. Solo se esceptúan las regiones del globo y los accidentes del mar en que fallan todos los métodos posibles. Hubiera completado la esposicion del nuevo método, aña- diendo con Mr. Lilrow, que en el caso en que se debiese tener en cuenta la marcha del buque en el corto intervalo de las ob- servaciones, bastará aumentar una de las alturas medidas con el espacio angular recorrido en el sentido del meridiano. Tal género de reducción bastante complicado en los demás méto- dos, es aquí sumamente sencillo, porque las observaciones se hacen muy cerca del meridiano. Repitamos no obstante, que conviene en general desechar las correcciones que son menores que los errores de observación, pues en la práctica diaria la sencillez del procedimiento debe prevalecer sobre la cuestión de exactitud minuciosa. Es preciso no perder de vista que las determinaciones astronómicas de un dia son independientes de las del dia anterior: sus errores son unas veces mayores y otras menores , no van agregándose dia por dia como los errores de estima (3), cuya acumulación suele concluir con frecuencia por comprometer la seguridad del navegante. (1) Es importante no confundir el método de Mr, de Lilrow con el de las alturas circunmeridianas correspondientes, cuyo uso hace mucho tiempo que se ha recomendado para las estrellas que culminan cerca del zenit. Este no es mas que un caso particular de aquel ; su única ventaja es eliminar el error de lectura. Hay que observar que el método de las alturas correspondientes no ha penetrado nunca en la práctica de la navegación. (2) Esto consiste en que respecto de los astros que pasan cerca del zenit, el momento de la máxima variación de altura se apro- xima mucho al de la culminación. (3) A menos que la marcha del cronómetro sea defectuosa ó mal conocida. m Pero el ejemplo íiclicio que he elegido no puede bastar á los prácticos, es menester para inducirlos á examinar detenida- mente un método nuevo, la prueba de la experiencia, que deci- de por sí sola en último término. Voy ahora á presentar un modelo de las numerosas observaciones hechas á bordo de la Novara en 1857 y 1858, con una profusión de medidas que indica bastante bien que se trataba de experimentar detenida- mente el método propuesto. 1. 30 agosto de 1858, á los 1155' de latitud Norte y t47°35r de longitud al Este de París. Número. llora. Altura del sol. Borde. 1 13h47» 1 'j s ,2 84° 27' 50" Inferior. ' 2 13 47 40 .4 84 35 00 » I 1 3 13 48 13 .2 84 41 45 )) 4 13 51 23 .2 85 20 5 )) 5 13 52 7 .2 85 28 45 » | Altura del ojo, 19 pies de 6 13 52 35 ,6 85 34 10 » i ' Viena, Gm,08 7 13 57 51 .6 86 27 35 » Error de colimación , 8 13 58 23 .2 86 32 0 » 9'Krr 9 13 58 45 ,2 86 35 20 » \ u Ou ) Marcha del navio N . E . 10 14 13 13 .2 86 35 5 » / 11 14 13 40 .4 86 31 20 » 1 una milla por hora. í ! I 0® O A /l A tj A 11 A b Tj A B Jfll A f A 12 14 14 2 ,0 86 28 20 » neiraso uei cionomeuo 13 14 19 22 .8 85 34 0 )) 1 con respecto á la hora I de París 4m22s4 . 14 14 19 47 .2 85 29 20 » 15 14 20 12 .4 85 24 20 )) 16 14 23 43 .2 84 42 0 » 17 14 24 36 ,8 84 30 35 » 18 14 24 54 .8 84 27 0 » Los resultados son los siguientes: + 12° , h = 86°. 20 •» o Observaciones combi- Corrección nadas. Inter v. del cronometro. 1- 18 38® !)ho4' » Qs -7\ 2- 17 37 9 54 1 .5 3- -16 36 9 54 0 ,9 J 4- -15 29 9 54 1 ,0[ 5- -14 28 9 54 1 ,1} 6- -13 27 9 54 0 ,9 7- -12 16 9 54 0 ,4i 8- -11 15 9 54 0 ,5 ! 9- -10 14 9 54 1 ,5/ 1- - 6 0 9 54 2 ,6\ Altura del ojo, 27 pies de l Viena (8m,64). ] Aire nebuloso, observado - ' nes de poca confianza. Resultados. rvaciones com- Estado del cronómetro en el binadas. Interv. tiempo medio local. 1— 7 34 22h44m39s j Por alturas lomadas á un mismo 2— 8 35 22 44 30 lado del meridiano. 3— 9 38 22 44 30 1 Media: 22M4m33s. 4—10 38 22 44 25 | Por alturas tomadas por un lado y 5—11 40 22 44 30 otro del meridiano. 6—12 42 22 44 21 ' ) Media: 22h 44m 25s. Al remitir á Mr. de Lilrow el conjunto de las observaciones del mismo género hechas á bordo de La Novara, Mr. \Y li- les lo rf dijo que espondria detalladamente en el curso de su viaje el método que habia querido ensayar. Este método, aña- 205 do, nos lia sido tan útil y es tan usual, que realmente se ha- bía adoptado en el servicio diario, y aun en la segunda pai- te de nuestro viaje se empleaba cada dia, ó al menos con tanta frecuencia como el método de los ángulos horarios me- didos cerca del primer vertical. §. II. Manera de usar el método en tierra. Después de terminar esta esposicion, me lia parecido que el nuevo método podría prestar á los viajeros en tierra firme los mismos servicios que á los marinos. Los viajeros, lo mis- moque estos, se alegrarán de poder determinar dia por dia su longitud y latitud por medio de observaciones concentradas en una sola y misma época del dia, ó sea la del medio dia. Pero como las alturas se miden en tierra con mayor exactitud que en el mar, me ha parecido necesario teneren cuenta cier- tas correcciones que ¡os marinos pueden despreciar. La mas importante es la variación de la declinación del sol, de que hasta ahora hemos prescindido. La ecuación (1) supone esta declinación invariable, y sin embargo, varía hacia los equi- noccios cerca de 1' por hora. El 25 de agosto, dia elegido en nuestro ejemplo numérico, esta variación de una altura á otra para 15m de intervalo era de 13,r (cantidad no despreciable en tierra) puesto que altera el ángulo horario y por consiguien- te la longitud de 2S,72. El 20 de febrero, la misma omisión produciría un error de 8S para 20° de latitud Norte y de 19® para 50°. Para completar la ecuación (1) debería añadirse á su se- gundo miembro el término (designando 3 la nueva declina- ción del sol en el instante I . sen ® — ■ sen h sen \ (3 + 3f>i i — — - — sen í ( o o) eos cp eos o eos o sen { ( 1 — / ) que complicaría mucho los cálculos. De esta manera podría, a mi parecer, salvarse esta dificultad, es decir, tener en cuenta el cambio de la declinación del sol sin introducir la menor com- plicación. 200 Diferencíenlos respecto á h y o la ecuación sen h = sen

) O.N.O. 2 1 76 4,8 1,2 n S.-N.N.O. 3 2 68 3,2 1,6 » N.N.E. 0 3 89 3,1 1.2 o Variable. 0 4 81 3,2 1,7 n N.N.E. n » 0 5 83 4,2 1,3 » N.N.E. 6 6 90 5,0 0,6 11,4 N.N.E. 10 7 98 5,8 0,6 5,6 N.N.E. 10 8 98 6,4 0,0 4,6 E.S.E. 10 9 85 6,4 1,0 0,8 E.S.E. 9 10 87 6,3 1,1 » N.N.E. 3 11 99 7,0 1,7 12,3 N.N.E. -S. 10 12 98 6,7 0,2 12,4 S.S.E. 8 13 98 6,4 0,6 » S. 6 11 99 5,6 0,3 i) s.s.o. 10 15 99 6,0 0,2 » 0. 10 16 100 7,4 0,1 2,6 O.N.O. 10 17 93 6,6 0,6 8,3 S.S.E. 10 18 87 6,6 0,7 » E.N.E. 10 19 85 6,4 0,7 » E. 9 20 90 5,9 0,5 » s.s.o. 6 21 95 ■ 5,2 0,4 » S.S.O. (V.) 8 22 99 3,4 0,3 0,4 S.S.E. 10 23 100 5,4 0,2 0,2 S.E.-N.O. 9 24 8!) 6,1 0,5 0,1 E. 1 25 97 5,9 0,4 » S. (var.) 10 26 90 6,7 0,5 )) o.s.o. 8 27 84 6,4 0,9 » O.N.O. 6 28 78 5,0 1,4 )) N.N.E. 2 29 74 4,1 1,4 » Variable. 0 30 77 4,1 0,9 *) N.E. 1 31 m CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Am á las 6 m - ............ . mm 706, Oí mm 711,30 mm 713,83 mm 710,50 Id. á las 9 706,45 711,94 714,82 711,19 Id. á las 12 706,15 711,72 714,40 710,88 Id. á las 3 l 705,40 711,19 713,50 710,14 Id. á las 6 705,66 711,70 713,65 710,45 Id. á las 9 n. ........... . 706,17 712,14 714,08 710,90 Id. á las 12 706,19 711,96 713,97 710,81 A,.-. 706,01 711,71 714,04 710,70 A. máx. observadas (1) 709,35 716,47 717,43 717,43 A. mín. observadas (2). ..... 701 76 707 07 709,16 701 76 Oscilaciones estreñías 7,59 9,40 8,27 15,67 Om diurnas 2,06 2,02 1,75 1,94 O. máx. (3). 5,07 3,94 2,61 5,07 O. mín. (4) 1,26 0,81 0,68 0,68 (1) Dias y horas de la observación. . 2-12 n. 20—9 m. 24—9 m. 24—9 m. (2) Id. . . . 8— 3 t 18-3 t 30—6 t 8-3 t. (3) Dias de la observación 10 17 28 10 (4) Id 1 15 26 26 (*) Ax = 7 10mrn,64 -f- 0,09 sen. (x + 148° 00 + 0, 47 sen. (2 x + 157° 170. m CUADRO TERCERO. Tm á las 6 m Id. á las 9. . Id. á las 12. Id. á las 3 t. Id. á las 6. . Id. á las 9 n. Id. á las 12.. T . A m . . . Oscilaciones. T. máx. al sol (1). ......... Id. á la sombra (2) Diferencias medias. ....... 3 . T. mín. del aire (3). Id. por irradiación (4). ..... . Diferencias medias 0,n diurnas. ............... O. máx. (5) — ............ O. mín. (6). ............... (1) Dias de la observación (2) Id (3) Id..... (4) Id (3) Id (6) Id TERMOMETRO. I.1 2 3 4 * 6 década. 2.a 3.a Mes C). -0o, 8 4o, 2 0°,9 1°,4 0 ,6 4 .9 2 ,9 2 ,8 4 .3 6 ,9 6 ,1 3 ,9 5 ,9 7 ,8 8 ,0 7 ,2 3 ,4 0 ,3 3 ,4 3 ,0 2 ,4 3 ,o 3 .9 3 ,9 0 ,8 4 ,8 2 ,6 2 ,7 2 ,4 5 ,8 4 ,2 4 ,1 20 ,4 9 ,8 15 ,6 22 ,3 23 ,4 24 ,0 23 ,0 25 ,0 11 ,3 10 ,9 13 ,2 13 ,2 7 ,1 4 ,2 6 ,8 6 ,1 -9 J i ,i —2 ,4 -9 ,1 -12 ,5 — 0 ,5 -4 ,8 -12 ,5 1 ,5 0 ,3 0 ,9 1 .0 9 ,1 5 ,3 9 ,1 7 ,9 13 ,4 7 ,6 13 ,9 13 .9 3 ,7 3 ,8 3 ,3 3 ,3 2 ii 25 25 2 n 28 28 5 15 30 5 4 16 30 4 2 1 1 25 25 9 12 23 23 O Tx = 3o, 88 + 2,53 sen. (x + 86° 39') + 0,82 sen. (2 x + 43° 3'). 222 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 1 2.a 3.a Mes (•). H,n á las 6 ni 93 98 96 95 Id. á las 9 92 96 93 94 Id. á las 12 78 93 86 86 Id. á las 3 t 76 91 79 82 Id. á las 6 81 94 84 86 Id. á las 9 84 94 87 88 Id. á las 12 86 96 94 92 H. media. 84 95 88 89 l*) Hí = 89, 7 + 0,1 sen. (a + 207° 24') + 1,9 sen. (2* + 212” 0'). 1.* década. 2.a 3.a Mes (•) mm mm mm mm Tm á las 6 m. . . * . . . 4,1 6,0 4,8 5,0 Id. á las 9 4.8 6,2 5,3 3,3 Id. á las 12 4,9 6,9 6,1 6,0 Id. á las 3 I 5,3 7,2 6,2 6,2 Id. á las 6. 4,8 6,7 5,6 5,7 Id. á las 9 n 4,7 6.3 5,2 5,4 Id. á las 12 4,4 6,1 8,1 5,2 Tn media 4,7 6.8 5,5 5,6 (,) x;=5rain,49 + 0,5ü sen. (a + 44» 15') +0,19 sen. (2a + 42°r>2'). C/> ffl 25 25 ‘223 CUADRO QUINTO. •«««» Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales . . 117 S ...... 90 . 133 S. 0 73 92 0 35 . 116 N. 0 88 Dirección de la resultante. . . 67° N. E. Intensidad (horas) 130 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera. Evaporación media 0mm,8 Id. máxima (dias o y 12) 1 ,7 Id. mínima (dia 9) 0 ,0 Dias de lluvia 11 Agua recogida < . 58mn\7 Id. en el dia 13 (máx.) 12 ,4 Dias despejados 6 Id. nubosos. . 9 Id. cubiertos 16 Dias de calma 2 Id. de brisa 10 Id. de viento 16 Id. de viento fuerte 3 CUADRO SEXTO. m 'O * "o «?■» O tí ”tí «c tí o p tí tí co 5C -2 tí C>Í _o o c I — . tí tí tí o I CC tí CO 0© r r r rv u> so^soocoooor-^ z Q ◄ Q tí? ©1 O *«5# SO ^ L^- Ct £¿3 xx 05C5 0iC5C5r< i ¡ s 3 • Z O flcC©OX!NeiCM ce a^H ^ SO SO «O CC 40 SO z w H -s? tí tí H <*? SO th O CS O tt r© ce ’©í CO SO so W so tí tí <^i a z t-^i^r-^ococs O acs L^SOOOOS ce S 1- o o© ©1 ©V CO ^ o K O vh O tt t*h r-« ’ i rH tí i> i^> i> r> I o o H 0 0. a a Z 5Z¡ W c/3 O tí £ S¿ c/i c/i 25 ce tí 1 Z § O OOit^O^OOOí o <*35 CO©l tí tí ce tí f~> 1 Miguel Merino. 225 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas que estaban floridas al principiar el mes de enero de 1864. Eriobolrya japónica, Lindl. Coronilla glauca, L. Clemalis cirrhosa, L. Arbutus Unedo, L. Anagyris foelida, L. Senecio vulgarís, L. Parietaria diffusa, Mert. Poa annua, L. PLANTAS FLORIDAS DURANTE EL MES. En la primera década . Verónica Buxbaumii, Ten. Verónica hederaefolia, L. Stellaria media, Smilh. En la segunda década . Medicago arbórea, L. Jasminum heterophyllum, Roxb. Ruscus aculealus, L. TOMO XVI. 15 En la tercera década . Caléndula arvensis, L. Fumaria officinalis, L. Braba muralis, L. Teesdalia Lepidium, DC. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de febrero de 1804. En este mes ocurrieron dos grandes descensos de tempera- tura, uno en la primera década, y otro en la madrugada del dia 21. En ambos casos el termómetro de mínima señaló casi la misma temperatura, de 8o, 1, y 8°, 3, un grado superior á la extrema de los dias 4 y 5 de enero. En la primera década de febrero el temporal presentó tres fases distintas. En los dias 1, 2, 3 y 4 fué despejado y poco ventoso, grato en las horas de sol y desapacible por la noche; en los tres siguientes, despejados aún, arreció el viento del N. E, y descendió considerablemente la temperatura; y en los tres últimos pasó el viento* al 0., sopló con mayor fuerza aún que en los anteriores, se entoldó en muy gran parte el cielo, lloviz- nó y cedió el frió intenso del período precedente. La segunda década fué medianamente nubosa, mas tran- quila en general que la anterior y de viento variable. En su primera mitad las nubes se conservaron en estado de celaje ex- tenso y uniforme, á través del cual se manifestaba por la no- che la luna rodeada de un halo perfectamente contorneado; la temperatura llegó á su valor máximo en el mes, y los vientos soplaron del O., S. ó E., y en la segunda engrosaron y se di- vidieron las nubes, sopló el viento del N. E. con bastante fuer- za, y la temperatura descendió de continuo hasta convertirse de elevada y benigna en muy desagradable. Mas frió que ningún otro del mes fué en sus primeras ho- ras el dia 21, poco nuboso y de viento; en el 22, despejado, aumentó algo la temperatura; y en los 23 y 24, templados ya, llovió á menudo, con viento del S. E , y del 25 al 29 soplaron los vientos del S. O. con mucha constancia y escasa fuerza en general, la atmósfera se conservó muy encapotada, y llovió ó lloviznó casi de continuo. DIAS 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 228 CUADRO BAROMETRO TERMOMETRO. A. máx. A. mili. T Am ril r 1. max. T. mín. mm mm o 0 0 714,01 710,93 1,1 7,9 -4,3 715,64 744,57 2,2 9,9 -4,1 715,98 714,37 2,7 10,7 —3,9 713,39 711,18 1,3 12,3 —5,0 700,25 707,26 2,7 7,3 -1,7 707,05 704,00 —0,6 4,6 —4,2 704,79 702,88 -0,7 5,9 —8,1 703,06 699,18 1,8 6,3 — 3,3 609,75 695,64 4,6 10,3 0,3 799,53 694,52 7,1 12,2 0,2 706,87 699,38 8,7 16,1 3,4 711,93 708,53 7,5 15,6 0,3 714,31 712,49 10,6 18,6 2,0 714,74 712,45 11,8 19,3 5,6 713,86 712,05 12,2 19,3 6,7 712,13 709,87 11,2 18,3 4,7 709,29 707,03 9,9 18,1 6,6 705,50 699,90 8,5 16,6 0,2 698,31 695,32 0,8 4,0 —5,0 693,18 690,26 -1,3 6,6 —5,8 697,47 693,79 -1,2 6,6 —8,3 698,82 697,16 1,8 3,9 -4,4 700,66 696,50 3,3 6,1 -1,7 700,92 698,87 5,9 11,0 —0,3 702,37 700,23 7,9 14,9 3,9 703,31 701,72 7,5 12,8 3,9 701,92 700,22 7,7 14,9 3,3 700,83 698,21 6,8 12.8 1,8 704,87 703,04 5,4 9,7 1,1 FRXlvUERO PSICRt Hm METRO. T 1 m ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. 80 mm 3.9 mm 1,0 mm » N.E. 0 1 82 4,3 1,1 » N.E. 0 2 80 4,4 1,0 )) N.E. 0 3 76 4,7 2,3 » N.E. 0 4 78 4,3 2,5 )) N.N.E. 1 5 80 3,4 2,3 )) N. 1 6 89 3,9 2,3 )) N.-O. 1 7 95 5,0 1,8 » o.s.o. 7 8 83 5,2 1,5 1,0 0. 7 9 81 6,1 2,6 0,6 0. 9 10 74 6,2 2,3 » N.O.-S. 5 11 83 6,6 1,0 » O. (var.) 4 12 75 7,2 2,2 » E.S.E. 3 13 72 7,3 1,9 » E, (var.) 5 14 74 7,9 2,2 » s.s.o. 7 15 73 7,1 2,3 » o.s.o. 6 16 74 6,7 2,1 » (Var.) 3 17 76 6,4 2,5 » N.N.E.-O. 5 18 80 3,8 2,5 » N.E. 6 19 83 3,3 1,9 » (Var.) 3 20 78 3,3 1,5 » S.O. (var.) 3 21 80 4,2 1,2 » S.S.O.-N. 1 22 98 5,7 1,0 7,9 S.E. 9 23 96 6,8 0,0 7.7 S.S.E. 9 24 93 7,4 0,3 2,4 S.S.O. 10 25 94 7,2 0,1 1,3 S.O. 8 26 91 7,1 1,2 0,6 s.s.o. 6 27 87 6,5 1,1 » o.s.o. 7 28 93 6,2 1,7 1,0 o.s.o. 7 29 230 CUADRO SEGUNDO. 1 BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Am á las 6 ni 707,49 706,49 699,71 704,74 Id. á las 9 . . 707,70 706,96 700,38 705,17 id. á las 12 706,99 706,62 700,17 704,74 Id. á las 3 1. ............ . 703,79 703,50 699,10 703,61 Id. á las 6.. ...... o ..... . 703,97 705,87 699,65 703,97 Id. á las 9 n. 706,51 706,32 700,61 704,62 Id. á las 12. . 706,58 706,38 700,95 704,76 * * 706,72 706,31 700,08 704,52 A. máx. observadas (1) 713,98 714,74 704,87 715,98 A. rain, observadas (2).. .... 694,32 690,26 693,79 690,26 Oscilaciones estreñías. ...... 21,46 24,48 11,08 25,72 Üm diurnas. ............... 2,89 3,28 2,38 2,87 0. máx. (3). .............. 5,01 7,49 4,16 7,49 0. mín. (4). ............... 1,07 1,81 1,59 1,07 (1) Dias y horas de la observación.. 3-9 m. 14—9 m. 29-9 n. 3-9 m (2) Id 10-6 t. 20-3 t. 21 — 6 m. 20-3 t. (3) Dias de la observación. . . . . 10 11 23 11 (4) Id 2 15 26 2 (*) Ax— 70ini!,l,o0 + 0,42 sen. (a? + 185° 26') + 0,49 sen. (2 x + 15(j 0 2'). 231 CUADRO TERCERO. TERMÓMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tm á las G ra -2°, 4 3o, 8 — 1°,0 0o, 8 Id. á las 9 — 0 ,2 5 ,9 3 ,7 3 .1 Id. á las 12 5 ,1 11 ,3 7 ,2 7 ,9 Id. á las 3 t .... 6 .9 13 ,5 9 ,3 9 .9 Id. á las 6 4 ,2 9 ,6 G ,4 G ,8 Id. á las 9 n 2 ,0 6 ,6 4 ,2 4 ,5 Id. á las 12 .... 1 ,2 5 ,0 3 ,2 3 ,1 T 2 ,5 8 ,0 5 ,0 o 2 Oscilaciones 20 ,4 23 ,1 23 .2 27 ,6 T. máx. al sol (1) 25 ,6 33 ,1 24 ,6 33 ,1 Id. á la sombra (2) 12 ,3 19 ,3 14 ,9 19 ,3 Diferencias medias 7 ,7 8 ,6 7 ,0 7 .8 T. mín. del aire (3). -8 .1 —5 ,8 —8 ,3 —8 ,3 Id. por irradiación (4) -11 ,8 —8 ,6 -13 ,7 -13 7 Diferencias medias 2 ,3 1 ,6 1 ,9 2 ,0 Oin diurnas 12 ,1 13 ,6 10 ,9 12 ,2 0. máx. (5) 17 ,3 1 6 , G 14 ,9 17 ,3 0. mín. (6) 8 ,8 9 ,0 7 ,8 7 ,8 (1) Üias de la observación 4 13 22 13 (2) Id 4 14 y lo 23 y 27 14 y 15 (3) Id 7 20 21 21 (4) Id 7 20 21 21 (3) Id... 4 13 21 4 (6) Id 6 19 23 23 (*) Tx=4°,7o + 3,92 sen. (x+ 37» 13') + 1,36 sen. (2® + 38° 40'). CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Hra á las 6 m 97 86 93 92 Id. á las 9 91 86 96 91 Id. á las 12 75 72 90 79 Id. á las 3 t 69 60 77 69 Id. á las 6. 75 67 89 77 Id. á las 9 n 82 80 92 84 Id. á las 12. 88 84 92 88 H. media ^ . 82 76 90 83 C) Hx = 83,4 + 9,6 sen. (x + 208° 42') + 4,7 sen. (2 x + 198° 26'). 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tm á las 6 m.. 3,8 5,3 4,8 4,6 Id. á las 9 4,1 5,9 6,0 5,3 Id. á las 12 4,9 7,3 7,0 6,4 Id. á las 3 t 5,2 7,3 6,8 6,5 Id. á las 6 4,6 6,2 6,4 5,7 Id. á las 9 n- 4,5 6,0 5,7 5,4 Id. á las 12 4,4 5,7 5,5 5,2 Tn media 4,5 6,2 6,0 5,6 (*) T« = 3 ram,48 + 0,82 sen. ( x + 45° 0') + 0,34 sen. (2 x + 6o° 42',. a 233 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales . 02 . E 130 43 . E 38 s 121 S. 0 81 0 112 N O IX® «oto 79 Dirección de la resultante.... 01° N. O. Intensidad (horas). 73 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media.. lmm,6 Id. máxima (dia 10).. ........ . 2 ,6 Id. mínima (dia 24) 0 ,0 Días de lluvia Agua recogida Id. en el dia 23 (máx.). ....... Dias despejados. 8 Id. nubosos 17 % Id. cubiertos. 4 Dias de calma 0 Id. de brisa 5 Id. de viento 14 Id. de viento fuerte. .............. 10 8 22ran\5 7 ,9 CUADRO SEXTO. 234 L t > y s o V. <^J -e> o «c o O NUBES. ÍO O íO O íín^ r. n SO M O o - •< ' O ^ICS^COrHOOOíC UJ S oot-oot^csaL^i^ s a ¿ o gOOM^^^I^líC c/5 a ^ ^sjí ce" «O O ce C© te a H x cd a H ei ei se oo ©i oo tí ryi o co oo to ce ce fin s a H rH (N ¡¿ CAÍ C/Í 5¿ ce a X O >— < e h o x ce o <1 o: co th th co (N ei ei w> tí ce eo O Miguel Merino. JARDIN BOTANICO DE UDIIID. Plantas floridas durante el mes de febrero de 1864. En la primera década . Bellis perennis, L. Taraxacum obovatum, DC. En la segunda década . Mahonia Aquífolinm, Nuil. Viburnum Tinus, L. Malcomía marítima, 11. Br. Taraxacum Dens-leonis, Desf. Corylus Avellana, L. Gladiolus tristis, L. En la tercera década, Verónica triphyllos, L. Amygdalus communis, L. Ulmus campestris, L. Cornos mas, L. Estudios acerca de la especie , con motivo de una revisión de la familia de las cupulíferas; por Mr. Alf. de Candolle. (CONCLUSION.) El roble común de Europa ( Quercus Robur , L.) es anti- guo en todo nuestro continente: no puede dudarse de su abun- dancia en la época de los Galos y de los Germanos; y como existe en gran cantidad en las islas Británicas, aun en Irlanda, que se ha separado antes de la Gran-Bretaña , según dicen los geólogos, es ciertamente su presencia en el Oeste de Europa muy anterior á la época histórica. Parece el roble posterior á la época mas antigua, en que se ha supuesto existir un con- tinente entre Irlanda, Portugal y las Azores, porque falta en estas islas y en Madera al menos como especie espontánea. En la cuenca del Mediterráneo se esparció en otro tiempo nuestro roble como el haya y el castaño, según lo demuestra su presencia actual en Sicilia y Cerdeña: abunda en una y otra aun al pié de las montañas, y por esto su falta completa en la Argelia es un fenómeno tan estraordinario como la del castaño, y da lugar á las mismas suposiciones. Mas admirable es quizá que las dos categorías de formas hereditarias de nuestro roble, las de frutos pedunculados y 237 cortos pecíolos y las de frutos sentados (1) y largos pecíolos, se encuentran en todas las islas inmediatas á Europa, bien al Mediodía, bien al Oeste. Así estas dos formas, de las cuales, sin embargo, no puedo hacer mas que dos razas, fundándome en detalles precisos y numerosos, estas dos formas heredita- rias, repito, son mas antiguas que la separación de la Irlanda respecto de la Gran-Bretaña, tenida por mas antigua que la formación del Paso de Calais. Vése, pues, cómo la fecha de una forma vegetal queda poco demostrada cuando se ha comprobado que es de la naturaleza de las variedades ó de las razas. La yedra de hojas anchas, llamada yedra de Islán- dia, existia ya en concurrencia con la forma ordinaria en los terrenos diluvianos de la región mediterránea (2) con varias especies estinguidas ; y las tobas en que descansa el Etna desde los primeros tiempos de nuestra época, contienen el mir- lo actual con tres de sus variedades (3): probablemente hay también formas llamadas específicas, según los medios de que disponemos, que son sin embargo menos antiguas que ciertas razas ó variedades demostradas. El Quercus Robur se estiende hasta el Norte de Persia: también en el Asia oriental y en América se halla repre- sentado por formas muy análogas que llamamos especies, quizá á falla de buenas observaciones sobre los estados intermedios ó las variaciones del mismo árbol. Citaré en Asia los Q. macrantherci, Fisch y Mey, mongólica , Fiscli (que Pallas había tomado por el Robur), Mac Cormickii Carruthers; en América los Q. Douglasii , Hook y Arn., lobala, Nee, Garryana , Hook, y Drummondii, Liebm. Al ver los ejemplares de estas especies no puede desecharse la idea de que tal vez provengan del Q. Robar , ó con el Robur , de una ó varias formas anteriores tan inmediatas, que no (1) M. H. C. Watson me ha participado haber demostrado el carácter hereditario del Quercus Robur sessiliflora : presumo que los silvicultores habrán observado hechos análogos acerca del pedunculata, pero no los conozco exactamente. (2) Gaudin, 1.a y 5.a memoria. (3) Tornabene, loe. cit. 238 hubiera sabido un naturalista si debia llamarlas especies ó variedades. Las formas actuales del Asia oriental y de la América septentrional, especialmente las de California, próximas al Robur , como también el Q. Robur de Europa , con todas sus modificaciones, apenas se distinguen por sus hojas, de muchos robles fósiles del principio de nuestra época. Mr. Ch. Gaudin ha representado muchos (1) pertenecientes á los terrenos di- luvianos de Italia, y los refiere por lo común á formas actua- les del Robur , y algunas veces á especies distintas que hayan cesado de existir. Los ejemplares fósiles no son absolutamente mas que hojas en que no aparecen visibles la pubescencia y otros detalles ; pero en las formas actuales del Robur no me atrevería yo aun después de un año de estudio, á determinar una especie sin ver frutos y flores de diferentes edades, re- sultando que es sumamente oscura la relación de las formas actuales con las precedentes. Parece, sin embargo, que las formas afines al Robur no existían en Europa en la época ter- ciaria, porque todos los robles descubiertos en los depósitos miocenos y aun pliocenos tienen hojas estrechas, enteras ó den- tadas, rara vez lobadas; es decir, que se parecen mucho mas al Q. llcx ó á ciertas especies actuales de Méjico y del Mediodía de los Estados-Unidos, que á nuestro Quercus Robur (2). No se ha indicado esta especie en la isla de Chipre (3). Definitivamente, para la historia de las formas del Q. Robur, podemos remontarnos hasta los principios de la época actual en Europa y nada mas. Estas formas existían anterior- mente en el Asia occidental, desde donde han debido venir á Europa, emergida la región caucásica y establecida la comu- nicación, es decir, hacia fines de la época terciaria; ¿halla— ríanse en el continente de Escandinavia que existia en la época terciaria, cuya temperatura podría ser análoga á la de la parte actualmente templada de Europa, y que después se unió con el continente de los Alpes? ¿Las formas muy parecidas al (1) 3.a memoria, lam. 2.a; 4.a mem., lam. 2. ' (2) Heer, Flora lertiaria , t . 74-77, (3) Pefich. Enum. Kotschy. Exsicc. m Robur, que existen en el Nordeste de América desde principios de nuestra época terciaria, y aun quizá desde tiempos ante- riores, y que sin perturbación han podido continuar hasta nuestros dias, son el origen de las formas análogas del Robur europeo, y la contigüidad probable de América con el Asia oriental en tiempos tan antiguos su medio de difundirse? Todas estas son cuestiones todavía muy dudosas, que quizá podrán aclarar algún dia los descubrimientos paleontológi- cos; pero que seria preciso ver resueltas negativamente para llegar á la idea de creaciones especiales y locales de las for- mas de que acabamos de hablar, aun llamando creación, como lo hace Mr. Heer, á una modificación repentina y duradera de las formas preexistentes. Acabamos de llegar casi involuntariamente á la cuestión de origen, que se escapa á la observación de las razas y de las especies, así como á la de los grupos naturales de varias es- pecies afines, de los géneros, de las familias y clases: volva- mos á la historia del Quercus Robur en su parte accesible y apreciable. Una vez en Europa, se ha esparcido con facilidad y bajo varias formas hacia el Oeste , como lo hemos dicho al hablar de Irlanda. Algo después, pero antes de la separación de Córcega, Cerdeña y Sicilia respecto del continente europeo, aunque después del origen de la isla de Chipre y probablemen- te después que existia el mar situado entre la Argelia y las is- las de Cerdeña y Sicilia, se ha esparcido por el Mediodía de. Europa: son estos los mismos hechos y las mismas hipótesis que los relativos al castaño. La presencia más antigua del Q. Jlex ó encina común en la región mediterránea, se demuestra por su habitación en Arge- lia, como también en Europa y en las islas intermedias: igual- mente se han encontrado sus hojas en las tobas modernas de Lí- pari, y el Q. ilicoides Heer, representado en la Flora terciaria , t. LXXVíl y CU, hallado en Suiza en una antigua capa mió- cena, se parece mucho á la variedad actual agri folia del llex. No se ha indicado, sin embargo, la especie en la isla de Chipre, emergida probablemente un poco antes de nuestra época; y á no ser esta una omisión en que se haya incurrido por su mis- ma abundancia, que puede haber hecho que tuviera poco inte- 240 rés para los colectores, seria un nuevo hecho que vendría en apoyo de la opinión de Mr. Gaudry. Tampoco se ha encontra- do el Q. Ilex en las tobas del Etna; pero estos argumentos ne- gativos tienen menos fuerza que su presencia en los depósitos de Lípari, presencia muy segura, porque no cabe equivocación según las hojas que representa Mr. Gaudin. Existen en Asia algunas formas sumamente parecidas del Q. Ilex, á saber: el Q. Baloot, Griff, en Affghanislan y el Q. phillyreoides A. Gray en el Japón. Según el doctor Hooker de- bería existir el Q. Ilex en el Himalaya; pero probablemente lo confunde con la forma del Baloot de Grifíilh, cuya identidad específica no se ha demostrado. Estos hechos, de una natura- leza dudosa, parecen un indicio de que el Ilex ha debido tener una existencia muy antigua en el continente asiático-europeo, y que ciertas variedades, que algunos botánicos han llamado especies, habrán procedido de aquel en el Japón y la India, como muchas de las existentes en Europa. Los Q. chrysolepis , lutescens y virens (ó sea oleoides) del Mediodía de los Estados-Unidos y de Méjico son también for- mas muy parecidas al Ilex, pero el Q. virens , cuyos frutos he podido examinar, me ha presentado el singular carácter de tener una sola masa cotiledonar en vez de los dos cotiledones del Ilex (1): así quedaría encubierta una diferencia profunda con un aspecto uniforme. He dicho hace poco que el Q. Ilex existe en las dos costas del Mediterráneo, lo cual es cierto, especialmente tratándose de la variedad Ballota , común en España y en Argelia, y lo mis- mo sucede con otras especies y variedades de encinas de que todavía no he hablado. El Zen de Argelia (Q. Mirbeckii , Bu- rlen) no difiere de la variedad del Q. lusüanica, llamada boe- tica por Webb. En general, el Q. lusüanica es una especie mediterránea polimorfa y muy esparcida: conozco once varie- dades de ella, de las cuales una (■ var . Clusii) existe en España y en el Asia Menor. El alcornoque (Q. Súber , L.) existe en Ar- (l) La anomalía del Q. virens la acaba de confirmar M* J. Gay, al cual había hablado yo de ella, comprobándola en una semilla fresca procedente del jardín de Montpeller. 241 geíia, en España, en el Mediodía de Francia, en Italia y en las islas intermedias. Ciertas variedades del Q. coccifera y otras del Q. calliprinos, se hallan igualmente esparcidas á la vez en las islas y en las cosías del Mediterráneo, hoy separadas, ad~ virtiendo que cito, como puede reconocerse, variedades más bien que especies á fin de razonar sobre formas idénticas. Las causas que han impedido en Argelia la existencia del haya, castaño y roble, no han tenido influencia sobre tales varieda- des ó especies; ¿pero estas causas son configuraciones geográ- ficas anteriores, condiciones de clima que hayan variado, ó unas y oirás sucesivamente combinadas? Este es el problema; y bien se consideren respecto de cada especie una á una ó en su conjunto, nunca se cambia. Las hipótesis que convienen mejor con los hechos podrán ser las siguientes. En la época terciaria, las encinas y robles, hayas y casta- ños, correspondían á especies muy cercanas de las actuales de Méjico ó del Mediodía de los Estados-Unidos, é igualmente de algunas también actuales del Mediodía de Europa y del Asia occidental, sin que se haya podido demostrar la identidad de ninguna forma, quizá porque los frutos no se encuentran entre los fósiles: esto es fácil de comprobar examinando las láminas de la Flora terciana Helvética de Mr. Heer. En la época del terreno terciario mioceno (1), Andalucía tocaba con Africa, y un angosto brazo de mar la separaba del centro de España; Córcega y Cerdeña reunidas comunicaban con los dos conti- nentes actuales de Europa y Africa; Sicilia tocaba con Italia, y quizá había otras comunicaciones terrestres que han desapa- recido en las partes anchas ó profundas del actual Mediterrá- neo. A fines de la época terciaria y durante un tiempo más ó menos largo, la vegetación caracterizada por formas america- nas, que existia en la región mediterránea, y que una tempe- ratura más elevada hacia adelantar hacia el centro de Europa, ha debido ser alterada por el levantamiento de los Alpes y del Cáucaso, por la elevación de la Anatolia oriental en el sitio del mar, que separaba allí á Europa de Asia, y por la proba- (1) V- la carta publicada por Mr. SIeer al fin de su obra y en la traducción francesa de taparte general. TOMO XIV. 16 242 ble depresión de un continente que se prolongaba desde Euro- pa hacia el Atlántico. Muchas especies debieron estinguirse y habrán quedado acá y allá por ambas costas del Mediterráneo y sus islas, las especies más esparcidas y robustas, por ejem- plo, tratándose de las encinas y robles, los Quercus lusitanica , humilis , Súber , llex , coccifera, con otras probablemente que después cesaron de existir. La invasión de los hielos perpetuos alrededor de los Alpes y en Italia, á mediados de la época si- guiente, efecto y causa de un descenso de temperatura, pudo destruir algunas especies en la parle septentrional del Medi- terráneo, pero parece que más bien debió producir el efecto de retirarlas sobre el litoral ó el de limitarlas á ciertas locali- dades escepcionales, como Niza, Sarzana, etc. El Quercus fío- bur , el Q. Cerris, el haya y el castaño, habrán llegado al Me- diodía de Europa cuando el mar separaba ya al Africa de Gi- b ralla r y de las islas de Cerdeña y Sicilia, pero antes de que se separasen estas islas del continente europeo. Serian un ca- so particular del gran fenómeno concebido por Mr. Heer de una sustitución de formas asiáticas á las formas terciarias eu- ropeo-americanas cuando se destruyó la comunicación terres- tre por la parte de América, abierta después por el lado orien- tal de Europa, y cuando la temperatura descendió por efecto, ya de causas locales, ya de causas generales que ha analizado muy bien. En la distribución actual de las cupulíferas y en las observaciones que hace poco se han hecho respecto de los fó- siles de la época diluviana, nada veo que no se halle conforme con las ideas de nuestro sábio compatriota. El profesor, Mr. Oliver (1), en una memoria publicada hace poco acerca de la hipótesis de la Atlántida, insiste acer- ca de las grandísimas analogías de las floras de América y del Japón, y en las débiles analogías de las de América é islas Canarias, Madera y Azores, para admitir con mayor probabi- lidad antiguas comunicaciones entre el Oeste de América y el Asia oriental, las cuales habrían conducido las especies hasta la. región del Mediterráneo. La falla de nuestras cupulíferas en (1) The Atlantis hypothesis in its botanical aspect, en el periódico The natural histor y rewiew, abril 1802. m las islas, que podrían ser los reslosde la Atlántida, concuerda con oíros hechos reunidos por Mr. Oliven no obstante, las dos hipótesis no son tan diferentes como parecen serlo. Mr. Heer sospecha que la Atlántida ha debido sumergirse primero por el lado de América: este fenómeno ha podido ser muy antiguo en la época terciaria y aun anterior á ella, continuando las co. municaciones entre América y Asia; y de aquí resultaría úni- camente que las especies más antiguas de nuestra vegetación mediterránea deben tener mucha antigüedad. En general, es de observar que en este género de conside- raciones é investigaciones se llega con facilidad á presumir ó demostrar emigraciones más bien que modificaciones de for- mas. Sin embargo, si las introducciones de especies en un país por emigración se ven en nuestros dias de una manera segura, y parecen infinitamente probables respecto de las épocas ante- riores, hay probabilidades también de que ciertas formas cam- bien ó hayan cambiado lentamente; en otros términos, que se crean ó hayan creado algunas variedades, las cuales se con- viertan ó hayan convertido en hereditarias, de {al manera que con frecuencia las llamamos especies por desconocer su origen, á no ser en los vegetales cultivados y en los animales domés- ticos. No será ocioso repetir que ciertas formas, las cuales ? según todos confiesan, pueden ser derivadas y no constituyen especies, existían ya en los tiempos históricos más antiguos y aun millares de años antes. No olvidemos que las formas prin- cipales del mirto común, del pistacho actual y de la yedra lla- mada de Irlanda, se han hallado en los depósitos que han se- guido á la época terciaria, antes de la formación de la enorme montaña del Etna. A decir verdad, no sabemos la fecha y ori- gen preciso de ninguna raza de vegetales espontáneos ni tam- poco de animales silvestres: únicamente puede contarse con demostrar que una forma hereditaria ha parecido, quizá por inmigración, en tal época en un país determinado, oque con- forme á las transiciones y á la distribución geográfica de for- mas muy análogas, probablemente se han derivado de otras formas, pero el hecho mismo del origen nos es desconocido. Esto debería servir para calmar algún tanto la impaciencia de las personas extrañas á la historia natural, que dan mucha im- 244 portancia á que una forma sea declarada especie ó raza. El origen de unas y otras es seguramente muy oscuro, ordina- riamente muy antiguo, y probablemente de una naturaleza bastante semejante, siendo los grupos llamados razas, especies, géneros, familias, clases, con todos sus intermedios, asociacio- nes análogas, regidas bajo determinados aspectos por leyes uniformes. La ciencia consiste en la investigación de su siste- ma de formación sucesiva, y hasta ahora no puede suministrar más que indicios é hipótesis: si algún dia da una solución cierta, el público deberá inclinarse ante ella, como ante toda verdad demostrada. Puesto que sigo tales indicios é hipótesis, aprovecharé esta ocasión para hablar del sistema de Mr. Charles Darwin, el más moderno y al mismo tiempo el más ingenioso y completo de los sistemas fundados en una evolución de los séres organizados en la série de los tiempos. Como los progresos de la Geología han demostrado la anti- güedad de los séres organizados en las capas lerreslres y una sucesión de formas, según leyes bastante regulares, debía su- ceder que prevaleciese de nuevo la idea de una derivación sucesiva de las formas de otras anteriores análogas. A ello conducía por analogía el triunfo del sistema de la epige- nesia de los órganos; y por último, los recientes experimen- tos que han hecho retroceder cada vez más el sistema de la generación espontánea, vienen á aumentar todavía esta ten- dencia inevitable de los naturalistas por la teoría de la evolu- ción. Efectivamente, si estuviésemos seguros de que los cuer- pos inorgánicos fuesen hoy y á nuestra vista transformados en cuerpos organizados, parecería muy sencillo que en ciertas épocas y aun con frecuencia, hubiese sucedido lo mismo; pero precisamente es lo contrario lo que se ha demostrado, y es probable por consiguiente que antes, lo mismo que en el dia hayan cambiado las formas por evoluciones de otras anteriores organizadas. No es lo difícil probar que de una generación á otra se ve- rifican cambios de forma algunas veces considerables, porque lo demuestran cada dia las monstruosidades y muchas anoma- lías menos notables. Siento como hecho, que un botánico algo 245 ejercitado en la investigación de las monstruosidades podría hallar cada dia en el campo, lo menos un ejemplo de desarro- llos monstruosos, de modo que mil botánicos podrían hallar al año 365.000. Las anomalías ligeras son frecuentes, y la seme- janza completa entre dos generaciones consecutivas es más ra- ra que las monstruosidades bastante distintas. Así es que na- cen á nuestra vista, sin que ejerza ninguna influencia el hom bre y por causas desconocidas, un grandísimo número de for- mas algunas veces tan diferentes, que -si fuesen duraderas, podrían constituir géneros y aun familias (1). Supongamos que en Europa pueda una nueva forma específica llegar á durar cada año, una sola forma genérica cada diez años, y otra de familia cada cien años: la Flora europea estaría más cambiada al cabo de un millar de años que al pasar del terreno mioceno al plioceno, del plioceno al diluvium, etc. De modo que la verdadera dificultad no consiste en la pro- ducción de las formas, sino que es necesario probar que las nuevas formas más ó menos anómalas, nacidas con frecuencia, se propagan y se conservan de cuando en cuando, constituyendo enmedio de las antiguas formas, otras hereditarias permanen- tes. Mr. Darwin se ha colocado por consiguiente en el punto esencial de la cuestión, buscando una causa por la cual deban haberse fijado necesariamente las variaciones de una genera- ción á otra, en vez de desaparecer, gracias á un efecto de las leyes conocidas del atavismo y de la fecundación con los nu- merosos individuos de la antigua forma, ó por imposibilidad de la nutrición ó de la reproducción de los nuevos séres, resul- tante de su estructura; y ha creído hallar esta causa en la elección natural ( natural sdeclion) de las formas más robustas, mejor adaptadas á las circunstancias esteriores, entre todas las (1) Por ejemplo, la adormidera de estambres trasformados en pistilos que se conserva por semillas con bastante regularidad en los jardines. Véase Bonplandia 1859: Bull. Soc. bol. de Franc. 1861; Vilmorin Annuaire, 1861, Malbranche. Quelques faits de leralologie, en el Precis acad. de Rouen, S857, 58, con una lámina. Según este último, de 154 plantas sembradas, solo una ha vuelto al tipo primi- tivo común. m que se producen á expensas de las formas más débiles y me- nos adaptadas, que resisten por tan!o con dificultad. En apoyo de su teoría presenta multitud de observaciones delicadas y exactas, acerca de la manera como viven las especies de ambos reinos, y sobre las complicadas correlaciones de individuo á individuo, de variedad á variedad, del vegetal al animal. In- siste más y mejor de lo que antes se había hecho acerca de la lucha incesante de los séres organizados, que limita sus nú- meros relativos á pesar de los medios ilimitados de propaga- ción; finalmente, y es quizá la parte en que está más fundado, manifiesta de qué manera la teoría de la evolución es necesa- ria para explicar ciertos problemas que de otro modo son irre- solubles, por ejemplo: la existencia de órganos rudimentarios inútiles al individuo ó mal conformados para su uso , los cua- les han podido ser útiles para sus antepasados y de los que ha- bría herencia; la falta de ciertas especies de un país en que podrían vivir hoy hasta tal punto que prosperan en él libre- mente cuando se las trasporta, como el caballo en América y el Erigeron canadense en Europa; la semejanza de los séres organizados de una época con los de la época anterior en la misma parte del mundo; cierta marcha uniforme que se obser- va sin embargo en la sucesión de los séres organizados; y por último, la justa posición habitual de especies análogas, es de- cir del mismo género ó de la misma división de un género, en una misma región, la existencia frecuente de cada una en una isla del mismo Archipiélago, y el hecho de que no se hallen re- partidas en todos los países que tienen hoy y han tenido ante- riormente el mismo clima. La probabilidad de la teoría de la evolución, debia espe- cialmente llamar la atención de los hombres que no creen en la generación espontánea, y de los que rechazan la idea de una fuerza creadora , ciega ó caprichosa, que hubiese dado á los mamíferos del sexo masculino mamas rudimentarias inú- tiles; á algunas aves alas que no pueden servirles para volar; á la abeja un dardo que, si lo emplea en su defensa, le produce la muerte; á la adormidera y á muchas campánulas, cuya cáp- sula está derecha, una dehiscencia de la misma cápsula hacia la punta que dificulta la diseminación; á los frutos con semillas 247 estériles de muchas compuestas un vilano y á las fértiles nin- guno, ó uno que se cae en vez de servir para el trasporte á distancia. Todas estas singularidades, ó mejor diremos, todos estos defectos repugnan y perjudican á la teoría de una crea- ción directa de formas, según las vemos, ó se han visto en la época del trias ó del terreno mioceno; pero otra cosa sucede con el sistema de la evolución. Estas inutilidades ó defectos de organización mostrarían en cada sér una herencia de antepasa- dos á quienes aprovechaban en condiciones de organización más ó menos diversas, con enemigos distintos ó condiciones físicas de otra naturaleza. Así que llega á ser inútil y hasta perjudicial la herencia, se estinguen las especies: su organización primitiva les hizo prosperar en otro tiempo y en el dia les ha hecho declinar estinguiéndose finalmente, de la misma manera que ciertas gran- des cualidades de un pueblo ó ciertas ventajas naturales que en otro tiempo le hiciesen prosperar, le son después inútiles y aun perjudiciales hasta el punto de hacerle perecer. Las anomalías entran en este caso en una gran ley, y hallo muy natural que personas distantes de las ideas materialistas, y que aun tienen una tendencia marcada por ciertas opiniones, como son el doc- tor Hooker, Mr. Asa Gray y el profesor Heer, prefieran la teo- ría de la evolución y se adhieran más ó menos á las doctrinas y estudios con los cuales se trate de demostrar. Sin embargo, es preciso distinguir la teoría misma de las demostraciones ó deducciones por cuyo medio se trata de esta- blecer, y en este punto, muchos naturalistas, admirando la sagacidad de Mr. Darwin y la grandeza de sus ideas, se sepa- ran de él ó vacilan en seguirlo. Si se considera la teoría de la evolución como una hipótesis destinada á explicar muchos he- chos importantes, que no se explican de otra manera, me pa- rece que es sumamente de desear, y en efecto da cuenta de los hechos más oscuros de la historia natural y de la Paleontología; pero examinando las pruebas que se presentan en apoyo, sin exceptuar las muy variadas é ingeniosas de Mr. Darwin, las encuentro insuficientes y con frecuencia controvertibles. Qui- zá se dirá que las grandes hipótesis se consideran en física co- mo realidades, aunque desprovistas de pruebas directas y úni- camente porque explican todos los hechos conocidos; sin em- 248 bargo, se buscan pruebas, se quisieran tener y se discuten cuando se manifiestan. Los físicos con este propósito idean ex- perimentos ó hacen cálculos; los naturalistas, como no pue- den crear séres organizados, ni ver el origen de cosas infinita- mente pequeñas ó sumamente antiguas, deben observar los he- chos, comparar y pesar en su ánimo el valor de indicios y ar- gumentos muy variados. Pero la opinión de Mr. Darwin de una elección necesaria y natural de las formas y cualidades de los individuos, que produzca una sucesión de séres diferentes en la série de tiem- pos muy prolongados, es una de las ideas nuevas que cambian la dirección de las inteligencias, porque tiene ciertamente mucho de verdadero y una considerable importancia. La cues- tión consiste en saber si hay otras causas que obren en sentido contrario, las cuales Mr. Darwin habria despreciado ó juzgado menos influyentes de lo que en realidad son. Habla del atavis- mo y de la fecundación de individuos antiguos y numerosos con los nuevos individuos modificados que conducen á las for- mas medias preexistentes; pero quizá no da á estas causas todo su valor: conviene Mr. Darwin por lo demás en que las modi- ficaciones útiles á la especie son raras y en que se hacen mu- chas inútiles y por consiguiente transitorias. Podría añadirse que por una ley conocida del contrapeso de los órganos y de las funciones, cuando existe una modificación útil en un pun- to del sér, resulta otra en sentido contrario en otro punto; así es que una raza de animales cuya grasa se haya desarrollado mucho, resulta poco á propósito para la reproducción; los ca- ballos ingleses tan veloces en la carrera no pueden vivir al aire libre en climas muy rigorosos; la mayor parle de los ve- getales cultivados, cuya producción se ha forzado para dar azúcar ó fécula, no florecen, como se ve en la caña de azúcar, ó contraen enfermedades, de lo cual es un ejemplo la patata. Probablemente suceden hechos análogos en las especies silves- tres; pero no insisto sobre este particular por el temor de in- currir en una falta, que se ha censurado á Mr. Darwin, á sa- ber, la de aplicar con frecuencia á los hechos puramente natu- rales las consecuencias deducidas de los hechos observados en los individuos domesticados ó cultivados. 249 Es preciso convenir con el mismo Mr. Darwin, cuya fran- queza es una de las cosas que más encantan en sus escritos, en que las modificaciones sucesivas de las especies por elección natural, deberían ser escesivamente lentas, hasta el punto de hacerse posible que en una série de muchos miles de años no se reconociesen absolutamente. En efecto, en el período actual histórico nada se descubre (1); y al contrario, se ha demostra- do en ciertas especies una estabilidad de formas y de suscep- tibilidad respecto de la temperatura muy constante desde hace unos tres mil años. Las razas humanas presentan un ejemplo instructivo bajo este punto de vista: seguramente, después de los antiguos hebreos, griegos y romanos mucho han luchado entre sí los hombres de la raza blanca, bien individual ó co- lectivamente: los más débiles bajo el punto de vista físico ó intelectual han tenido siempre desventaja; los más fuertes, física ó moralmente los han aventajado siempre; y sin embar- go, sea en cuanto á la inteligencia, ósea respecto de la belleza física, fuerza y salud, no puede decirse que haya una diferen- cia evidente entre los modernos y los antiguos, y hasta es creíble que sea nula, porque unos la aprecian en un sentido y otros en otro. En nuestras sociedades modernas en que la esta- dística ha aclarado tantas cuestiones, las familias y poblacio- nes que alcanzan mayor cultura intelectual, se extinguen más pronto que las demás, y un desarrollo físico excesivo causa también otros efectos perjudiciales; y así es cómo la ley de contrapeso de que antes hablaba, origina un término medio, á pesar de la elección sucesiva natural, cuya existencia no quie- ro sin embargo contradecir. Su efecto seria de una lentitud infinita, como sostiene Mr. Darwin, y siendo combatido por otras causas, á veces muy activas, deberia ser de una lentitud irregular como también lo dice: nada tengo que oponer á esto, sino que la consideración de tiempos tan dilatados, hace en nuestro ánimo variadas im- presiones. No solo nos aterra la idea de lo infinito, cuando la (1) En esto sentido está escrito el discurso leido á la Real Aca- demia de Ciencias de Madrid el dia 9 de junio de 1800, y publi- cado en el tomo 5.° de sus Memorias. — M. C. 250 suponemos reinante en una región inaccesible á nuestro espí- ritu, sino que cualquiera vacila al hablarle de espacios de tiempo que no está acostumbrado á considerar. Para un hom- bre sin instrucción y sin conocimientos históricos serán algu- nos centenares de años los que confundan su imaginación; pa- ra un hombre instruido, pero ageno á ciertas ciencias, serán algunos miles de años; para un físico ó un geólogo serán mi- llones de años, y de ellos se trata efectivamente en la teoría de la evolución y en la opinión particular de Mr. Darwin. An- te esta idea se retrocede con más ó menos temor, y la razón lo justifica en cierto modo, porque nos dice que ha podido haber causas naturales de que el hombre no haya sido nunca testigo y de las que no haya conservado tradición alguna, las cuales, en épocas muy distantes, podrían obrar de una manera que nos es desconocida: la timidez en este caso es verdaderamente prudencia. Resumiendo este trabajo, en el cual he llegado por medio de observaciones secundarias y minuciosas á las cuestiones más elevadas de la ciencia, diré: 1. ° Es posible, por medio de ejemplares numerosos y bien elegidos, establecer en el reino vegetal, grupos comprendidos unos en otros, los más pequeños muy numerosos, muy mal determinados en sus límites y que constituyen sub-variedades, variedades ó razas, por medio de caractéres susceptibles de variar en el mismo individuo; estando asociadas dichas varie- dades ó razas en especies algo menos vagas, y formando las especies grupos superiores ó géneros bastante precisos, hasta tal punto, que lodos los hombres han reconocido estos grupos genéricos y les han dado nombres sustantivos, como por ejem- plo, encina , álamo, genciana; finalmente, estos géneros forman grupos que están comprendidos en otros. 2. ° Muchos de estos grupos mencionados en los libros son dudosos y provisionales, sobre todo los de los grados inferiores, porque están fundados en algunos ejemplares y en analogías ó presunciones, en vez de serlo en numerosos ejemplares simul- táneamente existentes ó salidos unos de otros. 3. ° Existe una tendencia á heredar las formas y funciones en todos estos grupos, aun en los más inferiores, y hasta res- m pecio á los caractéres de mínima importancia; pero nunca es completa y siempre hay diversidades muy ligeras, menos lige- ras, ó considerables, momentáneas ó duraderas entre una ge- neración y las siguientes. 4. ° La distribución geográfica actual , combinada con la observación de plantas fósiles de la época moderna, manifiesta cambios frecuentes de límites para las variedades, razas y es- pecies, según las circunstancias físicas ó geográficas sucesivas; pero sin cambios de formas ó de cualidades fisiológicas, que sean apreciables. 5. ° Remontándose hasta la época terciaria en Europa, pueden presumirse cambios de formas, además de los de lími- tes, en razón de la distribución actual de especies muy análo- gas, de la duración del tiempo transcurrido, y de la imposibili- dad de hallar ninguna identidad específica entre los vegetales actuales y los de la época terciaria. 6. ° La teoría de una sucesión de formas por desvíos de formas anteriores, es la hipótesis más natural y que explica mejor los hechos conocidos de Paleontología, de Geografía bo- tánica ó zoológica, de estructura anatómica y de clasificación; pero carece de pruebas directas, y si es verdadera no puede menos de haber obrado con mucha lentitud, hasta tal punto que sus efectos solo serian visibles al cabo de tiempos mucho más largos que los de nuestra época histórica. 7. ° En el estado actual de la ciencia, es tan difícil definir la especie como el género ó la familia: todas las definiciones dadas son inaplicables; la peor de todas es la de Linneo, que sin embargo comprendía quizá mejor que los demás naturalis- tas la constitución de grupos superiores á las variedades ó ra- zas, y que ha impuesto el nombre arbitrario de especie á esta categoría de grupos, lo cual nos induce á conservarlo en el mismo sentido. Al terminar, no puedo prescindir de hacer notar la insufi- ciencia de los nombres aplicados á ciertos ramos de los cono- cimientos de que acabamos de tratar, y que en nuestros dias adquieren tan gran desarrollo. La distribución y la sucesión de losséres organizados desde su origen hasta la época actual in- clusive no forman más que una sola y misma ciencia. Se com- pone de dos ramas, mal designadas, la Paleontología y la Geo- grafía botánica ó zoológica. La gran mayoría de los séres or- ganizados tiene que ser objeto del estudio de las personas de- dicadas á la Paleontología, y sin embargo deben deducirse mu- chas pruebas de la distribución actual de los séres, que es por sí misma en gran parte, la consecuencia de la distribución an- terior y de los hechos físicos anteriores. Leyes análogas regu- lan toda la historia de los séres organizados; es preciso por consiguiente para este vasto conjunto de cosas un nombre que exprese el estudio de la sucesión de los séres \ Epionlologia, por ejemplo en que epi equivale á sobre, y se emplea de una ma- nera algo análoga á la que ofrece la palabra Epigenesia . La Epionlologia podría comprender, si se quisiera, la Paleontolo- gía y la Geografía actual de los séres organizados; pero esta división, muy desigual y de límites muy vagos, probablemen- te desaparecerá. La historia de los pueblos no suele dividirse en historia contemporánea é historia anterior: hay secciones más iguales y más naturales para los tiempos históricos con- siderados en su conjunto; y también se hallarán en el conjun- to de la existencia de los dos reinos orgánicos. La Epionlologia es una ciencia paralela á la Geología: la una trata de la historia de los séres organizados y la otra de la his- toria de los cuerpos inorgánicos, ambas igualmente bajo el punto de vista de sus orígenes y de sus posiciones relativas. Estas dos ciencias han ganado en su fusión por espacio de mu- cho tiempo, y quizá hoy reportarian ventajas de su separación, porque la duración de las formas organizadas al través de re- voluciones físicas ó geológicas, frecuentemente lentas y locales, se demuestra cada dia con mayor reiteración; mientras que los cambios de límites y las extinciones de formas específicas, du- rante una misma época, son hechos no menos demostrados. Desarrollándose así los fenómenos orgánicos é inorgánicos por leyes que les son propias, independientemente de relaciones recíprocas y necesarias, parece que seria conveniente conside- rarlos unas veces separadamente y otras en sus conexiones lo- cales. VARIEDADES REAL ACADEMIA DE CIENCIAS. Programa para la adjudicación de premios en el año de 1805. Articulo l.