EG 5 nte - e F EA eta SAD RS EEN . 5 y pe peo St 4 MITA CR 2 AS si AS eS eS ya E Ce Y A AA, Y NA 3 A DAL 4 dd A dl > a IA NI AN RARA cid y ips e y EA odio "¿E Dit yitl po al 4 dr e A ZN Pee US A Lar An IR 9 .... A rd POE UTE "LLO v rr a o jp TUN i % Eq $ y : 4 ] E, ( E Í b “61... ».!Í E E mn k » nn 1 a ha > E yo + es qa - A “ ” EA a nel... «vu ¡ | ' 4 4 A a 4 > 1» «a ¿ $ ' : $ “a pos a 4 a... . ESTO AUPATENS lo j 1 5 i q” y d p h y E RES + 3 e e 0) E vi 9, > ; 4 + a $ ' | “Y” dl an A AULA 0) MALA ) WARD O . A av P J A 0 Dal E ' , y» E Ñ a ista 0 A ] : +A ] + Pr MÁ 1d A! JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS TRABAJOS DEL MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES SERIE ZOOLÓGICA, NÚM. 4/. LA PROFASE DE REDUCCIÓN EN LA OVOGÉNESIS DE OBRST. MANUEL BORDÁS, Sch. P. (Con cuatro figuras intercaladas en el texto y trece láminas.) (Publicado el 15 de agosto.) MADRID 1921 “« 4 Manso — Imprenta de los Sucesores d de E e INTRODUCCIÓN Los ejemplares que nos han servido para nuestro estudio proceden unos de Lovaina (Bélgica) y otros de Madrid. Los pri- meros fueron fijados por nosotros en 1911 en el líquido fijador de Carnoy, durante nuestra estancia en el Laboratorio dirigido por el profesor Grégoire. Los procedentes de Madrid lo fueron en los líquidos fijadores de Bouin, Carnoy y Flemming débil. Unos y otros nos han proporcionado excelentes preparaciones, sobre todo los fijados en el líquido de Carnoy. En cuanto al procedimiento técnico que hemos empleado, nada de particular tenemos que decir. Las inclusiones fueron hechas en parafina de 58”, usando como intermediario el cloro- formo. Los cortes seriados y de un grosor de 5 y, se obtuvieron con un microtomo Spencer de excelente construcción y funcio- namiento. Los cortes se colorearon sobre el mismo portaobjetos, al cual fueron adheridos por medio de la albúmina de Mayer. Las coloraciones empleadas han sido la hematoxilina férrica de Heidenhain con el rojo Congo, como color de contraste; la hema- toxilina de Delafield combinada con el rojo de Burdeos; y la mis- ma hematoxilina de Delafield con el verde brillante y el rojo de Burdeos. Las mejores preparaciones y las más detalladas nos las ha proporcionado la hematoxilina férrica de Heidenhain. Nos hemos servido siempre de la luz artificial, filtrada a través de un cristal monocromático ligeramente azulado. El microscopio estaba provisto de un excelente condensador de Abbe de 1,40 de abertura. El objetivo 1,30 de Zeiss que hemos usado lleva una lente de flúor, que le comunica gran claridad y fuerte poder dis- persivo. La iluminación ha sido siempre central, procurando que el cono luminoso llenase exactamente toda la abertura numérica Trabajos del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 6 M. BORDÁS del objetivo, para lo cual hemos observado siempre con la doble inmersión. Todos los dibujos han sido ejecutados con el auxilio de la cámara clara a 2.000 diámetros de aumento, teniendo el papel a la altura de la platina y con la misma inclinación de ésta para evitar en lo posible las deformaciones. Las figuras 1 a 7 están hechas a los aumentos que se indican en la explicación de las láminas. POSICIÓN Y ESTRUCTURA DE LOS OVARIOS En el Dendrocelum lacteum Oerst., como en todos los Tri- cládidos, los ovarios son dos y están colocados en la parte ante- rior del cuerpo (fig. A, Ova.) en la región ventral. En esto se diferencian de los Po- licládidos, que tienen los ovarios difusos, distribuídos por gran parte de su cuerpo. Los testículos, en cambio, están en las dos familias diseminados por todo el cuerpo. Los ovarios en /). lacteum son redondea- dos, o mazudos y en forma de pera, con- tinuándose cada uno con su respectivo oviducto (Od.) hacia la parte posterior del cuerpo. Cada ovario consta generalmente de un solo cuerpo. lijima describe en Po- lycelis tenuis unos ovarios en los que, ade- más de la porción esférica normal, existe un pequeño apéndice colocado en la parte anterior, hacia la cabeza, que es conside- rado por dicho autor como un ovario ru- dimentario, pues sus elementos no llegan a desarrollarse y producir huevos. En nuestras investigaciones hemos encontra- do también un ejemplar de P/anaria, re- cogida en Madrid, en el que los ovarios AR E 5 Fig. A. — Dendrocalum lac- teum Oerst.: Ova, ovario; Od, oviducto. A lo largo de este oviducto se han dibujado las glándulas tes- ticulares. A lo largo del otro, las glándulas lecíti- cas en negro. se encuentran desarrollados de una manera extraordinaria. Cada ovario no se limita a la porción mazuda normal, sino que son varias las porciones que le forman, inmediatas unas a otras y Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 8 M. BORDÁS extendidas por gran parte de la región ventral anterior del cuer- po. Además los ovarios quedan unidos de manera que casi vienen a constituir un solo ovario colocado debajo del canal digestivo y extendido considerablemente a derecha e izquierda del mismo. Según Ítjima, los ovarios normales ocupan el espacio que queda entre las ramificaciones cuarta y quinta de dicho canal. La figura I representa un corte transversal de /). lacteum, que pasa precisamente por la región ovárica. El ovario Ova. está mu- cho más próximo a la región ventral que a la dorsal, pues deba- jo del mismo no quedan más que las tres capas de fibras mus- culares, longitudinales, oblicuas y circulares, que le separan del epitelio vibrátil externo. El ovario, por este motivo, cuando se encuentra en pleno desarrollo, hace un pequeño abultamiento en la superficie plana del animal. De la región lateral externa de cada ovario sale un ovi- ducto (figs. A y 1, 04.); y los dos oviductos corren más o menos paralelamente a lo largo del cuerpo, hacia la región posterior, uniéndose finalmente en uno solo, que se dirige hacia adelante y desemboca en el atrio genital cerca de la abertura sexual. En otros Dendrocélidos esta unión de los dos oviductos tiene lugar antes de pasar el nivel de la abertura sexual, y el oviducto único sigue hacia atrás con la misma dirección que los dos primitivos que le dieron origen, hasta abrirse en el atrio genital. En la periferia del ovario no hemos encontrado ninguna mem- brana limitante propiamente dicha; el límite del ovario queda determinado por el mismo mesenquima general que rellena gran parte del cuerpo de Dendroccelum (1). MoseLey y KENNEL, cita- dos por lima, adjudican al ovario una /unica propria que lo en- vuelve; y Minor, según el mismo autor, incluso llega a mencio- nar una cápsula ovárica. KENNEL, refiriéndose a Khkyncodemus terrestris, dice asimismo: «Los dos ovarios son pequeñas cápsu- (1) Al tejido que rellena el cuerpo de Dendrocalum unos autores le dan el nombre de parenguima y otros el de mesenguima. Ambas denomi- naciones son exactas; pues, como mesenquima, deriva del mesodermo, y como parenquima, llena todos los intersticios que quedan entre los diver- sos Órganos. LA OVOGÉNESIS EN ¿“DENDROC(ELUM LACTEUM» 9 las redondeadas, que están colocadas muy hacia adelante.» Lan, en su Tratado de Anatomía comparada, al hablar de los Platodes, dice simplemente con relación al punto que estamos tratando : «El aparato sexual masculino y femenino consiste en lugares de formación de los productos sexuales que están embebidos (in- cluídos) en el parenquima del cuerpo.» Con lo cual parece indi- car, aunque no lo diga manifiestamente, que el parenquima del cuerpo es el que forma el único límite de los ovarios y testículos. En cambio en el Wanual de Morfología de los animales inverte- brados, publicado bajo la dirección de Lanc, dice WiLHeLM1 ha- blando de los Tricládidos: «La zona celular periférica de los ova- rios consta de tunica propria y de las células periféricas, de las cuales derivan los oogonios, los oocitos y las llamadas células de sostén.» SaBussow, en el estudio anatómico de Planaria wite- £grensis, dice al hablar de los ovarios: «Por lo que se refiere a los ovarios, están, lo mismo que en otras Planarias, rodeados de una membrana delgada y sin estructura.» Por nuestra parte ya hemos dicho que no nos ha sido posible encontrar ninguna membrana limitante del ovario. La periferia de éste queda determinada por el tejido circunvecino que for- ma el mesenquima general. De este mismo parecer es Íijima, que, refiriéndose a la opinión de Minor, dice que no ha encontrado ningún indicio de la cápsula. HaLtez dice también, hablando de D. lacteum, que el ovario es una masa celular llena, rodeada por todos lados por el mesenquima. Las células ováricas están sumer- gidas en un estroma conjuntivo con núcleos, el cual, en la peri- feria, se continúa con el mesenquima circundante. STOPPENBRINK afirma asimismo que en el ovario de /). lacteum no existe mem- brana externa. Una prueba también de que no existe ninguna membrana envolvente nos la proporciona el hecho, que hemos cbservado, de que en algunas ocasiones la masa ovárica se encuentra atra- vesada por manojos de las fibras musculares dorso-ventrales que recorren el cuerpo del Dendrocelum (fig. 3). El ovario (figs. 2 y 3) está formado por una masa de óvulos en diferentes estados de desarrollo, la cual está cruzada en todas direcciones por la trama de tejido conjuntivo del mesenquima, Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 10 M. BORDÁS entre la que se encuentran también pequeñas células. Estas célu- las tienen varias prolongaciones que se conexionan con las fibras del tejido, y por este medio quedan unidas unas células con otras. De manera que el aspecto de esa trama da la impresión de que las fibras no son más que prolongaciones muy notables de las células, por medio de las cuales se juntan, y forman así un estroma, en el que se encuentran aprisionados los óvulos. Los núcleos de estas células son pequeños, ovalados y contienen gra- nos de cromatina muy diminutos. Las fibras siguen un camino tortuoso, pasando por entre los óvulos y continuándose después insensiblemente con las demás fibras del mesenquima. MoseLeY (1874), KENNEL (1879) y Lan (1884) consideran también estas células como pertenecientes al tejido conjuntivo. En cambio Irma (1884) las considera como huevos degenerados, cuyo material ha servido y sirve para la nutrición de los que han entrado en desarrollo. Curtis (1899), ocupándose de Planaria simplissima, no determina si esas células son células-huevos oO si pertenecen al tejido conjuntivo. En P. maculata (1902) da como probable que tanto las células-huevos como estas intersticiales provienen de las células del parenquima, es decir, del tejido con- juntivo. ScHLEIP (1907), en los ovarios muy jóvenes de PP. gonoce- phala, distingue, además de las células-huevos, otras células de límites indefinidos y cuyos núcleos tienen enteramente el mismo tamaño que los núcleos del parenquima; de tal manera, que es difícil precisar si esos núcleos pertenecen al ovario o al paren- quima; estas células presentan a veces las mismas típicas mito- sis que se ven en las células del tejido últimamente nombrado. Todos los autores convienen en que en los ovarios de los Dendrocélidos no existe epitelio germinativo propiamente dicho; y por lo que se refiere a la especie que estudiamos, afirma expre- samente MATTIESEN (1904) que todas las células que forman parte del ovario entran simultáneamente en desarrollo; más tarde, las que se encuentran en la periferia se retrasan y atrofian. Efectiva- mente, en el corte de ovario que presentamos (fig. 2) se observan óvulos en casi todos los estados del desarrollo madurativo. No nos ha sido dado encontrar ovarios jóvenes. Los huevos en los primeros estados se acumulan en la periferia, junto al tejido con- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQELUM LACTEUM» 11 juntivo limitante, excepto en la región de donde arranca el ovi- ducto. A medida que avanzan en el desarrollo penetran hacia el interior, en dirección al oviducto, y dejan más ancho campo a los restantes Óvulos, que de esta manera se encuentran más holga- dos, conservando o adquiriendo un contorno esférico o un poco elíptico. La fila más externa, que, como queda dicho, es la más retrasada en su evolución, ha sido considerada por MoseLeEY como el límite celular del saco del ovario, the cellular lining of the sac of the ovary. Tanto Irjima (1884) como MaArTIESEN (1904) y como la mayo- ría de los autores, afirman que los ovarios siguen en su desarrollo una dirección centrífuga, comenzando la actividad por el centro y propagándose hacia la periferia; razón por la cual los ovarios van quedando vacíos por el centro, mientras que en su zona más exterior las células se mantienen apretadas. Pero mucho más pre- ciso juzgamos el decir que el desarrollo comienza por el lado mismo en que desemboca el oviducto y en contacto con él, y que desde ese punto o zona se corre la actividad a las restantes, de manera que las células en desarrollo más avanzado se encuen- tran a la entrada del oviducto y en sus inmediaciones. Es decir, que pasan las cosas como si desde el oviducto viniera el impulso, por medio tal vez de alguna substancia por él segregada que al penetrar en el ovario activara la evolución de las células-huevos. Esa idea queda apoyada además por el hecho de que las células de las glándulas lecíticas, que están próximas a dicha abertura, y por consiguiente al ovario, emiten prolongaciones protoplas- máticas (fig. 7, g/.) o corrientes de secreción que se dirigen hacia el interior del ovario y abarcan los óvulos próximos, pro- porcionándoles, sin duda, material nutritivo apropiado para ha- cerlos adelantar en su desarrollo más rápidamente que a los res- tantes. Además de estas dos clases de células (del mesenquima y células-huevos), distingue ScHLE1iP (1907) en el ovario maduro de Planaria gonocephala otra clase de células, que, según dicho autor, son células foliculares. En el de Dendroca-lum no las hemos encon- trado; y si existen, se confunden sin duda con las mismas del mesenquima que aprisiona los óvulos. Por lo demás también les Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 12 M. BORDÁS pasa lo mismo a dichas células foliculares, según testimonio del propio ScHLEIP. De todo lo expuesto nos parece que podemos deducir con bastante probabilidad que los ovarios de Dendroccelum, y en ge- neral de todos los Tricládidos, derivan de una diferenciación del tejido conjuntivo del mesenquima, que rellena gran parte del cuerpo del animal. Dicha diferenciación, en nuestro caso al me- nos, comienza a manifestarse más rápida en el punto en que el oviducto desemboca en el ovario; y de ahí se va corriendo a las zonas siguientes, de manera que las células de la zona periférica más apartada del oviducto son también las más retrasadas en el desarrollo. De las células comprendidas en la región ovárica, unas evolucionan completamente y dan origen a los huevos, en tanto que otras quedan estacionarias, y constituyen las células intersti- ciales del tejido conjuntivo del ovario, o bien se detienen en su comenzado desarrollo y su substancia sirve de nutrición a las que siguen evolucionando, viniendo a ser estas células las foliculares mencionadas por ScHLElp, y que tienen también el oficio de tejido envolvente como el conjuntivo. Por lo tanto, el conjunto de células del mesenquima com- prendido en la región esférica sometida a la influencia del des- arrollo ovárico, viene a representar las Stammzellen y las Urzellen de los autores alemanes, que dan origen a las diversas clases de células que se encuentran en los ovarios. De aquí que puede su- ceder, como ha observado ScHLk1r, que si algunas de estas célu- las del mesenquima ovárico, intersticiales o foliculares, se encuen- tran en circunstancias favorables, puedan reanudar su evolución y originar huevos (1). (1) Para fijar la correspondencia entre las palabras empleadas por varios autores en' la nomenclatura de las células que intervienen en el fenómeno reductor, daremos las siguientes sinonimias, tomadas de Levy: Archispermatocylen (Levy) = Archispermiocyten (Waldeyer) = Primáre Spermatogonien (King) = Stammzellen (Benda-Biondi) = spore cells (Brown) = spermatogonies á noyaux pouciéreux (Régaud) = cellules indiférentes (Schónfeld). Todos estos nombres se aplican a las células goniales mascu- linas anteriores a la última división gonial. Spermatogonien (von La Valette St. George-Schóonfeld) = sekundáre LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 13 Derivando el ovario de una diferenciación local del tejido del mesenquima, se comprende fácilmente la carencia de membrana limitante, y que los límites del mismo se confundan, como dice ScHLErP, con el tejido que le rodea. Los ovarios de D. lacteum son de producción muy limitada. Esto es consecuencia natural de la carencia de epitelio germina- tivo, confirmada por las observaciones de todos los autores.. Cuando se han acabado las células que iniciaron su desarrollo para la formación de los huevos, el ovario desaparece por agota- miento. Una compensación de los huevos depositados es igual- mente imposible por completo, dice MATTIESEN. Pero una vez desaparecido el ovario, ¿es posible su regenera- ción? SCHULTZ (1902) y la mayoría de los autores que han estu- diado la cuestión afirman no haber podido certificar dicha rege- neración; las palabras de MaTTIESEN, que acabamos de mencionar, parece que indican lo mismo. Irma, hablando de LD. /acteum,, añade a propósito: «Probablemente estos animales llegan a la ma- durez sexual una sola vez en la vida.» Lo cual, por otra parte, estaría en perfecto acuerdo con la teoría de WEisMANN sobre la continuidad del plasma generador. Pues si la actividad genética queda almacenada exclusivamente en determinadas células privi- legiadas que constituyen los elementos reproductores, desapare- cidas O gastadas ya estas células, como sucede en los ovarios de los Dendrocélidos, queda terminado definitivamente el poder reproductor, y los ovarios no podrán formarse de nuevo. Sin embargo, las experiencias de Monti (1912) realizadas en. Spermatogonien (King) = spermatogonies a novaux croútelleux (Régaud). Corresponden estos nombres a las células goniales masculinas de la últi- ma división gonial. Spermatocyten (von La Valette St. George) = Spermatocyten I. Ordnung = Uebergangsspermatogonien (von Lénhossek) = gonocytes (Régaud) = auxocytes (Lee) = tetradocytes (Grégoire) = Henlesche Zellen (von Ebner). Corresponden a los espermatocitos durante la primera mitosis. Práspermatiden (Waldeyer) = Spermatocyten TT. Ordnung= Auxocytes II (Janssens) = v. Ebnersche Zellen (von Lénhossek). Corresponden a los espermatocitos durante la segunda mitosis. La misma nomenclatura, cambiando lo que corresponde, se emplea. en la ovogénesis. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921» 14 M. BORDÁS Planaria torva M., prueban que los ovarios son susceptibles de nueva formación en el seno del mesenquima. Al efecto ha cortado la porción anterior del cuerpo del animal, asegurándose por la observación microscópica de que los ovarios habían sido separa- dos por completo. Conocida es la facilidad con que las Planarias regeneran rápidamente las porciones cortadas de su cuerpo. Pues bien: a los tres meses de hecha la operación, los ejemplares no sólo habían regenerado la porción anterior de su cuerpo, sino que se encontró ya formado un ovocito en posición normal y rodeado de las células del parenquima. Dejando las Planarias mayor tiempo, hicieron la puesta normal de sus frezas, de las cuales, como dice Monrr, salieron los pequeños gusanos, confir- mando de la manera más segura que los ovarios neoformados eran normales y aptos para la reproducción. El hecho — prosigue el mismo autor—de que ScHULTZ y otros autores no hayan podido observar la regeneración de los ovarios, puede explicarse si se tiene en cuenta que hicieron sus observaciones después de un período regenerativo excesivamente corto, sin esperar a la ma- durez sexual, o tal vez porque tuvieron a los animales en ayuno prolongado. KexNEL (1888) ya reconoció, al parecer, que la causa que impedía la regeneración de los órganos reproductores era el ayuno prolongado, pues dice que a pesar de tener en observación las Planarias, insuficientemente alimentadas, durante un año, no se regeneraron dichos órganos. ¿De dónde toman origen estos nuevos ovarios? Esta cuestión la suscita también Monti, a la cual propone dos soluciones; a saber: 1.%, que esos ovarios nuevamente formados deriven de algunas células de los testículos, que, en vista de la necesidad, se transforman en ovocitos; y 2.*, que deriven de las células del parenquima. Esta segunda la considera como más probable, aun- que tanto para una como para otra solución faltan observaciones directas que las confirmen. Aun en el caso de suponer que deri- ven de las células seminales masculinas, opina Monrr que, al menos indirectamente, proceden también de las del parenquima. Ya anteriormente SchuLrz (1902) había emitido la misma opinión aun con respecto al origen de los testículos nuevamente formados en la parte regenerada de las Planarias que había sec- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCELUM LACTEUM> I5 cionado. El ectodermo — dice — está rellenado únicamente de parenquima, y aunque desgraciadamente falten las observaciones directas con respecto al origen de los nuevos testes, sin embargo, en las porciones regeneradas no se ve ningún indicio de células testiculares; el mesodermo no contiene más que parenquima y fibras musculares. Lo cual habla en favor de la idea de que las nuevas glándulas masculinas no se originan de las antiguas, sino del tejido fundamental, del mismo modo que derivan el paren- quima y el sistema nervioso. Estas opiniones vendrían, por con- siguiente, a apoyar nuestro parecer respecto al origen del ovario en el 2). lacteum. Los oviductos salen de los ovarios lateralmente, hacia afuera y algo hacia el dorso; corren a lo largo del cuerpo paralelos al cordón nervioso respectivo (en el Dendroccelum los cordones nerviosos están muy separados uno de otro), y por su reunión, que tiene lugar más allá de la abertura sexual, forman uno solo que se dirige hacia adelante, en dirección a la cabeza, y va a desembocar en el antro genital. Podemos, por consiguiente, dis- tinguir tres porciones en el oviducto: la tuba o ensanchamiento, por el cual el oviducto desemboca en el ovario; el conducto doble, provisto de glándulas lecitíferas, y el conducto sencillo, que resulta de la unión de los dos anteriores y que está provisto de glándu- las productoras de la envoltura o cáscara del huevo. En general, el oviducto está formado por una primera fila de células de contornos indefinidos (figs. 4, 5 y 6) y provistas de nú- cleos bien visibles, que generalmente se encuentran en la porción distal de la célula. La membrana de separación de las células es muy poco visible. Por el lado que mira al centro del oviducto estas células se presentan granujientas y algo estriadas, produciendo con su conjunto un anillo obscuro alrededor de la luz central. Sigue después una zona interior, formada asimismo por una sola capa de elementos de límites también poco precisos y que, según Lima, son células cúbicas provistas de núcleo, visible en corte longitudinal. Nosotros no hemos podido distinguir este núcleo, quizá porque lo impedía la zona obscura inmediata. Pero ni aun en preparaciones en las que este anillo estaba poco marcado Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 16 M. BORDÁS nos ha sido posible certificar la presencia del núcleo. Por otra parte, MATTIESEN no menciona ese epitelio interior. Eso nos ha hecho sospechar si ese aparente epitelio interior no es más que una capa de substancia gelatinosa, segregada por las glándulas lecíticas que están adosadas al oviducto en casi toda su extensión y en comunicación con él. STOPPENBRINK (1905), refiriéndose a Planaria gonocephala, P. polychroa y D. lacteum, no menciona tampoco la capa interior de células cúbicas. La formación interior a que nos referimos la reconoce como dependiente de las células exteriores nucleadas, como si esas células se prolongasen más allá de la que el autor llama membrana basal, y diesen origen a aquella zona interior, que el autor dibuja en sus figuras entera- mente homogénea