° La Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales abre concurso público para adjudicar tres premios á los autores de las Memorias que desempeñen satisfactoriamente, á juicio de Sa misma Aca- demia, los temas siguientes: t.° Describir detalladamente todos los métodos que pueden emplearse para calentar y ventilar grandes edificios , ó habitaciones en que deban reunirse muchas personas. Comparar los diferentes métodos , dando la preferencia d uno de ellos en general ó en cada caso particular . Presen- tar todos los cálculos necesarios y acompañar un estudio para la aplica- ción de este adelanto en algunos edificios de España , con los dibujos ne- cesarios y todo lo que se crea conveniente para que el trabajo pueda con- tribuir d generalizar en nuestro país una mejora tan importante » 2.® Fauna ictiológica, fluviátil, palustre y marina peninsular.— -«J la enumeración metódica de los peces de agua dulce y salada que habitan ó frecuentan nuestros ruares, rios y lagos , deberán unirse todas las noti- cias posibles sobre la época de su pesca , modo y sitios de hacerla y el uso económico de sus carnes .» «El trabajo puede comprender todo el litoral de la Península ó solo el del Océano ó el del Mediterráneos pero abrazando en este caso el estu- dio de los peces de las aguas dulces afluyentes d cada uno de estos mares . Será preferida en igualdad de mérito cientifco la Memoria que compren- da la Fauna general ictiológica de la Península. 254 3.ü « Describir las rocas de una provincia de España y la marcha pro- gresiva de su descomposición , determinando las causas que la producen , presentando la análisis cuantitativa de la tierra vejetal formada de sus detritus ,* y cuando en todo ó en parte hubiere sedimentos cristalinos , se analizarán mecánicamente para conocer las diferentes especies mine- rales de que se compone el suelo , así como la naturaleza y circunstan- cias del subsuelo ó segunda capa del terreno ; deduciendo de estos cono - cimientos y demás circunstancias locales , las aplicaciones á la agricul- tura en general , y con especialidad al cultivo de los árboles .» Se esceptúan de esta descripción las provincias que forman los ter- ritorios de Asturias, Pontevedra, Vizcaya y Castellón de la Plana, por haber sido ya premiadas las Memorias respectivas en los años 1853, 1855, 1856 y 1857. Proponiéndose la Academia, por medio de este concurso, contribuir á que se forme una colección de descripciones científicas de todas ó la mayor parte de las provincias de España, ha determinado repetir este tema en lo sucesivo todas cuantas veces le sea posible. *2.H Se adjudicará también un accessit para cada uno de los objetos propuestos, al autor de la Memoria cuyo mérito se acerque mas al de las premiadas. 3. ° El premio, que será igual para cada tema, consistirá en seis mil reales de vellón y una me i; lia de oro. 4. ° El accessit consistirá en una medalla de oro enteramente igual á la deí premio. o.° El concurso quedará abierto desde el dia de la publicación de este programa en la Gaceta de Madrid , y cerrado en I o de mayo de 1865, hasta cuyo dia se recibirán en la Secretaría de la Academia todas las Memorias que se presenten. 6. ° Podrán optar á los premios y á los accessit s todos los que pre- senten Memorias según las condiciones aquí establecidas, sean nacionales ó estrangeros, escepto los individuos numerarios de esta Corporación. 7. ° Las Memorias habrán de estar escritas en castellano, latín ó francés. 8. ° Estas Memorias se presentarán en pliego cerrado, sin firma ni indicación del nombre del autor, llevando por encabezamiento el lema que juzgue conveniente adoptar; y á este pliego acompañará otro también cerrado, en cuyo sobre esté escrito el mismo lema de la Memoria, y dentro el nombre del autor y lugar de su residencia. 9. ü Ambos pliegos se pondrán en manos del Secretario de la Acade** mia, quien dará recibo espresando el lema que los distingue. f 0. Designadas las Memorias merecedoras de los premios y accessiis se abrirán acto continuo los pliegos que tengan los mismos lemas que ellas, para conocer el nombre de sus autores. El Presidente los procla- mará, quemándose en seguida los pliegos que encierren los demás nombres. 11. En sesión pública se leerá el acuerdo de la Academia por el cual se adjudiquen los premios y los accessits, que recibirán los agracia- dos de mano del Presidente. Si no se hallasen en Madrid, podrán delegar persona que los reciba en su nombre. 1*2. Pío se devolverán las Memorias originales; sin embargo, podrán sacar una copia de ellas en la Secretaría de la Academia los que presen- ten el recibo dado por el Secretario. — Elección de un Sr. Académico numerario Para ocupar la vacante ocurrida en la Sección de Ciencias exactas de la Real Academia de Cien- cias, fue elegido en sesión de 5 de abril el Sr. D, José Balanzat, Coronel del cuerpo de Artillería. — Sobre un nuevo procedimiento para estraer directamente el acero del mineral de hierro , por Mr. Duelos, ingeniero civil. Hace poco tiempo que Mr. Duelos ha hecho experimentos que, á pesar de ser en pequeñas proporciones, han llamado la atención de las personas dedicadas á la me- talurgia. Su procedimiento difiere poco en principio de los ya conoci- dos, pero ofrece algunas particularidades nuevas, que merecen indi- carse. El aparato es de poco coste, y consiste en un horno parecido al horno de recalentar, al cual atraviesa una serie de tubos de barro, fabricados por medio de la prensa hidráulica. Los tubos , colocados verticalmente en el horno, se cargan por encisma, y se vacian en el suelo abriendo una puerteciíla de charnela qne hay en su parte inferior: se cu- bren de carbón; se llenan de mineral; se tapan con un cono; y se calien- tan progresivamente. A la temperatura que se desee se verifica la desoxi- dación en contacto del mineral y del carbón; y sobre cada cono se forma una llama de óxido de carbono, indicio de la marcha de la operación. Guando se extingue esta llama se reconoce que el mineral queda re- ducido á hierro, y si entonces se continúa se cementa este hierro y se obtiene acero. Tal es la operación , que da , según se quiera, hierro ó acero, según el contacto mas ó menos prolongado del minera! y del carbón. Para facilitar la reducción y la fusión de las gangas, el autor de este procedimiento introduce fundentes, entre los cuales figura el cloruro de manganeso. Por mas seductor que parezca este sistema , fácil- mente se ve que no puede aplicarse mas que á minerales ricos y puros: si el mineral es pobre, y se halla adherido á las gangas, es preciso some- terlo á preparaciones mecánicas muy complicadas. 256 — Experimentos con el algodon-pólvora. Mr. Abel acaba de hacer algunos experimentos con el algodon-pólvora. Habiendo puesto una corta cantidad de esta sustancia cubriendo un hilo de platino, y calentándola por medio de una corriente en una atmósfera enrarecida, se vió que á la presión de i á 8 pulgadas de mercurio no se efectuaba la combustión, y el algodon-pólvora ardía con lentitud y sin llama. A una presión mayor de 8 pulgadas y aun á las 8,2 pulgadas con algunas variedades de algo- don- pólvora, se verifica con rapidez la combustión produciendo explosión. En tesis general puede decirse que ninguna de las variedades de algodon- pólvora arde con explosión á la presión de 7 pulgadas de mercurio. Repetidos los mismos experimentos con la pólvora común, se observó que cuando se calienta por medio de la corriente eléctrica en una atmós- fera enrarecida, el azufre se volatiliza rápidamente y desciende la tem- peratura, impidiendo así la inflamación de la pólvora. Estos resultados son parecidos á los que ya habían obtenido Frankland, Dufour y otros, y se han presentado á la Sociedad Real en su última sesión, con al- gunas observaciones teóricas, acerca de las cuales volveremos á insistir cuando se publique la Memoria del autor. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Ruiz. N.” S.'— REVISTA DE CIENCIAS.— Mayo 1864. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Nota de Mr. Chacornac acerca de un medio de comparar con precisión el brillo de dos estrellas. (Comptes rendus, 11 abril 1864.) Antes de describir el procedimiento por el cual pueden reu- nirse en el campo de un mismo anteojo la luz de dos estrellas cuyo brillo se quiere comparar, haré notar que para esta com- paración, lo mismo que para la determinación precisa de la proporción de luz polarizada contenida en la de un cometa, se ha recurrido siempre al mismo procedimiento folométrico; de modo que mi comunicación de 28 de marzo puede servir de introducion á esta. Supongamos que delante del objetivo de un anteojo de 10 centímetros dediámetro se haya puesto un espejo plano defor- ma rectangular, cuyo lado menor tenga centímetros de lar- go y el mayor cuatro veces esta eslension. Suponiendo que este espejo se sostenga por medio de dos ejes rectangulares que le permitan tomar todas las posiciones posibles alrededor del eje del anteojo, no tapando siempre mas que una mitad del objetivo, podrá hacerse reflejar paralelamente al eje de este anteojo un hacecillo de rayos paralelos tomados de la imagen de una estrella situada en una dirección cualquiera respecto á la del eje del anteojo; siempre, sin embargo, que el ángulo que se- para las dos estrellas no sea mayor de 100° ni menor de 20°. Así, dirigiendo el anteojo, que supongo montado ecuato- rialmente y que juegue por medio de un mecanismo de reloj, sobre una estrella, como por ejemplo, Arturo, y orientando com venientemente la superficie del espejo por medio de un peque- ño buscador adaptado á este, que se mueva según los planos de TOMO XIV. 17 dos círculos divididos, colocados perpendiculares entre sí, se traerá al campo del anteojo la imágen reflejada de Sirio tan cerca como se quiera de la primera estrella. Dispuesto de esta manera el instrumento y siguiendo el movimiento diurno, las imágenes de las estrellas continuarán permaneciendo en contacto una de otra, y podrá compararse fá- cilmente su brillo empleando un aparato análogo al que nos ha servido para medir la proporción de luz polarizada reflejada por el núcleo del cometa de 1862. Llamemos (/) la intensidad luminosa de Sirio, (/)lade Ar- turo: haciendo reflejar la imágen de Sirio, tendremos general- mente, llamando también (K) al coeficiente de reflexión del espejo, J eos 2 cp = Oa, Y K [ 4 ( 1—1 i ) + Ti sen 2 co ] sen 2 cp 4 = Es . Determinando primeramente U de una manera análoga á la que se ha indicado para el cometa: colocando préyiamenle la sección principal del prisma birefringente en el plano de in- cidencia de la imágen reflejada, tendremos, igualando la imá- gen estraordinaria Es de Sirio á la ordinaria Oa de Arturo, lo siguiente: J eos 2 cp , == K ( / + A ) 1 sen 2

sen 2 o (1) / = K (/ -j- eos 2 ax) -i ^ eos 2 cp Dirigiendo en seguida la visual á Sirio y haciendo reflejar la imágen de Arturo, tendremos, igualando Es á Oa y deter- minando (7,) por la fórmula, J i = eos 2 a K ( J + eos 2 a ) \ eos 2 cp sen 2 cp m De estas dos ecuaciones se saca eliminando el coeficiente de reflexión y tomando (I) por unidad T eos 2a a / eos 2 2a . ,, . r. N 9 , J = h y — 7 — + (1 + eos 2a 0 tang 2 9 to# - 9 , se ha preferido esta expresión á la mas sencilla que se obtiene eliminando (/) y (J) por medio de cuatro determinaciones an~ guiares de 9, porque en la práctica se ha visto mayor confor- midad en los resultados, cuando fuese débil la cantidad de luz polarizada para el caso en que 9 presentase valores negativos, habría menos seguridad en las punterías. Por otra parte era necesario tocar á la posición del instrumento para reducir las imágenes ordinaria y extraordinaria en contacto de cada cua- drante. Empleando un espejo plano de vidrio plateado que diera imágenes bastante buenas de Sirio recibidas en el campo de un anteojo de 95 mili metros de diámet ro, he obtenido los números siguientes: 9 = 20° . 91— 29° a = 43ü 4.2° de donde se deduce / = 0,1874 y = 5,337 Así la luz de Sirio debe ser mas de 5 veces mas brillante que la de Arturo. Los números que aquí presento son los que recuerdo, y se refieren á una délas primeras determinaciones que he practi- cado; pero no los que resultan del término médio de mas de quince noches consagradas á esta determinación. 260 Me propongo que esto sirva de base á un sistema de medi- das fotométricas que se estienden en primer lugar á todas las estrellas de primera magnitud y pasar en seguida á las de una magnitud inferior, siguiendo únicamente hasta las mas bri- llantes déla cuarta; pero para completar el método tengo ne- cesidad de introducir en la espresion anterior un término que dependa de la altura del astro sobre el horizonte. Efectivamente, para efectuar estas medidas, elegí la época en que ambas estrellas, en noches a propósito, se hallaban sen- siblemente á la misma altura; pero en la operación del cam- bio, Arturo se elevaba una pequeña cantidad y Sirio descen- día; era preciso por consiguiente para no emplear la tabla de Bouguer operar de nuevo en la primera posición ó practicar al dia siguiente medidas análogas un poco mas tarde que la vís- pera, á fin de que la imagen de Sirio fuese algo mas viva y la de Arturo algo menos. En esta época había pedido al Sr. director del Observatorio que me autorizase para valerme de un pequeño anteojo mon- tado paralácticamente, que me permitiese comparar una es- trella ecuatorial desde el momento en que aparecía hasta que pasase por el meridiano, con la estrella polar, cuya altura no varia sensiblemente, y determinar de esta manera en noches claras, el coeficiente de estincion de la atmósfera en función de la altura de un astro sobre el horizonte. Este procedimiento, que consiste en dirigir la visual di- rectamente sóbrela estrella que aparece y en recibir la imágen de la estrella polar reflejada por el espejo, no exige la inver- sión, y únicamente necesita el uso de la fórmula J — K ( 1 + eos 2«i ) tang 2 cp i que supone que se conoce préviamente (K)\ pero ha podido observarse que á cada determinación de una relación de in- tensidad corresponden dos ecuaciones (1) y (2) de las cuales se sacan dos valores de [K) introduciendo en ellas (/) y (/), que comprueban así la determinación de los ángulos

—0 ,4 ~0 ,0 Id. por irradiación (i) 0 ,1 - — 3 ,8 — 3 ,5 —3 .8 Diferencias medias 0 A 1 ,3 1 ,2 1 ,0 Om diurnas. ............... 8 ,7 13 A 11 A 11 ,0 0. máx. (5). 15 ,1 18 ,1 10 ,3 18 ,1 0. mín. (6) 5 ,8 7 ,5 e ,i 5 ,8 (1) Dias de la observación 3 JG 30 í 6 (í) Id 3 17 31 17 (3) Id 10 15 28 15 (4) Id .. 10 15 28 15 (3) Id 3 15 31 15 (G) Id 4 19 21 4 (*) Tx=8“,38 + 3, ¡10 sen. (*+ 33» 54') + «,8ft sen. (2* + 32" 7'). TOMO XIV. BKHKJ35S 1 !) 290 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*) . Hm á las 6 m . . . . 93 89 91 91 Id. á las 9 93 80 83 85 Id. á las 12 90 71 74 78 Id. á las 3 t 82 64 68 ' 71 Id. á las 6 — 84 70 72 75 Id. á las 9 n. 88 75 77 80 Id. á las 12 91 82 81 84 II. media.. 89 76 78 81 O Hx = 81,8 + 9,0 sen. (* + 203» 42') + 2,8 sen. (2 * + 242» 32'). 1.a década. 2.a 3.a lies ('). á las 6 m mm 6,5 7,3 8,0 mm 5.4 6,1 7.5 mm 5.6 6. 6 7,5 mm 5,8 6,6 7,7 Id. á las 9. ...... Id. á las 12 Id. á las 3 t. 8,4 8,1 7,3 7,9 Id. á las 6 , 7,6 7,2 6,9 7,2 Id. á las 9 n. 7,3 6,4 6,3 6,6 Id. á las 12.. 6,9 6,0 5,8 6,2 Tn media. 7,4 6,7 6,6 6,9 O ,fn_6 mm,7¡ + ) 02 S(;n te+ ig-0') + 0,24 sen (2 * + 60" 13')- 291 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales. N 53 S ...... 183 N. E 9 S. 0 180 E 45 0 79 S. E 48 N. 0 147 Dirección de la resultante 51° S. O. Intensidad (horas) 290 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media lmn\9 Id. máxima (dia 31). 4 ,5 Id. mínima (dia 21) 0 ,0 Dias de lluvia Agua recogida Id. en el dia 8 (máx.) Dias despejados Id. nubosos. . . Id. cubiertos. . Dias de calma 2 Id. de brisa 4 Id. de viento 11 Id. de viento fuerte 14 10 78mm,1 18 ,9 . . 8 . . 12 . . 11 CUADRO SEXTO. 292 % • <^¡> C5 O 5o 50 O «C 50 S2 O * O e© e© c© O gi^c©^T-tr'©ir’© co á r-* ©i 2© 00 00 O O ©1 tí ^OCPOiOOO es CU r- ir- i— 5© 5© i"« r- CD i • • • • O Uh .H .M .O .O z '¿z m zn O tí £ N, S. S. N. c n tí K O 5©rH©f©©riO0r< o ®»H «¡r“¡ r© 5© ¡> tí tí VJ PC ■ O Miguel Merino. JARDIN BOTANICO DE MADEUD. Plantas floridas durante el mes de marzo de 1864, En la primera década . Verónica Cymbalaria, Berl. Erophila vulgaris, D G. Narcissus biflorus, Gurí. Buxus sempervirens, L. Lithospermum arvense, L. Botryanlhus obo v alus, Kunlli. Ribes aureum, Pursh. Ribes speciosum, Pursh. Fumaria spicata, L. En la segunda década. Geratocephalus falcatus, Pers. Prunus Myrobalana, Desf. Hypecoum grandiflorum, Benlb Doronicum caucasicum, Bieberst. Sisymbrium Sopliia, L. Chelidonium majus, L. Ero diumcic u tarium, Leman. Oxalis cornicuiala, L. En la tercera década. Iberis garrexiana, All. Hyacinllms orientalis, L, Narcissus incomparabiiis, Gurí Narcissus Jonquilla, L. Ceraslium arvense, L. 294 Frilillaria imperialis, L. Nonnea lútea, D. C. Tulipa gesneriana, L. Anemone coronaria, L. Ranunculus asialicus, L. Ornithogalum umbellatum, L. Symphytum lauricum, L. Lamium amplexicaule, L. Carum Carvi, L. Armeniaca vulgaris, Lam. Cydonia vulgaris, Pers. Prunus domestica, L. Prunus incana, Sleven. Ribes alpinum, L. Ribes Uva- crispa, L. Ilibes rubrum, L. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de enero de 1864. Filé el temporal despejado, tranquilo y demasiado caluroso, por regla general en los 11 primeros dias de este mes; y tem- pestuoso, muy húmedo y á veces revuelto en los 19 restantes. Desde el principio hasta el dia 6, el barómetro se mantuvo casi estacionario, á 2 ó 3 milímetros sobre la altura media del año; pero en los cuatro siguientes comenzó á descender, aunque no con grande rapidez. El viento, del O. y N.O. hasta el 4, pasó al N.E. el 5, y posteriormente al S. y S.O., soplando con bastante fuerza en los dias 5 y 8. Al oscurecer el 9 se pre- sentó por el E. y N.E. una nube de aspecto tempestuoso, que se rasgó y disolvió, sin despedir la menor cantidad de lluvias, á poco de comenzada la noche. El dia 11 fue todavía, como muchos de los anteriores, despejado aunque algo turbio, tranquilo y caluroso; pero en el 12 se encapotó la atmósfera, y comenzó un temporal mas fresco que el anterior, continuamente anubarrado, revuelto, lluvioso y con frecuentes amagos de tempestad, que se pro- longó, con ligeras alternativas de descanso y recrudescencia, hasta el dia 24. En los dias 25, 26 y 27 no llovió, al menos en cantidad apreciable, y las nubes se disiparon en parte; mas no obstante continuó siendo el temporal muy húmedo, y análogo por varios conceptos al de los dias anteriores. En el 28 volvió á llover, aunque poco, con síntomas continuados de tempestad; el 29 fué revuelto, nuboso y desapacible; y en el 30 se despejó la atmósfera á impulsos de un viento del N.E., muy fuerte y frió. 11 12 13 n 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 296 CXJADRO BAROMETRO. TERMOMETRO . Am A. máx. A. mín. T 1 m np ? 1 . max . 1 m , 1. mm. rmn 710,19 mm 710,78 mm 709,51 13?2 19°9 2°5 709,58 710,91 708,50 14,1 22,0 5,9 708,07 709,00 707,15 15,2 (a) G) (a) ¿á , U 5,7 708,82 709,36 708,07 16,4 23,5 6,7 709,67 710,47 708,53 15,9 21,5 7,8 708,54 709,96 707,38 16,5 24,2 8,2 705,92 707,71 704,48 17,3 24,1 8,9 705,70 704,86 702,19 14,8 21,6 7,8 704,22 705,58 703,11 13,3 21,3 8,1 703,42 704,15 702,58 13,5 22,6 3,9 702,77 703,85 701,69 15,3 23,7 5,2 702<,89 702,85 701,79 13,9 20,1 5,1 701,53 702,19 700,94 11,6 17,0 7,8 701,43 701,77 700,93 11,2 17,8 7,5 701,64 702,63 700,91 12,0 18,2 6,1 700,86 701,67 699,85 11,8 18,0 6,1 702,39 704,31 701,33 10,1 13,0 7,1 704,82 705,53 703,98 11,4 18,2 7,2 705,07 705,68 704,29 11,9 19,8 5,8 705,18 706,26 704,18 12,8 18,8 5,9 1 702,94 704,18 702,06 13,1 20,2 7,0 703,81 705,14 702,34 13,0 18,0 8,9 702,84 704,07 701,58 14,9 20,7 8,8 703,55 704,46 ' 702,75 12,9 15,8 8,9 705,51 706,92 704,84 14,9 20,5 9,0 707,91 709,03 707,28 15,4 20,8 7,8 709,11 709,82 708,32 16,9 24,4 9,3 707,53 709,08 706,62 17,3 23,8 10,7 706,27 707,33 705,15 14,7 24,3 9,3 707,80 709,59 706,75 12,5 18,0 5,6 297 PBIMERO, PSICRfl Hm METRO. Tn 1 m ATUOBETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. RIAS. mm mm mm 58 6,4 2,9 )) O.N.O. 0 1 63 7,3 3,8 » O.S.O. 0 2 62 8,1 3,8 » N.O. (var.) 4 3 64 9,0 4,1 » N.N.O. (v.) 5 4 58 7,9 5,2 » N.N.E. 0 5 68 9,3 5,2 » N.E. (var.) 1 6 58 8,6 5,1 )) N.E. 0 7 54 6,6 6,2 » E.N.E. 1 8 69 7,9 3,2 » S.S.E, (v.) 5 9 68 7,7 3,8 » s.s.o. 0 10 59 7,6 4,3 » N.N.E. (v.) 0 11 72 8,4 2,1 )) Variable. 7 12 89 9,1 0,9 6,5 Variable. 8 13 87 8,6 2,7 0,8 O.S.O. 7 14 88 9,2 1.9 >) O.N.O. 8 15 90 9,3 0,6 6,6 Variable. 9 16 95 8,7 0,3 23,4 S.E. (var.) 10 17 89 8,9 1,4 0,5 S.S.E. 10 18 90 9,4 2,0 O.S.O. 9 19 79 8,5 3,1 » O.S.O. 3 20 87 9,7 2,5 8,1 S.S.O.-N.O. 7 . 21 90 10,1 1,0 0,6 N.-S. 9 22 75 9,5 1,7 » S.E. 9 23 86 9,5 0,7 6,0 E.N.E. 10 24 62 7,7 4,3 » E.N.E. 3 25 78 10,1 3,1 » S. 7 26 79 11,2 3,8 » S.O. (var.) 5 27 77 11,3 3,3 1,4 O.-N. 7 28 85 10,7 4,7 » O.N.O. (v.) 6 29 59 6,2 6,6 )> E.N.E. 1 30 298 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. ,a década. 2.a 3.a Mes (*). Am á las 6 m. , . mm 707,87 mm 708,01 mm 705,75 mm 705,54 Id. á las 9 ... 708,28 703,40 706,07 705,92 Id. á las 12 707,62 702,77 705,58 705,32 Id. á las 3 t 706,43 702,17 705,00 704,53 Id. á las 6. 706,17 702,21 705,14 704,51 Id. á las 9 n 706,95 702,98 706,16 705,37 Id. á las 12 707,17 703,11 706,39 705,56 A,„ 707,21 702,81 703,73 705,25 A. máx. observadas (1) 710,91 706,26 709,82 710,91 A. rain, observadas (2) 702,19 699,83 701,58 699,85 Oscilaciones estreñías 8,72 6,41 8,24 11,06 Oin diurnas 2,13 1,68 2,19 2,00 0. máx. (3) 3,23 2,98 2,84 3,23 0. mín. (4) 1,29 0,84 1,50 0,84 (1) Dias y horas de la observación.. 2—9 m. 20—9 m. 27-9 m. 2—9 m. (%) id 8—6 t. 16-3 t. 23-3 t. 16-3 t. (3) Dias de la Observación :... 7 17 30 7 (A) 11 1 14 27 14 (•) Ax = 705mrn,26 + 0,50 sen. (x + 191° 32') + 0,42 sen. (2 x + 149° 45'). 299 CUADRO TERCERO. Tm á las 6 m Id. á las 9. . Id. á las 12. Id. á las 3 t. Id. á las 6 . . Id. á las 9 n. Id. á las 12.. T . . . . Oscilaciones T. máx. al sol (1 ) Id. á la sombra (2). Diferencias medias T. mín. del aire (3). Id. por irradiación (4). . Diferencias medias Om diurnas O. máx. (5) 0. mín. (6) (1) Dias de la observación (2) Id (3) Id (4) Id (5) Id (6) Id TERMOMETRO. 1.a década. 2.a 3. 8 Mes C). 7o, 6 8o, 2 10°, 2 8°, 7 12 ,9 11 ,9 14 ,1 13 ,0 19 ,1 15 ,9 18 ,4 17 ,8 21 ,2 15 ,6 18 ,2 18 ,3 18 ,7 13 ,4 16 ,3 16 ,2 14 ,2 10 ,8 13 ,2 12 ,7 11 A 9 ,0 11 ,6 10 ,9 15 ,0 12 ,2 14 ,6 13 ,9 21 ,7 18 ,6 18 ,8 21 ,9 3G ,7 39 ,2 38 ,6 39 ,2 24 ,2 23 ,7 24 A 24 A 12 ,1 9 ,8 9 ,8 10 ,6 2 ,5 5 ,1 5 ,6 2 ,5 i ,i 4 ,0 4 ,2 1 .1 2 ,1 0 ,8 1 ,5 1 ,4 15 ,7 12 ,1 12 ,1 13 ,3 18 ,7 18 ,5 15 ,1 18 J 13 ,2 5 ,9 6 ,9 5 ,9 3 y 6 n 28 n 0 ii 27 27 1 12 30 1 1 20 21 1 10 11 27 10 9 17 24 17 O Tx = 13°, 26 + 4,98 sen. (x + 44° 36') + 1 ,00 sen. (2 a; + 72“ 29'). 300 CUADRO CUARTO. ■ PSICROMETRO. • - - • - 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 m 85 93 87 88 Id. á las 9 74 90 82 82 Id. á las 12. 58 78 71 69 Id. á las 3 t 48 72 71 64 Id. á las 6 50 77 75 67 Id. á las 9 n ... . 60 86 76 74 Id. á las 12. 61 90 83 78 H. media 62 84 78 75 i {*) Hx = 76,0 + 11,2 sen. {x + 203° 48') +2,8 sen. (2® + 226° 28')- 1." década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Tm á las 6 m 6,6 7,6 8,1 7,4 Id. á las 9 8,1 9,3 9,8 9,1 Id. á las 12 9,6 10,3 11,2 10,4 Id. á las 3 t 9,1 9,8 10,9 9,8 Id. á las 6 8,2 8,7 10,0 9,0 Id. á las 9 n 7,2 8,2 8,6 8,0 Id. á las 12 6,2 7,9 8,6 7,6 Tn media 7,9 8,8 9,6 8,7 O i;=8,mm52-f 1,36 sen. (® + 63° 26') + 0,40 sen. (2® + 104°23'). CT> H 2*55 301 CUADRO QUINTO. Anemómetro. —Horas que reinaron los 8 vientos principales. N 71 N. E. 150 S. 97 S. 0 117 E. 43 O 01 S. E 71 N. O. 110 Dirección de la resultante. . . 40° N.O. Intensidad (horas). ......... 31 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera. Evaporación media 3mm,1 Id. máxima (dia 30), 6 ,0 Id. mínima (dia 17). .......... 0 ,3 Dias de lluvia. 9 Agua recogida. . , . 53ram,9 Id. en el dia 17 (máx.) 23 ,4 Dias despejados, 9 Id. nubosos. 12 Id. cubiertos. 9 Dias de calma. 2 Id. de brisa 6 Id. de viento. . 14 Id. de viento fuerte. 8 CUADRO SEXTO. 302 NUBES. 1 ©^^íMoo^^r-a© ■^CO^COSO^jOtO o ■< Q oot^oci>htóh tí oor-®o©r-®r-ir- ¡S3 a o flt^»íiiE>,ao©iwt^ 'cfí 8 0© 0© £- 0© 05 C5 05 0© Z Ld H -Á CS s H fO^©aL^iOrH©1 *^5 es tí tí r-i r— i ■v—i r-i r— r—i r— i S Cd H ©ir-OO-r-t-Otr- O SCM©l5O0©CO sz; oí «/i 25 en Ed ÍC o ®^©qr-o©'r©íM^ Cd «s< CO O© <"M t*h CO C© ** G'l ¡>- a Cd en a c Miguel Merino. 803 JARDIN BOTANICA DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de abril de 1864. En la primera década. Acer campestre, L. Pyrus communis, L. Pyrus Mal us, L. Pyrus spectabilis, Ait. Cydonia japónica, Pers. Acer monspessulanum, L. Lonicera la ta rica , L. Medicago arbórea, L. Alyssum saxatile, L. Negundo fraxinifolium, Nuil. Acer Pseudo-platanus, L. Adonis autumnalis, L. Coronilla Emerus, L. Erodium ciconium, Willd. Euphorbia serrata, L, Rhamnus Alalernus, L. Lepidium Draba, L. Alyssum maritimum, Lam. Diplotaxis virgata, D C. Trifolium repens, L. En la segunda década . Philly rea anguslifolia, L. Philly rea lalifolia, L. Helianthemum variabile, Spach. Iris germánico, L. 304 Nepeta Glechoraa, Benth. Vicia narbonensis, L. Poeonia hybrida, Pal!. Melianthus minor, L. Forsylbia viridissima, Lindl. Barbarea praecox, R. Br. Isatis tinctoria, L. Caragana arborescens, Lam. Caragana grandiflora, D C. Allium candidissimum, Cav, Cheiranthus Cheiri, L. Papaver Rhseas, L. Ranunculus Steveni, Bess. Brassica Gravina?, Ten. En la tercera década . Coriaria myrtifolia, L. Spirsea oblongifolia , \V. K. Orobus niger, L. Armeria vulgaris, Willd. Laurus nobilis, L. Cercis Siliquastrum, L. Svringa vulgaris, L. Svringa pérsica, L. Pholinia serrulata, Lindl. Juglans regia, L. Lonicera Gaprifolium, L. Caragana Altagana, Poir. Sisymbrium contorlura, Cav. Arenaria fasciculata, Gou. Zanthoxylon Clava-Herculis, L. Cneorum tricoccum, L. Cotoneaster vulgaris, Lindl. Geranium pyrenaicum, L. Wisteria cbinensis, I) C. Pavia flava, D C. 305 Hordeum murinum, L. Bromus madritensis, L. Fraxinus Ornus, L. Potentil la procumbens, Sibil». Potentilla Dombeyi, Nesll. Fragaria cbilensis, Ehrh. Polerium Sanguisorba, L. Bryonia dioica, Jacq. llosa Banksise, R. Br. iEsculus Hippocastanum, L. Delphinium pictum, Willd. Aquilegia canadensis, L. Aquilegia viscosa, L. Aquilegia vulgaris, L. Ranuneulus bulbosas, L. Ranunculus nemorosos, D C. Ranuneulus vil I osos, 1) C. Ficaria ranunculoides, Moench. Ceraslium hirsutum, Ten. Cornus alba, L. Cornos sanguínea, L. Anchusa sempervirens, L Anchusa itálica, Retz. Symphytum officinale, L. Cynoglossum officinale, L. Cynogiossum pictum, Ait. Jasminum frulicans, I,. Cvtisus Laburno m, L. Morus alba, L. Salvia clandestina, L. Viburnum Opulus, L. TOVIO XIV. 20 CIENCIAS NATURALES. PALEONTOLOGIA HUMANA» Investigaciones acerca de la antigüedad del hombre 3 partiendo de la observación de las cavernas de huesos del bajo Langue- doc (1); por Mr. Paul Gervais. (Comptes rendus, 1 febrero 1864.) Las exploraciones emprendidas en las cavernas del bajo Languedoc, son las que en nuestro país han inducido hace poco á algunos naturalistas á sostener la opinión, ya emitida por otros autores, de haber sido el hombre en Europa contem- poráneo de las grandes especies de mamíferos que vivian en los primeros tiempos del período cuaternario. * Los primeros datos recogidos acerca de este punió en el Mediodía de Francia se deben á M. Tournal, quien en 1827 indicó que en las cavernas de Bize, cerca de Narbona (Ande), existían confundidos huesos humanos con los de especies ex- tinguidas. Dos años después, M. Julio de Chrislol publicó una noticia sobre los huesos fósiles humanos del Gard, según las investigaciones que él había hecho en unión de M. Emiliano Dumas en la caverna de Pondres. No ignoraba Cuvier los principales hechos que habían indi- cado dichos autores, pero no les concedió bastante certeza para decidirse á cambiar de opinión. Así es que en la sesla edición de su Discurso sobre las revoluciones del globo , publicada en 1830, (i) El departamento del Heraul y los sitios próximos de los departamentos del Ande, del Avevron, del Lozere, y del Gard. 307 se ha expresado en los siguientes términos acerca de este par- ticular. «Se ha hecho gran ruido hace algunos meses, ha- blando de ciertos fragmentos humanos hallados en las caver- nas de huesos de nuestras provincias meridionales; pero basta que se hayan encontrado en dichas cavernas, para incluirlos en la regla general.» Esta regla, según el mismo autor, es que no se hallan huesos humanos en las capas regulares, ni aun en las que contienen los elefantes, los rinocerontes, los enormes osos, las grandes especies de felix y las hienas; y la razón en que se funda Cuvier, es indudablemente que las aguas produ- cen sin cesar en los suelos tórreos de las cavernas, filtraciones ó acarreos, y que puede suceder por consiguiente que objetos que estén conlíguos, provengan, sin embargo, de fechas muy diversas. Evidentemente, Cuvier de esta manera trató de pre- venir á los sabios para que no incurrieran en el defecto de establecer conclusiones demasiado anticipadas, y quiso proba- blemente que á las indicaciones de la estratigrafía, dudosas en este punto, se agregasen otras pruebas antes de resolver la cuestión. Veamos, por consiguiente, los datos y documentos mas extensos que nos suministran las cavernas de Bize y de Pen- dres, exponiendo después algunos hechos nuevos, sacados de las cavernas de la Roque y del Pontil, que están situadas en la misma región. Caverna de Bize . M. Maree! de Serres ha dedicado una larga Memoria á la publicación de las observaciones hechas por M. Tournal, por él mismo, y por otras personas, sobre los objetos extraídos de la gruta de Bize. Prescindiendo de varias especies que se encuentran todavía en estado salvaje en las cercanías, menciona un Antílope de especie extinguida, que llama Antílope Christolii, y cuatro especies de ciervos que igual- mente deben haber desaparecido, y son distintas de las que ha- bían descrito hasta entonces los paleontólogos, á saber: los Cervus Destremii , Rebouli , Lenfroyi y Tournalii. También cita el uro, mas seguramente ha querido hablar del Bos pri- migenius ; pero no menciona al Ursus spelams , como lo había hecho M. Tournal. El húmero, por cierto incompleto, que atri- buye al género de los osos, le parece que es del oso arctoide, 308 y quiza podría mejor atribuirse al oso común que habitó en otro tiempo nuestras montañas: efectivamente, he visto algu- nos huesos entre las piezas adjuntas, encontrados en la torre de Farges, cerca de Montpellier, y en las cercanías de Alais. El Antílope Christolii parece que no difiere sensiblemente de la gamuza ó rupicapra, y de su presencia en Bize no debe deducirse la antigua existencia en las cercanías de esta caver- na, es decir, en la montaña Negra, de una especie diferente de las que conocemos en el mundo actual, sino la existencia en épocas muy remotas de gamuzas en la misma región. De igual manera ha desaparecido el corzo de nuestros departa- mentos del Mediodía, y lo mismo sucede con otras muchas especies, unas extinguidas en toda la Francia , y otras rele- gadas á algunos departamentos. Dos partes inferiores de las canillas de gamuza que tengo á la vista, no comprenden más que las articulaciones digitales y una corta extensión de la diálisis. Es fácil reconocer que se han roto violentamente, sin duda por el hombre, lo cual se observa con frecuencia en los huesos análogos y en otros hue- sos largos existentes en las cavernas donde ha entrado el hom- bre, cuando provienen estos restos de animales que han vivido en la misma época que él. Efectivamente, el hombre primitivo rompía los huesos largos, llenos de médula, para sacar esta sustancia. Tengo también , procedente de Bize, la extremidad digital de una canilla posterior de un enorme buey , evidentemente el Bos primigenius , y algunas otras extremidades de los hue- sos largos del mismo animal, separados de su diálisis ó parte media por una fractura violenta, que de seguro habrá practi- cado el hombre, sin duda con el objeto indicado. En cuanto á los ciervos de la caverna de Bize sería difícil establecer una sinonimia en relación con la de las demás es- pecies conocidas en tal familia. Todavía no he podido ver más que una ó dos piezas por las cuales han sido descritos, y la historia de nuestros cérvidos fósiles está demasiado embrolla- da para que con seguridad pueda hacerse semejante determi- nación. Es preciso por lo tanto recurrir á los dibujos presen- tados por M. Maree I de Serres, de algunos de los restos que 309 ha indicado en Bize, ó bien á las piezas descubiertas reciente- mente. Teniendo en cuenta estas dos clases de indicaciones, reconozco sin duda alguna que la mayoría de los huesos y dientes de Bize, atribuidos á ciervos de especies estinguidas y llamadas como antes he dicho, se refiere al rengífero; pero con la diferencia de que en vez de estar enteros los huesos largos, como en ciertas cavernas, por ej. en Brengeres, donde no habitaba el hombre, han sido fracturados. Debe deducirse de aquí que si el hombre no ha tenido dichos animales en es- tado doméstico , seguramente se ha aprovechado de sus des- pojos. Unos diez huesos que poseo, corresponden á las extre- midades inferiores délas canillas, rotas de un modo análogo á las de las gamuzas y enormes bueyes de que antes he ha- blado. Casi parecerá inútil decir que la caverna de Bize contiene también pedazos de vasijas primitivas, pedernales labrados en forma de cuchillo, é instrumentos fabricados con astas de cier- vos ó de rengíferos, huesos, etc., etc. Los ejemplares de los pedernales labrados recogidos en Bize, me los he proporcio- nado con motivo de la excursión que emprendieron por las cercanías de Narbona en 1860 MM. Brinckmann y Julien, - aprovechados jóvenes que concurrían á mis lecciones, y á los cuales, en la imposibilidad de acompañarlos, encargué que practicasen excavaciones en Bize para buscar cuchillos de pedernal, juzgando que la existencia de huesos rolos en este paraje, debía suponer también que había piedras labradas en forma de cuchillos. Por esta parte , M. Tournal los había en- contrado cuando publicó su primera noticia, aunque sin reco- nocer su verdadero significado. Habla de ellos en su trabajo, después de haber indicado ¡os cantos rodados, que son, sin em- bargo, muy raros, llamándolos fragmentos de cuarzo piróma- co, con ángulos muy marcados: son muchos en ciertos sitios y de formas bastante diversas , pero de medianas ó muy cor- tas dimensiones. M. Brinckmann , que ha llegado á ser un hábil naturalista, ha hablado de ellos por el año 1861, en una corla noticia inserta en cierta miscelánea, que se publicaba entonces en Hamburgo con el título de Braza . Caverna de Pondres . He revisado los huesos hallados en 310 Pondres por M. Emiliano Damas, y he reconocido que perte- necen principalmente á las siguientes especies: Rhiconoceros tichorinus , Bos primigenias, Ursus spelceus , Felis spelcea y Hijcena spelcea. Son por consiguiente animales diluvianos, y Cuvier, que pretende haber sobrevivido el Bos prirnigenius á las especies anonadadas andes de la aparición del hombre en nuestras regiones, no le cita entre los animales cuya mezcla con los restos de nuestras especies ha tenido ocasión de de- mostrar. Muchos autores han invocado la gruta de Pondres en apoyo de la gran antigüedad del hombre en Europa; y efecti- vamente ha dejado restos de su esqueleto, hachas de pedernal, groseros objetos de alfarería y carbón en esta gruta, tan bien explorada por M. E. Dumas. Todo ello se encuentra mezclado y revuelto con restos de animales extinguidos. ¿Ha habido mo- vimiento del terreno, resquebrajaduras ú otras alteraciones? Unas veces así se ha afirmado , y otras se ha negado. Cuanto podemos asegurar es, que los huesos de las grandes especies no están rotos á la manera de los que se hallan enterrados en las cuevas que han servido de guarida á los primeros habi- tantes del globo. A pesar de la opinión de nuestro sábio amigo M. E. Dumas, que no duda haber sido el hombre contempo- ráneo de los animales de especies extinguidas recogidos por él en Pondres, hemos relegado esta observación en un trabajo anterior , entre las que solo pueden conducir á conclusiones dudosas. Por lo que hace á la caverna de Lunel-Viel, no puede ci- tarse en favor de la hipótesis de que el hombre haya sido con- temporáneo de las grandes especies diluvianas, pues aunque está á corla distancia de las grutas en que se han encontrado huesos humanos, no se han visto en ella vestigios del hombre ni de su primitiva industria : debe contarse por lo mismo en el número de aquellas que M. Steenstrup considera haberse llenado completamente sin la intervención del hombre , aten- diendo á que ios huesos no están rotos por este, sino que únicamente han sido atacados por los dientes de los carní- voros , y en particular por los de las hienas. ¿ No pudiera presumirse por esta razón que en el caso de existir mezclas, los huesos no fracturados de las antiguas especies indican que 311 estos huesos han quedado enterrados en una época anterior á aquella en que ha podido ejercerse la acción del hombre, y por consiguiente que debe atribuirse la mezcla, cuando exis- te, á la acción posterior de las aguas, á las excavaciones he- chas por el hombre, ó á movimientos debidos á diferentes causas? Esta opinión que no presento como absoluta, pero que nos puede dar alguna luz acerca de la dificultad de las cues- tiones que se agitan sobre este punto, adquirirá mayor fuerza si los hechos siguientes, observados en la caverna de Pon til, son exactos, como todo induce á creerlo. Caverna de Pontil, cerca de Saint-Pons (Herault). Mace al- gunos anos que he dado á conocer (1) el descubrimiento de muchos huesos de especies extinguidas, entre las cuales he indicado varios de los grandes animales de Lunel-Viel y de Pond res: el Bhinoceros tichorinus, el Ursus spelaeus , el Bos pri- migenias, y un gran ciervo, sin duda el Cervns Elaphus, var. slrongyloceros ó canadensis, con el cual forman muchos auto- res una especie distinta del Elaphus , porque tiene dimensiones mucho mayores que las de este, y solamente comparables con las del Wapili del Canadá. Se me había dicho también que algunos huesos humanos y varios restos de la industria pertenecientes á la época primi- tiva, y otros mas modernos, eran procedentes de esta caverna; pero no quise hablar de ellos, porque no tenia, respecto de su yacimiento, dalos que me parecieran bastante exactos : hoy me hallo mejor instruido, poique M. Chausse, empleado de puentes y caminos, que ha practicado por si mismo excavacio- nes en Pontil, me ha remitido la mayor parte de los objetos de origen humano que lia encontrado, y me ha suministrado, á propósito del yacimiento, algunos detalles que confirman por otra parte el modo como se han conservado estos objetos, com- parado con el de los animales extinguidos y enterrados con el rinoceronte. Los grandes animales diluvianos, comprendiendo entre ellos el Bos primigenius , se hallan en una capa inferior á las que (1) Mémoires de l'Académie scientifique de Montpellicr, tomo MI, pág. 309: 1837. 312 han suministrado huesos de caballo, restos humanos de anti- guos hogares, un cuchillo de pedernal labrado, y diversos ins- trumentos hechos de asta de ciervo y de huesos, enteramente parecidos á los encontrados en los depósitos que se remontan á la primera edad de las habitaciones lacustres de la Suiza y de los kjaekinmaedinger de Dinamarca. Entre otros puedo citar pedazos basilares de asta de ciervo, arreglados de modo que pudieran servir de puño á los instrumentos de piedra, y un estilo de hueso enteramente semejante al de la figura 19 de la lamina 6 de la obra de M. Troyon, el cual se halla construido con una parte de canilla de un rumiante, que me parece ser la cabra. Recibí además del mismo depósito un eje óseo de cuerno de chivo, que manifiesta bastante bien los caractéres del ejem- plar de este género que dió M. Owen en sus mamíferos fósi- les de Inglaterra , como hallado en el pleistoceno de Walton (Essex). Con estos objetos, mucho más modernos que los de la capa de rinocerontes y enormes osos, se hallaba enterrado un maxilar superior deshecho de un Bos primigenius joven, ente- ramente parecido por sus distintos caractéres á un hueso aná- logo procedente de un individuo de la misma edad recogido en la caverna de Lunel-Viel, y con el cual le he comparado. La misma caverna de Pontil contenia también en sus sedi- mentos superiores defensas de javalí, hachas de piedra puli- mentada, que se repulan como características de la segunda edad de piedra, y objetos trabajados que indican la edad de bronce ^1). Caverna déla Roque, cerca de Ganges (Herault). Voy á ha- blar de una cuarta caverna, sobre la cual ha llamado M. Bou- tin la atención de la Academia. Hace algunos años que el mismo M. Boutin me había ma- nifestado algunos huesos rotos procedentes de esta gruta, y yo le había escilado á que tratase de buscar en ella pedernales labrados, habiendo hallado efectivamente una considerable cantidad de ellos, reunidos con algunos huesos humanos. Tam- il) En la caverna de Mialet, y otras de huesos de nuestra pro- vincia, también se han encontrado objetos de origen humano, cor- respondientes á las edades de piedra y de bronce. 313 bien me remitió, como descubierto en la gruta de la Roque, un quinto melatarsiano, evidentemente del Ursus spelceus. Los huesos rotos pertenecen al ciervo, al buey común, y al animal que M. Boutin indica en su nota como una cabra monlés, aunque probablemente no es la verdadera cabra, ó al menos me parece que se distingue de ella por algunos caracléres. Sin embargo, es indudable que las cabras monteses han vivido en nuestras cavernas. En Mialet (Gard) he indicado una especie ó raza de estos animales ( Ibex Cebennarum ), que fue contem- poránea de las grandes especies extinguidas, y de la cual creo haber encontrado algunos raros fragmentos entre los huesos sacados de la caverna de la Salpetriere, situada á corla dis- tancia de Ganges, cuya caverna es muy rica en huesos de Ur- sus spelceus. La pretendida cabra monlés de la Roque debe te- ner más analogía, según las escasas y mutiladas piezas que M. Boutin me ha remitido, con las cabras comunes; pero sus piernas son más fuertes que las de dichos animales, y tiene talla mucho mayor. Sin duda es el mismo animal queM. Mar- cel de Serres ha indicado en Bize con el nombre de Egagro , y del que habla M. Forel, suponiéndole un carnero de mayores dimensiones que los comunes, en su noticia acerca de las ca- vernas de pedernales labrados de Meuton, á poca distancia de Nice. Asegurar que es el egagro, seria ir más allá de lo que permite la observación; pero es evidente que estos restos de huesos, mutilados por los antiguos habitantes de nuestro país, indican un animal bastante análogo á las cabras comunes y monteses, aunque mayor y mas grueso: podría formarse una ¡dea de él, suponiendo una cabra que escediese en dimensiones á nuestras cabras comunes tanto poco mas ó menos como el ¡ios primigeniusix nuestros bueyes domésticos. Para no prejuz- gar nada respecto de sus relaciones con el Egagro , le llamaré Capra primigenia. ¿En qué época ha desaparecido esta raza ó especie, y cuáles son sus verdaderos caracléres? Es este un problema nuevo, que deben resolver las personas dedicadas á esta interesante parte de la Paleontología, que tanta relación tiene con la Arqueología. De los datos expuestos en esta Memoria, resulta que aun asignando á la primera aparición del hombre en la región á 314 que pertenecen las cavernas de Bize, de Saint-Pons, de Pon- dres, de la Roque, etc., una antigüedad anterior á la de las narraciones históricas, no podria admitirse que, al menos en esta región, haya sido contemporáneo de los animales de espe- cies extinguidas, á las cuales había aludido Cuvier, cuando rechazaba la aserción que hace ya treinta y cinco años habían emitido MM. Tournal, Christol y Marcel de Serres, con mo- tivo de haberse encontrado simultáneamente enterrados el hombre y estos grandes mamíferos en las cavernas que han descrito. Es importante distinguir bien las especies que han desa- parecido desde los primeros tiempos del período cuaternario, de aquellas que solo se han extinguido después ó que han so- brevivido en otras partes de Europa después de haber sido des- truidas entre nosotros. Presenta dificultades establecer la cro- nología de semejantes extinciones ó sucesivos alejamientos; pero tiene una gran importancia, tanto para la historia propia- mente dicha como para la historia natural, y los naturalistas han reunido ya muchos datos respecto de las cuestiones que suscita. El Bos primigenius está mezclado, como las demás espe- cies todavía existentes, con los grandes animales extinguidos, que Cuvier considera como anteriores á la presencia del hom- bre en Europa, aunque no ha desaparecido con ellos: era co- mún en las partes meridionales de Francia, lo mismo que el uro; pero en la actualidad no se le encuentra en ninguna par- te, y su raza ha concluido, ó bien se ha confundido con la de los bueyes comunes, mientras que el uro ha sobrevivido en algunos bosques de Rusia, de Lituania y del Cáucaso. El rengífero, lo mismo que el uro y el Bos primigenius, ha- ce mucho tiempo que falta en nuestras regiones, y en el mismo caso se halla el alce. No obstante, este último se encuentra en el Norte; en cuanto á los rengíferos, se ha dicho que los utili- zados por los Lapones, y aquellos de que proceden los huesos sepultados en las cavernas y en las grietas, eran especies dis- tintas. Sea ó no cierta esta opinión, es indudable, desde luego, que los rengíferos han vivido al mismo tiempo que el hombre en Francia, en Inglaterra y en Alemania. 315 ¿No es cosa curiosa ver demostrado por la Paleontología que los tres grandes rumiantes citados por César en la selva Iíer- ciniana han habitado casi á orillas del Mediterráneo, y esto en una época en que el hombre se hallaba también allí, aunque en un estado poco adelantado de civilización? Efectivamente, estas tres especies son : el Urus ó Uro , que según Cuvier no es más que el /ios primigenius , pero que otros autores consi- deran como el verdadero Aurochx, animal que por otra parte ha vivido en el Mediodía de Europa en la época de que habla- mos; el alce y el Bos cervi figura , es decir, el rengífero (1). (I) El fragmento de asta de ciervo fósil hallado en Bize, y que M. Marcel de Serres ha representado en el núm. 1 de su lámina 3.a, podría muy bien haber pertenecido á un joven alce. Es el Cervus Tournalii , de M. Serres. 316 — Prodromus Systematis naturalis Regni vegetabitis. Acaba de pu- blicarse la Sección primera de la Parte décimaguinta de esta larga obra empezada por De Candolle y continuada por su hijo con la ayuda de varios colaboradores. Contiene la sección indicada seis familias, que son: Lauráceas, Begoniaceas, Datiscaceas, Papayaceas, Aristoloquiaceas, y Stackhousiaceas, dejando para la Sección segunda exclusivamente las Euforbiáceas, que no se completarán hasta el año 1865, aunque ya existe el primer fasciculo desde 1862. Entretanto se imprimirá la Parte décima- sexta de la obra, que se anuncia como última, lo cual da á entender que el Prodromus se limitará á las Dicotiledóneas, suficientes para ocupar mu- chos tomos como se ve, prescindiendo de las Monocotiledoneas, asi como de las Criptogamas, que habrán de estudiarse por medio de otros libros. — Género Polystroma de los Liqúenes. Dudan algunos botánicos que deba conservarse este género establecido por Clemente en 1807, y efec- tivamente tienen razón para dudarlo: el siguiente pasaje de un manus- crito con fecha posterior manifiesta la definitiva opinión del autor en virtud de nuevas observaciones. Variolar ia faginea Ach. var. Fernandez Clem. sorediis proliferis. Polystroma Fernandez Ctem. Var . de la Vid. lteralis observationibus tándem vix non omnino evictus sum plantam hanc ipsissimam V ariolariam fagineam Acharii es se miré luxuriantem . —Importancia de la acción química del sol. Tomamos los pasages siguientes de una noticia que Mr. Roscoe ha leído en el Instituto Real de Londres el 22 de mayo último. «La vida animal puede caracterizarse químicamente como un fenó- meno de oxidación. Los tejidos organizados experimentan una combustión incesante: el animal expira gas ácido carbónico que va á viciar el Océano aéreo en cuyo fondo vivimos; de manera que si no hubiese una acción contraria, todo ser vivo trabajaria para su propia destrucción á cada momento de su existencia. Pero este efecto es producido por los vejetales: su vida se caracteriza por una reacción química contraria á la que cons- tituye la vida animal, es decir, por una desoxidación ó reducción. El animal aspira oxígeno y exhala ácido carbónico; la planta al contrario, se asimila ácido carbónico y abandona oxígeno: así es como se establece el balance de la vida atmosférica. 317 El animal toma todo su vigor de las materias organizadas que cons- tituyen su alimento y sirven para tejer su cuerpo. Cuando estas mate- rias son quemadas por el oxígeno del aire, se ponen en juego las fuerzas que encierran, bien en forma de movimiento de las masas y de acción mecánica, bien produciendo el movimiento molecular que se llama calor, ó por medio de otra manifestación cualquiera de fuerza. El animal no la crea, no hace mas que dirijir su aplicación; no puede mover un músculo sin que se trasforme cierta cantidad determinada de fuerza, sin que se oxide una parte de sus tejidos según la ley de la conservación de la fuerza. Así la fuerza total de un sér vivo está regulada por las mismas leyes que presiden al trabajo de una máquina de vapor ó de un aparato electro- magnético. Cada kilogramo de carbono quemado y convertido en ácido carbónico en el cuerpo de un animal, desprende una cantidad de calórico suficiente para elevar 1 grado centígrado la temperatura de 8080 litros de agua, ó para verificar un trabajo en el cual se elevan 1 90 0 toneles á la altura de 1 metro. i El origen de la fuerza del animal es patente: vive por la provisión de fuerza acumulada por las plantas. Pero el reino animal no podria ince- santemente agotar esta fuente sin que fuese alimentada como efectiva- mente lo es, por el sol. Las plantas absorben los rayos mas refrangibles ó aquellos cuyas trepidaciones son mas rápidas, y se saturan de ellos para volverlos después, de una manera ú otra, cuando su tejido es des- truido por oxidación. La vida vejetal, no funciona plenamente mas que bajo la influencia de los rayos solares. La luz solar es la que, obrando sobre la materia verde de las hojas, descompone el ácido carbónico del aire y permite á la planta asimilarse el carbono y volver al aire su oxígeno. Los rayos de vibraciones mas rápidas son los que separan las molécu- las de oxígeno y de carbono, y producen la reacción química: estos rayos, de color violáceo, se llaman rayos químicos, en razón de la aptitud par- ticular que tienen para obrar químicamente. Su fuerza viva es absorbida en el efecto que producen; el equivalente en calórico se desprende des- pués por la combustión del carbono que queda en libertad por este efecto. De estas consideraciones resulta que la determinación de la radiación química producida por el sol en cada punto del globo debe formar un elemento importante de los climas terrestres, en cuanto aquel agente re- gula la fuerza de producción de cada región. La observación de la activi- dad química del sol debe constituir por consiguiente un nuevo ramo de la Meteorología. Las observaciones termomét ricas manifiestan la temperatura media de 318 un parage dado; pero no sucede lo mismo cuando se trata de condiciones climatéricas en general» que dependen también como acaba de verse de la medida de la energía química desarrollada par la luz. Si se compara la temperatura media anual de Thorshaven (islas Faroer) y de Carlisle se encuentra: 7o 6' para Thorshaven (lat. 62° 2', long 9' 6'), y 8° 3' para Carlisle (lat. 54° 54' long. 5o 18'). La diferencia de las temperaturas medias de las dos estaciones no es mas quede 0° 7', es decir que son aquellas casi las mismas: no obstante, la cantidad de luz que reciben en el espacio de un año es muy distinta, y una disparidad análoga se manifiesta en los climas de ambos puntos del globo. La atmósfera húmeda y nebulosa de las islas Faroer y de las de Shetlands, en que los rayos solares no penetran mas que de una manera incompleta, es causa de que su Flora se haya desarrollado poco; y se com- pone de matorrales achaparrados, careciendo de árboles floríferos; por el contrario, en Carlisle tenemos una vejetacion espléndida bajo un cielo pu- rísimo. Así también, la temperatura media de verano en Reykravik (Is- landia) no es mas que de 2o t ' superior á la de Edimburgo, mientras que esta es ya 3 grados inferior á la de Londres, y sin embargo, los árboles no prosperan en Islandia; pero la Flora de las capitales de Esco- cia y de Inglaterra no presenta ninguna diferencia marcada. Es evidente por lo tanto que los lugares terrestres situados en la misma línea isoter- ma ó isotera no tienen precisamente climas semejantes; y se necesita para que se verifique esta igualdad que estén en la misma isactina , ó en una curva de igual intensidad química. ( Moniteur scienlifique .) — Uso del petróleo. Este aceite mineral, á pesar de su mal olor se va generalizando con gran rapidez, y de ello han inferido algunas per- sonas que se había inventado ó descubierto recientemente, lo cual es un error que nos parece necesario rectificar en su origen. La palabra petróleo ( petroleum ) significa aceite de piedra, y con tal nombre se designa toda sustancia betunosa líquida que fluya por entre las piedras, las rocas ó en diversos sitios de la tierra. Hay muchas suertes de petróleo, y se distinguen por su ligereza, ardor, consistencia é infla- mabilidad. En el dia se saca por destilación de ciertos esquistos betunosos un aceite mineral, que es variedad del petróleo y que se emplea con buen éxito en el alumbrado. El petróleo procedente de Grecia y Asia se usa desde la mas remota antigüedad con el mismo objeto: también se emplea para fabricar barnices y se usa en medicina; además los egipcios se valian 319 de esta sustancia puia embalsamar sus muertos, y se encuentra casi sin alteración en las tiras de lienzo con que están cubiertas las momias. Los industriales alaban alternativamente el petróleo de tal ó cual si- tio de América recientemente explotado? pero existe un manantial no menos puro en las cercanías del mar Caspio, cerca de Derbent. Arde allí el aceite en un espacio de terreno que tiene casi un cuarto de legua de circuito. Este es el fuego perpetuo de Persia? y los habitantes que siguen la religión de Zoroastro se dirigen á este sitio para adorar el fuego y practicar sus devociones. Del mismo modo se halla un terreno inflamado en la India? pero lejos de adorarlo los naturales, creen que esta allí la mansión del diablo. Corre también el petróleo en otras muchas localidades? existe en Coalbrookdale, de Inglaterra, un manantial que nace en las minas de hulla? se le encuentra en Sicilia y en muchos paises de Italia? cerca de Amiano, en el ducado de Parrna? en las cercanías de Módena y en Monte- Chiaro, no lejos de Plasencia. Le hay también en Suiza, en Lampertslok, en el condado de Hanau? se descubrió también en Francia desde el año 1605 en el territorio de Gabian, cerca de Béziers? y por último, se han visto nadar grandes masas de petróleo en la superficie del mar, cerca de las islas del Cabo Verde. Bastan estas indicaciones sucintas, dice el Siglo , para desengañar á las personas que creen ver en el petróleo un nuevo descubrimiento de la Química. — Revivificación del carbón animal. Para tratar el carbón animal que ha servido en la fabricación y el refinado del azúcar, privándole de toda la cal y de las demás sustancias de que se apodera, sin atacar ni destruir ninguna parte de las que le constituyen, propone Mr. Beanes emplear el gas ácido hidroclorídrico, con el cual impregna el carbón animal, deján- dolo hasta que la cal y las demás sustancias térreas se conviertan en cloruros solubles. — Preservativo de los cereales. En la época de la sementera de los cereales, muchas veces se quejan los labradores de los estragos que les ocasionan los pájaros, llevándose las semillas germinadas, ó los gusanos que roen los gérmenes y las hojas salientes, especialmente en los campos recien roturados: pero estas pérdidas pueden evitarse de un modo muy sencillo. En efecto, según dice el Moniteur de C Agricidture, un labrador en octubre último preparó con aceite decamelina la semilla de trigo des- tinada á un campo de 6 hectáreas de estension, presumiendo que el olor fuerte de aquella sustancia alejaria á los pájaros y gusanos, y sucedió asi efectivamente con el trigo impregnado del aceite, pasando tales plagas á los campos inmediatos de otros labradores, que sembraron trigo en la 320 misma época sin emplear semejante preparación. Bastan 73 centilitros de aceite para 1 hectolitro de sementera: se echa el aceite sobre la semilla y se revuelve con una pala en todos sentidos. — Nueva aparición de la isla Ferdinandea. Dicen de Palermo que la isla volcánica que sucesivamente se ha llamado Ferdinandea, Hotham, Graham, Nerita y Julia, y que apareció por primera vez entre el 28 de junio de 183 i y el 8 de julio siguiente, sube á la superficie del agua, y que solo está á 3 metros bajo el nivel del mar. Sábese que desde los pri- meros dias de la aparición de esta nueva isla, por ejemplo el 10 y el 11 de julio, salía de su centro una columna que brillaba por la noche con continuidad y mucha viveza. En agosto esparcía también esta columna una luz muy viva, pero los experimentos termométricos manifestaban que el fondo del mar no tema ningún color propio, de lo cual se ha deducido que el islote se había formado por el levantamiento de la roca del fondo del mar. Esta explicación se halla conforme con la disminución de temperatura extraor- dinaria, observada el 5 de agosto por John Davy al aproximarse al nuevo islote. El termómetro, sumerjido en el agua del mar, señalaba un descenso de 5o, 6 décimos, y este fenómeno se explica considerando que las rocas levantadas se habían enfriado hacia siglos y no podian volverse á calentar sino con mucha lentitud á expensas del agua de la superficie. Las cenizas y las escorias incoherentes que se habian depositado en la su- perficie del islote, fueron barridas por el mar, y en el mes de diciembre de 1831 no quedaba en el sitio de la isla Julia mas que un banco cubierto por 3 metros de agua. Si después no ha bajado, no vemos razón alguna para que los periódicos anuncien que sube en estos momentos y que se halla á 3 metros debajo del agua. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rüjz. N.‘ 6.'— REVISTA DE CIENCIAS.— Junio 1864. CIENCIAS EXACTAS ASTRONOMIA. Sobre la bólida del 14 de mayo. (Cosmos, 9 junio 1863.) La aparición de esta bólida ha llamado tanto la atención, que creemos deber presentar aquí el resultado definitivo de las observaciones, cuyos datos completarán Sos que han sido expuestos ya en el resumen de las ultimas sesiones de la Academia de Ciencias. Las siguientes observaciones han sido remitidas á Mr. Le Verrier de diversos puntos, y se hallan consignadas en el Boletín. Carla de Mr. Vidaillel (Nerac). — Ayer por la noche (14 de mayo), á cosa de las ocho, hemos visto pasar sobre Nerac un fenómeno celeste que creo debe ser un cuerpo sideral, por ejemplo, un aerolito. Era muy luminoso, y 4 ó 5 minutos después que apareció en nuestro horizonte, oímos una grandísima detonación, acompañada de 1 sordo y siniestro ruido parecido al del trueno, que duró 1 minuto poco mas ó menos: si, como todo induce á creer, ha caído un asteroide en el suelo, ha debido llegar según mis cálculos á la distancia de 12 ó 15 leguas de aquí en el campo del triángulo formado por las ciudades de Agen, Audi y Montauban. Poco después de pasar sobre la ciudad de Nerac (cerca de algunos minutos), siguió su curso liácia Agen: y apareció también en Montan- ban, donde según un despacho telegráfico se oyó el ruido de la enorme explosión unos 100 segundos después que perci- biésemos esta detonación. El mismo resplandor y detonación TOMO XIV. 21 322 se observaron, según se refiere, á 12 kilómetros de Nerac, desde cuyo punto se precipitó hacia esta ciudad siguiendo la dirección N. O. á S. E. En tal caso, ¿no podria sospecharse que ha debido haber dos caidas parciales de la bólida antes de llegar sobre el horizonte deMontauban, y no sería difícil es- plicar de otra manera esta doble detonación tan sumamente espantosa? Carta de Mr. Esparbes (Saint— Ciar). — A las 8 h. 13 m. ha inundado la ciudad un prodigioso efecto de luz: parecía todo cercado de llamas. El efecto ha durado cerca de 50 segundos, y ha sido producido por una cosa casi del tamaño de la luna llena, que se ha dirigido á la manera de una estrella fugaz dejando en pos de sí un rastro de fuego ligeramente azulado. El rastro ha desaparecido poco á poco y el cielo ha quedado sereno; sin embargo, 10 minutos después producía todavía el efecto de una larga nube fija, y aun al cabo de 2 minu- tos del resultado de luz eléctrica producido, se percibió una detonación que podía compararse al ruido de una pieza de cañón, prolongándose por espacio de 80 á 100 segundos. Carla de Mr. de Laffitle (Aslaffort). — A las 8 y algunos mi- nutos de la noche, hallándome en mi jardín, me vi de repente rodeado de una luz muy blanca. Levanlé la cabeza, y 2 ó 3 segundos después, vi aparecer el meteoro por encima de un grupo de álamos; le seguí en la dirección del Sud-Este, en la cual se fué á estinguir á unos 30° sobre el horizonte. Dejó en su rula y por encima de él una pequeña nube blanca muy brillante. Sin duda habréis observado algún pequeño despren- dimiento instantáneo de vapor y humo que arroje un pedazo de leño que arde en la chimenea; pues bien, este es exacta- mente el efecto que me produjo la aparición de la pequeña nube, y 2 ó 3 segundos después se apagó el meteoro, no como una bomba que estalla, sino como una lámpara que se eslingue: vivo aumento de luz blanca reemplazada por un globo mate y rojizo, y después nada. La pequeña nube tenia entonces contornos muy marcados como en el momento de su formación, y asemejaba á una cinta de 3 metros de largo y 20 centímetros de ancho. En este momento miré al reló para ver cuánto tiempo duraba: empezó por ondular un poco, des- pues aumentaron sus contornos en amplitud, perdiendo su limpieza, y presumiendo que desaparecería insensiblemente no volví á fijar la atención en él. Calculo que el ruido de la explosión tardó mas de 4 minutos en llegar basta noso- tros, y me parece que para que haya conformidad entre las direcciones observadas, debe admitirse que en el momento dé- la aparición de la pequeña nube formó el meteoro una espe- cie de gancho y csperi mentó cierto desvío. Carla de Mr. Béraul (Gouzon). — Me hallaba en el camino vecinal de Gouzon en Boussac, á I kilómetro de aquí, cuando me llamó la atención un fulgor repentino, aunque débil. Al levantar la vista descubrí un rastro de fuego en el aire, de mas de 1 kilómetro de largo y 1 metro de diámetro. Al apagarse el meteoro hubo como una explosión con un cente- lleo, formando chispas como en los fuegos artificiales: la luna se veia á la izquierda á una distancia igual á la longitud del rastro. Probablemente Mr. Béraul no habrá visto mas que la nube (¡ue Mr. Lafütle comparó á una cinta. Carta de M. Jollois (Blois). — El meteoro tenia el aspecto de un cohete grande que se moviese con mucha lentitud (S. S. O), descendiendo hacia el horizonte y siguiendo una dirección in- clinada de 25° con el mismo plano. No lo he visto más que por espacio de algunos segundos: su brillo y color variaron mu- cho en este tiempo. Siendo al principio de un color blanco brillante, dejó en pos de sí un pequeño rastro luminoso y después su color se volvió rojo, y al mismo tiempo despidió un gran numero de chispas y desapareció en la dirección del Sur detrás de la colina que forma la orilla izquierda del valle de Loire. La velocidad aparente del meteoro, lo mismo que su dirección, no pareció cambiar en el tiempo que he podido observarlo. Carla de Mr. Bergé, párroco de la Magdalena.— El aerolito ha despedido una luz tan viva, que nos hemos visto rodeados de fuego, y en medio de nuestra sorpresa hemos creído que acontecía un gran cataclismo. El meteoro se ha visto en va- rios departamentos, lo cual da una idea de su belleza, de su brillo y de su magnitud. Apareciendo al principio como un 324 globo de fuego del tamaño del disco de la luna y silencioso como ella, se abrió en seguida en forma de haz ó de rami- llete de fuegos esparciendo millares de chispas y caminando siempre: después desapareció, dejando una nube de humo que por mucho íiempo quedó suspendida en el aire en el mismo sitio. No hacia nada de viento. Después de su caída y por es- pacio de cinco ó seis minutos, se oyó un gran ruido parecido á fuertes detonaciones de artillería lejanas, repetidas y pro- longadas, ó á un temblor de tierra, así es que lodo el mundo estaba asustado y lleno de consternación. Los milenarios han debido tener un momento de triunfo; sabido es que la caída de las estrellas indicará la aproxima- ción del íin del mundo, y que ellos la esperan de un año para otro desde la destrucción del templo de Jerusalen. Creemos que todavía esperarán mucho tiempo. Las observaciones que acabamos de referir han sugerido á Mr. Daubrée las reflexiones siguientes: o Las circunstancias indicadas concuerdan perfectamente en cuanto á los hechos principales: se diferencian en los detalles, lo mismo que en los cálculos numéricos; lo que se explica por la corta duración del fenómeno y la sorpresa que necesaria- mente ha producido á los que han sido testigos de él. Especialmente hay una circunstancia sobre la cual no puede existir duda, y es el largo intervalo trascurrido entre la explosión visible del meteoro y la percepción del ruido que fue consecuencia de él. Este largo intervalo se ha indicado en Saint-Clar (Gers) que es de dos minutos; en Agen de 3 á 4 minutos: en Astaffort (Lot y Garona) de 4 minutos: en razón de una velocidad de 333 metros por segundo y solo el inter- valo de dos minutos, correspondería á 40 kilómetros. Redu- ciendo convenientemente esta distancia respecto de las locali- dades en que la explosión se verificó al zenit, se vé que el fenómeno pudo pasar á una altura en que el aire está suma- mente enrarecido; pero para que una explosión producida en capas de aire tan enrarecidas haya ocasionado en la superficie de la tierra un ruido de semejante intensidad y en una es- tension horizontal tan considerable, es preciso admitir que la violencia en las altas regiones escedia á cuanto conocemos 325 La observación de Guisors (Eure), debida á M. Brongniart, es la mas septentrional que nos ha llegado hasta ahora. De aquí resulta que el meteoro ha desaparecido bajo el horizonte del sitio antes de estallar, y sin embargo, no puede dudarse de que sea el mismo fenómeno. Este hecho puede también suministrar un límite superior de la altura del meteoro en el momento de la explosión final, que debió ser unos 30.000 metros. A consecuencia de este espléndido fenómeno hubo una caida de piedras meteóricas, y en este caso, como siempre sue- le suceder, el cuerpo que había manifestado su aparición pol- lina luz y ruido tan imponentes, se ha limitado a dejar caer en nuestro globo fragmentos de un volumen insignificante de algunos centímetros de diámetro, como sucedería si la ma- yor parte de la masa meteórica saliese de la atmósfera para continuar su órbita no abandonando mas que alguna partícu- la cuya velocidad se amortiguase. Se han recogido aerolitos entre Orgueil y Nohie, á 18 kilómetros de Montauban, y pa- rece que deben haber caído otros fragmentos en el mismo momento en otras regiones de Francia, Nuestro corresponsal el ür. M. Allaire observó el meteo- ro en la llanura de Fericy, entre Fericv y Yulaine (Sena y Marne), á las ocho y algunos minutos. Lo vió por primera vez á la altura de unos 45" sobre el horizonte, dirigiéndose hacia el Sud-Este, y se apagó insensiblemente, desvaneciéndose en el espacio. Algunos momentos antes de eslinguirse, pareció que experimentaba una especie de dilatación luminosa, y se desprendían algunos fragmentos. Otra espansion se observó en el momento de extinguirse definitivamente. Sabido es que este aerolito pertenece á un tipo raro y pre- cioso para nosotros: en él se lia reconocido la presencia del carburo de hierro. Como muestras procedentes de otros mun- dos son las mejores que tenemos, porque su análisis química parece revelar la existencia de séres organizados en los globos de que proceden. Mr. Reichenbach lo clasificará perfectamente á continuación de su XXX Memoria. 326 El Sol considerado como una estrella. ( Archives des Sciences pliys. el nalurelles, 20 mayo 1864.) Entre todos los esfuerzos que se han intentado para deter- minar la paralaje de las estrellas por la via directa ó por mé- todos diferenciales, no pueden presentarse más que 10 ó 12 casos que hayan ofrecido alguna apariencia de éxito. La paralaje de la a del Centauro se eleva 1 segundo de grado, y es mas que doble de la que se ha atribuido á cada una de las demás estrellas. Los astrónomos han deducido de aquí que estos astros son cuerpos situados en general á inmensas dis- tancias, que brillan como el sol con una luz que les es propia, y forman una gran familia de la que nuestro sol no es más que uno de los individuos. La suma total de luz emitida por un cuerpo luminoso, puede calcularse cuando su distancia es conocida; y por los cálculos de este género se supone que varias de las estrellas deben esceder considerablemente al sol en brillo propio, mientras que el de la 61.a del Cisne les es por el contrario muy inferior. Existen, por consiguiente, bajo este punto de vista grandes desigualdades, cuya extensión no podemos sin em- bargo conocer, entre los millones de astros visibles é invisi- bles esparcidos en los espacios celestes. Admitiendo esta gran desigualdad, y suponiendo para to- das las estrellas existentes un brillo medio igual al de nues- tro sol, ó aún menor, las estrellas visibles deben poseer un término medio de brillo superior al suyo, pues según las le- yes de la perspectiva, las pequeñas estrellas deben ser invi- sibles para nosotros á distancias en que las más luminosas pueden todavía brillar aún como las estrellas de primera magnitud; razonamiento que tanto es aplicable á las estrellas telescópicas, como á las que son perceptibles á la simple vista. Tenia el deseo de establecer comparaciones fotométricas m entre la luz que recibimos del sol y la que proviene de una estrella, más a propósito que las que comunmente se em- plean. Suponiendo que estuviésemos bajo los trópicos y tu- viéramos un pozo de algunos cetenares de pies de profundi- dad, en cuyo fondo nos colocásemos, cerrando un ayudante la boca de él de modo que se produjese una oscuridad total, a excepción de un pequeño agujero en el cual se ajustase una lente cuya sustancia y construcción fuesen todo lo mejor po- sible, teniendo una distancia focal de una cienmilésima de la distancia comprendida entre el ojo y la lente, y mirando en un tiempo claro el sol situado verticalmente, se le vería redu- cido exactamente, como si estuviese cien mil veces mas dis- tante y apenas escediera su brillo al de la a de la Lira. Después de haber hecho un gran número de experimentos he llegado á creer que es el método mas conveniente de re- ducir la luz del sol para compararle con cualquier otro objeto celeste. La observación puede de esta manera precaverse del efecto ofuscador de la luz del dia, y un objeto, aunque sea tan brillante como el sol, puede reducirse si se desea, por una sola lente plano-convexa, al aspecto de una estrella de sesla magnitud. Conociendo la distancia focal de la lente y la que hay entre ella y el ojo, puede valuarse la reducción de clari- dad con tanta facilidad como se calcula que una corla distancia está contenida en una mayor. No teniendo mina ó pozos de que haya podido disponer para estos experimentos, me he valido de una cámara subter- ránea horizontal de 230 pies de longitud, de la cual un ex- tremo termina en la cueva de mi taller, y el otro comunica con la superficie del suelo por una abertura vertical de 1 pie cuadrado y de 5 de altura. He podido emplearla para un uso equivalente mediante la doble reílexion de la luz del sol, una por un espejo y otra por un prisma de reflexión total. Entre el extremo de la cámara y la abertura vertical hay un diafragma con un agujero de 2 pulgadas cuadradas, que puede cerrarse con placas que contienen las lentes de que me he valido. El prisma se halla colocado en la abertura verti- cal, contiguo y cara á la lente, para recibir la luz del sol que provenga de un espejo situado encima y que reíleje horizon- 328 talmente la luz á través de la lenle en el fondo de la galería subterránea. El 24 de noviembre de 1862 empleé una lenle cuya dis- tancia focal era de de pulgada, hallándose el sol cerca del meridiano y el cielo sumamente claro. El observador coloca- do en la cueva, á 230 pies de distancia, calculó que la luz que llegaba apenas era igual á la de la estrella a de la Lira. La reducción del diámetro era en este caso únicamente de 93.840 veces, admitiendo que la lente y el prisma estuvie- sen perfectamente construidos y bien limpios. Los tres agujeros se practicaron en una chapa de latón: mirando por el mayor se veia penetrar bastante luz para cons- tituir una visión completa; el segundo producía únicamente una visión por alternativas; y el más pequeño no dejaba pasar luz alguna. Hemos tomado parte en la observación mis dos hijos y yo, y los resultados demostraron que teníamos la misma vista. Cuando uno de nosotros había permanecido en la oscuridad por espacio de 15 minutos, y el segundo tomaba su vez, veia lo mismo á los dos minutos de estar privados de la luz del día. Habiendo sido tan clara y favorable la noche del 24 de no- viembre como aquel dia, y formando el mismo ángulo entre sí el espejo y el prisma, los hemos combinado y aplicado para observar la a de !a Lira á 5 ó 6 horas de ángulo horario al occidente del meridiano, atravesando los mismos agujeros de la chapa metálica. Supongo que la pérdida de luz ocasionada por las reflexio- nes sobre el prisma y el espejo, sea la misma para ambos ob- jetos, de modo que solo se debe tener en cuenta el efecto de la lente que calculo con los mejores medios de apreciación que están en mi poder en una pérdida de cerca de diez por ciento. Habiendo visto que la estrella y el sol eran sensible- mente iguales en las comparaciones dichas, parece resultar de aquí que la separación en el espacio de 103.224 veces la distancia actual del sol debería reducirse su luz á ser igual á la de la estrella de que se trata; pero esta distancia no es la mitad de la que se presume que tiene la estrella que esté mas próxima á nosotros. 329 Me inclino á creer que esla determinación, combinada con otros experimentos y estudios preliminares, es casi verdadera, aunque se diferencie mucho de las deducciones fotométricas mas generalmente acreditadas y con mas frecuencia cita- das por los astrónomos. Supónese que la tierra ha sido tam- bién un cuerpo luminoso por sí mismo, y pueden existir innu- merables soles como el nuestro, ó acaso menores, en los límites de los que adornan el cielo nocturno, interpuestos en- tre ellos y los que quedan, sin embargo, desconocidos para el hombre. Verdad es que esto depende mucho de la diversidad actual que existe entre estos soles; pero no veo razones para dudar de que el Creador no haya elegido la variedad en este caso, como lo ha hecho con todo lo que está mas próximo á no- sotros. La desigualdad que existe entre las estrellas binarias a de Hércules y o del Cisne, que no puede atribuirse á una desigualdad de distancia, respecto de nosotros, de las estrellas que componen tales grupos, basta para confirmar esta deduc- ción. Si suponemos que los extremos estén en la proporción de uno ó varios millones, como se ha verificado en los plane- tas de nuestro sistema, y les atribuimos un peso suficiente al efecto de la perspectiva celeste, deberemos llegar á no consi- derar á nuestro sol más que como una estrella pequeña, si tuviésemos medios á propósito para la demostración de las verdaderas relaciones que existen entre él y las multitudes de astros que radian hasta nosotros á través de inconmensurables distancias. El planeta Júpiter es sensiblemente en cuanto al brillo el 4.° de nuestro cielo, y sin embargo, sus í satélites, aunque situados exactamente á la misma distancia media de nosotros, son imperceptibles á la simple vista, y existen mas de 60 planetas bien conocidos y todos telescópicos á distan- cias de la tierra menores que la de Júpiter. Al ver el sol reducido 93.840 veces en la cámara oscura, hubiera podido añadir que se veia en contraste con una oscu- ridad mas profunda que la de todo el cielo nocturno, y esto hubiera sido en favor de la suposición de que la diferencia de luz entre él ya de la Lira, podia ser lodavia menor que la de 10.666,194,176 á 1; pero no he querido diferir, supuesto que no estoy obligado á hacerlo, los resultados obtenidos por los 330 que me han precedido en este interesante objeto de investiga- ciones. El número de las estrellas que los mas fuertes telescopios permiten distinguir en todo el cielo, no es tan grande como debería serlo teóricamente, comparándole con el que se des- cubre á la simple vista ó con instrumentos pequeños. Los as- trónomos explican este hecho, suponiendo que una porción de luz sea absorbida ó extinguida al pasar por la inmensidad del espacio. Las grandes diferencias entre el brillo propio de las estre- llas dispersadas é interpuestas en el espacio, pueden dar una explicación diferente de este hecho, en tanto que se ha recono- cido como posible su existencia. Cerca de nosotros, las peque- ñas podrían verse con tanta facilidad como las grandes; pero ios numerosos billones de miles de profundidad, en los límites extremos de la penetrabil idad de los telescopios, ocultarían lodo el contorno de la esfera celeste de las multitudes de cuer- pos como el sol; mientras que un corto número únicamente de un volumen ó de una claridad muy poco común, sembradas entre ellas, aparecerían como los puntos mas débiles de luz perceptibles con los mas fuertes telescopios de que ha podido valerse la vista del hombre. FISICA. investigaciones acerca de la solidificación y ebullición; por Mr. L. Du four, profesor de física en la Academia de La usan a. ( Armales de chimie ; julio 1803.) Sábese que ¡a congelación de! agua se produce á veces en condiciones de temperatura sumamente bajas. El retraso de la solidificación se favorece por una gran calma y por la falta de contacto del aire. También se produce, aunque con mayor difi- cultad y mas rara vez, en circunstancias enteramente comunes. Los sacudimientos, la agitación del liquido, el contacto de un cuerpo sólido, etc., son las principales causas que producen la solidificación del agua reducida á menos de cero, como también son las principales causas de cristalización de las disoluciones salinas sobresaturadas, entre otras del sulfato de sosa. La influencia de un contacto sólido, y sobre lodo del con- tacto de ciertos sólidos, se manifiesta de una manera tan evi- dente en estas solidificaciones y cristalizaciones, que ha pare- eido de interés averiguar cómo se conduce el agua fuera de todo contacto sólido y durante un enfriamiento prolongado bajo cero. Era importante ver en qué parte del líquido co- menzaba la solidificación y de qué manera se verificaba. Para que el agua se mantenga privada del contacto de los sólidos, es preciso ponerla en un Huido que tenga la misma densidad; y además, es menester que este medio pueda experi- mentar un descenso de temperatura algo considerable, y que no sea susceptible de formar una mezcla acuosa. Para elio sirve perfectamente una mezcla de cloroformo y de aceite de almendras dulces; ó de cloroformo, de aceite de almendras dul- 332 ces y aceite de petróleo: el agua flota en ella formando esferas aisladas, enteramente semejantes á las esferas de aceite de los célebres experimentos de M. Plateau. Si en estas circunstancias se baja la temperatura de la mezcla, cloroformo y aceite, no tarda en verse el termómetro bajo cero sin que el agua se solidifique. Es sumamente raro que una esfera se hiele á cero; generalmente la temperatura desciende á —4o ó á — 12 si se mantiene el estado líquido. La congelación interviene con mas ó menos prontitud cuando la temperatura baja mucho, y á partir desde -—8 á — 10 grados se hielan los glóbulos sucesivamente, sin que sea fácil distinguir la causa que produce el cambio de estado y la brusca forma- ción de una esfera de hielo. Los glóbulos más pequeños sub- sisten en general por espacio de mucho tiempo; varias veces se les ha visto todavía líquidos á —18 y á — 20 grados. Sábese que el agua enfriada en el vacío, ó una disolución de agua fría y sobresalurada de sulfato de sosa cristalizan con mucha rapidez por los choques, por la agitación con una va- rilla, por la proyección de granos de arena, cristales, etc. Las mismas causas obran, con mucha menos seguridad, sobre los glóbulos acuosos del experimento descrito anteriormente. In- troduciendo una varilla de vidrio en la mezcla, y agitando las esferas enfriadas hay á veces congelación; pero con frecuencia se puede modificar ó deformar violentamente la masa acuosa sin que cambie de estado. Si durante esta deformación se verifica la congelación repentina, se obtiene un pedazo de hielo más ó me- nos aplastado, elipsoide parecido á una lágrima de Batavia, etc. El contacto de una varilla de hierro ó de cobre ha parecido generalmente más eficaz para producir la congelación que el de una de vidrio; sin embargo, la diferencia es poco marcada. Poniendo sustancias reducidas á polvo ó sales en contado con los glóbulos enfriados, no siempre se verifica la congelación. Oirás veces se ha introducido en los glóbulos ó hecho caer al través de los que tenían 3 milímetros de diámetro y á menos de 8 grados, cristales de cloruro de sodio, de sulfato de potasa, de salitre, de azúcar, etc., sin que se produjese la congelación. Por el contrario, el contacto de un pedazo de hielo produce siempre é inmediatamente el cambio de estado. 333 La solidificación da origen á hechos particulares cuando se aproximan unos á otros los glóbulos acuosos enfriados bajo cero. Hé aquí los detalles contenidos sobre este punto en la primera Memoria. Cuando en una mezcla que se halle en un grado inferior á cero, se ha helado ya un glóbulo, se puede por medio de una varilla de vidrio ponerle en contacto con otros glóbulos, en los cuales subsista todavía el estado líquido, y obtener en este caso efectos diferentes según la temperatura y dimensiones de los glóbulos. Supongamos, en primer lugar, que tengamos es- feras de 3 á 5 milímetros de diámetro y á una temperatura inferior á —6 ó — 7 grados. El contacto del glóbulo helado con el que está todavia líquido producirá la solidificación in- mediata de este último, que se trasformará en una esfera de hielo aislada de la primera ó ligeramente en contacto con un punto de superficie. De esta manera pueden transformarse sucesivamente todos los- glóbulos que Holán en una mezcla en esferas aisladas y sólidas, de un color blanco lechoso y algu- nas veces parecidas al granizo. Si la temperatura es algo me- nor de — 3 á — 4 grados, los resultados serán algo diversos: el glóbulo líquido que sea locado por el que ya está sólido se hiela, pero adhiriéndose al primero. El líquido que tiene una gran adhesión con el hielo, propende á esparcirse sobre la esfera sólida, y se solidifica en el mismo momento: el segundo glóbulo se esparce parcialmente sobre el primero y forma una prominencia mas ó menos saliente. Fácilmente se concibe que pueden obtenerse las formas mas diversas según la tempera- tura y dimensión del segundo glóbulo, y si las dos primeras esferas reunidas ó en parte confundidas vienen á tocar una tercera ó cuarta en condiciones semejantes, pueden formarse pedazos de hielo con las formas mas estrañas y de contornos irregularmente redondeados, que unas veces son aglomeracio- nes, en que se distinguen los glóbulos soldados unos con otros; y otras, pedazos únicos cuya superficie irregularmente jibosa y ondulada manifiesta el modo con que se han formado. Final- mente, otro caso sucede cuando la temperatura está próxima á cero, á --2 y á —1 grado. Los glóbulos todavía líquidos, en contacto con una esfera ya sólida, no se hielan inmediatamente 334 en toda su masa, sino que corren alrededor de la superficie del pedazo que les toca y le envuelven con una capa más ó menos densa, unas veces completa y otras incompleta, que se hiela á su vez. El contacto con un tercero ó cuarto glóbulo, produce resultados parecidos: el pedazo de hielo aumenta por capas mas ó menos enteras, y puede de este modo crecer mu- cho en volumen. De esta manera he formado en dos veces esferas que no estaban mas que ligeramente deformadas al aumentar. La primera tenia un volumen de 4 centímetros cú- bicos poco mas ó menos, y pesaba 3 u [ , 8 ; la segunda era de 7 centímetros cúbicos, y pesaba 6 gramos poco mas ó menos. Partiéndolas y examinándolas con cuidado no podían distin- guirse claramente las capas que, sin embargo, se habian visto agregar sucesivamente; pero eran perceptibles. Fácilmente puede comprenderse que los tres casos dis- tintos que acaban de describirse, no se hallan en realidad se- parados por límites marcados. Según la temperatura de cero á —8o poco mas ó menos, se pasa insensiblemente del tercero al primero, y puede figurarse fácilmente la variedad de los resultados posibles. Cuando los glóbulos son pequeñísimos, las mismas fases se hallan comprendidas entre límites inmediatos á cero, y ya á menos 3" se obtienen, aproximándose unos á otros, aglomeraciones en que cada una se hiela distintamente soldándose con las demás: lo contrario sucede si los glóbulos son muy voluminosos. La segunda parte de la Memoria contiene un ensayo de la teoría de! granizo, fundado en la analogía que presentan las piedras con los glóbulos de hielo obtenidos en las condiciones que acaban de analizarse. Mr. de la Rive ( Tratado de electrici- dad, t. Iü, p. 178) había enunciado ya la idea de que el gra- nizo podía proceder de gotas de agua enfriadas en la atmósfera á una temperatura inferior á cero, y que se solidifican repenti- namente. Los hechos obtenidos en los experimentos que antes hemos referido pueden compararse con los que presenta el granizo, y el autor trata de demostrar su analogía ó identidad: para ello examina, citando muchas observaciones, lo relativo á la formación de los granizos, su constitución interior y ex- terior, su suspensión en el aire, etc.; y tal estudio le conduce 335 á admilir que el granizo es debido á la congelación de golas de agua que flotan en el espacio y se han conservado en el estado líquido á una temperatura inferior á cero. Tomamos el siguiente pasaje de esta parte de la Memoria. Si nos figuramos, en un aire violentamente agitado y á una temperatura inferior á cero, glóbulos acuosos mas ó menos vo- luminosos y probablemente copos de nieve, puede admitirse que se produzcan los diversos casos de los experimentos des- critos antes. Algunos glóbulos se hielan, como sucede á veces repentinamente con los que flotan en la mezcla de aceite y cloroformo, y entonces se convierten en núcleos alrededor de los cuales se colocan otros glóbulos todavía líquidos, dando lugar á los diversos resultados que hemos podido realizar por la experiencia directa. Si la temperatura es muy inferior a cero, los glóbulos aislados se helarán sin adherirse unos á otros, y podrán formarse una multitud de granitos aislados que caerán separadamente. Entonces se producirán ciertas caídas de granizo ó piedra menuda, mas frecuentes en la pri- mavera y en el otoño, ó sea en las estaciones en que el enfria- miento considerable de la atmósfera es mas posible que du- rante el verano. Si la temperatura del aire, en que flotan los glóbulos que se mantienen en estado acuoso, es inferior á cero, podrán ocurrir los dos últimos casos que antes hemos analizado. Un glóbulo primitivamente sólido» chocando con otros todavía lí- quidos, será envuelto por ellos, y de esta manera se formarán las capas mas ó menos numerosas é irregulares de que con tanta frecuencia están formados los granizos. Podía también suceder que el glóbulo se hiele por completo y se adhiera al núcleo, cuando otro mayor se extienda en parte ó forme una capa completa antes de solidificarse enteramente. De esta ma- nera pueden formarse granizos de las formas estrañas que in- dican algunos observadores: asíes que se han solido ver gra- nizos formados por una aglomeración de granos pequeñísimos; otros con prominencias, sinuosidades ó cuernos; otros forman- do estrellas irregulares, etc., etc. Todas estas formas extrañas pueden obtenerse, según se ha visto, en la mezcla de clorofor- mo y aceite, y se concibe que pueden producirse cuando el 336 aire agitado aproxima y mezcla entre sí, de mil modos diver- sos, los glóbulos ya helados con otros que no lo están y cuyas dimensiones sin duda varían mucho. Era natural creer que otras sustancias líquidas, en condi- ciones parecidas á las del agua, debían presentar un hecho análogo en su solidificación; pero con muchos cuerpos no ha sido posible hallar líquidos á propósito para elegirlos como medios de suspensión. Azufre. El azufre se funde y se solidifica hacia los 115°, pero muchos observadores han visto, sin embargo, pequeñas gotas líquidas á una temperatura inferior. Con el método descrito antes se obtiene con mucha facilidad y se- guridad la conservación del estado líquido con cantidades bastante considerables de esta sustancia. El azufre puede ob- tenerse fundido y en suspensión en una disolución convenien- temente concentrada de cloruro de zinc. Dejándolo enfriarse, se ve con mucha frecuencia que llega la temperatura á menos de 113° antes de que se produzca la solidificación. Algunos glóbulos de 6 milímetros de diámetro quedan todavía líquidos á 50°; otros mas pequeños llegan fácilmente al estado líquido hasta temperaturas ordinarias de 5 á 10°. Pueden conservarse por espacio de muchos dias esferas de i milímetro de diá- metro en estado líquido en el baño de cloruro de zinc, cuando la temperatura es de 110 grados inferior á la de la solidificación ordinaria del azufre. El contado de un cuerpo sólido produce en general la solidificación. Cuando los glóbu- los están medianamente enfriados, se produce el cambio de estado repentinamente. La esfera fluida, movible, de un color rojo oscuro y trasluciente se trasforma de repente en una masa dura amarilla, opaca, que cae al fondo del vaso á consecuen- cia del aumento de densidad. Fósforo. El fósforo también se ha visto en estado líquido á una temperatura inferior á la en que se solidifica general- mente (Mr. Desains). Puede ^someterse al mismo método que el azufre, y para ello conviene perfectamente una disolución de cloruro de zinc, cubierta de una capa de aceite. De esta ma- nera pueden obtenerse glóbulos de fósforo fundido de bastan- tes dimensiones á 20° y esferas de 1 á 2 milímetros de díame- 337 tro que llegan fácilmente á cero. El contacto ele los cuerpos sólidos obra como el azufre y el agua. La naftalina cambia de estado hacia los 79°. Su densidad es casi la misma que la del agua, y con precauciones conve- nientes se la puede también sostener casi suspensa en el me- dio acuoso. Los glóbulos de naftalina fundida se conservan hasta los 40°. El contacto de un sólido producía inmediatamen- te el cambio de estado. FISICA DEL GLOBO. Investigaciones acerca de la descomposición química del agua de lluvia , recogida en las ciudades á diversas altitudes. Nota de Mr. Ad. Bobierre, presentada por Mr. Domas. (Comptes rendus, 2a abril 18G4.) Reconociendo la imposibilidad de aplicar á la agronomía las cantidades que espresan la riqueza de las aguas de lluvia de una gran ciudad, en ácido nítrico, amoniaco, materias or- gánicas, etc., he propuesto la cuestión de si sería ó no in- teresante, bajo el doble punto de vista de la meteorología é higiene, poner udómetros en estaciones muy distintas, y anali- zar los productos. Las aguas meleóricas á que se refiere mi memoria, se recojieron en la plataforma del Observatorio de Nantes, ó sea á unos 30 metros de elevación, y después en un distrito bajo de la ciudad, ó sea á 7 metros únicamente sobre el nivel de las salinas. En el año 1863 evaporé en baño de aceite 372 litros de agua con carbonato de potasa, y determiné mes por mes el ázoe de las sustancias orgánicas fijas, el del ácido nítrico y e| cloro; por último, por via de destilación, dividida según e! método tan exacto de Mr. Boussingault, he calculado la canti- dad del ázoe amoniacal. Las sustancias en suspensión en el agua se ha separado por filtración y examinado con el micros- copio. Tomo de mi Memoria algunos números á propósito para estas investigaciones. TOMO XIV, 22 Cantidades de amoniaco, de ácido nítrico y de cloruro de sodio contenidas en el metro cúbico de agua pluvial recogida en Nantes en 1863. 338 o CO o o o o o o O Cs <3^1 ^ ^ tc0C ®~ r-H ! Ci 05 1- O O o o o co oo o t- co 05 ^ 05 CO CO O oo co _ -o <=^ rr E -3 r~ — ""«3 O •r^ 15.10 16.10 7,30 5,00 15,00 O o o o o OO SI ® OO CO r— ^ SI <31 t—i i**** 31 SI 14,09 ® ocoxc^ O ® 00 ^ O 31 ® oo 05 co o si os r- ® OO » 05 OO 05 SI a CO IT-'" t-h 50 r**< CO CO 50?nrHO OO 50 CO 50 CO 50~ r— i _ O re"3 E t-» ^ te O 05 IT"" 50~ 05 rH OO tH ® o CO 50 SI I - <31 CO CO ® 05 05 OO ® 51 05 OO t-* 05 50 05 05 SI OO 50 05 vsí CO ^ CO CO -Sí OO ® ® ® SI ® ® SI SI 05 ® 50 CSOS'ÍOO^t^O^r-OOXO OC5O-OOC5L^r^50<3l^?O 'CO 50 OO co" ^ CO SI SI 5o" *5W *5* 50 05 CO 05 50®®®ir"Sisir'«sJo©coo© ©Ir-OO^^SJr-WCOOOOSt^ SI CO 00 OO L"- S I SI SI CO 50 k ^ ^ 50 ^ T“i T— t O SI ® ® T— I o co r- 05 05 co co oo O Q} — S- O» _Q o g © o a — a s t-3 02 ,12 © o 3 “5 tca5 7j o .2 a CJ e s fc_ c S-2: o o L ►»*= .2 339 Las conclusiones que se deducen de estos números pueden resumirse del siguiente modo. l.° La composición de las aguas de lluvia recojidas en las grandes ciudades, es sumamente variable. 2.0- Las variaciones observadas y que resultan de la puri- ficación de la atmósfera por via de lavado, son particularmen- te notables bajo el punto de vista de la riqueza en amoniaco, en ácido nítrico y en sustancia orgánica. 3. ° El examen comparativo del agua de lluvia á diferentes altitudes, no deja duda aguna acerca de la correlación eviden- te de las aglomeraciones y de la riqueza de la atmósfera en amoniaco y en sustancias orgánicas. 4. ° En las aguas de lluvia recojidas en Nantes en 1803 á 47 metros de altitud, la proporción media de amoniaco fue lsr,997 por cada metro cúbico. El agua recogida á 7 metros de altitud en un distrito bajo y con pocas condiciones de salubri- dad, contenía Ssr,939 de amoniaco por cada metro cúbico. La riqueza en ácido nítrico aumenta cuando la proporción de amoniaco disminuye. El metro cúbico de agua ha ofreci- do 7 b 1 , 3 6 0 de ácido nítrico á 47 metros de altitud, y Se1', 682 en la parle baja de la ciudad. 6. ° La evaporación de 3721!t,50 de agua de lluvia, veri- ficada en 1863, demostró que la variación de la sustancia or- gánica y de los cloruros alcalinos, es en Nantes mucho mas marcada que la de las demás sustancias que constituyen el agua de lluvia. El metro cúbico de agua dió, en esta locali- dad, 1 3sr ,90 como espresion, en sal marina, de los cloruros contenidos en el líquido. 7. ° Si es sumamente interesante para la física del globo en general, y en particular para la agronomía, investigar la influencia cualitativa y cuantitativa de las sustancias fertiliza- doras que llevan al suelo las aguas pluviales, es con la condi- ción de hacer experimentos en campo raso. 8. ° Bajo el punto de vista de la higiene, el examen quí- mico del agua de lluvia recoj ida en gran cantidad, permite llegar fácilmente á comprobar que hay un vicio en la atmós- fera, que con dificultad podría demostrarse por el análisis di- recta del aire. 340 9.° Respecto de mis experimentos, puedo resumirlos di- ciendo que emprendidos para sacar deducciones puramente agrícolas, me han conducido á resultados aplicables con mas especialidad á la higiene pública. Quizá, sin embargo, los agrónomos acojerán con interés un trabajo que puede aún, por sus mismas consecuencias negativas, aclarar la naturaleza verdadera de las aguas meteóricas. t~ii rüfrjSfcx 311 METEOROLOGIA. Resúmen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de mayo de 1804. Filé en el presente mes el temporal bastante variable, gene- ralmente caluroso, despejado en la segunda década y nuboso en la primera y tercera, ni muy tranquilo ni revuelto en demasía, y repetidas veces lluvioso con frecuentes amagos de tempestad. Hasta el dia 3 se conservó la atmósfera con pocas nubes, soplaron los vientos del E., descendió el barómetro con lenti- tud, y fué, por el contrario, en aumento la temperatura. En el dia 6 continuó encapotándose la atmósfera, pasó el viento al S. O. y se notaron señales de próxima tempestad; y en los 7 y 8, un poco revueltos y aturbonados, llovió abundante- mente, llegó la columna barométrica al punto inferior de su escursion, y refrescó asimismo el ambiente. En el 9 todavía llovió, pero las nubes se disiparon en gran parte y el baró- metro recobró su movimiento en alza; y el 10 transcurrió nu- boso é indeciso con frecuentes golpes de viento S. O. Muy parecido al anterior fué el dia 1 1 ; pero en los siguien- tes, hasta el 20 inclusive, la atmósfera se conservó bastante despejada, aunque turbia por lo regular ó falta de transparen- cia; reinaron vientos muy variables, y débiles por lo regular; apenas se elevó la columna barométrica 1 ó 2 milímetros sobre la altura media; y la temperatura aumentó de continuo hasta convertirse en fatigosa y algo impropia de la estación. Parecidos todavía á los precedentes, aunque mas nubosos ya, fueron los 21 y 22; cubiertos, de lluvia á ratos y tempes- tuosos, los 23, 24, 23 y 26; y muy nebuloso en las primeras horas de la mañana, tranquilo, y nuboso por la larde, el 27. En los cuatro últimos días del mes abundaron también las nubes, casi siempre de aspecto tempestuoso; pero ni llovió en cantidad apreciable, ni ocurrió accidente alguno, digno de mención especial. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 342 CUADRO BAROMETRO. A. máx . A. mili. T i T 1 m ERMOMETRO T. máx. • T. mín. mm mm 0 0 O 711,24 709,29 13,2 18,8 5,6 712,00 710,56 15,2 21,8 5,1 711,37 709,15 18,4 25,0 8,2 708,79 706,13 19,1 27,2 9,3 716,39 703,59 19,9 27,9 10,6 704,64 702,20 20,8 29,2 11,0 703,11 699,23 15,2 20,3 n,i 698,90 695,49 11,6 14,6 9,4 704,87 700,63 12,9 18,9 7,2 705,93 704,31 15,0 20,2 6,7 705,99 703,97 13,6 17,8 10,1 709,39 706,85 12,3 18,7 5,1 710,81 709,46 15,5 21,8 7,1 710,50 707,49 17,2 26,0 5,7 707,71 705,42 19,5 27,3 8,3 706,82 704,61 20,6 29,3 10,8 709,11 704,69 19,9 28,6 10,9 710,76 708,63 21,4 29,0 10,9 710,00 707,46 22,5 29,9 12,7 708,17 705,65 23,8 31,0 13,9 705,90 704,18 23,4 31,8 14,5 705,88 703.90 23,1 31,2 13,3 705,85 703,13 23,1 31,1 12,2 703,67 700,43 20,0 29,5 16,0 702,86 700,89 16,2 20,5 11,7 701,56 699,67 16,0 22,5 10,8 704,46 702,53 19,0 26,2 9,7 707,66 705,55 20,1 25,8 12,7 708,22 706,24 21,3 27,0 10,5 706,54 702,58 21,7 27,4 13,9 704,21 702,88 18,7 23,4 14,4 PRIMERO rsicRO Hm ¡i ATHftllETltO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. 60 mm 6.8 mm 5,8 mm » E.N.E. 5 1 63 8.1 5,8 » E.S.E. (v.) 0 2 61 9,5 6,8 » N.N.E. 3 3 64 10, 'ó 6,6 » N.E.-S.O. 0 4 62 10,6 7,5 » N.E.-O. 4 5 63 11,4 5,7 » N.E.-S.O. 6 6 90 11,5 1,0 8,1 Variable. 9 7 99 10,0 1,9 18,9 E.-S.O. 10 8 84 9.4 2,5 6,0 O.S.O. 4 9 84 10,6 3,3 » S.O. 5 10 79 9,2 8,7 0,4 O. 6 11 63 6,8 2,3 » O.N.O. 1 12 64 8,3 6,0 Variable. 0 13 63 9,2 0,3 » Variable. 2 14 61 ! 10,2 6,5 » E. 1 15 68 12,5 6,7 » E.- S.O. 1 16 64 11,2 5,8 » S.S.O. (v.) 2 17 63 12,0 0,8 » S.O. (var.) 1 18 36 11,5 7,4 » N.-S.O. 2 19 32 11,5 7,9 » N. 3 20 37 12,4 8,4 » N. V 0 21 53 11,8 8,0 » N.N.E. 4 22 61 12,9 6,9 » N.E.-S.O. 8 23 71 12,1 5,8 6,0 S.E. (var.) 9 24 88 11,9 1,7 3,0 S.E. 9 25 90 12,1 1,9 3,4 S.O. 8 26 80 13,0 4,8 » O.S.O.-N. 4 27 71 12,4 0,3 » O. 5 28 68 12,7 6,5 )) E.-O. 6 29 71 13,4 5,8 )) O.S.O. 8 30 73 i 11,6 5,1 » S.O. 9 31 344 CUADRO SEGUNDO. Am á las 6 m. Id. á las 9. ............. . Id. á las 12. ..... . ....... Id. á las 3 I id. á las 6 Id. á las 9 n. ............ Id. á las 12..,. ........... . A • • 6C#.«e»*.aaose.eoc<¡. A. máx. observadas (1). A. mín. observadas (2).. Oscilaciones estreñías Om diurnas. ............... O. máx. (3). .............. O. mín. (4). (1) Dias y horas de la observación.. (2) Id (3) Dias de la observación ... (4) Id BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 705,95 mm 708,14 mm 704,45 mm 706,12 706,08 708,50 704,79 706,40 705,57 707,87 704,28 705,85 704,78 706,79 703,40 704,94 704,41 706,83 703,23 704,77 705,24 707,60 704,15 705,61 705,35 707,89 704,26 705,78 705,34 707,66 704,08 705,64 712,00 710,81 708,22 712,00 695,49 703,97 699,67 695,49 16,51 6,84 8,55 16,51 2,65 2,51 2,26 2,46 4,24 4,42 3,96 4,42 1,42 1,35 1,33 1,33 2—9 m. 13-9 m. 29—9 m. 2—9 m. 8-3 t. 11-12 m 26-3 t. 8-3 t. 9 17 30 17 10 13 31 31 O Ax— 705mm,G5 -j- 0,62 sen. (a + 179° 9') + 0,38 sen. (2 a? + 131° 23'). 345 CUADRO TERCERO. TERMÓMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tm á las 6 m. 10°, 3 12°, 5 15°, 4 12°, 8 Id. á las 9 — ............. 15 ,3 18 ,0 19 ,9 17 ,8 Id. á las 12. ... . .......... 19 ,3 21 ,8 24 ,0 21 ,8 Id. á las 3 t. ........ . .... 20 ,9 24 ,4 23 ,2 23 ,0 Id. á las 6 ....... 19 ,0 22 ,2 22 ,1 21 ,1 Id. á las 9 n. ............. . 15 ,2 10 ,8 18 ,5 10 ,9 Id. á las 12 .... 12 ,9 14 ,8 16 ,6 14 ,8 T 16 ,1 18 ,6 20 ,2 18 ,4 Oscilaciones. .............. 24 ,1 25 ,9 22 ,1 26 ,7 I. máx. al sol (1).. ........ . 38 ,9 43 ,6 41 ,3 43 ,0 Id. á la sombra (2). . . ...... 29 ,2 31 ,0 31 ,8 31 ,8 Diferencias medias - ......... 8 ,0 11 ,3 8 ,1 9 ,3 T. mín. del aire (3). ........ 8 ,1 8 ,1 9 ,7 0 ,1 Id. por irradiación (4). ...... 2 ,2 4 .1 8 ,5 2 .2 Diferencias medias. ......... 1 ,6 1 ,0 1 .3 1 .3 Om diurnas. .... 14 ,0 10 A 14 ,2 14 .8 0. máx. (5). ............... 18 ,2 20 ,3 18 ,9 20 ,3 0. mín. (6) ..... 5 ,2 7 ,7 8 ,8 5 ,2 (1) Dias de la observación 5 20 21 20 (2) Id 6 20 21 21 (3) Id .... 2 12 27 2 y 12 (4) Id 2 12 27 2 (o) Id.. 6 14 23 14 (6) Id 8 11 23 8 (*) Tx=17°,68 + o,44 sen. (x+ 44° 53') -}- 0,76 sen. (2 + 59° 2')- I 346 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 m 86 79 83 83 Id. á las 9 ...... 77 68 76 74 Id. á las 12 66 59 64 63 Id. á las 3 t. 62 54 60 59 Id. á las 6. 66 56 64 62 Id. á las 9 n. 74 62 75 71 Id. á las 12. . 80 65 79 75 H. raedla 73 63 71 69 n Hx = 70,8 + 11,6 sen. (£ + 213° 250 + 2,1 sen. (2 x + 238° 35'). 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). TJJj á las 6 m mm 8,1 mm 8,6 mm 10,8 mm 9,2 Id. á las 9. 9,9 10,5 13,1 11,2 Id. á las 12. . 10,7 11,5 13,9 12,1 Id. á las 3 t. 11,2 12,5 14,0 12,6 Id. á las 6. 10,7 11,5 12,4 11,6 Id. á las 9 n. 9,5 8,9 11,6 10,1 Id. á las 12 8,7 8,2 10,9 9,3 Tn media 9,8 10,2 12,4 10,9 (*) t; = 10 mm,6l + 1,89 sen. (x + 55° 480 + 0,17 sen (2 x + 83° 170. 347 CUADRO QUINTO. Anemómetro. —Horas que reinaron los 8 vientos principales (*). N. . 93 S .... 63 N E 108 S. 0 .... 158 E. ..... . . 86 0 .... 84 S. E . 58 N.O. ...... . 89 Dirección de la resultante. . , 74° N.O. Intensidad (horas) 58 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación inedia 5mm,4 Id. máxima (dia 21) 8 ,4 Id. mínima (dia 7) 1 ,6 Dias de lluvia 8 Agua recogida. . 47mm,8 Id. en el dia 8 (máx.) 18 ,9 Dias despejados 7 Id. nubosos. 16 Id. cubiertos. ..... 8 Dias de calma . 2 Id. de brisa , . 8 Id. de viento. ........ 17 Id. de viento fuerte, .............. 4 O Faltan 5 horas, correspondientes al dia 7. CUADRO SEXTO. 348 i < i NUBES. 50 Q M O rH 50 ©í c© oo so 50~ 50" *^T o ■< a 5050000000^50 tí 50 50 50 IT" OO- 50 F- 50 HH S¿ O g00000©^-i0©l©150 ’m S O O OO < ©i ©í o 25 tí r-' r-^ ti t- tT H *<1 cd o H 50 ÍO 55 50 rH -h tí OO OO 50 0© 50 r“* 05 50 — *?r t“< T"i r-" t-i ©1 r— < t*< tí H ¡¿ ^“^fOSOJ^SOXt^ O gooT- ¿ c/i c ñ *¿ • C/3 tí z O OO ©1 5© S© ©I CO O ©1 o CO ©1 ©1 r-1 ©1 ^ CO ©1 > tí tí C/3 tí O Miguel Merino. 349 JARDIN BOTANICO DE MADRID Plantas floridas durante el mes de mayo de i 864. En la primera década. Robinia pseudo-acacia, L. Robinia hispida, L Robinia viscosa, VenL Robinia pyramidalis, Hort. Cistus ladaníferos, L. Cislus laurifol ius, L. Pin us s vi ves tris, L. Broussonelia papyrifera, YenL Asphodelus ramosus, L. Asphodelus créticos, L. Hemerocallis flava, L. Hemerocallis fulva, L. Cornos sanguínea, L. Alliom Cepa, L. Allium odorum, L. Iris sporia, L. Rumex Patienlia, L. En la segunda década . Oxybaphus glabrifolius, Vahl. Phlomis (uberosa, L. Nepela Nepetella, L. Digital is purpurea, L„ Jasminurn revoluti! ni, Sims. Scorzonera plantaginea, Schlch!. Pbilladelphus coronarios, L. 350 Phílladelphus inodorus, L. Rubus Idseus, L. Rhamnus catharticus, L. Evonymus lalifolius, Mili. Evonymus japonicus, L. Pitlosporum Tobira, Ait. Crambe marítima, L. Glaucium flavum, Cranlz. Clematis integrifolia, L. Clematis erecta, All. Menispermum canadense, L Cochlearia glaslifolia , L. Platanus orien latís, L. Dianthus plumarius, L. Cerastium tomenlosum, L. Ptelea trifoliata, L. Duvaua dependens, DG. En la tercera década. Astragalus falcalus, Lam. Astragalus monspessulanus, L. Campánula sibirica, L. Polemonium lacteum, Lehm. Verónica orienlalis, Ait. Verónica officinalis. L. Leonurus Cardiaca, L. Marrubium vulgare, L. Fabiana imbricata, Ruiz et Pav Symphoricarpos vulgaris, Micbx Papaver somniferum, L. Spirsea opulifolia, L. Dianthus barbatus, L. Arum maculalum, L. Convolvulus arvensis, L. Elseagnus anguslifolia, L. Ailanthus glandulosa, Desf. 351 Valeriana ofíicinalis, L. Phala ris bulbosa, Cav. Piptatherum multiflorum, Beauv. Mélica sibi rica , Lam. Poa viridis, Schreb. Holcus molí is, L. Gleditschia Iriacantbos, L. Amorpha frulicosa, L. Hedysarum coronaria m, L. Deulzia scabra, Tliunb. Halimodendron argenleum, DC. Mella Azedarach, L. 352 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de junio de 1864. En el presente mes fué el temporal variable y algo revuelto, no muy caluroso hasta el final, y con frecuencia tempestuoso. La primera década comprende dos períodos de igual longi- tud, dotados de caracteres bastante distintos. En el 1 .° perma- neció la columna barométrica un poco baja; soplaron, cada vez con fuerza menor, los vientos del S. O.; se conservó la atmós- fera encapotada, y llovió ó lloviznó á menudo, con repelidos amagos de tempestad. Y en el 2.° ascendió el barómetro; so- plaron con mayor intensidad que en el precedente los vientos del O- y N. O.; y se fué despejando el cielo poco á poco. Volvieron á reinar los vientos del S. O. en los cuatro pri- meros dias de la 2.a década; del 10 al 12 experimentó el ba- rómetro un descenso de 12mm; se encapotó el cielo otra vez; y llovió de nuevo, en abundancia principalmente en el dia 12, tempestuoso desde el principio hasta el final. En el dia 15 so- pló con menguada intensidad el viento de diferentes regiones; el barómetro llegó casi á su máxima altura en el mes; se con- servó despejado el cielo, y la temperatura fué ya propia de la estación, sin pecar de excesiva. Y del 16 al 20, ambos inclu- sive, se conservó el temporal despejado, tranquilo y grato, como el del referido dia 15. Casi lo propio que en los cinco anteriores sucedió en los dias 21 y 22, primeros de la 3.a década; pero el 23 amaneció turbio, pesado y nuboso, y concluyó por la noche con aparato de tempestad; y en el 24 se agravaron todavía más estos ca- racteres. Por la mañana lloviznó, con fuertes golpes de vien- to E.; á medio dia volvió á llover, con síntomas de tempestad; fué bochornosa la tarde, y á cosa de las cinco con viento vio- lentísimo del S., sobrevino de la misma región una nube, la cual descargó gran cantidad de granizo grueso, acompañado de algunos relámpagos y truenos, y seguido por algunos mi- 353 nulos de un aguacero abundante; y la noche pasó tranquila, nubosa y muy húmeda. Del 25 en adelante, hasta el 30, rei- naron vientos del E. muy débiles; y aunque no velaron el cielo nubes propiamente dichas, se conservó la atmósfera tur- bia y empañado el. horizonte por una espesa calima, propia de los períodos mas calurosos del verano. TOMO XIV. 354 OTT -A.IDIRO DIAS. BAROMETRO. TERMOMETRO. Am ^ ^ A. máx. A. mía. T . T. máx. T. mín. 1 mm 703,45 mm 704,05 mm 702,99 15/7 18°4 11°7 2 705,98 706,64 704,51 16,7 21,9 10,4 3 703,79 705,70 702,17 18,7 27,0 8,4 4 704,60 705,30 703,61 19,9 26,8 10,6 5 706,01 707,20 705,34 17,9 23,4 11,8 6 707,12 708,14 706,34 17,1 23,8 9,6 7 709,79 710,56 708,78 19,1 26,0 12,3 8 709,17 710,43 707,99 20,8 27,8 8,9 9 709,57 710,28 708,65 17,6 22,3 14,1 10 710,79 711,85 710,02 18,6 26,6 11,3 11 705,28 709,13 702,43 20,6 27,6 10,2 12 699,03 701,12 697,98 16,5 28,3 13,5 13 099,58 700,74 698,77 17,8 23,3 10,9 14 702,95 704,63 701,94 16,3 22,0 9,4 15 708,34 710,37 706,11 18,5 25,2 11.4 16 712,03 713,50 711,14 22,1 29,6 9,6 17 713,36 714,39 712,49 24,5 32,3 10,0 18 712,43 713,58 711,47 26,4 34,0 14,1 19 710,96 712,21 710,00 27,3 35,0 16,6 20 710,67 711,83 709,41 28,0 36,0 18,0 21 710,49 711,47 709,46 28,0 35,1 16,0 22 709,98 710,99 709,37 27,9 36,0 14,5 23 708,39 709,82 707,26 27,1 35,6 17,4 24 710,25 711,76 708,35 20,0 27,8 17,9 25 710,57 712,08 709,46 23,9 30,8 14,1 26 708,27 709,52 707,00 24,8 33,2 16,7 27 707,70 708,88 706,51 23,7 32,3 14,6 28 709,91 710,73 709,08 21,7 29,5 11,7 29 711,00 711,93 710,05 23,7 31,8 12,0 30 710,11 711,47 709,06 24,7 31,2 15,3 355 PRI PSICROMETRO. ATMOMETRO. PLUVIOMET. ANEMOMETRO. 