y sin estría alguna. A esta formación interior le da el nombre de Zel/platte. WiLmeLmI también le da el nombre de Plattenepithel, sin hacer mención de la capa de células. En el interior del oviducto y obstruyendo más o menos com- pletamente su luz existe una multitud de filamentos que se tiñen intensamente con la hematoxilina férrica de Heidenhain. En opi- nión de Ítiyima estos filamentos no son más que los cirros perte- necientes al epitelio interior, admitido por este autor, los cuales están dirigidos hacia atrás, para permitir el avance del huevo hacia el atrio genital e impedir su retroceso al ovario. MaTTIE- sen en Dendroccelum y Saussow en Planaria witegrensis afirman que esos filamentos son espermatozoos que han penetrado en el oviducto. Ese es también nuestro parecer. Sobre todo en los cortes que, como en la figuras 2 y 7, cogen oblicuamente al ovi- ducto en la porción ensanchada de la tuba, se ve con claridad que esos filamentos no se desprenden de las paredes del oviduc- to, sino que ocupan el centro de la luz, a veces sin contacto nin- guno con las paredes. Lo mismo sucede en muchos cortes trans- versales (fig. 6). Es cierto que en otros cortes se ven filamentos que se dirigen transversalmente hacia los lados (fig. 4), y parece que salen de las paredes; pero, en primer lugar, si fuesen cirros se presentarían siempre con la misma densidad o abundancia, y eso no sucede, pues algunos trozos del oviducto están repletos, mientras que otros inmediatos están casi vacíos y aun vacíos completamente (fig. 5); en segundo lugar, esos cirros transversa- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQILUM LACTEUM» 17 les no se presentan en el número que les correspondería para explicar la abundancia de filamentos que en algunas ocasiones llena el conducto central; en tercer lugar, no salen de la última zona del oviducto, sino de la zona granujienta de la capa exterior de células; y en cuarto lugar, esos aspectos se pueden explicar satisfactoriamente por lo que dice MATTIESEN, que los esperma- tozoos contenidos en el oviducto ¿2rabuzonan (permítasenos esta palabra) o pretenden taladrar sus paredes, produciendo en ellas alguna pequeña evaginación, aunque sin lograr perforarlas. La porción superior del oviducto se ensancha en forma de trompa o tuba, como la llaman SaBussow y SroPPENBRINK. Con- siste en un ensanchamiento en forma de trompa, por el cual el oviducto desemboca en el ovario (fig. 2). La abertura de esa trompa se continúa insensiblemente con el estroma general del ovario. Sus paredes están formadas por la capa de células nuclea- das propia del oviducto, y que ya hemos descrito anteriormente. Pero en esta región esas células se presentan alargadas, pirifor- mes, a veces provistas de vacuolas. Muy próximas a la misma abertura, y rodeando el ensanchamiento de la trompa, se encuen- tran las primeras glándulas lecíticas, que están adosadas al ovi- ducto en casi toda su longitud. Esa vecindad de las glándulas hace que las células que forman las paredes del ensanchamiento terminal tomen un aspecto algo diferente de las que constituyen en general las paredes del oviducto. Son, efectivamente, mucho más alargadas y voluminosas, sus límites son bastante visibles y están siempre provistas de vacuolas. Por este motivo muchos autores las consideran como verdaderas glándulas, cuya secreción tiene por objeto mantener vivos los espermatozoos que se agol- pan a la entrada del oviducto. MATTIESEN y SABUSSOwW dan a este ensanchamiento de que venimos hablando el nombre de receptaculum seminis. No nos parece apropiada esta denominación, pues si hay ahí esperma- tozoos es muy accidentalmente. Los canales deferentes desem- bocan en la cavidad del pene, que es ancha y que constituye el verdadero receptaculum seminis. Además, podrían servir tam- bién de dicho receptáculo la vaina del pene, la bolsa copulatriz y el atrio genital, que constituyen grandes cavidades, por las que Trabajos del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.— 1921. 2 18 M. BORDÁS pasa el huevo antes de ser expulsado; y en las dos últimas se detienen los huevos en gran número para formar la freza (1). A pesar de encontrarse gran número de espermatozoos a la entrada del oviducto, no se encuentra ninguno dentro del ova- rio. Esto se explica porque en dicho punto existe un esfínter que lo impide. Según SaBussow, este estínter está formado en Planaria witegrensis por un conjunto de células altas que se encuentran en la misma abertura del oviducto. En Vexdrocaelum, en cambio, este esfínter está formado por un estrato de fibras musculares colocadas en tres direcciones (fig. Ó): unas son longitudinales y las otras oblicuas. Estas últimas, al llegar al punto mismo de conexión del oviducto con el ovario, pasan a circulares, formando un verdadero anillo (fig. 7, esf.). El interior de las paredes de la trompa está recubierto por un estrato hialino, sin vacuolas y sin núcleos, y que ofrece el aspecto de bolsas que se encuentran adheridas a las paredes. Esta formación es de la misma naturaleza que la que llena más o menos la luz del oviducto, y que hemos considerado, no como células cúbicas ciliadas, como quiere lijima, sino como meros productos de secreción de las glándulas lecíticas adyacentes, o de las mismas células que forman las paredes de la trompa, de las cuales ya hemos dicho que tienen un aspecto enteramente glan- dular. Esta secreción sería la que, según MATTIESEN, sirve para mantener la vitalidad de los espermatozoos. El interior de la trompa se encuentra efectivamente más o menos ocupado por espermatozoos. La segunda porción del oviducto está constituída por los dos canales que corren casi paralelos a los bordes del cuerpo, se dirigen a la parte posterior, y al llegar un poco más allá de la abertura sexual se reunen para formar uno solo. La estructura de este doble canal es la que hemos descrito anteriormente como propia del oviducto. Aquí añadiremos simplemente que a lo largo de estos dos canales se encuentran una infinidad de glán- dulas lecíticas que se abren en las paredes del mismo. Estas S (1y Winmemt da el nombre de receptaculum seminis a la cavidad del pene, y BómmiG, en Planaria torva, llama así al útero. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCELUM LACTEUM» 19 elándulas proporcionan el material de células lecíticas que acom- pañan a los huevos y que con ellos forman la freza (1). Las glán- dulas son sumamente numerosas y notables por su tamaño, pues llenan gran parte del cuerpo del animal. Se encuentran coloca- das alrededor del oviducto, es decir, que no tienen posición fija a derecha o izquierda, sino diseminadas indiferentemente a todo lo largo del mismo, aunque, dada la forma aplanada del animal, abundan más a los lados y allí están también las más volumino- sas. Las células jóvenes de estas glándulas son pequeñas, alarga- das, con un núcleo muy visible y protoplasma espeso, que se tiñen ambos intensamente con las hematoxilinas. Más adelante, a medida que envejecen, aumentan de volumen, el protoplasma se vacuoliza, se llena de granos amarillentos y el mismo núcleo degenera en el seno del protoplasma que le rodea. Las células de las paredes del oviducto que están en contacto con alguna glán- dula lecítica son mayores que las restantes del canal, se vacuoli- zan también, se alargan y penetran por entre las células de la glándula, estableciéndose una íntima comunicación entre ambas clases de células. Las lecíticas están dotadas de movimientos amiboideos, y en virtud de ellos van abriéndose paso entre las células del canal hasta llegar a la abertura que a este nivel pre- senta la pared, y penetran por fin en el oviducto. Las figuras 2 y 7 de la trompa corresponden precisamente al nivel de una de estas glándulas. En la segunda de estas figuras se ve además cómo las células de la entrada de la trompa en el ovario emiten prolongaciones protoplasmáticas que envuelven a los ovocitos. Las células que ocupan el centro de la glándula son las que primeramente terminan su evolución y pasan al oviducto; de ma- nera que las glándulas van vaciándose por su parte central. (1) A causa de este paso de las células lecíticas por el oviducto, pro- pone STOPPENBRINK que se le llame ZL¿dóttergang, que pudiéramos tradu- cir por vtelioviducto. El D. lacteum, lo mismo que las Planarias, deja su puesta adherida a las hierbas, piedras, hojarasca y objetos sumergidos a poca profundidad en las aguas donde vive. Esas puestas tienen la forma de unos cordones gelatinosos enteramente hialinos e incoloros, en los cuales se encuentran diseminados muchos huevecillos. Es de notar que cada huevecillo contiene de ordinario más de un embrión. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 20 M. BORDÁS Con respecto a la existencia o ausencia de fibras musculares en esta porción del oviducto, dice Ítjima, refiriéndose también a la región de la trompa, que la musculatura falta por completo en el oviducto. SaBussow, en cambio, encuentra en Planaria uwite- grensis una musculatura débilmente desarrollada, pero que con facilidad permite reconocer una capa interior de fibras circula res y otra externa de fibras longitudinales. STOoPPENBRINK también admite la existencia de iguales capas musculares en el oviducto de P. gonocephala, P. polychroa y D. lacteum, que están formadas por una gruesa zona de mioblastos a lo largo de todo el canal. Este autor consigna además la particularidad de que en la porción terminal del oviducto la colocación de esas capas musculares es inversa de la que tienen en el resto del canal, de manera que en la porción terminal la capa de fibras musculares longitudinales es interior y la de fibras circulares exterior. Por nuestra parte hemos examinado con todo detenimiento nuestras preparaciones seriadas, y de su examen deducimos que las fibras musculares existen, como ya hemos dicho, en la región de la trompa, y se prolongan algo en la porción inmediata, for- mando una capa interior de fibras circulares y otra exterior de fibras longitudinales. Gradualmente van disminuyendo en abun- dancia hasta que a poco trecho de la región de la trompa desapa- recen por completo. Cuando el oviducto pasa a ser único por la reunión de los dos laterales, vuelven a aparecer algunos mio- blastos, pero en número mucho menor que en la trompa. No hemos podido comprobar si la colocación de las fibras en este punto es realmente inversa, como pretende STOPPENBRINK. La última porción del oviducto resulta de la unión de los dos canales laterales anteriores, y se dirige hacia adelante para abrir- se en el antro genital. Esta porción carece de glándulas lecíticas, pero en cambio tiene las glándulas que producen la substancia en que quedan envueltos los huevos y que les sirve como de finísima cáscara. Estas glándulas son mucho más pequeñas, y sobre todo más escasas que las lecíticas. ESTADO DE LA CUESTIÓN Varios han sido los autores que, más o menos directamente, han estudiado el problema de la reducción de los cromosomas en los Turbelarios, y de un modo más especial en los géneros Planaria y Dendrocelum (1). Igima (1882) publicó un trabajo muy detallado y de gran mérito sobre la estructura y desarrollo de los Dendrocélidos de agua dulce, que hemos tenido ocasión de citar con frecuencia. Su estudio versa de un modo particular sobre Planaria po- lychroa O. Schm., Polycelis tenuis lijima y Dendrocelum lac- teum Oerst. Describe muy cumplidamente los aparatos repro- ductores; pero por lo que se refiere al problema de la reducción, no hace referencia alguna, pues aún no se conocía el problema que planteó en el año siguiente Van BENEDEN al hacer notar que en los huevos de Ascaris había la mitad de cromatina que en las restantes células del cuerpo del animal. MATTIESEN (1904) dió a conocer sus observaciones sobre P. polychroa, P. torva y D. lacteum. Tendremos ocasión de men- cionar repetidas veces las especiales opiniones de este autor relativas al proceso reductor, las cuales se apartan notablemente de la interpretación general del fenómeno. Sus observaciones sobre este proceso presentan grandes omisiones en períodos de- cisivos para la inteligencia del fenómeno, pues desde el estado (1) No extrañe el lector que hagamos con frecuencia alusión al género Planaria, siendo así que nuestro estudio versa exclusivamente sobre el Dendrocelum lacteum, pues la analogía que existe entre ambos géneros justifica plenamente el que la mayoría de los autores establezcan compa- ración entre los dos, para aclarar con las observaciones hechas en uno las dificultades que se encuentran en el otro. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 22 M. BORDÁS que llamamos salida del reposo pasa inmediatam ente a la sinapsis, dejando, por consiguiente, sin resolver el modo como tiene lugar la conjugación de los cromosomas, que es precisamente el punto más debatido, y es el que da la clave, en gran parte, para averi- guar la marcha de dicho proceso reductor. La formación de los cromosomas definitivos es singularísima, al decir de MarrieseEN. En el ovario no maduro las células poseen un grueso núcleo de forma de vesícula, provisto de un grueso nucléolo redondeado. La cromatina se encuentra en forma de pequeños gránulos en gran cantidad, o más frecuentemente está fraccionada en pequeños filamentos (Fádchen). Cuando el ovario ha llegado a su tamaño definitivo los gránulos de cromatina y los bastoncitos (Stábchen) se amontonan alrededor del nucléolo, y allí se unen en uno o varios filamentos muy largos. Pasado algún tiempo forman un compacto pelotón, que indudablemente es la llamada sinapsis. El pelotón cromatínico se ensancha de nuevo, dando origen a un estado de espirema típico, en el que existe una hendidura longitudinal de los filamentos cromatínicos. Es digno de tenerse en cuenta que esta hendidura se presenta de tal modo que cada porción de filamento origina una cadena más o menos regular. Los filamentos de cromatina, delgados a causa de la hendidura, van engrosando por la aposición de finas partículas cromatínicas. Hasta este punto es bastante clara la interpretación de la profase reductora, aunque son de notar las lagunas que hemos indicado. La marcha de los filamentos cromatínicos, desde el espirema hasta que se constituyen en cromosomas diacinéticos, es, por el contrario, muy especial, según la interpretación de Mar- TIESEN. Los anillos de la cadena son más pequeños en Dendro- celum que en Planaria; en cambio en Dendrocelum permane- cen reunidos (los anillos en cadena) en mayor número, mientras que en Planaria, ya casi durante su formación y siempre antes de la formación de los grupos de cuatro (Vierergruppen), de que se hablará más tarde, se separan unos de otros en grupos más o menos grandes. Los fragmentos se distribuyen principalmente por la periferia del núcleo, en donde originan diversas figuras. Con frecuencia el último artejo de una cadena no es un anillo, LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM> 23 sino que está formado por dos ramas abiertas. El número de anillos (1) no es constante, aunque lo más frecuente es alrededor de 16, encontrándose también entre 15 y 20. Por diversas ma- neras la cromatina se reune en cada anillo de tal modo que en cada uno se forman cuatro gránulos o bolitas (Xiigelchen). Cada uno de estos grupos de cuatro (Vierergruppen) puede quedar aislado en el núcleo o permanecer reunido con otros, formando agrupaciones. Este modo de presentarse es de gran importancia para juzgar acerca del origen de los cromosomas definitivos for- mados a expensas de estos grupos de a cuatro. Es evidente que estos grupos no pueden tomarse como tetradas, pues de todos estos grupos de a cuatro se forman primeramente cuatro com- pactos, sólidos cromosomas (uer kompakte, gedrungene Chro- mosomen), de los cuales en la primera división de maduración se formarán, dividiéndose transversalmente, ocho cromosomas. En el caso de que todos estos fenómenos sean naturales y no pro- vocados por los reactivos, «queda —dice MATTIESEN—sin aclarar el significado de los grupos de anillos y de los grupos de a cua- tro». En otra publicación en la que el mismo autor dió un resu- men de sus observaciones, manifiesta que no puede asegurar cómo se verifica esa reunión de los anillos y grupos de a cuatro en solos otros cuatro cromosomas; «probablemente — dice —se reunen en cuatro pelotones de gránulos y de la misma manera se disgregan en cuatro cromosomas» (2). Lo cual, como se ve, no constituye ninguna explicación satisfactoria. Entrando ya en la descripción de las divisiones de reducción, añade MarTIESEN: «Hemos dejado los cromosomas bajo la forma de cuatro bastoncitos macizos (vier massiven Stábchen). Mientras se van colocando en la placa ecuatorial, se duplica el número de cromosomas (verdoppelt sich die Zahl der Chromosomen).» De modo que el autor da indiferentemente el nombre de cromoso- (mM ¿De cada cadena? ¿De todas juntas? No lo especifica el autor, aunque entendemos que quiere decir de todas las cadenas, es decir, el número total de anillos. (2) «Schliessen sie sich den 4 Kórnerhaufen an und gehen so ebenfalls in den 4 Chromosomen auf.» Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 24 M. BORDÁS mas a las cuatro masas de cromatina derivadas del agrupamiento de los grupos de a cuatro, y a los ocho elementos derivados de aquellas cuatro masas. Los ocho últimos derivan de los cuatro primeros por división transversal. Es de notar que también aquí en estos últimos cromosomas tiene lugar una concentración de la cromatina en bolitas, que el autor dibuja en forma de gránu- los amontonados, de tal modo, que también se originan grupos de a cuatro (Vierergruppen, como antes), derivados evidentemente de anillos (augenschezlich aus Ringen). Pero estos grupos de a cuatro, ¿son los mismos que aquellos anteriormente mencionados, cuyo número variaba entre 15 y 20, y que por su reunión dieron origen a los cuatro bastoncitos, o bien son grupos nuevamente formados? A esta indecisión contesta MATTIESEN diciendo: «A mí me parece posible que estos grupos de a cuatro sean los prima- rios... Habíamos admitido que los cuatro cromosomas, de los cuales se originan más adelante los ocho, se forman por la fusión de muchos grupos de a cuatro, formados a su vez de gránulos de cromatina. Estos mismos [los grupos] pueden quedar libres de nuevo durante la distensión de la cromatina» (1). | Los ocho cromosomas se colocan en la placa ecuatorial y presentan diversas figuras, de anillo, de ocho, de grupos de a cuatro, etc., predominando las figuras en forma de V. La hendi- dura longitudinal es siempre muy visible. La primera anafase separa un lote de cuatro de esos cromosomas enteros, dejando los otros cuatro en el óvulo. Estos últimos acaban por dividirse cada uno en dos por la hendidura longitudinal que presentan, formándose nuevamente ocho cromosomas, de los cuales la se- gunda anafase expulsará otro lote de cuatro, terminándose con ello el proceso reductor. Francamente hemos de confesar que no acabamos de com- (1) «Es scheint mir aber auch móglich, dass diese Vierergruppen das Primáre sind, und aus ihnen sich wieder Ringe, Achter usw. bilden. Wir hatten angenommen, dass die vier Chromosome, aus denen die spáteren acht ihren Ursprung nehmen, durch Verschmelzen aus vielen Vierer- gruppen resp. Chromatinkórnern entstanden sind. Dieselben konnten jetzt wiederum wárend der Auflockerung des Chromatins frei werden.» (Pág. 299.) LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(BLUM LACTEUM» 25 prender esta explicación del proceso reductor propuesta por Mar- TIESEN. No comprendemos cómo aquellos 16 (y a veces 15 y 20) grupos de a cuatro primarios pasan al número reducido y haploí- dico ocho, y a pesar de eso, MATTIESEN afirma que son los mis- mos primarios. ¿Qué se ha hecho de los otros ocho? ¿Es que se han disuelto y desaparecido, o bien se han unido los grupos de dos en dos, originándose de este modo ocho grupos de doble valor? No lo explica MATTIESEN; y precisamente esa reducción del número de cromosomas del normal al haploídico es el punto capital del problema reductor. Por el diverso modo de explicar esa reducción se dividen los investigadores en dos escuelas: los parasindetistas y los metasindetistas; los primeros suponen que los cromosomas se conjugan paralelamente, o side by side, y los segundos son de parecer que la conjugación tiene lugar por los extremos de los filamentos, o end to end. MATTIESEN Únicamente dice que los grupos de a cuatro, que se encuentran en número que varía entre 15 y 20, se funden en cuatro masas cromatínicas, llamadas por el autor unas veces bastoncitos y otras cromosomas, y que de esas cuatro masas salen ocho cromosomas, designados también con el nombre de grupos de a cuatro (Vierereruppen), los cuales grupos son, en sentir del autor, los mismos grupos primarios que reaparecen en el ecuador de la primera figura de división. Brown (1920), en una revista-resumen del número de cro- mosomas hallados en los metazoos, hace de esta manera la sínte- sis de la peculiar interpretación de MATTIESEN: Dendrocceelum lacteum: 16 cleavage cromosomas. —8 cromo- somas Q (4-8) (4 en la profase) en el primer cito. — 8 cromo- somas (4 en la profase) en el segundo cito. — 4 cromosomas en el huevo maduro. — Número duplicado en la primera y segun- da metafases. — 4 a cada polo en la primera y segunda divi- siones. Es evidente la confusión y deficiencia de semejantes obser- vaciones. Así lo reconoce el mismo MATTIESEN, quien al terminar su exposición añade que son necesarizs nuevas investigaciones para tener una base segura con que determinar el modo de veri- ficarse la reducción; investigaciones para las cuales sus propios Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 26 M. BORDÁS resultados poco pueden servir como punto de partida (1). Tam- bién GRÉGOIRE (1905) llama la atención sobre la especialidad bas- tante rara del mecanismo invocado por el autor, que reconociendo la existencia de la hendidura longitudinal en los ocho cromoso- mas de la profase, afirma luego que durante la anafase se sepa- ran en dos lotes de cuatro cromosomas. «Nos creemos autoriza- dos — termina diciendo GRÉGOIRE — para reclamar nuevas inves- tigaciones sobre las Planarias de agua dulce, y esperar el resul- tado de estas nuevas investigaciones para admitir una interpre- tación definitiva.» Para terminar esta larga exposición crítica de las investiga- ciones de MATTIESEN, queremos añadir sus palabras sobre la dis- cordia que hay entre los autores al determinar el número de cromosomas en los diversos Turbelarios: «Una prueba de que las opiniones acerca de las divisiones de maduración en los Tur- belarios no son aún muy claras, la constituye la divergencia que existe entre los investigadores acerca del número de cromoso- mas. Así, FRANCOTTE (1898) da para diferentes Policládidos el número reducido 8 para los cromosomas citarios y IÓ para los cromosomas goniales; KLINCKOwWSTRÓM (1897), para el Prosthece- reus vittatus, Ó y 12 respectivamente, y VAN DER STRICHT (1897 a), para el Thysanozoon brochii, 9 y 18.» Las observaciones de STEVENS (1904) sobre Planaria simplis- sima son muy escasas e insuficientes: pasa por alto toda la pro- fase citaria; encuentra dos divisiones longitudinales de los cro- mosomas, y, cosa sumamente rara, unas veces seis, Otras veces tres cromosomas y aun números intermedios. Sobre los prime- ros estados de maduración de los huevos nada dice STEVENS (2). (1) «Um diese Auffassungsweise auf sichere Fiisse zu stellen, sind wohl noch eingehendere Studien notwendig, zu denen meine Resultate wenig- stens als Ausgangspunkt werden dienen kónnen.» (Pág. 301.) (2) He aquí cómo lo resume SchtriP: «Das, was N. M. Stevens (1904) úber die Eireifung von Planaria simplicissima bringt, ist nur wenig; sie findet eine 2malige Lángsteilung der Chromosomen und auffallenderweise bald 6, bald 3 Chromosomen oder auch Mittelzahlen. Ueber die frúhren Stadien der Eireifung erwáhnt Stevens nicht.» (Pág. 375.) No es esta la pri- mera ocasión en que hemos de hacer notar la insuficiencia de las obser- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQELUM LACTEUM> 27 Según la revista-resumen de Brown, las conclusiones de SrE- VENS relativas al fenómeno reductor son las siguientes en P. sim- plissima: 8 cromosomas en el espermatogonio. — 3 Ó 4 en el primer cito. — 3 Ó 4 en el segundo. Con respecto a la ovo- génesis, Ó cleavage cromosomas en el ovogonio. — 3, 4 y 6 en el primer cito. — 3 y Ó en el segundo. Advirtiendo, ade- más, que puede haber dos clases de elementos reducidos de 3. o de Ó cromosomas. Realmente esto es extraordinario, como dice ScHLErP. | Las cuidadosas observaciones de ScHLeElP (1906-1907) sobre P. gonocephala pueden resumirse del modo siguiente: Los fila- mentos cromatínicos en la profase ovocitaria se originan por el ordenamiento arrosariado de los gránulos de cromatina. Estos filamentos se orientan prontamente, casi desde su aparición, con sus extremos dirigidos hacia un polo del núcleo. Los filamentos cromatínicos se conjugan parasindéticamente, side by side. No ha encontrado el paquinema que dicho autor designa con el nombre de sinapsis. La primera cinesis separa longitudinalmente las dos ramas conjugadas, dirigiéndose una a cada polo. La segunda cinesis es muy rápida, de manera que apenas se encuentran es- tados intermediarios correspondientes a la intercinesis. El estudio de la espermatogénesis le conduce a las mismas conclusiones, con la diferencia de encontrarse la sinapsis (paquinema). ARNOLD (1909), GELEI (1913) y RAPPEPORT (1915) estudiaron también el fenómeno de la reducción: los dos primeros en D. lacteum y el último en P. alpina. Según el ya citado resumen de Brown, sus resultados se condensan del modo siguiente: Según ARNOLD en /). lacteum: 16 cromosomas en el ovogo- nio. — 8 cromosomas en el primer cito. — 8 cromosomas en el segundo cito. vaciones de Stevens. Lo mismo hubimos de lamentar en sus estudios sobre Sagitta bipunctata. Sobre la diferencia que habrá notado el lector entre el modo de nombrar la P/anaría estudiada por STEVENS, hemos de advertir que ScmreiP la denomina 2. síimplicissima, que está más en ca- rácter con la lengua latina; pero Curris, que es quien primero la descri- bió en 1899, la llamó P. simplissima, y así la designan también STEVENS y Brown. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 28 M. BORDÁS Según GELEI en el mismo animal: 14 cromosomas en el es- permatogonio. — 7 cromosomas en el primer cito. Según RAPPEPORT en /. alpina: 20-24 cromosomas en el esper- matogonio. Hecha esta revisión de los autores precedentes, pasemos a exponer nuestras observaciones, que, como ya dejamos indicado, versan sobre D. lacteum Oerst. PRELIMINARES Según dejamos anotado en las páginas precedentes, en el ovario de Dendrocelum lacteum no existe epitelio o zona germi- nativos. Un conjunto determinado de células pertenecientes al parenquima entran en actividad especial, y van evolucionando todas casi simultáneamente, dando origen al ovario. Las más ale- jadas del punto en que el oviducto se reune con el ovario, las cuales naturalmente ocupan la periferia, se retrasan algo en su desarrollo, al paso que las más cercanas a dicho punto completan su ciclo con mayor rapidez, de tal manera que éstas se encuen- tran en las últimas fases del desarrollo madurativo cuando las anteriores se hallan todavía en las primeras. De aquí que en un mismo ovario se encuentren a la vez células en casi todos los estados del desarrollo. Sin embargo, el período gonial parece que es de muy poca duración, y como no existe zona germinativa es muy aleatorio el encontrar en los ovarios células en dicho período de preparación, pues prontamente termina para dar paso al período citario, que es de duración prolongada. Según ScHrerr, las divisiones goniales son escasísimas en Planaria gonocephala. MaTTIESEN no dice nada respecto a este período en los animales sometidos a su examen. Tampoco nosotros hemos sido más afortunados. Los ejem- plares de Dendrocelum que hemos examinado no nos han ofre- cido ocasión de poder estudiar el período gonial. Todos ellos fueron recogidos y fijados en los meses de junio y septiembre, época en que todo el ovario se encuentra ya en plena actividad de la profase de reducción (1). Por este motivo no nos han pro- (1) STOPPENBRINK, que ha estudiado con detalle la actividad reproduc- tora en 2. gonocephala, consigna los siguientes datos con respecto al esta- Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 30 M. BORDÁS porcionado ni un solo ejemplo del período gonial. De aquí que nos veamos precisados a limitar por ahora nuestro estudio al pe- ríodo de maduración. Es tanto más de sentir esta deficiencia cuanto que el estudio completo del fenómeno reductor no comprende sólo el examen de las dos cinesis durante las que tiene lugar la reducción numé- rica de los cromosomas, sino que abarca también el estudio de las últimas divisiones goniales, para poder seguir, en cuanto sea posible, el modo de comportarse los cromosomas al pasar del estado de las células goniales al de las citarias. Es necesario con- tar el número de cromosomas goniales para ver si coincide con el de cromosomas que aparecen a la salida del reposo del núcleo de la profase inmediata; pues algunos autores, como STEVENS y BucHNErR, admiten que los cromosomas, al presentarse en las célu- las citarias, están ya en el estado del paquinema en número redu- cido. Cosa que hemos demostrado (1914-1920) ser falsa para el caso de la Sagitta bipunctata, a la cual se refirieron precisamente dicho autores. En la última telofase gonial es preciso observar detallada- mente el proceso que siguen los cromosomas al atravesar aquel estado, pues es el que establece o incluye el tránsito de una clase de células a otras. Esta observación es de gran importancia para determinar la continuidad de los cromosomas o su disolución en el seno del plasma nuclear, y como consecuencia poder afirmar do en que se encuentran las glándulas genitales en los diversos meses del año. Ovarios : durante todo el año con huevos maduros en el centro y no maduros en la periferia. —Puesta de huevos: mayo, comienza la puesta; junio y julio, llega al máximo; agosto, comienza a disminuir; sep- tiembre, continúa disminuyendo y termina a fines de mes.— Testículos : septiembre, al principio de mes se encuentran en forma de masas sólidas con espermatogonios y algunos citos; a fines de mes citos frecuentes y algún espermátido; octubre, se forma la cavidad central, en la que hay espermatocitos y espermátidos; noviembre, al final comienzan a aparecer algunos espermatozoos; diciembre, crece el número de espermatozoos; enero hasta julio inclusive, crece y se mantiene el número de espermato- zOOs, agosto, en la mayoría de los casos se conservan los espermatozoos, en otros empiezan a faltar; al terminar el mes reaparecen las masas sóli- das de espermatogonios. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 31 la persistencia e individualidad de los mismos o su formación ex novo en el seno del nucleoplasma. Por estas razones principalmente es muy sensible que hasta el presente ningún autor haya podido realizar observaciones bien detalladas sobre el período gonial en ningún Planárido y en espe- cial en D. lacteum, que proporciona imágenes tan notables en los diversos estados de la profase citaria. Entrados ya en las cinesis de maduración, es la profase la que comprende mayor número de problemas a resolver, porque es la que abarca la historia de los cromosomas desde su origen en el núcleo quiescente hasta su constitución definitiva y su coloca- ción en la placa ecuatorial de la primera metafase. Todas las. demás fases de las cinesis reductoras se reducen a repartir los cromosomas a cada polo para la formación de las células hijas. Para formarnos una idea más concreta de las diferentes eta- pas que recorre la célula durante todo el proceso reductor, lo condensaremos en el siguiente esquema (fig. B), en el que hemos representado los diferentes estados por que pasan los cromoso- mas, sobre todo durante la profase de reducción. El esquema es enteramente igual para el desarrollo de los elementos masculinos que para el de los femeninos, con la única diferencia del creci- miento extraordinario del ovocito a partir del estado del paqui- nema; crecimiento que por lo demás en nada altera el proceso. Y podemos también añadir que ambos desarrollos, el del esper- matocito y el del ovocito, presentan los mismos caracteres den- tro de cada estado en una misma especie, al menos en los casos en que no existen heterocromosomas ni complejos cromosómi- cos, de tal manera que podemos guiarnos por el desarrollo del espermatocito para aclarar el del ovocito, y viceversa. Las diver- gencias que algunos autores han pretendido encontrar en deter- minados casos, se ha comprobado más tarde ser debidas a obser- vaciones defectuosas e incompletas. Después de la última telofase gonial comienza la profase de reducción, la cual comprende la formación de los cromosomas: citarios y su reducción a número mitad. El primer punto abarca la salida del reposo nuclear y la constitución de los cromosomas en forma de filamento, originando el ovillo nuclear, conocido con Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 32 M. BORDÁS el nombre de /eptonema (véase el esquema). Sigue a éste otro estado durante el cual los cromosomas se reunen de diversas (9) +... .-..Células goniales...... (0 PERÍODO GONIAL. PR ll +. + « última división gonial... ED) +. - +. .Sindesis y SinapsiS..... ....paquinema bouquet .... PErioDO ¡DE CRECIMIENTO. .....».€Strepsinema»s...... PErioDO 'DE MADURACIÓN. (1) os AA Is ESPERMATOGÉNESIS. OVOGÉNESIS. Fig. B.—Esquema del proceso reductor en la espermatogénesis y en la ovogénesis. maneras unos con otros (si es que, como parece probable, se pre- sentan independientes en el leptonema y no formando un solo A LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCEELUM LACTEUM> 33 filamento), conociéndose este estado de conjugación con el nom- bre de síndesis. Alrededor de este estado se observa muchas veces que los filamentos cromatínicos se arrinconan a un lado del núcleo, formando un pelotón indescifrable en la mayoría de los casos, y que recibe el nombre de simapsis (1). Después de la sinapsis los cromosomas se presentan ya en número reducido en forma de gruesas horquillas: estado que designamos con el nom- bre de paguinema o espirema grueso. Viene luego el gran creci- miento, extraordinario sobre todo en el ovocito, durante el cual los cromosomas se difunden ampliamente por toda la cavidad nuclear, constituyendo el estado del estrepsinema (diplonema de algunos autores), hasta que, finalmente, los cromosomas concen- tran su substancia y disminuyen su volumen, hasta constituirse en los cromosomas definitivos de la metafase Í. Esta contracción de los filamentos cromatínicos se conoce con el nombre de dia- CIMESIS. Aquí termina la profase citaria. Durante la próxima metafase I y anafase 1 los cromosomas se reparten en las dos células hijas; y después de una corta 21 te7- cinesis, que en muchas ocasiones falta, tiene lugar la segunda cinesis, terminándose con ella el proceso reductor. (1) Véase lo que decimos más adelante sobre este estado y el pre- cedente. Trabajos del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. —Serie Zool., núm. 44.— 1921. 3 LA PROFASE DE REDUCCIÓN Como hemos hecho en trabajos anteriores, dividiremos los estados de la profase de reducción del Dendrocoelum lacteum en varios grupos, según el siguiente cuadro, que en conjunto coin- cide con el esquema que hemos dado precedentemente: Salida del reposo. O lali Leptonema. Estados prepaquiténicos. + <; 3 E as Sinapsis O primera contracción. Profase de la Sindesis. cmesis dex Baquero. Se Paquinema: reducción.. / .,e : ( Estrepsinema. bl Estados postpaquiténi- p e ¿ Segunda contracción. EAS AN q e E Diacinesis. Il. —ESTADOS PREPAQUITÉNICOS En las primeras páginas de este trabajo, al hacer el resumen de las observaciones que se han llevado a cabo sobre el proble- ma reductor en las Planarias, nos hemos extendido, especialmen- te en la exposición de las observaciones de MaTTIESEN (1914), por ser el único autor que hemos podido consultar que se haya ocupado en esta cuestión con referencia a D. lacteum, que es el que constituye el objeto especial de nuestras observaciones. Hu- bimos de hacer notar allí que este autor pasa rápidamente al estado de sinapsis sin mencionar apenas ningún estado anterior, siendo así que, sobre todo el leptonema, abunda en las células que ocupan la periferia del ovario. Salida del reposo. — Formación de los cromosomas. — No hemos encontrado ningún núcleo en tal estado de homogeneidad LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQHELUM LACTEUM> 35 que mereciese el nombre de núcleo en reposo. La misma dificul- tad que, según hemos advertido, existe para encontrar algunas divisiones goniales, escasísimas según ScHLerp, hace que tampoco se encuentren núcleos en verdadero reposo citario, que corres- pondan a la última telofase gonial. Las células más pequeñas y sencillas que aparecen en los cortes del ovario, o son células de núcleo muy pequeño, pertenecientes al tejido conjuntivo inter- calar, o son células cuyo núcleo permite ya distinguir numero- sos gránulos diferenciados de cromatina, más o menos reunidos y ordenados en filamentos. Pudiéranse a primera vista confundir estas dos clases de células, pues sus núcleos son a veces casi del mismo tamaño; pero su distinción es fácil, ya que las células-huevos, aun las más pequeñas y primitivas, siempre poseen un protoplasma gra- nujiento (figs. 8 y 9), aunque sea en cantidad insignificante, que rodea enteramente al núcleo. En cambio, las células del paren- quima (fig. 15 4) carecen de protoplasma granujiento, o por lo menos no es fácilmente visible, pues su núcleo se encuentra ro- deado de numerosas fibras, como si no existiese protoplasma, y sí sólo un estroma filamentoso general, entre cuyas mallas se encontrasen diseminados estos núcleos. En general, las células-huevos primitivas de que estamos hablando predominan en la periferia del ovario, aunque también las encontramos entre las que están ya en un estado más avan- zado de desarrollo. La cromatina se presenta en forma de gra- nos muy pequeños, originando cortos filamentos de aspecto arrosariado. En los tipos de células que nos parecen más primi- tivos (fig. 8) es casi imposible distinguir ningún hilillo que reuna los diferentes granitos de cromatina. Si no fuese por las series que forman, se sospecharía que están dispersos indiferentemente por la cavidad nuclear, pues en realidad tampoco puede fijarse ninguna zona del núcleo en la que predominen de una manera apreciable. Las series de granitos son cortas, y entre las mismas no se ve ninguna relación de dependencia ni paralelismo. Estas células están provistas de uno o dos nucléolos de diferente tama- ño. En otros núcleos pertenecientes a este mismo estado, pero que están ya algo más avanzados en su evolución (fig. 19 a), los Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 36 M. BORDÁS filamentos arrosariados, ya más definidos, recorren la cavidad en diferentes direcciones, sin que se pueda observar polaridad alguna. El fondo del núcleo es enteramente hialino: no se distingue ninguna red filamentosa que le cruce. Los nucléolos son esféri- cos, sin vacuolas, ocupan un lugar excéntrico en la cavidad y ningún filamento está en contacto con ellos. Los filamentos que parecen desprenderse de ellos están en realidad en diferente plano, y sólo por un efecto de proyección parecen estar en con- tacto con los mismos. La membrana nuclear es muy poco visible. Esta escasa visibi- lidad es un fenómeno que hemos observado durante la mayor parte del desarrollo citario en Dendrocelum, tanto en la ovogé- nesis como en la espermatogénesis. A ello contribuye sin duda el que sobre la misma no se depositan cariosomas ni cuerpos periféricos, como sucede en otros casos: de aquí que permanece siempre hialina, quedando determinada su posición por el límite del protoplasma. El protoplasma es finísimamente granujiento, con abundan- tísimos y diminutos microsomas. En el estado de salida del re- poso y formación de los cromosomas contiene muy escasas inclu- siones, que se tiñen intensamente con la hematoxilina de Hei- denhain. Estas inclusiones, en forma de granos de variadas di- mensiones, constituyen el metaplasma de HanstEIN. En el pro- toplasma de la célula de la figura 19 a se observa una región clara, casi desprovista de gránulos en la parte más alejada del núcleo. No hemos observado en esta región ningún indicio que pueda revelarnos la presencia del centrosoma, pero hacemos notar la existencia de esta región clara, porque precisamente el centrosoma o centrosomas se presentan casi siempre, como ire- mos viendo, en una región de esa naturaleza desprovista de mi- crosomas. Estas células son de dimensiones muy pequeñas: Fig. 8: diámetro mayor de la célula, 11,0 1; diámetro mayor del núcleo, 8,5 y». Fig. 9: diámetro mayor de la célula, 11,0 1; diámetro mayor del núcleo, 7,0 p.. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(GE¿I UM LACTEUM>» 37 Fig. 19 a: diámetro mayor de la célula, 19,0 1; diámetro mayor del núcleo, 9,5 y. Por lo que podemos juzgar de la observación de estos prime- ros ovocitos, la formación de los cromosomas tiene lugar indivi- dualizándose los granos de cromatina y colocándose en fila, for- mando cortas series arrosariadas. No hemos encontrado ninguna célula en la que los granos estén dispersos de modo irregular en el seno del nucleoplasma. Los granos siempre se presentan, ya desde un principio, más o menos ordenados en líneas, en las cua- les no se distingue ningún filamento de linina que los una. Esto, sin embargo, no quiere decir que realmente no exista ese fila- mento, pues ya se sabe que la linina no toma apenas los colo- rantes nucleares. Haremos notar ya desde ahora que en todos los estados del desarrollo citario en Dendrocelum la cavidad nuclear se presenta siempre desprovista de todo retículo visible. Parece como si estuviese exclusivamente llena de plasma en el que se mantuviesen suspendidos los granos, cromosomas, nu- cléolos y demás elementos figurados, que se destacan intensa- mente coloreados por la hematoxilina. ScHLeIp, que ha podido observar en Planaria gonocephala algunos núcleos citarios quies- centes tanto en la ovogénesis como en la espermatogénesis, pre- senta el núcleo quiescente con los granos de cromatina formando también cortos filamentos (1). Esta colocación de los granos de cromatina en serie la hemos observado clarísimamente en los núcleos de las células de las glándulas lecíticas, que por ser mayores se prestan a una obser- vación más cómoda. La figura 10 representa uno de estos nú- cleos, tomado de una glándula en formación muy temprana. La colocación de los granos cromatínicos recuerda perfectamente los aspectos anotados y descritos por SHarrP en el último perío- do telofásico de las cinesis somáticas de Vicza, en los que los granos se presentan formando conjuntos perfectamente indivi- dualizados unos de otros, que hacen muy probable la idea de (1) «Das Chromatin ist noch als kleine Kórnchen vorhanden, aber die meisten Kórnchen sind zu kúrzen oder lángern Fádchen aneinander ge- reiht.» (Pág. 362.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921» 38 M. BORDÁS que están sostenidos por el filamento de linina que persiste al través de las divisiones. Si esto fuera así, es decir, si los granos aparecieran ya desde la salida del reposo formando cadenas bien definidas, habría mu- cho adelantado para poder admitir que los cromosomas persis- ten en un estado que podríamos llamar latente, pero individua- lizados y sin disolverse completamente, durante el reposo gonial. Leptonema. — Al estado que acabamos de describir sigue otro, el /eptonema, durante el cual los filamentos cromatínicos van aumentando rápidamente en longitud, hasta llenar casi por completo la cavidad nuclear (fig. 11). Como decimos, este aumen- to en longitud debe' de ser muy rápido, porque apenas se en- cuentran núcleos intermediarios entre el de la figura 19 a y los que se presentan casi completamente llenos del ovillo filamentoso. Este ovillo es muy nutrido y enmarañado: en la figura 11 sólo hemos dibujado parte de él, para que resultase más clara y visible la posición y dirección de los filamentos. Una idea más aproxi- mada del aspecto general que tienen los núcleos en este estado nos la ofrecen las figuras siguientes, si prescindiéramos de la contracción que experimenta la substancia cromatínica. A causa de lo nutrido que se ofrece el núcleo nos ha sido imposible descifrar si el ovillo nuclear está formado por un solo filamento sumamente largo, o bien por varios diferentes que mu- tuamente se entrecruzan en mil variadas direcciones. Dato que es de mucha importancia y utilidad para la interpretación del fenómeno reductor y para la doctrina de la individualidad de los cromosomas. Pero queremos hacer notar que en estos núcleos se observan frecuentes paralelismos entre las diversas secciones del filamento o filamentos del ovillo. En el núcleo de la figura 11 se ven per- fectamente varios de estos aspectos. Y aunque se podría decir que, dada la abundancia y longitud de los mismos, es natural que de vez en cuando coincidan en algunas direcciones, sin em- bargo, llamamos la atención del lector sobre ellos, para com- pararlos posteriormente con otros aspectos y formaciones nu- cleares. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCELUM LACTEUM> 39 Los filamentos ofrecen una manifiesta tendencia a reunirse en un lado del núcleo (fig. 12). No hemos observado en este estado la marcada polarización que ScmLeip describe en núcleos parecidos de P. gonocephala, en que los filamentos se orientan con frecuencia hacia la región ocupada por el nucléolo. Lo que hemos visto en D. lacteum es que todo el ovillo sufre como un desplazamiento de su masa hacia el lado en que está el nucléolo, quedando a veces algunos filamentos más o menos distendidos por el resto de la cavidad nuclear (fig. 13). Aun en este caso se observa con frecuencia que son dos filamentos diversamente en- trelazados los que aún no se han reunido al conjunto cromático. En algunas ocasiones la cavidad nuclear comienza a dilatarse pre- maturamente, y las asas filamentosas se distienden también por ella, cruzándola en toda su extensión (fig. 14). Las modalidades que presentan los núcleos en este estado son muy numerosas, y podríamos multiplicar los ejemplos; pero siempre se mantienen dentro del tipo que hemos descrito; a sa- ber: que todo el conjunto filamentoso que constituye el ovillo nuclear experimenta un desplazamiento lateral hacia la región del nucléolo; allí se comprimen los filamentos, pero conservando perfectamente visible al microscopio su independencia, de ma- , nera que puede asegurarse que durante este estado no hay fusión de los mismos en una sola masa uniforme. Algunos filamentos (muchas veces dos, más o menos en la misma dirección) conti- núan aún recorriendo el resto de la cavidad nuclear, que va quedando libre. En otros ejemplos, cuando el ovillo nuclear aún no ha su- frido ese desplazamiento y contracción, sino que la masa croma- tínica se conserva todavía a cierta distancia de las paredes nu- cleares (fig. 11), es posible distinguir los extremos de los fila- mentos que forman el ovillo y deducir la importante consecuen- cia de que no es un solo filamento arrollado muchas veces sobre sí mismo el que lo forma, sino varios independientes. En Den- droceelum, desgraciadamente no hemos podido observar esos ex- tremos libres, sea por causa de la distinta y poco favorable orien- tación de los filamentos, sea por su extremada longitud, sea por- que realmente no existan varios independientes, sino uno solo Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., DÚM. 44. — 1921. 40 M. BORDÁS sumamente largo. Por esto no podemos hablar aquí del número de cromosomas que forman el núcleo leptoténico, a pesar de ser un dato de grande importancia en el estudio de la profase de reducción. Tampoco podemos decir nada acerca de su longitud, aunque nos parece que realmente han de ser muy largos. En todo este estado los filamentos son muy delgados, con- servan uniformemente su diámetro y regularizan el aspecto arro- sariado que tenían, originando otros lisos. En ningún caso hemos podido observar ninguna hendidura longitudinal; podemos ase- - gurar que no existe. El nucléolo es siempre muy visible y, al parecer, se encuen- tra metido dentro del mismo ovillo apelotonado, y en contacto, o casi en contacto, con la membrana nuclear en el punto precisa- mente hacia el cual se ha desplazado la masa filamentosa. No hemos podido cerciorarnos de si los filamentos están en contac- to con el nucléolo, o si se conservan a distancia de él. De todos modos, si se conservan a distancia, ésta ha de ser muy corta, pues realmente parece que lo envuelven, poniéndose en con- tacto con el mismo. El volumen del nucléolo ha aumentado con respecto a estados anteriores. No se distingue zona clara a su “alrededor. Las demás partes de la célula no ofrecen ninguna particula- ridad. El protoplasma continúa lleno de microsomas disemina- dos desordenadamente sin formar redes: contiene algunos gra- nos que a veces llegan a adquirir un volumen casi tan conside- rable (fig. 11) como los que se encuentran en las células de los últimos estados de la profase. Aunque, dadas las figuras que hemos analizado durante este estado, no es posible hablar de un manifiesto 22eonema, sin em- bargo, el paralelismo manifiesto que se ve en muchos núcleos (figs. 11 y 13) nos autoriza a considerar estos núcleos, no como simples leptonemas, sino como leptozigonemas, que establecen el tránsito a los estados siguientes. El volumen de la célula y del núcleo no han sufrido variacio- nes notables con respeto al estado precedente: Fig. 11: diámetro mayor de la célula, 14,0 px; diámetro mayor del núcleo, 8,5 y,. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM> 41 Fig. 12: diámetro mayor de la célula, 11,0 p1; diámetro mayor del núcleo, 8,0 y,. Fig. 13: diámetro mayor de la célula, 13,0 p,; diámetro mayor del núcleo, 8,5 y. Fig. 14: diámetro mayor de la célula; 15,0 p.; diámetro mayor del núcleo, I1,0 y. Sinapsis (1). — Las células que se encuentran en sinapsis son tan numerosas como las del anterior estado que acabamos de des- cribir. Ejemplos de este estado también han sido observados por MATTIESEN (1904) en Planaria polychroa. En cambio, ScHLe1pP (IQ16) no lo ha encontrado en la ovogénesis de P. gonocephala, y sí en la espermatogénesis del mismo animal (2). Al terminar el anterior estado hemos visto que el ovillo cromático que forma el leptonema sufre un desplazamiento hacia un lado del núcleo. En el estado de sinapsis se acentúa la contracción que experimenta dicho ovillo, formándose un pelotón apretado (figs. 15 y 16), en el que ni aun al microscopio es apenas posible distinguir los diver- sos filamentos. Por este motivo se conoce también este estado con el nombre de primera contracción. Parece como si realmente se fusionara todo en una sola masa. Así han opinado muchos autores en diversos casos. Pero en Dendrocaelum, aunque el pe- lotón (kompaktes Knáuel le llama MaAtTiESEN) resulta indescifra- ble en su conjunto, la presencia de algunos filamentos que sobre- salen de la masa (fig. 16) y la de otros que evidentemente la cru- zan por algunos huecos que deja la misma (fig. 15), nos dan de- recho a suponer que la aproximación de los filamentos es cier- tamente íntima, pero que no existe una verdadera fusión. Este estado de apelotonamiento total es, sin embargo, de du- (1) Acerca del sentido en que tomamos esta palabra véase lo que de- cimos más adelante. (2) Téngase en cuenta que SchLeip toma el nombre de sinapsis en una acepción distinta de la nuestra. En el sentido en que nosotros tomamos este nombre decimos que dicho autor no la ha encontrado en la ovogé- nesis de P. gonocephala. En la acepción suya, que corresponde a nuestra sindesis, la ha encontrado, y por eso dice Scmie1iP que en P. goroceplala existe la sinapsis. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 42 M. BORDÁS ración escasa, pues el pelotón cromatínico comienza en seguida a aflojarse y distenderse; para lo cual la masa se aparta del lado hacia el que se desplazó primeramente, y deja al descubierto el nucléolo (figs. 17 y 28 a). Como efecto de la fuerza de aquel des- plazamiento, el nucléolo se presenta aplastado contra la mem- brana nuclear. Es de gran importancia fijar la atención sobre estos núcleos sinápticos. La masa cromatínica, al separarse del nucléolo, mues- tra indudablemente que los filamentos que la forman están en contacto con el nucléolo, de manera que parece que se despren- den de él. Además, como con claridad se ve en la figura 28 a, los filamentos se han conjugado, arrollándose mutuamente de dos en dos, con lo cual originan las asas del paquinema. El asa que sobresale de la masa cromatínica hacia abajo está eviden- temente formada por dos de los filamentos delgados que cons- tituyen el resto del conjunto cromatínico; su mutuo entrelaza- miento es innegable. No puede tomarse esta figura como un cro- mosoma en forma de cinta (véase lo que decimos más adelante) arrollada helicoidalmente y cuyos bordes simularan dos filamen- tos, pues la existencia de otros filamentos delgados y sueltos en ese mismo núcleo prueba que no se trata de los bordes de una cinta, sino de verdaderos filamentos independientes. En la parte superior de este mismo núcleo, a la izquierda del nucléolo y casi en contacto con él, se ven dos filamentos divergentes, que ade- más están en planos muy distintos. La perspectiva del dibujo los hace aparecer en contacto, pero en realidad están a diferentes niveles: son dos filamentos sueltos. Además, en contacto con el nucléolo se observan otros muchos sencillos, que desaparecen y se pierden en el interior de la masa cromatínica. De esta misma masa se desprende a la izquierda otra asa gruesa, formada indu- dablemente por la reunión de dos filamentos, como la inferior a que antes aludíamos. En el borde inferior del conjunto cromatí- nico se ven asimismo varias asas gruesas ya formadas, pero cuyas imágenes es imposible traducir en el dibujo a causa de que están superpuestas en diferentes planos. Para nosotros, la parasindesis es indudable en estos núcleos. Las espirales que forman cada par de filamentos conjugados, LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(BLUM LACTEUM>» 43 lejos de aflojarse, se comprimirán momentáneamente algo más para originar los cordones gruesos del paquinema incipiente que vamos a encontrar en seguida. El nucléolo no es visible al principio de la sinapsis a causa de quedar completamente envuelto por la masa cromatínica apelotonada a su alrededor (figs. 15 y 16). Mas apenas se separa un poco dicha masa, se le ve aplastado contra la membrana nuclear, afectando una fornva alargada. Su tamaño parece algo ¡mayor que antes, a no ser que sea más bien una apariencia, efecto de su mismo aplastamiento. Está evidentemente en con- tacto con los filamentos cromosómicos del núcleo. Como iremos viendo, el nucléolo no desaparece durante toda la profase citaria. Su desaparición coincide con la diacinesis. MATTIESEN afirma tam- bién que el nucléolo persiste durante el pelotón cromático, pero no puede asegurar si sucede otro tanto durante la sinapsis, pues cuando se deshace el pelotón se encuentran algunas células sin nucléolo y otras con un nucléolo pequeño (1). El protoplasma de estas células permanece granujiento y las inclusiones que contiene son escasas y de la misma natura- leza que en los estados precedentes. En la célula de la figura 16 hay un voluminoso grano en contacto con la membrana nuclear, de un tamaño igual al que alcanzan estos granos en los últimos estados de maduración. En la figura 11 hemos encontrado lo mismo. Mas en los estados últimos estos granos nunca se encuen- tran en contacto con la membrana nuclear, ni siquiera próximos a la misma, sino que preferentemente se colocan en la región periférica del protoplasma. No podemos atribuir la sinapsis a una contracción artificial y violenta provocada por los reactivos, pues además de que es un estado muy frecuente, ya que no indispensable, en las cinesis de reducción, estas células, en nuestro caso, se encuentran en (1) «Inmitten des dichten Chromatinknáuels sieht man auf Fig. 7 [co- rresponde a nuestra figura 6] noch deutlich den grossen Nucleolus. Es scheint mir aber fast, als ob der Nucleolus wáhrend der Synapsis ver- schwindet, denn nach der Wiederauflósung des Chromatinknáuel fand ich einzelne Eizellen ohne resp. mit ganz kleinen Nucleolus.» (Pág. 288.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 44 M. BORDÁS medio de otras perfectamente normales pertenecientes a otros estados. Las dimensiones de estas células son : Fig. 15: diámetro mayor de la célula, 12,5 p1; diámetro mayor del núcleo, 9,0 yz. Fig. 16: diámetro mayor de la célula, 15,0 y; diámetro mayor del núcleo, 10,0 yz. Fig. 17: diámetro mayor de la célula, 15,0 1; diámetro mayor del núcleo, 9,0 y». Fig. 28 a: diámetro mayor de la célula, 21,0 p1; diámetro mayor del núcleo, 9,5 y. Sindesis. — Los núcleos que acabamos de describir podemos en rigor considerarlos como los núcleos en los que tiene lugar la parasindesis de los filamentos. Pero a causa del apelotona- miento en que aún se mantiene la masa cromatínica es muy difí- cil apreciarla. El término de la sinapsis y principio de la mani- festación de la sindesis está determinado por la presencia de núcleos en los cuales el pelotón cromático se afloja y se distien- de, permitiendo ver el trabajo que se ha llevado a cabo durante la primera contracción. Los filamentos presentan una polariza- ción manifiesta (fig. 24 a), convergiendo hacia el:lado de la mem- brana nuclear en que se verificó la sinapsis. En estos núcleos no es aún posible ver con claridad la transformación que ha tenido lugar. Se ven algunos tan delgados como en los últimos tiempos del leptonema y de la sinapsis, los cuales sobresalen del conjun- to cromatínico y recorren la cavidad. Bueno es hacer notar que en el núcleo que presentamos se ven dos de esos filamentos que se dirigen hacia un mismo lado de la cavidad, que es precisa- mente el opuesto al de convergencia. Además de estos filamen- tos delgados se distinguen en el mismo conjunto cromatínico, ya un poco distendido, otros más gruesos, que están orientados hacia el polo de convergencia, o bien se ven dos delgados, entre- cruzados uno con otro y orientados en la misma dirección. Todos estos aspectos pueden apreciarse mucho mejor en el núcleo de la figura 18, en el que la distensión es más acentuada. En este núcleo la polarización es muy manifiesta; los filamentos LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 45 se ven casi todos mutuamente enlazados de dos en dos, o bien constituyen cordones gruesos en forma de asas, cuyos extre- mos están próximos a la membrana nuclear, mientras que su porción media ocupa la cavidad, formando algunas ondulaciones. Una de estas asas, bien constituída, es muy visible en este núcleo. Las demás no resaltan tanto por la dificultad que hay en tradu- cir en un dibujo los diversos planos que se aprecian cómoda- mente con el microscopio. De todas maneras, podemos asegurar que la existencia de esa disposición de los filamentos, cuando el conjunto cromosómico se encuentra medianamente distendido, es evidente; y que aunque no abundan mucho los núcleos de esa naturaleza, se encuentran, sin embargo, los suficientes para poder establecer con ellos el paso a los estados nucleares que vamos a describir. Por lo que más adelante diremos, este estado corresponde al que designamos con el nombre de simdesis. Los extremos de las asas no se presentan bifurcados y, a juzgar por esta apariencia, se deduce que los filamentos que la forman tienen sus extremos unidos, al menos aparentemente. El protoplasma e inclusiones de estas células no ofrecen nin- guna modificación con respecto a los anteriores estados. Las dimensiones de estas células no acusan todavía el creci- miento notable propio del ovocito : Fig. 24 a: diámetro mayor de la célula, 12,5 p1; diámetro ma- yor del núcleo, 9,0 yz. Fig. 18: diámetro mayor de la célula, 15,5 1; diámetro mayor del núcleo, 9,5 y. ll. — PAQUINEMA El estado de núcleo paquiténico o paquinema, llamado tam- bién espirema grueso, es de mucha duración en Dendrocalum lacteum; de tal manera, que en cualquier corte de ovario que se examine se encuentran siempre numerosos ejemplos de todas las graduaciones de la formación y desarrollo de este característico estado. Lo que más llama la atención en estos núcleos son las ' Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 46 M. BORDÁS largas asas cromatínicas, gruesas, de contornos bien definidos, que cruzan en diversas direcciones la cavidad nuclear sin polari- zación determinada o con polarización muy escasa, y que de ordi- nario se presentan hendidas longitudinalmente. Este último carác- ter es tan general, que para encontrar algunas asas en las cuales no se manifieste esta hendidura, es preciso examinar muchas preparaciones; y aun sucede que en los mismos núcleos en los que se encuentran asas sin hendidura, van éstas acompañadas de otras que la tienen manifiesta. La hendidura longitudinal del asa paquiténica es un carácter típico del paquinema en /). lacteum, tanto en la ovogénesis como en la espermatogénesis, sobre todo en esta última. En el núcleo representado en la figura 19 ), las dos partes que componen el asa no sólo están claras, sino que para mayor evidencia de su doble valor, aun quedan algunos filamentos que no se han conjugado con sus correspondientes en la sindesis. Este núcleo no puede tomarse como perteneciente al estado del desdoblamiento longitudinal que más adelante describiremos, porque ni el modo de entrelazarse los filamentos es el típico, ni el diámetro del núcleo y de la célula corresponde a los que pre- sentan durante el estrepsinema. Tampoco presenta esta célula señales de degeneración. Además, el encontrarse junto al núcleo de la figura 19 a, que, como hemos visto, representa la salida del reposo, es una nueva prueba de que este núcleo pertenece a los primeros estados del desarrollo citario. Es, pues, un verdadero paquinema que se relaciona con los núcleos de la sindesis por el intermedio del de la figura 18. El paquinema puede considerarse definitivamente formado en el núcleo de la figura 20, cuando ha desaparecido, al menos aparentemente, toda separación entre los dos filamentos que se conjugaron. Este núcleo muestra, por su parte, el entrelazamien- to que durante la sindesis experimentaron las mismas asas del paquinema. Puede también observarse en este ejemplo que aun existen dos filamentos delgados que se han conjugado únicamen- te por sus extremos, mientras que el resto corre libre por la ca- vidad. Otro núcleo de este mismo tipo y mucho más perfecto es el de la figura 22. Las asas están todas orientadas todavía hacia LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQELUM LACTEUM>» 47 la región ocupada por el nucléolo. La delgadez de las mismas y su modo de presentarse con abundantes inflexiones que las enla- zan, nos indican que se trata de un núcleo que sigue inmediata- mente a los de las figuras 16 y 28 a. El núcleo parece intacto, a juzgar por la abundancia de cordones. Es de notar que se ven varios extremos libres y los demás parece que se apoyan en el nucléolo, pues la porción media y ondulada de las asas se encuen- tra al lado opuesto, recorriendo la cavidad nuclear. Este modo de presentarse está en perfecta correspondencia con lo que hemos dicho anteriormente al describir los núcleos de las figuras 24 a y 28 a. Un corte que pase precisamente al nivel de las porciones medias de las asas (fig. 21) nos muestra la multitud y variedad de sus inflexiones y que no siguen dirección determinada, sino que dan a entender que las asas se diseminarán irregularmente por todo el núcleo. Efectivamente, a medida que se deshace el conjunto, se presentan más sueltas y aisladas (fig. 23 5), sin orientación fija. | La figura 23 a representa un corte de un núcleo paquiténico en el que el microtomo ha desplazado dos trozos de asas. Esta figura tiene interés porque parece que el corte coge las porcio- nes medias de todos los cordones: se ven ocho. Aunque no estando entero el núcleo no podemos tomar esta figura como ejemplo para contar el número de cromosomas del paquinema. Los núcleos que dan una idea más acabada del aspecto carac- terístico del paquinema en la ovogénesis de 2). lacteum son los representados en las figuras 26, 246 y 25 a, y sobre todo las figuras 27 a, 27 b y 29 6. Hubiéramos podido presentar una infi- nidad de ejemplos que establecerían todas las graduaciones de- seables entre los de la aparición del paquinema (figs. 21 y 22) y el de la figura 28 hb, que marca el término del paquinema y el tránsito al siguiente, que es el del desdoblamiento longitudinal. Ya hemos dicho que el paquinema debe ser de mucha duración en la ovogénesis; lo mismo sucede en la espermatogénesis. De aquí que abunden tanto estos núcleos. Algunos permiten reco- nocer una polarización bastante manifiesta de las asas dobladas en horquilla y dirigidas sus dos ramas hacia el lugar ocupado por el nucléolo (fig. 26). Esta es la forma que puede tomarse Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 48 M. BORDÁS como paquinema bouquet. La longitud de las asas puede apre- ciarse en algunos núcleos como el de las figuras 27 a y 27 6, que sin duda contienen algunas intactas. La posición y forma de las asas indica que de su primera posición en pelotón bastante confuso (fig. 20), pasan a disten- derse y repartirse por la cavidad nuclear, que entretanto ha ido también aumentando de volumen, pues no hay que perder de vista que en el estado del paquinema, al fin del mismo, comienza a manifestarse ya muy marcado el crecimiento extraordinario propio del ovocito. La hendidura que presentan las asas se va acentuando pro- gresivamente a medida que avanza el estado del paquinema; pero esta más clara manifestación de la hendidura no tiene lugar de un modo uniforme a lo largo del cordón, sino por puntos que alternan con otros lugares en los que el asa se ofrece aún como no dividida. Esto se puede apreciar clarísimamente en el núcleo de la figura 28 ). Las asas no están sólo hendidas, sino fenestra- das. Este hecho tiene una explicación sencilla, si se supone que al reunirse los filamentos de dos en dos en la sinapsis y sinde- sis (figs. 15, IÓ y 18), no se colocaron simplemente yuxtapues- tos, sino que se arrollaron uno en otro, originando un cordón, llamado también por este motivo espirema grueso, que es el que forma las asas del paquinema. La existencia de estas torsiones helicoidales en los cromosomas, así somáticos como citarios, es fenómeno general y comprobado en todas las profases. DELLA VaLte hace un estudio detallado de las mismas, llamando la aten- ción sobre el hecho de que las torsiones son mucho más nume- rosas en los cromosomas cuanto más primitivo es el estado de mitosis que se examina (1). Ahora, al volverse a separar esos dos (1) «Allo stato attuale delle nostre conosccnze, possiamo affermare che si tratta di un fenomeno generalissimo, e si pud dire addirittura constante per le profasi delle mitosi con cromosomi di forma allungata. Il nome «spirema» comunemente usato, e appunto l'espressione del fatto che in questo stadio i cromosomi sono irregolarmente e variamente eli- coidi.» (Pág. 84.) «Il loro numero [el de las torsiones] nei cromosomi di profasi ad uno stadio piú precoce, € notevolmente maggiore rispetto a «quelli di mitosi in uno stadio piú avanzato.» (Pág. 87.) LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCELUM LACTEUM>» 49 filamentos, la separación tiene lugar apartándose primeramente un filamento de otro sin deshacerse todavía las torsiones helicoi- dales que contrajeron. De ahí ese aspecto fenestrado que pre- sentan. La desaparición total de las torsiones se llevará a término lentamente durante los próximos estados del espirema distendi- do o estrepsinema, hasta originarse los cromosomas metafásicos, en los que, como ya notaron HeIDENHAIN, BONNEVIE y GRÉGOIRE, no existen torsiones. Además de la hendidura longitudinal, tienen algunas asas otra particularidad que conviene señalar por las consecuencias que pudieran deducirse. En algunas de las que hay en los núcleos de las figuras 24 b, 27 b, 29 a y 28 6, se observa que próximamente hacia su mitad existe un hinchamiento, o bien una separación más o menos pronunciada de sus dos ramas, visible clarísima- mente en el núcleo (fig. 28 6b). Estas figuras no pueden en manera alguna asimilarse a los cromosomas designados por GrÉ- GOIRE (IQIO) con los nombres de chromosomes a cháton y chro- mosomes en croix, a pesar de su parecido. Porque en estos últi- mos, según demuestra el sabio citólogo de Louvain, los cromo- somas de esta forma se originan a causa de que una de las dos ramas componentes, en vez de mantenerse yuxtapuesta a la otra, como es lo ordinario, gira hasta ponerse en la continuación de la otra rama; con lo cual, en vez de estar yuxtapuestas, resultan encontradas, aboutées, como dice GRÉGOIRE. En cambio, en nues- tro caso se deduce, por la comparación con los subsiguientes estados, que esa abertura no es otra que la separación ordinaria de las dos ramas del cromosoma paquiténico; separación que comienza a iniciarse cuando aún no es posible distinguir los dos filamentos como distintos, por lo cual se produce un simple hin- chamiento en el punto de separación (fig. 24 0b). Más tarde se acentúa esta distinción (fig. 29 a), hasta que finalmente se com- pleta (fig. 28 b). En esta figura puede verse además que no existe división transversal en los dos filamentos separados, como sería preciso que existiese si estos cromosomas se originaran como los cromosomas en croix de GrÉGoIrE. Por lo demás, este hecho de que la separación de las dos ramas componentes del cromo- soma del espirema grueso sea más visible en la parte media del Trabajos del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. 