'J'n A in Evaporación. Lluvia. Viento. NUBES. OIAS. ram mm i mm 93 12,3 1,6 7,1 s.o. 10 1 76 10,7 5,6 2,2 0. 4 2 75 12,1 4,7 » s.s.o. 4 3 74 12, 9 4,5 » s.s.o. 6 4 78 12,0 3,1 » s.s.o. 5 5 77 11,0 2,7 » S.o.-N. 5 6 62 10,1 6,3 » O.N.O. 4: r? i 60 10,7 7,8 i » 0. 2 8 60 9,0 6,5 » N.O. 6 9 58 9,2 6,6 » N.O. 1 10 61- 10,9 6,6 » N.O. 4: 11 86 11,7 4,0 19,0 S. (var.) 9 12 70 10,3 4,5 5,5 O. 3 13 72 9,9 4,1 » O. S.O. 8 14 60 9,5 6,8 >) O. (var.) 1 15 57 11,0 8,0 » N.O. (var.) 1 16 56 12,0 8,4 » N.N.E. 1 17 56 14,1 9,4 » N.E. 1 18 49 13,4 10,1 y> Variable. 0 19 48 13,3 9,8 » N.N.E. (v.) 2 20 44 12,4 10,7 » N.-S.E. 0 21 46 12,8 10,7 » Variable. 0 22 53 13,8 9,6 N.N.O. 6 I 23 79 13,5 6,5 5,7 E. (var.) 7 24 68 14,6 6,7 » E.N.E. 3 25 58 13,0 8,0 » Variable. 4 26 52 11,0 9,7 » N.-S.E. 1 27 47 8,9 9,7 » E.N.E. 0 28 46 9,9 9,6 » E. 0 29 60 13,8 6,2 » E. 0 30 356 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (•). Am á las 6 m. .. . ......... . mm 707,03 mm 707,76 mm 710,25 mm 708,35 Id. á las 9 707,39 708,08 710,46 708,64 Id. á las 12 707,21 707,60 709,89 708,23 Id. á las 3 t 706,52 707,00 708,91 707,47 Id. á las 6 706 50 706 71 708 83 707 35 Id. á las 9 n. 4 v 'J 9 v 707,21 4 V U f 4 1 707,57 709,75 708,18 Id. á las 12 707,33 707,55 709,58 708,15 A„ 707,03 707,46 709,67 708,05 A. máx. observadas (1) 711,85 714,39 713,76 714,39 A. mía. observadas (2). ..... 702,17 697,98 706,51 697,98 Oscilaciones estreñías 9,68 16,41 7,25 16,41 Om diurnas. 1,98 2,98 2,50 2,49 O. máx. (3) 3,53 6,70 5,41 6,70 O. mín. (4) 1,06 1,90 1,62 1,06 (t) Dias y horas de la observación. . 10 — 9 m. 17-9 m. 24—9 m. 17-9 m. (2) Id 3-3 t. 12-6 t. 27-3 t. 12-6 t. (3) Dias de la observación 3 11 24 11 (i) 11 1 17 22 1 (*) Ax = 708mm,05 -f 0,43 sen. (x + 180° 0') + 0,34 sen. (2 x + 168° 00. 357 CUADRO TERCERO. TERMOMETRO, 1 .a década. 2.a 3.a Mes (*). Tro á las 6 m 13°, 9 15°, 9 18°,1 16°, 0 leí. a las 3. ...... ......... 19 ,1 21 ,8 23 ,9 21 ,6 Id. á las 12 20 ,8 25 ,9 28 ,7 23 ,1 Id. á las 3 t 22 7 26 Q 30 9 26 6 Id. á las 6 20 ,1 24 ,8 U v } 1/ 27 ,1 24 ,1 Id. á las 9 n 16 ,3 20 ,3 22 ,8 19 ,8 Id. á las 12. 14 3 17 7 20 2 17 4 T . . . 18 ,2 21 ,8 24 ,6 21 ,5 Oscilaciones. 19 4 26 6 24 3 27 6 T. máx. al sol (1) 36 ,2 47 ,8 am A <5 KP 47 ,0 47 ,8 Id. á la sombra (2) 27 ,8 36 ,0 36 ,0 36 ,0 Diferencias medias. ......... 6 ,1 9 ,1 9 ,6 8 ,3 T. mín. del aire (3). ........ 8 ,4 9 ,4 11 ,7 8 .4 Id. por irradiación (4). ..... . 8 ,0 6 ,7 10 ,2 6 ,7 Diferencias medias. ......... 1 ,3 1 ,4 1 ,7 1 ,3 Om diurnas 13 ,3 17 ,0 17 ,2 15 ,9 0. máx. (5) 18 ,9 22 ,3 21 ,5 22 ,3 0. mín. (6) 6 ,7 12 ,4 9 ,9 *•’ (1) Dias de la Observación 4 20 22 20 (2) Id 8 20 22 20 y 22 (3) Id 3 14 28 3 (4) Id 3 14 28 14 (3) Id 8 17 22 17 (6) Id 1 13 24 1 (*) T. = 20°,73 + 5,70 sen. (x + 48° 42') + 0,62 sen. (2a + 80° 50'). 358 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década, j 2.a 3.a Mes (•) . Hm á las 6 m. 82 77 71 77 Id. á las 9 , . . 71 62 60 64 Id. á las 12.., 67 53 47 56 Id. á las 3 t . • 62 52 41 ■ 51 Id. á las 6 66 53 50 56 Id. á las 9 n 72 62 55 | 63 Id. á las 12. ... 80 71 63 71 H. media 71 62 55 i 63 l (*) Hx = 64, 6 + 13,1 sen. (a? + 220° 2') + 1,3 sen. (2a? + 293° 12'). 1.a década. 2.a 3.a Mes (*) mm mm mtn mm Tm á las 6 rn. ... 9,6 10,3 11,0 10,3 Id. á las 9 11,7 12,1 13,1 12,3 Id. á las 12 12,2 13,1 13,7 13,0 Id. á las 3 i 12,3 12,9 13,5 13,0 Id, á las 6. 11,4 12,3 13,1 12,2 Id. á las 9 n. 10,0 10,7 11,1 10,6 Id. á las 12. 9,6 10,5 11,1 10,4 Ia media 9,8 11,7 12,4 11,7 C) Tx=ll,mm46 + i>ti7 sen. (« + 63° 450+0,21 sen. (2a? + 95°260. CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales . . E ’e. 114 74 100 37 S... s. o. o... N. O 08 104 98 125 Dirección de la resultante.. . . 39° N. O. Intensidad (horas). 32 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera. Evaporación inedia Id. máxima (dias 20 y 21) Id. mínima (dia 1) Dias de lluvia ......... 5 Agua recogida 39mm,5 Id. en el dia 12 (máx.) . 19 ,0 Dias despejados. ................. 13 Id. nubosos 15 Id. cubiertos. 2 6mm,9 10 ,7 1 ,0 Dias de calma. ...... 0 Id. de brisa 7 Id. de viento 18 Id. de viento fuerte. 5 CUADRO SEXTO. 360 • cc » hNCitóOOOOr- w ¡3 O ©í O (M «O SO ^Üjí CO • O < Q Ed ga OOOl^Mtr'O^X OOííIOt^OOSO £3 a <3 • a r-í ©í ©í ©í ©í ©Í o" o" th r—' r—i r*** r**» rH o s*. J^> § s¡ o • -i a » E-> <$ cfi Ed 00 oo © ©? ^ © ?o o ©í ©í CO CO 0© o" o" r-T ©1 ©1 © I ©ln©l©I ©1 3 Se I-. «o 1*0 S Ed H o .3 O "3 Oí C>o 25 O COOOhsOHríM SsO^íOO^íOfO^ O • «*£> O 3 03 Ed a SU S O o O C5 *s# so 50 ©e r“i r-H r~i O O O O O <5 VIENTOS. N. N. E. E. S. E. S. S. 0. O. N. 0. 03 Ed 25 O 1— J o OOOOO^OOíO© CO rH CO ©1 ©1 CO CO > es Ed 03 « 5 O Miguel Merino. 361 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas ¡tondas durante el mes de junio de 1 864 . En la primera década. Púnica Granalum, l. Olea europsea, L. Tanacetum vulgare, L. Onopordon virens, DC. Poleraonium coeruleum, L. Dipsacus sylvestris. Mili. Acanthus mollis, L. Lavandula Spica, L. Nerium Oleander, L. Eryngium tricuspidatum, L, Achillea Millefolium, L. Melissa officinalis, L. Cestrum auriculatum, L’Herit. Altbsea can nabina, L. Chenopodium Botrys, L Tradescantia pilosa, Lehm. Zizyphus vulgaris, Lam. Prosopis Siliquastrum, DG. Asprella Histrix, Willd. Macrochloa arenaria, Kunth. Tilia plalyphylla» Yent. En la segunda década . Ononis Natrix, L. Psoralea palsesüna, L. Dorycnium liirsutum, Ser. 362 Gaura biennis, L. Saponaria officinalis, L. Helianlhus trachelifolius, Willd. Yucca aloifolia, L. Rudbeckia laciniata, L. Polygonum cymosum, Desf. Convolvulus tricolor, L. Ptarmica vulgaris, Blackw. Budleia lindleyana, Bot. Reg. Echinops strigosus, L. Pentastemon confertum, Dougl. Pentastemon campanulatum, Willd. Scabiosa Fischeri, DC. Sanguisorba officinalis, L. Crucianella stylosa, Trin. Lathyrus latifolius, L. Actinomeris helianthoides, Nuil. Genista sibirica, L. Solanum bonariense, L. Lopezia raceraosa, Cav. En la tercera década . Clematis Viticella, L. Teucrium Polium, L. Cenlaurea Seridis, L. Thalictrum roseum, Hort. Erigeron glabellum, Nult. Hypericura perforatum, L. Anthyllis Hermannise, L. Dorycnium ibericum, Willd. Thymus Mastichina, L. Dianthus chinensis, L. Galium verum, L. Galium ereclum, Huds. Phlox Drummondii, Hook. Scabiosa Succisa, L. 363 Koelreuleria paniculata, Laxm. Androsíemum officinale, A 11 . Pavia macroslachya, Herb. Amat. Solidago Virga aurea, L. Rubus frulicosus, L. Gaillardia Drummondii, DC. CIENCIAS NATURALES. PALEONTOLOGIA. Breves apuntes sobre el terreno cuaternario ( diluvialj de las provincias de Sevilla y Córdoba donde se ha hallado la man- díbula inferior del Elephas primigenius ó Mammouth; por el Dr. D. Antonio Machado , Decano de la Facultad de cien- cias de la Universidad de Sevilla . La cuenca del Guadalquivir, en la parte perteneciente á la provincia de Sevilla, desde Peñaflor hasta las inmediaciones de Lebrija, está constituida por un terreno terciario marino recubierto por aluviones antiguos y modernos en ambas ori- llas del rio, y que han formado en el lecho del mismo dos grandes deltas ó islas, verdaderos depósitos pampéanos ó de légamos, que como las marismas contiguas, se hallan formados por capas alternativas de arena y zahorra, inundándose en las grandes avenidas ó riadas, á pesar de hallarse cerca de 2 metros mas altas que el nivel de las aguas en sus mayores mareas. Todo el estenso valle que se descubre desde la Sierra de Lora, limitado al O. por los contrafuertes de Sierra-Morena, y al E. por el cerro y grupo de colinas terciarias de Carmona, Mairena, Dos Hermanas y Utrera, está cubierto por un ter- reno de acarreo que deja ver en sus bordes el ya citado ter- ciario marino, y continuando mas al Norte rodea entre el 365 Guezna y el Guadalquivir los depósitos de hulla del terreno carbonífero de Villanueva del Rio. El diluvium ó postplioceno está recubierto por los aluvio- nes modernos á medida que se desciende hacia la desemboca- dura del rio, en donde existen las dunas ó arenas movedizas, acumuladas por los vientos del O. sobre el coto de Doña Ana y por los del E. en la opuesta orilla de Sanlúcar de Barra- ineda. Estos depósitos, los légamos de las marismas, y las turberas que en ellas deben existir, completan el cuadro de los terrenos cuaternarios y modernos de esta parte de Andalucía. Pero si continuamos nuestras investigaciones en dirección opuesta, si seguimos el curso del Guadalquivir hacia su ori- gen, si se inspeccionan los contrafuertes de Sierrra-Morena desde Lora del Rio hasta Villarrubia, pueblo distante 12 kiló- metros de Córdoba, observaremos que las calizas terciarias, los maciños, los faluns con pectenes, turritelas, volutas, conos y otros moluscos marinos, aparecen unas veces al pie de la sierra, y otras están cubiertos por el diluvium que forma una banda ó faja en todo el trayecto del camino, á los lados de la via férrea, desde Lora hasta mas allá del cerro de Almodovar en dirección á Córdoba. En algunos puntos vemos e! terreno plioceno al descubierto, y en las fallas ó cortes de los barran- cos pueden reconocerse las estratificaciones de las calizas, co- mo sucede en el arroyo Retortillo entre Peñaílor y Palma; pero en otros lugares se notan las rocas metamórficas inter- rumpiendo la continuidad de los estratos, que unas veces las cubren y otras salen al esterior, como acontece en el lecho del arroyo citado, y en la estación del ferro-carril de Palma en la misma orilla del Guadalquivir. También se observan en este último pueblo los depósitos diluvianos de piedras ó cuarcitas redondeadas, mas ó menos voluminosas, mezcladas con arenas movedizas y de 2 metros de potencia, cubrir directamente las rocas gnéisicas del terre- no cristalino, que aparece mas al Norte si nos internamos en la sierra. A medida que avanzamos hacia Domádmelos y Al- modovar, en los mismos cortes del camino para la via férrea, vamos viendo las pudingas diluvianas, el nagelfluhe, los de- 366 pósitos de arenas y cantos rodados, formar capas sobrepues- tas, alternadas y en estratificación concordante, cubriendo ya el terreno plioceno ó ya las rocas melamórficas. No es nuestro objeto dar ahora una descripción exacta y detallada de estos terrenos: lo reservamos para ocasión mas oportuna. Queremos solo llevar al lector al espacio compren- dido entre el cerro de Almodovar del Rio y el pueblo de Vi- llarubia, distante 12 kilómetros. Una llanura limitada al N. O. por la Sierra Morena se estiende hasta mas allá de la orilla del Guadalquivir, cuyo . suelo de trasporte ó acarreo presenta pequeñas y superficiales eminencias formadas por depósitos de arenas, zahorra, pudín- gas con fragmentos engastados de diverso tamaño, duras y difíciles de romper, cubriendo materiales arenáceos, ro- jizos, limonosos, deleznables, que solo contienen una cutícula de tierra vegetal insuficiente para el cultivo de cereales. Cada una de estas desigualdades ó monlecillos poco per- ceptibles á la vista, pues apenas sobresalen unos de otros, es un depósito ó acumulación de los materiales conocidos con el impropio nombre de diluvium; y esas eminencias ó canteras de balaslro contienen, á mi parecer, restos de los grandes paquidermos del principio de la época cuater- naria ó postpliocena. Saliendo de Almodovar en el kilómetro 18 v medio, á 100 *) metros al O. de la casilla del guarda del ferro-carril, hay una cantera esplotada de balastro, donde se han encontrado restos fósiles de paquidermos, y entre ellos las dos ramas de la mandíbula inferior del elefante fósil ó Mammouth. Si los trabajadores que hicieron el hallazgo, hubieran tenido los co- nocimientos y el interés que á nosotros nos inspiran esos res- tos de los pasados tiempos, poseeríamos unas mandíbulas de aquel fósil, tan completas como las de los elefantes hallados en los hielos del Jenyssei, ó en la desembocadura de la Lena; pero la piocha rompió la sínfisis de ambos huesos, y uno de los dientes está deteriorado en su parte anterior: sin embargo, no tengo noticia de que se hayan encontrado en España otras más completas. El gabinete de la Universidad de Sevilla las posee, gracias á la generosidad del distinguido ingeniero jefe 367 del ferro-carril de Córdoba, Sr. Lyonet. La longitud de las mandíbulas desde la sí nfisis al cóndilo es de 53 centímetros, v su mayor anchura ó el espesor del hueso medido transversal- mente es de 17: el diente de la rama izquierda, que está mejor conservado, mide de longitud, desde su nacimiento por de- Mandíbulas del Elephas primigenius, Bl.— Longitud, 53 centímetros: anchura, 17. (Cuarta parte del tamaño natural.) 368 Jante del agujero nutricio, 27 centímetros, y su ancho en la parte media es de 6 centímetros 50 milímetros. Diente de la mandíbula inferior.—Largo, 27 centím.: ancho, 6 centím. 50 milím. í Cuarta parte del tamaño natural.) El distinguido geólogo 1). Casiano de Prado, á quien tuve el placer de enseñarlas, cree pertenecen á la especie fósil de- nominada Elephas africanus, por la circunstancia de que las líneas de esmalte que sobresalen en la corona del diente pre- sentan ó forman en su centro, aunque con bastante desigual- dad, algunos ángulos opuestos á las contiguas, ó cuyas bases están en frente unas de otras, según puede notarse en las figuras adjuntas. Respetando la opinión de tan instruido na- turalista, creo, sin embargo, que el número de estas estrías ó listones es doble de las del diente del Elephas africanus , y tan desiguales y poco pronunciados los ángulos, que difieren no- tablemente de la regularidad y anchura que existe en este último, mientras tanto que guarda relación ó son iguales bajo lodos aspectos á las del Elephas primigenias ó Mammoulh. 369 De cualquier modo que sea, es lo cierto que ei terreno di- luviano ocupa en las provincias de Sevilla y Córdoba una grande eslénsion; que cubre á los terciarios y en algunos pun- ios al raelamórfico, procedente de las rocas graníticas y gnéisicas de Sierra-Morena; y que los aluviones modernos lian cubierto uno y otro en la cuenca de Sevilla, invadiendo las orillas del Guadalquivir, formando los depósitos pampeanos de las marismas de Utrera y de Lebrija, los deltas ó islas mayor y menor, y terminando en la desembocadura del rio con gran- des dunas ó arenas movedizas, cuyo conocimiento es digno bajo muchos aspectos de un detenido estudio. AGRICULTURA . * Observaciones acerca del procedimiento de Mr. Ilooibrenck para la fecundación artificial de los cereales; por Mr. Na i1 din. (Les Mondes, ti diciembre 1863.) Creemos deber exponer en resúmen, tomándolas del Jour- nal d'Ágriculture pratirpie , las juiciosas observaciones que, acerca de un procedimiento que ha llamado mucho la aten- ción, hace Mr. Naudin, uno de nuestros mas sabios botánicos, y á quien recibirá muy pronto en su seno la Academia de Ciencias. Atribuye Mr. Hooibrenck, á lo menos hasta cierto punto, el escaso producto de los cereales á que, dejando que se veri- fique la fecundación por el solo cuidado de la naturaleza, se efectúa incompletamente; y por lo lanío que es preciso auxi- liarla mediante procedimientos artificiales: y aunque á prime- ra vista sorprende tal afirmación, no puede sin embargo soste- nerse ante la observación de los hechos. Sábese por iodos los agricultores, que después de una florescencia verificada en condiciones normales, si continúan siendo estas favorables, las espigas del trigo, del centeno, y en una palabra de todos TOMO XVI, 24 370 los cereales, están completamente llenas cuando llega la época de madurez del grano. Las únicas flores que general- mente se esterilizan son las del estremo de la espiga; y esto acontece por las dos causas de hallarse menos nutridas que las que las preceden, teniendo una conformación por lo común imperfecta, y de ser las últimas sin estambres en- cima de ellas, que viertan polen. Pero se dirá que de lodos modos la fecundación de los cereales queda siempre sometida á la casualidad; que el polen no puede dirijirse con seguridad hacia los estigmas; que las sacudidas y oscilaciones produci- das por el viento en el tallo deben desviarlo y dispersarlo inútilmente al rededor de la planta; y que además la incle- mencia, y sobre todo la lluvia que suele caer en ei momento de la florescencia, arrastra el polen y hace que se pierda. En todo esto hay mucho de cierto, y no obstante casi siempre se verifica la fecundación, sin que la lluvia misma entorpezca el fenómeno tanto como á primera vista pudiera parecer. Efecti- vamente, la naturaleza ha provisto á lodos estos accidentes de un modo bien sencillo, pero que á lodo satisface, y consiste en la exajerada producción del polen, siendo tan abundante que si la totalidad del que produce una sola espiga se espar- ciese á la vez, se veria esta envuelta en una nube de polvo fecundante, y cada uno de los estigmas recojcria 10 ó 20 veces mas del que necesitase. Pero es enteramente indiferente para que se impregnen estos órganos, suponiéndolos todos ma- duros en el mismo momento, que el polen salga en masa de las anteras, ó poco á poco y sucesivamente; porque la cantidad de él es igual en ambos casos, y hay los mismos motivos para que cada estigma se cargue á su vez de una cantidad de polen mas que suficiente. Para convencerse mas de que el procedi- miento natural es bastante para el objeto, podría ensayarse el precaver de fecundación las flores de los cereales. En vista de todos estos hechos deduzco que la teoría de Mr. Hooibrenck se funda en una mera hipótesis muy improbable, cual es la de la insuficiencia de la fecundación natural en los cereales; pero suponiendo real esta insuficiencia, no vacilo en decir que su procedimiento no podria producir el efecto de suplirla. 371 Mientras que ios estambres no salen de las glumas de la espiga, no es posible que les tomen el polen todas las hebras de lana del mundo; y en el momento en que las ante- ras aparecen fuera, el polen se disemina, y quedan pendientes aquellas como sacos vacíos. Ni antes ni después de salir de las cubiertas de la flor puede la lana recojer el polen, y por con- siguiente ¿cómo ha de admitirse que basta pasar groseramente una cuerda forrada de lana sobre las espigas de un campo para efectuarla fecundación? El efecto que podrá producir esto será probablemente que se rompan, ó al menos se deterioren ¡os estigmas, cuya frágil estructura no pueda resistir á la trac* eion que sobre ellos se ejerza. Los agricultores que esperen 41 hectolitros por cada hectárea siguiendo el procedimiento de Hooibrenck, harán muy bien en reflexionar sobre ello. Quizá podrá decirse que si las hebras de lana no pueden distribuir el polen á los estigmas, el movimiento que comu- nica la cuerda á las espigas producirá el resultado de hacer revolotear el polen, facilitando así á los estigmas que puedan eojer algún grano de él; ó mejor todavía que el polen de un individuo vaya á los estigmas de otro; ventaja considerable, supuesto que la fecundación por alianza es preferible á la de un individuo por sí propio. Todo ello es posible, pero el viento se encarga mejor de esta tarea, y sin lastimar en nada los ór- ganos tan delicados de las flores, para los cuales es siempre tosco el contacto de otro cuerpo. Todos estos razonamientos no impiden que la comisión nombrada por el Sr. Ministro de Agricultura, haya hallado un producto mayor en el campo fecundado artificialmente que en el que no lo había sido, A pesar de mi respeto por los dignísimos miembros de la comisión, me veo obligado á decir que se fundan en un supuesto falso: efectivamente, han proce- dido como se hace cuando se trata de juzgar del valor de una tierra, de un abono, de una mejora cualquiera ó de un méto- do de cultivo; cosas que nada tienen de común con la fecunda- ción propiamente dicha. Han desconocido totalmente el punto capital, que consistía en cerciorarse de si las espigas de trigo sometidas al procedimiento de Hooibrenck estaban mas llenas que las de trigo abandonado á sí mismo. Lo que era preciso 372 hacer consistía pura y simplemente en contar los granos, y cerciorarse de si había mas vacío en las espigas de uno de los dos trigos que en las de otro; si se les hubiese ocurrido esta idea, su resultado hubiera sido significativo. En suma, toda la teoría de la fecundación artificial de los cereales es una pura ilusión. FISIOLOGIA ANIMAL. Investigaciones experimentales acerca de las funciones que desempeña el encéfalo de los peces; por Mr. E. Baudelot. ( Archives des Sciences naiurelles, i febrero 1864.) Hasta ahora apenas se han estudiado las funciones del encéfalo de los peces: solo algunas palabras de Desmoulins y Magendie acerca de las funciones de los lóbulos cerebrales y del cerebelo, son los precedentes históricos que existen sobre esta cuestión. He creído por lo tanto que podrían ofrecer inte- rés real algunos experimentos acerca de este asunto. Desde mis primeras tentativas reconocí que es desventajoso operar con individuos de gran tamaño, siempre muy difíciles de manejar, que tienen el cráneo más ó menos resistente, y cuyo cerebro, que se halla á gran profundidad, está general- mente cubierto de una gruesa capa de grasa; por consiguiente lomé el partido de preferir individuos jóvenes ó especies pe- queñas, y con tal propósito elegí la espinóla y la espinoleta, pececillos en los cuales observé un conjunto de cualidades que les hacían á propósito para la experimentación. El interés, y sobre todo la claridad de los resultados que he obtenido y el grado suficiente de su generalidad me inducen á indicarlos. En la exposición que sigue, examinaré sucesivamente las funciones de los lóbulos cerebrales, las de los lóbulos ópticos, y por último las de la médula oblongada y del cerebelo. Lóbulos cerebrales. Los resultados de mis experimentos so- bre los lóbulos cerebrales concuerdan perfectamente con los hechos ya indicados por Desmoulins y Magendie; así es que la pérdida de uno de los lóbulos cerebrales, y aun ¡a de los dos á la vez, no influye en nada sobre la regulari- dad y la libertad de los movimientos. El animal, cuya vista é instinto parece que se conservan perfectamente, se dirige con la misma agilidad y seguridad que antes de la operación. Dos espinólas en las cuales había hecho yo tal mutilación pedición vivir asi por mas de una semana sin ofrecer ningún desorden perceptible. Yése por consiguiente cuánto se diferencian estos resultados de los que se obtienen con los vertebrados superio- res, en los que es sabido que la destrucción de los hemisferios cerebrales va acompañada siempre de un estado de estupor profundo y de la perdida de todas las facultades instintivas ó intelectuales. Lóbulos ópticos. l.° La ablación de la bóveda de uno de los lóbulos ópticos ó bien la de los dos á la vez no produce nin- gún desorden en los movimientos; sin embargo, debo decir que el observador necesita aquí proceder con muchas precauciones, pues, como veremos más adelante, la menor desgarradura, la menor tracción de la base de ¡os lóbulos ópticos va seguida inmediatamente de perturbaciones considerables en las fun- ciones motrices. 2. ° Cuando se destruye completamente la bóveda de los dos lóbulos ópticos, parece que cesa la vista, el animal suele quedar por lo común inmóvil y en una especie de estupor; si se le escita, generalmente huye, y tropieza con los objetos que se le ponen delante. 3. " Cuando la lesión no interesa más que el vértice de uno de los lóbulos ópticos, parece que se conserva la vista en am- bos lados; pero el animal manifiesta mayor lentitud en sus actos. 4. ° Las lesiones de la base de los lóbulos ópticos van cos- lanlemente seguidas de alteraciones sumamente curiosas en las facultades motrices. Sábese, desde los excelentes experi- mentos de Mr. Fíourens, que en los mamíferos y las aves, la lesión de uno de los pedúnculos cerebrales medios produce 374 fa(a! menle la roía c ion del animal alrededor de su eje: sábese también, según el mismo sabio, que en los batracios se obser- van movimientos rotatorios, aun después de separado uno de los lóbulos ópticos; pero hasta ahora creo que nadie ha de- mostrado que en los peces la lesión de ciertas partes del encé- falo pueda ir seguida de fenómenos de rotación. Los hechos siguientes creo que puedan fijar esta verdad con toda la se- guridad que pudiera desearse. Si se pica bi0n directamente ó hicn atravesando la bóveda del cráneo, la base de uno de los lóbulos ópticos, el animal describe inmediatamente y nadando un movimiento de rotación alrededor de su eje, movimiento que también se efectúa hacia el lado opuesto á la lesión, es decir que empieza cayendo el animal hacia este lado y continuando después en el mismo sentido. El número de vueltas del animal sobre sí mismo en un tiempo dado, es sumamente variable; asi es que á veces se cuentan 25, 30 ó 40 en cada minuto: pero otras con una sim- ple escitacion por ejemplo, se hacen tan frecuentes que he visto á las espinólas dar 80, 100 y hasta 110 y 120 vueltas en un minuto. La duración de estos movimientos rotatorios no es menos digna de notarse que su frecuencia; así es que los he visto continuar por espacio de diez ó doce dias y aun mas después de la operación, efectuándose invariablemente en el mismo sentido, y en los intervalos de reposo que dejan el animal queda constantemente echado sobre el lado opuesto á la lesión. Casi siempre también se encorva el cuerpo mas ó menos formando un arco de círculo hacia el lado opuesto á la lesión. He observado que cuando la lesión se separa demasiado del surco medio, ó bien cuando se tija enteramente en uno de los estremos anterior ó posterior del lóbulo óptico, los fenóme- nos de rotación son mucho menos marcados v distintos, ó bien cesan completamente de producirse. En un caso en que la lesión estaba practicada inmediata- mente detrás de uno de los lóbulos cerebrales, he visto que los movimientos rotatorios se invertían, verificándose durante cierto tiempo hácia el lado de la lesión. Este hecho, que a 375 primera visla parecería estar en oposición con los anteriores, se explica naturalmente por un cruzamiento de las Obras que se verifica á través de la comisura anterior de los lóbulos ópticos; cruzamiento que he visto claramente en la espinóla, y que sin duda tiene por objeto neutralizar el que existe en el origen de las pirámides, como bien pronto veremos. Por lo demás este último resultado concuerda perfectamente con los experimentos de Schiff; pues según este sabio el sen- tido en el cual se verifica el movimiento de los extremos en los vertebrados superiores debe variar según la parle de la capa óptica que se haya destruido. La destrucción de las tres cuar- tas partes anteriores de este órgano en los conejos produce el movimiento liácia el lado en que se causa la lesión, y la de su cuarto posterior hácia el lado opuesto á la lesión; es decir, según la sección de! pedúnculo cerebral. Con frecuencia los movimientos de rotación alrededor del eje alternan con otros de los extremos, dirigidos también hácia el lado opuesto á la lesión. Así algunas veces, inmediatamente después de la operación se observa en el animal un movimien- to de rotación alrededor de su eje; luego cesa este movi- miento y le reemplaza uno de los extremos, pudiendo volver á empezar en seguida la rotación del eje. Otras veces sucede lo contrario; el animal no ejecuta al principio más que un simple movimiento; pero bien pronto va este movimiento aumentan- do, se estrecha el círculo descrito, se encorva el animal incli- nándose cada vez más hácia aquel lado, y por último en cierto momento se rompe el equilibrio, se coloca el vientre hácia arriba y empieza la rotación alrededor del eje. Parece resultar por consiguiente de estos últimos hechos que el movimiento de rotación alrededor del eje y el de los extremos no son en realidad dos movimientos de diversa naturaleza, sino uno solo; siendo el primeros in duda la exa- geración del segundo, y pareciendo que depende ó de una le- sión mas grave ó de una recrudescencia pasajera en la pertur- bación nerviosa. No habiendo podido conseguir hasta ahora que los fisiólogos se pongan de acuerdo respecto á la manera de explicar este fenómeno giratorio tan singular, he tratado de analizar el mis- 376 mo fenómeno en los peces. En primer lugar lie reconocido que el movimiento rotatorio no puede atribuirse á la parálisis de uno de los miembros, lo cual concuerda por otra parte con la opinión ya emitida por M. Longet respecto de los mamíferos; y después me he cerciorado de que este movimiento no resulta de la pérdida de la visión por un solo lado, y además de que no es tampoco consecuencia de la ligera curvatura en forma de arco, que presenta generalmente el cuerpo de los individuos sobre los cuales se opera. Efectivamente: a. Los movimientos de las aletas no se alteran, y los dos miembros obran con una perfecta regularidad en los individuos que se ven girar de esta manera sobre su eje. b . La sección de una de las aletas pectorales en un pez sano no produce en él ningún movimiento de rotación. c. Después de cortar cualquiera de las aletas pectorales en un individuo que gire sobre su eje, continúa la rotación con algo menos de vivacidad ciertamente, pero siempre hacia el mismo lado. d. La ablación de uno de los ojos en un pez sano, no va seguida de ninguna especie de alteración en la movilidad. e. No es la ligera curvatura del cuerpo en forma de arco lo que, combinándose con el movimiento de progresión, puede producir la rotación alrededor de su eje, supuesto que suele suceder que la rotación se efectúa aun cuando el cuerpo esté recto. Prescindiendo de todas las causas anteriores, presumo que el movimiento giratorio podrá ser el resultado de una sensación dolorosa de contracción, de la que trata el animal sin cesar de librarse, sensación que debe residir en los músculos ante- riores del tronco del lado opuesto á la lesión. Médula oblongada. La base de los lóbulos ópticos no es la única parte del encéfalo cuya lesión sea susceptible de produ- cir movimientos de rotación alrededor del eje ó de los extre- mos: movimientos idénticos con los que acabamos de describir, se producen igualmente cuando se pica una de las mitades de la médula oblongada; únicamente aquí, en vez de efectuarse como anteriormente por el lado herido hácia el lado sano, los movimientos rotatorios tienen lugar en sentido inverso, es de- 3 i ¡ oir, desde el lado sano hacia el herido. En estado de reposo, el animal queda siempre echado sobre el lado correspondiente á la lesión; por último, el cuerpo propende siempre á encor- varse en arco hacia el lado lesionado. Comparándolos efectos directos que acompañan á la lesión de cada una de las mitades de la médula oblongada con los efectos entrecruzados que resultan de la lesión de cada uno de los lóbulos ópticos, llegamos á deducir, que entre estos dos puntos debe existir un cruzamiento de las libras nerviosas pa- sando estas fibras de un lado á otro. Cerebelo. La destrucción de toda la parte saliente del cere- belo no influye ni en la regularidad, ni en la vivacidad de los movimientos del animal, cuya inteligencia y libertad de acción parece que se conservan perfectamente. Cuando por el contrario se destruyen todas las partes profundas del cerebelo, sucede a veces que el animal vacila y anda oscilando á derecha é izquier- da del plano medio, ó bien se producen verdaderos desórdenes en los movimientos, lo que atribuyo á las tracciones que du- rante la operación se ejercen sobre las libras profundas que se hallan en comunicación directa con la médula oblongada. Los hechos que preceden, como he dicho antes, se han observa- do en las espinólas y espinoletas; sin [embargo, no son estas dos especies las únicas á que se han ceñido mis experimentos. En el pez vario he visto también los movimientos de rotación al rededor del eje, producidos por la lesión de uno de los lóbulos ópticos, ó de una délas mitades de la médula oblongada, y lo mismo que en la espinóla los efectos son cruzados en el pri- mer caso y directos en el segundo, aunque no se manifiestan con el mismo grado de energía y vivacidad; por último, he podido comprobar movimientos rotatorios en una tenca joven cuyo largo no pasaba de 3 centímetros. En suma, comparando las funciones de las partes corres- pondientes del encéfalo en ¡os mamíferos y en los peces, podre- mos adoptar las conclusiones siguientes: 1.a En los mamíferos la ablación de los hemisferios produce siempre la pérdida de la inteligencia y de la voluntad; en los peces la pérdida délos lóbulos cerebrales no va seguida de ningún efecto visible. 2.a En los mamíferos, la destrucción del cerebelo anula la facul- 378 tad de coordinación de los movimientos voluntarios; en los pe- ces no influye ó al menos parece apenas influir en esta misma facultad de coordinación. 3.a La ablación de la bóveda de los ló- bulos ópticos, produce en los peces la supresión de la vista, como acontece con los mamíferos en que se quitan los tubérculos cua- drigéminos. 4.a Finalmente, en los peces, las lesiones de la base de los lóbulos ópticos y de la médula oblongada , producen desórdenes del movimiento enteramente análogos á ¡os que ocasionan en los mamíferos las lesiones de las capas ópticas de los pedúnculos cerebrales, y de los pedúnculos cerebelosos medios. Con el Fin de facilitar las investigaciones de los que deseen comprobar estos experimentos ó completarlos, voy antes de concluir á decir algunas palabras acerca de los procedimientos operatorios á que he recurrido. Si se trata de la ablación de los lóbulos cerebrales, del cerebelo ó de los lóbulos ópticos, el procedimiento es muy sen- cillo. Cojo al animal con la mano izquierda, en la misma forma que se coje una pluma de escribir para cortarla, y en seguida con un solo golpe de escalpelo le quito la bóveda del cráneo, desgarrando después bajo el agua y con pinzas muy Finas, el órgano que ha de servir para el experimento; terminada di- cha operación dejo al animal que respire algunos momentos, y después enjugo con precaución la abertura del cráneo, echan- do además una gola de sebo sobre ella, para impedir el con- tado del agua con el cerebro, contacto que haría que se espar- ciese, y pondría ai animal en condiciones desfavorables para la observación. Después de abierto el cráneo para producir Sos movimientos de rotación, basta picar la base de los lóbulos ópticos ó de uno de los cordones de la médula oblongada; pero como las sim- ples picaduras hechas de cualquier modo y al acaso no podrían dar la precisión debida, be tenido que recurrir al procedimien- to siguiente para mayor claridad del resultado. Clavo un alfiler de tamaño regular en la bóveda del cráneo de modo que atraviese taló cual parte del encéfalo, lo que se consigue fácilmente, teniendo cuidado de señalar de antemano algunos puntos de marca en la superficie del cráneo, y procu- 379 ramio además que el alfiler se implante ligeramente en la base del cráneo, lo cual impide que experimente ningún desarrollo ulterior durante los movimientos de rotación del animal. Mecho esto se corla el alfiler á 1 milímetro poco más ó menos de su punto de entrada y en seguida se deja al animal. Después, cuando se trata de comprobar el estado anatómi- co, se le hace perecer sumerjiéndole en alcohol y sometiéndole por algunos momentos (cerca de medio minuto) á la acción del agua hirviendo. Cuando se enfria , se- coje con unas pinzas el estremo del alfiler que queda fuera del cráneo, y se ejerce so- bre él una tracción brusca dirij ida según su eje. Habiendo adquirido el cerebro por la cocción y el enfriamiento un grado conveniente de consistencia, el trayecto del alfiler queda seña- lado por un pequeño conducto muy marcado, en el cual es fácil comprobar la entrada, la salida y la dirección. La facilidad con que los huesos del cráneo se separan des- pués de algunos momentos de ebullición, da además, á este procedimiento, toda la rapidez y seguridad que pudieran de- searse. En vez de sacar el alfiler, puede también dejarse en su si- tio; pero en este caso es de temer que quitando los huesos de la bóveda del cráneo, y tratando de desprender el alfiler, se produzcan movimientos que puedan comprometer hasta cierto punto la seguridad de los resultados. 380 REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES \ POLITICAS, Programa del concurso á los premios que la Peal Acade- mia de ciencias morales y políticas, en cumplimiento de sus Estatutos, adjudicará en los años de 1865, 1866 y 1867. Para el concurso de 186o. Límites que deben separar en el or- den político , económico y administrativo la intervención del Estado y la acción individual. Para el concurso de 1866. Exposición del régimen municipal de España , demostrando su afinidad con las instituciones políticas y con el estado general de la civilización en cada periodo de la historia patria . Examen de la cuestión sobre si la libertad política de los tiempos mo- dernos exige ó permite la restauración total ó parcial de las antiguas libertades municipales . Para el concurso de 1867. Historia critica de los pósitos de Es- paña-’ reformas convenientes en su organización actual , y examen de la cuestión sobre si deberían conservarse ó refundirse en otras instituciones mas análogas al estado presente de la sociedad. Los premios que se han de conceder á las obras que á juicio de la Academia lo merezcan, consistirán cada uno en una medalla de bronce, 8.000 rs, en dinero y 20 0 ejemplares de la obra que fuere premiada, reservando al autor el derecho de propiedad. Podrá además la Academia conceder al mismo el título de Académico correspondiente, si considerare sus trabajos como de mérito extraordinario. La Academia, adjudique ó no el premio, se reserva declarar el accessit á todas las obras que se crean dignas de él, que consistirá en un diplo- ma, y en la impresión y entrega de 0 00 ejemplares al autor de la Me- moria, Las obras para optar á premios seremitiráu al Secretario de la Acá- 381 demia antes del I 5 de setiembre del año á que correspondan. Acompaña- ráá cada una un pliego cerrado en que conste indispensablemente la firma y residencia del autor, y que esté señalado en la cubierta con el lema adoptado por cada uno y escrito al principio de su obra para distinguirla de los demas. Declarados los premios se abrirán solemnemente los pliegos correspondientes á las obras premiadas, inutilizándose los demás en la Junta publica general en que se haga la adjudicación. A los autores que no llenen los condiciones expresadas, ó que en el pliego cerrado pongan nombre distinto del suyo ó contraseña que no lo contenga, no se les dará el premio, y la Academia acordará publicar ó no las obras presentadas sin esta formalidad como propiedad del Cuerpo. Los Académicos de número no pueden aspirar á los premios. Madrid 4 de julio de 1864.— Por acuerdo de la Academia, Pedro Gómez de la Serna , Secretario. — Nuevo mineral. En la inmediación del Yarra superior se ha des- cubierto un nuevo mineral, ó mas bien en el sitio que debe con mas exactitud designarse como la cuenca del Yarra. El mineral se parece al que se conoce con el nombre de zafirina, y es mas duro que el topacio, “al cual raya*, pudiendo principalmente ser útil á los lapidarios para puli- mentar otras piedras, etc. Mr. Gcorge Ulrick, mineralogista muy cono- cido, piensa analizar y dar nombre á este mineral nuevo, que será, como tal, el primero conocido y descrito de Victoria. Aunque hasta ahora no se haya encontrado mas que en la parte indicada de la colonia, desde lue- go se comprende que deberá encontrarse en todas las parles donde predo- mine la formación granítica. — Piscicultura. Entre todos los seres animados, son los peces los pri- meros que empiezan el ciclo de las reproducciones anuales. Desde octu- bre ya frezan los salmones y las truchas, prolongándose la postura hasta febrero; la del solio se verifica desde el I 5 de febrero al 15 de marzo, y en abril la de la perca; completan la suya en mayo y junio casi todos los demás peces de agua dulce, siendo la tenca en julio, uno de los últi- mos. Antes de la primavera es, por lo tanto, la época mas favorable para emprender los estudios prácticos de piscicultura y para intentar la siem- bra de las corrientes de agua de que se pueda disponer. El magnífico establecimiento de Huningue, casi con tanta prodigalidad como la de la naturaleza, siembra á manos llenas los huevos de las mas preciosas especies, satisfaciendo todos los pedidos con tal que se justifique que puede sacarse buen partido de ellos. En los aparatos de incubación del jardín zoológico de aclimatación se han recibido ya f 00.0 0 0 huevos de freza, -4.00 0 de truchas comunes, 1.50 0 de truchas salmonadas, 2000 de umbla caballar, 200 de umbla común y 6.00 0 de salmones del Rhin. Los 382 huevos se depositan en los diversos aparatos de incubación que usan di- ferentes piscicultores, de modo que pueda juzgarse comparativamente de su manera de funcionar aproximándose mas ó menos á la disposición de los desovaderos naturales. En las seis semanas que dura el maravilloso fenómeno de la evolu- ción del pececillo en el huevo, las personas que visitan el jardin pueden, bien á la simple vista ó por medio de un lente ó microscopio, seguir al través de las paredes trasparentes de la caja todas las fases de la incu- bacion. Primero se ve que el embrión apunta en forma de granulaciones en un líquido semi-trasparente; los granillos se reúnen formando una línea y constituyendo la columna vertebral; los ojos son visibles desde el octavo dia en forma de dos puntos negros, cuyo tamaño es despropor- cionado con el de las demás partes, y después se percibe el corazón y los vasos por sus latidos que casi pueden contarse. En fin, al cabo de cinco ó seis semanas llega el momento de nacimiento ó salida del huevo, que es el mas interesante para el observador: generalmente se verifica en masa, y los pececillos nadan á millares á la vez. Unos se agitan para librarse de la membrana que sirve de cubierta al huevo; otros ya libres nadan en todos sentidos llevando adherido al vientre el saquito llamado vesícula umbilical, que todavía por espacio de un mes sirve para su alimentación. Cada huevo se distingue por alguna particularidad de forma ó de color*, los de la trucha común son diáfanos y parecidos á los granos dé la grosella blanca, los de la trucha asalmonada tienen un matiz sonrosado, el cual es mas marcado y mas general en los huevos del salmón. Cuando los peces llegan á desarrollarse reciben el nombre de pescado menudo, y basta un poco de observación para reconocer con facilidad cada especie. Durante el mes de febrero se verifica en cada hora y por decirlo así en cada minuto el espectáculo de que hablamos, yes muy curioso observarlo. Los cuidados que exije la cria de los peces se practican á la vista del público, que de esta manera puede estar en pocos momentos enterado de las sen- cillas prácticas de la piscicultura, la cual, sin embargo, debe desempeñar un gran papel en el arte de alimentar á los pueblos. — Animalülos en la sangre humana. Hace poco que Mr. Tigri ha llamado la atención acerca de la existencia de los baclerium en la san- gre de un hombre muerto á consecuencia de la fiebre tifoidea; y por otra parte en la última reunión de la Sociedad de medicina y de cirujía de Londres el Doctor Harley leyó una Memoria sobre la enfermedad llamada Hoematuria , que hace estragos en el Cabo de Buena-Esperanza y en la isla Maurice. La causa de dicha enfermedad es, según el autor, la existencia en la sangre de una especie de Disí orna , que Mr. Harley des- pués de examinar los huevos y embriones de tal gusano, ha tomado por una ♦ nueva especie, el Disloma capense ,* pero el Doctor Cobbold, qne se ocupa especialmente en el estudio de los gusanos intestinales, y que pronto pu- blicare! una escelente obra acerca de tan interesantes animalillos, ha visto que los dibujos del Doctor Harley representan la especie Distoma horma - tobium ,* además, los síntomas de la enfermedad, los productos patológicos, la descripción de los huevos y de los embriones, etc., demuestran que el Distoma hcematobium es el que produce la enfermedad del Cabo de Buena-Esperanza, siendo idéntica á la muy conocida en Egipto. Sin em- bargo, la comunicación del Doctor líarley es de un gran valor, pues nos manifiesta que esta enfermedad entozóica no es únicamente propia del Egipto, como hasta aquí se ha creído. El doctor Cobbold ha descubierto el gusano de que se trata en un mono africano ( Cercopithecus fuliginosas ), y como ya liabia hallado la especie el Dr. Bilharz del Cairo, se le dió el nombre genérico de Bilharzia. Este parásito so introduce en el cuerpo del hombre y de los monos por medio del agua sin filtrar de los rios africanos, la cual contiene pequeños moluscos y otros animales acuáticos que albergan las larvas de Bilharzia. —Diccionario general de las ciencias. MM. Privat-Deschanel y Focillon acaban de publicar en los establecimientos de MM. Tandon, Masson y Garnier, editores, la primera parte de una obra que en nuestro concepto llenará satisfactoriamente una necesidad perentoria; efectiva- mente, hoy que los hombres mas distinguidos tratan de generalizar la ciencia, debe tener un éxito favorable, una enciclopedia científica tal como la anunciada. Dar á conocer todos los ramos de las ciencias mate- máticas, físicas y naturales, teniendo cuidado de prescindir de toda fórmula ardua y empleando el lenguaje común de la conversación, ¿no es hacer la ciencia agradable á todos y accesible aun á los mas ignoran- tes? MM. Privat-Deschanel y Focillon han querido hacer de su diccio- nario no solo un libro útil, sino un buen libro; y con este objeto han intercalado en el testo una verdadera colección de viñetas y de figuras debidas á los primeros grabadores. Con tales condiciones, el Diccionario general de ciencias no dudamos que obtendrá el éxito que merece. — Procedimiento para avivar la escritura casi borrada en los libros y pergaminos antiguos. Puede resumirse dicho procedimiento, ideado por Mr. Moride, del siguiente modo: Se deja cierto tiempo el pergamino ó papel escrito en contacto con agua destilada, y en seguida se sumerje en un vaso que contenga una disolución de ÍO gramos de ácido agállico en 30 0 de agua destilada, con lo cual aparecen los caractéres como rege- nerados, y basta para terminar lavarlo otra vez y después dejarlo se- car. Deben conducirse las operaciones con cuidado y prontitud para evitar que accidentalmente tome color la superficie del papel. — Nuevos cuerpos simples. Hace muy poco que el diario alemán de química práctica, tomo LXXXIX, p. 441, ha anunciado el descubri- miento hecho por MM. F. Reich y Th. Richter en las piritas arsenica- les de Freyberg, de un nuevo metal. Le han dado el nombre de indio porque su espectro no presenta ninguna raya verde, sino al contrario, una raya de color azul de índigo, que hasta ahora nunca se ha indicado, muy brillante, muy claramente marcada, muy persistente, y de una re- frangibilidad sensiblemente mayor que la raya azul del estroncio. Han llegado á aislar el nuevo cuerpo en cantidad pequeñísima, en forma de cloruro, de óxido hidratado y aun en estado metálico. También han de- mostrado que el indio no se precipita por el hidrógeno sulfurado de una disolución ácida de su cloruro, sino que por el contrario se precipita de esta disolución por el amoniaco en estado de óxido hidratado; que el cloruro es sumamente delicuescente; que el óxido calentado en contacto del carbón y de la sosa da granos metálicos muy blandos y muy dúc- tiles; que estos granos sometidos al soplete dejan por residuo una escoria amarilla, que calentada de nuevo, no se tiñe en una disolución de co- balto. Un químico sueco, Mr. Rahr, ha hallado un nuevo metal, el wasio en un mineral parecido á la ortita, y que contiene sílice, alúmina, itria, didimio, manganeso, cal, torino, uranio etc. Ha dado á esta sustancia, procedente de la isla de Roensholm, el nombre de wasita; pero también ha encontrado el óxido de wasio en la gadolinita de Ilterby y en la ortita de Noruega: la wasita contiene cerca de J por 100. El óxido de wasio es blanco, tirando algo á rosáceo; convertido en nitrato y después pre- cipitado y lavado de nuevo, se presenta en forma de un polvo gomoso de color amarillo pardo, que desprende vapores rojos por la acción de una temperatura elevada. La densidad de este óxido metálico es 3,7 26. Parece que no produce rayas espectrales características. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Ruiz. CIENCIAS EXACTAS. ASTRONOMIA. Sobre los errores de origen fisiológico; por Mr. Faye. (Comptes rendas, 12 setiembre 1804.) veces he hablado á la Academia de los errores particulares que dependen de la individualidad del observa- dor y que afectan á la determinación astronómica de la hora, y he demostrado que si tales errores vician las observaciones hasta el punto de hacer en cierto grado ilusoria la gran exactitud que se les atribuye, existe un medio radical de hacerlos desaparecer suprimiendo a! observador, y sustituyen- do á nuestros sentidos el uso simultáneo de los dos grandes descubrimientos de nuestra época, la fotografía y la telegra- fía eléctrica. Esta cuestión acaba de dar un nuevo paso merced á los estudios especiales que dos sabios suizos, MM. Plantamour é Hirsch han hecho hace poco para determinar la diferencia de longitud entre los observatorios de Ginebra y Neufchatel (!). líe creído que no seria inútil volver á insistir sobre este asunto todavía tan misterioso, y se verá que los buenos resultados confirman plenamente la siguiente proposición: «Cuando se trata de combinar sensaciones de la misma naturaleza, el organismo humano ¡lega á una precisión admirable; pero no (1) Determinación telegráfica de la diferencia de longitud en- tre los observatorios de Ginebra y Neufchatel. Ginebra, 1861. T OMO XIV. sucede lo mismo halándose de impresiones de naluraleza di- versa que provengan, por ejemplo, de diferentes sentidos. El sentido de la vista es el que, combinado con los demás senti- dos, merece menos confianza. Asi una vista cualquiera auxiliada con un microscopio percibe y mide magnitudes sumamente ténues, ) apenas se detiene mas que en pequeñas fracciones de milésima de milí- metro. En ciertos casos, un oido cualquiera aprecia á primera vista diferencias de una centésima de segundo. La sensibili- dad del tacto varía mucho de un individuo á otro; no obstan- te parece según los numerosos experimentos del doctor Blan- chet, que por término medio se distinguen con mucha clari- dad las vibraciones que se repiten 500 veces por segundo, y aun en muchas personas llega todavía á mas la finura de este sentido. Por el contrario, si á la vez quieren ponerse dos sen- tidos en ejercicio, por ejemplo , la vista y el oido, podrían ocurrir tales errores que al principio produjeran la increduli- dad en los que los observasen. La observación astronómica de los pasos de los astros por el meridiano está precisamente fundada en una combinación de este género, y se reduce á esto: mirar un punto brillante que se mueva en el campo de un anteojo atravesando sucesivamente una red de hilos para lelos: escuchar al mismo tiempo los golpes de un péndulo y anotar á cada hilo el momento de la desaparición del punto luminoso. Los astrónomos adquieren con el tiempo bastante habilidad en este género de observaciones para llegar á la exactitud de una centésima de segundo, y sin embargo, vea- mos lo que sucede. Supongamos que la observación se haga á la vez por varias personas: si el punto luminoso atraviesa realmente el hilo al segundo golpe del péndulo, el primer ob- servador anotará 10s,l; el segundo, 10s,2; el tercero, 10s,5: otro observador anotará 11s,0 y otro por último 1 1 s .2 , mar- eándose así una diferencia de mas de un segundo con el pri- mero. Y estas diferencias no son errores accidentales, puede hacerse mil veces la prueba y otras tantas se obtiene el mis- mo resultado. Sin embargo, los observadores ven todos en el mismo momento que la estrella se eclipsa detrás del hilo, oyen en 387 un mismo inslanle el sonido del péndulo y pueden tener la prueba de ello haciendo sonar el segundo con un rilmo per- fecto, en el cual no pueden ciertamente observarse dos cen- tésimas de segundo de error. ¿Qué es loque se verifica cuando se trata de comparar impresiones fielmente trasmitidas al ce- rebro por los dos sentidos, en que se manifiestan, de un obser- vador á otro, semejantes discordancias, que repito que no son accidentales sino regulares y persistentes? Para que el pro- blema sea mas inteligible permítaseme recurrir á una com- paración material. Figurémonos por un momento que el espí- ritu es un ojo colocado en lo interior del cerebro y atento á las modificaciones que cada sensación produce en los hilos nerviosos que llegan á él. Si en un mismo punto se producen sensaciones de la misma naturaleza, este ojo interior podrá juzgar fácilmente si son sucesivas ó simultáneas; pero si pro- vienen de sentidos diferentes, cuyos nervios lleguen á regio- nes diversas del cerebro, el ojo interior tendrá precisión de moverse para pasar de una región á otra, no se percibirá el tiempo empleado en ello, y las sensaciones separadas por un intervalo muy real podrán anotarse como simultáneas. El tiempo perdido y empleado en ir de una sensación á otra puede pasar de un segundo: variará por otra parte de un indi- viduo á otro según la rapidez con que se mueva su ojo interno para contemplar sucesivamente las teclas del piano tan pro- digiosamente complicado que se llama cerebro. No necesito decir que no doy realidad alguna á esta com- paración: nuestro espíritu no es un ojo interno. Siempre suce- de que la necesidad de comparar dos sensaciones de origen diferente, condene al espíritu á un trabajo muy singular, pues emplea un tiempo muy considerable en establecer una comunicación entre filamentos nerviosos diferentes. Por otra paite esta tarea es muy pesada, mientras que la compara- ción de sensaciones del mismo origen no lo es, ó lo es mucho menos. Es esencial no confundir esta especie de tiempo perdido, del cual no tenemos conocimiento, con el tiempo necesario para la trasmisión de las sensaciones desde la periferia al cen- tro del sistema nervioso, la cual probablemente se verifica con una rapidez enteramente eléctrica, ó poniendo en movi- miento nuestros órganos, cuyos músculos no pueden contraer- se instantáneamente á causa de su inercia, bajo la influencia de corrientes determinadas en los nervios por un acto de la voluntad. Estas causas de retraso no pueden producir la dé- cima ni aun la centésima parte de los efectos que demostra- mos; además, deben ser casi las mismas poco mas ó menos en todos los individuos, mientras que el tiempo empleado por la imaginación para combinar impresiones de sentidos dife- rentes, varía desde el simple al décuplo de un individuo á otro . Quizás es esto análogo á lo que nos sucede cuando trata- mos de establecer una relación lógica entre dos ideas, no estando acostumbrado el cerebro á referir las dos traduccio- nes nerviosas; en este caso es menester un tanteo, un trabajo mas ó menos largo cuya duración pasa desapercibida: de ma- nera que en el momento en que la aproximación se efectúa ó llega á realizarse, por fin, el enlace nervioso, parece que hiere repentinamente un rayo de luz. Así es que la inteligencia no conoce el tiempo masque por la sucesión de las sensacio- nes de origen externo, ó por la de las sensaciones que llega a producir físicamente en el cerebro; pero el tiempo en el cual pone en juego las fuerzas que producen el movimiento cere- bral, pasa completamente desapercibido. De cualquier modo que sea, los astrónomos, después de haber comprobado larga y minuciosamente este fenómeno, en el cual ha costado mucho trabajo creer al principio, y que ejerce sobre sus observaciones una influencia tan perjudicial, han tratado de eliminarlo. Se empezó por imponer en todos los observatorios á cada astrónomo la obligación de firmar sus observaciones, para no esponerse al peligro de combinar junios, resultados que no pudieran compararse: y cuando ha sido preciso, como en la determinación de las diferencias de longitud, confiar á dos observadores la mitad de la tarea, se han dispuesto las cosas de manera que se cambien estos. Así por ejemplo, M. Dunkin y yo, encargados de las observacio- nes astronómicas para unir telegráficamente los meridianos de París y de Londres, cambiamos nuestras estaciones y era- 380 pezamos las mismas operaciones, estando el observador inglés en París y el francés en Greenwich. Suponíase entonces que el error fisiológico de cada individuo era constante, ó no va- riaba mas que con la serie de anos. No se lian detenido en esto los astrónomos, sino que han tratado de averiguar si reemplazando uno de los dos sentidos combinados, por ejemplo, el oido por el tacto, y suprimiendo la especie de acto de juicio necesario para apreciar las frac- ciones de segundo, se podida llegar á hacer desaparecer el error fisiológico. La supresión del oido reemplazado aquí por un movimiento voluntario de presión ejercido por el dedo sobre una tecla telegráfica en el momento en que la estrella atra- viesa el hilo del anteojo meridiano, produce un resultado par- cial muy digno de notarse, pues aunque los errores fisiológi- cos no hayan desaparecido, como á primera vista se creyó, se han reducido á 0s,t ó á 0S,2, y sobre lodo no se oye hablar mas que de errores de 1 segundo completo. Digo que estos errores no han desaparecido, y en efecto, se hallan en lodos los observatorios en que se ha introducido el método ameri- cano de registro eléctrico. Llama bastante la atención que los astrónomos no se ha- yan fijado nunca en el valor absoluto de lo que llaman su ecuación personal. Persuadidos á priori , sin razón suficiente, de que estas ecuaciones podian considerarse como cantidades constantes, no han tratado mas que de sus diferencias, bien para eliminarlas por medio de cierto manejo, bien para apli- carlas numéricamente á modo de correcciones cuando se trataba de comparar observaciones debidas á personas dife- rentes. MM. Plantamour é Hirsch han dado un paso mas: han determinado sus errores absolutos por medio de un mecanis- mo muy ingenioso que imita fielmente la observación ce- leste, con la diferencia de que el paso del punto luminoso detrás del hilo del anteojo se baila registrado telegráficamente sobre un cronóscopo cualquiera, mientras que el observador registra á su vez en el mismo aparato el momento en que cree que este paso se verifica. La diferencia de ambas inscripcio- nes da el error absoluto del observador. El mismo aparato 390 podría servir también para combinar la vista y el oído, o la vista con un movimiento voluntario, etc. (1) "Veamos los resultados obtenidos por los dos sabios obser- vadores, refiriéndonos al sentido de la vista. Error fisiológico de Mr. Plañí amour . 