4 50 M. BORDÁS cordón que en los extremos, es bastante general en las divisiones de maduración. Un dato muy importante que debe investigarse en el estado que estamos describiendo es el referente al número de estas asas; pues cualesquiera que sean las hipótesis que se adopten para explicar el proceso reductor, todos los autores convienen en que en el estado de espirema grueso se encuentran los cromosomas en número mitad que el de cromosomas que se ven en el nú- cleo del período gonial (1). Si durante el período gonial y el leptonema se pudo contar el número de cromosomas, es nece- sario volver a contarlos en el paquinema, para ver si realmente han quedado reducidos a la mitad. Si en aquellos primeros es- tados no fué posible averiguar el número, es preciso hacerlo en el paquinema, para deducir el de cromosomas goniales y el de los del leptonema, en el supuesto de que las asas paquiténicas se engendran de la conjugación de los filamentos del leptonema (2). Desgraciadamente, en Dendroce-lum no nos ha sido posible ave- riguar directamente el número de asas en el paquinema. Ya diji- mos que tampoco pudimos observar el período gonial, ni ver cuántos filamentos existen en el leptonema. La dificultad con que hemos tropezado para averiguar el número de asas proviene de la extremada longitud de las mismas, que cuando los núcleos están intactos se extienden por toda la cavidad, entrecruzándose de maneras muy variadas y expuestas a equivocación. Como los cortes los hemos hecho a 5 y. de grosor, lo más frecuente es que los núcleos hayan quedado divididos en dos partes y las asas estén seccionadas en varios trozos, siendo entonces imposible (1) Ya hemos dicho que consideramos muy deficientes las observacio- nes de STEVENS, que admite seis cromosomas en el ovogonio y tres, cuatro o seis en el primer cito, y otros tres o seis en el segundo. Y advierte además que puede haber dos clases de ovocitos reducidos de tres y de seis cromosomas. No comprendemos qué reducción en número de cro- mosomas puede ser la que, existiendo seis cromosomas en el ovogonio, deja seis cromosomas en el primero y segundo ovocitos. , (2) No nos referimos en nuestra exposición a la existencia de com- plejos cromosómicos o a la de heterocromosomas en las células repro- ductoras. dl LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(BLUM LACTEUM» 5I hacer el recuento por la dificultad de poder atribuir a cada asa sus segmentos correspondientes. Así, las figuras 27 a y 27 6 co- rresponden a los dos cortes en que ha quedado seccionada una célula; es imposible determinar con seguridad qué trozos corres- ponden a cada asa. Hemos ensayado el siguiente procedimiento para encontrar el número de asas en estos núcleos. Medir con la mayor exacti- tud posible todos los trozos de asas contenidos en los diversos cortes de un mismo núcleo, teniendo en cuenta la distinta pro- yección con que se presentan a la observación a causa de sus inflexiones; sumar todas las longitudes halladas y dividir esta suma por la longitud del segmento más largo, suponiendo que el segmento más largo representa una asa completa. Los núcleos han de ser escogidos de entre los que tienen las asas más largas. Pero hemos tenido que dejar ese procedimiento por varios mo- tivos. Primero, porque se funda en el supuesto (aunque muy probable) de que el segmento más largo es una asa completa; segundo, porque supone que todas las asas tienen la misma lon- gitud, cosa que se ha comprobado ser inexacta en muchos casos por la existencia de cromosomas de longitud distinta; tercero, porque aun siendo originariamente de la misma longitud (como en nuestro caso), las asas no se desarrollan con un riguroso sin- cronismo, como lo prueban las mismas figuras 19 6, 27 6 y 28 0, en las que se ve claramente que no se encuentran todas en el mismo momento de desarrollo, pues unas están aún con sus dos partes componentes separadas, cuando otras están ya formadas (fig. 19 6); unas se mantienen todavía indivisas, mientras que otras presentan evidentes hendiduras (fig. 29 a) y aun separacio- nes de sus dos partes (tig. 28 b); y en cuarto lugar, porque se trata de medidas que hay que hacerlas por micras y fracciones de micra, en fragmentos que no se proyectan siempre de plano, sino oblicuos o en la misma dirección del tubo del microscopio, habiendo de tener en cuenta a cada momento la distinta oblicui- dad con que se proyecta el segmento que se mide. Quienquiera que haya intentado hacer medidas de esta naturaleza sabe la difi- cultad que entrañan y sobre todo la incertidumbre en que dejan. DeLLa VaLLe (1912), en las medidas que hizo de los cromosomas Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921» 52 M. BORDÁS de Salamandra ensayó diversos procedimientos. Determinó esas longitudes sobre dibujos obtenidos con la cámara clara a 2.700 diámetros de aumento, sirvióse también de un curvímetro, y hasta llegó a intentar reproducir las diversas curvas y posiciones de los cromosomas por medio de un alambre delgado, flexible y no elástico, para lo que es excelente material el hilo de plomo, empleado en los cortacircuitos de las instalaciones eléctricas. De estos tres procedimientos, el que le dió mejores resultados fué el primero (que a primera vista parece el más inexacto), y el que peores el último. En nuestras medidas hemos seguido el primer procedimien- to, efectuándolas sobre nuestros dibujos, hechos a 2.000 diáme- tros de aumento. Á pesar de que, como dejamos dicho, no te- memos entera confianza en el procedimiento para determinar el número de cromosomas, no podemos menos de manifestar la viva sorpresa que en nosotros produjo la primera vez que apli- camos el procedimiento, que fué precisamente a las figuras 27 a y 27 b, a causa del sorprendente resultado que obtuvimos, pues nos dió casi con rigurosa exactitud la existencia de ocho cromo- somas (1). De todas maneras, el núcleo de la figura 29 5, que (1) El asa más larga, que es la contenida en el corte de la figura 27 5, nos dió una longitud de 25,5 mm., como término medio de varias mediciones. Las otras cinco asas más largas contenidas entre los dos cortes nos die- ron, respectivamente, 20,5, 20,5, 20,0, 19,0 y 16,5 mm. Sumando estas lon- gitudes con las de los fragmentos menores, nos dió un total de 201,5 mm. Dividiendo esta cantidad por 25,5, que es la mayor longitud encontrada, da de cociente 8, tomado por exceso, con un residuo de 2,5. De manera que en el conjunto de medidas sólo faltaba una cantidad pequeña, muy excusable por las dificultades y causas de error que quedan apuntadas, para que resultasen con exactitud matemática ocho asas cromosómicas. Dividiendo ahora la longitud total, 201,5, por 8, resulta de cociente 25,2 para la longitud de cada cromosoma del paquinema. De manera que si en vez de tomar 25,5 mm. como máxima longitud del asa que nos sirvió de punto de partida, hubiésemos tomado 25,2 mm. (¡error de sólo tres décimas de milímetro!), el cálculo hubiese resultado exactísimo. Tradu- ciendo esos datos en micras, resulta para la longitud de cada asa 12,6 p,; para la longitud total 100,75 p., y el error que hemos cometido en la me- 0,3 mm. : 1 0,3 mm. _ dida del asa más larga es a 0,00015 | LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQLUM LACTEUM> 53 parece bastante entero y nutrido, contiene nueve asas, pero con la particularidad de que dos de ellas son notablemente más cor- tas que las restantes, y por consiguiente, bien pudieran ser dos segmentos de una misma (1). Podemos, por lo tanto, admitir con bastante seguridad que el número de cromosomas del paquinema en «Dendrocoelum lacteum» es ocho. Y encontrándose en estos núcleos el número ya reduci- do, deduciremos que el número de cromosomas en el ovogonto es diez y sets. El estudio de la espermatogénesis nos ha permitido contar ocho cromosomas en el paquinema y ocho también en la meta- fase I. Tenemos, pues, una nueva prueba para admitir este mismo número en la ovogénesis. Estos núcleos paquiténicos en que comienza el desdoblamien- to longitudinal, y los del leptonema que quedan también descri- tos, «se confirman mutuamente en el procedimiento de verificar- se la reducción numérica de los cromosomas por parasindesis pseudomeiótica». (BORDÁS, 1920, pág. 58.) El nucléolo no falta nunca en el paquinema que hemos estu- diado. Ya en los núcleos más primitivos de este estado (fig. 19 6) es grueso, esférico, sin vacuolas y colocado todavía a un lado de la cavidad junto a la membrana. Su volumen es casi igual al que tiene en los núcleos leptoténicos (fig. 14), o un poco mayor; de manera que, como ya hemos dicho anteriormente, es indudable- mente continuación uno de otro y no formado ex xovo. Algunos son ya notables por su tamaño (fig. 27 a). En los últimos tiem- pos del paquinema se aparta de la membrana, corriéndose hacia el centro de la cavidad (fig. 29 a) (2). El protoplasma se conserva finísimamente granujiento: au- (1) Como particularidad muy notable haremos notar que el asa más larga de este núcleo mide aproximadamente 12,0 p. de largo; longitud que se diferencia solamente en 0,6 p. de la encontrada para la del núcleo de la figura 20. (2) Aunque en algunas figuras aparece el nucléolo como lobulado (fig. 27 a), hemos de advertir que eso es sólo un recurso técnico para dar a entender que los cromosomas pasan por encima y muy próximos al nucléolo. Pero en realidad es esférico. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 54 M. BORDÁS menta el número de inclusiones periféricas (figs. 24 b y 28 b), aun- que escasamente. Esta escasez de inclusiones es un carácter que conserva el ovocito durante toda la profase y aun después; pues el alimento del embrión se lo proporcionan las células lecíticas en que queda envuelto durante su paso por el oviducto y mientras permanece en las cavidades donde se detiene antes de la puesta. En el seno del protoplasma se observa ya la presencia de uno o dos centrosomas (fig. 20) y la de unas formaciones espumosas (figs. 28 h y 20 a) en contacto con la membrana nuclear. De estas particularidades del protoplasma hablaremos aparte más adelante El ovocito comienza a manifestar el crecimiento especial que caracteriza a éste y a los siguientes estados de las cinesis de ma- duración. Las dimensiones de estas células son las siguientes: Fig. 20: diámetro mayor de la célula, 13,8 p1; diámetro mayor del núcleo, 0,5 y. Fig. 19 6: diámetro mayor de la célula, 15,0 1; diámetro ma- yor del núcleo, 10,5 y. Fig. 22: diámetro mayor de la célula, 24,0 y; diámetro mayor del núcleo, 12,0 y. Fig. 26: diámetro mayor de la célula, 15,0 ¡1; diámetro mayor del núcleo, 10,0 y. Fig. 25 a: diámetro mayor de la célula, 18,0 1; diámetro ma- yor del núcleo, 10,0 yz. Fig. 27 b: diámetro mayor de la célula, 28,0 1; diámetro ma- yor del núcleo, 15,0 y». Fig. 295: diámetro mayor de la célula, 20,5 p.; diámetro ma- yor del núcleo, 12,5 p. Fig. 28 5: diámetro mayor de la célula, 23,5 p; diámetro ma- yor del núcleo, 13,0 y. Jl. —- ESTADOS POSTPAQUITÉNICOS El período que sigue al espirema grueso o paquinema com- prende los estados por los cuales pasan los cromosomas hasta constituirse en los cromosomas definitivos que se han de colocar LA OVOSÉNESIS: EN «DENDROCELUM LACTEUM> 55 en el ecuador de la figura acromática durante la metafase I. Dos etapas principales comprende este período: primeramente toda la célula-huevo aumenta de volumen, y los cromosomas, que también crecen, se distienden por la cavidad nuclear; después viene una rápida concentración de la substancia cromatínica, y los cromosomas disminuyen su volumen de una manera consi- derable, hasta quedar reducidos a un tamaño mucho menor que el de las asas del paquinema, y casi igual al que tenían los cro- mosomas goniales en el momento de la metafase de la última división. La colorabilidad de los mismos llega al máximum en esta segunda etapa. Estrepsinema. — Desdoblamiento longitudinal. — El estrefp- sinema, conocido también con el nombre de espzrema distendido, se caracteriza porque las dos ramas constitutivas del cromosoma del núcleo paquiténico (figs. 21 a 29) se separan una de otra, conservando, sin embargo, mutuos cruzamientos y enlaces, cada vez más escasos, que son reminiscencia de los numerosos que los enlazaban durante el estado del espirema grueso. Ya hemos visto que en el núcleo de la figura 28 4 es muy visible la separa- ción fenestrada incipiente que experimentan los dos filamentos. Como indica DeLLa VaLze, las torsiones helicoidales que presen- tan los cromosomas durante la profase van siendo en menor número a medida que la profase avanza, tendiendo a adoptar la línea recta. De manera que la disminución de longitud va acom- pañada de la pérdida de torsiones. Aunque DeLLA VaLtr se re- fiere principalmente a la profase somática, vemos aquí que esto es precisamente lo que tiene también lugar en la profase de re- ducción que examinamos. Así, por ejemplo, el filamento casi recto que se ve en la célula de la figura 40 6 tiene ya muy pocas torsiones, dos o tres a lo más; pues bien: su longitud es aproxi- madamente 12,5 ¡,, igual a la de las asas del paquinema (fig. 27 0). Este resultado parece a primera vista en contradicción con lo que estamos diciendo. Pero si se tiene en cuenta que en las asas del paquinema dicha longitud es con numerosas torsiones, y aquí en cambio sin ellas, se deduce evidentemente que el cro- mosoma ha disminuído en una longitud igual a la diferencia Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 56 M. BORDÁS entre la longitud del conjunto de vueltas helicoidales y la del eje de la espiral. La separación de las dos ramas por la pérdida de las torsio- nes es muy visible en la figura 30, en la cual se ve que las dos ramas siguen paralelas en gran parte de su trayecto. Esta sepa- ración es mucho más acentuada en la porción media que en los extremos; fenómeno muy comúnmente observado, y que nos- otros hemos podido también comprobar en las profases de ma- duración, masculina y femenina, de la Sagitta bipunctata. Unas veces los dos filamentos permanecen todavía unidos en el extre- mo del asa, mientras que en otras ocasiones se separan, dando a dicho extremo una forma bifurcada. En este mismo núcleo se ven los dos casos. Según Scuterr, la división longitudinal del paquinema en Pla- naria gonocephala tiene lugar porque los microsomas más grue- sos (1) se dividen longitudinalmente en la dirección del eje del asa, mientras que los más pequeños permanecen todavía indivi- sos. De aquí la alternancia de porciones abiertas y cerradas que se ven en el asa cromosómica al comenzar el estrepsinema. En nuestro caso hemos podido comprobar que no es eso lo que su- cede. En Dendrocelum son los filamentos de la sindesis los que vuelven ahora a reaparecer en el desdoblamiento longitudinal. MartieseN también dice que el cordón del paquinema sé hiende longitudinalmente por algunos puntos, mientras que por otros se conserva unido, originándose con esto una serie de anillos colo- cados en cadena. Más adelante estas cadenas se fraccionan trans- versalmente en segmentos por los puntos que quedaron indivi- sos (2). Tampoco encontramos estas disposiciones en Dendro- (1) ScuLerP da el nombre de microsomas a los gránulos de cromati- na. Nosotros damos este nombre a los finos gránulos que comunican al protoplasma un aspecto granujiento: esta es la acepción en que lo usó HansrElN (1880). (2) «Im demselben [Spiremstadium, el estrepsinema incipiente] tritt hierauf eine Lángsspaltung des Chromatinfadens auf. Bemerkenswert hierbei ist, dass in ziemlich regelmássigen Abstánden diese Spaltung unterbleibt, so dass aus jedem Teilsticke des Fadens eine mehr oder weniger regelmássige Kette entsteht..... Ferner sind die Kettenglieder LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 57 coelum. Las figuras 32 y 33 reproducen dos núcleos en los que se ven claramente las cadenas de anillos mencionadas por Mar- TIESEN. Es evidente que no existen tales anillos; pues lo que apa- rece como tal son simplemente las dos espirales de los filamen- tos, que, al separarse una de otra, producen una figura de ani- llo; y al pasar una por encima de la otra, hacen la ilusión de que allí no existe separación, correspondiendo a las partes indivi- sas de la cadena. Marriesen ha encontrado algunas veces que el anillo del extremo de la cadena está abierto. Esto mismo puede observarse en numerosos núcleos (figs. 30, 32, 33, 36, 37, etc.), y es muy natural, ya que esa bifurcación, como queda dicho, no es Otra cosa más que los extremos de los dos filamentos que for- man el asa. Las roturas que se ven con frecuencia a lo largo de los filamentos, y a las que tanta importancia da MATTIESEN y que ScHLei? dibuja también en sus figuras sin atribuirles la menor importancia, no son, a nuestro modo de ver, más que efectos de la técnica (1). Si fuesen realmente divisiones transversales de los cromosomas que interviniesen en el fenómeno reductor deberían encontrarse con más regularidad, y sin embargo el mismo Marrir- SEN confiesa que ese fraccionamiento es muy desigual e incierto. Una de tales roturas puede verse en la misma figura 33, en el cromosoma que está en la parte inferior, fuera de la célula, y que hemos dibujado expresamente aparte para mayor claridad. Su posición en el interior del núcleo está determinada por el nucléolo adyacente. Esos enlaces que guardan aún las dos partes constitutivas del asa estrepsiténica van siendo cada vez más laxos (figs. 31, 34 y 30), hasta que por fin llegan a desaparecer casi por completo. Las dos bei Dendrocalum etwas kleiner und bleiben lánger in ihrem Zusammen- hange, warend sie bei P/axaría in der Regel fast schon wáhrend ihrer Bildung, jedenfalls noch vor der spáter zu besprechenden Vierergrup- penbildung, sich in grósseren oder kleineren Gruppen voneinander abló- sen..... Die Bruchstúcke verteilen», etc. (Pág. 289.) (1) ScmLerr advierte expresamente que, sobre todo los preparados teñidos con hematoxilina férrica, muestran esas roturas en los filamentos, mientras que los coloreados con hematoxilina de Búhmer se presentan siempre continuos. (Pág. 368.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 58 M. BORDÁS ramas se apartan una de otra (fig. 37), siendo a veces difícil y aun imposible en núcleos muy avanzados reconocer las dos ramas que formaban el par correspondiente en el paquinema (fig. 40 a). Únicamente la persistencia de ciertos filamentos que hasta el fin del estrepsinema (figs. 40, 41 y 43 0) siguen conservando ciertas relaciones de mutua dependencia, y los aparejamientos que más adelante encontraremos en los cromosomas diacinéticos, nos dan derecho a admitir que las dos ramas que forman el asa del espi- rema distendido no se separan una de otra de una manera total y definitiva. El movimiento que hacen algunas ramas es tan pronunciado, que en ocasiones quedan cruzadas unas con otras. El núcleo en estos casos se presenta como desordenado por completo, como si las ramas no guardaran entre sí relación alguna. Pero se en- cuentran núcleos como los de las figuras 29 c, 24 d, 23 C, 36, 37 y otros muchísimos que abundan en el ovario, que establecen insensiblemente el tránsito desde aquéllos, en los que se con- servan aún estrechas y visibles relaciones entre las dos ramas del estrepsinema, hasta éstos (figs. 25 b y 43 a), en los que no es posible reconocerlas. . Durante todas estas transformaciones del núcleo, los filamen- tos han aumentado muy poco en grosor con respecto a los del leptonema (figs. 12, 13 y 14). Sus contornos son algo irregulares, sin llegar a estar verdaderamente erizados. MarriesEN advierte que son finamente crispados (fem gekráuselt). El nucléolo no falta nunca en ningún núcleo del estrepsinema. Si en alguna de nuestras figuras no está presente, proviene de que ha quedado en otro corte de la misma célula. En algunas ocasiones su volumen es verdaderamente considerable (figs. 24 € y 25 )). Se tiñe intensamente en negro con la hematoxilina férrica de Heidenhain. Pero durante este estado, y sobre todo al aproxi- marse a la diacinesis, el nucléolo sufre importantes transforma- ciones muy dignas de ser conocidas. Al principio del estrepsinema se presenta enteramente homo- géneo como en los anteriores estados; lo único que llama la aten- ción es su mayor volumen. Mas a medida que avanza el desarro- llo, se forman en el interior del nucléolo una o varias vacuolas LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM» 59 que toman con la hematoxilina un color azulado, mucho más claro que el resto. Cuando es una sola, la vacuola se encuentra en el centro, como si el nucléolo estuviese formado por un grano central rodeado de otra substancia distinta. Pero hemos obser- vado que en algunas ocasiones la vacuola central está en comu- nicación con el exterior por medio de un corto canal que se en- sancha hacia afuera en forma de embudo. Se ve también que cuando el nucléolo sólo contiene esta vacuola central, se encuen- tra con frecuencia adherido o muy próximo al mismo otro nu- cléolo de menor tamaño que se tiñe intensamente en negro por la hematoxilina. Las vacuolas van aumentando, repartiéndose por todo el nucléolo grande, y aceleran su degeneración. Estas vacuolas se colocan casi siempre en contacto con la misma su- perficie del nucléolo; y si la orientación es tal que la vacuola venga a caer en el borde de la imagen (posición muy favorable a la observación), se ve que la vacuola hace realmente un entrante hacia el interior del nucléolo, como si éste se hubiese vaciado un poco, o como si la substancia que forma la vacuola hubiese su- frido una pequeña contracción. Cuando el nucléolo grande con- tiene vacuolas, siempre se encuentra próximo al mismo el nu- cléolo pequeño, que, lejos de vacuolizarse, aumenta de volumen y colorabilidad. Finalmente, el nucléolo grande queda todo uni- forme, pero su colorabilidad ha disminuído grandemente, tiñén- dose sólo con la intensidad con que lo hacían sus vacuolas, o mejor dicho, parece que la substancia que llenaba las vacuolas ha invadido por fin toda su masa. Todas estas particularidades indican, sin duda, que el nucléolo está compuesto, por lo menos, de dos clases de substancias fun- damentales, que corresponden a las substancias basífilas y oxífilas encontradas por diferentes autores (Ost, GUENTHER, Harar) en los nucléolos. SCHNEIDER (1883), además, afirma que en Alossia octopinia existen dos clases de nucléolos, unos grandes y otros pequeños; y añade que los pequeños son porciones de la subs- tancia más interna de los grandes, y que son expulsados al exte- rior por los poros de la parte cortical de estos últimos. Eso mis- mo es precisamente lo que sucede en los nucléolos en Dendro- coelum lacteum. En un principio son enteramente homogéneos Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921» 60 M. BORDÁS en apariencia; más adelante viene una diferenciación de las dos substancias, formándose la vacuola central a causa de haber sido expulsado al exterior el centro formado por substancia diferente del resto. Una prueba de esa expulsión está en el hecho de que el pequeño nucléolo se encuentra, al principio, en contacto con el grande. Mc-GiLL (1906) describe un hecho idéntico en los hue- vos de Plathemis lydia durante la ovogénesis. Según este autor (opinión que comparten también otros muchos autores, como Ost y SCHNEIDER), estas dos substancias que componen el nu- cléolo son una de ellas basífila y la otra oxífila. La oxífila es la que se desprende en forma de grano durante el tiempo de mayor metabolismo del estado de crecimiento, al mismo tiempo que el nucléolo mayor, que es basífilo, se vacuoliza, tomando, como dice Mc-GiLz, el aspecto de un panal (honey-combed). Este autor ha sorprendido el momento mismo del desprendimiento, y ha observado que el nucléolo pequeño se desprende en forma de gota alargada, indicio de la viscosidad de su substancia. Eso mis- mo hemos podido observar en Dendroccelum. Con la triple colo- ración de Flemming el nucléolo pequeño se tiñe de azul y el grande toma un color rojo claro. DANcHAKoFF (1916) dice tam- bién, hablando del huevo del erizo de mar, que algunos nucléo- los que pierden gradualmente su reacción basífila, manifiestan una notable vacuolización, llenándose las vacuolas de una subs- tancia menos basífila. La cromatina, que se desprende, es expul- sada finalmente al citoplasma. En la figura 44 hemos dibujado esta serie de cambios. Todos están tomados de diferentes preparaciones de un mismo ejem- plar de Dendrocelum. En estas figuras puede verse cómo el grueso nucléolo sólido en un principio (a) comienza por formar un saliente en su superficie (6), que más tarde se resuelve en un verdadero nucléolo de menor tamaño (c), que podremos deno- minar nucléolo hijo. En el interior del grande queda una vacuo- la. Cuando el pequeño nucléolo se ha desprendido y si es favo- rable la orientación del grande, se distingue perfectamente el canal embudado por donde se realizó la expulsión (4). Pero no es uno sólo, sino varios, los nucléolos hijos que se pueden des- prender del mayor, pues cuando éste ya posee la vacuola cen- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQELUM LACTEUM> 61 tral con su canal se ve formarse de nuevo un saliente (e), que acaba también por desprenderse (7). Así resulta que el nucléolo mayor va llenándose sucesivamente de vacuolas (2 y fig. 48 a), desprendiéndose más nucléolos hijos (%, 2), hasta que queda vacío de substancia y con el tinte general propio de las vacuolas, al desprenderse el último nucléolo hijo (%). Todos estos fenómenos y figuras concuerdan perfectísimamente con los observados por SCHNEIDER (1883) en Alossia octopinia. En el último estado se observa a veces que en el centro del nucléolo grande degenerado aparece una nueva formación que tiene el aspecto de un nuevo nucléolo hijo, pero cuyo centro es muy brillante (/ y fig. 52); pa- rece enteramente vacío, a causa de su fuerte refringencia, como sucede en las gotas microscópicas de grasa. No sabemos si eso es la formación del último nucléolo hijo, como parece probable. Por fin, hasta en ese mismo estado de degeneración en que ha quedado el nucléolo grande se forman nuevas vacuolas (772 y figu- ra 53), que van fundiéndose en una sola (7) que acaba por llenar toda la cavidad. El nucléolo queda así reducido a una membrana que hemos encontrado muchas veces arrugada y adherida inte- riormente a la membrana nuclear en los últimos tiempos de la diacinesis (figs. 50 y 57 c). En el núcleo estrepsiténico se encuen- tran en consecuencia varios nucléolos de diferente tamaño (o y figs. 46, 49 y 58 a). DANcHaAkoFF (1915) ha comprobado también en los nucléolos del huevo del erizo de mar la existencia de una vacuolización del nucléolo. Las vacuolas pierden su reacción basífila y se rellenan de otra substancia de reacción básica menos acentuada (1). El protoplasma no sufre alteración alguna notable en su aspecto general. Los granos del vitelo han aumentado muy poco en número y tamaño, y se encuentran casi exclusivamente en la periferia de la célula, próximos a la membrana. La figura acro- mática y la formación espumosa siguen su evolución particulari- zando más sus detalles. (1) «Some of the nucleoli, which gradually lose their basophilic re- action, manifest a striking vacuolisation, the vacuoles being filled by a less basophilic substance.» (Pág. 564.