4 de noviembre, 2.a serie.. . . 0M03 =±= 01 * * * S,013 (incertidumbre media. — 3.a id. ... . 0 ,128 =±= 0 ,014 — 5.a id 0,048 =±= 0 ,009 o de noviembre, 1.a id. .... 0 ,069 =fc 0 ,007 - — 4/ id. .... 0,037 =t 0,006 Error fisiológico de Mr. Hirsch . í de noviembre, 1 / será.. . . — 4.a id — 6.a id. . . . . 5 de noviembre, 2.a id — 3.a id Se vé que no es posible tomar el valor medio de semejan» tes resultados, aunque cada uno tenga un carácter cíe exacti- tud muy notable. Su diferencia que se trataba de aplicar como corrección á la longitud de Neufcbatel contada desde Ginebra varía efectivamente de una série á otra, entre O3, 012 y 0S,210. ¿Qué debe deducirse de estas interesantes investigaciones? Que no es permitido considerar el error fisiológico como cons- tante aun durante una sola y única série, y que no deben con- (1) MM. Plantamour é Hirsch no se han descuidado en estu- diar los errores propios de los aparatos registradores por sí mis- mos- estendiéndose sus investigaciones á la duración de las cor- rientes, á la paralaje de los aparatos escritores, á la inercia de los electro-imanes, á la diferencia de las indicaciones del registra- dor según que se recurre á abrir ó cerrar las corrientes, etc. 0S,247 =±= O9, 043 0 ,178 =±r 0 ,014 0,140 db 0,007 0 ,199 =±= 0 ,009 0,169 =t 0,008 larse en la maquina humana eslas medidas lan delicadas, mas que con la condición de determinar inmediatamente el error casi á cada observación. Ahora pregunto á los astrónomos si no es mejor suprimir la máquina humana, cuyas imperfeccio- nes aparecen tan claramente y cuyos resultados varían no solo con los años, sino también de un momento á otro, con las perturbaciones momentáneas de la digestión, de la circula- ción de la sangre ó del trabajo nervioso. La posibilidad de suprimir el observador, se demostró plenamente en París, hace algunos años, por los experimentos (¡ue M. Porro ha querido hacer, según mis indicaciones, en sus talleres con la cooperación de MM. Robert, Digney herma- nos y Quinet. El procedimiento, que es sumamente sencillo cuando se trata del sol, se hace mas delicado, aunque no im- practicable, cuando se trata de aplicar á las estrellas. Consiste en sustituir á la vista del observador una placa fotográfica, y en registrar eléctricamente el momento en que la iuz penetra en la cámara oscura aplicada al anteojo meridiano. Así hemos obtenido en veinte segundos, diez observaciones de! sol. Cuan- do digo que hemos obtenido , seria mas exacto decir que lo he- mos visto hacer á un astrónomo improvisado, un niño que es- taba simplemente encargado de tirar una plancheta y de sol- tar un resorte, tarea que hubiéramos podido hacer ejecutar por medio de una máquina. Si los astrónomos que han adop- tado separadamente estos poderosos medios de observación, concluyen, como espero, por adoptar también la combinación más poderosa todavía, deseo que la Academia se digne recor- dar que he tenido el honor de presentar hace cinco ó seis años la primera observación (1) efectiva de eclipse completamente registrada por medio de esta combinación de la electricidad y de la fotografía y la primera observación meridiana del sol, independiente de los sentidos y del cerebro humano. Al examinar la negativa de esta curiosa observación, que conservo con cuidado, he observado ciertos defectos que antes (1) Me refiero á las pruebas obtenidas en grande escala con las indicaciones necesarias para referir las medidas á los círculos terrestres. no había advertido. Mirando con más atención, he reconocida que estos defectos eran inherentes, noá la prueba, sino al mis- mo sol; en efecto, son manchas solares que se señalan al mis- mo tiempo que los bordes del disco en los cuales debe fijarse la atención del observador. ¡le aquí por consiguiente una ob- servación automática que da con una gran exactitud, no solo la situación del astro en el momento del medio dia verdadero, sino también la de sus manchas, cuyo estudio ha 'adquirido tan gran importancia en estos últimos tiempos. He aquí un nuevo ejemplo de la superioridad de la observación automá- tica sobre el antiguo método fundado en nuestros sentidos: en tesis general no se ven mas que las cosas que interesan a! momento de la observación, el resto pasa casi siempre desa- percibido cuando no se fija particularmente la atención. Por el contrario, la observación automática registra todo lo que se trata actualmente de buscar y lo que puede buscarse luego. Se me ha hecho la objeción, y todavía podrá hacérseme de la complicación que este sistema podría introducir en la prác- tica diaria de los observatorios, á lo cual respondo que es preciso pagar al mismo precio cada aumento de exactitud en las medidas celestes; de modo que un observatorio del si- glo XiX se diferencia tanto de nuestros primeros observato- rios como nuestro sistema de hilados de nuestra antigua rueca. Se harán menos observaciones, pero son más dignas de cré- dito. Un ejemplo reciente ha demostrado á los astrónomos cuán peligroso es fiarse de las apariencias de exactitud, y hoy está bien determinado que la distancia de la tierra al sol, aceptada antes por todos los astrónomos como un dato defini- tivo, tenia un error de mas de & de su valor. A iguales equi- vocaciones estaremos espuestos mientras que en el dominio de la observación subsistan las causas de errores, que en todo análisis pasan desapercibidos, como la causa fisiológica con la que he ocupado la atención de la Academia. Con motivo de esta comunicación observó M. Regnauít que en sus investigaciones acerca de la velocidad de propagación del sonido en los gases, lia tenido que fijarse mucho en los errores que pueden resultar de que no sea instantánea, no so- 393 lamente la trasmisión de las sensaciones orgánicas personales, sino también de los registradores eléctricos. Los errores debidos á la apreciación personal del observa- dor son siempre mayores que los que provienen de los regis- tros telegráficos, pero estos últimos son muy sensibles y ha- bida equivocación en considerarlos como nulos. Los registra- dores telegráficos funcionan por la interrupción ó por la con- tinuidad de la corriente, algunas veces directamente; pero la mayor parle dé ellos, por corrientes de inducción. Pero es fácil cerciorarse de que un contacto metálico deba durar un tiempo fácil de apreciar para que la corriente se establezca, y sobre todo para que las corrientes de inducción que resultan hagan funcionar los indicadores. Así en mis experimentos, la varilla metálica que chocaba sobre una placa también me- tálica, tenia bastante fuerza para agujerearla y volver atrás en seguida. Cuando este movimiento se hacia en un tiempo muy corto, aunque perceptible, el indicador no funcionaba. Es evidente, según esto, que el indicador sufre un retraso res- pecto del origen del contacto, y este retraso es variable según la intensidad de la corriente. M. Regnault cree que es útil llamar la atención de los observadores acerca de este hecho, porque con frecuencia pueden disponerse los aparatos y arreglar el sistema de ob- servación de modo que se- evite esta causa de error. QUIMICA ORGANICA, Química micodénnica , por Mr. R. Blondeau; formación de nitratos en la naturaleza . (Los Mondes, T. 2, entre (ja 21.) Los nitratos, sales que desempeñan un papel tan impor- tante en la nutrición de los vegetales, llevándolos el ázoe que es necesario para su constitución, se hallan abundantemente esparcidos en la naturaleza. Efectivamente, se les encuentra en el suelo de los establos, en los terrenos en que hayan es- tado construidas habitaciones, en las tierras arables, y no hay agua corriente en la superficie del suelo que no contenga pro- porciones notables de ellos. ¿Cómo se han formado estas sales y cómo han llegado á combinarse los elementos de su ácido? ¿Se han combinado el nitrógeno y el oxígeno del aire bajo una influencia que hay que determinar, ó bien es el nitrógeno del amoniaco el que ha entrado en combinación con el oxígeno del aire? Según las investigaciones que hemos practicado, y cuyos detalles vamos á dar, el humus no se ha quemado por la ac- ción del aire, sino que su acción se limita á absorber en gran cantidad el amoniaco y el oxígeno, y á desarrollar, por el mismo hecho de esta absorción, una elevación de temperatura suficiente para determinar la combinación del nitrógeno, del amoniaco y del oxígeno del aire. Nada se pierde en la naturaleza, sino que todo se transfor- ma. Los agentes más enérgicos de las transformaciones que experimenta la materia organizada son los pequeños séres que 31)5 ha designado con el nombre de micode i rnos, sin las cuales ios seres dotados de la organización y que bajo esta forma ofrecen una resistencia invencible á las acciones químicas que puedan ejercerse sobre ellos, persistirían indefinidamente sin cambiar de estado. Pero al lado de ellos, el Creador ha tenido la pre- visión de colocar las miríadas de séres microscópicos, cuyo trabajo de desorganización empieza inmediatamente que cesa la vida en un sér organizado. Entonces es cuando apoderán- dose estos micodermos para las necesidades de so ñutí icio o de los elementos cuya reunión constituía la materia organi- zada la reducen al estado de sustancia inorgánica y la entre- gan bajo esta nueva forma á ¡a acción de los agentes esterio- res, que pueden en este caso obrar sobre ella y transformarla de modo que la reduzcan á los principios elementales que á su vez van á servir para la nutrición de los séres dotados de vida. Cuando el leño se ha separado del árbol á que estaba fijo, y por lo mismo privado de la vida vegetal, uo tarda en ser invadido por los gérmenes de un micodermo, el cual, desar- rollándose á espensas de las materias contenidas en lo interior de las celdillas y de los vasos del leño, lo transforma en una sustancia que se reduce fácilmente a polvo. Esta sustancia isomérica de la celulosa, y que no es más que la fulminosa, tiene la propiedad de absorber los gases y particularmente el amoniaco, cuyo gas, al obrar sobre el micodermo, le tiñe de color negro, y siendo soluble esta especie de combinación, penetra en los poros del necroxilo y le comunica el color ne- gro que es característico del humus. El amoniaco y el oxí- geno se condensan por el humus, y esta condensación desarro- lla una cantidad de calor suficiente para producir la combus- tión del amoniaco, su trasformacion en agua y ácido nítrico, y por consiguiente la producción de nitrato de amoniaco, sal muy soluble, que puede cambiar su base con la potasa, la sosa, la cal, etc. De aquí la formación de los diversos nitra- tos que tan poderosamente contribuyen á la vegetación. Los químicos que han tratado de la nitrificacion han lle- vado la cuestión hasta fijar que era evidente que el ácido nítrico resultaba de la combustión del amoniaco por el oxí- 306 geno del aire; pero no hablan dicho cuál era la causa de- terminante de la combustión que se produce á la temperatura ordinaria. Esta era la dificultad que se trataba de resolver; pero habiendo nuestros experimentos dado á conocer bajo qué influencia se combinan el nitrógeno y el oxígeno, puede con- siderarse en la actualidad como completamente resuella la cuestión de la nilrificacion. Los hechos principales sobre los cuales llamamos especialmente la atención son los siguiem tes: 1. ° Transformación del leño en necroxilo por la influencia de una vegetación micodérmica. 2. ° Identidad del necroxilo y de la fulminosa. 3. ° Propiedad absorbente ejercida por el necroxilo respecto de los gases, y particularmente del amoniaco y el oxígeno. 4. ° Combustión en los poros del necroxilo de Sos elemen- tos del amoniaco, y su transformación en agua y ácido nítrico. Esta combustión lenta, se manifiesta por la luz que esparce en la oscuridad el leño muerto. 5. ° Identidad del humus y del necroxilo: no debiendo el primero de estos cuerpos su color negro, mas que á la sustan- cia soluble que se origina á consecuencia de la acción del amoniaco sobre el micodermo. Del conocimiento de estos hechos, podemos sacar algunas consecuencias prácticas. El medio de precaver la alteración del leño consiste en precaver el desarrollo del micodermo, á cuyo resultado se llega fácilmente impregnando el leño de al- gunas sales, como por ejemplo, el sulfato de cobre ó el de zinc. Cuando por el contrario se tiene interés en transformar prontamente el leño en necroxilo, es preciso ponerle en con- diciones de humedad tales que el micodermo pueda desar- rollarse con rapidez. Generalmente estas condiciones se llenan en mezclas formadas de restos de leños, de paja, de sustancias nitrogenadas que pueden cambiarse en abonos. También se ve que el micodermo se propaga en tal abundan- cia, que se parece á una capa de nieve esparcida en la super- ficie del abono; es la sustancia leñosa transformada, que ab- sorbe el amoniaco y produce la combustión de este gas, el cual se convierte en ácido nítrico, que se combina á su vez 397 con el amoniaco y oirás bases con las cuales se halla en rela- ción. Fermentación alcohólica. La fermentación alcohólica es uno de los fenómenos micodérmicos más interesantes que hay que estudiar, no solo bajo el punto de vista de la importancia de los productos á que da origen, sino también por la varie- dad de las metamorfosis que esperimentan las sustancias que están en relación con el fermento. El fermento es una sustancia organizada que se desarrolla en medio de los líquidos azucarados, y produce su trans- formación en alcohol y ácido carbónico. Si esta sustancia organizada se multiplica en el seno de un líquido, es porque en él ha debido encontrar los principios necesarios para su desarrollo, y en particular el nitrógeno. El fermento no toma nada del azúcar, que se convierte pura y simplemente en alco- hol y ácido carbónico. Cuando las sustancias néutras nitrogenadas se hallan en proporción conveniente con el fermento, le suministran los elementos necesarios para su desarrollo, y no los toman del azúcar mas que en el caso en que aquellas no los puedan ceder. Durante la fermentación se produce materia grasa. El fer= mentó que se desarrolla en las condiciones que hemos men- cionado, toma á la materia nitrogenada una parte de sus ele- mentos y asocia los otros en forma de materia grasa. No solo el fermento es susceptible de producir sustancia grasa, sino que también puede saponificarla. La sustancia grasa se fracciona y se transforma en ácido graso y en glice- rina, y esto explica la presencia de la glicerina y del ácido su- cínico en los productos de la fermentación. Liemos puesto en un líquido en que había ya azúcar y levadura de cerveza, cierta cantidad de manteca; y después de haber abandonado esta mezcla á sí misma hasta que terminó la fermentación, hallamos en los productos de esta fermenta- ción no solo la glicerina, sino también los ácidos sucínico, cúprico y capróico, de los cuales los dos últimos procedían sin duda alguna de la descomposición de los cuerpos grasos contenidos en la manteca. 398 Según estos resultados deberíamos inclinarnos a admitir que la transformación que experimenta el azúcar bajo la in- fluencia del fermento no es más que una especie de saponifi- cación, lo cual nos conduciría á considerar la composición del azúcar de caña como análoga á la de los cuerpos grasos, y por consiguiente de alcohol y ácido cárbónico menos un equiva- lente de agua: C12 H11 O11 “ 2 (C4 H6 O2) + 4 CO2 - HO. ¿El fermento que produce la fermentación alcohólica es siempre de la misma naturaleza? Para responder á esta pregunta hemos debido examinar la hez del vino, la de la cidra, la que se produce en el fondo de jas cubas en las cuales se hace fermentar el zumo de remola- cha, y en todos casos hemos reconocido por medio del micros- copio que las diferentes especies de heces contienen un nú- mero considerable de los mismos glóbulos que hemos mencio- nado: los cuales no se diferencian ni bajo el punto de vista de Sa forma ni de las dimensiones de los torvula cervism , lo cual nos ha conducido á admitir que la fermentación alcohólica es generalmente producida por el mismo micodermo. El fermento que produce la transformación del azúcar está contenido en los frutos azucarados ó es llevado por el aire. En el acto de la fermentación alcohólica una parle del alco- hol se quema y setransforma en ácido nítrico. Los glóbulos del fermento, durante su desarrollo, no se li- mitan á descomponer el azúcar y á modificar la naturaleza de las sustancias orgánicas con las cuales se halla en relación, sino que obran también sobre las sustancias inorgánicas, producen su combustión á expensas de los elementos del aire ó del oxí- geno contenido en la sustancia orgánica, y transforman así en acido nítrico una parte del ázoe con el cual se halla en rela- ción: de manera que el fenómeno de la nilrificacion está ligado al de la fermentación en cuanto es debido a la misma causa, al desarrollo de séres pequeñísimos que desempeñan un papel importante en los fenómenos de descomposición y combustión. ECONOMIA INDUSTRIAL Investigaciones acerca cíe ios petróleos de America , por Mr. M. J. Pe LOUZE IJ A UG. Cahours. (Anuales de Chimie, enero í 8G4 . ) Los hisloriadores más antiguos indican en sus escritos la existencia de líquidos inflamables que salen lo mismo que el agua de las hendiduras de la tierra. En los pueblos primili- vos se emplearon estos líquidos en los usos más groseros de la economía doméstica, al paso que las naciones más civilizadas los utilizaron como medio de producir el calor ó la luz en diversas aplicaciones industriales. Tal era el producto que, según la narración de Herodoto, salía al pie de las montañas de la isla de Zante, y que sus moradores aprovechaban para usos variados. Algunos de estos manantiales naturales se inflamaron es- pontáneamente, y ardieron por espacio de muchos siglos, á consecuencia de la continua renovación del líquido que les alimentaba; por lo cual los consideraron los adoradores del fuego como la manifestación más admirable de la divinidad. Dichos aceites minerales de muy diversa naturaleza, con» fundidos con el nombre de petróleo (aceite de piedra), fueron después objeto de un comercio importante. La Persia, la In- dia, algunas regiones situadas a orillas del mar Caspio y cier- tas provincias de Italia nos ofrecen notables ejemplos de la existencia de tales fuentes. A pesar de toda su importancia, no eran sin embargo estas sustancias más que objeto de un consumo muy limitado, cuando hace cerca de cinco anos se indicó en varias partes de la Amé- rica del Norte, la existencia de considerables depósitos de un aceite parecido al petróleo, susceptible de emplearse de una ma- nera ventajosa, bien como combustible en lámparas á propósito para este uso, bien como disolvente de las sustancias ricas en carbono y en hidrógeno, como por ejemplo, los aceites, las grasas, las esencias, etc. Además, estos líquidos sometidos á la acción de una temperatura roja pueden producir un gas 400 dotado de una gran fuerza luminosa, conjunto de propiedades que no pueden, dejar de darles importantes aplicaciones. Los manantiales más abundantes de estos interesantes pro- ductos se hallan en Meca, en el condado de Trumbull, y en Titusville, en el condado deVenango, en Pensilvania. Cada uno de estos últimos ha dado lo menos 125.000 barriles de 145Ht,20 en el año 1861, cantidad casi quíntupla de la reco- j ida en 1860. Así es que el aceite mineral en bruto que, en Nueva-York, valia en 1859 á lfr,89 el gallón, ha bajado á fines de 1862 hasta 0fr,76. Posteriormente en el Canadá, se han explotado estos aceites minerales en dos localidades; en Gaspé sobre el golfo de Saint- Laurent y en el condado de Lambton, al extremo occidental de la península comprendida entre los lagos Hurón, Erie y Onta- rio. Aquí no son simples manantiales sino verdaderos pozos artesianos. Los resultados obtenidos en Gaspé han sido hasta ahora poco satisfactorios, pero no sucede lo mismo en el condado de Lambton. Los yacimientos de aceite mineral están situados « ¡ casi en el centro del condado en el cantón de Enniskillen. En 1861 contaba esta localidad cuatro pozos de producto continuo, los tres primeros dieron á fines de este mismo año lo menos 5808 hectolitros cada 24 horas, sin que nada pudiera inducir á creer que su producción debiese disminuir. El cuar- to se abrió únicamente en el mes de marzo de 1862, y producía el solo más aceite que los otros tres reunidos. Hemos to- mado estos dalos, todavía muy incompletos, de una Memoria dirijida por Mr. Gauldrée-Boileau, cónsul de Francia en el Canadá, al ministro de Negocios estranjeros. El referido aceite mineral existe con igual abundancia en Tejas y en la costa del Pacífico, en California, donde se halla reunido con betún. Igualmente se encuentra en el Oeste del Mississipí, en el Illinois y en algunos otros Estados de la Union. El aumento de consumo de estos productos adquiere cada dia proporciones considerables; así: La exportación que en 1861 era de 41.161 lieclól. Ha subido en los tres primeros meses de 1862 á 76.866 401 El método de extracción de estos aceites es de los más sen- cillos. Se abren agujeros de sonda de 0m,076 á 0m, 1 52 de diámetro, y de una profundidad que varia desde 15 á 150 me- tros. Si el trabajo no ha producido nada á este límite, general- mente se abandona. Cuando la sonda ha encontrado aceite, se pone un tubo en el agujero y se coloca una bomba, por medio de la cual se echa la mezcla de aceite y agua en depósitos co- locados cerca. La bomba se hace jugar á brazo cuando da poco producto, y se emplea el vapor si el producto es considerable. De la destilación de los productos brutos se sacan en las arles cuatro distintos, á saber: 1. ° La esencia, que en razón del precio subido de la esen- cia de trementina, se emplea ahora en bastante cantidad en la pintura. 2. ° El aceite para el alumbrado, que tiene una densidad de 0,780 á 0,800, y se vende por mayor á razón de 75 á 80 francos el hectolitro. 3. ° El aceite pesado de color amarillo de paja, que pesa de 820 á 830 gramos el litro, y se vende á razón de 00 á 05 francos el hectolitro. 4. ° Por último el aceite rojo, que se usa en la falsificación de los aceites vegetales, y cuyo precio varia desde 35 á 45 francos según su trasparencia. Los aceites del Canadá se han desechado hasta ahora á causa de su mal olor, y de la menor cantidad de aceite propio para el alumbrado que se puede extraer de ellos. El aceite pesado se emplea con ventajas para engrasar las máquinas. Además, se extrae de él á precio bastante bajo un gas dotado de una fuerza luminosa considerable. Las calizas siluriana y cornífera ó devoniana son las que parece que contienen los depósitos de estos aceites minerales. Los de la Pensilvania y del Ohio se hallan abiertos en un grés poroso que puede considerarse como el equivalente del antiguo grés rojo inglés, y que cubren las capas inferiores del terreno carbonífero, formación que falta al Canadá. En cuanto al origen de estos aceites, no hay hasta ahora más que presunciones más ó menos fundadas, y respecto de este punto no pueden hacerse más que meras hipótesis. 26 TOMO XIV. m Según la Opinión de ciertos geólogos, el origen de los pe- tróleos americanos debe atribuirse á una especie de fermen- tación lenta de plantas marinas y de detritus animales del periodo paleozoico que se ha verificado á temperaturas bajas, y en un medio en que no ha podido tener acceso el aire at- mosférico. Según otros, estos productos deben ser el resultado de una destilación lenta de carbones bituminosos, verificada bajo la influencia de las temperaturas más bajas posibles. De cualquier modo que sea, la falta completa de benzina ó de sus homólogos en los numerosos ejemplares que nos han llegado de manantiales muy diversos, nos induce á creer que estos pro- ductos no deben proceder de la hulla, porque esta sustancia produce constantemente benzina ó carburos análogos, siem- pre que se la descompone á temperaturas más ó menos ele- vadas, conduciendo la destilación con lentitud ó rapidez. Las investigaciones ejecutadas hace poco en el laboratorio de Manchester, por Mr. Schorlemmer, sobre los productos volátiles de la destilación del cannel-coal , fijan bieiren este líquido la existencia de algunos carburos idénticos á aquellos cuya existencia hemos observado en los petróleos de América; pero al lado de estas sustancias se ve constantemente figurar la benzina y sus homólogos en grandes proporciones. Los hi- drocarburos que se sacan de los petróleos de América se ha= lian en los aceites de boghead, y en los productos de la des- tilación de ciertos esquistos. Uno de nosotros ha visto que es constante su formación siempre que se descomponen en vasi- jas tapadas, bajóla influencia de temperaturas que apenas pa- san de la del rojo incipiente, los ácidos del grupo acético, así como los alcoholes que á ellos se refieren. Lo mismo sucede, como han demostrado MM. Wurtz y Berthelot, cada uno por su parte, cuando los mismos alcoholes se someten á la acción simultánea del calor y del cloruro de zinc ó del ácido sulfú- rico en su máximum de concentración. De un modo análogo ha producido M. Berthelot el gas de los pantanos, como tam- bién los hidruros de etilo, de propilo y de butilo, sometiendo los acetatos y los buliratos alcalinos á la destilación; resulta-' dos que confirman lo que anteriormente hemos dicho. Es, por consiguiente, muy probable que la série de carburos homólo- 403 gos que se encuentran en los petróleos americanos, deba su orijen á la destilación lenta, ó á una especie de fermentación aplicada á compuestos orgánicos que contienen carbono é hi- drógeno sensiblemente en la proporción de equivalente á equi- valente. Dejando á un lado por el momento el origen de estas cu- riosas sustancias que no podemos establecer de una manera cierta con los datos que poseemos, y sobre lo cual deben deci- dir los geólogos con posterioridad, y no tratando aquí más que de su estudio químico, podemos afirmar que constituyen una de las séries mas curiosas é importantes de la química orgá- nica. Todos estos compuestos se refieren, en efecto, al gas de los pantanos, del cual son homólogos, y completan de este mo- do una interesante serie, de la cual no se conocía hasta ahora más que un número muy corto de términos. QUIMICA. Sobre la fermentación alcohólica; por Mr. á. Bechamp. (Comptes rendus, 4 abril 1884.) Existen dos órdenes de fermentos: los fermentos solubles, y por consecuencia no organizados, cuyo tipo es la diastasa; y los fermentos organizados, que por razón de su misma organi- zación son insolubles. A mi parecer, únicamente los primeros son los fermentos constantemente específicos; los demás solo lo son en ciertas circunstancias, y su manera de existir bajo el punto de vista químico, es esencialmente variable como la de los demás séres organizados. En el estado actual de la ciencia, hay tres modos de expli- car la acción de los fermentos organizados. El primero y más antiguo es el que concibe el fermento como una sustancia or- gánica actualmente en fermentación, y que se emplea para producir y excitar la fermentación de otro cuerpo, y es el de los antiguos y del diccionario de Macquer. Esta es, en el fondo, la teoría de M. de Liebig, que Gerhardt creía que era la única 404 razonable. La teoría del contacto se comprende en caso de necesidad en ella; no tiene en cuenta la organización, y aun niega que esta organización influya para nada en el fenómeno. La segunda, que es un progreso sobre la primera, consi- dera las fermentaciones por los fermentos organizados como las únicas verdaderas; para ella el fermento vive, se multipli- ca y aumenta en el medio fermentescible, y el azúcar se trans- forma correlativamente en diversos productos. En rigor es posible que esta opinión date de la época de Cagniard de Latour. El tercer modo de concebir los fermentos organizados es el verdadero, según mi opinión; por él la explicación del fenómeno se reduce á la solución de un problema más gene- ral, que es el que domina á toda la fisiología de la creación. Mr. Dumas le ha expuesto en 1843 (1) en los términos si- guientes: «Las fermentaciones son siempre fenómenos del mismo orden que los que caracterizan el cumplimiento regular de los actos de la vida animal. El fermento se nos presenta como un sér organizado. El papel que desempeñad fermento, todos los animales lo desempeñan, y aun se encuentra en todas las parles de las plantas que no son verdes. Todos estos séres ó todos estos órganos consumen las sustancias orgánicas, las frac- cionan y las reducen á las formas más sencillas de la química mineral. Con frecuencia se necesitan varias fermentaciones sucesivas para producir el efecto total.» En mis anteriores comunicaciones respecto á la fermenta- ción he empleado varias veces la espresion «acto fisiológico de asimilación y de desasimilacion.» Partiendo de este punto de vista, sin duda no se explican estos fenómenos; pero entran en la categoría de los que caracterizan la vida fisiológica y química de lodos los séres organizados. E! cuadro completo de la fermentación alcohólica me pa- rece de la manera siguiente, cuando se trata de la acción del fermento de cerveza sobre el azúcar de caña. Este sér trans- (l) Tratado de Química aplicado á las artes , t. YI, artículos Fermentación y fermentación alcohólica. 405 forma primero fuera de sí mismo el azúcar de caña en glu- cosa, por medio de un produelo que contiene, enteramente for- mado en su organismo y que yo llamo zimasa (de £úp.ru fór- menlo): es la digestión; absorbe en seguida esla glucosa, se nutre con ella y la consume, asimila, se multiplica, aumenta y desasimila. Asimila, es decir, que una porción de la sustan- cia fermentescible modificada, forma momentánea ó definiti- vamente parle de su sér, y sirve para su aumento y su vida. Desasimila, es decir que echa fuera las porciones gastadas de estos tejidos en forma de numerosos compuestos, que son los productos de la fermentación que hemos convenido en llamar alcohólica . Trátase de saber si estos compuestos provienen del azúcar ó del fermento, y según la teoría, deben provenir de este, de la misma manera que la urea y los demás productos que expul- samos provienen siempre de nosotros, es decir de los materia- les que primero han compuesto nuestro organismo, sea cual- quiera el género de alimentación anterior ó el estado de inanición actual. Del mismo modo que el azúcar que Mr. Cl. Bernard ve formarse en el hígado, proviene de este y no directamente de los alimentos, proviene también el alcohol del fermento. Este conjunto de apreciaciones es el que he tratado de confirmar por medio de la experiencia. No expondré aquí todos los detalles intermedios que se encuentran en el trabajo com- pleto que tendré el honor de presentar á la Academia. No quiero insistir más que sobre la formación de uno solo de los productos de la fermentación alcohólica, que es el al- cohol, supuesto que él es el que ha dado su nombre al fenó- meno y el que le caracteriza. Si demuestro que el fermento que no contiene glucosa puede sin embargo producir alcohol, tendré el derecho de deducir que este alcohol proviene de los materiales de los tejidos que componen este fermento, y que el azúcar no es directamente necesario para la formación del alcohol, supuesto que el fermento le produce sin glucosa, del mismo modo que un animal que se haya hecho carnívoro, siendo antes herbívoro, no deja de formar azúcar en su organismo. En primer lugar es menester probar que el fermento de 406 cerveza de las cervecerías no contiene glucosa, lo cual se demuestra de dos maneras: se hace una papilla concentrada de este fermento, y ensayándole con el reactivo cupropolásico, se ve que este reactivo tan sensible, de ninguna manera se ha reducido; y lo mismo sucede si se calienta la totalidad del fer- mento, lavado ó no lavado con el mismo reactivo. Y la prueba de que esta nulidad de acción no consiste en los materiales que en el fermento dificultan la reacción, es que añadiendo pequeñas cantidades de glucosa en uno ú otro experimento, es inmediata la reducción. Todos saben que el fermento en pasta se hincha y des- prende ácido carbónico, es decir que fermenta. Para estudiar los productos de esta fermentación operé sobre 506 ó 600 gra- mos de fermento lavado. Le dilaté en agua hervida con creosota y enfriada en una corriente de ácido carbónico; y cuando este gas borboritaba todavía se introdujo la mezcla en un aparato que describiré en mi Memoria. Cuatro ó cinco dias después se abrió el aparato, que babia colocado en una estufa á la tempe- ratura de 30 á 35°, y se vió que no estaba en putrefacción el fermento. Le filtré y lavé, y en seguida destilé el líquido. El producto se volvió á destilar sobre carbonato de sosa para re- tener los ácidos volátiles, y en dos operaciones pude sacar cerca de 10 gramos de alcohol. No me fijo en los demás pro- ductos que se forman al mismo tiempo; pero debo decir, por- que el hecho es bastante inesperado, que en esta clase de ex- perimentos se desprende nitrógeno muy puro. En esta fermentación, el fermento se hallaba en la situa- ción de un animal carnívoro; cuando obra exclusivamente sobre el azúcar, es en cierto modo herbívoro; y por último, cuando es alimentado al propio tiempo por azúcar y sustan- cias albuminoideas, es omnívoro. Puede decirse, por consi- guiente, que cualquiera que sea su alimento, desprende siem- pre alcohol, lo mismo que nosotros urea. Ahora, si yo pudiera encontrar algún cuerpo organizado que, próximo al Micoderma cerevisim, no pudiese confundirse con él, por ejemplo el Micoderma aceli, y que sin embargo produ- jese alcohol con el azúcar de caña, serian muy evidentes las consecuencias que resultan del anterior experimento. 401 Pero haciendo fermentar el zumo de los finios del G ingle o biloba , y dejando agriar el producto, obtuve cerca de 300 gra- mos de unas hermosas membranas incoloras, análogas á la ma- dre de vinagre. Se lavaron bien estas especies de membranas, y para privarlas totalmente del ácido acético que las impreg- naba, se dejaron macerar por espacio de unos tres meses en agua. En este estado se volvieron á lavar de nuevo y se pu- sieron en contacto con una disolución de azúcar de cana en un aparato privado de aire por el ácido carbónico. Al cabo de cuatro meses de permanencia en una estufa, observé que se habían desprendido grandes cantidades de ácido carbónico, y que se habia formado alcohol. También había otros productos, pero no me fijo más que en la formación de alcohol. Para terminar, me permitiré hacer una comparación. Res- pecto del fermento de cerveza y de la madre del vinagre, nos hallamos en la situación de un químico ó de un fisiólogo que sin examinar los animales carnívoros que hayan estado encer- rados en un paraje determinado, ni Sos herbívoros que estu- viesen en otro, examinase la orina que se acumulase en ambos recintos; en las dos encontraría urea, y no pudiendo decidirse acerca de las diferencias de organización de los dos géneros de organismo, deduciría la identidad de acción respecto del producto expulsado, sin fijarse en lo que le ha dado origen, en los organismos. Pero pudiendo formarse el alcohol sin azúcar en el fermento de cerveza, y con azúcar por un sér organizado análogo á este fermento, es evidente, atendida la variedad del fenómeno al mismo tiempo que su complicación, que es una tentativa vana la de hallar absolutamente la ecuación de la fermentación alcohólica. Por mi parte debo decir, que hay una série de transformaciones ó de descomposiciones simultáneas ó sucesivas, que algún dia podrán expresarse individualmente por una ecuación comparable á la de la fécula bajo la influen- cia de la diastasa, ó de la amigdalina bajo la de la sinaptasa. 40S Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de julio de 1864. En los o primeros dias de esle mes permaneció el baróme- tro casi estacionario; se conservó la temperatura, por térmi- no medio, entre 26 y 28°; soplaron vientos moderados, de dirección muy inconstante; y lmbo algún amago de tempes- tad, con lloviznas inapreciables. Fijóse el viento en el rumbo del O. en los cinco siguientes dias, arreciando en determina- dos momentos; aumentó la calina; presentáronse en el 8 sín- tomas de próxima tempestad; y como á las tres de la tarde del 9 descargó una nube tempestuosa enormes granizos y una cantidad bastante considerable de lluvia (l).Con esto refrescó (1) Hé aquí una breve noticia de lo ocurrido en este dia9.— Amaneció encapotado y lluvioso; se despejó en parte á media ma- ñana, y la temperatura al sol aumentó rápidamente; á cosa de las doce cubría la sierra, desde el N. al O., una inmensa banda de nubes, y surcaban la atmósfera grandes cúmulus salidos de aquella región; á las dos y media se hallaba entoldado el cielo, menos por el S. E., por una masa enorme de nubes superpuestas, de color vinoso, desgarradas y agitadas del modo más singular; á las tres, mientras las nubes se aglomeraban para formar un estrato conti- nuo y unido, precedidos de algunos relámpagos y truenos poco notables , y acompañados de un ruido sordo y muy prolonga- do, como de trueno lejano, comenzaron á descender, en direc- ción sensiblemente vertical, granizos numerosos de 3, á y hasta de S centímetros de longitud máxima , y de formas variadas, entre las cuales predominaba la esferoidal ó redonda, aplastada en cierto sentido; á las tres y media la nube se había corrido en totalidad hácia el N. E., y cesó en nuestro horizonte de granizar y de llover, oyéndose todavía á larga distancia fuertes y prolon- gados truenos. Durante el paso de la nube reinó en la región infe- rior de la atmósfera calma casi completa, apuntando la veleta al O. N. O. Desde las seis de la mañana á las tres de la tarde ex- perimentó el barómetro un descenso continuo de 6mm, y un as- 409 la atmósfera, habiéndose conservado la temperatura en la se- gunda década unos 3o más baja que en los cinco primeros dias del mes. Del 10 al 19 soplaron vientos casi constantes del O., bas- tante fuertes por lo regular; y el temporal, un poco nuboso al principio, se conservó despejado y bonancible luego, sin ofrecer apenas diferencia de un dia para otro. Y en el 20, nu- boso desde el amanecer, hubo amagos continuos de tempestad, la cual estalló al fin, presentándose por el S., como á las ocho de la noche, con mediana fuerza, precedida de impetuoso viento y acompañada de muy escasa lluvia. En la tercera década trascurrió el temporal tan uniforme- mente ó más que en la segunda, habiendo variado á menudo la dirección del viento por término medio del S. 0., y con- servádose el cielo desprovisto de nubes, aunque turbio y em- pañado por una densa calina, que velaba por completo el horizonte. Unicamente en la madrugada del 28, tras una no- che despejada, aunque poco diáfana, se presentó una tempes- tad por el S. y S. O., que se disipó por el N. E. y N., sin descargar cantidad alguna de lluvia mensurable. censo de 3 en el resto del dia hasta las doce de la noche. De las tres á las seis de la tarde, el descenso de la temperatura, de 2o, 5 el dia 8 y de 0o, 5 el 10, fue en el intermedio de 8o, 6. Sometido uno de los mayores granizos recojidos á una temperatura aproxi- madamente de 23°, tardó en fundirse por completo una hora, de tres y media á cuatro y media, y produjo 40 gramos de agua. La cantidad total de granizo caido en este dia, debió ser en Madrid algo inferior á la que descendió en la tarde de San Juan, de la cual se hizo oportuna mención en el resumen del mes anterior al de la fecha. 410 axT^rmo DIAS. ^ m BAROMETRO. A. máx. A. mili. 1 T 1 m ERMOMETRO T. máx. l T. mín. mm mm mm 0 o o 1 707,03 708,88 705,63 27,1 34,2 17,9 2 704,54 705,55 703,42 26,8 35,0 18,9 3 705,33 706,26 704,66 26,9 35,0 16,7 4 706,99 707,64 706,39 27,9 35,8 17,4 5 707,85 708,73 706,90 28,5 35,2 16,7 6 707,49 708,56 706,69 26,7 33,3 16,1 7 707,02 707,71 706,47 26,8 33,8 16,0 8 706,39 707,13 705,83 27,8 35,3 17,2 9 703,31 706,39 700,36 19,3 29,8 13,8 10 704,66 705,55 703,93 18,6 23,8 12,2 11 705,49 706,44 704,38 22,9 29,7 i 11,8 n 705,52 706,09 704,92 21,9 28,4 13,4 13 705,82 706,69 704,72 22,1 29,6 12,2 14 705,96 706,62 704,99 24,6 31,3 14,4 15 707,52 707,86 707,10 22,4 27,8 16,1 16 708,60 709,21 708,08 22,4 28,6 13,9 17 708,32 709,24 707,15 23,3 29,5 13,8 18 707,68 708,40 706,70 23,9 31,0 15,1 19 708,60 709,64 707,59 24,3 31,6 15,3 20 707,65 708,50 706,01 24,1 34,2 17,5 21 708,08 708,78 707,23 25,3 33,8 14,3 22 708,40 709,08 707,26 27,7 35,7 17,9 23 707,92 709,49 706,75 27,8 36,5 17,2 24 706,34 707,71 705,27 30,3 38,1 19,7 25 706,02 706,62 705,04 30,4 37,2 21,6 26 706,63 707,15 706,14 28,7 35,5 18,7 27 705,81 706,80 704,74 27,9 36,0 15,0 28 705,34 706,54 704,61 27,1 34.0 18,6 29 708,19 710,35 707,26 27,3 35,4 17,8 30 | 711,12 711,98 710,05 28,5 37,4 19,3 31 l 711,43 713,00 710,18 29,8 38,5 20,3 111 PRIMERO . rsiCRd Hm s 1 ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. mm mm mm 57 15/1 7,6 )) E.S.E. (v.) 0 1 53 14,0 8,4 0,2 Variable. 3 2 52 13,4 9,2 » S.O. (var.) 2 3 46 12,2 10,2 » Variable. 0 4 38 10,7 12,1 » Variable. 0 5 40 10,0 10,8 » o.s.o. 0 6 42 10,3 11,2 » o.s.o. 1 7 43 11,9 5,5 » O.N.O. 7 8 79 13,0 0,9 11,2 Variable. 4 9 68 10,5 6,5 » S.O. (var.) 2 10 59 12,0 6,8 » O.N.O. 3 11 56 10,8 6,5 » o.s.o. 4 12 55 10,5 6,8 » 0. 1 13 52 11,0 8,3 » O.N.O. 1 14 54 10,5 9,7 » O.S.O. 0 15 52 10,2 8,8 » o.s.o. 0 16 49 10,2 9,5 » O.N.O, 0 17 51 10,8 8,8 » O. 0 18 50 11,3 9,7 )) N.N.E. 0 19 62 13,7 5,8 1,2 Variable. 6 20 52 11,9 9,2 )) Variable. 1 21 48 13,1 8,5 » N.N.O. 3 22 50 13,8 9,8 » E.N.E. 0 23 49 15,6 9,6 » E. -O.S.O. 0 24 43 13,3 10,9 » O.S.O. 0 25 42 11,7 11,5 » O.N.O. 0 26 36 9,5 10,1 » s.s.o. 1 27 43 11,3 10,3 » s.s.o. 3 28 48 12,4 8,9 » Variable. 2 29 50 14,0 8,9 » N.E. (var.) 1 30 51 15,5 9,0 » S. 0 31 412 CUADRO SEGUNDO. Am á las 6 m Id. á las 9 Id. á las 12 Id. á las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n. Id. á las 12 Am A. máx. observadas (1) A. mili, observadas (2). Oscilaciones estreñías.. Om diurnas O. máx. (3) O. mín. (4) (1) Días y horas de la observación.. (2) Id (3) Dias de la observación (4) Id BAROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). mm 706, "79 mm 707,54 mm 708,21 mm 707,53 706,78 707,82 708,50 707,73 706,30 707,45 708,04 707,29 705,21 706,57 707,16 706,34 705,33 706,22 706,87 706,16 705,96 707,03 707,62 706,89 706,20 707,23 707,87 707,13 706,08 707,12 707,75 707,01 708,88 709,64 713,00 713,00 700,36 704,38 704,61 700,36 8,52 5,26 8,39 12,64 2,21 1,71 2,09 2,00 6,03 • 2,49 3,09 6,03 1,24 0,76 1,01 0,76 1—6 m. 19-9 m. 31—9 m. 31—9 m. 9-3 t. 11-6 t. 28— 6 m. 9-3 t. 9 20 29 9 7 15 26 15 O Ax=707ram,03 + 0,64 sen. (a? + 176° 25') -f 0,33 sen. (147° 16'). 413 CUADRO TERCERO. TERMÓMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Tm á las 6 m 18°, 7 16°. 3 20°, 1 Id. á las 9 25 ,0 22 ,8 27 ,2 Id. á las 12 30 ,1 26 ,6 32 ,2 Id. á las 3 t 31 ,4 28 ,8 34 ,6 Id. á las 6 28 ,9 26 ,8 32 ,6 Id. á las 9 n 24 ,0 21 ,9 27 ,2 Id. á las 12 21 ,3 19 ,1 23 ,8 T 25 ,6 23 ,2 28 ,2 Oscilaciones. 23 ,6 22 ,4 24 ,2 T. máx. al sol (1) 43 ,9 42 ,1 47 ,8 Id. á la sombra (2) 35 ,8 34 ,2 38 ,5 Diferencias medias. ......... 7 ,0 7 ,7 8 ,2 T. mín. del aíre (3). ........ 12 ,2 11 ,8 14 ,3 Id. por irradiación (4) 9 ,4 8 ,5 11 ,3 Diferencias medias 2 ,4 2 A 2 ,4 0m diurnas. 16 ,8 18 ,5 15 ,8 18 ,0 21 ,0 0. máx. (5). 17 ,9 0. mín. (6).. . ............. 11 ,6 11 ,7 15 ,4 Mes (•). Dias de la Observación. . ........ 4 20 30 30 Id. 4 20 31 31 Id... ..... 10 11 21 li Id.......... ........ 10 11 21 11 5 11 27 27 10 15 28 10 18°, 4 25 ,1 29 ,7 31 .7 29 ,5 24 ,4 21 .5 25 ,8 26 .7 47 , 38 , 7 , 11 .8 8 .5 2 .4 16 ,9 21 .0 o T =24", 80 + 6,88 sen. (*+ 42»7') + 0,81 sen. (2* + 86" 28'). O os 00 414 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*) Hm á las 0 m * 71 73 67 70 Id. á las 9.. .............. . 58 59 52 56 Id. á las 12 . * 44 44 39 42 Id. á las 3 t. 37 42 35 38 Id. á las 6. i 2 41 35 39 Id. á las 9 n 52 54 43 50 Id. á las 1 2. 59 66 54 59 H. media.. . ............... 52 54 46 51 O Hx = 53,1 + 17,2 sen. (x + m° 440 + 2,3 sen. (2 a? + 293° 12'). 1.a década. 2.a 3.a Mes f). mm mm mm mm á las 6 m 11,4 10,0 11,7 11,1 Id. á las 9. 13,5 12,2 13,9 13,2 Id. á las 12 13,7 11,4 14,0 13,1 Id. á las 3 t 12,4 12,3 14,3 13,0 Id. á las 6.. 11,9 10,7 12,9 11,9 Id. á las 9 n. 11,2 10,6 11,6 11,2 Id. á las 12 10,7 10,5 11,9 11,0 Tn media. 12,1 11,1 12,9 12,1 (*) Tj= llmm,88 + 1,34 sen. (x + 77° 56') + 0,3o sen. (2 x + 126° 52'). C/3 P3 Sí SS 415 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron ios 8 vientos principales (*). 38 . E 77 . . . . . 47 . E 51 S. ... ...... 47 S. 0 204 0 ..... 97 N. 0. ...... . ...... 171 Dirección de la resultante. . . 87° S.O. Intensidad (horas). 234 Evaporación , //fttna y estado general de la atmósfera . Evaporación inedia. ........... 8mm,9 Id. máxima (dia 5). . . 12 ,1 Id. mínima (dia 8) 5 ,5 Dias de lluvia 5 Agua recogida . 12mu\6 Id. en el dia 9 (máx.). 11 ,2 Dias despejados 20 Id. nubosos II Id. cubiertos. ................... 0 Dias de calma , I Id. de brisa. .................... 7 Id. de viento 18 Id. de viento fuerte 5 O Faltan 12 horas» correspondientes al dia 29, CUADRO SEXTO. 416 «o Si S O • Si e ss i» sj «c -O O «e S O • o e s¿ i» Ir» cS NUBES. OCOt^OOsiti^íO^ Ti rH o Ti O Ti ©í Ti o < o os —i ^ oo ©i es td C/3 te O Miguel Merino. JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de jidi o de 186 En la primera década. Slibiscus svriacus, L. Sophora japónica, L. Jasminum ofílcinale, L. Mirabilis Jalapa, L. Celosía cristata, L. Celosía marga ri lacea, L. Amaranthus caudalus, L. Tagetes patilla, L. Tagetes erecta, L. Tagetes sígnala, Barll. Ocimum mínimum, L. Ocimum Basil icum , L. Liguslrum japonicum, Tluinb. Zinnia elegans, Jacq. Zaluzania triloba, Pers. Vitex Agnus-castus, L. Spergularia media margínala, Fenz. Alisma Planlago, L. Thalia dealbata, Fras. En la segunda década . Desmodium canadense, DC. Eupatorium sessilifolium, L. Vernonia altissima, Nuil. Senecio Doria, L. Convza chilensis, Spr. TOMO XIV. 27 418 Lappa major, Gcertn. Serratula quinquefolia, Bieberst. Mentfia lavandalacea, Willd. Menlha cervina, L. Oxybaphus Cervantesii, Lag. Eurolia ceratoides, C. A. Mey. Ipomaea coccínea, L. Emilia sagittata, DG. Dioscorea Batatas. Dne. Solanum elaeagnifolium, Cav. Callicarpa americana, L. Anarrhinum bellidifolium, Willd. Phlox paniculata, L. En la tercera década. Biotia macrophylla, DC. Bupleurum fruticosum, L. Tecoma radicans, Juss. Apocynum hypericifolium, Ait. Mimosa glomerata, Forsk. Urtica cannabina, L. Urtica dioica, L. Chenopodium multifidum, L. 419 Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de agosto de 1864. Anubarrada y tempestuosa se presentó la primera década de este mes, relampagueando en los dias 2 y 5 por el S. E., por el N. E. el dia 3, y por todos los puntos del horizonte el 4: en este último hubo aparatos de lluvia cayendo un pe- queño chubasco el dia 6, aunque fue inapreciable el agua re- cogida. Marcó el barómetro una presión superior á la media, y la temperatura del propio nombre osciló entre 26,5 y 30,5. Los vientos fueron muy variables, dominando en los 5 pri- meros dias los del rumbo S., y los del N. y N. E. en los res- tantes, que, principalmente por las tardes, soplaron con bas- tante violencia. El barómetro, que marcaba 71Qmm al principiar la 2.a década, descendió lenta aunque casi constantemente hasta el 19, que tan solo señalaba 702mm. Fue en general la tem- peratura en este segundo periodo más baja que en el primero, permaneciendo también el cielo más despejado, sin que deja- sen, sin embargo, de presentarse algunos dias aparatos de tempestad, que al fin estalló el 14 acompañada de un viento huracanado. Muy variables fueron los vientos en los cuatro primeros dias de este período, pero se fijaron en los seis res- tantes en el S. y S. O. Al principiar la 3.a década, el cielo comenzó á cubrirse de densos nubarrones, y ya el 22 llovió con bastante fuerza desde la una á las cuatro de la tarde: fue un dia hermoso de otoño é impropio aún de la estación que atravesamos. El ba- rómetro experimentó un movimiento en sentido contrario, y casi de la misma amplitud que el que había sufrido en la 2.a década, siendo la temperatura media de cerca de 4° infe- rior á la de la 1.a Los vientos, que en los tres plumeros dias oscilaron generalmente entre el S. y S. O., fueron muy varia- bles en los restantes, soplando algunos ralos con violencia extraordinaria. 420 CTX^IDIRO DIAS. BAROMETRO. TERMOMETRO. Am A. máx. A. mín. T 1 m T. máx. T. mín. imn mm mm 0 0 0 1 709,08 711,12 707,61 30,5 39,0 21,2 2 706,77 707,86 704,89 28,0 38,6 21,3 3 706,08 706,87 705,20 28,5 36,7 19,0 4 707,87 709,19 706,93 28,9 37,6 19,6 5 708,74 709,59 707,54 28,8 36,6 19,8 6 708,25 708,95 707,18 25,9 36,3 20,0 7 707,65 708,40 706,64 26,5 33,7 18,3 8 707,65 708,42 706,52 27,5 34,2 19,3 9 709,75 711,37 708,93 28,8 36,8 19,5 10 711,77 712,79 710,68 29,0 37,0 14,7 11 709,88 711,17 708,44 26,9 34,2 18,5 12 708,78 710,12 707,63 26,8 36,0 14,5 13 707,76 709,24 706,34 27,5 37,8 18,5 14 706,47 707,64 704,41 26,1 37,4 19,7 15 706,01 707,28 705,10 26,8 34,6 18,1 16 708,51 709,46 707,38 27,4 36,1 19,0 17 707,07 708,65 705,90 26,0 33,2 18,0 18 704,05 705,68 702,58 25,3 32,8 17,3 19 702,16 702,85 701,04 22,2 28,0 16,8 20 703,77 704,28 703,39 23,1 29,5 16,5 21 704,37 705,73 703,24 25,9 34,1 15,0 22 704,22 704,94 703,32 20,5 26,6 17,2 23 705,74 706,72 705,05 21,5 27,3 15,6 24 707,81 709,29 706,88 22,9 31,5 15,3 25 709,83 710,96 708,47 22,1 30,2 ■ 12,6 26 710,75 711,69 709,87 21,6 28,5 14,9 27 710,35 712,08 708,90 20,1 29,0 11,2 28 708,22 709,92 706,77 22,4 31,6 13,0 29 708,00 709,21 706,65 22,7 31,4 15,2 30 708,97 709,75 707,97 23,5 32,0 16,0 31 710,46 711,34 709,66 25,1 33,0 15,5 i PRIMERO PSICRC II„, (METRO. id ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS 48 mtn 15,4 mm 9,0 mm » s.s.o. 0 1 56 14,9 9,1 » E.S.O. 3 2 49 13,7 8,6 Variable. 0 3 46 13,4 10,0 » Variable. 2 4 47 13,6 10,3 If E. (var.) 2 5 51 12,8 11,3 » N.N.E. 5 6 54 13,1 10,2 )) E.S.E. 3 7 45 11,8 11,6 » E. 0 8 43 12,5 11,4 )) N. 3 9 42 12,3 10,5 )) N. 2 10 45 12,0 10,9 » n.n.e: 0 ii 53 14,2 7,5 )) S.-E.S.-O. 0 12 59 15,9 9,2 » N. 1 13 58 14,4 8,6 0,9 Variable. 6 14 59 15,1 6,8 S.S.O. 2 15 60 15,7 7,9 » s.s.o. 5 16 54 13,1 8,5 » o.s.o. 4 17 52 12,0 9,4 » o.s.o. 0 18 61 12,0 9,4 » o.s.o. 3 19 58 11,8 7,1 i) Variable.- 3 i 20 51 12,4 7,0 )> S.S.O. 6 21 77 13,5 3,3 7,8 s.s.o. 8 22 70 13,1 6,3 » S.O.N.-O. 1 23 62 13,0 7,0 » N.O. (var.) 4 24 60 11,8 4,8 » E. (var.) 3 25 45 8,5 8,0 ;) ENE. 0 26 50 9,0 6,8 » E. 2 ! 27 63 12,7 5,5 » S.S.E. 1 28 67 13,7 5,0 >) S.S.E. 5 29 59 12,7 6,7 » Variable. 1 30 53 12,2 7,5 N.S.O. 0 i 31 m CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. Am á las 6 m, , , * . . Id. á las 9 ........ Id. á las 12 . . . Id. á las 3 1. .... . ...... Id. á las 6 Id. á las 9 n Sd. á las 12. ........... . A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2). ...... Oscilaciones estreñías. ...... Om diurnas. ...........o... O. máx. (3) O. mín. (4). (1) Dias y horas de la observación. . (2) Id (3) Dias de la observación (i) II..... 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). rnm 708,90 mui 707,28 mtn 708,55 nim 708,26 709,15 707,45 708,90 708,31 708,59 706,65 708,27 707,85 707,30 705,55 707,26 706,78 707,29 703,40 707,04 706,59 708,39 706,40 707,99 707,60 708,69 706,40 708,43 707,87 708,36 706,45 708,07 707,64 712,79 711,17 712,08 712,79 704,89 701,04 703,24 701,04 7,90 10,13 8,84 11,75 2,24 2,42 2,26 2,30 3,51 3,23 3,18 3,51 1,67 0,89 1,62 0,89 10—9 m. 11—9 m. 27—9 m. 10—9 m. 2—3 t. 19-0 t. 21-6 t. 19-6 t. 1 U 27 1 * 3 20 22 10 O Ax = 707mtn,67 -j- 0,80 sen. {x + 182° 52') + 0,42 sen. (2 x + 148° 34'). 423 CUADRO TERCERO. Tra á las 6 m Id. á las 9. . Id. á las 12. Id. á las 3 L Id. á las 6 . . Id. á las 9 n, Id. á las 12.. T Oscilaciones T. máx. al sol (1 ). Id. á la sombra (2) Diferencias medias. T. mín. del aire (3). . Id. por irradiación (4) Diferencias medias Om diurnas. O. máx. (5) 0. mín. (6). (t) Dias de la observación (2) Id (3) Id (4) Id (3) Id (6) Id (*) TERMOMETRO, 1.a década. 2.a 3.a Mes (•). 21°, 0 18°, 8 15°, 8 18°, 4 n ,8 24 ,1 21 ,1 24 ,2 33 ,0 29 ,8 26 ,5 21 ,7 34 ,4 32 ,6 28 ,6 31 ,8 31 ,6 29 ,0 25 ,9 28 ,8 26 ,4 24 ,6 21 ,5 24 ,1 23 ,5 21 ,7 18 ,6 21 ,2 28 ,2 28 ,8 22 ,6 25 ,4 24 ,3 23 ,3 22 ,9 27 ,8 48 ,9 51 ,2 45 ,6 51 ,2 39 ,0 37 ,8 34 ,1 39 ,0 9 ,6 8 ,0 9 ,2 8 ,9 14 ,7 14 ,5 11 ,2 11 ,2 14 10 ,9 9 ,4 9 ,4 1 ,7 2 ,4 2 ,2 2 .1 17 ,4 16 ,3 15 ,8 16 ,8 22 ,3 21 ,5 19 ,1 22 ,3 14 ,9 11 ,2 9 ,4 9 .4 i 14 21 14 i 13 21 1 10 12 27 27 10 12 27 27 10 12 21 10 8 19 22 22 (*) Tx = 24°, 55 + 6,68 sen. (® + 42° 34') + 1,02 sen. (2» + 63° ID). CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. ■ ^ ■ 1.a década. i 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 m. . 64 71 76 71 Id. á las 9 52 63 63 60 Id. á las 12. ....... . 41 48 53 48 Id. á las 3 t 38 41 48 42 Id. á las 6 39 46 52 46 Id. á las 9 n. 50 56 58 55 Id. á las 12. . . .......... ¡ 51 1 65 68 ■W 62 H. media ...... 18 56 60 55 (*) Hx = 56, 5 + 14,0 sen. (j; + 21L°52') + 1,9 sen. (2z + 251° 28'). I." década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm Tm á las 6 m. ............ . 11,9 11,7 10,3 11,3 Id. á las 9 . 14,3 14,1 11,7 13,4 Id. á las 12 15,4 15,1 13,8 14,7 Id. á las 3 t 14,6 15,2 13,6 14,4 Id á las 6. 13,2 13,8 12,7 13,2 Id. á las 9 n 12,9 12,8 11,2 12,2 Id. á las 12 11,1 12,6 10,8 11,5 Tn media 13,3 13,6 12,0 13,0 H Tx=l2,raraG8 + l,91 sen. {x + 60° 29') + 0,4 4 sen. (2a + 104°21'). CUADRO QUINTO. — -sos» Anemómetro. — lloras que reinaron los 8 vientos principales. 1\ 93 S 90 N. E i) 3 S. 0 107 E 105 0 80 S. E 01 N. O í . 7 ,8 Dias despejados. 12 Id: nubosos 18 Id. cubiertos. 1 Dias de calma 4 Id. de brisa 9 Id. de viento ..... 15 Id. de viento fuerte. 3 CUADRO SEXTO. 426 I v «c ■o • O ?>. O «c O • Oi o 5S 5s «o ►O O «o e •3 v. $*. ^2 NUBES. t i . ©S “sí S© ■ f" t- ©1 **“! r-* rH ©1 ©1 C© CO • o < Q OWt^iOíCOiOOOO tí íO£©^Os©*^5©:i© s ©> a • 25 o flMr^^eieqosCíOO C/2 S©lrH©©ie©Q©C©^ tí 0* (?J ®4 ®4 ©4 ©4 ©4 51 ©4 s tí H 25 nCOriCICíOOO O SOi^aHC5^oo©l©100 ao 2OOOiXOOt>O íO' H tí oooooooo tí • • • • • o H .w .ca .o .o 25 ¡z; .ca c/3 o > ¿ CAÍ c/¿ S¿ • c n tí 25 O ^©C^O^CafO tí ^5 ©1 © ©1 ©1 ©1 fO ©1 >• tí H tí y co g ca Miguel Merino. 427 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plañías llovidas durante el mes de agosto de 1 864 En la primera década . Kochia scoparia, Schrari. Polygonum cymosum, Desf. Aralia spinosa, L. ( Segunda florescencia.) Ricinus communis, L. Commelina coelesüs, Willd. Anastatica hierochuntina, L. Ambrosia bipinnata, Cerv. Cal lislephus chinonsis, Nees. Didiscus coeruleus, Hook. Paronychia echinala, Lam. Echinops cornígeras, DC. Grindelia lanceolata, Nuil. En la segunda década. Marlynia fragrans, Lind. Roslellaria abyssinica, Brog. Penniselum setosum, Ricb. Euphorbia porllandica, L. Fagopyrum emarginatum, Meisn. Browalia demisa, L. Plumbago rhombi folia, Kook. Gomphrena globosa, L. En la tercera década. Bouchea pseudo-gcrvao, Gham. Cerinthe minor, L. Cenlranthemum inlermedium, Less. Goodenia grandiflora, Sims. Lippia purpurea, Jacq. Lantana multicolor, Lehern. Ganna indica, L. Pentapetes phoenicea, L. Rhynchospora alba, Vahl. Dracocephalum Moldávica, L. Hibiscus cannabinus, L. Polanisia tracbisperma, Torr. el Grav. Epilobium Dodonad, Willd. Gomphocarpus frulicosus, R. Br, CIENCIAS NATURALES. BOTANICA. Plantas que viven espontáneamente en el término de Titáguas , pueblo de Valencia , enumeradas en forma de índice alfabético; por D. Simón de Rojas Clemente , natural del mismo Titá- guas. ESTRACTO (1) ORDENADO METODICAMENTE. FANERÓGAMAS. DICOTILEDONEAS. Ranunculáceas. Clemalis. C. Flammula, L., var. Clematis Clem., Flor, jul., ag. Vulg. Gata rabiosa. Thalictrum. T. glaucum , Desf. T. flavum , Clem. Flor, jul., ag. T. tuberosum , L. Flor. mav. (t) No se indican en él las localidades particulares del término, de Titáguas, que constan en el manuscrito original; pero se añaden los nombres vulgares, tomándolos de otro índice alfabético: tam- bién se incluyen algunas especies contenidas en papeles sueltos escritos de mano del autor.— M. C. 430 Adonis. A. autumnalis, L. Flor, abr., may. Ranunculus. R ■ aquatilis , L., var. capillaceus , DC. Flor, abr., may. i?, repens , L. Flor. may. P. arvensis, L. Flor. may. Vulg. Fer&a í/e/ amor, Coronilla déla Virgen . Nigella . N. arvensis, L., Clem. Flor, jan., jul. Delphinium . P. Consolida , L., Clem. Flor, jun., jal. Pceonia. P. officinalis , Clem. P. Broteri , Boiss. el Real.? Flor Vulg. PeronuL Perruna . Propiamente Peonía. Papaveráceas. Papaver. P. hgbridum, L. Flor, abr., may. P. dubium, L. Flor, may., jan. P. Rhceas, L. Flor, abr., may. Vulgo Ababol. Gralo y nu- tritivo para los puercos. P. somniferum , L. Flor, mav., jan. Vulgo Adormidera * Roemeria. R. hgbrida , DC. Chelidoniuni hgbridum , L, Clem. Flor, abr., may. m Glaucium. G. corniculatum, Curt., var. phwniceim, DC. Chelidonium corniculatiim, L., Clem. Flor, abr., jul. Vulg. Ababol borde. Chelidonium . C. majas, L. Flor, abr., jul., ocL Hijpecoum. II. procumbens , L., Clem. Flor, feb., jun., sel. Vulg. Moría. * H. pendulum , L. Flor Fumariáceas. Sarco capaos. S. enneaplujlla, DC. Fumaria crassi folia, Clem. Flor, en., ag. Vulg. Yerba de la lucia. (Es la lucia una enfermedad que padece el ganado á consecuencia de haber bebido agua dete- nida y alterada.) Fumaria. F. spicata, L. Flor, may., jun. F. capreolala , L. Flor, abr., may., oct. F. officinalis , L. Flor, marz., may. Vulg. Zapalicos de Nuestro Señor. F. parvijlora , Lara., Smilh. Flor, jun., jul. Vulg. Z em- buste rre^ Cruciferas. M a ihi ola. M. tricuspidata, Brown. Cheiranthus tricuspidatus , L. Flor, ener., jun., oct., nov. Nasturtium. N. of/icinale, Brown. Sisymbrium Nasturtium , L., Clem. Flor, abr., jun. Vulg. Berros. 432 Arabis. A. alpina, L. Flor, may., jun. A. sagittata, DC., var. G erar di ana , DC. Turrilis hirsuta , L., Glem. Flor. may. Alyssum. A. campestre , L. Flor. abr. A. calycinum , L. Flor. abr. A. maritimum , Lam. Flor, ener., may., sel., clic. A. mínimum , L. Flor. abr. Clypeola. C. Jonthlaspi , L Flor, abr., may. Erophila. E. vulgaris , DC., ver na, L., Clem. Flor. marz. may. Capsella. V— C. Bursa-pasloris , Moench. Flor, abr., may. Biscutella. B. auriculata , L. Flor, marz., may. Vulg. ¡riñan as. B Clem. Flor, abr.., ag., oct., nov. Malcomía. - J/. africana , Brown. Hesperis africana , L, Clem. Flor, abr., jul. Sisymbrium. S. off cíñale, Scop. Erysimum officinale, L., Clem. Flor, abr., jun. 433 S. contortum, Cav. Flor, abr., jun., Yulg. Irbianas. S. ¡rio, L. Flor, marz., abr. S. So-phia , L. Flor, abr., jul. S. polyceratium , L. Flor, abr., may. Erysimum. E. cheiranthoides, L. Flor, may., jun. N eslía. N.paniculata , Desv. Myagrum paniculatum, L., Clem. Flor, abr., may. Vulg. Irbianas. Lepidium. L. suffrnlicosum , L.L. graminifolinm , L., Clem. Flor. abr. ag., set., nov. Sinapis. S. incana , L. Flor. jun. Moricandia. M. arvensis, DG. Brassica campestris , Clem. Flor, abr., may. Vulg. Collejones. Diplotaxis. D. erucoides, L. Sinapis eracoides, L., Clem. Flor. marz. y casi todo el año. Yulg. Ruca . D. virgata, DC. Sinapis virgata , Cav. Flor, jun., ag. Eruca. E. vesicaria , Cav. Brassica vesicaria , L., Clem. Flor. abr. may. Yulg. Ruca pudiente. *28 TOMO XIV. 434 Rapistrum . R . rugosum , Bergm. Myagrum rugosum , L., Clem. Flor, abr., jun. Yulg. lrbianas , Devanaderas. Este nombre se lo dan los segadores por tener los ramos divaricados. Resedáceas. Reseda. R. Plnjteuma , L. Flor, marz., jul. iU mediterránea , L. Flor, abr., may. /U undala , L., Clem. Flor, marz., jul. huleóla , L. Flor, may., jun. Yulg. Gualda . Cistíneas. Cislus. C. albidus, L. Flor, mav., jun. Yulg. Estepa. Usase para fumar. 6’. salvifolius, L. Flor. may. 6'. Libanotis , L., Clem. Flor, abr., jun. Yulg. Quiebra- olías. Usase para bojas. Helianthemum . //. Fumana , Mili. Utos Fumana,L., Clem. Flor. may., jul. /f. Icevipes , Willd. Utos Icevipes , L., Clem. Flor. may. //. thymifolium , Pers. Utos thymifolius, L., Clem. Flor, may., ag., set. H. marifolium, DC. Utos marifolius, L., Clem. Flor, jul., set., oct., nov. Vulg. íto. /í. migare , Gsertn. U¿s¿ws Helianthemum , L., Clem. Flor, jun. H. hirtum , Pers. Utos hirtus, L. Clem. Flor //. racemosum, Dun. Utos racemosus, L., Clem. Flor, jun., ag. //. pilosum , Pers. Uís/ws pilosus , L., Clem. Flor, mav., ag., set., nov. Violarieas. Viola. V . odorata, L. Flor, marz., abr. F. canina, L Flor. abr. r. tricolor , L. Flor, abr., may. Poligaleas. Polígala. P. amara, L. Flor. may. P. monspeliaca , L. Flor, marz., abr,, jun., ag. Prankeniáceas. Frankenia. F. pulverulenta, L. Flor, jul . , ag., sel., ocL Cariofileas. Gypsophila. G. Strulhium, L. Flor, jun., ag. Dianthus. D. prolifer, L. Flor, jun., jul. D. valen Gnus, Willk. I), superbus, Clem. Flor. sel. 1) Clem. Flor... . Saponaria . S. Vacaría, L. Flor, may., jul. Vulg. Collejones . S. ocymoides , L. Flor, may., jun. Silene. S. Ínflala, Sraith. Cucubalus Beben, L. Flor, mav., Vulg. Collejas. Se come como hortaliza. 436 S. cónica , L. Flor. abr. S. conoidea, L. Flor, may., jun. S. rupestris , L. Flor. jun. S. Muscipula, L. Flor, may., jun. Yulg. Mosquera . Hacen- se manojos de ella para cojer las moscas. S Clem. Flor. ... Lychnis. L. dioica , Clem. L. macrocarpa , Boiss. et Reut. Flor, may., ag. L. Githago, Lam. Agrostemma Githago , L., Clem. Flor, may., jul. Vulg. Neguilla. La comen los cerdos cuando está tierna. Velezia. V. rígida, L. Flor, jun., ag. Buffonia. B. tenui folia, L. Flor. jun. Stellaria. S. media , Smilh. Alsine media , L., Clem. Flor, ener., abr. Vulg. Yerba gallinera . Arenaria. A. media, L. Flor, jun., set. A. serpylli folia, L. Flor. may. Cerastium. C. perfoliatum , L. Flor. may. C. vulgatum, L. Flor. may. C. viscosum , L. Flor. may. C. semidecandrum , L. Flor, abr., mav. 437 Lineas. Linum. L. strictum, L. Flor, may., jun. L. maritimim , L. Flor, jul., ag., set. L. narbonense , L. Flor, abr., jul. L. suffruticosum , L. Flor, may., jul. Vulg. Yerba sanjuanera. L. catharticum , L. Flor. jun. Malváeeas. Malva. M. Álcea , L. Flor, abr., jul., set., oct, M. moschata, L. Flor. jun. M. sylvestris , L. Flor, abr., jul. Jf. rotundi folia, L. Flor, abr., jul. Althcea. A. offcinalis. L. Flor, jul., ag., oct. A. hirsuta , L. Flor. may. Hiperieineas. Hypericum. H. perforatum, L. Flor, abr., may. Aceríneas. Acer. A. campestre , L. Flor..... Ampelideas. Vitis. V. vinifera , L. Flor. jun. Yulg. Vid . Cultívanse en Tila- guas los vidueños siguientes. Canon tierno; canon redondo 438 teta de vaca; bobai gordo , mediano y menudo; planta , dos va- riedades; ojao; moscatel; jaén; jijona blanca ; jijona negra; marisancho ó parril blanco ; moravia falsa; monastrel; monas - trel de la gaucha ó de la gayata, que es la gayata de y alenda; morenillo ; parril ó parril negro; ojao negro; bobal blanco; Santa Ana; malvasía; torrontés; azuara; verdosilla; palote; doncella; ojo de liebre; entreverada ó royal blanco. Geraniáceas. Geranium . G. molle, L. Flor, abr., jul. G. robertianum, L. Flor, abr., may., juu. G.... Clem. Flor Vulg. Yerba del traidor . Erodium. E. cicutarium , Leman. Geranium cicutarium, L., Clem. Flor, marz., may. E. gruimm , Willd. Geranium gruinum , L., Clem. Flor, may., jun. E. malachoides, Willd. Geranium malachoides , L., Clem. Flor, abr., jun. E. maritimum, Smith. Geranium maritimum, L., Clem. Flor. may. Zigoñleas. Tribulus. T. ter restris, L. Flor. jul.. ag., set., oet. Zygophyllum . Z. Fabago, L. Flor. may. Rutáceas. Ruta. R. angustí folia, Fers. Flor, jun., ag. 430 Peganum . P. Harmala, L. Flor, raay., jun. Diclamms. D. albus, L. Flor, may., jun. Vulg. Yerba del puerto , Monreal en Liria. Lo turran y muelen con sal en Liria para adobar los vinos. Bamneas. Rhamnus . R. Alaternus , L. Flor, may., jul. Aladierno , Alitierno de algunos poco inteligentes. Hay una variedad achaparrada que llaman 31 esto ó Carrasquilla , Terebintáceas. Pistacia. P. Terebinlhus , L. Flor. abr. Vulg. Cornicabra. P. Lentiscus, L. Flor. may. Vulg. Lentisco . Usase para ha- cer escarbadientes. Leguminosas. Ulex . Z7 Glem. Flor, dic., en., abr. Vulg. Tollaga . Hacen hogueras los muchachos con ella. Genista . 6r. patens t DC. Spartium patens, Cav. Cytisus patens, Glem. Flor, may., jun. 6r. Scorpius , DG. Spartium Scorpius , L., Clem. Flor, marz., jul., oct. Vulg. Aliaga, Aliaga parda. La flor es gran recurso para las abejas, aunque da miel inferior. 440 Cytisus. C . argenteus , L. Flor, abr., jun. C Clem. Flor Desplega las hojas en abril, y es ar- busto. Ononis* O. viscosa , L. Flor. jun. O. fruticosa , L. Flor, may., jun. O . tridentata, L. Flor, jun., set. Vulg. Asnacho . Agrada- ble pasto para las cabras, y se da en Chelva á los conejos ca- sóla nos. O. procurrens , Wallr. O. arvensis, Lam. Flor, jun., jul. O. spinosa , Wallr. Flor, may., jul. Vulg. Uña de gato , Gatuña , O. minutissima , L. Flor. oct. Anthyllis. A. cytisoides, L. Flor. jun. A. Erinacea, L. Flor, abr., jun., Vulg. Erizo, A. Vulneraria , L. Flor, may., jun. Medicago. 31. lupulina, L. Flor. may. 31. sativa, L. Flor, may., jul., oct, Vulg. Mielga . 31. orbicularis , Al L Flor. jun. M. tomata, Willd. Flor, abr., jun. /¥. mínima , Lam. Flor, abr., jun. Emborracha, y aun in- fla y mata al ganado si la come mojada, especialmente por S. Juan. M. Gerardi, Willd. Flor, jun., jul. 31. muricata , Al 1 . 31. aculeata, Clem. Flor, abr, M. ínter texla, Willd. Flor. abr. 441 Trigonella. T. monspeliaca, L. Flor, may., jun. Melilotus. M. itálica , Lam. Flor. jun. M. parviflora, Desf. Trifolium Melilotus indica , L,, Clem. Flor. jun. Vulg. Trébol. Su semilla hace malo el pan. Trifolium . T. pratense , L. Flor, jun., set., oct., dic. T. repens, L. Flor, may., sel., oct., nov. T. fragiferum, L. Flor. jun. T. filiforme , L. Flor, jun., jul. Dorycnium. I), rectum , Ser. Lotus rectus , L. Clem. Flor, jun., jul. />. suffruticosum, Vill. Lotus Dorycnium , L. Flor, may., jul. Vulg. Socarrillo. Sirve para hojas, y aprovecha á las abejas. Lotus. L. corniculatus , L. Flor, mar., jun., oct., nov. Tetragonolobus. J\ siliquosus , Roth. Zote siliquosus , L. Flor, abr., jun. P sor alea. P. palestina, L. Flor, may., jul. Glycyrrhiza. G. glabra , L. Flor, jun., jul. Vulg. Regalicia . Co lútea. C. arborescens, L. Flor, abr., jul. Usase para varillas. Astragalus. A. hypoglottis, L. Flor. jun. A. hamosus, L. Flor, may., jun. A. narbonensis, Gou. A. alopecuroides, Clem. Flor. jun. A Clem. Flor. abr. Coronilla. C. júncea , L. Flor, jun., jul. C. valentina , L.? Clem. Flor, may., jun. Astrolobium. A. scorpioides , DC. Ornithopus scorpioides, L., Clem. Flor, abr., may. Vulg. Calabacilla , Callejón borde. Hippocrepis. H. comosa, L. Flor, abr., jun. H. glabra , L. Flor, jun., jul. H. ciliata , Willd. ZT. conjugada , Clem. Flor. jun. Vicia. V. Cracca , L. Flor. jun. V. peduncularis, Clem. Flores violaceo-rosei. Folióla oblon- ga, subtus subsericea. Flor. jun. 7. onobrychioides. L. Flor. jun. F. sativa, L. Flor. may. Vulg. Guijas de burro. 443 Ervum. E. monanthos , L. Vicia monantha , Desf., Clem. Flor. may. E. tetraspermum L., var. gracile, Ser. E. gracile, Clem. Flor, may., jun. Lat tigras. L. Aphaca , L. Flor. may. Rosáceas. Prunas. P. spinosa , L. Flor. may. Vulg. E achinera. Cómese el fruto. Bubas. B. fruticosus , L. Flor, jun., jul., oct. Vulg. Zarza. R. ccesius, L. Flor Vulg. Zarza-mora , Potentilla. P. reptans, L. Flor, jul., ag. Vulg. Lloraga . Agrimonia . .4 . /i upatorüh L . F1 o r . j u n . , a g . Poterium. P. Sanguisorba , L. Flor, may., jun. ■ A Rosa. R. collina , L. Flor, may., jun. Vulg. Escalambrujcra . Amelanchier. A. vulgaris, Moench. Mespilus Amelanchier , L., Clem. Flor, abr., may. Vulg. Guillomera, Guillomero. 444 Granateas. Púnica , P. Granatum, L. Flor. may. Yulg. Granado . Onagrarieas. Epilobium. E. hirsutum. L. Flor, jun., jul . , set. Litrarieas. Lythrum. L Salicaria , L. Flor, jul., ag. Tamariscineas. Tamarix. T. galilea, L. Flor, abr., may., ag. Vulg, Tamariz . Mirtáceas. Myrtus. JZ. commmis , L. Flor.... Yulg. Cucurbitáceas. Bryonia. B. dioica , Jacq. Flor, may., jun. Vulg. Espargos de azúcar , Espárragos de cruz en Cuenca. Portuláceas. Portulaca. P. olerácea , L. Flor, jul., ag., set. Vulg. Verdolaga . 445 Paroniquieas. Telephium . T. Imperad, L. Flor, may., jul. Cor rigióla. C. littoralis , L. Flor, may., ocí. nov. Hemiaria . H. hirsuta, L. Flor, may., jun. Yulg. Hemiaria , de la orina. Paronychia . P. argéntea, Lam. Illecebrum Paronychia, L., Glem. Flor, may. Vulg. Sanguinaria . Polycarpon. P. tetraphyllum , L. Flor, may., jul. Quería . (>. hispánico , L. Flor. jun. Crasuláceas. Umbilicus- U . pendulinos, DC. Cotyledon Umbilicus , L. Clem. Flor, may. (5fe continuará .) 446 VARIEDADES. — Razas humanas. La sección etnológica del Congreso de New- castle ha dado al mundo un espectáculo de tolerancia que debieran imi- tar otros congresos. Las cuestiones que se han tratado respecto al origen y á la distinción de las razas humanas han producido discusiones vivas y aun contradictorias, pero completamente libres, viéndose en ellas á un negro de Nigricia de pura raza, levantarse en nombre de ella y probar en un discurso incisivo que el talento y la inteligencia no son absoluto privilegio de la raza blanca. El doctor Hunt, presidente de la Sociedad antropológica de Lóndres, en un discurso muy profundo, hizo notar las diferencias anatómicas que existen entre los esqueletos respectivos de los negros y de la raza blanca, y dedujo después las diferencias intelectuales entre ambas razas. El es- queleto del negro es más pesado y los huesos más gruesos en proporción de los músculos, su color es también más blanco, á causa de la mayor can- tidad de sales calizas, el tórax más comprimido, pero la pierna tiene ma- yor longitud, aunque parezca mas corta porque el tobillo dista pulgada y media del suelo y el talón es como aplastado y prolongado. Burmeister hizo notar la analogía que hay entre la posición de ios artejos del negro y los del pie del mono. En el cráneo, el doctor observó la diferencia que hay entre el color blanco del cerebro y el pardo que se observa en el ne- gro; también son caractéres esenciales los cabellos, el color de la piel y el metal de voz. La historia parece que contradice el aserto de que haya faltado á los negros ocasión para ser tan civilizados como las demás razas: la raza africana ha estado en contacto con la civilización egipcia, carta- ginesa y romana, sin haber sabido aprovecharse de esta circunstancia; y si algunas escepciones se hallan deben atribuirse, si bien se observa, á elementos europeos en la filiación. No puede decirse que la raza africana haya sido una raza degenerada que ha tenido una civilización anterior; parece por el contrario, que siempre ha sido loquees. De todo esto pue- de deducirse: 1 .° Que tantas razones hay para clasificar al negro aparte del europeo, como para clasificar al asno aparte de la cebra. 2.° Que la inteligencia del negro es inferior á la del europeo. 3.° Que hay más pa- recido entre el negro y el mono, que entre el europeo y este. A este discurso, con frecuencia interrumpido por signos contrarios de aprobación y desaprobación, se levantó á contestar W. Craft, hombre de 447 color, creyéndose con títulos suficientes para decir algunas palabras su- puesto que era hijo y nieto de negro africano. Recordaba al oir el dis- curso de M. Hunt, la conocida fábula del león y el hombre, en la cual afirma este su superioridad sobre el primero, y suponía la procedencia de un origen común, al examinarla gradación de los colores desde el Norte de Europa hasta el Africa, creyendo poder atribuir las diferencias al clima. En su concepto, el espesor del cráneo africano, es una disposición provi- dencial que preserva la cabeza de los ardores tropicales; sin cuya circuns- tancia, anadia, el cerebro de los negros se parecería al de ciertos sábios. Su abuelo había sido gefc en la costa occidental; pero por la maldad de algunos blancos, que se creían superiores á él, fué arrebatado y traspor- tado á América donde el orador había nacido. Entre los mismos africanos existen muchas diferencias, y para no citar más que un ejemplo bastará recordar, que los negros de Sierra-Leona tienen un tipo judáico. En cuan-, to á la incapacidad de que se acusa á los negros, muchos ejemplos han desmentido semejantes afirmaciones. Observése además que Julio Cesar decía otro tanto de los antiguos bretones, afirmando que ni aun eran bue- nos para esclavos; si los ingleses han rechazado tal acusación ¿por qué no ha de suceder lo mismo con la raza africana? Si se atribuye al negro falla de rectitud en la posición, compárese con la de los labradores de Inglaterra. La isla de Haití da la prueba déla civilización y del desarrollo intelectual del negro, y su degradación en América debe solo atribuirse al estado de esclavitud y al desprecio con que se le humilla. En esta sesión se manifestó la agitación en diversos sentidos, mez- clándose los silbidos con los aplausos, de manera, dice el Reader , que se creia estar en una reunión política más bien que científica. Por nuestra parte, si pudiéramos aventurar una opinión aunque con timidez, diríamos que semejantes discusiones no pueden menos de ser útiles á causa de los estudios que promueven y de las comparaciones á que forzosamente dan lugar, no ya entre sistemas puramente hipotéticos, sino entre hechos fisiológicos y anatómicos invariables. Pero de lodos estos progresos el que parece más considerable es la discusión por un negro, sean cuales fueren los errores en que haya incurrido. No lo olviden los compatriotas de M. Craft, que algún dia podrá llegarles su turno. Clima de Milán. En Milán se ha observado un fenómeno singular. Estando el cielo sereno ha aparecido la tierra llena de humedad, y cor- ría el agua por todas las casas como si estuviese el suelo mojado por la lluvia. ¿De qué procedía este agua tan misteriosamente depositada? Lo probable es que el suelo y las casas se hayan enfriado los dias anteriores, y que habiendo llevado el viento del Sur masas de aire calientes y hú- medas, se haya depositado el agua que se hallaba en contacto de la tierra 448 de las habitaciones; pero como el aire no estaba saturado de vapor y los efectos del contacto del suelo no se hacían sentir en las regiones supe- riores, el cielo ha quedado sereno. Muerte causada por el tabaco. Leemos en el Avranchin. Ducey aca- ba de ser testigo de los funestos resultados de la detestable costumbre de fumar que tienen hoy los niños, en una edad demasiado tierna, y eso que en el caso actual había la escusa de querer buscar el alivio de un gran padecimiento. El 2 9 de diciembre por la mañana, el joven Juan Jlaría Bailleul, de edad de 14 años, fue acometido de un vivo dolor de muelas: para calmarle se le ocurrió la idea de comprar tabaco; se puso inmediatamente á fumar, y continuó hasta concluir el paquete de 15 céntimos que habia tomado en el estanco. IX o se sabe si el dolor desa- pareció, pero bien pronto cayó el joven sin conocimiento, y espiró por la tarde á consecuencia de una conjestion cerebral. A primera vista se habia creído que el joven Bailleul se hubiese embriagado; pero la nico- tina era la que habia causado todo este desorden. Efectos de la caída de un aerolito. Los periódicos ingleses refieren, tomándolo de una memoria de M. Le Gould, naturalista geólogo que via- jaba por Australia, y cuya memoria ha sido presentada á la Sociedad filosófica de Queensland, que dicho observador encontró en un valle pedregoso, á dos jornadas de distancia de un brazo del rio Mackensie (el Isaacs), un gran árbol tronchado á la altura de 6 ó 7 pies. El árbol se hallaba caído en tierra, y cerca de él se halló una piedra negra, pesada, muy dura, de aspecto metálico y algo parecida á una bala de cañón. Co- mo ningún cuerpo de artillería ha penetrado en lo interior del país, cree M. Gould que esta piedra es un aerolito, atribuyéndola la destrucción del árbol. La piedra de que se trata se llevará á Brisbona para ana- lizarla. (Por lo no firmado, Ricardo Rciz.) Editor responsable, Ricardo Ruiz. N7 8 — REVISTA DE CIENCIAS. — Noviembre 1864 COSMOLOGIA Investigaciones acerca de la posición de los centros de emana- ción de las estrellas fugaces; por Mr. Chapelas-Coulvier- Gravier. (Comptes rendus, 14 noviembre 1864.) En la Memoria que tengo el honor de presentar á la Acade- mia me he propuesto resolver uno de los problemas más intere- santes de la teoría de las estrellas fugaces; problema cu\a resolución ha dado orijen á la hipótesis cósmica de estos me- teoros de los cuales verdaderamente ignoramos su origen y naturaleza. ¿Existe realmente para las grandes apariciones de agosto un centro especial de emanación? Tal es la cuestión que he ira» tado de examinar, y cuya importancia podrá comprenderse re- flexionando que la existencia de dicho punto radiante es la que ha servido de principio fundamental á esta teoría. Algunos observadores colocan el centro de emanación en la constelación de Cefeo, otros en la de Casiopea, y por último otros la asignan la posición real p de la Girafa. De cualquier modo que sea, sin recordar aquí los métodos empleados para determinar la posición de este punto radian- te, sin examinar el valor de las observaciones por medio de las cuales se establecen estas determinaciones , deberé decir, sin embargo, que con observaciones enteramente aisladas, es 29 TOMO XIV. 450 decir con observaciones hechas únicamente en épocas deter- minadas, ó bien como se practica en Inglaterra con las que se han hecho únicamente en la primera parte de la noche, en el momento en que el número horario de las estrellas fugaces es todavía muy pequeño, no es posible sacar deducciones for- males y leyes tan importantes como la de que se trata, que hoy se halla en parle destruida por 30 años de observaciones seguidas hechas todos los dias, y únicas capaces por su exámen de hacer que se llegue á conclusiones convenientes en cuanto á los puntos de comparación que suministran. Desechando los métodos gráficos, por lo común muy inexactos, he tratado la cuestión enteramente por el cálculo, fundando mis operaciones en la hipótesis siguiente. Supongo al observador colocado en el centro de una esfera ideal en la cual se hallan situadas todas las estrellas fugaces: por el punto medio de la trayectoria aparente de cada uno de estos meteoros tiro una recta al centro de esta esfera, lo cual me da tantos radios como estrellas fugaces. Considerando des- pués todas estas rectas ó radios como otras tantas fuerzas igua- les, cuya posición se fija por el azimut y la distancia zenital, busco la resultante de todas ellas, y el punto en que esta re- sultante venga á cortar la superficie de esta esfera ideal será evidentemente el centro general de emanación, es decir, el punto del cielo desde el cual parecen radiar todas las estrellas fugaces observadas. Extendiendo mis investigaciones á cierto número de años, he presentado los resultados en forma de tres curvas particu- lares. En la primera he determinado, por el método que acabo de indicar, la posición del centro de emanación de los 16 gru- pos de estrellas fugaces; es decir la posición del punto de radiación de todas las estrellas que vienen del Norte, de todas las que vienen del Nordeste, etc., y así de las demás respecto de las 16 direcciones azimutales. Asi se ve que todos los me- teoros que afectan las direcciones boreales, tienen su centro de emanación del otro lado del zenit, en la parte meridional del cielo, y recíprocamente respecto de los meteoros que llevan las direcciones Sur; resultado que puede expresarse 451 diciendo: «una estrella fugaz desciende siempre hacia el hori - zonte y no asciende por la vertical.» Si ahora se traza una curva polar, por medio de cantida- des numéricas que representen la posición de estos 16 grupos, se los halla repartidos en una elipse lijeramente inclinada ha- cia el Este, y calculando la posición del centro general de todos estos meteoros se halla: azimut 7o 19\ distancia zen i - tal 10d i r. En la segunda curva he representado particularmente los resultados producidos por los meteoros observados durante tas grandes apariciones de agosto: y he hallado, así como anterior- mente, los 16 grupos repartidos en una elipse, y el centro ge- neral en una posición representada por: azimut 10° 52', dis- tancia zenilal 14° 387 La posición de este punto de radiación se diferencia por consiguiente del obtenido antes, solo en 3o 33' en azimut y 4o 27' en distancia zenilal. He exami- nado entonces si este punto de radiación se conducía en realidad como la teoría lo indica; es decir, si existía una conexión cual- quiera entre este centro y una de las constelaciones á que se referia. Para ello calculé sis variación, hora por hora, desde las nueve de la noche á ¡as tres de la mañana, y vi que lejos de seguir las leyes astronómicas del movimiento diurno, expe- rimentaba una variación muy marcada en el sentido Oeste- Este, prueba evidente de la independencia de este centro de emanación. Finalmente, tratando la última parte de la cuestión en la tercera curva he hallado (operando sobre observaciones sumi- nistradas por estos mismos años de las cuales había única- mente eliminado los meteoros de agosto) idénticamente los mismos resultados que los que antes se habían encontrado. Del conjunto de estas investigaciones, deduzco las siguien- tes consecuencias: 1. ° No existe punto radiante particular en el máximum de agosto; porque este centro de emanación ocupa la misma posi- ción que el que se comprueba por el centro de emanación del fenómeno general. 2. ° En nuestras latitudes este punto de radiación se halla situado á unos 7°19F poco más ó menos de azimut, y 10°11/ m de distancia zenital; posición que únicamente depende de la que ocupa la resultante general de las estrellas fugaces, con- sideradas bajo el punió de vista de sus direcciones. Pero ha- llándose esta resultante hacia el Sur, el centro de emanación debe hallarse del otro lado del zenit, en la parte boreal del cielo. Así resulta de lo que hemos visto en la primera curva. 3.° La distancia zenital media de los centros de emana- ción de los 16 grupos de estrellas fugaces es de unos 49°, elemento importante que permitirá después, cuando por ob- servaciones simultáneas, bien conducidas, se llegue á deter- minar de una manera aproximada aun la altura media de las estrellas fugaces, indicar la distancia á que deberán colocarse dos observadores para gozar, cada uno de ellos, de un fenó- meno particular; resultado por medio del cual será posible apreciar de una manera exacta el número de meteoros que pueden observarse en una superficie dada. Otras muchas deducciones se pueden sacar todavía de este trabajo, pero no queriendo molestar más la atención de la Academia, me propongo volver á tratar la misma materia en otra Memoria. ELECTRO-QUIMICA. Memoria sobre la conservación del cobre y del hierro en el mar, por Mr. Becquerel. (Comptes rendas, i julio 1 80i.) La conservación de los metales en el mar, especialmente del cobre y del hierro, es en el dia una cuestión capital, en razón de la trasformacion que experimenta la marina de to- dos los pueblos, trasformacion que puede cambiar sus rela- ciones recíprocas. Siendo esta cuestión de la competencia de las ciencias fisico químicas he creído deberme ocupar de ella, esperando añadir con mis esfuerzos algunos datos nuevos á los que ya poseemos para ayudar á su resolución. Esta cuestión ofrece grandes dificultades, por razón de las numerosas causas que contribuyen á la alteración de los me- tales. Dichas causas, que son mecánicas, físicas ó químicas, influyen todas sobre las acciones químicas, y por consiguiente, sobre la producción de la electricidad que da origen á pares voltaicos aislados. No se las puede combatir más que investi- gándolas todas, y luchando, por decirlo así, con cada una de ellas en particular. En la imposibilidad en que me hallo de dar á conocer mi trabajo por completo á la Academia, me limitaré á presentar un resúmen de los principales resultados de mis investigado- nes, á fin de que forme una idea de su conjunto; pero antes referiré los que se han obtenido por Davy, sobre el mismo objeto , para que se conozca cuál ha sido mi punto de partida. Davy, en una noticia que leyó á la Sociedad Real el 22 de enero de 1824 ( Anuales de Chimie el de Physique , t. XXYI, pág. 84) anunció, que la rápida alteración del forro en cobre de los navios de guerra y la incerlidumbre del tiempo de su duración habían llamado particularmente la atención de los loi es del Almirantazgo, que le comprometieron á ocuparse en buscar los medies de preservación: para lo cual emprendió inmediatamente una série de investigaciones que le conduje- ron al descubrimiento de un principio importante, según el cual, haciendo electro- negativo un metal que es electro-posi- tivo en el agua del mar, se le preserva de toda alteración, aunque dentro de ciertos límites. Davy admitía la teoría del contado, es decir, la produc- ción de la electricidad por el contacto de los dos metales á consecuencia de una acción recíproca; de modo que según él la acción química no servia más que para la transmisión de la electricidad en los cuerpos inmediatos. Este modo de ver le impidió deducir de su descubrimiento las consecuencias que naturalmente se desprenden de él. Anunció desde luego que un pedazo de zinc del tamaño de un guisante ó la punta de un clavo pequeño de hierro era enteramente suficiente para conservar 40 ó 50 pulgadas cuadradas inglesas de cobre colo- cadas en cualquier paraje, y que habiendo fijado un pequeño pedazo de zinc en lo alto de otro de cobre, y en la parte baja un pedazo de hierro mucho mayor, y puesto todo en agua del mar, no solo el cobre se preservó por ambos lados, sino también el hierro, que al cabo de unos quince dias habia conservado su brillo lo mismo que el otro metal. De aquí de- dujo inmediatamente que las pequeñas cantidades de zinc, de hierro ó de fundición, puestas en contacto con el forro en co- bre de los buques, impedían su corrosión. Añadió además, que no pudiendo suponerse que la electricidad negativa fuese fa- vorable para la vida de los animales y vegetales, supuesto que producía la precipitación sobre el cobre de la magnesia, sus- 455 lancia muy perjudicial á los vegetales terrestres, tlebia por el contrario contribuir á limpiar la superficie de los buques. Habiéndole dado los lores del Almirantazgo los medios de experimentar en muy grande escala su procedimiento de con- servación del fono de cobre de los buques en Chalham y Portsmoulh, comprobó entonces los siguientes hechos (1). 1 Poniendo placas de cobre en contacto con — ó i o 1 - — - de su superficie con zinc, hierro ó fundición por espacio 1000 1 de muchas semanas al movimiento de la marea, en el puerto de Poslsmoulh, y determinando su peso antes y después del experimento, observó Davy, que cuando el protector metálico 1 1 tenia una superficie de — á — de la del cobre» no había 4 y i o ti ni corrosión ni disminución de este último metal; cuando la proporción era de — — á ■— , el cobre experimentaba una 1 1 200 400 * pérdida de peso que era mayor, á medida que el protector se hacia más pequeño: consideraba con razón que la fundición, por ser la sustancia mas fácil de hallar en todas partes, y á precio cómodo, era la más á propósito para la protección del cobre, y que debía durar tanto como el hierro y el zinc. Las placas de cobre de los pequeños buques protegidos se conservaron perfectamente limpias por espacio de muchas semanas, mientras que la superficie meíáÜca del cobre que- daba á descubierto; pero inmediatamente que el metal se cu- bría de carbonato de cal y de magnesia se reunieron las plantas y los insectos. En las Transacciones filosóficas de Londres para 1825» pág. 328, hallamos también los hechos siguientes: (I) Transaclions philosophiqucs, 1 825. — Anuales de Chimie el de Ph psique, I. XXI A, pág. 187, 456 El Sammarang , de 28 cañones, había sido forrado en la India en 1821, y cuando llegó á Poiisraouth en 1824 estaba enteramente cubierto de una costra gruesa de carbonato y de oxicloruro de cobre, con largas vegetaciones en toda su super- ficie y depósitos de cierta cantidad de zoófitos. Davy, con mo- tivo de esta profunda alteración, empleó para preservar el resto una cantidad de fundición más considerable que para el 1 cobre nuevo, y la hizo subir á~ de la superficie del cobre. Después de un viaje á la Nueva Escocia, reconoció en enero de 1825 que la superficie estaba bien preservada. Dos armaduras se habian colocado detrás y otras dos delante, y se reconoció que casi á la mitad del fondo había una capa muy lijera y pulverulenta de cardenillo, y detrás alrededor del hierro una especie de orín, en cuya superficie desigual pare- cían haberse adherido algunos zoófitos como las patelas y ba- lanitas; observación que tiene su importancia, atendiendo á que el depósito se encontraba sobre el protector y no sobre el metal protegido. 1 El yacht Ehsabeth, protegido por hierro dispuesto en dos porciones, en la parle de atrás, estuvo ya en el mar ya detenido en el puerto, por espacio de seis meses; pero el cobre no se alteró y no se depositaron ni zoófitos, ni conchas: única- mente se observaron sobre el orin del hierro algunas patelas que estaban poco adheridas. 1 El Carnebria-Castle , protegido por de hierro, hizo el viaje de Calcuta, y á su vuelta se encontró, que la superficie de cobre estaba perfectamente conservada y que no se había formado ningún depósito. De lo expuesto resulta que lo mismo en las aguas del puer- to que en las del laboratorio, las placas de cobre que esten en reposo en el agua del mar aumentan de peso, cubriéndose de depósitos tórreos y alcalinos cuando están protegidas por una proporción de hierro menor que 1 150 ’ y cuando esta propor- ción se halla comprendida entre y i 100 parece que la su perficie se conserva sin recibir ni depósitos, ni zoófilos, ni conchas. Por lo dicho se ve que Davy se ha dedicado á determinar los límites en superficie entre los cuales tiene lugar la protec- ción, y de ninguna manera en grueso. No tiene en cuenta la capa de oxicloruro de zinc ó de oxicloruro de cobre mezclada con las partículas de uno de estos dos metales, la cual, opo- niéndose á la reacción del agua salada, dificulta la protección. Toda la cuestión consiste en esto, y proviene de que no se loma en cuenta mas que la teoría del contacto. Aunque muchos de los experimentos anteriores hayan da- do resultados favorables, no se ha adoptado este procedimiento de protección, y la razón que se ha dado para ello es el estado negativo del cobre que favorecía el depósito de los cuerpos marinos de tal manera, que se retardaba la marcha de! navio. Veremos después que el depósito de los cuerpos marinos no es debido á esta causa, supuesto que la mayor parte de los pro- tectores desaparecen. Sin embargo, se observó que para preservar el cobre se necesitaba oxidar el metal protector. Creía de tal manera en esta teoría, que se había aventu- rado á decir que un pedazo del grueso de un guisante ó de la punta de un pequeño clavo de hierro bastaba para preser- var placas de cobre de 256 á 320 centímetros cuadrados de superficie sumerjidas en el agua del mar: preservación que solo podía verificarse en un tiempo muy corto, porque se des- truía prontamente el pedazo de zinc ó la punta del clavo de hierro. Por lo demás, nada demuestra que entre los medios de preservación que se han empleado en el mar, se haya pensado en los inconvenientes que resultan de la destrucción del metal oxidable; y no es de eslrañar que el forro de cobre se haya emporcado, según dicen los marinos, y se halle cubierto de cuerpos organizados. Sucede por consiguiente con la produc- 458 don de la electricidad para la conservación del cobre y del hierro en el mar, lo mismo que con la del calor: para este se necesita suministrar constantemente combustible, y para aque- lla es preciso reemplazar el metal oxidable á medida que se destruye; esta es una precaución indispensable que hay que lomar para asegurar la conservación. Las causas de alteración de los metales son numerosas. Citaremos en particular la heterogeneidad de las parles, la di- ferencia en el modo de agregación de las moléculas, la pre- sencia en la superficie de los metales de cuerpos cualesquiera, de granos de arena ó de manchas de orin, de ios martillazos dados en cualquier parte, de la presión, de una simple arru- ga, etc., las cuales son otras tantas causas que producen pares voltaicos en las superficies y destruyen un agente protector convenientemente elejido. También debe agregarse á esto el rozamiento del agua, como lo ha demostrado Mr. Ed. Becquerel en los interesantes experimentos que repitió en To- lón ayudándome en mis investigaciones. Se ve, pues, en que consiste qué los metales como el hierro, que se forjan, trabajan ó martillan, ofrecen tantas causas de alteración que se hacen desaparecer por medio de protectores dispuestos según los principios electro-químicos. De aqui re- sulta, y la experiencia lo ha demostrado, que el estado eléc- trico del metal protegido no sigue siempre una ley regular. En mis investigaciones he sido guiado por una considera- ción importante de la cual debo hablar aquí: se ha visto que para descomponer 1 miligramo de agua, se necesitaba emplear en forma de corriente una cantidad de electricidad libre igual á la de 20.000 baterías, cada una de 1 metro cuadrado de superficie y cargada de modo que diese chispas de más de 1 centímetro de distancia. Esta cantidad es la que se supone que va unida á la materia, y que queda libre cuan- do se descompone 1 miligramo de agua, ó al menos que ex- perimenta una transformación cualquiera, bien porque haya calor, bien porque se convierta en una fuerza viva, cuyos efec- tos he tratado de determinar en los casos en que nos ocupa- mos; lo que hay de cierto es, que no se recoje mas que una porción sumamente pequeña de la enorme cantidad de elec- 439 Iricidad capaz de producir los efectos del rayo: pero antes de hacer esta determinación, he investigado con la mayor exac- titud posible, por medio de una brújula de senos y de aparatos convenientemente dispuestos, la fuerza electro-motriz del zinc, lo mismo que la del hierro, del cobre, del plomo y de sus aleaciones sumerjidas en el agua del mar, fuerzas que se ha- llan en relación con las afinidades que se ponen en juego, y que naturalmente sirven de puntos de partida para hallar el metal ó la aleación protectora, no obrando eficazmente este último mas que cuando el estado negativo de! metal protejido, que es prestado, es superior al que toma cuando lo ataca el agua salada. Después he determinado el estado eléctrico de todas las partes de un metal protegido, á fin de ver en qué se conver- tía la fuerza viva de que acabo de hablar, y de hallar las le- yes en (jue será necesario fundarse para asegurar su protec- ción; véase cómo se llega á conseguir. Cuando se sumerje en el agua del mar una placa de cobre de 5 metros de larga y 0 centímetros de ancha, que tenga por consiguiente una superficie de 3000 centímetros cuadrados» armada en uno de sus extremos con una pequeñísima faja de zinc de 1 centímetro cuadrado, y provista de distancia en distancia de varillas verticales del mismo metal y de diversos accesorios, se halla, que desde el zinc hasta el otro extremo de la faja, el estado eléctrico de cada punto va disminuyendo, y que si se traza la curva de las intensidades tomando por eje de las abscisas una línea que represente la fuerza electro-motriz del cobre, por abscisas las distancias al zinc, y por ordenadas los estados eléctricos correspondientes, se conduce esta curva como si fuera asinlólica respecto al eje de las abscisas, y no se sabe por consiguiente hasta dónde llega la protección que presta. Toda la superficie del cobre queda brillante, escepto la parte del lado del zinc, hasta un metro ó metro y medio de distancia , el cual se cubre de depósitos léñeos metálicos cuando el agua salada no es pura. En otro experimento hecho en el mar se comprobó la ley hasta 14 metros. Se ve por consiguiente, que en la oxidación del zinc, la electricidad que cesa de unirse á la materia y que es enorme, obra como 400 fuerza viva cuando se íransmite al cobre á distancias cuyos límites no se conocen. No se olvide hacer notar, que en toda la superficie metálica circulan por intermedio del líquido que la moja corrientes derivadas, que producen descomposiciones electro-químicas y que se forman á espensas de la electricidad desprendida en la oxidación del zinc. Por lo dicho es fácil concebir que, si se quiere preservar una superficie de cobre de modo que se eviten los depósitos electro-químicos, se necesita armar dicha superficie de un protector metálico que tenga una fuerza electro-motriz igual á la del punto en que estos depósitos empiezan á ser insensi- bles, condición importante que hay que llenar para evitar los depósitos de conchas y otros cuerpos marinos que parecen formarse en las partes ya cubiertas de caliza, de magnesia y otras sustancias. Las placas de cobre armadas de hierro, y las de hierro protegidas por el zinc, ofrecen efectos análogos, con la diferen- cia de que la esfera de actividad eléctrica es menor, aten- diendo á que su extensión depende de la diferencia entre las fuerzas electro-motrices del metal protector y del pro- tegido. No puede formarse una idea de la pequeña extensión que basta dar al zinc y al hierro para producir sobre los metales que protejen los efectos de que se acaba de hablar; asi que es insignificante la cantidad de metal necesaria para preservar el hierro. Las aleaciones protectoras de zinc y de cobre, de zinc y de plomo, etc., obran en razón del metal más oxidable que entra en su composición, con ciertas condiciones de duración á las cuales es preciso atender. Con una aleación de cobre y de zinc, á medida que se oxida este metal y se marcha, disminuye la facultad preservadora, y no queda por último más que una esponja de cobre que no tarda en convertirse en oxicioruro: cuanto más duración tiene la aleación, más lentos son los efectos que se producen. Los experimentos cuyos principales resultados acaban de referirse, necesitaban repetirse en el mar, y el señor ministro de 401 Marina, conociendo sn importancia, puso á mi disposición en el puerto de Tolon todos los medios que para ello eran necesa- rios. Nunca podré manifestarle bastante mi reconocimiento, como también y particularmente á Mr. Dupuy de Lome por los consejos tan útiles que me ha dado respecto de las aplicacio- nes. Igualmente doy gracias á los señores ingenieros maríti- mos por el auxilio que me han prestado, y á Mr. de Mouy, sub-ingeniero, que habiendo seguido mis experimentos con cuidado, estará en el caso de repetirlos. Los experimentos se han hecho en grande escala, y no han dejado duda alguna acerca de la exactitud de los resultados obtenidos en el laboratorio, y aun me han puesto en el caso de hacer nuevas observaciones que interesan á las aplicaciones. Debo referir también algunas observaciones que hay que lo- mar en consideración. Siempre que el hierro de los blindados está cubierto con varias capas de pintura de minio, queda preservado mientras que esta pintura está adherida; pero cuando se quila parcial- mente, bien por frotación, ó por la acción disolvente del mar, que es lenta, empieza el metal á ser atacado en distintos sitios; las partes que han perdido la pintura, quedan negativas respecto de las que la conservan menos ó absolutamente nada, de modo que estas son más atacadas que las otras. De aquí provienen las alteraciones locales, diseminadas algunas veces sobre la superficie de los blindados, que fácilmente podrán evitarse empleando protectores preparados según los princi- pios que anteriormente se han expuesto , protectores que no pueden servir más que cuando se quite la pintura. El forrado en cobre de la carena, que no recibe pintura, se halla en las mismas condiciones que el de los antiguos na- vios, y por lo tanto está espuesto á los mismos inconvenientes, á menos que se le proteja, no solo atendiendo á su conserva- ción, sino también á fin de evitar los depósitos de materias terreas y otras que parecen favorecer los depósitos de conchas, moluscos y plantas marinas, cuyos depósitos no se verifican cuando las superficies quedan brillantes. Tod as las parles que constituyen el forrado y la coraza han sido tan bien coordinadas por Mr. Dupuy de Lome, que 462 será muy fácil, sin cambiar nada, aplicar los protectores de modo que puedan limpiarse, ó cambiarlos según se necesite. También será posible, cuando el navio esléá punto de salir de la cuenca para entrar en el puerto, por medio de los apara- tos que al efecto se han construido, ver si todas las parles me- tálicas que cubren su superficie, están completamente preser- vadas, ó en caso de no estarlo, cuál será su grado de alte- ración. Tales son los resultados generales obtenidos en largas in- vestigaciones, que se han hecho en el laboratorio ó en el mar, acerca de los medios que hay que emplear para la conserva- ción de los metales que sirven para el forro y blindado de los buques de coraza, y para impedir los depósitos de conchas y otros cuerpos marinos. Me es imposible en este extracto entrar en detalles acerca de las disposiciones que hay que tomar para preservar los metales, y que se hallan expuestas en la Memoria: basta decir que los principios generales me parecen bien fijados, y que no quedan por resolver mas que cuestiones de detalles relativos á las aplicaciones. METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de setiembre de 1864. Poco variados fueron los accidentes atmosféricos de este mes, por lo general despejado ó nuboso, de muy escasa lluvia, y excepcionalmente, revuelto. En la 1.a década experimentó la columna barométrica un solo movimiento general de ondulación, pasando por su altura máxima en todo el mes, de 714mm. en el dia 5; la temperatura, que fluctuó ligeramente en sentido inverso, apenas difirió de la correspondiente al ultimo tercio de agosto; la tensión del vapor de agua y la humedad relativa disminuyeron un poco; aumentó, por el contrario, la evaporación; el viento, de direc- ción inconstante, sopló con mediana fuerza en los 4 primeros dias y más débilmente aún en los restantes; y el cielo, nuboso en los dias 1, 2 y 3, se despejó luego, y así continuó en lo sucesivo, menos en el dia 9, un poco anubarrado, y en el cual se notaron algunos síntomas de próxima tempestad. En la 2.a década fueron las variaciones de temporal más frecuentes y mayores que en el resto del mes. El barómetro se conservó más bien bajo que alto, aunque ondulando de conti- nuo; disminuyó la temperatura; llovió ligeramente en la noche del 16, y en abundancia en la madrugada del 17; el viento, del N. y N. E. en los 3 primeros dias, del S. O. en los 3 siguien- tes, y del N. O. en los otros 4, sopló con fuerza , especialmente en los dias 12, 16 y 18; y salvo en los dias 13, 19 y 20, se conservó el cielo nuboso, y en ocasiones muy encapotado. En la 3.a década volvió á subir lenta y constantemente el barómetro hasta el día 25, para descender, con rapidez un poco mayor, en los restantes; la temperatura experimentó asi mismo un incremento sensible; se calmó el viento , variable en los dias 21, 22 y 23, y del E. ó S. E. en los restantes has- ta el 29 inclusive; y el cielo, muy nuboso en los dias 22, 24 y 28, se conservó en los demás generalmente despejado. Y por último, en el dia 30 experimentó el temporal una varia- ción sensible, habiéndose formado por la noche y estallado al fin una tempestad de mediana importancia. oxj^ide,o DIAS. BAROMETRO. TERMOMETRO. A m A. máx. A. míu. T 1 m T. máx. rii / 1. mm. 1 rnm 709,60 mm 711,14 mm 708,22 25*6 34°9 17°5 2 707,60 708,74 706,54 24,3 31,9 16,2 3 707,75 708,30 706,90 22,8 30,3 14,6 4 710,82 712,89 709,03 21.7 28,7 16,0 5 713,24 711,11 712,16 22,7 30,8 13,0 6 712,11 713,98 710,66 24,5 33,2 14,0 7 710,15 711,32 709,13 25,3 35,0 16,9 8 710,23 711,19 709,13 26,3 34,9 17,9 9 710,62 711,95 709,21 26,9 35,4 18,2 10 709,10 711,19 707,69 25,3 34,4 17,8 11 705,55 707,23 704,26 23,3 31,6 15,8 12 707,54 710,22 705,44 15,5 22,9 12,0 13 710,77 712,05 709,20 15,8 25,2 Tí Tí O , O 14 707,76 709,97 705,93 18,5 26,5 0,1 15 704,78 705,83 703,90 19,9 24,8 12,0 ir, 701,31 703,37 699,41 21,2 26,9 15,4 17 704,38 706,34 701,31 15,3 21,1 12,0 18 707,14 707,81 706,56 14,4 19,5 7,6 19 709,76 710,91 708,27 15,3 20,5 10,1 20 710,83 711,93 710,05 15,7 24,1 8,1 21 708,08 709,72 706,90 18,9 27,7 9,8 22 707,71 708,58 707,03 20,1 27,7 11,7 23 709,47 710,05 708,95 22,0 30,2 14,9 24 710,35 710,98 709,31 22,4 31,6 14,8 25 711,38 712,30 710,68 22,5 31,0 14,9 26 711,04 712,41 710,12 21,9 30,5 14,5 27 707,92 709,92 706,60 21,8 29,9 13,8 28 709,10 710,61 708,22 20,5 26,7 15,6 29 708,62 710,81 707,03 20,2 28,3 12,7 30 705,52 707,61 703,95 20,9 29,8 13,3 IPRI^EIRO PSICROMETRO. AT.U0UETR0. PLUVI01ET. ANEMOMETRO. 1 11 AJra rfn m Evaporación. Lluvia. Viento. NUBES. DIAS. mm mm mm 48 11,2 8,3 » S. 5 1 55 12,2 7,2 » N.O. 4 2 57 11.6 7,7 )) Variable. 5 3 59 11,4 7,8 » N.E. 1 4 53 10,4 8,6 » N.N.E. 0 5 SI 11,6 8,6 » N. 0 6 49 11,8 8,4 » S.E. 1 7 50 12,5 6,9 » S.S.E, 1 8 49 12,6 8,6 » S. 3 9 48 11,8 7,5 » Variable. 1 10 53 11,2 9,0 )) N.E. 5 11 54 7,1 8,2 » N. 4 12 57 7,8 8,1 » N. 0 13 48 7,3 5,7 >) s.s.o. 4 14 61 10,6 6,9 í) s.o. 8 15 67 12,2 12,4 0,2 s.o. 7 16 67 8,6 4,3 7,1 O.N.O. 6 17 70 8,5 4,1 » N.O. 6 18 60 7,7 5,0 » N.O. 2 19 64 8,5 4,1 » O.N.O. 1 20 63 10,2 4,2 » S-O.N.-O. 0 21 58 9,9 8,8 » N.N.O. ' 6 22 59 11,6 6,2 » Variable. 1 23 55 11,1 6,4 » E. 7 24 52 10,4 6,3 » S.E. 1 25 56 10,9 5,6 » S.O-E. 1 26 52 10,1 6,2 » S.E. 2 27 58 10,2 5,0 » S.E. 7 28 60 10,5 8,1 » S.E. 2 29 59 10,8 4,8 » S.O-N.O. 3 30 TOMO XIV. 3(1 466 CUADRO SEGUNDO. BAROMETRO. .a década. 2.a 3.a Mes (*). Am á las 6 m. ............. . mm 710,78 mm 707,03 mm 709,66 mm 709,16 Id. á las 9 711,23 707,70 710,06 709,66 Id. á las 12 710,48 707,24 709,29 709,00 Id. á las 3 t 709,23 706,20 708,08 707,84 Id. á las 6. 709,07 706,26 708,11 707,81 Id. á las 9 n 709,86 707,20 708,55 708,54 Id. á las 12 . 710,20 707,24 708,68 708,71 Am 710,12 706,98 708,92 708,67 A. máx. observadas (1) 714,11 712,05 712,41 714,11 A. mín. observadas (2) 706,54 699,41 703,95 699,41 Oscilaciones estreñías 7,57 12,64 8,46 14,70 Om diurnas 2,61 3,14 2,42 2,72 0. máx. (3) 3,86 5,03 3,78 5,03 0. mín. (4) 1,40 1,25 1,10 1,10 (t) Dias y horas de la Observación. . 5—9 m. 13-9 m. 26—9 m. 5-9 m. (2) Id 2-6 t. 16-6 t. 30-12n. 19-6 t. (3) Dias de la observación 4 17 29 17 (4) Id ... 3 18 23 23 (•) Ax = 708mm,67 -J-0,68 sen. (x + 168° 120 + 0,48 sen. (2 x + 157° 45'). 467 CUADRO TERCERO. TERMOMETRO. i /década. 2.a 3.a Mes 0. Tm á las 6 m 16°, 9 ii°, i 14°, 3 14», 3 Id. á las 9 22 ,4 16 ,3 19 ,4 19 ,4 Id. á las 12 29 ,2 21 ,0 25 ,4 25 ,2 Id. á las 3 t 31 ,5 23 ,0 27 ,7 27 ,4 id. á las 6 27 ,8 19 ,9 23 ,2 23 ,6 Id. á las 9 n 23 ,3 16 ,5 19 ,8 19 ,8 Id. á las 12 20 ,6 14 ,0 18 ,0 17 ,3 T 24 ,5 17 ,5 21 ,1 21 ,0 Oscilaciones 22 ,4 26 ,1 21 ,8 29 ,9 T. máx. al sol (1) 48 ,9 37 ,8 42 ,3 48 ,9 Id. á la sombra (2) 35 ,4 31 ,6 31 ,6 35 ,4 Diferencias medias 11 ,1 6 ,8 10 ,0 9 ,3 T. mín. del aire (3). 