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 192T» 62 M. BORDÁS Las células de este estado predominan hacia el interior del ovario. Su volumen ha aumentado, sobre todo en aquellas que se encuentran sueltas y más hacia el centro. Las dimensiones de algunas son las siguientes: | Fig. 30: diámetro mayor de la célula, 25,0 y»; diámetro mayor del núcleo, 12,5 p. Fig. 32: diámetro mayor de la célula, 24,5 p1; diámetro mayor del núcleo, 14,0 p. + Fig. 24 c: diámetro mayor de la célula, 26,0 1; diámetro ma- yor del núcleo, 14,0 y. Fig. 309: diámetro mayor de la célula, 21,5 1; diámetro mayor del núcleo, 11,5 p.. Fig. 25 5: diámetro mayor de la célula, 19,5 y; diámetro ma- yor del núcleo, 12,5 y. Fig. 405: diámetro mayor de la célula, 28,5 t; diámetro ma- yor del núcleo, 15,5 p.. Fig. 41: diámetro mayor de la célula, 25,0 p; diámetro mayor del núcleo, 13,0 y,. Segunda contracción. — Desde que se inicia en el paquine- ma (fig. 28 5) la separación de las dos ramas que constituyen las asas, tienen lugar en cada una varios fenómenos, que dan por resultado la formación definitiva de los cromosomas metafásicos. Estos fenómenos o transformaciones son cuatro principalmente; a saber: acortamiento de los filamentos, aumento en grosor, concentración de la cromatina y depuración de la misma con desprendimiento de una determinada cantidad de su substancia. Durante el estado del estrepsinema estos fenómenos son poco notables, pues se realizan con escasa actividad, excepto la dismi- nución de longitud y consiguiente desaparición de las vueltas helicoidales, que parece ser el principal trabajo que se lleva a cabo durante el espirema desdoblado. Pero tan pronto como se llega al término de este estado, determinado por la desaparición completa de las espirales (fig. 43 9), las dos ramas emigran hacia la periferia del núcleo, poniéndose en contacto con la membrana nuclear (figs. 45 4 y 45 0). Allí quedan tan próximas a la membra- na, que estos núcleos son de los más difíciles de descifrar, pues LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCELUM LACTEUM»>» 63 en muchas ocasiones parece que los cromosomas han desapare- cido, o sólo es posible distinguir muy pequeñas porciones de los mismos. Esta emigración periférica ya fué notada por MATTIESEN y sobre todo por SchLerr (1). En algunas ocasiones se puede afir- mar positivamente que las ramas están colocadas por pares y cer- canas por sus extremos, que se superponen un poco, como se ve en las mismas figuras anteriormente citadas. El interior del núcleo no queda libre de cromatina, como dice SCHLEIP, sino que se acentúa cada vez 'con mayor abundancia la presencia de unas ligeras nubes formadas por granos muy diminutos, que se tiñen por la hematoxilina férrica con la misma intensidad que la cromatina, y que parecen desprenderse de los cromosomas y del nucléolo o nucléolos (figs. 45 a, 45 b, 46, etc.); pues ya hemos dicho que durante el estrepsinema (y lo mismo continúa verifi- cándose durante la segunda contracción) el nucléolo primitivo da origen a varios otros nucléolos hijos. Los cromosomas han disminuído mucho en longitud: de 12,5 p. que miden en estado del estrepsinema (fig. 400), pasan ahora a 6,5 p. aproximada- mente. Pero en cambio ha tenido lugar una mayor concentra- ción de la cromatina, que toma con mayor avidez los colorantes. Como advierte DeLLa VaLte (2), esta mayor concentración es debida a que la estructura micelar del cromosoma primitivo va paulatinamente pasando a estructura continua y maciza. Los cromosomas llegan al límite de esta segunda contracción afectando formas que a primera vista se tomarían por los gem2n? definitivos de la metafase (figs. 48 a y 48 0). Su longitud media es. (1) «Alle Chromatinfáden rúcken an die Oberfláche des Kerns und legen sich ihr dicht an, wáhrend das Kerninnere gar kein Chromatin mehr enthált.» (Pág. 368.) (2) «Il fatto e perfettamente concepibile dal punto di vista fisico; ed € specialmente da ricordare in proposito la progressiva diminuzione di volume per contrazione lenta che si verifica nei coaguli che si possono produrre sotto forma in primo tempo voluminosa nei colloidi. La spiega- zione di questo fenomeno, come e noto, viene riportata al progressivo confluire delle particelle incompletamente fuse, anche nell'interno della loro compagine, non essendo la loro struttura continua, ma, come si suol dire, micellare.» (Pág. 209.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. Ó4 M. BORDÁS de 2a 3 p.. Las dualidades que forman son perfectamente visi- bles, por cuanto las parejas comienzan a iniciar un movimiento para apartarse de la membrana nuclear. Son evidentes los ocho cromosomas: las dos ramas de cada uno están de ordinario cru- zadas. Una pareja de la figura 48 5 apenas es visible porque las dos ramas están aún próximas a la membrana y se proyectan de frente como dos puntos. La segunda contracción podemos decir que, aparte de la suce- siva disminución de volumen de los cromosomas, está caracteri- zada por la retirada de los mismos hacia la periferia del núcleo hasta ponerse en contacto con la membrana. Diacinesis. Durante el último estado de la profase citaria los cromosomas sufren profundas transformaciones hasta que se constituyen en los geminz definitivos. Comienzan por apartarse de la membrana nuclear y se extienden de nuevo por toda la cavidad (figs. 40, 47, 50 y 51); su estructura vuelve a manifestarse poco compacta, y por este motivo aumenta el volumen aparente de los mismos. Los cromosomas, cuyos contornos eran bastante lisos y determinados en estados precedentes (figs. 48 a y 48 0), pierden ese aspecto y aparecen formados por dos ramas grue- sas (figs. 50 y 51) de contornos algo irregulares, cuyos extremos montan uno sobre otro o están en contacto. En la cavidad nuclear se forman cada vez más densas las nubecillas de gránulos de cro- matina, que sin duda alguna están en contacto con los cromoso- mas y probablemente se desprenden de ellos. A medida que se apartan de la membrana nuclear, los cromosomas se extienden por la cavidad (figs. 52, 53, 54 y 55), y permiten reconocer en la mayoría de los casos las dos ramas que los forman perfectamente relacionadas una con la otra, unas veces próximamente parale- las (fig. 52), o diversamente enlazadas (fig. 53), o arrolladas con vueltas poco regulares (fig. 54); otras veces casi en prolongación una de otra, o formando anillos, rombos, figuras de ocho más o menos perfectas, etc. (fig. 55). Una particularidad hay que adver- tir en todos estos cromosomas, y es que la estructura de sus ramas no es homogénea, sino que por de pronto la cromatina se acumula en mayor cantidad en puntos determinados, lo cual con- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 65 tribuye en alto grado a producir el aspecto irregular de estos elementos, y al principio es la causa principal visible de esta irregularidad. Pero, además, en esta fase de la diacinesis se co- mienza a ver que las porciones del cromosoma, en las que la cro- matina queda en menor cantidad, toman nuevamente un aspecto esponjoso, como si en esos lugares el cuerpo del cromosoma se desintegrara y fuese perdiendo parte de su substancia. Este fenó- meno va aumentando de un modo progresivo, de manera que en núcleos posteriores parece que las ramas quedan deshechas y rotas en diversos trozos, cuya pertenencia a un solo y mismo cromosoma únicamente puede deducirse de la orientación de los fragmentos en línea recta o quebrada. La figura 56 representa todo el contenido cromático visible de un mismo núcleo corta- do en tres secciones por el microtomo; los cromosomas a, h se encuentran en el primer corte, los c, d, e, fen el segundo, y los £, h en el tercero. En este núcleo el cromosoma / está fraccio- nado en varios trozos, que se ven completamente aislados. No creemos, sin embargo, que así suceda en la realidad, sino que más bien consideramos esto como un efecto de la técnica o de la coloración empleada, pues ya hemos advertido con palabras de SchteiP que la hematoxilina férrica de Heidenhain hace apa- recer en los elementos cromosómicos roturas que no se ven con la hematoxilina de Búhmer. De todas maneras, aun cuando esas roturas fuesen realmente efecto de algún reactivo, siempre serían una prueba de la menor resistencia en esos puntos y, por con- siguiente, una confirmación de la estructura floja y esponjosa en esas partes, que en otros cromosomas de ese mismo núcleo (a, c, e, f) es todavía visible. Esta estructura es muy evidente en el núcleo de la figura 57, cortado también en tres secciones. Puede además observarse aquí que la substancia cromatínica tiene gran tendencia a acumularse de un modo especial en la parte media del cromosoma, que es el punto de contacto de las dos ramas que lo forman. De los ocho cromosomas, cinco de ellos tienen ese modo de presentarse. Se podría sospechar que efectivamente la concentración de la cromatina tiene lugar hacia ese punto, mientras que el resto de cada rama va quedando más pobre en substancia, y que aquí se lleva a cabo más rápidamente un fenó- Trabajos del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. —Serie Zool., nÚM. 44.— 1921. 5 66 M. BORDÁS meno de disolución. En este sentido podríamos hablar de nucleí- na residual y nucleína persistente (nucléme résiduelle y nucléine a troncons persistants, como dice SCHOCKAERT), pero no en el sen- tido expresado por MATTIESEN, que quedó expuesto en páginas precedentes. A causa de esa sucesiva pérdida de substancia, los cromoso- mas van disminuyendo de volumen (figs. 58 a, bh, c, d y e) y llegan a un tamaño muy inferior al que tenían al comenzar la diacinesis. Finalmente, las dos ramas de cada uno vuelven a aproximarse mutuamente y dan origen a los anillos más o menos perfectos que marcan el término de la diacinesis. Los cromosomas tienen gran parecido con los observados en la diacinesis tanto de ani- males como de vegetales. Durante estos dos últimos estados, segunda contracción y diacinesis, el fondo del núcleo se encuen- tra sembrado de bastantes nubecillas o agrupaciones de gránulos de cromatina, desprendidos sin duda de los cromosomas, que depuran de esta manera su substancia. En el estado de las figu- ras 59, 60 y 61 el interior del núcleo está enteramente libre de esos gránulos. Según el parecer de muchos autores, que juzga- mos muy aceptable, tales gránulos se disuelven en el jugo nu- clear, y atravesando por ósmosis la membrana del núcleo, se mezcla su substancia con el citoplasma; según otros, dichos grá- nulos atraviesan mecánicamente la membrana. ScmLeiP observó también la formación de estos anillos en Planaria gonocephala después de un crecimiento posterior a la segunda contracción. En cuanto a MATTIESEN, no podemos adivi- nar a cuáles de sus figuras corresponden las nuestras, pues ade- más de que dicho autor las especifica muy poco en el texto, sus dibujos no pueden indicarnos nada en ese sentido, ya que, como él mismo advierte, se ha servido de diferentes microscopios y combinaciones ópticas, y no señala, por este motivo, ningún dato acerca del aumento a que están hechos. Durante estos dos últimos estados el nucléolo o nucléolos. han ido siguiendo la evolución que hemos descrito anteriormente, resolviéndose, tanto el primitivo nucléolo como los derivados, en multitud de agrupaciones granulares que están diseminadas por la cavidad nuclear y que'acaban por desaparecer, Este fenómeno LA OVOGÉNESIS EN “4DENDROCQWLUM LACTEUM> 67 ha sido observado también por MarÉcHaL (1909) en la ovogéne- sis de los Selacios. Encuentra dicho autor el nucléolo o nucléolos tan alveolizados, que los compara a una espumadera; otros están vacíos con vacuolas grandes o una infinidad de pequeñas; algu- nos han palidecido sin mostrarse vacuolizados (1). Más adelante los nucléolos se resuelven en granitos y filamentos muy poco coloreados que finalmente se disuelven, pasando su substancia al citoplasma. La membrana nuclear presenta grandes arrugas y repliegues que contribuyen a que su contorno sea muy irregular. Las arru- gas más pronunciadas comienzan siempre a manifestarse en los puntos ocupados por los centrosomas (figs. 45 4 y 45 hb). Á veces hay repliegues que se introducen profundamente en la dirección de un diámetro a lo largo del núcleo, de tal manera que casi dividen la cavidad en dos por un tabique (figs. 57 a, 57 0 y 57 C). En el seno del protoplasma continúa desarrollándose la figura acromática. Las inclusiones aumentan muy poco con respecto a los esta- dos precedentes. Únicamente en la periferia del ovocito se ob- serva un pequeño aumento en cantidad y volumen de los granos esféricos. Además de estos núcleos diacinéticos hasta aquí descritos, hemos observado otros cuya conexión con los anteriores no he- mos podido establecer de una manera clara, gradual e insensible. Nos referimos a los representados en las figuras 62, 63 y 64. Los cromosomas tienen todos los caracteres de los gemin: clásicos de la metafase. Están formados por dos bastoncitos que se cru- zan de diferentes maneras o están en contacto por un extremo, formando una V. Esta figura se ve perfectamente en los cromo- somas del núcleo de la figura 62, en cuya parte superior hay dos cromosomas de dos ramas cada uno (2). (1) <..... troués comme une écumoire; d'autres, creusés de grandes va- cuoles ou d'une infinité de petites; son devenus extremément páles; quel- ques uns ont páli sans se montrer vacuolisés: c'est le fait de tres petits nucléoles groupés en amas de quatre, six, dix ou plus.» (Pág. 121.) (2) En el medio de esta misma figura se encuentra otro conjunto del que no podemos determinar si se trata de un solo cromosoma o de dos» Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1021, 68 M. BORDÁS El principal obstáculo que dificulta el relacionar con seguri- dad estos cromosomas con los anteriores es la forma verdadera- mente especial del conjunto de la célula, que nos pone en incer- tidumbre sobre si estas células son enteramente normales o están algo alteradas. No solamente la membrana nuclear está arrugada por completo de una manera extraordinaria, sino que el contorno de la célula se presenta también muy irregular, y el contenido protoplasmático es muy claro y escaso y de un aspecto muy diferente del de los estados anteriores. Por otra parte, no hay ninguna otra razón para sospechar de la perfecta normalidad de dichos ovocitos, pues el ovario en que se encuentran está per- fectamente sano, sin ninguna señal de degeneración, ni de alte- ración por los reactivos. Además, los ovocitos degenerados des- critos por ScHLEIP tienen un aspecto muy diferente. El lugar que ocupan estos ovocitos de que estamos hablando es exactamente el que les corresponde por el grado de evolución que han de tener en el supuesto de que sean normales: se encuentran en la parte del ovario más cercana a la entrada de la trompa, próximos a introducirse en ella para la puesta. Y como, según STEVENS (1904), la primera anafase de maduración tiene lugar veinticuatro horas después de la puesta, se deduce que estos ovocitos están a punto de formar la primera figura acromática, que se observa en el ovocito cuando se encuentra en el oviducto o dentro del antro genital. Y es evidente que la forma de los cromosomas de estas figuras 62 y siguientes es la de los cromosomas metafásicos. Por último, cuando los cromosomas se encuentran envueltos entre las numerosas fibras del huso, pero sin formar todavía la placa ecuatorial, aunque cercanos a la misma, adoptan las cono- cidas figuras de anillos formados por dos partes, dos trozos pa- cada una de las ramas de la V está evidentemente bifurcada, originándose de este modo una V de ramas dobles. Si se trata de un solo cromosoma, esa bifurcación de cada rama es la hendidura de la división Il, que se pre- senta prematuramente, como ocurre con frecuencia en las cinesis de maduración. Pero dado el grosor de cada una de las ramas de esa V doble, y comparándolo con el de los otros cromosomas, parece más probable que se trata de dos cromosomas que casualmente se encuentran forman- do un grupo, como el de la parte superior de la misma figura. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 69 ralelos, rectos o doblados en ángulo, etc. (fig. 65 a). Este es el último estado en que hemos podido examinar el desarrollo de los cromosomas durante la profase de maduración en Dendroc«- lum lacteun. Del nucléolo en esta última etapa no queda más que una ve- sícula pálida medio oculta a veces entre los pliegues de la mem- brana nuclear y adherida a ella. En algunas ocasiones esta ve- sícula está también aplastada como una pelota vacía; lo cual demuestra que el nucléolo posee, por lo menos en este estado, una membrana propia. La membrana nuclear presenta en su cara interna una finísi- ma granulación, último residuo de las nubecillas granulosas que se encontraban en la cavidad. En algunos ejemplares de Planaria, que nos han servido de término de comparación, hemos encontrado unos cromosomas próximos ya a la metafase, de formas parecidas a los observados en Dendroca-lum, pero de tamaños muy distintos. Los de la figu- ra 66 tienen sus dos ramas arrolladas en espiral. Existe todavía el nucléolo, aunque muy vacuolizado. Los de las figuras 67 a y 07 h proceden de un ovocito cuya membrana nuclear ya ha desapa- recido. Están asimismo formados por dos ramas más.o menos enlazadas. La figura acromática. — Los centrosomas comienzan a de- jarse ver bien distintos cuando el ovocito se encuentra en el es- tado del estrepsinema. Su presencia queda siempre denunciada al principio por sólo una zona clara en la cual no siempre es po- sible distinguir los pequeñísimos puntos esféricos que represen- tan el corpúsculo central o centriolo. En estados anteriores al estrepsinema también hemos visto en algunas ocasiones esa zona clara característica, pero muy pequeña y con un punto muy diminuto en el centro de la misma (fig. 20). En estos casos la zona se reduce a un círculo de reducidas dimensiones con esca- sas fibras algo onduladas o rectas (fig. 25 5) que parten del mis- mo. En el estrepsinema aparecen bien claras y determinadas las dos esferas atractivas o centrosferas alrededor de cada: centriolo (fig. 40 a). En estas centrosferas no se observa ninguna clase de Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 70 M. BORDÁS fibras radiantes ni coronas de granos, de modo que no es posi- ble hablar aquí de una zona cortical y otra medular. Según varias veces se ha comprobado, existe primeramente un solo centriolo en cada célula, el cual se multiplica por división, dando así origen a su congénere. La centrosfera sigue esa misma suerte; y cuando las dos centrosferas derivadas no se han separado todavía ente- ramente, forman entre ambas una figura alargada más o menos elíptica (fig. 40 0). Formando ángulos de 90” con el punto en que están las cen- trosferas se encuentran dos porciones diferenciadas de protoplas- ma, colocadas en los polos opuestos del diámetro mayor del ovocito, que en este estado suele ser elipsoidal. Estas formacio- nes, que al principio son como dos casquetes adheridos al núcleo (figs. 28 5, 29 a, 32, 23 c, etc.), se extienden poco a poco por la parte opuesta al lugar en que están las centrosferas, hasta po- nerse ambas en contacto, e invaden gran parte del protoplasma. Están constituídas por una reticulación que da al protoplasma un aspecto espumoso. Sobre los filamentos de esa reticulación se depositan abundantemente los microsomas del protoplasma. Los centriolos con su esfera atractiva y algunas fibras irra- diantes se encuentran también algunas veces muy próximos a la membrana nuclear (fig. 25 b). Además de estos centriolos punotiformes, toman también parte muy principal en la formación de la figura acromática otros cen- trosomas de forma alargada como un bastoncito. MarrieseN ha logrado observar, precisamente en los ovocitos de Dendrocoelum, la coexistencia de los centriolos punctiformes y de los controso- mas alargados, todos con su áster propio, de modo que el con- junto de los cuatro ásteres produce en el ovocito una complicada figura acromática. Nosotros no hemos podido comprobar esa coexistencia simultánea, tal vez porque los centriolos quedan ocultos en medio de la figura que forman los centrosomas alar- gados o porque desaparecen. El estado más primitivo en que hemos encontrado los centrosomas bastoncitos es el de la figu- ra 35. Los dos están rodeados de su correspondiente esfera atrac- tiva, de lá cual irradian los ásteres, cuyas fibras se extienden por la región del protoplasma no ocupada por la formaciones espu- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCQELUM LACTEUM> q mosas. En el interior de las esferas se encuentran fibras mucho más delicadas que las anteriores y menos numerosas, que llegan casi a tocar el centrosoma. Uno de los centrosomas está cerca de la membrana nuclear; el otro algo apartado de ella. De uno a otro bastoncito van finísimas fibras que los unen, formándose un pequeño huso; estas fibras tienen el mismo aspecto que las que se encuentran en el interior de la esfera atractiva. De aquí se deduce que el origen de los centrosomas en Dendroccelum es en- teramente extranuclear. El centrosoma más alejado va acercán- dose a la membrana, al mismo tiempo que se acentúan todas las fibras, tanto las de los ásteres como las que forman el huso (figu- ra 37). En este núcleo no se ven las esferas atractivas. La membrana nuclear, que hasta este momento se mantiene lisa, comienza a presentar repliegues y entrantes, sobre todo en las inmediaciones de los centrosomas, en donde se hunde en forma de plato, como dice MarrirseN (2ef schisselfórmig empge- drickt), hundimiento que en corte aparece en forma de media luna (fig. 43 6). Los centrosomas se corren resbalando por enci- ma de la membrana y arrastran consigo las fibras del áster y del huso (figs. 40, 48 a y 48 0). Las fibras de este último se colocan adosadas a la membrana de manera que cuando los centrosomas no han llegado todavía a colocarse en polos opuestos, dichas fibras envuelven casi por completo el núcleo, cruzándose las de un centrosoma con las del otro (fig. 41) (1). Cuando los centro- somas en su movimiento llegan a ponerse en contacto con la for- mación espumosa, resbalan por encima de ella, como asimismo lo hacen las fibras acromáticas, sin que se establezca ninguna relación visible entre las mismas y las que constituyen dicha dife- renciación. Los centrosomas bastoncitos llegan por fin al término de su carrera colocándose en polos opuestos del núcleo, cada uno en el centro de su esfera atractiva (figs. 45 4 y 45 0), de la (1) En esta figura sólo se ve un centrosoma muy próximo a la mem- brana nuclear y contenido en una zona clara en la cual existen también dos pequeños gránulos parecidos a centriolos. No nos atrevemos a ase- gurar si realmente lo son, pues no vemos que salga ningún áster de sus inmediaciones. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 72 M. BORDÁS cual parte un extenso y bien nutrido áster. Como además de las numerosas fibras de cada áster existen las que pasan adosadas a la membrana nuclear, y unas y otras se extienden por todo el protoplasma, resulta que casi toda la cavidad de la célula está cruzada por una finísima y abundante reticulación. Por eso Mar- TIESEN dice que el protoplasma toma en este estado una estruc- tura filamentosa. Este aspecto se ve perfectamente en la figura 66, que pertenece al ovario de P/lanaria. a Finaimente, cuando desaparece la membrana nuclear y con ella la formación espumosa, las fibras invaden toda la célula de una manera tan extraordinaria y abundante, que la figura acro- mática parece una verdadera cabellera. Las figuras 05 a, 65 h y Ó5 c representan tres cortes sucesivos de una misma célula. La primera de estas figuras corresponde a un plano casi central de la célula; se encuentran por lo menos siete cromosomas bivalen- tes próximos a formar la placa ecuatorial. La porción de huso en que están colocados es hueca, y como está dispuesta casi ho- rizontalmente, con el microscopio se ven con claridad a diferen- tes enfoques las dos caras del tubo o cilindro del huso. En los otros cortes se observa que la figura acromática gira en espiral. Esto tiene explicación suponiendo que las fibras están adheridas por un extremo al centrosoma, y por el otro a las paredes de la célula, y que al girar los centrosomas arrastran consigo todo el conjunto de fibras, que encontrándose sujetadas a la membrana celular, se han de doblar forzosamente en espiral. MaATTIESEN da también esta misma explicación (1). El origen de la figura acromática es exclusivamente extranu- clear en Dendrocalum. En ningún caso se puede distinguir rela- ción alguna entre las fibras del huso y el contenido nuclear acromático. En el interior de éste no se destaca en ningún esta- do el retículo: el fondo del núcleo parece siempre lleno de un nucleoplasma enteramente homogéneo, en el que están suspen- (1) «Kann man sich den spiraligen Verlauf der Strahlen entstanden denken durch Drehung des Centrosoms zusammen mit dem ganzem Zentrum der Strablung, wáhrend die Peripherie in Ruhe verharrte.» (Pág. 296.) LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» 73 didos los cromosomas, los nucléolos y los gránulos cromatí- nicos. Los centrosomas de forma alargada fueron descritos por vez primera por Mkves (1897) en las células sexuales masculinas de las mariposas. Posteriormente han sido observados y descritos por varios autores. En cuanto a su origen no podemos asegurar nada en concreto. Parece, sin embargo, que en un principio los centrosomas se presentan en la región periférica del protoplas- ma en forma de punto o centriolo rodeado de una esfera atrac- tiva. Este centriolo se divide en dos, los cuales, acompañado cada uno de su correspondiente esfera, se apartan uno de otro al mismo tiempo que se aproximan al núcleo (fig. 40 a). Los centrosomas punctiformes se alargan a medida que se acercan al núcleo, convirtiéndose en bastoncitos (figs. 35 y 37). Estos bas- toncitos son los que se corren a lo largo de la membrana nu- clear (fig. 42) y se colocan en polos opuestos (figs. 45 a y 45 0), para formar la figura acromática definitiva. Esta misma parece ser la interpretación de MarTTIESEN (1). Este autor ha observado además que algún centrosoma bastoncito está bifurcado en un extremo, lo cual hace suponer que cada uno está formado por dos bastoncitos paralelos y muy próximos. Nosotros, a pesar de haber empleado aumentos mayores que MarrieseN, los hemos visto siempre sencillos; pero esto puede ser debido muy bien a la conocida propiedad que tiene la hematoxilina de Heidenhain de hinchar un poco las formaciones cromatínicas, y puede, por consiguiente, hacer aparecer como sencillos los bastoncitos, que quizá son dobles. Sin embargo, en el ovocito de P/lanaria repre- sentado en la figura 66 hemos visto claramente los dos centro- somas formados cada uno por dos bastoncitos aproximados o unidos (es imposible determinarlo) en ángulo abierto. Centroso- mas dobles de esa forma han sido descritos por ScHAFER (1907) (1) «Inmitten des hellen Hofes liegt das eigentliche Zentralkórperchen in Gestalt eines rundlichen, soliden Kórnchens.» (Pág. 294.) «Das dunkle Zentralkórperchen teilt sich, die beiden Teile rúcken auseinander, indem sich beide mit je einer Spháre umgeben..... Die Zentralkórperchen be- stehen jetzt aus zwei parallelen Stábchen.» (Pág. 295.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 74 M. BORDÁS en las células sexuales masculinas (gonios y citos) de Dytiscus. Según este autor, los cuatro bastoncitos se reparten entre los cuatro espermátidos, y contribuyen a la formación de la cola del espermatozoo. * * Nuestras observaciones no nos han proporcionado ocasión para seguir más adelante en el estudio de la ovogénesis de Den- drocceelum lacteum. Como ha podido ver el lector, quedan limita- das a la profase de reducción, que, por otra parte, es el período más importante del problema reductor. Esperamos que el estu- dio de la espermatogénesis, que tenemos bastante adelantado, confirmará plenamente las anteriores observaciones. LA SINDESIS O CONJUGACIÓN | DE LOS CROMOSOMAS Antes de entrar en materia queremos aclarar algunos con- ceptos relativos a la nomenclatura. En el presente trabajo, al igual que hemos hecho en otros precedentes, adoptamos la no- menclatura expuesta claramente por GRÉGOIRE en sus Memorias de 1905-I9IO, que, por otra parte, es la usada por la mayoría de los autores anteriores y posteriores a esos trabajos críticos de GRÉGOIRE. Sin embargo, hay cierta divergencia entre los citólo- gos en cuanto al significado en que toman las palabras s2mdesis y sinapsis, principalmente la última. ScHLEiP (1906) advierte en su trabajo que con el nombre de sinapsis se entendía hasta hace poco (y aun hoy día adoptan muchos este significado primitivo) aquel estado durante el cual la cromatina se reune hacia un lado del núcleo en forma de espeso pelotón; pero que actualmente — dice — por dicho nombre se entiende en general el proceso de la conjugación de dos cromasomas (1). HocBEN (1920), en un reciente artículo titulado 7/%e Problem of Synapsts, al cual tendre- mos ocasión de hacer frecuentes alusiones, adopta también esa última acepción. Claro es que en muchas ocasiones, por no decir en todas, es el uso el que determina el significado y modalidad de las pala- . bras, como ya dijo Horacio: Sic volet usus, penes quem est jus et (1) «Mit dem Namen Synapsis bezeichnete man frúher und auch noch viefach jetzt jenes Stadium, in welchem das Chromatin einseitig im Kern zu einem dichten Knáuel zusammendrángt ist; ein derartiges Stadium ist in der Oogenese von P/a. gonoc. nicht vorhanden. Neuerdings bezeichnet man ziemlich allgemein mit Synapsis nur der Vorgang der “Conjugation zweier Chromosomen”.» (Pág. 366.) Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. EAS Zool., núm. 44. — 1921. 76 M. BORDÁS norma loquend:. Pero nosotros preferimos por ahora, hasta que el uso generalice la otra, retener la acepción primitiva de dicha palabra, fundándonos en su significado original. La palabra sinapsis deriva del verbo ouvártw. Este verbo, se- gún ALEXANDRE, significa jo2mdre, unir, assembler; según ScHRE- VELL, quiere decir agglutimo, copulo, coagmento; GESNER lo traduce por coalescere facto. La palabra sindesís deriva del verbo cuvdéw, que, según los mismos autores, significa ler, altacher, enchainer ensemble (ALEXANDRE); 12:C10 (SCHREVELL); colligo (GESNER). De manera que la palabra síndesis lleva consigo simplemente la idea de aproximación, como la de las varillas que se reunen para for- mar con ellas un haz atado; en cambio, la palabra sinapsis pasa más adelante y envuelve la idea de conglutinación, verdadera fu- sión de un elemento con otro. Y aun cuando opinamos que en los núcleos de nuestras figuras 15 y 16 y otros semejantes no tiene lugar una verdadera fusión y aglutinación de los filamentos, como tampoco en los núcleos de las figuras 17, 18, 244 y 284, sin embargo, es evidente que la aproximación es mucho más íntima en los primeros que en los segundos, y que en las figuras 24 a y 18 hay únicamente una aproximación de los filamentos, como formando un haz. De existir aglutinación de los mismos, ésta sería más concebible en el estado de las figuras 15, 16, 17 y 28 a. Así, pues, seguiremos adoptando, como más conforme con el significado originario de las palabras y con el carácter de la lengua griega, la palabra s2mapsis (aglutinación) para designar el pelotón apretado e informe que muestra la masa cromatínica a un lado del núcleo; y reservaremos el de simdesis (coligación) para la simple conjugación de los cromosomas. Pero, ¿existe en realidad esta conjugación de los cromoso- mas? DeLLa VaLLE (1912) habla amenamente de la «osservazione varie volte fatta dell'esistenza di due elementi cromatici, mutua- mente attorcigliati come serpenti in amore». «Es oportuno —sigue diciendo — añadir aquí, ya desde ahora, que estas hipótesis (que renacen a menudo por la seductora sencillez con que parecen LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCELUM LACTEUM» 37 explicar la reducción numérica sexual) han ido progresivamente perdiendo terreno a medida que se han venido demostrando fe- nómenos análogos aun fuera de las células genéticas.» (Pág. 84.) Según otro autor, «la conjugaison traverse en ce moment une période difficile..... les preuves d'appariement des chromosomes ne peuvent étre fournies en tant qu'arguments objectifs». En realidad no es otro el significado que nosotros atribuímos a la conjugación, esto es, un simple proceso del que se sirve la na- turaleza para conseguir la reducción numérica de los cromosomas. Prescindimos por completo de si dicho aparejamiento tiene lugar entre un cromosoma masculino y otro femenino. Además de que en nuestro caso no hemos encontrado cromosomas de distinto tamaño y que sean iguales de dos en dos, formando pares. La necesidad de la reducción salta a la vista, pues, de no ve- rificarse, «resultaría el nuevo ser con un número doble de cromo- somás, procedentes del padre y de la madre; y esto, repetido indefinidamente, daría lugar a verdaderos monstruos». (Bor- DÁS, IOI4.) ¿Cómo tiene lugar esta reducción? Es indudable que en la última división gonial cada célula-hija, que va a pasar al estado de cito, ha recibido el número normal de cromosomas (1). Es también un hecho que durante el paquinema el número de cro- mosomas aparece ya reducido. Por lo tanto, la reducción, aun cuando no sea en principio más que una pseudorreducción, se verifica ya dentro del período de transformaciones que sufren los cromosomas goniales desde la última telofase hasta la apari- ción del paquinema. Nótese de paso que la real y verdadera re- ducción sólo se lleva a cabo cuando se separan en cada célula- hija un número mitad de cromosomas, lo cual únicamente acaece durante la anafase Il o Il de reducción, que por este motivo es eumeiótica una de ellas. Pero como la anafase en realidad no hace más que repartir a cada polo del huso acromático los cro- mosomas que han llegado ya preparados a la placa ecuatorial, de aquí que toda la dificultad del proceso reductor queda incluída en la profase. Y como el número reducido de cromosomas (apa- (1) Excepto en la hipótesis de DEHORNE. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 78 M. BORDÁS rentemente reducido) ya se observa de ordinario en el paquine- ma, resulta que toda la dificultad queda, en último término, rele- gada a los estados de la profase anteriores al paquinema. Puestos ya en este terreno, sólo caben dos interpretaciones; a saber: que los cromosomas se formen ex novo en el núcleo en número reducido, o que tenga lugar la conjugación. Otra hipó- tesis podemos tal vez añadir, la de MarrieseN, aunque no esta- mos seguros de haber comprendido con exactitud las ideas de dicho autor. Según queda expuesto en el resumen al principio de este trabajo, MatrrieESEN admite en los núcleos de reducción en la ovogénesis de Dendrocelum y Planaria la existencia de un número de anillos que varía entre 15 y 20, y más ordinariamen- te 16. Más adelante afirma la existencia de 8 anillos, de los cua- les dice que son los mismos de antes. Suponiendo que el núme- ro normal y primitivo es efectivamente IÓ, ¿qué se ha hecho de los 8 restantes? MATTIESEN no lo dice expresamente. Pero en un comentario suyo, al comparar sus observaciones con las de ScHOCKAERT sobre Z/%ysanozoon Brocchi, habla de una nucléme résiduelle y de troncons persistants, como si quisiera dar a en- tender que también en Dendrocalum hubiesen permanecido algu- nos anillos, mientras que otros desaparecían por disolución. Pero no; MarriESEN confiesa que no ha podido observar ninguna nu- cleína residual que se disuelva (1). A continuación compara de nuevo sus resultados con los de GÉRARD sobre varios Policládi- dos. Según este autor, la cromatina sufre una cariolisis durante la sinapsis (tomada esta palabra en nuestra acepción), y de ella sale modelada en una nueva forma; una porción de esa cromati- na sufre una nueva disolución, y por ósmosis atraviesa la mem- brana nuclear para difundirse por el citoplasma, mientras que la otra forma los cromosomas en número reducido. A esta inter- pretación parece que se acoge MaTTIESEN cuando dice que con esta explicación GÉRARD se refiere directamente a la sinapsis tal como él la ha mencionado para su objeto, admitiendo una fusión de la cromatina en una nueva forma. Según esta interpretación, (1) «Ich kein sich auflósendes “Nucléine résiduelle” habe beobachten kónnen.» (Pág. 291.) LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM> 79 el estado de mayor importancia y dificultad sería el de la sinap- sis: un estado que es considerado por muchos citólogos como accidental y problemático y aun anormal, y que en muchos ca- sos no se encuentra. Por nuestra parte consideramos la sinapsis como un estado normal, como cualquier otro de la profase; y en este caso, si es cierto que del pelotón sináptico es de donde sa- len los cromosomas en número reducido (que ciertamente ya no serían los mismos de antes, como dice MarTTIESEN), será forzoso admitir la conjugación de los cromosomas, que se habrá verifi- cado con verdadera coalescencia o sin ella (esa es ya otra cues- tión secundaria) durante la sinapsis. El punto principal del problema reductor queda de esta ma- nera limitado, como antes, al estado del leptonema. Pues bien: en el núcleo leptoténico, ¿están los cromosomas en número ya reducido, formados así ex novo en el transcurso desde la última telofase gonial hasta la aparición de los cromosomas, es decir, durante el reposo citario, o bien están en número normal y di- ploídico? Si lo primero, la pseudorreducción habrá tenido lugar durante la nueva formación de los cromosomas; si lo segundo, es necesaria la conjugación. Es evidente la importancia que en esta cuestión tiene otro problema íntimamente ligado con el reductor, cual es el de la persistencia e individualidad de los cromosomas; mejor dicho, examinado en su raíz, todo el problema reductor depende de la persistencia e individualidad de los cromosomas al través de las divisiones celulares. Porque si esta persistencia es cierta, no queda más solución que admitir en el núcleo leptoténico tantos. filamentos como cromosomas hay en el período gonial, y como consecuencia necesaria hay que admitir la conjugación para lle- gar al número reducido. Si los cromosomas no persisten al tra- vés de la última telofase gonial y reposo citario subsiguiente, sino que se disuelven en el plasma nuclear, en este caso el pro- blema reductor se presenta muy sencillo, o muy simplista, como dice GRÉGOIRE. El material cromático, en vez de reorganizarse a la salida del reposo en 4 cromosomas como antes, se reorganiza n , 1 tenemos el número reducido. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. So M, BORDÁS De ahí el alto interés que para la solución del problema im- plica el estudio detallado de la salida del reposo y el del lepto- nema, y la necesidad de procurar por todos los medios posibles averiguar exactamente el número de filamentos del ovillo nuclear. Desgraciadamente, el estado del leptonema no se presta de ordi- nario a averiguar este número, ni aun en muchos casos se puede discernir si se trata de un solo filamento o de varios distintos. La delgadez y longitud de las mismos, la multitud de curvas y repliegnes que forman para adoptarse dentro de una cavidad re- lativamente pequeña, hacen que el núcleo se presente tan repleto y tan intrincado, que es imposible resolverlo ni aun con los me- jores objetivos. Solamente se puede observar un verdadero ovillo en el que los filamentos siguen todas las direcciones posibles. El leptonema de Dendrocceelum mo escapa a esa forma general. En éste como en todos los demás casos, hay que recurrir por nece- sidad al estudio de otros estados en conexión con el leptonema para deducir indirectamente la constitución de este enigmático núcleo. El estado de salida del reposo tiene casi los mismos incon- venientes; pues ya se verifique esta salida en forma de bandas, ya tenga lugar por granos de cromatina que se colocan en serie, es igualmente imposible averiguar el número de bandas ni el de series de granos que aparecen. No queda otro recurso indirecto más que el estudio del pe- ríodo de la última división gonial y el de los estados próximos al paquinema, para resolver de una manera objetiva el problema de la conjugación de los cromosomas. Ahora bien: todos los autores, excepto DEHORNE, convienen en afirmar que en la última división gonial el número de cromo- somas es el normal y diploídico, y que las dos células-hijas go- niales últimas reciben ambas un número normal de cromosomas. Todo ese material cromático es el que contienen los citos durante la profase de la primera mitosis de reducción. Los autores que mo admiten la conjugación de los cromosomas deben demostrar que en la salida del reposo citario únicamente se forma un nú- mero reducido de filamentos que constituyen el ovillo nuclear y que esos mismos forman más tarde el paquinema. Ya hemos LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM>» SI dicho la dificultad grande que existe para averiguar directamente y con seguridad el número de filamentos, ni normal, ni reducido, durante ese estado. Los que se han dedicado a este estudio saben que la dificultad existe aún en el paquinema, si no se presenta en buenas condiciones de observación. Para estos autores los cordones gruesos del paquinema (figs. 23 4, 24 6, 25 a, 26, 27 a, etc.) son los mismos filamentos largos y delgados del lep- tonema, que al través de los estados que están entre los dos cita- dos, han disminuído su longitud y aumentado su grosor. La hen- didura que aparecerá más tarde es una verdadera división, como en las mitosis somáticas, no una separación de dos filamentos. Para algunos de estos autores esta hendidura en un principio es Fig. C.— Cromosomas profásicos del endotelio peritoneal de la larva de Sataman- dra maculosa arrollados helicoidalmente (DeLLa VaLLe). El cromosoma superior presenta cuatro torsiones dextrorsas; el de la izquierda, catorce, también dextror- sas, y el de la derecha, tres dextrorsas y seis sinistrorsas. más aparente que real. Lo que parece hendidura no es más que un efecto de luz. Los cromosomas son aplanados en forma de cinta; los bordes de esta cinta resaltan con más intensidad que la línea media, y por este motivo aparece esta línea media como una división o hendidura. Lo que parece dos filamentos arro- ilados espiralmente uno sobre otro, no son más que los bordes de esta misma cinta, que se ofrecen alternativamente de frente o de lado a causa de las torsiones helicoidales que presentan los cromosomas profásicos. Las figuras de DeLLa VaLLE que repre- sentan los cromosomas profásicos del endgtelio peritoneal de la larva de Salamandra maculosa (fig. C), son buenos ejemplos de Trabajos del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. —Serie Zool., núm. 44.— 1921. 6 82 M. BORDÁS esto último (1). Para otros autores los cromosomas son de sec- ción cilíndrica, y la aparente división longitudinal que presentan es efecto del distinto plano de enfoque (2). En cambio, otros opinan que esta hendidura del asa paquité- nica es una verdedera separación de dos filamentos delgados que se conjugaron (con fusión o sin ella) al través de la sindesis. Por consiguiente, en el núcleo leptoténico los filamentos están en número normal y es necesaria la sindesis para llegar al número reducido. Una observación constante y cuidadosa de los estados que están alrededor de la sinapsis es la que debe decidir la cuestión objetivamente. Creemos que la profase de reducción en Dendrocelum lac- leum, que hemos descrito, es una prueba más en favor de que existe la conjugación de los cromosomas. En efecto, es indudable que antes del paquinema existen núcleos en los cuales se obser- van dos filamentos colocados tan próximamente uno de otro, siguiendo ambos las mismas inflexiones en gran parte de su tra- yecto, que es imposible no reconocer entre ellos alguna depen- dencia: tales son nuestras figuras 11, 12, 13, 14, 24 4 y 28 a. Admitiendo la existencia tan evidente de la división longitudinal en el paquinema (figs. 19 b, 27 b, 28 b y 29 a), no creemos que ningún autor, ni DeLLa VaLLe, ni DEHoRNE, afirmen que esa misma es la que ya puede apreciarse en los leptonemas citados. No hay que perder de vista que la verdadera división o separa- ción de los cromosomas citarios no se lleva a efecto hasta el tér- mino del paquinema (fig. 30) y principio del estrepsinema (figu- (1) Ya en 1903 JansseNS describe asimismo unos cromosomas-diadas, en forma de cintas helicoidales, que llama bandelettes entortillées, en los espermatocitos de varios Batracios. (2) Levy publica una fotografía de un tubo capilar lleno de una diso- lución de azul de toluidina, en la que se observa una raya blanca a lo: jargo del tubo, como una hendidura longitudinal, y que realmente es efecto del plano de enfoque. Variando el enfoque, el tubo aparece entero. El fenómeno es idéntico al tan conocido de las burbujas de aire, aceite, grasas, etc., en las preparaciones microscópicas, y no nos detendremos en explicarlo. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM> 83 ras 32, 33, etc.), en que los dos filamentos se apartan considera- blemente uno de otro. Pero en los leptonemas de )endrocelum, como en otros muchos casos, sucede un fenómeno muy digno de tenerse en cuenta. Los filamentos se aproximan por sus por- ciones extremas, en tanto que sus porciones medias están todavía distanciadas una de otra. Esto lo hemos observado también per- fectamente en los núcleos zigoténicos de la espermatogénesis de Sagitta que aquí reproducimos (fig. D). Son además muchos los autores que han descrito minuciosamente núcleos parecidos, como GRÉGOIRE en Allium y Osmunda, Berós en /DDrosera, JaNs- seNSs en Batrachoseps, SCHREINER en Zomopteris y Salamandra, WINIWARTER y SaINMONT en el gato, etc. ¿Cómo puede explicarse este fenómeno en el supuesto de que esos dos filamentos no sean Fig. D.