13 ,0 5 ,5 9 ,8 5 ,5 Id. por irradiación (4] . 8 ,3 1 .8 5 ,5 1 ,8 Diferencias medias 2 ,9 3 ,0 3 .1 3 ,0 Ora diurnas 16 ,7 13 ,6 15 ,7 15 ,3 0. máx. (5) 19 ,2 19 ,7 17 ,9 19 ,7 0. min. (6) 12 ,7 9 ,1 11 ,1 9 .1 (1) Dias de la observación 8 11 25 8 (2) Id 9 11 24 9 (3) Id 5 13 21 13 (4) Id 5 13 21 13 (8) Id 6 13 21 13 (.6) Id 4 17 28 17 O Tx = 20°,27 + 6,15 sen. (x + 41° 3') + 1,43 sen. (2a; + 57° 19'). 468 CUADRO CUARTO. PSICROMETRO. 1.a década. 1 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 m 71 79 73 74 Id. á las 9 , . . 59 67 64 63 Id. á las 12 42 50 49 47 Id. á las 3 t 40 47 44 44 Id. á las 6 43 50 51 48 Id. á las 9 n. 51 60 59 57 Id. á las 12 58 69 60 62 H. media 52 60 57 56 (*) Hx = 58,4 + 14,8 sen. (¿c -J- 210° 34') -|- 3,5 sen. (2 x + 251° 2')* 1 1." década. 2.a 3.a Mes (*). mm mm mm mm T,S á las 6 m 10,1 8,2 8,8 9,1 Id. á las 9. 11,9 9,3 10,6 10,6 Id. á las 12 12,6 9,4 11,9 11,3 Id. á las 3 t. 13,5 9,9 12,2 11,9 Id. á las 6 o 12,2 8,7 10,8 10,5 Id. á las 9 n 10,7 8,6 10,2' 9,8 Id. á las 12 10,6 8,4 9,4 9,5 Tn media. 11,7 8,9 10,6 10,4 (*) T£=10,ram22 + 1,34 sen. (a; + 35° 57') +0,31 sen. (2® + 67° 29'). 469 CUADRO QUINTO. Anemómetro. — Horas que reinaron los 8 vientos principales E.. 9 » 90 S. 81 43 S. 0 154 28 0 54 121 N 0 1 1 • • • « • * ® © 3 ® • • 0 0 149 Dirección de la resultante. ... 68° S. O. Intensidad (horas). ..... 133 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera . Evaporación media., . ......... 6mm,7 Id. máxima (dia 16). 12 ,4 Id. mínima (dias 18 y 20).. .... 4 ,1 Dias de lluvia 2 Agua recogida 7mm,3 Id. en el dia 17 (máx.). 7 ,1 Dias despejados 14 Id. nubosos. 15 Id. cubiertos. 1 Dias de calma Id. de brisa Id. de viento. Id. de viento fuerte. 3 10 12 5 CUADRO SEXTO. 470 NUBES. asos^ot"*©!!^^ o" rH ©© co ^ oo co O < Q Ed 5 i cocososoaosososo w • Z O ^«©©©©ICOOSíCOOS 1— < C/} Sfl5 oo O) © o ?H r^1 C¿' z rvi r—i r—t r-r ¿ cfj oó 2¿ ta Z O L'^r^oco^cor^r-t «< ©1 r-i ©© ©1 ^ r— ^ > £0 Ed zn OS o Miguel Merino. 471 JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de setiembre de 1 864 . En la primera década. Aster multiflorus, Ait. Aster Novi-Belgii, L. Aster spectabilis, Ait. Acalypha virginica, L. Scabiosa graminifolia, L. Triunfetta velutina, Yahl. Pentapetes phoenicea, L. Statice retícula ta , L. Fougerouxia recta, DC. Gyclanthera pedata, Schrad. Rivina purpurascens, Schrad. En la segunda década. Maurandia anlirrhiniflora, H. B. Kunth. Jasonia sicula, DC. Inula graveolens, Desf. Malva capensis, L. Ayenia pusilla, L, Iberis deñexifolia , lord. Senebiera violácea, Mumby. Hederá Helix, L. Colchicum autumnale, L. Gomphocarpus arborescens, R. Br. En la tercera década. Cneorum tricoccum, L. Cedrus Libani, Loud. Cedrus Deodara, Roxb. 472 Resumen de las observaciones meteoroló de Granada el Altitud del jardín de la Universidad, ó distancia al nivel del mar, 686 metros , ó 2462 pies » PRESION AT CORREGIDA DE CAPILAR1DAD, A LAS 9 DE LA MAÑANA. ESTACIONES METEOROLOGICAS DEL AÑO. Presiones medias \ mensuales. 1 Presiones máxi- J mas. S Dias á que cor-F responden. V Presiones míni-l mas. 1 Dias á que cor- 1 responden. Oscilaciones men- ! , suales. / (Diciembre de 1862. 710,10 717,80 26 698,10 1 19,70 INVIERNO. .. Enero de 1863 707,66 716,60 26 700,00 7 16,60 (Febrero «... 709,42 714,00 6 706,00 15 8,00 Medias invernales ... 709,06 716,13 701,37 14,77 (Marzo. 706,13 710,47 26 696,11 9 14,30 PRIMAVERA. Abril 703,83 709,72 26 692,85 30 16,87 (Mayo.. . ........ 703,46 709,77 13 691,42 1 18,35 Medias primaverales 704,47 709,99 693,46 16,53 ( Junio 705,69 708,35 22 702,12 1 6,23 ESTIO. ...... j Julio 707,16 710,47 2 704,61 28 5,86 (Agosto. .......... 706,69 709,29 9 699,80 27 9,49 Medias estivales. 706,51 709,37 702,18 7,19 ( Setiembre 706,37 710,06 27 700,03 23 10,03 OTOÑO.. ,.. Octubre. 704,56 710,28 17 698,84 28 11,44 (Noviembre 707,79 715,23 4 700,51 29 14,72 Medias autumnales. ..... 706,24 711,86 699,79 12,06 Medias anuales. 706,57 711,84 690,20 12,64 Diciembre de 1863. ....... ... 709,91 714,47 12yl4 702,09 19 12,38 173 gicas hechas en la Universidad literaria año de 1863, Latitud 37° 11' 10" N.; longitud del meridiano de Madrid 0o 3' E. MOSFERICA A 0° Y EN MILIMETROS. «aBMaBBMPMW» Alturas medias mensuales de- ducidas de las de las 9 y de las 5. A LAS 3 DE LA TARDE. . \ Presiones medias mensuales. Presiones máxi-j mas. 1 Dias á que cor-l responden. \ / Presiones míni- mas. 0 í- o 22 Medias autumnales. 0 19 1 44 Medias anuales 5 119 10 126 Diciembre de 1863. » 13 )) 18 475 dones de Granada. DEL VIENTO, LAS CALMAS, DE LOS RUMBOS SIGUIENTES: LA MAÑANA. A LAS 3 DE LA TARDE. rji O c/i • o • O • z w* • z H W C fl O zñ • O O 1 5 )) )) 1 8 1 14 » 6 » 1 » 2 )) 6 )) 17 » 1 * )) 4 2 7 1 3 » 1 » 3 1 11 )) 9 » 4 2 10 0 7 1 28 2 26 0 19 2 12 )) 4 )) 8 » 4 1 » » 9 3 14 )) 1 )) 4 )) 4 )) 8 )) 5 )) 13 1 7 )) 12 )) 1 )> 6 1 13 )) 10 1 12 0 24 0 9 1 14 1 27 3 37 1 2 )) 7 )) 3 1 5 » 10 1 10 )) )) )) 4 )) )) )) 2 1 16 )) 12 )) 2 » 6 )) )) 1 1 a 20 » 9 1 4 0 17 0 3 2 8 1 46 1 31 » 6 1 2 )) 14 1 5 )) 6 1 3 )) )) 12 2 )) 1 )) 9 » 18 2 1 )) 3 )) 1 )) 3 )) 23 )) 1 )) 3 0 9 13 5 0 18 1 37 0 25 3 7 4 35 13 53 1 58 6 85 2 117 9 87 » )) )) )) )) 13 1 17 )) » » » 476 ESTACIONES METEOROLOGICAS DEL AÑO. (Diciembre de 1862. INVIERNO. . . Enero de 1863. . . . (Febrero .... Medias invernales (Marzo PRIMAVERA. Abril....... ( Mayo Medias primaverales. ... , ( Junio ESTIO....... Julio (Agosto Medias estivales. . . ..... ( Setiembre. ....... OTOÑO. Octubre ( Noviembre. ...... Medias autumnales . . ... Medias anuales. ........ Diciembre de 1863. Siguen las observa HUMEDAD DE A LAS 9 DE LA MAÑANA. 1 Tensión del vapor en milímetros, i f . \ Fracción de satu- 1 ración. ^ 4,61 0,67 4,39 0,68 4,23 0,64 4,41 0,66 4,68 0,60 6,95 0,61 8,80 0,72 6,81 0,64 - 12,26 0,67 13,10 0,56 12,53 0,60 12,63 0,61 10,94 0,64 9,98 0,84 6,77 0,82 9,28 0,77 8,77 0,67 5,31 0,82 dones de Granada. n LA ATMOSFERA. PSICRÓMETRO. A LAS 3 DE LA TARDE. ATMÓMETRO. Agua evaporada eu milímetros. I LLUVIA. PLUVIÓMETRO. CL, co C3 O > ¿ O « -o a a — *2 *£ w a c O CJ E- i S3 eS rJ¡ oj a 2 a *3 o es *3 u o es u. tu \ Días de lluvia. 1 Agua recogida en ^ D u milímetros. / 5,76 0,62 0,61 5 25,90 6,88 0,60 0,78 6 49,03 4,57 0,45 1,45 2 1,01 5,74 0,58 0,95 13 75,94 5,67 0,52 2,37 12 46,23 8,12 0,54 3,29 8 46,48 9,68 o;o5 2,76 18 61,44 * 7,82 0,57 2,81 38 154,15 13,41 0,56 4,79 6 7,81 12,49 0,38 7,12 1 0,51 14,87 0,42 4,77 3 6,56 13,59 0,45 5,56 10 14,88 11,00 0,52 2,60 4 11,79 11,12 * 0,72 1,08 12 74,42 10,85 0.70 0,56 4 4,83 10,99 0,65 1,41 20 91,04 9,52 0,56 2,68 81 336,01 6,05 0,64 0,63 1 1,39 478 Signen las observa TEMPERATURA DE LA ATMOS TEMPERATURA DEL ESTACIONES METEOROLOGICAS DEL AÑO. Temperaturas me* \ dias á las 9. ' Temperaturas me- , dias á las 5. J Temperaturas me-F dias máximas. ( Diciembre de 1862 5,7 10,9 12,1 INVIERNO...} Enero de 1863 4,0 0,8 11,7 ( Febrero 4,4 11,2 13,6 Medias invernales 4,7 10,6 12,5 (Marzo 8,7 13,0 16,0 PRIMAVERA. Abril 13,1 17,9 21,7 (Mayo.. 14,4 17,7 21,0 Medias primaverales 12,1 16,2 19,6 ( Junio , . 21,4 26,5 28,7 ESTIO Julio 25,7 23,5 32,0 29,5 23,9 31,4 (Agosto... ....... Medias estivales 23,5 29,3 28,0 (Setiembre... 19,1 24,3 26,3 OTOÑO j Octubre 14,1 8,2 18,3 13,7 19,7 15,3 (Noviembre Medias autumnales 13,8 18,8 20,4 Medias anuales 13,5 18,7 20,1 Diciembre de 1868.. 3,4 10,1 10,9 479 dones de Granada. PERA EN GRADOS CENTIGRADOS. AIRE EN TODO EL DIA. Mayores tempera- 1 “1 Dias á que cor- responden. Temperaturas me-1 '“■“"'I 1 Mayores tempera-B turas minimasl (mayor frió). 1 Dias á que cor- 1 responden. 1 Diferencias estre- nuas diurnas. Temperaturas me- dias mensuales diurnas. 15,6 11 3,1 0,0 25 15,6 7,6 16,0 25 2,2 -0,2 17 16,2 6,8 16,3 15 2,5 -0,4 20 16,7 8,1 16,0 2,6 —0,2 16,2 7,5 23,2 28 4,8 2,9 19 20,3 10,4 26,0 9 8,5 5,1 14 20,9 15,0 28,5 16 10,5 6,5 28 22,0 15,8 25,9 7,9 4,8 21,1 13,7 32,9 27 15,4 9,8 12 23,1 22,0 37,5 6 19,1 15,5 30 22,0 26,5 34,6 16 17,7 13,2 30 21,4 24,6 35,0 17,4 12,8 22,2 24,4 34,0 16 14,5 9,4 26 24,6 20,4 27,5 5 10,5 6,0 12 21,5 15,1 19 5 1 4,9 0,3 15 19,2 10,2 27,0 10,0 5,2 21,8 15,2 26,0 9,5 5,6 20,3 • 15,2 16,8 3 1,0 -2,0 27 18,8 6,4 480 Siguen las observa TEMPERATURA DE LA ATMOS ESTACIONES METEOROLOGICAS DEL AÑO. (Diciembre de 1862. . . INVIERNO.... Enero de 1863 (Febrero Medias invernales Í Marzo. Abril Mayo Medias primaverales. . . (Junio. ESTIO....... Julio ( Agosto. Medias estivales... ..... (Setiembre OTOÑO ] Octubre. .... ....... (Noviembre Medias autumnales Medias anuales Diciembre de 1863. ...... TEMPERATU TERMÓMETRO DE MÁXIMA AL SOL. Medias máximas al sol. Mayores tempera- turas máximas al sol. Dias á que cor- resDonden. 19,2 27,0 7 19,7 28,5 30 20,4 25,2 15 19,8 26,9 20,8 28,1 27 28,1 33,4 24 27,6 36,5 16 25,5 32,7 33,6 42,8 26 42,4 46,9 6 40,7 45,6 2 38,9 45,3 35,0 41,3 10 28,4 39,7 5 24,1 31,8 1 29,2 37,6 28,3 35,6 19,2 25,0 3 dones de Granada PERA EN GRADOS CENTIGRADOS. - RAS ESTREMAS. TERMÓMETRO DE MÍNIMA EN LA YERBA. 1 Temperaturas me- dias mínimas del reflector. i í Mayores tempera- í turas mínimas del reflector l (mayór frió). ' Dias á que cor- responden. Diferencias estre- ñías del dia á la noche. ) Diferencias de sol y som- bra. Diferencias de las minimas de aire v rcflec- J tor. 1,2 -4,5 21 31,5 7,1 1,9 -2.4 —5,8 9 34,3 7,9 4,4 —2,5 —5,2 17 B0,4 6,7 5,0 -1,3 -5,2 32,1 7,2 3,8 0,6 -3,3 14 31,4 4,8 4,2 4,9 —0,5 1 33,9 6,3 3,6 7,5 3,0 28 33,5 6,6 3,0 4,3 —0,3 32,9 5,9 3,6 11,4 5,7 11 37,1 8,2 4,0 13,9 12,0 29 34,9 8,6 *9 0.0 13,2 7,7 30 37,9 9,3 4,5 12,5 8,5 36,6 8,7 4,6 10,1 5,4 27 35,9 8,8 4,3 7,2 4,2 16 35,5 8,7 3,3 1,1 —3,0 14 34,8 8,9 3,9 6,1 2,2 35,4 8,8 3,8 5,4 1,3 34,2 7,6 3,9 —2,5 -5,5 26 30,5 8,2 3,7 TOMO XIV. Siguen las observa ESTRACTO DE LOS RESUMENES Años de observa- \ cion. \ Temperatura me- dia á las 9 de ia mañana. Temperatura me- | dia anual. Máxima absoluta j á la sombra. j Mínima absoluta. ^ i Oscilación abso- luta. Máxima absoluta 8 del sol. Mínima absoluta del reflector. i *■ \ 1856 15,0 15,9 40,0 -LO 41,0 —3,9 1857 15,1 15,3 44,1 —3,9 48,0 55,0 -6,1 1858 16,1 16,7 39,5 -3,9 43,4 » —8,3 1859 15,0 15,8 40,2 -3,3 43,5 54,0 —8,2 1860 15,7 16,3 41,0 -7,8 48,8 51,5 -9,7 1861 15,4 16,8 38,5 —0,6 39,1 59,0 -4,7 1862’ 14,6 15,8 39,1 -0,7 39,8 47,7 -7,0 1863 13,8 15,2 37,5 —0,4 37,9 46,9 -5,8 NOTAS. 1.a Las observaciones meteorológicas se hacen desde algún tiempo, tanto en esta Universidad como en otros puntos del Reino, con aparatos remitidos por la Dirección de las operaciones Geodésicas de la Junta ge- neral de Estadística, tí la que se envían los cuadros mensuales, y un parte telegráfico todos los dias con las principales afecciones atmosféricas. La dones de Granada. DE LAS OBSERVACIONES. Oscilación del sol , y la noche. Presión media at- 9 mosférica. Presión máxima 1 observada. Presión mínima @ observada. Oscilación abso- 1 luta . !' Dias de lluvia. Agua recogida en í mil ¡metros. / )) 703,6 716,3 684,2 32,1 72 1093,0 61,1 703,4 712,8 674,3 38,5 70 566,0 » 701,4 709,7 688,4 21,3 75 1226,0 62,2 702,8 714,3 690,6 23,7 63 1145,0 61.2 702,2 711,9 692,9 19,0 67 421,7 63,7 703,9 716,2 691,1 25,1 70 582,8 54,0 704,0 714,2 680,3 33,9 88 685,9 62,7 705,9 717,8 691,4 26,4 81 336,1 pronta y bien entendida organización que la mencionada Junta ha dado á los trabajos de meteorología, permite esperar confiadamente que no pasará mucho tiempo sin que veamos aumentado el material científico, aunque no sea mas que con un Anemómetro registrador , cuya falta se echa bien de ver en este resumen. 2.a Los aparatos, escepto la veleta, están en el espacioso jardín de la Universidad. =Manuel Fernandez de Figares. CIENCIAS NATURALES BOTANICA. Plantas que viven espontáneamente en el término de Titáguas , pueblo de Valencia, enumeradas en forma de índice alfabético; por D. Simón de Rojas Clemente , natural del mismo Titá- guas. ( Continuación J Sedum. S. Cepera , L. Flor, jun. jul. S. álbum » L. Flor, jun., ag. Yulg. Uva canina , Uva de gato . S. acre , L. Flor, jun., jul., ocfc. V* Sempervivum. S. tectorum, L. Flor, en verano. Yulg. Siempreviva. Saxifragáceas. Saxífraga . S Flor. abr. Umbelíferas. Eryngium . E . campestre , L. Flor. jul. Vulg. Cardo setero. Apium. A. graveolens, L. Flor, jul., sel. .4. Petroselimm , L. Como espontáneo. Flor, jul. Vulg. Chuliverte. Helosciadium. H. nodi/lorum , Koch. Shan nodi ponan , L., Clem. Flor, may., jun. Yulg. Berraza . Sitan. S. Sisarían , L Flor, ag., set. Vulg. Chirivia Bupleurum . i/. Gerardi, Jacq. Flor. jun. B. rotundifolium , L. Flor, may., jun. 1?. rigidum , L. Flor. jul. B. fruficescens, L. Flor, jun., oct. F cení cuitan . i*7, migare , Gsertn. Anethum Fceniculum, L. , Clem. Flor, jul ., nov. Yulg. Hinojo . Usase para enramadas, y algunos lo comen en la olla. Anethum . A. segelum , L, Flor, jul. Heracleum. II. Sphondylium , L. Flor, jul., set., oct. Orlaya . O. marítima , Koch. Caucalis marítima, Goiu Clem. Flor, may., jul. Bancas. D Clem. Torilis. T. Ánthriscus, Gmel. Tordylium Antriscas, L. Flor, jun., jul. T . melosa , Gaertn. Tordylium nodosum , L. Flor. may., jun. Scandix . 5. Peden Veneris, L. Flor, abr., may. Vulg. Hinojillo borde . Bifora. B. tesliculata , Spreng. Coriandrium testiculatum , L., Clem. Flor, may., jun. Araliáceas. Hederá. II. Helix, L. Flor, set., oct. Vulg. Yedra , Caprifoliáceas. Sambucus. S. nigra, L. Flor. jun. Vulg. Sangüeras. Usase la confitura de su flor para refrescar. 487 Vibur nutrí. Y. Tinus, L. Flor, ener., abr., may. Vulg. Malmrijo. Sus vástagos son buenas varillas de escopeta» Lonicera . L. Caprifolium, L. Flor. jun. Rubiáceas. Sher ardía . S. arvensis, L. Flor, may., jun. Asperula . A. arvensis , L. Flor, may., jun. A. cynanclüca, L. Flor, jun., j u 1 . Crucianella . 6’. angustí folia, L. Flor. jun. Rubia. R. tinctorum, L. Flor, mav., jun. Vulg. Enroya-libros. Galium . G. Mollugo , L. var. aristatum , Dub. G. aristatum , L, Glem. Flor..... G. nerum , L. Flor, jun., jul. G. Aparine, L. Flor. abr. Vulg. Lapa . {/. litigiosum , DC. G. parisiense, L,? Glem. Flor, jun., jul. Vulg. Lapa. Valerianeas. Valer ianclla. V. olitoria , Moench. Valeriana Locusta , L., Clem. Flor, abr. V. corónala , DC. Var. discoidea, DC. Flor. may. Centranthus. C. Calcitrapa , Dufr. Valeriana Caícürapa, L., Clem, Flor, may. Dipsáceas. Bipsacus. D. fullonum , L. Flor, jul., ag. Vulg. Cardencha . Scahiosa. S. stellata, L. Flor, mav., jun. 5. tomentosa , Cav. Flor. jul. Yulg. Escabiosa . Compuestas. Eupatorium. E. ccmnabinum , L. Flor, jul., ag. Tussilago . 7. Farfaro , L. Flor. marz. Yulg. Pie de mulo , Erigeron. E. canadense, L. Flor, jul., oct., nov. Yulg. Ilusos. E. acre , L. var. p. Willd. 7. polimorphum, var. ewns, Clem. Flor, may., ag., set., nov. 189 Bellis . B, perennis , L. Flor, marz., jun., nov. Phagnalon. P. sordidum , DC. Conyza sórdida , L., Clem. Flor. jun. P. saxatile , Cav. Conyza saxatilis, L., Clem. Flor. may. jun. /\ rupestre , DC. Conyza rupestris, L. Flor. jun. Evax, E. pygmcea, Pers. Filago acaulis , AH,, Clem. Flor. jun. Micropñs. M. erectas, L. Flor, jun. Inula. 1. Conyza , DC. Conyza sguarrosa, L., Clem. Flor..... /. montana , L. Flor, jun., jul. El polvo de la hoja hace es- lornudar. /. Oculus-Christi , L. Flor. jun. /. viscosa, Ait. Erigeron viscosum , L. Flor. set. Yulg. 0/t- varda . Jasonia. J. glutinosa, DC, Erigeron glutinosum , L., Clem. Flor. jul.. ag- Pulicaria , Í\ dysenterica , Gsertn. Inula dysent erica, L., Clem, Flor, jul., ag., set., diciemb. 490 Asteriscus. A. aquaticus, Mcench. Buphtalmum aquaticum , L., Clem. Flor, may., ag. Pallenis . P. spinosa , Cass. Buphtalmum spinosum , L., Clem. Flor, may., jun., oct., nov. Xanthium. X. strumarmn, L. Flor. jul. Vulg. Cachurras , Cadillos . Anthemis. A. arvensis , L. Flor, abr., jun, A. nobilis, L. Flor. jun. Anacyclus. A. valentinus , L. Flor. mav. Ormenis. O . mixta, DC. Anthemis mixta , L. Flor. jun. Achillea . A. microphylla , Willd. Flor, may., jul. Vulg. Camamirla . Se usa en infusión para curar las calenturas. A. Ager atura , L. Flor. jun. Santolina . 5. ChamcBcyparissus, L. Flor, may., jul. Vulg. Ontina en valenciano. Las flores sirven para teñir de amarillo* 401 Leucanthemum. L. montamm , DC. Chrysanthemum montanurn, L., Geni. Flor, jun., jul. j Pyrethrum. P. corymbosum , Willd. Chrysanthemum corymbosum, L., Clem. Flor, jun., jul. Artemisia . A. campestris, L. Flor, jul., ag. Vulg. Pansera , Z?o/a pansera , Escobas . Se hacen escobas de palillos para las eras. A. microphylla , Clem. A. valentina , Lamk.? Flor, oct., nov. Heliclirysum. H. Stcechas , DC. Gnaphalium Stoechas , L., Clem. Flor, may., jul., set., oct. Yulg. Boja, Manzanilla . Usase para embojar. Gnaphalium. G. luteo-album , L. Flor, may., jul. Filago . F. pyramidata , L. Flor. jun. F. arvcnsis , L. Flor. may. Senecio. S. vulgaris , L. Flor, marz., dic. Yuig. Suzon. S. gallicus, YilL £. squalidus , L., Clem. Flor, abr., may., ocl., nov. m S . Jacobm , L. Flor. jul. S. eruccefolius, Huds. Flor, may., jun., sel., oct. Vulg. Suzoin. S. Doria , L. Flor, jul., ag. Caléndula. C . ofjicinalis, L. Flor, abr., may, C. arvensis , L. Flor, feb., may. Echinops. E. Ritrot L. Flor, jul., ag., nov. Suponen con razón que al echar su flor ya hay uva. Xeranlhemum . X . annuum , L., Clem. Flor. jun. Atractylis. A . humilis , L. Flor, ag., set., oct. ^ Microlonchus . M. salmanticus, DG. Centaurea salmantica , L., Clem. Flor, may., jul. Vulg. Escobas. Yerba de escobas. Se usa para ha- cer escobas de era. Crupina . C. vulgar is, Cass. Centaurea Crupina, l., Clem. Flor, may., jun. Centaurea . 6\ Scabiosa , L. Flor, jun., oct. Yulg. Asnaza ó Arnaza. La asnaza de Aragón es otra compuesta. C. órnala, Willd. Flor, jun., jul. C. solstitialis , L. Flor, jun., jul., ag., set. Vulg. Abrima- nos. Abripuño en Andalucía. C. Calcitrapa, L. Flor, jun., jul., ag., set. Vulg. Abriojos. C. aspera, L. Flor, raay., ag., oct. Vulg. Panialadro. Fresnialadro en Aragón. Tiene la raíz profunda y gruesa, de modo que suele romper los aladros. C. prostrata, Cav. herb. Flor, jun., jul. Cnicus. C. benedictas, L. Flor..... Vulg. Cardo santo. Kentrophyllum. K. lanatum, DC. et Dub. Cari ha mus latíalas, L., Clero. Flor, abr., ag. Car dañe ellas. C. cair aleas, var. incisas, DC* Carthamus limpiarías, L., Clem. Flor. jun. Silybum . S. marianum, Gserln. Carduas mañanas , L. Flor. jun., jul. Vulg. Cardo borde , Cardo bar ral. Se comen las pencas de sus hojas en tiempo de escasez, y nunca el receptáculo de la flor, como en Madrid. Onopordon. O. Acanthium, L. Flor, jun., jul., set. Cardaus. C. natans , L. Flor, jun., jul. C Clem. Vulg. Cardo de todo el año . Hay además Cardo blanco , Cardo pelotero y Cardo de las hormigas . 494 Picnomon. P . Acama , Cass. Cnicus Acama , L. Flor Cirsium . C. árcense , Scop. Ser asula ar cernís, L. Flor, jun., jul. Vulg. Cart/o de puercos. C. monspessulanum , A 11. Carduus monspessulanus , L. Flor, jun. Notobasis. N. syriaca, Cass. Carduus syriacus , L., Clem. Flor, ag., oct* Lappa. L. major , Caerlo. Ardium Lappa, L., Clem. Flor, jul., ag. Yulg. Cacharrera . Leuzea . conifera, DC. Centaurea conifera , L. Flor. jun. Scolymus. S. hispanicus , L. Flor, jul., ag., seL, oct,, oov. Vulg. Car- Can/o de olla, Cardo zafranero, cuando florido. Se come como hortaliza. Lampsana . L. communis , L. Flor. jun. Hyoseris. //. radíala , L. Flor, may., jun. Hedypnois . //. rhagadioloides, Willd. Flor, may., jun. 495 Catananche . C. cceteruiea , L. /?orc candido . Flor. jul. Cichorium . C. Intybus, L. Flor, jul., ag., set., oct. Thrincia. T. hispida , Roth. Flor, abr., jul. Podospermum. P. lacianatum , DC. Scorzonera laciniata , L., Clem . Flor, abr., jul. Vulg. Campocho , Panchoco ó Pancocho en Montan y sus tierras. Se come en la olla y cruda, creyéndose que cria piojos. Tragopogón , T. pratense , L. Flor. ¡un. Urospermum . ¿7. picroides , Desf. Arnopogon picroides , Willd.,, Clem, Flor, may., ag. Scorzonera . 5. hispánica , L. Flor, j un. Vulg. Escorzonera . 5. macrocephala , DC. Scorzonera gramini folia , L., Clem, Flor. jun. 5. stricta , Clem, Flor..... Aster olhrix. A. hispánica , DC. Apargia hispánica , Willd., Clem, Flor, mav., jun. 491) Picris. P. sprengeriana, Lam. Crepis rhagadioloides , L., Clem, Flor, jun., jul. Helminlhia. H. echioides, Gaertn. Picris echioides , L., Clem. Flor, jun. Lactuca. L. segusiana, Balb. Flor, jun., a g. L. saligna, L. Flor, jul., ag., oct. L. Scariola, L. Flor, jul., oct. Chondrilla. C. júncea , L Taraxacum. T. Dens-leonis, Desf. Leontodón Taraxacum , L. Flor, marz,, jul. Yulg. Chicoria , Sicoira. T. lanatum , Clem. Flor, may., jul. Vulg. Chicoria borde. Barkhausia. B. taraxaci folia, DC. Flor, may., jun. B. albida, Cass. Crepis albida , Yill. Flor, jun. Crepis. C . virens, L. Flor, may., jun. C. tectorum, L. Flor. may. Yulg. Camaroja. Tiene colo-» rados los peciolos. Sacan de su raiz pelotillas de longe. Phmobus . /). vmineus , DC. Prenanthes viminea , L., Clem, Flor, jul., ag. 497 Zolliko feria. Z. chondrilloides, DC. Scorzonera resedi folia, L., Clem. Flor, abr., jun., ocl. Sonchus. S. oleraceus , L. Flor, abr., jal. Vuíg. Cerrajas. Se usan para ensalada. S. tenerrimus, L. Flor. oct. S. maritimus, L. Flor, may., ocl., nov. S. arv ensis, L. Flor. jun. Hieracium. ¡I. Pilosella, L. Flor. jun. H. cyinosum , L. Flor. jun. Ándr yala. A. ragasina , L. Flor Campanuláceas. Campánula . C. Erinus , L. Flor. jun. Specularia. S. Speculum , Alph. DC. Campánula Speculum, L., Clem. Flor. jun. Ericáceas. Arbutus. A. Unedo , L. Flor. dic. Yulg. Madroño. TOMO XIV. 32 i 98 Arctostaphyllos. A. Uva-ursi, Spreng. Arbutus Uva-ursi, L., Clem. Flor. abi\, may. Yulg. Gayuba, Gayubera , Manzanilla de pastor. Callana. C. vulgaris , Salisb. Erica vulgar is, L., Clem. Flor, jal., agost. Vulg. Biercol. Primuláceas. Coris. C. monspeliensis , L. Flor, may., jun. Ly sima chia. L. Ephemerum, L. Flor. jul. , ag. Aster olinum. A. Linum-slellalum, Link. el Hoffm. Lysimachia Linum- slellatum , L., Clem. Flor, abr., may. Anagallis . A. arvensis , L. A. phcenicea et A. ccerulea, AucL Flor, feb., jul., oct., nov . A. tenella, L. Flor, jul., set. Samolus . 5. Valerandi , L. Flor, may., juh, set., ocl. Vulg. Fer&a jabonera . Oleáceas. Fraxinus. F. excelsior , L., Clem. Flor. may. Vulg. Fresno. m Olea . Olea eur opaca, L. Flor, j un. Fhillyrea. P. latifolia , L. Flor, abr., may. P. media, L. Flor, abr., may. P. angustí folia, L. Flor, abr., may. Vulg. Alitierno. Liguslrum. L. vulgare , L. Flor. may. Jazmíneas. Jasminum. J . frulicans, L. Flor, abr., jun. Apoeináeeas. Y inca. V. mi ñor, L. Flor, ener., abr., may. Nerium . N. Oleander, L. Flor, en verano, Vulg. Baladre. Cynanchum . (7. acutum , L. Flor, may., juí. Gencianáeeas. Erythrcea. E. Centaurium , Pers. Gentiana Centaurium , L.,Clem. Flor, may., ag., nov. 500 E. spicala, Pers. Gentiana spicata , L., Clem. Flor, ag., sel., oct. Chlora . C. per folíala, Willd. Flor, may., ag. Convolvuláceas. Convolvulus. C. linéalas, L. Flor, may., jul. Vulg. Pelosilla , Sinagüicas , Sinagüicas de Ntro. Señor. C. arvensis J L. Flor, abr., set. Vulg. Corregüela , Escor- rcgüela. Cuscuta. C. europcea, L. Flor, jul., oct. Borragineas. Heliotropium. H. supinum, L. Flor, ag., set., oct. H. europceum, L. Flor, jun., jul., set., oct. Echium. E. migare , L. Flor. may. Vulg. Bovina, Lengua de buey. Nonnea. N. nigricans , DC. Lycopsis vesicaria, Clem.? Flor. abr. Borrago. B. officinalis , L. Flor, abr., jun., set. Vulg. Borraja, Borraina. La suelen echar en la olla. Anchusa . A. itálica, Relz. Flor, abr., jun. 501 Lycopsis. L. arvensis , L. Flor, abr., may. Lithospermum. L. arvense , L. Flor, marz., jun., ag., set. Vulg. Cornica- bra, yerba. L. officinale, L. Flor, may., jun. L. fruticosum, L. Flor, abr., jun! Vulg. Asprilla en Abe- juela; Yerba de las siete sangrías. Asperugo. A. procumbens, L. Flor, may., jul. Cynoglossum. C.pictum , Ait. Cynoglossum officinale , Clem. Flor, may., jan. Solanáceas. Lycium. L Clem. Flor Solanum. S. nigrum, L. Flor, abr., jul. Vulg. Tomates bordes , S. Dulcamara , L. Flor, jun., ag., set., ocl. Hyoscyamus. H. niger, L. Flor, may., Vulg. Beleño . Escrof ulariáceas . Verbascum . V. Thapsus, L. Flor, jun., jul., oct. Vulg. Engordalobo , Gordolobo. 502 V. phlomoides, L. Flor. jun. V. sinuatum, L. Flor, jun., ag- Linaria . Z. hirta , Mcenck. Ántirrhinum hirtum , L., Clem. Flor, abr., jul. Yulg. Palomilla. La comen en la olla cuando joven. Z. tristis, Mili. Antirrhinum triste , L., Clem. Flor, abr., jun- L. origani folia, DG. Antirrhinum origanifolium , L , Clem. Flor, may., jun. Z. crassi folia, DC. Antirrhinum crassifolium , Gav. Flor, feb., dic. Z. spuria, Mili. Antirrhinum spurium, L., Clem. Flor, set., oct. Antirrhinum. A. majus, L. Flor, may., nov. Scrophularia. S. aquatica , L. Flor, may., jul., ag., set. S. canina , L. Flor, may., jun. s. Digitalis. D. obscura, L. Flor, may., jul. Vulg. Correjia. Crujia en Granada. Verónica. Y. Anagallis , L. Flor, may., jul. V. multifida , L. Flor. jun. V . arvensis, L. Flor, marz., may. V. agrestis, L. Flor, marz., jun. Vulg. Yerba gallinera. V. hedercefolia, L. Flor, feb., marz. Yulg. Yerba gallinera. La comen las gallinas, y las engorda. Orobaneáeeas. Plielipcea. P. ramosa , C. A. Mey. Orobanche ramosa , L., Clem. Flor, may., jun. Yulg. Espargos de lobo. Orobanclie. O. rapum, Tliuill . O. major, DC., Clem. Flor. may. O. gallii , Dub. O. caryophyllacea , Smith., Clem. Flor, abr. O. minor, Sutt. Flor. may. Yulg. Iiabo de lobo. Verbenáceas. Verbena. V. ofjlcinalis, L Flor, may., jun., set., oct. Yulg. Ver- bena. Labiadas. Lavandula. L. Stcechas, L. Flor, may., jun. Yulg. Cantueso. L. Spica, L. Flor, jul., sel., oct. Vulg. Espligo, Espliego. Mentha. M. rotundifolia , L. Flor, jul., ag., set., oct. Yulg. Mas- tranzo, Padrasto. M. sylvestris, L. Flor, jul., ag. Lycopus. L. europms , L. Flor, jul., set. Origanum. O. vulg are , L. Flor, jul., ag» 504 Thymus . T. vulgaris , L. Flor. abi\, jul. Vulg. Tomillo. Satureja. S Clem. Flor Yulg. Jedrea. Micromeria. M . marifolia, Benth. Melissa fruticosa, L., Clem. Nepeta marifolia, Cav., Glem. Flor, jul., set., oct., nov. Yulg. Jedrea blanca. Hyssopus. II. officinalis , L. Flor, oct., nov. Salvia. S. officinalis, L. Flor, may., jul. Vulg. Sielvaf Salvia. S. Sclarea , L., Flor. jul. Yulg. Oropesa. S. argéntea, L., S. patula , Desf., Clem. Flor. jun. Yulg. Oropesa. S. verbenaca , L. Flor, marz., jun., nov. Vulg. Cresta de gallo, Yerba motera. Se usa para las heridas, y la semilla para los ojos. - Rosmarinas. R. officinalis, L. Flor, en., dic. Yulg. Romero , y Romero albar ó macho el de flor blanca. Su flor es la mejor para las abejas, y da la mas clara miel. t Nepeta. N. tuberosa > L. /V. violácea , L, Clem. Flor, may., jul 505 iV. Nepetella, L. Flor. jun. Prunella. P. vulgaris , L. Flor, jun., jul. P. laciniata, L. Flor. jun. Sideritis. S. hyssopi folia, L. Flor, jun., ag. S. romana , L. Flor, jun., set., oct. S Glem. Flor Vulg. Rabo de gato. Marrubium. M. supinum, L. Flor. jun. Es su flor de gran recurso para las abejas. M. migare , L. Flor, abr., jul. Vulg. Marrubio . Galeopsis . G. Tetrahit, L. Flor, jun., ag. Lamium. L. amplexicaule , L. Flor. inav. Rallóla . /i. hirsuta , Benth. Marrubium hispanicum, L., Clem. Flor, jun. /i. nigra, L. Flor, raay., ocl. Phlomis. P. Lychnitis, L . Flor, mav., jul. Vulg. Oreja de liebre. Teucrium. T. Pseudo-chamwpithys, L. Flor, may., jun. T. Scordium, L. Flor, ag., set. T. Botrys, L. Flor, may., jul. T. Chamcedrys, L. Flor, may., ag. T. flavum , L., var . purpureum, Benth. T. flore rubro, Clem. Flor, mav., jan. Vulg. Tumo ó Tumbo de buey. Zamarrilla en Andalucía. T. buxifolium , Schreb. T. saxatile , Cav., Clem. Flor, may. T. Polium, L. Flor, may., ag. Vulg. Tomillo macho , To- millo terrero. T. aureum , Schreb. Flor. jun. T. capitatum, L., Flor, may., ag. Vulg. Tomillo macho , Tomillo terrero. Ajuga. A. Chamcepithys , Schreb. 7T. Chamcepithys , L., Clem. Flor, may., ag. Globularieas. Globularia. G. Alypurn, L. Flor, marz., abr. Vulg. Cibullaga, Segu- llada. Se usa para curar las tercianas. Plumbagináeeas . St atice. S. echioides , L. Flor, jul., ag. Plumbago. P. europcea , L. Flor, jul., ag. Plantagíneas. Plantago. P. major , L. Flor, may., jun. P. media , L. Flor. jun. Vulg. Plantaina. P. Coronopus , L. Flor, abr., jun., set., oct. P. marítima , L. Flor, jun., set., oct. Vulg. Saladillo dulce. P. lanceolata , L. Flor. jun. P. albicans, L. Flor, abr., jun. Vulg. Pelosilla. P. Cynops, L. Flor. jun. Salsoláceas. Beta. B. vulgaris, L. Como espontánea. Chenopodium. C. Vulvaria , L. Flor. jul. , ag. C. álbum , L. Flor. jun. P. viride, L. Flor, may., oct. Vulg. Armuelles bordes. Atriplex. A. hortensis, L. Flor, jul., ag. A. has tata, L. Flor. set. A. patula , L. Flor. set. Amarantáeeas. Euxolus. 4 P. viridis, Moq. A maranthus viridis, L., Clem. Flor, jul., ost. Polycnemiiirio P . ámense , L. Flor. jul. 508 Poligonáceas. Rumex. R. crispas, L. Flor, may., jun. Vulg. Romaza, Engorda- puercos. R. obtasifolius , L. Flor. jun. Yulg. Romaza, Engorda- puercos. R. palustris , Smith. Flor. jun. R. pulcher , L. Flor. jun. Vulg. Romaza , Engorda- puercos. R. Acetosella, L. Flor, may., jun. Vulg. Agrillas finas. R. Acetosa , L. Flor, may., jun. Vulg. Agrillas. Polygonum. P. aviculare , L. Flor, jul., set., oct. Vulg. Yerba de los cursos , Enr edamarria? Altamandria. P. Reliar di, All. P. erectum , Glem. Flor, jun., jul., set., oct. P. Persicaria. L. Flor, jul., ag. P. divaricatum, L.?, Clem. Flor. jun. Vulg. Yerba de mal año. Podrá ser el P. Bellardi, var. patulum, Meisn. Fagopyrum. F. esculentum, Mcench. Polygonum Fagopyrum , L., Clem, Cultivado. Flor, may., jul. Timeleáceas. Daphne. ]). Gnidium , L. Flor, may., ag. Vulg. Matapol. (Se continuará.) 509 Instrucción relativa al uso de los aceites de 'petróleo destinados para el alumbrado , aprobada por el Sr. Prefecto de policía de París el 2 9 de junio de 1864. Como el uso del aceite de petróleo ofrece algún peligro, es importante dar á conocer al público las precauciones que hay que tomar para evitarlo. El aceite de petróleo convenientemente depurado es casi incoloro? 1 litro no debe pesar menos de 800 gramos, y no se enciende inmediatamente aunque se aproxime un cuerpo infla- mado. Para observar esta propiedad esencial se echa un poco de petró- leo en un plato, y se toca la superficie del líquido con un fósforo? si el petróleo se halla privado de los aceites ligeros muy combustibles, no se inflama tan solo, sino que si se echa en él el fósforo encendido, se apaga después de haber continuado ardiendo algunos momentos. Todo aceite mineral destinado al alumbrado, que no sufra esta prueba sin alteración, debe desecharse, porque su uso puede ocasionar graves peligros. El aceite de petróleo, aun cuando no contenga las esencias ligeras llamadas naftas , que le comunican la facultad de encenderse en contacto de una llama, no deja de ser una de las materias mas combustibles que se conocen? así es que si se empapan con él tejidos de lino, de algodón ó de lana aumenta muchísimo su inflamabilidad, de modo que el almace- naje y el consumo exigen un gran cuidado. Debe conservarse ó tras- portarse en vasijas de metal? y los depósitos han de iluminarse con lám- paras colocadas en la parte exterior, ó con lámparas de seguridad. Lámparas. Las lámparas que sirven para el petróleo, ó cualquier otro aceite mineral, no deben tener ninguna grieta ó agujero que esta- blezca comunicación directa con el recinto en que arde la mecha. El de- pósito debe contener más aceite que el que puede quemarse de una sola vez, á fin de que la lámpara no llegue á vaciarse mientras arde. Son pre- feribles los depósitos de sustancias trasparentes, como el vidrio y la por- celana, porque permiten apreciar el volumen de aceite contenido en ellos. Sus paredes deben ser gruesas, y las armaduras fijas de modo que no entren simplemente ajustándose, sino que esten pegadas con un betún que sea inatacable por los aceites minerales. El pié de las lámparas ha de ser bastante pesado, con base suficiente para darle mayor estabilidad y evitar que se vierta. 510 Uso del aceite en tas lámparas . Antes de encender una lámpara debe llenarse completamente, y taparla en seguida con cuidado. Cuando va concluyéndose el aceite se apagará, y dejará enfriar la lámpara antes de abrirla para llenarla. En el caso en que quiera introducirse el aceite en la lámpara apagada antes de su completo enfriamiento, es indispensable tener separada la luz que se halle encendida para proceder á esta ope- ración. Si se rompe el vidrio de una lámpara es preciso apagarla inmediata- mente, para evitar que se calienten las guarniciones metálicas. Cuando ha llegado á cierta intensidad el calor se evapora el aceite contenido en el depósito, se inflama el vapor, y puede producirse una explosión que haga romperse la lámpara, y que se vierta un líquido siempre muy inflamable, y aun muchas veces inflamado. La arena, la tierra, las ceni- zas y la arcilla son preferibles al agua para apagar los aceites minerales en combustión. Quemaduras. Cuando se produzcan quemaduras y antes que llegue el médico, será muy útil cubrir la parte quemada con compresas mojadas con agua fresca, renovándolas con frecuencia. Sobre una nueva especie de Plesiosauro. En el Geological Magasi- ne leemos que Mr. Hastsinck acaba de descubrir en la costa de Dor- setshire un ejemplar de Plesiosauro el mas perfecto que basta ahora se ha visto. Háse encontrado en un lecho de marga entre dos yacimientos de caliza del lias, y entre las ciudades de Charmonth y Lyme Regis. Tiene este fósil 13 pies ingleses de largo; la parte dorsal del esqueleto está en- teramente completa, y solo falta un corto número de huesos. En la ca- beza se encuentra una mandíbula inferior perfectamente conservada» llena de largos dientes encorvados. Las vértebras cervicales ofrecen las pleurapófisis características. La cola está peor conservada, ó por lo me- nos algo desarreglada. Los cuatro miembros ó pies aletas del fósil tienen todos sus huesos completos, y no está alterada su forma. Parece que este plesiosauro constituye una nueva especie todavía no descrita: y acaba de comprarlo el Museo británico, y Mr. Ricardo Owen debe dar pronto su descripción completa. El libro de agricultura de Ibn-al-dwam , traducción francesa por Cle- ment Mullet. Todos los agrónomos instruidos saben que hay una traduc- ción española de esta obra árabe, debida á D. José Antonio Banqueri, y publicada en Madrid con el texto original en el año 1802, la cual ha facilitado mucho su empresa al traductor francés: hé aqui lo que él mismo dice. «Esta traducción presentaba muchas y sérias dificultades, respecto del texto unas, y en cuanto á la materia otras. El texto, que ya habia publicado Banqueri á principios del siglo en Madrid, dejaba mu- 511 cho que desear en varias partes, cosa que fácilmente se explica, si se atiende á que el sabio eclesiástico no había tenido á su disposición mas que un solo ejemplar. Lo hemos rectificado mucho con auxilio de la parte de la Agricultura nabatea , cuyo manuscrito teníamos, y de los Geopónicos , en los que hemos encontrado muchos pasajes análogos y aun idénticos; é igualmente nos hemos valido con utilidad de Aristóteles. «Hagamos á Banqueri la justicia que merece. Habia acometido una materia muy difícil, y no tenia en los diccionarios ni en autores especiales los recursos que en el dia se tienen. Faltaríamos á la gratitud si dejá- ramos de decir que, á pesar de sus imperfecciones, nos ha servido su obra de gran auxilio. El primero que descifra y traduce un manuscrito es como el primero que explora una selva virgen; abre el paso y facilita el cami- no á los que le siguen después. »Una grave dificultad procedía de la lexicografía; y en esto, como siempre que se trata de obras técnicas, dejaban mucho que desear los dic- cionarios; y hemos debido suplirlo, llamando en nuestra ayuda los cono- cimientos adquiridos por nuestra permanencia en el campo y por el estu- dio de las ciencias naturales, auxilios que, aunados, nos han servido para la interpretación de la materia, la cual por estar muy cargada de detalles, exige muchos conocimientos especiales. »Otro género de dificultades ofrecía también la determinación de los nombres de los árboles y de las plantas. Para resolver los problemas de tal naturaleza nos hemos valido de la Historia de la botánica de Mr. Meyer, muchas veces citada; de la Historia rei herborice de Sprengel; y de la Flora de P linio, por M. Fée, obra de profunda erudición, en que se revela el saber y penetración del autor. También nos ha servido la versión árabe de Dioscórides, é igualmente hemos recurrido á Forskhal; pero teníamos menos confianza en él que en los dos primeros sábios, porque recojia los nombres según se los daban, y con frecuencia tenia que recurrir á personas poco ilustradas, como lo demuestra frecuentemente la mala ortografía de las palabras. Esta es también la opinión de Spren- gel, con la cual nos felicitamos de estar acordes. » Además, hemos intentado determinar ios insectos nocivos y los roedores, sobre todo los que atacan los frutos y la vid; y para ello nece- sariamente hemos consultado á Bochart y á Mr. Guerin-Meneville, sabio entomólogo muy conocido, y cuyos trabajos eran muy á propósito para podernos servir de ellos. » Con frecuencia, y siempre que nos ha sido posible, hemos dado el equivalente de los pesos y medidas árabes en pesos y medidas mé- tricas actuales, valiéndonos para su determinación del sábio trabajo del Sr. Vázquez Queipo acerca de los pesos y medidas de los antiguos y 512 de los orientales, y de las laminosas explicaciones que nos ha dado en una benévola carta el sábio español cuando le hemos preguntado acer- ca de varias cuestiones. A él debemos la determinación del mardjah , me- dida agraria árabe, y de algunas medidas de capacidad. Mr. Jomard, cuya pérdida ha sido tan sensible, nos ha prestado también un gran auxilio con su acostumbrada galantería, teniendo la atención de contestar siem- pre inmediatamente á las preguntas que se le dirijian: debérnosle la de- terminación del codo y sus fracciones. «Para la valuación del karat nos hemos fundado en los datos obte- nidos en los experimentos hechos por Mr. Rodet y consignados en su artículo acerca de los pesos específicos entre los árabes , inserto en el Boletín de la Sociedad asiática , tomando por base 4 granos de cebada ó 212 miligramos, y no el grano de kouara , como todos los años dice equivocadamente el Anuario del Bureau de longitudes , pues dicho grano no tiene el peso del karat. «A veces, aunque no tanto como hubiéramos querido, hemos referi- do los procedimientos y usos actualmente en práctica, y que se muestran análogos á los de Oriente. Lo que nunca hemos dejado de hacer, es mencionar los Geopónicos, la colección de los Bei rusticce scriptores , y Plinio, cuando ha habido ocasión, á fin de procurar al curioso una especie de tratado de agricultura comparada, y de prestarle auxilio para la his- toria de la ciencia. » Quizá las notas puestas al final de las páginas parezcan demasiado breves, y más de una vez insuficientes. Así es en efecto, pero hemos pro- curado ceñirnos lo posible para no aumentar los dos volúmenes, que sin esto prometían bastante tamaño. Esperamos en el tercer tomo, que ha de servirle de suplemento, ampliar dichas notas convenientemente, y tam- bién daremos un trabajo bastante extenso acerca de la determinación de los vegetales y de los insectos citados; trabajo que está hecho, y puede ya imprimirse. » (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) Editor responsable, Ricardo Rdiz. N/ 9/— REVISTA DE CIENCIAS. —Diciembre 1864. ASTRONOMIA. Informe anual presentado por el Director del observatorio de Pulkowa á la comisión de vigilancia de este establecimiento el 14 de junio de 1863. (Arcliiv. des scienc. phys. 20 setiembre 18G4.) Este informe, que se ha traducido del ruso al aleman, le ha redactado Mr. Otto Slruve, actual Director del observatorio, conforme á los nuevos estatutos que rigen dicho estableci- miento: estatutos aprobados por el emperador de Rusia el 14 de agosto de 1862, y que se hallan á continuación de dicho informe. El emperador Nicolás en 1833 mandó levantar un gran observatorio en la colina de Pulkowa, situada en el parque imperial de Czarskoje-Sélo, á unas 4 leguas al Sur de S. Pe- tersburgo, por lo cual el primer artículo de los nuevos esta- tutos dice que el nombre de este emperador debe ir en lo su- cesivo unido al del establecimiento fundado por él. Su nombre oficial en aleman es Nicolai-ílaupt Slernwarle. El personal del observatorio, según estos estatutos, debe componerse de un Director, de cuatro astrónomos, del cual es uno vice-direclor, de dos astrónomos agregados, de dos calculadores, de un mecánico, de un inspector, de un secreta- rio y un médico. La Junta encargada del establecimiento se compone del presidente, del secretario, y de otros cuatro individuos de la Academia de ciencias de S. Petersburgo, como también del presidente de la sociedad geográfica y de los directores del depósito topográfico, de la Academia de Estado mayor y de las comisiones de marina y del departamento hidrográfico. La junta, cuyos individuos ejercen funciones puramente honorí- 33 TOMO XIV. 514 ticas, tiene su residencia en S. Petersburgo; pero debe visitar todos los años el observatorio en una época determinada, en la cual da el director su informe. Vese pues que esta institu- ción es enteramente análoga á la de la Comisión de visitadores para el observatorio de Greenwich, y proporciona una pro- tección y garantía muy útiles para esta clase de estableci- mientos. El Director es elegido por la Academia de Ciencias de S. Petersburgo, y confirmado por el Emperador. Está encargado no solo de la dirección de las observaciones astronómicas des- tinadas al adelantamiento de la ciencia, sino también de las que tienen por objeto los progresos de la geografía y de la na- vegación. Siendo su observatorio el principal de Rusia, debe tener influencia sobre los demas observatorios del imperio, suministrar á los oficiales de Estado mayor, de la dirección to- pográfica y de la de marina, como también á otras personas instruidas, los medios de perfeccionarse en el estudio de la astronomía práctica y de sus aplicaciones. Los cuatro astrónomos son elegidos por la Academia de ciencias á propuesta del director; los demás empleados nom- brados por este, y lodos confirmados por el ministro de Ins- trucción pública. Mr. Olio Slruve ha sucedido en la dirección del observa- torio á su ilustre padre Guillermo Struve, cuyos grandes tra- bajos astronómicos en Dorpat y en Pulkowa, particularmente relativos á las estrellas dobles, y las operaciones geodésicas en Estonia, han sido muy apreciados por el mundo sabio: habien- do tenido que dejar de ejercer sus funciones por el estado de su salud. Ya hacia muchos años que Mr. Otto Struve se había dado á conocer en diversas investigaciones, cuya mayor parte son continuación de las de su padre. Su informe comprende los 15 primeros meses de su administración en clase de direc- tor. El vice-direcíor era entonces Mr. Dsellen; pero habiendo sido llamado en el curso del año á desempeñar otras funciones, le sucedió el Dr. AVinnecke. Los principales instrumentos de este observatorio se com- ponen, como es sabido: l.u De un gran anteojo acromático de Merz, de Munich, que mide 13J pulgadas francesas de aber- 515 tura y 20 pies de distancia focal, montado paralácticamente por Mahler. 2/ De un círculo meridiano de los hermanos Repsold, de Hamburgo, provisto de dos círculos verticales de 4 pies de diámetro y de un anteojo de 65 líneas de abertura y de 6£ pies de distancia focal. 3.° De un anteojo meridiano de Erlel, de 8 pies de distancia focal y de 66 líneas de abertura. 4.° De un círculo vertical movible, del mismo artista, de 40 pulgadas de abertura, cuyo anteojo tiene 6 pies de distancia focal y 66 líneas de abertura. El observatorio tiene también un anteojo de pasos en el primer vertical, un gran heliómelro, diversos anteojos movibles, etc., etc., cuyos instrumentos se mantienen en un estado satisfactorio. Recientemente se han adquirido dos nuevos anteojos: uno de Baader, de Munich, montado paralác- ticamente por Mr. Brauer en el ta i 1er de construcción y repa- ración de instrumentos establecido en Pulkowa; tiene un ob- jetivo de algo mas de 4 pulgadas de diámetro y 65 de distan- cia focal, y especialmente sirve para ejercitar á los jóvenes alumnos en las medidas micromélricas. El otro anteojo, fa- bricado por Mr. Steinheil, tiene un objetivo construido por Gauss, de 5 pulgadas de diámetro y 5^ pulgadas de dis- tancia focal, y está especialmente destinado para la obser- vación de las pequeñas estrellas de brillo variable. También se ha mandado un nuevo fotómetro, cuya construcción es de- bida al profeso!1 Schwerd, de Espira, para las determinaciones exactas del brillo comparativo de las estrellas. Ya en 1861 se había ensayado en Pulkowa el uso del galvanismo para las observaciones; pero únicamente en el oto- ño del siguiente año, después de recibir un escelenle aparato registrador de K ri lie y establecer otro de Morse, unido por medio de un hilo con la Dirección de los telégrafos rusos, es cuando se ha adoptado este método perfeccionado para anotar los momentos de las observaciones, por los cuidados perseve- rantes de Mr. Wagner, uno de los astrónomos actuales. El pén- dulo normal de Kessels se ha colocado en la sala central del observatorio, en una posición subterránea, en la cual cambia muy poco la temperatura de un dia para otro; y este péndulo sirve, por el efecto alternativo de una corriente galvánica, pa- ra marcar los segundos sobre el aparato registrador y para 516 poner en movimiento las agujas de tres cuadrantes colocados uno de ellos cerca del círculo meridiano, otro cerca del gran anteojo paraláctico, y el tercero en la pieza en que se ensayan los cronómetros, Mr. Wagner ha hecho en 1862 y 1863, con el gran anteojo meridiano, 5404 observaciones, destinadasprincipalmente, bien á la formación de un catálogo de estrellas fundamentales, bien al planeta Marte hacia la época de su oposición. Estas observa- ciones, hechas con el aparato galvánico, le han servido para comprobar la superioridad, bajo el punto de vista de la pre- cisión, de este procedimiento, esencialmente fundado en el tacto, sobre el antiguo método en que se operaba por medio de la vista y el oido. La lectura de los instantes marcados sobre el aparato registrador ocasiona ciertamente un aumento bas- tante notable de trabajo; pero este inconveniente que la prác- tica propende á debilitar, va compensado con la disminución del número de observaciones que se requieren para obtener determinaciones suficientemente exactas. El círculo vertical se ha empleado por Mr. Daellen en las observaciones del sol, atendiendo á una nueva determinación de los puntos equinocciales. Mr. Winnecke ha hecho 4092 observaciones en el círculo meridiano, bien para formar un catálogo de todas las estrellas de 1.a á 6.a magnitud, comprendidas entre el polo norte y el paralelo de 15 grados de declinación austral, bien para deter- minar la posición de las estrellas á las que se han comparado diversos cometas y pequeños planetas, como también las estre- llas dobles del catálogo de Pulkowa; bien por último para la determinación de la paralaje del sol, según las observaciones de Marte hechas en la época de su oposición en 1862. Mr. Winnecke había publicado de antemano, respecto de estas úl- timas observaciones, un plan especial que se ha seguido en va- rios observatorios, y que ha dado lugar á un resultado de gran interés. La comparación de las observaciones de Marte hechas en Pulkowa con las de Si i* Thomas Maclear en el cabo de Buena- Esperanza, ha dado para la paralaje del sol un valor de 8r,,964; 1 — mayor que la que antes se habia adoptado, y que dis- 517 minuye según la misma proporción, la distancia media de la tierra al sol. Mr. Winnecke lia publicado el resultado de estas comparaciones en el núm. 1 409 de las Astron . Nac/mchten, y he tenido ya ocasión de hablar de él en una noticia acerca de la Sociedad astronómica de Londres, inserta en el número de agosto de 1863 de los Archives. Mr. Winnecke ha hecho también con el gran anteojo para- láctico interesantes series de observaciones acerca de los as- pectos del núcleo del tercer cometa de 1862, y del cometa Respighi de 1863, y ha empleado el heliómetro para la obser- vación de las estrellas variables. Mr. Struve se ha dedicado á observar con el gran anteojo: l.° las estrellas dobles, y especialmente las que describen ór- bitas una alrededor de otra; 2.° el gran cometa de 1861, que ha podido seguir hasta el l.° de mayo de 1862; 3.° los aspectos de Saturno en la época en que el plano de su anillo ha pasa- do por el sol; 4.° los satélites de Neptuno, atendiendo á una nueva determinación de la masa de este planeta; 5.° algunas nebulosas, y especialmente la gran nebulosa de Orion. Una gran parle de los recientes trabajos de MM. Struve y Winnecke que acabo de indicar, se ha publicado ya en las Memorias de la Academia de ciencias de S. Pelersburgo; pero todavía quedan en Pulkowa muchos preciosos materiales iné- ditos, bien por falta de suficientes fondos para las publicacio- nes, ó por un aumento de ocupaciones activas, que no ha dejado bastante tiempo para la reducción y coordinación de las observaciones. Mr. Struve cita , como trabajos terminados ó adelan- tados y cuya publicación es muy de desear: l.° los dos catá- logos de estrellas citados antes, uno para las estrellas funda- mentales, construido para 184o, y que resulta de las observa- ciones con el anteojo meridiano y con el círculo vertical, y otro mas extenso que resulta de las observaciones con el círculo meridiano; 2.° una nueva determinación de la cons- tante de la nutación que resulta de observaciones de 15 años de Mr. Struve padre, con el instrumento de pasos fijado en el primer vertical; observaciones continuadas después en Pul- kowa por el capitán portugués Oorn, antes de establecerse en o!8 Lisboa como director del nuevo observatorio creado reciente- mente en aquella ciudad; 3.° las medidas micrométricas de estrellas dobles efectuadas por Mr. Otto Struve, y que forman la continuación de las de su padre. La medida del arco de longitud terrestre que atraviesa la Europa á la latitud boreal de o2°, es una operación impor- tante ligada con los progresos de la geografía en Rusia. Ya con este objeto se midió una base en 1862 por el coronel Forsch en las cercanías de Rogatschew, y otras cuatro han de- bido serlo en el verano de 1863 en las inmediaciones de Jeletz, de AVolsk, de Busulusk y de Orsk. Las reglas que sir- ven para la ejecución de estas operaciones se comparan al principio y al fin con los patrones de medida depositados en el observatorio de Pulkowa. Se han hecho también ensayos en- tre este observatorio y el deMoscow, acerca del mejor méto- do que hay que seguir para la determinación de las diferen- cias de longitud por la via telegráfica. Mr. Struve hizo un viaje á Alemania y á Inglaterra para concertarse con los astrónomos encargados de la medida de las parles del arco situadas fuera de Rusia. Se convino: l.° en que las posiciones de las estre- llas que sirven en las medidas de latitud y de longitud, se determinasen con mucha exactitud en los observatorios de Bonn y de Pulkowa; 2.° que los instrumentos que hubiese que emplear se ensayasen préviamente en este último estable- cimiento, y que el taller mecánico unido á él debía suminis- trar dos instrumentos portátiles de pasos; 3.° que concluidas las operaciones se remitieran los materiales á Mr. Struve, quien se encargaría de coordinarlos, y de deducir y publicar los resultados de ellas. Los astrónomos de Pulkowa, MM. Daellen y Smvsloff, eje- cutaron en 1863 otros trabajos geográficos, como por ejemplo las determinaciones de latitudes, longitudes y azimutes en el gobierno de Perm, en vista de la construcción de una carta to- pográfica de la cadena del Oural: el cálculo de los resultados de una expedición cronométrica ejecutada en 18oo entre Mos- eow y Astracán, etc., etc. El observatorio de Pulkowa sirve también para formar buenos discípulos en la astronomía prác- tica. Ademas de Mr. Oom que ha pasado en él cuatro años y 519 medio, hubo en 1863 cinco estudiantes de diversas universi- dades, y otras dos personas, lomando una parte útil en los tra- bajos del establecimiento; y también recibieron instrucción geodésica é hidrográfica seis oficiales de la Academia militar y tres topógrafos. Puede apreciarse la riqueza de la Biblioteca del observato- rio en obras especiales, por la publicación en 1860 de un gran volumen en 8.°, de un catálogo sistemático mu y útil para consulta, y que es una colección preciosa de bibliografía astro- nómica. Desde la impresión de este catálogo han aumentado 1037 volúmenes de la biblioteca y 786 de las memorias. A Mr. Wagner es al que principalmente incumben los cuidados relativos á esta parte del establecimiento, y probablemente muy pronto se le deberá la publicación del primer suplemento al catálogo. Aunque he debido abreviar esta análisis del informe de Mr. Slruve, y ceñirme á lo que parece ofrecer mayor interés, puede verse por lo dicho antes cuál es la extensión é impor- tancia de los diversos trabajos que se practican en el observa- torio de Pulkowa. Cierto es que las observaciones meteoroló- gicas y magnéticas no desempeñan el mismo papel que en la mayor parte de los establecimientos de igual género, atendida la existencia en S. Petersburgo, bajo la dirección del profesor Kupffer, de un observatorio central de física, especialmente destinado á estos ramos; y quizá tiene ventaja esta subdivisión de los trabajos científicos. Por el informe de Mr. Struve se ve que deseaba que su observatorio estuviese un poco descargado en lo relativo á la instrucción de los jóvenes oficiales, por- que esta instrucción podia fácilmente dejarse en otras manos. Efectivamente, los progresos de la ciencia propiamente dichos deben ser el fin principal de un establecimiento de este género, dirigido por sabios eminentes y provistos de ins- trumentos de primer orden. El observatorio de Pulkowa ha prestado indudablemente grandes servicios ála astronomía, principalmente por la precisión de las observaciones que en él se han hecho, y es muy de desear que tenga todos los recursos necesarios para la completa publicación de estas observaciones. CIENCIAS FISICAS. METEOROLOGIA. Resumen de las observaciones meteorológicas hechas en el Real Observatorio de Madrid en el mes de octubre de 1864. Pocas alternativas experimentó el temporal durante el mes de octubre, habiéndose conservado, por lo regular, encapo- tado y lluvioso desde el principio hasta el fin. En la primera década, muy anubarrada, las lluvias pre- senlaron todavia algún carácter de tempestuosas, que en lo sucesivo fueron perdiendo poco á poco; soplaron con bastante fuerza los vientos del S. 0. al principio, y mas débilmente después los del N. E., S., ó S. O. otra vez; la presión baro- métrica se elevó desde 700 á 707mm; y la temperatura ex- perimentó un descenso sensible, de más de 5o, comparada con la del último periodo de setiembre. En la primera mitad de la segunda década reinaron vien- tos del N. E. y N., el cielo se conservó despejado, y la tem- peratura continuó descendiendo á la sombra, y elevándose, por el contrario, bajo la acción directa de los rayos solares; pero el dia 16, todavía despejado, ya se inclinó el viento al S., el barómetro comenzó á descender con rapidez, y de nuevo volvió á entoldarse el cielo y á llover en los dos dias 18 y 19. En el dia 20, muy ventoso, lo mismo que el ante- m rior, el cielo se conservó medianamente encapotado, bajó la temperatura, y no llovió, al menos en cantidad apreciable. Fijóse el viento en el rumbo S. O. al comenzar la tercera década, y de allí continuó soplando hasta el dia 27, lloviendo en el intermedio casi sin interrupción, y con una presión ba- rométrica muy escasa, comprendida siempre entre 701 y 686mm. En el dia 28 el viento se ladeó hacia e! O., y en los sucesivos hacia el N. 0., N. y N. E.; aumentó la presión y cesó la lluvia; pero ni el cielo se despejó, ni mejoró sensible- mente el temporal, que al concluir el mes conlinuaba siendo fresco, muy húmedo y nebuloso. 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 4 CTTJ^lDFLO BAROMETRO. i TERMOMETRO. A. máx. A. mili . T 1 m T. máx . T. mín. mm mm 0 0 0 703,36 700,58 17,6 25,0 13,9 703,90 700,37 15,9 20,9 13,2 704,11 701,94 16,5 21,6 12,4 ! 701,74 700,79 15,4 19,8 12,8 704,54 701,89 15,1 20,2 12,0 705,22 704,23 14,8 20,4 10,5 704,64 703,34 14,9 19,1 11,4 704,26 703,24 14,7 18,3 12,1 705,25 704,13 15,3 21,2 12,0 707,05 705,27 16,7 21,4 10,0 708,35 707,36 14,1 20,0 10,5 707,10 704,72 10,7 20,0 4,6 706,71 704,68 12,3 19,3 4,7 705,88 703,70 12,6 19,5 5,1 705,45 704,03 13,2 22,3 5,2 707,23 705,38 13,5 21,5 6,7 707,00 704,28 14,1 21,4 7,4 704,56 700,81 15,5 20,5 11,0 697,86 694,10 13,2 17,3 12,2 703,11 699,80 10,9 16,6 7,0 699,55 698,59 13,1 16,8 8,4 701,16 692.34 13,3 18,8 11,0 701,12 698,42 10,6 12,9 5,8 700,20 692,37 12,0 16,8 8,5 691,15 690,06 n,i 14,9 8,2 695,29 691,36 7,9 11,8 5,6 690,87 686,24 8,8 12,6 5,6 693,64 691,48 8,6 11,6 5,5 700,92 695,64 10,9 15,2 5,7 704,69 701,89 11,3 15,0 5,8 706,41 705,15 13,8 18,0 10,2 323 PRIMEKO, PSICRO Hm METRO. T 1 m ATMOMETRO. Evaporación. PLUVIOMET. Lluvia. ANEMOMETRO. Viento. NUBES. DIAS. ni m mm mm 78 11.5 3,0 1,5 s.s.o. 8 1 91 12,2 1,8 10,0 s.s.o. 8 2 87 12,0 1,2 4,0 s.s.o. 9 3 83 10,6 3,1 0,9 s.s.o. 7 4 89 11,4 2,0 0,9 o.s.o. 5 5 89 11,1 1,3 » N.N.E. (v.) 7 6 87 11,0 1,1 3,6 N.E. 9 7 88 10,9 1,5 6,1 N.E-S. 9 8 8o 10,9 1,3 » O.S.O. 9 9 83 11,7 1,7 » O. 8 10 67 7,9 8,5 » N.E. (var.) 0 11 69 6,7 3,5 » E.N.E. 2 12 67 7,1 2,9 » N.E. 0 13 71 7,6 2,8 » N. 0 14 63 7,0 3,2 » N. 0 15 70 8,0 3,6 » E.N.E-S.E. 0 16 76 8,9 2,3 » S.S.E. 5 17 86 11,2 0,5 2,3 S.S.O. 9 18 9o 10,6 1,5 11,8 s.o. 10 19 74 7,1 2,5 » O. (var.) 5 20 90 10,1 0,8 4,3 S.S.O. 10 21 82 9,4 0,3 15,1 S.O. 6 22 98 9,4 0,6 2,1 s.o. 8 23 93 9,7 i,i 4,8 s.s.o. 8 24 89 8,7 0,5 1,8 s.o. 9 25 84 6,6 2,0 0,4 o.s.o. 3 26 94 7,8 0,2 3,3 S.S.O. (v.) 9 27 93 7,7 0,6 0,6 O. 10 28 77 7,5 0,3 » O.N.O. 5 29 93 9,3 0,8 » O. (var.) 9 30 89 10,5 u » N.N.E. 9 31 524 CUADRO SEGUNDO. Am á las 6 m Id. á las 9 Id. á las 12 Id. á las 3 t Id. á las 6 Id. á las 9 n d. á las 12.. ^ m A. máx. observadas (1) A. mín. observadas (2) Oscilaciones extremas Ora diurnas O. máx. (3) O. mín. (4) (t) Dias y horas de la Observación. . (2) Id (3) Dias de la observación (4) Id BAROMETRO. i.a década. 2.a 3.a Mes (*). 1 * mm 703,23 mm 704,53 mm 696,46 mm 701,25 703,82 705,03 696,72 701,69 703,49 704,28 696,45 701,25 702,83 703,35 696,12 700,62 703,34 703,66 697,09 701,22 703,83 704,18 697,64 701,75 703,79 704,10 697,47 701,65 703,48 704,16 696,85 701,35 707,05 708,35 706,41 708,35 700,37 694,10 686,24 686,24 6,68 14,25 20,17 22,11 1,83 2,44 3,77 2,71 3,53 3,76 8,82 8,82 0,95 0,99 0,96 0,95 10-12 n. 11-9 n. 31 — 9 m. 11-9 n. 2—6 m. 19-3 t. 27- 3 t. 27-3 t. 2 19 22 22 4 11 21 4 O Ax— 701ram,31 -f 0,20 sen. {x +249° 47') +0,45 sen. (&H-165°58'). CUADRO TERCERO. TERMÓMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Tra á las 0 m 12°, 7 8U 8o, 4 9o, 7 Id. á las 9 15 ,1 11 ,7 10 ,8 12 ,5 Id. á las 12 18 ,0 16 ,6 13 ,3 15 ,9 Id. á las 3 t 19 ,3 18 ,0 13 ,9 17 ,0 Id. á las 6 16 ,3 14 ,6 11 ,3 14 ,0 Id. á las 9 n 14 ,8 11 ,9 10 ,2 12 ,2 Id. á las 12 13 ,7 10 ,3 9 ,3 11 ,0 T 15 ,7 13 ,0 11 ,0 13 ,2 Oscilaciones 15 ,0 17 ,7 13 ,3 20 A T. raáx. al sol (1) 33 ,2 35 ,0 27 ,4 35 ,0 Id. á la sombra (2). . . ■ 25 ,0 22 ,3 18 ,8 25 ,0 Diferencias medias 6 ,4 10 ,7 4,8 7 ,2 T. mín. del aire (3) 10 ,0 4 ,6 5 ,5 4 ,6 Id. por irradiación (4) 7 .9 0,1 3 ,0 0 .1 Diferencias medias 0,8 2 A 1 ,4 1 ,5 Om diurnas. 8 ,8 12 A 7 ,7 9 ,5 0. máx. (5) 11 ,4 17 ,1 9 ,5 17 ,1 0. mín. (6) 6 ,2 5 ,1 6 ,1 s ,1 (1) Dias de la Observación 3 13 31 13 (2) Id 1 lo 22 1 (3) Id 10 12 28 12 (4) Id 10 12 26 y 27 12 (8) Id... 10 15 29 15 (6) Id 8 19 28 19 (*) Tx=12”,18 + 3,36 sen. (¡r+ 48» 0') + 1,03 sen. (S* + S7* 4'). 526 CUADRO CUARTO. ! PSICROMETRO. 1.a década. 2.a 3.a Mes (*). Hm á las 6 ni 96 88 94 92 Id. á las 9 90 79 93 88 Id. á las 12 81 63 85 77 Id. á las 3 t 74 61 81 72 Id. á las 6 82 68 86 79 Id. á las 9 n. ..... 88 76 92 ■ 85 Id. á las 12 92 81 94 89 H. media 86 74 89 83 O Hx = 84,1 + 9,3 sen. (x + m° 120 + 3,0 sen. (2 x + 209° 15'). 1.a década. 2.a 3.a lies (•) mm mm mm mm á las 6 m ... 10,4 7,2 7,7 8,4 Id. á las 9 11,5 8,2 9,1 9,6 Id. á las 12 12,4 9,0 9,7 10,3 Id. á las 3 t 12,3 9,3 9,6 10,3 Id. á las 6 11,2 8,4 8,6 9,4 Id. á las 9 n . 10,9 7,9 8,6 9,1 Id. á las 12 10,7 7,5 8,3 8,8 Tn media 11,3 8,2 8,8 9,4 O t; = 9mm ,30 + 0,95 sen. (x + 58° 190 + 0,34 sen. (2 x + 90° 00- CUADRO QUINTO, Anemómetro.— Horas que reinaron los 8 vientos principales. 162 182 82 77 Dirección de la resultante. . . 48° S.O. Intensidad (horas) 180 N. - 63 S \ R ..... 116 S. 0 F . . . 17 0 S. E 45 N. 0 Evaporación , lluvia y estado general de la atmósfera. -J mm '■J 3 ,6 0 ,2 Evaporación media. Id. máxima (dia 16) Id. mínima (dia 27) Dias de lluvia. . . 17 Agua recogida 73mm,5 Id. en el dia 22 (máx.) 15 ,1 Dias despejados 5 Id. nubosos 11 Id. cubiertos. ................. 15 Dias de calma. 2 Id. de brisa. 8 Id. de viento 13 Id. de viento fuerte.. .......... 8 CUADRO SEXTO 528 V3 a o • •»» c s> fe co *©> o «o e • tJi 9 oeF'Ooewr^oseoers PQ S «íC'í-N^oor^íCisc & • « *< o 05 O1 S© 05 O S© Eú 00 9 05 OC 00 00 » a • fc5 O gO^f^^SlMOOtó 55 S 05 05 OO O O OO" OO S5 T*^ 9 H ◄ as 9 H co^oo^eo^r-o ■< es CO WXMSíCO^rHr- fcd Od T“* rH Tr"' rH T*^ s 9 H • szs OOfNOISíltó^O'^ 0 Sr*©05WO©0>0 5» ^ vs# 5© O (SÍ 05 05 0© » C/3 • • • « 0 H .w .W .0 .0 ¡25 Z W efl 0 9 £ N. S. s. N OQ 9 K O ©floe^-i^©ir^05r-' 9 «< OO TH 5© *5* ©1 *!“■* > as 9 c/j M J . Miguel Merino. JARDIN BOTANICO DE MADRID. Plantas floridas durante el mes de octubre de 1864 . En la primera década. Clematis cirrhosa, L. Crocus sativus, L. Ferdinanda augusta, Lag. Senecio cineraria, DC. Wedelia hispida, H. B. et Kunth. Inula critlunifolia, L. Pyrethrum sinense, Sabín. Pvrethrum indicum, Cass. En la segunda década. Libanotis vulgaris, DC., var. sibirica. Solanum atro-purpureum, Schrank. Spilanthes fusca, DC. Bellis perennis, L., flore pleno. Cerinlhe minor, L. Lobelia dentata, Cav. En la tercera década . Drymaria cordata, NVilld. Parietaria crética, L, Parietaria diffusa, Mert. el Iioch. Urtica nivea, L. Leighia iinearis, DC. TOMO XIV. 34 Resumen de las observaciones hechas en el Compañía de Jesús en TEMPERATURA DEL MESES. Mínima. i Máxima. Intervalo corrido en el mes. H. M. 7 Enero de 1863 5o, 3 27°, 7 22°, 4 ir, 68 Febrero 6 ,3 29 ,4 23 ,1 13 ,10 Marzo 10 ,5 28 ,7 18 ,2 14 ,20 Abril. 8 ,5 29 ,0 20 ,5 13 ,94 Mayo 12 ,0 29 ,1 17 ,1 16 ,24 Junio 13 ,6 26 ,4 12 ,8 16 ,33 Julio 12 ,6 2S ,4 12 ,8 15 ,27 Agosto 12 ,9 25 ,8 12 ,9 15 ,25 Setiembre 13 ,0 27 ,0 14 ,0 15 ,66 Octubre 10 ,8 25 ,6 14 ,8 15 ,20 Noviembre. . 8 ,5 28 ,2 19 ,7 14 ,35 Diciembre ... 8 ,3 28 ,4 20 ,1 11 ,95 Del año. ..... 5 ,3 29 ,4 24 ,1 14 ,43 Latitud Norte, 14°37f32M Longitud Oeste del Observa 531 Colegio Seminario á cargo de los padres de la Guatemala, el año 1863. AIRE LIBRE. TERMÓMETRO HUMEDO. H. T. H. N. H. M. H. T. H. N. — — Media. — — — Media. 2 9 7 2 9 20°, 23 13°, 38 15°, 09 10°, 60 14°, 56 12°, 33 12°, 50 23 ,50 15 ,40 17 ,33 12 ,20 15 ,10 13 ,70 13 ,66 23 ,20 10 ,00 17 ,80 13 ,40 lo ,60 14 ,30 14 ,43 24 ,11 16 ,18 18 ,08 12 ,83 16 ,38 14 ,16 14 ,46 23 ,10 17 ,26 18 ,87 15 ,30 17 ,71 16 ,10 16 ,37 21 ,85 17 ,42 18 ,54 15 ,71 17 ,79 16 ,33 16 ,61 21 ,91 16 ,92 18 ,04 14 ,80 17 ,20 15 ,73 15 ,91 21 ,72 16 ,67 17 ,88 14 ,58 16 ,82 15 ,46 15 ,62 22 ,37 17 ,10 18 ,38 15 ,24 17 ,83 16 ,35 16 ,47 21 ,50 16 ,32 17 ,69 14 ,77 17 ,43 15 ,54 15 ,89 20 ,82 15 ,38 16 ,85 13 ,70 16 ,99 14 ,31 15 ,00 20 ,00 13 ,74 15 ,23 11 ,30 16 ,39 12 ,80 13 ,50 22 ,03 15 ,98 17 ,48 13 ,70 16 ,65 14 ,76 15 ,04 torio de Madrid, 86°43f45r ? Altura sobre el nivel del mar, 1,480 metros. Siguen las observa 532 MESES. FRACCION DE HUMEDAD DEL AIRÉ SATURACION 100. H. M. 7 H. T. 2 i "" " H. N. 9 Media. Enero de 1863 , . . 90,3 r - ■ — • «■“ 51,5 84,0 75,3 Febrero 90,2 37,2 80,0 69,1 Marzo 91,3 41,0 82,8 71,5 Abril 87,4 41,5 78,7 69,2 Mavo. 90,2 56,4 88,8 78,5 Junio , . . 93,5 66,3 88,4 82,7 Julio 95,2 60,4 87,8 81,1 Agosto 92,6 58,7 87,4 79,6 Setiembre 95,4 63,3 91,3 83,3 Octubre 95,3 64,5 92,9 84,2 Noviembre 92,7 66,1 87,9 82,2 Diciembre 91,5 67,4 89,5 82,8 Del año. , . . 92,1 56,2 86,6 78,3 533 dones de Guatemala. FUERZA ELASTICA DEL VAPOR BAROMETRO REDUCIDO i CERO DE AGUA EN MILIMETROS. GRADOS EN MILIMETROS. H. M. 9 7 H. T. 2 II. N. 9 Media. II. M. 7 11. T. 2 H. N. 9 Media. 8,98 9,43 10,14 9,52 642,45 641,06 642,48 642,00 10,13 8,43 10,84 9,80 642,37 640,53 642,28 641,73 11,03 9,25 11,27 10,32 641,89 639,83 641,91 641,21 10,47 9,87 10,99 10,44 642,18 640,14 641,90 641,41 12,46 12,25 13.01 12,57 641,99 640,31 641,78 641,36 12,96 13.03 13,27 13,09 642,02 640,97 642,10 641,70 12,30 12,14 12,57 12,34 642,33 641,40 642,53 642,09 12,02 11,73 12,44 12,06 642,64 641,70 642,88 642,41 12,67 12,80 13,46 12,98 641,93 640,39 642,15 641,49 12,29 12,70 12,72 12,57 641,93 640,14 641,99 641,35 11,32 12 29 11,60 11,74 641,55 640,21 641,76 641,17 9,67 11,98 10,32 10,66 642,28 641,03 642,49 641,93 11,35 11,33 11,88 11,52 642,13 640,64 642,19 641,65 534 Siguen las observa MESES. Lluvia en milíme- tros NÚMERO DE ' l i- * =* Granizo. o . ^ sS Relámpagos, f Enero de 1863 9,5 9 0 10 0 Febrero. 0,8 2 0 10 0 Marzo. 38,7 8 0 9 4 Abrí! ........ .... 9,7 4 0 9 3 Mavo. ......... .... 185,4 14 0 7 5 Junio ..... 262,6 18 0 13 14 Julio. 164,0 16 0 16 13 Agosto 149,9 14 0 7 12 Setiembre 150,7 16 0 15 7 Octubre 96,9 14 0 11 7 Noviembre. 65,9 9 0 6 1 Diciembre 3,4 2 0 4 2 Del año. ..... 1.137,5 126 0 117 68 535 dones de Guatemala, LOS DIAS DE NÚMERO DE DIAS EN QUE HA DOMINADO NÚM. DE DIAS EN QUE EL CIELO HA ESTADO Truenos. Tempestad. Temblor. j 1 1 JZ¡ • 55 O c/5 c/i i Variable. | Calma. / \ Sereno. i ( Nublado. / Cubierto. 0 1 7 25 1 5 0 12 15 4 2 1 1 13 4 9 2 6 20 2 0 3 3 21 6 4 0 7 15 9 1 3 3 16 12 2 0 7 14 9 3 7 0 11 12 6 2 3 8 20 2 6 0 18 6 4 2 4 9 17 2 6 0 27 0 3 1 1 15 15 1 3 0 26 1 2 2 8 14 9 1 7 0 17 2 10 1 5 9 16 0 2 0 22 2 5 2 2 15 14 0 0 1 25 2 1 2 6 16 8 2 1 2 23 3 4 1 20 11 0 14 40 17 244 51 55 15 81 161 123 536 Siguen las observa EVAPORACION EN MILIMETROS. MESES. . E SÜ «5 .i * *-! . 2 «a? as Enero de 1863 1,82 10,45 5,90 Febrero 4,57 11,06 7,43 Marzo .... 4,51 12,19 7,17 Abril 4,98 12,19 7,82 Mayo 3,90 10,66 6,60 Junio 3,25 7,73 5,98 Julio 3,62 8,26 5,97 Agosto 3,67 8,60 6,97 Setiembre 4,22 7,56 5,98 Octubre. 4,28 7,28 5,87 Noviembre. 2,22 10,57 5,90 Diciembre 3,95 8,90 5,68 Del año 1,82 12,19 6,44 537 dones de Guatemala . VARIACION MAGNÉTICA. DECLINACION MAGNETICA AL ESTE. Míoima . | i •Riuixeflj . 2 o> sa Mínima. « c x¡ t S * U*! a 0' 18" 3r 45" 2r 2"2 6° 43' 2" 6o 48' 41" 0 18 3 8 1 28 6 43 20 6 48 2 0 19 5 19 7 2 0 6 6 42 43 6 48 21 0 19 6 17 2 33 3 6 42 24 6 49 37 0 39 4 59 2 40 8 6 41 48 6 48 3 0 34 6 17 2 55 2 6 41 48 6 48 41 0 35 5 54 3 45 4 6 40 14 6 47 5 1 33 6 15 3 36 6 41 11 6 48 21 0 37 4 21 2 30 6 41 48 6 48 41 0 38 3 44 2 21 6 41 29 6 27 24 0 19 6 14 2 8 6 42 6 6 51 46 0 18 6 1 2 21 6 41 48 6 48 3 0 18 6 17 2 30 2 6 40 14 6 81 46 . 2 "O CJ 6° 43r 39 "2 6 4o 44 7 6 45 38 4 6 45 34 2 6 44 20 5 6 44 34 6 6 43 44 l 6 44 49 O 45 21 6 44 39 5 6 45 5 6 6 44 39 CIENCIAS NATURALES. GEOLOGIA. Noticia acerca de la carta geológica de España , por Mr. de Verneuil. (Comptes rendus, 29 agosto 1864.) La carta geológica que tengo el honor de presentar á la Academia ha sido construida por Mr. Collomb y por el que tiene la honra de hablar, después de muchos viajes que hicimos des- de 1849 hasta 1862. En este periodo hice doce excursiones por la península, unas veces solo, otras con Mr. Collomb, muy conocido de la Academia por sus trabajos especiales acerca de las neveras. Otros geólogos, como por ejemplo los Sres. de Lo- riere, Pablo Marés, Luis Lartet, Botella y D. Casiano de Prado, me han acompañado también algunas veces; y tengo una satis- facción en expresarles mi reconocimienlo como á buenos y generosos amigos, por la cooperación que me han prestado. Al volver de nuestros viajes hemos publicado una parte de nuestras observaciones, insertándolas casi todas en el Boletin de la Sociedad geológica de Francia , y cuya enumeración se halla en la parte inferior de nuestra carta. En 1849, en cuya época empezamos nuestros estudios acerca de España, se cultivaba poco allí la geología, pues acababa de pasar esta nación por los desastres de la guerra civil; pero desde entonces con mejores instituciones, y aprove- chando sus cualidades naturales, ha caminado rápidamente en 539 vias de progreso, siguiendo el movimiento las ciencias, y sobre todo las que se refieren á la riqueza mineral. Muchas personas distinguidas, como D. Casiano de Prado, y los Sres. Schulz, Ezquerra del Bayo, Maestre, Botella, Pelli- co y Vilanova han publicado memorias ó cartas geológicas par- ticulares; y en estos últimos años varias comisiones de inge- nieros nombradas por el Gobierno se han dedicado á estos tra- bajos. Han visto la luz pública las cartas de Madrid, Segovia, falencia, Avila, Castellón de la Plana, Valencia, Asturias, Santander; y en la actualidad son objeto de activas investiga- ciones las provincias Vascongadas y las de Burgos y Soria. Sabiendo que nuestro amigo el Sr. Maestre, gefe de una de estas comisiones, preparaba una pequeña carta geoló- gica de conjunto, no hemos querido perder la especie de prio- ridad que nos correspondía en una obra, que desde hace quince años es el objeto constante de nuestros esfuerzos. Por esta razón publicamos hoy nuestra carta geológica de España, que á no ser por tales circunstancias hubiera esperado un año mas, para tener tiempo de hacer que se grabase una carta geográfica mejor que la que hemos empleado, lo cual no ha sido posible hasta la reciente publicación de la del coronel Sr. Coello. El trabajo que presentamos a la Academia no es nuestro primer ensayo. Ya en 1855, cuando nuestro sabio amigo An- drés Dumont quiso publicar una carta geológica de Europa, le proporcionamos una carta iluminada de España, la cual repro- dujo y la mencionó en las cortas observaciones que acompa- ñan á su trabajo. En 1850 había publicado ya el Sr. Ezquerra del Bayo un bosquejo geológico de la misma región, pero existia poca analogía entre este bosquejo y el nuestro. Aunque todavía no estuviésemos mas que al principio de nuestros estudios, había- mos reconocido los trazos principales que se ven en la carta que hoy presentamos. Justo es recordar, y nos fel ¡citamos por ello, que habían precedido otras cartas de ciertas provincias á nuestro primer ensayo, especialmente las de los Pirineos, comprendidas en la carta de Francia por MM. Dufrenov y E. de Beaumont, y la de Estremadura y del Norte de Andalucía por 540 Mr* Leplav; escelentes datos, que hemos aprovechado con li- geras modificaciones. Ademas de los trabajos publicados, nos han servido los documentos inéditos que varios de nuestros amigos han puesto á nuestra disposición. Aunque hemos te- nido el cuidado de mencionar sus nombres, no creeríamos cumplir con ellos si no aprovechásemos esta ocasión para darles gracias por el concurso que nos han prestado; y si no reconociésemos que en ningún otro pais hemos hallado hospi- talidad mas generosa y mayor deseo del progreso científico, proceda de donde quiera. Como la obra están grande, hay indudablemente ocupación para muchos operarios. La carta geológica de una región que ofrece tantos accidentes como España, en que los depósitos no son horizontales mas que en el centro de las cuencas terciarias, debe exigir mucho tiempo y esfuerzos para poderse concluir. No nos formamos ilusión acerca del mérito de la que hoy presentamos, y solo la consideramos como un bosquejo á pro- pósito para dar idea de la repartición de los principales terrenos. Cuando, después de haber terminado en 1845 con Sir Ro- derick Murchison y el conde de Keyserling la Carta geológica de Rusiá, v de haber visitado en 1846 la América del Norte, para compararlos antiguos terrenos con los de Europa, pensaba volver otra vez á España, me detuvo Mr. Blainville, el cual iba algunas veces á visitar mis colecciones. Este gran natura- lista no creia en la universalidad de las leyes de la paleon- tología; pareciéndole que la sucesión de los terrenos y de las faunas que les caracterizan, solamente podian fijarse bien respecto del Norte de nuestros dos grandes continentes de Europa y América. «Si vais á España, me decía, y principal- mente al Sur, quizá todo el orden de sucesión se habrá in- vertido ó modificado en extremo.» Sin embargo, no se han realizado sus pronósticos', ofreciéndonos España los mismos terrenos y fósiles que Francia y el resto de Europa, y con- firmándose allí de un modo admirable las leyes paleontoló- gicas, como sucede en todas las partes á donde llegan las observaciones de ios geólogos. Así lo atestiguan 60 cajones llenos de los fósiles que hemos recojido. 541 Las diferencias ó los caracteres propios de la geología de España, consisten en el mayor ó menor desarrollo de ciertos terrenos, y en los numerosos accidentes de su superficie. En nuestra carta puede observarse que la mayor parte de ella la forman el granito con el gneiss unido á él , el terreno silu- riano y el terciario. Como las formaciones terciarias lacustres tienen una considerable extensión, hemos creído deber dis- tinguirlas de las formaciones marinas con un color mas claro, aunque unas y otras sean casi de la misma época, es decir, miocenas y pliocenas. El terreno terciario no lo hemos dividido mas que en dos capas, colocando en la inferior ó eocena los depósitos numulí- ticos con el grés, y los conglomerados que hay sobre él, y en la superior los miocenos y pliocenos. Aunque comprendemos estos dos últimos bajo un mismo color, no es difícil distin- guirlos, pues los primeros ocupan en general lo interior del país, y los segundos la inmediación de las costas. No hemos tratado de hacer varias divisiones en el terreno cretáceo ni en el jurásico, lo cual hubiera sido difícil en una carta de tan pequeña escala, á causa de las dislocaciones que en todas parles han experimentado los depósitos se- cundarios. Efectivamente, España no ofrece, como Francia é Inglaterra, las líneas regulares de playas que sucesivamente se han elevado alrededor de las cuentas terciarias, sin que los estratos hayan perdido su horizontalidad. Sin embargo, el ter- reno neocomiano parece distinguirse fácilmente de los depó- sitos cretáceos mas recientes, predominando el uno en las pro- vincias del Sur y del Este, y los otros en el Norte; es decir, en los Pirineos y la cadena cantábrica. Del mismo modo también el terreno jurásico ofrece en todas partes dos horizontes, mas marcados que los demas por sus fósiles, el lias y el Oxford- clay. Debajo se presenta el trias, que está muy desarrollado, y de una gran riqueza en sal y yeso, sustancias de las cuales posee España por sí sola mayor cantidad que el resto de Eu- ropa. A dichos depósitos acompañan casi siempre erupciones de ofiío ó de diorila. El trias contiene también masas calizas y 542 dolomílicas muy gruesas, pero en las cuales son raros los fó- siles. Las hemos descubierto en 15 ó 16 localidades, y algu- nas especies son idénticas á las del muschelkalk. Parece que falta en España el terreno pérmico, colocado en el orden cronológico entre el trias y la hulla, como quiera que nos ha sido imposible descubrir el menor vestigio de las especies animales ó vegetales que le caracterizan, y á lo mas podría compararse al gres de los Vosgos, una parte de los gres y conglomerados rojos que con el nombre de rodeno marcan toda la base del trias: así lo hemos hecho en el Sur de la pro- vincia de Cuenca, bajo la dirección de Mr. Jacquet, ingeniero de minas. La importancia que de dia en dia van adquiriendo los depósitos de combustible, nos ha movido á designarlos con rayas verticales sobre el color del terreno carbonífero. Los principales son los de Asturias, Palencia y León, los de Espiel y Belméz en Sierra-Morena, los de Villanueva del Rio, cerca de Sevilla, y por último el de S. Juan de las Abadesas, en Cataluña. Hay también otros menos importantes, como el de Hinarejos, en la provincia de Cuenca. Los demas combustibles pertenecen, ó al terreno neocomia- no, como en las cercanías de Montalvan (provincia de Teruel), ó al terreno mioceno, como en Alcoy (reino de Valencia), en Calas, en Cataluña y en otros muchos puntos. El terreno devoniano no se halla bien desarrollado fuera de las dos vertientes de la cadena cantábrica. Sin embargo, hay porciones bastante considerables en Sierra-Morena, en el Sur y en el Norte de Almadén, y otras mas limitadas, tanto al Este del Guadarrama, entre Sigüenza y Alienza, como en las cercanías de Hinarejos. El terreno siluriano es uno de los mas desarrollados, co- mo puede observarse en nuestra carta. Efectivamente, se ex- tiende desde el Norte al Sur, desde Asturias y Galicia hasta la provincia de Huelva, comprendiendo así las fronteras de España y Portugal, sin que se halle interrumpido sino por las masas de granito y pórfido. Forma también el núcleo de las montañas que desde el Moncayo se extienden por una parle hacia Burgos y por otra hácia Montalvan. Tiene todos los ca- 543 racteres del de Francia, sobre lodo por presentar un grandes- arrollo de la parte inferior. Sus fósiles son en general los que constituyen la fauna segunda de Mr. Barrande. La fauna pri- mordial del mismo geólogo se lia reconocido en los cuatro puntos que hemos indicado. Como metamórfico señalamos con color un terreno cuyo tipo se halla principalmente en el Sur de España, y que exten- diéndose desde Cartagena hasta cerca de Gibraltar, compren- de la región metalífera mas rica de la Península, como Sierra- Nevada, su cadena de montañas mas elevada. Se compone de esquistos lalcosos y arcillosos y de calizas mas ó menos cris- talinas, sin ninguna de las intercalaciones de granito que con tanta frecuencia se ven en la región siluriana de Sierra-More- na. Señalamos como pertenecientes al trias las calizas y dolo- mías que cubren los esquistos, bien en la Sierra de Gador, bien al rededor de Sierra-Nevada, en las cuales hemos reco- nocido algunos vestigios de fósiles. El terreno metamórfico de la costa es probablemente de la época paleozoica, pero en él no se ha encontrado ningún fósil, pues los asperones con ortoceras de Cartagena que se creían procedentes de él, se ha reconocido por razón de sus fósiles y de sus caracteres mineralógicos, que debieron haber sido traídos de Suecia. Con un mismo color designárnoslas masas cristali- nas, los pórfidos, dioritas, ofitos, serpentinas, etc., intercala- das en las formaciones de diversas épocas: siendo tan nume- rosos los puntos de ofilo ó de diorita en medio del trias y ocupando tan poco espacio, que con frecuencia hemos debido renunciar á marcarlos en nuestra carta. Distinguimos de las rocas precedentes los traquitos, basal- tos y volcanes que ocupan tres regiones particulares, una al Norte de Cataluña, otra cerca de Ciudad-Real, y la tercera en el cabo de Gala, al Este de Almería. Finalmente, debemos observar que nuestra carta es mas detallada en las provincias del Este y del Sudeste que en las del Oeste; lo que proviene de que los terrenos son mas varia- dos en ellas, y también de que hemos recorrido estas provincias mas que las otras. M4 BOTANICA. Plantas que viven espontáneamente en el término de Titáguas , pueblo de Valencia , enumeradas en forma de índice alf abélico; por D. Simón de Rojas Clemente , natural del mismo Titá- guas. f Conclusión. ) Thymelcea . T. arvensis, Lam. Stellera Passerina , L., Clem. Flor, jul. T. Sanamunda , All. Daphne Thymelcea , L-, Clem. Flor. jun. I7, hir s\ila, Endl. Passerina hirsuta. L., Clem. Flor, casi todo el año. Vulg. Bufalaga, Boalaga en Vera, Bufalaga en Cuevas. Santaláceas. Osyris. O. alba, L. Flor, abr., ¡un. Aristoloquieas . Aristolochia . A. longa , L. Flor, may., jun. Vulg. Melonera. A. Pistolochia, L. Flor. may. Vulg. Melonera . Citineas. Cytinus . C. Hypocistis , L. Flor. may. Vulg. Espargo de lobo. Euforbiáceas. Buxus. B. sempervirens , L. Flor. may. Vulg. Box. So hacen muchas cucharas de la madera. Mercurialis. M. annua , L. Flor, abr., may. Euphorbia . E. Cliamcesyce, L. Flor. juL, ag. E. Lathyris , L. Flor. may. E. serrata , L. Flor, abr., may. E. pubescens, Yahl. E. pilosa, Clem. Flor, abr., may. E. Helioscopio, L. Flor, marz., may. E. exigua , L. Flor, abr., jun. E. Peplus, L. Flor. abr. E. terracinoy L. E . valentina , G. Orí., Clem. Flor. abr. 1?. nicceensis, AH. amygdaloides , Lam., Clem. Flor, may. i?. Charadas , L. Flor. jun. Vulg. Léchemela, Lechetrezna, como todas las euforbias. Urticáceas. Urtica. U. urens , L. Flor. may. Parietaria. P. diffusa , Mert. el Koch. P. officinalis, L., Clem. Flor, may. Vulg. P alelaría. Mácheles en Chelva. TOMO XIV. Moreas. Ficus. F. Carica, L. Flor, jun., jal. Vulg. Higuera. Despliega sus hojas en marzo la cultivada. Yuglandeas. Juglans. ./. regia, L. Flor, may., jun. Vulg, Noguera , Nogal. C orgias. C. Avellana, L. Flor, en invierno. Vulg. Avellanero . Des- pliega sus primeras hojas en fines de marzo. Hay buenos pies que se usan para limones. Cupulíferas. Quercus. Q. Jlex, L. Flor. may. Vulg. Carrasca , M atacan , Matorro parda cuando pequeña. Q. coccifera. L. Flor, abr., may. Coscoja , Matorro , Mata- can. Llaman Trama á la flor. Q. lusit anica , Lam., var. faginea, Boiss. Q. valentina, Cav. Q. cegglops, Clem. Flor, abr., may. Vulg. Cajido, Cajiga, Quejigo, Rebollo, Roble. Echa la hoja en primeros de mayo como el roble. Q. Robar, L. Flor, abr., may. Vulg. Marojo. Ulmáceas. Ulmus. U. campestris, L. Flor, marz., abr. Vulg. Ormo. Despliega las primeras hojas en fines de marzo. Celtideas. Cellis. C. aiislralis , i,. Flor. abr. Vulg. A ligón ero, Llidonero. Salicíneas. Salix. * S. aurita, L S. aurita , Ser., Geni. Flor, encr., abr. Vulg. Sarga, Sargal o. S. viminalis , L. Flor, abr., jun. Vulg. Sarga. S. alba, L Flor. abr., may. Vulg. Mimbrera. Populas. P. alba , L. Flor. may. Vulg. A/amo blanco. P. nigra, L. Flor, abr., may. Vulg. A/amo we^ro. Coniferas. Juníperas. s J. Oxgcedrus, L. Flor, feb., marz. Vulg. Enebro al bar. J. radicaos, Clem. Flor, feb., marz. Vulg. Chaparra de la Yesa. J. communis, L. Flor. feb. Vulg. Enebro. J. pheenicea , L. Flor. feb. Vulg. Sabina. Usase para bardas, horcones de parra, varas de sacudir nogueras: su meliz da luz muy clara, y arde como lea. J. thurifera, L., Clem. J. hispánico , Lam. Flor. febr. > marz. Vulg. Tr abina, Trabino. Se da su hoja en invierno al ganado: su meliz da luz muy clara, y arde comotea. J . Sabina, L. Flor, feb., marz. Vulg. Sabina terrera. Usase para bardas. 548 Pinus , P. sylvestris, L. Flor. abr.f may. Vulg. Pino albar. P. Pinaster, Lamb. Flor, abr., may. Vulg. Pino rodeno , por criarse en peñas rodenas. Dase su hoja en invierno al ga- nado, y de ella hacen peines los niños. P. pyrenaica, Lapeyr. P. Clusiana, Clem. Flor Vulg. Pino negral. Es el que da mas lea, y mejor y escelente ma- dera. P. Laricio , Poir. P. maritima, Clem. Flor Vulg. Pino carrasco. Da la mejor madera, leña y tea: los conejos y las cabras comen la corteza joven. Pinete es en Titaguas alguno de los pinos. MONOCOTILEDONEAS. t Alismáceas. Triglochin. T. Ilarrelieri, Lois. T . bulbosum, Clem. Flor. ¡un. Lemnáceas. Lemna . L. minor , L. Flor. ag. Vulg. Limadlos . Pot ameas. Potamogetón . P. natans, L. Flor, jun., jul. Zannicliellia. Z. palustris , L. Flor, abr., may. Orquídeas. Orchis. O. viridis , A 11. Flor. jun. O. bifolia, L., var. viridis , Clem. Flor, may., jun. O. sambucina, L. O. incarnata, L., Clem. Flor. jun. O. Moño, L. Flor, may., jun. O. titaguensis , Clem. Flor. jun. O. pyramidalis, L. O. condénsala , Desf., Clem. Flor. jun. Ophrys. O. tenthredinifera , Willd. Flor. jun. O. Ar admites, Reichenb. Flor. juo. Ser api as. S. humilis . Cav. herb. Flor. jun. Cephalanthera. C. rubra , Rich. Serapias rubra, L., Clem. Flor, may., jun. Limodorum. L. abortivum, Sw. Orchis abortiva , L.,Clem. Flor. jun. Irideas. Gladiolus. G. segetum, Gaw. £. communis , Desf., Clem. Flor. may. 550 jun. Vulg. Claveles de monte, Clavelicos de pastor. Espadilla en Chelva. Dioscoreas. Tamus. T. communis, L. Fruct. nov., dic. Esmiláeeas. Smilax. S. aspera, L. Flor, set., oct. Vulg. Zarzaparrilla. Uuscus. R. aculeatus , L. Flor, abr., may. Liliáceas. Botryanthus. B. odorus , Kunlb. Hyacinthus racemosus, L., Clem. Flor, marz., jun. Vulg. Penitentes , Piececicos de Ntro. Señor , Cebo- Mea de milano. Bellevallia. B. comosa , Kunth. Hyacinthus comosus , L., Clem. Flor, abr., may. Vulg. Penitentes , Cebollica de milano. Hyacinthus . II, tristis , Clem. Flor, may., jun. Állium. A. Ámpeloprassum, L. Flor. jun. Asparagus. A. acutí folios , L. Flor, ag , sel. Vulg. Espargucra, Es - porgo. Colchieáceas. Merendero . * M. Bulbocodium, ílam. Colchicum autumnale, Clem. Flor, olono. Vulg. Aventa-pastores , Quita-meriendas . Júnceas. Aphy liantes. A. monspeliensis , L. Flor, abr., jun. Vulg. Junquillo. Su raiz se emplea en peines de tejedor y de personas. Juncos . /. lampocarpus , Ehr. J . articúlalos. L., Clem. Flor Tifáceas. Thyphü. T. lati folia, L. Flor, ¡ul., ocl. Vulg. A?iea. A r oideas. Arum. A. maculatum , L. Flor, abr., may. Vulg. del que- mado. Ciperáceas. C y perus. C. fuscus , L. Flor, abr., sel. Scirpus . S. lacustris, L. Flor. jun. S. paluslris, L. Flor, may., jun. Sclicenus . 5. nigricans, L. Flor, abr., nov., dic., Vulg. Junquillo . iS. Mariscus , L. Flor. may. Isolepis . /. Holoschcenus , R. et Scliult. Scirpus Holoschcems, L. Clem. Flor. jun. /. setacea, Br. Scirpus setaceus , L., Clem. Flor. may. jun. Carex. C. vulpina , L. Flor. jun. 6\ hordeiformis, Thuil., Clem. Flor, may., jun. Gramíneas. Lygeum. L. Spartum , L. Flor, abr., jun. Yulg. Esparto borde. Alopecurus. A. agrestis, L. Flor. may. Phleum. P. nodosum, Willd. Flor. jun. Bol cus . lus, L. Flor. jun. |C ¡anca*» Digitaria. D. sanguinalis , Scop. Panicum sanguinale, L., Clem. Flor. jul-> ag., oct. Vulg. Yerba de mal año. Oplismenus. 0. Crus-galli, Kunth. Panicum Crus-galli, L., Clem. Flor, jul. Vulg. Panicillo. Mi jera en Tuevar. Pennisetum. P. verticillalum, Br. Panicum verlicillalum, L.f Clein. Flor, ag., set., nov. Panicillo. Mijera en Tuevar. P. viride, Br. Panicum viride, L., Clem. Flor, ¡un., sel. Vulg. Panicillo . Mijera en Tuevar. Lappago . L. racemosa, Willd. Cenchrus racemosus, L., Clem. Flor, ag., set. Piptatherum. P . paradoxum, P. de Beauv. Milium paradoxum , L., Clem. Flor, jun., jul. P. mulliflorum , P. de Beauv. Milium muliiflorum, Cav Agrostis miliacea , L., Clem. Flor, mav., jun. Macrochloa. M. tenacissima, Kunth. Slipa tenacissima , L.. Clem. Flor, mav. Vulg. Esparto. Stipa. S. pennata, L. Flor, may., jun. Vulg. Cerrillo. S. capillata, L. Flor. jul. Polypogon. P. monspeliensis , Desf. Alopecurus paniceus , L., Clem. Flor. set. Gastridium . G. australe, P. de Beauv. Milium lendigerum , L, Clem. Flor. jun. Arundo. A. Donax , L. Flor Phragmites . * P. communis, Trin. Arundo Phragmites , L., Clem. Flor, j u 1 . , ag. Vulg. Carrizo. E chinaría. E. capitata, Desf. Cenchrus capitalus , L. , Clem. Flor, may. Cynodon . C. Dactylon , Pers. Panicum Dactylon, L., Clem. Flor, jul., ag. Vulg. Grama. Corynephorus. C. eanescens , P. de Beauv. Afra cancscens, L., Clem. Flor, may. Air a. A. caryophyllea , L. Flor. may. Aiw?a . A. fatua , L. Flor. jun. Arrhenatherum. A. avenaceum, P (le Beauv. A vena elatior , L., Clem. Flor, jun. Pon. P. bulbosa , L. Flor. marz. P. amina, L. Flor, marz., clic. P. trivialis, Flor, j un. P. aquatica, L. Flor. jun. Ilriza. B. media, L. Flor, jun . Mélica. M. ciliata, L. Flor. jun. Koeleria. K. cristata , Pers. Poa cristata , L. et Afra cristata, L., Glem. Flor. jun. Schismus. S. margínalas, P. de Beauv. Festuca calycina , L., Clem. Flor. jul. Wangenheimia. W. Lima, Trin. Cynosurus Lima, L., Clem. Flor, jun. Dactylis. D. glomerata , L., Clem. Flor, may., jun. '556 Cynosurus. C. echinatus, L. Flor. jun. Festuca . F. ovina, L. Flor. mav. F. Plicenas, Lag. Flor. jun. F. rígida , Kunth. Poa rígida, L., Clem. Flor, mav., jun. Bromus . B. squar rosus, L. Flor. jun. B. sterilis, L. Flor. abr. B. tectorum, L. Flor. may. B. rubens, L. Flor, may., jun. B. mollis , L. Flor. jun. Lolium . L. perenne, L. Flor, may., jun. Yulg. Báltico. L. temulentum , L. Flor. jul. Yulg. Julio , /o?/o. Triticum. T. ciliatum, DC. Bromus distachyos, L., Clem. Flor. jun. jT. repens, L. Flor jun., jul. Yulg. Boteaf nombre que se- aplica también á los bromos y festucas. Hordeum . //. murinum, L. Flor. may. ¿Egilops. JF. ovata, L. Flor. may. Yulg. Triguera , Traiguern. Es buena para las ovejas. 551 JE. Iriuncialis , L. Flor, j un. JE. squarrosa, L. Flor, may., jun. Leplurus. L. incurvatus , Trin. Rottboel/ia incurvafa , L., Clem. Flor, jun. Imperata. I. cilindrica, P. de Beauv. Saccharum Sisea , Cav., Clem. Lagurus cylindricus, L. Flor, may., jun. Vulg. Ciscla- Erianthus. E. Ravennce, P. de Beauv. Saccharum Ravennw, L., Clem. Flor. ag. Andropogon . A. hirtum , L. Flor, may., ag. Sorghum. S. halepense, P. de Beauv. Holcus halepensis, L., Clem. Flor, jul . , ag. Vulg. Cañota . CRIPTOGAMAS. Equisetáceas. Equis etum. E . arvense , L. Flor. jun. Vulg. Cola de caballo. Heléchos. Celerach. C. officinarum, C. Bauli. Asplenium Celerach , L., Clem. Vulg. Doradilla. Polypodium . P. vtilgare , L. Asplenium. A. Ruta muraría, L. A. cuneatum , Clem. A. Trichomanes , L. A. leptophifllum , Lag., Garc., Clem. Scolopendrium. S. officinale, Smith. 5. Lingua , Cav., Clem. Vulg. Lengua de ciervo. Adianlhum. A. Capillus veneris, L. Vulg. Falda. Musgos. Fuñar ia. F. hy geométrica, Hedw. :w>9 Bryum . B. lígula tum, Schreb. Mniurn ligulalum , Clem. Mniurn undula lum, Schreb. B. punclatum, Schreb. Mniurn serpylli folium, L., Clem. B. argenteum , L. Daltonia. D. he-ter omalla , Hook. et T a y 1 . Bryum heteromallum, L., Clem. Ne chora . N. crispa, Hedw. N. viticulosa, Hedw. Ilypnum . II. riparium , L. //. Schreberi, AY i lid. //. serpeas , L. //. sericeurn, L. Leskea sericea, Hedw., Clem. //. nitens, Schreb. //. abietinum, L. //. velutinurn , L. //. inlricalum , Hedw. //. squarrosum, L. H. filicinum, L. //. cupressiforme , L. //. molluscum, Hedw. Tortilla. T. tortuosa, Schreb. 7\ muralis, Hedw. T. subulata , Hedw. 7’. unguiculata, Hedw. ofíO Didymodon. D. filiforme , Glem. Dicranum. D. taxifolium , Sw., Clem. Fissidens taxifolius , Hedw. I). pellucidum , Sw. Weisia. W. cirrhata, Hedw. Tortula cirrhata, Lag., Garc., Glem. Encalypta. E. vulgaris , Hedw. Bryum extinctorium, L., Clem. Trichostomum. T. acicular e, P. de Beauv. Dicranum aciculare , Hedw., Glem. Grimmia. G. pulvinata , Engl., Bot. Dicranum pulvinatum , Sw., Glem. (7. alpicola , Sw. Orthotrichum . O. cupulatum , Hoffmm. O. anomalum , Hedw. Phascum . P. piliferum , Hedw., Glem. Hepáticas. Jungermannia. J. pial fip hijlla , L. Liqúenes. Endocarpon. E. minia tum, Ach. E. lachncum, Ach. Peltigera. P. saccala, DC. P. canina , Hoffm. P armella, P. olivácea, Ach. P. phy sodes, Ach. P. sinuosa, Ach. Lidien sintiólas, Clero. P. aleurites, Ach. P. cycloselis, Ach. P. slellaris, Ach. P. parietina, Ach. P. candelaria, Delise. P . circinnala? Ach. P anuaria. P. muscorum, Delise. Lecanora muscorum, Ach. Lecidea muscorum, Clem. Collema. C . nigrescens, DC. Lidien nigrescens, Clem. C. crispum, Hoffm. Parmelia crispa , Ach. , Clem. 36 TOMO XIV. Physcia. P. furfuracea, DC. Parmelia furfuracea , Clem. P. ciliaris , DG. Parmelia ciliaris , Ach., Clem. P. glauca , DC. Lichen glaucus, Clem. Ramalina. P. fraxinea, Ach. Parmelia fraxinea, Clem. R. polymorpha, Ach. Parmelia polymorpha, Clem. Cenomyce. C. pyxidata, Ach., var. fimbriafa. Hserke. C. (mímala , Ach. fícüomyccs fimbria fus, Clem. C. endivice folia, Ach. Bceomyces endivicefolius , Clem. Patellaria. P. parasema , DC. Lecidea par asema, Ach., Clem. P. inmersa, DG. Lecidea inmersa, Ach., Clem. Wulfeni , Clem. Psora. P. vesicularis , DC. Lecidea vesicularis , Ach., Clem. /A candida , Hoffm. Lecidea candida , Ach., Clem. P. lurida , DC. Lecidea lurida , Clem. P. decipiens, Hoffm. Lecidea decipiens, Ach., Clem. « Squammaria. S. crassa , DC. lecanora crassa, Ach. Parmelia crassa, Clem. S. Smithii , DC. Lecanora Smithii, Ach. Lecidea Smithii , Clem. S. leutigera , DC. Lecanora leutigera , Ach. Parmelia leu- ligera, Clem. Placodium. P. murorum , DC. Lecanora murorum , Ach. Parmelia mu - rorum , Clem. oblileratum, Dub. Palellaria oblitérala , I)C. Lecanora. L. citrina, Ach. Parmelia citrina, Clein. L. cerina, Ach. Parmelia cerina, Clem. L. sub fusca, Ach. Parmelia sub fusca, Clem. L. hannatomma, Ach . Lecidea Lallavei, Clem. L. lulescens , Ach. Lepra lutescens, HoíTm., Clem. Urce alaria. U. scruposa, Ach. U. Hoffmanni, Ach. Vario laria. V. communis, var. faginea, Ach. V. faginea, Pers., Clem. V . Icucostigma , Ach., Clem. Lepra. L. bo Ir yo i des, DC. Hongos (1). Tre mella. T. escalenta , Clem. Vulg. Cólmemeos. (1) Unos 140 son los hongos de Titaguas descritos por Cle- mente en el otoño de 1824, y de ellos los 100 como nuevos; pero es posible que no lo sean todos, y para averiguarlo seria menes- ter tenerlos á la vista recien cojidosy examinarlos detenidamente, valiéndose de obras á propósito: esta es la razón por que se inclu- yen solamente los mas fáciles de reconocer.— M. C. 564 Peziza. P. punctata, Clcm. Poronia fimetaria, Pers., Clem. Helvella . H. Mitra , L., Clem. Vulg. Cagarrias. Morchellcr. M. escalenta, Pers. P hallas esculentus, L , Clem, Vulg. Ca- garrias, Colmenillas (1). Clavaria . C. cor alio i des, l. Vulg. Col flor. C. flava , Pers. Vulg. Cagarrias, Colmenicas. Telephora. 1\ vulgaris, Pers., Clem. Boletas. B. Sabina \ Clem. B. capricicla, Clem Vulg. Matacabras amarillo , Mataca- bras. Polyporus. P. hirsutas, Fries. Boletas hispidas , Clcm. En los troncos de morera. 0) Estos nombres vulgares parecen propios de la Morchella, y sin embargo se aplican á otros géneros en Titaguas, según se ve.— M. C. 5 (i 5 P. versicolor , Fríes. Boletus versicolor , L., Clem. En los troncos de álamo blanco. P. igniarius, Fríes. Boletus igniarius. Bull., Clem. Vulg. Hongo del Negral. P. torulosus, Pers. Boletus lorulosus, Clem. En los tron- cos del pino carrasco. P. medulla-panis, Fríes, Boletus medidla- pañis, Jacq., Clem. En los morales. Dwdalea. I). coriácea , Pers., Clem. Schizophyllum. S. conmune, Fríes. Agaricus alneus , L.f Clem. Agaricus . A. truncorum, Schoeff. A. cloacal» Clem. A. comatus , Flora Dan. A. fimetarius , L. , Clem. A. campestris , L. A. edulis, Bull. Vulg. ¡longo, Hongo bueno ó de comer . Hongo negro el adulto. A. salignus , Pers. A. carneus, Clem. non Bull. Vulg. Revelló, Bevellon , ¿lo- vello en valenciano (1). albidus , Clem. Vulg. Rebollón blanco. crocalus , Clem. Vulg. Rebollón del rodeno ó Rodenal. Misclo de Aragón. A. Eryngii , DC. Vulg. Ve/ a. A. phalloides, Bull. Amanila venenosa , Clem. P hallas. P. impúdicas , L. * (I) El Rovelló de Cataluña es el Agaricus deliciosas , L. y acaso sea la especie de Clemente. — M. C. o66 Clalhrus. C. cancellatus, L. Geastrum. G. hygrometricum , Pers. Lycoperdon stellatum, Bul!, 4 Bovista. B. gigantea , Nees. Lycoperdon Bovista, Bul I . Clem., Vulg. Pedo de lobo. Turma en alguna parte. B. plúmbea , Pers. Yulg. Pedo de lobo. Lycoperdon. L. pyri forme, Bull. Tidostoma. T. brumale, Pers. Lycoperdon pedunculalum, I,. Nidularia. N. plúmbea, Pers., Clem. Tuber. ' T. cibarium, Bull. Lycoperdon Tuber. Vulg. Turmas . Uredo. U. Bubigo vera, DC. Vulg. Roya. U. Garbo, DC. Yulg. Carbón. U. Maydis, DC. Yulg. Tizón del maíz. U. Caries , DC. Yulg. Caries, Tizón del trigo. //. bombicina , Pers. (Jlein. C. vulgaris , L. Algas. Chara. Nos loe. N. commune , Vauch. Tremella Nosloc, L , Clem. Balrachospermum ■ //. monili forme, Rolh. Conferva gelatinosa , L.» Clem. Vulg. Barba de mida . » — — — Boryamm, Agardh. Balrachospermum mo- nili forme , Vaucli. Vulg. Barba de mida. 568 «j APENDICE. Indice alfabético de las plantas que se cultivan en el término de Titaguas , con expresión de sus nombres botánicos , por D . Simón de Rojas Clemente , natural del mismo pueblo. Adacilla. Andropogon Sorghum, Brot. Holcus Sorghum , L. Agrillas. Rumex Acetosa, L. Ajos. Allium sativum , L. Alamo blanco. Populus alba , L. Alamo negro. Populus nigra, L. Alazor. Carthamus tinclorius, L. Albarcoquero. Armeniaca vulgaris , Lam. Prunas Arme- niaca , L. Alfalfe. Medicago sativa, L. Almendolero. Amygdalus communis, L, Arduran. Andropogon Sorghum , Brot. Holcus Sorghum , L. Arisnegro. (Trigo.) Arisnegro blanquillo. (Trigo.) Armuelles. Atriplex hortensis , L. Asensios. Artemisia Absinthium, L. Avellanero. Corylus Avellana, L. Avena. Aaewa sativa, L. Avena ladilla. Avena orientalis, Schreb. Azarollo. Sorbas domestica, L. Azucena. Lilium candi dum, L. Bajocon. Phaseolus. Barreda. Salsola . Bisalto. Pisum sativum, L. var. Blasco. Fte vinifera, L. var. Bolon de gallo blanco. vinifera, L. var. Boten de gallo negro. Vitis vinifera, L. var. Canaria. Zea 3fays. L. Caña. Arando Donax, L. Cáñamo, Cañimo. Cannabis sativa, L. Cañota. Andropogon halepensis , Siblh. ¡loicas halcpensis , L. Carabacera. (Bonetera.) Cucúrbita Melopepo, L. Carabacera común. Cucúrbita Pepo , L. Carabacera de agua. Lagenaria vulgaris , Ser. Cucúrbita Lagenaria , L. Carabacera de queso. Lagenaria vulgaris , var. depressa. Ser. Cucúrbita Lagenaria, L. var. Carabacera pataquera. Carabacera temprana ó de cuarenta dias. Cucúrbita Pepo, L. Calabacín . Carapacera de dulce ó de cabellos ó hilos. Cucumis Citrul- lus, var. Jacé. Ser. Cucúrbita Cidra-cayote , Clern. Carchofera. Cynara Scolymus, L. Cardo. Cynara Cardunculus , L. Caretas. Phaseolus nanus, L.? Clem. Caricas de Arcos. Phaseolus vulgaris, L. var. Caricas de la reina. Phaseolus vulgaris , L. var. Caricas royas. Phaseolus vulgaris, L. var. Caricas sin hilos. Phaseolus vulgaris , L. var. ' Cebada caballar. Hordeum vulgar e, L. Cebada de máznele. Hordeum hexastichum, L. Cebada del milagro. Hordeum migare, var. cocí este, L. Cebada ladilla. Hordeum dislichum , L. Cebada tardía ó marcelina. Hordeum. .... Cebolla. Allium Cepa , L. Cebolla viva. Allium Cepa, L. var. Cebollino. Allium Cepa, L. júnior. Centeno. Secale ccreale, L. Chirivía. Sisarum, L. Chopo. Populus fastigiafa, Poir. Ch ul iverte. Petroselinum sativum, lioffm. elKoch. Apium Pclroselinum , L. C i ruejo, Ciruejero. Prunus domestica, L. Clavel 1 inera . Dianthus Caryophyllus , L, 370 Col. Brassica olerácea , L. var. Coleta. Brassica olerácea, L. júnior. Cornicabras. (Pebreras). Capsicum annuam, L. var. Criadillas blancas, ¡ ~ , T ... \bolanum tubero sum, L. Criadillas royas. * Don Pedro. Mirabilis Jalapa , L. Esparguera, Esparraguera. Asparagus officinalis , L. Esquerola, Escarola. Cichorium Endivia, L. Ester, Hermosa Ester. As/cr iVom Belgii, L. Fermín, Jazmín. Jasminum ofjicinale , L. Garbanzo. Cicer arietinum , L. Geja blanca ó de Serral. (Trigo.) Geja chamorra. (Trigo.) Geja roya. (Trigo.) Girasol. Reliant hus annuus, L. Grumo. Brassica olerácea capitula , viridis sive albida, Brot. Guijas. Lathyrus sativus, L. Habas. Faba vulgaris, Meen oh. Vicia Faba, L. Higuera. Carica, L. Hojas de Santa María. Pyrethrum Tanacclum , DC. Tanace- lum Balsamita , L. Jazmín. Jasminum officinale , L. Lechuga, Lactuca sativa, L. Lentejas. Ervum Lens , L. Lirio. Lilium Clem. Lino. Linum usitatissimum, L. Malva real. Alt lima rosea. Cav. Manzanero, Manzano. Pyrus Malus, L. Mangranero, Mangrana. Púnica Granatum , L. Marenquera. Helianthus tuberosas , L. Marisancho. Vitis vinifera, L. var. Melacoíonero. Pérsica vulgaris , Mili. Amygdalus Pér- sica, L. Melón de agua. Cucumis Citrullus, var. Pasteca, Ser. 6m- curbita Citrullus , L. Membrillera. Pí/rws Cydonia, L. Mijo. Panicum italicum, L. Panizo. Morus alba, L. var Mimbrera. Salix alba, L. Monastrel. Vitis vinifera, L. var. Moral. Morus nigra, L. Moravia. Vitis vinifera , L. var. Morenillo. Vitis vinifera , L. var. Morera. ) 17 7/ r .. . . [Morus alba, L. Morera borde. ) Morera ele hoja de punía de reja. Morera entreverada. Morera vera. Morus alba, L. insita. Nabo. Brassica Napus, L. Noguera. Juglans regia , L. Noguera cubia. Juglans regia , L. var. 0 1 i veía . O/ca europwa, L. Olivera cuquillana. j Olivera sollana. [ O/m europwa, L. var. Olivera vera. ) Orrno. Ulmus campestris , L. Olmo. Panizo negro. Periicillaria spicata, Willd. Holcus spica- tus, L. Pebreras. Capsicum annuum, L. Pebreras de taberna. Capsicum Sisereles de Valencia. Pimentonera. Capsicum annuum, L. Planta nueva. Ftó vinifera, L. var. Planta tardana. vinifera, L. var. Presol, Presol granesco. ) r n . . , T.. . \Pisum sativum, L. var. Presol cicatero. Bisalto. ) Prisco, Prisquillero. Pérsica vulgaris , Mili. Áinygdalus Pérsica, L. Puro, Rubion. (Trigo.) Rabo de galo. Sideritis. Regalicia. Glucurrhiza glabra. L. Rojal. (Trigo.) Rosas de cien hojas. Rosa centifolici , L. Rosa de Jericó. Rosa cent-i folia, L. Rosa tina. Rosa gallica, L. Rosa jilendrina. Rosa bífera , Pers., Ciem. R. damascena , Mil!. Roy al. Vitis vinifera, L. var. Royal negro. Vitis vinifera, L. var. Rubion. (Trigo.) Sabuco. Sambucas nigra , L. Sándalo. Mentha gentilis , L. San Gerónimo. Vitis vinifera, L. var. Tabaco. Nicotiana rustica , L. Tártago. Euphorbia Lathyris, L. Teta de vaca blanca. Vitis vinifera , L. var. Tela de vaca roya. Vitis vinifera, L. var. Tomatera. Lycopersicum escalenta m$ Dun. Solanurn Lyco persicum, L. Torongina. Melissa officinalis, L. Trigo centeno. Secale cereale, L. Violeta. Viola odor ata, L. Uva de boton de gallo. Vitis vinifera, L, var. Uva de moscatel. Vitis vinifera, L. var. Uva de Santa Ana. Vitis vinifera , L. var. Uva de Santa Ana blanca. Vitis vinifera, L. var. Uva verdosilla de la rosa. Vitis vinifera , L. var. Yerba de las coles. Datura Slramonium, L. Yerba sana. Mentha sativa, L., Clem. Zanoria. Daucus Carota. L. CORRECCIONES. DICE. LÉASE. En el género Cirsium En el género Podospermum En el género Catananche Sera sala lacianatum cocí er alea Serratilla ladniqJtum caer ulea VARIEDADES. Modo* de ensayar los aceites , por Mr. Bonny. Mr. Donny, químico belga muy conocido por numerosos trabajos, ha ideado un método para ensayar aceites, que por su extremada sencillez se recomienda á los industriales, y del cual hace la siguiente descripción. Supongo, dice Mr. Donny, que se trate de comparar entre sí dos espe- cies de aceites. Se empieza por teñir muy lijeramente de color rojo ambos ejemplares, ío cual se hace con mucha facilidad por medio de la orcaneta-, en seguida se echa con una bombilla una corta cantidad del aceite teñido en la masa del segundo ejemplar. Si se opera con precaución, se observa que el aceite teñido se presenta bajo la forma de una esterilla más ó menos regular suspendida en la masa líquida. A contar desde este momento se notará uno de los tres fenómenos siguientes. O bien el aceite de que se compone la esterilla será de una naturaleza más densa que el resto del líquido: entonces caerá la gota al fondo del vaso, y en este caso no son de igual naturaleza ambos ejemplares de aceite. O bien ambas especies de aceite tendrán exactamente el mismo peso específico, y entonces no se verificará ningún cambio, ni la esfera líquida subirá ni bajará. Este caso se presenta siempre que se opera sobre aceites de la misma especie, O bien, por último, la esfera será específicamente más tijera que el aceite de que esté rodeada, y en este caso ganará la superficie de la masa líquida. Aquí, como en el primer caso, los dos ejemplares de aceite son de naturaleza diversa. Este procedimiento permite operar sobre cantidades pequeñísimas de sustancia, ventaja incontestable, sobre todo en el caso en que hay que procurarse por sí propio un ejemplar tipo por la compresión de las semillas oleaginosas del comercio. Además, los resultados del ensayo son siempre los mismos, cualesquiera que sean las temperaturas á que se opere, y de este modo se llegará á suprimir el uso enojoso del ter- mómetro, lo cual no es posible cuando se fijan las densidades por medio de areómetros ó de balanzas. Unicamente se necesita evitar la acción de la radiación directa de un foco de calor, y en general toda variación brusca de temperatura, porque podrían resultar de aquí cor- rientes ascendentes y descendentes, ú otras complicaciones susceptibles de alterar el experimento. Procedimiento de Mr. Dumas 'para reconocer la riqueza de los azú- cares en bruto cristalizados. Los medios de que Mr. Dumas se ha valido hasta ahora en este procedimiento, se fundan en el uso del saca- rímetro y en el procedimiento de Mr. Payen. El uso del sacarímetro exije desde luego la adquisición de dicho instrumento, que es bastante costoso, y además se necesita para obtener resultados exactos, cierta práctica que solo se adquiere con la costumbre; y en fin, tiene el inconveniente de que, en caso de comprobación, solo una persona puede observar á la vez. Por otra parte, el grado que indica varia algo, según las circunstancias que provengan del órgano de la visión del observador. El método de Mr. Payen, del cual toma Mr. Dumas el líquido nor- mal, exije mucho tiempo y operaciones delicadas. Ambos métodos de ensayo consisten en determinar la proporción de azúcar puro contenido en un azúcar bruto. Por el contrario, Mr. Dumas valúa la proporción de sustancias extra- ñas al azúcar, y por la diferencia deduce la proporción de azúcar puro. La aplicación de su procedimiento no exije mas que un alcohómetro común, y las precauciones que para usarle hay que tomar, son las mis- mas que si se tratase de un ensayo de alcohol. Dicho procedimienlo ha dado los mismos grados que con el polarí- metro, tanto en una importante fábrica de refinar de París, como entre las personas mas competentes de Lila, en las oficinas de hacienda y en la Sorbona. Por término medio, en *20 ensayos practicados pava valuarla riqueza de los azúcares de una considerable y variada partida, no ha pa- sado la diferencia de 1 milésima; es decir, ha sido nula. En los ensayos particulares rara vez pasa de 1 centésima, que es cosa insignificante, como es sabido, en un comercio en que los azúcares clasificados en el mismo tipo, difieren por lo común en cuanto á su riqueza en un 8 á 10 por 100. El procedimiento es el siguiente. Se mezcla 1 litro de alcohol de 85u, y 50 gramos de ácido acético de 8o; se añade al líquido tanto azúcar puro como sea el que pueda disolver, con lo cual marcará 74° en el alcohómetro. Agitando 1 decilitro de este líquido con 50 gramos del azúcar que se ensaye, y filtrando el liquido, basta para terminar el ensayo sumerjir en él el areómetro. Si nuevamente marca 74°, el azúcar es puro; si baja á 69°, es de 95; y si desciende á 64°, es de 90°. Cada grado perdido por el alcohómetro corresponde á otro de disminución en la riqueza del azúcar. Después de un ensayo del azúcar que verificó Mr. Luynes á presen- cia del Consejo, hizo notar Mr. Dumas, que en los azúcares de precios muy bajos, la naturaleza variable de las impuridades que contengan, hace que este género de ensayo sea menos seguro; pero respecto de los azúcares comprendidos entre 87 ú 88 y 10 0, que forman casi la tota- lidad de los azúcares brutos del comercio , concuerdan los resultados con los del polarímetro. Si contuviese el azúcar arenas ó sustancias inso- lubles, también deberían tomarse en cuenta. Sobre el desarrollo de la fibrina por la muerte de la sangre. Mr. Beale ha publicado en el Quaterly journat of microscopio Science una ingeniosa teoría acerca de la producción de la fibrina en la sangre que sale de los vasos. Dicha producción se debe á la muerte gradual de los pequeños corpúsculos blancos, que se observan cuando la sangre ha salido de los vasos del cuerpo vivo. La sangre no muere en el mis- mo momento en que sale de los vasos sanguíneos, y como es sabido, se puede sostener su vitalidad durante cierto tiempo, colocándola en con- diciones de temperatura, de reposo, etc. Es también probable que dichos corpúsculos sanguíneos puedan absorber las sustancias nutritivas, y aumentar por espacio de algún tiempo después de extravasar la san- gre; de manera que es posible que pueda producirse cierta cantidad de fibrina, y aun algo de la sustancia orgánica de que proviene, después que la sangre ha salido de los vasos. Un corpúsculo blanco de sangre vive y se mueve por algunas horas después que la sangre sale del cuerpo. Nuevos minerales. Se han descubierto últimamente algunos mine- rales nuevos. El primero, que ha hallado Mr. How en las rocas tra- peanas de la Nueva -Escocia, y cuyo análisis se ha publicado en el Journal de la Société chimique de Londres, se llama mordenita. Se en- cuentra en masas pequeñas, mas ó menos cilindricas ó arriñonadas, etc., cubiertas algunas veces de una costra delgada amarillenta. Su color es blanco amarillento ó rosáceo; por su parte interior no ofrece casi ves- tigios de cristalización, pero tiene una estructura fibrosa: recien sacado de la tierra tiene un brillo sedoso, y se separa en hojas siguiendo la dirección de las fibras: su densidad es 9,08. Es un silicato de alúmina y otras bases que contiene Si O2 68,40 Al'O3 19,77, GaO 3,46, NaO 9,35,110 13,02 =100,00, y se parece por consiguiente á la heulandita. Otro mineral descubierto por Mr. Ormsby en las minas de plomo del condado de Dublin, en Irlanda, contiene sílice, alúmina, hierro, potasa, sosa, cal, magnesia, litina y agua. Su densidad es 2,738; es un mineral de color verde, que tiene una estructura prismática, que raya el yeso, pero que es fácilmente rayado por la caliza*, untuoso al tacto; pero aunque no contiene mas que corta cantidad de magnesia, sin em- bargo no se ha hecho análisis completa de él. Otro tercer mineral hallado en el Gornouailles (Inglaterra), titulado laugita, se presentó últimamente á la Sociedad geológica por Mr. Mas- kelyne. Es un sulfato de cobre básico, insoluble en el agua, que forma excelentes incrustaciones sobre el esquisto arcilloso muy blando, y constituye masas de un hermoso color azul, acompañadas de cristalitos prismáticos. Hace poco tiempo que se han descubierto en el Yorkskire (Ingla- terra) nuevos criaderos de mineral de hierro, sobre todo en Blisdale y en los valles adyacentes. (Por lo no firmado, Ricardo Ruiz.) 1 'IUM 1885 Editor responsable, Ricardo Ruiz. 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