—Núcleos zigoténicos en la espermatogénesis de Sagitta. más que los bordes del cromosoma único? Si así fuese, deberían encontrarse siempre paralelos o mutuamente entrelazados, pero nunca a distancias tan notables uno de otro en sus porciones medias, a menos de admitir desde mucho antes del estrepsinema una verdadera separación entre esos bordes; cosa que ningún autor acepta. Es decir, que por no admitir la asociación de dos filamentos leptoténicos para formar el asa del paquinema, como la más natural explicación de la aparición del número reducido de cromosomas, nos veríamos precisados a afirmar que los bor- des de los cromosomas leptoténicos, lejos de ser verdaderos bor- des, eran dos mitades longitudinales que en parte se separaban, en parte permanecían próximas, ora seguían paralelas, ora mu- tuamente entrelazadas. Por lo demás, si conviniéramos en que esas mitades (que serían así en número normal) correspondiesen Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 84 M. BORDÁS a los cromosomas goniales, existiría ya perfecta avenencia en admitir la sindesis de los cromosomas como procedimiento de reducción; y las divergencias serían casi únicamente cuestión de nombres, pues los partidarios de la sindesis también afirman que cada uno de los filamentos del leptonema es efectivamente una mitad (longitudinal o transversal) de un cromosoma del pa- quinema. La figura 28 a viene a confirmar con evidencia cuanto ve- nimos diciendo acerca de la realidad de la parasindesis en Den- droceelum. Al describir este interesante núcleo hicimos notar la presencia del asa que se desprende hacia la parte inferior de la masa cromatínica, formada evidentemente por la asociación de dos filamentos delgados que se arrollan en espiral uno sobre otro. Al mismo tiempo tenemos en la parte superior, junto al nucléolo aplastado, otros dos filamentos delgados, divergentes y colocados en distintos planos. La coexistencia de estas dos for- maciones no admite otra explicación más que la de la conjuga- ción parasindética. No creemos que ningún autor admita que el asa inferior es una cinta helicoidal, mientras que los dos fila- mentos superiores los considere como los extremos divergentes de los bordes de otra cinta. Además de éstos que se ven tan cla- ramente, ya hemos dicho que en la masa cromatínica se distin- guen asimismo otros filamentos sencillos en contacto con el nu- cléolo, al mismo tiempo que otras asas gruesas, como la que aparece a la izquierda hacia el medio. Por otra parte, la aparición casi repentina, consecutiva a estos estados, de las asas paquiténicas (figs. 22 y 23 65) con un grosor que puede perfectamente evaluarse en el doble del que tiene un filamento en estados anteriores, da derecho a admitir que esas asas provienen de la asociación de dos de aquellos filamentos. Esta misma interpretación acerca del modo de verificarse la reducción es la que en estos últimos tiempos han dado muchos investigadores al estudiar las cinesis de maduración, a pesar del période difficile que, al decir de algún autor, atraviesa actualmente la conjugación de los cromosomas. Para demostrarlo pondremos a continuación, en ligero resumen, algunas de estas opiniones últi- mamente aparecidas. LA OVOGÉNESIS EN «DENDROCHELUM LACTEUM» 85 Levy (1914), describiendo el estado de z2gonema (llamado por este autor diplonema) en la espermatogénesis de Rana esculenta, dice: «Con el creciente grosor de los filamentos [del leptonema] se hace evidente [tritt zu Tage] la aproximación de los filamen- tos, o sea el núcleo diploténico. En este estado los filamentos quedan más o menos paralelos, con alguna distancia en las por- ciones medias de su trayecto. Esto lo he observado — añade — en centenares de células, de manera que, en contra de K:ixG, no puedo considerar esto como casual.» Y más adelante añade: «La sinapsis representa un papel de mucha importancia en los traba- jos sobre el problema de la reducción» (pág. 122). SNo0oK (1914), al estudiar la profase reductora en Anezdes lugubris, establece las siguientes conclusiones: El número usual de cromosomas encon- trado en los espermatogonios es de 28. El número de cordones polarizados y de tetradas formadas de estos cordones es 14. Cada tetrada es el resultado de la unión parasináptica de filamentos delgados [del leptonema] (pág. 524). RoberTsSON (IQI5), en sus estudios sobre los cromosomas de los Tetígidos, con referencia principalmente a la sinapsis, dice haber encontrado un proceso de aparejamiento en un principio parasindético, y finalmente end to end patirinmg o metasindético (pág. 118). HecNER (1915) examina las diferenciaciones que tienen lugar en los ovocitos de varios Himenópteros (Copidosoma gelechice, Apanteles glomeratus y Andricus punctatus) y se muestra partidario de la conjugación de los cromosomas como procedimiento de reducción. «La cro- matina — dice — forma en el ovocito los cromosomas al comen- zar el período de crecimiento. Estos cromosomas se unen por cerca de sus extremos, formando pares (near their ends in patrs)» (pág. 531). WaLron (1918), en la ovogénesis de Ascar?s cani:, cuarta conclusión, dice: «Por un proceso de pseudorreducción, por medio de una parasindesis, los 36 (número diploídico) cromoso- mas-tetradas se reducen a 18 (número haploídico) en la última profase del primer ovocito» (pág. 578). NacHTsHEIM (IQ10) ha es- tudiado la ovogénesis y espermatogénesis en Dinophilus apatris, y tanto en los ovocitos como en los espermatocitos, dice que es evidente la conjugación de los cromosomas, aunque en la esper- matogénesis no es posible seguir el desarrollo a causa de la pe- Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 36 M. BORDÁS queñez de los elementos, como tampoco contar el número de cromosomas. Los cordones del paquinema se orientan hacia un polo, originando el bouquet (págs. 42 y 46). Komar (1919), en la espermatogénesis de Sguilla oratoria, dice que la colocación pa- ralela de los filamentos leptoténicos, constituyendo pares, es muy evidente; algunos pares, consistentes en dos filamentos de la misma longitud aproximada, aparecen en la cavidad nuclear. Así parece claro que aquí se trata de una «parasinapsis» (parasinde- sis) en lugar de una «telosinapsis». Lo mismo se ha encontrado en Cambarus y Cancer por JasteN (1914-1918), y probablemente también en /dotea, Hippa y Homarus por NicHoLs (1909). En la conclusión séptima concreta más su pensamiento y dice: «En el estado de sinapsis [sindesis] los filamentos de cromatina se fusio- nan paralelamente, o en otras palabras, la fusión tiene lugar pa- rasinápticamente (parasynaptically)» (págs. 314 y 324). Van Hoor (1919), en la espermatogénesis del toro, se muestra asimismo partidario de la reducción por medio de una parasindesis zigo- ténica con formación de paquinema y bouquet. Su conclusión ter- cera dice: «Existen núcleos anfiténicos [zigonema] en los que los cromosomas delgados se reunen longitudinalmente para formar las asas del paquinema.» Conclusión cuarta: «Algunos engrosa- mientos cromáticos aparecen de una manera constante y simétri- ca desde un filamento a otro sobre los cromosomas conjugados (appairés) de las asas paquiténicas, simulando a veces grupos de cuatro» (pág. 19). ALLEN (1918) estudia la espermatogénesis en el Mus norwegicus albinus, y al llegar al zigonema dice: «Después de los estados que acabamos de describir [el leptonema] sobre- viene la sinapsis [sindesis]. Desgraciadamente, el espirema den- samente apretado dificulta la observación. Observando con cui- dado se encuentran figuras que indican que existe la parasinapsis, y que se verifica la conjugación comenzando por un extremo. En el estado del paquinema la unión es extremadamente íntima, de manera que apenas es visible la doble naturaleza de las asas, excepto al principio» (pág. 140). NAKAHARA (1919) ha observa- do la espermatogénesis en Perla immarginata. Sus conclusiones pertinentes a la conjugación son las siguientes: «1.*, los cromoso- mas homólogos se reunen une con otro por sus extremos (?e/0syn- LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM> 87 aptically), originando el espirema; 2.*, por fin, dichos 'cromoso- mas se repliegan uno sobre otro, girando por el punto de unión, y quedan reunidos paralelamente (become reunited parasynaptically) antes de llegar a la metafase, formándose así los anillos y tetradas» (pág. 519). Finalmente, HocBEN (1920), después de revisar deteni- damente los diversos aspectos del problema reductor, deduce en consecuencia que la conjugación de los cromosomas es un proble- ma resuelto hoy día positivamente sin duda alguna, y que queda por investigar con detenimiento la persistencia de los cromosomas al través de las telofases y en los núcleos en reposo. Partiendo de la opinión comúnmente aceptada de que los núcleos paterno y materno intervienen por igual en la formación del huevo, deduce que los mitocondrios y condrioplastos no son los transmisores de la herencia, pues se distribuyen desigualmente en las células-hijas durante las cinesis; en algunos casos son excluídos total o par- cialmente del gameto macho antes de la fecundación, y, final- mente, su modo de presentarse durante la gametogénesis da a entender que el complejo de una generación celular no se inte- gra de tal manera que sea el representante individual de la ante- rior, y que en muchos casos la organización mitocondrial o del condrioplasto del zigote no guarda continuidad con la del padre. De aquí que la importancia del núcleo en el problema de la he- rencia ha aumentado, lejos de disminuir, por la atención que una técnica perfeccionada había dirigido a otras partes de la célula. Por este motivo el problema de la citología genética se refiere al modo como funciona el núcleo durante el proceso genera- dor; y naturalmente, la teoría de la sinapsis o la conjugación de los cromosomas derivados de ambos progenitores, preparatoria (la conjugación) de su separación en las divisiones madurati- vas, ocupa una posición de capital importancia en la discusión. HoGBEN sigue diciendo que las principales cuestiones planteadas por el estudio de los complejos cromosómicos son tres: primera, si es evidente que los elementos cromatínicos se conjugan; se- gunda, si estos elementos son cromosomas sensu stricto; y terce- ra, si los elementos que se conjugan son los mismos que pos- teriormente se separarán en la división reductora. Con respecto al primer punto están conformes todos los que admiten la para- Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 88 M. BORDÁS sinapsis (parasindesis) en los animales. Con respecto al segundo, algunos autores, como WiLson, afirman haber comprobado la continuidad genética entre los cromosomas telofásicos y los elementos que se conjugan. Con respecto al último, parece que en muchos casos la fusión es tan íntima que cada uno de los elementos pierde su individualidad. Sin embargo, muchos auto- res afirman que durante la sindesis no se verifica una verdadera fusión: así opinan VejpowskvY, BONNEvVIE, GRÉGOIRE, etc. En nues- tro trabajo sobre la espermatogénesis de Sagitta bipunctata (1914) expusimos también nuestro parecer de que la conjugación de los cromosomas no lleva consigo la fusión íntima de los filamentos conjugados. Y lo mismo opinamos como muy probable en el caso de la ovogénesis de Dendrocaelum; pues dada la brevedad del estado de verdadera sinapsis (figs. 15 y 16) y la prontitud con que se presentan las señales de la hendidura longitudinal en el paquinema (del cual estado hemos dicho que la hendidura es un carácter), no parece probable que tenga lugar una perfecta compenetración de los dos filamentos conjugados, sino tan sólo una íntima aproximación, cuya finalidad desconocemos en ab- soluto. Otra cuestión que, según hemos indicado, va involucrada juntamente con la de la conjugación de los cromosomas o sinde- sis, es la de la persistencia de los mismos al través de las sucesi- vas divisiones celulares. Hablando con propiedad, podemos decir que ésta es la cuestión fundamental que comprende las tres indi- cadas por HocreN. Porque si los cromosomas persisten al través de las cinesis con individualidad propia, primero, será indispen- sable su conjugación para llegar al número reducido; segundo, pasarán al través de la última telofase gonial sin disolverse y reaparecerán en el núcleo citario; y tercero, durante la sinapsis no existirá una verdadera fusión de los mismos. Pero esta cues- tión fundamental no ha de ser sino la consecuencia de la solu- ción positiva de las otras tres, ya que por medio de la observa- ción directa se ha de establecer la objetividad del hecho. No es nuestro ánimo entrar a examinar esta cuestión en el caso particular de Dendrocalum, porque nuestras preparaciones LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC(ELUM LACTEUM> So no se prestan a ello, ya que no hemos podido observar ninguna telofase gonial. Reservándonos, pues, nuestro parecer, nos limita- remos a anotar brevemente los reparos que algunos autores opo- nen a la doctrina de DeLLa VaLte (1912). Este autor, con una agudeza, conocimiento y abundancia de doctrina verdaderamente maravillosos, se esfuerza en demostrar que los cromosomas no son más que cuerpos cristalordes formados en el seno del plasma, de una manera parecida al modo como se forman los cristales líquidos en las disoluciones o pseudodisoluciones. Las distintas evoluciones y cambios que experimentan durante las cinesis son efecto de las fases diversas de dispersión coloidal por las que atraviesa la substancia cromatínica. El pensamiento de DELLA VarLte queda bien concretado en las últimas palabras de su tra- bajo. «Por consiguiente — dice —, todos los fenómenos que pre- sentan los cromosomas, su modo de originarse, sus diferencias en el tamaño, su estado de agregación, su forma, estructura, co- lorabilidad, caracteres Ópticos, variaciones de forma, su división longitudinal y los fenómenos que siguen a ésta, su sucesiva des- aparición, demuestran que los cromosomas son cristaloides.» (Pá- gina 204.) Por lo que se refiere de un modo particular a la aparición de los cromosomas en la profase, o sea su persistencia o disolución al través de la telofase precedente, dice DeLLa VaLLE: «La forma- ción de los cromosomas, ¿debe ser considerada como una pre- formación o una epigénesis? Si se hubiese de dar absolutamente una respuesta, se debería decir que tal fenómeno no es una cosa ni otra, O, para decirlo mejor, es una y otra cosa. Es preformación en cuanto en el núcleo intercinético existen todos los elementos de los cuales resultan los cromosomas perfectos de la metafase; es epigénesis en cuanto estos elementos no están ordenados mú- tuamente, de tal manera que constituyan tales formaciones.» (Pág. 288.) PARMENTIER (1919) ha estudiado cuidadosamente las mitosis en 60 células, pertenecientes a 23 individuos, de Amblystoma tigrinum, y deduce que «sus resultados suministran pruebas en favor de la teoría de la individualidad de los cromosomas». No confirma el aserto de DeLLa VaLLe que supone que la variación Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. go M. BORDÁS en el número de cromosomas es la regla y que la longitud de dichos cromosomas en una célula se debe meramente a una ca- sualidad. En su séptima conclusión dice PARMENTIER: «Las obser- vaciones que quedan descritas apoyan la teoría de la individuali- dad de los cromosomas.» (Pág. 222.) Levy, refiriéndose también a la analogía que se pretende es- tablecer entre los cromosomas y los cristales, hace la siguiente observación, muy atinada: «El hecho de que los cromosomas se presenten con aquellos caracteres o señales (Garnituren) que les son específicos, y sobre todo la constancia numérica, son pruebas de mucho peso en contra de la analogía que se establece entre los cromosomas y los cristales. No existe ninguna substancia cuyas moléculas se muevan de tal manera en la solución, que cuando se disuelven x cristales de determinados y diversos volúmenes y de determinadas y diversas formas, otra vez, al cristalizar de nuevo, se reproduzcan los x cristales de los mismos determina- dos volúmenes y formas, pero distintos de antes.» (Pág. 112.) Y eso que Levy advierte para las divisiones ordinarias, adquiere mayor complicación todavía si se aplica a las cinesis de reduc- ción; pues si tuviésemos que admitir la disolución de los cromo- somas en la telofase y considerarlos como cristales, al reaparecer en la próxima profase citaria tendrían que hacerlo en un núme- ro determinado (el reducido) y distinto de antes (en número mi- tad). Lo cual es aún más inverosímil que el admitir que persis- ten esencialmente los mismos al través de la precedente telofase. Añade Levy que sus observaciones sobre Distomum confirman la persistencia de los cromosomas tal como la explica y defien- de Bover1. Para terminar, añadiremos las palabras con que MARÉCcHaL, ya en 1907, daba fin a una investigación sobre la ovogénesis de los Selacios: «Creemos que es muy razonable — dice —no aban- donar una teoría que ha prestado algunos servicios en tanto gra- do, que coordena los hechos sin estar en pugna con ninguno, y que, por otra parte, no puede ser substituída por otra en la actua- lidad. Véase si éste mo es el caso de la teoría de la individua- lidad de los cromosomas.» (Pág. 192.) De aquí que podemos resumir todo lo dicho con palabras de Levy: «La continuidad LA OVOGÉNESIS EN «“DENDROC(ELUM LACTEUM> 9I genética, tal como se desprende de los trabajos de BONNEvIE, K. C. ScHneIErR, VejbowskY, etc., debe aceptarse como una hi- pótesis probabilísima. Es cierta, por lo tanto, la individualidad y persistencia de los cromosomas. Podemos afirmar que omne chromosoma e chromosomate.» (Pág. 112.) CONCLUSIONES 1.* Los cromosomas citarios en la ovogénesis de Dendroce- lum lacteum aparecen en forma de gránulos, colocados desde un principio en series lineares. 2.* Las series de gránulos originan los filamentos del lepto- nema. 3." Estos filamentos se conjugan de dos en dos parasindéti- camente. 4.7 Cada par de filamentos da origen a un asa del paquinema, después de pasar por un estado sináptico de apelotonamiento. 5. Las asas del paquinema son 8, número haploídico. Los filamentos del leptonema serán, por consiguiente, IÓ, número diploídico. 6.* Las asas se hienden longitudinalmente, destorciéndose las espirales que entrelazan a los dos filamentos que las forman. Así es como se origina el estrepsinema. 7.2 Durante el estado del estrepsinema las dos ramas se acor- tan y acaban de deshacer sus entrelazamientos helicoidales. 8.* Llegadas al término de la segunda contracción, las dos ramas de cada cromosoma se vuelven a dilatar un poco por la cavidad nuclear, desprendiéndose de gran parte de su subs- tancia. 9.* Por una nueva contracción y disminución de volumen se originan los cromosomas definitivos metafásicos, compuestos de dos ramas que representan dos filamentos del leptonema. 10.* La profase de reducción en la ovogénesis de Dendro- coelum lacteum es, por consiguiente, pseudorreductora parasin- dética. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921. 92 M. BORDÁS 11.2% El nucléolo no desaparece en ningún estado de la profa- se. Se vacuoliza y da origen a varios nucléolos-hijos. 12.* La figura acromática es de origen extranuclear. El presente estudio ha sido llevado a cabo en el Laboratorio de Biología Experimental del Museo Nacional de Ciencias Natu- rales, y me es muy grato manifestar aquí mi reconocimiento 'al director del mismo y al profesor encargado del Laboratorio por las facilidades que me han dado para realizarlo. Madrid, marzo de 1921. BIBLIOGRAFÍA 4 ALLEN (E.). 1918. — Studies on cell division in the albino rat «Mus norwegicus albt- nus». (Journ. of Morph., vol. XXXI.) BoLtes-LEE (A.). 1902. — L'éclairage et Pemploi du condensateur dans la micrographie histologique, (La Cellule, vol. XIX.) Bornás (M.). 1912. — Contribution a l'étude de la Spermatogénese chez la «Sagitta bipunctata» Quoy et Gaim. (La Cellule, vol. XXVII.) 1914. — Doctrinas actuales sobre la reducción numérica de los cromo- somas y su aplicación a la espermatogénesis de la «Sagitta bipuncta- ta». (Mem. de la R. Soc. Esp. de Hist. Nat., vol. X.) 1920. — Estudio de la ovogénesis en la «Sagitta bipunctata» Quoy et Gaim. (Trab. del Mus. 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Figs. 8 y 9. — Ovocitos en estado de salida del reposo citario. Fig. 10. — Formación de los cromosomas en el núcleo de una célula de glándu- las lecíticas. Figs. 11, 12, 13 y 14. — Leptonema, Figs. 15 y 16. — Sinapsis: a, célula perteneciente al mesenquima del ovario. Fig. 17. — Sinapsis con el nucléolo aplastado. Fig. 18. — Sindesis. Fig. 19. — a, formación de los cromosomas; 5, paquinema con hendidura longi- tudinal. Figs. 20 y 21. — Paquinema. Lámina IV. Figs. 22 y 26. — Paquinema en diversas fases de desarrollo. Fig. 23.—a y 6, paquinema; c, estrepsinema. Fig. 24. — a, sindesis; 5, paquinema; c y d, estrepsinema. Trab, del Mus. Nac. de Cienc, Nat, de Madrid. — Serie Zool., núm. 44. — 1921, 1087 M. BORDÁS Fiy. 25. — a, paquinema; 5, estrepsinema: centriolo con esfera atractiva y áster parcial. Fig. 26. — Paquinema. Lámina V. Figs. 27 a y 27 b. — Paquinema: dos cortes de una misma célula. Fig. 28. — a, sindesis: dos filamentos arrollados evidentemente en espiral uno sobre otro; nucléolo aplastado; h, paquinema hendido: en el protoplasma se ven las formaciones espumosas. Fig. 29. —a y 6, paquinema; c, estrepsinema. Fig. 30. — Principio del estrepsinema. Figs. 31 y 32. — Estrepsinema. Lámina Vil. Fig. 33. — Estrepsinema: nucléolo alveolizado. Figs. 34, 30, 38 y 39. — Estrepsinema. Figs. 35 y 37. — Estrepsinema: formación de la figura acromática. Lámina VII. Figs. 40, 41 y 42. — Estrepsinema: formación de la figura acromática. Fig. 43. — a, estrepsinema; 6, término del estrepsinema y principio de la segunda contracción. Lámina VIII. Fig. 44. — a-o, diversas fases del desarrollo de los nucléolos. Figs. 45 a y 45 5. — Segunda contracción: retirada de los cromosomas hasta quedar arrimados a la membrana nuclear; los centrosomas-bastoncitos situados en el centro de su centrosfera y rodeados de su áster. Dos cortes pertenecientes a una misma célula. ; Fig. 46. — Segunda contracción: sólo se ha dibujado el núcleo; los cromosomas se apartan de la membrana. Fig. 47. — Segunda contracción: los cromosomas siguen apartándose de la mem- brana nuclear y reduciendo su tamaño. Lámina IX. Figs. 48 a y 48 5. — Término de la segunda contracción: nucléolo muy alveoli- zado; ocho cromosomas bivalentes. Dos cortes pertenecientes a una misma célula. Fig. 49. — Núcleo en el principio de la diacinesis: tres nucléolos están pre- sentes. Figs. 50 y 51. — Diacinesis; cromosomas bivalentes, LA OVOGÉNESIS EN «DENDROC_ELUM LACIEUM» rol Lámina X. Figs. 52, 53, 54 y 55. — Diacinesis: cromosomas en diversas fases de desarrollo, Fig. 56. — a-h, los ocho cromosomas diacinéticos de un núcleo, Lámina XI. y Fisos. 57 4, 570 y 57 c.—Los ocho cromosomas diacinéticos de un mismo núcleo. Figs. 58 4, 53 b, 58 c, 58 d y 58 e. — Diacinesis: cinco cortes pertenecientes a un mismo núcleo. Figs. 59, 60 y 61. — Diacinesis: cromosomas formados por dos ramas diversa- mente enlazadas. Lámina XII. Figs. 62,63 y 64. — Término de la diacinesis: membrana nuclear sumamente arrugada; cromosomas formados por dos ramas diversamente enlazadas. Figs. 65 a y 65 6. — Formación definitiva de la figura acromática: en la primera figura hay siete cromosomas bivalentes metafásicos próximos a formar la placa ecuatorial; en la segunda figura se ve el movimiento en espiral que efectúan las fibras del huso; los dos puntos redondeados, ¿representan el octavo cromosoma bivalente? Dos cortes de una misma célula. Lámina XIII. Fig. 65 c. — Otro corte de la misma célula que las últimas figuras de la lámina XII: huso en espiral. Fig. 66. — Ovocito perteneciente a Planaria: cromosomas bivalentes metafási- cos con sus partes diversamente enlazadas; figura acromática extensa; centrosomas formados por dos bastoncitos. Figs. 67 a y 67 6. — Cromosomas bivalentes metafásicos correspondientes a un mismo ovocito de P/anaria, Trab, del Mus. Nac. de Cienc, Nat, de Madrid, — Serie Zool., núm, 44, — 1921, a E | 4%) ñ E Y ” Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.— Serie Zool., núm. 44.—1921. LÁm. I M. Bordás, del. ve, [58] A LÍA . uu Í A - Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.— Serie Zool., núm. 44.— 1921. Lám. Il. M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.— 1921. Lám. III. M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. Lám. IV. M. Bordás, del. ol q ER A 1 Lo TAR ET Í 1 ñ Y Pr Bo , TN Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. Lám. V. M. Bordás, del. De is El lag y e us A) á e Ñ O a “e 4 - y e j Y 1 E e 4 A , y lo, AR a áL 4 m2 F y * » A 5 ' e 4 A . . od » X e - + . ñ » Lám. VI Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. del M. Bordás, Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. ' Lám. VIL M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—I921. Lám. VIIL e. co M. Bordás, del. LáÁm. IX. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. Lám. X. M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. Lám. XI. 58 a 58 c M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. Lám. XI // ) | o SS de M. Bordás, del. Trab. del Mus. Nac. de Cienc. Nat. de Madrid.—Serie Zool., núm. 44.—1921. Lám. XIII. M. Bordás, del. eos e 47 Ye ete NES GRA